Morir o dominar: En torno al reglamento de esclavos de Cuba (1841-1866) 9783964565143

Completo estudio del "Reglamento de esclavos de Cuba", paso previo a la definitiva abolición de la esclavitud

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Spanish; Castilian Pages 220 [306] Year 2003

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Table of contents :
INDICE
Prólogo
PRIMERA PARTE-EL MARCO TEMPORAL
Capítulo 1. Situación de la isla
Capítulo 2. Los Cubanos y el abolicionismo
Capítulo 3. El debate en la metrópoli
Capítulo 4. Disturbios en la isla
SEGUNDA PARTE-LA CUESTION DEL REGLAMENTO DE ESCLAVOS
Capítulo 5. La encuesta de 1842
Capítulo 6. Visión de la praxis esclavista
Capitulo 7. Visos de una teoría esclavista
Capítulo 8. El reglamento de 1842
TERCERA PARTE: DOCUMENTOS
1. Preparación del reglamento de 1842
2. Complementos de 1844
3. Pareceres más tardíos
Conclusión
Glosario
Bibliografía
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Morir o dominar: En torno al reglamento de esclavos de Cuba (1841-1866)
 9783964565143

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Jean-Pierre Tardieu "Morir o dominar": en torno al reglamento de esclavos de Cuba (1841-1866)

ACTA COLONIENSIA Estudios Ibéricos y Latinoamericanos Editores: Hans Jürgen Prien y Michael Zeuske I:

Religiosidad e Historiografía: La irrupción del pluralismo religioso en América Latina y su elaboración metódica en la historiografía. Actas del simposio internacional: „Religiosidad e Historiografía: la irrupción del pluralismo religioso en América Latina y su elaboración metódica en la historiografía", del 15 al 16 de noviembre de 1996 en el Instituto de Historia Ibérica y Latinoamericana de la Universidad de Colonia.

II:

Regiones europeas y latinamericanas (siglos XVIII y XIX). Actas del simposio internacional: „Regiones europeas y latinoamericanas (siglos XVIII y XIX), del 16 al 17 de diciembre de 1995 en el Instituto de Historia Ibérica y Latinoamericana de la Universidad de Colonia.

III:

Interethnische Beziehungen in der Geschichte Lateinamerikas. Akten des Symposiums: „Interethnische Begegnungen, Konflikte und Probleme in der Geschichte Lateinamerikas seit 1492", vom 28. und 29. November 1997 an der Iberischen und Lateinamerikanischen Abteilung des Historischen Seminars in der Universität zu Köln.

IV:

Beneméritos, aristócratas y empresarios. Identidades y estructuras sociales de las capas altas urbanas en América hispánica. Actas del simposio internacional: „Beneméritos, aristócratas y empresarios. Identidades y estructuras sociales de las capas altas urbanas en Iberoamérica colonial", del 4 al 6 de diciembre de 1998 en el Instituto de Historia Ibérica y Latinoamericana de la Universidad de Colonia.

V:

Das Evangelium im Abendland und in der Neuen Welt. Studien zu Theologie, Gesellschaft und Geschichte. Zum 65. Geburtstag des Autors hrsg. von Hans-Martin Barth und Michael Zeuske.

VI:

Antón M. Pazos y Diego R. Picardo: El Concilio Plenario de América na. Roma 1899.

Lati-

Jean-Pierre Tardieu

ff

Morir o dominar en torno al reglamento de esclavos de Cuba (1841-1866)

Vervuert Iberoamericana -2003

Bibliographic information published by Die Deutsche Bibliothek Die Deutsche Bibliothek lists this publication in the Deutsche Nationalbiografie; detailed bibliographic data is available in the Internet at http://dnb.ddb.de ISBN 84-8489-094-5 (Iberamericana) ISBN 3-89354-197-7 (Vervuert) © Iberoamericana, Madrid 2003 © Vervuert Verlag, Frankfurt am Main 2003 Reservado todos los derechos Diseño de portada: Michael Ackermann Este libro está impreso íntegramente en papel ecológico blanqueado sin cloro. Impreso en Alemania

INDICE Prólogo

9

PRIMERA PARTE-EL MARCO TEMPORAL

13

Capítulo 1-Situación de la isla

13

1-1-Evolución de la economía 1-2-Evolución de la esclavitud 1-3-Los tratados anglo-españoles 1-4-Represión del contrabando

12 17 23 30

Capítulo 2-Los Cubanos y el abolicionismo

42

2-1-Del pragmatismo de Arango a la utopía de Varela 2-2-La ambigüedad de los reformistas 2-3-La determinación de la oligarquía Capítulo 3-E1 debate en la metrópoli

42 58 76 85

3-1-La propaganda antiabolicionista

85

3-2-E1 análisis de Ramón de la Sagra

93

Capítulo 4-Disturbios en la isla 4—1—El cimarronaje 4-2-Insurrecciones 4-3-Vacilaciones 4-4-Vigilanci a

97 98 101 116 119

SEGUNDA PARTE-LA CUESTION DEL REGLAMENTO DE ESCLA VOS

123

Capítulo 5-La encuesta de 1842

123

5-1-Los antecedentes

123

5-2-Presentación de la encuesta

131

Capítulo 6-Visión de la praxis esclavista 6-1-E1 6-2-La trabajo manutención

139 139 143

6

"MORIR O DOMINAR": EN TORNO AL REGLAMENTO DE ESCLAVOS DE CUBA

6 - 3 - L a vida familiar 6 - 4 - L a enfermedad 6 - 5 - L o s derivativos Capitulo 7 -Visos de una teoría esclavista 7-1-Del pragmatismo al racismo 7-2-Argumentaciónsocio-económica 7-3-Refiitación del abolicionismo

150 155 159 168 168 172 173

Capítulo 8—El reglamento de 1842

178

8-1 -Las medidas 8 - 2 - L a reforma de 1844 8-3-Nuevos proyectos

178 183 198

TERCERA PARTE: DOCUMENTOS

201

1- Preparación del reglamento de 1842

201

1-1-Proposiciones de Antonio García Ofta

201

l-2-"Encuesta sobre la reforma del sistema higiénico, moral y alimentar de los siervos". Carta del Capitán General l-3-Respuestas de los propietarios 1 -3-1-Jacinto González Larrinaga 1-3-2-E1 marqués de Arcos 1 - 3- 3 Joaquín Muñoz Izaguirre 1-3-4-Rafael O'Farril 1-3-5-Sebastián I. de Lasa 1-3-6-Joaquín Gómez 1-3 -7-José Manuel Carrillo 1 - 3 - 8—Ignacio de Herrera 1 - 3 - 9 -El conde de Femandina 1-3-10-Domingo de Aldama 1 - 3 - l 1-Wenceslao de Villa Urrutia 1 -3 -12-Juan Montalvo

206 208 208 211 216 222 225 229 231 234 237 241 249 258

2-Complementos de 1844 2 1-Parecer de la Real Junta sobre el Reglamento de esclavos 2-2-Examen de las proposiciones por la Junta de Fomento

264 264 272

INDICE

2-3-Circulares impresas del Gobierno Superior Civil de la Isla de Cuba 2-3-1-Primera circular para las autoridades locales 2-3-2-Segunda circular para los dueños de fincas rurales, sus administradores y mayorales 2-4-Instrucciones del Capitán General acerca de los artículos 5 y 6 2-4-1-Instrucción del 24 de septiembre de 1844 2-4-2-Circular del 8 de febrero de 1845 3-Pareceres más tardíos 3-1-Parecer de la Real Audiencia Pretorial de la Habana del 27 de agosto de 1853 3-2-Un arbitrista: Sebastián Puig (1866)

7

272 272 274 275 275 277 278 278 280

Conclusión

283

Glosario

285

Bibliografía

289

PROLOGO Si, como es bien sabido, el Brasil imperial fue el último territorio americano en proclamar la supresión de la esclavitud en 1888, poco tiempo antes de transformarse en república, no es de olvidar que el penúltimo fue Cuba con la abolición progresiva (1880-1886). Ahora bien, pese a múltiples tergiversaciones -valga por ejemplo el caso del Perú-, la mayoría de los países independientes del continente habían adoptado esta decisión desde hacía varios decenios . Es que desde principios del siglo XIX, la situación internacional había evolucionado de un modo extremadamente favorable para la „perla de las Antillas", uno de los dos baluartes españoles, con Puerto Rico, allende el océano Atlántico. La independencia de las provincias inglesas de la América del Norte (1783) y la victoria de los antiguos esclavos de Haití (1795), después de una guerra encarnizada que asoló sus potencialidades, dieron a la isla un protagonismo que quiso explotar la corona española expidiendo medidas destinadas a favorecer su economía. A todas luces una de las más importantes fue la liberalización del comercio (1778) y en particular de la trata de los Negros (1789), cuyo trabajo originó el boom azucarero y cafetalero que conoció el territorio. Cuando la península hubo de plegarse a las exigencias británicas en favor de la abolición del tráfico negrero, que, mal que les pesaba, no pudieron evadir ni Fernando VII (tratado de 1817) ni Isabel II (tratado del835) por encontrarse supeditados a la ayuda inglesa, se planteó el problema sustantivo de la emancipación de los esclavos ¡legalmente introducidos, puesto que representaban éstos la mayoría de los trabajadores de los ingenios azucareros y de los cafetales. De ningún modo estaban dispuestos los representantes más encumbrados de los terratenientes cubanos a renunciar a esta mano de obra servil que, con la evolución de la esclavitud del sistema seudopatriarcal a los esquemas capitalistas de rendimiento, les parecía aún más imprescindible para su estatus y sobre todo para su papel dentro de la competición internacional. A decir verdad, no faltaban las contradicciones entre estos dueños aferrados a la potestad dominica. Les espantaban las posibles consecuencias del auge numérico de la población negra. Alentados indudablemente por la pertinaz actuación de los abolicionistas ingleses, aunque no la necesitaban los esclavos para protestar en contra de 1 En Colombia entró en vigencia el I o de enero de 1852 la ley de manumisión firmada por el presidente José Hilario López. En el Perú el decreto de supresión de la esclavitud fue firmado en Huancayo por el general Ramón Castilla el 5 de diciembre de 1854 durante la revolución contra el gobierno del general José Rufino Echenique. El mismo año la abolición fue proclamada en Venezuela por el presidente Monagas. En Bolivia se suprimió la esclavitud bajo el gobierno de Isidoro Belzú (1848-1855). En Argentina, si bien se decretó en 1813 la libertad de los vientres que mantenía a los libertos nacidos de madre esclava bajo el control de los amos hasta los veinte arios, se esperó el año 1860 para imponer la abolición.

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las drásticas condiciones laborales que les imponía la producción mecanizada, los tumultos, motines y levantamientos de las dotaciones mantenían desde los primeros decenios del siglo una psicosis que justificaba el reforzamiento coactivo. No todos los propietarios se dejaron obcecar por una reacción primaria, de ahí el surgimiento de un reformismo que daba a entender que la solución al engorroso dilema se encontraba si no en una ruptura, por lo menos en una ineludible evolución. Obviamente, esta actitud se fundamentaba en un realismo económico que distaba mucho de un sentimiento filantrópico experimentado por muy pocos miembros de la clase dominante. Consciente del peligro que representaría para la fidelidad de la isla a la Corona el hecho de imponer las medidas exigidas por el gabinete de Londres, el gobierno español se dejó convencer por los argumentos reformistas. Se trataba, a su modo de ver, de humanizar aun más una esclavitud - e n cuyo carácter benigno hacían hincapié los dirigentes de la oligarquía isleña y sus aliados peninsulares-, merced a la elaboración de un nuevo reglamento. Resultaba peculiarmente delicada la tarea confiada en 1841 al Capitán General Jerónimo Valdés, habiendo fracasado los intentos precedentes, como la Real Cédula del 31 de mayo de 1789, cuya aplicación tuvo que diferirse por la hostilidad que despertó, o el Código Negro carolino (1784) que no pasó de letra muerta. Por eso trató el Gobernador de suscitar la reforma de los propios latifundistas cuyos pareceres sustanciaría la futura legislación. Con este fin se dirigió a los más ilustrados, suponiendo que se mostrarían más abiertos que los del común. Era contar sin la desconfianza de los criollos frente a cuanto procediera de la administración metropolitana cuyas mezquindad y corrupción no dejaban de denunciar, y sin los lazos que unían a los grupos de poderes con los antiguos negreros. Si bien el texto publicado por Valdés en 1842 tomó en cuenta su experiencia, casi nació muerto, debido al descubrimiento a finales de 1843 de preparativos insurreccionales en varios fundos de la gobernación de Matanzas. Los más reacios a cualquier cambio pusieron énfasis en una supuesta concatenación de circunstancias y en las ramificaciones de la Conspiración de la Escalera cuya meta, según fueron aseverando, era la toma del poder por los Negros. Se vio obligado el nuevo Capitán General O'Donnell a echarse atrás, aceptando suprimir en el Reglamento cuanto obstaculizase el libre ejercicio de la potestad dominica y aumentar el control por el espacio insular no sólo de los Negros libres sino también de los extranjeros. Olvidado el miedo pánico ocasionado por los acontecimientos del 43, se puso de nuevo el problema en el tapete. Esta vez les tocó a los funcionarios de la Real Audiencia de La Habana, ¡quienes, de un modo algo extraño, no vieron en 1853 otra solución que acudir a lo ya existente, o sea a la Real Cédula de 17891 Ello permite aquilatar la resistencia -pocos años antes de las primeras luchas abiertas por la independencia- a toda innovación, en particular a las proposiciones de los más ilustrados representantes de la oligarquía, como José Antonio Saco y Domingo del Monte sobre el trabajo asalariado y la inmigración europea.

PROLOGO

il

No carecen pues de interés los debates en torno al Reglamento de esclavos de 1842, lo cual justifica la publicación y el análisis de los resultados de la encuesta que se llevó a cabo a petición de Jerónimo Valdés, y el debido estudio del contexto histórico. Poniendo aparte la índole polémica de los informes que destacaremos cuando convenga, su cotejo permite patentizar no sólo las prácticas esclavistas del auge económico de la isla sino principalmente una mentalidad que perduraba a pesar de una evolución que se manifestaba tanto en Cuba - d e un modo tímido por cierto con Díaz de Espada y Varela- como en España con el análisis objetivo del científico Ramón de la Sagra.

PRIMERA PARTE EL MARCO TEMPORAL Capítulo 1 Situación de la isla Resultaría imposible entender el debate que suscitó la cuestión del Reglamento de esclavos para la isla de Cuba sin relacionarlo con el espinoso problema del abolicionismo. Los representantes de la oligarquía, interrogados por la Capitanía General en 1842, no dejaron de denunciar el comportamiento de los „falsos filántropos" y la actitud muy interesada de Inglaterra que, a su parecer, se encontraban a la base de los disturbios en el territorio. 1-1-Evolución de la economía Los cambios políticos del final del siglo XVIII produjeron una evolución de la isla en el marco de la economía-mundo, a la que los propietarios no estaban dispuestos a renunciar. No es inútil examinar de una manera sumaria en qué condiciones se produjo. Herbert Klein dejó bien sentado que la ocupación de Cuba (1763-1764) por los Ingleses durante la Guerra de los Siete Años favoreció la apertura de la isla al comercio internacional, lo cual dio un impulso sin igual hasta entonces a la agricultura. Una vez recuperado el territorio, no pudo menos la metrópoli de seguir adelante, subvencionando la importación de máquinas para los ingenios y desarrollando la explotación de las tierras vírgenes2. Además la independencia de los Estados Unidos de la América del Norte en 17833 interrumpió el abastecimiento en víveres indispensables para la manutención de los esclavos de las Antillas francesas e inglesas4, lo cual pro2 Herbert Klein, La esclavitud africana en América Latina y el Caribe, Madrid: Alianza Editorial, 1986, págs. 59 y 61-62. Partiendo del análisis del volumen productivo para 1759, asegura Pablo Tornero que „la capacidad azucarera cubana era ya una realidad". En cambio la ocupación inglesa favoreció la llegada de esclavos y la integración de la isla en los circuitos económicos internacionales. Ver: Crecimiento económico y transformaciones sociales. Esclavos, hacendados y comerciantes en la Cuba colonial (¡760-1840), Madrid: Ministerio de Trabajo y Seguridad Social, Colección Historia Social n° 34, 1996, págs. 167-168. 3 Recuerda con acierto Sara Rosell que fue precisamente la ocupación de Cuba por los Ingleses la que les permitió a los criollos comerciar con las trece colonias inglesas de América; véase La novela antiesclavista en Cuba y Brasil, siglo XIX, Madrid: Editorial Pliegos, 1997, pág. 28. 4 Pierre Chaunu, Les Amériques. 16e-17e-18e siécles, París: Armand Colín, 1976, pág. 191.

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"MORIR O DOMINAR": EN TORNO AL REGLAMENTO DE ESCLAVOS DE CUBA

dujo una grave crisis de producción de la que sacó provecho la isla española. Al carácter seudopatriarcal de la esclavitud se sustituyó una explotación intensiva de los esclavos con la aparición del concepto económico de la plusvalía. Las necesidades en mano de obra servil originaron la libéralización de la trata de los Negros admitida en 1778 por el Reglamento para el comercio libre5. Pero el factor decisivo en Cuba para el desarrollo del cultivo de la caña y de la industria azucarera, que hasta entonces formaba con la producción de café y la de tabaco la conocida „trinidad económica cubana"6, fue sin duda alguna la rebelión de los esclavos de la parte francesa de la isla de Santo Domingo (1791-1794) y la independencia de Haití (1804) 7 . Es de saber, recalca Pierre Chaunu, que el territorio francés poseía entre el 50 y el 60 % del potencial económico de todas las Antillas8. Según H. Klein, la producción azucarera de sus ingenios representaba 30 % de la producción mundial. Haití desapareció del mercado, con la destrucción de más de 1000 ingenios, la muerte de 10 000 esclavos y el asesino de 2000 personas de la clase pudiente9. En fin la revolución produjo la emigración a la isla vecina de hacendados franceses con su savoir-faire10. Si añadimos a esto el hecho de que Inglaterra desplazó sus capitales hacia la India oriental, se puede concluir, como lo hace Pablo Torne5 Bibiano Torres Ramírez y Javier Ortiz de la Tabla, Reglamento y Aranceles reales para el comercio libre de España a Indias del 12 de octubre de ¡778, Sevilla, 1978; Carlos D. Malamud, „El comercio colonial en el reinado de Carlos III", Cuadernos Hispanoamericanos. Los Complementarios 2, dic. 1988, págs. 115-125. 6 Se puede leer por ejemplo la expresión en Sara Rosell, op. cit., pág.26. Otra metaforización sugestiva, la de „Su Majestad el azúcar", corresponderá al boom azucarero. 7 P. Tornero considera la cuestión haitiana, al igual que la ocupación inglesa de La Habana, como otro „factor importante" para la integración de Cuba en los mercados azucareros mundiales; op. cit., pág. 170. 8 Op. cit., pág. 190. 9 Op. cit., pág. 64. 10 G. Debien, „Les colons de Saint-Domingue réfugiés à Cuba", Revista de Indias 51 y 56, Madrid, enero-marzo de 1953 y enero-junio de 1954. Wiliam R. Lux, „French Colonisation in Cuba", The A mer ic as XXIX ( 1 ), Julio de 1972. Alain Yacou, L'émigration à Cuba des Colons français de Saint-Domingue au cours de la Révolution, Tesis doctoral, Universidad de Bordeaux III, enero de 1975. En 1808, las provincias de La Habana, Matanzas (partidos de Limonar, Aguacate, Ceiba Mocha y Camarioca), y Pinar del Río contaban con 899 refugiados franceses, entre los cuales 106 procedentes de Luisiana; en las provincias de Camagüey y Las Villas, eran 169, habida cuenta de 9 que vinieron de Luisiana; en la provincia de Oriente, había en Santiago de Cuba 7449 colonos de Santo Domingo con sus esclavos; en Baracoa alcanzaban la cifra de 1700 y en Holguín, la de 37. Ver: Alain Yacou, „L'expulsion des Français de Saint-Domingue réfugiés dans la région orientale de l'île de Cuba (1808-1810)", Cahiers du Monde Hispanique et Luso-brésilien-Caravelle 39, 1982, págs. 49-63. En cuanto a la presencia de los refugiados franceses en la parte occidental de la isla (zonas de Pinar del Río, de La Habana y de Matanzas) y a sus aportes en el cultivo del café, se consultará del mismo autor: „La présence française dans la partie occidentale de l'île de Cuba au lendemain de la révolution de Saint-Domingue", Revue Française d'Histoire d'Outre-mer 74 (275), 1987, págs. 149-188.

EL MARCO TEMPORAL

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ro, que Cuba quedaba „casi como esclusiva oferente de artículos tropicales, en especial de azúcar" 11 . De artículos tropicales, porque los acontecimientos de Santo Domingo acarrearon también el auge del café, introducido en 1768 en el pueblo de Wajay en 1768 por el plantador Gelabert. A los franceses se debe el importante desarrollo de la producción cafetelera que se produjo de 1810 a 1840 entre la actual provincia de Pinar del Río y una parte de Villa Clara, aunque su intervención fue más notable en la región occidental. Todo ello favoreció la especulación, originando por consiguiente el reforzamiento de los mecanismos de control de la esclavitud en los países productores, y en particular en Cuba. En 1825, dice Rafael L. López Valdés, existía en Cuba unos 1000 ingenios azucareros 12 , entre los cuales los mayores disponían de unas 50 caballerías, o sea más de 671 hectáreas. En la misma época, para que un ingenio produjera 32 000 arrobas de azúcar, es decir 400 toneladas, necesitaba una dotación de 300 esclavos. Un esclavo criollo adulto costaba de 450 a 500 pesos y un bozal procedente de Africa valía entre 370 y 400 pesos. En 1846, existían en la isla 1442 ingenios: 735 en la región occidental, 404 en la central y 303 en la oriental 13 . Según los datos suministrados por Ramiro Guerra y Sánchez, las exportaciones para el quinquenio de 1831 a 1835 alcanzaron 39 467 000 arrobas y para el de 1836 a 1840, se elevaron a 50 742 000: la diferencia evidencia el „rapidísimo crecimiento" de la industria azucarera 14 . También aumentó la producción cafetalera. De 1797 a 1827, patentiza Doria González Fernández, los cafetales pasaron de 5 a 1 307 en la región occidental; en la oriental, de 1800 a 1827, pasaron de 8 a 725 15 . De 76 042 toneladas métricas, la pro-

11

Pablo Tornero, „Emigración, población y esclavitud en Cuba (1765-1817)", Anuario de Estudios Americanos XLIV, Sevilla, 1987, pág. 232. 12 El viajero francés Adolphe Granier de Cassagnac se refiere a la existencia en 1840 de 1200 ingenios; en: Voyage aux Antilles françaises, anglaises, danoises, espagnoles, à Saint-Domingue et aux Etats-Unis d'Amérique, Paris: Dauvin et Fontaine, 1842-1844, t. 2, pág. 352. Citado por Michèle Guicharnaud-Tollis, Regards sur Cuba au XIXe siècle. Témoignages européens, Paris: L'Harmattan, 1996, pág. 81. Para la progresión de los ingenios de 1759 a 1817, véase también: P. Tornero, op. cit., pág. 158. 13 Rafael L. López Valdés, „Hacia una periodización de la historia de la esclavitud en Cuba", en: La esclavitud en Cuba, La Habana: Editorial Academia, 1988, págs. 33-34 y 36. Raúl Cepero Bonilla, citando a H. E. Friedlaender, Historia Económica de Cuba, pág. 197, evoca las consecuencias de la revolución industrial en la mecanización de los ingenios: „En 1827, de 1000 ingenios, solamente 25 (un 2,5 por ciento) utilizaban trapiches movidos por vapor; en 1846, de 1422 ingenios, 286 (un 19,8 por ciento) contaban con maquinaria de vapor y en 1861, de 1336 ingenios, 946 (un 70,7 por ciento) estaban mecanizados." En: Azúcar y abolición (1848), Barcelona: Editorial Critica, 1977, pág. 27. 14 P. Tornero evidencia la progresión de las exportaciones desde 1790 por el puerto de La Habana en: op. cit, pág. 304, gráfica n° 6. 15 Según A. Granier de Cassagnac, los cafetales alcanzaban el número de 2000 en 1840; en: op. cit., ibid., citado por M. Guicharnaud-Tollis, op. cit., pág. 81.

"MORIR O DOMINAR": EN TORNO AL REGLAMENTO DE ESCLAVOS DE CUBA

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ducción creció a 371 323, es decir que se multiplicó por 4,816. Esta cifra representa „la más alta exportación en la historia de la isla"17. En 1827, 2 067 unidades de explotación empleaban alrededor de 50 000 esclavos. De un modo general, las exportaciones pasaron de 14 000 000 de pesos en 1835 a 25 941 000 pesos en 1841, lo cual pone de realce la expansión económica de la isla. Interesaba citar estos guarismos por corresponder a la época que evocaremos más adelante: nos permiten entender las preocupaciones de los dueños por mantener la productividad de sus fincas y por oponerse a cualquier cambio que la amenazara. Y no se puede pasar por alto la producción tabacalera cuya exportación entre 1825 y 1830 alcanzó 128 644 quintales, sin contar con 245 097 millones de cigarros puros, cuyo consumo internacional había aumentado notablemente con la libertad de comercio, como nota Arthur F. Corwin. Para el período que va de 1845 a 1850, estas dos cifras subieron a 364 183 y 896 000, situándose el cultivo del tabaco en buen lugar para el empleo de mano de obra servil18. No se habría producido esta expansión sin la necesaria modernización, que expone Manuel Moreno Fraginals, en lo que toca a la producción azucarera, en su conocidísima obra El ingenio. A partir de la zafra de 1817-1818, los grandes ingenios que utilizaban antes la fuerza motriz animal empezaron a sustituirla por la máquina de vapor, en particular en la zona de La Habana-Matanzas. La mecanización se perfeccionó en la década de 1840 con los primeros evaporadores al vacío19. La máquina de vapor presentó también una solución al problema del transporte, el cual obstaculizaba hasta entonces el establecimiento de las haciendas azucareras tierras adentro. En 1837 se inauguró el ferrocarril de Bejucal hasta La Habana, siendo Cuba uno de los primeros países en adoptar este medio de transporte20. Además se modificó de una manera sustancial la estructuración rural, apareciendo nuevos núcleos urbanos en las regiones de expansión azucarera que citaremos a menudo por organizarse a partir de ellos el control de la esclavitud y la represión de los sublevamientos. Ultimamente estudió Carlos Venegas Fornias esta nueva organización espacial en la región de La Habana. Guanajay, modesto pueblo fundado en 1786 alrededor de una vieja iglesia, se transformó „en uno de los más prósperos del hinterland habanero, rodeado de ingenios y cafetales". En 1815, la villa de Güines,

16

Doria González Fernández, „La economía cafetalera cubana: 1790-1860", Arbor 139 (547548), Madrid, 1991, págs. 161-179. 17 Ramiro Guerra y Sánchez, Manuel de Historia de Cuba (Económica, social y política). Desde su descubrimiento hasta ¡866, La Habana: Consejo Nacional de Cultura, 1962, págs. 409410. 18 Arthur F. Corwin, Spain and the abolition of slavery in Cuba, 1817-1886, Austin and London: University of Texas Press, 1967, págs. 47-48. 19 Manuel Moreno Fraginals, El ingenio. Complejo económico social cubano del azúcar, La Habana: Editorial de Ciencias Sociales, 1978, t. 1, pág. 173. 20 Rafael L. López Valdés, op. cit., pág. 35.

EL MARCO TEMPORAL

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c o n casi 2 0 0 0 habitantes, era „la cabecera del partido azucarero m á s productivo" 2 1 . J o s e f Opatrny hace hincapié en el papel del centro azucarero de Matanzas en el desarrollo de la industria azucarera cubana en los años veinte. Basándose en M o r e n o Fraginals y en L.W. Bergad, llama la atención en el h e c h o de que en 1827 producía y a el cuarto del azúcar cubano, de manera que, diez años m á s tarde, fue preciso crear la tenencia de Cárdenas 2 2 . C o n la s e m i m e c a n i z a c i ó n , n o disminuyeron las necesidades en m a n o de obra, sino todo lo contrario. Imponía n u e v o s ritmos que originaron una e v o l u c i ó n cuantitativa y cualitativa de la esclavitud c o m o lo aclaró Raúl Cepero Bonilla 2 3 .

1-2-Evolución de la esclavitud C o n el b o o m azucarero y cafetalero que, s e g ú n lo escrito por M o r e n o Fraginals en su último libro, „ e n v e j e c i ó repentinamente las formas institucionales, administra-

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Carlos Venegas Fornias, „La Habana y su región: un proyecto de organización espacial de la plantación esclavista", Revista de Indias 56 (207), Madrid, 1966, pág. 340. Es que el ingenio azucarero, subraya P. Tornero, „se convirtió en fuerte estímulo para el resto de los sectores productivos"; ver: „Producción y costes en los ingenios de Cuba. Notas para una investigación", Arbor 139 (547-548), Madrid, 1991, pág. 157. En la relación de su viaje A. Granier de Cassagnac hace hincapié en el desarrollo de los centros urbanos en la isla: Chacun d'eux [los tres departamentos] comprend un nombre considérable de villes. Dans le premier, se remarquent La Havane, qui a cent trente mille âmes, Matanzas, qui en a vingt mille; Guanabacoa, qui en a dix mille; Los Guiñes, qui en ont deux mille cinq cents; Santiago, qui en a dix mille. Le département du centre comprend Puerto Principe, ville de cinquante-cinq mille âmes; Trinidad, de quinze mille; Santo Espíritu, de douze mille; Santa-Clara ou Villa-Clara, de dix mille; San Juan de los Remedios, de six mille, et Jagua ou Cienfuegos, le meilleur port de l'île, de quinze cents. Le département oriental comprend Cuba, qui a trente-deux mille âmes; Holguin, qui en a dix mille; El Bayamo qui en a neuf mille, et Baracoa, qui en a quatre mille. En: op. cit., t. 2, pág. 351, citado por M. Guicharnaud-Tollis, op. cit., pág. 78. 22 Josef Opatrny, „Los cambios socio-económicos y el medio ambiente: Cuba. Primera mitad del siglo XIX", Revista de Indias 46 (207), Madrid, 1966, pág. 371. Sobre el desarrollo de la región matancera, el autor se apoya en el citado estudio de Moreno Fraginals y en: L. W. Bergad, Cuban Rural Society in the Nineteenth Century. The Social and Economie History of Monoculture in Matanzas, Princeton University Press, Princeton, 1990. Para la progresión del número de ingenios en el „país de La Habana" entre 1757 y 1817, se consultará: P. Tornero, op. cit., pág. 174. 23 „Los cambios técnicos operados en el proceso de elaboración del azúcar determinaron una pujante expansión de las fuerzas productivas hasta el punto de motivar un violento choque con el sistema esclavista que, en un principio, las había impulsado. Surgió entonces la necesidad social de transformar el régimen que empezaba a contener el desarrollo económico". Azúcar y abolición, op. cit., pág. 27.

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tivas y jurídicas de la colonia", cambió de aspecto la esclavitud tradicional que conocía la isla hasta entonces 2 4 . Al respecto, muy significativo es el análisis de R. Guerra y Sánchez. En 1817, año de la adhesión de España al tratado de supresión del tráfico negrero por motivos contemplados más abajo, los esclavos africanos de la isla alcanzaban el número de 199 145 individuos. En 1827 eran 2 8 6 942 2 5 y en 1841, 4 3 6 495 2 6 . Ahora bien, esta progresión numérica 2 7 no podía explicarse por una evolución natural 28 , siendo muy 24

Cuba/España, España/Cuba. Historia común, Barcelona: Crítica (Grijalbo Mondadori), 1996, pág. 151. 25 Según los datos del censo de 1827, a esta cifra había que añadir los 106 494 libres de color, alcanzando la población total 704 487 individuos. El cuadro siguiente evidencia el reparto en varias regiones:

La Habana Puerto Principe Cuba Matanzas Guanabacoa Trinidad Villa Clara

blancos

libres de color

esclavos

46 621 32996 93 02 6333 5194 5597 4502

23 562 6165 10 032 1941 1786 4003 2310

23 840 9851 7404 3067 2143 2943 1720

Fuente: Ramón de la Sagra, Historia física, política y natural de la Isla de Cuba, París: Librería de Arthur Bertrand, 1842, t. 1, págs. 155-157. 26 Basándose en el estudio de 31 ingenios entre 1784 y 1837, concluye Pablo Tornero que la riqueza generada anualmente por cada esclavo, permitía la recuperación de la inversión en él efectuada, sin los costes adicionales que todo esclavo conllevaba en alimentación, vestido y cuido, en un corto espacio de tiempo, e incluso había ingenios, en los cuales el valor producido por cada esclavo, superaba su propio precio. „Productividad y rentabilidad de la mano de obra esclava en el desarrollo de la plantación cubana", Revista de Indias 51 (93), Madrid, 1991, pág. 472. El cónsul inglés Richard Robert Madden estimaba que los esclavos eran en 1839 unos 400000; en: La isla de Cuba; sus recuerdos, progresos y perspectivas, traducción de Sarah Méndez Capote, La Habana: Consejo Nacional de Cultura, 1964, pág. 153. Víctor Schcécher, que también viajó por la isla en esa época, cita la misma cifra en su obra Colonies étrangères et Haï ti. Résultats de l'émancipation anglaise. Colonies anglaises. Iles espagnoles, Paris: Pagnerre, 1842-1843, t. 1, pág. 346. Para más detalles, véase: M. Guicharnaud-Tollis, op. cit., págs. 120-121. 27 Entre 1827 y 1841, la progresión anual de la población esclava de Cuba fue de 3 %, cuando su crecimiento natural no pasaba de 0,6 al aflo, según Hubert Aimes, A History of Slavery in Cuba, 1511 to 1868, New York: Octogon Books, 1967; cifras recogidas por Philip D. Curtin, The Atlantic Slave Trade. A Census, Madison: University of Wisconsin Press, 1965, cuadro 7, págs. 34 y 41.

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alta la mortalidad de la población e s c l a v a y m u y baja la natalidad 2 9 debido a una relac i ó n de masculinidad altísima, correspondiente a un 3 2 7 % entre 1767 y 1821 conf o r m e a los cálculos efectuados por P. Tornero a partir de un muestreo de ingenios 3 0 . Esta relación condenaba al e s c l a v o al celibato c u y o s índices bajaban s ó l o en áreas no azucareras 3 1 . En 1853 Ignacio Tenaza, o sea A n i c e t o Iznaga, d e n u n c i ó el comportamiento de los negreros, quienes, después de los intentos de Inglaterra para limitar el contrabando, s ó l o suministraban varones que, d e b i d o a la gran necesidad de m a n o de obra en el c a m p o , alcanzaban precios elevados 3 2 . D e m o d o que las mujeres n o pasaban del 10 % de los N e g r o s desembarcados clandestinamente, y no faltaban las propiedades de 2 0 0 , 3 0 0 y m á s siervos que n o tenían ni una esclava 3 3 .

28 Este fue el parecer de Richard R. Madden, quien de 1836 a 1840 residió en La Habana como juez de la Comisión Mixta creada después del segundo tratado entre España e Inglaterra para la abolición del tráfico negrero (véase más adelante): „La población de Cuba en 1827, ascendente a 730 882, comparada con la de 1775, nominalmente de 170 370 almas, muestra un aumento que, si fuera natural, sería sin paralelo en cualquier época o país del mundo. Este aumento sólo demuestra, sin embargo, la extensión a que fue llevada la importación de africanos." Op. cit., pág. 32. 29 Juan Pérez de la Riva estima que para 1853 la mortalidad en las dotaciones alcanza un 50 por mil, e incluso un 70 por mil entre los bozales, sin contar con la sobremortalidad de los recién llegados. La mortalidad infantil era la más grave, señalando Chateausalins (véanse más abajo las referencias a este autor) que en ciertas dotaciones ni siquiera se salvaba una cría en un año. En cuanto a la natalidad, bajaba conforme iba desarrollándose la economía plantacional, pasando de 53 por mil en 1774 a 48 en 1841, según cifras suministradas por Jack E. Eblen, ,,On the naturale increase of slave populations: the example of the cuban black population, 1775-1900", en: S. L. Engerirían y Eugene D. Genovese (ed.), Race and slavery in the western hemisphere: quantitative studies, Princeton, 1975, pág. 245; citado por: Jorge Castellanos e Isabel Castellanos, Cultura Afrocubana 1-El negro en Cuba, 1492-1844, Miami: Ediciones Universal, 1988, págs. 138-139 y 149. 30 Op. cit., pág. 257. P. Tornero enfoca también el problema del crecimiento de la población esclava en: Crecimiento económico y transformaciones sociales ..., op. cit., pág. 113. Basándose en el censo de 1827, R. de la Sagra habló de la „enorme disproporción" entre los varones y las hembras. Estas representaban el 36 % del conjunto, porcentaje que debía de ser más bajo en el campo. Véase: op. cit., págs. 155-157. V. Schoelcher estimaba que entre los 400 000 esclavos que poseía la isla en 1840, había tan sólo entre 130 000 y 150 000 mujeres; citado por M. Guichamaud-Tollis, op. cit., pág. 111. 31 P. Tornero, op. cit., pág. 264. 32 En 1823, o sea cinco años después del tratado de 1817, según un documento referente a la tasación de los esclavos de hacienda, el valor efectivo de los negros jóvenes o viejos no excedía de 50, 100 o 150 pesos cada uno. En cambio los esclavos robustos, de mediana edad y con agilidad para los trabajos valían de 550 a 600 pesos. En fin el precio de los esclavos que tenían alguna habilidad, como los carpinteros, albañiles, tacheros, boyeros y arrieros, iba de 800 a 1000 e incluso 1200 pesos. Es de notar que siempre hubo en todas las Indias occidentales una gran diferencia de estimación entre los esclavos sin especializar y los „oficiales". A.N.C., Gobierno General, leg. 317, n° 15197. 33 Cuba and Africa. Cuba question considered in relation to the African race, París: Typ. Blondeau, marzo de 1853, págs. 5 y 6.

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En realidad el mayor factor de crecimiento era el contrabando34, que no detuvo un nuevo acuerdo con Inglaterra firmado en 1835. P. Tornero demostró que entre 1817 y 1820, la mayoría de los siervos eran bozales en centros de alta densidad esclavista como Güines (1817: 1171 criollos / 5391 bozales), Filipina (1819: 985 c. / 2506 b.) y Batabanó (1820: 120 c. / 1363 b.)35. Así que gran parte de la población esclava era libre, si se tomaba en cuenta el tratado de 1817 que estipuló que cualquier africano introducido en la isla a partir de 1820 gozaba ipso facto de la libertad36. Para R. L. López Valdés, entre 1802 y 1842 entraron cerca de 500 000 esclavos y, más precisamente, 300 000 entre 1817 y el año en que se publicó el Reglamento de esclavos para Cuba37. De 1774 a 1817, los Negros pasaron del 45,6 % de la población total al 56,6 %. Si nos referimos tan sólo a los esclavos, precisa P. Tornero, su porcentaje progresó del 25,9 al 36. Este fenómeno se manifestó de manera sustantiva en las principales regiones azucareras, con un „predominio absoluto de esclavos" en pueblos como Güines, Guanabacoa, Guajaybón, Batabanó, Bahía-Honda, Cayaxabos, Tapaste, Río Blanco del Norte y del Sur, donde precisamente estallaron los motines que estudiaremos. Por fin, añade P. Tornero, la jurisdicción de La Habana, incluida Matanzas, reunía en 1817 a 61,1 % de los Negros emigrados38. Para el período relacionado más particularmente con el marco temporal de este trabajo, acudiremos a los datos recogidos por el censo de 1841. De 1 007 233 habitantes que agrupaban los tres departamentos (central: 195 217; oriental: 180 256; occidental: 631 760), la gente de origen africano, esclavos (45 %) y libres (15 %), alcanzaba el 60 %. En el departamento más poblado, o sea el occidental, este porcentaje subía a 6439. No perderemos de vista estas cifras significativas cuando evoquemos los temores del elemento blanco de la población. El estudio efectuado por P. Tornero para el período de 1784 a 1834 muestra que, si ciertos ingenios no alcanzaban 80 esclavos, muchos tenían entre 200 y 300, siendo 127 la cifra media. Con el tiempo, los ingenios intentaban conseguir una mano de obra más experimentada en la elaboración azucarera, que valía por supuesto un

34 Tan sólo entre 1819 y 1826, fueron introducidos más de 25 000 esclavos bozales en Cuba y Puerto Rico por la trata ilegal francesa; véase: Serge Daget, „Dans l'illégalité, la traite négrière française vers Cuba et Porto-Rico, 1817-1831", en: Commerce et plantation dans la Caraïbe. XVIIIe et XIXe siècles, Actes du Colloque de Bordeaux, 15-16 mars 1991, Bordeaux: Maison des Pays Ibériques, 1992, pág. 88. Según Arthur F. Corwin, entre 1830 y 1850 se introdujo de un modo ilícito en la isla a más de 200 000 esclavos, lo que da un promedio anual de 10 000 individuos; en: op. cit., pág. 54. 35 Op. cit., pág. 265. 36 Op. cit., pág. 411. 37 Op. cit., pág. 35. 38 Op. cit., pág. 252. 39 Francisco González del Valle, La Habana en 1841, La Habana, 1952, pág. 175. Para un estudio detallado de la población cubana entre 1840 y 1887, ver: Franklin Knight, Slave society in Cuba during the I9th Century, University of Wisconsin Press, 1970, pág. 86.

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precio mayor40. En cuanto a las condiciones de vida de los esclavos, insiste R. L. López Valdés, se generalizó el uso de los barracones41 que fueron sustituyéndose en los años 30 a los tradicionales bohíos42. Los dueños siguieron las recomendaciones de Honorato B. de Chateausalins, famoso médico que tenía gran experiencia de los males de que solían adolecer los esclavos. Resumió su práctica en un opúsculo El vademécum de los hacendados cubanos, del cual se extrae el pasaje que aconseja la construcción de viviendas: Se fabrican [los bohíos] de embarrado y guano, de tablas o de manipostería con teja maní o tejas: sea lo que fuere su construcción, que esto depende de los bienes de fortuna del hacendado, siempre aconsejaré se fabriquen en forma de barracón con una sola puerta, cuidando el administrador o mayoral de recoger la llave por las noches. Cada cuarto que se fabrique, no tendrá otra entrada que una sola puertecita, y al lado una ventanilla cerrada con balaustres para que el negro no pueda de noche comunicarse con los otros .

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„Productividad y rentabilidad ....", op. cit., págs. 462 y 468. Eran de dos tipos: „de nave" y „de patio". El primero se impuso entre 1830 y 1840; J. e I. Castellanos, op. cit., pág. 145. Para la evolución de la vivienda esclava, véase también: Moreno Fraginals, op. cit., t. 1, págs. 67-75. Es acertada la expresión de Javier Laviña, quien dice del barracón que era el „máximo exponente de la animalización que los amos pretendieron dar a los esclavos"; en: „Resistencias afroamericanas y otros cimarrones", Anuario del Instituto de Estudios Histórico-Sociales 10, 1995, Facultad de Ciencias Humanas, Universidad Nacional del Centro, Tandil, Argentina, pág. 260. 42 R. L. López Valdés, op. cit., pág. 34. 43 Honorato Bernard de Chateausalins, El vademécum de los hacendados cubanos. O guia práctica para curar la mayor parte de las enfermedades. Obra adecuada a la zona tórrida y muy útil para aliviar los males de los esclavos, Nueva York, 1831, pág. 14 en la edición de Filadelfia de 1848 que utilizaremos en este trabajo. Citado por Juan Pérez de la Riva, El barracón. Esclavitud y capitalismo en Cuba, Barcelona: Editorial Crítica, 1978, pág. 20. Para una época más tardía, el viajero francés Ernest Duvergier de Hauranne describe así el barracón: 41

C 'est une espèce de cloître rectangulaire autour d'un enclos où l'herbe pousse; des portes ouvertes dans la muraille donnent accès de chaque côté aux habitations des familles; chacune a son réduit obscur, crépi de ciment jaune et meublé d'étagères de planches superposées comme dans un navire: c 'est là que les Noirs établissent leurs lits. Ces caveaux éclairés à peine par un étroit soupirail, ressemblent fort à des cachots [...]. Ils sont mieux logés dans ce phalanstère de l'esclavage que sous leurs huttes grossières de bambous et de feuilles. Il y a pourtant je ne sais quoi de pénible dans la vue de cette grande ménagerie; on n 'aime jamais à voir des créatures humaines parquées comme des troupeaux dans une étable. In: „Cuba et les Antilles (La Havane, une ville des Tropiques. Matanzas, une plantation. Santiago et Fort-de-France)", Revue des deux mondes, 1-IX et 15-X-1866, 2 e période, LVI, pág. 637; citado por M. Guicharnaud-Tollis, op. cit., pág. 272.

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Estos edificios, nota J. Pérez de la Riva, „parecen haber sido únicos en su especie". En el Brasil, las senzalas eran de dimensiones más modestas y en las plantaciones sureñas de Estados Unidos se preferían las chozas individuales44. Unos decenios antes de la época estudiada, las rancherías de las haciendas azucareras del río ChotaMira, en el norte del Ecuador actual, se componían de chozas rodeadas por una alta pared45. La intensificación de los ritmos de trabajo imponía un más estricto control de las dotaciones, de ahí la aparición de este nuevo tipo de alojamiento46. Las preguntas hechas en 1842 a los propietarios por la encuesta del Gobierno Superior evidencian sus preocupaciones al respecto, aunque, como veremos en la segunda parte, no todos los miembros de la oligarquía compartían el mismo parecer en cuanto al hábitat esclavista. Por supuesto en estos inmensos conjuntos productivos que eran los ingenios o los cafetales se planteaba el problema de la higiene. En toda la era esclavista, los Negros fueron siempre las primeras víctimas de las epidemias que asolaban las tierras tropicales. No perdonaron la isla, y en una época tan reciente como 1833, el cólera morbo mató a miles de esclavos, lo cual produjo un déficit de mano de obra y la correlativa alza de su precio47. En este dominio también se manifestó la inquietud de la Capitanía General, como aparece en la encuesta de 184248. Al leer las líneas precedentes, se adivina que los tratados firmados por España con Inglaterra no se concretaron en la isla como deseaba esta potencia. En sus respuestas a la encuesta de 1842, ciertos propietarios protestaron con mucha violencia en contra de la actitud de Gran Bretaña que conviene exponer detenidamente.

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Op. cit., pág. 20. Jean-Pierre Tardieu, Noirs et nouveaux maîtres dans les „vallées sanglantes" de l'Equateur. 1778-1820, Paris: L'Harmattan, 1997, págs. 54-71. 46 Para más detalles sobre el barracón, véase: Juan Pérez de la Riva, op. cit., págs. 13-40. 47 R. L. López Valdés, op. cit., pág. 34. Un artículo publicado en 1823 en las Memorias de la Sociedad Patriótica admite que la cuarta parte de las dotaciones de la gran mayoría de los ingenios era inútil y que alrededor de un 20 % estaba siempre en las enfermerías; citado por J. e I. Castellanos, op. cit., pág. 137. 48 Unos diez años más tarde se publicó la obra de M. Torrente, Bosquejo económico político de la isla de Cuba en que el autor pidió cambios profundos para favorecer la progresión numérica de los esclavos necesarios para „las labores agrícolas, en las que consiste la principal riqueza del país". A la base de sus proposiciones se encuentra el „criadero" que debía de tener cada hacienda. En 1852 pues, admitió M. Torrente: „En honor de la justicia y de la verdad, debemos confesar que ya muchos hacendados han construido en sus fincas, con los mejores resultados, excelentes enfermerías y habitaciones para los criollitos ...". En: J. Opatrny, op. cit., pág. 385. Veremos efectivamente que ciertos miembros de la oligarquía no desestimaron estos aspectos. 45

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1-3-Los tratados anglo-españoles Bien es sabido que nunca aceptó Inglaterra el monopolio hispánico en el mundo transatlántico. Con la pérdida de las provincias norteamericanas, se reavivó su oposición al imperio español. Las independencias continentales no modificaron su actitud en la medida en que fue adquiriendo Cuba un sitio cada vez más preponderante en la economía-mundo con el que no podían rivalizar sus posesiones caribeñas que nunca dejaron de padecer de graves disturbios. En este contexto se sitúan los tratados angloespañoles relativos a la abolición de la trata. A partir de 1807 empezó Inglaterra su campaña contra la esclavitud, es decir antes de que se firmara el tratado de Viena que presentó en 1815 una declaración acerca de la abolición de la trata de los Negros 49 . Para entender su motivación, es preciso referirse a un doble enfoque nada contradictorio. Por supuesto hay que tomar en cuenta la actuación de los abolicionistas cuyos mayores exponentes fueron Thomas Clarkson, fundador en 1787 de la „Sociedad para la Abolición de la Trata de Esclavos" (British Antislavery Society) y el parlamentario W. Wilberforce, quien consiguió a comienzos de 1807 que se votase su proyecto de abolición de la trata por barcos ingleses50. Varios historiadores han recalcado la importancia de los móviles económicos, como P. Tornero 51 . De ningún modo podía Inglaterra resolverse a admitir el auge económico de Cuba, con la desaparición del mercado mundial de Haití cuya independencia no dejó de favorecer 52 , tanto más cuanto que no se mostraron capaces de rivalizar sus propias Antillas 53 . En Jamaica, la lucha permanente contra los cimarro49 Lord Castlereagh hizo condenar la trata no sólo en el congreso de Viena, sino también en los de Aquisgrán (1818) y de Verona (1822). Se consultará el examen de la actuación de Castlereagh por Julia Moreno García, „El abolicionismo en la política internacional del siglo XIX: la actitud de España", en: Francisco de Solano (coord.), Estudios sobre la abolición de la esclavitud, Madrid: C.S.I.C., Centro de Estudios Históricos, Departamento de Historia de América, 1986, págs. 153-155. 50 Véase: María Encarnación Aguirre Sánchez-Covisa, „La trata de negros en el Atlántico. Origen, expansión y abolición", Arbor 108 (421), Madrid, 1981, págs. 19-23; Mario Hernández Sánchez-Barba, „El abolicionismo en el mundo europeo: mentalidad e ideología", en: Francisco de Solano (coord.), op. cit., págs. 123-126. 51 Op. cit., pág. 250. 52 Etienne-Michel Massé, en la relación de su viaje a Cuba, se refiere de un modo muy claro a la responsabilidad de Inglaterra: „Plusieurs circonstances porteraient à croire que l'Angleterre ne fut point étrangère aux premiers mouvements de Saint-Domingue ...."; en: L'île de Cuba et La Havane, ou histoire, topographie, statistique, mœurs, usages, commerce et situation politique de cette colonie, d'après un journal écrit sur les lieux, Paris: Lebègue et Audin, 1825, pág. 245. Citado por M. Guicharnaud-Tollis, op. cit., pág. 226, n. 63. Los Franceses no eran los únicos en opinar de este modo; veremos que Arango compartía su punto de vista. 53 El viajero inglés Henry Anthony Murray concluyó que la prosperidad de Cuba era la consecuencia de la ruina de las Antillas británicas; en: Lands of the slave and the free: or Cuba, the

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nes obstaculizó en gran parte el desarrollo óptimo de la isla. Como subraya Orlando Patterson, una larga serie de rebeliones marcó los primeros ochenta y cinco años de la ocupación inglesa (1655-1740)54. Además hacia 1830, entre los esclavos de las islas azucareras de Gran Bretaña, sólo un 44 % podía considerarse como verdaderos trabajadores de la caña, cuando en Cuba éstos alcanzaban un 64 % 55 . Por añadidura estaban excesivamente endeudados los dueños de las plantaciones de estos mismos territorios, lo cual frenaba la productividad56. Las proposiciones de M. Guridi y Alcocer y de A. Argüelles Antes de que las Cortes de Cádiz se interesasen por la abolición del tráfico de esclavos, un político liberal catalán, Isidoro de Antillón y Marzo, en una conferencia pronunciada el 2 de abril de 1802 en la Real Academia Matritense de Derecho Español y Público, denunció con vehemencia el tráfico negrero „borrón y mancha indeleble de la cultura europea": „ [...] ningún sofisma, ningún raciocinio especioso, ninguna opinión absurda pueden justificar lo que desaprueba la razón, lo que repugna a la naturaleza, lo que ofende y llena de escándalo a la humanidad." A los que presentaban la servidumbre como un medio de „civilizar" a los Negros, contestó Antillón que no se podía juzgar del carácter de los Negros por lo que eran, dado que „la esclavitud enerva y gasta todos los resortes del alma". Consciente sin embargo de que la abolición de la esclavitud podría acarrear consecuencias funestas por falta de preparación, como pasó en la colonia francesa de Santo Domingo57, recomendó que se usase de „todas las precauciones, de todas las lentitudes que exigen la seguridad ... y el mismo interés bien entendido de los negros". Se instruiría a los niños de ambos sexos en escuelas públicas y no se les concedería la libertad antes de que alcansasen los veinticinco años. Entretanto se quedarían al servicio de

United States and Canada, Londres: John Parker, 1855, pág. 322. Citado por: M. GuicharnaudTollis, op. cit., pág. 74. 54 Orlando Patterson, „Esclavitud y revueltas esclavas: análisis sociohistórico de la primera guerra cimarrona, 1665-1740", en: Richard Price (comp.), Sociedades cimarronas, México: Siglo Veintiuno, 1981, pág. 187. 55 „Report of the Select Commitee on the State of the West India Colonies, P.P. 1831-2 XX (381)"; citado por William A. Green, Britishs Slave Emancipation. The Sugar Colonies and the Great Experiment. 1830-1865, Oxford: Clarendon Press, 1976, pág. 39. 56 „Writing from the Colonial Office in 1832, James Stephen determined that the planters' credit was so exhausted that no prudent person would advance a shilling on the security of West Indian estates"; en: William A. Green, op. cit., pág. 43. 57 Los antiabolicionistas no dejarán de acudir a este argumento. El „síndrome de Santo Domingo", según la acertadísima expresión de mi colega Hubert Gerbeau, profesor de la Universidad de Aix-marseille, se extendió hasta las islas azucareras del Océano Indico.

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los amos. L u e g o , „aliviados de sus cadenas", serían trabajadores „más activos y m á s robustos" para las colonias 5 8 . V o l v a m o s a las Cortes de Cádiz con una m o c i ó n presentada en marzo de 1811 por un diputado mejicano 5 9 , el sacerdote don José Miguel Guridi y Alcocer 6 0 . Basánd o s e en el h e c h o de que la esclavitud se oponía al derecho natural y a las l e y e s c i v i l e s de „las n a c i o n e s cultas", propuso su abolición s e g ú n un plan destinado a „no perjudicar en sus intereses a los actuales dueños de esclavos". Estas medidas eran las siguientes: Io—Se prohibe el comercio de esclavos, y nadie en adelante podrá vender ni comprar esclavo alguno baxo la pena de nulidad del acto, y pérdida del precio exhibido por el esclavo, el que quedará libre. 2°-Los esclavos actuales, para no defraudar a sus dueños del dinero que les costaron, permanecerán en su condición servil, bien que aliviada en la forma que se expresa adelante, hasta que consigan su libertad. 3°-Los hijos de los esclavos no nacerán esclavos, lo que se introduce en favor de la libertad, que es preferente al derecho que hasta ahora han tenido para los amos. 4°-Los esclavos serán tratados del mismo modo que los criados libres, sin más diferencia entre éstos y aquéllos que la precisión que tendrán los primeros de servir a sus dueños durante su esclavitud; esto es, que no podrán variar de amo. 5°-Los esclavos ganarán salario proporcionado a su trabajo y aptitud, bien que menos del que ganarían siendo libres, y cuya tasa se dexa al juicio prudente del Justicia territorial. 6"Siempre que el esclavo, o ya porque ahorre de sus salarios, o bien porque haya quien le dé el dinero, exhiba a su amo lo que le costó, no podrá éste resistirse a su libertad.

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„Disertación sobre el origen de la esclavitud de los negros, motivos que podrían adoptarse para hacer prosperar sin ella nuestras colonias, pronunciada el 2 de abril de 1802 y publicada en Mallorca en 1811", en: Los Abolicionistas Españoles. Siglo XIX, ed. de Enriqueta Vila Vilar y Luisa Vila Vilar, Madrid: Ediciones de Cultura Hispánica, 1996, págs. 33-37. 59 Guridi y Alcocer era uno de los cinco miembros de la comisión sobre el comercio de Negros con el representante de Cuba, Andrés Jáuregui, regidor y alguacil mayor de La Habana. Véase: María Teresa Berruezo León, „El funcionario americano en las Cortes gaditanas. 1810-1813", Cuadernos Hispanoamericanos 469, octubre 1988, pág. 64. Concepción Navarro Azcue resume brevemente el proyecto de Guridi y Alcocer en su libro La abolición de la esclavitud negra en la legislación española. 1870-1886, Madrid: Ediciones Cultura Hispánica, 1987, págs. 14-15. 60 Cuando llegó a La Habana la moción de Guridi y Alcocer, el sacerdote José González Téllez provocó un escándalo intentando informar a los esclavos de su próxima liberación; véase: J. e I. Castellanos, op. cit., págs. 183-185. Antonio Bachiller y Morales en su libro Los Negros (Barcelona: Gorgas y Compañía Ed.), que reunía artículos escritos de 1872 a 1874 en El Mundo Nuevo y América Ilustrada, publicó lo siguiente (pág. 71): „Las Cortes Españolas se ocuparon en Abril de 1811 de la supresión de la trata y de otras materias sobre la gente de color. Las noticias llegaron aumentadas, y entre ellas se supuso que se habían de libertar los negros en un plazo de 10 años: la alarma fue indecible y hubo conmociones con muerte de algunos desgraciados."

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7°-Si el esclavo vale menos de lo que costó, porque se haya inutilizado o envejecido, esto será lo que exhiba para adquirir su libertad; pero si vale más de lo que costó por haberse perfeccionado, no exhibirá sino lo que costó, lo qual se introduce también en favor de la libertad. 8°-Si el esclavo se inutilizó por enfermedad o edad avanzada, dexará de ganar salario; pero el amo estará en obligación de mantenerlo durante la inhabilidad, ora sea perpetua, ora temporal. Se leyeron estas proposiciones e n la sesión pública de la mañana del 26 de marzo, decidiendo las Cortes que se examinasen en comisión. A los pocos días, o sea el I o de abril de 1811, Agustín Argüelles, quien redactó el articulado de la Constitución de 1812, propuso medidas obviamente relacionadas con la presión del gabinete británico, pidiendo que 1° declaren las Cortes abolida la trata. 2° decrete el Congreso abolido para siempre tan infame tráfico (introducción de esclavos); y que desde el día en que se publique el decreto no puedan comprarse, ni introducirse en ninguna de las posesiones que componen la monarquía en ambos hemisferios, baxo de ningún pretexto, esclavos de Africa, aun quando se adquieran directamente de alguna potencia de Europa, o América. 3o que el Consejo de Regencia comunique sin pérdida de momento al gobierno de S. M. Británica el decreto, a fin de que, procediendo de acuerdo en medida tan filantrópica, pueda conseguirse en toda su extensión el grande objeto que se ha propuesto la nación inglesa en el célebre bilí de la abolición del comercio de esclavos. El 2 de abril de 1811 se discutieron las proposiciones de Guridi y Alcocer y el 20 del m i s m o mes se efectuó el nombramiento de la comisión especial encargada de examinarlas, así c o m o las de Argüelles 6 1 . El representante de Cuba, Andrés Jáuregui, manifestó su disconformidad con los proyectos: Con la noticia de que esto se trata sin que le acompañe una resolución que concilie tantos intereses como en sí encierra este asunto, puede comprometerse el sosiego que felizmente reina en aquella posesión tan interesante bajo todos sus aspectos ...¿Y nos expondremos a alterar la paz interior de una de las más preciosas porciones de la España ultramarina?

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Documentos de que hasta ahora se compone el expediente que principiaron las Cortes extraordinarias sobre el tráfico y esclavitud de los negros, Madrid: Imprenta de Repuelles, 1814. Una traducción al francés se publicó en París en enero de 1814, con el título de Recueil de diverses pièces et des discussions qui eurent lieu aux Cortés générales et extraordinaires d'Espagne, en l'année 1811, sur la traite et l'esclavage des nègres. Es de citar la intervención de Guridi y Alcocer el 2 de abril de 1811: „Mis proposiciones se reducen a que se suavice la esclavitud; porque no habiendo comercio de esclavos, se ha de acabar la esclavitud, aunque sea de aquí a cien años." 62 También había expresado su reticencia el representante venezolano Esteban Palacios, con el mismo chantaje a la paz civil: „En cuanto a que se destierre la esclavitud, lo apruebo como

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Francisco Arango y Parreño, representante del Ayuntamiento, de la Sociedad Patriótica y del Consulado de La Habana, consiguió el rechazo de estas proposiciones, perjudiciales para el desarrollo de la isla63. La actuación de los representantes de los propietarios cubanos suscitó la violenta protesta del pensador sevillano, José María Blanco y Crespo, más conocido como Blanco White, desde su exilio de Londres64. El 15 de febrero de 1816, como firmante de un Voto particular que examinaamante de la humanidad; pero como amante del orden político, lo repruebo". en: M. T. Berruezo León, op. cit., pág. 63. 63 Se enviaron las proposiciones a una comisión que no se pronunció nunca, en la medida en que llegó un informe negativo del Capitán General de Cuba, marqués de Someruelos (16 de agosto de 1811), y otro del Ayuntamiento, del Consulado y de la Sociedad Patriótica de La Habana (20 de julio de 1811), redactado por Francisco de Arango, que evocaremos más abajo. A este respecto, se consultará: Julia Moreno Garcia, „España y los orígenes de la abolición de la esclavitud", Revista de Indias 46 (177), Madrid, 1986, pág. 223. En la sesión del 20 de abril de 1796, el Real Consulado de La Habana había optado por el crecimiento de la mano de obra servil, tomando en cuenta los pareceres de Augustin Crame, autor de un Discurso sobre el fomento de la Isla de Cuba (1768) y de Josef Antonio Irizán, autor de un Discurso sobre la modificación y límites de la esclavitud (1795). Crame sostenía la tesis de que, a lo largo de su vida activa, un esclavo triplicaba su valor. Véase: Alain Yacou, „Essor et déclin du système esclavagiste des habitations sucrières à Cuba et en Guadeloupe", en: Commerce et plantation dans la Caraïbe. XVIIIe et XIXe siècles, op. cit., pág. 200. 64 Rechazando la clásica argumentación de los negreros, en relación con la „incapacidad de civilización en los negros" Blanco White presenta las proposiciones siguientes: Ia Que la justicia no permite que a ningún hombre se le despoje de la propiedad de su persona que es el origen natural de toda propiedad. 2a Que la moral no consiente, que para cometer esta injusticia se le haga sufrir a un hombre la miseria y dolor que hemos visto ser inseparables del tráfico de esclavos. 3a Que la moral hace responsables a los traficantes de esclavos, del número de muertes que se verifican en las guerras, y hostilidades que la compra de esclavos fomenta, y que no lo son menos de las vidas que se pierden por las enfermedades, y desesperación que el pasaje por mar produce. 4a Que la moral acusa a los traficantes en negros, del retardo que trescientos años de este horrible comercio ha producido en la civilización de Africa, y cuyo funesto influjo continuará infaliblemente hasta que los Africanos se persuadan de que no pueden sacar provecho de la venta de hombres, porque no hay quien vaya a sus costas a comprarlos. 5a Que así como son culpables de todas las miserias, muertes y delitos que causa el tráfico por su inmediato influjo, lo son también de todos los males que tienen que sufrir los hijos y descendientes de esos esclavos que cogen en Africa, igualmente que de las funestas resultas que algún día debe producir en las Colonias la existencia de una multitud de hombres degradados que sienten el peso de la injusticia que los condena a un abatimiento perpetuo.

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remos más abajo, acabó Arango por admitir que se podía aceptar el plan británico, con tal que se adoptasen las medidas correspondientes y se diese cierto lapso de tiempo a los propietarios cubanos para que se preparasen a la nueva situación. Tomando en cuenta este parecer, el gobierno español llegó a un acuerdo con Lord Castleregh en 1817 6 5 que se concretó con la firma el 23 de septiembre del tratado para la abolición total del tráfico de Negros el 3 0 de mayo de 1820 6 6 . Comprometióse Gran Bretaña en dar una indemnización de 4 0 0 0 0 0 libras a los Españoles perjudicados y las dos potencias se concedieron mutuamente el derecho de registrar sus barcos 67 . Con el fin de imponer el respeto de lo decidido, se formaron dos Comisiones Mixtas. En realidad desapareció muy pronto la Comisión instalada en Sierra

Dichas proposiciones manifiestan la particular clarividencia de Blanco White. En: Bosquexo del comercio de esclavos y reflexiones sobre este tráfico considerado moral, política y cristianamente, Londres, 1814, Parte I, Cap. II, págs. 22-25 y 44-46; citado por: Enriqueta Vila Vilar y Luisa Vila Vilar, Los Abolicionistas Españoles. Siglo XIX, op. cit., págs. 38-43. 65 Fernando VII deseoso de „frenar el proceso emancipador de las colonias americanas", se había acercado a Inglaterra, firmando con esta potencia el tratado hispano-británico de 1814 en el cual se lee lo siguiente: Siendo conformes enteramente los sentimientos de Su Majestad Católica con los de Su Majestad Británica respecto a la injusticia e inhumanidad del tráfico de esclavos; Su Majestad Católica tomará en consideración con la madurez que se requiere, los medios de combinar estos sentimientos con las necesidades de sus posesiones de América. Su Majestad Católica promete además prohibir a sus subditos que se ocupen en el comercio de esclavos cuando sea con el objeto de proveer de ellos a las islas y posesiones que no sean pertenecientes a España; y también el impedir por medio de reglamentos y medidas eficaces, que se conceda la protección de la bandera española a los extranjeros que se empleen en este tráfico bien sean súbditos de Su Majestad Británica o de otros Estados o Potencias. En: J. Moreno García, op. cit., pág. 150. 66 No todos los políticos españoles, convencidos de las buenas condiciones en que vivían los esclavos de las últimas colonias, veían con buen ojo las presiones de Inglaterra. Eugenio Alonso y Sanjurjo evoca la reacción de D. Pedro Caballos, primer secretario de Estado, frente a una reclamación del gabinete británico sobre el tráfico: No es culpa de la España el que la suerte de sus negros se haya confundido con la de los ingleses y franceses, cuando es esencialmente diversa; aunque unos y otros se llaman esclavos, esto procede de la pobreza de la lengua, que carece de otra palabra para señalar todas las modificaciones de la servidumbre o dependencia de unos hombres para con otros. En: Apuntes sobre los proyectos de abolición de la esclavitud, Madrid: Imprenta de la Biblioteca de Instrucción y Recreo, 1874. Los representantes de la oligarquía cubana, como veremos más adelante, se esforzaron por probar que la esclavitud en las islas españolas se caracterizaba por su humanidad. 67 Para más detalles, véase: J. Moreno García, op. cit., págs. 152-153.

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Leona, manteniéndose la de La Habana 6 8 , c u y o s informes n o cesaron de denunciar las infracciones 6 9 . Fue avisado el Capitán General de Cuba por Real Orden del 14 de enero de 1818 que s e recibió el 14 de abril del m i s m o año En realidad España no estaba dispuesta a respetar lo decidido. S e hizo m á s acuciante el problema con la elaboración en 1833 por el gobierno británico de un plan de abolición gradual de la esclavitud en todas sus p o s e s i o n e s coloniales, que acabaría en 1840. En realidad el Emancipation Bill, v o t a d o el 2 9 de agosto de 1833 y aplicado a partir del I o de a g o s t o de 1834, era la c o n s e c u e n c i a de la rebelión en 1 8 3 1 - 1 8 3 2 de unos 10 0 0 0 e s c l a v o s en la parte occidental de Jamaica 7 1 . L o s abolicionistas i n g l e s e s intentaron sacar el mayor provecho de este éxito, afirm a n d o en el f o l l e t o The Abolitionist su voluntad de luchar hasta la abolición total de la esclavitud. El d o c u m e n t o l l e g ó entre las m a n o s de la oligarquía cubana en 1837. Ahora bien, el contrabando negrero en la isla distaba m u c h o de aminorarse 7 2 , lo cual 68 Los primeros representantes españoles fueron nombrados el 23 de julio de 1818. Eran Francisco de Arango, del Consejo de Indias, como comisario árbitro; Alejandro Ramírez, Intendente de la Isla, como comisario juez, y Rafael González, como secretario. A.N.C., Gobierno General, leg. 326, n° 15 687. 69 El Gobierno Superior Civil de Cuba se preguntó qué hacer con los emancipados que le entregó la Comisión Mixta, inventando la „consignación" que consistía en imponer a estos Negros un aprendizaje de cinco años para los adultos y de siete años paro los menores que se efectuaría en casa de particulares o en diversas corporaciones. Acabado el aprendizaje, serían capaces de mantenerse a sí mismos. Pero esta práctica desembocó en abusos. Para los problemas que plantearon los emancipados al gobierno español hasta la desaparición legal del grupo en 1870, véase: Inés Roldán de Montaud, „Origen, evolución y supresión del grupo de negros 'emancipados' en Cuba (18171870)", Revista de Indias 42 (169-170), 1982, págs. 563-564. 70 El tenor del documento patentiza los temores de la Corona frente a las posibles reacciones de los propietarios. La mayor preocupación del soberano, insiste José Pizarro, es „conciliar el interés del cosechero con el sistema general de Europa y las necesidades de la política". Se trataba en primer lugar de sacar el mejor provecho del plazo que concedía el acuerdo para su ejecución. En este sentido se impondría la obligación a los negreros de acudir a expediciones españolas y de cargar por lo menos una tercera parte de mujeres. Los dueños tendrían que prever la reposición de sus dotaciones proveyéndolas de hembras y fomentando los casamientos. A.N.C., Gobierno General, leg. 565, n° 27 942. 71 Los esclavos temían que los propietarios intentasen favorecer la anexión de la isla por Estados Unidos primero que aceptar la emancipación. Para las condiciones de la emancipación y en particular el aprendizaje de los esclavos emancipados que debía durar hasta 1840 y se acabó en agosto de 1838, véase: W. A. Green, op. cit., págs. 99-127 y William Law Mathieson, British Slavery and its Abolition. 1823-1838, New York: Octagon Books Inc., 1967, cap. 4. 72 Cuando había denuncias, el Gobierno Superior se veía obligado a mandar que se hicieran indagaciones que muy a menudo no desembocaban en nada concreto. Valga por ejemplo el caso del potrero Freire, situado en el partido de Las Mangas, en la costa sur, al oeste de La Habana. Allí se habían construido amplios barracones para acoger a los bozales recién desembarcados. Una denuncia justificó una encuesta dirigida por el pedáneo de la punta de la Güira que probó que efectivamente se había visto un buque fondeado cerca del embarcadero inmediato al gran rancho del potrero y a un grupo de negros que parecían bozales por su vestimenta aseada y limpia que permitía de-

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no podía aceptar Inglaterra, deseosa de proteger los intereses de sus propios territorios73. Aprovechó sus relaciones privilegiadas con la reina gobernadora, doña María Cristina, quien necesitaba su ayuda en la lucha contra los carlistas, para imponer un nuevo tratado de abolición del tráfico de esclavos, firmado por ambos países el 28 de junio de 183574. A decir la verdad, pese a una nueva definición de las características de los barcos negreros destinada a favorecer la represión de la trata ilícita (en particular la cláusula del equipo), no podía el acuerdo surtir los efectos esperados, en la medida en que los cruceros ingleses o españoles tan sólo se veían autorizados a interceptar los buques de pabellones españoles, brasileños o ingleses, lo cual no molestaba mucho el contrabando75. 1-4-Represión del contrabando Sin embargo, merced a las observaciones de la Comisión Mixta establecida desde más de veinte años atrás en La Habana para el control del respeto de los tratados, se dieron cuenta los Ingleses de que no iba disminuyendo la trata clandestina: „ ...es innegable el hecho de que, en vez de disminuir y moderarse por efecto de las medidas de restricción adoptadas hasta ahora, el mal va en aumento en las colonias espa-

ducir que todavía no habían trabajado en el campo. Pero el barracón estaba vacio. El día siguiente llegaron 451 negros bozales de ambos sexos, conducidos por... el propio capitán del partido, quien, por su defensa, afirmó haber avisado al Capitán General y no aceptó la intervención de su colega. A.N.C., Gobierno General, leg. 329, n° 15 790. 73 R. Guerra y Sánchez insiste en el hecho de que Gran Bretaña se vio obligada a atender „las peticiones de amparo de las colonias privadas del trabajo esclavo, para satisfacer las cuales se imponía la conveniencia de lograr la supresión de la servidumbre en todos los países, medio el más indicado para mantener la rivalidad económica internacional en los mercados sobre base de igualdad". en: op. cit., pág. 414. Véase también: Alain Yacou, „El impacto incierto del abolicionismo inglés y francés en la isla de Cuba (1830-1850)", en: Francisco de Solano y Agustín Guimerá (ed.), Esclavitud y derechos humanos. La Lucha por la libertad del negro en el siglo XIX, Madrid: C.S.I.C., 1986, págs. 456-457. El cónsul inglés R. R. Madden opinaba que si se quería seguir con el cultivo de la caña de azúcar en las islas británicas, era necesario lograr la abolición de la trata en las colonias españolas y en el Brasil; en: La isla de Cuba, op. cit., pág. 14, citado por M. Guicharnaud-Tollis, op. cit., pág. 183. 74 Véase: Fernando Armario Sánchez, „Esclavitud y abolicionismo en Cuba durante la regencia de Espartero", en: Francisco de Solano y Agustín Guimerá (éd.), op. cit., págs. 380-381. R. Guerra y Sánchez, op. cit., pág. 398. 75 En lo que se refiere a las negociaciones hispano-británicas, son de sumo interés los nueve legajos de la serie Esclavitud de la sección Ultramar del Archivo Histórico Nacional de Madrid, cuya transcripción efectuó un equipo de estudiantes de la universidad de Toulouse-le-Mirail (Francia), dirigida por Jacqueline Philip. Da cuenta de esta empresa la profesora Philip en su libro L'esclavage à Cuba au XIXe siècle d'après les documents de l 'Archivo Histórico Nacional de Madrid, París: L'Harmattan, 1995.

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ñolas; posición que la determina de una manera incontestable la naturaleza progresiva del censo de la población esclava." El gabinete británico no escatimaba medios para convencer a los responsables de la isla de sus deberes. Incluso solicitó el cónsul C. D. Jolmé el 24 de abril de 1840, en nombre del vizconde Palmerston, que se publicase en el Diario de La Habana la bula despachada por Gregorio XVI el 3 de diciembre de 1839 para condenar la trata. El Capitán General, príncipe de Anglona, le contestó que no se podía hacerlo sin respetar lo previsto por las leyes españolas, respuesta que ya había dado a D. J. Kennedy y James Campbel, jueces ingleses de la Comisión Mixta que habían levantado la misma solicitud'6. De ahí la presentación el 17 de diciembre de 1840 al regente Espartero de un proyecto de convenio -cuya copia le había sido sometida unos meses antes- para imposibilitar tal contrabando. Se transformaría la Comisión Mixta en Tribunal Mixto de Justicia, facultado „para recibir, bajo juramento, declaraciones al efecto de probar que hay fundadas sospechas de que algún negro recientemente llegado de Africa existe en esclavitud en los dominios ultramarinos de España". Tendría la posibilidad dicho Tribunal de hacer comparecer a los Negros concernidos, a sus dueños y a cualquier testigo de manera a sentenciar con conocimiento de causa sobre los casos, emancipando a todos los Africanos importados después del 30 de octubre de 182077. El Consejo de Estado manifestó su total desacuerdo con el plan británico que menoscababa la dignidad nacional, insistiendo en el trato humano que recibían los 76 A.N.C., Asuntos Políticos, leg. 40, n°41. No por ello renunciaron los abolicionistas ingleses a sacar el mejor provecho del documento que, a su parecer, había de ser de mucho peso para la conciencia de los católicos. El 20 de junio de 1843, el arzobispo de Santiago de Cuba remitió a la Capitanía General una carta escrita por un tal Dr. Juan Pacheco Morales, arcediano de Madrid, con fecha del 6 de marzo de 1843. En muy mal español, esta carta presentaba la bula, cuyo texto venía en papel impreso, relacionándola con el breve de Pablo III del 10 de junio de 1537 que citaba en latín. Este breve (en realidad la bula Veritas ipsá) prohibía la esclavitud no sólo de los Indios, sino también de cualquier gente (,,et omnes alias gentes", subrayado en la carta). Se acababa la carta de este modo: „Yo rogar V. ponerse la mano en su corazón católico, preguntar su conciencia por ser predicador apostólico, y regañar los robadores de hombres, un abominable tráfico". Para justificar el entregue, el arzobispado adujo que la carta no había pasado por el control de la Corona, evocando así una cláusula del Real Patronato que regía a la Iglesia en el Nuevo Mundo. A.N.C., G.S.C., leg. 942, n° 33 228. 77 A petición del Ayuntamiento de La Habana se había expedido el 13 de octubre de 1820 una Real Cédula para el traslado ,,a cualquiera de las posesiones o dominios de S. M. en Europa, aun cuando sea a la misma península" de los negros emancipados después del tratado de 1817; véase: Real Cédula de S. M. resolviendo favorablemente la petición del ayuntamiento de la isla de Cuba sobre que saliesen de aquella isla los muchos negros bozales que por la abolición del tráfico negrero se encuentran causando muchos trastornos en la isla. Dicha cédula quedó papel mojado. Sin embargo el 7 de agosto de 1862 llegó un grupo de 200 emancipados a Fernando Poo, como lo prueba Germán de Granda en „Negros emancipados cubanos en Fernando Poo", Revista de Indias 44, Madrid, julio-diciembre 1984, págs. 559-566.

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esclavos en los territorios españoles, el cual explicaba su progresión demográfica. Le pareció evidente que si se les abandonase a sí mismos la producción azucarera de la isla se arruinaría como en Jamaica y Santo Domingo. Y - s e preguntó el Consejo¿por qué no se atacaba primero Gran Bretaña a la esclavitud en Estados Unidos78? El 25 de junio de 1840 se transmitió el proyecto al Capitán General de Cuba Jerónimo Valdés para que diese su opinión, basada en los pareceres de „las Corporaciones y particulares que se hallen en el caso de proporcionar mayor número de razones en el examen de esta cuestión importante". Les tocaría estudiarlo „bajo el aspecto legal, el económico, el de dignidad nacional, y cualquier otro que consultando a los verdaderos intereses del país conduzca al mejor esclarecimiento del punto consultado." El 12 de agosto puso el Gobernador General el documento al conocimiento de las entidades y de las personalidades cuyas respuestas examinaremos más abajo79. Reacción de la oligarquía En realidad ya se había enterado la oligarquía cubana de la existencia del proyecto, inspirado a su parecer por el flamante cónsul David Turnbull, merced a un artículo periodístico publicado en Madrid el 21 de diciembre. Ello justificó una protesta de parte de la Junta de Fomento de la isla de Cuba, firmada por altos personajes como el conde de Villanueva, presidente, el marqués de la Real Proclamación, el conde de Barreto, Joaquín Peñalver, Sebastián José de Lasa, el marqués de la Cañada de Tirry, y otros proceres. Aparece en este documento un tema que se transformará luego en leitmotiv. Denuncia la visión parcial de los abolicionistas que no consienten en admitir la realidad, a saber que los esclavos cubanos disfrutan de buenas condiciones de vida, superiores a las que tenían en su tierra antes de su extracción: prueba de ello es que, alcanzada la libertad, se niegan a volver a Africa. Además su suerte no tiene nada que envidiar a la de los jornaleros de Europa: Un solo negro de los que tan desgraciados se suponen, no muere aquí por la privación de los recursos necesarios para mantener la vida, mientras que clases enteras en las naciones más libres de Europa, están condenados a perecer de hambre, de frío o de enfermedades provenientes de la disolución de costumbres

No se contentan los firmantes con estas artificiosas aseveraciones, pasando a esbozar un marco idílico de la existencia de los siervos, que ciertos de ellos y otros grandes propietarios ampliarán unos meses más tarde. Importa citar esta descripción 78

Véase: A. F. Corwin, op. cit., pág. 70. „Documentos relativos al proyecto de convenio que el Gobierno Inglés presentó al Español el aflo 1840 para declarar libres a los negros importados de Africa después del 30 de octubre de 1820", en: J. A. Saco, op. cit., págs. 193-197. 79

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por corresponder a la v i s i ó n que quiere imponer al gobierno la Junta de Fomento, e m a n a c i ó n de la oligarquía cubana: Todo negro de campo posee un alojamiento propio que según las facultades del amo suele ser desde una choza capaz para un matrimonio, hasta el cuarto de un edificio cómodo, que más comúnmente se encuentran en los cafetales y en las fincas de las personas que han pasado del estado de fomento al de abundancia. En las más económicas se dan por porción diaria ocho onzas de carne salada cocida con raíces nutritivas que dividen en dos comidas; una a las once de la mañana, y otra al retirarse de los trabajos, después de puesto el sol; se le concede un pequeño huerto en que cultivan los domingos, granos y legumbres con que varían su alimento diario, y crían algún cerdo y aves que también se les permite en un cercado inmediato a sus habitaciones; se le dan al año dos vestidos de lienzo crudo de Hamburgo, y en el invierno una manta y un gorro de lana; todas las fincas tienen constituida enfermería dirigida por el mejor médico que pueden proporcionarse; no les falta auxilio alguno mientras están enfermos, aunque no sea más que por la conveniencia del amo, y cuando pasan a la clase de inválidos por enfermedades o vejez, tienen seguro un asilo en que son cuidados con igual esmero que cuando eran útiles por su vigor y robustez. ¿Qué trabajador libre de Europa cuenta con este retiro como no lo busque en la compasión pública, y con qué sus hijos por muchos que sean queden con la subsistencia asegurada? Lo cierto es que en esta clase de esclavos los más hábiles o de mejor conducta obtienen puestos más descansados en que reúnen un capital con que logran libertarse. Y para el trabajador de Europa que perece de hambre y desnudez, no fuera más humano que su gobierno empleara en remediar las miserias de su pueblo, los millones de libras esterlinas que gasta en mejorar la suerte de los esclavos en Cuba? U n a v e z leídas estas líneas, uno se pregunta por qué hubo tantas rebeliones en l o s ingenios y cafetales de Cuba entre 1 8 2 5 y 1844. V e r e m o s que la culpa la tenían por supuesto ... los abolicionistas. D e creer a los miembros de la Junta, l o s Ingleses n o tienen por qué meterse en asuntos nacionales. L o ocurrido en Jamaica d e s p u é s de la e m a n c i p a c i ó n de l o s esclav o s d e s c a l i f i c a del todo su presión para que España le s i g a los pasos. La dignidad nacional admite a duras penas sus intromisiones, c o n la presencia en el puerto de La Habana de un n a v i o de guerra desarbolado c o n su tripulación de N e g r o s emancipad o s que visten el uniforme de la marina británica 8 0 , al que tienen a c c e s o l o s N e g r o s . Las e x i g e n c i a s de la C o m i s i ó n Mixta s e hacen cada v e z m á s insoportables, consis80 El pontón Romney, depósito flotante destinado a acoger a los Negros emancipados, llegó a La Habana en agosto de 1837. Se quedó diez años en la bahía, siendo su presencia, según Juan Pérez de la Riva, „para Tacón, una humillación permanente y para sus amigos los negreros una muda pero perenne amenaza...", ver: Correspondencia Reservada del Capitán General Don Miguel Tacón 1834-1836, La Habana, Consejo Nacional de Cultura, 1963, pág. 321-323, citado por Jacqueline Philip, op. cit., pág. 22.

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tiendo la última en visitar las propiedades próximas a la ciudad donde se encontrarían víctimas del contrabando negrero. Tal actitud incita los Negros a la rebelión. Los capitalistas, preocupados por el porvenir de la isla, se trasladan ,,a países que ofrezcan más estabilidad y protección". Esta es una de las primeras manifestaciones del discurso clásico del capitalismo al sentirse amenazado en sus intereses por cualquier reforma a favor de la mano de obra. No es que la Junta desee oponerse a toda evolución y al respeto de los tratados internacionales. Pero la coyuntura económica no permite un cambio repentino, tanto más cuanto que no se adoptaron medidas de acompañamiento, como el desarrollo de la inmigración de colonos blancos81. En efecto, no es de esperar que, una vez emancipados, los esclavos sigan con las faenas agrícolas, y la indemnización de sus dueños no impediría la ruina de las fincas. Con la importancia numérica de la gente de color (500 000 esclavos más 200 000 libres), las tensiones desembocarían en una „guerra de colores". Después de recargar las tintas de esta manera, la Junta sugiere al gobierno de la Regencia que abandone las negociaciones sobre la participación de Inglaterra en el control del contrabando, que va en contra del „decoro nacional". A España le corresponde dictar las medidas necesarias para la „absoluta cesación de la trata", la cual impondrá la elaboración de un plan de colonización blanca. Concluye la exposición poniendo énfasis en el que los moradores de la isla „ preferirían cualquier extremo a la calamidad de perder sus bienes, comprometer sus vidas y quedar subordinados al poder de los negros". Obvio es el chantaje a la paz social, lo cual entendió perfectamente el cónsul Turnbull que llegó a ser la pesadilla de los propietarios cubanos y del Capitán General Valdés82. Actuación de Turnbull Tomando en cuenta la situación arriba descrita, a fines de 1840, Lord Palmerston, ministro de las relaciones exteriores del gabinete británico, nombró como cónsul de Gran Bretaña en la isla a David Turnbull, cuya personalidad no dejó de preocupar a la oligarquía, bien informada de sus opiniones respecto a la emancipación. Era buen conocedor del liberalismo de izquierda francés y de la política española por sus estadías en París, durante la revolución de 1830, y en Madrid en 1835 como corresponsal del periódico Times. Quizá se pueda explicar por la temporada efectuada en España su viaje por el Atlántico y en particular por Cuba y Puerto Rico que inspiró su obra Trovéis in the West: Cuba with notices of Porto Rico and the sla81

Según las proposiciones emitidas en 1816 por Francisco de Arango, c o m o veremos más

adelante. 82 „Exposición de la Junta de Fomento de la isla de Cuba a la Regencia Provisional del Reino, pidiendo, entre otras cosas, la cesación de la trata y la colonización blanca", en: J. A. Saco, op. cit., págs. 185-192.

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ve trade (1840). Este trabajo, que manifiesta un gran interés por las capacidades económicas de la isla83, dio de pensar a ciertos historiadores, entre los cuales se destaca Mario Hernández y Sánchez Barba, que la misión secreta de Turnbull era facilitar la sustitución de España por Inglaterra como potencia tutelar de la reina de las Antillas84. Sus compromisos personales, que cuadraban perfectamente con las miras abolicionistas de Lord Palmerston85, motivaron su elección como cónsul y superintendente de los emancipados en La Habana. La llegada del nuevo agente el 3 de noviembre de 1840, despertó un profundo descontento en el Capitán General86. La Junta de Fomento le dirigió una protesta, que fue transmitida a Madrid, en la que denunció las consecuencias nefastas para la isla de las teorías emancipadoras del diplomático87. Ello no intimidó a los Ingleses, quienes presentaron el nuevo tratado a España el 17 de diciembre de 1840.

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Dicha obra despertó la indignación de los esclavistas de la isla, según el testimonio de Francisco Calcagno: „Quien penetre el estado social y político de Cuba en ese aflo, comprenderá la sorpresa que causó esta obra, y la indignación de los partidarios de la trata cuando en Nov. 1840 llegó Turnbull a la Habana para reemplazar a Tolmé y Dr. Madden en calidad de Cónsul y superintendente de africanos libertos." Francisco Calcagno, Diccionario biográfico cubano, New York, Imprenta y librería de N. Ponce de León, 1878, pág. 628; citado por Sophie Andioc Torres, La correspondance entre Domingo del Monte et Alexander Hill Everett, París: L'Harmattan, 1994, págs. 15-16. 84 Mario Hernández y Sánchez Barba, „David Turnbull y el problema de la esclavitud en Cuba", Anuario de estudios americanos 14, Sevilla, 1957, págs. 268-272. Se muestra mucho más prudente David R. Murray en su libro Odious commerce. Britain, Spain and the abolition of the Cuba slave trade, Cambridge University Press, 1980. 85 El ministro tenía que contar con la actuación de dos sociedades abolicionistas. La British anti slavery Society dedicaba sus esfuerzos en reunir informaciones sobre la esclavitud, crear sociedades antiesclavistas y difundir la propaganda antiesclavista. La British and Foreign anti slavery Society, de que formaba parte Turnbull, se encargaba de la vigilancia de los tratados relacionados con la abolición. A este respecto, véase la nítida presentación de Mario Hernández y Sánchez Barba, op. cit., págs. 257-258. En cuanto a la „cruzada palmerstoniana" por la supresión „de la diabólica trata de los esclavos", según expresiones empleadas por el mismo autor, es de consultar el árticulo de James Ferguson King, „The latin-american republics and the suppression of the slave trade", Hispanic-American Historical Review 24, 1944, págs. 387-411. 86 El I de noviembre, el responsable del gobierno de la isla escribió lo siguiente sobre el nuevo cónsul al primer secretario de Estado: „Son sus ideas las de un reformista del número seguramente de aquellos que a trueque de sostener un principio de protección a los negros, serían capaces de sacrificar la raza blanca". Archivo Histórico Nacional de Madrid (A.H.N.M.), Estado, leg. 8053, exp. 2. Citado por M. Hernández y Sánchez-Barba, op. cit., pág. 273. 87 „[...] desde el momento que se plantificara el sistema de Mr. Turnbull cesaría absolutamente la producción, quedando el territorio abandonado a los desastres de la miseria general y de las conmociones de los negros contra los blancos. [...] Que aunque el sistema de Turnbull no llegue a establecerse las leyes represivas de la trata producirán el efecto inmediato de cortar el vuelo a la agricultura y a las artes, empobreciéndolas después hasta que desaparezcan enteramente de nuestro suelo." A.H.N.M., Estado, leg. 8053. Citado por M. Hernández y Sánchez-Barba, op. cit., pág. 275.

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Turnbull, informado por los propios Negros, cumplió con rigor su cometido, denunciando los desembarcos clandestinos. El gobierno español, para harmonizar la teoría con la práctica y acabar con la tolerancia interesada del Capitán General Miguel Tacón, sustituyó a éste por Joaquín Ezpeleta en 1838. Le sucedieron Pedro Téllez Girón, príncipe de Anglona, en octubre de 1839, y luego, en mayo de 1841, el general Jerónimo Valdés y Sierra. Este último no pudo menos de admitir los hechos cuando eran irrefutables; de ahí la emancipación de 413 Negros introducidos fraudulentamente 88 . Sin embargo no aceptó las intromisiones abusivas del diplomático 89 . Para obstaculizarlas, el ministro de Marina, de Comercio y Gobernación de Ultramar, a instancias del regente Espartero, pidió su parecer a Valdés el 28 de julio de 1841 acerca de la aplicación de la facultad concedida por el párrafo 2° del artículo 7 o del tratado de 1835 que preveía el traslado a Puerto Rico del Tribunal Mixto. Esta medida concerniría también el pontón Romney estacionado en la bahía de La Habana desde 183790. El 12 de noviembre de 1841 detuvieron al cónsul en Matanzas cuando estaba a punto de entrevistarse con esclavos acerca del tema de su libertad, lo que le permitió al Gobernador General mandar el 10 de febrero de 1842 al gobierno central un expediente sobre la confusión y el desorden que originaba su actuación 91 . El ministro español de Estado se vio obligado a solicitar la destitución de Turnbull a su nuevo homólogo británico, el conde de Aberdeen. Este, después de muchas dilaciones, acabó por aceptar la demanda en marzo de 1842, quedando sin embargo Turnbull superintendente de emancipados, puesto que no necesitaba confirmación alguna de parte de la Corona española 2 . A la carta de despedida que le envió el ex cónsul, Valdés con88

Como notan J. e I. Castellanos, era engañosa la liberación por la Comisión Mixta de los Africanos arrebatados por la marina inglesa a los barcos de contrabando en la medida en que se les alquilaba por una duración de cinco años a unos amos que poco se preocupaban por su existencia, dado que no pertenecían a nadie; op. cit., pág. 319. Al viajero francés Xavier Marmier le escandalizó el trato que recibían los emancipados: „Pour quelques onces, on les livre pendant cinq ans à un planteur qui les fait travailler comme les autres [esclaves], et plus durement que les autres, car il n'a pas le même intérêt à les ménager"; en: Lettres sur l'Amérique: Canada, Etats-Unis, Havana, Rio de la Plata, París, 1851, pág. 49, citado por M. Guicharnaud-Tollis, op. cit., pág. 185. 89 Armó escándalo la publicación con fecha del 14 de julio de 1841 de un artículo, enviado desde La Habana, por British and Foreign anti slavery Reporter. El autor, que se suponía ser el propio cónsul británico, anunciaba a los lectores del periódico los progresos de los principios de la abolición en La Habana y Matanzas. Véase el texto en: M. Hernández y Sánchez-Barba, op. cit., págs. 282-283. 90 A.N.C., Asuntos Políticos, leg. 41, n° 11. 91 J. Valdés le acusa de laborar por la independencia de la isla: „[...] me consta estiende sus intrigas no sólo a aconsejar la libertad a los negros, sino que trabaja con los blancos induciéndolos a la independencia, a la que, les dice, deben aspirar y que les entorpece el Gobierno presentándoles esta masa de esclavos en oposición." A.H.N.M., Estado, leg. 8054. Citado por M. Hernández y Sánchez-Barba, op. cit., pág. 287. 92 Véase: F. Armario Sánchez, op. cit., págs. 391-396; A. F. Corwin, op. cit., pág. 76. Ciertos historiadores explican la radicalización de Turnbull en la segunda mitad de 1841 por su deseo de

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testó el 27 de mayo poniendo en duda que su actuación correspondiera al „espíritu del siglo" 93 . En realidad frente a la actitud exigente del vizconde Palmerston, los criollos contaban con el apoyo de Estados Unidos que se imaginaban que su antigua metrópoli ambicionaba apoderarse de la isla 94 . Hubo contactos entre los propietarios cubanos y los esclavistas del país vecino que hicieron pensar a Valdés que si no se resis-

aprovechar el tiempo que le quedaba, habiendo perdido las elecciones los liberales ingleses en junio de 1841; véase: J. e I. Castellanos, op. cit., pág. 321. 93 Los reparos de J. Valdés se inspiran de los argumentos clásicos de los antiabolicionistas: „Diré solamente que si tal espíritu es humanitario y eminentemente liberal, pudiera llevar su influjo benéfico a variar la situación del Irlandés desgraciado, a redimir de sus vejaciones al colono de la India Oriental y a que desaparezca la esclavitud que todavía se encubre y tolera bajo el ingenioso epíteto de aprendizaje en otros puntos." A.H.N.M., Estado, leg. 8 566, expd. 5. Citado por M. Hernández y Sánchez-Barba, op. cit., pág. 289. 94 En 1841 y 1843, después del fracaso de la invasión de Cuba desde Jamaica, Webster, Secretario de Estado, manifestó al embajador español don Pedro de Alcántara Argáiz la determinación de Estados Unidos de oponerse a la toma de posesión de Cuba por Inglaterra y de sustituirse a España si fuera necesario; véase: Carlos Seco Serrano, „Espartero y Cuba: entre Inglaterra y Norteamérica", Revista de Indias 29 (115-118), Madrid, 1969, págs. 583 y 587. El interés del poderoso vecino por la isla española no era nuevo. P. Tornero prueba que a partir de los años 1793-1800, con las dificultades del tráfico atlántico debidas a las guerras europeas, el comercio de Estados Unidos dominaba los intercambios cubanos; en: „Les Etats-Unis dans l'économie cubaine au XVIII e siècle", L'Amérique espagnole à l'époque des lumières. Tradition-Innovation-Représentations, Colloque franco-espagnol du C.N.R.S., 18-20 septembre 1986, Paris: Editions du C.N.R.S., págs. 177-192. Es de notar, según Roland Labarre, que desde la llegada de Turnbull a Cuba se había manifestado un „recrudecimiento de la tentación anexionista", como lo señaló el embajador español en Washington a Valdés el 14 de octubre de 1841: Me consta de una manera positiva y fidedigna que, desde el invierno pasado, varios europeos hacendados de la isla de Cuba así como los criollos y angloamericanos residentes en ella están en correspondencia directa y constante con el Departamento de Estado en Washington y su objeto es las pretensiones de la Inglaterra sobre dicha isla. En: „La conspiración de 1844: un 'complot por lo menos dudoso' y una 'atroz maquinación'", Anuario de Estudios Americanos 43, Sevilla: Escuela de Estudios Hispano-Americanos / C.S.I.C., 1986, pág. 130, n. 9. En cuanto a los rumores de revolución que uniera a los criollos con los negros, comunicados por el gobierno estadounidense al embajador español, Valdés los trata de ridículos, dado que dichos criollos son muy celosos de su interés y muy preocupados por „su propia conservación". Son el resultado, a su modo de ver, del descontento de los negreros frente a su determinación de aplicar los tratados o de alguna nación frente a la „estrecha alianza del gobierno de S. A. con la Inglaterra". A.N.C., Asuntos Políticos, leg. 41, n° 51.

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tiera a las presiones inglesas, Estados Unidos acabarían por anexar la isla en que tenían muchos intereses 9 . Llegado a la isla inglesa de Nueva Providencia, Turnbull obtuvo el 5 de octubre un pasaporte del vicecónsul español de Nassau para ir a Gibara, en calidad de superintendente de los negros emancipados, con el fin de informarse sobre el traslado de unos esclavos de Nueva Providencia a dicho lugar. Se presentó el 16 de octubre al comandante de Gibara, quien le puso en Holguín a la disposición del Gobierno Superior. El 5 de noviembre tuvo lugar su expulsión definitiva96. Por supuesto el Gobierno Superior de la isla intentó no perder de vista al peligroso subdito de Su Majestad Británica. El 26 de mayo de 1843, se confió la misión a Eduardo Fesser, confidente español en Jamaica, de espiar la actuación de Turnbull que residía en la isla como ... ¡empleado de la Comisión Mixta portuguesa! Había recibido la Capitanía General un artículo de la Gaceta de Kingston que informaba a sus lectores que, una vez firmado el tratado entre la reina Victoria y el rey luso, se había decidido nombrar una Comisión Mixta para juzgar las presas de los buques portugueses que pudiesen acercarse con esclavos a este puerto. Turnbull, que acababa de llegar, formaría parte de dicha Comisión. Por supuesto tal información despertó la curiosidad del agente español, por hacer más de cuatro años que no había llegado un solo barco portugués a Jamaica97. No se podían aceptar las intervenciones de un diplomático que, amén de sus propensiones abolicionistas, acusaba al gobierno español de duplicidad, como lo patentiza una carta suya: ... es de todo punto probable que no se confiesen abiertamente los verdaderos fundamentos y motivos de la oposición que debe esperarse del Gobierno de S. M. C. Nunca se admitirá que el fomento clandestino de las peores prácticas del tráfico de esclavos es una consecuencia precisa de una especie de necesidad política con el fin de reprimir las aspiraciones de la po-

95 Véase: R. Guerra y Sánchez, op. cit., págs. 418-423. En 1823, Adams, secretario de Estado, escribió que sería indispensable anexar la isla a Estados Unidos. Desde el tercer decenio del siglo estaban presentes las compañías azucareras en los grandes puertos de Norteamérica. Véase: Francisco López Segrera, „Cuba: Dependence, Plantation Economy, and Social Classes, 1762-1902", en: Between Slavery and Free Labor: The Spanish-Speaking Carribean in the Nineteenth Century, editado por Manuel Moreno Fraginals, Frank Moya Pons y Stanley L. Engerman, Baltimore y Londres: The Johns Hopkins University Press, 1985, pág. 85. Para los partidarios del anexionismo en Cuba, que se dividía en corriente liberal y en corriente conservadora que miraba hacia los estados esclavistas del sur del país vecino, consultar: Elias Entralgo, „Las grandes corrientes políticas en Cuba hasta el autonomismo", Revista de la Biblioteca Nacional José Marti, 1965 (4), La Habana, octubre-diciembre, pág. 19. 96 Muchos de los datos presentados hasta ahora acerca de Turnbull proceden de la ponencia de F. Armario Sánchez, op. cit. 97 A.N.C., Asuntos políticos, leg. 41, n° 52.

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blación criolla en Cuba por aquella independencia que las demás cias españolas de América han conseguido ya .

