Economia Fetichismo Y Religion En Las Sociedades Primitivas

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Traducción de C e l ia A m o r o s c I gn acio R o m e r o de S o lís

ECONOMIA, FETICHISMO Y RELIGION EN LAS SOCIEDADES PRIMITIVAS por M a u r ic e G o d e l ic r

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fe-ucristo, y tas primeras ciudades-estado sumerias comienzan a .nuiccer hacia 3500 a. ele JC. Otro problema c¡uedo esbozado en el siglo xix: el de las „ ^ icdades de castas. Se propusieron varias explicaciones: bien .j¡ie la casta había nacido de la dom inación de poblaciones au­ tóctonas por invasores extranjeros, bien se presentaba como un ca"o lím ite tic la división del trabajo com binada con una forma limite de las relaciones de parentesco, la endogamia. H abrá que i sperar al comienzo del siglo xx y los estudios de Bouglé y lloccarl para que progrese la descripción del funcionam iento de las castas y para que se tomen en serio los aspectos jerárquicos y icligiüsos de su funcionam iento 6. La explicación del fenómeno de las castas reviste una im portancia particular, poi* una parte p o r su alcance m undial en la historia de ayer y de hoy de paí­ ses como la India, y, por otra parte, porque la existencia com ­ binada de castas y de un poder de Estado sugiere una form a original de aparición del Estado y exige definir con rigor ia re­ lación entre clase y casta. Aún más anticuadas están algunas tesis de Morgan sobre la naturaleza y las causas de la evolución de las relaciones de pa­ rentesco en las sociedades prim itivas. Con ellas se hunden pasa­ jes enteros del Origen de la fa m ilia , de Engels. Morgan trató de explicar la instauración de las prohibiciones sexuales y conyugales, cuya aparición pone punto final a la ani­ m alidad de la prom iscuidad sexual prim itiva y cuya progresiva m ultiplicación hace progresar la evolución de las relaciones de parentesco hasta la organización ciánica. La explicación que pro­ pone del origen de la prohibición del incesto y de la exogamia se reduce al argum ento biológico de la selección natural Ahora bien, hasta el presente, la genética ha sido incapaz de determi­ nar ios electos — positivos, negativos o neutros... de los enlaces repetidos entre parientes próximos que constituyeron la prác­ tica m ilenaria de las sociedades prim itivas, así como de num ero­ sas comunidades aldeanas. El argum ento biológico aparece c«!¡¡niai E conom ic Life, 1960.

en el s e n o d e s o c ie d a d e s d e c a z a d o r e s v r e c o le c to r e s h a n demostrado q u e la p a r l e dedicada ol o c io e n e lla s e ra m u c h o mayor que e n la.s sociedades agrícolas. Hay q u e su b rasar q u e , a partir d e lo s pros>rosos d e la a g r i c u l t u r a m a s r e c ie n t e m e n t e , d e la s s o c ie d a d e s i n d u s t r ia l e s , la s sociedades d e c a z a d o r e s se h a n visto relegadas h a c ia z o n a s marginales e in h ó s p it a s q u e n o c o r r e s p o n d e n a las c o n d ic io n e s d e vida d e l c a z a d o r p a l e o l ít ic o . b a jo

L a r e v o l u c ió n n e o l í t i c a , p o r t a n t o , h a a u m e n t a d o el t i e m p o d e t r a b a j o s o c ia lm e n t e n e c e s a r io , v e s to i m p u g n a la v is ió n c o m ú n

los e v o lu c io n is t a s M, s e g ú n lo s c u a le s el g r a n s a lt o adelante neolítico, a l a u m e n t a r la c a n t i d a d d e o c io d is ­ p o n ib l e , p e r m i t i ó u n a v a n c e c u l t u r a l g e n e r a l. Este a v a n c e e x is ­ te , como a s im i s m o el g r a n s a ll o adelante del n e o lít ic o , p e r o la r e la c ió n e n tr e u n o y o t r o e x ig e u n a e x p lic a c ió n d e otro t ip o . 2." La existencia de un «excedente» no im plica autom ática­ mente una am pliación del nivel de las fuerzas productivas. De­ bido a que los bienes de subsistencia rio entran, la m ayoría de las veces, más que i n d ir e c t a m e n t e en la competencia social en el seno de numerosas sociedades prim itivas, su producción no tiene por qué ser im pulsada por los m iem bros.de estas socieda­ des más allá de sus necesidades socialmente necesarias. El fu n ­ cionam iento de una sociedad p rim itiva raramente exige el uso m á x i m o de los factores de producción, lo que lim ita el desarro­ llo de las fuerzas productivas (aunque la producción de bienes preciosos y la producción artística puedan experimentar un des­ arrollo considerable). Frecuentemente un progreso de las fuer­ zas productivas se traduce por una am pliación de actividades no económicas im productivas ,4. Así, por ejem plo, ocurre en el caso de los siane de Nueva Guinea: la sustitución delhacha de piedra por el hacha de acero hizo dism in u ir en un cuarenta por ciento la parte de trabajo dedicada por los hombres a las actividades de subsistencia. El tiem po «ganado» fue, en una prim era época, dedicado a m ultiplicar las actividades tradícionalm ente más valoradas: la guerra, las ceremonias, los v ia je s35. de

t e c n o ló g ic o d e l

Lcslie W hile: The evolution of culture, 1949, p, 372. De torm a divertida y provocadora, M. S ahlins ve en las sociedades de cazadores y recolectores a los verdaderos representantes de la «Affluem Societv»: Tribesm cn, 1%8, p. 79. Véase «La Premiére Sociélc d'abondance». Les Temps Modernes, n úm . 268, oclubre 1968, pp. 641-680, C itando precisamente a los mclanesios, Marx hace en esc m ism o sentido observaciones profundas, retinando po r adelantado las concep­ ciones excesivamente estrechas formuladas en este cam po (Le Capital, ed, cu., lib ro prim ero, lom o II, pp. 188-189). !! El ejem plo m uestra, corno ha subrayado Engels, que las sociedades prim itivas ejercen un control conseienle de su vida social m ás im po rtante

|-v¡o no sig nific ab a u n c am b io radical de la e stru ctu ra social ¡¡adicional, pero sí un c a m b io con respecto a la tra d ic ió n que m edil icaba las relaciones entre los grupos v que c o ndu c ía asiDil-mo a otros cam bios. Si la antropología m o derna ha confirm ado la tesis de que la relación entre desarrollo de las fuerzas p rod uctivas v des­ a rro llo de las desigualdades sociales no era mecánica, también en conjunto ha demostrado que la competencia social, la n ío en

