La Economia Del Peronismo

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Marcelo Rougier

La economía del peronismo Una perspectiva histórica

Director de colección: Jorge Gelman Diseño de colección: Arianajenik

Rougier, Marcelo La economía del peronismo : una perspectiva histórica. a.*ed. - Buenos Aires: Sudamericana, 2012. 224 p .; 23x14 cm. * (Nudos de ta historia argentina) ISBN 978-950-07-3794-4 1. Historia Argentina, i. Título CDD 982

En pág. 8: Afiche oficial del Primer Plan Quinquenal (1947). Archivo General de la Nación.

Impreso en la Argentina Queda hecho el depósito que previene la ley 11.723. © 2012, Random House Mondadori S.A. Humberto Io 555, Buenos Aires, Argentina ISBN 9 78 -9 5 0 -0 7-37 9 4 -4 www.megustaleer.com.ar Esta edición de 2.000 e}emplares se terminó de Imprimir en Printing Books S.A., Mario Bravo 835, Avellaneda, Buenos Aires, en el mes de febrero de 2012.

a M .P . "P o r remotos temporalmente que nos parezcan los acontecimientos, la historia se refiere en realidad a las necesidades presentes y a las situaciones presentes en que vibran dichos acontecimientos. ” B. Croce

Introducción

lü jx is t e consenso entre los investigadores y analistas en considerar al p e río d o peronista c o m o una etapa decisiva en la historia política y social argentina, p o r m últiples razones y en variados sen­ tidos. N o obstante, desde una perspectiva e c o n ó ­ m ica ese acuerdo parece horadarse rápidam ente. Si b ien para algunos el peronism o habría puesto fin a la larga agonía del m o d e lo agroexp ortad or com enzada en los años treinta, para otros sólo fue parte de un proceso de crecim iento industrial in i­ ciado en esa fecha y que n o conclu iría hasta m u­ chos años después de derrocado el g ob iern o. Pero, en general, la idea predom inante es que aquellos años fu eron de ruptura; más aún, se habría rea-

lizad o un “ giro co p ern ica n o” , una “ divisoria de aguas” que* m o d ific ó de manera cardinal las re­ laciones sociales dando o rig e n a un proceso de industrialización pujante y a la em ergencia, ju n to a una clase obrera consciente de sus potencialida­ des, de una burguesía com p rom etida con el desa­ rro llo nacional. Se trataría d el m o m en to histórico en el que la industria y los derechos sociales de los trabajadores se con form a ron c o m o ejes cen­ trales de un proceso e c o n ó m ic o y social con du ­ c id o p o r el Estado dejando atrás definitivam ente un sistema basado en la exp ortación de la p ro ­ d u cción prim aria. Para otros, el peronism o tam­ b ié n sign ificó un pu nto de in flex ió n pero habría dado in ic io a un p rolon gad o retardo econ óm ico , de alejam iento del patrón de crecim ien to que si­ gu ieron otros países incluso los latinoam ericanos. E n esta interpretación, la A rgen tin a se encontraba al finalizar la Segunda G uerra M u n d ial (S G M ) en con dicion es inm ejorables para ensayar distintas estrategias económ icas sin mayores restricciones: casi n o poseía deuda externa, tenía amplias reser­ vas y una industria creciente; además, existía una alta demanda internacional de materias primas y alim entos con m u y buenos precios. Pero, en o p i­ n ió n de estos analistas, cuando a com ien zos de los años cincuenta la situación y los precios de los productos de exp ortación se deterioraron, esa p lé ­ yade de oportunidades fu e desperdiciada, puesto

que el peronism o n o habría tom ad o el ru m b o correcto para m od ifica r la estructura econ óm ica y lograr de ese m o d o una m ayor independencia de los vaivenes de la econ om ía internacional. E n particular se ha culpado al g o b ie rn o p o r n o u tili­ zar las divisas disponibles para crear una industria de base y co n m ayor grado de eficien cia y p o r gastarlas, en cam bio, en la nacionalización de los ferrocarriles y la repatriación de la deuda externa, o haber estim ulado el desarrollo de empresarios acostumbrados a v iv ir a expensas del Estado y de los altos niveles de protección . Tam bién se ha ar­ gum entado que en esas favorables circunstancias iniciales debieron haberse im pulsado las e x p o r­ taciones agrícolas, aun cuando eso supusiese una co n ten ció n del consu m o interno, y las industria­ les, de fo rm a tal de tener cubierta la provisión de divisas y a la v e z m antener la co m p etitivid a d de la p rod u cción local. Esta im a g e n --- quizá p re d o m i­ nante--- presenta a un g o b ie rn o n o tan interesado en la industrialización en sí misma sino más en el increm ento, d el consum o y del em pleo, más en la seguridad econ óm ica de las masas y en la de un gru p o de empresarios favorecidos a costa del in crem en to de las inversiones y de la capaci­ dad para transform ar la econ om ía, c o m o apuntó Carlos D ía z A lejan dro, en su obra clásica sobre el desarrollo e c o n ó m ic o argentino. La interpretación negativa de aquella ex p e­

riencia se ha visto reforzada p o r otra idea v in cu ­ lada n o tanto co n las erróneas medidas de p o lítica econ óm ica sino co n la inconsistencia para p o d er sostenerlas en el más largo plazo, una idea que se asocia al popu lism o en econom ía. L u e g o del fa­ llid o tercer g o b ie rn o peronista, in terru m p id o p o r el brutal g o lp e m ilitar de m arzo de 1976, A ld o Ferrer estilizó un m o d e lo de política econ óm ica “ populista” , identificable con la experien cia de los años cuarenta y cincuenta que ha m arcado a fu e g o un núm ero n o m en o r de elucidaciones so­ bre el p eríod o. D e acuerdo con ese esquema, la política econ óm ica del p rim er peronism o tenía c o m o o b jetivo m ejora r el n ivel de vida de los tra­ bajadores y para eso se centró básicamente en el aum ento salarial y en la transferencia de in g re ­ sos desde el sector agropecuario al industrial. E llo supuso un in crem en to de la in terven ción estatal en el con ju n to de las actividades económ icas y sociales que n o sólo respondió a una m era am ­ p lia ción de las innovaciones heredadas desde los años treinta sino que constituyó una ruptura im ­ portante respecto de esa coyuntura, en particular en lo qu e se refiere a la orien tación de la in ter­ v e n c ió n y los beneficiarios de ese proceso. E n los años de bonanza los buenos precios internaciona­ les habrían p e rm itid o la redistribución y el é x ito de esa p olítica para lu e g o dar lugar a otra, qu e n o podía ser considerada “ peronista” , caracterizada

