Introduccion A La Sintaxis Estructural Del Latin

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LISARDO RUBIO

Introducción a la SINTAXIS ESTRUCTURAL DEL LATIN

EDITORIAL ARIEL

BARCELONA - CARACAS - MÉXICO

1.a edición: Vol. I: 1966 Vol. II: 1976 1.a edición en un volumen: enero de 1982 © 1966, 1976 y 1982: Lisardo Rubio , © 1966, 1976 y 1982 de los derechos exclusivos de edición reservados para todo el mundo: Ariel, S. A., Tambor del Bruc, 10 - Sant Joan Despi (Barcelona) Depósito legal: B. 1.184 - 1982 ISBN: 84 344 3951 4 Impreso en España 1982. — I. G. Seix y Barral Hnos., S. A. Carretera de Comellá, 134, Esplugues de Llobregat (Barcelona)

A D. Antonio Tovar, el maestro de Salamanca.

PRÓLOGO Esta Introducción a la Sintaxis Estructural del Latín sé-pu­ blicó anteriormente en dos volúmenes: el primero vio la. luz en 1966 y el segundo en 1976. Agotada ya totalmente la edición del volumen II y prácticamente también la última tirada del I, pre­ sentamos ahora la obra en un solo volumen. Cuando, hace 15 años, iniciamos la publicación de nuestros estudios de Sintaxis latina• nos embargaba el temor de un re­ chazo general ante la novedad de nuestros planteamientos en una ciencia multisecular y tradicionalmente más arraigada que otra cualquiera. Pero la acogida que se nos ha dispensado tanto en España como en el extranjero superó todas nuestras esperanzas (reseñas muy positivas de los más ilustres especialistas en Italia, Francia, Alemania y Estados Unidos). Es cierto que nosotros intentamos preparar a nuestros lec­ tores con una introducción de doce capitulillos (57 páginas en total) sobre “Nociones básicas de la nueva sintaxis”. En el pró­ logo de aquel primer volumen escribíamos: “Hemos creído indis­ pensable reunir algunas de las muchísimas ideas que han ilumi­ nado en los últimos decenios el oscuro horizonte de la lingüís­ tica; hemos seleccionado en esas páginas las nociones que nos parecen tener aplicación más constante en las consideraciones sintácticas. Los especialistas en la lingüística actual pueden aho­ rrarse la molestia de leer estas páginas previas sin interés para ellos. En cambio, conviene que las>lean con cierta atención las personas —jóvenes o mayores— acostumbradas a operar única-

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PRÓLOGO

mente con los moldes tradicionales del pensamiento gramatical”. Py.es bien, ahora, quince años más tarde, esas ideas de lin­ güística general han hecho mucho camino al andar; vemos que nuestros niños de bachillerato y hasta de Educación General Bá­ sica ya estudian, por ejemplo, la fecundísima lección de “las fun­ ciones del lenguaje”, noción que no sonaba en absoluto a la in­ mensa mayoría de nuestros profesores de latín en la década de los 60. Ante este cambio de la mentalidad lingüística general, quizá podríamos ahorrarnos, como ya innecesarios, esos doce capitulilíos iniciales; más todavía, quizá debiéramos suprimirlos también porque, según nos han comentado amigablemente ciertos colegas más duchos que nosotros en la materia, algunas de nuestras refe­ rencias a esos principios generales ya no están rigurosamente al día. Pensamos, pues, muy seriamente en eliminar ahora esas 57 páginas iniciales. Pero, después de muchos titubeos, optamos por dejarlas, ya que quizá no sean todavía inútiles a cierto número de lectores (sobre todo a profesores de latín en edad avanzada y aferrados a la enseñanza tradicional), y, en todo caso, ahí queda eso como testimonio de una etapa en el desarrollo de los estudios sintácticos del latín. En suma, no suprimimos hoy nada de lo que ya publicamos anteriormente en dos volúmenes. Vamos en cambio a añadir al­ gunas páginas nuevas: a) Un apéndice al capítulo del orden de palabras en latín; no se trata de retoques doctrinales, pero sí de una presentación distinta y que parece haber tenido bastante éxito cuando hemos presentado las mismas ideas bajo esa nueva perspectiva, b) La principal novedad de esta nueva edición seráft dos breves capítidos al final de la obra: uno sobre la consecutio temporum, y el otro sobre la atracción modal; ambos temas figu­ ran en los actuales programas oficiales del Curso de Orientación Universitaria y hemos tenido que tratarlos. en recientes publica­ ciones destinadas a alumnos de ese nivel, c) Y, por último, aña­ diremos un simple pero ilustrativo ejemplo de alternancia com­ pletiva infinitiva / completiva con ut (pág. 322). Los Endrinales, 1 de enero de 1981.

L.

R u bio

ÍNDICE P r ó l o g o ........................................................................................................................

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PRIMERA PARTE: NOCIONES BÁSICAS DE LA NUEVA SINTAXIS 17 I. — Las funciones del lenguaje ..................................... II. — Lengua y h a b la ............................................. 23 III. — El signo lingüístico...........................................26 IV. — Arbitrariedad del signo lingüístico........................ 29 V. — Carácter lineal del signo lingüístico: la cadena ha­ blada .................................................................... 32 36 VI. — Sentido básico y sentido contextual........................ VII. — Sincronía y diacronía................................................. 43 VIII. — El “dogma” del léxico y la gramática........................ 46 IX. — Las unidades lingüísticas básicas............................... 50 X. — Partes de la oración y clases de palabras . . . . 56 XI. — Las categorías gramaticales..................................... 60 XII.—La gramática: “Ars obligatoria” ............................... 70 SEGUNDA PARTE: ORDENACIÓN DE LOS CASOS LATINOS I. — Teorías antiguas sobre el nominativo: 1. Teoría aristotélica................................................. 2. Teoría estoica....................................................... II. — La teoría moderna del nominativo caso “cero”: A) Exposición............................................................. B) Crítica: 1. La oración nominal........................................... 2. La oración pasiva........................................... 3. Los ejemplos típicos de nominativo “caso cero” y “fuera de contexto” .....................................

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INTRODUCCIÓN A LA SINTAXIS ESTRUCTURAL DEL LATÍN

III. — Algunos principios teóricos: 1. Casos gramaticales y casos semánticos . . . . 2. La transferencia lingüística . ; ......................... IV. — Nuestra interpretación de los casos latinos: 1. Esquema básico.................................................... 102 2. La oposición nominativo-acusativo......................104 3. El par nominativo-acusativo frente alvocativo . . 4. Casos nominales y casos no nominales. . . . 5. Neutralización de las oposiciones causales . . . V.— Función de los casos nominales: 1. Vocativo................................................................ 118 2. Nominativo . .............................................. 118 3. Acusativo: 1) Acusativo de “dirección” .................................119 2) La gama del acusativo: desde el “interno” al “adverbial” ......................................................121 3) El acusativo de relación: acusativo“estático” . 4) El doble acusativo........................................127 4. Usos neutros de los casos nominales: sintaxis re­ lajada .....................................................................128 VI. — Casos no nominales: 1. Genitivo: 1) Genitivo adnominal........................................133 1 bis) Genitivo dependiente de adjetivos y parti­ cipios ..........................................................137 2) El genitivo adverbal.......................................139 2. Dativo: 1) Función del dativo........................................142 2) Carácter unitario de todos los dativos . . 3) Dativo adnominal........................................152 3. Ablativo: 1) Ablativo y preposiciones de ablativo . . 2) Significado del ablativo..................................155 3) Sentidos contextúales del ablativo . . . . 4) El ablativo agente y el ablativo absoluto . .

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TERCERA PARTE: LAS PREPOSICIONES § 1. — Afinidad entre casos y preposiciones.........................165 § 2. — Diferencias entre casos y preposiciones.........................166 §3. — Semántica de las preposiciones: Generalidades . . . 171 § 4. — Las preposiciones en particular . ...............................176 § 5. — Addenda........................ .................................................186

ÍNDICE

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CUARTA PARTE: LA ORACIÓN I. El orden de palabras en latín clásico 1. In tro d u c c ió n .........................................; . 191 2. Los latinos tenían conciencia de una ordenación natural de las palabras en su lengua . . . 192 3. Orden de palabras: reglasgenerales y su alcance 199 4. Las excepciones al “ordo rectus”: 1) Secuencias fijas ................................................203 2) Desviaciones libres o estilísticas . . . 205 5. El orden de palabras como indicio de orienta- . ción estilística......................................................-215 6. El orden de palabras como indicio de orienta­ ción sintáctica......................................................218 7. Conclusión.............................................................219 A p é n d ic e .............................................................220 II. Los modos verbales latinos en oración independiente 1. Límites de este estudio........................................ 234 2. Planteamiento del problema de los modos . . 234 3. La indispensable consideración de los dos ejes . 239 4. Los modos al nivel de la forma verbal (eje I) . 242 5. Los modos al nivel de la frase (eje II) . . . 245 ~6. El infinitivo......................................................■ 249 ”7. El im p erativ o ..................................................... 251 8. Los trabajos de García Calvo y Mariner . . 253 9. Conclusión..................................................... ...... 255 III. Estructura del estilo indirecto en latín y en castellallano. Problemas de traducción 1. In tro d u c c ió n ..................................................... 257 * 2. Las fronteras entre el estilodirecto, el estilo in­ directo y la subordinación: A) Verbo introductor; pausa y partículas su­ bordinantes; unidades melódicas . . . 260 B) Modalidades de la frase y modos verbales . 262 C) Transposiciones temporales, pronominales, adjetivales y adverbiales...........................266 3. Problemas de trad u cció n .................................267

14 INTRODUCCIÓN A LA SIN TA X IS ESTRUCTURAL DEL LATIN IV. La subordinación 1. In tro d u c c ió n ...................................................... 2. La subordinación relativa: A) Bases morfológicas . . . B) La oración pronominal relativa . C) La oración adjetivo-relativa . . . . D) El modo verbal en las oraciones de relati­ vo: subjuntivo de subordinación . E) La subordinación adverbial relativa (de lu g a r)............................................................. 3. Subordinación conjuntiva (= marcada por con­ junciones de subordinación): A) Generalidades................................................ B) Sistema de subordinación con partícula única: V T ...................................................... C) Subordinación basada en partículas diver­ sificadas ...................................................... 4. La subordinación interrogativa........................... 5. La oración de in fin ito ......................................... V. La coordinación 1. Coordinación por yuxtaposición . . . . 2. Coordinación por polisíndeton........................... 3. Las partículas coordinantes: A) Coordinación co p u lativ a........................... B) Coordinación d isy u n tiv a........................... C) Coordinación adversativa........................... D) Coordinación “causal” y “conclusiva” . VI. La “conaecutio temporum” 1. Qué es la “consecutio temporum” . . . . 2. La concordancia temporal en latín (y en caste­ llano) .................................................................... 3. E je m p lo s ............................................................. 4. Concordancia temporal entre tiempos de un mismo modo: el indicativo.................................. 5. Alcance de la regla de la concordancia temporal. 6. Conclusión............................................................. • VIL La atracción modal 1. En qué consiste la atracción modal . . . . 2. Alcance de la atracción m odal........................... 3. Conclusión.............................................................

PRIMERA PARTE

NOCIONES BÁSICAS DE LA NUEVA SINTAXIS

I LAS FUNCIONES DEL LENGUAJE 1. Hasta no hace mucho se admitía, explícita o tácitamente, que el lenguaje tenía como función única la de comunicar al prójimo lo que pensamos o sentimos. Parecía perfecto §1 si­ guiente esquema: una persona (= la “primera” persona grama­ tical) expone a otra (= la “segunda” persona gramatical) algo referente a algo o a alguien (= la “tercera” persona gramatical). Efectivamente, el lenguaje es frecuentemente eso: un instru­ mento de comunicación mediante el cual alguien hace saber algo a alguien. 2. Pero el lenguaje es un instrumento bastante más complejo, y tiene otras funciones que no podemos ignorar sin empobrecer grandemente nuestra comprensión de múltiples hechos lingüís­ ticos. K. Bühler (Teoría del lenguaje, trad. esp. de Julián Marías, pp. 51-56, Madrid, 19612) fue el primero que habló de las fun­ ciones del lenguaje en plural y deslindó claramente algunas de ellas. Varios autores han utilizado —y completado— sus ideas en diversos estudios gramaticales; en España, por ejemplo, A. García Calvo en un artículo sobre el verbo griego (“Emérita”, 28, 1960, pp. 1-47). R. Jakobson (Essais de linguistique, trad. fr. de Ruwet, cap. XI, París, 1963) ha desarrollado el tema de las funciones del lenguaje con gran claridad. Siguiendo, pues, pre­ ferentemente a este último autor, trataremos de “desmontar” el mecanismo del lenguaje para considerar los factores constituti­ vos del proceso lingüístico. De los elementos que integran el acto de la comunicación verbal se deducirán, paralelamente, las diversas funciones que tiene el lenguaje.

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' 3. Para que se produzca un acto de comunicación verbal han de existir un h ablante , un tema de conversación y un o y en te ; esto es tan obvio que no necesitamos insistir en ello. Pero son igualmente indispensables otros factores en que, generalmente, no habíamos reparado. Hace falta que exista un contacto entre hablante y oyente: proximidad física entre ambos o algún “meca­ nismo” que, a pesar de la distancia física, permita establecer y mantener el contacto entre los presuntos interlocutores. Pero tampoco eso basta. Dos personas pueden coincidir en un medio de transporte y verse condenadas a largas horas de silencio, a pesar del contacto físico y de los excelentes temas de conversación que ofrecen los viajes. Ello ocurre cuando les falta un código o lengua com ún para el diálogo. Nuevo factor, pues, tan imprescindible como los anteriores. Dadas ya las condiciones que acabamos de señalar, puede el hablante consumar el acto de la comunicación verbal emi­ tiendo el m e n sa je que desee. 4. El siguiente esquema recoge los factores que integran el acto lingüístico: Factores del lenguaje: HABLANTE

TEMA ' MENSAJE CONTACTO

OYENTE

lengua

5. A cada uno de esos seis factores del proceso lingüístico corresponde, en perfecto paralelismo, una función específica del lenguaje. Al esquema que precede se superpone, pues, este otro: Funciones del lenguaje: EXPRESIVA

DECLARATIVA POÉTICA FÁTICA METALINGÜÍSTICA

IMPRESIVA

6. Muy pocos procesos lingüísticos cumplen sólo y exclusiva­ mente con una de estas funciones. El hablante centrará su inte-

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res preferentemente en uno de los factores que integran el acto de la comunicación y, por lo mismo, la correspondiente función se hará predominante —si no exclusiva— y determinará la for­ mulación más adecuada al logro de sus fines. 6.1. La función declarativa. — La función declarativa pone de relieve la orientación del proceso lingüístico hacia los obje­ tos y relaciones que percibe el hombre a su alrededor; es evi­ dente que la misión de la palabra consiste en exteriorizar nues­ tra “representación” de ese mundo que nos envuelve. Esta fue la función que se reconoció siempre al lenguaje desde la antigüedad. Pocos autores dejan de reconocer aún hoy que es su función predominante, aunque no exclusiva. Sin em­ bargo, no faltan lingüistas de prestigio que ni siquiera man­ tienen a la función declarativa esta preferencia jerárquic'a entre las restantes funciones del lenguaje. N ota . — La terminología varía según los autores: “función declarativa”, o “función lógica”, o “función cognoscitiva”, o “función referencial”, o “función denotativa”. 6.2. La función expresiva. — La función expresiva (llamada también “emotiva” o “emocional”) centra el mensaje sobre el hablante y trata de comunicar la actitud subjetiva del autor frente al tema que está refiriendo. Se ha hecho notar repetidas veces estos últimos años que la capa puramente expresiva de la lengua está i«íífesentada por las interjecciones con su especial configuración fónica y su originalísimo papel sintáctico en todas las lenguas. La función cla­ ramente expresiva de las interjecciones no había pasado inadver­ tida a San Agustín (Tract. in loan Euang., 51, 2); interiectio ...magis affectum indicans quam rem aliquam significans ... ut cum dolentes dicimus “heu!”, uel cum delectamur “uahí” dicimus, uel cum miramur dicimus “o!”, etc. Hemos de añadir que la función expresiva aflora con similar pureza en la mayoría de los incisos, exclamaciones, etc., que sur­ gen como elementos advenedizos, esto es, que no ligan sintagmá­ ticamente con el resto del enunciado. Como en el caso de las in­ terjecciones, se trata de una invasión de la sintaxis expresiva dentro de la sintaxis declarativa.

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Fuera de las circunstancias en que el predominio afectivo reduce á cero los elementos intelectuales de nuestra comunica­ ción, la función expresiva está rara vez ausente de un enun­ ciado cualquiera, aun en los mensajes aparentemente más ob­ jetivos e intelectualizados. Aun cuando pretendemos silenciar nuestros sentimientos y expresar nuestras ideas desnudas de toda afectividad personal, nuestro esfuerzo en aras de la imparcialidad resulta vano, “por­ que somos esclavos de nuestro yo: lo mezclamos constantemente a la realidad y ésta, en vez de reflejarse fielmente en nosotros, lo que hace es refractarse en nosotros, sufriendo así una defor­ mación cuya causa es la naturaleza de nuestro yo” (Ch. Bally, Traite de stylistique frangaise, 1951a, I, p. 6). 6.3. La función impresiva. — La función impresiva (o “conativa”, o “de apelación”, o “mágica”) centra el enunciado en el oyente: pretende influir sobre él e inducirlo a actuar en la di­ rección que señala el hablante. También la función impresiva, cuando alcanza preponderan­ cia absoluta, tiene expresión gramatical propia: el imperativo y el vocativo son formas exclusivas de la sintaxis impresiva. La originalidad de una frase imperativa frente a otra declarativa salta a la vista si observamos que ante una forma declarativa, como “Pedro es puntual”, cabe preguntarse si aquello que se dice es o no es cierto; ante un imperativo, como “¡Pedro, sé puntual!”, no tiene sentido la pregunta. 6.4. La función fática. — Al factor “contacto” corresponde la función fática: ésta asegura la comunicación entre los interlocu­ tores. Hay enunciados cuya finalidad única consiste en verificar el funcionamiento del circuito. Frases como “oiga, oiga, ¿me oye? ... Diga, dígame”, no son recurso exclusivo de quienes entablan una conversación telefó­ nica. No es raro leer las mismas fórmulas u otras similares en las obras literarias: Propera. Atque audin? / Verbum unurn caue... (Ter., An., 209), “Apresúrate. Y ¿me oyes? ¡Ojo! Ni una palabra...”

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(a su esposo C r e m e s ) : (Filius noster) subditum se suspicatur. C r e m e s . — “Subditum” ain tu? (Ter., Heaut., 1014). “(Nuestro hijo) sospecha que es un expósito?” “Expósito”, dices?” (O sea: “¿He entendido bien?”). S ostrata

P arm en o . — Senex

si quaeret me, modo isse dicito ad portum percontatum aduentum Pamphili. Audin quid dicam, Scirte? Si quaeret me, uti... (Ter., Hecyra, 76-78.)

“Si el viejo preguntara por mí, dile que acabo de salir hacia el puerto a informarme de la lle­ gada de Panfilo. ¿Oyes lo que te digo, Escirto? Que si preguntara...” Todos tenemos igualmente experiencia de cierto “hablar por hablar”, sin más objeto que el de mantener la conversación y de evitar un molesto silencio; en textos literarios no es raro encon­ trar largas series de frases carentes de contenido o de contenido intrascendente, cuya función es exclusivamente fática. 6.5. La función metalingüística.— El lenguaje, al igual que otro objeto externo cualquiera, puede tomarse él también como “tema” de nuestras disertaciones: es lo que ocurre normalmente en el estudio de la gramática, de las lenguas, de la lógica, y, en menor grado, en el estudio de otras ciencias (cuando precisan y “definen” el significado de su terminología específica). Para designar la operación en que el lenguaje funciona simul­ táneamente como instrumento de comunicación y como objeto de esa misma comunicación, se va generalizando cada vez más el nombre de metalenguaje. No es raro que aun en nuestro ha­ blar cotidiano hayamos de verificar el alcance de los signos lingüísticos utilizados y asegurarnos que los aplicamos a idén­ ticos significados, es decir, que los interlocutores hablamos la misma lengua. Así, en los Captiui (189 y ss.) de Plauto, Hegión accede a que el parásito Ergásilo venga a cenar con él, pero le advierte que ha de contentarse con una cena “frugal”. He aquí

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cómo precisa Hegión el sentido de un término que el parásito quisiera interpretar al dictado de su apetito: H egio . — “Terrestris” cena est. E rga silvs . — Sus “terrestris” bestia H egio . — Multis oleribus.

est.

Hegión. — Mi cena es “terrestre”... Ergásilo. — El cerdo es animal “terrestre”... Hegión. — ¡...a base de muchas verduras! Como es bien sabido, son incontables los capítulos de la obra de Cicerón (tanto en la correspondencia como en los discursos como en las obras retóricas o filosóficas) que no tienen más fina­ lidad que precisar la uis uerborum en la lengua latina e incluso en la griega. 6.6. La función poética. — La actividad verbal puede, final­ mente, centrar su interés primordial en el propio mensaje: así ocurre en la “bella literatura”, que se recomienda precisamente, y ante todo, por la calidad artística del mensaje transmitido. Sea cual fuere el género literario que cultive, todo escritor que se precie de conocer el arte del lenguaje vive la preocupación de la “función poética”; tal preocupación es casi “pura” en el poema lírico; pero tampoco falta en los géneros más “expositivos” o “referenciales”: la oratoria o la historia también tienen su “poé­ tica”, ininterrumpidamente estudiada por los retóricos en la an­ tigüedad y los actuales cultivadores de la teoría literaria y la estilística.

n LENGUA Y HABLA 1. Uno de los puntos de vista más fecundos introducidos por Saussure en la lingüística es la distinción que establece entre “langue et parole”, “lengua y habla” en español según la acer­ tada traducción de A. Alonso. El habla es un “acto concreto” y “único” de un hablante de­ terminado frente a un oyente determinado en un lugar deter­ minado y referente a un estado de cosas determinado. Pero el habla supone la existencia de un lenguaje vivo en la conciencia de los miembros de la comunidad lingüística: ese lenguaje virtual es condición previa a todo “acto de habla”. La lengua es algo general y constante: existe virtualmente en la conciencia de todos los miembros de la comunidad lingüística y es el fundamento de todos los “actos de habla” concretos. La lengua no tiene más razón de ser que el hacer posible “el acto de habla”; no existe sino en la medida que “actos de habla” se refieren a ella, es decir, en la medida en que se realiza en “actos de habla” concretos. (N. S. Troubetzkoy, Principes de phonologie, París, 1949, p. 1.) 2. He aquí los párrafos esenciales en que F. de Saussure for­ muló su doctrina (remitimos a la edición francesa de 1931): “El habla consiste en “actos individuales” (p. 29, 30, 38), en “mani­ festaciones individuales momentáneas del hablante”; es “la suma de lo que dice la gente”, “la suma de los casos particulares” (p. 38). La lengua , en cambio, es el “modelo colectivo” y virtual a que ha de atenerse toda realización en el habla: “Es un tesoro depositado por la práctica del habla en los miembros pertene­

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cientes a una misma comunidad, un sistema gramatical virtual­ mente existente en cada cerebro.” “Al separar lengua y habla se separa a la vez: 1.° ‘lo que es social (lengua) de lo que es indi­ vidual (habla); 2.° ‘lo que es esencial’ (lengua) ‘de lo que es accesorio y más o menos accidental’ (habla)” (p. 30). “La len­ gua existe en la colectividad bajo la forma de una suma de improntas depositadas en cada cerebro, poco más o menos como un diccionario, cuyos ejemplares, idénticos, se hubieran repar­ tido en su totalidad entre los individuos” (p. 38). “El estudio del lenguaje comprende, pues, dos partes: una, esencial, tiene por objeto la lengua, que es social en su esencia e independiente del individuo...; la otra, secundaria, tiene por objeto la parte individual del lenguaje” (p. 37). 3. Un discípulo de Saussure, Von Wartburg, resume las ideas del maestro diciendo que la lengua es común, social y sistemá­ tica; y el habla, en cambio, es la explotación y utilización indi­ viduales de ese sistema. (Problem.es et méthodes de la linguistique, 19632, p. 7.) 4. Estas últimas palabras nos abren otra perspectiva esencial en los estudios lingüísticos: la lengua es un sistema de oposi­ ciones en que los términos carecen de valor aisladamente y sólo cobran su significado cuando se les integra en el juego de opo­ siciones que les corresponde en el sistema (como ocurre en el juego de ajedrez, donde cada pieza tiene un valor solidario del resto de las piezas utilizadas). Así, la palabra amor tendrá valores distintos según se integre en la categoría nominal o en la verbal (pasivo de amo); además, entrará en relación con otras “clases de palabras”, como con amabilis '(adjetivo) y amabiliter (adv.); y, dentro de la cate­ goría del nombre, se opondrá: como nominativo, a am orem , a m o ris , etc.; como singular, a a m ores ; como lexema, se opondrá a todo el léxico latino y, ante todo, acotará una parcela en la esfera del léxico sentimental, esfera delimitada por otras desig­ naciones más o menos sinónimas o antónimas. Como en el caso de amor, hay para todo signo lingüístico (fonema, lexema o morfema) un cuadro de oposiciones ordenado sistemáticamente en len gua . Pero en el habla podrán darse

25 realizaciones concretas en que no entre en “juego” alguna de las oposiciones existentes en la lengua: en miles jortiter pugnauit (“los soldados lucharon valientemente”), o en manus manum lauat (“una mano lava a la otra mano”), el singular (miles, manus) no es auténtico singular, ya que el contexto no com­ porta la noción de número. NOCIONES BÁSICAS DE LA NUEVA SINTAXIS

III EL SIGNO LINGÜÍSTICO 1. Llamamos signo lingüístico a la combinación de un con­ cepto y su imagen acústica. El signo lingüístico tiene, pues, dos caras: A) Un significante, es decir, una forma acústica: ejemplo, ___ perro . B) Un significado, es decir, un concepto o sentido: la idea evocada por la palabra “perro”. La cara A)' es aprehensible por cualquier oyente, aunque la imagen acústica aprehendida por el oído no evoque en el oyente ninguna idea (por no hablar nuestra lengua, o, aunque hable nuestra lengua, por desconocer concretamente la palabra en cuestión). Para que el signo sirva de medio de comunicación es im­ prescindible que las dos caras (nombre y sentido) se asocien en relación recíproca y reversible; si uno oye la palabra “perro”, ha de pensar en el correspondiente animal (o concepto); si piensa en el animal, ha de poder decir la palabra “perro”. 2. Este principio tan sencillo, que pasa generalmente por uno de los grandes descubrimientos de Saussure (Cours, p. 97 y ss.), era ya familiar a San Agustín y la escolástica. Santo Tomás, Duns Scoto, etc., distinguen claramente el signans (~ signifi­ cante) y el signatura (== significado); resulta muy “moderno”, por ejemplo, este párrafo de Santo Tomás (In Perih., lect. 8): “La voz es signo del entendimiento y el entendimiento es signo de la cosa”. 3. Si, en una traducción interlingual, decimos que lat. canis es lo mismo que cast. perro, sólo aludimos a la cara del signifi>>

27 cado, a la coincidencia de ambos significantes en la cara del sig­ nificado; si decimos que canis es bisílabo o tiene cinco letras, sólo aludimos a la cara del significante, no al signo en su totalidad, como medio de comunicación. NOCIONES BÁSICAS DE LA NUEVA SINTAXIS

Para un mismo "significado” las diversas lenguas (latín, castellano, francés, etc.) tienen diversos “significantes”.

En el adjunto esquema admitimos, provisionalmente, que los significantes de varias lenguas (lat. canis, esp. perro, fr. chien) se cubren exactamente por la cara del significado, es decir, se aplican a conceptos idénticos; veremos más adelante (p. 60-61) que normalmente tampoco hay equivalencia exacta entre los signos por la cara del significado. 4. Una visión superficial del signo lingüístico puede llevar a creer que en el signo convergen y se asocian directamente dos entes reales: una “cosa” y un “nombre”. Saussure insiste en que el problema es más complejo: El signo lingüístico no une una cosa y un nombre, sino un concepto y una imagen acústica (p. 98). Reflexiónese sobre el adjunto esquema y se verá que se pueden plantear múltiples problemas: el de las relaciones entre el concepto y cosa (campo de la psicología y de las ciencias na­ turales); el de las relaciones entre la imagen acústica y el ma­ terial sonoro (campo de la fisiología y la fonética); el de las re-

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¡aciones entre el concepto y la imagen acústica (campo de la psi­ cología, la lógica y la lingüística); etc.

5. Lo específicamente lingüístico es la asociación del signi­ ficante (imagen acústica) y del significado (concepto). Esta aso­ ciación es un hecho psíquico, y psíquicos son los elementos asociados (imagen acústica y concepto). Por último, el proceso asociativo es bipolar y reversible: el nombre evoca el sentido y el sentido evoca la contrapartida material del nombre.

IV ARBITRARIEDAD DEL SIGNO LINGÜÍSTICO 1. “El lazo que une el significante al significado es arbitra­ rio”; en fórmula más concisa: “El signo lingüístico es arbitra­ rio” (Saussure, Cours, p. 100) o “inmotivado” (p. 101). No hay ninguna relación natural entre el animal “perro” y el nombre “perro” o canis: este axioma lingüístico se pone en manifiesta evidencia cuando tenemos presente que al mismo significado corresponden innumerables significantes en las mil lenguas que se hablan en el mundo; y, viceversa, que las pala­ bras “perro”, “canis”, son un puro flatus uocis para quien no sepa, respectivamente, español o latín. Por convención social, un mismo animal es designado en una comunidad lingüística con el significante “perro” y en otra con el significante “canis”, etcétera, como es bien patente en el esquema anteriormente propuesto. La “arbitrariedad” o, mejor dicho, el “convencionalismo” es lo que separa al signo lingüístico de los signos naturales (las nubes como señal de lluvia, o el humo como indicio de que una casa está habitada) y de los signos iconográficos utilizados en el arte (pintura, escultura, etc.), que, sin excluir ciertos convencionalismos estéticos o estilísticos, tienden a representar directamente la realidad (líneas, colores, masas, sonidos, etc.). Un signo natural sólo puede convertirse en instrumento de co­ municación si se le suma “un convencionalismo”, como en el caso del “humo” que anuncia a los romanos la elección de un nuevo Papa. 2. El principio irrebatible de la arbitrariedad del signo lin­ güístico “no es impugnado por nadie”, escribió Saussure (p. 100). Sin embargo, los párrafos del Curso en que se formula el

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INTRODUCCIÓN A LA SIN TA X IS ESTRUCTURAL DEL LATIN

alu did o -p rin c ip io han suscitado, paradójicam ente, una acalorada y la rg a discusión sobre la a rb itra rie d a d o no a rb itra rie d a d del signo lin g ü ís tic o : lo que parecía u n a xiom a se ha co n ve rtid o en uno de los problem as que han hecho c o rre r más tin ta en las ú ltim a s generaciones de lin g ü ista s. E n re a lid a d , más que un problem a de fondo, lo que ha habido es u n trem endo co nfu sio ­ nism o a lre d e d o r de los té rm in o s “ a rb itra rie d a d ” y “ m o tiv a c ió n ” . Véase en C. F . S., 19 (1962), pp. 1-66, unas 70 opiniones de otros tantos lin g ü is ta s sobre la “ a rb itra rie d a d ” d e l signo lin g ü ís tic o . 3. E l signo lin g ü ís tic o es esencialm ente convencional y a rb i­ tra rio , pero e llo no q u ie re d e c ir que sea “ in m o tiv a d o ” . E n u n reducido núm ero de casos, la e llo o cu rre cuando e n tre la fo rm a fó n ic a del signo y la cosa sig n ifica d a hay una concordancia de ord en m a te ria l, como sucede en las pala­ bras onom atopéyicas: Esp. la t. g r. xoxxu-, etc. Piénsese en e l del re lo j o e l d e l p e rro , etc. P ero estos térm in o s realm ente iconográficos no ptledeñ darse sino en u n área m u y re d u cid a del lé x ic o : la esfera de los ru id o s y sonidos. Y aun ahí la correspondencia im ita tiv a es sólo apro­ xim ada y convencional a m edias, puesto que h ay sensible d ife ­ re n cia (Saussure, p. 102) e n tre el francés, e l alem án y e l español. Tam bién se ha observado que las voces onom atopéyicas, des­ pués de in tro d u c irs e en la lengua, son más o menos arrastradas p o r la e vo lu ció n general (fo né tica , m o rfo ló g ica , etc.) de los otros té rm in o s, “ prueba evidente, según Saussure, de que han p e rd id o algo de su ca rá cte r p rim itiv o para re v e s tir e l del signo lin g ü ís ­ tic o en general, que es ‘in m o tiv a d o ’ (N osotros d iría m o s “ con­ ve n cio n a l” en lu g a r de “ in m o tiv a d o ” ). M ás frecuentem ente, la “ m o tiv a c ió n ” es

motivación es natural:

cucú,

cuculus, tic-tac

guauguau

guau, guau

ouaoua

wauwau

intralingüística:

Morfológica: A sí, en e l v o ca b u la rio la tin o d e l “ juego” : ludo, los sustantivos ludus (o lusus ) y e l a d je tivo lusor o lusorius, etc., están m orfológicam ente “ m otivados” : a p a r tir de

A) verbo,

u n té rm in o cu a lq u ie ra nos parece “ m o tiva d a ” m orfológicam ente toda la serie; pero seguirá siendo convencional e l como sig n ifica n te de los conceptos d el juego.

lud-

el

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NOCIONES BÁSICAS DE LA NUEVA SIN TA X IS

Semántica:

B) H a y c ie rta razón p ara que a determ inada “ fo rm a ció n m ilita r de ataque” se le haya dado e l nom bre de la to rtu g a (“ testudo” ) ; in clu so hay v is ib le “ m o tiv o ” p ara iden­ tific a r este sig n ifica n te con e l de (“ concha” , “ te ja ” ) y P ero e llo no resta a rb itra rie d a d a l signo como desig­ nación de la zona sem ántica en cuestión. Toda e tim o log ía consiste en o fre ce r una “ m o tiva ció n ” in tra lin g ü ís tic a : E l n u m e ra l in m o tiva d o p ara m uchos hispanohablantes, es “ m o tiva d o ” p ara q u ie n lo hace re m o n ta r a l la tín con e llo no desaparece e l convencionalism o d e l signo; quteda tra s ­ ladado a la com unidad la tin o h a b la n te ; e l que hace re m o n ta r e l la t. a l indoeuropeo asigna lo a rb itra rio d e l signo a la com unidad indoeuropea.

testa

tum”.

uno,

unus

test-

“tes-

unu(m);

*oinos

4. “ C o nvencional” y “ m o tiva d o ” no son, pues, té rm in o s que se e xclu yan . Conocemos la h is to ria de m uchas palabras desde su n a cim ie n to : no hay n in g u n a in m o tiva d a . M ás to d a vía : vemos nacer m uchos té rm in o s nuevos en nuestros días: todos m o tiva ­ dos en su o rig e n ; sin em bargo, “ m o tiv a c ió n ” no es “ necesidad” ; para e l “ cre a d o r” d e l signo h ay una lib re elección e n tre va ria s p osibilid ad e s; y los u lte rio re s usuarios d el té rm in o no necesitan conocer e l d e ta lle que m o tivó la e lección: se puede p e d ir u n b i­ lle te para e l T A L G O , e l T A F o e l TE R , aunque esos nom bres parezcan a rb itra rio s e in m o tiva d o s a g ra n p a rte d e l p ú b lico , y, según n ue stra in fo rm a ció n , e l T E R (“ T re n E spañol R á p ido ” ) apareció en los p rim e ro s anuncios de la R enfe como T A R (“ T re n de A lu m in io R á p ido ” ) ; pero luego se desechó la fo rm a T A R p o r e v ita r confusiones e ntre dos sig n ifican te s dem asiado pare­ cidos acústica y gráficam ente (T A F -T A R ). 5. E n suma, e l signo lin g ü ís tic o es siem pre convencional ( “ a rb itra rio ” , según la te rm in o lo g ía de S aussure); ésa es su ca­ ra c te rís tic a esencial. L a nota su plem e n taria de “ m o tiva d o ” o “ in m o tiv a d o ” no afecta a la esencia d el signo.

V CARÁCTER LINEAL DEL SIGNO LINGÜÍSTICO: LA CADENA HABLADA 1. El signo lingüístico, por la materia prima de su signifi­ cante, se sitúa en el tiempo: su extensión coincide con el tiempo que necesariamente ha de invertirse en la articulación de los ele­ mentos fónicos. Todo el material sonoro se ordena lineal y su­ cesivamente en dirección única e irreversible como la marcha del tiempo. Los sonidos, sílabas, palabras y oraciones son como otros tantos eslabones que forman una cadena: “la cadena ha­ blada”. Esta ordenación en cadena viene impuesta por la natu­ raleza, ya que nuestros órganos fonatorios no nos permiten emi­ tir dos palabras simultáneamente: ha de dejar de existir una para que surja la siguiente. 2. El carácter lineal de la cadena hablada se proyecta auto­ máticamente en la línea escrita (o impresa): una obra escrita se reduce en último término a una línea que por su excesiva lon­ gitud se ha “troceado” para “almacenarla” en un libro. Los mo­ dernos medios de comunicación han acudido a denominaciones que reflejan igualmente el carácter fundamental de la cadena hablada: líneas telefónicas, líneas telegráficas, etc. 3. Todo el mecanismo de la lengua está implicado en el ca­ rácter lineal del signo lingüístico. La misma materia fónica puede tener uno u otro sentido, según sea una u otra su orde­ nación en línea: cf. español: sal / las son

cf. francés:

/ NOS

Pierre bat Paul y Paul bat Pierre

NOCIONES BÁSICAS DE LA NUEVA SINTAXIS

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4. Para que un enunciado cualquiera llegue a ser una unidad significativa han de hallarse todos sus elementos simultánea­ mente presentes en la conciencia del oyente, pues sólo así podrá relacionarlos y descubrir en ellos un sentido. El significante mesa no empieza a descubrirnos su sentido por etapas sucesivas desde el primer fonema para completarse casi con el penúltimo y del todo con el último; un buen chiste no suele provocar la risa in crescendo, sino la explosiva carcajada final. Lo mismo sucede con un largo período oratorio: hasta que no se cierra el círculo en una síntesis psíquica no surge el sentido: y cuando surge no lo hace paulatinamente, sino de golpe: la comprensión o es instantánea o no existe. De ahí el alivio experimentado por el estudiante cuando, después de mucho cavilar, llega repentina­ mente la iluminación y todo • el párrafo que está traduciendo pasa, en un instante, de la plena oscuridad a la meridiana cla­ ridad. 5. Hay, pues, así, una verdadera antinomia entre el carácter temporal-lineal-material del significante y el carácter atemporalalineal-psíquico del significado. Un término cualquiera del enunciado puede entrar en múl­ tiples relaciones con los restantes términos: piénsese en el verbo que, como pieza central de la frase, conecta sintácticamente a la vez con el sujeto, con uno o varios complementos y el adverbio; y, no obstante, en la cadena, hablada sólo puede estar en con­ tacto con dos “eslabones”: la palabra que precede y la que sigue. A la solución de esta antinomia se reducen muchas de las dificultades con que tropieza el traductor. Comprender una len­ gua es llegar a establecer conexiones sintácticas, aunque no se hallen expresadas por secuencias en la cadena hablada; y, vice­ versa, hablar una lengua es transformar el “orden sintáctico” en orden lineal (cf. L. Tesniére, Éléments de syntaxe structurale, pp. 16-24, París, 1959). 6. Cada lengua resuelve a su modo la antinomia a que nos referimos. El orden de los elementos en la cadena puede ex­ presar ya una relación sintáctica: es el conocido uso del francés en que el nombre que precede al verbo es sujeto y el nombre que le sigue es complemento directo. Cuando no hay posibilida-

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INTRODUCCIÓN A LA SINTAXIS ESTRUCTURAL DEL LATÍN

des de contacto en la cadena se acudirá a otros procedimientos gramaticales: la concordancia en género o número o en ambas cosas a la vez es entonces capital, ya que gracias a la concor­ dancia podrán romperse secuencias sin que sufra la claridad. Por ello, cuanto más rica sea una lengua en morfemas gramati­ cales mayor libertad tendrá para romper secuenciás lineales, y, viceversa, a menos posibilidades morfológicas, menos libertad para romper las secuencias lineales (cf. Tesniére, ó. c., p. 21). 7. La norma general que regula la antinomia orden linealorden estructural del enunciado es una de las características que más visiblemente distinguen a las lenguas entre sí. Unas lenguas se caracterizan por el acentuado orden lineal en que han de aparecer sus términos y otras por su extraña (?) libertad. Cual­ quier estudiante pensará aquí en el “desorden”, en el libérrimo “hipérbaton” de la lengua latina, y en la notable disciplina del español, o en la rigurosa sucesión sujeto-verbo-complemento di­ recto del francés. Nosotros hemos de ver que tampoco en latín el “desorden” es tan grande como creen los principiantes, y aun esperamos que muchos maestros queden tan extrañados como nosotros ante la sorprendente regularidad de la cadena hablada en largos textos literarios del latín. Por ahora nos bastará re­ cordar cosas ya sabidas: que en latín, por norma, el término de­ terminante (o regido) precede al elemento determinado (o re­ gente) ; el español procede a la inversa; con arreglo a esta norma tan regular es, por ejemplo, el Iouis templum latino como nues­ tro templo de Júpiter. 8. A la ordenación del tipo latino suele llamársele secuencia regresiva; la ordenación del tipo castellano recibe el nombre de secuencia progresiva. Lo normal es que las lenguas se atengan a una u otra secuencia, aunque cabe, como antes dijimos, cierta libertad más o menos acentuada. Todo lo dicho sobre la antinomia “orden lineal”-“orden sin­ táctico” y sobre la solución dada en las diversas lenguas puede observarse en lo que pasa hoy en ciertas siglas internacionales que nos son muy familiares. Varias comunidades políticas, o, mejor desde nuestro punto de vista, varias comunidades lingüísticas llegan a un acuerdo: en unos pueblos, el tratado se llama OTAN y en otros NATO.

35 Sin la ineludible característica lineal del signo lingüístico, el tratado sería para todos: NOCIONES BÁSICAS DE LA NUEVA SINTAXIS

V7~

del tiempo

0 (rganización) del T (ratado) del A (tlántico) N (orte)

Por el lado del significado es una unidad psíquica en que se combinan armónicamente las cuatro “notas significativas”; si los humanos tuviéramos un aparato fonatorio adecuado —algo así como un piano—, emitiríamos simultáneamente el acorde; como no cabe esa posibilidad, hemos de emitir' en sucesión lineal una nota tras otra; unas lenguas proyectan la imposible simul­ taneidad psíquica en la posible sucesividad del tiempo empe­ zando por un extremo de la serie y otras por el extremo opuesto. Resultado: Línea del tiempo orden progresivo

orden regresivo O más simplemente: OTAN

orden progresivo orden regresivo

VI SENTIDO BÁSICO Y SENTIDO CONTEXTUAL 1. Teóricamente, la comunicación postula una sola forma fó­ nica para cada unidad de sentido, y un solo sentido para cada forma fónica. A priori, no parece posible entenderse si a un mismo significante corresponden varios significados. Y, sin em­ bargo, ¿quién no se ha desesperado al comprobar que en el aprendizaje de una lengua cualquiera nunca acaba uno por co­ nocer “todos los sentidos” de una palabra, de un caso nominal, de una forma verbal ni de una preposición? ¿Cuántas veces con­ sulta el latinista principiante su diccionario para ver qué sig­ nifican palabras tan usuales como ago, fació, sum, ad, etc.? 2. En lugar de la ideal monovalencia del signo lingüístico, el estudiante se encuentra siempre con una inextricable poliva­ lencia en ambas caras del signo (tanto en los signos léxicos como en los gramaticales): varios significantes para un mismo signi­ ficado (polinimia o, como decimos más habitualmente, sinonimia) y varios significados para un mismo significante (polisemia). 3. Pues bien, ¿hasta qué punto es cierta esta plurivalencia significativa de los signos lingüísticos? ¿Cómo explicar este com­ plicado juego de las significaciones de los signos? 4. Para facilitar la exposición general, nos fijaremos ahora exclusivamente en la polisemia y sinonimia léxicas; tendremos múltiples ocasiones de discutir la pretendida plurivalencia de los morfemas gramaticales cuando nos adentremos en el terreno de la sintaxis específicamente latina.

37 5. En primer lugar es fácil comprobar que los diferentes sen­ tidos de una palabra no se hallan todos en plano de igualdad. Aun los no especialistas saben que las palabras tienen un “sen­ tido propio” y un “sentido figurado”. NOCIONES BÁSICAS DE LA NUEVA SINTAXIS

6. Las cosas se simplifican mucho con la distinción básica entre len gua y habla . Las palabras tienen un sentido en la es­ fera de la lengua y un sentido en la esfera del habla. Los dos sentidos están a veces muy próximos y a veces muy alejados. La distinción entre ambos sentidos es un hecho generalmente reconocido en la actualidad: con frecuencia se habla de sentido en la lengua y valores en el habla, o de “sentido fundamental” y “sentidos accesorios”, o de “sentido independiente” y “senti­ dos condicionados”, o de “sentido” y “significación”, o de-“sen­ tido” y “efectos de sentido”. Nosotros diremos más sencillamen­ te, con Guiraud (La Grammaire, p. 70, Presses Universitaires, 1961), “sentido básico” .(en la lengua) y “sentido contextual” (en el habla). 7. Pongamos un ejemplo con tres sinónimos (?) latinos que pueden designar “el vino”: uinum, Bacchus y deus. Superficial­ mente, podría decir un diccionario que Bacchus tiene dos signi­ ficados: designa a un determinado “dios” y también a un deter­ minado líquido, más corrientemente llamado “uinum”. Se acepta que Bacchus es, por derecho propio, un “dios”, y (¡cuando uno sabe que “Baco es el dios del vino”!) también se acepta sin aspa­ vientos el cambio metonímico de las cosas. Pero para llamar al vino uinum (que es el único nombre que le corresponde en lengua), el hablante no necesita tomar precau­ ciones; cualquier latino que tuviera vino y quisiera venderlo podía poner el siguiente letrero en la puerta de su casa: vinvm vendo . Pero no podría cambiar caprichosamente el mencionado anuncio por bacchvm vendo , ya que este texto resultaría enigmá­ tico: “vendo (al dios) Baco (?)”, “vendo un Baco (una esta­ tua) (?)”. No habrá inconveniente en anunciar vendo bacchvm si el lector comprueba, al leer el cartel, que se trata de una taberna, con los toneles y los vasos a la vista: pues, en tal caso, el contexto situacional ya invita al lector a dar, sin violencia, a Bacchus un sentido que no le corresponde en lengua, o, lo que

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INTRODUCCIÓN A LA SINTAXIS ESTRUCTURAL DEL LATÍN

es lo mismo, a darle a cierto líquido un nombre que en lengua no tiene. Si falta ese contexto situacional y el vendedor persiste en el intento de anunciar “poéticamente” su mercancía, tendrá que inducir de algún modo a su lector a realizar juntamente con el anunciante el cambio metonímico: por ejemplo, dibujando junto al mismo letrero a un bebedor con el jarro a punto, etc. Del mismo modo, el artista literario tampoco puede hacer significar caprichosamente “vino” al nombre que en el fichero de la lengua designa a cierta divinidad; si quiere operar el cam­ bio, le es indispensable crear un contexto —ahora lingüístico, naturalmente— para que el lector acepte la novedad sin vio­ lencia, aunque con cierto grado más o menos acentuado de sor­ presa. Así procede Virgilio en la Égloga 5, 69: et multo in primis hilarans conuiuia Baccho... Podrá observarse que ya los dos versos' anteriores hablan de “líquidos” (leche y aceite) como preparación de la metonimia. Finalmente, entre multo y Baccho van intercalados dos términos “orientadores”: hilarans y conuiuia. Resulta mucho más imprevisible que, en un momento dado, también deus pueda designar el “vino”. No conozco más que un caso de este “atrevimiento” en la literatura latina (Virgilio, En., IX, 335-337): ... illa qui plurima nocte luserat, insignis facie, multoque iacebat membra deo uictus. (Niso degüella al joven Serrano) que había estado divertidí­ simo aquella noche y que yacía vencido por el “abundante vino” (multo ... deo!) “multo ... deo”, en lengua, es imposible; tan imposible como en castellano “mucho dios”. Para que el hecho de habla se en­ tienda como “mucho vino” y se acepte la sorprendente metoni­ mia, el poeta ha de tomar extraordinarias precauciones. Virgilio arrastrará la aquiescencia del lector gracias a todo un proceso, muy cuidadosamente estudiado, que comprende tres etapas: una lejana, otra próxima y la tercera inmediata. Con mucha antelación, ya en los vv. 188-189, Virgilio nos

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presenta a los Rútulos presuntuosamente confiados en la propia situación: se entregan, despreocupados, al sueño y al vino: (Rutuli) SOMNO VINOQUE SOLVTI PROCVBVERE.

Por segunda vez, en los vv. 236-237, el poeta insiste: RVTVLI SOMNO VINOQVE SOLVTI CONTICVERE.

No se trata de un descuido en un poema’ inacabado como es la Eneida: el llamativo término inicial de verso, con su reite­ ración de la estructura métrica, de la morfología (-ere), del no­ table volumen fónico (cinco sílabas), y, por contraste, con la variante semántica (procubuere / conticuere), prueba Suficien­ temente que la repetición es intencional. En el verso 316 vuelve por tercera vez el estribillo somno uinaque soluti. Pero esta vez de modo definitivo: se va a ofre­ cer al lector una visión total del campamento de los Rútulos: un campamento de borrachos, “vencidos por el vino y el sueño”. A la designación de las cosas por “su” nombre en lengua suce­ den sus afines semánticos: “yacer”, “roncar”, “rendirse”, etc., salen machaconamente hasta culminar en el multo ... deo. (Niso y Euríalo) passim somno uinoque per herbam corpora jusa u id en t........................................ (316-317) uina s i m u l ......................................................(319) (Ramnes) toto proflabat pectore somnum . . (325-326) inter tela iacentes...............................................(329) pendentia colla (la postura típica del borracho d o rm id o )..................................................... (331) ... multo que iacebat membra deo u ic tu s........................................ (336-337) Los 20 versos constituyen el “cuadro de los borrachos de Virgilio”; los 18 primeros son tan gráficos y sus términos tan ajus­ tados al patrón de la lengua común, que ya puede el poeta per­ mitirse, como última y definitiva pincelada, una atrevida “des­

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viación”, confiado en que su expresión no resultará oscura y lo­ grará el asentimiento del lector. Hemos visto cómo Virgilio logra llamar al vino “dios” y que sus lectores lo entiendan, aunque nunca hayan oído tal “lengua”. Pero si no hubiera en el texto estudiado más que una mera sus­ titución de nomenclatura, Virgilio sería un simple “malabarista verbal”, un sorprendente mago de la palabra, pero sin la hon­ dura, seriedad y calor humano que atribuimos generalmente a “la magia” del poeta frente a los malabarismos y magias de puro entretenimiento. Si Virgilio llama “dios” al vino, no es para demostrarnos que ¿1 puede permitirse el capricho de poner un rótulo cualquiera a cualquier producto. Si Virgilio se refiere al vino y no lo llama “vino” es que vislumbra en el vino algo que sólo él ha visto, alguna “nota” no incluida, según el código lingüístico, en el sig­ nificado “vino”; tal es la razón por la cual no le sirve tampoco el significante “vino” y acude a un sustituto, al que, por los pro­ cedimientos que hemos analizado, hará significar “vino”, y que, por otra parte, conllevará la “nueva nota” que el poeta pretende añadir al concepto de ese líquido llamado “vino”: devs = vrnvm + X. Tratemos de averiguar qué representa la incógnita X: en esa incógnita se esconde la razón de la metonimia y la magia de la verdadera poesía. El contexto, con tiempo, desde los versos 188 y 236, con ma­ yor insistencia desde el 316, y de modo apremiante con el con­ texto inmediato, nos obliga a pensar, ante todo, en “mucho vino”; pero, como en lugar de multo ... uino, el poeta nos sorprende con multo ... deo, hemos de sumar al significado “vino”, ya in­ culcado al lector de antemano, el significado del inesperado sig­ nificante deo; por lo tanto, deus es, accidentalmente, un signifi­ cante complejo: vino -f- dios. La intuición del poeta es intransferible; podemos, si no tra­ ducirla, analizar así su contenido: (El joven Serrano yacía vencido por) “el abundante vino + -|- la virtud divina que, como soporífero, tiene el vino”. Pero en el comentario analítico, en la descomposición lineal de lo que es un continuum psíquico, se esfuma la vivencia del

NOCIONES BÁSICAS DE LA NUEVA SINTAXIS

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instante poético plasmado en multo deo, y desaparece la poesía. Es curioso ver a los innumerables traductores de Virgilio deba­ tirse, desesperados, ante la síntesis virgiliana. Entre las interpre­ taciones consultadas, nos quedamos con la de Echave Sustaeta (“Serrano vencido por el mucho Baco”), que traduce la meto­ nimia del original por otra metonimia: es la única que, al con­ servar el recurso poético, puede guardar también algo de poesía. Pero aun con esta interpretación Virgilio nos llega enorme­ mente empobrecido; “Baco” por “vino” es un tópico literario, una figura poética en vías de lexicalización y, por lo tanto, de limitado poder evocador; por eso Virgilio forjó una metonimia de nuevo cuño, cuya expresividad no puede, en modo alguno, pasar inadvertida. El resto de los traductores sólo nos dan parte del contenido que nosotros hemos analizado en multo ... deo: unos dicen, sim­ plemente, “mucho vino”, sin hacernos pensar en la suplementa­ ria “nota divina” del vino; otros acentúan el significado en len­ gua de deo, y como entonces es imposible “mucho dios”, desha­ cen el sintagma multo ... deo, ya sea sacrificando llanamente el multo (“Serrano vencido por el dios del vino” o “por el dios del sueño”), ya sea añadiendo en sintagma aparte ese viulto: “Serrano vencido por el dios del vino, del que había abusado”. (Esta última interpretación es la de la colección Budé.) Como en nuestro comentario, todas estas traducciones evapo­ ran la expresión poética: la “intuición” del artista al pasar por el tamiz intelectual del intérprete se queda en una enumeración más o menos completa de miembros inertes, que en el original forman una síntesis viva. El Virgilio auténtico —el poeta— está en el multo ... deo: ahí tenemos su “alma de cristal” reflejando fielmente la impresión que le produce la realidad circundante; el Virgilio traducido es un simple narrador, más o menos co­ rrecto, de una realidad que le es ajena. En una palabra, el men­ saje esencialmente “poético” del original se desintegra con la traducción en un mensaje esencialmente “informativo”. 8. Vistas así las cosas, desaparece la antinomia de la sinoni­ mia y polisemia a que aludimos al principio en los párrafos 1-6. Y lo que decimos aquí del léxico (uinum, Bacchus, deus) ha de aplicarse rigurosamente a la sintaxis en toda su extensión:

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entre los signos gramaticales tampoco hay equivalencias ni plurivalencias: nunca hay, por ejemplo, sinonimia entre dos casos o dos preposiciones, y viceversa, un caso o una preposición no tienen dos, tres, cuatro, cinco, etc. significados distintos, sino que, en lengua, les corresponde uno solo (del que pueden irra­ diar diversos matices contextúales). Hemos de volver con frecuencia sobre estas ideas; véase, por ejemplo, pp. 86-88, 171 y ss. y 186-187.

