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Spanish Pages 154 [156] Year 2015
GOBIERNO DE ESPAÑA
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MINISTERIO DE ECONOMÍA Y COMPETITIVIDAD
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CIENCIA PENSAMIENTO Y CULTURA
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CIENCIA PENSAMIENTO Y CULTURA
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LA REVISTA ARBOR (1944-2014) Estudio y antología de una publicación del Consejo Superior de Investigaciones Científicas
Onésimo Díaz Hernández
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ANEJOS ARBOR
CONSEJO ASESOR
DIRECTOR ALFONSO VICENTE CARRASCOSA SANTIAGO, CONSEJO SUPERIOR DE INVESTIGACIONES CIENTÍFICAS (CSIC) SECRETARIA MARÍA JOSÉ ALBALÁ, CONSEJO SUPERIOR DE INVESTIGACIONES CIENTÍFICAS (CSIC) COMITÉ EDITORIAL GUADALUPE ARBONA ABASCAL, UNIVERSIDAD COMPLUTENSE DE MADRID SUSANA SANZ CABALLERO, UNIVERSIDAD CEU JOSÉ ANDRÉS GALLEGO, CONSEJO SUPERIOR DE INVESTIGACIONES CIENTÍFICAS (CSIC) JOSÉ LUIS GARCÍA LÓPEZ, CONSEJO SUPERIOR DE INVESTIGACIONES CIENTÍFICAS (CSIC)
CÉSAR NOMBELA CANO, UNIVERSIDAD INTERNACIONAL MENÉNDEZ PELAYO JUAN ARANA CAÑEDO-ARGÜELLES, UNIVERSIDAD DE SEVILLA MARÍA ELISA CHULIÁ RODRIGO, UNIVERSIDAD NACIONAL DE EDUCACIÓN A DISTANCIA JOSÉ CARLOS DÍEZ MASA, CONSEJO SUPERIOR DE INVESTIGACIONES CIENTÍFICAS (CSIC) MIGUEL ELÍAS, UNIVERSIDAD DE ÉVORA (PORTUGAL) MARÍA ISABEL ENCINAR DEL POZO, UNIVERSIDAD AUTÓNOMA DE MADRID FERNANDO NIETO FERNÁNDEZ, STATE UNIVERSITY OF NEW YORK MARÍA VICTORIA GORDILLO ÁLVAREZ-VALDÉS, UNIVERSIDAD COMPLUTENSE DE MADRID GENOVEVA ESTEBAN PENELES, BOURNEMOUTH UNIVERSITY (REINO UNIDO) MARÍA HERRERO ROMERO, CONSEJO SUPERIOR DE INVESTIGACIONES CIENTÍFICAS (CSIC) CLAUDIA ESTELA VANNEY , UNIVERSIDAD AUSTRAL DE ARGENTINA
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© CSIC © ONÉSIMO DÍAZ HERNÁNDEZ © DE LAS ILUSTRACIONES, ARCHIVO KUTXA FOTOTEKA, ARCHIVO GENERAL DE LA UNIVERSIDAD DE NAVARRA, ARCHIVO FOTOGRÁFICO DE LA UNIVERSIDAD DE NAVARRA, ARCHIVO DEL CSIC Y ARCHIVO FOTOGRÁFICO DE LA FUNDACIÓN DIARIO MADRID. LA REVISTA ARBOR (1944-2014) ISBN: 978-84-00-09992-3 E-ISBN: 978-84-00-09993-0 NIPO: 723-15-143-5 E-NIPO: 723-15-144-0 DEPÓSITO LEGAL: M-32118-2015 MAQUETACIÓN, IMPRESIÓN Y ENCUADERNACIÓN: CALAMAR IMPRESO EN ESPAÑA. PRINTED IN SPAIN EN ESTA EDICIÓN SE HA UTILIZADO PAPEL ECOLÓGICO SOMETIDO A UN PROCESO DE BLANQUEADO FSC, CUYA FIBRA PROCEDE DE BOSQUES GESTIONADOS DE FORMA SOSTENIBLE.
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ÍNDICE
PRÓLOGO . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
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INTRODUCCIÓN . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
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ARBOR
(1944-1953) . . . . . . .
15
ARBOR (1953-1984) . . . . . . . .
53
ARBOR (1984-2011) . . . . . . . . . . . . . . . .
73
IV. EL INICIO DE UNA ERA ADAPTADA A LAS NUEVAS TECNOLOGÍAS (2012-2014) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
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................................
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................................
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...............................
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.................................
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I. EL
ORIGEN DE
II. EL
PERIODO DE CONSOLIDACIÓN DE
III. LA
TERCERA ETAPA DE
A
MODO DE CONCLUSIÓN
FUENTES ÍNDICE
Y BIBLIOGRAFÍA
DE ILUSTRACIONES
ANTOLOGÍA
DE TEXTOS
Y SUS PRIMEROS PASOS
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PRÓLOGO
ALFONSO V. CARRASCOSA
En 2014 la revista Arbor cumplió setenta años de edición ininterrumpida, y el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), setenta y cinco desde su fundación. Durante sus ya más de 770 números, Arbor ha pasado de ser revista cultural a revista científica, obligatoriamente sometida por tanto a evaluación por pares. Su carácter multidisciplinar, reflejo de la institución que la publica, ha sobrevivido y se pretende reforzar, evitando así que se solape con el resto de revistas especializadas también publicadas por el CSIC desde su puesta en marcha. La larga trayectoria y variedad de temas abordados en Arbor no se corresponde con los estudios llevados a cabo sobre ella. Aquel que le dedica mayor atención, pero que no se centra tanto en la revista como en el grupo intelectual que recibió nombre de ella, es la obra Rafael Calvo Serer y el grupo «Arbor», del Dr. Onésimo Díaz, también autor del presente texto. Precisamente al escribir «La revista Arbor (1944-2014)», la investigación del Dr. Onésimo Díaz centra su atención en los avatares seguidos por la misma y sus directores durante estos primeros setenta años, proponiendo al lector a lo largo de sus páginas información de carácter científico, es decir, novedosa y con rigor, con el talento de quien se asoma a los hechos con la sana intención de dejarlos hablar por sí solos, sin forzar visiones preconcebidas. La presentación como anejo al texto a modo de edición facsímil de algunos importantes estudios previos sobre Arbor publicados en ella, junto con el estudio y discusión de la mayor parte de lo que con anterioridad se ha escrito sobre la revista, integran una base sólida e idónea para futuras investigaciones que, a buen seguro, seguirán viendo la luz en años venideros.
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La supervivencia de Arbor desde la dirección de fray José López Ortiz hasta la actual durante estos setenta años, y este estudio del Dr. Onésimo Díaz, dan buena prueba de que la ciencia, el pensamiento y la cultura no son patrimonio exclusivo de ninguna ideología, sino algo más bien consustancial al ser humano. Larga vida a Arbor.
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INTRODUCCIÓN
Estas páginas pretenden ofrecer una antología de textos sobre Arbor, y de este modo mostrar lo que esta publicación ha supuesto en la cultura española. Además, con el fin de contextualizar esta antología, se presenta un estudio sobre esta revista desde sus orígenes hasta nuestros días. En primer lugar, conviene recordar que Arbor es la revista cultural española con más años de publicación ininterrumpida, superando a la veterana Revista de Occidente, que, aunque nació en 1923, permaneció cerrada entre 1936 y 1963.1 Resulta obvio decir que Arbor surgió en una coyuntura singular de la historia de España, cinco años después del final de la Guerra Civil. La tradicion liberal quedó en cuarentena, y mientras una corriente de pensamiento aprovechó el momento para recuperar una tradicion de corte conservador, otros pensadores intentaron forjar una nueva cultura según el ideario falangista. A pesar de la situación de posguerra y del aislamiento internacional, en los años cuarenta se publicaron más de una docena de revistas de ideas con distintas sensibilidades culturales.2 Esta introducción quiere dar noticia de la estrategia seguida en la composición de este libro. El interés del autor por Arbor arranca de una investigación iniciada a finales del siglo pasado y que ha dado lugar a la publicación de artículos y de una extensa monografía. Di-
1.
2.
Con motivo de los setenta años de Revista de Occidente se celebró una exposición y se publicó un libro con cinco artículos (cfr. Desde Occidente. 70 años de Revista de Occidente, Madrid, Fundación Ortega y Gasset, 1993). Cfr. Onésimo Díaz Hernández, «Las revistas culturales en la España de la posguerra (1939-1951)», Cuadernos del Instituto Antonio de Nebrija 10 (2007), pp. 201-224; Florentino Pérez Embid, Revistas culturales de postguerra, Madrid, Colección Temas Españoles número 215, Publicaciones Españolas, 1956, 30 pp.
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chos trabajos se han ocupado de esta revista y de su entorno, centrándome en el momento de la génesis y los diez primeros años de Arbor en el contexto de la posguerra española.3 Recientemente la historiadora Sara Prades publicó un trabajo sugerente sobre la visión de la historia de España en Arbor, en el que sentenció lo siguiente: Así, para comprender la cultura o el pensamiento del siglo pañol, la referencia a esta revista es obligada.4
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.
A la hora de elaborar este nuevo estudio he tenido en cuenta todos los escritos publicados sobre Arbor, realizando una labor de síntesis y análisis de los contenidos. Una vez leídos estos textos, no cabe la menor duda de que Arbor ocupa un lugar destacado en el acervo cultural de las publicaciones periódicas españolas. Espero que el lector, al hojear estas páginas, disponga de una visión panorámica y contextualizada de esta revista y de su aportación al conocimiento de la cultura nacional.5 Cuando hoy, setenta años después de la aparición de Arbor, se leen los más de setecientos números de esta publicación, se comprueba que no pocos artículos conservan interés y vigor. Cabe preguntarse hasta qué punto se ha mantenido fiel a su propósito inicial de ser uno de los escaparates del CSIC, cuáles han sido los cambios significativos de esta revista-proyecto6 a lo largo de estos años, qué grado de relevancia han alcanzado sus colaboradores en el mundo académico e investigador, cuál ha sido la incidencia de sus planteamientos en la evolución del pensamiento y de la ciencia en España, y otras cuestiones que irán surgiendo al hilo de este relato.
3. 4. 5.
6.
Cfr. Onésimo Díaz Hernández, Rafael Calvo Serer y el grupo «Arbor», Valencia, Publicacions de la Universitat de València, 2008. Sara Prades, España y su historia: La generación de 1948, Castellón, Publicacions de la Universitat Jaume I, 2014, p. 102. Entre las obras consultadas cabe destacar un estudio sobre la revista barcelonesa Laye (1950-1954) y otro sobre el semanario catalán Destino (1937-1980): cfr. Laureano Bonet, La revista Laye. Estudio y Antología. Barcelona, Nexos, 1988; Alexandre Porcel (ed.), La crónica de Destino, 2 vols., Barcelona, Destino, 2003. Sobre el concepto de revista-proyecto, cfr. Paolo Grossi, «Las revistas jurídicas: un vacío historiográfico que es necesario colmar», en Víctor Tau (ed.), La revista jurídica en la cultura contemporánea, Buenos Aires, Ediciones Ciudad Argentina, 1997, pp. 21-27.
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Por último, quiero agradecer a Alfonso V. Carrascosa y María José Albalá la idea de escribir este libro, y también el hecho de descubrirme la viabilidad de este proyecto al aportarme documentación de la propia revista. A ellos y a todos los que han hecho posible Arbor y el CSIC van dedicadas estas páginas.
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I. EL ORIGEN DE ARBOR Y SUS PRIMEROS PASOS (1944-1953)
Sobre la fundación de la revista Arbor se ha mantenido incuestionada —hasta fecha reciente— una versión escrita por Florentino Pérez Embid, que se ha repetido en la bibliografía a lo largo de los años hasta cristalizar en un lugar común. Entre otras cosas, el autor del artículo publicado en Arbor en 1952 sostenía que el fundador de esta revista fue Rafael Calvo Serer,1 que acompañado por Raimundo Pániker y Ramón Roquer, proyectaron una revista de ideas, en marzo de 1943, durante un encuentro mantenido en Barcelona.2
1.
2.
Rafael Calvo Serer (Valencia, 6 de octubre de 1916-Pamplona, 19 de abril de 1988). Tercer director de Arbor (desde el 6 de junio de 1951 hasta el 14 de octubre de 1953). Nació en una familia cristiana de clase media (su padre era propietario de un pequeño negocio de mobiliario clínico). Estudió en las Escuelas Pías y en el Instituto Luis Vives de Valencia con premio extraordinario en el Bachillerato. Presidente del sindicato universitario de los estudiantes católicos de Valencia. Miembro del Opus Dei desde 1936 hasta su fallecimiento. Licenciado en Historia por la Universidad de Valencia con premio extraordinario. Doctor en Historia por la Universidad Central en 1940. Obtuvo la cátedra de Historia Universal Moderna y Contemporánea en la Universidad de Valencia en 1942 y cuatro años después la cátedra de Historia de la Filosofía e Historia de la Filosofía Española en la Universidad de Madrid. En el CSIC dirigió el Departamento de Culturas Modernas y el Departamento de Filosofía de la Cultura. Fue destituido de todos sus cargos del CSIC por la publicación en 1953 de un artículo crítico contra la política cultural del ministro de Educación, Ruiz-Giménez. Presidente del diario Madrid (1966-1971). Miembro de la Junta Democrática. Autor de trece libros y numerosos artículos. Sobre su vida y su obra, cfr. Díaz Hernández, Rafael Calvo Serer...., 616 pp.; Sara Prades, «Rafael Calvo Serer. La connexió valenciana de l’Opus Dei», en Gustau Muñoz (ed.), Els reaccionaris valencians. La tradició amagada, Catarroja, Afers, 2010, pp. 131-160. Cfr. Florentino Pérez Embid, «Breve historia de la revista Arbor», Arbor 75 (III.1952), pp. 305-316. La misma historia sobre la fundacion contada desde otra perspectiva, cfr. Gonzalo Pasamar, «Cultura católica y elitismo social: la función política de Arbor en la postguera española», Arbor 479-480 (XI-XII.1985), pp. 19-20. El artículo de 1952 firmado por Pérez Embid volvió a ser reproducido para conmemorar los sesenta años de la revista (cfr. Arbor 687-688 [III-IV.2003], pp. 395-406).
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FIGURA 1. RAFAEL CALVO SERER. (ARCHIVO GENERAL DE LA UNIVERSIDAD DE NAVARRA).
Con respecto al contexto histórico de este primer periodo de Arbor (1944-1953), España permaneció aislada internacionalmente. En el verano de 1945, los presidentes de Rusia, Estados Unidos y Gran Bretaña decidieron en la conferencia de Potsdam impedir la admisión de España en la ONU. Para hacer frente a esta situación de ostracismo, el subsecretario de la Presidencia, Luis Carrero Blanco, propuso a Franco la fórmula de «orden, unidad y aguantar». Ante la presión internacional, el régimen autoritario español se presentó como una democracia orgánica, es decir, un sistema pseudemocrático con Cortes corporativas y un único partido.3 El régimen de Franco no recibió ayuda del Plan Marshall, sufriendo la carestía de las cartillas de racionamiento y el veto de no participar en organismos internacionales. La alternativa fue la búsqueda de ayuda en Argentina, que envió materias primas y alimentos a cambio 3.
Cfr. Gonzalo Redondo, Política, cultura y sociedad en la España de Franco 1939-1975, vol. I, Pamplona, Eunsa, 1999, p. 787; Javier Tusell, Carrero, la eminencia gris del régimen de Franco, Madrid, Temas de Hoy, 1994, p. 130.
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de un ventajoso crédito. Durante la Guerra de Corea (1950-1953), España pasó a ser un país de interés estratégico para los Estados Unidos. En 1953 los representantes de Eisenhower y Franco firmaron los Pactos de Madrid y, pocas semanas después, España y la Santa Sede aprobaron un nuevo Concordato. De este modo, el régimen comenzaba a romper el aislamiento internacional.4
1.1. UN LUGAR COMÚN Y EQUÍVOCO: SÍNTESIS COMO SUPUESTO ORIGEN DE ARBOR El 7 de marzo de 1943, Rafael de Balbín, que estaba preparando oposiciones a cátedra de Gramática General y Crítica Literaria, escribió a Rafael Calvo —catedrático de Historia en la Universidad de Valencia y conocido suyo por las reuniones de los estudiantes católicos antes de la guerra— sobre un proyecto de revista. De Balbín actuaba como secretario de un grupo de personas vinculadas al CSIC que preparaban el lanzamiento de una revista bajo la dirección de fray José López Ortiz.5
4.
5.
Cfr. Boris Liedtke, Embracing a dictatorship. U.S. relations with Spain, 1945-1953, London, Mc Millan, 1998, pp. 201-202; Ángel Viñas, En las garras del águila. Los pactos con Estados Unidos, de Francisco Franco a Felipe González (1945-1995), Barcelona, Crítica, 2003, p. 211. José López Ortiz (San Lorenzo de El Escorial, Madrid, 10 de julio de 1898-Madrid, 4 de marzo de 1992). Fundador y primer director de Arbor (desde el 1 de enero de 1944 hasta julio de 1944). Nació en el seno de una familia sencilla (su padre tenía una tienda de ultramarinos), numerosa (siete hermanos) y cristiana. Estudió en el Colegio Alfonso XII de El Escorial y terminó el Bachillerato en el Instituto Cardenal Cisneros de Madrid con premio extraordinario. Profesó de votos simples como agustino en 1918. Licenciado y doctor en Derecho. Obtuvo la cátedra de Historia del Derecho en la Universidad de Santiago en 1934. Pensionado por la JAE en Alemania. En virtud de concurso de traslado ocupó la cátedra de Historia de la Iglesia de la Universidad Central en 1942. En el CSIC trabajó desde la fundación en el Consejo Ejecutivo y en la comisión permanente; fue uno de los vicepresidentes del Consejo; vocal de la junta bibliográfica y vicepresidente de Publicaciones; director del Instituto de Historia Eclesiástica Enrique Flórez; miembro de la Escuela de Estudios Árabes y de la Escuela de Estudios Medievales. Codirector del Anuario de Historia del Derecho. Consagrado obispo de Tuy-Vigo en septiembre de 1944 y años después arzobispo de grado y vicario castrense. Participó como padre conciliar en el Vaticano II. Sobre su vida y su obra, cfr. «Fray José López Ortiz O.S.A. Obispo de Tuy», Arbor 4-5 (VII-X.1944), pp. 5-16; Díaz Hernández, Rafael Calvo Serer…, p. 35; Modesto González Velasco, «Fray José López Ortiz (1898-1992), Apuntes para su biografía y producción literaria», Anuario Jurídico y Económico Escurialense 16-1 (1993), pp. 6667; José Carlos Martín de la Hoz, «Un amigo de san Josemaría: José López Ortiz, OSA, obispo e historiador», Studia et Documenta 6 (2012), pp. 91-121.
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En Madrid, se había reunido periódicamente un grupo con el objetivo de sacar una revista en los próximos meses. Una de las primeras reuniones tuvo lugar el 31 de enero de 1943, bajo la dirección de López Ortiz. Asistieron Máximo Yurramendi, Enrique Gutierrez Ríos, Ángel Vegas, Víctor García Hoz, López Pinel, Ángel González, José María Mohedano, Sanz Ibáñez y actuó como secretario Rafael de Balbín. En esta ocasión se redactó una lista de revistas españolas con las que se quería abrir un intercambio. Esta nueva publicación nacía con el propósito de mostrar los resultados de la ciencia y la investigación de los seis patronatos del Consejo. En el acta aparece ya el nombre de la publicación: Arbor.6 El nombre hacía referencia al árbol diseñado por Raimundo Lulio, el árbol del saber con todas las ramas de las ciencias y de las letras. La palabra Arbor podía expresar efectivamente lo que se pretendía: publicar trabajos de los institutos del CSIC, tanto de carácter científico como humanístico. En marzo de 1943, Calvo Serer, con motivo de una investigación, viajó a Barcelona con el objeto de consultar documentos conservados en el Archivo de la Corona de Aragón. Durante estos días conversó con Raimundo Pániker, investigador en la delegación catalana del CSIC, y el sacerdote y escritor Ramón Roquer. En algún momento debatieron acerca de la necesidad de fundar una revista de ideas, a la que pensaron llamar Síntesis.7 Casi medio siglo después de estos hechos, Calvo recordaba a su manera los orígenes de Arbor: Esta idea yo se la planteo a Albareda, yo creo que fue en el 44 (sic), allí pondrá la fecha, pero yo quiero irme a Suiza, entonces a Albareda le gustó mucho aquello y de hecho se lo confiaron a López Ortiz. Entonces López Ortiz empezó a reunir un grupo de intelectuales, entre ellos estaba Sánchez de Muniain, estaba Rafael Balbín, estaba Ángel González Álvarez, Enrique Gutiérrez Ríos y montan la revista.8
6.
7. 8.
Cfr. Onésimo Díaz Hernández, «Los inicios de la revista Arbor (1944-1948)», en VI Encuentro de Investigadores del Franquismo, Zaragoza, Fundación Sindicalismo y Cultura, 2006, pp. 361-375; Prades, España y su historia..., p. 104. Cfr. Díaz Hernández, Rafael Calvo Serer…, pp. 33-36; Prades, España y su historia…, pp. 104-105. Entrevista de Fernando de Meer a Rafael Calvo Serer, Pamplona, IX.1987-III.1988. Agradezco al historiador Fernando de Meer la consulta de las cintas y del manuscrito de esta entrevista.
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Evidentemente el recuerdo no es muy preciso y, de hecho, yerra en el año (probablemente habría comentado algo de crear una revista al secretario del CSIC, José María Albareda, en 1942 o 1943). Parece verosímil que la idea ya hubiera sido expuesta por Calvo al secretario del CSIC, aunque sin obtener una respuesta clara. Por consiguiente, conviene distinguir entre una revista dirigida por López Ortiz con la ayuda del secretario Rafael de Balbín, que tomó forma de publicación bimestral llamada Arbor en enero-febrero de 1944, y un proyecto de publicación ideado por Calvo, Pániker y Roquer, que nunca se hizo realidad. Paradójicamente, con el paso del tiempo las ideas del proyecto de Barcelona fueron inspirando a la revista Arbor de finales de los años cuarenta y principios de los cincuenta, como se verá más adelante. Cabe destacar que esta reunión del equipo promotor de la revista Arbor, celebrada a finales del mes de enero de 1943 en Madrid, fue anterior al encuentro de Calvo con Pániker y Roquer, varias semanas más tarde en Barcelona. En definitiva, se trata de dos proyectos distintos, que con el paso del tiempo y gracias al tesón de Rafael Calvo se fundirían en uno bajo su dirección. Así las cosas, Calvo volvió a Valencia después de unos días de investigación en Barcelona, en marzo de 1943. En aquellos días estaba ocupado preparando su primera estancia en el extranjero. Solicitó la excedencia de la cátedra, y pidió una beca a la Junta de Relaciones Culturales en Suiza con el fin de profundizar en sus estudios filosóficos e históricos.9 En resumen, se podría concluir este epígrafe de manera clara y rotunda afirmando que la revista Arbor no se fundó en Barcelona en marzo de 1943 y que, por consiguiente, Rafael Calvo Serer no fue su fundador, a pesar de lo sostenido por Florentino Pérez Embid en su artículo de 1952.
1.2. JOSÉ LÓPEZ ORTIZ,
FUNDADOR Y DIRECTOR
(1944)
Arbor, Revista General del Consejo Superior de Investigaciones Científicas salió a la luz como una publicación bimestral con el propósito de divulgar con cierta altura los trabajos realizados en los seis Patronatos del 9.
Cfr. José Martí y Josep Ramoneda, Calvo Serer: el exilio y el reino, Barcelona, Laia, 1976, p. 17.
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FIGURA 2. FRAY JOSÉ LÓPEZ ORTIZ. (ARCHIVO FOTOGRÁFICO DE LA UNIVERSIDAD DE NAVARRA).
CSIC. Este primer número, publicado en enero-febrero de 1944, tuvo una tirada de mil ejemplares. Pániker, que trabajaba en la redacción de la revista en Barcelona, firmó el primer artículo. Por su formación de químico y filósofo, tituló «Síntesis» su estudio como una propuesta de reunir todos los conocimientos y resumirlos en un sentido dialéctico. A la hora de hablar de esta dialéctica de la síntesis declaró que el problema del mundo sólo permitía una solución única. Y esa solución era la unidad de todas las ciencias. En suma, el autor expuso la difícil coyuntura del hombre contemporáneo, sumido en una profunda crisis cultural y apuntó como alternativa la modelación de una nueva cultura.10 La revista se divídía en varias secciones: «Artículos», «Notas», «Libros», «Revistas» y «Noticias». Los «Artículos» no debían ser más de cuatro y no superar las treinta páginas cada uno. Las «Notas» no podían ser más de ocho y de menor extensión que los artículos. Los «Libros» eran reseñas de publicaciones recientes con interés científico o cultural. Y las «Noticias» difundían principalmente eventos del 10. Cfr. Raimundo Pániker, «Síntesis. Visión de síntesis del universo», Arbor 1 (I-II.1944), pp. 5-40.
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FIGURA 3. PORTADA
DEL N.º
1;
AÑO
21
1944.
CSIC. En la primera sección del primer número de Arbor, además del trabajo de Pániker, se publicaron artículos sobre derecho, economía, estética y ciencia. En «Libros», el filósofo Ángel González Álvarez reseñó tres monografías sobre Unamuno, autor pernicioso —según el crítico— para la juventud. En «Revistas» se hizo eco de los sumarios de las publicaciones periódicas de otros centros del CSIC. Y, por último, en «Noticias» se informó —entre otros asuntos— de la creación de nuevos institutos del CSIC.11 A la vista del índice del primer número era manifiesto que no respondía al proyecto pergeñado en Barcelona, en marzo de 1943, por Calvo, Pániker y Roquer. Este triunvirato había pensado fundar una revista humanística, de pensamiento, que abarcase todo el saber con un tono europeo, tanto por el contenido como por las firmas. En cambio, el secretario del Consejo, Albareda, que había acogido con interés la propuesta formulada por Calvo de abrir una nueva revista, dio prioridad a los temas científicos y técnicos, a modo de escaparate de las investigaciones del CSIC. 11. Cfr. Arbor 1 (I-II.1944).
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Coincidiendo con la salida del primer número, el director de Arbor escribió a Calvo para que colaborase en la sección de «Libros» y buscase firmas extranjeras en Suiza. Poco después le insistió sobre su responsabilidad en la revista y le pidió concretamente un comentario sobre una conferencia de Pedro Laín en torno a Menéndez Pelayo. A pesar de los ruegos, Calvo no pudo entregar nada a la redacción porque estaba ocupado en la preparación de la oposición a la cátedra de «Historia General de la Cultura» en la Facultad de Filosofía y Letras de Madrid, que no ganó. En aquellos días, Calvo envió a su amigo Eugenio Vegas un ejemplar de Arbor, y le explicó que todavía no había colaborado en su realización, aunque le habían encargado buscar colaboraciones en el exterior.12 Después de su frustración por la oposición de Madrid, Calvo tomó la determinación de partir inmediatamente al extranjero, pero su plan de volver a Suiza se retrasó y permaneció todo el verano en España.13 El primer director de Arbor dejó la redacción de la revista en el verano de 1944 para tomar posesión episcopal de la diócesis de Tuy. Entre los posibles sucesores aparecían los nombres de Rafael de Balbín, Rafael Calvo Serer, el padre Bruno Ibeas, el padre Félix García y José María Sánchez de Muniain.14
12. Cfr. Díaz Hernández, Rafael Calvo Serer…, pp. 41-46; Prades, España y su historia…, p. 109. Sobre las distintas interpretaciones de Laín y Calvo acerca del magisterio de Menéndez Pelayo, cfr. Antonio Cañellas, «El aperturismo tradionalista ante el régimen de Franco», en Antonio Cañellas, (coord.), Conservadores y tradicionalistas en la España del siglo XX, Gijón, Trea, 2013, pp. 167-174. 13. Cfr. Esplandián, «Perfil humano de Rafael Calvo Serer», Punta Europa 101 (1964), pp. 116-117. 14. José María Sánchez de Muniain Gil (Roncal, Navarra, 26 de marzo de 1909-Madrid, 28 de enero de 1982). Segundo director de Arbor (director en funciones desde julio 1944 hasta diciembre 1946; y director desde enero de 1947 hasta el 5 de febrero de 1951). Se formó en el seno de una familia cristiana de clase media-alta (su padre era médico y farmacéutico). Estudió el Bachillerato en Tudela. Terminó Derecho y Filosofía y Letras en la Universidad de Madrid. Realizó el doctorado en Filosofía con premio extraordinario en 1942. Colaborador del Instituto de Filosofía del CSIC. Obtuvo la cátedra de Estética en la Universidad de Madrid en el verano de 1945. En 1951 ocupó la dirección general de Enseñanza Media durante el ministerio de Joaquín Ruiz-Giménez. En 1954 fue nombrado vicepresidente del Consejo Nacional de Educación. Subdirector de la BAC. Propagandista y presidente de Acción Católica Española. Publicó libros, artículos y ensayos de temática variada (cfr. «Esquela de José María Sánchez de Muniain Gil», ABC, 29.I.1982, p. 69; Díaz Hernández, Rafael Calvo Serer…, p. 44).
