Los alumbres españoles y mediterráneos en la Europa del siglo XV e inicios del XVI : producción, uso y distribución de una materia prima [2 ed.] 8400109600, 9788400109608

Esta obra recoge los resultados de dos iniciativas: la red internacional de coordinación científica Exploitation of Medi

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Spanish Pages 211 [215] Year 2022

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Table of contents :
Portada
Indice
Presentación
Arqueología de los espacios del alumbre
Usos del alumbre en actividades productivas no textiles durante los siglos XV y XVI
Alumbre y tintes en la industria rural
El negocio del alumbre en Aragón (siglo XV)
Alumbre en el reino de Murcia
Tra politica e commercio
Agostino Chigi, gli eredi di Ambrogio Spannocchi e l’allume del Mediterraneo (XV-XVI secolo)
Conclusiones
Résumé
Bibliografia
Índice onomastico
Índice toponimico
Biografia de los autores
Contraportada
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Los alumbres españoles y mediterráneos en la Europa del siglo XV e inicios del XVI : producción, uso y distribución de una materia prima [2 ed.]
 8400109600, 9788400109608

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Los alumbres españoles y mediterráneos en la Europa del siglo XV e inicios del XVI Producción, uso y distribución de una materia prima

Didier Boisseuil David Igual Luis María Martínez Alcalde (eds.)

Anejos del Anuario de Estudios Medievales CONSEJO SUPERIOR DE INVESTIGACIONES CIENTÍFICAS

Los alumbres españoles y mediterráneos en la Europa del siglo XV e inicios del XVI Producción, uso y distribución de una materia prima

Didier Boisseuil David Igual Luis María Martínez Alcalde (eds.)

Anejos del Anuario de Estudios Medievales CONSEJO SUPERIOR DE INVESTIGACIONES CIENTÍFICAS

Anejos del Anuario de Estudios Medievales—81

Dirección Ana Gómez Rabal, Institución Milá y Fontanals de Investigación en Humanidades, CSIC Secretaría Pere Verdés Pijuan, Institución Milá y Fontanals de Investigación en Humanidades, CSIC Comité Editorial Iván Armenteros Martínez, Institución Milá y Fontanals de Investigación en Humanidades, CSIC Ignasi Baiges Jardí, Universitat de Barcelona Antoni Furió Diego, Universitat de València Pere J. Quetglas Nicolau, Universitat de Barcelona Roser Salicrú i Lluch, Institución Milá y Fontanals de Investigación en Humanidades, CSIC Mercè Viladrich Grau, Universitat de Barcelona Consejo Asesor Pedro Bádenas de la Peña, Instituto de Lenguas y Culturas del Mediterráneo y Oriente Próximo, CSIC Asunción Blasco Martínez, Universidad de Zaragoza Brian A. Catlos, University of Colorado Damien Coulon, Université de Strasbourg Javier Castaño González, Instituto de Lenguas y Culturas del Mediterráneo y Oriente Próximo, CSIC Máximo Diago Hernando, Instituto de Historia, CSIC Carlos Estepa Díez (†), Instituto de Historia, CSIC M.ª Teresa Ferrer Mallol (†), Institut d’Estudis Catalans Enric Guinot Rodríguez, Universitat de València M.ª Dolores López Pérez, Universitat de Barcelona Patrizia Mainoni, Università degli Studi di Padova Tomàs de Montagut Estragués, Universitat Pompeu Fabra Anna Maria Oliva, Istituto di Storia dell’Europa Mediterranea, Consiglio Nazionale delle Ricerche Pere Ortí Gost, Universitat de Girona Flocel Sabaté Curull, Universitat de Lleida Manuel Sánchez Martínez, Institución Milá y Fontanals de Investigación en Humanidades, CSIC Carles Vela Aulesa, Universitat de Barcelona Amalia Zomeño Rodríguez, Instituto de Lenguas y Culturas del Mediterráneo y Oriente Próximo, CSIC

Didier Boisseuil David Igual Luis María Martínez Alcalde (eds.)

Los alumbres españoles y mediterráneos en la Europa del siglo XV e inicios del XVI Producción, uso y distribución de una materia prima

Reservados todos los derechos por la legislación en materia de propiedad intelectual. Ni la totalidad ni parte de este libro, incluido el diseño de la cubierta, puede reproducirse, almacenarse o transmitirse en manera alguna por medio ya sea electrónico, químico, óptico, informático, de grabación o de fotocopia, sin permiso previo por escrito de la editorial. Las noticias, los asertos y las opiniones contenidos en esta obra son de la exclusiva responsabilidad del autor o autores. La editorial, por su parte, solo se hace responsable del interés científico de sus publicaciones. La edición de esta obra ha contado con la aportación financiera del M. I. Ayuntamiento de Mazarrón y el apoyo del Museo Arqueológico de Mazarrón Factoría Romana de Salazones. Gestión científica de la colección Anejos del Anuario de Estudios Medievales: CSIC, Institución Milá y Fontanals, Departamento de Ciencias Históricas–Estudios Medievales. http://www.imf.csic.es (Publicaciones/Colecciones)

Catálogo de publicaciones de la Administración General del Estado: https://cpage.mpr.gob.es Editorial CSIC: http://editorial.csic.es (correo: [email protected])

© CSIC © Didier Boisseuil, David Igual Luis, María Martínez Alcalde (eds.), y de cada texto, su autor ISBN: 978-84-00-10960-8 e-ISBN: 978-84-00-10961-5 NIPO: 833-22-040-1 e-NIPO: 833-22-041-7 Depósito Legal: M-9222-2022 Diseño y producción gráfica: gráfica futura En esta edición se ha utilizado papel ecológico sometido a un proceso de blanqueado ECF, cuya fibra procede de bosques gestionados de forma sostenible.

Índice

Presentación Didier Boisseuil, David Igual Luis, María Martínez Alcalde 13

Arqueología de los espacios del alumbre Luisa Dallai, María Martínez Alcalde 19

Usos del alumbre en actividades productivas no textiles durante los siglos xv y xvi Ricardo Córdoba de la Llave 63

Alumbre y tintes en la industria rural. Ejemplos del País Valenciano en el siglo xv Antonio Llibrer Escrig 83

El negocio del alumbre en Aragón (siglo xv) Germán Navarro Espinach, Concepción Villanueva Morte 97

Alumbre en el reino de Murcia. Comerciantes, puertos y barcos (siglos xv-xvi) David Munuera Navarro 119

Tra politica e commercio: i genovesi e l’allume dal Mediterraneo all’Atlantico Enrico Basso 131

Agostino chigi, gli eredi di Ambrogio Spannocchi e l’allume del Mediterraneo (xv-xvi secolo). Note da un inedito documento Ivana Ait, Didier Boisseuil, David Igual Luis 147

Conclusiones: los alumbres ibéricos alrededor de 1500 Didier Boisseuil, David Igual Luis, María Martínez Alcalde 165

Résumé : Les aluns espagnols et méditerranéens dans l’Europe du xve siècle et au début du xvie siècle : Production, usage et distribution d’une matière première Didier Boisseuil, David Igual Luis, María Martínez Alcalde 173 Bibliografía 185 Índice onomástico 203 Índice toponímico 208

Nota editorial

Esta edición de la obra sustituye a la que se publicó en 2020, con ISBN 978-84-00-10715-4 y Depósito Legal: M-29294-2020. Con respecto a la versión anterior, en el presente volumen se ha retirado el capítulo «La explotación del alumbre en Almería: del final de la Edad Media al inicio de la Edad Moderna» (pp. 61-85 del libro indicado), del Dr. Guillermo García-Contreras Ruiz, y se han efectuado las adaptaciones oportunas en el resto de los textos que componen el volumen. Tras la publicación del libro Los alumbres españoles y mediterráneos en la Europa del siglo XV e inicios del XVI: producción, uso y distribución de una materia prima, y en relación con el capítulo ahora retirado, se recibió una denuncia por plagio. Ante esta situación, Editorial CSIC solicitó a los coeditores de la obra un informe pericial al respecto, y al autor denunciado las alegaciones oportunas. Tras un examen exhaustivo de la documentación y las argumentaciones manejadas, Editorial CSIC, tras consultar a los responsables de la colección y a los coeditores, determinó que el capítulo se había elaborado en gran parte con mala práctica científica vinculada a la paráfrasis, resumen, adaptación o reelaboración excesivas, así como a la reproducción, con exactitud total o parcial, de datos, fuentes y bibliografía procedentes de otros trabajos de distinta autoría. Debido a ello, se decidió lo siguiente: Dar por desautorizado el citado capítulo. Anular la versión anterior del volumen y proceder a una nueva edición, sin el capítulo aludido y con las restantes modificaciones señaladas. Editorial CSIC y la colección Anejos del Anuario de Estudios Medievales piden disculpas a sus lectores y declaran su decidida voluntad de continuar haciendo todo lo posible por evitar la mala praxis en el ámbito de las publicaciones científicas. No se tendrán en consideración las posibles réplicas, contrarréplicas o comentarios a esta decisión editorial.

Presentación Los alumbres españoles y mediterráneos en la Europa del siglo xv e inicios del xvi. Producción, uso y distribución de una materia prima Didier Boisseuil*

Université de Tours

David Igual Luis**

Universidad de Castilla-La Mancha

María Martínez Alcalde***

Museo Arqueológico Factoría Romana de Salazones, Ayuntamiento de Mazarrón Entre 2014 y 2017 desarrolló sus trabajos la red internacional de coordinación científica Exploitation of Mediterranean Alums in Europe, conocida también bajo sus siglas EMAE. La red estaba dirigida por uno de los editores del presente volumen, Didier Boisseuil, y fue auspiciada por el Centre National de la Recherche Scientifique de Francia dentro de sus grupos de investigación internacional (GDRI). En la iniciativa acabaron integrados organismos académicos e investigadores de cinco países (Francia, Italia, Bélgica, Alemania y España) y un equipo total de cuarenta y seis especialistas, en cuyo ánimo estuvo suscitar nuevas aproximaciones a la problemática histórica del alumbre desde diferentes zonas de Europa y el Mediterráneo. En concreto, su interés radicó en el examen interdisciplinar de los métodos de producción, uso y circulación de este producto entre el final del siglo xiii y el inicio del siglo xvi.1

1 Didier Boisseuil, David Igual Luis, «International Scientific Cooperation Network “Exploitation of Mediterranean Alums in Europe”», en Ricardo Córdoba de la Llave (ed.), Technical Knowledge in Europe: From Written Texts to Archaeological Evidences, 13th-16th Centuries. International Meeting (Córdoba, 17‑18 September 2015), Turnhout, Brepols, en prensa.

* [email protected] ** [email protected] *** [email protected]

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LOS ALUMBRES ESPAÑOLES Y MEDITERRÁNEOS EN LA EUROPA DEL SIGLO XV E INICIOS DEL XVI

La red EMAE se situaba en una línea de análisis que cabe juzgar ya clásica. Baste mencionar el coloquio sobre L’alun de Méditerranée que tuvo lugar en Nápoles y Lipari en 2003, y que es repetidamente citado en las páginas que siguen, para recordar la amplia tradición de estudios que existe sobre una materia prima de origen mineral como el alumbre.2 Con respecto a esta tradición, los componentes de EMAE buscaban recalcar la importancia intrínseca de dicho alumbre dentro del conjunto de mercancías producidas y traficadas en el ámbito euromediterráneo entre la Edad Media y la Moderna. Pero también aspiraban a aportar dos innovaciones sobre todo: 1) un método de trabajo plural que incorporara las perspectivas de arqueólogos, de historiadores de la economía, el arte y las técnicas y hasta de geólogos y químicos; 2) una argumentación que, más allá de sus detalles específicos, insistiera en lo que el alumbre revela de cara a comprender el funcionamiento global de unas sociedades europeas que, entre los siglos xiii y xvi, estaban en pleno proceso de transformación. En el transcurso de sus tareas, los miembros de EMAE celebraron diferentes reuniones de planificación y discusión, así como varios encuentros académicos más formalizados. Uno de estos últimos fue el seminario internacional llevado a cabo los días 5 y 6 de febrero de 2015 en la localidad española de Mazarrón, en Murcia, justo uno de los centros históricos más importantes de producción y explotación del alumbre, como es bien sabido. El seminario se tituló Mazarrón en los espacios mediterráneos del alumbre (siglos  xv-xvi). Fue coordinado por los tres editores de este libro y organizado por la propia red EMAE, por el proyecto de investigación HAR2011‑28861 (financiado por el Gobierno de España y adscrito a la Universidad de Valencia)3 y, muy en especial, por el Ayuntamiento de Mazarrón y el Museo Municipal de Mazarrón. Los objetivos del seminario incluyeron los de ofrecer un balance de conocimientos sobre el tema del alumbre en el Mediterráneo del periodo considerado, proponer ópticas de análisis comparables entre distintos espacios (con particular énfasis en las cuestiones relativas a la Península Ibérica y Mazarrón) y explorar posibilidades de colaboración entre los expertos en la materia. Para ello se confeccionó un programa que implicó a veintidós investigadores españoles, franceses e italianos, quienes intervinieron en el encuentro a través de sus ponencias o como participantes de diversas maneras en los trabajos del mismo.4 Precisamente, esta obra es una consecuencia directa del seminario de Mazarrón y de las reflexiones y los contactos que este permitió. Tras nuestra presentación, y junto al texto 2 Philippe Borgard, Jean-Pierre Brun, Maurice Picon (dirs.), L’alun de Méditerranée. Colloque international (Naples-Lipari, 2003), Nápoles – Aix-en-Provence, Centre Jean Bérard, 2005.

Valencia, y llevaba por título «Identidades urbanas Corona de Aragón-Italia: redes económicas,estructuras institucionales, funciones políticas (siglos xiv-xv)». 4 Véase el programa citado en https://previa.uclm.es/ ab/humanidades/1415/mazarron.asp [Fecha de consulta: 16/02/2019].

3 El proyecto estaba dirigido por Paulino Iradiel Murugarren, Catedrático de Historia Medieval de la Universidad de

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DIDIER BOISSEUIL, DAVID IGUAL LUIS, MARÍA MARTÍNEZ ALCALDE  |  PRESENTACIÓN

final de conclusiones, el volumen se compone de siete capítulos. Cuatro son reelaboraciones de las ponencias que se impartieron allí: los firmados por Antonio Llibrer Escrig; Germán Navarro Espinach y Concepción Villanueva Morte; David Munuera Navarro, y Enrico Basso. Mientras, los tres restantes son estudios nuevos, debidos a algunos de los ponentes de Mazarrón también (los artículos de Luisa Dallai y María Martínez Alcalde y de Ivana Ait, D. Boisseuil y David Igual Luis) o a otro participante en el seminario (Ricardo Córdoba de la Llave). En cualquier caso, la puesta en común ahora de todas las aportaciones se realiza con una triple pretensión: 1) focalizar la atención sobre los hechos del alumbre en la Península Ibérica, concretamente en áreas de las antiguas coronas de Castilla y Aragón, que acabaron confluyendo entre los siglos xv y xvi en una misma monarquía hispánica; 2) enmarcar esos hechos en el contexto mediterráneo y europeo, ya sea porque dicho contexto es imprescindible a veces para explicar lo que ocurrió en las tierras ibéricas, ya sea porque ilustra realidades históricas o experiencias de investigación que pueden servir de contrapunto cotejable con las circunstancias hispánicas; 3) profundizar en los grandes aspectos temáticos que preocuparon a la red EMAE, es decir, los relacionados con las condiciones de producción y explotación del alumbre, con el uso y las aplicaciones del producto y con su comercio y los agentes que lo protagonizaron. Informaciones más o menos exhaustivas, o solo meras sugerencias, sobre estos aspectos (producción, uso y comercio) aparecen distribuidas a lo largo de los siete capítulos del libro. Cada una de las contribuciones privilegia un asunto u otro y, además, lo hace con estructuras de argumentación y con una amplitud y profundidad de contenidos diferenciadas entre sí. Esta diversidad responde tanto a los distintos tratamientos y ámbitos de investigación asumidos por los estudios que siguen, como a la disponibilidad dispar de informaciones acerca del alumbre y los objetivos más o menos ambiciosos de cada texto. El artículo inicial de L. Dallai y M. Martínez Alcalde se centra en la producción y la explotación minera del alumbre. Adopta una orientación netamente arqueológica y observa, combinadamente, dos espacios productivos: Monteleo, en la Toscana, y el propio Mazarrón, dentro del horizonte territorial más amplio del sureste español. La explicación de ambos ejemplos, su atención en ocasiones por la larga duración cronológica, la mezcla de datos materiales con fuentes escritas y el potencial comparativo del conjunto de la aportación justifican que, al final, esta sea la más extensa de las incluidas en el volumen. Los dos textos siguientes abordan la cuestión de las aplicaciones del alumbre. R. Córdoba de la Llave lo hace con la base de recetarios y manuales técnicos italianos y castellanos de los siglos xv y xvi y pone su interés en los usos del producto quizá menos 15

LOS ALUMBRES ESPAÑOLES Y MEDITERRÁNEOS EN LA EUROPA DEL SIGLO XV E INICIOS DEL XVI

afamados historiográficamente: los que atañen a actividades productivas no textiles, como el curtido y el teñido de la piel, la fundición, soldadura y afinación de metales, la elaboración de tintas de escritura e iluminación y hasta la cosmética y el cuidado del cuerpo. A. Llibrer Escrig, por su parte, sí se fija en el destino del alumbre para el tintado de paños de lana. Asume para ello los puntos de vista específicos que derivan, primero, del artesanado que empleaba el material para su trabajo cotidiano y sus estrategias de adquisición y financiación y, después, de un ámbito espacial poco frecuentado al respecto por los investigadores del alumbre: el del mundo rural, percibido en este caso a través de ciertos ejemplos que proporciona el territorio de Valencia en el siglo xv, en particular desde fuentes notariales y judiciales. El cuarto artículo, de G. Navarro Espinach y C. Villanueva Morte, vuelve a incidir en un área escasamente considerada en la historia del alumbre: la de una región interior ibérica como el Aragón del siglo xv. Sobre ella se destaca que fue zona también de producción y, en especial, se recalca por medio de documentación fiscal su condición como foco de transporte y comercio del producto, con características (eso sí) diferenciadas de los grandes núcleos internacionales. Sea como fuere, justamente la problemática comercial con la que finaliza este capítulo encuentra prolongación en las tres últimas contribuciones del libro, bien para ocuparse del comercio como tal, bien para centrarse en los operadores que vertebraban la distribución del alumbre, en sus estructuras organizativas y en determinadas circunstancias técnicas o políticas e institucionales que enmarcaban sus negocios. D. Munuera Navarro recurre a las fuentes escritas de nuevo y, en menor medida, a las arqueológicas para examinar los comerciantes, los puertos y los barcos que posibilitaron entre el siglo xv y el inicio del siglo xvi la circulación externa del alumbre de Mazarrón. E. Basso ubica directamente su aportación entre la política y el comercio y la desarrolla con el apoyo de materiales de archivo muy diversos. Con este planteamiento, el autor estudia la intervención esencial de los genoveses en los circuitos del alumbre entre el Mediterráneo y el Atlántico, del siglo xiii al xv, y detalla tanto los vínculos en Génova entre poder económico y poder político como la interrelación que cabe establecer entre el comercio del alumbre y algunas características de las embarcaciones y las formas contractuales y financieras utilizadas por los ligures. Para acabar, I. Ait, D. Boisseuil y D. Igual Luis transcriben un extenso documento italiano de la primera mitad del xvi, inédito, que revela los esfuerzos de dos grandes compañías mercantiles sienesas (las de Agostino Chigi y los Spannocchi) para hacer prevalecer sus intereses en las minas de alumbre de Tolfa e intentar controlar las otras producciones del Mediterráneo. La edición de la fuente va precedida de un comentario que contextualiza la actuación en torno al alumbre de ambas empresas desde finales del siglo  xv, particularmente por sus conexiones múltiples con el papado. 16

DIDIER BOISSEUIL, DAVID IGUAL LUIS, MARÍA MARTÍNEZ ALCALDE  |  PRESENTACIÓN

Se cierran de esta manera los siete capítulos de la obra. Como se habrá apreciado, el recorrido que dibujan en conjunto fusiona distintas perspectivas espaciales o de escala, heurísticas, temáticas y hasta cronológicas. En este sentido, la centralidad en los siglos xv y xvi que se manifiesta en la mayoría de las páginas del libro corrobora la trascendencia, ya conocida, de ambas centurias para la historia del alumbre, sobre todo por lo que concierne a la vertiente centro-occidental del Mediterráneo. Pero, a la vez, los apuntes más dispersos que incluye el libro en especial acerca de la trayectoria anterior del propio producto ayudan a explicar mejor el significado de los acontecimientos posteriores a 1400 y, en último extremo, a concebir la citada historia del alumbre como un proceso necesariamente amplio. Esta es una pequeña muestra de hasta qué punto, en definitiva, la pluralidad de aproximaciones que proponemos a la realidad histórica del alumbre puede ser una vía útil para seguir avanzando en su interpretación. No queremos terminar esta presentación sin algunos agradecimientos. En primer lugar, al Consejo Superior de Investigaciones Científicas de España, y a su Institución Milá y Fontanals de Barcelona, por la disponibilidad que mostraron desde el principio para acoger la edición del volumen en la colección Anejos del Anuario de Estudios Medievales. Este reconocimiento debe dirigirse en particular a quienes fueron directoras de esta colección, primero Roser Salicrú i Lluch y después Ana Gómez Rabal. En segundo lugar, al Ayuntamiento de Mazarrón, porque su apoyo institucional y económico ha sido fundamental para que esta publicación vea la luz. En tercer y último lugar, por supuesto, a los autores de los diferentes artículos que figuran a continuación, también por la paciencia y la comprensión que han manifestado siempre ante los sucesivos retrasos con que se ha materializado la obra. Gracias a la colaboración de todos ellos, este libro puede concebirse como la concreción final de una iniciativa desarrollada, al igual que la historia del alumbre, con diversos tiempos y a diversas escalas. Mientras preparábamos esta publicación, se conoció la triste noticia del fallecimiento de Alfonso Franco Silva, Catedrático de Historia Medieval de la Universidad de Cádiz, el 9 de abril de 2020. Como se observará repetidamente a lo largo del volumen, Alfonso Franco ha sido uno de los máximos especialistas en la historia del alumbre español y, al respecto, sus investigaciones continúan siendo hasta hoy una referencia esencial. De hecho, el profesor Franco conocía las iniciativas que están en la base de esta obra y nos había trasladado su interés por los trabajos que veníamos desarrollando. Los editores queremos dedicar este libro a su memoria. Tours – Albacete – Mazarrón, noviembre de 2021.

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LUISA DALLAI, MARÍA MARTÍNEZ ALCALDE

Arqueología de los espacios del alumbre Luisa Dallai*

Università di Siena, Dipartimento di Scienze Storiche e dei Beni Culturali

María Martínez Alcalde**

Museo Arqueológico Factoría Romana de Salazones, Ayuntamiento de Mazarrón INTRODUCCIÓN

En los importantes ejemplos de los territorios de la Toscana (Italia) y del sureste español encontramos lugares donde se produjo la explotación de recursos para la extracción de la piedra alunita destinada a la producción de alumbre, con los aspectos culturales identificadores que han marcado estos paisajes vinculados con la explotación, gestión y transformación de los recursos metalíferos y que han dejado una huella que ha articulado los tipos de asentamiento en ellos a lo largo de los siglos. Son estos territorios, italianos y españoles, lugares que poseen elementos diferenciadores provocados por la actividad del alumbre que ha ido conformando y transformando el entorno de una manera decisiva, interviniendo en su modelado y transformación y presentando las características propias que los distinguen de otros paisajes culturales. En el área de la Toscana, en el territorio de las Colinas Metalíferas, con su centro en Monteleo, la investigación arqueológica ha tenido un carácter sistemático, con líneas de investigación centradas en el análisis de los ciclos de producción y el comercio de materias primas a través de un proyecto coordinado por el Departamento de Ciencias Históricas y Bienes Culturales de la Universidad de Siena. Dicho proyecto ha permitido reconstruir importantes aspectos de esta actividad en el área, con estudios realizados sobre algunas de las más importantes estructuras productivas del territorio de la Toscana meridional.

* [email protected] ** [email protected]

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LOS ALUMBRES ESPAÑOLES Y MEDITERRÁNEOS EN LA EUROPA DEL SIGLO XV E INICIOS DEL XVI

En el caso de Mazarrón, el lugar mantiene algunos testimonios y restos materiales de la explotación del alumbre y sus diferentes fases, y deja vislumbrar aspectos sobre las comunidades humanas así como sobre las relaciones sociales en las que esa explotación se desarrolló. Ambos lugares, las Colinas Metalíferas en la Toscana y Mazarrón, son en sus orígenes focos de elaboración indiscutiblemente importantes y ofrecen excepcionales condiciones de conservación de sus centros extractivos y de obtención vinculados a la actividad del alumbre, lo que facilita futuras oportunidades de investigación y profundización de los diferentes ciclos de este mineral.

LA ALUMBRERA DE MONTELEO Y EL PROYECTO «COLINAS METALÍFERAS». ENFOQUE ARQUEOLÓGICO DEL ESTUDIO Y LA VALORIZACIÓN DE LOS CENTROS DE PRODUCCIÓN DE ALUMBRE

El territorio de la Toscana meridional, el proyecto «Colinas Metalíferas» y el sitio de Monteleo El territorio de las Colinas Metalíferas (al sur de la Toscana, en la Italia central) está, desde hace más de veinte años, en el centro de un complejo proyecto multidisciplinar, coordinado por el Departamento de Ciencias Históricas y Bienes Culturales de la Universidad de Siena, cuyas finalidades científicas se dirigen a la comprensión de la relación existente entre los importantes recursos del subsuelo presentes en la zona y los modelos de asentamiento que han caracterizado al territorio a lo largo de los siglos (al final del presente artículo, véase la fig. 1). El proyecto de investigación, aun teniendo un marcado carácter diacrónico, se identifica en el tema de la formación del paisaje medieval y de su consolidación, en relación con la explotación y la gestión de los recursos metalíferos, como un centro de atención de especial importancia.1 La zona, como es sabido, tiene una larguísima tradición minera y metalúrgica en relación con la presencia de importantes yacimientos de sulfuros mixtos, ampliamente explotados en distintos momentos para la producción de cobre, plata, plomo y hierro. A partir del siglo x y durante todos los siglos centrales de la Edad Media, 1 Giovanna Bianchi et al., «Nuovi dati dalla ricerca archeologica per la ricostruzione del paesaggio storico delle Colline Metallifere massetane», en Giulia Galeotti, Marco Paperini (eds.), Città e territorio. Conoscenza, tutela e valorizzazione dei paesaggi culturali, Livorno, Debatte, 2013, pp.  81‑85; Giovanna Bianchi, Jacopo Bruttini, Luisa Dallai, «Sfruttamento e ciclo produttivo dell’allume e dell’argento nel territorio delle Colline Metallifere grossetane»,

Daidalos, 12 (2011), pp.  249‑282. Para una perspectiva de estudio multidisciplinario en el territorio, véase Marco Benvenuti et al., «Studying the Colline Metallifere mining area in Tuscany: an interdisciplinary approach», en IES Book of the 9th International Symposium on Archaeological Mining History (Trento, 5‑8th June 2014), Valkenburg aan de Geul (ND), 2014, pp. 261‑287.

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Luisa Dallai, María Martínez Alcalde  |  Arqueología de los espacios del alumbre

la explotación de los minerales de cobre y plomo/plata en especial, trabajados para obtener los «metales monedables», tuvo una época de intenso desarrollo, de la que aún quedan importantes restos en el territorio. El estudio de dichos importantes rastros ha permitido reconstruir muchos aspectos de los procesos de extracción y metalúrgicos y, más en general, enmarcar todo el contexto ambiental y los indicios de la actividad del hombre, tanto desde el punto de vista de la arqueología de la producción como de la historia del paisaje.2 En el corazón del territorio de las Colinas Metalíferas y, más concretamente, en el municipio de Monterotondo Marittimo, gracias a la realización de una importante sinergia entre el ente de investigación y la administración local, comenzó en 2008 la excavación del sitio de Monteleo. Fue gracias a esta investigación piloto, la primera dedicada a una «alumbrera», y también al estudio del ciclo de producción del alumbre alunítico que entró por derecho en el proyecto «Colinas Metalíferas». Este campo específico de investigación es una adquisición relativamente reciente de la arqueología de la producción, y no solamente en relación con el contexto toscano. Un análisis global de los datos disponibles actualmente en relación con excavaciones o prospecciones de superficie pone en evidencia su limitado número y la compleja interpretación de las evidencias, tanto desde el punto de vista funcional como cronológico.3 La escasez de la documentación arqueológica probablemente dependa de la naturaleza del ciclo productivo, cuyos indicadores son de difícil lectura. Por eso, la mayor parte de la información conocida hasta el día de hoy ha sido extraída más bien de la documentación técnica (en especial de los textos de Vannoccio Biringuccio y Giorgio Agricola, ambos de mitad del siglo xvi).4 En cambio, las investigaciones realizadas en el centro de Monteleo han permitido añadir nuevas indicaciones de carácter arqueológico que resultan muy útiles para ubicar en su contexto los distintos aspectos del ciclo productivo y la organización de la producción dentro de una alumbrera. En efecto, se trata de un lugar que posee múltiples funciones, que cuenta con una mano de obra numerosa, más o menos especializada, y que utiliza instalaciones diferenciadas y espacios determinados y bien organizados. 3 Para una revisión de los principales proyectos de investigación, véase Philippe Borgard, Jean-Pierre Brun, Maurice Picon (dirs.), L’alun de Méditerranée. Colloque international (Naples-Lipari, 2003), Nápoles – Aix-en-Provence, Centre Jean Bérard, 2005. 4 El ciclo de producción de alumbre de alunita se describe, en particular, en el libro XII de Giorgio Agricola, De Re Metallica, Basilea, 1556 (ristampa anastatica, ed. por Paolo Macini, Ezio Mesini, Bolonia, CLUEB, 2003, pp. 448‑478) y en el libro II de Vannoccio Biringuccio, De la Pyrotechnia, Venecia, 1540 (ristampa anastatica, ed. por Adriano Carugo, Milán, Il Polifilo, 1977, pp. 78‑81).

2 Giovanna Bianchi, Luisa Dallai, Silvia Guideri, «Indicatori di produzione per la ricostruzione dell’economia di un paesaggio minerario: le Colline Metallifere nella Toscana medievale», en Giuliano Volpe, Pasquale Favia (eds.), V Congresso Nazionale di Archeologia Medievale (Foggia-Manfredonia, 30 settembre-3 ottobre 2009), Florencia, All’Insegna del Giglio, 2009, pp. 638‑643; Luisa Dallai, «Massa Marittima nell’età del Codice: una rilettura dei dati archeologici e minerari», en Roberto Farinelli, Giovanna Santinucci (eds.), I codici minerari nell’Europa preindustriale: archeologia e storia, Florencia, All’Insegna del Giglio, 2014, pp.  71‑83; Giovanna Bianchi, «Dominare e gestire un territorio. Ascesa e sviluppo delle “signorie forti” nella Maremma toscana centrosettentrionale tra x e metà xii secolo», Archeologia Medievale, 37 (2010), pp. 93‑104.

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LOS ALUMBRES ESPAÑOLES Y MEDITERRÁNEOS EN LA EUROPA DEL SIGLO XV E INICIOS DEL XVI

La alumbrera que nos ocupa, Monteleo, está ubicada en el límite noroeste del territorio municipal de Monterotondo Marittimo, junto a la llanura del río Frassine. Esta zona, conocida por sus manifestaciones geotérmicas, es también una de las zonas de alta concentración de la materia prima en el territorio de la Toscana meridional.5 La alumbrera se desarrollaba a lo largo de las dos orillas de un curso de agua local, el torrente Risecco, cuyo caudal era suficiente para garantizar el aporte necesario para la actividad. La extensión total del complejo sistema productivo de Monteleo se conoce, hasta el día de hoy, solo de manera parcial, pero es tal vez considerable: en efecto, las investigaciones topográficas han identificado la presencia de regulaciones de las cotas del terreno, obras hidráulicas y restos de caminos de servicio en un área de aproximadamente 2 hectáreas6 (fig. 2). Los documentos indican que en el territorio de Monterotondo Marittimo la explotación de la piedra alunita suscitaba un gran interés, que tuvo como consecuencia el establecimiento de una alumbrera ya a partir de los años setenta del siglo xv. Una serie de elementos de carácter topográfico, además de la localización de los principales depósitos de piedra alunita, permiten proponer la identificación real de los restos que son objeto de excavación y la alumbrera llamada delle Crocicchie, promovida por Rinaldo Tolomei en sociedad con Pandolfo Petrucci ya en 1502. De la alumbrera queda una valiosa documentación contable relativa a los años 1507‑1508, gracias a la cual es posible reconstruir el ritmo de la producción, el número de empleados (al menos cien) y, en parte, cuál era la organización del trabajo.7 Esta iniciativa empresarial, a pesar de su corta duración, reactivó probablemente instalaciones ya existentes y tuvo como objetivo la producción de un material del que había una demanda apremiante por parte de las fábricas de la ciudad, principalmente textiles y de pieles. La investigación arqueológica, como veremos mejor, ha puesto en evidencia claramente que, antes de las monumentales instalaciones del siglo xvi, la misma ladera de la colina ya había albergado estructuras productivas de carácter estrictamente metalúrgico, relacionadas principalmente con la afinación de minerales de cobre. Para una mejor comprensión de los restos y de los indicadores de producción, en el centro se han utilizado sistemáticamente análisis físico-químicos: estos últimos, si se aplican en gran escala en las excavaciones, permiten interpretar con mayor seguridad espacios y estructuras cuya lectura, de otra manera, sería compleja, y se convierten además en instrumentos fundamentales para definir mejor la naturaleza de los distintos ciclos productivos que a menudo ocupan las mismas zonas del centro8 (fig. 3). 6 Luisa Dallai, «L’allumiera di Monteleo nel territorio di Monterotondo Marittimo», MEFRM, 126/1 (2014), pp. 245‑258. 7 Didier Boisseuil, Pascal Chareille, «L’exploitation de l’alun en Toscane au début du xvi siècle: l’alunière de Monterotondo et la société de Rinaldo Tolomei», MEFRM, 121/1 (2009), pp. 9‑28.

5 Gianni Lombardi, «Alunite in Italy. Occurrence and genesis», en Proceedings of the 8th International Kaolin Symposium and meeting on Alunite (Madrid-Rome, September 7‑16, 1977), Madrid, Servicio de Publicaciones del Ministerio de Industria y Energía, 1977, pp. 1‑19.

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Monteleo y el ciclo de producción de alumbre a la luz de la investigación arqueológica La premisa necesaria para la comprensión de los restos arqueológicos relacionados con la producción de alumbre alunítico empieza, naturalmente, con la identificación de la materia prima tratada en Monteleo, así como en las demás alumbreras toscanas, es decir, la piedra alunita. Este sulfato básico de aluminio y potasio (KAl₃(SO₄)₂(OH)₆) se encuentra en porcentajes significativos dentro de las rocas sedimentarias (esquistos arcillosos o arcillas ricas en aluminio y potasio), y está presente en alta concentración en la zona situada en el límite entre las provincias de Grosseto, Pisa y Livorno.9 Es aquí donde la investigación ha permitido localizar varios puntos de extracción y los restos de algunas de las más importantes estructuras productivas del territorio de la Toscana meridional de los siglos xv y xvi. Los depósitos de piedra alunita de la Toscana fueron explotados de manera intensiva a partir de los años setenta del siglo xv: entre 1470 y 1502, en la zona de las Colinas Metalíferas nacieron nada menos que siete instalaciones, que se ubicaron junto a las zonas de extracción. Los documentos mencionan las alumbreras de Sasso Marittima (en el territorio de Volterra), una zona que ya había sido ampliamente explotada entre los siglos xiii y xv por la presencia del material llamado lumaria, del que se obtenían azufre y vitriolo; Pietra y Accesa, dos centros ubicados en el territorio de Massa Marittima; Montioni, Campiglia Marittima y Monterotondo.10 En época mucho más reciente, a mediados de los años setenta del siglo xx, una prospección de carácter industrial cuyo objetivo era localizar potenciales cuencas de abastecimiento para producir aluminio, identificó en las antiguas zonas de explotación del recurso, es decir, Frassine (en el municipio de Monterotondo Marittimo), Campiglia Marittima, Le Lumiere (es decir Sasso Pisano, en el municipio de Castelnuovo Val di Cecina), Montioni, Torniella (Roccastrada) y Capanne Vecchie (en Massa Marittima), los afloramientos más importantes desde el punto de vista económico11 (fig. 4). La prospección arqueológica ha identificado varios puntos del antiguo abastecimiento del recurso, cuyo laboreo se realizaba principalmente a cielo abierto. Esta técnica, ampliamente confirmada también por los tratados, preveía el inicio de la ex8 Para una discusión sobre el uso de análisis físico-químicos en sitios arqueológicos y en el territorio, véase: Luisa Dallai et al., «Le analisi fisico-chimiche territoriali ed “intra-sito” nelle Colline Metallifere: aspetti descrittivi, “predittivi” e prima interpretazione dei dati», en Paul Arthur, Marco Leo Imperiale (eds.), VII Congresso Nazionale di Archeologia Medievale (Lecce, 9‑12 settembre 2015), Florencia, All’Insegna del Giglio, 2015, pp. 389‑394, y Ead. et al., «Archaeological and physicochemical approaches to the territory: on-site analysis and multidisciplinary databases for the reconstruction of historical landscapes», en Stefano Campana et al. (eds.), CAA 2015. Proceedings of the 43rd Annual

Conference on Computer Application and Quantitative Methods in Archaeology, Oxford, Archaeopress, 2015, pp. 177‑185. 9 Valérie Thirion-Mérle, Nadia Cantin, «La production d’alun d’alunite en Toscane: discussion sur les carrières d’alunite de l’Accesa, à partir de nouvelles données de terrain», MEFRM, 121/1 (2009), pp. 57‑67. 10 Didier Boisseuil, «L’alun en Toscane à la fin du Moyen Âge», en Ph. Borgard, J.-P. Brun, M. Picon (dirs.), L’alun de Méditerranée, pp. 105‑117.

11 Somit s. p. a., Giacimenti di alunite della Toscana Meridionale, rapporto interno, s. l., s. a., pp. 1‑5.

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cavación mediante la apertura de una trinchera y una rápida ampliación del frente de la cantera, que terminaba por adoptar una forma de anfiteatro, con una plaza central y una única vía de acceso, que se mantenía rigurosamente libre de escombros.12 En los centros en que el cultivo de alumbre se prolongó hasta mediados del siglo xviii o en que, incluso, como en Montioni, se retomó también en el siglo xix, se registra la presencia simultánea de distintos métodos de explotación, es decir, excavaciones en el subsuelo (túneles) y canteras. El mineral se extraía a punta de pico, como queda claro por los rastros visibles a lo largo de las paredes de las canteras; el uso de explosivos está igualmente documentado en las excavaciones del siglo xviii13 (fig. 5). Una vez extraído y seleccionado, el mineral se transportaba a las «alumbreras», es decir, a los centros preparados para su transformación en alumbre. Dichos centros, como ha sido puesto en evidencia en Monteleo, estaban ubicados a poca distancia de los frentes de cantera para minimizar los costes vinculados a la manipulación de las cargas, y en la proximidad de cursos de agua. Las operaciones necesarias para transformar el sulfato insoluble (es decir, la piedra alunita) en sulfato soluble están bien descritas en la literatura, tanto en la obra de Biringuccio como en la de Agricola, que es algo posterior. Algunos siglos más tarde, a mediados del siglo xviii, los mismos pasos fueron transcritos con gran exactitud por el científico y naturalista Giovanni Targioni Tozzetti. Esta descripción tardía es especialmente importante, porque corresponde a la observación directa de las actividades operativas realizadas precisamente en Monteleo, y registradas por Targioni durante una inspección cumplida en el centro en 1745. Dicha visita fue necesaria a efectos de una correcta evaluación económica y productiva de la empresa; en Monteleo, la Regencia de los Lorena había invertido grandes sumas, pero consiguió un resultado que no tuvo la rentabilidad esperada y determinó el cierre definitivo de las instalaciones en la temporada 1752‑1753.14 La visita de Targioni y su descripción tienen una finalidad explícitamente técnica, que puede por tanto compararse con las obras de Biringuccio y Agricola. En Monteleo, gracias al buen estado de conservación del depósito arqueológico y a la riqueza de la documentación escrita, es posible recorrer las etapas del ciclo productivo sobre la base de una pluralidad de fuentes y por un espacio de tiempo realmente amplio.

14 Alberto Riparbelli, «Le miniere del massetano dal 1700 al 1860 fra storia e archeologia industriale. Strumenti, metodi di coltivazione e impianti», en Ivano Tognarini (ed.), Siderurgia e miniere in Maremma tra ‘500 e ‘900. Archeologia industriale e storia del movimento operaio, Florencia, All’Insegna del Giglio, 1984, pp. 65‑120.

12 V. Biringuccio, De la Pyrotechnia, f. 77r. 13 L. Dallai, «L’allumiera di Monteleo», pp. 246‑247; Ead., Giulio Poggi, «Monteleo (GR): una “fabbrica d’allume” alla fine del Medioevo», en Fabio Redi, Alfonso Forgione (eds.), VI Congresso Nazionale di Archeologia Medievale (L’Aquila, 12‑15 Settembre 2012), Florencia, All’Insegna del Giglio, 2012, pp. 635‑639.

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Son cuatro los pasos fundamentales del ciclo productivo identificados por todos los autores, es decir, la «calcinación», la «maceración», la «lixiviación» y, finalmente, la «cristalización». Cada paso merece una pequeña explicación, ya que, mientras los tratados esquematizan y necesariamente generalizan los tiempos y métodos de la producción, los datos arqueológicos ayudan a comprender mejor los métodos de realización, las características de las instalaciones utilizadas y, más en general, la organización de la producción. Las temperaturas de los hornos, por ejemplo, así como el tiempo de cocción, dependen estrictamente de la naturaleza de la materia prima tratada y, por tanto, pueden diferir considerablemente de un caso a otro. Según Biringuccio, la «calcinación» preveía la cocción del mineral durante algunas horas (generalmente de doce a catorce horas) a una temperatura constante de entre seiscientos y setecientos grados, en hornos muy similares a los de cal; al final de la cocción se obtenía un sulfato anhidro, soluble en agua.15 En Monteleo, esta fase está documentada tanto para la Baja Edad Media y los comienzos de la Edad Moderna (entre el siglo xv y los primeros años del siglo xvi), como para el horizonte temporal más tardío del siglo  xviii. Las instalaciones de calcinación más antiguas están ubicadas en el lado oeste del centro, y están estructuradas en una batería de cuatro hornos que la excavación ha investigado completamente entre los años 2008 y 2010. Los hornos, resultado de una única gran intervención de construcción, miden aproximadamente 2,70 m de altura y tienen un diámetro interior de 2,50 m. Fueron ubicados a lo largo de una ladera con una orientación sureste y encajados profundamente dentro de un aterrazamiento parcialmente artificial (fig. 6). La batería presenta una estructura muraria maciza, realizada con rocas calizas y sedimentarias unidas con argamasa. Dentro de las cámaras circulares se ha conservado bien el revestimiento interno de ladrillos, con evidentes rastros de vitrificación de las superficies causada por las altas temperaturas alcanzadas en esta fase del proceso productivo. Los hornos de calcinación más recientes, es decir, los descritos por Targioni, fueron sin embargo colocados en la otra orilla del curso de agua, a poca distancia de las instalaciones de lixiviación del mismo período. De estos hornos, lamentablemente, solo se pueden ver parciales evidencias de dos instalaciones, cuyas actuales condiciones logísticas impiden una adecuada investigación.16

16 Luisa Dallai et al., «Sfruttamento delle risorse minerarie e dinamica insediativa nella Toscana meridionale», MEFRM, 121/1 (2009), pp. 29‑56.

15 Un resumen técnico es ofrecido por Maurice Picon, «Des aluns naturels aux aluns artificiels et aux aluns de synthèse: matières premières, gisements et procédés», en Ph. Borgard, J.-P. Brun, M. Picon (dirs.), L’alun de Méditerranée, pp. 13‑35, en particular pp. 22‑23.

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Según la descripción de Targioni (siglo xviii), las piedras de la cantera de Monteleo conducidas a los hornos de calcinación tenían que ser sometidas a varias cocciones antes de alcanzar un resultado satisfactorio, lo cual sucedía después de «[...] 5 horas de fuego moderado [...]», un tiempo bastante corto con respecto a lo descrito en los textos técnicos anteriores.17 Es probable que un tiempo similar haya sido empleado también en una época anterior y, por tanto, que los hornos que se han investigado (de los siglos xv y xvi) hayan soportado las altas temperaturas necesarias para la calcinación por períodos de menos de doce horas. De todos modos, una idea bastante clara del ritmo de la producción a comienzos del siglo xvi nos la proporciona el análisis de la contabilidad de la alumbrera durante los años 1508‑1509, que atestigua la obtención total de 36 toneladas de producto acabado en poco más de un año.18 A tal cantidad de alumbre debería corresponder el laboreo de aproximadamente 1.800 toneladas de roca; suponiendo una densidad promedio de la roca de 2,6, igual a la propuesta para las vecinas canteras del territorio de Massa Marittima, el volumen total extraído corresponde a 692 m3 de roca.19 Tras su calcinación y selección, las piedras se transportaban a lugares adecuados (amplios espacios al aire libre) donde se mojaban abundantemente para que se disgregaran hasta convertirse en una masa pastosa («maceración»). Esta operación podía durar un tiempo variable, comprendido entre cuarenta y sesenta días según la estación, y preveía la utilización de muchísima agua; por eso, las llamadas «plazas» se colocaban en las proximidades de canales que aseguraban un suministro constante de agua. En Monteleo, sobre la base del ritmo de producción obtenido gracias al análisis de la contabilidad del siglo  xvi, se ha calculado que la maceración podía durar un tiempo que corresponde con lo atestiguado por Biringuccio, es decir, unos cuarenta días;20 según la descripción de Targioni, en cambio, serían suficientes veinte o veinticinco días para obtener el mismo resultado. El agua, elemento valiosísimo para todo el ciclo productivo, desempeñaba un papel fundamental, especialmente en esta fase. En Monteleo, la planicie regular situada entre la actual carretera provincial y la orilla este del Canal Risecco fue sin duda la zona más adecuada para albergar las fases del ciclo productivo que utilizaban grandes cantidades de agua; esto se deduce tanto de la descripción de Targioni como de las evidencias materiales halladas en el centro. Además, es probable que una pequeña porción de la «plaza de maceración» haya sido interceptada por la excavación realizada en la zona próxima a la actual 17 BNCF, Palatino 1065, f. 91v. 18 D. Boisseuil, P. Chareille, «L’exploitation de l’alun», p. 15. 19 El cálculo del volumen de roca se ha obtenido sobre la base de las indicaciones propuestas en V. Thirion-Mérle,

N. Cantin, «La production d’alun d’alunite en Toscane», pp. 61‑62. 20 D. Boisseuil, P. Chareille, «L’exploitation de l’alun», p. 21.

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carretera provincial (Área 3.000). Aquí, la investigación ha sacado a la luz lo que queda un tanque con fondo de mortero de cal con fragmentos cerámicos latericios machacados y una porción de superficie empedrada con guijarros de río; junto a esta mencionada superficie, también se ha encontrado un tramo de canal con revestimiento de argamasa hidráulica y restos de las esclusas.21 La pasta procedente de la maceración debía ser depurada y, luego, concentrada para favorecer su cristalización. Este paso (llamado «lixiviación») se realizaba en calderas especiales, muy distintas de los anteriores hornos de calcinación y situadas también en las proximidades de canales, ya que el volumen de agua necesario durante esta fase era considerable. Dentro de las calderas había un gran calderón metálico con fondo de cobre, en el que la solución de minerales y agua hervía durante unas veinticuatro horas, mientras algunas personas encargadas la mezclaban continuamente. En algunos casos, en vez de todo un recipiente metálico podía utilizarse un sencillo fondo de metal que se encajaba perfectamente dentro del tanque de albañilería con forma de embudo y con paredes revestidas con una sólida capa de mortero de cal con fragmentos cerámicos y latericios machacados; este es el tipo de caldera de lixiviación hallada en Monteleo. La estructura está compuesta por un tanque en forma troncocónica de 1,5 m de altura, con un diámetro inferior de 1,5 m y un diámetro superior de 3,15 m. Debajo de la caldera había una cámara de combustión de forma cilíndrica, que la excavación ha investigado solo parcialmente. La interpretación funcional del tanque, que podía contener aproximadamente 4,5 m³ de solución compuesta por agua, alumbre e impurezas, está sostenida no solamente por consideraciones de carácter morfológico, sino también por la comparación entre las evidencias materiales y la descripción contenida en los tratados renacentistas, en particular en la obra de Biringuccio, que conoció directamente el territorio y las instalaciones productivas de la Maremma de Siena22 (fig. 7). Targioni afirma que en Monteleo la operación de lixiviación se realizaba en un local cerrado, con el fin de preservar el producto en ebullición: en el siglo xviii, por tanto, las calderas estaban alojadas bajo cubierta, en un edificio lo suficientemente grande como para albergar al menos dos instalaciones. Sin embargo, también en el período anterior los tramos de estructuras murarias detectados por la excavación, y que corresponden a las paredes perimetrales oeste y norte de un largo edificio rectangular, aclaran que la caldera (o posiblemente dos instalaciones, como parece deducirse de la documentación contable)23 estaba alojada en el interior de una es-

23 D. Boisseuil, P. Chareille, «L’exploitation de l’alun», p. 20.

21 L. Dallai, «L’allumiera di Monteleo», p. 253. 22 L. Dallai, G. Poggi, «Monteleo (GR): una “fabbrica d’allume”», p. 638.

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tructura al menos parcialmente cubierta (fig. 8). En Campiglia Marittima, donde la prospección ha identificado los restos de la alumbrera, la estructura era cubierta y seguramente de dos pisos. En Monteleo, la presencia de un complejo sistema de conducción hidráulica próximo a la caldera y la cercanía de las instalaciones de lixiviación del siglo xviii son también indicio de la probable ubicación de la zona destinada a albergar los tanques de madera dentro de los que se realizaba el último paso del ciclo productivo, es decir, la «cristalización». Desde la caldera, la parte de solución aluminosa carente de impurezas se volcaba o transportaba dentro de oportunos recipientes comunicantes. Después de un período de quince a treinta días, aproximadamente, el alumbre empezaba a cristalizarse en las paredes de los recipientes, adhiriéndose a las paredes de madera o a los paños de lino que las debían recubrir; en este momento, el ciclo productivo podía considerarse concluido y el alumbre se enviaba hacia la red comercial.

Monteleo: un centro «multiproductivo» Como ya hemos dicho, la historia productiva del centro de Monteleo es bastante extensa y, dentro de ella, la fase del alumbre tal vez haya sido muy significativa, aun no siendo la única que ha dejado restos. Las evidencias productivas más antiguas están localizadas por debajo de los hornos de calcinación (Área 1.000) y están en parte tapadas por estos últimos; la datación absoluta de las instalaciones obtenida por los análisis C14 ubica los restos a finales del siglo xiii, y las cerámicas halladas prolongan su uso hasta la mitad del siglo xiv.24 Para realizar estas instalaciones, la zona fue parcialmente despejada de las anteriores construcciones murarias, de las que quedan solamente los restos de las fosas de expoliación: la historia productiva del centro es, por tanto, a pesar de que no podamos reconstruir los detalles, aún más antigua. La obra para la edificación de la alumbrera durante los primeros años del siglo xvi tal vez haya determinado una reorganización general de la ladera de la colina con la consiguiente destrucción de las instalaciones metalúrgicas, ya que utilizó parte de las estructuras más antiguas para la fundación de los nuevos hornos. De este primer horizonte productivo sobrevivieron, además de partes de paredes, también una representación del depósito horizontal vinculado a las fases de actividad de las instalaciones, de las que proceden interesantes indicadores de producción. Dichos

24 Luisa Dallai, Vanessa Volpi, «Risorse del sottosuolo e cicli produttivi: allume, rame e argento. Il sito delle allumiere di Monteleo e l’organizzazione della produzione

fra tardo medioevo e prima Età Moderna», en P. Arthur, M. L. Imperiale (eds.), VII Congresso Nazionale di Archeologia Medievale, pp. 395‑400.

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indicadores se refieren a dos ciclos diferentes: uno dedicado a la transformación de minerales férricos; el otro, a la de minerales cupro-argentíferos. En el primer caso, la excavación ha interceptado parcialmente dos depósitos distintos riquísimos de carbones, que han proporcionado escorias en forma de casquete y de gota, cuyo peso total es de aproximadamente 36 kilos (fig. 6). La investigación parcial del depósito no permite estimar el volumen total de la producción, mientras que las características de los indicadores permiten interpretarlo como el resto de una actividad de forja. Esta actividad es algo anterior a la construcción de una instalación de producción destinada a otro uso; un horno del que se pueden ver los muros del prefurnio, que se han conservado con una altura de 90 cm y una longitud de aproximadamente 250 cm, y parte de la cámara circular, que se desarrolla exactamente por debajo de los hornos de calcinación. Al inicio del prefurnio y en la zona que se encuentra en el entorno de la instalación, investigaciones sistemáticas realizadas con instrumentación pXRF han mostrado una elevada concentración de cobre, plomo y plata. La continuidad de la excavación ha permitido recuperar lixiviados y gotas de pequeño tamaño o muy pequeño, en algunos casos adheridos a fragmentos de ladrillos procedentes del revestimiento interno de la estructura de fundición, en otros casos incluso englobados en crisoles de factura tosca, hechos con tierra compactada mezclada con cuarzo. Se trata quizás de revestimientos de formas cerámicas o metálicas (conocidas en la literatura), utilizadas durante la fusión. Las estructuras destinadas a tal fin fueron sin duda varias. De hecho, se han identificado indicadores de producción similares en distintas zonas del área de excavación, en asociación con restos de posibles estructuras, además de los restos de un segundo horno, realizado con ladrillos, que se puede datar hacia la primera mitad del siglo xv (fig. 9). La presencia de estas diferentes fases productivas y la larga cronología del centro son aspectos que merecen especial atención, porque son un indicio de los cambios en la organización del paisaje productivo, en una zona de antigua tradición como la de las Colinas Metalíferas. Las evidencias pueden mostrar también aspectos de carácter estrictamente tecnológico; la coexistencia del ciclo productivo del alumbre alunítico y de ciclos metalúrgicos, vinculados en particular a la transformación de minerales cupro-argentíferos, no es una peculiaridad exclusiva de Monteleo, sino que existen otros importantes ejemplos similares a nivel territorial.25

25 Laura Chiarantini et al., «Medieval Cu-Pb-(Zn)Ag smelting at Montieri and Cugnano, Colline Metallifere

district (southern Tuscany)», Rendiconti Online della Società Geologica Italiana, 31/1 (2014), p. 245.

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LOS ESPACIOS DEL ALUMBRE EN EL SURESTE ESPAÑOL: MAZARRÓN

El territorio y la minería de Mazarrón Mazarrón es un municipio que se ubica en el sureste de España, ocupando una depresión costera miocénica, entre las sierras de Almenara y del Algarrobo. En la Carta Arqueológica de la Región de Murcia26 se contabiliza un importante número de yacimientos arqueológicos catalogados, y el patrimonio existente abarca un amplio espectro cronológico que cuenta también con la presencia de restos que, formando parte de la actividad minera de los dos últimos siglos, serían objeto de estudio de la arqueología industrial. La minería fue una actividad que dio gran fama en la antigüedad a la Península Ibérica que, según Diodoro,27 era una fuente inagotable de recursos naturales, siendo en Mazarrón una actividad fundamental. De todas sus fases culturales es durante el dominio romano cuando alcanza unas impresionantes dimensiones, con una profusa ocupación del territorio motivada por la existencia de ricos yacimientos vinculados geológicamente a las minas de Cartago Nova, que vinieron dados por las singulares características geológicas de su territorio. Las montañas de Mazarrón pertenecen al conjunto de elevaciones que constituyen la Cordillera Bética y son fruto de la colisión entre las placas tectónicas africana e ibérica, hace aproximadamente unos veinte millones de años. En su formación, los episodios de actividad volcánica de finales del Mioceno y los procesos hidrotermales posteriores dieron lugar a una fuerte alteración de las rocas calco-alcalinas potásicas, principalmente riodacitas y andesitas, y a los importantes yacimientos minerales del distrito minero como los cotos de San Cristóbal-Los Perules, Pedreras Viejas y Coto Fortuna. La importante actividad minera en Mazarrón hizo, además, que todo el término municipal tuviera ocupación en diferentes momentos cronológicos, comenzando ya en etapas prehistóricas, aunque la explotación del plomo, zinc, plata y alumbres hunde sus raíces ya en tiempos de los romanos y permanece hasta finales del siglo xix y comienzos del xx. Los restos de dichas explotaciones son bien visibles en el paisaje, con recortes en los montes y llamativos colores de oxidación (rojizos y amarillentos) que presentan las terreras y depósitos. El descubrimiento ya formal de las canteras de piedra alunita para la producción de alumbre, en la segunda mitad del siglo xv, fue determinante para marcar su paisaje, su territorio y la historia del municipio. El alumbre fue un producto

26 Disponible en: http://www.arqueomurcia.com/carta/ [Fecha de consulta: 27/12/2018].

27 Diodoro de Sicilia, Biblioteca Histórica, trad. por Francisco Parreu Alasà y Juan José Torres Esbarranch, 6 vols., Madrid, Biblioteca Clásica Gredos, 2001‑2014, en concreto V, 36, 37.

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muy demandado en la antigüedad y en las épocas medieval y moderna, debido a las muchas aplicaciones que tenía en diferentes campos de la industria, textil fundamentalmente, la medicina y la artesanía.

Posibles datos anteriores al siglo xv en Mazarrón relacionados con las canteras de piedra alunita y con el alumbre Los testimonios antiguos de la explotación del alumbre los tenemos en Plinio,28 quien hace referencia a la extensión del término alumen a varios elementos diferenciados y con distintas funciones utilizados en la industria de los tintes, mencionando a Hispania como una de las localizaciones de este recurso. Por otro lado, las fuentes arqueológicas indican que el conocimiento de la piedra alunita unida a la producción del alumbre era ya sabido en la antigüedad, al menos en lo que a época romana se refiere, con testimonios que muestran esos procesos de fabricación.29 También las grandes explotaciones de Focea para la producción de alumbre a partir de la alunita, en la antigüedad, indican esa probabilidad.30 Las referencias de Heródoto31 a los cien talentos de alumbre (que suponen un volumen de diecisiete toneladas) ofrecidos por el faraón Amasis para la reconstrucción del templo de Delfos, nos revelan que son cantidades demasiado grandes como para encontrarlas en estado natural. En lo referente al conocimiento del alumbre producido mediante la transformación de la alunita en época romana, Picon32 da a entender la probable indicación del tipo de alumbres según sus propiedades y que, en el caso del alumbre natural, como el de Egipto, es probable que Plinio se refiera a él por sus propiedades medicinales más que por su propiedades artesanales, como en lo relativo al teñido de los tejidos, siendo en estos casos el alumbre de alunita el más indicado por su calidad pobre en hierro, rico en aluminio y de notable consistencia. También en relación al alumbre de Turquía33 se razona la posible producción de alumbre de alunita en época romana con diferentes argumentos, por las posibles

31 Heródoto, Historia. Libros I-II, trad. por Carlos Schrader, Madrid, Biblioteca Clásica Gredos, 1992, en concreto II, 180. 32 Maurice Picon, Michèle Vichy, Pascale Ballet, «L’alun des oasis occidentales d’Égypte. Recherches sur le terrain et recherches en laboratoire», en Ph. Borgard, J.-P. Brun, M. Picon (dirs.), L’alun de Méditerranée, p. 51, nota 21. 33 Mümtaz Çolak et al., «Les régions productrices d’alun en Turquie aux époques antique, médiévale et moderne: gisements, produits et transports», en Ph. Borgard, J.-P. Brun, M. Picon (dirs.), L’alun de Méditerranée, p. 63.

28 Cayo Plinio Segundo, Historia natural, XXXV, 52, 183‑184, ed. en español de Luis Sánchez (1624), trad. por Gerónimo de Huerta, vol. II, libros XII-XXXVII. Disponible en: http://alfama.sim.ucm.es/dioscorides/consulta_libro.asp?ref=B18803994&idioma=0 [Fecha de consulta: 14/11/2016]. 29 Aglaia Archontidou, «Un atelier de préparation de l’alun à partir de l’alunite dans l’île de Lesbos», en Ph. Borgard, J.-P. Brun, M. Picon (dirs.), L’alun de Méditerranée, pp. 85‑88. 30 Maurice Picon, «La préparation de l’alun à partir de l’alunite aux époques antique et médiévale», en Pierre Pétrequin et al. (dirs.), Arts du feu et productions artisanales. XXe Rencontres Internationales d’Archéologie et d’Histoire d’Antibes, Antibes, APDCA, 2000, p. 527.

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coincidencias en los textos antiguos de los ámbitos geográficos mencionados por Plinio (Macedonia, el Ponto y Armenia) y su ubicación en los mismos centros geográficos en época medieval. Igualmente, M. Picon34 se refiere a ello sugiriendo que las indicaciones de Plinio y del Dioscórides sobre el alumbre de Turquía y de Macedonia se remitirían al siglo i de nuestra era. En la zona de Mazarrón no están documentados arqueológicamente testimonios materiales de la explotación del alumbre anteriores al siglo xv, aunque no es descartable la existencia de actividad vinculada a ese recurso teniendo en cuenta su potencial natural en esta área del sureste peninsular. En Mazarrón existe una mina a cielo abierto denominada «Corta Romana», de difícil análisis cronológico, que, aunque tradicionalmente asociada a la cultura romana, está al mismo tiempo vinculada con procesos productivos del alumbre en el siglo xvi y posteriores. Teniendo en cuenta que toda actividad minera destruye restos de la anterior, produciendo altos grados de transformación, y que los restos que se conservan suelen corresponder al último momento de abandono o amortización, cualquier actividad minera dificulta generalmente el análisis del proceso al completo y el reconocimiento de sus etapas y evolución,35 por lo que no es descartable que pudieran haberse dado otras circunstancias de utilización en diferentes fases, y, quizás, haber correspondido en época romana a una actividad complementaria a la extracción de galena argentífera, hoy en día no evidenciada arqueológicamente por la mencionada actividad destructiva de la minería. Y es que, como expone Almudena Orejas Saco del Valle, nuestro desconocimiento de los sistemas de explotación utilizados tan solo nos muestra el resultado cuando la explotación ya se ha producido, manteniendo ese último aspecto que permanece «fosilizado» en el paisaje, no detectándose huellas de actividades anteriores. Esta mina romana «corta» a cielo abierto, está localizada en el lugar conocido como Pedreras Nuevas o Charco de la Aguja, dentro del coto minero San Cristóbal-Los Perules y mantiene un majestuoso frente de unos cuatrocientos a quinientos metros de longitud, conservando una galería de desagüe en la parte superior de su gran frente (fig. 10). El nombre por el que tradicionalmente ha sido conocida, «Corta Romana», posiblemente deriva de la descripción de Bravo Villasante;36 también el ingeniero Federico Botella y Hornos37 y González Simancas38 hablan de las obras mineras como modelo perfecto de minas de época romana.39

34 M. Picon, «Des aluns naturels», p. 26.

desde la superficie y alcanzando, a veces, hasta los 50 metros o incluso más, como en el charco de las Pedreras con una profundidad de 60 a 70 metros y 400 a 500 de longitud, y 50 a 100 de anchura con una galería de desagüe en la parte suroeste [...]» (Fernando Bravo Villasante, La industria minero-metalúrgica de Mazarrón, Cartagena, Imprenta y Litografía de M. Ventura, 1891, p. 35).

35 Almudena Orejas Saco del Valle, «Arqueología de los paisajes mineros antiguos de la Península Ibérica», Brocar, 20 (1996), p. 15. 36 «[...] no se hacía a través de galerías, sino mediante un sistema de explotación a cielo abierto, atacando los filones

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A esta descripción también aluden diversas referencias de Ramallo y Berrocal y Ramallo y Arana,40 aunque identifican esa misma descripción en otra ubicación, Pedreras Viejas, que no parecen ser las de Bravo Villasante y Botella y Hornos, que la denominan Pedreras Nuevas o Charco de las Pedreras. Diferentes autores indican que podría corresponder a época romana, pese a su cronología incierta,41 estando documentadas las explotaciones romanas a cielo abierto con testimonios de diferentes características y magnitudes, cuyo abanico abarca desde imponentes tajos,42 a modestas trincheras de las que existen frecuentes y numerosos ejemplos.43 En ese mismo sentido, se indica que en Murcia, en época romana, si bien la actividad intensa se centraba en la extracción del plomo y la plata, una parte también se dedicaba a la producción del alumbre, y alguna de las actividades que hicieron los romanos en la zona de Mazarrón, como el caso de la cantera del Charco de la Aguja, tenían como fin la extracción de ese material.44 Expresado todo lo expuesto en relación a la «corta» romana de Mazarrón, se podría considerar su cierta probabilidad de vinculación a la actividad minera extractiva de piedra alunita en épocas anteriores al siglo xv, aunque posteriormente podría haber sido reutilizada como fuente de recursos de alunita para dedicarla a los procesos productivos del alumbre del siglo xv y posteriores, e incluso podría ser probable que el descubrimiento del alumbre en Mazarrón en el Cuatrocientos estuviese influido por la presencia en el paisaje de alguna actividad de época precedente. En Mazarrón, llegados los siglos xii y xiii, las fuentes islámicas mencionan en esta zona el buen puerto de Susaña, cerca de una población, situada a 24 millas de Cartagena y a 12 de Águilas (Hins-Aquila). Los restos de los diferentes castillos hablan de la grandeza y el esplendor de algunas de estas fortalezas de origen islámico como 37 Federico Botella y Hornos, Descripción Geológico Minera de las provincias de Murcia y Albacete, Madrid, Colegio Nacional de Sordomudos y de Ciegos, 1868.

sureste peninsular: el foco de Carthago Nova», en Desiderio Vaquerizo Gil (coord.), Minería y metalurgia en la España prerromana y romana, Córdoba, Universidad de Córdoba, 1994, p.  110; Sebastián F. Ramallo Asensio, Rafael Arana Castillo, «La minería romana en Mazarrón (Murcia). Aspectos arqueológicos y geológicos», Anales de prehistoria y arqueología, 1 (1985), p. 62.