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Acertado era el análisis del cónsul: veremos más adelante que en las protestas destinadas a la metrópoli, no vacilaron los representantes de la oligarquía criolla en acudir por lo menos al chantaje económico. Su corta estadía en Cuba le había permitido a Turnbull trabar relaciones para solucionar de otra manera el problema de la esclavitud. Fue informado Valdés de que en Jamaica se estaba preparando un levantamiento de los Negros de Cuba, con la colaboración de protegidos del ex cónsul: el Mulato libre José Miguel Mitchell y los Negros José del Carmen Beytía, Félix Rodríguez, José del Carmen Zamorano y José Trinidad Baldemoa. A su regreso a la isla fueron detenidos y Mitchell" fue condenado a muerte, pena reducida luego a diez años de presidio en Africa. D. Pedro Alcántara Argáiz, embajador español en Washington, puso al conocimiento de Madrid y del general Valdés que el secretario de Estado de Estados Unidos, Daniel Webster, le había avisado el 13 de enero de 1843 de un plan de sublevación de los Negros de Cuba urdido por los abolicionistas ingleses 10 . A la insurrección se habría añadido una invasión desde Jamaica, con la ayuda de las fuerzas navales inglesas, dirigida por el general venezolano Santiago Mariño que residía Kingston. Después de acabar con las autoridades coloniales, los insurrectos fundarían una República Etiópico-Cubana 101 , presidida por el poeta Gabriel Concepción Valdés 98 A.N.C., Gobierno General, leg. 185, n° 10 367; citado por Fe Iglesias García, „Algunas consideraciones en torno a la abolición de la esclavitud", en: La esclavitud en Cuba, op. cit., pág. 72. 99 José Mitchell fue sometido a una larga vigilancia antes de su detención que se verificó merced a la delación de Félix Rodríguez. Le hubiera confiado a éste que era hijo del ayudante del rey de Santo Domingo y que en su país gozaba del rango de general. Su papel en La Habana consistía en organizar a los hombres de color, ya que pronto volvería Turnbull. A.N.C., Asuntos Políticos, leg. 41, n° 40. 100 El gobierno de Estados Unidos estaba muy atento a la situación en Cuba, dado que los hombres de negocios norteamericanos controlaban en gran parte las importaciones y las exportaciones de la isla que conocían „una fuerte tendencia al alza"; véase: Pablo Tornero, „Antiguo imperio y nueva metrópoli. El comercio de Cuba con España y los Estados Unidos en el siglo XIX", L'Espace Caraïbe. Théâtre et Enjeu des Luttes Impériales. XVe-XIXe Siècle. Bordeaux: Maison des Pays Ibériques, 1996, págs. 295-322. Más respecto a la actitud de Webster en: A. F. Corwin, op. cit., pág. 78. En cuanto a los medios de información del ministro, véanse las notas infrapaginales dedicadas a Domingo del Monte en el capítulo siguiente. 101 El propio Francisco de Arango y Parreflo no vaciló en 1811 en su refutación de las intervenciones de Guridi y Alcocer y de Arguelles en las Cortes en manejar el espantapájaros de la amenaza haitiana, hablando de los

riesgos imperiosos, -principalmente en esta isla-, que piden con tanta urgencia el acrecentamiento de su población, industria, vigor y buen orden para no ser presa sobre todo, del bárbaro Rey de Haití [Enrique Cristóbal], que ya nos amenaza con fuerzas muy superiores a las nuestras en tierra y mar; que ya insulta

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(Plácido), bajo la protección del gobierno del Reino Unido. La sentencia de la Comisión Militar Ejecutiva de Matanzas, encargada de reprimir la „Conspiración de la gente de color contra los blancos", más conocida c o m o la Conspiración de la Escalera, pone énfasis en la responsabilidad de Turnbull en su preparación 102 . nuestro pabellón, y hace reclutas en nuestros propios buques; que con el dedo nos señala ese camino de traer a sus banderas toda el Africa ... „Representación de la Ciudad de la Habana a las Cortes, el 20 de julio de 1811, con motivo de las proposiciones hechas por D. José Miguel Guridi Alcocer y D. Agustín de Argüelles, sobre el tráfico y esclavitud de los negros; extendida por el Alférez Mayor de la Ciudad, D. Francisco de Arango, por encargo del Ayuntamiento, Consulado y Sociedad Patriótica de la Habana", en: Obras de D. Francisco de Arango y Parreño, La Habana: Dirección de Cultura, Ministerio de Educación, 1952, t. 2, pág. 176. Apoyándose en los trabajos de José Luciano Franco, Jean Lamore insiste en el hecho de que, si bien no dejaron de combatir la trata negrera, nunca planearon los diferentes dirigentes haitianos imponer una hegemonía negra en el Caribe. Véase: „'Criollismo blanco' et conscience nationale á Cuba (1820-1868)", en: Joseph Pérez et alii, Esprit créole et conscience nationale, Bordeaux: Maison des Pays Ibériques / C.N.R.S., 1980, pág. 117, n. 13. 102 Véase el texto de la acusación en: M. Hernández y Sánchez-Barba, op. cit., pág. 54. Según el historiador la visita de Turnbull a Matanzas, donde fue detenido, tenía algo que ver con la preparación de la conspiración. En: „David Turnbull: apuntes históricos", Revista de la Biblioteca Nacional José Martí 18 (2), La Habana, 1976, págs. 93-94, Pedro Méndez Díaz, apoyándose en Philip S. Foner, Historia de Cuba y sus relaciones con los Estados Unidos, La Habana: Editorial Ciencias Sociales, 1973, t. 1, se refiere al testimonio de un criollo rico puesto al tanto por el mismo Turnbull de su actuación a favor de la independencia de la isla. Evoca también la versión de Francis Ross Cocking, colaborador de Tumbull en su empresa abolicionista, sobre los preparativos dirigidos por su jefe. Adrián del Valle parece haber concedido excesiva importancia a la actuación de Cocking en „Esclavitud y anexionismo en Cuba", Revista bimestre cubana 55 (I), La Habana, enero-febrero 1945, págs. 33-34. Afirma David R. Murray, „Cocking and Turnbull [...] whatever they had done did not have the support of the British government or of the British and Foreign Anti-Slavery Society". Estudiando detenidamente al oscuro colaborador del ex cónsul británico, intenta demostrar que, en lo que toca a la invasión de Cuba desde Jamaica y al fomento de una conspiración por la independencia, actuó con mucha ingenuidad, sin el menor apoyo del nuevo cónsul inglés Jos Tucker Crawford. Este, quien llegó a La Habana el 5 de junio de 1842 para desempeñar el cargo de juez comisario de la Comisión Mixta y sustituyó a Turnbull después de su expulsión, no dejaba de expresar sus temores frente a un posible conflicto que hundiría a la isla en una tremenda tragedia („ghastly tragedy"). Véase: op. cit., cap. 9, „The Escalera conspiracy", págs. 159-180. Para la actuación de Crawford contra la trata ilícita, se consultará: J. Philip, op. cit., págs. 27-36. Añadamos por fin que Cocking, abandonado por el gobierno inglés, intentó vender al encargado de negocios español en Caracas „importantes documentos que probasen a no dudar la parte que él había tomado por encargo expreso de sus jefes". En su informe al Secretario de Estado de Madrid, el diplomático calificó a Cocking de „intrigante vulgar" y se negó a tomar en cuenta las revelaciones de un „individuo de tan malos antecedentes". Véase: „Extracto de una comunicación de Francis Ross Cocking a lord Palmerston, enviado por el Encargado de negocios de España en Caracas al Secretariado de Estado en Madrid, cuyo extracto remitió éste al capitán general de Cuba con fecha de 24 de enero de 1852", Boletín de los archivos de la República de Cuba 5 y 6, La Habana, sept.-oct. y nov.-dic. de 1904; citado por: R. Labarre, op. cit., pág. 129, n. 8.

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Según parece los cambios que se produjeron en el gabinete británico no permitieron la realización del plan, asegurando el conde de Aberdeen al embajador español en Londres el 8 de noviembre de 1843 que los informes procedentes del gobernador de Jamaica desmentían toda intervención a partir de la isla 103 . Pero ya no era Capitán General Jerónimo Valdés: el general Narváez, quien había derrocado a Espartero en julio de 1843, le dio como sucesor a Leopoldo O'Donnell. El nuevo responsable del Gobierno Superior de Cuba se mostraría más atento a los intereses de la oligarquía 104 .

103 R. Guerra y Sánchez, op. cit., págs. 425-433; F. Armario Sánchez, op. cit., pág. 400. El Gobierno Superior de Cuba había tomado sus precauciones, ordenando a Eduardo Fesser, su agente en Kingston, que vigilara de muy cerca a los emigrados de Costa Firme, y en particular de Cartagena de Indias y de Venezuela, que estarían preparando una invasión de la isla. Investigaría sobre la actuación de los generales Mariño y Hernández y del coronel Ignacio Iriarte, recién llegado de Santo Domingo, „muy ocupados hace días en algún proyecto arduo según se infiere de la agitación y movimiento extraordinario en que viven". A.N.C., Asuntos Políticos, leg. 41, n° 52. 104 F. Armario Sánchez, op. cit., pág. 402.

Capítulo 2 Los Cubanos y el abolicionismo Al contestar a la demanda de Valdés, los grandes propietarios se vieron obligados a plantear el problema de la mano de obra en el contexto descrito más arriba. A decir la verdad no esperaron los cubanos las presiones inglesas para contemplarlo. Los acontecimientos de finales del siglo XVIII y de principios del X I X dieron mucho que pensar a sus representantes, preocupados por mantener la prosperidad de la isla. 2 - 1 - D e l pragmatismo de Arango a la utopía de Varela La libertad de comercio que, en los últimos decenios del siglo XVIII, reivindicaban los propietarios criollos de las Indias españolas incluía el comercio negrero. Desde Madrid Francisco de Arango y Parreño, quien sería el „ideólogo máximo de la plantocracia" según M. Moreno Fraginals 105 , insistió, en una nota dirigida al gobierno central el 6 de febrero de 1789, en el hecho de que, frente a la falta de los brazos necesarios para desarrollar las potencialidades agrícolas, el solo recurso se encontraba en las costas occidentales de Africa que ofrecían „un manantial de hombres lo más a propósito para su interesante objeto". La libertad absoluta de la trata, a su modo de ver, sería el único modo de rebajar el precio de los esclavos 106 . El 10 de mayo de 1791, abogó Arango por una extensión de seis u ocho años del plazo otorgado para esta libertad por la Real Cédula del 28 de febrero de 1789, tomando como pretexto las dificultades que se experimentaban en La Habana debido a que para los negreros

105 Cuba / España, España / Cuba, op. cit., pág. 149. Nacido en La Habana el 22 de mayo de 1765, Francisco Arango y Parreño era hijo de don Ciríaco, alférez real del Ayuntamiento de la ciudad, y de doña Julia Parreño. Procedían los Arango de don Pedro Arango y Monroy, oriundo de Sangüesa, en Navarra, quien llegó en 1680 a Cuba para ocupar el puesto de contador del Tribunal de Cuentas. Hizo Francisco sus estudios en el seminario San Carlos y San Ambrosio antes de ingresar en la Real y Pontificia Universidad donde obtuvo el bachillerato en Derecho. En 1787 viajó a la península y en 1789 se hizo abogado, lo cual motivó su nombramiento como apoderado en la Corte del Ayuntamiento de La Habana. Datos recogidos de: Conde de Vallellano, Nobiliario Cubano. Las Grandes Familias Isleñas. Madrid: Francisco Beltrán, s. a. 106 „Primer papel sobre el comercio de negros", en: Obras de D. Francisco de Arango y Parreño, La Habana: Dirección de Cultura, Ministerio de Educación, 1952, t. 1, págs. 79-84. Se expidió el 28 de febrero de 1789 la Real Cédula sobre el comercio libre de negros. Se gratificaría a los Españoles que se dedicasen a la trata en buques nacionales con cuatro pesos por esclavo destinado al campo y con dos pesos por siervo destinado al servicio doméstico. José Antonio Saco, en: Historia de la esclavitud de la raza africana en el Nuevo Mundo y en especial en los países AméricoHispanos, La Habana, t. 2, págs. 9-10, puso de realce el papel que desempeñó Arango a este respecto, siendo apoderado del Ayuntamiento de La Habana. Véase: Adrián del Valle, op. cit., pág. 30.

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de Inglaterra, „señora de este comercio", eran más atractivas las colonias británicas107. Unos meses más tarde, o sea el 9 de agosto, hizo hincapié en que no habría obstáculos en Africa al desarrollo de la trata, con un tono despreciativo que caracterizaría unos decenios más tarde la actitud de los antiabolicionistas, como O'Gavan por ejemplo: Y desde las costas de Africa ¿qué noticias ni qué ideas de inquietud pueden llevar? Estos corazones de piedra, estos hombres inhumanos que ultrajan la humanidad y que se envilecen al punto de hacer un miserable comercio de sus hermanos, de hombres, no son los que debemos temer. Su estupidez y codicia tienen encadenadas las facultades de sus almas, e incapaces de elevarse sobre la bondad o defectos de un sistema de gobierno^ apenas salen del suyo, sino lo que les es preciso para vivir en su tráfico

Sin embargo la rebelión de los Negros en Haití no le preocupó sobremanera al ilustre arbitrista, quien expuso sus razones a la Corona el 20 de noviembre de 1791 después de notar que, bien mirado, dicho levantamiento era un justo castigo para los revolucionarios franceses109. No corría semejantes riesgos la isla de Cuba donde infundían respeto las fuerzas militares, se mostraban subordinados los libres de color y recibían los esclavos un buen trato de parte de los amos. Surgió así uno de los argumentos predilectos que esgrimirían en el porvenir los propietarios y sus representantes: „Los franceses los han mirado como bestias y los españoles como hombres". Más aun, preconizó Arango una actitud realista: España había de sacar el mejor provecho posible del desbaratamiento de „la gran masa de ese coloso"110. De entonces en adelante una de las preocupaciones esenciales de Arango sería la elaboración de las medidas necesarias para el fomento de la agricultura cubana. 107

„Representación manifestando las ventajas de una absoluta libertad en la introducción de negros, y solicitando se amplíe a ocho la prórroga concedida por dos años", en: op. cit., págs. 97102. 108 „Oficio acompañando copia de la representación sobre la introducción de negros, y corroborándola con razones muy sólidas", en: op. cit., págs. 106-108. 109 „Los amos han enseñado a sus siervos, y por su propia mano se han fabricado su ruina. Autores de la anarquía, no se deberían quejar de verla reinar en los negros..."; en: „Representación hecha a S. M. con motivo de la sublevación de esclavos en los dominios franceses de la isla de Santo Domingo", en: op. cit., págs. 109-113. 1,0 Insiste con mucha razón Anne Pérotin en el hecho de que el miedo de los propietarios frente a una posible rebelión de los Negros (véase lo dicho por R. Cepero Bonilla a propósito de la fidelidad de los propietarios a la madre patria, op. cit., pág. 45), si bien nunca desaparece del todo, no es la única explicación de la fidelidad de Cuba frente a la metrópoli. Arango se hace su portavoz para proponer un pacto económico a la monarquía española, quien, a cambio de su lealtad, les suministrará los medios comerciales destinados a sacar todo el provecho posible de la aniquilación de la producción azucarera de Haití; en: „Le projet cubain des grands planteurs de la Havane: Jalons pour une lecture de Francisco Arango y Parreño (1769-1839), Mélange de la Casa de Velázquez 10, Madrid, 1974, págs. 292-293.

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En su Discurso sobre la Agricultura en La Habana y medios de fomentarla de 1792, Arango consideró como un factor muy favorable la conjunción de la caída del coloso azucarero y de la Real Cédula de 1789 para el comercio libre111. En tal contexto, para mejor competir con los territorios extranjeros, era indispensable aumentar el rendimiento de la mano de obra servil, disminuyendo los gastos de mantenimiento y buscando nuevas formas de trabajo: Los ingleses, franceses y portugueses en la mayor parte tienen un mismo modo de alimentar sus esclavos. No les dan dinero, ni alimento [...], sino un pedacito de terreno para que lo cultiven, y el tiempo que cada nación ha juzgado conveniente. Nosotros damos el mismo terreno y el mismo tiempo para el cultivo al que se quiere aplicar; pero sin perjuicio de ¡a ración diaria de carne y menestra. Los ingleses y los franceses tienen menos días festivos, y por consecuencia sacan mayores tareas de sus esclavos .

Por añadidura, aconsejaba el autor que se hiciese más drástico el control de los esclavos y que se suprimiesen en las milicias los batallones de Negros y Mulatos libres: „Todos son negros: poco más o poco menos tienen las mismas quejas y el mismo motivo para vivir disgustados de nosotros"113. Siendo de primera importancia la seguridad de la isla, con fecha del 9 de junio de 1796, propusieron Arango y Manuel José de Torrontégui en nombre del Real Consulado unas medidas destinadas a luchar contra el mal endémico que era el cimarronaje114. Las proposiciones de Guridi y Alcocer y de Argüelles, evocadas más arriba, suscitaron la indignación del Ayuntamiento, del Consulado y de la Sociedad Patriótica de La Habana que encargaron a F. de Arango, como alférez mayor de la ciudad, la redacción de una representación a las Cortes. Este extenso documento del 20 de julio de 1811, que expone las posturas de la oligarquía cubana en el dominio de la esclavitud, merece un examen detenido. Declara sin ambajes que si se ha de hablar de esclavitud, antes „es pensar en la esclavitud política de estas regiones que en la esclavitud civil"115. Además el atentado a la propriedad privada que constituiría la aplicación de los planes de los dos diputados po1,1

En: op. cit., pág. 122. Id., pág. 125. 113 Id., pág. 150. A este respecto, véase: Hortensia Pichardo, Documentos para la Historia de Cuba, La Habana, 1971, vol. 1, pág. 162 sq. 114 „Nuevo reglamento y arancel que debe gobernar en la captura de los negros cimarrones", en: Obras de D. Francisco de Arango y Parreño, op. cit., págs. 258-274. Este reglamento, aprobado por el rey el 20 de diciembre de 1796, quedó vigente hasta 1846. Véase: M. Moreno Fraginals, El Ingenio, op. cit., pág. 287. 115 „Ya hemos dicho y repetimos [...] que antes, Señor, es pensar en la esclavitud política de estas regiones, que en la esclavitud civil; antes en los españoles, que en los africanos; antes fijar los derechos y los goces que aquí debe tener la ciudadanía, que determinar el tamaño y número de las puertas que para estos goces deben abrirse o cerrarse a las gentes de color..." „Representación de la Ciudad de la Habana a las Cortes, el 20 de julio de 1811...", en: op. cit., t. 2, pág. 171. 112

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dría alentar las propensiones secesionistas, da a entender el redactor, tanto más cuanto que no disponen los propietarios cubanos de ninguna representación en las Cortes para defender sus intereses contra el „humo filantrópico" con que Arguelles intenta adormecer los sentidos del Congreso. Se niega la oligarquía cubana a cargar con la responsabilidad de un sistema que perduró a través de los siglos no por su culpa „sino por la de los que abrieron ese camino con las armas de la ley, y aun de la religión" de modo a „libertar esas almas [de los esclavos] de eterna condenación"116. Las ventajas que encuentran los esclavos en la isla de Cuba valorizan el fracaso de la Asociación filantrópica en Sierra Leona: „... todo dice que los negros seguirán en su inmemorial barbarie, o su destino infeliz, y que éste será el grande fruto de la abolición decantada." Mejor haría dicho organismo en favorecer el paso de los ,,semibrutos que se pierden en Africa" al dominio blanco de modo que „gradualmente llegasen por sí o por sus descendientes a la plenitud de goces civiles y políticos que ofrecen nuestras Constituciones"117. Las campañas antiabolicionistas repetirán el argumento ad nauseam, según veremos más adelante, al igual que insistirán en el carácter humano de la esclavitud en la isla, visión idealizada que perduró hasta el siglo XX: [...] gozan los siervos de mayores ventajas que las que les concedieron las suaves leyes de Atenas, pues tienen peculio, adquieren su libertad, pagando el precio de su compra (no teniendo, para esto, límites la generosidad de los amos), pueden pasar fácilmente del que no es bueno al que lo es, deben ser bien alimentados y asistidos, -sean útiles o inútilizados,—y nadie, si no su propio dueño, tiene derecho de maltratarlos, y aun éste, si se excede, debe ser perseguido por este delito, como por otra cualquiera

En tales condiciones el excitar las esperanzas de los Negros no haría más que llevarles a la „insubordinación, al menos a la indocilidad, cuyos inconvenientes y males en la esclavitud no es menester referir"119. Habida cuenta de los rigores del clima, „no se pueden encontrar hombres más a propósito que los que son negros" para las faenas agrícolas120. Nadie duda que la esclavitud es un mal moral, pero es un mal necesario cuya curación será „larga y prolija". Lo mejor entonces es evitar las discusiones públicas „hasta que la Constitución haya sentado sus bases", con una representación nacional que permita elaborar las leyes idóneas121. Entre las diferentes intervenciones de Arango como consejero de Indias, es de citar el voto que, en compañía de varios colegas, dirigió el 15 de febrero de 1816 a la

1,6

Op. Id., 118 Id., 1,9 Id., 120 Id., 121 Id., 117

cit., págs. 148-167. págs. 167-168. pág. 178. pág. 182. pág. 184. págs. 185-186.

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administración central sobre „el asunto de la abolición del tráfico de negros"122. Desde un punto de vista ético, los firmantes no se atreven a poner en duda la necesidad de acabar con tal tráfico, tanto más cuanto que sería „inútil y aun perjudicial" de parte de España oponerse en este dominio a la voluntad de „Inglaterra dueña y señora de los mares". En cambio están a favor de una renuncia progresiva, como se hizo en Estados Unidos cuyo gobierno concedió veintiún años de plazo a los interventores por no tener las provincias de América ningún modo para „suplir la falta de los [esclavos] que mueren o se ahorquen". Así que una abolición repentina equivaldría a la ruina para millares de hacendados y a un empeoramiento de las condiciones de vida de los pocos esclavos que quedasen en la isla. Para que no se aminorasen sus rentas, se verían los amos en la obligación de recargar a sus esclavos con mayor trabajo. Con la subida de su valor, debido a la escasez de mano de obra servil, les resultaría a éstos aun más difícil alcanzar la libertad. A partir de entonces, se vale Arango de una argumentación bastante capciosa: „Nos interesamos por unos bárbaros [los Africanos] sin policía ni civilización y que nunca han usado de su libertad sino para venderse o devorarse; y nos olvidamos de aquéllos a quienes nuestra comunicación y nuestra enseñanza han hecho racionales, trabajadores, industriosos y cristianos". Poniendo este aspecto aparte, no se puede ignorar que los „rápidos progresos" de la isla se deben a la libre introducción de Negros. ¿Sería la abolición la única medida capaz de proteger a Cuba de unos acontecimientos parecidos a los de la colonia francesa de la isla Española? Felizmente, contesta Arango, estas trágicas escenas son de „aquellas que nunca se representan dos veces". Lo de Santo Domingo no fue más que una repercusión de la revolución francesa que formó „el insensato proyecto de libertar todos los negros e igualarlos con los blancos en derechos y condición" y de las maniobras de los Españoles y de los Ingleses para destacar de Francia „aquella rica y floreciente colonia"123. En Cuba es menor el riesgo de un levantamiento general, representando los Blancos una parte importante de la población y vigilando con cuidado los magistrados la actitud de los esclavos.

122 „Voto particular de varios Consejeros de Indias en el asunto de la abolición del tráfico de negros", en: id., págs. 274-281. Véase también: José Antonio Saco, Historia de la esclavitud desde los tiempos más remotos hasta nuestros días, t. V, La Habana: Editorial „Alfa", 1944, págs. 150157. 123 Durante la revolución las autoridades de la parte española de la isla se mostraron favorables a los rebeldes y al propio Arango le parecía que España tenía que aprovecharse de la coyuntura. Para más detalles sobre el papel que desempeñó Arango en la eradicación de Francia en Santo Domingo, véase: M. Moreno Fraginals, El ingenio, op. cit., t. 1, pág. 67, y Alain Yacou, „La stratégie espagnole d'éradication de Saint-Domingue français. 1790-1804", L'espace caraïbe. Théâtre et Enjeu des Luttes Impériales. XVIe-XIXe Siècle, Bordeaux: Maison des Pays Ibériques, 1996 págs. 278-293.

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En cuanto a lo injusto del tráfico, ¿cómo pudieron permanecer en la ceguedad las potencias que lo practicaron a través de los siglos? Acude Arango a la historia para justificar la esclavitud, probando que ninguna civilización la ignoró y concluyendo: „En el mundo ha habido siempre esclavos y los habrá". Por fin se vale el consejero de Indias del argumento tan trillado como llevado del propio interés de los esclavos: „En este cambio nada han perdido esos infelices, y si de ello dudase alguno, díganos cuántos de los llevados a la América española, no siendo pocos los que se libertan y allegan caudal, han querido volver a la tierra en que nacieron." Los levantamientos no son significativos, por ser „casos particulares que por sí solos no bastan para decidir generalmente que el tráfico es injusto y mucho menos para prohibirlo de improviso". Le toca pues al rey tratar con los Ingleses para obtener bajo ciertas condiciones la prórroga de la trata, por lo menos al sur de la línea equinoccial, favoreciendo por otra parte el aumento de la población blanca, particularmente en la isla de Cuba donde se necesita más a una abundante mano de obra. En su informe al rey de 1816, volvió Arango a los mismos temas, poniendo énfasis en el hecho de que le parecía imprescindible obtener un plazo de cinco años para la aplicación de la supresión de la trata. Así no se plantaría de un modo excesivamente severo el problema de la mano de obra. Con el mismo enfoque urgía favorecer la inmigración de Blancos de cualquier país, que podrían ser atraídos por el bajo precio y la fertilidad de la tierra, y la suavidad del clima124. Tales fueron las razones de un procer que se las daba de ilustrado125, antes de que se firmara el tratado de 1817.

124

J. e I. Castellanos, op. cit., pág. 238. ¿Qué responsabilidad tuvo Arango en la elaboración de las medidas propuestas por la Real Cédula del 18 de octubre de 1817 „para el incremento de la población blanca en la isla de Cuba"? El texto, destinado a favorecer el blanqueamiento de la población, proponía al inmigrante procedente de un país amigo la naturalización al cabo de cinco años, con una exención de los diezmos y alcabalas durante diez aflos y el permiso de introducir esclavos exonerados de cualquier tasa. Así en 1819 fundó un grupo de colonos, cuya mayor parte venía de Burdeos, la Colonia Fernandina de Jagua, que se transformó en 1829 en la ciudad de Cienfuegos. En lo que toca a esta política de blanqueamiento, en particular a través de las proposiciones de Arango, o de las de Saco y Del Monte que evocaremos a continuación, se leerá el trabajo de Jean Lamore, „'Criollismo blanco' et conscience nationale á Cuba (1820-1868)", op. cit., págs. 108-113. 125 M. Moreno Fraginals (El ingenio, op. cit.) pone de realce el papel transcendental que desempeñó Arango en la modernización del cultivo de la caña y de la industria azucarera, merced a los conocimientos adquiridos en sus viajes por Europa y el Caribe. Como condueño, era el primero en aplicar sus ideas en La Ninfa, el mayor ingenio de la época en el mundo, que poseía una dotación de 350 esclavos comprados con procedimientos dudosos mediante la participación del intendente de Hacienda, Pablo José Valiente. En 1804, el ingenio produjo 336 toneladas de azúcar, cuando el promedio era de 136 por establecimiento (pág. 68). En realidad estaba relacionado Arango con la flor y nata de la oligarquía habanera, metiéndose a veces en negocios no muy claros como el monopolio harinero concedido al conde de Mopox con el beneplácito interesado de Godoy (pág. 100). Por ello hay que situar su actuación en pro de la agricultura cubana y sus proposiciones acer-

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Habría sido harto difícil argüir de otro modo para el representante de las más altas entidades cubanas. En una Representación al rey, con fecha del 28 de mayo de 1832, o sea nueve años antes de que se trate del nuevo Reglamento de esclavos, aparece una nítida evolución de su pensamiento126. Se muestra partidario de la extinción de la esclavitud en el porvenir, después de una debida preparación, „sin traspasar jamás los límites que nos señala la experiencia y el buen juicio"127. Recuerda su postura en favor de la abolición efectiva de la trata, que obstaculizó la corrupción,1 8 y de una inmigración blanca. Pero surgen nuevas proposiciones relacionadas con los cruces raciales para disminuir el peligro que representa la presencia de tantos Negros en la isla: ... pudiera tratarse de establecer colonias en parajes a propósito, puestas, por mitad, de labradores traídos en derechura de Europa, gentes de color honradas, cuidando que todas las hembras fuesen de tima especie, y estableciendo de hecho la mayor igualdad entre los nos

comy de la úlcolo-

Ello no impide que se mejoren las condiciones de vida de los esclavos. Estas nuevas proposiciones de Arango, que constituyen una evidente ruptura con la visión idealizada que presentó antes, se tomaron en cuenta si nos atenemos a las respuestas de los propietarios a la encuesta de Valdés que examinaremos más adelante: Trabajan, en general, más de lo que deben. Se les castiga cruelmente. No se les alimenta, viste, ni asiste en sus enfermedades, como corresponde. Se ca de la esclavitud dentro de este contexto de solidaridad objetiva para con los grupos de poder. Así se podría explicar el título de marqués de la Gratitud que le fue conferido. 126 „Representación al Rey sobre la extinción del tráfico de negros y medios de mejorar la suerte de los esclavos coloniales", en: op. cit., págs. 529-536. Arango se inspira en gran parte de una memoria publicada en 1830 por la Revista Enciclopédica de París y de un discurso sobre la esclavitud de los Negros pronunciado en la Cámara legislativa de Virginia por Mr. Moore, cuyas traducciones presenta como documentos anexos; consúltense estos textos en op. cit., págs. 537-614. 127 Arango, quien había actuado en pro de la mecanización, fue uno de los primeros hacendados en darse cuenta de los aspectos negativos a medio plazo de la esclavitud para el desarrollo de la industria azucarera. A esta nueva actitud se refiere Julio Le Riverend en Historia económica de Cuba, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1985, pág. 282, reproduciendo el capítulo III „Disolución de la esclavitud y coexistencia de regímenes de trabajo", del tomo IV de la Historia de la Nación Cubana publicada bajo la dirección de Ramiro Guerra y Sánchez et alii, La Habana: Editorial Historia de la Nación Cubana, 1952. Para una discusión sobre la viabilidad de la esclavitud en Cuba, se consultará: Herbert S. Klein, „Consideraciones sobre la viabilidad de la esclavitud y las causas de la abolición en la Cuba del siglo diecinueve", La Torre. Revista general de la Universidadde Puerto Rico (81-87), julio-diciembre 1973, págs. 307-318. 128 Op. cit., pág. 531. No era nada difícil sobornar a los dirigentes españoles (véase la acusación de Del Monte más abajo) y a los Ingleses de la Comisión Mixta, lo cual escandalizó a Turnbull cuyo rigor le enemistó con sus propios compatriotas. 129 Op. cit., págs. 532-533.

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Ies permite, es verdad, tener peculio; pero no se les da tiempo proporcionado para cultivar su conuco, y cuidar sus animales. Pueden casarse; pero, considerados como bienes muebles, el amo, o su acreedor, puede separarlos del lado de su compañera e hijos y privarlos de los únicos consuelos de su miserable vida. No se les da idea de la Religión, y ni tienen ese freno los bárbaros que los gobiernan, quedando impunes sus excesos en la soledad de los campos; porque la voz de aquellos infelices no puede //e^ar a los tribunales, por carecer de protección, y ni aun pueden ser testigos Convendría recompensar a los amos que consiguiesen un auge de la natalidad en sus fundos y multar a los otros131. Pero importa sobre todo que, bajo la vigilancia de un Protectorado de los siervos 132 , los esclavos sean instruidos en los principios y prácticas religiosas; que tengan el descanso, alimento, vestido, alojamiento y asistencia necesarios; que, por ningún motivo, se trabaje los domingos; que se acaben las llamadas faenas y contrafaenas; que no se les castigue con exceso; que se guarde con las hembras el recato necesario, y se concedan, a las preñadas y paridas, los alivios que pida su situación; que los Protectores estén especialmente encargados de velar sobre todo esto, para corregir, como corresponda a los amos descuidados [...]; que se declaren glebae adicti los esclavos campestres, no pudiendo rematarse, ni aún para pagar al Fisco, y sólo cuando ellos lo soliciten con justa causa, o se haya reservado ese derecho en la escritura de venta, sea permitida su separación de la hacienda en que se hallen; cuidando siempre de combinar las cosas de modo que los casados no abandonen a sus familias; que la esclava, madre de cuatro hijos vivos, no vaya a trabajar al campo, y goce de doble tiempo de descanso que las otras; que a la que tenga seis hijos vivos se pague, además, la gratificación mensual de un peso, la cual se vaya aumentando con una peseta, por cada uno de los hijos que pasen de seis; que el esclavo pueda heredar, y sea admitido por testigo en los casos señalados por la ley de partida, y en los demás que el Juez crea oportuno ... El propósito de Arango pues es que se facilite una tímida y progresiva integración social y física del Negro en la sociedad colonial... para que se quede en su sitio de trabajador agrícola. Su deseo de „borrar la preocupación del color", por cruces

130

Id., pág. 533. Id., pág. 534. 132 Se inspira Arango, proponiendo la creación de este Protectorado, de la Real Cédula de 1789 y quizá también de la existencia en la legislación indiana de los antiguos protectores de Indios. Otras proposiciones encuentran su fundamento en la proteiforme legislación esclavista, aspecto para cuyo desarrollo no da cabida este trabajo. 133 Op. cit., pág. 535. 131

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raciales que blanquearían a los Negros, es muy ambiguo 1 3 4 . Esta asimilación e s una arma de doble filo, si la consideramos desde el punto de vista económico, que era el que sin duda alguna prevalecía para Arango en esos momentos de crisis que por p o c o daban al traste con la economía cubana 135 . La evolución del consejero de Indias anuncia indudablemente las reformas que ciertos amos, conscientes de sus intereses, introdujeron en el manejo de sus haciendas, de que argüyeron para rechazar la emancipación 1 3 6 . Pero hay más. Otra vez, explica M. Moreno Fraginals, se hacía Arango el portav o z de los miembros más adelantados de la plantocracia, conscientes de que los esclavos que „les habían proporcionado la riqueza en que vivían, a partir de un determinado desarrollo de las fuerzas productivas comenzaban a ser un factor de descapitalización que los llevaba a la ruina" 137 . La modernización de la producción no se podía hacer sin una mano de obra asalariada, y, por si fuera poco, con el mantenimiento de la esclavitud se alejaba el sueño de autogobierno 138. A este respecto, las posturas 13,1 Se favorecería el cruce racial tan sólo entre Blancos y Negras, como subraya M. Moreno Fraginals, Cuba/España, España/Cuba, op. cit., págs. 196. R. Cepero Bonilla notó que este proyecto de mezcla de razas encontraba su justificación en „el temor a una insurrección de esclavos" y en el „propósito meramente político de buscarles aliados a los blancos dominadores". Arango pensaba, fundándose en la historia de Haití, que los Mulatos se unirían con los Blancos para reprimir a los Negros. En esta medida, discrepaban, subraya el historiador, los anexionistas que estaban a favor de la pureza de la sangre, como Gaspar Betancourt Cisneros, „El Lugareño", en: Azúcar y Abolición, op. cit., págs. 48-53. 135 Según M. Moreno Fraginals el sueño no confesado abiertamente de Arango era preparar para el porvenir, sin ruptura perjudicial, una „gran masa proletaria y desposeída, obligada a vender su trabajo al ingenio"; El ingenio, op.cit., págs. 290 y 297. Para Francisco López Segrera, el papel de Arango fue de primera importancia en la evolución de Cuba hacia una economía de plantación y el subdesarrollo que acarrearon sus lazos cada vez más estrechos con el capitalismo internacional. Esta evolución convirtió a Estados Unidos en la nueva metrópoli económica; op. cit., pág. 82. 136 María del Carmen Barcia sitúa estas reformas en su debido contexto político y económico: Mientras la trata negrera se mantuvo oficial o extraoficialmente con un ritmo regular, las consecuencias no fueron mayores; pero cuando a partir de la década de los años cuarenta del siglo diecinueve la prohibición de la misma comenzó a hacerse efectiva y el precio del esclavo aumentó considerablemente, los amos hicieron ciertas concesiones y el trato a los infelices esclavos fue menos cruel con el objetivo de prolongar su explotación y, consecuentemente, lograr la obtención de ganancias durante el mayor espacio de tiempo posible. En: „Algunas cuestiones necesarias para el análisis del surgimiento y la crisis de la plantación y el sistema esclavista", Revista de la Biblioteca Nacional José Martí 3, La Habana, sept. dic. de 1980, pág. 81. 137 Cuba/España, España/Cuba, op. cit., pág. 153. 138 Id., págs. 195-196. P. Tornero subraya acertadamente la evolución de Arango, quien se da cuenta de que „la situación está cambiando desfavorablemente para la clase que él representa y que el control de la isla está pasando a los comerciantes negreros, dueños a su vez de ingenios azucareros"; Crecimiento económico y transformaciones sociales ..., op. cit., pág. 100.

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de José Antonio Saco y de Domingo del Monte serán aun más claras. Sin embargo la emancipación no podría efectuarse sin una compensación económica que tomase en cuenta los intereses de los dueños. Muy diferente del pragmatismo evolutivo de Arango fue la actitud humanista del obispo de La Habana, el vasco Juan José Díaz de Espada y Fernández de Landa, tanto más importante cuanto que dejó una huella profunda, como veremos en los análisis de José Antonio Saco. Por motivos oscuros no se valoraron debidamente las posturas del prelado frente al problema de la esclavitud, hasta que Eduardo Torres Cuevas consiguiera felizmente publicar sus escritos al respecto139. El joven, de una familia de la nobleza vasca alavesa, estudió en Salamanca en una época en que, subraya el historiador cubano, alcanzó la ilustración su mayor intensidad. Doctor por la universidad de Valencia, fue ordenado sacerdote por el obispo de Segovia a los veintiséis años, lo que le permitió desempeñar el cargo de cura en Salamanca, Calatrava y Plasencia. En esta ciudad ingresó en la curia obispal, llegando a ser en 1792 provisor y vicario general de la Abadía y territorio de Villafranca del Bierzo. En 1794 pudo ostentar el título de prior de la colegiata y en 1800 fue nombrado obispo de La Habana. Llegado a Cuba en 1802, se dio el dignatario eclesiástico en visitar la diócesis, notando sus reacciones en un Informe sobre diezmos, redactado entre 1805 y 1808, obra que nos interesará más particularmente. Antes de evocarla, es de precisar que su educación liberal inspiró su actuación en la isla que se concretó con la reorganización de la Casa de la Beneficiencia, de la Casa de Expósitos, de la Casa de Recogidas, de la Cárcel de La Habana, con la edificación de la Casa para Dementes, la reforma del sistema de la salud pública según criterios científicos y la formación de la escuela normal para maestros (1820). Dedicó mucha atención al Seminario de San Carlos y San Ambrosio fundado en 1773, creando nuevas cátedras en derecho, filosofía y ciencias que confió a brillantes intelectuales como Bernardo O'Gavan, Félix Varela, José Antonio Saco y José de la Cruz y Caballero, quienes se manifestaron luego por sus posturas acerca de la trata y de la esclavitud140. En el Informe sobre Diezmos, primero enfoca el problema de la esclavitud Díaz de Espada de un modo teórico. Debido quizá a sus orígenes vascos, que le confieren cierta objetividad, hace énfasis en lo contraproducente del sistema de haciendas para el porvenir de América, por fundamentarse en el monocultivo y en la mano de obra servil. Obstaculiza la diversificación de la producción, y por ello la prosperidad agrícola, así como el crecimiento demográfico: Los esclavos que la violencia arranca del Africa, impiden que las grandes haciendas busquen jornaleros a quienes por la necesidad harían mejores 139

Eduardo Torres Cuevas y Eusebio Reyes, Esclavitud y Sociedad. Notas y documentos para la historia de la esclavitud negra en Cuba, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1986. 140 Eduardo Torres Cuevas, Obispo Espada. Ilustración, Reforma y Antiesclavismo. Selección, introducción y notas de [...], La Habana: Editorial de Ciencias Sociales, 1990.

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partidos: con estos partidos adquirirían terrenos, tomarían una esposa, se multiplicarían los propietarios y la población; y no sucederá como con los esclavos que sepulten con su cuerpo su posteridad . [...] La manía de servirse de esclavos para el cultivo de las haciendas, unida a la grande extensión de éstas, son dos fuertes obstáculos que hay en América para la población y la prosperidad en todos sus ramos ...

Dada esta corta pero incisiva lección de economía y de demografía, tan lejana de las preocupaciones a corto y medio plazo de la oligarquía, acude el obispo a consideraciones de historia comparada, haciendo hincapié en el hecho de que los otros continentes se desarrollaron sin valerse de tan vergonzoso sistema: Si no supiéramos que se araban las tierras, que se abrían los montes, que se cultivaban los campos y heredades, que se cogían los frutos y que habían suficientes cosechas en Europa, en Así (sic) y aún en Africa para sostener sus poblaciones incomparablemente más numerosas que las de América y que esto se hace sin tener un negro, sin que haya un esclavo con semejante objeto, pudiéramos creer absolutamente necesario este comercio para el mayor fomento de la agricultura, pero sabemos con una evidencia innegable que no hay tales esclavos y que la agricultura está en un grado de perfección en unos países y de adelantamiento en otros, en que no ha llegado a ponerse la América. Luego sin esclavos se puede tener agricultura y se puede tener con perfección. Luego no son necesarios .

Lo retórico de la demostración hace resaltar la incomprensión de una mente lógica frente a la precariedad de los fundamentos de la economía colonial. Pero el imparcial observador no se olvida de su misión espiritual, denunciando sin rodeos"el trato duro y acoso inhumano" de que son víctimas los trabajadores africanos. No pueden menos de darse a la fuga, lo cual les vale „castigos fuertes" que „les van destruyendo y al fin se ven aniquilados". Por añadidura, se les mantiene en un „celibato violento y forzado", no sobrepasando los matrimonios la cifra de cinco por mil143. Si su realismo de responsable religioso lleva a Díaz de Espada a proponer medidas para suavizar la suerte de los esclavos existentes, en la espera probablemente de una progresiva emancipación, su protesta contra el tráfico negrero alcanza una vehemencia poco común hasta entonces: Este tan decantado comercio de negros debe desaparecer enteramente. Consérvese la esclavitud de los que ya existen dentro de la Isla, traíganse negras hasta equilibrar el número con los negros, impóngansele a los amos la obligación de prestar su consentimiento al matrimonio, sin vender por esto al negro ni a la negra. Póngaseles a estos miserables un protector que 141 142 143

Op. cit, pág. 106. Ibid. Id., pág. 113.

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se ocupe en favorecer al negro que pida la licencia cuando se la niegue el amo; sea el cura un mediador y conspiremos todos a tan respetable objeto que en 1a grande utilidad encontrará cada uno el premio. No más buques al Africa, no más extranjeros con negros dentro en nuestros puertos. Si hay trescientos mil esclavos pueden reproducirse y se corta para siempre este tráfico aniquilador .

¿Inhibió la prudencia las reivindicaciones del obispo145? Parece que no, si nos atenemos a la carta pastoral publicada el 20 de abril de 1826, que comenta Torres Cuevas afirmando que fue „el primer documento público de carácter antiracista del siglo XIX"146. El texto trata nada menos que de „criminales" y „traficantes de sangre humana" a los negreros147. Ahora bien, como veremos más adelante, éstos constituían los núcleos más importantes de los grupos de poderes. No cabe duda de que estas protestas, uniéndose a otras pruebas de un hondo liberalismo que no nos corresponde exponer aquí, le valieron al obispo mucho odio hasta su muerte. Un predilecto discípulo suyo fue más allá de los análisis del mentor, aprovechándose de nuevas circunstancias. El sacerdote don Félix Varela Morales, quien durante su mandato de diputado a Cortes expuso en 1822 un plan para la extinción de la esclavitud en Cuba148, subió al escenario político cediendo a las instancias del obispo Díaz de Espada. Hijo de un funcionario metropolitano, Francisco Varela, y de una criolla, Josefa Morales, cuyo padre era oficial del regimiento de fijos de La Habana, no pertenecía Félix a la clase de los hacendados propietarios de esclavos 149 . Ordenado sacerdote,

144

Id., pág. 118. Afirman con razón J. e I. Castellanos (op. cit., págs. 221-222) que Espada fue el primer antiesclavista de Cuba por haber llamado en 1808 la atención de Carlos IV no sólo sobre la crueldad del esclavismo sino también sobre el hecho de que la productividad del trabajo servil era un espejismo. Se apoyan los historiadores en: César García Pons, El obispo Espada y su influencia en la Cultura Cubana, La Habana, 1951, pág. 195. 146 Obispo Espada. Ilustración, Reforma y Antiesclavismo, op. cit., pág. 154. 147 Asi que convendría matizar la afirmación de Sara Rosell, según la cual „ [...] sería erróneo calificar al Obispo Espada como un defensor de la raza negra porque, en realidad, él se opone a la trata pero está de acuerdo en que se mantenga la fuerza de trabajo negra como el sostén de la economía." En: op. cit., pág. 30. 148 „Memoria que demuestra la necesidad de extinguir la esclavitud de los negros en la isla de Cuba, atendiendo a los intereses de sus propietarios, por el presbítero don Félix Varela, diputado a Cortes", en: J. A. Saco, op. cit., págs. 158-165. „Proyecto de decreto sobre la abolición de la esclavitud en la isla de Cuba y sobre los medios de evitar los daños que pueden ocasionarse a la población blanca y a la agricultura", en: J. A. Saco, op. cit., págs. 166-174. 149 Datos biográficos recogidos de: Eduardo Torres Cuevas y Arturo Sorhegui, José Antonio Saco. Acerca de la esclavitud y su historia. Selección e introducción de /.. ./, La Habana: Editorial de Ciencias Sociales, 1982, pág. 30. 145

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fue escogido como titular de la cátedra de filosofía150 del seminario San Carlos y San Ambrosio que desempeñó un papel trascendental en la formación de la intelectualidad cubana 51. Cuando se creó la cátedra de Constitución merced a un presupuesto otorgado por la Sociedad Económica, el prelado animó a Varela a que se presentara a oposiciones, de ahí la publicación en 1821 de sus Observaciones sobre la Constitución de la monarquía española151. Elegido diputado a Cortes el 13 de mayo de 1821, no podía Varela estar conforme con la visión de los propietarios, expresada por Juan Bernardo O'Gavan, quien publicó en 1821 en Madrid el contenido de su intervención del 3 de abril de 1821 ante las Cortes sobre la abolición del tráfico de Negros examinada en la sesión del 23 de marzo. Postura de O'Gavan Nacido en 1782, estudió O'Gavan en la Real y Pontificia Universidad de La Habana y recibió las sagradas órdenes. En 1805 obtuvo la cátedra de Filosofía en el Seminario San Carlos y San Ambrosio, encontrándose entre sus alumnos el futuro padre Varela. La Sociedad Económica le mandó a Europa para estudiar el sistema educativo elaborado por el pedágogo suizo Johann Heinrich Pestalozzi (1746-1827), admirador de las ideas pedagógicas de Rousseau. Fue el obispo Díaz de Espada quien costeó el viaje, manifestando así su interés por los nuevos métodos de enseñanza consagrados a los niños pobres. En 1810 fue elegido O'Gavan a las Cortes de Cádiz, llegando a firmar la Constitución española de 1812. En el plan político su declarada propensión por la ilustración, que sin duda le valió la protección de Díaz de Espada, despertó la desconfianza de los responsables metropolitanos. Por amor a su isla, se negó a quitarla para ocupar puestos de importancia en la carrera eclesiástica. Se contentó con la dignidad de deán de la catedral de La Habana, sosteniendo a su obispo cuando éste tuvo que enfrentarse a la hostilidad de los grupos de poder y del propio Fernando VII. Pese a ello, no coincidían los dos eclesiásticos en todos los terrenos. A la amistad entre O'Gavan y el Intendente Pinillos, conde de Villanueva, se debe la expulsión de Saco por el flamante Capitán General Miguel Tacón, y, respecto a nuestro tema, el foso que mediaba entre el prelado y su colaborador era abismal,

150 Fue también catedrático de derecho y de cálculo diferencial e integral, precisa M. Moreno Fraginals en Cuba/España, España/Cuba, op. cit., pág. 165. 151 Este establecimiento, donde se daban clases de álgebra superior, cálculo diferencial e integral, geometría analítica, química moderna, física experimental, economía política, eclipsó a la Universidad de La Habana afirma M. Moreno Fraginals en id., pág. 148. 152 Datos sacados de: Félix Varela, El habanero. Papel Político, Científico y Literario, redactado por el Dr. /.../, Estudios preliminares por Enrique Gay Calbóy Emilio Roig de Leuchsenring, Ediciones de la Universidad de La Habana, 1945, págs. XII-XIII.

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como aparece en su intervención de 1821 ante las Cortes 153 . Allí defendió en realidad los intereses de la oligarquía esclavista y de los negreros que no estaban nada dispuestos a acatar las cláusulas del tratado de 1817, entre quienes son de citar Gómez, Martí, Zulueta, Somá, Blanco y Durañona. Apoyándose en particular en las costumbres de los reinos de Abomey, de Widah y de Benín, hacía hincapié O'Gavan en la estupidez, la crueldad y la barbarie de los Africanos: Su historia no presenta sino crueldades, desorden, barbarie, crímenes, miseria, despoblación, sin compensación de ninguna especie. Jamás ha existido un gobierno más tiránico que el de esos salvages, ni se han violado nunca más atrozmente los derechos del hombre que en esta parte del mundo.

Así que la coacción que representa la esclavitud en las islas españolas es una desgracia „menor y menos funesta que el desorden, la miseria, la estupidez y todos los azotes que desoían y destruyen a los pueblos ociosos, como son los del centro del Africa". El clima de aquellas regiones debilita las fuerzas físicas y morales, reduciendo a los hombres „casi al estado de los brutos". La única solución para regenerar a esos seres consiste en trasladarles a un clima más templado, como el de las Antillas donde „sus fuerzas físicas y morales se aumentan a medida que se alejan de su primer origen". Por si fuera poco, la condición servil en los dominios españoles, asevera O'Gavan, representa un progreso incluso frente a la situación de las masas en Europa, „esclavas de sus necesidades". Bien considerado, „la libertad que la sociedad le concede [al pobre labrador o al artesano o menestrel] puede llamarse la facultad de morirse de hambre ...". Mientras tanto en Cuba, el amo le proporciona al esclavo una buena alimentación, un bohío, un conuco para sus propios cultivos, el derecho de vivir en medio de su familia, la posibilidad de cazar y pescar, la asistencia en las enfermedades y la vejez, y no le niega el acceso a la libertad. Por añadidura, cuando los Negros viven en Africa como „fieras indomables", „entre nosotros ... conocen y practican las máximas de la religión de paz, amor y dulzura". Si la justificación religiosa, tan trillada como llevada, remonta a los inicios de la trata, la comparación de la existencia de los esclavos en Cuba con la de sus congéneres en Africa o de la gente más humilde de los campos y de las ciudades europeas

153

Datos biográficos sacados de: Eduardo Torres Cuevas y Arturo Sorhegui, op. cit., pág. 41. En cuanto a los lazos de O'Gavan con la oligarquía y los negreros, véase: José Luciano Franco, Comercio clandestino de esclavos, La Habana: Editorial de Ciencias Sociales, 1980, págs. 218219.

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será, de entonces en adelante, un argumento de peso en los pareceres de los propietarios, como pronto veremos154. Refutación de Varela Volviendo a Varela, no admite, como buen Cubano, que Inglaterra quiera dar una lección de filantropía a España. En realidad esta ruptura con su pasado corresponde a nuevos intereses: La Inglaterra, esa misma Inglaterra que ahora ostenta una filantropía tan hija de su interés como lo fueron sus pasadas crueldades, y yo no sé si diga como lo son sus actuales, pero disfrazadas opresiones, esa misma Inglaterra, cuyo rigor con sus esclavos no ha tenido ejemplo, esa misma introdujo en nuestro suelo el principio de tantos males.

La gran dificultad que experimenta la economía insular es la de encontrar a la mano de obra necesaria para su desarrollo: la gente de color libre no quiere alternar con los esclavos y los emigrantes blancos aspiran a más que a sirvientes155. Además el coste de los trabajadores asalariados es exorbitante156. Si se hace caso omiso de la costumbre de dominar, hondamente arraigada entre algunos propietarios, muchos se portan con humanidad frente a sus siervos. Muy optimista parece pues el padre Varela, y aún más cuando afirma sin ambages que „la voluntad general del pueblo de la Isla de Cuba es que no haya esclavos, y sólo desea encontrar otro medio de suplir sus necesidades". A su modo de ver, bastaría, para que el pueblo de Cuba quedase satisfecho, hallar un término medio que deparase la libertad a los esclavos y protegiese los intereses de los propietarios a la vez que el orden público. De todas formas no se podía mantener el statu quo por mucho tiempo. Insiste el eclesiástico en el que todos los sectores de la producción dependen estrechamente de la buena voluntad de los „originarios de Africa". Además no es de menospreciar una posible invasión desde Haití, que no se podría contrarrestar, con la poca densidad de los Blancos en el campo y la configuración geográfica de la isla. ¿Y cómo seguir reprimiendo los anhelos de libertad entre seres que en todas las artes han dado pruebas patentes de sus capacidades?

154 Observaciones sobre la suerte de los negros del Africa, considerados en su propia patria, y transplantados a las Antillas españolas, y reclamación contra el tratado celebrado con los Ingleses el año de 1817. Publícalas D. Juan Bernardo O-Gavan, Madrid: Imprenta del Universal, 1821. 155 Saco no olvidará esta lección de Varela sobre el envilecimiento del trabajo manual por la esclavitud. Véase a este respecto: J. Le Riverend, op. cit., pág. 281. 156 La rentabilidad del ingenio dependía del precio del azúcar en el mercado internacional y de la posibilidad de contar con esclavos baratos y abundantes; por eso dice P. Tornero que „el sistema productor esclavista era un gigante económico con pies de barro". Ver: „Producción y costes en los ingenios de Cuba. Notas para una investigación", op. cit., pág. 157.

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Cuando se habla de libertad entre esclavos, es natural que éstos hagan unos terribles esfuerzos para romper sus cadenas, y si no lo consiguen, la envidia los devora, y la injusticia se les hace más sensible.

La única solución es: dar la libertad a los esclavos de un modo que ni sus dueños pierdan los capitales que emplearon en su compra, ni el pueblo de La Habana sufra nuevos gravámenes, ni los libertos en las primeras emociones que debe causarles su inesperada dicha, quieran extenderse a más de lo que debe concedérseles, y por último auxiliando a la agricultura en cuanto sea posible para que no sufra, o sufra menos atrasos por la carencia de esclavos.

Tras este preámbulo aclaratorio, expone Varela su proyecto que concedería la libertad a todo esclavo que hubiese servido quince años al mismo amo, contándose el servicio para los criollos desde la edad de diez años. En un segundo tiempo, se la otorgaría a los que contasen los mismos años pero al servicio de varios amos. En caso de rescate por el propio esclavo, se descontaría de su precio el valor que correspondiese a sus años de servicio. Serían libres de derecho todos los criollos nacidos después de la publicación del decreto, quedando su manutención al cargo de sus antiguos amos hasta los veinte años. En la capital de cada provincia se organizarían juntas filantrópicas, representadas por juntas subalternas en las cabezas de partido. Les tocaría llevar una cuenta exacta de los esclavos y vigilar por los libertos, obligándoles a que se empleasen en la agricultura. Con fondos procedentes de un porcentaje determinado del producto de las aduanas, de las rentas de los municipios, de correos, del clero, de las bulas de la cruzada, de los conventos suprimidos, y con las donaciones, compraríase la libertad de los esclavos designados de un modo objetivo (edad, años de servicio), merced a un sorteo. Para mayor acierto se prohibiría vender a los esclavos fuera de la provincia o de la isla, y se daría la libertad ipso facto a todos los esclavos que las juntas no hubieran matriculado por introducción clandestina. Extinguida la esclavitud, las juntas seguirían responsables de la conducta de los libertos y del respeto de su libertad por los antiguos amos. Al fin y al cabo no era tan sencillo el proyecto como lo pretendía el autor. De haber sido adoptado, no habría sido nada fácil asegurar su financiación y el control de los libertos. Pero no renunció el sacerdote desde su exilio estadounidense a condenar el sistema colonial basado en la esclavitud, como se puede ver en el n° 2 (1824) de El habanero: Un gobierno a millares de leguas, sin conocimiento alguno de estos países y sin amor a ellos, sino en cuanto le utilizan, rodeado de un enjambre de

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pretendientes, que sólo aspiran a conseguir un permiso para robar y oprimir, permiso que consiguen sin más que el favor de una cortesana o el soborno de un palaciego; un gobierno débil para la defensa y sólo fuerte para la opresión de estos países que mira sólo como una hacienda donde trabajan sus esclavos para proporcionar los medios de sostener sus hijos, que son los peninsulares; un gobierno que premia la sumisión con la injusticia y hace de la generosidad un título de envilecimiento; un gobierno que por ignorancia o por una política maquiavélica, lejos de promover la industria en estos países, propende a que haya en ellos un ocio inevitable, contentándose con que algunos trabajen para sacar plata con qué sostener un diluvio de holgazanes peninsulares con el título de empleados

A pesar del transcurrir del tiempo, es obvio el lazo entre este artículo y el análisis del Informe sobre Diezmos", tanto para el discípulo como para el maestro, poniendo aparte la crueldad de la esclavitud, la permanencia de este sistema es un freno para el desarrollo de la isla158. Esta conclusión dio mucho pábulo a los reformistas. 2-2-La ambigüedad de los reformistas Saco y la colonización blanca José Antonio Saco, como antiguo alumno y sucesor de Félix Varela en el seminario de San Carlos, no podía menos de denunciar la trata. Lo hizo primero en una nota publicada en la Revista Bimestre Cubana (1832) sobre un libro de R. Walsh titulado Notices of Brazil in 1828 and 1829)159. En este análisis, manifestó su preocupación frente al número de hombres de color que poblaban todas las islas del Caribe „más por el influjo que podrán ofrecer en los años venideros, que por la fuerza numérica que hoy tienen"160. Protesta contra „el horrendo tráfico de carne humana", que sigue vigente ,,a despecho de las leyes"161. Pero no duda de que un día, como resultado de la abolición de la trata, se verán los propietarios obligados a dejar de „usar de 157 El habanero. Papel Político, Científico y Literario, t. I, n° 2, Filadelfia, 1824; en: Félix Varela, El habanero ..., op. cit., págs. 83-85. 158 Por eso quizá situó R. Cepero Bonilla al padre Varela entre „los grandes maestros de la filosofía en Cuba [que] jamás condenaron el sistema esclavita. Sus ideas contrarias al tráfico han ido erróneamente interpretadas como abolicionistas"; op. cit., pág. 23. Lo antedicho permite matizar este juicio algo severo. 159 „Análisis por Don José Antonio Saco de una obra sobre el Brasil, intitulada Notices of Brazil in 1828 and 1929 by Rev. R. Walsh author of a journey from Constantinople, etc. (Noticias del Brasil en 1828 y 1829 por el presbítero R. Walsh, autor de un viaje a Constantinopla, etc.)", Revista Bimestre Cubana, 1832; en: Colección de papeles científicos, históricos, políticos y de otros ramos sobre la isla de Cuba ya publicados, ya inéditos por Don José Antonio Saco, París: Imprenta de d'Aubusson y Kugelmann, 1858, t. 2, págs. 28-85. 160 Op. cit., pág. 79. 161 Id., pág. 81.

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brazos comprados" 162 , debido al alto precio del corto número de negros introducidos. Además no se puede contar en el futuro con un hipotético equilibrio entre los sexos que acarrearía un aumento de trabajadores agrícolas. En estas condiciones se pregunta Saco si no sería menester hacer „algunos ensayos para ver la diferencia que hay entre la caña cultivada por esclavos, y los métodos que podamos adoptar en adelante". La primera experiencia, merced a un fondo destinado a compensar posibles pérdidas, consistiría, en algunas haciendas, en reservar unas parcelas al trabajo de hombres asalariados a cuyo cargo corriesen todas las tareas hasta el envase del azúcar 163 . Así se podrían comparar objetivamente los resultados. La segunda proposición es más ambiciosa: „¿no podría también repartirse todo o parte del terreno de los ingenios entre hombres libres, que comprometiéndose a cultivar la caña se diese a cada uno cierta cantidad del azúcar producido?". Está seguro Saco de que de este modo aumentaría el rendimiento, por identificarse el agricultor „en interés con el dueño de la heredad" 164 . Reanudó Saco este tema en su Carta de un patriota (1835) en que insistió en la responsabilidad de los procuradores a Cortes frente al comercio de Negros: La humanidad, la religión, el clamor de la justicia, el cumplimiento de los tratados pendientes con Inglaterra, el interés mismo de la España, su honor altamente comprometido, y la salvación de la isla, cuya existencia está amenazada de muerte, piden a gritos la pronta extinción del contrabando negrero.

Este se efectúa con el beneplácito de las más altas autoridades de la isla que sacan de él pingües provechos. Por eso no fomentan una colonización blanca, cuando, afirma el autor del folleto, „de ella depende el adelantamiento de la agricultura, la perfección de las artes, en una palabra, la prosperidad cubana en todos ramos" 165 . En Mi primera pregunta, opúsculo publicado en Madrid en 1832, Saco ya se había demorado en el problema de la mano de obra, intentando probar que el cultivo de la caña y la elaboración del azúcar no eran trabajos más penosos que los de la herrería, de la construcción de ciertos caminos, puentes y canales, de las minas y de algunas operaciones químicas efectuados por operarios blancos en Europa, máxime con la introducción de nuevos instrumentos y máquinas. Además no faltaban en los tiempos pasados los labradores que se dedicaban a estas actividades. En realidad la dureza „más bien procede del abuso que algunos suelen hacer recargando demasiado a los esclavos que de su difícil naturaleza".

162

Id., pág. 82. Id., pág. 83. Se nota en esta proposición la influencia del obispo Díaz de Espada. 164 Id., ibid. 165 Habana. Carta de un patriota o sea Clamor de los Cubanos. Dirigido a sus procuradores a Cortes, Cádiz, 1835. 163

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Además, por muy resistente que sea el Africano, la „profunda y estúpida indolencia" del esclavo no puede competir con los esfuerzos del hombre estimulado por el interés personal 166 . ¿Qué es de la adaptación a los rigores del clima que caracteriza al Africano cuando „sufre privaciones y dolores que no le es dado remediar"? La fiebre amarilla no es para los Blancos un peligro tan grave c o m o antes, c o n los progresos de la higiene y de la medicina 1 6 7 . En cambio los Negros están expuestos a otras enfermedades que causan no pocos estragos entre ellos, principalmente con el desarrollo del contrabando que impide todo control sanitario. Y ¿cómo negar que los Canarios se adaptan perfectamente al país 1 6 8 ? A los que arguyen que la mano de obra libre resulta demasiado cara, contesta Saco que son escasos los jornaleros que se dedican a las faenas del c a m p o „por estar provistos de esclavos todos los ingenios y cafetales", acarreando esta situación la carestía de los jornales que no bajarán mientras siga el comercio de Negros 1 6 9 . Conven166

Treinta y cuatro años más tarde, Francisco de Armas y Céspedes reanudó el argumento en De la esclavitud en Cuba, Madrid: Establecimiento Tipográfico de T. Fontanet, 1866, pág. 230: La cuestión, tal como la concibo, tal como he querido resolverla, se reduce a investigar si el trabajador esclavo produce tanto como el trabajador libre, si el estímulo del miedo suple el estimulo del interés, si la industria basada en el trabajo forzado es tan próspera como la que está basada en el trabajo libre, espontáneo e inteligente. 167 Toma Saco el contrapié de las aseveraciones de los partidarios de la esclavitud de los Negros, que apoya H. B. de Chateausalins en el prólogo de su obra arriba citada: Sin brazos africanos en la isla de Cuba y las demás Antillas, la agricultura, origen del estado próspero de este hermoso suelo, quedaría prontamente reducida al último grado de decadencia. El Europeo o sus descendientes nacidos en América no podrían por mucho tiempo resistir a los calores ardientes de los trópicos: la muerte prematura de tantos jóvenes Europeos que pasan a América sólo para cavar su sepulcro, ofrece una prueba suficiente de este hecho lamentable. Los negros de Africa o nacidos en América, son los únicos que pueden sostener las continuas fatigas bajo aquel clima abrasador semejante al suyo; ellos solos, atendidas la densidad de su cutis y su complexión acostumbrada a las regiones equinocciales y a todas las inclemencias de las estaciones, etc., etc., pueden sufrir continuamente la fuerza de un sol, cuyos rayos les hieren perpendicularmente. Op. cit., pág. III. 168 En 1839 llegaron unos 240 Canarios contratados para el campo de Puerto Príncipe. No cesaron de llegar los isleños, dirigiéndose más particularmente a zonas no azucareras. Pero hubo otros ensayos, como el de Miguel Estorch que reclutó en 1840 a 90 catalanes para su ingenio La Colonia, de Puerto Príncipe. En 1853, Urbano Feijoo de Sotomayor fundó una compañía para contratar Gallegos. A partir de 1846 y 1847 se efectuaron las primeras contratas de Indios yucatecos y de Chinos. Para los inicios de esta importación de mano de obra libre, consúltese: J. Le Riverend, op. cit., págs. 341-347. 169 Más tarde, un editorial del periódico reformista El Siglo (n° 139), con fecha del 12 de Junio de 1863, defendió el trabajo asalariado de una mano de obra blanca:

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dría a d e m á s aplicar m e d i d a s financieras para estimular la m e c a n i z a c i ó n d e la producción, lo cual permitiría a m e n g u a r el n ú m e r o d e s i e r v o s e m p l e a d o s e n l o s i n g e n i o s y mejorar la calidad del producto. Esta por s u p u e s t o sería superior c o n el recurso a g e n t e libre, interesada e n el resultado de su trabajo. Por añadidura c a l c u l a S a c o que la m a n u t e n c i ó n anual de 5 0 m a t r i m o n i o s b l a n c o s le saldría al h a c e n d a d o m á s barata que la de 5 0 m a t r i m o n i o s africanos ( 1 0 8 5 2 p. 1 r. / 1 3 3 6 2 p. 4 r.). A l f i n y al c a b o , s e muestra partidario el libelista de un s i s t e m a de p e q u e ñ a s parcelas, d o n d e el c u l t i v o sería m á s p e r f e c t o y d o n d e la e l a b o r a c i ó n del azúcar en pequeño no se opusiese a otros cultivos 1 7 0 . Si, c o m o A r a n g o , n o era partidario d e la a b o l i c i ó n repentina d e la e s c l a v i t u d , n o r e n u n c i ó S a c o a su propósito de reformar la e c o n o m í a d e la isla a p e l a n d o al interés b i e n c o m p r e n d i d o d e l o s h a c e n d a d o s . E n s u Réplica al fiscal d e la Real H a c i e n d a d o n V i c e n t e V á z q u e z Q u e s o , de 1 8 4 7 , e x p o n e u n o s a r g u m e n t o s m u y parecidos 1 7 1 . E n 1 8 3 7 , e n Paralelo entre la isla de Cuba y algunas colonias inglesas, denuncia con v i g o r la d e s i d i a d e l o s g o b e r n a n t e s de la isla, interesados e n mantener el contrabando a e x p e n s a s d e la c o l o n i z a c i ó n blanca: Hablase de ella algunas veces, otras se suele escribir, fórmanse juntas, se estienden informes, se imponen nuevas contribuciones, el gobierno las

El día en que la caña de azúcar se aclimate en la tierra del pobre y reparta entre absorla raza blanca la masa inmensa de salarios que directa o indirectamente ben las razas de color, ese día quedará resuelto como por ensalmo la hasta ahora insoluble cuestión del trabajo y población en los países tropicales. Uno de los mayores exponentes del reformismo, el conde de Pozos Dulces escribiría: „Una raza que abandona a otras razas el cultivo de su territorio, se despoja por ese mismo acto de toda legitimidad de posesión, de todo derecho y arraigo a la perpetuidad, sin los que la vida de los pueblos es un accidente transitorio en la historia de la humanidad". Citado por R. Cepero Bonilla, op. cit., pág. 109. 170 Mi primera pregunta. ¿La abolición del comercio de esclavos africanos arruinará o atrasará la agricultura cubana? Dedícala a los hacendados de la Isla de Cuba su compatriota José Antonio Saco, Madrid: Imprenta de don Marcelino Calvo, 1832. A. F. Corwin se refiere a la actitud de Saco frente a la inmigración blanca; véase: op. cit., pág. 66. Joaquín Gómez, que pasó de modesto tendero de la calle Obispo a poderoso negrero, tomó el contrapié del análisis de Saco en un informe dirigido el 7 de agosto de 1844 a la Corona. Según los cálculos que expone, un ingenio de 40 caballerías tomadas a censo con 50 hombres libres que pasarían a 200 para las cosechas tendría, después de uno o dos años muertos, un déficit de 3760 pesos, cuando el mismo ingenio con esclavos produciría un sobrante anual de 13 540 pesos. Véase el documento en P. Tornero, Crecimiento económico y transformaciones sociales, op. cit., págs. 219220. Volveremos a hablar de este personaje, fiel partidario de la legitimidad colonial, siendo uno de los hacendados consultados en 1842. 171 Réplica de D. José Antonio Saco a la contestación del Señor fiscal de la real Hacienda de la Habana D. Vicente Vásquez Queso en el examen del informe sobre el fomento de la población blanca, etc. en la Isla de Cuba, Madrid: Imprenta de la publicidad, 1847.

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usurpa dándoles otra inversión, y mientras ni un solo colono pisa acuellas riberas, los campos de Cuba se ven inundados de esclavos africanos . En realidad la esclavitud no fue perjudicial tan sólo a la agricultura. Padecieron mucho de ella casi todos los sectores de la artesanía, abandonada por la población blanca a la „raza infeliz": Destinada tan sólo al trabajo mecánico, exclusivamente se le encomendaron todos los oficios, como propios de su condición; y el amo que se acostumbró desde el principio a tratar con desprecio al esclavo, muy pronto empezó a mirar del mismo modo sus ocupaciones. D e ahí que muchas de las actividades artesanales dependían de la gente de color, reservándose los Blancos las más honoríficas y las „carreras literarias", es decir oficios que requerían estudios previos 1 7 3 . Por supuesto da a entender Saco, c o m o lo hizo antes respecto a las faenas del campo, que los Blancos cumplirían mejor. Después de la Conspiración de la Escalera, consideró Saco el problema de la inseguridad que reinaba en la isla en Supresión del tráfico de esclavos en la Isla de Cuba, publicado en París en 1845. La solución era suprimir la trata, ya que los Blancos y los Negros tenían que ser forzosamente „enemigos irreconciliables", y „proteger con empeño la colonización blanca" en las regiones que lo necesitaban más para el cultivo y también en los puntos que „están más amenazados de un enemigo exterior" que procedería de Santo D o m i n g o o de Jamaica. Concluyó el autor que: ... si los habitantes de la Isla de Cuba quieren conservar los esclavos que hoy poseen, es preciso que para siempre se abstengan de todo tráfico africano. Cerrando las puertas a nuevas introducciones de negros, queden abiertas para los blancos; y con ellos, al paso que aumentaremos el número de nuestros amigos, disminuiremos el de nuestros enemigos. Cumplamos religiosamente los tratados que nos ligan con la Gran Bretaña^ues que a ello nos impelen, más que nuestro honor, nuestra conservación .

172 Paralelo entre la isla de Cuba y algunas colonias inglesas, escrito por Don José Antonio Saco, diputado a Cortes electo por la provincia de Cuba, Madrid: Tomás Jordán, 1837. 173 Memoria sobre la vagancia en la isla de Cuba, Santiago de Cuba: Instituto Cubano del Libro, 1974, pág. 59. 174 „La supresión del tráfico de esclavos africanos en la isla de Cuba, examinada con relación a su agricultura y a su seguridad, por Don José Antonio Saco", París, 23 de diciembre de 1844; en: Colección de papeles científicos, históricos, políticos y de otros ramos sobre la isla de Cuba, op. cit., t. 2, pág. 147. Se consultará: J. e I. Castellanos, op. cit., págs. 249-250; Pablo Codina Carreira, „Ensayo para una biografía de José Antonio Saco. La realidad de su pensamiento", Revista de Indias 27 (107-108), Madrid, 1967, pág. 117 (notaremos de paso que la cita reproducida es muy defectuosa).

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Al fin y al cabo, subraya Alain Yacou, Saco era del parecer que la cesación del tráfico negrero acarrearía a la larga el fin de la esclavitud y pondría coto a la superioridad numérica de la gente de color175. Así que no se imponía una decisión administrativa relacionada con la supresión de la servidumbre en la isla. En realidad, insiste A. Yacou, el publicista pensaba que lo mejor para el porvenir era la extinción de la raza negra en el territorio, mediante una asimilación. Fue significativa su actitud en las Cortes de 1837 frente al papel que habrían de desempeñar los Negros libres en la vida política: en la determinación del número de diputados -que todos serían blancos-, el censo electoral contaría a los Negros libres, quienes no podrían ser ni elegidos ni electores. Según la fórmula acertada de R. Guerra y Sánchez, el Negro libre „estaría representado, pero sólo el blanco representaría"176. Por cierto, bien sabía a qué atenerse Saco como representante de estos propietarios cubanos que miraban hacia el futuro177. En 1848 afirmó en Ideas sobre la incorporación de Cuba en los Estados Unidos que no era abolicionista, sino „un mensajero del tiempo, un mensajero pacífico del siglo XIX, que es el único abolicionista" 78. No propondría „una marcha precipitada como la de los Ingleses y Franceses, porque en nuestro estado no sólo es imposible, sino injusta, impolítica, y desastrosa", aunque, frente al gran número de libres que había en la isla, pensaba que no estaría mal „dar otra patria a todos los nuevos libertos"179.

175 Alain Yacou, „El impacto incierto del abolicionismo inglés y francés", en: Francisco de Solano y Agustín Guimerá, op. cit., pág. 463. 176 R. Guerra y Sánchez, op. cit., pág. 394. 177 Las relaciones de Saco con la oligarquía eran ambiguas, por lo menos de parte de ésta, la cual prefirió mantenerle en París primero que admitir su actuación en Cuba, como precisan Eduardo Torres Cuevas y Arturo Sorehegui, op. cit., pág. 65. 178 En una carta del 30 de mayo de 1852, escrita desde París a su amigo José Luis Alfonso, se queja amargamente Saco:

Siempre me tachan de amigo de los negros y ya que no pueden imputar como un crimen el que yo haya abogado por la abolición del tráfico, han trasladado las baterías a un terreno en que yo nunca he estado, suponiéndome partidario de la inmediata abolición de la esclavitud. Pero no un partidario a quien impulsa la filantropía u otro sentimiento honroso sino un vil instrumento vendido a las sociedades abolicionistas inglesas. Ya tú ves que esta es una de las calumnias más dolorosos que pueden herir el corazón de un hombre de bien. Carta publicada por Domingo Figarola Caneda, José Antonio Saco. Documentos para su vida, La Habana: Imprenta El siglo XX, 1921, págs. 46-51; citada por Juan Pérez de la Riva, Para la historia de las gentes sin historia, Barcelona: Editorial Ariel, 1975, págs. 37-38. 179 Más tarde, en 1864, reanudó Saco este tema proponiendo que se mandase a los vagos y delincuentes de raza africana libre a los presidios de España y Africa, como Fernando Poo, y que se fomentase la emigración voluntaria de los otros libres a la Península donde, „esparcidos allí en una población de dieciséis millones de habitantes", pudiesen integrarse más fácilmente; Colección postuma, pág. 149, citado por R. Cepero Bonilla, op. cit., pág. 107.

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Pero, yendo más allá de sus primeras acusaciones en contra de los dirigentes locales, no vaciló Saco en afirmar que, para el gobierno español, el mejor modo de luchar en contra de las aspiraciones independentistas consistía en mantener la esclavitud en la isla y en hacer la vista gorda frente al contrabando de Negros que favorecía a corto plazo los intereses de los terratenientes. Sin embargo el mantenimiento del statu quo desembocaría también en la pérdida de Cuba „por un levantamiento de los esclavos, o por una revolución anexionista" a favor del poderoso vecino180. En una carta a D. José Valdés Fauli el 24 de marzo de 1873, afirmó de nuevo Saco que era insoslayable la desaparición de la esclavitud: La esclavitud de Cuba está condenada a morir dentro de un plazo más o menos breve, sin que haya poder humano que pueda impedirlo. Pronto, pues, reinará en Cuba la libertad de los esclavos. A mis ojos hay otra libertad mucho más difícil de conseguir y de más peligrosa trascendencia; esta es la libertad de los blancos^ c¡ue hay grandes obstáculos, asi de este lado, como del otro de los mares .

Muy significativa del pensamiento de Saco es, como subraya Torres Cuevas, la carta que escribió el 24 de abril de 1835 a José de la Luz y Caballero: „Del cese del comercio de negros depende la salvación y la futura felicidad de Cuba. [...] El día que esto suceda, ya podremos decir patria tenemos". El 3 de marzo de 1835, dirigiéndose a José Luis Alfonso, dejó muy claro su propósito. Consideraba que la trata y la esclavitud eran obstáculos para la nacionalidad cubana, limitada en su mente a los Blancos: „No nos queda más que un remedio: blanquear, blanquear, y entonces hacernos respetar"182.

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Ideas sobre la incorporación de Cuba en los Estados Unidos por D. José A. Saco, París: Imp. Panckoucke, 1848. „La revolución anexionista" fue precisamente la expresión que empleó Gaspar Betancourt y Cisneros, en su „Impugnación a Saco": „El gabinete inglés pidió años pasados que se diese la libertad a todos los esclavos introducidos en Cuba desde 1820; y como es muy de temer que renueve su petición, y que España la consienta, la revolución anexionista es indispensable para salvarnos". Citado por R. Cepero Bonilla, op. cit., pág. 49. Para más sobre el tema del anexionismo, se puede consultar: Candelaria Saíz Pastor, „Narciso López y el anexionismo en Cuba. En torno a la ideología de los propietarios de esclavos", Anuario de Estudios Americanos 43, Sevilla: Escuela de Estudios Hispano-Americanos / C.S.I.C., 1986, págs. 447-468. 181 Citado por José Silverio Jorrín en su conferencia sobre „Historia de la esclavitud desde los tiempos más remotos hasta nuestros días" por Don José Antonio Saco, en: J. A. Saco, op. cit., pág. 403. 182 Para las dos cartas, consúltese: Domingo Figarola Caneda, op. cit., pág. 274; citado por Eduardo Torres Cuevas y Arturo Sorhegui, op. cit., pág. 62.

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Del Monte y la desafricanización de Cuba La actuación de Domingo del Monte Aponte, que también estudió la ilustración francesa y el liberalismo político en el famoso seminario de San Carlos, se sitúa, en el dominio cultural, a través de sus tertulias en Matanzas y luego en La Habana que dejaron una impronta indeleble entre los jóvenes literatos e intelectuales del país. Les animaba a que se interesasen por los temas antiesclavistas y le debieron mucho sin duda alguna los novelistas Félix Tanco Bosmeniel, autor de El niño Fernando, y Anselmo Suárez y Romero, que compuso Francisco. El Ingenio o las delicias del Campo (1838), 183 y los poetas como José Jacinto Milanés184. Poniendo aparte este aspecto, afirmó sus posturas Del Monte en un folleto titulado La isla de Cuba tal cual está, en contestación al procurador en Cortes por La Habana, D. Juan Montalvo y Castillo. En este escrito, compuesto en marzo de 1836, Del Monte se refiere a la vergonzosa administración del Capitán General Miguel Ta183 Importa citar, como contrapunto a la visión idealizada de los amos que evocaremos más abajo, unas líneas de esta novela:

Cortar caña si es tiempo de molienda, al resisterio del sol durante el día, meterla en el trapiche, andar con tachos y pailas, atizar la fornalla, juntar caña, acarrearla junto al burro, cargar el bagazo; y por las noches hacer estos trabajos en los cuartos de prima y madrugada al frío y al sereno, muriéndose de sueño, porque por 19 horas de fatiga sólo hay 5 de descanso; y acabada la zafra, sembrar caña y chapear los cañaverales, que es de las faenas más recias de un ingenio, por la postura del cuerpo inclinado hacia la tierra, no permitiendo enderezarse los machetes ...y todo aguantando las copiosísimas lluvias de la estación de las aguas entre el fango y la humedad; he aquí la pintura aunque muy por encima, de la clase de labores que hay en estas fincas. Citado por J. e I. Castellanos, op. cit., pág. 134. Por supuesto los viajeros ingleses que visitaban la isla no podían menos de poner de realce la crueldad de la esclavitud en Cuba. Fue el caso de James Edward Alexander en su relación Transatlantic sketches, comprising visits to the most interesting scenes in North and South America and the West lndies with notes on negro slavery and canadian émigration, Londres: Bentley, 1833, pág. 372, citado por M. Guicharnaud-Tollis, op. cit., pág. 183. El cónsul R. R. Madden en La isla de Cuba denuncia la codicia de la mayoría de los dueños que imponen condiciones de trabajo deshumanas a sus esclavos (op. cit., pág. 183, citado por: id., págs. 184 y 267-268). 184 J. e I. Castellanos dedican varias páginas a la influencia de Domingo del Monte sobre los literatos de su época; op. cit., págs. 275-308. A este respecto, véanse también: Michèle Guicharnaud-Tollis, L'émergence du Noir dans le roman cubain du XIXe siècle, op. cit., págs. 276-347 y S. Rossel, op. cit., págs. 46-59. Según S. Rossell, la lectura de Bug-Jargal, de Víctor Hugo facilitó en Félix Tanco la toma de conciencia de que el tema de inspiración más importante había de ser „las relaciones del esclavista blanco y el esclavo", como escribió a Del Monte: „Piénselo bien, los negros en la isla de Cuba son nuestra poesía y no hay que pensar en otra cosa; pero no los negros solos, sino los negros con los blancos, todos revueltos ..."; la crítica cubana sacó la cita de: Gabino La Rosa Corzo, „Félix Tanco, en el marco de la literatura cubana del siglo XIX", Revista de la literatura cubana 1 (4), julio-diciembre 1986, pág. 41.

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cón, quien encubrió „la introducción clandestina y escandalosa de negros de Africa, que él ha protegido para oprobio de su nombre y perdición de la Isla", en vez de favorecer la „inmigración de otros españoles o extranjeros de Europa"185. De modo que de un millón de almas que cuenta el territorio, „600 000 son hombres esclavos, enemigos justamente acérrimos de los 400 000 restantes"186. No escatima Del Monte su ayuda a Saco, víctima de los „negros traficantes de Africa" que no dejan de calumniarle por la única razón que es enemigo de la trata africana y de la esclavitud de los negros, como si ninguno que tuviere mediantes alcances y un corazón regularmente conformado, pudiese no detestar con toda la fuerza de su alma tan atroces y lamentables plagas.

Le acusan de „poner en conflagración a la isla de Cuba" pidiendo la emancipación de los Negros, cuando son ellos los que la incendian con el tráfico de los bozales, „metiendo con estúpida e infernal codicia más y más negros bozales, cargando así la mina que nos ha de volar a todos". En estas líneas, escritas a su amigo Salustiano de Olózaga el 26 de mayo de 1836, es clarísimo el pensamiento del autor. Si se deja apiadar por la triste condición de los esclavos, lo que más le preocupa es que pone en peligro el porvenir del país. Para una posible solución, el problema requiere una prudencia de la que no son capaces los tribunos abolicionistas que quieren probar a la Europa civilizada que saben cumplir con las necesidades del siglo18 . El Proyecto de Memorial a S. M. la Reina del Ayuntamiento de La Habana, redactado con la participación de Domingo del Monte, protesta contra el hecho de que en la metrópoli se toma como pretexto la permanencia de la esclavitud en la isla para negarle a ésta la libertad política, acudiendo a las razones esgrimidas por Saco como diputado por Santiago de Cuba. Sin dejar de condenar la esclavitud desde un punto de vista moral y religioso, los exponentes demuestran que no estorbó la libertad política en Estados Unidos. Además sería del todo imposible que se reprodujeran en la isla los acontecimientos de Santo Domingo, debido a un contexto internacional diferente, a la sabiduría de los legisladores españoles y a la presencia de un numeroso 185

El Capitán General O'Donnell tampoco favoreció esta inmigración, defendiendo una opinión contraria a la de Saco en cuanto a la capacidad de adaptación de eventuales trabajadores europeos y expresando sobre todo sus temores con respecto a las consecuencias políticas de tal flujo: „El clima es un obstáculo insuperable, que impedirá siempre que los blancos puedan ocuparse de las operaciones agrícolas que exige el cultivo en grande de la caña de azúcar... el día que éstos sean en el país superiores a los negros y quede destruido el equilibrio de las castas acabará la seguridad de conservar la integridad del territorio y su dependencia de la Metrópoli". Citado por: J. Philip, op. cit., pág. 71. 186 „La isla de Cuba tal cual está", por Domingo del Monte, en: J. A. Saco, op. cit., págs. 327344. 187 „Cartas políticas, 1836-1838", Escritos, Introducción y notas de José A. Fernández de Castro, La Habana, 1929, t. I, pág. 45.

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elemento blanco188. En las cartas del 4 de mayo y del 30 de junio de 1838 dirigidas al redactor de El Correo Nacional de Madrid, el publicista reanuda su protesta: el miedo a los Negros, que tanto utilizaron los gobernantes de la isla hasta Tacón, no obstaculizó el progreso de la democracia en Estados Unidos que tiene tres millones de esclavos189. Las respuestas dadas por Del Monte el 17 de septiembre de 1839 al cónsul británico Richard Robert Madden patentizan la condenación de la trata ilegal de la que el propio Tacón sacaba pingües provechos con la complicidad del mismo gobierno español. Detrás del abolicionismo aparece de un modo nítido, como subrayan J. e I. Castellanos, „el miedo al predominio numérico de la población de color"190. En 1839 reitera su certidumbre de que la esclavitud es un freno para la inmigración europea, en la medida en que „envilece el trabajo corporal". No quieren los ociosos del viejo continente verse „condenados a confundirse con la raza esclava y maldita para labrar la tierra en los campos o para servir de criados domésticos en las ciudades" y prefieren dirigirse hacia Estados Unidos. Por otra parte la fuerza de la costumbre impide que innoven los hacendados, „acostumbrados al fácil manejo con que gobiernan sus rebaños de negros, con los cuales no necesitan establecer otro orden que el del látigo ..,"191. Estas pocas líneas ponen de realce la herencia del obispo Díaz de Espada y la comunidad de pensamiento con Saco192. No se puede esperar nada bueno del siervo, afirma nuestro personaje en su ensayo sobre la enseñanza de 1836: „ El hombre que nace y se cría esclavo, sea del color y raza que fuere, tiene por precisa condición de su estado que ser ruin, estúpido, inmoral". Y el amo se hace holgazán, sensual y concupiscente por extremo e iracundo. Pese a algunas excepciones, „no hay remedio, donde hay esclavitud doméstica, no hay moralidad, ni en el esclavo, ni en el señor"193.

188 „Proyecto de Memorial a S. M. la Reina, en nombre del Ayuntamiento de la Habana, pidiendo leyes especiales para la isla de Cuba", Escritos, op. cit., t. 1 págs. 73-75. Evolucionará Del Monte en este último punto, como veremos en la carta al periódico El Globo, de agosto de 1844. 189 Id., págs. 98-106. 190 Op. cit., pág. 256. 191 „Datos y consideraciones sobre el estado de la Iglesia, de la esclavitud y de la población blanca y de color en Cuba en 1838-39. 3-Estado de la población blanca y de color de la isla de Cuba, en 1839", Escritos, op. cit., t. 1, págs. 144-149. 192 Además se refiere Del Monte a las posturas de José M. Dou, autor de Ingenio sin esclavos y de Francisco de Paulo Serrano en las Memorias de la Sociedad Patriótica de la Habana. 193 „Informe sobre el estado actual de la Enseñanza Primaria en la Isla de Cuba en 1836, su costo y mejoras de que es suceptible", Escritos, op. cit., t. 2, pág. 44. Lorenzo Alio se valió de este último argumento en Nueva York en 1854, en: La esclavitud doméstica en sus relaciones con la riqueza. Discurso pronunciado en el ateneo democrático cubano de New York en la noche del 7° de enero de 1854, Nueva York: Oficina tipográfica de J. Mesa, 1854. S. Bombalier, en La esclavitud en la Isla de Cuba, París: D'Aubusson y Kugeman, 1856, basándose en este discurso, reanuda las mismas ideas que presenta en dos columnas, la una en español y la otra en francés. De este

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En una carta del 6 de octubre de 1848, escrita desde París, Del Monte ya no deja lugar a dudas en cuanto a su actitud: Cuba se persuadirá al cabo, que su mal le viene de la esclavitud de los negros: que ni esta institución abominable ni esta raza infeliz se avienen con los adelantamientos de la cultura europea; que la tarea, el conato único, el propósito constante de todo cubano de corazón y de noble y sano patriotismo, lo debe cifrar en acabar con la trata primero, y luego en ir suprimiendo insensiblemente la esclavitud, sin sacudimientos ni violencias; y 194 por último, en limpiar a Cuba de la raza africana

En resumidas cuentas, Del Monte era de su época, de ahí „las limitaciones ideológicas" que muchos evocaron195. Su sueño se resumía en „europeizar" a la isla.

opúsculo extraemos las líneas siguientes que patentizan, por lo menos a este respecto, el parentesco entre Del Monte y Alio: Sin moralidad no hay riqueza; pero veamos cómo la esclavitud, donde quiera que exista, destruye la moralidad. Sin el látigo no hay esclavos, pues por ley natural el hombre aspira a romper todos los obstáculos que violentan su inteligencia, su voluntad y su libertad Los amos tienen que ser duros, injustos e inhumanos. Pero esos amos tienen hijos y las virtudes que deben grabar en su alma son el amor, la justicia, la beneficiencia, la humanidad. La conducta que esos amos tienen que guardar con sus esclavos es para sus hijos una escuela contraria a tales virtudes. Estos niños cuando su alma se abre a la razón, creen que es justo lo que es injusto, suponen que hay riqueza con esclavitud, juzgan que es bueno lo que es malo, y creen que es humano lo que es inhumano. En tales condiciones, es normal que todo siervo vea „en el trabajo el instrumento de su desgracia", que su inteligencia esté „viciada" y que tenga „ideas muy inexactas de lo que es justo y moral, como de lo que es religioso"; op. cit., págs. 16 y 30. 194 Escritos, op. cit., t. 1, pág. 231. 195 En su último libro (op. cit., págs. 193-196), M. Moreno Fraginals se muestra harto severo para con Del Monte cuyo protagonismo en el antiesclavismo literario, en particular a través de la protección que brindó a Juan Francisco Manzano, correspondería en realidad a la voluntad de los dirigentes de la sacarocracia de „liberarse de la esclavitud" más que „liberar a los esclavos". Es verdad que el poeta esclavo escribió su autobiografía a instancia del yemo de Domingo de Aldama, personaje hondamente representativo de la plantocracia, y que debió su libertad en gran parte a la generosidad de otro miembro de la poderosa oligarquía azucarera, José Luis Alfonso, marqués de Montelo. Es posible también que Anselmo Suárez y Romero corrigiera el manuscrito antes de remitirlo al cónsul inglés R. R. Madden, quien lo publicó en 1840 en Londres previas otras enmiendas, y que Del Monte mejorara los versos que hicieron la fama del Mulato. De todos modos ello no quitaría mucho a su valor profundamente conmovedor; significaría cuando más que Manzano fue manejado por la oligarquía, siendo -como escribió Del Monte- una de las „generosas excepciones" que ofrece la raza africana. Para saber más sobre las relaciones de Domingo del Monte y de Juan Francisco Manzano, se consultará la interesante introducción de Ivan A. Schulman a Autobiografía de un esclavo, Madrid: Ediciones Guadarrama, 1975, págs. 13-54. En lo que se refiere a la expre-

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En su exilio se defendió con mucho tesón de ser uno de los dirigentes ocultos de la llamada Conspiración de la Escalera que se reprimió duramente en 1844196, como veremos más abajo, en particular a través de una carta del 21 de agosto de 1844 al periódico El Globo de París. ¿Cómo podía haber admitido la masacre de los Blancos para proclamar una república militar negra, como la de Haití, bajo protectorado inglés? Es blanco y las trescientas personas que forman su parentela, entre quienes se encuentran poderosos hacendados como Domingo de Aldama, viven en La Habana y Matanzas. ¿Cómo podía Turnbull embaucarle con promesas de independencia que no originaran „la devastación de Cuba, la destrucción total y sangrienta de la raza blanca"197? ¿Cómo Inglaterra podía pensar imponer su protectorado „sobre cenizas de nuestros ingenios y los huesos de nuestros hermanos"? Dicho esto, su más ardiente deseo sería que „los ricos campos de aquella preciosa colonia no se fecundaran con más sudor que el que corriera de frentes blancas ...". Pero no se concretará este ideal con „precipitación y medidas revolucionarias", sino gradualmente, con la ayuda del espíritu de moralidad, de la religión y de la filosofía. Afirmando su esperanza en esta evolución de las mentalidades, concluye su extensa carta Del Monte aclarando su actitud: Yo no quisiera que en mi patria hubiera esclavos, ni menos que estos esclavos fuesen negros, es decir, de un ramo tan salvaje de la familia humana.

sión de Manzano, se leerá también la introducción de Adriana Lewis Galanes a Poesías de J. F. Manzano, Esclavo en la isla de Cuba, Madrid: Editorial Betania, 1991, págs. 14-48. 196 Pasó igual con José de la Luz y Caballero, también enemigo de la esclavitud, quien protestó contra el hecho de que le habían involucrado en la misma conspiración, lo cual „lastimaba sus sentimientos del honor y de la lealtad"; citado por R. Cepero Bonilla, op. cit., pág. 20. 197 Lo que no dijo al periódico francés, por motivo de honor, lo confesó Del Monte a su amigo Alexander Hill Everett. El muy interesante trabajo de investigación de Sophie Andioc Torres nos permite felizmente aclarar su actitud frente a la actuación de Turnbull a quien conoció merced al intermedio de Félix Tanco. En una carta del 20 de noviembre de 1842 solicitó la ayuda del diplomático estadounidense para contrarrestar los intentos británicos de invasión de la isla, dirigida por el general venezolano Marifio desde Kingston, para apoyar la rebelión general de los Negros fomentada por Turnbull con el propósito de fundar una „república-militar-negra". Incluso sugirió que lo mejor sería que Estados Unidos mandase dos buques de guerra „para evitar todo desembarco exterior". El 6 de enero de 1843, Hill Everett le contestó que había transmitido la información al secretario de Estado Webster. El 28 de junio de 1844, acudiendo otra vez al norteamericano, pero para rogarle que le ayudase a defenderse en contra de las acusaciones de la Comisión Militar Ejecutiva encargada de la represión contra la Conspiración de la Escalera, se hizo Del Monte más directo: „el agente inglés", que a no caber duda sería Turnbull, le propuso hacerse , j e f e de la revolución". Como no podía denunciar sin riesgos al agente, se dirigió a Hill Everett para que convenciera al gobierno del país vecino que interviniese. El 30 de agosto de 1844, aludió de nuevo en otra carta a su amigo a las proposiciones del „agente inglés" que quería hacerle „el jefe de sus planes revolucionarios". El 8 de febrero de 1845, Admitió Hill Everest que Cuba fue salvada de la invasión exterior por la presencia de „uno o dos barcos de guerra". Para más detalles, véanse las cartas en S. Andioc Torres, op. cit.

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Yo estoy íntimamente convencido, como todos los hombres de corazón y de inteligencia de la isla de Cuba, que nuestros campos pueden ser cultivados por brazos blancos y libres, y nuestro más ardiente deseo es que la primera de las Antillas escape de la suerte que ha cabido a Haití y a Jamaica, es decir, que no se convierta por nuestra codicia ciega en propiedad de una raza bárbara, cuando puede aspirar a ser un foco de civilización europea en el mundo occidental.

En los planes de Domingo del Monte, no hay sitio pues para la raza negra198, a quien desprecia. Quiere convertir a Cuba en „una colonia europea, con población esclarecida y europea y que sea el más brillante foco de la civilización de la raza caucásica en el mundo hispano americano"199. Recelos de la condesa Merlin Muy diferente fue por cierto la actitud de la famosa condesa Merlin, a quien visitaba Del Monte en París, en compañía de Saco200. Doña María de las Mercedes de Santa Cruz y Montalvo, esposa del general francés Merlin, publicó en 1841 en Madrid Los esclavos en las colonias españolas a partir de una obra que apareció antes en La Revue des Deux Mondes. La dama criolla, relacionada con las mejores familias de Cuba (los Montalvo, los O'Farril) adoptó ciertos aspectos del discurso que ilustró Arango201.

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Por lo menos en este aspecto estaba de acuerdo con su amigo Gaspar Betancourt Cisneros, más conocido por el apodo „El Lugareño". Para éste también la presencia negra en la isla era un factor de atraso, como se lo escribió varias veces en el año 1841 desde Camagüey, y en particular el 22 de mayo: „Y es inútil pensar en colonización blanca mientras haya siquiera esperanza de tener negritos de Africa ...", o el 25 de abril en que se hizo aun más sarcàstico: Acá estamos contentísimos porque diz que ha pasado por Nuevitas una gran escuadra, cosa de 50 velas, con no sé si 10 o 20 000 hombres que vienen a reforzar la isla, para que esos borrachones ingleses se dejen de pensar en ella, ni en suprimir el contrabando negrero. Yo me alegro porque estoy por los blancos aunque sean los frailes que han exiliado de los conventos, y prefiero que tengamos hijos de frailes a hijos de negros. Ojalá que nos mandasen todos los frailes que en España sobran, y aquí no alcanzan para la necesidad que tenemos de gente blanca. " En: El centón epistolario de Domingo Delmonte, edición de Domingo Figarola Caneda, Joaquín Llavería y Manuel Mesa Rodríguez, La Habana: Imprenta „El siglo XX", t. V, 1938, pág. 22. 199 Escritos, op. cit., t. 1, págs. 188-205. 200 „Cartas políticas, 1844-46", Escritos, op. cit., t. 1, pág. 210. 201 Véase a este respecto: Michèle Flouret, „Ilustración y esclavitud en Cuba. El testimonio de la condesa de Merlin sobre la esclavitud en Cuba a mediados del siglo XIX", en: Homenaje a Noel Salomon. Ilustración española e independencia de América, Universidad Autónoma de Barcelona, 1979, págs. 265-171.

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La autora evoca los orígenes de la esclavitud de los Negros en las Indias occidentales con la conocida intervención del padre Bartolomé de las Casas, a quien presenta como el promotor de la trata: „[...] pidió esclavos africanos para la América, al principio para mejorar la suerte de la raza india que iba a estinguirse, después para impedir que los antropófagos devorasen a sus enemigos"202. Reanuda pues la condesa un tema evocado antes por Arango y O'Gavan: es preferible la condición de esclavo en la isla que la de prisionero destinado al sacrificio en Africa203. Insiste en el carácter humano de la servidumbre en Cuba donde los criollos „son más humanos que los europeos"204. El esclavo es objeto de la piedad de los dueños que se hacen responsables de su existencia y no se niegan a concederle la libertad que compra con sus ahorros, aunque a menudo prefiere quedarse a su lado205. Bien mirado, debido a la legislación española de inspiración cristiana, como en particular la Real Cédula de 1789206, su vida es más feliz que la de los esclavos de los ingleses o de los americanos del norte e incluso que la de los jornaleros franceses207. La condesa suministra a sus lectores una visión de la condición servil en Cuba cuyo idealismo no deja de llamar la atención: Prescindiendo de la vigilancia, el [trabajo] de los negros en la Colonia de Cuba es tan moderado, tan arreglado como el de los jornaleros del campo de Francia. A las cinco de la mañana, el mayoral llama a la puerta de los 202

Condesa Mercedes de Merlin, Los esclavos en las colonias españolas, Madrid: Imprenta de Alegría y Charlein, 1841, pág. 12. Para saber más sobre el verdadero papel que desempeñó Las Casas en el auge de la trata, consúltese: Jean-Pierre Tardieu, „Las Casas et les Noirs: logique d'un revirement", Espace Caraïbe 3, Maison des Pays Ibériques-Université M. de Montaigne, Bordeaux/ Centre d'Etudes et de Recherches Caraïbéennes-Université des Antilles et de la Guyane, 1995, págs. 85-104. 203 Op. cit., pág. 6. 204 Id., pág. 22. 205 R. Madden hace hincapié en „el escaso beneficio para los esclavos rurales", que son la mayoría, del sistema de manumisión; op. cit., pág. 158. 206 Op. cit., pág. 40. R. Madden pone en tela de juicio la benignidad de la esclavitud en las posesiones españolas. Si no se puede poner en duda el carácter humano de la legislación respecto a la clase servil, como la Real Cédula de 1789, no se aplican sus disposiciones en la isla para poner coto a las crueldades de que son víctimas los esclavos: La excelencia de la ley civil española es admitida por todo el mundo, sin embargo, la iniquidad de los tribunales españoles, la corrupción de los jueces españoles y la villanía incomparable de los abogados españoles es proverbial en todas las colonias de España. La justicia es comprada y vendida en Cuba con la misma publicidad escandalosa con que son comprados y vendidos en los barracones los esclavos Bozales. Insiste pesadamente R. Madden en el hecho de que los capitanes de partidos y los síndicos, encargados de proteger a los siervos, no pueden rechazar la solidaridad que les une a los hacendados abusivos. Op. cit., págs. 135-147. 207 Op. cit., pág. 55.

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bohíos y todos se levantan y corren al batei; allí se distribuye la tarea del día, y los negros parten guiados por el contramayoral o segundo jefe. A las ocho se les da un desayuno compuesto de carne y legumbres, a las once y media al sonido de la campana vuelven al batei donde se les distribuye una ración de carne ya cocida, para ahorrarles este trabajo durante las dos horas que se les da para descanso; la llevan a su bohío donde preparan un guisado abundante mezclado con muchos plátanos y sazonado con ajonjolí (grano picante), además tienen zambumbia (jugo de caña fermentado) a discreción. A las dos vuelve la campana a llamarlos a la faena; al retirarse traen yerba para los animales y se reúnen en el batei al sonar la oración, allí la rezan de rodillas vigilados por el mayoral. Es un espectáculo grande, imponente y estraño. Cuatrocientos negros prosternados elevan sus oraciones al Eterno en alta voz bajo la sombra de árboles de siglos, a la faz de esta naturaleza soberbia, dorada por los últimos rayos del sol de los trópicos. Al oir aquellos estrepitosos y salvajes acentos lanzados a los aires se llena el corazón de un terror secreto, y una voz profunda parece decirnos: „ todos los cautiverios se asemejan ". Después se retiran, toman otra comida y descansan hasta el día siguiente

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Id., pág. 60. Después de visitar varias haciendas y de interrogar a diversos mayorales y otros personajes bien informados, R. Madden concluye que, en la época de molienda que dura aproximadamente cinco meses, el trabajo de los esclavos supera las 19 horas, reduciéndose entonces el sueño a cuatro horas en todos los centrales azucareros. Fuera de este período, los esclavos no duermen más de cinco horas y media como promedio. Op. cit., págs. 182-184. Más arriba hemos evocado la visión de la vida de los esclavos esbozada por Anselmo Suárez y Romero, discípulo de Domingo del Monte. Ha llegado el momento de citar otra descripción, elaborada por Gertrudis Gómez de Avellaneda, autora criolla de la novela Sab, acabada en 1838 y publicada en 1841. ¿Quiso la famosa Avellanada tomar el contrapié de lo escrito por Doña María de las Mercedes en La Revue des Deux Mondes ? No sabemos si lo leyó antes de publicar su propia obra. Fuera lo que fuere, es interesante comparar las líneas citadas más arriba con las siguientes: —Vida muy fatigosa deben de tener los esclavos en esas fincas —observó el extranjero-, y no me admira se disminuya tan considerablemente su número. —Es una vida terrible a la verdad -respondió el labrador arrojando a su interlocutor una mirada de simpatía—; bajo este cielo de fuego el esclavo casi desnudo trabaja toda la mañana sin descanso, y a la hora terrible del mediodía jadeando, abrumado bajo el peso de la leña y de la caña que conduce sobre sus espaldas, y abrasado por los rayos del sol que tuesta su cutis, llega el infeliz a gozar todos los placeres que tiene para él la vida: dos horas de sueño y una escasa ración. Cuando la noche viene con sus brisas y sus sombras a consolar la tierra abrasada, y toda la naturaleza descansa, el esclavo va a regar con su sudor y con sus lágrimas al recinto donde la noche no tiene sombras, ni la brisa frescura: porque allí el fuego de la leña ha sustituido al fuego del sol, y el infeliz negro girando sin cesar en torno de la máquina que arranca a la caña su dulce jugo, y de las calderas de metal en las que este jugo se convierte en miel a la acción del fuego, ve pasar horas tras horas, y el sol que torna le encuentra todavía allí... ¡Ah! sí; es un cruel espectáculo la vista de la humanidad degradada, de hombres conver-

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Si no fuera por el comportamiento muy a menudo excesivo de los contramayorales, aduce la condesa, estos esclavos no tendrían ningún motivo de protestar en contra de su condición 2 0 9 . A la base de los levantamientos se encuentra siempre la actuación de los agentes ingleses y de algunos franceses 210 . En este análisis pues tampoco se aleja doña María de las Mercedes de las primeras aseveraciones de ArangoYa se adivina adonde quiere ir la señora de Merlin. Si la trata de los Negros le parece teóricamente injusta, por ser „un abuso insultante de la fuerza, un atentado contra el derecho natural", la abolición de la esclavitud sería „una violación de la propiedad" 211 . Además las consecuencias de tal medida serían hondamente negativas. Una v e z emancipados, los Negros se dedicarían al ocio, provocando la ruina de la agricultura, c o m o ocurrió en las colonias inglesas y en la parte francesa de Santo Domingo 2 1 2 . D e lo contrario, pronto rivalizarían con los Blancos, exigiendo los mismos derechos, lo cual no estarían dispuestos a admitir sus antiguos dueños: Supongamos que por un milagro la educación moral de los esclavos emancipados, desenvolviéndose de repente, los trajese a amar el trabajo, si se volvieran laboriosos los negros, no tardarían en verse atormentados por el deseo de llegar a ser propietarios: de aquí rivalidad, ambición, envidia contra los blancos y sus prerrogativas. Bajo un régimen político constitucional, en un país gobernado por leyes equitativas, ¿no reclamarían el participar de las mismas instituciones? ¿Les concederéis todos vuestros detidos en brutos, que llevan en su frente la marca de la esclavitud y en su alma la desesperación del infierno. Sab, ed. de José Serverà, Madrid: Cátedra, Letras Hispánicas, 1997, pág. 106. 209 Nicolás Tanco Armero, Colombiano que se dedicó al tráfico de Chinos, estuvo en La Habana en 1853 y dio a a sus lectores una visión diferente de la condición de los Negros que no está de más citar aunque evoca un período algo posterior. Si admite una notable evolución dictada por el interés de los amos que van adoptando „un sistema mucho más en armonía con los principios de la humanidad y del siglo", expresa una compasión muy significativa de parte de un hombre que no debía dejarse dominar por una excesiva sensibilidad: ¡Ah!, cuán triste es para el viagero que visita estos ingenios oir, en el silencio de la noche, el ruido del trapiche y de las máquinas, que están andando siempre, mezclado con el horrible sonido de los grillos, y el tétrico canto de los desgraciados seres africanos!... Es en estos momentos que el corazón palpita de compasión, y la razón se indigna contra la iniquidad del hombre, que ha despojado a sus semejantes de su libertad para convertirlos en máquinas, y hacerlos servir de un modo tan cruel a sus propósitos. Viaje de Nueva Granada a China y de China a Francia, París, 1881, en: Juan Pérez de la Riva, La isla de Cuba en el siglo XIX vista por extranjeros, La Habana: Editorial de Ciencias Sociales, 1981, págs. 122-124. 210 Op. cit., pág. 7. 211 Id., pág. 3. 2,2 Id., pág. 79.