VII SINCRONÍA Y DIACRONÍA 1. Gramática comparada. — El siglo xix representa el triunfo del historicismo en la lingüística. En sus comienzos, y gracias al reciente descubrimiento del sánscrito, nació la gramática com­ parada de las lenguas indoeuropeas: lat. genus —gr. yévoq — ser. jánas; lat. generis gr. ser. jánasas; etc. etc. etc. =

ifévsoc;

=

F. Bopp (1791-1867) aplicó sistemáticamente por vez primera (1816) el método que explica esas concordancias entre lenguas derivadas de un tronco común. Y, en 1861, Schleicher compen­ dia los resultados obtenidos en la lingüística indoeuropea por el método comparativo. 2. Gramática histórica o diacronía. — De la comparación en­ tre concordancias se pasó, hacia 1870 (por iniciativa de los neogramáticos Brugmann, Osthoff, Sievers, Paul, etc.), a situar los hechos comparados en la línea de su sucesión natural en el tiempo; es decir, se pasó al estudio histórico de la lengua. Los resultados de la tarea sorprendieron por su claridad y objeti­ vidad; los neogramáticos descubrieron leyes (leyes fonéticas) al parecer, tan “determinantes” (?) como las leyes naturales. La generación neogramática, deslumbrada por sus éxitos, creía haber encontrado el auténtico y único camino de la inves­ tigación lingüística: el método histórico. Toda la ciencia del len­ guaje tendría que ser o gramática histórica o historia de la lengua.

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INTRODUCCIÓN A LA SINTAXIS ESTRUCTURAL DEL LATIN

3. Sincronía. — En plena euforia historicista surge, como voz discordante, la personalidad de Saussure (1857-1913). En sus conversaciones particulares, en alguna carta y, sobre todo, en sus cursos universitarios de Ginebra (a partir de 1906) proclama frecuentemente la insuficiencia de la lingüística histórica de su época (lingüística que él mismo tenía que explicar como asig­ natura de los programas a la sazón vigentes). Saussure afirma que el estudio descriptivo de la lengua es más interesante y tan científicamente posible como el estudio histórico. El lenguaje se nos ofrece como objeto de estudio en dos pers­ pectivas. Por un lado, la lengua es algo inestable y en constante evolución: es el aspecto minuciosamente estudiado —y con asom­ broso éxito— por la lingüística histórica. Pero, a la vez, la len­ gua se nos ofrece bajo un aspecto estático, como un sistema de oposiciones y contrastes en el que los elementos que entran en juego no tienen valor absoluto en sí, sino que lo reciben del conjunto en que se integran (cf. el ejemplo antes citado de am or , a m o ris , am orem ... a m a b il is , etc. Este sistema de oposiciones no se explica por la evolución, sino que tiene su razón de ser en sí mismo, como un vasto cuadro pictórico, donde cada parte está relacionada con el conjunto y no puede modificarse o despla­ zarse sin romper la armonía interna de la obra. Es legítimo, pues, estudiar la evolución de la lengua a través del tiempo, pero también merece estudiarse un estado de la lengua en un momento dado, sin intervención del factor tiempo. El propio Saussure ilustró claramente sus ideas en el siguiente esquema: -B D El eje AB simboliza la simultaneidad (objeto de la lingüística CD, la sucesión temporal (objeto de la lingüís­ tica sin c r ó n ic a ) ; dia crónica ).

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4. La distinción entre sincronía y diacronía es un axioma del que ha de partir todo estudio lingüístico. Suscribimos sin reser­ vas la afirmación rotunda de Saussure (p. 115-116): es imposible organizar las investigaciones sin tener en cuenta los dos ejes, sin distinguir por un lado el sistema de los valores considerados en sí mismos y, por otro lado, esos mismos valores conside­ rados en función del tiempo. Pero no estamos de acuerdo con Saussure cuando proclama, con la misma energía, “que nos está absolutamente prohibido es­ tudiar simultáneamente las relaciones en el tiempo y las rela­ ciones en el sistema”; ni puede decirse, con L. Hjelrrtslev (Prin­ cipes de grammaire genérale, p. 47), que “la oposición entre los dos puntos de vista es absoluta y no admite compromisos”. Nosotros no creemos que haya que optar necesaria e intran­ sigentemente entre la sincronía y la diacronía, sino que puede añadirse la consideración estructural (sincrónica) a la conside­ ración evolutiva (diacrónica). Por esta vía se ha llegado —pre­ cisamente en España y dentro de la lingüística indoeuropea— a resultados muy fecundos en los últimos años; baste recordar aquí —entre otros trabajos importantes y otros autores— el só­ lido estudio de M. Sánchez-Ruipérez sobre el verbo griego y las dos obras maestras de F. Rodríguez Adrados sobre las laringales y el verbo indoeuropeo. Más que al objeto, la diferencia entre sincronía y diacronía afecta al observador. Ambas consideraciones aisladas nos dan sólo una visión parcial del lenguaje. Nuestra presentación de la sintaxis latina será fundamental­ mente sincrónica; sólo ocasionalmente, y ante hechos incom­ prensibles para la sincronía, haremos alguna alusión diacrónica.

VIII EL “DOGMA” DEL LÉXICO Y LA GRAMÁTICA 1. Tal vez no haya principio de mayor trascendencia para nuestros análisis que el formulado por K. Bühler (p. 101 y ss. de la traducción española) como dogma fundamental de la inves­ tigación lingüística: sepárese cuidadosamente lo que corresponde al léxico y lo que corresponde a la sintaxis (en lugar de sintaxis, nosotros diríamos más bien gramática). Efectivamente, el lenguaje usa un sistema de signos de dos clases: unos elementos son léxicos y otros son gramaticales: dos enunciados pueden distinguirse por variar un elemento lé­ xico; compárese: tuus canis apr-um momordit, “tu perro mordió al jabalí”; tuus canis lup-um momordit, “tu perro mordió al lobo”. En cambio, en los dos enunciados siguientes, la diferencia radica en elementos gramaticales (morfológicos o, lo que es lo mismo, sintácticos): tu-us can-is lup-um momordit, “tu perro mordió al lobo”; tu-um can-em lup-us momordit, “el lobo mordió a tu perro”. 2. En el capítulo siguiente, al tratar de las unidades signi­ ficativas, insistiremos más en la esencial diferencia entre las dos clases de signos que integran el lenguaje. Aquí nos limitaremos a esbozar la cuestión, sin penetrar todavía en la irreductible diferencia de las unidades mínimas de significación. Una obser­ vación incluso superficial permite advertir que, en un mensaje dado, la gramática puede ser más o menos indispensable según

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los casos; puede haber incluso mensajes exentos de gramática, puramente léxicos: si una persona se encuentra en una comuni­ dad lingüística que le es extraña, puede, con el solo uso del dic­ cionario, emitir mensajes pregramaticales, pero válidos para la comunicación: por ejemplo, una serie de palabras sueltas, como cazador, liebre, matar, puede ser un mensaje comprensible, ya que los lexemas dados difícilmente admiten una concatenación que no sea: “el cazador mató una liebre” (sería inverosímil que “una liebre matara al cazador”) ; por ello, tal enunciado puede prescindir de la gramática sin grave perjuicio pai;a la compren­ sión. En cambio, la sintaxis —o un sustituto de ésta, cf. infra, p. 64 y ss.—es de imperiosa necesidad si en lugar de liebre tu­ viéramos que poner león: “cazador, león, matar” ya no es inte­ ligible unívocamente y resulta indispensable precisar dónde está el agente y donde está la víctima. Ha de venir la gramática en ayuda de los elementos léxicos para fijar en el haz de posibili­ dades la relación efectiva y única que queremos establecer entre los significados autónomos del léxico. La significación grama­ tical (sintáctica) se superpone a la significación léxica, pero a otro nivel: a nivel del sintagma. 3. El valor semántico global de una frase es el total de dos sumandos: 1.°, la sustancia significativa (léxica, material) de las palabras y grupos de palabras contenidos en la frase; 2.°, la sig­ nificación de sus relaciones lógico-sintácticas. Puer librum legit tiene, a nivel sintáctico, la misma e inva­ riable significación en todo enunciado que presente el esquema. Sujeto - complemento directo - verbo. Sobre este patrón abstracto podrán formularse innumerables mensajes reales; pero mientras subsista el tipo de construcción, es decir, la misma forma gramatical, sólo cambiará la sustancia significativa léxica. La forma es lo único que interesa al gramá­ tico; aunque éste no pueda prescindir del “ejemplo”, es decir, aunque haya de acudir a realizaciones concretas en el habla, le es preciso elevarse “abstractivamente” hasta la forma, Sin de­ jarse ahogar por los valores que en toda frase real precipita el léxico, pero que no son de la incumbencia del gramático.

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INTRODUCCIÓN A LA SINTAXIS ESTRUCTURAL DEL LATIN

4. Por atender sólo a la forma, y no a la sustancia semántica, el gramático considera legítimos ciertos tipos de enunciados into­ lerables para el lógico. “Si, ante una mesa redonda, alguien dice: esta mesa es cuadrada —escribe K. Bühler, p. 90 y ss.—, el gramático calla plenamente satisfecho; sólo el lógico protesta: ¡absurdo!” En cambio, provocará la censura del gramático quien diga: h i c tabvlam svnt rotvndvm , porque aquí hay un puro flatus uocis “sin sentido” de ninguna clase. El gramático es insen­ sible al contrasentido, como “círculo cuadrado”, pero es muy sensible al “sinsentido”, ¡que es algo muy distinto! Un enunciado agramatical (h ic tabvlam ...) nunca tendrá sen­ tido ninguno; pero un enunciado gramaticalmente correcto tiene ya un sentido en sí, independientemente de lo que opine la ló­ gica: los niños saben muy bien lo que dicen cuando cantan: “por el mar corren las liebres, por el monte las sardinas, etc.”; saben muy bien que sus afirmaciones son perfectamente comprensi­ bles, pero esperan hacer gracia por lo sorprendente de esas afir­ maciones ante la experiencia y “saber” de los oyentes. “Oro negro”, siempre aceptable para el gramático, pareció absurdo al lógico hasta no hace demasiadas generaciones; lac gallinaceum (“leche de gallina”) es tan correcto en gramática como ouum gallinaceum (“huevo de gallina”) . Pero, mientras sea tan difícil encontrar “leche de gallina” como encontrarle “tres pies al gato”, sólo nos servirá el correctísimo complejo lac gal­ linaceum para referirnos a “un imposible” como ya lo hicieron Plinio (Nat. Hist., Praef. 23) y Petronio, Satiricon, 38: lacte gal­ linaceum si quaesieris inuenies, “si se te ocurriera buscar leche de gallina, la hallarás (en casa de Trimalción) ”. 5. La diferencia esencial entre léxico y gramática puede ob­ servarse a diario en las clases y ejercicios de traducción: una traducción “falla” porque un término (nombre, adjetivo, verbo, adverbio) no ha sido interpretado con acierto: el estudiante “coge” en el diccionario la palabra menos adecuada al contexto estudiado; otra traducción “falla” porque el alumno “no vio la construcción”. Aunque, ocasionalmente, una falta léxica puede llegar a ser grave y alguna falta gramatical puede motivar un error leve, lo normal es que los errores léxicos acarreen “fallos” muy limitados y que los errores gramaticales, en cambio, hun­

49 dan todo un enunciado. La razón es obvia: un adjetivo en lugar de otro adjetivo, un nombre en lugar de otro nombre, un verbo en lugar de otro verbo, etc., son errores “limitados” dentro de la misma categoría gramatical; pero quien no ve una concordan­ cia, quien toma un nombre o adjetivo por verbo, etc., baraja las categorías gramaticales, destruye el molde que informa todo el sintagma afectado y, por lo tanto, destruye todo el sistema de relaciones y arruina el mensaje en su totalidad. NOCIONES BÁSICAS DE LA NUEVA SINTAXIS

IX LAS UNIDADES LINGÜÍSTICAS BÁSICAS § 1. —

La palabra: fantasma del lenguaje

Desde Aristóteles se vino creyendo a pies juntillas que la unidad mínima de significación era la palabra. De la palabra se partía para establecer enunciados más amplios y a la pala­ bra se llegaba en el análisis de cualquier enunciado complejo. La palabra fue el irreductible átomo de la ciencia del lenguaje desde su nacimiento hasta nuestros días. Pero cuando, últimamente, la lingüística quiso “definir” lo que es la palabra como elemento básico de su ciencia, se encon­ tró con una noción sumamente ambigua. No logró dar con una definición aceptable de la palabra ni establecer criterios firmes para separar y distinguir en la cadena hablada esas pretendidas unidades, dándose así la curiosa paradoja de que, entre todas las ciencias, la ciencia del lenguaje era la única que no sabía con qué unidades operaba. El año 1948, fecha del VI Congreso Internacional de Lingüís­ tica, celebrado en París, constituye un hito muy destacado en la historia de la ciencia del lenguaje. Ese congreso puso en evi­ dencia la extraña fragilidad de muchos principios tenidos du­ rante milenios como firmes y definitivos. La labor de esta im­ presionante reunión de sabios, con especialistas en casi toda clase de lenguas, resultó esencialmente destructiva: un verdadero desmantelamiento del edificio gramatical existente. El enigma de la palabra fue, tal vez, la máxima preocupación del Congreso, y la primera columna que crujió y se desmoronó en el edificio tradicional. El vulgo cree discernir claramente la individualidad de las

NOCIONES BÁSICAS DE LA NUEVA SINTAXIS

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palabras; son, en cambio, los profesionales quienes confiesan ignorar lo que es la palabra. Hay una amplísima bibliografía réciente sobre el problema. Sin pretender entra r en la discusión, báste recordar aquí algunos hechos de experiencia común. Cuan­ do uno se pone a escrib ir en su propia lengua, no tarda en tro ­ pezar con la dificultad de separar las palabras: o ¿“ un dicho” o En la tín quedan a discreción del editor un crecido número de grafías: o

¿diecisiete o diez aparte a parte?

y siete?, ¿enseguida en seguida?,

bene facere benefacere, animum aduortere o animaduortere, quo minus o quominus, quam ob rern o quamobrem,

etcétera. S i ahora reparamos en las traducciones, ¿quién no ha obser­ vado con qué frecuencia a una palabra corresponden dos o más esp. “ en el huerto” , la t. apvd en otra lengua? L a tín horto esp. “ en casa de” , etc.





§ 2. —

=

Las verdaderas unidades lingüísticas

A) U n id ad es s ig n ific a tiv a s . — Sin ahondar más en la cues­ tión, parece evidente que “ la palabra” no constituye una unidad básica suficientemente clara y firm e para cim entar los análisis gramaticales. P or eso, los últim os años se ha intentado desinte­ g ra r el “ átomo de la palabra” y por este camino se han logrado nociones m ejor elaboradas y más fecundas. U n enunciado de cuatro palabras como el siguiente puede descomponerse en elementos menores provistos de significado:

Discipul-vs libr-VM heri leg-i t

lib ro ”) .

(“el alu m n o ley ó a y e r u n

Discipul- es el significante

de una noción básica (“ alum no” ). -vs es el significante que simultáneamente nos dice:

(número

1.° Se trata de un solo alumno singular); 2.° Dicha persona está clasificada entre los seres del 3.° E ntra en el enunciado como del proceso De modo análogo puede analizarse el contenido de las dos unidades que hay en m y en i t (unos núcleos léxicos

actor

libr-v

leg-

género -masculino; (nominativo).

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INTROUUCCION A LA SINTAXIS ESTRUCTURAL DEL LATÍN

en el radical significativo de las palabras y unos morfemas o formantes que relacionan las nociones básicas del léxico). El significante heri, en cambio, es indivisible: no admite por debajo del nivel semántico un análisis en elementos significativos menores. En heri coincide la palabra con la unidad mínima de significación, es decir, coinciden “palabra” y “monema”. Ya se habrá advertido que con este análisis descubrimos signos de dos clases y que volvemos a recaer en el “dogma del léxico y la gramática” (cf. swpra, p. 46). Los elementos signi­ ficativos escritos en minúscula son unidades léxicas; los escritos en versalitas son unidades gramaticales. N o m e n c la tu r a : m onem a, le x e m a y m o rfem a . — Es corriente designar a ambas subclases con los términos de semantemas y morfemas, respectivamente; pero esta terminología tiene el grave inconveniente de sugerir que sólo los semantemas son portado­ res de sentido y que los morfemas carecen de él. Otra nomen­ clatura en boga habla de elementos llenos (semantemas) y ele­ mentos vacíos (morfemas); estos términos son totalmente inacep­ tables, pues no sólo sugieren el posible error antes aludido, sino que lo suponen en su concepción originaria y lo consagran en formulación explícita. Nosotros analizaremos la cadena hablada en segmentos cada vez más reducidos hasta llegar a elementos formales mínimos provistos de significación, ya sea léxica, ya gramatical. Alcan­ zado este nivel de unidades mínimas significativas, adoptaremos la nomenclatura de Cantineau: “Todo elemento formal portador de un valor gramatical será llamado m o r f e m a ; los elementos for­ males de valor léxico serán llamados l e x e m a s (C. F. S., 10, 1952, p. 17). Cuando pretendemos referirnos a la unidad significativa ele­ mental (prescindiendo de su índole léxica o gramatical), la lla­ maremos m onem a, como propone Martinet (Éléments de linguistique genérale, 19633, p. 20). Para evitar el tremendo confusionismo a que da lugar la anárquica terminología de la moderna lingüística, conviene re­ cordar que lo que aquí llamamos monemas es lo que los lingüis­ tas eslavos y americanos suelen denominar m o r fem a s .

53 B) U nidades d ist in t iv a s . — El que se ocupa de sintaxis no necesita seguir descomponiendo la cadena hablada por debajo de los monemas. Pero el análisis lingüístico no acaba necesaria­ mente ahí. Puede disolver todavía los monemas en sus compo­ nentes últimos, que son los fonemas. Los fonemas también poseen la doble cara de todo signo lin­ güístico; pero “su significado” no es de la misma índole que el significado de los monemas. Un fonema “no tiene referente que le sea propio” (E. Sapir, “Sound patterns in language”, Selected Writings, Los Ángeles, 1949, p. 34); es decir, un fonema no hace referencia a ninguna cosa del mundo que nos rodea ni a ninguna relación concebida por la mente humana entre las cosas; su significación es meramente distintiva: distingue y se­ para un significante de otro significante; y, por último, así como hemos señalado dos subclases de monemas, así también hay des subclases de fonemas: fonemas silábicos (o vocálicos) y fonemas asilábicos (o consonánticos). Gracias a la oposición de los fone­ mas vocálicos e / i, el significante misa es materialmente “otra cosa” que el significante mesa; gracias a la oposición p / t / c, se distinguen pasa / tasa / casa, etc. Los dos niveles del lenguaje y del análisis lingüístico han de estudiarse separadamente: al nivel semántico corresponde el estudio de las unidades significativas simples y complejas desde el monema hasta la frase e incluso hasta una obra literaria en toda su extensión (morfología, sintaxis, lexicología y estilís­ tica); al nivel fonológico corresponde el estudio de las unidades simples y complejas con función puramente distintiva (dominio exclusivo de la fonología). La honda diferencia que separa la función significativa de los monemas y la función distintiva propia de los fonemas puede oscurecerse en ciertos casos patológicos. Hay afásicos que redu­ cen a un solo nivel las dos clases de signos: el nivel único con­ servado puede ser el de la clase significativa o el de la clase distintiva. En el primer caso, el enfermo entiende y repite se­ cuencias como café o m esa , pero no capta ni puede repetir se­ cuencias sin sentido como feca o same (con el mismo contenido fónico que café y mesa); en el segundo caso, el enfermo repite con la misma facilidad feca y same que café y m esa , pero enton­ ces café y mesa son para él tan carentes de sentido como feca NOCIONES BÁSICAS DE LA NUEVA SINTAXIS

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INTRODUCCIÓN A LA SINTAXIS ESTRUCTURAL DEL LATIN

y sam e, es decir, café y mesa se degradan hasta quedar reducidos al puro valor d istin tivo que normalmente corresponde a los fo­ nemas. Esta alteración patológica subraya claramente la diferencia entre unidades significativas y unidades distintivas, es decir, la diferencia entre lo que tom an como objeto de estudio, respecti­ vamente, la sintaxis y la fonología. Conviene tener esto presente, ya que la diferencia del objeto puede condicionar el método aplicable al en sí.

estudio

§ 3.—

La doble articulación del lenguaje

Aunque se puede hablar del lenguaje de las abejas, o de las flores, etc., en realidad no hay lenguaje comparable al lenguaje humano;, y en la esfera de lo humano, aunque se pueda hablar del lenguaje de la música, de la p in tu ra , etc., en el fondo el único lenguaje humano propiamente dicho es el lenguaje audi­ tivo : éste tiene en exclusiva una característica incomparable, que lo distingue de cualquier otro tipo de lenguaje: sólo el lenguaje auditivo es articulado. M a rtin e t ha insistido en m últiples trabajos sobre la propie­ dad del determinante “ articulado” aplicado al lenguaje. E fecti­ vamente, el lenguaje humano es doblemente articulado. En una prim era articulación se suceden y encadenan las unidades signi­ ficativas que hemos llam ado monemas. En una segunda articu la ­ ción, cada monema, a su vez, se reduce en el plano form al a una sucesión y encadenamiento de unidades d istin tiva s: los fonemas. La doble articulación de unidades lingüísticas básicas m u l­ tip lic a hasta el in fin ito las posibilidades de comunicación entre los hombres, y ello con un sistema de signos relativam ente eco­ nómico, sencillo y de fá c il manejo. Gracias a la prim era articulación, con pocos millares de mo­ nemas pueden form ularse mensajes distintos en número ilim i­ tado. Y , gracias a la segunda articulación, con muy pocas decenas de fonemas puede asignarse a todos los monemas necesarios a la comunicación humana una form a específica e identificable sin riesgos de confusión.

55 En resumen: en el nivel semántico del lenguaje, los monemas por una parte y, por otra, la oración, que los articula en men­ sajes inteligibles, son las dos unidades funcionales básicas sus­ ceptibles de comparación en todas las lenguas. En cambio, las unidades formales denominadas “palabras”, como complejos hí­ bridos en que se agrupan una o varias nociones específicamente léxicas con una o varias nociones generales (“gramaticalizadas”), no son susceptibles de comparación entre las lenguas. Natural­ mente, cuando en una palabra no se da el aludido complejo de nociones dispares, sí cabe la comparación, porque entonces coin­ ciden palabra y monema, como ya dijimos antes. NOCIONES BÁSICAS DE LA NUEVA SINTAXIS

X • PARTES DE LA ORACIÓN Y CLASES DE PALABRAS 1. He aquí el principio de un conocidísimo tratado de gra­ mática latina, el Ars grammatica minor, de Donato: —Partes orationis quot sunt? —Octo. —Quae? —Nomen, pronomen, uerbum, aduerbium, participium, coniunctio, praepositio, interiectio. —Nomen quid est? —Pars orationis quae... 2. Nuestras gramáticas escolares siguen traduciendo sustan­ cialmente a los gramáticos latinos: —¿Cuántas son las partes de la oración? (Se contesta con el número de clases de palabras.) Después, las respuestas a las sucesivas preguntas ¿Qué es nombre?, ¿Qué es adjetivo?, ¿Qué es verbo?, etc., empiezan in­ variablemente: La parte de la oración que... 3. Y, así como nosotros repetimos la nomenclatura de los la­ tinos, éstos, a su vez, la habían heredado de los griegos: partes orationis traduce xa -coü Xo-fou fiépr¡. 4. “Partes de la oración” y “clases de palabras” se toman, pues, tradicionalmente como expresiones sinónimas. Es cierto que no deja de existir un notable paralelismo entre clases de palabras y miembros de frase. Así, la clase de pala-

57 bras llamadas “nombres” funcionan en la oración como sujeto o complemento directo, es decir, como auténticos miembros o “partes” de la oración; el verbo, que, como clase de palabras, designa un estado o un proceso, constituye, como miembro de la frase, el predicado; el adjetivo, que, como clase de palabras, designa cualidades, funciona, en cuanto miembro de frase, como determinante del nombre, etc. Por lo tanto, “clases de palabras” y “partes de la oración” parecen apuntar efectivamente hacia el mismo objeto; por eso no se ha sentido la necesidad de distinguir entre “clases de pa­ labras” y “partes de la oración”. Pero, si observamos más atentamente la realidad, hemos de reconocer que las dos nociones “clases de palabras” y “partes de la oración” no cubren exactamente el mismo campo: un miem­ bro de frase puede coincidir con una forma léxica (una clase de palabras), pero no ha de coincidir necesariamente con una deter­ minada clase de vocablos. Casi siempre puede aparecer en el mismo lugar de la frase, en vez de una forma léxica esperada, ya sea otra forma léxica no esperada, ya sea un complejo de pa­ labras; un miembro de frase puede incluso tomar la forma de un enunciado estructurado predicativamente (W. Porzig, El mun­ do maravilloso del lenguaje, trad. Gredos, 1964, p. 152). Ni los nombres existentes en una lengua cubren todas las necesidades de nombrar, ni los adjetivos todas las necesida­ des de determinación nominal, ni los verbos todas las necesidades predicativas, ni los adverbios todas las necesidades adverbia­ les, etc. Gracias a la transferencia de funciones, pueden satisfa­ cerse todas las necesidades de la comunicación sin sobrecargar la memoria con un inacabable léxico. Así, en latín y castellano es económico disponer de una serie adverbial como: NOCIONES BÁSICAS DE LA NUEVA SINTAXIS

hic (= in hoc loco) — “aquí” (= en el lugar cercano a mí); istic (= in isto loco) — “ahí” (= en el lugar cercano a ti); illic (= in illo loco) — “allí” (— en lugar alejado de ambos). Ese léxico adverbial es económico, de “mucho rendimiento”, por expresar relaciones espaciales de manejo continuo en la vida diaria. La misma orientación espacial, pero referida a puntos me­

58

INTRODUCCIÓN A LA SINTAXIS ESTRUCTURAL DEL LATÍN

nos utilizados, se expresará no por nuevos adverbios léxicos, sino por un complejo de significantes de categorías no adverbiales: nombra el lugar; lo relaciona con el resto del enunciado, como escenario en que ha de situarse el proceso, o, en otros térm inos, transfiere la categoría nom inal a la adverbial; y, p or ú ltim o, el dem ostrativo coloca el nuevo adverbio funcional dentro de la esfera espacial del oyente o fuera de la esfera espa­ del hablante cial de ambos

in hac urbe, in ista urbe, in illa urbe: urbe in (hac), (illa).

(ista),

5. S i se abre un texto cualquiera, será fá c il descubrir casos sim ilares a los latinos que citamos a continuación:

Transferencias de funciones entre categorías léxicas-. Tácito, Hist., I, 8: uir facundus et pacis artibus, “ hombre 5.1.

elocuente y con dotes (de mando en tiem pos) de paz” .

facundus pacis artibus

Obsérvese que y son idénticos como “ partes de la oración” : ambos tienen la común función de ser pero es m orfológica­ determinantes del sustantivo mente adjetivo, es decir, pertenece a la clase de palabras previs­ tas en el fichero de la lengua como determinantes del sustantivo; en cambio, el llam ado “ ablativo de cualidad” no es morfológicamente adjetivo, aunque aquí funcione como adje­ tivo y esté coordinado con un adjetivo: los dos térm inos coordi­ nados son, pues, como “ partes de la oración” , pero como “ clases de palabras” .

uir;

facundus

(pacis) artibus,

homofuncionales heterocategoriales Cicerón, Caí., 1, 32: secedant improbi, secernant se a bonis!,

“ ¡retírense los malos, aléjense de las personas honradas!” A quí, los adjetivos desempeñan funciones propias del nom­ bre: están “ sustantivados” .

Att., 12, 1, 2: noctuabundus ad me uenit, “ vino a m i de noche”. Según dicen nuestras gramáticas, ahí aparece noctuabundus “ usado como adverbio” .

Cic., (casa) el adjetivo 5.2. frases

Transferencias de funciones entre categorías léxicas y predicativas completas. — Con m ayor frecuencia, un

59 miembro de frase (una verdadera parte de la oración) toma la forma de un enunciado predicativo completo. Bien conocido es el caso de las “oraciones sustantivas”, que reciben esa deno­ minación por funcionar como sujeto o complemento directo, aun­ que ellas no sean léxica y morfológicamente “sustantivos”. Ahí se aprecian, pues, claramente disociadas las nociones de “clases de palabras” y “partes de la oración”. Lo mismo ocurre con las oraciones de relativo y las subordi­ nadas adverbiales. No creemos necesario insistir. NOCIONES BÁSICAS DE LA NUEVA SINTAXIS

»

6. En estas transferencias de funciones se fundan ciertos im­ portantes tratados de sintaxis de los últimos lustros. Entre los autores de estas sintaxis transformacionalistas baste citar aquí: Zellig S. Harris, Methods in Structural Linguistics, Chicago, 1951; Noam Chomsky, Syntactic Structures, La Haya, 1957; L. Tesniére, Éléments de syntaxe structurale, París, 1959. Este último dedica cientos de páginas al estudio de las “tras­ laciones” de funciones sintácticas. 7. En resumen: a) Una categoría sintáctica no es patrimonio exclusivo de una categoría léxica. Las unidades complejas de la oración pueden, en virtud de su función sintáctica, distribuirse en los mismos apartados formales en que se clasifican las unida­ des sencillas (o palabras) en virtud de sus caracteres morfoló­ gicos. b) Viceversa: una categoría léxica (o palabra) no va indefec­ tiblemente unida a una función sintáctica, o, como dice Porzig, “la palabra no está cortada a la medida de una determinada función” (o. c., p. 151). 8. En consecuencia, debiera reservarse el nombre de “partes de la oración” a los miembros que funcionalmente integran la frase, y llamar “clases de palabras” a lo que tradicionalmente se llama “partes de la oración”.

XI LAS CATEGORÍAS GRAMATICALES § 1. —

Arbitrariedad en el léxico

Todo en el lenguaje es arbitrario, tanto en la esfera del lé­ xico como en la gramatical. Veamos lo que pasa en léxico como introducción a lo que hemos de ver “aumentado” en lo grama­ tical. El vulgo cree que el léxico es una nomenclatura que calca realidades con existencia propia e independiente de las denomi­ naciones que el hombre ponga o deje de poner a esas realidades. Esa visión simplista es relativamente válida para una pequeña fracción del léxico: el que se aplica a series de objetos bien dife­ renciados por la naturaleza (“hombre”, “cordero”, etc.; cf. Gé­ nesis, 2, 18-19: “El eterno Dios formó de la tierra todos los ani­ males de los campos, y todas las aves del cielo y los hizo venir hacia el hombre para ver cómo debía llamarlos y para que todo ser viviente llevara el nombre que el hombre le diera”) o por la industria humana (“bicicleta”, “estatua”, etc.). Pero, en la inmensa mayoría de los casos, la realidad exterior no se nos presenta como una exposición de piezas distintas a las que tan sólo falta la “etiqueta”, sino como un continuum, y hemos de empezar por dividir, analizar y clasificar los datos de la expe­ riencia antes de registrarlos en el lenguaje. En la organización de la experiencia ya entra en juego la arbitrariedad. Cada co­ munidad de hablantes analizará el mundo a su modo y pondrá un nombre a cada elemento separado por su análisis: de donde se sigue que, en la traducción interlingual, los signos de una lengua no sólo difieren de los signos de la otra por la cara del significante, sino también (¡y con frecuencia sustancialmente!)

61 por la cara del significado. Un idioma es, ante todo, un modo de ver la realidad, y, secundariamente, un modo de expresar esa realidad para comunicarla a los demás. Muchas de las dificultades de la traducción arrancan de las diferencias de los conceptos léxicos en una y otra lengua. Deci­ mos que ducere uxorem es una “frase hecha” latina que signi­ fica “casarse”; pero el significante latino ducere uxorem y el sig­ nificante castellano “casarse” no coinciden exactamente por el lado del significado, es decir, no recubren exactamente el mismo campo semántico. El “casarse” español vale para la mujer como para el hombre; el ducere uxorem latino sólo es aplicable al hombre; abarca, pues, tan sólo la mitad de nuestro “casarse”; el otro medio concepto está concebido aparte y expresado con sig­ nificante propio: nubere, “casarse, hablando de la mujer”. Si seguimos ahondando en los conceptos latinos de ducere uxorem y nubere, vemos que son expresiones metonímicas. En el ceremonial del matrimonio, a los romanos les llamó la aten­ ción, en cuanto al novio, el “rapto” (fingido) de la novia y la “conducción” de ésta, entre algaradas populares, al nuevo hogar conyugal: ducere uxorem no es, pues, una “frase hecha”, sino una construcción regular y de un contenido muy concreto: el hombre se lleva una mujer a su casa como esposa: domum ducit uxorem. La metonimia paralela de nubere por “casarse la mujer” arranca del rito según el cual la novia “se cubría la cabeza con el jlammeum, “el velo de novia”; ahora bien, “cubrirse”, “tapar­ se”, “velarse” es lo que, según Donato (Hecyra, 656), significa nubere, con la misma etimología que nubes. Si vemos, pues, “la realidad” con los ojos de los romanos, las expresiones ducere uxorem y nubere dejan de ser frases hechas y nos parecen “significantes”, tan legítimas y admisibles como nuestro casarse. Pero son etiquetas diferentes: a) por pertenecer a lenguas diferentes; b) por aplicarse a “mercancías” igualmente distintas. Entre los mil ejemplos que podrían citarse del subjetivismo en el análisis de la realidad y la consiguiente organización del léxico en las diversas lenguas es ya clásico recordar el espectro solar. En la mayoría de los idiomas que nos son familiares se descompone la unidad del espectro en siete colores; hay, en NOCIONES BÁSICAS DE LA NUEVA SINTAXIS

62

INTRODUCCIÓN A LA SINTAXIS ESTRUCTURAL DEL LATIN

cambio, lenguas que dividen la misma unidad en sólo dos fran­ jas, contentándose, pues, con sólo dos colores básicos. § 2. —

Arbitrariedad en las categoría# gramaticales

Mayor arbitrariedad y diversidad hay que esperar en los conceptos gramaticales, ya que éstos tienen un apoyo menos di­ recto que los léxicos en el mundo concreto de los sentidos y en los datos de la experiencia. También los conceptos gramaticales arrancan, sin embargo, de la realidad. El género masculino, por ejemplo, tiene una base real como clasificador de los seres del reino animal, donde hay machos y hembras. Pero cuando hace­ mos entrar en los mismos casilleros a todos los sustantivos y de­ cimos que silla es femenino, y libro, masculino, caemos en puro y arbitrario formalismo; con la misma razón o, mejor dicho, con la misma sinrazón podía la lengua haber adoptado otro criterio clasificador. Las categorías gramaticales sólo tienen, pues, una semirrealidad; y no ha de extrañarnos, pues, que todas ellas difieran extraordinariamente de lengua a lengua, todas ellas, in­ cluso las que pueden parecemos más esenciales, como el género, el número, las clases de palabras, etc. A) C lases de palabras . — Las clases de palabras, llamadas comúnmente “partes de la oración”, varían en número y moda­ lidades según las lenguas. 1) Ciertos idiomas, llamados “aislantes”, ignoran nuestras clasificaciones verbales en nombres, adjetivos, verbos, etc., ya que en ellos los elementos léxicos y los elementos relacionantes son mutuamente independientes en la cadena hablada. No se dan, pues, unidades complejas como am-or-em, ama-ba-nt, etc., en que los morfemas gramaticales se agregan a los lexemas y les confieren la categoría nominal, verbal, etc. En tales lenguas, un mismo signo puede asumir, indiferentemente, el valor de lo que para nosotros sería un sustantivo o un adjetivo o un verbo, etcétera. Así, el chino ignora las clases de palabras caracteriza­ das formalmente: lai la equivale al lat. uenit, cast. (él) vino: lai es la noción pura y simple de “venir”; y la le agrega en palabra aparte el tiempo pasado.

63 2) Muchos idiomas no distinguen en absoluto entre nombres y adjetivos: para expresar una determinación nominal acuden regularmente a un segundo nombre, como en ocasiones también ocurre en nuestras lenguas: esp. hombre-rana, fr. timbre-poste. Cuando existen nombre y adjetivo puede haber grados de diferenciación máxima o mínima. En latín son leves las dife­ rencias: tienen la misma morfología en conjunto, y sabido es con qué facilidad se sustantivan los adjetivos en sintaxis. Los gramáticos latinos, que veían en el participio una más entre “las partes de la oración”, no distinguían entre nombre y adje­ tivo: sólo a partir de la edad media se establece ia separación entre nomen substantiuum y nomen adiectiuum. 3) El sistema de los pronombres demostrativos puede orga­ nizarse de modos muy diversos. Frente al reparto del campo mostrativo en tres zonas, como en castellano (éste, ése, aquél) o en latín (hic, iste, Ule), el francés se conforma con dos zonas: celui-ci, celui-lá; el inglés, que en un tiempo poseía la triple forma,, ahora tiene dos, como el francés. En cambio, un idioma filipino, el ilocano, dispone de un sistema mostrativo muchísimo más rico: tres formas para referirse al campo mostrativo de los objetos visibles, como nosotros, y, además, una cuarta forma referente a los objetos invisibles y una quinta para los objetos que han dejado de existir. 4) Muchas lenguas exigen para el nombre un mínimo de determinación. Destacan, pues, uno entre todos los posibles de­ terminantes del nombre y hacen de él una categoría gramatical aparte: el artículo. Cuando existe, parece indispensable a la co­ municación y se convierte en la palabra más utilizada por los hablantes. Otras lenguas, de las que es típico ejemplo el latín, no tienen artículo ni lo echan en absoluto de menos, como dice Quintiliano (I, 4, 18): les basta el contexto para indicar el sen­ tido definido o indefinido en que piensa el autor. Por último, si hay artículo, es muy variable su posición en la cadena hablada con relación al nombre. Lo más usual es que el artículo preceda al nombre, pero no es imposible que se pos­ ponga a él, como ocurre en rumano entre las lenguas románicas, en las lenguas germánicas del norte (sueco, danés, noruego), en búlgaro moderno (la única lengua eslava que se ha creado un ar­ tículo) o en chino. NOCIONES BÁSICAS DE LA NUEVA SINTAXIS

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INTRODUCCIÓN A LA SINTAXIS ESTRUCTURAL DEL LATIN

B) Los “ a c c i d e n t e s g r a m a t i c a l e s ” . — Hay categorías gra­ maticales más abstractas, tradicionalmente llamadas “accidentes gramaticales”, porque añaden al concepto básico del lexema ciertas modalidades variables, “accidentales” en la representa­ ción de los seres, las cualidades o los procesos. Los accidentes gramaticales más comunes son el número, el género, la persona, el tiempo, el aspecto, el modo y la voz. Varios de estos accidentes pueden afectar simultáneamente a un verbo, a un nombre y a un adjetivo; algunos son exclusivos de una determinada clase de palabras, otros son comunes al verbo, al nombre y al adjetivo (el número, por ejemplo), aun­ que no sean aplicables del mismo modo a una u otra noción léxica; algunas lenguas pueden ignorar alguno de los accidentes que hemos enumerado y utilizar otros cuya existencia descono­ cemos; también pueden utilizar nuestros mismos conceptos gra­ maticales, pero para fines que no sospecha nuestra conciencia lingüística. 1) El número gramatical, en las lenguas más cercanas a nos­ otros, sólo distingue entre “uno” y “más de uno”: singular y plural. Las antiguas lenguas indoeuropeas (sánscrito y griego, por ejemplo) distinguían, además, un dual para designar las co­ sas a pares, tanto si suelen existir realmente a pares (los ojos, las manos, los pies, etc.) como si, eventualmente, se presentaban a pares (dos personas o dos cosas cualesquiera); el latín sólo tiene algún vestigio de dual. Hay lenguas que disponen hasta de un trial e incluso un quatrial. En el extremo opuesto, las hay que no han gramaticalizado ninguna noción numeral (algunas lenguas exóticas ame­ ricanas y australianas). Si en tales idiomas se precisa distinguir la singularidad o pluralidad reales, no faltarán recursos, pero serán de tipo léxico y no gramatical, en cuyo caso la singularidad o pluralidad sólo afectará a un término determinado, sin matizar a otros elementos del enunciado (mediante la concordancia), como ocurre en las lenguas que elevan el concepto de número a categoría gramatical. Tanto la formación del plural gramaticalizado como la ex­ presión de la pluralidad real, cuando no existe tal categoría, pue­ den revestir las más variadas formas. Sapir cita como ejemplo cuatro métodos para la formación del plural en una lengua india

n o c io n e s b á s ic a s d e l a n u e v a s i n t a x i s

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americana, el nass de la Columbia británica: 1.° La mayoría de los sustantivos y verbos forman el plural mediante una re­ duplicación muy similar formalmente a la que utiliza el verbo griego o latino con unas funciones que nada tienen que ver con el número: gyat, “persona”; gyigyat, “personas”; 2.° Pueden emplearse ciertos prefijos característicos: an’on, “mano”; ka-an’on, “manos”; wai, “uno rema”; lu-wai, “varios reman”; 3.° Cabe también el procedimiento de los cambios vocálicos internos, que recuerdan en la forma y función las alternancias del inglés y alemán en la formación de algunos de sus plurales; 4.° Por úl­ timo, se acude, en ocasiones, al recurso, familiar para nosotros, de elementos pospuestos: wáky, “hermano”; wakyícw, “her­ manos”. Y como cualquier recurso es bueno para expresar cualquier noción gramatical, en una lengua del Alto Nilo, el shilluk, el plural de un sustantivo difiere del singular por el tono: yit, coñ entonación alta, “oreja”, y con entonación baja, “orejas”. El mismo procedimiento de la entonación sirve en otras len­ guas para expresar el tiempo o para distinguir un nombre de un verbo; al latín, y aun al español, le sirve para distinguir la im­ portante serie de los interrogativos de la serie relativa-indefinida: ubi?-ubi, “¿cuándo?-cuando”, etc. 2) El género clasifica a los nombres según criterios muy di­ versos. Las lenguas románicas distinguen un masculino y un femenino, que, como ya dijimos, sólo pueden coincidir con el sexo natural en la estrecha zona léxica de los seres vivos. Sub­ siste —principalmente en castellano— algún leve vestigio del neutro que tenía el latín y las lenguas indoeuropeas en general. Fuera del área románica aún hay lénguas (el alemán y el ruso) con el triple género del indoeuropeo antiguo. Otra clasificación posible es la que opone lo animado a lo inanimado. Se cree generalmente que el triple género indoeu­ ropeo sucedió a una visión del mundo que anteriormente dis­ tinguía los seres y las cosas por su sexo o ausencia de sexo; masculino y femenino fueron subcategoíías de lo animado; y, frente a esos dos nuevos términos, lo inanimado pasó a ser neutro. La mayoría de los idiomas no poseen nada parecido al gé­ nero indoeuropeo. Unos carecen por completo de género: por

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INTRODUCCIÓN A LA SINTAXIS ESTRUCTURAL DEL LATÍN

ejemplo, el mapuche entre los idiomas americanos. Si, eventual­ mente, han de expresar el sexo real, lo dicen con alguna palabra adecuada. En latín arcaico hallamos todavía algunos curiosos ejemplos de género no gramaticalizado: En los fragmentos de las Leges Regiae leemos: Iunoni ... agnum feminam caedito y Ianui Quirino agnum marem caedito. “agnum feminam’’ = agnam, “una cordera”; “agnum marem” =; = agnum, “cordero”. En el ritual de los sacrificios se conservó el arcaísmo, según la información transmitida por Festo. En el extremo opuesto hay lenguas que ofrecen una exube­ rante gramaticalización del género, pero se basan en criterios totalmente ajenos a nuestra mentalidad. Como en español “se nos hace saber de una vez para siempre que un objeto es mascu­ lino o femenino..., así en muchos idiomas indios de los Estados Unidos o del Asia oriental es preciso hacer constar, antes de llegar a denominar un objeto, que pertenece a cierta categoría por su forma: por ejemplo, circular como un anillo, esférico como una pelota; largo y delgado, cilindrico, parecido a una lá­ mina, o macizo como el azúcar: se dice, por ejemplo: “dos, cate­ goría-de-pelota, manzanas”; “tres, categoría-de-lámina, tapetes”, etcétera”. (Sapir, p. 117.) 3) La categoría del tiempo es para nuestra conciencia lin­ güística occidental una característica exclusivamente verbal. El verbo es, como explícitamente dice la lengua alemana, “la pala­ bra temporal” (das Zeitwort). Metafísicamente, no hay razón para negar al nombre vocación temporal. No es raro que haya­ mos de referirnos a nombres para situarlos en la línea del tiem­ po : “pre-historia, historia antigua, media, moderna, contemporá­ nea”, y hasta historia “del futuro”; “ex ministro, ministro, fu­ turo ministro”, etc. En lugar de estos recursos léxicos, la lengua puede proveer de mbrfemas temporales al nombre. Martinet cita como ejemplo el kalispell, lengua india de Washington, donde sólo hay una incipiente diferenciación entre nombre y verbo, y significantes como nuestros nombres “isla”, “montaña” o “lago” no son totalmente ajenos a ciertos accidentes gramaticales que nosotros nos figuramos como exclusivamente verbales. 4) El griego y otras lenguas combinan regularmente la no­ ción temporal con el aspecto; este nuevo “accidente” presenta la

NOCIONES BÁSICAS BE 1A NUEVA SINTAXIS

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acción como ya cumplida, como durativa, como iniciada, como iterativa, etc. La misma diversidad cabría señalar en el mundo lingüístico en lo que se refiere a otros accidentes verbales, como la per­ sona, los modos, las voces, etc. C) L as rela c io n es sin tá c tic a s . — 1) Ya las clases de pala­ bras apuntan a determinadas relaciones sintácticas. El nombre y pronombre tienen, como función primaria, el servir de sujeto u objeto del verbo, aunque secundariamente puedan desempe­ ñar otras funciones; el verbo tiene como función primaria ser predicado; el adjetivo y el adverbio serán, en función primaria, los determinantes del nombre y del verbo, respectivamente. Las preposiciones y conjunciones siempre se han definido exclusiva­ mente por su función sintáctica. 2) También los accidentes gramaticales tienen una misión sintáctica. Es posible incluso, como opinan ciertos autores, que no tengan justificación al nivel de la palabra. Martinet insiste en que el género, por ejemplo, no tiene razón de ser en el nombre en sí mismo, ya que con mucha frecuencia los nombres o bien implican el género por sí solos (hombre / mujer) o bien no en­ cajan lógicamente en la oposición masculino / femenino (libro, mesa, etc.). La verdadera justificación del género gramatical re­ side en las necesidades sintácticas: es de la mayor utilidad para la articulación de la frase, ya que, gracias a la concordancia en género, un adjetivo o un pronombre se marcan como inconfun­ diblemente referidos a tal o cual nombre y de ninguna manera a otro cercano en la cadena hablada. 3) Los morfemas gramaticales son los factores de la unidad sintáctica: son las auténticas articulaciones que marcan la mu­ tua interdependencia entre los lexemas (unidades léxicas). Los lexemas, gracias a los morfemas, dejan de ser un aglomerado informe —como en el diccionario— para organizarse en una unidad viva superior, cuyo sentido unitario ya no resulta de la asociación directa de cada signo a una cosa significada, sino de las relaciones establecidas entre los signos. La diferencia del nivel léxico y del sintáctico se pone de manifiesto cada vez que una palabra de menos o de más cambia radicalmente el sentido de un enunciado en su totalidad (compárese: A mí no me gusta

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INTRODUCCIÓN A LA SINTAXIS ESTRUCTURAL DEL LATIN

el vino y A mí no me gusta el vino... aguado) o cuando en un enunciado eliminamos toda gramática (como en hic tabulam rotundum sunt). Las lenguas conocen procedimientos muy variados para ar­ ticular sintácticamente los elementos de la frase: el orden de palabras, la yuxtaposición, las preposiciones, los casos, etc. Pue­ den acudir a sistemas relacionantes mixtos (orden de palabras y preposiciones,, preposiciones y casos) y explotar en diversa medida un sistema dado: en las lenguas flexionales, frente a los cinco o seis casos del griego y latín, hay idiomas con tres o cuatro docenas de casos. La proporción entre lexemas y morfemas puede variar enor­ memente de una lengua a otra, ya que lo que una lengua ex­ presa mediante léxico, otra lo expresa por gramática (sufijos e infijos). Hay lenguas acentuadamente léxicas y lenguas acentua­ damente gramaticales. En nuestras lenguas, el léxico es un reper­ torio amplio, abierto, ilimitado; el repertorio morfológico-sintáctico es reducido y cerrado: el número de categorías gramaticales es un numerus clausus de pocas nociones básicas. En muchas lenguas exóticas, el número de morfemas es casi ilimitado, de modo que la lista de sus infijos y sufijos resulta mucho más volu­ minosa que la de los signos léxicos; entonces, a decir verdad, “la frase no está constituida, como en nuestras lenguas, por seman­ temas combinados por medio de morfemas; está constituida por morfemas combinados por medio de semantemas” (L. Roudet, BSL., XXVIII, 2, 1928, p. 74). Sapir nos da ejemplos como el siguiente, del chinook: i-n-i-a-l-u-d-a-m, palabra-frase equivalente a “yo vine a dár­ selo a ella”. Sólo hay ahí un lexema -d-, “dar”. Todo lo demás son morfemas gramaticales (seis prefijos y un sufijo) que ex­ presan todo el léxico y toda la sintaxis de nuestra frase corres­ pondiente. El “contenido” de cada elemento puede verse en Sa­ pir, que comenta ese y otros ejemplos (El lenguaje, p. 84 y ss. de ¿a traducción española). C o n c lu sió n . — Ante categorías gramaticales tan dispares se ha pretendido, a veces, sacar conclusiones de orden cultural. Se han comparado las lenguas para dictaminar sus valores lógicos y determinar su eficacia como instrumentos de comunicación.

69 Hoy se reconoce comúnmente que no ha lugar el planteamiento de tales cuestiones:- la claridad u oscuridad, la lógica o falta de lógica, nunca son imputables a la lengua, sino al hablante que de ella se sirve; en todas partes hay mentes claras, capaces de expresar con precisión sus ideas, y mentes oscuras que no saben clarificar sus mensajes. No se puede calificar despectivamente a ciertos idiomas de lenguas primitivas, sino simplemente de len­ guas organizadas con criterios distintos de los nuestros, pero siempre al mismo nivel que los nuestros. NOCIONES BÁSICAS DE LA NUEVA SINTAXIS

XII LA GRAMÁTICA: ARS OBLIGATORIA 1. Las categorías gramaticales, como hemos visto, son arbi­ trarias y variables en las distintas lenguas. La lingüística actual tiene planteadas dos preguntas complementarias: ¿Hay catego­ rías indispensables y, por lo tanto, universales? ¿Cuáles son esas categorías, comunes a la universalidad de las lenguas humanas? No se ha podido contestar todavía adecuadamente. No es nada fácil citar categorías válidas para todos los idiomas, y ello es ya una buena prueba de que., en todo caso, la mayoría de los con­ ceptos gramaticales no son sustancialmente indispensables. De hecho, ya hemos visto que la falta de una categoría cualquiera en una lengua cualquiera no implica la imposibilidad de captar la noción correspondiente ni la imposibilidad de expresarla even­ tualmente por procedimientos léxicos. 2. La obligatoriedad de la gramática. ■ — Ahora bien, si es cierto que una lengua es libre en la elección de sus categorías gramaticales, no lo es menos que, una vez fijados los principios que han de constituir su cuadro de clasificaciones gramaticales, esos principios se convierten en ineludibles reglas a las que ine­ xorablemente ha de someterse toda la actividad lingüística de los hablantes de la lengua en cuestión: la gramática es un ars obligatoria. Franz Boas (“Language”, en General Anthropology, Boston, 1938) puso de manifiesto esta característica de los hechos gra­ maticales en un célebre comentario a la sencilla frase inglesa The man killed the bull, “El hombre mató al toro”. Román Jakobson (“Boas view of grammatical meaning”, en American Anthropologist, vol. 61, núm. 5, 1959) insistió a su vez en la no­ ción de la significación gramatical, siguiendo las ideas de Boas. He aquí lo esencial de su exposición.

71 “La gramática elige, clasifica y expresa diferentes aspectos de la experiencia y, además, cumple otra función importante: determina cuáles son los aspectos de cada experiencia que deben ser exj . sados. Boas indica con finura que el carácter obliga­ torio de las categorías gramaticales es el rasgo específico que las distingue de los significados léxicos.” Recuérdese que tam­ bién del léxico hemos dicho (supra, p. 60-61) que elige, clasifica y expresa diferentes aspectos de la experiencia. En español, como en inglés, cuando decimos El hombre mató al toro, entendemos que un hombre único y definido (“el” hom­ bre) mató (tiempo pasado) un toro único y definido (“el” toro). Puesto que necesariamente el nombre ha de ir precedido del artículo, no es posible comunicar la experiencia de modo que subsista la menor duda sobre el hecho que se trata de .una per­ sona definida o indefinida (e, igualmente, de un toro definido o indefinido), de una o de varias personas (e, igualmente, de uno o de varios toros); puesto que con la misma ineludible ne­ cesidad hemos de poner el verbo en alguno de sus tiempos, tam­ poco subsistirá la menor duda sobre la situación temporal de la referida experiencia en el pasado, presente o futuro. Hemos de elegir entre los aspectos y quedarnos con uno u otro. Los as­ pectos obligatorios son expresados mediante los procedimientos gramaticales. NOCIONES BÁSICAS DE LA NUEVA SINTAXIS

3. La verdadera divergencia interlingual. — Tanto es así que las lenguas no se diferencian entre sí por lo que pueden o no pueden expresar (como ya hemos repetido en varias ocasiones, todas pueden expresarlo todo con recursos léxicos): la verdadera diferencia entre las lenguas reside en lo que necesariamente deben o no deben transmitir. “Los aspectos elegidos varían fun­ damentalmente según los grupos lingüísticos.” Así, mientras para nosotros los conceptos de lo definido o indefinido, del número y del tiempo son obligatorios, en otra lengua hallamos como as­ pectos obligatorios los siguientes: el lugar: la muerte del toro se produjo cerca del locutor, o en otra parte; la fuente de la información: directa (por la vista o el oído) o indirecta, es decir, lograda por deducción.