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1.3. UNOS
AÑOS DE TRANSICIÓN
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(1944-1947)
Como consecuencia de la marcha del director, la salida de la revista se retrasó dos meses. Finalmente se publicó un número doble (juliooctubre). En esta ocasión se abrió con unas palabras de felicitación al fundador de Arbor. En la sección «Noticias» se dio información del discurso del ministro de Educación Nacional, José Ibáñez-Martín con motivo de la inauguración de la Universidad Menéndez Pelayo en Santander.15 De momento no se había nombrado un nuevo director. De hecho, en el último número de 1944 seguía apareciendo como director fray José López Ortiz. En el primer número de Arbor de 1945, Calvo publicó su primera colaboración, un artículo de divulgación sin notas.16 En el segundo semestre de 1945 se aprobó un programa de becas del CSIC que incluía pensiones a catedráticos para realizar investigaciones y estudios en el extranjero.17 Uno de los beneficiarios fue Calvo, que mantenía la excedencia concedida por la Universidad de Valencia. Albareda, secretario del Consejo, le fijó como objetivos de este periodo semestral en Suiza conseguir suscripciones y colaboradores para las revistas del CSIC, potenciar el intercambio con organismos de investigación y comprar libros. Calvo volvió a la rutina del quehacer de un investigador pensionado en el extranjero. El trabajo encomendado por Albareda cosechaba buenos resultados, tal como quedó reflejado en un artículo publicado en Arbor en el que se destacaban las excelentes relaciones científicas con Suiza.18 Desde Zúrich, Calvo escribió a Sánchez de Muniain, director en funciones de Arbor, ofreciendo autores para los próximos números:
15. Cfr. Arbor 4-5 (VII-X.1944), p. 173. 16. Cfr. Rafael Calvo Serer, «Valoración europea de la Historia Española», Arbor 7 (I-II.1945), pp. 19-47. 17. Cfr. Lorenzo Delgado, «Dimensión internacional del CSIC», en Miguel Ángel Puig-Samper (ed.), Tiempos de investigación: JAE-CSIC, cien años de ciencia en España, Madrid, CSIC, 2007, pp. 273-274. Sobre Albareda, cfr. Antoni Malet, «José María Albareda (1902–1966) and the formation of the Spanish Consejo Superior de Investigaciones Científicas», Annals of Science 66-3 (2009), pp. 307-332; Pablo Pérez López, «San Josemaría y José María Albareda», Studia et Documenta 6 (2012), pp. 13-66; José Manuel Sánchez Ron, «Política científica e ideología: Albareda y los primeros años del Consejo Superior de Investigaciones Científicas», Boletín de la Institución Libre de Enseñanza 14 (1992), pp. 53-74. 18. Cfr. Emiliano Díez Echarri, «Las publicaciones del Consejo», Arbor 13 (I-II.1946), p. 115.
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el canónigo Carles Cardó, el historiador Werner Kaegi y el hispanista suizo Fritz Ernst, que envió un artículo poco después.19 La coyuntura internacional no parecía favorable al régimen de Franco. Los Gobiernos de Francia, Estados Unidos y Gran Bretaña firmaron una declaración conjunta en favor de un gobierno provisional que abriese la vía democrática en España a través de la amnistía, la convocatoria de las elecciones y la proclamación de las libertades. No obstante, la nota tripartita, firmada el 4 de marzo de 1946 en Londres, produjo un efecto contrario al reforzar la posición interior de Franco, puesto que el régimen propagó que esta nota era una maniobra filocomunista contra España.20 En Arbor, Sánchez de Muniain aceptó una propuesta de su redactor andaluz Florentino Pérez Embid sobre un plan de propaganda de Arbor en periódicos y revistas españolas. El objetivo era que a la publicación de cada número saliera un comentario oportuno en estos medios. Para llevarlo a cabo, el hispanista alemán Hans Juretschke realizó gestiones en librerías y revistas de Madrid, el filósofo Pániker se ocupó de seguir la prensa de Barcelona, Sánchez de Muniain intervino en el mismo sentido en publicaciones de la Editorial Católica y el propio Pérez Embid siguió al periódico falangista Arriba. Además del trabajo administrativo y de propaganda, Pérez Embid y Juretschke publicaron artículos en el número 15 de Arbor.21 Sánchez de Muniain, catedrático de Estética, presidió el tribunal de oposiciones a una plaza de Historia de la Filosofía Española y Filosofía de la Historia de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Central, que ganó uno de los colaboradores de Arbor: Calvo Serer.22 En octubre de 1946, Rafael Calvo comenzó sus clases en la Universidad de Madrid, y se hizo cargo de la secretaría de Arbor. El equipo de la revista estaba formado por el director en funciones, José María Sánchez de Muniain, los subdirectores Rafael de Balbín y Raimundo Pániker, y el redactor-jefe, Hans Juretschke, que se encargaba
19. Cfr. Fritz Ernst, «Fundamento e idea de Suiza», Arbor 17 (IX-X.1946), pp. 247-256. 20. Cfr. Javier Cervera, La guerra no ha terminado. El exilio español en Francia 1944-1953, Madrid, Taurus, 2007, pp. 104-105; Liedtke, Embracing a dictatorship…, pp. 17-18. 21. Cfr. Hans Juretschke, «Vida y obra de A. G. Schlegel», Arbor 15 (V-VI.1946), pp. 341376; Florentino Pérez Embid, «Una sistematización de los descubrimientos geográficos», Arbor 15 (V-VI.1946), pp. 377-400. 22. Cfr. Boletín Oficial del Estado (B.O.E.) 153 (2.VI.1946), p. 4608; 206 (25.VII.1946), p. 5886.
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FIGURA 4. JOSÉ MARÍA SÁNCHEZ DE MUNIAIN. (ARCHIVO FOTOGRÁFICO DE LA UNIVERSIDAD DE NAVARRA).
de la cuestión económica, la distribución y la propaganda. Juretschke introdujo una novedad importante a partir del verano: la publicación de unas hojas de color azul, que aparecían a modo de separata con el nombre de «Información Cultural del Extranjero». El primer artículo del último número de 1946 estaba firmado por un amigo de Calvo, que había mostrado interés en traducir al alemán la Historia de España de Menéndez Pelayo, el hispanista suizo Arnald Steiger.23 1.4. LA
ETAPA DE
JOSÉ MARÍA SÁNCHEZ
DE
MUNIAIN (1947-1951)
El año 1947 presentó novedades notables. A partir del número 19 no figuraba debajo del sumario «Director-fundador: Fray José López Ortiz, OSA, Obispo de Tuy» y, en cambio, fue sustituido por el siguiente texto: «Fundador: Fray José López Ortiz, OSA, Obispo de Tuy. Director: José M. Sánchez de Muniain». También llamaba la atención el nuevo subtítulo: Revista General de la Investigación y la Cultura.
23. Cfr. Arnald Steiger, «Alfonso X el Sabio y la idea imperial», Arbor 18 (XI-XII.1946), pp. 389-402.
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No era un simple cambio de nombre: de hecho, en la sección bibliográfica sorprendía la primacía de libros no editados por el CSIC con respecto a los números anteriores. Otro cambio se produjo en la sección de «Crónica Cultural Española», escrita por José Luis Pinillos. Este joven filósofo bilbaíno, que realizaba su tesis doctoral, se había convertido en una ayuda para el binomio Pérez Embid-Juretschke en el equipo de Arbor. La transformación más importante se había producido en el consejo de dirección, que pasaba a estar presidido por Sánchez de Muniain, hasta entonces director en funciones. Los dos subdirectores permanecían en sus puestos: Pániker y De Balbín. A partir del número siguiente, Pérez Embid pasó a ser secretario en funciones, ocupando el puesto de su amigo Calvo, destinado a establecer relaciones culturales desde Londres con diversos países europeos. El nuevo aire de Arbor disgustó a Albareda por algunos contenidos de «Información Cultural del Extranjero». El secretario del CSIC pretendía mantener el espíritu de los primeros números de Arbor como medio de divulgar los avances de los cuatro Patronatos de ciencias y los dos de letras del Consejo. En cambio, Calvo —como colaborador y después como secretario de la revista— sostenía la necesidad de publicar más artículos extensos sobre temas de historia y filosofía en conexión con su cosmovisión profundamente conservadora y monárquica. Con el anuncio de su marcha a Londres, Calvo dejó todo atado y bien atado para que el nuevo secretario fuese su alter ego: Pérez Embid fue nombrado secretario del 21 de junio de 1947.24 Conviene tener en cuenta que los dos jóvenes profesores universitarios Calvo Serer y Pérez Embid estaban vinculados principalmente con Albareda por el hecho de trabajar en el Consejo, y compartían sus líneas generales de acción cultural. Pero les separaban —entre otras cosas— la pertenencia a dos generaciones distintas, la formación académica y, sobre todo, la sensibilidad política: Albareda era un científico dedicado exclusivamente a dirigir y fomentar la investigación científica al servicio del Estado, sin excesiva preocupación por el futuro político, mientras que los dos jóvenes historiadores eran profundamente monárquicos y anhelaban la restauración. Así las cosas, en la década de los cuarenta se sometía a debate la idea de nueva Cristiandad en determinados círculos intelectuales europeos. En Alemania había surgido un grupo de pensadores unidos por 24. Cfr. Díaz Hernández, Rafael Calvo Serer…, p. 103; Prades, España y su historia…, p. 116.
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la idea de Cristiandad, que abogaba por una unidad europea anticapitalista, anticomunista, antiliberal, antisemita y antifrancesa. Por otro lado, Maritain utilizaba el concepto de nueva Cristiandad para hacer referencia a la creación de una nueva sociedad basada en la libertad y en el pluralismo cultural, y no impuesta desde arriba. En 1943, Maritain había escrito que la única alternativa al comunismo era la democracia cristiana, fundada en un humanismo respetuoso de cada persona.25 En ese contexto, Calvo escribió un artículo sobre una nueva generación española. El mensaje del profesor valenciano venía expuesto a modo de manifiesto intelectual, como un acto de presentación de una generación encargada de restaurar la cultura española y occidental de la mano de Menéndez Pelayo. El designio se fijaba en una nueva Cristiandad —el mismo concepto que utilizaba Maritain, pero con otro significado— con los ideales católicos tradicionales y los adelantos técnicos y científicos de la Europa no comunista. La nueva cultura, que se enraizaba en la Contrarreforma, constituía la única posibilidad de modelar una verdadera cultura tradicional y católica, y, por tanto, válida para el momento de crisis en la posguerra mundial. De este modo, Calvo negaba el pluralismo cultural al intentar imponer —desde arriba, desde el Estado católico— una determinada visión de la historia española y del cometido que debería jugar la nueva generación al tomar conciencia de su papel.26 El artículo entusiasmó al director de Arbor, Sánchez de Muniain, que aprobó la impresión de quinientas separatas con el propósito de repartirlas en el extranjero a través de las embajadas españolas. A Calvo Serer y a la nueva generación reunida en torno a la revista Arbor les unía una concepción de la historia de España y unas convicciones católicas. El grupo estaba constituido por jóvenes profesores entre 25 y 35 años, católicos, humanistas y fieles a lo que consideraban la tradición cultural española. En torno a la revista cristalizaba este equipo cultural, que se reunía semanalmente en la llamada tertulia de Arbor. La revista había ganado en presencia internacional 25. Cfr. Michael Burleigh, Causas sagradas. Religión y política en Europa de la Primera Guerra Mundial al Terrorismo islamista, Madrid, Taurus, 2006, p. 337; Jacques Maritain, Cristianismo y democracia, Buenos Aires, Dédalo, 1961 [1ª edición 1943], p. 108; Joseph Rovan, El catolicismo político en Alemania. Historia de la Democracia Cristiana, Madrid, I.E.P., 1964, pp. 408-409. 26. Cfr. Rafael Calvo Serer, «Una nueva generación española», Arbor 24 (XI-XII.1947), p. 337.
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merced a comentarios y noticias publicadas en revistas extranjeras, fundamentalmente suizas e italianas. Desde la redacción se habían fijado unas metas para la venta en librerías, la ordenación de las suscripciones y el intercambio con otras publicaciones.27 Calvo planteó la incorporación del filósofo Heinrich Brackelmanns, que podía trabajar en temas de cultura alemana para la revista. En palabras del propio Calvo, este podría ser «otro Juretschke»: un hombre de mente ordenada con idiomas, contactos, capaz de hacer cualquier tarea, ya fuese administrativa o creativa. También pensaba que podía colaborar en cursos y seminarios de Filosofía de la Historia del Instituto de Filosofía del Consejo. Además de Brackelmanns, quería incorporar a tareas de la revista y de investigación a Ángel López-Amo, catedrático de Historia del Derecho y pensionado en Zúrich por Relaciones Culturales, y a Roberto Saumells, que llevaba dos años en el Colegio de España en París.28 Durante los primeros días de 1948, Calvo estuvo ocupado en Madrid y permaneció un tiempo en la redacción de la revista y asistió a la tertulia de Arbor. Seguía encargado de buscar colaboraciones extranjeras para la revista, en la que desde enero de 1948 obtuvo el nombramiento oficial de redactor gracias a la insistencia de su amigo Pérez Embid. Además del secretario, Calvo contaba con otros dos redactores de absoluta confianza: Juretschke y Pinillos. Este último, en la sección de «Crónica Cultural Española» de enero, al hacer balance de 1947, destacó el artículo «Una nueva generación española».29 Además, en este número y en el de febrero, se publicaron los trabajos de dos historiadores sobre el tercer centenario de la Paz de Westfalia: Vicente Palacio Atard escribió que la solución a la problemática coyuntura de los años cuarenta radicaba en la recuperación de los ideales que defendió España en el pasado; y José María Jover invitó a meditar sobre esta efemérides, concretamente en torno a la lucha de España por la unidad espiritual de Europa. La aportación de Calvo al primer número mensual de Arbor fue la presencia catalana de dos jóvenes, que enviaron su primera colaboración: un estudio de Esteban Pujals, secretario del Instituto de España en Londres, y una nota de Miguel Siguán, al que había 27. Cfr. Díaz Hernández, Rafael Calvo Serer…, pp. 122-126; Prades, España y su historia…, p. 117. 28. Cfr. Díaz Hernández, Rafael Calvo Serer…, p. 127; Prades, España y su historia…, p. 90. 29. Cfr. José Luis Pinillos, «Crónica Cultural Española», Arbor 25 (I.1948), p. 111.
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FIGURA 5. PORTADA
DEL N.º
19;
AÑO
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1947.
pedido un trabajo en el último curso de verano santanderino en la Universidad Internacional Menéndez Pelayo.30 Gracias a las crónicas de Pinillos, y a los trabajos de los dos historiadores y de los dos escritores catalanes, Arbor se acercaba más al proyecto que prefería Calvo de publicar una revista de ideas, fruto del trabajo de un conjunto de jóvenes colaboradores y de profesores universitarios con una concepción tradicional de la cultura y de la historia de España. A partir del número de enero de 1948, la revista pasó de una periodicidad bimestral a mensual. En marzo de 1948, Calvo disfrutó de unos días en la capital española y así pudo conversar detenidamente con sus hombres de confianza de la redacción de Arbor. Además de felicitar al subdirector Rafael de Balbín
30. Cfr. José María Jover, «La Alta Edad Moderna», Arbor 26 (II.1948), pp. 157-184; Vicente Palacio Atard, «Westfalia ante los españoles de 1648 y 1948», Arbor 25 (I.1948), pp. 53-58; Esteban Pujals, «Paralelismo e independencia de Espronceda y Lord Byron», Arbor 25 (I.1948), pp. 27-52; Miguel Siguán, «Las películas psicológicas», Arbor 25 (I.1948), pp. 63-70.
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por la obtención de la cátedra en la Universidad de Madrid, repasó el número de mayo en el que aparecían aportaciones de jóvenes colaboradores, como la primera reseña de Antonio Fontán sobre un libro de José Manuel Pabón acerca de Homero. De nuevo, un historiador, Federico Suárez, publicaba un artículo de fondo, en el que se preguntaba por qué el sistema liberal había regido la vida política española durante un siglo (1833-1936), sin tener en cuenta el mayoritario sentimiento popular.31 Esta nota y los dos estudios de Palacio Atard y Jover eran manifestaciones del nuevo perfil que Pérez Embid, con el aliento de Calvo, quería dar a la revista. En estos trabajos se ofrecía la visión de la nueva generación de jóvenes historiadores, que se ocupaban de escribir sobre el pasado con nuevas fuentes. El espíritu español derrotado en Westfalia, la Contrarreforma, la lucha de España por la unidad espiritual y la pugna entre la tradición y las ideas liberales no eran temas exclusivamente para especialistas, sino que desde la redacción de Arbor se generaba un caldo de cultivo ideológico con vistas a rehacer la historia y la cultura españolas. Estos profesores universitarios y escritores divulgaban una nueva historia académica y recuperar un proyecto político-cultural en el contexto de la nueva Cristiandad, no en el sentido de Maritain sino en el de Calvo, es decir, una nueva cultura no democrática e impuesta por el Estado. Los promotores del giro humanista en la revista representaban un grupo pequeño pero creciente de personas, formado por Pérez Embid, Juretschke y Pinillos. En una nota, el secretario andaluz planteaba la supresión de la sección de «Actividades del CSIC» y la creación de una sección más amplia titulada «Noticias». El cambio se aprobó y se ejecutó a partir del número 33. Con la desaparición de una sección tradicional de la revista se daba un paso hacia la conversión de Arbor en una revista menos dependiente de las preocupaciones técnicas y científicas de Albareda y más orientada hacia las cuestiones culturales del binomio Calvo Serer-Pérez Embid. En verano se incorporó otra persona de su confianza al grupo: Brackelmanns. Este estaba gratamente impresionado por la buena acogida que recibió de los redactores de Arbor, del director del Instituto de Filosofía, Zaragüeta, y del secretario del Consejo, Albareda.32 31. Cfr. Federico Suárez, «Planteamiento ideológico del siglo XIX español», Arbor 29 (V.1948), pp. 57-68. 32. Cfr. Díaz Hernández, Rafael Calvo Serer…, p. 153; Prades, España y su historia…, pp. 114-115.
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En el número doble 33-34 de Arbor apareció la primera colaboración del joven diplomático Gonzalo Fernández de la Mora sobre la actitud del régimen de Vichy ante la ocupación alemana. Este trabajo le había sido pedido por Pérez Embid, que quedó profundamente satisfecho del resultado final.33 Carrero Blanco publicó un artículo sobre la batalla de Lepanto en noviembre de 1948, junto a los trabajos de Pérez Embid y Siguán, que escribieron sendos artículos pensando en el público catalán. Pérez Embid, en sintonía con Jover y Palacio Atard, juzgó que los principios de la España de los Austrias eran perennes y culpó a la Generación del 98 de la retórica de lo castellano. Siguán sostuvo la necesidad del mecenazgo y de la cultura en lengua catalana, destacando la publicación de un volumen de la Biblia en catalán y los actos conmemorativos del centenario de Balmes.34 El retorno de Calvo coincidió con una buena noticia: el premio al mejor número monográfico para Arbor en el concurso de publicaciones periódicas de 1948, convocado por la Subsecretaría de Educación Popular. En el sumario de este número conmemorativo en torno a 1898 aparecían cuatro estudios (Fernández Almagro, Laín, García Escudero e Indalecio Núñez), seis notas y otras seis colaboraciones con firmas de reconocido prestigio y de dos redactores de Arbor (Pinillos y Juretschke). Los dos últimos arremetieron contra el pensamiento de Unamuno, especialmente Pinillos, que definió a este escritor de la Generación del 98 como pensador no católico.35 En enero de 1949, Raimundo Pániker abandonó el cargo de vicedirector de Arbor. El 5 de mayo le sustituyó Rafael Calvo. En su nuevo puesto, compartido con Rafael de Balbín, estaba llamado a ejercer 33. Cfr. Gonzalo Fernández de la Mora, «Esquema y ética de la colaboración», Arbor 3334 (IX-X.1948), pp. 95-110. Sobre este autor, cfr. Gonzalo Fernández de la Mora, Río Arriba. Memorias, Barcelona, Planeta, 1995, p. 112; Id., Razonalismo. Homenaje a Gonzalo Fernández de la Mora, Madrid, Balmes, 1995, p. 40; Pedro Carlos González Cuevas, La razón conservadora. Gonzalo Fernández de la Mora, una biografía político-intelectual, Madrid, Biblioteca Nueva, 2015, p. 85. 34. Cfr. Luis Carrero, «Lepanto, la victoria española de la Cristiandad», Arbor 35 (XI.1948), pp. 181-192; Florentino Pérez Embid, «Sobre lo castellano y España», Arbor 35 (XI.1948), pp. 263-276; Miguel Siguán, «En torno a la actualidad cultural de Cataluña», Arbor 35 (XI.1948), pp. 258-262. 35. Cfr. Hans Juretschke, «La generación del 98, su proyección, crítica e influencia en el extranjero», Arbor 36 (XII.1948), pp. 517-544; José Luis Pinillos, «Unamuno en la crítica española de estos años», Arbor 36 (XII.1948), pp. 547-555.
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una fuerte influencia en Pérez Embid, Juretschke y Pinillos, que formaban parte de un grupo nutrido y en vías de crecimiento dentro del consejo de redacción, compuesto por once personas. En el número de enero, Calvo publicó un estudio sobre los hombres de la Generación del 98. Criticó su pesimismo existencial y su frialdad espiritual, y se detuvo en la madurez de Maeztu. El profesor valenciano había tomado conciencia del carácter perenne de las ideas de Acción Española y de Maeztu, que precisaban una actualización. Con este bagaje se consideraba autorizado a acaudillar una cultura —desde arriba— para aquellos que abriesen sus ojos a la tambaleante situación mundial y a la prometedora evolución española. El artículo gustó al director de Arbor, que lo recomendó como lectura representativa de un sistema de valores.36 El 28 de enero de 1949, Calvo inauguró el nuevo Departamento Internacional de Culturas Modernas del CSIC. Pronunció una conferencia sobre Donoso, que fue publicada en el número de marzo de Arbor. Del peligro del expansionismo ruso, ya previsto por Donoso en 1848, pasó a la situación de la Guerra Fría y al pesimismo de las democracias occidentales, que contrastaba con el optimismo del ponente. Al pensar en España, el filósofo de la historia valenciano recurrió al pasado en su análisis de la coyuntura española, apuntando de manera tácita a la posibilidad de dar paso a la monarquía de Juan de Borbón. Al hablar de la Europa amenazada por el comunismo, citó las ideas de Toynbee sobre la recuperación de los valores cristianos y las de Dawson acerca del riesgo de que la técnica reemplazase a la religión. A modo de conclusión, volvió a citar su proyecto de nueva Cristiandad.37 Esta conferencia abrió los cursos del nuevo departamento encargado de la traducción de libros y artículos de autores extranjeros prestigiosos, y también de la difusión en otros idiomas de trabajos publicados en Arbor. En el equipo de traducciones Calvo contaba con el antiguo 36. Cfr. Rafael Calvo Serer, «Del 98 a nuestro tiempo. Valor de contraste de una generación», Arbor 37 (I.1949), p. 23. Este artículo fue traducido al alemán y publicado –en parte– en un libro homenaje al hispanista suizo Fritz Ernst: Rafael Calvo Serer, «Das Spanienproblem der Generation von 1898», en Fritz Enderlin, Werner Kaegi, Arnald Steiger (eds.), Hortulus Amicorum: Fritz Ernst zum Sechzigsten Geburtstag, Zürich, Fretz & Wasmuth, 1949, pp. 50-62. Sobre Acción Española y Maeztu, cfr. Pedro Carlos González Cuevas, Acción Española, Madrid, Tecnos, 1998; Id., La tradición bloqueada: tres ideas políticas en España: el primer Maeztu, Charles Maurras y Carl Schimtt, Madrid, Biblioteca Nueva, 2002; Raúl Morodo, Acción Española. Orígenes ideológicos del franquismo, Madrid, Tucar, 1980. 37. Cfr. Rafael Calvo Serer, «Europa en 1949. Comentario a dos discursos de Donoso Cor-
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guardia croata del movimiento ustacha Anton Wurster y el funcionario francés del Gobierno colaboracionista de Vichy Juan Roger.38 José María Jover publicó un anticipo de su tesis doctoral en el tercer número de Arbor de 1949. Este colaborador de la revista expuso la doctrina sobre la monarquía, basándose tanto en tratadistas del Seiscientos como en historiadores contemporáneos. Los trabajos de este joven historiador gustaron sobremanera al subdirector y al secretario, porque se identificaba con esas ideas comunes a un grupo de profesores universitarios.39 En cuanto a Arbor, Calvo se mostraba orgulloso del grupo de colaboradores, que representaban el futuro de España. A través de la petición de reseñas y recensiones se iba poniendo a prueba a licenciados en carreras humanísticas, que podían encargarse después de elaborar una nota o un estudio en la revista. En marzo se publicó la primera reseña del filósofo Roberto Saumells, que había regresado de una estancia en el extranjero, sobre un libro de psicología escrito en catalán. Además, Calvo perseguía la incorporación de firmas procedentes de la extinta Acción Española: José María Pemán publicó una nota en el número de marzo; José Pemartín aceptó enviar un breve ensayo sobre George Santayana; y José Luis Vázquez Dodero prometió una colaboración. Pujals, colaborador catalán de la revista en Londres, remitió una carta que cautivó a Calvo. Entre otras cosas expuso su idea de «catalanizar a España», es decir, ser capaces de presentar con puntualidad y buenas firmas una revista de ideas como fruto de un trabajo continuo. Para el profesor valenciano, la revista Arbor era el buque insignia de un grupo dispuesto a reflejar las distintas realidades culturales de la periferia, entre las que Cataluña ocupaba un lugar privilegiado.40 En el número de febrero de 1949, Juan Bautista Torelló, poeta y psiquiatra barcelonés, publicó un trabajo sobre la poesía catalana.
38. Cfr. Díaz Hernández, Rafael Calvo Serer…, pp. 126 y 161; Prades, España y su historia…, pp. 131-132. Sobre los millones de personas desplazadas durante la Segunda Guerra Mundial, cfr. Tony Judt, Postguerra, Madrid, Taurus, 2006, pp. 41-54; John Morris Roberts, Twentieth century. The history of the world 1901 to 2000, LondonNew York, Penguin Press, 1999, pp. 437-438. 39. Cfr. José María Jover, «Sobre la conciencia histórica del Barroco español», Arbor 39 (III.1949), pp. 355-374. El libro, basado en su tesis, se tituló 1635. Historia de una polémica y semblanza de una generación, Madrid, CSIC, 1949. 40. Cfr. Díaz Hernández, Rafael Calvo Serer…, pp. 199-206; Prades, España y su historia…, pp. 98-99.
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En el número siguiente, Miguel Siguán describió la situación cultural de Barcelona, comentando —entre otras cosas— la carencia de una revista de pensamiento para un público cultivado. Cabe pensar que esta idea aludía al vacío que debería ser ocupado por Arbor.41 Al mismo tiempo, el historiador Vicens Vives escribió un artículo laudatorio sobre Arbor en el semanario Destino. La calificó de amena y abierta a lo catalán, e incluso recomendó su compra. Después de este ditirambo, Calvo le envió separatas de sus artículos. A partir de aquí comenzó una relación epistolar y poco después se multiplicaron sus encuentros en Madrid y Barcelona. En otro artículo aparecido en Destino, el catedrático catalán acuñó la expresión «generación de 1948» sobre un grupo de intelectuales ocupados en el estudio del fin del complejo español de inferioridad y en la superación de las ideas liberales.42 Sobre la situación cultural de Cataluña, el subdirector de Arbor recibía frecuentemente información suministrada por Siguán, que le había enviado un listado de intelectuales y profesores catalanes con la intención de que publicasen sus trabajos en la revista. Si Barcelona ocupaba un lugar importante en los planes culturales de Calvo Serer, el diario ABC se situaba en una posición preeminente. Torcuato Luca de Tena, director-gerente de Prensa Española, y su amigo Fernández de la Mora fueron invitados a un almuerzo en la residencia del Consejo.43 Como
41. Cfr. Juan Bautista Torelló, «La poesía catalana contemporánea», Arbor 38 (II.1949), pp. 161-196; Miguel Siguán, «Notas culturales de Barcelona», Arbor 40 (IV.1949), pp. 545-554. Sobre la participación de Torelló en la revista, cfr. entrevista del autor a Juan Bautista Torelló, Viena, 21.VII.2006. 42. Cfr. Jaime Vicens Vives, «Lo catalán en la revista Arbor», Destino 608 (2.IV.1949), p. 14; «La España del siglo XVII», Destino 616 (28.V.1949), p. 15; «La generación del 48», Destino 641 (19.XI.1949), 14. Sobre este historiador, cfr. Jaume Claret, La repressió franquista a la Universitat Catalana, Barcelona, Eumo, 2003, pp. 228-230; Josep María Muñoz, Jaume Vicens Vives. Una biografia intel.lectual, Barcelona, Edicions 62, 1997, pp. 174-175; Adolfo Sotelo Vázquez, De Cataluña y España. Relaciones culturales y literarias (18681960), Barcelona, UBE, 2014, p. 576. Sobre la visión de la historia española de Calvo y de la «generación de 1948», cfr. Álvaro Ferrary, El franquismo: minorías políticas y conflictos ideológicos 1936-1956, Pamplona, Eunsa, 1993, pp. 261-265; Santos Juliá: Historias de las dos Españas, Madrid, Taurus, 2004, pp. 370-372; Sara Prades, «Escribir la historia para definir la nación. La historia de España en Arbor, 1944-1956», Ayer 66 (2007-2), pp. 188-192; Id., «Las plataformas de acción de la generación de 1948 entre 1944 y 1956», Historia y política 28 (2012), pp. 57-82; Ismael Saz, Fascismo y franquismo, Valencia, PUV, 2004, 275-276. 43. Cfr. Díaz Hernández, Rafael Calvo Serer..., p. 206; Prades, España y su historia..., pp. 274-275.