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rechos, y todos vuestros privilegios? ¿Haréis de ellos vuestros generales y vuestros ministros? ¿Les daréis vuestras hijas en matrimonio? No es esto lo que queremos, esclamarán los amigos de los negros: que sean libres, pero que se limiten a trabajar la tierra, y a conducir la caña como bestias de carga. No consentirán: si hoy se emplean en este trabajo y se consideran felices en su estado imperfecto de hombres salvajes, el día en que luzca para ellos la luz de la inteligencia, conocerán que son hombres como vosotros, y el campo de batalla quedará por el más fuerte. Reflexionad que no habrá cuartel entre dos razas incompatibles desde que se dé la señal de combate En realidad no cree la condesa en la posibilidad para los Negros de elevarse al nivel de los Blancos, pareciéndole que en Cuba, como en Santo Domingo, la abolición acabaría por „hacer degollar a los blancos para sumergir en la miseria a los negros esperando darles libertad"214. ¿Qué medidas se podrían tomar para evitar un drama? N o le parece factible a doña Mercedes mandar a Africa a los emancipados, aunque sería la mejor solución 215 . Una inmigración masiva de europeos contrarrestaría el peligro que representa

2.3

Id., pág. 81. Id., pág. 2. 215 Op. cit., pág. 81. Hubo proyectos de traslado a Africa no sólo de esclavos sino también de libres. Justo Zaragoza en el tomo primero de su obra Las insurrecciones en Cuba, Madrid, 1872, págs. 294-295, esboza uno de los más descabellados que consistía en extraer anualmente de la isla para dirigirles a las costas africanas a quince mil individuos de color, entre los cuales la tercera parte pertenecería a la clase de los libres: 2.4

[...J y cuidando con esmero de que en cada expedición fueran familias completas y allegados de la misma nación y procedencia, para que allá formaran centros de población que pudieran desarrollarse y defenderse de sus progenitores los salvajes, se conseguiría en diez años extinguir la raza negra en Cuba, contando al efecto también con las enormes bajas naturales que tiene; y siguiéndose el mismo sistema en la isla de Puerto-Rico, desaparecería por completo la esclavitud de las posesiones españolas. Se compensaría la falta de mano de obra por la introducción de cincuenta mil Canarios y la emigración peninsular (R. Madden se refiere efectivamente a la formación en La Habana de una sociedad para el fomento de la inmigración de trabajadores blancos de las Canarias y de otros lugares; op. cit., pág. 126). Es evidente el parentesco del plan de Zaragoza con la actuación a partir de 1822 de la Sociedad americana de colonización que instaló negros libertos en el futuro Liberia que fue dotado de una constitución de tipo norteamericano en 1847. R. Cepero Bonilla (op. cit., pág. 108) señala que los anexionistas fueron partidarios del proyecto de enviar a los Negros libres a Liberia. En 1862 una Representación a la reina de España sobre la abolición de la esclavitud, solicitó que „los negros que quedaren libres sean trasladados a Liberia". Respecto a estos proyectos escribió Thomás Gener desde Nueva York a Del Monte el 11 de mayo de 1832:

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la presencia de unos 700 000 hombres de color en la isla y fomentaría el progreso económico, siendo más lucrativo el trabajo del hombre blanco. En esto estaría de acuerdo la condesa con Arango y Saco, si no creyera que „una de las más tristes consecuencias de la esclavitud es envilecer el trabajo material". Se negarían pues los inmigrantes en alternar con Negros en las faenas agrícolas: [...] apenas los proletarios europeos llegan aquí, se ven con una raza esclava y maldita, sienten lastimado su orgullo, se abochornan de la afrenta, y después tratan de hacerse servir

Por estos motivos, la proposición de la condesa Merlin consistirá en mejorar la condición de los Negros de modo que no se dejen seducir por los partidarios de la emancipación. Ello supone un respeto absoluto de la abolición de la trata, viéndose entonces obligados los amos a tratar a sus esclavos con humanidad, si no por convicción, por lo menos por interés217. Al fin y al cabo, lo que les importa a los esclavos no es tanto la libertad, concepto que tiene muy poco que ver con su idiosincrasia, como el bienestar material218. Este análisis reformista no difiere mucho del que efectuarán un poco más tarde los representantes de los grandes propietarios interrogados por el Capitán General. De cierto modo pues, se encuentra la condesa entre los promotores de la visión idealizada de la esclavitud en el mundo ibérico que prosperó en el siglo XX. Desde un punto de vista ético, no puede menos de afirmar la autora: „nos repugna esta cruel

Debo avertir también que en carta de un hacendado de Matanzas he visto que se trata de reunir por suscripción un fondo considerable para exonerar de sus libertos a esa isla; pero ¿adonde los mandarán? No a Santo Domingo porque son demasiado obvios los inconvenientes; y para mandarlos a Africa, como lo hacen estos Estados Unidos con los que quieren ir voluntariamente, seria preciso adquirir como ellos una propiedad territorial en aquella costa, y prepararlos previamente para recibir y proteger a dichos libertos; porque si no se hiciese más que echarlos a las playas africanas sería una atrocidad que nos haría execrables, y que seguramente anticiparía en nuestra isla los mismos horrores que con esta medida se quieren evitar. Tal vez, sólo con dar publicidad a su intento se comete una imprudencia grave, porque descubre un recelo o miedo de parte de los blancos que puede comprometer su seguridad. Por estas razones y otras muchas de que estarán llenas las cabezas de Umd, me parece que lo que más urge es que cese de hecho y absolutamente la introducción de negros, y que el dinero que se quiere gastar en la deportación y colonización de los libertos, se gaste y mucho más en promover la inmigración y colonización de blancos. En: El centón epistolario de Domingo Delmonte, op. cit., 1.1, 1923, pág. 157. Op. cit., pág. 20. 2,7 Id., pág. 85. 218 Id., págs. 34-35.

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condición", postura que reitera en sus Recuerdos „es de imperiosa necesidad".

219

; pero admite a continuación que

2-3-La determinación de la oligarquía Dejemos a un lado a las personalidades políticas o literarias para volvernos ahora hacia los organismos representativos de la isla. Su actitud aparece en los informes que dieron al Capitán General a propósito del proyecto presentado por Gran Bretaña de convertir a la Comisión Mixta de La Habana en Tribunal para investigar sobre los casos de introducción fraudulenta de esclavos y conceder la libertad a las víctimas del contrabando desde 1820220. El Ayuntamiento de La Habana (4 de marzo de 1841) Al enterarse los habaneros de la publicación en Madrid el 21 de diciembre de , 1840 por el periódico El Corresponsal de un artículo anónimo sobre la trata de Negros y la emancipación, pusieron el grito en el cielo. En su reunión del 19 de febrero de 1841, votó el cabildo una moción preparada por el conde de O'Reilly, el conde de Casa Bayona, Félix Ygnacio de Arango y Francisco de Céspedes, decidiendo elevarla al Gobierno Supremo. Denuncia el acta la actitud del periódico madrileño que propaga „las doctrinas de una afectada o mal entendida filantropía" al acusar a las autoridades de la isla de no aplicar el tratado sobre la abolición del tráfico negrero, lo cual, a su modo de ver, acarrea ipso facto la emancipación. Respalda el órgano de prensa los esfuerzos de los cuákeros ingleses para divulgar sus ideas en Madrid, entre las cuales se contaba la proposición de acudir a la mano de obra libre para la agricultura colonial. Cuatro puntos desarrolla a continuación la moción adoptada. El primero condena la ingerencia de una nación extranjera en el gobierno doméstico de un país independiente. El segundo afirma que la condición de los esclavos en Cuba „es mucho menos dura que la de la clase proletaria en Europa, especialmente la de los labrado219 Souvenirs et mémoires de Madame la Comtesse Créole, Paris: Mercure de France, 1990, pág. 24:

Merlin (1789-1852).

Souvenirs

d'une

Je me souviens combien j'avais l'esclavage en horreur, et, ce qui paraîtra surprenant, combien je sentais déjà à huit ans, que la distance immense du maître à l'esclave n 'était pas naturelle; qu 'il y avait quelque chose de violent, de forcé, de monstrueux dans cette domination. Ces sentiments se développaient d'autant mieux, que, par suite de mon éducation, je n 'avais jamais entrevu la contrainte que comme le plus grand des malheurs. 220 A.F. Corwin presenta un breve resumen de la reacción de la Junta de Fomento, de la Real Sociedad Patriótica, del Ayuntamiento de La Habana y del Tribunal de Comercio de la misma ciudad en: op. cit., págs. 71-72.

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res, marineros y soldados". En tercer lugar si los firmantes no niegan que se ha de cumplir el tratado, ponen énfasis en la necesaria preparación de la futura emancipación de los esclavos, con la previa consulta de los propietarios para elaborar las medidas compensatorias, sin las cuales la ruina del país afectaría a la metrópoli y a „todas las naciones del mundo". En fin, insiste el documento, la discusión de este espinoso asunto pone en riesgo la tranquilidad interior del territorio e incluso su existencia política. Efectuado el voto se nombra a una comisión para redactar una representación destinada a la Regencia Provisional del Reino, conformada por el ledo. José Agustín Govantes, el conde de O'Reilly, el conde de Casa Bayona, Pedroso y el síndico procurador general doctor Ramón de Armas. En el cabildo del 4 de marzo, los regidores adoptaron dicha exposición 221 . La representación del Ayuntamiento de La Habana protesta contra la „mal entendida filantropía" utilizada como instrumento de una rivalidad económica para „el engrandecimiento de las posesiones de la misma nación [Inglaterra] en la India." Se complace este movimiento en exagerar „los sufrimientos de una clase de población para preparar la desastrosa y sangrienta ruina de la otra". Exageración en la medida en que no tienen fundamentos estas protestas, dado que „el trato humano de los dueños hace quiméricas y aun ridiculas las declamaciones de los interesados en la emancipación". Este será uno de los temas desarrollados por los autores de los informes dirigidos al Capitán General en 1842. La representación acude pues a los elementos dialécticos que se harán clásicos, insistiendo en las peores condiciones de existencia de los esclavos de las colonias extranjeras y aun de la „clase proletaria de Europa" y recalcando lo humano de la esclavitud en Cuba, mediante una benévola legislación que no sólo limita los excesos sino que favorece la manumisión. Sin embargo no se trata de defender el „tráfico execrable de Africa", sino de pedir la „conservación" de la vida de los cubanos, amenazados por una repentina emancipación que llevaría a sus beneficiarios, sumidos en la ignorancia y la pereza, a „vengar impía y bárbaramente la pérdida anterior de su libertad". Sería ilusorio contar con la emigración europea para suplir a corto plazo los efectos negativos de la emancipación: los gastos que ocasionaría no permitirían enfrentar la competencia en el mercado mundial. Como lo hicieron otras entidades, el Ayuntamiento pone de realce las consecuencias extremadamente perjudiciales para la metrópoli de esta política. La ruina de la economía cubana supondría la incapacidad de la isla de mandar su contribución anual al presupuesto peninsular, que alcanza la apreciable cifra de cuatro millones de pesos, y la desaparición de un mercado de primera importancia para la industria española. En fin concluye la representación apoyándose en las lecciones de la historia, es decir en el chantaje de la „revolución sangrienta" 222 . 221

Datos recogidos en „Temor a la abolición de la esclavitud"; en: Francisco Gónzalez del Valle, op. cit., págs. 197-199. 222 „Exposición del Ilustre Ayuntamiento de La Habana" (1841), en: J. A. Saco, op. cit., págs. 236-241.

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El Tribunal de Comercio (30 de marzo de 1841) Más precisa es la declaración del Tribunal de Comercio de La Habana, elaborada el 30 de marzo de 1841, contra la actuación de los „cuáqueros, metodistas y otros sectarios religiosos" y las sociedades filantrópicas que „hoy con sus agentes y dinero minan todos los países donde hay esclavitud". En cuanto al propósito del gabinete inglés, coincide el parecer de los miembros del Tribunal con los análisis precedentes: la abolición es el mejor modo de arruinar la producción de la isla en beneficio de la India oriental223. Ello explica su tesón en imponer a Turnbull, partidario de transformar la Comisión Mixta en tribunal ordinario, como cónsul general y superintendente de los Negros emancipados. Ahora bien, el conceder a los esclavos una libertad no preparada les transformaría en fieras, como ocurrió en Santo Domingo, dando paso libre a „pasiones feroces" que provocarían la „completa destrucción" de la isla. Para dar más peso a su examen, la memoria cita ampliamente la obra de D. Ramón de la Sagra Cinco meses en los Estados Unidos en que el autor llama la atención de sus lectores en el peligro de una emancipación precipitada, sin una previa preparación moral, religiosa o intelectual, siendo el esclavo „una máquina embrutecida por su mismo estado". Hacen suya los autores del informe una afirmación rotunda de La Sagra: „No hay remedio: o la educación o la esclavitud constante"224. 223

Ciertos Franceses compartían este parecer. Fue el caso de Gabriel Lafond de Lurçy: Le peuple anglais a, du reste, parfaitement compris l'intérêt commercial de la question de l'émancipation. Il sait que l'appel des esclaves à la liberté anéantissant le travail dans nos colonies, et surtout au Brésil, ainsi que dans l'île de Cuba, forcerait l'Europe à aller chercher ses denrées tropicales dans l'Inde, qui dépérit aujourd'hui par suite du système oppressif de la compagnie.

En: Un mot sur l'émancipation de l'esclavage et sur le commerce maritime de la France en réponse à M. le Duc de Broglie au projet du gouvernement et au rapport de M. Mérilhou à la Chambre des Paris, Paris: Dondey-Dupré, 1844, pág. 31; citado por: M. Guicharnaud-Tollis, op. cit., pág. 299. 224 Este es un buen ejemplo de distorsión ideológica. Por sus citas, los autores del informe dan a entender que Ramón de la Sagra comparte su juicio. Ahora bien el antiguo director español del jardín botánico y profesor de la universidad de La Habana dejó una pintura hondamente negativa de los efectos de la esclavitud en Estudios coloniales con aplicación a la isla de Cuba: de los efectos de la supresión del tráfico negrero, Madrid, 1845: La introducción de un estudio de agricultura perfeccionada es difícil de establecer en las grandes fincas de caña y de café, cultivadas por esclavos, porque es imposible conseguir esmero, inteligencia y amor al trabajo de unos seres degradados, que un sistema absurdo hace considerar tanto más útiles cuanto más estúpidos son. Si, pues, el embrutecimiento y la degradación moral se consideran como cualidades precisas en las grandes negradas para tenerlas en paz y obediencia, ¿no es esto privar a la agricultura de los más esenciales elementos de su prosperidad, que son la inteligencia y la aplicación? Si los excitantes del castigo

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Bien mirado no faltan los abolicionistas para quienes una acertada emancipación sólo puede estribar en una „cordial cooperación de parte de los hacendados", como el Dr Channing de Boston. Uno de los „apóstoles de la secta francesa" (¿Víctor Schoelcher225?) se vio obligado a admitir que „sería muy peligroso poner al negro en una situación para la cual no está preparado". No haría más que caer en un „estado de degradación más funesto" que el precedente, afirmó el mismo abolicionista, si creemos las aseveraciones del informe. Una repentina emancipación tendría por lo menos tres consecuencias sumamente dañinas para el país: el desaliento de los capitalistas y su emigración hacia otras regiones más acogedoras, el abandono de la producción azucarera, base del comercio, y la reducción de la población blanca con „el aumento respectivo del poder de los negros". De ahí la recomendación a la Regencia Provisional de Espartero de mantener el statu quo, „porque no sería humano ni equitativo, ni justo sacrificar 400 000 blancos por una medida que haría aun más infelices a 500 000 de color, cuya suerte se intenta mejorar". Vale la pena citar las líneas siguientes que patentizan el parentesco no sólo de las ideas sino también del estilo adoptado por las diferentes entidades representativas de la isla que agrupaban al fin y al cabo a los mismos personajes: Los actuales habitantes de este país no crearon la esclavitud doméstica; recibieron de sus antepasados este funesto don que les concedieron las leyes con todas sus fatales consecuencias, y una de ellas es la brutalidad e ignorancia inherente a la clase de esclavos, y la desmoralización de los libres; de aquí el terrible dilema para éstos, o mandar o morir, y el no menos odioso para aquéllos, o esclavos o criminales

La Real Junta de Fomento (28 de septiembre de 1841) Este organismo se había sustituido al Real Consulado de Agricultura, Industria y Comercio, fundado en 1793 por Arango para representar los intereses de la alta cla-

se sustituyen a los estímulos del premio, ¿podrá esperarse jamás amor al trabajo de unos hombres que hallan en él su tormento y su desgracia? Citado por: J. e I. Castellanos, op. cit., pág. 310. Volveremos más abajo a la visión de La Sagra. 225 Después de un viaje a Cuba en 1829, Víctor Schoelcher publicó en La Revue de Paris un artículo titulado „Des Noirs". Según el análisis de A. Yacou (op. cit., pág. 461) se mostró partidario de una abolición progresiva, después de la supresión del tráfico negrero. La emancipación, que no se efectuaría sin una previa indemnización de los dueños, requería una preparación cívica a favor de sus beneficiarios. Este plan se parece algo a las proposiciones del padre Varela evocadas más arriba. 226 „El Tribunal de Comercio de esta plaza de La Habana, representa a la Regencia del Reino contra la emancipación de los esclavos de esta isla, fecha 30 de marzo 1841, extendida por el Sr. Intendente Don Wenceslao de Villa-Urrutia", en: J. A. Saco, op. cit., págs. 242-252.

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se227. Entre los firmantes del documento que vamos a examinar se encuentran dos de los más encumbrados propietarios, el marqués de Arcos y Evaristo Carrillo. La Junta protesta con sorna contra las pretensiones de Gran Bretaña: Amos y esclavos deberán comparecer en una especie de juicio final, en que la Inglaterra desempeñará a la vez el papel de acusadora de los unos, de procuradora y defensora de los otros, de árbitra, de juez y de ejecutora.

Sugiere claramente que, habida cuenta de sus deudas frente a Inglaterra y de las dificultades surgidas con los movimientos insurreccionales en América, Fernando VII no disfrutaba de su entera libertad al firmar el tratado de 1817. Denuncia con vehemencia la posibilidad de que se erija un tribunal compuesto de extranjeros para Juzgar a los naturales en cuestiones civiles y criminales por hechos consumados en su territorio". Por si fuera poco, sería de temer que entre los jueces se introdujese „algún metodista fanático, decidido a sacrificarlo todo al triunfo de sus doctrinas, o algún hipócrita más peligroso todavía". Tal emancipación enconaría el prurito de libertad que anima a todos los esclavos, originando insubordinación, motines e incluso rebelión. Al respecto, afirma el parecer, instructivos son los acontecimientos que siguieron la emancipación en Jamaica. La falta de preparación acarrearía indudablemente en Cuba una ruina cuyas consecuencias recaerían en la metrópoli. Para prescindir un día del trabajo de los esclavos, sería menester mejorar y fortalecer la organización de la economía insular. La conclusión de la comisión reanuda el tenor de una representación del 27 de febrero del mismo año, de una determinación férrea: que se digne considerar en su alta penetración que en la cuestión de esclavos, no hay más que un sentimiento, un voto unánime, una idea fija e inalterable en todos los moradores de la isla, preferir cualquier extremo a la calamidad de perder sus bienes, comprometer la vida o quedar subordinados al poder de los negros

A estos aspectos legales y económicos, los mismos representantes de las familias criollas más encumbradas añadieron un informe reservado, de un alcance más grave y de una capital importancia para entender la actitud de personajes que no dejarían en los años siguientes de expresar sus reticencias frente a posibles cambios que amenazasen la economía insular. Para mayor objetividad, el documento enfoca la situación remontando a los orígenes de la esclavitud en la isla. Estos proceres, que se preciaban de ilustrados, no podían menos de admitir que la trata de los Negros fue un error: „En mal hora por 227

Véase: R. Guerra y Sánchez, op. cit., págs. 318-319. Presidida por el Intendente General de Hacienda, la Junta fomentó la construcción del primer ferrocarril de La Habana a Güines, y el de Nuevitas a Puerto Príncipe; Francisco González del Valle, op. cit., pág. 183. 228 „Informe de la Junta de Fomento" (24 de septiembre de 1841), en: J. A. Saco, op. cit., págs. 211-231.

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una piedad mal entendida, se transplanté de las costas de Africa a las del Nuevo Mundo la raza etiópica". Este procedimiento dialéctico surgiría de nuevo en los informes particulares sobre el Reglamento de esclavos. Si el propósito de la trata consistía en „salvar a los indígenas de la servidumbre", no impidió la exterminación de los naturales, consecuencia del fomento de las posibilidades económicas de las islas del Caribe. En cambio, enfatizan los autores del documento, prosperaron los Negros, hecho que desacredita el análisis de los abolicionistas que ponderan los excesos de que padecieron los esclavos. Huelga insistir en lo capcioso del argumento que oculta el incesante flujo del tráfico negrero hasta los últimos momentos de la trata. Así que la progresión demográfica de la „exótica casta", que se concretó con la independencia de Haití, amenaza „todas las Antillas y aun parte del continente"229. Se llega de este modo a un examen sincrónico de la situación. Primero se niegan los firmantes a considerar una posible fusión de los Negros y de los Blancos. Supondría una igualdad de las dos razas que les parece totalmente utópica en la medida en que: „... el africano ha sido, es y será por muchos siglos, un verdadero salvaje, muy difícil, si no imposible, de civilizar". Además el oprobio de la esclavitud seguirá pesando en los descendientes de los esclavos, imposibilitando cualquier evolución del comportamiento de los Blancos „por muchos siglos". Como se ve el documento es un auténtico manifiesto racista, basado quizá en teorías que procedían de la lectura de los trabajos de Cuvier230. Las cifras sacadas del censo de 1827, que ponen de realce la inferioridad numérica de los Blancos (311 051) frente a los Negros y Mulatos, libres o esclavos (393 506), refuerzan el miedo pánico de la clase dominante. Lo expresa el informe a través de alusiones a tópicos fundamentados en la revolución de la parte francesa de Santo Domingo: „Se trata de nuestras vidas, haciendas, del honor de nuestras mujeres e hijas, se trata de una cuestión de exterminio ...". Por si fuera poco no es nada imposible una invasión de Cuba por los Negros de Santo Domingo y de Jamaica, dada la cercanía de estas islas, lo cual significaría la exterminación de la raza dominante. De un modo particularmente especioso, se apoyan los autores del informe en una cita de Tocqueville, sacada de su contexto: „Partout où les nègres ont été les plus forts, ils ont détruit les blancs"231. De modo que, si se tiene en cuenta el carácter aparente229 ¿Se puede ver en esta aseveración una alusión a los rumores que evocaban la creación de una República Etiópico-Cubana bajo la protección de Inglaterra que se hicieron más precisos a fines del año 1842? 230 Al respecto interesa citar estas pocas líneas de Georges Cuvier, sacadas de Le règne animal distribué d'après son organisation, París: Deterville, Libraire, 1817, t. 1, pág. 95 (lo subrayado es nuestro):

La race nègre est confinée au midi de l'Atlas; son teint est noir, ses cheveux crépus, son crâne comprimé, et son nez écrasé; son museau saillant et ses grosses lèvres, la rapprochent manifestement des singes: les peuplades qui la composent sont toujours restées barbares. 231

Comentaremos más abajo la influencia de Tocqueville sobre los propietarios cubanos.

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mente lógico del razonamiento, sólo queda una solución: „Morir o dominar, ésta es la única alternativa que hay del blanco al negro". La violencia de este discurso es la prueba patente de que la oligarquía se opondría con todas sus fuerzas a una reforma que le pareciese amenazar su estatus232. La Real Sociedad Patriótica (26 de octubre de 1841) La Real Sociedad Patriótica233 no podía menos de emitir su parecer sobre el problema a través de un texto elaborado por una comisión ad hoc. Esta adoptó el 26 de octubre de 1841 el voto del censor de la Sociedad, Martínez Serrano, con breves transformaciones. Pone en duda el informe, que no difiere mucho de la exposición de la Real Junta de Fomento, la buena fe de Inglaterra: „ ... los ingleses todo lo emprenden para llegar al colmo del poder y [...] todo lo arrostran por obtener la exclusiva en cuantos ramos se conocen y alcanzar el fin que se proponen." Detrás de la filantropía aparente se ocultan segundas intenciones, es decir el deseo de apoderarse del mercado para los productos de sus propias colonias. Por cierto, protesta M. Martínez Serrano, la esclavitud es detestable y el pueblo cubano „está poseído de las disposiciones más favorables hacia la extinción" de la esclavitud, a pesar de que en su suelo no se abusa de la potestad dominica. Más aun, el autor del voto se declara persuadido de que sería más ventajoso el trabajo de hombres libres, debido al estímulo del lucro. Hechas estas reservas -muy convencionales por cierto-, M. Martínez Serrano comparte la opinión de que una ruptura repentina acabaría con la tranquilidad y la prosperidad de la isla, paralizándose todos los trabajos de los campos por falta de brazos libres. Los otros esclavos, no concernidos por la emancipación por haber sido introducidos antes de 1820, reivindicarían las mismas ventajas y „serían un torrente que vendría sobre los blancos" y que „tal vez nos sepultaría en una perpetua ruina", privando a la metrópoli de una fuente de ingresos apreciables. Si los convenios de 1817 y 1835 ocasionan la extinción de la esclavitud a largo plazo, por lo menos ésta será progresiva y dará tiempo para favorecer el aumento de la población blanca. La agricultura sacará el mejor provecho de esta evolución, con un crecimiento de la productividad. Así que el interés de la metrópoli consiste, si quiere seguir disfrutando de los fondos procedentes de la isla, en oponerse a 232

„Informe reservado del Real Consulado, emitido por la misma comisión que redactó la anterior exposición" (28 de septiembre de 1841), en: J. A. Saco, op. cit., págs. 232-235. 233 El Gobernador Luis de las Casas promovió la fundación de la Sociedad Patriótica o Económica el 27 de abril de 1792. Sus miembros, representantes de los actores económicos, se unían a los regidores del Ayuntamiento de La Habana para fomentar los progresos materiales de la isla. Véase: R. Guerra y Sánchez, op. cit., págs. 202-203. Según M. Moreno Fraginals, la Sociedad Patriótica acogía más bien a los intelectuales y a los ideólogos, mientras que el Real Consulado „trató los problemas de base, la diaria actividad azucarera en sus aspectos mutifacéticos, toda la profunda raíz de la estructura económica". Pero ambas entidades eran representativas de los productores y de los comerciantes. Op. cit., t. 1, pág. 110.

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la intromisión de la Comisión Mixta en asuntos cubanos de modo a que no „ejerza actos jurisdiccionales en territorio español" 234 . El Ldo. D. Bernardo María Navarro, residente en Matanzas Acabaremos este rápido examen de las reacciones suscitadas por el temor de una posible emancipación con el informe de un representante de los propietarios de la región de Matanzas, cuyo desarrollo - c o m o hemos subrayado más arriba- se debía a la explotación de la caña de azúcar. La redacción de esta exposición fue encargada, confiesa el propio firmante, por un oficio de la Capitanía General con fecha del 12 de agosto. De buenas a primeras abandona el licenciado D. Bernardo María Navarro toda circunspección, no creyendo que „para dar a treinta mil salvajes africanos una libertad prematura, que les sería funesta, por ser incapaces de gozarla, se condenen a perecer de un golpe las fortunas y aun la existencia de quinientos mil hombres civilizados..." Los propietarios tomaron como un permiso implícito el silencio observado por el gobierno español acerca del tráfico clandestino, pese a los tratados de 1817 y de 1835 y, por ello, no merecen la pérdida de los capitales invertidos con buena fe en la compra de esclavos. Resulta difícil imaginar las consecuencias de la aplicación de la proposición de Gran Bretaña en la medida en que gran parte de los esclavos intentarían sacar provecho de tal medida, acudiendo al tribunal de la Comisión Mixta. Ello paralizaría la producción, tanto más cuanto que no se podría esperar objetividad de este organismo „compuesto en parte de extranjeros fanáticos por la libertad de los negros e interesados al mismo tiempo en la ruina de este país". Sería inevitable un alzamiento general, a imagen del que destruyó a la colonia francesa de Santo Domingo: Rotos entonces los diques de la subordinación y disciplina por tan enorme masa de bárbaros que no podrían olvidar los recuerdos de la dura condición a que habían estado sujetos, y que si, oprimidos eran débiles y sumisos, libres serían atrevidos y osados; ansiosos de vengar los profundos agravios recibidos de la raza que los había dominado...

Sigue una visión apocalíptica de las consecuencias de la emancipación, con la evocación del „bárbaro placer" de saquear las haciendas y asesinar a los Blancos. Más valdría que el gobierno inglés llevase esta propaganda filantrópica a Africa, poniendo así fin a la trata clandestina. En cuanto a Cuba, las leyes ofrecen una indudable protección a los esclavos, permitiéndoles incluso el acceso a la libertad. 234 „Informe del censor de la Real Sociedad Patriótica, Don Manuel Martínez Serrano, sobre el convenio propuesto por el gobierno de S. M. B. para la abolición del tráfico de esclavos" (26 de octubre de 1841), en: J. A. Saco, op. cit., págs. 201-208.

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Una emancipación que no fuese progresiva sumaría al país en la más completa catástrofe, retrogradando el Negro „al estado del salvaje", entregado a la ignorancia y a la estupidez: El salvaje desconoce y no puede imaginarse los gustos que proporcionan las riquezas, sólo goza en la comida o en los impuros placeres sensuales; cuando tiene para saciar estas tan cortas necesidades, se entrega al sueño o a la vagancia.

Ahí está el ejemplo de Haití donde la exportación de azúcar pasó de 47 516 531 libras en 1806 a 2020 libras en 1835. En las propias islas inglesas la disminución de la producción después de la emancipación impuso la importación de Africanos contratados por catorce años, lo cual equivale a una esclavitud disfrazada, peor que la antigua23 . No deja Navarro de poner de realce la decadencia de los intercambios con la metrópoli que provocaría una repentina emancipación. Basta pues, de momento, con imponer el respeto de los acuerdos de 1835, de lo cual es capaz España sin la intervención de un gobierno extranjero, hasta que los libres acaben de un modo natural por sustituirse a sus congéneres esclavos236. Así pues eran unánimes los diferentes organismos representativos de la isla para rechazar las hipócritas proposiciones de Gran Bretaña, más ansiosa de aniquilar toda competencia que obstaculizase el desarrollo de la India oriental que deseosa de proteger a las víctimas de la trata clandestina. Este propósito hegemónico generaría violencia de parte de los esclavos, ávidos de libertad, su retrogradación a la barbarie inicial, la exterminación de la raza dominadora y la ruina de la isla de que padecería la península cuyos intereses estaban íntimamente vinculados con la prosperidad de la colonia. Ceder a las exigencias de la poderosa Inglaterra sería un baldón para la dignidad nacional, siendo capaz la madre patria de imponer por sus propias fuerzas el respeto del tratado de 1835. A largo plazo, la abolición de la trata, sumándose a los efectos de las leyes que regían la esclavitud y a la actitud humanitaria de los dueños acabaría con este sistema sin traumatismos extremadamente perjudiciales tanto para los Blancos como para los Negros. Esta evolución permitiría preparar paulatinamente la integración de los libertos en los futuros esquemas productivos que preveían además el recurso a la emigración europea. No se había olvidado pues la enseñanza del barón de Humboldt y de Francisco de Arango.

235 El Capitán General estaba informado de la situación del territorio inglés merced a las cartas del cónsul español en Kingston, quien hablaba de la „catástrofe económica" originada por la abolición de la esclavitud; véase A. Yacou, op. cit., pág. 469. 236 „Informe del Ido. D. Bernardo María Navarro, residente en Matanzas, acerca del proyecto de convenio sobre emancipación propuesto por la Inglaterra", en: J. A. Saco, op. cit., págs. 253265. Hay un rápido resumen del escrito de este propietario en: A. F. Corwin, op. cit., págs. 71-72.

Capítulo 3 El debate en la metrópoli Las estructuras socio-económicas de la oligarquía cubana cuyas protestas acabamos de contemplar tenían sus representantes entre los políticos metropolitanos, quienes, con el propósito de concientizar la opinión pública nacional e internacional, esgrimían argumentos de índole parecida e incluso más audaces. 3 - 1 - L a propaganda antiabolicionista Mariano Torrente Uno de ellos fue Mariano Torrente, autor de Cuestión importante sobre la esclavitud237. Al parecer este opúsculo en Madrid en 1841, hacía poco tiempo que había vuelto el autor de Cuba donde residió ocho años238. No cabe duda de que esta larga estadía le permitió trabar estrechas relaciones con los latifundistas de cuyas reacciones se hizo el portavoz en la metrópoli. Prueba de ello es que, ocupando un escaño en las Cortes, publicó en 1853 en Londres con el mismo fin otro librito titulado Slavery in the island of Cuba239, donde desarrollaba en inglés y en castellano las mismas ideas que vamos a examinar a continuación. Así se intentaba llevar el contraataque al propio campo de los adversarios de la esclavitud. Sin entrar en pormenores Mariano Torrente brinda a sus lectores una visión idealizada de la existencia de los esclavos en Cuba y Puerto Rico que hace caso omiso de cualquier restricción que podría conceder alguna verosimilitud a su obra. De creerle, los Negros de las haciendas de las islas españolas son seres casi angélicos, que, en el paraíso de la esclavitud, no conocen los vicios humanos, debido a la protección de los dueños: En dichas islas no perece un solo individuo de hambre, de desnudez, de falta de albergue, de escasez de medicinas, o de omisión del más prolijo cuidado en sus enfermedades. En ellos son mui raros los delitos, i mui rara vez sale de su inercia la mano del verdugo; en ellos son mui poco conocidas las riñas i las mortíferas pendencias. Las pasiones de ánimo arrebatan mui pocas víctimas a las dulzuras de la vida; si, dulzuras que los negros esclavos disfrutan con más intensidad que los blancos, porque la ambición 237

Cuestión importante sobre la esclavitud por Don Mariano Torrente, Madrid: Imprenta de la viuda de Jordán e hijos, noviembre de 1814. 238 Según lo confiesa en el Apéndice 1 del opúsculo. Merced a su empleo de responsable de la aduana del puerto de La Habana, estaba perfectamente al corriente de las aspiraciones económicas de la oligarquía insular; véase: A. F. Corwin, op. cit., pág. 73. 239 Slavery in the Island ofCuba, London: H. Baillert, 1853.

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no les roe las entrañas; porque los zelos no son un tormento que altere sensiblemente su natural alegría; porque los vicios no han podido arraigarse en su corazón; porque un trabajo moderado i constante los distrae de toda idea maléfica... El e s m e r o c o n que les cuidan los a m o s e x p l i c a su robustez, incluso entre los ancianos. Para consolarles en sus aflicciones, n o s e les n i e g a la presencia de una c o m pañera 2 4 0 . A d e m á s se les otorga el derecho de trabajar por su cuenta, lo cual favorece el auge de la clase de los libertos 2 4 1 . D e m o d o que, afirma Torrente sin ambages, los e s c l a v o s „nadan en la abundancia" 2 4 2 . A s í s e entiende que „ninguno abrazaría el partido de dejar la v i d a civilizada por la salvage", d e d u c c i ó n que permite sacar lo escrito por la c o n d e s a Merlin a quien cita el publicista 2 4 3 . Pero, es de notar, ni siquiera s e atrevió la d a m a criolla a semejantes exageraciones. D e acuerdo c o n O ' G a v a n , opina Torrente que la esclavitud es para los Africanos un factor de progreso hondamente positivo en la medida en que les permite e x traerse de la barbarie que impera en los territorios de los reyezuelos negros: Las tribus africanas no han desistido de sus belicosos instintos, ni de sus hábitos rapaces y sanguinarios. El estado continuo de guerra, en que se hallan aquellos pueblos, gobernados por una larga serie de caciques independientes unos de otros, demasiado débiles para establecer un sólido dominio, aunque bastantes fuertes para despedazarse en sus desesperados combates, hace bajo este punto de vista necesaria la estracción de sus prisioneros, porque a no tener esta salida lucrativa para los vencedores, serían degollados desapiadamente todos los vencidos

240

Cuestión importante ..., op. cit., págs. 10-11. Id., pág. 17. 242 Slavery..., op. cit., pág. 24. 243 Cuestión importante ..., op. cit., pág. 14. 244 Ibid. La civilización por el trabajo en América de los Africanos bárbaros sería de entonces en adelante uno de los argumentos redundantes de los partidarios de una trata de los Negros adaptada a la evolución de las mentalidades, como don José Ferrer de Couto: 241

Como principio altamente humanitario debe practicarse el rescate de negros bozales en las tierras de su naturaleza. Su estado civil los tiene siempre a un paso de la muerte más cruel y afrentosa que el hombre puede imaginar; y cuando a los salvajes que así los tiranizan se les pregunta la causa de tan sangrienta iniquidad, manifestada en sacrificios solemnes y periódicos que hacen rodar por el suelo alguna vez y de un solo golpe hasta dos mil cabezas de gente inofensiva, contestan que no matarían enemigos suyos, si hubiese quien los comprara. Insiste más lejos el autor en el mismo sofisma: Y sin embargo, la esclavitud, si tal fuese en realidad el trabajo organizado de los negros, no se debería tolerar en pleno siglo XIX, por ser contraria a la ley de Dios, y contraria también a los progresos morales de los hombres. Pero en cambio tampoco la humanidad debe consentir en pleno siglo XIX que subsista en

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En cambio, en las colonias españolas, se les instruye en la religión cristiana, arrancándoles de „su vida brutal y salvaje"245. Aparece de nuevo pues el argumento religioso, tan trillado como llevado, que justificó la trata de los Negros desde sus inicios. Por si fuera poco, no vacila Torrente en valerse de otro tópico, mucho más moderno, conviene a saber la comparación entre las condiciones de vida de los esclavos de dichas islas y las del proletariado europeo, procedimiento dialéctico usado por la condesa Merlin y los latifundistas cubanos, como veremos más tarde, lo cual patentiza, si fuera necesario, la existencia de estrechas conexiones entre los grupos de poderes de la isla y ciertos políticos metropolitanos. La exageración transforma el folleto de Torrente en verdadero libelo, como consta en la cita siguiente, sacada de las primeras páginas de Cuestión importante sobre la esclavitud: „[...] la clase proletaria de la culta Europea es infinitamente más desgraciada que la de los esclavos de las Antillas"246. La reiteración refuerza esta aseveración que cobra un innegable aspecto ideológico. De hecho, añade Torrente con una mala fe palmaria que moderniza la justificación religiosa de la esclavitud, ésta aleja a los Negros de los vicios en que incurre el proletariado europeo, en particular de la borrachera que sume a las familias de sus víctimas en la miseria247. En Slavery in the Island of Cuba, los dos argumentos corren a las parejas, desembocando en un tendencioso abultamiento: y por violento, por odioso y repugnante que sea el estado de esclavitud ¿no ha de ser preferible a la vida salvaje de aquellos pueblos, mayormente cuando por las leyes que rigen en la actualidad, y aun por la misma persuasión y conveniencia de los dueños de dichos esclavos, tienen asegurado un trato más dulce, y una vida más tranquila, más desahogada y más feliz que la mayor parte de los proletarios de la vieja Europa, que mueren a millones por falta de los auxilios necesarios, desgracia que nunca alcanza a los esclavos...

Al modo de ver de Torrente, la abolición de la trata de los Negros fue una medida contraproducente para Africa. Con la desaparición de este derivativo de la violenvastisimas comarcas una raza envilecida, que tiene en la guerra su estado normal, y en los sacrificios humanos y en el canibalismo las recompensas de los vencedores. En: Los negros en sus diversos estados y condiciones; tales como son, como se supone que son, y como deben ser, por Don José Ferrer de Couto, Nueva York: Imprenta de Hallet, 1864, págs. 9 y 16. Es de precisar que Ferrer era comendador en la Real Orden Americana de Isabel la Católica, caballero de la Orden de Carlos III, miembro de la Real Academia de Arqueología y Geografía de Madrid y de la Sociedad Económica Matritense. 245 Slavery ..., pág. 14. 246 Op. cit., pág. 9. 247 Id., pág. 12. 248 Op. cit., pág. 20.

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cia, „corre a torrentes la sangre de los prisioneros, los cuales son inmolados a millares del modo más despiadado" 249 . Dejando aparte la exageración, notaremos la parcialidad del publicista, quien en ningún momento se pregunta si la trata no exacerbara las enemistades étnicas. La misma preocupación, de índole aparentemente ética, le lleva a condenar a los partidarios de la abolición de la esclavitud, por las consecuencias sumamente perjudiciales de su actuación. Para las islas inglesas, la emancipación resultó profundamente negativa como lo prueba la situación económica de dichos territorios 250 . Por otra parte, valiéndose del mismo procedimiento analógico, alude Torrente a los acontecimientos de Haití que dejaron una impronta imborrable en la mentalidad criolla: bien podría originar esta ruptura „la destrucción del país, el degüello de los blancos, el estupro, la violencia, i el entronizamiento de la barbarie africana" 251 . Se aprovecharán los latifundistas de este argumento catastrófico para convencer a los dirigentes políticos. Poniendo a un lado esta referencia voluntariamente apocalíptica, se dirige el autor a los empresarios metropolitanos para darles a entender claramente que sus intereses sufrirían las consecuencias económicas de la emancipación, con una baja tremenda de la producción y de la consumición que al fin y al cabo dañaría a todos los Españoles 2 2 . La ruptura sería tanto más dramática cuanto que la economía cubana se encuentra en plena expansión, habiendo pasado las exportaciones de azúcar en tres años de setecientas mil cajas a un millón y conociendo el café y el tabaco una progresión parecida 253 . Así que bien podría ser la emancipación una maniobra de las economías rivales. Aunque no lo declara abiertamente Torrente, lo deja bien sentado cuando llama la atención de sus lectores en el hecho de que en la India dispone Inglaterra de treinta millones de habitantes cuya existencia, a su juicio, se diferencia muy poco de la esclavitud. Otro argumento que esgrimirán los latifundistas. Por eso intenta el libelista situar el problema en un plan político: con la evocación de los siervos en Rusia y Polonia sugiere que se adopte una visión realista de la sociedad cuyas estructuras no se puede trastornar por motivos utópicos 254 . Y, por añadidura, no se olvida de recurrir al orgullo nacional que no tendría que admitir el control inglés en la bahía de La Havana 55. Siguiendo con el análisis de la dialéctica manejada por Torrente, notaremos que finge aceptar - c o m o harán también los latifundistas- la motivación filantrópica de los abolicionistas para mejor echarla abajo:

249

Ibid.

250

Cuestión importante ..., pág. 20.

251

Id., pág. 2 4 .

252

Id., pág. 26.

253

Id., pág. 28.

254

Id., pág. 61.

255

Id., pág. 42.

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¿Han trabajado los abolicionistas para que la antorcha del evangelio ilumine aquellas regiones? ¿Han llevado sus miras filantrópicas hasta el punto de hacer que penetre entre aquellos bárbaros pueblos la civilización, derramando sobre ellos el mayor de los beneficios, que seria el de separarlos de su vida errante i salvaje, de formarlos en sociedad; de humanizar sus costumbres; de inspirarles amor al trabajo; de hacerlos padres de familia; de proscribir ¡a idolatría, i de hacer que la paz reemplazase a las sangrientas guerras en que están envueltas aquellas tribus, en que sin piedad se degüellan recíprocamente los prisioneros?

Pero hay más. Tras ensañarse con los abolicionistas, sin reparar en medios, se enfrenta con los reformistas por su falta de realismo. La cesación del tráfico negrero no provocaría (como lo cree por ejemplo la condesa Merlin) una mejoría de la suerte de los esclavos, ya que, según el polemista, los amos, conscientes de sus intereses, nunca han dejado de portarse de la mejor manera frente a sus esclavos 257 . Descarta las proposiciones de Arango y de Saco que califica de „delirios", asegurando de una manera perentoria que tan sólo los Negros son capaces de aguantar las faenas agrícolas bajo un clima tropical 258 . Así que la solución, para satisfacer a los abolicionistas cuyas presiones son difíciles de eludir, consistiría en continuar con el tráfico de mano de obra negra, pero suprimiendo la esclavitud. El fomento de la inmigración libre acabaría con la trata de esclavos. Esta medida sería benéfica para todos: para los Negros que se trasladarían a las Antillas a partir de los ocho o diez años, y para los amos que tan sólo desembolsarían unos cien pesos para acudir a sus servicios. Con el fin de evitar todo fraude, se instalarían comisionados españoles en la costa africana 259 . Obviamente Mariano Torrente puso su pluma al servicio de la oligarquía cubana 260 que desconfiaba de los proyectos más o menos utópicos de los reformistas para seguir con la expansión económica de la isla que ponía en peligro el abolicionismo. 256 Id., pág. 13. Este argumento aparece también en Slavery ..., pág. 19.: „[...] habría sido mucho más ventajoso y más humanitario haber gastado en la civlización de aquellas tribus las inmensas sumas que se han invertido en la persecución del tráfico, y en la funesta emancipación de los esclavos de las Antillas." 257 Cuestión importante..., pág. 50. 258 Id., pág. 47. 259 Slavery ..., pág. 48. 260 La influencia de los hacendados cubanos se extendía hasta Francia, donde los escritos de la condesa Merlin dejaron un hondo impacto. Félix Clavé, autor de „L'ile de Cuba et la liberté commerciale aux colonies", largo artículo publicado en 1847 por la Revue des Deux Mondes que había expuesto la visión idealizada de la dama criolla, desarrolló el tema de lo humano de la esclavitud en Cuba. Todo estaba previsto para favorecer la salud del esclavo, para protegerle de los calores y de las intemperies, para facilitar su manumisión merced al cultivo del conuco y a los testamentos de los dueños, para favorecer la integración del liberto en la sociedad merced al sistema de la clientela. Ello explica que los Negros libres, a pesar de su gran número, no participaron en la insurrección de 1843 (pág. 869).

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La proposición de Torrente no carecía de habilidad en la medida en que le tomaba la delantera, aceptando la supresión de la esclavitud, con tal que continuase el traslado de trabajadores negros ... libres. En realidad se inspiraba de un proyecto inglés para Jamaica 61. Mirándolo bien, Torrente no hizo más que prever un fenómeno que se concretó un siglo más tarde, no hacia América sino hacia „la vieja Europa". Lorenzo Calvo Mateo Si Mariano Torrente se destacó por su fogosa vehemencia, no le fue a la zaga Lorenzo Calvo Mateo, mercader que efectuó una larga residencia en las islas. En 1842, como vocal de la Junta de Comercio de Madrid, redactó un informe dirigido al regente Espartero 262 . En este documento, presenta el autor un examen económico de la situación más preciso para convencer a sus interlocutores. Partiendo del postulado que las mismas causas provocan las mismas consecuencias, reanuda Calvo Mateo la argumentación de la oligarquía criolla. De aplicarse la emancipación a las islas españolas, surtiría iguales efectos que en Jamaica: „[...] tan luego fueron libres [los esclavos] se apoderó de ellos el vicio de la haraganería, de la vagancia, del robo, del libertinaje y del desenfreno, como consecuencias inmediatas de la ociosidad y de la adversión de esta raza al trabajo" 263 . No se olvida el representante del comercio madrileño de referirse a las consabidas „escenas de sangre y horror en que se vio envuelta la Isla de Haite (sic)" que tendría que tomar en cuenta el gobierno. Si no se produjeron en Jamaica, fue por el „gran respeto que infunde el formidable poder británico". Ahora bien España carece de parecidas posibilidades. De modo que si cediese a las pretensiones del gabinete inglés, „el degüello de los blancos, la violencia y el estupro sería el primer fruto de [su] fatal condescendencia" 264 . Como hombre de negocios, presenta Calvo Mateo datos significativos. De trece millones de libras en 1838, la producción de café de la isla inglesa pasó a siete u ocho millones en 1839, primer año de la emancipación, a cinco millones en 1840, y se preve que no excederá de tres millones y medio en 1841. En este mismo año el rendimiento de la industria azucarera alcanzará tan sólo la tercera parte de la cifra obtenida antes de la emancipación. Caso de aplicarse ésta en las Antillas españolas, se pregunta el vocal cómo se podría indemnizar a los dueños de más de ochocientos mil esclavos, de más de mil ingenios, dos mil cien cafetales, catorce mil haciendas de cultivo, mil quinientas haciendas de ganado mayor, seis mil haciendas de ganado menor, tres mil potreros, seis mil vegas de tabaco, sin contar con los talleres de arte261

Véase: I. Roldán de Montaud, op. cit., pág. 592. Informe de D. Lorenzo Calvo Mateo, vocal de la Junta de Comercio de Madrid, sobre emancipación de los negros esclavos de las islas de Cuba y Puerto Rico, presentado a S. A. el Regente del Reino por encargo de la Junta, Madrid: Imp. Nacional, 1842. 263 Op. cit., pág. 9. 264 Id., págs. 11-12. 262

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sania vinculados con estas fincas agrícolas. Causaría también graves perjuicios a la economía metropolitana que vería desaparecer un mercado de primera importancia para la harina, los vinos, el aguardiente, el aceite, los higos, las pasas, el lino, el algodón, el plomo, el estaño y otros productos. Subirían los precios del tabaco y del azúcar en todo el mercado europeo. Por si fuera poco, el tesoro público tendría que prescindir de cien millones que proceden cada año de las islas265. ¿Aceptará el gobierno correr tales riesgos cuando la suerte de los esclavos es más feliz que la de los libertos en sus territorios o que la de los emancipados en Jamaica266 e incluso que la de los proletarios europeos267? Recomienda pues Calvo Mateo, en nombre de la Junta de Comercio de Madrid, que se tomen medidas a favor de la dignidad nacional como la expulsión del cónsul Turnbull, la cesación de la Comisión Mixta cuya actuación es comparable con la de un tribunal inquisitorial en la medida en que es „objeto de alarma que inquieta los habitantes blancos y orgullece a los negros", y la salida del puerto de La Habana del pontón Romney tripulado por africanos que „introducen los gérmenes de rebelión y desobediencia entre la gente de su mismo color". Por fin no ve el vocal por qué España tendría que emancipar a los esclavos de sus islas antes de que lo hiciesen los Franceses y los Portugueses en sus colonias, o la república de Estados Unidos268. J. M. de Andueza Nuestro propósito no consiste en pasar en revista a los antiabolicionistas metropolitanos269, pero no podemos menos de evocar ciertos escritos relacionados a nuestro marco temporal que patentizan el impacto de la propaganda criolla. Se manifestó por supuesto entre los peninsulares que efectuaron estadías en la isla, como fue el caso de J. M. de Andueza, quien publicó sus apuntes en 1841 con el título de Isla de Cuba pintoresca, histórica, política, literaria, mercantil e industrial110. Pondera el viajero las razones aducidas por la señora de Merlin en el artículo de la Revista de dos Mundos, pareciéndole muy acertada la expresión „Nada más justo que la abolición de la trata de negros; nada más injusto que la emancipación de los 265

Id., págs. 14-15, 18. Id., pág. 8. 267 Id., pág. 21. 268 Ibid. 269 Entre los pocos trabajos sobre la abolición en España, se consultarán el libro de A. F. Corwin, Spain and the Abolition ofSlavery in Cuba, 1817-1866, University of Texas Press, 1967, y dos artículos: el de José U. Martínez Carreras, „La abolición de la esclavitud en España durante el siglo XIX", Esclavitud y derechos humanos. La lucha por la libertad del negro en el siglo XIX, op. cit., págs. 63-77, y el de Candelaria Saiz Pastor, „La esclavitud como problema político en la España del siglo XIX (1833-1868). Liberalismo y esclavismo", id., págs. 79-88. 270 Isla de Cuba pintoresca, histórica, política, literaria, mercantil e industrial. Recuerdos, apuntes, impresiones de dos épocas por Don J. M. de Andueza, Madrid: Poix, editor, 1841. 266

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esclavos". Denuncia Andueza a continuación las segundas intenciones de Inglaterra que no está dispuesta a admitir la supremacía cubana en el mercado del azúcar después de la caída de la producción originada por la emancipación en sus propias islas. Da a entender con manifiesto pesimismo que la extensión al territorio español de tal medida causaría una decadencia económica, e incluso la aniquilación de la industria: [...] si la España abandonase a los ingleses el monopolio de un articulo considerado ya como de primera necesidad, nuestra industria desaparecería de aquel rico, fértil país, convirtiéndose el monopolio en un manantial inmenso de prosperidad para Inglaterra que mira a la Isla de Cuba como la verdadera y aventajada rival de sus colonias, pues con los azúcares de la primera no pueden sostener comparación los escasos del Brasil ni los de New Orleans

Adolphe Jollivet Además de buscar un respaldo entre los grupos de poder y la gente influyente de la península, los sacarócratas extendieron su propaganda a Europa, en particular a Francia, que, pese a la pérdida de Haití, seguía poseyendo islas azucareras en el Caribe. Ello explica la publicación en Madrid en 1842 de un opúsculo redactado por un miembro de la cámara de diputados del país vecino, Adolphe Jollivet, y titulado De la filantropía inglesa. Según Jollivet, frente a la ruina de sus islas, los estadistas ingleses pronostican el traslado de la producción azucarera de América a la India y no consentirán un aumento de la producción en las colonias francesas, españolas, portuguesas y en la Unión americana272. De ahí su ensañamiento contra la esclavitud de los Negros. Ahora bien, acusa el diputado francés de hipocresía al gabinete británico que, en el acta del parlamento del 28 de agosto de 1833 sobre la „Abolición de la esclavitud en toda la estensión de las colonias británicas", introdujo una claúsula (la 64) que hace una excepción para las posesiones inglesas de la India, de las islas de Ceylan y Santa Elena273. En realidad, prosigue Jollivet, se hace en la India inglesa „un tráfico mil veces más odioso" que el de los Negros hacia América, conviene a saber un tráfico de niños „de todos colores y castas", de modo que se evalúa el número de esclavos en dicha colonia „en muchos millones"274. La condición de esta gente no tiene nada que ver con el trato que reciben los Negros en las islas españolas como podrá deducir el lector peninsular:

271 272 273 274

Op. cit., págs. 143-144. De la filantropía inglesa, Madrid, 1842, pág. 9. Id., pág. 34. Id., págs. 25-26.

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Los esclavos en la India son tratados con dureza por sus amos. Habitan en general en miserables chozas, medio desnudos y mal alimentados; tienen un aspecto raquítico y su gordura hidrópica contrasta con sus piernas y brazos de esqueletos [...]. Los esclavos en la India están completamente abandonados en su vejez y sus enfermedades. Los amos no les proporcionan médicos, y así mueren muchos en las epidemias. Trabajan todo el tiempo que sus amos quieren desde la mañana hasta la noche, sin más interrupción que para comer; no tienen día de descanso

Se ve pues el provecho que podían sacar los antiabolicionistas españoles de tal denuncia. La acusación de hipocresía dirigida contra la „pérfida Albión", que ya hemos apuntado en varios escritos de la época, será un argumento de peso en los informes dirigidos a la Capitanía General por los grandes propietarios cubanos. Todo ello prueba, si fuera necesario, que éstos disfrutaban en Europa de una red de propaganda al acecho de cuanto pudiese debilitar la postura del gobierno inglés. El lobby cubano carecía obviamente de la objetividad con que contempló el problema el científico Ramón de la Sagra, más preocupado por el futuro que por el pasado. 3-2-EI análisis de Ramón de la Sagra Nacido en La Corufia, Ramón de la Sagra aprovechó su puesto de director del jardín botánico de La Habana para estudiar la situación de la isla. En 1842 publicó en París Historia física, política y natural de la isla de Cuba, obra que no sólo presenta el fruto de sus observaciones, sino que propone medidas para el fomento de la economía de la isla. Las referencias a la esclavitud, base de la agricultura cubana, ocupan gran parte de la introducción, lo que traduce la importancia que le concedía el autor276. La degradación de la esclavitud Ya en 1834, en un informe dirigido al Intendente del ejército, se había levantado en contra del sistema que echaba a los Negros en el embrutecimiento y en la degradación, condiciones precisas „en las grandes negradas para tenerlas en paz y obediencia". A su parecer se privaba así a la agricultura „de los más esenciales elementos de la prosperidad que son la inteligencia y la aplicación"277. En Historia ..., condena de entrada el científico la servidumbre, „no menos contraria a las leyes de la 275

Id., pág. 31. Op. cit. 277 „Informe particular dado al Exmo Sr. Intendente de ejército de la Habana en 10 de mayo de 1834 en el Expediente sobre repartimiento de tierras para el cultivo del tabaco", en: Estudios coloniales con aplicación a la isla de Cuba. I-De los efectos de la supresión en el tráfico negrero, Madrid, 1845, pág. 15. Dejando aparte el „Informe particular", esta obra reanuda los argumentos de la Historia física, política y natural. 276

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naturaleza que a las de la humanidad278. Amén de embrutecer a sus víctimas, añade al final de la introducción, arrastra a los Blancos a la degradación moral279. Hechas estas premisas de índole filosófica, contempla R. de la Sagra la evolución económica de las Antillas. Por varios motivos la raza africana no era la más idónea para fomentar su desarrollo. Primero no tenía el mismo concepto del trabajo que „las naciones cultas" por brindarle producciones abundantes la naturaleza fértilísima de su tierra de origen. La falta de estímulo originaba una indolencia que no conseguía vencer del todo la coacción esclavista. Así que fue preciso aceptar la imperfección en las faenas individuales que se le imponían, intentando compensarla por „la fuerza humana empleada en masa". El método de cultivo había de ser el más simple posible. Se estableció un código de principios absurdos que se fundaba en la estupidez de los trabajadores para garantizar la seguridad de las fincas. No se buscó otro elemento para el cultivo que la fuerza material, de ahí una perjudicial rutina y la falta de diversificación en la producción. Es decir que no se educó a los operarios, no se introdujeron máquinas e instrumentos para aliviar sus tareas, no se sustituyó el empirismo por principios racionales y no se intentó prever el empobrecimiento de los suelos. En resumidas cuentas, se edificó la agricultura tropical „sobre las bases absurdas de la fuerza, de la ignorancia y de la imprevisión"280. Tal sistema se mostró incapaz de resistir a la evolución internacional, con la insoslayable represión del tráfico negrero, la extensión del cultivo de la caña de azúcar en otras regiones y la competencia de la remolacha en Europa. Estos nuevos factores provocaron una baja de los beneficios de los propietarios, quienes consintieron reformas higiénicas y económicas en sus dotaciones, sin atacarse a las raíces del mal que residían en la organización del trabajo281. Por una regeneración de la población negra R. de la Sagra rechaza el maniqueísmo político, negándose en creer que Inglaterra vio en la abolición el mejor medio para „destruir las Antillas" antes de „reconstruir sus fuerzas y su poder en la India". Le parece más bien que sólo por no haber previsto los resultados de la emancipación en sus propias islas se vio obligada a recurrir a la colonia oriental. Ello no impide, admite el ensayista, que „no mirará con disgusto en las otras Antillas el naufragio de la producción azucarera cuando haya expirado en las suyas"282. Pese a lo despiadado de su análisis, R. de la Sagra no es partidario de un cambio repentino que sería contraproducente en posesiones indebida-

278

Op. cit., Id., pág. cit., pág. 141. 280 Op. cit., 281 Id., pág. 282 Id., pág. 279

pág. XIII. L X X V . Para R. Madden también, la esclavitud es „envilecedora para el amo"; op. pág. X X X I . XXXIV. LVI.

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mente preparadas para una rápida emancipación, lo cual no significa que haya que seguir tenazmente con el antiguo esquema 2 3. Oponiéndose a los pareceres de los propietarios que esbozan un retrato hondamente negativo de los Negros, hace gala el economista de un relativo optimismo. Los orígenes y principalmente las condiciones de vida de éstos („el contagio funesto de los vicios de la sociedad en que viven") explican por cierto „su indolencia, su letargo intelectual, el imperio de las pasiones animales". No obstante no se puede argüir de la depravación de su corazón a partir de algunos casos lamentables, „hijos de la ignorancia y de la exasperación momentánea". Por lo contrario pueden citarse mil acciones virtuosas donde brilla la bondad del alma, la afección desinteresada, el amor filial, la abnegación y la generosidad. El despecho, los zelos, la injusticia, han impelido algunas infelices víctimas a cometer acciones brutales y sanguinarias; otras veces, la desesperación y la venganza pusieron la tea incendiaria en manos que acababan de romper sus cadenas; pero los casos de crímenes premeditados, hijos de un cálculo frío y de una ambición tenebrosa, difícilmente podrían ser citados.

Más aun: debido a su misma ignorancia, el Negro „se halla en mejor posición para adquirir todas las virtudes sociales que muchas clases de nuestra sociedad tan pervertidas como ilustradas" 284 . Por ello propone el economista una auténtica regeneración de la población negra de las Antillas españolas que consiste en „realzar sus sentimientos morales". Se logrará aplicándole medidas destinadas a favorecer su educación por la enseñanza, proteger los lazos familiares, suprimir la coacción en el trabajo en favor de su dimensión social, premiar la laboriosidad y prever el mantenimiento de los libertos 285 . A no caber duda, esta actitud benévola frente a los Negros podía ser otro motivo de oposición con Saco 286 , aunque no rechaza R. de la Sagra todas sus proposiciones relacionadas al fomento de las posibilidades económicas de la isla. Es menester, insiste, reorganizar la propiedad rural cuyo valor no ha de residir principalmente en la mano de obra servil de que dispone, sino en la tierra. Se conseguirá una reducción de los costos de producción acudiendo a trabajadores asalariados, empleándose el capital destinado a la adquisición de esclavos en la diversificación de los cultivos. Con la integración social del Negro, aumentará el consumo que 283

Id., pág. XXXIV. Id., pág. XXXII. 285 Id., pág. XXIX. 286 El diferendo entre Saco y La Sagra empezó con el juicio que éste emitió acerca del poeta Heredia y se extendió luego al dominio científico. Le acusó Saco a La Sagra de ser un „incapaz", un „ignorante y un charlatán". Fue tan significativa la oposición que, a pesar de haberse reconciliado con su enemigo mucho tiempo después, a Saco le pareció imprescindible publicar de nuevo el tenor de la polémica, que se verificó por los años 1829 y 1830, en: Colección de papeles científicos, históricos, políticos, y de otros ramos sobre la isla de Cuba, op. cit., t. 1, págs. 218-330. 284

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acarreará un auge de la producción y del comercio287. Productor asalariado y consumidor, el antiguo siervo será un elemento trascendental de progreso para la economía de las islas. Huelga insistir en el modernismo de esta visión que completa el economista en 1845: „La isla de Cuba [...] debe esperar de la aparición del trabajo libre un inmenso desarrollo para su agricultura y economía rural." Exigirá esta evolución importantes obras de colonización (roturación, desagüe, vialidad) para valorizar la tierra y necesitará también la inmigración de mano de obra blanca288. El examen de la visión de R. de la Sagra, en relación con el enfoque de este trabajo, nos permitirá más adelante aquilatar la inercia de los latifundistas cubanos, pese a sus pretensiones progresistas. Como científico, rechazó de un modo objetivo los prejuicios ideológicos que justificaban un inmovilismo sumamente egoísta y estéril.

287 288

Ibid. Estudios coloniales con aplicación a la isla de Cuba, op. cit., pág. 85.

Capítulo 4 Disturbios en la isla El e s c l a v i s m o por su a s p e c t o c o m p u l s i v o n u n c a dejó d e ser un factor de disturb i o s d e s d e la antigüedad. En las A m é r i c a s , s u j u s t i f i c a c i ó n religiosa y e c o n ó m i c a a c a l l ó l o s e s c r ú p u l o s de los dirigentes pero n o l o s a n h e l o s d e libertad de l o s N e g r o s , v í c t i m a s del m a y o r crimen contra la h u m a n i d a d que tenía p o c a c o s a que v e r c o n las prácticas d e la era clásica. C o n la i n t e n s i f i c a c i ó n de la trata, n o h u b o p r o v i n c i a del N u e v o M u n d o q u e n o c o n o c i e r a disturbios p r o v o c a d o s por la d e s e s p e r a n z a de h o m bres y mujeres arrancados de su continente e n una v i o l e n c i a terriblemente destructiva. S e e x t e n d i e r o n de la E s p a ñ o l a de D i e g o C o l ó n ( 1 5 2 2 ) p a s a n d o por N u e v a E s p a ñ a (v. gr. en 1 5 3 7 , 1 6 1 2 ) hasta el Perú (las revueltas de San Jacinto, de S a n José, de M o t a c a c h i e n la s e g u n d a parte del s i g l o X V I I I ) . L o s c a m b i o s s o c i o - e c o n ó m i c o s de f i n a l e s del s i g l o XVIII y de principios del s i g l o X I X exasperaron a los s i e r v o s s o m e tidos a ritmos y a c o n d i c i o n e s de v i d a d e s c o n o c i d o s e n los v a l l e s del norte d e la A u d i e n c i a de Quito 2 8 9 . ¿ C ó m o pensar que, c o n l o s rumores que corrían a propósito prim e r o de la r e v o l u c i ó n de la parte f r a n c e s a d e Santo D o m i n g o y l u e g o de la unidad de t o d o el territorio d o m i n i c a n o ( 1 8 2 2 ) y c o n las ideas a b o l i c i o n i s t a s que se propagaban e n Cuba, habían de quedar p a s i v o s l o s e s c l a v o s d e la isla? D e s d e 1 8 2 5 s e multiplicaron las pruebas de su hastío 9 0 .

289 Véanse: José Antonio Saco, Historia de la esclavitud desde los tiempos más remotos hasta nuestros días, La Habana: Ed. Alfa, 1937, t. IV, págs. 132-133; Wilfredo Kapsoli, Sublevaciones de esclavos en el Perú. S. XVIII, Lima: Universidad Ricardo Palma, 1975; Jean-Pierre Tardieu, Noirs et nouveaux maîtres dans les „vallées sanglantes" de l'Equateur. 1778-1820, Paris: L'Harmattan, 1997. 290 No evocaremos en este trabajo las insurrecciones o los intentos de insurrecciones urbanas, como el de 1612 en México por ejemplo. Sin embargo, aunque la esclavitud en la ciudad era, por motivos obvios, más llevadera que la servidumbre en el campo, no faltaron en el marco espacial y temporal estudiado. El 12 de julio de 1835 se sublevaron 35 esclavos lucumíes de la tenería de D. José Xifre en La Habana, dirigidos por Taita Hermenegildo, sacerdote de la religión yoruba. Después de recorrer barrios de extramuros donde provocaron varias muertes, se enfrentaron a un destacamento de lanceros del rey que mataron a 28 de los amotinados y apresaron a los 7 sobrevivientes. Entre éstos sólo uno escapó de la pena capital. No se puede pasar por alto el motín que estalló el 9 de octubre de 1841 en las obras del palacio que hacía construir uno de nuestros principales personajes, D. Domingo de Aldama. Por falta de material, se veía obligado el dueño a trasladar a Guanabacoa para la construcción del ferrocarril a 25 o 30 esclavos entre los 80 trabajadores que pertenecían en su mayoría a la nación lucumí oyo. No sosegó el descontento una entrevista de Aldama con los siervos amotinados, a las 4 de la madrugada, de modo que se encargó la represión a un piquete de 20 granaderos a quienes hostigaron los rebeldes con piedras y herramientas, mientras gritaban los otros esclavos „¡Mata branco! ¡Somos libres, no queremos chapear!". El disparo de la fuerza armada provocó 5 muertos, 6 heridos.

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4-1-EI cimarronaje La huida, individual o en grupo, era la más sencilla de estas manifestaciones de rechazo291. No cabe duda de que, con los cambios evocados, muchos esclavos experimentaban la tentación de tomar la delantera, hartos de sevicias que, dado el contexto, les parecían inaguantables. En Cuba, como en otros lugares, el fugitivo intentaba buscar refugio en sitios inaccesibles para los temibles rancheadores 92. La diferencia estaba en que la reacción de los amos era rapidísima, como lo demuestra la documentación al respecto. Pongamos por ejemplo el caso del ingenio La Trinidad que pertenecía al conde de Peñalver, de la misma familia que el marqués de Arcos cuya intervención en la cuestión del Reglamento estudiaremos más abajo. El día 30 de enero de 1838, el capitán juez pedáneo del partido de Guanabo, Pedro Tomás Gonciara, recibió un parte de don Francisco Piloto, mayoral de la propiedad, que le manifestaba que a las once de la noche anterior habían huido diecisiete esclavos de la dotación y, entre ellos, dos contramayorales. En el acto el responsable se dirigió al ingenio acompañado por alguna fuerza. Con la ayuda de numerosos vecinos blancos, ya había empezado la persecución, dirigida por Piloto, avisado de que los fugitivos intentaban alcanzar la sierra del ingenio de San Luis, situada en la jurisdicción de Jaruco. Así que todo estaba previsto y organizado para que tuviesen poca suerte los cimarrones de escapar, a pesar de que se las arreglaban para huir en momentos en que se relajaba la vigilancia. Era contar sin la ronda nocturna y no era tan difícil adivinar hacia dónde podían encaminarse dichos Negros. El primero de febrero, Gonciara anunció a los servicios de la Capitanía General que se había capturado a nueve de los prófugos, y que los otros habían vuelto a la hacienda, movidos probablemente por el miedo293. El éxito de la Hubo 4 presos y 2 Negros huyeron al barrio Jesús María. Refiere los dos casos Pedro Deschamps Chapeaux, en: „Motín en el Palacio de Aldama", Gaceta de Cuba 166, La Habana, abril de 1978, págs. 16-17. 291 Véanse las páginas que consagro a este fenómeno en: Le destín des Noirs aux Indes de Castille. XVIe-XVIIIe siécles, París: L'Harmattan, 1984, págs. 266-295. En cuanto a la estructuración social de los fugitivos, consúltese: Richard Price (comp.), Sociedades cimarronas, México: Siglo Veintiuno, 1981. 292 Para los palenques cubanos, se remite a los estudios de Francisco Pérez de La Riva, „El Negro y la Tierra, el Conuco y el Palenque", Revista bimestre cubana 58, 1946, 2^° semestre, La Habana, págs. 97-139 y „Palenques cubanos", en: Richard Price (comp.), op. cit., págs. 55-63. Zoila Danger Roll, en: Los cimarrones de El Frijol, La Habana, 1977, además de historiar la lucha de las autoridades del departamento oriental en 1816 contra el famoso palenque del Frijol sito en la zona más montuosa de Moa, en los límites de las jurisdicciones de Santiago de Cuba y Guantánamo, da una visión general del cimarronaje y de su represión en la isla hasta la independencia. En cuanto al personaje del rancheador, es imprescindible reportarse al Diario del rancheador, dictado a su hija por Francisco Estévez, que copió el conocido novelista Cirilo Villaverde con el fin de publicarlo; véase la edición de 1982 de la Editorial Letras Cubanas. 293 A.N.C., G.S.C., leg. 939, n° 33 119.

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empresa se debió a la diligencia del responsable de la finca, hombre avezado sin duda alguna, a la solidaridad de los otros propietarios, y a la disponibilidad del representante de la justicia. Es de subrayar también que el juez pedáneo informó en seguida a sus superiores del principio de las operaciones, de su evolución y de su desenlace, de modo que pudiesen, de ser necesario, tomar las medidas adecuadas. Este esquema se encuentra en todos los casos parecidos e incluso en la represión de los levantamientos. No se dejaba nada al azar: cada uno sabía cómo actuar, según un plan establecido de antemano, de acuerdo con las autoridades. Esto, no lo ignoraban los esclavos que se las ingeniaban para desbaratar los cálculos de sus persecutores. Lo consiguieron en un primer tiempo en La Quinta, otro fundo del conde de Peñalver. Según un informe de Manuel Cristóbal de Zayas, capitán del Cerro, con fecha del 16 de julio de 1839, se habían escapado en la noche del 14 nueve esclavos „destinados a un trabajo". El documento no facilita ningún dato que nos permita saber de qué ocupación se trataba. Es de suponer que era una faena suplementaria impuesta al final del día, ya que estos fugitivos se llevaron los machetes de calabazo que solían utilizar los Negros cortadores de caña, de ahí quizá la exasperación de los siervos. El mayoral, a pesar de sus esfuerzos, no consiguió saber adonde habían parado los cimarrones, no pudiendo suministrar a la autoridad otra información que la descripción de su vestimenta, de coleta blanca, que llevaba en la camisa las iniciales C. P. correspondientes al dueño 294 . No siempre se refugiaban los cimarrones en el monte: ésta es la visión clásica que nos ha dejado la historiografía del cimarronaje, en particular con los trabajos de Saco. A este respecto interesa comentar el parte que mandó a La Habana el 10 de septiembre de 1842 el teniente de gobierno de Bejucal, Manuel Caparros. Se refería a un informe del juez pedáneo del partido de Batabanó, hecho a partir de una información facilitada por Alejandro de la Cruz, ayudante militar del distrito. Este hombre del común al acabar de elevar sus nasas por la costa vio a un grupo de unos cincuenta Negros que se habían refugiado en el manglar. El teniente gobernador señaló en otra carta del 13 del mismo mes que el agua imposibilitaba el recurso a los perros por estos lugares. Además los fugitivos salían únicamente para robar animales y proveerse de comidas 295 . Ahora bien no faltan los manglares por las costas cubanas, y no es de olvidar que abundan por todo el litoral occidental de Africa desde Senegal (Joal por ejemplo) hasta el golfo de Benín. Todavía es muy conocida la ciudad lacustre de Ganvié, establecida no muy lejos del antiguo puerto de la trata Grand Popo, en el antiguo Dahomey. Ahí intentaban protegerse los Negros de las expediciones negreras. Así que los esclavos de origen mina, que eran muchos entre los esclavos insurrectos como veremos luego, podían iniciar a sus compañeros de servidumbre a la sobrevivencia en el ecosistema de los manglares cubanos. Este es un buen ejemplo de la capacidad de los cimarrones en adaptarse a un entorno aparentemente hostil.

294 295

Id., leg. 939, n° 33 125. Id., leg. 941, n° 33 193.

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No multiplicaremos los ejemplos que por cierto eran repetitivos296. Valga el siguiente que nos parece muy característico a la vez por la actitud de los esclavos y por la represión. Se trata del cafetal Catalina, administrado por don Antonio Toscano, en el partido de Guanajay, de donde huyeron catorce esclavos el 10 de julio de 1838 para refugiarse en el monte. Armados de chuzos y de lanzas resistieron algún tiempo a cinco hombres, quienes sin embargo lograron capturar a siete de ellos. En cuanto le llegó la noticia, es decir a las doce de la mañana, el capitán del partido, Pedro Beato, se trasladó a la finca. A las tres de la tarde, ya se había capturado a los otros fugitivos, indicó el día siguiente. En seguida empezó el interrogatorio de los delincuentes, cuyo resumen destinado a La Habana no carece de interés para nuestro propósito. Al parecer no se atrevieron los cimarrones a quejarse abiertamente de sus condiciones de vida, quizá por miedo a posibles represalias. Todos, con ambigua unanimidad, insistieron en el buen trato que les deparaba el administrador. El responsable de la fuga habría sido Feliciano Caravalí, quien, según José, intentó convencer a sus compañeros que ya no se podía aguantar más al mayoral que „machuca a todos los negros y negras". Esteban Lucumí se refirió al mismo motivo: „Su compañero Feliciano hauía días lo estava disiendo que se fuera al monte porque el mayoral de este fundo sobava mucho a la gente". Al parecer de Pablo Mondongo, debía de tener este Negro cierto poder persuasivo: „lo embrujó para que se huyera y como vio que no quería se lo rehiterava todos los días". Ruperto evocó otro argumento de Feliciano: „Vamonos a fullir al monte que nosotros no tenemos tiempo para trabajar en nuestros conucos porque nos suelta muy tarde los domingos". Bien podría ser ésta la razón de la fuga, si nos atenemos a las respuestas de José y de Ruperto acerca del trabajo que se les imponía a los esclavos del cafetal los domingos y días de fiesta. Se les liberaba a las doce, quedándoles tan sólo la tarde para ocuparse de los conucos, de donde, como veremos en la segunda parte, sacaban buena parte de su manutención. Además, aseguró Ruperto, si se fueron con palos y con machetes, los que usaban en el trabajo, era para defenderse de los perros que les perseguirían y no en plan de agresión. El 25 de julio, o sea quince días después de la huida, el juez pedáneo propuso su fallo a la asesoría criminal del Gobierno Superior. Se castigaría al jefe de los cimarrones, Feliciano, con veinticinco latigazos delante de toda la dotación, poniéndole a continuación unas trabas que tendría que llevar por un espacio de seis meses. A los otros fugitivos, se les condenaría a que llevasen también trabas, pero sólo por tres meses. El 28, el Capitán General dio su visto bueno, con la fórmula acostumbrada: „Me conformo y cúmplese"297. Traduce pues la importancia que se concedía en La Habana no sólo a la represión, sino al castigo disuasivo, tanto más cuanto que con la fuga solían acabar muchas de las insurrecciones. 296 Entre fines de 1796 y fines de 1815 los rancheadores de la jurisdicción de La Habana capturaron a 15 9 7 5 cimarrones, según José Luciano Franco, „Cuatro siglos de lucha por la libertad: los palenques", Revista de la Biblioteca Nacional José Martí 9, 1967, La Habana, pág. 5 sq.; citado por J. e I. Castellanos, op. cit., pág. 187. 297

A.N.C., G.S.C., leg. 9 3 6 , n° 33 025.

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4-2-Insurrecciones Entre 1825 y fines de 1843, época en que tuvo lugar la Conspiración de la Escalera, abundaron los levantamientos en los ingenios y cafetales cubanos 298 . Sería erróneo afirmar que todos los movimientos que dejaron una huella en la documentación archivística eran de igual peso ni que todos eran forzosamente relacionados con miras abolicionistas 299 . Ello no impide que para la oligarquía cualquier manifestación, por muy modesta que fuera, podía originar disturbios más amplios. Los capitanes pedáneos de partidos informaban en el acto al Gobierno Superior de su actuación para reprimir los disturbios. Casi siempre la violencia física contra los propietarios o sus representantes ponía de realce la determinación de los insurrectos, que no vacilaban en acudir a la destrucción de las instalaciones que simbolizaban su condición servil. Numerosísimos debían de ser los casos de poca importancia que no necesitaban la intervención de las autoridades locales, los movimientos de exasperación debidos a tal o cual exceso de los responsables de las fincas. Pese a la visión paternalista que quisieron imponer ciertos escritos como los de la condesa Merlin, no podía ser de otra manera, habida cuenta de que la esclavitud se basaba en la coacción. En cuanto la reacción de los siervos se hacía más dura, se informaba al capitán del partido o juez pedáneo, por si acaso. Este prestaba su ayuda trasladándose lo más pronto posible a la finca donde se verificaban los acontecimientos en compañía de ciertos vecinos blancos de las inmediaciones. En muchos casos conseguían imponer la fuerza antes de que fuera demasiado tarde; de otro modo, pedían el auxilio de los comandantes de las partidas de policía o de las tropas reales más cercanas. Casi siempre el motivo de estos motines radicaba en las tensiones que reinaban entre los trabajadores y los mayorales encargados de la gestión cotidiana del traba298 Antes, el año 1820 se destacó por las numerosas sublevaciones que marcaron los meses de junio, julio y agosto. En junio, se produjeron levantamientos en el ingenio de D. Rafael Montalvo y en el cafetal Armonía. En julio se sublevaron las dotaciones del ingenio San Fancisco de Baños de D. Antonio Delgado y del cafetal Empresa donde encontraron la muerte el amo D. José Canoto Valdespinas y el mayoral. En agosto, se alzaron la negrada del ingenio La Catalina de D. Dionisio Mantilla, la del cafetal La Concepción, en Guanajay, y la del ingenio La Esperanza. A.N.C., Asuntos Políticos, leg. 136, n° 8. 299 Para cerciorarse de ello basta con examinar el Catálogo de los fondos de la Comisión Militar Ejecutiva y Permanente de la isla de Cuba publicado en 1945 por Emilio Roig de Leuchsenring. Volveremos más tarde a la misión desempeñada por este organismo en la represión de los levantamientos de esclavos. Digamos de momento que muchas causas se referían a „palabras subversivas" (1841, 1842, 1843 con tres casos), a „papel subversivo y protección a negros sublevados" (causa en 1838 del moreno libre Antonio Villafonseca en Trinidad), a reuniones „de individuos de color sin permiso" (1831 en Matanzas), a conspiraciones (1825, 1838 con 61 esclavos acusados, 1843) y por fin a rebeliones individuales, motines locales o alzamientos de más extensión (1825, 1831, 1835, 1839, 1842, 1843). A través de estas causas aparece nítidamente el papel preventivo de dicha Comisión.

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jo 300 . Muchos de éstos no tenían la experiencia necesaria para cumplir con su delicada misión, o se portaban con una violencia que no podía más que suscitar otra. En 1842, doña María de la Cruz Valdés relevó al antiguo mayoral que gobernaba desde hacía muchos años el cafetal Jesús Nazareno, en el partido de Batabanó que dependía de la tenencia de gobierno de Bejucal al sur de La Habana. El nuevo, que desempeñaba antes el modesto empleo de portero, no tenía ningún conocimiento en el manejo de los esclavos y no disfrutaba de los consejos de ningún otro empleado blanco. El 26 de mayo no supo cómo actuar frente a la desobediencia amenazadora de buena parte de la negrada, prefiriendo tomar las de Villadiego. Regresó con el capitán de partido, quien consiguió sosegar sin demasiada dificultad a los esclavos reacios, entre quienes algunos ya se habían armado con piedras y garrotes para manifestarle su disconformidad al flamante mayoral301. Un poco más de dos años antes, el 15 de agosto de 1840, el juez pedáneo de Guanajay, pueblo situado más al oeste, recibió un oficio en que su colega de Guayabal le anunciaba que los Negros del ingenio La Catalina estaban a punto de levantar300 Esta fue la causa de la rebelión lucumí del cafetal La Juanita, cerca del pueblo Aguacate, el 17 de julio de 1835, que desembocó en la muerte del dueño D. Francisco Sánchez y del mayoral D. José de la Luz. Los rebeldes incendiaron a continuación un cafetal vecino de D. Miguel Duarte y se dirigieron hacia el pueblo, quitando la vida a D. Pablo Rabelo e hiriendo a varios Blancos. Refugiados en el monte, se ahorcaron once de los fugitivos. Según parece se trataba de bozales que no aguantaron las condiciones de vida que se les imponía, por mucho que dijera el fiscal D. Francisco Letamendi, para quien eran „ ...unos hombres rústicos, pero con bastante malicia para parapetarse en su bárbaro idioma o en sus obstinadas negativas..." Uno de los intérpretes prestó el debido juramento „ ...bajo su creencia religiosa que es la luna y bajo el cual ofreció decir verdad en lo que se le preguntase y supiese..." Sin embargo a estos motivos de insurrección se añadían otros como la prohibición de ciertas fiestas tradicionalmente admitidas. El 6 de enero de 1838 en el ingenio Manacas, de Trinidad, el mayoral interino, además de maltratar a los esclavos y de suministrarles escasa alimentación, se opuso a que tocaran el tambor el día de Reyes, en un período en que corrían noticias sobre la emancipación en las vecinas islas británicas. La insurrección se extendió a los ingenios Santa Isabel, Guáimaro, Maynicú, Buenavista, Boca Chica y Quemado. Fidel, carabalí ibo de unos 30 años de edad, encabezaba el movimiento con „un plumaje largo en la cabeza". Los daños provocados por la insurrección alcanzaron la cantidad de 250 000 pesos. Se fusiló a 14 de los rebeldes cuyas cabezas fueron decapitadas y exhibidas en jaulas de hierro. Presentó los dos casos Pedro Deschamps Chapeaux, en: „Rebelión lucumí en el cafetal la Juanita", Gacela de Cuba 153, La Habana, febrero de 1977, págs. 18-19, y en: „Sublevación gangá en Trinidad", Gaceta de Cuba 179, La Habana, mayo-junio de 1979, págs. 5-6.

En su obra titulada Reflexiones histórico físico naturales médico quirúrgicas publicada en La Habana en 1798, el médico de ingenios Francisco Barrera y Domingo denunció los excesos que imponían a los esclavos la brutalidad de los mayorales y la codicia de los dueños. Tal era la desesperanza de los Negros que no faltaban los que se tiraban a las calderas o asesinaban al mayoral, arrancándole el corazón para comérselo antes de huir a los bosques. Véase: Michèle Flouret, „Un précurseur de la médecine psychosomatique en 1798: Francisco Barrera y Domingo, médecin des esclaves à Cuba", en: Pratiques du Corps. Médecine, hygiène, alimentation, sexualité, C.R.L.H., Université de la Réunion, 1985, pág. 152. 301

A.N.C., G.S.C., leg. 941, n° 33 196.

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se en contra de los Blancos. En el acto se mandó hacia dicha propiedad a varios soldados rurales voluntarios con un piquete de hombres armados. Según parece dos esclavos caravalís, Pascual y Candelario, se habían negado a „tapar caña" de noche. Amenazados con el fuete, los otros acabaron por aceptar. Bastó esto para justificar la intervención, seguida por el interrogatorio de ciertos siervos. Sólo uno se refirió a las quejas de Pascual y de Candelario, hartos de los pocos alimentos y del mucho trabajo que les daba el mayoral 302 . No hubo más, tomando fin el conflicto con la huida de los dos esclavos de marras. Pero al parecer tal era el recelo de los empleados blancos que abultaban los menores indicios o, mejor dicho, tomaban la delantera para atajarle el paso a un posible levantamiento. La rapidez de la intervención hacía que a menudo se reprimían las manifestaciones de descontento antes de que se convirtieran en verdaderos motines. Bastaba el más leve indicio para que entraran en acción las fuerzas represivas, como ocurrió el 13 de agosto de 1835 en el partido de Macuriges, del gobierno de Matanzas. Avisado por un vecino de esta ciudad de la sublevación de algunas fincas, el gobernador, Manuel Francisco de Jáuregui, hizo salir una corta fuerza de policía hacia el lugar que distaba unas doce leguas de la capital. Se enteró el día siguiente de que el 8 del mes corriente los Negros del ingenio La Carolina y del cafetal Burato se habían unido, alcanzando el número de 130 individuos. Se había sofocado la protesta sin más perjuicios que un muerto y quince heridos entre los esclavos. Ahora bien, a petición de su superior jerárquico, el juez pedáneo de Macuriges mandó el 31 del mismo mes un informe que quitó importancia a los hechos que se habían limitado al deterioro de un bueyero por algunos Negros que luego se refugiaron en un potrero inmediato donde el teniente del partido pudo detenerles antes de entregarles al mayoral de La Caroli«r. 3 0 3

na

A pesar de las afirmaciones del juez pedáneo, no dejan de llamar la atención las discrepancias entre su informe y las noticias que llegaron hasta Matanzas, tanto más cuanto que no faltaron los casos parecidos. Tomemos el del cafetal Perseverancia, sito en el partido de Lagunillas. El 19 de septiembre de 1842, el capitán de esta jurisdicción, situada al suroeste de Cárdenas, fue avisado por su teniente del levantamiento de la dotación de esta finca. Llegadas al cafetal en compañía de un refuerzo, las autoridades no se fiaron de la deposición del mayoral, quien se contentó con evocar una reyerta entre los Negros. La encuesta demostró que el motín contra el mayoral y los demás dependientes blancos estalló después de emborracharse los esclavos en la población vecina. El Asesor primero del Gobierno Superior hizo hincapié en el error que consistió en permitir que varios negros de una misma finca se fueran a dicho lugar y se quedaran en él „más tiempo del indispensable para surtirse de lo necesario". A esto se agregó la infracción de vender alcohol a los esclavos 304 . 302 303 304

Id., leg. 939, n° 33 129. Id., leg. 937, n° 33 070. Id., leg. 941, n° 33 203.

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A decir verdad, si la mayor parte de los motines no pasaban de manifestaciones de poco alcance, se debía a lo despiadado de la represión que no vacilaba en hacer correr la sangre. Detengámonos un instante en los procedimientos utilizados, en particular en el alzamiento de la gente del cafetal Nra Sra de la Asunción, en el partido de Tapaste, perteneciente a doña Dolores de Miralles, que sucedió el 25 de julio de 1830. Si nos atenemos al sumario que se efectuó con este motivo, el esclavo Rafael Mina resistió con el machete en mano a las órdenes del joven administrador, Manuel de Montes, natural de Morón en Andalucía, quien, como castigo por su desobediencia, mandó que se le colocara en el cepo. En seguida se dio a la fuga con sus compañeros Juan Bautista, Seferino y Felipe, de la misma nación mina, dirigiéndose hacia el potrero de la finca. Llegados allí, agredieron al mayoral y a otros empleados blancos. Estos se defendieron de tal manera que fue preciso llevar a los tres minas a la enfermería del cafetal el día siguiente, donde Juan Bautista falleció de sus heridas, pese a los cuidados del facultativo. De creer a Rafael, el delito de que se le acusó no fue tan grave como para justificar la severidad de Montes. El domingo pasado, a las tres de la tarde, se había ido a un cuadro a comer mangos, y fue bastante para que el administrador quisiese meterle en el cepo. Como no se mostró dispuesto a admitir tal injusticia, Montes le dio tres cintarazos con su sable, echándole al mismo tiempo un perro del cual se defendió con su machete. Admitió Rafael haberse huido en el acto con sus compañeros hacia el potrero de La Leiba donde se encontraba un sobrino de la dueña, con el propósito de pedirle el permiso de buscar a otro amo (como se lo permitía la ley). Lo hicieron con la debida humildad, aceptando éste transmitir la petición a su tía. En espera de que se atendiera la súplica, se quedaron los fugitivos en el potrero. El día siguiente, a las cuatro de la tarde, se les presentaron once hombres blancos que habían llegado la víspera. Les echaron perros, lo cual les obligó a defenderse con sus machetes. Fue entonces cuando los Blancos hicieron uso de sus propias armas, hiriéndoles de tal manera que murió Juan Bautista. En su deposición expresó Rafael sus motivos de descontento. A pesar de que llevaban ya diez años sirviendo en el cafetal él y sus compañeros, no se les daban los conucos que les habrían permitido mejorar lo ordinario, ni se les dejaba „libertad para proporcionarse otras cosas que son naturales al hombre". En particular Rafael no aceptaba de buena gana dormir debajo de llave. Seferino y Felipe coincidieron con él en sus deposiciones305. Así que no se puede menos de notar la disproporción de la represión comparada con el delito, que traducía de hecho el temor de los Blancos por los posibles riesgos de extensión de la protesta, considerándose éstos obligados de cortar por lo sano. Esta fue la reacción del comandante de armas de la villa de San Julián de los Güines, al suroeste de Matanzas, al enterarse el 13 de junio de 1840, del levantamiento de los esclavos del ingenio San Francisco de Banco, propiedad de don Anto305

Id., leg. 936, n° 33 031.

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nio Bernabé Delgado. Dio la orden al capitán del partido de San Nicolás que impusiera el sosiego al ingenio: ,,y como el expresado ingenio se halla inmediatamente a otros de dotaciones considerables, el contacto debe evitarse en semejantes casos para que aya mayores resultados". A todos los responsables administrativos les correspondía aplicar una estrategia establecida de antemano, sin despreciar ningún riesgo. Prueba de ello es que dicho levantamiento se limitó a la huida de cinco Negros de nación lucumí a los montes del ingenio vecino Gicotea. Temiéndose que se reuniesen con otros cimarrones (refugiados quizá en las alturas de Bejucal), se organizó una expedición que les alcanzó en la montaña. Herido, mandó el capitán a sus hombres que disparasen. Se mató así a tres fugitivos y se hirió a un cuarto que consiguió escapar con el quinto. Sin embargo no les quedó más recurso que presentarse el 15 a su dueño306. Dado lo implacable de la represión en tales casos, ¿qué pasaría con los de más gravedad? En la noche del I o de julio de 1840, un hombre blanco se presentó al capitán de San Luis de la Ceiba, manifestándole que don José Canto Valdespino solicitaba los servicios de un médico para curar a su mayoral, víctima de una „tragedia con los negros" de su cafetal La Empresa. Al poco tiempo le informó otro emisario de que los Negros lucumís de la finca querían matar al amo. Se dirigió en seguida el juez pedáneo hacia dicho lugar con los miembros de la ronda y algunos vecinos. Fueron acogidos por tiros de piedras e intentaron amedrentar a los insurrectos con algunos disparos. Pero fue preciso esperar el día para actuar con más precisión, merced a la ayuda del pedáneo de Vereda Nueva y del alcalde de San Antonio Abad. Este, a las ocho de la mañana, mandó a unos cincuenta lanceros bajo las órdenes del alférez don Matías García Flores, quien encontró los cadáveres del dueño y del mayoral, don Antonio Peaza, matados a machetazos. Aparentemente hubo un enfrentamiento entre los rebeldes y los Negros fieles al amo, ya que la compañía dio con tres esclavos ahorcados. Además yacían por el suelo un siervo muerto y dos heridos. La intervención de los militares permitió la detención de diecisiete individuos. El capitán del partido de San Luis de la Ceiba pidió que se quedasen veinte hombres para mantener el orden y capturar a los fugitivos que ascendían a veinticinco o treinta hombres, lo cual se dio por terminado el 10 de julio. Así se acabó esta „horrorosa catástrofe"307. La exasperación de las dotaciones de muchas fincas desembocó no pocas veces en tales masacres que dejaban una impronta hondísima en la mentalidad de los propietarios a quienes no les importaban un comino las desgracias impuestas a sus esclavos. No remontaremos más allá de junio de 1825 en que ocurrió el levantamiento de las dotaciones del cafetal Jonquier, ubicado en el partido de Guamacaro, al oeste de la gobernación de Matanzas. El juez pedáneo y el capitán de milicias don Andrés Jiménez no pudieron impedir la extensión del movimiento. No contentos con matar a su amo, los Negros de Jonquier se unieron con los de los cafetales vecinos, queman306 307

Id., leg. 939, n° 33 130. Id., leg. 939, n° 33 131.

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do algunas fincas y dando la muerte a varios individuos. El gobernador de Matanzas, Cecilio Ayllón, aseguró el 18 del mes que, según informaciones procedentes de los pueblos de Limonar y Sumidero, se estaba acabando con el levantamiento, refugiándose los rebeldes en la montaña del Ojo de Agua y en la loma del Sabanazo. En la refriega del Coliseo cayeron entre veinte y treinta esclavos, sin contar a los que perdieron la vida en otros encuentros. Según el informe dirigido el 15 a la Capitanía General por el gobernador de Matanzas, los sublevados llegaban al número de quinientos, lo que justificó el envío de un piquete de dragones y de una partida montada de policía. El 18 se enteró el mismo personaje de que la rebelión fue el resultado de un plan combinado con la gente de color de La Habana y de la Vuelta de abajo308. Desde hacía algún tiempo los conspiradores se proveían en pólvora y balas merced a los esclavos que iban a los pueblos a hacer mandados309. Pese a las afirmaciones de Cecilio Ayllón, según las cuales cada día se experimentaba „más tranquilidad en aquellas fincas donde fueron los desastres", de las cenizas brotaron chispas que prendieron fuego a la misma capitanía de Guacanaro un mes después. El nuevo movimiento empezó en el cafetal de Monsieur Fouquier, posiblemente uno de los hacendados franceses refugiados de Haití después de la expulsión de 1809. En cuanto se le avisó, el responsable administrativo organizó, con la ayuda de muchos vecinos, la vigilancia de los caminos. Pasando por el Coliseo vieron reducidas a cenizas todas las fábricas del cafetal de don Francisco Valdo Morejón, una tienda contigua donde se había asesinado al dueño y a un carretero de paso, y una fábrica del cafetal de don Francisco Goiría. Antes de que se pudiera alcanzarles, se desparramaron los insurrectos por el monte y por los cañaverales o cafetales de las inmediaciones. En la finca de Monsieur Chapo (sic), se encontró a un hombre blanco asesinado, consiguiendo el grupo del pedáneo matar a unos esclavos que huían hacia las lomas. En otras propiedades, el capitán no pudo más que reconocer los cadáveres y los desastres, dejando a algunos hombres para su custodia, merced a los auxilios dirigidos por el teniente de policía y el alcalde primero de Matanzas. Con los perros amaestrados se organizó la persecución de los fugitivos por las lomas. Para ilustrar el ensañamiento de los vecinos, citaremos algunas líneas del informe del pedáneo: El recomendar a V. E. en particular algunos vecinos sería herir el amor propio de los demás, cuando todos se disputaban la gloria de alcanzar el negro que se llegaba a descubrir, sin reparar tubiese o no armas ventajo-

308

El Capitán General para precaver parecidos acontecimientos en la Vuelta de Abajo comisionó al coronel Joaquín de Miranda y Madariaga. Le tocaría observar el estado de las fincas e imponer el buen cumplimiento de las disposiciones por los jueces pedáneos. En caso del menor levantamiento se pondría a la cabeza de los vecinos para sofocarlo. Le correspondería también dirigir la represión en contra de los palenques de las serranías de Cayajabos, Santa Cruz de los Pinos, Bahía Honda y Las Pozas. A.N.C., Asuntos Políticos, leg. 30, n° 21. 309 A.N.C., G.S.C., leg. 936, n° 33 008.

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sas, tal era el entusiasmo con que todos andábamos al exterminio de cuantos aparecían culpados o reos.

Tal es la conclusión del informe mandado el 28 de julio de 1825 por Andrés M. Oliver al Gobierno Superior. El documento analizado presenta además un estado de las fincas sublevadas en el partido de Guanacaro, que arroja las cifras siguientes: Fincas saqueadas Blancos muertos Blancos heridos Negros que faltan Negros muertos Negros heridos Negros presos Negros libres muertos Negros libres presos Negros presentados

24 15 4 170 43 1 41 20 2 85

El entusiasmo de los perseguidores, a que se refiere Oliver, explica que sólo hubo un Negro herido, entre tantos muertos 310 . Volvamos a nuestra época con el levantamiento del ingenio Loreto, en la jurisdicción de Managua, al sureste de La Habana. El 14 de marzo de 1842, el teniente gobernador de Bejucal tuvo que mandar hacia este lugar a un teniente de guardias rurales con sus hombres, preparando un destacamento de infantería y el agrupamiento de otra gente para reducir la sedición. Apaciguado el tumulto, se procedió a una encuesta. La dotación no contaba más de cuarenta y un esclavos que sólo recibían una comida al día, a las once de la mañana, según admitió el propio mayoral don José Martínez. Este, al ordenar que se castigara con un bocabajo a un Negro emborrachado que le contestó de una manera descortés, suscitó las protestas de los compañeros de la víctima. La intervención del mayordomo, quien prometió sustituir al mayoral por otro, no hizo más que avivar la insatisfacción de los siervos, viéndose obligado a escapar el mayoral. Intentaron los esclavos destrozar la puerta de su casa, donde se había refugiado su familia. Sin embargo el mayordomo consiguió restablecer la paz antes de que volviera el mayoral con un grupo de vecinos. Sería fastidioso referir las diferentes fases del levantamiento; pero no se puede pasar por alto la decisión del teniente gobernador de Bejucal con fecha del 15 de marzo. La zafra no permitía la detención de los culpables, tanto más cuanto que no aparecía de momento ningún Negro ,,a quien pudiese considerarse como motor de la revuelta". Se comprometió el hijo de la dueña don Tomás de Sotolongo y Alfaro a poner a la disposición del tribunal a los Negros designados cuando fuese necesario.

310

Id., leg. 936, n° 33 009.