38 Manuel González Simancas, Catálogo Monumental de España. Provincia de Murcia, vol. I, 1905‑1907, p.  382. Disponible en: http://aleph.csic.es/imagenes/mad01/0010_ CMTN/html/001359498_V01T.html#page/382/mode/2u [Fecha de consulta: 27/12/2018].

41 Rafael Arana Castillo et al., «El patrimonio geológico y minero de la Región de Murcia», en Bocamina. Patrimonio minero de la Región de Murcia, Murcia, Museo de la Ciencia y el Agua, 2005, p. 152.

39 Descripción coincidente con el Charco de las Pedreras Nuevas, actual Charco de la Aguja: «[...] abiertas, sin duda para el ataque de los afloramientos y aprovechamiento del alumbre, las más notables son las de la mina Jabalina, y la del Charco de las Pedreras, corte este último que tiene una profundidad de 60 metros por unos 400 metros de longitud y 100 metros de anchura, con galería de desagüe en la parte SO, constituyendo modelo perfecto de minas de época romana [...]» (M. González Simancas, Catálogo Monumental de España, p. 382).

42 Caso del Cabezo Rajao de la Unión, con una explotación a cielo abierto de 500 metros de longitud y 15 a 30 de anchura. 43 Juan Antonio Antolinos Marín, «Las técnicas de explotación en las minas romanas de Cartago Nova», en Bocamina, p. 74. 44 Juan Ignacio Manteca Martínez, Mariano Carlos Guillén Riquelme, «La minería del alumbre en Murcia», en Bocamina, p. 99.

40 Sebastián F. Ramallo Asensio, María del Carmen Berrocal Caparrós, «Minería púnica y romana en el

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el Castillo de Carlantín o Calentín, en la Majada; el de Pastrana, en la pedanía de Ifre-Pastrana; y los restos de la torre fortificada del cerro Cantarranas, en la pedanía de El Garrobo. Todas ellas fueron reutilizadas posteriormente, en la fase ya cristiana, como puntos de control del territorio. También la antigua denominación de «Almazarrón» parece estar relacionada con voces árabes. Según C. Hernández Carrasco,45 la transcripción del término Mazarrón tiene un origen árabe en la acepción Marsà r-Rûm, que podría referirse a Mazarrón como «puerto romano» o «el puerto romano» (o cristiano). Al-Idrisi, el geógrafo y cartógrafo medieval, que realizó un viaje respaldado por la corte de Roger II de Sicilia, y que observó desde la costa los restos de época romana en el Puerto de Mazarrón,46 hipótesis siguiendo las referencias plasmadas en la tesis de licenciatura inédita de María del Carmen Barceló Torres,47 que se apoya en soluciones similares donde se utiliza el vocablo marsa («puerto») con la forma maza. Asimismo, el padre Morote y P. Ortega48 apoyaron la hipótesis de Maza Romanorum («puerto de los romanos»). Otros autores49 relacionan el topónimo Almazarrón o Mazarón con la voz árabe misr («barro o arcilla roja»), aunque también con el término almagre inspirándose seguramente en la cita que hace Madoz respecto a las fábricas de alumbre-almagras,50 productos que ya fueron documentados anteriormente por Al-Idrisi y reproducidos por Al-Himyarí. También existe una mención de J. Bernal Segura51 que propone, siguiendo a Asín Palacios, vincular etimológicamente el topónimo Almazarrón con Al-Mazrán, aunque en este caso con distinto significado: «límite» o «confín de un territorio». Insistiendo en ideas similares, Robert Pocklington52 menciona la etimología propuesta por Eguílaz, quien lo considera un aumentativo castellano del árabe misr, arcilla roja, término localizado en el diccionario árabe de Freytag,53 justificado a través de que otros diccionarios árabes dan el significado de «tierra roja con la cual se señala». 49 Miguel Asín Palacios, Contribución a la toponimia árabe de España, Madrid – Granada, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 1940, p. 120. 50 Pascual Madoz, Diccionario geográfico-estadístico-histórico de España y sus posesiones de Ultramar. Región de Murcia, Madrid, 1850, pp. 111‑113 (voz «Mazarrón ó Almazarrón»). Disponible en: http://www.carm.es/econet/publica/ pdf/Diccionario_Madoz.pdf [Fecha de consulta: 27/12/2018]. 51 Juan Bernal Segura, Topónimos árabes de la provincia de Murcia, Murcia, Diputación de Murcia, 1952, pp. 43 y ss. 52 Robert Pocklington, «Seis voces de origen árabe», Revista de Filología Española, 65/1‑2 (1985), p. 52. 53 Leopoldo de Eguílaz y Yanguas, Glosario etimológico de las palabras españolas (castellanas, catalanas, gallegas, mallorquinas, portuguesas, valencianas y bascongadas) de origen oriental (árabe, hebreo, malayo, persa y turco), Granada, Imprenta La Lealtad, 1886, p. 118.

45 Consuelo V.ª Hernández Carrasco, «El árabe en la toponimia murciana», Anales de la Universidad de Murcia. Filosofía y Letras, 34 (1975‑1976), p. 241. 46 Información facilitada por el Dr. D. Alfonso Carmona González, Catedrático de Estudios Árabes e Islámicos de la Universidad de Murcia. 47 María del Carmen Barceló Torres, La mar en los textos arábigo-hispánicos, tesis de licenciatura, Madrid, Universidad Complutense de Madrid, 1974, p. 47. 48 Pedro Morote Pérez Chuecos, Antigüedad y blasones de la ciudad de Lorca y Historia de Santa María la Real de las Huertas, Murcia, por Francisco Joseph Lopez Mesnier, 1741, p.  17; Pablo Manuel Ortega, Descripción Chorográfica del sitio que ocupa la provincia regular de Carthagena de mi P. S. Francisco, ms. del siglo xviii, ed. crítica de José Ortega Lorca, Murcia, 1959, p. 95.

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Al mismo tiempo, el término Mazarrón/Almazarrón está vinculado al concepto almagra o almagre, un subproducto de la producción del alumbre elaborado mediante la calcinación de la piedra alunita. Según Covarrubias, el nombre de almagre es arábigo y en su terminación, según Diego de Urrea, se dice magretum, del verbo garre, que sinifica engañar o teñir de otra color, disfrazando la natural y así al color postizo llama el latino fucus, y porque antiguamente los que representaban se teñían la cara con el almagre o bermellón le dieron los árabes este nombre del que engaña [...].54

En fechas ya más actuales, el diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, en su vigésimoprimera edición del año 1992, indica que el vocablo almazarrón es aumentativo árabe al-misr (la tierra roja) m. almagre, óxido. La equivalencia semántica de la voz árabe al-misr («almagre») y el castellano almazarrón no se puede excluir y, según R. Pocklington,55 ha quedado demostrado que el topónimo existía antes del descubrimiento formal y la instalación de las fábricas del xv y el xvi, y que los mismos yacimientos pudieron haberse explotado también en época árabe, indicando este autor consultar al respecto las observaciones realizadas por Joaquín Vallvé.56 Aunque no hay documentación arqueológica en relación a una posible producción durante el período musulmán, el alumbre sí era conocido y las minas de alumbre o «jebe»57 eran entonces muy numerosas en España. Según Liarte Alcaine,58 los yacimientos de fama mundial eran los de alumbre y almagre de Mazarrón, productos básicos para la fabricación del ocre rojo o almazarrón como mordiente o colorante. Esta autora hace referencia a que se fabricaba el «azarón», asociándolo a los colores y texturas de tierra roja o minio, de color anaranjado muy encendido y que también se utilizaba mucho en pintura, aunque en este caso en relación a yacimientos en los montes de Córdoba (según indica la autora en el Calendario de Córdoba, escrito hacia el año 961). Por otro lado, conocemos también la referencia del alumbre en Alfonso X el Sabio, rey de Castilla, cuando menciona en el siglo xiii la piedra a que dicen en arábigo

54 Sebastián de Covarrubias Orozco, Tesoro de la Lengua Castellana o Española, Madrid, Imprenta de Luis  Sánchez, 1611 (reed.: Madrid, Turner, 1979), ed. integral e ilustrada de Ignacio Arellano, Rafael Zafra, Madrid – Frankfurt, Iberoamericana – Vervuert, 2006, pp. 128‑129. 55 R. Pocklington, «Seis voces de origen árabe», p. 55. 56 Joaquín Vallvé Bermejo, «División territorial en la España Musulmana (II). La cora de “Tudmir” (Murcia)», Al-Andalus. Revista de las Escuelas de Estudios Árabes de Madrid y Granada, 37/1 (1972), p. 172; Id., «La industria en el

Al-Andalus», Al-Qantara. Revista de Estudios Árabes, 1/1‑2 (1980), p. 217. 57 Octavio Puche Riart, «La minería visigótica y musulmana en la Península Ibérica», en Bocamina, p. 91. 58 María Rosa Liarte Alcaine, «Sectores secundario y terciario: la industria y el comercio en el Califato Andalusí», Revista de Claseshistoria. Publicación digital (Historia, Ciencias sociales y humanidades), art. 129 (14/03/2010), pp.  6‑7. Disponible en: http://www.claseshistoria.com/ revista/2010/articulos/liarte-industria-comercio-alandalus. html [Fecha de consulta: 14/11/2016].

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axep, y en latín alumbre.59 Para la zona de Mazarrón ya hay datos en este sentido en la documentación aragonesa del siglo xiv, como por ejemplo la explotación de las minas de alumbre en Calentín.60 También las vetas de la zona de Cartagena eran conocidas en ese mismo siglo xiv, cuando se dice que fueron donadas allí minas de axeb por Enrique II a don Juan Sánchez Manuel, en 1373.61 Más tarde, pero ya en el siglo xv, parece que hacia 1440 hubiera alguna producción en Lorca.62 Según Hernández Carrasco, en el Periplo de Florián de Ocampo se cita la fortaleza de Macarrón donde se hacen los alumbres, distante de Cartagena seis leguas.63 También sabemos que hay una mención relativa a este territorio con el nombre actual de Mazarrón hecha en la carta real de Juan II de Castilla, en el año 1428, donde se reseña con el nombre de Maçarrón la localización en la costa de nidos de falcones baharis.64

59 Alfonso X el Sabio, Lapidario. Libro de las piedras según los grados de los signos del zodíaco, 1250. Disponible en: http:// habilis.udg.edu/media/astro/files/lapidario.pdf [Fecha de consulta: 27/12/2018]. La referencia del monarca, extensa, es como sigue: «[...] Del XXI grado del signo de Sagitario es la piedra a que dicen en arábigo axep, y en latín alumbre. Y este nombre ha porque se alumbran y esclarecen todas las cosas que con ella cuecen, cada una según su natura. Y las que son para teñir, háceles recibir colores muy hermosos y claros. Las mejores de estas hallan en Egipto, y en una tierra a que llaman Milez, y otrosí es hallada en Grecia, en una tierra a que dicen Madunye en su lenguaje, y en latín le llaman Macedonia. Estas piedras hallan de muchas maneras, más pero las mejores son tres. La primera es a que dicen hendida en latín, y en griego zacaztir; la segunda es redonda, y dícenle en arábigo zatiriculi; y la tercera es húmeda, y dícenle en griego uguria, y en arábigo alyamei. Y de éstas hay algunas en que parece verdura, y otras que semejan a la atutía, y otras que tiran a color de amarillo; pero con todo esto, quien las prueba con la lengua, halla que tiran a sabor ácido. Ligeramente quiebran, y de color son muy blancas. Y la mejor de ellas es la hendida, y parece en ella el acesidad más que en ninguna de las otras. De la natura de la redonda es mejor la que tira a amarillo. Y de la húmeda, la que es clara y ha color de leche, y es igual en todas sus partidas, y ha olor de fuego. Y porque todas las maneras de ellas son lo concordantes en natura y en virtud, por eso hablamos aquí de todas en uno, y decimos que son calientes y húmedas, y con restriñimiento. Y por ende, son buenas para toller la tela de los ojos, y la carne sobejana de cualquier lugar que sea, y entran en las medicinas que hacen para la sarna, que viene por mucha humedad, y presta a las llagas que se hacen en la boca. Y si la queman, y la vuelven con alguna cosa, y untan con ella los sobacos, tolle la mala olor que ha en ellos, y presta a las postemas de las encías, y a las hendi-

duras que se hacen por la sarna, a que llaman escrófulas. Y limpia los cuerpos de los metales, y hácelos claros. Y aún hace más; que si solvieren el axeb hasta que corra así como agua, cuaja el suelto; y por eso la meten mucho en la obra mayor. Y la estrella que es entre los hombros de las tres que son en la figura del Sagitario, ha poder en esta piedra, y de ella recibe la fuerza y la virtud. Y cuando es en el ascendente, muestra esta piedra más manifiestamente sus obras [...]». 60 María Teresa Ferrer i Mallol, Entre la paz y la guerra. La corona catalano-aragonesa y Castilla en la Baja Edad Media, Barcelona, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 2005, p. 173. 61 Lope Pascual Martínez, Colección de documentos para la historia del Reino de Murcia, vol. VIII, Murcia, Real Academia Alfonso X el Sabio, 1983, pp.  192‑193. Cit. en David Munuera Navarro, «Un puerto para el rey doliente. Enrique III de Castilla y el Mediterráneo (Sobre dos procuradores de Cartagena en las Cortes de Toledo de 1402)», Miscelánea Medieval Murciana, 35 (2011), p.  149, nota 13. Sobre este dato, véase también el trabajo del propio David Munuera Navarro en esta misma publicación. 62 David Igual Luis, «La producción y el comercio del alumbre en los reinos hispánicos del siglo  xv», MEFRM, 126/1 (2014), p. 265, nota 44 (tomando datos de Menjot). 63 Florián de Ocampo, Crónica General de España, libro l.º, cap. II, Zamora, 1543. Cit. en C. V.ª Hernández Carrasco, «El árabe», p. 240. 64 Juan Torres Fontes, «El Halconero y los Halcones de Juan II de Castilla», Murgetana, 15 (1961), pp. 18‑19. El documento consta en AMM, Cartulario Real 1411‑29, f. 192r, y señala en sus primeras líneas: «Sepades que yo mande a Ferrand Perez Calvillo, mio vasallo, que los falcones baharis que crian en las yslas de los mares de Cartagena e del Maçarrón e de las Aguilas e en las otras mares del dicho obispado e regno».

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El paisaje del alumbre en Mazarrón en los siglos xv y xvi Hasta el siglo xv, las minas de alumbre del Imperio Bizantino suministraron prácticamente toda la materia prima demandada por la industria textil europea. Tras la conquista de Constantinopla por los turcos, en 1453, se encarecieron los precios del alumbre por las rutas de distribución habituales, y fue necesario localizar yacimientos en el mismo Occidente que eludieran los elevados precios impuestos por los turcos. En la búsqueda de nuevas explotaciones de alumbre que sustituyeran a las orientales se localizaron y pusieron en explotación las minas de Mazarrón tras el descubrimiento muy poco tiempo antes de las de Tolfa, en los Estados Pontificios. Para saber la importancia del alumbre en la antigüedad y cómo actuaba en el proceso de tintura de las telas y su papel en esa industria, habría que añadir que al introducir las fibras en colorante disuelto y sometidas a cocción se producen entre otros cambios físicos un aumento del diámetro de los poros e intercambio por ósmosis entre el agua existente en los espacios libres de las cadenas moleculares de la fibra y se disuelve y penetra el tinte.65 Pero el proceso puede revertir y el tinte perderse al lavar la prenda si no se ha utilizado un producto fijador en el proceso; de ahí la necesidad del alumbre. En el caso del alumbre de alunita de Mazarrón, alumbre de las mismas características en cuanto a materia prima y producción que el alumbre italiano de Tolfa, está asociado básicamente al concepto del alumbre de Castilla y ha sido un elemento muy singular en Mazarrón, cuyos restos de producción de esa actividad han marcado su paisaje y su territorio y que, al mismo tiempo, fueron el motivo de la génesis del núcleo urbano actual, en el siglo xv, casi al mismo tiempo que en Tolfa. El descubrimiento formal y la concesión de explotación de las canteras de alunita para la fabricación del alumbre se realizó en Mazarrón mediante cédula real otorgada en Madrid el 24 de mayo de 1462 por el rey Enrique IV a su primer titular que fue el marqués de Villena, que compartió el privilegio con la familia del futuro marqués de los Vélez, siendo ese el inicio de una gran explotación. Mediante el descubrimiento y su posterior explotación surgió el asentamiento estable de un pequeño poblado minero denominado Casas de los Alumbres, población que en principio estaba formada por tres diferentes pequeños núcleos diseminados: las Casas Viejas, las Casas Nuevas y las Casas de la Rambla. Estas se agruparon posteriormente bajo el topónimo común de «Casas de los Alumbres de Almazarrón», situado a unos 7 km de la costa.

65 Ana Roquero Caparrós, «Tintorería en la antigua Roma. Una tecnología al servicio de las artes suntuarias»,

en Artifex. Ingeniería romana en España, Madrid, Ministerio de Educación, Cultura y Deporte, 2002, pp. 362‑363.

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La principal actividad económica fue la fabricación y venta del alumbre para su utilización como mordiente en la fijación de los tintes en la industria textil renacentista, aunque otros recursos de la localidad consistían en la producción de sal en las salinas,66 en la zona de la costa del Puerto de Mazarrón. Este territorio del antiguo Mazarrón dependía administrativamente de Lorca, hasta que en el año 1572 se segregó, mediante una compra de términos al rey Felipe II, obteniendo entonces el rango de villa. La costa también desempeñó un importante papel en estos momentos, de los siglos xv y xvi, ya que se relaciona con los embarques y salidas de mercancías, especialmente mineral de alumbre desde el Puerto de Mazarrón para su comercialización en Europa. En el antiguo Almazarrón se diferenciaba un espacio urbano y otro industrial. Las zonas industriales eran periurbanas, localizadas al pie y en el entorno de las canteras de extracción, mientras que la zona habitacional estaba constituida en torno al castillo de los Vélez y a la casa-fuerte del marqués de Villena, como protección frente a posibles invasiones de piratería de la cercana y deshabitada costa. Así, las viviendas estaban construidas con el sistema de «casa muro», a falta de una muralla propiamente dicha, que consistía en un cerramiento formado por la unión y anexión de las pequeñas y modestas viviendas, posiblemente, construcciones de fachada posterior sin vanos para evitar un hipotético fácil acceso a intrusos. Ese pequeño espacio urbano interior también englobaba las iglesias. La propia muralla del castillo servía igualmente de refugio a la población, así como la posible «iglesia-fuerte» de San Andrés, construida originalmente en forma de nave rectangular, carente de vanos. Las fábricas, como hemos dicho más arriba, estaban emplazadas en el exterior del núcleo habitado, junto a las canteras de extracción de alunita y junto al cauce de la rambla, para su abastecimiento de agua. Disponían de norias o aceñas, almacenes, conjuntos de hornos de calcinación de piedra alunita, piletas de diferentes tamaños y capacidades para el tratamiento del producto, decantaciones y recogida de aguas madre, y una edificación con diferentes dependencias y sala de calderas para el proceso final del alumbre, así como almacenes para su custodia. En el paisaje de Mazarrón destaca, aún hoy, todo el entorno rodeado de restos de color rojo correspondientes al sedimento de la almagra. De los restos que todavía existen de algunas fábricas de alumbres no se tiene constancia de su cronología, aunque hay datos67 que indican que las originales esta67 Serafín Alonso Navarro, Notas para la Historia de Mazarrón, Murcia, Ayuntamiento de Mazarrón, 1974.

66 Juan Francisco Jiménez Alcázar, Lorca: ciudad y término (ss. xiii-xvi), Murcia, Real Academia Alfonso X el Sabio, 1994, pp. 125‑127.

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ban localizadas al noroeste del cabezo San Cristóbal-Los Perules donde hoy en día se encuentran restos de estructuras aunque de difícil adscripción cultural, debido a la falta de estudios arqueológicos que aporten datos concluyentes, pero en la toponimia local se mantiene la alusión de «Fábrica Vieja de Alumbres» de la que a priori no se descarta quizás la posibilidad de que pudiera mantener alguna correspondencia con algunas fases constructivas originales, luego sujetas a reformas y remodelaciones en diferentes momentos y reutilizaciones sucesivas del conjunto y el espacio. En cualquier caso, los restos conservados de la «Fábrica Vieja de Alumbres» de Mazarrón responden básicamente en su esquema a lo reflejado en la tipología clásica de estas instalaciones,68 tanto en su estructura y organización como en su probable sistema de funcionamiento. En la edificación, realizada en obra de cal, piedra y ladrillo, se distingue una nave central, posiblemente relacionada con la antigua sala de calderas, sobre la que se conservan restos de una cubierta construida por bóveda de aristas confeccionada en ladrillo. Esta fábrica se encuentra junto al coto minero de San Cristóbal-Los Perules, rodeada por una serie de parajes históricamente asociados a la producción del alumbre y que se distinguen por la típica coloración rojiza de los almagres o almagras (figs. 11 y 12). En el área de la «Fábrica Vieja de Alumbres» solo se ha realizado una única pequeña intervención arqueológica en el año 2007, con motivo del programa de corrección y valoración de impacto del proyecto de obras de la autopista de peaje Cartagena-Vera, ejecutado en la parte afectada donde las estructuras resultaron dañadas a consecuencia de las obras de construcción de una rotonda de salida de Mazarrón. El programa contempló la realización de excavaciones arqueológicas en las áreas directamente afectadas por las obras de construcción de la rotonda y, básicamente, se centró en el conjunto de balsas de decantación de la zona noreste de la «Fábrica Vieja de Alumbres». Esta intervención se realizó en la zona perimetral del conjunto de la fábrica de alumbres y documentó la existencia de siete balsas de poca profundidad, cuyo suelo está realizado en argamasa y cal, en casos mezclado también con pequeñas piedras. Las dimensiones de los perímetros de los muros de las balsas, tomando como ejemplo medio el caso de la Balsa 1, están en torno a 7,40 y 6,06 m de longitud, con una anchura de muros entre 0,36 m a 0,39 m de ancho y un alzado medio de 0,22 m, lo que implica una escasa profundidad de este conjunto de balsas. Se interpreta esta parte del conjunto como asociada, al menos probablemente en su fase final de funcionamiento y antes de su amortización, a procesos productivos de finales del siglo xix.

68 María Martínez Alcalde, «El exercicio del hazer lalum. El proceso de fabricación del alumbre en una fábrica del siglo  xvi», en Ead., Magdalena Campillo Méndez

(dirs.), El Siglo del Milagro. Casas y villa de los Alumbres de Almazarrón. El exercicio del hazer lalum, Murcia, Ayuntamiento de Mazarrón, 2006, pp. 49‑60.

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La memoria de la intervención concluye que se trata de una estratigrafía muy corta, situada por debajo de las tierras aportadas por las obras de la rotonda y reflejando además la mezcla de estratos como resultado de recientes remociones de tierras relacionadas también con las obras de la autopista de peaje Cartagena-Vera. En esta intervención se localizó muy escaso material arqueológico y limitado a cerámica moderna correspondiente a fragmentos de contenedores.69 Cerca del conjunto conocido como «Fábrica Vieja de Alumbres» y al noroeste del pueblo de Mazarrón, al pie del coto minero de San Cristóbal-Los Perules, y en la delimitación del yacimiento arqueológico Cantarranas, existen restos de otro posible conjunto en el que todo su entorno también muestra la tierra roja como sedimento o subproducto de las producciones de alumbre. Estas instalaciones se localizan al pie de un pequeño cerro denominado Cantarranas, situado cerca de las inmediaciones de la rambla de las Yeseras, cerro que mantiene los restos de la cimentación de una torre. En su entorno se localiza un extenso almagral que se extiende hasta la rambla y que ocupa una superficie de terreno de aproximadamente 1.500 m². El estado actual de las investigaciones hace difícil precisar la cronología de esa instalación,70 pero allí se localiza la planta de una estructura71 definida por espacios cuadrangulares de muros de mampostería mediana trabada con yeso. Se trata de cinco espacios de unas dimensiones aproximadas de 3,50 m de lado que conservan algunos tramos de canalillos que discurren por encima de los muros; también en la zona noroeste del conjunto existen restos de una balsa de agua de planta semicircular. Lo descrito parece corresponder posiblemente a una instalación de tipo industrial con trazado planificado y homogéneo de las estructuras, cuyos muros mantienen restos internos de almagra. Las canalizaciones e incluso pequeñas piletas interiores también parecen indicar un conjunto de carácter industrial de balsas o estructuras hidráulicas de decantación relacionadas con procesos de obtención de alumbre y almagra. También en ese mismo entorno existe otro yacimiento arqueológico denominado «El Explosivo»,72 localizado en el paraje de El Roble, a 900 m al suroeste del núcleo

71 Datos del Yacimiento de Cantarranas de la Carta Arqueológica de la Región de Murcia, Servicio de Patrimonio Histórico de la Dirección General de Bienes Culturales de la Comunidad Autónoma de la Región de Murcia (Mazarrón). Disponible en: http://www.arqueomurcia.com/carta/ [Fecha de consulta: 27/12/2018].

69 Informe de la excavación de urgencia disponible en el Servicio de Patrimonio Histórico de la Dirección General de Bienes Culturales de la Comunidad Autónoma de la Región de Murcia (expediente 186/2007), redactado por ArqueoTec Arqueología Técnica y de Gestión, arqueólogo Alejandro Paredero Pérez (Urgencia Memoria arqueológica fábrica vieja de alumbres (Mazarrón) autopista Cartagena-Vera tramo III Ploder S. A. – FCC Construccion S. A. UTE).

72 Datos del Yacimiento de «El Explosivo» de la Carta Arqueológica de la Región de Murcia, Servicio de Patrimonio Histórico de la Dirección General de Bienes Culturales de la Comunidad Autónoma de la Región de Murcia (Mazarrón). Disponible en: http://www.arqueomurcia.com/carta/ [Fecha de consulta: 27/12/2018].

70 Se ha propuesto también su posible vinculación con el despoblado correspondiente a una alquería musulmana, tal vez la Susaña de los textos medievales.

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urbano de Mazarrón, sobre un llano aluvial en la margen izquierda de la rambla de Las Moreras. Según los datos recogidos de prospecciones superficiales de la década de los setenta del siglo xx, anteriores a la ocultación de la superficie del yacimiento por la implantación de un basurero en esos mismos años, ese espacio también parece utilizarse en época moderna asociado a materiales cerámicos de producciones y tipos datados en los alfares de Murcia, encuadrados entre los siglos xvi y xvii, pero que tal vez también presentaría un anterior origen medieval islámico con el posible establecimiento de una necrópolis (siglos xii y xiii). Las canteras de extracción de alunita están cercanas al lugar de la fabricación e insertadas en los propios cotos mineros que fueron explotados ya en época romana y aún se mantienen en el actual paisaje. Algunas de ellas, como la Pedrera del Portichuelo (fig. 13) y las Pedreras Viejas, cuyos nombres se mantienen en la actualidad, ya figuran como centros de extracción73 en 1463. González Simancas también hace mención a Javalina, nombre de otra cantera cuyo topónimo no se localiza en la actualidad.74 En el sistema extractivo de estas canteras, según las descripciones e ilustraciones de Fougeroux de Bondaroy en 1765‑176675 para el caso de Tolfa pero cuyas técnicas comunes se podrían extrapolar a Mazarrón, se habla de la alunita, una piedra amarillenta tendente al gris, extraída de las canteras mediante sistema de andamios (fig. 14) en los que se colocan los mineros para extraerla con picos, mazas y cuñas. De estas piedras se seleccionaban las de mayor calidad, descartando las no adecuadas, y siendo luego amontonadas y recogidas por transporte de carros para depositarlas en las cercanías de los hornos de calcinación. Completando lo que ya hemos señalado con anterioridad, la calcinación era la parte más difícil del trabajo y la que requería mayor atención, ya que había que mantener un grado de calor adecuado para no contribuir a una abrasión demasiado fuerte que malograse el proceso. La piedra ya calcinada se transportaba a un lugar cercano donde se extendía en una superficie de planta rectangular y alargada, de sección triangular, de menos de un metro de altura (tres pies) con remate superior suavizado (en forma de «espalda de asno»). A este amontonamiento era necesario añadirle diariamente agua cinco o seis veces, dependiendo del calor del sol y la evaporación del momento, trabajo que se desarrollaba en un período de tiempo de cua-

75 Auguste-Denis Fougeroux de Bondaroy, Mémoires de l’Académie des Sciences, París, 1766, publicado en 1769, pp. 134‑136, en relación con las descripciones e ilustraciones del trabajo del alumbre en Tolfa presentadas por Fougeroux de Bondaroy en la Academia de las Ciencias de París, en 1765. Cit. en Jean Delumeau, L’alun de Rome, xve-xixe siècle, París, SEVPEN, 1962, p. 63.

73 Felipe Ruiz Martín, Los alumbres españoles. Un índice de la coyuntura económica europea en el siglo xvi, Madrid, Fundación Española de Historia Moderna – Ediciones Bornova, 2005, p. 106. 74 M. González Simancas, Catálogo Monumental de España.

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renta días. Tras esta fase, la piedra estaba ya descompuesta, quedando reducida a una masa blanca que se pegaba a las manos cuando se manipulaba y que tomaba un tinte de color rojo, siendo este material el que se llevaba después a una caldera. En Mazarrón, este proceso, en función de las estructuras y los restos arquitectónicos de las fábricas de alumbre existentes, parece corresponder a lo siguiente. Tras la calcinación de la piedra alunita en hornos (figs. 15, 16 y 17), se trituraba al pie de estos y se extendía en unas eras. La piedra triturada pasaba a unas primeras balsas de decantación (figs. 18 y 19) del producto donde se le añadía agua, procedente de un sistema de norias o aceñas, por lo que el conjunto debería estar en lugares cercanos de acopio (rambla, pozo, etc.). Durante varios días se decantaba el producto mezclado con el agua quedando al final separados dos elementos: la almagra u óxido de hierro y, por otro lado, el líquido que llevaba en disolución el futuro alumbre. La almagra, producto sólido, se mantenía en el fondo de las piletas que más tarde se limpiarían y vaciarían en previsión de otra nueva producción. La disolución líquida flotante se trasladaba, a través de unos canales conectados, a unas segundas balsas para otra nueva fase de decantación, purificación y limpieza, hasta que el líquido de esa disolución se fuera decantando y separando progresivamente del óxido de hierro o almagra en suspensión y resultase un líquido cada vez más claro y limpio, perdiendo el color rojo del óxido de hierro. Más tarde, ese líquido depurado, de aspecto traslúcido y sin impurezas, pasaba a otros receptáculos de menores dimensiones, denominados «decantadores» (figs. 20, 21 y 22) a través de un circuito donde continuaba una fase de reposo que implicaba secado y deshidratación natural del producto. El paso posterior era una nueva adición de agua para disponerlo al calor artificial de las calderas de cocción para su definitiva purificación. De este proceso de cocción, siempre regulada para producir evaporación del agua sin ebullición, resultaba un producto de color blanco, deshidratado y cristalizado, que era el alumbre. El siguiente paso era la extracción del producto de las calderas para completar su secado final en exteriores, al aire libre, y después su posterior almacenamiento para embalaje y transporte. En el caso de Mazarrón, la existencia de piletas de decantación al aire libre asociadas a todas las fábricas de alumbre se vincula evidentemente con el depósito de la masa calcinada y su posterior separación de elementos, recogida de líquidos y canalización-redistribución al interior de un edificio cubierto donde estaba el sistema de calderas para fases sucesivas de calentamiento, hasta alcanzar la cristalización final del producto.

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La época del alumbre: personajes y edificios Estas fábricas de Mazarrón estuvieron funcionando, según los primeros datos que se tienen, desde 1480 hasta 1586. Aunque no son exactos los datos sobre esas primeras producciones, sí existen referencias para los años 1486‑1487, cuando un navío español desembarcó alumbre de Mazarrón en el puerto flamenco de La Esclusa. Por lo tanto, en 1485 ya existía organización e infraestructura para la producción de alumbre. Ya a comienzos del siglo xvi llegaban cantidades importantes de alumbre de Mazarrón a Flandes, siendo este un mercado natural para el alumbre español en función de su importante industria textil, aunque también Inglaterra y Francia eran clientes notables. Por otro lado, documentación estudiada por Bautier76 en Bruselas, según Delumeau, indica que desde mayo de 1521 hasta finales de marzo de 1522 se realizaron importantes ventas de alumbre en los Países Bajos: en Arnemuiden (en la provincia de Zelanda) y en Amberes, de las cuales la mayor parte era de origen español, demostrando que esta fue una fase de gran actividad, incluso con acuerdos de producciones entre la propiedad de Mazarrón y el papado, responsable del alumbre de Tolfa, para equilibrar la concurrencia entre ambas empresas alumbreras y mantener el nivel de ventas en el mercado europeo. Hasta 1568 el negocio del alumbre de Mazarrón fue importante y muy rentable, pero a partir de esa fecha se desencadenaron una serie de factores que provocaron la crisis del negocio: el rey Felipe II prohibió su exportación y venta por problemas políticos y religiosos con Europa e Inglaterra, además de Flandes y Francia, un veto que marcó el inicio de la ruina del alumbre murciano, sumado a la situación de endeudamiento de Felipe II que gravó con excesiva presión fiscal el alumbre, hasta entonces generalmente exento. En definitiva, una serie de factores que produjeron una lógica caída en las ventas por falta de compradores. En 1572, cuando ya existía en Mazarrón una población establecida de cuatrocientas setenta y nueve personas, con el mencionado descenso de las producciones, las fábricas empezaron a ser abandonadas y se produjo un gran stock sin posibilidad de salida, situación que desembocó, a finales de 1592, en el cierre definitivo por la suma de los mencionados factores que originaron la crisis. A lo largo de las diferentes fases del negocio del alumbre castellano, tanto en las producciones como en su gestión, intervinieron notables personajes genoveses y castellanos en la economía de Mazarrón. Los primeros genoveses que participaron en el negocio del alumbre de Mazarrón fueron los hermanos Rey, Baltasar, Domingo y Luis, que en 1486 firmaron el arriendo por seis años de las minas mazarroneras. A partir de 76 «Bruxelles. Arch. Gén. Royaume. Cambre des Comptes, 23084 (1521‑1522). Pedro de Tamayo, Fattore del marquese di Villena (841 carichi 48, 5 é 633 carichi 78 l.). È l’agente degli eredi Chigi. Tomasso Ventura, che riceve l’alume di

Roma», información de M. Bautier. Cit. en Jean Delumeau, L’allume di Roma, xv-xix secolo, trad. italiana por Luciano Poggi, Allumiere, Comunità montana «Monti della Tolfa», 2003, p. 36.

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1532 existen noticias en relación con el arriendo de las fábricas de Mazarrón, propiedad del marqués de los Vélez, a otros empresarios de origen italiano, entre ellos el milanés Gaspar Rótulo, y a tres compañías genovesas representadas por Esteban Doria, Pantaleón de Negro y Jerónimo Italiano. En 1542 encontramos referencias a Ansaldo de Grimaldi. Entre 1565 y 1574 está vigente un nuevo contrato con la compañía genovesa representada por Negrón de Negro, Agustín Sauli y Alberto Pinello, momento que se identifica con el mayor esplendor del alumbre murciano, ya que la empresa disponía de importantes agentes en Amberes, como Giovanni Batista Spinola, asociado con mercaderes alemanes de la categoría de los Shetz.77 Relacionados con esas presencias de origen italiano, aparecen en intervenciones arqueológicas realizadas en el castillo de los Vélez restos de cerámica italiana y fragmentos de piezas cerámicas muy representativas, vinculadas a contextos domésticos de cierto poder adquisitivo, platos con decoración de motivos vegetales en azul sobre fondo azul, de la serie Berettino, originarios del taller de Savona, de la región de Liguria, al noroeste de Italia, y otras piezas también correspondientes a vajilla doméstica denominadas catavinos,78 forma bajo la que se agrupan pequeñas piezas parecidas a platos, utilizadas posiblemente como tapaderas de jarras de boca ancha y cuyo paralelo es el catino italiano,79 estando siempre ligada la existencia de estas piezas a excavaciones arqueológicas de la zona de Murcia donde actuaron mercaderes genoveses. Entre los edificios adscritos a la época del alumbre destaca la fortaleza del marqués de los Vélez, castillo que serviría de residencia ocasional al citado marqués en sus posibles visitas y como vivienda cotidiana a su gobernador en la villa. Vinculada al recinto, figuraba una pequeña guarnición que estaría provista y encargada de defender la costa de los ataques berberiscos, incursiones ante las que el propio castillo daría también cobijo y protección a la población integrada principalmente por trabajadores de las minas. El castillo de los Vélez de Mazarrón (fig. 23) es una fortaleza de transición, de características intermedias entre una construcción «a la antigua» y un baluarte moderno,80 que constituye uno de los primeros testimonios en la Región de Murcia de fortificación construida para ser defendida con bocas de fuego; el edificio mantiene

77 Alfonso Franco Silva, María Martínez Alcalde, «Los alumbres de Mazarrón», en M. Martínez Alcalde, M. Campillo Méndez (dirs.), El Siglo del Milagro, pp. 41‑48.

79 Jaume Coll Conesa, «Cerámica moderna», en P. Jiménez Castillo, J. Navarro Palazón, Platería 14: sobre cuatro casas andalusíes, p. 61.

78 De esmaltín blanco al interior tipo Arrixaca IV, Platería 2c. Tipologías en Pedro Jiménez Castillo, Julio Navarro Palazón, Platería 14: sobre cuatro casas andalusíes y su evolución (siglos x-xiii), Murcia, Centro de Estudios Árabes y Arqueológicos «Ibn Arabí», 1997, y Gonzalo Matilla Séiquer, Alfarería popular en la Antigua Arrixaca de Murcia. Los hallazgos de la Plaza de San Agustín (ss. xv-xvii), Murcia, Museo de Murcia – Consejería de Cultura, Educación y Turismo de la Región de Murcia, 1992.

80 Francisco Ramos Martínez, Juan Gallardo Carrillo, Efraín Cárceles Díaz, «Intervención arqueológica en el Castillo de los Vélez (Mazarrón, Murcia)», en XIX Jornadas de Patrimonio Cultural de la Región de Murcia, Murcia, Dirección General de Cultura de la Región de Murcia, 2008, pp.  169‑173. Disponible en: http://www. arqueomurcia.com/archivos/publicaciones/jornadaspatri19/medieval_moderno.pdf [Fecha de consulta: 14/11/2016].

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aspilleras de orbe y de orbe y palo, y casamata. Corresponde a un tipo de arquitectura militar que ya se adaptaba al uso de la artillería pirotécnica, con miradores que a su vez permitían la instalación de las piezas almacenadas en el castillo. Esta fortaleza, además de su intrínseco valor defensivo, poseía un fuerte contenido simbólico, siendo un edificio de marcado carácter señorial, símbolo del poder de los Fajardo en las Casas de los Alumbres, y que la familia Fajardo ya aplicó con anterioridad en el castillo de Vélez Blanco, y en la capilla de la catedral de Murcia, cuyas obras finalizaron siendo ya Pedro Fajardo adelantado de Murcia, personaje considerado como auténtico príncipe del Renacimiento. La documentación publicada por Franco Silva fue corroborada por los datos de la intervención arqueológica que aportó la fecha aproximada del origen de la construcción de la fortaleza entre 1491 y 1494, aunque luego fue sometida a diferentes reformas constructivas en diversos momentos, ya que es patente que en los períodos cronológicos en los que se mantuvo activa la fortaleza se realizaron varias y profundas modificaciones, según muestra la intervención arqueológica realizada en 2006. Una de las mencionadas reformas es acorde con los avances en la arquitectura bélica de la época: la torre en esperonte es un dispositivo de flanqueo de planta triangular, muy infrecuente en la fortificación tardomedieval española, que surge como respuesta a la vulnerabilidad de las torres de flanqueo frente a la creciente eficacia de la artillería de pólvora, y por ello se opta por disponer los lienzos de forma que el ángulo de incidencia del proyectil sea lo más agudo posible, propiciando así el rebote o restándole capacidad de penetración a los ataques. En la segunda fase de reformas del siglo xvi se produce la incorporación de una torre circular o casamata en la esquina suroeste, con dos troneras para la defensa y armada con pequeñas piezas de artillería. En alguna de estas reformas arquitectónicas también se abrieron grandes ventanales en cuya parte inferior se dispusieron troneras de orbe y palo para la artillería y también se abrieron troneras para disponer de piezas de artillería en todo el perímetro del castillo. Los ajuares aparecidos en la intervención arqueológica del castillo de los Vélez, junto a ciertos fragmentos de piezas más selectas,81 así como la cerámica habitual en estos contextos,82 corresponden todos ellos a los habituales del siglo xvi en la Región de Murcia. La casa-fuerte del marqués de Villena, que lamentablemente fue demolida en la década de los años setenta del siglo xx y de la que solo se conserva alguna fotografía, 81 Escudillas con decoración en reflejo metálico, sobre fondo blanco; escudillas con decoración de banda con pseudoepigrafía latina y el motivo denominado pestaña; o serie clásica de Manises, etc.

vegetales en manganeso; cazuelas con vedrío marrón; morteros con vedrío al interior melado y al exterior verde y paredes con gallones; platos con decoración en azul sobre fondo blanco, del taller de Paterna; candiles; bacines de vedrío verde al interior, destinados a la higiene doméstica personal.

82 Platos de esmaltín grisáceo; escudillas con esmaltín a ambas caras, cantarillas y cántaros esgrafiados con motivos

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fue otra construcción vinculada al negocio del alumbre y edificada posiblemente en las mismas fechas que el castillo de los Vélez. Tenía esta casa-fuerte un acceso elevado al piso superior, bajo el cual se disponía de un foso. Otro tipo de edificios relacionados colateralmente con el mundo del alumbre en Mazarrón son dos iglesias cuyo origen se remonta al siglo xvi. Estos templos completaban el conjunto edilicio del primitivo Mazarrón, situados entre los grupos de pequeñas y modestas viviendas para los obreros del alumbre. Una de ellas, la iglesia de San Andrés,83 fue construida en 1543 y conserva del templo original su nave principal rectangular que contiene un artesonado de tipo mudéjar y su entrada lateral, que corresponde a la entrada original del templo, donde figuran los escudos de armas de los Guzmán, Cisneros, Enríquez y otros, inscritos en circulares coronas de flores y frutas en relieve. Como ya se ha sugerido antes, esta iglesia jugó posiblemente un doble papel de templo y de sistema defensivo para proteger a la población frente a las frecuentes incursiones de los piratas berberiscos, debido a su configuración arquitectónica. Por otra parte, la iglesia de San Antonio de Padua, hoy en día muy transformada por desafortunadas e inadecuadas reformas de época contemporánea,84 tiene su origen en la segunda mitad del siglo xvi y fue construida por el marqués de los Vélez, de quien conserva el escudo en su fachada principal. De esta iglesia existen unas piezas localizadas en una reforma de hace décadas en la reparación de su techumbre. Se trata de unos remates85 de la cubierta, de barro vidriado con una aplicación de barniz vítrico verdoso, que posiblemente se situarían en las esquinas y en los vértices. De ambas iglesias, financiadas y construidas por los marqueses de Villena y de los Vélez, también se conservan sus campanas originales que son de extraordinario valor histórico. En ellas destacan inscripciones86 (fig. 24) relativas al patronazgo y año de fundición, como la que se puede leer en la de la iglesia de San Andrés: ESTA CANPANA LA MANDO HAZER EL NOBLE SENOR GOVERNADOR DESTOS ALVMBRES DEL SENOR MARQUES DE VILLENA ANO DXXX+.

85 María Martínez Alcalde, «Remates de la cubierta de la iglesia de San Antonio de Padua», en Ead., M. Campillo Méndez (dirs.), El Siglo del Milagro, p. 154. 86 Enrique Máximo García, «Talismanes de bronce», en M. Martínez Alcalde, M. Campillo Méndez (dirs.), El Siglo del Milagro, pp. 75‑88.

83 Juan Carlos Cartagena Sevilla, Loreto López Martínez, «La Iglesia de San Andrés de Mazarrón», Memorias de Patrimonio, 7 (2003‑2005), pp. 95‑112. 84 Añadidos en la sacristía, obras en fachada y el campanario, en los siglos xix y xx.

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Mientras, la inscripción de la campana de la iglesia de San Antonio reza lo siguiente: DON LVIS FAJARDO MARQVES DE LOS VELEZ CONDE DE LVNA ADELANTADO I CAPITAN GENERAL DEL REINO DE MVRCIA MANDO HAZER ESTA CAMPANA *ANO * 1609*** [...].

Recuérdese que la población de Mazarrón cuenta con dos núcleos urbanos claramente diferenciados: el pueblo (Mazarrón), situado a 7 km del mar, y el Puerto propiamente dicho. Por ello, para controlar la costa y alertar de la piratería berberisca se creó una red de torres87 en todo el actual litoral murciano que alcanzó su máximo desarrollo en el siglo xvi y que, estratégicamente situadas, advertían de la presencia de enemigos en la costa. La mencionada red de torres del litoral mazarronero (figs. 25 y 26) estaba formada por las siguientes torres vigía: la Torre de La Azohía,88 la Torre de Santa Isabel,89 la Torre Nueva o de San Ildefonso (que se encontraba donde actualmente está el faro del Puerto de Mazarrón) y la Torre de los Caballos (en Bolnuevo). También, más al interior, en Mazarrón pueblo, se localiza la Torre del Molinete, que mantenía comunicación con las más próximas al litoral. Entre estas torres, la de los Caballos de Bolnuevo, edificada en el siglo xvi, aparece reflejada en el Plano de la Costa del Reino de Murcia con vistas de varios puntos de ella90 y es una torre de planta cuadrada que tiene una superficie construida de 130 m2, con un espacio útil de tan solo 55 m², una notable diferencia que nos da idea del gran espesor de los muros para su función defensiva. La de Santa Isabel está integrada hoy en día dentro del casco urbano del Puerto de Mazarrón, pero en su momento tenía vistas directas sobre el mar para ejercer su función de vigía. Esta torre es de planta circular, con cuerpo ligeramente troncocónico y tiene dos niveles interiores con espacios útiles. Originariamente, el acceso se producía para mayor seguridad por el piso superior, a través de una escala, aunque actualmente presenta un acceso por el nivel inferior, fruto de una intervención realizada durante el siglo xviii. Entre sus funciones se encontraba la vigilancia de las salinas situadas en su entorno, y fue por ello construida a instancias de Baltasar Rey, genovés vinculado con el tráfico de mercancías del puerto y las salinas.91 De esta torre se tienen más noticias en un informe, de 1770, del ingeniero Wodopich sobre el estado general de las torres vigías. 87 María Martínez Alcalde, «La vida, la economía y la defensa bajo un sol que no se pone. Almazarrón 1572», en Ead., José Javier Ruiz Ibáñez (eds.), Felipe II y Almazarrón. La construcción local de un Imperio global, vol. I: Vivir, defender y sentir la frontera, Murcia, Universidad de Murcia, 2014, pp. 19‑33.

90 Plano realizado por el ingeniero Juan J. Ordovás, en 1799, copiado por don Pedro Severo Robles en 1818. 91 Jiménez Alcázar menciona la existencia de las salinas a finales del siglo  xv, indicando que la torre de Santa Isabel se construyó en origen, precisamente para la vigilancia de las salinas en esas fechas (J. F. Jiménez Alcázar, Lorca: ciudad y término, pp. 125‑127). En relación con Baltasar Rey, la coincidencia de nombre y cronología con el Baltasar Rey del arrendamiento de las minas de 1486 (véase supra) hace pensar que sea el mismo personaje.

88 También denominada Asudia, Torre de la Subida, Torre de Santa Elena o de Santa Catalina. 89 También llamada Torre Vieja del Puerto y Torre de La Cumbre.

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La Torre de la Azohía, que ahora es administrativamente dependiente del término municipal de Cartagena, realizaba labores de vigilancia en conexión con el resto de las torres. Su construcción se inició en 1578, entrando en servicio dos años después. La Torre de San Ildefonso, o Torre Nueva, actualmente desaparecida, se hallaba ubicada sobre el promontorio del actual Cabezo del Faro, con un muy amplio control visual del entorno. En el año 1759, el arquitecto Feringán92 acredita que estaba protegida de artillería y armas, pólvora y mechas para la defensa del puerto, de las salinas y del vecindario. En 1774 consta que estaba en funcionamiento, aunque su actividad e intervención en diferentes escaramuzas marítimas le ocasionaron graves destrozos, por lo que en 1800 el ingeniero Caballero decidió colocar una batería formada por tres piezas de artillería, en un revellín construido en su base y fuera de la deteriorada torre. Igualmente, esta atalaya aparece reflejada en la relación de Ordovás, en 1799.93 Fue construida con dos pisos de bóvedas iguales a modo de casquetes; en la parte superior disponía de una terraza con casamata de acceso y almenaras. La Torre del Molinete se encontraba a mitad de camino entre la costa y el interior, en plena zona productiva del alumbre, sobre una pequeña elevación integrada en el actual núcleo urbano del pueblo de Mazarrón. Fue construida a mitad del siglo xv y su estructura es sencilla y sobria, con forma circular y aspecto sólido. La puerta era el único vano del edificio y el alzado conservado no excede de los 4,2 m, habiendo perdido el remate original. Se encontraba en su día próxima a la actualmente desparecida casa-fuerte del marqués de Villena y, aun siendo la más distante de la costa, por su situación elevada tenía vistas directas de las otras torres de vigilancia ubicadas en primera línea de mar, en la bahía de Mazarrón (torres de Santa Elena, Santa Isabel, Los Caballos e incluso con la distante Torre de Cope situada en la vecina población de Águilas), actuando en coordinación con todas ellas en la función de vigilancia y alertas de la costa.

Almagra o almagre, producto residual de la producción de alumbre A partir de 1592, tras el cierre de las fábricas y durante los siglos  xvii y xviii, se retomó el alumbre en períodos puntuales y se sabe que existieron ciertos proyectos de construcción de nuevas industrias, como expresa el plano de 1756‑1769 de la construcción de una fábrica de alumbre en Mazarrón (fig. 27).94 Pero, además del alumbre, en esta fase también se comercializó ese subproducto al que ya se ha aludido en varias ocasiones hasta aquí, la almagra o el almagre (fig. 28), que anteriormente era despreciado. Este fue ya descrito por Biringuccio en 1540, cuando 92 Carlos Ferrándiz Araújo, Almazarrón en la época ilustrada, Murcia, Ayuntamiento de Mazarrón, 1988.

93 Plano n.º 22 y explicación plano p. 170 de la publicación de la obra de Ordovás, de la ed. facsimilar de 2005.

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hablaba de la calcinación de la piedra en los hornos.95 Y no se olvide la posible relación que también se ha anotado entre las voces «almazarrón» y «almagre», ni tampoco que, en el siglo xviii, el propio Diccionario de Autoridades de la Real Academia Española hacía equivaler almazarrón a almagre y aducía la Pragmática de Tasas de 1680 para señalar que cada libra de almazarrón no pueda passar de veinte y quatro maravedis.96 Hasta el mismo Covarrubias,97 en su Tesoro de la Lengua Castellana del siglo xvii, completaba su referencia al almagre como una tierra colorada con que los asserradores y carpinteros suelen señalar las líneas por donde han de asserrar el madero o tabla, desatándola en agua y tiñendo en ella una cuerda que, tendida de estremo a estremo del madero, la golpean levantándola con los dedos, y queda señalada en él, por la qual se rigen al asserrar [...].

Como ya ha quedado dicho, este subproducto se comercializó como producto independiente del alumbre a partir de los siglos xvii y xviii. En 1850, Pascual Madoz98 nos indica varias utilidades, destacando su uso para el tabaco «colorado», producido en la Real Fábrica de Tabacos de Sevilla: [...] concurriendo á comprar la almagra la Real Hacienda para el gasto de los arsenales, y especialmente para dar frescura y suavidad al famoso tabaco colorado de Sevilla, que tanto uso tuvo en el siglo anterior y principios del actual [...]. [También] era de utilidad para los arsenales en otros pequeños usos como para pinturas de barcos y otros como teñido de redes de pesca para darles flexibilidad [...].

En esos dos siglos, xvii y xviii, la almagra fue un producto tan apreciado que para evitar su agotamiento se prohibió su exportación al extranjero, ordenándose por la corona española la llamada «estancación de la almagra», en 1774, mediante

94 Archivo General de la Fundación Casa de Medina Sidonia, leg. 22, doc. 6. Agradecemos a Domingo Beltrán que haya facilitado a María Martínez Alcalde el archivo digitalizado con el documento de referencia. La leyenda de este plano indica las completas referencias de la instalación: A, casa; B, sala; C, alcoba; E, cocina; F, entrada; G, cuarto; H, cuarto de pertrechos (o herramientas); I, caldera; J, tinajas; K, atochera (término posiblemente relacionado con el combustible vegetal de suministro de las calderas); L, cuajador; M, tiestos cuajadores; N, almacén; O y P, lugar de depósito de cenizas; Q, pozo; 1.ª balsa y cañería y el resto del conjunto de balsas (numeradas 2.ª a 7.ª); R se refiere al nivel del suelo o área pavimentada donde además se indica la altura y grosor de los muros de la cerca expresados en palmos (20 palmos de altura y 3 palmos de anchura; el palmo castellano es una medida que comprende la distancia que hay entre el dedo pulgar y el extremo del dedo meñique y que en España tenía un valor de 20,873 cm, por lo que posiblemente este cerramiento comprendería medidas en torno a los 4,16 m de altura y 0,62 m de anchura de sus muros). A continuación se expresa el número de rejas como medida de

protección de la fábrica, numeradas desde 1.ª a 9.ª, así como la referencia en la leyenda de la letra V para el lugar de ubicación de las ventanas y la letra T para la localización de las puertas. 95 V. Biringuccio, De la Pyrotechnia. De esta obra existe también traducción al francés a cargo de Jaques Vincent, La Pyrotechnie, París, 1572. 96 Según explica la Real Academia Española, «entre 1726 y 1739 publica la Real Academia Española su primer repertorio lexicográfico, el “Diccionario de la lengua castellana, en que se explica el verdadero sentido de las voces, su naturaleza y calidad, con las phrases o modos de hablar, los proverbios o refranes, y otras cosas convenientes al uso de la lengua [...]”, conocido como el Diccionario de Autoridades». Disponible en: http: //www.rae. es/recursos/diccionarios/diccionarios-anteriores-1726‑1996/ diccionario-de-autoridades [Fecha de consulta: 27/12/2018]. Para la voz «almazarrón» en este diccionario, que consta en el vol. I de 1726, consúltese http://web.frl.es/DA.html. 97 S. de Covarrubias Orozco, Tesoro de la Lengua Castellana. 98 P. Madoz, Diccionario geográfico-estadístico-histórico.

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Real Orden de 22 de marzo, para que no faltase el producto en las labores de la Real Fábrica de Tabacos de Sevilla. Años después, en 1789, las almagras llegaron a considerarse como propiedad del rey. Pero este último auge en el negocio de la venta de la almagra se produjo con cierta desinformación local relativa al producto y su origen ya que, siempre según Madoz, transcurrido el tiempo se olvidó hasta la procedencia de la almagra e, incluso, existía la duda de si ese elemento que coloreaba los paisajes de Mazarrón era de origen natural o artificial. Ante el inminente agotamiento de la almagra, se quiso intentar fabricar más producto. Pero la mencionada ignorancia de su origen y composición no posibilitaba su elaboración, hasta que en 1815 el Catedrático de Botánica en el Real Jardín de Cartagena e Inspector de Medicinas de la Real Armada, Agustín Juan de Poveda, afirmó que la almagra era un residuo final del proceso de producción del alumbre. En consecuencia y con este dato, ya fue posible realizar nuevas elaboraciones y se volvieron a edificar en Mazarrón nuevas instalaciones cuyo objetivo principal era conseguir en este caso almagra y no alumbre, como en los siglos xv y xvi, aunque se comercializaban ambos productos. Una vez desvelada y resuelta la fórmula de la producción de la almagra, en 1840 se promulgó una nueva ley para el «desestancamiento de la almagra», que fue reflejada en el diario de sesiones del Congreso de Diputados.99 Las intervenciones arqueológicas en el castillo de los Vélez100 aportan datos de unos posibles almacenes, construidos en el siglo xix, de los que no se tienen datos precisos de si eran para almacenar alumbre o quizás, posiblemente, más bien asociados a acopios de maquinaria minera de otra índole y referidos a la extracción de galena argentífera, ya que el castillo también se perforó en el xix con un pozo de mina en el interior de la zona residencial, aunque de todo esto apenas existen referencias escritas.

99 Sobre el «desestancamiento de la almagra» y su relación con los presupuestos del estado, véase Almagra (Desestanco de la), proyecto de ley, IV, apéndice al n.º 105, p. 8, discusión, V, 124: «NUMERO 6.º Proyecto de ley para el desestanco de la almagra. Articulo 1.º Se suprime el estanco de la almagra. Art. 2.º Será libre la circulación interior y exterior de la tierra aluminosa, y los productos químicos que procedan de ella, observándose las formulas, y pagándose los impuestos y derechos á que deban estar sujetas por las disposiciones

de rentas generales y provinciales [...]». Se había creído que la almagra la portaba «la naturaleza tal cual se aplica á la fabricación del tabaco colorado en Sevilla y a carenar y dar color á los buques; pero ya se ha conocido que es el resultado de una operación química [...]». Consúltese Diario de las sesiones del Congreso de Diputados, en la legislatura de 1840, vols. IV-V, Madrid, Imprenta Nacional, 1840. 100 F. Ramos Martínez, J. Gallardo Carrillo, E. Cárceles Díaz, «Intervención arqueológica».

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Las últimas experiencias en la producción de alumbre Las experiencias del siglo xix de producción de alumbre y almagra fueron muy intermitentes y realizadas con pocos medios y tecnología no adecuada, aunque se mantuvieron con poca actividad hasta la última clausura, en 1930. Unos años después, en 1939, tras la guerra civil española, volvió de nuevo y tímidamente la industria y se crearon algunas nuevas fábricas (fig. 29) para producción de alumbre en Mazarrón, que se mantuvieron hasta 1953, cesando su actividad en 1954. De estas últimas prácticas también quedan algunos pequeños restos de fábricas en no muy buenas condiciones de conservación. Estas experiencias terminales parece que adolecieron de falta de mentalidad empresarial y carencia de mecanización del laboreo con producciones reducidas.101 Una de las localizaciones de las canteras de extracción y producción de alumbre de estas últimas fases se dio en el Coto Fortuna (fig. 30), centro minero que se encuentra a 7 km al oeste del núcleo urbano de Mazarrón. En este coto existe larga tradición de actividades mineras desde época romana, entre los siglos ii antes de nuestra era y el vii de nuestra era, siendo una de las zonas mineras más importantes de la Península Ibérica y objeto de numerosas referencias en publicaciones científicas. Los datos que reflejan la Declaración de Bien de Interés Cultural del conjunto minero Coto Fortuna indican que, en lo relativo al alumbre, la actividad en el Coto Fortuna es de época contemporánea y las estructuras conservadas, canteras, hornos de calcinación, balsas de disolución de alunita y las explotaciones allí vinculadas a este producto datan entre 1940 y 1950,102 formando parte de las postreras manifestaciones de la industria del alumbre en el sureste peninsular.

ALGUNAS REFLEXIONES FINALES

El tema del alumbre en España, como en Italia, ha sido profusamente estudiado años atrás a nivel documental, lo que ha generado una importante e indiscutible información como demuestran fundamentalmente las investigaciones de Alfonso Franco Silva, Felipe Ruiz Martín, Jean Delumeau y Enrico Fiumi. En España, a nivel de investigación arqueológica, no se han acometido todavía significativas intervenciones que impulsen y muestren resultados clarificadores, aunque contextos toscanos como el de

101 Juan Bautista Vilar Ramírez, Pedro María Egea Bruno, La minería murciana contemporánea, 1840‑1930, Murcia, Caja Murcia, 1985, pp. 180 y ss. 102 Decreto n.º 24/2011, de 25 de febrero, por el que se declara Bien de Interés Cultural, con categoría de sitio

histórico, el Coto Fortuna de Mazarrón (Murcia). Véase Boletín Oficial de la Región de Murcia, 51 (03/03/2011), p.  9419; disponible en http://borm.carm.es/borm/documento?obj=anu&id=422559 [Fecha de consulta: 14/11/2016].

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las Colinas Metalíferas, en el que la investigación arqueológica sí ha tenido un carácter sistemático, se han centrado en el análisis de los ciclos de producción y el comercio de materias primas que solo representan desarrollos muy recientes de las líneas de estudio. El ciclo de producción del alumbre tiene algunos aspectos particularmente problemáticos en la investigación arqueológica, puesto que son mas difíciles de identificar respecto a los demás ciclos (vinculados al uso de los sulfuros mixtos de cobre y plomo/plata), que utilizan los indicadores tradicionales propios de la arqueología de la producción, entre ellos las escorias, que a menudo son el único testimonio de las actividades productivas realizadas en un determinado centro. La transformación del alumbre o, mejor dicho, de la piedra alunita no produce escorias y, por tanto, podemos afrontar el estudio de este producto específico solamente estudiando las zonas de abastecimiento del mineral y los restos de las estructuras de transformación.103 Precisamente por eso, los lugares como los que hemos descrito, tanto en el territorio español como para la zona de la Toscana, se convierten en el centro de la reconstrucción histórica y arqueológica de la producción de esta materia prima, económicamente muy importantes pero arqueológicamente esquivos y difíciles de investigar. En España ha existido producción de alumbre en ciertos períodos de la historia, actividad de la que resta una pequeña parte de patrimonio. Convendría que estos vestigios y testimonios materiales del patrimonio cultural del alumbre fueran objeto de intervenciones arqueológicas clarificadoras y procesos de investigación sobre su funcionamiento y cronología y que, a su vez, impulsen y generen la consideración de establecer estrategias e iniciativas relacionadas con intervenciones de restauración, consolidación y valorización de los muy frágiles restos que todavía se mantienen de las alumbreras. Estos son los pocos y únicos testimonios y vestigios de la importante industria del alumbre español. En la Toscana, el centro de Monteleo, del cual hemos hablado extensamente, ofrece una oportunidad fundamental de profundización del conocimiento por las excepcionales condiciones de conservación en que ha llegado hasta nosotros. De hecho, son muy pocos, y no solo en Italia sino también en Europa, los contextos en que se pueden realizar investigaciones extensas y significativas en relación con el alumbre, y son aún menos los lugares en que la documentación escrita y la arqueológica pueden contribuir a delinear un marco histórico-económico bien definido. En este contexto, la Toscana desempeña un papel indiscutiblemente importante. El excelente estado de algunos de sus centros de producción, entre los cuales destacan los de Monteleo, Campiglia Marittima y naturalmente el importante complejo de testimonios de Montioni, 103 Algunas reflexiones recientes sobre el tema de la arqueología de la producción y el valor de los indicadores en Enrico Giannichedda, «Archeologia della produzione», en Sauro Gelichi (ed.), Quarant’anni di

Archeologia Medievale in Italia. La rivista, i temi, la teoria e i metodi, Florencia, All’Insegna del Giglio, 2014, pp. 75‑94, en particular pp. 85‑87.

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junto con una madura investigación histórico-documental, la convierten en un contexto indudablemente privilegiado para el estudio de todo el sistema de producción: desde la organización de las actividades de la cantera, hasta la gestión de las estructuras de producción; desde la explotación de las aguas, hasta la conducción de los bosques. El estudio del ciclo de producción del alumbre ofrece también una interesante clave de interpretación para analizar el paisaje de la Maremma septentrional en su totalidad, y el de las Colinas Metalíferas en particular, entre el siglo xv y la mitad del siglo xvi. Durante este período podemos sin duda afirmar que la economía del alumbre fue un elemento motriz y constituyó una característica muy peculiar de estos lugares. En el sureste español, con el liderazgo sin duda de Mazarrón, aún quedan algunos restos de instalaciones de alumbres que forman parte de los escasos restos materiales, a nivel europeo y mundial, que de esta importante actividad de siglos  pasados se han conservado hasta nuestros días y que deberían ser objeto de una urgente gestión mediante iniciativas y estrategias que difundan el valor, conciencien sobre los bienes escasos y no renovables, su fragilidad, velen por su preservación y conservación, e impulsen su difusión e interpretación mediante acciones de valorización. También a nivel local del mismo Mazarrón, sería necesario fomentar el reconocimiento y la apropiación intelectual de un aspecto cultural identificador de la génesis del municipio, de su memoria social y de las bases de la construcción de la sociedad actual. El patrimonio constituye un documento excepcional de nuestra memoria histórica, ya que los aspectos culturales van vinculados a él como realidad material necesaria para la percepción y comprensión de las culturas y sociedades anteriores y, también, para permitir su comprensión a generaciones posteriores mediante su conservación. El conocimiento de este patrimonio se transforma así en la premisa esencial para recuperar una dimensión histórica más amplia del paisaje. En este sentido, la investigación arqueológica (tanto en Monteleo como en Mazarrón) y, más en general, las actividades de prospección arqueológica, tanto de superficie como de subsuelo en los centros y en los territorios del alumbre, constituyen ejemplos importantes desde donde poder partir hacia nuevas actividades futuras sobre el terreno. Siglas utilizadas: AMM = Archivo Municipal de Murcia; BNCF = Biblioteca Nacional Central de Florencia; MEFRM = Mélanges de l’École Française de Rome – Moyen-Âge.

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Fig. 1: El territorio de las Colinas Metalíferas (sur de la Toscana, Italia central), el sitio de Monteleo y los yacimientos del subsuelo Fig. 2: Monteleo: plano general de la alumbrera

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Fig. 3: Monteleo: análisis físico-químicos (pXRF) hechos en la canalización principal del sitio Fig. 4: Colinas Metalíferas: canteras, galerías y hornos identificados por la prospección arqueológica

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Fig. 5: Las canteras y las galerías de Monteleo (B, C) y Montioni (A)

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Fig. 6: Monteleo, área 1.000: los hornos de calcinación Fig. 7: Monteleo: la caldera de lixiviación Fig. 8: Monteleo: las paredes perimetrales del edificio de la caldera

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Fig. 9: Monteleo, área 1.000: el horno para la transformación de minerales cupro-argentíferos (primera mitad del siglo xv) Fig. 10: Mazarrón: cantera «Corta Romana» del Charco de la Aguja, o Pedreras Nuevas (Coto Minero San Cristóbal-Los Perules)

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Fig. 11: Vista aérea del conjunto de la «Fábrica Vieja de Alumbres» de Mazarrón (Coto Minero San Cristóbal-Los Perules). Imagen facilitada por la Fundación Integra (Comunidad Autónoma de la Región de Murcia), realizada para la elaboración de un audiovisual sobre la historia de Mazarrón Fig. 12: «Fábrica Vieja de Alumbres» de Mazarrón (Coto Minero San Cristóbal-Los Perules)

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Fig. 13: Mazarrón: cantera de alunita del Portichuelo (Coto Minero San Cristóbal-Los Perules) Fig. 14: Método de extracción de la piedra alunita en las canteras con sistemas de andamios. Detalle de la ilustración de la fig. 2 de A.-D. Fougeroux de B ondaroy , Mémoires, p. 16, en J. D elumeau , L’allume di Roma, tavola IV.