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subdirector de Arbor animó a Luca de Tena a publicar una nota o artículo en la revista. Indudablemente, pensaba en el do ut des, es decir, en la posibilidad futura de firmar alguna colaboración en el diario ABC, como sucedería un año después. En mayo de 1949 salió el segundo número extraordinario de Arbor, titulado «La revolución de 1848 y su repercusión en nuestra época». La presentación corrió a cargo de Calvo. Analizaba los méritos de los grandes escritores contrarrevolucionarios, que habían pasado el testigo a una minoría intelectual cristiana y europea, representada —entre otros— por Dawson, Berdiaeff, Wust y Schmitt. Sostenía, finalmente, que ante la americanización y la sovietización, la tercera vía era la actualización histórica de la vitalidad cultural del humanismo cristiano. En ese segundo número monográfico apenas aparecían firmas de autores ajenos al núcleo de Arbor, en comparación con el otro extraordinario sobre la Generación del 98. Junto a Calvo publicaron —entre otros— López-Amo, Suárez Verdeguer, Fernández de la Mora, Werner Kaegi, Franz Schnabel, Bela Menczer y Cornelio Fabro, que estudiaron las secuelas de las revoluciones y la gestación de un movimiento contrarrevolucionario en el continente.44 En el número de junio de Arbor, Pinillos comentó el libro de Laín España como problema. Según Pinillos, en este libro publicado en abril de 1949, el médico y humanista se había detenido en las aportaciones positivas de las Generaciones del 98 y del 14, que como «nieto del 98» se sentía capacitado para su recuperación. Para Calvo la publicación del citado libro de Laín despertó un gran interés porque abría un diálogo sobre la interpretación y la vigencia del pensamiento de Menéndez Pelayo. Durante varios meses, Calvo revisó y actualizó sus artículos ya publicados, y a partir de esto dio forma a un ensayo que tituló España, sin problema.45 Seis nuevos redactores se incorporaron a la revista después del verano de 1949: Esteban Pujals, Alfonso Candau, Miguel Paredes, Alberto Ullastres, Carlos Sánchez del Río y Germán Bleiberg. Con este cambio del consejo de redacción, Calvo agregaba a dos licenciados en Filosofía y Letras de su total confianza: Pujals, que pasó a ocuparse de tareas de administración; y Candau, llamado a sustituir a Pinillos,
44. Cfr. Rafael Calvo Serer, «El fin de la época de las revoluciones», Arbor 41 (V.1949), p. 4. 45. Cfr. Rafael Calvo Serer, España, sin problema, Madrid, Rialp, 1949.
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que tenía previsto ampliar estudios en Alemania. Los otros redactores eran Paredes y Ullastres, que tenían prestigio en temas de economía; Sánchez del Rio, físico, que se encargaba de temas de divulgación científica; y Bleiberg, poeta de la Generación del 36, que era traductor de alemán y un experto en poesía y teatro. En el número doble de septiembre y octubre se publicaron comentarios sobre los libros recientes de Tovar y Laín. Pérez Embid reconocía que Laín era maestro, pero de una generación anterior. Recurrió a su lema —recién creado en un artículo de Arriba (20.IV.1949)—, «españolización en los fines y europeización en los medios».46 Calvo escribió un extenso comentario a la introducción escrita por Tovar para la recopilación de textos de Menéndez Pelayo. Con menor delicadeza que la empleada por su amigo Pérez Embid con Laín, afirmaba que se había cerrado una etapa negra de la historia española en 1939 gracias a la solución del gran problema de España, y defendía la actualidad y perennidad del pensamiento de Menéndez Pelayo.47 En el número de noviembre de Arbor publicó su primera reseña un filósofo llamado Oswaldo Market. También aparecía la firma del intelectual José Pemartín, que comenzó a colaborar en la sección de «Información Cultural del Extranjero» con semblanzas de grandes pensadores.48 En el último número del año, Candau, que había sustituido a Pinillos en la «Crónica de la Cultura Española», anunció el segundo curso del Instituto de Humanidades sobre «El hombre y la gente». El nuevo curso había comenzado, el 22 de noviembre, con un aumento considerable de público. En opinión de Candau, Ortega notaba que la juventud no estaba suficientemente representada entre sus oyentes. En la sección bibliográfica, Saumells publicó un comentario sobre los libros que trataban el problema de España. Manifestó que el libro de Laín le producía pesimismo y, en cambio, alabó el libro de su director de tesis, Calvo Serer. El comentario no le gustó a Laín, y Pérez Embid tuvo que pedirle disculpas.49 46. Cfr. Florentino Pérez Embid, «Ante la nueva actualidad del problema de España», Arbor 45-46 (IX-X.1949), pp. 149-160. 47. Cfr. Rafael Calvo Serer, «España sin problema», Arbor 45-46 (IX-X.1949), p. 171. También se publicó en el libro de Rafael Calvo Serer, España, sin problema, Madrid, Rialp, 1949, 109-136. 48. Cfr. José Pemartín, «Semblanza de George Santayana», Arbor 47 (XI.1949), pp. 265-281. 49. Cfr. Roberto Saumells, «España y sus problemas», Arbor 48 (XII.1949), p. 481. Sobre el segundo ciclo de conferencias de Ortega puede verse: Jesús Zamora, Ortega y Gasset, Barcelona, Plaza y Janés, 2002, p. 478.
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Los últimos números de Arbor fueron promocionados en Francia, Alemania y Gran Bretaña. De París, Calvo recibió una carta larga del periodista de Le Monde, Jean Créac’h, con el que había congeniado plenamente en dos viajes recientes, que le agradeció el envío de varios números de Arbor. En Bonn, Pinillos pidió ejemplares de la revista para difundirlos en Alemania. En Londres, el director del Instituto de España, Javier de Salas, aceptó folletos —en inglés— para hacer propaganda de Arbor.50 Calvo obsequió al marqués de Quintanar, fundador y primer director de Acción Española, con una suscripción anual gratuita y los últimos números de la revista. Le pidió que hiciese todo lo posible por dar a conocer Arbor. En cierta medida, en su intento de conectar con Quintanar y acoger a Vegas dentro del grupo Arbor, el profesor valenciano pretendía entroncar Arbor con el espíritu de Acción Española, ya que Calvo Serer trabajaba en pro de convertir su revista en una publicación influyente sobre una minoría rectora de ideas monárquicas.51 El 9 de enero de 1950, la revista Arbor organizó un banquete-homenaje con ocasión de la celebración del Premio Nacional de Literatura «Francisco Franco» concedido a Rafael Calvo y de la obtención de cátedras por parte de seis colaboradores de la revista: Rafael Gibert Sánchez de la Vega, Ismael Sánchez Bella, Mariano Baquero Goyanes, Antonio Fontán Pérez, José María Jover Zamora y Enrique Moreno Báez. Después de la comida Pérez Embid leyó un telegrama enviado por Juan de Borbón, que levantó a los comensales de sus asientos con aplausos.52 Este acto desató las críticas en el diario falangista Arriba y la polémica siguió su curso. Calvo explicó a sus amigos y conocidos, que el grupo Arbor respondía a una iniciativa personal, propia de un profesor universitario y subdirector de una revista, orientada según sus propias convicciones culturales, su criterio y su libre iniciativa. Los periódicos y las revistas de Falange analizaron con cierta preocupa-
50. Cfr. Díaz Hernández, Rafael Calvo Serer…, pp. 242-243; Prades, España y su historia…, p. 117. 51. Cfr. Díaz Hernández, Rafael Calvo Serer…, p. 250; Prades, España y su historia…, pp. 120 y 320-322. 52. Cfr. Luis Suárez, Franco. La historia y sus documentos, vol. X, Madrid, Urbión, 1986, 83. Sobre el banquete-homenaje, cfr. entrevista del autor a Antonio Fontán, Madrid, 25.II.2002.
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ción el alcance de este movimiento filomonárquico, en un momento caracterizado por los rumores sobre una posible restauración monárquica. En el segundo número de Arbor de 1950, Candau describió el homenaje a los colaboradores de la revista, destacando la existencia de una corriente de pensamiento de renovación actual.53 También en el segundo número de Arbor del año cincuenta, el historiador Palacio Atard publicó un estudio crítico sobre España, sin problema, en el que rechazaba la idea de que había desaparecido el problema de España como consecuencia de la Guerra Civil. El artículo disgustó profundamente a Calvo Serer. De esta manera, Palacio Atard rompió su relación con Calvo, y también con Arbor.54 Hasta el momento, el profesor valenciano no había conseguido mantener una buena relación con el secretario del CSIC. El 2 de junio de 1950, Calvo expuso a Albareda sus demandas en una extensa carta confidencial, advirtiéndole del malestar creciente del Instituto de Cultura Hispánica y del Instituto de Estudios Políticos respecto al Consejo. En segundo lugar, abordó la falta de entendimiento de ambos en la revista, ya que Albareda había defendido al director, Sánchez de Muniain, de las críticas de Pérez Embid y Juretschke, y también comentó los desencuentros en el Patronato Saavedra Fajardo de estudios internacionales, puesto que —según Calvo— le había impedido la creación de un instituto interministerial. Y terminó culpando a Albareda de ser el responsable de la paralización de sus planes en la revista y en los departamentos del CSIC.55 El 6 de junio de 1950, Calvo pidió a Albareda que le nombrase secretario del Patronato Raimundo Lulio para facilitar el desarrollo de los planes culturales. De paso, le recomendó contratar al filósofo catalán Miguel Siguán, que estaba terminando la tesis doctoral y se encontraba ampliando estudios de psicología social en París y Londres. Albareda aceptó las dos propuestas y prometió conceder mayor presupuesto al Departamento de Filosofía de la Cultura.56
53. Cfr. Alfonso Candau, «Crónica cultural española», Arbor 50 (II.1950), p. 257. 54. Cfr. Vicente Palacio Atard, «Razón de España en el mundo moderno», Arbor 50 (II.1950), pp. 176-177. 55. Cfr. Díaz Hernández, Rafael Calvo Serer…, pp. 275-276; Prades, España y su historia…, p. 336. 56. Cfr. Díaz Hernández, Rafael Calvo Serer…, pp. 277-282.
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También Pérez Embid solicitó más ayuda económica a Albareda, lamentando que el presupuesto no hubiera variado en los últimos cuatro años a pesar del aumento de la tirada y de las ventas. En noviembre de 1950 se abrió la Librería del Consejo en la calle Medinaceli bajo la dirección de Otto Stein, que se comprometió a hacer más propaganda y mejorar la distribución de la revista. Otra novedad en la tarea de reorganización del Consejo fue la incorporación como jefe adjunto del servicio de publicaciones de un joven catalán llamado Luis Valls, que se había trasladado a Madrid para terminar su tesis doctoral.57 A finales de diciembre de 1950, Sánchez de Muniain presentó la dimisión a Albareda. El director de Arbor calificó la situación de «motín a bordo» y notificó su próxima dedicación a tareas de colaborador honorario en el Instituto de Filosofía Luis Vives y a otros trabajos del Consejo. El 5 de febrero de 1951, el Consejo Ejecutivo del CSIC aceptó la renuncia del director.58 Por otro lado, en el último número de la revista de 1950 se anunció la desaparición del «Suplemento de Arte y Literatura», editado por colaboradores ajenos al grupo Arbor. Estas noticias significaban un avance claro hacia la propuesta de hacer una revista con la línea editorial marcada por el «consejillo» de Arbor. Al terminar el año Rafael Calvo, que era director del Departamento de Culturas Modernas, vocal del Patronato Raimundo Lulio y consejero del Consejo, acababa de cesar en la secretaría del Patronato Saavedra Fajardo. En el primer número de Arbor de 1951, la «Crónica Cultural Española» pasó a estar firmada por un número reducido de redactores y colaboradores, sirviendo de escaparate del pensamiento del grupo Arbor. La revista mandó propaganda y ejemplares a profesores y bibliotecas de universidades de Europa y de Estados Unidos. Para una mayor difusión dentro y fuera de España se precisaban dos cosas: un presupuesto mayor y un nuevo director con experiencia y tiempo en la revista. En el mes de febrero, la revista Arbor, todavía sin director, publicó una nota firmada por el conocido jurista alemán Carl Schmitt sobre
57. Cfr. Díaz Hernández, Rafael Calvo Serer…, pp. 298-300; Prades, España y su historia…, pp. 118-119. 58. Cfr. Díaz Hernández, Rafael Calvo Serer…, p. 301; Prades, España y su historia…, p. 119.
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una teología de la historia, que entusiasmó a su amigo Rafael Calvo. Ambos compartían una postura crítica con los sistemas democrático y socialista desde una visión autoritaria del poder, que debía limitar la libertad de los ciudadanos.59 En la sección «Crónica Cultural Española» Calvo escribió un brevísimo comentario titulado «La esperanza próxima». Se quejó de dos vicios extendidos entre los españoles: la alabanza en un extremo y la crítica en el otro. Recuperó su tesis de enfrentarse a los pequeños y numerosos problemas de España, gracias a la resolución del gran problema de España en la Guerra Civil: los heterodoxos.60
1.5. LA DIRECCIÓN CONJUNTA DE RAFAEL CALVO Y JOSÉ MARÍA OTERO (1951) Una vez aceptada la renuncia de Sánchez de Muniain, la Junta del Patronato de Arbor barajaba la posibilidad de nombrar dos directores. Este planteamiento disgustó profundamente a Calvo Serer, que se creía el único candidato con experiencia en la revista, contando con la ayuda de dos subdirectores: Octavio Rafael Foz y Rafael de Balbín. El 10 de marzo de 1951, Calvo expuso abiertamente su rechazo a Albareda de una dirección compartida, ya que todo parecía apuntar al posible nombramiento de dos directores. Tres días más tarde, el Consejo Ejecutivo del CSIC acordó elegir conjuntamente a Rafael Calvo y José María Otero, pero este binomio se rompió al ser aceptada la dimisión presentada por Otero al Consejo Ejecutivo del CSIC el 6 de junio de 1951.61 En la «Crónica Cultural Española» de marzo, Saumells publicó «Sistema de ideas y sistema de hombres con ideas». Este discípulo de Calvo supo plasmar la idea de la formación de un grupo de «hombres con ideas», que estaban configurando un «sistema de ideas» en España con deseos de influir en el exterior. En cambio, Vegas —cansado de la preparación de sus oposiciones y sumido en un profundo pesimismo— juzgaba que Arbor no estaba en condiciones de forjar el sis59. Cfr. Carl Schmitt, «Tres posibilidades de una visión cristiana de la Historia», Arbor 62 (II.1951), pp. 237-241. 60. Cfr. Rafael Calvo Serer, «La esperanza próxima», Arbor 62 (II.1951), p. 286. 61. Cfr. Díaz Hernández, Rafael Calvo Serer…, pp. 318-320; Prades, España y su historia…, pp. 119-120.
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tema de ideas que había fomentado Acción Española en los años treinta.62 Con satisfacción la redacción de la revista debió leer la felicitación de Álvaro d’Ors, catedrático de Derecho Romano de la Universidad de Santiago, uno de los colaboradores de la periferia. El número de Arbor de abril combinaba la publicación de artículos de sus redactores y colaboradores con otros de escritores de renombre (por ejemplo, el doctor Juan José López Ibor y el historiador José Antonio Maravall), dando como resultado un conjunto más armónico.63 Terminaba la primavera caracterizada por «la crisis de Arbor» y comenzaba el verano con la noticia del nombramiento de Rafael Calvo como director de la revista. Se abría una nueva fase —llena de sueños y de amenazas— para las empresas culturales del catedrático valenciano.
1.6. EL
ASCENSO DE
RAFAEL CALVO SERER (1951-1953)
El 6 de junio de 1951, Calvo recibió el nombramiento de director de la revista. Entre las metas de la nueva etapa se planteó superar la tirada de tres mil ejemplares y publicar en cada número, por lo menos, un artículo sugerente y de alto nivel intelectual por el que mereciese la pena comprar el ejemplar. En este sentido, para la primera ocasión, pidió una colaboración a Jorge Vigón sobre el novelista Bernanos.64 Mientras algunos colaboradores de Arbor disfrutaban de una breve estancia en el extranjero (Market y Pinillos en Alemania y Salvador Pons en Francia), Fernández de la Mora pensaba aceptar una oferta de Calvo Serer y poner fin a dos años de misión diplomática en tierra germana .65 Con la entrada de este y otros nuevos valores, se quería formar el sistema de hombres con ideas, que había sugerido Saumells en la revista. En el número de septiembre-octubre de 1951, Pániker analizaba los últimos estudios de varios historiadores. En esta breve crónica, 62. Cfr. Roberto Saumells, «Sistema de ideas y sistema de hombres con ideas», Arbor 63 (III.1951), pp. 425-426. 63. Cfr. Arbor 64 (IV.1951). 64. Cfr. Díaz Hernández, Rafael Calvo Serer…, pp. 343-344; Prades, España y su historia…, p.119. 65. Cfr. González Cuevas, La razón conservadora…, pp. 84-89.
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que podría haber sido firmada por Calvo Serer o Pérez Embid, apuntaba a una nueva Cristiandad liderada por España en las antípodas de la postura de Maritain.66 Entretanto, el director general de Propaganda del Ministerio de Información, Pérez Embid, tomó como medida la adquisición de cien suscripciones para la revista Arbor. Con esta ayuda, el panorama parecía prometedor.67 En el último número del año, Calvo adelantó unas páginas de su segundo libro. No era la primera vez que abría la revista. En su estudio abogaba por el modelo de la conciencia nacional unitaria restaurada por Menéndez Pelayo, que debería ser vivificada dentro y fuera de España en los años cincuenta; y atacaba el magisterio liberal de Ortega.68 Cercano el fin de año, Rafael Calvo dedicó más tiempo a examinar la situación de la revista y de los departamentos y, sobre todo, a revisar los presupuestos. Él y Pérez Embid prepararon una nota dirigida al secretario del Consejo, recalcándole que el último presupuesto había sido insuficiente. A la semana siguiente redactaron otra nota con las «necesidades prácticas», que pasarían de medio millón a más de un millón de pesetas para la revista y los dos departamentos. La nota iba acompañada de un anexo con la plantilla de los departamentos y de los trabajos en preparación. En el Departamento de Culturas Modernas, Calvo había propuesto a Fernández de la Mora como nuevo subdirector y mantenía a Berkes como secretario técnico; el secretario era Pinillos, ayudado por el vicesecretario López Delgado; y la sección germánica seguía dirigida por Juretschke, la francesa por Jean Roger, la eslava por Tiján y la británica no tenía jefe, pero contaba con el colaborador Pujals. En el Departamento de Filosofía de la Cultura trabajaban Millán Puelles (vicedirector), Siguán (secretario), Brackelmanns (secretario técnico), Market (vicesecretario) y un grupo de colaboradores.69
66. Cfr. Raimundo Pániker, «Una cautela a los historiadores españoles», Arbor 69-70 (IXX.1951), pp. 112-113. 67. Cfr. Díaz Hernández, Rafael Calvo Serer…, pp. 365-369; Prades, España y su historia…, pp. 156-158. 68. Cfr. Rafael Calvo Serer, «La significación cultural de Menéndez Pelayo y la Historia de su fama», Arbor 72 (XII.1951), pp. 305-326. 69. Cfr. Díaz Hernández, Rafael Calvo Serer…, p. 379; González Cuevas, La razón conservadora…, p. 89; Prades, España y su historia…, pp. 130-133.
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Así pues, no disminuía la presión de Calvo sobre Albareda con vistas al aumento del presupuesto para la revista, que tenía previsto alcanzar una tirada de tres mil quinientos ejemplares. El secretario del Consejo se había resistido a esta y a otras peticiones. Los dos discrepaban en no pocas cuestiones culturales y políticas: por ejemplo, Calvo sostenía la necesidad de invertir más dinero en historia y filosofía en aras de la restauración de la monarquía, mientras que Albareda era partidario de potenciar la investigación científica al servicio del Estado español, y temía que Calvo podía «politizar» el Consejo. En otro orden de cosas, en el número de enero de 1952, Álvaro d’Ors había escrito una nota sobre la huella profunda dejada por Carl Schmitt en su visita a la Universidad de Santiago, donde planteaba el cristianismo como una tercera fuerza, superando el progresismo norteamericano y el materialismo soviético.70 El mes de febrero de 1952 terminaba con cierta esperanza para Rafael Calvo en relación con su propio trabajo en el Consejo, gracias a los nuevos contratos: a Pániker, como colaborador en el Departamento de Filosofía de la Cultura, y a Leonardo Polo, como colaborador en el Departamento de Culturas Modernas; y al historiador catalán de origen extremeño Rafael Olivar, como jefe de la sección inglesa; y al valenciano Pons, como secretario interino, y al vasco José Miguel de Azaola, como colaborador. Así pues, todo parecía apuntar hacia el entendimiento de Calvo con el presidente y el secretario del Consejo, que habían aceptado aumentar los presupuestos de los dos departamentos y de la revista. A la redacción llegaban bastantes originales, pero Calvo prefería llevar la iniciativa a la hora de encargar colaboraciones. En la redacción escribieron al historiador Waldemar Gurian, profesor en la Universidad de Notre Dame y teórico del totalitarismo como religión política, y a otros profesores europeos residentes en Estados Unidos, que mandaran estudios o notas sobre el estilo de vida norteamericano. En marzo, Vigón publicó su primer artículo en Arbor, arremetiendo contra Ortega y abogando por una visión de la política con principios ajenos al liberalismo.71
70. Cfr. Álvaro d’Ors, «Carl Schmitt en Compostela», Arbor 73 (I.1952), p. 56. Sobre el pensamiento de Schmitt, cfr. entrevista del autor a Álvaro d’Ors, Pamplona, 10.VI.2002. 71. Cfr. Jorge Vigón, «Un aspecto de la formación del oficial», Arbor 75 (III.1952), p. 363.
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El número doble del verano se abría con una especie de manifiesto de Jesús Arellano, catedrático de «Fundamentos de Filosofía» de la Universidad de Sevilla, que situaba en 1948 el año de la toma de conciencia de una generación con una idea de la vida basada en la ortodoxia católica y un talante intransigente.72 El artículo gustó a Calvo, que envió separatas a varios ministros.73 Candau dio la bienvenida al nuevo director del diario ABC, Torcuato Luca de Tena, en el número de septiembre-octubre de Arbor. El redactor catalán comparaba al periódico español con el Times y alababa los editoriales de Fernández de la Mora.74 Este último dedicaba las últimas horas del día al periódico —después de su jornada laboral en el Ministerio de Asuntos Exteriores— para acordar el tema y el contenido de los editoriales con el director.75 Además, Calvo había encargado a Vicente Marrero que preparase un trabajo en torno a Maeztu para la revista. En el número de diciembre, Marrero publicó su primera colaboración en Arbor, en la que Maeztu eclipsaba a Unamuno y Ganivet. Sostenía el filósofo canario que los españoles necesitaban maestros como Maeztu, guía de una generación por su estilo y por sus ideas fundamentales.76 La salida de la edición catalana de Alcalá y un comentario de Vicens sobre la dificultad de encontrar Arbor en Barcelona inquietaron a dos redactores de Arbor, Olivar y Pujals, que poco después elaboraron un listado de las editoriales de la ciudad condal y una serie de medidas de promoción de la revista en Cataluña. Vicens destacó la profunda huella dejada en la juventud por el número de Alcalá sobre Cataluña, y animó a Pérez Embid a ofrecer una alternativa, sugiriéndole la publicación de una revista en catalán.77
72. Cfr. Jesús Arellano, «Nuestra generación universitaria y la vida española actual», Arbor 79-80 (VII-VIII.1952), pp. 289-327. 73. Cfr. Díaz Hernández, Rafael Calvo Serer…, p. 439; Prades, España y su historia…, pp. 256-257. 74. Cfr. Alfonso Candau, «Un órgano de expresión», Arbor 81-82 (IX-X.1952), pp. 143144. 75. Cfr. González Cuevas, La razón conservadora…, p. 94. 76. Cfr. Vicente Marrero, «En torno a la obra de Maeztu, a los 16 años después de su muerte», Arbor 84 (XII.1952), p. 427. 77. Cfr. Carta de Jaime Vicens Vives a Florentino Pérez Embid, Barcelona, 28.XI.1952 (en Jaume Vicens Vives, Epistolari de Jaume Vicens Vives, Girona, CEH, 1988, pp. 323-324).
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Calvo había encargado a Marrero que preparase un trabajo en Arbor sobre el porvenir de la filosofía española. El 10 de noviembre de 1952, Calvo Serer concertó una cita con López Rodó, secretario técnico del Consejo, para hablar de los planes de investigación que estaban parados; estaba profundamente preocupado con la oposición de Zaragüeta a unir los dos departamentos que estaban bajo su dirección. Y después se dirigió al obispo de Madrid, como presidente del Patronato Raimundo Lulio del que dependía el Instituto de Filosofía Luis Vives, para explicarle su proyecto de formar una escuela de filosofía en línea con el pensamiento tradicional; señaló que no había recibido apoyo y, por consiguiente, que la situación empeoraba por la tensión creciente entre el Consejo y el Ministerio de Educación; indicó que Zaragüeta había puesto obstáculos a las tesis doctorales de Pániker y Arellano, y a las investigaciones de Pinillos, Candau y Saumells; apuntó que el Instituto de Filosofía se había puesto al servicio exclusivo de las publicaciones del director y del secretario. Ante estos hechos, el profesor valenciano expuso su proyecto de unir los dos departamentos que él mismo dirigía en uno nuevo llamado Instituto Internacional de Filosofía e Historia de la Cultura.78 La muerte de Berkes golpeó duramente en Calvo. Para sustituir a este gestor pensó en el jurista valenciano José María Desantes como secretario técnico del Departamento de Culturas Modernas. Calvo escribió a su amigo y colaborador Pinillos, todavía en Londres: Somos ya muchos, bien equipados y pronto habremos logrado lo que con feliz expresión de Roberto Saumells pensamos llamar «un sistema de ideas y un sistema de hombres con ideas».79
A finales de año, Pujals ideó una amplia campaña de propaganda basada en dos medidas: la edición de un boletín bibliográfico con el contenido de la revista, y en la difusión de un folleto destinado a profesionales del mundo de la enseñanza. El objetivo de esta campaña era conseguir quinientas nuevas suscripciones.80 78. Cfr. Díaz Hernández, Rafael Calvo Serer…, pp. 475-476; Prades, España y su historia…, p. 134. 79. Carta de Rafael Calvo a José Luis Pinillos, Madrid, 3.XII.1952 (en Díaz Hernández, Rafael Calvo Serer…, p. 478). 80. Cfr. Díaz Hernández, Rafael Calvo Serer…, p. 479.