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En cambio, considerándose que el mayordomo don José María Elias era responsable del alboroto, determinó el teniente gobernador su conducción a la real cárcel de La Habana. Esta decisión patentiza el estado de ánimo de los responsables locales para quienes era prueba de debilidad toda conmiseración de los administradores hacia los esclavos. En este aspecto disintió el parecer del auditor de guerra del Gobierno Superior, quien estuvo a favor de la liberación del mayordomo y de amonestar a la propietaria para que nutriese y vistiese mejor a sus siervos, y de prevenir al mayoral „que nunca use de su superioridad sin acompañar la prudencia a la firmeza, regidas ambas por la justicia"311. Tal fórmula no era casual en los labios de un representante de la administración superior, atenta a que los descuidos de los dueños y la impericia de sus empleados no pusiesen en peligro la paz social en regiones donde los esclavos alcanzaban una alta densidad. No olvidemos que seguía presente en la mente de todos el temor a una posible conspiración, como hemos visto para el año de 1825. El mismo sentimiento justificó la sentencia pronunciada el 21 de diciembre de 1843 por el tribunal presidido por un personaje de quien hablaremos más adelante: se trata del brigadier don Antonio García Oña, gobernador de Matanzas. Obedeciendo las órdenes del Capitán General Leopoldo O'Donnell, constituyó un tribunal militar con el objeto de que breve y sumariamente y sin los trámites y dilaciones de un juicio escrito, se aplicara a los esclavos que proyectaban sublevarse y llevar a cabo el plan de ruina y destrucción de la Isla que tenían tramado, el condigno castigo a que se hubieren hecho acreedores los castigadores y demás que hayan tomado parte a tan atroz delito.

Reunido en la Sabanilla del Comendador, después de oír la misa del Espíritu Santo, el consejo recogió las declaraciones de los inculpados y efectuó los careos que estimó convenientes para descubrir el origen y las circunstancias de la sublevación de las dotaciones de los ingenios Santísima Trinidad312, de don Esteban Oviedo, Santa 311

Id., leg. 941, n° 33 163. Esta era una finca ejemplar como lo prueban el comentario de Justo G. Cantero y el dibujo de Eduardo Laplante en la obra Los Ingenios. Colección de vistas de los principales ingenios de azúcar de la isla de Cuba, La Habana: Litografía de Luis Marquier, 1857. Se puede ver una reproducción de la vista, presentada por Jean-Paul Duviols, en: Alexandre de Humboldt, Essai Politique sur l'Ile de Cuba, París: Editions Erasme, 1989: Ubicado en la parroquia de la Sabanilla del Comendador, del partido de San Andrés en la jurisdicción de Matanzas, este ingenio tenía una posición elevada en la loma de Limones. Colindaba con diferentes potreros al norte, y al este y al sur con los ingenios evocados en la relación estudiada. Producía 607000 cajas de azúcar al año, poseía según Cantero una enfermería „bien aseada", un gran barracón de forma cuadrada y de manipostería con „habitaciones bien proporcionadas y un cómodo lavadero para hembras, además de sus barios para ambos sexos". La dotación alcanzaba más de mil esclavos, entre los cuales había trescientos niños (criollos). El dueño acostumbraba al312

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Rosa313 y Santo Domingo de don Domingo Aldama, Jesús María de doña Josefa Oviedo, Majagua de don Gonzalo Alfonso, y La Trinidad de don Francisco Hernández Morejón. Comparecieron ante el consejo unos cincuenta esclavos, muchos de los cuales eran lucumís, caravalís o gangas. Los quince principales instigadores fueron condenados ,,a ser pasados por las armas por la espalda". Se les cortarían las cabezas para exponerlas en las partes más visibles de los ingenios a que pertenecían. Se les acusaba de haber querido incendiar todas las propiedades citadas y matar a sus dueños. Se impuso la pena de diez años de presidio con grillete y ramal a otros seis esclavos, quienes, una vez cumplido el castigo, serían vendidos en pública subasta. Se les acusaba de haber establecido comunicaciones entre las fincas para favorecer el levantamiento general. Otros quince cómplices merecieron cien azotes y cuatro años de presidio con grillete y ramal en las fincas de sus propietarios. Por otra parte se recomendó al Capitán General la mayor generosidad a favor de la negra Polonia, esclava de don Esteban Oviedo, quien había denunciado la conspiración. El 12 de enero de 1844, teniendo en cuenta el nuevo Reglamento de esclavos que evocaremos más adelante, el Capitán General otorgó a dicha esclava la carta de libertad con una cantidad de quinientos pesos314. ¿Cómo no ver que este fallo tenía un valor disuasivo? Pero volveremos a este aspecto en el próximo capítulo. De momento subrayaremos el hecho de que esta pri-

quilar a los que no necesitaba en su propia finca y merced a un „criadero de criollos bien cuidado" conseguía aumentar su dotación de treinta Negros cada año, cuando la mortandad no pasaba de diez personas mayores. Añade Cantero: ...durante la mitad del año la negrada se mantiene con viandas y en la otra con harina de maíz, arroz y frijoles, dándole también a menudo vaca y fresco, y en el transcurso del día tres comidas abundantes; a este cuidado be la cesación en esta finca de la disentería que se llevaba anteriormente individuos.

mitad puerco se detantos

Estos cuidados no impidieron el levantamiento de la dotación, tanto más peligroso cuanto que alcanzaba ésta un gran número de individuos. Este es un buen ejemplo de lo contraproducente que podia resultar la preocupación del propietario de mejorar las condiciones de vida de sus esclavos, siendo al fin y al cabo su única meta el incremento de la producción. 313 Según el comentario de Justo Cantero, don Domingo de Aldama fundó en 1815 el ingenio Santa Rosa, que lindaba con el de Oviedo. Situado a siete leguas de Matanzas, era el más importante del partido. Disfrutaba de „una magnífica represa, toda de manipostería" y una arboleda de pinos conducía a la casa de vivienda. Lindaba por el norte con los ingenios Santo Domingo y San José que pertenecían al mismo dueño. En 1836 poseía una máquina de vapor y en 1857, la mano de obra constaba de trescientos esclavos, treinta chinos y doce operarios blancos. Agrega Cantero: „El barracón, con su cocina en el interior, es de 100 varas a cada viento. La enfermería muy aseada y hermosa es el objeto de un especial cuidado [...]. En el frente de la enfermería hay un salón con su colgadizo que es de arquería, para los criollitos". 314 A.N.C., G.S.C., leg. 943, n° 33 287.

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mera sentencia acerca de lo que se dio en llamar la Conspiración de la Escalera correspondía a la psicosis que reinaba en las fincas. Resulta difícil imaginar hoy por hoy las contradicciones del sistema colonial cuyos beneficiarios quedaban perpetuamente amenazados por las consecuencias de su insaciable codicia. El menor indicio sumía a las autoridades en la mayor preocupación, despertando la psicosis latente que nunca abandonaba a los dueños y a sus familiares. El 22 de junio de 1825, el comandante militar de la Boca del Jaruco, en la costa oriental de La Habana, puso al conocimiento de la Capitanía General el sublevamiento de la dotación del ingenio Cantera en el partido de Bainoa, que golpeó e hirió a su mayoral, el cual consiguió escapar. Esto fue suficiente para que se reunieran más de doscientos vecinos „provistos de todo género de armas". Cinco días después llegó otra alarma a La Habana. El comandante a las doce y media de la noche pidió armas para reprimir el levantamiento del ingenio Cantera y avisó a los alcaldes de Güines para que se opusieran a una posible extensión del movimiento: „suplico a V. Ex. que para la tranquilidad y escarmiento de los faciosos se sirva aprovecharme con las expresadas armas por combenir así al Rey nuestro señor y a la patria." A las nueve de la mañana regresó un grupo de hombres mandados a Bainoa para mejor información. Sólo se trataba de un motín provocado por seis esclavos. Fue bastante para que los vecinos de Gibacoa y Caraballo tocaran las campanas toda la noche „esparciendo terror sin tener una noticia exacta de la causa"315. Pero los vecinos no vieron con buen ojo el comportamiento del comandante de la partida de policía, don Manuel Alvares Ataídes, a quien acusaron ante el Gobierno Superior de no haber aprehendido a los culpables de los disturbios, lo cual no era cierto porque precisamente acababa de detener a seis esclavos del potrero de don Matías Cantera. En realidad el temor pánico se había propagado por los partidos de Gibacoa, Caraballo, Río Blanco y Jaruco, donde tocaron a rebato las campanas hasta las dos o las tres de la madrugada del lunes, habiendo ocurrido el tumulto el domingo. Incluso se embarcaron algunas familias para escapar de la amenaza316. Acabamos de ver el peso del condicionamiento en las mentalidades. Después de esta reacción primaria frente a los acontecimientos, se intentaba analizarlos a través de una visión apriorística. ¿Qué se podía esperar de estos salvajes? Tal debía de ser la pregunta que le hicieron los vecinos al comandante de la partida de policía durante la sublevación de los esclavos de don Matías Cantera. Varias indagaciones pusieron de realce un comportamiento que rozaba con la barbarie, particularmente entre los bozales. Después del fracaso de los preparativos de un levantamiento de la dotación del ingenio Tinagua, también llamado la Unión317, se interrogó a los esclavos el 25 de febrero de 315

Id., leg. 9 3 6 , n° 33 008. Id., leg. 936, n° 33 005. 317 N o confundir con el ingenio La Unión a que se refiere Justo G. Cantero en la obra citada más arriba. Este, los propietarios don Miguel y don Pedro Fernández lo comenzaron a montar en 1838 en el partido de Macuriges, jurisdicción de Cárdenas. 316

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1833. Uno de ellos, Vicente Ganga, se refirió a los dichos de un compañero del mismo origen étnico, llamado Pío: „Le dijo que él sabía hacer la guerra en su tierra y que quería reunirse con otros para pelear". Al parecer Pío no supo convencer a los demás siervos, delatándole uno de ellos al mayoral 318 . Además los Blancos estaban convencidos de que los cabecillas de las insurrecciones se aprovechaban de las supersticiones de sus compañeros para incitarles a la rebelión. Con motivo de averiguar los rumores que evocaban un posible movimiento de los Negros de Bejucal, preparado en reuniones secretas, el brigadier de infantería don Angel de Loño, comisionado por el Capitán General, interrogó al mayoral del ingenio San Francisco Javier: Los Negros son naturalmente supersticiosos y creyendo en brujos creen también en los polvos o yerbas que algún negro brujo o truán les hace creer son para hacerles imbisibles a los ojos del mayoral o cualquiera otra superchería, lo cual no es nuevo en las fincas sino que es desde que hay esclabos en ellas. Al leer estas evocaciones de las prácticas mágicas de los esclavos ansiosos de libertad, pensamos en las leyendas que corrían acerca del famoso Mackandal, héroe de la lucha de los Negros de la parte francesa de Santo Domingo, relatadas por Moreau de Saint-Méry en 1797 319 . Otra prueba de que los recuerdos de los aconteci318

A.N.C., G.S.C., leg. 936, n° 33 046. Respecto a la mentalidad de los sublevados muy interesante es el estudio de Juan Iduarte, „Noticias sobre sublevaciones y conspiraciones de esclavos: Cafetal Salvador. 1833", Revista de la Biblioteca Nacional José Martí 24 (1-2), La Habana, 1982, págs. 117-152. El artículo versa sobre el levantamiento del cafetal Salvador, que ocurrió los 13 y 14 de septiembre de! mismo año. La gran mayoría de la dotación la componían Negros lucumís, es decir de origen yoruba, que se lanzaron al saqueo de la finca capitaneados por Fierabrás que cantaba „Ori-oré", contestando a coro los esclavos „e'fé". Según los resultados de la encuesta de la Comisión Militar, se trataba de gritos de guerra. Todos manifestaban su deseo de no servir más a los Blancos y de volver a su tierra. Cerca del ingenio San Juan Nepomuceno tuvo lugar el enfrentamiento con la tropa. Los amotinados obedecían las órdenes del contramayoral Luis Lucumí, quien llevaba como divisa un quitasol abierto de seda colorada. Acierta J. Iduarte al sugerir que Luis parodiaba de este modo el comportamiento de un jefe guerrero yoruba (el Oba o el Oni de Ifé). Además llama la atención el hecho de que por primera vez la relación de los sucesos apuntó más de 220 nombres de origen étnico, que efectivamente muy a menudo parecen de origen yoruba. Si tenemos en cuenta estos datos, resulta difícil negar que dicho motín presentaba una evidente dimensión étnica. En el campo de batalla cayeron 53 esclavos. Se pregunta Iduarte si el cafetal Salvador no sería también un depósito de esclavos introducidos clandestinamente, lo cual explicaría las referencias que acabamos de apuntar. Acabaremos con esta evocación de la sublevación del cafetal Salvador, intentando dar un sentido a las expresiones „ori-oré" et „e'fe" que repetían los esclavos en su canto. Si nos referimos a la lengua yoruba, que sería la de los rebeldes, éstos trataban a sus dueños de „so ladrones" o „explotadores" („ori ole" = cabezas de ladrones, de explotadores" ) y exigían que se les tratase con „amor", es decir como hombres que eran („ife" = amor). 319 Médéric Louis Moreau de Saint-Méry publicó una Description topographique, physique, civile, politique et historique de la Partie française de l'Ile de Saint-Domingue (1797). Su evoca-

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mientos de Haití no habían desaparecido de la mentalidad de los propietarios cubanos. Así que no se fiaban de nada ni de nadie. Ciertos administradores prohibían incluso los cantos de esclavos durante las faenas, temiendo que transmitiesen consignas en lenguas africanas, como lo admitió don José Gonzales del Valle, administrador del cafetal Recompensa. Estos rumores no consiguieron convencer al auditor de guerra, quien, el 12 de abril de 1844, opinó que las alarmas tuvieron su origen en el miedo ,,y que repetidas las noticias aunque vagas de unos con otros fueron abultándose como de ordinario acontece"320. La ingenuidad de los esclavos, que muchos recalcan, les hacía caer a su parecer más fácilmente en la trampa de la „seducción". Precisamente en el año 1842, el 7 de noviembre, el regente de la Audiencia de Puerto Príncipe inició un procedimiento sobre la desaparición de varios Negros. Se sospechaba que les había seducido un Blanco con ofertas de libertad. Daba el caso de que, a una legua de Sancti Spíritus, se había aprehendido a un hombre que dijo llamarse primero José Izquierdo y luego Angel Narváez, y ser natural de La Coruña y vecino de Nueva Orléans. Se le acusó de llevar consigo a uno de los Negros desaparecidos. El mismo día se capturó a otros tres Negros que dicho individuo había extraído de Sancti Spíritus. Se detuvo también a una Mulata y a dos Negros que ocultaban a los esclavos seducidos por este extraño personaje. Además se estaba buscando a dos Blancos, cómplices de Narváez321. Dos meses y medio antes, o sea el 23 de agosto de 1842, José Garcerán de Valle, teniente gobernador de Holguín, avisó al Gobierno Superior de la constitución de un expediente criminal contra los Pardos Pedro Quiñones y Concepción Céspedes por suponerse que intentaron seducir a los esclavos de la hacienda de la Güira para que se levantasen contra los Blancos322. Según los amos, a la base de los tumultos de los esclavos se encontraba la actuación de los agentes del abolicionismo inglés. En el partido de Mayagigua, que pertenecía a la jurisdicción de San Juan de los Remedios, don Rafael Roque de Escovar no esperó que la agitación de su dotación se ampliase para buscar las causas de este comportamiento sospechoso. Interrogado de un modo apremiante, acabó por confesar uno de sus Negros „que estaba seducido por algunos de su clase a que conspirara contra los blancos". Por añadidura estos hombres estaban relacionados con gente de Caibarién y de Santo Domingo. Estas revelaciones preocuparon tanto más al capitán de Mayagigua y al alcalde segundo de San Juan de los Remedios cuanto que ción de Mackandal inspiró a Alejo Carpentier en El Reino de este Mundo, c o m o lo probamos en „Ambivalence du personnage du 'mandingue' en Amérique latine au X X e siècle. Tradition populaire et élaboration littéraire", Historiografía y Bibliografía Americanistas 2 9 (2), Sevilla, 1985, págs. 99-123. 320 A.N.C., G.S.C., leg. 943, n° 33 282. 321 Id., leg. 941, n° 33 185. 322 Id., leg. 941, n° 33 190.

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no disfrutaban del armamento necesario para arrostrar esta situación, como lo señalaron el 27 de septiembre de 1842 al Gobierno Superior, el cual pidió al gobernador de Trinidad que tomase las providencias adecuadas. Al regente de la Audiencia de Puerto Príncipe se le comisionó el 10 de septiembre de 1842 para investigar acerca de los rumores que corrían por el partido de Caicaje sobre una posible invasión por gente de color a partir de las islas de Jamaica y Santo Domingo. Varios vecinos de Caicaje afirmaron haberse enterado de la preparación de la invasión, como don Nicasio Cardenal que declaró que en Jamaica cuarenta mil Negros estaban instruidos y armados por los Ingleses para esta expedición que se haría con cuarenta fragatas. Se añadían a los cien mil Negros que estaban esperando las órdenes en Santo Domingo. El 14 de octubre se mandó al mismo regente que siguiese con su encuesta: el antiguo cónsul inglés, „exaltado abolicionista", al salir hacía dos meses de Cuba, se había detenido en la isla británica de la Nueva Providencia. Ahora bien daba el caso de que había desaparecido desde hacía pocos días, y se temía que hubiera tratado de introducirse furtivamente de nuevo en el territorio para „propagar su doctrina". El 28 de octubre el regente don Francisco García de Fierro contestó que en Nueva Providencia Turnbull obtuvo pasaporte para Gibara con la condición de que pasara a dicho puerto con el único objeto de proteger a los Africanos. Llegado el antiguo cónsul a Gibara, se le detuvo y se le puso a la disposición del Gobierno Superior en Holguín 323 . Vivían el Gobierno Superior y los propietarios en el perpetuo temor a la sedición interior urdida por los agentes de los abolicionistas 324 y a una posible invasión a partir de las islas cercanas. Para el primer caso, valga el ejemplo de la orden dada al intendente de la provincia de Oriente el 8 de julio de 1842 de indagar sobre las compañías inglesas que explotaban las minas de la villa del Cobre. Según rumores instruían a los esclavos en los principios contenidos en una biblia escrita por metodistas, con el fin de prepararles a la emancipación. En su informe del 16 del mismo mes, el teniente de gobernador de la villa del Cobre descartó esta posibilidad, insistiendo en el hecho de que los esclavos mineros vivían bajo la vigilancia de mayorales y empleados españoles. Su único contacto con los Ingleses se efectuaba en las galerías, donde estaban mezclados con trabajadores libres, negros o españoles, que no dejarían de avisar a las autoridades políticas si se dieran cuenta de alguna inteligencia entre los esclavos y los Ingleses. Sin embargo el comportamiento de ciertos de estos extranjeros era sospechoso y merecía alguna investigación discreta 325 . 323

Id., leg. 941, n° 33 167. El Capitán General Tacón recibió una orden real con fecha del 21 de mayo de 1837 que exigía la expulsión de los emisarios de las sociedades abolicionistas acusados de propaganda entre los esclavos de la isla. En su respuesta del 31 de agosto, el gobernador expresó su discrepancia, pareciéndole que „los consitadores de estos desórdenes merecen ser castigados con la pena anecsa al delito de que fueron causantes", principalmente cuando fomentaban conspiraciones con efusión de sangre. 325 A.N.C., Asuntos Políticos, leg. 41, n° 42. 324

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En cuanto al segundo caso, prueba patente de esta psicosis es la carta anónima que mandó el I o de mayo de 1842 al Capitán General un pretendido vecino del pueblo de San Anselmo en la provincia de Santiago de Cuba. Alude el documento a la persecución que se hizo de los cimarrones por la sierra de Canabacoa donde estaban ubicados sus palenques, lamentando que muchos de los hacendados tuvieran mayorales de color, en particular en la bahía de Guantánamo. Por su mediación los cimarrones comunicaban con Jamaica y las colonias francesas y se habían introducido en la isla emisarios de los abolicionistas, con el apoyo de barcos ingleses. Además el capitán del partido de Guantánamo, Pedro Megret, era un francés refugiado de Santo Domingo cuyo objetivo era „formar una revolución entre la esclavitud y las demás clases de color". El 20 de agosto se transmitió el anónimo al gobernador de Santiago, quien contestó el 2 de septiembre presentando el resultado de las investigaciones de sus colaboradores. De una encuesta hecha entre los Europeos y los criollos, resultó que nadie ponía en duda la honradez de don Pedro Megret, quien llegó muy pequeño entre los emigrantes de Santo Domingo y pronto se naturalizó. La conclusión del gobernador fue que escribió la carta un enemigo oculto del capitán de Guantánamo „con objeto de saciar resentimientos particulares"326. No faltaban pues los que miraban a los inmigrados franceses con cierto recelo, sospechando que algunos de ellos se valían de su condición de refugiados para introducir ideas revolucionarias327. La desconfianza era mayor aun para con los extranjeros de lengua inglesa. El 28 de mayo de 1843, Carlos Gherri, de Macuriges, se sintió obligado a poner al conocimiento del Capitán General las confidencias de Mister Jons, ingeniero de máquinas de vapor. Este inglés se había puesto al lado de Gherri con „mucha decisión y entusiasmo" para sofocar la rebelión de los Negros. Ahora bien se había enterado de que un paisano suyo tuvo una conversación en un establecimiento llamado Boarding House, enfrente del Palacio de Gobierno, con dos individuos naturales de Estados Unidos que vestían de negro como capellanes. Estos personajes, protestando contra

326

A.N.C., G.S.C., leg. 941, n° 33 168. En realidad este temor se manifestaba desde 1793, año en que el Capitán General Luis de las Casas decidió expulsar a los emigrados acusados de simpatía por la Revolución. A este respecto se consultará: Alain Yacou, „Révolution française dans l'île de Cuba et Contre-Révolution", en: Michel L. Martin y Alain Yacou (coord.), De la Révolution française aux révolutions créoles et nègres, Paris: Editions Caraïbéennes, 1989, págs. 15-340. Después de la invasión de España en 1808 por las tropas de Napoleón aparecieron pasquines anónimos contra los refugiados de Santo Domingo en las puertas de las iglesias de Santiago de Cuba. De los 122 cafetales que había en los alrededores de la ciudad, 104 pertenecían a hacendados franceses. Véase: Alain Yacou, „L'expulsion des Français de Saint-Domingue réfugiés dans la région orientale de l'île de Cuba", op. cit., págs. 49-64. A pesar del transcurrir de los años no había desaparecido cierto odio para con los refugiados que se habían quedado después de la expulsión de los Franceses por haberse naturalizado. 327

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el abuso de los castigos, manifestaron su d e s e o de ver el triunfo de los e s c l a v o s . A s í que bien podían ser emisarios del m o v i m i e n t o abolicionista 3 2 8 . Esta última anécdota v i e n e de perlas para evocar la mentalidad de los propietarios, siempre dispuestos a c o n c e d e r una e x c e s i v a importancia a cualquier rumor. E s de admitir sin e m b a r g o que esta p s i c o s i s se fundaba en una innegable realidad. Y a sabía a qué atenerse el G o b i e r n o Superior acerca de los procedimientos usados por los abolicionistas ingleses. El I o de septiembre de 1835, el cónsul español de Filadelfía había avisado al Capitán General M i g u e l T a c ó n de la posible introducción de „lib e l o s incendiarios" por los buques procedentes de Charleston que atracaban en diferentes puntos de la isla 3 2 9 . El v i c e - c ó n s u l en esta ciudad le había informado de „papeles infamatorios" que los „fanáticos del Norte" mandaban a los estados del Sur „para levantar los negros contra los blancos". S e g ú n el diplomático, las s o c i e d a d e s abolicionistas inglesas lo manejaban todo: y como todo esto según me parece es obra de algunas sociedades inglesas calculadas a emancipar todas las colonias de las Antillas sin distinción alguna como que entra en su política actual por tener el comercio esclusivo de las producciones coloniales que tienen las Indias Importantísimo es este parecer del v i c e - c ó n s u l de Charleston por corresponder al opinar de una buena parte de la oligarquía cubana que v e í a en el capitalismo mercantil inglés la causa de todas sus desgracias. Era m u c h o m á s de temer que los siboneistas que, s e g ú n Justo Zaragoza, hablaban ,,a las negradas de libertad y de independencia a lo Hatuey" 3 3 1 .

328

A.N.C., G.S.C., leg. 942, n° 33 229. El regente Espartero ordenó al Gobierno Superior que hiciera cuanto fuera posible para evitar que los periódicos procedentes de Haití circulasen entre la gente de color de la isla, por estar llenos de „doctrinas y máximas contra la esclavitud". Con este objetivo se impediría que, bajo ningún pretexto, se aproximasen a las costas los barcos de Santo Domingo. A.N.C., Asuntos Políticos, leg. 41, n° 16. 330 A.N.C., G.S.C., leg. 937, n° 33 066. Los representantes diplomáticos de España en Estados Unidos solían informar al Gobierno Superior de Cuba de cualquier noticia con relación a la actuación de los abolicionistas en la isla. Así, por ejemplo, el 1° de abril de 1839, José J. Cruzat, vice cónsul en Mobila, Albania, le avisó al Capitán General de la posible presencia de un agente británico en Matanzas para difundir „las máximas de abolición". A.N.C., Asuntos Políticos, leg. 40, n°l. 331 Después de un tumulto que se produjo el 6 de enero de 1838 en el famoso ingenio Manacas, cerca de Trinidad, Tacón acusó a los „siboneyes", es decir a estos intelectuales que intentaban valorizar el pasado precolombino de la isla para echar las raíces de un futuro nacionalismo, de haberse aliado con los abolicionistas para fomentar este levantamiento que se propagó a otras fincas. Véase: Justo Zaragoza, Las insurrecciones en Cuba, op. cit., pág. 494; bien sabía de qué hablaba el autor por haber sido secretario del Gobierno Político. 329

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4-3-Vacilaciones Los informes dirigidos al Gobierno Superior por los capitanes de partidos, encargados de la coordinación de la represión de los sublevamientos que llevaban a cabo los propios vecinos y las fuerzas policiales o militares residentes en las villas y ciudades más cercanas, ponían de manifiesto las debilidades del sistema esclavista, entre las cuales se situaban sus propias contradicciones. Los mismos dueños estorbaban el control administrativo, so pretexto de que las medidas adoptadas ponían en tela de juicio sus derechos y sus intereses. En el trasfondo aparece el debate que enfocaremos más detenidamente en la segunda parte. Según parece, ciertos amos cuando pensaban poder reducir por sí mismos los tumultos de Negros, preferían prescindir de toda intervención de las autoridades. El levantamiento de los esclavos del partido de Limonar en 1825 dejó una huella profunda en la mente de los propietarios. Todavía en 1830 el Capitán General Francisco Dionisio Vives seguía temiendo que no se hubiera extinguido el espíritu de rebelión, como se lo escribió al gobernador de Matanzas, Cecilio Ayllón. Este, en su respuesta del 6 de julio, admitió que los propietarios, por interés mal entendido, no presentaron al castigo todos los culpables. La solución, a su modo de ver, consistiría, a imitación de lo que pasaba en Estados Unidos, en formar un fondo para indemnizarles. En las indagaciones que hacía sobre ciertos indicios de preparación de una sublevación, estaba seguro de que varios amos preferirían „ocultar el daño de sus fincas, y no sólo [...] por temer de perder sus negros sino también por el espanto que les causa el pago de las costas"332. El primero de septiembre de 1831, Julián José Garrido, juez pedáneo, con dieciocho hombres armados, corrió al socorro de don Ignacio González Larrinaga, dueño del cafetal La Asunción, y de don Antonio González Larrinaga, propietario del cafetal Nueva Empresa. En ambas fincas de esta familia - d e la que hablaremos en la segunda parte-, habíanse levantado las dotaciones. En la Nueva Empresa, el mayoral admitió que los Negros de las dos propiedades tuvieron una refriega y que al intentar calmarles, recibió una piedra en la cabeza que le derribó del caballo. También quedaron heridos dos Negros de su dotación. Pero pronto había vuelto la tranquilidad y no pudo más el capitán de partido que levantar un acta para averiguar los hechos. Luego pasó a casa del coronel don Antonio González Larrinaga, quien le hizo entregar un recaudo en el que se oponía a la intromisión del pedáneo. Como oficial de guerra le requería que suspendiese todo procedimiento. Frente a las protestas del responsable que argüía del bien público que no contradecía en nada su fuero, el coronel le hizo contestar que le prohibía que pasase adelante. No le quedaba más al capitán que redactar un informe en que constase el rechazo del hacendado, firmado por los testigos que le acompañaban.

332

A . N . C . , A s u n t o s Políticos, leg. 35, n° 9.

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El 17 de septiembre, un parecer del Asesor General del Gobierno condenó la actitud de don Antonio González Larrinaga, excesivamente apegado al „mal entendido privilegio del fuero: como buen vasallo, debía prestarse eficazmente al descubrimiento de los hechos"333. Volvamos ahora al „movimiento desagradable" que ocurrió en febrero de 1833 en el ingenio Tinagua o la Unión, de don Miguel Antonio Herrera, en que el esclavo Pío se las daba de guerrero africano. Aparentemente los responsables administrativos no creyeron oportuno llevar los hechos al conocimiento de la Capitanía General, la cual reaccionó con viveza. Se les hizo presente a los pedáneos de los partidos de San Nicolás y Palos que les correspondía aplicar las instrucciones de la circular del 4 de febrero de 1826 que hacía obligación a las autoridades locales de avisar en el acto a la superioridad de cualquier suceso sin que pueda ni deba servir de disculpa a los jueces pedáneos el que sólo ha habido un conato a la sedición porque esos movimientos, su origen y ramificaciones, conviene siempre examinarlos a fondo para el castigo que merezcan los conspiradores y los que ocultamente los han inducido a cometer tan atroz atentado.

Al presidente de la Comisión Militar Ejecutiva y Permanente le tocaba tomar la decisión adecuada, con arreglo a las leyes334. Habíase creado efectivamente en marzo de 1825 este tribunal de excepción para luchar contra las sublevaciones de las dotaciones335. Posteriormente, en la época que nos interesa más precisamente, o sea en junio de 1843, el auditor de guerra expresó su disconformidad frente a la medida tomada por el fiscal de la Comisión Militar, el capitán don José María Puente. Este había sobreseído en lo que tocaba varios incendios en los ingenios Santa Rosa y la Majagua, de don Domingo Aldama. Lamentó el auditor que los funcionarios de policía, los pedáneos, los vecinos milicianos, los que no lo son, los propietarios, sus mayordomos, administradores y criados, no allanan el camino a la autoridad judicial.

No se encontraban testigos, pero no faltaban personas dispuestas a „murmurar de la autoridad". Solicitó el auditor la publicación de una circular para apremiar a todos al cumplimiento de lo dispuesto por el Bando de policía y gobierno y el Reglamento de esclavos, centro de este trabajo. El 6 de junio de 1843, el Capitán General J. Valdés satisfizo la demanda del funcionario336. 333

A.N.C., G.S.C., leg. 936, n° 33 035. Id., leg. 936, n° 33 046. 335 Joaquín Llaverías, La Comisión Militar Ejecutiva y Permanente Habana, 1929, pág. 75; citado por J. e I. Castellanos, op. cit., pág. 186. 336 A.N.C., G.S.C., leg. 941, n° 33 213. 334

de la Isla de Cuba, La

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Como se ve no faltaban las tensiones entre los capitanes (o jueces) pedáneos y los propietarios. Estos les acusaban a aquéllos de sacar provecho de cualquier pretexto para mejorar su ordinario. El 21 de agosto de 1841 por ejemplo, el D r . D. Agustín Rodríguez Crespo, auditor honorario, se quejó del comportamiento de los pedáneos que no querían entregar los negros capturados a los mayorales o a sus representantes para cobrar más por su manutención. El pedáneo de Managua, a quien aludió en particular, se justificó afirmando que no estaba siempre seguro de la procedencia de los bozales que no conseguían expresarse claramente, y por eso no podía entregarles a los que les reclamaban sin una garantía que cubriera su responsabilidad . A veces ocurría lo contrario, conviene a saber que los propietarios no se preocupaban por recoger en los depósitos a los fugitivos capturados por los rancheadores, con lo cual aumentaban las enfermedades y los costos de manutención que tenían que abonar los dueños. Fuera lo que fuera, patentiza Javier Laviña, las medidas tomadas por la Junta de Fomento no acabaron con las protestas de los hacendados, indignados por las exigencias de los rancheadores y sus excesos para con los cimarrones338. Acabamos de ver que ciertos propietarios no aceptaban de buena gana la intromisión de los jueces pedáneos en sus asuntos, máxime cuando habían conseguido apaciguar los tumultos por sus propios medios. Temían los excesos de la represión que, para los intereses de los dueños, podían ser más perjudiciales que los disturbios. Por este motivo el Gobierno Superior mandó el 17 de julio de 1833 una circular a las autoridades locales. Tomó como pretexto lo ocurrido recientemente en una propiedad del partido de Catalina, donde se mataron animales y se destrozó a la negrada. Intervino el Ayuntamiento de La Habana para que se pusiera remedio a semejantes males cuyo propósito era arruinar a los hacendados. Así que, cuando fuera necesaria una intervención, se haría „sin estrépito y sólo con el acompañamiento preciso, sin matar animales, sin destruir la negrada". Sólo en caso de resistencia se podría adoptar una actitud más rigurosa. Tal era el miedo de los responsables y de los vecinos que a menudo la represión se hacía más dura de lo que fuera necesario, lo cual incitaba a algunos amos a renunciar, dentro de lo que cabía, a tales servicios. Por supuesto, a corto o medio plazo, esta resistencia podía originar consecuencias aun más dañinas para la oligarquía. Se trataba de hacer pasar el interés común antes del privado. Por las mismas razones no era siempre fácil imponer las medidas administrativas que requería la vigilancia de los esclavos.

337

A.N.C., Gobierno General, leg. 400, n° 18 963. Javier Laviña, „Tambores y cimarrones en el Caribe", América cia Universidad Javeriana, 1995, págs. 99-100. 338

Negra

9, Bogotá: Pontifi-

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4-4-VigiIancia Correspondía al dueño y a sus representantes hacer cuanto fuera posible para vigilar a las dotaciones. Ahora bien, pasado el peligro, muchos propietarios se olvidaban de adoptar reformas que les salían caras. Por eso tuvo el Gobierno Superior que prever el descuido. Del examen de los informes entregados por los jueces pedáneos resalta que el mayoral solía encontrarse en el centro de los conflictos. Por más que hiciera, representaba la fuerza coactiva, cristalizando el odio de los esclavos por el sistema. Por añadidura, muchos carecían de la experiencia imprescindible para desempeñar tales responsabilidades que atraían tan sólo a individuos incapaces de aspirar a puestos de más relevancia. Además, con fin de rebajar los costes de explotación, no faltaban los dueños que confiaban la vigilancia de la dotación a un Negro o un Mulato libres: acordémonos de la carta anónima dirigida contra el capitán del partido de Guantánamo. Sin embargo el Gobierno Superior llevaba tiempo intentando eliminar esta costumbre que le parecía nefasta para la paz social. En 1832 el Asesor General primero le llamó la atención al Capitán General sobre los desórdenes que producía. El 9 de agosto, se concedió un mes a los dueños para que contratasen a mayorales blancos, so pena de una multa de cien pesos. Para más seguridad, se publicó el decreto tres veces en el Diario de La Habana y se mandó una circular a todos los capitanes de partido, así que nadie podía pretender ignorar la ley ... que todavía no se cumplía en 1839339. El 4 de julio protestó otra vez el teniente Asesor General primero contra el hecho de que „las negradas de las fincas estén gobernadas por individuos de color, aunque libres". Evidentemente los jueces pedáneos no aplicaban la ley, a pesar de que preveía una multa de doscientos pesos para los que no cumplieran con sus obligaciones. Ahora bien hemos visto que en 1842 la situación seguía igual. La razón era que los dueños de pequeños potreros que empleaban a pocos siervos no podían permitirse el lujo de contratar a una persona blanca. Hasta afirmaban que „se encuentran muchos hombres honrados i inteligentes, dignos de confianza entre la clase libre de color". Algunos propietarios de Puerto Príncipe adujeron que no convenía rechazar así a los libres de color y privarles de su modo de vivir340. Siendo el mayoral el principal encargado de aplicar las medidas de vigilancia, su elección debía de hacerse con sumo cuidado. Dados los temores expuestos más arriba, a este empleado le tocaba mantener el aislamiento de las dotaciones. En el marco temporal evocado en este trabajo, el Gobierno Superior no dejó de manifestar sus preocupaciones al respecto. Incluso los esclavos que llevaban recados a fincas distantes de más de dos leguas tendrían que presentar una licencia escrita del dueño, del administrador o del mayoral. De lo contrario se le consideraría como cimarrón, de339 340

A.N.C., G.S.C., leg. 936, n° 33 039. Id., leg. 938, n° 33 102.

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biendo el amo abonar cuatro pesos por su captura. Se publicó este decreto de Miguel Tacón con fecha del 28 de noviembre de 1836 en el Diario tres días consecutivos 41. Era menester también que asistiese el mayoral a los bailes de los esclavos „a la usanza de su país en los días de fiesta por las tardes hasta la prima noche", de modo que no hubiese desórdenes ni admisión de Negros de otros fundos 342 . En su mayoría los vecinos blancos esperaban de estos empleados que se portasen con firmeza frente a las dotaciones, pensando que gran parte de las sublevaciones se debían al laxismo de los dueños. En marzo de 1839 se efectuó una encuesta en ciertas haciendas del partido de Camarioca, en la provincia de Matanzas, como consecuencia de una carta anónima que denunció la actitud de don Juan de Dios Gómez, regidor de la ciudad, dueño de dos ingenios. Los Negros de estas propiedades, „mimados por su dueño", se permitían azotar y poner en el cepo al mayoral que no le satisficiera, e incluso llegaron a expulsarle de la finca. De modo que desde hacía tres años los vecinos de los alrededores temían una rebelión de estos siervos, que estalló en 1837. Reducida la insubordinación, se opuso Gómez a que se instruyera una causa sumaria343. Buena parte de la opinión pública veía con muy mal ojo una mejoría del trato de los esclavos, opinando que el mantenimiento de la paz pública radicaba en una mayor coacción. La represión resultaba más barata que la mejoría de las condiciones de vida de las dotaciones. Hemos visto que se fundaba en un plan bien elaborado. Ha llegado el momento de volver a un aspecto al que sólo hemos aludido de paso, conviene a saber el valor pedagógico del castigo, por el temor que infundía a los esclavos. Pongamos por ejemplo la escenificación de las penas infligidas a la negrada del cafetal Salvador de don Francisco Santiago Aguirre el 15 de septiembre de 1833. Al jefe de la Comisión Militar encargado de la encuesta le incumbió organizar la ejecución de ocho reos que serían fusilados. Con este propósito ordenó que cada finca de las inmediaciones mandase a seis esclavos vigilados por un dependiente blanco para que „presenciasen la justicia". Acudirían también los capitanes de los partidos de Guayabal, Bauta y Guanajay con sus rondas de vecinos armados. El cura de Guayabal y el capellán del ingenio Hermán prestarían a los condenados los auxilios espirituales. La tropa de infantería fusiló a los seis condenados frente a seiscientos esclavos que a continuación se vieron obligados a desfilar delante de los cadáveres. A modo de conclusión, terminó su informe el capitán Tomás de Salazar afirmando que se ejecutó „todo con el mayor orden y aparato posible para hacer más importante la justicia". Por si fuera poco, a dos de los inculpados sentenciados a ocho años de prisión les correspondió cortar las cabezas de los fusilados para ponerlas en jaulas que se colocaron en los lugares más públicos344. 341

Id., Id., 343 Id., 344 Id., más arriba. 342

leg. leg. leg. leg.

938, n° 33 082. 938, n° 33 102. 939, n° 33 127. 936, n° 33 044. Se trata del caso estudiado por Juan Iduarte en el articulo citado

EL MARCO TEMPORAL

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¿Bastaría inspirar terror para acallar las reivindicaciones que no tenían otro modo de expresarse que los motines y las insurrecciones? Encontrábase el Gobierno Superior de la isla entre la pared y la espada. Ahora bien no todos los responsables pensaban que la causa de los males era la actuación de los emisarios de las sociedades abolicionistas. A este respecto conviene aludir a una carta escrita el 2 de diciembre de 1837 por Apolinar de la Gala, comandante del destacamento de voluntarios rurales de la jurisdicción de Matanzas. Dirigiéndose al Capitán General, no dudaba de que „los enemigos [...] tratan de alterar por todos los medios que les sugiere su inmoralidad" la tranquilidad y la prosperidad de la isla. No negaba la existencia de „planes maquiavélicos [...] dirigidos a sublevar los esclavos". Pero no serían de ninguna ayuda cuantas medidas impusiese el Capitán General si los dueños no le segundasen. Esta es la conclusión que sacó de sus observaciones por el campo: los malos tratamientos en unas fincas por los mallorales y demás operarios árbitros de la suerte de las negradas en las largas ausencias de los dueños de sus posesiones, y en otros autorizados por ellos mismos, son más de temer aun, que las maquinaciones de todas las sectas y demás enemigos de nuestra tranquilidad.

Entre otras cosas, evocó el comandante una observación hecha el 27 de noviembre en el ingenio La Lima, en el partido de Santa Ana. Le llamó la atención la desnudez de la negrada, la presencia de mancuernas por el cuello de tres o cuatro esclavos, la escasez y la mala calidad de las raciones. Se contentaban los esclavos con un poco de funche, o sea un poco de maíz a medio moler sancochado con agua y sal. Otra visita le permitió a Apolinar de la Gala cerciorarse de que no se trataba de una situación coyuntural y que la culpa no la tenían los empleados de la finca. Y pasaba igual en otras haciendas citadas. Peor aun, aseguró el comandante que ciertos hacendados, con el dinero ahorrado en la alimentación, al cabo de dos años podían reemplazar a los esclavos muertos. No era éste el modo de acabar con los palenques y las rapiñas, y por mucho que se hiciese no se conseguiría la incomunicación entre los Negros. Concluyó la carta: „... está expuesta la isla a una catástrofe, pues es sabido el sufrimiento tiene sus límites y que de éste a la desesperación no hay más que un paso pequeño". Ahora bien el gobernador de Matanzas, en su respuesta a una demanda de encuesta, contradijo las afirmaciones de Gala, asegurando que el dueño de La Lima trataba a sus esclavos „con la humanidad e interés que conviene a la conservación de sus propiedades". Además no faltaban los que pensaban lo contrario, aludiendo a las quejas de ciertos vecinos frente al „demasiado mimo y condescendencia" con que algunos dueños trataban a sus dotaciones 345 .

345

Id., leg. 938, n° 33 105.

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¿Quién tenía razón, el portavoz de la oligarquía o el encargado de la vigilancia de las fincas? Este dio a entender muy a las claras que se necesitaba elaborar un reglamento que obstaculizase los excesos que ponían en peligro la seguridad de la isla. Al fin y al cabo, de estos abusos se nutría la propaganda abolicionista.

SEGUNDA PARTE LA CUESTION DEL REGLAMENTO DE ESCLA VOS

Capítulo 5 La encuesta de 1842 Consciente de los riesgos que hacían correr a la economía cubana el continuo cimarronaje y las incesantes rebeliones, en un contexto internacional poco favorable al mantenimiento del síatu quo en el dominio de la esclavitud, con la actuación de los abolicionistas que se manifestaba dentro de la misma isla, el Gobierno Superior se vio obligado a buscar los medios adecuados para evitar lo peor. A decir la verdad no le quedaba más solución que proponer una reforma del sistema esclavista que fuera provechosa a la vez al esclavo y al amo, dando a entender que mejores condiciones de trabajo y de existencia surtirían una progresión de la producción. 5-1-Los antecedentes No era éste el primer intento de la administración, aunque los anteriores provinieron de la metrópoli. Para entender las referencias de la documentación estudiada, es preciso remontar hasta el últinjo tercio del siglo XVIII. Después del Tratado del Pardo que puso un término al conflicto entre España y Portugal, una „euforia esclavista"346 se apoderó de Madrid, según el análisis de Manuel Lucena Salmoral. El 12 de octubre de 1778, se expidió el Reglamento y Aranceles reales para el comercio libre de España a Indias que admitía por fin la liberalización del comercio entre la península y sus dependencias americanas por una parte y entre las colonias por otra parte347. El 28 de febrero de 1789, la Corona otorgó para dos años la libertad de la trata a Cuba, Santo Domingo, Puerto Rico y Caracas. Se concedieron luego varias prórrogas de dos años el 20 de febrero de 1791, con una extensión poco tiempo después a los virreinatos de Bogotá y de Buenos Aires, el 12 de abril de 1798 y el 22 de 346 Manuel Lucena Salmoral, Los códigos negros de la América española, Alcalá de Henares: Ediciones UNESCO / Universidad de Alcalá, 1996, pág. 96. 347 Véase: Bibiano Torres Ramírez y Javier Ortiz de la Tabla, Reglamento y Aranceles reales para el comercio libre de España a Indias del 12 de octubre de 1778, Sevilla, 1978; Carlos D. Malamud, „El comercio colonial en el reinado de Carlos III", Cuadernos Hispanoamericanos. Los complementarios 2, dic. de 1988, págs. 115-125.

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abril de 1804348. Con fin de preparar la llegada masiva de esclavos que esperaba la administración central para competir con las colonias inglesas y francesas, se preparó la Instrucción de 1789, heredera de los diversos intentos de elaboración de un Código Negro español. Para intentar regularizar la esclavitud en las Indias occidentales, no faltaron las ordenanzas y cédulas reales desde los primeros decenios de la colonización. A éstas se añadieron los diversos decretos de los Cabildos de las grandes urbes y varias disposiciones religiosas. No volveremos a este tema por haber contemplado sus consecuencias en la vida de los esclavos a través de algunos trabajos349. En cambio, para enfocar debidamente este estudio, son imprescindibles los datos presentados últimamente por M. Lucena Salmoral en su libro sobre Los Códigos Negros de la América Española. Buscando el historiador de Alcalá los precedentes del conocido Código Negro carolino, remonta hasta las ordenanzas de Santo Domingo, redactadas en 1768 a órdenes del Cabildo de dicha ciudad. La elaboración de este corpus legislativo se hizo a partir del Código Negro de Luís XIV (1685) -¡el cual de un modo extraño se había inspirado en parte de las ordenanzas españolas al respecto!, y de estas mismas ordenanzas. Un obstáculo levantado por el fiscal de la Audiencia de Santo Domingo se opuso a que se le diera un punto final. Sin embargo, en 1769 O'Reilly, gobernador de la parte occidental de la antigua Luisiana francesa que había pasado bajo el control español en 1762, ordenó que se siguiera aplicando el texto francés, lo cual se hizo hasta el 20 de diciembre de 1803, fecha en que pasó la colonia a Estados Unidos. En 1783, a instancia del Consejo de Indias, se confió al decano de los oidores de la Audiencia de Santo Domingo la redacción de un nuevo Código Negro español, tarea que llevó a cabo a partir de los proyectos ya existentes. Dio su trabajo por acabado en 1784. Pero por motivos administrativos nunca se promulgó este Código Negro carolino, dejándose convencer la Corona española de la necesidad de establecer un gran Código General valedero para toda la América española, en el que se integrarían las diferentes disposiciones que tocaban a los esclavos350. La Real Cédula de 1789 Mientras se redactara este ambicioso texto, era necesario contar con unas ordenanzas de tipo general, encargándose don Antonio Porlier de su elaboración a partir de lo existente. El 31 de mayo de 1789, el rey firmó en Aranjuez la Real Cédula sobre Educación, Trato y Ocupaciones de los Esclavos en Todos sus Dominios de In348

N o insistiremos en este aspecto que desarrolló M. Lucena Salmoral en la obra citada, págs.

18-20. 349

Jean-Pierre Tardieu, Le destín des Noirs aux Indes de Castille, París: L'Harmattan, 1984; L 'Eglise et les Noirs au Pérou, París: L'Harmattan, 1993. 350 Estos tres corpus legislativos forman los tres Códigos Negros españoles que presenta y analiza M. Lucena Salmoral en la obra citada.

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dias e Islas Filipinas, resultado de este trabajo. A esta Real Cédula aludirán los dueños cubanos, como veremos más abajo. El preámbulo no deja lugar a dudas. Hasta que se publicase el nuevo Código general, se trataba de recordar a los amos los deberes estipulados por las numerosas ordenanzas municipales y cédulas reales, poniendo coto a los abusos tanto más perjudiciales cuanto que, con la liberalización de la trata, iba a aumentar el número de esclavos en ambas Américas: ... no obstante lo mandado por mis Augustos Predecesores sobre la educación, trato y ocupación de los esclavos, se han introducido por sus dueños y mayordomos algunos abusos poco conformes, y aún opuestos al sistema de la Legislación, y demás providencias generales y particulares tomadas en el asunto. Con el fin de remediar semejantes desórdenes, y teniendo en consideración, que con la libertad, que para el comercio de negros he concedido a mis vasallos por el artículo primero de la Real Cédula de veinte y ocho de febrero próximo pasado se aumentará considerablemente el número de esclavos en ambas Américas, mereciéndome la debida atención esta clase de individuos del género humano, en el Ínterin que en el Código General que se está formando para los dominios de Indias, se establecen y promulgan las leyes correspondientes a este importante objeto: He resuelto que por ahora se observe puntualmente por todos los dueños y poseedores de esclavos de aquellos dominios la Instrucción siguiente

Había que tratar a los esclavos „conforme a los principios y reglas que dictan la Religión, la Humanidad y el bien del Estado, compatibles con la esclavitud y tranquilidad pública"352. Dicho de otro modo, so color de los principios religiosos y humanitarios, lo importante era asegurar el „bien del Estado" que pasaba por la paz social. Antes de que llegara a manos de los regidores de los Cabildos, la Real cédula suscitó en Caracas, Cuba, Nuevo Reino de Granada, Quito y Luisiana una poderosa ola de protesta que estudia detenidamente M. Lucena Salmoral. En Cuba, el Gobernador interino, don Domingo Cabello, se vio obligado a tomar en cuenta las razones de un memorial presentado por dos comisarios de la ciudad de La Habana para suspender la aplicación de la Instrucción, de lo cual informó a Porlier el 14 de diciembre de 1789. En una representación al rey con fecha del 19 de enero de 1790 los representantes de los dueños de haciendas azucareras radicados en La Habana manifestaron sus preocupaciones en cuanto a las consecuencias de tal texto: Deducimos melancólicas consecuencias contra nuestros intereses; vemos ya arruinadas nuestras haciendas, miserables nuestras familias; con imponderables atrasos el erario de V. M.; destrucción de las rentas decimales; aniquilado el comercio de este pueblo, abandonados nuestros campos, 351 352

M. Lucena Salmoral, op. cit., pág. 279. Ibid.

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asolada la agricultura, llena de calamidades la Isla, y nuestros esclavos sublevados, sin que se nos esconda el funesto espectáculo de sangre que será preciso derramar para contenerlos .

Aprovechan la ocasión los propietarios cubanos para esbozar un cuadro idealizado de la situación de sus esclavos cuyos alimentos y vestimenta no difieren de los de los trabajadores libres, hasta tal punto que, una vez manumitidos, muchos de ellos se quedan trabajando en los ingenios. Para que adquieran esta libertad, no se les niega la posibilidad de trabajar los días festivos en sus parcelas. Los amos favorecen la formación de familias para moralizar las relaciones y evitar la importación de bozales. No se imponen tareas excesivamente cansadas a los siervos que llevan una vida mucho más fácil que los mineros del Perú o de México. No podían los dueños aceptar en particular las normas impuestas por el capítulo octavo que limitaba los castigos a 25 azotes: la promulgación de esta ley y el fijo concepto en que quedarán los esclavos de que jamás les podemos imponer mayor castigo, les hará perder absolutamente el temor, se desentenderán de la subordinación a sus amos y mayorales, habrá quejas al Gobierno si se les estrecha a su deber, abandonarán las haciendas y serán irremediables otras lastimosas resultas

Como veremos más adelante, el documento ya anuncia los temas que desarrollarán los propietarios en 1842. Resultó harto difícil resistir a esta ola de protesta, así que el Consejo de Indias decidió el 31 de marzo de 1794 suspender „los efectos de la Real Cédula", sin por ello revocarla. A los Tribunales y jefes de América les tocaría „ir conformes a el espíritu de sus artículos, estando muy a la mira para que se observen las Leyes y demás disposiciones dadas para el buen trato, y cristiana educación de los Negros" 355 . Esta victoria no la olvidó la oligarquía cubana, cuando se intentó otra vez limitar su potestad dominica en 1842, por muy diferentes que eran las condiciones. Las proposiciones de Cecilio Ayllón (1825) y de Antonio García Oña (1841) Fácilmente puede imaginarse que más les preocupaba a los propietarios la productividad de sus fincas que la calidad de vida de sus siervos. Los de Matanzas, después de los graves acontecimientos que asolaron el territorio de la gobernación en 1825, prepararon para su región un proyecto de reglamento que presentaron a la Capitanía General, la cual lo autorizó el 1° de octubre de 1825, de modo que el gobernador de la ciudad, Cecilio Ayllón, pudo ordenar su aplicación el 22 del mismo 353 354 355

Citado por M. Lucena Salmoral, op. cit., pág. 111. Id., pág. 113. Id., pág. 122.

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mes356. Este alto funcionario, coronel de infantería, caballero de la Real y Militar orden de San Fernando, que se distinguió en la península durante la guerra de independencia, no es un desconocido para nosotros. Le hemos visto actuar en la represión de los levantamientos de 1825. En 1838, después de tomar el parecer de „hacendados de conocida ilustración y buen juicio", el gobernador interino Antonio García Oña, brigadier de infantería, héroe del ejército real durante la guerra de independencia del Perú, propuso de nuevo el mismo Reglamento, con muy pocas modificaciones, a la aprobación definitiva del Gobierno Superior. Según parece dicho personaje se caracterizaba por una actitud enérgica, que se manifestaría a fines de 1843 con la represión de la conspiración de Matanzas. Pese a esto, la intervención del militar quedó sin respuesta favorable. Tomando posiblemente como pretexto los numerosos levantamientos que ocurrieron por los años 1839 y 1840, el mismo personaje, pero esta vez como gobernador titular, solicitó de nuevo la aprobación del Gobierno Superior para el proyecto el 17 de julio de 1841. Ahora bien mejor sería hablar de plan, ya que todo estaba minuciosamente preparado para que se pudiese aplicar a la mayor brevedad: no le quedaba más al Capitán General que fechar y firmar el documento357. De un modo significativo el texto contempla primero las medidas de seguridad necesarias al buen andar de las haciendas y a la prosperidad de la provincia, interesándose luego más rápidamente a las condiciones de vida impuestas por los dueños a la mano de obra servil. Empezando por esta segunda parte, no podemos menos de subrayar lo escueto de las proposiciones. Se contentan con afirmar unos principios comúnmente admitidos. No aluden ni un instante a la regulación de las tareas a que están sometidos los esclavos, dando quizá por admitido, según el discurso que estudiaremos más adelante, que el interés de los amos se opone a lo perjudicial de los excesos. El artículo primero se diferencia del texto de Ayllón por la obligación de poseer una enfermería que se impone a „toda finca cuya dotación llegue a veinte y cinco negros", modificación que se debe sin duda alguna a la rarefacción de la mano de obra como consecuencia de los tratados anglo-españoles. Notamos en el segundo una gran concisión respecto a la alimentación y a la vestimenta El artículo tercero exige tan sólo que „se dé a los esclavos el tiempo necesario para descansar y dormir". Una de las principales preocupaciones de los dueños de Matanzas, en relación con la mano de obra, parece ser su reposición. De ahí el alivio del trabajo impuesto a las mujeres embarazadas tres meses antes del parto y seis meses después para que puedan dedicarse a la lactancia y al aseo de sus hijos. Ahora bien el Reglamento de 1825 sólo concedía tres meses de descargo después del parto. Obviamente se considera el matrimonio como una manera de sosegar a los esclavos más reacios, „siendo obligación estrechísima de

356

Reglamento de esclavos, Imprenta del Gobierno de Matanzas, por D. Tomás F. Kid, 1825. Archivo Nacional de Cuba (A.N.C.),Gobierno Superior Civil (G.S.C.), legajo 940, documento n° 33 158. 357

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los amos y encargados de las fincas impedir por todos los medios el amancebamiento o concubinato de los esclavos". En cuanto a la religión, el proyecto se contenta con exigir de un modo clásico que los administradores o mayorales impartan los domingos (Ayllón no precisaba el día) la enseñanza de los dogmas y de las oraciones. Más: se suprimió el artículo 11 de Ayllón que pide que procuren los propietarios que el Párroco de su respectiva feligresía visite sus fincas una o dos ocasiones cada año, celebre si fuese posible en alguna de ellas, dirija a los esclavos alguna peroración acomodada a su inteligencia)/ haga cumplir a éstos anualmente con el precepto de la Iglesia.

Dos artículos, el sexto y el séptimo, se refieren a los castigos que serán proporcionados a las penas, lo cual equivale a denunciar con mucho pudor los excesos en este dominio. La corrección de las faltas de más relevancia corresponderá a la decisión del dueño, y, en casos previstos por la ley, a la justicia. El oponerse el texto al uso del látigo de cuero de manatí o con „pajuela de cuero", que sería de una particular crueldad, y al hecho de soltar de día perros de presa sin bozal, prueba que éstas eran costumbres muy comunes entre los propietarios. Es de notar que, sin embargo, se admite la presencia de estos perros, cuando el texto de 1825 la prohibía, por lo menos durante el día. Es más evidente también en 1841 el deseo de luchar contra el concubinato. En cambio desaparece la obligación de premiar el buen comportamiento de los siervos para estimular a sus compañeros. Pero, lo repetimos, el meollo del proyecto no reside en estos aspectos, sino en las proposiciones que tocan a la seguridad. Los artículos segundo y tercero de esta parte se refieren a la calidad de las personas encargadas del gobierno de las fincas de que se excluye a la gente de color. Se exigirá de todos los candidatos a un empleo, desde el de administrador hasta el de mayoral, un certificado de buena conducta expedido por sus antiguos patrones o por el juez pedáneo del partido donde hayan servido antes y refrendado por testigos de abono. Hemos visto efectivamente que muchos disturbios en las fincas procedían del comportamiento excesivo de los mayorales, y la encuesta de 1842, contemplada más abajo, pondrá de relieve la propensión de muchos de estos empleados a aprovecharse de su situación a expensas de los amos y de los siervos. El primer artículo, sirviendo de introducción, hace énfasis, como el del Reglamento de 1825, en la necesidad de establecer „una absoluta incomunicación entre las dotaciones de las fincas". Los artículos 4, 5, 6 , 1 , 9 , 15 20, 21, 22, 23 proponen medidas de gran rigurosidad, apartando a cualquier persona, blanca o de color, que no tenga una relación directa con las haciendas. Por miedo a su perniciosa influencia, no se admitirá en ellas a operarios o asalariados de color, esclavos o libres, que procedan del extranjero e incluso del país si no disfrutan de una licencia del gobierno. Los Blancos habrán de ser españoles o naturalizados. Además no se les permitirá introducirse en los alojamientos de los esclavos o en los lugares donde se encuentren. Las actividades de los vendedores ambulantes se verificarán con el permiso y en la pre-

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sencia del amo o de su representante. Nadie pernoctará en las fincas, a excepción de los parientes o conocidos de los dueños, siempre y cuando estos últimos gocen de buena reputación. Después de las oraciones, no recibirán visitas los empleados, quienes tampoco se reunirán en tertulia después de las diez de la noche. Se reducirán al máximo las salidas de los esclavos fuera de los límites de la propiedad, justificadas con pases establecidos por los amos o sus representantes. Por supuesto no se autorizará que vayan de pesca o de caza los días festivos. Sólo se les permitirá los domingos, con tal que les acompañe un operario blanco que les vede cualquier comunicación con siervos de otras fincas, que salgan a „comprar cerdos, ropa, picadura y otras frioleras" en grupos que no pasen de ocho individuos. Poniendo aparte esta última condición, el texto de 1841 se contenta con reanudar las proposiciones de 1825. Habida cuenta de que pocos incendios son casuales, tres artículos dictan la actitud de los administradores que sólo prestarán la ayuda de su gente para socorrer a la hacienda vecina después de cerciorarse de que no manifiesten un posible levantamiento. Además el auxilio se efectuará con la más estricta vigilancia para evitar que se emborrachen los esclavos o establezcan contactos con Negros de otra procedencia. Pero no se hace obligación a los dueños de poseer una bomba de incendio como lo preveía Ayllón. La segunda preocupación de A. García Oña, como mandatario de los dueños de Matanzas, consiste en exigir la mayor vigilancia de las dotaciones dentro de la hacienda. Con motivos evidentes no se aceptará la existencia de tabernas fuera de los poblados, a no ser que se sitúen a dos leguas la una de la otra y gocen de un capital de quinientos pesos en efectos, con fin de evitar tráficos dañinos para las fincas, aspecto que no evoca el texto de 1825. Cada semana, en días diferentes, se organizarán inspecciones de los bohíos para comprobar su estado y también para descubrir licores u objetos vedados, como las armas. A este respecto, las de los empleados blancos se guardarán en lugares seguros. De noche, el toque de silencio se dará a las nueve en invierno y a las diez en verano, salvo en tiempo de molienda. Después les corresponderá a los empleados blancos efectuar varias rondas a horas diferentes. Además, una vez publicado el Reglamento, a cada propietario de más de veinticinco esclavos se le concederá, con amenaza de una multa de ciento a trescientos pesos, un plazo de dos años para construir alrededor de sus bohíos un muro de manipostería o una estacada de madera cuya puerta única se cerrará con llave. Esta es una de las mayores diferencias con el texto de Ayllón cuyo artículo 14 imponía en cada finca de más de treinta Negros la construcción, dentro de un plazo de tres años, de un edificio para que se recogiesen (el barracón). No cabe duda de que la supresión de esta obligación tomó en cuenta las protestas de los dueños, preocupados por los gastos. Llama la atención que el proyecto consagre un artículo (el octavo) a la campana que poseerán todas las fincas de más de veinticinco esclavos. Se instalará a una altura de seis varas a lo menos, es decir un poco más de cinco metros, con una soga de dos o tres brazas (entre 3m50 y 5m). En realidad, la campana, como veremos a continuación, ritma la existencia de los esclavos y, en caso de emergencia, sirve para pedir

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auxilio. De ahí los requisitos tan precisos de García Oña, consciente de que la seguridad de los dueños depende en parte de este instrumento que ha de oírse de muy lejos. A su modo de ver, las infracciones de parte de los amos, una vez adoptadas las medidas propuestas, merecerían penas muy severas por amenazar la paz social de una región tan supeditada a la esclavitud. Así pues las multas, correspondiendo a la gravedad de la situación, irían de veinticinco a doscientos pesos por una primera transgresión y de cuarenta a cuatrocientos pesos por cualquier reincidencia, cuando el Reglamento de Ayllón no preveía multas superiores a doscientos pesos. De ser particularmente grave la desobediencia, el juez acudiría a penas de prisión, posibilidad que no se evocó en 1825. Es significativa la desaparición de la última parte del texto de Ayllón, consagrada a la vigilancia, es decir a la inspección de las fincas. En cada partido se constituiría anualmente con este propósito grupos de tres hacendados, nombrados por el gobernador. A estos comisarios de policía rural les tocaría visitar veinte fundos, escuchar las quejas, tomar en cuenta las posibles delaciones de los administradores de propiedades vecinas, dar advertencias y multar a los dueños que no cumplieran con las obligaciones previstas por el Reglamento, siendo de la incumbencia de los capitanes de partido recoger el fruto de estas multas e imponer los cambios necesarios. Además cada mes mandarían los comisarios un informe al gobierno sobre el estado de las fincas. Sólo se puede explicar esta modificación sustancial por el deseo de los dueños de mantener intacta su potestad dominica frente a la delación y a la intromisión de las autoridades locales, preocupación de primera importancia para los hacendados, como veremos en las respuestas a la encuesta de 1842. Aparentemente no tuvo a bien el Gobierno Superior dar un carácter oficial a semejante proyecto, quizá por sus limitaciones. Dadas las dificultades de las fincas en abastecerse en mano de obra servil y las reivindicaciones de los abolicionistas, se experimentaba la necesidad de elaborar un Reglamento más amplio, en particular en lo que tocaba a la existencia de los esclavos. Ahora bien, dado el contexto que hemos intentado definir en la primera parte, la cuestión era delicada, encontrándose la Capitanía General entre dos fuegos: las consideraciones de política internacional y las presiones de los propietarios cubanos, preocupados por su porvenir.

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5-2-Presentación de la encuesta El día 23 de febrero de 1842 el Capitán General Valdés dirige una carta circular a doce patricios de la isla358, solicitando su parecer sobre ocho puntos relacionados a la vida de los esclavos. Se trata, según él, de examinar los aspectos que puedan mejorar el „sistema de higiene compatible con la conservación y aumento de los esclavos destinados al servicio de las fincas rurales" y que giran en torno al trabajo, a la salud y a la reproducción de los siervos. Se nota pues la prudencia del alto funcionario, quien intenta no herir la susceptibilidad de sus interlocutores, a quienes trata con el mayor respeto. Su intención es presentarles unos temas de reflexión para los cuales necesita sus „luces y práctica", confiando en su honradez y en sus „humanos sentimientos". Aparentemente las preguntas de la encuesta no ponen en tela de juicio los usos practicados en la isla. Sin embargo, si lo miramos bien, la autoridad superior sugiere una reforma de fondo dirigida contra el comportamiento arbitrario de los hacendados, fuente de los conflictos evocados más arriba359. Agrupadas lógicamente las preguntas, nos damos cuenta de que atañen a los sectores más importantes de la esclavitud, según el esquema siguiente: -el trabajo: horario de las actividades, de las comidas, del descanso, en relación con las estaciones y las faenas de la estación (siembra, recolección); - l a manutención: dieta esclavista (composición y preparación de las comidas), vestimenta; - l a vida familiar: vivienda (bohíos o barracones), procreación y cuidados que merecen los niños; - l a salud: enfermería (situación, estado, seguridad, alimentación), botica, servicios de los médicos y de las enfermeras; -los derivativos: conuco y cría de cerdos y otros animales, como factores de integración de los esclavos, modo de regularizar las costumbres y la moralidad de los negros casados (alusión indirecta al papel de la religión). El procedimiento, por muy hábil que sea, no engaña a todos los propietarios consultados. A este respecto es significativa la respuesta del marqués de Arcos, quien invierte con humorismo las premisas del Gobernador para justificar su reacción: ...extenderé mi parecer más allá de los límites que V. E. me demarca, porque a nada menos me impele el recelo de contribuir con mi silencio al grave daño que veo envuelto en tan bien intencionada medida, la franqueza de

358

La carta del Capitán General y las respuestas de los hacendados se encuentran en: A.N.C., G.S.C., leg. 941, doc. n° 33 186 y leg. 940, doc. n° 33 158. 359 Antonio Bachiller y Morales, en Los Negros, hace hincapié en el propósito del general Valdés con la publicación en 1842 del Reglamento de esclavos. Oponiéndose a la inmigración de mano de obra española, corrompida a su modo de ver por la guerra civil, „ ...no tuvo más ánimo su ilustrado promulgador que asegurar por medios más morales la conservación de la esclavitud ya que no debía perpetuarse por la trata." Op. cit., págs. 71 y 76.

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"MORIR O DOMINAR": EN TORNO AL REGLAMENTO DE ESCLAVOS DE CUBA mi carácter, mis deberes de buen patricio, y la misma confianza con que V. E. ha querido distinguirme sin que me arredre para hacerlo así un falaz respeto...

Tampoco cae en la trampa Joaquín Muñoz Izaguirre, quien afirma que „ ... la materia es más delicada de lo que aparece a primera vista". Sebastián de Lasa finge la sorpresa, recordando que „con las leyes vigentes, auxiliadas sobre todo por el interés individual, quedan suficientemente garantidos el buen manejo y orden de las fincas rurales ...". Va más allá José Manuel Carrillo, para quien „en general la indispensable humanidad de los hacendados, ilustrada y dirigida por el interés, poco deja que hacer ...". El conde de Fernandina expresa su temor de que „cualquiera novedad que emanando del gobierno se adopte en el régimen interior de nuestros siervos, aunque sea para aliviar su condición, no puede más de dar por resultado las más fatales consecuencias". A Domingo de Aldama le parece que todo cambio para „arreglar el sistema de higiene" producirá „también muchos inconvenientes graves". Según Wenceslao de Villa Urrutia, un nuevo reglamento, „por mucha prudencia y previsión que dirigiesen su formación", „pondría en grave peligro la tranquilidad de la isla". ¿Quiénes eran estos „honrados patricios" que firmaron, a veces con un retraso significativo de su reticencia, los informes en respuesta a la encuesta ordenada por el Capitán General? Su lista no corresponde exactamente a la que indicó la carta circular. Representaban efectivamente a la más alta oligarquía cubana 360 . Jacinto González Larrinaga Este personaje era hijo de Bonifacio González Larrinaga, uno de los negreros más importantes de la isla. En 1822, su casa comercial era la sexta y en 1836 Jacinto ocupaba el puesto 21 entre las grandes fortunas. Sus hermanas se habían casado con miembros de la familia Cuesta Manzanal, que había constituido una de las primeras firmas en asegurar la regularidad de las expediciones negreras 361 . Jacinto, muy representativo de la buena sociedad habanera, estaba presente en todos los sectores de la vida cubana. En el dominio militar disfrutaba del grado de coronel, primer jefe de la Plana Mayor de las Milicias de la plaza de La Habana. En el plan administrativo fue consejero de Administración y síndico del Ayuntamiento de la capital. Pero fue en el sector económico donde se ilustró más, ocupando el cargo de presidente de la Junta Directiva del Ferrocarril de La Habana a Matanzas, de primera importancia para el desarrollo de las potencialidades de esta región. El hecho de que este medio de transporte apareció en Cuba antes que en España pone de mani360 Muchos de los datos genealógicos presentados en las líneas siguientes están sacados de: Francisco Xavier de Santa Cruz y Mallén, Historia de Familias Cubanas, La Habana, 1940-1950, 6 t., y de: Jacobo de la Pezuela y Lobo, Diccionario geográfico, estadístico, histórico de la isla de Cuba, Madrid: impr. de Mellado, 1863-1866, 4t. 361 Datos recogidos de M. Moreno Fraginals, op. cit., págs. 266-267.

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fiesto el compromiso de su promotor en el sector de las nuevas tecnologías. Por esta razón era también J. González Larrinaga miembro de la Real Sociedad Económica de Amigos del País. Su actuación le valió la gran cruz de la orden de Carlos III. El marqués de Arcos Los Peñalver salieron de la villa de Val de Olivos, en la provincia de Cuenca en España. En la primera mitad del siglo XVII pasaron a Jamaica y luego a Santiago de Cuba. A fines del mismo siglo ya estaban en La Habana. Su progresión social les permitió adquirir los títulos de marqués de Casa-Peñalver y de Arcos, de conde de Santa María de Loreto, de San Fernando de Peñalver, y de Peñalver. Nuestro personaje es probablemente don Ignacio Peñalver y Peñalver, tercer marqués de Arcos y gran cruz de la orden de Isabel la Católica. El 25 de noviembre de 1822, se casó en la catedral de La Habana con doña María Calvo y Cárdenas, tercera marquesa de Casa-Calvo. Esta era la hija de don Pedro José Calvo de la Puerta y Peñalver, marqués de Casa-Calvo, que fue coronel de Milicias y capitán de Dragones de la plaza de La Habana, y de doña María Catalina de Cárdenas y Zayas. Don Ignacio formaba parte de una de las familias más antiguas de la aristocracia criolla. Es de notar que su esposa era prima suya, lo que deja suponer una concentración de bienes no desdeñable. El marqués murió en Nueva York el 18 de mayo de 1851. Rafael O'Farril Los O'Farril proceden de una familia de pequeños señores del condado de Langford en Irlanda. A mediados del siglo XVII pasaron a la isla de Montserrat, que formaba parte de las Antillas británicas, y de allí a la de Cuba. En 1715, Ricardo O'Farril y O'Daly, hijo de una criolla de origen irlandés de Barbados, estableció en La Habana una factoría de esclavos por cuenta de la South Sea Company, y luego otra en Santiago de Cuba. Muy pronto logró la nacionalidad española 362 . Don Rafael O'Farril y Herrera disfrutó de los grados de coronel de los Reales Ejércitos y de las Milicias de Caballería de La Habana. Se casó en la parroquia del Santo Angel el 23 de mayo de 1796 con doña María Luisa O'Farril y Arredondo (su sobrina), hija de don José Ricardo O'Farril y Herrera, mayorazgo, brigadier de los Reales Ejércitos, coronel de Milicias de Caballería de La Habana, prior del Tribunal del Real Consulado. En este caso también, a través de don Rafael, es evidente la concentración de bienes, de cargos y de honores.

362 Los datos sobre Ricardo O'Farril y O'Doly están sacados de: José Luciano Franco Ferrán, Comercio clandestino de esclavos, op. cit., pág. 203.

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Sebastián Ignacio de Lasa Los Lasa tenían su mayorazgo en la villa de Astigurreta, en la provincia de Guipúzcoa en España. Pasaron a mediados del siglo XVII a la villa de Zumárraga y luego se trasladaron a La Habana a fines del siglo XVIII. Don Sebastián Ignacio de Lasa y Tejada se casó en La Habana el 26 de febrero de 1843 con doña Micaela González Larrinaga y de la Cruz, hija de don Jacinto González Larrinaga, uno de nuestros personajes, y de doña Josefa de la Cruz y Guicoechea. Así que formaba parte de uno de los grupos de poder más destacados de la isla, conformado por familias de origen vasco. Joaquín Gómez y Hano de la Vega Oriundo de la Montaña, Joaquín Gómez empezó muy modestamente en La Habana como dependiente de una tienda de ropa en la calle Obispo. Después de asociarse con el dueño, acabó por heredar el negocio, pasando de los paños a las piezas de ébano. Pese a ello, disfrutaba de una reputación de hombre liberal e incluso perteneció a la masonería entre 1820 y 1840. En el período constitucional de 1820 a 1823, formó parte del Ayuntamiento de La Habana. Actuó como intermediario entre los armadores y la administración para facilitar la trata clandestina. Así se transformó en importante comerciante de esclavos, y llegó a ser consejero del Capitán General Miguel Tacón a quien apoyó, de acuerdo con la oligarquía, cuando éste se negó a restablecer el régimen constitucional. Su actitud fue premiada con la gran cruz de la Real Orden Americana de Isabel la Católica. Al acabar el período legal de la trata, era el octavo negrero de la isla y en 1836 ocupaba el sexto rango de las fortunas cubanas. En 1842, denunció Turnbull su actividad en el contrabando negrero363. Sus bienes pasaron a su sobrino Rafael Toca Gómez y Hano de la Vega, primer conde de San Ignacio364. José Manuel Carrillo de Albornoz La familia Carrillo de Albornoz procedió del puerto de la Orotava, en la isla de Tenerife y pasó a La Habana a principios del siglo XVII. Don José Manuel Carrillo de Albornoz y Arango, gran propietario, fue teniente coronel de Lanceros del Rey y falleció en París el 17 de diciembre de 1853. Su esposa era doña Manuela de Arango Núñez, sobrina del marqués de San Felipe.

363 364

J. L. Franco Ferrán, op. cit., págs. 219-222. M. Moreno Fraginals, op. cit., pág. 267.

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Ignacio de Herrera Se puede rastrear el origen de esta familia remontando hasta el siglo XIV, en la provincia de Guadalajara. Pasó a Ecija y luego a Cartagena de Indias. A principios del siglo XVIII, ya se encontraba en La Habana. Obtuvieron sus miembros los títulos de marqués de Villalba (don Gonzalo Herrera), de Almendaras (don Ignacio de Herrera) y de conde de Fernandina (un sobrino de don Gonzalo de Herrera), con grandeza de España. La misma familia heredó del título de conde de Gibacoa. Don Ignacio Herrera y Pedroso, bautizado el 3 de febrero de 1775, fue capitán de Caballeros de los Reales Ejércitos y teniente coronel de Milicias de Caballería de la plaza de La Habana. Se casó con doña María Teresa O'Farril y Herrera y en segundas nupcias con doña María Rafael O'Farril y Redondo. Murió el 20 de abril de 1849. Su hijo, don Ignacio Herrera y O'Farril, fue segundo marqués de Almendaras, consejero de Administración, senador del Reino, gentilhombre de Cámara del Rey y gran cruz de la orden de Isabel la Católica. Las diferentes alianzas entre las familias Herrera y O'Farril dejan suponer también una gran concentración de bienes y de poderes. Al mismo entronque pertenecía el conde de Fernandina. Conde de Fernandina El segundo conde de Fernandina, título creado en 1816 en honor a Fernando VII, fue don José María Herrera y Herrera, quien murió en La Habana en 1864. Su padre, don Gonzalo José de Herrera y Beltrán de Santa Cruz había heredado de su abuelo don Pedro Beltrán de Santa Cruz un gigantesco latifundio de más de 70 000 hectáreas, formado en parte con la compra de haciendas jesuíticas, después de la expulsión de los regulares en 1767. Don Pedro Beltrán lo había recibido de su hermano don Gabriel Antonio, primer conde de Jaruco, quien falleció sin herederos directos. La condesa de Jaruco transmitió sus propios bienes a su nieto don Gonzalo José y efectuó los trámites necesarios para que la Corona le concediera el título de conde con grandeza de España. Don José María, Gran Cruz de Carlos III, juez àrbitro en el Tribunal Mixto para la represión de la trata, primer conciliario de Fomento, fue, según Juan Pérez de la Riva, „el principal personaje de la aristocracia latifundista durante la primera mitad del siglo" 65. Para R. Madden, juez inglés de la Comisión Mixta de La Habana entre 1836 y 1840, el conde de Fernandina era uno de los pocos personajes de alto rango que respetaban los derechos de sus esclavos366.

365

Op. cit., págs. 153-156. Añade Madden una restricción de peso: „Estos hombres, sin embargo, no viven en sus posesiones, por lo que sólo en ocasión de sus visitas ocasionales, tienen sus esclavos oportunidad de reclamar justicia"; op. cit., pág. 158. 366

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Domingo de Aldama Don Domingo de Aldama emigró de Gordejuela, en la provincia de Navarra, a La Habana a principios del siglo XIX. Así pues, entre las familias evocadas más arriba, aparece como un advenedizo. Se casó en la parroquia del Espíritu Santo el 26 de noviembre de 1815 con doña María Rosa Alfonso y Soler. Sus actividades negreras le pusieron en el sexto puesto de este sector. En 1836 era el número 12 de las grandes fortunas cubanas. Formó un poderoso grupo negrero con Martín Madam Brown y Gonzalo Luis Alfonso González, que estaba relacionado con intereses bancarios en Europa y portuarios en Nueva York. En la segunda mitad del siglo, estas familias se unieron con la mejor nobleza de Francia (los Castel Bajac La Rochefoucauld) y de España (la familia del rey consorte Francisco de Asís)367. Wenceslao de Villa Urrutia Don Wenceslao de Villa Urrutia nació el 30 de octubre de 1790 en Alcalá de Henares, donde su padre era corregidor antes de pasar de oidor a Guatemala y a Méjico. Emigró con su familia a La Habana a principios del siglo XIX y en 1808 viajó por Europa, en particular por Francia e Inglaterra donde observó y aprendió mucho. Trasladado en 1816 a la superintendencia de Hacienda en Cuba, su cuñado don Alejandro Ramírez le nombró el siguiente año secretario del Consulado y Junta de Fomento de La Habana. Su ascensión fue rápida: intendente honorario de Provincias, síndico de la Real Junta de Fomento, miembro de la Sociedad Económica de Amigos del País, se dedicó a escribir informes y memorias sobre agricultura, comercio, beneficiencia, rentas e industria hasta 1837, año en que renunció a sus cargos debido a su incipiente ceguera. Fue fundador del primer ferrocarril de la isla de Cuba, que iba de La Habana a Güines. Estimuló la industria azucarera llamando a La Habana en 1842 al ingeniero D'Erosne que introdujo el famoso tren Derosne que se sustituyó al tren jamaiquino para la elaboración de azúcar. Fue comendador de la orden de Isabel la Católica y caballero de la de Carlos III. Muchas honras pues para una sola persona. Se casó en la parroquia del Santo Cristo de La Habana el 6 de febrero de 1826 con doña María de los Dolores Montalvo y Zayas, hija de don Pedro Montalvo y Ambulodi, teniente coronel de los Reales Ejércitos y de las Milicias de la plaza de La Habana, caballero de la orden de Santiago. Esta unión con una de las casas más ilustres de Cuba (véase la referencia siguiente) le permitió integrarse en la aristocracia criolla. Don Wenceslao murió ciego el 5 de febrero de 1862.

367

Datos recogidos de M. Moreno Fraginals, op. cit., págs. 2 6 5 - 2 6 6 .

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Juan Montalvo La antigua casa de Montalvo es de la villa de Arévalo del Rey, en la provincia castellana de Avila. Pasó a La Habana a mediados del siglo XVIII, obteniendo los títulos de conde de Macuriges y de Casa-Montalvo y de marqués de Casa-Montalvo. Don Juan Montalvo y O'Farril nació en La Habana en 1779. Era el segundo hijo del segundo conde de Casa-Montalvo y de una hermana del teniente general don Gonzalo O'Farril. En 1792 viajó a España con su hermana doña Teresa y su esposo el conde de Jaruco. Fue cadete en el regimiento de Guardias, participó en la campaña del Rosellón contra Francia. Cayó preso en 1794, y, al volver a España, obtuvo el grado de alférez de Guardias. Efectuó en 1798 un viaje a Cuba, adonde volvió definitivamente en 1801, ingresando en el Regimiento de Infantería de Cuba. Se casó con doña María Antonia de Calvo y Peñalver. Entre 1808 y 1814 brindó su ayuda para financiar los gastos de los Ejércitos Reales durante las guerras de independencia. En 1817 mereció el grado de coronel del Regimiento de Milicias de Matanzas en cuyo territorio poseía los ingenios del Desquite y San Ignacio. Desempeñó cargos municipales en La Habana, fue consiliario de la Junta de Fomento, juez avenidor y miembro de la Sociedad Económica. Se distinguió en la empresa de ferrocarriles, y tras alcanzar el grado de brigadier, fue nombrado mariscal de campo en 1843. Murió el 14 de febrero de 1844. Así que muchos de los hacendados consultados no sólo formaban parte de la élite aristócratica criolla o se habían unido con ella, sino que ocupaban puestos de primera importancia en el fomento económico de la isla, lo que valió a varios de ellos prestigiosas condecoraciones. En cuanto a los pocos advenedizos, supieron muy rápidamente integrarse en esta alta sociedad. Pero lo más interesante es que estos personajes, por una política matrimonial muy selectiva, constituyeron grupos en cuyas manos se realizó una gran concentración de poderes que de ningún modo podía despreciar el Capitán General en la elaboración de sus proyectos de reforma de la condición de los esclavos, siendo la agricultura la base de la prosperidad de dichos patri368

CIOS

.

No podía enfrentarse a la solidaridad que les unía, no sólo al nivel de la clase social, sino principalmente al nivel familiar que se concretaba por las alianzas matri-

368

Coincidimos con el estudio que hizo P. Tornero sobre los hacendados cubanos entre 1763 y 1818 en que pone de realce la existencia de „clanes" (16 familias reunían a 69 hacendados): „ ...los O'Farrill, a mediados del siglo XIX, poseían en conjunto seis grandes molinos, valorados en 17 300 000 pesos, además de 1 458 esclavos y 620 yuntas de bueyes, con unos beneficios deducidos gastos e impuestos de 227 941 pesos." Por supuesto, los ingenios de mayor capacidad productora pertenecían a estas familias, que además, apunta P. Tornero, „ocuparon los máximos cargos" en el Real Consulado; en: „Hacendados y desarrollo azucarero cubano (1763-1818)", Revista de Indias 38 (153-154), Madrid, 1978, págs. 718-719.

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moniales que reforzaban su poder económico 369 . Pruebas de esta solidaridad tendremos al contemplar el contenido de los informes de Sebastián Ignacio de Lasa y de su suegro Jacinto González Larrinaga que difieren en muy pocos detalles: frente a los rumores de reforma, es obvia la concertación entre los miembros de la oligarquía cubana. Es de notar también que varios de estos hacendados se destacaron por su compromiso en los adelantos tecnológicos de la isla, lo que podría parecer paradógico, si nos atuviéramos a sus posturas en el dominio de la servidumbre. Ahora bien en su mente, no había ninguna contradicción en la medida en que para ellos los Negros eran instrumentos de producción que el mismo interés de los dueños recomendaba atender con el mayor cuidado, sin que se necesitara una intervención gubernamental que les pareciera contraproducente.

369 Como lo subraya Franklin Knight, „the continous lateral unions apparently reinforced the normal aristocratic tendencies toward latifundism, genetic conservation, and property accumulation". Concluye que „the established, wealthy, maritally related families of Calvo, Peflalver, O'Reilly, Montalvo, Arango, Herrera, Pedroso, Recio, Núñez de Castillo and O'Farril monopolized Havana society and government for more than a century"; en: „Origins of Wealth and the Sugar Revolution in Cuba, 1750-1850", Hispanic American Historical Review 57 (2), Durham: Duke University Press, págs. 236-237. Hablando en su último libro de la pirámide clasista (op. cit., pág. 141), insiste M. Moreno Fraginals: „los 46 títulos señalados [de la flamante nobleza cubana] no corresponden a otras tantas familias criollas: hay más de 30 que pueden situarse en un solo grupo familiar extenso". La motivación de esta endogamia era „evitar escapes de capital, información y/o poder".

Capítulo 6 Visión de la praxis esclavista Primero que contestar directamente a las preguntas precisas hechas por los servicios de la Capitanía General de la isla, los hacendados consultados se contentaron con referirse a los usos adoptados en sus haciendas, dando a entender que eran el resultado de una larga experiencia que de ningún modo convendría alterar. No eran tan ingenuos como para esbozar una pintura negativa de la existencia de los esclavos en sus fincas, quienes, de creerles, llevaban la mejor vida que se podía llevar en su condición. El carácter convencional de sus respuestas, lo denuncia con mucha nitidez las semejanzas formales de los informes suministrados a la autoridad superior, como si sus autores se hubieran concertado de antemano. Es el caso de las cartas de Sebastián de Lasa y de Jacinto González Larrinaga redactadas según términos si no idénticos, por lo menos muy parecidos. Ciertos propietarios no vacilaron incluso en pasar por alto las preguntas para ir a lo suyo, es decir intentar convencer al gobernador de la isla de que de ningún modo era posible cambiar el sistema vigente sin amenazar la paz que suponía el respeto de la potestad dominica. 6-1-E1 trabajo Aunque el aspecto laboral no parece ser la primera preocupación de la autoridad suprema, es lógico evocarlo desde ahora, ya que todo en la hacienda está supeditado al trabajo del esclavo, quien, como tal, no goza de ninguna iniciativa al respecto370. A decir la verdad, ni un instante les molesta este dato a los representantes de la oligarquía cubana, a pesar de que algún que otro admite que la esclavitud va en contra de la naturaleza humana. No pueden más que mostrarse pragmáticos, tomando en cuenta los intereses económicos de la isla que exigen el mantenimiento de los esquemas productivos basados en una visión puramente aristotélica de las relaciones sociales. La evocación del trabajo del esclavo hace resaltar muy a las claras que éste es un instrumento de producción que se intenta utilizar de una manera óptima. Llama pues la atención el carácter mecánico de las actividades del siervo cuya actuación obedece a un ritmo determinado según un esquema común a casi todas las fincas. Ni siquiera el propio amo puede atreverse a cambiar algún término de importancia sin correr el riesgo de amenazar la productividad de su propiedad, como dan a entender ciertas relaciones. Si todos los dueños consultados se ponen de acuerdo para afirmar que no es de su interés maltratar a la negrada, sino todo lo contrario, resulta harto difícil creer que no había casos en que se explotaba de una manera totalmente despia370

Véanse a este respecto los medios de control del trabajo efectuado en el ingenio La Ninfa de Francisco de Arango para el aflo 1829; en: M. Moreno Fraginals, El ingenio, op. cit., t. 2, págs. 17-21.

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dada a estos seres sin voluntad, tanto más cuanto que muy a menudo abandonaban los propietarios sus fundos a subalternos no tan escrupulosos como lo van afirmando. Ingente era pues la responsabilidad del administrador de la finca, del mayoral que vigilaba el trabajo de los esclavos y de sus contramayorales escogidos entre los negros más alienados, sin olvidar la de los otros empleados blancos371. Acordémonos de que a la base de muchos levantamientos se encuentran los abusos cometidos precisamente por los mayorales, personajes centrales de las haciendas372. Estos eran los que decidían por el esclavo desde el rayar el día hasta el toque de silencio. Así que el horario de un esclavo presenta muy pocas variaciones de un fundo a otro. La campanada del Ave María le despierta antes de que despunte el alba, de modo que llegue al trabajo al esclarecer, lo que significa que sale de su alojamiento media hora antes, según D. de Aldama. Ahora bien no todos los textos están de acuerdo sobre el momento en que se toca el Ave María. Si para S. de Lasa se efectúa la llamada una hora antes del día, J. González Larrinaga se refiere a „unas horas"373. Después de tomar un cocimiento preparado por los „guardieros", sale a „hacer forraje" para los animales, en este caso la boyada que sirve para el transporte de la caña. He371 Knight define las responsabilidades de los empleados blancos de las haciendas en Slave society in Cuba during the 19th century, op. cit., págs. 69-70. 372 Madden nota que el mayoral del ingenio La Holanda (Olanda en el texto), „de una grata y natural cortesía" con sus huéspedes europeos, se transformaba frente a los esclavos en „un hombre irrazonable, insensible, de una mente brutal":

El mayoral español, de ello tengo pocas dudas, se ha embrutecido en su oficio, pues no tenía la energía de carácter, el sentido religioso, ni la ilustración suficiente, para resistir a la influencia envilecedora de la esclavitud. De haberse visto colocado en una posición más afortunada, quizás se hubiera dispuesto a ser un hombre sano y bondadoso. Op. cit., págs. 168-169. Madden efectuó la visita de este ingenio y de otros (Alejandría del conde O'Reilly, Los Honores, Santa Ana, etc.) con D. Tumbull, quien suministró las mismas informaciones que su amigo y colega en el capítulo XIV de su obra Trovéis in the West: Cuba, with notices of Porto Rico, and the slave trade, Londres: Longman, 1840, págs. 277-292. Por eso sólo nos referiremos al libro de Madden en las próximas notas infrapaginales. Ya en 1821, Robert Francis Jameson, primer juez comisario inglés de la Comisión Mixta, dio un retrato poco halagador del mayoral en general: ...quedan [los esclavos] bajo la administración de los mayorales, hombres, en todas las islas, generalmente de carácter indiferente y situación desesperada, o si no se encuentran en este caso, son al menos una clase de gentes cuya conducta no está frenada por la educación ni los sentimientos ni han llegado a tener el menor grado de refinamiento. Los esclavos puestos bajo su custodia dependen enteramente de su temperamento, y están demasiado lejos de la sociedad de sus compañeros más favorecidos para conocer los derechos que las leyes les conceden. „Letters from The Havana during the year 1820", en: Juan Pérez de la Riva, op. cit., pág. 41. 373 Según las relaciones de ciertos viajeros, la jornada empezaba a las cuatro e incluso en ciertos fundos a las tres de la madrugada; véase: M. Guicharnaud-Tollis, op. cit., pág. 268.

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cho esto, se pone en fila con sus compañeros de servidumbre delante de la casa del mayoral, quien le afecta a su destino en el mismo batey (molinos y demás trabajos) o, en la mayoría de los casos, en el campo (limpieza o „chapeo", siembra, corte de caña, según la estación, y tiro de la caña hasta el ingenio). A las ocho, otra campanada ordena el cese momentáneo de las actividades: se le concede entonces al esclavo media hora para almorzar. Reanuda el trabajo en el campo hasta las once o las doce de la mañana, según las estaciones o las haciendas. En las de D. de Aldama, fuera de la recolección o „tiempo de molienda", en el „tiempo muerto" que va aproximadamente de mediados de mayo a mediados de octubre (temporada de invierno) 374 , se suele trabajar hasta mediodía. Las horas de calor, o sea una duración que oscila entre hora y media y tres horas según el caso, el esclavo las pasa en „las casas" de la hacienda, dedicándolas primero a otro tipo de actividades como el traslado de los panes de azúcar de la casa de las calderas a la de la purga y el suministro de bagazo a las fornallas en tiempo de molienda. Entonces el esclavo recibe su ración en platos de barro. Puede comer en el sitio donde se encuentra o en su propio bohío, consagrando el lapso que le queda a la crianza de sus animales y al descanso. Ocurre que en la siembra no vuelvan los trabajadores a la hacienda, llegándoles el rancho en carretones. J. Muñoz Izaguirre nota que para la comida en el período de recolección se para el trabajo durante una hora en la casa de molienda y se organiza un turno en la de calderas. A las dos en punto, llama de nuevo la campana al trabajo en el campo, donde se quedan los esclavos hasta la puesta del sol. Caminan a oscuras hasta las casas. Con el toque de oraciones, la gente se ahila para recitar bajo la conducción del mayoral alguna oración, los mandamientos, el credo y el benedícite. Luego recibe la última ración del día, cruda o cocida, y le queda tiempo para ocuparse otra vez de sus animales. Pero todavía no ha llegado el momento de descansar: en el tiempo muerto, muchos dueños suelen imponer la „faena" e incluso la „contrafaena" que consisten en limpiar el batey, traer haces de hierba para los bueyes o en otros pequeños trabajos que se efectúan principalmente en las noches de „luna clara" cerca de las casas. Dura de media hora a una hora y a veces más, según las necesidades. Notemos que D. de Aldama se opone a la faena nocturna en sus posesiones. Con el toque de silencio a las nueve de la noche, todos los esclavos han de estar recogidos en sus bohíos, salvo en el tiempo de molienda, en que se organizan cuadrillas para atender la elaboración del azúcar 7 5 . Al mayoral le toca formar estas cuadrillas que a menudo no son más de dos. La „de prima" actúa de las ocho a medianoche, sucediéndole la de „madrugada" hasta el 374

Alejandro de Humboldt indica que la siembra de la caña se efectúa durante la estación de lluvias de julio a octubre y la cosecha de febrero a mayo; en: Essai politique sur l'Ile de Cuba, París: Editions Erasme, 1989, pág. 77. 375 Para el reparto de los diferentes quehaceres en la casa de calderas para la elaboración del azúcar, en el corte y el transporte de la caña, y en la preparación de los campos en el „tiempo muerto", véase: F. Knight, op. cit., págs. 72-73.

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día siguiente. Cuando la dotación del ingenio lo permite, se constituye una tercera cuadrilla que duerme una noche entera antes de tomar el turno, de modo que ninguna hace más de cuatro cuartos en los seis días de trabajo, ya que no se muele caña por la noche del sábado al domingo. En los ingenios que se valen de una máquina de vapor, le queda más tiempo al esclavo para dormir376. En todas partes, de creer los informes, se excluye de las cuadrillas a las mujeres embarazadas o que han parido, a los enfermos y a los niños („los criollos"). Los domingos se levantan también los esclavos con la campanada del Ave María, dedicándose primero a la limpieza general del ingenio y de la casa de las calderas. A las ocho rezan el rosario. En período de molienda unos de ellos por turno constituyen la „guardia" y consagran algún tiempo a trabajos imprescindibles relacionados a menudo con la elaboración del azúcar. En el invierno casi todos pueden dedicarse al cultivo de sus conucos y a la crianza de sus animales. Se lava la ropa y se la remienda los domingos, teniendo que presentarse la negrada „aseada" al mayoral a las cinco de la tarde 31 . Esta visión casi bucólica que presentan los propietarios consultados al Gobierno Superior no se refiere a los abusos que no faltaban según el Vademécum de H. B. de Chateausalins, debidos en gran parte, a su modo de ver, a la escasez de mano de obra: Dos contrastes bien diferentes se reparan en las fincas: unos hacendados poseen negros sobrantes para el cultivo de sus frutos, y otros están tan escasos de ellos que apenas pueden cultivar el azúcar, café, tabaco y algodón: de estos dos estremos resulta por una parte las enfermedades de la ociosidad, y por otra los males de un trabajo y ejercicio forzoso; de mane376

Se opusieron con vehemencia los hacendados de La Habana, en su rechazo de la Real Cédula de 1789, a la supresión del trabajo de noche que acabaría con la rentabilidad de los ingenios; véase: P. Tornero, Crecimiento económico y transformaciones sociales, op. cit., pág. 242. En tales condiciones no es sorprendente que la esperanza de vida en un ingenio no pasaba de diez años como promedio, según subraya el citado autor. 377 Fernando Ortiz para evocar el trabajo de los esclavos en las haciendas azucareras se refiere al cuadro „bucólico" descrito por la condesa Merlin y cita trozos de la novela Francisco de Anselmo Suárez y Romero, publicada en 1853 pero que evoca escenas de antes de 1838; en: Los esclavos negros, La Habana: Editorial de Ciencias Sociales, 1987, págs. 183-189. Alfred Melon patentizó la ingenuidad o la escandalosa despreocupación que manifestaron los poetas en su evocación de la vida de los esclavos, como Francisco Iturrando (1800-1868) o José Gonzalo Roldán (1822-1856) en cuya obra El aguacero se leen los versos siguientes: ¿ Ves con cuánta alegría, una tribu africana corre al cañaveral que, susurrando, repite lastimero el eco eterno de su canto blando? " En: „L'exploitation poétique du thème de la canne à sucre dans la littérature cubaine, jusqu'en 1926", Caravelle 16, Toulouse, 1971, págs. 55-85.

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ra que los que están con escacez de negros, los hacen trabajar de noche y día sin esceptuar el Domingo, y con el nombre de faena, no dejan reposar bastante a sus esclavos que apenas tienen tres o cuatro horas de descanso, lo que no es suficiente para conservar la salud de donde dimanan muchas enfermedades agudas y los esclavos terminan pronto su carrera

¿Autómatas los esclavos? ¡Cómo no! O mejor dicho, quizá, sólo interesaba su fuerza animal, intentándose desarrollar en ellos el instinto de Pavlov para una mejor producción. ¿Parece exagerada la comparación? No tanto que digamos si tenemos en cuenta el papel de la campana en la vida de la servidumbre cubana. Todo pasa como si fuera la voz del dueño ausente que le persiguiera hasta los campos más lejanos del fundo. Pero hay más: la inversión de los valores es evidente. Desde los primeros siglos de la cristiandad, la campana concretaba la llamada de Dios hacia la verdadera libertad, la del espíritu, liberando al hombre de las contingencias materiales. Ahora bien, la campana del ingenio le recuerda al esclavo su condición servil. No es ninguna casualidad si Moreno Fraginals escogió para la portada del segundo tomo de sus tres volúmenes consagrados al ingenio una foto del campanario de la finca Manacas, ubicada en el valle de San Luis o el „valle de los Ingenios", no muy lejos de Trinidad. Por cierto no todos los campanarios de haciendas azucareras se podían comparar con este edificio construido hacia 1848 por Juana Hernández de Iznaga. En cambio todos eran hondamente simbólicos de la servidumbre. 6 - 2 - L a manutención No cabe la menor duda de que el automatismo de las actividades agrícolas que procedía de la organización racional del trabajo favorecía el rendimiento: en este sentido el taylorismo no hizo más que aplicar al sector industrial unos conceptos de que ya se valían en gran parte las oligarquías azucareras. Pero a diferencia del empresario de los decenios siguientes, al hacendado le tocaba preocuparse por la manutención del operario que condicionaba hondamente su productividad. Con la supresión de la trata de los Negros, se planteó este problema de una manera acuciante, lo cual explica la preocupación de los responsables administrativos.

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Aconseja Chateausalins „un justo medio, y es que el encargado arregle los trabajos de manera que en las veinte y cuatro horas haya doce de ocupación y doce de descanso, y habrá entonces esclavos robustos, fuertes y sumisos." Op. cit., págs. 16-17.

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La dieta esclavista Si la primera de las tres comidas del día se efectúa ya en el campo o en el lugar de trabajo, la negrada no sale a sus quehaceres con la barriga vacía379. En realidad no se puede hablar de desayuno y la mayor parte de los informes pasan por alto este momento en que se reparte alguna bebida que difiere según la estación. En esto también quedan de acuerdo S. de Lasa y J. González Larrinaga. En tiempo muerto se da un „cocimiento agradable" de citronera, planta tropical que sabe a limón, endulzada con cucurucho, es decir con azúcar de pésima calidad380. Se trata tan sólo de reactivar a poco coste el metabolismo básico del individuo antes de que reanude el trabajo. A esto se añade un poco de aguardiente, que se reparte también cuando se mojan los esclavos. Sin embargo durante la molienda, se compensa el cansancio físico debido a la falta de sueño con un aporte suplementario de calorías que se encuentran en el zumo de la caña o sea el guarapo producido en el ingenio. En cuanto a las tres comidas: almuerzo, comida y cena, se plantea un problema mucho más importante de lo que parece a primera vista. ¿Cómo alimentar a los trabajadores: con ración cruda o con rancho cocido? En realidad, esta consideración se inserta en la visión productivista, como lo subrayan ciertos propietarios. Algunos contestan a la respuesta sin demorarse, diciendo que el uso varía según las fincas o que es casi indiferente uno u otro modo, aunque, de creer al marqués de Arcos, no sería prudente alterar la práctica. Sin embargo otros prefieren dar al mediodía la ración cocida por varios motivos. Para J. González Larrinaga, no tienen el tiempo los esclavos a la vez de cocer bien las raciones, de descansar y de ocuparse de sus animales. Pero hay más, precisan J. Muñoz Izaguirre, R. O'Farril y J. Montalvo: si se les da la comida cruda, la permutan por botellas de aguardiente en las tabernas de la proximidad o en casas de vecinos pobres. No se trata únicamente de denunciar la existencia de una economía parásita en los alrededores de las haciendas, sino de llamar la atención en lo perjudicial de dicho trueque para los Negros en la medida en que no les permite reparar sus fuerzas y les sume en el alcoholismo, lo cual no puede menos de dañar la producción. Por esto D. de Aldama se niega a darles la ración cruda, excepto los domingos y únicamente a los casados que lo soliciten para ellos y sus familias. Muchos dueños adoptan un término medio, repartiendo las raciones crudas para la cena y las comidas del domingo. Otros toman en cuenta la estación: en tiempo de zafra más vale dar ranchos cocidos por carecer los esclavos del tiempo necesario para guisar. Apunta W. de Villa Urrutia que las fincas nuevas optan por los alimentos cocidos, mientras que en las antiguas no es nada fácil cambiar las costumbres hondamente arraigadas por muy ilógicas que sean. De todas formas, en las fincas de J. 379 Para una visión general de la dieta de los esclavos, ver: M. Moreno Fraginals, El ingenio, op. cit., t. 2, págs. 57-62. 380 La base del pan de azúcar formado en la horma de arcilla (procedimiento del terraje) daba el azúcar blanco, la parte media el azúcar quebrado y la parte inferior el cucurucho. Véase: Humboldt, op. cit., pág. 7 0 y M. Moreno Fraginals, El ingenio, op. cit., t. 3, pág. 108.