la- sociedades prim itivas como en las sociedades de clases, pro­ porciona la p rin c ip a l in cita ción para la p ro d u c c ió n de exce­ dente, im plicando a largo plazo c indirectam ente u n progreso de las fuerzas productivas. En las sociedades segmentarias nie­ la nesias, el individuo debe erigir por sí m ism o su autoridad personal. Para ello necesita acum ular un «fondo de poder» (Malinow ski), es decir, acum ular cerdos, «monedas de conchas» y alimentos, creando una red de agradecidos, una «facción», al distribuir tales bienes a su alrededor con una generosidad calcu­ lada. Para dem ostrar su poder, debe patrocinar empresas que desborden el estrecho m arco de cada com unidad local y de la economía doméstica. A escala de la sociedad aparece c o m o el medio indispensable para crear formas de organización supraloi ales. Al m ism o tiempo, su renom bre se convierte en renoinhie de su com unidad, que se identifica con el en la medida en q u e é! se identifica con ella. Pero para mantenerse «en et po­ der., el big man debe mantener constantem ente su presión so­ b re ios m iembros de su facción, exigiéndoles cada vez más y demorando lo más posible el mom ento de corresponderles. Su a u toridad, inaugurada en la reciprocidad, en el lím ite culm ina en la exacción. M inado en el interior y discutido en el exterior, s'u poder se derrum ba im plicando la caída clcl «hom bre im p o r ­ tun e » en beneficio de un r iv a l'6. f ste esbozo, tom ado de Marsliall Sahlins, del m ecanismo de 'pie que e i creen las sociedades en que se han desarrollado la propíe! ni p in a d a \ la producción im-ream¡1. No obstante, la iroatien es pelt"ro-u poique sugiere que una sotiedad es un sujeto y que su desarrollo solamente a su voluntad. F.n realidad las norm as de comportaine-en, colectivo e individua) que una sociedad reconoce traducen la 11a:i!i d e las relaciones sociales que la caracterizan y el pape! domr■ ' une pueden desempeñai ei ella aléanos de ellos (parcnlesi. o. rt-! i ''I

Habláis:

«Poor m an, R k h m an, Bit! m an. Chief:

política! tvpes

11' Melanesia and Polvnesia». en (j^ iu p a r a u n ■S ludw s in .Soeie/v and lii 1 '• 'o lm iu n V. m im . 3. abril I96.V pp. 285-303. « Big m a m designa a un '""••"1 e que desempeña un papel diruiente v que tzo/a de un estatuto soP> e, íieuiado, papel y estatuto que ha a d q u irid o por sus propios iriell!" • que no han sido heredados ni pueden heredarse.

la form ación de la desigualdad social y del poder en el seno de sociedades relativamente igualitarias que tienen m ás o menos la form a de tribus '7 segmentarias pone de m anifiesto un hecho im portante. La desigualdad sólo se construye en la práctica y sólo se justifica ideológicamente por los servicios prestados a una com unidad. Supone siempre y desarrolla una forma de des­ equilibrio económico entre los individuos y los grupos, desequi­ librio que se transform a en una relación social ventajosa tanto para la com unidad como para el individuo que pretende des­ em peñar un papel «central». La desigualdad social y económica representa pues, hasta cierto punto, una ventaja para el des­ arrollo de la vida social y prácticamente aboca a que los inte­ reses de la com unidad se identifiquen real e ideológicamente con los de determinados individuos. La desigualdad en este estadio puede aparecer como una condición norm al del desarro­ llo social, si no como la norm a de ese desarrollo. En su esencia, esta observación corresponde a la tesis fun­ dam ental de Marx en las Formen y de Rngels en el Arili-Dühring, según la cual, «en la base de toda supremacía política está siem­ pre el ejercicio de funciones sociales», y aquí nos vemos de nue­ vo enfrentados alproblem a del desarrollo de la desigualdad en las sociedades prim itivas, de la aparición de las clases so­ ciales y del Estado. Esta convergencia de Marx y de la antropo­ logía m oderna viene a dem ostrar directamente la actualidad de lo esencial de los análisis de Marx, que fundam enta sus tesis sobre el origen del Estado y sobre el «m odo de producción asiático». Pero aún es m uy largo el cam ino hasta llegar al Estado. El estadio que acabarnos de describir no conduce a el ni directa ni necesariamente. En otra etapa se Ikvará a cabo la sustitu­ ción de las formas de autoridad provisional, am pliam ente ba­ sadas en la superioridad individual, por las formas hereditarias de autoridad basadas en la superíoridaa permanente «de nacim ienlo» de una m inoría. ¿Cómo y por qué se realiza esta sustitución? No conocemos una respuesta completa y m ucho menos definitiva a este pro­ blema, que Engels dejó de lado declarando que «el carácter heF.i concepto de «tribuí' se ve en !a actualidad som etido a una fuerte crítica, en Ui m edida en que frecuentemente parece d ilicil enco'itrnr en ó) una realidad «sustancial». unificada por las costumbres, la le im ia . etc. Vea.sc Leach: Political enis of H ttihland Harina, pp. 281-2S2; F ned: The liv o lu iio n of politice, 1467. que critica a M. Sahlins, asi com o a Moi • gan v a Engels, pp. SS6-17Ü,

ic d ita iio de los cargos... se introduce casi obviamente porque en este m undo todo procede de modo natural y espontáneo» :l Nos lim itarem os a algunas sugerencias. Las sociedades don­ de reina una herencia de funciones y estatutos no están todas enriadas por el m ism o patrón. Morton F rie d ’sl distingue entre ellas dos grandes clases, las «.sociedades de categorías» v las «suciedades estratificadas», según exista o no en ellas un control pulí tico real de los hombres y un contro) más o menos fuerte de los medios de producción. A lo largo de esta escala son posibles todas Uts gradaciones. Para ilustrar esto escogeremos tres sociedades del Pacífico: una melanesia, los Trobriand; las otras dos polinesias, Tikopia y Hawai. La descripción ele la sociedad de T robriand de M alinow ski continúa siendo una obra maestra de la antropología m oder­ na, aunque algunas de sus interpretaciones sean actualmente discutidas. Uno de los aspectos más d e b atid o s40 es el de la na­ turaleza de los poderes que ejercía el jefe de Om arakana, po­ blado que dom inaba el distrito de Kirhvina, el más rico de la isla. M alinow ski considera a este personaje como el «param ount chicf», el «jefe supremo» de Trobriand, sugiriendo de ese modo la existencia de una form a de gobierno central. Los mismos materiales de Malinowxki parecen sugerir otra interpretación". La unidad política de base de la sociedad es el poblado. Incluso los jefes más poderosos ejercen su autori­ dad principalm ente sobre su poblado y secundariamente sobre su distrito. La com unidad aldeana explota conjuntam ente sus huel las, hace la guerra, celebra las ceremonias religiosas, em­ prende expediciones comerciales. Su autonom ía política y eco­ nómica es im portante. Está dirigida por el prim ogénito del sub-clan dominante. El jefe del poblado puede no ser un hom ­ bre de rango, Pero cuando com bina ambos títulos, su posición es mucho más fuerte. Ejerce una determ inada autoridad sobre t.ns'cls: Anti DMiring, Gri jallw, México, p. 173. (traducción de M. Sa­ cristán )-

M tiied: The cyoluí ion of Poiiticai Society, R an do m House, 1967, Pas'ucis 182-NI. O bra su g c sin a, lo que hace que luna que lam entar a ú n "''i'- ■ -i:K■-,u a iiiiii soto cono/ra ' discuta las tesis de M arx sobre cl --modo 'te ¡v mil h u'iin .isiaiico" ;i [races de la caricatura que de ellas o íicc c Witl¡.