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Fig. 15: Vista aérea de la planta de la «Fábrica Vieja de Alumbres» de Mazarrón, hornos de calcinación de alunita y algunas de las piletas (Coto Minero San Cristóbal-Los Perules). Imagen facilitada por la Fundación Integra (Comunidad Autónoma de la Región de Murcia), realizada para la elaboración de un audiovisual sobre la historia de Mazarrón Fig. 16: Mazarrón: hornos de calcinación de alunita junto a una cantera del coto (Coto Minero de las Pedreras Viejas)

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Fig. 17: Hornos de calcinación de alunita de la «Fábrica Vieja de Alumbres» de Mazarrón (Coto Minero San Cristóbal-Los Perules) Fig. 18: Piletas de una fábrica de alumbres de Mazarrón (Coto Minero de las Pedreras Viejas)

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Fig. 19: Piletas de la «Fábrica Vieja de Alumbres» de Mazarrón (Coto Minero San Cristóbal-Los Perules)

Fig. 20: Vista aérea de la planta de la «Fábrica Vieja de Alumbres» de Mazarrón (Coto Minero San Cristóbal-Los Perules) y detalle de la batería de posibles decantadores. Imagen facilitada por la Fundación Integra (Comunidad Autónoma de la Región de Murcia), realizada para la elaboración de un audiovisual sobre la historia de Mazarrón 19

Fig. 21: Detalle de posibles decantadores en ilustración de Los Veintiún Libros de los Ingenios y Máquinas de Juanelo Turriano, ed. facsimilar en Madrid, Fundación Juanelo Turriano – Doce Calles – Biblioteca Nacional – Colegio de Ingenieros de Caminos, Canales y Puertos, 1996, vol. II, tomo III, libro XIII (láms. 1‑4, en el Libro de los molinos batanes y de aceite y de diversos géneros de artificios de la misma calidad, para sacar aguas, para hacer alumbres y salitres, y lavar lanas y paños, donde se describe el funcionamiento y componentes de una fábrica de alumbres renacentista, autor anónimo) Fig. 22: Mazarrón: detalle de posibles decantadores de la fábrica de alumbres (Coto Minero de las Pedreras Viejas) 20

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Fig. 23: Mazarrón: castillo de los Vélez Fig. 24: Mazarrón: detalle de la campana del marqués de Villena con la leyenda alumbres 24

Figs. 25‑26: Plano de la Costa del Reino de Murcia con vistas de varios puntos de ella, de Juan José Ordovás; plano de la Torre Vieja del puerto, de M. Vodopich (1769). Servicio Histórico Militar General de Madrid. Propuesta de habilitación de M. Vodopich (1769) y de J. J. Ordovás (1799), copiado por Pedro Severo Robles (1818)

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Fig. 27: Plano de proyecto de construcción de una fábrica de alumbre en Mazarrón, 1756‑1769 (Archivo General de la Fundación Casa de Medina Sidonia, leg. 22, doc. 6) Fig. 28: Mazarrón: acumulación de almagra (Coto Minero de las Pedreras Viejas)

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Fig. 29: Fotografía de la fábrica de alumbre de 1940, de autor desconocido, publicada en el Libro de las Fiestas Patronales de Mazarrón (1988) Fig. 30: Mazarrón: vista aérea del Coto Fortuna. El área de trabajo del alumbre se localiza en la zona derecha de la imagen, en torno a los depósitos de tierra roja o almagra (Foto: Sánchez Calventus)

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Usos del alumbre en actividades productivas no textiles durante los siglos xv y xvi *

Ricardo Córdoba de la Llave ** Universidad de Córdoba

LOS RECETARIOS COMO FUENTE DE INFORMACIÓN

La mayor parte de la información disponible sobre el uso del alumbre en actividades no textiles durante los siglos  xv y xvi se encuentra en recetarios y manuales técnicos de la época, y ello es así tanto a nivel general en toda Europa como en el caso específico de la Península Ibérica. Aunque existen también datos en ordenanzas municipales y textos legislativos de este período, todos ellos son muy escasos y, salvo contadas excepciones (como las ordenanzas de curtidores de Venecia estudiadas por Franco Brunello),1 sin la literatura técnica resulta imposible reconstruir el empleo del alumbre en otros sectores que no sean el de la tintura de tejidos, sector donde, por el contrario, el uso del alumbre para el teñido de paños se halla bien documentado. La mayoría de los testimonios proporcionados por los manuscritos medievales proceden de recetarios y tratados de los siglos xv y xvi, momento en que los textos técnicos se multiplican por toda Europa y su contenido se hace más específico. Con los recetarios altomedievales (por ejemplo, el Mappae Clavicula) ocurre lo mismo que con la documentación de carácter legal: los datos proporcionados son escasos y solo pueden ser valorados en función de lo que sabemos por textos datados en las décadas finales de la Edad Media o en las etapas iniciales de la Modernidad. Entre ellos hay que citar, en primer término, los textos procedentes de la Península Italiana vinculados con el desarrollo cultural experimentado por sus ciudades durante 1 Franco Brunello, Concia e tintura delle pelli nel Veneto dal xiii al xvi secolo, Vicenza, Neri Pozza, 1977.

* El presente trabajo ha sido realizado en el marco del proyecto HAR2015‑67619P, «Tecnología y conocimiento en la Península Ibérica (siglos  xiii-xvi)», financiado por la Subdirección General de Proyectos de Investigación del Ministerio de Economía y Competitividad. ** [email protected]

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el período renacentista, entre los siglos xiv y xvi. Cabe citar, por ejemplo, las numerosas recetas de carácter técnico conservadas en los manuscritos de la sección Fondo Palatino de la Biblioteca Nacional de Florencia; aunque algunos de ellos fueron editados por Gabriella Pomaro, la información que el fondo en su conjunto contiene es muy superior a la que se puede hallar en la publicación de esta autora, que realizó solo un muestreo sobre el tema, aunque realmente magnífico. Otro texto muy conocido es el denominado Segreti per Colori o Manuscrito de Bolonia, datado en el siglo xv y conservado en el convento boloñés de San Salvador. Fue editado por la investigadora norteamericana Mary Merrifield en la ya lejana fecha de 1849 (aunque se hizo una reedición muy asequible del estudio donde se contiene en 1967) y conserva una destacada información sobre diversos ámbitos del trabajo artesanal. Y el Plictho dell’arte dei tintori, manual de tintorería publicado por el veneciano Gioanventura Rosetti en 1548, que incluye un capítulo completo dedicado al teñido de la piel con abundantes referencias al empleo del alumbre para este cometido.2 En cuanto a la Península Ibérica, destacan tres textos de manera fundamental. En primer lugar, se conserva información útil en el manuscrito H-490 de la Biblioteca de l’École de Médecine de Montpellier. Datado a finales del siglo xv, se trata de un texto escrito en su mayor parte en castellano (aunque incluye recetas en latín), de contenido principalmente médico, que parece haber sido compilado entre los años 1460 y 1480 (por las citas cronológicas que el mismo documento realiza) y a lo largo de cuyas páginas se repite el nombre del bachiller en artes Juan de Celaya, cuyo nombre remite al ambiente cultural de la Universidad de Salamanca. Las recetas relacionadas con la tecnología de artes y oficios suman veintiocho y se encuentran repartidas entre las páginas del manuscrito. Las más destacadas respecto al empleo del alumbre son las nueve consagradas al teñido de la piel en colores rojo, verde, azul y amarillo, que describen procesos de preparación de tintas y de aplicación sobre la piel bajo el título Incipiunt recepte ad colorandum coria (ff. 222r-v), pero algunas de carácter metalúrgico o sobre preparación de tintas y colores también aluden a su uso.3 El Libro de los Oficios del Monasterio de Nuestra Señora de Guadalupe (Cáceres) es una obra conservada en la Biblioteca del citado monasterio, cuyos textos están datados entre los años 1490 y 1503 y que fue compilada por los monjes del citado monasterio sobre las actividades laborales llevadas a cabo en su interior. El tema mejor tratado es el

2 Gabriella Pomaro, I Ricettari del Fondo Palatino della Biblioteca Nazionale Centrale di Firenze, Florencia, Giunta Regionale Toscana, 1998; Mary P. Merrifield, Original Treatises dating from the Twelfth to the Eighteenth Centuries on the Arts of Painting, Nueva York, Dover, 1967 (ed. original: Londres, 1849); Sidney M. Edelstein, Hector C. Borghetty (eds.), The Plictho of Gioanventura Rosetti.

Instructions of the Art of the Dyer, Cambridge (MA), Massachusetts Institute of Technology, 1969. 3 Ricardo Córdoba de la Llave, «Un recetario técnico castellano del siglo xv: el manuscrito H-490 de la Facultad de Medicina de Montpellier», En la España medieval, 28 (2005), pp. 7‑48.

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del trabajo de la piel, al que estuvo dedicado un buen número de monjes, tanto desde el punto de vista del curtido (vegetal y al alumbre) como del teñido. Las recetas dedicadas al curtido y teñido de la piel se concentran en dos apartados, las ordenanzas de zapatería y las de pellejería, las primeras centradas en el curtido vegetal de la piel, las segundas en el mineral; ambas mencionan procesos de teñido donde interviene el alumbre.4 Y el manuscrito número 9226 de la Biblioteca Nacional de España, básicamente una copia traducida al castellano del Libro de Secretos de Alejo Piamontés, del siglo xvi, pero que incluye otras recetas, en su mayor parte de procedencia italiana, en una labor de recopilación llevada a cabo por Juan Vázquez del Mármol. Sacerdote y escritor, nacido en Granada en la segunda mitad del siglo xvi y muerto en el primer tercio del xvii, estudió en Salamanca, donde se licenció en Teología, fue capellán de la Real Capilla de Granada y corrector general del monarca. Destacan, entre los variados temas tratados en su recetario, las recetas consagradas a la elaboración de productos para quitar manchas de paños, hacer tintas para escribir o colorear, al trabajo de los metales y a la cosmética para el cuidado de los dientes, cabello o depilación.5

CURTIDO DE LA PIEL

Uno de los usos más extendidos del alumbre fuera de la industria textil estuvo en servir de base al denominado «curtido al alumbre» de la piel. Aunque en época medieval el curtido con tanino vegetal fue el más utilizado (y propiamente el único que merecería ser definido por ese nombre), el mineral adquirió gran importancia para ciertas labores, en particular para todas las relacionadas con el curtido de la piel que debía conservar el pelo del animal.6 Numerosos recetarios y tratados técnicos europeos de

4 La transcripción completa del manuscrito se recoge en María Luisa Cabanes Catalá (ed.), El Libro de los Oficios del monasterio de Nuestra Señora de Guadalupe, vol. I, Badajoz, Junta de Extremadura, 2007, donde interesa destacar el contenido de las ordenanzas de zapatería, pp.  313‑357, y de las ordenanzas de pellejería, pp.  392‑425. También aluden al tema los estudios de Ricardo Córdoba de la Llave, «El contenido técnico industrial del Libro de los Oficios en el marco de los ordenamientos corporativos y de los recetarios bajomedievales», y Félix de la Fuente Andrés, «Zapatería: oficio de la zapatería» y «Pellejería: el oficio de la pellejería», todos ellos contenidos en el segundo volumen de la citada edición: María del Carmen Hidalgo Brinquis, Teresiano Rodríguez Núñez (eds.), El Libro de los Oficios del monasterio de Nuestra Señora de Guadalupe, vol. II, Badajoz, Junta de Extremadura, 2007, pp. 32‑71, 218‑237 y 290‑301. 5 El contenido técnico del ms. 9226 ha sido estudiado por Teresa Criado Vega, Tratados y recetarios de técnica industrial en la España medieval, tesis doctoral, Córdoba,

Universidad de Córdoba, 2012; disponible en: http://helvia. uco.es/xmlui/handle/10396/8628?show=full [Fecha de consulta: 24/08/2017]. 6 He utilizado estas fuentes para estudiar los datos referidos al trabajo de la piel en algunos estudios anteriores, entre los que caben destacar: «Textes techniques médiévaux sur le tannage et la teinture du cuir», en Le travail du cuir de la Préhistoire à nos jours. Actes des XXIIe rencontres internationales d’archéologie et d’histoire, Antibes, Éditions APDCA, 2002, pp. 351‑363; «Cuatro textos de literatura técnica medieval sobre el trabajo del cuero», Meridies. Revista de Historia Medieval, 5‑6 (2002), pp.  171‑204; «El contenido técnico industrial», pp. 32‑71; «Late Medieval Italian Recipes for Leather Tanning», en Ricardo Córdoba de la Llave (ed.), Craft Treatises and Handbooks. The Dissemination of Technical Knowledge in the Middle Ages, Turnhout, Brepols, 2013, pp. 271‑298; «Making and Using Alum in Hispanic Craft Recipe Books from the Fifteenth and Sixteenth Centuries», ICON. Journal of the International Committee for the History of Technology, 21 (2015), pp. 51‑65 (curtido de la piel en pp. 60‑61).

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los siglos xv y xvi incluyen recetas de compuestos para llevar a cabo el curtido al alumbre, cuya fórmula más común es la que combina la acción del alumbre, como producto curtiente, con la de sal, harina, huevos y aceite, como materias suavizantes. ¿Por qué se añadieron al alumbre estas materias, por lo común de uso alimentario, para preparar la sustancia curtiente con base en el propio alumbre? Porque, usado sin mezcla, el alumbre produce un cuero rígido e imperfecto que debía ser suavizado por medio de golpes hasta obtener la flexibilidad necesaria para ser empleado en obras de corioplastia; por ello fue común añadirle sal (normalmente un tercio por dos de alumbre), huevos, harina y aceite.7 Muchos de los textos que recogen estas recetas proceden del ámbito italiano, quizás porque ahí se han conservado abundantes manuscritos datados en la Baja Edad Media o quizás porque esta modalidad de curtido fue particularmente empleada en dicho ámbito territorial en la época tratada. El Manuscrito de Bolonia incluye una receta que toma como ingredientes dos onzas de alumbre de roca, dos huevos batidos con clara y yema, un puñado de harina, sal para una libra de carne y aceite para condimentar una menestra en la que, en primer lugar, se meten en agua caliente el alumbre, la harina y la sal y, una vez mezclados, se añaden los huevos y el aceite; otra receta en la que se emplea una mezcla de alumbre, harina de trigo, sal común y aceite, que se calienta al fuego y a la que se añade después un huevo bien batido; y otra más integrada por alumbre, sal y goma arábiga, a la que se añade una pasta de harina, aceite y huevos. Muy similares son las recetas ofrecidas por G. Rosetti en su Plictho dell’arte dei tintori, donde llega a afirmar que estas cosas hacen buena gamuza: agua caliente, levadura, alumbre de roca, sal cruda, aceite de oliva y yema de huevo; una de sus recetas mezcla, también en agua caliente, una onza de alumbre, media de sal y media de aceite de oliva, a lo que se añade media onza de harina de trigo y un huevo; otra incluye la manteca junto a libra y cuarto de alumbre y veinte yemas de huevo.8 Los manuscritos del Fondo Palatino de la Biblioteca Nacional de Florencia incluyen varias de estas recetas. En el manuscrito Palatino 867 se indica que, para curtir una piel de cabra, esta se deja humedecer en agua durante un día, exprimir y curtir en agua caliente con un puñado de sal y cuatro onzas de alumbre de roca, a lo que se añade cuando empieza a hervir un huevo batido y un poco de sal común.9 Alguno de estos textos ofrece detalles del proceso que van más allá de la 7 Así lo manifiestan sendos capítulos de las ordenanzas de guanteros de Sevilla y Málaga que recomiendan añadir, a las pieles de cabra y oveja curtidas con alumbre, harina y huevos «de manera que la piel quede suelta y blanda y apropiada para hacer guantes» (Recopilación de las ordenanzas de la muy noble y muy leal cibdad de Sevilla, Sevilla, 1527 —reimpr. 1975—, f. 233v; Ordenanzas de la muy noble y muy

leal ciudad de Málaga, Málaga, 1611, f. 50r; R. Córdoba de la Llave, «Textes techniques médiévaux», p. 359). 8 Manuscrito de Bolonia, caps. 341, 355 y 356 (M. P. Merrifield, Original Treatises, pp. 567, 577 y 581); Plictho, pp. 3, 4 y 6 (R. Córdoba de la Llave, «Cuatro textos», pp. 178‑179). 9 BNCF, Pal. 867, Miscellania di xvi sec., vol. XVI, ff. 821r-v.

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simple indicación de las cantidades que se deben añadir de cada ingrediente. En el manuscrito Palatino 934 se explica que cada piel de cabra se baña primero en onza y media de alumbre de roca disuelto en agua tibia y, una vez enjugada, se unta con una mezcla de harina de trigo bien tamizada, huevo y aceite. En el Palatino 916 se explica que la piel, después de mojada durante cinco días y descarnada, se mete en cal durante cuatro semanas y se depila y pisa con los pies; a continuación se unta con dos partes de harina de mijo, una parte de harina de trigo y algo de sal, mezcla en la que deja reposar durante cuatro semanas y, una vez extraída, se empasta con leche, huevo, harina de trigo y sal, compuesto donde se deja durante ocho días, para finalmente tomar para cada diez pieles una libra de alumbre de roca con la mezcla anterior.10 En el caso de los textos técnicos procedentes de la Península Ibérica, sin duda el que mejor información contiene sobre el curtido al alumbre de las pieles y, por tanto, sobre el uso del alumbre en esta aplicación concreta, es el Libro de los Oficios del monasterio de Guadalupe, cuyas ordenanzas de pellejería no solo indican los materiales, cantidades y procesos utilizados, sino que explican las razones de su uso. En lo que respecta a la preparación del compuesto para realizar el curtido, se dice: Tomen el alumbre de roca y pónganlo en una vasija con agua sobre el fuego, y mézclenlo hasta que se deshaga, y tomen las yemas de los huevos y deslíenlas con una poca de agua fría, y echen harina en un tinajón o en el vaso donde las han de meter en adobo. Y junto con el vaso donde se han de pisar pondrán una artesa u otro baño donde se ponga primero con el adobo y háganselo beber. Junto con el tinajón pongan harina y desháganla con agua que sea tibia, y no echen mucha harina, y allí se echarán los huevos con un poco de aceite, y revuélvanlos muy bien. Y del agua que quede sobre el fuego echen de ella en el vaso donde se han de acocear con la mayor parte de la harina, siendo todo bien mecido, y dejen esta agua sobre el fuego porque no se enfríe y en esta manera estará aparejado el adobo.

A continuación, la propia receta explica que la harina añadida a la mezcla para curtir logra tres beneficios, el primero es que salen las pieles más blancas, la segunda que salen más gordas, la tercera es que se raspan mejor, aconsejando no emplear demasiado alumbre porque cuando se echa demasiado, vuelve las pieles duras y ásperas, y por esto echan con el alumbre una poca de sal de comer porque ayuda mucho a la piel para que salga del adobo muy suelta.11

10 R. Córdoba de la Llave, «Late Medieval Italian Recipes», pp. 276‑278; G. Pomaro, I ricettari, pp. 139‑140.

11 M. L. Cabanes Catalá (ed.), El Libro de los Oficios, ordenanzas de pellejería, f. 224v, pp.  399‑400; F. de la Fuente Andrés, «Pellejería», pp.  293‑294; R. Córdoba de la Llave, «Making and Using Alum», p. 61.

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Una segunda receta incluida en estas mismas ordenanzas indica: Tomen primero alumbre de roca y sal de comer y échenlo en una vasija con agua, y caliéntese al fuego hasta que se deslíen el alumbre y la sal; tome huevos y sáquenles las yemas, y bátanlas y desháganlas con una poca de agua fría y aceite, y si el agua en que se derrite el alumbre y la sal fuere vino blanco o vinagre será mejor que no el agua, porque el vino o el vinagre son adobo para el cuero, y dije que fuese blanco porque no pare la piel negra. Y la cantidad de este vino, agua o vinagre, con que se deslía el alumbre o la sal ha de ser a discreción del oficial, que debe mirar qué cueros son los que adoba, si son gruesos o delgados, o si son muchos o pocos, por manera que en tanta cantidad eche el agua que la beban toda las pieles.

En dicha agua se mezcla la yema de huevos y se aplica sobre las pieles con la mano, añadiendo finalmente la harina.12 En las ordenanzas de zapatería del Libro de los Oficios también se menciona el uso del alumbre para curtir las pieles. En concreto se habla del cordobán o piel de cabra curtida, en cuyo proceso de trabajo la piel se mete en alumbre, y acabado de meter [el cuero] en el alumbre, entre el curtidor en el tinajón y píselo mucho con los pies, así como hacen los zurradores cuando lavan pieles en el tinajón, y no lo dejen estar mucho tiempo en el alumbre porque adelgaza mucho las pieles.13

Para comprobar el buen curtido al alumbre de la piel, Rosetti indica: [...] para conocer si tu piel está curtida o no cuando le hayas dado el alumbre de roca, haz de este modo, toma con la mano la piel que tengas por curtida y apriétala con el puño y tuércela un poco, si la piel permanece blanca donde la apretases y rubia donde la tuerzas estará curtida, y si no está curtida la encontrarás suave y blanda.14

Las ordenanzas del monasterio se detienen en especificar cuáles deben de ser las cantidades de estos materiales empleadas para el curtido de cada piel: E la cantidad de los huevos y alumbre que son menester para cada una de las [pieles] que aquí son escritas es la siguiente: primeramente, para una piel de zorro, dos onzas de alumbre y cuatro huevos; para un becerro, tres onzas de alumbre y media docena de huevos; para un gamito o corcito, una onza de alumbre y tres huevos; para una nutria, dos onzas de alumbre y cuatro huevos; para una piel de carnero, cuatro onzas de alumbre y media docena de huevos [...] para un ciervo grande, ocho onzas de alumbre, doce huevos, un cuartillo de harina y una poca de sal de comer, cuantía de cuanta pudiere

12 M. L. Cabanes Catalá (ed.), El Libro de los Oficios, ordenanzas de pellejería, ff. 220r-v, p. 395; F. de la Fuente Andrés, «Pellejería», pp.  293‑294; R. Córdoba de la Llave, «Making and Using Alum», p. 61. 13 M. L. Cabanes Catalá (ed.), El Libro de los Oficios, ordenanzas de zapatería, cap. 12, ff. 178r-v, p. 337; R. Córdoba

de la Llave, «El contenido técnico industrial», pp. 57‑58; F. de la Fuente Andrés, «Zapatería», pp. 230‑231. 14 Plictho, cap.  13 (R. Córdoba de la Llave, «Cuatro textos», p. 201).

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tomar con todos los dedos, y a las otras pieles que fueren menores, écheles menos sal, y para un corzo no ha menester sino tanta sal cuanta pudiere tomar con tres dedos; para una cierva es menester cuatro onzas de alumbre y diez huevos y un cuartillo de harina; para un gamo o cabrón montés grande, cuatro onzas de alumbre y seis huevos y cerca de un cuartillo de harina; para un corzo, carnero, o cabra montés o doméstica, dos onzas de alumbre y cuatro o cinco huevos y de harina, para tres docenas, cuatro celemines; para una cabrita, media onza de alumbre y un huevo; y por esta cantidad que aquí es dicha puede conocer el oficial de otras cualesquier pieles que adobar quisiere.15

Como se puede observar, las materias empleadas son siempre las mismas, solo cambian sus proporciones en virtud de la tipología, tamaño y grosor de cada tipo de piel y del animal que la proporciona (véase Tabla 1).

Tabla 1: Compuestos usados para curtir pieles al alumbre según las recetas del Libro de los Oficios del monasterio de Guadalupe (M. L. Cabanes Catalá , ed., El Libro de los Oficios, pp. 396 y 399‑400) Piel animal

Alumbre (onzas)

Huevos (unidades)

Harina (cuartos)

Sal (puñados)

Zorro

2

4





Nutria

2

4





Becerro

3

6





Ciervo macho

8

12

1



Ciervo hembra

4

10

1



Gamo, macho montés

4

6

1



Gamito, corcito

1

3





Corzo, carnero, cabra

2

5

1/2



Carnero

4

6





Cabrita

1/2

1





FUNDICIÓN, SOLDADURA Y AFINACIÓN DE METALES

Otro de los ámbitos no textiles donde se documenta el empleo del alumbre se refiere a las distintas actividades metalúrgicas, tanto de preparación de materias que más tarde intervendrán en procesos de fundición o de afinación de metales, como de operaciones metalúrgicas propiamente dichas.

15 M. L. Cabanes Catalá (ed.), El Libro de los Oficios, ordenanzas de pellejería, f. 221v, p. 396, y f. 224v, pp. 399‑400;

F. de la Fuente Andrés, «Pellejería», pp. 293‑294.

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Bórax y soldadura de metales Uno de los usos mejor documentados en los recetarios italianos bajomedievales es la elaboración de bórax artificial. Aunque se trata de un fundente que se halla en estado natural en ciertos yacimientos y en las aguas de varios lagos, al igual que el salitre, fue habitualmente preparado de manera artificial por los propios metalúrgicos, mediante una combinación de alumbre, sal álcali, sal amoniaco, salitre y tártaro, en proporciones y tratamientos diversos que algunos textos ponen de relieve. Una de las recetas del siglo xv conservadas en el Fondo Palatino de la Biblioteca Nacional de Florencia se refiere a la elaboración de bórax en polvo con destino a la soldadura de metales. El compuesto combina dos onzas de alumbre de roca con dos onzas y dos tercios de sal álcali y de sal gema (mineral), todo pulverizado y puesto a hervir en una caldera hasta que se consuma el agua; el preparado se debe revolver de continuo con una espátula hasta que lo veas volverse blanco a modo de sal, y es perfectísimo bórax. Y añade que si, una vez hecho, se calienta en un horno antes de usarlo, se hace más fino, suelda sin humo y corre mucho.16 La misma finalidad recoge otra receta florentina de principios del siglo xvi, conservada en el manuscrito 496 del Fondo Ashmolean de la Biblioteca Laurenziana bajo el título de A fare lamina da saldare oro, argento e ottone, y que indica: Para hacer lámina de soldar oro, plata y latón, toma una onza de salnitro, una onza de rejalgar, dos cuartos de alumbre de roca y dos cuartos de sal común.17

En algunas recetas castellanas se testimonia el uso del bórax, bajo los nombres de albauraque y anatrón, como fundente para la obtención del oro. Por ejemplo, en el manuscrito H-490 de la Biblioteca de l’École de Médecine de Montpellier lo encontramos en dos recetas relativas a la obtención del oro, en la primera junto con plomo y en la segunda junto con vidrio molido y plomo.18 Y, como se ha indicado, su preparación de manera artificial fue muy frecuente, tal y como testimonia esta receta procedente del Fondo Palatino para hacer bórax de Alejandría: Toma leche de vaca y alumbre de roca, poniendo el alumbre en piezas pequeñas, y déjala estar en el alumbre al menos ocho días naturales, después lo lavas con agua común y lo dejas secar al sol. Luego lo devuelves al agua fresca y lo metes en un vaso de vidrio y lo cubres bien que no le entre polvo y lo dejas estar otros ocho días. Cuando lo saques, ponlo en una escudilla o jarro de vidrio y añade doce libras de aceite de almendras dulce,

16 BNCF, Pal. 758, Tractatus Hermetis, xv sec., f. 62v.

Pino García, Margarita Cabrera Sánchez (eds.), Estudios en Homenaje al profesor Emilio Cabrera, Córdoba, Universidad de Córdoba, 2015, p. 149).

17 Biblioteca Laurenziana de Florencia, Fondo Ashmolean, ms. 496, Ricettario, xvi sec., f. 82r (Ricardo Córdoba de la Llave, «Técnicas de soldadura de metales según recetarios italianos de los siglos xv-xvi», en Id., José Luis del

18 BEMM, ms. H-490, ff. 227v-228r (R. Córdoba de la Llave, «Un recetario técnico castellano», pp. 45‑46).

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con cuatro libras de vaca, y funde la almendra y el aceite juntos, lo cuelas por paño y será aceite citrino espeso. Pon el alumbre sobre el aceite de forma que el aceite esté sobre el alumbre al menos dos días, luego lo pones al sol por tres meses (si hace gran calor basta con 40 días) y tendrás un bórax buenísimo.19

Materias para dorar Las materias destinadas a llevar una cubierta dorada debían ser tratadas previamente mediante la aplicación de sustancias que sirvieran de asiento al oro. En el caso de los objetos metálicos, el dorado constituía una especie de soldadura entre metales, ya que la superficie de contacto entre ambos estaba constituida precisamente por el metal, y por eso las recetas técnicas destinadas al dorado del metal conectan de cerca con aquellas otras dedicadas a la descripción de los procedimientos de soldadura. Antes de efectuar la unión, resulta necesario asegurarse de que el oro agarrará de forma firme la superficie del metal a dorar o, por emplear el léxico de los soldadores, que el metal de aportación (oro) «mojará» el metal de base (hierro, cobre, bronce, etc.), lo que solo puede ocurrir cuando las superficies están completamente limpias, pues no puede existir sustancia alguna entre los metales para que la estructura de ambos se una. Como quiera que casi todos los metales se oxidan con la simple exposición al aire, y hasta la capa más delgada de óxido impide que la unión moje el metal, resulta imprescindible el uso, junto con el metal de aportación, de un compuesto integrado por sustancias fundentes que sirva para aislar la superficie del contacto del aire, disolver y eliminar los óxidos que puedan formarse y favorecer el mojado del material base por el oro de aportación, consiguiendo que este pueda fluir y se distribuya en la unión. Entre las sustancias empleadas con esta finalidad en la metalurgia antigua y medieval destacan fundentes minerales como bórax, alumbre, vitriolo, salnitro y sal amoniaco.20 El Manuscrito de Lucca recoge una receta sobre cómo dorar el hierro que describe cómo hacer el compuesto que se ha de aplicar previamente sobre su superficie y que consiste en mezclar vitriolo de cobre, alumbre, sal y goma de tragacanto, tomando como diluyente agua y dejando hervir la mezcla durante una hora. Hecho el compuesto, se aplicará en el objeto o zonas de este que vayan a dorarse y se dejará reposar por un corto espacio de tiempo y, una vez aclarado, resultará color cobre. Después se pulirá la pieza y, si sale de color cobre, hay que reteñirla; si la propia doradura no se adhiere, debe ser mezclada con el compuesto citado del mismo modo y frotada.21 19 BNCF, Pal. 865, Segreti di Chimica, xv sec., f. 56r (G. Pomaro, I Ricettari, pp. 205‑206). 20 Ricardo Córdoba de la Llave, «The Myth of El Dorado. Making and Applying Gold in the Iberian Peninsula

(15th-16th Centuries)», Imago Temporis Medium Aevum, 8 (2014), p. 286. 21 Manuscrito de Lucca, Receta 65, Dorar el hierro (Andrea Caffaro, Scrivere in oro, Nápoles, Liguori, 2003, p.  103; T. Criado Vega, Tratados y recetarios, p. 193).

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Entre las numerosas recetas procedentes del Fondo Palatino que se hacen eco de la elaboración de aguafuerte se pueden citar la incluida en el manuscrito Palatino 915, que mezcla alumbre de roca, vitriolo y salnitro; la del Palatino 869, donde se elabora mediante la incorporación de una onza de vitriolo, una onza de alumbre y media de salnitro, hervido todo en vino blanco, o mediante la mezcla de sal común, rasura (tártaro), alumbre de roca, sal amoniaco, salnitro y vitriolo romano; y la del Palatino 858, que combina ocho onzas de vitriolo con dos onzas de alumbre y una de sal amoniaco, destemplado en vinagre. Una vez que se tiene elaborada, la amalgama se calienta al fuego sobre el metal de base, y luego se retira y se bruñe.22

Materias para afinación del oro Los materiales imprescindibles para la obtención de la materia arcillosa llamada «cimiento real» fueron el polvo de ladrillo o de teja y la sal, pero en ocasiones a estos ingredientes básicos eran añadidas materias como vitriolo (sulfato de cobre), alumbre, sal amoniaco, salitre, bol armenio o argento vivo, que tenían como finalidad aumentar el poder astringente del compuesto y elevar con mayor eficacia y menores pérdidas la ley del metal. Estos aditivos contribuyen al proceso de separación de otros metales no nobles mayoritariamente en forma de sulfato, lo que mejora el rendimiento neto del proceso. Así ocurre en algunas de las recetas italianas de fines del siglo xv y principios del siglo xvi conservadas en el manuscrito 858 del Fondo Palatino. En la primera, para hacer cimiento con el que hacer subir el oro de 18 a 22,5 quilates se recomienda el uso de vitriolo, dos onzas de sal amoniaco, una onza de alumbre yemení, una onza de salnitro y otra de cardenillo, todo ello mezclado con vinagre. Mientras, otra indica el uso de alumbre, sal amoniaco, sal gema y argento vivo. Por su parte, en el manuscrito Palatino 945 mezcla vitriolo romano, cardenillo, ferrete, sal amoniaco, alumbre y bol armenio.23 Otro método de afinación del oro donde podía participar el alumbre es el que utiliza el aguafuerte, ácido clorhídrico diluido en agua. El objetivo de este proceso es la solubilización del oro mediante la formación de un complejo clorurado de oro soluble y la separación de la plata mediante su precipitación como cloruro de plata. El aguafuerte utilizado para esta operación era una composición que podía ser preparada con distintos ingredientes entre los que destacan mordientes y sales minerales cuya reacción tenía por efecto la separación del metal precioso de la aleación en que se hallaba contenido, favoreciendo la reducción de las sales de oro pre23 BNCF, Pal. 858, Segreti diversi, xvi sec., ff. 89v y 90v; Pal. 945, Alchimia, xv-xvi secc., ff. 11r-v (R. Córdoba de la Llave, «The Myth of El Dorado», pp. 265‑266).

22 BNCF, Pal. 915, Hacer aguafuerte para dorar el hierro, f. 15r; Pal. 869, f. 95r; y Pal. 858 (sec. xvi), Dorar el hierro, f. 58r (G. Pomaro, I Ricettari, pp. 162‑163 y 167; R. Córdoba de la Llave, «The Myth of El Dorado», p. 287).

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sentes. Los materiales solían ser caparrosa, alumbre, salitre y, a veces, bol armenio, oropimente y cinabrio. El Remallet de tinturas, manual de tintorería catalán datado en el siglo xvii, menciona varias recetas de elaboración del aguafuerte en las que interviene el alumbre.24

SUSTANCIAS TINTÓREAS Y COLORANTES

El alumbre tuvo igualmente un abundante uso en la preparación de colorantes y tintas para multitud de soportes. Como es evidente, la principal aplicación de estas sustancias tintóreas estuvo en la industria textil, donde el alumbre fue usado tanto como mordiente cuanto como esclarecedor de paños. Pero sus aplicaciones se extendieron también al teñido de la piel, al coloreado de materias como el vidrio y el hueso, y a la decoración mediante miniaturas e iluminaciones.

Teñido de la piel En el campo del teñido de las pieles, el uso del alumbre se documenta en las tonalidades rojiza, amarilla, verde y azul, en manuscritos medievales de toda Europa, incluida la Península Ibérica. En el teñido de las pieles en rojo el alumbre se usa, al igual que para el teñido de paños, como mordiente, siendo aplicado a la piel de forma previa a la tinta y luego lavado. Así, el Manuscrito de Bolonia, al referirse al teñido de pieles de cabra con brasil, menciona el uso de alumbre de roca, disuelto en agua tibia, aplicado mediante pincel por ambos lados de una piel que deberá ser lavada antes de teñida; y para teñir en bermellón se aplica un doble mordiente, primero agalla y luego alumbre de roca, o alumbre y a continuación agalla.25 La receta 6 del manuscrito H-490 de Montpellier indica que la piel debe ser primero introducida en alumbre disuelto en agua caliente para después ser teñida en un baño caliente de rubia mezclada con vinagre, moviendo las pieles de continuo para que no se peguen y tomen bien el color.26 El Libro de los Oficios contiene una receta dedicada al teñido de pieles en rojo, que menciona el uso del alumbre como mordiente de forma previa al teñido, y luego

25 Manuscrito de Bolonia, caps. 323 y 326‑327 (M.  P. Merrifield, Original Treatises, pp.  547 y 552‑553; R. Córdoba de la Llave, «Cuatro textos», pp.  180 y 187‑188). 26 BEMM, ms. H-490, ff. 222r-v (R. Córdoba de la Llave, «Un recetario técnico castellano», pp. 16 y 41).

24 Remallet de tinturas y breu modo de donar-las á totas robas de llana, teles y fil, ab lo modo de beneficiar alguns ingredients necessaris per los arts de la tintura y perayria, recullit de differents receptes de totas las parts de Europa per Phesio Mayo... [Pseudónimo del impresor], ed. por Narcís Feliu de la Penya y Bernat d’Aimeric-Cruïlles, Barcelona, Josep Moià, 1691, pp.  15‑19 (R. Córdoba de la Llave, «The Myth of El Dorado», pp. 271‑272).

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la aplicación de un baño de rubia de tres horas de duración (encendida mediante adición de vinagre o de agua de pelambre para hacerla más luminosa), y recomienda el uso en cordobanes (pieles de cabra) teñidos de rojo de media libra de alumbre por cuatro de rubia, y en cada docena de anaranjados de dos libras y media de rubia, media de alumbre y una onza de azafrán.27 Pero en otras ocasiones su empleo no se verifica como mordiente, sino formando parte del proceso de preparación de la tinta. El manuscrito Palatino 867 recoge la preparación de una tinta, para hacer piel rojiza, en la que el brasil se deja hervir en agua con un poco de alumbre de roca, añadiendo después algo de cardenillo, compuesto con el que se baña la piel y saldrá enrojecida; y el Palatino 916 recomienda, para teñir pieles en rojo, tomar polvo de alumbre de roca mezclado con orina y dejado fermentar un día, mezcla con la que se unta el cuero añadiendo brasil.28 Las tintas usadas para teñir de amarillo son obtenidas mediante el empleo de azafrán, granos de espino o gualda. El Plictho de G. Rosetti menciona una receta para teñir en amarillo compuesta, para cada piel, por onza y cuarto de azafrán y dos onzas de alumbre de roca hervidos juntos.29 Un recetario conservado en la Biblioteca Riccardiana de Florencia indica cómo hacer un bello amarillo para piel o pergamino mediante el empleo de granos de espino cervino bien maduros, secados lo más posible al sol y humedecidos con un poco de alumbre de roca antes de teñir, en una mezcla que debe estar templada cuando se aplica sobre la piel.30 Las recogidas en la Península Ibérica mencionan principalmente el uso de la gualda, pero también el del alumbre. La receta número 4 del manuscrito H-490 de Montpellier se refiere a la tinción de la piel en color amarillo para lo cual, tras aplicar alumbre de mordiente por ambas caras de la piel, y una vez seca, cada dos pieles son bañadas con una onza de oricheca (gualda) molida y disuelta en agua tibia.31 El Libro de los Oficios incluye dos recetas para teñir pieles de color amarillo. En la primera, la preparación de la gualda consiste en molerla bien en un almirez, cocerla en una caldera grande y, cuando el agua mengua un tercio, añadirle aceite y dejar hervir hasta que se reduzca un tercio más; luego se deja reposar y se cuela con un paño limpio, se añade alumbre, meciendo con un palo de manera que se incorpore bien, pues el alumbre bien molido es lo que hace tornar la tinta amarilla.

29 Plictho, p.  18 (R. Córdoba de la Llave, «Cuatro textos», pp. 181 y 204). 30 BRF, ms. 3053, Miscellania di ricettari antichi, xvii sec., f. 12r. 31 BEMM, ms. H-490, f. 222r (R. Córdoba de la Llave, «Un recetario técnico castellano», pp. 14 y 40).

27 M. L. Cabanes Catalá (ed.), El Libro de los Oficios, ordenanzas de zapatería, ff. 190v-191v, pp. 350‑352; R. Córdoba de la Llave, «El contenido técnico industrial», pp. 61‑66; F. de la Fuente Andrés, «Pellejería», pp. 295‑296. 28 BNCF, Pal. 867, Miscellania di xvi sec., vol. XVI, f. 726v; Pal. 916, Segreti diversi del 1460, xv sec., f. 83r (G. Pomaro, I Ricettari, p. 143; R. Córdoba de la Llave, «Making and Using Alum», pp. 62‑63).

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En la otra, se recomienda tomar una libra de gualda, añadir aceite y un cuarto de alumbre bien molido, y echar dentro de esta mezcla la piel y de esto, si quisieres, haréis amarillo sin otra cosa ninguna.32 Las pieles teñidas de verde presentan la intervención de unos materiales muy semejantes a aquellos que tiñen de amarillo, aunque con la adición de alguna tinta azul que torna el amarillo inicial en una tonalidad verdosa. En el ámbito italiano, es también muy frecuente el uso de granos de espino cervino hervidos con alumbre para elaborar este color. El manuscrito 3053 de la Biblioteca Riccardiana incluye una receta para dar color verde a las pieles que prescribe el uso de granos de espino cervino, hervidos en cuatro onzas de alumbre de roca, mezcla que se cuela con un paño de lino y se deja secar al sol; a continuación, indica: cuando quieras teñir piel verde toma de esta tinta y úntala un poco templada y con este color también se puede escribir. Rosetti ofrece una receta que mezcla granos de espino cervino, goma arábiga (que se añade para dotar al color de luminosidad) y cardenillo; y otra donde aconseja mezclar dos libras de cardenillo con libra y media de limadura de cobre, hervir ambas materias en vinagre con amoniaco y añadir alumbre o sal gema, indicando que todos estos colores [verde, azul, turquesa] quieren llevar dentro mitad de alumbre de roca que les da nervio y los hace lustrosos y hermosos al ojo.33 En el caso hispano, el Libro de los Oficios afirma que, para hacer verde, se debe tomar una libra de gualda bien molida, hervida en agua, añadir aceite y un cuarto de alumbre bien molido, y después, por cada cuarto de gualda, una onza de añil molido con la que esa tinta ha de hacerse verde.34 Por último, el uso del alumbre se documenta también en la preparación de las tintas azules realizadas a base de añil o de flores de lirio. La receta del manuscrito H-490 titulada Para color azul recomienda el empleo de añil fermentado con alumbre, vino tinto y orina.35 El Libro de los Oficios incluye, por su parte, tres recetas para teñir pieles en azul. Las dos iniciales mencionan el uso de añil: en la primera, titulada Receta para hacer azul, se recomienda echar en agua el añil para que se ablande, molerlo muy bien y añadir a continuación un poco de alumbre de roca y otro poco de aceite, y ponerlo al fuego hasta que se ponga tibio antes de teñir; la segunda, Otra receta para hacer azul, solo menciona el uso de añil bien molido y hervido en agua con alumbre.36 La tercera lleva por título Instrucción para teñir pieles azules que sean 32 M. L. Cabanes Catalá (ed.), El Libro de los Oficios, ordenanzas de pellejería, ff. 230r y 231v, pp. 405‑408; R. Córdoba de la Llave, «El contenido técnico industrial», pp. 61‑66; F. de la Fuente Andrés, «Pellejería», pp. 295‑296. 33 BRF, ms. 3053, Miscellania di ricettari antichi, xvii sec., f. 11r; R. Córdoba de la Llave, «Cuatro textos», pp. 181‑182 y 198‑199. 34 M. L. Cabanes Catalá (ed.), El Libro de los Oficios, ordenanzas de pellejería, ff. 230v y 231r, pp.  405‑408; R.

Córdoba de la Llave, «El contenido técnico industrial», pp.  61- 66; F. de la Fuente Andrés, «Pellejería», pp. 295‑296. 35 BEMM, ms. H-490, f. 222v (R. Córdoba de la Llave, «Un recetario técnico castellano», pp. 17 y 41). 36 M. L. Cabanes Catalá (ed.), El Libro de los Oficios, ordenanzas de pellejería, ff. 230v y 231v, pp. 405‑406; R. Córdoba de la Llave, «El contenido técnico industrial», pp. 61-66; F. de la Fuente Andrés, «Pellejería», pp. 295‑296.

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curtidas de alumbre y en ella, para obtener tinta azul con flores de lirio, se majan estas en un almirez, se extrae el zumo (colando la mezcla con un pedazo de lienzo, apretando con las manos o con las tablas que sirven para estrujar la cera) y se mezcla con agua con alumbre, quedando la tinta lista para su uso. El manuscrito Palatino 796 de la Biblioteca Nacional de Florencia proporciona una receta para teñir en verde con flores de lirio bastante similar a esta, en la que se toman los lirios, se trituran, se añade lejía y alumbre de roca y en el plazo de un día la tinta se vuelve verde.37 Tabla 2: Recetas para la elaboración de tintas de pieles en las que interviene el alumbre, según el manuscrito H-490 de la Biblioteca de l’École de Médecine de Montpellier (H490) y el Libro de los Oficios del monasterio de Guadalupe (LOG) Texto

Color

H490

Amarillo

LOG

Amarillo

H490

Azul

LOG

Azul

LOG

Azul

LOG

Azul

LOG

Naranja

H490

Rojo

LOG

Rojo

LOG

Verde

Alumbre

• • • • • • • • • •

Añil

Azafrán

Gualda

Lirio

Rubia

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Tintas de escritura e iluminación En este apartado de elaboración de tintas y colores hay que incluir las tintas negras de escritura y las tintas de colores utilizadas en la iluminación medieval. F. Brunello sostenía que la propia palabra «iluminación» con que se suele designar este arte procedía del término iluminar que quiere decir tanto como «alumbrar», de forma que los vocablos con que antiguamente se designaba este arte querían decir «pintar con colores alumbrados», o sea, tratados con alumbre o alumenados, aunque en realidad se trate de una teoría poco aceptada (los manuscritos se «iluminaban» con colores de las miniaturas). Monique Zerdoun, experta en composición de tintas medievales según las indicaciones de los textos de la época, afirma que durante el siglo  xv la realidad de su elaboración se complica y, a los ingredientes básicos usados habitual-

37 M. L. Cabanes Catalá (ed.), El Libro de los Oficios, ordenanzas de pellejería, f. 237r, p. 408; R. Córdoba de la Llave, «El contenido técnico industrial», pp. 61‑66; F. de

la Fuente Andrés, «Pellejería», pp. 295‑296; BNCF, Pal. 796, f. 13r.

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Ricardo Córdoba de la Llave  |  Usos del alumbre en actividades productivas no textiles durante los siglos xv y xvi

mente (taninos, sales o metales, disolventes y aglutinantes), se suma el uso habitual de aditivos como extracto de valiana, óxido de hierro y alumbre de roca.38 Las numerosas menciones de tintas negras de escritura conocidas por toda Europa, en cuya composición interviene el alumbre y que están datadas entre los siglos xiv y xvi, dan buena muestra de ello. En el Manuscrito de Bolonia se incluyen tres recetas, dos de las cuales solo mencionan los ingredientes básicos, es decir taninos, aglutinantes, disolventes y sales, pero la tercera incluye además corteza de granada, corteza de fresno, raíz de nogal y piedra de alumbre.39 En Valencia, una receta fechada en 1415 menciona una tinta negra elaborada mediante el uso de agallas, vitriolo, goma y alumbre.40 Y en numerosos textos castellanos se conservan recetas de tinta negra en cuya composición interviene, en mayor o menor cantidad, el alumbre: en el manuscrito 9226 de la Biblioteca Nacional se cita junto con vino o agua, cáscaras de granada, agallas y vitriolo; en el manuscrito 9028 de la misma Biblioteca, junto con vino blanco, agallas, caparrosa, amapolas y hiel de carnero; el Libro de los Oficios menciona su uso con agua, cáscara de granadas, agallas y caparrosa; y en una receta conservada en los protocolos notariales de Córdoba su uso aparece documentado, para la elaboración de tinta negra, junto con agua, cáscara de granadas, agallas y goma.41 Lo mismo vale para las diferentes tintas de colores que servían para escribir letras o elaborar miniaturas sobre pergamino o papel. El manuscrito de Nápoles De arte illuminandi cita un gran número de tintas en cuya composición interviene el alumbre: por ejemplo, la tinta amarilla de cúrcuma, la roja de palo rojo, la roja de rubia y la violeta de flor de lirio. También encontramos esta asociación con el alumbre en un recetario lusitano del siglo xiv, el Libro de cómo se fazen as cores. El Manuscrito de Lucca obtiene tinta amarilla mediante un compuesto que incluye alumbre, reseda y orina fermentada.42 Y el manuscrito 9226 de la Biblioteca Nacional incluye varias recetas parecidas entre sí para la elaboración de tintas de color verde, rojo y rosa.43

41 BNE, ms. 9226: Recepta para tinta negra para papel y para pergamino, f. 35; Para hacer tinta negra buena, f. 41; Tinta negra, f. 106; Para hacer tinta para escribir en toda perfección buena, ff. 161‑162; BNE, ms. 9028: Receta para tinta, f. 1 (T. Criado Vega, Tratados y recetarios, p.  342); M. L. Cabanes Catalá (ed.), Libro de los Oficios, Recebta para hazer tinta sin fuego para el papel o pergamino delgado, ff. 202r-v, p. 352; R.  Córdoba de la Llave, «Un recetario técnico castellano», p.  32; T. Criado Vega, «Castilian Recipes for the Manufacture of Writing Inks», p. 189. 42 S. Kroustallis, «Quomodo decoratur pictura librorum», p. 784; A. Caffaro, Scrivere in oro, p. 83. 43 BNE, ms. 9226: Para hacer tinta verde para scribir o pintar, f. 33; Color verde, f. 133; Para hacer letra verde, f. 33; Tinta verde, f. 7; Color verde, f. 133; Tinta colorada, f. 33; Roseta, f. 70; Roseta buena, f. 126 (T. Criado Vega, Tratados y recetarios, p. 392).

38 Cennino Cennini, El libro del Arte, ed. por Franco Brunello, Madrid, Akal, 1988, pp. 3‑5; Stefanos Kroustallis, «Quomodo decoratur pictura librorum. Materiales y técnicas de la iluminación medieval», Anuario de Estudios Medievales, 41 (2011), pp.  782‑783; Monique Zerdoun, Les encres noires au moyen age, París, Centre National de la Recherche Scientifique, 1983, pp.  260‑275; T. Criado Vega, Tratados y recetarios, p. 346. 39 Manuscrito de Bolonia, f. 374, Hacer buena tinta para escribir (M. P. Merrifield, Original Treatises, p. 590); T. Criado Vega, Tratados y recetarios, p. 347. 40 María Milagros Cárcel Ortí, José Trenchs Odena, «La tinta y su composición. Cuatro recetas valencianas (siglos xv-xviii)», Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos, 82/3 (1979), pp.  423‑424; Teresa Criado Vega, «Castilian Recipes for the Manufacture of Writing Inks (15th-16th Centuries)», en R. Córdoba de la Llave (ed.), Craft Treatises and Handbooks, p. 193.

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Igualmente se documenta el empleo del alumbre en la elaboración de otras materias relacionadas con la iluminación y la escritura: por ejemplo, en el agua gomada que se utiliza para fijar las letras y miniaturas al soporte escriturario. El ya citado manuscrito 9226 incluye la receta para agua de goma para todas tintas excepto urchilla, que mezcla en un cuartillo de agua una onza de goma y una cuarta de alumbre, donde se deja reposar un día antes de hacerla hervir. Y el mismo texto recoge hasta cinco recetas para realizar compuestos disolventes con los que eliminar letras o borrones en papel y pergamino, la primera de las cuales consiste en una mezcla de vitriolo romano o sulfato de cobre con salitre, bermellón y alumbre de roca.44 También intervino el alumbre en la preparación de colorantes que tuvieron por objeto dar color a otras materias. El manuscrito H-490 de Montpellier incluye una receta para dar color verde al vidrio donde se emplea una mezcla parecida a la de las tintas usadas para teñir la piel, cardenillo junto con vinagre, alumbre y sal amoniaco;45 otra para dar color rojo a las plumas.46 Y para dar colores rojo y verde al hueso: en el Fondo Palatino de la Biblioteca Nacional de Florencia, G. Pomaro localizó dos recetas relativas a proporcionar color rojo a estos materiales. En el primer caso el colorante, rubia, se mezcla con el mordiente, alumbre de roca, con el vino tinto, que actúa como disolvente, y con la sal que lo hará como fundente; seguidamente se introduce el hueso en la mezcla hasta que hierva.47 En el Palatino 867 se conserva una receta para teñir el hueso en verde, donde quince fragmentos de hueso se hierven en alumbre de roca por espacio de dos horas, se sacan y lavan bien y se hierven de nuevo, durante dos horas, en una mezcla de nueve onzas de cardenillo, dos de goma arábiga y dos de sal amoniaco.48

COSMÉTICA, CUIDADO DEL CUERPO Y OTRAS APLICACIONES PRÁCTICAS

El último apartado que será tratado entre las aplicaciones del alumbre en el terreno productivo es el que se refiere a la realización de productos cosméticos o dedicados al cuidado del cuerpo y algunas aplicaciones prácticas de uso diverso. En el primer ámbito sobresalen tres dedicaciones: el teñido del cabello, la eliminación de canas y el cuidado de los dientes. 46 BNE, ms. 9226: Receta para teñir plumas coloradas y puédase escribir con ello, f. 41; T. Criado Vega, Tratados y recetarios, p. 402. 47 BNCF, Pal. 796, Segreti medicinali, xv sec., Para teñir el hueso rojo, f. 52v (G. Pomaro, I Ricettari, pp.  156‑159; T. Criado Vega, Tratados y recetarios, p. 153). 48 BNCF, Pal. 867, Miscellania di xv-xvii secc., vol. XVI, Per fare ossa verde, ff. 707r-v.

44 BNE, ms. 9226: Agua gomada, f. 34; Para pegar el oro en panes, f. 38; Agua que quita las letras del papel, ff. 18 y 104; T. Criado Vega, Tratados y recetarios, p. 708. 45 Para hacer vidrio verde, f. 231v (R. Córdoba de la Llave, «Un recetario técnico castellano», p. 47; T. Criado Vega, Tratados y recetarios, p. 177).

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Durante el siglo xiii, el italiano Aldobrandino de Siena escribió un tratado de medicina dedicado a la condesa Beatriz de Saboya que incluía numerosas recetas de belleza, entre las que destacan varias fórmulas destinadas a teñir el cabello de colores rubio, rojo o negro, así como varias relativas a la eliminación del vello superfluo gracias a la acción de preparados obtenidos con base de arsénico o de alumbre.49 Los compuestos para el teñido del cabello y la eliminación de canas que de manera más habitual aparecen documentados en los recetarios incluyen cenizas de sarmiento y de fresno, lejía y azufre (presentes en recetarios castellanos y en la receta localizada en un protocolo notarial de Valencia), diversas plantas y flores, hierbas aromáticas, agua, yema de huevo, agallas y alumbre. Para eliminar las canas, G. Rosetti ofrece en su Profumatoria una receta donde, además de las agallas, se usa aceite (común o de almendras dulces), vitriolo, óxido de hierro, sal, vino tinto, alheña, alhelíes, orines, corteza de nueces frescas, agua de lluvia, goma arábiga y alumbre de roca.50 En el manuscrito 6058 de la Biblioteca Nacional de España se conserva una fórmula para teñir de rubio el cabello, bajo el título Receta para los polvos de alumbre para enrubiar los cabellos, donde la mezcla era aplicada sobre los cabellos previamente lavados con lejía o con el agua que hubiera servido para disolver alumbre.51 Otro de los compuestos donde intervenía el alumbre era el dedicado a la limpieza de dientes. El manuscrito de la Biblioteca Pública de Parma editado por Alicia Martínez incluye la receta de un electuario que sirve para limpiar los dientes compuesto por un elemento aglutinante, la miel, al que se añade alumbre quemado, y otras materias como canela, agua, sangre de drago, almástiga y vino y se deja cocer.52 Por su parte, en el Regalo de la vida humana, y en el capítulo correspondiente al blanqueo y limpieza de los dientes, se incluyen dos recetas que usan para este fin alumbre de roca, sangre de dragón y almástiga.53 Resulta igualmente habitual ver aparecer en los recetarios medievales indicaciones para realizar compuestos quitamanchas. La importancia de los paños y la necesidad de 49 El Régimen del Cuerpo de Aldobrandino de Siena (cit. por Montserrat Cabré i Pairet, «Cosmética y perfumería», en Luis García Ballester (coord.), Historia de la Ciencia y de la Técnica en la Corona de Castilla, vol. II, Valladolid, Junta de Castilla y León, 2002, p. 775; T. Criado Vega, Tratados y recetarios, p. 223). 50 Receta 317, Agua negra que tiñe negro (Gioanventura Rosetti, Notandissimi secreti de l’arte profumatoria, Venecia, 1555, ed., comentario y notas de Franco Brunello y Franca Facchetti, Vicenza, Neri Pozza, 1975, p.  220; T. Criado Vega, Tratados y recetarios, p. 242). 51 BNE, ms. 6058: Receta para los polvos de alume para enrubiar los cabellos y para el dolor de cabeza, f. 27r (T. Criado Vega, Tratados y recetarios, p. 240).

52 Biblioteca Pública de Parma, ms. 834, Conserva para encarnar los dientes, ff. 24r-v (Alicia Martínez Crespo, ed., Manual de Mugeres en el qual se contienen muchas y deversas reçeutas muy buenas, Salamanca, Universidad de Salamanca, 1995, p.  72; T. Criado Vega, Tratados y recetarios, p. 235). 53 Regalo de la vida humana, libro I, cap. 17, Para emblanquecer y alimpiar los dientes, ff. 33r-34r (Juan Vallés, Regalo de la vida humana, estudios y transcripción coord. por Fernando Serrano Larráyoz, Pamplona, Gobierno de Navarra, 2008, pp.  316‑317; T. Criado Vega, Tratados y recetarios, p. 236).

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que se hallaran limpios para no perder valor en el mercado determinaron la frecuencia con que se hacía necesaria la limpieza de manchas que hubieran podido tomar durante el proceso de trabajo o de comercialización. El Manual de tintorería de Joanot Valero, redactado en la Valencia de fines del siglo xv, incluye numerosas recetas con esta finalidad que combinan el uso de materias ácidas y alcalinas que también fueron utilizadas de forma habitual en los procesos de tintura (entre las que destacan, aparte del propio alumbre, aguafuerte, argento sublimado, cal viva, caparrosa, ceniza gravelada, ceniza común, litargirio, salvado, sebo y tártaro, además de la greda y el jabón). Por ejemplo, la receta 48 cita un compuesto integrado por una libra de ceniza gravelada, tres onzas de tártaro blanco y cuatro de alumbre picado, que se deja hervir hasta consumir el tercio del agua y es conservado en una ampolla de vidrio; y la 133 una mezcla en la que intervienen ceniza común, jabón de jengibre, argento sublimado, alumbre de roca, tártaro blanco, litargirio, caparrosa, hiel de buey y lejía de jabonero.54 Compuestos quitamanchas de naturaleza similar aparecen también incluidos en recetarios castellanos de los siglos xv y xvi, como el manuscrito II/1393(6) de la Biblioteca del Palacio Real de Madrid y los manuscritos 2019 y 9226 de la Biblioteca Nacional de España. En ellos se contienen recetas que mencionan el uso de materias como hiel de vaca y de buey, cenizas de sarmiento, lirio o alholva, rasura de vino blanco y tinto, jabón, sal, salitre, lejías dulces y fuertes. El uso del alumbre aparece con particular insistencia en los preparados destinados a eliminar manchas de aceite o untuosas. Por ejemplo, la receta titulada Jabón para quitar todas manchas de paños combina una libra de alumbre quemado con seis onzas de polvo de lirios, dos libras y media de jabón blanco, media hiel de vaca y la clara de un huevo o dos, mezcla a la que se añade salitre y se deja secar a la sombra para obtener un jabón con el que se friega el paño.55 Por su parte, el manuscrito II/1393(6) de la Biblioteca del Palacio Real recoge otra aplicación práctica del alumbre, en este caso referida a prolongar la duración y elevar la luminosidad de las velas de cera. La receta se titula Otra que no la mate soplo y en ella se expone, en primer término, la forma de elaborar una vela (se ha de tomar un pabilo, previamente envuelto en azufre, y colocarlo a continuación en una venda de lino espolvoreada con azufre y encerada; luego se da al pabilo una camisa de cera que, una vez adherida, permite encender la vela). El alumbre es mencionado en último lugar, cuando se recomienda que, para prolongar la duración de estas velas, convenía añadir a la cera alumbre molido.56

55 BNE, ms. 9226: Jabón para quitar todas manchas de paños, f. 13; T. Criado Vega, Tratados y recetarios, p. 698. 56 Biblioteca del Palacio Real, ms. II/1393(6), f. 4r; T.  Criado Vega, Tratados y recetarios, p. 419.

54 Lluís Cifuentes i Comamala, Ricardo Córdoba de la Llave, Tintorería y medicina en la Valencia del siglo xv. El manual de Joanot Valero, Barcelona, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 2011, pp. 115‑116.

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CONCLUSIONES

En definitiva, como se ha podido ver a lo largo de estas páginas, el alumbre tuvo durante la Edad Media unos usos en actividades productivas no textiles muy similares a los que sigue manteniendo en la actualidad, como es fácil comprobar a través de la información que aparece en diversas páginas de internet; usos que estuvieron basados, entonces como ahora, en las principales propiedades de este mineral.57 Así, si el alumbre destaca por tener unas propiedades astringentes y cicatrizantes que pueden llegar a causar resequedad, y ese es el motivo por el que hoy se continúa usando para refrescar la piel después del afeitado, cicatrizar la sangre cuando mana de las heridas de forma abundante o como astringente para cicatrizar granos y espinillas, en la época esta virtud y la acción antibacteriana que garantiza fue empleada para llevar a cabo el curtido al alumbre de la piel o la elaboración de compuestos quitamanchas. Otra propiedad notable es su carácter antiséptico, el potente efecto bactericida natural que el alumbre posee al dejar, tras su aplicación, una capa transparente que actúa como barrera contra la formación de bacterias. Esta virtud, que hoy sirve para evitar las infecciones en la piel tras la depilación o el afeitado y el mal olor de axilas, pies y otras zonas del cuerpo, fue la misma utilizada en la preparación de materiales que servían para el dorado, para la limpieza de la superficie de los metales (eliminación de óxidos) previa a los procesos de soldadura, la elaboración de fundentes como el bórax y de sisas para el asiento de escrituras e iluminaciones sobre el pergamino. Como es bien sabido, otra de sus principales propiedades es la de proporcionar a los colores más brillo y vivacidad, haciéndolos más luminosos y consolidándolos, o bien, haciendo un efecto similar al agua de goma, ser un mordiente capaz de fijar los colores y unirlos, impidiendo a las partículas más finas evaporarse. Por eso se documenta su uso en el teñido de la piel, ya sea como mordiente para fijar el color al cuero, ya sea como parte integrante de la tinta para darle luminosidad; para la elaboración de colores y tintas de escritura, incluida la negra, y para obtener casi todas las lacas. Por último, cabe destacar que la carga iónica negativa del alumbre de potasio y su estructura molecular hacen que no pueda ser absorbido por la piel y ello conduce a evitar las irritaciones de la misma, actuando con efecto desodorante o proporcionando un alivio calmante tras la depilación o el afeitado. Virtud que, unida a la acción 57 Se puede hallar información sobre las propiedades del alumbre en numerosas páginas en internet, entre las que cabe citar (consultadas con fecha 24/08/2017): https://es. wikipedia.org/wiki/Alumbre; http://www.piedraalumbre. com/propiedades.html; https://www.miarevista.es/salud/fotos/

beneficios-y-usos-de-la-piedra-de-alumbre; http://www.alos mineralsource.com/Beneficios_y_propiedades_del_alumbre.html; https://www.desalud.net/15-usos-beneficios-delalumbre-la-piel-cabello-la-salud/.

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antibacteriana, lo convirtió en un óptimo componente de los preparados para limpieza de dientes y teñido de canas. O incluso sirvió para endurecer el sebo y la cera en la fabricación de velas y proporcionar mayor luminosidad a la llama y duración al pabilo. La suma de todas estas propiedades contribuyó a dotar al alumbre de una serie de usos que se han venido manteniendo desde época medieval hasta nuestros días y que determinan que, en el mundo actual, el alumbre no solo continúe siendo un mineral altamente apreciado, sino que todos, en mayor o menor medida, hagamos uso de él para nuestra higiene, cosmética o actividades cotidianas.

siglas y abreviaturas utilizadas: BEMM = Bibliothèque de l’École de Médecine de Montpellier; BNCF = Biblioteca Nazionale Centrale di Firenze; BNE = Biblioteca Nacional de España; BRF = Biblioteca Riccardiana de Florencia; Pal. = Fondo Palatino.

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Alumbre y tintes en la industria rural Ejemplos del País Valenciano en el siglo xv*

Antonio Llibrer Escrig** Universitat de València PLANTEAMIENTO

El 3 de octubre de 1426, tres tintoreros acuden a la mesa del notario Mateu Pérez, en Cocentaina, pequeña villa de unos cuatrocientos fuegos, situada en las comarcas centrales del interior valenciano. Dos de estos tintoreros (Joan Cervera y Guillem Maroquí) son de la misma villa, un tercero (Jaume Panello) es de Ontinyent, núcleo de similares características, situado a unos veinticinco kilómetros del anterior. Se han reunido en la oficina notarial para acordar y formar una compañía que les permita llevar a cabo una intensa actividad de tintado de paños durante un año: fem e contractam entre nós societat e companya [...] en lo tint de mi, dit en Guillem Maroquí.1 Los tres se comprometen a desarrollar los trabajos de tintado pero a través de una compleja división de funciones e inversión, que habla de lo meditado del proceso de asociación de los tres profesionales: Guillem Maroquí aporta su taller de tintorería con todas sus instalaciones e instrumental; Jaume Panello aportará 1.000 sueldos en metálico con los que Joan Cervera irá adquiriendo el alumbre y los otros tintes necesarios (que, como también se indica, serán comprados en la ciudad de Valencia); el mismo Joan Cervera se encargará exclusivamente de la contabilidad y la administración de la compañía pero no trabajará en ella como tintorero, lo que confirma la dificultad del negocio y sus operaciones. 1 Encontré este excepcional documento en APPV, n.º 24.813, notario Mateu Pérez, s. fol. Un análisis detallado en Antoni Llibrer Escrig, «La formación de compañías para el tintado de paños. El caso de Cocentaina en el siglo  xv», Anuario de Estudios Medievales, 41/1 (2011), pp. 59‑72.