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González Larrinaga, los niños que no trabajan („los criollos") y las mujeres paridas reciben siempre raciones cocidas, y es de suponer que este uso es general. Muy poco se dice sobre el reparto de las raciones, siendo D. de Aldama el único en exigir que se efectúe en mano propia, con la presencia del mayoral o de otro empleado de confianza, a fin de evitar el desorden y el favoritismo, de que padecen los más débiles. Es de saber efectivamente que los esclavos utilizan las sobras de sus comidas para la alimentación de sus cerdos. Así que un dueño avisado no puede admitir el egocentrismo que genera la lucha por la vida, no porque pone trabas a la solidaridad entre los miembros de la dotación sino porque obstaculiza el rendimiento. La dieta se caracteriza por dos componentes esenciales, destinados a favorecer la reconstitución de las fuerzas físicas gastadas en las faenas del campo o del ingenio. El primero es la carne, de cuya procedencia no dicen nada los propietarios en sus informes, aunque es de suponer que la compran a mercaderes especializados. Gran parte de ellos se refieren al „tasajo", o sea a la carne salada, añadiendo que importa que sea de lo bueno381, lo cual da a entender que no es siempre así, debido a la avaricia o a la estrechez económica de ciertos amos382. En cuanto a la cantidad, hay cierta diferencia entre los doce informes. El más generoso pues, de creer sus aseveraciones, sería J. Muñoz Izaguirre, para quien no se puede distribuir menos de diez onzas de la mejor carne a los siervos sin que su salud corra algún riesgo. Para cumplir con esta exigencia, el amo se ve en la obligación de entregar un peso superior a los despenseros, acostumbrados a sisar para mantener a sus familias y a sus agregados, siendo esto un mal menor necesario del que de ningún modo se puede hacer caso omiso: al amo le toca tomarlo en cuenta en sus previsiones si no quiere despertar la malevolencia de sus empleados. Según Muñoz Izaguirre, este desfalco corresponde a un promedio anual de seiscientos pesos, lo cual no es poca cosa. Hemos hablado más arriba de una economía parásita que ronda las haciendas: el fenómeno se adentra en su propio funcionamiento, sin que se pueda hacer nada para atajarlo. 381 Según Humboldt, el tasajo procede de Argentina (Buenos Aires) y de Venezuela (llanos de Mérida y de Cumaná, Barcelona y Caracas). Nota que las casas y las calles de La Habana apestaban a tasajo; en: op. cit., págs. 3, 5 y 71. Evoca también este „olor nauseabundo" que salía de las tiendas de los Catalanes el viajero francés Jean-Baptiste Rosemond de Beauvallon en: L'île de Cuba. Première partie: Voyage à La Havane, sur les côtes, dans l'intérieur, à Santiago. Société, mœurs, paysages, épisodes, Paris: Dauvin et Fontaine, 1844, pág. 97; citado por M. Guicharnaud-Tollis, op. cit., pág. 35. Fernando Ortiz, citando a Antonio Saco, Apuntes autógrafos, inéditos, da informaciones que corresponden a la descripción de nuestros informes. Saco precisa que la ración de carne fresca era frecuente en los ingenios de Trinidad y Sancti Spíritus, y rara en los de la jurisdicción de La Habana y Matanzas; op. cit., pág. 204. 382 Según Chateausalins el principio de fermentación del tasajo y del pescado salado podía a veces „despoblar una finca"; op. cit., pág. 16. En 1798, el médico Francisco Barrera y Domingo, refiriéndose al tasajo que se repartía a los esclavos, se atrevió a afirmar que solía ser más viejo y podrido que el cuero que se usaba para los zuecos; véase: M. Flouret, Un précurseur de la médecine psychosomatique en 1798: Francisco Barrera y Domingo, médecin des esclaves à Cuba, op. cit., pág. 149.

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¿Dice la verdad Muñoz Izaguirre? ¿Pueden los demás amos adoptar la misma actitud? La negrada de la mayor parte de ellos ha de contentarse con ocho onzas, y en ciertos fundos como los de J. González Larrinaga y S. de Lasa, los esclavos no consumen más de seis onzas de tasajo al día. Así que la ración de carne que le corresponde a cada esclavo varía poco más o menos entre 287 gramos y 172 gramos. Pero ocurre que la carestía aminore las porciones, como lo echa de ver el conde de Fernandina. En cuanto al reparto, se efectúa de tres modos. En algunas propiedades, como la de González Larrinaga, se da el tasajo en la comida del mediodía. En otras se reparte por mitad en la comida y la cena. En las de D. de Aldama, los Negros tienen derecho a tres porciones diarias (almuerzo, comida, cena) que equivalen globalmente a ocho onzas. Para evitar la monotonía, se usa también pescado salado. En las de S. de Lasa, por ejemplo, se da bacalao algunos domingos. La segunda parte de la dieta esclavista la constituyen las viandas, o legumbres, y la harina de maíz383. Los dueños parecen generosos en el reparto de las viandas: el marqués de Arcos suele hacerlo ,,a saciedad". Para J. Muñoz Izaguirre, lo preferible es el plátano, cuyo valor energético es bien conocido. Cada esclavo recibe entre seis y ocho plátanos, distribuidos en la comida o en la comida y la cena. Ahora bien, nota J. Gómez, son frecuentes las escaseces de plátano; entonces se acude a tubérculos farináceos como la yuca (o mandioca), el ñame, el boniato, la malanga. El informe de I. de Herrera fija a libra y media (o sea 690 gramos) la cantidad diaria de viandas repartidas a cada negro384. Ciertos hacendados, entre quienes se sitúa D. de Aldama, acostumbran alternar las viandas con harina de maíz, dando más importancia sin embargo a los tubérculos. La ración para cada comida alcanza entonces doce onzas, es decir 345 gramos, lo que corresponde quizá a las dos o tres mazorcas repartidas por J. Montalvo a cada uno de sus esclavos. Otros amos, como J. Montalvo e I. de Herrera, acuden al maíz sólo cuando no hay bastantes viandas. Es que se plantea un problema de primera impor383 Javier Laviña, basándose en los datos suministrados por el Diario del rancheador de Francisco Estévez, copiado en 1843 por Cirilo Villaverde con el propósito de publicarlo, se interesó por la alimentación de los cimarrones en Vuelta Abajo, que era la misma que la de los esclavos. Entre los alimentos „denunciados o encontrados por el rancheador" no está la harina de maíz, lo cual no significa que no cultivaban los cimarrones este cereal en sus sementeras. También podían sustituirlo por boniatos o plátanos. En: „Alimentación y cimarronaje en Vuelta Abajo. Notas sobre el „Diario de un Rancheador", Boletín Americanista 37, Barcelona, pág. 214. 384 Las viandas más usadas según Chateausalins son el plátano, la yuca, la patata, el ñame, el maíz, la malanga, la calabaza y el arroz. No evocan los informes las frutas que comían los esclavos, quizá por cogerlas éstos libremente cuando las había en las fincas donde se plantaban frutales en las guardarrayas o para proteger los cuadros de los cafetales. Cita el médico el mango, la naranja, la papaya, los melones de agua, el coco, el caimito, el zapote, el mamey, el anón, la guanábana, la guayaba, etc. Es de notar que a menudo se debía la diárrea de que pedecían los esclavos al consumo de mango verde; op. cit., pág. 15.

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tancia en cuanto al uso de este cereal, al que no dejan de aludir casi todos los informes. Al parecer de J. Muñoz Izaguirre, „el maíz es inmejorable cuando está bien acondicionado". Así pues no todos los amos vigilarían por la calidad de la harina. ¿Basta que sea „bien molida, sin películas", como advierte J. González Larrinaga? Es también lo que opina J. Muñoz Izaguirre, para quien es imprescindible pasar el grano dos veces por el molino. El conde de Fernandina expresa cierta desconfianza, recomendando el uso del maíz „en las haciendas en que el grano no daña a la salud". Según parece pues, se ve en el empleo de la harina de maíz la causa principal de la disentería epidémica de que padecen las dotaciones. Más aun, afirma el conde, esta enfermedad es casi siempre mortal para los esclavos. W. de Villa Urrutia no comparte este parecer, refiriéndose a los Indios de Méjico y de Guatemala que hacen más digestivo el maíz con varias clases de pimientas, de modo que es la base de su nutrición. Es el „pan de las Américas", insiste J. Muñoz Izaguirre. Hay que cocinarlo bien, afirman J. Montalvo e I. de Herrera; con sal y manteca o carne de puerco, añade J. González Larrinaga 385 . Pero hay más, notan otros propietarios más avisados. Al modo de ver del marqués de Arcos, el maíz es un grano „saludable" y las disenterías que provocaría se deben a las „humedades" del clima. ¿Alude el marqués a la harina mohosa que se utiliza en la estación lluviosa? El parecer de R. O'Farril es que la disentería no es la consecuencia de la mala calidad del alimento, sino del agua que se usa. Sin embargo, agrega, más vale prescindir de tal alimento de junio a agosto. J. Muñoz Izaguirre explica estas disenterías por el hecho de que el calor y la mala calidad del agua en la estación lluviosa „debilitan los órganos digestivos". D. de Aldama estudió el problema de modo experimental. La disentería no perdonó sus fincas donde no se consume maíz, cuando no se manifestó en otras, muy cercanas, donde „el maíz era la base del alimento diario". Su conclusión, reforzada por el parecer de varios médicos, es que la causa de la epidemia ha de buscarse en las „aguas de la estación". Entonces la solución se encuentra en la profilaxis, es decir en el uso para la bebida de agua de aljibe, a la que se añade un poco de aguardiente 386 . La ración de sal necesaria para la cocción de los alimentos por los propios esclavos suele repartirse los domingos en las fincas de J. González Larrinaga, quien, 385 Esta es la manera de cocinar el maíz aconsejada por Chateausalins, para quien este producto sólo es perjudicial a la salud de los esclavos cuando lo consumen verde. Provoca entonces fermentación en el estómago y en los intestinos que determinan diárreas y disenterías tenaces; op. cit., págs. 15-16. La obra de F. Barrera y Domingo, aunque pertenece a una época en que no se planteaba con tanta agudeza el problema de la mano de obra servil, facilita el necesario contrapunto a la visión idílica que intentan dar estos dueños acerca de la alimentación de sus dotaciones. N o vaciló en afirmar el médico que no eran pocos los esclavos que se morían de hambre; conoció de ciertos que se comían los granos de maíz que encontraban en los excrementos del ganado. Véase: M. Flouret, op. cit., pág. 150. 386 Entre estos médicos se encontraba sin duda alguna Chateausalins, puesto que su Vademécum suministra consejos parecidos; op. cit., pág. 15.

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algún que otro domingo, distribuye ocho onzas de tabaco a cada siervo. En cuanto a este producto, precisa J. Gómez, procede del Brasil, a no ser que se utilice picadura del país que se fuma en pipa387. La vestimenta Respecto a la indumentaria388 de los esclavos se encuentran pocas diferencias en los informes estudiados que manifiestan como única preocupación de los amos la de proteger a su mano de obra del calor o del frío, según las estaciones389. Por eso le dan dos mudas de ropa al año, aunque ciertos propietarios, notan el conde de Fernandina y W. de Villa Urrutia, sólo reparten una. La primera entrega suele hacerse al principio de la „época de los fríos", cuando soplan los „nortes", es decir en los primeros días de diciembre390. La segunda se efectúa al empezar la estación „de las aguas", en junio en la mayoría de los casos o desde mayo en las haciendas de J. Gómez. Las prendas que constituyen la muda son de lienzo, probablemente una tela basta de algodón, lo cual explica el empleo de la expresión „lienzo crudo"; pero se encuentran términos más o menos sinónimos como „hilo", „coleta". Se componen de una camisa, de un calzón, de un gorro de lana o de un sombrero de guano (hecho con palma cana) para los hombres. D. de Aldama insiste en que los calzones han de ser de tela fuerte, más precisamente de „rusia" o de „listado" fuerte, que será un tejido con líneas de dos colores reservado para los esclavos. Las mujeres reciben un túnico o una saya de los mismos géneros y un pañuelo. La gorra o el sombrero sólo se reparten una vez al año. A la muda de invierno se añaden para ambos sexos en las propiedades de D. de Aldama una camisa de bayeta, o sea de lana, e incluso de bayetón, es decir de lana con mucho pelo, y una frazada o manta de lana para la cama391. Pero en la mayoría de los casos los dueños alternan la camisa „de pañete" y la frazada cada año, tanto más cuanto que los esclavos cuidadosos no estropean sus mantas que du-

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R. Madden, relatando su visita del ingenio Holanda, situado a una legua de Güines, que pertenecía a un Montalvo que tenía problemas con prestamistas, protesta contra la mala calidad de las dos comidas que recibían los esclavos: „Tenían dos comidas al día. Les daban tasajo Brasil (extremadamente duro, con muy poca materia nutritiva, de mal sabor y peor olor) para una comida, y seis plátanos y algún maíz indio para otra". Op. cit., pág. 168. 388 Se le llamaba „esquifación". Para evocarla, F. Ortiz se vale de las descripciones de Cirilo Villaverde en Cecilia Valdés; en: op. cit., págs. 202-203. Ver también: M. Moreno Fraginals, El ingenio, op. cit., t. 2, págs. 63-66. 389 Se refiere F. Knight a la vestimenta de los esclavos en op. cit., pág. 72. 390 No confundir los „nortes" que son vientos fuertes que soplan del norte con los huracanes, que vienen del sur, del sureste y del suroeste; véase: Humboldt, op. cit., pág. 36. 391 En este caso también Aldama parece aplicar los consejos de Chateausalins: es necesario que cada esclavo, de modo a evitar las pulmonías y las enfermedades cutáneas, pueda disponer de tres mudas, dos de rusia o cañamazo y una camisa de lana para que pueda cambiarse cuando se moja o cuando la muda está sucia; op. cit., pág. 17.

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ran varios años. Así cada Negro posee dos o tres mantas que ordinariamente miden dos varas de largo, según I. de Herrera, es decir unos 170 centímetros. Llama la atención los detalles suministrados por varios de estos grandes latifundistas acerca del uso de la manta. A J. Montalvo le extraña el hecho de que muchos de los esclavos no utilizan las frazadas para protegerse del frío en sus camas, prefiriendo éstos dormir en sus bohíos a la vera del fuego a pesar de las órdenes impartidas al respecto. D. de Aldama no entiende „esta costumbre perniciosa" que, a su modo de ver, es una prueba patente de que esta gente se resiste en admitir „toda idea de orden y regularidad en sus alojamientos". Dicho de otro modo, estos Negros son unos salvajes que no merecen la atención de sus dueños. ¡No hila muy delgado el señor de Aldama! Esta referencia, por muy anecdótica que parezca a primera vista, nos permite medir la incapacidad de los propietarios de interesarse por cuanto salga de sus esquemas socio-culturales. A no ser tan poco curiosos, se habrían enterado muy pronto de que las frazadas no son de mucha ayuda contra las picaduras de los mosquitos que abundan por los campos, más precisamente en la estación lluviosa, y que la mejor protección en tales circunstancias la brinda la lumbre del hogar. Por eso duermen los esclavos a su lado, como los vecinos de ciertos poblados africanos siguen haciéndolo hasta hoy en día. En cambio los hacendados, al volver a sus ingenios para la época de la molienda, se precian de generosos regalando una gorra a los varones y un pañuelo a las hembras o „alguna que otra friolera". Es de suponer que pocos trabajadores gastan zapatos, aunque J. Gómez afirma repartir „plantillas" de cuero para proteger los pies de sus siervos. Parece ser éste un privilegio del que gozan tan sólo los esclavos de „distinción" o de „oficio", términos que designan a los que desempeñan alguna responsabilidad y a los oficiales especializados. J. Montalvo da zapatos de vaqueta a los que „lo merecen o necesitan". En las mismas circunstancias J. González Larrinaga añade a los zapatos de venado un sombrero de paja y una chaqueta de pañete o de bayetón; además cada uno de estos siervos beneficia de una muda de mejor clase. Se adivina pues que esta discriminación tiene como propósito suscitar cierta emulación entre los trabajadores con fin de favorecer la alienación, condición imprescindible para que perdure el sistema esclavista. A los esclavos les toca arreglárselas para que la muda dure todo el semestre, aunque ciertos amos como J. Muñoz Izaguirre se apiadan de las víctimas de robos „sino por decencia y amor propio de no tener andrajosos en su casa, a lo menos por conveniencia". Pero por mucho que haga el dueño, nota W. de Villa Urrutia, la situación no puede ser idéntica en todas las propiedades, debido al descuido de muchos esclavos a quienes no les importa andar casi desnudos. Por si fuera poco, no faltan los que venden la ropa, dándola por perdida o robada. Esto, insisten ciertos, no significa que no les gusta lucirse a los esclavos. Destinan gran parte del peculio ahorrado merced a su cría de cerdos o de gallinas a la compra de atavíos con que engalanarse los días de fiesta para asistir a los oficios religiosos y a sus bailes o „tangos". De creer a J. Muñoz Izaguirre, las negras criollas,

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cuando van a la iglesia, llevan „calzado de seda, pañuelos de lo mismo al cuello y túnicos de holán", que es un tejido muy fino. W. de Villa Urrutia corrobora estos datos, refiriéndose a „las túnicas de zaraga y muselina, camisas de lienzo blanco, medias de algodón y aun de seda y zapatos de dril y de raso". De modo que „un grande ingenio presenta en su aspecto más limpieza, aseo y valor en los trajes, especialmente de las negras, que un baile de aldea en Europa". Bien se ve adonde quiere ir el hacendado: al fin y al cabo, la vida de estos negros, en estos fundos bien manejados, es de mejor calidad que la de muchos campesinos de Europa392. Obviamente esta aseveración forma parte del discurso a favor del mantenimiento del statu quo. 6-3-La vida familiar La vida familiar de los esclavos merece la atención del Gobierno Superior tan sólo en la medida en que favorece la procreación en una época en que se ha suprimido oficialmente la trata. A pesar de que entre los temas evocados por la encuesta no aparece el de la vivienda, los dueños no pueden menos de evocarlo rápidamente. No es de pasar por alto una referencia harto asombradora de D. de Aldama en cuanto a la composición de las dotaciones. De creerle, algunos dueños, para evitar los problemas que plantea la presencia de las mujeres en las haciendas, sólo poseen esclavos de sexo masculino. Esta postura, admite, „tiene también muchos inconvenientes". A lo más se puede aplicar tal medida en pequeñas propiedades; pero resulta difícil imaginar una agamia forzosa impuesta a varios centenares de siervos, máxime cuando la legislación esclavista recomienda desde los inicios de la esclavitud en las Indias occidentales el casamiento de los esclavos para mejor sosegarles. Dicho esto, todos los informes consideran a la familia como el núcleo básico de la mano de obra servil, aconsejando que se preserve su intimidad. I. de Herrera traduce sin duda alguna el sentimiento de muchos de sus parecidos, más atentos a sus propios intereses que a una visión humanitaria: „Procurar tener el mayor número posible de matrimonios que vivan por familias separadas ...". Lo peor, asegura J. Muñoz Izaguirre, es que se mezclen los esclavos en dormitorios. La única manera de evitar las consecuencias negativas de la promiscuidad es ofrecer un espacio vital a las familias para que sus miembros y en particular el padre tengan la impresión de disfrutar de un mínimo de dignidad humana. Así que los amos tendrán que prever un cuarto para cada familia en los barracones construidos con este propósito393. Estos „edificios cuadrados", según la expresión del autor (es decir con un patio común alrededor del cual se reparten los cuartos), permiten una mayor vigilancia de las dotaciones, cerrándose la puerta al toque de silencio. Por su parte D. de Aldama deja a las familias la facultad de organizar el espacio que les ofrece en sus barracones como mejor les 392

No estaría de acuerdo Madden con estas aseveraciones, como aparece en su descripción de la ropa de los esclavos del ingenio Holanda: „La vestimenta de los negros del Olanda era vieja y andrajosa, hecha de la tela de saco más tosca". Op. cit., pág. 170. j93 Véase lo que hemos dicho acerca del barracón en el primer capítulo.

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convenga394: se trata de un cuarto de cinco varas cuadradas (algo más de 4 m2) donde los Negros pueden levantar tabiques. Ahora bien difieren los otros pareceres que abandonan este „régimen algo opresivo", según S. de Lasa, a favor de los bohíos, quizá por corresponder más este hábitat a las costumbres ancestrales y brindar una mayor intimidad a sus inquilinos, a no ser que calculen los hacendados que resultan mucho más baratos que los barracones, si tomamos en cuenta los datos suministrados por J. Gómez, quien se refiere a „bohíos de colgadizos y teja", posiblemente edificados por los propios esclavos con los materiales entregados por los administradores395. Cualquiera que sea la solución adoptada, subraya D. de Aldama, importa que las Negras jóvenes o solteras duerman por separado. En cuanto a los niños, se crían en las „casas de los criollos" hasta que puedan ser de alguna ayuda en los trabajos, es decir hasta los siete años, edad en que se reúnen con sus padres. Como se ve pues, la intimidad tiene sus límites. Dadas las dificultades que experimentan los propietarios después de la supresión de la trata para suplir las bajas debidas a la mortandad entre la mano de obra de sus haciendas, conviene conceder una especial atención a la procreación, como da a entender la séptima pregunta de la encuesta. Ahora bien, contesta el conde de Fernandina, con cierto humorismo, „el interés de los amos hace mucho más de lo que puede prescribir el mejor reglamento ...". Al marqués de Arcos le parece imposible describir detalladamente las „prácticas minuciosas que varían según las circunstancias". Sin embargo no carecen de detalles los informes de los otros latifundistas cuestionados sobre este espinoso problema, lo cual evidencia su preocupación natalista. En los dominios de I. de Herrera las mujeres embarazadas informan al mayoral de su estado396. En los de J. Muñoz Izaguirre, a la enfermera principal le incumbe 394

Insiste con mucha razón Javier Laviña en que el barracón „se convirtió en la base de la resistencia, donde los amos y mayorales no entraban, en el lugar en el que se fraguaban las rebeliones y se organizaban las nuevas estructuras"; en: Resistencias afroamericanas y otros cimarrones, op. cit., pág. 260. 395 Afirma Humboldt que el esclavo que tiene una familia y ocupa un bohío es menos desgraciado que sus parecidos que viven aparcados en los barracones, lo cual favorece la procreación: op. cit., pág. 61. Véanse las descripciones de los barracones y de los bohíos que suministra F. Ortiz, basadas en particular en artículos de Anselmo Suárez y Romero; en: op. cit., págs. 200-201. Asombra algo que concluya la cita de esta manera el historiador: „Las habitaciones de los esclavos del ingenio eran ciertamente muy pobres; pero no hay que estremecerse grandemente por ello, pues no es menos cierto que ninguno de los negros la tuvo mejor en Africa..." De parecer muy diferente era Madden al referirse a las viviendas de los esclavos de Holanda: „Aquí viven en chozas, cerca del ingenio. Lugares muy miserables, inapropiados para alojamiento de bestias salvajes a las que se quisiera conservar con salud y bienestar". Op. cit., pág. 170. 396 Interesa notar que los dueños no se refieren a la proporción de las mujeres en sus dotaciones. Humboldt pone de realce la disproporción entre los varones y las hembras, apoyándose en un censo de 1827 que da 183 290 esclavos por 103 652 esclavas. En las Antillas inglesas en 1823 las

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ponerse en relación con las esclavas para que éstas puedan avisarle de la suspensión de sus menstruos. Desde entonces sólo se les imponen trabajos ligeros hasta que lleguen a „los meses mayores", es decir hasta los siete u ocho meses de embarazo, aunque muchas los adelantan al cuarto o al quinto mes sin que se les compela a mayor trabajo, para evitar una posible desgracia, asegura J. Montalvo397. J. Muñoz Izaguirre suele dispensarles de todo trabajo duro a partir del quinto mes, reservándoles tareas muy poco cansadas como barrer el batey. En varias haciendas auxilian a las asistentes de las enfermerías. Después del parto, pasada la cuarentena en que sólo se dedican las madres a sus niños, se les ocupa en faenas ligeras que no les alejen demasiado de las casas, de modo que la lactancia pueda efectuarse normalmente durante dos o tres meses. Salen al trabajo sólo después de levantarse el sol, retirándose una hora antes de los otros esclavos. Por la tarde inician sus ocupaciones con algún retraso y vuelven a las casas al oscurecer. J. Montalvo adopta un horario aun más liberal, empezando sus actividades las madres recién paridas de sus fundos dos horas después de sus compañeros y acabándolas dos horas antes. Así que, añade J. Gómez, les da el tiempo „para refrescarse y descansar antes de darles el pecho a sus hijos". J. Muñoz Izaguirre explícita el sentido del verbo „refrescarse": se trata en realidad de que „se refresque la leche y no sea nociva a los párvulos". Para que se atienda lo mejor posible a las criaturas, D. de Aldama les permite a las madres que vuelvan a las casas dos o tres veces por la mañana, dispensándolas incluso de cualquier ocupación por la tarde que consagran ente-

cifras respectivas son: 308 467 y 319 310; en: op. cit., págs. 165 y 59. Este bajo porcentaje preocupó al Capitán General O'Donnell, quien, el 30 de abril de 1844, declaró al gobierno central: ...sean las que fueren las medidas que se adopten para propagar la raza negra con la esclavitud que hoy existe, el vacío que deja anualmente la muerte y las enfermedades que sufre esta casta y la imposibilita para el trabajo, no se reemplaza con la reproducción de la misma, pues el número de hembras es infinitamente menor que el de los varones. Citado por: J. Philip, op. cit., pág. 69. Incluso se formaron proyectos en 1855 de importación de esclavas desde el Brasil; ver: id., pág. 70. 397 Nota Chateausalins que las esclavas suelen abortar por medio de hierbas por aborrecer el estado de preñez. Esta reacción se explica por „el extremado rigor de sus amos, los injustos castigos de los mayorales y contramayorales durante la preñez, los trabajos que exigen de ellas en este estado tan penoso, el abandono y descuido de sus crías y muchos otros motivos así como la barbaridad de su madre..." Agrega que es preciso interesar a las futuras madres „en la conservación del producto de su concepción" no sólo impartiéndoles un trabajo más llevadero sino también nutriéndoles con más esmero; op. cit., pág. 20. Más lejos intenta el médico buscar la causa del poco interés que parecen experimentar por sus hijos recién nacidos. Corresponde al deseo de evitar que hereden su condición servil: „Su estado de miseria y servidumbre no deja de contribuir mucho a este abandono, y la repugnancia natural de criarlos para verlos esclavos destinados a trabajar toda su vida y contribuir a la fortuna de su amo a quien por lo común aborrecen, son también causas de su apatía." Op. cit., pág. 30.

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ramente a sus crías. En sus fincas este trato especial dura hasta que los niños tengan todos sus dientes y puedan caminar, o sea hasta los doce o quince meses. Luego reanudan el ritmo normal, disfrutando sin embargo de algún tiempo por el día para ver a sus hijos. Como varios colegas suyos no impone a estas mujeres las faenas del tiempo muerto o los cuartos de la molienda hasta el fin de la lactancia, la cual se prolonga lo más posible para el mayor provecho de los niños. Por si fuera poco, algunos amos, como D. de Aldama, premian los esfuerzos de las madres con una „regalía" que consiste en cuatro pesos o un lechón. En el mismo sentido, J. M. Carrillo da pruebas de generosidad con fin de favorecer la natalidad en sus propiedades, concediendo ciertos privilegios a las madres según el número de sus hijos, hasta dispensarles de todo trabajo. En cuanto a la alimentación, la madre goza de un régimen especial. En los tres días que siguen el parto, se le da un puchero de gallina, y después una ración guisada de carne fresca o ajiaco bien condimentado para la comida, con una cena de „viandas" hasta que pase la cuarentena. A esto muchos amos añaden un poco de chocolate, algunas galletas e incluso pan. Interesa evocar la dieta de las recién paridas en las fincas de J. Muñoz Izaguirre. Además de las tres gallinas para puchero, manda el amo que se reparta a cada madre una botella de vino abocado (mezcla de vino seco y dulce), una ración de chocolate por la tarde y por la mañana durante nueve días. A lo largo de la cuarentena se le sirve carne fresca de vaca o de carnero, animal que se propaga mucho en las fincas, según el amo. El parto se verifica en la „casa de criollos", término que procede del verbo „criar". Pero es de notar la existencia de otra expresión quizá más sugestiva aun de la preocupación natalista de los dueños: se trata del sustantivo „criadero" que aparece por ejemplo en el informe de J. Muñoz Izaguirre 398 . Por si fuera necesario dicho sustantivo determina perfectamente el concepto utilitario que tenían los amos respecto a la esclavitud. Efectivamente allí residen los niños hasta que alcancen los siete años, edad en que se unen al núcleo familiar. La higiene exige que se construya tal edificio, de capacidad suficiente para acoger a todos los recién nacidos, en un lugar sano, seco, a la vez abrigado y bien ventilado. En las haciendas de J. Muñoz Izaguirre, este conjunto, de varios cuartos según las necesidades, ha de situarse cerca de la enfermería para que la enfermera principal pueda vigilarlo con más facilidad. El aseo diario de las criaturas exige el empleo de tinas, y el suelo será de hormigón para evitar que los niños coman tierra. Tanto en los dominios de este señor como en los de D. de Aldama existe al lado de la casa de criollos un solar destinado al recreo de los niños, lo bastante extenso para que puedan correr libremente. En una de las fincas de Aldama, este lugar mide 50 varas de largo por 6 de ancho (poco más o menos 42 m por 5 m). 398 Según el rico hacendado Cristóbal Madan, autor de una „Contestación a un folleto titulado Ideas sobre la anexión de Cuba en los Estados Unidos, por don José A. Saco...", publicada en La Verdad del 3 de abril de 1849 (Nueva York), una de las ventajas que brindaba la anexión al poderoso vecino era que en este país los criaderos permitián reponer las pérdidas de mano de obra; citado por R. Cepero Bonilla, op. cit., pág. 36.

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La benevolencia del propietario para con estos „criollos", quienes a los pocos años se transformarían en trabajadores, le incitó a contratar para uno de sus fundos a una mujer libre cuya misión consistía en cuidarles y vigilar que se les sacase a pasear. Pero, de un modo general, es una esclava de „cierta edad y discernimiento" quien cuida de los niños en ausencia de sus madres. La limpieza del local corre también por su cargo, ayudándole una cocinera para la preparación de las comidas y las asistentes que sean necesarias. A estas mujeres, de confianza por ser en gran parte responsables del porvenir de la dotación, se les llama las „crianderas". Les toca por supuesto vigilar la lactancia de sus pupilos en los primeros meses y las comidas de los de más edad así como las de sus madres. Hasta el final de la lactancia, la dieta de los criollos consiste en migas de galletas, de harina de maíz o sagú, hechas con manteca y mezcladas con leche de vaca399. Luego se les da leche por la mañana y, en las otras tres comidas del día, carne y viandas. Dicha alimentación, a base de maíz o de sagú, ricos en hidratos de carbono muy parecidos a los componentes del almidón, no carecía de riesgos que provocaban cierta mortandad entre los párvulos de pocos meses. J. Muñoz de Izaguirre, para evitar las alferecías originadas por la indigestión del engrudo, aconseja a sus colegas el empleo de galletas. Peligrosos eran también el pasmo o „mal de siete días", muy común en Cuba, según J. Montalvo400, y el período de la dentición, sin el celo de los médicos de las haciendas. Tomándose las debidas precauciones, asegura el mismo propietario, se reduce notablemente la mortandad. Además de la asistencia arriba descrita, no se les niega la presencia de sus madres a los criollitos enfermos. Es preciso agregar que en estos edificios suelen dormir las mujeres solteras, quedando así bajo la vigilancia de las crianderas. Así que en los cuartos que los componen, no sólo hay camas de „entarimado bajo", para las madres y sus crios, sino también camas desmontables („de armarse y desarmarse") para los niños grandes y las solteras, lo cual facilita la limpieza. Si tomamos en cuenta los datos suministrados por los diversos informes, los criaderos, por sus dimensiones, pueden compararse con las enfermerías. Es el caso en las haciendas de J. González Larrinaga. En una de S. de Lasa, tal construcción mide 30 varas por 18, o sea aproximadamente 25 metros por 15. Las preocupaciones de los dueños por la salud de los recién nacidos, de los niños y de sus madres, añadiéndose a las que experimentan de un modo general por las personas mayores, encuentran por supuesto su mayor motivación no tanto en una vi-

399

Esta alimentación corresponde a los consejos de Chateausalins; op. cit., pág. 25. Para curar el ombligo después del nacimiento, se utilizaban telarañas, que provocaban infecciones conocidas como el „mal de los siete días". Chateausalins consagra varias páginas de su opúsculo al „espasmo de los recién nacidos, llamado vulgarmente mal de los siete días", lo cual patentiza la gravedad de esta enfermedad que destruía, según sus aseveraciones, la „tercera parte de la raza negra". En ciertas fincas, hubo años en que ni siquiera se pudo salvar a un solo recién nacido; op. cit., págs. 29-31. 400

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sión humanitaria c o m o en el deseo de mejorar el rendimiento de las fincas, concepto que no olvidaremos al examinar su política sanitaria.

6-4-La enfermedad Para mantener a la mano de obra en óptimas condiciones de trabajo, dentro de lo que cabe, los dueños conceden gran importancia a la salud de sus siervos 4 0 1 . Por lo menos así lo confiesan, dando al Gobierno Superior una visión sin duda idealizada que en muchos fundos de segunda categoría e incluso en los suyos distaría algo de la realidad. Dicho esto, no cabe duda de que ciertos amos, conscientes de sus propios intereses c o m o lo afirman algunos informes, buscan los medios idóneos para atajar el paso a las enfermedades 402 cuyos estragos, en la concentración de las haciendas, re-

401

La rentabilidad era la única motivación de su interés, como lo recuerda F. Knight, op. cit., pág. 75. Respecto a la salud del esclavo en general, ver: M. Moreno Fraginals, El ingenio, op. cit., t. 2, págs. 75-82. Para los hacendados, las epidemias que perjudicaban el rendimiento de sus fincas y diezmaban a sus negradas eran una de sus mayores preocupaciones. En una carta a su amigo Domingo del Monte, con fecha del 15 de mayo de 1833, Carlos Ponce de León evoca los „estragos" que provocó en las dotaciones de su suegro, de sus conocidos Gonzalo y Julián Alfonso y Soler y de Domingo de Aldama la „epidemia camarata", es decir el cólera morbo, en particular entre „los agentes más inmediatos de la reproducción que son nuestros negros"; en: Centón epistolario de Domingo del Monte, La Habana: Imprenta „El siglo XX", 1924, t. 2, 1833-1835, pág. 22. Juan Iduarte (op. cit., pág. 119) se refiere a las pérdidas que causó la epidemia en los ingenios y a las preocupaciones de sus dueños de que dejó constancia la Revista Bimestre Cubana del Io de julio de 1833: ...porque cuando muere un esclavo no sólo muere un hombre, sino que perece un capital y las familias que libraban en ellos su subsistencia quedan arruinadas y confundidas en la miseria [...] más de 10 000 esclavos llevamos ya perdidos y las 500 000 cajas de azúcar quedarán reducidas a 350 000 [...] valiendo a 300pesos los esclavos son 3 000 000 de pesos y las cajas 18 producto y 2 de aduana son otros 3 000 000 de pesos... 402 No corresponde a este trabajo adentrarse en el examen de la morbilidad de la esclavitud. Se consultará a este respecto el estudio de Manuel Salvador Vázquez y Carmen Menéndez de León, „Higiene y enfermedad del esclavo en Cuba", Anuario de Estudios Americanos 43, Escuela de estudios Hispano-Americanos / C.S.I.C, Sevilla, 1986, págs. 419-445. Esta ponencia leída en el coloquio „L'abolition de l'esclavage dans les Antilles Hispaniques" celebrado en 1986 en la Universidad de Paris VIH, presenta un compendio de los diferentes tipos de enfermedades que afectaban a los esclavos. La morbilidad se relacionaba muy a menudo con el trabajo: cortaduras, heridas, quemaduras, lesiones por plantas, contusiones con motivo de acelerar el ritmo del trabajo (machete, palo, manatí o bejuco del mayoral) o de impartir castigos (azotes, cepo), agresión de insectos (niguas, „animal rojo" o especie de cangrejo, garrapatas, arañas, ácaro productor de la sarna, alacranes, mosquitos); con infecciones contagiosas: „vómito negro" (fiebre amarilla), cólera „morbus", bubas (sífilis), pian; con patología del aparato digestivo: lombrices, obstrucción escirrosa del bazo, ascitis, hépatica; y, por fin con patologíe dérmica: úlceras hongosas, tétano del recién nacido o „mal de los siete días", tétano traumático, etc.

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sultan sumamente perjudiciales para sus empresas. A este respecto vale la pena citar por entero la opinión de R. O'Farril, quien se atreve a enmendarle la plana al propio Capitán General: ... no juzgo que haya hacendado que rehuse un gasto siempre pequeño para libertar de la muerte a un ser que vuelto a la salud va a retribuirle con sus sudores cuanto haya expendido en su curación.

Sin embargo no todos los propietarios se preocupan por la situación sanitaria de sus propios fundos403. J. Gómez protesta contra la falta de extensión y comodidades de muchas enfermerías, lo cual contradice el parecer de J. M. Carrillo, para quien „las enfermerías son edificios cómodos y espaciosos y en la actualidad se procuran construir con toda la perfección posible". Por su parte, J. Muñoz Izaguirre pone de realce la impericia de los médicos de campo cuya actuación suele ser contraproducente, por muy benévolo que sea el dueño. De modo que la enfermería es un lugar estratégico en los ingenios y en los cafetales. En cuanto a las de sus fincas, el conde de Fernandina no vacila en afirmar que „están tan bien asistidas como un hospital real". Entrando en detalles, se nota el aislamiento del edificio dentro del conjunto formado por los bohíos y las fábricas del batey para facilitar la incomunicación cuan403

Para Chateausalins no se han de despreciar las quejas de los esclavos: Al momento que un esclavo se queja al encargado de la hacienda, debe mandarlo inmediatamente a la enfermería o a cualquier lugar dispuesto para recibirlo, y aunque sepa que el esclavo es uno de aquéllos que se quejan a menudo, no debe dilatar el mandarlo. La esperiencia me ha hecho ver que estos infelices considerados como haraganes, son de una complexión débil y cuya salud no puede soportar por mucho tiempo por los trabajos recios de las fincas, y si se desprecian sus lamentos, mueren mucho antes del tiempo señalado para su conclusión.

Op. cit., págs. 12-13. A pesar de las medidas adoptadas por ciertos propietarios preocupados por sus intereses, la situación seguía pésima en 1866 según el médico francés Henri Dumont, citado por María Poumier: ...en dichas enfermería no se respeta la más mínima higiene, no se atienden los consejos de los médicos en cuanto a alimentación ni confort de ninguna clase, y los mayorales imperan como primeros fármacos, con sus técnicas favoritas: golpes primero para que el aquejado prefiera regresar al trabajo antes de ser atendido en la enfermería, sangrías excesivas, y torturas varias, desde el hambre hasta la infección de las heridas. En: Recherches sur les maladies des races qui ne souffrent pas de la fièvre jaune et études particulières sur 1' 'hinchazón' des nègres et des chinois ou maladies des sucreries et des magasins de sucre de Cuba, Cárdenas, I e r janvier 1866; texto manuscrito de la Biblioteca Nacional de París citado por: María Poumier Taquechel, „El suicidio esclavo en Cuba en los años 1840", Anuario de Estudios Americanos 43, 1986, Sevilla: Escuela de Estudios Hispano-Americanos / C.S.I.C., pág. 74.

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do convenga. Sin embargo no dista mucho de la vivienda del administrador o del mayoral, directamente responsables del local. Es preciso que la capacidad de éste sea proporcionada a la dotación: calcula D. de Aldama que su décima parte y aun más en algunas épocas del año, quizá en la molienda por ejemplo, se encuentra en sus cuartos. En varias haciendas, como en las de S. de Lasa y J. González Larrinaga, se presenta bajo la forma de un rectángulo de manipostería cubierto con tejas, de unos 29 metros de largo sobre 16 de ancho. Encierra dos departamentos, consagrados el uno a los varones y el otro a las hembras. Cada uno se divide a su vez en una sala, un salón y dos cuartos, consagrados posiblemente a las enfermedades endémicas, a las epidemias de curación, a los tísicos y a otros enfermos incurables, si nos atenemos a la descripción de J. Muñoz Izaguirre. En las enfermerías de este propietario, a cada lado de la puerta de entrada está la habitación del enfermero y el botiquín. En las de J. Montalvo, caben también cuatro cuartos en los departamentos. El reservado a los esclavos que padecen de llagas (¿accidentes, úlceras?) mide casi ocho metros cuadrados. Para evitar que los enfermos salgan cuando les dé la gana, lo cual aplaza su curación y a veces la hace imposible, se les pone en un cepo. En el segundo cuarto, se reúne a los que sufren de calentura (¿fiebres, resfríos, etc.?); en el tercero están los bubosos (¿enfermedades venéreas?) y en el cuarto los tísicos, a quienes conviene aislar de los demás. Le parece imprescindible al dueño renovar la atmósfera, sin provocar por ello una excesiva corriente de aire, lo cual justifica la presencia de ventanas altas, fuera del alcance de los enfermos. Conviene, según I. de Herrera, que algunas de estas ventanas tengan cristales para dar luz a los cuartos. D. de Aldama opta por un plan cuadrado de unos 34 m2; con un patio en el centro, alrededor del cual están los cuartos especializados, con ventanas hacia el exterior y puertas al patio con sus cerraduras para incomunicar a los enfermos. En el mismo edificio se encuentran la cocina, cuando en otros está separada, las letrinas y las habitaciones para enfermeras y asistentes. Cualquiera que sea su forma, el local posee un botiquín bien surtido, si creemos al dueño, es decir con las medicinas más usuales. En cuanto a las camas, no pasan de tarimas de madera, constituidas por dos banquillos y dos tablas unidas, con frazadas para proteger del frío. Para los casos de mayor gravedad, se usan camas desmontables, más fáciles de limpiar y se añaden un jergón, una almohada y sábanas de cañamazo que, en las haciendas de J. Montalvo, se queman en caso de posible contagión. En las de J. Muñoz Izaguirre, incluso se dan camisones a los que ingresan en la enfermería, se lava su ropa y se la devuelve sólo cuando salen. En resumidas cuentas, si no se respetan estas normas en todas las fincas, se supone que los propietarios avisados, como aseguran ciertos dueños, se esfuerzan por aplicar las reglas más conocidas de la higiene de modo a preservar sus intereses. El médico contratado actúa según las necesidades y las posibilidades de los hacendados. En tiempo normal, algunos se contentan con dos visitas a la semana, o una cada dos días. Las fincas más importantes acuden diariamente a sus servicios, e in-

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cluso varias veces al día en casos de emergencia 404 . Ahora bien no disfrutan siempre de buena fama estos facultativos. J. Muñoz de Izaguirre se queja de la impericia de muchos de ellos que „buscan asilo en los campos" 405 . J. Montalvo comparte el mismo parecer, protestando contra su ignorancia o su falta de conciencia profesional 406 . D. de Aldama se muestra menos pesimista, asegurando que la permanencia del facultativo en la hacienda depende de su comportamiento. En los fundos de J. Muñoz Izaguirre, le toca rellenar un recetario describiendo la enfermedad y sus prescripciones en materia de cuidados y de alimentación. En casi todas las haciendas se escoge a las enfermeras y enfermeros entre los esclavos „de inteligencia", tocándoles dar los primeros cuidados hasta la llegada del médico. Su número está en relación con la densidad de enfermos y con la importancia de la dotación, y, de ser necesario, les auxilian varias asistentes, para lavar la ropa por ejemplo. Ocurre que los propietarios más pudientes contraten a enfermeros blancos para mayor seguridad, como el marqués de Arcos o D. de Aldama. Por parecerles trascendentales los asuntos relacionados con la enfermería, no pocos dueños exigen de sus administradores y mayorales que concedan una atención particular a los servicios prestados tanto por los médicos como por los enfermeros y asistentes. Hemos aludido más arriba al recetario en que el médico indica los cuidados y los alimentos que ha de recibir el enfermo en conformidad con su estado. Según las afirmaciones de todos los dueños, en caso de grave afectación se esmeran las comidas, hechas a base de caldo de gallina, de carne de vaca fresca, de atoles, de arroz y de galletas 407 . S. de Lasa preve para los convalecientes ajiaco con carnero, puerco 404

En una hacienda mediana el sueldo anual del médico por sus visitas a la dotación subía a 300 pesos, según F. Knight, op. cit., pág. 70. 405 Estos grandes propietarios comparten el parecer despiadado de Chateausalins, quien trata a la mayor parte de los facultativos que ejercen su arte en las haciendas de „cirujanos romancistas o barberos ilustres". No son más que charlatanes que se buscan la vida en el campo abusando de „la credulidad de los hacendados". En cuanto a los verdaderos médicos que llegan de Europa, carecen de la experiencia necesaria para curar a los esclavos, „resultando de su impericia la estraordinaria mortandad que se nota". Defraudados por su actuación, no faltan los propietarios que se las arreglan como pueden para aliviar los males de sus siervos, acudiendo a manuales de medicina popular escritos para Europea, que no les son de mucha ayuda; op. cit., págs. III y IV. 406 El problema era antiguo. Ya en 1792, escribía el Capitán General acerca de los médicos: Ni estos hospitales ni esta Universidad dan el número suficiente ni de la idoneidad que se requiere para abastecer la Isla y muchos amos de ingenios, estrechados de la necesidad, reciben sangradores con nombres de cirujanos que van a hacer de médicos en los ingenios y que probablemente hacen más daños que beneficios a la humanidad. Carta de Las Casas al Marqués de Bajamar, Archivo General de Indias, Santo Domingo 1257; citado por: P. Tornero, Crecimiento económico y transformaciones sociales..., op. cit., pág. 186. 407 Mientras dure la fiebre, Chateausalins no está a favor del caldo de gallina que „fatiga al estómago que no puede digerirlo"; pero al cesar ésta, recomienda que se nutra a los enfermos con ligeras sopas, agua con vino, atoles de sagú, arroz, algunos pollos y pichones; op. cit., pág. 18.

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fresco y tasajo. I. de Herrera da al médico la facultad de ordenar el uso de cremas y de leche. En fin en casos de epidemias, en las propiedades de J. Gómez se preparan grandes ollas con gallinas, pavos, carneros o ternera para alimentar a todos los enfermos. J. Montalvo envía cada mes a sus enfermerías un barril de manteca y otro de galletas. D. de Aldama está dispuesto en no mirar en costes: cabe preguntarse si todos los hacendados eran del mismo parecer. Para evitar que los esclavos abusen de las comodidades de la enfermería, el encierro y el aislamiento son rigurosos, permitiéndose visitas a los allegados más cercanos como los padres, los hijos y los cónyuges. Esta medida contribuye también a la pronta curación de los enfermos. Ciertos hacendados imponen una política de prevención. Así, en la estación lluviosa, evitan que sus esclavos se encuentren fuera durante los fuertes aguaceros y cuando se mojan se les reparte un poco de aguardiente y algún cocimiento tónico. Según el informe suministrado por J. M. Carrillo a cualquier enfermo que se queje de alguna dolencia, se le pone en observación en la enfermería donde le resulta imposible fingir durante mucho tiempo. De creer a los autores de los informes, no falta pues la buena voluntad de su parte y si admiten fallos, la culpa no la tienen ellos sino los médicos por incapaces. Es posible sin embargo que no exageren excesivamente, en la medida en que todos pertenecen a la oligarquía más encumbrada, consciente de sus intereses408. Pero lo que no dicen, vale la pena repetirlo, es que entre la teoría y la realidad hay un trecho, tanto más cuanto que no rigen personalmente sus propiedades, confiándolas a intermediarios interesados en aumentar la producción a expensas de los esclavos, lo cual a largo plazo no puede menos de acarrear consecuencias funestas para su salud. Por muy eficientes que sean los servicios de las enfermerías, no son de mucha ayuda frente a los excesos de toda suerte cometidos por los empleados, e incluso por los propios dueños, cuya administración no ha de ser tan perfecta como lo dan a entender, para oponerse a todo cambio que limite la potestad dominica. 6-5-Los derivativos Consciente de que uno de los problemas más acuciantes que planteaba el esclavismo era la deshumanización que originaba la mayor parte de los conflictos que es408

Humboldt admite los esfuerzos de los propietarios para favorecer una disminución de la mortandad, que habría pasado de un 15 o 18 % a un 10 o 12 %. Cree que es posible bajar hasta un 6 u 8 %, añadiendo: L'accroissement du nombre des esclaves femelles, si utiles par les soins qu 'elles donnent à leurs maris et à leurs compatriotes malades, l'exemption du travail pendant la grossesse, la sollicitude pour les en/ans, l'établissement des nègres par familles dans des cases séparées, l'abondance des provisions, la multiplication des jours de repos et l'introduction d'un travail modéré à tâche, voilà les moyens les plus susceptibles de prévenir la destruction des noirs. En: op. cit., pág. 62.

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tallaban, con el cimarronaje y los levantamientos, la administración colonial siempre intentó dar a las víctimas del sistema unos motivos de esperanza. En un período en que el cese oficial del tráfico negrero imposibilitaba (o por lo menos estorbaba) el abastecimiento en mano de obra servil necesaria al fomento de la economía colonial, urgía convencer a los dueños de la necesidad de suavizar sus condiciones de vida, apelando a los medios clásicos utilizados desde los inicios de la esclavitud en el Nuevo Mundo. „Nihil novi sub solé" pues. Pero, incluso en este dominio, los autores de los informes estaban seguros de que no se podía mejorar su gestión, debiéndose encontrar las soluciones en una mejor aplicación de las normas vigentes. Del conuco a la manumisión En todas las Indias occidentales, pese a la resistencia de muchos amos, muy pronto se dio cuenta la administración de que había que atar al esclavo a la gleba para vencer su anhelo de libertad. D. de Aldama consagra un largo desarrollo al tema, haciéndose el portavoz de sus colegas a este propósito. Conseguir vencer la apatía que experimenta el siervo frente a toda clase de trabajo, debida a que este concepto está en su mente íntimamente relacionado a la servidumbre, resulta sumamente provechoso para su dueño. El hecho de disfrutar de los efectos de su trabajo, recalca Aldama, mejora sus costumbres y le hace renunciar a la huida. El problema consiste pues en reducir la indiferencia del esclavo, acostumbrado a ahorrar sus esfuerzos, de los que, a su parecer, no saca ningún beneficio personal, y a recibir las raciones cotidianas sin ninguna alteración. Sólo un factor hondamente subjetivo le permite sobrepasar esta renuencia. Para el terrateniente, no puede ser más que afectivo entre los jóvenes: „puede hacer mucho más efecto en sus ánimos una negra que todas las exortaciones y todos los castigos". De ahí el interés del amo en desarrollar una política matrimonial: „En efecto es sabido que los negros más cimarrones, más desobedientes y más incorregibles son los que nada desean, o que sólo pretenden tener por medio del robo. Estos ni tienen mujer ni propiedad ni amigos". En estas líneas reside pues toda la dialéctica de los dueños respecto al famoso conuco, que hizo correr tanta tinta. J. M. Carrillo la resume perfectamente: Convencidos los amos de que el amor a la propiedad es el primer elemento de orden y de moralidad, tienen especial conato en que los esclavos crien algunos animales como cerdos y gallinas y cultiven un pedazo de terreno que nunca se les limita si la extensión de la finca lo permite y, además del inviolable respeto con que se mira esa propiedad de que el negro dispone libremente, se estimula a los perezosos e indolentes por medio de correcciones suaves y bien calculadas a que la adquieran.

Obviamente, el conuco entra por una gran parte en el proceso de alienación que impone el amo al siervo. Dentro de este enfoque, importa que el esclavo no lo considere como un derecho, sino como una prueba de la benevolencia del señor. A este respecto, llama la atención que dos de los latifundistas más encumbrados de la isla, el

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marqués de Arcos y el conde de Fernandina, no están dispuestos a renunciar a su potestad dominica. Para el primero, las concesiones de conucos son „actos de pura libertad y en manera alguna obligatorios". El segundo expresa con mucha nitidez las conclusiones que se han de sacar de tal aseveración para una posible reforma del reglamento de esclavos: Que la costumbre casi general entre los amos, y que yo observo, de conceder a sus esclavos los llamados conucos, crías de cerdos y de aves, es un acto puramente voluntario y generoso, por lo que no me parece que sería justo hacerlo obligatorio ni materia de reglamento.

Al buen entendedor, pocas palabras bastan, tanto más cuanto que la octava pregunta del Capitán General es menos anodina de lo que parece a primera vista, pudiendo encaminarse por esta dirección una hipotética reforma, que aparentemente no costaría mucho, dado el uso casi general del conuco. Los doce informes estudiados presentan tres versiones del conuco tradicional. En los ingenios de extensión, donde no falta la tierra, el mayoral le señala a cada familia la porción que puede cultivar, sin que exceda su fuerza de trabajo. Al mismo empleado le tocará imponer el respeto de lo decidido frente a la envidia de otros. El de R. O'Farril suele conceder este usufructo en el mes de abril, antes de que empiece la estación de las lluvias necesarias a las siembras. En las fincas de J. Montalvo, corresponde a 30 varas cuadradas, es decir algo más de 25 metros cuadrados. Se trata en general de lugares sin cultivar, menos „hierbateros" que los otros y que por lo tanto necesitan menos esfuerzos para limpiarlos. De lo contrario, según el análisis del mismo propietario, ocurre que los esclavos no se tomen el trabajo de quitar la mala hierba, perdiéndose las cosechas. En las pequeñas fincas, nota J. Muñoz Izaguirre, el conuco es común a toda la negrada, y el reparto de los productos se hace a prorrata. En fin, tercera posibilidad, ciertos amos están a favor de la coexistencia de los dos sistemas, permitiendo a los más animosos el cultivo del pedazo que quieran, además de la porción común. Por supuesto las faenas se efectúan los domingos, los días festivos y en los momentos diarios de descanso evocados más arriba. Sin embargo algunos dueños no les niegan a sus esclavos la ayuda necesaria en las épocas de limpieza y de recolección (mano de obra, carros y bueyes). Así se cultivan el maíz para los animales, el arroz y las clásicas viandas para la alimentación humana, como el quimbombó, la calabaza, el ajonjolí, el sésamo y el ñame, y el tabaco que complemente el repartido por el administrador. De este modo pues el negro contribuye a su propia manutención, aspecto que se olvidan de subrayar los informes. Además está autorizado a vender los excedentes. Con esta primera cantidad suele comprar un lechón y en lo sucesivo va aumentando su capital, aspecto sobre el cual volveremos más adelante. J. González Larrinaga y S. de Lasa presentan algunas cifras dignas de interés. En los conucos de aquél, las familias hacen respectivamente dos cosechas anuales de maíz, de cinco fanegas cada una, y más si el año es fértil, lo cual representa una can-

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tidad aproximativa de 555 litros. En las tierras de éste, una familia suele recoger cuatro o cinco fanegas de maíz dos veces al año que vende a dos o tres pesos la fanega, lo cual significa un ingreso que se sitúa entre 16 y 30 pesos. En cuanto al arroz, vale de 3 a 4 pesos la arroba, pero no hay más que una cosecha anual. J. M. Carrillo es el primer cliente de sus Negros, pagándoles el maíz a tres pesos la arroba. En sus dos ingenios desembolsa así entre 800 y 1000 pesos anuales, por una cantidad que varía entre 267 y 334 fanegas. Este producto corresponderá al cultivo de 26 conucos en el primer caso y 33 en el segundo, si tomamos como base la máxima estimación presentada por S. de Lasa. Con el dinero ahorrado de este modo, las familias compran varios cerdos que crían en chiqueros cerrados, aunque ciertas se niegan a encerrarlos para que puedan nutrirse por sí mismos, causando esta mala costumbre muchos perjuicios en los cultivos y en los cañaverales. Sin embargo, precisa D. de Aldama, no se suele castigar a los esclavos por tales daños. Conceden tanta importancia a esta fuente de ingresos que prefieren privarse y se atreven a hurtar para engordar sus cerdos. S. de Lasa estima que cada uno vale entre 12 y 20 pesos. Ahora bien, afirma D. de Aldama, ciertos Negros tienen entre 6 y 12 animales, lo que equivale a un capital que va de 72 pesos a 240. Es natural entonces que el administrador o el mayordomo intervengan en las ventas, de modo que los compradores no engañen a los ingenuos vendedores. En los cafetales y en otros sitios, insiste J. Muñoz Izaguirre, los esclavos no pueden poseer más de dos cochinos, quizá por falta de productos con que nutrirlos. Así que se ve obligado a ofrecer un cerdo y dos pesos a cada uno de sus Negros que van a ayudar en la zafra de su ingenio a modo de compensación para acallar sus protestas cuando se dan cuenta de la discriminación. Crían también las familias el número de gallinas que quieren, para comerlas o venderlas. Se las compraba J. Gómez a peso cada una para abastecer sus enfermerías hasta 1840, año en que le pidieron que les concediera el permiso de criar cerdos, lo cual aceptó el dueño a cambio de reducir el precio de las gallinas y de suprimir una gratificación de cuatro reales que repartía a cada esclavo por la Pascua de Resurrección. Con algún humorismo aconseja D. de Aldama que la posesión de las crías de animales así como de las siembras sea común a las parejas, de modo a evitar la separación de los cónyuges. Conforme aumenta el poder adquisitivo de los esclavos, va creciendo su corral. Algunos ahorran lo bastante para comprar una yegua: la venta de sus potros contribuye no poco a mejorar lo ordinario. Pero no todos los dueños están de acuerdo con esta posibilidad que les parece perjudicial en la medida en que también les sirven las yeguas para sacar de las haciendas lo que roban con el fin de permutarlo por aguardiente. Pese a esta última reserva, los autores de los informes están de acuerdo sobre el aspecto positivo del conuco y de las crías de animales como modo de integración del siervo en el sistema esclavista. La alienación no carece de sutileza cuando el amo le regala al Negro que se porta bien el capital necesario a la compra de un primer co-

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chino, medida adoptada por ejemplo por D. de Aldama para granjearse la benevolencia de sus trabajadores serviles y mejor vincularles a la hacienda. Y no es de despreciar el papel que desempeñan los conucos y las crías de animales en la reposición de las fuerzas productivas de los esclavos, lo cual no deja de aumentar la rentabilidad de las fincas, aspecto que los propietarios interrogados por la encuesta pasan enteramente por alto. Las ventajas de esta economía paralela van más allá de lo que parece, asevera D. de Aldama. De un modo muy natural los beneficios que de ella sacan los esclavos, tendrían que servirles para adquirir su manutención 409 . Es efectivamente lo que ocurre, pero en condiciones que el propietario pone de realce con un propósito obvio: varios de sus siervos se manumitieron rogando al amo que aceptase su permanencia en la hacienda. No hay mejor prueba de que su vida en la finca no es un valle de lágrimas 410 . Pero hay más, por si fuera poco. No faltan los Negros que prefieren quedarse con su capital que les permitiría libertarse no sólo a sí mismos sino también a sus hijos. Incluso los hay que escogen al amo como heredero de sus ahorros. Estas referencias paradógicas, en cuya generalización abusiva no es menester insistir, van primero en contra de los partidarios de una reforma del sistema esclavista y luego de los abolicionistas. Y por no quedarse a medio camino, D. de Aldama da a los contrincantes de la esclavitud una lección de política comparada basada en el pragmatismo: al fin y al cabo, poniendo aparte una visión idealista totalmente contraproducente, los esclavos de la isla de Cuba viven mejor que la „clase pobre y jornalera de Europa". La religión La legislación tradicional sobre la esclavitud en las Indias occidentales consideró siempre la educación religiosa como un factor trascendental para encauzar las manifestaciones de rechazo de parte de los esclavos merced a la elaboración de una verdadera teología de la resignación, expresión que empleé hace tiempo ya a propósito del Perú de los siglos XVI y XVII. Si consideramos los dichos de los latifundistas interrogados por el Capitán General de la isla, los dueños cubanos no parecen conceder tanta importancia al control religioso. Muchos de ellos no lo evocan ni de paso 4 ". 409

En el primer capítulo, hemos evocado el comentario de Madden acerca de la manumisión. El análisis de P. Tornero relativiza debidamente esta visión idealizada, basándose en el examen de 4 7 4 5 esclavos. N o encontró ningún caso de coartado, concluyendo que eran muy poco frecuentes los casos de coartación y manumisión en los ingenios; op. cit., pág. 243. Añadiremos que, cuando se daban, se debían en gran parte a la alienación que caracterizaba a los esclavos de servicio doméstico o relacionados con el servicio directo de los amos. 411 M. Moreno Fraginals señala que „desde fines del siglo XVIII los azucareros abandonaron en sus ingenios toda práctica religiosa con excepción de aquellas ceremonias anuales que servían de mínimo disfraz moral". Se las arreglaron con la jerarquía de la isla para que se eximiese a sus dotaciones de misa obligatoria, concediendo ciertos de ellos tan sólo un día de descanso cada diez o 410

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Este silencio puede explicarse por un total desinterés, enraizado quizá en un escepticismo muy decimonónico, heredero del siglo de las luces 412 - y bien es sabido que no pocos de los grandes terratenientes se las daban de ¡lustrados-, o más bien por un hondo pesimismo en cuanto a la capacidad de los esclavos de asimilar unos conceptos tan contradictorios con su propia situación. Cuando el individuo libre puede esperar disfrutar de „los goces con que la sociedad recompensa su buen obrar", la servidumbre le niega al esclavo tal posibilidad, nota J. Muñoz Izaguirre con evidente realismo. Además las buenas costumbres son el resultado de la „ilustración", o sea de una larga y minuciosa educación, incompatible con el estatus del esclavo. Se pregunta pues el hacendado en qué medida los preceptos de la religión cristiana podrán cambiar algo en los frecuentes casos de poligamia o de poliandria que proceden, a su modo de ver, de las tradiciones africanas. D. de Aldama comparte el mismo parecer, con una visión europeocéntrica que le hace tomar las consecuencias funestas del sistema esclavista por rasgos de una idiosincrasia: Todas las medidas posibles, aun las más rigurosas, la enseñanza de la religión y cuantas se han imaginado hasta ahora, no impiden que sea muy frecuente el cambio, venta ^ préstamo de mujeres, aunque por temor suelen hacerlo muy en secreto Los análisis del conde de Fernandina y del marqués de Arcos difieren algo de estos pareceres. El juicio del primero es de una extrema severidad para con la mayoría de los dueños, culpables de un excesivo escepticismo frente a la capacidad de entendimiento de sus siervos 414 : quince días bajo el pretexto de que „la necesidad dispensa el precepto". Véase: El ingenio, op. cit., t. 1, págs. 118-122. A este respecto, P. Tornero cita una sugestiva carta del Consulado de La Habana a Someruelos, con fecha del 5 de julio de 1799, que insiste en la imposibilidad de llevar a los esclavos al culto por estar lejos y pocas las parroquias, y por los riesgos que su traslado haría correr a la seguridad pública. Además los autores ponen en duda la capacidad de los esclavos de sacar algún provecho de tal práctica: „Compuesto [cada ingenio] de entes desgraciados que sobre las miserias propias de nuestra naturaleza y de la triste servidumbre, son adictos por la falta de educación y principios de moral a todo généro de excesos, que sólo se pueden reprimir en fuerza de la disciplina y del temor". Archivo General de Indias, Cuba 1651, en: P. Tornero, op. cit., pág. 240. 412 F. Knight llama la atención en el hecho de que cuando Valdés pidió en 1841 el parecer de las principales estructuras representativas de la isla acerca de las proposiciones británicas, no consultó al clero: „Such an exclusión would have been highly unlikely in the sixteenth century..."; op. cit., pág. 110. 413 En este caso también, Aldama, para quien trabajó Chateausalins, está de acuerdo con el médico: „Los negros poco instruidos en los principios de la religión, no miran el matrimonio como indisoluble, se prestan mutuamente sus mugeres, vuelven a ellas y las vuelven a dejar; las cambian entre sí con la mayor harmonía, y de esta poligamia resulta la propagación en las fincas del mal venéreo." Op. cit., pág. 14. 414 El sacerdote habanero Nicolás Duque de Estrada, autor en 1797 de una Doctrina para negros, denunció esta actitud afirmando que „es persuasión casi común que los negros no pueden

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... en este punto hay generalmente un abandono lamentable y escandaloso, pues los esclavos con respecto a religión están reputados por sus amos poco más o menos como bestias, es decir como si no hubieran de tener vida futura. Lo confiesa pues el conde con una claridad meridional: el discurso de la fraternidad en Cristo deja insensibles a los hacendados. N o renuncia por ello a una posible evolución en el porvenir, considerando que la „verdadera base de la moral" se encuentra en „los principios de la santa religión". Faltando los capellanes 4 1 5 , les tocará a los administradores y a los mayordomos encargarse de la instrucción religiosa 4 1 6 . El marqués de Arcos se demora más en este aspecto, denunciando c o n vehemencia la „crasa ignorancia de todo principio religioso" que caracteriza a los esclavos, „tan materialistas en su humilde estupidez c o m o el ateo en su ciencia orgullo-

comprender la Doctrina Cristiana, y que ni aun son capaces de pronunciar lo que se Ies enseña", citado por Javier Laviña en la introducción a su edición de Doctrina para negros, Barcelona: Senda!' , 1989, pág. 50. Las páginas dedicadas a „Iglesia y esclavitud" (págs. 43-59) por el historiador sitúan acertadamente el problema de la enseñanza religiosa impartida a los esclavos. En lo que atañe a la actitud de la Iglesia frente a los esclavos antes del boom azucarero, se consultará el capítulo 5 „The Church and Its Negro Communicants in Colonial Cuba", del libro de Herbert Klein, Slavery in the Americas. A comparative study of Virginia and Cuba, Chicago, 1967, págs. 87-105. 4,5 Nota Humboldt que en toda la isla no hay más de 1100 eclesiásticos; op. cit., pág. 64. Para el viajero inglés Robert Francis Jameson su número era insuficiente: „The whole island contains 1034 of this class, male and female, so that the church militant here is not particularly well officered"; en: Letters from the Havana during the years 1820; containing an account of present state of the island of Cuba and observation on the slave trade, Londres: J. Miller, 1821, pág. 64, citado por M. Guicharnaud-Tollis, op. cit., pág. 237. Para el padre Félix Varela, „el número de eclesiásticos en aquella Isla, lejos de ser excesivo, en algunas partes es insuficiente [...]. Las rentas que disfrutan son bastante moderadas, y en algunos parajes bastante escasas"; en: „Estado eclesiástico en la isla de Cuba" (artículo parecido en El Habanero), Escritos políticos, La Habana: Editorial de Ciencias Sociales, 1977, pág. 141. Mariano Torrente, quien vivió varios años en la isla, asegura que „muchos hombres dignos de abrazar el sacerdocio" no lo hacen debido „a la mezquindad de los recursos con que estaban dotados los ministros del altar"; en: Bosquejo económico político de la isla de Cuba, t. 1, Madrid: Imp. Don Manuel Pita, 1852, pág. 189. Además no faltaban los dueños que no aceptaban mantener a un capellán; véase: M. Moreno Fraginals, El ingenio, op. cit., t. 1, pág. 115. Madden declara que los amos no tolerarían que el clero ejerciese „su ministerio con ventaja o eficencia"; op. cit., pág. 127. 416 Para una época un poco más tardía, Montalvo y Castillo indica los deberes del dueño en su obra Tratado General de Escuela Teórico-Práctica para el gobierno de los Ingenios de la Isla de Cuba en todos sus ramos, Matanzas: Imprenta del Correo, 1856. Además de la enseñanza de las oraciones (Padre Nuestro, Ave María, Credo), de los Mandamientos y de los Artículos de la Fe, aconseja la lectura los domingos de un capítulo de los Evangelios y una corta explicación de la Misa. El mayordomo leerá dos páginas de la Explicación de la doctrina cristiana acomodada a la capacidad de los negros bozales del presbítero Antonio Nicolás Duque de Estrada (1797). Véase: M. Moreno Fraginals, ibid.

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sa" 417 . Considera la religión c o m o un freno a los deslices de la naturaleza humana, tanto entre los Negros c o m o entre los Blancos: sólo ella es capaz de mejorar las costumbres con la promesa de penas y recompensas en el más allá 418 , no bastando los castigos para morigerar a los siervos. Por ello sería muy provechoso que los hacendados acudiesen a los servicios de capellanes para inculcar a sus negros los preceptos que estuviesen a su alcance. Pero, de un modo extraño, expresa el marqués dudas en cuanto a la capacidad de tales eclesiásticos en cumplir con su misión, basándose en su propia experiencia que no explicita 419 . Ello no le impide referirse (paradójica-

417 En este punto por lo menos estaría de acuerdo el marqués con Madden, quien ironiza sobre la instrucción cristiana que reciben los esclavos: Ahora bien, ¿hasta dónde llega en Cuba esta última obligación de los hacendados? Al bautizo de los esclavos, y a enterrarlos con los derechos ordinarios de la Iglesia. Esta es la cantidad tal de instrucción religiosa que se da en Cuba, excepto al enseñar a los paganos recién importados, a repetir como cotorras, en ciertas fiestas, el Padre Nuestro, el confíteor y los misterios del rosario; pero sería una locura, esperar que tengan la más ligera concepción, del sentido de las palabras que repiten a coro, pues no se les instruye nunca en la religión, ni por medio de sacerdotes ni de legos, excepto en la finca de algún hacendado (fenómeno raro en Cuba) piadoso, que sea un amo escrupuloso y cristiano.

Op. cit., págs. 150-151. Es de notar que N. Duque de Estrada, unos decenios antes, hizo un análisis parecido del que pudo inspirarse Madden: „Adviertan los amos, y adviértanlo bien que no cumplen con la gravísima obligación que tienen de instruir a sus esclavos (y lo mismo es de los demás domésticos) con que solo sepan hablar como cotorras"; op. cit., id. 418 En los esquemas de enseñanza religiosa que propone N. Duque de Estrada a los capellanes de haciendas, no se olvida de insistir en este aspecto. Se dirigirá el sacerdote a los esclavos con estos términos: Así desde que nacemos ... tenemos obligación de servirle (a Dios) ... llega el día del juicio ... entonces vendrá N(uestro) S(eñor) J(esu) C(risto) desde el cielo a tomar cuenta a ver si hemos fecho nuestra tarea ... y al que no ha cumplido su obligación lo castiga, como castiga el mayoral al que no cumple su tarea. Op. cit., págs. 50-51. 419 El viajero estadounidense Richard Burley Kimball denunció la bajeza moral y los vicios que caracterizaban al clero rural; en: Cuba and the Cubans; comprising a history of the Island of Cuba, its present social, political and domestic condition; also, its relation to England and the United States ..., Nueva York: Paine and Burges, 1845, citado por: M. Guicharnaud-Tollis, op. cit., pág. 240. La comisión reunida a órdenes del Ministerio de Ultramar en 1846 para encontrar soluciones al gran número de suicidios entre los esclavos intentó acudir a la religión. Frente a la inmoralidad de los escasos párrocos denunciada por los representantes de los hacendados, no quedaba más, al modo de ver del obispo de La Habana, que hacer venir de la metrópoli a un grupo de franciscanos que se dedicarían a la enseñanza religiosa de los Negros en los fundos agrícolas. A pesar de no obtener la proposición el esperado apoyo de los propietarios, quienes se negaron a cargarse con los gastos de la empresa, dio su beneplácito el Ministerio de Ultramar para el embarque de treinta o cuarenta „eclesiásticos regulares o seglares voluntarios". Véase: María Poumier, op. cit., pág. 84-86.

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mente en el contexto internacional) a las colonias inglesas que disponen desde 1823 de fondos destinados a dotar las fincas en capellanes. ¿Es una casualidad si estas proposiciones proceden de dos representantes de la vieja aristocracia criolla, quizá más atentos al peso de los valores tradicionales 420 que los otros miembros de la oligarquía cubana?

420

Con mucha sorna, admitió en 1798 el médico Barrera y D o m i n g o que resultaba harto difícil enseñar la fe cristiana a los esclavos de muchos ingenios cuyos dueños tenían un alma más bárbara y pagana que la de los propios Negros y tan sanguinaria y cruel c o m o la de Robespierre; véase: M. Flouret, op. cit., pág. 149.

Capítulo 7 Visos de una teoría esclavista Al modo de ver de los amos, estos informes habían de suministrar las pruebas patentes e irrefutables de que no existía ningún motivo de consideración para reformar hondamente un sistema cuya benignidad, al fin y al cabo, brindaba incluso la libertad a los esclavos, por poco que se preocupasen por su propia condición. Más aun: ¿era tan reprensible la esclavitud cuando ciertos Negros preferían seguir bajo la protección de la potestad dominica primero que manumitirse? Esta visión paternalista de la esclavitud ha dado pábulo a muchos debates hasta hoy en día. Esta era, pues, la dimensión implícita del discurso de la oligarquía, el cual en varios casos no vacilaba en valerse de argumentos polémicos. 7-1-Del pragmatismo al racismo Habría sido contraproducente negar los excesos del sistema. Por eso no lo hicieron los amos, intentando aminorar su importancia. Bien se ve obligado el marqués de Arcos a tomar en consideración los resultados de diferentes encuestas a propósito de los alzamientos que se produjeron en la isla en los años precedentes. Hay abusos „ya sea en el uso del castigo, ya en el exceso del trabajo, o en la falta de alimento y vestido que les deben". Pero rechaza Ignacio de Peñalver toda generalización, convencido de que el interés de los amos es el mejor aliado del esclavo: Los amos serian muy idiotas si no estuvieran convencidos de que su propio interés se halla perfectamente identificado con el cumplimiento de todos sus deberes.

Así que es necesario actuar con mucha cautela y preguntarse si el remedio no sería peor que el mal. Las diferencias que median entre la situación que acaba de esbozar y la realidad de varias haciendas, insiste J. Muñoz Izaguirre, no se deben a la mala voluntad de los propietarios, sino más bien a su falta de recursos. Este es un tema al que volveremos más adelante. W. de Villa Urrutia comparte el mismo parecer: para él „la inmensa mayoría" de los amos cumplen"con los deberes de la humanidad", haciéndolos „compatibles con su propio interés en bien del esclavo". Por ello no han de sufrir las consecuencias del comportamiento de una minoría, tanto más cuanto que no se trata de mala voluntad de su parte sino de circunstancias particulares, „independientes quizá de ellos mismos". Tomando pues en cuenta el poder regulador del intéres, añade J. M. Carrillo, basta que el gobierno use de su poder de vigilancia para „moderar y corregir los abusos". Precisamente, la reforma más esencial, al juicio de J. Montalvo, consistiría en vigilar a los empleados de las haciendas,

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quienes „cometen toda clase de faltas y delito", de que padecen los esclavos y los amos, arruinados por su mala gestión. En la mayoría de los casos, sus excesos quedan impunes, debido a su irresponsabilidad pecuniaria. Sería suficiente pues adoptar algunas reglas penales para mejorar la situación de muchas fincas. Otros informes consideran que, pese a los abusos que acarrea obligatoriamente la esclavitud, es un mal menor, dadas las peculiaridades de la economía de la isla. Es llamativo el pragmatismo de Muñoz Izaguirre. Admite sin ninguna dificultad el carácter „detestable" del sistema que ya no corresponde a la mentalidad de la época. Más, insiste, lo condenan a la vez la política y la religión que otrora lo justificaron. Pero ¿cómo suprimirlo sin arruinar al país? Refiriéndose a un análisis filosófico, Villa Urrutia se ve en la obligación de admitir su carácter violento (violencia a la naturaleza que hace al hombre libre), pero no ve cómo se podría hacerlo desaparecer, por ser indispensable a la sociedad colonial421. ¡Felizmente, la legislación y la práctica, asegura con cierto cinismo, lo hicieron soportable!: Nuestra legislación y nuestra práctica ha alcanzado a la mayor posible perfección en lo promedio, esto es asentar las bases sobre que descansa este sistema violento, si así lo quieren los filósofos, como otros establecidos ya en la sociedad por decenas de siglos, pero necesario e indispensable en la nuestra.

El discurso de Muñoz Izaguirre y de Villa Urrutia no deja de hacer pensar en el análisis de Alexis de Tocqueville en su famosísima obra De la démocratie en Amérique. El capítulo 14 de la primera parte, publicada en 1835, está enteramente dedicado a la „posición que ocupa la raza negra en Estados Unidos y a los peligros que su presencia hace correr a los blancos". Hace hincapié el autor en la diferencia que hay entre el Norte y el Sur de dicho país en cuanto a la esclavitud. Si para los dueños del Norte, la cuestión de la esclavitud era „comercial y manufacturera", para el Sur, „es una cuestión de vida o muerte". Se defiende Tocqueville de Justificar el principio de la servidumbre de los negros", proclamando su odio por los que introdujeron de nuevo la servidumbre en el mundo. Pero hay que tener en cuenta que los dueños del Sur no se encuentran en la posibilidad de suprimirla: No es que todos los vecinos del Sur consideren la esclavitud como necesaria a la riqueza del dueño; a este respecto, muchos de ellos están de acuerdo con los hombres del Norte, admitiendo sin dificultad con ellos que la servidumbre es un mal; pero piensan que hay que mantener este mal para sobrevivir

421

H u m b o l d t m a n i f i e s t a su discrepancia, pareciéndole que se puede cultivar la caña, el café, el algodón y el añil sin acudir a la esclavitud; op. cit., pág. 79. 422

Alexis de Tocqueville. De la démocratie en Amérique. Les grands thèmes, París: Galli-

mard, 1968, págs. 203-204.

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No es muy arriesgado afirmar que muchos propietarios cubanos pensaban igual que los vecinos del Sur de Estados Unidos. Del mal menor a consideraciones sobre la desigualdad de las razas hay un paso que no vacilan en dar ciertos analistas. Las conclusiones de D. de Aldama estriban en una observación que se pretende objetiva. Del comportamiento de los esclavos en el campo se puede deducir que sus necesidades no son idénticas a las de los amos; ¡vaya criterios!: La raza de hombres de que se trata, tal como se la observa en nuestros campos, tiene en general ideas y costumbres que marcan una notable diferencia con la raza blanca, que ésta tiene necesidades que desconoce aquélla ...

Dicho de otro modo, sería un error para los amos preocuparse en exceso por los Negros, proyectando su propia mentalidad en seres cuyas costumbres más antiguas les permiten adaptarse perfectamente a las condiciones de vida y de trabajo impuestas por la servidumbre. Al fin y al cabo, da a entender muy claramente Aldama, ¿qué diferencia hay entre su existencia en una hacienda y la que llevaban en su tierra natal? ... manifestaré hechos que, por más que a un hombre le parezcan contrarios a un sistema bien meditado de higiene, son no obstante muy aceptados y convenientes porque están más en harmonía con las costumbres de los negros, con los recuerdos de su infancia y de su tierra natal, que si son siempre gratos al hombre libre, lo son quizá mucho más al esclavo.

Con esta aseveración llegamos al colmo de la ingenuidad ... o de la mala fe. Villa Urrutia va más allá aun en sus afirmaciones. La capacidad de juicio no le parece una característica de los Negros, quienes se dejan llevar por sus instintos básicos. No son capaces de admitir la noción de esfuerzo en que se basa la civilización occidental. Así que ya tenían adeptos en Cuba unas teorías que se desarrollaron después en Europea y que todavía no han desaparecido del todo: Nuestros esclavos, prescindiendo del embrutecimiento que se atribuye a su estado, pertenecen a una raza indudablemente inferior a la nuestra en facultades intelectuales. Proceden en sus operaciones más bien por instinto que por efecto del discurso y juicio. Su supremo bien es la comida y el descanso. Creen que el buen trato les pertenece de derecho, y que el trabajo que presten, que es para ellos su mayor desgracia, es obra de la fuerza.

Esta oposición entre entendimiento e instinto evoca ciertos aspectos del análisis presentado por el conde de Buffon acerca del Africano. Para el científico francés, el Negro no se caracteriza por el juicio sino por el sentimiento. El buen trato y el buen comer bastan para llenarle de satisfacción:

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Quoique les Nègres aient peu d'esprit, ils ne laissent pas d'avoir beaucoup de sentiment, ils sont gais ou mélancoliques, laborieux ou fainéans, amis ou ennemis, selon la manière dont on les traite; lorsqu 'on les nourrit bien et qu 'on ne les maltraite pas, ils sont contens, joyeux, prêts à tout faire, et la satisfaction de leur ame est peinte sur leur visage; mais quand on les traite mal, ils prennent le chagrin fort à cœur et périssent quelques fois de mélancolie: ils sont donc fort sensibles aux bienfaits et aux outrages, et ils portent une haine mortelle contre ceux qui les ont maltraitez; lorsqu 'au contraire ils s'affectionnent à un maître, il n'y a rien qu 'ils ne fussent capables de faire pour lui marquer leur zèle et leur dévouement

Es obvia la semejanza entre los dos pareceres. Sin embargo Villa Urrutia no va más allá, cuando Buffon protesta no contra la esclavitud, que no pone ni un instante en tela de juicio, sino contra el abusivo comportamiento de los amos.424 En este sentido, el científico se muestra más reformista que abolicionista, aludiendo sin duda alguna a las consecuencias positivas del Código Negro francés, fuente de inspiración para el gobierno español. Ahora sí que es evidente el contexto en que se inscriben las protestas de los hacendados. Ni siquiera se toman Aldama y Villa Urrutia la pena de ocultarse detrás de un pragmatismo que les parecerá hipócrita. 423 Hemos aludido más arriba a una corriente que se desarrolló sin duda en las sociedades etnológicas europeas, basada en las relaciones de viajeros que se nutrían de datos facilitados por la oligaquía criolla, para desembocar en las teorías algo posteriores del conde de Gobineau. Según éste las facultades intelectuales del Negro son mediocres, casi nulas; en cambio se deja dominar por la fuerza del deseo: „Si ces facultés pensantes sont médiocres ou mêmes nulles, il possède dans le désir, et par suite dans la volonté, une intensité souvent terrible." Más expresivo es el retrato que esboza Gobineau de un alto responsable negro de Haití: L'interrogez-vous, cherchez vous à pénétrer dans son esprit pour y apprécier la nature des idées qui l'occupent? vous trouvez l'intelligence la plus inculte unie a l'orgueil le plus sauvage, qui n 'a d'égal qu 'une aussi profonde et incurable nonchalance. Si cet homme ouvre la bouche, il va vous débiter tous les lieux communs dont les journaux nous ont fatigués depuis un demi-siècle. Ce barbare les sait par cœur; il a d'autres intérêts, des instincts très différents; il n 'a pas d'autres notions acquises.

En: Joseph Arthur, comte de Gobineau, Essai sur l'inégalité des races humaines (18531855), Paris: Gallimard, La Pléiade, 1983, págs. 339-340, 185. Lo subrayado patentiza los puntos comunes entre el discurso de Villa Urrutia y el, más tardío, de Gobineau. 424 „Ils ont donc, comme on le voit, le ccor excellent, ils ont le germe de toutes les vertus, je ne puis écrire leur histoire sans m'attendrir sur leur état, ne sont-ils pas assez malheureux d'être réduits à la servitude, d'être obligez de toûjours travailler sans pouvoir jamais rien acquérir? faut-il encore les excéder, les frapper, et les traiter comme des animaux? l'humanité se révolte contre ces traitements odieux que l'avidité du gain a mis en usage, et qu'elle renouvelleroit peut-être tous les jours, si nos lois n'avoient pas mis un frein à la brutalité des maîtres, et resserré les limites de la misère de leurs esclaves". En: De l'Homme. Histoire Naturelle, Paris: Viaietay, 1971, págs. 281282.

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7-2-Argumentación socio-económica Pero no constituían estas consideraciones una razón suficiente para convencer a la autoridad suprema de la inutilidad de una reforma. Por ello optaron los hacendados por situar el problema en su contexto, valorizando las dificultades que la harían imposible. La tercera parte de los informes llama la atención del Gobernador General en un hecho que les parece justificar su rechazo de una nueva legislación. Se trata de sacar la lección de la historia, sin remontar muy lejos. Basta con recordar la emoción que despertó la Real Cédula de 1789 que, a pesar de su carácter minuciosio, tuvo que suspender la Corona, nota Muñoz Izaguirre. ¿Es de olvidar, pregunta J. M. Carrillo, que las autoridades de la isla apoyaron las protestas expresadas por el Real Consulado frente a un texto que se atacaba a la potestad dominica? De hecho, nota Villa Urrutia, los reparos de los ayuntamientos no sólo de La Habana y de Santo Domingo, sino también de Caracas y de la Luisiana siguen valederos. Argüyeron los regidores de lo inútil de las nuevas disposiciones por encontrarse todo lo necesario para mejorar la condición de los esclavos en las leyes vigentes, de las dificultades de aplicación por ser muy diversas las circunstancias en que estaban las haciendas y por el peligro de una colusión de intereses entre los agentes encargados de vigilar su aplicación y los propietarios de las fincas o sus encargados. ¿Qué consecuencias funestas originaría entonces un nuevo reglamento, pregunta el conde de Fernandina, en una época en que han aumentado los inconvenientes? De todas formas, echa de ver Villa Urrutia, no suscitarían ningún cambio positivo por la falta de disposiciones en que se encuentran los amos425. El conde de Fernandina evoca los empeños que agobian a los hacendados sobre quienes pesan todas las contribuciones directas e indirectas. No pueden consentir más esfuerzos, si quie425

Humboldt insiste en lo perjudicial para los hacendados del sistema de préstamos establecidos por los mercaderes que adelantan los fondos necesarios a cambio de una venta anticipada del azúcar por un precio más bajo; en: op. cit., pág. 77. Según R. Cepero Bonilla, en 1863 „menos de un cinco por ciento de las fincas rurales estaban libres de los gravámenes hipotecarios"; op. cit., pág. 31. P. Tornero llama la atención en el hecho de que „los cosecheros, al menos los más débiles económicamente, dependían exclusivamente del capital prestado por los comerciantes para sus gastos", funcionando éstos „como una especie de Banco que adelantaba sumas de dinero para la explotación del ingenio: compra de esclavos, animales y diverso utillaje agrícola". En: „Hacendados y desarrollo azucarero cubano (1763-1818)", op. cit., pág. 723. Se consultarán también las páginas que consagra el mismo autor a la dependencia del hacendado frente al comerciante refaccionista para mantener abierto su ingenio, que „era una unidad económica de enorme fragilidad" por necesitar „anualmente reponer sus negros, alimentarlos, vestirlos y adquirir nuevos equipos"; en: Crecimiento económico y transformaciones sociales..., op. cit., págs. 257-259. Así fueron sustituyéndose los comerciantes de origen metropolitano o extranjero a los propietarios criollos; véase: F. Kn¡ght,"Origins of Wealth and the Sugar Revolution in Cuba, 1750-1850", op. cit., pág. 249. Para ..la relativa facilidad con que se podía amasar una fortuna con el comercio", consúltese: J. Le Riverend, op. cit., pág. 283.

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ren competir con sus rivales en el mercado internacional, en particular con los Ingleses. De lo contrario, correrían el riesgo de dirigirse hacia la bancarrota que sería funesta para todos los estamentos vinculados con la agricultura y por ende para la misma metrópoli. Por si fuera necesario Villa Urrutia da una estimación muy significativa: las propiedades rústicas, dadas las „calamitosas circunstancias" han perdido la mitad de su valor. ¿No sería más cuerdo, propone el conde, confiar en la potestad dominica, muy parecida a la autoridad que ejerce un padre de familia, sin meter por medio a unos agentes subalternos cuya intervención no tendría motivación alguna? Imponer un reglamento, apunta Carrillo, equivaldría a „establecer una fiscalización en el sagrado doméstico". Es lo que no admiten los amos, insiste el marqués de Arcos, por temor a los conflictos que indudablemente estallarían entre los hacendados y los agentes encargados de controlar el respeto de las nuevas normas. A Villa Urrutia no le parece que se pueda contar con esta clase de hombres cuyos modestos recursos les transformarían en corrompidos o, peor aun, en corruptores. Pero hay más: no se les puede ocultar nada a los esclavos, ávidos de cualquier novedad en relación con su situación: no ignoran nada de la actuación de los „seudofilántropos", como les llama Muñoz Izaguirre. Con la adopción de un nuevo código, sería difícil, casi imposible, mantener la subordinación. La exageración en el tono no es particular de S. de Lasa, quien teme que las consecuencias de estas leyes sean „de incalculable fatal trascendencia". Además estas normas no harían más que estimular las exigencias de los esclavos, convencidos de que tienen derechos frente al amo. Ahí está el peligro, piensan Aldama y Carrillo. El enfrentamiento, según el conde de Fernandina y el marqués de Arcos, sería continuo tras lo que tomarían por una victoria de su resistencia. Crecería la animadversión que „naturalmente abrigan contra sus señores" y los administradores o mayorales, añade Villa Urrutia, se verían en la incapacidad de oponerse a la ociosidad de los siervos, por temor a los capitanes de partido (estos „agentes subalternos" evocados más arriba). Dan la rienda suelta a su imaginación los hacendados, quienes, a pesar del transcurrir de los años, no han olvidado los acontecimientos de la isla de Santo Domingo. Lamenta el marqués de Arcos que los responsables administrativos no hayan buscado los medios de equilibrar los diferentes componentes de la población, de modo que el número de los Negros es superior al de los Blancos. Es preciso pues no favorecer por medidas inadecuadas una posible toma de confianza de su fuerza entre los esclavos, la cual provocaría una explosión. Esta insurrección, afirma Villa Urrutia, sería tan perjudicial a los Negros como a los Blancos, porque la mejoría de la situación de aquéllos no puede proceder de la ruina de éstos. 7-3-Refutación del abolicionismo Toda la argumentación esgrimida por los representantes de la oligarquía cubana se fundamenta en una violenta reacción a la actuación de los abolicionistas, el partido

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del extranjero como se habría dicho más tarde, cuyo verdadero propósito no es ayudar a los Negros - q u e no lo necesitan, afirman los autores de los informes- sino socavar la economía de la isla. Así que, para ellos, el portarse como un „honrado patricio", según la expresión del Capitán General, consiste en denunciar a los „seudofilántropos". Al respecto el alegato del marqués de Arcos pretende otra vez sacar lecciones de la historia. Para saber dónde desembocaría una reforma del reglamento de Negros, basta, de creerle, con mirar lo que ocurrió en las islas británicas del Caribe. Las reformas propuestas por Lord Bathurst en su circular a los gobernadores del 9 de julio de 1823, so color de humanismo, prepararon el acta de emancipación (1833). Ignacio de Peñalver presenta un compendio de estas medidas, probando que todas concurren a aniquilar la potestad dominica: - desarrollo de la instrucción religiosa con un mayor respeto del descanso dominical, - compensación del tiempo de descanso quitado los domingos para llevar a cabo ciertas tareas indispensables, - ponderación de los castigos, - establecimiento de un registro de los castigos que pasen de tres latigazos, - concesión de un pedazo de tierra, - derecho de tener propiedad privada y de transmitirla, - posibilidad de ser testigo en procedimientos civiles y criminales, - limitación de la autoridad de los amos y de sus agentes, - nombramiento de protectores de los esclavos. Según Peñalver, el único propósito de estas mejoras „al parecer muy humanas y muy inocentes" fue acabar con la prosperidad de las colonias, en particular de Jamaica, donde el gobierno inglés, escarmentado por la independencia de Estados Unidos, consiguió quebrar la resistencia de los movimientos insurreccionales iniciados por los propietarios. La hipocresía de los „seudofilántropos" salta a la vista cuando se toma en cuenta el comportamiento del gobierno inglés en sus otras colonias, o en territorios sometidos a la Corona británica. En India, afirma Peñalver, hay más de „doce millones de esclavos peor tratados que los nuestros". Cada año, la muerte por hambre acaba con un 17% de la población en India y con más de mil individuos en Irlanda. En esto, no se equivoca mucho el terrateniente cubano: la creación del gobierno general de India (1833) tuvo consecuencias muy perjudiciales para la población autóctona, con la aparición de terribles hambrunas, y la integración de Irlanda en el Reino Unido por Pitt en 1800 distó mucho de ser provechosa para el país que se transformó en dependen-

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cia agrícola de Gran Bretaña. Pero la distorsión es evidente: nunca impuso la esclavitud Inglaterra en India o en Irlanda426. Las conclusiones, al juicio de Ignacio de Peñalver, caen de su propio peso: siendo el gobierno inglés el „enemigo declarado de la isla", es preciso adoptar una política opuesta a la que quisiera imponer427. Villa Urrutia está totalmente de acuerdo: la publicación de un nuevo reglamento equivaldría a „cantar la palinodia" de los abolicionistas ingleses. Por ello sugiere imitar el comportamiento de Estados Unidos frente a la antigua metrópoli. El senado de la república habría insertado „deliberadamente en una de sus actas" la palabra „esclavos" para dar a entender que la esclavitud era „una institución legal" que la nación estaba dispuesta a defender en contra de los ataques exteriores. ¿Cómo no ver en estas palabras una manifestación de la atracción que experimentaba una parte de la oligarquía cubana por el poderoso vecino, en la medida en que compartía la misma visión socio-económica? Aunque Villa Urrutia toma la precaución de referirse a los „verdaderos españoles" para calificar a los partidarios del statu quo en materia de esclavitud, se adivina ya una fuerte influencia de los esquemas estadounidenses que desembocará más tarde en la política anexionista. Además está totalmente seguro Villa Urrutia de que la abolición sería contraproducente para los propios esclavos en la medida en que distaría mucho de originar un progreso social, único criterio valedero a su parecer. Dicho de otro modo los Negros serían los primeros en sufrir del marasmo económico causado por la emancipación. Volvemos pues al argumento de la esclavitud patriarcal, según el cual los esclavos de Cuba viven mejor que la clase baja de Europa:

426 Ciertos viajeros extranjeros denunciaron también la hipocresía de los filántropos británicos, como el francés J. B. Rosemond de Beauvallon, quien protestó contra la nueva trata - l a de los Canarios- organizada por los Ingleses:

Quel Dieu est donc le vôtre, Anglais qui assassinez dans l'Inde, empoisonnez en Chine, commercez de chair humaine à Cuba et paradez en philantropes ata yeux de l'Europe abusée? [...] Honte sur vous qui, durant cinquante ans, avez calomnié le peuple des Antilles, un noble peuple! Honte sur vous qui commettez en secret les crimes dont vous l'accusez en public! Nation de pirates, saltimbanques humanitaires, honte sur vous et justice aussi, car votre philanthropie de pacotille est démasquée, car l'Europe enfin ne voit plus en vous que des Panurges politiques. En. op. cit., pág. 222; citado por M. Guicharnaud-Tollis, op. cit., pág. 300. Tan común era la anglofobia entre los hacendados y los mercaderes que sacaban provecho de la trata que Cirilo Villaverde, autor de Cecilia Valdés, puso en los labios de Cándido Gamboa unas denuncias muy parecidas a las de Villa Urrutia: „Los picaros de los ingleses han de causar la ruina de este hermoso florón de S. M. C. el rey";"si los ingleses no nos dejan importar los brazos que nos hacen tan suma falta, no sé con qué vamos a elaborar el azúcar". Citado por Jean Lamore, „Le thème de la traite négrière dans Cecilia Valdés de Cirilo Villaverde", en: Hommage des Hispanistes Français à Noël Salomon, Barcelona: Ed. Laia, 1975, pág. 458. 427

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Creo más: que la abolición misma, cualesquiera que fuesen las leyes con que se acompañase, no mejoraría su suerte en el orden de progreso social que es el que debe tener a la mira una legislación positiva.

Humboldt -que es sin duda alguna uno de estos „seudofilántropos" a quienes aluden los informes- denuncia este sofisma capcioso en su Essai politique sur l'Ile de Cuba, publicado en 1826: Croit-on acquérir le droit de se dispenser de la commisération, si l'on compare l'état des noirs avec celui des sefs du moyen âge, avec l'état d'oppression dans lequel gémissent encore quelques classes dans le nord et l'est de l'Europe? Ces comparaisons, ces artifices de langage, cette impatience dédaigneuse avec laquelle on repousse, comme chimérique, jusqu 'à l'espoir d'un abolissement graduel de l'esclavage, sont des armes inutiles dans les temps où nous vivons

Para el ilustre viajero, la filantropía no consiste en dar menos latigazos y un poco más de bacalao. Una verdadera mejoría de las condiciones de existencia de los esclavos va más allá de la benevolencia administrativa que se traduce en los reglamentos que no se aplican. Insiste el barón en la necesidad de aplicar un plan de reforma para preparar una próxima abolición429. Llegamos así a la paradoja según la cual una „legislación positiva" en pro de los Negros pasaría forzosamente por la esclavitud, que brindaría a los siervos, seres incapaces de altas miras, cierto bienestar a trueque de la sumisión pasiva a una élite. 428

Op. cit., págs. 102-103. „...fixer, dans chaque sucrerie, le rapport entre le plus petit nombre de négresses et celui des nègres cultivateurs; accorder la liberté à chaque esclave qui a servi 15 ans, à chaque négresse qui a élevé 4 ou S enfans; affranchir les uns et les autres, sous la condition de travailler un certain nombre de jours au profit de la plantation; donner aux esclaves une part dans le produit net, pour les intéresser à l'accroissement de la richesse agricole; fixer sur le budjet des dépenses publiques une somme destinée pour le rachat des esclaves et pour l'amélioration de leur sort, voilà les objets les plus urgens de la législation coloniale." En: op. cit., pág. 105. En otro trabajo, insistí en el pragmatismo del barón que le impidió adoptar la postura de los abolicionistas. Prefirió optar por una evolución pacífica del sistema que fuera transformando a los esclavos en arrendatarios, sin darse cuenta de las verdaderas motivaciones de los dueños que patrocinaban el proyecto; véase: „La philantropie abolitionniste chez Alexandre de Humboldt: dialectique de l'idéalisme et du réalisme", Jahrbuch fûr Geschichte von Staat, Wirtschaft und Gesellschaft Lateinamerikas 30, Colonia, 1995, págs. 129-151. Partidario pragmático de una abolición progresiva fue también el viajero francés Etienne-Michel Massé: „L'esclavage est tellement une source impure de toute sorte de maux, que même sa cessation peut engendrer les plus terribles de tous. Il faudrait alors l'abolir graduellement; c'est ce que l'on ne fera point. Cette mesure exigerait, non seulement plus de prudence, mais plus de vertu qu'il ne s'en trouve dans des colonies où la cupidité est presque l'unique règle de conduite." En: L'île de Cuba et La Havane, ou histoire, topographie, statistique, mœurs, usages, commerce et situation politique de cette colonie, d'après un journal écrit sur les lieux, Paris: Lebègue et Audin, 1825, pág. 407; citado por M. Guicharnaud-Tollis, op. cit., pág. 261. 429

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Así pues, estos hacendados no reaccionan como herederos de la visión social de Aristóteles - l a sociedad esclavista cubana de ningún modo puede compararse con la ciudad griega de la antigüedad- sino como partidarios del positivismo de Auguste Comte. En sus Clases de filosofía positiva, publicadas entre 1830 y 1842, el filósofo francés presenta la „ley de los tres estados" de las sociedades de Occidente: el estado teológico, el estado metafisico y el estado positivo, siendo éste el resultado del progreso. Ahora bien para Villa Urrutia, el „progreso social" es el criterio determinante de una „legislación positiva", es decir de una legislación que no se aferre al derecho en sí, sino que tenga como mayor propósito obrar a favor del altruismo. Se habrá adivinado que para nuestros hacendados, el altruismo no consiste en emancipar a los esclavos sino en satisfacer lo mejor posible sus necesidades a cambio de trabajo. De modo que se puede acusarles de traicionar el pensamiento de A. Comte. Por cierto el filósofo admite el hecho de que „la esclavitud era radicalmente indispensable a la economía social de la antigüedad", siendo incluso un inmenso progreso ya que sucedió por todas partes a la antropofagia o a la inmolación de los presos de guerra. Más aun, llegó a ser un medio imprescindible de educación general. En cambio en la época moderna, dista mucho de desempeñar un papel parecido. Tres siglos después de la entera emancipación personal, el catolicismo aprueba e incluso provoca „no sólo la exterminación primitiva de razas enteras, sino sobre todo la institución permanente de una esclavitud infinitamente más peligrosa" que aquélla en cuya abolición había participado. A. Comte protesta con vigor contra „esta monstruosa aberración social", introduciendo la esclavitud colonial „una situación tan envilecedora para el amo como para el esclavo" y favoreciendo „indirectamente el espíritu de retrogradación o de inmobilidad social"430. No se puede negar pues que estos representantes de la oligarquía cubana disfrutaban de una amplia cultura que les permitía presentarse como los epígonos de la ilustración. Además ciertos de ellos, como hemos visto, se comprometieron en la introducción del progreso técnico en la isla. Pero no estaban dispuestos por ello a renunciar a los fundamentos de su prosperidad. Por lo contrario intentaron manejar con habilidad los nuevos conceptos ideológicos que iban surgiendo a favor de sus intereses inmediatos, como sus predecesores de los siglos pasados se valieron de la ideología vigente, es decir el cristianismo, para justificar el recurso a la mano de obra servil.

430

Auguste Comte, Physique sociale. Cours de philosophie positive. Leçons 46 à 60, éd. de Jean-Paul Enthoven, Paris: Hermann, 1975; Lección 53 (escrita entre el 7 de mayo y el 30 de mayo de 1840), págs. 2 9 0 - 2 9 1 , y Lección 56 (escrita entre el 20 de mayo y el 17 de junio de 1841), págs. 521-522. Notaremos la semejanza del análisis con e!, anterior, de D. del Monte.

Capítulo 8 El Reglamento de 1842 Pese a las protestas de ciertos representantes de los grandes propietarios, el Capitán General don Jerónimo Valdés publicó el 14 de noviembre de 1842 el Reglamento de esclavos de Cuba, como anexo del Bando de Gobernación y Policía de la Isla de Cuba. Se aplazó su aplicación hasta el I o de enero de 1843. En su valioso estudio sobre Los Códigos Negros de la América española, M. Lucena Salmoral demuestra que dicho documento, de 47 artículos, resume el Reglamento sobre la educación, trato y ocupaciones que deben dar a sus esclavos los dueños y mayordomos de esta isla, redactado en 1826 para Puerto Rico431. 8—1-Las medidas En las líneas que siguen destacaremos los principales centros de interés, poniendo de relieve cuando sea necesario el impacto de los informes contemplados más arriba432. Las preocupaciones expresadas por las preguntas de la encuesta del 23 de febrero de 1842 se concretan parcialmente en el Reglamento por una serie de medidas que abarcan toda la vida del esclavo, como lo requiere la especificidad de semejante corpus. Notaremos la voluntad de los responsables administrativos por una parte de insistir en lo que puede hacer más llevadera la servidumbre y por otra de determinar con precisión los posibles delitos y los castigos correspondientes, de modo a limitar lo arbitrario de la potestad dominica, cuyo respeto absoluto reivindicaban con tesón los dueños más aferrados a sus derechos433. ¿Exigían las contingencias políticas un mayor control de las modalidades de uso del instrumento de trabajo que era el esclavo? Ahora bien la visión idealizada que presentaron los informes al Capitán General brindaba una oportunidad que no dejaron escapar los redactores del texto normativo.