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un distrito, es decir, sobre un grupo de poblados que se unirán al s u y o para fa guerra y para las grandes ceremonias religio­ sas. Todos los hombres de rango se d islrib m e n a lo largo de lina jerarquía encabezada por el jefe de Ornarakana. Este es quien posee las magias más poderosas, las que m andan sobre la lluvia v el sol. Los hombres de rango llevan ornamentos dis­ tintos, pero se diferencian sobre todo de la gente com ún por la existencia de tabúes especiales, c u y o núm ero se m ultiplica a medida que se asciende en la jerarquía. Las personas de alto raneo v los jefes no poseen autoridad judicial o ejecutiva al­ guna sobre las personas de rango inferior de los poblados que no están adscritos al suyo. Cuando un jefe recurre a los ser­ vicios de los m iem bros de su poblado o de su distrito o a ex­ tranjeros, debe recompensar sus servicios. Los recursos ne­ cesarios se los proporciona mediante la poligam ia, que es p ri­ vilegio ele los jefes, y el don (urieubu), que lodo cuñado debe al m arido de su hermana. Un jefe de rango se enlaza con una herm ana de cada uno de los jefes de poblado de su distrito, que por tanto deben a su cuñado una parte im portante de sus cosechas y de sus objetos de valor, fii jefe de rango se pre­ senta asi, pues, corno el cuñado «glorificado» y glorioso de toda la com unidad. Esta excepcional riqueza s>rve para prom o­ ver grandes ceremonias, y en general para integrar un cierto núm ero de poblados en el seno de una «economía de distrito». Por tanto, el jefe cs el instrum ento de una economía más vasta que la de un poblado v, a fo n ío ri, que la de las unidades do­ mésticas de producción. El jefe no dispone de ninguna Fuerza pública para resolver los conflictos, que continúan siendo competencia de los lina­ jes. Sólo dispone el jefe de un arrna, la hechicería, y tiene a su disposición a los mejores hechiceros. La sociedad de Trobriand no conoce, pues, ninguna ciase de gobierno central. ¿Cuál es, pues, el sentido de la jerarquía que reina en ella y que liga unas a otras todas las unidades políticas v territoria­ les de la isla, es decir, los linajes locales? Ubero'í sugiere que el rango de un linaje local puede con­ siderarse como el resultado de la com binación de tres elemen­ tos: a) una ventaja económica, lo que significa un poblado con fértiles huertas o particularnu nte bien situado para la pesca; b) el grado en el que este poblado desempeña el papel de cen­ tro ¡ntegrador de las actividades económicas de sus vecinos; d su posición en la red de alianzas de ultram ar, su papel en el lamoso cielo tic cam bio entre las islas conocido como la Rula. Lbetoi concluye:

.Pienso que estos tres factores com binados son los que deu i ¡:i¡ri;m el estatuto relativo de los di le rentes poblados v de Ion linajes locales que los dom inan. Cuando dos indígenas que nn e^tán ligados ni por el parentesco ni por el m atrim onio se encuentran, v uno de ellos dobla la rodilla unU el otro, o-te com portam iento debe considerarse como el reconocimien¡i) simbólico de la posición relativa de sus poblados respec­ tivos. Así pues, Om arakana es el centro del distrito más fér­ til de la isla, que participa activamente en las expediciones marítimas de la Kula, controla la más am plia red de alianzas matrimoniales y las ceremonias más im portantes, mientras que, en el extremo opuesto, se encuentra la gente del distrito de Bwovtalu, que tiene huertas pobres, carece de canoas de alta mar v tiene intercambios m atrim oniales fuertemente endóganios.»4"Con la sociedad de Trobriand tenemos el ejem plo de una je­ rarquía hereditaria que relaciona diversos linajes y com unida­ des rurales locales sin funcionar como única estructura política integradora. El poder de los jefes es el soporte de las relaciones económicas y religiosas que desbordan el marco de ias com uni­ dades aldeanas particulares, sin integrar, no obstante, a éstas en una red económica y ceremonial única que recubra toda la isla. Los jefes poseen los poderes mágicos más poderosos, que deben poner al servicio de sus comunidades. Sus privilegios son, por tanto, el reverso de sus deberes y la recompensa de los ser­ vicios excepcionales que prestan a sus com unidades a todos los niveles, imaginarios y reales. Trobriand tam bién es el ejemplo más famoso de la im portancia y la form a que pueden adoptar los intercambios en sociedades prim itivas segmentarias. Además del intercam bio de collares y brazaletes, ias grandes expedicio­ nes m arítim as perm itían conseguir materias prim as indispensa­ bles, piedras para hachas, cañas, arcilla, etc. La red del inter­ cambio Kula constituía una vasta asociación política, relacionan­ do sociedades segmentarias que debían asegurarse el m anteni­ miento regular de un comercio vital sin el apoyo de un gobierno central que garantizara la paz entre los diferentes grupos de cambistas. Si, en relación con el big man, el jefe de la sociedad de Tro­ briand dispone por nacim iento de derechos excepcionales sobre cl Producto del trabajo y de los intercam bios de los miem bros Je la com unidad, aún no tiene control particular alguno sobre *' Véase la b rillan te obra de J. Singh Uberoi: The Poli lies o¡ the Kula Ring, An A n a hsis of the Findings of B ronislaw M alinow ski, Univers,lv Press, Manchcxter, 1962. p. 43.