* El presente trabajo se integra en el proyecto de investigación «Identidades urbanas Corona de Aragón-Italia: redes económicas, estructuras institucionales, funciones políticas (siglos  xiv-xv)», con referencia HAR2011‑28861, financiado por el Ministerio de Ciencia e Innovación (2012‑2015) y dirigido por Paulino Iradiel Murugarren, Catedrático de Historia Medieval de la Universitat de València. ** [email protected]

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La lectura de los estatutos que los tres tintoreros acordaron, de extraordinaria conservación dada el área rural donde se incluyen y su escasa presencia en las fuentes, nos muestra la complejidad de funciones y relaciones que el tintado exigía: desde la adquisición de las materias primas, donde el alumbre resultaba clave, a sus distintos tratamientos, desde la relación con los clientes al control administrativo de las cuentas que una compañía así generaba. Tal era la necesidad de organizar y garantizar un abastecimiento regular de materias primas tintóreas como el alumbre, que la documentación de estas áreas rurales con importantes comunidades manufactureras textiles (como las citadas villas de Ontinyent o Cocentaina, pero también en otras áreas rurales del país con villas como Morella, Sant Mateu, Castelló, Onda, Vila-real, Segorbe, Alzira o Alcoi) muestra numerosísimos ejemplos de distintas estrategias de adquisición. Estas iban desde el nombramiento de procuradores para contactar con grandes mercaderes de la ciudad de Valencia, a distintas fórmulas de asociación entre artesanos para acceder al capital necesario que permitiera su financiación mediante compras delegadas o a crédito. La formación de compañías, como veremos a continuación, era una de las fórmulas más utilizadas dada su polivalencia y su adaptabilidad a distintas actividades, sectores y niveles de capitalización. Por tanto, el ejemplo inicial no es una destacada excepción, sino la confirmación del asentamiento desde principios del siglo xv de un método de trabajo y adquisición del alumbre y otros tintes que forma parte, y que es un testimonio más, de una dinámica de crecimiento (y desarrollo) de la industria pañera rural en ámbito valenciano que en parte ha sido ya descubierta por la historiografía.2 El objetivo de este trabajo es, en efecto, acercarnos al destino del alumbre. En otras investigaciones y aportaciones de este mismo volumen se analizan con detalle tres puntos clave sobre este producto: en primer lugar, los procesos de extracción y explotación del alumbre en origen; en segundo lugar, los procesos de comercialización y distribución de esta materia prima básica; y finalmente, las estrategias, los grupos y los sectores implicados en ambas operaciones. Nosotros, sin embargo, queremos ahora acercarnos a su destino, a los artesanos que utilizaban el alumbre para su trabajo cotidiano, a sus talleres, a sus formas de adquisición y financiación.

2 Tres trabajos sobre la industria rural en el ámbito de la Corona de Aragón con la bibliografía más reciente: Germán Navarro Espinach, «Les industries rurales dans la Couronne d’Aragon au xv siècle», en Jean-Michel Vinovez, Catherine Verna, Liliane Hilaire-Perez (dirs.), Les industries rurales dans l’Europe médiévale et moderne, Toulouse, Presses Universitaires du Mirail, 2013, pp. 89‑112; Id., «Los sectores punta de la industria rural en la Corona de Aragón: azúcar, textil y otros», en Id., Concepción Villanueva

Morte (coords.), Industrias y mercados rurales en los reinos hispánicos (siglos  xiii-xv), Murcia, Sociedad Española de Estudios Medievales, 2017, pp.  175‑202; Antoni Llibrer Escrig, «Pagesos i artesans. Formes d’organització i tipus d’empresa a la manufactura rural (segles xiv-xv)», en Enric Vicedo (ed.), Pagesia, indústria i món rural. VIII Congrés sobre Sistemes Agraris, Organització Social i Poder Local, Lérida, Institut d’Estudis Ilerdencs, 2016, pp. 35‑67.

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Para ello se hace necesario adoptar una óptica «micro», una perspectiva microhistórica que mediante la metodología prosopográfica nos facilite el acercamiento concreto a estos artesanos y a sus empresas, a sus operaciones y a sus estrategias de capitalización. Y además, queremos realizar este acercamiento más allá del ámbito urbano. Más allá de las grandes ciudades donde es bien conocido (y ha sido bien estudiado) el circuito del alumbre, queremos acudir al espacio rural, a aquellas pequeñas comunidades manufactureras rurales donde el alumbre comenzaba ya a ser utilizado con regularidad desde la segunda mitad del siglo xiv para aportar al tintado de paños de lana un estándar de calidad que comenzaba a demandarse y a imponerse en el ámbito rural mediterráneo, y en concreto de la Corona de Aragón, gracias a un relativo aumento de los niveles de vida y capitalización de las familias rurales. El acceso, mediante los análisis prosopográficos, a los talleres, a las tintorerías, a las empresas manufactureras de estas pequeñas comunidades y villas rurales, nos permitirá observar cómo la adquisición y el uso del alumbre, y de otras materias tintóreas también de alto precio, llegaron a generar interesantes ajustes socioproductivos e importantes cambios en la jerarquía social de estos colectivos artesanales. Nuestra investigación se incluye en el marco del interés que en los últimos años ha suscitado el amplio conjunto de actividades manufactureras en el mundo rural, y que nos ha descubierto un panorama enormemente dinámico en cuanto a las iniciativas empresariales, a los métodos de gestión, a los sectores implicados, y a la integración de fases productivas y mercados.3 Con todo, nuestro objetivo es analizar cómo el tintado de paños en ámbito rural dio lugar a interesantes estrategias de adquisición, destacando el alumbre como gran protagonista, y a su vez generó interesantes modelos de gestión empresarial, en concreto de la empresa tintórea, mediante la confluencia de distintos sectores artesanales y mercantiles locales que no hablan sino del dinamismo y del carácter emprendedor de estos colectivos rurales.

3 Ahí están las investigaciones de Mathieu Arnoux, Jacques Bottin o Catherine Verna, entre otros, y por solo citar los que han propuesto más recientes trabajos y metodologías. Vid. el volumen J.-M. Vinovez, C. Verna, L. Hilaire-Perez (dirs.), Les industries rurales. En el ámbito que nos ocupa, la Corona de Aragón, destacan los trabajos de Antoni Riera, Germán Navarro, Joaquín Aparici, Ivan Martínez o A.

Llibrer; para un acercamiento bibliográfico, vid. A. Llibrer Escrig, «Pagesos i artesans», pp.  58‑67. Finalmente, este interés por el dinámico mundo manufacturero rural se ha plasmado en el proyecto de investigación interuniversitario «Enterprises Rurales en Mediterranée Occidentale (xiiie-xve)», que ha celebrado ya diversos encuentros en Madrid (2015) y Lérida (2016).

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EL EJEMPLO VALENCIANO

En el ámbito del País Valenciano, se han individualizado diferentes áreas que muestran ese gran dinamismo industrial rural al que hacíamos referencia. Tal configuración de lo que podríamos llamar «distritos manufactureros textiles» se va gestando a partir esencialmente del último tercio del siglo  xiv y, sobre todo, a lo largo del siglo xv y principios del xvi. En este sentido, cinco son las áreas manufactureras rurales que nos ha ido descubriendo la investigación, donde tenían su final los circuitos del alumbre que se explican en las diferentes aportaciones de este mismo volumen. El primer distrito textil rural configura una estrecha área asociada a las villas de Morella, Sant Mateu y un conjunto de pequeñas comunidades circundantes, donde una incipiente producción pañera fue vertebrándose ya a mediados del siglo xiv en relación a la producción de lanas para la exportación.4 Al sur de esta zona se configura el espacio manufacturero de las comarcas de la Plana, alrededor de la ciudad de Castelló y de villas como Onda o Vila-real. En esta área se fue gestando un espacio pañero enormemente integrado mediante una densa red de pequeñas comunidades artesanales laneras. Los estudios que su documentación ha permitido van demostrando la capilaridad funcional de esta red manufacturera donde la producción y el tintado de paños fue capital. Ya en el siglo xv se nos descubre el dinamismo industrial del área del Palancia asociada a la ciudad de Segorbe. Una activa y plural comunidad artesanal nos permite entender la vertebración de un amplio mercado interior que demanda activamente todo tipo de bienes de consumo del sector textil. Y la presencia de una importante comunidad de tintoreros en la zona nos permite caracterizar y catalogar dicha manufactura. Alrededor de la ciudad de Valencia se configura lógicamente un amplio conjunto de comunidades manufactureras textiles. Las dos comarcas de l’Horta y del Camp de Túria nos permiten localizar decenas y decenas de talleres pañeros, de empresas textiles cuya producción está en buena parte condicionada por el control del capital urbano, el ritmo de su demanda y sus parámetros de calidad, donde el tintado de paños era un requisito fundamental. Finalmente, otra de las áreas rurales de amplia iniciativa textil, y además de raíz endógena, alejada de los intereses de la gran capital del reino (situada a un centenar de kilómetros), es la de las comarcas interiores de la Vall d’Albaida, l’Alcoià y el Comtat. Esta zona, con las villas ya citadas de Ontinyent, Cocentaina y Alcoi, pero

4 Sobre los distritos manufactureros textiles y su configuración, vid. G. Navarro Espinach, «Les industries rurales», pp.  89‑112, y Antoni Llibrer Escrig, Industria textil y

desarrollo regional: la Vall d’Albaida y el Comtat durante el siglo xv, Valencia, Universitat de València, 2014, pp. 36‑53.

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también con núcleos menores como Albaida, Bocairent, Penàguila o Planes, llegó a generar una iniciativa productiva muy amplia dada su asociación al mercado de toda el área sur del reino, desde Xàtiva hasta Oriola, que se fue articulando y desarrollando a lo largo del siglo xv. La consolidación en estas villas y comunidades de todo el ciclo de producción pañero (desde el tratamiento inicial de la lana al tintado del paño) convierte esta zona en un magnífico observatorio para analizar la influencia de las adquisiciones y la utilización de productos estratégicos como el alumbre en las fases de acabado de los textiles. Pero, para entender el papel y valorar la trascendencia que un producto como el alumbre jugaba en esta industria rural, debemos acercarnos a la capacidad y al nivel de producción y capitalización de la empresa artesanal. Esta última área del sur del reino, que hemos estudiado con mayor detalle en numerosos trabajos partiendo de nuestro proyecto doctoral, nos va a permitir un acercamiento detallado a estas comunidades pañeras rurales y a las características de sus empresas. La elección de esta área meridional no solo obedece a mi currículo personal: esta zona es magnífica para nuestro objetivo dado que en ella se llegó a consolidar, desde mediados del siglo  xv, un tipo de producción lanera de alta calidad, con paños de cuentas altas (dieciochenos y veintiunos, es decir, con dieciocho y veintiún centenares de hilos en la urdimbre), de elevado precio, y que siempre eran comercializados tras el proceso de tintado.5 Así, resulta evidente que para paños de alta calidad se exige un tintado también de alta calidad, con las materias primas adecuadas a ese estándar de mercado, como el alumbre o el pastel. A través del número de molinos pañeros activos en este distrito manufacturero textil del sur del reino, podemos acercarnos a su producción anual, y entender así la trascendencia que tenían los procesos de adquisición y abastecimiento de estas materias primas. Hemos podido calcular que en esta área se llegaban a producir anualmente entre ocho y diez mil paños que, como hemos visto, eran comercializados en todo el mercado meridional del reino y zonas circundantes de Castilla, y que además eran vendidos tras el proceso de tintado.6 Las operaciones para el tinte de tal cantidad de paños nos permiten comprender la importancia que los procesos y las fórmulas de adquisición del alumbre y de otros productos tenían en esta zona. Sin embargo, antes de analizar esas estrategias y esas fórmulas de adquisición, es necesario acercarnos a un detalle técnico clave, en relación a las cantidades necesarias para el adecuado mordentado con alumbre de un paño de tamaño medio. Solo con estos datos podremos conocer la trascendencia que el alumbre tenía en esta industria,

5 A. Llibrer Escrig, Industria textil, pp. 115‑123.

6 Ibidem.

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en la producción rural de paños. Para ello contamos con una fuente privilegiada: el conjunto de recetas que el tintorero Joanot Valero elaboró para su trabajo cotidiano en el taller de tintado.7 Este artesano, de origen aragonés pero que trabajó en Segorbe y Valencia a finales del siglo xv, nos indica a través de varias de sus recetas que para el correcto mordentado de un paño se exigía una media de unas diez libras de este producto, es decir, unos 4 kilos.8 Pensemos además que, en la mayor parte de sus recetas en que aparece el alumbre, las proporciones de este sobrepasan las diez libras, lo que nos lleva a pensar en la necesidad de un constante aprovisionamiento en grandes cantidades de este producto para abastecer a una zona, como esta del sur del reino, con una producción anual de entre ocho y diez mil paños. Una sencilla operación nos indica que serían necesarios cada año más de 30.000 kilos de alumbre para el tintado de buena parte de esos paños. Por otro lado, la trascendencia de estas cantidades se vislumbra además por el precio que dicho producto alcanzaba en estas comarcas del sur. Según la documentación que hemos localizado, una arroba de alumbre (unas treinta libras) tenía un precio medio durante la segunda mitad del siglo xv de entre 6 y 7 sueldos, cantidad superior a la documentada en la ciudad de Valencia en esa misma cronología (entre 4,5 y 6 sueldos). Ello nos remite a una inversión anual de miles de sueldos, y solo para el alumbre, a lo que deberíamos añadir lo que suponía para la empresa tintórea el resto de productos: las denominadas, según la documentación, tintes majors, en las que junto al alumbre se incluía el pastel, la roja y la gualda; y las tintes menors, que formaban normalmente la ceniza, la greda y el fustete.9 Ahora es ya momento de preguntarnos cómo llegaban estas grandes cantidades de alumbre a estas zonas rurales, a estas comunidades manufactureras alejadas de los grandes centros mercantiles urbanos; y qué fórmulas o estrategias eran necesarias para garantizar el suministro constante de este material básico para la industria pañera de calidad.

7 Lluís Cifuentes i Comamala, Ricardo Córdoba de la Llave, Tintorería y medicina en la Valencia del siglo xv. El manual de Joanot Valero, Barcelona, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 2011. 8 En el recetario citado, el tintorero detalla el uso del alumbre, y sus proporciones adecuadas, para el mordentado de paños de calidades medias y altas (dieciochenos a veinticuatrenos), pero también para más toscos y ordinarios (palmillas o bureles), y de diversas tonalidades rojizas (rosados, rojos, ocres), pero también negras, verdes y moradas de distinta intensidad, y en asociación al tintado con grana, rubia, gualda o pastel (Ll. Cifuentes i Comamala, R.  Córdoba de la Llave, Tintorería y medicina, pp.  71‑73 y 96‑119). En las áreas rurales que hemos analizado, documentamos esa amplia variedad de

coloraciones, con el uso de todos los productos citados, y con el predominio también del tintado sobre el paño ya confeccionado (de las calidades indicadas) y no sobre la lana en madeja (A. Llibrer Escrig, «La formación de compañías», pp. 59‑65). 9 Pensemos que las compraventas que hemos documentado de alumbre, para la segunda mitad del siglo  xv, se asocian a la adquisición conjunta de otras materias tintóreas. Es decir, normalmente, cuando se compraba alumbre, se adquirían también otros productos (sobre todo pastel) necesarios para el funcionamiento básico del negocio tintóreo, lo que además nos indica que los niveles de inversión por parte de estas empresas eran siempre considerables en estos contextos rurales, como veremos a continuación.

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Sin duda, la primera forma básica de abastecimiento era mediante el contacto directo con los grandes mercaderes distribuidores de alumbre y otras materias tintóreas, esencialmente las empresas italianas asentadas en la ciudad de Valencia. La documentación de la ciudad, sobre todo la privada-notarial generada en las oficinas de los grandes notarios de la capital, nos ofrece numerosos ejemplos de este contacto directo entre distribuidores y productores locales de áreas rurales del interior. Se han documentado numerosísimas transacciones entre estos poderosos y activos distribuidores italianos (normalmente las empresas de los lombardos della Chiesa o da Ponte) y los artesanos tintoreros de muchas de las villas manufactureras textiles citadas más arriba, como Morella, Segorbe, Gandia, Cocentaina, etc.10 Los socios y factores de estas empresas italianas fueron convirtiéndose en el espacio valenciano en operadores de recepción de mercancías foráneas (traídas no solo de Italia sino también de otras áreas de Europa occidental), y de distribución de las mismas entre los artesanos locales que las necesitaban para sus actividades manufactureras. De hecho, como ha analizado D. Igual, estas empresas controlaban hasta tal punto los procesos de distribución de sus mercaderías que llegaron a desarrollar su propia red e infraestructura de venta al por menor, contactando directamente con los artesanos y sin la necesidad de enlazar con mercaderes o tenderos intermediarios. Aprovisionar a los talleres locales, con frecuencia de ámbito rural, era uno de los principales objetivos de estas empresas de origen genovés o lombardo. Y tal línea de negocio llevó con frecuencia, como veremos, a situaciones de dependencia y de endeudamiento de los productores en relación con estos distribuidores foráneos. Precisamente, la familia da Ponte, procedente de Asti o Monferrato, y asentada de forma continuada en Valencia casi una centuria, llegó a especializarse en la comercialización de pastel, alumbre y paños a pelaires, tintoreros y drapers del interior valenciano. Su estrategia de distribución estaba centrada precisamente en los pequeños artesanos repartidos por todo el reino, de forma que estos mercaderes italianos llegaron a establecer intensos lazos económicos con los sectores productivos locales, con los pequeños pero activos empresarios manufactureros de las zonas rurales. De esta forma no es infrecuente que la documentación muestre el contacto directo de estos menestrales de provincias con los factores de estas compañías. Por ejemplo, y por solo citar un caso significativo, en septiembre de 1467 Simone della Chiesa, 10 David Igual Luis, «La ciudad de Valencia y los toscanos en el Mediterráneo del siglo xv», Revista d’Història Medieval, 9 (1995), pp. 79‑110; Id., Valencia e Italia en el siglo xv. Rutas, mercados y hombres de negocios en el espacio económico del Mediterráneo occidental, Castellón, Comité Econòmic i Social de la Comunitat Valenciana – Fundació Caixa Castelló, 1998, pp. 337‑354; Jacqueline Guiral-Hadziiossif, Valencia, puerto mediterráneo en el siglo  xv (1410‑1525),

Valencia, Institució Valenciana d’Estudis i Investigació, 1989, pp.  399‑403; Ricardo Córdoba de la Llave, Alfonso Franco Silva, Germán Navarro Espinach, «L’alun de la Péninsule Ibérique durant la période médiévale (Royaumes de Castille et d’Aragon)», en Philippe Borgard, Jean-Pierre Brun, Maurice Picon (dirs.), L’alun de Méditerranée. Colloque international (Naples-Lipari, 2003), Nápoles – Aix-en-Provence, Centre Jean Bérard, 2005, pp. 125‑138.

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mercator lombardus, comorans Valencie, nombra procurador a Francesc Segarra, cursorem Valencie, para que pueda exigir a Nicolau Borràs, sastre de Cocentaina, 555 sueldos que le debe por el precio de una cantidad de alumbre y pastel que el italiano le vendió.11 La acción de los «procuradores» era clave para poder enlazar, en las dos direcciones, los circuitos del alumbre. E indicamos que en las dos direcciones porque servían tanto para acordar las compras en la capital como para permitir el cobro de las cantidades adeudadas por los artesanos. A lo largo de toda la segunda mitad del siglo xv, hemos documentado en esta zona pañera del sur del reino la actividad de distintas empresas mercantiles italianas como las de della Chiesa, da Prato, Borgunyo, da Ponte o Spannocchi. De hecho, más de un tercio de todas las materias primas para el tintado de textiles que han sido documentadas en compraventas de toda el área proceden de estas empresas.12 De este modo, nombres como los lombardos Simone y Giacomo della Chiesa, Angelino da Prato, Francesco Borgunyo y Corrado da Ponte o como el sienés Pietro Spannocchi aparecen con relativa frecuencia en la documentación local, siempre relacionados con la venta de alumbre o pastel.13 En este sentido, y dadas las inversiones exigidas, el papel de los procuradores se establecía como fundamental para, como decíamos, enlazar en las dos direcciones el circuito del alumbre y de otros productos textiles. Y en ocasiones la documentación muestra la función básica que estos realizaban para favorecer el contacto entre distribuidores y consumidores. En noviembre de 1426, dos tintoreros de Cocentaina acuden a la oficina del notario local Mateu Pérez para nombrar simplemente un procurador, pero tal escritura, que no dejaba de ser cotidiana para un notario medieval, contenía un importante detalle diferenciador: los dos tintoreros nombran procurador a mosén Rodrigo Montoro, párroco de Planes, para que compre en la ciudad de Valencia diferentes materias tintóreas (pastell e altres tintes) por el elevado precio de 600 sueldos. Los dos artesanos, y así se especifica en el documento, no solo confían en el capellán para contactar con las personas que considere (a comprar en nom nostre e per nós, de qualsevol persona e persones, mercaders o altres), además le otorgan potestad para que decida las compras en las condiciones que considere más oportunas en calidad y precio.14

11 APPV, n.º 24.046, notario Joan Montfort (1467-X-7). David Igual ofrece numerosísimos ejemplos de este contacto directo: vid. la nota anterior.

tres operaciones casi mil kilos de pastel (920 kilos), por un precio total de 1.060 sueldos. Vid. ibidem. 14 APPV, n.º 24.813, notario Mateu Pérez (1426-XI-26). No es casual que el nombramiento de «procurador» sea uno de los tipos documentales más frecuentes que consignaban los artesanos y pañeros. Servían no solo para facilitar la adquisición de determinados productos en mercados lejanos o para el cobro de deudas, también facilitaban la asociación entre distintos profesionales de la manufactura y el comercio, como veremos a continuación.

12 A. Llibrer Escrig, Industria textil, pp. 225‑234. 13 A título de ejemplo significativo: en solo cuatro meses (de septiembre a diciembre de 1496), el mercader sienés Pietro Spannocchi aparece en las escrituras del notario de Cocentaina Guillem Peris realizando tres ventas de pastel a un tintorero y tres pelaires locales; distribuye solo en estas

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El ejemplo aportado nos recuerda otro elemento clave relacionado con las fórmulas y sistemas de aprovisionamiento del alumbre y de los otros productos para el tinte. Las elevadas cantidades que se exigían para el trabajo regular en las tintorerías y sus precios obligaban a establecer formas de complementariedad y asociación artesanal para conseguir la financiación adecuada. Las abundantes deudas que nos muestra la documentación, tanto la notarial como la pública de los libros judiciales, son sin duda el testimonio de las dificultades que los compradores de estas zonas rurales tenían para satisfacer las cantidades necesarias. No olvidemos, de hecho, que la forma documental en la que se expresan y nos llegan las transacciones de alumbre y otros tintes es siempre la de los reconocimientos de deuda, que exigen pagos en determinadas formas o plazos. Y en el fondo, lo que tales tipos documentales nos muestran es la costumbre de adquirir estas materias primas a través de compras a crédito dado su alto nivel inversor. En este sentido, la complementariedad y la asociación entre artesanos (tintoreros o pelaires) se nos dibujan como fundamentales para garantizar los niveles de abastecimiento que exigía esta manufactura textil en crecimiento dentro de las áreas rurales estudiadas. Como en otros casos anteriores, la documentación nos da constantes testimonios de la aplicación de estas fórmulas asociativas. Para ver la frecuencia de tales fórmulas y captar su viabilidad y sus virtudes, nos centraremos en el ejemplo de una sola villa, de uno de los centros manufactureros textiles citados anteriormente. De esta forma, al acercarnos a un contexto dado donde conocemos bien operadores y tipos de empresa, resultará más preciso el análisis de estas tipologías societarias. En la Cocentaina de la segunda mitad del siglo xv hemos llegado a documentar más de una quincena de estas compañías para el trabajo del tintado de paños. La cantidad no es pequeña, aunque lo parezca inicialmente, porque en realidad estas compañías o estos acuerdos entre artesanos pocas veces pasaban por la mesa notarial (a causa de los gastos que ello generaba) y quedaban en el ámbito de lo privado, reflejadas únicamente en los libros de contabilidad de cada artesano (libros que, por otra parte, tenían validez legal ante cualquier institución oficial). En estas pequeñas villas donde la relación vecinal era más estrecha, el conocimiento previo de las familias y de los artesanos aportaba una inicial confianza mutua que permitía evitar el gasto que suponía el paso por la mesa notarial. De hecho, como en otros casos, las compañías o asociaciones artesanales que hemos podido conocer nos han llegado normalmente a través de las quejas y de las denuncias que sus cuentas generaron entre sus socios. Y por ello han sido los libros del justicia municipal los que más información nos han aportado en este campo, ya que a este oficial acudían los socios que se sentían perjudicados en el transcurso de la actividad acordada en la compañía. 91

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En septiembre de 1470, Alfonso de León, tintorero de Cocentaina, acude ante el justicia municipal para solicitar una revisión de la contabilidad de la compañía que suscribió con Antoni Sanç, tintorero y pañero vecino suyo. El justicia decide nombrar a dos notarios de la villa para que actúen como peritos y hagan la revisión correspondiente. Aunque desconocemos las características de dicha asociación y la relación concreta que se estableció entre ambos artesanos, su sola presencia en la sede judicial y la exigencia de un peritaje o una auditoría externa nos indican que existió al menos un libro de contabilidad donde se registraron los actos económicos que generó tal compañía y lo complejo de sus operaciones.15 En otros casos, sí ha sido posible reconstruir dichos actos, inversiones y negocios. En abril de 1481, se presentan ante el justicia de Cocentaina el ya conocido Antoni Sanç, pañero y tintorero, y Pere Maroquí, tintorero de la misma villa y cuñado del anterior, para justificar la contabilidad y poder cancelar así la compañía que ambos suscribieron. En el registro judicial se especifica que la compañía era para fomentar la actividad del tintado de paños, atendiendo especialmente al aprovisionamiento de las materias primas: La companyia que feta han del tint, tro a la present jornada, de pastells, alums, roges, gaudes, lenya e altres tintes menudes necessàries al dit tint.

Y ahora, en el momento de la cancelación, los dos socios acuden al justicia para reclamar ciertas cantidades. Gracias a esta reclamación conjunta sabemos el capital inicial aportado por ambos, 3.000 sueldos, y que este se invirtió en la compra de las materias primas citadas (pastells, alums, roges, gaudes...). Además, podemos conocer que el conjunto de su actividad tintórea (los paños teñidos y los encargos por tintado) supuso un volumen de negocio que se tradujo en 5.077 sueldos (e de les tintes e draps tenyits en lo dit tint, prenen suma, in universo, de dos-cents cinquanta-tres lliures, dèset sous, un diner). Así, el beneficio de la compañía, como también se indica en el documento, fue de 2.113 sueldos que ambos se repartieron periódicamente.16 Las cifras que se aportan sobre el volumen de negocio (los 5.077 sueldos) nos pueden acercar a la capacidad productiva de esta compañía: si el tintado de un paño, en la Cocentaina de la segunda mitad del siglo xv, iba de unos 40 a 70 sueldos (dependiendo no solo del color sino también lógicamente del tipo de paño y de su pinte), 15 AMC, 45/1, Cort de Justícia, s. fol. (1470-x-13).

qual és en poder del dit en Maroquí») y el propio libro de cuentas de la compañía («del dit libre de la dita companyia»). En presencia de los notarios Bartomeu Cirera y Guillem Peris, se evalúa la contabilidad de la compañía hasta el día de hoy y se llega a la deducción de que Maroquí debe pagar además a Sanç otros 500 sueldos por la actividad más reciente de la compañía y su cancelación. Vid. AMC, 47/2, Cort de Justícia, s. fol. (1481-iv-14).

16 No obstante, ahora, ante el justicia de Cocentaina, Antoni Sanç reclama a Maroquí 144 sueldos y 2 dineros por diversos pagos y deudas de la compañía que adelantó Sanç y que en una parte correspondían a Maroquí. Para justificar esto, Sanç presenta diversos documentos escritos («segons en una ceda scrita de mà del dit en Anthoni Sanç appar, la

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esta compañía tintó al menos un centenar de piezas durante todo el período que duró la asociación (lo que se traduciría en unos tres mil metros de tejido tintado), tiempo que por otra parte desconocemos pero que, si seguimos los casos documentados, tendría la duración de un año. Estos niveles de trabajo e inversión parecen entreverse en los otros ejemplos localizados. En abril de 1482, Rafael Miró, sastre y pañero de Pego, pequeña villa situada a 30 kilómetros de Cocentaina, promete entregar veinte paños dieciochenos y veintiunos, en el plazo de un mes, a la compañía de dos pelaires contestanos para que le sean tintados de ciertos colores que elegirá: per ops de tenyir en lo tint de aquells, de les colors que aquell volrà e delliberarà. La escasa información de esta compañía nos aporta sin embargo dos datos claves: el primero refiere a la amplitud del radio de acción que estas compañías tenían en la zona, dado que llegaban a tintar paños procedentes de núcleos de las comarcas vecinas, configurando un mercado del tintado de ámbito regional, como se confirma también a través de numerosas compraventas de paños tintados; el segundo dato clave que muestra el último ejemplo citado remite a los profesionales que suscribían estas compañías de tintado. En este caso no nos aparece ninguna alusión a los tintoreros que lógicamente debían llevar a cabo esta compleja tarea, y son en su defecto los pelaires quienes están gestionando y administrando el negocio de estas compañías para el tinte. La acción de los pelaires, como explicaremos después, resultó clave para el desarrollo de esta manufactura textil rural, esencialmente para llevar a cabo las operaciones fundamentales de acabado del paño (abatanado, tundido y tintado). Es evidente que los pelaires no eran tintoreros, ni trabajaban en las tintorerías, pero sí tenían la capacidad inversora para activar y capitalizar estos negocios. Esta es la razón que permite explicar por qué en los libros del justicia se pueden documentar decenas y decenas de denuncias por el impago del tintado de paños, pero cuyos denunciantes no son tintoreros, sino pelaires o pañeros que reclaman a otros artesanos vecinos (normalmente otros pelaires o sastres) diversas cantidades por la operación de tinte. En solo un mes, del 27 de julio al 28 de agosto de 1479, el escribano de la Cort de Justícia de Cocentaina redacta tres interesantes denuncias: el pelaire local Miquel Munçó reconoce deber al también pelaire Joan Pérez de Requena 19 sueldos de resta de tintes que aquell li tenyí; pocos días después, el sastre Simó Reiner confiesa deber al mismo Joan Pérez 66 sueldos per rahó de tintes de un drap vintehú negre; en la tercera anotación es el propio justicia local quien condena a Joan del Puerto a pagar 21 sueldos al pelaire Bernat Martí per tintes de hun drap.17

17 AMC, 47/1, Cort de Justícia, s. fol.

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Los análisis prosopográficos nos han permitido conocer bien a estos pelaires locales, de los que sabemos que no conocían los secretos del tintado. Su presencia en las denuncias citadas se debe exclusivamente al hecho de que llegaron a gestionar, capitalizar y controlar muchas de estas operaciones, en ocasiones, como hemos visto, a través de compañías. Eran estos pelaires los que contactaban con los clientes y se encargaban de la administración de estos complejos negocios que exigían destacadas inversiones de capital. La diferencia entre trabajo y gestión dentro de las compañías, y dentro de las complicadas operaciones de tintado, ya aparece desde el principio. En la primera compañía que hemos documentado, a inicios del siglo xv, ya se puede observar claramente diferenciada la acción de los que estarán en el obrador con las tinas y los tintes, y la del administrador que no trabajará en el taller sino que se limitará a controlar gastos y beneficios, entre ellos el aprovisionamiento de las materias como el alumbre o el pastel.18 Es cierto que en esta primera compañía de 1426 los tres socios implicados son tintoreros, pero uno de ellos se diferenciará del resto porque solo llevará a cabo tareas de gestión, administración y abastecimiento. Mientras Maroquí aportará su casal para el tinte, y Panello pondrá mil sueldos y su propio trabajo, el tercer tintorero (Joan Cervera) se encargará de forma exclusiva de la contabilidad.19 Décadas después serán los activos y poderosos pelaires los que acabarán gestionando todas estas costosas tareas de tintado de paño, dada su capacidad inversora y su solvencia. Y esto llevará a situaciones de dependencia o semidependencia de los tintoreros frente a los pelaires emprendedores que, por su capacidad y su propia especificidad, irán poco a poco ampliando sus empresas hasta llegar a intervenir en prácticamente todas las numerosas operaciones que conforman el ciclo lanero, desde el tratamiento inicial de la fibra al tundido, abatanado y tintado del paño.

CONCLUSIONES

Todo lo aportado, todo lo analizado, nos permite ahora distintas reflexiones. En primer lugar, la complejidad del ciclo productivo y el aparato del tintado de paños, y la necesidad de constante capitalización a causa de los elevados costes de las materias primas, exigirán la asunción de intereses artesanales y la regularización de formas societarias (más o menos complejas) para el abastecimiento, pero también (y esta es una de las claves) para la organización de la misma producción.

18 Vid. nota 1. 19 «Que yo, dit en Johan Cervera, tinga lo libre de tots los deutes que·s faran en lo dit tint durant lo dit temps de hun any, e reebre totes les quantitats que·s devien de

tintes e retre bon compte d’aquelles a la dita companya. Et que nengun altre no puxa reebre de les dites deutes en nenguna manera». Vid. ibidem.

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Se ha explicado con detalle, en referencia al ámbito urbano, cómo la intervención del capital mercantil sobre los sectores productivos acababa en ocasiones generando situaciones de relativa dependencia sociolaboral. En las zonas rurales, donde la acción del capital mercantil se dibuja como menos intensa (y sobre todo en estas zonas del interior que escapan a las grandes rutas mercantiles), es desde el mismo ámbito de la producción, es decir, desde el mismo capital industrial desde donde deben analizarse los procesos de gestión y aprovisionamiento de materias primas como el alumbre o el pastel. Esta situación llegó a incidir, incluso, en la propia organización de los procesos productivos asociados a tales materias, en nuestro caso a la praxis tintórea. El tema no es baladí, dado que llega a determinar la configuración y el éxito de la misma empresa artesanal. Es decir, comprar alumbre para un tintorero «de provincias», para un tintorero de ámbito rural, no solo era una sencilla acción económica, una transacción más o menos fácil y periódica, era también una acción que acababa determinando la organización de su empresa, las posibilidades de su viabilidad e incluso las condiciones en que podía llevar a cabo la gestión (más o menos directa) de todos sus procesos de trabajo. Fue esta necesidad constante de capital la que motivó que, cada vez con mayor intensidad, el capital industrial, representado por un pequeño grupo de artesanos emprendedores, los pelaires locales (surgidos de las mismas comunidades rurales, de estas pequeñas villas artesanales, hablamos por lo tanto de un capital endógeno), fuera acercándose a las distintas fases de producción, y también a las que eran técnicamente más complejas, como las del tintado. Los análisis prosopográficos nos han mostrado que un pequeño grupo de artesanos, con empresas más activas y solventes, comenzó un proceso de expansión y gestión en su negocio pañero que les llevó desde el control de la lana hasta el abatanado y el tintado. La distribución de lanas a artesanos vecinos les confería la posibilidad no solo de iniciar el ciclo de producción del paño, además les permitió establecer relaciones laborales (con pelaires, urdidores, tejedores...) mediante sistemas de trabajo por encargo que hemos documentado con asiduidad en ámbito rural. Controladas las primeras fases de producción, la gestión de estos pelaires emprendedores (y aplicamos el término con toda conciencia y validez) se extendió al abatanado y al cardado a la percha (técnicas aplicadas únicamente, no lo olvidemos, a los paños de alta calidad), como lo demuestra el hecho de que todos los molinos pañeros documentados, e incluso las almazaras y los tiradores, estuvieran en manos de este grupo emprendedor local (mediante sistemas de arrendamiento a corto plazo o incluso a través del control de su propiedad directa). Sin embargo, el tintado de paños, dada su propia especificidad técnica, había quedado al margen de tal control por parte del capital industrial. Pero, en el momento 95

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que la producción rural de tejidos alcanza su expansión, su gran impulso (que en ámbito valenciano se gestó de forma contundente desde la segunda mitad del siglo xv, por la articulación y activación de los mercados interiores), se exigió a la tintorería de estos mercados rurales unos niveles de producción y unos estándares de calidad en cuanto a las técnicas y a los productos empleados, como el alumbre, que propiciaron la gestión por parte del grupo emprendedor. La calidad del alumbre exigido y de otras materias específicas jugará un papel fundamental en este proceso de cambio en la gestión de los procesos productivos. Ello es lo que explica que fueran desapareciendo los tintoreros de las compañías, dejando paso a la gestión de los pelaires locales. Pelaires que aparecen con frecuencia distribuyendo estas materias tintóreas entre numerosos tintoreros de la región. En definitiva, los paños de calidad, de cuentas elevadas, que se elaboraban en estas villas y que viajaban muchos kilómetros al norte y al sur, debían pasar, no podía ser de otra manera, por un correcto proceso de alumbrado para propiciar un tintado acorde a su calidad. Tintado que, preferentemente aplicado en paño (y no en madeja), aún contribuyó todavía más al control por parte de aquellos sectores de la industria local, del capital industrial endógeno, que podían hacer frente a las elevadas inversiones que suponían las materias primas de calidad, l’alum e pastell e altres tintes majors [...]. Su adquisición, sus procesos de aprovisionamiento, la adquisición del alumbre y de los otros tintes, fueron puntos clave para entender el cambio y la reorganización que se llevó a cabo en los procesos de producción de ámbito rural hacia formas precapitalistas o protoindustriales, tanto en los modelos de trabajo como en los de gestión de la empresa rural.

Siglas utilizadas: AMC = Arxiu Municipal de Cocentaina; APPV = Archivo de Protocolos del Patriarca de Valencia.

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GERMÁN NAVARRO ESPINACH, CONCEPCIÓN VILLANUEVA MORTE

El negocio del alumbre en Aragón (siglo xv)* Germán Navarro Espinach** Concepción Villanueva Morte *** Universidad de Zaragoza INTRODUCCIÓN

La búsqueda de yacimientos de alumbre en el Mediterráneo occidental se convirtió en una cuestión de estado tras la crisis de abastecimiento que provocó la pérdida de las minas bizantinas de Asia Menor a manos de los turcos otomanos. Para abordar esa problemática en toda su amplitud participamos hace más de una década en un coloquio internacional organizado en Nápoles y Lipari los días 4‑8 de junio de 2003 sobre L’alun de Méditerranée con un estado de la cuestión sobre las investigaciones puestas en marcha en la Península Ibérica en la Edad Media, publicándose las actas dos años después.1 Pasada una década estuvimos en un encuentro de debate celebrado el 18 de diciembre de 2013 en el Departament d’Història Medieval de la Universitat de València con el título Los alumbres en España y el Mediterráneo: perspectivas de investigación entre el final de la Edad Media y el principio de la Moderna con el objetivo de consolidar un grupo de investigación internacional y, al poco, se publicaba un nuevo balance historiográfico que actualizaba el estado de la cuestión.2 Además, con el objetivo de explorar posibilidades de colaboración entre los distintos investigadores

1 Ricardo Córdoba de la Llave, Alfonso Franco Silva, Germán Navarro Espinach, «L’alun de la Péninsule Ibérique durant la période médiévale (Royaumes de Castille et d’Aragon)», en Philippe Borgard, Jean-Pierre Brun, Maurice Picon (dirs.), L’alun de Méditerranée. Colloque international (Naples-Lipari, 2003), Nápoles – Aix-en-Provence, Centre Jean Bérard, 2005, pp. 125‑138. 2 David Igual Luis, «La producción y el comercio del alumbre en los reinos hispánicos del siglo  xv», Mélanges de l’École Française de Rome – Moyen Âge, 126/1 (2014), pp. 259‑276.

* Este trabajo es resultado del proyecto de investigación «Dinámicas del Estado en la Corona de Aragón en los siglos XIV-XV. Sociedad política, culturas del poder y comunicación en el reino de Aragón en una perspectiva comparada» del Ministerio de Ciencia, Innovación y Universidades del Gobierno de España (referencia PGC2018-097683-B-100). A su vez, dicho proyecto se integra en el programa de actividades del Grupo de Investigación de Referencia CEMA (Centro de Estudios Medievales de Aragón), que forma parte ahora del Instituto Universitario de Investigación en Patrimonio y Humanidades de la Universidad de Zaragoza. ** [email protected] *** [email protected]

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y equipos de trabajo interesados en el tema se celebró un seminario internacional en el Centro Cultural de Mazarrón sobre los espacios mediterráneos del alumbre en los siglos xv-xvi, organizado por la International Scientific Coordination Network Exploitation of Mediterranean Alums in Europe (Centre National de la Recherche Scientifique, Francia), dirigido por D. Boisseuil, y en el que participamos con una ponencia sobre el reino de Aragón en el contexto más general del negocio del alumbre en los espacios interiores ibéricos.3 El presente texto sintetiza aquella intervención, ahora en coautoría para ampliar todavía más el cúmulo de documentación nueva que queremos aportar desde la perspectiva de los archivos aragoneses. Cuando intervinimos en el seminario internacional de Mazarrón ya hicimos una advertencia importante. Los pequeños yacimientos existentes en el reino de Aragón tuvieron que ver más con negocios fracasados que con el mundo de ambición, intrigas, riqueza y poder que desencadenaron el éxito de Mazarrón en el reino de Murcia4 o el de Rodalquilar en el obispado de Almería.5 Por cierto, mientras buscábamos documentación sobre el alumbre aragonés en el Archivo Histórico Provincial de Zaragoza localizamos tres documentos interesantes sobre Rodalquilar que demuestran el interés que la monarquía siguió teniendo por la búsqueda de alumbre en pleno siglo xvi. El primero de ellos se fecha el 1 de marzo de 1509 y es una provisión de la reina Juana otorgando el derecho a buscar y labrar alumbre en todo el citado obispado de Almería a favor de su tesorero real Francisco de Vargas.6 El segundo documento es una real ejecutoria del emperador Carlos V del 21 de diciembre de 1545, mandando cumplir la sentencia dada en grado de revisión por la Real Audiencia de Valladolid en el pleito seguido por Diego de Vargas, vecino de Madrid y posible pariente del tesorero real, contra el comendador Gonzalo Ronquillo sobre el derecho a la octava parte de las rentas del alumbre obtenido en Rodalquilar.7 Y el tercer documento es una cédula real de Felipe II con fecha 24 de septiembre de 1571, dando licencia y facultad a otro personaje llamado también Francisco de Vargas —descendiente seguramente de aquel tesorero real homónimo de 1509 o del vecino de Madrid de idéntico apellido de 1545— para que volviese a tomar posesión y se beneficiara de las minas de alumbre del obispado de Almería, de las cuales había asumido el dominio directo el monarca en 1565.8

3 Germán Navarro Espinach, «El alumbre en los espacios interiores ibéricos: el reino de Aragón», en Mazarrón en los espacios mediterráneos del alumbre (siglos  xv-xvi). Seminario internacional (Mazarrón, 5‑6 de febrero de 2015).

Pablo Díaz López (coords.), Los señoríos en la Andalucía moderna. El Marquesado de los Vélez, Almería, Instituto de Estudios Almerienses, 2007, pp.  463‑490. Véase también Francisco Hernández Ortiz, Los alumbres de Rodalquilar. Las otras minas, Almería, Instituto de Estudios Almerienses, 2009.

4 Alfonso Franco Silva, El alumbre del reino de Murcia. Una historia de ambición,intrigas, riqueza y poder, Murcia, Real Academia Alfonso X el Sabio, 1996.

6 AHPZ, Fondo Ducal de Híjar, P/4‑112‑5.

5 Antonio Muñoz Buendía, «Los alumbres de Rodalquilar (Almería): sueños y fracasos de una gran empresa minera del siglo xvi», en Francisco Andújar Castillo, Julián

7 AHPZ, Fondo Ducal de Híjar, P/4‑112‑16. 8 AHPZ, Fondo Ducal de Híjar, P/4‑112‑23.

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Germán Navarro Espinach, Concepción Villanueva Morte  |  El negocio del alumbre en Aragón (siglo xv)

En el caso de Aragón, más que de minas de alumbre debería hablarse de canteras. Sin embargo, esos intentos de explotación que acabaron en nada sí que fueron buenos ejemplos de la iniciativa puesta en marcha por la Corona de Aragón a través de varios hombres de negocios y oficiales reales para buscar explotaciones propias en los espacios interiores de sus amplios territorios. Por consiguiente, su historia sirve para comprobar en qué medida la política económica de la monarquía fue latente a pesar de los malos resultados, sobre todo teniendo en cuenta que el alumbre acabó por convertirse en el siglo xvi en un indicador fiable para medir la coyuntura económica europea, tal y como planteó hace tiempo F. Ruiz Martín.9 En suma, veremos en primer lugar cuáles son las noticias conocidas hasta ahora sobre la explotación de yacimientos de alumbre en el reino de Aragón a finales de la Edad Media, para interpretar en una segunda parte del presente estudio los datos disponibles sobre el comercio de esta materia prima según las fuentes fiscales aragonesas de mediados del siglo xv.

CRONOLOGÍA ACTUALIZADA SOBRE LA PRODUCCIÓN DE ALUMBRE EN ARAGÓN

La empresa papal de las minas de Tolfa comenzó su andadura hacia 1463 tras el hallazgo de los alumbres en los montes de esa zona cuatro años antes, en 1459, de mano de un comerciante genovés.10 De ese modo, la caída de Constantinopla en 1453 y la pérdida de las minas de Asia Menor marcaban el pistoletazo de salida para la fiebre del alumbre en el Mediterráneo occidental. El comienzo de las exploraciones mineras en la Corona de Aragón fue iniciativa del rey Juan II y no tenía precedentes. El primer documento conocido que emitió el monarca fue una autorización del 10 de marzo de 1461 a favor de un tal Antonio de Tous para explotar diversas minas en el reino de Valencia, entre ellas los yacimientos de alumbre existentes en Borriol, Artana y Orpesa.11 Se tiene noticia después de otra licencia con fecha 27 de marzo de 1461, concedida a favor del concejo de Ademuz para investigar la existencia de alumbre de roca en el término de esa villa, población del reino de Valencia en la frontera con el sur de Aragón.12 Pocos días después, el 6 de abril, un vecino de Muniesa, aldea de

9 Felipe Ruiz Martín, Los alumbres españoles. Un índice de la coyuntura económica europea en el siglo xvi, Madrid, Fundación Española de Historia Moderna – Ediciones Bornova, 2005.

Tolfa:  i mercanti genovesi e l’allume orientale»,  Mélanges de l’École Française de Rome – Moyen Âge, 126/1 (2014), pp. 171‑186. 11 ARV, Cancillería, 286, ff. 39v y 42v, cit. en Edward Cooper, «El acebo y el Rey sin fe», Hispania, 68/229 (2008), pp. 315‑340, en concreto pp. 327‑328, nota 44.

10 Francesca Romana Stasolla, «La allumiere dei Monti della Tolfa: le forme di un’economia complessa», Temporis Signa. Archeologia della tarda antichità e del medioevo, 8 (2013), pp. 55‑66. Véase también Enrico Basso, «Prima di

12 ARV, Cancillería, 286, ff. 46r-47r, cit. en E. Cooper, «El acebo», pp. 322‑323, nota 31.

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la comunidad de Teruel en el reino de Aragón, de nombre García de Ariño, también fue autorizado a extraer diversos metales que había descubierto en el término de esa localidad, entre ellos alumini viteroli, del que la monarquía debía percibir en concreto la novena parte.13 Como había sucedido con Antonio de Tous, el concejo de Ademuz o García de Ariño, el día 11 de mayo de 1461 fue autorizado en el mismo sentido Juan Navarro, escribano de Teruel y secretario real.14 Respecto a este último caso, el 3 de agosto de ese mismo año el rey Juan II de Aragón escribía a las autoridades municipales de Albarracín para informar de que había hecho gracia y merced a favor de su amado secretario real, el citado Juan Navarro, sobre la posesión de las minas de alumbre que se hallaran en los términos de la ciudad y sus aldeas. Sin embargo, se tenía constancia de que un tal Martín Valero, notario y vecino del lugar de Torres, una de las aldeas de la dicha ciudad de Albarracín, había hecho cavar una mina de alumbre localizada en dicho lugar sin permiso ni licencia, por lo que el monarca ordenaba su detención y comparecencia ante la audiencia real para responder por semejante delito él y quienes le hubieran ayudado a hacerlo.15 En el mes siguiente, un documento del día 14 de septiembre confirma que la explotación del yacimiento de Ademuz estaba en funcionamiento a tenor de una disputa existente entre el maestro del alumbre, un tal Juan de Casal, y el concejo de la población.16 El 20 de septiembre el rey había ratificado su arrendamiento a favor del mencionado Juan de Casal, maestro nuestro del alumbre, quien fue encargado de la prospección de este mineral por el soberano en todas las tierras de los reinos de Aragón y Valencia.17 En efecto, un documento del día 26 de marzo del año siguiente 1462 explica que la posesión de esa mina de alumbre fue arrendada un mes antes por el concejo, concretamente el 23 de febrero, a los maestros Juan de Casal y Martín de Reve, a quienes el rey había extendido en su día las provisiones favorables correspondientes, pero que, sin embargo, dicha posesión se había visto trastocada por diversos altercados con insultos y lanzamientos de piedras contra los maestros en el contexto de una causa abierta por la arrendación de la mina entre dichos maestros y un tal Nicolás de Quintana, mercader de la ciudad de Valencia.18

13 ACA, Cancillería Real, 3375, ff. 18v-19, cit. en E. Cooper, «El acebo», pp. 321‑322, nota 29.

17 ACA, Cancillería Real, 3376, ff. 46r-v, cit. en E. Cooper, «El acebo», p. 323, nota 33. Reciente transcripción de Juan José Morales Gómez, «Las minas de alumbre del Bajo Jiloca (Zaragoza) y su explotación a fines de la Edad Media», Espacio, Tiempo y Forma. Serie III: Historia Medieval, 29 (2016), pp.  541‑567, doc. 1 del apéndice, pp. 565‑566. 18 ARV, Cancillería, 287, f. 112, cit. en E. Cooper, «El acebo», pp. 323‑324, nota 35.

14 ACA, Cancillería Real, 3376, ff. 12‑13, cit. en E. Cooper, «El acebo», p. 326, nota 40. 15 ACA, Cancillería Real, 3377, f. 102v, cit. en E. Cooper, «El acebo», p. 327, nota 41. 16 ACA, Cancillería Real, 3337, ff. 118v-119r, cit. en E. Cooper, «El acebo», p. 323, nota 34.

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El 24 de mayo de ese año 1462 el rey insistía en confirmar la explotación de la mina a favor de su maestro del alumbre, el citado Juan de Casal, a pesar de la exigencia del concejo de que dicho maestro pagase los mil quinientos reales que debía por el precio del arrendamiento. Dos días después el monarca asumía el pago y ordenaba la entrega de la décima parte de todo el alumbre que se obtuviera.19 Sin embargo, Casal ya había firmado el 9 de enero de 1462 unos capítulos de concordia para la constitución de una compañía con vistas a la explotación de un nuevo yacimiento de alumbre localizado en el término de Paracuellos de Jiloca, aldea de la comunidad de Calatayud, para un período de dos años junto a Jaime Portugués, vecino de Ademuz, lo que sugiere el abandono de la primera mina.20 Dos días después, el 11 de enero, Casal constituía a su vez una segunda compañía para la explotación del yacimiento de Paracuellos con un vecino de Cuenca de nombre Álvaro Furga.21 De esa forma, sus socios cavarían y sacarían tierra para labrarla y fabricar el alumbre en dos lugares distintos, Ateca y Terrer.22 Todas esas noticias de actividad minera en la frontera de Valencia con Aragón y en este mismo reino durante 1461‑1462 han confirmado la hipótesis de que el avance pionero en la producción del alumbre en España tuvo lugar en los espacios interiores de la Corona de Aragón y no en Castilla.23 De hecho, el yacimiento de Casacarrillo en Cornago (La Rioja) que poseía el arzobispo de Toledo no comenzó a explotarse por lo menos hasta 1464.24 Recordemos también que la actividad en Mazarrón está confirmada a partir de 1480 y la de Rodalquilar desde 1509, siendo solo comparable la cronología de la producción aragonesa a la que pudo desarrollarse efímeramente en Lorca durante 1459‑1460 y 1469‑1471, y que intentó recuperarse en la década de los noventa.25 Ahora bien, el alumbre producido en Aragón era «alumbre de tierra», un sulfato doble de aluminio y potasio que solía aparecer muy cerca de la superficie en los lignitos arcillosos de las montañas de la Cordillera Ibérica. Los principales yacimientos en épocas posteriores se han localizado en los municipios del sur de Aragón: Alloza, Andorra, Ariño, Crivillén, Estercuel, Montalbán,

19 ARV, Cancillería, 286, ff. 125r y 125v respectivamente, cit. en E. Cooper, «El acebo», pp. 324‑325, notas 36‑37. 20 APNC, notario Leonardo de Santa Fe, 1461‑1462, ff.  270r-v, cit. y transcrito originariamente por Agustín Rubio Semper, «Un contrato de arrendamiento minero del siglo xv de Paracuellos de Jiloca», en Tercer Encuentro  de Estudios Bilbilitanos, vol. II, Calatayud, Centro de Estudios Bilbilitanos, 1992, pp. 199‑202. Nueva transcripción revisada a cargo de J. J. Morales Gómez, «Las minas de alumbre del Bajo Jiloca», doc. 2 del apéndice, pp. 566‑568.

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21 APNC, notario Leonardo de Santa Fe, 1461‑1462, ff. 274r-v, cit. y transcrito en J. J. Morales Gómez, «Las minas de alumbre del Bajo Jiloca», doc. 3 del apéndice, pp. 568‑569. 22 Ibidem, p. 548. 23 E. Cooper, «El acebo», p. 333. 24 Edward Cooper, Salvador Mirete Mayo, La mitra y la roca: intereses de Alfonso Carrillo, arzobispo de Toledo, en la ribera del Ebro, Toledo, Diputación de Toledo, 2001. 25 Ibidem, p. 104. Sobre Mazarrón y Lorca compárense ahora también, en el presente libro, los datos que figuran en los artículos de Luisa Dallai y María Martínez Alcalde, y David Munuera Navarro.

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Fortanete, Aliaga y Pitarque.26 Por consiguiente, como el alumbre aragonés no era de origen volcánico como en Edesa, Tolfa, Mazarrón o Rodalquilar, carecía de base alumínica, la cual había que añadirla durante el proceso de refinado mediante la aplicación de lejías vegetales, tal y como describió Turriano en el siglo xvi27 o también el ilustrado Ignacio de Asso en Aragón para el siglo xviii cuando se refirió a los alumbres del partido de Alcañiz: El principal ramo de industria consiste en el beneficio de las minas de alumbre, y caparrós, que suministra mui ùtil ocupacion à los vecinos de Alloza, Ariño, Gargallo, Esterquel, y otros lugarcillos de la comarca. El methodo, que observan, es el siguiente: Amontonada la tierra aluminosa la encienden, y esperan que el fuego se vaya reconcentrando, pero quando llega à manifestarse en la superficie, lo apagan luego con agua. Aunque consiguen por este medio desembarazar la mina del mucho azufre, que contiene, es con total desperdicio de él, que pudieran recoger y aprovechar, si quemasen el mineral en un edificio dispuesto para condensar los vapores del azufre. La tierra quemada se echa en unos noques, ó fosas de agua, y quando se ha cargado de las sales, que disuelve, cae por un conducto en un caldero de plomo, donde se cuece, hasta que los operarios sacan una porcion, que dexan quaxar en un tiesto, para conocer si el caldo está mas proporcionado para dar alumbre, ò caparrós. En este caso lo dexan cristalizar en unos noques revestidos de piedra, que llaman lacos; pero si el caldo se destina para alumbre, lo pasan a otro noque, añadiendole la quarta parte de una lexia hecha de las cenizas del errax, ó cospillo, de la alharma, y del Chenopodium viride. Después de sacar el alumbre en grano lo vuelven á cristalizar para hacer el refinado, reservando el recocho, ò agua madre para añadirlo à otro caldo de primer cocimiento. En estas operaciones se precipita un verdadero ocre amarillo, que calcinado, y lavado sería mui bueno para los pintores, pero los naturales lo dexan perder enteramente.28

Gracias a un depósito o comanda establecido por Juan de Casal en 1462 para explotar el yacimiento de Paracuellos de Jiloca por valor de 1.300 sueldos jaqueses, es posible conocer una serie de utensilios para la producción de alumbre que se utilizaron como garantía de pago: dos calderas de bronce o arambre (una de treinta cántaros de capacidad y la otra de siete), 17 tinas pequeñas de madera (tinetes) y una caja de bronce. El cántaro en Aragón equivalía a algo menos de diez litros. Dichos utensilios se encontraban en Ateca donde había una tintorería que podía reunir las características técnicas requeridas para la obtención y tratamiento del alumbre.29 Los cálculos

28 Ignacio de Asso, Historia de la economía política de Aragón, Zaragoza, 1798, cap. II, p. 153. 29 APNC, notario Leonardo de Santa Fe, 1461‑1462, f. 268v, cit. en J. J. Morales Gómez, «Las minas de alumbre del Bajo Jiloca», p. 549, nota 15.

26 Emilio Benedicto Gimeno, José Antonio Mateos Royo, La minería aragonesa en la Cordillera Ibérica durante los siglos  xvi y xvii. Evolución económica, control político y conflicto social, Zaragoza, Prensas de la Universidad de Zaragoza – Centro de Estudios del Jiloca, 2013, pp. 120‑133. 27 R. Córdoba de la Llave, A. Franco Silva, G. Navarro Espinach, «L’alun de la Péninsule Ibérique», doc. 3 del apéndice, pp. 136‑137.

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de producción estimados para Paracuellos son de unas 182,5 arrobas anuales (45,5 quintales), cifra muy modesta en comparación con los 4.000 quintales anuales que salían de Mazarrón cada año.30 Sea como fuere, todo parece indicar que Casal y sus socios no estuvieron más de un año trabajando en la mina de Paracuellos según se deduce de una noticia posterior del 16 de enero de 1464 en la que el rey autorizaba a un vecino del lugar, el barbero Bartolomé de Sevilla, a explotar la mina o cueva de alumbre que había en el término.31 Y el 11 de junio de ese mismo año un mercader de nombre Benito el Luengo, antiguo socio del secretario real Juan Navarro, hacía pregonar una provisión del rey en el mismo sentido, entrando en conflicto con el citado Sevilla.32 Nos gustaría cerrar esta cronología actualizada sobre la producción de alumbre en Aragón en el siglo xv formulando una hipótesis sobre la identidad de Juan de Casal, maestro del alumbre del rey. Hubo un mercader lombardo residente en Valencia en el año 1438 de nombre Andrea o Adrián del Casal que compraba lanas en más de cincuenta localidades del sur de Aragón cada año. En 1442 actuaba como procurador suyo en Teruel un pariente suyo de nombre Felipe del Casal.33 No sería de extrañar que el tal Juan del Casal fuese un mercader lombardo de la misma familia que Adrián y Felipe, puesto que los mercaderes italianos, especialmente genoveses y lombardos, habían tomado la iniciativa en el negocio internacional del alumbre en el Mediterráneo occidental desde siempre. De confirmarse esta hipótesis habría que valorar también que su condición de experto reconocido al servicio de la monarquía aragonesa derivaba de unos conocimientos previos que habría podido adquirir con otros hombres de negocios que exploraron por aquellos años otros países del Mediterráneo en busca de alumbre.

EL COMERCIO DEL ALUMBRE EN ARAGÓN A TRAVÉS DE FUENTES FISCALES

El estudio de los peajes en Aragón, cuyo momento clave está en las disposiciones emanadas de las Cortes de Alcañiz de 1436, permite detallar las mercancías sujetas a pago según cuantía, término y jurisdicción de cada uno de los puestos donde la monarquía recaudaba dichos tributos, ubicados siempre en lugares de tránsito y

30 Ibidem, p. 550. 31 APNC, notario Juan Remírez, 1462‑1467, ff. 45r-v, cit. en J. J. Morales Gómez, «Las minas de alumbre del Bajo Jiloca», p. 557, nota 48. 32 APNC, notario Juan Remírez, 1462‑1467, ff. 62v-63r, cit. en J. J. Morales Gómez, «Las minas de alumbre del Bajo Jiloca», p. 558, nota 51.

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33 Concepción Villanueva Morte, «El Aragón del siglo  xv como centro de operaciones desempeñadas por lombardos», Archivio Storico Lombardo, anno CXXXIV, serie dodicesima, 13 (2008), pp.  93‑133, en concreto pp. 102‑103.

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escala obligada en las rutas que seguía el comercio aragonés de la Baja Edad Media hacia Valencia, Cataluña, Francia o Castilla.34 En esos listados, cada producto aparece singularizado pagando una tarifa diferente según la población donde estaba el peaje. El sistema aragonés de equivalencia que se empleaba habitualmente en las medidas de peso era el siguiente: 1 carga = 3 quintales, 1 quintal = 4 arrobas, 1 arroba = 36 libras, 1 libra = 355,835 gramos del sistema actual.

Una carga de alumbre, por lo tanto, equivaldría a 12 arrobas o 432 libras, es decir, unos 153 kilos y 720 gramos actuales. No obstante, la libra no pesaba lo mismo en Valencia (355 gramos) que en Castellón (358) o Teruel (367). Además, existían varias clases de arrobas. En efecto, la más corriente tenía 36 libras, pero sabemos por algunos datos ofrecidos en los peajes que la de alumbre constaba habitualmente de 31 libras. Incluso una carga podía oscilar entre diez o doce arrobas. Hay que tener en cuenta que la capacidad media de transporte en caballería mayor era de unos tres-cuatro quintales (unos 138‑184 kilos aproximadamente). Téngase en cuenta, sin embargo, que el quintal valenciano de la época sumaba unos 42 kilos, menos que el quintal castellano (46 kilos) y el cántaro romano (unos 50 kilos). De modo paralelo, recordemos que la moneda jaquesa de cuenta era la libra que se componía de 20 sueldos, correspondiendo cada sueldo a 12 dineros.35 En suma, teniendo presente toda esta problemática de equivalencias de pesos y monedas, las tarifas que se imponían en el reino de Aragón en 1436 sobre las diversas variedades de alumbre presentes en los mercados locales eran las siguientes:36

36 Pascual Savall y Dronda, Santiago Penén y Debesa, Fueros, observancias y actos de corte del reino de Aragón, comp.  de 1591, ed. facsimilar en Zaragoza, Ibercaja – El Justicia de Aragón, 1991, vol. II, pp. 214‑296; María Teresa Iranzo Muñío (ed.), Cortes del reinado de Alfonso V. Actas de las Cortes de Alcañiz (1436), Acta Curiarum Regni Aragonum, tomo IX, vol. II, Zaragoza, Gobierno de Aragón – Ibercaja, 2007, pp. 700‑834.

34 Manuel Alvar, Antigua geografía lingüística de Aragón: los peajes de 1436, Zaragoza, Institución Fernando el Católico, 1992. 35 Pablo Lara Izquierdo, Sistema aragonés de pesos y medidas. La metrología histórica aragonesa y sus relaciones con la castellana, Zaragoza, Guara, 1984; Earl J. Hamilton, El tesoro americano y la revolución de los precios en España, 1501‑1650, Barcelona, Crítica, 20004, pp.  164‑198; José María Orenga Beltrán, «El sistema de medidas, pesos y monedas del Reino de Valencia», Boletín de la Sociedad Castellonense de Cultura, 49 (1973), pp. 130‑143.

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Germán Navarro Espinach, Concepción Villanueva Morte  |  El negocio del alumbre en Aragón (siglo xv)

Alum (1 carga)

7 sueldos (Mequinenza) 5 sueldos (Calatayud) 2 sueldos (Daroca) 1 sueldo (Albalate, Alcolea)

Alum (1 arroba)

2 dineros (Daroca) 1 dinero (Calatayud)

Alum de bota (1 carga)

6 sueldos (Uncastillo)

Alum de cuba (1 carga)

3 sueldos (Puendeluna, Tauste, Velilla)

Alum de cuba (1 arroba)

3 dineros y miaja (Zaragoza) 1 dinero y miaja (Barbastro)

Alum de roca (1 carga)

7 sueldos (Albarracín, Montalbán, Teruel) 6 sueldos (Ejea, Puendeluna, Sádaba, Tauste, Uncastillo, Velilla) 5 sueldos (Ariza) 4 sueldos (Jaca) 3 sueldos y 6 dineros (Albarracín, medio peaje) 3 sueldos (El Castellar, Épila, Zaragoza) 1 sueldo (Pina)

Alum de roca (1 quintal)

1 sueldo (Jaca)

Alum de roca (1 arroba)

7 dineros (Albarracín, Montalbán, Teruel) 6 dineros (Ariza) 4 dineros y miaja (Ejea, Puendeluna, Tauste, Uncastillo, Zaragoza) 4 dineros y miaja - 3 dineros (Barbastro) 4 dineros (El Castellar) 3 dineros y miaja (Albarracín, medio peaje)

Exep (1 carga)

5 sueldos (Calatayud) 2 sueldos (Daroca)

Exep (1 arroba)

4 dineros y miaja (Ejea, Tauste) 4 dineros y miaja - 3 dineros (Zaragoza) 4 dineros (Puendeluna) 3 dineros y miaja (Velilla) 2 dineros (Albarracín, Daroca) 1 dinero (Calatayud)

Como muestra el cuadro, los peajes en los que aparece tasado el alumbre son en total veintiuno, correspondientes a las poblaciones de Albalate, Albarracín, Alcolea, Ariza, Barbastro, Calatayud, Daroca, Ejea, El Castellar, Épila, Jaca, Mequinenza, Montalbán, Pina, Puendeluna, Sádaba, Tauste, Teruel, Uncastillo, Velilla y Zaragoza. Además, hemos añadido los datos conocidos sobre el impuesto del medio peaje en el caso de Albarracín.37 Las denominaciones con que el alumbre aparece tasado son cinco: alum sin especificar más; alum de cuba y exep tanto en sueldos/carga como en dineros/ arroba; el alum de bota solo en sueldos/carga; y el alum de roca en sueldos/carga, sueldos/quintal y dineros/arroba. La expresión latina alumbre (alum) era sinónima de la palabra jebe de origen árabe (xep, axep o exep) como recogía el Lapidario de Alfonso X el Sabio en el siglo xiii.38 Una treintena de impuestos y peajes de la Corona de Aragón de los siglos xiii-xiv, el manual catalán de mercadería del siglo xiv

37 Concepción Villanueva Morte, Juan Manuel Berges Sánchez, «El medio peaje de Albarracín: evolución del impuesto, privilegios eximentes y pleitos», Aragón en la Edad Media, 19 (2006), pp. 563‑588.