72

INTRODUCCIÓN A LA SIN TA XIS ESTRUCTURAL DEL LATIN

En una lengua de este tipo, el mensaje El hombre mató al toro se convertiría en algo así como “Este (estos) hombre(s) mata (tiempo indeterminado) visto-por-mí este (estos) toro(s). No menos ilustrativo es el siguiente ejemplo del ruso: Ja napisal prijatelju, “He escrito a un amigo”. El rxiso, como el latín, es insensible al carácter definido o indefinido del amigo, ya que ignora la oposición el-uno del artículo; en cambio, al dis­ poner de la categoría verbal “aspecto”, le es imprescindible in­ dicar que la carta está acabada; y, por último, como dato más sorprendente para nuestra conciencia lingüística, el verbo ruso —por tener el “accidente gramatical del género”— ha de expre­ sar el sexo del amigo para arreglar la ineludible concordancia del verbo en género. Estas precisiones no son omisibles para el ruso; en cambio, un inglés o un español que acabaran de pro­ nunciar la correspondiente frase He escrito a un amigo tomarían por un entremetido a quien tuviera la ocurrencia de pregun­ tarles si la carta estaba terminada e iba dirigida a un amigo o a una amiga. 4. Ejemplos latino-castellanos. — Muchas divergencias lin­ güísticas tienen su explicación en la obligatoriedad de la gra­ mática. Veamos algunas aplicaciones a nuestras lenguas. 1) En español es normal un enunciado como “El mayor de mis hijos está ausente”. Tal enunciado es indiferente al número de hijos que uno tenga (dos o más de dos); nosotros podemos, eventualmente, precisar: “El mayor de mis dos hijos, de mis tres hijos, etc.”, pero se trata de una precisión facultativa, su­ plementaria, no sistemáticamente obligatoria; en cambio, el la­ tín en ningún caso puede omitir esta precisión, por tenerla “gramaticalizada”; en consecuencia, ha de expresarla siempre, eli­ giendo necesariamente entre maior natu, “el mayor de mis dos hijos”, o maximus natu, “el mayor de mis hijos en número su­ perior a dos”. 2) La utilidad de las categorías gramaticales es evidente en la mayoría de los casos. Así, dado que los procesos verbales se desarrollan con frecuencia en el tiempo, es útil disponer de marcas temporales que sitúen automáticamente al verbo en la línea temporal. Puede ocurrir, no obstante, que la categoría del tiempo —u otra cualquiera— nos sea ociosa e incluso nos estor­

73 be: por ejemplo, cuando afirmamos algo atemporal, tan válido en un momento futuro o pasado como en el presente; entonces, al no disponer en latín ni en castellano de una forma personal morfológicamente atemporal en el verbo, imaginamos un pre­ sente “estirado hacia atrás y hacia adelante de manera que lle­ gue a abarcar toda la eternidad” (Sapir, p. 116): son los llama­ dos praesens pro futuro y praesens pro praeterito en nuestras gramáticas. Para afirmar que “los hombres son mortales” huelga, además del tiempo en el verbo, el número en el nombre y en el mismo verbo (y en castellano, por añadidura, 1indeterminación del ar­ tículo); sin embargo, por las reglas del juego, ha de elegirse entre Homo est mortalis y Homines sunt mortales, sin atribuir relevancia a la oposición singular-plural. Las imperfecciones de este tipo no llaman demasiado nuestra atención; la costumbre y el uso hacen que aceptemos a gusto las “obligaciones gramaticales” en gracia de la positiva como­ didad que habitualmente nos proporcionan. NOCIONES BÁSICAS DE LA NUEVA SINTAXIS

SEGUNDA PARTE

ORDENACIÓN DE LOS CASOS LATINOS

I

TEORÍAS ANTIGUAS SOBRE EL NOMINATIVO § 1. —

Teoría aristotélica

A) E x p o s ic ió n . — E n el capítulo II del peri hermeneias de Aristóteles al tratar del nombre, se dice que to 3s «Pítauvoc; f¡

Forma castellana.................................. = (1 + 2 )+ (3 )

natus (1)

(i)

ab (2 + 3)

(2) descendiente (1 -J- 2) -

(3) de (3)

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INTRODUCCIÓN A LA SINTAXIS ESTRUCTURAL DEL LATIN

Desmontando así el mecanismo de las equivalencias se ve que la traducción tiene sus fundamentos objetivos y no es fruto de apreciaciones subjetivas. § 4. — Las preposiciones en particular 1. — C u e s t ió n q v a :

per

Per responde a la cuestión qva (“por donde”). Evoca siempre un movimiento a través de una extensión continua o discontinua y recorrida total o parcialmente. A falta de un signo equivalente en nuestra lengua, acudire­ mos a diversos signos castellanos que, con su mayor compren­ sión (en rasgos pertinentes) y menor extensión, recogerán uno u otro aspecto contextual del’ per latino (con menor compren­ sión y mayor extensión que cualquiera de los términos o circun­ locuciones que le corresponderán en nuestras traducciones): por (el signo castellano que más se acerca al latín per y cubre, por lo tanto, la mayoría de sus usos), a-través-de, sobre, pormedio-de, durante, etc. coronam auream per forum ferre (Cic., Att., 14, 16, 2), “lle­ var la corona áurea por el foro”; uagi per castra (Livio, 30, 4, 2), “desperdigados por el cam­ pamento”; per membranas oculorum cernere (Cic., Nat. deor., 2, 142), “ver a-través-de los ojos”; per corpora transiré (César, B. G., 2, 10, 2), “pasar sobre los cadáveres”; sacra per mulieres confici solent (Cic., Verr., 4, 99), “los sa­ crificios suelen hacerse por-medio-de mujeres”; per triennium (Cic., Verr., 4, 136), “durante un trienio”.

LAS PREPOSICIONES

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de, ex, ab Las tres preposiciones de, ex y ab responden a la cuestión v n d e (“de dónde”), es decir, expresan por igual el alejamiento a partir de algo. Pero de no expresa más que eso; en cambio, ex y ab son más precisas: añaden un rasgo peculiar a la noción de alejamiento; ex denota un alejamiento a partir “del interior” y ab a partir “del exterior” del objeto. Cicerón, en uno de sus discursos (Pro Caecina, 87 y ss.), se complace en jugar con las diferencias que oponen entre sí a estas tres preposiciones. He aquí algunos párrafos de los mas notables (87-88): 2 .— C u e s tió n v n d e :

Si qui mearn fam iliam de meo fu n ­ do deiecerit, ex eo me loco deiecerit; si qui m ihi praesto fuerit cum arm atis hominibus extra m eum fundum et m e introire prohibuerit, non ex eo, sed ab eo loco m e deiecerit...

S i alguien expulsara a m i persojial de mi tierra, a mí m ism o m e ex p u l­ saría de ella; si alguien se p resen ta­ ra ante m í con gente arm ada fuera de m i tierra y m e prohibiera entrar (en ella), no m e expu lsaría del-interior, sino d e-las-proxim idades de ese lu gar...

Vnde deiectus est Cinna? —E x urbe. Vnde deiectus Telesinus? —Ab urbe. Vnde deiecti G alli? —A Capitolio.

¿D e dónde fue expulsado Cinna? —D el-interior-de la ciudad. ¿D e dónde fu e expulsado Telesino? —D e-las-proxim idades-de la ciudad. ¿D e dónde fueron expulsados los ga­ los? — De-las-proximidades del Capitolio. ¿D e dónde los partidarios de G raco? —D el-in terior-del Capitolio. Veis, pues, que con la m ism a p a ­ labra v n d e se pueden exp resar dos cosas: “del interior de” y “de las proxim idades de” . etc., etc.

Vnde qui cum Graccho fuerunt? —E x Capitolio. Videtis igitu r hoc uno verbo vnde sign ificari■re s du as, et ex quo et a

quo. etc., etc.

Como es fácil observar, Cicerón inicia esta larga disertación lingüística con el término no caracterizado de: de meo fundo; y luego establece la oposición ex / ab como términos caracteri­ zados y opuestos ambos al impreciso' de. Todos los teóricos antiguos coinciden al e x p lic a r n o s la semán­ tica de estas tres preposiciones. “Estas preposiciones no signi-

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INTRODUCCIÓN A LA SINTAXIS ESTRUCTURAL DEL LATÍN

fican una sola y misma cosa, como algunos creen. Efectivamente, no es lo mismo “venir a theatro y ex theatro. Pues quien dice a theatro no afirma que venga del mismo teatro en sí, sino de un lugar que se halla próximo al teatro; quien afirma venir ex theatro viene del mismo teatro (Diomedes, GLK, I, p. 415). No serían intercambiables a y ex en este ejemplo de Plauto (Trin., 771): quasi ad adulescentem a patre ex Seleucia ueniat, “(se pre­ senta) ante el joven como si viniera de Seleucia de-parte-de su padre”. Los grandes escritores no barajan al azar las preposiciones aun cuando aparentemente lo hacen. Marcial escribe (IV, 61, 9-10): Here de theatro, Pollione cantante, cum súbito abires... “ayer, cuando de pronto te ibas del teatro, a pesar de estar cantando Polión...” De buenas a primeras choca el de theatro; cualquier latinista actual preferiría ex theatro, y cree que Marcial cedió aquí a “ne­ cesidades métricas”. Sin embargo, el de tiene plena justificación en lengua. Si prestamos atención al contexto, vemos que Marcial pone el acento no en el hecho de que Mancino se vaya “del-interior-del teatro” (en cuyo caso era de esperar ex theatro), sino en que se retire en plena actuación de un célebre artista, que abandone “la sesión” en un momento del mayor interés. La misma justificación valdría para todo el material a que alude Guillemin en una observación puramente empírica, pero muy objetiva: “Se hallan con mucha frecuencia complementos con de junto a verbos que denotan salida y alejamiento cuando se trata de locales, lugares de reunión, asambleas, etc., con una función en la vida privada y pública de los romanos” (La préposition “de”..., p. 13). Como término neutro, de puede usarse por ab o ex: de meo fundo deiectus sum, de prouincia uenio, etc. Resulta curioso oír a Terentius Scaurus (GLK, 7, 31, 1 y ss.) que distingue perfecta­ mente ex y de, pero califica de incorrecto el uso del impreciso

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LAS PREPOSICIONES

de p o r ex: "de” quoque nonnumquam perperam ponitur pro “ex”, ut cum "de prouincia uenire” quis dicit... De acuerdo con la aludida semántica, para indicar el origen familiar de las personas se usan, regularmente, ex ante el nom­ bre de los padres, ab ante el nombre de los antepasados (origen lejano en general) y de ante “orígenes” menos claros y precisos: ex: filia nascitur ex me (Juv., 9, 83); ex Philippa matre natam (Plauto, Ep., 636); Amphitruo natus ex Argo patre (Plauto, Amph., 98); etc. * a: a loue ortus (Cic., Plañe., 59), “descendiente de...”; prisco natus ab Inacho (Hor., Carm., 2, 3, 21), “descen­ diente de...”; etc. de: de gente nasci (creari, gigni, etc.) de stirpe de sanguine de paelice natus, “hijo de cortesana”, con cierta discre­ ción que no tiene ex paelice filius. 3. — C u e s t ió n

qvo:

i n c o n a c u s a t iv o y

ad

Al grupo preposicional de-ex-ab, contestando a la cuestión corresponde, en contestación a la cuestión qvo (“hacia dónde”), el par ad-in. Sigamos oyendo el testimonio de Diomedes (GLK, p. 415): “A estas preposiciones (= de, ex, ab) se oponen ad e in, que tam­ poco significan una sola y misma cosa, porque in forum iré es ‘penetrar en el foro en sí’, pero ad forum iré es ‘ir a un lugar cercano al foro’: así, no es lo mismo in tribunal y ad tribunal uenire, ya que ad tribunal uenit litigator (= ‘ante el tribunal viene o se presenta el litigante’); en cambio, in tribunal uenit praetor aut iudex (= ‘al tribunal viene o dentro del tribunal penetra el pretor o el juez’)”. Existe, pues, entre ad e in la misma relación que vimos entre ab y ex; frente al ejemplo de Plauto citado supra (a patre ex vnde,

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INTRODUCCIÓN A LA SINTAXIS ESTRUCTURAL DEL LATIN

Seleucia, de Trin., 771) he aquí el paralelo (Captiui, 43) con, ad e in: reducemque faciet liberum in patriam ad patrem, “y lo hará volver libre a su patria ante su padre”. Obsérvese igualmente: a-ad: fossam a maioribus castris ad minora perduxit (César, B. G., 7, 36, 6), “dispuso un foso desde el campa­ mento mayor hasta el menor”; ex-in: ex castris in oppidum sese recipiunt (César, B. G., 2, 35, 5), “partiendo de (el interior de) el campamento se refugian en (el interior je) la plaza fuerte”; ex-ad: e castris egressi ad Rhenum contenderunt (César, B. G., 1, 27, 4), “saliendo de (el interior de) el cam­ pamento se dirigieron al (= a la orilla del) Rin”. Ante las tres preposiciones de la cuestión v n d e sólo hay pa­ ralelo para dos en la cuestión q v o ; queda sin correspondencia el de. Sin embargo, aquí nos parece observar una evolución en el período histórico del latín, En la época arcaica, ob aparece con un claro sentido local “hacia” que podría situarse junto al par ad-in como término simétrico de de frente a ex-ab: ob Romam legiones ducere (Ennio, Ann., 297); ob portum obuagulatum ito (XII Tablas, 2, 3), “id a ar­ mar escándalo ante su puerta”; follem obstringit ob gulam (Plauto, Aul., 302), “aprieta la bolsa contra el cuello”; etc. Festo afirma taxativamente que “los antiguos usaban ob en lugar de ad”. Y este ob local puede rastrearse en toda la lite­ ratura latina entre los autores adictos a la tradición primitiva: Virg. (En., 12, 865), Cicerón (Rab. Post., 39) y, sobre todo, Apuleyo, del que citamos algunos ejemplos: Met., 8, 15: ob iter illud qua nobis erat commeandum iacere semesa hominum corpora, “a lo largo de la ruta que debíamos recorrer yacían cadáveres humanos medio roídos”;

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ibidem, 10, 27: ob incepti negotii perseeutionem, “para com­ pletar el negocio emprendido”. Los editores modernos suelen rechazar este ob, perfectamente atestiguado por la tradición ma­ nuscrita, y ponen en su lugar un ad. in c o n a b la tiv o y ad 1) Es algo ambigua la fórmula según la cual in con acusa­ tivo indica movimiento, y con ablativo indica reposo. Tanto mo­ vimiento y ausencia de reposo hay en in foro curro .(“estoy co­ rriendo en el foro”) o in foro ambulo (“estoy paseando en el foro”) como en in forum curro (“voy corriendo al foro”) o in forum ambulo (“voy paseando al foro”). La diferencia real está en la permanencia o el desplazamiento. In foro denota “permanencia en el foro” con o sin movi­ miento : con movimiento: in foro ambulo, “estoy-paseando en el foro”; sin movimiento: in foro sedeo, “estoy-sentado en el foro”. In forum denota “desplazamiento con relación al foro”, haya o no haya movimiento en el sujeto “desplazado”: con movimiento: in forum ambulo, “voy-paseando al foro”; sin movimiento: sella in forum uehor, “voy-(transportado) en litera al foro”. Puede observarse en estos ejemplos una notable diferencia entre el latín y el castellano: el latín expresa el movimiento o la ausencia del movimiento en el verbo (curro, ambulo - sedeo, uehor) y el desplazamiento o ausencia del desplazamiento en el giro preposicional (in forum - in foro); el castellano normalmente expresa mediante el verbo el desplazamiento o permanencia (“voy” - “estoy”) y añade el movimiento como una modalidad —adverbial o predicativa— del desplazamiento (“corriendo”, “paseando”) ; cf. “voy andando” y “voy mecanizado”; esta última expresión es equivalente, por el contenido, de uehor, aunque nuestras máquinas de transporte difieran de los vehículos anti­ guos. Como dijimos antes en nuestro análisis de natus ex y na­ tus ab, se articulan los elementos del contenido en forma muy distinta. 4. — C u e s tió n v b i:

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2) El juego del acusativo o ablativo con in se repite con super y sub: ensis super ceruice pendit (Horacio, Carm., 3, 1, 17), “la es­ pada cuelga sobre su cabeza”; super aspidem adsidere (Cic., Fin., 2, 59), “sentarse sobre una serpiente”. sub térra esse, “estar bajo tierra”; sub terram iré, “ir bajo tierra”. Frente a sub o super, el término genérico in puede polari­ zarse y ser, por lo tanto, equivalente a super (frente a sub) o a sub (frente a super); así (CIL., I2, 1211), de una madre que ha­ bía tenido dos hijos se dice que horunc alterum in térra linquit, alium sub térra locat, “de estos dos hijos deja a uno en {= sol ••) la tierra, al otro bajo la tierra” (es decir, uno le sobrevive, el otro le precede en la muerte). 3) Con muchos verbos de movimiento (condere, ponere, collocare, figere, statuere, congregare, cogere, etc.), el hablante latino puede centrar su atención ya sea en el desplazamiento, ya sea en el emplazamiento resultante del desplazamiento: condere in puteum (Plauto, Aul., 347); condere in pectore (Plauto, Pseud., 941). Aquí nos conformamos generalmente con una interpretación insensible a la diferencia que hay entre in con uno u otro caso: “esconder en el pozo”; “esconder en el corazón”. Pero si queremos traducir “la mentalidad” latina, hemos de acudir a verbos dinámicos o estáticos: “ir-a-esconder al pozo”; “tener-escondido en el corazón” (recuérdese que tener es forma transitiva de estar).

183 4) Con las restantes preposiciones no establece el latín nin­ guna diferenciación entre las cuestiones qvo y v b i ; confía a la semántica verbal la interpretación según una u otra noción, como hace el francés en “Je vais á Madrid y “Je suis á Madrid”, frente al castellano “Voy a M.”, “Estoy en M.”. Ad sirve igual para expresar la aproximación a un lugar ( qvo ) o la situación en las proximidades de un lugar ( vbi ) : LAS PREPOSICIONES

ad urbem uenire (Cic., Verr., 2, 167), “venir a...”; ad urbem esse (Cic., Verr., 2, 21), “estar en...”. t

En e l sig u ien te ejem p lo a p a re c e gar-VBi y lugar-QVo:

ad

su cesiv am e n te com o lu -

Inter proelium ... ad castra Romana pugnatum est adw&rsus partem copiarum ... ad castra missam (Livio, 4, 19, 7), “En el transcurso del combate se luchó junto al campamento contra el contingente de fuerzas enviado al campamento”. 5. — O tras

p r e p o sic io n e s

Junto al genérico in (“hacia” con acusativo o “en el interior de” con ablativo) surgen como especificaciones: Inter, “en el interior de”, tratándose de unidades disconti­ nuas: inter bina castra (César, B. C., 3, 19, 1), “entre ambos campamentos”; Inira-extra: intra, “en el interior de”, con perspectiva de un límite frente “al exterior”; extra, “en el exterior de”, con pers­ pectiva de un límite frente “al interior”: suos intra castra continuit (César, B. G., 5, 58, 1), “retuvo a los suyos en el interior del campamento”; extra castra congrediemur (Cic., Phil., 12, 28), “nos reuni­ remos fuera del campamento”; intra eoctraque munitiones (César, B. C., 3, 72, 2), “dentro y fuera de las fortificaciones”.

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Sub-super: ya nos hemos referido a la situación “encimadebajo” con sub-super (cf. supra, p. 182). Infra-supra: obsérvese, frente a in luna (Cic., Wat. Deor., 2, 88), infra lunam (Cic., Nat. Deor., 2, 56), “bajo la luna”; supra lunam (Cic., Rep., 6, 17), “sobre la luna”. Junto al genérico ad (“hacia o en las proximidades de”) ca­ ben las siguientes precisiones situacionales: Circa o circum (sinónimos), “alrededor de”: (Galbae caput) circum castra portarunt (Suetonio, Galba, 20), “llevaron la cabeza de Galba alrededor del campa­ mento”; erant circum castra Pompei colles (César, B. C., 3, 43, 1), “había colinas alrededor del campamento de Pompeyo”; circa castra, circa urbem juerat certamen (Livio, 10, 44, 10), “había habido lucha alrededor del campamento, alre­ dedor de la ciudad”. Ante-post; pro-contra; prae: ante, “delante de”, y post, “de­ trás de”, expresan la relación antero-posterior más general: ante oppidum considunt (César, B. G., 7, 79, 4), “toman posiciones ante la plaza fuerte”; post castra esse (César, B. G., 2, 9, 3), “estar detrás del campamento”. pro y contra expresan situaciones más complejas; pro, “de­ lante dando la espalda al lugar de referencia”; contra, “delante dando la cara al lugar de referencia”: in statione pro castris erant (César, B. C., 1, 43, 4), “esta­ ban de guardia ante el campamento (para defenderlo)”; contra Labieni castra considunt (César, B. G., 7, 58, 6), “se sitúan ante el campamento de Labieno (para ata­ carlo)”. Como es fácil observar, pro y contra son un “delante de” situado en el exterior del lugar de referencia y con la doble orientación señalada para el sujeto y el objeto; prae es un “de­

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lante-de” sin solución de continuidad con el lugar de referencia u objeto:. “indica la posición no ‘delante’, sino ‘en la parte anterior’ de un objeto...; prae especifica la porción anterior del objeto en relación con la porción posterior” (Benveniste, Le systkme sublogiqúe des prépositions en latín, TCLC., 5, 1949, p. 176184); prae aliqua re es, pues, “en el límite o extremo anterior de una cosa”; sobre esta base semántica explica acertadamente Benveniste todos los usos de prae y, concretamente, su sentido “causal” y “comparativo”: prae laetitia lacrimae prosiliunt mihi (Plauto, Stich., 466), “al-límite-de la alegría (= “a causa de la alegría”) me saltan las lágrimas”; prae gaudio loqui nequit, “en-el-extremo-de “a causa de”) su alegría no puede hablar”; prae candoribus tuis sol occaecatust (cf. Plauto, Men., 181), “en-el-extremo-de (= “al-lado-de” o “en-comparación-de”) tu esplendor palidece el sol”. Cis, citra - trans, ultra, “del lado de acá” - “del lado de allá”. La situación se determina por referencia a un límite y el límite está orientado a su vez por la posición de Tin observador: cis Padum ultraque (Livio, 5, 35, 4), “de este y del otro lado del Po”; ómnibus ultra castra transque montes exploratis (Livio, 22, 43, 7), “explorados todos los lugares al otro lado del campamento y tras las montañas”. Prope, propter, praeter: prope, “cerca de”, sin excluir la propinquitas, que alcanza el límite, extiende la noción de “cerca­ nía” a un área no colindante con él: copias prope castra uidere (César, B. G., 1, 22, 3), “ver tropas en las cercanías del campamento”. Lo mismo ocurre con propter, como derivado de prope: propter Platonis statuam consedimus (Cic., Brutus, 24), “nos sentamos junto a la estatua de Platón”;

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INTRODUCCIÓN A LA SINTAXIS ESTRUCTURAL DEL LATIN

fanum eius est in agro propter ipsam uiam (Cic., Verr., 4, _ 96), “su santuario está en el campo junto a la misma vía”; agros propter Karthaginem nouam uendit (Cic., De leg. agr., 2, 51), “vende unos campos en las cercanías de Car­ tagena”. praeter, derivado de prae, denota un punto de contacto tran­ sitorio: (Ariouistus) praeter castra Caesaris suas copias traduxit (César, B. G., 1, 48, 2), “Ariovisto hizo pasar sus fuerzas ante (“rayando el límite de”) el campamento de César”; mustela murern abstulit praeter pedes (Plauto, Stich., 460), “una comadreja cobró a mis pies un ratón”. cum-sine hacen el mismo juego que nuestro “con-sin”: (ibo) cum fratre an sine eo cum filio? (Cic., Att., 8, 3, 5), “(¿he de ir) con mi hermano o sin él (y) con mi hijo?” § 5. Addenda N ota I. — N o n o s d eten em o s e n el e x a m e n de o tra s p re p o ­ sicio nes m en o s sistem atizad as, com o apud, secundum, (ad)uersus, coram, causa, gratia, etc. S u se m á n tic a n o o frece o sc u rid a d e s y está a ú n v isib lem e n te lig a d a a fo rm a s “su sta n tiv a s” d e to d o s cono cidas. N ota II. — Hemos prestado atención exclusiva al sentido “lo­ cal” de las preposiciones; del sentido local irradia, sin violencia, el sentido “temporal” y los diversos sentidos “figurados” o “no­ cionales”. Nos limitaremos a dar algunos ejemplos. ante urbem es “ante la ciudad” (sentido local estricto); pero ante hunc diem será “antes del día de hoy” (sentido “temporal”) ; el contexto también nos invita a ver sentido temporal en ante tubam (Virgilio, En., 11, 424), “antes (del toque) de la- trom­ peta”; por último, en ante alios pulcherrimus omnis Turnus (Vir­ gilio, En., 7, 55) tendremos —¡en nuestra traducción!— un ante comparativo: “Turno, más hermoso que todos los demás”.

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Nos hemos referido a ab en su sentido local, acompañando al punto de partida. Ahora bien: según varíe la naturaleza del sustantivo tomado como punto de referencia y la naturaleza de lo que situemos frente a ese punto de referencia variarán nues­ tras traducciones por no sernos usual la representación unitaria que se hace el latín de situaciones diversas para nuestra men­ talidad : A) Varía la semántica del sustantivo regido por la preposi­ ción: ab urbe (uenio) — “(vengo) de la ciudad”; pero ab urbe condita es “temporal”, porque el grupo regido urbet condita con­ tiene “un suceso”, y automáticamente nos situamos en la línea del tiempo; por la semántica del sustantivo hay noción temporal en a principio, “desde el principio”, y sugerencia temporal en a puero, “desde la niñez”, etc.; a parece causal en (mare) a 'solé (conlucet), “(el mar brilla) a-partir-de (= por efecto de, a causa de) el sol”, etc. B) Varía lo que situamos frente al punto de referencia: en si quid ei a Caesare grauius accidisset nos parece hallarnos ante un a “separativo”; pero en si quid ei a Caesare grauius inlatum esset ya queremos ver un a distinto, un a que exprese el sujeto agente (sobre este y otros ejemplos cf. supra, p. 160 s.). “El sentitido de ab explica que haya podido servir para introducir el com­ plemento del verbo pasivo, no, como se dice con frecuencia, para expresar el nombre del agente, el sujeto “lógico” de la acción, sino ... para indicar de quién procede la acción expresada por el verbo; así, en iniuria abs te (= que me viene de ti) afficior, el sentido de abs es el mismo que en leuior est plaga ab amico quam, a debitare (Cic., Fam., 9, 16, 7), “la herida es más leve inferida por un amigo que por un deudor” (Ernout-Meillet, Dictionnaire Etymol., s. u.). Por último, en numerosas construcciones, como doleo ab oculis, “me duelen los ojos” (literalmente, “sufro de-parte-de los ojos”); petere (regern) a Ioue, “pedir (un rey) a Júpiter” (lite­ ralmente, ab Ioue = procedente-de Júp.); timere ab aliquo, “te­ ner miedo de-parte-de alguien”, o, mejor, “temer a alguien”, etc., nuestras gramáticas soslayan el problema diciendo, simplemente, que esos verbos se construyen con la preposición ab, como si ello constituyera una explicación o como si no fuera posible averi­ guar las correspondencias entre las unidades significativas.

CUARTAPARTE

LA ORACIÓN

I

EL ORDEN DE PALABRAS EN LATÍN CLÁSICO * § 1. — Introducción El primer autor moderno que se ha interesado por el orden de las palabras en las lenguas clásicas ha sido H. Weil (De l’ofdre des mots dans les langues anciennes comparées aux langues modernes, París, 1844, 2.a ed. 1869). El interés por la cuestión se ha mantenido a cierto apreciable nivel hasta principios del siglo actual; desde entonces ha decrecido muy sensiblemente: basta para comprobarlo recorrer nuestros repertorios bibliográficos. Los manuales universitarios más utilizados en la actualidad no tocan en absoluto el problema o pasan rápidamente, como sobre ascuas, si aluden a él. Los manuales a que nos referimos son concretamente las sintaxis latinas, ya que no puede asignarse al orden de palabras un lugar fuera de la sintaxis y, por otra parte, no hay problema más propiamente sintáctico que la orde­ nación de los elementos que integran la unidad de la frase. Tal vez la razón del escaso interés por el orden de las palabras latinas se explique, en buena medida, por la propia obra de Weil y de sus seguidores, cuya doctrina, más bien negativa, se ha impuesto con demasiada facilidad en el ámbito de nuestros estu­ dios. Las conclusiones de Weil, aceptadas prácticamente sin re­ servas, vienen a ser éstas: Frente a las lenguas modernas, que son lenguas de construcción fija, las lenguas antiguas son lenguas de construcción libre; es cierto que los latinos tienen marcada predilección por colocar sus verbos después de los complementos; * Este capítulo se publicó como artículo independiente en Homenaje a Antonio Tocar, Gredos, Madrid, 1972, pp. 403-423.

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IN TRO D U CCIÓ N A LA S IN T A X IS E ST R U C T U R A L DEL LA TIN

es cierto igualmente que hay en latín muchos giros de palabras fijas; pero no cabe pretender fundar sobre esas observaciones un sistema de construcción usual ya que cualquier regla se vería “cien veces quebrantada” en cada página de cualquier autor la­ tino. Por otra parte, y sin afán de paradoja, nos atreveríamos a afirmar lo siguiente: los escasos autores que, de un siglo a esta parte, han pretendido defender teóricamente el orden de las pa­ labras en latín, han conseguido un efecto contraproducente: dan al lector la impresión real de que no existe ningún orden en la colocación de las palabras. Pensamos ahora en obras muy repre­ sentativas como la tan manoseada y tantas veces reeditada y traducida estilística latina de E. Berger, con sus 70 páginas sobre el orden de palabras o como los tres volúmenes de Marouzeau sobre el mismo tema. Según estos autores son tantos los principios reguladores del orden y tantas las excepciones y contraexcepciones a tener en cuenta que el lector acaba preguntándose si sus reglas merecen ser recordadas o si el título apropiado a sus trabajos es el de “el orden” o el “desorden” de las palabras en latín. Nosotros creemos que en el gran período clásico existe un principio general que realmente rige la ordenación de las pala­ bras latinas; y pensamos que no puede menospreciarse su alcance ya que, aunque “cien veces quebrantado en cada página”, como —¡con notoria hipérbole!—, dijo Weil, es patente también en cada página que la relación entre orden excepcional y orden habitual, lejos de ser equilibrada, supone siempre un triunfo rotundo del orden sobre las desviaciones, de tal modo que la norma no se oscurece nunca y sirve precisamente de pauta o punto de referencia para contrastar las desviaciones que se pue­ dan presentar. §2. — Los latinos tenían conciencia de una ordenación natural de las palabras en su lengua En este punto nos parece que el sentir de los hablantes latinos con relación a su lengua fue aproximadamente el mismo que tiene un hablante románico con relación a la suya. Pero una cosa

EL ORD EN DE PALABRAS EN LA TIN CLÁSICO

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es “sentir” la natural ordenación de las palabras y otra muy distinta es llegar a formular los principios que rigen tal ordena­ ción. Más todavía, el orden de palabras en la propia lengua pa­ rece cosa tan natural y tan sabida que apenas despierta una espontánea curiosidad por estudiarlo y formular los principios teóricos que rigen dicha ordenación. Repetimos que los hablantes latinos, como los actuales ha­ blantes románicos, nos parecen dar por supuesto un orden na­ tural de las palabras en sus frases. Aluden muchísimas veces a esa ordenación espontánea, aunque lo hacen de pasada y sin insistir, como refiriéndose a algo que nadie pone en duda ni necesita demostración. He aquí una serie de testimonios en apoyo de nuestra tesis. Testimonios de Quintiliano. — Quintiliano es sin duda el au­ tor antiguo más explícito y que más reiteradamente se refiere a “un orden normal” de las palabras en latín. Transcribimos en primer lugar un texto suyo bastante largo pero que nos resistimos a recortar, ya que nos parece ilustrativo en toda su extensión. Subrayamos en negritas las expresiones más interesantes y sobre ellas centraremos nuestro breve comentario. Inst. Orat., VIII, 6, 62 ss.: 62. Hyperbaton... id est uerbi transgressionem (“el despla­ zamiento de una palabra”), quoniam jrequenter ratio compositionis et decor poscit, non inmérito inter uirtutes habemus. Fit enim frequentissime aspera et dura et dissoluta et hians oratio, si ad necessitatem ordinis sui uerba redigantur et, ut quodque oritur, ita proximis, etiam si uincire non potest, adligetur. 63. Differenda igitur quaedam et praesumenda, atque ut in structuris lapidum impolitorum loco, quo conuenit, quodque ponendum. Non enim recidere ea nec polire possuraus, quo coagmentata se magis iungant, sed utend^im iis, qualia sunt eligendaeque sedes. 64. Nec aliud potest sermonem faceré numerosum quam opportuna ordinis permutatio; ñeque alio ceris Platonis inuenta sunt quattuor illa uerba, quibus in illo pulcherrimo operum in Piraeum se descendisse significat, plurimis modis scripta, quam quod eum quoque máxime numerosum facere experiretur. (Sigue este ejemplo: “Animaduerti, iudices, omnem accusatoris orationem in duas diuisam esse partes” (= Cic., pro

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INTRODUCCIÓN A LA SIN TA X IS ESTRUCTURAL DEL LATÍN

Cluent., 1 ). Nam “in duas partes diuisam esse” rectum erat, sed durum et incomptum. Observaciones: 1. Parecen especialmente significativas las siguientes expre­ siones: a) “El hipérbaton, es decir, el desplazamiento de una palabra...”; b) “sí las palabras se sometieran al imperativo de la ordenación que propiamente les corresponde”; c) “Un opor­ tuno cambio de ordenación...”. Parece evidente que no podría hablarse de hipérbaton, de desplazamiento de una palabra, de la imperativa ordenación que propiamente corresponde a las palabras, sin tener in mente un orden básico y previo como punto de referencia y contraste para las desviaciones que se mencionan. 2. En el texto (tomado de Cicerón, pro Cluent., 1) que Quintiliano trae a colación para ejemplificar un hipérbaton, quizá convenga recordar que no hay más que una desviación al orden normal de las palabras latinas y es precisamente la desviación que anota Quintiliano: sólo la palabra partes está fuera de su sitio; pero no es raro que modernamente se vea un hipérbaton más llamativo en accusatoris; evidentemente es ésta una falsa perspectiva moderna que descubre desviaciones imaginarias por tomar como punto de referencia la ordenación normal en nuestras lenguas actuales. 3. Pero quizá lo más ilustrativo de esta larga cita de Quin­ tiliano sea su comentario final: Nam “in duas partes diuisam esse” rectum erat, sed durum et incomptum (es decir, in duas partes diuisam esse hubiera sido lo normal, pero resultaría duro y sin arte). El sentido de rectum erat no es aquí en modo alguno dudoso. Y esto nos permitirá afirmar más adelante cuando Quin­ tiliano nos hable del rectus ordo uerborum, que no puede refe­ rirse más que al “orden normal” u “orden básico” de las palabras latinas. En el libro IX Quintiliano repite la misma doctrina y añade nuevas e importantes precisiones: Inst. Orat., IX, 4, 26-27: Verbo sensum cluderet multo, si compositio patiatur, optimum est. In uerbis enim uis est. Si id asperum erit, cedet haec ratio numeris, ut fit apud summos Graecos Latinosque oratores frequentissime. Sine dubio erit omne, quod non cludet, hyperbaton...

EL ORDEN DE PALABRAS E N LA TÍN CLASICO

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Non enim ad pedes uerba dimensa sunt, ideoque ex loco transferuntur in locum, ut iungantur quo congruunt máxime, sicut in structura saxorum rudium etiam ipsa enormitas inuenit cui applicari et in quo possit insistere. Felicissimus tamen sermo est, cui et rectus ordo et apta iunctura et cum his numerus opportune cadens contigit. Merece especialísima atención la afirmación final de la cita: “Sin embargo, el discurso mejor logrado es aquél en que se dan el orden normal, el adecuado ensamblamiento y, a la vez que esto, una combinación métrica adecuada”. He aquí, ya sin comentarios, otros testimonio^ de Quintiliano: I, 5, 39: Transmutatione, qua ordo turbatur (Y siguen aquí ejemplos de esos desplazamientos de palabras que perturban el orden normal). VIII, 2, 22: Nobis prima sit uirtus perspicuitas, proprict uerba, rectus ordo, non in longum dilata conclusio “Para nosotros la primera cualidad es la claridad, la propiedad de las palabras, su orden normal, un período que no difiera mucho su conclusión”. IX, 1, 6-7: In hyperbato commutatio est ordinis... Transferí tamen uerbum aut partem eius a suo loco in alienum... Ei propiis uerbis ei ordine collocatis figura fieri potest “En el hipérbaton hay una inversión del orden normal... [El hipérbaton] traslada una palabra o parte de ella de su sitio propio a otro sitio que no es el suyo... [Frente al hipérbaton] con palabras propias y colo­ cadas -en el orden normal puede darse una figura de dicción”. IX, 3, 91: Verborum autem concinna transgressio, id est hyperbaton “Una inversión elegante de los vocablos, es decir el hipérbaton... (Cicerón usa la misma expresión en de orat, III, 207). IX, 4, 32: ... uitiosa locatio uerborum... Si [ordo] uitiosus est, licet et uincta et apte cadens oratio, tamen mérito incomposita dicatur. Testimonios de Cicerón. — En lo que afecta al orden de las palabras ningún autor nos ha dejado traslucir su conciencia lin­ güística con tanta claridad como Quintiliano. Sin embargo, vale la pena recordar aquí todavía algunos testimonios más. Y, en primer lugar, los de Cicerón. Quintiliano inicia el capítulo de compositione (IX, 4), donde

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IN TR O D U C C IÓ N A LA S IN T A X IS E ST R U C T U R A L DEL LA TÍN

precisamente hemos hallado sus indicaciones más claras y ex­ tensas sobre nuestro tema, con un cálido elogio de Cicerón: “So­ bre la composición, en verdad no me atrevería a escribir después de Marco Tulio (y dudo que haya en su obra otra parte más cui­ dada que ésta), si sus contemporáneos no se hubiesen atrevido ya a criticarlo incluso en cartas dirigidas a él personalmente... Por lo tanto seguiré a Cicerón en la mayoría de las cuestiones...; en algunos puntos tal vez me separe de él”. Esta declaración de Quintiliano nos indica ya que el sentir de Cicerón sobre la collocatio uerborum coincidirá sustancialmente con las teorías de Quintiliano expuestas anteriormente. Pero hemos de reconocer que el pensamiento de Cicerón sobre la ordenación de las palabras no transparenta con demasiada claridad. La gran preocupación del orador es la prosa oratoria; se extiende pues en numerosos capítulos (Orator y de oratore) sobre la armonía de la frase, las cláusulas rítmicas y la concinnitas uerborum (“la artística disposición de las palabras”), sin oponer esa concinnitas uerborum al ordo rectus uerborum como ocurría frecuentemente en Quintiliano. Con todo y gracias a la ayuda de Quintiliano, podemos des­ cubrir el pensamiento de Cicerón e interpretar su vacilante ter­ minología. Empezaremos por descifrar tres textos del Orator que" son clave para nuestro problema: 201. Terneae sunt... partes... collocationis (uerborum): compositio, concinnitas, numerus. 202. Quod numerosum in oratione dicitur non semper nu­ mero (fit), sed nonnumquam aut concinnitate aut constructione uerborum. 219. Et quia non numero solum numerosa oratio sed et compositione fit et genere... concinnitatis, compositione potest intellegi cum ita structa uerba sunt, ut numerus non quaesitus sed ipse secutus esse uideatur, ut apud Crassum: “Nam ubi libido dominatur, innocentiae leue praesidium est”; ordo enim uerbo­ rum efficit numerum sine ulla aperta oratoris industria. En los tres párrafos aquí citados se habla de las mismas tres facetas a tener en cuenta en la collocatio uerborum’, pero la nomenclatura es fluctuante. 201: compositio, concinnitas, numerus.

E L ORDEN DE PALABRAS EN LA TIN CLÁSICO

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202: numerus, concinnitas, constructio. 219: numerus, concinnitas, compositio uel ordo uerborum. Ahora bien: Quintiliano, hablando exactamente de lo mismo, se expresa en los siguientes términos (IX, 4, 22): In omni porro compositione tria sunt genera necessaria: ordo, iunctura, nume­ rus. Y, con una leve variante, repite en IX, 4, 147: ordo, coniunctio, numerus. Si comparamos las diversas nomenclaturas, podremos aclarar los términos oscuros: Cicerón collocatio uerborum compositio = constructio = ordo concinnitas numerus

Quintiliano compositio ordo iunctura uel coniunctio numerus

La collocatio uerborum de Cicerón es la expresión genérica para designar “la colocación de las palabras en general”, sea cual fuere el criterio que rija esa ordenación; a esa expresión gené­ rica corresponde, con idéntico sentido e idéntica generalidad, la compositio de Quintiliano, para quien compositio es el “arte de componer o redactar” (“composición” aún pervive en algunas tradiciones escolares de Europa como sinónimo de “redacción”). La compositio de Cicerón tiene un sentido restringido: es una de las tres maneras de “componer”; es la composición espontá­ nea, no estudiada, en que la propia constitución de las palabras y en su orden normal produce ya un ritmo satisfactorio, sin que el autor haya puesto nada de su parte por conseguirlo. Esta sencilla compositio corresponde al rectus ordo de Quintiliano. Nuestra interpretación se confirma con el ejemplo del discurso de Craso que nos da Cicerón: las palabras están en el orden básico que rigurosamente les corresponde en latín y, por añadidura, forman una bella cláusula: leue praesidi(um) est: “Por composición —dice Cicerón— puede entenderse el caso en que las palabras están constituidas de tal forma que el ritmo no pa­ rezca ser buscado, sino que parezca venir por sí mismo, como _

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en Craso: Nam ubi libido dominatur, innocentiae leue praesidium est”; efectivamente, el orden (natural) de las palabras pro­ duce el ritmo sin ningún recurso aparente por parte del orador”. Recuérdese que este tipo de composición es el ideal, según Quintiliano: Felicissimus tamen sermo est cui et rectus ordo et apta iunctura et cum his numerus opportune cadens contigit (IX, 4, 26-27). A esta compositio artística per se dentro de su espontaneidad se opone la concinnitas: ésta es una técnica que, mediante la in­ versión del ordo rectus, busca una ordenación artística: es, pues, una “inversión artística”, una concinna transgressio, según dicen al unísono en otros lugares Cicerón (de orat., III, 207, etc.; Ora­ tor, 87) y Quintiliano (IX, 3, 91). . La concinnitas uerborum de Cicerón corresponde a la iunctu­ ra o coniunctio de Quintiliano. Ambos nos explican en términos muy parecidos que cuando los materiales de construcción —pie­ dras o palabras— no caen a medida, hay que agruparlos buscán­ doles la cara que permita el mejor acoplamiento. Por último, como dato interesante para interpretar a Cicerón, recordamos esta afirmación de P. Festo (33, 25): concinnare est apte componere. A la misma concinna collocatio uerborum, pero con una no­ menclatura muy próxima a la de Quintiliano, se refiere sin duda Horacio cuando habla a los Pisones de la callida iunctura uerbo­ rum (Ars poet., 46-48). ' A otros testimonios de Cicerón hemos de referirnos más ade­ lante. Testimonios del autor de la “Rhetorica ad Herennium”, — De la Rhetorica ad Herennium son los siguientes párrafos: IV, 32, 44: Transgressio (— excepción al orden normal) est quae uerborum permutat ordinem peruersione (— inversión) aut transiectione (= disyunción). Peruersione sic: “Hoc uobis déos immortales arbitror dedisse uirtute pro uestra”. Transiec­ tione sic: “Instabilis in istum plurimum fortuna ualuit”... Huiusmodi transiectio, quae rem non redit obscuram, multum proderit ad continuationes... in quibus oportet uerba sicuti ad poeticum quemdam extruere numerum. IV, 12, 18: Verborum transiectionem uitabimus, nisi quae

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erit continua. Y cita, como disyunción defectuosa, ésta de Coelius: “In priore libro has res ad te scriptas Luci, misimus, Aeli”. Testimonios de Séneca. — Otro autor a tener en cuenta es nuestro Séneca. Aunque muy breve, es bastante explícito en ciertos párrafos de su correspondencia con Lucilio. En la carta 100, 5, hace el elogio de un contemporáneo suyo entre cuyos méritos señala en primer lugar un léxico “selecto”, pero no re­ buscado, y en segundo lugar una “resistencia” a seguir la moda reinante que invertía el orden de las palabras y les asignaba una colocación antinatural: electa uerba... non captata - nec huius saeculi more contra naturam suam posita et inuersa... En otra carta, la 114, dedica varios párrafos al mismo tema; concretamente, en el § 7 se refiere a las palabras “ordenadas con absoluto desprecio de la norma general vigente”: uerba tam im­ probe structa, tam neglegenter abiecta, tam contra consuetudinern otnnium posita. Y poco después (§ 16) señala como vicio en la composición de la frase esas disyunciones en que los tér­ minos esenciales de un enunciado se hacen esperar demasiado: Quid de illa (compositione) loquar in qua uerba differuntur et diu expectata uix ad clausulas redeunt? De todo lo dicho se deduce que el latín, como nuestras len­ guas actuales, tenía un orden gramatical regular; pero así como nuestras lenguas de hoy están condenadas a seguirlo con cierto servilismo so pena de caer en la ambigüedad, el latín y las len­ guas antiguas en general podían, gracias a su rica flexión, libe­ rarse de ese orden, pero sin que por ello se oscureciera en la conciencia de los hablantes la pauta reguladora básica. § 3. — Orden de palabras: reglas generales y su alcance A) Reglas generales: 1. El sintagma predicativo. — Normalmente, el sujeto enca­ beza la oración y el predicado la cierra. 2. Sintagma determinativo. — Todo elemento determinante precede normalmente al determinado. La ley es única para todas

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las variantes del sintagma determinativo: tipo adverbio-verbo; tipo adjetivo-sustantivo (organizado según el mecanismo de la concordancia) y tipo sustantivo en dependencia de un verbo o de otro sustantivo (organizado según el mecanismo de la rección) . 3. Las preposiciones preceden al sustantivo que rigen; las conjunciones preceden a los términos que enlazan. B) Su alcance Comprobemos inmediatamene hasta qué punto llega la regu­ laridad de estas normas: 1. Aunque puede efectuarse la comprobación con un texto clásico cualquiera de cierta extensión, empecemos por estudiar un texto de Cicerón en el que Quintiliano señala una sola pala­ bra fuera de su sitio: un adverbio colocado detrás de su verbo (aunque como determinante del verbo era de esperar que lo pre­ cediera en la cadena hablada). Quintiliano justifica esta intencionada desviación estilística de Cicerón; pero lo único que ahora nos interesa es saber que para Quintiliano, como para nosotros, esa palabra está fuera de su sitio normal, y que todas las demás ocupan el lugar que normal­ mente les corresponde. La cita de Quintiliano está en Inst. Orat. IX, 4, 30; y el texto de Cicerón corresponde a Philipp. II, 63. Asignamos a cada palabra el número que en la ordenación lineal^ de Cicerón le corresponde. No asignamos número a las preposi­ ciones ni a las conjunciones, pues consideramos que las preposi­ ciones forman unidad con sus respectivos sustantivos y la con­ junción ut con su verbo subordinado: Tu (1) istis (2) faucibus (3), istis (4) lateribus (5), ista (6) gladiatoria (7) totius (8) corporis (9) firmitate (10), tantum (11) uini (12) in Hippiae (13) nuptiis (14) exhauseras (15) ut tibi (16) necesse esset (17) in populi (18) Romani (19) conspectu (20) uomere (21) postridie (22). “Tu”, como sujeto, encabeza la frase; “istis” precede a fauci­ bus, a quien determina; y así sucesivamente. Sólo falla la ordena­ ción de 4 números en un total de 22; es decir, están en su sitio, al tenor de las reglas básicas, el 82 por ciento de las palabras. Si nos fijamos ahora en los fallos (números 12, 17, 19 y 22),

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observamos que los números 12 y 19 presentan una particu­ laridad muy notable: cualquier estudiante medianamente fami­ liarizado con el latín sabe que las secuencias tantum uini- y po­ pulus Romanus son secuencias fijas y que prácticamente no ca­ ben las inversiones uini tantum ni Romanus populus; por lo tanto, los números 12 y 19 están también en su sitio; es verdad que, al no obedecer al orden del sintagma determinativo, plan­ tean un nuevo problema, al que hemos de referirnos más ade­ lante. El número 17, es decir, el verbo de la oración subordinada, adelantado en cabeza de su frase, es un caso de hipérbaton, como 'dice Quintiliano en otro lugar (cf. supra, p. 16). No obstante, esta posición del verbo subordinado, enfrentado de cerca con el verbo principal (núm. 15), ni chocó a Quintiliano ni nos sor­ prende a nosotros, los modernos. Subsiste, pues, como única desviación estilística notable el núm. 22, comentado por Quintiliano; pero aun computando la excepción del núm. 17 resulta que el 91 por ciento de las pa­ labras están rigurosamente ordenadas. 2. He aquí ahora, elegidos por nosotros, dos ejemplos de lo que es el orden normal de las palabras en latín. Subrayamos to­ das las excepciones, incluso algunas que sólo son aparentes (por tratarse de secuencias fijas). Pero, aun así, su coeficiente de re­ gularidad es superior al 96 por ciento. El texto que sigue es el principio de la obra de Valerio Má­ ximo, la dedicatoria de su libro al emperador Tiberio: Urbis Romae exterarumque gentium facta simul ac dicta me­ mórate digna, quae apud alios latius diffusa sunt quam ut breuiter cognosci possint, ab illustribus electa auctoribus digerere constituí, ut documenta sumere uolentibus longae inquisitionis labor absit. Nec mihi cuneta complectendí cupido incessit: quis enim omnis aeui gesta modico uoluminum numero comprehenderit? aut quis compos mentis. domesticae peregrinaeque historiae seriem, felici superiorum stilo conditam, uel attentiore cura, uel praestantiore facundia traditurum se sperauerit? He aquí ahora un largo período ciceroniano (pro Rab., 21): Cum armatus M. Aemilius, princeps senatus, in comitio constitisset, qui cum ingredi uix posset, non ad insequendum sibi tarditatem pedum, sed ad fugiendum impedimento fore putabat,

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cum denique Q. Scaeuola confectus senectute, perditns morbo., mancus, et membris ómnibus captus ac debilis, hastili nixus et animi uim et infirmitatem corporis ostenderet, cum L. Metellus, Ser. Galba... omnesque qui tum erant consulares pro salute communi arma cepissent, cum omnes praetores, cuneta nobilitas ac iuuentus accurreret, Cn. et L. Domitii, L. Crassus..., cum omnes Octaui, Metelli..., cum L. Philippus, L. Scipio, cum M. Lepidius, cum D. Brutus, cum hic ipse P. Seruilius, quo tu imperatore, Labiene, meruisti, cum hic Q. Catulus, admodum tum adulescensy-cum hic C. Curio, cum denique omnes clarissimi uiri cum consulibus essent: quid tándem C. Rabirium facere conuenit? 3. Volvamos ahora a Cicerón. En el Orator (232-233) nos da tres ejemplos de palabras correctamente dispuestas por él en uno de sus discursos y otras tantas posibles dislocaciones que —según dice— lo echarían todo a perder. Orator, 232: Quantum autem sit apte dicere, experiri licet, si aut compositi oratoris bene structam collocationem dissoluas permutatione uerborum; ...u t haec nostra in Corneliana: a) “Ñeque me diuitiae mouent, quibus omnis Africanos et Laelios multiuenalici mercatoresque superarunt”. Immuta paululum: “Multi superarunt mercatores uenaliciique”: perierit tota res. b) “Ñeque uestis aut caelatum aurum et argentum, quo nostros ueteres Marcellos Maximosque multi eunuchi e Syria Aegyptoque uicerunt”; uerba permuta sic: “uicerunt eunuchi e Syria. Aegyptoque”. c) Adde tertium: “Ñeque uero ornamenta ista uillarum, qui­ bus L. Paullum et L. Mummium, qui rebus his urbem Italzamque omnem referserunt, ab aliquo uideo perfacile Deliaco aut Syro potuisse superari”; fac ita: “potuisse superari ab aliquo Syro aut Deliaco”. 233: Videsne, ut ordirie uerborum paululum commutato, isdem tamen uerbis stante sententia, ad nihilum omnia recidant, cum sint ex aptis dissoluta? Es verdad que, cuando Cicerón recomienda una ordenación de palabras y condena otra ordenación distinta, sólo parece pre­ ocuparse de la belleza rítmica de sus cláusulas: las cláusulas __

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EL ORDEN DE PALABRAS EN LATIN CLÁSICO

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adoptadas por Cicerón en el ejemplo a) y el ejemplo c) son del tipo de su famoso esse uideatur; en el ejemplo b) Cicerón logra un crético-espondeo, otra de las cláusulas más gratas a su oído Naturalmente, todo esto desaparecería en la hipotética segunda redacción. Ahora bien: a nuestro juicio es muy notable que, indepen­ dientemente de la rítmica, la ordenación dada como artística por Cicerón coincide exactamente con la ordenación normal de las palabras; y que, con la misma regularidad, la dislocación que “lo echa todo a perder” quebranta las reglas básicas del orden de palabras. Esto nos lleva a creer que Cicerón, aunque él no nos lo diga expresamente, piensa como Quintiliano (IX, 4, 27): Felicissimus tamen sermo est, cui et rectus ordo et apta iunctura et cum his numerus opportune cadens contigit. —

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§4. — Las excepciones al “ordo rectus” 1) S e c u e n c ia s

f ij a s

Cuando hablamos de orden normal y orden excepcional nos referimos a aquellas secuencias de la cadena hablada en que puede jugar la libertad del escritor para adoptar una u otra ordenación. Pero, de hecho, hay en latín un número no despreciable de secuencias fijas. Hemos de registrarlas simplemente como tales, ya que entonces “el orden del latín” es patente. Así, frente a la regla básica tercera, nadie ignora que hay preposiciones pospuestas: mecum, nobiscum, etc.; hay conjuncio­ nes igualmente enclíticas: senatus populusque R., plus minusue, etcétera. En el sintagma determinativo (regla básica segunda) hay también notables secuencias fijas, ya sea en el ordo rectus espe­ rado, ya sea en orden inversivo: Secuencias fijas con mantenimiento del orden normal: Adjetivo-sustantivo: indicia causa, infecta re, quodam modo, tanto opere, pro uirili parte, etc.