los factores de producción, que continúan siendo propiedad de los linajes locales. Este paso se franquea en Tikopia. Tras haber publicado en 1936-’ un análisis de la eslruetura social de Tikopia, principalm ente do las relaciones de parentes­ co, R. Idrth, en 1939, publicó Primitive Polmcsiciii Ecouomv, en donde escribe: «.Analicé la estructura económica de la sociedad porque m u ­ chas relaciones sociales se hacían más evidentes cuando se ana­ lizaba su c o n te n id o económico. Además, la estructura social, v en particular la estructura política, dependía claramente de las relaciones económicas, sobre todo del sistema de control de los recursos. A su vez, estaban ligadas a estas relaciones las activé dades e instituciones religiosas de la sociedad»44. La economía de Tikopia, como la de Trobriand, no es una economía de subsistencia 4-', sino una economía en la que la pro­ ducción y el intercam bio de bienes «preciosos» desempeña un considerable papel. El jefe ocupa en la economía un papel hegemónico. Posee un derecho de control ú ltim o sobre las tierras, las grandes canoas y los bienes más valiosos de su clan. Es su «posesor titular», y este privilegio está basado en el hecho de que detenía el control supremo de la fertilidad de la tierra y del océano y es el interm ediario privilegiado entre el clan, sus antepasados y los dioses. En el proceso de producción toma la iniciativa de las actividades agrícolas v de la pesca y asegura la dirección de las actividades cooperativas, pescas com unitarias, preparación del sagú, etc. Controla la correcta utilización de la mayor parte de los recursos naturales esenciales. Asegura su conservación im poniendo tabúes que los presen an del consumo inm ediato, acum ulándolos para el futuro en previsión de fies­ tas, etc. Contrata a especialistas, retribuyéndoles para que cons­ truyan las grandes canoas de m ar y las grandes recles de pesca. Recibe y distribuye una gran cantidad de bienes y estim ula su acum ulación organizando grandes ceremonias que integran la sociedad a un nivel m ucho más am plio que el clan. Tiene dere­ cho a la asistencia material de los m iembros de su clan, pero no puede adoptar ninguna sanción material contra quienes rehúsan prestarle esta asistencia. Arbitra las diferencias y. en determ ina­ dos casos, recurre a la fuerza con la ayuda de determinados J! UV, the Tikopia, Alien and Umvin, 1956. " Prólopo a la segunda edición, 1965, p, Xt, Las actividades e insti­ tuciones religiosas han sido analizadas en 1940 en The w ork of the Gods in Tikopia. Tlie Atlilone Press, 1967. Prim itive Polynesiim Tu-oiiuinv. op. cil., p. 17,

m iem bros cíe su linaje contra los autores de delitos graves, los .i-esii tos, etc... I a desigualdad ele que goza el jefe es, por tanto, doblo. 'p. U-22.

de los restantes hombres. Los m atrim onios con las personas co­ rrientes se evitan escrupulosamente. E! jefe desciende directa­ mente de la divinidad y tiene funciones rituales particulares que incluyen la consagración de los templos. Ceremonias oficiales celebran el nacim iento, el m atrim onio y la muerte de los m iem ­ bros de la nobleza. El jefe supremo controla e¡ uso de la tierra, del m ar y de ¡as aguas dedicadas al riego. El productor directo conserva el uso de su parcela. Pero puede .ser desposeído de ella si rehúsa coi,ü ¡huir a los trabajos colectivos o adm inistra su parcela di.' forma im productiva. Las redistribuciones en realidad son redistribuciones del control de los grupos locales entre la cohorte de un jefe con motivo de* su ascensión al poder o des­ pués de una guerra. Esta cohorte constituye una especie de «bu­ rocracia prim itiva», que supervisa la producción de unidades domésticas .situadas b ajo su control. Los recursos necesarios para las grandes empresas com uni­ tarias, trabajos y ceremonias, se recaudan entre la masa de la población y van a parar a las manos de Jos jefes del alto rango, que los redistribuyen. La utilización de los recursos naturales está regulada por tabúes para perm itir su conservación y acum u­ lación. El jefe suprem o dispone de una fuerza de coerción para castigar a aquellos que infringen sus derechos, variando el cas­ tigo con el estatuto del culpable. La voluntad del jefe constituye, en definitiva, la ley suprema. El asesinato, las revueltas, las emigraciones lim itan la tiranía del poder y de sus servidores y hacen alternar los períodos de descentralización y de centra­ lización en la historia política de Hawai. Una estructura análoga existe en Tonga, Sam oa y Tahití, donde, no obstante, el regadío tiene poca im portancia. El cam bio, en relación con Trobriand y Tikopia, es considerable, a pesar de los numerosos elementos comunes. La tierra y los factores de producción ya no son pro­ piedad total de los productores directos. Estos últim os deben producir un excedente utilizado parcialmente en empresas de interés colectivo que, en definitiva, superan las posibilidades de las com unidades locales. El excedente m ovilizado en determ ina­ das ocasiones ceremoniales adquiere proporciones considera­ bles. Se citan las cifras de 40.000 cerdos y 20,000 calabazas tro­ picales. La aristocracia está ya totalmente desligada de la pro­ ducción m aterial. Se constituye una división de clases sobre la base de la apropiación del excedente de trabajo de las com uni­ dades locales y de un control desigual de los factores de p ro­ ducción. Existe un gobierno central. También se da una de las características esenciales del Estado, el derecho de recaudar el trabajo excedente de la gente com ún, pero este Estado perma-

. en calado em br io nario en la m e d ida, al parecer, en que a ú n isle una verdadera fuerza p ú b lica y la organización lerride la poblacion está pocu desarrollada, l-sta división! so, ; .) en si m ism a, no es d iscu tid a por la p oblación . Las revueltas :: ■n u ie n por o b je to a b o liría , sino reducirla a lím ites m ás so■i..i ie.bles 47.

Para e n c o n trar u n a e stru ctu ra de E stado p lenam en te dos..u rollada h a b ría que a b a n d o n a r el área polinesia v dirisiirse ha­ cia los lisia d o s tradicionales africano s o hacia los E stados e r.upei ios de la A m érica p re colom bina. Sin e n tra r en detalles, seluilcitios que en esas sociedades la p o bla c ión está d iv id id a a d­ m in is tra tiv a m e n te 4* y que la a u to rid a d central es efectiva a I ra\és de sus su b o rd in a d o s territoriales, n o m b ra d o s o, en m ayor u m enor m e d id a , h e re d ita r io s 49. El E stado dispone de u n a fu er­ za p ú b lic a v en todas partes goza del privilegio de recaudar im ­ puestos, tanto en tra b a jo com o en especie, lo que se considera como u n o de sus a trib u to s esenciales. Los grup os locales orga­ nizados según las relaciones de parentesco han p e rd id o en parle el control de la tierra. E n adelante el E stado puede d e cid ir so­ bre mi o cu p ación y su uso. En el p lan o ec o n ó m ico y p olítico, e! listado organiza actividades a u n nivel inaccesible a ¡os g ru ­ pos locales, pero estos ú ltim o s c o n tin ú a n g a ra n tiz a n d o una p ro ­ tección v una cooperación en!re sus m ie m b ro s. La a u to n o m ía de l o s grupos locales se ve m ás o m enos reducida p o r nuevas o b li­ gaciones respecto a a uto rid a d e s exteriores a los grupos de p a ­ rentesco y a las co m u n id ad e s locales. Se desarrolla una red de '■elaciones nuevas fuera de las relaciones de parentesco y cons­ tru y e el m a rc o de nuevas fo rm as de p ro m o c ió n social y de esí.-liUos, El E s la d o fiaran liza la paz en el in te rio r y la defensa 0 el ataq ue en caso de c o n flic to exterior. El listad o prom ue ve Irab a jo s de Ínteres general, controla el com ercio exíerioi y, en general, la c irc u la c ió n de los bienes pi OCIOSOS. l i lis ia d o esta encarnado en la persona de un soberano perin i. lente a d e te rm in a d o s lina jes que iu s tific a n su suprem acía 1ou títulos m íticos, leyendas y p o r su capacidad de retacionar-