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38 R. Córdoba de la Llave, A. Franco Silva, G. Navarro Espinach, «L’alun de la Péninsule Ibérique», p. 125.

LOS ALUMBRES ESPAÑOLES Y MEDITERRÁNEOS EN LA EUROPA DEL SIGLO XV E INICIOS DEL XVI

conocido como Llibre de conexenses de spícies o el léxico del comercio aragonés del siglo xv a partir de los libros de colectas del impuesto de generalidades nos permiten identificar bien las diferentes variedades de alumbre.39 El alumbre de cuba y el de bota eran lo mismo, es decir, el alumbre residual que quedaba depositado en el fondo de los recipientes (botas, cubas o vasijas). El alumbre de roca era el de primera calidad y se llamaba así porque era el mineral en forma de piedra que se extraía de las minas de origen volcánico. ¿Qué significaban esas tasas de los peajes sobre el coste final que suponía producir y vender una carga, un quintal o una arroba de alumbre? Para responder a esta pregunta importante desde el punto de vista de la historia económica necesitaremos conocer el precio medio que tenía en el mercado dicho producto, aparte del hecho constatable de que algunas de esas tasas recogidas en el cuadro eran idénticas entre poblaciones de una misma zona. Por ejemplo, los peajes de la comarca de Cinco Villas (Ejea, Sádaba, Puendeluna, Tauste y Uncastillo) compartían la misma tasa sobre cargas y arrobas de alumbre de roca, como sucedía también entre Albarracín, Teruel y Montalbán. Por lo tanto, y de forma complementaria a dicho cuadro de peajes, hemos confeccionado una tabla que aparece al final y que es la principal aportación documental de este trabajo de investigación. La componen 219 registros de alumbre localizados en dieciséis aduanas del impuesto de generalidades de Aragón y Valencia. La mayoría absoluta la conforman 196 registros identificados en trece aduanas aragonesas para el período 1444‑1454 que se conservan en la sección del Archivo del Reino que hay en el Archivo de la Diputación de Zaragoza: Arcos de las Salinas, Barracas, Calatayud, Fraga, Fuentes de Rubielos, Huesca, Jaca, Mequinenza, Monzón, San Agustín, Tamarite de Litera, Teruel y Tronchón.40 El resto de la tabla lo completan 23 registros procedentes de tres aduanas valencianas del mismo impuesto en la comarca del Alto Palancia en la frontera con el sur de Aragón: Segorbe, Viver y Jérica en el período 1463‑1538.41 La tabla está ordenada primero cronológicamente por la fecha de los registros, en segundo término por nombre de aduana y en tercer nivel por orden alfabético de apellidos de declarantes. En la columna de aduanas se indica si los registros son de entrada (E) o de salida del reino (S), es decir, importación o exportación de pro40 José Ángel Sesma Muñoz, «Las generalidades del reino de Aragón, su organización a mediados del siglo xv», Anuario de Historia del Derecho Español, 46 (1976), pp. 393‑469. 41 Estos registros proceden de la base de datos realizada por Concepción Villanueva Morte, Hacienda y fiscalidad en el Alto Palancia durante el siglo  xv. Estrategias e impuestos comerciales en una comarca fronteriza, Segorbe, Ayuntamiento de Segorbe, 2007.

39 Miguel Gual Camarena, Vocabulario del comercio medieval. Colección de aranceles aduaneros de la Corona de Aragón (siglos xiii y xiv), Barcelona, El Albir, 1976; del mismo autor, El primer manual hispánico de mercadería (siglo xiv), Barcelona, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 1981. Véase también José Ángel Sesma Muñoz, Ángeles Líbano Zumalacárregui, Léxico del comercio medieval en Aragón (siglo  xv), Zaragoza, Institución Fernando el Católico, 1982, pp. 81‑82.

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Germán Navarro Espinach, Concepción Villanueva Morte  |  El negocio del alumbre en Aragón (siglo xv)

ductos. El valor de las partidas declaradas en moneda de cuenta ha sido reducido a dineros. Estas aduanas de generalidades gravaban la entrada y la salida del reino tanto de personas como de mercancías, suponiendo el abono de un arancel fijo y único aplicable por igual en todo el territorio al estar calculado ad valorem, esto es, en función del valor de la mercadería que, en el caso de materias colorantes o mordientes como el alumbre, solía ser de un 5 % (unos doce dineros por libra de su precio). La recaudación iba destinada sobre todo a cubrir los servicios votados en Cortes. La columna de folios localiza la referencia documental exacta donde está cada registro, distinguiendo en algunas aduanas con números romanos los diferentes volúmenes de la colecta que se conservan para cada período cronológico. El reparto del número de registros por aduanas es el siguiente de mayor a menor cifra: Barracas (84 registros de entrada),42 Calatayud (40 de salida),43 Huesca (28 de salida y 3 de entrada),44 Segorbe (19 de salida), San Agustín (15 de entrada), Monzón (10 de entrada),45 Tamarite de Litera (3 de entrada y 1 de salida),46 Teruel (4 de entrada), Viver (3 de salida), Arcos de las Salinas (2 de entrada), Mequinenza (2 de entrada),47 Fraga (1 de entrada), Fuentes de Rubielos (1 de entrada), Jaca (1 de entrada), Jérica (1 de salida), Tronchón (1 de entrada).

Como puede observarse, los 23 registros valencianos son todos de salida del reino con destino a Aragón. Mientras tanto, los registros de entrada en las aduanas aragonesas suman una mayoría de 127 frente a 69 de salida, es decir, un 65 % son importaciones. 42 Los registros de esta aduana proceden de las bases de datos de la tesis doctoral de Concepción Villanueva Morte, Movilidad social y relaciones económicas entre los reinos de Aragón y Valencia en el siglo xv, ed. en CD-Rom, 4 vols., Zaragoza, Prensas de la Universidad de Zaragoza, 2006. 43 María del Carmen García Herrero, Aportaciones al estudio de las relaciones comerciales entre Aragón y Castilla. La Aduana de Calatayud (1445‑1446), tesis de licenciatura, Madrid, Universidad Complutense de Madrid, 1982. 44 José Ángel Sesma Muñoz, Huesca, ciudad mercado de ámbito internacional en la Baja Edad Media según sus registros de aduana, Zaragoza, Grupo Centro de Estudios Medievales de Aragón, 2005.

107

45 María Teresa Santiago González de Garibay, Monzón: un ejemplo de forma económica a mediados del siglo  xv, tesis de licenciatura, Zaragoza, Universidad de Zaragoza, 1980. 46 Francisco Javier Lacueva Used, Libro de aduana de Tamarite de Litera en el ejercicio 1445‑1446, Zaragoza, Institución Fernando el Católico, 2005. 47 José María Gajate García, El tráfico comercial del reino de Aragón a través de la Taula de Mequinenza en la primera mitad del siglo xv, tesis de licenciatura, Zaragoza, Universidad de Zaragoza, 1984.

LOS ALUMBRES ESPAÑOLES Y MEDITERRÁNEOS EN LA EUROPA DEL SIGLO XV E INICIOS DEL XVI

Recordemos además que una mayoría absoluta de 84 de esos 127 registros de entrada en Aragón proceden de Barracas (un 66 %), del mismo modo que 40 de los 69 de salida pertenecen a la aduana de Calatayud (un 58 %). Respecto a la regularidad cronológica de los registros, el número anual de los mismos es muy dispar: 1444 (11), 1445 (69), 1446 (63), 1447 (29), 1449 (6), 1450 (12), 1451 (1), 1452 (4), 1454 (1), 1463 (1), 1466 (1), 1467 (1), 1468 (2), 1485 (7), 1486 (4), 1490 (6), 1538 (1).

Si unificamos estos datos por períodos continuos se obtienen solo tres secuencias cronológicas de registros: 1444‑1447 (172), 1450‑1452 (17), 1467‑1468 (4).

El resto son años sueltos que tienen como mucho 6 o 7 registros cada uno, cuando solo entre dos años, 1445 y 1446, acaban sumando juntos 132 de los 219 registros que hay en total, es decir, un 55 % de la tabla. Por tipos de alumbre, la variedad es reducida. Hay 116 registros en los que no se especifica el tipo de alumbre y que oscilan entre pequeñas partidas de una libra de peso hasta las 19 arrobas, dejando aparte dos registros que no indican su peso. En total, estamos hablando de 9,5 cargas, 5 quintales, 12 costales, 286 arrobas y 242 libras de alumbre de variedad indeterminada. Si una carga tenía 3 quintales, un quintal era de 4 arrobas y una arroba tenía 31 libras, como se ha dicho antes, todo este conjunto de alumbre alcanzaría los 107 quintales, a los que habría que añadir esos 12 costales que se citan también, teniendo en cuenta el dato que proporciona el registro de la 108

Germán Navarro Espinach, Concepción Villanueva Morte  |  El negocio del alumbre en Aragón (siglo xv)

aduana de Mequinenza del 20 de agosto de 1450 cuando dice que 2 costales pesaban 2 cargas, es decir, 36 quintales más que pesarían los 12 costales a 3 quintales cada uno como ocurre con las cargas, por tanto 143 quintales en total o, lo que es lo mismo, 572 arrobas. En cinco registros de nuestra tabla, el alumbre es citado junto a otras materias (fustet, roja o rubia), de modo que es imposible saber el peso o el valor específico que tenía en esos casos concretos. Hay también dos registros de alumbre de cuba, otros dos de alumbre de tot, dos en polvo, uno de alumbre gruel y otro donde figuran sin separarse alumbre de cuba y de roca. Mientras tanto, el resto de registros de la tabla se refiere únicamente a dos variedades, el alumbre de roca y el de Lupay (o Lopay). De este último constan 59 registros de alumbre, con un peso total de unos 71 quintales. Cuatro de esos registros son en polvo y pesan 11 quintales. Es decir, un 27 % de todos los registros de la tabla tenía esa procedencia. Por último, solo figuran 31 registros de alumbre de roca (un 14 % de la tabla) que pesan 11,5 quintales (46 arrobas). En definitiva, si sumamos 143 quintales de alumbre indeterminado con 71 quintales de Lupay y esos 11,5 quintales de alumbre de roca, el peso de todos los registros de la tabla alcanza los 225,5 quintales, equivalentes a 902 arrobas. A efectos comparativos, la producción anual de alumbre en Mazarrón era de 4.000 quintales anuales en 1486 o incluso de 12.000 quintales anuales en 1562;48 y el peaje del puerto de Valencia llegó a registrar en 1488 la importación de hasta 18.000 arrobas de alumbre de Piombino, es decir, unos 4.500 quintales.49 Es en este punto cuando ya podemos aportar datos referidos a los precios del alumbre para retomar aquella pregunta que nos hacíamos sobre los costes finales de producción y transacción. La carga de alumbre (sin variedad específica) oscila en nuestra tabla entre los 840 y los 2.220 dineros de precio (70‑185 sueldos). Recordemos que los peajes de 1436 gravaban entre 1 y 7 sueldos por carga. De igual modo, la arroba se sitúa entre los 72 y los 360 dineros de precio (6‑30 sueldos), cuando los peajes suponían, en este caso, 1‑2 dineros por arroba. La libra costaba entre un sueldo y medio sueldo. La arroba de alumbre de cuba valía 10 sueldos con peajes que oscilaron entre 1 y 3 dineros por arroba de esta variedad. La carga de alumbre de Lupay estaba entre 1.680 y 1.920 dineros de precio (140‑160 sueldos), mientras que en polvo solo valía 1.440 dineros (120 sueldos). La libra de Lupay no llegaba a un sueldo (6‑8 dineros) y la arroba variaba entre 12 y 17 sueldos (144‑204 dineros). Finalmente, la libra de alumbre de roca solía costar 1 sueldo y la arroba entre 21 y 25 (260‑300 dineros),

48 R. Córdoba de la Llave, A. Franco Silva, G. Navarro Espinach, «L’alun de la Péninsule Ibérique», pp. 127 y 128.

109

49 Ibidem, p. 130.

LOS ALUMBRES ESPAÑOLES Y MEDITERRÁNEOS EN LA EUROPA DEL SIGLO XV E INICIOS DEL XVI

con peajes por arroba que estuvieron en torno a 3‑7 dineros. En suma, los peajes de 1436 podían llegar a suponer hasta un 10 % del valor de una carga de alumbre, por ejemplo en el caso de aplicar la tasa más alta por carga (7 sueldos) sobre una carga cuyo precio fuera 70 sueldos como ocurre en nuestra tabla. En la mayoría de ocasiones, sin embargo, el gravamen no debió alcanzar el 3 % del valor, como sucede por ejemplo en el caso de aplicar el peaje más alto de 7 dineros por arroba de alumbre de roca sobre el precio de 260 dineros por arroba que aparece en nuestra tabla (un 2,69 % del precio esos 7 dineros de peaje). El impuesto de generalidades en las aduanas en las que se declararon nuestros registros estaba en torno al 5 % sobre el valor del producto como vimos, es decir, 12 dineros por cada libra de valor (1 libra = 240 dineros). El valor total del alumbre que aparece registrado en nuestra tabla alcanza los 110.290 dineros o, lo que es lo mismo, unas 459 libras o bien unos 5.514 sueldos. Teniendo en cuenta que solo 21 de los 219 registros de la tabla no expresan el valor del producto declarado, la cantidad de dinero media de los 198 registros cuyo valor sí consta es de 557 dineros. Por debajo de este valor medio quedan pues 133 de esos 198 registros, es decir, un 67 %. En el extremo opuesto, las cantidades de alumbre de mayor valor multiplican por 7,75 ese valor medio, tal y como muestran las importaciones de la aduana de Barracas con los 4.320 dineros que valían dos cargas de Alí Fragí Nazaret el 13 de diciembre de 1444 o veinte arrobas de Rolequín el 28 de marzo del año siguiente. Al respecto, un total de 45 registros superan los mil dineros de valor (22 % de los 198). Asimismo, el mayor porcentaje de todas las aduanas se contabiliza en Barracas de los Jaqueses, puesto fronterizo con el reino de Valencia por donde entraron un total de 109 quintales durante el período que va desde 1444 a 1447, casi la mitad de los 225,5 quintales de la tabla. El alumbre que entró en Barracas se distribuyó de este modo en cada uno de los tres ejercicios fiscales que se conservan de dicha aduana: 7 cargas, 8 quintales, 113 arrobas y 21 libras (1444‑1445); 6,5 cargas, 42 arrobas y 52,5 libras (1445‑1446); 1,5 cargas, 66 arrobas y 95,5 libras (1446‑1447).

Mientras tanto, los cuarenta registros de salida de la aduana de Calatayud en la frontera occidental aragonesa con Castilla recogen solo 10 arrobas, 204 libras y 6 onzas. Cabe añadir que ningún declarante de la tabla comerció en exclusiva con alumbre y ni siquiera la frecuencia con que lo hicieron les hizo predominar claramente sobre el resto. De hecho, la mayoría de registros atañen a mudéjares trajineros que trabajaban al servicio de hombres de negocios transportando cientos de objetos y materias diferentes, entre los que el alumbre ocupó un lugar residual frente a las copiosas par110

Germán Navarro Espinach, Concepción Villanueva Morte  |  El negocio del alumbre en Aragón (siglo xv)

tidas de múltiples mercancías que manejaban.50 Como se ha visto, el mayor volumen declarado en la tabla pertenece a la colecta de Barracas con dos mudéjares como protagonistas, Hasam Alí Fragí Nazaret y un tal Rolequín. Aun así, llaman la atención los casos de Pedro Julve en las aduanas del sur de Aragón y Arnau Guillén de Samper en las del norte. En su vida profesional estas personas, como probablemente otras muchas de las que aparecen en la columna de declarantes, estarían dedicadas a oficios vinculados, directamente o no, bien al sector textil y a la industria del cuero (por ejemplo, el primero era tintorero), bien al comercio local pues eran botigueros o pequeños merceros que transitaban en particular con una lista de productos basada en la circulación de distintas sustancias colorantes (pastel, ceniza, alumbre, urchilla, rubia...) u otro tipo de materiales variopintos para aprovisionar sus tiendas (cera, pimienta, jengibre, algodón, hilo de ballesta/de Flandes, papel, correas, cinturones de ballesta...). En conclusión, el comercio del alumbre fue más importante y significativo que la producción autóctona en Aragón a la vista de la información que hemos presentado, sin que uno u otro ámbito fueran significativos en volumen a escala internacional a tenor de los datos disponibles. De ahí que la principal contribución de nuestro trabajo haya venido de la mano de las fuentes fiscales sobre la actividad mercantil, y no tanto de los escasos documentos reales, municipales o notariales con los que hemos querido establecer esa cronología actualizada de la fabricación de alumbre en tierras aragonesas.

50 Concepción Villanueva Morte, «El mundo mudéjar y el comercio terrestre entre los reinos de Aragón y Valencia en el siglo  xv», en Simonetta Cavaciocchi (ed.), Relazioni economiche fra Europa e mondo islamico. Secc. xiii-xviii. Atti della XXXVIII Settimana di Studi dell’Istituto Internazionale di Storia Economica «F. Datini» di Prato, vol. II, Florencia, Le Monnier, 2007, pp.  97‑120;

José Ángel Sesma Muñoz, «Adaptación socio-espacial de las comunidades mudéjares dedicadas al transporte entre Aragón y Valencia (siglos xiv-xv)», en José Ángel Sesma Muñoz, Carlos Laliena Corbera (coords.), La pervivencia del concepto. Nuevas reflexiones sobre la ordenación social del espacio en la Edad Media, Zaragoza, Grupo Centro de Estudios Medievales de Aragón, 2008, pp. 409‑426.

111

LOS ALUMBRES ESPAÑOLES Y MEDITERRÁNEOS EN LA EUROPA DEL SIGLO XV E INICIOS DEL XVI

Registros de alumbre en las aduanas de Aragón y del Alto Palancia (reino de Valencia)

Fecha

Peso

Valor

Declarante

Aduana

Folios

1444‑08‑28

6 arrobas

1200

Exeriquí, Alí

Barracas (E)

I, 3v

1444‑09‑20

6 arrobas

1200

Alí Fragí Nazaret, Azán

Barracas (E)

I, 17r

3 arrobas

540

Galy, Zuleyma

Barracas (E)

I, 19r

4 arrobas

840

Peco, Abdulaziz el

Barracas (E)

I, 29v

1444‑09‑22

Tipo

Polvo

1444‑10‑20 1444‑11‑16

Roca y Cuba

12 libras

60

Salvador, Pascual

Barracas (E)

I, 41v

1444‑11‑28

Lupay, Polvo

1 carga

1440

Galy, Zuleyma

Barracas (E)

I, 49v

1444‑11‑30

6 libras

48

Zulema, Hamet

Barracas (E)

I, 51r

1444‑12‑07

1 libra

8

Pérez, Alfonso

Barracas (E)

I, 57v

1444‑12‑13

2 cargas

4320

Alí Fragí Nazaret, Azán

Barracas (E)

I, 65v

1444‑12‑27

Lupay

1 quintal

540

Moni, Avdalá, menor

Barracas (E)

I, 78r

1444‑12‑30

Roca

10 arrobas

2400

Alí Fragí Nazaret, Azán

Barracas (E)

I, 78v

1445‑01‑02

+ roja

15

Julve, Juan de

Barracas (E)

I, 80r

1445‑01‑16

+ rubia

2 libras

18

Xarch, Domingo

Barracas (E)

I, 85r

1445‑02‑10

Lupay

0,5 cargas

1320

Peco, Abdulaziz el

Barracas (E)

I, 97r

1445‑02‑15

Roca

6 arrobas

1440

Ripa, Juan de

Barracas (E)

I, 102r

1445‑03‑02

6 arrobas

960

Algezirí, Mahoma

Barracas (E)

I, 122r

1445‑03‑03

10 arrobas

2400

Vendema, Maimum

Barracas (E)

I, 123v

3 arrobas

648

Exeriquí, Alí

Barracas (E)

I, 129v

1445‑03‑09

0,5 arrobas

120

Poch, Jaume, de Valencia

Arcos de las Salinas (E)

14v

1445‑03‑10

1 arroba

180

Julve, Pedro

Barracas (E)

I, 131v

1445‑03‑23

4 arrobas

720

Peco, Abdulaziz el

Barracas (E)

I, 138r

2 libras

16

Caballería, Nicolás de la

Barracas (E)

I, 139v

1445‑03‑28

20 arrobas

4320

Rolequín

Barracas (E)

I, 141r

1445‑04‑24

3 quintales

1920

Alaborí, Alí

Barracas (E)

I, 156v

1445‑05‑05

6 arrobas

1320

Peco, Abdulaziz el

Barracas (E)

I, 163r

1445‑03‑08

1445‑03‑27

Gruel

Roca

1445‑05‑10

Lupay

1 carga

1720

Galy, Zilum

Barracas (E)

I, 167v

1445‑05‑17

Lupay

1 arroba

144

García, Pedro

Barracas (E)

I, 171v

1445‑05‑18

1 carga

2220

Alabundí, Alí

Barracas (E)

I, 172v

1445‑05‑30

0,5 cargas

1080

Peco, Abdulaziz el

Barracas (E)

I, 183r

1445‑05‑31

2 arrobas

Soria, Pere de

Teruel (E) (viene de Barracas)

148r

1445‑06‑13

6 arrobas

1080

Peco, Abdulaziz el

Barracas (E)

I, 188v

1445‑06‑18

Lupay

1 carga

1920

Alí Fragí Nazaret, Azán

Barracas (E)

I, 190v

1445‑07‑04

Lupay

5 arrobas

840

Maruán, Zuleyma

Barracas (E)

I, 196r

1445‑07‑09

Roca

8 arrobas

1920

Ahuén, Zat

Barracas (E)

I, 199r

1445‑07‑18

Lupay

2 arrobas

360

Maruán, Zuleyma

Barracas (E)

I, 204r

1445‑07‑18

2 quintales

1440

Maruán, Zuleyma

Barracas (E)

I, 204r

1445‑07‑24

6 arrobas

1200

Peco, Abdulaziz el

Barracas (E)

I, 207r

2 quintales

1440

Galy, Zilum

Barracas (E)

I, 217v

2 arrobas

360

Ram, Fernando (por el mozo de El Peco)

Teruel (E)

154r

1 arroba

204

Çahadías (por El Peco)

Teruel (E)

155v

1 arroba

204

Maçot, Fuda (por El Peco)

Teruel (E)

155r

1 carga

1680

Bermasa, Andrés de la

Barracas (E)

II, 24r

1 carga

1680

Ermitaña, Bartolomé

Barracas (E)

II, 24r

1445‑08‑10

Lupay, Polvo

1445‑08‑12 1445‑08‑22

Lupay

1445‑08‑22 1445‑09‑03 1445‑09‑03

Lupay

112

Germán Navarro Espinach, Concepción Villanueva Morte  |  El negocio del alumbre en Aragón (siglo xv)

Fecha

Tipo

Peso

Valor

Declarante

Aduana

Folios

1445‑09‑04

Roca

10 libras

64

Valladolit, Pedro de

Calatayud (S)

60v

1445‑09‑13

Lupay

6 arrobas

1020

Çaporta, Johan

Monzón (E)

3r

1445‑09‑14

Lupay

2 libras

12

Gomara, García de

Calatayud (S)

64v

1445‑09‑14

Lupay

1 arroba

144

Johancho

Calatayud (S)

65r

1445‑09‑17

Roca

1 arroba

260

Palau, Gabriel

Monzón (E)

6v

1445‑09‑17

Lupay

7 arrobas

1116

Palau, Gabriel

Monzón (E)

6v

1445‑09‑23

2,5 arrobas

240

Julve, Pedro

San Agustín (E)

I, 2v

1445‑10‑12

6 arrobas

1200

Peco, Abdulaziz el

Barracas (E)

II, 47v

6 libras

24

Rebolledo, mosén

Calatayud (S)

88v

15 libras

90

Medina, Brahem

Calatayud (S)

90v

Alfaget, Bertran

Tamarite de Litera (S)

78r

1445‑10‑25 1445‑10‑27

Lupay

1445‑10‑29

18 libras

1445‑11‑05

Almenar, Loys de

Tamarite de Litera (E)

16r

1445‑11‑06

Roca

40 libras

24

Ximénez de Rueda, Antón

Calatayud (S)

96r

1445‑11‑08

Lupay

10 arrobas

1600

Plaza, Antón de la, de Atienza

Barracas (E)

II, 57v

1445‑11‑09

1 libra

6

Gilem, maestro

Barracas (E)

II, 58r

1445‑11‑12

6 libras

36

Cavero, Gil

Barracas (E)

II, 59v

1445‑11‑12

1 arroba

120

Julve, Pedro

San Agustín (E)

I, 3r

1 quintal

1000

Palau, Gabriel

Monzón (E)

13r

30

Rodríguez, Johan

Calatayud (S)

101r

Gomara, García de

Calatayud (S)

102r

1445‑11‑15

18 libras

Lupay

1445‑11‑17 1445‑11‑18

Lupay

1445‑11‑20

Lupay, Polvo

1 carga

1440

Galy, Zuleyma

Barracas (E)

II, 63v

1445‑11‑20

2 arrobas

240

Lop, Juan

San Agustín (E)

I, 3v

1445‑11‑23

2 libras

Serón, Johan de

Calatayud (S)

103v

1445‑11‑25

1 libra

6

Ordunya

Calatayud (S)

104r

1445‑12‑03

2 libras

33

Alborgí, Mose

Calatayud (S)

108r

1445‑12‑03

2 arrobas

360

Cepillo, Berthomeu

Calatayud (S)

108r

1445‑12‑04

2 libras

12

Gilem, maestro

Barracas (E)

II, 75r

10 libras

42

Beltrán, Galzarán

Barracas (E)

II, 76v

1445‑12‑06

6 arrobas

1080

Peco, Abdulaziz el

Barracas (E)

II, 77v

1445‑12‑06

1 arroba

120

Julve, Pedro

San Agustín (E)

I, 3v

1445‑12‑18

2 libras

Deça, Aly de

Calatayud (S)

119v

1445‑12‑06

Lupay

1445‑12‑18

Lupay

1 libra

8

Toribio

Calatayud (S)

118v

1445‑12‑18

Roca

5 libras

50

Valladolit, Gonçalvo de

Calatayud (S)

119r

1445‑12‑19

Lupay

0,5 cargas

1080

Peco, Abdulaziz el

Barracas (E)

II, 95r

1445‑12‑20

Lupay

4 libras

48

Morón, Anthon de

Calatayud (S)

121r

1445‑12‑21

Lupay

1 libra

6

Galín, Sento

Calatayud (S)

123r

1445‑12‑21

Roca

1 libra

12

Galín, Sento

Calatayud (S)

123r

1446‑01‑10

Roca

6 libras

60

Palau, Gabriel

Monzón (E)

21r

8 libras

48

Cap, Jaime

San Agustín (E)

I, 5r

6 libras

36

Rubio, Yusuf el

Barracas (E)

II, 124r

6 libras

36

Caro, Gabriel

Barracas (E)

II, 125v

4 libras

32

Pérez, Benedito

Barracas (E)

II, 124v

1446‑01‑15 1446‑01‑30 1446‑01‑31

Lupay

1446‑01‑31 1446‑02‑01

Lupay

2 libras

10

Gomara, García de

Calatayud (S)

136r

1446‑02‑09

Lupay

2 libras

9

Gallén, Yento

Calatayud (S)

139r

2 libras

14

Gallén, Yento

Calatayud (S)

139r

1446‑02‑09

113

LOS ALUMBRES ESPAÑOLES Y MEDITERRÁNEOS EN LA EUROPA DEL SIGLO XV E INICIOS DEL XVI

Fecha

Tipo

Peso

Valor

Declarante

Aduana

Folios

1446‑02‑10

Lupay

30 libras

144

Alfonsico

Calatayud (S)

139v

1446‑02‑10

Lupay

21 libras

216

Alfonsico

Calatayud (S)

139v

7 arrobas

975

Maruán, Çalema

Barracas (E)

II, 133r

1446‑02‑11 1446‑02‑15

Lupay

3 libras

18

Albulende, Farach

Calatayud (S)

141r

1446‑02‑23

Lupay

2 libras

12

Serón, Martin de

Calatayud (S)

144v

2 libras

14

Serón, Martin de

Calatayud (S)

144v

2240

Lobera, Ramón de

Monzón (E)

27v

Almenar, Loys de

Tamarite de Litera (E)

33r

1446‑02‑23 1446‑03‑04

Lupay

14 arrobas

1446‑03‑06

Lupay

28 libras

1446‑03‑08

2 arrobas

360

López, Johan

Calatayud (S)

148r

1446‑03‑10

6 libras

30

Fuster, Juan

San Agustín (E)

I, 6v

1446‑03‑19

2,5 arrobas

450

Cepillo, Miguel

Calatayud (S)

150v

1446‑03‑21

6 libras

36

Cano, Gabriel el

San Agustín (E)

I, 7r 152r

1446‑03‑23

Lupay

1 libra

7

Serón, Yento de

Calatayud (S)

1446‑03‑24

Lupay

10 libras

60

Avensomer, Acath

Calatayud (S)

153r

1 arroba

120

Lop, Juan

San Agustín (E)

I, 7v

1 arroba

120

Gisquerol, Pere

San Agustín (E)

I, 8r

11 libras

108

Abuleyde, Brahem

Calatayud (S)

158r

2 libras

12

Fernando, Martín

Barracas (E)

II, 189v

1 carga

1920

Maruán, Çuleyma

Barracas (E)

II, 196r

1 arroba

180

Cevada, Antón

Barracas (E)

II, 203r

1446‑03‑30 1446‑04‑03 1446‑04‑05

Roca

1446‑04‑11 1446‑04‑22

Lupay

1446‑05‑02 1446‑05‑07

Lupay

12 libras

72

Galy, Zuleyma

Barracas (E)

II, 206r

1446‑05‑15

Lupay

2 arrobas

340

Almenar, Loys de

Tamarite de Litera (E)

39r-v

1446‑05‑17

Lupay

1 libra

7

Gallyn, Jento

Calatayud (S)

171r

1446‑05‑17

Roca

6 onzas

7

Gallyn, Jento

Calatayud (S)

171r

1446‑05‑17

1 arroba

108

Ayel

San Agustín (E)

I, 9r

1446‑05‑21

0,5 libras

5

Blasco, Pascual

Barracas (E)

II, 215r

1446‑05‑23

1 libra

6

Sanz, Pero

Calatayud (S)

172v

1446‑05‑23

2 arrobas

240

Julve, Pedro

San Agustín (E)

I, 9r

1446‑05‑28

2 libras

36v

Nadal, Brayn de

Monzón (E)

3

Pascual, Pedro

Barracas (E)

II, 222r

10 libras

60

Fuster, Juan

San Agustín (E)

I, 9v

1446‑06‑01 1446‑06‑04 1446‑06‑05

Polvo

4 arrobas

600

Soria, Pedro de

Barracas (E)

II, 225r

1446‑06‑09

Lupay

2 cargas y 7 libras

3360

Pujol, Gabriel

Monzón (E)

38r

1446‑06‑10

Roca

1446‑06‑11 1446‑06‑20

16 libras

96

Ferrer, Jaume

Monzón (E)

38r

6 libras

48

Poch, Jaume, vecino de Valencia

Arcos de las Salinas (E)

3v

3 libras

21

Gilem, maestro

Barracas (E)

II, 235v

1446‑06‑23

Cuba

0,5 arrobas

60

Sagarra, Jaume

Calatayud (S)

188r

1446‑06‑25

Roca

1 arroba

300

Sánchez, Just

Calatayud (S)

190r

1446‑06‑25

Roca

1 arroba

300

Tornero, Gil

Calatayud (S)

189v

1446‑07‑02

16 libras

66

Sagarra, Jaume

Calatayud (S)

194r

1446‑07‑15

6 arrobas

1080

Peco, Abdulaziz el

Barracas (E)

II, 245r

1446‑07‑23

2 arrobas

360

Alaminí, Ubecar

Barracas (E)

II, 249v

1446‑07‑29

Lupay, Polvo

1 carga

1440

Maruán, Mahoma (por Çuleyma Galyp)

Barracas (E)

II, 254v

1446‑08‑01

Lupay

1 carga

1920

Feriol, Mahoma

Barracas (E)

II, 256v

6 libras

66

Gonçalvez, Johan

Calatayud (S)

208r

4 arrobas

480

Folgues, Pere

Monzón (E)

49r

1 libra

12

Santoval, Johan de

Calatayud (S)

213r

1446‑08‑03 1446‑08‑16 1446‑08‑23

Lupay

114

Germán Navarro Espinach, Concepción Villanueva Morte  |  El negocio del alumbre en Aragón (siglo xv)

Fecha

Tipo

Peso

Valor

Declarante

Aduana

Folios

1446‑09‑22

Lupay

6 arrobas

1080

Maruán, Sulema

Barracas (E)

III, 20r

1446‑10‑03

6 libras

42

Calvo, Abram

Barracas (E)

III, 26v

1446‑10‑21

4 libras

24

Beltrán, Galcerán

Barracas (E)

III, 37r

1446‑10‑30

Lupay

1 carga

1920

Maruán, Sulema

Barracas (E)

III, 41v

1446‑11‑05

Lupay

10 arrobas

1200

Galy, Sulema

Barracas (E)

III, 44r

Salvador, Pascual

Barracas (E)

III, 72r

1446‑12‑12

12 libras

1446‑12‑15

Lupay

0,5 cargas

1020

Peco, Abdulaziz el

Barracas (E)

III, 80r

1446‑12‑25

Lupay

6 arrobas

960

Aquén, Çahat

Barracas (E)

III, 90r

1447‑01‑30

10 libras

Alcañiz, Juan

Barracas (E)

III, 109v

1447‑02‑14

3 arrobas

Peco, Abdulaziz el

Barracas (E)

III, 121r

1447‑03‑11

15 libras

Julve, Pedro

Barracas (E)

III, 139v

1447‑03‑30

15 libras

Salvador, Pascual

Barracas (E)

III, 156r

1447‑04‑23

2 libras

40

Benaly, Fat

Barracas (E)

III, 169r

4 arrobas

720

Soria, Pedro de

Barracas (E)

III, 187r

2 libras

20

Tornet, Johan del

Huesca (S)

I, 54r

180

Bernart

Huesca (S)

I, 56v

Huesca (S)

I, 56v

1447‑05‑19 1447‑06‑10

Roca

1447‑06‑11

Lupay

1447‑06‑11

Roca

30 libras

300

Bernart

1447‑06‑11

Lupay

1 arroba

195

Fallyent, Johan de

Huesca (S)

I, 55v

1447‑06‑11

Roca

18 libras

1062

Fallyent, Johan de

Huesca (S)

I, 55v

1447‑06‑11

Roca

2,5 docenas

270

Guicllyrdaga, Pedro de

Huesca (S)

I, 56v

1447‑06‑11

Roca

46 libras

424

San Pere, Arnaut de

Huesca (S)

I, 56r

1447‑06‑12

Roca

3 libras

36

Abrán

Huesca (S)

I, 60v

24 libras

240

Andrés, Lois

Huesca (S)

I, 58v I, 59r

1447‑06‑12 1447‑06‑12

Roca

13 libras

117

Enrich

Huesca (S)

1447‑06‑12

Roca

10 libras

100

Guillem, Arnalt

Huesca (S)

I, 62v

7 libras

70

Johan

Huesca (S)

I, 65v

1447‑06‑12 1447‑06‑12

24 libras

240

Nabona, Betranet

Huesca (S)

I, 59r

1447‑06‑12

Roca

2 arrobas y 6 libras

594

Peyrot

Huesca (S)

I, 61r

1447‑06‑13

Roca

6 libras

72

Martínez, Juan

Barracas (E)

III, 207v

1447‑06‑14

Lupay (1 arroba)

3 arrobas

765

Bernat

Huesca (S)

I, 70v

1447‑06‑25

+ roja

1,5 libras

312

Leny, Mose

Barracas (E)

III, 213r

1447‑07‑09

Lupay

13 arrobas y 9 libras

2160

Maruán, Salema

Barracas (E)

III, 220v

5 docenas

1447‑07‑15

Cuba

1447‑07‑17

+ fustet

1447‑07‑29

Lupay

1447‑08‑19

Galban, moro de Naval

Jaca (E)

95r

10

Navarro, Pascual

Barracas (E)

III, 228v

20 arrobas

2400

Gali, Suleyma

Barracas (E)

III, 238r

15 libras

60

Alcañiz, Juan

Barracas (E)

III, 252r

1447‑08‑20

Lupay

4 arrobas

720

Julve, Pedro

Barracas (E)

III, 253v

1449‑10‑20

Roca

7 arrobas

1540

Aguilar, Pere

Huesca (E) (viene de Monzón)

II, 94v

1449‑11‑13

Lupay

15 libras

1449‑11‑13

Roca

2 libras

24

1449‑11‑13

Guillem, Arnaut

Huesca (S)

II, 19v

Juanolo

Huesca (S)

II, 15r

1 arroba

360

Nay, Peyrot de

Huesca (S)

II, 13v

1449‑11‑13

Roca

25 libras

300

Sera, Bernat de la

Huesca (S)

II, 12v

1449‑11‑15

Roca

12 libras

120

Dandaus, Beltran

Huesca (S)

II, 23v

1450‑01‑28

Lupay

8 arrobas

840

Miró, Bertomeu

Huesca (E) (viene de Monzón)

II, 103v

115

LOS ALUMBRES ESPAÑOLES Y MEDITERRÁNEOS EN LA EUROPA DEL SIGLO XV E INICIOS DEL XVI

Fecha

Tipo

Peso

Valor

Declarante

Aduana

Folios

12 libras

84

Dandaus, Beltran

Huesca (S)

II, 43r

6 arrobas

660

Miró, Bertomeu

Huesca (E) (viene de Monzón)

II, 106r

1450‑06‑05

12 libras

144

Amich, Pere d’

Huesca (S)

II, 59v

1450‑06‑08

2 libras

24

Cardiel, Abram

Huesca (S)

II, 69r

30 libras

360

Nados, Bernat de

Huesca (S)

II, 72r

1450‑06‑09

1 arroba

300

Arnaut, Guillem

Huesca (S)

II, 79v

1450‑06‑10

15 libras

165

Dandaus, Bertranet

Huesca (S)

II, 81v

1450‑02‑18 1450‑05‑01

1450‑06‑08

Lupay

Roca

1450‑06‑10

Roca

15 libras

165

Sant Pere, Pere Arnau de

Huesca (S)

II, 82v

1450‑06‑10

Lupay

1 arroba

150

Sant Pere, Arnau Guillem de

Huesca (S)

II, 82r

Algaraví, Mafoma (son de Jaume Sánchez de Calatayud, de Zaragoza)

Mequinenza (E)

s.f.

1450‑07‑15

12 costales

1450‑08‑20

2 cargas

2880

Sentjordi, Galceran

Mequinenza (E)

s.f.

1451‑09‑15

19 libras

114

Alloca, Pascual d’

Tronchón (E)

2v

6 libras

30

Pasavayt

San Agustín (E)

II, 20r

0,5 arrobas

60

Fuster, Juan

Fuentes de Rubielos (E)

I, 8v

0,5 arrobas

180

Pere, maestre

San Agustín (E)

II, 7r

14 libras

96

Pasamar, Mateo

San Agustín (E)

II, 9v

1454‑06‑13

2 libras

20

Sent Àngel, Johan de

Fraga (E)

48v

1463‑11‑28

1 carga

Razín, Yusuf

Segorbe (S)

I, 50v

1466‑07‑26

2 arrobas

480

Artusa, Juan de

Segorbe (S)

II, 35r

1467‑12‑12

6 arrobas

960

Pedro, maestro

Segorbe (S)

III, 44v

1468‑01‑07

1 carga

Moztate, Abduzalem

Viver (S)

1v

1468‑03‑24

6 libras

Carrión, Pedro

Viver (S)

12r

1485‑01‑08

13 arrobas

780

Gallego, Mahoma

Segorbe (S)

IV, 1v

1485‑02‑27

1 arroba

72

Roget

Segorbe (S)

IV, 15v

1485‑09‑04

1 arroba

120

Ciratí, Çahat

Segorbe (S)

IV, 54r

1485‑09‑10

3 arrobas

216

Betnasar, Maymón

Segorbe (S)

IV, 55v

1485‑09‑14

1 carga

840

Roget

Segorbe (S)

IV, 56v

1485‑10‑12

0,5 arrobas

36

Lucía, Juan de

Segorbe (S)

IV, 63r

1485‑10‑31

1,5 arrobas

90

Blasco, Jaume

Segorbe (S)

IV, 68r

1486‑01‑25

1 arroba

72

Roget

Segorbe (S)

V, 9r

1486‑03‑09

1,5 libras

Casanova, Juan de

Segorbe (S)

V, 23r

1486‑05‑20

1 arroba

78

Edriz

Segorbe (S)

V, 39v

1486‑11‑28

3 libras

6

Lanaja, Simón de

Segorbe (S)

V, 68v

1490‑03‑08

0,5 arrobas

36

Izquierdo, Alí

Viver (S)

17v

1490‑05‑11

13 arrobas

720

Galbón

Segorbe (S)

VI, 39r

1490‑05‑31

6 arrobas

432

Roget

Segorbe (S)

VI, 43r

5 libras

23

Martín, Domingo

Segorbe (S)

VI, 44r

1490‑09‑12

13 arrobas

984

Betnasar, Maymón

Segorbe (S)

VI, 61r

1490‑11‑23

14 arrobas

1044

Betnasar, Maymón

Segorbe (S)

VI, 70v

1538‑04‑25

5 arrobas

Valtierra, Juan

Jérica (S)

4r

1452 (s.f.)

de tot

1452‑02‑28 1452‑03‑20 1452‑06‑13

1490‑06‑04

de tot

+ roja

116

Germán Navarro Espinach, Concepción Villanueva Morte  |  El negocio del alumbre en Aragón (siglo xv)

Siglas utilizadas: ACA = Archivo de la Corona de Aragón; AHPZ = Archivo Histórico Provincial de Zaragoza; APNC = Archivo de Protocolos Notariales de Calatayud; ARV = Archivo del Reino de Valencia.

117

Alumbre en el reino de Murcia Comerciantes, puertos y barcos (siglos xv-xvi)

David Munuera Navarro* Que en las sierras litorales del reino de Murcia, en el sureste de la Corona de Castilla, existían las vetas del mineral que permite la fabricación del alumbre, era sabido desde antiguo. Las primeras referencias medievales que conocemos están vinculadas precisamente a ese factor del alumbre tan interesante que señala el profesor D. Igual: el político.1 En 1301 Pero Ximénez de Lorca, caballero lorquino que se había pasado al servicio de Jaime II de Aragón durante su intervención en el reino de Murcia, recibía el lugar y castillo de Calentín (en las cercanías del actual Mazarrón) y, lo que resulta más interesante, las minas de alumbre de tal sitio, de cuya producción habría de darle al monarca la mitad.2 Como todo lo que concierne a esta producción industrial, que iba a ser dedicada fundamentalmente a la exportación, la cercanía a los puertos resultaba clave.3 También, en este sentido, Enrique II de Castilla concedía, el 29 de abril de 1373, en juro de heredad a Juan Sánchez Manuel, conde de Carrión y adelantado mayor del reino de Murcia, la nuestra minera del axeb de Cartajena.4 Es decir, aludía casi con toda seguridad a los alumbres que, ya en el siglo xvi, dieron nombre a un pequeño núcleo de población a muy pocos kilómetros del centro urbano de Cartagena.5 Como ya puso de manifiesto el profesor Franco Silva, en Mazarrón la puesta en marcha de la fábrica de alumbre fue prácticamente inmediata a la conocida concesión de 1462 a don Juan Pacheco. Una vez dado el privilegio por Enrique IV, el marqués de Villena compartió la explotación con don Pedro Fajardo, adelantado mayor del reino * [email protected] 1 David Igual Luis, «La producción y el comercio del alumbre en los reinos hispánicos del siglo xv», Mélanges de l’École Française de Rome – Moyen-Âge, 126/1 (2014), p. 260. 2 María Teresa Ferrer i Mallol, Entre la paz y la guerra. La corona catalano-aragonesa y Castilla en la Baja Edad Media, Barcelona, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 2005, pp. 173‑174. 3 Juan Francisco Jiménez Alcázar, «Castilla y el mar Mediterráneo: encuentros y desencuentros en la Baja Edad Media», Intus-Legere Historia, 5/2 (2011), pp. 7‑33.

119

4 AMM, Cartulario real, 1405‑1418 eras, ff. 28r-v. Colección de Documentos para la Historia de Murcia, VIII, p. 192. 5 Sobre los alumbres murcianos continúan siendo referencia obligada las obras de Alfonso Franco Silva, El alumbre del reino de Murcia. Una historia de ambición, intrigas, riqueza y poder, Murcia, Real Academia Alfonso X el Sabio, 1996, y Felipe Ruiz Martín, Los alumbres españoles. Un índice de la coyuntura económica europea en el siglo  xvi, Madrid, Fundación Española de Historia Moderna – Ediciones Bornova, 2005.

LOS ALUMBRES ESPAÑOLES Y MEDITERRÁNEOS EN LA EUROPA DEL SIGLO XV E INICIOS DEL XVI

de Murcia y poder indiscutido en el sureste castellano. Las condiciones propicias para la puesta en marcha de la fábrica se dieron ya a partir de los años ochenta, cuando había acabado la guerra en el Marquesado de Villena.6 No obstante, la explotación hubo de comenzar en fechas previas, ya que, como documentó el profesor E. Cooper en su trabajo sobre los alumbres hispánicos, en 1469 dos mercaderes de Pedro Fajardo obtenían una licencia de Juan II para comerciar con alumbres.7 La instalación de la factoría en la costa murciana supuso la aparición de un nuevo núcleo urbano, tras siglos  de despoblamiento asolador en el sureste castellano. Transcurridos los años, ya en la segunda mitad del siglo xvi, Mazarrón constituyó la primera gran escisión del enorme término concejil lorquino, al constituirse en villa por merced de Felipe II.8 Las confirmaciones de la merced real se repitieron tras la muerte de Enrique IV de Castilla. Los Reyes Católicos reiteraban las donaciones para la nueva generación de nobles murcianos: el 8 de marzo de 1480 para don Diego López Pacheco, hijo del fallecido marqués de Villena, y el 13 de enero de 1483 para don Juan Chacón, adelantado mayor del reino de Murcia y señor de Cartagena.9 En 1485 ya se hallaban organizadas las minas, se realizaba el primer contrato en el que los nobles arrendaban la explotación y, en 1486‑1487, estaba entrando alumbre mazarronero en el puerto de La Esclusa con destino a Brujas, en su mercado natural. No faltaron tampoco las exenciones fiscales: las Casas de los Alumbres quedaron sin pagar alcabalas y almojarifazgo, además del diezmo, por diferentes disposiciones de los Reyes Católicos.10 También en Cartagena el alumbre estaba exento de mollaje.11 En el Archivo General de Simancas se conserva un interesante documento que publiqué hace años gracias al profesor Jiménez Alcázar.12 Su lectura expone, por un 6 A. Franco Silva, El alumbre del reino de Murcia, pp. 17‑20.

y sentir la frontera, y María Magdalena Campillo Méndez, José Javier Ruiz Ibáñez (eds.), Felipe II y Almazarrón. La construcción local de un Imperio global, vol. II: Sostener, gobernar y pensar la frontera, ambos publicados en Murcia, Universidad de Murcia, 2014. 9 A. Franco Silva, El alumbre del reino de Murcia, p. 17. La confirmación a los Fajardo figura como apéndice documental (doc. 3) en Rodolfo Bosque Carceller, Murcia y los Reyes Católicos, Murcia, Real Academia Alfonso X el Sabio, 19942, pp. 198‑201. 10 A. Franco Silva, El alumbre del reino de Murcia, p. 25, nota 33. 11 Vicente Montojo Montojo, El Siglo de Oro en Cartagena (1480‑1640). Evolución económica y social de una ciudad portuaria del sureste español y su comarca, Murcia, Real Academia Alfonso X el Sabio, 1993, p. 297. 12 David Munuera Navarro, «La delegación real en los albores de la modernidad. La lugartenencia de Jorge de Vergara en Lorca (1501‑1504)», Clavis, 1 (1999), pp. 51‑81.

7 Edward Cooper, «El acebo y el Rey sin fe», Hispania, 68/229 (2008), pp. 315‑340. 8 Juan Francisco Jiménez Alcázar, Lorca: ciudad y término (ss. xiii-xvi), Murcia, Real Academia Alfonso X el Sabio, 1994. Sobre este asunto, se puede consultar: David Munuera Navarro, «Una historia singular: la costa del reino de Murcia y el nacimiento de Mazarrón durante la época fronteriza (ss. xiii-xvi)», en María Martínez Alcalde, Magdalena Campillo Méndez (dirs.), El Siglo del Milagro. Casas y villa de los Alumbres de Almazarrón. El exercicio del hazer lalum, Murcia, Ayuntamiento de Mazarrón, 2006, pp. 23‑40. Sobre Mazarrón y su contexto histórico en el siglo  xvi es interesante la consulta de los variados trabajos publicados recientemente (con abundante bibliografía actualizada) en María Martínez Alcalde, José Javier Ruiz Ibáñez (eds.), Felipe II y Almazarrón. La construcción local de un Imperio global, vol. I: Vivir, defender

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lado, la compleja situación política de los Alumbres de Almazarrón a comienzos del siglo xvi. Y por otro, la peculiar existencia de un núcleo urbano e industrial recién nacido en un espacio costero hasta entonces despoblado. El domingo 19 de diciembre de 1501, el alcaide de Xiquena, Álvaro de Buitrago, el de Alhama, Andrés de Valnas, y el de Librilla, Diego de Alburquerque, con ocho hombres a caballo y más de sesenta peones, entraban por la fuerza en las Casas de los Alumbres, echaban a los genoveses, sus sirvientes y los trabajadores del complejo, y tomaban posesión de la explotación: aposentos, casas, calderas, pedreras, picos y almádenas. No se anduvieron ni con delicadezas ni contemplaciones. Uno de los testigos, que pidió cortesía al alcaide de Alhama, se encontró con semejante respuesta: dixo que si no callava que le quebraría una partesana que traia en la cabeza; Juan Rodríguez tuvo peor suerte, y salió de la casa apaleado y con una cuchillada en la mano. Sin embargo, algunos genoveses se hicieron fuertes en las llamadas Casas de la Caldera, con lo que los vasallos del adelantado y del marqués de Villena no completaron la toma de la factoría, y les hubieron de poner sitio. Al día siguiente llegaba el teniente de corregidor de Lorca, Jorge de Vergara, con escribano, testigos y denunciante, el genovés Bernardo Rey, representando a su familia y la empresa que dirigían. Hecha la información requirió el lugarteniente la restitución de la posesión al italiano y el cese del asalto a las Casas de la Caldera. Ante la negativa de los alcaides y la inminente llegada de tropas de refuerzo de Mula, villa de los Fajardo, en su favor para acabar con la resistencia genovesa, Jorge de Vergara tomó posesión de todo el complejo en nombre de los reyes y mandó a sus funcionarios y a los genoveses que defendiesen las casas en nombre de la corona. En febrero de 1502, el juez de residencia de Murcia y Lorca recibía la queja de don Diego López Pacheco por la actuación del teniente de corregidor en el conflicto entre el marqués y Jerónimo de Casanova y consortes, genoveses residentes en Murcia, que no le pagaban el arrendamiento de los alumbres que don Diego tenía en el término de Lorca. Al margen de la fuerte lucha de poder y la confluencia de los poderes locales, nobiliarios, económicos, etc., me interesa destacar el interesante panorama de las Casas de los Alumbres de Almazarrón que describen los documentos. Por ejemplo: E Juan Garçia Antolino, escriuano de numero de la dicha çiudad, auiendo jurado en forma de derecho e siendo preguntado açerca de lo susodicho, que ha visto e vio a los dichos ginoueses poseer por munchos dias las Casas de los Alumbres pertenesçientes al sennor marques de Villena por arrendamiento que de ellas le tyene fecho, e que ha visto que de vn anno a esta parte Juan de la Xara tiyene compannia con ellos e que las vio basteçer, e que esta posesión ha visto tenner a los susodichos syn perturbaçion alguna fasta ayer domingo. 121

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Así pues, vemos cómo a comienzos del siglo xvi los Alumbres de Mazarrón estaban ya plenamente conformados. En realidad, parece una factoría genovesa enclavada en el litoral castellano. Los genoveses se encargaban incluso del suministro a sus habitantes, aunque a cargo de los propietarios. En la documentación aparece harina, cebada, algarrobas, vino, carne, tocino, aceite, bacalao, arenques, alpargatas y ropa, etc.13 Además, acogiéndose a las antiguas hermandades, los vecinos disfrutaban de los recursos naturales libremente. No era algo superfluo. Las talas de arbolado para las calderas supusieron un problema no menor (y entre otros) para el concejo de Lorca, que veía cómo desaparecían de la zona sus recursos naturales sin provecho alguno para la ciudad del Guadalentín. En cualquier caso, en realidad, parece un proceso lógico el que fuesen los italianos quienes crearon el complejo. Ya tenían experiencia en la fabricación y el comercio de alumbre en otras partes del Mediterráneo, y su presencia e implantación en tierras murcianas está documentada desde el siglo xiii.14 Ya en la segunda mitad del siglo xv incluso diversificaban sus capitales en el sector, normalmente en tierras de cultivo. No obstante, y tal y como señaló Rodríguez Llopis, lo interesante es que fuese normal su asociación con mercaderes castellanos. Es lo que le daba la característica singular.15 Es el ejemplo de Juan de la Jara, comerciante murciano con quien se asociaron los Rey en 1500. En efecto, el primer contrato conocido entre el adelantado y el marqués de Villena y los Rey data de 1486. Sin embargo, un año antes se había producido otro contrato entre los aristócratas y un judío vecino de Murcia, Isaquen Abravalla.16 Quizá el cambio de arrendamiento se puede relacionar con la figura protectora de Baltasar Rey, Clara Albarnáez (madre del adelantado de Murcia don Juan Chacón).17 Por otro lado, Juan de la Jara lo hallamos suministrando en febrero de 1500, por su cuenta, pan y cebada en el Puerto de Mazarrón para abastecer a las tropas del joven adelantado Pedro Fajardo Chacón (hijo del anterior) que luchaban en Granada.18 En realidad, los mismos genoveses buscaron factores de la zona para facilitar y proteger el negocio. Es importante recordar que el marqués y el adelantado de Murcia, aun con algunas diferencias, siempre actuaron mancomunadamente en el negocio desde que 15 Miguel Rodríguez Llopis, «La integración del Reino de Murcia en el comercio europeo al fin de la Edad Media», en Hilario Casado Alonso (ed.), Castilla y Europa. Comercio y mercaderes en los siglos xiv, xv y xvi, Burgos, Diputación Provincial de Burgos, 1995, pp. 81‑114. 16 A. Franco Silva, El alumbre del reino de Murcia, pp. 22 y ss. 17 Juan Torres Fontes, Estampas medievales, Murcia, Real Academia Alfonso X el Sabio, 1988, p. 508. 18 R. Bosque Carceller, Murcia y los Reyes Católicos, pp. 142 y 143.

13 La fecha es avanzada, 1575, pero es lo único con lo que contamos. Cfr. A. Franco Silva, El alumbre del reino de Murcia, pp. 94 y 175, nota 171. 14 Sobre los genoveses en el reino de Murcia, véanse las clásicas obras de Juan Torres Fontes, «Genoveses en Murcia (siglo  xv)», MMM, 2 (1976), pp.  69‑169, y Ángel Luis Molina Molina, «Mercaderes genoveses en Murcia durante la época de los Reyes Católicos (1475‑1516)», en Id., La sociedad murciana en el tránsito de la Edad Media a la Moderna, Murcia, Real Academia Alfonso X el Sabio, 1996, pp. 23‑45 (ed. original: MMM, 2 (1976), pp. 277‑312).

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aquel cedió a este la mitad de las minas. Todo parece indicar cierta preeminencia del marqués en el negocio, aunque la presencia y el poder del adelantado en otros ámbitos del reino era mucho mayor. El cercano Puerto de Mazarrón se convirtió en el punto de salida del alumbre de las fábricas cercanas. Lo cierto es que ya contaba con larga tradición de puerto de embarque. No me voy a remontar a su papel en época fenicia o romana, obviamente. Pero sí es cierto que está documentada la salida de trigo a comienzos del siglo xv. Parece una obviedad, pero sin duda la cercanía del puerto, que ya era conocido por mercaderes y marinos, a las vetas de mineral, tuvo un papel determinante en el éxito de la explotación. Desde allí el alumbre partía principalmente hacia los mercados europeos, aunque antes hacía escala normalmente en grandes puertos de redistribución, principalmente Valencia, o Cádiz, ya más entrado el siglo xvi. Este asunto también hay que relacionarlo con los propios mercados hispánicos, pues también fue normal y abundante la llegada de alumbres italianos.19 Y sin duda, que las naos recalasen en estos grandes núcleos portuarios hay que relacionarlo con la dificultad que pudo haber, tanto en Cartagena como en Mazarrón, para encontrar aseguradores o fiadores. No obstante, ya señaló Velasco Hernández que no era raro que los fletes de alumbre se produjesen en Cartagena y desde allí se dirigiesen hacia el Puerto de Mazarrón a embarcar la mercancía.20 Sin duda, aquí es, de nuevo, donde los grandes puertos surgen como grandes mercados, espacios de oportunidad en los que confluyen mercancías de tierra adentro y de mar afuera, donde se citan mercaderes y marineros, buques y carretas. Recordemos, pues, que la costa del reino de Murcia aún constituía zona de la periferia europea, fronteriza y con unos escuálidos niveles demográficos.21 Sin embargo, sí parece que en los primeros años el mineral salía directamente desde el propio Puerto de Mazarrón hacia Flandes o a otros países europeos como Inglaterra o Francia. Como ya se ha advertido, un aspecto muy interesante de este asunto es la participación de comerciantes y hombres de mar castellanos en esta parte del negocio. Los genoveses centralizaban la explotación y la venta en el mismo puerto murciano, pero eran los castellanos, mayoritariamente norteños, los que generalmente transportaban el alumbre hacia otros mercados. Por ejemplo, en 1490, Juan de Alza, mercader bilbaíno, tenía alumbres cargados en la nao San Cristóbal, patroneada por Juan de Seguí en el Puerto de Mazarrón. Su destino era Flandes, y 19 Jean Delumeau, L’alun de Rome, xve-xixe siècle, París, SEVPEN, 1962. 20 Francisco Velasco Hernández, Auge y estancamiento de un enclave mercantil en la periferia. El nuevo resurgir de Cartagena entre 1540 y 1676, Murcia, Real Academia Alfonso X el Sabio, 2001, p. 43.

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21 David Munuera Navarro, Musulmanes y cristianos en el Mediterráneo. La costa del sureste peninsular durante la Edad Media (ss. viii-xvi), tesis doctoral, Murcia, Universidad de Murcia, 2010. Disponible en: https://digitum. um.es/xmlui/handle/10201/12772 [Fecha de consulta: 24/09/2017].

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pedía aseguradores en la capital del adelantamiento de Murcia, para los que ofrecía un 14 % de la ganancia. Ocho años más tarde era su viuda, Juana de Alcocer, la que pedía aseguradores para fletar la carga en la nao que tenía en Mazarrón, preparada para partir hacia Londres. Es muy posible que haya que relacionar este hecho con la Carrera de Flandes y con las rutas tradicionales que los marineros de las Cuatro Villas, Vizcaya y Guipúzcoa realizaban de manera tradicional con el norte de Europa desde la Edad Media. Recordemos que Casado Soto ya documentó que, a comienzos del siglo xvi, el comercio de buques castellanos desde el Mediterráneo hasta los puertos de Europa septentrional era realizado por embarcaciones que superaban en más del doble la capacidad de carga que las utilizadas, por ejemplo, en las que comerciaban directamente desde el norte de Castilla.22 Este aspecto me resulta interesante, pues los alumbres italianos arribaban a los puertos españoles en naves mareadas por naturales de la Península Italiana. También en su redistribución, como recientemente ha puesto de manifiesto el profesor Igual Luis.23 También hay que ver en el puerto de Cartagena y, quizá en otro orden, el de Mazarrón, un potente despegue demográfico, común a todo el reino, pero que también consolidó una recuperación en la seguridad de las costas, lo que beneficiaría sin duda la tranquilidad de las líneas comerciales marítimas en el Mediterráneo y el Atlántico, especialmente en el área del Estrecho de Gibraltar, abierta (entre comillas) desde el siglo xiii, pero quizá asegurada tras la conquista castellana de las plazas norteafricanas a comienzos del xvi. En cualquier caso, es muy posible que el papel de los marinos castellanos tenga mucho que ver con la masiva entrada del alumbre murciano en los mercados flamencos, en detrimento del de Tolfa, en torno a 1530, cuando las explotaciones murcianas estaban en pleno apogeo. La Carrera de Flandes o de Andalucía eran rutas comerciales de mucha tradición en los marinos norteños.24 Además, como sucedió en Andalucía, es muy posible que muchas de las familias que se establecieron en Cartagena durante la Baja Edad Media, tras la Reconquista, continuasen manteniendo vínculos incluso familiares con sus orígenes en la fachada atlántica de Castilla.25

22 José Luis Casado Soto, «Aproximación a la tipología naval cantábrica en la primera mitad del siglo xvi», Itsas Memoria. Revista de Estudios Marítimos del País Vasco, 2 (1998), pp. 169‑191. 23 D. Igual Luis, «La producción y el comercio del alumbre», pp. 268‑272. 24 Casado Soto («Los barcos del Cantábrico ante la expansión oceánica renacentista», en 500 aniversario de las Ordenanzas Municipales de la villa de Plentzia, 1508‑2008, San Sebastián, Sociedad de Estudios Vascos, 2008, pp.  61‑76, en particular p. 71), ya advierte que la investigación sobre

los barcos implicados en este asunto está pendiente de realizar. Señalan la presencia de los barcos españoles en aquellos tráficos obras como Manuel Basas Fernández, El Consulado de Burgos en el siglo  xvi, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 1963, o Jacques Bernard, Navires et gens de mer a Bordeaux (1400‑1550), París, SEVPEN, 1968. 25 Véase sobre este asunto, por ejemplo, Eduardo Aznar Vallejo, «Marinos vascos en la guerra naval de Andalucía durante el siglo  xv», Itsas Memoria. Revista de Estudios Marítimos del País Vasco, 5 (2006), pp. 41‑52.

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Fuera como fuese, las naos castellanas que mercadeaban el alumbre murciano desde los puertos de Mazarrón, Cartagena, Alicante o Valencia, eran los buques que, construidos en astilleros cántabros y vascongados, representaban el máximo exponente tecnológico de la época en el mundo conocido. Era el tipo de embarcación que ya estaba surcando todos los mares conocidos: atravesaron el Atlántico, el Pacífico, llegaron a los confines de Asia y regresaron a la península por el Índico. Los carpinteros de ribera de la cornisa cantábrica surtían de barcos a la Carrera de Indias. Eran los preferidos, no solo por los comerciantes, sino por la propia corona, que llegó a prohibir en varias pragmáticas que cualquier tipo de buque que no hubiese salido de estos astilleros surcase el Atlántico.26 Poco sabemos, no obstante, de las formaciones de la flota de Flandes, Francia e Inglaterra. E incluso la de Levante constituye casi una incógnita. Solo noticias sueltas nos dejan intuir su actividad. Por ejemplo, en 1534, la villa de Deva, en Guipúzcoa, declara que sus naos están idas a sus viajes, de ellas a Cicilia y Llevante, y de ellas en el Andaluzía y de ellas en Portugal.27 Incluso, Fernández Pinedo, al estudiar facetas de la economía cantábrica, ya se sorprendió del elevado porcentaje de buques guipuzcoanos implicados en navegaciones mediterráneas.28 Sin embargo, por la documentación estudiada por Casado Soto, sí sabemos que, a comienzos del siglo xvi, el grueso de la fuerza de las armadas aprestadas para operar en el Estrecho de Gibraltar y el Mediterráneo estuvo compuesto por unidades construidas en el Atlántico, y su tipo dominante era una nao que arqueaba poco más de 200 toneles. Precisamente, el incremento de la constante actividad en las rutas comerciales que atravesaban el Estrecho de Gibraltar pudo hacer que durante los siglos xiv y xv fuesen labrándose buques de más capacidad. Es aquí muy posiblemente donde haya que introducir el papel de la comercialización del alumbre en este aspecto de la construcción naval.29 Además, los mismos marineros y carpinteros de ribera adoptaron modos de construcción naval para estas naos que eran propios del Mediterráneo.30 Se trataba de buques que arqueaban en torno a las doscientas toneladas, cuyas tracas se hallaban dispuestas «a tope», característica de la tradición constructiva mediterránea («calafetadizas», dicen los documentos, frente a las tingladas, de tradición noreu26 Gervasio de Artíñano y de Galdácano, Arquitectura naval española (en madera): Bosquejo de sus condiciones y rasgos de su evolución, Madrid, s. e., 1920, pp. 67‑68. 27 J. L. Casado Soto, «Aproximación a la tipología naval cantábrica», p. 176. 28 Emiliano Fernández Pinedo, «Estructura de los sectores agropecuarios y pesqueros vascos (1700‑1890)», en Noveno Congreso de Estudios Vascos, Bilbao, Sociedad de Estudios Vascos, 1983, pp. 93‑108.

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29 El tráfico marítimo a gran escala del alumbre es el que lleva a los genoveses a construir naves cada vez más grandes, incluso gigantescas. Véase el trabajo del profesor Enrico Basso en esta misma publicación. 30 Véase Filipe Vieira de Castro, «Os navios dos séculos xvi a xvii: linhas gerais de evolução; unidades e medidas de arqueio», en Francisco Contente Domingues (ed.), Navios, Marinheiros e Arte de Navegar 1500‑1668, Lisboa, Academia de Marinha, 2012, pp. 17‑50.