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Genitivo-sustantivo: pietatis causa, uerbi gratia, aquae duc-, tus, iuris consultus, etc. Secuencias fijas con inversión: Sustantivo-adjetivo: populus Romanus, res publica, res militaris, res. frumentaria, aes alienum, ius ciuile, nauis longa, nauis oneraria, ora marítima, dii inmortales, Kalendas Matas, Pontifex Maximus, etc. Sustantivo-Genitivo: pater familias, ius ciuitatis, mos maiorum, tarditas aurium “la sordera”, debilitas pedum “la gota”, debilitas membrorum “la parálisis”, etc.; tribunus plebis, tribuñus militum, magister equitum, etc.; orbis térrarum, Forum Iulii, Forum Appii, Forum Claudi, Portus Veneris, etc. Obsérvese que estas secuencias fijas, tanto en orden normal como en orden inversivo, son expresiones técnicas por las que se pretende designar, mediante una especie de nombre compues­ to, conceptos únicos y científicamente definidos: al lenguaje can­ cilleresco o jurídico pertenecen expresiones inversivas como populus R., res publica, aes alienum, pater familias, ius ciuitatis, etcétera; nauis longa, nauis oneraria son tipos muy definidos de embarcaciones (“nave de guerra” y “nave de carga”, respec­ tivamente); tarditas aurium, etc., son designaciones médicas; or­ bis terrarum, Forum lulii, etc., son términos geográficos. Sospechamos que la fijación del orden inversivo puede ser debida a una preocupación definidora (cf. infra, pp. 34-35). Si alguna vez aparecen invertidos los términos en alguna de las expresiones apuntadas, ello es indicio de que tales expresio­ nes no están usadas como tecnicismos, razón por la que los tér­ minos vuelven a su colocación normal: así, frente a res publica (“la cosa pública, en oposición a los intereses particulares”), publica res será “una cosa pública cualquiera”; frente a nauis longa (“nave de guerra”), longa nauis será “una nave larga cual­ quiera”; frente a praetor urbanus (“el pretor urbano”), urbanus praetor es el “pretor gracioso”, etc. Evidentemente, no hemos de buscar preocupaciones estilísti­ cas en las construcciones inversivas fijas, ya que, por ser fijas, excluyen la intencionalidad del hablante.

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2) D esv ia cio n es

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l ib r e s o e st il ís t ic a s

a) Aclaraciones previas Las normas básicas que regulan el orden de la cadena ha­ blada latina admiten numerosas “excepciones”. No obstante, di­ chas normas no son simples tendencias “cien veces quebranta­ das en cada página” y, por tanto, sin importancia teórica ni uti­ lidad práctica. Por eso las hemos querido destacar como “nor­ mas” que efectivamente se cumplen. Las excepciones son real­ mente “excepciones” y, por su franca minoría, sirven de con­ firmación a la regla. Para despejar el terreno quisiéramos, ante todo, aclarar al­ gunos malentendidos usuales. Es frecuente que por encontrarse algun(os) término(s) en un orden extraño, el lector se crea que falla toda la ordenación de las palabras; sin embargo, si se presta atención al texto será ygeneralmente fácil comprobar que no todo falla y que muy pocos cambios bastarían para restablecer la normal ordenación. No pocas veces, el lector opera con principios ordenadores inexistentes y no tiene en cuenta los criterios que realmente existen. Por último, bastantes malentendidos son fruto de la nomen­ clatura. Es frecuente hablar del “hipérbaton latino” o desorden ra­ dical de las palabras latinas. Pero como el concepto de hipérba­ ton supone por esencia “transgresión de un orden establecido”, variará el concepto de hipérbaton según lo que cada cual en­ tienda más o menos conscientemente por orden normal. Así, habrá hipérbaton en Iouis templum para quien piense que el orden normal es el románico “templo de Júpiter”; no habrá hi­ pérbaton para quien sepa o crea que el orden normal del latín es “determinante-determinado”. Sin caer en ese error vulgar, la palabra hipérbaton se ha usado desde la antigüedad para designar cuatro o cinco cosas más o menos distintas; sin entrar aquí en detalles que nos pa­ recen ociosos, recordaremos tan sólo dos variedades de hipér-

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baton que realmente tienen importancia para nuestro tema. Con * el autor de la Rhetorica ad Herennium (IV, 32, 44) definimos el hipérbaton, o, con nomenclatura latina, la transgressio: Transgressio est quae uerborum permutat ordinem peruersione (— “in­ versión”) aut transiectione (— “disyunción”) . Por inversión entiéndase la desviación del orden normal al tenor de nuestras tres reglas básicas. El autor de la Rket. ad Herenn. da, este ejemplo: uirtute pro uestra (en lugar de pro uestra uirtute). Por transiectio entiéndase la separación de términos sintác­ ticamente unidos; el autor de la Rhet. ad Herenn. cita como ejemplo: Instabilis in istum plurimum fortuna ualuit; el adje­ tivo instabilis está distanciado del sustantivo fortuna, al que determina. Los autores modernos entienden generalmente por hipérba­ ton una u otra de las dos variedades señaladas, olvidándose de la otra. Y como las dos cosas son muy distintas, sus interpreta­ ciones del orden de palabras son confusas o totalmente equivoca­ das, como luego veremos con algún ejemplo muy concreto. Nosotros procuraremos evitar en adelante el término “hi­ pérbaton”; emplearemos los de “inversión” o “disyunción”, se­ gún convenga al caso. Insistimos en que se trata de dos hechos muy distintos y de muy distinto significado en lo que a la ordenación de las pala­ bras se refiere. Por de pronto, ninguna disyunción como tal se opone a ninguna de las tres normas básicas tantas veces aludidas. En ellas se dice que ciertos elementos de la frase han de ir por delante de otros en la cadena hablada; esta condición se cumple tanto en la secuencia disyuntiva instabilis... fortuna como en la secuencia no-disyuntiva instabilis fortuna. En cambio habría “in­ versión”, tanto en fortuna instabilis (inversión sin disyunción) como en fortuna... instabilis (inversión con disyunción). He aquí una muestra de algunos malentendidos a que hacía­ mos referencia. La tomamos de la Sintaxis de Ernout (1964:i, pá­ ginas 161-163). Este autor dedica un par de páginas al orden de las palabras; en resumen nos dice que hay una “vaga tendencia” a que los elementos determinantes precedan a los determinados. Y añade: “Por lo demás, las indicaciones precedentes tan sólo se aplican a la prosa”. En los poetas, insinúa Ernout, sería vano

207 buscar criterios de orden; y da como modelo de “irregularidad” el siguiente pasaje de la Eneida (I, 193-194): EL ORDEN DE PALABRAS EN L A TÍN CLÁSICO

... (cycnos) Aetheria quos lapsa plaga Iouis ales aperto Turbabat cáelo. “Lapsa —comenta Ernout— está separado de Iouis ales, ae­ theria de plaga, aperto de cáelo”. Es fácil comprobar que este ejemplo “poético” no invalida sino que confirma la exactitud de la regla según la cual el determi­ nante precede al determinado; de las siete palabras que —¡por la disyunción!— desconciertan a Ernout, cuatro (aetheria, lapsa, Iouis, aperto) son determinantes, y, como tales, preceden "(con o sin disyunción) a los elementos respectivamente determinados por ellas. ¿No hay en esto ya un importante criterio de orden respetado por el poeta? Nosotros señalaríamos como fuera de su sitio, no las siete palabras que comenta Ernout, sino las dos que a él no le llaman la atención, a saber: el relativo quos (que nor­ malmente encabeza la oración) y el verbo (que normalmente de­ biera cerrar la frase). La impresión de orden o desorden depende de la perspectiva que adoptemos. b) Desviaciones libres: sus límites I. 1) Cuando queda a salvo el orden formulado en las tres reglan básicas, es decir, en otros términos, cuando no hay “in­ versión”, las posibles disyunciones pueden alcanzar dimensiones máximas. 2) Y viceversa, cuando se produce la anomalía de la inver­ sión, el posible efecto multiplicador de la disyunción ha de ser muy reducido o nulo. II. Fijémonos en las inversiones y disyunciones que afectan a la regla tercera (preposiciones, elementos subordinantes y coordinantes), donde precisamente los hechos son más patentes. Preposiciones. — 1) Con tal que la preposición vaya por delante de su régimen, es normal la disyunción y caben disyun­

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ciones máximas. He aquí una serie de ejemplos, que cualquier lector podría ampliar indefinidamente: Virg., Georg., I, 345: nonas circum felix eat hostia fruges. Prop., I, 18, 7: felices inter numerabar amantes. Catulo, 17, 5: bonus ex tua pons libídine fiat. Ovidio, Fast., V, 12, 551: nitor ad ipse suos cáelo descendit honores. Hor., Sat., I, 3, 69-70: amicus dulcís... cum. mea compenset uitiis bona. Obsérvese cómo los poetas multiplican los efectos disyunti­ vos, ya que a la disyunción preposición-régimen que ahora co­ mentamos, se superpone en la mayoría de los ejemplos citados una nueva disyunción, la del adjetivo-sustantivo. Las disyunciones amplias no son exclusivas del lenguaje poé­ tico: Cic., de off., II, 27: post uero Sullae uietoriam. Val. Max, IV, 4, 3: In C. uero Fabricii et Q. Aemilii Papir principum sasculi. domibus argentum fuisse confitear oportet. 2) En cambio, si se da la anomalía de la inversión (anás­ trofe) , difícilmente se añadirá la disyunción, y en todo caso ésta ha de ser mínima: anástrofes como haec inter, gente sub Hectorea, Hice sub nigra, etc., nos son relativamente familiares, aun­ que sentidas como figura retórica. Pero ya son llamativas rarezas las disyunciones, por leves que sean, añadidas a la anástrofe: Lucrecio, 7, 718: quam, fluitans circum. Hor., Sat., I, 3, 6 8 : uitis nemo sine nascitur. II, 3, 40: ¿manos qui inter uereare insanus haberi. Virg., En., XI, 816: ossa sed inter. Elementos subordinantes y coordinantes. — 1) Es de lo más normal que una oración subordinada empiece con la conjunción de subordinación (o pronombre relativo) y concluya con el verbo, sea cual fuere la distancia que medie entre ambos términos.

E L ORDEN DE PALABRAS E N LA TÍN CLÁSICO

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Véanse los variados ejemplos que aparecen en el texto siguiente (ut... habeatis, si... delectemini, si... uelitis, si uultis): (populus R.) clamat permittitque uobis ut, si istis hominibus delectemini, si ex eo splendorem ordini atque ornamentum curiae constituere uelitis, habeatis sane istum uobiscum senatorem, etiam de uobis iudicem, si uultis, habeatis (Cic., Verr., 2, 77). 2) Pero la libertad del poeta como la del prosista queda muy limitada cuando a la anomalía de la inversión se pretenda añadir la de la disyunción. Incluso en poesía hay que leer muchas pá­ ginas para hallar inversiones como éstas: Lucrecio, III, 1.065: tetigit cum limina uillae. VI, 841: rarescit quia térra calore. Hor., Sat., I, 3, 114: diuidit ut bona. I, 4, 32; ampliet ut re'm. Si a la inversión se suma la disyunción, ésta ha de ser muy moderada: Hor., Sat., I, 2, 116: tument tibi cum inguina. I, 3, 28: Euenit, inquirant uitia ut tua. I, 4, 125: flagret rumore malo cum... Por último, y refiriéndonos a las conjunciones de coordina­ ción, caben inversiones del tipo Virgiliano Turnus et, turribus aut, Veneris nec, etc.; pero no sabríamos dar ejemplos con la añadidura de una disyunción. III. Si ahora nos fijamos en las inversiones y disyunciones que afectan al sintagma predicativo (regla básica 1 .°) y al sin­ tagma determinativo (regla básica 2 .a), aunque con mayor mar­ gen de libertad, los hechos son similares a los que acabamos de ver en el apartado anterior. En el orden normal, es decir si no hay inversión, la distancia que puede mediar ya sea entre el sujeto y su predicado, ya sea entre un determinante y su determinado, puede ser máxima; pero si se produce la anomalía de la inversión, la posible disyun­ ción de los elementos en cuestión sólo puede alcanzar dimensio­ nes moderadas. A cualquier lector le será fácil buscar textos en que el sujeto vaya a más de media docena de líneas por delante de su verbo; en cambio, si el verbo precede al sujeto, la distancia susceptible

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de separarlos no puede alcanzar semejantes proporciones. Nos parece ocioso dar ejemplos que están en la mente de todos. Y lo mismo ocurre con las disyunciones entre un determi­ nante y su determinado, según vayan éstos en su orden normal o anormal. He aquí una notable disyunción (sin inversión) del sintagma Danaum... manu: Iliaci ciñeres et flamma extrema meorum, testor in occasu uestro nec tela nec ullas uitauisse uices, Danaum et, si jata juissent ut caderem, meruisse manu. (Virg., En., 431-434). No sería concebible la misma disyunción en el orden inver­ sivo: manu... Danaum. c) Desviaciones libres: sus motivaciones Si admitimos con los antiguos que toda infracción al ordo rectus es una desviación estilística, se comprenderá fácilmente que no es posible encasillar mecánicamente en “reglas” todas y cada una de las desviaciones estilísticas, es decir las vivencias más personales y no pocas veces irrepetibles que dan lugar a una determinada actuación del escritor en un momento concreto. El efecto y por lo tanto el estudio de una desviación estilística no puede captarse más que en su contexto. Con frecuencia es sufi­ ciente tener a la vista un contexto breve, y con no menor fre­ cuencia se impone la consideración de un contexto amplio. A pesar de estas limitaciones, nos parece útil señalar algunos motivos particularmente frecuentes de las transgressiones uerborum. . Motivaciones expresivas Desplazamiento del verbo. — Para nosotros, como para Quin­ tiliano, “es indudable que toda forma verbal que no cierre frase constituirá un hipérbaton (= «inversión») y este hipérbaton está catalogado entre los tropos y figuras que dan vigor al estilo” (Quint., IX, 4, 26). 1

EL ORDEN DE PALABRAS EN LA TÍN CLÁSICO

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Vemos pues una inversión en las frases impresivas e interro­ gativas, cuyos verbos suelen ir en cabeza, como es bien sabido. La razón de esta inversión nos parece obvia: en dichas frases el verbo es habitualmente la palabra clave, el soporte esencial del mensaje; ello motiva su frecuente desplazamiento hacia la cabeza de la frase: ya sea a la posición inicial absoluta en las oraciones impresivas, ya sea a continuación de la palabra propiamente interrogativa en las oraciones interrogativas. No creemos nece­ sario dar ejemplos. Frecuentemente se da como una ley rígida que las oraciones impresivas e interrogativas han de llevar su verí>o en cabeza. Nosotros queremos insistir en que la inversión no es nunca auto­ mática —como ocurre para ese mismo tipo de frases en las len­ guas románicas— y que si el autor latino quiere subrayar'•enfá­ ticamente en la frase impresiva o interrogativa otro término' que no sea el verbo, deja a éste en su sitio normal: os hominis insignemque impudenüam cognoscite (Cic., Verr., 4, 6 6 ). El acento expresivo está evidentemente en la “cara dura” de Verres. Aun en la modalidad aseverativa cabe desplazar el verbo a la primera posición por diversos motivos. Tácito, por ejemplo, en­ cabeza con el verbo un capítulo (Hist., I, 26) que por lo demás podríamos presentar como modelo de ordo rectus, ya que sobre un centenar de palabras sólo aparecen dos o tres leves desvia­ ciones más: Infecit ea tabes... “Alcanzó este contagio...”. Evi­ dentemente se pretende centrar así la atención sobre la rápida e implacable expansión de un movimiento subversivo que va a pre­ cipitar la caída de Galba. El desplazamiento del predicado sirve ya sea para presentar rápidamente una sucesión de acontecimientos, ya sea para insistir en una peripecia repentina, ya sea para describir una situación imprevista o dramática: Luget senatus, maeret equester ordo, tota ciuitas confecta senio est, squalent munitipia, adflictantur coloniae (Cic., Pro Mil., 20). El verbo en cabeza de frase, dice Marouzeau (L’ordre des mots en latin, 1953, pp. 48 ss.), subraya una peripecia cómica, insiste en el valor de una argumentación oratoria, traduce un movimiento de tropas en un relato histórico, dramatiza una visión poética, etc. En las páginas citadas se dan series de ejemplos. Desplazamientos de los términos determinantes. — A la reía-

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INTRODUCCIÓN A LA SIN TA X IS ESTRUCTURAL DEL LATÍN

ción predicativa, única en cada oración, pueden añadirse variadas relaciones de dependencia gramatical en los sintagmas determi­ nativos. Éstos, formalmente, aparecen, frente al sintagma predi­ cativo, como secundarios, como “complementos”. Ahora bien, si en lugar de considerar la estructura sintáctica, consideramos el contenido semántico del mensaje, puede ocurrir que el dato esen­ cial de la información radique precisamente en un término for­ malmente “complementario”. La lengua latina entonces despla­ zará esos determinantes esenciales para destacar la predicación implícita que contienen. Obsérvese el valor que cobran el abla­ tivo luce y el adjetivo omnia al ocupar respectivamente las posi­ ciones reservadas en principio al sujeto y al verbo: Luce sunt clariora nobis tua consilia omnia (Cic., Cat., 1, 6): “Más claros que la luz del día son para nosotros tus proyectos en su totali­ dad”. Lo que nosotros subrayamos melódicamente en el lenguaje hablado o gráficamente en el lenguaje escrito, el latín lo puede subrayar además mediante el orden de palabras. El adjetivo que sea simple determinante del sustantivo ha de preceder a éste; y el adjetivo en función predicativa ha de cerrar la frase: omnia praeclara rara. En este proverbio todo es sen­ cillo y normal, porque tanto desde el punto de vista formal como desde el punto de vista del contenido, omnia es un claro deter­ minante, y rara un no menos claro predicado. ' Pero pueden surgir dudas en textos como este de Plauto (Poen., 1.111 ss.): earum nutrix qua sit jacie, mi expedí. —Statura hau magna corpore aquilost... Specie uenusta, ore atque oculis pemigris. Aquí interfieren la función predicativa y la función determi­ nativa: formalmente los. cuatro adjetivos en ablativo determinan a (son regidos por) sus respectivos sustantivos; pero, lógicamente, son más que simples determinaciones: son verdaderas predica­ ciones con relación a sus sujetos “lógicos”; a ese carácter “predi­ cativo” obedece la colocación de las palabras en el sintagma formalmente determinativo. Lo mismo ocurre en las definiciones. Cada término de una definición debe ser una nueva predicación, tanto la predicación

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propiamente dicha que enlaza los términos sujeto-predicado, como las subpredicaciones implícitas en los grupos determina­ tivos. De aquí el orden excepcional de las palabras que los tratadistas suelen observar en las definiciones: Misericordia est aegritudo ex miseria alterius iniuria laborantis (Cic., Tuse., 4,18). - Lo propio ocurre también en las llamadas “oraciones de abla­ tivo absoluto”, y en todas las “oraciones participiales” en general. El mero hecho de considerar “oraciones” a estas construcciones (¡sin verbo personal!) inclina a ver entre el sustantivo y el par­ ticipio una relación predicativa, aunque desde el punto de vista formal se trata de un grupo determinante-determinado. Los au­ tores podrán entonces optar por el orden normal de la relación predicativa o por el de la relación de dependencia: Prima luce productis ómnibus copiis, auxiliis in mediam aciem conieótis quid hostes consilii caperent expectabant (César, B. G., 3, 24, T). 2. Motivaciones estéticas Al inagotable capítulo de las desviaciones motivadas por ne­ cesidades expresivas hay que añadir otro no menos importante: el de las desviaciones por motivos estéticos. Nos encontramos aquí con dos series de hechos: a) las alteraciones al orden nor­ mal de las palabras en aras del ritmo y la armonía; b) las altera­ ciones que tienden a adornar el estilo con tropos y figuras re­ tóricas. a) A la ordenación rítmica de las palabras se refieren mil veces los antiguos, sobre todo Cicerón y Quintiliano: cf. Cicerón, Orator, 67; 83; 134 ss.; 187,195-196; 201-202; 219, etc.; de oratore, III, 171; 201; 207, etc.; Quintiliano, VIII, 6 , 62 ss.; IX, 3, 91; 4, 32; 4, 143-144, etc. Ya hemos citado algunos de estos textos en páginas ante­ riores. Especialmente significativo y claro es Quintiliano en VIII, 6 , 62-63: “Con harta frecuencia —dice— el estilo se haría áspero, duro, suelto y desaliñado si se sometieran las palabras al imperativo de la ordenación que propiamente les correspon­ de...; y no hay más remedio, para lograr un estilo armonioso, que acudir a un oportuno cambio en la ordenación de las pa­ labras”. Ahora bien, los antiguos percibían las diferencias cuantita­

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tivas y los efectos producidos por la sucesión periódica de sílabas largas y breves; sabemos que incluso el vulgo analfabeto no perdonaba a un actor que, cansado y medio dormido, había co­ metido un lapsus cuantitativo. El oído era pues un juez siempre a punto e infalible en la apreciación de los efectos fónicos. Nuestro oído moderno no está desgraciadamente en las mis­ mas condiciones. No sentimos la cantidad y sólo indirectamente, gracias a nuestros estudios, podemos deducir el valor cuanti­ tativo de determinados elementos fónicos. Por lo tanto muchas veces nos escapará la razón de ciertas ordenaciones de palabras en aras del ritmo; otras veces si lo­ gramos captarla será tras un estudio paciente y no consultando directamente nuestro oído. Hemos visto antes (p. 24) que Cicerón se limitaba a decir a sus lectores, sin más explicación, que comprobaran cómo las palabras en determinado orden sonaban bien, y en otro orden “todo se echaba a perder”. A nosotros sólo las estadísticas nos descubren lo que debía sonarles bien, regular o mal He aquí un nuevo ejemplo, que debemos una vez más a Ci­ cerón (Orator, 214): temeritas filii comprobauit. Verborum ordinem inmuta, fac sic: comprobauit filii temeritas. Iam nihil erit. Sabemos por las estadísticas de Laurand que nuestro autor busca la cláusula crético-dicoreo y evita el crético-peón 4.°. Ob­ sérvese además que ni siquiera menciona la posible ordenación normal filii temeritas comprobauit, sin duda porque en este caso desaparecería el crético (filii), pie preferido como base de sus cláusulas. Para descubrir la razón de muchas inversiones es aconsejable reponer provisionalmente las palabras en su orden normal y comparar las dos redacciones. Así Cic., Verr., 5, 170: Facinus est uincire ciuem Romanum, scelus uerberare, prope parricidium mecare, quid dicam in crucem tollere? Observamos que hay una excepción al orden normal en uin­ cire ciuem Romanum en lugar de ciuem Romanum uincire; la razón de la inversión parece clara: el orden normal acarrearía una serie de cuatro espondeos seguidos; en cambio, la redacción de Cicerón logra una base crética, seguida de sólo dos espondeos.

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Del mismo tipo es la inversión que hemos encontrado en pro Rab., 21, pro salute communi (cf. supra, p. 24). b) Otro factor decisivo muchas veces en la ordenación de las palabras es el de las figuras retóricas. Oigamos una vez más a Cicerón (Orator, 134-135): “Hay todavía otras figuras que nacen de la colocación de las palabras y que, como focos luminosos, añaden mucho brillo al discurso; se parecen en efecto a aquellas galas que se despliegan con ocasión de las grandes solemnidades en el teatro o en la plaza pública: no son los únicos motivos deco­ rativos de la fiesta, pero sí los que más destacan. Lo mismo ocu­ rre con las figuras de las palabras, que son los focos* luminosos del discurso y en cierto modo sus galas...” (Sigue aquí en el texto la enumeración de las “figuras”). El exámetro Spernitur orator bonus, horridus miles dmatur (Enn., Ann., 269), con una ordenación totalmente inversiva "en el primer hemistiquio y totalmente normal en el segundo, nos ofre­ ce un buen ejemplo de construcción orientada a lograr la insignis exornatio de un triple quiasmo. Las figuras de retórica —sigue diciendo Cicerón— son para el orador “como un bosque” donde puede acudir en busca de materiales inagotables para nutrir su elocuencia; tienen razón, pues, los comentaristas al acudir, ya desde la antigüedad, a ese mismo bosque para explicarse muchas construcciones literarias. § 5. — El orden de palabras como indicio de orientación estilística Los buenos escritores, aun cuando se permiten las más graves y sorprendentes alteraciones del ordo rectus, nunca abusan hasta el punto de oscurecer la norma básica, la invariable pauta que precisamente es indispensable para medir el grado y el arte de una desviación. Las desviaciones están siempre en franca mino­ ría, una minoría que en ningún momento pone en peligro el orden general reinante en la lengua, pero una minoría, por con­ traste, muy llamativa y eficazmente expresiva. Veámoslo estudiando dos textos de notoria irregularidad. 1. Prosa. — Fremant omnes licet, dicam quod sentio: bibliothecas mehercule omnium philosophorum unus mihi uidetur XII

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tabularum libellus, si quis legum fontes et capita uiderit, et auctoritatis pondere et utilitatis ubertate superare (Cic., de orat., I, 195). El principio fremant omnes nos deja ya entrever una afirma­ ción de máxima solemnidad. Luego hay, aparentemente, más arbitrariedad que orden en la construcción del período. Pero una consideración más atenta demuestra lo contrario; para restable­ cer el ordo rectus bastaría trasladar el omnium philosophorum a la cabeza y el mihi uidetur a la cola del período; en suma sólo dos desviaciones, pero ambas de la mayor gravedad. En omnium philosophorum hay simultáneamente inversión y disyunción, ya que, además de ir el grupo pospuesto a su término regente, está separado de él por mehercule; y lo propio ocurre con mihi uide­ tur... superare, donde coincide igualmente con la inversión una disyunción de enormes proporciones. Los efectos que consigue Cicerón son múltiples y en cadena. En primer lugar, al desplazar el verbo de su habitual posición final, logra el autor su cláusula W Ww _ ^ favorita ubertate superare (tipo esse uideatur). Pero es evidente que para conseguir ese fin no necesitaba alejar tanto el verbo de su posición básica final; al llevarlo tan lejos consigue, por añadi­ dura, una llamativa disyunción (unus... libellus) que pone de relieve el unus y el libellus; a estos dos términos aproxima Ci­ cerón el omnium philosophorum traído hábilmente aquí por la inversión y disyunción antes anotada. El efecto se hace ahora pa­ tente: (bibliothecas mehercule) omnium philosophorum tqms... libellus, es decir “¡frente a las bibliotecas de todos los filósofos juntos... un solo... folleto!”. —

2. Poesía. — Las normas no son esencialmente distintas cuando se pasa de la prosa al verso. Según nos enseña Cicerón (Orator, 201-202), por lo que atañe al ritmo, al léxico y a la colo­ cación de las palabras, las directrices son substancialmente las mismas en la oratoria y en la poesía; más que en la naturaleza, la diferencia estriba en el grado de aplicación de los principios a seguir: eadem cum faciamus quae poetae, effugimus tamen in oratione poematis similitudinem... frequentiores sunt et liberiores poetae. Cicerón se planteó varias veces la cuestión de saber qué cri­

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terios distintivos separan la poesía y la prosa. Y su contestación insiste generalmente en los mismos puntos: cum licentiam statuo maiorem esse quam in nobis faciendorum iungendorumque uerborum, tum etiam nonnullorum uoluntate uocibus magis quam rebus inseruiunt (Orator, 66 -68 ). He aquí un texto poético de los más audaces que se pueden citar: malamque pectore expuli tussim non inmerenti quam mihi meus uenter. dum sumptuosas appeto, dedit, cenas (Cat., 44, 7-9). Salta a la vista que el poeta es notoriamente más libre que'el prosista. No obstante volvemos a insistir: aun en los casos más extremos el orden básico ha de predominar sin peligro de oscu­ recimiento. En este famoso texto de Catulo son tres (sobre un total de quince) las palabras desplazadas: tussim, quam, cenas. ¿Qué efectos justifican la extraña disposición? Tratándose de poesía suele prodigarse una respuesta fácil: la de las necesidades métricas. Tal explicación nos parecería válida frente a un vulgar versificador; pero un gran poeta no se conforma nunca, o casi nunca, con rellenar correctamente el esquema métrico. Rara vez saldremos defraudados si reflexionamos sobre las construcciones anómalas para descubrir la intencionalidad del poeta. Aquí el quam produce una disyunción que ya subraya eficazmente el non inmerenti... mihi-, esta primera exornatio incide sobre otra exornatio, a saber la litote non inmerenti (fren­ te al vulgar bene merenti). Con los otros dos desplazamientos nos parece que Catulo buscó para los tres substantivos una disposición que materia­ lizara arquitectónicamente, ad oculos, la relación existente entre tres realidades: la tos, la glotonería, los banquetes. Un intento de traducción que no traicionara demasiado el contenido del original podría ser ésta: expulsé de mi pecho una peligrosa tos; no poco merecida la tenía mi glotonería, por codiciar espléndidos banquetes.

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§ 6. — El orden de palabras como indicio de orientación sintáctica

Si el orden excepcional es siempre un dato del mayor interés para la interpretación estilística, el orden habitual es siempre un útilísimo indicio de orientación sintáctica, ya que permite al lector prever por dónde ha de buscar en principio los términos sintagmáticamente relacionados entre sí. Este indicio llega a ser no pocas veces una indispensable ayuda gracias a la cual la frase latina no se convierte en enigma. Ello ocurre cuando hay sobrecarga de determinaciones suce­ sivas y en cadena. El escritor debe entonces atenerse tanto más estrictamente al orden normal cuanto mayor sea la aludida sobre­ carga, para que el lector no se pierda ni pueda titubear en la interpretación. Así ocurre en el siguiente texto de Valerio Máxi­ mo (I, 6 , 1 1 ): et illae clades... maiores: ...optimae indolis filii cruore paterni respersi oculi, corpus imperatoris inter promiscuas cadauerum strues auium ferarumque laniatibus obiectum “Ma­ yores todavía son los desastres siguientes: ...los ojos de un padre salpicados con la sangre de un hijo de inmejorable carácter, el cuerpo de un general expuesto a la voracidad de las aves y de las fieras entre confusos montones de cadáveres”. Todos los determinantes de oculi están rigurosamente orde­ nados; corpus lleva una determinación única, pospuesta y, como tal, expresiva: “el cuerpo (nada menos que) de un genera/ ex­ puesto a...”; sigue luego un cúmulo de determinaciones al pre­ dicado obiectum todas ellas en estricto orden normal. Es decisivo el orden de palabras cuando un determinante puede aplicarse aparentemente con la misma verosimilitud, ya sea a un término que le precede ya sea a otro que le sigue en la cadena hablada. El problema se presenta dos veces en el breve texto siguiente: Inter eius modi uiros et mulleres adulta aetate filius uersabatur, ut eum, etiam si natura a parentis similitudine abriperet, consuetudo tamen ac disciplina patris similem esse cogeret (Cic., Verr., 5, 30). adulta aetate: ¿determina a uiros et mulieres o a filius? patris ¿depende de disciplina o de similem?

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Los que llevamos ya largos años formando parte de tribuna­ les examinadores sabemos con qué frecuencia caen en la trampa nuestros estudiantes e incluso nuestros candidatos a cátedras. Pero el orden normal de las palabras nos lleva sin titubeos a la debida interpretación: “Entre hombres y mujeres de tal calaña se hallaba su hijo ya adulto, de modo que, incluso si la natura­ leza no lo arrastrara a parecerse a su padre, la costumbre en todo caso y la educación recibida lo forzaran a parecérsele”. § 7. — Conclusión



No hemos pretendido, en un simple artículo, estudiar exhaus­ tivamente el complicado problema del orden de palabras en la­ tín; hemos tenido presente tan sólo el período clásico, sin referir­ nos a la posterior evolución que apunta ya al orden románico. Sin embargo, las cuestiones tratadas nos parecen del mayor in­ terés teórico y práctico. Muchas de las ideas expuestas son ex­ clusivamente nuestras; otras, sin ser originales, eran ya letra muerta para varias generaciones. Pensamos que merecían sacarse del olvido y que la consideración del orden de palabras debe ocupar un primer plano en nuestra enseñanza del latín y en nuestro contacto con sus textos.

APÉNDICE 1 N o v a m o s a a ñ a d ir en e ste a p é n d ic e n a d a su sta n c ia lm e n te n u ev o re sp ecto a lo q u e q u e d a dich o en el ca p ítu lo . P e ro s í q u e re m o s d a r n u e v a s p e rs p e c tiv a s a la m ism a d o ctrin a y, so b re todo, p la s m a r la en ilu stra tiv o s gráfico s. É s to s p o n d rá n d e m a n ifiesto con c la rid a d m e­ rid ia n a el o rd en re in a n te tan to en el p lan o in te rio r y a b stra c to de la e stru c tu ra sin tá c tic a com o en el p lan o ex te rn o de la c a d en a e scrita . E l o rd en d e la c a d en a e sc r ita e s lin eal, u n id im e n sio n a l e ir r e v e r ­ sib le com o la lín ea del tiem p o. E n cam b io el o rd e n sin tá c tico -e stru ctu r a l e s p lu rid im e n sio n a l (p u e d e c o m p o rta r ra m ifica cio n e s a p a r tir de un p u n to d a d o ), y, a d e m á s, e s r e v e r sib le : u n a p a la b ra p u e d e e s ta r co n e ctad a con o tra u o tra s q u e, in m ed iata o m e d ia tam e n te , la sig u e n o la p re c e d e n ; p u e d e h a b e r c o n e x io n es h a c ia a d e la n te o h a c ia a trá s, y en tre térm in o s co n tigu o s o d ista n c ia d o s (¡c o n fre cu e n c ia m u y d is ­ ta n c ia d o s!) en la cad en a e sc rita . F r e n te a e sta re a lid a d sin tá c tic a , u n a p a la b ra no p u e d e fo rm a r esla b ó n en el o rd en lin e a l m á s q u e e/ntre dos térm in o s co n tigu o s (el p re c e d e n te y el sig u ie n te ). P e ro , a p e sa r d e e sta s a n tin o m ias, lo cierto e s q u e o rd en lin ea l y ord en sin tá c tic o -e stru c tu ra l, le jo s de in te r fe r ir s e y e n tra r en con ­ flicto, a n d a n n o rm alm e n te co o rd in a d o s: a m b o s se b a sa n en el m ism o p rin cip io o rd en ad o r. 1. Y , p a r a ilu stra r la cu estió n , o b se rv e m o s cóm o ju e g a n d o s p a ­ la b ra s d e la m á x im a a c tu a lid a d p o lítica: en lo s p a íse s la tin o s h a b la ­ m os de la O T A N p a r a r e fe rirn o s a l m ism o tra ta d o q u e en los p a íse s a n g lo sa jo n e s se llam a N A T O . N A T O y O T A N se co rre sp o n d en com o tra d u c c ió n in te rlin g u a l en d o s á r e a s lin g ü ístic a s d istin ta s.

1. Este apéndice es parte de un artículo que, baio el título de “Método audio­ visual en la enseñanza del Latín”, publicamos en Revista de Bachillerato, Cuaderno Monográfico 6, sobre Leng-uas Clásicas, 1980.

221

APÉN DICE 2.

A m b a s á r e a s co in cid en a l a n a liz a r s u s r e sp e c tiv a s sig la s: O (rgan izació n )

I

(d e l)

T (ra ta d o )

(d e l)

A (tlán tico)

I

N (o rte) P a r a a m b a s e stá p e rfe c ta m e n te c la ra la je r a r q u ía sin tá c tic a : cad a térm in o rig e a l q u e tie n e b a jo su d ep en d en cia. L o s e sla b o n e s in term e­ d io s so n a la vez r e g id o s (con re la c ió n a l q u e tien en en cim a ) y re g e n ­ te s (con re la c ió n a l q u e tie n e n d e b a jo ). 3. L a co m p ren sió n d e la sig la e s in sta n tán e a , a te m p o ra l: la m enteca p ta el se n tid o d e la to ta lid a d en u n p re se n te p síq u ico , com o su ce d e con c u a lq u ie r a o ració n p o r la r g a q u e se a : el o y en te v a re g istra n d o en su m e m o ria lo s d a to s su c e siv o s d e la ca d e n a h a b la d a (o e sc rita ) y, a l o rg a n iz a rlo s lu e go sin tá c tic a m e n te con s u s d e b id a s co n exion es en la u n id a d sin tá c tic a su p e rio r, su r g e la co m p ren sión . ¿Q u ié n no re c u e rd a s u s e x p e r ie n c ia s de tra d u c to r p rin cip ia n te ? ¡C u á n ta s v e c e s, d an d o v u e lta s y v u e lta s a u n a fr a se en la q u e n ad a v e ía m o s cla ro , de p ro n to tod o se h a c ía lu z p a r a n u e stra m en te in­ q u ie ta ! L o g r á b a m o s la sín te sis ta n afa n o sa m e n te b u sc a d a , y a sí p a ­ sá b a m o s in sta n tán e a m e n te de la o b sc u rid a d m á s co m p leta a la c la ri­ d ad m á s m e rid ia n a . X

Y

V a m o s a c o n v e n ir q u e la re p re se n ta c ió n v e rtic a l O

I I A I N T

a lu d e a la sín te sis a te m p o ra l e in sta n tá n e a q u e se p ro d u c e en u n pu n to de la lín e a te m p o ral X Y . 5. A h o ra bien , si h e m o s d e co n ce b ir el ord en sin táctico -e stru ctu r a l com o in stan tán eo y a te m p o ra l, el hecho es q u e la em isió n (p o r

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IN TROD UCCIÓN A LA S IN T A X IS ESTR U C TU R A L DEL LATIN

p a r te del h ab lan te) y la re cep ció n (p o r p a r te d el oy en te) no p u e d e n e fe c tu a rse , sino p o r u n id a d e s su c e siv a s y situ a d a s en la lín ea tem p o ­ ra l. Y p a r a tra n sp o rta r la s u n id a d e s sin tá c tic o -e stru c tu ra le s a la s e ­ cu en cia lin eal, son d o s la s op cion es q u e se n o s o frecen : e m p e z a r p o r el ex tre m o in ferio r de la je r a r q u ía e s tr u c tu r a l o p o r su e x tre m o su ­ p e rio r (v é a se lá m in a 1: el e sq u e m a N A T O T A N ). L a s le n g u a s a n g lo sa jo n a s em p iezan p o r el ex trem o in fe rio r de la je r a r q u ía e stru c tu ra l. L a s le n g u a s n e o la tin a s em p iezan p o r el e x tr e ­ m o su p erio r. C u rio sam e n te el la tín no e s u n a le n g u a O T A N , com o la s n e o la ti­ n as, sino N A T O , com o la s a n g lo sa jo n a s. L a s le n g u a s del tip o N A T O se den o m in an le n g u a s (p o r­ q u e su ca d e n a h a b la d a a rra n c a d e la p e r ife r ia h a c ia el ce n tro ) o (p o rq u e v a n d e l n iv e l in ferio r d e la je r a r q u ía e s tru c tu ra l a su n iv e l s u p e r io r ); y, v ic e v e rsa , la s le n g u a s d e l tip o O T A N s e d e n o ­ m in an o

centrípetas

cendentes centrífugas descendentes.

as­

N O T A : L a an tin o m ia de la a te m p o ra lid a d d el o rd en e s tru c tu ra l y la tem p o ralid ad d e l o rd en lin ea l n os e stá im p u e sta p o r la n a tu r a ­ leza. N u e str a fisio lo gía n o d isp o n e de u n a p a ra to e m iso r de so n id o s sim u ltá n e o s com o el p ian o ; este in stru m en to p u e d e p ro d u c ir a co rd e s, p ero el ca n to r no p u e d e e m itir la s m ism a s n o tas, sin o su ce siv a m e n te , y a se a su bien do, y a b a ja n d o la e sc a la : “ d o-m i-sol-do” , o “ do-solm i-do” .

Radiografía sintáctico-estructural de algunos períodos clásicos V a m o s a o b se rv a r: a) C óm o, an te la sim p le m ira d a de un

grá­ fico, se p u e d e c o m p ro b a r la re g u la rid a d d e l ord en re in a n te en la co lo cación de la s p a la b r a s la tin a s; b) cóm o la s e s c a sa s d e sv ia c io n e s d e l o rd en n orm al re fle ja n e v id en tes m a tic e s e stilístic o s; cóm o la d isp o sició n de lo s m ie m b ro s en sa b io s p e río d o s p u e d e n r e t r a ta r c ie r ta s fa c e ta s e stilístic a s d e s u s a u to re s. H e a q u í los te x to s q u e v am o s a ilu str a r en la s a d ju n ta s lá m in a s:

c)

oculos

ad

1. Non (1) iudicis (2) solum (3) seueritatem (4) in hoc (5) crimine (6) sed prope (7) inimici (8) atque accusatoris (9) uim (10) suscipere (11) d e­ bes (12). (Cic. Verr. II, IV, 69.) (ORDEN: 1 0 0 # .) D ebes asum ir en esta inculpación no sólo la severidad de un ju ez sino la energía de un enem igo casi personal y de un acusador.

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2. Tu (1) istis (2) faucibu s (3), istis (4) lateribus (5), ista ( 6) gladiatoria (7) totius (8) corporis (9) firm itate (10), tantum (11) uini (12) in Hippiae (13) nuptiis (14) exh auseras (15) ut tibi (16) necesse esset (17) in populi (18) Rom ani (19) conspectu (20) uom ere (21) postridie (22). (Quint. I. O. IX , 4, 30; Cic. Phil. II, 63.) (22 + 3 = 25. D E SV IA C IO N E S: 2; ORD EN : 92 %.) Tú, con esas tragaderas, con esos pulmones, con toda esa robustez fí­ sica de un gladiador, habías engullido tanto vino en la boda de H ippias que te viste en la necesidad de vom itarlo al día siguiente en presencia d sl pueblo. 3. (M agnae Britanorum m an us) multitudine (1) nauium (2) perterritae (3), quae (4) cum annotinis (5) priuatisque ( 6) qu as (7) su i ( 8) q u is­ que (9) commodi (10) cau sa (11) fecerat (12) am plius (13) octingentae (14) uno (15) erant uisae (16) tem pore (17) a littore (18) discesserant (19). (C ésar, B. G. V, 8.) (19 + 2 = 21. D E SV IA C IO N E S: 2; O RD EN: 91 %.) (L as grandes m anadas de británicos) se habían retirado del litoral a t e ­ rrad as ante la m asa de em barcaciones, que, entre las del año anterior y las p articu lares que cada cual se había construido por personal interés, ei'taban sim ultánem ente a la vista en núm ero superior a las 800. 4. H is (1) rebus (2) gestis (3), Labieno (4) in continenti (5) cum tribus ( 6) legionibus (7) et equitum ( 8) m ilibus (9) duobus (10) relicto (11), ut portus (12) tueretur (13) et rem (14) frum entariam (15) prouideret (16), quaeque (17) in G allia (18) geren tur (19) cognosceret ( 20) consiliuvique (21) pro tempore (22) et pro re (23) caperet (24), ipse (25) cum quinqué (26) legionibus (27) et p ari (28) num ero (29) equitum (30) quem (31) in continenti (32) reliquerat (33), ad solts (34) occasum (35) ñ aues (36) soluit (37). (C ésar, B. G. V, 8.) (37 + 1 5 = 52. D E SV IA C IO ­ N E S: 2; O RD EN : 96,2 %.) 5. E st ridiculum (1) ad ea (2) quae (3) habem us (4) nihil (5) dicere ( 6) quaerere (7) quae ( 8) habere (9) non ( 10) possum us (11) et de hominum (12) m em oria (13) tacere (14), litterarum (15) m emoriam (16) tare (17), et cum habeas (18) am plissim i (19) uiri (20) religionem (21), intcgerrim i (22) m unicipii (23) iusiurandum (24) fidem que (25), ea (26) quae (27) deprauari (28) nullo (29) modo (30) possunt (31) repudiare (32), tabulas (33), quas (34) idem (35) dicis (36) solere (37) corrum pi (38), desiderare (39). (Cic. Pro Arch. IV, 8.) (39 + 6 = 45. D E SV IA C IO N E S: 3: O RD EN : 93,4% .) E s ridículo, por una parte, no m encionar lo que tenem os a mano, b u s­ car en cam bio pruebas que no se hallan a nuestro alcance; por otra parta, silenciar el testim onio de las personas físicas y reclam ar en cam bio los testim onios literarios, y, cuando cuentas con la sagrad a garantía de un p e r­ sonaje de la m ayor - solvencia, con el juram ento y lealtad de un m unici­ pio sum am ente - intachable, rechazar lo que de ningún modo puede fal-

floqi-

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se a rse y reclam ar los registros, de los que tam bién tú reconoces la s ha-^ bituaies adulteraciones. 6. Tácito, Hist. I, 5: M iles u rbanus longo C aesaru m sacram ento im butus et ad destituendum Neronem arte m agis et im pulsu quam su o inge­ nio traductus, postquam ñeque dari donatiuum sub nomine G albae p ro niissum ñeque m agnis m eritis ac praem iis eundem in pace quem in bello locum praeuentam que gratiam intellegit apud principem a legionibus factura, pronus ad nouas re s scelere insuper N ym phidii Sab in i praefecti im perium sibi molientis agitatu r. L a guarnición urbana, adoctrinada por el largo juram ento -d e-lealtad a favor de los Césares, fue inducida a destituir a Nerón m ás p o r im pul­ so-ajeno que por su propio carácter; cuando hubo comprendido que ni se le entregaba el donativo prom etido en nombre de G alba, ni había en la paz la m ism a oportunidad que en la gu erra p ara im portantes m éritos y recom pensas, y que se le habían adelantado en el favor del princeps las legiones que lo habían entronizado, propensa (ya) a la revuelta, estaba, adem ás, movida por la crim inal-m anipulación del prefecto Ninfidio S a ­ bino, que m aniobraba p ara hacerse con el poder. NOTA: E ste último texto de Tácito y su traducción requerirían un amplio comentario. D igam os tan sólo que su unidad orgánica se pone de manifiesto en el gráfico; no se refleja en n uestra traducción: incapaces de construir erí nuestra propia lengua un período sim ilar, hem os desd o­ blado la unidad del original en dos unidades menores. L a traducción no sirve, pues, p ara dar a entender la construcción gram atical del texto tra ­ ducido; éste solo se entiende a través del gráfico.

L ám in a s 1 y 2: R egularidad del orden de palabras. Lám ina 1 (a y b). 1. Ponem os a las palab ras el número que, conse­ cutivam ente, les corresponde en la secuencia escrita; no asignam os n ú ­ mero ni a la s preposiciones ni a las conjunciones, pues consideram os una sola unidad el sintagm a “ preposición -f- su stan tivo” y sólo ponemos n ú ­ mero al sustantivo; análogam ente, la conjunción coordinante form a unidad con el elemento coordinado por ella, y (aunque aquí no hay ninguna) la conjunción subordinante con su verbo. A sí p ues el núm. 6 vale p ara in crim ine; el núm. 9, para atqu e accusatoris. 2. A nalizarem os luego el texto a la m anera tradicional: Toda la vida, al analizar, nos hemos expresado en térm inos como los siguientes: “ tal p alabra rige a tal otra” , o viceversa, “ tal palabra está r e ­ gida por” , o “subordinada a ...” , o “ depende de tal otra” . A hora bien “ regir” significa “m an dar” , “ser su p erior” o “estar por encim a” ; y “ depender” significa etim ológicam ente “ colgar de” cf. latín dependere) ; p or lo tanto todos los térm inos “dependientes” o “subordinados” se los “ colgarem os” verticalm ente al término del que “ dependen” , o, desde la perspectiva in­ versa, al término que los “ rige” . A sí representarem os el gran conjunto

Lámina

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de las conexiones verticales y establecerem os la je rarq u ía de su s conexio­ nes en la oración estudiada. N aturalm ente, cuando varios términos dependen del mismo regente, la verticalidad habrá de ceder a- la oblicuidad, ya que desde un punto único, A., no podrá caer en vertical m ás que una línea única: A. ■

I

B Si del término A depende no sálo B, sino igualm ente C, D, etc., el e s ­ quema visual p asará necesariam ente a representarse en form a de haz:

B

C

D

Entre la gran m asa de conexiones verticales, pueden presentarse tam ­ bién determ inadas conexiones horizontales: ello ocurre cuando un m iem ­ bro cualquiera de la organización jerárqu ica se desdobla m ediante la coor­ dinación (aunque sea en la form a elem ental de la yuxtaposición o aposi­ ción) ; en los gráficos recogem os horizontalmente, con “ llaves” esos e le­ mentos desdoblados y hom ofuncionales, a los que corresponde el mismo nivel jerárqu ico en la estructura sintáctica. 3. Una vez levantado así el plano de la red estructural, quedan visv?Imente conectadas todas las palabras, ordenadas jerárquicam ente según la función que a cada una le corresponde desem peñar. Por último, transportam os sobre el gráfico, junto a cada p alabra, el número de orden que le corresponde en la secuencia lineal. A hora bien, si se recorren las series num éricas a lo largo de cada hilo do la red, salta a la vista que tales series num éricas quedan “ orden adas” : ordenadas de menor a m ayor o de m ayor a menor, según se recorran las líneas de abajo hacia arriba o de arriba hacia ab ajo: cf. 1, 3, 11, 12; 2, 4, 11 , 12 ; y a sí sucesivam ente, sin ningún fallo. Nosotros ya habíam os descubierto la regularidad del orden de p a la ­ bras en la cadena hablada latina; ya explicábam os en nuestras clases las norm as de la colocación de esas palab ras tal como después las form ulam os en n uestra Sintaxis; pero, cuando un día, hace unos 15 años, ante un g rá ­ fico de la red estructural, se nos ocurrió colocar junto a cada p alabra el número que consecutivam ente le correspondía en la secuencia lineal, nos quedam os asom brados al saltarn os a la vista que tam bién en la red estru c­ tural quedaban las palab ras “ ordenadas” al tenor de los mism os índices num éricos que les correspondían en la secuencia lineal. Pronto vim os la razón de la sorprendente coincidencia; si nos fijamos en el esquem a, advertim os que, verticalm en te,------- ------------------------ > (en el orden jerárqu ico), NA TO (en el orden lineal T centrípeto de las lenguas anglosajonas, y la latina) y A OTAN (en el orden lineal de las lenguas neolatinas) N son, en el fondo, una sola y m ism a realidad, aunque vista desde distintas perspectivas.

O

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Tam bién nos hemos referido anteriorm ente a la s antinom ias entre orden lineal y orden estructural. A hora en esta lám ina vem os cómo se salvan sin obstáculo dichas antinom ias y, lejos de interferirse, conjugan perfectam ente su s exigencias a p esa r de su s aparentes incompatibilidades. En ello vem os la confirmación m atem ática de nuestro acierto a l for­ m ular la s norm as que regían el orden de p alabras en la secuencia escrita del latín. 4. V olvam os a la lám ina para anotar todavía algunas observaciones de interés. L a lám ina 1 a, como queda dicho, representa el orden je rárqu ico-estructural, psíquicam ente atem poral. L a lám ina 1 b pretende representar el inicio del giro hacia el orden lineal y tem poral, NATO. Puede com­ probar el lector que, si se com pleta el giro hasta poner en línea horizontal todos los elementos de la frase, o también, si se proyectan todas las p ala ­ bras sobre una m ism a base, se reconstruye exactam ente el texto tal como lo escribió Cicerón. * Podíam os haber dibujado una tercera variante de la m ism a lám ina,'que sería exactam ente la im agen sim étrica de 1 b, y que correspondería al orden lineal OTAN, es decir, al orden español. Y es ahora el momento de dar un prim er consejo de traductor: consejo fundam ental para los alum nos. Éstos, normalmente, deben cam biar el orden NATO del latín al orden O TA N del español, y no conform arse con »>as lam entables y extrañ as traducciones llam adas literales... T ales traduccio­ nes pueden lanzarse alguna vez en clase, como ensayo a modo de im pro­ visación, pero nunca deben aceptarse escritas, para evitar esas deform a­ ciones m entales que tanto tiempo suelen arrastrar nuestros alum nos y que tanto nos cuesta luego enderezar en su s estudios superiores, si es que llegan a ellos .1 Quede, pues, claro que no sólo podemos, sino que debemos, cam biar el orden de las conexiones verticales, pero no podemos ni debem os cam biar el orden de las conexiones horizontales. Cuando una función se desdobla en dos, tres o m ás elementos (cf. los num erosos casos de “ llaves” en las lám inas), dichos elementos d esd ti¿l*& is no se hallan en conexión vertical, es decir, como dependientes unos de otros, sino horizontal; entonces el traductor no puede b arajarlo s a su capricho: han de llevarse traducidos en bloque (y en el orden del original) al sitio que ál bloque le co rres­ ponde en la je rarq u ía de la verticalidad.

1. Los alumnos ingleses o alemanes de latin están en mejores condiciones que los nuestros al encontrarse ya de antemano con un orden de palabras en latín tan próximo a la mentalidad de su propia lengua materna. Hubo una época en que era habitual en nuestra pedagogía oír al profesor dar como consigna una triple ordenanza: ¡Lee, ordena y traduce! Y yo recuerdo a un niño de unos 15 años replicar con tanta ingenuidad como sentido común: “Leer es fácil; pero eso de ordenar —¡ay!— ¡si yo pudiera ordenar, ya lo tendría traducido!” A nuestros latinistas principiantes debemos enseñarles en seguida que la pala­ bras latinas "ya están ordenadas”, pero ordenadas al estilo NATO; no les resultará difícil convertir el orden NATO ep el orden OTAN de su lengua materna.

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Lám ina 2. Hemos dado el texto de la lám ina 1 como m uestra del * orden de palabras en latín, con un '100 por 100 de regularidad. E ste ejem plo sencillo e ilustrativo ciertam ente, lo hem os elegido nosotros. Y p ara que nadie piense que, sin ese ejem pio elegido ad hoc y utilitatis cau sa, no podría dem ostrarse la exactitud de nuestra teoría, volvam os ahora al texto que daba Quintiliano (cf. supra, pág. 200) a su s discípulos p ara enseñarles que una palabra, postridie, no estaba colocada en el sitio que norm alm ente le correspondía (como determ inante del verbo debía precederlo y no se ­ guirlo) . Establecednos el gráfico como lo hicimos en la lám ina 1 a. Si recorrem os luego los hilos de la red, vem os que hay cuatro p ala ­ b ras que no quedan “orden adas” : las que llevan los núm eros 12, 17, 19 y 23. Son, a prim era vista, cuatro excepciones a las norm as esperadas. Hemos m arcado dos de los “ fallo s" con un círculo, y los otros dos con un recuadro (y de modo análogo procederem os en las su cesivas lám inas cuan­ do haya lugar). Con el círculo m arcam os “ fallos” tan sólo aparentes; pues no hay que olvidar que, según dijim os en la sintaxis estructural, existen en latín cier­ tas “ secuencias fijas” , en las que no cabe libertad de elección entre varias posibilidades de ordenar las palabras, por ejem plo, populus Rom anus, res frum entaria, praetor u rbanus, cónsul iterum , cónsul tertium. etc. No es muy crecido el número de “secuencias fijas” en estadística absoluta, pero como se trata siem pre de expresiones m uy u suales, aunque m inoritarias, abultan m ás de lo que representan en el léxico latinoNo podemos decir, al topar con esas expresiones, que el escritor se haya desviado del orden norm al y esperado, y a que es un orden obliga­ torio. Y m arcam os con un recuadro las desviaciones reales, como son el p o s­ tridie que comenta Q uintiliano (núm. 22) y tam bién el núm. 17. En un total de 25 p alab ras (22 con núm. y 3 sin él, por tratarse de p re­ posiciones o conjunciones), hay pues dos desviaciones; el coeficiente de regularidad alcanza el 92 por 100.