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La entrada de Calvo en el consejo privado de Juan de Borbón motivó ataques de intelectuales y políticos contra su persona y sus ideas. Como escribió a un amigo portugués, las críticas a su segundo libro habían abierto una verdadera batalla por el control de la cultura y la investigación en España.81 Calvo había exhortado insistentemente a su amigo Vegas a que colaborase en la revista desde los inicios de Arbor. En el primer número de 1953, con motivo del centenario de la muerte de Donoso Cortés, Vegas publicó un artículo breve —su única colaboración en la revista— sobre la monarquía hereditaria, criticando la interpretación de Schmitt sobre el concepto de dictadura en el pensamiento de Donoso. También aparecía en ese número una reseña crítica firmada por Kolnai del segundo libro de Calvo, Teoría de la Restauración.82 El año 1953 comenzó en Arbor con más sombras que luces. El 8 de enero, Juretschke manifestó su marcha de la redacción y del Departamento de Culturas Modernas. Había recibido y aceptado una oferta del Patronato Juan de la Cierva del Consejo. Otra mala noticia fue la reducción del número de ejemplares de Arbor adquiridos por Relaciones Culturales.83 A finales de enero se terminó de imprimir una antología de los artículos de Arbor sobre la historia de España. En su presentación, Pérez Embid dejó constancia de la vitalidad de la «generación de 1948», que había sido capaz de crear un movimiento intelectual en y desde las páginas de la revista. Calvo abría el libro con su «Valoración europea de la historia española», y aportaba otros estudios también publicados en Arbor, terminando con un artículo recogido en su primer libro sobre el problema de España. Además de miembros del grupo Arbor (Calvo, Pérez Embid, López-Amo, Olivar y Suárez Verdeguer), publicaron también allí escritores de otra sensibilidad intelectual, como Maravall, Laín, Carande, etc.84
81. Cfr. Díaz Hernández, Rafael Calvo Serer…, p. 405; Prades, España y su historia…, pp. 291-294. 82. Cfr. Eugenio Vegas, «Autoridad y libertad, según Donoso Cortés», Arbor 85 (I.1953), pp. 53-57; Aurele Kolnai, «Bibliografía: Revolución y Restauración», Arbor 85 (I.1953), pp. 125-134. 83. Cfr. Díaz Hernández, Rafael Calvo Serer…, pp. 484-490. 84. Cfr. Florentino Pérez Embid (ed.), Historia de España. Estudios publicados en la revista Arbor, Madrid, CSIC, 1953.
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En febrero de 1953 se dieron nuevos pasos en el plan de promoción de Arbor, como el reparto gratuito de cinco mil números atrasados a profesores. Otra medida fue la elaboración de un folleto de propaganda con una tirada en torno a sesenta mil ejemplares. La meta era llegar a tres mil quinientas suscripciones. Por otra parte, la Revista de Ridruejo acababa de conseguir que el Ministerio de Educación Nacional comprase tres mil ejemplares que se repartirían gratuitamente entre profesores y centros de enseñanza. A cambio, Revista actuaba de altavoz de las declaraciones del ministro y de sus directores generales.85 La noticia bomba de febrero de 1953 estalló al anunciarse la dimisión de Calvo como director de Arbor. Su marcha obedecía a varias razones. En primer lugar, consideraba que los compromisos de sus actividades políticas no eran compatibles con la dirección de la revista. En segundo lugar, pensaba que la reestructuración del Departamento Internacional de Culturas Modernas requería mayor dedicación por su parte. En la solicitud del cese presentada al presidente del Consejo comentó los ataques personales recibidos por su postura monárquica. Y, también, alegó que existían discrepancias con miembros del Consejo.86 El hecho de que Calvo diera preferencia a otras actividades causó una profunda conmoción en el «consejillo» de la revista porque significaba una cuestión vital en la supervivencia del llamado grupo Arbor. En las semanas siguientes, los redactores y los colaboradores tomaron conciencia de que el proyecto cultural se tambaleaba y buscaron salidas dentro y fuera del Consejo. La contestación del presidente del Consejo no fue inmediata. Mientras tanto, Calvo permaneció en el cargo —director en funciones— durante varios meses hasta la designación de su sucesor. Su decisión tuvo consecuencias inmediatas. El secretario de Filosofía de la Cultura, Siguán, pidió a Albareda un cambio de dedicación, solicitando poder orientarse exclusivamente a la psicología experimental. Desantes, secretario técnico del Departamento de Culturas Modernas, comunicó al subdirector Fernández de la Mora que los contratos de ocho colaboradores no habían sido prorrogados. A raíz de la presen-
85. Cfr. «Importantes manifestaciones de don Joaquín Pérez Villanueva», Revista 45 (1925.II.1953), pp. 1 y 5. 86. Cfr. Díaz Hernández, Rafael Calvo Serer…, p. 495.
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tación de su cese, el propio Calvo rehusó algunos trabajos y buscó ayuda en sus hombres de confianza.87 Así las cosas, a la posible marcha de Juretschke —anunciada en enero— y de Calvo —solicitada en febrero— se unió el cese de Pujals como redactor y administrador de Arbor.88 De modo que la más que probable retirada de tres miembros del llamado «consejillo» de la revista hacía peligrar el núcleo del grupo Arbor. Marrero publicó en el número de mayo de 1953 una crónica en un tono despectivo sobre el homenaje tributado a Ortega. A modo de colofón sentenció que Ortega culminaba un proceso descristianizador todavía presente en algunas mentes españolas. Esta crónica fue contestada por un escrito firmado por diez pensadores, que no toleraban las expresiones del escritor canario contra la persona del catedrático madrileño y su pensamiento. La aparición de esta carta de protesta en Arbor fue acompañada de un acopio de citas recogidas por Marrero de textos del propio Ortega sobre su idea heterodoxa del catolicismo y de otras presentes en los estudios críticos en libros y revistas. En definitiva, Marrero se mantenía en su postura contra Ortega.89 A lo largo de mayo aumentaron los problemas en las publicaciones periódicas. A la destitución del director de Revista y a la suspensión durante dos meses de Alcalá se sumó la división creciente en la redacción de Laye. Tampoco la situación de Arbor parecía halagüeña. El director en funciones, Rafael Calvo, delegó numerosos asuntos en Desantes con el fin de dedicar más tiempo a la actividad política y a la reorganización del nuevo departamento de Culturas Modernas.90 Si las últimas semanas se habían caracterizado por las dimisiones, suspensiones y divisiones en el mundo de las revistas, el verano no parecía menos cargado de tensión. La buena y tranquilizadora noticia fue la reaparición del semanario El Español dirigido por Juan Aparicio. Por otro lado, la revista Ínsula se sumó al homenaje tributado a Or-
87. Cfr. Díaz Hernández, Rafael Calvo Serer…, pp. 495-497; González Cuevas, La razón conservadora…, p. 107. 88. Cfr. Díaz Hernández, Rafael Calvo Serer…, p. 505. 89. Cfr. Vicente Marrero, «Ortega o El estado de la cuestión», Arbor 89 (V.1953), p. 111; Id., «En torno a un juicio sobre Ortega y Gasset», Arbor 90-91 (VII-VIII.1953), pp. 442447. 90. Cfr. Díaz Hernández, Rafael Calvo Serer…, pp. 506-527.
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tega con un número monográfico acompañado de una foto con una encendida dedicatoria.91 El número de verano de Arbor presentaba un artículo de Calvo Serer sobre el papel desempeñado por la Iglesia española desde la Guerra Civil. Su primer axioma defendía que todos los españoles eran católicos. El autor avisaba del acecho de dos grandes enemigos: los protestantes, que pretendían romper la unidad católica de España, y los liberales, que anhelaban la vuelta de la vida política democrática anterior a la Guerra Civil. El principal representante de la primera corriente era Unamuno, y de la segunda, Ortega. Los homenajes a estos dos autores y a otros heterodoxos habían impelido a Rafael Calvo a hablar con Francisco Franco y a comentar —por carta y de palabra— el mismo problema con varios ministros y obispos. Entre otras gestiones, había enviado separatas de este artículo a eclesiásticos, políticos, profesores y amigos.92 En el verano del 53, Calvo viajó a París y negoció la publicación del escrito que había enseñado a Franco en la audiencia de febrero. En la redacción de Écrits de Paris Paul Malliavin aseguró la inclusión del artículo en el número de septiembre. Varios amigos rogaron a Calvo que no publicase su visión crítica acerca de la política cultural española. Entre estos, Ruiseñada aseguró que no era buen momento ante el inminente acuerdo de los Gobiernos español y norteamericano. No hizo caso y mantuvo la determinación de publicar el artículo fuera de España. El texto había sido revisado por Vigón, que añadió duros calificativos. Luego fue traducido por el periodista Jean Créac’h y después quedó recortado por la redacción de la revista, ya que el original era demasiado extenso. En septiembre, el artículo salió en la revista mensual Écrits de Paris, revue des questions actuelles.93 El propio Calvo hizo copias de la versión en castellano, ya que le interesaba dar publicidad a su escrito. En este texto distinguía tres grandes etapas, llamadas «El nacionalsindicalismo (1939-1945)», «El nihilismo de derechas (1945-1951)» y «La defección de los demócratas 91. Cfr. «Dogmáticos, pero no excluyentes», El Español 237 (14.VI.1953), p. 32; Ínsula 90 (15.VI.1953), p. 1. 92. Cfr. Rafael Calvo Serer, «La Iglesia en la vida pública española desde 1936», Arbor 91-92, (VII.VIII.1953), pp. 289-290. 93. Cfr. Rafael Calvo Serer, «La politique intérieure dans L Espagne de Franco», Écrits de Paris 107 (IX.1953), pp. 9-18.
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cristianos (1951-...)». A continuación, abogaba por una cuarta etapa, conducida por «La nueva fuerza nacional» presente en la revista Arbor y en otras publicaciones. Citaba veintiocho nombres de escritores de los periódicos ABC e Informaciones, y de las revistas Arbor y Ateneo. De estos, menos de la mitad se podían considerar con propiedad del grupo Arbor: Fernández de la Mora, Vigón, López-Amo, Galindo, Pinillos, Fontán, Millán Puelles, Saumells, Pons y Marrero. Por último, titulaba el capítulo final «El porvenir intelectual y político». Y concluía que había llegado la hora de un programa nuevo, descentralizado y tradicionalista, con una monarquía popular y representativa, y acción internacional dirigida por las minorías culturales restauradoras. En definitiva, Calvo proclamaba que se cumplía la hora de dar pasos hacia la restauración de la monarquía. Su propuesta apareció en la mencionada revista de París, y pronto circuló una versión traducida del artículo por toda España. Este análisis, más propio de un político con afán de poder que de un filósofo de la historia, desencadenó graves consecuencias para su autor y el grupo Arbor.94 La publicación de este escrito contra la política cultural de «mano tendida» del ministro Joaquín Ruiz-Giménez trajo como consecuencia la destitución de Rafael Calvo de los cargos que ocupaba en el Consejo y, en consecuencia, la descomposición de lo que había sido el grupo Arbor.95 El ministro de Información trató del artículo en el Consejo de Ministros del 9 de octubre. Según el testimonio del conde de Vallellano, se barajó la posibilidad de abrir expediente al catedrático valenciano por su condición de funcionario del Ministerio de Educación, y también se debatió en torno a las posibles sanciones. Después de la deliberación del Consejo de Ministros, Ruiz-Giménez confirmó a Calvo su cese de todos los cargos en el Consejo.96 Así las cosas, Calvo presentó un recurso en el Ministerio de Educación. Expuso y suplicó que fuese declarada nula la resolución y, por tanto, la consiguiente reposición en todos los cargos. También envió copia de la traducción castellana de su artículo —acompañado de un 94. Cfr. Díaz Hernández, Rafael Calvo Serer…, pp. 551-556; Prades, España y su historia…, p. 121. 95. Cfr. Javier Muñoz Soro, «Joaquín Ruiz-Giménez o el católico total (apuntes para una biografía política e intelectual hasta 1963)», Pasado y Memoria 5 (2006), pp. 259-288. 96. Cfr. BOE 315 (11.XI.1953), p. 6661.
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escrito— sobre la intromisión ministerial en asuntos internos del Consejo a los vocales del Consejo Ejecutivo del Consejo.97 El número de diciembre de Arbor había sido elaborado por el «consejillo» con colaboraciones de Pinillos, Roger y Candau, y las reseñas de Pániker y Olivar, entre otros.98 A finales de 1953 se desintegró el llamado grupo Arbor, formado por redactores y colaboradores de la revista bajo la dirección de Calvo, unidos por una misma idea de la historia española menéndezpelayana y un proyecto de nueva Cristiandad antagónico al propuesto por Maritain. De este modo desapareció un grupo de acción cultural, caracterizado por un proyecto intelectual y político de tendencia monárquica, condenado al ostracismo por decisión del Jefe del Estado y su Consejo de Ministros. A modo de resumen, de esta primera etapa de la historia de Arbor se podría decir que la publicación tomó forma como revista de pensamiento, más abierta a temas históricos y menos partidaria de publicar temas de divulgación científica. Estos y otros factores condujeron a malentendidos entre el director de la revista, Calvo, y el secretario del CSIC, Albareda, como ya se ha mostrado en las páginas anteriores.
97. Cfr. Díaz Hernández, Rafael Calvo Serer…, pp. 561-565; Prades, España y su historia…, p. 361. 98. Cfr. Arbor 96 (XII.1953).
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II. EL PERIODO DE CONSOLIDACIÓN DE ARBOR (1953-1984)
Si para conocer los orígenes y los primeros años de esta revista (19441953), hasta fecha reciente los trabajos más conocidos y citados han sido dos publicados en Arbor, uno de Pérez Embid y otro de Pasamar, para la siguiente etapa (1953-1984) cabe citar cuatro artículos aparecidos en un número monográfico de la propia revista Arbor del año 1985. Si el trabajo de Pérez Embid se caracterizó por una visión idealizada de la fundación y de los inicios de la revista, en cambio los estudios posteriores de Alonso, Pasamar, Peiró, Ramos y Vélez analizaron críticamente la historia de Arbor.1 En el comienzo de este largo periodo (1953-1984), España salió del aislamiento internacional. En 1955, la Asamblea General de la ONU aceptó el ingreso de España. El 18 de octubre de ese mismo año falleció Ortega en Madrid; y, pocos días después, cientos de estudiantes rindieron un homenaje al filósofo en la Universidad Central, que algunos interpretaron como una manifestación contra el régimen de
1.
Cfr. José Manuel Alonso Plaza, «Arbor de 1950 a 1956: las bases ideológicas de un proyecto político tradicional-integrista», Arbor 479-480 (XI-XII.1985), pp. 39-58; Ignacio Peiró, «Desfase cultural y legitimación económica (1955-1964)», Arbor 479-480 (XIXII.1985), pp. 59-78; Pilar Ramos García, «Aggiornamiento de la Iglesia y problemática universitaria (1965-1970)», Arbor 479-480 (XI-XII.1985), pp. 79-85; Gonzalo Pasamar – Palmira Vélez, «Tecnocracia y humanismo cultural. Una hipótesis sobre el comportamiento de Arbor en la crisis del franquismo (1970-1975)», Arbor 479-480 (XI-XII.1985), pp. 97-123. El artículo de Alonso aporta infomación útil, pero pierde el equilibrio cuando se deja llevar de la mano del libro de Daniel Artigues. El trabajo de Peiró, que analiza la etapa de José Ibáñez-Martín, ofrece una panorámica de la revista más profunda que Alonso, aunque utiliza acríticamente el libro de Ynfante como fuente fidedigna. El artículo de Ramos, que obedece a la línea historiográfica de Tuñón de Lara y Ramírez Jiménez, se ocupa de la etapa de grandes cambios en la Iglesia con motivo del Concilio Vaticano II y en las revueltas estudiantiles del 68, que tuvieron cierto eco en la revista. Finalmente, el trabajo conjunto de Pasamar y Vélez ofrece una visión habermasiana para comprender el final del franquismo a partir de Arbor.
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Franco. Paulatinamente se generó una creciente oposición estudiantil contra la dictadura.2 En los años sesenta, el país experimentó una modernización económica a gran escala. El nivel de vida de los españoles mejoró notablemente gracias a la coyuntura económica mundial y a los Planes de Desarrollo, que pretendían ordenar y racionalizar el empleo de los recursos económicos. España dejó de ser una nación atrasada y se convirtió en una sociedad industrializada.3 Progresivamente, la oposición creciente al régimen dictatorial debilitó las bases del sistema autoritario. Además, se produjo un giro en algunos sectores de las jerarquías del Ejército y de la Iglesia en sus relaciones con el Jefe del Estado. Tanto a finales de los años sesenta como a principios de los setenta, las relaciones entre España y la Santa Sede atravesaron dificultades debido a los intentos de revisión del concordato, al nombramiento de obispos de ocho diócesis vacantes, etcétera. Por un lado, Pablo VI quería que Franco renunciara al derecho de presentación de obispos, y, por otro lado, el Gobierno español desconfiaba de la diplomacia vaticana como consecuencia de la elección de obispos auxiliares que no comulgaban con el régimen franquista.4 La sociedad española demandaba un cambio, que cristalizó en los años setenta con la transición democrática y se consolidó en los inicios de los años ochenta con el primer Gobierno socialista.5 2.1. LA
BREVE DIRECCIÓN DE
JOSÉ MARÍA OTERO NAVASCUÉS (1953-1956)
En los últimos números de 1953, Arbor mantuvo su estilo, pero enseguida comenzaron los cambios. Junto a Calvo fueron destituidos
2. 3. 4.
5.
Cfr. Pablo Lizcano, La generación del 56. La Universidad contra Franco, Barcelona, Grijalbo, 1981, pp. 119-120; Zamora, Ortega y Gasset…, p. 466. Cfr. Pablo Hispán, La política en el régimen de Franco entre 1957 y 1969. Proyectos, conflictos y luchas por el poder, Madrid, CEPC, 2006, p. 21; Judt, Postguerra…, p. 480. Cfr. Juliana di Febo – Santos Juliá, El franquismo, Barcelona, Paidós, 2005, p. 92; Pablo Martín de Santa Olalla, La Iglesia que se enfrentó a Franco. Pablo VI, la conferencia episcopal y el Concordato de 1953, Madrid, Dilex, 2005, pp. 176-210; Fernando de Meer, Antonio Garrigues, embajador ante Pablo VI. Un hombre de concordia en la tormenta (1964-1972), Pamplona, Thomson-Aranzadi, 2007, pp. 259-260. Cfr. Ferrán Gallego, El mito de la transición: la crisis del franquismo y los orígenes de la democracia (1973-1977), Barcelona, Crítica, 2008, p. 183; Carme Molinero (ed.), La transición, treinta años después, Barcelona, Península, 2006, p. 14.
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FIGURA 6. JOSÉ MARÍA OTERO NAVASCUÉS. (IMAGEN
DE CUBIERTA DE LA BIOGRAFÍA DE
CARLOS PÉREZ FERNÁNDEZ-TURÉGANO).
el secretario Pérez Embid, el vicesecretario Marrero, el redactor Jurestchke y los dos subdirectores Foz y De Balbín.6 Del grupo Arbor permanecieron pocos en la revista. Entre los supervivientes estaban Candau en la sección «Crónica Cultural Española», mientras Roger y Olivar continuaban en la sección «Bibliografía». En algunos números aparecieron trabajos de Market, Roger y Tiján. En el primer número de 1954 se publicó solamente un «Estudio» de Pérez Castro y una «Nota» de Benito Ruano, mientras en los números anteriores se habían publicado dos o tres estudios y varias notas.7 6.
7.
El autor de este libro coincide con la historiadora Sara Prades, especialista en la generación de historiadores de 1948, en que poco después del cese de Calvo como director de Arbor se barajó el nombre de Rafael de Balbín como sustituto y se preparó el nombramiento oficial, pero no se llevó a cabo. El elegido fue Otero Navascués, que cobró los sueldos de noviembre y diciembre de 1953 como director de la revista (cfr. Prades, «Las plataformas de acción...», p. 72; Id., España y su historia…, p. 360). Por tanto, no comparto la inclusión de Rafael de Balbín en el listado de directores de Arbor realizado en un estudio colectivo (cfr. Ana Alberola – María Teresa Fernández – Manuela Vázquez – Rosa de la Viesca, «Estudio bibliométrico de Arbor», Arbor 479-480 [XI-XII.1985], p. 126). Cfr. Federico Pérez Castro, «Orientalismo y Antiguo Testamento», Arbor 97 (I-II.1954), pp. 1-42; Eloy Benito Ruano, «El concepto histórico de decadencia y su aplicación a la historia romana», Arbor 97 (I-II.1954), pp. 43-53.
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El nuevo consejo de redacción contaba con los subdirectores Manuel Fraga Iribarne y Florencio Bustinza Lachiondo, el secretario José María Mohedano Hernández, y el director José María Otero Navascués.8 Inmediatamente, este equipo directivo se puso manos a la obra y publicó sus propios trabajos en los primeros números de 1954. Fraga firmó una nota acerca de la crisis del Derecho; Bustinza entregó un estudio sobre la era antibiótica; y Otero escribió en la sección de «Bibliografía» un comentario a un libro de Walsh.9 La revista mantenía la periodicidad mensual, el número de páginas y el mismo sumario de «Estudios», «Notas», «Información Cultural del Extranjero», «Información Cultural de España» y «Bibliografía». Sin embargo, variaron los temas como consecuencia de que se solicitaran más trabajos científicos y se publicaran menos colaboraciones humanísticas.10 Así pues, los temas históricos disminuyeron en las secciones de la revista, aunque seguían publicándose algunos, como el trabajo de
8. José María Otero Navascués Enríquez de la Sota (Madrid, 16 de marzo de 1907-Madrid, 9 de marzo de 1983). Cuarto director de Arbor (desde el 3 de noviembre de 1953 hasta marzo de 1956). Nació en una familia numerosa (el tercero de cuatro hermanos) y acomodada (con títulos nobiliarios por línea paterna y materna). Estudió en el Colegio San Miguel de Madrid. Ingresó en la Academia de Artillería de la Armada. Becario de la JAE en la Escuela Politécnica de Zúrich y en el Instituto de Óptica de Berlín. En el CSIC, fundó y dirigió el Instituto de Óptica Daza de Valdés y trabajó en el Patronato Saavedra Fajardo. En 1958 fue nombrado director general de la Junta de Energía Nuclear. En 1965 presidió la Sociedad Europea de Energía Atómica. Presidió la Obra Católica de Asistencia Universitaria. Propagandista y vicepresidente de la rama masculina de Acción Católica Española. Procurador en Cortes. Académico de Ciencias Exactas y miembro de instituciones científicas nacionales e internacionales (cfr. Juan Ramón de Andrés, José María Otero de Navascués Enríquez de la Sota, marqués de Hermosilla. La baza nuclear y científica del mundo hispánico durante la Guerra Fría, México, Plaza y Valdés, 2005; Carlos Pérez Fernández-Turégano, José María Otero Navascués. Ciencia y Armada en la España del siglo XX, Madrid, CSIC, 2012; Leonardo Villena, «José María Otero, un científico internacional», Arbor 450 [VI.1983], pp. 95-108). 9. Cfr. Florencio Bustinza, «En la era antibiótica», Arbor 100 (IV.1954), pp. 491-517; Manuel Fraga, «La crisis del Derecho», Arbor 100 (IV-1954), pp. 538-543; José María Otero Navascués, «La segunda edición de la Photometry de Walsh», Arbor 102 (VI.1954), pp. 363-367. 10. Sobre los rasgos de la revista en los años cincuenta, cfr. Alonso Plaza, «Arbor de 1950 a 1956…», p. 54.
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Diego Sevilla Andrés sobre Donoso Cortés, y un comentario crítico de Miguel Artola a un libro de Federico Suárez Verdeguer.11 En síntesis, la etapa de José María Otero Navascués se podría caracterizar por el mantenimiento de la estructura de la revista (por ejemplo, en las tradicionales secciones de Arbor) y el cambio de temática más abierta hacia aspectos de la ciencia y de la técnica.12
2.2. LOS
AÑOS DE
JOSÉ IBÁÑEZ-MARTÍN (1956-1969)
José María Otero Navascués siguió publicando estudios, notas y crónicas después de dejar la dirección de la revista en marzo de 1956. En el nuevo consejo de redacción se mantuvo el secretario, José María Mohedano, se nombraron cuatro subdirectores (Ángel González Álvarez, Julián Sanz Ibáñez, Carlos Sánchez del Río y Pedro Rocamora) y ocupó la dirección José Ibáñez-Martín.13 En el número doble del verano de 1956 se publicó un monográfico sobre Marcelino Menéndez Pelayo. El estudio introductorio, firmado 11. Cfr. Miguel Artola, «Comentario a los Sucesos de la Granja», Arbor 108 (XII.1954), pp. 556-558; Diego Sevilla Andrés, «Interpretación marxista de Donoso Cortés», Arbor 105-106 (IX.1954), pp 187-188. Sobre las distintas visiones historiográficas de Artola y Suárez Verdeguer, cfr. Prades, España y su historia…, p. 86. 12. Cfr. Gonzalo Redondo, Política, cultura y sociedad en la España de Franco 1939-1975, vol. II-2 Los intentos de las minorías dirigentes de modernizar el Estado tradicional español (1947-1956), Pamplona, Eunsa, 2009, p. 576. En este libro se recoge un comentario publicado en la revista Cuadernos Hispanoamericanos de febrero de 1954 que incluyó a Arbor entre las revistas técnicas. 13. José Ibáñez-Martín (Valbona, Teruel, 18 de diciembre de 1896-Madrid, 21 de diciembre de 1969). Quinto Director de Arbor (desde abril de 1956 hasta el 21 de diciembre de 1969). Realizó sus primeros estudios en Teruel. Licenciado en Filosofía y Letras (sección Historia) y en Derecho con doble premio extraordinario por la Universidad de Valencia. Doctor en Filosofía y Letras por la Universidad Central. Catedrático de Geografía e Historia del Instituto de Enseñanza Media de Murcia. Desempeñó varios cargos políticos durante la dictadura de Primo de Rivera y fue nombrado miembro de la Asamblea Nacional (1927-1930). Diputado a Cortes por la CEDA en 1933. Ministro de Educación (1939-1951). Presidente del CSIC desde su fundación y presidente de honor desde 1967. Procurador en Cortes (1943-1967). Presidente del Consejo del Estado (1951-1958). Embajador en Portugal (1958-1969). Propagandista. Miembro de varias academias y doctor honoris causa por cuatro universidades. Autor de textos dedicados a la docencia. Sobre su vida y su obra, cfr. «Sinopsis biográfica de José Ibáñez Martín», Arbor 289 (I.1970), pp. 45-47; José Ramón Urquijo, «Galería de presidentes», en Miguel Ángel Puig-Samper (ed.), Tiempos de investigación: JAE-CSIC, cien años de ciencia en España, Madrid, CSIC, 2007, p. 418.
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FIGURA 7. JOSÉ IBÁÑEZ-MARTÍN. (FOTOGRAFÍA
PUBLICADA EN
ARBOR 289 [I.1970]).
por José María Pemán presentaba cinco estudios (Dámaso Alonso, Ramón Ceñal, Manuel Fernández Galiano, J. M. Millás y Vicente Palacio Atard), cuatro notas (José Camón Aznar, Bernardino Llorca, Rafael Olivar y Enrique Sánchez Reyes), cuatro crónicas (John E. Englekirk, Mario Penna, Juan Roger y José María Viqueira), y la bibliografía de y sobre Menéndez Pelayo elaborada por José Simón Díaz.14 Arbor continuó con el sumario tradicional de «Estudios», «Notas», «Información Cultural del Extranjero», «Información Cultural de España» y «Bibliografía». La revista prosiguió su tarea de divulgar las investigaciones y los trabajos de los distintos patronatos, institutos, departamentos y secciones del CSIC. Un pequeño cambio se percibió a finales de 1956 con un nuevo tipo de letra más redonda y clara y, poco después, las dos primeras secciones se fundieron en una llamada «Estudios y Notas». 14. Cfr. Arbor 127-128 (VII-VIII.1956), pp. 337-559. Sobre este número monográfico con motivo del centenario de la muerte de Menéndez Pelayo, cfr. Prades, España y su historia…, pp. 269-270.
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En septiembre de 1957, Candau, uno de los redactores más prolíficos de la revista, dejó la sección «Crónica Cultural Española» y se trasladó a Tenerife para ocupar la cátedra de Fundamentos de Filosofía e Historia de los Sistemas Filosóficos en la Universidad de La Laguna. Meses antes de abandonar la redacción, este autor de numerosas crónicas sobre libros, películas y diversos eventos culturales publicó una nota.15 En cambio, Olivar y Roger se mantuvieron en la redaccción y continuaron su trabajo de comentar y reseñar libros en la sección de «Bibliografía». El monográfico del verano de 1958 se abrió con una foto del Jefe del Estado y unas palabras laudatorias de su tarea de gobierno: Cuya sabiduría y prudencia política, acreditadas en veinte años de fecunda Capitanía, han logrado para España la seguridad de la justicia y el bienestar del orden, la paz y la cultura.16
Se publicaron los principios del Movimiento Nacional y artículos sobre este texto por parte de Jesús Suevos, Pedro Cantero, Alberto Martín-Artajo, José Díaz de Villegas, Luciano Pereña, Carlos Ruiz del Castillo, el marqués de Valdeiglesias, Luis Sánchez Agesta, Jesús Fueyo, Manuel de la Plaza, José María Mohedano, Marcelo Catalá, Fernando Martín-Sánchez, José María Albareda, Higinio París, José Sirvent y Manuel Fraga.17 Poco después de la muerte de Pío XII, la revista publicó dos notas sobre su pensamiento acerca de la unidad de Europa y de la economía social.18 También rindió homenaje al médico y humanista Gregorio Marañón.19
15. Cfr. Alfonso Candau, «Teología y filosofía de la historia», Arbor 123 (III.1956), pp. 371-381. 16. Arbor 151-152 (VII-VIII.1958), p. 323. 17. Cfr. Arbor 151-152 (VII-VIII.1958). 18. Cfr. Alberto Martín-Artajo, «La unidad de Europa en el pensamiento de Pío XII», Arbor 159 (III.1959), pp. 380-394; Fernando Guerrero, «La economía social en el Magisterio de Pío XII», Arbor 159 (III.1959), pp. 395-405. 19. Cfr. José Rodolfo Boeta, «Luto por Marañón», Arbor 172 (IV.1960), pp. 560-563. Sobre la vida y la obra de Marañón, cfr. Antonio López Vega, Gregorio Marañón. Radiografía de un liberal, Madrid, Taurus, 2011.