p o r una reversión de las medidas económ icas in i­ ciales en todos su planos, y particularm ente en la redistribución del ingreso, el ob jetivo más im p o r­ tante de la política econ óm ica inicial. Esa p o líti­ ca “ n o peronista” habría predom in ado de hecho desde 1949 hasta el final del g o b ie rn o (aunque m uchos, al igual que el p rop io Ferrer, marcaron el “ cam bio de ru m b o ” hacia 1951-1952) abarcando la m ayoría de los años de la gestión de Juan Perón. Estas miradas críticas y relativam ente lineales apenas si fu ero n cuestionadas; p o c o se in d agó sobre el p e r ío d o hasta hace unos p o cos años, y el c ic lo peronista q u ed ó subsumido en e x p lic a c io ­ nes de más la rg o p la zo de la historia eco n ó m ic a argentina qu e le sustrajeron sus con n otacion es específicas. D esd e esa perspectiva, la e x p e rie n ­ cia en ese d ecen io, más allá del re c o n o c im ie n to de cam bios im portantes, habría sido una cues­ tió n de gra d o y q u ed ó diluida d en tro d el p ro ­ ceso d e indu strialización p o r sustitución de im ­ p orta cion es y de in crem en to de la in terve n ció n estatal ob servab le desde los años treinta y sólo in terru m p id a p o r las políticas de desindustria­ liz a c ió n impulsadas desde m ediados de la déca­ da de 1970. N o obstante, c o m o destacamos, en los ú ltim os años se ha p rod u cid o una revisión im p o rta n te d e variados aspectos del peronism o, incluso en dim ensiones impensadas tie m p o atrás p o r el avance de las disciplinas vinculadas con

la so cio lo g ía , la p o lítica o la cultura. C o n todo, sorp ren d en tem en te n o se ha publicado n ingú n lib ro sobre la ec o n o m ía peronista, y sólo rec ien ­ tem en te com en zaron a ser indagados algunos de sus aspectos específicos, en particular del desem ­ p e ñ o industrial y agrario. Es probable que el nuevo contexto que abrió la feroz crisis económ ica, social y política de 2001 y la irru pción de un nuevo programa p o lítico iden ­ tificado con variados elem entos del peronism o histórico, haya hecho las veces de catalizador de la investigación sobre aquellos años “ fundacionales” . A u n qu e no de manera unívoca es indudable que la trama actual ha animado y estimulado las in ­ vestigaciones y reinterpretaciones sobre el pasado encauzándolas hacia determinados temas y proble­ mas, perm itien do focalizar en períodos específicos y confrontar con aquellas consideraciones más g e­ nerales que sobre el peronism o habían brindado las interpretaciones estructurales o de largo plazo. D e hecho, algunos com ponentes identificables en la experiencia peronista “ clásica” se encuentran presentes en la actualidad y son variables de acción y discusión en el cam po de la política y la e c o ­ nom ía. Así, la redistribución del ingreso, el dilema inflacionario, la política respecto del agro, la esca­ sa integración del sector industrial, el avance de la intervención y regulación del Estado, la política de subsidios o de increm ento del gasto público e

incluso la con form a ción de un “ Estado empresa­ r io ” , p o r ejem plo, fueron problemáticas de rele­ vancia antaño y a la ve z son puestas sobre el tapete de manera cotidiana en el presente. Pero también los alcances y lím ites del nuevo m od elo de cre­ cim iento rem iten a los años del peronism o clási­ co, cuando los buenos precios internacionales de los productos de exportación perm itieron alentar la política de redistribución del ingreso que fue necesario reestructurar cuando esos precios c o ­ m enzaron á descender. E n definitiva, la discusión actual referida a si el crecim iento de la econ om ía argentina depende del “ vien to de cola” de los pre­ cios internacionales y si es capaz de sostener ese crecim iento co n un cam bio de la estructura p ro­ ductiva que perm ita una relativa independencia de las variables externas, co m o verem os, se engarza cabalmente co n las alternativas de la política e c o ­ nóm ica del peronism o durante los años cuarenta y cincuenta... Q u é decir además de la im portancia de los actores sociales destinatarios sustanciales de las políticas y su capacidad para acompañar esos proyectos: los trabajadores y sus organizaciones y la afamada “ burguesía nacional” . E n este lib ro se sostiene que no hu bo una di­ rectriz eco n ó m ica u n iform e entre 1946 y 1955, ni una estrategia de desarrollo de largo plazo que hiciera eje en algún sector produ ctivo de manera consistente, de m o d o que n o se identifica al p e -

ronisrrío co n el industrialismo ni tam p oco con el estatismo. La distribución del ingreso en favor de los trabajadores y el sostenim iento del em p leo fu eron las definiciones predom inantes durante ese decenio, si b ien sufrieron m odificacion es de im portancia. E n consecuencia, tanto el p rim e r y fugaz p e r ío d o hasta fines de 1948 c o m o el segun­ do que se ex ten d ió hasta el d errocam ien to del g o b ie rn o en 1955 son genuinas expresiones de la “ política eco n ó m ica del p eron ism o” , aun cuando en los años posteriores la m em oria, el discurso y la construcción política privilegiará las referen­ cias al p e río d o inicial, identificado c o m o la cris­ talización de u na’ idílica y “ auténtica” econ om ía peronista.

El programa económico y las primeras luces del bienestar

1946-1948

Las ideas L a literatura especializada ha caracterizado al peron ism o c o m o un régim en nacionalista, interventor-estatista, industrialista y una serie de cali­ ficativos más o m enos genéricos identificables en últim a instancia con el con cep to de “ p op u lism o” , asociado a las políticas de redistribución. N o obs­ tante, desde sus orígenes, el peronism o pretendió co n fo rm a r una con cep ción propia y origin al que se integraba dentro de su “ doctrin a” social y p o lí­ tica. Esa pretensión puede rastrearse en los discur­ sos y publicaciones oficiales durante los prim eros años de gob iern o. E l p rop io P erón aludía una y

otra v e z a los “ sólidos fundam entos de la d o c tri­ na justicialista” que tenía “ una solución argentina para cada problem a de la hum anidad” .P aradóji­ camente, esa co n cep ció n cobró fo rm a más acaba­ da después de 1949, cuando una crisis econ óm ica revirtió las condiciones excepcionales que habían p e rm itid o desarrollar la “ p olítica econ óm ica p e ­ ronista” inicial, que se m odificaríá en m uchos as­ pectos de manera notable. D e todos m odos, aun cuando el cam bio en m ateria econ óm ica fu e sig­ nificativo, muchas de las ideas generales que ha­ bían dado m arco a las políticas de los prim eros años se sostenían en la “ doctrina cristalizada” , que significativam ente reflejaba de manera más c o n ­ tundente lo realizado hasta 1948. D esde el pu nto de vista discursivo, aunque la realidad p o sterio r a 1949 fuese parcialm ente diferente a lo que se presentaba p o r ese m ism o m om en to, la “ filosofía econ óm ica peronista” perm itía m antener viva la im agen de prosperidad y éx ito qu e caracterizó el desem peño e c o n ó m ic o inicial. E n consecuencia, durante los prim eros años de la experiencia peronista n o existió un cu erpo te ó ric o defin id o que actuara c o m o guía y susten­ to de las medidas económ icas que se im p le m e n taban, y muchas de ellas resultaron de decisiones tomadas c o m o respuesta a coyunturas previas a la gestión de g o b ie rn o y otras particulares que se fu eron presentando. D e todos m odos, aun cuando