L ám in a 3: Orden de p alab ras y estilística. 1. P ara elegir el texto de esta lámina y las siguientes no hem os tenido en cuenta m ás que su extensión y com plejidad, motivo de m últiples y va­ riadas dificultades; todo en estas oraciones serán problem as para inexper­ tos; pero incluso los profesionales nos verem os en algún aprieto, sobre todo a la hora de tradu cirlas en un estilo aceptablem ente satisfactorio. A dem ás, al tratarse de tan sabios períodos, hemos de referirnos a ese estilo tan típicam ente clásico y tratar de caracterizarlo. L o s gráficos, con sus datos objetivos y visuales, nos ayudarán m uy efi­ cazm ente a ilu strar esos textos y resolver cuantos problem as nos planteen. L o s textos 3 y 4 llevan en las lám inas la num eración que les co rres­ ponde en la secuencia lineal, para que así el lector siga com probando la

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regularidad del orden de palabras, regularidad que oscila entre el 90,2 y 96,2 por 100, según los textos. No vamos a seguir insistiendo, después de lo dicho anteriormente. 2. L o que sí querem os es recordar una observación de Quintiliano sobre las desviaciones al orden normal: son, dice, desviaciones intenciona­ das y, por lo tanto, de carácter estilístico. Es, pues, conveniente fijarse en las desviaciones para tra ta r de descubrir los presum ibles m atices estilís­ ticos del texto. No siem pre alcanzarem os éxito seguro, pero vale la pena intentarlo, y, la m ayoría de las veces, darem os con explicaciones convin­ centes. V eam os como m uestra la lám ina 3. Ahí tenemos una oración no de­ m asiado com pleja todavía, pero sí con ciertas sim etrías jnuy clásicas. El conjunto de la oración comprende una principal en la que encaja una prim era subordinada relativa, y luego, dentro de esa relativa, va en cajada una segunda relativa. Tam bién aquí, si proyectam os perpendicu­ larm ente tcdos los elem entos sobre la base, acertam os a reconstruir el texto tal como lo redactó César. L a s dos desviaciones que saltan a la vista son l ° s núm eros 2 y 16. El 2, un genitivo (n auiu m ), como determ inante de multitudine, debía preceder a su regente y no seguirlo, como lo sigue en este texto de C ésar y lo ha de seguir necesariam ente en castellano. C ésar procedió así p ara su b rayar el término nauium. L a s aludidas “ m anadas” de británicos (la palabra m anus está en el contexto inm ediatam ente anterior a nuestra cita), que recorrían su s costas en m isiones de observación, se quedaron “ aterrad as” (p erterritae) “ por la m ultitud” , no de hom bres o guerreros, que parecían las p a la ­ bra llam adas por “ m ultitud” , sino “por la m ultitud de navios” . L a pospo­ sición de nauium en latín corresponde a nuestro subrayado en la tra ­ ducción. El núm. 16 (el verbo) tam bién está ligeram ente desplazado: el orden norm al hubiera sido uno tempore erant uisae (el verbo cerrando f r a s e ); C ésar escribe uno erant uisae tem pore; con ese mínimo desplazam iento el autor logra una expresiva disyunción, un pequeño suspense: uno ...tem­ p ore, “ en un solo” ¿qu é? “ en un solo... instante” , es decir, “ a la vez” o “ al mismo tiem po” . Los británicos, sobre su s costas, tenían la oportunidad de contem plar innum erables em barcaciones, con tal de ir sumando día a día al verlas n avegar ante su litoral; lo extraño y “ aterrad or” fue el espec­ táculo de tal m ultitud de navios “a la vez” .

L á m in a s 4, 5 y 6: C aracterización personal de Cicerón y Tácito. L o s gráficos que presentam os reflejan ciertos rasgos estilísticos que di­ fícilmente captam os en toda su integridad sin dichos esquem as visuales. S e dice del arte clásico que en todas su s m anifestaciones (literatura, pintura, escultura, arquitectura, etc.) es un arte equilibrado, simétrico, arm onioso y proporcionado en todos su s elem entos... T ales características pueden contem plarse en el conjunto de nuestras

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láminas. En cada una de ellas apreciam os una enram ada bastante regular, que nos recuerda, no una vegetación desigual y anárquica, sino un jardín cuidado por esm erada labor de poda. Tam bién se han com parado esos períodos clásicos a soberbios edificios de entre 6 y 9 pisos cuyos p ab ello­ nes form an conjuntos proporcionados en altu ras y volúmenes. Podríam os adm irar en la lám ina 4 el texto de C ésar, con su 96,2 °/< de orden en la colocación de las p alab ras; dejem os no obstante ya de lado “el orden” p ara fijarnos en otros aspectos de la soberbia construcción. Como tantas y tantas veces, un prim er y vu lgar ablativo absoluto (h is rebus gestis) nos sirve de transición a un nuevo capítulo, al parecer, sin p reten sio­ nes. Pero, apenas cruzado el m odesto um bral, ¡qué lujo en el prim er pabellón! E s un segundo ablativo absoluto (L ab ien o... relicto), pero éste no repite ya el ablativo de rutina: es un ablativo absoluto grandioso; abarca él solo m ás del 50 por 100 del llam ativo volum en construido (cf. gráfico). V am os a insistir algo en las lám inas 5 y 6 p ara captar a lo vivo ciertas sustanciales diferencias entre el estilo de Cicerón y el de Tácito. El texto núm. 5 es un típico período ciceroniano, en el que la sim etría y la proporción clásicas alcanzan el summ um de la perfección. Quien m ire la correspondiente lám ina o b serv ará que, desde el centro verbal, arran can dos alas: el ala izquierda com prende 6 elementos em pa­ rejados y coordinados a p ares de bloques: el ala derecha es una p areja m ás y aparte, como un pabellón aislado. L a s 4 p are ja s andan m uy al uní­ sono en su estructura. Im aginem os la desnuda y abstracta red estructural en sus líneas representativas prescindiendo ya de los elementos reales es decir, las palabras así estructurad as: como en un baile de minué, los dos m iem bros de cada p areja aúnan a la peifección el ritmo de su s m ovi­ mientos h asta el m ás mínimo detalle. No sólo hay sim etría en el núm ero y coordinación de elementos funcionales, hay tam bién exacto paralelism o en el plano morfológico y en las oposiciones sem ánticas; cf., por ejem plo (pareja 2) : tacere-flagitare; de m em oria-m em oriam ; hom inum -litterarum . (o p areja 4): religionem -iusiurandum fidem que; uiri-m unicipi; am plissim i-integerrim i. S i ahora pasam os a contem plar el texto de Tácito, vem os un enorme contraste: si el texto de Cicerón nos ha recordado el baile del minué, hemos de añadir, análogam ente, que Tácito nos ofrece el espectáculo de un rock and roll. Brillan aquí por su ausencia el sereno equilibrio, la p ro ­ porcionalidad y la sim etría entre los m iem bros del conjunto.

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H ay una im presionante desproporción entre los dos miem bros que in ­ tegran la oración, el su jeto y el predicado: miles... agitatur. El sujeto se expande en su cesivas ramificaciones: m iles urbanus ... im butus... traductus... pronus... E sta últim a ramificación (m iles... pronus) constituye la gran sorpresa; va precedida de una am plísim a oración tem ­ poral (postquam ...intellegit) y nos im aginam os que, m uy arropado ya el sujeto, el autor, con esa circunstancia tem poral, apunta hacia un p red i­ cado que se está haciendo esperar dem asiado; pero surge, de improviso, la últim a y tardía determ inación del sujeto (m iles... pronus...); esta ram a abraza y envuelve la com pleja oración tem poral antes m encionada y así la incorpora, como a viva fuerza y en volandas, a la m asa del sujeto; en este organism o de 60 p alab ras, m ás de 50 quedan convertidas en la inm en­ sa cabeza del sujeto, a la que se añade, como m inúsculo apéndice, el p e­ queño resto en función predicativa. Estam os, pues, ante una auténtica caricatura, en los antípodos de la proporcionalidad canónica de la escul­ tura clásica. L o típico y sorprendente de Tácito, lo que no cabe im aginarse en-Ciceróp, es el entrecruzam iento en la s líneas de conexión (cf. líneas miles... pronus y agitatur-postquam ... intellegit). L a m aniobra envolvente del sujeto arrastra a la órbita de su propia m asa el cuerpo de su partenaire en el ju ego oracional: ese movimiento envolvente es lo que nos recuerda en Tácito ciertos pasos del violento rock and roll, como la perfecta e im pecable sim etría de las p arejas en el texto de Cicerón nos hacía pensar en un suave minué. Quizá nos hayam os extendido ya dem asiado. En general, cada texto reducido a im agen visu al su gerirá su comentario adecuado. B astan los ejem plos aducidos como m uestras de lo que puede aportar a nuestra p ed a­ gogía la m aterialización de las ideas que tan sólo m anejam os h abitual­ mente en abstracto.

II LOS MODOS VERBALES LATINOS EN ORACIÓN INDEPENDIENTE * § 1 .—■Límites de este estudio Vamos a referirnos aquí exclusivamente a los modos latinos en oración independiente, ya que ahí está el problema fundamen­ tal planteado por los modos verbales. Dejamos para ulterior ocasión los valores derivados de la subordinación, un segundo problema cuya solución depende del primero. § 2 . — Planteamiento del problema de los modos A) 1. Martinet (Éléments de linguistique genérale, 19633, p. 97) habla de una tentación que acecha a todo lingüista: “la de identificar unidades significativas y unidades de primera ar­ ticulación”. “Pero —sigue diciendo Martinet— no hay que ol­ vidar que un rasgo prosódico, como la elevación de la curva melódica que hace de il pleut? una pregunta, combina un sig­ nificante, la elevación de la curva, y un significado, el que se reconoce en francés al monema est-ce que. Hay, por tanto, sig­ nos que no se adaptan a la doble articulación.” 2. Pues bien, todos los autores, en sus interpretaciones de los modos verbales, han sucumbido a la tentación que señala Martinet. Nadie ha distinguido claramente los dos significantes (con sus dos significados correspondientes) que se combinan en cada uno de los siguientes enunciados: * Este capítulo se publicó como artículo independiente en Emérita, Madrid, XXXV (1968), pp. 77-96.

LOS MODOS VERBALES EN ORACION INDEPENDIENTE

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/ uenit./ueniat./ueniret./ / uenit?/ ueniat?/ueniret? / / uenit! / ueniat! / ueniret! / 3. Es, no obstante, evidente que cada enunciado constituye un complejo significativo, una suma de dos elementos, a saber: a) Una unidad de primera articulación (uenit, ueniat, ueni­ ret), es decir, susceptible a) de un primer análisis en varias uni­ dades significativas, como son el lexema, el morfema de modo y el morfema de tiempo y persona; b) de un segundo análisis a nivel de las unidades distintivas: los fonemas que hay en cadá una de las unidades significativas antedichas. b) Cierta curva melódica, según la modalidad de la frase. Así: /ueniat./ — /ueniat/ + /./ /ueniat?/ = /ueniat/ -(- /?/ /ueniat!/ = /ueniat/ -f- /!/ 4. Ahora bien, si al significante /ueniat/ corresponde algún significado, ese significado ha de buscarse en lo que los tres enunciados tienen de común, es decir, ha de buscarse precisa­ mente en ¡ueniat/ y no en los complejos oracionales ¡ueniat./ ueniat? / ueniat!/. 5. Frente a estos axiomas, ¿cuál es la conducta de nuestros gramáticos, tanto antiguos como de última hora? Lo que inva­ riablemente se ha hecho es considerar frases en bloque; y en­ tonces, frente a un /ueniat./ se pone la etiqueta ya sea de “po­ tencial”, ya sea la de “afirmación atenuada”; frente a un /ueniat?/ se nos dice que es o bien un subjuntivo “potencial” o bien un subjuntivo “deliberativo”; frente a un /ueniat!/ se dice “yu­ sivo”, “optativo”, etc. Cayendo siempre en la tentación a que alude Martinet, nues­ tros gramáticos, que ignoran el significante melódico de la frase, atribuyen por derecho propio al desnudo subjuntivo un valor "potencial” o un valor “yusivo”; y, por añadidura, un valor “de­ liberativo”, otro “optativo”, otro “volitivo”, etc. Por este método —que pretende describir todas las posibles bazas del juego, desentendiéndose de las reglas del juego en sí— ponen cada vez más etiquetas a la misma forma “subjuntiva”,

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IN TR O D U C C IÓ N A LA S IN T A X IS E ST R U C T U R A L DEL LA TÍN

acabando uno por no saber ya qué significado corresponde a la forma en sí misma o llegándose a dudar de que tal forma sea, por sí misma, portadora de algún significado constante y precisable. Incluso es ya normal que todos nuestros manuales empiecen el capítulo del subjuntivo (o de los modos en general) proclamando la imposibilidad de fijar la significación “fundamental” de los modos y las inevitables discrepancias que surgen entre los auto­ res al tratar de la “acepción” que corresponde a las variaciones modales del verbo y más concretamente a las variaciones “sub­ juntivas”. B) Frente a este estado de opinión tan general, frente a la afirmación según la cual “sería vano pretender ser.demasiado racional en la descripción del subjuntivo, ese modo que depende esencialmente del dominio de la subjetividad” (C h . Hyart, Les origines du style indirect latin, Bruselas, 1954, p. 69), nosotros pensamos que todo puede aclararse si desglosamos los complejos /uenit./ueniat./ueniret./, etc., en sus elementos constitutivos y si­ tuamos en ejes distintos —como un sistema de coordenadas ma­ temáticas o un sistema de meridianos y paralelos geográficos— los significantes constituidos por las desnudas formas verbales y los significantes melódicos de la frase: E je I N ivel de la form a verbal

Signific_ -ado

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33



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En el eje I aparecen las nociones de “real”, “potencial” e “irreal” que tantas veces se han atribuido a las correspondientes formas verbales. En el eje II tenemos las modalidades de la frase (llamadas también modo (¿?) “aseverativo”, “interrogativo” e “impresivo”) que, desde fuera, inciden sobre el verbo. Intentaremos desarrollar estas ideas en las páginas siguientes. Pero ya desde ahora, y ante el esquema propuesto, pueden ha­ cerse ciertas observaciones que nos parecen del mayor interés. C) 1. Las etiquetas de la gramática descriptivá son todas buenas al cincuenta por ciento y deficientes al otro cincuenta por ciento. Se han puesto siempre desde uno de los dos ejes, sin reparar que, en el habla, toda forma verbal representa'jun vértice o cruce de dos conjuntos de nociones que nada tienen de común entre sí. En cada vértice, una forma dada recibe un rasgo de cada eje, sin que estos rasgos pierdan nunca su irreduc­ tible originalidad o se confundan. Y siempre que los gramáticos discrepan o se contradicen, lo que hacen es darnos la verdad total por entregas: una explicación ofrece la perspectiva desde un eje, y la etiqueta discrepante nos da la perspectiva desde el segundo eje. 2. Así, cuando un autor (por ejemplo, Ernout-Thomas, pá­ gina 236) llama a una forma como ¡ueniat?/ subjuntivo “poten­ cial”, se sitúa en el eje I; y, cuando otro autor (o el mismo, cf. Ernout, p. 242) llama al mismo ¡ueniat?/ subjuntivo “deli­ berativo” es porque se sitúa en el eje II; la descripción total sería en ambos casos “potencial - deliberativo”: Quid faciam? “Qué puedo (podría) hacer?”. En la traducción reflejamos el rasgo “potencial” que hay en faciam por el léxico “poder”; y la modulación interrogativa expresa en ambas lenguas la modali­ dad “deliberativa” de la frase. Ha de notarse que el rasgo “potencial” es intrínseco a la va­ riación temática del verbo, y que, en cambio, el rasgo “delibera­ tivo” le viene a faciam de fuera, de la modalidad de la frase; pero como los gramáticos piensan que ambos rasgos son con igual derecho intrínsecamente inherentes a faciam, se sorpren­ den luego al encontrarse con indicativos “deliberativos”, y se creen obligados a explicarnos que “el indicativo puede sustituir

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al subjuntivo deliberativo”: véase Ernout, p. 250, donde se citan estos “indicativos deliberativos”: quid fabulabor? (Plauto, Capt., 535), Dedemus ergo Hannibalem? (Liv., XXI, 10, 11), etc. Puede verse también F. Blatt (Syntaxe latine, 1952, p. 187), quien, tras el epígrafe sobre el subjuntivo que él llama “dubitativo (deli­ berativo) ”, añade en nota que el indicativo constituye “un doble­ te” del subjuntivo “dubitativo (deliberativo)” y cita, como prue­ ba, este ejemplo de Catulo (I, 1): cui dono lepidum nouum libellum? Tal “aclaración” es ociosa, o, mejor dicho, no tiene sen­ tido, como no lo tendría la siguiente explicación fonética: “El fo­ nema d es sonoro, pero' con el fonema sonoro d puede alternar el fonema b”. Lo mismo ocurre cuando otro autor (Bassols, Sint. lat., 1,1956, p. 320), titubeando ante subjuntivos como estos de Cicerón (pro Sestio, 45): restitisses, repugnasses, mortem pugnans oppetisses (= ¡Haber resistido! ¡Haber contraatacado! ¡Haber sucumbido peleando!”), propone dos interpretaciones posibles (“yusivos de pasado” e “irreales de pasado”) o insinúa su preferencia por una de ellas: “Para los latinos, sin embargo, es probable que preva­ leciera la primera interpretación, como lo demuestra el hecho de que se usa la partícula ne propia de las prohibiciones”. En rea­ lidad, la definición total de esos subjuntivos ha de comprender las dos notas: son “yusivos irreales”, “irreales” desde el eje I y “yusivos” desde el eje II. Nos parece innecesario seguir multiplicando los ejemplos. 3. Según se pone de manifiesto en nuestro esquema, los tres términos del eje I pueden alternar en el eje II como “aseverativos”, como “deliberativos” o como “impresivos”. Y tal alter­ nancia en el eje II ni siquiera es exclusiva de las tres variacio­ nes verbales que expresan sucesivamente lo real, lo potencial y lo irreal; puede darse la misma alternancia en términos ajenos a la categoría verbal. Así, hay modalidad “aseverativa” en Aquí. Ahí. Allí. “deliberativa” en ¿Aquí? ¿Ahí? ¿Allí? “impresiva” en ¡Aquí! ¡Ahí! ¡Allí! 4. Las discrepancias y contradicciones de los gramáticos han surgido de la consideración a salto de mata desde uno u otro eje,

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sin percatarse de los dos campos que se superponen en una forma verbal cuando se la saca del paradigma y se la integra en un mensaje real. 5. Hemos de hacer más adelante especial mención de los ar­ tículos que en la revista Emérita publicaron Mariner (XXV [1957], pp. 449-486) y García Calvo (XXVII [1960], pp. 1-47). Estos autores nos han dado una interpretación de los modos ba­ sada en un conjunto único de nociones: el conjunto “real-potencial-irreal” en el trabajo de Mariner, y el conjunto “modalida­ des de la frase” en el de García Calvo. Nuestros cplegas ya no corren, pues, al azar, “a salto de mata”, a la caza de significados en el subjuntivo, ni se apresuran, por lo tanto —como se hacía antes—, a poner etiquetas con afán de recordar proteicos signi­ ficados cogidos al vuelo. La indiscutible superioridad que tienen los dos mencionados artículos sobre cuanto anteriormente se ha­ bía escrito acerca de los modos radica en su visión a perspectiva única, es decir, en su interpretación de los modos según un eje único: nuestro eje I para Mariner, y el eje II para García Calvo. A sus deficiencias hemos de referirnos luego (§ 8 ); pero ya des­ de ahora puede vislumbrarse la raíz de los reparos que pueden formularse o se han formulado ya (cf. Rodríguez Adrados, Evo­ lución y estructura del verbo indoeuropeo, pp. 542 ss.) a sus estu­ dios: es precisamente el ignorar uno u otro de los dos ejes con los que nos parece indispensable operar. §3. — La indispensable consideración de los dos ejes A) En uenit, ueniat, ueniret hay materia para posibles men­ sajes, pero esos signos en sí mismos ni dicen nada de nada ni tratan de influir en voluntades ajenas. Un ueniat, por ejemplo, es un elemento susceptible de inte­ grarse en un mensaje, pero por sí solo no constituye un mensaje ni lógico ni impresivo; lo decisivo para que deje de ser una mera designación verbal es la entonación o modalidad de la frase, es decir, la “actitud” que el hablante tome ante el signo /ueniat/, actitud reflejada en la modulación del /ueniat/. Sólo “la melodía de la frase y el ritmo descubre lo que domina en el alma del hablante” (W. v. Wartburg, Problemas y métodos en la lingüís­

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tica, Madrid, 1951, p. 152). Las diversas modalidades de la frase . corresponden inequívocamente a las diversas owcOéasi; cjjuyife o “modalidades del alma”. Los valores lógicos o impresivos no existen a nivel de la forma verbal —la forma verbal es la misma en /ueniat./, /ueniat?/ o /ueniat!/—, sino únicamente a nivel de la frase y gracias exclu­ sivamente al nuevo significante (la entonación) que modula esas frases ex animo loquentis. Un texto —por ejemplo, publica prodendo tua nequiquam serues (cf. T. Livio, 26, 36, 9)— puede dar lugar a mensajes enteramente distintos según la entonación (o puntuación) que se le ponga; y, desprovisto de toda entonación, carece de todo sentido. B) Hay una radical diferencia entre los significantes y los significados cuando se pasa de un eje al otro. García Calvo (op. cit., p. 5) ha hecho notar que, en el verbo, las variaciones temáticas destinadas a modificar el semantema (número, voz, aspecto, tiempo) o a situarlo respecto a otros (número, voz) pue­ den ser sustituidas por léxico: léxico adverbial en sustitución del tiempo y aspecto; léxico numeral para la variación del nú­ mero; léxico pronominal para las variaciones de la persona y de la voz; pero, añade García Calvo, no cabe pensar que la varia­ ción modal “pudiera ser reemplazada por la presencia o ausen­ cia de morfema adverbial ninguno”. Nos parece que esta fina intuición de García Calvo ha de rectificarse y completarse del me do siguiente: las variaciones del eje I, uenit, ueniat, ueniret, son perfectamente reemplazables por léxico, como veremos en los párrafos siguientes. Lo que, por lo menos en nuestras lenguas, no es susceptible de sustitución léxica es la variación melódica del eje II, la entonación que el hablante añade a los signos lin­ güísticos normales. Así como el hablante es algo exterior al len­ guaje, la manifestación de ese hablante tampoco tiene la carac­ terística de la doble articulación del lenguaje. C) Los modos al nivel de la morfología (= eje I) pertenecen exclusivamente a la categoría verbal: uenit/ueniat/ueniret¡. En cambió, los modos al nivel de la frase (=: eje II) no son caracte­ rística verbal; pueden recaer sobre cualquier categoría gramati­ cal que se convierta en centro de frase:

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Mañana. ¿Mañana? ¡Mañana! Fuego. ¿Fuego? ¡Fuego!, etc. Naturalmente, ninguna categoría gramatical se presta como el verbo a constituirse en centro de frase y, por tanto, en soporte de la modulación de dicha frase. Ésa es, sin duda, la única razón por la que sólo se haya hablado de “usos lógicos” y “usos impresivos” al estudiar el verbo, y no al estudiar el adverbio, o el adjetivo, o las restantes categorías léxicas. D) Cuando, en el siglo pasado, la gramática histórica intentó reducir a la unidad los “usos del subjuntivo” topó con el irre­ ductible binomio Potencial-Desiderativo. Se suponía que dichas formas subjuntivas debían tener sólo una u otra de esas áos “acepciones” como valor primario, del que derivaría secunda­ riamente el no-primario. El problema ha seguido planteado hasta ' la actualidad: desde Brugmann y Delbrück, los autores se re­ parten en dos bandos numéricamente equilibrados para sostener las dos tesis opuestas, sin que ninguna se haya impuesto defini­ tivamente. El binomio es sencillamente irreductible, y toda reducción choca con la realidad: la realidad es que la nota “potencial” per­ tenece al eje I, es decir, al verbo; y la nota “desiderativo” no pertenece al verbo, sino a la frase (= eje II). Pretender confun­ dir los dos ejes es, en nuestra opinión, condenarse a no entender el juego de los modos. E) Cicerón, explicando lo que es el modo como lugar común en retórica (de mu., 41), dice que hay un modo al nivel de los hechos en sí y un modo al nivel de la intención del agente; por ejemplo, una acción sin testigos puede cambiar radicalmente de significado según haya o no haya mediado intención de ocul­ tar la propia conducta. El comentarista Victorino (C. Halm, Rhetores latini minores, Lipsiae, 1863, p. 225) admira la perspicacia de Cicerón: Modum Cicero diligenter inspexit atque ita definiuit ut nemo umquam. Namque modum in duobus inspiciendum docet, in modo facti et in animo facientis... Y concluye: Similiter omnes modi ex modo facti et ex animo (facientis) inspiciendi sunt

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Paralelamente al factum y al animus facientis del modo como término del lenguaje usual convendría distinguir en el modo como tecnicismo gramatical entre el dictum y el animus lo~ quentis. Tratemos de analizar esas dos caras de los modos. § 4 . — Los modos al nivel de la forma verbal (eje I) A) Generalmente se cree que en pater uenit. pater ueniat\t pater ueniret, se habla siempre de lo mismo: de “la llegada del padre”; pero que las tres formas verbales representan tres “acti­ tudes” diferentes del hablante con relación a esa “llegada del padre”. Se piensa que el indicativo mira hacia el mundo exterior, hacia la realidad circundante; que la acción verbal expresada en indicativo existe fuera del hablante y se refleja en él, como en un espejo, sin que dicho hablante quite ni ponga nada de su co­ secha cuando en un mensaje usa una forma de indicativo. El in­ dicativo es “el modo de la realidad”. Y, viceversa, en el subjuntivo (potencial e irreal) se piensa que las formas verbales no miran hacia la experiencia externa; que las acciones expresadas en estos modos no tienen apoyo en la realidad circundante, sino tan sólo en el mundo interior del hablante. El subjuntivo sería “el modo de la subjetividad”. Las gramáticas latinas más recientes y usuales acogen gusto­ sas la definición de Fr. Thomas (Recherches sur le subjonctif latín, París, 1938, p. xiv): “El subjuntivo... es el contrapeso aproximadamente exacto del indicativo, anunciando subjetiva­ mente lo que éste enuncia objetivamente. Frente al indicativo, modo de lo real, el subjuntivo expresa todo lo que no es dado como real, sino como deseable, querido, posible, eventual, con­ trario a la realidad, indeterminado, incierto, etc.”. B) 1. Frente a esta opinión, la nuestra es que los tres modos personales (indicativo, potencial e irreal) son por igual “objeti­ vos” en cuanto al dictum (y, como diremos en § 5, pc?r igual “sub­ jetivos” ex animo loquentis): los tres miran por igual hacia el

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mundo de la experiencia y realidad que envuelve al hablante. Las tres formas verbales tienen una primera cara que mira hacia las cosas. Las tres formas verbales suponen ante todo un cam­ bio en las experiencias que hemos de transmitir, no un cambio de “nuestra actitud mental” frente a una invariable experien­ cia. En una palabra, lo que cambia al nivel del eje I es el dictum, no el animus loquentis. Afirmar que el hablante acude a usar uenit, ueniat, ueniret, según conciba en su mente la acción verbal, nos parece una fórmula tan poco afortunada como lo sería esta otra: el hablante usa los términos perro, gato, liebre según “la actitud mental” que adopte ante el animal que tiene delante. Más exacto sería decir que la realidad se impone al ha­ blante, y que éste elige entre varias especies de predicados (uenit, uenjit, ueniret) el que corresponda más exactamente a las-varias especies de realidades en que enraíza sus conocimientos.' 2. Las formas uenit, ueniat, ueniret, por esta primera cara que estamos analizando, constituyen tres verbos distintos en derivación léxica y con conjugación específica para cada forma. Decimos “derivación léxica” ya que la función sintáctica bá­ sica (la función predicativa o verbal) no se altera al cambiar en­ tre sí uenit, ueniat, ueniret; cualquiera de las tres formas sirve como núcleo de un mensaje dado: /pater uenit./pater ueniat./ pater ueniret./. Serían igualmente comunes los diversos complementos que pudieran añadirse. No se trata, pues, de una derivación sintáctica del tipo doceo, doctor, doctus, ya que a cada una de estas formas corresponde una función sintáctica radicalmente distinta (respectivamente, verbal, nominal y adjetiva). La variación uenit, ueniat, ueniret es más bien comparable a alguno de los tipos siguientes: latín doctus, doctior, doctissimus (sin alteración de la categoría del adjetivo); español casa, casona, casita (sin salir de la categoría nominal); o incluso series léxicas (sin ligazón derivativa), como aquí, ahí, allí. La diferencia entre uenit, ueniat, ueniret (como entre doctus, doctior, doctissimus, o entre casa, casona, casita, o entre aquí, ahí, allí) es esencialmente semántica y no escapa al gran princi­ pio de Pierce (The Journal of Philosophy, 18, 1946, p. 91), según el cual todo signo lingüístico es susceptible de sustitución por

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otro(s) signo(s) lingüístico(s) que exprese(n) el mismo sentido desarrollado con mayor amplitud: uenit-potest uenire-poterat uenire (es el indicativo “modal” o “indicativo por subjuntivo” de nuestros manuales), como doctus-magis doctus-ualde doctus, como casa-casa grande-casa pe­ queña, como el lugar cercano a mí-el lugar cercano a ti-el lugar alejado de ambos. 3. Este valor semántico de cada una de las tres variaciones verbales nunca desaparece, sea cual fuere el contexto en que se integren: uenit, ueniatt ueniret nunca dejarán de significar, res­ pectivamente, una acción real, posible e irreal; dicho sentido les es inalienable: donde salgan los significantes saldrán los corres­ pondientes significados, como las dos caras indisolublemente uni­ das de todo signo lingüístico. Antes -de entrar en frase, es decir, antes de recibir ninguna tonalidad en la comunicación oral o, lo que es lo mismo, nin­ guna puntuación (/./?/!/) en el lenguaje escrito, las formas ¡pater uenit ¡pater ueniat ¡pater ueniret¡ encierran ya un con­ tenido objetivo (¡un dictum propio y distinto para cada forma!), la materia sobre la que recaerá el mensaje, a saber: 1 ) “el hecho de la llegada del padre”; 2 ) “la posibilidad de la llegada del padre”; 3) “la contra-realidad de la llegada del padre”. En oración no-subordinada, ese significado “real” nunca fal­ tará a las variaciones modales al nivel de la forma, independien­ temente del tipo de oración en que aparezcan. Esta idea destaca luminosamente en el meritísimo artículo de Mariner sobre los modos latinos. También remitimos al mismo artículo para la cuestión de los usos neutros de dichas formas verbales, usos que quedan fuera de nuestra consideración por tratar aquí sólo de los modos en posición independiente. La “actitud” del hablante (¡el animus loquentisl) se manifes­ tará en la “modulación” de esa materia real, es decir, en la mo­ dalidad de la frase; y entonces, el significado básico de los sig­ nificantes se multiplicará por la actitud mental del hablante, se­ gún la tabla expuesta supra, p. 44. 4. Dicha tabla pone de manifiesto cómo varía “la materia de que se trata” (y su significante: la forma verbal) al pasar de una columna vertical a otra columna vertical (eje I) y, a la vez, cómo

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dicha materia (y su significante) permanece inalterable en toda la profundidad de esas columnas verticales. Simultáneamente se ve cómo “la actitud mental” del ha­ blante (y su significante: la entonación) varía al pasar de una franja horizontal a otra franja horizontal (eje II) y, a la vez, cómo dicha actitud mental (y su significante) permanece inalte­ rada en toda la extensión de esas franjas horizontales. Si se nos permite usar terminología y conceptos matemáticos, podemos decir que el juego de los modos es una sencilla “mul­ tiplicación de dos conjuntos”. Al existir tres términos en cada conjunto, resulta ^ue pueden darse tres dicta (eje I) para cada modus dicendi; e, igualmente, tres modi dicendi para cada dictum (eje II). § 5. — Los modos al nivel de la frase (eje 11) A) 1. Si ahora pasamos a considerar el eje II, vemos cómo el conjunto de nociones básicas (real, potencial, irreal) expresa­ das por los modos en su nivel morfológico se multiplican, al nivel de la frase, por un nuevo factor, variable él también; el producto será, por tanto, variable, pero estrictamente definido en cualquier mensaje, si se tiene en cuenta que representa la intersección de dos valores conocidos de las dos variables en cuestión. 2. El n u e v o factor es el hablante. Hasta aquí n o hemos des­ cubierto en uenit, ueniat, ueniret m á s q u e s ig n o s li n g ü ís t ic o s normales: un significante y un significado precisos. Ahora entra en juego un ente extralingüístico, y las variaciones a que dará lugar su intervención no serán reemplazables por signos lin­ güísticos normales. La intervención del Y O -h a b la n te no se mate­ rializa en “palabras”, sino en el significante sui generis que es la modulación de e s a s palabras del e je I, cargadas de referencias al “no-vo”. 3. El eje II está formado por un “conjunto de actitudes mentales”. Si el eje I mira en toda su extensión hacia el mundo exterior, el eje II es el eje de la “subjetividad”: en el eje II están las ontOsaetc 'j/jyf', esto es, “las modalidades del alma”; todo él mira al “Yo” del hablante y distingue tres posturas básicas de ese hablante-frente a lo que él mismo comunica.

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4. Y así como la realidad, la posibilidad o imposibilidad, está fundamentalmente en las cosas, lo que de ningún modo está en las cosas y únicamente en el hablante es /la certeza/la duda/el deseo-voluntad./ Estas tres posturas tienen su peculiar manifes­ tación en la modalidad de la frase, o eje II de los modos. B) 1. La certeza del hablante se manifiesta en la modula­ ción aseverativa: /uenit./ (o/non uenit./). Esta modulación reve­ la una posición de seguridad en la cohesión (o no-cohesión) entre el sujeto y su predicado. La posición de descanso en la seguri­ dad de lo que se afirma se refleja en la posición de descanso (o descenso) de la voz. Creemos útil repetir aquí que todo el eje II —como eje de las actitudes mentales— es subjetivo: en el indicativo-afirmativo no hay una realidad mecánicamente reflejada en el hablante: hay un pronunciamiento consciente y “firme” del hablante frente a la realidad que comunica. La “afirmación” es la certeza del hablante en la cohesión (o no-cohesión) entre sujeto y predicado. Pero una cosa es la “cer­ teza” y otra cosa distinta es la realidad de esa cohesión o nocohesión. Puede existir una efectiva cohesión sin que la mente la haga suya y, por tanto, la “afirme”. Así, por ejemplo, no basta dibujar un triángulo para que todo el mundo, ante el dibujo, pueda “afirmar” que los tres ángulos del triángulo suman dos rectos. Más todavía: ante la misma realidad, varios hablantes pueden tener cada uno “su certeza”, que da lugar a “aseveracio­ nes” distintas y aún diametralmente opuestas; en situaciones idénticas, los individuos o los grupos sociales —como las liebres de la fábula— afirman con la misma seguridad, y muchas veces con no poca pasión, que es un galgo lo que para otros es, indu­ dablemente, un podenco. Si la actitud afirmativa del hablante corresponde adecuada­ mente a la realidad, la certeza se convierte en verdad (adaequatio rei et intellectus, según fórmula aceptada por el tomismo); si no existe tal adecuación, la certeza se convierte en error. Pero el hablante nunca se limita a registrar pasivamente la realidad, sino que se erige siempre en intérprete —fiel o equivocado— de la misma. 2. En /uenit./ueniat./ueniret./ no hay una gradación en la

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subjetividad o “actitud afirmativa del hablante”; lo que varía es el factor I, es decir, la materia u objeto de la afirmación: se afir­ ma sucesivamente la realidad/la posibilidad/la imposibilidad de la llegada. En principio, la seguridad del hablante en su actitud afirmativa es siempre la misma en cada uno de los tres térmi­ nos; y si se pretende “graduar” dicha seguridad, ya no sirve ninguno de los modos verbales; ha de acudirse a determinaciones externas, a formas ajenas a la categoría verbal y aplicables por igual a los tres modos verbales (como también a los adjetivos, o a los sustantivos, o a otra categoría gramatical cualquiera): certe / fortasse uenit. certe / fortasse ueniat. certe / fortasse ueniret. C) Si el hablante tiene presentes los términos de sujeto y predicado, y, por la razón que sea, no está en condiciones de pronunciarse con certeza sobre el enfrentamiento de dichos tér­ minos, surge la duda (la deliberación, el problema); y como todos los problemas, también éste se plantea interrogativamente: uenit? ueniat? ueniret? La actitud de “inseguridad” se refleja en la elevación de la voz: ésta queda en alto, como la decisión entre el sí y el no. Tanto en la modalidad aseverativa como en la modalidad interrogativa, la actitud del hablante, con “su” certeza (o “su” duda, respectivamente) busca la verdad y nada más que la verdad o adaequatio intellectus ad rem. Se trata, pues, de dos actitudes lógicas, cuyo interés se centra exclusivamente en la correcta in­ terpretación del sujeto considerado. D) 1. Muy distinto es el valor de los modos cuando al ha­ blante no le preocupa fundamentalmente el pensamiento desinte­ resado (“la verdad”) y utiliza en cambio el lenguaje como pa­ lanca para conseguir algún fin práctico, para modificar la rea­ lidad a tenor de su voluntad personal. La actitud “pragmática” se revela, como las actitudes lógicas, por una melodía inconfundible, que ni es descendente como la aseverativa, ni ascendente como la interrogativa. La melodía impresiva (desiderativo-yusiva) es llana.

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2. Por no aventurarnos a inventar un nuevo signo de pun­ tuación hemos representado la modalidad yusiva en nuestro es­ quema por el signo /!/, aunque no se nos oculta que, además de no ser del todo adecuado, puede dar lugar a confusiones. Acudimos a ese signo porque, en las ediciones usuales, ya aparece efectivamente —con mayor o menor profusión, según el gusto de los editores— acompañando a la inmensa mayoría de las frases en su modalidad impresiva. Pero tiene el grave inconveniente de hacernos pensar fácil­ mente en las frases “exclamativas”, que también lo llevan. Ahora bien, éstas no entran en el sistema de oposiciones enfrentadas en el conjunto: aseverativas / interrogativas / yusivas. La ex­ clamación no es nuevo término, sino una forma intensiva de la modalidad de la frase, ya sea ésta aseverativa, interrogativa o yusiva. La exclamación es una exageración expresiva de las di­ ferencias que separan a las tres modalidades básicas que, me­ diante la exclamación, se convierten respectivamente en asevera­ ción enérgica / interrogación angustiosa / orden apremiante. 3. La modalidad impresiva enfrenta voluntades: la voluntad del hablante con la voluntad del interlocutor o con voluntades ausentes. Esta orientación del lenguaje da a la comunicación un sentido frecuentemente insospechado desde el puro contenido del nivel léxico. Así, ¡fuego1, en una operación militar significará “haced fuego, disparad”; en cambio, en boca de un ciudadano será nor­ malmente “acudid a apagar el fuego”. Según venimos sosteniendo a nivel del eje I, ninguna forma verbal en indicativo o subjuntivo (ni aun el potencial) es per se e intrínsecamente impresiva; y, viceversa, ninguna forma verbal (ni aun el indicativo o el irreal) es, en principio, incompatible con la modalidad impresiva. Así tenemos un indicativo yusivo en Itis, paratis quam primum arma uiri ( Trag. inc. fr. 34 Ribbeck): “¡Guerreros, vais (y) preparáis cuanto antes las armas!” La in­ equívoca entonación yusiva afecta por igual a los dos indicativos y su “sujeto”, el vocativo uiri. Tenemos una modalidad (desiderativa) en (Vtinam) uiueret /uixisset! Hemos citado antes (p. 46) el ejemplo del pro Sestio en que aparece la modalidad impresiva (yusiva) en irreal de pasado.

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En el irreal impresivo, el hablante toma partido por lo im­ posible, por lo que ya no tiene remedio. Este impresivo (ineficaz) se reduce a un simple deseo irrealizable, o a una vana recrimi­ nación dirigida al oyente. Sin embargo, aunque en principio cualquier forma verbal del eje I puede multiplicarse por cualquier modalidad del eje II, los tres modos formales no se prestan con igual facilidad a entrar en un mensaje impresivo. (Algo así ocurre en otros muchos sec­ tores del lenguaje: por ejemplo, la combinación adjetivo sustan­ tivo no tiene, en principio, limitaciones; pero prácticamente, da­ dos ciertos sustantivos concretos como “leche” o “nieve”, sólo habrá fácilmente ocasión de aplicarles un adjetivo entre todos los que componen el léxico adjetival de los colores.) Lo natural es que los deseos y la voluntad del hablante se sitúen en la zoñ#. de “lo posible”; por tanto, entre uenit, ueniat, ueniret, la desig­ nación de la acción impresiva será, en la inmensa mayoría de los casos, la potencial ueniat (no uenit ni ueniret). En el potencial (equivalente a un puede ser sin descartar el puede no ser) el hablante, pragmáticamente y al dictado de su conveniencia, se decide por el “¡que sea!”, desentendiéndose de la otra cara de la posibilidad. § 6.— El infinitivo A) El infinitivo, al nivel del eje I, se opone al bloque Indicativo-Potencial-Irreal. En los tres modos personales la acción se concibe como “ac­ ción de alguien”, acción del sujeto. La acción real, posible o im­ posible, sólo tiene sentido en función de un sujeto, como soporte de esa realidad, posibilidad o imposibilidad. El infinitivo —como modo impersonal— designa una acción abstraída de todo sujeto, y como existente per se, aislada de su natural soporte. “El infini­ tivo es una conquista de la abstracción”, según dijo Bréal (Essai de sémantique, París, 19247, p. 82). Es, por tanto, un nombre abstracto, un nomen actionis. El infinitivo ni incluye ni excluye la realidad/posibilidad/imposibilidad. Es indiferente a esas no­ ciones. Y precisamente por su valor neutro o indiferente puede apa­

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recer en sustitución de un indicativo, un potencial o un irreal, según veremos en los siguientes ejemplos. Esto, hasta cierto punto, ya se deduce de Szantyr, II, pp. 365-368, y ya lo dijo muy claramente Mariner (Emérita} XXIII [1965], p. 5); incluso lo ha­ bían advertido ya ciertos gramáticos antiguos, que enseñaban hoc uerbum generale esse et pro omni posse acdpi modo uerborum (cf. Prisciano, XVIII, 4 = Keil, Gramm. latini, IV, 224). B) En cuanto al eje II, no hay problema: las modalidades de la frase son siempre las mismas y afectan por igual al infinitivo, a los tres modos personales e incluso a términos ajenos a la categoría verbal, según venimos repitiendo insistentemente a lo largo de estas páginas. Si revisamos, pues, los textos en que aparece un infinitivo in­ dependiente (en el fondo, según explicación definitiva de Krestschmer, Glotta, 2, 1910, pp. 270-287, se trata siempre de oracio­ nes nominales con un nomen actionis como predicado), nos en­ contraremos con los tipos esperados: modalidad “aseverativa”: /uenire./ modalidad “deliberativa”: ¡uenire?/ modalidad “yusiva”: /uenire!/ C) Ejemplos: Tipo /uenire./ Sustituye al indicativo en: TH. inuidere omnes mihi, mordere clanculum: ego flocci pendere... (Terencio, Eun., 410 ss.). Es el llamado “infinitivo histórico”. En oración verbal habría sucesivamente: inuidebant... mordebant... pendebam. Sustituye al subjuntivo (concretamente al irreal) en: Quod ni fecisset, perdere litem (Horacio, Sat., I, 9, 37). En construcción verbal habría perdidisset o perderet. Tipo /uenire?/ Sustituye al indicativo y subjuntivo llamados “deliberativos”: Quid enim? Sedere totos dies in uilla? (Cicerón, Att., XII, 44, 2). En oración verbal habría sedeam o sedebo.

LOS MODOS VERBALES EN ORACION INDEPENDIENTE

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Tipo /uenire!/ Es el llamado infinitiuus imperatiuus (Szantyr, p. 366), del que se citan ejemplos relativamente abundantes en el lenguaje téc­ nico o el conversacional, como ocurre en nuestras lenguas actua­ les con nuestros propios infinitivos; in cubiculum} cum parturient, acus substernendum; cum pepererunt, tollere substramen etrecens aliut subicere (Varr., R. R., III, 9, 8 ). Son posibles estas sustituciones: tollere/ tollatur/ tollito; subicere/ subiciatur/ subicito, exactamente como en castellano: “después del parto reti­ rar/retírese/retirad la mullida y echar/échese/ecljad otra nue­ va”. La entonación vuelve uniformemente yusivas las tres for­ mas verbales. 5 7. — El imperativo A) En resumen, venimos sosteniendo que ninguna forma verbal de las estudiadas basta aquí es en sí misma ni lógica ni impresiva; que el rasgo lógico o impresivo les viene a todas ellas “desde fuera”, desde la modalidad de la frase; que estos rasgos lógicos o impresivos son, por tanto, independientes de las varia­ ciones temáticas verbales, e incluso de la misma categoría verbal en bloque, aunque, como ya quedó advertido, el verbo, en su calidad de centro normal de frase, se presta a encarnar sus mo­ dalidades mejor que cualquier otra categoría; también hemos anotado que, dentro de la categoría verbal, unas formas son más propicias que otras a recibir determinadas modalidades. Pero, en principio, todas las formas verbales estudiadas hasta aquí son comunes a todas las modalidades lógicas o impresivas y, de he­ cho, según hemos visto, aparecen usadas indistintamente con uno u otro valor. B) Al llegar al imperativo todo cambia radicalmente. Desde luego, nada se opondría a que una lengua dispusiera de una for­ ma verbal ad hoc para los usos lógicos y otra forma ad hoc para los usos impresivos; incluso podría disponer, teóricamente, de múltiples formas para las múltiples variantes dentro de las dos modalidades: por ejemplo, una forma yusiva, otra optativa, otra hortativa, otra deprecativa, etc.

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INTRODUCCIÓN A LA SINTAXIS ESTRUCTURAL DEL LATÍN

Ignoramos hasta qué punto se da esa profusión formal de mo-dos, en el panorama lingüístico real. Ateniéndonos exclusiva­ mente al sistema verbal latino, observamos que sólo existe una forma específicamente impresiva: el imperativo. El imperativo no pertenece al sistema de la frase predicativa, en la que no tiene entrada, salvo que se le introduzca mediante el recurso de un inquit; pero en realidad ese inquit aísla al im­ perativo frente a la frase predicativa y lo mantiene en su sitio propio, que es el de la alocución directa e impresiva. Lo mismo que al imperativo le ocurre al nombre en vocativo y a la inter­ jección: tres cotos rigurosamente reservados a la sintaxis expresiva-impresiva. C) La originalidad morfológica del imperativo frente a las restantes variaciones modales es obvia y ha sido frecuentemente señalada. Entre las formas imperativas, unas aparecen como puros radi­ cales sin caracterización de ninguna clase (i, es, ama, age); otras, en cambio, como combinaciones recientes de ese mismo tema con la partícula -to(d), que en nada recuerda las auténticas desi­ nencias personales ni su funcionamiento: -to(d) es un elemento demostrativo y vale indiferentemente para la segunda y la ter­ cera persona. En el primer caso, el imperativo parece la forma más antigua y elemental del verbo; en cambio, sus formas se­ cundarias suelen considerarse como muy recientes: en latín, todavía nos parece alcanzar la etapa en que la lengua busca su creación en varias direcciones. En un mismo texto (CíL í> 401) hallamos, junto a la forma en -tod, otra en -tad, y otra en -tid: proiecitad, fundatid, parentatid. También se ha señalado repetidas veces (cf. Szantyr, pp. 399400) el parentesco entre el imperativo, el vocativo y las inter­ jecciones. Tal vez fuera útil, como ya lo hizo Brugmann (Abrégé..., p. 590), denominar al imperativo “interjección verbal”;, en el mismo sentido podría denominarse al vocativo “interjec­ ción nominal” y reservar, como se viene haciendo, el nombre de interjección a secas para las voces puramente expresivas-impresivas, sin referencia a procesos ni personas externos al hablante. Esto tendría la ventaja de agrupar los elementos impermeables a la función declarativa: todos ellos verdaderas inter-iectiones

LOS MODOS VERBALES EN ORACION INDEPENDIENTE

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en el sentido etimológico de la palabra, es decir, incrustaciones insertadas en el cuerpo de la predicación, pero claramente sepa­ radas de él mediante inequívocas pausas como rígida frontera. D) En consecuencia, el lugar que en nuestro esquema co­ rresponde al,imperativo es el vértice de la columna “potencial” y la franja hprizontal/'impresiva”. El imperativo es una variante morfológica especializada que en sintaxis impresiva alterna con la forma común del “potencial”: ualeas/uale, facías¡fac, etc., según consta ya en los gramáticos latinos antiguos.* § 8 . — Los trabajos de García Calvo y Mariner Como anunciamos antes (p. 47), volvemos ahora brevemente sobre los trabajos de García Calvo y Mariner. A) A García Calvo tenemos que agradecerle el habernos en­ señado a mirar los modos desde la doctrina de? las modalidades de la frase. Pero, deslumbrado sin duda por su auténtico hallaz­ go, ha procedido a una explotación precipitada del mismo, sin reparar que la modalidad de la frase no es el único factor a tener en cuenta en el problema de los modos verbales. Prescindiendo de detalles, García Calvo nos dice sustancial­ mente: a los modos, en oración independiente, corresponden dos funciones radicalmente distintas: a) una función impresiva: ueniat!, “¡que venga!”, y b) una función declarativa o lógica: ueniat, “puede que venga”. Y, como la forma verbal es la misma, hemos de hablar de “un modo con sentido 1 .°” (o impresivo) y “un modo con sen­ tido 2 .°” (o lógico). Parece que a esto no haya nada que objetar. Pero, en todo caso, ahí está no una explicación contundente de los hechos, sino el hiriente problema que los hechos plantean: ¿Cómo puede una misma forma asumir dos valores tan heterogéneos? Eso es lo que habría que explicar. García Calvo lo intenta, sin convencernos en absoluto. Incomprensiblemente, al observar la coincidencia de los dos valores en una forma verbal única, nos dice —en flagrante con­

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INTRODUCCIÓN A LA SINTAXIS ESTRUCTURAL DEL LATÍN

tradicción con los hechos— que los modos (concretamente el subjuntivo y el optativo) sólo tienen en el fondo un valor, el impresivo, del que derivarían secundariamente los usos lógicosSiguen entonces consideraciones cada vez más oscuras sobre los caminos que conducen de lo impresivo a lo lógico... Y el autor nos parece enredarse y enredar al lector entre la dualidad al nivel de la frase y la unidad de la forma, como en un laberinto sin salida. . El autor penetra ya en ese laberinto desde el mismo umbral de su teoría, es decir, en cuanto sienta la premisa de “modos con sentido 1.°” y “modos con sentido 2.°”. La realidad, según hemos visto, es: “Modo(s) único(s) con sentido(s) único(s)” en cada forma verbal sobre la que incide “modalidad de frase l.R/modalidad de frase 2 .“”, es decir, modalidad impresiva/lógica. B) Con nuestro esquema a la vista, puede apreciar el lector que García Calvo, al proyectar los valores variables y externos de la frase sobre la invariable forma verbal, rompe la unidad de esta forma verbal sin posib • dad de recomposición ulterior. Mariner opera exactamente a la inversa: en lugar.de la proyec­ ción horizontal de nuestro eje II sobre la forma verbal, proyecta, verticalmente, nuestro eje I sobre las frases; se fija en la cons­ tante de la forma verbal. Resultado: donde haya un ueniat, hay “potencial”; ueniat./ueniat?/ueniat! son igualmente potenciales, como ueniret./ueniret?/ueniret! son igualmente irreales. Nos parece insuperable el estudio que hace Mariner de los modos verbales al nivel de la forma (= nuestro eje I) y estamos de acuerdo con su amílisis del bloque Real/Potencial/Irreal, aun­ que para nosotros esas nociones no son “actitudes mentales”. Lo que falta en Mariner es la segunda perspectiva, la consi­ deración de nuestro eje II, o nivel de la modalidad de la frase. El rasgo común y uniforme debido a la forma verbal parece velar a los ojos de Mariner toda la variedad de los mensajes según la modalidad de la frase. La perspectiva única desde el eje I no le permite distinguir la diferencia entre usos lógicos e impresivos; de aquí que llame potenciales o irreales a yusivos como ueniat! uenisset! y a desiderativos como utinam ueniat! utinam uenisset! La consideración de Mariner es exacta desde la perspectiva de la desnuda forma verbal; pero Adrados que la critica (Verbo indo­

LOS MODOS VERBALES EN ORACION INDEPENDIENTE

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europeo, pp. 542 ss.) como indicio de confusión entre usos lógicos y usos impresivos, también tiene razón desde la otra perspectiva, la de la modalidad de la frase. § 9. — Conclusión A) Todo el juego de los modos se explica por la fórmula: X MODALIDAD. Los modos verbales están inequívocamente señalados por la morfología verbal, y son distintas designaciones de la acción en correspondencia con las distintas condiciones en que la expe­ riencia nos presenta la acción. Las modalidades de la frase revelan la actitud mental del hablante y no caracterizan intrínsecamente al verbo, sino "a la frase; pero, como el verbo es el centro de la frase, resulta que la modalidad de la frase incide normalmente sobre el verbo. Todo verbo integrado en un mensaje es, pues, un complejo en el que se cruza un modo y una modalidad: las etiquetas habituales de nuestras sintaxis son inadecuadas porque siempre recogen un solo rasgo: unas veces el modo, y otras la modalidad, promiscuamente barajados desde uno u otro de nuestros dos ejes. Todo el confusionismo está sintetizado y consagrado en la cono­ cida definición de los modos que, desde la Lateinische Grammatik (p. 325 de la última edición, la de Szantyr, Munich, 1963), pasó al común de las sintaxis latinas y de otras lenguas: “Los modos son las formas que indican la actitud del hablante en relación con la acción verbal”. Esta fórmula viene a decir que “los modos del verbo son las modalidades de la frase” y resulta, por lo tanto, radicalmente inaceptable. MODO

B) Para terminar, ejemplifiquemos el juego de los modos, aplicando la fórmula m o d o X m o d a l id a d al modo que siempre ofreció mayor dificultad de regulación: el subjuntivo. Factor m o d o : en el subjuntivo hay dos modos formales: po­ tencial e irreal. Factor m o d a l id a d : dos modalidades de frase pueden incidir sobre esos dos modos: una lógica y otra impresiva. Ha de ha­ blarse, pues, de “cuatro usos del subjuntivo”:

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INTRODUCCIÓN A LA SINTAXIS ESTRUCTURAL DEL LATIN

2 modos X 2 modalidades = 4 usos, a saber: un potenciallógico, un potencial-impresivo, un irreal-lógico y un irreal-impresivo. Nosotros optaríamos por no introducir más apartados en una Sintaxis. Ahora bien, caben subdivisiones en la modalidad; así nosotros mismos, a lo largo de este artículo hemos subdividido la modalidad lógica en aseverativa e interrogativa (lo hicimos provisionalmente para recoger los apartados del subjuntivo deli­ berativo, el indicativo deliberativo y el infinitivo indignantis de nuestras Sintaxis usuales). Con esta subdivisión, la fórmula básica m o d o X m o d a l id a d da: 2 modos X 3 modalidades = 6 usos del “subjuntivo” (que figuran en nuestro esquema). Pero, sobre todo, cabe un número ilimitado de subdivisiones en la modalidad impresiva. Dentro de la actuación sobre per­ sonas y cosas, puede distinguirse el yusivo, el prohibitivo, el hortativo, el desiderativo, el votivo, etc. Y, según este número indefinido (n) de modalidades, la fórmula básica m o d o X m o d a l i ­ dad se plantea así: 2 X 71 — 2n usos del “subjuntivo”. Se ve, no obstante, que esta posible complicación no oscurece los usos del “subjuntivo”: multiplica innecesaria e inútilmente las bazas pero sin alterar las reglas —siempre precisas y las mismas— del juego de los modos verbales.