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ropea).31 No llegaron nunca, obviamente, al tamaño de las mayores embarcaciones mediterráneas, pero, en torno a los años treinta del siglo  xvi, las naos y galeones castellanos que hacían la Carrera de Levante casi doblaban en capacidad de carga a las que hacían la de Andalucía, Flandes o Inglaterra.32 Desde la conquista de los reinos de Murcia y la Baja Andalucía, y la larga Batalla del Estrecho, no era raro en absoluto que marineros vascongados patronearan sus buques por el Mediterráneo (con toda soltura, por cierto), tocando frecuentemente las costas murcianas, incluso al servicio de compañías italianas. Los trabajos de Ferrer i Mallol hacen referencia frecuentemente a este hecho. Tal fue el caso de Pedro de Larraondo, quien con su nave efectuaba largas travesías desde, al menos, 1395. Al servicio de la compañía florentina de los Alberti de Brujas navegó entre los puertos de Brujas, Southampton, Cartagena, Génova, Trapani, Tropea, Alejandría y Constantinopla.33 Poco más tarde, en 1404, un comerciante de Bilbao, Pedro Ortiz, hubo de contratar los servicios de un patrón catalán, Pero Gerau, para llevar un cargamento de hierro desde Cartagena hasta Barcelona, ante la imposibilidad de hacerlo con su buque, que había quedado confiscado por las autoridades aragonesas en Cagliari.34 La colección de materiales arqueológicos de procedencia subacuática conservada en el Museo Nacional de Arqueología Subacuática (Cartagena) contiene un numeroso conjunto de cerámicas (y otros materiales más escasos, como el vidrio), procedentes de un dragado incontrolado efectuado a finales de los años setenta del siglo xx en el actual puerto pesquero del Puerto de Mazarrón.35 La obra civil contó, según informaciones orales, con la presencia de don Saturnino Agüera (vecino de Mazarrón y guarda de monumentos nacionales) quien, al parecer con ayuda de su hijo, fue rescatando algunas piezas entre los fangos resultantes del lecho marino. Estos fragmentos (o al menos parte de ellos) fueron entregados a la institución citada. No hay piezas espectaculares, ni siquiera completas, pero una visión global de todas permite un retrato muy aproximado del intenso uso portuario de Mazarrón a lo largo de la Historia: desde época púnica hasta nuestros días. Sin embargo, hay elocuentes lagunas; la más llamativa, sin duda, la falta de materiales islámicos y bajomedievales. La razón es difícil de explicar; quizá se utilizasen otras áreas de embarque y fondeo que aún no han sido detectadas (es escasa, aunque no extraña, la cerámica moderna hallada en Playa de la 31 Michael Barkham Huxley, «Las pequeñas embarcaciones costeras vascas en el siglo  xvi: notas de investigación y documentos de archivo sobre el “galeón”, la “chalupa” y la “pinaza”», Itsas Memoria. Revista de Estudios Marítimos del País Vasco, 2 (1998), pp. 201‑222.

ras orientales de Pedro de Larraondo (1406‑1409)», Itsas Memoria. Revista de Estudios Marítimos del País Vasco, 2 (1998), pp. 509‑524.

32 J. L. Casado Soto, «Aproximación a la tipología naval cantábrica», p. 178.

34 María Teresa Ferrer i Mallol, «Los vascos en el Mediterráneo medieval: los primeros tiempos», Itsas Memoria. Revista de Estudios Marítimos del País Vasco, 4 (2003), pp. 115‑128.

33 María Teresa Ferrer i Mallol, «Transportistas y corsarios vascos en el Mediterráneo medieval: las aventu-

35 Todo este asunto lo traté en D. Munuera Navarro, Musulmanes y cristianos, pp. 72 y ss.

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Isla, cerca del actual puerto). Sin embargo, en la colección procedente del dragado hay una serie de fragmentos de cerámica moderna de amplio aspecto cronológico (desde el siglo xvi), bien representativo del uso que, a través de las fuentes documentales, conocíamos de esta zona portuaria. Hay excelentes ejemplos de cerámica italiana, valenciana y catalana que demuestra, esta vez gracias al testimonio material, la llegada de embarcaciones de esta procedencia al Puerto de Mazarrón. De la cerámica de fábrica catalana destacan, por ejemplo, un fragmento de escudilla de orejeta con decoración azul sobre blanco de circunferencias concéntricas (n.º de inventario: 09680), o un plato del mismo taller con decoración azul sobre blanco con motivos vegetales y geométricos (n.º de inventario: 11773/3). Ambas podrían situar su contexto cronológico en torno a la primera mitad del siglo xvii. De los alfares españoles también salieron un melero, una escudilla de orejetas y unos pocos fragmentos de platos de Manises con decoración de reflejo metálico, de cadeneta y geométrica, que ya se pueden fechar al siglo siguiente (n.os de inventario: 9685, 9683, 9682 y 9681). Pero sin duda, los objetos arqueológicos más representativos son unos pocos fragmentos de platos procedentes de talleres italianos. Destacan especialmente dos, uno de porzeletta de China, serie caligráfica polícroma naturalista realizado en Savona, y otro del Taller de Pisa de la serie esgrafiada con motivos geométricos y vegetales que se puede datar entre la última mitad del siglo xvii y la primera del siguiente (n.os de inventario: 1928‑1670). De este mismo taller toscano salió un plato que quizá, por ser el más antiguo, constituye un buen ejemplo de los contactos de Mazarrón con los puertos italianos. Presenta el interior decorado con motivos vegetales y geométricos esgrafiados bajo cubierta vítrea sobre verde intenso monocromo, con una forma que tuvo, desde la segunda mitad del siglo xvi, amplia difusión por el Mediterráneo (n.º de inventario: 9690). Para finalizar, no me gustaría dejar fuera de estas líneas la existencia de otras explotaciones de alumbre en el reino de Murcia o en sus inmediatas cercanías puestas en marcha en la misma época, aunque menos relevantes que las de Mazarrón. Me refiero a los Alumbres Nuevos de Cartagena y a las minas de Rodalquilar, en la actual provincia de Almería. Ya he aludido antes que la existencia de mineral en las cercanías de la ciudad portuaria era conocida desde antiguo. No obstante, se documenta ya su explotación durante la segunda década del siglo  xvi. El proceso de conformación como núcleo costero nacido al amparo de la extracción de alumbre es enormemente parejo al de los Alumbres de Mazarrón: ricas vetas y cercanía a buenos embarcaderos (Escombreras36 o Cartagena). La gran diferencia, en principio, es el dueño de las minas. En este caso,

36 Su vinculación a la costa queda de manifiesto, por ejemplo, en el conocido documento de Vespasiano Gonzaga informando a la corona dónde se han de construir las torres

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costeras para defender el litoral del reino de Murcia: AGS, GM, leg. 177, f. 31. Lo publiqué en D. Munuera Navarro, Musulmanes y cristianos, pp. 981‑989.

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le correspondieron a don Francisco de los Cobos, secretario de Carlos V, a quien el emperador le hacía merced en 1525.37 Fue precisamente en unas fechas en las que la corona intervenía de manera poderosa en Cartagena, manejándola como una auténtica base naval para sus intervenciones en el Mediterráneo. Sin embargo, Francisco de los Cobos terminó por abandonar una explotación que, quizá, le dio más disgustos que gracias a favor de los magnates mineros murcianos, es decir, de los marqueses.38 Al margen de todo el pleito, que desarrolló Franco Silva,39 a tenor del corpus documental publicado, los intereses del comendador mayor de León se centraron en las minas de alumbres blancos de las cercanías de Cartagena, donde su socio, Hernando de Baeza, había establecido una explotación en el Cabezo de Roche y la Fuente del Deán. Al obtener los nuevos pobladores los mismos privilegios que los vecinos de Cartagena y las mismas franquicias para sus alumbres que tenían Mazarrón y Rodalquilar, para el concejo de Cartagena supuso un efecto distorsionador semejante al padecido por Lorca, como los problemas con el aprovechamiento libre de la madera (el marqués de Villena se avecindó en Alumbres Nuevos) y otros, que ocasionaron al concejo más de un quebradero de cabeza. A pesar de esto, la aparición de los Alumbres supuso para Cartagena comenzar a poblar un espacio costero de su término municipal hasta entonces totalmente despoblado. En 1549, según sus propios moradores, tenía cuarenta y nueve vecinos; pero el concejo de Cartagena opinaba que llegaban a cien.40 El alumbre blanco de Cartagena era muy apreciado en los mercados internacionales, especialmente en Inglaterra, porque era parecido al de Civitavecchia. Doña María de Mendoza, quien había casado con Francisco de los Cobos en 1522, labraba este preciado sulfato con dos calderas.41 La producción era voluminosa, y pasó de los 8.000 quintales al inicio de la explotación hasta los más de 30.000 en 1540.42 El caso de Rodalquilar, ya en el reino de Granada, era muy interesante también por sus paralelos con los alumbres murcianos y su cercanía al mar. Este último factor dejaba las minas y la factoría expuestas a una situación difícil frente a los ataques berberiscos. En 1509 la reina doña Juana le concedía a Francisco de Vargas, el tesorero real de Castilla, el privilegio de la explotación de este producto en el obispado de 40 V. Montojo Montojo, El Siglo de Oro en Cartagena, p. 31. 41 S. f. (siglo xvi), s. l. Relación de los alumbres que se vendían en Flandes, Inglaterra y Alemania, procedentes de las minas de Civita Veccia, propias de SS., que tenía arrendadas Agustín Sauli y de Mazarrón, propias del duque de Escalona (AGS, Cámara de Castilla, Diversos, leg. 8, doc. 23). 42 F. Velasco Hernández, Auge y estancamiento de un enclave mercantil, p. 43.

37 ADF, caja 770, doc. 1. La merced fue publicada por A. Franco Silva, El alumbre del reino de Murcia, pp. 221‑225. Existe un traslado en el Archivo Municipal de Cartagena, publicado en Cayetano Tornel, Alfonso Grandal, Alfonso Rivas, Textos para la Historia de Cartagena (ss. xvi-xx), Cartagena, Ayuntamiento de Cartagena, 1985, pp. 34‑35. 38 ADF, caja 171, n.º 5. Publicado en el apéndice documental por A. Franco Silva, El alumbre del reino de Murcia, pp. 321‑325. 39 A. Franco Silva, El alumbre del reino de Murcia, pp. 55 y ss.

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Almería.43 El influyente político realizó una fuerte inversión, entre la que se incluyó la construcción de una fortaleza para dar seguridad a la zona, que en aquel momento soportaba los rigores de los asaltos berberiscos en un contexto de plena despoblación tras la conquista de Granada y la rebelión de los moriscos de principios del siglo xvi. Es bien representativo de la situación el hecho de que Vargas arrendara la explotación a Bernardo Rey. Además, y redunda en los paralelos, el genovés suma al arriendo al comerciante burgalés Martín García de Salazar; como factor y mayordomo actuaría Bernaldino de Ceva, quien se hallaba como despensero de los genoveses en Mazarrón en 1504. Tras unos años de fuerte producción y cuantiosos beneficios, el lugar fue asaltado por corsarios norteafricanos y sus trabajadores cautivados. En realidad, esta parece la excusa, porque la producción se vio paralizada, según Franco Silva, por una maniobra de los marqueses de Villena y los arrendadores italianos para monopolizar el mercado con su alumbre mazarronero.44 La factoría no volvió a ponerse en marcha hasta 1573, ya aplacado el furor berberisco tras el fin de la rebelión morisca.45

Siglas utilizadas: ADF = Archivo Ducal de Frías; AGS = Archivo General de Simancas; AMM = Archivo Municipal de Murcia; GM = Guerra Moderna; MMM = Miscelánea Medieval Murciana.

43 1509‑03-sin día. Cédula de Juana de Castilla haciendo merced al licenciado Francisco de Vargas, su tesorero, de las minas de alumbres del obispado de Almería de cuyas ganancias él dará parte anualmente al corregidor de Almería (AGS, Cámara de Castilla, Diversos, leg. 46, doc. 5). 44 A. Franco Silva, El alumbre del reino de Murcia, p. 33. 45 Antonio Muñoz Buendía, «Los alumbres de Rodalquilar (Almería): sueños y fracasos de una gran empresa

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minera del siglo xvi», en Francisco Andújar Castillo, Julián Pablo Díaz López (coords.), Los señoríos en la Andalucía Moderna. El Marquesado de los Vélez, Almería, Instituto de Estudios Almerienses, 2007, pp.  463‑490. Véase también Antonio Gil Albarracín, «La torre fuerte o de los Alumbres de Rodalquilar: medio milenio de historia y dejadez», en Amador Ruibal Rodríguez (coord.), IV Congreso de Castellología (Madrid, 7 a 10 de marzo de 2012), Madrid, Asociación Española de Amigos de los Castillos, 2012, pp. 801‑818.

Tra politica e commercio: I genovesi e l’allume dal Mediterraneo all’Atlantico

Enrico Basso*

Università di Torino Nel corso dei secoli xiii-xvi il traffico dell’allume giunse ad assumere un ruolo di primaria importanza nel quadro complessivo dell’attività dell’oligarchia mercantile genovese, arrivando in diversi momenti a determinare gli stessi orientamenti della politica internazionale promossa dall’élite al potere e influenzando in più modi l’economia e la società genovese. In una struttura socio-economica come quella sviluppatasi nella città ligure, infatti, gli interessi commerciali concentrati in questo settore da alcuni dei grandi consortili di aristocratici mercanti non potevano non avere riflessi diretti nell’atteggiamento delle fazioni politiche ad essi legate da un fitto reticolo di salde connessioni familiari, oltre che economiche; ma questa combinazione di fattori convergenti ebbe anche, come si vedrà, un’influenza determinante sia sugli sviluppi tecnici di quella cantieristica ligure deputata a sviluppare nuovi modelli di vascello adatti a servire quegli stessi interessi economici, che su quelli delle tipologie di contratti impiegati per regolare l’attività commerciale. Come in altri settori, i genovesi non furono certo i primi a interessarsi di questa specifica branca del commercio mediterraneo, ma da quando abbiamo notizia certa del loro coinvolgimento in questo settore commerciale1 essi furono i più coerenti nel tentativo di applicare un modello monopolistico che consentisse loro di controllare i prezzi e i mercati. Già la prima notizia documentata di una diretta partecipazione genovese al commercio di questa materia prima, relativa a un mercante per altri versi sconosciuto come Niccolò di San Siro (che viene definito «di Acri» e quindi faceva parte di quei «genovesi d’Oriente» che costituivano una larga parte della diaspora ligure nel Mediterraneo),2 ci presenta un chiaro esempio di questa tendenza: intorno al 1255

* [email protected] 1 Sul commercio di allume di provenienza africana o egiziana e sull’allume «di Castiglia», frequentemente presente negli inventari genovesi dei secoli xii-xiii e ancora registrato in età tardomedievale, si veda quanto detto da Roberto S. Lopez, Genova marinara nel Duecento: Benedetto

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Zaccaria ammiraglio e mercante, Milano – Messina, Principato, 1933, pp. 23‑27; Jacques Heers, «Il commercio del Mediterraneo alla fine del sec. xiv e nei primi anni del sec. xv», Archivio Storico Italiano, 113 (1955), pp.  157‑209, in particolare pp. 171‑172. 2 Geo Pistarino, Genovesi d’Oriente, Genova, Civico Istituto Colombiano, 1990.

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Niccolò e il suo socio, il veneto-cipriota Bonifacio dal Molin, avevano infatti concluso un accordo con il sultano selgiuchide di Konya grazie al quale controllavano la totalità della produzione delle miniere del Sultanato e avevano assunto il controllo dei prezzi sul mercato, come conferma la testimonianza di Fra’ Guglielmo di Rubruck.3 Questo episodio, pur isolato, appare come la spia di un indirizzo preciso che già all’epoca doveva essere presente negli ambienti mercantili genovesi, ipotesi che trova conferma nel fatto che circa dieci anni dopo un progetto simile venne ripreso, su scala molto più ampia, da due rappresentanti di punta del milieu aristocratico-commerciale: i fratelli Benedetto e Manuele Zaccaria. Le vicende e le fortune degli Zaccaria e del loro impero commerciale sono state dettagliatamente ricostruite e abbondantemente commentate in altre sedi;4 ciò che in questa sede interessa sottolineare sono alcuni aspetti di questa esperienza che in un certo modo diedero un indirizzo ai successivi sviluppi del commercio genovese dell’allume, quasi che il successo straordinario di Benedetto e dei suoi familiari avesse costituito una sorta di «modello di riferimento» per tutti coloro, molti dei quali imparentati più o meno strettamente con loro, che successivamente si impegnarono nella stessa attività commerciale. Tali aspetti sono classificabili sotto tre categorie principali: politici, tecnici ed economici.

DENARO E POTERE: I «SIGNORI DELL’ALLUME» E LA POLITICA ESTERNA E INTERNA

L’aspetto politico è ovviamente declinato sul fronte esterno come su quello interno, e all’esterno comprende le relazioni tanto con i sovrani nel cui ambito di potere rientravano le zone di produzione, quanto con quelli che controllavano i principali punti di passaggio delle rotte e le zone di destinazione finale dei carichi imbarcati. Per riprendere l’esempio degli Zaccaria, indubbiamente il rapporto privilegiato stabilito dai due fratelli con l’imperatore bizantino Michele VIII risultò determinante per il successo della loro impresa (come lo stesso Benedetto riconobbe battezzando il proprio primogenito non con uno dei nomi tradizionali della sua stirpe, ma con quello di Paleologo); senza l’attiva collaborazione dell’imperatore, che concesse ai due lo sfruttamento delle miniere di Focea e al contempo pose un embargo (anche in funzione anti-trapezuntina) sulla produzione di quelle di 4 Oltre a R. S. Lopez, Genova marinara, cfr. Id., «Familiari, procuratori e dipendenti di Benedetto Zaccaria», in Miscellanea di storia ligure in onore di Giorgio Falco, Milano, Feltrinelli, 1962, pp. 209‑249; Enrico Basso,«Prima di Tolfa: i mercanti genovesi e l’allume orientale», Mélanges de l’École Française de Rome – Moyen-Âge, 126/1 (2014), pp. 171‑186, in particolare pp. 172‑174.

3 Claude-Claire Kappler, René Kappler (ed.), Guillaume de Rubrouck. Voyage dans l’empire mongol 1253‑1255, Parigi, Imprimerie Nationale, 1985, p.  242; Michel Balard, La Romanie génoise (xiie-début du xve siècle), vol. I, ASLi, nuova serie, 18 (1978), p. 58.

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Colonea,5 il progetto di concentrazione monopolistica del controllo del mercato, anche a danno di altri genovesi impegnati nello stesso settore, non avrebbe potuto concretizzarsi con altrettanta rapidità e ampiezza. Ugualmente fondamentale era però il rapporto con il sovrano che controllava lo Stretto di Gibilterra, punto chiave della nuova rotta marittima che proprio le galee degli Zaccaria avevano riaperto fra il Mediterraneo e i porti dell’Europa atlantica, e cioè il re di Castiglia.6 In quest’ottica si chiarisce l’importanza attribuita da Benedetto ai rapporti con Sancho IV e l’interesse specifico che il grande mercante aristocratico ebbe nell’accettare la carica di Almirante Mayor di Castiglia: in tale veste poteva infatti controbattere alla minaccia rappresentata dalla marineria merinide alla libera navigazione cristiana dello stretto (senza però mettere a rischio le tradizionali buone relazioni di Genova, formalmente estranea alla questione, con il sultano del Marocco)7 e al contempo assicurarsi, quale compenso pattuito per i propri servigi, la base di Puerto de Santa María, di grandissima importanza non solo quale potenziale punto di raccolta della produzione olivicola e vitivinicola di un’ampia area del meridione iberico che trovava ottimi sbocchi sui mercati settentrionali, ma anche come base ideale di sosta e rifornimento per le galee cariche di allume prima di iniziare l’impegnativa tratta di navigazione atlantica. Nel settore atlantico, poi, la circostanza che il grosso del traffico di allume fosse all’epoca indirizzato alle Fiandre e che pertanto il conflitto franco-inglese fosse di disturbo alle attività commerciali controllate dagli Zaccaria trova una esplicita conferma nel fatto che non solo Benedetto accettò nel 1294 la guida della flotta di Francia, ma replicò in qualche modo lo schema poco prima sperimentato nella Penisola Iberica: eliminazione di ostacoli alla navigazione rappresentati dalle potenze locali e acquisizione di basi sicure per i propri vascelli. In questo senso, il magnifico

5 Wilhelm Heyd, Histoire du commerce du Levant au Moyen Age, vol. II, Leipzig, Harassowitz, 1886, pp. 566‑567; Georghe I. Brătianu, Recherches sur le commerce génois dans la Mer Noire au xiiie siècle, Parigi, Librairie Orientaliste Paul Geuthner, 1929, p.  140; R. S. Lopez, Genova marinara, pp.  35‑37; Marie Louise Heers, «Les Génois et le commerce de l’alun à la fin du Moyen Age», Revue d’Histoire économique et sociale, 32/1 (1954), pp. 30‑53, in particolare pp.  51‑53; Michel Balard, Gênes et l’Outre-Mer. I: Actes de Caffa du notaire Lamberto di Sambuceto, 1289‑1290, Parigi – L’Aia, Mouton, 1973, nn. 574 e 813; Id., La Romanie génoise (xiie-début du xve siècle), vol. II, ASLi, nuova serie, 18 (1978), pp.  773‑775; Sergej P. Karpov, Trapesundskaja imperija i zapadnoevropeiskie gosudarstva v xiii-xv vv., Moskva, Università «Lomonosov», 1981, trad. italiana a cura di E. Zambelli, L’impero di Trebisonda, Venezia, Genova e Roma. 1204‑1461, Roma, Il Veltro, 1986, pp. 39 e 141‑144; Anthony A. M. Bryer, «The Question of Byzantine Mines

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in the Pontos: Chalybian iron, Chaldian silver, Koloneian alum and the mummy of Cheriana», Anatolian Studies, 32 (1982), pp. 133‑150, in particolare pp. 146‑149. 6 Enrico Basso, «Le Détroit dans les stratégies génoises entre Méditerranée et Atlantique», in Laurent Callegarin, Dominique Valérian (ed.), Le Détroit de Gibraltar, à la croisée des mers et des continents (Antiquité – Moyen Âge) / El Estrecho de Gibraltar, encrucijada de mares y continentes (Antigüedad – Edad Media), Madrid, in corso di stampa. Un primo carico di allume trasportato con certezza da navi genovesi verso l’Inghilterra per conto di Benedetto Zaccaria viene registrato nel 1278. Cfr. Roberto S. Lopez, «Majorcans and Genoese on the North Sea Route in the Thirteenth Century», Revue Belge de Philologie et d’Histoire, 29/4 (1951), pp. 1163‑1179, in particolare pp. 1171‑1172 e 1176. 7 Enrico Basso, «Tra crociata e commercio: le relazioni diplomatiche fra Genova e i Regni iberici nei secoli xii‑xiii», Medievalismo, 19 (2009), pp. 11‑56.

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piano operativo per la conduzione delle operazioni contro l’Inghilterra, comprensivo di blocco dei porti continentali, stilato per re Filippo IV, è assolutamente esemplare.8 Sul fronte politico interno, Benedetto fu ben attento a sostenere con la propria influenza il regime dei Diarchi ghibellini che dal 1270 governava Genova, mettendo a disposizione dei Due Capitani del Popolo le proprie competenze economiche e soprattutto strategiche, come dimostra il ruolo determinante da lui giocato nella decisiva vittoria navale della Meloria contro i pisani. Tale rapporto trovava la propria radice nei legami familiari stretti tra gli Zaccaria, gli Spinola e i Doria9 e nei comuni interessi politici ed economici, che consentirono di superare anche la crisi determinatasi nel 1287 per il differente atteggiamento diplomatico nei confronti dell’Egitto in rapporto alla questione di Tripoli di Siria: in quell’occasione, Benedetto venne esplicitamente accusato di aver seguito i propri personali interessi e non quelli generali del Comune, rischiando di compromettere le posizioni commerciali dei suoi compatrioti nel sultanato mamelucco con l’accettazione della signoria della città costiera,10 ma successivamente, nonostante un evidente allontanarsi dello Zaccaria dalla diretta partecipazione alla scena politica genovese in direzione di teatri operativi quali la Castiglia, la Francia e l’Egeo, i rapporti tornarono a migliorare proprio grazie alla forza dei legami familiari. Questi schemi, come si è detto, vennero in buona parte ricalcati da coloro che nel corso dei due secoli successivi cercarono di ripetere il favoloso successo di Benedetto e dei suoi congiunti: dalla Societas Folie Nove alla «Grande Compagnia» e alla Societas de omnium aluminum, tutte le principali associazioni di mercanti di allume dovettero rapportarsi con i sovrani dell’area egeo-anatolica; anche se col tempo agli imperatori di Bisanzio si sostituirono gli emiri e i sultani turchi e i signori di origine genovese di Mitilene, il problema di base rimaneva sempre lo stesso, e cioè il conseguimento del controllo esclusivo della produzione di alcune miniere e la possibilità di ottenere la sospensione della produzione di altri giacimenti concorrenti grazie all’imposizione politica o alla forza di persuasione del denaro. La necessità di interagire con i sovrani musulmani non sembra aver presentato particolari difficoltà in nessuno di questi casi; del resto, la collaborazione pacifica a fini commerciali con le potenze islamiche era stata una consuetudine consolidata 8 Antonio Musarra, «Un progetto italiano di razzia del suolo inglese redatto per Filippo IV il Bello (1294 ca.)», Francigena, 2 (2016), pp. 249‑273. 9 R. S. Lopez, «Familiari, procuratori e dipendenti», pp. 214‑215; E. Basso, «Prima di Tolfa», p. 174. 10 Wilhelm Heyd, Le colonie commerciali degli Italiani in Oriente nel Medio Evo, trad. italiana a cura di G. Müller, vol. I, Torino – Venezia, Antonelli – Basadonna, 1866, pp.  256‑258; R. S. Lopez, Genova marinara, pp.  133‑151;

Enrico Basso, Strutture insediative ed espansione commerciale. La rete portuale genovese nel bacino del Mediterraneo, Cherasco, Centro Internazionale di Studi sugli Insediamenti Medievali, 2011, pp. 99‑103. L’operato dello Zaccaria viene pesantemente e apertamente criticato dall’annalista ufficiale del Comune, Jacopo Doria. Cfr. Cesare Imperiale di Sant’Angelo (ed.), Annali genovesi di Caffaro e de’ suoi continuatori, vol. V, Roma, Istituto Storico per il Medioevo, 1929, pp. 89‑91 e 93‑95.

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almeno dalla seconda metà del xii secolo per i genovesi, che nell’ambito iberico e nordafricano avevano imparato che la cooperazione portava maggiori vantaggi rispetto al conflitto militare, che pertanto andava limitato a casi di effettiva necessità di tutela degli interessi commerciali.11 I sultani ottomani erano perciò visti quali controparti essenziali per garantire la permanenza di Focea sotto il controllo genovese e per incanalare nella direzione desiderata dai monopolisti dell’allume la produzione delle altre miniere anatoliche e le relazioni commerciali con i loro domini rivestirono con il passare del tempo un’importanza crescente.12 Altrettanto importante risultava ancora una volta il rapporto con i sovrani delle aree di destinazione finale delle merci, un ambito nel quale a fianco del tradizionale legame con i duchi di Borgogna i genovesi si trovarono a dover gestire i complessi problemi che la crescente importanza del mercato inglese pose di fronte a loro dalla fine del xiv secolo; se infatti nelle Fiandre borgognone i genovesi erano ospiti ormai tradizionali e sostanzialmente ben accetti,13 in Inghilterra dovevano invece scontrarsi con la violenta xenofobia ampiamente diffusa in tutti gli strati della società locale, solo in parte compensata dai rapporti privilegiati stabiliti con la Corona e con i suoi più alti rappresentanti grazie alla potenza finanziaria che gli operatori liguri erano in grado di mettere a loro disposizione.14 La complessa vicenda della presenza genovese nel regno plantageneto è così marcata nel corso del xv secolo da una serie di crisi seguite da momenti di riavvicinamento che segnano gli alti e bassi del commercio di esportazione di allume così come emerge dai contratti di trasporto conservati dai rogiti notarili genovesi. A dispetto della generale ostilità, neanche i più xenofobi tra gli inglesi misero però mai in dubbio l’importanza fondamentale dell’approvvigionamento di allume garantito dall’attività dei mercanti genovesi alla manifattura di pannilani inglesi in via di sviluppo; tenuto conto di questo monopolio de facto, che favoriva gli interessi di alcuni dei grandi consortili dell’oligarchia mercantile, l’assetto delle relazioni anglo-genovesi 11 Geo Pistarino, «Genova e l’Islam nel Mediterraneo occidentale, secoli xii-xiii», AEM, 10 (1980), pp. 189‑205; Id., «Genova e il Maghreb nel secolo xii», in Romain H. Rainero (ed.), Italia e Algeria. Aspetti storici di un’amicizia mediterranea, Milano, Marzorati, 1982, pp. 23‑68. 12 Kate Fleet, European and Islamic trade in the early Ottoman state. The merchants of Genoa and Turkey, Cambridge, Cambridge University Press, 1999; Enrico Basso, «From Cooperation to Clash of Interests: Genoa and the Turks in the Fourteenth and Fifteenth Centuries», in H. C. Güzel, K. Çiçek, S. Koca (ed.), The Turks, vol. III, Ankara, Yeni Türkyie Dergısi, 2002, pp. 181‑188; Id., «La Maona di Chio, Genova e l’Impero Ottomano: relazioni commerciali e intrecci diplomatici fra Tardo Medioevo e prima Età moderna», in Simonetta Cavaciocchi (ed.), Relazioni economiche fra Europa e mondo islamico. Secc. xiii-xviii. Atti

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della XXXVIII Settimana di Studi dell’Istituto Internazionale di Storia Economica «F. Datini» di Prato, vol. I, Firenze, Le Monnier, 2007, pp. 315‑324; Id., «Genova e gli Ottomani nel xv secolo: gli “itali Teucri” e il Gran Sultano», in L’Europa dopo la Caduta di Costantinopoli: 29 maggio 1453. Atti del XLIV Convegno Storico Internazionale (Todi, 7‑9 ottobre 2007), Spoleto, Centro Italiano di Studi sull’Alto Medioevo, 2008, pp. 375‑409; Id., «Prima di Tolfa». 13 Giovanna Petti Balbi, Mercanti e «nationes» nelle Fiandre: i genovesi in età bassomedievale, Pisa, ETS, 1996. 14 Enrico Basso, «I Genovesi in Inghilterra fra Tardo Medioevo e prima Età Moderna», in Luciano Gallinari (ed.), Genova: una «porta» del Mediterraneo, vol. I, Cagliari – Genova – Torino, Consiglio Nazionale delle Ricerche – Istituto di Storia dell’Europa Mediterranea, 2005, pp. 523‑574.

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stabilito in base al trattato stipulato nel 1421 può essere considerato un sostanziale successo non solo del governo della fazione Campofregoso, e in particolare dell’abile diplomazia del doge Tommaso, ma di tutto il gruppo di grandi famiglie, dai Cattaneo ai Doria, ai Giustiniani e persino a una parte degli stessi Adorno (pur irriducibili avversari politici del doge), i cui interessi economici erano in ampia parte legati proprio al commercio di allume in direzione del Nord.15 Analogo peso ebbero indubbiamente le relazioni conflittuali che per tutta la prima metà del xv secolo intercorsero tra Genova e la Corona d’Aragona: il progetto imperiale coltivato dal Magnanimo non interferiva infatti solo con gli interessi politici del Comune ligure, ma soprattutto con gli interessi economici dei grandi operatori commerciali, che vedevano le rotte percorse dalle loro navi minacciate costantemente dall’attività corsara della marineria catalana, e pertanto rappresentava una minaccia da contenere tanto con la forza militare che con la diplomazia.16 Ancora una volta, possiamo notare come la questione contribuisse a polarizzare i partiti esistenti all’interno del ceto dirigente genovese, con un gruppo, raccolto intorno ai Campofregoso, che mirava a una più incisiva difesa degli interessi mercantili nel Mediterraneo e propendeva quindi per alleanze indirizzate verso la Francia e la Castiglia, e un secondo, guidato dagli Adorno, maggiormente interessato agli assetti politici italiani e disponibile a un compromesso con Alfonso, soprattutto dopo la sua ascesa al trono di Napoli.17 Tale posizionamento, insieme ai legami familiari stretti nel frattempo, portava indubbiamente i consortili maggiormente impegnati nel commercio dell’allume a sostenere i dogi della Casa dei Campofregoso, la politica dei quali andava nel senso più adeguato alla tutela dei loro interessi. Come si è detto, tuttavia, la forza dell’interesse economico era sostenuta dalla solidità dei legami di parentela, come risalta efficacemente dall’analisi dei compo15 Francesca Mambrini (ed.), I Libri Iurium della Repubblica di Genova, vol. II/3, Genova, Società Ligure di Storia Patria, 2011, doc. 339; Alwyn A. Ruddock, Italian Merchants and Shipping in Southampton, 1270‑1600, Southampton, University Press, 1951, pp.  163‑215; Edmund B. Fryde, «The English Cloth Industry and the Trade with the Mediterranean, c. 1370-c. 1480», in Produzione, commercio e consumo dei panni di lana, Firenze, Olschki, 1976, pp. 343‑367, in particolare pp.  353‑356; Id., «Anglo-Italian Commerce in the Fifteenth Century: some Evidence about Profits and the Balance of Trade», Revue Belge de Philologie et d’Histoire, 50 (1972), pp.  345‑355; E. Basso, «I Genovesi in Inghilterra», pp.  557‑567; Id., Insediamenti e commercio nel Mediterraneo bassomedievale. I mercanti genovesi dal Mar Nero all’Atlantico, Torino, Marco Valerio, 2008, pp. 102‑137. 16 Eugenio Duprè Theseider, La politica italiana di Alfonso il Magnanimo, Bologna, Pàtron, 1956; Ernesto Pontieri, Alfonso il Magnanimo re di Napoli (1435‑1458), Napoli, Edizioni Scientifiche Italiane, 1975; Alan Ryder, The Kingdom of Naples under Alfonso the Magnanimous,

Oxford, Clarendon Press, 1976; Giustina Olgiati, Classis contra regem Aragonum (Genova, 1453‑1454). Organizzazione militare ed economica della spedizione navale contro Napoli, Cagliari, Consiglio Nazionale delle Ricerche – Istituto sui Rapporti Italo-Iberici, 1989; Ead., «La Repubblica di Genova nella guerra di successione al Regno di Napoli (1436‑1442)», in XIV Congresso di Storia della Corona d’Aragona (Sassari-Alghero, 19‑24 maggio 1990), vol. III, Sassari, Delfino, 1996, pp. 643‑657. 17 Riccardo Musso, «Lo “Stato Cappellazzo”. Genova tra Adorno e Fregoso (1436‑1464)», Studi di Storia medioevale e Diplomatica, 17 (1998), pp.  223‑288; Giovanna Petti Balbi, «Tra dogato e principato: il Tre e il Quattrocento», in Dino Puncuh (ed.), Storia di Genova. Mediterraneo, Europa, Atlantico, Genova, Società Ligure di Storia Patria, 2003, pp.  233‑324, in particolare pp.  296‑301; Riccardo Musso, «La tirannia dei cappellazzi. La Liguria tra xiv e xvi secolo», in Giovanni Assereto, Marco Doria (ed.), Storia della Liguria, Bari, Laterza, 2007, pp. 43‑60, in particolare pp. 52‑54.

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nenti della «Grande Compagnia» guidata da Francesco Draperio: lo stesso Draperio era cognato di Visconte Giustiniani e suocero di Paride Ardimento, e quindi assai ben collegato al nucleo «forte» delle famiglie interessate all’allume; oltre a lui troviamo un nutrito gruppo di rappresentanti dei Giustiniani (Visconte, Paride, Nicolò quondam Iohannis, Bernardo, Antonio quondam Iacobi e i fratelli Brizio ed Edoardo) e altri maonesi come Pietro Paterio e Baldassarre Adorno, e poi Dario Vivaldi, Tobia Pallavicino, Ludovico Fornari; soprattutto però compaiono, quali rappresentanti del consorzio degli appaltatori delle miniere di Condicie e Parachile, sull’isola di Lesbo, tre membri del consortile dei Doria, e cioè Bartolomeo quondam Iacobi, Domenico quondam Opecini e Marco filius Oberti (quest’ultimo in posizione di preminenza, in quanto congiunto del signore di Mitilene, Dorino I Gattilusio, a sua volta imparentato con i Campofregoso).18 Il ruolo dei Gattilusio, tanto nella Compagnia del Draperio quanto nella Societas de omnium aluminum progettata da Paride Giustiniani (suocero di Domenico Gattilusio, successore di Dorino) nel 1456, era fondamentale in quanto la produzione delle miniere di Lesbo era sufficiente, per qualità e quantità, a influenzare il mercato e l’andamento dei prezzi e quindi il signore di Mitilene era in grado di garantire anche un’eventuale autonomia dalla produzione delle miniere anatoliche cadute in mano ai turchi nel 1455; pertanto, nella complessa situazione dell’area egea dopo il 1453, il sottile gioco diplomatico fra Chio, Mitilene, Genova e la Porta ottomana fu inevitabilmente condizionante non solo per coloro che erano direttamente interessati, ma per una più ampia platea di soggetti coinvolti a livello economico nelle questioni attinenti al commercio dell’allume, come dimostrano le preoccupazioni della corte pontificia e gli interventi diplomatici inglesi a difesa dei propri interessi fin nel xvi secolo inoltrato.19

18 Marco Doria aveva sposato una Gattilusio del ramo cadetto dei signori di Enos, Imbro e Samotracia, Caterina di Palamede, una sorella della quale, Ginevra, aveva sposato Ludovico Campofregoso; ma il legame dei Gattilusio con i Doria, già sancito in precedenza da altri matrimoni, era rafforzato dal fatto che lo stesso Dorino I Gattilusio aveva sposato una Doria: Orietta. Cfr. Giustina Olgiati, «I Gattilusio», in Dibattito su famiglie nobili del mondo colo-

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niale genovese nel Levante. Atti del Convegno di Montoggio, 23 ottobre 1993, Genova, Accademia Ligure di Scienze e Lettere, 1994, pp.  85‑99, in particolare pp.  97‑98; Enrico Basso, «Gattilusio, Dorino», in Dizionario Biografico degli Italiani, vol. LII, Roma, Istituto dell’Enciclopedia Italiana, 1999, pp. 605‑606. 19 E. Basso, «Prima di Tolfa», pp. 178‑184.

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L’INFLUENZA DEL COMMERCIO: NUOVI TIPI DI VASCELLI PER NUOVE ROTTE

A fianco dei prevalenti aspetti politici è tuttavia necessario sottolineare come il processo di costruzione di strutture mercantili tendenti all’instaurazione di un monopolio innescato per primi dagli Zaccaria abbia avuto importanti riflessi tecnici determinando, come si è indicato all’inizio, un peculiare sviluppo della cantieristica genovese e ligure finalizzato alla produzione di vascelli adeguati sia a trasportare le quantità di merce richieste dalle imprese organizzate dai partecipi al traffico dell’allume, sia ad affrontare le sfide presentate dalle nuove rotte di navigazione lungo le quali tale traffico si incanalava. Nella seconda metà del xiii secolo anche a Genova la principale imbarcazione utilizzata tanto a scopi commerciali che militari era ancora la galea, e tanto i contratti stipulati dagli Zaccaria e dai loro agenti quanto le registrazioni doganali fiamminghe e inglesi menzionano quasi esclusivamente le galee fino ai primi decenni del secolo xiv. Nonostante le difficili condizioni della navigazione atlantica, questi vascelli si erano dimostrati quindi in grado di percorrere senza particolari incidenti anche le nuove rotte aperte alla fine del xiii secolo nelle acque dell’Atlantico, tanto verso Nord quanto verso l’ancora misterioso Sud; tuttavia, proprio l’esperienza accumulata nel corso di queste navigazioni dagli uomini di mare liguri (quei sabedores de mar esplicitamente richiesti nel 1317 da Dinis I al suo nuovo Almirante-Mor Emanuele Pessagno per organizzare la nascente marina lusitana),20 contribuì a mettere in evidenza quelli che erano i limiti di queste imbarcazioni: la necessità di una navigazione costiera (connessa sia alla tipologia dell’imbarcazione che alla necessità di frequenti rifornimenti), la relativamente scarsa capacità di carico e la presenza di un equipaggio assai numeroso che, oltre a imporre ulteriori limitazioni degli spazi, finiva per aumentare notevolmente i costi vivi connessi al trasporto delle merci.21 20 Il contratto fra il re di Portogallo e il Pessagno venne sottoscritto il 1 febbraio 1317. Al genovese, in cambio dell’impegno a tenere sempre pronti per il servizio del sovrano non meno di tre galee e venti «tecnici» genovesi, veniva conferita la carica di Ammiraglio con il diritto di trasmetterla ereditariamente ai propri discendenti, oltre al possesso feudale del quartiere della Pedreira di Lisbona, dove precedentemente il re aveva insediato la comunità ebraica, e a una rendita di 3.000 lire gravante sui possedimenti reali fino a quando non fosse stata disponibile una località con adeguata rendita da donare. Cfr. Ludovico Tommaso Belgrano, «Documenti e Genealogia dei Pessagno, genovesi, ammiragli del Portogallo», ASLi, 15 (1881), pp.  241‑316, doc. IX; José Benedito de Almeida Pessanha, Os Almirantes Pessanhas, Porto, Imprensa Portuguesa, 1923, p.  21; Roberto S. Lopez, Storia delle colonie genovesi nel Mediterraneo, Genova, Marietti 1820,

1996² (ed. orig.: Bologna, Zanichelli, 1938), pp.  314‑315; Damião Peres, Historia dos descobrimientos portugueses, Porto, Portucalense Editora, 1943, p.  26; João Martins da Silva Marques, Descobrimentos Portugueses, vol. I, Lisbona, Instituto de Alta Cultura, 1944, pp.  27‑30; Charles Verlinden, «La colonie italienne de Lisbonne et le développement de l’économie metropolitaine et coloniale portugaise», in Studi in onore di Armando Sapori, vol. I, Milano, Istituto Editoriale Cisalpino, 1958, pp. 617‑628; Id., «Les Génois dans la marine portugaise avant 1385», Studia Historica Gandensia, 41 (1966), pp.  5‑24, in particolare p. 7; Gian Giacomo Musso, Genovesi e Portogallo nell’Età delle Scoperte (nuove ricerche d’archivio), Genova, Civico Istituto Colombiano, 1976, pp. 18‑23; Fernando Morais do Rosario, Genoveses na Historia de Portugal, Lisbona, s. e., 1977, pp. 13‑22.

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Pertanto, mentre il ruolo militare della galea rimaneva incontrastato, e tale sarebbe rimasto fino all’inizio del secolo xvii,22 nei cantieri genovesi si iniziò uno sviluppo della navis che potesse generare un tipo di vascello più adatto alle condizioni di navigazione nelle acque oceaniche e più rispondente alle esigenze di spazio connesse alle tipologie di merci che, a cominciare dall’allume, costituivano il grosso dell’attività mercantile genovese. Già dal xii secolo, infatti, le capacità costruttive dei maestri d’ascia genovesi erano ampiamente riconosciute ben al di fuori della Liguria, come dimostra il fatto che nel 1113 e nuovamente nel 1120 Diego Gelmírez, vescovo di Santiago di Compostela, li avesse chiamati per affidare loro la costruzione di alcune galee destinate a difendere la costa galiziana dai Mori,23 e le competenze dimostrate tanto sotto il profilo tecnico quanto sotto quello quantitativo dai genovesi si confermarono ampiamente nel corso del xiii secolo, durante il quale vennero chiamati in più occasioni a fornire navi per le spedizioni crociate dei re di Francia e d’Inghilterra (per il primo dei quali organizzarono anche il primo cantiere navale statale francese: il Clos des Galées di Rouen)24 essendo in grado, al contempo, di mantenere in mare una cospicua flotta per le operazioni belliche del lungo conflitto con Pisa, o al servizio della causa dei guelfi nella lotta con l’imperatore Federico II. A conferma delle loro capacità produttive, che nel 1284 avrebbero suscitato l’ammirata sorpresa persino degli ambasciatori veneziani presenti in città,25 i maestri d’ascia dei cantieri genovesi non esitarono del resto ad accettare nel 1247 la commissione di un gran numero di navi destinate al trasporto in Oriente dell’armata crociata di Luigi IX di Francia pur in presenza di una situazione di continua emergenza determinata dal conflitto con il fronte ghibellino, che comportava una costante e minacciosa presenza della flotta pisano-imperiale nelle acque della Liguria.26 21 Circa le esigenze degli equipaggi e dei passeggeri delle galee genovesi, cfr. Michel Balard, «Navigations génoises en Orient d’après des livres de bord du xive siècle», Comptes-rendus de l’Académie des Inscriptions et Belles-Lettres, novembre-dicembre 1988, pp.  781‑791; Id., «Biscotto, vino e... topi: dalla vita di bordo nel Mediterraneo medievale», in L’uomo e il mare nella civiltà occidentale. Da Ulisse a Cristoforo Colombo. Atti del Convegno (Genova, 1‑4 giugno 1992), ASLi, nuova serie, 32/2 (1992), pp. 241‑254; Enrico Basso, «I consumi di bordo nei secoli xiv-xv. Note dai registri Galearum genovesi», ASLi, nuova serie, 53/1 (2013), pp. 37‑60. 22 Nicholas A. M. Rodger, The Safeguard of the Sea. A Naval History of Britain, I (660‑1649), Londra, Harper & Collins, 1997, pp. 290‑291. 23 Emma Falque Rey (ed.), Historia Compostellana, Turnhout, Brepols, 1988, libro I, 103, pp. 175‑176, e libro II, 21, pp. 262‑264; Michel Mollat, «Note sur la vie maritime en Galice au xiie siècle d’après l’Historia Compostellana», AEM, 1 (1964), pp. 531‑540. 24 Il Clos des Galées, la cui creazione venne avviata sulle coste normanne già a partire dal 1293 da un gruppo di tecnici genovesi (Enrico Marchese, Ughetto e Obertino Spinola,

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Lanfranco Tartaro e Nicola da Varazze) chiamati da re Filippo IV, avrebbe continuato a produrre navi per la corona di Francia fino al 1418. Cfr. R. S. Lopez, Genova marinara, pp. 188‑189; Anne Merlin-Chazelas, Documents relatifs au Clos des Galées de Rouen et aux armées de mer du roi de France de 1293 à 1418, 2 voll., Parigi, Bibliothèque Nationale, 1977‑1978. 25 C. Imperiale di Sant’Angelo (ed.), Annali genovesi, vol. V, p. 57. 26 Per l’edizione dei contratti, cfr. Ludovico Tommaso Belgrano, Documenti inediti riguardanti le due Crociate di san Ludovico IX re di Francia, Genova, Tipografia Sordo-Muti, 1859. Sulla spedizione: Steven Runciman, A History of the Crusades, 3 voll., Cambridge, Cambridge University Press, 1951‑1954, trad. italiana a cura di E. Bianchi, A. Comba, F. Comba, Storia delle Crociate, 2 voll., Torino, Einaudi, 1966, vol. II, pp. 903‑918; Enrico Basso, «Ugo Lercari e Giacomo di Levanto, ammiragli di S. Luigi IX», in La Storia dei Genovesi, vol. X, Genova, Associazione Nobiliare Ligure, 1990, pp.  197‑210; Christopher Tyerman, God’s War. A New History of the Crusades, Londra, Penguin Books, 2006, trad. italiana a cura di B. Del Mercato, Le guerre di Dio. Nuova storia delle crociate, Torino, Einaudi, 2012, pp. 785‑814.

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Proprio in questa specifica occasione abbiamo le prime attestazioni della realizzazione di navi di dimensioni eccezionali per la tecnica costruttiva del tempo (quale ad esempio la «Gran Paradiso», citata in un atto del 1250 e presumibilmente utilizzata già nel 1248 per la spedizione del sovrano capetingio)27 che divennero nel corso del tempo una specializzazione tipica della cantieristica genovese, ben nota anche a livello europeo come dimostra l’offerta presentata alcuni anni dopo dal genovese Bartolino Dentuto a Edoardo I d’Inghilterra: in una lettera indirizzata al re28 egli lo informa di aver intrapreso la costruzione di due navi adatte per il passagium a Gerusalemme progettato dal Plantageneto e per chiarire la tipologia dei vascelli in questione ricorre a un esempio concreto che doveva ritenere evidentemente di immediata comprensione per il sovrano, specificando che una di esse è analoga a quella di proprietà di Simone Mallone (un mercante genovese da tempo in stretto contatto con la corte, la cui nave poteva quindi essere stata vista ed esaminata personalmente da Edoardo)29 e l’altra più piccola, e chiede di poter utilizzare a questo scopo il legname che il re ha fatto approntare ad Aigües Mortes. Oltre a evidenziare come anche la città portuale edificata da tecnici genovesi per volontà di Luigi IX (e quindi i materiali che potevano esservi fatti affluire lungo il corso del Rodano) fosse all’epoca inclusa in quella che si potrebbe definire come l’«area di cantiere» genovese,30 questo documento costituisce una testimonianza della progressiva evoluzione della produzione dei maestri d’ascia genovesi in conseguenza dell’evoluzione dei flussi commerciali internazionali. Come si è evidenziato, la galea, con la sua mobilità e velocità, rimase ancora per secoli la nave da guerra per eccellenza, ma la specializzazione dei mercanti genovesi e liguri nel trasporto su grandi distanze delle cosiddette merci «pesanti» (allume, guado, lana, grano, vino, ma anche schiavi)31 li spinse a cercare un tipo di vascello che consentisse di navigare per lunghi tratti in mare aperto, seguendo rotte più dirette di quelle costiere, e a richiedere quindi ai cantieri di sviluppare le navi «tonde», che si affidavano alle vele per la loro lenta navigazione e richiedevano dunque un minor numero di marinai a tutto vantaggio della capacità di carico, al fine di aumentarne la portata, la velocità e la sicurezza. 29 L’8 dicembre 1275, in considerazione dei suoi molti servizi, il re aveva ammesso Simone Mallone nel suo seguito personale. Cfr. TNA, Patent Rolls, C66, 95, membrana 35. 30 Su questo punto, cfr. Enrico Basso, «Navi, uomini e cantieri in Liguria fra Medioevo ed Età Moderna», in Enrico Lusso (ed.), Attività produttive e sviluppi insediativi nell’Italia dei secoli xii-xv, Cherasco, Centro Internazionale di Studi sugli Insediamenti Medievali, 2014, pp. 245‑268, in particolare pp. 250‑255. 31 Maria Luisa Chiappa Mauri, «Il commercio occidentale di Genova nel xiv secolo», Nuova Rivista Storica, 57 (1973), pp. 571‑612.

27 La «Gran Paradiso», con la sua portata di 8.000 cantari (circa 380 tonnellate) e un equipaggio di 100 marinai, 20 dei quali armati, fu una delle più belle e grandi navi che abbiano solcato il Mediterraneo nel xiii secolo, superando per stazza probabilmente anche la contemporanea e celebre «Roccaforte» veneziana, esaltata dai cronisti della Serenissima per le sue dimensioni. Cfr. ASGe, Notai antichi, 21/I, c. 178r. 28 TNA, Ancient correspondence of the Chancery and the Exchequer, SC1, 16/112‑113 (non datato, ma riferibile probabilmente al 1294).

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Il risultato di questo processo,32 grazie all’abile combinazione tra le consolidate tradizioni mediterranee nel campo della costruzione degli scafi e le innovazioni tecnologiche introdotte dalle marinerie atlantiche, come la vela quadra e il timone centrale (ben note ai genovesi fin dall’epoca delle spedizioni crociate),33 fu la realizzazione delle gigantesche naves dei secoli xiv e xv, veri colossi dei mari per la tecnologia dell’epoca che, con una stazza media di circa 800 tonnellate, con punte che in alcuni casi raggiungevano le 1.000 (si consideri che, anche per le caratteristiche dei fondali del porto di Venezia, le equivalenti navi tonde veneziane avevano all’epoca una stazza media compresa fra le 250 e le 550 tonnellate, e una galea da mercato non andava in genere oltre le 160),34 si muovevano con sempre maggiore sicurezza sulla rotta oceanica, tanto da far progressivamente ampliare la stagione della navigazione che, come confermano le registrazioni delle dogane inglesi, nella seconda metà del xiv secolo iniziava già in febbraio per concludersi solo alla fine di ottobre. A questi miglioramenti tecnologici si accompagnava la contemporanea evoluzione delle competenze dei cartografi genovesi, già noti alla fine del xiii secolo per le loro capacità, ritenute quasi prodigiose: pochi anni dopo la presenza delle galee di Benedetto Zaccaria nella Manica, la carta del genovese Pietro Vesconte, del 1311, mostra per la prima volta disegnati con fedeltà i contorni delle coste della Francia del Nord e dell’Inghilterra (tanto che si è ipotizzato che il cartografo abbia potuto raccogliere queste informazioni dallo stesso Zaccaria, o forse prendendo parte alla spedizione di Ranieri Grimaldi, succeduto al compatriota nella carica di Ammiraglio di Francia)35 e costituisce un’evidente testimonianza di quanto la conoscenza delle acque atlantiche fosse ormai divenuta parte del bagaglio di competenze della marineria genovese, che all’alba del nuovo secolo si era probabilmente spinta nelle acque del Nord più in là di tutte le altre marine del Mediterraneo.36 Tutto ciò, oltre a suscitare l’impressionata ammirazione dei contemporanei, alimentava anche i preoccupati commenti dei concorrenti. Per citare solo due esempi di questo stato di cose, possiamo ricordare come sia stata proprio la forte impressione ricevuta 32 Per una ricostruzione delle fasi e della cronologia dell’adozione delle nuove tecniche, cfr. Edmund H. Byrne, Genoese Shipping in the twelfth and thirteenth Centuries, Cambridge (MA), Harvard University Press, 1930; Ugo Tucci, «Navi e navigazioni all’epoca delle crociate», in Genova, Venezia, il Levante nei secoli xii-xiv, ASLi, nuova serie, 41/1 (2001), pp.  273‑294, in particolare pp.  277‑283 e 287‑293; Furio Ciciliot, Le superbe navi. Cantieri e tipologie navali liguri medievali, ASSP, nuova serie, 41 (2005), pp. 142‑147 e 182‑189. 33 Su questo punto, si vedano le considerazioni espresse da Antonio Ortega Villoslada, «Viajes a Flandes e Inglaterra ¿Cabotaje o recta via?», Espacio, Tiempo y Forma. Serie III: Historia Medieval, 16 (2003), pp.  229‑249, in particolare pp. 240‑247; Id., «La coca en el intercambio mercante Atlántico-Mediterráneo», AEM, 38/1 (2008), pp. 429‑444.

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34 Angelo Nicolini, «Navigazione savonese nell’Atlantico del Nord fra Tre e Quattrocento (1371‑1463)», ASSP, nuova serie, 34‑35 (1998‑1999), pp.  175‑199, in particolare pp. 178‑184 e bibliografia ivi citata. 35 R. S. Lopez, Genova marinara, pp. 202‑203. 36 Nel 1316, il genovese Antonio Pessagno stipulò con re Edoardo II, in guerra con gli scozzesi, un accordo che prevedeva l’invio di una squadra di galee genovesi nelle acque fra l’Irlanda e la costa nord-occidentale della Scozia. Cfr. N. A. M. Rodger, The Safeguard of the Sea, pp. 90‑93; Enrico Basso, «Note sulla comunità genovese a Londra nei secc. xiii-xvi», in Giovanna Petti Balbi (ed.), Comunità forestiere e «nationes» nell’Europa dei secoli xiii-xvi, Napoli, Liguori, 2002, pp. 249‑268, in particolare p. 257.

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nel 1415 dalla vista di una delle colossali navi genovesi che convinse re Enrico V della necessità di dotare l’Inghilterra di una flotta in grado di dominare i mari, e per converso ricordare le lamentele espresse nel 1396 dal Senato di Venezia relativamente al fatto che i genovesi avevano caricato sulle loro navi una tale quantità di lane inglesi che non ne erano rimaste a sufficienza per completare il carico delle galee da mercato veneziane di ritorno dalle Fiandre.37 Il radicamento delle comunità genovesi in Inghilterra e in Fiandra si consolidò ulteriormente nel corso del xiv secolo, facendo dei porti del Nord le destinazioni privilegiate della maggior parte del flusso commerciale controllato dai mercanti liguri38 e provocando addirittura trasformazioni nella rete portuale locale determinate proprio dall’esigenza di offrire attracchi adeguati alle navi sempre più grandi delle marinerie mediterranee. Possiamo infatti dire che l’ascesa di nuovi centri portuali fiamminghi, come Middelburg e Anversa, che dall’inizio del xv secolo iniziano a sostituire l’ormai inadeguato scalo di Sluys come punti di riferimento per la navigazione commerciale, sia strettamente collegata all’impiego da parte soprattutto dei genovesi di navi di dimensioni sempre più grandi, per le quali i fondali bassi e sabbiosi dei vecchi porti risultavano ormai inadeguati e insidiosi,39 ma che soprattutto nelle relazioni con l’Inghilterra l’uso estensivo di tali vascelli «giganti» abbia imposto ai naviganti liguri di scegliere per i loro attracchi porti differenti da quelli fino a quel momento utilizzati dai mercanti locali, o dagli anseatici, che utilizzando navi dal pescaggio assai più ridotto potevano servirsi anche di baie dal fondale sabbioso come quelle di Sandwich e dei porti della costa sud-orientale, che da secoli costituivano gli avamporti di Londra.40 Ciò determinò la fortuna di Southampton che, grazie alle acque profonde del Sound, poteva accogliere senza difficoltà le grandi naves e garantire loro un attracco sicuro.41

37 Calendar of State Papers and Manuscripts relating to English Affairs existing in the Archives and Collections of Venice, and in other Libraries of Northern Italy. I: 1202‑1509, Londra, HMSO, 1864, doc. 96; N. A. M. Rodger, The Safeguard of the Sea, p. 68. 38 A. A. Ruddock, Italian Merchants; Edmund B. Fryde, «Italian Maritime trade with Medieval England (c. 1270-c. 1530)», Recueils de la Société Jean Bodin, 32 (1974), pp. 291‑337; G. Petti Balbi, Mercanti e «nationes», pp.  19‑46; Angelo Nicolini, «Commercio marittimo genovese nei Paesi Bassi Meridionali nel Medioevo», ASLi, nuova serie, 47/2 (2007), pp.  77‑141, in particolare pp. 91‑102. 39 Jan A. van Houtte, Bruges. Essai d’histoire urbaine, Bruxelles, La Renaissance du Livre, 1967, pp.  58‑60; A.  Nicolini, «Commercio marittimo», pp.  102‑118.

Le  difficoltà incontrate dalle navi genovesi a causa delle loro dimensioni nel porto di Sluys sono evidenziate già nel 1408 in una lettera dell’agente della Compagnia Datini. Cfr. Pinuccia F. Simbula, I porti del Mediterraneo in  età  medievale, Milano, Bruno Mondadori, 2009, pp. 26‑28. 40 A. A. Ruddock, Italian Merchants, pp. 47 e 55. 41 E. B. Fryde, «Italian Maritime Trade», pp.  308‑314; Jacques Heers, Gênes au xve siècle. Activité économique et problèmes sociaux, Parigi, SEVPEN, 1961, pp.  408‑410 e 457‑458; E. Basso, Strutture insediative, pp. 149‑152. Per un’analisi delle correnti di commercio comunque ancora presenti a Sandwich nel Quattrocento, cfr. Angelo Nicolini, Navi liguri in Inghilterra nel Quattrocento. Il registro doganale di Sandwich per il 1439‑40, Bordighera, Istituto Internazionale di Studi Liguri, 2006.

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FORME CONTRATTUALI E TECNICHE FINANZIARIE

L’impatto delle grandi trasformazioni innescate dal commercio in direzione delle coste dell’Atlantico, in gran parte collegato al traffico dell’allume andò a toccare, oltre al settore politico e a quello delle innovazioni delle tecnologie di costruzione navale e di quelle connesse alla navigazione, anche il settore della pratica finanziaria, dando notevole impulso allo sviluppo di talune tipologie di contratti e di pratiche commerciali che risultavano funzionali all’esercizio di questa branca dell’arte della mercatura. I rogiti dei notai genovesi dei secoli xiii-xv oggi conservati nell’Archivio di Stato di Genova consentono infatti di seguire l’evoluzione di alcune tipologie di contratti, come il prestito marittimo, i noli e le assicurazioni navali, fondamentali per l’esercizio dell’attività mercantile sulle lunghe tratte di navigazione e ne legano strettamente l’origine e il successivo sviluppo proprio alle imprese dei mercanti interessati al traffico di allume, a cominciare dall’onnipresente Benedetto Zaccaria. Benedetto utilizzò estensivamente lo strumento della procura, adattandolo di volta in volta alle proprie esigenze e al livello sociale ed economico della controparte e facendone quasi un’alternativa alla tradizionale commenda,42 ma le sue attività contribuirono significativamente anche allo sviluppo del primo embrione di assicurazione marittima, ancora sotto la veste di vendita fittizia del carico con impegno di riacquisto a un prezzo prestabilito all’arrivo a destinazione, proprio per garantire i carichi di allume destinati a raggiungere i mercati fiamminghi.43 Nel corso del xiv secolo l’evoluzione fu consistente, e i registri di uno dei più importanti notai attivi sulla piazza genovese tra la fine del secolo e il primo ventennio del secolo xv, Giuliano de Canella, ce ne danno piena esemplificazione: per quanto scompaginati da un maldestro riaccorpamento dei quaderni effettuato dopo i danni subiti dall’Archivio del Collegio dei Notai nel bombardamento francese del 1684, essi testimoniano infatti con notevole evidenza come il grande professionista tenesse accuratamente separati i registri contenenti i contratti di assicurazione rispetto a quelli destinati a contratti di altra natura e, attraverso i rogiti, ci offrono un’immagine assai dettagliata del movimento delle naves cariche di allume lungo la rotta che da Focea e Chio raggiungeva Southampton e Sluys.44 42 R. S. Lopez, «Familiari, procuratori e dipendenti», pp. 215‑219. 43 Renée Doehaerd, Les relations commerciales entre Gênes, la Belgique et l’Outremont d’après les archives notariales génoises aux xiiie et xive siècles, vol. III, Bruxelles – Roma, Institut Historique Belge de Rome, 1941, doc. 1530. 44 ASGe, Notai antichi, 478‑483 (per gli anni 1390‑1422). Sui conflitti di fazione della Genova tardomedievale e sul bombardamento navale francese del 1684, che produssero perdite e gravi danni all’Archivio del Collegio dei Notai, cfr. Mattia Moresco, Gian Piero Bognetti, Per l’edizione dei notai liguri del sec. xii, Genova, R. Deputazione di Storia

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Patria per la Liguria, 1938, pp.  24‑40; Giorgio Costamagna, Cartolari notarili genovesi (1‑149). Inventario, 2 voll., Roma, Ministero dell’Interno, 1956‑1961; Id., Il notaio a Genova tra prestigio e potere, Roma, Consiglio Nazionale del Notariato, 1970, pp. 240‑242; Id., «Il bombardamento e l’archivio del Venerabile Collegio dei Notai», in Il bombardamento di Genova nel 1684, Genova, Associazione Nobiliare Ligure, 1988, pp. 117‑120; Alfonso Assini, «L’archivio del collegio notarile genovese e la conservazione degli atti tra Quattro e Cinquecento», in Tra Siviglia e Genova: notaio, documento e commercio nell’età colombiana, Milano, Giuffrè, 1994, pp. 213‑228, in particolare pp. 223‑225 e appendice, doc. 37.

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Ovviamente i contratti di nolo e trasporto stipulati nel corso del xv secolo dai protagonisti degli esperimenti monopolistici sopra ricordati offrono ulteriori dettagli sulla struttura del commercio dell’allume, anche se sfortunatamente fino ad oggi è stato ritrovato e analizzato solo uno degli atti costitutivi di queste compagnie: quello della Grande Compagnia di Francesco Draperio.45 Pur nella sua unicità, la quantità di dettagli che questo documento offre mette davanti ai nostri occhi uno spaccato delle attività dei signori dell’allume e ci dà un’idea delle potenzialità economiche connesse a questa specifica branca del commercio ancora in un’epoca di notevole crisi politica ed economica quale furono gli anni a cavallo della metà del secolo xv, rispecchiate del resto dalle clausole di salvaguardia inserite nel testo a garanzia degli interessi dei partecipi di fronte a eventuali improvvisi cambiamenti dello scenario politico nel quale si trovavano a operare.46 La necessità di definire con attenzione obblighi e diritti era del resto legata all’importanza delle cifre in gioco: per fare un solo esempio, nel 1466 la Casa di San Giorgio poté risolvere il grave contenzioso sorto tra Genova e la corona inglese raccogliendo le 6.000 lire sterling richieste come penale attraverso il collocamento sul mercato fiammingo di una sola, gigantesca partita di allume,47 ottenendo in cambio fino al 1471 il diritto di esazione del drictus imposto nel 1459 su tutte le merci del commercio occidentale del porto di Genova.48 Ancora alcuni anni dopo la scoperta delle allumiere di Tolfa il commercio dell’allume orientale poteva quindi garantire margini di guadagno estremamente interessanti grazie anche al raffinamento delle tecniche finanziarie determinato dalla necessità di ottimizzare le potenzialità del commercio. Le implicazioni politiche, tecnologiche e di tecnica finanziaria del commercio dell’allume toccarono dunque in profondità la società genovese dei secoli xiii-xv, innescando un’evoluzione che andò a vantaggio dell’attività commerciale genovese in generale e forgiando nel corso del tempo quegli strumenti tecnologici e finanziari che avrebbero messo i genovesi in grado di superare vittoriosamente la grave crisi della seconda metà del xv secolo e di affacciarsi all’Età moderna, inaugurata dalla Scoperta di un loro concittadino, con un bagaglio di conoscenze che avrebbe consentito, dopo

48 Enrico Basso, «La presenza genovese in Inghilterra e le relazioni commerciali anglo-genovesi nella seconda metà del xv secolo», in Marcella Arca Petrucci, Simonetta Conti (ed.), Giovanni Caboto e le vie dell’Atlantico Settentrionale. Atti del Convegno Internazionale di Studi (Roma, 29 settembre-1 ottobre 1997), Genova, Brigati, 1999, pp.  17‑37, in particolare pp. 29‑34.