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La entrada de nuevas firmas trajo como consecuencia una mayor atención a las manifestaciones de arte contemporáneo a través de las críticas realizadas por parte de especialistas, como Alfonso Roig, Carlos Antonio Areán y Antonio Gómez Galán, y también estudios firmados por el historiador y crítico de arte Juan Antonio Gaya Nuño.20 Otro tema cada vez más frecuente en las distintas secciones de la revista fue la economía. En 1962, la dirección encargó al ministro de Comercio y catedrático de Economía, Alberto Ullastres, el prólogo del número monográfico sobre el desarrollo económico español, pero el ministro procedió como un colaborador más, ofreciendo un estudio, que fue publicado junto a otros trabajos de Emilio Figueroa, José María Sanz García, José Luis Redonet, Ignacio Villalonga, Eugenio Martín Antelo, Juan B. Puig, Ángel Vizoso, Tomás de la Vega, Francisco Jiménez Cuende, Carlos García Gisbert, Federico Balbontín, Juan de Lara, Jaime Nosti, Antonio Bernad y Manuel Fuentes.21 En el número siguiente, el director abrió la revista con un panegírico al Jefe del Estado, ya aparecido como artículo el 1 de octubre de 1962 en el diario ABC. Pocos meses después, José Ibáñez-Martín encabezó el sumario de un número con su discurso de ingreso en el acto de recepción en la Academia de Jurisprudencia.22 Además del monográfico del otoño de 1962, se publicó otro sobre la unidad europea con seis estudios (Manuel Fraga, José Larraz, Wilhem Ropke, Higinio París, José María Alejandro y Emilio de Figueroa), siete notas (Manuel Capelo, José Luis Pardos, José María Otero Navascués, José María Castán, Luciano Pereña, José Giménez Mellado y Jesús López Medel) y dos crónicas (Eduardo García P. Corredera y Luciano Pereña).23 En las páginas de la revista solían aparecer noticias y crónicas sobre quiénes eran los galardonados con el premio Nobel. Por ejemplo, el escritor croata Pablo Tiján glosó la figura del Nobel de Literatura, el bosnio Ivo Andric.24
20. Cfr. Juan Antonio Gaya Nuño, «De Picasso y Julio González y de lo magistral y lo fácil», Arbor 173 (V.1960), pp. 38-56. 21. Cfr. Arbor 189-190 (IX-X.1962), pp. 3-364. 22. Cfr. José Ibañez Martín, «Franco y el Consejo Superior de Investigaciones Científicas», Arbor 191 (XI.1962), pp. 397-404; Id., «Dios y el Derecho», Arbor 195 (III.1963), pp. 249-278. 23. Cfr. Arbor 201-202 (IX-X.1962), pp. 7-214. 24. Cfr. Pablo Tiján, «Ivo Andric, Premio de Literatura 1961», Arbor 194 (II.1962), pp. 45-56.
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FIGURA 8. JOSÉ IBÁÑEZ-MARTÍN. (ARCHIVO GENERAL DE LA UNIVERSIDAD DE NAVARRA).
Tampoco pasó desapercibido a la redacción el mayor evento eclesial del siglo XX, el Concilio Vaticano II. Después de la convocatoria de Juan XXIII y de las primeras sesiones en 1962, Pablo VI tomó el relevo e impulsó el diálogo con el mundo moderno hasta la clausura del concilio en 1965. Jesús Iribarren, director de la oficina de información en lengua española del Concilio Vaticano II, ofreció sus impresiones al concluir la primera fase conciliar; el arzobispo de Zaragoza, Casimiro Morcillo, entregó a la redacción un texto sobre el humanismo en el concilio, pronunciado como conferencia en el Instituto de Estudios Políticos; y el teólogo Olegario González de Cardedal trató de la tan debatida libertad religiosa. A lo largo del concilio aparecieron estudios, notas y crónicas sobre este evento.25
25. Cfr. Jesús Iribarren, «Dos meses en el Concilio Vaticano II», Arbor 205 (I.1963), pp. 21-32; Casimiro Morcillo, «Humanismo en el horizonte conciliar», Arbor 208 (IV.1963), pp. 374-394; Olegario González, «Teología española actual y la libertad religiosa», Arbor 217 (I.1964), pp. 5-52. Sobre el concilio, cfr. Giuseppe Alberigo, Breve storia del concilio Vaticano II (1959-1965), Bologna, il Mulino, 2005, pp. 138-144; José Morales, Breve historia del Concilio Vaticano II, Madrid, Rialp, 2012, pp. 11-19.
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En el verano de 1963 se publicó un monográfico sobre el presente y futuro de la lengua española. Entre los trabajos presentados al Congreso de Instituciones Hispánicas organizado por el Instituto de Cultura Hispánica, se eligieron las intervenciones de Dámaso Alonso y Gerardo Diego.26 El monográfico de 1964, «Realidades y perspectivas del Desarrollo Económico», contó con el prólogo de Laureano López Rodó y con colaboraciones de Mariano Yela, Amando de Miguel, Juan José Linz, Feliciano Lorenzo Gelices, Román Perpiñá, Miguel Siguán, Antonio Perpiñá, Federico Rodríguez, Emilio Gómez Ayau, José Giménez Mellado, Manuel Capelo, Juan Sardá y Enrique Fuentes Quintana.27 Con motivo de los veinticinco años del CSIC, la revista publicó una extensa crónica sobre el aniversario, que se celebró con exposiciones, discursos, coloquios, reuniones y actos diversos.28 El fallecimiento del secretario del CSIC, el 27 de marzo de 1966, dio lugar a un homenaje en la sección de «Estudios y Notas». En primer lugar, se publicó una fotografía y unas palabras de José Ibáñez-Martín, «Albareda, al servicio de España». A continuación, se seleccionaron fragmentos del libro de Albareda Consideraciones sobre la investigación científica, junto a artículos relacionados con aspectos científicos e investigadores de su vida. Además, se recogieron el discurso de contestación de Gregorio Marañón al ingreso en la Academia de Medicina, titulado «Albareda, organizador científico», un artículo de Vicente Aleixandre, titulado «José María Albareda, director del Instituto de Edafología y Biología vegetal», y otro de Luis Ortiz Muñoz, «Perfil humano de Albareda».29 En la «Información Cultural de España» de septiembre de 1967 se comunicó formalmente los nuevos altos cargos del CSIC: Manuel LoraTamayo, nuevo presidente (1967-1971); José Ibáñez-Martín, presidente de honor; y Ángel González Álvarez, secretario general.30 En 1969 se modificó el sumario de Arbor, que pasó a estar dividido en las siguientes secciones: «Estudios», «Los temas de nuestro
26. Cfr. Arbor 211-212 (VII-VIII.1963), pp. 7-208. 27. Cfr. Arbor 219 (III.1964), pp. 233-483. 28. Cfr. Octavio Pinés, «XXV aniversario de la fundación del Consejo Superior de Investigaciones Científicas», Arbor 227 (XI.1964), pp. 247-266. 29. Cfr. Arbor 244 (IV.1966), pp. 397-460. 30. Cfr. Arbor 261-262 (IX-X.1967), pp. 117-123.
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tiempo», «Información Cultural de Extranjero», «Información Cultural de España», «Notas» y «Libros». La nueva sección de «Los temas de nuestro tiempo» pretendía informar de asuntos de actualidad, como el catecismo holandés, los platillos volantes, la llegada del hombre a la luna, etcétera.31 El primer artículo de «Estudios» en febrero de 1969 fue obra del teólogo Gonzalo Higuera Udías sobre la carta encíclica Humanae vitae de Pablo VI. En este documento magisterial del 25 de julio de 1968, el papa se opuso firmemente a la regulación artificial de la natalidad, lo que abrió una campaña contra su persona y su magisterio. En su artículo, Higuera, como especialista en moral, expuso algunas ideas al hilo de la carta encíclica y renunció a entrar en temas delicados de desarrollar en ese momento.32 Los ecos de las revueltas estudiantiles de finales de los sesenta y, más concretamente, la repercusión de Mayo del 68, apenas se escucharon en la revista, salvo un comentario recogido en la «Información Cultural de España» con ocasión de una reunión internacional organizada por el Centro Europeo de Documentación e Información.33 Si en las universidades francesas y alemanas las reivindicaciones universitarias poseían una carga contracultural, en las españolas fue mayor la reivindicación política contra el régimen de Franco. Cada vez más, las nuevas generaciones se sentían hostiles a los principios ideológicos del franquismo. La oposición de los estudiantes y de las clases medias quedó reforzada con la movilización de los obreros y la actitud contestaria de amplios sectores del clero vasco y catalán. Los estudiantes universitarios se sentían identificados con las ideas de Marcuse y Sartre, y deseaban un cambio de régimen hacia la democracia. El régimen autoritario reaccionó de forma violenta: detenciones, multas, expulsiones y sanciones. En 1969, la espiral de violencia se extendió por las capitales españolas, y las manifestaciones y protestas de varias semanas terminaron
31. Cfr. Arbor 277, 278 y 279 (I, II y III.1969), pp. 43-54; 167-208; 295-312. 32. Cfr. Gonzalo Higuera Udías, «Toma de conciencia ante la Humanae vitae», Arbor 278 (II.1969), pp. 134-150. Sobre este texto magisterial, cfr. Mariano Fazio, Beato Pablo VI. Gobernar desde el dolor, Madrid, Rialp, 2014, pp. 96-97; Alexandra von Teuffenbach, I papi del XX secolo, Roma, Art, 2008, pp. 144-147. 33. Cfr. José Luis Legaza, «La revuelta de la juventud», Arbor 283-284 (VII-VIII.1969), pp. 321-328.
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cuando el Gobierno impuso dos meses de estado de excepción en toda España.34 Cuando se cumplía el primer cuarto de siglo del CSIC, el primer presidente de esta institución falleció en 1969. Arbor recordó su figura a través de los testimonios de Manuel Lora-Tamayo, Rafael de Balbín, Ramón Esteruelas, José Camón Aznar, el padre Antonio Romaña, Luis Pericot y Luis Ortiz Muñoz.35 De este modo terminaba una fase de la vida de Arbor, pero fundamentalmente concluía un periodo importantísimo de la historia del CSIC al fallecer su fundador y primer presidente, José Ibáñez-Martín, y además director de Arbor en ese momento. Por otra parte, comenzaba un capítulo nuevo de la historia de España, caracterizado por el ocaso de la dictadura del general Franco y el proceso de instauración de una monarquía parlamentaria.36
2.3. LA
DIRECCIÓN DE
PEDRO ROCAMORA (1970-1984)
En 1970, la revista acababa de superar los cinco lustros desde su salida. Esta publicación periódica atesoraba un estilo propio y una presentación característica que apenas varió en esos veinticinco años, manteniendo el mismo nombre, Arbor, desde su fundación en 1944, y su sobrenombre, Revista General de la Investigación y la Cultura, desde 1947. En 1970 cambió el sumario, dividido en las siguientes secciones: «Estudios», «Los temas de nuestro tiempo», «Notas», «Información Cultural de España», «Libros» y «Bibliografía». Por consiguiente, desapareció la tradicional «Información Cultural de Extranjero». Algunos números después se suprimió la «Información Cultural de España» y se incorporó una sección nueva titulada «Noticiero de Ciencias y Letras», que pretendía informar de congresos, convenios, curiosidades, hallazgos de investigadores y centros de todo el mundo. Entre otras 34. Sobre las revueltas estudiantiles y la creciente oposición juvenil al régimen de Franco, cfr. Eduardo González-Calleja, Rebelión en las aulas. Movilización y protesta estudiantil en la España Contemporánea 1865-2008, Madrid, Alianza, 2009, p. 259; Mark Kurlansky, 1968. El año que conmocionó el mundo, Barcelona, Destino, 2005, pp. 286-298. 35. Cfr. Arbor 289 (I.1970), pp. 9-50. 36. Cfr. Álvaro Soto, ¿Atado y bien atado? Institucionalización y crisis del franquismo, Madrid, Biblioteca Nueva, 2005, pp. 154-156.
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FIGURA 9. PEDRO ROCAMORA. (ARCHIVO FOTOGRÁFICO DE LA FUNDACIÓN DIARIO MADRID).
cosas, Arbor quería ser altavoz de las realizaciones del CSIC. Dentro de la sección de «Notas» abrió un apartado titulado «El CSIC a través de sus órganos de investigación», donde iba informando de los trabajos e investigaciones de los distintos institutos. El sexto director de Arbor, Pedro Rocamora,37 fue uno de sus colaboradores más prolíficos en la historia de la revista. En la secretaría 37. Pedro Rocamora Valls (Madrid, 9 de diciembre de 1912-Madrid, 31 de diciembre de 1993). Sexto director de Arbor (desde el 20 de enero de 1970 hasta el 25 de septiembre de 1984). Estudió en el Colegio de los Padres Agustinos de Madrid. Licenciado y doctor en Derecho por la Universidad Central. En los años treinta fue profesor ayudante de Derecho Civil en Madrid y ejerció como abogado. En 1940 fue nombrado jefe de la secretaría política del Ministro de Educación. Director del Colegio Mayor Jiménez de Cisneros de Madrid. Director General de Propaganda. Presidente del Ateneo de Madrid (1946-1951). En 1953 fue corresponsal del diario ABC en París. Agregado cultural en Roma y Lisboa. En el CSIC fue jefe del servicio de Información y Documentación. Presidió el sindicato de los estudiantes católicos en los años treinta y después fue propagandista. Autor de numerosos libros y artículos de temática variada. Sobre la vida y la obra de este abogado, escritor y periodista, cfr. «Esquela de Pedro Rocamora Valls», ABC, 4.I.1994, p. 91; Manuel Calvo Hernando, «Necrológica: Pedro Rocamora, intelectual y político», Arbor 579 (III.1994), pp. 9-10; Carmen Rocamora, «Entre la literatura y la política», ABC, 4.I.1994, p. 50.
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FIGURA 10. PORTADA
DEL N.º
325;
AÑO
1973.
se mantuvo José María Mohedano, mientras en la redacción continuó el equipo anterior. Roger siguió junto a bastantes redactores y colaboradores de una revista hasta ese momento fiel a una línea de pensamiento tradicional.38 En general, la revista permaneció leal a sus ideas-madre, si bien experimentó ciertas transformaciones en la consideración de movimientos y corrientes teológicas, filosóficas y literarias. El número de marzo de 1970 lo abrió el teólogo Karl Rahner, que había sido perito de los obispos alemanes en el último concilio, con «El porvenir de la Teología», el capítulo final de un libro colectivo sobre el balance de la teología en la actualidad.39 Entre los colaboradores habituales figuraba el teólogo Javier Pikaza, que años después adap38. Según un estudio bibliométrico, Rocamora y Roger figuran entre los cinco autores más prolíficos de Arbor (cfr. Alberola – Fernández – Vázquez – Viesca, «Estudio bibliométrico...», p. 135). 39. Cfr. Karl Rahner, «El porvenir de la Teología», Arbor 291 (III.1970), pp. 223-248.
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taría su nombre al euskera y se embarcaría en una corriente progresista.40 Si en la primera etapa de Arbor (1944-1953), Unamuno, Ortega y Maritain se encontraban entre los pensadores más criticados, en cambio, en los años setenta se publicaron trabajos claramente favorables al personalismo mariteniano, a una interpretación conciliable de la idea orteguiana del yo y la circunstancia con el catolicismo, y a la crisis espiritual unamuniana como muestra de su fe. Pedro Rocamora, además de dirigir la revista, solía publicar comentarios de libros y reseñas más breves, y también firmaba artículos. En un trabajo sobre la reciente publicación del diario del escritor bilbaíno, el autor afirmó la filiación cristiana unamuniana, que fecundó su obra, valorando la vida y la producción literaria de Unamuno.41 En 1973 cambió el formato y tipo de letra de la portada y del sumario, lo cual facilitó la lectura al ganar en elegancia y claridad. En la sección de «Notas» se informó del nombramiento del catedrático de la Facultad de Ciencias de Madrid Enrique Gutiérrez Ríos como nuevo presidente del CSIC (1973-1974).42 Este abrió la revista en el número doble de otoño de 1974 con la «Proyección social de la ciencia».43 En Arbor no se mencionó la muerte del Jefe del Estado el 20 de noviembre de 1975. No pocas cosas habían cambiado en la revista, que había publicado en 1958 una fotografía y una alabanza a Francisco Franco con motivo de la promulgación de los principios del Movimiento Nacional, y sobre todo había mudado totalmente la sociedad española en los últimos años. La muerte de Franco, tras una larga y penosa agonía, abría una nueva época de la historia de España con la instauración monárquica y los primeros pasos hacia la democracia.44
40. Cfr. Javier Pikaza, «El pensamiento de López Quintás y el sentido de la filosofía», Arbor 329 (V.1973), pp. 377-392; «Sobre el esquema teológico del P. Díez-Alegría», Arbor 329 (V.1973), pp. 21-46; Miguel de Santiago, «Pikaza, Xabier: Palabra de amor», Arbor 462 (VI.1984), pp. 242-244. 41. Cfr. Pedro Rocamora, «Don Miguel de Unamuno y su diario íntimo», Arbor 304 (IV.1971), pp. 483-488. 42. Cfr. Fernando Ponce, «El profesor Enrique Gutiérrez Ríos, nuevo presidente del CSIC», Arbor 336 (XII.1973), pp. 103-109. 43. Cfr. Enrique Gutiérrez Ríos, «Proyección social de la ciencia», Arbor 345-346 (IXX.1974), pp. 7-18. 44. Cfr. Stanley G. Payne – Jesús Palacios, Franco. Una biografía personal y política, Madrid, La Esfera de los Libros, 2014, pp. 610-612; Soto, ¿Atado y bien atado…, pp. 213-222.
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FIGURA 11. PEDRO ROCAMORA
Y LA CONDESA DE
FELS.
(ARCHIVO KUTXA FOTOTEKA, FONDO MARÍN).
La llegada de Justiniano Casas Peláez como nuevo presidente del CSIC (1977-1978) coincidió con un monográfico de «Estudios» sobre el estado de la investigación en España, que se abrió con el discurso del ministro de Educación y Ciencia, Aurelio Menéndez Menéndez. También aportaron artículos Eduardo Primo Yúfera (presidente del CSIC 1974-1977), Julio R. Villanueva, Carlos Asensio, Juan F. García de la Banda, José María Sistiaga, Luciano Pereña, Carlos Sánchez del Río, Melquiades Andrés, Rafael Alvargonzález y Manuel Calvo Hernando.45 A lo largo de 1978 se detectó un descenso considerable del número de colaboradores de la revista y, además, la publicación se realizaba por menos personas. Se añadió una sección nueva llamada «Información Científica Internacional», que aportaba datos de otros países sobre academias, centros de investigación, programas y políticas científicas y tipos de organización de investigación. La revista siempre había tenido una honda preocupación por la historia. El profesor marxista Manuel Tuñón de Lara firmó el primer estudio de un número sobre los sucesos revolucionarios de 1917 y
45. Cfr. Arbor 374 (II.1977), pp. 157-297.
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FIGURA 12. PEDRO ROCAMORA,
LA CONDESA DE
FELS
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Y EL PERIODISTA
CLAVERÍA.
(ARCHIVO KUTXA FOTOTEKA, FONDO MARÍN).
1934.46 El siguiente presentó un monográfico de «Estudios» sobre la visión de hispanistas francesas acerca de España, con artículos de Emilio Sáez, Joseph Pérez, Edmond Cros, Albert Dérozier, Robert Jammes, Alexandre Zviguilsky, Marcel Durliat, Alain Guy, Jacques Lafaye y Louis Urrutia.47 Además de los temas humanísticos, Arbor dedicaba espacio a la ciencia. En otoño de 1979 publicó una extensa sección de «Estudios» centrada en la vida y la obra de Einstein con ocasión del centenario de su nacimiento. Los autores de estos trabajos fueron Pedro Laín, Pascual Jordán, Manuel García Morente, Carlos Sánchez del Río, Luis Mas, Antonio Moreno, José Luis Sánchez Gómez, Federico García Moliner, Francisco J. Yndurain, Rosa Domínguez Tenreiro, Pelegrín Blázquez, Martín García-Alós y Carlos E. Haller.48 El número 411 se ocupó del hispanismo inglés con estudios de José Luis Caramés, Tina Dooley, Francisco García Sarriá, J. England, 46. Cfr. Manuel Tuñón de Lara, «Un paralelo de dos conflictos sociopolíticos», Arbor 399 (III.1979), pp. 307-322. 47. Cfr. Arbor 400 (IV.1979), pp. 467-576. 48. Cfr. Arbor 405-406 (IX-X.1979), pp. 7-154.
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Rafael Sala, Leo Hickey, Hedley Sharples, Christopher J. Pountain, A. K. MacKay, David E. Bland, James Richmond y John M. Kirk.49 Una manifestación clara de la nueva sensibilidad de Arbor se pudo ver en la no publicación de un artículo sobre el materialismo histórico enviado por uno de los primeros colaboradores de la revista Gonzalo Fernández de la Mora, que fue rechazado de inmediato por la redacción en 1980.50 Otra prueba evidente de ese cambio llegó con la publicación de un monográfico de historia sobre la Segunda República española con estudios de Manuel Tuñón de Lara, Manuel Ramírez, Juan José Carreras, Hilario Raguer, Francisco Ayala, Mariano Pérez Galán, Víctor Fuentes, Montserrat Duch, Montserrat Esporrín, María Antonia Ferrer, Mercè Jordà, Senén V. Florensa, Santos Juliá, Mercedes Cabrera, Julián Toro, Ángel Bahamonde, María del Carmen González Muñoz, Juan Haro, José A. Álvarez Oses, Ignacio Cal, María del Carmen García Nieto y María del Carmen Pérez Pais.51 Con motivo del centenario de la muerte de Darwin, el número doble de otoño de 1982 trató su vida y su obra. Los estudios de Joaquín Templado, Antonio Prevosti, Carlos López-Fanjul, Francisco J. Ayala, José Egozcue, Julián Rubio, Ángel Toro, José María Benavente y Carlos Castrodeza se completaron con dos notas sobre la relación de Darwin y España firmadas por Pilar Romero de Tejada y Juan Carlos Granados.52 El número 447 rindió homenaje a Cajal de cara a relanzar su figura y su investigación en el desarrollo de la neurociencia española. Sobre su obra científica y su proyección nacional e internacional escribieron Emilio Muñoz, Antonio Ruiz Marcos, Fernando Reinoso, Dionisio Nieto, Alfredo Carrato, Carlos Castilla del Pino, Antonio Gallego, Enriqueta Lewy y Julio Rodríguez Puértolas. La sección de «Estudios» sobre Cajal terminó con una cronología y una bibliografía escogida.53
49. 50. 51. 52. 53.
Cfr. Arbor 411(III.1980), pp. 291-442. Cfr. González Cuevas, La razón conservadora…, p. 375. Cfr. Arbor 426-427 (VI-VII.1981), pp. 153-370. Cfr. Arbor 441-442 (IX-X.1982), pp. 7-180. Cfr. Emilio Muñoz Ruiz, «Cajal, hombre puente entre ciencia y cultura en España», Arbor 447 (III.1983), p. 291.
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El número doble y monográfico del verano de 1983 se ocupó del hispanismo norteamericano. Más de doscientas páginas con colaboraciones de Frederik S. Stimson, Enrique Ruiz-Fornells, Samuel G. Amsitead, Ruth El Saffar, Frank P. Casa, José María Ruano, Henry W. Sullivan, Emilie L. Bergmann, David T. Gies, John W. Kronik, David R. Ringrose, Joan Connelly de Ullman, Thomas F. Glick, Hensley C. Woodbridge, Theodore S. Beardsley.54 Una novedad de 1984 consistió en la aparición entre las secciones de «Temas de nuestro tiempo» y «Notas» una titulada «Premios Nobel de 1983». Francisco Garfias presentó la figura de William Golding, premio de Literatura; Amelia Santos a Henry Taube, de Química; Pedro Ripoll a Barbara McClintock, de Medicina; M. Rego a los astrofísicos S. Candraesekhar y W. Fowler, de Física; y Rafael Rubio a Gerard Debreu, de Economía.55 Desde sus primeros números, la revista había optado por publicar estudios, notas, crónicas y comentarios sobre grandes literatos españoles. En mayo de 1984, Rafael Alberti ocupó todo el espacio, siendo objeto de estudio por parte de Francisco Garfias, César Aller, Luis Jiménez Martos, José María Mohedano, Arturo del Villar, Francisco Umbral, Concha Zardoya, Leopoldo de Luis, Emilio Miró, Manuel Sito Alba, Gregorio Prieto, Ernestina de Champourcin, Carlos Areán, Jesús Lobera y Emilio Serrano.56 Cuando finalizó la época de Pedro Rocamora (1970-1984) como director de Arbor también acabó su colaboración como uno de los autores más productivos de la revista desde su fundación. Además, terminó la llamada segunda etapa de la revista (1953-1984), caracterizada por ser una publicación periódica más abierta a las humanidades que a las ciencias, con especial querencia hacia los temas históricos y literarios. Del periodo de Rocamora cabe destacar una mayor atención a la sociología, y también a la investigación y a la docencia, temas que apenas habían ocupado espacio y relieve en los años anteriores.57
54. 55. 56. 57.
Cfr. Arbor 451-454 (VII-VIII.1983), pp. 7-213. Cfr. Arbor 457 (I.1984), pp. 87-112. Cfr. Arbor 461 (V.1984), pp. 7-127. Cfr. Alberola – Fernández – Vázquez – Viesca, «Estudio bibliométrico…», pp. 127 y 135.
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Terminaba una fase prolongada de la historia de Arbor desde su fundación hasta principios de los años ochenta. A lo largo de estos casi cuarenta años (1944-1984) habían ocupado la dirección de la revista seis hombres, nacidos en torno al cambio del siglo, caracterizados por su mentalidad conservadora y su afinidad al régimen político del Movimiento Nacional. Los seis eran de procedencia y de formación católicas: un agustino, un miembro del Opus Dei y cuatro propagandistas. Casi todos humanistas, que habían estudiado Filosofía Letras y/o Derecho, menos José María Otero, que se había formado en una academia militar y después se dedicó a la investigación científica. Ninguno de estos seis directores vivió lo suficiente para ver el final de los cambios operados por la revista en la siguiente etapa, terminada en 2011.
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III. LA TERCERA ETAPA DE ARBOR (1984-2011)
Desde la publicación en 1985 de un número monográfico de Arbor con motivo de los cuarenta años de su fundación apenas se ha investigado sobre la historia de la revista. Tan solo contamos con referencias puntuales en libros y artículos.1 Con respecto al contexto histórico de estos años, el pueblo español consolidó los fundamentos democráticos. El primer Gobierno socialista de Felipe González firmó la entrada de España en la Comunidad Económica Europea (CEE). En 1986, González obtuvo la mayoría absoluta en las elecciones generales. Durante el segundo Gobierno se consumó la reconversión industrial con el cierre de grandes empresas y el consiguiente incremento de parados. La entrada en la CEE y la inversión extranjera permitieron el fortalecimiento de la economía nacional. A finales de los años ochenta, Madrid se convirtió en una ciudad atractiva para invertir y multiplicar el dinero. En 1992, la Exposición Universal de Sevilla y los Juegos Olímpicos de Barcelona mostraron un país moderno, aunque estos éxitos fueron eclipsados por una crisis económica y tres millones de parados. En 1993, los socialistas ganaron las elecciones, pero ya sin mayoría absoluta. Estos últimos años del Gobierno de González se caracterizaron por los casos de corrupción y la denuncia pública por la «guerra sucia» contra ETA.2 Después de catorce años de Gobiernos socialistas, en 1996 venció el Partido Popular sin mayoría absoluta. El mayor problema para el 1.
2.