431

Op. cit., cap. 7, págs. 140-159. Del mismo autor, véase también: „El Reglamento de esclavos de Cuba", Del Caribe 25, Santiago de Cuba, 1996, págs. 89-99. 432 Se encuentra un resumen de los principales aspectos del Reglamento, en: Ramiro Guerra y Sánchez et alii, Historia de la Nación Cubana, La Habana: Editorial Historia de la Nación Cubana, 1952, t. IV, pág. 317 y F. Knight, op. cit., págs. 127-131. De acuerdo con el estudio arriba citado de M. Lucena Salmoral, no se admitirá el empleo por F. Knight del término „código" para definir el Reglamento de 1842 o la Real Cédula de 1789, error que cometió también A. F. Corwin, op. cit., pág. 52. 433 Id., págs. 295-300. Nuestro examen se basará en el texto presentado por M. Lucena Salmoral en el anexo n°6 de su obra.

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En tiempos ordinarios, o sea los „tiempos muertos" evocados por los grandes propietarios, el día de trabajo no podrá exceder de las nueve o diez horas. Sin embargo en la estación de zafra, se imponen a los siervos de los ingenios dieciséis horas de actividad, con dos horas de descanso de día y seis de noche 34. Su existencia laboral va de los diecisiete años a los sesenta, tanto para las hembras como para los varones. Se obliga a los dueños a que mantengan a los enfermos y a los incapacitados, sin que puedan manumitirles; a no ser que dichos esclavos tengan la posibilidad de rescatarse, bajo el control del procurador síndico, personaje cuya misión fijada por la Real Cédula de 1789 consiste en proteger a los siervos. El uso de las herramientas, que pueden transformarse en armas ofensivas como los machetes, está sometido a una estricta vigilancia de parte de los empleados de las fincas, quienes, acabada la jornada, tendrán que almacenarlas en un local cerrado con llave. Fuera de las horas de trabajo, sólo se permite el porte de machetes a los esclavos que acompañen a sus amos, a los mayordomos o a sus familias. Se prohibe terminantemente la salida de los trabajadores fuera de los límites de las fincas sin permiso expreso de sus propietarios, de modo que cualquiera puede detener al que no lo tenga o cambie de dirección o presente un pase vencido. Para la aprehensión de los fugitivos, se cuenta con la solidaridad de los dueños, corriendo por cargo de los propietarios los gastos de manutención del detenido y la reparación de los daños que haya cometido. En cuanto a la dieta del esclavo, el Reglamento se inspira de las costumbres observadas en los fundos de los dueños cuyo parecer solicitó la encuesta435. Para que se repongan de sus fatigas, los negros necesitan dos o tres comidas al día, en que se repartirán seis u ocho plátanos o su equivalente en boniatos, ñames, yucas y otras raíces alimenticias, ocho onzas de carne o bacalao, cuatro onzas de arroz u otra menestra o harina. A este respecto, es de notar que el texto hace caso omiso de ciertas consideraciones que dieron pie a desarrollos que no carecían de interés. Pasa igual con la vestimenta, ateniéndose el artículo 7 a los principios generales respetados por los dueños, según afirman en sus respuestas. Ello explica que las mudas anuales pasen de tres en Puerto Rico a dos en Cuba, y las camisas de dos a una. Poco interés manifiesta el Reglamento por el alojamiento reservado a los esclavos. Parece sin embargo que la administración es más favorable al sistema de los barracones, de fácil vigilancia. Sólo se exige que se construyan en lugares secos y ventilados y que sean lo bastante espaciosos para acoger decentemente a toda la negrada. Será obligatoria la separación de sexos y se harán habitaciones particulares para los matrimonios436. Se pasará lista antes del toque de silencio que se efectuará a las ocho 434 En Puerto Rico, en tiempo ordinario, sólo se imponían nueve horas de trabajo, y en tiempo de molienda, trece, nota M. Lucena Salmoral; op. cit., pág. 153. 435 Así se explican las leves diferencias con las normas respetadas en Puerto Rico, notadas por M. Lucena Salmoral; id., pág. 152. 436 Esta es una de las diferencias con el régimen seguido en Puerto Rico, indica M. Lucena Salmoral. Se debe probablemente a los informes de los propietarios cubanos.

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en las noches largas y a las nueve en las cortas, quedando la finca bajo la vigilancia de los „guardieros". Para evitar los „tratos ilícitos entre ambos sexos", se aconseja el fomento de los matrimonios, aun con esclavos de otros propietarios, lo cual impone la reunión bajo un mismo techo de los cónyuges. La mujer seguirá al esposo, obligándose el dueño de éste a su compra según un precio convenido entre ambas partes o fijado por sus peritos, o, en última instancia, por un mediador. Si el amo de la esposa se opone a todas las ofertas, se venderá la pareja a una tercera persona. La protección del matrimonio, que siempre fue una preocupación de las disposiciones legislativas al respecto, se extiende a los niños menores de tres años, incluidos en la venta de la madre. En efecto los autores del texto, imitando en esto la legislación de Puerto Rico, como señala M. Lucena Salmoral, manifiestan su deseo de proteger a los niños, futura mano de obra de las fincas, aunque se contentan con imponer los usos practicados por los propietarios interrogados por la encuesta. Cada finca dispondrá de una „casa de criollos" (el „criadero") de que se encargarán una o dos Negras, según las necesidades. Se alimentará a los recién nacidos y a los pequeños con sopas, atoles y leche hasta que salgan de la lactancia o que se acabe la dentición. En caso de enfermedad, se alimentarán a los pechos de su madre. También se preve una vestimenta adecuada a su edad. Es muy vago el Reglamento en cuanto a la enfermería, contentándose con unas pocas exigencias respecto a la existencia de tres departamentos con divisiones para cada sexo. Se consagrarán dos de estas piezas a las enfermedades contagiosas. Para los casos de poca importancia, se acudirá a remedios caseros y a los cuidados de enfermeros o enfermeras. En los de gravedad, se necesitarán la intervención del facultativo, buenas medicinas y una alimentación conveniente. Se usarán tablados que presten el desahogo suficiente para las curaciones, y, cuando sea menester, camas separadas, con jergón, estera, manta y sábana. Es obvio pues el deseo del Gobierno Superior de la isla de ofrecer condiciones de vida decentes a los trabajadores serviles de las fincas de la isla, con el objetivo de fomentar la producción agrícola. Pero llama también la atención su preocupación por la vigilancia de las dotaciones, que se manifestará en otros sectores, como el de los divertimientos. No pasa por alto el Reglamento otros medios de controlar a las dotaciones que dieron pruebas de su validez a través de los siglos de esclavitud. Entre ellos se sitúa el divertimiento. Ahora bien, dentro del enfoque de productividad, se limita el espacio dedicado a esta válvula de escape a los días festivos, en que se concede a los esclavos el permiso de dedicarse al baile por el cual experimentan una honda afición. Las más antiguas referencias no dejan de evocar esta propensión cuyo significado casi nunca se entendió. En este caso como en otros, lo más importante consiste en fijar las condiciones de modo que el divertimiento no sea un pretexto de abusos dañinos para la finca o, peor aun, de encuentros perjudiciales para la paz social. En esto, el documento no

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presenta originalidad alguna, exigiendo que no salgan los esclavos de las fincas, que no se junten con siervos de propiedades vecinas, y que los bailes se efectúen en un lugar abierto en presencia de los amos o de sus mayordomos. Por supuesto se impedirán los excesos relativos a la bebida. Tampoco se explaya el texto sobre el conuco que motivó largos desarrollos en los informes. Alude tan sólo al producto del trabajo personal de los esclavos, que forma el peculio destinado principalmente según el artículo 16 al rescate. Ahora bien, hemos visto que, según el análisis de los propios dueños, el cultivo de estas parcelas contribuía no poco a la manutención de la dotación. En cambio la administración se demora en lo de la manumisión, probando así su interés por una de las mayores causas de alienación. Está a favor de un proceso en dos etapas. La primera consiste en la coartación, es decir en la obligación en que se encuentra el amo de prometer la manumisión al siervo siempre y cuando éste le adelante cincuenta pesos, habida cuenta de que de ningún modo se puede vender al esclavo por una cantidad superior a la que fijó la última coartación 41 . Así pues le parece más asequible la libertad al esclavo, quien experimentará menos la tentación de darse a la fuga o de adoptar un comportamiento negativo para la productividad. Admite el reglamento los casos clásicos de liberación por testamento o cualquier modo legal (verbi gracia rescate personal, carta de ahorría gratuita por buenos servicios, liberación condicional por las mismas causas, etc.). La exigencia de motivos honestos alude obviamente a la liberación de Negras víctimas de explotación sexual, y quizá también de hijos habidos en relaciones extraconyugales. De todas formas, se considera la manumisión como un premio a la fidelidad, concediéndosela en particular al siervo que descubra una conspiración de esclavos o de otras personas. En tal caso el agradecimiento de la clase dominante se expresará también por una recompensa de quinientos pesos, cantidad reunida a prorrata de los dueños concernidos438. A un nivel menos grave, se recomienda el uso de generosidad para con el esclavo que denuncie una confabulación contra un dueño, su familia, su administrador o un mayoral suyo439. Todos los textos relativos a la esclavitud ponen particular énfasis en el papel de la religión para el control de los siervos. Interesa notar en nuestro caso que los cuatro primeros artículos se refieren a la enseñanza religiosa. Esta se efectuará dentro de la finca, aunque no se alude a la intervención de un eclesiástico, probablemente por los motivos expresados en los informes. Se preve un espacio diario, acabado el trabajo, en el cual se rezarán también el rosario y las principales oraciones. No se precisa cuáles serán las prácticas religiosas del domingo, pero es de suponer que muy pocas veces consistirán en oir misa. Se impone sin embargo el respeto del descanso, con la salvedad de dos horas consagradas a la limpieza. Se admite una 437 438 439

Véase lo que dice de la coartación F. Ortiz, op. cit., págs. 285-290. A este respecto, tampoco innova el legislador. Diferencia con el Reglamento puertorriqueño.

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excepción en tiempo de „recolección y otras atenciones que no admitan espera", expresión que evoca sin duda alguna las tareas de molienda y de elaboración del azúcar. Al parecer, no deseaba innovar en este dominio el gobierno de la isla, limitándose a reproducir las disposiciones del reglamento de Puerto Rico, como lo prueba M. Lucena Salmoral. Es sumamente significativo el que, después de evocar las modalidades de la instrucción religiosa, el Reglamento haga hincapié en lo que parece considerar como el mayor deber moral del esclavo, o sea el respeto a las autoridades y a los Blancos de un modo general, como si esta sumisión fuera de índole religiosa. Una vez establecido este principio, vuelve el texto en el artículo 41 a la definición de los principales delitos que puede cometer un esclavo, relacionados todos sea con el trabajo, sea con la reverencia debida al dueño o a sus representantes. Sin más pasa a la enumeración de los castigos que no difieren, en los casos de poca consideración, de los previstos por las precedentes legislaciones: prisión, grilletes, cadena, maza, cepo (únicamente para los pies) y azotes que no pasarán de los 25 previstos por la Real Cédula de 1789. Sólo al dueño, o a sus representantes más cercanos, le corresponde aplicar el castigo merecido por el delincuente. Para las faltas de mayor gravedad, se exige la intervención de la justicia. Obviamente se desea poner coto a los abusos, lo cual no es ninguna innovación. Si es necesario, los jueces impondrán la venta de las víctimas de sevicias, con tasación por peritos de ambas partes o por un tercero si no se consigue un acuerdo. Además se establecen multas para los dueños o los dependientes que infrinjan las disposiciones, según una progresión adaptada a la gravedad y a las reincidencias. Van de veinte a doscientos pesos; y en caso de insolvencia, se condenará al culpable a un día de cárcel por cada peso del importe de la multa. En lo que toca a los desmanes en las „penas correccionales" que provoquen contusiones graves, heridas o mutilación, a los jueces les incumbirá decidir de las penas correspondientes impuestas a los culpables, a instancia del procurador síndico. El proceso podrá desembocar en la venta de la víctima si es capaz de seguir trabajando o en la manumisión en caso contrario, quedando obligado el propietario en pagar una cuota diaria para su mantenimiento y vestuario. La misión de imponer el respeto de lo dispuesto corre por cargo de los tenientes de gobernadores y de los jueces pedáneos, precisa el Reglamento, sin aludir a los medios empleados. Ahora bien, nota M. Lucena Salmoral, el texto puertorriqueño preve que los jueces o „personas de carácter y conducta que nombren, visiten y reconozcan tres veces al año las haciendas". No cabe duda de que el cambio se debe a las protestas de los propietarios cubanos frente a la violación de la potestad dominica por „agentes subalternos": según los informes entregados al Capitán General esta intromisión en sus asuntos sería motivo de corrupción. Es de añadir que el anexo consa-

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grado a las Instrucciones de Pedáneos, quita a estos jueces la posibilidad de intervenir directamente en el examen de la situación de las haciendas4 Al prevenir a V. el exacto cumplimiento del Bando de Gobierno y Policía que he tenido por conveniente publicar con esta fecha, y que debe comenzar a regir desde primero de enero del año entrante, debo advertir en cuanto al Reglamento de esclavos que su artículo 48 no faculta a las autoridades, justicias y pedáneos para introducirse en las fincas del campo, ni en el manejo doméstico de la esclavitud, ni en género alguno de pesquisa directa o indirecta, sino únicamente para dar cuenta a este gobierno superior político de cualquiera infracción que llegue a noticia de dichas autoridades y pedáneos por notoriedad, para adoptar las disposiciones, y hacer efectivas las multas, después que este gobierno se instruya por los legales y seguros de la existencia de alguna infracción .

Así, para no ceder sobre lo esencial, como la limitación de los azotes, que remonta a la Real Cédula de 1789, el Gobierno Superior de Cuba se ve obligado a tomar en cuenta los reparos expresados por los propietarios, motivados por su deseo de favorecer la producción y la rentabilidad. Pero esta moderación no les pareció suficiente. 8-2-La reforma de 1844 Un año y dos meses después de su aplicación, el Capitán General, en una carta del 29 de febrero de 1844442, solicita del presidente de la Junta de Fomento el parecer de su organismo acerca del nuevo Reglamento, refiriéndose a „varias observaciones" que piden una reforma de su contenido. Tal actitud deja intuir lo fuerte que era la reacción contra el texto después de la conspiración de Matanzas. En realidad la situación era preocupante antes de que se publicara el nuevo Reglamento y llegaban al Gobierno Superior noticias de que la situación en las haciendas no se parecía exactamente a la que evocaban los informes de 1842. No faltaban los intentos de „seducción" de los esclavos, es decir de incitación al levantamiento en contra de los amos, lo cual justificaba la necesidad de una mayor vigilancia de los contactos de las dotaciones con el exterior. El 23 de agosto de 1842, por ejemplo, el teniente gobernador de Holguín informó al Capitán General de que se había detenido a dos Pardos, Pedro Quiñones y Concepción Céspedes, a quienes se sospechaba de haber fomentado una sublevación de los siervos de la hacienda de la Güira contra los Blancos443.

440

A esto se refiere A.N.C., G.S.C., 442 A.N.C., G.S.C., 443 A.N.C., G.S.C., 441

M. Lucena Salmoral, op. cit., pág. 158. leg. 1061, n° 97 798. leg. 940, n° 33 158. leg. 941, n° 33 190.

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Estas tentativas, las facilitaba el estado de las habitaciones reservadas a los Negros en muchas haciendas. A este respecto llegó al conocimiento de la suprema autoridad una carta de protesta firmada en Macuriges el 12 de mayo de 1843 por Benito García y Santos, cuyo título de licenciado en cirugía médica le permitía un buen conocimiento de las condiciones de vida de muchas dotaciones. Le parecía que la falta de seguridad de estos alojamientos era la causa principal de los levantamientos de los esclavos. En Macuriges que contaba con más de cuarenta ingenios y otros tantos cafetales, apenas seis fincas tenían barracones que fueran seguros. En la mayoría de los casos sólo había „bohíos de malísima construcción" que no se oponían a la salida de los Negros para robos, asesinatos y conspiraciones. Concluyó su escrito el médico afirmando que pasaba igual en toda la isla. Preocupó tanto la carta del médico que el Capitán General J. Valdés pidió un informe al juez pedáneo de Macuriges. En su respuesta del 5 de junio de 1843, éste enfatizó la gravedad de la situación. En su jurisdicción tan sólo cinco fincas poseían un barracón: „en las demás duermen los negros en bohíos débiles de madera o embarrado, techados de paja los más y algunos de teja...". Les resultaba muy fácil ausentarse sin despertar la menor sospecha, tanto más cuanto que dichas haciendas no beneficiaban de la vigilancia necesaria para una mayor seguridad. En los ingenios de trescientos esclavos, no pasaban de siete los empleados blancos en época de molienda, y en tiempo muerto, esta cifra se reducía a cuatro. En las dos estaciones, acabadas las faenas diarias, la responsabilidad de toda la dotación recaía en dos o tres personas que eran el administrador, donde lo había, el mayoral y el boyero. Los siervos aprovechaban su descanso para reunirse con sus compañeros de las propiedades vecinas, planeando los robos y los desórdenes conocidos. Por supuesto estas salidas no se efectuaban por los caminos reales sino por senderos o por guardarrayas interiores de los cañaverales o cuadros de café. No le quedaba más al Gobernador General que mandar el 20 de julio a los capitanes de partidos una carta circular para recordar a los dueños que el artículo 25 del recién elaborado Reglamento de esclavos les imponía la construcción de alojamientos seguros cuya llave, una vez recogidos los Negros, quedaría en su poder o en el del principal encargado de la finca444. Aparentemente la falta de tiempo, de recursos económicos o la indiferencia no les permitieron a los propietarios cumplir con sus obligaciones. El 22 de julio de 1844, otra carta circular invitó a los dueños a que hiciesen cuanto fuera posible para suplir las deficiencias de sus fincas en materia de seguridad. Se podría construir una doble cerca de tablas o piedras alrededor de los bohíos de modo que los Negros no pudieran pasar por encima. Además se soltarían los perros de noche entre las dos cercas445. Tan profundos eran los temores de los hacendados de Matanzas, quienes no conseguían olvidar los acontecimientos de Haití, que el 29 de noviembre de 1843 un 444

A . N . C . , G.S.C., leg. 9 4 2 , n° 3 3 2 4 6 .

445

Id., leg. 9 4 3 , n° 33 2 6 7 .

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grupo de 93 de ellos, entre los cuales se encontraban Domingo de Aldama y varios miembros de la pudiente familia de los Alfonso, mandó una „exposición" al Capitán General O'Donnell para solicitar medidas drásticas contra el contrabando de esclavos que es una hidra que espanta a los capitalistas que vinieran a establecerse en nuestro suelo, y arroja de él con sus fortunas a los que aquí las han adquirido para colocarlas donde gozarlas puedan sin sustos ni zozobras. La represión de los últimos levantamientos, c o m o los de Bemba y Triunvirato 446 , con la muerte de 300 Negros, amenguó „en gran manera la fortuna de beneméritos propietarios". Y no era de olvidar a „las inocentes víctimas inmoladas por la barbarie de aquellos desesperados salvajes". La conclusión de los firmantes fue tajante: „[...] ninguna medida será completamente eficaz mientras continúe por medio del contrabando robusteciéndose y recibiendo nuevos estímulos y alicientes la raza esclavizada" 447 .

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En la noche del 27 al 28 de marzo de 1843, se sublevaron más de 250 esclavos de la dotación del ingenio Alcancía, de la tenencia de gobierno de Cárdenas. A ellos se unieron los esclavos de los ingenios La Luisa, Trinidad, Las Nieves, La Aurora, del cafetal Moscú y del potrero Ranchuelo. Los trabajadores esclavos del ferrocarril de Cárdenas a Jaruco intentaron imitarles, pero fueron destrozados en el camino de Bemba por una compañía de lanceros, consiguiendo escapar a los montes una parte de ellos, entre los cuales no pocos se ahorcaron en los árboles. En la misma gobernación, el 5 de noviembre de 1843 se levantaron los Negros del ingenio Triunvirato, extendiéndose el movimiento a los ingenios Acana, Concepción, San Miguel, San Lorenzo, San Rafael. El balance de la represión arroja las cifras de 54 muertos y 67 prisioneros. Véase: Saúl Vento, Las rebeldías de esclavos en Matanzas, La Habana: Imprenta Engels, 1976, pág. 25 sq. El 18 de abril de 1843, el cónsul Crawford informó al conde de Aberdeen acerca de los acontecimientos que ocurrieron en el distrito de Matanzas. Los rebeldes eran todos de nación Lucumí. El Gobierno mandó contra ellos 400 soldados por vía marítima. La represión fue terrible: / am credibly informed, more than half the 950 engaged in the outbreak have parished, chiefly by their own hands, the woods being filled with hanging victims. According to official accounts, which have been published, it appears that of the Negroes captured, 7 have been shot through the back, and 45 men and 2 women have been flogged. En: Michéle Guicharnaud-Tollis, La correspondance des agents britanniques en poste á La Havane, París: L'Harmattan, 1988, pág. 117. 447 „Importante Exposición de los hacendados de Matanzas al Gobernador Capitán General, pidiendo la supresión de la trata"; en: J. A. Saco, Historia de la esclavitud, op. cit., t.V, págs. 279282. Según Saco, el cónsul británico remitió en 1844 al conde de Aberdeen una copia de este documento que el ministro leyó en el parlamento. El enérgico gobernador de Matanzas, el brigadier García Oña, de quien ya hemos hablado, habría hecho pedazos esta exposición. El general O'Donnell se negó en escuchar a los autores del informe, según escribió José Luis Alfonso a su cuñado Domingo del Monte: „Los negreros se han hecho oír del nuevo general a quien su interés

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Según parece pues la situación no permitía más dilación. A este respecto no se puede pasar por alto las recomendaciones recibidas de la metrópoli a propósito de la insubordinación del cafetal Perseverancia, en el partido de Lagunillas. Durante los hechos, que remontaban al 19 de septiembre de 1842, los esclavos se habían amotinado contra el mayoral y los otros dependientes blancos, después de emborracharse en la población inmediata448. El 14 de febrero de 1843, se hizo saber al Gobierno Superior de Cuba que el regente Espartero exigía la mayor severidad contra los culpables: En real Orden del 26 de diciembre pasado se manifiesta que enterado S. A. de la carta en que V. E. comunicó el suceso de la insubordinación de los negros del cafetal Perseverancia, ha resuelto se diga a V. E. que puesto que la causa se está formando militarmente, espera que fallándose con la brebedad que exige el estado de este país, el castigo de los culpables servirá de escarmiento para retraher a otros que pudieren incurrir en actos semejantes

Pero el final del año 1843 fue marcado por un acontecimiento mucho más grave, la insurrección de Matanzas. El plan urdido por los esclavos de los ingenios Santísima Trinidad, de Esteban Santa Cruz de Oviedo, Santa Rosa, de Domingo de Aldama, uno de los autores de los informes de 1842, Santo Domingo, del mismo propietario, Majagua, de Gonzalo Alfonso, La Trinidad, de Francisco Hernández Morejón, preveía, según el texto de la sentencia del brigadier Antonio García Oña, gobernador de Matanzas, el incendio en Pascuas de Navidad de todas las propiedades de las inmediaciones, con el asesinato de sus dueños. Se descubrió la conspiración de los Negros, muchos de los cuales eran Lucumís450, merced a la delación de Polonia, esclava de E. Santa Cruz de Oviedo. El 12 de enero de 1844, de acuerdo con el Reglamento, el Capitán General premió los servicios de la delatora con una carta de libertad y 500 pesos. El tribunal militar falló el 21 de diciembre que fuesen pasados por las armas y degollados los dieciséis principales instigadores de la sublevación y que se expusiesen sus cabezas en partes muy visibles de los ingenios de sus dueños. A los seis Ne-

particular ha abierto las orejas y cerrado los ojos. La representación no se presentará ya porque a él no le gusta y ha tratado de intimidar a los que se opongan a sus miras. Nuestros magnates se han metido en un zapato y entre tanto entran y entrarán negros hasta que Dios quiera [...]". El centón epistolario de Domingo Delmonte, op. cit., t. VI, pág. 2; citado por Juan Pérez de la Riva, Para la historia de las gentes sin historia, op. cit., pág. 45. 448 A.N.G., G.S.C., leg. 941, n° 33 194. 449 Id., leg. 941, n° 33 220. 450 Los Lucumís, nota F. Ortiz, eran „altivos y difíciles de subyugar y atropellar"; op. cit., pág. 72. Sin embargo eran buenos trabajadores del campo, apreciados en Cuba tanto por los dueños de almacenes y depósitos de los puertos como de los hacendados, como lo subraya Henri Dumont en Antropología y patología comparadas de los negros esclavos, obra traducida por el prof. I. Castellanos, en 1876, La Habana, 1922, págs. 25-26.

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gros convencidos de haberse encargado de la comunicación entre las dotaciones de las fincas, se les condenó a diez años de presidio con grillete y ramal en un lugar escogido por el Capitán General, después de lo cual se les vendería en pública subasta. Por fin quince de los cómplices merecieron la sentencia de cien azotes con cuatro años de presidio con grillete y ramal en los fundos de sus amos 4 5 1 . Una larga encuesta probó que la conspiración, consecuencia de la actuación de Turnbull y de su lugarteniente Francis Ross Cocking, era mucho más amplia de lo que se creía, incluyendo a sesenta mil esclavos 4 5 2 . S e detuvo a millares de personas de todas las razas y se acusó a personalidades c o m o D o m i n g o Del Monte 4 5 3 y José de la Luz y Caballero 454 . El 2 2 de junio de 1844, se fusiló al pretendido j e f e de la cons451 A.N.C., G.S.C., leg. 943, n° 33 287. El Catálogo de los fondos de la Comisión Militar Ejecutiva y Permanente de la isla de Cuba, editado por E. Roig de Leuchsenring (op. cit.) reseña las encuestas efectuadas por la Comisión en un nombre impresionante de ingenios, cafetales, fincas, almacenes y entre los negros libres. No podemos evocarlas en este trabajo; sólo diremos que según la Colección de fallos pronunciados por una Sección de la Comisión Militar establecida en la ciudad de Matanzas para conocer de la causa de conspiración de la gente de color, publicada en Matanzas en 1844, „para la sustanciación de las causas se hallan ocupados 31 fiscales con sus respectivos secretarios en esta ciudad y varias partes del campo". Esta referencia pone de manifiesto la preocupación de la sociedad esclavista frente a la conspiración. 452 Véase lo que dice al respecto Ramiro Guerra y Sánchez, Manuel de Historia de Cuba, La Habana, 1962, págs. 440-441. 453 En sus cartas a Alexander Hill Everett, insistió Del Monte en el odio de los negreros que intentaron involucrarle en la conspiración, a base de las confesiones de ciertos Negros obtenidas en las condiciones descritas en la nota siguiente. Para más detalles, véase: S. Andioc Torres, op. cit. En un despacho a su ministerio del 2 de marzo de 1844, el cónsul francés, después de un viaje a Matanzas, se refirió a la actuación de un miembro importante de la Comisión especial, el poderoso hacendado Francisco Hernández Morejón:

Para [...] aumentar la importancia de su rol, Morejón fue de una finca a otra, haciendo azotar a los negros y diciéndoles: nombra a los autores del complot y no se te castigará más. Ante esta proposición, el negro nombraba al primero que se le ocurría; si éste era un negro, se hacía lo mismo con él, de modo que de pregunta en pregunta, se llegó pronto a reunir centenares de presos. Citado por: R. Labarre, op. cit., pág. 139. Una carta de Miguel de Aldama a Domingo del Monte del 9 de abril de 1844 describe la represión con estos términos: Las cárceles rebosan de negros cabecillas de la conspiración. Sólo en Matanzas existen en cadenas 843 negros esperando la conclusión del sumario, de ellos los 718 libertos y aquí [La Habana] el número es también muy grande y figuran en la lista Manzano, Ble, Rely, Plácido, Cevallo, Brindis, y cuantos negros o mulatos hay de algún viso o talento. El modo de declarar o por mejor decir de hacerlos declarar es verdaderamente salvaje; se les aplica el látigo sin distinción de clase, libre o esclavo, pobre o rico [...]. Porción de ellos han sucumbido al rigor del castigo, otros han muerto de pasmo o de gangrena, pues ha habido hombre que ha recibido ¡600 azotes boca abajo a estilo de los que acostumbran a dar nuestros mayorales [...]. A esta causa quisieron darle el nombre de la indepen454

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piración, el poeta mulato Gabriel de la Concepción Valdés, más conocido bajo el seudónimo de Plácido, con otros Mulatos de Matanzas. La Comisión Militar Ejecutiva sentenció 78 penas de muerte, 1 2 9 2 de presidio y 435 de exilio. Tremenda pues fue la represión de lo que se llamó la Conspiración de la Escalera 455 , lo cual permite aquilatar el miedo que se había apoderado de los grupos de poder 456 .

dencia [...]pero no han tenido por donde, pues todo aparece no ser más que maquinaciones de ¡os negros libres con un gran colorido inglés y a mi modo de ver a éstos únicamente debemos el estado actual del país. En: El centón epistolario de Domingo Delmonte. Domingo Figarola Caneda, Joaquín Llavería y Manuel Mesa Rodríguez, La Habana: Academia de la Historia de Cuba, t. VI, 1953, págs. 1920; citado por Juan Pérez de la Riva, Para la historia de las gentes sin historia, op. cit., págs. 5051. 455 Los propios amos pedían a las autoridades que se interrogara a sus esclavos, cuya propensión al suicidio aumentó de una manera preocupante, según el análisis de una comisión ad hoc formada por el Consejo de Ultramar: „ ...es preciso tener presente que si fue mayor el número de los suicidios en los años de 1843 y 1844 es preciso atribuir esto en gran parte a que el rigor y severidad con que procuraron reprimirse las conspiraciones de negros ocurridas en dichos años redugeron a muchos a la desesperación y les obligaron al suicidio". A.H.N. de Madrid, Sección de Ultramar, Serie Esclavitud, legajo 3550, informe del 29 de agosto de 1852, citado por J. Philip, op. cit., pág. 104. Aprovechando datos sacados del mismo legajo, María Poumier asevera que en 1845 Cuba tenía „la tasa más elevada de suicidios del mundo" con una tasa de suicidios de esclavos de 61 / 100 000 habitantes, cuando era de 15 / 100 000 para los libres de color y 8 / 100 000 para los blancos, o sea que „los esclavos se suicidaban siete veces más que los blancos, y seis veces más que los libres de color"; en: op. cit., pág. 69. Bien vio el médico F. Barrera y Domingo en 1798 que el suicidio, autodestrucción corriente entre los esclavos de las dotaciones cubanas, no era a menudo más que una venganza dirigida contra el dueño. Además muchos de ellos creían firmemente que volverían de este modo a su tierra que no dejaban de añorar. Véase: M. Flouret, op. cit., págs. 143-146. En cuanto a la dimensión antropológica del suicidio de los esclavos en Hispanoamérica, se consultará: Jean-Pierre Tardieu, „Le suicide des esclaves aux Amériques. Retour thanatique au pays des ancêtres", Colloque international „L'émigration: le retour", 8-10 de enero de 1998, C.R.L.M.C., Facultad de Letras, ClermontFerrand, de próxima publicación. 456 En Matanzas se ataba a los esclavos en una escalera para aplicarles el látigo. Para más detalles sobre la Conspiración de la Escalera, véase en particular: J. e I. Castellanos, op. cit., págs. 316-334 y David. R. Murray, op. cit. El historiador inglés insiste en el clima de paranoia que, con motivo de estos acontecimientos, reinaba en la isla: „The Escalera conspiracy and the climate of paranoia enveloping it also brought out into the open a virulent racism which had long been latent among Cuba's white population. Blacks, whether slave or free, were the enemy who would destroy the white population if given the chance." Incluso los criollos favorables a la independencia formularon sus temores para el porvenir de la isla. Domingo del Monte, cuyo papel en la denuncia de los supuestos objetivos de Inglaterra hemos subrayado más arriba, expuso sus preocupaciones en una carta dirigida en este año de 1844 al diplomático norteamericano Alexander Hill Everett. A su juicio los Negros amenazaban la existencia política y social de la colonia, que estaría irremediablemente perdida no sólo para España sino también para la raza blanca y el mundo civilizado a no ser que el gobierno español adoptase de

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Los abolicionistas no dejaron de denunciar los procedimientos expeditivos empleados por la Comisión Militar Eejecutiva para que confesaran los Negros y Mulatos „desvarios que sólo hervían en la cabeza de la credulidad ignorante del público y en el perverso corazón de los agentes del gobierno", según Pedro Guiteras, autor de Cuba y su gobierno457. En realidad, O'Donnell cedió a las presiones de los poderosos negreros, aprovechándose de la llamada conspiración de la Escalera para suprimir a los hombres de color más destacados y procesar a los abolicionistas más conocidos como José de la Luz y Caballero, Manuel Martínez Serrano e incluso Domingo del Monte. Prueba suplementaria de ello, según J. L. Franco Ferrán, fue el hecho de que dicho Capitán General, temiendo consecuencias perjudiciales para la paz de la isla, se opuso a que se publicara en Cuba la ley sobre el tráfico ilícito de negros votada por las Cortes y firmada por la reina el 27 de febrero de 1845458. Proposiciones de la Junta de Fomento Una comisión representativa de la Junta de Fomento, heredera del Real Consulado, compuesta por los condes de Romero y de Cañongo y por Antonio María de Escovedo, entrega el 17 de abril el resultado de sus trabajos459. El informe, que consta de tres partes, después de unas consideraciones generales, propone una serie de medidas relativas al gobierno de la isla, antes de contemplar unos aspectos que tocan a la responsabilidad de los dueños. Protesta de la comisión Antes de proponer un plan de reforma que tome en cuenta los intereses de la oligarquía, los miembros de la comisión presentan un historial de los últimos decenios que intenta justificar a posíeriori las posturas de los autores de los informes de 1842. Remontan hasta los primeros años del siglo para dar una visión idílica de las fincas agrícolas de la isla, con „negradas esmeradamente cuidadas" y „enfermerías y cuarteles perfectamente aseados". Así pues los dueños no privilegiaban únicamente la producción sino que actuaban a favor de una humanización de las condiciones de existencia de los siervos. Esta contestación directa a los argumentos de los „pseudofilántropos" da a entender que los levantamientos de esclavos no procedieron de los inmediato unas medidas enérgicas. Véase: S. Andioc Torres, op. cit., y David R. Murray, op. cit., págs. 178-179. 457 Pedro Guiteras, Cuba y su gobierno, Londres: imprenta de C. Wood, 1853, págs. 49-50. 458 „Considero que no debe difundirse el conocimiento de esta disposición entre la gente de color para evitar las sugestiones y malas consecuencias que pudiera producir si se le diera una interpretación que fuera contraria a la tranquilidad y seguridad del país." En: J. L. Franco Ferrán, op. cit., pág. 377. 459 A.N.C., G.S.C., leg. 940, n° 33 158.

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malos tratos sino de una agitación política suscitada desde lo exterior por los abolicionistas que tomaron como pretexto el no respeto de los acuerdos de 1817 que preveían el fin de la trata para exigir la emancipación de „casi todos los esclavos de esta isla". A estos efectos perjudiciales se añadieron las consecuencias funestas del Reglamento de 1842 que, como lo habían vaticinado los pareceres de los dueños, tomaron los esclavos como „una declaración de sus derechos y una tácita acusación contra sus amos". De modo que, subraya la comisión, el nuevo texto resultó totalmente contraproducente, dando „por resultado las más tristes consecuencias". No cabe duda de que ésta es una alusión a los disturbios que marcaron el año 43, prueba de que nada bueno se podía esperar de los cambios impuestos contra la opinión de los dueños. Aprovecha esta oportunidad la comisión para denunciar lo irresponsable de la actitud del Gobierno Superior con una vehemencia asombradora, acusándole abiertamente de desatención, de imprudencia e incluso de desprecio.¿Cómo no ver la gravedad de esta progresión semántica? Además de esta carencia de visión prospectiva, los comisarios patentizan la incapacidad del Gobierno de sacar las lecciones de la historia más inmediata. En su intento de limitar lo arbitrario, se inspiró de las „innovaciones" de la Real Cédula de 1789, que el unánime rechazo por parte de los dueños dejó „sin efecto". Y, como broche de oro, se negaron los dirigentes políticos en admitir el principio que las mismas causas provocan las mismas consecuencias: la política reformista impuesta por el gobierno inglés a los propietarios de Jamaica desembocó en la emancipación de sus esclavos. Dada la severidad del análisis, cabe preguntarse sobre el verdadero pensamiento de los representantes de la Junta. Detrás de esta acusación de irresponsabilidad ¿no se ocultaría otra de mayor peso? O, por lo menos, ¿no quisieron dar a entender que la terquedad del Gobierno acarrearía ineluctablemente la emancipación? Para rematar su argumentación, los miembros de la comisión reanudaron el enfoque del Informe reservado del Real Consulado del 28 de septiembre de 1841 que hacía hincapié en la necesidad de una política de mano dura para preservar la paz: „la fuerza es la única que puede sostener la esclavitud" habían dicho los firmantes. El tono de los tres comisarios es aun más enérgico: Es pues imposible gobernar en adelante la raza de color con medidas contemplativas. Es necesario emplear con tesón un régimen descubierto y enérgico de superioridad y predominio, por el cual el blanco y con especialidad los amos queden rodeados de un prestigio que contrapese con la fuerza moral la fuerza física.

Tal proposición por su carácter tan contradictorio con el espíritu del Reglamento recién elaborado, no podía menos de estribar en una razón de gran relevancia. Surge de nuevo la vieja psicosis que nunca había abandonado a la oligarquía desde la revolución de Haití, reforzada quizá por los recuerdos de los propietarios franceses refugiados en la isla. El peligro está no en una „revolución común" de los esclavos, es

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decir en los disturbios que esmaltaron la historia de la isla desde los inicios de la colonización, sino en una rebelión de tipo racista: Si hemos pues de tener esclavos, y si éstos han sido capaces de concebir el plan, no ya de una revolución común, sino de una rebelión que tiene por principio el odio a nuestra raza, que adoptaba por medios de ejecución la degollación y el incendio, y que se proponía por fin el dominio de la tierra, es visto que se han declarado nuestros más encarnecidos enemigos y por tanto la disciplina a que es preciso sujetarlos no debe tener más limites que los que prescribe la humanidad.

Esta frase alude sin duda alguna al vago y viejo proyecto de la Confederación africana de los Estados libres de las Antillas, evocado por Alejandro de Humboldt, y que surgió de nuevo en 1842 con el nombre de República Etiópico-Cubana460. Ahora bien, cuando el barón contempla este posible desenlace („una catástrofe sangrienta") como el resultado de la obcecación de los dueños que se niegan a aceptar los cambios necesarios, los comisarios ven en él la consecuencia del relajamiento de la autoridad dominica. El chantaje político, dirigido pues de un modo indirecto al poder central metropolitano, justifica una reacción drástica. Es de notar sin embargo que los comisarios, para dorar la pildora, afirman su deseo de presentarse como los herederos de las luces, situando esta ruptura dentro del positivismo protagonizado por ciertos autores de los informes del 42, positivismo edulcorado, incluso manipulado en la medida en que no es nada más que la concreción de un paternalismo pragmático. La dialéctica de los representantes de los dueños no deja lugar a dudas: la humanización de la esclavitud, condición sine qua non de la prosperidad de la isla según ellos, pasa por el reforzamiento de la potestad dominica. Proposiciones El postulado del plan de reforma es que la manumisión suscita entre la mano de obra servil un irresistible anhelo de libertad hábilmente utilizado por los abolicionistas para socavar el sistema de producción de la isla. Por eso hay que cortar por lo sano, acudiendo a un alejamiento profiláctico de los recién emancipados hacia un lugar que no precisa el texto. Ahora bien se inspira obviamente de la instalación a partir de 1822 de libertos de Estados Unidos por la Sociedad americana de colonización en el territorio que se llamaría después Liberia (1848), en la costa occidental de Africa, con la diferencia esencial de que se trata en este caso no de una emigración voluntaria, sino de una verdadera deportación461. 460

Véase al respecto en el capítulo primero el acápite dedicado a la actuación de Tumbull. Nos hemos referido en los párrafos dedicados a la condesa Merlin a un proyecto de deportación de los libertos que se intentó concretar en 1832. 461

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La emergencia dicta medidas de acompañamiento, como el empleo en obras públicas de vialidad de los emancipados que todavía no hayan cumplido con los requisitos impuestos en las cartas de manumisión, corriendo por el cargo de la Junta el cuidado de brindar a los amos las compensaciones económicas necesarias. Acabado esto, se impondrá el aislamiento de los emancipados en espera de su expulsión. Se extenderá la medida a los Negros libres que se dediquen a la vagancia o que manifiesten una actitud peligrosa para la paz pública. Para que sea eficaz el procedimiento, es menester también efectuar un control perfecto de los Negros extranjeros, cualquiera que sea su condición, de ahí el establecimiento de pasaportes provisionales. Así se podrá expulsar también a los que no disfruten de tal permiso de estadía. Poniendo aparte estas disposiciones, los comisarios proponen la elaboración de medidas segregativas. Se reservará tan sólo a los Blancos la posibilidad de arrendar tierras, para que no se transformen éstas en refugio de cimarrones, y de ocupar puestos en las boticas donde se aprende el manejo de productos peligrosos (no se había olvidado el uso del veneno en la parte francesa de Santo Domingo). En la capital y en los pueblos se prohibirá la reunión de gentes de color con el fin de imposibilitar futuras conspiraciones. Se alude así a las manifestaciones de las cofradías o cabildos que, so el inocente color de religión, originan abusos perjudiciales para la tranquilidad del vecindario y peores excesos como la transgresión de las normas segregativas, en particular el respeto debido a los Blancos. Para la oligarquía, estos organismos ocultan el aprendizaje de la contestación. En el campo, la reforma girará en torno al control de la libertad de movimiento y de los lugares de encuentro que favorecen la contaminación ideológica. Se concretará la desconfianza en que se tiene a los buhoneros de cualquier color, considerados como vectores de las nuevas ideas. Se efectuará el cierre de las tabernas establecidas en las inmediaciones de las fincas, donde los esclavos truecan víveres por aguardiente, habida cuenta de que el alcohol vence las inhibiciones forjadas en la esclavitud, y se prohibirán las peleas de gallos y otros juegos de azar en que se verifican una peligrosa exaltación del individuo negro e incluso en ciertos casos una rivalidad con el Blanco. En cuanto al control religioso, las proposiciones de los representantes de la Junta alcanzan una precisión que no se encuentra en los informes del 42. Se imagina la instauración en cada partido de una estructura específica de la que se encargarían unos hacendados de buena fama para contratar a sacerdotes de „virtud ejemplar" que irían predicando a los esclavos. Al fin y al cabo se trata de luchar contra el escepticismo de ciertos propietarios frente a la capacidad de entendimiento de los Negros, el cual explica en gran parte el abandono de la religión como válvula de escape. Se nota que la Junta echa de menos la actuación de los jesuítas entre los Negros de hacienda por todas las Américas en los siglos pasados. La intervención eclesiástica no significa que se renuncie a la tradicional enseñanza confiada a los administradores, mayordomos o mayorales, a quienes les tocará también cuidar de la administración de los sacramentos a los esclavos por los curas

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párrocos. A continuación, de un modo muy significativo, insisten los miembros de la comisión en el hecho de que la represión de los delitos cometidos por los esclavos es de la incumbencia de los dueños o de sus representantes, quienes actuarán según sus instrucciones, en relación con la gravedad del caso. Así que resulta muy claro para los comisarios que la autoridad política no tiene porqué meterse en tal asunto, lo cual a su parecer no excluye la moderación en el castigo. Así queda zanjado el problema de la limitación de los azotes, decidida por la Real Cédula de 1789 y reanudada por el Reglamento de 1842. Dicho esto, que les parecería de primera importancia, los firmantes del documento recalcan la necesidad de acrecentar la vigilancia de las fincas, con la asistencia permanente de los empleados responsables de su buen manejo, y con rondas nocturnas dirigidas por un Blanco desde el toque de oraciones en que se cerrarán las puertas o tranqueras de los barracones. De modo que las haciendas se transformarán para los esclavos en estructuras de concentración, de las cuales se excluye a cualquier individuo que no tenga una relación directa con su explotación, aunque sea de raza blanca, por temor a una posible contaminación ideológica. Se admitirá como única excepción a los portadores de una justificación o de un permiso especial. También serán obligatoriamente blancos los empleados encargados de las relaciones exteriores de la unidad productiva (carreteros, arrieros, etc.). Toda infracción acarreará ipso facto la detención de la persona sospechosa que será entregada al juez de partido. Así pues se incrementan notablemente los poderes de policía de los propietarios en sus dominios. A los administradores les corresponderá imponer el mayor aislamiento de sus dotaciones, negándose a contratar a los Negros libres y a permitir contactos entre los esclavos de fincas vecinas, con el fin de oponerse a posibles conspiraciones, como la recién descubierta. Y para que ninguno de ellos no se dé por aludido, se llevará al conocimiento de todos una carta circular con los puntos referidos, quedando responsables ante la justicia de cualquier infracción. Para cercenar el mal cuanto antes, se informará al capitán de partido de todos los acontecimientos ocurridos en la finca que puedan presentar síntomas de insurrección, en particular de heridas o muertes provocadas por esclavos. La última proposición relacionada con la gestión de las haciendas se refiere al personal, exigiendo que el número de los empleados alcance el 5% de la dotación. En resumidas cuentas, el enfoque de estas pocas proposiciones de reforma es fortalecer el control del comportamiento individual del trabajador servil, aislándole totalmente del exterior de donde proceden los riesgos de contaminación e imposibilitando cualquier confabulación. Se nota la influencia del esbozo de Reglamento presentado en 1841 por Antonio García Oña en nombre de los hacendados de Matanzas para el manejo de sus fincas. Por más que digan los comisarios de la Junta, sus proyectos concurren de un modo drástico a la deshumanización del esclavo, en un esquema productivo basado en un concepto absolutamente racista. Han desaparecido del todo las escasas referencias a la conmiseración que se encontraban en ciertos informes del 42, endureciéndose la postura de los dueños con los últimos acontecí-

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mientos, considerados como una prueba patente del riesgo originado por la filantropía antiesclavista. Medidas administrativas El 18 y el 25 de abril de 1844 se verificaron dos reuniones de la Junta de Fomento, presidida la segunda por el propio Capitán General, con el fin de examinar las proposiciones que tocaban al Gobierno. Se efectuaron muy pocas transformaciones: los buhoneros blancos seguirían su tráfico, incluso con la ayuda de personas de color; se cerrarían sólo las tabernas que, al parecer de los hacendados, fueran más perjudiciales; se permitirían las peleas de gallos en los lugares y momentos determinados por el Gobierno Superior, vedándole la entrada a la gente de color. El 2 de mayo de 1844, continuó el examen, aprobándose sin discusión las reglas relativas al manejo de las fincas salvo las dos últimas, a saber la quinta tocante a la obligación de emplear carreteros y arrieros blancos, y la sexta relacionada con el porcentaje obligatorio de empleados blancos, que suscitaron ciertas protestas. El 31 de mayo de 1844, una carta circular del Capitán General O'Donnell 462 hizo efectivas gran parte de las medidas propuestas por la Junta al nivel gubernamental, atenuando sin embargo su extremo rigor. Tan pronto como hubieran cumplido con los requisitos de su liberación (instrucción civil y religiosa) se efectuaría la deportación de los Negros emancipados en condiciones fijadas por la Corona, exigencia que aplazaba de un modo notable la aplicación de la proposición. Se haría un censo de la gente de color libre sin recursos ni trabajo determinado para que la justicia decidiera de su porvenir. Se prohibiría el desembarco de gente de color libre o esclava y se expulsaría a la gente de color procedente de otros países. Los arrendatarios de color estarían sometidos a un riguroso control. No se autorizarían las reuniones de gente de color sin previo permiso otorgado por las autoridades locales y de ningún modo se permitiría su trabajo en las boticas. En cuanto a las tabernas, se reservó el Capitán General la facultad de mandar el cierre de las que fueran perjudiciales, en vista de los informes que recibiría al respecto. Una segunda circular con fecha del mismo día ordenó a los dueños que aplicasen las proposiciones de la Junta sobre la gestión de las fincas rurales, quedando pendientes la quinta y la sexta proposiciones. A decir la verdad eran las únicas que exigiesen una inversión financiera en una época en que la rentabilidad preocupaba sobremanera a los propietarios más modestos. Leopoldo O'Donnell esperó el 24 de septiembre para zanjar el problema de las protestaciones de ciertos miembros de la Junta respecto a estas reglas 5 y 6463. En una 462 A.N.C., G.S.C., leg. 940, n° 33 158. La Historia de la Nación Cubana, publicada bajo la dirección de R. Guerra y Sánchez et alii, se refiere a las modificaciones del Reglamento, t. IV, págs. 317-320. 463 En cuanto se publicó el Reglamento de 1842, protestaron muchos propietarios en contra de ciertos artículos que limitaban excesivamente a su modo de ver la potestad dominica. En una

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instrucción a los gobernadores y tenientes de gobernadores464 impuso su aplicación sin ninguna modificación, exigiendo tan sólo que se ejecutase la orden „sin coación, sin imponer multas ni penas" y „con un plazo prudencial". Esta no fue la última decisión con relación al Reglamento. El 8 de febrero de 1845, el Gobierno Superior Civil emitió otra circular que impuso el cumplimiento de los artículos 5 y 6 que se había suspendido hasta fin de octubre de 1844 „por razones de equidad". Sin embargo los carreteros podrían ser hombres de color, con tal que hubiera un Blanco para vigilar a cada grupo de ocho trabajadores. Si la dotación de la finca no excediera el número de diez hombres, se aceptaría también que los arrieros y mandaderos fuesen de color. La conducción de caballos y de carruajes por hombres de color sólo se consentiría con licencia escrita del capitán pedáneo. Se aplicarían dichas concesiones sólo por el día. Las multas serían de diez pesos por la primera infracción, de veinte por la segunda y de treinta por la tercera465. Obviamente los acontecimientos de Matanzas escarmentaron al Capitán General, quien confesó muy claramente a sus colaboradores el 24 de septiembre de 1844 las motivaciones de su decisión. Estribaban en los resultados de la encuesta que puso de relieve „las extensas ramificaciones y los progresos" que había hecho la conspiración. No podían haberse establecido sin el relajamiento de la disciplina que favoreciera la perniciosa influencia de los Negros emancipados en las fincas que, además, carecían de la vigilancia adecuada. Por si fuera poco, admitía el alto funcionario que no se tomaron lo bastante en cuenta las reivindicaciones de los propietarios tocantes al respeto de la potestad dominica: Se indicaron varias causas como origen de aquel mal, enumerándose como las principales el roce de los esclavos con los libres, las restricciones puestas a la potestad dominica, el ejemplo que ofrecía la clase de negros emancipados...

¡Cuán lejos estamos de la benevolencia que en 1842 manifestó el Gobierno Superior a favor de los esclavos! Así pues, con la amenaza directa del peligro, los due-

carta a D. del Monte del 11 de diciembre de 1842, Gaspar Betancourt Cisneros („El Lugareño") le avisó con mucha sorna del descontento: Nuestra gente patibularia está alarmada con los casos de Turnbull, Haití y el Bando de Gobernación y Milicia que ha de regir desde 1843. Los hombres de arrancapellejos están resueltos a no cumplir los artículos 6 y 12 y todos los que favorezcan a los negros; porque por lo mismo que hay abolicionistas, y Haití, y Inglaterra en el mundo, por ende es preciso apretar ahora la mano y hacerles doblar el lomo y darles fuerte, que es lo que amansa de verdad, y ya están muy preparados para obrar de este modo. En: El centón epistolario de Domingo Delmonte, op.cit., t.V, pág. 86. A.N.C., G.S.C., leg. 940, n° 33 158. 465 A.N.C., Asuntos políticos, leg. 138, n° 7. 464

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ños más desahogados salieron con la suya, alcanzando de la autoridad suprema de la isla que adoptara sus posturas. Otra de las consecuencias a corto plazo de los acontecimientos de la Escalera fue la reforma del Reglamento de cimarrones por la Real Junta de Fomento, complemento lógico de la del Reglamento de esclavos. Se firmó el nuevo texto el 1 ° de diciembre de 1845 por Miguel María Paniagua y se publicó en el Diario de la Habana los días 1, 2 y 3 del mismo mes, a petición de la Capitanía General „para la general inteligencia" 466 . Consta de dos partes el documento, dedicándose la primera al examen del caso de los „cimarrones simples" y la segunda a los „cimarrones apalencados". Los „cimarrones simples" Para que no haya lugar a dudas, el nuevo texto suministra una clara definición del cimarrón, aplicándose el concepto al esclavo que pernocte sin licencia fuera de la casa de su amo o se encuentre, desprovisto del permiso adecuado, a más de una legua de los límites de la finca a que está adscrito. La innovación introducida por los reformadores no reside tanto en la facultad reservada a todos los individuos, cualquiera que sea su clase, de aprehender a los cimarrones, ni en el premio de cuatro pesos fuertes que se verá obligado el dueño o su representante a pagar al aprehensor del fugitivo. En cambio, en caso de litigio acerca de dicha recompensa, se autorizará al aprehensor a entregar al cimarrón sea a las justicias territoriales (los jueces o capitanes de partido), sea al Depósito General de cimarrones de la Habana. Estas entidades adelantarán la cantidad fijada por el Reglamento, exigiendo después el reembolso por parte de los dueños concernidos. De verificarse la captura a más de tres leguas de la finca, la remisión de los cimarrones se efectuará a la justicia territorial más inmediata. En cuanto a los cimarrones que no puedan o no quieran indicar su procedencia, les remitirán las justicias a la Diputación del litoral de la Junta de Fomento más cercana, la cual abonará la captura y los gastos, y, si no la hay, al Depósito General de la Habana. A las justicias les corresponderá la curación de los cimarrones enfermos o heridos en la captura hasta que puedan volver a las fincas sin correr riesgo alguno, siendo debidamente reconocidos por el subdelegado de medicina residente en el partido o por el facultativo que esté más inmediato. Con el fin de evitar los fraudes de los rancheadores, a que hemos aludido más arriba, se apuntarán en una papeleta las protestas de los aprehendidos al entregarles a las justicias o a las Diputaciones del litoral para ponerlas al conocimiento del amo. De ser justificadas, se impondrá al aprehensor una multa de 25 pesos o una pena de 50 días de cárcel si no es capaz de pagarla.

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Reglamento de cimarrones, reformado por la Real Junta de Fomento y mandado publicar por el Escmo. Sr. Gobernador y Capitán General. Habana: Imprenta del Gobierno y Capitanía General por S. M., 1845.

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Se reserva el mismo castigo al conductor que deje escapar a los cimarrones aprehendidos. El texto preve detalladamente la manutención de los cimarrones por las justicias territoriales. Se les dará como mínimo dos raciones diarias de seis a ocho onzas de tasajo y de dos plátanos o el equivalente en cualquier vianda. Estos gastos, estimados a real y medio, así como los de curación y de alquiler de cabalgadura para la entrega al amo correrán a cargo de éste. Se establece de esta manera una verdadera red de remisión de los prófugos aprehendidos, de cuatro niveles: la directa a los amos, la indirecta primero a las justicias territoriales, luego a las Diputaciones del litoral y por fin al Depósito General de cimarrones de la Habana, haciéndose el traslado de la segunda a la tercera estructura por vía marítima en buques de vapor o goletas costeras, después de una retención de un mes. En el Depósito General, se dedicarán los cimarrones a obras de calzadas hasta que les reclamen los amos, quienes abonarán los gastos de traslado y de curación. La contaduría de la Junta de Fomento publicará cada mes la existencia de cimarrones en el Depósito y todos los sábados las nuevas entradas, con expresión de procedencia y de amos, de ser posible. Además el primer domingo de cada mes se efectuará una exposición al público de las seis de la mañana hasta las dos de la tarde para que los dueños puedan reconocer a sus prófugos. Los cimarrones apalencados De los 49 artículos del Reglamento, 14 se refieren a los „cimarrones apalencados", es decir a los grupos conformados por seis o más fugitivos. Se exige de las justicias territoriales que informen al Gobierno Superior Civil de la existencia de dichos grupos o palenques en sus jurisdicciones y que procedan sin demora a su destrucción empleando la fuerza armada necesaria. Preve el texto una doble serie progresiva de premios que van de 20 a 50 pesos por la captura de dichos cimarrones en relación con la resistencia ofrecida a los persecutores (sin resistencia, resistencia con armas blancas o con armas de fuego), y de 40 a 100 pesos según el estado físico de los cimarrones capturados de esta manera, de modo a evitar los malos tratos inútiles que perjudiquen su fuerza de trabajo. El reparto de estas recompensas se hará al prorrata de los aprehensores con un suplemento de un 10 % para el jefe. La curación y el salario de los aprehensores heridos así como la pensión abonada a los „inutilizados" por sus heridas o a las viudas y a los hijos de los muertos en la empresa correrán a cargo de la Junta de Fomento. Una vez capturados los cimarrones apalencados, se les trasladará al Depósito General por mar o por tierra, donde se les devolverá a los amos, con excepción de los cabecillas que serán confinados en un lugar determinado por el Gobierno, viéndose los dueños a pagar todos los gastos.

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Es de notar que el Reglamento no contempla los casos de motín, de salteamiento de caminos o de „ladrones famosos", que se solucionarán en conformidad con lo dispuesto por la ley 26, título 5, libro 7 de la Recopilación de Indias. La publicación de semejante texto por parte de la Junta de Fomento pone de manifiesto su deseo de no dejar al azar ningún aspecto de la represión del cimarronaje individual o colectivo, con un sistema de responsabilidades jerarquizadas destinado no sólo a paliar la desidia de ciertos amos y los fraudes de no pocos rancheadores, sino también a proteger a los mismos prófugos de una represión excesiva, hondamente perjudicial en una época en que la reposición de la mano de obra servil se hacía cada vez más difícil. 8-3-Nuevos proyectos Así reformado, el Reglamento de esclavos se perpetuó hasta el final de la esclavitud en la isla. Ello no significa que surtió los resultados esperados, lo cual habría sido harto asombrador dadas las circunstancias internacionales y sus repercusiones nacionales. Nueve años más tarde, la Real Audiencia Pretorial de La Habana se resignó a mirar hacia el pasado. Llama la atención que sea la Real Audiencia la que se interese de nuevo al problema de la esclavitud, por no haber intervenido hasta entonces al respecto. Reanudando quizá con las antiguas usanzas que habían cedido el paso en el dominio político a la actuación de los organismos representativos como el Real Consulado o la Junta de Fomento, la estructura judicial encargó a su fiscal una encuesta sobre la coyuntura que le permitió emitir un parecer fechado en el día 27 de agosto de 1853467. En una primera parte, reconoce la Audiencia que las condiciones de vida de los esclavos son satisfactorias en lo que toca a los tres sectores de la alimentación, de la vestimenta y de la salud. En esto pues su opinión no difiere de la de los representantes de los propietarios interrogados en 1842 por la Capitanía General. En cambio, recalca lo paradógico de los resultados: en vez de crecer, el número de los esclavos en la isla no hace más que disminuir, poniendo así en peligro el porvenir de la isla, tan supeditado al trabajo de la mano de obra servil. Además, agregan los oidores, el recurso a la inmigración de trabajadores chinos468 y europeos no será de mucha ayuda, no pudiendo éstos adaptarse al durísimo ritmo de la producción azucarera. Siendo ésta la base de la economía insular, la ruina amenaza al país469.

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A.N.C., G.S.C., leg. 948, n° 33 486. Con el tratado Webster-Ashburton de 1842, se había intensificado la lucha contra el contrabando negrero, con las marinas inglesa y estadounidense. En 1847 se introdujo en Cuba un primer grupo de Chinos para suplir las deficiencias en mano de obra. Véase: R. Guerra y Sánchez, Manual de Historia de Cuba, op. cit., pág. 449. 469 En 1848, los precios del azúcar fueron particularmente bajos. Véase: R. Guerra y Sánchez, op. cit., pág. 459. 468

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El pesimismo de la conclusión incita a los oidores a buscar las causas de tal fracaso para „salvar de una catástrofe a la isla". No se puede atribuir los progresos de la mortandad de los esclavos a los efectos nefastos del clima, siendo el de la isla mejor que el de Africa. Se descarta también como factor de importancia la condición servil: no estorbó la progresión demográfica de los esclavos en los estados del sur y del oeste de la Unión Mejicana. Quedan los excesos de trabajo a los que están sometidos los siervos en Cuba. La aseveración de los oidores es de mucho peso: „Basta recorrer en tiempo de zafra nuestros ingenios para convencerse de que aquí debemos buscar el verdadero origen de un mal de tanta consideración y trascendencia". Pese a esta severa comprobación, que parece tanto más objetiva cuanto que la efectúan unos personajes independientes del grupo de poder que constituye la oligarquía, los oidores no echan toda la culpa a los propietarios. Si se niegan a evocar „motivos que no deben consignarse en un escrito de esta clase", es que no les parece que la actitud racista de ciertos dueños sea un factor de primera importancia. Más grave sería la inconsciencia de muchos que creen que „de un negro bien vestido y alimentado se puede exigir todo el trabajo que se quiere". Pero, a su modo de ver, lo peor es la estrechez financiera de los hacendados que les obliga a imponer un ritmo de trabajo agotador para los esclavos con el fin de aumentar la producción, en particular en una época en que los precios del azúcar van para abajo. A medio plazo estos excesos tienen como consecuencias la disminución del término medio de la vida de los Negros y de la tasa de reproducción. No esperan los oidores una solución de parte de los hacendados, apremiados por las contingencias inmediatas. Sólo el gobierno puede tener una visión a largo plazo que le asegure al esclavo „además de alimento sano, vestuario y la enfermería que ahora tiene, un trato humano, educación religiosa y la moderación en el trabajo". Si lo miramos bien, dan a entender los oidores con una nitidez meridional que el mayor obstáculo para una posible evolución está en la potestad dominica que intentaron proteger con tanto ahínco los propietarios frente al control de las autoridades administrativas. Se adivina adonde va a parar tal razonamiento, aparentemente muy lógico, de parte de funcionarios reales, acostumbrados a manejar textos administrativos. Convendría pues volver al punto de partida, es decir a la Real Cédula del 31 de mayo de 1789 que no se aplicó en su tiempo por razones coyunturales. Aparentemente los oidores cuentan con la gravedad de la situación para que se dejen convencer los dueños de que todos sacarían provecho de una legislación parecida que, además, permitiría atajar los tejemanejes de los abolicionistas: Con un reglamento así, el número de nacidos será mayor que el de muertos. En vez de reducirse se ensancharán el cultivo y elaboración de nuestros productos, crecerá el comercio, se aumentará la riqueza y no nos echarán en cara los extranjeros una institución que no estará reñida en este caso con la humanidad y el progreso.

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Evidentemente, esto no podría verificarse sin „una saludable intervención del gobierno". Ahora bien siempre fue lo que rechazaron los representantes de la oligarquía, muy apegada al respeto de lo que consideraban como su intimidad frente a la intromisión del poder central. ¿Corresponde esta intervención de la Real Audiencia, que no carece de cierta ingenuidad, por lo menos en lo que toca a la reacción del movimiento abolicionista, a un intento de la metrópoli de poner un poco de orden en una situación cuyo laxismo es hondamente perjudicial a todos? El parecer de la Real Audiencia, por razones obvias, estaba condenado a no pasar de letra muerta. Traducía sin embargo la honda preocupación de la administración. Por supuesto la Junta de Fomento no se olvidaba de la fuerte mortandad entre los esclavos que amenazaba la prosperidad de la isla. El 27 de febrero de 1862, el secretario de la Junta remitió al Gobierno Superior un expediente sobre „las disposiciones dictadas acerca de los medios de disminuir la mortandad de la raza de color" 470 . Pero antes de acabar con este tema, evocaremos una proposición algo estrafalaria de un arbitrista español, muy significativa del estado de ánimo que reinaba en esa época. El 27 de junio de 1866, Sebastián Puig solicita del Capitán General una entrevista con el fin de proponerle un plan para ¡triplicar la esclavitud de la isla en el transcurso de veinte años! Especialista de los ingenios en que pasó veinticuatro años de su vida, afirma que sólo la „raza africana" puede efectuar los trabajos que exige el cultivo de la caña de azúcar. Pretende, merced a sus proposiciones, „salvar y conservar la isla". No vacila en afirmar que es para ella „cuestión de vida o muerte". La situación le parece favorable, con el final de la Guerra de Secesión que empobreció a Estados Unidos. Después de resistir a las presiones, no le queda más a la isla que sacar las ventajas del fiasco norteamericano, con el desarrollo numérico de la mano de obra servil, sin acudir al contrabando. A trueque de su reglamento solicita tan sólo que cada hacendado le vierta por tres años una ... „módica pensión de mil pesos mensuales". El hecho de que los arbitristas se apoderen del acuciante problema de la mano de obra necesaria a la producción azucarera pone de manifiesto el desconcierto de la administración y la imposibilidad en que se encuentra la oligarquía de darse los medios adecuados para solucionarlo. Por muy ilustrados que se pretendan los hacendados cubanos, no les queda más que ceder el sitio a... proyectos utópicos.

470 A.N.C., G.S.C., leg. 954, n° 33 692. Conocemos su existencia por una pregunta del consejero ponente de la sección de gobierno a la secretaría de la Capitanía general.

TERCERA PARTE DOCUMENTOS47' l-Preparación del Reglamento de 1842 1-1-Proposiciones de Antonio García Oña Carta de presentación Gobierno de Matanzas Tengo el honor de elevar a manos de V. E. el adjunto proyecto de Reglamento de policía rural que he formado para que, si merece la superior aprobación de V. E., se observe en todos los partidos de la jurisdicción civil y militar de este gobierno. Dicho reglamento es el mismo de 22 de octubre de 1825 que se aprobó provisionalmente por esa Capitanía General en I o del propio mes y año, con sólo algunas modificaciones acomodadas al presente estado de las fincas y el cual lo he consultado y discutido con hacendados de conocida ilustración y buen juicio en varias reuniones a que los invité, asistiendo el señor asesor de gobierno, para que fuera parte de las diferentes medidas que propuse a esa superioridad, dirigidas al sostenimiento de la tranquilidad de los campos en 13 de enero de 1838, hallándome de gobernador interino de esta ciudad, de las que se dio cuenta al supremo Gobierno para su resolución, según oficio del Excmo Sr antecesor de V. E. teniente general D. Miguel Tacón y de once de febrero de dicho año, y aun no se han obtenido las resultas. En este concepto y estando cada vez más persuadido de la necesidad de reformar el régimen y gobierno de las fincas de campo para afianzar mejor su seguridad, principalmente en las actuales críticas circunstancias de esta isla, no estaría tranquilo si no llamase la superior atención de V. E. sobre un asunto de tanta trascendencia para el país, y de que se prometen las mejores ventajas este gobierno y los hacendados, sometiéndolo a su superior autoridad y acreditada sensatez, para que se digne determinar su aprobación y que se observe tanto en los partidos de esta jurisdicción civil como en los de la militar, o lo que fuere de su mayor agrado. Dios guarde a V. E. muchos años. Matanzas 17 de julio de 1841 471

Se ha modernizado la puntuación y, en muy pocos casos, la ortografía.

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Proyecto Matanzas, I o de julio de 1841 Don Antonio García Oña, caballero de la Real y militar orden de san Hermenegildo, condecorado en la guerra de la independencia con las cruces de distinción de Alora y Consuegra, Aranjuez, Almonacid, Retirada de la isla de León y tercer ejército, y con las de lea y campaña del Sur, en el Perú, declarado Benemérito de la patria en grado heroico y eminente, brigadier de infantería, gobernador militar y político por S. M. de esta ciudad y su jurisdicción, subdelegado de real hacienda en ella. Conviniendo reformar el régimen y gobierno interior de las fincas rurales para afianzar mejor la seguridad de los campos, después de haber reunido en juntas y oído a varios hacendados de juicio y experiencia, teniendo a la vista igualmente el reglamento de 22 de octubre de 1825 expedido por el Sr coronel D. Cecilio Ayllón y diferentes disposiciones generales de la superioridad, he venido en prescribir para las de esta jurisdicción política y militar las medidas siguientes : Parte primera-Medidas de seguridad Art 1°-Se establecerá una absoluta incomunicación entre las dotaciones de las fincas, excepto en los casos muy urgentes y necesarios y por el tiempo indispensable. 2°-No se encargará el gobierno de las fincas sea cual fuere la clase de ellas a personas de color por suficientes que se consideren. 3°-No se admitirá en dichas fincas a persona alguna en clase de administrador, mayoral ni de otro destino sin informe de su buena conducta dado por los dueños de las fincas donde haya servido o del juez pedáneo del partido en que estuvieran aquéllos ubicados o de que hubiera sido últimamente vecino, cuyo informe deberá ser con testigos de abono. 4°-Por ningún motivo se admitirán en las fincas para operación alguna operarios ni asalariados de color sean libres o esclavos que procedan de puntos extranjeros ni tampoco a los del país que no presenten licencia del gobierno y los que existan sin este requisito que no podrá omitirse se despedirán desde luego. 5 ° - S e prohibe entrar en las fincas a los hombres de color que no lleven objeto determinado y licencia del gobierno, extendiéndose la misma prohibición a los blancos que no sean españoles naturales o naturalizados y operarios o trabajadores conocidos y no se permitirá a los unos ni a los otros bajo ningún motivo introducirse en las habitaciones de los esclavos y lugares donde estubieren ni tener con ellos de ningún modo la menor comunicación, debiéndose retirar los que entren con aquellos requisitos tan luego como sean despachados, con la advertencia de que esta disposición no comprende a los que vayan de tránsito sin detenerse en las fincas. 6 ° - S e prohibe del mismo modo entrar en las fincas a los vendedores de cualquier género o efectos sin licencia del amo, administrador, mayoral o encargado, y

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cuando la obtengan se dirigirán a la habitación de alguno de éstos y en su presencia harán las ventas, retirándose después inmediatamente. 7°-No se permitirá pernoctar en las fincas a individuo alguno, a menos que sea persona enferma o muy conocida o que lleve parentesco o amistad con los dueños de ellas y goce de buena reputación. 8°-En cada finca cuya dotación exceda de veinte y cinco esclavos de más de diez años de edad, habrá una campana colgada a una altura de seis varas a lo menos, debiendo tener la soga de dos o tres brasas de cadena. 9°-Prohíbese a los mayorales, operarios y asalariados que admitan visitas después de las oraciones que se reúnan en tertulias en la propia finca pasada la hora de las diez de la noche y que jamás tengan diversiones ruidosas, debiendo precisamente obtener para las demás licencia del amo o del administrador. 10°-A las diez de la noche en verano y a las nueve en invierno cuando más tarde, se tocará a silencio en todas las fincas, recogiéndose sus dotaciones, a excepción de los ingenios en tiempo de molienda. 11°-Durante la noche y con variedad de horas se harán una o más rondas en las fincas por los empleados para precaver o remediar toda clase de desórdenes. 12°-En cada semana y en distintos días se visitarán los bohíos o dormitorios de los esclavos con el fin de que se conserven aseados, practicándose la operación por el mayoral a presencia del dueño del bohío y de dos testigos, aunque sean de los propios siervos para evitar de este modo quejas de que se le extraen sus particulares intereses con el perjuicio del buen nombre del que los gobierna, y conseguir también el doble objeto de ver si se introducen licores u otros efectos vedados. 13°-Las armas de cualquier clase perteneciendo a los administradores, mayorales, coadjutores y operarios se conservarán guardadas en lugares seguros. 14°-De la fecha de la publicación de este reglamento en dos años se construirá en cada finca cuya dotación exceda de veinte y cinco esclavos un muro de manipostería o estacada de madera dura que sirva de cerca a los bohíos con su puerta o llave, y, vencido ese plazo, el dueño de la finca que no haya cumplido con esta prevención quedará sujeto a una multa de ciento a trescientos pesos y a ser compelido por todos los medios legales a la construcción de dicha cerca. 15°-Cuando vayan los esclavos a mandados será precisamente con licencia por escrito del dueño o encargado de la finca con que se exprese el objeto de la salida que por ningún motivo será para la venta pública ni de plaza. 16°-En las épocas y días en que se dediquen los esclavos al trabajo de sus conucos serán asistidos precisamente por el mayoral u otro de los asalariados blancos, el que bajo de su responsabilidad tendrá todo el cuidado posible para que ninguno de ellos se ausente ni se comunique con los extraños. 17°-Los tangos o bailes sólo se permitirán los sábados y en los dos primeros días de pascua de navidad, con la indispensable asistencia del mayoral o de su segundo, no pudiendo jamás pasar de la hora en que empiece a oscurecer ni mezclarse en la diversión ninguno que no pertenezca a la dotación de la finca.

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18°-Los padrinos de los bautismos y matrimonios serán precisamente los más antiguos y juiciosos de la finca y nunca los de fuera. 19°-No se permitirá a los esclavos caballos ni yeguas y sí sólo aves, cerdos y conucos, siendo muy conveniente que los amos los estimulen en el fomento de estas clases de propiedad cuya conservación será una prenda que asegurará su buen comportamiento. 20°-En los casos de incendio solamente se tocará a fuego en la finca que lo sufra, y de cada una de las inmediatas saldrá un hombre blanco a cerciorarse de la ocurrencia, quedando preparado y dispuesto un número proporcionado de varones que marcharán a prestar auxilio tan pronto como regrese el mensajero o propio con la noticia de ser cierto el incendio y no estar complicado con ningún movimiento sedicioso, conduciéndoles uno de los operarios. 21 "-Luego que se haya reunido gente suficiente para apagar el incendio o haya comenzado a disminuirse, cesará de tocar la campana. 22°-Los esclavos que fueren a apagar el fuego irán y volverán a sus casas en orden y sin alborotar y no se les darán bebidas que pueden embriagarlos ni al retirarse se permitirá reunión de los de una dotación con los de otra, bajo la más estrecha responsabilidad de los conductores. 23°-Se prohibe la salida de los esclavos de las fincas a pretexto de cazar o pescar para sí en los días festivos, pudiendo salir únicamente cuando el dueño lo consiente para comprar cerdos, ropa, picadura y otras frioleras a cuyo efecto alternarán los domingos un número de ocho cuando más, siendo de buena conducta y siempre acompañados de un operario blanco que cuide de la incomunicación y de otros de los que no les son permitidos, y que lo mismo se observe cuando fueren a la parroquia a verificar algún matrimonio o bautismo. 24°-Los mayorales o encargados de las fincas por ningún motivo o causa saldrán de ellas un día festivo, pudiendo verificarlo en los de trabajo a alguna distancia y precisa, bajo la indispensable condición de quedar otro hombre blanco al cuidado de la finca. 25°-No habrá casas públicas fuera de las poblaciones a menos que estén dos leguas de distancia a todos vientos una de otra y que su capital no baje de quinientos pesos en efectos, suprimiéndose las que carezcan de estos indispensables requisitos. 26°-Es absolutamente prohibida dentro y fuera de las fincas la venta de toda bebida fuerte o espirituosa a los esclavos, aunque sea en pequeña cantidad, a menos que lleven papel del administrador o mayoral en que la piden. Parte segunda relativa a los amos. Para conciliar el cumplimiento de los anteriores artículos con el buen trato y humanidad que sean necesarios al mejor gobierno y conservación de una finca, deberán los amos atender y cuidar con todo esmero a que se observen en ella las prevenciones siguientes.

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13-Que los esclavos sean atendidos con cuanto exige la humanidad y las leyes en sus enfermedades y dolencias, debiendo haber en toda finca cuya dotación llegue a veinte y cinco negros una habitación o cuarto destinado para enfermería con persona especialmente encargada del cuidado y asistencia de los enfermos. 2 a - Q u e no les falte alimento sano y abundante que sostenga su salud y sus fuerzas, ni tampoco el vestido necesario. S^-Que en toda clase de fincas se dé a los esclavos el tiempo necesario para descansar y dormir. 4 a - Q u e se alivie el trabajo de las esclavas embarazadas tres meses antes y seis después de haber parido dejándoles tiempo cada día para lactar y asear a sus hijos. Sa-Que los administradores o mayorales los instruyan en los misterios de la religión, enseñándoles a rezar y la doctrina cristiana en todos los domingos del año. 6 a - Q u e los esclavos sean corregidos por los administradores o mayorales a proporción de sus faltas, que cuando éstas sean de consideración a más de la corrección provisional y pronta que se les imponga para que sirva de ejemplo, den parte de ellas al dueño para su conocimiento y que cuando cometan delito cuyo castigo por las leyes está reservado a los tribunales, se entreguen a la justicia ordinaria. 7 a - Q u e no se permita a los mayorales ni contramayorales el uso de manatí ni de látigo con extremo o pajuela de cuero ni que vengan sin bozal perros de presa sueltos durante el día y horas de trabajo, pudiendo tenerlos por la noche después de recogida la gente o en caso que la necesidad lo requiera. 8 a - Q u e se procure con empeño fomentar el matrimonio entre los esclavos, siendo obligación estrechísima de los amos y encargados de las fincas impedir por todos los medios el amancebamiento o concubinato de los esclavos, con cuyo objeto deberán tomar todas las medidas y providencias convenientes. 9 a - T o d o dueño de finca cuyos esclavos lleguen a veinte y cinco deberá tener en poder del administrador o mayoral un ejemplar de este reglamento, a fin de que ninguno pueda alegar ignorancia de las disposiciones que contiene. Parte penal La infracción de cualquiera de los artículos de este reglamento será castigada con penas pecuniarias, no pudiendo exceder de doscientos pesos por la primera vez y de cuatrocientos por la segunda, ni bajar de veinte y cinco o cuarenta respectivamente, graduándose la que corresponda con presencia de las circunstancias particulares que concurran al prudente arbitrio del juez a cuya jurisdicción pertenezca el culpado, cuyas sumas se aplicarán en esta forma: una tercera parte a las penas de cámara, otra a obras públicas y la otra al que denunciare la infracción y en caso de ser por tercera vez se procederá judicialmente contra el infractor, decretándose, si lo exigiere la gravedad de la falta, su prisión e imponiéndosele conforme a las leyes generales del reino y particulares de estos dominios, las correcciones y penas a que se haga acreedor por su contumacia y criminal menosprecio de la autoridad. Todos los jue-

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ees, capitanes y tenientes de partido vigilarán sobre el puntual y exacto cumplimiento de cuanto dispone este reglamento, pero los últimos se limitarán a dar parte a la autoridad correspondiente para la imposición y ejecución de las multas que sea necesario imponer. El presente reglamento queda desde luego establecido en las jurisdicciones civil y militar de esta ciudad para lo cual el Exmo Señor Gobernador y Capitán General de la isla se ha servido impartir el correspondiente auxilio y aprobación a este gobierno con fecha de [en blanco]. Con consecuencia llévese a debido efecto su observancia y las penas en que incurran los contraventores según en él se expresan. Y para inteligencia de todos los propietarios, administradores, mayorales y demás a quienes toca cumplirlo, publíquese por bando, imprímase y circúlese a los capitanes de partido de ambas jurisdicciones para su conocimiento y que lo hagan guardar en la parte que les toca. Matanzas. Antonio García Oña Secretaría del Gobierno Superior Civil de la Isla de Cuba. Expediente sobre los informes pedidos acerca de un reglamento higiénico para la esclavitud de la Isla. [Archivo Nacional de Cuba-Gobierno Superior Civil, legajo 940, n°33158]

1 - 2 - "Encuesta sobre la reforma del sistema higiénico, moral y alimentar de los siervos". Carta del Capitán General. Habana, 23 de febrero de 1842 Para formar con el acierto que deseo un sistema de higiene compatible con la conservación y aumento de los esclavos destinados al servicio de las fincas rurales y en que se consulte la salud de los siervos y su reproducción, con el justo trabajo que es debido a su señor, necesito de las luces y práctica de V. para que me informe sobre los particulares que a continuación expreso, esperando que con el noble desinterés que le caracteriza, con los humanos sentimientos de un honrado patricio y en justa retribución de la confianza que me merece, desempeñará este encargo manifestándome clara y terminantemente su sentir. 1 °-Si conviene a la salud y nutricia de los esclavos el sistema de darles la ración cruda como se acostumbra, o es preferible darles de rancho cocinado y compuesto a horas determinadas.

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2°-En cualquiera de los dos casos qué clase y cantidad de viandas y carne debe administrársele, y para qué épocas del año es conveniente suspender el uso del maíz seco que produce por lo común disentería. 3°-Qué clase de vestido debe proveerse a los esclavos, cuántas mudas al año, cuál para la cama y abrigo, y para qué tiempo se les ha de administrar. 4°-Qué horas deben tener de trabajo, señalando fijamente la de levantarse y acostarse, así como la de descanso y comida, teniendo presente las estaciones y las diversas faenas que en distintas épocas se ofrecen, ya sea para la siembra o para la recolección. 5°-Cúal es el sistema de enfermería más adecuado y en este punto como tan recomendable para humanidad y para interés ; señalar las dimensiones del local destinado al objeto, su repartimiento interior, número de asistentes, establecimiento de botica, servicio de médico y enfermero ; la clase de camas y alimento, con todo lo que sea conducente para alivio de los dolientes, comprendiendo en este informe si conviene situar aisladamente el edificio ; cúales serán las medidas de seguridad para que no tengan comunicación exterior, tanto para evitar el contagio de las enfermedades cutáneas, cuanto para que de este modo desaparezca el deseo de estacionarse sin justo motivo en la enfermería. 6°-Cuál será el sistema más conveniente para regularizar las costumbres y moralidad de los negros casados ; si el hacerlos vivir por familias en bohíos separados, hace algún perjuicio a los intereses del dueño ; y a qué edad es conveniente poner los hijos bajo la dirección de los padres. 7°-Qué orden conviene seguir con respecto a las negras cuando están en cinta ; qué clase de trabajo y cuántas horas dedicadas a él ; lo mismo cuando lleguen al parto, cuál el sistema para después de la cuarentena, así como el alimento y cuidado de ellas y sus crías, la parte que las madres han de tomar en la lactancia de sus hijos a horas propias y con períodos regulares. Cuál será la planta más propia para una casa de criollos donde sean cuidados con esmero por personas de regular discernimiento, a fin de evitar las desgracias consiguientes a la inocencia. 8°-Deseo una explicación terminante al sistema generalmente seguido de proporcionar a los esclavos un pedazo de terreno llamado conuco para que siembren y aprovechen en su particular el producto ; lo mismo con respecto a la cria de cerdos u otros animales que se le permitan. Pues como todo ser viviente es sensible a los beneficios, y es innato al hombre el deseo de tener propiedad, este sistema debe contribuir a la mejor moralidad de los esclavos, a que aprecien el punto donde residen y a que miren con interés la hacienda de su señor, puesto que cede algo para la utilidad directa de ellos. Tomando por tipo un ingenio de fabricar azúcar y un cafetal podrá V. hacer por nota algunas aclaraciones para las otras clases de fincas más usuales en esta Isla, recomendando a V. se sirva evacuar el informe lo más pronto que le sea posible.

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Propietarios consultados -El marqués de Arcos - D n . Rafael O'Farril -El conde de Fernandina - S r D n Domingo Aldama - S r D n Joaquín Muñoz Izaguirre - S r D n Jacinto González Larrinaga -Excmo S r D n Joaquín Gómez ~~Sr D n Wenceslao de Villa Urrutia - S r D n Sebastián de Lasa ~S r D n Patricio de la Guardia ~S r D n Ignacio Herrera - D n José Manuel Carrillo -El mayordomo o encargado de los ingenios de Figueras -Excmo S r D n Juan Montalvo 1-3-Respuestas de los propietarios 1-3-1-Jacinto González Larrinaga (14 de Abril de 1842) Excmo S r A su debido tiempo tuve el honor de recibir el muy atento oficio de V. E. de 23 de febrero último, al cual ma ha sido imposible poder contestar antes como deseaba por hallarme bastante enfermo, con toda mi familia en los baños de S. Diego. Ahora que estoy ya en esta villa de S. Antonio de los Baños más restablecido y en donde tengo el honor de ofrecerme a V. E., paso a manifestarle lo que creo corresponde a los particulares en el contenido con la ingenuidad que me es característica y según lo que he practicado en las fincas de mi propiedad desde que las poseo. Primera cuestión. Considero muy conveniente y es la práctica más común en toda finca ingenio, dar a su dotación la ración del medio día cocida, y la de la noche cruda, siendo en los domingos ambas crudas. Deben ser tres los ranchos que se cocinen diariamente: el uno esmerado para los enfermos que comen ración, además de los que están a puchero o atol; el otro para los criollos chiquitos y negras paridas ; y el otro mayor para la dotación sana y de trabajo. No convendría, y sería perjudicial, dar cruda la ración del medio día, porque tendrán que ocupar la mejor parte del tiempo del descanso en cocerla, y la cocerán mal, pues este tiempo lo ocupan en el cuidado de sus animales, y en su propio descanso. Conviene que los domingos sean crudas las raciones y condimenten a su gusto con el cocimiento de varios productos de sus conucos ; y guardan siempre alguna parte de la cena para almorzar al siguiente día.

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Pero a los enfermos, criollitos y negras paridas siempre se les da y debe dárseles cocidas. Segunda. Seis onzas de buen tasajo, y algunos más, y media docena de plátanos o su equivalente de yuca, malanga, boniato, y más viandas, o harina de maíz bien molida sin película y condimentada con sal y manteca o carne de puerco, constituyen la ración para la comida, suspendiéndose la harina de maíz, que es alimento sano y fuerte, cuando hay abundancia de viandas. La cena de viandas se da cruda. El domingo con la ración cruda se da la sal correspondiente y conviene dar alguno que otro domingo y sólo por diferenciar la ración el tabaco en cantidad de ocho onzas. En tiempo de moliendas se les da guarapo, y luego que ésta cesa conviene darles por la mañana antes de empezar los trabajos algún cocimiento agradable, como el de citronera endulzada con cucurucho, y un poso de aguardiente, lo mismo que un poco de este espíritu cuando se mojan. Tercera. Los diciembre y junio, épocas de frío y de las aguas, se les da una muda de buena coleta con su pañuelo ordinario y gorro, dándoles también frazada un año y al otro camisa de pañete o bayetón. A los de distinción y oficio es de mejor clase la ropa con sombrero de paja, zapatos de venado y chaqueta de pañete o bayetón. Cuarta. Deben levantarse unas horas antes del día, tomando en seguida el cocimiento preparado y aclarado el día se destinan a sus trabajos en el campo y batey. A las ocho de la mañana se toca la campana, quedan suspendidos los trabajos, se almuerza, y media hora después se vuelve a tocar para continuarlos hasta las once, en que otro toque los hace venir a las casas, en donde se ocupan en lo que se necesita. Si es tiempo de molienda en meter azúcar en la casa de purga y bagazo en las fomallas y concluidas estas atenciones, reciben su ración en platos de barro de la misma finca, retirándose a sus bohíos. A las dos de la tarde se toca y salen a los trabajos hasta después de puesto el sol, que se retiran a las casas. Así es que al oscurecer se toca, se ponen todos en hilera dentro de la casa de ingenio, rezan la oración, credo y bendito, repasan los mandamientos y reciben la cena cruda de viandas, retirándose a sus bohíos. A las nueve se toca a silencio, y se recogen a dormir. En tiempo de molienda se reparte a la oración a una cuadrilla el cuarto que dura hasta las doce, que es relevada por otra. Y muchos acostumbran tener una tercera cuadrilla que desorme toda la noche para entrar en la siguiente, no haciendo de este modo ninguna cuadrilla más que cuatro cuartos en los seis días de la semana. De estos trabajos quedan excluidos las que están paridas y en cinta, los enfermos y criollitos. Los domingos se levantan igualmente al Ave María, asean el ingenio y casa de calderas, hacen otras faenas pequeñas hasta las ocho, que se reza el rosario, y se reparten en tiempo de azúcar. A las cinco de la tarde se toca y se presenta cada uno aseado y lavado con su ropa limpia y remendada, para lo cual se les facilitan hilo y agujas, y se principia a moler y meter bagazo, etc. Si es tiempo muerto la guardia del domingo queda reducida y todos van a a trabajar a sus conucos, cuidar sus animales, asear sus personas, cocinar y cuidar a sus hijos, etc.

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Quinta. Las enfermerías deben tener treinta y cuatro varas de largo y veinte de ancho, aunque muchas son de más dimensión. Se dividen en departamentos para varones y hembras, cada uno de éstos en cuatro apartados de sala, salón y dos cuartos, y son bastantes para una crecida dotación, que tratada como llevo aplicado no puede tener muchos enfermos. Las camas son cerradas con el entarimado alto y de armarse y desarmarse, con sus jergones, sábanas de cañamazo y frazadas. El médico, que comúnmente visita un día sí y otro no, y cuando es necesario diariamente, dispone de botiquín que siempre está bien provisto de todo cuanto pide y considera necesario. El mayordomo inspecciona diariamente con escrupulosidad y tiene cuidado del manejo de tres o cuatro enfermeras bastante instruidas y racionales que hay en cada finca. La cocina y letrina se hallan próximas a la enfermería y separadas de ésta. Los enfermos graves y de fiebre son alimentados según lo ordena el facultativo, consistiendo éstos en caldo de gallina, o de carne fresca, o puerco fresco, trigo y arroz. La enfermería debe estar situada dentro de las fábricas del batey e incomunicada cuando convenga. Sexta. Lo conveniente y puesto en razón que vivan los negros con sus familias en sus bohíos, mejor que en barracones cerrados. A los siete años de edad pueden los hijos pasar a las casas o bohíos de sus padres. Séptima. Después de salir el sol, salen las negras que están embarazadas, y se las ocupa en faenas ligeras. Suspenden éstas una hora antes que los demás, y salen por la tarde mucho después, y se retiran antes de ponerse el sol. No hacen cuarto ni otros trabajos de consideración hasta después de la lactancia. Durante el parto se les suministra puchero de gallina, y después [ilegible], todo sustancioso, bien condimentado y abundante al medio día, y por la noche su correspondiente cena. Los avíos de canastilla son bastante finos. A las criaturas se les dan migas de harina de arroz o de trigo con leche de vaca bien condimentadas, el pecho de la madre u otra criandera, si ésta se imposibilita o enferma. Debe ser la casa de criollos de suficiente capacidad, bien seca y abrigada, debiendo estar dotada de una o unas curanderas que cuiden de los de lactancia y de los de más edad, preparando los alimentos de las madres y de los hijos menos de siete años. En la misma casa pueden vivir las negras solteras con preferencia a los bohíos, que puede tener iguales dimensiones que las enfermerías. Sus camas de entarimado bajo y de firme, y cama de armarse y desarmarse para los grandes y solteros, para el respectivo aseo. Octava. A cada familia se le da generalmente en los ingenios la porción de tierra que puede cultivar y por vía de usufructo, y esto es lo que constituye el nombre de conuco. Siembran en él maíz del cual recogen dos cosechas que venden a su voluntad, consistiendo éstas hasta en cinco fanegas cada una, y más si el año es fértil. También cogen arroz que venden en cáscara por arrobas. El tabaco, quimbombó, calabaza y otras viandas, las destinan para su uso y el de los animales que crían, permitiéndoseles cerdos, un chiquero cerrado, y gallinas, de lo cual usan y venden también. El manejo de las dotaciones de los cafetales es igual al de los ingenios en alimentos, vestidos, habitaciones, y enfermerías. Pero no lo es en los trabajos, pues que

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éstos son más suaves, y la dotación disfruta de toda la noche para descansar y dormir. Lo que contribuye mucho a la mejor procreación, robustez y salud. En mis fincas se practica y tengo establecido con muy poca diferencia cuanto llevo manifestado a V. E. y no puedo menos de expresarle con el desinterés que me caracteriza, que en mi concepto cualquiera mejoría que se intentase hacer en esta constante práctica seguida más de un siglo hace, con tan lisonjeros resultados, que no sea la del exacto cumplimiento de ella misma, es y será perjudicialísima a los propietarios de fincas de todas clases, a los mismos a quienes se pretende aliviar y por consecuencia al Real Erario, puesto que resultaría necesariamente la desobediencia y la desmoralización, con las cuales se [ilegible] el fin que se propone, quedando al mismo tiempo ilusoria la potestad dominica respetada por las leyes civiles. En cuanto llevo expresado Excmo S r creo dejar contestado el oficio de V. E., y yo, aunque pesaroso de la tardanza por mis males, satisfecho y contento de haberlo podido realizar hoy. Dios guarde a V. E. muchos años. Villa de S. Antonio de los Baños, 14 de Abril 1842. 1-3-2-E1 marqués de Arcos (Habana, 19 de mayo de 1842) Excmo Señor Un viaje en el campo en que he tenido que recorrer casi todas mis fincas no ha permitido que llegara a mis manos oportunamente el oficio de V. E. de 23 de febrero porque la incertidumbre de mi paradero hizo temer a mis dependientes que sufriese dicho oficio algún extremo en su remisión. Y aunque me es sumamente sensible que mi contestación haya tenido tan larga demora, espero que V. E. tendrá la bondad de dispensar una falta que no ha estado en mi mano evitar. Contrayéndome ahora a las preguntas que V. E. se sirve hacerme en el expresado oficio y de cuya solución parece que se propone deducir las reglas bajo que piensa establecer un sistema de higiene que contribuya a la salud y reproducción de nuestros esclavos naturales, de un modo conciliable con el trabajo que deben a sus respectivos señores, me bastaría para contestarlas decir sencillamente a V. E. lo que sobre esto se practica en mis fincas, porque naturalmente es lo que me parece mejor. Mas comoquiera que esta cuestión es delicada y que mi informe acaso sería incompleto si, limitándome a satisfacer aisladamente las preguntas de V. E., no le manifestara con reflexiones muy sólidas la dificultad de poner en ejecución el pensamiento a que se dirigen, como asimismo las inmediatas y remotas consecuencias que pudiera tener su realización, extenderé mi parecer más allá de los límites que V. E. me demarca, porque a nada menos me impele el recelo de contribuir con mi silencio al grave daño que veo envuelto en tan bien intencionada medida, la franqueza de mi carácter, mis

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deberes de buen patricio, y la misma confianza con que V. E. ha querido distinguirme sin que me arredre para hacerlo así un falaz respeto, que no sería ciertamente el homenaje más debido a una autoridad que sólo busca el acierto en su laudable solicitud. 1 a y 2da_ En mis fincas se da la ración cocida, pero en otras se acostumbra suministrarla cruda, porque a los negros les acomoda guisarla a su manera. Debo indicar a V. E. que no sería prudente alterar la práctica en ninguna porque algunas veces ha sido peligroso intentarlo. Difícilmente reciben los negros ninguna novedad, por más que les convenga, sin una repugnancia que deje de causar descontento. Se dan a cada negro ocho onzas de carne y las viandas a saciedad, con la advertencia de que cuando los amos no tienen el terreno necesario para hacerlo así, las compran. El maíz se les da algunas veces a los negros y no es seguramente un grano tan saludable el que produce las disenterías (esta es una vulgaridad) sino las humedades, su mala preparación, y otras causas que son comunes a cualesquiera de los alimentos. 3 a - S e provee de dos mudas de ropa al año, y una de abrigo. 4 a - L a s horas de trabajo en mi casa son desde el amanecer hasta ponerse el sol, y las de comidas y descanso tres. A prima noche, en las de luna, se hace algún pequeño trabajo extraordinario cuando es preciso. Sa-Mis enfermerías están asistidas con enfermeros y enfermeras a veces blancos, y a veces de color. Y a los negros enfermos, así en punto a medicinas como a alimentos, ropa de cama y demás auxilios, sin exceptuar los de mera comodidad o alivio, se les provee de todo lo que el facultativo dispone o aconseja. Por lo demás, los edificios destinados a dichas enfermerías son, con excepción de un ingenio nuevo que tengo, de manpostería y teja, amplios y ventilados. óa-El medio que sería más conveniente a mi ver para regularizar las costumbres de los negros, sería el de inspirarles alguna idea de sana moral, teniendo al efecto en las fincas capellanes que les dieran aquella parte de la instrucción cristiana que estuviese a su alcance y que les hicieran cumplir los preceptos de la religión, único freno sin el cual el negro, lo mismo que los blancos, están expuestos a incurrir en todas las miserias de que es susceptible la humana naturaleza, con la diferencia de que en las varias graduaciones de la sociedad, la moral del individuo, aunque es verdad que si no descansa en el principio religioso es aparente y bastarda, a lo menos se sostiene por el respeto de la opinión pública que necesita cada uno para medrar en su respectiva posición. Al paso que en los esclavos, como es imposible hacerles comprender lo que es esa moral de aparato o de especulación, que de poco les sirviera en su condición abyecta, para que se corrijan de sus vicios y defectos, es indispensable o inculcarles los principios religiosos y con ellos la teoría de las penas o recompensas futuras, o morigerarlos a fuerza de castigo. Lo peor es que el tener capellanes trae tantos inconvenientes que yo mismo he despedido al que siempre he tenido en mi ingenio, bien que he esforzado mis prevenciones para que se desempeñen con respecto a instrucción religiosa y regularidad de costumbres por el administrador y mayordomo las funciones propias de dichos ministros. Sin embargo, siempre tengo a la vista un he-

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cho tan sensible como cierto y que aunque no llegue a plantearse el método de higiene, conviene que V. E. lo sepa. Los negros, hablando en general, viven en la más crasa ignorancia de todo principio religioso, de toda noción moral y, como los extremos se tocan, son por decirlo así tan materialistas en su humilde estupidez como el ateo en su ciencia orgullosa. ¿ Y que puede esperar la tranquilidad pública de una población de esclavos tan numerosa que no tiene más freno que el temor y el castigo? El gobierno inglés se hacía remitir por trimestres un estado del número de negros que comulgaban en sus Colonias, y creyó necesario en el año de 1823 pedir a las cámaras un fondo para dotar capellanes en todas las fincas de sus colonias. ¿Pudiéramos nosotros pensar en semejante auxilio a la vista de las necesidades de la Patria? 7a-Para explicar a V. E. el sistema que se sigue en mis haciendas con respecto a las negras en cinta, la clase de trabajo a que se dedican en este período, las horas que en aquél emplean, el orden que sigue para la asistencia de las negras que están de parto, las reglas a que se sujetan después de la cuarentena, el alimento que se les da a ellas y a sus crías, la parte que toman las madres en la lactancia de sus hijos, en qué horas y períodos, etc., sería necesario entrar en unos pormenores que aun cuando no fueran modestos, serían inútiles, porque imposible fuera uniformar unas prácticas minuciosas que varían según las circunstancias. Por lo que me limitaré a decir a V. E. que sobre todos estos particulares lo mismo que sobre la habitación y el cuidado que se tiene con los criollos, se hace en mis fincas lo que me parece más conveniente a la humanidad que se halla felizmente combinada con mi propio interés. 8 a - C o n respecto a los llamados conucos, crías de cerdos y de aves, debo decir a V. E. que son concesiones que yo dispenso a mis esclavos, pero que estimo como actos de pura liberalidad y en manera alguna obligatorios. Si llegaran a serlo no acierto a calcular hasta qué punto se desmandarían los esclavos para hacer efectivo su cumplimiento ni hasta dónde llegarían las consecuencias de la creación de este derecho. Satisfechas las preguntas de V. E. del modo que me ha sido posible, pasaré a manifestarle los graves inconvenientes que a mi parecer tendría la planificación del método de higiene. Si en todos tiempos ha sido difícil deslindar los límites de la potestad dominica y peligroso ponerla en discusión, en el día sería indudablemente perniciosa en sus efectos cualquiera providencia que pudiera enervarla. Una población negra superior en número a la de blancos, porque se han desatendido los medios de equilibrarla, está amenazando la suerte de esta isla. Sujeta esa raza a una condición dura y violenta, estallará la explosión que debemos temer el día que tenga conciencia de su propia fuerza. Nada puede contribuir mejor a descubrirles esta triste verdad que el ver debilitada de cualquier manera que sea la fuerza moral de sus señores o menoscabada su autoridad. Las vivas esperanzas que han conseguido de obtener su libertad todos los esclavos capaces de algún discernimiento por causas que desgraciadamente han tenido demasiada publicidad, la protección que saben les dispensa el gobierno inglés, las

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instigaciones con que su mismo cónsul ha llegado a tentar la fidelidad de algunos, las emancipaciones que se están realizando, la cesación efectiva de la trata, todas estas circunstancias los tienen en un estado de excitación tan peligroso que debe llamar la atención del gobierno, antes para ponerle antídotos que para adoptar providencias que en sus resultados pudieran estimularlo más. A mi parecer cualquiera que V. E. dictara para exigirles de una manera explícita a los amos el cumplimiento de aquellas reglas de buen gobierno, minuciosas, variables, que todos mal que bien tienen ya establecidas en su finca, sería fatal, porque un reglamento que las detallara, que sujetara su observancia a la vigilancia de agentes subalternos, que impusiera faenas, que para averiguar las infracciones estableciera visitas domiciliarias y pesquisas, abriendo la puerta a la delación, a la calumnia y a los enredos a que tanto se presta el espíritu que domina en nuestro foro, ese reglamento sin hacer el bien que V. E. se propone, sin saberlo V. E. y sin quererlo, no haría otra cosa en sus efectos que aflojar los lazos de la subordinación, dar lugar a cada paso a un conflicto de atribuciones entre los agentes de V. E. y los dueños de esclavos, crear en éstos un espíritu de acriminación permanente y desarrollar en ellos el germen de animadversión que naturalmente abrigan contra sus señores y que sólo está sofocado por el temor, el respeto, la obediencia y hábito de no conocer más autoridad que la del amo. En fin esta providencia destruiría enteramente el prestigio que mantiene a los esclavos en subordinación, porque sería considerada por ellos como un acto de represión o a lo menos de precaución contra el posible abuso de la autoridad de sus señores a quienes empezarían a mirar como opresores que han hecho necesaria la intervención del gobierno para disminuir su autoridad y vigilarla y reprimirla. Son harto delicados y conocidos los resortes de la subordinación para que no sea de gran peligro modificarlos siquiera por ningún medio directo o indirecto. Las leyes severas de la milicia a nadie pueden explicarle mejor que a un militar como V. E. los milagros de la subordinación de ese freno mágico, con cuya fuerza moral una voz sola conduce a la muerte a millones de hombres armados que sin un respeto cerval a sus jefes podrían hacer con ellos muy a menudo lo que seguramente harían con sus amos 500 mil esclavos que llegaran a comprender el poder de la fuerza bruta, una vez que llega a saltar las barreras de la subordinación. El respeto a los superiores en sus diferentes jerarquías sea cual fuere la naturaleza del poder que ejerzan, es la base de la tranquilidad y del orden y si alguna vez el olvido de esta máxima social ha podido prometer días de paz y de ventura en una nación civilizada y de una población homogénea, ese olvido sería funesto en un país de esclavos y señores, pues de cualquier manera y por cualquier motivo que se disminuya el privilegio de la autoridad en una sociedad así constituida, más tarde o más temprano, el resultado ha de ser siempre desastroso. Aun cuando algunos amos abusen a veces de su autoridad ya sea en el uso del castigo, ya en el exceso del trabajo, o en la falta de alimento y vestido que les deben, es menester examinar si el remedio de estos males no será productivo de otro mucho mayor. Pudieran presentarse ejemplos de la

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aplicación de esta máxima llevada hasta el exceso contra nosotros mismos. El general Tacón en cuya famosa residencia se presentaron contra él cinquenta demandas fue amonestado para que en lo sucesivo se arreglase a las leyes, y sin embargo fue declarado absuelto .¿Y porqué tamaña inconsecuencia? Porque cree el gobierno que no debe desautorizarse al que manda, aunque abuse de su autoridad, por no debilitarla. ¿ Y serán menos tolerables en un amo faltas comunes de mucha menor entidad y consecuencia que las que puede cometer un jefe arbitrario? ¿O serán los dueños de una propiedad esclava menos dignos de ser sostenidos y considerados que los gobernantes de un pueblo libre? Agréguese a esto que las faltas que se quieren remediar son muy parciales y muy raras. Con respecto al trato de los esclavos, los amos serían muy idiotas si no estuvieran convencidos de que su propio interés se halla perfectamente identificado con el cumplimiento de todos sus deberes. Las máximas fascinadoras de una filantropía interesada y embustera, y por otra parte las calumnias con que respecto a la suerte de la esclavitud, se pretende apoyarla, son las que tienen extraviada la opinión en este punto y alucinados a muchos hombres sensibles y rectos. Pero no a todos porque ya pocos ignoran que esos ingleses que bajo la capa de esa fementida filantropía han escondido su interés, y se han erigido en detractores de la esclavitud y abogados de la humanidad afligida, tienen en la India más de 12 millones de esclavos peor tratados que los nuestros. En su territorio se mueren de hambre todos los años un 17 por ciento de la población y en Irlanda sólo, más de mil. ¿Cuándo se ha visto morir en la isla de Cuba por falta de alimento un solo esclavo? En fin V. E. sabe que con esta clase de medidas preparó el gobierno inglés la abolición de la esclavitud en sus colonias. Impreso corre el expediente de la emancipación. El lord Bathus [Bathurst], ministro de las colonias inglesas, empezó por dirigir a los gobernadores su circular de 9 de julio de 1823 anunciándoles con mucha suavidad las mejoras que el gobierno de S. M. Británica desearía ver introducidas en el código negro de las colonias y que sólo indicaba por vía de consejo. La primera fue la de la instrucción religiosa indicando además que los negros no debían trabajar el domingo, sino emplearlo en rezar y encomendarse a Dios. A ella siguieron las reglas del buen trato y de la ponderación de los castigos. Vinieron después la concesión que se les debía hacer de un pedazo de tierra, el derecho que era de concedérseles de tener propiedad y transmitirla, la necesidad de obligar a los amos a que llevasen un registro en que se inscribieran todos los castigos que pasaran de tres latigazos, la de darles a los esclavos un tiempo equivalente al que se les quitara en el domingo, la de admitirlos como testigos en los procedimientos civiles y criminales, la de limitar la autoridad de los amos y sus agentes, la de nombrar protectores a los esclavos en cada colonia. En fin todas las demás al parecer muy humanas y muy inocentes, pero con las cuales se preparó el acta de emancipación, y aunque las colonias resistieron la intervención de la metrópoli en su gobierno interior y la declararon inconstitucional todas las legislaturas y hubo movimientos insurreccionales en muchas de ellas, al fin

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triunfó la perseverancia inglesa. Ahora bien ¿consintiría V. E. un solo momento en usar ninguna medida semejante a las que puso en planta el gobierno inglés? Yo de mí sé decir, si mi humilde opinión puede tener algún peso, que puesto que el gobierno inglés usó de esos medios para destruir la prosperidad de Jamaica porque no le convenía, nosotros debemos evitarlos todos para conservar la prosperidad y la tranquilidad de la isla de Cuba, y en fin que puesto que el gobierno inglés es nuestro enemigo declarado, la regla más segura que podemos adoptar para gobernar a nuestros siervos es hacer todo lo contrario de lo que ese gobierno desearía que nosotros hiciésemos. La opinión que sobre esta materia tuviese el S o r Cónsul inglés, no dejaría de dar bastante luz para formar sobre ella un juicio exacto. Pero sea de esto lo que fuere, no conviene E x c m o S o r hacer ninguna innovación sobre el trato de los esclavos. Así como los habitantes de esta isla se hallan privados de todos los derechos políticos, que (absolutamente hablando) no puede negar ser injusticia un gobierno representativo, y se les niegan porque se dice que no conviene, así también ninguna concesión en favor de los esclavos que innovando su régimen interior pueda despertar en ellos ideas de insubordinación, debe adoptarse, porque dicen los amos y la razón y la experiencia que no conviene. Y me parece que no puede hacerse una comparación menos favorable a estos fidelísimos habitantes y a su dignidad de hombres libres que la de colocarlos con respecto al gobierno en la misma posición que tiene con respecto a su dueño un infeliz esclavo. Pero yo me he extendido a mucho más de lo que V. E. debía esperar de mi informe. Yo he molestado tal vez su respetable y ocupada atención. Sin embargo creo haber cumplido con mi deber y esto bastaría para que V. E. se sirva dispensarme si me he equivocado en los medios. Dios guarde a V. E. muchos años. Habana 19 de Mayo de 1842. [Hasta aquí la documentación está sacada del Archivo Nacional de Cuba-Gobierno Superior Civil, legajo 941, n°33186] 1-3-3-Joaquín Muñoz Izaguirre (Habana, 7 de Marzo de 1842) Excmo S o r El mal estado de mi salud no me permitió evacuar inmediatamente el informe que V. E. se sirvió pedirme por su oficio de veinte y tres de febrero último y le ruego admita el justo descargo que dejo emitido. La materia es más delicada de lo que aparece a primera vista ; y ya fue objeto de discusiones graves en el supremo consejo de Indias. Ellas produjeron la R' Cédula de treinta y uno de mayo de setecientos ochenta y nueve que es un reglamento minucio-

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so. Pero se mandó suspender por R.' Orden posterior Ínterin y hasta tanto que S. M. proveyere lo más conveniente. El recuerdo de aquellos hombres eminentes que se vieron en la necesidad de reformar sus opiniones me hace desconfiar y mirar en nada la mía. Pero es un deber que voy a cumplir y cuanto exponga será efecto del convencimiento propio y una enunciativa de lo que practico en mis fincas. í a - L o peor que puede hacer un propietario es dar la comida cruda a los siervos, que así lo apetecen, y sobre lo cual es indispensable desplegar energía para contradecirles el propósito que envuelve un ataque a lo material del individuo y a su moral. El vicio de la embriaguez es inherente a la raza africana y, plagados los campos de unas sentinas con el nombre de tabernas, es muy común que los dueños de éstas les permuten una botella de aguardiente de caña que vale medio por treinta o más raciones que equivalen a cuatro reales y que tal vez exceden. Muchas veces he visto los cajones de las tabernas llenos de raciones de tasajo y otras en poder de los vecinos pobres que las compraron. El negro debilita su físico por la falta del alimento conveniente. No menos que por consecuencia de las borracheras pierde aquella poca moderación de que es capaz, y éste es acaso el principal origen de los delitos que cometen entre los cuales suele aparecer el de insubordinación. El interés de la religión, el público, el de la humanidad, el de los dueños y el de los mismos esclavos exigen que se tengan cocineros en las fincas para que el rancho se guise perfectamente con el auxilio de las legumbres espontáneas u hortalizas, y que aquél se distribuya dos veces al día, bajo la inspección del mayordomo y cuidado del mayoral. Pues a más de evitarse los abusos indicados es evidente que el trabajador llega cansado de sus faenas y que le es un alivio el encontrar los alimentos preparados que come desde luego y que el tiempo que había de ocupar en mal guisarlo lo destine al descanso o cuidado de sus cochinos y aves caseras. En cuanto a las horas yo he trabajado mucho por que almuercen a las ocho y coman a la una, y siempre mis dotaciones manifestaban disgusto, lo que me hizo entrar en averiguación, y descubrí que con el sobrante del segundo rancho y la gran cantidad de cereales cogidas en sus conucos preparaban por la noche el almuerzo para llevarlo al campo. Mis esclavos conducen en jabucos el desayuno ; retírase del campo a la hora del almuerzo el que los gobierne y por orden dada a los contramayorales se les deja en libertad, para que coman, lo que verifican y el rancho se distribuye a las doce del día y al anochecer, de cuyo método y de otras medidas viven todos tan contentos que no tengo ni un prófugo ni un preso, ni jamás se oye en mi casa sonar el látigo. 2 a - E l mínimum de carne que debe distribuirse es el de diez onzas en las dos raciones y siempre la mejor, porque si es mala causa gravísimos daños a la salud, y en este punto deben los dueños hacerla de generosos con sus mayordomos, pues el tasajo mengua, alguno se roban, no poca porción se comen el despensero con su familia y agregados, y si hay minuciosidad en las cuentas, lo paga el negro a quien se minora su haber para evitar el descubierto. Mi sistema es remitir la carne con supera-

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bundancia, y estoy seguro de que hay un desfalco de seiscientos o más pesos anuales. Pero es un menor mal, y creo que produce grandes bienes, atendido lo imperfecto de nuestra administración. Las viandas deben darse tantas cuantas basten para que el esclavo quede satisfecho aunque le sobre algo ; son preferibles los plátanos, y, en su defecto, boniatos y más ñames y cereales. El maíz es alimento inmejorable en todas las estaciones y V. E. sabe que es el pan de las Américas, pero debe ser bien acondicionado. Es decir que se pase dos veces por un buen molino y que se use de la manteca en el rancho con mucho cuidado ; entonces siempre será útil. Pero del modo que generalmente lo usan es inconcuso, que será más dañoso desde el mes de mayo hasta el de noviembre, pues en ellos el calor y la crudeza de las aguas movedizas debilitan los órganos digestivos, entorpécense sus funciones y vienen las disenterías. Sa-Dos mudas de lienzo, una camisa o chaqueta larga de bayetón, su gorro pañuelo y una manta de lana para la cama es equipaje con que el negro está servido en todo el año. Hay algunos muy abandonados o estremadamente torpes de cuyos antecedentes proviene que sus compañeros los roben, y en tal caso el amo debe cubrir la necesidad, sino por decencia y amor propio de no tener andrajosos en su casa, a lo menos por conveniencia. Los esclavos casi todos tienen peculio, y muchas veces me congratulo al ver que los míos destinan la ropa que les doy para el acto material de los trabajos y usan para otros de vestidos más finos, con especialidad las hembras criollas que cuando van a la iglesia llevan calzado de seda, pañuelos de lo mismo al cuello y túnicos de olán 4 a -El que quiere conservar su esclavitud, que esté sana, que se aumente y propague y que le haga mayores y más perfectos trabajos, debe establecer por método que se levante al amanecer y concluyan las operaciones luego que anochezca. Que en verano se le dé tres horas de descanso, a saber de once a dos, y dos en invierno que serán de doce a dos, lo que es suficientísimo para la comida ya preparada y el descanso, no debiendo alterarse esto en ninguna época, pues en la de siembra que es de mayor apuro, y dado caso de estar muy distante del caserío, nada más fácil que practicar la operación en el mismo local, llevando el rancho de mediodía que se transporta en carretones. En mi casa hasta la molienda se para a la hora de la comida, y los oficiales de la casa de calderas se mudan tornando los unos después de otros. 5a—Curar los esclavos enfermos es lo más difícil. La indocilidad de los mismos por su falta de ilustración, la impericia de los médicos que, desconocidos y sin ocupación en los pueblos, buscan asilo en los campos, y otras muchas circunstancias hacen estéril por lo común las faenas y gastos del propietario, mas al fin es punto de mucho interés, y pues se trata de médicos, los indicaré. La enfermería debe ser un edificio aislado, establecido en forma de hospital con sala de enfermedades comunes o endémicas, y otras para las epidemias de curación, pues también las de tisis y otras insanables deben estar divididas, lo mismo que los locales de hembras y varones, para que se evite todo contagio.