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inui/Hiiriiii’

i t et ' i i /ts \lodcrnc'\ noviem bre 1966. pp. 828-8M. (Véase la traducción yaucllarm de este articulo en «Problem as ¡je) eslrucauva'ism o», Siglo X X I Ig n o re s , 1967, pp. 50-93.)

ración de los individuos de ambos sexos para subsistir y repro­ ducir sus condiciones de existencia7". Sobre estas bases deben analizarse las complejas razones de la aparición de las relacio­ nes de parentesco unilaterales, bilineales, ete. Explicar la evolución de las sociedades prim itivas equivale a explicar la aparición de nuevas fundones incom patibles con el m antenim iento de las antiguas estructuras sociales. El proble­ ma del paso a las sociedades de clases v al Estado se reduce, pues, a saber en qué condiciones las relaciones de parentesco cesan ele desempeñen' el papel dom inante, de unificar todas las funciones de la vida social. Puede suponerse que la aparición de nuevas formas de pro­ ducción m odifica la residencia, la demografía, la im portancia relativa de los sexos y exige nuevas relaciones de producción, nuevas formas de autoridad. Más allá de un determinado límite, las relaciones de parentesco dejan de corresponder a esas nue­ vas condiciones sociales. Evolucionan hasta que, al margen del parentesco, se construyen nuevas relaciones sociales que, a la larga, comenzarán a desempeñar el papel dom inante, que era el de las relaciones de parentesco. Estas últim as se orientarán hacia un papel diferente, secundario, y las nuevas relaciones sociales cargadas de nuevas funciones ocuparán el lugar central dejado libre. Nuevas relaciones políticas, un poder tribal cen­ tralizado, aparecen en determinadas sociedades dando la im ­ presión de prolongar el parentesco, de salir de él y de oponerse a él. Sin embargo, no es el parentesco el que se transform a misteriosamente en relaciones políticas. Es la función política presente en las antiguas relaciones de parentesco la que se des­ arrolla sobre la base de nuevos problemas. El estudio científico de la evolución de las estructuras socia­ les (parentesco, política, religión, economía, etc.), no es, oor consiguiente, más que el estudio de las funciones, de las for­ mas, de la im portancia, del lugar que ocupa cada una de estas estructuras según los tipos de form ación económ ica y social y de sus transformaciones. Ahora bien, esa relación de cada es­ tructura social con todas las demás constituye la propia estruc­ tura de la sociedad. Fundam enta la causalidad propia de cada una de sus estructuras sociales y su correspondencia recíproca. Pero esta correspondencia no existe más que dentro de ciertos ™Cl. Lévi-Strauss: Las estructuras elementales del parentesco, ed. cit., página 75.

¡;iü, en Africa, en America latina están ahí para recordarlo y 1 1 0 se deben a la «irracionalidad» del com portam iento de los «indígenas». En una época en la que, por prim era vez, existe la posibili­ dad de hacer .progresar a la hum anidad sin desarrollar nuevas clases explotadoras ni mantener con vida a las antiguas, el mar­ xismo, purificado de todo dogmatismo, debe dirigir tanto las revoluciones científicas como las revoluciones sociales.

La antropología económica cs un cam po de investigaciones uníropológicas que se encuentra actualmente en pierio desarroC«> v tam bién, en cierto modo, en plena crisis. De este desarrollo v se apoya principalmente en los trabajos recientes de Aram Yengoyan2 sobre los sistemas de parentesco de secciones y de subsecciones de los aborígenes australianos. No intentamos, en modo alguno, hacer un análisis completo de estas sociedades, y todavía menos una comparación, estadística o no, de todas las formas de organización económica y social de los pueblos caza­ dores y recolectores sobre los que la antropología dispone de informaciones valiosas, cuando la mayoría de estas poblaciones han dejado de existir para siempre o están próximas a des­ aparecer. Nuestra primera preocupación es la de contribuir aquí al estudio de lo que hoy en día se llama a menudo en Francia el problema de la «causalidad estructural» de la eco­ nomía, es decir, el estudio de los efectos de las relaciones de producción y de un nivel de desarrollo de las fuerzas producti­ * «La Pensée», enero 1974. 1 Este texto es una versión prácticamente reelaborada de una parte de un informe prc*. "osio sobre la pobl;i I fami­ lia, organizado por las Naciones Unidas y que se celebró en Honolulú del 6 al 15 de agosto de 1973. ; Aram P Ycngoyan, 1968: a) «Demographic and Ecological influen­ tes on Aboriginal AustraUan marriage sections», en Man the Huttler, R. Lee e I. Devore, cd. Aldinc Publishing Companv. I. S. Davidson, The Ckronatagical aspeas o f Australüm Sucial Organization, Phlladelphia Univ. ol Pcunsylvania Press. 1928. N. B. Tindale, Oistribulion ol" Auslralian Aboriginal Tribes: ;i Fjeld Survcv '/Víimdo liu/iv i)/ the Royal Society of South Australia, ruim. o4. pp. 140 -2 3 1 , !‘)40. ■Tribal ;inj ¡ntL'ririba! marriage among the Australlan Aborígenes*, Htt• W l Biotogy. 25. pp. 169 l'.íil 1953. A R. Radcltffc-Brown, «Social Org;nnzation of Yuslralinn Tribes», Oceanía, Monographs, T. lq31 J. B Birdsvll. Sume environmtntal and cullural tai-K»rs inClucncing the structurlng ui Auslralian aborisinnl Populalions», The American Nalurtúut, 87, pp. r71 207, I95J. '.On populalion siruclutx- in gcneralted lumt " 1" ;inJ colliTling populalion- E vo lution . 87. pp. 180-207. 1^58, Local

cazador y recolector, está en la cima de la cadena trófica y, al explotar todos los recursos vegetales y animales disponibles, depende de sus condiciones ecológicas de reproducción. Yengoyan ha ido más lejos que Birdsell y se ha preocupado de estudiar la distribución de los sistemas de parentesco de estructura interna diferente. Ha podido poner de manifiesto la existencia de una triple correlación entre, por una parte, la aridez creciente del medio si se parte de las costas húmedas de Australia hacia el interior desértico, la escasez y la disper­ sión creciente de recursos y, por otra: a) la ampliación progresiva de la superficie de los territo­ rios tribales; b) el aumento progresivo de la población de los grupos tri­ bales y la creciente necesidad de las bandas locales que los componen de intensificar s u movilidad, su nomadismo y, por consiguiente, su separación en el tiempo y en el espacio; c) el aumento progresivo del número de divisiones sociales en mitades (2), secciones (4) y subsecciones (8). ¿Cómo interpretar la presencia de sistemas de parentesco cada vez más diversificados y complejos a medida que se pe­ netra más en el interior desértico de Australia? Para ello hay que recordar una propiedad esencial de estos sistemas com­ plejos: el hecho de que la multiplicación de las divisiones so­ ciales hace más complejas las redes de derechos y obligaciones entre los grupos y los individuos que a ellos pertenecen y, por tanto, intensifica y amplía la reciprocidad social al mismo tiempo que asegura una flexibilidad mayor al funcionamiento de la organización social. Ahora bien, dados el nivel de las fuerzas productivas y la na­ turaleza de las técnicas de «producción», en el sentido amplio del término, cuanto más desértico es el entorno ecológico, en ma­ yor grado los grupos locales, las «hordas» (del tártaro urdu: campo) compuestas por varias familias nucleares emparentadas, se ven constreñidas a una movilidad residencial creciente en territorios mucho más amplios y se encuentran separadas entre sí por distancias mucho mayores y durante mucho más tiempo que en las zonas menos áridas. Por otra parte, los riesgos de un descenso catastrófico de los recursos alimenticios vegetales y animales disponibles, debido a una sequía excesiva e impre­ visible son mucho mayores y hacen que sea absolutamente ne­ cesario para la supervivencia a corto y a largo plazo de los Group Composition Among the Australian Aborigtncs», Current Anthropof p p . 115-142. abril 1970.