III ESTRUCTURA DEL ESTILO INDIRECTO EN LATÍN Y EN CASTELLANO. PROBLEMAS DE TRADUCCIÓN * § 1. — Introducción El concepto de estilo directo es tan transparente que nunca ha planteado problemas de definición. El estilo indirecto es mucho menos claro y los autores discre­ pan hondamente al intentar definirlo. En un libro bastante ex­ tenso, consagrado todo él al estudio del estilo indirecto latino, se distinguen nada menos que ocho formas de estilo indirecto, sin que tantos distingos hayan contribuido demasiado a clarificar el problema.1 Generalmente se admite como correcta definición del estilo indirecto una fórmula como la siguiente que tomamos de MeilletVendryes: 2 “Se denomina estilo indirecto un tipo sintáctico en el cual las palabras o los pensamientos atribuidos a alguien son transmitidos bajo la forma de oraciones subordinadas a un verbo declarativo expreso o sobreentendido”. (Las negritas son nues­ tras.) Esperamos demostrar que la fórmula no es adecuada para definir el estilo indirecto típicamente latino, aunque sí podría valer para definir (¡lo que es muy distinto!) el “llamado” estilo indirecto del castellano y de otras muchas lenguas (antiguas o modernas). * Este capítulo se publicó como artículo independiente en Revista Española de Lingüística, Madrid, II, n.° 2 (1972), pp. 259-271. 1. Ch. Hyart, Les origines du style indirect latin et son emploi jusqu’á l’époque de César, Bruselas, 1954, pp. 19-23. 2. Traite de grammaire comparée du grec et du latin, París, 1927, § 919.

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INTRODUCCIÓN A LA SINTAXIS ESTRUCTURAL DEL LATÍN

Normalmente, para explicarse el estilo indirecto latino, todos los estudiosos lo han opuesto al estilo directo y han tendido a ‘ acentuar los rasgo» que los separan, sin reparar en aquellos otros no menos esenciales que los aproximan. Por otra parte, todo el campo sintáctico que queda fuera del estilo directo no es uni­ formemente “indirecto”. En nuestra opinión y tratándose del latín, hemos de fijar cla­ ramente no una frontera única, sino dos fronteras: una frente al estilo directo, y otra, no menos importante, frente a la subordi­ nación. Por no reparar suficientemente en esta segunda frontera, se comprende que el estilo indirecto latino se haya definido funda­ mentalmente y ante todo como un tipo de subordinación, como una subordinación máxima: y se comprende igualmente que pue­ da llegarse a extremos como el del antes citado Hyart, que ensancha el concepto de estilo indirecto latino hasta englobar prácticamente toda la subordinación: la llamada interrogación indirecta, las oraciones completivas (con ut, ne, quominus, quin, etcétera), las oraciones de infinitivo, todo esto cae bajo la rúbrica de su estilo indirecto, “noción —dice— que se extiende a todo el ámbito de la subordinación” (cf. passim toda la obra, pero muy especialmente pp. 18-19 y 29-88). §2. — Las fronteras entre el estilo directo, el estilo indirecto y la subordinación Si estudiamos atentamente los hechos podemos comprobar que un mensaje directo cualquiera (impresivo, interrogativo o aseverativo) admite en latín dos posibles transposiciones nodirectas (véase el adjunto esquema en la página siguiente): Lo primero que puede observarse es que la estructura directa y la no-directa II son comunes al latín y al castellano. Basta com­ parar el texto de una lengua y su traducción en la otra para ver que el molde sintáctico es idéntico en ambas. En cambio la es­ tructura no-directa I, por carecer de paralelo castellano, presenta graves problemas de traducción. Por de pronto no hemos aven­ turado en nuestro esquema ninguna traducción; dedicaremos al problema el último apartado del presente capítulo.

ESTRUCTURA DEL ESTILO INDIRECTO MODALIDAD DE LA FRASE

Tipo A: Modalidad impresiva. Tipo B: Modalidad interrogativa. Tipo C: Modalidad aseverativa.

TRANSPOSICIONES NO DIRECTAS

I

II

orabant: AVXn.IUM NOBIS FERTE.

0RA3ANT: AVXILIYM SIBI FERRENT.

ORABANT VT AVXILIVM SIBI FERREN

AFRANIVS: QUIS VENIT?

l o q v it u r

LOQVITUR AFRANIVS: QVIS v e n is s e t / qvem VENISSE?

IBO

AFRANIVS Dixrr: SE ITVRV?/! ESSE.

ESTILO DIRECTO

Suplicaban: ¡Prestadnos ayuda! Habla Afranio: ¿Quién ha venido? AFRANIVS Dixrr: Iré.

259

Afranio dijo:

Suplicaban que les prestaran ayuda.

Suplicaban: ¿ ....................... ?

LOQVITVR AFRANIVS:

quaerit q v is v e n e r jt. Habla Afranio: pregunta que quién ha venido.

Habla Afranio: ¿ ............................... ? Afranio dijo: 6....................?

*

AFRANIVS DIXIT SK ITVRV;,I ESSE.

Afranio dijo que iría.

La dificultad de la referida traducción es ya una buena mues­ tra de la originalidad de dicho tipo sintáctico latino. Y precisa­ mente para ese tipo sintáctico reservaremos nosotros en adelante la denominación de “estilo indirecto latino”: la transposición no-directa II será, para nosotros, sencillamente “subordinación”. Pero en español y en la generalidad de nuestras lenguas eu­ ropeas modernas (e incluso antiguas) suele llamarse “estilo indi­ recto” a la estructura no-directa II, y es natural, ya que no conocen la otra. Sobre este punto y con relación al castellano puede verse el libro de G. Verdín Díaz, Introducción al estilo indirecto libre en español, CSIC, Madrid, 1970. Por último los latinistas que, según dijimos, ensanchan la noción de estilo indirecto hasta englobar más o meDps toda la subordinación, lo que hacen es unificar bajo el mismo concepto y la misma denominación de “estilo indirecto” las dos transpo­ siciones no-directas. Ello entraña un grave riesgo, porque en­ tonces es imposible captar la originalidad del típico estilo indi­ recto latino y se cae inevitablemente en la confusión de dos estructuras sintácticas hondamente diferenciadas, como vamos a ver a continuación.

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IN TR O D U C C IÓ N A LA S IN T A X IS E ST R U C T U R A L DEL LA TÍN

A ) V erbo

in t r o d u c t o r ; pa u sa y pa r tíc u la s su b o r d in a n tes ;

UNIDADES MELÓDICAS

El estilo indirecto latino es un intermedio entre el estilo directo y la subordinación: tiene características comunes con ambos extremos y rasgos específicos que lo hacen inconfundible con ellos. Hay tres series de factores a tener en cuenta aquí: a) Verbo introductor; pausa y partículas subordinantes; unidades meló­ dicas; b) Modalidades de la frase y modos (morfológicos) ver­ bales; y c) transposiciones temporales, pronominales, adjetivales y adverbiales. La primera serie une al estilo directo y al indirecto a la vez que separa a ambos de la subordinación; la segunda serie de factores separa al estilo indirecto del directo y a la vez de la subordinación; y sólo la tercera serie aproxima el estilo indirecto y la subordinación frente al estilo directo. Los factores de la serie a) no pueden considerarse aislada­ mente ya que todos ellos se condicionan recíprocamente. 1. Así, el estilo directo y el indirecto tienen en común la misma pausa entre el verbo introductor y el discurso reprodu­ cido. Hay, por lo tanto, dos unidades melódicas; en cambio, en la subordinación (completiva) desaparece dicha pausa. En su lugar aparece necesariamente, y como relleno, una conjunción; las dos unidades melódicas antes mencionadas se funden en una sola: orabant ut sibi auxilium ferrent tiene la misma curva melódica que orabant auxilium. Podemos fijar estas ideas en el siguiente esquema: E st il o

directo e in d ir e c t o :

D os u n i d a d e s m e l ó d i c a s .

S u b o r d i n a c i ó n : U n a s o la u n i d a d m e l ó d i c a . o r a b a n t u t s ib i a u x i l i u m f e r r e n t .

ESTRUCTURA DEL ESTILO INDIRECTO

261

Ahí tenemos ya una clara frontera entre estilo indirecto y subordinación. 2. Pero los rasgos anteriores arrastran a otros paralelos. El estilo directo y ¿ 1 indirecto admiten ambos por igual: a) una misma variedad de fórmulas introductoras; b) la misma ilimitada extensión y la misma variedad de contenido en el discurso in­ troducido. El discurso directo y el indirecto pueden extenderse sin difi­ cultad a varios capítulos; es un hecho igualmente claro que en el estilo indirecto cabe toda la gama de contenido que puede haber en un discurso directo, a saber: mensajes aseverativos, deliberativos e impresivos. La razón de estos hechos nos parece evidentepuesto que la pausa da una gran independencia al discurso introducido con relación a la expresión introductora, la semántica de esta expre­ sión introductora es poco exigente con lo que haya de seguir después de la pausa. En cambio, en el estilo no-directo subordinado, la estrecha unión entre verbo introductor y su complemento directo excluye la inmensa mayoría de las expresiones introductoras del estilo directo e indirecto y exige, por el contrario, un verbo introductor específico: el verbo decir (o un sinónimo) si ha de seguir una aseveración, el verbo 'preguntar (o un sinónimo) si ha de venir una interrogación, y el verbo mandar (o un sinónimo) si ha de venir una orden. Todos los discursos directos o indirectos que hay en los au­ tores latinos podrían traspasarse al estilo opuesto sin cambiar para nada la expresión introductora; pero si pretendiéramos pa­ sarlos al estilo no-directo subordinado, nos veríamos obligados a cambiar la mayoría de las expresiones introductoras para hacer posible la correspondiente “oración completiva”. En los modelos que damos para las dos estructuras no-directas frente a la única directa, hemos tenido que hacer un esfuerzo para hallar verbos introductores únicos para las tres estructuras (orare y dicere) . Pero lo normal es que no valga el mismo verbo introductor. Ello puede comprobarse en nuestro modelo B), en el que Afranius loquitur admite sin la menor violencia el estilo directo o el indirecto, pero necesita alguna especificación para

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INTRODUCCIÓN A LA SINTAXIS ESTRUCTURAL DEL LATIN

dar paso a la subordinación tanto latina como castellana: Loquitur Afranius quaerens... o: Loquitur Afranius: quaerit... Las mismas causas arrastran todavía estos efectos paralelos. Tras un verbo dado, la subordinación excluye la variedad de contenido: tras un verbo de “decir” sólo caben aseveraciones; tras un verbo de “preguntar” sólo pueden venir interrogacio­ nes, etc. En estas condiciones no es posible “un largo discurso indi­ recto subordinado”; a lo sumo que puede aspirar la subordinación es a un mosaico de “breves discursos indirectos”. Así a un único discurso directo o indirecto propiamente dicho, la subordinación sólo puede responder por fragmentación total: Dijo que... Man­ dó que... Preguntó que... E st il o

d irecto e in d ir e c t o ,

e sq u e m á tic a m e n te:

S ubordinación , e s q u e m á t ic a m e n t e : i corte corte

co rle

C o m p ru é b en se esto s e sq u e m a s en los te x to s citados en p. 73:

C o lu m n as

ita egit ita cgit

pausa

I

B)

II:

ibimus; i reminiscere; i ne despicias; j ... ituros; ¡reminisceretur; ¡ ne despiceret; , ... C o lu m n a

( despiceret.

M odalidades

de la fr a se y modos verbales

En el juego de los modos verbales es donde se ha centrado siempre la atención de los gramáticos para definir el estilo di­

ESTRUCTURA DEL ESTILO INDIRECTO

263

recto frente al indirecto, o, más exactamente, para explicarse “el paso del estilo directo al indirecto”. 1. Nosotros, con el valioso precedente de Mariner,3 antepo­ nemos la modalidad de la frase, ya que el distinto uso de los modos en uno y otro estilo es una lógica consecuencia de las dis­ tintas modalidades que en ellos adopta la frase. En el estilo directo,4 el significante suprasegmental de la en­ tonación basta para hacer inequívoco el contenido de un mensaje sea cual fuere el modo morfológico verbal usado por el hablante. Así pueden darse órdenes no sólo en imperativo o subjuntivo, sino también en infinitivo (el llamado infinitivo yusivo) e indica­ tivo (Itis, paratis quam primum arma, uirit en Trag. inc. fr., 34 Ribbeck); se puede deliberar no sólo en subjuntivo, sino tam­ bién en infinitivo (Nonne uidere...? Lucr., II, 16) e indicativo (el llamado indicativo “deliberativo”); se pueden expresar asevera­ ciones no sólo en indicativo, sino en infinitivo (el infinitivo “his­ tórico”) y en subjuntivo (en las aseveraciones condicionadas como felix sira, si amicum habeam). Ahora bien: en el estilo indirecto desaparece la entonación melódica que distingue un mensaje impresivo de otro aseverativo; y frente a esta indistinción (o neutralización de la modalidad aseverativa/yusiva) sólo subsiste, positivamente marcada, la modalidad interrogativa, con su característica entonación meló­ dica (su puntuación “interrogativa” en la lengua escrita). ¿Cómo se reconocerá entonces en el estilo indirecto la natu­ raleza aseverativa o impresiva del contenido si nada en el verbo introductor (¡que no es específico como en la subordinación!) ni nada en la modalidad de la frase dejan traslucir la naturaleza de ese contenido? La respuesta está en el originalísimo y sencillísimo juego de los modos verbales del estilo indirecto latino. Éste conserva úni­ camente dos modos: el infinitivo para expresar el contenido aseverativo (sea cual fuere el modo verbal usado en el estilo directo), y el subjuntivo, para expresar el contenido impresivo (sea cual fuere el modo en el estilo directo). Y, por último, el estilo indirecto usará cualquiera de sus dos modos en las inte­ 3. Cf. su trabajo “Noción básica de los modos en el estilo indirecto latino”, Emérita, XXXIH (1965), pp. 47-59. 4. Cf. su-pra, pp. 42 ss.

264

INTRODUCCIÓN A LA SINTAXIS ESTRUCTURAL DEL LATIN

rrogaciones, ya que aquí, al subsistir la modalidad específica­ mente interrogativa de la frase, el modo verbal es irrelevante. En su tiempo el gran Riemann (R .P h 7, 1883, pp. 112-131, 164-169) recopiló todas las interrogaciones que pudo hallar en los discursos indirectos latinos en un desesperado intento por dar con la fórmula que explicara el reparto del infinitivo y sub­ juntivo en tales oraciones. Ni él ni sus sucesores han dado con dicha fórmula; nos parece vano seguir buscándola, ya que, por la razón antes apuntada, el modo en las interrogaciones del estilo indirecto es indiferente:

Modo subjuntivo: Ariouistus praedicauit: ...cur in suas possessiones ueniret? (César, B. G., I, 44, 7). Modo infinitivo: Alii aspernari; cur illos ipsos non uenire? (Tito Livio, XXII, 50, 5). 2. Los gramáticos han visto siempre, y con razón, en el juego de los modos la frontera esencial entre el estilo directo y el in­ directo. Pero creemos necesario insistir en un hecho totalmente olvidado: el estilo indirecto, tanto por las modalidades de la frase como por el juego de sus modos no sólo se opone al estilo directo, sino que sigue oponiéndose en igual o mayor medida a la subor­ dinación. La subordinación es de absoluta “monotonía”: una ora­ ción subordinada (completiva) al perder toda clase de autonomía y constituirse en simple complemento de un verbo principal, pierde ipso facto su modalidad. En la interrogación subordinada (quaero quis uenerit) desaparecerá la modalidad interrogativa, cuya existencia acabamos de comprobar en el estilo indirecto. Pero la costumbre de llamar “interrogación indirecta” a la “in­ terrogación subordinada” contribuye no poco a confundir el estilo indirecto con la subordinación normal. En cuanto a las partículas, téngase en cuenta que los dos mo­ dos del estilo indirecto excluyen, como tales, toda partícula subor­ dinante; en su lugar hay fuerte pausa (o puntuación fuerte en la lengua escrita): por lo tanto, los dos modos del estilo indirecto nos parecen formas verbales tan independientes como las formas verbales que les corresponden en el estilo directo. Veamos un ejemplo (César, B. G., I, 13):

ESTRUCTURA DEL ESTILO INDIRECTO ESTILO DIRECTO

I

nobiscum faciet ibim us tu nos constitueris perseuerabis rem iniscere ne nos desp id as.

ESTILO INDIRECTO II i s ita cum C aesare egit: S i pacem populus R. cum H eluetiis faceret in eam partem ituros u bi eos C aesar constituisset; sin bello p erse­ guí p erseueraret, rem inisceretur ueteris incommodi populi R..; ne ipsos despiceret.

265 SUBORDINACIÓN III

(d ix it) ... ituros

(m onuit) ut rem m isceretur (et) ne ijxsos despiceret.

No hay que caer en la tentación de identificar el reminisce­ retur y el ne despiceret de la columna II con sus formas homó­ nimas de la columna III. La columna II excluye las partículas subordinantes, exactamente igual que la columna I. El ne de la columna II es el mismo ne de la columna I, es decir, una simple negación: ne despidas se opone a despice o despidas como una prohibición se opone a una orden. En cambio, en la columna III (donde las conjunciones son indispensables en sustitución de la pausa) el ne juega en oposición a ut: ut (reminisceretur) / ne (despiceret). Y ambas oraciones subordinadas completivas nece­ sitan un verbo específico regente (nosotros hemos puesto monuit) ya que con la expresión introductora usadct por César no cabría la subordinación. La última observación es igualmente aplicable para distinguir el ituros de la columna III, frente al ituros de la columna II (este último mucho más próximo, en cuanto a independencia grama­ tical, al ibimus de la columna I). 3. Para completar la exposición de los modos en el estilo indirecto, sólo nos falta aludir al modo de sus oraciones subordi­ nadas: el estilo indirecto extiende el único modo personal que conoce, o sea, el subjuntivo, a todas las oraciones subordinadas en modo personal. Suelen añadir nuestras sintaxis que esta “regla” tiene algunas excepciones, y que dichas excepciones se explican como un pa­ réntesis en que el escritor salta al primer plano para hablar en su propio nombre y no en nombra de su héroe. Esta explicación nos parece satisfactoria, cuando realmente hay excepciones. Pero

266

INTRODUCCIÓN A LA SINTAXIS ESTRUCTURAL DEL LATÍN

debemos añadir inmediatamente que la mayoría de las preten­ didas excepciones que se citan son imaginarias; concretamente, todas las que cita Ernout, son simple fruto de la común confusión entre estilo indirecto y subordinación normal. He aquí sus pri­ meros ejemplos: § 412 a) Dic, hospes} Spartae, nos te hic uidisse iacentes dum sanctis patriae legibus obsequitnur. La aparición del impe­ rativo y del vocativo nos sitúan ya en pleno estilo directo; al dic le sigue una oración subordinada completiva y otra oración subordinada temporal en indicativo, todo en subordinación nor­ mal dentro del más puro estilo directo. § 412 b) César, B. G., I, 38: Nuntiatum est ei Ariouistum ad occupandum Vesontionem, quod est oppidum máximum Sequanorum, contendere. Aquí tampoco hay estilo indirecto de ninguna clase: hay una oración completiva (contendere), que es el sujeto de nuntiatum est; no sería posible separarlos por la tí­ pica pausa que precede al estilo indirecto. Y aún se comprobaría más claramente la ausencia del estilo indirecto si se tuviera a la vista la continuación del texto (¡con nuevos verbos principales y nuevas oraciones completivas!), texto que sigue así: Id ne accideret, sibi praecauendum Caesar existimabat, etc. C ) T r a n spo sic io n e s tem po ra les , pr o n o m in a les , ADJETIVALES Y ADVERBIALES

Sólo en este tercer apartado desaparece la frontera entre es­ tilo indirecto y subordinación, oponiéndose aquí ambos por igual al estilo directo. El diálogo del estilo directo supone, por definición, una inter­ vención de las personas gramaticales, que actúan en circunstan­ cias temporales precisas y en un campo mostrativo concreto. En las dos transposiciones no-directas es natural que se alteren los tiempos y personas verbales, los pronombres personales y, en general, todos los elementos deícticos que aluden al campo mos­ trativo de los interlocutores (adjetivos posesivos y adverbios de lugar). En ambas transposiciones no-directas los tiempos absolutos se vuelven relativos, la tercera persona representará por igual al hablante, al oyente y a las personas u objetos de que tratan;

ESTftUCTURA DEL ESTILO INDIRECTO

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un posesivo como mi (libro), un adverbio como aquí o ahora pa­ sarán a su (libro), allí, entonces, etc. Sobre el detalle de estas transposiciones no necesitamos insistir. Ahora bien, la mayoría de estos cambios, en que coinciden estilo indirecto y subordinación, son consecuencia de la desapa­ rición del diálogo, pero no son marcas positivas ni de estilo indi­ recto ni de subordinación; “su libro”, “ahora”, “entonces”, así como el uso de la tercera persona, no son exclusivos de las trans­ posiciones no-directas; también pueden aparecer en un discurso directo, naturalmente con referencias deícticas distintas. La única transposición que positivamente indica “subordina­ ción” o “dependencia” con relación al verbo introductor es la transposición temporal, la llamada consequutio temporum. Es cosa bien sabida (cf. los ejemplos que nosotros hemos propuesto con otros fines) que, tanto en el estilo indirecto como "en la subordinación, el tiempo suele ir regido, respectivamente, por el tiempo del verbo introductor o del verbo principal. Éste es, en nuestra opinión, el único rasgo que positiva y efectivamente aproxima el estilo indirecto a la subordinación. Pero, a este res­ pecto, aún quisiéramos recordar —aunque el hecho ya consta claramente en ciertos manuales, como el de Ernout, §§ 415-417— que esta única marca de dependencia está lejos de ser regular y constante. César, por ejemplo (B. G., I, 34, 2) escribe: si quid tpsi a Caesare opus esset, sese ad eum uenturum fuisse; si quid Ule a se uelit, illum ad se uenire oportere. A César, más que la congruencia temporal, le interesa conservar la oposición irrea­ lidad/posibilidad, tal como se expresaría en estilo directo: si quid mihi a Caesare opus esset..., si quid ille a me uelit... §3. — Problemas de traducción 1. La estructura del estilo indirecto latino, al carecer de co­ rrespondencia formal en nuestras lenguas, plantea dificultades de traducción. E l traductor sólo puede llevar el contenido del estilo indirecto latino, ya sea al extremo de la pura subordina­ ción, ya sea al extremo opuesto de la independización total. Veamos cómo proceden tres traductores diferentes frente al mismo original. Hemos elegido, como ejemplos, dos fragmentos

INTRODUCCIÓN A LA SINTAXIS ESTRUCTURAL DEL LATÍN

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de César: uno de contenido aseverativo y otro de contenido im­ presivo. En cuanto a intérpretes, hemos elegido a dos españoles de distinta época y a un francés, a saber: Valbuena, Los comentarios de Cayo Julio César, Madrid, 1798; Mariner, Julio César. Memorias de la guerra civil, I, Alma Mater, Barcelona, 1959; Fabre, La guerre civile, I, Les Belles Lettres, 1941. César, B. C., I, 84, 3: Loquitur Ajranius: non esse aut ipsis aut militibús suscensendum quod fidem erga imperatorem suum Cn. Pompeium conseruare uoluerint. Sed satis iam fecisse officio satisque suppplicii tulisse: perpessos omnium rerum inopiam; nunc uero paene ut jeras circummunitos prohiberi aqua, prohiberi ingressu, ñeque corpore dolorem ñeque animo ignominiam ferre posse. Itaque se uictos confiteri... T r a d u c c ió n de

M a r in e r

Afranio toma la pa­ labra, diciendo que no se les ha de reprochar ni a ellos ni a sus sol­ dados el haber querido guardar fidelidad a su generalísimo Cn. Pompeyo. Pero ya habían cumplido su deber su­ ficientemente y arros­ trado bastantes penali­ dades, con haber pade­ cido escasez de toda clase de recursos; mas ahora que, acorralados poco menos que como animales salvajes, se les privaba el agua, se les privaba la libertad de movimientos, no po­ dían resistir más ni el dolor físico ni la igno­ minia moral. Por lo tanto se declaraban vencidos...

T r a d u c c ió n V albuena



de

Rompió Afranio la plática diciendo: “Que ni César ni sus tropas debían mirar con in­ dignación el que ellos hubiesen pretendido guardar fidelidad a su general C. Pompeyo; pero que habían hecho ya lo bastante por su obligación, y padecido harta pena, habiendo llegado al último ex­ tremo de faltarles todo lo necesario: que al presente, cercados casi como fieras, se les cor­ taba el agua y se les estorbaba la marcha: que ni el cuerpo podía ya tolerar tal trabajo, ni el ánimo tanta igno­ minia, y así se confe­ saban vencidos...”.

T r a du c c ió n de

F ab re

Afranius prend la parole: “II n’y a, dit-il, á s’indigner ni contre les chefs, ni contre les soldats de ce qu’ils ont voulu rester fidéles á leur général, Cn. Pom­ pée; mais ils ont maintenant assez bien retnpli leur devoir, assez subi de souffrances; ils ont enduré fermement une disette complete; maintenant, les voici enfermés presque córa­ me des bétes fauves, on les empéche de faire un mouvement: ils ne peuvent plus supporter ces tortures ghysiques, cette humiliation morale. Aussi s’avouentils vaincus...”.

ESTRUCTURA DEL ESTILO INDIRECTO

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César, B. C., I, 85, 12: Ad ea Caesar respondit: ... Proinde, ut esset dictum, prouinciis excederent exercitumque dimitterent. Así que, conforme a “Y así conforme a lo “Ainsi, il leur ordonlo djcho, salgan de las dicho saliesen al ins- nait, comme il l’avait provincias y despidan tante de las provincias, déja signifié, de quitter al ejército. y licenciasen al exér- l’Espagne et de démocito”. biliser leurs troupes”.

Los subrayados, naturalmente, son nuestros. Ninguno de los tres traductores actúa con criterio fijo y uni­ forme. La traducción de Valbuena (siglo xvm) es pura subordina­ ción en el primer texto. Añade una forma verbal (sin correspon­ dencia en latín) para introducir las sucesivas oraciones comple­ tivas: diciendo que..., que..., que... De acuerdo con esto, era de esperar que, frente al texto de contenido yusivo, hubiera puesto: mandando que..., que... Pero no lo hace así, sino que independiza: saliesen..., licenciasen... Además, pone el discurso indirecto entre comillas. Fabre (1941) hace exactamente lo contrario. Subordina el texto yusivo: II leur ordonnait de..., de...; y, en cambio, su tra­ ducción del primer fragmento es una sucesión de oraciones inde­ pendientes, con la pausa y puntuación del estilo directo. Y como en estas condiciones no se vería quién es el autor responsable de las sucesivas aseveraciones, añade, en inciso, un dit-il y en­ cierra entre comillas todo el discurso indirecto. Este entrecomi­ llado y la añadidura del dit-il son procedimientos que, cierta­ mente, “traducen” una información contenida en la estructura del estilo indirecto latino. Por último, Mariner subordina únicamente la primera aseve­ ración (diciendo que...) er independiza todo el resto. Otra dife­ rencia de Mariner frente a Valbuena y Fabre es la supresión del entrecomillado. Las comillas son innecesarias en la traducción de Valbuena, pero indispensables en la de Mariner, ya que, como en la de Fabre, sin ellas hay cierta ambigüedad: ¿Es el autor o su protagonista el responsable de las aseveraciones o de las órdenes cursadas? 2. ¿Qué es lo aconsejable ante tan sensibles discrepancias? Un primer consejo nos parece claro: un traductor debe ser con­

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INTRODUCCIÓN A LA SINTAXIS ESTRUCTURAL DEL LATÍN

secuente consigo mismo: por lo tanto, o subordinemos siempre , o independicemos siempre. Y frente a este último dilema, ¿qué solución hemos de adop­ tar? Nosotros hemos venido sosteniendo en este trabajo que el es­ tilo indirecto latino está más próximo a la independencia del estilo directo que a la subordinación. En consecuencia, aprecia­ mos como nadie el mérito de esas traducciones que conservan la independencia gramatical del estilo indirecto latino. No obstante, creemos que la independización tiene más inconvenientes que ventajas. Es ilusorio pensar que»porque se salve un rasgo gra­ matical del estilo indirecto latino ya se ha logrado una fiel tra­ ducción formal de la estructura sintáctica latina. Si nosotros tu­ viéramos que volver al latín un texto independizado como el de Fabre, por ejemplo, lo más natural es que procediéramos así: Non est, inquit, suscensendum quod... Pues, de hecho, no hay nada en el texto francés que nos invite a usar el estilo indirecto latino. En suma: para el estilo indirecto latino no hay correspon­ dencia formal en nuestras lenguas; por otra parte, la obligación de un traductor es reflejar el contenido, no la tipología gramatical de la lengua originaria. Y, dado que, frente a las dos estructuras no-directas del latín, nosotros sólo tenemos una, que es la subor­ dinación, lo más indicado parece ser que se responda al estilo indirecto latino por la subordinación del “llamado” estilo indi­ recto castellano. POST SCRIPTUM. Cuando publicamos —hace años— este capítulo, nuestro objetivo esencial era dar a entender el meca­ nismo sintáctico del estilo indirecto. Sólo de pasada consignamos las breves reflexiones precedentes sobre la traducción. Nos pa­ rece útil y práctico sugerir una nueva opción a los traductores. Aconsejamos una traducción similar a la de Mariner, pero, evi­ tando el grave reparo que le pusimos; y para ello basta añadir como inciso en cada párrafo independizado un “decía” o “aña­ día”, o algo parecido. (Naturalmente, en los mensajes impresivos el inciso sería “ordenaba” y en los interrogativos “preguntaba”.) La traducción propuesta sería entonces: ...Pero —añadía— ya habían cumplido... Por lo tanto —seguía diciendo—...

IV LA SUBORDINACIÓN § 1. — Introducción 1. Según definición común —admitida prácticamente sin re­ servas por todos los autores—, la sintaxis es el estudio lie la oración. Las reservas empiezan al definir la oración. Se han dado de ella más de doscientas definiciones y ninguna consigue el asenso general. Sin embargo, todos los intentos de definición giran alrededor de tres criterios, que indudablemente recogen caracteres funda­ mentales de la oración y que efectivamente podemos considerar como las tres características esenciales de la oración: a) Unidad de sentido. — La oración se define como unidad de sentido completo. b) Juicio lógico. — La oración es el conjunto de un sujeto (del que se dice algo) y de un predicado (o sea, lo que se dice del sujeto). Esta definición sólo se aplica a la frase declarativa, con­ siderada tradicionalmente como el modelo de toda oración. c) Unidad melódica o de entonación. — La oración se define —fonéticamente— por un patrón melódico (conjunto de pausas, silencios y, sobre todo, de vicisitudes en la curva melódica). 2. Hay oraciones simples y oraciones compuestas. No vamos a tratar aquí de la oración simple. Su didáctica no presenta gra­ ves problemas. Pretendemos reflexionar tan sólo sobre la ora­ ción compuesta.

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INTRODUCCIÓN A LA SINTAXIS ESTRUCTURAL DEL LATIN

Y la primera pregunta que nos formulamos es ésta: “¿De qué , está compuesta la llamada oración compuesta?” Suele contestarse que una oración compuesta se compone de varias oraciones simples. 3. Por otra parte, se distinguen dos tipos de oraciones com­ puestas : a) Oraciones compuestas por coordinación; b) Oraciones compuestas por subordinación. Nosotros admitimos que una oración compuesta por coordina­ ción está, efectivamente, compuesta por varias oraciones simples, ya que la coordinación no destruye la autonomía de las oracio­ nes simples integradas como elementos de la unidad superior. En otros términos: varias oraciones autónomas, aunque se coor­ dinen, siguen siendo oraciones según cualquiera de los tres cri­ terios de definición que hemos reseñado antes: unidad de sen­ tido, predicación o juicio y unidad melódica. 4. Pero no nos asisten las mismas razones para creer y afirmar que una oración compuesta por subordinación también ella está compuesta de oraciones simples. Aquí, sólo las oraciones llamadas principales siguen siendo oraciones autónomas, con sentido y entonación propios y con ver­ dadera predicación. Las subordinadas son inconcebibles sin la principal, no constituyen una melodía independiente ni una uni­ dad de sentido. 5. La expresión “oración subordinada” es contradictoria in adiecto, puesto que la “oración”, según todas las definiciones, es algo “absoluto”; y “subordinado”, por definición, sólo puede re­ ferirse a algo “relativo”, “dependiente”. Sin embargo, los gramáticos seguiremos empleando ese len­ guaje contradictorio, como los físicos siguen llamando “átomo” a lo que ya no es indivisible. 6 . Quisiéramos insistir aquí sobre ciertas características de la oración subordinada, características que no somos los primeros en señalar, pero que no son comúnmente reconocidas. En un ar­ tículo reciente de A. García Calvo (Revista Española de Lingüís­ tica, II, n.° 1, pp. 145 ss) hallamos unas cuantas formulaciones que suscribimos sin reservas: “Toda subordinación-es un proceso metalingüístico en que un decir aparece reducido a un nombrar ... Por el dispositivo sintáctico de la subordinación, “una predica-

LA SUBORDINACIÓN

273

ción entera pierde su poder predicativo y funciona como término de otra, como una palabra, dotada por consiguiente de su seman­ tema..., etc.”. 7. En el mencionado estudio salen repetidas veces expresio­ nes como “una predicación reducida a su denominación”. Esta reducción de un decir a un nombrar, y viceversa, nos es fami­ liar desde la escuela en el sector de la morfología, ya que en la escuela se nos ha acostumbrado a transformar el verbo en nom­ bre y el nombre en verbo: amar > amor. Se ha dicho que Baja de precios y Bajan los precios pueden servir, ambos por igual, como título de un mismo artículo perio­ dístico. Sin embargo, los dos títulos no son sinónimos: no impli­ can necesariamente el mismo contenido. “Baja de precios” sólo implica, como contenido, que se va a tratar de la baja de precios, algo así como una pura teoría sobre reducción de costos; en cambio, “Bajan los precios”, como aseveración actual, garantiza precios rebajados como una realidad. “Bajan los precios” admite como apostilla de un lector “Verdad” / “Mentira”; el otro títu­ lo, como simple denominación, no puede ser ni verdad ni men­ tira. 8 . Pues bien: la subordinación es un procedimiento sintác­ tico (comparable a los procedimientos morfológicos como amor, amar, amable, amablemente) para transponer predicaciones ente­ ras: la subordinación es “la forma suprema de la transposición, la que se apodera de oraciones enteras para hacer de ellas sustan­ tivos, adjetivos o adverbios” (Ch. Bally, Linguistique générale, 19654, p. 120). 9. Esta transposición suprema tiene sus indicios o marcas formales. Entre esas marcas está el nutrido grupo de las llamadas “conjunciones de subordinación”. También aquí hay que precaverse ante la nomenclatura usual. Las “conjunciones de subordinación” tienen muy poco o nada de “conjunciones”. Función “csnjuntiva” tienen las conjunciones de coordina­ ción, que, efectivamente, unen o “conjuntan” elementos homofuncionales: a) ya sean éstos simples: Juan y Pedro estudian; Noche tranquila y serena; El barco se desliza suave y majestuo­ samente; b) ya complejos: Juan estudia y Pedr.o se divierte; No acudió jorque estaba enfermo y (porque) debía guardar cama.

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IN TR O D U C C IÓ N A LA S IN T A X IS E ST R U C T U R A L DEL L A TÍN

En cambio, las llamadas conjunciones de subordinación, más, que unir, lo que hacen es transformar una predicación autónoma en algo que ya no es predicación, sino un producto funcionalmen­ te nuevo. Las conjunciones de subordinación están más cerca de las preposiciones que de las conjunciones de coordinación: así como las preposiciones habilitan al sustantivo para desempeñar una función adjetiva (casa del padre — casa paterna) o adverbial (habla con serenidad = habla serenamente), así también las con­ junciones de subordinación habilitan al verbo para desempeñar funciones que en principio corresponden a clases de palabras específicas en la lengua: función nominal de las oraciones com­ pletivas o función adverbial de las subordinadas adverbiales (o circunstanciales). La función esencial de las preposiciones y conjunciones de subordinación es la de marcar esas transformaciones a que hemos aludido; si, además, se les quiere atribuir, por añadidura, una función “unitiva”, pase, aunque a nosotros nos parece que la unión entre el determinante derivado de la transformación y el elemento determinado se establece sin necesidad de ayuda, como un adverbio morfológico' se une a su verbo sin ligamento de ninguna clase. N ota . — Tampoco somos los primeros en señalar esta afinidad

entre preposiciones y conjunciones de subordinación. M.a Luisa López (Problemas y métodos en el análisis de las preposiciones, Madrid, 1970, pp. 21 ss.) cita los lingüistas que han sostenido la misma doctrina. Sería deseable que se impusiera cuanto antes en la enseñanza escolar la idea (repetidas veces apuntada en el libro en cuestión y felizmente formulada en la p. 32) de “incluir preposiciones y conjunciones de subordinación bajo el denomi­ nador común de subordinantes, palabras que tienen la función privativa de establecer relaciones entre distintos planos sintác­ ticos”. 10. Nos hemos referido a lo impropio de la nomenclatura que llama “oración subordinada” a lo que ya no es propiamente ora­ ción. De todas formas, hay quizás una razón para seguir justifi­ cando el lenguaje tradicional, a saber: que una subordinada con­ tiene todos los elementos —toda la materia prima— de una even-

LA SUBORDINACIÓN

275

tual predicación (o de un eventual mensaje cualquiera, aunque no sea declarativo). Para restablecer una auténtica oración basta desandar el proceso de la subordinación: a) suprimiendo el mor­ fema transpositor; b) devolviendo a la oración su melodía ade­ cuada, y c) 'restableciendo el status morfológico (tiempo, modo, persona, elementos deícticos como pronombres personales, ad­ verbios de lugar y tiempo) alterado por la subordinación. Pero es innecesaria complicación la de extender el nombre de “oración subordinada” a construcciones puramente nomina­ les, en las que no figura absolutamente nada parecido a una ora­ ción de ningún tipo. Así, en ciertas gramáticas se nos enseña que una oración subordinada final puede adoptar en latín hasta una docena de formas, a saber: a) ut con subjuntivo; b) ne con subjuntivo; c) oración relativa; d) gerundivo con preposición (de pace petendo.; ad pacern petendam); c) gerundivo sin preposición (praedct diripienda data est); f) gerundivo en genitivo (pacis petendae oratores misit); g) gerundivo en dativo (urbi condendae loenquaerere); h) participio de futuro (legatos misit pacem oraturos); i) causa o gratia con genitivo; j) un nombre cualquiera con pre­ posición (Caesar me ad pacem hortatur); etc. Evidentemente, hay “sentido de finalidad” en todos esos giros, y aún se podría alargar más la lista; pero, gramaticalmente, sólo merecen el nombre de oración subordinada final algunos giros (no todos) en que aparece ut/ne con subjuntivo. Sobre la llamada “oración relativa-final” nos pronunciaremos en su lugar. 11. En la literatura latina, y concretamente en el período de su máximo esplendor, alcanzó la subordinación un grado de des­ arrollo pocas veces igualado fuera de esta lengua. Los amplios y sabiamente articulados períodos ciceronianos, por ejemplo, tienen muy pocos paralelos en nuestras literaturas modernas. De tales períodos se ha dicho —metafóricamente— que son so­ berbias construcciones de hasta cinco y seis pisos; nuestros auto­ res modernos no superan la altura del segundo o tercer piso. Ahora bien, resulta un tanto paradójico que el latín haya logrado tan alto desarrollo hipotáctico con los medios que utili­ za: sus conjunciones de subordinación —los auténticos ejes de las articulaciones en el complicado mecanismo de la oración compuesta— son como materiales viejos destinados én principio

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INTRODUCCIÓN A LA SINTAXIS ESTRUCTURAL DEL LATÍN

a otros usos y, además, en Ja mayoría de los casos, poco caracte­ rizados para cumplir con el nuevo cometido que se les pretendía confiar, a saber: la expresión de la causa, la finalidad, la conce­ sión, el tiempo, etc. El latín tiene nutridos grupos de conjuncio­ nes de subordinación, pero muy pocas conjunciones especializa­ das que clara y unívocamente signifiquen “porque”, “para que”, “aunque”, etc. Desde este punto de vista parecen estar mejor dotadas las lenguas modernas y resultar más aptas para expre­ sar la subordinación. En latín, las conjunciones de mayor ren­ dimiento (ut, quod, quum) se cargan de “valores” o “usos”. ¿No es mejor disponer, por ejemplo, de un único y claro “porque”, como en español, que de varias conjunciones susceptibles de in­ dicar la causa, sí..., pero como una mera posibilidad más entre varias nociones distintas? El ut es la conjunción subordinante por excelencia: ¡sirve para casi todo! Y, en menor medida, ocurre lo propio con la mayoría de las conjunciones subordinantes. Cla­ ramente unívocas y de tipo románico, sólo hay en latín las con­ junciones de subordinación temporal antequain, priusquam, postquam; la causal quia, alguna concesiva como quarnquam y la condicional si. La masa de las conjunciones subordinantes latinas son de una polisemia que desespera por igual al principiante y al experto que pretenda sistematizar la subordinación atendiendo a criterios del contenido. No se ha logrado ninguna clasificación satisfactoria: quizá no tanto por culpa de los que intentan ordenar los hechos como por culpa de la materia que se ha de ordenar (Bühler, Teoría del lenguaje, p. 492). Tampoco formalmente las conjunciones de subordinación constituyen un grupo homogéneo. En su origen se reconocen, al menos, cuatro tipos distintos: a) La gran mayoría de ellas son de origen interrogativorelativo: quod, quia, quum, quoniamt quam, quando, ubi, ut, etc. b) Algunas derivan de antiguos demostrativos o anafóricos: si, dum, dummodo, doñee, etc. c) Otras son negaciones normales en parataxis; y, sin perder esa condición en posición paratáctica, funcionan, por añadidura, como elementos subordinantes en la hipotaxis: ne, ni. d) Incluso alguna forma verbal, como licet, se ha aislado e independizado de su paradigma verbal para engrosar el renglón de las conjunciones de subordinación.

277 Con estos medios de fortuna y la ayuda general del contexto, la ayuda de las correlaciones y de los modos verbales, el latín logró su lujosa construcción hipotáctica. LA SUBORDINACIÓN

§ 2. — La subordinación relativa A)

B a ses

m o r f o l ó g ic a s

» 1. La morfología pone de manifiesto evidentes conexiones entre los términos interrogativos (pronombres, adjetivos, adver­ bios de lugar, tiempo y modo) y sus posibles respuestas. A un / q v is ? / , por ejemplo, se puede dar: a) una respuesta absoluta: un nombre o pronombre personal; b) una respuesta deíctica: se señala de alguna manera a la persona sin nombrarla por su nombre (común o propio); c) una respuesta “relativoindividualizadora”: Quis uenit?.—Quem heri uidimus in foro; d) una respuesta “relativo-indefinida”: quicumque, quidam. 2. Las respuestas a un / quis?/, / qui?/, /ubi?/, /quo?/, ¡qua?/, / unde?/, ¡ut?/ son absolutamente paralelas. Ello puede comprobarse en el adjunto cuadro (selectivo en cuanto a térmi­ nos percontativos). Un cuadro similar con más amplio léxico interrogativo puede verse en Kühner-Holzweissig, Grammatik der Lateinischen Sprache, I, pp. 627-628. 3. En el cuadro se pueden apreciar notables simetrías o pro­ porciones como éstas: hic/is hic/ibi sic/ita a) ----------- —------------ = -----------qui ubi ut quicumque ubicumque utcumque b) --------------= ---------------= -----------quisquís ubiubi utut c) Aún se puede señalar la siguiente con variantes no conquis ubi ut signadas en el cuadro: ----------- = ------------= -----------quisnam ubinam utinam

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LA SUBORDINACIÓN

279

4. Nuestra interpretación de la subordinación relativa postula un paralelismo sintáctico en rigurosa correspondencia con el pa­ ralelismo morfológico. Esta perspectiva única orienta todas las observaciones que vamos a exponer. Y, a la vez, nos indica el plan a seguir: subordinación pronominal relativa; subordinación adjetival-relativa; subordinación adverbial relativa de lugar; su­ bordinación adverbial general (también ésta de base esencial­ mente relativa); y, por último, subordinación interrogativa. N ota . — Nuestra interpretación de toda la subordinación la­ tina como “respuesta relativa” a determinadas interrogaciones —tanto si éstas se hallan efectivamente formuladas como si son sencillamente posibles— podrá parecer una gran novedad a mu­ chos lectores. Es cierto que ninguna sintaxis ha planteado'.desde esta perspectiva el estudio de la subordinación; sin embargo' bien miradas las cosas, es el método inmemorablemente practicado como ejercicio escolar: todos hemos aprendido a reconocer los elementos de una oración sometiendo el texto a determinadas preguntas como éstas: ¿Quién es el que...? ¿Qué es lo que...? ¿Dónde...? ¿Cómo...? ¿Cuándo...? ¿Por qué...? ¿Para qué...?, etcétera. Quizá seamos muchos los que, un día u otro, como el perso­ naje de cierta comedia, caemos en la cuenta de estar haciendo prosa sin saberlo.

*

B) La

ORACIÓN PRONOMINAL RELATIVA

1. La didáctica tradicional considera toda oración de relativo como una determinación de un “antecedente” (nombre o pro­ nombre demostrativo). Toda oración de relativo se reduciría a uno de estos dos modelos: a) Con antecedente nominal: Pecuniam, quam credidisti, reddo. b) Con antecedente demostrativo: Tibi id, quod credidisti, reddo. No suele reconocerse entidad gramatical al tipo Tibi quod credidisti reddo (Pl., E p i d 549). Para esta construcción (¡sin

INTRODUCCIÓN A LA SINTAXIS ESTRUCTURAL DEL LATÍN

280

antecedente!) se postula un antecedente (id) “sobreentendido”, con lo cual queda reducida al modelo considerado normal. Según esta interpretación, debiera eliminarse de nuestro es­ quema de respuestas la c), o sea, la respuesta “relativa”; no ha­ bría más respuestas que la nominal y la deíctica (a y b), ambas susceptibles de una determinación facultativa mediante la ora­ ción de relativo. Ahora bien, si comúnmente no se cree indispensable un ante­ cedente para ubi (lugar o tiempo), quo, unde, qua, ut, etc., nos­ otros estimamos que tampoco se ha de postular un ¿s, ea, id sobre­ entendido para la oración de relativo con qui: (Vbi cenabis?) —Vbi tu iusseris (Pl., Truc., 577). (Quo cónsul peruenit?) —Cónsul, quo intenderat, peruenit (T.L., 35, 11, 13). (Vt loqueris?) —Loquor ut opinor (Cic., Brut., 131). De la misma manera, y en riguroso paralelismo, interpreta­ mos nosotros: (Quid faciunt?) —quod iussi sunt faciunt (César, B. G., 3, 6 , 1 ).

(Quis uenit?) —quern heri uidimus in foro.

2. La oración de relativo con antecedente nominal. — Vamos a insistir en las diferencias entre los tipos puer qui/is qui/qui. Admitimos, como todo el mundo, que una oración de relativo, con antecedente nominal, tiene función adjetiva, es decir, consti­ tuye una determinación de ese antecedente en todo comparable a la función de un adjetivo formal cualquiera referido a un nom­ bre cualquiera. Esta oración de relativo no es, pues, estructuralmente, un elemento central de la oración principal, sino una expansión se­ mántica de un elemento de la oración principal, al que añade alguna faceta nueva; esta expansión está “subordinada”, es decir, a un nivel sintáctico inferior y en conexión vertical con el ele­ mento determinado por ella. 3. La oración de relativo con antecedente demostrativo. — En Tibi reddo id quod credidisti se dice que el id es el comple­ mento directo del verbo principal, pero en realidad es un com­ plemento directo puramente “formal”, sin contenido semántico;

LA SUBORDINACIÓN

281

el auténtico complemento directo es la expansión quod credidisti. /Tibi reddo pecuniam/ es en sí mismo un mensaje completo, tanto por la cara de la forma como por la cara del contenido. /Tibi reddo id/ es un mensaje incompleto, falto del comple­ mento directo (¡salvo que el mensaje se emita en un campo mostrativo real, es decir, “visual”, ya que entonces ese id, por señalar materialmente su objeto, no necesita más precisiones!). No ignoramos que el id es un anafórico y no un demostrativo: pero para nuestro caso no necesitamos distinguir entre la deixis in phantasma (mostratio reflexiva o interna) y la mostratio ad oculos. Toda la información que puede proporcionarnos id, fuera del campo mostrativo, se reduce a las nociones de género, número y caso, es decir, las notas formales que definen la categoría'no­ minal en abstracto. En id hay, pues, si se quiere, un sustantivo en acusativo, pero un sustantivo sin contenido real en el plano se­ mántico; en id hay el marco de un sustantivo en acusativo, pero un marco que tan sólo encuadra un lienzo en blanco y espera todavía la obra de arte que ha de plasmarse en su superficie. El id no se vuelve inteligible antes de rellenarse semántica­ mente con el añadido /quod credidisti/. El id representa para el hablante la idea que tiene en la mente antes de expresarla; para el oyente es, al revés, un anun­ cio precursor de la información que va a llegar acto seguido. En el ejemplo concreto que tenemos a la vista, el id no tiene más contenido que el de una flecha anafórica que apunta hacia /quod credidisti/. Esta correlación anafórico-relativa (id: “esto es” quod credidisti) nos recuerda no una relación vertical como la que hay en el interior del sintagma sustantivo-adjetivo (en que éste se subordina a aquél determinándolo), sino que nos hace pensar más bien en alguna relación de tipo horizontal, como /quot homines, tot sententiae/, o como la relación “apositiva” (Vrbs Roma) o, por último, como la epexégesis, en la que un término desarrolla el contenido de otro. 4. La oración de relativo sin antecedente. — La oración de relativo sin antecedente prescinde de la ayuda preparatoria del signo anafórico, prescinde del marco nominal abstracto y expresa tan sólo su contenido real, contando con que el oyente sabrá atri­

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INTRODUCCIÓN A LA SINTAXIS ESTRUCTURAL DEL LATIN

buirle la forma y función adecuada con la ayuda del contexto y también con el indicio muy orientador de la melodía que dis­ tingue entre /Tibí id, quod credidisti, reddo/ y ¡Tibí quod credidisti reddo/. En el primer caso habría pausas más o menos marcadas, pero en todo caso perceptibles, en los lugares en que los editores suelen poner comas, pausas seguramente similares a las que nos imaginamos en /Quot hotnines, tot sententiae/, o en­ tre un sustantivo y su aposición. En cambio, en /Tibí quod cre­ didisti reddo/ la ausencia de pausas y la función unificadora del acento hacen innecesaria la señalización anafórica. La melodía de /Tibí quod credidisti reddo/ debía ser la misma que se da en /Tibi pecuniam reddo/. 5. Tipos sintácticos distintos. — En cada uno de los tres tipos de oración relativa que hemos examinado, esta oración de rela­ tivo asciende gradualmente de jerarquía sintáctica: en el primer caso (pecuniam quam credidisti), la oración de relativo está su­ bordinada a un miembro de la oración principal; en el segundo caso (id quod credidisti), la oración de relativo está al mismo nivel que ese miembro de la oración principal y en yuxtaposición con él; en el tercer caso, la oración de relativo (quod credidisti) desplaza al antecedente y se convierte ella misma en el com­ plemento directo del verbo principal. Sólo en este último caso la oración de relativo se integra to­ talmente en la oración principal; en los dos primeros se queda en la antesala como acólito de uno de los componentes de aquella oración principal. Quizá pueda entenderse así la denominación tradicional de “subordinación sustantiva”, esto es, sustancial. Gráficamente: Tipo 1: reddo i I pecuniam tibi 1 quam credidisti Tipo 2: reddo 1 1 id: quod credidisti tibi Tipo 3: reddo 1 1 tibi quod credidisti ,

283 Estas representaciones ponen de manifiesto las notables di­ ferencias estructurales que separan a los tres tipos sintácticos, considerados generalmente como uno solo y el mismo. LA SUBORDINACIÓN

6 . Comportamiento nominal de la oración de relativo. — El tipo 3 nos muestra la oración de relativo funcionando exacta­ mente igual que un sustantivo con relación al verbo principal. a) En el modelo propuesto, /quod mihi credidisti/ tiene el mismo valor que un nombre en acusativo. Otros ejemplos nos mostrarán la oración de relativo compor­ tándose como el nombre en cualquiera de sus funciones: b) Como nombre en nominativo: Cui dolet, meminit “Quien sufre, recuerda” (Cic., Mur., 42). c) Como nombre en aposición: Sed longis spatiis díscreti exercitus, quod saluberrimum est ad continendam militarem fidem, nec uitiis nec uiribus miscebantur “Pero, separadas por grandes distancias, lo más saludable para mantener la lealtad mi­ litar, esas tropas no entremezclaban ni sus vicios ni sus fuerzas” (Tác., Hist., I, 9, 4). d) Como nombre en dativo: Xerxes praemium proposuit qui inuenisset nouam uoluptatem “Jerjes propuso un premio para quien descubriera un nuevo placer” (Cic., Tuse., 5, 20). e) A nombres en ablativo pueden compararse las oraciones relativas circunstanciales que estudiaremos más adelante. f) En paralelismo con el sintagma preposición -¡- nombre hallamos el sintagma preposición -j- oración de relativo: Nunc redeo ad quae mihi mandas “Ahora vuelvo a tus recomenda­ ciones” (Cic., Att., 5, 11, 6 ). (Algunos editores optan aquí por la lectio facilior de algunos códices del xv ad ea quae...). Cum essent in quibus demostraui angustiis “Como se halla­ ban en las dificultades que he señalado” (César, B. Ciu., III, 15, 6 ). g) Como un nombre en ablativo absoluto: Certatim ostentantibus cruentas manus qui occiderant, qui interfuerant, qui uere qui falso... facinus iactabant “Mostrando a porfía sus manos ensangrentadas los que habían asesinado, los que habían estado presentes, los que con razón o sin ella alardeaban del crimen” (Tác., Hist., I, 44, 2).