Cfr. Alberto Sánchez Álvarez-Insúa, «Arbor. Revista General del CSIC (enero de 1944diciembre de 2005)», en Miguel Ángel Puig-Samper (ed.), Tiempos de investigación: JAE-CSIC, cien años de ciencia en España, Madrid, CSIC, 2007, p. 283. Cfr. Juan Pablo Fusi, Historia mínima de España, Madrid, Turner, 2012, pp. 242 y ss; Ricardo Martín de la Guardia – Guillermo Pérez Sánchez, La Unión Europea y España, Madrid, Actas, 1992, p. 49.
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presidente José María Aznar fue el terrorismo. El gran triunfo del Gobierno popular consistió en el crecimiento económico como consecuencia de las facilidades dadas a la inversión privada, la bajada de impuestos y la privatización de empresas públicas. Esto generó puestos de trabajo y aumento de consumo. En las siguientes elecciones, los populares consiguieron la mayoría absoluta. En estos años, la economía española siguió creciendo más deprisa que la media de los países europeos. Tras ocho años de Gobierno popular, los españoles votaron por el cambio socialista. Una de las cuestiones candentes de estos años se llamó Ley de la Memoria Histórica, que desembocó en un debate encendido. El Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero sufrió las consecuencias de una de las mayores crisis económicas mundiales y cedió el poder a los populares en el 2011.3
3.1. EL
LARGO PERIODO DE
MIGUEL ÁNGEL QUINTANILLA (1984-1997)
A partir del número de septiembre-octubre de 1984, Arbor inició una nueva etapa al dar un giro en su línea editorial bajo la dirección de Miguel Ángel Quintanilla.4 El sumario de los números 465-466 se abrió con una nota editorial firmada por el nuevo director, que comenzaba y terminaba del siguiente modo: Hace cuarenta años que salió a la luz esta revista del Consejo Superior de Investigaciones Científicas. En ella se ha ido reflejando una buena parte de la cultura, del pensamiento y la ciencia en nuestro país. Con sus luces y sus sombras, Arbor ha sido fiel testigo de una
3. 4.
Cfr. Fusi, Historia mínima…, pp. 242 y ss; Stanley Payne, España. Una historia única, Madrid, Temas de Hoy, 2008, p. 408. Miguel Ángel Quintanilla Fisac (Segovia, 21 de abril de 1945). Séptimo director de Arbor (desde el 25 de septiembre de 1984 hasta el 5 de febrero de 1997). Estudió Filosofía en las universidades de Salamanca, Alcalá y Valencia. Doctor en Filosofía por la Universidad de Salamanca. Obtuvo la cátedra de Lógica y Filosofía de la Ciencia en la Universidad de Salamanca. Senador en Salamanca por el PSOE (1982-1989); secretario general del Consejo de Universidades (1991-1995); secretario de Estado de Universidades e Investigación (2006-2008). Director del Instituto de Estudios de Ciencia y Tecnología en la Universidad de Salamanca. Autor de obras de filosofía y de temática relacionada con la política científica. Fundador del grupo de Estudios de Política Científica (cfr. Susana Pérez de Pablos, «El catedrático Miguel Ángel Quintanilla será el nuevo secretario de Estado de Universidades», El País, 4-V-2006).
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FIGURA 13. MIGUEL ÁNGEL QUINTANILLA. (ARCHIVO FOTOGRÁFICO
DE LA
UNIVERSIDAD
DE
NAVARRA).
época importante de nuestra historia. Y entre sus méritos seguramente no es el menor el de su asombrosa continuidad. […] En el futuro esperamos poder incrementar tanto la calidad de la revista como su incidencia en la cultura de nuestro país. Quisiéramos hacer de Arbor un verdadero cauce de comunicación entre la comunidad científica y el resto de la sociedad española e iberoamericana. Para ello, a partir del próximo número, vamos a introducir algunas reformas en los órganos de redacción y en la programación de contenidos.5
Así pues, Quintanilla pretendía insuflar otro espíritu en las páginas de la revista en aras de aportar calidad en sus secciones, y así influir positivamente en la cultura nacional. El siguiente número estudió el hispanismo alemán a través de los trabajos de Ángel Antón Andrés, Franz Niedermayer, Karl Kohut, Josep María Navarro de Adriaensens, Hans-Martin Gauger y Félix Karlinger.6 5. 6.
Miguel Ángel Quintanilla, «Nota editorial», Arbor 465-466 (IX-X.1984), p. 9. Cfr. Arbor 467-468 (XI-XII.1984), pp. 149-224.
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FIGURA 14. PORTADA
DE ENERO; AÑO
1985.
A partir de enero de 1985 se fraguó el gran cambio. Entre otras novedades llamó la atención el moderno diseño gráfico de la portada, los títulos del sumario y las nuevas secciones. El nuevo director contó con Ángel Pestaña como secretario y Hortensia Herrero como administradora. En la secretaría de redacción trabajaron Soledad Feliú, Jesús Lobera, Mariano Morán, Concepción Sánchez Pérez y Octavio Díaz-Pines (aunque este último se desvinculó poco después). En el comité de redacción se encontraban Luis Alberto de Cuenca, Juan Manuel Orza, Rafael Pardo, José Luis Peset y Eduardo Rodríguez Farré. El sumario se simplificó, y se redujo a tres secciones: «Estudios», «Notas y comentarios» y «Libros». En este primer número de 1985, Miguel Ángel Quintanilla volvió a publicar una nota editorial, recordando las ideas publicadas meses atrás y subrayando el inicio de una nueva etapa: Sus páginas estarán siempre abiertas para tender un puente entre las dos culturas, para propiciar la comunicación entre las ciencias
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y las humanidades, y en especial para promover el estudio, la reflexión, el debate y la crítica en torno a la ciencia y la técnica, a sus dimensiones sociales, culturales, educativas, políticas, económicas, históricas y filosóficas.7
El primer número doble y monográfico trató de la investigación científica y técnica con ocasión de la presentación en las Cortes de un Proyecto de Ley sobre Coordinación y Fomento de la Investigación (vigente hasta diciembre de 2011). Entre los colaboradores estaban Emilio Muñoz, Jesús Sebastián, Alejandro Nieto, José Gómez-Acebo, Federico Mayor, Carmela Martín González, Luis R. Romero y Gonzalo Sáenz de Buruaga.8 El siguiente número, también doble y monográfico, se centró en la historia de la propia revista desde su fundación. Los estudios de Gonzalo Pasamar, José Manuel Alonso, Ignacio Peiró, Pilar Ramos, Palmira Vélez, Ana Alberola, María Teresa Fernández, Manuela Vázquez y Rosa de la Viesca ofrecieron una visión panorámica de las distintas etapas desde un punto de vista crítico.9 Los temas históricos seguían interesando al nuevo equipo de Arbor y, por supuesto, a los lectores. En el primer monográfico de 1986 se abordó la inquisición a través de artículos de Antonio Márquez, Ciriaco Morón, Juan Vernet, Francisco Guerra, José Pardo Tomás, Lucienne Domergue, Juan Riera, Alberto Gil Novales, Joaquín Pérez Villanueva y José Antonio Escudero.10 De nuevo, la revista ofreció sus páginas a hispanistas, en esta ocasión procedentes de Italia: Franco Meregalli, Manuel Sito Alba, Giovanni Stiffoni, Roberto Paoli, Alberto Várvaro, Giovanni Caravaggi, Giuseppe Mazzocchi, Gaetano Massa, Alessandro Martinengo, Maria Grazia Profeti, Maurizio Fabbri, Ermanno Caldera, Giuseppe Bellini, Giuseppe Tavani y Paolo G. Caucci.11 Con motivo de los cincuenta años del inicio de la Guerra Civil, el último número de 1986 se atrevió a estudiar este tema, hasta ese mo-
7. 8. 9. 10. 11.
Miguel Ángel Quintanilla, «Nota editorial», Arbor 469 (I.1985), pp. 9-10. Cfr. Arbor 475-476 (VII-VIII.1985), pp. 13-155. Cfr. Arbor 479-480 (XI-XII.1985), pp. 13-137. Cfr. Arbor 484-485 (IV-V.1986), pp. 11-186. Cfr. Arbor 488-489 (VIII-IX.1986), pp. 9-162.
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mento abordado principalmente por historiadores extranjeros como el libro ya clásico de Hugh Thomas publicado en 1961, gracias a los trabajos de expertos en historia contemporánea de España como Julio Aróstegui, José María Borrás, Oscar Monterrubio, Juan Antonio Lacomba, Glicerio Sánchez Recio, Encarna Nicolás, José María Santacreu, Eduardo González Calleja y Jesús A. Martínez Martín.12 Hasta 1987 no había pasado que dos números monográficos trataran el mismo tema y en el mismo año. El primer número conmemoró los ochenta años del nacimiento de la Junta para Ampliación de Estudios con aportaciones de Enrique Trillas (presidente del CSIC, 1984-1988), Francisco J. Laporta, Alfonso Ruiz Miguel, Virgilio Zapatero, Javier Solana y Teresa Rodríguez de Lecea. Y el segundo profundizó en las diversas etapas de la JAE gracias a los mismos autores del número anterior.13 El siguiente número no fue doble, pero sí monográfico: la situación de la filosofía en el mundo hispánico. Los estudios de Javier Muguerza, Juan Nuño, Adolfo Sánchez Vázquez y Fernando Salmerón ofrecieron perspectivas sobre la filosofía analítica, el marxismo en América Latina, la cultura y el lenguaje.14 Probablemente ante la cercanía del quinto centenario del descubrimiento de América se publicó un monográfico sobre las sociedades índigenas americanas. La mayor parte de los autores eran profesores de Antropología, como Manuel Gutierrez, Jorge Klor de Alva, Manuel M. Marzal, Gary H. Gossen y Edmundo Magaña, junto al filósofo Jaime de Salas y el historiador Fernando Giobellina.15 Nunca se había ocupado la revista del paisaje hasta 1989. Los estudios aparecían firmados por Fernando González Bernáldez, Dolores Gallardo, Manuel Ruiz, David M. Rivas, Carlos Montes, Pilar Martín de Agar, José Luis Carles, Isabel López Barrio, A. Martínez, D. Gallardo, F. G. Bernáldez, J. P. Ruiz, José Antonio Fernández Ordoñez, Rafael Escribano, José Eugenio Martínez Falero, Ángel Ramos, Alejandro Pinedo, Isabel Otero, Nicolás S. Sosa, Julio Muñoz Jiménez, J. Benayas, J. V. de Luico y J. C. Barrios.16
12. 13. 14. 15. 16.
Cfr. Cfr. Cfr. Cfr. Cfr.
Arbor Arbor Arbor Arbor Arbor
491-492 (XI-XII.1986), pp. 27-253. 493 (I.1987), pp. 9-97; 499-500 (VII-VIII.1987), pp. 9-170. 501 (IX.1987), pp. 11-74. 515-516 (XI-XII.1988), pp. 9-234. 520 (II.1989), pp. 11-262.
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Con ocasión del bicentenario de la Revolución Francesa se dedicó un monográfico breve y sencillo desde la original perspectiva de la ciencia y la tecnología, con contribuciones de Antonio E. Ten, Francisco Javier Puerto, José Luis Peset, Mariano Peset, José María López Piñero, Robert Fox y Juan José Saldaña.17 Los cincuenta años de vida del CSIC permitieron al director volver a firmar una nota editorial. Se recogieron testimonios y reflexiones de presidentes de esta institución, como Manuel Lora Tamayo (19671971), Enrique Gutiérrez Ríos (1973-1974), Eduardo Primo Yúfera (1974-1977), Carlos Sánchez del Río (1978-1980), Alejandro Nieto (1980-1983) y Emilio Muñoz Ruiz (1988-1991), y un texto del director general de la Unesco, Federico Mayor Zaragoza.18 Max Weber ocupó el último número de 1990. Aquí se publicaron las conferencias pronunciadas en el coloquio sobre «La actualidad del pensamiento de Max Weber». Wilhem Hennis, José María González García, Wolfgang Schulchter, Joaquín Abellán, Wolfgang J. Mommsen y José Almaraz se esforzaron por divulgar las ideas y determinar la influencia del pensador alemán en la actualidad.19 La primera obra colectiva en castellano dedicada a cuestiones sociales en torno a la ingeniería genética humana se publicó en un monográfico aparecido en 1991. José Sanmartín presentó las tres partes de la revista. En la primera, «Diagnóstico Genético y Sociedad», intervinieron Dorothy Nelkin y el propio José Sanmartín. En la segunda parte, «Terapia Génica y Sociedad», publicaron trabajos H. Tristam Engelhardt, Gilbert Hottois y José L. Luján. En la última, «Proyecto Genoma Humano», firmaron Marga Vicedo y Andrés Moya.20 Sobre Cuba giró el número doble del verano de 1991. Consuelo Naranjo, Miguel Ángel Puig-Samper, Alejandro de la Fuente, Pedro M. Pruna, María Dolores González-Ripoll, Fe Iglesias, Mercedes García Rodríguez, Pablo Tornero, Doria González, Anamaría Calavera, Alejandro García Álvarez y Carmen Almodóvar.21
17. 18. 19. 20. 21.
Cfr. Arbor 527-528 (XI-XII.1989), pp. 9-160. Cfr. Arbor 529 (I.1990), pp. 9-115. Cfr. Arbor 539-540 (XI-XII.1991), pp. 9-149. Cfr. Arbor 544 (IV.1991), pp. 9-210. Cfr. Arbor 547-548 (VII-VIII.1991), pp. 9-253. En 1993 Cuba ocupó un número monográfico, pero no doble de la revista: 567 (III.1993), pp. 9-164.
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En el último número de 1991, una nota editorial informaba de la incorporación al consejo editorial de Elías Fereres, presidente del CSIC (1991-1992). A continuación, se presentaban trabajos monográficos sobre ciencia y comunicación de la mano de Manuel Calvo Hernando, James Cornell, Pierre Fayard, Daniel Jacobi, Alan P. Lightman, José Marqués de Melo, A. J. Meadows, M. M. Hancock-Beaulieu, Alberto Miguel Arruti, Jorge Fanartzogloo, Dorothy Nelkim, José Reis, Bernard Schiele y Louise Boucher.22 No era la primera vez que en la revista se debatía el sistema de Ciencia y Tecnología en España. En esta ocasión, participaron Miguel Ángel Quintanilla, Margarita Vázquez, Bruno Maltrás, Alfonso Bravo, Jordi Molas y Modesto Vega.23 Un número triple estudió la historia de la ciencia, con artículos de José Manuel Sánchez Ron, Pedro Laín, José María López Piñero, Lewis Pyenson, Antonio Lafuente, María L. Ortega, Luis García Ballester, Jon Arrizabalaga, Roser Puig, Víctor Navarro, Alberto Elena, Thomas F. Glick y Javier Odón Ordóñez. De estos colaboradores cabe destacar la participación de José Manuel Sánchez Ron, que desde septiembre de 1992 hasta febrero de 1997 fue director adjunto de Arbor.24 Sobre la obra y la vida de Pedro Laín, que había colaborado en el número anterior, se presentaron estudios por Luis Montiel, Elvira Arquiola, Luis Jiménez Moreno, José Luis Peset, José Luis Abellán, Nelson Orringer, Pedro Cerezo, Diego Gracia, Helio Carpintero, Luis S. Granjel, Carlos García Gual, Luis Gil, Luis García Ballester, Francesc Bujosa y Agustín Albarracín.25 Mucho antes del boom historiográfico del género y de la historia de las mujeres, Arbor dedicó sus páginas a este tema (por ejemplo, Arbor se adelantó a la revista de la Asociación de Historia Contemporánea, Ayer, que dedicó su primer monográfico sobre relaciones de género en 1995 coordinado por Guadalupe Gómez-Ferrer). 26 En el número pionero de Arbor intervinieron Eulalia Pérez Sedeño, Aurora Cano, Alberto Elena, Carmen Mataix, Paloma Alcalá, Amparo Gómez, Inmaculada Perdomo,
22. 23. 24. 25. 26.
Cfr. Cfr. Cfr. Cfr. Cfr.
Arbor 551-552 (XI-XII.1991), pp. 9-186. Arbor 554-555 (II-III.1992), pp. 9-234. Arbor 558-559-560 (VI-VII-VIII.1992), pp. 9-322. Arbor 562-563 (X-XI.1992), pp. 9-244. Ayer 17 (1995).
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Ana Sánchez Torres, Antonio Francisco Canales, C. Margarita Santana, Obdulia M. Torres, Rita V. Viera, Esther Castro, Ana Diego y J. Francisco Álvarez.27 En aquellos años, la sociedad española tomó conciencia de la violencia contra la mujer. Esto se reflejó en la literatura y en el cine, como en el libro Un dedo en los labios (1996), de José Jiménez Lozano, y en la película Solas (1999), de Benito Zambrano. En la otra cara de la moneda, los Gobiernos dieron mayor protagonismo al papel de la mujer, cada vez más presente en cargos ministeriales.28 La filosofía había sido y seguía siendo objeto de interés en Arbor. El reto era divulgar cuestiones dirigidas a un público culto, pero no especializado en temas filosóficos. La lógica centró un monográfico y doble a través de Francesc Trillas, Miguel Delgado, José Luis Verdegay, María Amparo Vila, Llorenç Valverde, Josep-María Terricabras, Alejandro Sobrino, Claudi Alsina, Joan Jacas, Ramón López de Mántaras, Julio Gutierrez Ríos, María Teresa de Pedro, Ricardo García Rosa y Joseba Quevedo.29 El siguiente número también fue monográfico. Esta vez recibió un homenaje el científico, ingeniero y gestor Jorge Sábato (sobrino del novelista Ernesto Sábato) con motivo del décimo aniversario de su muerte. A través de Jesús Sebastián, Mario Bunge, Natalio Botana, Carlos A. Martínez Vidal, Héctor Ciapuscio y Mario Albornoz se desvelaron ideas y hechos de su producción.30 Miguel Ángel Quintanilla y José Manuel Sánchez Ron abrieron el año 1994 recordando el medio siglo de Arbor. En este primer número no se realizó un ejercicio de análisis histórico, sino una presentación de trabajos heterogéneos sobre los intereses intelectuales del mundo actual.31 En junio de 1994, Luis Alberto de Cuenca presentó un monográfico sobre la crítica textual, en el que intervinieron Alberto Blecua, Alberto Bernabé, Natalio Fernández Marcos, Luis Molina, Antonio Regales, Felicia Casas, Javier del Prado, Amelia Sanz, Joaquín Rubio, Félix Piñero y Emilia Fernández Tejero.32 También el siguiente fue monográfico.
27. Cfr. Arbor 565 (I.1993), pp. 9-195. 28. Cfr. Onésimo Díaz Hernández, Historia de España en el siglo XX a través de las grandes biografías, novelas y películas, Barcelona, Base, 2010, pp. 165-166. 29. Cfr. Arbor 573-574 (IX-X.1993), pp. 9-229. 30. Cfr. Arbor 575 (XI.1993), pp. 9-130. 31. Cfr. Arbor 577-578 (I.1994), pp. 9-10. 32. Cfr. Arbor 582 (VI.1994), pp. 9-133.
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De la obra y figura de Severo Ochoa se publicaron estudios de María Jesús Santesmases, Emilio Muñoz, Francisco Grande Covián, Ángel Martín Municio, Margarita Salas, Antonio García-Bellido, Jaume Palau, Juan A. Subirana y Ramón Serrano Salom.33 El primer número de 1995 se tituló «Lógica y Filosofía de la Ciencia» y recogió intervenciones de unas jornadas celebradas en la Universidad de Valladolid. Cristina Corredor y Alfredo Marcos presentaron los artículos de José L. Falguera, Ulises Moulines, Eduardo de Bustos, Eulalia Pérez Sedeño, Javier de Lorenzo, y también tres reseñas de libros firmadas por Juan Barba, Teresa Solias y Emilio Roger.34 El tercer Arbor de 1995, también monográfico, respondió a un nuevo estilo de investigación en áreas multidisciplinares de Biología Molecular, Bioquímica, Medicina, Física y Matemática. La presentación corrió a cargo de Pedro Grimalt, y los artículos eran de Pedro Zarco, María Henar, Francisco Torrent, Miguel Sancho, Genoveva Martínez, Isabel Abril, Albert Gras, Marco A. López Cerdá y el mismo Pedro Grimalt.35 El tercer monográfico del año versó sobre el agua. Thomas F. Glick presentó el agua como artefacto cultural, y abrió el número con un artículo sobre el regadío en España. A continuación, publicaron estudios Helena Kirchner, Sonia Gutiérrez Lloret, Reis Fontanals, Carmen Gavira, Eduardo Alonso Fernández, Anna Estany y Jesús Vega.36 En julio y septiembre de 1995 aparecieron dos partes de un mismo monográfico sobre inteligencia artificial. José Cuena introdujo los artículos de Darío Maravall, M. Felisa Verdejo, Enric Plaza, Carme Torras y del propio José Cuena. En la otra parte participaron Francisco Herrera, Manuel Lozano, José L. Verdegay, Josep-María Terricabras, Jesús Ezquerro, Juan Pazos, Natalia Juristo, Settimo Termini y Enric Trillas.37 El último número del año 95 se ocupó de la historia de la matemática. Jesús Hernández realizó la presentación. Las aportaciones se caracterizaron por su internacionalidad: el italiano Umberto Bottaz-
33. Cfr. Arbor 583 (VII.1994), pp. 9-133. 34. Cfr. Arbor 589 (I.1995), pp. 9-157. 35. Cfr. Arbor 591 (III.1995), pp. 9-150. 36. Cfr. Arbor 593 (V.1995), pp. 9-142. 37. Cfr. Arbor 595 y 597 (VII y IX.1995), pp. 9-172; pp. 9-158.
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zini, el norteamericano William Aspray y los españoles Javier de Lorenzo, Javier Echeverría y Marisol de Mora Charles.38 «Neurociencia y pensamiento» se tituló el segundo número de 1996. Francisco Mora abrió la revista con la introducción y también cerró con un artículo. Se divulgaron avances y retos de la mano de José María Delgado, Alberto Fernús, Antonio G. García, Luis Gandía, Manuel Nieto, Jesús Flórez y Luis Puelles.39 A la obra del historiador de la Medicina José María López Piñero sobre la ciencia y técnica en la sociedad española de los siglos XVI y XVII se dedicó un número doble y extenso. A la presentación de José Manuel Sánchez Ron siguió un artículo del propio José María López Piñero, y después otros de Pedro Laín, F. Javier Puerto, Mariano Esteban, Thomas F. Glick, Luis García Ballester, Jon Arrizabalaga, Rafael Chabrán, Víctor Navarro y Antonio Domínguez Ortiz.40 Otra vez, la inmigración se debatía en Arbor. Elda E. González Martínez y Fernando Giobellina firmaron la introducción y dos artículos. Además, colaboraron Eugenia Ramírez, Lorenzo López Trigal, Teresa Losada, Carlos Giménez y João Lopes Filho.41 Otro tema recurrente era el desarrollo científico en España. Horacio Capel presentó un número doble con intervenciones de Pedro Fraile, Francesc Nadal, José Ignacio Muro, Luis Urteaga, Jordi Cartañà, Pere Sunyer, Antonio Buj y Vicente Casals.42 El quinto número monográfico de 1996 abordó el Círculo de Viena. Jesús Padilla presentó y firmó un artículo. A continuación, Rudolf Haller, Juan Bautista Bengoetxea, Xabier Eizagirre, Werner Sauer, Friedrich Stadler, Andrés Rivadulla y Alfred Schramm divulgaron temas de este influyente núcleo del pensamiento contemporáneo desde distintas perspectivas.43 En diciembre de 1996 apareció por última vez el nombre de Miguel Ángel Quintanilla como director de Arbor. Así se cerraba un periodo novedoso y prolongado de trece años (1984-1997) caracterizado por un estilo más moderno e innovador a la altura de las circunstancias.
38. Cfr. Arbor 600 (XII.1995), pp. 9-172. 39. Cfr. Arbor 602 (II.1996), pp. 9-179. 40. Cfr. Arbor 604-605 (IV-V.1996), pp. 9-265. 41. Cfr. Arbor 607 (X.1996), pp. 9-170. 42. Cfr. Arbor 609-610 (IX-X.1996), pp. 9-220. 43.
Cfr. Arbor 612 (XII.1996), pp. 9-147.
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3.2. LA
DIRECCIÓN DE
PEDRO GARCÍA BARRENO (1997-2005)
El 5 de febrero de 1997 ocupó la dirección de Arbor el médico y académico Pedro García Barreno.44 El nuevo director contó con la ayuda del biólogo e investigador del Centro de Biología Molecular «Severo Ochoa» del CSIC Juan Fernández Santarén como director adjunto. En la secretaría de redacción continuaron trabajando Soledad Feliú, Mariano Morán y Concepción Sánchez (aunque esta última dejó la redacción poco después). De momento, no cambió el sumario ni el diseño de la publicación. En el primer número de 1997, el nuevo director publicó un artículo sobre el Hospital General de Madrid.45 La biología molecular dio pie a un monográfico breve formado por la presentación y un artículo de María Jesús Santesmases y tres colaboraciones de Soraya de Chadarevian, Jean-Paul Gaudillière y Pnina G. Abir-Am.46 Sobre el presente y el futuro de las bibliotecas giró el número doble de la primavera de 1997. Julia García Maza firmó la presentación y un artículo. Los otros trabajos eran de Vicente Parajón, Javier López Facal, Agnès Posanti, Lluis Anglada, Margarita Taladriz, Concha Lois y Alfonso Monsalve.47 Otro monográfico trató de «Progreso científico e innovación tecnológica» presentado por Wenceslao J. González y con las colaboraciones de Ilkha Nbuubukyitim, Antonio Diéguez, Juan Vázquez, Miguel Boyer y Miguel Ángel Quintanilla.48
44. Pedro García Barreno (Madrid, 23 de octubre de 1943). Octavo director de Arbor (desde el 5 de febrero de 1997 hasta 1 de abril de 2005). Estudió en el Colegio Decroly de Madrid. Licenciado y doctor en Medicina por la Universidad Complutense (premio extraordinario). Realizó estudios de Bioquímica y de Matemáticas. Amplió conocimientos de cirujía en las universidades de Cardiff, Michigan y Texas. Obtuvo la cátedra de Fisiopatología y Propedéutica Quirúrgicas en la Universidad de Madrid. Director del Hospital Universitario Gregorio Marañón. Miembro de la Real Academia Española y de otras instituciones nacionales e internacionales. Autor de obras de divulgación científica. Sobre su vida y su obra, cfr. «Pedro García Barreno, ayer leyó su discurso de ingreso en la Real Academia», ABC, 4-V-2006, p. 74; http://www.pedrogarciabarreno.es/ página consultada el 22.XII.2014. 45. Cfr. Pedro García Barreno, «El Hospital General de Madrid (parte III)», Arbor 612 (I.1997), pp. 93-130. 46. Cfr. Arbor 614 (II.1997), pp. 9-150. 47. Cfr. Arbor 617-618 (V-VI.1997), pp. 1-146. 48. Cfr. Arbor 620 (VIII.1997), pp. 261-410.
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FIGURA 15. PEDRO GARCÍA BARRENO. (FOTOGRAFÍA
DE WWW.PEDROGARCIABARRENO.ES).
En septiembre de 1997, la revista recordó la figura de una de las mujeres del CSIC, Marina Bueno. En una nota necrológica se iluminaron pasajes de su trabajo y buen hacer desde principios de los años cincuenta: El Consejo era su vida y al Consejo dedicaba no sólo su jornada laboral, sino también su tiempo libre, tantas veces ocupado en visitar a compañeros jubilados y enfermos. Marina era profundamente religiosa, sacrificada, solidaria, generosa. Tenía un genio vivo, con el que protegía su timidez y disfrazaba su bondad.49
Los dos últimos números de 1997 fueron monográficos. El primero sobre el electrón, presentado por José Manuel Sánchez Ron y acompañado por un artículo suyo junto a otros estudios de Xavier 49. Javier López Facal, «Necrológica: Marina Bueno (1936-1997) in memoriam», Arbor 612 (IX.1997), p. 1.