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Sólo habrá una puerta de entrada para colocar a un lado la habitación del enfermero, y a la otra el botiquín. Las camas deben tener almohadas, mantas, con cuanto más sea útil para el abrigo, y nunca omitirse la ropa de enfermería con que debe vestirse el doliente a la entrada, lavarle la que llevó y entregársele en el momento de la salida. El médico debe visitar un día sí y otro no, cuando no hay enfermo que demande asistencia continua. Conviene que lleve un recetario donde estienda la enfermedad, con cuanto observe, y la práctica de sus consejos, el método de alimentos y demás. Se pondrá bajo la responsabilidad del mayordomo que pasará visita al amanecer, al mediodía, por la noche y siempre que concurra el físico. El número de enfermeras subalternas estará en relación con los enfermos y la dotación de la finca. Pero en estado normal, habrá dos que auxilien a la principal, sin perjuicio de otras que se apliquen al lavado de las ropas, y si se aumenta el trabajo se le agregan otras. El uso de los alimentos en la enfermería ha de ser con sujeción a las indicaciones del médico que lo prescribe, y lo demás pende del celo de los encargados de este ramo y vigilancia del propietario que tanto aventura en el mal servicio que desgraciadamente es general. ó ^ V . E. sabe que la ilustración es lo que nos da costumbres, y éstas las que morigeran al hombre en sus aspiraciones, que reduce por conveniencia propia, atendidos los goces con que la sociedad recompensa su buen obrar, y esta máxima con otras de esta clase, son incompatibles con el estado de servidumbre. Mas al fin opino que tratando bien a los esclavos, habiendo mucho cuidado para que no se mezclen en dormitorio y que se les haga entender cuanto la religión ordena, y ellos sean capaces de percibir, entonces serán menos frecuentes los casos de poligamia y poliandria que ellos miran con indiferencia porque nacieron y se criaron en el ejercicio de ambas. Los siervos deben habitar en barracón o edificio cuadrado que contenga el número de habitaciones necesarias para cada familia, pues así el negro guarda sus haberes y en cierto modo disfruta el placer de un propietario padre de familia, y se concilia la seguridad, pues no habiendo más que una puerta común, ésta se cierra al toque de silencio, y les es difícil fugar por la noche, que es cuando hacen sus correrías. Los hijos jamás deben estar bajo la dirección de los padres, que la necesitan más que ellos, y esto toca al dueño, sin que por ello deje de haber entre aquéllos las relaciones que son consiguientes y aquel amor que se aumenta con el sistema indicado sobre habitaciones. Va-La enfermera principal debe estar en relaciones con las negras e inquirir la suspensión del menstruo o primer período de embarazo desde cuyo momento ya debe tratarse a la mujer con marcada deferencia y luego que llegue el quinto mes, exceptuarla de todo trabajo, dedicándola a barrer el batey u otros ejercicios muy ligeros que preparan la facilidad del parto. Verificado el alumbramiento, se le consignan tres gallinas para puchero en igual número de días, con los adminículos del caso, una botella de vino abocado y choco-

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late para que lo tome a mañana y tarde por nueve días, pasados los cuales se le alimenta hasta los cuarenta con carne de vaca fresca o de carnero que es la más útil y la menos costosa, porque ese ganado se propaga mucho en nuestras fincas. Terminada la cuarentena deben ir las paridas para el campo después que sale el sol y retirarse una hora antes que las demás para que se refresque la leche y no sea nociva a los párvulos. Se observa regularmente que los hijos se entregan a las madres siempre que ellas están en sus casas o bohíos. Pero mi opinión es que los primeros permanezcan en los criaderos bajo el cuidado de las nodrizas hasta que cumplan siete años y que entonces se reúnan a los padres para constituir familias. El alimento de los criollos entre nosotros consiste en migas de leche con arroz o sagú mientras están en lactancia y después la leche por las mañanas, almuerzo y comida de carne. Mas en el primer período suele haber el inconveniente de que aquellas sustancias forman lo que vulgarmente se llama engrudo, de que proviene la indigestión y de ella las alferecías con la muerte. La galleta es preferible para las referidas migas. La casa de criollos consiste en uno o más salones que se colocan al costado de la enfermería, con absoluta independencia de ésta, y a la cabeza el cuarto de las parturientas, porque de este modo están unos y otras a la vista de la enfermera principal. Conviene que haya tinas para los baños diarios, que el suelo sea de hormigón para que no se vicien en comer tierra, y que los circule un enverjado para que tengan espacio donde caminar libremente y no puedan salir. 8a—Los hacendados estamos íntimamente convencidos de la conveniencia que nos resulta de que los esclavos sean propietarios y hacemos continuos esfuerzos para lograrlo, a despecho del abandono de algunos y del carácter vicioso de otros. En los ingenios que son abundantes de terrenos, se les permite tomar para sí cuanto quieren, destinándoles los mejores y más nuevos porque son menos yerbateros. Allí siembran cuanto apetecen en los días festivos y se tiene el cuidado de auxiliarlos en la recolección de frutos y hasta en la limpieza siempre que se teme que ellos no puedan llenar cumplidamente el objeto, resultando de aquí que cosechan en abundancia maíz, arroz, ajonjolí, calabazas y otros frutos que venden, previo conocimiento del administrador o mayoral. En las fincas pequeñas no hay oportunidad para tanto ensanche, y entonces se destina un pedazo que se cultiva en comunidad y a regla de proporción se hace el reparto de los productos. La cría de animales está sujeta del mismo modo a la mayor o menor extensión de las haciendas. En los ingenios tiene el esclavo los cochinos que le parece, gallinas y hasta yeguas para vender los potros. Mas en los cafetales y sitios suele reducírsele a uno o dos de los primeros y lo restante en menor porción, proviniendo de aquí que el esclavo de ingenio es siempre de mejor condición, aunque vulgarmente se dice lo contrario y a mí me acontece con los de mis cafetales que dan auxilios para elaborar la zafra del ingenio y que persuadidos de la utilidad no quieren restituirse. De suerte que muchos se quedan y otros vuelven mediante el regalo que les hago de un cochino, dos pesos y promesa de que se irán relevando.

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El sistema de que los siervos sean propietarios es el punto de mayor interés, pues que lográndolo pueden establecerse las penas pecuniarias que son las verdaderamente útiles para prevenir los delitos. Hace tres meses que dos de los míos pagaron sus capturas al pedáneo de Guanajay, porque estando en sus conucos se fueron al pueblo sin licencia y los capturó un ministro que los condujo al ingenio. Estoy seguro que no reincidirán en la falta y que ese castigo ha sido de muy provechoso e ejemplar para los otros. Los cafetales siguen casi igual marcha que los ingenios sin más diferencia que la que es inherente a la clase de trabajos. En ellos goza el esclavo de mucha abundancia de viandas y frutas ; pero el de los últimos tiene a su favor las ventas ya indicadas, y en los sitios de labor, potreros, vegas de tabaco, tejares, etc., es el negro un compañero del dueño que tiene pocos, y todos se alimentan con un mismo rancho, usan igual vestido, trabajan a la par y habitan el propio caserío. De suerte que propietario y esclavos están confundidos y forman una sola familia. Emitida mi opinión en las cuestiones preinsertas, no puedo ser indiferente al llamamiento de noble franqueza a que me incita la ilustración de V. E. y su anhelo por la paz, tranquilidad, progreso y futura bienandanza de esta preciosa posesión de la patria común. La esclavitud es detestable. Es un infortunio para el país en que la establecieron principios que entonces admitía la política, mezclada con ideas de religión, y hoy condenan ambas. Cada siglo tiene sus costumbres, y ya no se trata del derecho generalmente reconocido, sino del hecho y de los inconvenientes que emanan de él. Hay esclavitud entre nosotros, y es fuerza que continúe porque sería ruinoso pretender una regeneración momentánea y cualquiera medida ostensible que a ello se dirigiera fuera funesta. Los romanos creyeron hacer un gran bien a la humanidad, sustituyendo la esclavitud a la costumbre de matar a los prisioneros, aunque siempre reservándose el derecho de vida y muerte. Antonino Pío 472 lo abolió por su famoso edicto a Elio Marciano, presidente o capitán general de una provincia. Pero en él le dijo: „La potestad dominica debe quedar ilesa". Y tal cual se redactó ese rescripto fue transmitido a nuestra veneranda ley de Partidas. ¿Qué fuera de nosotros si aquella se menguara en lo más mínimo? Pero hay más, y es la precisión de sustraer a los siervos de falsas creencias en cuanto a decremento del poderío de los amos: ellas los precipitarán en demasías de la mayor trascendencia, y todo estaría perdido. Nunca se encuentra hombres indudablemente sino cuando se les busca en su propio interés, que es la gran palanca civil y el resorte del corazón humano. ¿Y quién duda que está en el de los amos la conservación de sus siervos con el aumento y moralidad de los mismos? Cuanto expuse se practica en las haciendas con pequeñas di-

472 Antonino Pío forma parte de la dinastía de los Antoninos, emperadores romanos. Su reinado duró de 138 a 161.

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ferencias, las cuales nacen más de falta de recursos en el propietario que de su voluntad siempre favorable al esclavo. Las noticias se difunden por los campos con admirable presteza y extraordinario aumento, que sin detención es acogido por aquellos a quienes conviene la supervivencia. ¿Piénsase acaso que los negros de las fincas ignoran lo ocurrido sobre emancipación y las gestiones todas de los seudo-filántropos? Pues no señor ; todo lo saben, hablan de la materia, hacen los comentarios, y más de una vez se les oyen palabras de doble sentido, con reticencias muy significativas. Si en las actuales circunstancias de alarma llegaran a comprender los siervos que habrá un nuevo código municipal restrictivo de las facultades dominicas, difícil sería, sino imposible, sostener la subordinación y es punto que no carece de ejemplar, pues que lo tuvo en Jamaica por idéntico antecedente. Uso pues de noble franqueza. Correspondo a la confianza con que V. E. se sirvió honrarme. Me asocio en clase de subdito a los intereses de la nación, y oigo con docilidad los preceptos de mi conciencia para opinar que fuere muy arriesgado tocar en el día la materia de que se trata, que las leyes vigentes bastan para garantía de los siervos y que las precauciones que se indican deben dejarse al celo y cuidado de los propietarios que operan bajo el influjo de aquéllas y no con una libertad degenerada en licencia. Dios guarde a V. E. muchos años. Habana y marzo 7, 1842. Joaquín Muñoz Izaguirre. 1-3-4-Rafael O'Farril (Habana, 26 de febrero de 1842) Excmo S o r Consiguiente a lo que V. E. se sirve decirme en oficio de 23 del corriente mes, relativo a que informe sobre varios particulares que han de servir para formar un sistema de higiene compatible con la conservación y aumento de los esclavos destinados al servicio de las fincas rurales, procederé a evacuar dicho informe, sino con el acierto que deseo, al menos con el interés que me inspira mi amor a la causa pública, penetrado como estoy de la importancia del objeto que motiva la presente comunicación y de que se ocupa el noble celo de V. E. A la primera cuestión de si será conveniente a la salud y nutrición de los esclavos el señalarles la ración cruda como se acostumbra o preferible el darles su rancho cocinado, y a horas determinadas, manifestaré: que el sistema mejor es el de ministrarles el alimento guisado, pues el tiempo que habían de emplear en preparar su comida lo destinan al descanso, y se evita también otro inconveniente que es el de que

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vendan la carne o la truequen por aguardiente, lo que fácilmente realizan en las tiendas que se sitúan a inmediaciones de las fincas, siendo estos establecimientos, que ni el nombre de tales puede dárseles, origen de muchos males en las indicadas haciendas. Para resolver la segunda pregunta debo decir: que ocho onzas de tasajo y ocho plátanos o su equivalente en otras viandas es bastante cantidad para reparar las fuerzas de todo hombre que se pasa el día en el trabajo. El maíz seco, que es una fécula, no lo considero tan dañoso a la salud como algunos se imaginan, pues la disentería que comúnmente se padece en los campos durante la estación de las lluvias es más bien el producto de la mala calidad de las aguas que del alimento. Sin embargo convendría durante los meses de junio, julio y agosto privar a los esclavos de uso de la harina del maíz, siempre que aya otras viandas. Para contestar a la tercera cuestión digo: que deben darse a los esclavos dos mudas de ropa al año, una de verano que consiste en camisa, calzón o sayas para las mujeres, de coleta, con un sombrero, y otra de invierno en que además de las piezas anteriores se agrega una camisa de pañete, siendo las estaciones para la distribución de esta ropa la primera en junio y la otra en principios de diciembre, añadiéndoles una manta o frazada para abrigarse en la casa cada dos años. En cuanto a la cuarta pregunta que se reduce a saber las horas que deben tener fijamente de trabajo los esclavos, las de levantarse y acostarse, así como las de descanso y comidas, teniendo presente las estaciones y diversas faenas que en distintas épocas se ofrecen, debo manifestar: que en toda finca en que haya regularidad y arreglo en el trabajo, se hace levantar los siervos al amanecer, salen a cortar y traer forraje para los animales y después marchan con sus capataces a las diferentes atenciones del campo. A las doce vuelven a las casas y, tomando su ración, van a descansar, dándoseles en el tiempo de siembras y chapeos tres horas y dos durante la recolección del fruto. Concluido este descanso vuelven a la tarea hasta cerca del anochecer, y se retiran a sus bohíos a dormir si es en tiempo de chapeo, después de haber rezado el rosario. Si se está cosechando el fruto, se distribuye la fuerza en dos o tres divisiones según la dotación de la finca: descansan unos y otros siguen la molienda que no puede menos de continuar de día y de noche. Las faenas en tiempos de siembra y chapeos son bien raras, pues no hay hacendado que no esté penetrado que valen más dos horas de trabajo vigoroso que cuatro de uno lánguido, y solamente en casos muy urgentes y precisos se destinan a los esclavos a alguna faena que dura un par de horas. Por lo que hace a la quinta pregunta, que tiene relación con el local, asistencia y curación de los enfermos, diré: que las enfermerías deben situarse en partes secas, tener ventilación suficiente y sus dimensiones proporcionadas a la dotación de esclavos para que puedan alojarse cómodamente los que enferman. La casa de enfermería debe tener habitaciones para las diferentes enfermedades y los que padecen mal contagioso han de estar incomunicados con el resto de los enfermos. Cada finca debe proveerse de un botiquín con las medicinas necesarias, ha de pagar médico de asis-

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tencia diaria si hay enfermos de cuidado, enfermero o enfermera de inteligencia, y ha de destinar los asistentes que sean precisos según el número de enfermos. Los alimentos serán ordenados por el médico, de caldos de aves o substancias vegetales, y en esta parte no juzgo que haya hacendado que rehuse un gasto siempre pequeño para libertar de la muerte a un ser que vuelto a la salud va a retribuirle con sus sudores cuanto haya expendido en su curación. Las camas deben ser entarimados de madera, con algunos jergones para disminuir la dureza de la tabla, y se tendrán sábanas, colchas y camisones suficientes para todos los enfermos. Convendría que las enfermerías estuviesen aisladas y a la inmediación del que gobierna la finca, siendo del cuidado de cada mayordomo de hacienda el recoger las llaves de todas las puertas exteriores para establecer la incomunicación, lo que precavería en muchos esclavos la continuación de sus males por los desórdenes que cometen y evitaría además el inconveniente que V. E. indica de querer estacionarse sin justo motivo en dichas enfermerías. No encuentro inconveniente, contestando a la sexta pregunta, en que los esclavos casados vivan en familia en sus bohíos y más bien éste será un medio de regularizar sus costumbres, debiendo observarse en consecuencia de este principio el que los matrimonios hagan su faena a una misma hora, a fin de que, concluida ésta, puedan retornarse marido y muger juntos en su casa a descansar. Los hijos de los esclavos deben permanecer en la casa destinada a los criollos, hasta que comiencen a hacer algún servicio en la finca, en cuyo caso pueden ya ponerse bajo la dirección de sus padres. En cuanto a la séptima pregunta, de cuál será el mejor sistema con respecto a las negras que están en cinta, y los medios que han de emplearse para evitar las desgracias de los que nacen en las fincas, diré: que el método establecido es el de destinar a los trabajos suaves las negras que manifiesten hallarse en cinta, hasta que llegan a los meses mayores, en cuyo tiempo no hacen otra cosa que ayudar en las fincas a la limpieza de las casas y barrer las inmediaciones de ellas. Llegado el caso del alumbramiento, se les asiste en los primeros días con caldo de gallinas y después se les da ración guisada de carne fresca hasta que pasan la cuarentena. Concluida ésta, siguen dedicadas exclusivamente a la lactancia de sus hijos durante dos o tres meses y, pasado este término, se destinan a los trabajos que están en puntos inmediatos a las casas para que puedan volver con una hora de anticipación a la suspensión del trabajo a descansar y lactar a sus hijos, haciendo faena en ningún tiempo del año. Desde que se separa a la madre del hijo, queda éste al cuidado de la persona encargada de este ramo, la que en las horas convenientes le alimenta con leche de vaca o chiva, harina de arroz u otra substancia de esta clase. Debe haber para los criollos en cada finca una casa situada en paraje seco, bien ventilado, y de la capacidad suficiente para el número de ellos. Allí se tendrá una mujer dedicada solamente al cuidado de los negritos, y a las asistentas que sean necesarias. En contestación a la octava y última cuestión de cuál ha sido el sistema seguido de proporcionar a los esclavos un pedazo de terreno para sus siembras y lo mismo

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con respecto a la cría de cerdos y otros animales, manifestaré: que el método establecido ha sido de que el mayoral de cada finca en el mes de abril señala a cada esclavo su porción de tierra con el nombre de conuco. Ellos la cultivan en los días de fiesta y aun si lo merecen les auxilia el mayoral en algún otro día de la semana cuando más lo necesitan. Con la venta de sus frutos compran sus cerdos que engordan, encerrados en chiqueras, no permitiéndoles que los tengan sueltos por los perjuicios que causarían a las labranzas. También tienen sus crías de gallinas y muchas esclavas han logrado con su industria alcanzar su libertad. Con respecto a los cafetales, se sigue el mismo orden, con la diferencia que no tienen que hacer faena los esclavos sino muy rara vez, para separar el grano del café ya pasado por el molino, y en otras fincas rurales durante la noche no hay necesidad de emplear los siervos en ninguna clase de trabajo. Es cuanto puedo decir a V. E. en contestación a los puntos que se sirve pasar a mi informe. Dios guarde a V. E. muchos años. Habana a 26 de febrero de 1842. 1-3-5-Sebastián I. de Lasa (Habana, 5 de marzo de 1842) Excmo Sor Impuesto por el oficio que V. E. me ha hecho el honor de dirigirme con fecha de 23 último, deseando le informe clara y terminantemente acerca de los particulares que allí se expresan para formar con tales datos un sistema de higiene para el manejo de los esclavos de las fincas rurales, debo decir a V. E. que a continuación van contestadas las preguntas del citado oficio, en el orden con que están numeradas, con la ingenuidad que me es característica. Que éste mismo con corta diferencia es el sistema que se observa en mi casa. Mas con esta misma ingenuidad, que suplico a V. E. tenga la bondad de dispensarme, no puedo menos de hacerle presente que en mi opinión, con las leyes vigentes, auxiliadas sobre todo por el interés individual, quedan suficientemente garantidos el buen manejo y orden de las fincas rurales, manifestando a V. E. a un mismo tiempo los serios temores que me asisten al tratar de estas espinosas cuestiones, pues que si los esclavos llegasen tan siquiera a comprehender que el gobierno se ocupa en dictar nuevas leyes sobre esta delicadísima materia, estoy firmemente persuadido de que la sola noticia bastaría para que la autoridad dominica perdiese una gran parte de su prestigio, y cuyas consecuencias serían de incalculable fatal trascendencia. Así pues yo confío en que, con las superiores luces y paternales sentimientos de V. E. por el bienestar y tranquilidad de este país, dictará las medidas que juzgue con-

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venientes, siempre que las considere de absoluta necesidad, con la reserva y circunspección que exigen tan caros intereses. l a -Contestando a las preguntas en cuestión diré a la I a que en los ingenios de fabricar azúcar, considero muy conveniente dar la ración de la dotación del mediodía cocinada y la cena cruda. Y sólo los domingos crudas ambas raciones. Tres deben ser los ranchos que deben cocinarse diariamente: el uno esmerado para los enfermos que comen ración, además de los de puchero o atoles, el uno para los criollos menores y negras paridas y el grande para la gente sana y del trabajo. Sería impropio y aun perjudicial dar la ración de mediodía cruda, pues tendrían que invertir una buena parte del tiempo que se les da de descanso en cocinar, el cual dedican al cuidado de sus animales y reposo después de haber comido. Las raciones de comida del domingo, conviene darlas crudas, pues teniendo sobrado tiempo para cocinarlas lo hacen a su gusto, condimentando su alimento con varios productos de sus conucos, guardando siempre alguna parte de la cena para el almuerzo del siguiente día. A los enfermos y criollos menores y negras paridas deben darse siempre sus raciones cocinadas. 23-La ración que regularmente se suministra para la comida es de seis onzas de buen tasajo y media docena de plátanos u otras viandas como yuca, malanga, boniato o harina de maíz bien molida y condimentada con su sal y alguna poca de manteca o carne de puerco y teniendo el cuidado de extraer la película que tiene el grano de maíz hace que sea éste un excelente y sano alimento. Mas siempre que haya abundancia se suspende la harina de maíz para el tiempo de la escasez de viandas. La cena de viandas se da cruda. El domingo se agrega a las raciones crudas su ración de sal. También conviene dar raciones de bacalao de ocho onzas algunos domingos para diferenciar del tasajo. Acabada la molienda, en cuya época tienen guarapo, conviene dar a la dotación, por las mañanitas antes de salir para los trabajos, algún cocimiento agradable, por ejemplo el de citronera, endulzado con cucurucho y su poco de aguardiente. Así mismo cuando se mojan se dará un trago de aguardiente. SMDos mudas de ropa de buena coleta al año debe suministrarse a una dotación, con su pañuelo ordinario y su frazada un año sí y otro no. Y el año que no se da frazada, se dará una camisa de pañete o bayetón con su gorro de lana. A los negros de distinción, se les da mejor ropa y sombrero de paja y zapatos de venado y chaquetín en lugar de camisa de abrigo. Las mejores épocas de repartimiento de la ropa son en I o de diciembre y I o de junio a la entrada del frío y de las aguas. 4 a -Las horas de trabajo deben ser en el orden siguiente. Levantarse al Ave María, esto es una hora antes del día. Tomar su cocimiento que los guardieros del ingenio tendrán ya listo y preparado. Y así que el día ha aclarado, saldrá la gente para el campo a sus respectivos trabajos, así como las destinadas en el batey. A las ocho de la mañana se toca una campanada para suspender los trabajos y almorzar hasta las ocho y media que otra campanada llama a su continuación hasta las once que la campanada indica la retirada a las casas y hacen allí lo que se necesitare. Si en tiempo de molienda, meter azúcar a la casa de purga y bagazo en fornallas y, concluidas éstas u otras atenciones, tomar sus raciones en platos de barro hechos en el tejar y retirarse a

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sus bohíos. A las dos de la tarde se toca una campanada para salir al trabajo hasta después de puesto el sol y entonces retíranse a las casas, de modo que al oscurecer, que es el toque de las oraciones, toda la gente se ahila dentro de la casa de ingenio, se reza alguna oración y los Mandamientos y Credo y Bendito, y se les reparte su cena cruda de viandas, retirándose a sus bohíos en tiempo que no es de molienda. Y a las nueve de la noche se toca una campanada que indica el silencio y recogimiento para dormir. Si el tiempo es de molienda se reparte el cuarto a la oración y entra una cuadrilla hasta media noche, que se releva con otra. Y yo acostumbro tener una tercera cuadrilla que duerme toda la noche para entrar en la siguiente, y así se logra que ninguna hace más de cuatro cuartos en los seis días de la semana, excluyendo de este trabajo las negras en cinta y paridas y los criollos chicos. Los domingos se levantan igualmente al Ave María, se asea el ingenio y casa de calderas y algunas otras faenas y a las ocho de la mañana se reza el Rosario, se reparten las raciones crudas. Se saca la guardia, que en tiempo de azúcar es considerable para atender al secadero, cuidado de la boyada y otras pequeñas atenciones. Y a las cinco de la tarde se toca la campana y se reúne la gente, debiendo presentarse cada uno con su ropa limpia y remendada, por lo que se les da de vez en cuando hilo y agujas. Y aseadas las personas se principia a moler y meter bagazo, etc. Si no es tiempo de molienda, se reduce la guardia del domingo a muy corto número, a fin de que todos los más vayan a trabajar a sus conucos, aseo de sus ropas y personas, cocinar y cuidado de sus animales, cuyas atenciones comparten entre sus mugeres, hijos y ahijados. 5a—Mi enfermería es de 35 varas de largo y 19 de ancho, dividida en dos departamentos para varones y hembras, y cada departamento en cuatro divisiones de sala, salón y dos cuartos, lo cual es suficiente para una gran dotación. Sus camas son corridas a modo de entarimado bajo para las salas y camas de tablas de armar y desarmarse para las otras piezas, con sus jergones, sábanas de cañamazo y frazadas. Su botiquín bien provisto de cuanto el facultativo considera necesario. Este visita la finca un día sí y otro no y diriamente en caso de necesidad. Hay tres enfermeras bastante racionales y además el mayordomo tiene su inmediata inspección. La cocina y lugares escusados, aunque situados cerca de la enfermería, están independientes de ella. El alimento para los enfermos de fiebre o de gravedad se da según dispone el facultativo: ya de caldo de gallina o de carne fresca, ya de atoles, etc. El de los convalecientes es de ajiaco con carnero o puerco fresco o de tasajo y arroz, según lo necesita el estado del individuo. La enfermería considero conveniente situada dentro del batey de las fábricas por su mejor atención, a menos de presentarse alguna enfermedad contagiosa, en cuyo caso, y no en otro, puede ser útil el aislamiento y separación de este edificio. 6 a -Considero más conveniente que los negros vivan con sus familias en sus bohíos que en barracones cerrados. Pues aunque de este modo están más seguros de expediciones nocturnas a cometer algunas maldades, con todo me parece este régimen algo opresivo, y proveyendo de buenos y abundantes alimentos y estableciendo orden y buena policía se consigue también tenerlos quietos en sus bohíos con sus

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mujeres e hijos. Estos pueden pasar de la casa de criollos a las de sus padres a la edad de siete años. 7 a -Cuando las negras están en cinta debe indudablemente minorarse el trabajo, así como durante el tiempo de la lactancia. Salen al trabajo después del sol. Allí se les ocupa en faenas ligeras, se retiran de él una hora antes que el resto de la gente. Salen por la tarde después que ésta y se retiran al ponerse el sol, sin obligarlas a cuarto ni otros trabajos de consideración hasta después de la lactancia. Durante el parto se les suministra su puchero de gallina y después su ajiaco bien condimentado y abundante al mediodía y su cena cocinada de viandas a la noche y los avíos de canastilla bastante fina para las criaturas. A éstas se les dan migas de harina de arroz o de trigo con leche de vaca bien condimentadas y el pecho de la madre u otra criandera si aquella se halla imposibilitada. La casa de criollos debe ser bien seca y abrigada y de capacidad conveniente a la dotación. Se debe destinar una o más crianderas que cuiden de todos los negritos ya sean de lactancia ya sean de más edad y éstas preparan las migas y alimentos de las madres y negritos mínimos de siete años. En la misma casa pueden vivir todas las negras solteras mejor que en los bohíos, y por esto la mía tiene 30 varas de largo y 18 de ancho. Sus camas son de entarimado bajo y de firme para las madres y sus crías y camas de armarse y desarmarse para los grandes y negras solteras, a fin de asearlas de cuando en cuando. 8a—Los conucos de los negros consisten en los terrenos que se les señala para su cultivo. A cada familia se le da generalmente en los ingenios tanta porción de tierra cuanta pueden cultivar. Por lo regular siembran maíz que les da dos cosechas al año y que venden a dos o tres pesos la fanega, habiendo algunos que suelen cosechar sus cuatro o cinco fanegas en cada cosecha si el año es bueno y aun más. Siembran también arroz que venden en cáscara a tres o cuatro pesos la arroba ; pero de esto no se consigue más que una sola cosecha al año. Las demás siembras que hacen como tabaco, calabazas, quimbombó, etc., son para su uso y el de sus animales. Se les permite criar sus cerdos en chiquero cerrado, que venden en doce, quince o veinte pesos uno. También crían sus gallinas, de las que suelen sacar algún producto además de lo que aprovechan para su uso. De cafetales no puedo hablar, por no poseer ninguna de esta clase de fincas. Mas, tanto en éstas como en las demás fincas menores, es indudablemente más suave el trabajo que en los ingenios, a causa de la necesidad en éstos de hacer los cuartos de la noche. En el tiempo de los distintos movimientos que de 15 o 20 años a esta parte se han manifestado en algunas fincas, los más han ocurrido en cafetales y muy raros en ingenios. Quizá el menos trabajo de aquéllos sea la causa esencial. Espero haber llenado los deseos de V. E., rogándole se digne dispensar las faltas que se puede notar en tan difusa relación y con la más alta consideración, quedo pidiendo a Dios guarde la vida de V. E. muchos años. Habana 5 de marzo de 1842. Sebastián I. de Lasa.

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1-3-6-Joaquín Gómez (28 de febrero de 1842) Al enterarme del oficio que V. E. se sirvió dirigirme con fecha del 23 del corriente, observo que los particulares que abraza son de naturaleza delicada y, en mi concepto, sumamente grave el objeto a que son contrahidos. Esta atendible circunstancia, y la de carecer de noticias y antecedente para informar sobre la materia con la competente latitud, me privan de desempeñar el encargo que V. E. ha tenido a bien conferirme de la manera clara y terminante que V. E. me recomienda, como lo desearía, para corresponder debidamente a la confianza y honor que V. E. ha tenido la bondad de dispensarme. Una sola vez en el año visito mis fincas por el corto período de 8 a 15 días. No he recorrido los campos de la isla, ni he examinado el sistema económico generalmente adoptado en los establecimientos agrícolas, de suerte que el que se observa en mis haciendas es el único que conozco y del que puedo informar con la exactitud que V. E. apetece y me es natural. La corta asistencia indicada no debe llamar la atención de V. E. si se atiende a que las personas encargadas de la administración de mis fincas merecen toda mi confianza, representan mi persona y ejercen todas mis funciones con la eficacia, celo e interés de cosa propia, recibiendo en retribución de sus buenos servicios el aprecio y distinción a que son acreedores. Y espero que V. E. me dispensará si omito detalles sobre particulares que me son desconocidos, con el temor de incurrir en algún desliz involuntario de pluma que pudiera ser trascendental. Y en esta confianza procedo a contestar por su orden los puntos que comprende el citado oficio de V. E. Al primero diré que en mis fincas se reparten dos raciones diarias a horas determinadas de cuatro o más onzas de carne, una con las viandas o harina de maíz bien molida. Es porción suficiente para que satisfaga cumplidamente su apetito. Sin perjuicio de esto, tienen además ollas pequeñas de hierro en que hacen sus cocinadas por la noche, particularmente las mujeres, cuyo sistema he considerado y considero preferible a todo otro. Al segundo. Que con respecto a cantidad está resuelta esta pregunta en la precedente respuesta y contrayéndome al uso del [rasgado], diré que sólo se les provee a falta de otras viandas y por todo el tiempo necesario y que siendo frecuentes las escaseces de plátanos que es renglón supletorio y no principal, se les alimenta la mayor parte del año con harina de maíz, sin haber experimentado yo las disenterías de que otros se aquejan. También se les provee de tabaco del Brasil cuando puede conseguirse o de picaduras del país que fuman en pipas. Al tercero. Que se les provee de dos mudas de ropa de lienzo, en diciembre y mayo de cada año y además se les da en diciembre una frazada de lana y en el diciembre siguiente una camisa o chaqueta también de lana, en el supuesto de que la frazada les dura dos años, y aun pasado este tiempo aquél que es cuidadoso la conserva en buen estado ; un gorro de lana cada año y tienen a su disposición plantilla de cuero para cubrir las plantas de los pies.

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Al cuarto. Que en todas las circunstancias del año se levantan al rayar el alba y que, al presentarse la claridad, salen para sus respectivos destinos y se retiran a las doce de la mañana, y a las tres de la tarde, y descansan una hora en la estación del invierno y dos horas en la del verano, retornando al anochecer. No hay faenas ni contrafaenas más que, en el batey, las noches claras para operaciones sencillas de aseo y ornato y sólo hasta las ocho de la noche a cuya hora se reúnen y rezan con el mayoral una pequeña oración. A las nueve se toca la campana para que todos se retiren y se guarde silencio, con excepción del tiempo de molienda en que se recoge la mitad de la dotación desde las ocho hasta las doce en que se retiran los que quedaron de guardias. Al quinto. Que aunque las enfermerías no están construidas con toda la extensión y comodidades necesarias, tienen sin embargo las conducentes separaciones para las enfermedades contagiosas. Hay el número competente de enfermeras y tanto el administrador como el mayordomo están pendientes del aseo y asistencia de los enfermos. El médico visita las fincas dos veces cada semana y se queda de asiento cuando el estado de un enfermo lo exige. Hay un botiquín completamente surtido. A los enfermos de gravedad se les pone puchero de gallina y en los casos de epidemia en que se reúnen muchos enfermos se pone una olla grande, con gallinas, pavos, carnero o ternera para que el puchero alimente a todos. Y se toman todas las medidas de precaución y de seguridad para que no se comuniquen ni cometan excesos que perjudiquen a su curación. Al sexto. Que los matrimonios están separados por familias en sus respectivos bohíos de colgadizos y teja, sin que esto traiga perjuicio.'Y sus hijos se pasan el día en una casa destinada para ellos, al cuidado de mujeres ancianas hasta cierta edad en que se les da algún entretenimiento que empieza por juguete y en el que en lugar de trabajar se aperitan, robustecen y divierten, preparándolos para ocupaciones mayores, y llegado este caso se estiman como separados, sin privar a los padres del derecho que sobre ellos les da la naturaleza, a quienes guardan siempre respeto y sumisión. Al séptimo. Que cuando las negras que están en cinta llegan a meses mayores salen solas al campo o se les ocupa en trabajos sencillos en que hacen sólo lo que quieren. Esta medida tiene por único objeto el que hagan ejercicio, puesto que no se las apremia ni se examina lo que hicieron o dejaron de hacer, y ha surtido muy favorables resultados. En el parto se les asiste con puchero de gallinas y se las asiste con esmero, sin ocuparlas en los cuarenta días, y pasados éstos se retiran del campo o de sus ocupaciones con una o dos horas de anticipación para refrescarse y descansar antes de darles el pecho a sus hijos. Los recién nacidos tienen su ropaje aparente y a sus madres se les da correspondiente alimento, así como a ellos cuando dejan la lactancia. Al octavo. Que en un espacio de terreno se hacen las divisiones que constituyen el conuco de los negros. En mis haciendas siembran generalmente maíz, que yo les compro a tres pesos cada fanega en todas épocas. Se cuenta la porción que ha cosechado cada uno y se les da su valor en dinero, que en totalidad asciende cada año en

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dos ingenios de ochocientos a mil pesos. Hasta el año pasado de 1840, tenían la cría de gallinas que yo les pagaba a peso cada una, de las muchas que se consumen en las enfermerías, dándoles además una gratificación de cuatro reales a cada uno por la pascua de resurrección. Pero habiéndome pedido que querían criar cerdos, se lo concedí, dejándoles en posesión de la cría de gallinas que ahora las compro a menos precio con suspensión de la gratificación anual como se lo advertí. El sistema seguido en los ingenios de elaborar azúcar a que me he contraído es el adoptado con autoridad en un cafetal que poseo con la sola diferencia de que en éste disfrutan desde su origen de la cría de cerdos y no de la de gallinas. Este sistema me ha sido benéfico y en él se han libertado varios de mis esclavos a quienes no he cobrado más precio que el que pudiera costarme su reposición con bozal cuando era permitido este comercio y me persuado que mis dotaciones están contentas. A ninguno se le apremia ni menos se le castiga por el trabajo. Los delitos se corrigen porque así lo exige el orden de disciplina y subordinación que es tan necesario, pero la corrección consiste en ponerles grilletes por determinado tiempo y hacerles dormir en cepo particularmente los días festivos. Esta relación es exacta al tiempo de redactarla. He procedido con la franqueza e imparcialidad que V. E. me recomienda y que me es genial ; las personas que han visitado mis fincas la atestarán, y cualquiera que las visite encontrará la realidad de los hechos que quedan detallados, y se convencerá de que en nada hay exageración. Y lo manifiesto a V. E. en respuesta a su citado oficio, esperando que V. E. me dispensará si, por el temor de incurrir en errores, me he concretado al tratar de un negocio que considero grave, y que según mi opinión debería reducirse a un círculo estrecho, de muy pocas y muy escogidas personas, por la trascendencia de que es susceptible. Dios guarde a V. E. muchos años. Habana 28 de febrero de 1842. Joaquín Gómez. 1-3-7-José Manuel Carrillo (3 de marzo de 1842) Si en todas circunstancias juzgaría un deber muy sagrado manifestar con franqueza mi opinión al gobierno cuando se sirviese pedírmela, ahora que se trata de una materia tan importante como la que comprehende el oficio de V. E. de 23 de pasado, y que es V. E. quien me lo exige, me considero doblemente obligado a ser sincero y leal, y exponerle sin disfraz lo que pienso y me dicta mi celo. En este sentido, haré una sucinta reseña del sistema que se observa en las fincas de campo, respecto a los esclavos, y en seguida indicaré a V. E. los resultados que en mi concepto podría producir cualquier reglamento que se formara sobre el particular.

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En general la indispensable humanidad de los hacendados, ilustrada y dirigida por el interés, poco deja que hacer y aunque desean respecto al trato de los esclavos cuando están sanos y a los cuidados y auxilio que se les deben, caso de enfermar. Cada dueño procura con esmero proporcionarles los más sanos, abundantes y variados alimentos que, según las circunstancias de las dotaciones, de la época, etc., se les dan, parte condimentados y parte crudos, sobre cuyo particular como sobre otros muchos sería bien aventurado y sumamente difícil fijar reglas generales. Estos alimentos se alternan según las estaciones, los recursos que proporcionan las localidades y con bastante frecuencia consultando los deseos de los mismos esclavos. Distribúyeseles al año dos mudas de ropa de hilo, una frazada o camisa de lana, un gorro o sombrero, y muchos amos agregan un pañuelo y alguna que otra friolera de esta clase, premiando con dádivas más importantes a los que se distinguen por su habilidad, honradez, etc., y particularmente a las hembras que tienen cierto número de hijos. Convencidos los amos de que el amor a la propiedad es el primer elemento de orden y de moralidad, tienen especial conato en que los esclavos críen algunos animales como cerdos y gallinas y cultiven un pedazo de terreno que nunca se les limita si la extensión de la finca lo permite y, además del inviolable respeto con que se mira esa propiedad de que el negro dispone libremente, se estimula a los perezosos e indolentes por medio de correcciones suaves y bien calculadas a que la adquieran. Los amos que diariamente palpan los excelentes resultados que ese afecto a la propiedad engendra en el negro, introduciendo entre ellos hábitos de orden que morigeran su carácter y les hace más tranquilos y subordinados, procuran excitarlo, y no creo que sea fácil mejorar esta parte del sistema que comúnmente se observa en nuestras fincas de todas clases. Inútil parece indicar a V. E. que el cuidado y la solicitud de los amos se redoblan en los casos de enfermedad de los siervos. En primer lugar, se adoptan todas las medidas higiénicas que son posibles para evitar las enfermedades, procurando que los esclavos no reciban los grandes aguaceros, dándoles cuando se han mojado un poco de aguardiente y, en ayunas, algunas bebidas confortantes como cocimiento de cogollos de naranja, etc. En segundo lugar basta que el esclavo indique hallarse indispuesto para que inmediatamente se le ponga en la enfermería en donde, a los dos o tres días, es fácil conocer si en efecto está acometido de alguna dolencia. En tercer lugar, en las grandes fincas como ingenios y cafetales, las enfermerías son edificios cómodos y espaciosos y en la actualidad se procuran construir con toda la perfección posible, habiendo algunos que pueden servir de modelo en su clase. En fin, Excmo Señor, muchas fincas tienen un medio de dotación y en la mayor parte hay enfermero o enfermera y todos los auxilios que puedan necesitarse, a lo menos para las primeras curas. Por lo que toca a las negras embarazadas, sepáraselas tan luego como llegan a los meses mayores de todo trabajo activo, empleándolas en ocupaciones suaves, como son auxiliar los asistentes de las enfermerías, servir a los operarios, etc. En la cuarentena, se las trata con el mayor esmero, suministrándoles el mejor alimento, permi-

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tiéndoseles incluso por espacio de algunos meses que abandonen los trabajos antes que los demás esclavos para dedicarse al cuidado del recién nacido. En algunas fincas las negras disfrutan de ciertos privilegios según el número de hijos que tienen, incluso el de quedar dispensadas de todo trabajo. Estas son Excmo S o r las reglas de gobierno y de higiene que en general se observan en nuestras fincas, y raros, muy raros serán sin duda los casos de excepción. Y al exponerlas a V. E. ha sido mi ánimo demostrarle que con dificultad podrían prescribirse otras más prudentes y acertadas para obtener los diversos fines de conservar y aumentar los esclavos, inspirarles hábitos de moralidad y orden, y hacer más llevadera su condición. ¿Traspasaría acaso los límites que parece fijar el oficio de V. E. si me aventurase a indicarle mi modo de pensar sobre las consecuencias que pudiesen surgir de cualquier reglamento o estatuto dirigido a aconsejar o prescribir la observancia de esas u otras medidas más acertadas? Esta duda me pone en un verdadero conflicto Excmo S o r , y de seguro me encerraría en un silencio prudente, si el afecto que profeso a V. E., si el vivísimo interés que me inspira, y el deseo de que sus providencias tengan el sello de la sabiduría y acierto que en todas partes las ha distinguido no hablasen en mí más alto que otra cualquiera consideración, y me impusiesen el deber de no ocultarle nada de cuanto me ocurre en tan importante materia. O se trata de dar algunos consejos a los hacendados, o de describir las reglas que estén obligados a observar, y permítame V. E. que le manifieste que ambas cosas estarían sujetas a gravísimos inconvenientes. En efecto, si es sólo lo primero, prescindiendo de que poco se adelantaría, es preciso no perder de vista que la suspicacia de los esclavos, siempre en atalaya para interpretar en su favor cuanto puede contribuir a proporcionarles alguna independencia y debilitar la autoridad de los propietarios o encargados de las fincas, no dejaría de dar a esos consejos un sentido obligatorio que alteraría la sumisión en que actualmente viven. No faltarían, Ex. Señor, hombres ilusos o de ánimo perverso que les sugiriesen falsas ideas, y así es que, sin producir un gran bien, cualquier paso en esta delicada materia podría ser orígenes de males de trascendencia. Y si se trata de un reglamento obligatorio, entonces Excmo Señor las consecuencias serían a no dudarlo las más peligrosas. De contado sería preciso establecer una fiscalización en el sagrado doméstico, y esta sola idea revelará a V. E. la multitud de dificultades y de males que brotarían de semejante antecedente. Nuestro gobierno que a nadie cederá la gloria de haber sido el más decidido enemigo de la esclavitud y el primero en haber tentado de mejorar la suerte de los esclavos, lleno de ese sentimiento de noble humanidad que anima a V. E. expidió en 30 de mayo de 1789 una cédula con el mismo objeto de reglamentar el modo de alimentar, vestir y tratar los esclavos, determinando las habitaciones que debieran tener, horas de trabajo, descanso, etc. Y por más que se reconociera la sabiduría de los preceptos que encerraba, el justo temor de que se debilitase la fuerza de la potestad dominica obligó a nuestras autoridades y corporaciones a suplicarla, y al gobierno supe-

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rior a suspender su cumplimiento, dócil a las poderosísimas razones expuestas en los informes del Ayuntamiento y Junta de Gobierno del extinguido consulado, que me tomo la libertad de recomendar a la ilustrada consideración de V. E. V. E. sabe que nada hay más vigilante, más previsor, más ilustrado que el interés individual. Protegida la propiedad por leyes sabias, ese interés ha obrado los prodigios que hoy ofrece la industria, y estimulado entre nosotros por los impulsos de la humanidad, que sería una injusticia no reconocer en la generalidad de nuestros hacendados, ha ido introduciendo mejoras succesivas en el sistema de alimentar, tratar y hacer más feliz la condición de los esclavos. A él, Excmo s o r , debe encomendarse el cuidado de perfeccionar ese sistema, en la seguridad de que los resultados serán tanto más positivos cuanto que la escasez de brazos que pronto se notará es un nuevo y poderosísimo estímulo para que los propietarios se apliquen con mayor asiduidad a estudiar y adoptar las medidas más a propósito de conservar y aumentar, si es posible, el número de los siervos que hoy poseen. Y no hay que temer el abuso de la autoridad dominica, porque prescindiendo de que, aun en las épocas en que era fácil de adquirir esclavos a bajos precios y en que por consecuencia el regulador del interés no ejercía una acción tan poderosa, se presentaban pocos casos de sevicia, el gobierno con su alto derecho de vigilancia está siempre en actitud de moderar y corregir esos abusos para lo que tiene en nuestras leyes todas cuantas disposiciones puedan apetecerse. Tales son Excmo S o r las observaciones que mi celo por el bien público, y mi particular adhesión a V. E. me han sugerido, y las he expuesto sin disfraz, en el firme concepto de que, si V. E. no las estima acertadas, su corazón noble e ilustrado sabrá apreciarlas como la expresión franca y leal de un hombre honrado. Dios guarde a V. E. muchos años. Habana 3 de Marzo de 1842. José Manuel Carrillo. 1-3-8-Ignacio de Herrera (4 de marzo de 1842) Excmo S o r Enterado del oficio de V. E. del 23 de febrero en que manifiesta el deseo de establecer en las fincas rurales un sistema de higiene conveniente a la conservación de los esclavos y a sus deberes con respecto a su señor, haciéndome varias preguntas relativas a aquel obgeto, procuraré corresponder a las miras de V. E., contestándolas en el orden que vienen redactadas, y con la debida franqueza expondré la práctica que la experiencia me ha hecho reconocer como más capaz de unir los dos extremos de la conservación y comodidad de los esclavos con la utilidad y derecho de su señor.

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I a Si conviene dar la comida cruda o cocinada. Debe darse cocida para que encontrándola preparada pueda dedicarse algún tiempo al descanso y cuidado de sus intereses, dándoseles dos comidas, una a las once de la mañana y la otra a las siete de la tarde. 2 a ¿Qué clase y cantidad de carne y viandas debe suministrárseles y en qué época del año debe suspenderse el uso de la harina de maíz? La cantidad de carne de cada ración debe ser de cuatro onzas de buen tasajo en cada comida y libra y media de viandas o su equivalente en harina de maíz, siendo preferibles aquéllos a ésta que no debe dárseles sino a falta de las primeras, pero que bien cocida y con un poco de manteca es un alimento sano y nutritivo en todo tiempo. 3 a ¿Qué clase de vestidos debe proveerse a los negros, y cuántas mudas al año? Dos mudas de coleta, una cada seis meses y una frazada de lana de dos varas de largo que les sirve de abrigo para la cama. 4 a ¿A qué hora deben levantarse para el trabajo, cuál la de retirarse y qué tiempo se les da para las comidas? Deben salir al trabajo al aclarar y retirarse a las once de la mañana, volviéndolos a llamar a las dos de la tarde, empleando este intermedio en la comida y descanso. Al obscurecer deben estar en las casas para tomar la segunda comida y se ocupan por una hora en trabajos ligeros cerca de las habitaciones, y retirándose después a descansar. En el tiempo de la zafra del ingenio se sigue el mismo orden durante el día y por la noche la mitad de la dotación trabaja hasta las doce y la otra mitad hasta el día. Mas en las fincas donde haya suficiente número de esclavos, se forman tres cuadrillas para que alternativamente trabajen dos y una descanse toda la noche. 5 a ¿Cuál es el sistema de enfermería más adecuado y la forma que deba tener para la separación de las enfermedades, qué clases de alimentos, número de asistentes, servicio del médico y botica y todo lo más conduciente para el alivio de la humanidad, evitando el deseo de que quieran permanecer sin justo motivo en las enfermerías? El edificio destinado para enfermería debe estar separado de los bohíos o barracones de la dotación, pero no distante de la habitación del administrador o mayoral, de una capacidad proporcionada a los esclavos de la finca, dividido en salones espaciosos, secos y ventilados, con ventanas altas y algunas con cristales para dar luz. Además de la conveniente separación de sexos, debe haber cuartos separados para las enfermedades contagiosas, un botiquín provisto de las medicinas más precisas y usuales, el alimento ordinario, carne fresca y aves, cremas o leche según lo disponga el facultativo. Para la asistencia de los enfermos debe haber un enfermero experto y eficaz que acuda a las primeras necesidades del paciente hasta la llegada del médico. Se tendrán los sirvientes necesarios para el cuidado y aseo de los enfermos. Y el encierro y aislamiento a la vez que contribuyen a la pronta curación del enfermo previenen el deseo de que quieran permanecer sin motivo en el hospital. 6 a ¿Cuál sea el sistema más conveniente para regularizar las costumbres de los negros casados y su moralidad, si conviene que vivan separados por familias y si esto puede perjudicar a los intereses del dueño? Procurar tener el mayor número posible

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de matrimonios que vivan por familias separadas y que la vigilancia y severidad del mayoral ejercida con discreción prevenga los desórdenes y desarreglos, estimulándolos por medio de recompensas hechas a los más morigerados. 7 a ¿Qué orden es el que se sigue con las negras desde que están en cinta hasta el parto, y después de éste hasta pasada la cuarentena, y cuál el orden de la lactancia y alimento de madre e hijo? Desde el momento que la negra participa al mayoral que se halla en cinta, se le destina a los trabajos más ligeros y siempre en las casas o en sus cercanías sin exigirles tarea determinada. Cuando llegan al noveno mes, van a la enfermería en cuyo servicio se ocupan. En los primeros meses del parto se las alimenta con aves, chocolate, galletas o pan. Pasados los cuarenta días salen a ocuparse en las inmediaciones para atender con frecuencia a los hijos hasta los seis meses en cuyo tiempo se emplean en trabajos más distantes, no debiendo salir a él sino una hora después y volver una antes que lo general de la dotación, acudiendo una vez en el intermedio de la mañana y otra por la tarde para atender al hijo, el que durante las cortas ausencias de la madre es alimentado por esclavas experimentadas, con leche, migas de arroz, etc. Mas por la noche duerme la madre con el hijo mientras dura la lactancia. Pasada ésta, entran en el departamento de criollos en donde se les atiende con esmero y se les dan tres comidas de carne con arroz y viandas. En sus enfermedades, además de la asistencia general, vienen las madres a cuidarlos cuando se cree conveniente. 8 a ¿Cuál es el sistema generalmente adoptado para proporcionar a los esclavos un pedazo de tierra que cultiven para sí, lo mismo que con respecto a la cría de cerdos u otros animales? La experiencia me ha demostrado que el negro, en general, necesita ser compelido a trabajar aun cuando sea en beneficio suyo. Lo más conveniente es sembrarles una extensión de tierra proporcionada que les hago cultivar en comunidad y la cual después de cosechada se reparte igualmente entre todos, dejando en libertad a los laboriosos que cultiven el pedazo que quieran. En la cría de animales se les permite la de cerdos y aves en toda la latitud posible. Habré cumplido con el encargo de V. E. si en este informe encuentra datos y noticias útiles para el fin que se propone. Dios guarde a V. E. muchos años. Ingenio de San Ignacio y Marzo 4 de 1842. Ignacio de Herrera.

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1 - 3 - 9 - E 1 conde de Fernandina (12 de marzo de 1842) Excmo S o r Los particulares sobre que V. E. se sirve pedirme informe, en su oficio de 23 del pasado, con el fin de establecer de aquí en adelante un sistema de higiene que concibe la conservación y la reproducción de los esclavos destinados a nuestras fincas rurales con el trabajo que deben aquéllos a sus respectivos señores, están revestidos de un título tan inocente, y tomándolos en abstracto se dirigen a un fin tan plausible, que para no contribuir a él, parece que sería necesario prescindir de todo sentimiento de humanidad y aun de justicia. No obstante, como ninguna cuestión de interés público debe juzgarse por la idea que presenta a primera vista, sino bajo todos sus aspectos, y ésta es cabalmente una de las más espinosas, yo desmentiría la franqueza de mi carácter, yo ahogaría la voz de mi conciencia, yo contribuiría neciamente a la plantificación de una medida que puede comprometer los intereses y la tranquilidad de mi país, yo desconocería la independencia de mi posición, y con fin yo correspondería muy mal a la confianza que a V. E. he merecido, si por un afectado desinterés, o una mal entendida filantropía, o una pusilánime deferencia a la autoridad que tan noblemente me interroga, no le expusiera mi sentir, con toda la sinceridad que tales antecedentes me imponen, si no le manifestase las razones que tengo para estar íntimamente convencido de que cualquiera novedad que emanando del gobierno se adopte en el régimen interior de nuestros siervos, aunque sea para aliviar su condición, no puede más de dar por resultado las más fatales consecuencias. Sin embargo, aunque a vista de tamaño inconveniente desaparece la importancia relativa del fin a que las preguntas se encaminan, les daré una breve solución, por un respeto a la autoridad de V. E. que sólo él pudiera acallar por un momento el temor que me asiste de contribuir yo mismo a un pensamiento que en el fondo de mi corazón no apruebo, a un pensamiento tan noble en su origen y obgeto, como impracticable y peligroso. Cuestión es la de negros, Excmo S o r , que por ningún lado debiera urgarse. Que entre dos extremos perjudiciales, prudencia es atenerse al que menos puede dañar a la sociedad, que vale más conllevar abusos tolerables que emprender arriesgadas reformas. Pero ya he dicho que contestaré a las preguntas de V. E. y así lo haré, bien que de un modo conciso, pero que baste para dejarlas satisfechas. A la I a digo que los hacendados dan a sus negros la ración cruda o cocida, según conocen que les sea más o menos grato, y que a mi juicio es casi indiferente uno u otro modo a trueque de no disgustarlos. A la 2 a que la cantidad de viandas que se les suministra es siempre relativa a las que se cultivan en cada finca. La de carne que en general es de ocho onzas, suele disminuirse cuando sube mucho de precio. Y no se hace uso del maíz sino en las haciendas en que dicho grano no daña a la salud, pues no hay dueño tan idiota que por tan miserable ahorro consienta en perder muchos esclavos, fomentando entre ellos una enfermedad casi siempre mortal y muchas veces epidémica.

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A la 3 a que se dan generalmente dos mudas de ropa al año y cuando menos una, no pudiendo yo hablar de las enfermerías, sino con respecto a las de mis fincas que están tan bien asistidas como un hospital real. A la 4 a que las horas de trabajo son de sol a sol, con un intermedio de 3 horas para el descanso y la comida y además algunas faenas en las noches de luna. Esto es en tiempo muerto, pues en el de la cosecha de los ingenios no duerme más que media noche una parte de las dotaciones, substituyéndose por mitades cuya práctica es común y necesaria para vencer las zafras. A la 5 a , lo dicho en respuesta a la 3 a , añadiendo que las dimensiones de las enfermerías no pueden determinarse uniformemente, porque deben ser proporcionadas al número de negros que haya en cada finca. A la 6 a que el mejor medio que habría para regularizar las costumbres y la moralidad de los negros (casados y no casados) sería el de instruirlos por los capellanes (que hay en muy pocas fincas) o por los administradores o por los mayordomos, en donde no haya ministros eclesiásticos, en los principios de la santa religión que profesamos que es la verdadera base de la moral, sin la cual ninguna sociedad de cualquiera color que sea puede permanecer mucho tiempo tranquila. Y aunque para muchos será caso insignificante o subalterno, el único medio que yo tengo por más adecuado a objeto de la moralidad, debo decir a V. E. que para mí es de suma importancia y que en este punto hay generalmente un abandono lamentable y escandaloso, pues los esclavos con respecto a religión están reputados por sus amos poco más o menos como bestias, es decir como si no hubieran de tener vida futura. A la 7 a que sobre el cuidado que merecen las negras en cinta, en el parto y después del parto, el interés de los amos hace mucho más de lo que puede prescribir el mejor reglamento, lo mismo que con respecto a los criollos. A la 8 a que la costumbre casi general entre los amos, y que yo observo, de conceder a sus esclavos los llamados conucos, crías de cerdos y de aves, es un acto puramente voluntario y generoso, por lo que no me parece que sería justo hacerlo obligatorio ni materia de reglamento. Por último, que todo lo que en las preguntas de V. E. se refiere a mejoras que exigen desembolsos, me parece que no es oportuno prevenirlo en el día, porque el producto de las fincas rurales alcanza apenas para su necesaria refacción y hallándose los hacendados agobiados de empeños, no sería justo que el gobierno impusiera la obligación de nuevos gastos a la clase agricultora, única que produce en este país y sobre quien gravitan en último análisis todas las contribuciones directas e indirectas. Nuestra agricultura ya no puede competir con los poderosos rivales que tiene ni le es dado luchar con los enemigos que le han declarado la guerra. Los hacendados están amenazados de una próxima bancarrota, que será trascendental a todas las clases que de ellos dependen, y por consiguiente al comercio, a las rentas públicas y a la misma metrópoli.

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Yo pudiera demostrarle a V. E. la suerte de que estamos amagados, pero no debo dilatar más la exposición de las razones que tengo para creer que el sistema de higiene sería tal vez uno de los elementos que pudieran anticiparla. Y o quiero prescindir de la extensión que conceden las leyes a la potestad dominica, de la autoridad de que está revestido un amo en su finca, tan semejante a la que ejerce un padre de familia en su casa y que no pudiera menos de enervarse con una inspección inmediata y puramente económica. Yo quiero prescindir de la inmunidad del recinto doméstico, que puede y debe vigilar la autoridad en que se halla reconcentrado todo el poder gobernativo, desde el alto asiento que ella ocupa, mas no invadirlo por medio de agentes subalternos, con pesquisas a que no se haya dado previamente causa motivada. De todo esto prescindo, porque sólo trato de contraerme a los efectos que debe producir cualquiera novedad que sobre tan delicada materia se introduzca. V. E. no puede ignorar en qué estado se halla en el día la disposición de los ánimos en la inmensa población de color que nos circunda ; cómo se ha exaltado en los esclavos el natural deseo de la libertad, a consecuencia de la publicidad que inevitablemente tuvieron las últimas exigencias del gobierno inglés, con respecto a la casi general emancipación ; cómo y en cuantas ocasiones se han manifestado ya actos de premeditada insubordinación, de pronunciada desobediencia, y en un caso hasta de formal resistencia a la fuerza armada. Y a no puede dudarse que todos los esclavos susceptibles de la más escasa inteligencia han concebido de un modo grosero si se quiere, pero demasiado exacto en esta ocasión, la idea fija de que los ingleses están defendiéndolos contra sus amos, y que para esto tratan con el gobierno ; que la persecución y prohibición de la trata se está haciendo efectiva ; en fin ven que hay una lucha en que su bienestar es el objeto y en que tienen poderosos abogados. De aquí resulta que cualquiera providencia que se dicte para mejorar su condición será estimada por ellos como un efecto de ese combate, como una victoria conseguida contra sus amos. Aun en circunstancias ordinarias, siempre se ha convenido en que la autoridad pública no puede interponerse sin el más grave riesgo entre los esclavos y sus amos, sino en los casos graves que las leyes señalan ; que el único modo de mantener en ellos la subordinación es el de fortalecer la autoridad de sus señores y darle un carácter de energía e independencia, a lo menos aparente, que pueda sostener el prestigio que se necesita para que un hombre solo pueda sujetar con una voz a 400 o 500. Si así se pensaba en otro tiempo, cuando se suspendió por el gobierno mismo el cumplimiento de la real cédula del año de 1789 de que V. E. tendrá noticia, porque la observancia de las reglas a que se sujetaba a los amos tropezó con estos inconvenientes, en el día en que se han aumentado, el más ligero olvido de aquellas máximas sería funesto. El sistema de higiene de que se trata, había de reducirse a un reglamento. Este reglamento había de imponerse obligatoriamente a los amos. Sus infracciones habíanse de indagar y justificar por agentes del gobierno. Esas infracciones habían de tener penas señaladas, porque la autoridad no debe hablar sino para hacerse obedecer

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y castigar, si no no se la obedece. ¿Y quién indagaría? ¿Serían los capitanes de partido?¿Se presentarían éstos a residenciar a los amos delante de los negros, por faltas leves, por quejas antojadizas, temerarias o calumniosas? ¿Estarían ellos, ni otra clase de agentes, dotados de las circunstancias que serían necesarias para egercer esta comisión con la debida prudencia e imparcialidad? ¿No serían algunos capaces de disimular, cediendo a medios reprobados, las faltas de los amos, de quienes puedan merecer alguna protección, y no estrellarse más que con los cómplices? ¿ Podrían dedicarse a esta ocupación en todas las fincas de sus respectivos partidos, cuando son tantas las atenciones de su ministerio? ¿Consentiría V. E. que en tan delicada materia se abrase la puerta a las delaciones? Y por otra parte ¿quién declararía? ¿Serían los amos sobre quienes recayera la sospecha de culpabilidad? ¿Serían los operarios cuya suerte depende del salario que ganan a los amos? ¿Serían los mismos negros interesados hasta en calumniar a sus señores? ¡Qué cúmulo de reflexiones se agolpan a la imaginación! Basten las que dejé indicadas. Sírvase V. E. pesarlas en su recto discernimiento, y todas vendrán a persuadirle de esta verdad. Desde el momento en que el esclavo llegue a entender, como lo entenderá muy pronto, que hay una autoridad que los protege, vigilando a su señor, imponiéndole deberes precisos, y exigiéndole responsabilidad, bien puede asegurarse que se relajaron, que se rompieron de un golpe todos los lazos de la subordinación, de la subordinación que es el único resorte que mantiene en pasiva tranquilidad el estado violento de la esclavitud. No quiera V. E. tocar a esa piedra angular, pero harto movediza, de un edificio que ya está bamboleando. Hay leyes establecidas para castigar toda especie de delitos o excesos: que se cumplan con respecto a los amos. La autoridad de éstos no es tan arbitraria como vulgarmente se dice. Siempre que se ofrece, se instruyen procedimientos para justificar y castigar los crímenes que suelen cometer y aun los excesos en que incurren en el ejercicio de su autoridad. La opinión pública vitupera al amo cruel. El interés propio, el progreso de la civilización le inspiran sentimientos de humanidad. A mi juicio no hay necesidad de providencias extraordinarias y menos de aquéllas que la prudencia rechaza. V. E. no puede tener en este punto mejores delegados de su superior autoridad que los mismos amos, quienes se guardarían muy bien de incurrir en su desagrado, o en las penas que, sin necesidad de reglamentar, pudiera imponerles gubernativamente en caso de llegar con justificación a ser noticia las faltas que merecieran corrección, pues bien para los delitos hay jueces y justicias en los pueblos a quienes compete su conocimiento. Enfin, yo puedo haberme extendido en este informe más allá de los límites, que el oficio de V. E. me demarca ; pero en esto he creído llevar los deberes de un buen patricio, y tal vez contribuir al principal obgeto de la alta misión de V. E. en esta isla, al de su constante anhelo, el de conservar su tranquilidad a toda costa. Si me he equivocado, espero que V. E. dispensará toda su indulgencia a mi buena intención. Dios guarde a V. E. muchos años. Habana y Marzo 12 de 1842.

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1-3-10-Domingo de Aldama (Ingenio de Santa Rosa a 18 de marzo de 1842) Excmo S o r Presidente, Gobernador y Capitán General En oficio de 23 de febrero próximo pasado se sirve V. E. ordenarme le informe sobre varios particulares conducentes a poder formar con acierto un sistema de higiene compatible con la conservación y aumento de los esclavos de las fincas rurales, sin perjuicio del justo trabajo que deben a sus señores. Y en cumplimiento de este precepto manifestaré a V. E. mi parecer sobre todos y cada uno de los particulares consultados, no con la profundidad que sería de desear en tan interesante materia, pues en este caso no me creo adornado de los conocimientos necesarios para no estar muy sugeto a error, materia delicada en que la falta de acierto puede producir funestos resultados, tanto con respecto a la humanidad como al interés de los amos, pero suplirá en parte mi buena fe, y sobre todo manifestaré francamente la conducta que observo con mis esclavos, como resultado de muchos años de pruebas muy costosas y de ensayos muy meditados. Pero, antes de entrar en materia debo prevenir a V. E. que la raza de hombres de que se trata, tal como se la observa en nuestros campos, tiene en general ideas y costumbres que marcan una notable diferencia con la raza blanca, que ésta tiene necesidades que desconoce aquélla, que ciertas comodidades deseadas vehementemente por un blanco de cualquier clase, y que nos parecen muy conformes con la naturaleza, constituirían el tormento de un negro africano si le obligasen a disfrutarlas, y que por consiguiente manifestaré hechos que, por más que a un hombre le parezcan contrarios a un sistema bien meditado de higiene, son no obstante muy aceptados y convenientes porque están más en harmonía con las costumbres de los negros, con los recuerdos de su infancia y de su tierra natal, que si son siempre gratos al hombre libre, lo son quizá mucho más al esclavo. También me parece es un deber mío advertir previamente a V. E. que creo muy difícil arreglar el sistema de higiene que V. E. desea sin que su aplicación, entre algunos bienes que deberá producir, no produzca también muchos inconvenientes graves. Que, atendida la ignorancia propia de la clase de individuos de que se trata y las propensiones y tendencias consiguientes a su estado de esclavitud, toda intervención directa o manifiesta de parte del gobierno, que de cualquier modo haga sospechar al esclavo que tiene derechos que aducir contra su señor, debe aumentar las exigencias de aquél. Que reputo muy difícil señalar el límite hasta dónde pueda extenderse con utilidad una ley protectora en el gobierno interior de una finca rural y finalmente que en el estado en que nos hallamos me parece muy conveniente confiar mucho en el interés privado de los amos, no obstante las excepciones que esta regla pueda tener. Por consiguiente, suplicando a V. E. se sirva dispensarme estas advertencias que creo esenciales y que protesto son emanadas de mi buen deseo de corresponder como mejor pueda a la confianza que V. E. se sirve dispensarme, paso a manifestar mis opiniones por el mismo orden en que están establecidas las cuestiones que se trata de resolver.

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Es la primera -"si conviene a la salud y nutrición de los esclavos el sistema de darles la ración cruda como se acostumbra, o es preferible darles su rancho cocinado y compuesto a horas determinadas". En mi opinión no debe dárseles la ración cruda, a lo menos en fincas grandes, ni lo consiento en las mías, exceptuando los domingos y éstos solamente a los esclavos casados y a sus hijos o ahijados si éstos lo solicitan. A todos los demás se les da su ración cocinada y a horas prefijas, repartiéndosela en mano propia a cada uno, con asistencia precisa del mayoral o de otro empleado de confianza a fin de que no haya desorden ni injusticia en el reparto, pues sin este requisito sucede que unos pretenden más cantidad de la necesaria para que les sobre y sirva de alimento a sus cerdos, o los más astutos despojan a los inocentes para obtener el mismo resultado, sin que este mal se remedie con darles más ración de la necesaria, puesto que algunos esclavos tienen ocho y aun doce cerdos, y su interés es mantenerlos y engordarlos sin mucho escrúpulo en el modo de conseguirlo como es de suponerse. Dándole a cada negro su ración y además la seguridad de que ningún otro puede hacerle la menor indicación para que la ceda, se remedian los inconvenientes indicados. A estos inconvenientes que versan contra el sistema de dar la ración cruda, se agrega el mucho tiempo que perderían en cocinarla de un modo conveniente, la falta de maña al efecto en muchos y la pereza y abandono en otros. La 2 a cuestión es - " E n cualquiera de los casos qué clase y cantidad de viandas y carne debe suministrárseles y por qué épocas del año es conveniente suspender el uso del maíz seco que produce por lo común disentería". Las raciones que yo hago dar en mis fincas se componen como de lo siguiente. Ocho onzas de tasajo bueno, cocido, repartidas en tres porciones con lo que diré después. La primera de siete a nueve de la mañana en el campo o sobre el trabajo, para lo cual se paran las faenas por media hora. La segunda a medio día en las casas y la tercera al retirarse de noche a sus alojamientos. Se cocina además una cantidad proporcionada de harina de maíz bien molida y limpia, bien cocida y arreglada de sal, de manera que resulten sobre doce onzas para cada negro en cada comida. Una parte del año, tres plátanos de buen tamaño o más si son chicos para cada comida a cada uno, o su equivalente en otras viandas siempre cocinadas y arregladas de sal, y ordinariamente se alternan las comidas dando una o dos de viandas y la otra de harina de maíz o viceversa. No hago suspender el uso de la citada harina de maíz en ninguna época del año, sola o alternada del modo dicho, porque creo no es muy exacta la opinión de que produce disenterías. Habiendo padecido muchos de mis esclavos esa enfermedad en diversas épocas, he podido convencerme de no ser aquélla una causa cierta, porque ha invadido este terrible mal algunas de mis fincas donde muy rara vez se ha hecho uso del maíz por abundar los plátanos y otras viandas, y ha solido ni padecerse en las que el maíz era la base del alimento diario no obstante de hallarse inmediatas dichas fincas y al parecer bajo las mismas influencias atmosféricas. Creo más bien que la enfermedad de que se trata, que suele padecerse en los meses de mayo y siguientes hasta septiembre, es causada por las aguas de la estación. Y ésta es también la opinión de algunos médicos de

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concepto que de intento y en diversas épocas he consultado. Para prevenir en algún modo dicha enfermedad he dispuesto, cuando se ha presentado algún caso, que el agua que beban mis esclavos en los trabajos sea de aljibe en la finca que la hay y de todos modos que sea mezclada con una cantidad proporcionada de aguardiente, cesando este requisito tan luego como hayan cesado los motivos que indicasen la conveniencia de su uso. La 3 a cuestión es - " Q u é clase de vestido debe proveerse a los esclavos, cuántas mudas al año, cuál para la cama y abrigo y por qué tiempo se ha de suministrar"- Dos mudas de ropa al año, repartidas cada seis meses, son suficientes, compuestas cada una de camisa, calzón de rusia, coleta o listado fuertes, con gorro de lana o sombrero de guano a los varones, y un túnico de aquellos géneros con un pañuelo a las hembras. El gorro o sombrero basta que se les dé una vez al año. Además una camisa de bayetón a todos, varones y hembras, al principio de la estación de los nortes, o sea en los meses de noviembre o diciembre, y una frazada de lana. De este modo tiene el esclavo la camisa de bayeta para trabajar abrigado y la frazada para dormir. Y si es un poco cuidadoso, tiene dos o tres frazadas. Esto es lo que constituye el vestido y abrigo más proporcionado para los esclavos, advirtiendo que en general ni desean ni necesitan más. Algunos, y particularmente las hembras, suelen proporcionarse, con lo que adquieren con sus crías de cerdos o gallinas, algunos otros vestidos de lujo que guardan para algún día de fiesta, quitándoseles muy poca afición a dejar sus vestidos ordinarios. En cuanto a camas, una tarima de tablas y la frazada es cuanto desean, porque tienen una inclinación irresistible a dormir precisamente al lado del fuego, y el prohibírseles esta costumbre perniciosa en muchas casas es causarles el mayor pesar y lo suficiente a veces para desesperanza, notándose que se resisten a toda idea de orden y regularidad en sus alojamientos, según el valor que nosotros damos a aquellas palabras. Y o los he tenido alojados de diferentes modos y después de muchas observaciones he convenido en dejarlos vivir a su gusto. He fabricado piezas de cinco varas en cuadro y unidas formando barracón, con claraboyas altas para facilitar todo lo posible la ventilación, dejándoles la libertad de hacer en lo interior cuantas divisiones les plazca y dándoles los medios de hacerlas. De este modo se aloja en cada una de dichas piezas un matrimonio o dos o tres solteros que son el padrino y los ahijados, siendo esencial según ellos que haya dentro de noche uno o más fuegos, aun en los meses de más calor sin que les moleste el humo, y de este modo viven contentos. Sería inútil proporcionarles otra especie de alojamiento y de cama más cómoda y más regular, pues en cuanto cesase la vigilancia, vendrían a reducirse a la forma dicha, sufriendo más bien alguna reconvención y aun castigo, que variar de sistema. La 4 a cuestión es - " Q u é horas deben tener de trabajos, señalando fijamente las de levantarse y acostarse, así como las de descanso y comida, teniendo presente las estaciones y las diversas faenas que en distintas épocas se ofrecen, ya sea para la siembra o la recolección". Los esclavos en mis fincas se les llama por las mañanas a una hora tal que tengan tiempo de reunirse, de dividirse y marchar para los trabajos y

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que lleguen a ellos al aclarar el día. Por consiguiente, media hora antes de aclarar salen de los alojamientos. Como ya queda dicho, se suspenden los trabajos por media hora para almorzar, y desde el veinte de mayo hasta quince de octubre se les dan, a medio día, dos horas libres para comer y para descansar los que no tienen cría de animales, pues los que la tienen invierten este tiempo en cuidarlos. A la noche suspenden el trabajo después de puesto el sol, de modo que al oscurecer están caminando para las casas. Cuando llegan se les da su ración en la forma expresada anteriormente y se les deja en libertad de acostarse o de cuidar sus animales hasta las nueve de la noche, a cuya hora se toca la campana a silencio y todos deben estar recogidos, menos los que se hayan nombrado para guardas o celadores que deben estar también a esa hora en sus puestos respectivos. En algunas fincas se acostumbra hacer lo que llaman faena, que es ponerlos a trabajar una o más horas después de la oración, cosa que yo no he consentido nunca por no parecerme conveniente. Las horas de trabajo y de descanso expresadas, refiérense a lo que se llama en los ingenios tiempo muerto, o sea desde mediados de mayo hasta fines de noviembre, pues los otros seis meses se llaman de molienda o recolección, en los cuales se les da a mis esclavos la misma media hora para almorzar, hora y media libre de todo trabajo a medio día para comer y descansar y de noche a la oración se divide la dotación en guardia de prima y de madrugada, excluyendo de ellas a los más muchachos y a las hembras que después se dirá que se manda a dormir toda la noche, siguiendo después de haber cenado la molienda de caña y elaboración de azúcar que no se interrumpe desde la noche del domingo hasta el sábado por la mañana. La noche del sábado es de descanso general. En el día, con la introducción de la máquina de vapor para moler las cañas, los esclavos destinados a estas faenas duermen casi la mitad de las cuatro horas que antes empleaban trabajando sin cesar y muchas veces sólo trabajan la mitad de la noche los de una guardia sola por no necesitarse más. La cuestión 5 a es -"Cuál es el sistema de enfermería más adecuado, y en este punto como tan recomendable por humanidad y por interés, señalar las dimensiones del local destinado al obgeto, su repartimiento interior, número de asistentes, establecimiento de botica, servicio del médico y enfermero ; la clase de camas y alimento con todo lo que sea concluyente para alivio del doliente, comprendiendo en este informe si conviene situar aisladamente el edificio, cuáles serán las medidas de seguridad para que no tengan comunicación exterior, tanto por evitar el contagio de las enfermedades cutáneas cuanto porque de este modo desaparezca el deseo de estacionarse sin justo motivo en la enfermería". Uno de los principales edificios de una finca rural debe ser en mi concepto la enfermería y sus dimensiones deben ser proporcionadas a la dotación de esclavos, calculando que la décima parte de dicha dotación suele estar en la enfermería y en algunas épocas del año aún más. Las que tengo en mis fincas son casas aisladas de cuarenta varas de frente y cuarenta de fondo con una sola puerta al exterior proporcionada al edificio, un patio en el centro a rededor del cual hay salones bien ventilados por medio de ventanas altas al exterior y puertas al patio con sus cerraduras correspondientes. Dichos salones están destinados para las

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diversas enfermedades y de modo que pueden incomunicarse fácilmente los enfermos que exijan esta precaución. Una parte del local está destinado para las hembras que no pueden tampoco estar en comunicación con varones. Dentro hay cocina, habitación para enfermeras y asistentes y demás menesteres. Las medidas para impedir la comunicación con el exterior las facilita el local mismo, pues siendo las ventanas altas y teniendo el enfermero o enfermera encargada su habitación en la portada, para entrar o salir se necesita su consentimiento. Hay una pieza proporcionada destinada a botica donde tengo un surtido de las medicinas que pueden necesitarse. Siempre he tenido facultativo que asiste diariamente todos los enfermos, una o muchas veces si es necesario. En cuanto a enfermeros, tengo en cada finca uno que merezca mi confianza, ya sea blanco o de color, de uno u otro sexo, vigilados por mi administrador y por el facultativo que tiene interés en que haya buen orden y asistencia porque en su buen acierto consiste su permanencia en la finca. Además hay en cada enfermería asistentes de ambos sexos cuyo número se aumenta según la necesidad. En cuanto a camas, si la enfermedad es leve o llagas, una tarima alta y limpia y frazadas también limpias es lo suficiente. Pero si es de enfermedad grave o aparenta serlo, en tal caso se le proporciona al enfermo todos los cuidados y todas las comodidades que su situación requiere, por humanidad y por interés. De todos modos al entrar el esclavo en la enfermería, su ropa se hace lavar y se le hace asear su persona cuanto lo permite el mal de que adolezca. Y en cuanto a alimentos, a los enfermos graves se les da el que dispone el facultativo, sea el que fuere, sin reparar en costes, el cual, como queda dicho, tiene gran interés en el resultado. Y a los que pueden alimentarse con ración, se les da siempre ésta que se compone siempre de viandas, arroz, galletas, etc., con carne, todo preparado y condimentado cuidadosamente y con las variaciones que el médico dispone. Por supuesto que los esclavos enfermos no deben salir de la enfermería por ningún motivo, sino cuando en la convalescencia disponga el médico que paseen. Ni tampoco permitirles que sean visitados por otros que no sean personas allegadas, como padre, esposo, hijo, etc., y aun a éstas con ciertas precauciones y vigilándolos para que no lleven comida alguna al enfermo ni lo molesten. La cuestión 6 a redúcese a „¿Cuál será el sistema más conveniente para regularizar las costumbres y moralidad de los negros casados ; si el hacerles vivir por familias en bohíos separados tiene algún perjuicio a los intereses del dueño, y a qué edad es conveniente poner los hijos bajo la dirección de sus padres". Esta cuestión es en mi concepto de muy difícil resolución. Todas las medidas posibles, aun las más rigurosas, la enseñanza de la religión y cuantas se han imaginado hasta ahora, no impiden que sea muy frecuente el cambio, venta y préstamo de mujeres, aunque por temor suelen hacerlo muy en secreto. Al mismo tiempo que suelen encelarse hasta el furor cuando el detestable negocio no ha sido ajustado por todos los interesados, dando ésta ocasión a muchas reconvenciones y aun a castigos. Hacendados ha habido que por no sufrir esta clase de desórdenes han tenido sus dotaciones compuestas de varones solamente, lo cual tiene también muchos inconvenientes. Por mi parte estoy convencido de que ningún perjuicio reporta el dueño con hacerlos vivir por familias en

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bohíos o piezas separadas y así lo hago y he hecho siempre, como ya he indicado en otro lugar de este informe. Creo también que esta circunstancia y aun más la de los intereses en común de que trataré cuando se llegue a la cuestión de conucos y de crías de animales, son medios muy a propósito para mejorar sus costumbres. Además a las negras jóvenes y solteras se las hace dormir por separado y aun se las encierra, tomándose varias precauciones en obsequio de las buenas costumbres. En cuanto a poner los hijos bajo la dirección de los padres, en mis fincas lo están siempre, pues si mientras son chiquillos están en local separado, las madres van allí a cuidarlos como diré más abajo, y cuando son grandes se les lleva a su alojamiento. La 7 a cuestión a resolver dice „Qué orden conviene seguir con respecto a las negras cuando están en cinta ; qué clase de trabajo y cuántas horas dedicadas a é l ; lo mismo cuando lleguen al parto, cuál el sistema para después de la cuarentena, así como el alimento y cuidado de ellas y de sus crías ; la parte que las madres han de tomar en la lactancia de sus hijos a horas propias y con períodos regulares ; cuál será la planta más propia para una casa de criollos donde sean cuidados con esmero por personas de regular discernimiento a fin de evitar las desgracias consiguientes a la inocencia". En mis fincas toda negra que se hace embarazada cesa de trabajar en el campo desde que tiene cuatro o cinco meses de embarazo, y sólo se la ocupa en las casas en lo que se llama batey en trabajos ligeros hasta que está en siete u ocho meses, pues entonces no hace nada y sólo se la obliga a barrer algunos ratos y a pasear. Cuando llega el parto, se verifica éste en el mismo local de los criollos, tomándose las precauciones convenientes a fin de evitar toda desgracia a la enferma y a su cría, alimentando a aquella con caldos de gallina, chocolate, etc., cuyo sistema de alimentos dispone el médico según conviene, sin omitir nada que conduzca al buen éxito, tanto en alimentos y medicinas como de ropa y abrigo de madre e hijo. Pasada la cuarentena, la madre y su cría quedan allí mismo y en lo sucesivo sólo se ocupa a aquélla medio día, precisamente en el batey en trabajos leves, dejándole libertad, aun en ese medio día, de ir a ver a su hijo dos o tres veces, y si está enfermo no se la separa de él. El otro medio día lo pasa todo al lado de su cría u ocupada en lavar su ropa, pues no se le manda hacer nada hasta el día siguiente. Este sistema continúa hasta que la criatura tiene todos sus dientes y camina, en lo cual se pasan doce o quince meses. Entonces se le da una regalía a la madre que consiste en cuatro pesos o en un lechón que los valga para que lo críe y sale a trabajar al campo con las demás, pero dejándole siempre algún tiempo para que vea a su hijo por el día y excluyéndola en tiempo de molienda de toda guardia y trabajo de noche, dispensándosela además ciertas consideraciones cuando cuide bien al hijo para estímulo de los otros. En cuanto a casas de criollos, deben ser proporcionadas al número de éstos, secas y limpias y ventiladas con cierto espacio fuera para que puedan los chiquitos correr libremente, y según su número tener una negra de cierta edad y discernimiento a propósito para cuidarlos en ausencia de sus madres y vigilar la limpieza y aseo de la casa, teniendo también a sus órdenes una cocinera que les haga la comida. Yo tengo en una de mis fincas un solar de cincuenta varas de largo y seis de ancho con un espacio fuera cercado de baranda.

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Allí corren cuanto quieren. En las otras fincas no son tan grandes los salones, pero son proporcionados al número de criollos y es uno mismo el sistema. En una pago una mujer libre que los cuida y hago también que los saquen a pasear algunos ratos. El alimento de los criollos se compone de leche de vacas, arroz, harina de sagú, galletas, viandas y carne, todo bien cocinado y preparado sobre lo cual hay la vigilancia conveniente. La 8 a cuestión es -"Deseo una explicación terminante al sistema generalmente seguido de proporcionar a los esclavos un pedazo de terreno llamado conuco para que siembren y aprovechen en su particular el producto ; lo mismo con respecto a la cría de cerdos u otros animales que se le permitan, pues como ser viviente es sensible a los beneficios y es innato al hombre el deseo de tener propiedad, este sistema debe contribuir a la mejor moralidad de los esclavos, a que aprecien el punto donde residen y a que miren con interés la hacienda de su señor, puesto que cede algo para la utilidad directa de ellos". El sistema generalmente seguido de permitir que los esclavos tengan su conuco y sus animales produce tan conocidas ventajas que en este particular todos los amos, creo, estarán de acuerdo. Por mi parte estoy convencido de que no sólo es conveniente permitírselo como también vencer la repugnancia de muchos o a lo menos su apatía e indeferencia a trabajar para sí. Pues es un hecho acreditado por la experiencia que desde que el esclavo ambiciona tener propiedad y la consigue, sus costumbres mejoran, es muy aseado, no incurre en la tentación de fugar de la finca y se entusiasma a su modo a favor de ésta y de su dueño. La dificultad consiste en que hay muchos desgraciados a quienes es muy difícil inspirarles un deseo constante de trabajar en provecho suyo. Es que toda medida directa que se tome para obligarles a tener algo produce malos resultados si no se vence antes indirectamente su apatía, pues aunque se les den animales para que los críen, tiempo para sembrar y recolectar, no lo hacen por bien y empleando la fuerza para esto, se empeora su mala disposición moral. Remediado el sentimiento del hambre por la ración que tienen segura, su abandono llega al grado de ser necesario imponerles castigo para que conserven la misma ropa que se les da, para que se laven y aseen y finalmente para que gocen algo. De éstos se puede sacar muy poco partido. Si son jóvenes, queda al amo la esperanza de que se apasionen y se casen, y en tal caso puede hacer mucho más efecto en sus ánimos una negra que todas las exortaciones y todos los castigos. En efecto es sabido que los negros más cimarrones, más desobedientes y más incorregibles son los que nada desean, o que sólo pretenden tener por medio del robo. Estos ni tienen mujer ni propiedad ni amigos. Afortunadamente hay muchas excepciones, y se debe convenir en que es mayor el número de los que, bien dirigidos, aspiran a tener propiedad y a mejorar su situación. A unos y otros se les debe estipular y aun impeler de cierto modo a que en la estación de las siembras lo hagan para sí dándoles terreno proporcionado y conveniente, en lo cual debe intervenir el mayoral o encargado de la finca para ordenar y hacer que respeten entre sí el trabajo de cada uno. Estos trabajos los hacen en los domingos y los más afanosos aprovechan además las horas de descanso y algunas veces se les da auxilio en días de tra-

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bajo particularmente en la recolección. Bien pronto si son activos y económicos adquieren para comprar un lechón y algunas gallinas, y, una vez adquirido este primer capital, hay algunos que lo aumentan progresivamente, llegando el caso de ser necesario intervenir en esto, pues son varios los que llegan a privarse de parte de su ración o hurtar las de otros para engordar sus animales. En los tales hay otro peligro y es que, en su ignorancia, la pérdida de sus cerdos o de sus gallinas puede producir muy malos resultados particularmente en los negros de ciertas naciones de carácter irascible. En mis fincas se sigue el orden que va indicado, añadiendo que la propiedad del esclavo es siempre la más respetada: que las penas que se imponen, nunca afectan dicha propiedad ; que en sus ventas y negocios deben intervenir los mayorales o el administrador, a fin de que no puedan ser engañados ; que hay la mayor tolerancia en no corregirlos sino con mucha prudencia por los daños, no siempre casuales, que sus animales suelen hacer en las siembras, tomándose siempre medidas indirectas para evitarlos ; que cuando un esclavo manifiesta tener buenos deseos y se porta bien, se le facilita el primer capital ; que en los matrimonios sean las crías y las siembras en común sin consentir que la mujer tenga bienes separados, ni viceversa, a fin de poner este obstáculo más a su separación de cuya circunstancia, que suele ser muy eficaz, queda hecha mención en otro lugar de este informe. Con estas medidas y otras que la práctica puede hacer necesarias, llevadas a debido efecto con eficacia, tengo actualmente varios esclavos que me consta poseer más capital del que necesitarían para libertarse ellos y sus hijos y que no quieren hacerlo. Se me han libertado otros que me han puesto la condición de que los había de dejar vivir en la finca, porque de lo contrario no se libertarían y en efecto han permanecido en ella, ya libres, hasta la muerte. Otros me han dejado expresamente por heredero de sumas que los hubieran libertado, y finalmente tengo en la actualidad algunos que poseen seis, ocho y hasta doce cerdos, alguno de los cuales vale veinte pesos y más, los que saben que han de vender con toda libertad, pues tienen toda la seguridad que yo puedo dispensarles para que nadie pueda inducirlos directa ni indirectamente a vender más barato de lo que valga la prenda, ni tampoco al fiado. Estas ventajas de los esclavos, me consta que no son sólo los míos los que las poseen, pues en este particular el sistema seguido en mis fincas es muy general con más o menos amplitud, con más o menos ventajas. Esta y otras circunstancias de la situación de los esclavos en el campo pudieran responder victoriosamente a los que, ignorando su estado moral y lo que pasa en las haciendas, porque ni aun se toman el trabajo de examinar la cuestión ligeramente, critican lo que no entienden por capricho culpable o por espíritu de partido. No diré yo que sea un bien ser esclavo en los campos de la isla de Cuba porque semejante proposición sería un absurdo ; pero sí diré que la clase pobre y jornalera de Europa que yo pude examinar no disfrutaba en general de ciertas ventajas que disfrutan estos esclavos, no obstante que la civilización de aquélla y la torpeza habitual de éstos debe hacer más sensible la diferencia. Se les hace trabajar, es verdad, pero el mismo interés de los amos modifica y regula el trabajo, porque los brazos que lo hacen son su primer capital y trata de conservarlo. Yo creo que en general se exige menos trabajo del escla-

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vo del que se exigiría y se exige de un hombre libre, impelido por la ley imperiosa de la necesidad a vender sus servicios. Se castiga a los esclavos, es verdad, pero ¿en qué reunión de hombres, aunque sean ilustrados, pueden proscribirse las leyes penales y su aplicación? Sin querer expresadamente, y sólo conducido por la materia misma de que trata la octava cuestión, me he separado de su texto con reflexiones que no son muy del caso y que V. E. dispensará en obsequio de la buena fe que las ha dictado. Queda pues evacuado a mi modo el informe que V. E. se ha servido encomendarme. En él, como al principio he manifestado, he tenido que hablar de mí mismo, de mis esclavos ; y sin pretenderlo he manifestado por el sistema que sigo una predilección que en cualquier otro caso sería ridicula por lo que tiene de alabanza propia. Pero ¿cómo evitarlo en el asunto en cuestión? ¿Cómo, tratándose de esclavos, pudiera yo tener, respecto a su manejo, opiniones diferentes del sistema que practico con los míos? Explicando este sistema, bueno o malo, es claro que explico lo que pienso, pues si descubriese alguna reforma útil me apresuraría a ponerla en práctica. Respecto a las aplicaciones de las reglas indicadas a las otras clases de fincas más numerosas, hay muy poco que añadir. En los cafetales por ejemplo, es igual el sistema y convienen las mismas reglas, con ciertas ventajas para los esclavos por ser en lo general menos fuertes los trabajos, salvas algunas excepciones. Lo mismo sucede en los potreros y sitios de labor, con la ventaja de que, como las dotaciones son poco numerosas, cuesta menos afanes hacerles guardar el mejor orden, de modo que dichas reglas en lo general son aplicables a todas las fincas, porque en todas la conservación y aumento de los esclavos constituye el interés de los amos, y, por fortuna, este interés se combina muy bien con la humanidad. Ingenio de la Rosa, en el partido de la Sabanilla del Encomendador a 18 de marzo de 1842. 1 - 3 - 1 I-Wenceslao de Villa Urrutia (Habana a 25 de marzo de 1842) Excmo S o r En oficio de 23 del pasado próximo se sirvió V. E. pedirme informe acerca de varios particulares relativos al régimen interior de las haciendas de campo de esta Isla con el objeto de formar con el acierto que V. E. desea un sistema de higiene conveniente a la conservación y aumento de los esclavos destinados a dichas haciendas, y en que se combine su salud y reproducción con el justo trabajo que es debido a sus señores, esperando V. E. que con noble desinterés y humano sentimiento de un honrado patricio y en justa retribución de la confianza que le merezco desempeñaré este encargo manifestando a V. E. clara y terminantemente mi sentir. A primera vista parecería sin duda fácil la contestación a las preguntas que V. E. se sirve hacerme porque teniendo yo ordenado en mis haciendas todo cuanto he creí-

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do poder conducir el mismo objeto que V. E. se propone, bastaría mencionar mis propios arreglos como modelo, [ilegible] ir enunciando solamente algunas mejoras, que, aunque considero útiles, convenientes y aun necesarias, por diversidad de circunstancias no ha sido posible adoptarlas. Pero he creído que si me limitase a semejante contestación ni correspondería a la confianza que V. E. se sirve dispensarme, ni a los sentimientos de un honrado patricio, ni cumpliría con el deber que mi conciencia me impone decir siempre lo que siento cuando por la autoridad o por la ley soy llamado a dar mi dictamen. El informe que V. E. me pide lo considero de tan grave trascendencia, que muchos días se me han pasado en profunda y asidua meditación para fijarme en el modo de evacuarlo. Y al fin, después de bien examinado el asunto por todas sus fases, animado principalmente por la generosa franqueza con que V. E. misma excita mi lealtad, me he decidido a manifestarle clara y terminantemente mi opinión de que los particulares a que se contraen las preguntas que V. E. se sirve hacerme, aunque al primer aspecto dirigidas a la formación de un sistema de higiene, componen en sí en su totalidad el sistema económico y administrativo de las casas de los hacendados, el complexo de las relaciones entre éstos y sus esclavos, y la determinación y limitación de la potestad dominica y que un reglamento cualquiera que el gobierno dictase sobre todos los puntos que en aquellas preguntas se tocan, por muy bien meditado y circunspecto que fuese, por mucha prudencia y previsión que dirigiesen su formación, no produciría en la práctica los beneficios que V. E. se ha propuesto por objeto. Crearía dificultades embarazosas para el gobierno, y pondría en grave peligro la tranquilidad de la isla, produciendo de pronto inquietud, luego la desobediencia y acaso después la insurrección en la esclavitud de los campos, dando por resultado no mejorar la suerte de los esclavos y empeorar considerablemente la harto afligida de los blancos. No produciría en la práctica los beneficios que V. E. se ha propuesto, porque no es posible que generalmente tengan cumplimiento reglas que en su ejecución no pueden ser generalmente adoptadas, ya por disgusto u oposición en los siervos, ya por falta de voluntad o disponibilidad en los amos, ya en fin por carecer esta clase de disposiciones en tal manera que ni dejen de tener efecto ni se conciban éxitos en los medios de obtenerlo. Permítame V. E. que para mejor claridad aplique este principio a las primeras preguntas que se sirve hacerme. ía-fTexto de la pregunta] La costumbre actual es muy varia. Hay finca en que se da toda la ración cruda y las hay en que toda se da cocida y la hay también en que a las dos raciones diarias la del mediodía la dan cocida, a lo menos en el tiempo de la cosecha, y la de la noche cruda, y en algunas fincas también varía el método de dar la ración según la época del año, dándola cocida en la zafra y cruda en el resto del año. Por lo general en las fincas nuevas se da toda cocida, y en las antiguas es en las que se advierte aquella variedad, sobre todo en el tasajo, porque en cuanto a vegetales, si se les da maíz lo más general es la harina cocida y si plátanos crudos, porque a los mismos negros les gusta prepararlos.