grupos locales disponer de un derecho, de unas garantías re­ ciprocas de acceso a los territorios vecinos más favorecidos, ocupados por grupos locales adyacentes. Ahora bien, ¿qué sig­ nifica un derecho que garantiza el acceso recíproco de cada grupo local al territorio de los otros grupos, sino una relación recíproca, individual y colectiva, con las condiciones materiales de la producción, ya que la tierra es para los cazadores-recolectores, según la bella expresión de Marx, su «almacén primi­ tivo de víveres» y «el arsenal primitivo de sus medios de tra­ bajo»? Vemos, pues, que los sistemas de parentesco de seccio­ nes y de subsecciones funcionan interiormente como relaciones sociales de producción y responden a las constricciones de fle­ xibilidad y de reciprocidad que imponen las condiciones mis­ mas de la producción. Esta conclusión es precisamente la que Yengoyan saca de su análisis, si bien en su vocabulario no hace uso del concepto de relaciones de producción: «It is thus suggested that the ability of local populations to survive under rigorous environmental conditions requires a certain flexíbility in local organization which allows for máximum tnobility f exploiting groups and a means of linking vast nurabers *jf individuáis and groups through sections and subsections into a network which permits small mobile units to expand and contract under varving experimental conditions. Consequently one of the functions of sections and sub-sections may have been an economic factor in allowing populations to «insure» a vast territorial domain from non-tribal groups, as well as «insuring» each local group's futuro against economic hardship by permitting access into more favorable environments» n. Nos encontramos aquí claramente en presencia de relacio­ nes de parentesco que funcionan a la vez como infraestructura y como superestructura. Reculan, en efecto, el acceso de los n Yengoyan. en M an the flunter, p. 199. «Se sugiere así que la capaci­ dad de las poblaciones locales para sobrevivir bajo condiciones ambien­ tales rigurosas requiere una cierta flexibilidad de organización local que facilite al máximo la movilidad de los grupos de explotación, y un medio de vincular un vasto número de individuos y grupos a través de secciones y subsecciones en una red que permita a las pequeñas unidades móviles expandirse y contraerse bajo condiciones experimentales variantes. En consecuencia, una de las funciones de las secciones y subsecciones puede haber sido la de factor económico, al permitir a las poblaciones «asegu­ rar. un vasto dominio territorial respecto a grupos exteriores a la tribu, •i la vez que «asegurar» el futuro de cada grupo local contra las penali­ dades económicas, permitiendo el acceso a medios ambientales más fa­ vorables.»

grupos y de los individuos a las condiciones de producción y a los recursos, regularizan el matrimonio (cuando las condicio­ nes demográficas lo permiten), proporcionan el marco social de la actividad político-ritual y funcionan, por último, como es­ quema ideológico, como código simbólico para expresar a la vez las relaciones de los hombres entre sí y con la naturaleza. Este último aspecto del funcionamiento de las secciones debe ser precisado, ya que puede parecer oscuro a quienes no están familiarizados con la antropología de las sociedades australia­ nas y. sobre todo, porque ofrece a la reflexión teórica materiales de la mayor importancia para elaborar una teoría científica de la ideología. Permite, además, calibrar de manera crítica la apor­ tación de los trabajos de C. Lévi-Strauss sobre el totemismo, !a mitología y, de un modo más general, sobre los testimonios y las operaciones de lo que él ha llamado El pensamiento salvaje. Uti­ lizaremos, para precisar este punto, los resultados de los trabajos del lingüista G. C. von Brandenstein sobre los nombres de las cuatro secciones de la tribu de los kariera de Australia Occiden­ tal, ejemplo de sistema de secciones que se ha convertido en clásico23. Los kariera están divididos en secciones denominadas Pannaga : Karimarra:

Purungo Pal larri

El análisis de la etimología de esos términos y de su campo semántico, emparejado con el de las afiliaciones totémicas que están asociadas a cada una de las secciones, muestra que todos los seres de la naturaleza, incluido el hombre, están distribuidos según la doble posición siguiente: De sangre fría (temperamento) y abstracto (elemento) Horizontal: ------------- ------------------------------------De sangre caliente (temperamento) y concreto (elemento) Vertical: activo | Pasivo

Si se las superpone, obtenemos cuatro divisiones: Activo/dc sangre Tría/abstracto Activo/de sangre caliente/concreto

Pasivo/de sangre fr¡.i abstracto Pasivo/de sangre caliente/concreto

a C. G. von Brandenstein, «The meaning of section and section ñames», en Oceania, vol. XLI, mira. 1, pp, 39-49, septiembre 1970.

Con objeto de ilustrar cómo operan en la práctica estas opo­ siciones para clasificar el conjunto de los seres naturales, in­ c lu id o el hombre, resumiremos en el cuadro siguiente (p. 238)