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Roqué, Francisco J. Yndurain y Juan Manuel Rojo.50 El otro trató de biología evolutiva. La presentación de José Ignacio Leguina y Antonio Lazcano fue seguida de trabajos de Ana Barahona, Francisco J. Ayala, Máximo Sandín, Edna María Suárez, Andrés Moya, Francisco Vergara, Elena Álvarez y Juan J. Morrone.51 En febrero de 1998, la física ocupó las páginas de la revista. La presentación y el primer artículo fueron de Enrique Álvarez Vázquez. Las colaboraciones aparecieron firmadas por Antonio GonzálezArroyo, José Manuel Sánchez Ron, Luis Álvarez-Gaumé, Manuel Asorey, Enrique Fernández, José M. Fernández de Labastida y Pedro Pascual.52 Con motivo del centenario de la Generación del 98, uno de los mayores expertos, Pedro Laín, abrió un nuevo monográfico sobre este tema, ya tratado cincuenta años antes en Arbor bajo el título «La generación del 98 y el problema de España». A la misma altura brillaron las obras de Juan Velarde, Miguel Alonso Baquer, Fernando Chueca Goitia, José García-Velasco, Carmen Rocamora y José Manuel Sánchez Ron.53 Si en el primer número de Arbor sobre la Generación del 98, publicado en 1948, la situación política, económica y cultural española se caracterizaba por el aislamiento y un cierto pesimismo, en este número de 1998 la coyuntura nacional apuntaba hacia el optimismo gracias a la prosperidad empresarial e industrial y el bienestar laboral, que favoreció la llegada de inmigrantes (objeto de estudio en Arbor en los años noventa).54
50. Cfr. Arbor 622 (X.1997), pp. 135-246. 51. Cfr. Arbor 623-624 (XI-XII.1997), pp. 247-392. 52. Cfr. Arbor 626 (II.1998), pp. 127-244. 53. Cfr. Arbor 630 (VI.1998), pp. 181-294. El primer monográfico sobre la Generación del 98 se publicó en 1948 y recibió el premio de revistas de ese año por ese número (cfr. Arbor 36 [XII.1948]). 54. Cfr. Arbor 536-537 (VIII-IX.1990), pp. 11-247; Arbor 607 (X.1996), pp. 9-170. En el otro número sobre emigración e inmigración participaron Consuelo Naranjo, Nicolás Sánchez-Albornoz, Alejandro E. Fernández, Nelson Martínez Díaz, Pilar Cagiao, Concepción Navarro, Elda Evangelina González, María Esther Ruiz de Castañeda, Julio Hernández García, Manuel Hernández González, Miguel Ángel Hernández Arvelo, Eduardo L. Moyano, Alfredo Moreno y Pilar Domínguez Prats (cfr. Arbor 536-537 [VIII-IX.1990], pp. 11-247).
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La historia del CSIC, desde distintos ángulos, se reveló en un monográfico presentado por José Manuel Sánchez Ron, que llamó la atención sobre la necesidad de estudiar esta institución vital para la historia reciente española. Las colaboraciones de María Jesús Santesmases sobre el legado de Cajal, de Miguel Fisac sobre la construcción del edificio Cajal, de Albert Presas acerca de una conferencia de Albareda, de Ana Romero sobre el Instituto del Material Científico, de Leoncio López-Ocon acerca de la revista Tierra Firme, y de Antonio Malet sobre los primeros pasos de la delegación catalana del CSIC, iluminaron algunos rincones del Consejo.55 La primera página de septiembre de 1998 era un editorial del biólogo Francisco José Ayala, miembro del consejo asesor de Arbor, acerca de la necesaria alfabetización científica de los ciudadanos: La ciencia y la tecnología tienen consecuencias económicas, políticas y de salud pública que no son marginales sino que pertenecen a la esencia misma de estos componentes vitales de la sociedad. La vida moderna exige que el público tenga conocimientos científicos básicos para decidir racionalmente qué productos comprar o qué estilo de vida llevar, qué propuestas o decisiones oficiales apoyar.56
En este mismo número se analizó el papel histórico de Felipe II. Alfredo Alvar presentó su figura y su tiempo. A continuación, Juan Velarde, Jaime Contreras, José Manuel Pérez-Prendes, Juan M. Carretero, José Cepeda y Ana María Cepeda divulgaron aspectos económicos, culturales, políticos y epistemológicos del reinado.57 Otro tema de índole histórica, «Los problemas, medios y líneas de investigación española sobre la Antigüedad», fue presentado por el historiador Joaquín María Córdoba en el número doble de finales de 1998. José María Bermúdez de Castró describió la Sima de los Huesos de Atapuerca; Arturo Morales y Eufrasia Roselló aportaron novedades sobre culturas protohistóricas peninsulares; Miguel Rivera informó del Proyecto Oxkintok; Manuel Pozo contribuyó a dar luz sobre los problemas arqueológicos de las culturas antiguas; María del Carmen
55. Cfr. Arbor 631-632 (VII-VIII.1998), pp. 295-439. 56. Francisco José Ayala, «Nota editorial», Arbor 633 (IX.1998), p. X. 57. Cfr. Arbor 633 (IX.1998), pp. 1-116.
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Pérez Díe presentó la investigación arqueológica en Egipto y Sudán; Jesús-Lluis Cunchillos respondió a los desafíos de las lenguas del pasado; Carmen Aranegui trató de la cultura ibérica; Mercedes García Antón en colaboración con Félix Martínez Atienza y Helios Sainz Ollero contribuyeron a reconstruir el paisaje vegetal ibérico. Además, se publicaron trabajos de María Rosario Lucas, José Luis Sanz, Bernardino P. Pérez-Moreno, Diego Ruiz Mata y Joaquín María Córdoba.58 En «Ciencia y valores éticos», editado por Wenceslao J. González, los expertos Evandro Agazzi, León Olivé, Ramón Queralto, Carlos Castrodeza y José Hernández Yago introdujeron visiones y cuestiones de la ética en diversos aspectos de la investigación.59 De indudable interés fue el número siguiente: «La ciencia y la tecnología españolas a través de sus publicaciones». El editor, José Ramón Pérez Álvarez-Ossorio, contó con trabajos de María José Martín, Jesús Rey, Luis M. Plaza, María Teresa Fernández, María Bordons, Rosa Sancho, Isabel Gómez, Manuela Vázquez, A. David Velayos, Elena Fernández, Víctor Manuel Pareja, Ana González, Isidro Aguillo y Emilio Muñoz.60 En el monográfico «La razón emocional del cerebro», Francisco Mora, editor y autor del prólogo y de un artículo, recibió colaboraciones de Manuel Mas, José María Mira, Fernando Rodríguez de Fonseca, Ignacio Morgado y Jesús Florez.61 En mayo de 1999 se trató de las «Altas instituciones académicas del reino de España». Manuel Castellet escribió el editorial. Los artículos fueron obra de Juan Manuel Reol, Eduardo Roca, Xosé Ramón Barreiro, Carles Miralles, Antoni Roca, Patxi Goenaga, Juan José Goiriena de Gandarias y el marqués de Tamarón.62 En septiembre de 1999 se publicó otro monográfico: «Conservación del patrimonio artístico». Pilar Sedano, editora y presentadora del número y de un artículo, pudo contar con Araceli Gabaldón, Carmen Muro, Pilar García Fernández, Nieves Valentín y Rafael García Ortega, Antonio Rocha, Juan Antonio Sánchez Pérez, Juan A. Herráez,
58. Cfr. Arbor 635-636 (XI-XII.1998), pp. 211-463. 59. Cfr. Arbor 638 (II.1999), pp. 139-301. 60. Cfr. Arbor 639 (III.1999), pp. 303-431. 61. Cfr. Arbor 640 (IV.1999), pp. 433-540. 62. Cfr. Arbor 641 (V.1999), pp. 1-151.
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Miguel Ángel Rodríguez, Eduardo Roca y Eugenia Gimeno.63 Llamó la atención de este número la presencia de no pocas firmas femeninas. Esto indicaba el mayor protagonismo de la mujer en esta revista y en otros campos de la ciencia y la cultura en España durante el cambio de siglo. Si en mayo de 1995 ya se había estudiado el agua, cuatro años más tarde volvió a ser tema en «La nueva cultura del agua en España». El geólogo e ingeniero Manuel Ramón Llamas editó, presentó y firmó un artículo del número, en el que intervinieron: James C.I. Dooge, Salustiano del Campo, Alberto Garrido, Sebastián Martín-Retortillo, Antonio Pulido, Pablo A. Pulido y Fernando Chueca Goitia.64 «Museos de Historia de la Ciencia» cerró el año 1999 con un número doble. El subdirector de Arbor escribió la presentación y tuvo la suerte de publicar artículos de diversas procedencias de Simone Contardi, Mara Miniati, Neil Cossons, Wolf Peter Fehhammer, Walter Rathjen, Francisco José González González, Ignacio González-Aller, Amparo Sebastián y María Josefa Jiménez Albarrán.65 El primer Arbor del 2000 se tituló «El arte del último siglo». Carmen Rocamora presentó el monográfico con dos estudios suyos y otros de Antonio Cobos, Víctor Nieto, Amparo Serrano, Lituca de Peironcely, Luis Guillermo Perinat, Pedro Fuentes, Rodrigo Uría, Rosina Gómez-Baeza y José Antonio Jáuregui.66 Si hasta ahora los números monográficos no habían sido lo habitual en Arbor, en el año 2000 se produjo un cambio. Además del arte, los temas trataron sobre «El deporte ante el nuevo milenio», «Panorama general de las fuerzas armadas», «Comunidades», «El CSIC en los umbrales del siglo XXI», «Córdoba ciudad trimilenaria», «Cuarenta años de ordenadores», «La sociedad de la información» y «Cien años de Física Cuántica». El único número misceláneo se publicó en septiembre. De los monográficos cabe destacar el del CSIC editado por Miguel Ángel Garrido, presentado por César
63. Cfr. Arbor 645 (IX.1999), pp. 1-190. 64. Cfr. Arbor 646 (X.1999), pp. 191-301. 65. Cfr. Arbor 647-648 (XI-XII.1999), pp. 303-488. 66. Cfr. Arbor 649 (I.2000), pp. 1-125.
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Nombela (presidente del CSIC, 1996-2000), y con trabajos del propio editor (Miguel Ángel Garrido) y también de Víctor Lorenzo, Enrique Macpherson, Antonio Cerdá, José Luis Huertas, Isidoro Rasines, Daniel Ramón Vidal, José Luis García Fierro y José Ramón Urquijo Goitia.67 Al año siguiente, la redacción imprimió un fuerte impulso a los monográficos sin publicar ningún número misceláneo. Los títulos de los números se caracterizaron por su variedad: «Alimentos y salud», «Pasado, presente y futuro de la biología experimental en España», «La mujer en el arte», «El Hispanismo que viene», «Las colecciones del palacio real», «Madrid hace un siglo», «Conservación del Patrimonio Artístico (II)», «Europa-España, en la perspectiva del siglo XX », «Los hospitales tras 20 años de gestión» y «Ciudades milenarias».68 Entre los números (todos monográficos) del 2002 cabe detenerse en el titulado «Ciencia y tecnología en el CSIC: una visión de género». Las editoras, Valentina Fernández Vargas y María Jesús Santesmases, pidieron unas palabras a Rolf Tarrach (presidente del CSIC, 20002003) y consiguieron trabajos de Rosario de Felipe, María Teresa García-López, Pilar Goya, Manuela Juárez, Asunción Martín Lou, Elvira Moya, Flora de Pablo, Caridad Ruiz, María Teresa Tellería y de la misma Valentina Fernández Vargas. Además, se publicaron dos apéndices acerca de «El CSIC en 1940» y otro titulado «Estudio sobre mujeres investigadoras del CSIC».69 En la presentación del número, el presidente del CSIC reconoció que la presencia de la mujer en esta institución debía mejorar: ¿Qué hacer? Las contribuciones que se reúnen en esta monografía son una fuente de propuestas diversas e interesantes. Hay que pasarlas por el tamiz de lo que finalmente se pueda poner en marcha, teniendo en cuenta nuestra realidad presupuestaria y normativa.70
67. Cfr. Arbor 653 (V.2000), pp. 1-156. 68. Cfr. Arbor 661-671 (I-XII.2001), pp. 1-579. 69. Cfr. Arbor 679-680 (VII-VIII.2002), pp. 455-677. 70. Rolf Tarrach, «Presentación», Arbor 679-680 (VII-VIII.2002), p. XVI.
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De los números de 2003 vale la pena detenerse en dos. El primero era uno doble, conmemorativo de la próxima celebración de los sesenta años de Arbor, cuya presentación recayó en Pedro García Barreno y José Manuel Sánchez Ron, que recogieron una selección de artículos de autores destacados (Pedro Laín, Gerardo Diego, Dámaso Alonso, José Antonio Maravall, José Hierro, etcétera) y la famosa historia breve de Arbor escrita por Florentino Pérez Embid, que figura en reproducción facsimil en la antología de textos al final de la presente obra.71 El segundo número importante del año se tituló «Constitución e investigación: 25 años de encrucijada democrática en el CSIC». A la presentación extensa de Emilio Muñoz siguió una serie de contribuciones de Alejandro Nieto, José Pío Beltrán, Emilio Criado, Valentina Fernández Vargas, Enric Trillas, Javier López Facal, Alfonso J. Vázquez, Manuel Mancha, Joan Albaigés y Teresa Mendizábal.72 En el 2004, el director de Arbor editó un monográfico sobre «Tecnología biomédica». Además, Pedro García Barreno presentó otro misceláneo, aunque varios artículos giraron en torno a Ramón y Cajal y también dedicó unas palabras en otro número al fallecimiento del científico Ángel Martín Municio.73 En marzo de 2005, la primera página del número se tituló «adioses…». Así terminaba el periodo de Pedro García Barreno al frente de Arbor. Desde el 5 de febrero de 1997 hasta el 1 de abril de 2005, este director sacó a la luz ochenta y tres números.74 La dirección de Pedro García Barreno coincidió con dos Gobiernos del Partido Popular (1996-2004), años de crecimiento de las industrias y de las empresas españolas, y años de política exterior beligerante en Irak junto a Estados Unidos y Gran Bretaña.75
71. Cfr. Florentino Pérez Embid, «Breve historia de la revista Arbor», Arbor 687-688 (IIIIV.2003), pp. 395-406. 72. Cfr. Arbor 695-696 (XI-XII.2003), pp. 1-205. 73. Cfr. Arbor 698, 705 y 706 (II, IX, X.2004), p. IX. 74. Cfr. Arbor 711-712 (III-IV.2005), pp. XI-XII. 75. Cfr. Michael Burleigh, Sangre y rabia. Una historia cultural del terrorismo, Madrid, Taurus, 2008, p. 588; Judt, Postguerra…, p. 1124.
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3.3. LA
ÉPOCA DE
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El 1 de abril de 2005, Alberto Sánchez Álvarez-Insúa76 recibió el oficio de nombramiento de director de Arbor cuando ya se habían cumplido los sesenta años desde la salida del primer número. Jesús Sebastián, profesor de investigación del CINDOC y experto en temas norteamericanos, ocupó la dirección adjunta. Julia María Labrador y Elena González de Rueda recibieron los nombramientos de adjunta a la dirección y de secretaria de redacción, respectivamente. Arbor, revista de Ciencia, Pensamiento y Cultura, experimentó un giro en su forma y en sus contenidos. También se transformó el formato, con un nuevo diseño de portada e interiores. En el número de la primavera de 2005 se explicó el inicio de un nuevo periodo: Siguiendo con su trayectoria, reafirmar que ARBOR quiere ser una publicación socialmente útil, como instrumento de información, puesta al día, reflexión y debate, al servicio de la sociedad española y de la comunidad científica.77
Este primer número, dirigido por Juan Carlos Velasco, del Instituto de Filosofía del CSIC, trató de políticas migratorias.78 El siguiente rindió homenaje al neurólogo Pío del Río Hortega.79 «Gobernanza, cien-
76. Alberto Sánchez Álvarez-Insúa (Madrid, 22 de julio de 1942-Madrid, 1 de noviembre de 2011). Noveno director de Arbor (desde el 1 de abril de 2005 hasta el 1 de noviembre de 2011). Nació en el seno de una familia madrileña cultivada, tanto por vía materna como paterna. Licenciado en Ciencias Químicas (1959-1964) y doctor (1970) en la Universidad Complutense. En el CSIC, trabajó como colaborador científico del Instituto de Química Médica; investigador del Instituto de Filosofía Luis Vives; director de Publicaciones (1991-1995); y director de la colección de Literatura Breve. Escribió críticas de teatro, guiones de cine, artículos y libros sobre literatura española. Concejal del Ayuntamiento de Madrid en 1989 durante la alcaldía socialista de Juan Barranco. En el 2011 fue nombrado director del Instituto de Estudios Madrileños. Sobre su vida y su obra, cfr. Luis Alberto de Cuenca, «Necrológica: Alberto Sánchez Álvarez-Insúa. El sabio, el bibliófilo», ABC, 4.XI.2011, p. 98; Rafael Fraguas, «Alberto Sánchez Álvarez-Insúa, un hombre al servicio del conocimiento», El País, 7.XI.2011; Julia María Labrador, «La generosa sabiduría de Alberto», Arbor 757 (IX-X.2011), pp. 849-851; Miguel Ángel Puig-Samper – Julia María Labrador, «Necrológica. Adiós a un sabio editor», Arbor 752 (XI-XII.2011), p. 1005. 77. «Una nueva etapa», Arbor 713 (V-VI.2005), p. 5. 78. Cfr. Arbor 713 (V-VI.2005), pp. 13-153.
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FIGURA 16. ALBERTO SÁNCHEZ ÁLVAREZ-INSÚA. (FOTOGRAFÍA
DE WWW.IFS.CSIC.ES).
cia, tecnología y política: trayectoria y evolución» fue el tema del otoño.80 El último número del año, elaborado por nueve autoras, investigó sobre cuestiones de género y ciencia.81 El primer número de 2006, sobre museos, bibliotecas, archivos y centros de producción, fue presentado por la ministra de Cultura, Carmen Calvo.82 A partir de 2006 la periodicidad mensual, que se traducía en diez números anuales, pasó a una periodicidad bimestral. Después de casi un año al frente de Arbor, Alberto Sánchez Álvarez-Insúa se dirigió a los lectores del número de marzo-abril de 2006 para expresar su deseo de divulgar buenos trabajos de ciencia, pensamiento y cultura. Además de esta triple finalidad, comentó que se recuperaban en el sumario de la revista las recensiones y críticas de libros.83 79. Cfr. Arbor 714 (VII-VIII.2005), pp. 163-279. 80. Cfr. Arbor 715 (IX-X.2005), pp. 287-433. 81. Cfr. Arbor 716 (XI-XII.2005), pp. 441-544. 82. Cfr. Arbor 717 (I-II.2006), pp. 9-126. 83. Cfr. Alberto Sánchez Álvarez-Insúa, «Presentación», Arbor 718 (III-IV.2006) p. 143.
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FIGURA 17. PORTADA
DEL N.º
713;
AÑO
2005.
El número de mayo-junio de 2006 se ocupó de «Escritoras españolas del siglo XX». María del Carmen Simón presentó los dos volúmenes que se inscribían en un planteamiento nuevo: Que la mujer tenga un papel protagonista en lo que se refiere a autoras y editoras como al contenido de un número importante de volúmenes. […] No se trata ni mucho menos de aplicar una discriminación positiva, lo que sería desde luego legítimo, sino de reconocer una realidad: que la mujer tiene ya en el mundo un papel de primera magnitud en todos los campos, aunque todavía sea preciso luchar porque dicho papel sea universalmente reconocido.84
De nuevo, el filósofo Juan Carlos Velasco se encargó de la edición de un número, esta vez sobre «La construcción de las identidades co-
84. «N. del Dir.», Arbor 719 (V-VI.2006), p. 320.
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lectivas», pero en esta ocasión no lo hizo en solitario, sino que logró la ayuda de José María González García.85 Sobre Freud y el psicoanálisis versó el primer número de 2007.86 Luis Ricardo Dávila y Julio Ramores coordinaron «Rostros de la ficción nacional iberoamericana».87 El número del verano de 2007 se caracterizó por la variedad temática de los libros (literatura, economía, filosofía, etc.) y de las reseñas.88 En cambio, el siguiente se dedicó al centenario de la JAE y, más en concreto, el coordinador Jesús Sebastián mostró enfoques de política científica en España.89 Einstein, que había sido objeto de estudio en el otoño de 1979, focalizó la revista en el último número del año, que recogió las intervenciones de unas jornadas celebradas en la Residencia de Estudiantes.90 Todos los números de 2008 fueron monográficos: Ángel Paniagua coordinó uno, extenso, sobre ecología.91 Txetxu Ausín y María Teresa López de la Vieja dirigieron otro acerca de la ética.92 Juan Ramón Goberna editó «Sociología del saber: el papel de las comunidades especializadas en el proceso del conocimiento».93 Jesús Sebastián presentó un número sobre transferencia de conocimiento.94 Eulalia Pérez Sedeño y Amparo Gómez Rodríguez editaron el número sobre «Igualdad y equidad en ciencia y tecnología: el caso iberoamericano».95 El presidente del Gobierno español, José Luis Rodríguez Zapatero, firmó la presentación de «Pensar en español», coordinado por Reyes Mate, Antolín Sánchez Cuervo y Javier Echeverría, que recogía un seminario internacional celebrado en Madrid.96
85. Cfr. Arbor 722 (XI-XII.2006), pp. 719-911. 86. Cfr. Arbor 723 (I-II.2007), pp. 1-180. 87. Cfr. Arbor 724 (III-IV.2007), pp. 183-338. 88. Cfr. Arbor 726 (VII-VIII.2007), pp. 461-624. 89. Cfr. Arbor 727 (IX-X.2007), pp. 625-827. 90. Cfr. Arbor 728 (XI-XII.2007), pp. 829-934. 91. Cfr. Arbor 729 (I-II.2008), pp. 1-176. 92. Cfr. Arbor 730 (III-IV.2008), pp. 181-375. 93. Cfr. Arbor 731 (V-VI.2008), pp. 379-572. 94. Cfr. Arbor 732 (VII-VIII.2008), pp. 573-784. 95. Cfr. Arbor 733 (IX-X.2008), pp. 785-972. 96. Cfr. Arbor 734 (XI-XII.2008), pp. 973-974.
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«Los destinos inciertos: el exilio republicano español en América Latina» abrió el año 2009, presentado por Consuelo Naranjo, colaboradora habitual de la revista.97 «La vigencia de la fenomenología» fue coordinado por Agustín Serrano de Haro.98 «Ciencia y cultura en la red» ocupó las páginas del número de primavera bajo la batuta de Karim Gherab Martín.99 «Perspectivas Teóricas sobre ciencia, tecnología e innovación» contó con la introducción de Manuel Fernández Esquinas.100 «Crisis republicanas, políticas del exilio: Weimar y España» fue dirigido por Sonia Arribas y Fernando Bayón.101 El último número del año, pilotado por Tomás Pérez Vejo y Rodrigo Gutiérrez Viñuales, se llamó «Relatos icónicos de la nación en Iberoamérica y España».102 En el 2009, la revista publicó una especie de número extraordinario, que se imprimió en Maia Ediciones. Se tituló 15x15. Mujeres que cuentan en el siglo XXI. Este trabajo, bajo la coordinación de Marian Izaguirre, significó un salto de calidad en la historia de Arbor al contar con quince autoras (entre estas se encontraban las novelistas Paloma Díaz-Mas, Espido Freire, Imma Monsó, Marta Rivera de la Cruz, Ángela Vallvey, etcétera), que trataban sobre quince mujeres sujeto de estudio o de entrevista (por ejemplo, la directora de cine Sofia Coppola, y las novelistas Magda Szabó, Antonia S. Byatt, Amélie Nothomb, Doris Lessing, etcétera). Se podría decir que la publicación de este número era un botón de muestra de la madurez y de la calidad alcanzadas por Arbor al atreverse a pedir a autoras españolas de indudable prestigio la dedicación de parte de su tiempo para entrevistar o escribir sobre mujeres extranjeras de primerísima línea en la cultura. El reto planteado no desmerece del resultado final: uno de los mejores productos de la revista en su historia. En ese mismo año, Maia Ediciones publicó Crítica y Literatura hispánicas entre dos siglos: mestizajes genéricos y diálogos intermediales, número coordinado por Evelyn Hafter y Federico Gerhardt.
97. Cfr. Arbor 735 (I-II.2009), pp. 1-242. 98. Cfr. Arbor 736 (III-IV.2009), pp. 243-500. 99. Cfr. Arbor 737 (V-VI.2009), pp. 505-655. 100. Cfr. Arbor 738 (VII-VIII.2009), pp. 657-891. 101. Cfr. Arbor 739 (IX-X.2009), pp. 893-1135. 102. Cfr. Arbor 740 (XI-XII.2009), pp. 1137-1366.
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En el 2010, la revista Arbor comenzó a publicar una colección llamada Anejos Arbor. La editorial Catarata, en colaboración con el CSIC, imprimió tres libros: Hacer vivir, dejar morir. Biopolítica y capitalismo, obra coordinada por Sonia Arribas, Germán Cano y Javier Ugarte; Medicina regenerativa y células madre, con Pedro A. Lazo e Isidro Sánchez García (coordinadores); y La lectura, coordinado por Antonio Basanta. El primer Arbor de 2010, coordinado por María del Carmen Rodríguez Fernández (miembro del grupo de investigación Intermedia y Género de la Universidad de Oviedo), se tituló «Fuentes literarias del cine». En este número se publicaron artículos sobre la adaptación de textos de literatura al cine y también acerca de la relación de novelistas con el mundo cinematográfico, como por ejemplo los firmados por José Luis Sánchez Noriega y María del Carmen Rodríguez Fernández.103 Sonia Arribas y José Antonio Zamora dirigieron un monográfico sobre Hannah Arendt, en el que se publicaron tres poemas y dos trabajos de la filósofa judía.104 «Historia polifónica. Un homenaje a Peter Burke», coordinado por Javier Moscoso, Manuel Lucena y José Ramón Marcaida, contó con colaboraciones variadas e interesantes sobre el prestigioso historiador británico, e incluso con un artículo del propio Peter Burke.105 Por tercera vez, Juan Carlos Velasco se encargó de la edición de un monográfico. En esta ocasión se llamó «Políticas migratorias y sociedad integrada».106 Lorenzo Peña y Txetxu Ausín coordinaron «Actualidad de los derechos humanos». Además, en este número, se publicaron dos artículos de Ana María Rabe y Fernando Bayón sobre el centenario de Tolstói.107 El año se cerró con «Las matemáticas de Darwin», dirigido por Manuel de León y Juan José López Velázquez.108 103. Cfr. María del Carmen Rodríguez Fernández, «El mito de Pigmalión en textos literarios y fílmicos», Arbor 741 (I-II.2010), pp. 33-42; José Luis Sánchez Noriega, «De los literatos descontentos a los escritores-cineastas y los relatos fílmico-literarios», Arbor 741 (I-II.2010), pp. 5-23. 104. Cfr. Arbor 742 (III-IV.2010), pp. 189-292. 105. Cfr. Arbor 743 (V-VI.2010), pp. 353-486. 106. Cfr. Arbor 744 (VII-VIII.2010), pp. 509-736. 107. Cfr. Arbor 745 (IX-X.2010), pp. 353-486 y 947-982. 108. Cfr. Arbor 746 (XI-XII.2010), pp. 1021-1127.
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FIGURA 18. PORTADA
DEL N.º
748;
AÑO
2011.
En enero de 2011 se imprimió un número extraordinario con motivo del año internacional de la Química, presentado por Rafael Rodrigo (presidente del CSIC, 2008-2012). La calidad del papel y el abundante aparato fotográfico realzaron este ejemplar, en el que aparecieron artículos sobre Marie Curie, por ejemplo uno de Margarita Salas.109 «Lenguaje y ciencia», coordinado por Eulalia Pérez Sedeño y Pablo Lorenzano, fue el primer número normal del año.110 «Literatura y cine o el cine soñado», editado y coordinado por María Teresa García-Abad, recogió numerosos trabajos sobre el problema de la adaptación y otros temas relacionados con las películas y las novelas, destacando un estudio de Carmen Peña sobre escritoras españolas ante el cine.111 Menos global y más breve se tituló el siguiente, «La 109. Cfr. Arbor, número extraordinario (I.2011), pp. 3-199. 110. Cfr. Arbor 747 (I-II.2011), pp. 1-124. 111. Cfr. Carmen Peña, «Más allá de la cinefilia y la mitomanía. Las escritoras españolas ante el cine», Arbor 748 (III-IV.2011), pp. 345-370.
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enseñanza secundaria en construcción a través de los institutos históricos madrileños», editado por Leoncio López-Ocón y Mario Pedrazuela.112 «Tocqueville y los avatares de la democracia», editado por Roberto R. Aramayo, ilustró la figura del pensador francés y, en particular, de su monumental obra La democracia en América. En la sección «Reseñas de libro», Alberto Sánchez Álvarez-Insúa publicó dos breves comentarios a la traducción de varias obras de Walter Benjamin, uno de los más influyentes filósofos del siglo XX.113 «Música y políticas», editado por Susana Asensio, estudió cómo la música influye y recibe influjos de la sociedad, la cultura y la política.114 «Dimensiones, ámbitos y sentidos de la innovación social», coordinado por Ander Gurrutxaga, cerró el año y una etapa de la historia de Arbor.115 Dos números extraordinarios se publicaron a finales del año 2011: el primero, «La historieta española, 1857-2010. Historia, sociología y estética de la narrativa gráfica en España», coordinado por Antonio Altarriba; y el otro, «Aprendizaje, innovación y competitividad», que contó con Ángel Fidalgo y María Luisa Sein-Echaluce como coordinadores.116 A lo largo del 2011, la colección Anejos Arbor publicó cinco libros en colaboración con la editorial Catarata: Mujeres escritas. El universo femenino en la obra de Torrente Ballester, volumen coordinado por Carmen Becerra y José Antonio Pérez Bowie; Lecturas y diálogos en torno a Pío Baroja, obra coordinada por Antonio Regalado y José Lasaga; El escritor en la sociedad de la comunicación, de Pura Fernández Rodríguez y Javier Lluch; En los márgenes del canon. Aproximaciones a la literatura popular y de masas escritas en español (siglos XX y XXI), un libro colectivo escrito por diversos autores; y, por último, Participación y cultura científica en contexto internacional, obra coordinada por Irene Díaz García y Ana Muñoz van den Eynde. Gracias a esta colección se abordaron temas culturales y científicos desde una perspectiva divulgativa para acercar grandes temas a los lectores.