el pragm atism o p red om in ó en esos años, algunos intelectuales y m iem bros del en torn o gob ern an ­ te buscaron muchas veces de manera más o m e ­ nos explícita un sustento te ó ric o para las p o lí­ ticas desplegadas. Y es indudable que la p olítica econ óm ica inicial se enm arcó en un am biente de debate intelectual de gran alcance en to rn o de la in terven ció n del Estado en la eco n o m ía c o m o m ecanism o para atenuar las crisis. Esas discusio­ nes eran tributarias de la difusión a nivel mundial de los plánteos de John M aynard Keynes lu ego de la crisis econ óm ica de 1929, el im pacto de los p ro­ gramas intervencionistas de Franklin R o o s e v e lt en los Estados U n idos, especialmente del N ew JDeal, y de 'W illiam B everid g e en Gran Bretaña, y tam bién de los planes soviéticos de industrialización ace­ lerada y de las oscuras proyecciones d el fascismo italiano particularm ente. C o n todo, las ideas k eynesianas cóm p on ía n de manera preponderante el aire que insuflaba vida a la econ om ía capitalista de la época y n u trió un am plio abanico de o rie n ­ taciones de políticas económ icas y sociales en nu­ merosos países, entre éllos los latinoam ericanos y especialm ente la A rgentin a. E l “ sistema social peronista” , im b u id o de la doctrina social de la Iglesia, tom aba la idea de que el capitalismo, dejado a su suerte, m ultiplica­ ba la riqu eza pero generaba una distribución in ­ justa entre empresarios y trabajadores, provocan­

do esporádicos choques de intereses y conflictos de poten cial gravedad para el conju n to social; en consecuencia, el Estado debía in terven ir o m e­ diar para que el crecim ien to e c o n ó m ic o se logra ­ ra co n la m ayor arm onía posible. Pero n o era un proyecto estatista; para Perón “ la e c o n o m ía na­ cional debe basarse en que el Estado co n trole los fundam entos de aquélla, quedando a la iniciativa privada, a veces en colaboración ó fo rm a m ixta co n el Estado, o exclusivam ente p o r su cuenta, el desarrollo de la p rod u cción ” . Esa intervención a través de la planificación económ ica n o sólo era compatible con el sistema dem ocrático sino que era la única posibilidad de “ m antener los atributos de la personalidad humana, fundamentando la pervivencia de los ideales cris­ tianos, de considerar al hom bre co m o el valor final en la tierra y al Estado co m o instrumento de su fe ­ licidad” , c o m o afirmara el diputado peronista John C o o k e en 1946. C laro que para lograr ese propósi­ to también era necesario convencer a los capitalis­ tas de que se mostraran dispuestos a sacrificar algo, pagando m ejores salarios, a cam bio de con tener el enfrentamiento social y la amenaza á la propiedad de sus negocios que podría derivar de la intensifi­ cación de los conflictos; los mayores ingresos de la población c o m o contrapartida implicaban un au­ m ento del m ercado interno y de las oportunidades de negocios para el conjunto del empresariado.

Esta c o n c e p c ió n se com p letab a co n la c o n ­ s o lid a ció n de sindicatos organ izados que p o ­ sibilitaba el co n tro l de un m o v im ie n to ob rero con sid erad o anárquico y dañino d el te jid o so­ cial. E n este sentido, para el g o b ie r n o m ilitar q u e to m ó el p o d e r en ju n io de 1943 la lucha contra el co m u n ism o era p rio rita ria y así lo plasm ó el c o ro n e l P erón , secretario de Traba­ j o y P re v is ió n , en un fa m oso y fresco discurso de agosto de 1944 en la B olsa de C o m e r c io de B u en os A ires. La m e jo r alternativa para en fren ­ tar ese fla g e ló consistía en la c o o p e ra c ió n de los industriales y el parlam ento co n las organ iza­ cion es d el m o v im ie n to obrero. E n palabras de P erón , el d iá lo g o era “ el m edio para que lleguen a un acuerdo no a una lucha. Así se suprimen las huelgas, los conflictos parciales, aunque indudablemente, las masas obreras pasan a tener el derecho de discutir sus propios intereses desde una misma altura con las fuerza patronales, lo que analiza­ do es absoluta justicia...Y el Estado está en la obligación de defender una asociación com o la otra, porque le conviene tener las fuerzas orgánicas que pueda controlar y que puede di­ rigir; y no fuerzas inorgánicas que escapen a su dirección y a su control” .

D e allí que se impulsara la le y de A socia cio­ nes Profesionales que en 1945 reconocería a los sindicatos c o m o asociaciones de derecho público y la instrumentación de negociaciones colectivas para dirim ir los conflictos en torn o de los salarios, a la ve z que disponía la retención obligatoria de los aportes sindicales p or parte de los empleadores. Pero para despejar toda duda acerca de sus inten­ ciones postreras agregaba en el recinto de la Bolsa: “ Señores capitalistas: no se asusten de m i sindi­ calismo, nunca m ejor que ahora está seguro el capitalismo ya que yo también lo soy porque tengo estancia y en ella operarios. L o que quie­ ro es organizar estatalmente a los trabajadores para que el Estado los dirija y les marque el rumbo, y de esa manera se neutralizarán en su seno las -corrientes ideológicas y revoluciones que pueden poner en peligro nuestra sociedad capitalista en la posguerra. A los obreros hay que darles algunas mejoras y serán una fuerza fácilmente manejable” . A ñ os después diría de ese proceso n o sin una cuota de cinism o: “ Yo les hablaba (a los obreros) un poco de co­ munismo. ¿Por qué? Porque si les hubiera ha­ blado en otro idioma me hubieran tirado el

primer naranjazo (...) Se inclinaban, más hacia la lüchá de clases (...) ellos querían ir donde es­ taban acostumbrados a pensar que debían ir.Yo no les dije que tenían que ir adonde yo iba; yo me puse delante de ellos e inicié la marcha en la dirección donde ellos querían ir; durante el viaje fui dando la vuelta y los llevé donde yo quería” . .E n este p r o y e c to --- que cristalizaría en la idea de co n fo rm a r una “ com unidad organizada” nun­ ca m u y claram ente definida— la econ om ía y la política eco n ó m ica se encontraban in elu d ib le­ m en te subordinadas a esa lógica política qu e p re­ tendía evitar la lucha de clases, p ro m o v ie n d o la justicia social m ediante la in terven ción del Estado. E n consecuencia, la búsqueda de arm onía social condicionaba y daba fundam ento a las d e fin ic io ­ nes económ icas, que im pon ían reservas al capital nacional y extranjero, y apuntaban a controlar la con flictivid ad de los trabajadores. U n a d e n o m i­ nada “ tercera p osición ” propugnaba el rechazo de la econ om ía libre pero tam bién del dirigism o, en adhesión a un sistema ec o n ó m ic o d on d e el ca­ pital se encontraba al servicio de la sociedad. En palabras de P erón hacia 1950, una v e z cristalizado este pensam iento, “ puestas las cosas en su lugar, capital y prop ied ad individual en fu n ción social, nuestra e c o n o m ía d ejó de ser individualista sin pasar a ser colectivista, poniéndose, de este m od o ,

en el ju sto m e d io que nos p erm ite calificarla y denom inarla co n el n om b re de eco n o m ía justi­ cialista” . U n a representación de esa idea puede encontrarse en Adundo Peronista, una revista de di­ fusión de la “ doctrin a justicialista” d on d e podían encontrarse en 1951 definiciones c o m o éstas: “ Fascismo: usted tiene dos vacas; el gobierno se las deja; usted las ordeña y él le saca la leche. Nazismo: usted tiene dos vacas, el gobierno lo mata a usted y le saca las dos vacas... D em o ­ cracia capitalista: usted tiene dos vacas. Vende una vaca, compra un toro, y con el tiem po se hace estanciero, dueño y señor de haciendas y vidas humanas... Comunismo: usted tiene dos vacas. El gobierno se las quita, las ordeña y le da a usted un poco de leche. Justicialismo: usted tiene tres vacas. Usted mata una vaca y le vende la mitad a sus paisanos; el gobierno le defiende el negocio de una cuarta parte, que usted vende en el exterior, y usted le entrega al gobierno el otro cuarto para ser distribui­ do entre los que no tenían ni una gallina. D e paso se salva de que estos necesitados hagan una ‘carnicería’ cuereándolo a usted y a sus tres vacas. Las otras vacas las guarda para que le si­ gan dando leche y terneros. ¡Ah!... Y si usted se aviva trabajando ¡industrializa los restos de la vaca muerta y la leche de las vivas!” .