algunos de los materiales recogidos por C. G. von Brandenstcin. Este cuadro muestra claramente cómo la división en sec­ ciones ofrece al pensamiento de los australianos el esquema organizador de su representación simbólica del mundo y su or­ den inmanente. En efecto, los mismos principios, las mismas divisiones ordenan la naturaleza y la sociedad y distribuyen en las mismas categorías a los humanos y a todos los seres natu­ rales. La naturaleza aparece, pues, como la imagen ampliada de la saciedad, como su prolongación en todos los sentidos. En esta ideología se funda una práctica que le corresponde. Si, en efecto, ciertas especies animales, determinados objetos, etcétera, pertenecen a la misma sección que determinados hom­ bres, es porque todos tienen algo en común, porque son «los unos como los otros», porque se identifican entre sí por opo­ sición a los otros hombres y a los otros seres que pertenecen a las demás secciones. Aquí se plantea el problema del totemis­ mo, si bien desborda nuestro propósito. Lo esencial es subrayar que. por el hecho de tener algo en común con todos los seres reales o imaginarios que pertenecen a su sección, los seres hu­ manos tienen, en relación con estos últimos, obligaciones par­ ticulares al mismo tiempo que derechos particulares sobre ellos. De este modo, solamente los hombres de la sección Paltarri pueden celebrar los ritos que permiten «hacer un niño» o multiplicar los canguros, porque pertenecen a la misma sec­ ción que el esperma en general y que el esperma de canguro en particular. Los karimarra provocan la lluvia y pueden hacerse escuchar por el trueno, el sol, etc., que pertenecen a la misma sección que ellos. Así, la función y la importancia de cada sec­ ción en la práctica ritual y en la ceremonial encuentran su fun­ damento. Ahora bien, hay que subrayar de modo especial que todas estas actividades rituales constituyen un verdadero tra­ bajo simbólico sobre las contradicciones de la práctica social y sobre los seres imaginarios que controlan las condiciones de re­ producción de la naturaleza y de la sociedad y, por tanto, del mundo Pero —y esto es fundamental— para que el orden del mundo se reproduzca y el trabajo simbólico de cada cual sea '* Para un desarrollo m;is amplio de esta noción de «trabajo simbó­ lico. sobre las «condiciones imaginarias de reproducción», véase nuestro 11sis de la práctica ritual de los pigmeos mbuti en ti cap. II I de libro, p p . 169-173.

SISTEMAS DE LAS SECCIONES Y DE IA S AFILIACIONES TOTEMICAS DE LOS KARIERA De sangre fria/con escamas/abstracto

Activo/de sangre clara y fluida/sol

Pasivo/de sangre negra y espesa/ perezoso/sombra

PANNAGA

PIJRUNGU

Hombre: Alargado Salvaje Rápido, atareado, delgado Nervioso, musculoso Duro, seco Tos

Hombre: 1 n hombre grueso y macizo Amable, dulce Lento, perezoso, gordo, rollizo Fofo, liquido Sudor, vómito, moco, saliva

Animales: Iguana salvaje

Animales: Iguana perezosa Pavo salvaje

Plantas:

Plantas: Frutos Semillas de hierbas

Elementos y objetos: Frió Luna

Elementos y objetos: Mar, agua salada Calor húmedo Luz del día

De sangre caliente/con piel/concreto

Activo/de sangre clara y fluida/sol

Pasivo/de sangre negra y espesa/ perezoso/sombra

KARIMARRA

PALTARRI

Hombre: Manzana de discordia/mal ca­ rácter Salvaje/feroz Hacedor de lluvia

Hombre: Que se amolda/amable/gracioso Bebé/niño Esperma

Animales: Canguro de las llanuras

Animales: Canguro de las colinas Esperma de canguro

Plantas:

Plantas:

Elementos y objetos: Fuego, sequía, el relámpago, el trueno El ciclón El sol/caliente

Elementos y objetos: El aire en calma F.l agua tranquila, clara/agua potable La luna/templado

plenamente eficaz es preciso que todas las secciones cumplan las tareas que de suyo Ies corresponden. La supervivencia de cada cual depende, pues, a la vez de si mismo y de lodos los demás. La reproducción simbólica del orden del mundo está, por tanto, en función de la cooperación recíproca y general de todos los individuos en el marco mismo de sus propias seccio­ nes. Esta cooperación recíproca y general de todos los individuos en el marco de sus secciones es formalmente idéntica a la cooperación reciproca y general que existe entre todas las secciones en el funcionamiento de las relaciones de produc­ ción, Por tanto, esta cooperación recíproca y general reprodu­ ce, en el campo de la práctica ideológica y simbólica, la coope­ ración que existe en el proceso social de producción. En este punto se podría abrir una discusión crítica fecunda de las te­ sis de Lévi-Strauss sobre el pensamiento mítico, pues si bien es evidente que no hay práctica simbólica sin actividad del es­ píritu humano, no cs menos claro que al producir mitos el pen­ samiento no se dedica a la tarea de pensarse solamente a si mismo, de producir la imagen fantástica de su propia arqui­ tectura interna. Más allá del análisis estructural de la forma del discurso mítico, de la cuestión «¿cómo hablan los mitos?», se suscita esta otra «¿de qué hablan los mitos?». Y la respuesta no cs «de nada», ni tampoco «de las sombras», en el pensa­ miento, de la realidad 25. Con los sistemas australianos de secciones y subsecciones, nos encontramos claramente en presencia de relaciones de pa­ rentesco que funcionan a la vez como infraestructura y como superestructura. Este carácter pluriruncional de los sistemas australianos ha sido, por supuesto, reconocido desde hace mu­ cho tiempo por todos los especialistas, de Spencer a RadcliffeBrown y de Elkin a Yengoyan. Este último, por otra parte, enun­ cia el hecho con mucha claridad: «El sistema de secciones cs un índice abreviado para combi­ nar categorías de parientes con fines múltiples, bien sean el ma­ trimonio, la actividad ritual O la actividad económica. Las dis­ tinciones más sutiles en el seno de cada sección se confían a las conexiones genealógicas y a las relaciones de residencia local» Habitualmente, la mayoría de Tos antropólogos, cuando des­ cubren en el seno de la sociedad que estudian una institución de

1,1

Cl

M Goilclicr, -Mito c lustori»- rol lesiones s se vale ress from SáVOgery ihtiiUgh Barbarism lo Civilizarían [La sociedad primitiva), donde mostraba la marcha necesaria

de la humanidad a través de los estadios sucesivos del salvajis­ mo. la barbarie y la civilización. El análisis de las instituciones sociales de los indios de América, en la medida en que corres­ pondían al estadio de la barbarie, ofrecía a la ciencia el medio de comprender la marcha de la historia antigua antes de que se desarrollaran las ciudades y los Estados de Atenas y de Roma; antes, pues, de que naciera la civilización. Durante el resto de su vida, Morgan prosiguió sus investiga­ ciones sobre tas artes y la arquitectura de Jos indios de Amé­ rica, que trató de explicar por la naturaleza profunda de su organización social. En 1881 publicó Houses and House-Life of the American Aborigines. polemizando con acritud contra los que, como G. Bancroít. pretendían, siguiendo a los primeros comentadores españoles de las civilizaciones precolombinas, que los aztecas y los incas vivían, en el momento de la conquis­ ta española, en una sociedad estatal dominada por un rey más o menos análogo a los señores «feudales» de la Europa me­ dieval. Entre tanto había reunido en una obra sus observaciones de naturalista sobre las costumbres del castor americano y publi­ cado The Ameritan licaver and His Vl'orí.s (1868), que sigue siendo clásica. Vislumbraba para Jos Estados Unidos y para la humanidad entera un porvenir mejor que debía aportar la restauración, bajo una forma superior, de los antiguos principios democrá­ ticos de igualdad y de libertad de los que disfrutaban los miem­ bros de las sociedades primitivas.