284

INTRODUCCIÓN A LA SINTAXIS ESTRUCTURAL DEL LATÍN

N ota . — Como es bien sabido, a un nombre en genitivo co­ rresponde funcionalmente la oración de relativo con antecedente (tipo 1 ).

C) La

ORACIÓN ADJETIVO-RELATIVA

Nos hemos referido en las páginas anteriores a la oración pronominal relativa. Nos vamos a referir ahora a la oración su­ bordinada adjetivo-relativa. Las sintaxis latinas la eluden, cuan­ do no la ignoran por completo. 1. Como preámbulo señalemos una situación muy parecida en la exposición usual de las gramáticas castellanas sobre la ora­ ción relativa en nuestra propia lengua. Normalmente, en las gramáticas y diccionarios del castellano se dice que “cuyo” es un “pronombre” relativo cuando, evidente­ mente, “cuyo” no es pronombre, sino adjetivo relativo: siempre se refiere a un sustantivo, como claramente lo manifiesta la con­ cordancia (“cuyo, cuya, cuyos, cuyas”) ; y determina a dicho sustantivo como cualquier otro adjetivo. Por otra parte, como “relativo”, lanza una conexión anafórica hacia un elemento de la oración principal. Es, por tanto, adjetivo-relativo. La naturaleza adjetivo-relativa del cuyo ya la vemos con­ signada en algunas gramáticas castellanas, aunque no con la de­ bida claridad. Así, R. Seco (Manual de graviática española, Ma­ drid, 1965) opera con el criterio de que los pronombres relativos españoles son que, quien, cuyo, cuanto y cual (así consta expre­ samente en la p. 275). Con este criterio escribe también el pá­ rrafo de los “pronombres relativos” (p. 45); pero concluye este párrafo con una acertada observación que arruina su concepto fundamental de cuyo como pronombre relativo; la aludida con­ clusión dice así: “... sin embargo, cuyo no concierta con su ante­ cedente, sino que, por su carácter adjetivo, debe concertar con el sustantivo al que acompaña” (el subrayado es nuestro). Lo mismo le ocurre a la Real Academia Española en su meritísimo Esbozo de una nueva gramática de la lengua española (Madrid, 1973). Inicia su estudio de los pronombres relativos (p. 218) con la consabida doctrina tradicional: “Los pronom­ bres relativos ... son que, quien, cual, cuyo y cuanto”. Pero

285 como los autores del Esbozo ... seguramente se dieron cuenta d^ que tal doctrina así formulada es falsa, la enderezan en la misma página y páginas sucesivas. En efecto, añaden en seguida: “Por otra parte, el relativo puede ser pronombre adjetivo («cuya idea», «cuantas personas») o sustantivo fuera de esta construc­ ción” (el subrayado es nuestro). Y sigue luego un magnífico apartado (p. 2 2 1 ) con el expresivo y adecuado título de “relati­ vos adjetivos”, donde se habla de cuyo, cual y cuanto. Sólo nos permitiríamos añadir, como leve observación a la Academia, que, así como el cuyo nunca es pronombre relativo, tampoco cual es nunca “sustantivo”, a menos que se le '‘sustanti­ ve”, como a cualquier otro adjetivo, mediante el artículo: el cual, la cual, etcétera. 2. Volvamos ahora al latín. Si a una pregunta pronominal él latín puede contestar con una respuesta pronominal relativa, pa-* raídamente y con la misma naturalidad, a una pregunta “adje­ tival” el latín puede contestar con una “respuesta adjetival re­ lativa”: (Quam facultatem habetis?) —Habetis quam petistis facultatem (César, B. G., 6 , 8 , 3) (Quam rem uis mihi commemorare?) —Quae res mihi non mediocrem consolationem attulit uolo tibi commemorare (Cic., Fam'., 4, 5, 4) (Cuius lenitatis est Galba?) —Cuius lenitatis est Galba iam jortasse promissit ut qui nullo exposcente tot millia innocentissimorum trucidauerit (Tác., Hist., I, 37, 3) (Qui modus est aestimationis?) —Qui modus est cupiditatis, idem est aestimationis (Cic., Verr., 4, 7, 14) (Quo modo me consulem fecistis?) —Ita me consulem fecistis, quo modo pauci nobilis cónsules facti sunt (Cic., Leg. Agr., 2, 1, 3) (Qui finís sermonis?) —Seneca, qui finis omnium cum dominantibus sermonum, grates egit (Tác., Ann., 14, 56, 6 ) (Quo...?) —In aedem Telluris, in quo templo... “En el santua­ rio de Tellus, en cuyo templo...” (Cic., Phil., 1, 1) (Vbi...?) —Vltra eum locum quo in loco Germani consederant, Caesar castris idoneum locum delegit “Más allá de aquel lugar, en cuyo lugar...” (César, B. G., I, 49, 1) Para traducir textos como los citados sólo tenemos en español LA SUBORDINACIÓN

286 INTRODUCCIÓN A LA SINTAXIS ESTRUCTURAL DEL LATÍN el paralelo qué (adjetivo interrogativo), correspondiente a la in-, terrogación (directa o indirecta); no disponemos de un *que (ad­ jetivo relativo) para traducir la respuesta relativa. En consecuen­ cia, podemos dar una traducción literal de la parte inquisitiva de dichos textos, pero no nos es posible calcar del mismo modo l a parte résponsiva. Sólo los dos últimos ejemplos, gracias a nuestro pobre cuyo (queremos decir: de pobre rendimiento en la lengua), admiten un calco castellano; por eso son los únicos ejemplos que hemos traducido. En cambio, para los demás no son posibles traducciones como ésta: “¿Qué oportunidad tenéis? —*La-que-oportunidad habéis anhelado (!)”. Ello nos obliga, en la traducción, a prescindir de la construcción sintáctica latina y a forjar una construcción pro­ piamente nuestra: un antecedente y un pronombre (en lugar del inexistente adjetivo) relativo: “La oportunidad que habéis an­ siado”. 3. La didáctica escolar ante la construcción responsiva la­ tina nos dice: se trata de un “pronombre relativo” que atrae ha­ cia su oración y hacia su propio caso un “antecedente” que, “ló­ gicamente” (!), debiera aparecer en otra oración distinta y en el caso requerido por su función en aquella oración: así, ante un texto como /quae res mihi non mediocrem consolationem attulit uolo tibi commemorare/ se nos enseña que /quae res/ está por / quae ... (attulit) rem (uolo tibi commemorare) /. Esta explicación admite, pues, implícitamente que los autores latinos han cometido un entuerto, y que nosotros debemos ende­ rezar ese entuerto y partir luego, para nuestro análisis y traduc­ ción, del texto así rectificado. Esa doctrina tan extraña es, no obstante, la ortodoxa en todo el mundo de los latinistas. En Kühner-Stegmann (Gramm. der Lat. Sprache, II, 2, p. 314) hay un apartado con abundante ma­ terial sobre lo que allí se llama “el tipo Quae tua prudentia est” (Cic., Fam., 10, 27, 2). Por toda explicación se dice que ese tipo ha de entenderse como Tu, pro ea, qua es prudentia. Es decir, eliminan el sintagma quae prudentia (adjetivo relativo y nom­ bre) para construir y analizar otro distinto. En suma, no recono­ cen la oración relativa de adjetivo. Tampoco parecen reconocerla los diccionarios más usuales

LA SU BORDIN ACIÓN

287

entre nosotros: Forcellini, Gaffiot, Lewis-Schort; bajo el epígrafe qui, quae, quod consignan tres apartados: a) pronombre relativo; b) pronombre-adjetivo interrogativo; c) pronombre indefinido. En cambio, sí vemos consignado el qui, quae, quod como adjetivo relativo en un diccionario más antiguo, el de Lebaigue. 4. Comparable al par latino qui adjetivo interrogativo / qui adjetivo relativo es el par castellano cuánto adjetivo interroga­ tivo / cuanto adjetivo relativo. Nosotros vemos como construc­ ción normal la siguiente: Cuanto dinero ganaba, lo daba a los pobres; y nadie piensa aquí en una desviación a partir de “todo el dinero que ganaba lo daba a los pobres”. De la ñiisma manera han de verse como normales en latín las construcciones adjetivorelativas. Incluso dentro, del latín se podrían citar paralelismos ilustra­ tivos. Cicerón (de Fin., 4, 6 6 ) escribe: Quae hic reipublicae~uulnera imponebat, eadem ille sanabat. Si Cicerón en lugar de quae ... eadem hubiera escrito quot ... totidem (“cuantas heridas in­ fligía uno al estado, otras tantas curaba el otro”), el tipo de construcción sería el mismo, y suponemos que nadie negaría la naturaleza adjetivo-relativa de quot (uulnera). La relación quot quae •-----------= ---------- parece evidente. totidem eadem También es significativo el paralelismo morfológico-sintáctico entre qui y quicumque. Está claro que este último funciona como adjetivo relativo indefinido: cf. T. L., 1, 26, 4:Sic eat quaecumque Romana lugebit hostem “¡Perezca así cualquier Romana que llore a un enemigo!”. Cf. igualmente quamcumque fortunam (T. L., 35, 13, 9), cuiuscumque modi (Sal., Cat., 52, 10), quocumque modo (Sal., lug., 103, 3) quacumque aetate (Cic., Sen., 28). ¿Por qué qui no ha de funcionar igualmente como adjetivo relativo definido? 5. Como nuestra interpretación chocará con el sentir general, vamos a analizar con detenimiento un último ejemplo de oración adjetivo-relativa. A una pregunta adjetiva podemos dar evidentemente dos res­ puestas: ... modoi tlocutus , est'— { _ modo, quem ab eo sperabamus. Quo , , Quo modo ab eo sperabamus.

288

INTRODUCCIÓN A LA SINTAXIS ESTRUCTURAL DEL LATIN

El que pregunta busca aquí una determinación del sustantivo modo; supone que el sujeto ha hablado de “alguna manera” quiere saber “cuál” es esa manera. El que contesta puede optar entre dos procedimientos: eo modo (“de esta manera”, que inmediatamente te voy a precisar: el anafórico prefigura la inminente precisión, a sal**") quem ab eo sperabamus. En suma, en la contestación señalada hay un sustantivo (modo), que, por conocido y esperado, no aporta nin­ guna información, y una oración relativa pronominal que aporta la información deseada. El segundo procedimiento de respuesta consiste en contestar no sólo al elemento estrictamente interrogativo (o sea al adjetivo quo), sino al bloque quo modo; para lo cual basta recoger el quo modo en forma átona y añadirle la determinación adecuada: quo modo ab eo sperabamus. Esta respuesta con adjetivo relativo + sustantivo no existe en español; precisamente el sintagma latino quo modo evolucionó en nuestra lengua hasta confundir los dos elementos componentes en una sola unidad, una unidad nueva, la conjunción “como”: “Habló como de él esperábamos”. Pero en latín la contestación adjetivo-relativa es completa­ mente normal como se ve por el paralelismo sistemático de las formas entre preguntas y posibles respuestas apuntadas en el esquema general de preguntas y respuestas y como se ve igual­ mente en la serie de ejemplos aducidos más arriba (p. 93). Por lo tanto, postulamos entidad gramatical para el tipo quo modo ab eo sperabamus y no nos resignamos a ver en él un tras­ trueque de este otro (más normal para una mentalidad romá­ nica) : eo modo quem ab eo sperabamus. Hay que entender una lengua desde dentro y en sí misma, no a través de sus posibles u obligadas traducciones, ya que las lenguas se forjan evidentemente como instrumento arbitrario de comunicación dentro de una comunidad humana: no se forjan pensando en futuras traducciones a otras lenguas con estructuras sintácticas distintas.

LA SUBORDINACIÓN

D) El

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m o d o v e r b a l e n l a s o r a c io n e s d e r e l a t iv o :

SUBJUNTIVO DE SUBORDINACION

1. En una biografía se dirá de un carácter voluble: “amaba y perdonaba”. Ello indica simplemente que el personaje aludido “amaba y perdonaba” sucesivamente, sin insinuar ninguna rela­ ción especial entre el amor y el perdón, salvo que ambos senti­ mientos se sitúan en el mismo sujeto. Si en cambio se dice: “amaba y perdonó”, el desenfoque tem­ poral invita claramente a ver algo, más que sentimientos suce­ sivos de un carácter voluble; el desenfoque temporal invita a un raciocinio e implica claramente una conexión lógica entre los dos predicados unidos por “y”. En el caso aludido sería muy vejosímil interpretar tal relación como “causal”; podría decirse (?) que la “y” coordinante es entonces una conjunción “causal”, ya que puede explicitarse así: “amaba y (por eso) perdonó”, o, “ama­ ba y (porque amaba) perdonó”. Algunos teóricos del lenguaje dicen que en “amaba y per­ donó” hay una “relación circunstancial”, y que la oración “subor­ dinada (?)” ¡y 'perdonó/ añade “una magnitud lógica” (Cf. Bühler, Teoría del lenguaje, trad. esp., p. 493). 2. Pues bien, creemos que se da en latín un juego similar entre ciertos términos subordinantes (pronombres relativos y algunas conjunciones) y los modos verbales. Una conjunción de subordinación o un relativo son siempre marca inequívoca de subordinación gramatical; pero, si por aña­ didura, se observa un desenfoque en los modos, es decir, si apa­ rece un subjuntivo donde cabía esperar un indicativo, entonces ese desenfoque es una invitación a buscar una relación o conexión suplementaria entre el contenido de la oración principal y el contenido de la subordinada, conexión y relación que ha de sumarse a la idea evocada por el elemento subordinante (conjun­ ción o pronombre relativo). 3. Como ejemplo podemos citar aquí las oraciones de rela­ tivo. Nuestras sintaxis tratan primero de las oraciones de rela­ tivo “a secas”, que se construyen con indicativo; y, luego, en apéndice, de las oraciones de relativo “con matiz circunstancial”

290

IN TRO D U CCIÓ N A LA S IN T A X IS E ST R U C T U R A L DEL LA TIN

(final, consecutivo, causal, condicional, concesivo); estas relativas llevan el verbo necesariamente en subjuntivo. Evidentemente toda oración encabezada por un relativo es formalmente relativa, y, como tal, nada más que eso; pero si luego viene el inesperado modo subjuntivo, entonces se produce una especie de hipersubordinación, una invitación adicional a buscar una relación suplementaria con el contenido de la oración principal. 4. Vamos a insistir en este punto y tratar de fijar ciertas ideas. Suele hablarse de la oración de relativo como de “una oración que se subordina a otra oración llamada principal”; este concepto de la subordinada relativa es inexacto. Como indicamos anteriormente (cf. supra, pp. 87 ss.), la mayoría de las oraciones de relativo no se subordinan a “la oración principal en su con­ junto”, sino exclusivamente a un elemento de la oración principal. a) Concretamente las oraciones de relativo consideradas nor­ males en latín y cuyo modo verbal es el indicativo se limitan a determinar, circunscribir o definir al sustantivo llamado ante­ cedente. b) En cambio, la oración de relativo en subjuntivo expresa por añadidura una relación recíproca entre el verbo principal y el subordinado (causa, condición, consecuencia, fin, etc., de un proceso a otro). La oración de relativo con subjuntivo tiene pues una doble perspectiva: su elemento relativo remite por un lado, por su concordancia en género y número, a un elemento de la oración principal; pero en segundo lugar, por su modo verbal, mira al verbo de la oración principal y así se subordina realmente a toda la oración principal. 5. Lo que aquí sostenemos ya se vislumbra en ciertos ma­ nuales, pero no se expone generalmente con suficiente claridad. Así en la sintaxis de Ernout-Thomas (§ 335) se nos enseña que la oración de relativo expresa con frecuencia una “relación ló­ gica” y que el subjuntivo “contribuye” a marcar dicha relación. Debemos precisar los términos “relación lógica” y “contribuir”. Gramáticos y comentaristas ven generalmente relativas causales en construcciones con indicativo como ésta de Plauto (Mil. Gl., 1.376): Stulte feci qui hunc amisi.

LA SUBORDINACIÓN

291

En casos así no podemos condenar como infiel una traducción “causal”: “He cometido una tontería, por haberlo soltado”. Pero ha de reconocerse que el matiz causal con el verbo en indicativo es puramente ideológico: es una sugerencia implícita en el con­ texto. En cambio, si en el mismo texto apareciera el subjuntivo, habría una hipersubordinación explícita, concretable en un sen­ tido causal no simplemente sugerido. El subjuntivo no “contribuye” pues a hacer más causal lo que ya era causal, sino que expresa una “relación gramatical” que sin él no quedaba marcada. ¡qui hunc amisi/ significa únicamente “(Tonto de mí) que lo solté”. Es cierto que, entre líneas, puede legítimamente dedu­ cirse: “(Tonto de mí) por haberlo soltado”. En cambio, /*qui hunc amiserim/ sería “(Tonto de mí) que lo solté y tonto preci­ samente por haberlo soltado”. En el siguiente ejemplo, citado igualmente por Ernout, la relación causal no queda ya confiada a la deducción de un buen entendedor, sino que está inequívocamente marcada por el sub­ juntivo: Amant te omnes mulleres, ñeque iniuria, qui sis tam pulcher “A ti te quieren todas las mujeres, y no sin razón, ya que eres tan guapo” (Plauto, Mil. Gl., 58-59). 6. En resumen: una oración de relativo con verbo en subjun­ tivo nos invita a ver en ella no sólo una determinación de un elemento de la oración principal, llamado antecedente, sino una relación o concatenación entre el proceso expresad/) en la oración subordinada y la predicación contenida en la oración principal: el subjuntivo marca una segunda subordinación: una supersubordinación, por decirlo de alguna manera. Ejemplos: Relativa-final: Cic., Verr., 2, 5, 160: (Mesmnam) sibi (Verres) urbem delegerat, quam haberet adiutricem scelerum “Verres ha­ bía elegido la ciudad de Mesina para tenerla como cómplice de sus crímenes”. Obsérvese que el relativo quam representa y re­ mite a urbem, en cambio el subjuntivo haberet está en conexión con delegerat. Nuestra traducción sólo refleja la conexión entre proceso y proceso (= “había elegido para tener ...”) y prescinde de la relación que el relativo establece con su antecedente urbem.

292 IN TRO D U CCIÓ N A LA S IN T A X IS EST R U C T U R A L DEL LA TÍN Si en lugar de haberet se pusiera habebat, la oración relativa sería una pura determinación del antecedente y el significado sería: “Verres había elegido la ciudad de Mesina, la ciudad que él tenía como cómplice de sus crímenes”. Relativa-causal: Ter., And., 646: Me miserum, qui tuom animum ex animo spectaui meo “¡Desdichado de mí, que juzgué de tu corazón por el mío!” (No es explícitamente causal; pura deter­ minación del antecedente). En cambio: Cic., Att., 10, 10, 1: Me cae cum, qui haec ante non uiderim “¡Ciego de mí (que-no-vi y ciego) por no haberlo visto antes!” (Determinación del antecedente y relación explícita, en este caso “causal”, entre el contenido de la oración relativa y el de la principal). He aquí un ejemplo de Terencio en que alternan el indicativo y el subjuntivo; nuestra traducción intentará reflejar el contraste entre un modo y otro: Vi illum di deaeque senium perdant, qui me hodie remoratus est, Meque adeo qui restiterim, tum autem qui illum flocci jecerim ■“Confundan los dioses y diosas al viejo que hoy me entretuvo, y también a mí por dejarme entretener y más aún por haber hecho el menor caso de él” (Eun., 302-303). «•

Relativa-consecutiva: Cic., Fam., 15, 4, 11: Tu es enim is, qui me in contionibus ad caelum extidisti “Tú eres la persona que en las asambleas me pusiste por las nubes” (pura determinación del antecedente). En cambio, con el subjuntivo en Fam., 5, 12, 6 : Ñeque enim tu is es, qui quid sis nescias “Tú no eres tal que puedas ignorar quién eres”. (La relación adicional —en este caso “consecutiva”— expresada por el modo [nescias] es explícita.) Pl., Bacch., 807: Qui homost qui dicat me dixisse istuc? “¿Quién es la persona capaz de decir que yo dije tal cosa?” (Hipersubordinación explícita: consecutiva). En cambio qui dicit sería una relativa puramente determina­ tiva; significaría: “¿Quién es la persona que anda diciendo que yo dije tal cosa?” En el siguiente texto de Horacio (Ep., II, 2, 180.-182) hay en el

LA SUBORDINACIÓN

293

mismo verso una relación consecutiva y una relativa de pura determinación: Gemmas, marmor, ebur, ... sunt qui non habeant, est qui non curat habere “Piedras preciosas, mármol, marfil, ... hay personas de-talcondición-que no pueden tenerlos, hay una persona (= yo sé de una persona) que ni se preocupa de tenerlos.” Relativa-concesiva: Cic., Nat. deor., II, 4: Peccatum suum, quod celari posset, confiteri maluit “Prefirió confesar su culpa, aunque podía haberla mantenido en secreto”. Sin el subjuntivo, la oración sería una pura determinación del antecedente: “Pre­ firió confesar su culpa, (culpa) que él podía haber mantenido en secreto”. Relativa-condicional: T. Livio, 22, 11, 8 : Libertini etiam, quibus liberi essent... in uerba iurauerant “Incluso los libertos que tuvieran hijos (= si tenían hijos) habían prestado juramento”. T. Livio usó el subjuntivo, porque el tener hijos era condición exigida para ser admitidos a prestar el juramento en cuestión; con erant en lugar de essent la traducción sería: “Incluso los li­ bertos que tenían hijos habían prestado juramento”, pero sin la posibilidad de interpretar el hecho de tener hijos como condición requerida para el juramento; quibus liberi *erant, como pura determinación del antecedente, no condicionaría la aseveración contenida en la oración principal. 7. El subjuntivo de subordinación. — Para este subjuntivo de hipersubordinación que acabamos de señalar en las oraciones de relativo y que volveremos a encontrar en algún otro tipo de subordinadas, quisiéramos nosotros reservar la antiquísima eti­ queta de “subjuntivo de subordinación”. Reconocemos que esta etiqueta es peligrosa por venirse apli­ cando tradicionalmente como explicación de cualquier subjuntivo en oración subordinada. Estamos muy lejos de compartir la idea —bastante difundida entre los latinistas— según la cual el sub­ juntivo sería el modo propio de la subordinación en general (oKoxaxvxr¡ sy.hat; = subiunctiuus). Tal idea no puede justifi­

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INTRODUCCIÓN A LA SINTAXIS ESTRUCTURAL DEL LATIN

carse de ninguna manera: 1 ) porque el subjuntivo no aparece en todos los tipos de subordinadas; 2 ) porque el subjuntivo no es el modo exclusivo de las subordinadas, sino que hay en latín innumerables subjuntivos en oraciones principales o indepen­ dientes; -3) porque en latín no hay oración subordinada cuya marca única de subordinación sea el empleo del subjuntivo; se ha pensado a veces lo contrario aduciendo tipos como uolo facías, sine ueniat, caue cadas, habeas licet, etc.; pero aquí no se trata de auténtica subordinación, sino de arcaísmos o restos de cons­ trucción paratáctica antigua; esos tipos sintácticos eran origina­ riamente dos verbos autónomos en yuxtaposición: uolo: facías; sine: ueniat, etc. Y como arcaísmos siguieron usándose al lado de la subordinación organizada mediante marcas formales ex­ plícitas. N ota 1. Los gramáticos modernos, que consideran el subjun­ tivo como modo de la subordinación, se figuran que siguen pen­ sando como los antiguos cuya nomenclatura adoptan o, mejor dicho, creen adoptar. Pero la realidad es muy distinta y difícil­ mente podría hallarse un ejemplo de qui pro quo más curioso y sorprendente en la terminología gramatical. En boca de los gramáticos latinos modus subiunctiuus perte­ nece a la terminología puramente sintáctica, sin alusión a la morfología. Por modus subiunctiuus los antiguos entendían cual­ quier forma verbal subordinada, tanto si se trataba de una forma verbal de las que ahora llamamos “indicativo” como de las que ahora llamamos “subjuntivo”; y en sus ejemplos de modus sub­ iunctiuus aparecen incluso con más frecuencia formas de indi­ cativo que de subjuntivo: cum dixero, cum legero, etc., son para ellos modus subiunctiuus. A esas formas las llaman subiunctiuus o adiunctiuus o coniunctiuus por carecer de sentido en sí mismas y necesitar de una “añadidura” (en términos actuales diríamos “un verbo princi­ pal”) para ser inteligibles: cum dixero, audies; cum legero, surgam; etc. Sobre lo que aquí decimos cf. Diomedes (Gramm. Lat., Keil, I, 340, 24), Pompeius (ibid., V, 16,14), Cledonius (ibid., Y, 54,10), Macrobii excerpta (ibid., V, 618, 21; 643, 22), etc. Especialmente claras nos parecen unas líneas de Prisciano

LA SUBORDINACIÓN

2S5

(Keil, II, pp. 424-25): Subiunctiuus eget non modo aduerbio uel coniunctione uerum etiam altero uerbo, ut perjectum significet sensum, ut Virgilius in bucolico: Cum faciam uitulam pro frugibus, ip.se uenito. (Subiunctiuus) a constructione nomen accipit. N o t a 2. Nosotros, al usar la expresión “subjuntivo de subor­ dinación”, utilizamos el término “subjuntivo” aplicado a la mor­ fología; y con el añadido de “subordinación” queremos aludir a los usos en que dicho modo no conserva sus ‘valores propios reconocibles en oración independiente e incluso en la gran ma­ yoría de las oraciones subordinadas; se trata pues de usos en que dicho modo no tiene sentido en sí-mismo (cf. Diomedes, Gramm. Lat., Keil, I, 340, 24: quod per se non exprimat sensum) sino solamente conectado de alguna manera (cf. lás denominaciones sub-iunctiuus, con-iunctiuus, ad-iunctiuus) con el verbo regente o principal.

E) La

SUBORDINACIÓN ADVERBIAL RELATIVA (DE LUGAR)

En el cuadro sinóptico que nos sirvió de punto de partida para el estudio de la subordinación hemos consignado únicamente al adverbio de lugar / v b i ? /. Evidentemente la situación es idéntica para las restantes cuestiones de lugar. Prescindiendo ya de la respuesta absoluta, bueno será recordar —por su especial interés para el estudio de la subordinación— las respuestas deícticas y relativas. RESPUESTAS Deíctica VBI? VNDE? ' QVO? QVA?

Mostrativa

Anafór.

Relat.

Relativoindefinida

hic, istic, illic hinc, istinc, illinc h uc, istuc, illu c hac, istac, illac

ibi inde eo ea

u b i... u n d e... q u o ... q u a...

u bicu m qu e, u biub i u nd ecum q u e, u n d eu n d e q uocum que, quoquo q uacu m qu e, q u aq u a

296

INTRODUCCIÓN A LA SINTAXIS ESTRUCTURAL DEL LATIN

Al tratar de la subordinación pronominal-relativa distingui­ mos tres tipos sintácticos: 1) Tibi reddo pecuniam quam credidisti; 2) Tibi reddo hoc/ id quod credidisti; 3) Tibi reddo quod credidisti. Ahora, en la subordinación adverbial relativa volve­ mos a encontrar, en riguroso paralelismo, los mismos tres tipos: VBI?

) (Natus est) in Sicilia ubi rex Agathocles regnator fuit “Nació en Sicilia donde reinó el rey Agathocles” (PL, Men., 409410). 2) Vbi sum, ibi non sum; ubi non sum, ibi est animus “Don­ de estoy, (allí) no estoy; donde no estoy, allí está mi pensamien­ to” (PL, Cist., 211-212). 3) Vbi tu Caius, ego Caia “Donde tú seas Gayo, yo seré Gaya” (fórmula de la ceremonia nupcial). Este mismo tipo con relativo indefinido: lllam requiram ubiubi est “La voy a buscar donde quiera que esté” (PL, Epid., 492). 1

QVO?

1) Aperiuntur aedes quo ibam “Se abre la casa adonde yo acudía” (PL, Trin., 400). 2) Huc uel illuc uortar, quo imperabais “Yo giraré para acá o para allá, como (— para donde) mandéis” (Pl., Capt., 370). 3) Abi quo lubet “Vete a donde te plazca” (Pl., Aul., 657). Este mismo tipo con relativo indefinido: Certa rest me quaerere illam quoquo abductast “Es cosa decidida para mí el buscarla a donde quiera que se la hayan llevado” (PL, Mere., 858). Y así su cesiv am e n te co n vnde y qva. El uso de los modos en estas subordinadas es también exacta­ mente el mismo que señalamos en su lugar para la subordinación relativa.

LA SUBORDINACIÓN

(=

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§ 3. — Subordinación conjuntiva marcada por conjunciones de subordinación)

A)

G e n e r a l id a d e s

1. Por operar siempre con criterios formales prescindimos de la clasificación habitual en oraciones completivas por un lado y oraciones adverbiales (o circunstanciales) por otro, éstas últi­ mas subdivididas a su vez en temporales, causales, finales, con­ secutivas, etc. La clasificación habitual, junto a la ventaja de agrupar los distintos giros semánticamente sinónimos, tiene el grave incon­ veniente de separar distintos usos de una misma forma subordi­ nante: quod, quum y ut salen bajo distintas rúbricas y en apar­ tados muy distantes como si la unidad de la forma no existiera o no significara absolutamente nada. Quizá la clasificación por el lado del contenido sea la reco­ mendable en una sintaxis para principiantes a los que hay que ofrecer medios prácticos de traducción, aunque sea traducción por tanteo. Pero consideramos más ilustrativa la exposición que arranca de las formas para explicarnos los diversos usos que en la lengua adquieren sin transición brusca y a veces sin que se pueda señalar siquiera una clara frontera entre un valor y otro hasta el punto de resultar arbitrario encasillar un quod bajo la rúbrica de completivo o causal, un ut bajo la etiqueta de compa­ rativo, temporal, etc. Al clasificar bajo distintas rúbricas las comparativas, tempo­ rales, finales, completivas, etc., con nuestras traducciones pre­ cisas y ad hoc para cada una de ellas, establecemos unas fronteras claras donde frecuentemente no existen. 2. La subordinación relativa, según hemos comprobado ante­ riormente, constituye en latín un modelo de regularidad y siste­ matización. Ahora al entrar en la subordinación marcada por las conjun­ ciones de subordinación desaparece en gran medida la regulari­ dad y simetría. La subordinación que aquí vamos a estudiar forma en las

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INTRODUCCIÓN A LA SINTAXIS ESTRUCTURAL DEL LATÍN

sintaxis tradicionales el gran capítulo de la subordinación “ad- , verbial” y entra también como parte del capítulo de las “oracio­ nes completivas”. La subordinación “relativa” está marcada por elementos su­ bordinantes “relativos”; en cambio, la subordinación “adverbial” está marcada, según la nomenclatura habitual, por “conjuncio­ nes” (y no por “adverbios” como sistemáticamente podíamos esperar). Ya hemos expuesto antes (p. 82) nuestras reservas a la ’ omenclatura y función atribuidas a las “conjunciones de subornación”. Algunos gramáticos ilustres (Andrés Bello, por ejemplo) han sustituido en sus obras el término de “conjunciones de subordi­ nación” por el de “adverbios”. Lo mismo hacen M. A. Caro y R. J. Cuervo en su Gramática de la lengua latina (Bogotá, 1972 10), donde quod es adverbio causal, quum es adverbio de tiempo, ut es adverbio de modo, etc. No obstante, la práctica gramatical, reflejada en nuestros dic­ cionarios y sintaxis, intenta comúnmente mantener la diferencia entre conjunciones, adverbios relativos y adverbios en general, aunque con frecuencia es difícil establecer un límite entre esos conceptos. Nos sentimos seducidos por el procedimiento de Caro y Cuer­ vo; sin embargo, no nos decidimos a seguirlo, enfrentándonos con la gran tradición europea. Mantendremos pues las “conjun­ ciones de subordinación” en estas páginas. 3. De hecho, la subordinación adverbial y, en gran parte, la completiva sigue siendo en latín de base fundamentalmente re­ lativa y ha tendido a organizarse sobre el modelo de la subordi­ nación relativa en sentido estricto. Si volvemos una vez más al cuadro sinóptico que nos sirvió de punto de partida observamos que el latín tiene una serie muy completa de términos para expresar las relaciones espaciales (cf. adverbios relativos de lugar, p. 103); pero es extremadamente pobre cuando se trata de expresar otras relaciones adverbiales: para las relaciones temporales aprovecha la serie del ubi espa­ cial; para todas las relaciones más abstractas sólo sistematiza el genérico /ut?/ (= ¿cómo?) y sus respuestas, según queda con­ signado en el aludido cuadro sinóptico.

LA SUBORDINACIÓN

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Alrededor de este vt como conjunción universal organizó el latín un sistema completo de subordinación: el ut puede intro­ ducir una oración completiva o comparativa o causal o temporal o concesiva o final o condicional y hasta algún otro tipo de subordinadas que no encajan bien bajo ningún epígrafe de nues­ tras gramáticas y que sólo se registran en los grandes dicciona­ rios o en las grandes monografías dedicadas a esta partícula. Al lado de este genérico /vt?/ y para indagar cualquier rela­ ción específica dentro del “¿cómo?”, los hablantes latinos acudían igualmente a la pregunta /qvid?/. Este “quid?”, escueto o acom­ pañado de diversas partículas (Quid, uero?, Quid deinde?, Quid, tum?, Quid ergo?, Quid enim?, Quid igitur?, Quid postea?) puede apuntar a cualquier relación completiva o circunstancial (causa, fin, tiempo, consecuencia, condición, etc.): Cic., Att., 7, 23, 1: (Dicitur) persequi Caesar Pompeium? Quid? Vt interficiat? “¿Se dice que César persigue a Pompeyo? ¿Para qué? ¿Para' matarlo? PL, Stich., 588: Quid eo tibi opus est? —Ad cenam ut uocem “¿Para qué lo necesitas? —Para invitarlo a cenar” Cic., Rose. Am., 34: Accusatis Sex. Roscium. Quid ita? Quia de manibus uestris effugit, quia se occidi passus non est? “Acu­ sáis a Sex. Roscio. ¿Por qué? Porque se ha escapado de vuestras manos, porque no se ha dejado matar” Cic., de off., 2, 83: Habitent gratis in alieno? Quid ita? Vt cum emerim, aedificarim, tuear, impendam, tu me inuito /ruare meo? “¿Podrían vivir gratuitamente en casa ajena? ¿Cómo es eso? ¿Que, cuando yo haya comprado o construido una casa, cuando yo cargue con el mantenimiento y gastos, tú vendrás a disfrutar de ella contra mi voluntad?” No es raro incluso que el /quid?/ y el /ut?/ salgan sucesiva­ mente en el mismo contexto: Pl., Truc., 577: Quid agis? Vt uales? “¿Qué haces? ¿Cómo te va?” PL, Mere., 391: Quid? Ea ut uidetur mulier? “¿Qué? ¿Cómo es esta mujer en tu opinión?” Pl., Mil. Gl., 1.073: Quid est? Vt ludo? “¿Qué tal? ¿Cómo son mis jugadas?” Pl., Rud., 311: Quid agitis? Vt peritis? “¿Qué hacéis? ¿Cómo consumís vuestra existencia?”

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INTRODUCCIÓN A LA SINTAXIS ESTRUCTURAL DEL LATÍN

PL, Trin., 51: Quid tua agit uxor? Vt ualet? “¿Qué hace tu, mujer? ¿Cómo le va?” Por esta segunda vía del / qvid ? /, y siempre sobre el modelo de la subordinación relativa y con correlaciones similares, nace la compleja subordinación a base de partículas de origen interrogativo-relativo; pero no logra aquí la lengua una sistematización en series tan claras y completas como las que hemos comprobado en la subordinación relativa propiamente dicha. 4. Por lo demás se admite comúnmente que el quid y el ut están etimológicamente emparentados; ambos tenían originaria­ mente en común el elemento Ky-; pero el ut < *k“ut perdió la labiovelar inicial. Las siguientes correspondencias ponen de manifiesto la doble vía que siguió el latín en busca de sus partículas subordinantes. La gran cantera de extracción es el interrogativo-relativo-indefinido. Dejamos para el final el examen de las pocas partículas de distinto origen: ne, si, dum, doñee, licet. INTERROGATIVOS

RELATIVOS

INDEFINIDOS

A) Quil? Quid? qui ... quis “uno cualquiera" B) Vt?“Cómo?” ut ... “como” ut “de un modo cualquiera” A) ...................................... quicumque “cualquiera que” quisque “cada uno” o “to­ dos, uno a uno” B) ...................................... uteumque “como quiera que” utique “de todos modo..” A) ...................................... quisquís "cualquiera que” nequiquam “en vano” B) ...................................... utiit “como quiera que” neutiquam “de ningún modo” A) ....................................... quisquam “alguien” B) ....................................... utiquam “de algún modo”

De la serie A) surgió en primer lugar la subordinación rela­ tiva en sentido estricto (como hemos visto en su lugar), con ca­ racteres propios y exclusivos: el más sobresaliente y notable es sin duda el carácter flexivo del relativo (variable según género, número y caso) frente a las demás partículas subordinantes, todas ellas invariables. Ahora, de la misma serie veremos que derivan las partículas quum, quam, quamquam, quod, quia, qui,

LA SUBORDINACIÓN

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quo, qua y sus compuestos. Todas éstas son formas desprendidas del paradigma del relativo para fosilizarse como partículas subor­ dinantes invariables. Con estas partículas el latín precisó las relaciones englobadas en la conjunción universal ut; con tales partículas, la lengua, por decirlo de alguna manera, apuntaló la subordinación reforzando y especificando sus marcas. De la serie B) vamos a ocuparnos seguidamente. B)

S is t e m a d e s u b o r d in a c ió n c o n p a r t íc u l a ú n ic a :

VT

1. VT como adverbio de modo Vt es fundamentalmente un adverbio de modo: un adverbio interrogativo-exclamativo-indefinido. Como /quis?/ (interrogativo), ¡qui .../ (relativo) y /quis/ (indefinido), tenemos para ut la serie paralela: /ut?/ (“¿Cómo?”), / u t .../ (“como ...”) y /u t/ (“de un modo u otro”, o “de cualquier modo”). Cada uno de estos tres valores servirá de base a construc­ ciones hipotácticas con ut. Pero veámoslo funcionando todavía como puro adverbio modal en oraciones independientes. Adverbio interrogativo. — Vt? = “¿Cómo?” Vt uales? “¿Cómo te va?” (Pl., Most., 718) Vt moratast? “¿Cómo es de carácter (la joven)?” (Pl., Mere., 392) Vtne tegam spurco Damae latus? “¿Cómo podría yo cubrir el costado a un impuro Dama?” (Hor., Sat., II, 5, 18). Con este ut puede alternar qui, forma de. la serie /Quis?/ / Quid?/: Qui potuit scire? “¿Cómo pudo saberlo?” (Pl., Stich., 301) Qui istuc? “¿Cómo es eso?” (Pl., Truc., 158). Adverbio exclamativo. — Vt! = “¡Cómo!” Este ut es una sencilla variante del anterior: Vi errat! “¡Cómo se equivoca!” (Ter., Heaut., 844) Vt totus iacet! “¡Cómo está de hundido todo él!” (Cic., Att., VII, 21, 1)

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INTRODUCCIÓN A LA SINTAXIS ESTRUCTURAL DEL LATIN

Vi ille tum humilis erat! “¡Qué humilde era entonces!” (Cic.,. Att., II, 21, 3). Obsérvese que, como adverbio de modo exclamativo, el ut latino puede determinar indiferentemente a un verbo, a un ad­ jetivo o a otro adverbio; en cambio, en español se impone distinta traducción: “¡cómo!” sólo es admisible como determinante del verbo; como determinante de un adjetivo o un adverbio usamos “¡qué!” (y no “¡cómo!”) : Vt iurat! “¡Cómo jura!” (Pl., Bacch., 898). Pero Vi elegans est! “¡Qué elegante es!” (Ter., H e a u t1.063) Vt lepide deruncinauit militem! “¡Qué limpiamente se ha ce­ pillado al soldado!” (Pl., Mil. Gl., 1.142) Vt súbito, ut prope, ut ualids tonuit! “¡Qué repentinamente, qué cerca, con qué fuerza empezó a tronar!” (Pl., Amph., 1.062). Adverbio indefinido. — Vt — “de un modo o de otro”, o “de cualquier modo”. Contra este uso, comúnmente admitido por los latinistas, se han levantado esporádicamente algunas voces que lo niegan. Sin embargo, el ut como adverbio indefinido de modo nos parece imponerse si se tiene en cuenta los restantes términos de la serie, cuyo valor indefinido nadie pone en duda: utut, utcumque por un lado, y, por otro, utique, utiquavx, neutiquam. El ut indefinido sobrevive en ciertas frases impresivas; noso­ tros lo interpretamos como desiderativo —por la modalidad desiderativa de las frases en que aparece— y, en consecuencia, lo traducimos por “¡ojalá!” o por un simple “qué” exclamativo. Más literalmente sería algo así como “de cualquier modo”. Es muy posible que ya los latinos no sintieran en el período clásico el valor indefinido de /ut!/ y consideraran la partícula como un refuerzo del subjuntivo en frases desiderativas; de hecho la partícula ut(inam) fue siempre un añadido facultativo, no indis­ pensable al mensaje desiderativo. Vt te quidem di deaeque omnes perduint! “¡Ojalá te arrastren a la perdición todos los dioses y diosas juntos!” (Terv Heaut., 810-811) Vt pereat positum robigine telum! “¡Ojalá el hollín eche a perder el arma arrinconada!” (Hor., Sat., II, 1, 43). También aquí se ve la alternancia ut/ qui de las dos series consabidas:

LA SUBORDINACIÓN

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Qui illum dii omnes perduint! (Ter., Phorm., 124) Qui istum dii perdant! “¡Quieran los dioses su perdición!” (PL, Trin., 923) Otros ejemplos: Pl., Aul., 785; Rud., 1.166; Ter., Eun.. 302; Phorm., 123, etc.; Cic., Att., IV, 7, 1; etc. El valor puramente indefinido de qui aparece con suma niti­ dez en Pl., Amph., 776: Edepol qui factost opus “Por Polux es preciso actuar de alguna manera”. Más ejemplos en Kroll (Sint. científica en la enseñanza del latín, Madrid, 1935, pp. 101-102). Como es bien sabido este ut, en su aplicación, desiderativa, fue normalmente desplazado, ya desde Plauto, por la forma com­ puesta utinam. 2. VT como partícula subordinante A) El vt con indicativo (sin exclusión del subjuntivo) 1. El ut con indicativo es siempre el ut relativo. El ut, como relativo, es decir, como adverbio de modo relativo, funciona exactamente igual que todos los relativos, ya sean éstos variables (qui, quae, quod) o invariables (ubi, quo, qua, unde). El ut relativo constituye la respuesta a la pregunta adverbial /ut?/, como /qui/ responde a /quis?/, como /ubi .../, /quo .../, ¡qua .../, ¡unde .../ responden sucesivamente a ¡ubi?/, ¡quo?/, ¡qua?/ y ¡unde?/: Quid agitis? Vt peritis? —Vt piscatorem aequomst, fame, sitique speque “¿Qué hacéis? ¿Cómo consumís vuestra existencia? —Como es lo propio del pescador: a fuerza de sufrir hambre, sed y desesperación” (Pl., Rud., 311-312) Vt uales? —Vt queo “¿Cómo estás? —Como puedo” (Pl., Per­ sa, 17) (Vt respondisti?) — Respondí ut potui, ut uolui, ut debui “Contesté como pude, como quise (y) como debí hacerlo” (Cic., Verr., 4, 147) Exactamente igual que: (Quid faciunt?) —Quod iussi sunt faciunt “(¿Qué hacen?) —Hacen lo que se les manda” (César, B. G., 3, 6 , 1) Vbi cenabis? —Vbi tu iusseris “¿Dónde cenarás? —Donde tú mandes” (Pl., Truc., 360), etc., etc.

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INTRODUCCIÓN A LA SINTAXIS ESTRUCTURAL DEL LATÍN

La situación sigue siendo rigurosamente proporcional para todos los relativos en cuanto se refiere a los “antecedentes” o correlativos: ita is, ea, id ut qui, quae, quod

ibi ubi

eo quo

ea qua

inde unde

Faciam ita ut iubes “Obraré tal como mandas” (Pl., Amph., 1.143) = Mitte id quod scio “Deja de lado lo que sé” (Ter., And., 764) = Ibi sum esse ubi miserum hominem decet “Estoy allí donde debe estar un desgraciado” (Pl., Bacch., 1.107) = etc. Este ut: como cualquier relativo, puede aparecer indistinta­ mente bajo cualquiera de los tres tipos de oraciones relativas que hemos establecido: Tipo 1: Con antecedente adverbial en consonancia con el ut adverbial; el antecedente será adverbial por pertenecer a la clase de palabras llamadas “adverbios de modo” (pariter ...ut, proinde ...ut, adaeque ...ut, etc.), o simplemente por tratarse de un sus­ tantivo en ablativo de “modo”, lo que constituye un adverbio “funcional”, aunque no “formal” (hoc modo ...ut, hoc pacto .. Alt, etc.) . Tipo 2: Con antecedente deíctico o anafórico: sic ...ut, ita ...ut, item ...ut, itidem ...ut, etc. Tipo 3: Sin antecedente ninguno. Ejemplos: Tipo 1: Reliquit filium pariter moratum ut pater fuit “Dejó un hijo que es el vivo retrato moral de su padre” (Pl., Aul., 22-23) Hoc modo res gesta est ut dico “El asunto sucedió como digo” (Pl., Rud., 1.072). Tipo 2: Sic est ut loquor “Es así como te lo estoy explicando” (Pl., Bacch., 468). Tipo 3: Faciam ut iubes “Actuaré como ordenas” (Pl., Bacch., 228) Apparatus sum ut uidetis “Estoy a punto, como veis” (Pl., Mere., 851). 2. Dentro de la noción general del “modo relativo” expresado por este ut, suelen las sintaxis latinas establecer subclases más

LA SUBORDINACIÓN

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o menos numerosas: distinguen un ut “comparativo”, un ut tem­ poral”, un ut causal y, con menos frecuencia, un ut “local”, un ut “proporcional”, etc. Estas precisiones qué los traductores expresan tan claramente en sus versiones no siempre aparecen tan claras en latín. Para comprobarlo bastaría confrontar las divergencias entre los tra­ ductores y las contradicciones y discusiones entre los comenta­ ristas. En todo caso, tales precisiones, más o menos seguras, son siempre deducciones del contexto, pero no están “gramaticalizadas”. a) V t comparativo. — El ut comparativo es una ligera va­ riante dentro del genérico ut modal. En efecto se puede expresar “cómo” es un proceso, “cómo” es una cosa comparándolos "con otras cosas o procesos similares y conocidos: Ita est amor ballista ut iacitur “El amor es tal como una ba­ llesta que se lanza” (Pl., Trin., 6 6 8 ). Las sintaxis habituales incluyen bajo el epígrafe de “oracio­ nes comparativas” la inmensa mayoría de subordinadas con el ut relativo. No vemos inconveniente en ello. Nos parece en cambio poco fructífero seguir discutiendo si es “modal” o “comparativo” o “proporcional” un ut como el si­ guiente de Cicerón (de orat., 2.261): ut sementem feceris, ita metes “como siembres, así cosecharás”, o “según siembres, así o “en proporción a lo que siembres, así o “se cosecha lo que se ha sembrado”. b) V t temporal. — El ut “temporal”, estadísticamente muy por debajo del ut comparativo, es igualmente una sugerencia contextual del ut relativo: In tonstrina ut sedebam, me infit percontarier “Como (según, cuando, mientras) yo estaba sentado en la barbería, él empieza a interrogarme” (Pl., Asin., 343) Vt numerabatur forte argentum, interuenit homo de improuiso “Como (según, cuando, mientras) casualmente se estaba contando el dinero, se presentó nuestro hombre de improviso” (Ter., Ad., 406). Los contextos que indican hechos sucesivos, inmediatos o

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INTRODUCCIÓN A LA SINTAXIS ESTRUCTURAL DEL LATÍN

simultáneos señalan indirectamente el tiempo, y el traductor* puede permitirse el lujo de precisar en las conjunciones de su propia lengua lo que queda en la penumbra del ut latino; tra­ ducirá pues el ut por “desde que”/ “después que”/ “cuando”/ / “en cuanto”/, etc. Ésta es, sin duda, la razón más o menos consciente que ha llevado a los gramáticos a clasificar las oraciones “temporales” con ut atendiendo a los tiempos y modos del verbo en la oración principal y la subordinada; gracias a este juego pueden dichos autores concretar valores “temporales” (!!) del ut que aparece junto a ellos. Pero el latín se conforma muchas veces con el genérico ut. No obstante, si interesa a los hablantes latinos marcar clara­ mente el tiempo, pueden hacerlo y disponen de muchos recursos para conseguirlo: 1) Expresan la noción temporal con un adverbio explícita­ mente temporal añadido al ut: ut primum, ut semel, ut simul, extemplo ut, etc. Vt primum ex pueris excessit Archias se ad scribéndi studium contulit “En cuanto Arquias salió de la infancia, se dedicó al arte de escribir” (Cic., Arch., 4). 2) Ponen el adverbio temporal, desligado del ut, en la ora­ ción principal: Vt illo aduenimus, continuo delegit uiros principes “Según llegamos allí, acto-seguido eligió a personas destacadas”, o (címo ut ... continuo = “en cuanto”) “En cuanto llegamos allí, eligió ...” (Pl., Amph., 203). 3) Aprovechan el relativo “espacial”: ubi “donde” > ubi “cuando”: Vbi quid dederam, quasi columbae pulli in ore ambae meo eratis “Cuando os traía algún regalo, como palomitas, ambas me comíais a besos” (Pl., Asin., 209). 4) Abandonan la vía del ut y acuden a la vía del quis/ quid donde no faltan partículas que por sí mismas o aglutinadas con otros adverbios son claramente temporales: quum, quoad, ex quo, postquam, antequam, priusquam. 5) Y disponen incluso de alguna partícula temporal sin re­ lación etimológica ni con el ut ni con el quis: dum, doñee.