E vid en tem en te el discurso “justicialista” pre­ tendía marcar la diferen ciación con otros sistemas para reafirm ar su propia identidad. Pero además, la m isteriosa vaca extra que tienen los paisanos del justicialism o parecía rem itir a la abundancia de la que gozaba la econ om ía argentina, al m e­ nos en los años inm ediatos de la posguerra, y que posibilitaba la redistribución del ingreso (lo que de algún m o d o habría de desaparecer después de 1949, precisam ente cuando se escribían esas lí­ neas). P ero el elem ento más significativo de esta pequ eñ a fábula justicialista era su m oraleja: la re­ distribución evitaba el co n flicto social y la lucha de clases, que de otra fo rm a term inaría en una re­ v o lu c ió n violenta, una idea expresada numerosas veces y desde tiem p o atrás. Q u edaba claro cuáles eran los objetivos últim os de la política e c o n ó m i­ ca: sostener el statu quo social, todas las acciones y m edidas p o r im portantes que fuesen en sí mis­ mas se transformaban finalm ente en instrumen­ tos para cu m plir ese prop ósito supremo, y en ese c o n te x to deben ser entendidas y analizadas. E n el conju n to de estas ideas, que c o m o seña­ lam os fu eron cobrando fo rm a acabada sólo en el transcurso de la experiencia de poder, el incre­ m en to de los salarios de los trabajadores se enten­ día c o m o una co n d ición im prescindible para e v i­ tar la crisis que se estimaba sobrevendría lu ego de

term inada la S G M ; en tanto las restricciones del co m ercio e x te rio r producto de esas circunstan­ cias particulares habían p erm itid o un avance de un nú m ero im portan te de actividades m anufac­ tureras a través de la sustitución de im portaciones, la reanudación de los flujos com erciales habría de provocar la quiebra de vastos sectores p rod u cti­ vos, acarreando c o m o consecuencia la desocupa­ c ió n y la gestación de las condiciones para qu e se desarrollase el tan tem id o co n flicto social. C o m o ha destacado el historiador José V illa rruel, esta orien ta ción encontró in icialm en te un sustento op o rtu n o en las teorías del subconsum o, que intentaban explicar las crisis económ icas argum entando que la p rop orción decrecien te de los salarios en el total de la riqueza generada p ro ­ ducía cíclicam ente una insuficiencia del consu m o de los sectores populares para absorber la o fe r­ ta de bienes y servicios. E n esas circunstancias, la recesión y el estancamiento eran inevitables, en tanto la p rod u cción de bienes n o estaba regula­ da conscientem en te y era, en prin cipio, ilim ita ­ da, mientras qué el p o d er de com pra estaba dado p o r los salarios que tendían a ubicarse en niveles de subsistencia. Para esta teoría, desarrollada y d i­ fundida a m ediados del siglo X I X , la causa de la crisis era el exceso de ahorro, que podía provocar grandes discrepancias entre el consum o y la p ro ­ du cción, bajo el supuesto im p lícito de que los in ­

gresos que n o se consumían tam poco se invertían. La obra de K eynes en los años treinta respaldó las prescripciones de esa teoría co n algunos matices ya que n o identificaba el o rig e n del problem a en la fo rm a c ió n de ahorro sino en la falta de inver­ sión, desarrollando una exp licación integral del papel de la “ dem anda efectiva” --- resultante de la propensión a consum ir y de la inversión--- en el ciclo ec o n ó m ic o . Las teorías del subconsum o brindarían a P e ­ rón un adecuado argum ento p o lític o que a la v e z le p erm itía ser crítico respecto del curso de la ec o n o m ía capitalista y p o r lo tanto diferenciarse de ese sistema. A sí lo reseñaba desde su cargo en la Secretaría de Trabajo y Previsión: “ La República Argentina produce en estos momentos el doble de lo que consume, es de­ cir, la mitad de lo que produce sale al exte­ rior. .. Cuando ya no sea posible exportar, si consumimos sólo el 50% ¿cuál será la situación de nuestra industria, de nuestra producción? Habrá una paralización del 50% y veremos a un m illón de argentinos desocupados que no tendrán en qué trabajar ni con qué vivir. N o habrá otro remedio que aumentar el consu­ mo. Y el consumo, en una circunstancia tan extraordinaria com o la que se nos va a pre­ sentar, solamente podrá aumentarse elevando

los sueldos y salarios para que cada uno pueda consumir mucho más de lo que consume ac­ tualmente y permitiendo que cada industrial, cada fabricante, cada comerciante pueda a su vez producir lo mismo que hoy sin verse obli­ gado a parar las máquinas y a despedir a los obreros” . Estas form u laciones ya rondaban las d efin i­ ciones de un g ru p o de intfclectualés preocupados p o r las lim itacion es de la estructura econ óm ica que se agruparon alrededor de la Revista de Eco­ nomía Argentina fundada p o r A leja h d ro B u n ge en 1918. A lg u n o s de sus discípulos participarían ac­ tivam ente en el C on sejo N a c io n a l de Posguerra, un organism o creado en 1944 p o t el g o b ie rn o m ilitar con el propósito de diseñar una estrategia eco n ó m ica y social para lo que se estimaba serían tiem pos som bríos.

Los condicionantes (o la escasa autonomía de la política económica) Las desigualdades en el desarrollo regional, la inadecuada distribución del ingreso y la e x p o ­ sición de toda la econ om ía a factores c o m o las con d icion es climáticas o el n ivel de dem anda del ex te rio r n o estimulaban el regreso a la econ om ía

agro exportadora. Pero además las con dicion es sociales y políticas tam bién ameritaban prose­ gu ir en el cam ino que la industrialización forzosa experim en tada durante el co n flicto b élico había estimulado. E l proyecto p o lític o de Perón pretendió recos­ tarse inicialm ente en los partidos tradicionales; sin em bargo, d eb ió lanzar su candidatura presiden­ cial sin más apoyo que los que había consegui­ d o desde el poder, que n o resultaron desdeñables dfe acuerdo con lo acon tecido el 17 de octubre de 1945. La clase obrera había ten ido un creci­ m ien to notable en la década previa y especial­ m en te durante la industrialización de los años de la guerra, llegan do al m illó n dé trabajadores. Estas circunstancias le otorgaban a los sectores obreros una gravitación social — y electoral— creciente, y se transformarían ju n to co n el ejército y la ig le ­ sia --- sectores receptivos del discurso peronista de co n tro l social de los trabajadores— en la base p o ­ lítica de la nueva gestión. Para alcanzar el éx ito y la consolidación política de su proyecto era inelu­ dible que Perón continuara p o r el sendero que marcaba el creciente peso de las manufacturas. D e todos m odos, el crecim ien to ec o n ó m ic o qu e se v e r ific ó durante el p e río d o b élico fue re­ lativo y condicionaba sobremanera las posibili­ dades del futuro cercano. La econ om ía argentina tu vo tasas de crecim ien to moderadas (del orden