L as

t e s is f u n d a m e n t a l e s de la o b r a

La grandeza de la obra de Morgan no reside solamente en el hecho de que constituyera el acta de nacimiento de la antro­

pología social. Más allá de esta importancia histórica, müuc to actual por su importancia teórica, y ello a pesar de las débilidades y de los errores que un siglo de investigaciones et­ nológicas ha puesto de manifiesto con una claridad a menudo muv viva.

De manera general, Morgan ha demostrado que las relacio­ nes de parentesco dominan la historia primitiva de la humani­ dad y que estas relaciones tienen una lógica y una historia. Dis{ Cansanguinity and Affinity of the Human Family. Washington, 1871, recd. Oosterhoul, 1970; Ancijut Society. Londres. 1877, recd., ¡ntrod. y notas de E. Lcacock, New York, 1963. irad. franc., H. Jaouiche, present. e introd. R. Makarius: ¡j¡ S o d e te archalque, Parts, 1971 (hoy irad. casfeíl.: La sociedad primitiva, Ed. Ayuso, I973i, Hottses and House-Ltfe o f the American Aborigiitc.t, vol. IV de C oiuributiom to North American Ellmology, Washington, 1S8I. reed . mirod. P. Bohannan, Londres, 1965. RF.sr.cK. C , l,e«■»< Hcnrv Morgan. American Schotar, Chicago, 1960, S tih n , B. }.. lewís Henry Moigan, Social lw lu lio n is t, Chicago. 1931. T h r r a v , E-, ¡Moru.in et l'anihropologie contcmporainc», en Le Marxismo devatu tes Sociétés Pritnitives, Parts, 1969 (hay Irad. casi.; «El mar­ xismo ante I.in sociedades "pri is"», Buenos Aires, Losada, 1971). WntTK, L.. introducción a la edición de L. H. Morgan, Anciení Society, Cambridge (Mass ). 1965. M orcan,

SEGUNDA PARTE

SOBRE LAS MONEDAS Y SUS FETICHES

IX

I.

LA «MONEDA DE SAL» Y LA CIRCULACION DE MERCANCIAS EN LOS BARUYA DE NUEVA GUINEA*

O b je t o s

p r e c io s o s

y

m oneda

ex

las

s o c ie d a d e s

p r im it iv a s :

ALGUNAS OB SERVA CIO N ES TEÓRICAS PR E V IA S

A comienzos de siglo, Boas 1 y Malinowski2, al descubrir y analizar el potlatch de los indios kwakiutl y la kula de los melanesios de las islas Trobriand, borraron en parte la imagen tra­ dicional del hombre primitivo aplastado por la naturaleza y preocupado sólo por subsistir. AI contrario, se le descubría in­ teresado, más allá de sus actividades de subsistencia, en acu­ mular objetos preciosos, adornos de plumas, de perlas, dientes de cerdo, de delfín, placas de cobre, y transformarlos, mediante una hábil estrategia de dones y prestaciones diversas, en un «fondo de poder» (Malinowski), en medios para acceder a las funciones y a los estatutos más valorados de su sociedad. En el centro de la compleja red de las relaciones de parentesco, de producción y de poder de las sociedades primitivas, el don se revelaba como la forma dominante del cambio y de la competi­ ción entre los individuos o los grupos, por lo que necesaria­ mente había que elaborar su teoría. Mauss 5 fue el primero (1924) que se dedicó al tema, seguido * Los materiales de este estudio fueron reunidos en el curso de una misión en Nueva Guinea (1967-1969) subvencionada por el Con!re Natio­ nal de la Recherche Sctentifique. El amor agradece igualmente a la WVnner Grcn Foundation la ayuda que le concedió personalmente. Una versión mas descriptiva de este estudio fue publicada en L'Homme, vo­ lumen IX , ntlttl. 2, pp. 5-37, 1969. 1 Boas: «The Social Organizaron and the Secret Societics o í the Kwakíutl Itid ia n - . Report oj the U, S. National Museum ¡or 1895, Washing­ ton. 1897, pp. 3-41-359. : Malinowski — 1921—; «The Primitivo Economics oF the Trobriand lslanders». Eeonomic Junm al, 31, pp. 1 15; «Kula». en Man, art. 51, 19201921, 1 Mauss; íEssai sur le Don, forme archaique de l'échangc», Année Sociologtquc, 1923-1924.

de Firth\ Einzing5, Polanyi4. Dalton7, Sahlins', etc. Inmedia­ tamente surgió en esta tarea una dificultad de orden ideológico, que aún no ha sido totalmente superada. A primera vista, en efecto, los materiales etnográficos parecían sugerir por si mis­ mos que hubiera que tomar para su comprensión las nociones usuales de la economía política, y ver en las Formas primitivas de competición y de cambio formas «arcaicas» de la competen­ cia mercantil, en el don una especie de «préstamo a interés compuesto» y en los objetos preciosos especies de monedas. Los hechos primitivos —aprehendidos a través de las catego­ rías de la ix-unomia de mercado— parecían diferir no en naturaleza, sino tan sólo en grado de los de las economías mo­ dernas capitalistas9. Pero, a! observarlos más detenidamente, los hechos primitivos no encajaban, o encajaban mal, en las categorías ya elaboradas. Hubo necesariamente que admitir que los indígenas de las islas Trobriand, lejos de confundir kuta y cambio mercantil, los distinguían claramente, puesto que te­ nían un término distinto para designar el trueque en el cual se «comercia» (Gimwali). Hubo que admitir que el potlatch difería de un préstamo en que, en aquél, el acreedor era quien forzaba a su rival a aceptar el don, mientras que en el préstamo es el deudor quien busca el empréstito w, Pero, sobre todo, y más profundamente, no fue posible ignorar que los objetos preciosos, las «monedas» pri­ mitivas, se cambiaban muy rara vez, y la mayoría de las veces nunca por tierra o por trabajo11, que su acumulación y su cir­ culación entre los individuos y entre los grupos no implicaban un desarrollo general de Jas fuerzas productivas, como en el

' Firlh: Art. •Currenev, primitive», y «Trade, primilive», Enciclopaedia Britannica, pp. 345-346. 881. ’ Einzing: Primitive Money, Eirc, Spolliswoode, 1948. * Polanyi: «The Semantlcs of Money-Uses», en Primitive, Ardíate and Modern Economies, 1968. 7 Dalton: «Primitive Money», American Anthropologist, vol. 67, 1965, páginas 44-65. 1 Sahlins: «On ihe sociologv of primilive cxchagc», en The Rckvance of Múdete for Sucial Anthrópology, A. S. A. Monographs Praegcr, Nueva York. 1965. ’ Herskovits: Economic Anthropology, A. Knopf, Nueva York, 1952, páginas 487488. “ Goldtnann: «The Kwakiutl oí Vaneouver Island», en Cooperatiun and com pe (ilion atnong primitive peoples, 1937. " Moore: «Labor altitudes toward industrialization in Dnderdevelopped Counlries», American Economie Rcvieiv, núm. 45. 1955, pp. 156-165.

caso de la acumulación de,capital en las sociedades mercantiles capitalistas u