LA SUBORDINACIÓN

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Después de lo dicho no ha de extrañarnos que ante el mismo texto unos autores afirmen y otros nieguen el valor temporal de un determinado ut: Vt quisque uenerat, accedebavi “Según se presentaba cada uno de ellos, yo me iba acercando”, o “A medida que se presen­ taba ...”,o “Cuando se presentaba o “En cuanto se presenta­ ba ...” (Ter., Heaut., 802-803). N ota . — Ante

la posible traducción “a medida que” de ut, quizá conviniera recordar que /ut?/ como adverbio de “modo” equivale a fauo modo?/, y que en latín “modo” y “medida” son nociones inseparables y se expresan con el mismo sustantivo: modus. c) El vt causal. — Es otra derivación del relativo modal. La noción general del “cómo” incluye el “cuando”, el “porque”, el “donde”, etc., y puede por lo tanto concretarse eventualmente en cualquiera de esas circunstancias más precisas. En nuestro propio idioma son frecuentemente sinónimos “como”, y “ya que” o “porque”: “Como”/ “ya que”/porque”/ es­ taba cansado, me acosté temprano”. Aíunt hominem, ut erat furiosus, respondisse... “Dicen que nuestro hombre ‘como’/ ‘según’/ ‘ya que’/ ‘porque’ estaba furioso, contestó que ...” (Cic., Rose. Am., 33). Cuando en nuestras traducciones se impone el valor causal —y ello ocurre muy pocas veces— dicho valor causal es sugeren­ cia del contexto. d) El vt local. — El ut local tampoco tiene entidad grama­ tical; la mayoría de las sintaxis latinas o no lo citan o lo despa­ chan con algún ejemplo poco o nada convincente. Esto último es lo que comprobamos en las distintas revisiones de la Lateinische Grammatik (cf. la más reciente de Szantyr, 1966, p. 631) que cita todavía como ut local el siguiente de Plauto (Amph., .241): Quis­ que ut steterat iacet optinetque ordinem. No rechazamos una tra­ ducción “local” como: “Cada cual yace en el suelo y ocupa el puesto en que (o ‘donde’) había resistido a pie firme”. Pero no son menos legítimas otras traducciones menos o nada “locales”:

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“Cada cual yace en el suelo y mantiene su puesto como / según. había formado a pie firme”. En todo caso, si se impone alguna rara vez la traducción “lo­ cal”, ello será debido al contexto y a las servidumbres de toda traducción. c) v t = quanto. — Este valor de ut evidentemente es un efecto contextual: Mercis omnis, ut uolui, uendidi (Pl., Mere., 94). El “como” y “cuanto” son sinónimos cuando determinan al verbo “vender”: “Vendí todas las mercancías como / por cuanto quise”. Vt no es intercambiable por quanto con otros verbos. Así ut uolui ¥= quan­ to uolui en otros textos: Quod uolui, ut uolui, impetraui “Conseguí lo que quise (y) como quise” (Pl., Mil. Gl., 1.200). En el siguiente texto, también de Plauto, es la correlación ut ... magis — tanto magis que hace el ut equivalente de quanto: Vt quidquid magis contemplo, tanto magis placet “Cuanto más contemplo cada detalle, tanto más me encanta” (Most., 831). 3. Hemos encabezado el apartado que aquí finaliza con el epígrafe “ut con indicativo (sin exclusión del subjuntivo)”. Efectivamente, si el sentido de la oración comparativa con ut requiere el subjuntivo por referirse a un hecho no real, se usará el subjuntivo como se usaría fuera de la subordinación. Com­ pruébese cómo Cicerón en dos textos muy parecidos acude a uno u otro modo, como lo haría en oración independiente: Cum ceteris, ut quidem uideor, tum mihi ipsi displicio “He disgustado, como ciertamente creo, a los demás, y, sobre todo, me he disgustado a mi mismo” (Fam., 4, 13, 3) Ñeque id fació, ut forsitan quibusdam uidear, simulatione “Y no obro así, como algunos podrían tal vez pensarlo, por fin­ gir” (Fam., 1, 8 , 2). 4. Conclusión: Todos los usos del ut subordinante con el modo indicativo se reducen al ut adverbio de modo relativo y no parecen plantear problemas: se trata siempre de la subordinación del tipo relativo; y esta subordinación, ahora con partícula ad-

309 verbial invariable, es por lo demás un tipo sintáctico paralelo al tipo de subordinación relativa pronominal y, como pronominal, variable. LA SUBORDINACIÓN

B) El v t con subjuntivo (con exclusión del indicativo) 1. El ut con subjuntivo tiene valores más complejos que con el indicativo: puede introducir oraciones finales, o consecutivas, o concesivas, o condicionales, o completivas; y dentro de las com­ pletivas aún hay que mencionar los apartados de la subordina­ ción completiva sujeto / objeto por un lado, y desde* otro punto de vista la interrogación subordinada (o interrogativa “indirecta” en la nomenclatura habitual de los latinistas). 2. Hay unanimidad en admitir que el ut de las interrogativas subordinadas es el mismo ut de las interrogaciones independien­ tes. El hecho es evidente: el ut y todos los demás términos percontativos (quis, cur, quantus, qualis, quomodo, etc.) sirven por igual para introducir interrogaciones independientes e interro­ gaciones subordinadas. Sobre este tipo de subordinadas volve­ remos en su lugar. Para los tipos restantes (completivas, finales, consecutivas, condicionales y concesivas) buscó la gramática histórica el ori­ gen o bien en el adverbio de modo relativo o bien en el adverbio de modo indefinido (cf. su-pra, pp. 109 ss.). Hoy se inclinan comúnmente los latinistas, y creemos que con buenas razones, por esta última tesis, es decir por el origen paratáctico: Vt quiescant: moneo “¡Que vivan en paz! Se lo aconsejo” (pa­ rataxis). Y luego: Vt quiescant moneo “Les aconsejo que vivan en paz” (hipotaxis). El texto es de Terencio (And., 22). Lo mismo con ne: Orat jrater: ne abeas longius! “Tu hermano te suplica: ¡No te alejes demasiado!” (parataxis) pasa a: Orat jrater ne abeas longius (Ter., And., 882) “Tu hermano te suplica que no te alejes demasiado” (hipotaxis). “La hipotaxis —concluye Ronconi (II verbo latino, 1959, pp. 158 ss.)— no es sino una más estrecha asociación entre dos ora­ ciones, por la cual se conviene en llamar conjunción, más bien que adverbio, al ut, que en su origen tiene más la función de

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INTRODUCCIÓN A LA SINTAXIS ESTRUCTURAL DEL LATÍN

aclarar la naturaleza de la segunda oración que la de unirla a la, precedente.” 3. Quien intenta estudiar la subordinación con ut tropieza en seguida con la dificultad de delimitar fronteras bien definidas entre los diversos giros con ut y subjuntivo. El embrollo se cen­ tra sobre todo en el tríptico completivas-finales-consecutivas. Pueden comprobarse las diversas posibilidades de interpre­ tación ante el ¡ut cupias/ del siguiente texto de Plauto (Capt 856): Ita faciam ut tu te cupias faceré sumptum etsi ege uetem. a) “Obraré de tal modo que tú mismo desees hacer el gasto, aunque yo te lo prohíba” (¿consecutiva?). b) “Así haré que tú mismo desees hacer el gasto ...” (¿com­ pletiva?). c) “Obraré así para que tú mismo desees ...” (¿final?). Y, de hecho, ocurre con harta frecuencia que donde un autor ve una consecutiva, otro ve una final o una completiva, y vice­ versa. Hemos observado que los autores alemanes y sobre todo los italianos son particularmente propensos a interpretar como fina­ les múltiples giros que nosotros solemos considerar como com­ pletivos. Así, un autor de tanta autoridad como Ronconi pone como modelo de “final” con ut (II verbo latino} p. 159) la frase suadeo ut caneas; a nosotros nos parece más bien un ut comple­ tivo: “Te aconsejo que te pongas en guardia”. Otro especialista italiano, Tescari (Sintassi latina} p. 268) da como ejemplo de ut final un texto de Livio (2, 37, 1) que para nosotros es igualmente completivo: Ludi quam amplissimi ut fierent senatus decreuit; el texto latino, mirado directamente, nos parece decir: “El senado decretó que ...”, y no: “El senado dio un decreto para que ...”. En la sintaxis latina de Ernout, tan familiar entre nosotros, se habla (§ 306) de completivas-finales y de completivas-consecutivas; y poco después se añade que “el ut consecutivo deriva del ut final”. Los tres tipos quedan así involucrados en una indiscer­ nible unidad. 4. Como base de partida, téngase por último en cuenta que basta introducir variaciones en la oración principal para que la

311 misma e invariable oración subordinada encabezada por ut con subjuntivo pase a ser sucesivamente completiva sujeto / objeto, interrogativa “indirecta”, final, concesiva y consecutiva. Tomamos de Plauto (Men., 841) un ejemplo para someter a cambios su oración principal: la) Apollo imperat ut ego illic oculós exuram “Apolo me ordena que le queme los ojos (a esta mujer)”. La oración subor­ dinada (ut ...exuram) es “completiva” y complemento directo de imperat. b) (Necesse est) ut ego illic oculos exuram “Es preciso que yo le queme los ojos”. La misma subordinada es ’ahora completiva-sujeto. 2) (Apollo lampadas ardentes mihi dat) ut ego illic oculos exuram “Apolo me ofrece antorchas inflamadas para qué-yo le queme los ojos”. Vt... exuram — subordinada final. 3) Vt ego illic oculos exuram, (eam tamen non decipiam) “Aunque le quemara los ojos, no podría no obstante engañarla”. Vt ... exuram — oración concesiva. 4) (Tam rabiosus sum) ut ego illic oculos exuram “Estoy tan rabioso que le voy a quemar los ojos”. Vi ... exuram — “conse­ cutiva”. 5) (Aspice et contempla) ut ego illic oculos exuram “Mira y observa cómo le quemo los ojos”. V t ... exuram “interrogativa indirecta”. 5. Normas de orientación en la sintaxis del u t con subjuntivo 1) Una observación atenta de los textos permite formular las siguientes normas: a) Norma de la frecuencia. — Por la frecuencia de aparición destacan, por un lado, las completivas y finales como de máxima frecuencia; y por otro, las consecutivas y concesivas, como de frecuencia muy inferior. b) Norma de las correlaciones. — La misma separación se obtiene atendiendo a las correlaciones: las completivas y finales no llevan correlativos; en cambio, las consecutivas y concesivas suelen llevarlos y difícilmente pueden prescindir de tales corre­ laciones sin caer en la ambigüedad. Con ello queda establecida la oposición: fin a l e s co m pleti ­ LA SUBORDINACIÓN

vas

/ CONSECUTIVAS + CONCESIVAS.

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INTRODUCCIÓN A LA SINTAXIS ESTRUCTURAL DEL LATÍN

N ota . — De las dos normas apuntadas se deduce lo siguiente:, puesto que el bloque “consecutivas-concesivas”, con menor índice de frecuencia, necesita una marca (la de las correlaciones) para oponerse al bloque “finales-completivas”, de máxima frecuencia (y sin marca específica), resulta evidente que el bloque “finalescompletivas” es el término negativo (o no-marcado), y el bloque “consecutivas-concesivas” es el término positivo (o marcado). 2) Norma de las exigencias sintácticas: oposición fin a l e s co m pletiva s . — La elección entre el valor completivo o el valor final se decide por exigencias puramente sintácticas, según el principio siguiente: el ut con subjuntivo (¡y sin correlaciones!) acude a rellenar los posibles huecos en la estructura sintáctica en riguroso orden preferencial: si lo que falta en el enunciado es alguna de las funciones primarias del nombre (sujeto o com­ plemento directo) el ut con subjuntivo pasa automáticamente a rellenar ese hueco primario: Subordinada com pletiva ( o s u s ­ tantiva ) .

Si no hay huecos primarios libres, el ut con subjuntivo des­ ciende automáticamente a la función adverbial: subordinada

FINAL.

Observemos algunas muestras. Vt final: Cic., Rose. Am., 55: Accusatores esse utile est ut metu contineatur audacia “Es útil que haya acusadores para que el miedo mantenga a raya la audacia”. Como la función nominal primaria de sujeto está cubierta por la oración de infinitivo (accusatores esse), el ut contineatur pasa automáticamente a oración final. Pero si suprimiéramos el accusatores esse, automáticamente ascendería el ut contineatur a sustituirle como sujeto para salvar la gramaticalidad del enunciado: “Es útil que el miedo mantenga a raya la audacia”, cf. Ter., And., 60-61: (Est) utile ut ne quid nimis. Lo mismo ocurre con ne final: César, B. G., 7, 70, 7: Iubet portas claudi ne castra nudentur “Manda cerrar las puertas para que el campamento no quede desguarnecido (de defensores)”. Si faltara el portas claudi, as­ cendería automáticamente el ne nudentur a sustituirle en su fun­ ción de complemento directo: “Manda que el campamento no quede desguarnecido”.

/

LA SUBORDINACIÓN

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Vt completivo: Los ejemplos siguientes ofrecen la situación inversa del ut completivo, ya sea como complemento directo, ya como sujeto: Plauto, Amph., 1.085: Faciam ut aliter praedices “Haré que hables de otro modo”. La transitividad de faciam reclama la com­ pletiva. En cambio, si en ese texto apareciera un posible com­ plemento directo para faciam, la primitiva completiva ut prae­ dices pasaría automáticamente a final: (Aliquid) faciam ut aliter praedices “Haré (algo) para que ...”. Observemos también de paso que, si en lugar de y,t con sub­ juntivo aparece ut con indicativo, éste no es susceptible de des­ empeñar la función completiva, sino que, como dijimos en su lugar, será un ut modal o comparativo (o alguna de sus variantes: temporal, causal, etc.): Faciam ut mones, ut iubes, etc. (Cf. Te*r., Hec., 719; Pl., Trin., 1.064; etc.). César, B. G., 4, 29, 1: Accidit ut esset luna plena “Ocurrió que era luna llena”. Pero, si en este texto apareciera ut erat en lugar de ut esset, ya no podría establecerse la relación sujetoverbo entre la subordinada y la principal; el ut con indicativo sería un complemento circunstancial comparativo-temporal; y, por lo tanto, tendría que darse otro sujeto para accidit: (hoc uel illud) accidit ut erat luna plena “(Esto o aquello) ocurrió cuando había luna llena”. He aquí, por último, un ejemplo en que salen sucesivamente el ut comparativo y el ut completivo sin que quepa la ambigüe­ dad: Ter., Heaut., 552: Si euenerit, ut sunt humana, ut faciat filius “Si se diera el caso, siendo las cosas humanas como son, que tu hijo lo hiciera”. Obsérvese cómo, debido a la aparición de ut sucesivamente con indicativo y con subjuntivo, se desconecta y conecta respectivamente la estrecha relación sintáctica que une al sujeto con su verbo: si euenerit ut sunt humana ... (la relación verbo-sujeto es imposible); si euenerit ut faciat (la relación ver­ bo-sujeto se impone necesariamente). 3) La oposición con secutiva / concesiva . — Esta oposición se marca mediante las respectivas correlaciones. El ut con sub­ juntivo y correlaciones es, según se dijo anteriormente, o conse­ cutivo o concesivo. La elección entre ambos tipos se decide en primer lugar por sus correlaciones, ya que éstas son específicas: con tamen el ut será concesivo; con todas las demás (sic, adeo,

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tam, talis, tantus, is, etc.) será consecutivo. Otro síntoma orien­ tador es que las consecutivas siguen siempre a su principal y las concesivas suelen precederla: Erat ea sagacitate ut decipi non possit “Era tal su sagacidad que no se le podía engañar” (Nep., Ale., 5, 2) Vt desint uires, tamen est laudando, uoluntas “Aunque las fuerzas falten, ha de alabarse no obstante la voluntad” (Ov., Pont., 3, 4, 79). . Alcance de las normas expuestas 1) Hemos visto la importancia de las correlaciones a la hora de caracterizar los cuatro prototipos de subordinadas con ut -fsubjuntivo. Las oraciones típicas y de máxima frecuencia en cada una de las cuatro clases reúnen las condiciones apuntadas. Hemos de pensar, pues, que la lengua latina buscó en la presencia o au­ sencia de las correlaciones un medio de concretar valores y mon­ tar sobre la conjunción única y universal del ut todo un sistema completo de subordinación. 2) Pero si la presencia o la ausencia de las correlaciones dilucidan normalmente con tanta eficacia el valor de las subor­ dinadas con ut, algunas veces, aunque muy pocas, encontramos consecutivas y concesivas sin el esperado término de correlación. ¿Cómo explicarnos estas excepciones o desviaciones de la norma? 3) En primer lugar los términos correlativos son una ayuda para concretar valores específicos de ese ut, útil para todo en general y siempre impreciso por su misma generalidad; ahora bien, puede ocurrir que el mismo contexto aporte tal información que haga superflua cualquier ayuda para establecer la debida relación entre la principal y su subordinada. a) No es fácil encontrar un ut consecutivo sin algún tipo de correlación. He aquí no obstante uno: Mons altissimus impendebat, ut facile perpauci prohibere possent “Una montaña muy alta dominaba la ruta, de tal modo que muy pocos hombres podían fácilmente cortar el paso” (César, B. G., 1, 6 , 1). Según las normas generales de la lengua este ut —por la ausencia del correlativo— debiera ser “final”; pero como no hay riesgo de tomarlo por tal ya que a nadie se le ocurrirá atribuir 6

LA SUBORDINACIÓN

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una “intención” a la montaña, pudo el autor ahorrarse el acci­ dentalmente superfluo correlativo. b) No es quizás tan difícil citar casos de ut concesivo en ausencia de su típico correlativo tamen: Vt non omnis -peritissimus sim belli, cum Romanis certe bellare didici “Aunque no conozco a fondo el arte de la guerra, lo cierto es que he aprendido a luchar con los romanos” (T. L., 36, 7). Los casos como éste admiten todavía una interpretación pura­ mente paratáctica: Vt non omnis peritissimus sim belli! Cum Ro­ manis certe bellare didici “¡Sea (verdad) que yo no conozca a fondo el arte de la guerra! Lo cierto es que...” N ota . — Además, y como complemento de lo dicho aqaí, re­ cuérdese la ley general y bien conocida según la cual, en cual­ quier oposición, el término negativo o no marcado puede even­ tualmente usarse por el positivo: “Mi vecina ha tenido un niño” puede decirse incluso cuando el recién nacido haya sido niña, pero no sería posible la inversa. 4) Pero la mayor indistinción se da entre las consecutivas, completivas y finales. Estos tres tipos son los que suelen señalar los especialistas como muy próximos entre sí, hasta el punto de pretender derivar de uno de ellos los dos restantes, sin llegar nunca a ponerse de acuerdo sobre cuál de los tres es punto de partida para los otros dos. Ya hemos apuntado anteriormente un texto en que veíamos la dificultad de decidirse por el valor completivo, o consecutivo, o final. Volvamos sobre él: Ita faciam ut tu te cupias faceré sumptum etsi ego uetem (PL, Capt., 856). ¿En Ita faciam ut cupias nos hallamos ante un ut consecutivo o completivo o final? Según las normas que hemos admitido, las consecutivas no debían confundirse nunca con las completivas ni finales, ya que las primeras deben llevar correlación y los otros dos tipos care­ cen de ella. Nosotros, ante el ejemplo propuesto y otros similares —pues ni se trata de un caso aislado ni tampoco de un caso demasiado frecuente—, podríamos optar por la interpretación “consecutiva”, insistiendo en la norma según la cual las consecutivas llevan co­

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rrelativos y las demás no lo deben llevar. Asi coincidiríamos con Leumann (Mélanges offerts á A. Ernout, París, 1940, pp. 230235), según el cual el límite separativo de las consecutivas frente a las demás subordinadas con ut y subjuntivo está marcado por la presencia de ita. No obstante, el problema no es tan sencillo. Hacemos, pues, nuestra la tesis de Leumann, pero no en la fórmula absoluta que él le da, sino tomando algunas precauciones en su aplicación. Un ita en las proximidades de un ut no supone necesariamente correlación entre ambos, aunque la proximidad invita a estable­ cerla y —generalmente— debe establecerse. El problema es, pues, el de saber si hay o no hay correlación en un texto dado. Lo cierto es que a la ambigüedad de ut se suma en determinados textos, como el que estamos considerando, la ambivalencia del ita, y de todos los correlativos en general: pue­ den entrar en correlación con otros términos subordinantes, pero pueden también funcionar simplemente como lo que son por sí mismos según la clase de palabras que les corresponde, como adjetivos (tantus, talis...), como adverbios (ita, sic, tam...), como pronombres (is), sin entrar en correlación con ninguna par­ tícula subordinante. En las consecutivas, el término correlativo de la oración prin­ cipal llama como algo que ha de venir necesariamente el ut que encabeza la subordinada; esto supondría, sin duda, una cierta melodía sostenida que enlazaría el grupo ita ... ut, sin descenso intermedio de voz entre la principal y la subordinada. En suma, algo similar a lo que ocurre con las consecutivas que en nuestras lenguas actuales llevan igualmente correlativos. Por ejemplo, en castellano: “Tal es mi opinión sobre este caso” y “Mi opinión sobre este caso es tal que me resulta inadmisible tu oferta”. En latín debía suceder lo propio, pues no hay otro tipo de oración subordinada que se ordene en la cadena hablada en secuencia tan rigurosamente invariable como la subordinada consecutiva: sigue siempre a su principal, sin excepciones. Ahora bien, la falta de la aludida información melódica es lo que nos hace vacilar en ita faciam ut tu te cupias... a) Estableciendo la concatenación correlativo - consecutiva: “Obraré de tal modo que...” b) Sin establecer la correlación y contando el ita como puro

LA SUBORDINACIÓN

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adverbio referido a faciam: “Así haré que tú mismo desees...” (completiva); o: “Obraré así para que tú mismo desees...” (final). Entre estas dos últimas posibilidades, la decisión, según las exigencias sintácticas, no suele ser difícil: normalmente se im­ pondrá la necesidad del complemento directo de faciam, o sea, la interpretación completiva, salvo que el contexto contenga un claro complemento directo implícito o expreso, en cuyo caso se impondrá la norma regular y consabida: “Lo haré así para que tú mismo desees...” (final). 5) Hemos operado con la norma según la cual las oraciones finales (como las completivas) carecen de correlaciones. Tal nor­ ma no sería admisible según la doctrina de algunas sintaxis y monografías que nos hablan de las correlaciones de la oración final y nos dan una larga lista de posibles correlativos con ut final, a saber: eo, idcírco, propterea, ob eam rem (causam), eo consilio, ea causa, etc. Fijémonos tan sólo en un ejemplo: Reliquos Catilina abducit eo consilio uti per tramites occulte perfugeret (Sal., Cat., 57). Evidentemente, es aceptable una traducción “final”: “Catilina retira a los restantes para huir secretamente a través de sendas”. Pero la noción de finalidad está expresada por eo consilio; una traducción que pretendiera reflejar no sólo el contenido sino la construcción gramatical del texto latino sería más bien así: “Catilina retira a los restantes con el siguiente propósito: que huyera...”, o, más sencillamente: “con el propósito de huir”. No insistimos, ya que los mismos autores que hablan de correlaciones con el ut final reconocen (cf. Ernout-Thomas, Synt. lat., § 341) que entonces “la final, gramaticalmente, no se distin­ gue ya en nada de la completiva explicativa que desarrolla el correlativo”. 7. Observaciones complementarias A) La alternancia completiva infinitiva/completiva con u t 1) Habitualmente, las sintaxis latinas dedican un largo apar­ tado a las oraciones completivas con ut. En él suelen darnos fati­ gosas listas de verbos que introducen dichas completivas: son

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uerba uoluntatis, uerba declarandi, uerba sentiendi, uerba timendi, uerba impersonalia, etc. Pero en otro apartado, dedicado a la oración de infinitivo, las mismas sintaxis suelen dar aproximadamente la misma lista de verbos como introductores también de la oración de infinitivo, que frecuentemente alterna en función completiva con el ut -fsubjuntivo. Como muestra de lo que decimos pueden compararse, en la sintaxis de Ernout-Thomas (edición de 1964), las páginas 299-306 (dedicadas a las completivas con ut) con las páginas 320331 (dedicadas a la oración de infinitivo). 2) Por otra parte, unas veces no cambia el contenido del enunciado tanto si se usa la completiva-infinitiva como si se usa la completiva con ut; otras veces resulta un mensaje sustancial­ mente distinto: E q u iv a l e n c ia :

Volo uos scire “Quiero que sepáis” (Pl., Mil. Gl., 96). Voló ut sciatis significaría lo mismo y, aunque mucbo me­ nos frecuente, sería igualmente correcto; cf. Cic., in Vat., 14: Volo ut viihi respondeas; Pl., Bacch., 77: Vt ille te uideat uolo; etc. O p o s ic ió n :

Dicam ut reuortantur domum “Les diré que regresen a casa” (Ter., Heaut., 340). Dicam eos reuerti domum “Diré que ellos regresan a casa”. 3) Son mucho más numerosos los casos de equivalencia que los casos de oposición; por ello se admite, más o menos explíci­ tamente, que la completiva infinitiva y la completiva con ut son, en principio, sinónimas por el lado del contenido. 4) En todo caso, se plantea aquí un problema al que no se ha prestado la debida atención: si se admite que ambas subordi­ nadas son sinónimas, ha de explicarse por qué a veces dejan de serlo; y, viceversa, si se admite que no lo son, hay que explicar por qué las más de las veces se vuelven sinónimas. En la bibliografía a nuestro alcance o se señalan simplemente

LA SU BORDIN ACIÓN

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los hechos sin comentario, o, más frecuentemente, se atribuye toda la responsabilidad del cambio de sentido al verbo principal: se hace observar que el verbo dicere (y ocurre lo propio con censeo, concedo, decerno, moneo, suadeo, persuadeo, etc..; cf. Ernout-Thomas, § 309) tiene dos sentidos: uno “declarativo’' que arrastra la construcción de infinitivo: “digo que...”, y otro “yu­ sivo”, de modo que dico ut significaría “mando que...”. Nosotros no podemos contentarnos con tal explicación. a) Situémonos ante los enunciados con sus respectivos men­ sajes diferentes: Dicam ut reuortantur “Diré que vuelvan”. Dicam eos reuerti “Diré que vuelven”. Si el sentido es distinto y lo que cambia formalmente es la oración subordinada, nos parece absurdo atribuir la responsabi­ lidad del cambio en el contenido a lo que formalmente perma­ nece invariable (dicam); creemos que el cambio del contenido se debe al cambio en la forma, es decir, al cambio en la oración súbordinada: ut reuortantur/ eos reuerti. b) Aunque admitiéramos que en dicam ut reuortantur ese dicam no es “decir”, sino “mandar”, ello no constituiría una razón para excluir la construcción con infinitivo ni para imponer el cambio de sentido, pues los uerba uoluntatis no excluyen la oración de infinitivo ni imponen cambio de sentido; más todavía, los verbos más típicamente “yusivos”, como son iubeo y ueto, prefieren la subordinación infinitiva a la subordinación con ut: el tipo iubeo te facere es mucho más frecuente que iubeo ut ja­ das; y ambos son equivalentes por el lado del contenido: “Mando que hagas”. 5) La alternancia de las oraciones completivas infinitivas y las oraciones completivas con ut, ya sea con o sin cambio de contenido, reclaman, pues, una nueva interpretación. La nuestra enlaza con lo que ya dijimos al intentar separar las nociones de subordinación y estilo indirecto (cf. supra, pp. 66 ss.). La semántica del verbo principal y la semántica de sus posi­ bles complementos directos se condicionan mutuamente. Así como el verbo “preguntar” sólo admite como complemento di­ recto una “pregunta subordinada” (la interrogativa “indirecta”), así también:

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a) A un verbo de semántica estrictamente “impresiva” (iubeo, ueto, sino, uolo, nolo, etc., los auténticos uerba uoluntatis) sólo se les puede subordinar mensajes impresivos: por tanto, sea cual fuere la forma que adopte la oración completiva, infinitivo o ut con subjuntivo, el sentido no cambiará; la suerte está echada, en cuanto a contenido, por la excluyente semántica del verbo principal: iubeo ut facías = iubeo te facere ueto ut facias — ueto te facere sino ut facias = sino te facere uolo ut facias = uolo te facere etc. etc. b) A un verbo de semántica estrictamente declarativa (los mejores ejemplos aquí los constituyen las expresiones o uerba impersonalia: oportet, necesse est, uerum est, mirum est, etc.) no se le puede subordinar más que mensajes informativos; tam­ bién aquí está echada la suerte por el verbo principal y poco im­ porta que, como subordinación completiva, salga ut o infinitivo: necesse est ut facias = necesse est te facere mirum est ut facias = mirum est te facere etc. etc. c) Pero hay bastantes verbos que, por su semántica, ni son estrictamente declarativos ni estrictamente impresivos, sino que su espectro semántico es más general y pueden acoplárseles com­ plementos directos más variados. Así ocurre con dico, que puede considerarse como el prototipo de todos ellos. Cuando alguien se pone a hablar para decir “algo”, ese “algo” puede ser una simple información (función declarativa del lenguaje) o puede ser una orden, un ruego, etc. (función impresiva). Por tanto, la suerte no queda echada ya por la aparición del verbo principal (dico), y no sabemos si la completiva subordinada a él va a ser de contenido informativo o impresivo; así las cosas, la doble posible cons­ trucción completiva va a polarizarse en funciones distintas: la construcción infinitiva reflejará un contenido declarativo y la construcción con ut reflejará un contenido impresivo: la alter­ nancia es ahora relevante:

LA SUBORDINACIÓN

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Dico ut uenias ^ Dico te uenire “Digo que vengas” ^ “Digo que vienes”. Tal es la conclusión de este apartado. Para cerrarlo veamos algunas muestras literarias de estas completivas y, por cierto, de­ pendiendo de verbos que no figuran en las correspondientes listas de nuestros' manuales (cf. el § 309, antes citado, de ErnoutThomas): Clamare coeperunt sibi ut haberet hereditatem: “Se pusieron a gritarle que se quedara con su herencia” (Cic., Verr., 2, 47). Ahí tenemos la subordinación de un mensaje impresivo, que, independizado, sería: Tibi habeas heredita­ tem! “¡Quédate con tu herencia!” Sustituyamos ahora la com­ pletiva con ut por la completiva infinitiva: Clamare coeperunt eum sibi habere hereditatem “Se pusieron a gritarle que'se había encontrado con una herencia”. El mensaje independiza­ do sería: Hereditatem tibi habes! “¡Te has encontrado con una herencia!” M e m in i : Vt subdola sis memento “Acuérdate de ser astuta”. (Pl., Cas., 823). El mensaje independizado sería: (Vt) subdo­ la sis!: “¡Sé astuta!”. Pero Subdolam te esse memento sería: “Acuérdate que eres astuta”; y el mensaje independizado: “Eres astuta” (recuér­ dalo). C la m a re :

Vt quiescant moneo “Les aconsejo que vivan en paz” (Ter., And., 22). La subordinada independizada sería: (Vt) quiescant! “¡Que vivan en paz!” Res ipsa monebat tempus esse “Los mismos acontecimientos me recordaban que era el momento” (Cic., Att., 10, 8 , 1). El mensaje independizado sería: Tempus est “Es el momento”. A d d o : lllud addidit (senatus) ut redirem “El senado añadió que yo volviera” (Cic., Sest., 129). Mensaje independizado: Redeat Cicero! “¡Que vuelva Cicerón!” Addebant me desiderari “Añadían que se me echaba de me­ nos” (Cic., Att., 16, 7, 1). Mensaje independizado: Tu desideraris “Se te echa de menos”. M oneo:

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He aquí por último un ilustrativo ejemplo de Tácito (An. XIV, ) en el que aparece la doble construcción en dependencia del mismo verbo: Acerronia, dum se Agrippinam esse utque subueniretur matri principis CLAMITAT, contis conficitur “Acerro­ nia, por ponerse a gritar que ella era Agripina y que se socorrie­ ra a la madre del príncipe, es abatida a garrotazos”. 5

B) El modo en las completivas, finales, concesivas y consecu­ tivas. El modo subjuntivo en las subordinadas que estamos es­ tudiando no plantea problemas, salvo en el caso de algunas con­ secutivas. Este subjuntivo subordinado conserva el mismo valor que le corresponde en posición independiente. Dado que en di­ chas oraciones se trata de procesos intencionales, deseados o su­ puestos, nadie se extraña de que esas oraciones excluyan el indi­ cativo o modo de la realidad y utilicen en cambio el subjuntivo. Únicamente plantea problemas el subjuntivo de ciertas con­ secutivas, ya que en éstas no es raro que los períodos subordi­ nados expresen hechos reales, y podría esperarse entonces la aparición del indicativo. ¿Por qué se halla entonces sistemática­ mente excluido el indicativo en las consecutivas? Se han dado varias razones muy verosímiles: a) que a la mayoría de las con­ secutivas les hubiera correspondido también el subjuntivo por su contenido y que tal subjuntivo se habría generalizado hasta desplazar totalmente a la minoría de los posibles indicativos; b) también se ha dicho —y nos parece razón más convincente— que en las consecutivas (que son como la medida de la principal) no se tiene en cuenta tanto la realidad del hecho expresado como la posibilidad de llegar a ella. C)

S u bo rd in a ció n

basada e n pa r tíc u la s d iv ersifica d a s

Nos hemos referido anteriormente a las dos vías que siguió el latín en el desarrollo de su subordinación. En la sección precedente, dedicada al ut, hemos visto cómo, por la vía del ut y valiéndose únicamente de esa partícula, la lengua logró montar un sistema completo de subordinación.

LA SUBORDINACIÓN

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Ahora vamos a ver el desarollo de un sistema de subordina­ ción paralela; es decir, vamos a ver, por el lado del contenido, los mismos tipos de oraciones subordinadas: comparativas, tem­ porales, causales, completivas, finales, consecutivas, concesivas y condicionales; por el lado de la forma veremos nuevos medios de expresión para ese contenido: la lengua logró estas nuevas formas por la vía del quis/quid (apartados 1 -1 1 ) y, accidental­ mente, por elementos de procedencias varias (apartados 12-16). Este nuevo sistema es más explícito que el anterior, ya que las nuevas partículas, por su semantización, comportan en sí mis­ mas algunas nociones concretas de tiempo, causa, condición, etc. Sin embargo, también aquí hay grados en la univocidad o plurivalencia, como vamos a ver seguidamente. i

1. QVOM 1. El origen de esta partícula es evidente. Quom es el acu­ sativo singular masculino del tema quo-, como quem lo es del tema qui-. Ante estos dos acusativos del relativo-interrogativo, la forma quom se desprendió del paradigma del relativo, y, ya fosilizado, pasó a conjunción temporal. Es razonable pensar, como dicen nuestros manuales de sinta­ xis, que el paso de relativo a conjunción, y precisamente a con­ junción “temporal”, se produjo por infección a partir de antece­ dentes —nombres o adverbios— de semántica temporal: tempus, aetas, dies, nunc, tum, etc. Iam aderit tempus quom sese etiam ipse oderit “Pronto llegará el momento en que él se odiará a sí mismo” (Pl., Bacch., 417). Hunc uidere saepe optabamus diem Cum ex te esset aliquis qui te appellaret patrem “Muchas ve­ ces suspirábamos por ver el día en que algún descendiente tuyo te llamara padre” (Ter., Hec., 651-652). En ejemplos como ésos puede darse la alternancia quom/qui, cf. fuerat ille annus quom (Cic., Sest., 15) / is erat annus quo (Caes., B. C , 3, 11). Si nos fijamos en la equivalencia quom = (in) quo, notamos que /(in) quo/ es puro “representante” o eco del antecedente; en

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cambio, quom, como relativo “semantizado”, se independiza de su antecedente y, en consecuencia, se hace invariable. Ejemplo de adverbio temporal como antecedente: Etiam si dudum juerat ambiguom hoc ■mihi nunc non est, earn cum sequitur alienus puer “Aunque hasta aquí hubiera para mí lugar a dudas, ya no cabe dudar ahora que ella (=: Filomena) arrastra consigo al hijo que no me pertenece” (Ter., Mee., 648-649). Una vez semantizado, el quom ya puede prescindir de todo antecedente, y es entonces pura conjunción subordinante “tem­ poral” : Quom narices secabantur C. Mario, dolebat “Cuando opera­ ban a C. Mario de sus varices, él sentía dolores” (Cic., Tuse., 2, 35). 2. Como partícula subordinante relativo-temporal, quom debe construirse con el modo indicativo: Hic illest dies quom nulla salus sperabilist “Éste es el día en que no cabe ninguna esperanza de salvación” (Pl., Capt., 518). Omnes quom ualemus recta consilia aegrotis damus “Todos, cuando estamos sanos, damos buenos consejos a los que están enfermos” (Ter., And., 309). N ota . — Si la oración subordinada temporal, incluso indepen­ dizada, exigiera el subjuntivo por aludir a un hecho no real, naturalmente, al subordinarse, conservará el subjuntivo, ya que éste no es debido al hecho de la subordinación: Nunc illud est quom me fuisse quam esse nimio uelim “Es ahora cuando yo preferiría, con mucho, estar muerto que seguir viviendo” (Pl., Capt., 511). Ocurre aquí exactamente lo mismo que dijimos del ut comparativo-temporal, que tampoco excluye el subjuntivo, y por la misma razón (cf, supra, p. 116). 3. Como sucedía con todas las relativas, si en lugar del indi­ cativo sale el subjuntivo, éste añade una nueva nota a la acción temporal expresada por el quom. Habrá, pues, aquí también una subordinación doble: una subordinación temporal-causal o una subordinación temporal-concesiva. En suma, volvemos a encon­ trarnos aquí con el subjuntivo de subordinación, como quedó definido supra, pp. 97 ss. Cum temporal-causal: Cum graui uulnere esset afjectus aquí-

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l-ifer inquit... “Como (es decir: «cuando y precisamente porque») el portaestandarte estaba gravemente herido, dijo...” (César, B. G., 3, 64, 3). Cum temporal-concesivo: Tum est condemnatus cum esset iudex quaestionis “Se le condenó aun cuando/ aunque era pre­ sidente del tribunal” (Cic., Cluent., 89). En los dos ejemplos precedentes, si en lugar de cum esset se dijera cum erat, el sentido sería puramente temporal: “Cuando estaba herido, dijo”; “Se le condenó cuando era..." N o t a . — Para mayor claridad, el cum temporal - concesivo puede llevar el típico correlativo de las concesivas, tamen: Graecia cum iam diu eloquentia excellat, tamen... “Grecia, aunque destaca en elocuencia desde hace tiempo, no obstante...” (Gic., Brut., 26). 4. Si se quiere comprobar la exactitud de las normas apunta­ das, ha de tenerse en cuenta que una cosa es que objetivamente haya relación temporal-causal (o temporal-concesiva) entre dos hechos, y otra cosa muy distinta es que el autor tenga en cuenta esa doble relación. Puede ocurrir, y de hecho ocurre, que al ha­ blante sólo le interesa expresar la relación temporal, por ser irrelevante para su propósito la relación causal. En este supuesto utilizará cum con indicativo. Un ejemplo ilustrativo puede verse en los siguientes textos citados en un manual de sintaxis latina (Blatt, Syntaxe latine, en Les Langues du Monde, 1952, 292) para demostrar (?) que no hay normas válidas que expliquen el uso de un modo verbal u otro con el cum temporal: Cum uarices secabantur C. Mario, dolebat “Cuando operaban a C. Mario de sus varices, él séntía dolores” (Cic., Tuse., 2, 35). Marius cum secaretur, ut supra dixi, principio uetuit se alligari “Cuando Mario era sometido a la operación, como anterior­ mente dije, él, al principio, prohibió que se le amarrara” (Cic., Tuse., 2, 53). Esos dos textos, así sueltos y enfrentados entre sí, parecen revelar, efectivamente, una indistinción o irrelevaneia del modo verbal con cum. Pero, si los examinamos de más cerca y en su contexto, veremos que obedecen estrictamente a las normas es­ peradas.

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En Tuse., 2, 35, Cicerón está discutiendo una cuestión lingüís­ tica; trata de demostrar que dolere y laborare no son sinónimos en latín y pone como ejemplo: Cum narices secabantur C. Mario, dolebat; cum aestu magno agmen ducebat, laborabat “Cuando operaban a C. Mario de sus varices, dolebat; cuando iba al frente de su ejército en medio de grandes calores, laborabat. Evidentemente ¿ay una relación de causa a efecto entre la intervención quirúrgica y el dolor; entre la marcha a pleno sol y el esfuerzo o trabajo (laborare); pero esa relación no interesa aquí a Cicerón para definir y oponer los términos dolere / labo­ rare; se ve lo que significan esos términos señalando sencilla­ mente el tiempo en que se produce el dolere / laborare; es como si el autor dijera: “durante una intervención quirúrgica, lo que se siente es dolor” y “durante una marcha agobiante de calor, lo que se siente es fatiga”. Fijémonos ahora en el otro texto: Marius cum secaretur, principio uetuit se alligari. Aquí Cicerón considera no sólo la contigüidad temporal (cum), sino la concatenación o relación de ideas entre la operación quirúrgica y la inmovilización del pa­ ciente; esa consideración arrastra el subjuntivo: “Cuando se le operaba y a pesar de la operación, Mario prohibió que se le amarrara”. 2. QVOD 1. El quod, con el ut y el quom, son las tres conjunciones de mayor rendimiento en el desarrollo de la subordinación latina. El quod es el nominativo-acusativo singular neutro del re­ lativo. Pero el quod siguió siempre formando parte del paradigma del relativo: es decir, fue funcionalmente ambivalente: relativo o conjunción. Esto puede prestarse a confusiones, cosa que no ocurre con el quom, ya que éste quedó fuera —como forma so­ brante— del paradigma del relativo. El lector moderno no sabe muchas veces si ha de encasillar a un quod dado como pronombre o como conjunción; quizá ya les fuera difícil a los hablantes latinos distinguir entre ambas posibilidades, o quizá no se les planteara ningún problema y no distinguieran en absoluto entre lo que nosotros llamamos quod-

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pronombre y quod-conjunción, por coincidir ambos en el quod como acusativo de relación. 2. Como quiera que sea, nosotros seguiremos la tradición distinguiendo entre el quod pronombre relativo y el quod con­ junción completiva/ causal. a) La oración completiva con quod puede funcionar: — Como sujeto: Multum ei detraxit quod alienae erat ciuitatis “Le restó muchas posibilidades su origen extranjero” (lite­ ralmente : “el [hecho de] que era de una ciudad extranjera”) (C. Nep., 18, 1, 2). — Como complemento directo: Praetereo quod eam sibi do­ mum delegit “Paso por alto el (hecho de) que se eligió dicha casa” (Cic., Cluent., 188). — Como predicado: Causa transeundi fuit quod ab Suebis bello premebantur “El motivo de su emigración fue la presión militar de los Suevos” (literalmente: “el [hecho de] que los Sue­ vos los presionaban”) (César, B. G., 4, 1, 2). — Como aposición: Causa haec est, quod ñeque tu defendis “La razón es ésta: que ni tú mismo nos defiendes” (T. L., 23, 42, 11). b) Quod causal: Iura te non nociturum esse nemini quod tu hodie uerberatu’s “Jura que no harás daño a nadie por habér­ sete azotado hoy” (PL, Mil. Gl., 1.410-1.412). N o t a . — Si, como es tan frecuente, quod lleva un correlativo (id, eo, ideo, idcirco, propterea, ob hanc causam, ob eam rem, etcétera), la noción de “causa” queda ya apuntada por ese corre­ lativo y la subordinada con quod es mera epexégesis de dicho correlativo: Exclamant laetae “uenit”, id quod me derepente aspexerant “Alegres exclaman !ya viene’, por (aquello de) que me habían visto de pronto” (Ter., Hec., 368). Idcirco sum tardior, quod non inuenio fidelem tabellarium “Tardo bastante en escribirte por la razón que no encuentro mensajero seguro” (Cic., Att., 1, 13, 1). Recuérdese lo dicho supra, pp. 87 ss., de la subordinación re­ lativa.

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3. El modo verbal en las subordinadas con quod es el mismo que tendrían en posición independiente; el quod no excluye nin­ gún modo verbal. a) En consecuencia el quod completivo permite establecer distinciones que no son posibles en las completivas con ut (ni con infinitivo), ya que el ut completivo arrastra automáticamente el subjuntivo: Huc accedit quod paulo tamen occultior uestra ista cupiditas esset “A esto se añade que la pasión que te posee quedaría algo más disimulada” (Cic., Rose. Am., 104). Con erat en lugar de esset, el sentido sería: “quedaba de hecho”. Si en el mismo texto apareciera ut esset no habría posibilidad de elección entre que­ daría / quedaba. En la medida que no sea relevante la oposición real / no real, el ut y el quod completivos son intercambiables. b) El quod causal con indicativo —que es la construcción más frecuente— alude, pues, a una causa real y garantizada como tal por el auto*: Tu illos dúo olim pro re tollebas tua Quod satis putabas tua bona ambobus fore “En otros tiempos tú educabas a los dos al tenor de tu posición, porque te figurabas que tu fortuna sería suficiente para ambos” (Ter., Ad., 809-810). Una oración causal con quod y subjuntivo expresa una causa fingida: ya sea una causa simplemente imaginada por el hablante pero que a los ojos del propio hablante carece de efectivo atraigo en la realidad: Nemo enim unquam est oratorem, quod Latine loqueretur, admiratus “Nadie admiró jamás a un orador porque hablara en buen latín” (Cic., de or., 3, 52); ya sea una causa no garantizada por el hablante, sino simplemente referida como opinión ajena y citada así como mera posibilidad: Noctu ambulabat in publico Themistocles quod somnum capere non posset “Temistocles paseaba de noche en lugares públicos porque (al parecer o decía él) no podía conciliar el sueño” (Cic., Tuse., 4, 44). 4. Las clásicas oraciones subordinadas completivas y cau­ sales con quod no agotan las posibilidades de esta conjunción. El quod, a través de sus posibles correlaciones y del uso como acusa­

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tivo de relación, puede funcionar con gran libertad. Los siguientes ejemplos ponen de manifiesto la variedad de tipos en construc­ ciones con quod y la dificultad de encasillarlos bajo nuestras rúbricas habituales: Sane gaudeo quod te interpellaui “Me alegro mucho de ha­ berte interrumpido”. “Me alegro de que .../ Me alegro por­ que ...” (Cic., Leg., 3, 1). ¿Nos hallamos ante una completiva o una causal? Quizá no debiera plantearse el problema, ya que con los uerba affectuum el objeto y la causa suelen coincidir. Quod ad me scribis de sorore tua, testis erit ipsd “En cuanto a lo que me escribes con relación a tu hermana, ella misma será testigo” (Cic., Att., 1, 5, 2) Est quod te uolo de communi re appellare “Se da el caso'-que quiero hablarte de un asunto que nos interesa a ambos” (Pl., Aul., 199) Est quod uisam domum “Tengo algo que ir a ver « i casa” (Pl., A ul, 203) Iam diu est quod uentri uictum non datis “Hace ya tiempo que no dais a mi estómago su alimento” (Pl., Amph., 302) Sed quid hoc quod picus ulmum tundit? “Pero ¿qué significa esto, que el pájaro carpintero picotea el olmo?” (Pl., Asin., 262) Gnatus quod se assimulat laetum, id dicis? “Que es fingida la alegría de mi hijo, ¿dices eso?” (Ter., Heaut., 888 ) Adde quod ingenuas didicisse jideliter artes emollit mores “Añade que el estudio profundo de las artes liberales suaviza las costumbres” (Ovid., Pont., 2, 9, 47) Legati renuntiauerunt quod Pompeium in potestate haberent “Los emisarios anunciaron que tenían en su poder a Pompeyo” (César, B. Hisp., 36, 1). Estos dos últimos ejemplos nos muestran casos de transición hacia la construcción completiva tardía dico quod, scio quod, de tanta transcendencia en el desarrollo posterior del latín que nos lleva directamente al “que” románico en sustitución de la clásica oración de infinitivo: Seis quod epulum dedi “Sabes que he dado un banquete” (Petr., 71, 9); Vides quod aliis leporem excitaui “Ves que he levantado la liebre para los demás” (ibid., 131, 7).

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5. La conjunción quod (cf. Szantyr, Lat. Gramm., 1964, pp. 579-584) a lo largo del período histórico, va extendiendo sus usos hasta suplantar a casi todas las demás partículas subordinantes y convertirse en conjunción universal, como lo fuera antes el ut. Pero hay una gran diferencia entre el “que” de nuestras len­ guas románicas y el ut latino, a saber: el “que” románico, es­ cueto, quedó exclusivamente como introductor de oraciones com­ pletivas: creo que ...; ocurrió que es evidente que ... Para la subordinación circunstancial se hizo preceder de preposiciones o locuciones prepositivas como cualquier otro sustantivo en fun­ ción adverbial: de que, para que, porque, sin que, después que, mientras que, a fin de que, etc. Así alcanzó el “que” románico una extensión y una estabili­ dad que no pudo mantener el ut latino. 3. QV1A 1. Quia, acusativo plural neutro del tema qui-, con correla­ tivos o sin ellos, es la conjunción causal de mayor rendimiento.

C on

c o r r e l a t iv o s :

Sin east causa retinendi apud uos quia aegrast... “Si el mo­ tivo de retenerla (a Filomena) con vosotros es porque está en­ ferma ...” (Ter., Hec., 255-256) Nunc adeo si ob eam rem uobis mea uita inuisa, Aeschine, est quia non iusta iniusta prorsus omnia omnino obsequor, missa fació: effundite, emite, facite quod uobis Iubet “Ahora bien, si el motivo de que mi vida os sea odiosa, Esquino, es porque no me presto totalmente a todo, justo o injusto, ya no hago caso: de­ rrochad, comprad, haced lo que os apetezca” (Ter., Ad., 990-992). S i n c o r r e l a t iv o s :

Discrucior animi quia ab domo abeundum est mihi “Estoy angustiado porque he de salir de casa” (Pl., Aul., 105) Eunuchum dixti uelle te, quia solae utuntur his reginae “Di­ jiste que querías un eunuco porque sólo las reinas los tienen a su servicio” (Ter., Eun., 167).

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2. La subordinación con quia no afecta al modo verbal: man­ tiene el indicativo o subjuntivo que le correspondería en posición independiente, exactamente en las mismas condiciones que seña­ lamos al tratar de quod. Ya se ha visto el quia con indicativo en los textos citados anteriormente. He aquí ahora una muestra de quia con subjuntivo: Nunc mea mater iratast mihi quia non redierim domum ad se “Ahora mi madre está enfadada conmigo porque (dice ella) no volví a casa a su lado” (Pl., Cist., 101). El subjuntivo (potencial) revela que la causa del enojo es alegada por la madre, pero no admitida por la hija, Selenia, que nos la refiere. 3. Como conjunción causal, quia es, en el período literario, mucho más frecuente que quod, sin duda por expresar njás uní­ vocamente la causa: con el quia, al quedar fuera de su primitivo paradigma, no se da la plurivalencia que hemos observado al referirnos al quod. En época tardía, en concurrencia con dico quod, se dijo tam­ bién con los verbos declarativos dico quia, uideo quia, etc.: Dixi quia mustella comedit “Le dije que la comadreja los había comido (= los pajaritos) ” (Petr., 46, 4). Este quia completivo no tuvo sin embargo en románico el éxito que alcanzó el quod en la misma función. 4. QVAM y sus compuestos A) Q vam Quam coincide con el acusativo singular femenino del rela­ tivo, como quom > quum > cum coincide con el acusativo singu­ lar masculino. En oración independiente aún podemos verlo funcionar como puro adverbio interrogativo-exclamativo en el sentido de “cuán(to)”, “hasta qué punto”, “en qué grado”: Haec tota fabella quam est sine argumento! “¡Toda esta pequeña comedia cuán exenta está de tramoya!” (Cic., Cael., 64). 1. En hipotaxis puede introducir, como cualquier término percontativo, una interrogación subordinada:

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Vide quam ad me litterae non perferuntur! “¡Mira hasta qué punto no me llegan tus cartas!” (Cic., Fam., 2, 10, 1) Non dici potest quam cupida eram huc redeundi “No hay pa­ labras para expresar cuán deseosa estaba de volver aquí” (Ter., Hec., 90) Quam bene abs te prospectumst cogita “Piensa qué bien has tomado tus previsiones” (Ter., Heaut., 638). Obsérvese en los tres ejemplos precedentes cómo este adver­ bio interrogativo sigue exposición hipotáctica modificando, como cualquier adverbio, a un verbo, a un adjetivo o a otro adverbio. 2. Como relativo, quam responde a tam de la oración prin­ cipal en correlación paralela a la de tum ...quum: Tam frictum illum reddam quam frictum est cicer “Lo voy a poner tan tostado como lo está un garbanzo tostado” (Pl., Bacch., 767) , . Tam facile uinces quam pirum uolpes comest “Te será tan fácil vencer como a una zorra comerse una pera” (PL, Most., 559). 3. La correlación comparativa se extiende a todos los térmi­ nos morfológica o semánticamente comparativos, cualquiera que sea la categoría léxica a que pertenecen: adverbios (magis quam, potius quam, plus quam, contra quam, aliter quam, etc.), adjetivos (melior quam, doctior quam, alius quam, diuersus quam, etc.), verbos (malo quam): Mortuos pluris pretist quam ego sum “Un muerto vale más que yo” (Pl., Bacch., 630) Nihil aliud egit quam ut quam plurimis esset auxilio “No hizo más que auxiliar al mayor número posible” (Nep., Att., 11, 1) Principem esse mauult quam uideri “Prefiere ser que parecer el primero” (Cic., Off., 1, 65). 4. La partícula quam, de función estrictamente comparativa, no influye sobre el modo verbal. B) C o m p u e s t o s d e q v a m 1. Quamquam. — La conjunción de subordinación concesiva quamquam, que nosotros solemos traducir por “aunque”, se for­ mó por geminación del simple quam.

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Así como el adverbio de cantidad quam, en su forma interro­ gativa, significaba “hasta qué punto”, “en qué grado”, ahora quamquam, como relativo-indefinido (cf. utut, quisquís), signifi­ cará “en cualquier grado o medida que”; y su modo verbal será el de las oraciones relativas indefinidas (cf. supra el apartado correspondiente): Quamquam tu bella es, malum tibi magnum dabo “Con-todolo guapa que tú eres, te voy a dar una buena paliza”, o: “Aunque eres guapa, ...” (Pl., Bacch., 1.171-1.172) Cedo, quamquam parum est “Dame, aunque poco es” (PL, Truc., 910). Este quamquam invariable es paralelo al adjetivo igualmente geminado, pero variable, quantus quantus, que a su vez es sinó­ nimo del indefinido quantuscumque: Quanta quanta haec mea paupertas est, tamen adhuc curaui unum hoc quidem ut mihi esset fid.es “Por mucha y mucha que sea mi pobreza (o ‘cualquiera que sea mi pobreza’) he tenido sin embargo buen cuidado de que no me faltara al menos una cosa: la lealtad” (Ter., Phorm., 904-905). 2. Tamquam. — Ciertos adverbios al entrar en correlación con el comparativo quam se han aglutinado con éste en unidades léxicas más o menos estables. Tamquam < (tam ...quam) y, más frecuentemente, ta-mquamsi introduce una comparación hipotética. El modo es, naturalmente, el subjuntivo: Parui primo ortu sic iacent tamquam omnino sine animo sint “Los niños al nacer yacen como si les faltara totalmente el alma” (Cic., Fin., 5, 42). 3. Post(ea)quam. — Post(ea)quam, “después que”, “desde que”, introduce una subordinada temporal; su modo es el indi­ cativo: Postquam copias ad se uenire uidit, viaturauit “Después que vio a las tropas venir hacia donde él estaba, se dio prisa” (César, B. G , 2, 5, 4). 4. Antequam y Priusquam. — Estas dos conjunciones (= “an­ tes que”) se construyen con indicativo cuando indican pura reía-

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ción temporal, como suele ocurrir en la mayoría de las ocasiones: Id actum est quinquennio ante quam cónsul sum factus “Estosucedió cinco años antes de mi elección como cónsul” (Cic., de amic., 96) Te aspexi priusquam loqui coepisti “Te vi antes de haber tú empezado a hablarme” (Cic., Vat., 4). Pero no faltan ocasiones para usar el subjuntivo. Ello ocurre: a) Cuando la relación temporal no es accidental, sino bus­ cada intencionalmente; la subordinada corresponde entonces al subjuntivo potencial desiderativo: Priusquam incipias, consulto opus est “Antes de lanzarte a obrar es preciso reflexionar” (Sal., Cat., 1, 6 ). Mensaje equiva­ lente a: “No empieces sin reflexionar antes”. Priusquam comprehenderetur! gladio se transfixit “Antes que dejarse capturar, se atravesó con la espada” (T. L., 37, 46) Priusquam corpora curarent, arma telaque parant “Antes de dedicarse a sus cuidados personales, preparan sus armas y sus dardos” (T. L., 36, 18, 1). Mensaje equivalente: “¡Frimero las armas y los dardos! Después, los cuidados personales”. b) Cuando el hecho expresado en la subordinada temporal no haya tenido lugar, en cuyo caso se acude naturalmente al subjuntivo (potencial o irreal): Romanus, priusquam fores portarum obiicerentur, inrumpit “Los romanos se precipitan en la ciudad antes de que se echaran los batientes de las puertas” (T. L., 1, 14, 11). No es raro que las dos razones apuntadas incidan simultánea­ mente para justificar el empleo del subjuntivo. 5. Quando.— Quando (< quam-do) puede funcionar como puro adverbio interrogativo-indefinido y como conjunción subor­ dinante “relativa”. Interrogativo / indefinido: Quando? —(ali)quando, quandocumque. Quando ueniet cónsul? “¿Cuándo llegará el cónsul?” (Cic., Phil., 11, 25). Conjunción subordinante relativa: Quando uult “Cuando quiere”; cf. Pl., Bacch., 224: Veniat quando uolt. 1. En hipotaxis quando introduce, pues: a) Subordinadas interrogativas: Non inteilegitur quando

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obrepat senectus “No se da uno cuenta de cuándo le sorprende la vejez” (Cic., Cat. M., 38). b) Subordinadas temporales “relativas” con antecedente o sin él: Vbi satur surn, nulla crepitant (intestina): quando esurio, tum crepant “Cuando estoy harto, las tripas nunca me rugen; cuando estoy hambriento, entonces sí que suenan” (Pl., Men., 926) Mensam quando edo detergeo “Cuando como dejo la mesa limpia” (PL, Men., 78). c) Subordinadas causales: Non loquar, quando plus uales “No hablaré ya que (o porque) eres más fuerte” (PL, Amph., 390). 2. El quando no influye en el modo verbal. 3. La conjunción temporal quando, frecuente en latín'arcaico, muy poco usual en el período clásico (no aparece en César, ni Salustio, ni T. Livio, ni Tácito) adquiere otra vez pujanza en la lengua posterior y se convierte en la conjunción temporal por excelencia del período románico. 6. Quamuis. — Quamuis es una formación transparente: quam-uis “cuanto quieras”. Su valor primitivo —no subordinante todavía— subsiste en casos como Quam-uis ridiculus est, ubi uxor non adest “Es todo lo ridículo que quieras, cuando su mujer no está presente” (PL, Men., 318). Quamuis, en oración independiente es, pues, sinónimo de quantum uis (cf. Hor., Ep., 2, 2, 39: Quantum uis rusticus “Todo lo campesino que tú quieras”). El paso semántico a conjunción concesiva no ofrece dificultad: Pollio amat nostram, quamuis est rustica, Musam “Con todo lo rústica que es (o aunque sea rústica), Polión ama nuestra Musa” Virg., Egl., 3, 84). En los ejemplos anteriores vemos que quamuis se emplea con el modo indicativo. No obstante, el modo más frecuente con esta conjunción es el subjuntivo (generalmente “desiderativo”), pues­ to que en principio se trata de un hecho supuesto, considerado como no realizado o en todo caso independientemente de su realización: Quamuis Ule felix sit, sicut est, tamen ... “Aunque él sea feliz, como efectivamente lo es, sin embargo ...” (Cic., Rose. Am., 22)

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Quamuis res mihi non placeat, turnen pugnare non potefo