del 3 -4 % anual) durante la S G M ; n o obstante, al igual que m uchos otros países latinoam ericanos y otros que no participaron de manera directa en el con flicto, las actividades manufactureras tu­ vie ro n im portan te expansión, básicam ente co m o consecuencia de la sustitución de bienes im p o r­ tados que los grandes centros productores n o p o ­ dían abastecer. E n ese con texto p o r p rim era ve z la p rod u cción industrial superó la participación del sector p rim a rio en la co m p osición del P r o ­ ducto B ru to In tern o (P B I). Incluso en esas cir­ cunstancias la A rgen tin a logró, si b ien fu gazm en ­ te, exportar productos industriales en magnitudes considerables a otros países de A m é ric a latina y los Estados U n id o s . Las oportunidades de ex p o r­ tación, las posibilidades de sustitución de im p o r­ taciones y la acum ulación de reservas derivadas de una balanza com ercial favorable (qu e supe­ raron los 1.600 m illones de dólares) mostraban una prom isoria fase de expansión de la actividad econ óm ica. Pero si b ien las cuentas externas arrojaban su­ cesivos saldos positivos, ellos ob edecían más a la im posibilidad de im portar que a la capacidad de las exportaciones argentinas pues la p rod u cción rural se encontraba estancada desde hacía m uchos años. A dem ás, las libras obtenidas p o r el intercam ­ b io co n Inglaterra se acumulaban p ero estaban “ bloqueadas” , n o podían utilizarse fuera del área

de la libra o convertirlas en otras divisas. Esas di­ ficultades afectaron el acceso del sector rural a las maquinarias agrícolas y tam bién de las industrias a materias primas, combustibles y equipos p ro­ voca n d o una fuerte descapitalización que mar­ caba dram áticam ente la escasa integración de la estructura manufacturera y sus límites. E n estas condiciones, un in fo rm e del departa­ m en to de Investigaciones E con óm icas del B an co C entral de la R e p ú b lic a A rgen tin a ( B C R A ) de m ediados de 1945 planteaba un escenario p o c o optim ista respecto de las posibilidades de supervi­ vencia de la industria una v e z finalizada la guerra. La siderurgia, p o r ejem plo, tenía escasas alternati­ vas de desarrollarse si n o se consolidaba un c o m ­ p le jo industrial poderoso, apoyado p o r el Estado, y la industria de m aquinaria debía m antener bajos los costos para p o d er ser com petitiva. Q u izá, se señalaba, pudieran sobrevivir los establecimientos más antiguos, pero las actividades más m odernas, c o m o la de artefactos electrodom ésticos, estaban destinadas a sucumbir frente a la com petencia de productos extranjeros de m ayor calidad. En otros sectores, tam bién se avizoraba un futuro similar­ m ente oscuro. P o c o después, m iem bros del Insti­ tuto A leja íid ro B unge, de gran influencia en los prim eros años del g o b ie rn o peronista, publicaron en la Revista de Economía Argentina un artículo d on de se señalaban las posibilidades de avanzar en

la sustitución de im portaciones en la prod u cción de alim entos, textiles, quím icos y en la m etalurgia más simple, mientras que en otros rubros, c o m o papel, caucho o en algún sector de maquinaria tam bién podía reducirse la dependencia del ex te­ rior. A4ás com p leja era la p rod u cción siderúrgica pues n o se producía localm en te h ierro y carbón suficiente y necesariam ente esos insumos debían proven ir del exterior. D e todos m odos, el gru p o rechazaba las posiciones más autárquicas que es­ bozaban algunos militares; la apuesta a la indus­ trialización serviría para hacer m enos vulnerable la ec o n o m ía argentina frente a los ciclos externos, p ero n o debía cerrarla. P o c o después, el B an co C entral aclaraba en 1946 qu e n o §e trataba de “ propugnar la industrialización indiscriminada, conform e a un cerrado nacionalismo económi­ co que podría conducir a disminuir el inter­ cambio internacional y a encarecer los artículos manufacturados. Antes, al contrario, se trata de seguir, en la medida de lo posible, el ejemplo dado por otras grandes naciones, en las cuales siempre se defiende la producción local para la cual existen fuentes y aptitudes nativas” . In d ep en d ien tem en te de estas posibilidades era una realidad incontrastable que los empresarios

industriales, al igual que los obreros, se habían constituido en m iem bros destacados de la estruc­ tura econ óm ica y social y sus intereses debían ser considerados en cualquier estrategia económ ica. D e hecho, la U n ió n Industrial A rgentin a ( U I A ) tam bién había m anifestado reiteradamente su p reocu pación p o r lo que sucedería en la posgue­ rra, e incluso había creado un Instituto de Es­ tudios y C onferencias Industriales en 1941 para discutir las líneas de acción una ve z finalizado el con flicto. E n palabras de su presidente, Luis C o lo m b o , “ E l m undo se va a reconstruir, grandes econom ías se han de fusionar, otras tratarán de coordinarse, y la nuestra, co n un m ercado in tern o reducido, debe preguntarse cuál será su destino en ese n u evo m u n d o” . L u e g o del golpe m ilitar de 1943 la institución impulsaría un C on greso Perm anente de las Fuerzas Productoras para el Estudio de los Problemas E co ­ n óm icos y Sociales de Posguerra conjuntamente co n la Bolsa de C om ercio , la Sociedad R u ral y la Asociación del Trabajo, aunque esas preocupaciones fueron dejando paso a una inquietud más in m e­ diata vinculada con la cuestión obrera y la acción que se desarrollaba desde la Secretaría de Trabajo y Previsión. D e hecho, una de las consultas que el C on greso realizó entre los empresarios y fu n cio­ narios se refería a las medidas que se consideraban oportunas “ a efectos de evitar que la m ultiplicación

y fortalecim ien to de las asociaciones gremiales pueda acentuar la lucha de clase, co m p rom etien ­ d o p o r ello la prod u cción nacional y el prestigio del E stado” . E l enfrentam iento de los industriales co n la política laboral desplegada p o r el g ob iern o se intensificó lu eg o de la creación del C on sejo N a c io n a l de Postguerra que sólo los incluía co m o asesores. P erón era consciente de que su política laboral p od ía ser incom prendida p o r los sectores propietarios: “ Es indudable que eso (la justicia social) levantará la reacción y la resistencia de esos señores que son los peores en em igos de su propia felicidad, p orq u e p or n o dar un 30% van a per­ der dentro de varios años o de varios meses tod o lo qu e tienen, y además las orejas” . Pero la U I A consideraba que n o era necesario llevar al extre­ m o las políticas laborales pues n o com partía el diagnóstico de Perón: “ E xam inando serenamente esa realidad, hallamos que en nuestro país nun­ ca existió una verdadera lucha de clases con las características propias de los países de tradición industrial econ óm ica nacional” . E l enfrentam iento de los industriales con P e ­ ró n te n d ría su p u n to alto en la crisis p revia al 17 de octubre cuando se estableció una C o n ­ v e n ció n N a c io n a l Salarial co n el propósito de im plantar un salario m ín im o y el sueldo anual co m p lem en ta rio (aguinaldo); p éro sorteada la ad­ versa coyuntura política que se había generado, el