112. Cfr. Arbor 749 (V-VI.2011), pp. 453-596. 113. Cfr. Arbor 750 (VII-VIII.2011), pp. 665-757 y 805-806. 114. Cfr. Arbor 751 (IX-X.2011), pp. 811-946. 115. Cfr. Arbor 752 (XI-XII.2011), pp. 1007-1183. 116. Cfr. Arbor, números extraordinarios (IX.2011), pp. 9-285; (XII.2011), pp. 1-296.
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FIGURA 19. CUBIERTA
DE UNO DE LOS VOLÚMENES DE LA COLECCIÓN
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El último número ordinario de 2011 comenzó con la necrológica del director de Arbor. A los sesenta y nueve años, el 1 de noviembre de 2011, falleció Alberto Sánchez Álvarez-Insúa, después de dirigir Arbor durante seis años. Miguel Ángel Puig-Samper (director de Publicaciones del CSIC) y Julia María Labrador (secretaria de redacción de Arbor desde octubre del 2009 tras la jubilación de Elena González de Rueda) sintetizaron lo que significó su trabajo en esta publicación: Sin duda, Alberto consiguió transformar Arbor, siempre bien valorada en los medios académicos, en una publicación moderna, de estilo y diseño avanzados, con un formato muy atractivo, y con nuevos contenidos organizados en números monográficos de gran interés.117
117. Miguel Ángel Puig-Samper – Julia María Labrador, «Necrológica. Adiós a un sabio editor», Arbor 752 (XI-XII.2011), p. 1005.
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La dirección de Alberto Sánchez Álvarez-Insúa (2005-2011) se desarrolló durante el Gobierno socialista de José Luis Rodríguez Zapatero. Si la primera legislatura se ocupó de abrir no pocos debates, como el de la Ley de Memoria Histórica, la segunda quedó condicionada por la crisis económica mundial.118 En resumen, los veintiocho años de la tercera etapa de Arbor (1984-2011) se caracterizaron por la presencia de tres directores (Miguel Ángel Quintanilla, Pedro García Barreno, Alberto Sánchez Álvarez-Insúa) de la misma generación —nacidos en la posguerra española (1945, 1943, 1942, respectivamente)—, dos madrileños y un segoviano, que compartieron un sentido amplio del concepto de cultura, es decir, una apertura a las innovaciones científicas y a las humanidades. Dos sintieron la llamada de la política socialista, uno como senador (Miguel Ángel Quintanilla) y otro como concejal (Alberto Sánchez Álvarez-Insúa). Si comparamos los directores de esta etapa con los de los años pasados (1944-1984), comprobamos el cambio profundo operado por la cultura y la política españolas durante la democracia. A mi modo de ver, la fase más creativa de esta tercera etapa (19842011) correspondió a la de Alberto Sánchez Álvarez-Insúa, merced a la mayor atención a temas de actualidad, como el cine y la mujer. También, en cierto sentido, esta fase pagó cierto peaje político al publicar presentaciones de dirigentes del Gobierno socialista en el 2006 y 2008 (Carmen Calvo y José Luis Rodríguez Zapatero).
118. Cfr. Fusi, Historia mínima…, pp. 263-265.
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IV. EL INICIO DE UNA NUEVA ERA ADAPTADA A LAS NUEVAS TECNOLOGÍAS (2012-2014)
A partir del 2012 se inauguró probablemente una nueva era en la revista, aunque todavía nos falta perspectiva histórica para dar por cerrada de manera clara y rotunda la tercera época de Arbor, y, en consecuencia, abrir una cuarta. No obstante, después de unos años de mejoras en Arbor por el trabajo de los últimos directores, y también tras un proceso de modernización en la sociedad española dirigida por los Gobiernos democráticos de socialistas y populares, no parece aventurado pensar que se interrumpió una línea editorial y una manera de hacer la revista en torno al 2011. Con respecto al contexto histórico, las elecciones del 20 de noviembre de 2011 dieron el poder al Partido Popular. El presidente Mariano Rajoy tuvo que hacer frente a la crisis financiera y a una tasa de paro superior al veinte por ciento. Durante este Gobierno popular se vislumbró el fin del terrorismo vasco, mientras permanecía la amenaza del terrorismo islámico; y todo parece apuntar que se abrían cauces de recuperación económica hacia la salida de la crisis.1
4.1. UNOS
MESES DE TRANSICIÓN
(2012)
El vacío dejado por el fallecimiento de Alberto Sánchez ÁlvarezInsúa lo intentaron llenar pronto las autoridades del CSIC, pero la tarea no resultó sencilla. El primer intentó de buscar un director para Arbor terminó sin el resultado esperado. El 16 de enero de 2012, el departamento de comunicación del CSIC redactó un escrito en el que anunciaba el nombramiento del nuevo director de Arbor, 1.
Cfr. Fusi, Historia mínima…, p. 285.
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FIGURA 20. LUIS ALBERTO (FOTOGRAFÍA
DE
CUENCA.
DE WWW.LENGUAYLITERATURA.ORG).
el colaborador de la revista y escritor polifacético Luis Alberto de Cuenca.2 El 18 de febrero de 2012, la edición electrónica de Revistas del CSIC envió un mensaje a sus lectores en el que informaba del nombramiento de Luis Alberto de Cuenca en sustitución de Alberto Sánchez, fallecido en el 2011.3 No obstante, su paso por el despacho como director de Arbor duró pocos días y no llegó a poner su nombre en la cabecera de la revista ni tampoco le dio tiempo a encargar artículos o trabajos para
2.
Luis Alberto de Cuenca y Prado (Madrid, 29 de diciembre de 1950). Décimo director de Arbor (enero – marzo de 2012). Nació en una familia madrileña del barrio de Salamanca (su padre era abogado). Estudió en el Colegio de El Pilar de Madrid. Licenciado y doctor en Filología en la Universidad Autónoma de Madrid, con dos premios extraordinarios. En el CSIC ha sido profesor de investigación, director del Instituto de Filología (19921993) y director de Publicaciones (1995-1996). Poeta, ensayista, traductor de clásicos y editor literario. Director de la Biblioteca Nacional (1996-2000) y secretario de Estado de Cultura (2000-2004). Buena parte de su actividad se ha dedicado a la divulgación y a la colaboración con los medios de comunicación. Es, asimismo, miembro de la Real Academia de la Historia (cfr. «Nota de prensa», CSIC Comunicación, 16.I.2012).
3.
Cfr. «Mensaje de la edición electrónica de Revistas del CSIC», 18.II.2012.
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FIGURA 21. JOSÉ LUIS GARCÍA BARRIENTOS. (FOTOGRAFÍA
DE WWW.PERIODISTAS-ES.COM).
Arbor. Probablemente al vacío dejado por la inesperada muerte del director anterior se sumó la escasez de personal dedicado a la revista y las múltiples ocupaciones de Luis Alberto de Cuenca. El segundo intento de nombramiento de director parecía que tenía posibilidades de llevarse a cabo en poco tiempo y con éxito. El 3 de abril del 2012 se eligió como director de Arbor a José Luis García Barrientos.4 Este permaneció unas semanas al frente de la revista,
4.
José Luis García Barrientos (Medina de las Torres, Badajoz, 30 de diciembre de 1951). Undécimo director de Arbor (3 de abril – 3 de mayo de 2012). Licenciado y doctor en Filología por la Universidad Complutense de Madrid. Profesor en las universidades de Sevilla, Complutense, Carlos III, Cuyo (Argentina) y La Habana (Cuba). Investigador visitante y profesor invitado en universidades y centros de investigación extranjeros. En la actualidad es investigador científico del CSIC en el área de conocimiento de Teoría de la Literatura y Literatura Comparada, y pertenece al Instituto de Lengua Literatura y Antropología del CSIC. Autor de más de un centenar de trabajos sobre teoría literaria y teatral. Premio Internacional Artez Blai de Investigación sobre las Artes Escénicas por su libro La razón pertinaz (2014). Sobre su obra científica, cfr. http://www.cchs.csic.es/es/ficha1?apellido=Garc% C3%ADa%20Barrientos&nombre=Jos%C3%A9%20Luis, página consultada el 12.VI.2015.
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pero no pudo acometer la empresa recien comenzada y presentó la renuncia.5 Mientras tanto, la revista seguía su curso. En enero de 2012 salió el primer número del año, editado por Manuel Fernández Esquinas y titulado «Sociología de la innovación».6 Manuel Cuenca Cabeza coordinó un monográfico sobre el ocio en el siglo XXI.7 Por cuarta vez, Juan Carlos Velasco dirigió un número, en esta ocasión ayudado por Michael Janoschka, que profundizó sobre las migraciones. En las palabras preliminares, los dos autores recordaron la figura de Alberto Sánchez Álvarez-Insúa, que modernizó el formato de la revista y elevó su grado de difusión.8
4.2. LA
DIRECCIÓN DE
MIGUEL ÁNGEL PUIG-SAMPER (2012-2013)
En el cuarto número de 2012 hizo acto de presentación el nuevo director de Arbor, Miguel Ángel Puig-Samper,9 durante ocho años director de Publicaciones del CSIC. Este nombramiento, aprobado con cáracter transitorio, fue acompañado de la incorporación de tres mujeres a tiempo parcial: María José Albalá e Isabel López Barrio en tareas de secretaría de la revista, y María Concepción Farelo en labores técnicas.10
5. Cfr. Correspondencia del autor con José Luis García Barrientos, 29.V.2015. Agradezco la respuesta de José Luis García Barrientos a mi pregunta sobre su papel en Arbor: «Francamente, no creo que deba figurar en la historia de la revista, pues no llegué a hacerme cargo de manera efectiva de ella ni salió ningún número bajo mi dirección». 6. Cfr. Arbor 753 (I-II.2012), pp. 1-257. 7. Cfr. Arbor 754 (III-IV.2012), pp. 259-452. 8. Cfr. Arbor 755 (V-VI.2012), pp. 453-604. 9. Miguel Ángel Puig-Samper Mulero. Duodécimo director de Arbor (desde el 3 de mayo de 2012 hasta el 26 de noviembre de 2013). Licenciado y doctor en Ciencias Biológicas en la Universidad Complutense de Madrid. En el CSIC ha sido vicedirector del Instituto de Historia y jefe de la Unidad de Historia del Jardín Botánico de Madrid, director del Departamento de Publicaciones (2005-2013) y profesor de investigación del Instituto de Historia. Ha dirigido numerosos proyectos de investigación de temática histórica relacionada con la ciencia y la antropología. Miembro de sociedades científicas españolas e internacionales. Autor de libros y artículos científicos y de obras de divulgación sobre historia de la ciencia. Sobre su obra científica, cfr. http://www.cchs.csic.es/es/search/node/puig-samper, página consultada 22.XII.2014. 10. Cfr. carta de José Ramón Urquijo (vicepresidente de Organización y Relaciones Institucionales del CSIC) a Miguel Ángel Puig-Samper, Madrid, 3.V.2012 (agradezco a Alfonso V. Carrascosa la consulta de este documento).
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FIGURA 22. MIGUEL ÁNGEL PUIG-SAMPER. (CEDIDA
POR CORTESÍA DE
M. Á. PUIG-SAMPER).
En este cuarto número, José Manuel Robles se atrevió a abordar el tema de la política digital en España.11 En el número siguiente, se publicó «Literatura y prensa romántica», en memoria del director de Arbor fallecido recientemente. En estas páginas, Julia Labrador trazó un perfil humano y entrañable del homenajeado.12 En el siguiente se trató de directoras de cine, «Las mujeres dirigen: representaciones fílmicas de una Europa multicultural», presentado por María del Carmen Rodríguez Fernández (coordinadora con Eduardo Viñuela del Diccionario crítico de directoras de cine europeas) y en el que se incluyó un estudio realizado por María Donapetry sobre la directora Isabel Coixet.13 A lo largo del 2012, Arbor mantuvo la periodicidad bimestral y el sumario dividido en artículos y reseñas, conservando la calidad y la variedad temática de la etapa de Alberto Sánchez Álvarez-Insúa. 11. Cfr. Arbor 756 (VII-VIII.2012), pp. 629-810. 12. Cfr. Julia María Labrador, «La generosa sabiduría de Alberto», Arbor 757 (IX-X.2012), pp. 849-851. 13. Cfr. María Donapetry, «La voluntad de valor en el cine de Isabel Coixet», Arbor 758 (XI-XII.2012), pp. 1007-1116.
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A partir de enero de 2013, Arbor dejó de publicarse en papel (el último número impreso fue el 758, en noviembre-diciembre del 2012) y pasó a ser una revista electrónica, tal como ya se había explicado en la nota editorial de noviembre-diciembre: Con esta decisión ARBOR se adapta a las nuevas tecnologías y formas de edición en Internet, ya aplicadas por numerosas revistas científicas, orientadas a la mayor difusión de contenidos y a la sostenibilidad económica.14
El primer número electrónico homenajeó al doctor y humanista Gregorio Marañón.15 El siguiente fue un misceláneo, compuesto de artículos muy diferentes, desde el tricornio de la Guardia Civil en la literatura española hasta el consumo de información en Humanidades.16 «La comprensión de lo social» se tituló el número coordinado por Juan R. Coca y Jesús A. Valero.17 Otro monográfico resolvió cuestiones de bioética, dirigido por David Rodríguez-Arias, Mar Cabezas y Carmen Velayos, que se dividió finalmente en dos volúmenes. Tanto la presentación del primer volumen como algunos trabajos publicados tomaron posturas polémicas y discutibles.18 En el segundo volumen, Stuart Youngner, profesor de Bioética en Cleveland, presentó el contenido de los artículos con estas palabras: Los capítulos de este volumen analizan diferentes fronteras: conceptuales, religiosas y biológicas. A medida que los vaya leyendo, ponga atención a sus propias reacciones cuando se cruce alguna frontera. Cuando perciba incomodidad u ofensa, examine las razones que le conducen a sentirlas. Sobre todo, al defender su propia posición, o cuestionar las de los autores que escriben aquí, intente emplear un lenguaje y conceptos que vayan más allá de visiones religiosas o culturales […]. Que no confiemos en los textos escritos hace miles de años por personas que pudieron ser inteligentes
14. Miguel Ángel Puig-Samper, «Nota Editorial», Arbor 758 (XI-XII.2012), p. 1009. 15. Cfr. Arbor 759 (I-II.2013). 16. Cfr. Arbor 760 (III-IV.2013). 17. Cfr. Arbor 761 (V-VI.2013). 18. Cfr. Arbor 762 (VII-VIII.2013), a049.
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pero que con seguridad ignoraban el mundo que les rodeaba por su miedo y su superstición.19
Finalmente, el último número del año 2013 fue coordinado por Manuel de León sobre el científico Alan Turing, considerado el padre de la informática.20 El 26 de noviembre de 2013, Miguel Ángel Puig-Samper presentó su dimisión como director de Arbor y renunció a formar parte del nuevo consejo de redacción de la revista. Entre los motivos de esta decisión se encontraba la aprobación de un nuevo comité de redacción distinto al propuesto por Puig-Samper, entendiendo que se quería un cambio en la orientación de la revista.21
4.3. LOS
PRIMEROS PASOS DE
ALFONSO V. CARRASCOSA (2014)
El 14 de enero de 2014, recibió el nombramiento de director de la revista Alfonso V. Carrascosa.22 El nuevo director contó con la ayuda de
19. Stuart Youngner, «Introducción», Arbor 763 (IX-X.2013), a064, p. 3. 20. Cfr. Arbor 764 (XI-XII.2013). Sobre Alan Turing se puede ver la película The imitation game (2014) acerca del papel jugado por este científico a la hora de descrifar mensajes de la máquina Enigma del ejército alemán durante la Segunda Guerra Mundial. Esta película recibió el Óscar al mejor guión adaptado en el 2015. En el último número de Arbor del 2014 se ha publicado una reseña sobre un libro acerca del padre de la informática: cfr. Arbor 770 (XI-XII.2014), a194, pp. 1-3. 21. Cfr. comunicación de Miguel Ángel Puig-Samper a José Ramón Urquijo, Madrid, 26.XI.2013 (agradezco a Alfonso V. Carrascosa la consulta de este documento). 22. Alfonso V. Carrascosa Santiago (Madrid, 30 de diciembre de 1961). Decimotercer director de Arbor (desde el 14 enero de 2014). Nació en una familia madrileña de clase media (su padre era oficial de primera de laboratorio en la Facultad de Químicas de la Universidad Complutense). Estudió en los colegios San Juan Bosco y San Pedro Apóstol, y en el Instituto Quevedo. Licenciado y doctor en Ciencias Biológicas por la Universidad Complutense, y profesor asociado de Ciencia y Tecnología de los Alimentos en la Universidad Autonóma de Madrid (1999-2001). Fue habilitado para la profesión de enólogo por méritos científicos en el 2006. En el CSIC ha sido científico titular e investigador científico del Instituto de Fermentaciones Industriales (1990-2010); y jefe de su Departamento de Microbiología (1995-2002; 2008-2010). A partir del 2014 es investigador científico del Museo de Ciencias Naturales de Madrid, donde se dedica a la documentación y la historia de las ciencias naturales en España. Se ha especializado en microbiología de los alimentos. Coautor de varias patentes. Autor de varios libros y más de cien artículos científicos y de divulgación. Coordina el grupo de «Historia de la Microbiología Española» de la Sociedad Española de Microbiología (cfr. Correspondencia del autor con Alfonso V. Carrascosa, 22 y 23.XII.2014).
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FIGURA 23. ALFONSO V. CARRASCOSA. (FOTOGRAFÍA
DE
COMUNICACIÓN-CSIC).
María José Albalá, científica titular, que continuó en tareas de secretaría de redacción. El primer número del año se llamó «Cultura de la defensa», coordinado por Valentina Fernández Vargas y Miguel Ángel Ballesteros.23 Antes de la presentación del segundo número, «Historia, cultura y deporte en Portugal», dirigido por Beatriz Peralta, el nuevo director llamó la atención sobre el setenta cumpleaños de Arbor: A lo largo de sus ya 766 números, en Arbor puede advertirse multidisciplinariedad de temas, no obstante la predominancia de aquellos encuadrables en el ámbito de las ciencias humanas y sociales. Sin duda que un incremento en las contribuciones provenientes de las ciencias experimentales no hará sino enriquecer su contenido. Por otra parte, la pluralidad de enfoques permitirá la representación de una mayor diversidad de escuelas de pensamiento, lo que tal vez haga posible la incorporación de nuevos colaboradores, engrosándose así las filas de los mismos.24 23. Cfr. Arbor 765 (I-II.2014). 24. Alfonso V. Carrascosa, «Nota Editorial», Arbor 766 (III-IV.2014), a107, pp. 1-2.
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La mujer recobró espacio en las páginas de la revista. María del Palomo Vázquez dirigió «Mujer y periodismo en el siglo XIX. Las pioneras». En la presentación, Alfonso V. Carrascosa recordó el setenta y cinco aniversario del CSIC y, a continuación, destacó el protagonismo creciente de la mujer en la ciencia y en las letras.25 En conmemoración del año de la biotecnología en España, el nuevo director de la revista encargó a José Luis García la presentación de un número sobre «Biotecnología española».26 En cambio, el siguiente consistió en una miscelánea de artículos, desde la antropología de Jacques Maritain hasta la prioridad europea del Gobierno presidido por Leopoldo Calvo Sotelo.27 El último número del año —y también de esta investigación— fue el 770, que salió en noviembre-diciembre de 2014, monográfico dirigido por Milena Rodríguez Gutiérrez sobre la escritora Gertrudis Gómez de Avellaneda con ocasión de su bicentenario.28 El 22 de diciembre de 2014 se reunió el consejo de redacción de Arbor. A partir de los temas tratados se decidió buscar la multidisciplinariedad en la revista, publicando trabajos tanto de las ciencias humanas y sociales como de las ciencias experimentales; y, por otra parte, se aprobó una nueva línea editorial enfocada a temas de actualidad y de interés social con nivel académico y con un enfoque atractivo para el lector.29 Después de tres años sin publicar ningún libro, la colección Anejos Arbor anunció la aparición de Naturalistas en debate, obra colectiva sobre historia de la ciencia y coordinada por el biólogo Emilio Cervantes, publicada en 2015. Sobre los últimos directores de Arbor —dos biólogos (Miguel Ángel Puig-Samper y Alfonso V. Carrascosa Santiago) y dos filólogos (Luis Alberto de Cuenca y José Luis García Barrientos)—, se podría decir que pertenecen a una generación distinta a los de la tercera etapa de la revista (1984-2011), nacidos en la posguerra. No obstante, compar-
25. Cfr. Alfonso V. Carrascosa, «Nota editorial», Arbor 767 (V-VI.2014), a128, p. 1. 26. Cfr. Arbor 768 (VII-VIII.2014). 27. Cfr. Arbor 769 (IX-X.2014). 28. Cfr. Arbor 770 (XI-XII.2014). 29. Cfr. Acta de la reunión del consejo de redacción de Arbor (22.XII.2014). Agradezco al director de la revista la consulta de este documento.
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ten con estos la preocupación por armonizar la ciencia y el pensamiento humanístico en sus páginas. De momento, no se puede establecer una división clara entre la llamada tercera etapa y los años siguientes porque nos falta perspectiva histórica y, a simple vista, son difíciles de detectar los puntos de continuidad y las rupturas de ambos periodos.
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A MODO DE CONCLUSIÓN
Al considerar Arbor como una revista-proyecto se han distinguido varias etapas de esta publicación a lo largo de setenta años de existencia. En primer lugar, un periodo «autárquico» (1944-1953) caracterizado por las direcciones pacíficas de López Ortiz y Sánchez de Muniain y la dirección polémica de Calvo Serer al pretender diseñar un proyecto propio de un grupo de accion cultural, el llamado grupo Arbor. En segundo lugar, en el periodo de consolidación de Arbor (1953-1984) se volvió a la idea original de publicación general de letras y ciencias del CSIC. En la tercera etapa de Arbor (1984-2011) se produjo un giro importante gracias a la apertura de la revista a nuevas temáticas en el contexto de la consolidación del régimen democrático. Por último, el paso a la edición electrónica y la supresión de la edición en papel podrían significar el inicio de una nueva era a partir del 2012. Por otro lado, además del logro de permanecer con el mismo nombre y su propio estilo, se podría concluir que Arbor ha alcanzado su propósito de divulgar contenidos científicos en el ámbito del pensamiento y también en el mundo técnico. Si el prestigio y el impacto de una revista, en cierta medida, se ha determinado por la relevancia de sus colaboradores, cabe destacar que en Arbor han firmado artículos, notas y reseñas autores de cierto relieve. Por citar ejemplos conocidos de la primera etapa de Arbor (1944-1953), entre los intelectuales españoles vale la pena recordar a Enrique Tierno Galván, que publicó varios artículos y reseñas, y José Luis López Aranguren, que firmó seis trabajos; y entre los premios Nobel cabe señalar a Friedrich August von Hayek (de Economía), que publicó un artículo en defensa de la economía liberal en 1949, y a Gabriela Mistral (de Literatura), que publicó una poesía y se ofreció a pagar una suscripción en 1951. Se podría decir que los planteamientos de Arbor han tenido una cierta incidencia, aunque difícil de evaluar, en el pensamiento y la
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ciencia en España. Como toda revista, significó un reflejo de la evolución de la sociedad y de la cultura de su tiempo y, al mismo tiempo, sirvió de acicate para reflexionar sobre lo ya conocido y también para considerar retos en diversos campos, como la filosofía, la historia, el cine, la bioética, etcétera. Hasta el momento, Arbor ha generado la publicación de un libro sobre los diez primeros años de vida, Rafael Calvo Serer y el grupo «Arbor», editado en 2008, y de varios artículos aparecidos en la propia revista, principalmente en un número monográfico de 1985, así como recientemente un libro sobre la Generación de 1948 y la revista Arbor, titulado España y su historia: la generación de 1948, aparecido en el 2014. El hecho de que haya sido estudiada supone una cierta atracción por parte de los historiadores y pone de manifiesto el interés despertado tanto por su contenido y sus autores como por otros factores ajenos a Arbor. Si otras revistas con menor antigüedad y relevancia han originado más libros y artículos, parece llegado el momento de potenciar investigaciones sobre una de las revistas más conocidas del CSIC. Con este estudio se quiere brindar por los setenta años de Arbor (1944-2014) con el deseo de que no se detenga el estudio de la historia de esta publicación; y también se desea recordar los cien años del nacimiento de uno de los directores más carismáticos y polémicos, Rafael Calvo Serer (1916-1988), omnipresente en las primeras páginas de este trabajo. Ojalá no sea este un brindis al sol y que pronto todos sus números puedan estar accesibles por Internet, como ya ha logrado la revista universitaria Nuestro Tiempo, que acaba de cumplir su sesenta aniversario y ya ha conseguido la digitalización de las 92.000 páginas de su archivo.1 Al final resulta obligado hacer balance de estos setenta años. Que en la actualidad se siga publicando una revista abierta a la cultura, al pensamiento y la ciencia dice mucho en favor de su necesidad, de su amplitud y de su vigor. Además, esta publicación se encuentra indexada en Web of Science (Thomson-ISI) y SCOPUS. Durante estos años, Arbor ha abordado algunos de los grandes temas del momento. Con ello ha ayudado a sus lectores a conocer aspectos de la cultura en sentido no restrictivo y, por consiguiente, sin quedar encerrado
1.
Cfr. «Sesenta años», Nuestro Tiempo 685 (otoño 2014), p. 31.
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el conocimiento en publicaciones especializadas o en revistas minoritarias. Quisiera terminar con mi deseo de que Arbor siga en la tarea de divulgar el saber humanístico y científico de manera amena y con altura de miras. Concluyo con unas palabras de uno de sus últimos directores, haciéndolas mías: La historia de Arbor es la historia del CSIC, de la ciencia y la cultura españolas de casi tres cuartos de siglo. Nuestra revista entró en la Historia en enero de 1944 y es de esperar que llegue a centenaria.2
2.
Sánchez Álvarez-Insúa, «Arbor. Revista General del CSIC...», p. 283.
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FUENTES Y BIBLIOGRAFÍA
FUENTES
DOCUMENTALES CONSULTADAS
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FUENTES
ORALES
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ÍNDICE DE ILUSTRACIONES
Figura 1. Rafael Calvo Serer . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
16
Figura 2. Fray José López Ortiz . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
20
Figura 3. Portada del n.º 1; año 1944 . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
21
Figura 4. José María Sánchez de Muniain . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
25
Figura 5. Portada del n.º 19; año 1947 . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
29
Figura 6. José María Otero Navascués . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
55
Figura 7. José Ibáñez-Martín . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
58
Figura 8. José Ibáñez-Martín . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
61
Figura 9. Pedro Rocamora . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
65
Figura 10. Portada del n.º 325; año 1973 . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
66
Figura 11. Pedro Rocamora y la condesa de Fels . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
68
Figura 12. Pedro Rocamora, la condesa de Fels y el periodista Clavería . . . .
69
Figura 13. Miguel Ángel Quintanilla . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
75
Figura 14. Portada de enero; año 1985 . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
76
Figura 15. Pedro García Barreno . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
85
Figura 16. Alberto Sánchez Álvarez-Insúa . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
93
Figura 17. Portada del n.º 713; año 2005 . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
94
Figura 18. Portada del n.º 748; año 2011 . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
98
Figura 19. Cubierta de uno de los volúmenes de la colección Anejos Arbor . 100 Figura 20. Luis Alberto de Cuenca . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 104 Figura 21. José Luis García Barrientos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 105 Figura 22. Miguel Ángel Puig-Samper . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 107 Figura 23. Alfonso V. Carrascosa . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 110
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ANTOLOGÍA DE TEXTOS
PÉREZ EMBID, Florentino, «Breve historia de la revista Arbor», Arbor 75 (III.1952), pp. 305-316 [reproducido en Arbor 687-688 (III-IV.2003), pp. 395-406]
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ALBEROLA, Ana; FERNÁNDEZ, María Teresa; VÁZQUEZ, Manuela y VIESCA, Rosa de la, «Estudio bibliométrico de Arbor», Arbor 479-480 (XI-XII.1985), pp. 125-137.
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GOBIERNO DE ESPAÑA
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