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Ahora bien, estos diversos sistemas que en lo sustancial poco ni nada influyen en la salud y nutricio de los negros, una vez establecidos en las haciendas se arraiga tanto que sé de algunas antiguas en que por haberse querido introducir el método general como he dicho en las fincas nuevas de dar las raciones preparadas, se han notado inmediatamente síntomas de graves descontentos y señales de marcada desobediencia entre los siervos. Algunas en que ha sido menester llegar a vías de hecho y otras en que los amos han tenido que abandonar la idea antes que dar lugar a peores males. He aquí como, aunque yo propusiese a V. E. y la mayoría de los que le informen que el mejor orden de las fincas y el mejor arreglo de los trabajos, no precisamente por la mejor nutrición de los esclavos, exigen que se les den, como yo lo practico, todas las raciones cocidas, excepto los plátanos, V. E. con la circunspección y detenimiento que le caracterizan, convenido de la peligrosa alteración que podría producir esta medida, generalizada a otras fincas en que los esclavos están acostumbrados a tener sus raciones crudas, y se resisten a que se les den de otra manera, se abstendría seguramente de dictarla. la-fTexto de la pregunta] Esta es una de las preguntas que más directa tendencia parece tener con el sistema higiénico de los negros, y desde luego me permitirá V. E. hacerle observar que en ella se asienta un hecho no probado por la experiencia. Aunque sea muy vulgar la creencia de que el maíz produce disenterías, no es en el estado seco sino cuando en el tiempo de acercarse las cosechas los negros se dan por gusto a comerlo tierno, en grano, y no estando preparado con algún condimento u hecho harina. Los amos se lo prohiben y procuran evitarlo, y al efecto los administradores y mayorales castigan severamente la infracción y sin embargo no logran corregir el abuso. El maíz seco, hecho harina y despojado de su película, es en todo tiempo un alimento sólido y tan sano como el que se elabora con la harina de trigo. Aquí se tiene por caliente, como dice el vulgo, y por eso muchas haciendas prefieren en el verano y procuran dar plátanos o raíces feculentas a sus negros. Y en el continente vecino, en Méjico y Guatemala, los indios de climas aun más abrasadores que el de la isla de Cuba lo califican de frío, lo sazonan para hacerlo más digestivo con varias clases de pimientas a cual más picantes, después de lavado con lejía que le deja un sabor al hacer la masa. Allí no se conoce o no se usa como base de nutrición de otro alimento: jamás se alterna con el boniato, yuca, ñame y plátano que aquí acostumbramos dar a los esclavos, y por otra parte allí es desconocido el uso del tasajo y del pescado salado que se tiene aquí por necesario. Considerada la cuestión bajo su aspecto higiénico ¿qué facultativo habrá tan presuntuoso que pretenda fijar con generalidad la más conveniente calidad de alimentos para la salud y nutrición del hombre? Y tratado bajo el punto de vista económico ¿con qué justicia pudiera exigirse al hacendado que alterna entre el tasajo y las varias clases de pescado, según las épocas del año y los precios de esos artículos, a que le constituya administrar una sola de estas clases de alimentos? ¿Por qué al que da plátanos todo el año teniéndolos de sobra en su hacienda se le obligaría a comprar maíz con el único sobrante quizá con que cuenta pa-

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ra vivir? ¿ Y por qué a la inversa pudiera imponerse la obligación de dar viandas al que carece de ellas, cuando la experiencia ha acreditado que sustentando a sus esclavos con maíz los tiene robustos y fuertes? Por último es menester convencerse de que siendo uno el interés de todos los amos, que sus esclavos se mantengan sanos y vigorosos para emplearlos en los trabajos de que han de sacar su utilidad, no puede concebirse que en este particular cuiden tan poco de sus intereses que prefieran una miserable economía en los gastos a un aumento considerable en los productos, aunque se separe de la cuestión toda consideración de humanidad. Y la variedad en la clase de alimentos no debe con justicia atribuirse sino a las convicciones diferentes de los amos, convicciones que no hay ninguna razón fundada para combatir, o a circunstancias peculiares que es imposible hacer desaparecer en muchos casos. 3a-La clase de vestido que se da a los esclavos, a que se reduce la tercera pregunta, varía muy poco. U n a o dos mudas de lienzo crudo, camisa y gorro de lana al año y una frazada cada dos años es lo que suele constituir el vestuario que dan los amos. Pero no se crea que esto es el exclusivo de los negros. En un día de fiesta cuando bailan en sus tangos, un grande ingenio presenta en su aspecto más limpieza, aseo y valor en los trajes, especialmente de las negras, que un baile de aldea en Europa. Además de los pañuelos de algodón que sus amos acostumbran repartirles, ellas se procuran túnicas de zaraga y muselina, camisas de lienzo blanco, medias de algodón y aun de seda y zapatos de dril y de raso. Pero no es posible, como no lo es entre los libres, que esta situación sea igual en todas las fincas, ni en todas las dotaciones de negros, y a porque los amos no pueden hacer las mismas erogaciones para dar a los esclavos todo lo que quisiesen, y a porque éstos no están habituados al goce de tales atavíos. En las mismas haciendas en que más largamente se provee a esta necesidad, al lado de los esclavos que tienen un equipaje de ropa aseada y fina para los días festivos, se encuentra negros casi desnudos porque o son desaseados o negligentes, o porque venden la ropa y la dan por perdida o robada. Esta diferencia se ve aun en los esclavos domésticos de la capital, presentándose los de las casas ricas y ostentosas vestidos con más elegancia y lujo que muchos blancos, y otros de familias miserables que se contentan con alguna muda de cañamazo. Aquéllos duermen en camas iguales a las de sus amos ; éstos sobre el suelo, cubiertos de una manta. He aquí como cualesquiera disposiciones reglamentarias que se adoptasen respecto a los tres particulares a que se refieren esas preguntas no producirían beneficio alguno práctico, porque generalmente hablando no puede mejorarse el método y orden establecido en las haciendas, y porque desgraciadamente para corregir los defectos de algunas de ellas, sería menester descender a pormenores tan minuciosos y prolijos que por una parte sería imposible señalar las obligaciones con arreglo a las circunstancias individuales que en justicia no deberían desatenderse, ni por otra sería asequible fijar las faltas ni exigir las responsabilidades ni imponer a los infractores las penas (sin las cuales son inútiles todos los reglamentos) a menos de constituir en estricto pupilaje a todos los amos, a la inmensa mayoría que cumple con los deberes de la humanidad y los hace compatibles con su propio interés en bien del esclavo, y

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cuya hubiese servido de modelo, como a los poquísimos que no tanto por mala voluntad ni por falta de buenas disposiciones sino por circunstancias particulares, independientes quizá de ellos mismos, han podido ser objeto de las disposiciones reglamentarias. En lo expuesto no he tocado sino a las tres primeras preguntas, relativas a los puntos más sensibles, y a pesar del estudio que he puesto en ser conciso, V. E. ha visto lo que ha sido preciso detenerme en ellas. Igual resultado daría el examen de las demás, pero sería menester extenderme a mayor número de consideraciones de más grave importancia. Y lo sensible es que no sé si habré sacrificado la claridad al laconismo en la demostración que he querido dar de los obstáculos que por parte de los amos y aun de los siervos se presentarían para generalizar por medio de un reglamento algunas de las prácticas ya establecidas en las fincas mejor arregladas. No sé si habré acertado a penetrar a V. E. de la convicción que me asiste de que cualesquiera errores que pueden existir en la administración de algunas haciendas, ellos no merecen llamar la atención del gobierno, siendo infinitamente menor su trascendencia que la de alterar los usos establecidos. Otras dificultades nacen de la clase de agentes que el gobierno tendría que emplear para hacer efectivo cualquier reglamento. En este particular ¿quién mejor que V. E. conoce la poca facilidad de encontrar entre los capitanes de partido, que son los únicos con que cuenta, hombres bastante íntegros, justos, prudentes y circunspectos y desinteresados en quienes descansará el cumplimiento de una ley que debiendo traer consigo la necesidad de visitas domiciliares para cerciorarse de la observación, pondría constantemente en conflicto diversidad de pasiones e intereses? Desgraciadamente estos subalternos, que por lo general carecen de otros medios de vivir que los que les proporciona su connivencia en la transgresión de los reglamentos de policía porque su exacta ejecución disminuiría o agotaría sus recursos, propenderían por una parte a la tolerancia de los verdaderos abusos si en ella encontrasen su conveniencia, y por otra parte a la continua y vejadora vigilancia y fiscalización de los que no comprasen su tranquilidad con oro. De aquí resultaría inevitablemente una continuada lucha entre la autoridad y los subordinados, de aquí la embarazosa situación del gobierno para no desairar a aquélla, ni desatender la justicia de éstos, situación muy difícil de precaver porque en estas leyes reglamentarias, a fuerza de querer prevenir todos los casos, que es cosa imposible, se complican las disposiciones generales con circunstancias particulares que en muchas ocurrencias hacen excusables y justas las infracciones, y de aquí el descrédito y desuso de semejantes leyes. Por último lo que se tiene en mira no sólo tendría el defecto de innecesario en la mayor parte de sus disposiciones porque su obgeto principal y verdaderamente saludable es lo lleno con sólo la práctica generalmente observada de lo que se previene en nuestros códigos aunque varía accidentalmente en su aplicación a las circunstancias individuales ; no sólo sería ineficaz en su cumplimiento y embarazoso al gobierno, sino que, como ya he tenido el honor de decir a V. E., pondría en grave peligro a

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la Isla, produciendo inquietud, desobediencia e insubordinación en los siervos, y descontento no pequeño en los propietarios, que sería así inutilizada una parte, y la mayor y principal, de sus capitales empleados en la adquisición de sus esclavos. El reglamento proyectado se roza íntimamente con la materia más difícil que se ha presentado jamás a los legisladores del mundo, y que desde la más remota antigüedad ha sido según expresión de dos célebres ministros españoles, el escollo de la filosofía y de la legislación, a saber la concordia de los derechos de la humanidad con los de la esclavitud. Y si ni las leyes hebreas, griegas ni romanas en la antigüedad, ni las de ninguna nación en los siglos modernos pueden vanagloriarse de haber fijado el justo lindero de los derechos del amo sobre el esclavo, aun tratándose de los sencillos principios fundamentales y puramente constitutivos ¿cómo podremos lisonjearnos de acertar cuando se trata ya de proceder a una legislación reglamentaria y por lo tanto más complicada? Nuestra legislación y nuestra práctica ha alcanzado a la mayor posible perfección en lo promedio, esto es asentar las bases sobre que descansa este sistema violento, si así lo quieren los filósofos, como otros establecidos ya en la sociedad por decenas de siglos, pero necesario e indispensable en la nuestra. Los amos deben dar a sus esclavos una educación cristiana, alimentarlos y vestirlos, ocuparlos según su edad y sus fuerzas, permitirles algunos ratos de honesta recreación, socorrerlos en sus dolencias y curarlos, mantenerlos cuando los inutiliza la vejez o los achaques, fomentar los matrimonios, evitando la unión clandestina de ambos sexos, pero al mismo tiempo deben mantenerlos en subordinación y respeto, corregir moderadamente sus faltas, evitar o castigar sus desórdenes, y someter al conocimiento de los magistrados los casos en que pasen a delitos trascendentales al orden público. Todas estas precauciones se hallan expresa o virtualmente en nuestras leyes, y lo que es más se hallan generalmente practicadas, y todos cuantos beneficios han podido irse añadiendo al bienestar de la clase esclava, no ha necesitado el interés individual de órdenes ni excitaciones para concederlos. La necesidad es el imperio más fuerte, y a ella cede el que resiste a las inspiraciones de la caridad. Pero si el gobierno protege a los miserables a quienes el destino pasó en servidumbre, si en una o más facultades castiga al amo que abusa de su potestad separándose de las máximas de la humanidad, y traspasando el límite que a su poderío ha puesto la ley, justo es, y necesario, que por el bien general de la sociedad, por su propia existencia que no es más que una derivación de ésta, sostenga una potestad dominica que la ley misma autoriza, y que es el eslabón de la cadena que une al esclavo con la autoridad pública. Desde que el ejercicio de esa potestad se somete a continua discusión, y a ella es admitido el esclavo mismo como parte, cesa ya de hecho el dominio que constituye fundamentalmente esta institución, y desaparecen los únicos saludables efectos que puede producir dejando tan sólo los restos de su maléfico influjo en la sociedad en general. Nuestros esclavos, prescindiendo del embrutecimiento que se atribuye a su estado, pertenecen a una raza indudablemente inferior a la nuestra en facultades intelectuales. Proceden en sus operaciones más bien por instinto que por efecto del discurso

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y juicio. Su supremo bien es la comida y el descanso. Creen que el buen trato les pertenece de derecho, y que el trabajo que presten, que es para ellos su mayor desgracia, es obra de la fuerza. Y cuando observan alguna relajación en la disciplina, jamás la atribuyen a bondad de sus amos o administradores y muy pronto se echa de ver en las dotaciones que en este caso se halla la resistencia a obedecer. Así se explica el fenómeno, que tal puede parecer a algunos filántropos, de que la mayor parte de las sublevaciones que ocurren en nuestros campos tiene por origen más bien la excesiva laxitud que el rigor con que son tratados los esclavos de una finca porque, aunque en algún caso la ocasión del rompimiento puede ser un acto de dureza o de imprudente castigo o de violencia momentánea de parte de los mayorales, si se traza con juiciosa observación el origen remoto del hecho, siempre se encontrará la carencia anterior de una disciplina severa y de un orden distinguido por la completa sumisión de los siervos. Por eso tales movimientos se han observado más frecuentemente en los cafetales en donde siendo los trabajos mucho menos activos que en los ingenios, hay siempre menos vigilancia y menores exigencias de parte de los amos y sus agentes, y en donde los esclavos son generalmente mejor tratados por lo que hace a comida y descanso. Y han solido estallar en seguida de los favores, u otros días festivos en que se han permitido a los negros bailes, festejos continuados, que debería suponerse los tuviesen contentos, siendo entre estos sucesos muy notable el de Mr Fouquier del Sumidero, asesinado él y toda su familia por sus negros, entre quienes vivía como bondadoso padre, más que como amo y a quienes persuadió al trabajo en vez de forzarlos, y les daba premios y les ofreció en su testamento ya la coartación ya la libertad a los que mejor se condujesen durante su vida. Interrogúese en fin a los juzgados del país y se encontrará que la mayor parte de los asesinatos cometidos por los esclavos en las personas de sus amos han sido perpetrados por los mismos que han sido mamantados por éstos. ¿Pero porqué apelar a hechos de esta clase entre los negros brutales? ¿En la disciplina militar, en la marina, en todos los casos en que una masa de hombres ha de ser mandada por uno solo, no se requiere el rigor y la severidad para gobernarlos en paz? ¿La laxitud no es por lo general el principio de la insubordinación? Pasando a un orden superior de libertad ¿los pueblos no abusan casi siempre de la política? Donde acaban las concesiones ¿no comienzan las exigencias? Desde el día en que los esclavos no consideren en sus gobernantes inmediatos una autoridad discrecionaria, dependiente sólo del amo para el arreglo doméstico de las fincas, desde que ellos se impongan de que su comida, su vestuario, su alojamiento, sus haberes, su trabajo mismo, que es para ellos el punto más interesante, están minuciosamente arreglados y dispuestos de antemano por una autoridad superior a la de sus amos, cesa en su totalidad todo el prestigio de la que éstos ejercen, única que están acostumbrados a respetar. Por otra parte desde el día que los administradores y mayorales sepan que un capitán de partido ha de tener el derecho de vigilar su conducta, no en cuanto concierna al orden público, sino la privada y do-

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méstica de su administración interior de la finca, y que han de estar expuestos a vejaciones por las que aquellos pedáneos consideren faltas más o menos graves, que para averiguarlas han de venir a interrogar y examinar a los negros, y a darse entre éstos la importancia de autoridades superiores, ninguno será capaz de mantener el orden y disciplina requeridos en el gobierno de las fincas, y conociendo que el supremo bien de los negros es la ociosidad, en la disminución de los trabajos creerán encontrar su seguridad contra las acusaciones y denuncias de los esclavos. Y en la desobediencia de éstos, motivada por la protección de los capitanes de partido, encontrarán ellos mismos un escudo de su falta al cumplimiento de sus obligaciones. ¡Desorden espantoso que reducirá a la nulidad las propiedades rústicas de la isla de Cuba, convertidas ya hoy a la mitad de sus valores por el conjunto de calamitosas circunstancias que sobre ellas gravitan! V. E. se ha servido estimular mi celo y mi franqueza con la gratitud con que la posteridad recibiría los beneficios que reportase por mi informe, además del aprecio particular que V. E. le dispensaría, y yo a quien esta sola consideración sería bastante estímulo, he creído hacer más por el país y por la posteridad que contestando sencillamente a las preguntas contenidas en su superior oficio. Quizá a riesgos de parecer que traspaso los límites del deber, me he atrevido a manifestar a V. E. la ineficacia o daño de un reglamento interior de las fincas dictado por el gobierno. Mas para mayor fundamento de mi opinión debo hacer presente a V. E. que ello no es original. En 30 de mayo de 1789 fue expedida una Real Cédula, y circulada por el Consejo Real a todos los dominios de América, en que se contenía un reglamento análogo al de que ahora se trata. Luego que llegó a manos de las autoridades que regían en aquella época estos países, los hacendados todos, y los Ayuntamientos de la Habana, y de Caracas, de la Luisiana y de Santo Domingo representaron sobre que se suspendiese su ejecución y elevaron un voto a los pies del trono en reverentes exposiciones al mismo efecto. S. M. tuvo a bien consultar al Supremo Consejo de Indias, y aquel ilustre Senado oyó con tal motivo los informes de sabios funcionarios, experimentados en nuestras cosas y negocios, resultando la resolución de suspender el cumplimiento de la expresada cédula. Los fundamentos principales de esta resolución eran: 1 ° que la parte dispositiva o constitutiva del reglamento contenido en ella se hallaba en las leyes vigentes, y que no era necesario alarmar a los esclavos con una publicación de las mismas ; 2 o la ineficacia del mismo reglamento en su aplicación a la práctica por la diversidad de circunstancias de las haciendas que sería menester tener presentes, y que harían necesariamente minuciosas y complicadas sus disposiciones ; 3 o evitar los peligros de la colusión de intereses y pasiones que desde luego se excitarían entre los agentes subalternos de la autoridad y los encargados de las fincas o sus amos. El Supremo Consejo sin duda no dejaría de la mano esta materia que espontáneamente había tomado en consideración dando un ejemplo de filantropía a todos los cuerpos legisladores de aquella época en Europa, siendo singular la coincidencia de que el mismo año fue cuando el célebre Wilberforce presentó al parlamento inglés su

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primera moción en favor de los negros que fue deshechada. Sin embargo jamás volvió a providenciar sobre el particular, penetrada acaso su sabiduría de que las leyes que no son necesarias son comúnmente perjudiciales, y de que no son necesarias las que no prescriban sino lo que ya se practica con pocas excepciones que en nada influyen, ni perjudican a la sociedad en general que es la que debe ser objeto de la legislación. Como yo he tenido el honor de decir antes a V. E. yo creo, con muchos estadistas sabios y con alguno de los más célebres abolicionistas, que las leyes españolas y la humanidad característica de nuestra nación han hecho ya cuanto puede hacerse en favor de los esclavos, sin abolir la esclavitud. Creo más: que la abolición misma, cualesquiera que fuesen las leyes con que se acompañase, no mejoraría su suerte en el orden de progreso social que es el que debe tener a la mira una legislación positiva. Pero si todavía se quiere y se puede añadir algún beneficio a su bienestar para que cumpla su objeto y no surta un efecto contrario, pernicioso al orden público, ha de tener por condición que el esclavo lo reciba como concesión espontánea de su amo y no como una obligación impuesta a éste por otra autoridad superior. Por no parecer interesado, no he querido hablar de la cuestión de oportunidad en ocasión en que la riqueza agrícola de este país se halla amenazada de una completa ruina ; pero como español, permítame V. E. que concluya con una observación, que no me toca directamente como hacendado. M r David Turnbull, actual cónsul inglés, en la obra sobre la isla de Cuba de que hablé largamente a V. E. en un informe anterior, ha osado desconocer las ventajas que en humanidad y buen trato de los esclavos han llevado nuestras leyes y nuestros usos a los de las demás naciones. Esta obra ha dado pie a declamaciones de los abolicionistas ingleses. ¿Y sería decoroso, sería racional cantar la palinodia y concederles la razón en el hecho mismo de publicar una ley que, si no fueran ciertos los asertos de nuestros censores y enemigos, sería innecesaria? El Senado de los Estados Unidos acaba de insertar deliberadamente en una de sus actas relativa a siervos de ciudadanos americanos la palabra 'esclavos' inusitada en su constitución y en todos los documentos de la legislación y del gobierno federal, con solo el objeto de hacer entender a la nación poderosa que se ocupa en minar y destruir la esclavitud en ciertos países que el Congreso de los Estados Unidos la considera como una institución legal con todas sus consecuencias, y que está pronto a sostenerla y a defender la propiedad que de ella resulta contra todo género de ataques. ¡Rasgo oportuno y ejemplar de dignidad nacional y patriotismo que ni un voto abolicionista osó contradecir! Los verdaderos españoles a nadie ceden en la posesión de estas calidades, y la esperanza de Cuba está en que V. E. pertenece a ese número. Dios guarde a V. E. muchos años. Habana 25 de mayo de 1842. Wenceslao de Villa Urrutia.

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l-3-12^Juan Montalvo (8 de abril de 1842) Excmo Señor Una larga indisposición de salud ocasionada por la fatiga que me causó una romería de muchas leguas que era de mi deber hacer, y que hice cuando acababa de recibir el oficio de V. E. de Io de Marzo último, me ha hecho retardar la contestación que V. E. deseaba con más anticipación, que no ha estado en mis manos realizar. Lo haré ahora con la imparcialidad y buena fe que tan justamente desea V. E. para la conservación y permanente tranquilidad del país en la calamitosa época en que vivimos. Empezaré, como es debido, por el primer artículo que se contrahe si conviene a la salud y nutrición de los esclavos el darles la ración cruda o dársela cocida a horas determinadas. No cabe la menor duda de que es preferible bajo todos aspectos darles la ración cocida, porque de lo contrario no la comen generalmente y prefieren guardarla cruda para permutarla en las tabernas por aguardiente, perdiendo en el cambio lo que puede considerarse. La generalidad de los hacendados suministran diariamente a sus esclavos ocho onzas de carne tasajo en una ración cocida, más plátanos, boniatos, yuca, ñames y cuando no hay de estas viandas, harina de maíz que no es mala cuando está bien cocida, y esto es a las doce del día más o menos. Después de las oraciones, cuando van los negros a recogerse en tiempos muertos, y han partido el cuarto en el de molienda, se les da cocida una ración de viandas solas que ellos pueden condimentar en sus bohíos. Art° 2 -Relativo a la clase y cantidad de viandas y carne que se les suministran y si es nociva la harina de maíz en ciertas épocas del año. Como he dicho contestando al art° Io se les suministran diariamente ocho onzas de excelente carne tasajo bien cocido con las viandas que produce la hacienda en cantidad suficiente para alimentarlos bien y cuando no las hay por falta de aguas o porque no las han sembrado los mayorales contraviniendo a las órdenes de los amos, entonces se les dan dos o tres mazorcas de maíz por cabeza que, hechas harina y bien cocida, es muy nutritiva y en ninguna época del año les hace mal. Pero si el cocimiento de esta harina es imperfecto, entonces produce la disentería y otros males en todos tiempos. Art° 3-Relativo al vestuario que se acostumbra dar a los esclavos, y abrigo para la cama todos los años, y en qué época. En la primavera se les da una muda de ropa, compuesta de camisa y calzón de coleta, y otra en el otoño igual añadiendo a esta una manta o frazada de lana o bien una camisa de bayeta y frecuentemente cuando los amos van a residir en sus fincas el tiempo de las moliendas, llevan a sus negros ya pañuelos que ellos desean mucho, particularmente las hembras, ya gorra para el abrigo de la cabeza. Los de oficio son gratificados además con chaquetones de bayeta todos los años. Para la cama les sirven las mantas de lana, pero ellos no se abrigan con ellas y a pesar de las órdenes que

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se les da y de toda vigilancia, siempre duermen al lado del fuego. También se les da a los que lo merecen o necesitan zapatos de vaqueta que ellos agradecen mucho. Art° 4 -Relativo a las horas de trabajo que se les dan, las de descanso y comida, ya en tiempo de siembras o en el de recolección. En los ingenios, en tiempo de molienda, se toca el Ave Maria al amanecer, y levántandose los negros se ponen en fila delante de la casa del mayoral, que los destina unos al corte de caña y otros al tiro o molinos y demás trabajos de la finca. A las once de la mañana toca la campana y vienen todos los negros a trasladar los panes de azúcar de la casa de caldera a la de purga, y concluida esta operación, pasan a tomar su ración que comen allí mismo o llevan a sus bohíos donde al mismo tiempo descansan hasta que a la una y media o dos de la tarde se toca una campanada y vuelven a ponerse en fila delante del mayoral, que destina cada uno a un trabajo. Tocadas las oraciones de la noche, vuelve la negrada a ponerse en fila y el mayoral la reparte en dos cuartos para el trabajo de la noche, mandando a unos a la casa de calderas y a otros a la máquina o trapiche. En tiempo muerto de limpia y siembra de los campos, se toca el Ave Maria un poco más temprano para que cuando los negros se ponen en fila al amanecer ya traigan un haz de hierba para las bestias y entonces les da destino el mayoral. A las 11 o 12 vuelven a tomar su ración y descansar, como que median dos horas o tres en el rigor de los calores entre el tiempo de llevarlos y mandarlos volver al trabajo, quedándose hasta después de puesto el sol. Si la luna está clara, se les ocupa en las inmediaciones de las fábricas en algunos trabajos ligeros durante media o una hora. Reunidos después, ya se les manda a dormir. Art.° 5 -Que tiene por objeto cuanto es relativo a las enfermerías, así en su local como en lo relativo a médico, enfermero y botica, piezas separadas para los que padecen enfermedades contagiosas, etc. En todos los ingenios y fincas de alguna considerable dotación de esclavos hay enfermerías en que se hallan departamentos separados para varones y hembras. Cada uno consta generalmente de un salón de 8 a 9 varas en cuadro para los llaguientos, en que está el cepo para contener a los que salen a pasear y hacen difícil o imposible su curación. Hay en ambos departamentos un cuarto para curar las calenturas y además otros dos para las bubas y las tisis pulmonares. En la forma de estos edificios no hay regla fija, porque cada hacendado los hace según su posibilidad y mejor comprensión. En algunas de mis enfermerías tengo yo en todos los cuartos y salas ventanas rasgadas como las de las casas de vivienda, y conozco que es un defecto porque eso facilita la introducción de alimentos nocivos a los enfermos y ciertas comunicaciones que no deben existir. Lo mejor es poner las ventanas altas, fuera del alcance y que tengan la facilidad de abrirse y cerrarse por dentro de modo a proporcionar a los enfermos una atmósfera renovada sin demasiada corriente de aire. Los enfermos tienen por camas unas tarimas, compuestas de dos banquillos y dos tablas unidas, y cuando lo pide el caso un jergón, sus sábanas, manta y almohada todo lo cual se lava y conserva, y si la enfermedad ha sido contagiosa se

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queman las sábanas, jergón, etc., y se da una o más lechadas de cal a la tarima que puede volver a servir. En todas partes hay botiquines surtidos y tal vez previstos de más medicinas que las que son necesarias. Hay un médico cirujano que por desgracia deja mucho que desear a los propietarios, ya por falta de asistencia, ya por la ignorancia que en los campos se nota en esta clase de facultativos. En las haciendas de corta dotación de esclavos hay un enfermero o enfermera libre o esclava, pero cuando son crecidas las dotaciones se ponen dos y hasta tres para el servicio de la enfermería, vigilada siempre por el mayordomo de la finca, que en muchas partes como en mi casa es ajustado con esa obligación. El alimento de los enfermos varía según la orden del médico y las circunstancias de las haciendas. En unas partes se les da arroz, galletas y carne de vaca fresca. En otras las viandas ordinarias y gallinas y en algunas el tasajo bien desalado. En mi casa se envía todos los meses un barril de manteca y otro de galletas que sirve para sazonar la comida de los enfermos y para los criollos. Sin duda conviene que las enfermerías estén aisladas del contacto de cualquier otro edificio, pero no muy separadas de las demás fábricas, porque en este caso no podrían ser vigiladas y se establecería la comunicación con el exterior, que tanto conviene evitar. Art° 6 -Sobre el sistema más conveniente para regularizar las costumbres de los negros casados, si trahe algún perjuicio a los amos el traerlos a vivir con sus familias en bohíos separados, y la edad en que deben los hijos ponerse bajo la dirección de sus padres. Para regularizar las costumbres de los negros en general y de las casadas particularmente, sería necesario arreglar antes las de los mayorales y demás personas de nuestras haciendas que se hallan generalmente en el más lamentable estado de desmoralización sobre lo cual haré a V. E. algunas reflexiones antes de concluir este informe. Y contrayéndome ahora a la pregunta, diré que todos los casados tienen sus bohíos separados donde viven con sus familias, y lo mismo sucede en las haciendas donde hay grandes barracones con sus divisiones en que tienen las suyas separadas. Los criollos recién nacidos, permanecen en la enfermería y cuarto destinado a las paridas los cuarenta días que son regulares, y pasan después al departamento nombrado así, hasta que puedan hacer algún trabajo ligero y pasan a vivir con sus padres lo que sucede a los 7, 8 o 9 años, según su voluntad. Estos departamentos tienen, cuando lo permite el terreno o las facultades del dueño, un cercado capaz para que los criollos jueguen y retocen, y no se les permite salir de él para evitar accidentes, que coman inmundicias que pueden ser nocivas a su salud. 1, 2 o 3 negras viejas que los asean y cuidan mientras sus madres van a su trabajo. Art° 7-Sobre el orden que se sigue con las negras cuando están en cinta, cuando han parido y durante el tiempo de la lactancia, cual la mejor planta de una casa de criollos, donde sean cuidados con el esmero debido por personas de regular discernimiento.

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Las negras embarazadas luego que llegan a meses mayores no hacen otro trabajo que barrer las salas y portales de las enfermerías adonde pasan para esperar el momento del parto. Pero frecuentemente ellas avisan que lo están cuando apenas tienen 4 o 5 meses de embarazo, y de ese modo se pasan los restantes en la ociosidad, y esto se les disimula para evitar una desgracia. Cuando llega el momento del parto, si viene bien, es asistido por la enfermera que generalmente lo entiende bastante bien, y si se presenta alguna dificultad, es llamado el facultativo de la hacienda para que opere según su arte. La parida es asistida los primeros días con alimentos suaves y sustanciosos como gallinas, chocolate, y lo es mejor cuando los amos están en la hacienda. Luego que pasan los cuarenta días, si no tuviese alguna novedad ella o su cría, sale de la enfermería y comienza a trabajar ligeramente dentro o en las inmediaciones de la casa. El orden que se sigue después con las que están lactando a sus hijos es que salgan por la mañana al trabajo dos horas después que los demás negros, y vuelvan una antes para que descansen antes de dar de mamar a sus hijos. Por la tarde conviene hacer lo contrario, y es que salgan una hora después que los demás y vuelvan dos antes, sin que se las ocupe en las faenas de la noche en tiempo muerto ni en el cuarto en el de molienda. Así permanecen diariamente en la lactancia que ellas prolongan todo lo posible. Los negritos son alimentados al principio con migas hechas de galletas con manteca o sagú que envía el amo todos los meses, arroz y las viandas de la hacienda. A la planta que debe darse a las casas de criollos, conviene cortar el lujo que muchas veces es hijo de vanidad y perjudica al objeto principal que es la nutrición y aseo de los criollos. Estén estos bien alimentados y alojados, tengan su abrigo competente en tiempo de invierno y muy pocos perecerán si los facultativos de las fincas tienen la inteligencia y celo necesario para hacerlos pasar sin desgracia el riesgo del pasmo o mal de siete días, que es tan común en este país, y el período de la dentición, que también es muy crítico para los niños. Art° 8 -Sobre los conucos de los esclavos y crías de cerdos, aves y lo que se les permiten. Todos los amos de fincas conocen lo útil que es a los negros un pedazo de tierra, que ellos cultivan a su beneficio y que vulgarmente tiene el nombre de conuco. El tamaño de este pedazo de tierra varía, según las fuerzas y la voluntad del negro, desde 30 varas en cuadro en adelante, o, mejor dicho, el mismo negro lo escoge del tamaño que quiere y nunca es desmesurado porque es preciso generalmente a que lo cultive. Porque de lo contrario no lo hace y prefiere, si puede, robar el maíz de la hacienda para mantener y engordar su cochino. En las haciendas nuevas, prefieren y se les dan los conucos en esas tierras porque una vez limpios y fogueados, cogen el maíz sin tener apenas que limpiarlas de las malas hierbas. En las que ya no tienen tierras vírgenes, se les harán los conucos y como entonces viene la hierba con abundancia, suelen dejar perder las cosechas por no tomarse el trabajo de limpiarlas. En estos conucos siembran maíz para sus cochinos y gallinas, arroz para comer ellos o venderlo, algunos ñames, maní y el sésamo o ajonjolí, según disponen a su

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arbitrio. Todos tienen la facultad de criar o engordar un cochino que luego venden a su beneficio. Pero casi siempre extienden este permiso y tienen dos y tres y que se resisten a tener encerrados, como pide el orden, y los sueltan bajo diferentes pretextos para ahorrarse de buscarlos que comer y que se mantengan de los cañaverales con gran prejuicio de las haciendas. Todos tienen la facultad de criar las gallinas que quieran. En algunas haciendas se les permite también tener yeguas, lo que es perjudicialísimo, porque en ellas sacan lo que roban y van a las tabernas que abundan por desgracia demasiado, para permutarlo por aguardiente dando diez por lo que vale uno. Lo que he dicho con respecto a los ingenios, puede aplicarse a los cafetales, potreros y fincas menores, con la sola diferencia que en éstas son más suaves los trabajos, y que generalmente no tienen ninguno después que anochece. El celo bien intencionado de V. E. quiere moralizar nuestras dotaciones de esclavos, y que éstos sean más felices y útiles a sus señores. Para conseguirlo, según entiendo, es preciso corregir antes a nuestros dependientes del campo que los manejan inmediatamente, y entre los cuales ha llegado la corrupción al punto más escandaloso, hijo de la impunidad con que cometen toda clase de faltas y delito. Ellos son los que sacrifican los esclavos, ya por vengarse del amo que les ha sorprendido alguna falta, ya abandonando el gobierno a los contramayorales negros que con sus pasiones de odio o amistad no miden las fuerzas de los trabajadores sino que destruyen al bozal, al infeliz, mientras que los fuertes se pasean o descansan, porque son sus amigos o por otros intereses que entre ellos versan. De ahí viene la ruina de los hacendados y la mortandad de los esclavos, sin que pueda remediarlo el propietario a quien no queda otro recurso que despedir impune al operario para tomar otro que tal vez es peor. Estos hombres reciben nuestras haciendas y mandan en ellas más que los mismos dueños, porque es regla entre ellos de que no se separan nunca, la de hacer todo lo contrario de lo que dispone el dueño y no decirle jamás la verdad. Increíble parecerá esto a V. E. pero es una verdad que puedo demostrar no sólo con mil ejemplos, sino con lo que pasa en todas nuestras haciendas diariamente. Es muy corriente entre nosotros entregar a un mayoral partidario un potrero con crecidas dotaciones de cerdos y de aves de toda clase, de que se les da una parte en las crías o aumentos y encontrarse el amo al cabo de un año sin ganancias ni capital porque el partidario lo ha vendido todo a su beneficio. Lo es igualmente que un maestre de azúcar, ya por descuido y abandono, ya por ignorancia pierda seis u ocho mil panes y arruine al dueño de la finca. Los males causados por los mayorales de ingenio son en mayor [ilegible] porque destruyen a menudo los negros y los bueyes, los campos de caña y hasta las viandas que han de alimentar a los esclavos. Estos no tienen, a la verdad, una responsabilidad pecuniaria con que cubrir los perjuicios que ocasionan, pero tienen la personal, que puede hacerse efectiva para ellos y que hasta ahora no lo ha sido.

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¿De qué aprovecha al hacendado quejarse a un juez de que el mayoral de su ingenio le ha hecho estos o los otros perjuicios, el maestro de azúcar le ha perdido el fruto o que el potrero ha dispuesto del capital y ganancias de la finca a su cargo? Nuestras leyes están mudas sobre estos asuntos locales y los magistrados con sus órganos no pueden dar valor a las quejas del propietario, ni graduar sus perjuicios, de donde resulta la constante impunidad de estos hombres y su desmoralización. Si ellos vieran corregidas sus faltas o castigadas con penas personales como sucede en las colonias extranjeras, seguramente se enmendarían, los esclavos serían mejor tratados, se aumentaría el número de criollos, y los hacendados que en ello tienen el mayor interés, podrían luchar contra las calamidades de toda especie que trahe consigo la época. Para conseguirlo encuentro dos caminos, siendo el primero que V. E. se sirva llamar a su vista lo que en el tiempo que mandaba esta isla el Excmo señor D. Francisco Dionisio Vives Q. E. P. D. trabajaron de su orden varias comisiones de todas las corporaciones de la ciudad. Este era un plan de policía rural, que no se ha llevado a efecto, sea porque hubiese algunos intereses, sea porque en él hubiese defectos que deberían corregirse. Mas en la época a que hemos llegado se hace necesario el adoptar algunas de sus bases, separando lo que parezca inútil o perjudicial. Este saludable objeto me parece que se conseguirá volviéndose a reunir de orden de V. E. las comisiones de los mismos cuerpos presididas por un magistrado que V. E. nombrare para revisar aquel reglamento y purificarlo de manera que sea útil al país, que es lo mismo que serlo a la metrópoli. Si V. E. no tiene por conveniente adoptar este pensamiento, puede mandar que se formen aisladamente algunas reglas penales para contener las demasías de los operarios del campo y particularmente para disminuir el número de tabernas que son las sanguijuelas de nuestras haciendas, donde permutan nuestros esclavos por aguardiente cuanto roban en ellas, llegando ya a tal término el desorden que se ven en el espacio de poco más de media legua hasta seis, cuando el bando de buen gobierno no las permite sino de dos en dos leguas de distancia, lo que merece igualmente la eficaz y protectora atención de V. E. No sé si habré acertado a llenar completamente las intenciones benéficas de V. E., pero lo que puedo asegurarle es que lejos de ser exagerado cuanto digo acerca de nuestros operarios del campo, todavía me he quedado muy atrás de la realidad, y de lo que pasa diariamente en nuestras haciendas. Dios guarde a V. E. muchos años. Canas 8 de Abril de 1842. Juan Montalvo. [Archivo Nacional de Cuba, Gobierno Superior Civil, legajo 940, n° 33 158]

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2-Complementos de 1844 2-1-Parecer de la Real Junta sobre el Reglamento de esclavos Carta del Capitán General Al Presidente de la Junta de Fomento. Habana 29 de febrero de 1844. Excmo Señor Varias observaciones se han hecho acerca del reglamento vigente de esclavos, indicando sería conveniente la reforma o modificación de algunos y como me sea (sic) tan conocido el celo que anima a esa corporación en favor de cuanto tiende al bien de este país en todos sus ramos, he creído oportuno oír sobre el particular la opinión de esta junta de quien en su consecuencia espero que, meditando con detención el expresado reglamento, me proponga con extensión cuanto estime conveniente en este asunto.

Informe Excmo S o r y Pres. La comisión encargada de promover la contestación que debe dar esta Real Junta al Exmo Señor Gobernador Superior Civil, relativa a las modificaciones que convenga hacer en el reglamento de esclavos inserto en el último Bando de buen gobierno se ha demorado en presentar su opinión a V. E. y V. S. S. porque al examinar la naturaleza y efectos de las disposiciones que contiene y excogitar el temperamento más discreto de neutralizarlas, le pareció conveniente consultar el voto de aquellos hacendados, cuyos siervos no se sabe que hayan tomado parte en el proyecto de sublevación últimamente descubierto, y que sólo han recibido la impresión del daño ajeno, y al mismo tiempo el de aquéllos que, habiendo sufrido las tristes consecuencias de la complicidad de sus esclavos en el expresado proyecto, no encuentran providencia que les parezca bastante enérgica para asegurarlos de nuevos y semejantes riesgos. Analizando la comisión con detenimiento sus diversas opiniones para no inclinar que emite a una confianza peligrosa, ni a una severidad excesiva que pudiera ser trascendental a las relaciones exteriores del gobierno supremo, cree haber escogido los datos necesarios para ofrecer debidamente ilustradas a la consideración de la Junta las cuestiones que comprende su encargo. Es un hecho de toda notoriedad que en los últimos veinte años, ya sea por la dificultad de reemplazar los brazos destinados a la agricultura, dimanada de la cesación

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de la trata, o ya porque las ideas verdaderamente humanitarias se han propagado entre los dueños de esclavos, lo cierto es que se iba verificando un cambio muy favorable a su desgraciada condición, en el sistema económico y correccional de las fincas. Los propietarios comenzaban a ostentar con cierta especie de orgullo el aseo y buen porte de sus negradas esmeradamente cuidadas y de las enfermerías y cuarteles perfectamente asistidos. Premiaban con largueza al administrador o mayoral que gobernaba sin necesidad de prisiones ni castigos, y se manifestaban convencidos de que el buen trato con respecto a sus negros era más fecundo en producto que la amenaza y la inhumanidad. Habíanse amalgamado felizmente la utilidad del amo con la conveniencia del esclavo y ya se caminaba entre nosotros a la perfección de que es susceptible la desgraciada institución de la esclavitud, siguiéndose el ejemplo de la Luisiana que ha logrado por hecho del buen gobierno y de la reproducción el prodigioso aumento de dos millones de esclavos que presenta su estadística en el período de sesenta años, y que no hubieran alcanzado en otra parte las leyes más sabias y prolijas. Tal hubiera sido la suerte de los propietarios de la isla de Cuba y de sus siervos, si aquéllos hubieran podido llevar adelante un sistema tan conforme a sus naturales sentimientos. Pero desde que se pretendió emancipar casi todos los esclavos de esta isla, so pretexto de haberse quebrantado el trato de 1817 y que se dio publicidad a estas gestiones y llegaron a la rústica inteligencia del negro, y vinieron a tentar su fidelidad y a inquietarlo en su pacífico hogar, y a presentarle como medio seguro de mejorar su suerte una palabra mágica, pero tan fatal para su raza como para todas las sociedades que no saben comprenderla, desde entonces se empezaron a relajar entre ellos los lazos de la obediencia. Vino después el fatal reglamento y la escasa capacidad de los esclavos, estimándolo con una declaración de sus derechos y una tácita acusación contra sus amos, lo recibieron como el más elocuente testimonio de su antigua opresión y el más vivo incentivo de sus futuras esperanzas. Este fue, entre otros, el pernicioso efecto del reglamento, el que previnieron personas bajo todos conceptos las más respetables del país que desde principios de 1842, cuando la autoridad superior les pidió dictamen sobre la materia. Con leal franqueza manifestaron que cualquier novedad que emanando del gobierno adoptase en el régimen interior de los esclavos, aunque fuera para aliviar su condición, no podría menos de dar por resultado las más tristes consecuencias. Las temieron desde entonces y le reiteraron a la autoridad con energía y respeto sus razones, con instancias sus ruegos para que no se pusiera al país en estado de alarma con un reglamento no sólo innecesario sino peligroso, pero no bastaron ni razones ni súplicas La autoridad se mantuvo firme en desatenderles y el reglamento llevando consigo el sello de la imprudencia, el desprecio de la opinión y los riesgos de su observancia, se publicó con el bando de buen gobierno el día 14 de noviembre del año de 1842 proclamando las mismas innovaciones que preparara la emancipación de los esclavos de Jamaica ; las mismas que, promulgadas en la Real Cédula de 1789, quedaron sin efecto, porque para dejarlas en suspenso bastaron las representaciones que hicieron éste y otros Ayuntamientos de América.

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Con la misma fecha y a nuevas instancias de personas dignísimas se circuló impresa a las justicias territoriales una orden que aunque anulaba el art 0 48 del reglamento que tácitamente les permitía introducirse en las fincas, porque les exigía la responsabilidad sobre el cumplimiento de todos los demás, no evitó el grave daño de que circularan entre libres y esclavos de color las restricciones que se imponían a la autoridad de sus señores al paso que la simultaneidad de la ley y la de la revocación naturalmente sugería la sospecha de que el gobierno había querido favorecer, y que la influencia de los amos lo había estorbado. Cuál fuese la poderosa causa que impulsó la formación del reglamento sin conocimiento de las corporaciones, contra el bien del país, y desestimado el voto de las personas más identificadas con él por su carácter y arraigo, la comisión no ha podido descubrirla. Lo que ha influido en la conmoción general de esclavos y libres, lo conoce más que la comisión el actual gobierno a quien por dicha sin igual de la isla ha tocado la ardua empresa de dominar la situación que nos aflige. Los artículos de que consta copiados muchos de la Real Cédula citada pueden dividirse en dos clases: los de la primera que tienen por objeto organizar un sistema templado en el manejo de las fincas están sacados de los mismos informes que dieron al gobierno los hacendados, manifestándole en ellos las suaves y generosas prácticas que por humanidad y propio interés tenían establecidas en sus fincas, pero recomendándole con el mayor encarecimiento que no se presentaran como derechos que pudieran reclamar los esclavos, porque apagándose en ellos la gratitud con que las recibían, como emanadas de la única autoridad que reconocían sobre la tierra, se iba a convertir la misión protectora del amo, y sus derechos, en deberes de obediencia y responsabilidad. Los artículos de la segunda parte que pertenecen los marcados en el reglamento con los n o s 3, 12, 32, 41, 43, 44 y 49, manifiestan visible tendencia a moderar la autoridad dominica, desnudándola a los ojos del esclavo de aquel prestigio que le hacía mirar a su amo como a un poder único absoluto y legítimo. De aquí que el reglamento no hiciera más que daño conocido pues al paso que dejó las fatales impresiones que debía producir en el ánimo de los esclavos, no se cumplió tal vez por ningún amo, detenidos todos por los inconvenientes que lo hacían impracticable. Para conocer que lo era en efecto, con respecto a muchos de sus artículos, hubiera bastado un relámpago de previsión o la más ligera experiencia en el régimen de la esclavitud. El administrador o mayoral de una finca de trescientos negros, que se hubiera contenido en los límites que le señalaba el reglamento jamás los habría mantenido en subordinación. Es bien sabido que el rigor de la disciplina, en todas las instituciones, se gradúa por la gravedad de los males que en cada una de ellas puede producir la falta de severidad. Esa disciplina es en la milicia más rígida que en el fuero común, más dura en la marina, rigurosísima en los combates. Si hemos pues de tener esclavos, y si éstos han sido capaces de concebir el plan, no ya de una revolución común, sino de una rebelión que tiene por principio el odio a nuestra raza, que adoptaba por medios de ejecución la degollación y el incendio, y que se proponía por fin el dominio de la tierra, es visto que se han declarado nuestros

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más encarnecidos enemigos y por tanto la disciplina a que es preciso sujetarlos no debe tener más límites que los que prescribe la humanidad. Es pues imposible gobernar en adelante la raza de color con medidas contemplativas. Es necesario emplear con tesón un régimen descubierto y enérgico de superioridad y predominio, por el cual el blanco y con especialidad los amos queden rodeados de un prestigio que contrapese con la fuerza moral la fuerza física. Y si la humanidad y el progreso de las luces piden que se les hagan concesiones racionales, recíbanlas siempre de manos de sus señores, para que al menos en apariencia no encuentren otra ley que la que su voluntad les dicte. La acción del reglamento, extendiéndose a territorios los más apartados entre sí, ha propagado las doctrinas alhagüeñas de la reforma con que se iba preparando la emancipación absoluta, produciendo al fin entre los esclavos la opinión unánime que forma el núcleo de la insurrección en que se encuentran, la que nunca se hubiera originado de los abusos de la autoridad dominica que quiso corregir el reglamento, demostrándolo hasta la evidencia el haberse manifestado primero y con más fuerza en aquellos ingenios que tenían una dotación de esclavos superabundante, en los que se hallaban mejor alimentados y vestidos, en donde gozaban de mayores comodidades. Y así es que en sus declaraciones no han producido contra ellos la menor queja, antes al contrario han declarado la buena asistencia que recibían y confesado que sólo el deseo de la libertad les hubiera hecho concebir la idea de sacrificarlos. Verdad es que la celeridad y acierto de las providencias tomadas en los últimos movimientos han descubierto sus numerosas ramificaciones y que todo se ha sofocado con el menor perjuicio posible de los propietarios, pero la acción del reglamento, aunque sordamente, está obrando todavía. Entretanto la alarmante situación de los amos y de los empleados, siempre temerosos de la superioridad del número y de una sorpresa repentina clama por una resolución del gobierno que les restituya la autoridad y el prestigio de que han sido despojados. Si se prolongara este estado de ansiedad sería fatal para el país, pues por una parte las fincas poco visitadas por sus dueños vendrían a menos y por otra los capitalistas, no considerándose seguros en ningún punto de la isla, emigrarían sus fondos al extranjero. Bosquejada la situación a que tanto ha contribuido el reglamento, examinemos ahora si en las circunstancias presentes conviene anularlo en su totalidad o reformar los más perjudiciales de sus artículos. El clamor de los amos que han encontrado en el reglamento y en la misma bondad con que trataban a sus siervos una de las causas del proyecto de insurrección se pronuncia por el primer extremo, otros desearían la derrogación o reforma parcial de los artículos que restringen su autoridad, respetando todos los que se contraen a la parte moral y religiosa, al fomento de las relaciones de familia y a la conservación y alivio de la asistencia. Hay por último quien opine que lo mejor sería [¿dejarlo?] definitivamente en suspenso y no volverlo a mencionar. Este último es el dictamen de la comisión: que ni quede vigente ni se anule, ni se reforme, y dará sus razones bajo los tres aspectos.

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El reglamento no debe quedar vigente porque, aunque casi todos sus artículos presentan cierto carácter de justicia y de humanidad, sin embargo el espíritu que envuelve y los términos en que está redactado, que no tienden sino a dar a entender que se trata de restringir la autoridad de los amos y de mejorar la condición de los siervos, indudablemente han contribuido en sus efectos a aumentar en ellos el deseo de la libertad, alentándolos a anticipar la conspiración que tenían tramada. Con todo eso, y a pesar de sus defectos, el reglamento hubiera podido pasar a favor del sigilo y surtir algún buen resultado, si se hubiera comunicado reservadamente a los hacendados para su cumplimiento, dejando éste a su prudente discreción. Pero se quiso hacer de él parte integrante del Bando de buen gobierno ; se promulgó con él, y esta imprudente publicidad es la que ha hecho el mayor daño, y por decirlo así, la que convirtió el reglamento en una proclama virtualmente incitadora a la insubordinación de los esclavos. No se puede tampoco anularlo, ni reformarlo, I o porque a cualquiera de estas dos medidas se la habría de dar para que surtiera sus efectos esa misma perjudicial publicidad, 2° porque los esclavos se alarmarían contra sus amos, creyendo que la derogación o la reforma del reglamento se había concertado por ellos con la autoridad superior, y 3 o porque cualquiera de las dos innovaciones pudiera ser trascendental a las relaciones exteriores del gobierno supremo. En medio de tantas dificultades ¿qué se deberá hacer con el maltratado reglamento? Como ha dicho ya la comisión, no tocarlo, ni mencionarlo, sino hacer que el desuso lo vaya anulando de hecho. Mas como la peligrosa situación creada y el restablecimiento de la tranquilidad y el orden requieren por una parte que se adopten ciertas medidas muy severas de policía preventivas de todo abuso, práctica o tolerancia que pueda ser en sus efectos trascendental a la subordinación de los esclavos, y por otra demandan que restableciéndose en todo su vigor la autoridad dominica, se fijen por la superior autoridad las reglas que deban observar los amos para el régimen de la esclavitud y mejor gobierno de sus fincas, la comisión propone con la debida separación unas y otras, sujetándolas al examen y superiores luces de la junta, para que si tiene a bien adoptarlas, suplique al Excmo Sor Gobernador Superior Civil que se sirva disponer su cumplimiento siempre que merezcan su superior aprobación. Medidas que tocan al gobierno í a - Q u e inmediatamente se haga salir de la isla todos los emancipados de ambos sexos que hayan obtenido cartas de libertad, pagándoles el pasaje y remitiéndolos al punto que parezca más conveniente. 2 a - Q u e inmediatamente se recoja cuantos emancipados existen en las fincas de campo y se apliquen bajo correspondiente custodia a la construcción de calzadas, abonando la Junta el prorrateo de tiempo que les falte para cumplir sus consignaciones y que al fin de este término se embarquen como los demás de su clase. 3 a - Q u e también se embarquen los emancipados de ambos sexos de la capital y pueblos del interior según vayan cumpliendo el término de las consignaciones, depo-

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sitándolos, si la ejecución de la medida se retarda, en el depósito de cimarrones donde la Junta los mantenga aunque no sean útiles para las calzadas. 4 a -Que se haga una pesquisa general de los negros libres que existen en la isla, y que al que no tenga oficio, propiedad o modo de vivir conocido se le embarque como vago y peligroso. 5 a -Que aquéllos en quienes concurra alguna de dichas circunstancias excepcionales se les obligue a prestar fianza idónea de su conducta, y que de no hacerlo se les embarque igualmente. óM^ue a la mayor brevedad se expiden pasaportes a todos los extranjeros de color, libres o esclavos que se hallen en la isla, señalando un término perentorio para que usen de él, y de no hacerlo se les embarque haciéndoles pagar su pasaje si tienen propiedad y que se prohiba para siempre en la isla a ningún extranjero de color, libre ni esclavo. ya-Que a los libres de color no se les permita hacer arrendamiento de tierra y que mientras se cumplan los que tienen hechos sean cuidadosamente vigilados por las autoridades. 8a-Que se prohiba que en las boticas trabajen gentes de color ni en las preparaciones más sencillas. 9 a -Que se redoble la policía en la capital y pueblos del interior, para no permitir que se reúnan en ninguna casa ni con ningún objeto las gentes de color a menos que no obtengan permiso de la autoridad local, no consintiéndoles en las calles las vocerías y palabras impropias con que suelen molestar al vecindario y corrigiendo cualquiera falta de respeto que cometan contra los blancos. 10 a -Que se prohiba el tráfico por los campos de vendedores blancos y de color, recogiéndose las licencias dadas para expender géneros o mercancías de cualquiera especie. 1 l a - Q u e se cierren inmediatamente y se prohiba para siempre todas las tabernas que no tengan la capacidad, menaje y capital para servir de fondas, posadas, debiendo hallarse situadas en los caminos reales. 12a-Que se prohiba la venta de aguardiente por los campos en arria o de cualquier modo y que sólo se permita en las poblaciones. 13a~Que se prohiba igualmente el juego de gallos con las mismas penas que los de envite y azar, por reunirse a los inconvenientes de éstos el peligroso roce de la gente de color con los blancos y que en consecuencia se mande destruir las vallas o reñideros, sean públicos o de particulares. 14a-Que el gobierno excite a los dueños de fincas a que se reúnan vecinalmente para costear eclesiásticos de virtud ejemplar que en períodos convenidos vayan a cada una a instruir los esclavos en los preceptos de la religión y de la sana moral, nombrando el gobierno para que este encargo produzca más pronto efecto uno o dos hacendados de los más respetables en cada partido, que animen con su celo y ejemplo a los demás a cumplir con este deber que tantos bienes produce en las costumbres y comportamiento de los esclavos.

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Reglas que deben observar todos los dueños de fincas rurales o sus administradores o mayorales bajo la más estricta responsabilidad. 1 a-Los dueños de esclavos, destinados a la agricultura, cuidarán de que a los de su propiedad se les de el administrador, mayoral o mayordomo de cada finca la instrucción necesaria en los principales misterios de nuestra santa religión, de que cumplan los preceptos de la iglesia en su oportunidad y de que se les administren por los párrocos los santos sacramentos. 2 a -Dispondrán que por cualquiera de dichos empleados se les dé el alimento, vestido y asistencia en sus enfermedades que a su prudente arbitrio estimen convenientes como asimismo que a dichos siervos se les castigue cuando delincan con azotes o prisiones en el número y por el tiempo que el empleado encargado considere conforme a las instrucciones que para cada caso haya recibido del amo, advirtiéndole que por ningún caso aplique por su mano el castigo de azotes, y que al ordenarlo se incline más bien a la moderación que al exceso. 3a—Prevendrán a dichos administradores, mayorales o mayordomos I o que todas las noches del año desde las oraciones, en que deben cerrarse las puertas o tranqueras hasta el amanecer, se haga en la finca una ronda capitaneada por un hombre blanco; 2° que el administrador, mayoral o mayordomo no salgan de la finca en ningún día del año, sino para desempeñar alguna comisión del amo o con su expreso permiso; 3 o que a todo individuo de color libre o esclavo y cualquier blanco sospechoso que entre en la finca sin presentar carta o papel firmado por la persona que lo envía, se le arreste y remita al juez del partido, haciendo lo mismo con cualquiera vendedor; 4 o que bajo la más estrecha responsabilidad de los empleados de las fincas se prohibe que entren a trabajar en ellas personas libres de color. Y considerándose que la culpable tolerancia con que los administradores, mayorales o mayordomos han permitido la comunicación de los negros de una finca con los de otras, lo que más ha contribuido a ramificar el proyecto de conspiración de esclavos recientemente descubierto, y no pudiendo presumirse que los amos miren con indiferencia la inejecución de las cuatro prevenciones antecedentes porque tienen en su observancia tanto o más intereses que el gobierno mismo, serán directamente responsables de ellas el administrador, mayoral o mayordomo, entregándole un ejemplar de esta circular, exigiéndole documento de haberla recibido y dando parte de cualquiera infracción que cometa el empleado responsable para que sea juzgado con todo el rigor de las leyes como consentidor de un desorden que ha puesto en inminente riesgo la tranquilidad pública. 4 a -Cuando ocurra en la finca algún caso de muerte, herida o síntoma de insurrección se dé parte inmediatamente al capitán del partido para que firme la correspondiente sumaria del hecho.

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S^Dispondrán que hayan de ser precisamente blancos los carreteros, arrieros, mandaderos y cualquiera otro empleado en diligencias de la finca que tenga que salir de sus linderos. 6 a -Tendrán en cada finca, por grande que sea, un número de empleados blancos correspondiente al cinco por ciento de su dotación de color. Si el Excmo S o r Gobernador Superior Civil se sirviese impartir su aprobación a la instrucción antecedente, convendría que la acompañase con una circular a los hacendados en que les manifestara sustencialmente que hallándose convencido S. E. de que el reglamento de esclavos ha propendido en sus efectos a relajar los vínculos de la subordinación de los siervos y a debilitar la autoridad de sus señores, disponiendo así el ánimo de los primeros a sacudir el yugo de la esclavitud, y considerando que el estado de alarma en que han dejado al país los últimos movimientos insurreccionales requiere medidas enérgicas que, sin eximir al amo de los deberes tutelares que tiene que cumplir con respecto a sus siervos, vigorice su autoridad, ha tenido a bien restablecerla en toda la libertad y plenitud que le conceden las leyes, sustituyendo a las disposiciones del reglamento que la coartaban las que constan de la instrucción, pero haciéndoles al mismo tiempo responsables de su más estricta observancia y advirtiéndoles que en proporción de las absolutas facultades con que pueden gobernar a sus siervos se graduará la pena que haya de imponerse a cualquiera de ellos que llegue a faltar, permitiendo la infracción de dichas reglas al cumplimiento de los deberes que en ellas les impone la Religión, la superior autoridad de V. E. y su propio interés. Tales son las ideas que ha sacado la comisión en último resultado de la profunda meditación con que ha examinado este asunto, tan delicado bajo todos sus aspectos y tales las providencias que ha considerado más a propósito para destruir los malos efectos que ha producido el reglamento, y asegurar sobre bases más sólidas la tranquilidad y bienestar de esta parte tan importante de los dominios de S. M. La comisión no ha querido detenerse en corroborarlas con la copia de razones que la han determinado a proponerlas, por no molestar más la atención de una Junta que, compuesta de hacendados y comerciantes ilustrados, conoce perfectamente la situación de la Isla en todas sus relaciones y accidentes, y porque se reserva dar en la discusión todas las explicaciones que sobre este informe se le pidan. Y la Habana 17 de abril de 1845. El conde de Romero. El conde de Cañongo. Antonio María de Escovedo. [Archivo Nacional de Cuba, Gobierno Superior Civil, legajo 943, n° 33 271]

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2-2-Examen de las proposiciones por la Junta de Fomento -Primera reunión el 18 de abril de 1844: Examen por los señores vocales -Reunión del 25 de abril de 1844, presidida por el Capitán General: Discusión de las medidas -Entre las que corresponden al gobierno, la primera y tercera fueron aprobadas en concepto. - L a segunda, que no ofrece dificultad para que se ponga en práctica, desde luego se aprobó. - L a 4 a , 5 a , 6 a , 7 a y 8 a se aprobaron sin modificación. - L a 10 a se aprobó, limitando la prohibición de vender por los campos a las gentes de color y a los extrangeros, sin que se consienta a los blancos, que puedan obtener licencia para este tráfico, lleven como auxiliares personas de color. La undécima se aprobó limitando la prohibición a las tabernas que por su corto capital y su situación sean perjudiciales a los hacendados a juicio de los mismos. La 12 a fue aprobada. La 13 a se aprobó en estos términos: que el juego de gallos no se consienta en lo sucesivo, sino en poblaciones determinadas en las épocas en que el gobierno tenga a bien permitirlo, y sin que en manera alguna entren en las vallas ni tomen parte en él las gentes de color. José María de Cagigal. Antonio María de Ecovedo. - 2 de Mayo de 1844: Continúa la discusión del proyecto. Se leyó y aprobó sin discusión la 14 y última de las relativas al gobierno. Siguióse la lectura de las reglas que deben observar los dueños de fincas y sus dependientes. Se aprobaron sin discusión las 1, 2, 3, 4, 5, 6 [sin cambio de importancia (nota del editor)]. Se aprobó sin discusión el final del informe. Leopoldo O'Donnell. Antonio María de Escovedo [Archivo Nacional de Cuba, Gobierno Superior Civil, leg. 943, n° 33 271]

2-3-Circulares impresas del Gobierno Superior Civil de la Isla de Cuba 2-3-1-Primera circular para las autoridades locales Mis propias observaciones desde que me encargué del mando de esta Isla, los sucesos que han tenido lugar en este período corto, pero fecundo en hechos, y las indicaciones de varias personas amantes del país e interesadas en la tranquilidad y la prosperidad de esta parte tan importante de la Corona de España, me han hecho considerar como objeto de grande y privilegiado interés atender al remedio de varios

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abusos que se han introducido en la disciplina a que debe estar sometida la raza negra. En consecuencia después de haber oído las discusiones luminosas a que el examen de esta importante cuestión ha dado lugar en la Junta de Fomento y conformándome con las luces generales aprobadas por aquella corporación y observaciones hechas por el Asesor general segundo de este Gobierno, D. Blas Osés, he resuelto que se observen, guarden y cumplan los artículos siguientes : I o Los negros emancipados existentes en la Isla se recogerán por el gobierno tan luego como se hallen en el caso de hacer uso de su libertad, por haber terminado su enseñanza e instrucción civil y religiosa, a fin de proporcionarles embarque y salida de este territorio en el modo y forma que resuelva S. M. a quien se dará cuenta. 2 o Se hará una averiguación general de los hombres de color libres que existan en la isla y no tengan oficio, propiedad o modo de vivir conocido, a fin de que sean juzgados por el tribunal privativo de vagos, como perjudiciales a la sociedad. 3 o En un término corto dado serán expulsados los hombres de color libres procedentes de cualquier otro país. 4 o Tendrá puntual y riguroso cumplimiento la prohibición que existe de permitir el desembarco de ningún hombre de color libre o esclavo. 5 o Las autoridades locales vigilarán la conducta de los arrendatarios de color que vivan en los campos. 6 o Se observará exactamente la prohibición de las reuniones de gente de color sin permiso de la respectiva autoridad local, corrigiendo con severidad cualquiera falta que cometan contra los blancos. 7 o Por ningún motivo se empleará en las boticas hombres de color ni aun para hacer las preparaciones más sencillas. 8 o En los campos ajuicio y conforme a examen y datos que adquieran las autoridades locales respectivas se suprimirán, dándome cuenta y con mi aprobación, las tabernas que por su mala situación local, escaso capital invertido y en circulación, demuestren que no pueden ofrecer utilidad al público. 9 o Se prohibe la venta de aguardiente por los campos en arria o de cualquier otro modo y sólo se permite en las poblaciones. 10° Se excitará a los dueños de las fincas para que reunidos aquéllos cuyas posesiones estén inmediatas, procuren costear eclesiásticos de virtud conocida que instruyan a sus respectivas negradas en los preceptos de nuestra sagrada religión y en los deberes de moralidad, obediencia y sumisión que las leyes les imponen y deben guardar. Los gobernadores, tenientes gobernadores y demás autoridades locales quedan encargados bajo su inmediata y directa responsabilidad de vigilar que los expresados artículos se cumplan fiel y exactamente, dando parte de las infracciones que notasen o falta de puntualidad por quien corresponda en llevar a puro y debido efecto cuanto en ellos se previene y manda.

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Dios guarde a V. muchos años. Habana y Mayo 31 de 1844 Leopoldo O'Donnell 2-3-2-Segunda circular para los dueños de fincas rurales, sus administradores y mayorales Demostrada por la experiencia la necesidad de adoptar medidas que a la vez conduzcan a mantener la esclavitud en obediencia y respeto y regularizar el sistema que debe regir en su gobierno interior, he dispuesto, después de haber oído al asesor segundo de este gobierno y conformándome con lo propuesto por la Junta de Fomento, que por todos los dueños de fincas rurales, sus administradores y mayorales se observen las reglas siguientes. I o Los dueños de esclavos destinados a la Agricultura cuidarán de que a los de su propiedad se les dé por el Administrador, Mayoral o Mayordomo de cada finca, la instrucción necesaria en los principales misterios de nuestra santa religión, de que cumplan los preceptos de la iglesia en su oportunidad y de que se les administren por los párrocos los santos sacramentos. 2° Dichos amos, usando en toda su plenitud de la autoridad dominica que les conceden las leyes sobre sus siervos como el único medio de mantenerlos en subordinación, dispondrán que por cualquiera de dichos empleados se les dé el alimento, vestido y asistencia en sus enfermedades que a su prudente arbitrio estimen conveniente, como asimismo que a dichos siervos se les castigue cuando delincan con azote o prisiones en el número y por el tiempo que el empleado encargado considere conforme a las instrucciones que para cada caso haya recibido del amo, advirtiéndole que por ningún caso aplique por su mano el castigo de azotes y que al ordenarlo se incline más bien a la moderación que al exceso. 3 o Prevendrán a dichos administradores, mayorales o mayordomos : I o que todas las noches del año, desde las oraciones que deben cerrarse las puertas o tranqueras hasta el amanecer, se haga en la finca una ronda capitaneada por un hombre blanco ; 2° que el administrador, mayoral o mayordomo no salgan de la finca en ningún día del año, sino para desempeñar alguna comisión del amo, o con su expreso permiso ; 3 o que a todo individuo de color libre, o esclavo, y cualquier blanco sospechoso que entre en la finca sin presentar carta o papel firmado por la persona que lo envía, se le arreste y remita al juez del partido, haciendo lo mismo con cualquier vendedor ; 4° que bajo la más estrecha responsabilidad de los empleados de las fincas se vigile la conducta de las personas libres de color que se estime conveniente y necesario que entren a trabajar en ellas.

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Y considerándose que la culpable tolerancia con que los administradores, mayorales o mayordomos han permitido la comunicación de los negros de una finca con los de otras, es lo que más ha contribuido a ramificar el proyecto de conspiración de esclavos, recientemente descubierta, y no pudiendo presumirse que los amos miren con indiferencia la inejecución de las cuatro prevenciones antecedentes, porque tienen en su observancia tanto o más interés que el gobierno mismo, harán directamente responsable de ellas al administrador, mayoral o mayordomo, entregándole un ejemplar de esta circular, exigiéndole documento de haberla recibido y dando parte de cualquiera infracción que cometa el empleado responsable para que sea juzgado con todo el rigor de las leyes como consentidor de un desorden que compromete la tranquilidad pública. 4 o Ordenarán a dichos administradores, mayorales o mayordomos que cuando ocurra en la finca algún caso de muerte, herida, o síntoma de insurrección se dé parte inmediatamente al capitán de partido para que forme la correspondiente sumaria del hecho. 5 o Dispondrán que hayan de ser precisamente blancos los carreteros, arrieros, mandadores y cualesquiera otros empleados en diligencias de la finca que tenga que salir de sus linderos. 6 o Tendrán en cada finca, por grande que sea, un número de empleados blancos correspondiente al cinco por ciento de su dotación de color. Cuyas reglas se comunican para inteligencia de los propietarios de esta isla, a quienes corresponde su inmediata ejecución en todas sus partes, como espero realizarán en el menor tiempo dable, vigilando, bajo su responsabilidad, el que tengan efecto las respectivas autoridades locales que al instante las transmitirán y circularán en el distrito de su mando dándome parte de haberse así verificado. Habana y Mayo 31 de 1844. Leopoldo O'Donnell [Archivo Nacional de Cuba, Gobierno Superior Civil, leg. 943, n° 33 271] 2 - 4 - Instrucciones del Capitán General a cerca de la aplicación de los artículos 5y6 2-4-1-Instrucción del 24 de septiembre de 1844 A los gobernadores y tenientes gobernadores. Setiembre 24 de 1844 La conspiración de la gente de color descubierta en Matanzas ha demostrado las extensas ramificaciones y los progresos que había hecho en varios distritos, abrasan-

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do considerable número de fincas, la complicidad de la esclavitud en medio de las distancias que les separaban, acreditó igualmente que la disciplina de las dotaciones de esclavos estaba relajada cuando tan fácilmente se habían establecido las comunicaciones con éxito tan favorable a los conspiradores. Esta persuasión excitó en el ánimo de la mayoría de los hacendados el vivo y justo deseo de que se adopten medidas capaces de impedir la repetición de un daño que ponía en riesgo las vidas, las propiedades y la seguridad general del territorio. Se indicaron varias causas como origen de aquel mal, enumerándose como las principales el roce de los esclavos con los libres, las restricciones puestas a la potestad dominica, el ejemplo que ofrecía la clase de negros emancipados, y por efecto de pesquisas indiscretas se habían sustraído en medio de los esclavos para darles su libertad, y especialmente la poca vigilancia que se ejercía en las dotaciones por el corto número de hombres blancos que residía en ellas. En este estado y deseoso yo de corregir el mal cuya existencia era indudable, considéré que la Real Junta de Fomento cuyo celo era reconocido y cuyo voto en esta materia debía ser fundado como hijo de la experiencia y de la práctica, pues la gran mayoría de sus vocales son propietarios y hacendados y naturales o largo tiempo residentes en el país, era la que podía ilustrarse mejor en tal vital asunto. Efectivamente la Junta se ocupó con interés de él, y el resultado de sus trabajos produjo después de diferentes discusiones las reglas que aprobé y circulé en 31 de mayo último. Estas disposiciones sin embargo no han obtenido el sentimiento general de los propietarios. Varios de ellos han recurrido manifestando que la ejecución de las reglas 5 a y 6 a eran según unos cuasi irrealizable y según otros siempre tan gravosa que exigiría dispendios superiores al producto de las fincas. Mi único deseo del acierto me ha hecho oír nuevamente a la Junta acerca de estas reclamaciones. Esta ha examinado con detenimiento las diferentes observaciones hechas ya por los recurrentes ya por los miembros de la misma Junta. Las discusiones han tenido lugar a mi presencia y los diferentes dictámenes en que se divide el voto de la comisión especialmente nombrada para este objeto, las explicaciones que han tenido lugar durante de ellas, la diversidad de opiniones, la corta mayoría que confirmó la aprobación de aquellas reglas y las vacilaciones que después de este acto se notan en algunos de los vocales me convencen que no tiene aquella disposición todo el lleno de convencimiento, de claridad y de asentimiento general que era de desearse en una cuestión que directa y particularmente interesa a cada uno de los hacendados y que respecto a la seguridad del país está llamada a ejercer una influencia de grande importancia. Fundado en estos antecedentes he considerado que el medio más propio de conocer las ventajas o inconvenientes de llevar a efecto la ejecución de las mencionadas reglas era fiarlas al tiempo, a los hechos y a la experiencia que rendirán datos que verdaderamente no ha prestado la discusión y las teorías. En consecuencia he resuelto I o Que se ponga en práctica desde I o de octubre próximo las reglas 5 o y 6 o que determinan sean blancos los carreteros y haya en cada dotación de esclavos el cinco por ciento de blancos.

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2° Que la ejecución se haga sin coacción, sin imponer multas ni penas de ninguna especie y dando a cada propietario un plazo prudencial para realizarla, tomando en consideración sus circunstancias personales, medios de fortuna con que cuenten y la mayor o menor posibilidad que el país les ofrezca de proporcionarse los hombres blancos que necesiten. 3° Que la facultad de conceder estos plazos se limite en cada distrito al gobernador o teniente gobernador de él, excluyendo a los capitanes de partido de intervenir como autoridad en exigir ni apremiar por la inobservancia de aquellas disposiciones, pues no podrán mezclarse en ellas sino para poner en conocimiento de las referidas autoridades los dueños de esclavos que las han cumplido o faltan a cumplir, añadiendo sus informes respecto a la mayor o menor facilidad y proporción que tengan para verificarlo. 4 o Que sea enteramente reservada y esté fuera de conocimiento de los hacendados y propietarios la facultad que concedo a los gobernadores y tenientes gobernadores para dilatar por más o menos tiempo la observancia de las mencionadas reglas, a fin de que se evite el que se crean exentos de su cumplimiento y traten de demorarlo, teniendo posibilidad y medios de ponerlas en ejecución. La extensión que he dado a estas ideas y los medios que indico demostrarán a V. S. el interés positivo que doy a estas disposiciones y mi deseo de conocer a fondo y con exactitud y demostraciones prácticas si son o no realizables y pueden ejecutarse con bien del país y sin grave perjuicio de los propietarios. Las observaciones de V. S. y la discreción y tino con que debe procurar tomar informes exactos y precisos acerca de los obstáculos que se presenten o de la posibilidad de allanarlos, serán las seguridades y los datos que me servirán para resolver definitivamente acerca del particular y por lo cual recomiendo a V. S. la mayor exactitud e imparcialidad en los que me suministra, como resultado de sus investigaciones y puntual cumplimiento de esta orden. Dios guarde.

[Archivo Nacional de Cuba, Gobierno Superior Civil, leg. 943, n° 33 281]

2-4-2-Circular del 8 de febrero de 1845 Circular del Gobierno Superior Civil Consideraciones de grave importancia que tuvo presentes la Real Junta de Fomento y que merecieron mi aprobación, hicieron adoptar las disposiciones comprendidas en la circular de 31 de Mayo último, respecto al gobierno interior de las fincas. Razones de equidad motivaron sin embargo que suspendiera hasta fin de Octubre la

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ejecución de las que marcan las reglas 5 a y 6 a ; mas transcurrido con exceso aquel plazo y conviniendo su observancia, he dispuesto : I o Que se cumplen y mantengan en su fuerza y vigor las expresadas reglas 5a y 6a. 2 o Que respecto a la conducción de carreteras, se entienda que pueden ir guiadas por hombres de color, pero siempre bajo la vigilancia de un blanco si su número no excede desde uno hasta ocho, y si fuese mayor, que a cada ocho carreteras corresponda proporcionalmente un hombre blanco. 3 o Que los arrieros y mandaderos podrán ser de color siempre que la dotación de la estancia o finca de que procedan no exceda de diez hombres de su clase. 4 o Que igualmente podrán emplearse hombres de color en la conducción de caballos o carruajes de un punto a otro, pero con la condición de llevar en uno y otro caso licencia por escrito del Capitán pedáneo de su jurisdicción. 5 o Que estas concesiones se entiendan precisamente por el día, y en ningún caso de noche, en cuyo tiempo no se permitirá viajar solo a ningún hombre de color. 6 o Que por infracción de las anteriores disposiciones se exija por la primera vez la multa de diez pesos, doble por la segunda y triple por la tercera, sin perjuicio de las demás providencias a que haya lugar. 1° Que las autoridades locales vigilen bajo su responsabilidad el cumplimiento de las expresadas reglas 5 o y 6 o con presencia de estas aclaraciones. Dios guarde V. muchos años. Habana 8 de Febrero de 1845 Leopoldo O'Donnell [Archivo Nacional de Cuba, Asuntos Políticos, leg. 138, n°7]

3-Pareceres más tardíos 3 - 1 - Parecer de la Real Audiencia Pretorial de la Habana del 27 de agosto de 1853. Es evidente que los amos dan a sus esclavos alimentos sanos y abundantes, los visten bien y los cuidan con esmero cuando están enfermos, y sin embargo no sólo no aumentan, sino que disminuyen de un modo realmente espantoso para el porvenir de la isla de Cuba. Porque es necesario desengañarse, ni la inmigración china ni la europea suplirán jamás la falta absoluta de los esclavos. Podrán, sí, generalmente los Chinos hacer con ventaja algunos de los trabajos de las fincas, pero todos los que están hoy a cargo de los negros, lo considera el fiscal sino imposible, muy difícil por lo

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menos. Son muy laudables ciertamente los esfuerzos que se hacen para favorecer las inmigraciones porque aminoran la necesidad de los esclavos ; pero la falta absoluta de éstos, a lo menos mientras no se altere el actual sistema de cultivo y elaboración del azúcar, producirá inevitablemente la ruina del país, y para conocer que a esa falta caminamos muy aprisa basta considerar que no hay introducción para la represión de la trata y que la reproducción dista infinito de subsanar ni aun la ordinaria mortalidad. Si los esclavos son necesarios al menos para ciertos trabajos, si no puede contarse ya con la introducción y si ni los buenos alimentos ni vestidos ni el cuidadoso esmero de los enfermos basta para que se reproduzcan, preciso será investigar las causas de este funesto resultado y aplicarle el conveniente remedio, a fin de no encontrarnos dentro de un término no muy largo sin los brazos necesarios para salvar de una catástrofe a la isla. Es un axioma en economía pública que la especie humana aumente con la reproducción y sin embargo sucede todo lo contrario con nuestra población esclava. ¿Será debido al clima? No, porque es mejor que aquél de que procede. ¿Será una condición inherente a la esclavitud? Tampoco, porque en los Estados del sur de la Unión mexicana y aun más en los del oeste progresa en mayor proporción que la población blanca. No puede reconocer otra causa, en concepto del Ministerio, ese fenómeno contrario a las leyes de la naturaleza, ya que no puede atribuirse tampoco a la falta de alimento sano, abrigo y esmero en la curación de sus enfermedades, más que un exceso de trabajo. Basta recorrer en tiempo de zafra nuestros ingenios para convencerse de que aquí debemos buscar el verdadero origen de un mal de tanta consideración y trascendencia. Bien sea porque la situación pecuniaria de los hacendados les obligue a hacer un número mayor de cajas de azúcar del que racionalmente podrían exigir, atendido el número de brazos con que cuentan, o bien porque crean equivocadamente que de un negro bien vestido y alimentado se puede exigir todo el trabajo que se quiere, o bien por otros motivos que no deben consignarse en un escrito de esta clase. Ello es que, salvas pocas pero muy honrosas excepciones, es excesivo el número de horas que los negros trabajan generalmente en tiempo de zafra en los ingenios. Y que este excesivo trabajo disminuye el término medio de la vida y es contrario a la reproducción, no hay para qué decirlo porque a primera vista se conoce. Y no es esto lo peor, sino que el mal ha de ir en aumento a medida que los negros disminuyan y encarezcan. Esperar el remedio de los mismos dueños es inútil, porque necesidades apremiantes y errores nocivos les obligan casi siempre a sacrificar el porvenir al presente. Al gobierno representante de los intereses públicos, de los intereses que no son sólo de hoy sino de mañana, corresponde intervenir, dando reglas que obliguen a los particulares a conducirse como corresponde. Las hay, pero fueron hechas para otros tiempos en que o el cultivo de la caña y elaboración del azúcar se hallaban reducidos a estrechos límites o la introducción de esclavos satisfacía abundantemente la necesidad de brazos ; en que no estaba tampoco tan pronunciada la opinión contra la escla-

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vitud como ahora que se aprovecha de todo para desacreditarla, exagerando sus males. Hace falta un reglamento que constando en beneficio público los derechos de esta propiedad anómala, asegure al esclavo por medio de una saludable intervención del gobierno, además de alimento sano, vestuario y enfermería que ahora tiene, un trato humano, educación religiosa y la moderación en el trabajo. Un reglamento parecido al de 31 de Mayo de 1789 que no fue entonces ejecutado porque las circunstancias eran muy distantes de aquéllas en que ahora nos encontramos. Con un reglamento así, el número de nacidos será mayor que el de muertos. En vez de reducirse se ensancharán el cultivo y elaboración de nuestros productos, crecerá el comercio, se aumentará la riqueza y no nos echarán en cara los extranjeros una institución que no estará reñida en este caso con la humanidad y con el progreso. En resumen, M. P. S., el Ministerio no sólo está de acuerdo con lo que propone el Ayuntamiento de Puerto Príncipe, sino que quisiera más aun. Cree conveniente, como antes ha dicho, que la coartación tenga sólo lugar cuando el esclavo exhibe la cuarta parte de su valor, adquirido con su trabajo y que no por estar coartado, ha de tener facultad de cambiar de dueño cuando éste no dé motivo para ello, y que quisiera también que estas medidas fuesen acompañadas de un Reglamento que tenga las condiciones expresadas. En este sentido, o como V. A. considere mejor, podrá evacuarse el voto consultativo que el Sr. Presidente pide. Habana y Agosto 27 de 1853. Olivares, fiscal. [Archivo Nacional de Cuba, Gobierno Superior Civil, leg. 948, n° 33 486]

3 - 2 - U n arbitrista: Sebastián Puig (1866) Señor Capitán General de la isla de Cuba Excelentísimo Señor. D. Sebastián Puig en toda sumisión y debido respeto expone. Que hace veinte y cuatro años que vivo en la Isla. Me he dedicado a todos los trabajos de los ingenios y estudiado muy detenidamente las costumbres de los esclavos. Conociendo que dentro algunos años habría falta de brazos para el cultivo de la caña de azúcar, trabajo que sólo puede hacer la raza africana, impulsado de un puro sentimiento español, me resuelvo poner en conocimiento de S. E. que la esclavitud de la Isla puede triplicar en el trascurso de veinte años, con tal que S. E. me conceda una audiencia en la que presentaré un reglamento que, mandado observar a los hacendados por el Superior Gobierno, se conseguirá un aumento de brazos para la agricultura, más de lo que se puede necesitar. Este es el único camino que puede salvar y conservar la Isla. Mucho deseo que S. E. lo tome en consideración, pues que es cuestión

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de vida o muerte. A la Junta de Fomento también le toca prestar su protección para que se lleve a cabo una mejora tan útil que dará muchos millones al Gobierno de S. M. Consentiré hacerlo extensivo a todos los ingenios de la Isla siempre que cada hacendado asegure con su firma la módica pensión de mil pesos mensuales por el espacio de tres años. No obstante prefiero el Gobierno o la Junta de Fomento si convenimos. Cuatro años de una guerra encarnizada ha costado a Norte América el poder quitar la esclavitud al sur, guerra que ha costado muchísima sangre y miles de millones, todo con la mira de hacer perder la más rica de las Antillas españolas, viendo que a la fuerza no pudieron cogerla. Le aseguro, Excelentísimo Señor, que los norteamericanos se han llevado el fiasco por completo. Pues que tendremos los brazos que nunca, sin comprarlos, se acabarán las expediciones, nuestras costas no habrá necesidad de ser guardadas, porque no habiendo compradores, se acaba el contrabando. A los veinte años de haber puesto mi reglamento en práctica habrá un censo de esclavitud triplicado. Es inútil decir a S. E. que reflexione y medite bien el contenido de este tosco memorial, pues que estoy bien persuadido que lo pondrá a la altura que corresponde, bien persuadido de la rectitud y notoria protección que S. E. sabe dar a todo lo que concierne a la prosperidad de la Nación. El censo de población de la raza africana nacida en la Isla desde el día que se ponga en planta mi reglamento hasta el año 1886 será de dos millones, que a quinientos pesos valen mil millones de pesos que habrá aumentado la isla de Cuba en el período de veinte años. Dios guarde muchos años la vida del S o r Capitán General de la isla de Cuba. Sabanilla de la Palma, junio 27 de 1866. Sebastián Puig.

-Parecer de los servicios del Gobierno Superior Excmo S ° r La dirección considera completamente impertinente la petición del interesado y que debería ponerse „visto". Sin embargo V. E. resolverá lo que cree conveniente respecto a la audiencia que solicita. [Decisión del Gobernador:] Conforme. Habana 11 julio 1866 [Archivo Nacional de Cuba, Gobierno Superior Civil, leg. 967, n° 34 138]

Conclusión

Más que la filantropía, fue el realismo económico el que motivó la evolución de las posturas de los exponentes de la oligarquía azucarera de Cuba. La perspicacia de Francisco de Arango le indujo a superar los antiguos esquemas esclavistas que otrora había defendido con saña, oponiéndose a las proposiciones de los diputados Alcocer y Argüelles. Mirando hacia el porvenir de la isla, Saco y Del Monte le siguieron los pasos, enfrentándose con los poderosos negreros que sólo tenían en cuenta sus intereses inmediatos y seguían actuando, con la complicidad de los más altos representantes de la Corona en la Isla, a pesar de los tratados firmados con Inglaterra en 1817 y 1835. Los grupos de poder conformados por los sacarócratas más empingorotados y los promotores de la trata clandestina- que pertenecían a menudo a los mismos núcleos familiares-, intentaban salvaguardar a todo trance su potestad dominica en contra de las mutaciones que se estaban anunciando a favor del trabajo asalariado, menos expensivo que la mano de obra servil. Pusieron énfasis en la ruina de la industria azucarera en las islas británicas, en las amenazas para la paz y la economía que ocasionaría la emancipación de los esclavos, e incluso en la repetición en Cuba del drama que asoló Haití. Se olvidaban de que el mismo Arango había rechazado la posibilidad de que se produjesen en la gran Antilla acontecimientos parecidos, dado que difería mucho el contexto. „Morir o dominar": la expresión de la Junta de Fomento traduce de un modo perfecto su determinación basada en el miedo pánico. Cuando los más ilustrados se veían en la penosa obligación de admitir que la esclavitud iba en contra de la naturaleza, intentaban abogar por una actitud realista, comparando las aparentes ventajas que sacaban sus víctimas con los males de que -tanto en el sector agrario como en la incipiente industria- sufrían las capas sociales más humildes del Viejo Mundo que trataba de imponerles sus vistas. Los argumentos esgrimidos por sus poderosas camarillas en Europa apuntalaban la visión patriarcal de la esclavitud que, si no carecía de algún fundamento histórico bien delimitado, distaba mucho de corresponder a las nuevas condiciones de existencia acarreadas por el boom azucarero y la mecanización del trabajo. Para la mayoría de los propietarios resultaba harto difícil renunciar al sistema que originara la prosperidad de la isla, aceptando lo bien fundado del riguroso análisis de los reformistas, quienes se vieron acusados de alianza con los intereses extranjeros. Su idiosincrasia no les permitía resolver su contradicción de clase. De todos modos a las dos tendencias, por mucho que dijeran, les unía el mismo desprecio por el Negro. Bien mirado, José Antonio Saco y Domingo del Monte, si eran abolicionistas, no eran ningunos filántropos, por lo menos frente a los esclavos. Para ellos también, como para O'Gavan por ejemplo, el Africano era un „salvaje" de quien Cuba no podía esperar nada bueno. Estaban seguros de que el progreso de la

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isla pasaba por una desafricanización merced al cese de la trata ilícita y a una paulatina europeización de la población con el mestizaje y, principalmente, con la inmigración procedente del Viejo Mundo donde no faltaban los brazos ociosos. Lo que ponían en tela de juicio los reformistas no eran los privilegios de la oligarquía, de que formaban parte, sino el medio de mantenerlos a largo plazo aplicando a la isla esquemas productivos que ya habían surtido efectos positivos en la industrialización de Europa. Al fin y al cabo el historial del Reglamento de esclavos de 1842 pone particularmente de realce la inercia de la mayoría de los propietarios cubanos, pese a su aparente modernidad en el dominio de la técnica que caracteriza a hombres como Wenceslao de Villa Urrutia. Su incapacidad de adaptarse a las nuevas normas de producción del capitalismo se explica por su dependencia frente a los grupos de poder animados por los negreros y también por lo profundamente arraigados que estaban en su mentalidad los seculares esquemas económicos. Tal era su ceguera en este dominio que incluso se negaron otra vez de un modo obcecado, como en 1789, a aceptar leves reformas del trabajo servil, destinadas a desarmar los riesgos de conflagración y asegurar el porvenir del sistema. Sin embargo, ¿se puede hablar de inercia o de ceguera en todos los casos? Los informes no ocultan las profundas preocupaciones de ciertos propietarios, muy conscientes de que estaban sentados en un volcán que podía volar de un momento a otro: bastantes pruebas tenían de ello con los incesantes levantamientos de las dotaciones por toda la isla que necesitaron la instalación de drásticas estructuras represivas; pero insisten también en la imposibilidad en que se encontraban muchos de promover cualquier reforma, debido a su estrechez financiera y a sus deudas. Muy a menudo los ingenios cubanos no podían dar un paso hacia adelante, por ser colosos de oro sobre pies de lodo. Así que el eslogán „morir o dominar" que utilizó la Real Junta de Fomento en el informe entregado al Capitán General Valdés el 28 de septiembre de 1841 podría ser mucho más complejo de lo que parece a primera vista.

GLOSARIO Ajiaco. Comida que se daba a los criollitos. Alcalde. En un cabildo municipal, regidor encargado de la policía. Arroba. Peso de 11 kilogramos y 502 gramos. Atol. Harina de maíz disuelta en agua, o a veces en leche (del náhuatl atolli). Audiencia. Tribunal de justicia. Bagazo. Residuo de la caña de azúcar después de exprimirse el zumo. Barracón. Edificio destinado al alojamiento de los esclavos en una hacienda. Batey. En los ingenios, conjunto de los edificios de producción y de vivienda. Bayeta. Tela de lana poco tupida. Bayetón. Id., pero con más pelo. Bocabajo. Azotes que se aplicaban a los esclavos tendidos en el suelo. Bohío. Choza de madera y ramas, cubierta con paja, donde vivía una familia de esclavos. Boyero. Empleado blanco encargado de la boyada de un ingenio; se situaba debajo del mayoral. Bozal. Esclavo recién llegado de Africa. Capitán General. Representante del gobierno central encargado del gobierno civil y militar de la isla. Capitán de partido. Funcionario encargado de la administración civil y de la justicia en la estructura territorial básica de una gobernación que era el partido. Capitán pedáneo. Id.; confusión con juez pedáneo, por conocer el capitán de partido de las causas leves. Casa de calderas. En un ingenio, edificio situado al lado del trapiche donde se efectuaba el proceso de evaporación. Casa de criollos. Edificio donde se criaba a los hijos de los esclavos hasta cierta edad (siete o nueve años) en que pasaban bajo el control de sus padres; sinónimo: criadero. Casa de purga. En un ingenio, edificio donde se efectuaba la separación del azúcar cristalizada y las mieles en hormas de barro y luego de hojalata. Cepo. Instrumento hecho de dos maderos gruesos con agujeros en el centro donde se asujetaba al esclavo castigado por la garganta o por los pies. Cimarrón. Esclavo fugitivo. Coartación. Aceptación por el dueño de conceder en el porvenir la manumisión a un esclavo por un precio fijado de antemano, con un adelanto facilitado por éste. Coleta. Tela tosca. Comisión Militar Permanente Ejecutiva. Comisión militar creada en marzo de 1825 en La Habana para la represión de cualquier sedición, que actuó en particular contra los levantamientos de esclavos.

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Comisión Mixta. Comisión sita en La Habana, conformada por representantes de Inglaterra y de España a quienes les tocaba conocer de los casos de violación de los tratados de 1817 y 1835 sobre la trata clandestina de Negros. Consejo de Indias. Organismo central de la administración de los territorios americanos de la Corona española. Contramayoral. En una hacienda, esclavo que dirigía a una cuadrilla de trabajadores. Conuco. En una hacienda, tierra que concedía el dueño a los esclavos y cuyo cultivo les permitía completar su manutención. Criadero. Véase: casa de criollos. Criandera. Sierva encargada de criar a los hijos de las esclavas en los criaderos o casa de criollos. Criollitos. Hijos de esclavas nacidos en la hacienda hasta los siete o nueve años. Cuadrilla de madrugada. En la época de la molienda de la caña, cuadrilla de esclavos que trabajaban en la segunda parte de la noche en el trapiche y en la casa de calderas. Cuadrilla de prima. Id., en la primera parte de la noche. Cuadro. En los cafetales e ingenios, espacio rectangular destinado al cultivo, separado de los otros por guardarrayas. Chapeo. Trabajo de limpieza en los campos efectuado con el machete. Desormar. Acción de quitar el azúcar de las hormas en las casas de purga. Dotación. Conjunto de los esclavos de una hacienda; sinónimo: negrada. Emancipado. Negro de un barco negrero liberado por la Comisión Mixta en aplicación de los tratados de 1817 y 1835 sobre la trata clandestina. Se le confiaba a un propietario, quien tenía que retribuir sus servicios. Esquifación. Vestuario que se repartía a los esclavos de una finca. Faenas y contrafaenas. Trabajos nocturnos de limpieza que efectuaban los esclavos en el batey, después de regresar de los campos. Fanega. Medida equivalente a 55 litros. Funche. Gacha de harina de maíz con agua y sal. Gobernación. Provincia de cuya administración se responsabilizaba el gobernador (ej. Matanzas). Gobernador. Administrador civil y militar de una provincia. Gobierno Superior Civil. Servicios administrativos encabezados por el Capitán General. Guano. Penca de la palma. Guardarraya. Espacio entre los cuadros de cultivo en los ingenios y cafetales. Guardiero. Esclavo que formaba parte de la cuadrilla que vigilaba la hacienda de noche. Hacienda. Finca agrícola. Ingenio. Hacienda donde se cultivaba la caña y se elaboraba el azúcar. Jabuco. Cesta grande.

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Juez pedáneo de partido. Véase: capitán de partido', las dos expresiones eran sinónimas. Listado. Tela de algodón a listas. Manumisión. Liberación del esclavo por rescate personal o por decisión del dueño. Mayoral. Empleado blanco de una finca agrícola responsable del trabajo de los esclavos en el campo. Cuando no había administrador, y en caso de ausencia del dueño, era el mayor responsable del fundo. Negrada. Sinónimo de dotación. Onza. Peso equivalente a 287 decigramos. Palenque. Lugar aislado donde se establecían comunidades de cimarrones. Partidas. Las Siete Partidas del rey Alfonso X el Sabio (1221-1284), que constituían la base del derecho español. Pedáneo. Véase: Juez pedáneo. Peso. Moneda básica en la América colonial española. Potestad dominica. Los derechos del dueño sobre su esclavo, considerado como bien personal, basados en el derecho romano. Potrero. Finca de cría de caballos. Rancho. Comida común preparada para los esclavos. Rusia. Tela tosca. Sagú. Fécula nutritiva que se preparaba con la raíz tuberosa que tiene el mismo nombre. Seducción. Actuación de agentes de sociedades abolicionistas para convencer a los esclavos de reivindicar una mejoría de su existencia e incluso su libertad. Superintendente de los negros emancipados. Funcionario inglés encargado de la protección de los emancipados, según las cláusulas de los tratados de 1817 y 1835. Tango. Baile de los esclavos los sábados y días de fiesta por la noche que se efectuaba con permiso del dueño. Tasajo. Pedazo de carne seca y salada. Tenencia de gobernación. Subdivisión territorial de la gobernación (ej. Cárdenas en la gobernación de Matanzas). Teniente gobernador. El titular de una tenencia de gobernación. Tiempo de molienda. Período del año en que se efectuaba la zafra y la molienda de la caña. Tiempo muerto. Período del año fuera del tiempo de molienda, que iba aproximadamente de mediados de mayo a fines de noviembre. Vara. Medida equivalente a 835 milímetros y 9 décimas. Vecino. Sólo un español o un extranjero naturalizado podía gozar del título de vecino. Zafra. Corte de la caña de azúcar.

BIBLIOGRAFIA FUENTES -Archivo Nacional de Cuba (A.N.C) Asuntos Políticos Legajos: 30 (n° 21) 35 (n° 9) 40 (n° 1,41) 41 (n° 11, 16, 40, 42,51,52) 136 (n° 8) 138 (n° 7) Gobierno General Legajos: 313 (n° 15 197) 400 (n° 18 963) 326 (n° 15 687) 329 (n° 15 790) Gobierno Superior Civil Legajos: 936 (n° 33 005, 33 008, 33 009, 33 031, 33035, 33 039, 33 044, 33 046) 937 (n° 33 066)

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938 (n° 33 082,33 102,33 105) 339 (n° 33 127, 33 129, 33 130, 33 131) 940 (n° 33 158,33 159) 941 (n° 33 163, 33 167, 33 168, 33 185, 33 186, 33 190, 33 196, 33 203, 33 213) 942 (n° 33 229) 943 (n° 33 271, 33 281, 33 282, 33 287) 948 (n° 33 486) 967 (n° 34 138) -Fuentes impresas Los Abolicionistas Españoles. Siglo XIX. Edición de Enriqueta Vila Vilar y Luisa Vila Vilar. Madrid: Ediciones de Cultura Hispánica, 1996. ALCOCER, José Miguel, y ARGÜELLES, Agustín, Documentos de que hasta ahora se compone el expediente que principiaron las Cortes extraordinarias sobre el tráfico y esclavitud de los negros. Madrid: Imprenta de Repuelles, 1814 (B.N.M., HA/12 441). ALONSO Y SANJURJO, Eugenio, Apuntes sobre los proyectos de abolición de la esclavitud. Madrid: Imprenta de la Biblioteca de Instrucción y Recreo, 1874. ANDUEZA, don J. M. de, Isla de Cuba pintoresca, histórica, política, literaria, mercantil e industrial. Recuerdos, apuntes, impresiones de dos épocas por /.../. Madrid: Poix, editor, 1841. ARANGO, Francisco de, „Primer papel sobre el comercio de negros", en: Obras de D. Francisco de Arango y Parreño, La Habana: Dirección de Cultura, Ministerio de Educación, 1952, t. 1, págs. 79-84. - „Representación manifestando las ventajas de una absoluta libertad en la introducción de negros, y solicitando se amplíe a ocho la prórroga concedida por dos años", en: op. cit., págs. 97-102.

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