triu nfo de Perón sobre los industriales fue in con ­ trovertible y en mayo de 1946 el gob iern o decretó la in terven ción de la U I A . C o n todo, el apoyo de los industriales era indispensable para el proyecto p o lítico de Perón y necesariamente debía atender sus preocupaciones de más largo plazo vinculadas co n el sostenimiento de las actividades acrecentadas durante la guerra. D e hecho, independientem ente de la intervención de la grem ial empresarial y de los avatares políticos, el com prom iso de muchos industriales con las medidas del g ob iern o peronista dirigidas a increm entar el m ercado interno sería ostensible, aunque retaceado en fu nción de las p ro­ puestas específicas en cada circunstancia. Es indudable que estos y otros com prom isos co n industriales y obreros generaron un clim a de ideas e intereses que favorecía la continuación de las industrias ya existentes e incluso el im pulso de las actividades básicas (m etalúrgicas y otras). T a m b ién algunos sectores militares estaban preocupados p o r las dificultades de aprovisiona­ m ien to de materiales “ críticos” que la guerra ha­ bía provocado, y que afectaba las posibilidades de la “ defensa nacional” . D e allí que durante el g o ­ b ie rn o m ilitar se impulsaran numerosas medidas y proyectos en los últim os años de la guerra (p ri­ m era le y de p ro m o c ió n industrial, creación del B an co de C réd ito Industrial y de la Secretaría de Industria, p o r ejem p lo) que en térm inos generales

sembraban una m ayor autarquía industrial c o m o alternativa para evitar los efectos perniciosos p ro ­ vocados p o r las restricciones externas, y respecto de la previsible caída de la actividad fabril una v e z recom pu esto el co m ercio internacional. Parale­ lam ente, una política de increm entos salariales y de m o d ifica ció n del patrón de distribución del ingreso vig e n te perm itiría expandir un m erca­ d o in tern o considerado p equ eñ o p^ra sostener el crecim ien to del sector manufacturero. P o r otro lado, las particulares con diciones exte­ riores de la inm ediata posguerra explican en gran meclida las políticas económ icas que se siguieron durante los prim eros años del g o b ie rn o peronis­ ta y enm arcaron las “ o p cion es” qúe se tom arían inicialm en te. Pero además, el n u evo g o b ie rn o que asumiría en m ayo de 1946 era heredero del ré g i­ m en de facto y recibía, una d ifícil situación inter­ nacion al p rodu cto de una política e x te rio r que se había opuesto en numerosas oportunidades a las iniciativas norteamericanas (qu e buscaban el apo­ y o del con tin en te en el esfuerzo b élico ) y había declarado la guerra sólo cuando la derrota alema­ na estaba en ciernes. E n rigor, muchas de las ideas que guiaron la a cción del g o b ie rn o peronista en m ateria e c o n ó ­ m ica fu eron el resultado de un ajustado diagnós­ tico respecto de las alternativas de la econ om ía internacional. D e hecho, independientem ente de

las consideraciones vertidas anteriorm ente, las posibilidades de continuar en el sendero del v ie jo m o d e lo agro exp ortad or estaban profundam en­ te limitadas si el sistema com ercial internacional n o se restauraba,.si el proteccion ism o agrícola se perpetuaba en Europa y los Estados U n id o s y si la dem anda externa de productos argentinos n o crecía considerablem ente en un m ediano plazo; así lo estimaban los m iem bros del gru p o B unge, quienes preveían “ serias dificultades” en la c o lo ­ cación de granos y carnes en la inm ediata pos­ guerra y, en consecuencia, resultaba im p erio so desbrozar otros senderos. Las condiciones económ icas internacionales durante el p e río d o 1946 y 1948 tendieron a co n ­ firm ar esa idea. Buena parte de los inconvenientes y decisiones que se tom aron fueron consecuencia de los desarreglos de la econom ía internacional y de la restauración del triángulo com ercial desple­ gado en los años veinte, aquel que perm itía a la A rgentin a sostener un superávit com ercial con el R e in o U n id o y Europa C ontinental y un déficit com ercial con los Estados U nidos. Si bien la si­ tuación de las econom ías europeas a la salida de la guerra perm itía la colocación de alimentos p or parte de la Argentina, esos países, abocados a la re­ construcción, n o estaban en condiciones de cubrir las necesidades de bienes semi-manufacturados y maquinarias que requería la industria local; ellas

serían cubiertas p o r los Estados U n id os licuando las acreencias conseguidas en los años de la gue­ rra. Pero la A rgentina no tenía ya la posibilidad de compensar ese déficit con el superávit obtenido a través del com ercio con Europa; necesitaba dólares pero sólo recibía monedas inconvertibles, co m o li­ bras esterlinas, francos franceses o liras. E l h ech o de que inicialm ente las exportacio­ nes superaban holgadam ente a las im portaciones pu do estimular la idea de que las dificultades en el frente ex tern o no eran im portantes, pero ese pensam iento rápidam ente se dem ostraría falso. E n la m ed ida en que el valor d el total de las re­ servas expresadas en pesos crecía, la situación con respecto a los dólares y al o ro se tornaba cada v e z más com plicada. E l g o b ie rn o peronista fir­ m ó acuerdos co n el R e in o U n id o en 1946 para la c o lo c a c ió n de una gran parte de sus exporta­ ciones de carne en ese país; a cam bio ob tu vo el com p rom iso de que las libras obtenidas p o r ese co m e rcio serían convertibles, aun cuando las di­ visas conseguidas durante el p e r ío d o de la gue­ rra continuarían bloqueadas. D e algún m odo, las perspectivas eran entonces favorables a la restau­ ración del triángulo ec o n ó m ic o de los años ve in ­ te y esas nuevas libras podían finánciar las im ­ portaciones provenientes de los Estados U n idos. E m p ero la libra fu e convertible sólo durante unas pocas semanas y los países que tenían superávit

con el R e in o U n id o com enzaron a e x ig ir dóla­ res. La devaluación de la libra en agosto de 1947 desnudó la im posibilidad de la restauración del m ultilateralism o y del acercam iento argentino al R e in o U n id o c o m o estrategia para contrarres­ tar las restricciones políticas y económ icas que habían efectivizado los Estados U n id os desde la época de la guerra. O tra v e z las alternativas eran m u y reducidas, y la capacidad de n e go cia ció n de la A rgentin a, d é­ bil. C o m o Gran Bretaña era el ú nico com p rad or im portan te de carnes argentinas y n o tenía capa­ cidad de pago ni una m oneda convertible, y tam ­ p o c o podía enviar la cantidad suficiente de bienes para cubrir esas compras, el g o b ie rn o argentino se v io ob ligado a otorgar empréstitos baratos o m árgenes de crédito a posibles com pradores que necesitaban los alim entos pero que n o tenían una gran capacidad de pago ni podían proveer en general los insumos necesarios. España y B é lg i­ ca realizaron estos convenios en 1946, Francia e Italia un año después, R u m an ia, Finlandia, Países Bajos y otros en 1948, mientras se refinanciaban y ampliaban los anteriores en condiciones m u y favorables c o m o fue el caso del P r o to c o lo P e rón-Frarico. T a m b ién se realizaron convenios con países sudamericanos, especialm ente con C h ile y B olivia , co n el propósito de ob ten er insumos básicos c o m o cobre y estaño, en el m arco de un