45 M. L. Heers, «Les Génois et le commerce», pp.  31‑32 e 39‑42; Giustina Olgiati, «Il commercio dell’allume nei domini dei Gattilusio nel xv secolo», in Andreas Mazarakis (ed.), Πράκτικα Σύνεδριου «Όι Γατελούζοι τής Λέσβου», 9‑11 σεπτεµßpíou 1994, Mυτιλήνη, Atene, 1996, pp.  373‑398, in particolare pp. 373‑385. 46 E. Basso, «Prima di Tolfa», pp. 179‑182. 47 Ibidem, p. 184.

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un ardito quanto naturale passaggio dal commercio di beni a quello di denaro, di approfittare al massimo delle condizioni di sviluppo economico che il legame saldissimo forgiato con l’Impero spagnolo degli Austrias spalancava ancora una volta di fronte a loro.49

Abbreviazioni utilizzate: AEM = Anuario de Estudios Medievales; ASGe = Archivio di Stato di Genova; ASLi = Atti della Società Ligure di Storia Patria; ASSP = Atti e Memorie della Società Savonese di Storia Patria; TNA = The National Archives – London.

49 Arturo Pacini, «La repubblica di Genova nel secolo xvi», in D. Puncuh (ed.), Storia di Genova, pp.  325‑390, in particolare pp. 350‑358; Carlo Bitossi, «L’antico regime

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genovese, 1576‑1797», ibidem, pp.  391‑508, in particolare pp. 405‑424.

IVANA AIT, DIDIER BOISSEUIL, DAVID IGUAL LUIS

Agostino Chigi, gli eredi di Ambrogio Spannocchi e l’allume del Mediterraneo (xv-xvi secolo) Note da un inedito documento Ivana Ait*

La Sapienza Università di Roma

Didier Boisseuil** Université de Tours

David Igual Luis***

Universidad de Castilla-La Mancha Sul finire del xv secolo il controllo della produzione e della circolazione degli allumi costituisce un punto nodale per i principali attori economici della Penisola Italiana. È stato evidenziato come i Medici cercassero di imporre alle Fiandre parte della produzione di allume fornita da Tolfa.1 Ma l’operazione, secondo quanto risulta, fallì non essendo in grado di dominare tutte le fonti di approvvigionamento e i sistemi di circolazione. Solamente Agostino Chigi, agli inizi del xvi secolo, riusciva ad assicurarsi, per circa un decennio, il monopolio della distribuzione dell’allume in Occidente. Tuttavia, ciò che si conosce meno, è il ruolo giocato dai soci (gli Spannocchi) nella costruzione di questo monopolio. Il testo, che pubblichiamo con un breve commento,2 rivela gli sforzi avviati congiuntamente dagli eredi del potente e ricco Ambrogio Spannocchi e da Agostino Chigi per assicurarsi tutte le fonti di approvvigionamento presenti in diverse aree del Mediterraneo, prima che il magnifico Agostino, approfittando della debolezza dei suoi soci, riuscisse a controllare da solo il commercio dell’allume. 1 Armand Grunzweig, Correspondance de la filiale de Bruges des Médicis, Bruxelles, Lamertin, 1931. 2 ASS, Sergardi Biringucci, 14, inserto 20 (si veda l’appendice).

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Il documento, ascrivibile al 1540‑1541, è una parte del processo avviato a seguito del fallimento degli Spannocchi. Il drammatico evento è stato per molto tempo attribuito alla morte prematura di Pio III, avvenuta nel 1503. Come riporta Cherubino Gherardacci, giunti gli ambasciatori in Roma, trovarono il nuovo pontefice aggravato [...] morì alli 18 d’ottobbre, il mercoledì, a hore 17. Fu la ruina delli Spanocchi de Siena, perché havevano spesi più di 100 mila ducati per lui, et morì senza farli alcun bene.3

Le tappe dell’ascesa della compagnia a livello internazionale sono scandite dalle variegate e molteplici prestazioni rese alla corte pontificia.4 In un primo momento, come noto, per la fortuna del capostipite Ambrogio Spannocchi5 fu centrale la piazza di Napoli, dove, recatosi ancora molto giovane, costruiva una rete di alleanze, della quale facevano parte anche i Borgia. L’elezione al soglio papale prima di Alfonso Borgia (Callisto III) e, alla morte di questi, del senese Enea Silvio Piccolomini (Pio II), costituiva il trampolino di lancio per le fortune di Ambrogio che per un decennio ebbe la carica più remunerativa e prestigosa, quella di depositario della Camera Apostolica. Divenuto uno dei banchieri più potenti di Roma e con un giro di affari intorno ai 2.500 ducati d’oro annuali,6 oltre a Roma e Siena, aveva un banco a Napoli fatto a istanza dela Maestà delo re di Napoli e sotto il suo favore.7 E, come noto, intratteneva proficui rapporti anche con la Penisola Iberica.8 L’ascesa nel 1492 al soglio papale di Rodrigo Borgia fu un’ulteriore fondamentale tappa per la crescita del volume degli affari dei due figli ed eredi di Ambrogio Spannocchi, Antonio il maggiore e Giulio. Alessandro VI affidava ai due fratelli la Depositeria della Camera Apostolica, tolta ancora una volta ai Medici, e grazie alla

6 Il dato si riferisce al periodo 1452‑1462. Cfr. Arnold Esch, «Le importazioni nella Roma del primo Rinascimento (il loro volume secondo i registri doganali degli anni 1452‑1462)», in Aspetti della vita economica e culturale a Roma nel Quattrocento, Roma, Istituto di Studi Romani, 1981, tabella 8, ora in Id., Economia, cultura materiale ed arte nella Roma del Rinascimento. Studi sui registri doganali romani 1445‑1485, Roma, Associazione «Roma nel Rinascimento», 2007. 7 Così è riportato nella dichiarazione presentata alla Lira senese da Ambrogio di Nanni nel 1467, per la quale rinviamo alla trascrizione in I. Ait, «Aspetti dell’attività mercantile-finanziaria», appendice II, pp. 128‑129, a p. 128. 8 David Igual Luis, «Los banqueros del Papa: Ambrogio Spannocchi y sus herederos (1450‑1504)», in Paulino Iradiel, José María Cruselles (coord.), De València a Roma a través dels Borja. Congrés commemoratiu del 500 aniversari de l’any jubilar d’Alexandre VI (València, 23‑26 de febrer de 2000), Valencia, Generalitat Valenciana, 2006, pp. 157‑160.

3 Umberto Mazzone, «Ghirardacci, Cherubino», in Dizionario Biografico degli Italiani, vol. LIII, Roma, Istituto dell’Enciclopedia Italiana, 2000, pp.  789‑792; Ubaldo Morandi, «Gli Spannocchi: piccoli proprietari terrieri, artigiani, piccoli, medi e grandi mercanti-banchieri», in Studi in memoria di Federigo Melis, vol. III, Napoli, Giannini, 1978, pp. 91‑120. Si veda ora Ivana Ait, «Da banchieri a imprenditori: gli Spannocchi a Roma nel tardo medioevo», in Mario Ascheri, Fabrizio Nevola (ed.), L’ultimo secolo della Repubblica di Siena. Politica e istituzioni, economia e società, Siena, Accademia Senese degli Intronati, 2007, pp. 297‑331. 4 A Roma i primi indizi dell’attività del fondatore della grande compagnia risalgono agli anni di Eugenio IV. Su questo ci permettiamo di rinviare a Ivana Ait, «Aspetti dell’attività mercantile-finanziaria della compagnia di Ambrogio Spannocchi a Roma (1445‑1478)», Bollettino Senese di Storia Patria, 113 (2007), pp. 91‑129. 5 Proveniente da Spannocchia, un castello posto al di fuori del territorio senese, come riportano le Notizie della famiglia scritte nel 1693 in ASS, Archivio Spannocchi, 433, n. 1.

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quale ebbero ulteriori e ingenti capitali da investire in altre imprese. I rapporti con il nuovo papa Borgia favorirono la crescita delle attività degli eredi anche nelle terre iberiche e in modo particolare nella regione d’origine del pontefice, Valenza, dove almeno dal 1488 era stata istituita un’altra sede del loro banco.9 La stretta dipendenza delle due aziende, napoletana10 e valenziana, dai capitali garantiti dalla città del papa era a loro ben chiara: [...] quello di Napoli che similmente non vi abiamo capitali et al si quello di Valenza ch’è tutto chol credito si convertano.

Naturalmente, secondo quello che appare un uso, talora un vero e proprio abuso, ben diffuso nelle dichiarazioni alla libbra, esse terminano con quelle espressioni necessarie a stemperare facili entusiasmi e, soprattutto, ad impietosire coloro che avrebbero dovuto definire il loro imponibile: le spese son ferme et li ghuadangni limitati come le spettabili vostre meglio di noi chongnioschano.11

All’interno dei loro interessi un ruolo predominante ebbe l’attività bancaria in tutte le sue forme: dai depositi in moneta da parte di una clientela di tutto riguardo, secondo quanto emerge dalla lista dei creditori,12 ai pagamenti per giro di conto. Il contante così raccolto poteva essere utilizzato in altre operazioni, portato alla zecca, investito in prestiti13 e, talora, in partecipazioni commerciali o in attività manifatturiere ed industriali. Per quanto riguarda il banco di Roma, va detto che esso operò soprattutto in stretta relazione con la corte papale,14 ottenendo i capitali necessari a intervenire in altri settori di investimento. Continuò la produzione di 9 Ibidem, pp.  161‑181. Sulla presenza degli Spannocchi a Valenza, si veda anche David Igual Luis, «Sieneses en la Valencia bajomedieval: los Spannocchi y sus representantes empresariales», in M. Ascheri, F. Nevola (ed.), L’ultimo secolo della Repubblica di Siena, pp.  333‑360, e José María Cruselles Gómez, David Igual Luis, El duc Joan de Borja a Gandia. Els comptes de la banca Spannocchi (1488‑1496), Gandía, CEIC Alfons el Vell, 2003. 10 Nel 1482 a capo del banco di Napoli era Andrea Spannocchi. Cfr. Irma Schiappoli, «Il conte di Sarno (contributo alla storia della congiura dei Baroni)», Archivio Storico per le Province Napoletane, 61 (1936), p. 67 dell’estratto. 11 ASS, Lira, 221 (denunzie degli abitanti del popolo di S. Donato a lato alla chiesa), anno 1488. A Siena il capitale dichiarato ascendeva a 4.000 lire; nei banchi di Roma, Napoli e Valenza, gli Spannocchi dichiarano di non avere capitali. 12 Ivana Ait, «La clientela del banco Spannocchi di Roma da un inedito “conto corrente” (fine xv-inizi xvi secolo)», in Duccio Balestracci et al. (ed.), Uomini paesaggi storie. Studi di storia medievale per Giovanni Cherubini, Siena, Salvietti & Barabuffi, 2012, pp. 15‑32.

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13 Intorno agli anni ’80 del xv secolo, il banco Spannocchi di Napoli aveva prestato 500 ducati alla duchessa di Calabria, che, costretta a questo indebitamento per la «extrema necessità», e, a fronte di questa somma, aveva impegnata «la più cara et preziosa gioya» che aveva «la quale mai per simili cosa ne eyi fora de casa» (ASN, Museo: Autografi Aragonesi, vol. VII: 4 e 8 dicembre 1483; cfr. I. Schiappoli, «Il conte di Sarno», p.  67 e nota 4). Lo stesso conte di Sarno, Francesco Coppola, aveva strette relazioni con gli Spannocchi, così, allorché re Ferrante dispose la confisca dei suoi beni, depositava presso il banco Spannocchi di Roma denari e gioielli, tra cui anche la corona della regina che Francesco aveva avuto in pegno dal re. Cfr. Luigi Volpicella (ed.), Regis Ferdinandi Primi Instructionum Liber, Napoli, L. Pierro, 1916, Instructio XXXII, pp.  54‑58 e p.  43, nota 3 (cit. tratta da I. Schiappoli, «Il conte di Sarno», p. 99). 14 A fronte del prestito di 500 ducati di carlini, la Camera Apostolica, il 9 luglio 1488, assegnava agli eredi di Ambrogio Spannocchi le entrate provenienti dalle decime e dal sussidio imposto al regno di Sicilia. Cfr. ASV, Camera Apostolica, Diversorum Cameralium, cc. 151v-152v.

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panni e tessuti di lana e di seta a Siena,15 in parte indubbiamente diretta a soddisfare la domanda anche romana, tuttavia i due fratelli appaiono attratti verso forme speculative di maggior rischio ma che potevano fornire interessi consistenti. Entrati nell’apparato amministrativo-finanziario della Chiesa, gli Spannocchi facevano fronte alle innumerevoli transazioni riguardo soprattutto ai trasferimenti di denaro da o verso la corte papale, in particolare i trasferimenti internazionali, le operazioni di cambio, l’attività di prestito che rimaneva assai intensa, servizi questi che procacciavano all’impresa commissioni, depositi, portando nelle casse ingenti profitti. I due figli ed eredi di Ambrogio, Antonio e Giulio, sono i banchieri di fiducia della famiglia Borgia e, in primo luogo, di papa Alessandro VI, il cui stato di continuo indebitamento e sofferente penuria di denaro lo portava a rivolgersi ai loro servizi, non da ultimo per sovvenzionare le sempre più pressanti spese militari.16 I rimborsi erano effettuati attraverso la cessione delle entrate provenienti sia dai beni temporali17 sia da quelli spirituali: per la restituzione di ben 2.500 fiorini d’oro, il 31 agosto 1493, veniva assegnato agli Spannocchi l’introito del census napoletano riscosso proprio in quei giorni.18 Indirizzati a finanziare le imprese di Cesare Borgia sono alcuni atti di prestito che attirano l’attenzione per l’entità delle somme corrisposte: al cospetto di Alessandro VI, il 31 agosto 1498, Antonio Spannocchi prestava al Valentino la somma complessiva di 29.000 fiorini d’oro ottenendo per un triennio la concessione delle rendite ecclesiastiche del porporato, ma, non bastando,

15 È quanto risulta dalla denuncia fiscale del 1488. Si veda ASS, Lira, 221. 16 Un mandato del 21 febbraio 1492 è a favore di Pietro Spannocchi che aveva rifornito la rocca di Civitavecchia di munizioni e varie masserizie; si veda anche il mandato del 1 maggio di quello stesso anno diretto ad Alessandro «de Francio in bancho de Spannochiis», per il rimborso delle spese sostenute per fortificare il «castrum Tiburis» (ASR, Camera I, Mandati Camerali, 855, cc. 18v e 36r). Quando si preparò il contingente armato destinato alla sorveglianza di Viterbo e del territorio circostante, secondo il modello proposto dal cardinale Bernardino di Carvajal, presso il banco Spannocchi di Roma fu stipulato con il barisello Pietro Antonio Camillo de Aquila e Antonio Spannocchi se ne faceva garante, l’atto del 3 aprile 1499 (ASV, Camera Apostolica, Diversorum Cameralium, 52, c. 173r). Per gli aspetti relativi al finanziamento del progetto di controllo militare dei territori pontifici rinviamo a Ivana Ait, «Per il controllo militare delle terre della Chiesa: l’Hermandad di Alessandro VI, organizzazione e finanziamento», in Carla Frova, Maria Grazia Nico Ottaviani (ed.), Alessandro VI e lo Stato della Chiesa. Atti del convegno (Perugia, 13‑15 marzo 2000), Roma, Ministero per i Beni e le Attività Culturali, 2003, pp. 37‑77. 17 Solo per fare qualche esempio si veda l’atto con il quale, il 18 ottobre 1499, per restituire un prestito di 7.000 ducati veniva concesso agli Spannocchi di trattenere 4.000 ducati

dalle entrate della dogana del sale della Marca Anconetana, affittata da loro, e 3.000 dalle gabelle dello Studio «nuncupate vini forensis alme Urbis» (ASV, Camera Apostolica, Diversorum Cameralium, 53, cc. 17r e 139v-140r, atto del 6 agosto 1500). Altri mandati del 13, 16 e 25 febbraio e del 6 marzo 1500 sono a favore degli Spannocchi per prestiti, tutti in ducati d’oro, rispettivamente di 15.000, 25.000, 14.000 e 26.000 (ibidem, alla c. 85v). 18 Per il mandato di pagamento dei 2.500 fiorini si veda ASV, Camera Apostolica, Introitus et Exitus, 524, c. 139r; mentre per la riscossione del censo a favore degli Spannocchi, ASR, Camerale I, Mandati Camerali, 855, c. 60r, 21 agosto 1493, cfr. Andreas Rehberg, «Alessandro VI e i Colonna: motivazioni e strategie nel conflitto fra il papa Borgia e il baronato romano», in Maria Chiabò et al. (ed.), Roma di fronte all’Europa al tempo di Alessandro VI. Atti del convegno (Città del Vaticano-Roma, 1‑4 dicembre 1999), vol. I, Roma, Ministero per i Beni e le Attività Culturali, 2002, pp. 345‑386, a p. 359, nota 62. Si veda i mandati agli Spannocchi, depositari della Camera Apostolica, per le spese sostenute per il cerimoniale di Alessandro VI e per la fornitura di panni e tessuti il 20 novembre 1492, in Angela Quattrocchi, «Alessandro VI: il cerimoniale del possesso tratto dai modelli dell’antico trionfo», in M. Chiabò et al. (ed.), Roma di fronte all’Europa, vol. II, pp. 593‑639, rispettivamente alle pp. 612 e 630, trascrizione di parte del registro 855 succitato.

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venivano aggiunte le rendite del cardinale Giovanni Borgia che ammontavano a ben 15.000 ducati d’oro.19 La disponibilità di capitali permetteva agli Spannocchi di partecipare dopo il 1490 alla compagnia impiantata per lo sfruttamento delle cave di allume di Val di Bruna, nel territorio di Massa Marittima.20 Non si trattava di un nuovo interesse. Ambrogio infatti risulta aver partecipato attivamente al commercio di allume: nel 1467 lamentava la perdita di ben 3.500 ducati in su la nave degli allumi.21 Per gli anni 1469‑1470 si hanno diverse notizie: il 10 febbraio del 1469, un suo stretto collaboratore e parente, Nicola Spannocchi, a fronte della fornitura di panni di grana, riceveva dalla Camera Apostolica la concessione di commerciare in regime di monopolio un equivalente valore di allume nella provincia della Tuscia,22 mentre Ambrogio si occupava anche dell’importazione a Roma di allume.23 Ancora nel 1470, Ambrogio vendeva a Nicolò Strozzi 100.000 libbre di allume di cui purtroppo non sappiamo la provenienza.24 Non stupisce che, divenuti adulti, i suoi figli si interessassero da vicino allo sfruttamento delle allumiere di Massa Marittima con l’arrivo al potere a Siena dei Petrucci. A questo punto si può ritenere che data la competenza finanziario-tecnica in questo settore, e data la disponibilità di capitali e godendo dell’amicizia di Alessandro VI, Antonio e Giulio ritenessero giunto il momento per fare un ulteriore, fondamentale balzo in avanti con una certamente maggiore esposizione di capitali e in società con un loro concittadino, Agostino Chigi. Quest’ultimo, figlio di Mariano Chigi, svolse il suo apprendistato prima nel banco di famiglia a Siena e poi presso il banco di Viterbo, fondato dal nonno paterno. Viterbo, infatti, sede del rettore o governatore della provincia del Patrimonio di San Pietro in Tuscia, avendo una posizione geograficamente privilegiata tra fine xiv e inizi xv secolo attirava l’interesse di molti mercanti-banchieri toscani.25 Al momento non è definibile il periodo di permanenza di Agostino nel capoluogo della Tuscia, certo è che al momento la prima attestazione della sua attività a Roma risale al 1483. Il 18 agosto di quell’anno infatti la Camera Apostolica emetteva un mandato di pagamento a favore di Agostino Chigi per la 19 ASR, Collegio dei notai Capitolini, 176, cc. 936r-v. 20 ASS, Sergardi Biringucci, 132. Per le allumiere toscane, cfr. Didier Boisseuil, «L’alun en Toscane à la fin du Moyen Âge», in Philippe Borgard, Jean-Pierre Brun, Maurice Picon (dir.), L’alun de Méditerranée. Colloque international (Naples-Lipari, 2003), Napoli – Aix-en-Provence, Centre Jean Bérard, 2005, pp. 105‑117. 21 ASS, Lira, 173, c. 10v. 22 ASV, Camera Apostolica, Diversorum Cameralium, 35, cc. 141r-142r. 23 L’allume fu portato in due balle, per un totale 475 libbre, insieme a due balle di pepe, libbre 470, e due balle di

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borrace soda, libbre 390, tassati complessivamente ducati 6 (ASR, Camera Urbis, reg. 26, c. 135v). 24 L’atto del 14 luglio 1470 in ASS, Notarile ante-cosimiano, 521, doc. 15. 25 Per il periodo viterbese del «bancherius» Agostino di Nanni Chigi, iniziato nel 1438, e alla cui morte nel 1472 succedeva Mariano si veda Ivana Ait, «Mercanti a Roma fra xv e xvi secolo: interessi economici e legami familiari», in Lorenzo Tanzini, Sergio Tognetti (ed.), Il governo dell’economia. Italia e Penisola Iberica nel basso Medioevo, Roma, Viella, 2014, pp. 59‑77, a pp. 71‑74.

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fornitura di 2.000 libbre di polvere da sparo, di cui 1.600 per le bombarde di Todi e 400 inviate a Civitavecchia ad usum spingardarum.26 Dieci anni dopo, Alessandro VI si rivolgeva ad Agostino sive dilecto filio Mariano Chisio ipsius Augustini genitori per avere da Siena 500 moggia di grano per il palazzo apostolico.27 Sono diversi i segnali della stima e gratitudine da parte del papa Borgia che nel 1500 assegnava alla compagnia costituita da Agostino Chigi con i due fratelli Spannocchi l’appalto della produzione e commercializzazione dell’allume dei Monti della Tolfa e quello per la gestione della dogana del sale.28 Una lettera, scritta il 5 gennaio 1504 da Giulio Spannocchi, al magnifico messer Agostino, a seguito del fallimento apre uno spiraglio su un’incrinatura nei rapporti con il Chigi: Magnifico messer Aughustino ho riceuto una vostra per la quale mi fate ischuxa di non mi aver prima scripto el che è superfluo in fra di noi far cerimonie. Io mi rendo per certo che vi dogliate del chaso nostro sucesso lasiamo andare per l’amicitia suta fra noi e per il danno della patria et etiam dela piaza costì et maxime per voi due banchi dela natione che quando acade una simil chosa in uno forestiero di pocha qualità dà travaglio, tanto magiormente vi debba dare la cosa nostra per essere stato caxa tanto anticha et della qualità è stata [...]29.

Si accenna agli affari dela lumera et salara, che sarebbero stati vantaggiosi se le cose fra noi si sarieno mosse d’achordo. E aggiunge: del dolervi della pocha fede mostrato verso di voi non mi pare abiate ragione anche perchè si giustifica a nisuno mai parlai dele chose mie tanto largho quanto che a voi e a Francesco Tomaxi.30 La fiducia riposta nel concittadino Francesco di Matteo Tommasi da parte dello Spannocchi e del Chigi appare evidente dai molti affari conclusi insieme. Già nel luglio del 1497 Giulio Spannocchi si era rivolto all’amico addentro agli affari della corte papale, nominandolo suo procuratore per ogni eventuale vertenza sorta in Romana Curia.31 26 ASR, Camerale I, Mandati Camerali, reg. 849, c. 210v. 27 I. Ait, «Mercanti a Roma», p. 75. 28 Il 24 dicembre del 1500 si concludeva il primo contratto fra Agostino Chigi, il senese Francesco Tommasi, da una parte, e i due fratelli Spannocchi, dall’altra: i primi due partecipavano per il 60 %, gli Spannocchi per il 40 %, sia agli utili che alle spese, mentre per l’appalto del sale della Romagna, Antonio e Giulio si assumevano l’impegno di governare «ad uso di fideli e boni compagni e tenere li conti» avendo il 60 % delle quote, e Agostino il 40 %. Cfr. Ivana Ait, «Dal governo signorile al governo del capitale mercantile: i Monti della Tolfa e “le lumere” del papa», Mélanges de l’École Française de Rome – Moyen-Âge, 126/1 (2014), disponibile in: https://journals.openedition.org/ mefrm/1964 [Consultazione: 13/12/2018]. 29 La lettera riporta la data 5 gennaio 1503, secondo lo stile fiorentino, pertanto si tratta del 1504. Cfr. ASR, Ospedale di

S. Rocco, 120, cc. 53v-54v; un’altra copia è nel volume 109, fra la c. 32v e la c. 34r, il foglio porta la numerazione 24. 30 Ibidem. Cfr. anche Ivana Ait, «Mercanti-banchieri nella città del papa: gli eredi di Ambrogio Spannocchi fra xv e xvi secolo», Archivi e Cultura, 37 (2004), pp. 7‑44, alle pp. 39‑40. 31 L’atto del 28 luglio 1497 fu rogato a Siena nel palazzo Spannocchi (ASS, Notarile ante-cosimiano, 994, c. 505r). Già da tempo operante in compagnie senesi alle quali si può applicare la denominazione usata per i fiorentini di «the medieval super-companies», per il prestigio raggiunto a Francesco fu conferita anche la cittadinanza romana: Ivana Ait, «“...concivi nostro carissimo”. Il privilegio di cittadinanza concesso dai Conservatori di Roma a Francesco Tommasi mercante senese», in Paola Maffei, Gian Maria Varanini (ed.), Honos alit artes. Studi per il settantesimo compleanno di Mario Ascheri, vol. II, Firenze, Firenze University Press, 2014, pp. 153‑160.

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Ivana Ait, Didier Boisseuil, David Igual Luis  |  Agostino Chigi, gli eredi di Ambrogio Spannocchi e l’allume del Mediterraneo

Quando scrisse la lettera Giulio era a Siena dove si trovava per far fronte al fallimento che aveva colpito la compagnia il 13 novembre del 1503. Vengono alla luce in questo scritto alcune delle ragioni del grave colpo subìto dagli Spannocchi nell’autunno precedente: oltre alla divergenza nella conduzione delle due più rilevanti attività, il sale e l’allume, gli affari con la Camera Apostolica. A questo riguardo Giulio si mostra particolarmente sicuro che quando saranno visionati tutti i bilanci nostro Signore vedrà essere chiaro dela mia bontà che non me ne so portato le migliaia come alcuni anno auto a dire, e allora il papa si renderà conto che noi sempre essarli stati boni servitori et maxime io, tanto più quando si accorgerà che siamo grossi creditori della Camera. L’accento viene posto sugli interessi finanziari ma soprattutto sulla correttezza dell’agire: ricordando un non meglio precisato ammanco egli tiene a precisare la sua buona condotta, da «buon servitore» che ha ottemperato alle richieste di un’amministrazione alla continua ricerca di aiuti monetari. Principi di correttezza ed onestà che, nonostante il grave dissesto finanziario, lo spingevano ad operare in modo che tutto omo sia pagato.32 Allo stesso modo spera di trovare una condotta irreprensibile e leale in colui che egli considera un amico oltre che un socio in affari: se non serò disaiutato del giusto ho speranza [...], anche se con rammarico riconosce come la mia troppa fede mi nocie. Infine chiede ad Agostino e supricategli che non voglino con me variare animo per mia variatione de fortuna come mi rendo certo faranno:33 la coscienza della fragilità insita nei rapporti intessuti con una corte mutevole nelle sue opinioni e alleanze induceva lo Spannocchi a questo passo che, oltre a sottolineare la tragicità del momento, esplicita il rapporto privilegiato instaurato dal Chigi con il neoeletto pontefice Giulio II. Speranza questa presto disattesa come dimostra il contenzioso innescato da presunti brogli nella gestione dell’impresa dell’allume. Della causa intentata da Giulio Spannocchi contro Agostino Chigi per la mancata divisone dei profitti, discussa presso la Curia romana, rimane un interessante dossier34 dal quale risulta che la sentenza emessa da Clemente VII riconosceva il diritto degli Spannocchi al risarcimento di 200.000 ducati di camera.35 Il documento qui allegato mostra gli sforzi compiuti dai tre senesi per rendere effettivo il solo mezzo per assicurarsi il monopolio di Tolfa: disattivare tutte le altre fonti di approvvigionamento di allume nel Mediterraneo. Questa politica da lungo tempo perseguita dai sovrani pontefici (con l’aiuto e il sostegno dei mercanti), come accennato, non aveva sortito l’effetto desiderato.

32 I. Ait, «La clientela del banco Spannocchi». 33 Oltre al papa, Giulio II, ricorda il cardinale di Salerno, Giovanni Vera, e un non meglio identificabile cardinale Adriano (ASR, Ospedale di S. Rocco, 120, c. 54v).

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34 ASS, Sergardi Biringucci, 14. 35 Ibidem, inserto 20.

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Se, dopo Paolo II furono messi in atto diversi metodi ma con risultati modesti,36 fu solo poco dopo il 1500 che la compagnia Spannocchi-Chigi giungeva a questo risultato attraverso il controllo (grazie alle loro reti) di tutti i siti ove si poteva produrre l'allume di alunite:37 da quello di Massa Marittima e di Piombino in Toscana, a quelli di Agnano e Ischia nel regno di Napoli ed eventualmente a quello di Mazarrón nella Penisola Iberica,38 secondo quanto attesta il documento che qui presentiamo. Il metodo consisteva nell’avere l’appalto delle diverse cave di allume senza però continuare a sfruttarle. Gli affitti furono regolamentati da Agostino Chigi per conto dell’azienda (furono messi a suo credito), ma solamente le allumiere di Tolfa rimasero attive. Queste infatti avrebbero dovuto produrre più di 300.000 cantara in 12 anni sotto la responsabilità di Agostino. Quanto all’allume orientale (quello prodotto in Turchia), tutto porta a credere che il Chigi riuscisse a bloccarne l’importazione, secondo procedimenti che gli Spannocchi non contabilizzarono.39 Secondo la divisione delle spese si evince che Agostino pilotava i giochi in quanto controllava la produzione di Tolfa. Gli fu dunque relativamente facile sbarazzarsi degli Spannocchi, o, più precisamente di Giulio, come dimostra la bancarotta.

APPENDICE: ASS, SERGARDI BIRINGUCCI, 14, INSERTO 2040

Avanti di vostra signoria reverendo signor messer Gulielmo Cassadoro electo Algarensis41 locotenente in Rota, si exhibisce per me Iulio Spannochi a nome di mio et dessi mei nepoti lo infrascripto conto per debito et credito quali pretendiamo con le herede di messer Augustino Chigi per causa de la lumera. Et iusto il decto conto esserne tenuti et obligati in virtù de la sententia data per la Santità di Nostro Signore 39 Felix Gilbert, The Pope, His Banker, and Venice, Cambridge (MA), Harvard University Press, 1980. 40 La pergamena misura mm. 750 x 690. Il documento è scritto su due colonne: nella colonna di sinistra si trova la situazione debitoria, ossia quanto i Chigi devono pagare agli Spannocchi, e in quella di destra la situazione creditoria; a margine delle due colonne sono esplicitati i titoli di ogni partita. Gli interventi di lettura riguardano punteggiatura, accenti, apostrofi, maiuscole e minuscole che seguono lo stile moderno. 41 «Guilelmus Cassiadorus», vescovo di Alghero dal 19 giugno 1525 e «auditor Rotae» (Conradus Eubel, Hierarchia Catholica Medii et Recentioris Aevi sive Summorum Pontificum, S. R. E. Cardinalium, Ecclesiarum Antistitum Series. Volumen tertium: saeculum xvi ab anno 1503 complectens, Monasterii, Sumptibus et Typis Librariae Regensbergianae, 1923, p. 104).

36 Didier Boisseuil, «Production d’alun et monopole romain en Toscane méridionale (fin xve-début xvie siècles)», Mélanges de l’École Française de Rome – Moyen-Âge, 126/1 (2014), disponibile in: https://journals.openedition. org/mefrm/1879 [Consultazione: 13/12/2018]. 37 Per un panorama dei siti di allume aperti nel Mediterraneo alla fine del Medioevo cfr. Ivana Ait, Didier Boisseuil, «Gli attori del commercio dell’allume italiano alla fine del Medioevo», in Didier Boisseuil, Christian Rico, Sauro Gelichi (ed.), Le Marché des Matières Premières (Antiquité – Moyen Âge), Roma, École Française de Rome, in corso di stampa. Per le cave di allume di Mazarrón, si veda in questo volume i contributi di Luisa Dallai e María Martínez Alcalde e di David Munuera Navarro. 38 Nel documento vi sono richiami a lettere indirizzate a Cartagena, non a Mazarrón, tuttavia è in quest’ultima località che si trovava l’impresa di produzione di allume più importante in area iberica.

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Papa Clemente septimo et tale exhibitione si fa ad effecto di iurare lo interesse nostro per tal conto, attento li fraudi et contumacia de li adversarii non obstante tucti li termini observati contra di loro protestando expresse che se intenda ci sieno salve tutte le ragioni et actioni quali ne competeno et potessero competere contra dicto herede per tal causa o sue dependentie, oltra al predecto conto, volendo sempre poterle a suo loco et tempo domandare et questo in ogni miglior modo etc.

Debito Debito di lumera a libri de Spannochio. Rede di messer Augustino Chisi deno dare ducati quindicimilia sessanta d’oro di Camera per la portione lo tocca di tre quinte parti di ducati vinticinque milia conto d’oro habbiamo debitori a li nostri libri del banco Augustino Chisi e compagni de la lumera de la Tolfa in la qual somma sonno compresi li vintimilia ducati di carlini anticipati da noi per lo appalto a papa Alexandro et la partita di tal debito è producta in actis parte citata in registro folio 880 approbata da li mercanti electi da Nostro Signore et di consenso de le parti come si mostra per lo decimo capitulo de la lor relatione. Ducati XVM LX El ritracto de le XXV milia cantara. E deno dare ducati diecemilia secentodieci d’oro per li nostri doi quinti del ritracto de le cantara XXV milia de allume prestatoci la Camera al principio de lo appalto per tutto lo tempo de XII anni, et riceputi per messer Augustino fino a dì XXI de agosto MDI come appare per sua quittanza in registro folio 364; el quale fu venduto tutto per ducati vintisepte milia octocento quarantocto d’oro; et di tal somma ne pervenne in noi ducati mille trecento vintuno et soldi X compresi in la sopranominata de li vinticinque milia cento ducati a li libri del banco. Restano per tal conto in poter di messer Augustino ducati vintiseimilia cinquecento vintisei simili, de li quali ci perviene la portione decta di sopra. Et si verifica il prezo venduto decti allumi per li articuli reconventionali dati messer Augustino in registro foglio 136 et per li libri del banco de Chisi producti ex adverso. Et questo conto era notato al libro particular de la lumera el quale li adversarii mai han voluto exhibire. Ducati XM DCX

Allume havuto messer Augustino de la lumera di Massa. E deno dare ducati quattrocento trentuno d’oro per li nostri doi quinti di ducati mille cinquanta larghi per cantara mille cinquanta de allume non facto consignare per messer Augustino. Li Spannocchi di Siena in Thalamone a Piergiovan Turi, suo mandato di marzo MDII, qual fece caricare per Vinetia sopra la nave nominta (sic) Santa Maria patroneggiata 155

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per Niccolò Corso; provasi decta partita per le partite de li Spannocchi di Siena authenticate et approbate da mercanti; et per lettere et quittanze de ministri di epso messer Augustino. Ducati CCCCXXX Denari riscossi dal Turello messer Augustino. E deno dare ducati secentosepte d’oro per nostra parte di ducati millecinquecento dicessepte soldi XVIII simili riscossi messer Augustino da Giovan Turelli in Bruggia per marchi XXVI li furon rimessi da noi per via de Colembin di Lione lo anno MDI come si mostra al nostro libro del banco di decto anno a conto de la lumera. Et la recuperation di epsi si vede al libro del banco de Chisi producto segnato A a foglio 171 sotto el di VIIII° di septembre MDII. Ducati DCVII Denari riscossi messer Augustino et attenenti a epso. E deno dare ducati ducento trentacinque d’oro per doi quinti di ducati cinquecento octantocto et soldi X simili pagati noi et compresi nel conto de li ducati vinticinque milia conto de la lumera narrati di sopra; in el quale messer Augustino è debitore per questa somma de li suoi tre quinti et appresso si fa debitore del residuo per attenere tutto a epso per le infrascripte cause videlicet: a Julio Pietro Matthei ducati quarantuno et soldi VIIII cento; a li secretarii in tre paghe et in più somma a nome di messer Pietro Rolan commissario de li allumi ducati quanrantatre. Queste due partite messer Augustino le ha re[..]rate a messer Ludovico da Castro per conto di decime, ducati trecento; questo è conto separato da li nostri, al banco de Bolgarini per nome de Girolimi di Firenze per sicurtà de allumi ducati duecentoquattro questi non se han da computare per ragionar noi li allumi a la scala di Civitavecchia; in tutto Ducati CCXXXV Denari riscossi da Senazari. E deno dare ducati sessantacinque et soldi XVI d’oro per li doi quinti de ducati ducento di carlini di Napoli valutati ducati cento sessantaquattro soldi X d’oro prestati per me Iulio Spannocchi di consentimento di messer Augustino a messer Marco Antonio Senazaro per lo accordo feci in Napoli con messer Iacomo suo fratello de la lor lumera di Agnano, li quali messer Augustino ha riscossi a dì VI di septembre MDV come si mostra a libro del suo banco producto di dicto anno segnato .C. a foglio 226 non obstante questa partita epso la negasse come apare per le partite de la lumera extracte da nostri libri in poter di vostra signoria. Ducati LXV42 42 Seguono quattro righe riempite da tratti di penna decorativi costituiti dalla ripetizione della lettera x. Si veda la fotografia alla fine del testo.

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Retentioni de mandati. E deno dare ducati trecentododici et soldi XII per nostra parte di ducati septecento octantuno et soldi X riceputi de le retentioni de mandati pagati de la Camera a bolognini doi per ducato in virtù del XVI° capitulo del contracto. Ducati CCCXII Li panni havuti da la Camara. E deno dare ducati ducento septantasepte d’oro per li doi quinti di ducati novecento di carlini havuti et facti boni da la Camera per la lumera et depositaria de la Sancta Cruciata. Sonno per li panni negri havuti de le exequie di papa Alexandro et panni rosati et negri per Pio III simili di Julio II et rosati di papa Leone, facti boni da la Camera in conto de li censi come in la partita del credito per tal causa si narra de quali ci perviene li decti Ducati CCLXXVII Lo allume fabricato. Messer Augustino per li pacti se hanno con la Camera ha facto fabricare infra el tempo de li XII anni cantara trecentomilia de allume a ragione de libre centocinquanta el cantaro a peso grosso romano son del sottile libre centocinquantasei come per il secondo capitulo del contracto si vede in registro foglio 353. Item per il terzo capitulo concede da fabricarsi più cantara vintiquattromilia oltra a la sopradecta somma infra lo decto tempo de anni XII a cantara duomilia per anno. Et questi più son fabricati con le decte cantara trecentomilia. Item per lo quarto capitulo, la Camera dà uno et mezo per cento per el calo del caricare li allumi che in tutto el tempo importano cantara quattromilia octocentosessanta et tal somma se accumula con le fabricate di sopra. Allume de la lite de Ruscellari. Item messer Augustino ha riceputo lo anno MDIIII in Civitavecchia da Ruscellari cantara cinquemilia centoquarantasei de allumi appare a libro del suo banco segnato .B. a foglio 415 producto in iudicio et son per la lite havuta con epsi al principio del nostro appalto sotto nome di Augustino Chisi e compagni de la lumera; vedesi in li registri facti transportare avanti a la signoria vostra. El prezo ragionato li allumi. Fanno tutte le sopradecte somme cantara trecentotrentaquattro milia sei che per li nostri doi quinti ce ne apertiene cantara centotrentatre milia seicentodue et libre 60. Quali ancora sieno stati venduti in diversi lochi prezi grandissimi, come pensiamo si provi apud acta et in li libri producti ex adverso si vede; et ci si devesse far bono il prezo si son venduti in decti lochi per le cause allegate a vostra signoria. Nondimeno a più facile et breve liquidatione del conto nostro si ragiona carlini vintiocto il cantaro l’un per l’altro, considerate tutto il tempo da le prime vendite a le ultime et da li minor prezi a li maggiori. Cum sit che senza alcuna 157

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navicatione immo al proprio porto di Civitavecchia appare per li decti libri essere venduto molto più et maxime per le terre de la Chiesa, fanno le cantara centotrentatremilia secentodue et libre 60 per la nostra parte a tal prezo di carlini vintiocto il cantaro, ducati duecentoctantaseptemilia septecentocinquantocto d’oro di Camera. Ducati CCLXXXVIIM DCCLVIII Somma tutto il sopradecto debito ducati trecentoquindicimilia trecentocinquantacinque. Ducati CCCXVM CCCLV Detrahesi per il credito da fronte ducati septantamilia ducentooctantuno. Ducati LXXM CCLXXXI Restano nostri debitori li heredi di messer Augustino per questo conto in ducati ducentoquarantacinquemilia septantaquattro. Ducati CCXLVM LXXIIII

Credito Pagamenti per il censo de la lumera. Rede di messer Augustino a l’incontro deno havere per conto del censo pagato per la lumera come appresso a la Camera si paga annuatim ducati octomiliaseptecento di bolognini 72 per ducato, in virtù del quinto capitulo del contracto, che in tutto el tempo de li XII anni fanno ducati centoquattromilia quattrocento simili, sonno d’oro di camera ducati septantaseptemilia novantacinque. Per noi ne son stati pagati ducati dicennovemilia vintitre sicondo a libri nostri del banco appare in conto di Augustino Chisi e compagni de la lumera. La Camera ne ha facti boni a messer Augustino ducati ducento di carlini per una caldara di epsa lumera pervenuta in potere di papa Alexandro a la guerra di Ceri;43 et ducati octocento simili per li panni rosati et negri di Pio, Julio et Leone, de quali da fronte si fa mentione. El residuo del decto censo, che son ducati cinquantaseptemilia trecentodue et soldi XV d’oro, si pone haver pagati messer Augustino in la qual somma son compresi la metà de la taxa de secretarii tocca a la Camera per el XXVI° capitulo del contracto et li denari pagati a lo offitio del archivio. A noi per li doi quinti di epsi ne apertiene ducati vintiduomilia novecentovintuno simili. Ducati XXIIM DCCCC° XXI

43 La frase da «La Camera» a «Ceri» è sottolineata.

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Spesa di fabrica. E deno avere ducati trentunmilia trecento d’oro, se lo fan boni per li doi quinti nostri de la fabrica di cantara centotrentunmilia cinquecentoquarantaquattro de allume ci perviene de le cantara trecentovintioctomilia octocentosessanta concesse da la Camera si fabrichino in tutto el tempo de XII anni, sicondo si declara da fronte nel debito; quale si ragiona con tutte le altre spese fino a condur li allumi in li magazini di Civitavecchia a carlini tre per cantaro la metà et a baiocchi vintitre l’altra metà, sicondo il contracto facto messer Augustino per se et suoi compagni con li Margani in registro foglio 603; et per li libri visti di epsa fabrica producti ex adverso si verifica el prezo del decto contracto essere justo. Attento li utili facti messer Augustino in le robbe date a le lumere et considerato le massaritie et bestiami restatoli a la fine del nostro appalto che erano per molte migliara di ducati et etiam considerando le altre cause allegate in voce a vostra signoria, quali per non fare il conto tanto prolixo se ommettano, son per conto nostro la spesa de la fabrica decti Ducati XXXIM CCC Fabrica per le XXV milia cantara. E deno havere ducati domiliatrecentocinquantanove per fabricatura di cantara diecemilia ci perviene in parte de le XXV milia prestatoci la Camera al principio per li XII anni; quali si possano refabricare infra dicto tempo senza che di epsi si paghi censo come per lo VII° capitulo del contracto si vede. Et essendo restituiti decti allumi a la fine de lo appalto si ragiona la fabrica a baiocchi XXIII il cantaro, posti in Civitavecchia necti di ogni spesa come li di sopra per le cause allegate. Ducati IIM CCCLVIIII° Fitto de la lumera di Massa. E deno avere ducati ducentooctantadue per li doi quinti di ducati septecentoquattro et soldi XV facti pagare in Siena messer Augustino a li Massani in tre paghe, per el residuo del fitto di quattro anni de la lor lumera, qual ci concessero a fiorini trecento l’anno di moneta di Siena; che da noi erano stati pagati de li primi sei anni, come appare in le partite producte messer Augustino in registro folio 416. Ducati CCLXXXII Denari pagati per la decta lumera. E deno havere ducati trecentooctanta, se lo fan boni per nostra parte di due partite facte pagare in Siena messer Augustino proprio per supplire in parte sua a li pagamenti facti quando si prese decta lumera di Massa, come consta per li libri de li Spannocchi di Siena. Ducati CCCLXXX

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Allumi per Iulio Spannocchio. E deno havere ducati ducentosessantuno per cantara ducentocinquantatre et libre 147 de allume consignato per me Iulio Spannocchi a Hieronymo Rosso in Civitavecchia di marzo MDI del qual prezo son debitore a libro particulare de la lumera, ancora non si exhibisca. Ducati CCLXI Lumera di Piombino. E deno havere ducati millesecentotrentasepte d’oro per nostra parte di ducati quattromilianovantadue simili pagati messer Augustino per la lumera di Piombino, la maggior parte al duca di Valenza come signor di quel stato et in più partite, la ultima fu di ducati secento larghi di septembre MDIII morto papa Alexandro quando era per perder dicto Stato; el residuo fino a decti ducati quattromilianovantadue son per spese attenenti a decta lumera. Ducati MDCXXXVII El resto di quello fussero obligati li appaltatori al signor di Piombino per il XIIII° capitulo del contracto con la Camera per non trovarsi pagato non si pone in questo conto. Tamen sempre haveremo le nostre debite quittanze o siamo disobligati se farà bona la nostra parte. Lumera di Agnano con li Franzesi. E deno havere ducati milletrecentotrentacinque per doi quinti di ducati tremilia cinquecento di carlini di Napoli pagati a Franzesi per la lumera di Agnano non obstante per noi li fusse prohibito tal pagamento, come ce n’è sua lettera et per spese facte per causa di decta lumera infra le quali son certi brevi spediti per Francia per la ricuperatione di decti denari che essendo riscossi ce ne apertiene la nostra parte. Ducati MCCCXXXV Lumera di Agnano con li Senazari. E deno havere ducati tremiliasecentoundici per nostra portione di ducati novemilia vintisepte et soldi X d’oro spesi per la lumera di Agnano con li Senazari, cioè ducati diecemilia septecentovinticinque di carlini di Napoli pagatolo in più paghe per lo fitto di epsa a ducati milletrecento di quella moneta lo anno, et più ducati ducentovintiquattro et soldi XII d’oro in più spese per conto di epsa lumera. Ducati IIIM DCXI Lumera de Ischia. E deno havere ducati secento octantasei et soldi X per doi quinti di ducati milleseptecentosedici pagati messer Augustino per la lumera di Ischia, videlicet ducati milleoctocento di carlini di Napoli per lo accordo di tre anni di epsa lumera a ducati secento lo anno et ducati cento diciotto d’oro in spese facte per tal causa. Ducati DCLXXXVI 160

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Lumera de Spagna. E deno havere ducati undici per nostra parte di ducati vintisepte in circa spesi per porti di lettere di Spagna, et advisi sopra le lumere di Cartagena. Ducati XI Denari pagati a secretarii. E deno havere ducati ducentododici per li doi quinti di ducati cinquecentovintinove pagati messer Augustino a l’offitio de secretarii oltra di quelli lo habbiamo pagato noi et de li altri narrati di sopra in conto de la Camera, son per compimento de le tasse loro sopra la lumera. Ducati CCXII Le pigioni de Castri. E deno havere ducati octocento octantocto soldi XII per nostra parte di ducati duomiliaducentovintuno soldi X d’oro ci perviene di quello ha pagato messer Augustino a Castri per conto de le pigioni, compresi in tal somma le muraglie de le lor lumere et altre robbe datolo per tal causa, sicondo è scripto a libri de la fabrica, quali pigioni sonno a ducati quaranta di carlini el mese come appare al libro del banco de Chisi segnato .A. a folio 64 producto in juditio. Ducati DCCCLXXXVIIII44 Debito de li Spannocchi di Siena. E deno havere ducati septecento septantacinque per tre quinti di ducati milleducento novantadue son debitori li Spannocchi di Siena ad Augustino Chisi e compagni de la lumera de la Tolfa per residuo del conto han tenuto a lor libri de la lumera di Massa. Ducati DCCLXXV Spese straordinarie. E deno havere ducati trecento per nostra parte di ducati septecentocinquanta spesi messer Augustino in più cose straordinarie in tutto el tempo de lo appalto in la qual somma son ducati quattrocento d’oro notati al libro secreto de la lumera qual non si produce et son per una andata fece in Romagna al duca di Valenza per causa de la lumera di Piombino; et ducati centocinquanta simili son spesi qui in Roma per parte di un convito facto a le lumere a papa Iulio, che ducati trecentovinticinque si spese più a le lumere in decto convito s’è computato con le altre spese de la fabrica. Ducati CCC

44 Così nel testo.

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Spese di piati. E deno havere ducati trecentoquattro per li nostri doi quinti di ducati septecentosessanta per più spese di piati facte messer Augustino ancora che la maior parte non si vede precise in li libri producti ex adverso sieno per causa de la lumera et attenenti a noi. Tamen a più nostra satisfactione si poneno tutte. Ducati CCCIIII° Donativi. E deno havere ducati millevintidue soldi VIII per nostra parte di ducati duomilia cinquecento cinquantasei per donativi facti messer Augustino in tutto el tempo de lo appalto, interclusovi ducati secentonovanta pagò dal principio scripti a libro secreto de la lumera. Li altri son notati a libri han producti et ancora che de la più parte noi non haremo da participare per essere particularità sue et presertim per le cose de li allumi di Ponente. Tamen si metteno tutti ad causa vostra signoria ne habbi notitia, quella con li altri signori auditori le admettino o lassino come lo parerà et la nostra parte di epsi seriano come di sopra. Ducati MXXII Sensarie. E deno havere ducati ducento di Camera per nostra portione di ducati cinquecento se lo fan boni per più sensarie di vendite de allumi. Ducati CC Spese per li allumi turcheschi. Item si vede essere spesi ducati quattromiliaquattrocentonovanta d’oro in più provisioni contra li allumi turcheschi venuti in Ponente, de le quali non deveremo participare essendo stati condocti tali allumi45 per li excessivi prezi facti vendare messer Augustino li allumi46 in decto loco et per non haver dato el carico a la galeaza del re de Inghilterra, le quali cause non ci debbano dar damno; tamen perché vostra signoria sappi el tutto et la quantità di decte spese si pone tal partita et havendone a participare, de la qual cosa ci rimettiamo al arbitrio suo et de li signori auditori. Seriano li nostri doi quinti ducati mille septecento novantasei. Ducati MDCCLXXXX°VI Per lo salario di giovani. Item oltra a le sopradicte partite si potriano considerare alcune spese di salarii di giovani de le quali in li libri producti non è mentione alcuna excepto al pesator de li allumi che se li dava ducati XX di carlini l’anno. Comprendesi, per haver messer Augustino allocato la fabrica de lo allume la maior parte del tempo sopra di Iacomo Migliorini et di messer Niccolò da Gaeta, sieno corsi pochi salarii. Et 45 Segue un richiamo alla frase posta in fine di questa parte.

46 La frase da «per» fino a «li allumi» è scritta alla fine del brano.

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se li adversarii havessero producto li libri particulari di questa administratione, come sono obligati, tale partita forse si seria potuta declarare, la qual rimetto al iudicio di vostra signoria et de li altri signori auditori, ancora non è debito. Deviamo satisfare li salarii di ministri, quali debbano tener li libri et scripture, dicendo li adversarii non s’è tenuto particular libro di questa impresa, non obstante ne fussero obligati, et non dando47 conto alcuno. Item significhiamo a la signoria vostra et a li altri signori auditori che tutte le sopradicte partite del credito quali lo parerà da admettere si poneno in conto con expressa protestatione et conditione et non altrimenti di haverne le nostre debite quittanze sicondo il iusto ricer[...] ad causa di poterci difendere quando in futurum fussemo molestati.48 Somma tutto il sopradecto credito ducati septantamilia ducentooctantuno d’oro di camara, cioè Ducati LXXM CCLXXXI

Fig. 1: Le quattro righe citate supra alla nota 42

Abbreviazioni utilizzate: ASN = Archivio di Stato di Napoli; ASR = Archivio di Stato di Roma; ASS = Archivio di Stato di Siena; ASV = Archivio Segreto Vaticano.

47 È scritto daendo.

48 La frase è segnalata dalla mano con dito.

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DIDIER BOISSEUIL, DAVID IGUAL LUIS, MARÍA MARTÍNEZ ALCALDE

Conclusiones Los alumbres ibéricos alrededor de 1500 Didier Boisseuil*

Université de Tours

David Igual Luis**

Universidad de Castilla-La Mancha

María Martínez Alcalde***

Museo Arqueológico Factoría Romana de Salazones, Ayuntamiento de Mazarrón Las contribuciones de este libro constituyen un paso más en el conocimiento de los alumbres ibéricos en los albores de los tiempos modernos. Prolongan y hasta profundizan en el conjunto de trabajos cuya magnitud es recordada por la bibliografía exhaustiva aquí reunida y que, desde hace más de treinta años, han revelado la importancia de la producción de alumbre principalmente en las Coronas de Aragón y Castilla. En especial, los artículos del volumen permiten situar mejor el lugar ocupado por la península en el momento de auge de lo que puede denominarse la industria del alumbre en el Mediterráneo occidental entre finales del siglo xv e inicios del xvi. De hecho, desde la década de 1450, mientras se estaban agotando los suministros de Anatolia,1 que habían abastecido a Europa desde finales del siglo xiii (E. Basso), aparecieron nuevos centros de producción en la Península Italiana. El más conocido fue sin duda el de Tolfa, en el Lacio. Este emplazamiento fue impulsado, incluso descubierto, hacia 1460 y continuó siendo explotado a lo largo de la época moderna por la Cámara Apostólica, en régimen de arrendamiento. Generó así importantes beneficios, que suscitaron rivalidades desde muy temprano. Ya en la década de 1470, para evitar que el alumbre pontificio impusiera un verdadero monopolio 1 Sin interrumpirse completamente, sin embargo, como lo demuestra en particular la presencia de alumbres de Anatolia en Venecia. Cfr. Felix Gilbert, The Pope, His Banker, and Venice, Cambridge (MA), Harvard University Press, 1980.

* [email protected] ** [email protected] *** [email protected]

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comercial, varias alumbreras surgieron también en la Toscana.2 Estas compitieron asimismo con otros focos productivos abiertos a mediados del Cuatrocientos, antes de la caída de Constantinopla, en el reino de Nápoles (particularmente en Agnano, cerca de Pozzuoli, y en las islas de Ischia y Lipari) o la propia Sicilia.3 De esta manera, Roma no logró consolidar de inmediato su hegemonía sobre los tráficos del alumbre. Ahora bien: como subrayan los estudios de la presente obra, debe quedar claro en lo sucesivo que la producción ibérica comenzó aproximadamente durante la misma época de mediados del siglo xv, en los reinos de la Corona de Aragón. En este sentido, siguiendo los trabajos de Edward Cooper, cabe detectar iniciativas ya a principios de la década de 1460 que afectaron a la explotación de yacimientos en el reino de Valencia (en Borriol, Artana y Orpesa), en los territorios de los concejos de Ademuz y Albarracín (Torres) o, también, en los lugares llamados Ateca y Terrer, cerca de la aldea de Paracuellos de Jiloca dentro del territorio de la comunidad de Calatayud4 (G. Navarro Espinach y C. Villanueva Morte). En la Corona de Castilla, la actividad parece posterior: la explotación del yacimiento de Casacarrillo, en Cornago, en poder del arzobispo de Toledo, no comenzó hasta alrededor de 1464 y la de las montañas en torno a Lorca sobre todo después de 1490, aunque pudo haber habido otros episodios efímeros de actividad en 1459‑1460 y 1469‑1471. Este desfase entre descubrimiento y utilización es también perceptible en Mazarrón, puesto que el primer testimonio de una concesión se remonta a 1462, pero la actividad parece no despegar antes de 1480. Posteriormente, a inicios del siglo XVI, se explotaron nuevos yacimientos en Rodalquilar, en el obispado de Almería5 y, finalmente, antes de mediados del mismo xvi, cerca de Cartagena, en el Cabezo de Roche y la Fuente del Deán (D. Munuera Navarro). Así, esta actividad industrial parece haber tenido un comienzo menos vivaz en los reinos de Murcia o Granada que en los reinos de Aragón y Valencia. Sin embargo, no se puede excluir por completo que existiera una producción anterior de alumbre, particularmente en Murcia, puesto que ya en el xiv se atestigua el otorgamiento de concesiones mineras que mencionan el alumbre alrededor de Mazarrón y Cartagena (D. Munuera Navarro). No obstante, de haber existido, estas producciones tempranas debieron resultar modestas y no haber sido objeto de un extenso tráfico. En consecuencia, la 4 Una descripción reciente de la zona figura en Juan José Morales Gómez, «Las minas de alumbre del Bajo Jiloca (Zaragoza) y su explotación a fines de la Edad Media», Espacio, Tiempo y Forma. Serie III: Historia Medieval, 29 (2016), pp. 541‑567. 5 Una descripción reciente, en Francisco Hernández Ortiz, «Factores en el auge y declive del alumbre español durante los siglos  xv y xvi», De Re Metallica, 15 (2010), pp. 35‑42.

2 Didier Boisseuil, «Production d’alun et monopole romain en Toscane méridionale (fin xve-début xvie siècles)», Mélanges de l’École Française de Rome – Moyen-Âge, 126/1 (2014). Disponible en: https://journals.openedition. org/mefrm/1879 [Fecha de consulta: 12/02/2019]. 3 Ivana Ait, Didier Boisseuil, «Gli attori del commercio dell’allume italiano alla fine del Medioevo», en Didier Boisseuil, Christian Rico, Sauro Gelichi (eds.), Le Marché des Matières Premières (Antiquité – Moyen Âge), Roma, École Française de Rome, en prensa.

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Didier Boisseuil, David Igual Luis, María Martínez Alcalde  |  Conclusiones

industria del alumbre despegó en la Península Ibérica desde el universo aragonés, casi en paralelo a Italia, ya que fue también durante la etapa del rey Alfonso el Magnánimo (1442‑1458) cuando aparecieron en el reino de Nápoles los primeros intentos de producción. Esta relativa precocidad, que no fue acompañada sin embargo por el éxito, ¿podría asociarse al dinamismo de los operadores aragoneses, impulsados por el monarca, en diversas partes del Mediterráneo? Es difícil responder a la pregunta en el estado actual de los estudios, pero interrogantes de este tipo incitan a seguir examinando las condiciones de explotación del alumbre (en particular, el análisis de los procesos técnicos), abarcando grandes espacios mediterráneos y no centrándose solo en la Península Ibérica. Esto es tanto más deseable cuanto que, por doquier, los datos al respecto son a menudo mal conocidos todavía: en especial, la ubicación exacta de las canteras o las minas utilizadas o la extensión y la naturaleza de los yacimientos que, a veces, parecen haber sido modestos y de pobre calidad, con dificultades para sostener una actividad intensa y continua. En el Sistema Ibérico parece que se haya explotado la jarosita en Paracuellos de Jiloca,6 mientras que en los reinos de Murcia (en Mazarrón) o Granada (en Rodalquilar) se usaron vastos depósitos de alunita.7 Estas incertezas, o esta variedad de minerales, hacen aún más complejo aproximarse a los procesos técnicos de producción. Estos los conocemos solo a través de tratados o de estructuras de producción que datan en su mayor parte del siglo xviii (L. Dallai y M. Martínez Alcalde; R. Córdoba de la Llave), puesto que las fuentes anteriores difícilmente los revelan, por ahora. No obstante, tales documentos o tales vestigios sí dejan apreciar procedimientos que pueden ser calificados como industriales y que requerían grandes cantidades de madera y agua. Esto permite preguntarse acerca de la capacidad local, especialmente en los reinos de Murcia y Granada, de aprovisionamiento de materias primas que respondieran a las necesidades citadas. En esa línea, quedan por realizar en la Península Ibérica investigaciones exhaustivas comparables a las efectuadas en el territorio de Siena, en torno a la alumbrera de Monterotondo (L. Dallai y M. Martínez Alcalde), que no se encontraba sin embargo entre las más importantes de la Toscana. En contraposición, los estudios recogidos aquí consienten identificar mejor a los actores del desarrollo de esta industria. Una vez más, el contraste entre Aragón y Castilla consta de manera palpable. En los reinos de Valencia y Aragón, la iniciativa parece corresponder a emprendedores apoyados por las comunidades locales (Ademuz o Calatayud), quienes gozaban de licencias reales para explotar pequeños 6 Edward Cooper, Salvador Mirete Mayo, La mitra y la roca: intereses de Alfonso Carrillo, arzobispo de Toledo, en la ribera del Ebro, Toledo, Diputación de Toledo, 2001. 7 Ricardo Córdoba de la Llave, Alfonso Franco Silva, Germán Navarro Espinach, «L’alun de la Péninsule

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Ibérique durant la période médiévale (Royaumes de Castille et d’Aragon)», en Philippe Borgard, Jean-Pierre Brun, Maurice Picon (dirs.), L’alun de Méditerranée. Colloque international (Naples-Lipari, 2003), Nápoles – Aix-en-Provence, Centre Jean Bérard, 2005, pp. 125‑138.

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yacimientos. Tales operadores se asociaron a veces a técnicos o a comerciantes. En cambio, en el reino de Murcia, el monarca otorgó concesiones a grandes señores que formaban parte de las nuevas élites dirigentes: la primera concesión de Mazarrón fue a don Juan Pacheco, marqués de Villena, quien compartió el privilegio de explotación con don Pedro Fajardo, adelantado mayor del reino de Murcia y cuyos descendientes se convirtieron en marqueses de los Vélez, dos poderosos señores del sur del reino de Castilla (L. Dallai y M. Martínez Alcalde; D. Munuera Navarro). La explotación de Rodalquilar también fue concedida a Francisco de Vargas, tesorero del reino de Castilla (G. Navarro Espinach y C. Villanueva Morte; D. Munuera Navarro). Estas empresas, a diferencia de las precedentes, perduraron: en 1480, Diego López Pacheco, nuevo marqués de Villena, hijo del anterior, prolongó en Mazarrón su asociación con el nuevo adelantado mayor del reino de Murcia y señor de Cartagena. Esto contribuyó indudablemente a estabilizar la explotación, pero no evitó los conflictos a su alrededor, como lo sugiere el asalto de Mazarrón en 1501 (D. Munuera Navarro). Aunque los sitios de producción castellanos fueron los que se explotaron durante más tiempo, también se encontraron en el centro de intrigas político-económicas, como las definió en su día Alfonso Franco Silva8 (G. Navarro Espinach y C. Villanueva Morte). Fueron asimismo sitios lo suficientemente poblados como para suscitar la aparición de nuevos núcleos habitados, como sucedió en Mazarrón. La aglomeración llamada Casas de los Alumbres despegó en los últimos decenios del siglo xv y adquirió el rango de villa en 1572, cuando se segregó de la jurisdicción de Lorca. Era un hábitat frágil, cercano al mar y sometido a las incursiones de los piratas, que incluía fortificaciones: el castillo de los Vélez, la casa-fuerte del marqués de Villena y la iglesia-fuerte de San Andrés (L. Dallai y M. Martínez Alcalde). Esta creación nueva y singular, en un entorno semiárido, podría quizá compararse con la de Allumiere, cerca de Tolfa, el pueblo de los trabajadores del alumbre que se levantó alrededor de los hornos, aunque no adquirió una verdadera identidad institucional hasta el siglo xix. En cualquier caso, se trata de aglomeraciones industriales, nacidas de la explotación de un recurso y con efectos territoriales indiscutibles,9 cuyo número y cuyas características en Occidente aún están en gran parte por establecerse. Lo que muestran también principalmente las contribuciones reunidas es que la actividad de producción en las regiones litorales (Murcia o Granada) parece haber sido estrechamente controlada por los genoveses. En 1486, los hermanos Rey (Baltasar, 9 Susana Passigli, Francesco Spada, «Il territorio delle cave. Trasformazioni del paesaggio vegetale e produzione dell’allume fra i secoli xv e xvi», Mélanges de l’École Française de Rome – Moyen-Âge, 126/1 (2014). Disponible en: https://journals.openedition.org/mefrm/2012 [Fecha de consulta: 20/11/2021].

8 Alfonso Franco Silva, El alumbre del reino de Murcia. Una historia de ambición, intrigas, riqueza y poder, Murcia, Real Academia Alfonso X el Sabio, 1996. Del mismo autor, «El alumbre murciano», Miscelánea Medieval Murciana, 6 (1980), pp. 238-272.

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Domingo y Luis), pertenecientes a una familia mercantil de origen ligur establecida en Murcia, explotaron los alumbres de Mazarrón (L. Dallai y M. Martínez Alcalde; D. Munuera Navarro). En 1501, Bernardo Rey, otro miembro de la familia, continuó sus actividades y, unos años más tarde, explotó por cuenta de Francisco de Vargas la producción en Rodalquilar (D. Munuera Navarro). Estas presencias no deben sorprender, porque la experiencia de los genoveses en la producción y el comercio del alumbre era común y antigua (E. Basso) y sus negocios les habían traído desde hacía tiempo a las costas ibéricas. Estuvieron activos en el reino de Murcia desde finales del siglo xiii, y sus intercambios sobre alumbre eran ya bastante comunes en los puertos mediterráneos a principios del siglo xv.10 Sus inversiones en la producción de alumbre también fueron frecuentes: en Oriente, donde todavía controlaron después de la caída de Constantinopla las alumbreras de Lesbos, e incluso en Occidente, ya que fueron de los primeros en iniciar la actividad en el reino de Nápoles o en la Toscana (sobre todo, un tal Bartolomeo Pernice, que fue el promotor de las alumbreras de Ischia o Massa Marittima a mediados del siglo xv)11 y contribuyeron a la explotación de las alumbreras sicilianas e incluso de Tolfa (como los Spinola). Por lo tanto, es probable que haya que estudiar el papel de las redes ligures no solo como vectores de productos nuevos, sino también de saberes técnicos o de personas expertas.12 Sin embargo, sería excesivo conceder a los genoveses una función exclusiva en el impulso a la producción de alumbre, porque también otros técnicos parecen haber desempeñado un papel importante en el mundo aragonés: en particular, un tal Juan de Casal, que se convirtió en maestro del alumbre del rey de Aragón y que contribuyó al desarrollo de los yacimientos de Ademuz y Paracuellos de Jiloca. Pertenecía quizá a una familia de negociantes de Lombardía, que tuvieron actividad en Valencia en la primera mitad del siglo xv (G. Navarro Espinach y C. Villanueva Morte). Ciertamente, la senda trazada por los comerciantes italianos aún está por precisar mejor, teniendo en cuenta que han podido jugar un papel importante en el tráfico de los alumbres ibéricos. No obstante, se hace difícil apreciar el alcance de la producción de estos alumbres: faltan las cifras para las últimas décadas del siglo xv, mientras que existen algunas más conocidas para los siglos posteriores.13 A pesar de ello, los artículos de este volumen permiten hacerse una idea al respecto. De entrada, parece claro que el alumbre 10 David Igual Luis, «La producción y el comercio del alumbre en los reinos hispánicos del siglo xv», Mélanges de l’École Française de Rome – Moyen Âge, 126/1 (2014), p. 263.