p royecto am bicioso de co n fo rm a r un m ercado com ú n inspirado en las ideas de A lejan dro B unge, aunque algunos de ellos fu eron bloqueados p o r la presión de las compañías estadounidenses que operaban en esos países. E n rigo r, el ú n ico país que p od ía proveer los bienes necesarios para sostener el consum o y la industrialización p o r ese entonces eran los Esta­ dos U n id os. Pero la A rgen tin a p o c o podía ven ­ derle a ese país, que además acentuó durante la posguerra su tradicional p roteccion ism o a g ríc o ­ la: n o sólo n o com praba sino qu e operaba para que otros países tam poco lo hicieran. Em barca­ da en un b o ic o t contra la A rgen tin a desde 1942, la potencia norteam ericana no estaba dispuesta a proveer insumos y maquinarias que, p o r lo de­ más, eran escasos en esas aciagas circunstancias. E n suma, c o m o ha señalado el econom ista Jor­ ge Fodor, Europa no p od ía pagar y los Estados U n id o s n o querían com prar; mientras tanto la re­ construcción de la p rod u cción rural en el V ie jo C o n tin en te era acelerada y se transformaría en un problem a más tem prano que tarde. U n co m en tario aparte, aunque im bricado con las reflexion es anteriores, se refiere a los térm inos del intercam bio, esto es a la relación entre el valor de las exportaciones y el de las im portaciones. Los precios de los productos de exportación de la A r ­ gentina eran en los años inm ediatos posteriores a

la guerra m u y elevados, pero los países que “ paga­ ban” esos altos precios n o podían enviar m uchos bienes a cam bio; en otras palabras, los buenos pre­ cios n o significaban que pudieran im portarse una gran cantidad de productos sino básicam ente el rápido agotam iento de los créditos concedidos. M ás tarde los térm inos del intercam bio, c o m o era previsible, em peoraron para la A rgen tin a y la devaluación de las m onedas erosionó el va lor de esos saldos acreedores. Entonces, Jas dificultades del co m ercio in ter­ nacional, la escasez de dólares de los com ien zos de la posguerra y los problemas para ob ten er di­ visas convertibles marcaron las definiciones a fa­ v o r del avance industrial y la reducción de las im ­ portaciones, que se fue perfilando c o m o la única alternativa posible, un sendero casi ob ligad o si se considera que la posibilidad de transferir recursos hacia la p rod u cción rural para atender la alta pero transitoria dem anda de algunos productos de ex ­ porta ción tenía lím ites m u y precisos. R e c o n o c id o s estos condicionantes internos (eco n ó m ico s y sociales) y los externos (las carac­ terísticas del c o m e rc io internacional), el abanico de opciones n o era tan am plio finalm ente, o, p e o r aún, n o eran opciones y la política eco n óm ica carecía de aquella autonom ía que las reconstruc­ ciones simplistas han dejado caer. Es probable que el “ m ercad oin tern ism o” que siguió el peronism o

se parezca bastante p o c o a una “ o p c ió n ” y más a una respuesta a la realidad com p leja del contexto local y del m ercado internacional, respuesta por otra parte n o necesariam ente deseada. Tam po­ co el sostenim iento del p len o em pleo, asociado al cierre de la econ om ía y al im pu lso industrial, parecía ser una decisión tom ada librem ente en esos com plicados años de la temprana posgue­ rra d on de n o es d ifícil advertir condicionantes n o sólo econ óm icos y sociales sino tam bién p o ­ líticos; en tales circunstancias, casi co n seguridad, asegurar el p len o em p leo para evitar el con flicto social requería impulsar el sector manufacturero y subsidiar actividades no com petitivas, tal co m o sucedió, al m enos inicialm ente.

Las herramientas La política de ingresos fu e u n o de los princi­ pales instrumentos que u tilizó el g o b ie rn o para m antener un ritm o creciente de consum o y p ro­ d u cción y evitar cualquier atisbo de crisis a la sali­ da de la guerra. Ella se o rien tó desde el capital ha­ cia el trabajo y desde el sector agropecuario hacia las actividades urbanas y se desarrolló a través de m u y diversas medidas, de m anera directa a veces y a través de medidas indirectas, c o m o la m o d ifi­ cación de los precios relativos, en otras ocasiones.

E n el p rim e r sentido ya desde 1945 se v e rific ó una p olítica de in crem en to salarial, el estableci­ m ien to de salarios m ínim os, la in trodu cción del sueldo anual com p lem en tario, la im plem en tación de vacaciones pagas, además de com p lem en tar­ se con un rég im en salarial indirecto a través del sistema de ju bilacion es y pensiones que sería en­ m arcado en las políticas educativas, de salud y de vivien d a características del peronism o en los años siguientes. Los constantes increm entos del salario n o m i­ nal superaron la tasa de inflación, lo que significó una m ejora del salario real que alcanzó el 60% entre 1945 y 1948. Estos destacados beneficios para el con ju n to de los trabajadores y en especial para los de m enores ingresos, base de sustentación p olítica del n u evo régim en , significaron un in cre­ m en to de la participación de los salarios de más de d iez puntos porcentuales del P B I respecto de 1945 y ten d ieron a ubicarse en to rn o al 50% del ingreso nacional hacia 1949, consagrando de ese m o d o una notable m ejora en la calidad de vida y, desde la perspectiva peronista, la anhelada “ju sti­ cia social” . P o r otra parte, a través de distintos m ecanis­ mos, las políticas públicas tendieron a m od ifica r los precios relativos de fo rm a tal que acentuaron el p o d er de com pra de los salarios, especialm ente a través del robu stecim iento del sistema de co n -

trol de precios para diversos productos y servicios --- una m edida que había com en zad o a utilizar­ se durante las excepcionales circunstancias de la S G M — y del retraso del tipo de cam bio. E n este ú ltim o sentido, el con trol del precio de las di­ visas conjuntam ente co n un crecim ien to de los precios internos p ro v o có una revaluación de la m on ed a local, lo que dism inuyó en térm inos re­ lativos los precios del sector agropecuario y de los alimentos. D e este m o d o , la política cambiaría favorecía al sector industrial porque, a la y e z que contenía la dem anda de aum entos salariales (en tanto m antenía los precios de los alimentos d e­ p rim id o s), abarataba los insumos de o rig en agro­ pecu ario y disminuía los precios de las im p o r­ taciones de materias prim as y maquinarias que se necesitaban. Las transferencias de ingresos de las actividades rurales a las urbanas perm itían de este m o d o un in crem en to de los salarios reales sin afectar de manera im portan te la rentabilidad del sector industrial; mientras los precios in tern acio­ nales estuvieran altos, esa masa de recursos posi­ bilitaría la política de redistribución del ingreso, ele m en to central de las defin icion es económ icas del peron ism o y sustento de su proyecto político. P ero si bien la p olítica econ óm ica del p ero­ nism o estuvo sujeta a la p olítica de ingresos o de in crem en to salarial tam bién se v io condicionada en gran m edida p o r las definiciones en m ateria