Middle Ages and the Early Modern Era: New Approaches and Methodological Issues», Technology and Culture, 47/3 (2006), pp. 536‑565.

11 I. Ait, D. Boisseuil, «Gli attori del commercio dell’allume italiano».

13 Felipe Ruiz Martín, Los alumbres españoles. Un índice de la coyuntura económica europea en el siglo xvi, Madrid, Fundación Española de Historia Moderna – Ediciones Bornova, 2005.

12 Sobre este punto, cfr. Liliane Hilaire-Perez, Catherine Verna, «Dissemination of Technical Knowledge in the

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se destinaba en la península a usos diversificados (para la metalurgia, el curtido y especialmente la tintorería). Así lo sugieren los numerosos libros de recetas medievales, conservados sobre todo en el mundo castellano (R. Córdoba de la Llave). Es muy probable que la industria textil, desarrollada más temprana o más tardíamente, haya suscitado esa necesidad del alumbre, como ocurrió en el siglo XV en torno a Valencia (A. Llibrer Escrig). Varios tintoreros valencianos compraron alumbre para efectuar sus baños de tinta, pero parece que recurrieron principalmente a materias primas importadas. Los contratos comerciales dejan entrever, en efecto, la concreción de suministros distantes asegurados por los mercaderes italianos.14 La circulación de estos productos en el reino de Aragón, sin embargo, se mantuvo modesta, como lo demuestra el minucioso estudio de los registros de aduanas de más de veinte localidades de los reinos de Aragón y Valencia, para mediados del siglo xv (G. Navarro Espinach y C. Villanueva Morte). Esto permite suponer un uso limitado del alumbre en el interior del territorio. ¿El auge de los alumbres aragoneses, tras 1460, respondió a la demanda de las regiones textiles costeras? Nada autoriza a afirmarlo en el estado actual de la investigación. Pero lo que sí es seguro es que los pocos sitios de producción aragoneses no parecen haber exportado sus alumbres más allá de los mares, al contrario de lo sucedido con las explotaciones de los reinos de Murcia y Granada. Desde 1469, algunos mercaderes obtuvieron la posibilidad de comerciar el alumbre de Mazarrón y, en 1486‑1487, un barco cargado con alumbre de esa procedencia está documentado en La Esclusa, cerca de Brujas (L. Dallai y M. Martínez Alcalde; D. Munuera Navarro). La producción de Rodalquilar se manifiesta importante desde el principio, aunque quedó interrumpida a causa de una incursión corsaria y se retomó desde la década de 1570 (D. Munuera Navarro)15. Parece que estas producciones meridionales se dirigieron muy pronto a destinos alejados, sin duda porque ambos enclaves estaban cerca del mar y porque las estructuras portuarias —apreciables al menos en Mazarrón, pero poco perceptibles debido a las instalaciones posteriores— facilitaban el tráfico, aunque quizá también porque la demanda interior era demasiado débil o estaba dominada por los comerciantes italianos. Sin duda, es esta distribución de los alumbres meridionales en mercados distantes lo que empujó a los Spannocchi, asociados con los Chigi antes de 1503, a preocuparse por los alumbres de Cartagena (es decir, probablemente los de Mazarrón). Con la esperanza de favorecer la producción de Tolfa que ellos controlaban, se esforzaron para impedir cualquier forma de competencia en Italia (I. Ait, D. Boisseuil y D. Igual Luis) y tal vez trataron de hacer lo mismo en España. Los intentos de los sieneses no culminaron realmente

14 D. Igual Luis, «La producción y el comercio del alumbre», pp. 268‑272.

15 Véase también F. Hernández Ortiz, «Factores en el auge y declive».

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hasta unos años más tarde, cuando Agostino Chigi asumió el control de todos los alumbres de la Península Italiana. Al mismo tiempo, parece que los genoveses involucrados en los alumbres ibéricos siguieron una estrategia similar, al entorpecer la producción de Rodalquilar para mantener solo la de Mazarrón, que ellos mismos dominaban (D. Munuera Navarro, según A. Franco Silva). El destino de los alumbres ibéricos parece, por lo tanto, estrechamente asociado desde el principio con los del resto del Mediterráneo.

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DIDIER BOISSEUIL, DAVID IGUAL LUIS, MARÍA MARTÍNEZ ALCALDE

Résumé Les aluns espagnols et méditerranéens dans l’Europe du xve siècle et au début du xvie siècle : Production, usage et distribution d’une matière première Didier Boisseuil*

Université de Tours

David Igual Luis**

Universidad de Castilla-La Mancha

María Martínez Alcalde ***

Museo Arqueológico Factoría Romana de Salazones, Ayuntamiento de Mazarrón LE GROUPE DE RECHERCHE INTERNATIONAL SUR L’ALUN ET LA RENCONTRE DE MAZARRÓN DE 2015

Les contributions de cet ouvrage ont été réalisées dans le cadre d’un groupe de recherche international (GDRI), initié par le Centre National de la Recherche Scientifique (CNRS), intitulé Exploitation of Mediterranean Alums in Europe (EMAE), dirigé par Didier Boisseuil, l’un des éditeurs de l’ouvrage, entre 2014 et 2017. Le groupe était composé d’une équipe de 46 chercheurs rattachés à des institutions académiques ou scientifiques de cinq pays européens (France, Italie, Belgique, Allemagne et Espagne). L’objectif de ce réseau d’enquête était d’explorer, à nouveaux frais, dans une perspective pluridisciplinaire, les méthodes de production, l’usage et la circulation des aluns entre la fin du xiiie et le début du xvie siècles.1 1 Didier Boisseuil, David Igual Luis, « International Scientific Cooperation Network “Exploitation of Mediterranean Alums in Europe” », dans Ricardo Córdoba de la Llave (ed.), Technical Knowledge in Europe: From Written Texts to Archaeological Evidences, 13th-16th Centuries. International Meeting (Córdoba, 17‑18 September 2015), Turnhout, Brepols, à paraître.

* [email protected] ** [email protected] *** [email protected]

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Cet ouvrage s’inscrit dans la lignée de travaux antérieurs qui sont nombreux à avoir étudié l’alun, notamment le colloque qui s’est déroulé à Naples et Lipari en 2003, intitulé L’alun de Méditerranée.2 Dans le prolongement de ces recherches, les membres du groupe EMAE ont rappelé l’importance de ce produit, parmi les marchandises produites et commercialisées dans l’espace euro-méditerranéen entre la fin du Moyen Âge et le début de l’époque moderne. Toutefois, ils ont aussi fait preuve d’originalité : 1) en faisant place aux approches des archéologues, des historiens de l’économie, de l’art ou des techniques, des géologues, comme des chimistes ; 2) en insistant sur le fait que l’alun permet de mieux comprendre le fonctionnement global des sociétés européennes, entre xiiie et xvie siècles, au moment où elles connaissent d’importantes transformations. Les travaux du groupe ont été menés lors de plusieurs rencontres réalisées au cours des quatre années, l’une d’entre elles s’est déroulée, les 5 et 6 février 2015, à Mazarrón en Murcie, l’un des centres européens les plus importants de production d’alun. Le colloque intitulé Mazarrón en los espacios mediterráneos del alumbre (siglos xv-xvi) fut coordonné par les trois éditeurs de ce livre, soutenu par les financements du GDRI EMAE, du projet de recherche HAR2011‑28861, attribué par le gouvernement espagnol à l’université de Valence3 et surtout la Ville et le Musée municipal de Mazarrón. L’objectif de la rencontre était tout d’abord, dans une approche comparatiste, de faire le point des connaissances sur la production et la commercialisation des aluns dans le bassin méditerranéen au cours de la période considérée, en accordant une place plus importante à la péninsule ibérique et Mazarrón ; et dans un second temps, d’explorer de potentielles collaborations dans ce domaine. Ainsi, vingt-deux chercheurs participèrent à cette rencontre, proposant une contribution ou intervenant lors des débats.4

2 Philippe Borgard, Jean-Pierre Brun, Maurice Picon (dir.), L’alun de Méditerranée. Colloque international (Naples-Lipari, 2003), Naples – Aix-en-Provence, Centre Jean Bérard, 2005. 3 Le projet a été dirigé par Paulino Iradiel Murugarren, professeur d’histoire médiévale à l’université de Valence,

et avait pour titre « Identidades urbanas Corona de Aragón-Italia: redes económicas, estructuras institucionales, funciones políticas (siglos xiv-xv) ». 4 Voir le programme : https://previa.uclm.es/ab/humanidades/1415/mazarron.asp [Consulté: 16/02/2019].

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LE CONTENU DE L’OUVRAGE

Les articles ici rassemblés ont été élaborés à l’occasion ou à l’issue de cette rencontre de Mazarrón. Outre, l’introduction et la conclusion, le volume se compose de sept chapitres : quatre reprennent des textes pronconcés lors de ces journées (Antonio Llibrer Escrig ; Germán Navarro Espinach et Concepción Villanueva Morte ; David Munuera Navarro ; Enrico Basso) ; trois autres sont des études nouvelles réalisées a posteriori par des intervenants qui ont remanié leur contribution orale (Luisa Dallai et María Martínez Alcalde ; Ivana Ait, D. Boisseuil et David Igual Luis) ou qui ont proposé un article inédit (Ricardo Córdoba de la Llave). Dans chacun des cas, la mise en commun avait un triple objectif : 1) focaliser l’attention sur tous les faits qui attestent de la présence de l’alun dans la péninsule ibérique, concrêtement dans les territoires des couronnes de Castille et d’Aragon qui donnèrent naissance, entre la fin du xve et le debut du xvie siècles, à la monarchie espagnole ; 2) insérer ces faits dans un contexte méditerranéen et européen plus large, parce que ce contexte est incontournable pour expliquer ce qui advint dans les espaces ibériques, et parce que des données historiques peuvent servir de contrepoint aux situations hispaniques ; 3) approfondir les principaux thèmes d’études du réseau EMAE, c’est-à-dire mettre en relation les conditions de production et d’exploitation des aluns, leur usage et leur commerce, en tenant compte des protagonistes. Informations plus ou moins exhautives, ou simples suggestions concernant ces aspects (production, usage et commerce), sont exposés dans les sept chapitres du livre. Il se peut que une ou plusieurs contributions privilégient un aspect ou un autre et qu’elles le fassent avec des développements, des arguments plus ou moins étendus. Cette diversité tient à la fois aux traitements distincts et aux moyens d’investigation mobilisés par les différents chercheurs, comme à la disponibilité des informations sur l’alun et aux objectifs plus ou moins ambitieux de chacun des textes.

LES CONTRIBUTIONS SUR LA PRODUCTION, LES USAGES ET LE COMMERCE DE L’ALUN

L’article initial s’intéresse plus spécifiquement à la production d’alun. Rédigé par L. Dallai et M. Martínez Alcalde, il est de portée archéologique et étudie, concomittement, deux espaces productifs : Monteleo en Toscane et Mazarrón, dans le sud-est de l’Espagne. L’ampleur des explications proposées, qui s’étendent dans la longue

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durée, l’abondance des faits matériels et des fonds documentaires mobilisés et leur comparaison, justifie que cet article soit le plus long du volume. Les deux textes suivant abordent la question des applications de l’alun. R. Córdoba de la Llave, s’appuyant sur des recueils de recettes, des manuels italiens ou castillans des xve-xvie siècles, s’intéresse aux usages moins connus de l’alun, c’est-à-dire à son utilisation en dehors de la teinture des textiles, comme le traitement et la teinture des peaux ; la réduction, la soudure ou l’affinage des métaux, la réalisation des encres pour écrire et pour les enluminures, ou la cosmétique et les soins du corps. A. Llibrer Escrig, pour sa part, s’intéresse à l’usage de l’alun pour la teinture des draps de laine. Son approche vise, d’une part, à étudier les artisans qui employaient l’alun pour leur travail quotidien, leurs stratégies d’acquisition et de financement et, d’autre part, un espace peu fréquenté par les historiens qui s’intéressent à l’alun : le monde rural, aperçu à travers des exemples pris dans le territoire de Valence au xve siècle, connus grâce aux fonds notariés et judiciaires. Le quatrième article, de G. Navarro Espinach et C. Villanueva Morte, étudie une région rarement considérée pour l’histoire de l’alun au xve siècle, comme l’Aragon. Il apparaît cependant qu’elle fut une zone de production, mais aussi, comme l’atteste une documentation fiscale, une zone où les trafics (transport, commerce) est bien différente des grands centres internationaux. C’est justement sur les problèmes commerciaux que s’attardent les trois derniers chapitres du livre, soit en s’intéressant au commerce en tant que tel, soit en portant attention aux acteurs qui assurent la distribution de l’alun, soit en détaillant les structures organisationnelles ou les circonstances politiques, institutionnelles qui encadraient le négoce. D. Munuera Navarro s’appuient sur des sources écrites, et dans une moindre mesure, archéologiques pour examiner les commerçants, les ports, les bateaux qui, entre le xve et le debut du xvie siècle, assurèrent le trafic de l’alun de Mazarrón. E. Basso, en s’appuyant sur du matériel archivistique varié, propose une analyse qui prend en considération à la fois les aspects politiques et commerciaux. Il étudie le rôle des Génois dans les circuits de l’alun entre xiiie et xve siècles et dévoile les liens qui, à Gènes, unissent pouvoir politique et pouvoir économique, et détaille les trait du commerce de l’alun, les caractéristiques des embarcations et les formes des contrats et des accords financiers proposés par les Ligures. Pour finir, I. Ait, D. Boisseuil et D. Igual Luis transcrivent un document italien inédit de la première moitié du xvie siècle, qui révèle les efforts des grandes compagnies marchandes siennoises (celle d’Agostino Chigi et des Spannocchi) pour contrôler, au-delà de Tolfa dont ils étaient maîtres, la totalité des sites de production méditerranéens. L’édition du document s’accompagne d’un commentaire qui contextualise l’action de ces deux entreprises à la fin du xve siècle, en particulier leur relation avec la papauté. 176

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LA PLACE DES ALUNS IBÉRIQUES AUTOUR DE 1500 : ARAGON ET CASTILLE

Dans l’ensemble, les contributions de cet ouvrage constituent une étape dans la connaissance des aluns ibériques à l’aube des temps modernes. Elles prolongent, voire approfondissent, tout un ensemble de travaux — dont la bibliographie, ici rassemblée, pour ainsi dire exhaustive rappelle l’ampleur — qui depuis plus d’une trentaine d’années, ont révélé l’importance de la production d’aluns essentiellement dans les royaumes d’Aragon et de Castille. Surtout, elles permettent de mieux situer la place de la péninsule dans l’essor de ce que l’on peut appeler une industrie de l’alun en Méditerranée occidentale, entre la fin du xve et le début du xvie siècle. En effet, alors que, dès les années 1450, les approvisionnements anatoliens — qui avait alimenté l’Europe depuis la fin du xiiie siècle (E. Basso) — se tarissaient,5 apparurent, dans la péninsule italienne, de nouveaux centres de production. Le plus connu fut sans conteste celui de Tolfa dans le Latium. Lancé — voire inventé — vers 1460, il fut continûment exploité, tout au cours de l’époque moderne, par la Chambre Apostolique, au moyen de fermiers. Il généra des profits importants qui suscitèrent très tôt des rivalités. Ainsi, dès les années 1470, afin d’empêcher l’essor d’un véritable monopole commercial de l’alun pontifical, plusieurs alunières furent aussi créées en Toscane.6 Elles concurrençaient aussi d’autres centres de production qui avaient vu le jour au milieu du xve siècle — dès avant la chute de Constantinople — dans le royaume de Naples (notamment à Agnano, près de Pouzzoles, sur les îles d’Ischia ou de Lipari), en Sicile même.7 En sorte que Rome ne parvint pas d’emblée à asseoir son hégémonie sur les trafics. Or, il apparaît clairement désormais — comme le rappelle plusieurs études ici réunies — que la production ibérique débuta sensiblement à la même époque au milieu du xve siècle, dans les royaumes de la couronne d’Aragon. En effet, à la suite des travaux d’Edward Cooper, il est possible de percevoir des efforts autour de 1460 concernant l’exploitation des gisements dans le royaume de Valence, à Borriol, Artana et Orpesa, dans les territoires des communautés de Ademuz et Albarracín (Torres) ou encore dans les lieux-dits Ateca et Terrer près du hameau de Paracuellos de Jiloca sur le territoire de la communauté de Catalayud8 (G. Navarro Espinach et C. Villanueva Morte). Dans les royaumes de Castille, l’activité semble postérieure : l’exploitation du gisement de Casacarrillo près de Cornago, détenu par l’évêque de Tolède ne débuta que vers 1464 et celle des massifs autour de Lorca surtout après 1490 — même s’il y eut peut-être une activité éphémère en 1459‑1460 et 1469‑1471. Cet écart entre invention et utilisation 5 Sans pour autant s’interrompre totalement, comme atteste la présence d’aluns anatoliens à Venise notamment. Cfr. Felix Gilbert, The Pope, His Banker, and Venice, Cambridge (MA), Harvard University Press, 1980. 6 Didier Boisseuil, « Production d’alun et monopole romain en Toscane méridionale (fin xve-début xvie siècles) », Mélanges de l’École Française de Rome – Moyen-Âge,

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126/1 (2014). En ligne : https://journals.openedition.org/ mefrm/1879 [Consulté: 12/02/2019]. 7 Ivana Ait, Didier Boisseuil, « Gli attori del commercio dell’allume italiano alla fine del Medioevo », dans Didier Boisseuil, Christian Rico, Sauro Gelichi (ed.), Le Marché des Matières Premières (Antiquité – Moyen Âge), Rome, École Française de Rome, à paraître.

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est aussi observé à Mazarrón, puisque la première attestation d’une concession remonte à 1462, mais l’activité ne semble guère prendre essor avant 1480. Plus tardivement, au début du XVIe siècle, de nouveaux gisements furent exploités à Rodalquilar, dans l’évêché de Almería,9 et enfin plus tard avant le milieu du xvie siècle, près de Carthagène à Cabezo de Roche et la Fuente del Deán (D. Munuera Navarro). En sorte que l’activité industrielle semble avoir connu un départ plus poussif dans les royaumes de Murcie ou de Grenade que dans les royaumes d’Aragon ou de Valence. Néanmoins, il est difficile d’exclure totalement une production d’alun antérieure, notamment en Murcie, puisque des concessions d’exploitation mentionnant l’alun, furent accordées dès le xive siècle, autour de Mazarrón et Carthagène (D. Munuera Navarro). Toutefois, si elle a existé, cette production est restée modeste et n’a pas fait l’objet d’amples trafics. C’est donc davantage dans les possessions de la couronne d’Aragon que l’industrie de l’alun prit essor, tout comme en Italie, puisque c’est à l’époque du roi Alphonse le Magnanime (1442‑1458) qu’apparurent, dans le royaume de Naples, les premières tentatives de production. Cette relative précocité — qui ne signifie pas cependant une réussite — peutelle être associée au dynamisme des entrepreneurs aragonais, aiguillonnés par le roi, de part et d’autres de la Méditerranée ?

L’EXPLOITATION DE L’ALUN ET SES ACTEURS

Il est difficile de statuer en l’état, mais ces interrogations incitent à poursuivre l’étude des conditions d’exploitation de l’alun — notamment l’analyse des procédés techniques — en embrassant de larges espaces méditerranéens et en ne se focalisant pas sur la seule péninsule ibérique. C’est d’autant plus souhaitable que, partout, ces données sont encore bien souvent mal connues : en particulier l’emplacement précis des carrières ou des mines utilisées ou l’ampleur et la nature des gisements qui, parfois, paraissent avoir été modestes et de piètre qualité, soutenant difficilement une activité intense et continue. Dans la chaîne ibérique, il semble que l’on ait exploité de la jarosite à Paracuellos de Jiloca ;10 alors que dans les royaumes de Murcie (à Mazarrón) ou de Grenade (à Rodalquilar) furent utilisés de vastes gisements d’alunite.11 Ces incertitudes ou ces variétés minérales rendent encore plus complexes l’approche des procédés techniques qui ne nous sont connus qu’à travers des traités ou des structures de production, datés pour l’essentiel du xviiie siècle (L. Dallai et M. Martínez Alcalde ; R. Córdoba de la Llave) et que les indices documentaires 9 Une description récente dans Francisco Hernández Ortiz, « Factores en el auge y declive del alumbre español durante los siglos xv y xvi », De Re Metallica, 15 (2010), pp. 35‑42.

8 Une description récente de la zone est proposée dans Juan José Morales Gómez, « Las minas de alumbre del Bajo Jiloca (Zaragoza) y su explotación a fines de la Edad Media », Espacio, Tiempo y Forma. Serie III: Historia Medieval, 29 (2016), pp. 541‑567.

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antérieures peinent à révéler, pour l’instant. Ces documents ou vestiges laissent apercevoir cependant des procédés que l’on peut qualifier d’industriel, qui nécessitaient d’importantes quantité de bois et d’eau. Ce qui interrogent sur les capacités locales, notamment dans les royaumes de Murcie et de Grenade, d’approvisionnement en matières premières pour répondre aux besoins. Il reste donc à mener dans la péninsule ibérique des enquêtes approfondies comparables à celles menées dans le territoire siennois, autour de l’alunière de Monterotondo (L. Dallai et M. Martínez Alcalde) — qui ne fut pas cependant parmi les plus importantes de Toscane. En revanche, les études ici rassemblées permettent de mieux identifier les acteurs de l’essor de cette industrie ; une fois encore le contraste entre l’Aragon et la Castille paraît net. Dans les royaumes de Valence et de l’Aragon, l’initiative semble revenir à des entrepreneurs soutenus par les communautés locales (Ademuz, Calatayud) qui s’appuyaient sur des concessions royales pour exploiter de modestes gisements. Ils s’associaient parfois à des techniciens ou des marchands. À l’inverse, dans le royaume de Murcie, le roi accorda des concessions à de grands seigneurs qui faisaient partie des nouvelles élites dirigeantes : la première concession de Mazarrón fut donnée à don Juan Pacheco, marquis de Villena qui partagea l’exploitation avec don Pedro Fajardo, « adelantado mayor » du royaume de Murcie — dont les descendants devinrent marquis de los Vélez —, deux puissants seigneurs du sud du royaume de Castille (L. Dallai et M. Martínez Alcalde ; D. Munuera Navarro). L’exploitation de Rodalquilar fut aussi concédée à Francisco de Vargas, trésorier du royaume de Castille (G. Navarro Espinach et C. Villanueva Morte; D. Munuera Navarro). Leurs entreprises, au contraire des précédentes, perdurèrent : en 1480 à Mazarrón, Diego López Pacheco, nouveau marquis de Villena, fils du précédent, renouvelait son association avec le nouvel « adelantado mayor » du royaume de Murcie et seigneur de Carthagène. Cela contribua sans doute à stabiliser l’exploitation, mais n’empêcha pas toutefois, les conflits entre les investisseurs comme le laisse supposer le sac de Mazarrón en 1501 (D. Munuera Navarro). Car si les sites d’exploitation castillans paraissent les plus durablement exploités, ils furent aussi au cœur d’intrigues politico-économiques comme les avait, en son temps, définies Alfonso Franco Silva12 (G. Navarro Espinach et C. Villanueva Morte). Ce furent aussi des sites suffisamment fréquentés pour susciter l’apparition d’un habitat neuf, comme Mazarrón. L’agglomération dénommée « Casas de los Alumbres » prit essor au cours des 10 Edward Cooper, Salvador Mirete Mayo, La mitra y la  roca: intereses de Alfonso Carrillo, arzobispo de Toledo, en la ribera del Ebro, Tolède, Diputación de Toledo, 2001. 11 Ricardo Córdoba de la Llave, Alfonso Franco Silva, Germán Navarro Espinach, « L’alun de la Péninsule Ibérique durant la période médiévale (Royaumes de Cas-

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tille et d’Aragon) », dans Ph. Borgard, J.-P. Brun, M. Picon (dir.), L’alun de Méditerranée, pp. 125‑138. 12 Alfonso Franco Silva, El alumbre del reino de Murcia. Una historia de ambición, intrigas, riqueza y poder, Murcie, Real Academia Alfonso X el Sabio, 1996. Du même auteur, « El alumbre murciano », Miscelánea Medieval Murciana, 6 (1980), pp. 238-272.

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dernières décennies du xve siècle et acquit le rang de « villa » en 1572, en s’émancipant de la communauté de Lorca. C’était un habitat fragile, à proximité de la mer et soumis aux raids des pirates, qui comprenait des résidences mises en défense : le château des Los Vélez, la maison-forte des marquis de Villena et l’église fortifiée de San Andrés (L. Dallai et M. Martínez Alcalde). Cette création nouvelle et singulière, dans un milieu semi-aride, est peut-être à rapprocher de celle d’Allumiere (près de Tolfa), le  village des ouvriers de l’alun bâti autour des fours qui n’acquit une véritable identité institutionnelle qu’au xixe siècle. Il s’agit en tout cas d’agglomérations industrielles — née de l’exploitation d’une ressource, avec des effets territoriaux indiscutables13 — dont le nombre et les caractéristiques en Occident restent encore largement à établir.

LE RÔLE DES COMMERÇANTS ITALIENS

Surtout, ce que montrent les contributions rassemblées ici, c’est combien l’activité de production dans les régions littorales (Murcie, Grenade) semble avoir été étroitement contrôlée par des Génois. En 1486, les frères Rey (Baltasar, Domingo et Luis), issus d’une famille marchande d’origine ligure installée en Murcie, exploitaient les aluns de Mazarrón (L. Dallai et M. Martínez Alcalde ; D. Munuera Navarro). En 1501, Bernardo Rey, un autre membre de la famille, poursuivait leurs activités et quelques années plus tard, il contrôla pour le compte de Francisco de Vargas la production à Rodalquilar (D. Munuera Navarro). Cette présence ne doit pas étonnée, car l’expérience des Génois dans la production et le commerce de l’alun était commune et ancienne (E. Basso) et leurs affaires les portaient depuis longtemps sur les rivages ibériques. Ils étaient actifs dans le royaume de Murcie depuis la fin du xiiie siècle, et leurs livraisons d’alun étaient assez commune dans les ports méditerranéens au début du xve siècle.14 Leur investissement dans la production d’alun était aussi fréquente  : en Orient où ils contrôlaient encore après la chute de Constantinople, les alunières de Lesbos et même en Occident puisqu’ils furent parmi les premiers à initier l’activité dans le royaume de Naples ou en Toscane (notamment un certain Bartolomeo Pernice qui fut le promoteur des alunières d’Ischia ou de Massa Marittima au milieu du xve siècle)15 et qu’ils contribuèrent à l’exploitation des alunières de Sicile et même de Tolfa (comme les Spinola). Il y

14 David Igual Luis, « La producción y el comercio del alumbre en los reinos hispánicos del siglo xv », Mélanges de l’École Française de Rome – Moyen Âge, 126/1 (2014), p. 263. 15 I. Ait, D. Boisseuil, « Gli attori del commercio dell’allume italiano ».

13 Susana Passigli, Francesco Spada, « Il territorio delle cave. Trasformazioni del paesaggio vegetale e produzione dell’allume fra i secoli xv e xvi », Mélanges de l’École Française de Rome – Moyen-Âge, 126/1 (2014). En ligne : https://journals.openedition.org/mefrm/2012 [Consulté: 20/11/2021].

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a donc probablement intérêt à étudier le rôle des réseaux ligures, non seulement comme vecteurs de produits nouveaux, mais aussi de savoirs techniques ou des techniciens.16 Il serait excessif toutefois d’accorder aux Génois un rôle exclusif dans l’essor de la production d’alun, car d’autres techniciens semblent avoir occupé une place importante dans le monde aragonais : en particulier, un certain Juan de Casal qui devint « maestro del alumbre » du roi d’Aragon et qui contribua à la mise en valeur des gisements d’Ademuz et Paracuellos de Jiloca. Il appartenait peut-être à une famille de négociants originaire de Lombardie, actifs à Valence dans la première moitié du xve siècle (G. Navarro Espinach et C. Villanueva Morte). Assurément la piste des commerçants italiens reste à prospecter, d’autant qu’ils ont pu jouer un rôle important dans les trafics des aluns ibériques.

ENTRE LA PÉNINSULE IBÉRIQUE, L’EUROPE ET LA MÉDITERRANÉE : L’AMPLEUR DE LA PRODUCTION ET LA CIRCULATION DE L’ALUN

Toutefois il est difficile d’apprécier l’ampleur de la production de ces aluns, car les données chiffrées pour les dernières décennies du xve siècle manquent — alors qu’elles sont plus connues pour les siècles ultérieurs.17 Cependant il est possible de s’en faire une idée, à travers les articles de ce volume. D’abord, il paraît manifeste que l’alun était destiné, dans la péninsule, à des usages diversifiés — en métallurgie, en tannerie et surtout en teinturerie —, comme le suggère les nombreux livres de recettes médiévaux, conservés notamment dans le monde castillan (R. Córdoba de la Llave). Il est vraisemblable que l’industrie textile, développée plus tôt ou plus tard, ait suscité des besoins, comme cela s’est produit au XVe siècle autour de Valence (A. Llibrer Escrig). Plusieurs teinturiers valenciens achetaient de l’alun pour effectuer leurs bains, mais il semble qu’ils aient eu principalement recours à des matières premières importées. Les contrats commerciaux laissent entrevoir, en effet, des approvisionnements lointains assurés par des marchands italiens.18 La circulation de ces produits dans le royaume d’Aragon, resta cependant modeste comme l’atteste l’étude minutieuse des registres de douane de plus d’une vingtaine de localités des royaumes d’Aragon et de Valence, pour le milieu du xve siècle (G. Navarro Espinach et C. Villanueva Morte) laissant supposer un usage limité dans l’intérieur des terres. L’essor des alunières aragonaises, passé 1460 a-t-il répondu à la 16 Sur ce point, cfr. Liliane Hilaire-Perez, Catherine Verna, «  Dissemination of Technical Knowledge in the Middle Ages and the Early Modern Era: New Approaches and Methodological Issues », Technology and Culture, 47/3 (2006), pp. 536‑565.

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17 Felipe Ruiz Martín, Los alumbres españoles. Un índice de la coyuntura económica europea en el siglo xvi, Madrid, Fundación Española de Historia Moderna – Ediciones Bornova, 2005. 18 D. Igual Luis, « La producción y el comercio del alumbre », pp. 268‑272.

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demande des régions textiles côtières ? Rien ne permet, en l’état de l’affirmer, ce qui est sûr toutefois, c’est que les sites de production aragonais ne semblent pas avoir exporté leurs aluns au-delà des mers, à l’inverse des sites des royaumes de Murcie et de Grenade. Car dès 1469 des marchands obtinrent la possibilité de commercer l’alun de Mazarrón et en 1486‑1487, un bateau chargé d’alun de cette provenance est attesté à l’Écluse près de Bruges (L. Dallai et M. Martínez Alcalde  ; D. Munuera Navarro). La production de Rodalquilar paraît d’emblée importante, bien qu’elle ait été interrompue par une razzia de corsaires et reprise dans les années 1570 (D. Munuera Navarro)19. Il semble que cette production méridionale ait été très tôt tournée vers des destinations lointaines, sans doute parce que les deux sites étaient proches de la mer et que des installations portuaires — appréciables tout au moins à Mazarrón, même si peu perceptibles en raison des aménagements ultérieurs — facilitaient les trafics, mais peut-être aussi parce la demande intérieure était trop faible ou bien accaparée par les marchands italiens. C’est sans doute cette distribution des aluns méridionaux sur les marchés lointains qui poussa les Spannocchi associés au Chigi avant 1503 à s’inquiéter des aluns de Carthagène (c’està-dire probablement ceux de Mazarrón). Dans l’espoir de privilégier la production de Tolfa qu’ils contrôlaient, ils s’étaient employés à éteindre toute forme de concurrence en Italie (I. Ait, D. Boisseuil et D. Igual Luis) et ils cherchaient peut-être à faire de même en Espagne. Les efforts des Siennois n’aboutirent vraiment que quelques années plus tard, lorsqu’Agostino Chigi fut maître de tous aluns de la péninsule italienne. Dans le même temps, il semble que les Génois impliqués dans les aluns ibériques aient cherché à procéder de même, en empêchant la production de Rodalquilar de façon à ne maintenir que celle de Mazarrón qu’ils détenaient (D. Munuera Navarro, d’après A. Franco Silva). Le destin des aluns ibériques paraît donc bien étroitement associé, dès ces débuts, à ceux du reste de la Méditerranée.

19 Voir aussi F. Hernández Ortiz, « Factores en el auge y declive ».

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ÍNDICE ONOMÁSTICO*

[a] Abrán: 115 Abravalla, Isaquen: 122 Abuleyde, Brahem: 114 Adorno, Baldassarre: 137 Adriano, cardinale: 153 Agricola, Giorgio: 21, 24 Aguilar, Pere: 115 Ahuén, Zat: 112 Ait, Ivana: 15-16, 170, 175-176, 182 Alaborí, Alí: 112 Alabundí, Alí: 112 Alaminí, Ubecar: 114 Albarnáez, Clara: 122 Alberti (de Brujas), compañía de los: 126 Alborgí, Mose: 113 Albulende, Farach: 114 Alcañiz, Juan: 115 Alcocer, Juana de: 124 Aldobrandino de Siena: 79 Alessandro VI, papa, vid. Borgia, Rodrigo Alfaget, Bertran: 113 Alfonsico: 114 Alfonso X, rey de Castilla: 35, 105 Alfonso el Magnánimo, rey de Aragón: 136, 167, 178 Algaraví, Mafoma: 116 Algezirí, Mahoma: 112 Al-Himyarí: 34 Al-Idrisi: 34 Alí Fragí Nazaret, Hasam / Azán: 110-112

Alloca, Pascual d’: 116 Almenar, Loys de: 113-114 Alphonse le Magnanime, roi d’Aragon, vid. Alfonso el Magnánimo, rey de Aragón Alza, Juan de: 123 Amich, Pere d’: 116 Andrés, Lois: 115 Aquén, Çahat: 115 Ardimento, Paride: 137 Ariño, García de: 100 Arnaut, Guillem: 116 Artusa, Juan de: 116 Asín Palacios, Miguel: 34 Asso, Ignacio de: 102 Avensomer, Acath: 114 Ayel: 114 [b] Baeza, Hernando de: 128 Basso, Enrico: 15-16, 125, 165, 169, 175-177, 180 Beltrán, Galcerán / Galzarán: 113, 115 Benaly, Fat: 115 Bermasa, Andrés de la: 112 Bernart: 115 Bernat: 115 Betnasar, Maymón: 116 Biringuccio, Vannoccio: 21, 24-27, 48 Blasco, Jaume: 116 Blasco, Pascual: 114 Boisseuil, Didier: 13, 15-16, 98, 170, 173, 175-176, 182

* Los términos en cursiva aparecen en los textos del libro en italiano y en francés.

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Bolgarini, famiglia: 156 Borgia, Alfonso, papa: 148 Borgia, Cesare: 150 Borgia, famiglia: 148, 150 Borgia, Giovanni, cardinale: 151 Borgia, Rodrigo, papa: 148-152 Borgogna, duchi di: 135 Borgunyo, Francesco: 90 Borràs, Nicolau: 90 Botella y Hornos, Federico: 32-33 Bravo Villasante, Fernando: 32-33 Brunello, Franco: 63, 76 Buitrago, Álvaro de: 121 [c] Caballería, Nicolás de la: 112 Çahadías: 112 Calabria, duchessa di: 149 Callisto III, papa, vid. Borgia, Alfonso Calvo, Abram: 115 Camillo, Pietro Antonio: 150 Campofregoso, famiglia: 136-137 Campofregoso, Ludovico: 137 Campofregoso, Tommaso: 136 Canella, Giuliano de: 143 Cano, Gabriel el: 114 Cap, Jaime: 113 Çaporta, Johan: 113 Cardiel, Abram: 116 Carlos V, rey de España y emperador germánico: 98, 128

LOS ALUMBRES ESPAÑOLES Y MEDITERRÁNEOS EN LA EUROPA DEL SIGLO XV E INICIOS DEL XVI

Carmona González, Alfonso: 34 Caro, Gabriel: 113 Carrión, Pedro: 116 Carvajal, Bernardino di: 150 Casal, Andrea (o Adrián) del: 103 Casal, Felipe del: 103 Casal, Juan de: 100-103, 169, 181 Casanova, Jerónimo de: 121 Casanova, Juan de: 116 Cassadoro, Gulielmo, vescovo di Alghero: 154 Castro, Ludovico da: 156 Cattaneo, famiglia: 136 Cavero, Gil: 113 Celaya, Juan de: 64 Cepillo, Berthomeu: 113 Cepillo, Miguel: 114 Cervera, Joan: 83, 94 Ceva, Bernaldino de: 129 Cevada, Antón: 114 Chacón, Juan: 120, 122 Chiesa, Giacomo della: 90 Chiesa, Simone della: 89-90 Chigi, Agostino: 16, 147, 151154, 171, 176, 182 Chigi, Agostino (di Nanni), vid. Chigi, Agostino Chigi, familia: 43, 154, 170, 182 Chigi, Mariano: 151 Ciratí, Çahat: 116 Clemente VII, papa: 153, 155 Cobos, Francisco de los: 128 Colembin (di Lione), famiglia: 156 Cooper, Edward: 120, 166, 177 Coppola, Francesco, conte di Sarno: 149 Córdoba de la Llave, Ricardo: 15, 167, 170, 175-176, 178, 181 Corso, Niccolò: 156 Covarrubias, Sebastián de: 35, 49

[d] Dallai, Luisa: 15, 101, 154, 167170, 175, 178-180, 182 Dandaus, Beltran / Bertranet: 115-116 Deça, Aly de: 113 Delumeau, Jean: 43, 51 Dioscórides: 32 Doria, Bartolomeo, quondam Iacobi: 137 Doria, Domenico, quondam Opecini: 137 Doria, Esteban: 44 Doria, famiglia: 136-137 Doria, Jacopo: 134 Doria, Marco, filius Oberti: 137 Doria, Orietta: 137 Dorino I Gattilusio, signore di Mitilene: 137 Draperio, Francesco: 137, 144 Dentuto, Bartolino: 140 [e] Edoardo I, re d’ Inghilterra: 140 Edriz: 116 Eguílaz y Yanguas, Leopoldo de: 34 Enrich: 115 Enrico V, re d’ Inghilterra: 142 Enrique II, rey de Castilla: 36, 119 Enrique IV, rey de Castilla: 37, 119-120 Ermitaña, Bartolomé: 112 Eugenio IV, papa: 148 Exeriquí, Alí: 112 [f] Fajardo Chacón, Pedro: 122 Fajardo (Quesada), Pedro: 45, 119-120, 168, 179 Fallyent, Johan de: 115 Federico II, imperatore tedesco: 139

204

Felipe II, rey de España: 38, 43, 98, 120 Feriol, Mahoma: 114 Fernando, Martín: 114 Ferrante, re di Napoli: 149 Ferrer, Jaume: 114 Fiumi, Enrico: 51 Folgues, Pere: 114 Fornari, Ludovico: 137 Fougeroux de Bondaroy, Auguste-Denis: 41, 56 Francio, Alessandro de: 150 Franco Silva, Alfonso: 17, 45, 51, 119, 128-129, 168, 171, 179, 182 Franzesi, li: 160 Furga, Álvaro: 101 Fuster, Juan: 114, 116 [g] Gaeta, Niccolò da: 162 Galban: 115 Galbón: 116 Gallego, Mahoma: 116 Gallén / Galín / Gallyn, Jento / Sento / Yento: 113-114 Galy, Çuleyma / Sule(y)ma / Zuleyma: 112-115 Galy, Zilum: 112 García, Pedro: 112 García Antolino, Juan: 121 García de Salazar, Martín: 129 Gelmírez, Diego, vescovo di Santiago di Compostela: 139 Gerau, Pero: 126 Gherardacci, Cherubino: 148 Gilem, maestro: 113-114 Girolimi, famiglia: 156 Gisquerol, Pere: 114 Giulio II, papa: 153, 157-158 Giustiniani, Antonio, quondam Iacobi: 137 Giustiniani, Bernardo: 137 Giustiniani, Brizio: 137

Índice onomástico

Giustiniani, Edoardo: 137 Giustiniani, famiglia: 136-137 Giustiniani, Nicolò, quondam Iohannis: 137 Giustiniani, Paride: 137 Giustiniani, Visconte: 137 Gomara, García de: 113 Gómez Rabal, Ana: 17 Gonçalvez, Johan: 114 González Simancas, Manuel: 32, 41 Grimaldi, Ansaldo de: 44 Grimaldi, Ranieri: 141 Guicllyrdaga, Pedro de: 115 Guillem, Arnalt / Arnaut: 115 [h] Heródoto: 31 [i] Igual Luis, David: 15-16, 89‑90, 119, 124, 170, 175‑176, 182 Inghilterra, re d’: 139, 162 Iradiel Murugarren, Paulino: 14, 83, 174 Italiano, Jerónimo: 44 Izquierdo, Alí: 116 [j] Jaime II, rey de Aragón: 119 Jara, Juan de la: 122 Johan: 115 Johancho: 113 Juan II, rey de Aragón: 99-100 Juan II, rey de Castilla: 36, 120 Juana I, reina de Castilla: 98, 128-129 Juanolo: 115 Julio II, papa, vid. Giulio II, papa Julve, Juan de: 112 Julve, Pedro: 111-115

[l] Lanaja, Simón de: 116 Larraondo, Pedro de: 126 Leny, Mose: 115 León, Alfonso de: 92 Leone X, papa: 157-158 Llibrer Escrig, Antonio: 15-16, 85, 170, 175-176, 181 Lobera, Ramón de: 114 Lop, Juan: 113-114 López, Johan: 114 López Pacheco, Diego, marqués de Villena: 120-121, 168, 179 Lucía, Juan de: 116 Luengo, Benito el: 103 Luigi IX, re di Francia: 139-140 [m] Maçot, Fuda: 112 Madoz, Pascual: 34, 49-50 Mallone, Simone: 140 Margani, famiglia: 159 Maroquí, Guillem: 83, 94 Maroquí, Pere: 92 Martí, Bernat: 93 Martín, Domingo: 116 Martínez, Alicia: 79 Martínez, Juan: 115 Martínez Alcalde, María: 15, 49, 101, 154, 167-170, 175, 178-180, 182 Maruán, Çalema / Salema: 114-115 Maruán, Çuleyma / Sulema / Zuleyma: 112, 114-115 Maruán, Mahoma: 114 Massani, famiglia: 159 Matthei, Julio Pietro: 156 Medici, famiglia: 147-148 Medina, Brahem: 113 Mendoza, María de: 128 Merrifield, Mary: 64 Michele VIII, imperatore bizantino: 132 205

Migliorini, Iacomo: 162 Miró, Bertomeu: 115-116 Miró, Rafael: 93 Molin, Bonifacio dal: 132 Montfort, Joan: 90 Moni, Avdalá, menor: 112 Montoro, Rodrigo: 90 Morón, Anthon de: 113 Morote Pérez Chuecos, Pedro: 34 Moztate, Abduzalem: 116 Munçó, Miquel: 93 Munuera Navarro, David: 15-16, 36, 101, 154, 166, 168171, 175-176, 178-180, 182 [n] Nabona, Betranet: 115 Nadal, Brayn de: 114 Nados, Bernat de: 116 Navarro, Juan: 100, 103 Navarro, Pascual: 115 Navarro Espinach, Germán: 15-16, 85, 166, 168-170, 175‑177, 179, 181 Nay, Peyrot de: 115 Negro, Negrón de: 44 Negro, Pantaleón de: 44 [o] Ocampo, Florián de: 36 Ordovás, Juan José: 47-48, 59 Ordunya: 113 Ortega, Pablo Manuel: 34 Ortiz, Pedro: 126 [p] Pacheco, Juan, marqués de Villena: 119, 168, 179 Palau, Gabriel: 113 Pallavicino, Tobia: 137 Panello, Jaume: 83, 94 Pasamar, Mateo: 116 Pasavayt: 116

LOS ALUMBRES ESPAÑOLES Y MEDITERRÁNEOS EN LA EUROPA DEL SIGLO XV E INICIOS DEL XVI

Pascual, Pedro: 114 Paterio, Pietro: 137 Peco, Abdulaziz el: 112-115 Pedro / Pere, maestro: 116 Pérez, Alfonso: 112 Pérez, Benedito: 113 Pérez, Mateu: 83, 90 Pérez de Requena, Joan: 93 Pernice, Bartolomeo: 169, 180 Petrucci, famiglia: 151 Petrucci, Pandolfo: 22 Peyrot: 115 Piamontés, Alejo: 65 Piccolomini, Enea Silvio, papa: 148 Pinello, Alberto: 44 Pio II, papa, vid. Piccolomini, Enea Silvio Pio III, papa: 148, 157-158 Piombino, signor di, vid. Valenza, duca di Plaza, Antón de la: 113 Plinio Segundo, Cayo: 31-32 Poch, Jaume: 112, 114 Pocklington, Robert: 34-35 Pomaro, Gabriella: 64, 78 Ponte, da, familia: 89-90 Portugués, Jaime: 101 Poveda, Agustín Juan de: 50 Prato, Angelino da: 90 Pujol, Gabriel: 114 [q] Quintana, Nicolás de: 100 [r] Ram, Fernando: 112 Razín, Yusuf: 116 Rebolledo: 113 Reiner, Simó: 93 Reve, Martín de: 100 Rey, Baltasar: 43, 47, 122, 168, 180 Rey, Bernardo: 121, 129, 169, 180

Rey, Domingo: 43, 169, 180 Rey, familia: 122 Rey, Luis: 43, 169, 180 Rodríguez, Johan: 113 Roger II, rey de Sicilia: 34 Roget: 116 Rolan, Pietro: 156 Rolequín: 110-112 Ronquillo, Gonzalo: 98 Rosetti, Gioanventura: 64, 66, 68, 74-75, 79 Rosso, Hieronymo: 160 Rótulo, Gaspar: 44 Rubio, Yusuf el: 113 Rubruck, Guglielmo di, fra’: 132 Ruiz Martín, Felipe: 51, 99 Ruscellari, famiglia: 157 [s] Sagarra, Jaume: 114 Salicrú i Lluch, Roser: 17 Salvador, Pascual: 112, 115 Samper, Arnau Guillén de: 111 Sanç, Antoni: 92 Sánchez, Just: 114 Sánchez de Calatayud, Jaume: 116 Sánchez Manuel, Juan, conde de Carrión: 36, 119 Sancho IV, re di Castiglia: 133 San Pere, Arnaut de: 115 San Siro, Niccolò di: 131-132 Santoval, Johan de: 114 Sant Pere, Arnau Guillem de: 116 Sant Pere, Pere Arnau de: 116 Sanz, Pero: 114 Sauli, Agustín: 44 Segarra, Francesc: 90 Seguí, Juan de: 123 Senazari, famiglia: 156, 160 Senazaro, Iacomo: 156 Senazaro, Marco Antonio: 156 Sent Àngel, Johan de: 116 206

Sentjordi, Galceran: 116 Sera, Bernat de la: 115 Serón, Johan de: 113 Serón, Martin de: 114 Serón, Yento de: 114 Sevilla, Bartolomé de: 103 Shetz, familia: 44 Soria, Pedro / Pere de: 112, 114-115 Spannocchi, Ambrogio (di Nanni): 147-148, 151 Spannocchi, Andrea: 149 Spannocchi, Antonio: 148, 150-152 Spannocchi, familia: 16, 90, 147-150, 152-156, 159, 161, 170, 176, 182 Spannocchi, Giulio: 148, 150154, 156, 160 Spannocchi, Nicola: 151 Spannocchi, Pietro: 90, 150 Spinola, familia: 134, 169, 180 Spinola, Giovanni Battista: 44 Spinola, Obertino: 139 Spinola, Ughetto: 139 Strozzi, Nicolò: 151 [t] Tamayo, Pedro de: 43 Targioni Tozzetti, Giovanni: 24-27 Tolède, évêque de, vid. Toledo, arzobispo de Toledo, arzobispo de: 101, 166, 177 Tolomei, Rinaldo: 22 Tommasi, Francesco (di Matteo): 152 Toribio: 113 Tornero, Gil: 114 Tornet, Johan del: 115 Tous, Antonio de: 99-100 Turelli, Giovan: 156 Turi, Piergiovan: 155 Turriano, Juanelo: 102

Índice onomástico

[v] Valenza, duca di: 160-161 Valero, Joanot: 80, 88 Valero, Martín: 100 Valladolit, Gonçalvo de: 113 Valladolit, Pedro de: 113 Valnas, Andrés de: 121 Valtierra, Juan: 116 Vargas, Diego de: 98 Vargas, Francisco de: 98, 128‑129, 168-169, 179-180 Vázquez del Mármol, Juan: 65 Vélez, marqués de los: 37, 44, 46-47, 168, 179

Vendema, Maimum: 112 Ventura, Tommaso: 43 Vera, Giovanni, cardinale di Salerno: 153 Vergara, Jorge de: 121 Vesconte, Pietro: 141 Villanueva Morte, Concepción: 15-16, 166, 168-170, 175‑177, 179, 181 Villena, marqués de: 37-38, 43, 45-46, 48, 59, 119-122, 128-129, 168, 179-180. Vid. también López Pacheco, Diego; Pacheco, Juan Vivaldi, Dario: 137

207

[x] Xarch, Domingo: 112 Ximénez de Lorca, Pero: 119 Ximénez de Rueda, Antón: 113 [z] Zaccaria, Benedetto: 132-134, 141, 143 Zaccaria, famiglia: 132-134, 138 Zaccaria, Manuele: 132 Zerdoun, Monique: 76 Zulema, Hamet: 112

ÍNDICE TOPONÍMICO*

[a] Accesa: 23 Ademuz: 99-101, 166-167, 169, 177, 179, 181 Agnano: 154, 156, 160, 166, 177 Aguja, Charco de la (Mazarrón): 32-33, 55 Albaida: 87 Albalate de Cinca: 105 Albarracín: 100, 105-106, 166, 177 Alcañiz: 102-103 Alcoi: 84, 86 Alcoià: 86 Alcolea: 105 Alejandría: 70, 126 Alemania: 13, 173 Alhama de Murcia: 121 Aliaga: 102 Alicante: 125 Allemagne, vid. Alemania Alloza: 101-102 Allumiere: 168, 180 Almazarrón: 34-35, 37-38, 121 Almería: 98, 127, 129, 166, 178 Alto Palancia: 86, 106, 112 Alumbres, Casas de los (Mazarrón): 37, 45, 120-121, 168, 179 Alumbres Nuevos (Cartagena): 127-128 Alzira: 84 Amberes: 43-44, 142 Anatolia: 165 Andalucía: 124, 126

Andorra (Teruel): 101 Anversa, vid. Amberes Aquila: 150 Aragón: 16, 97, 99-103, 106‑108, 111-112, 119, 167, 169, 176-177, 179, 181 Aragón, Corona de: 15, 84-85, 99, 101, 105, 136, 165-166, 175, 177-178 Aragón, reino de: 98-100, 104, 166-167, 170, 177-179, 181 Aragon, Couronne d’ / royaume d’, vid. Aragón, Corona de; Aragón, reino de Aragona, Corona d’, vid. Aragón, Corona de Arcos de las Salinas: 106-107, 112, 114 Ariño: 101-102 Ariza: 105 Armenia: 32 Arnemuiden: 43 Artana: 99, 166, 177 Asia: 125 Asia Menor: 97, 99 Asti: 89 Ateca: 101-102, 166, 177 Atlántico, océano: 16, 124-125 Azohía: 47-48 [b] Barbastro: 105 Barcelona: 17, 126 Barracas de los Jaqueses: 106‑108, 110-115

* Los términos en cursiva aparecen en los textos del libro en italiano y en francés.

208

Bélgica: 13, 173 Belgique, vid. Bélgica Bilbao: 126 Bocairent: 87 Bolnuevo (Mazarrón): 47 Bolonia: 64, 66, 73, 77 Borriol: 99, 166, 177 Bruges, vid. Brujas Bruggia, vid. Brujas Brujas: 120, 126, 156, 170, 182 Bruna, Val di: 151 [c] Cáceres: 64 Cádiz: 17, 123 Cagliari: 126 Calatayud: 101, 105-108, 110, 113-114, 167, 179 Calentín (Mazarrón): 34, 36, 119 Camp de Túria: 86 Campiglia Marittima: 23, 28, 52 Cantarranas (El Garrobo, Mazarrón): 34, 40 Capanne Vecchie (Massa Marittima): 23 Carlantín, vid. Calentín Cartagena: 33, 36, 39-40, 48, 50, 119-120, 123-128, 154, 161, 166, 168, 170, 178, 179, 182 Carthagène, vid. Cartagena Casacarrillo (Cornago): 101, 166, 177 Castellar, El: 105

ÍNDICE TOPONÍMICO

Castellón: 104 Castelnuovo Val di Cecina: 23 Castiglia, vid. Castilla Castilla: 35-37, 87, 101, 104, 110, 119-120, 124, 128-129, 131, 133-134, 136, 167, 177, 179 Castilla, Corona / reino de: 15, 119, 165-166, 168, 175, 177-179 Castille, Couronne / royaume de, vid. Castilla, Corona / reino de Cataluña: 104 Chio: 137, 143 Cinco Villas: 106 Civitavecchia: 128, 150, 152, 156-160 Cocentaina: 83-84, 86, 89-90 Colinas Metalíferas: 19-21, 23, 29, 52-54 Constantinopla: 37, 99, 126, 166, 169, 177, 180 Constantinople, vid. Constantinopla Cordillera Ibérica: 101 Córdoba: 35, 77 Cornago: 101, 166, 177 Corta Romana (Mazarrón): 32, 55 Crivillén: 101 Cuatro Villas: 124 [d] Daroca: 105 Deán, Fuente del (Cartagena): 128, 166, 178 Deva: 125 [e] Écluse, l’, vid. Esclusa, La Edesa: 102 Egeo: 134 Ejea de los Caballeros: 105-106 Épila: 105

Esclusa, La: 43, 120, 142-143, 170, 182 Espagne, vid. España España: 13-14, 17, 30, 35, 49, 51-52, 65, 79-80, 97, 101, 161, 170, 173, 175, 182 Estercuel: 101 Europa: 13, 38, 43, 52, 63, 73, 77, 89, 124, 133, 165, 173, 177, 181 Europe, vid. Europa [f] Faro, Cabezo del (Puerto de Mazarrón): 48 Fiandre, vid. Flandes Firenze, vid. Florencia Flandes: 43, 111, 123-126, 133, 135, 142, 147 Florencia: 64, 66, 70, 74, 76, 78, 156 Focea: 31, 132, 135, 143 Fortanete: 102 Fortuna (Mazarrón): 30, 51, 61 Fraga: 106-107, 116 France, vid. Francia Francia: 13, 43, 98, 104, 123, 125, 133-134, 136, 139, 141, 160, 173 Fuentes de Rubielos: 106-107, 116 [g] Gandía: 89 Gargallo: 102 Gênes, vid. Génova Génova: 16, 126, 133-134, 136138, 143-144, 176 Genova, vid. Génova Gibilterra, Stretto de, vid. Gibraltar, estrecho de Gibraltar, estrecho de: 124-125, 133 Granada: 65, 122, 129, 168, 180 Granada, reino de: 128, 166167, 170, 178-179, 182 209

Grenade, vid. Granada; Granada, reino de Grosseto: 23 Guadalentín: 122 Guadalupe: 64, 67, 69, 76 Guipúzcoa: 124-125 [h] Huesca: 106-107, 115-116 [i] Ifre-Pastrana (Mazarrón): 34 Indias: 125 Índico, océano: 125 Inghilterra, vid. Inglaterra Inglaterra: 43, 123, 125-126, 128, 133-135, 139-142, 162 Ischia: 154, 160, 166, 169, 177, 180 Italia: 13, 19-20, 44, 51-52, 54, 89, 167, 170, 173, 178, 182 Italie, vid. Italia [j] Jaca: 105-107, 115 Javalina (Mazarrón): 41 Jérica: 106-107, 116 [l] Lacio: 165, 177 Latium, vid. Lacio Lesbos: 169, 180 Librilla: 121 Liguria: 44, 139 Lione: 156 Lipari: 14, 97, 166, 174, 177 Livorno: 23 Lombardía: 169, 181 Lombardie, vid. Lombardía Lopay, vid. Lupay Lorca: 36, 38, 101, 121-122, 128, 166, 168, 177, 180 Lucca: 71, 77 Lupay: 109, 112-116

LOS ALUMBRES ESPAÑOLES Y MEDITERRÁNEOS EN LA EUROPA DEL SIGLO XV E INICIOS DEL XVI

[m] Macedonia: 32, 36 Madrid: 37, 58-59, 80, 85, 98 Majada, la (Mazarrón): 34 Málaga: 66 Marca Anconetana: 150 Massa Marittima: 23, 26, 151, 154-155, 159, 161, 169, 180 Mazarrón, 14-16, 20, 30-51, 53, 55-61, 98, 101-103, 109, 119‑129, 154, 166-171, 173-176, 178-180, 182. Vid. también Almazarrón Méditerranée, vid. Mediterráneo, mar Mediterráneo, mar: 13-14, 16‑17, 97, 99, 103, 122, 124‑128, 131, 133, 136, 140‑141, 147, 153-154, 165, 167, 171, 174, 177-178, 181-182 Mequinenza: 105-107, 109, 116 Middelburg: 142 Mitilene: 134, 137 Monferrato: 89 Montalbán: 101, 105-106 Monteleo: 15, 19-29, 52-55, 175 Monterotondo Marittimo: 21‑23, 167, 179 Montioni: 23-24, 52, 54 Montpellier: 64, 70, 73-74, 76, 78 Monzón: 106-107, 113-116 Morella: 84, 86, 89 Mula: 121 Muniesa: 99 Murcia: 14, 30, 33, 34, 40‑41, 44-45, 47, 51, 56-58, 121‑122, 124, 168-169, 174, 180 Murcia, reino de: 59, 98, 119129, 166-170, 178-180, 182 Murcie, vid. Murcia; Murcia, reino de

[n] Naples, vid. Nápoles Naples, royaume de, vid. Nápoles, reino de Nápoles: 14, 77, 97, 136, 148‑149, 156, 160, 174 Nápoles, reino de: 154, 166167, 169, 177-178, 180 Napoli, vid. Nápoles Napoli, regno di, vid. Nápoles, reino de [o] Onda: 84, 86 Ontinyent: 83-84, 86 Oriola: 87 Orpesa: 99, 166, 177 [p] Pacífico, océano: 125 Paracuellos de Jiloca: 101-103, 166-167, 169, 177-178, 181 Parma: 79 Pastrana (Mazarrón): 34 Pedreras Viejas (Mazarrón): 30, 33, 41, 57-58, 60 Pego: 93 Penàguila: 87 Península Ibérica: 14-15, 30, 51, 63-64, 67, 73-74, 97, 133, 148, 154, 167, 174-175, 179, 181 Península Italiana: 63, 124, 147, 165, 171, 177, 182 Péninsule ibérique, vid. Península Ibérica Péninsule italienne, vid. Península Italiana Penisola Iberica, vid. Península Ibérica Penisola Italiana, vid. Península Italiana Pietra: 23 Piombino: 109, 154, 160-161 Pina de Ebro: 105 210

Pisa: 23, 127, 139 Pitarque: 102 Planes: 87, 90 Ponto, el: 32 Portichuelo, Pedrera del (Mazarrón): 41, 56 Portugal: 125 Pouzzoles, vid. Pozzuoli Pozzuoli: 166, 177 Puendeluna: 105-106 Puerto de Mazarrón: 34, 38, 47, 122-123, 126-127 Puerto de Santa María: 133 [r] Roche, Cabezo de (Cartagena): 152, 166, 202 Rodalquilar: 98, 101-102, 127129, 166-171, 178-180, 182 Rodano: 140 Roma: 43, 148-152, 161, 166, 177 Rome, vid. Roma Romagna: 152, 161 Rouen: 139 [s] Sádaba: 105-106 Salamanca: 64-65 San Agustín (Teruel): 106-107, 113-114, 116 San Cristóbal-Los Perules (Mazarrón): 30, 32, 39-40, 55-58 Santiago di Compostela: 139 Sant Mateu: 84, 86 Sasso Marittima: 23 Savona: 44, 127 Segorbe: 84, 86, 88-89, 106-107, 116 Sevilla: 49-50, 66 Sicile, vid. Sicilia Sicilia: 34, 166, 177, 180 Sicilia, regno di: 173 Siena: 19-20, 27, 148-153, 155‑156, 159, 161, 167

ÍNDICE TOPONÍMICO

Siria: 134 Sluys, vid. Esclusa, La Southampton: 126, 142-143 Spagna, vid. España Spannocchia: 148 Susaña (Mazarrón): 33, 40 [t] Tamarite de Litera: 106-107, 113-114 Tauste: 105-106 Terrer: 101, 166, 177 Teruel: 100, 103-107, 112 Thalamone: 155 Todi: 152 Tolfa: 17, 37, 41, 43, 99, 102, 124, 144, 147, 153-155, 161, 165, 168-170, 177, 180, 182 Tolfa, Monti della: 152 Torniella (Roccastrada): 23 Torres (Albarracín): 100, 166, 177 Toscana: 15, 19-20, 22-23, 52, 54, 154, 166-167, 169, 175, 177, 179-180

Toscane, vid. Toscana Trapani: 126 Tripoli: 134 Tronchón: 106-107, 116 Tropea: 126 Turchia, vid. Turquía Turquía: 31-32, 154 Tuscia, provincia della: 151 [u] Uncastillo: 105-106 [v] Valence, vid. Valencia; Valencia, reino de Valencia: 14, 16, 77, 79-80, 83‑84, 86, 88-90, 97, 100, 103-104, 109, 112, 114, 123, 125, 149, 169-170, 174, 176, 181 Valencia, reino de: 99-101, 106, 110, 112, 166-167, 170, 177179, 181 Valenza, vid. Valencia

211

Valladolid: 98 Vall d’Albaida: 86 Velilla: 105 Venecia: 63, 141-142, 155, 165, 177 Venezia, vid. Venecia Venise, vid. Venecia Vera: 39-40 Vila-real: 84, 86 Villena, Marquesado de: 120 Vinetia, vid. Venecia Viterbo: 150-151 Viver: 106-107, 116 Vizcaya: 124 [x] Xàtiva: 87 Xiquena (Lorca): 121 [z] Zaragoza: 97-98, 105-106, 116 Zelanda, provincia de: 43

Didier Boisseuil es Maître de Conferences habilité à diriger des recherches de Historia Medieval en la Universidad de Tours. Desde 2018 es codirector del Departamento de Historia y Arqueología de esta universidad. Su investigación se centra principalmente en la historia del mundo mediterráneo, la historia social urbana, la historia de la tecnología, la historia económica y el análisis de la explotación de los recursos naturales. Ha publicado Le thermalisme en Toscane à la fin du Moyen Âge. Les bains siennois de la fin XIIIe siècle au début XVIe siècle (Roma, École Française de Rome, 2002). Ha coordinado la red científica internacional para el Centre National de la Recherche Scientifique de Francia Exploitation of Mediterranean Alums in Europe (2014-2017). Ha sido miembro de la École Française de Rome (2010-2011). David Igual Luis es doctor europeo en Geografía e Historia por la Universidad de Valencia (1996) y profesor titular de Historia Medieval en la Universidad de Castilla-La Mancha (desde 2001). Sus investigaciones se han verificado en España e Italia. Se ha especializado en la historia socioeconómica urbana y, más en concreto, en la historia de las relaciones comerciales, financieras e industriales mediterráneas e ibéricas de los siglos XIII-XVI. Entre sus publicaciones destacan el libro Valencia e Italia en el siglo XV (Castellón, Fundació Caixa Castello, 1998) y su aportación a la obra colectiva The Routledge Handbook of Maritime Trade around Europe, 1300-1600 (Londres – Nueva York, Routledge, 2017). María Martínez Alcalde es licenciada en Historia Antigua y Arqueología por la Universidad de Murcia y arqueóloga municipal del Ayuntamiento de Mazarrón (Murcia). Su experiencia está relacionada con áreas de gestión en las administraciones autonómica y local. Ha participado en proyectos integrales con procesos de excavación arqueológica, puesta en valor, musealización y diseño del proyecto museográfico de centros arqueológicos y en proyectos de catalogación de yacimientos arqueológicos.

Esta obra recoge los resultados de dos iniciativas: la red internacional de coordinación científica Exploitation of Mediterranean Alums in Europe (emae), que fue auspiciada por el Centre National de la Recherche Scientifique de Francia entre 2014 y 2017; y el seminario internacional Mazarrón en los espacios mediterráneos del alumbre (siglos XV-XVI), que se celebró en la localidad española de Mazarrón los días 5 y 6 de febrero de 2015. Incluye siete capítulos a cargo de once autores, expertos en historia y arqueología, que pertenecen a instituciones científicas y académicas de España, Francia e Italia. En conjunto, el libro focaliza su atención sobre la realidad del alumbre en la Península Ibérica entre los siglos XV y XVI, enmarca esa realidad en el contexto mediterráneo y europeo, y profundiza en tres grandes temas: las condiciones de producción y explotación del alumbre, el uso y las aplicaciones del producto, y su comercio y los agentes que lo protagonizaron. Los artículos fusionan varios ámbitos espaciales, heurísticos, argumentales y cronológicos. Estas diversas aproximaciones permiten combinar perspectivas de documentación escrita y arqueológica, ofrecer contenidos con un fuerte potencial comparativo y, también, explicar las vicisitudes del alumbre como un proceso necesariamente amplio. En último extremo, el volumen recalca la significación histórica del producto e insiste en lo que este revela de cara a comprender el funcionamiento global de unas sociedades europeas que, justo entre los siglos XV y XVI, se encontraban en pleno proceso de transformación.

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