A

financiera. E n efecto, el sistema fin anciero que u tilizó el g o b ie rn o fue el eje que p e rm itió alentar a los distintos sectores productivos en diferentes circunstancias y subordinar desde allí el conju n to de las variables económ icas. Ganadas las ele c c io ­ nes en feb rero de 1946 y en los meses previos a asumir el g o b ie rn o , los hom bres cercanos a Perón im pulsaron una amplia y origin al reform a finan­ ciera, de la que existían escasísimos antecedentes a n ivel internacional. E l conjunto de las medidas que se diseñaron en ese co n texto estaba destinado a in d u cir un rápido desarrollo industrial a través de un in crem en to de la disponibilidad de crédito y del acceso en m ejores condiciones de los insum os y bienes de capital que el sector m anufactu­ rero dem andaba d el exterior. T a m b ién en este caso la in ten ción de p ro m o ­ ver al sector industrial o garantizar su subsistencia lu e g o dé la guerra fue determ inante para qu ie­ nes tom aron las decisiones en m ateria financiera. E l prob lem a se rem itía a fines de los años treinta y en particular al co n texto de la SGiVl; en esos años el d en om in a d o Plan P in e d o p rim ero y lu e­ g o una serie de proyectos e incluso leyes estaban centrados en la insuficiencia de crédito para los proyectos de inversión del sector manufacturero. Esos distintos intentos, que com binaban la ac­ ció n del B C R A co n la banca privada, chocaron co n las posiciones más nacionalistas e industria­

listas que se fu eron esgrim ien d o y consolidando a partir del g o lp e m ilitar de 1943. La idea cobró fo rm a finalm ente co n la creación del B anco de C réd ito Industrial A rg e n tin o (B C IA ). en abril de 1944, una entidad oficial específica que otorgaría préstamos a largo y m ediano plazo a las em pre­ sas industriales para financiar sus inversiones. Pero los fon dos de esa nueva institución eran escasos para cu m plir un papel de verdadero p rom otor; pron to fu e autorizada a tom ar depósitos y reali­ zar operaciones ordinarias c o m o el resto de los bancos comerciales. A u n así, ese banco encontra­ ba im portantes lim itaciones para cu m plir una ac­ ció n amplia de fom ento. C uando las circunstancias políticas se m odificaron , especialm ente lu ego del 17 de octubre de 1945, M ig u e l M iranda, d irector de la nueva entidad, criticó a los directivos del B C R A p o r n o impulsar la p ro m o c ió n e c o n ó m i­ ca m ediante una m ayor afluencia de crédito para los industriales. M iranda era un em presario que había h ech o,fortu n a inicialm en te co n la lam ina­ c ió n de hojalata pero que hacia los años cuarenta poseía grandes intereses en compañías pesqueras y de conservas y se había in corp ora d o al c o m i­ té ejecu tivo de la U I A . L u e g o de la asunción de Perón, M iranda y O rla n d o M a ro g lio , otro desta­ cado d irigen te industrial, asumieron la con du c­ ció n del B C R A in corp ora n d o a un con ju n to de fu ncionarios provenientes d e los bancos oficiales,

además de representantes de los sectores em p re­ sariales y de las “ fuerzas del trabajo” . Las idéas que esgrim ían estos nuevos fu n c io ­ narios derivaban de las restricciones sufridas en los años previos desde las oficinas d el B an co de C réd ito Industrial. E l decreto de m arzo de 1946 que nacion alizó el B an co C entral destacaba pre­ cisamente que la p olítica m onetaria “ n o puede trazarse según norm as aisladas y distintas qu e las que inspiren la política econ óm ica d el Estado” . Los problem as ocasionados durante el co n tex to de la guerra obligaban a una m ayor in terven ció n y a centralizar la co n d u cción de la política e c o n ó ­ m ica y m onetaria. Pero esas funciones amplias no podían confiarse a un organism o m ix to y “ sui g e neris” c o m o era el B C R A hasta ese m o m en to , en cuya d eterm in ación podía influir el interés priva­ do de los bancos que participaban en su directo­ rio. La m edida se ampliaba co n la nacionalización de los depósitos y la constitución de un “ Sistema del B an co C en tral” al que quedaron integrados todos los bancos oficiales, los privados y otros organismos. Esta era una alternativa o rig in a l ya que las nacionalizaciones im plementadas en otros países después de la guerra, c o m o en Inglaterra o Francia, incluían al conju n to del sistema bancario con el prop ósito de manejar la p olítica m onetaria y crediticia. Pero aquí con el m ism o o b jetivo se preservában las instituciones de derech o privado

y los bancos podían tom ar depósitos aunque no podían usarlos y actuaban c o m o m eros in term e­ diarios del B C R A que les otorgaba préstamos (redescuentos) co n tasas más o m enos favorables para que éstos a su v e z prestaran al pú blico y las empresas, una m ed ida que estaba considerada en el Plan P in e d o pero co n carácter excepcional. P e ­ rón tenía un recuerdo m u y particular de qu e la idea había sido de M iranda durante las reuniones del C o n s ejo N a c io n a l de Posguerra: “ Com encé después a discutir el asunto de la organización financiera, el gran mal nuestro, y m e precipité a decir que debíamos llegar a la nacionalización de los depósitos bancarios. Entonces Miranda, que me estaba escuchando, me dijo: está usted equivocado, coroxiel. Dis­ cutimos media hora, y al final me di cuenta de que él tenía razón. L o que hay que nacionali­ zar — argumentaba— son los bancos, no el di­ nero. N os dijimos algunas palabras duras, y por último reconocí que tenía razón. Tien e usted razón, le dije, yo estaba equivocado. Hay que nacionalizar la banca--- com o después hicimos con el B C R A — pero no hay que nacionalizar las cosas. N os hicimos m edio amigos y me dije: éste es un gran tipo; y desde entonces le eché el ojo. U n día lo mandé llamar y lo sorprendí, verá usted Miranda, ¿se animaría a organizar

todo esto? Porque cuando yo m e haga cargo del gobierno, usted será el sable de la finanzas argentinas” . Pero en rigor, o cu rrió exactam ente al revés, los bancos n o fu eron nacionalizados, pues siguie­ ron op eran do ju ríd ica m en te c o m o instituciones privadas, y sí el B anco C entral y los depósitos. E l o b jetivo era d irig ir el sistema financiero hacia el apoyo de la industria y el lo g ro de un “ alto grado de ocu p ación ” y n o adaptar el cré­ dito y los m edios de pago “ al v o lu m en real de los n e g o c io s ” , c o m o había establecido R a ú l P re bisch cuando se creó el B an co C entral en 1935. En adelante, se quebraba la relación entre los d e­ pósitos efectuados p o r el pú blico en el sistema bancario y el total de crédito que p odía otorgarse; la fu n c ió n 4e. creación de dinero hasta entonces com partida entre el sistema bancario y el B C R A q u ed ó a cargo íntegram ente de esta institución, que determ inaba de manera directa la oferta de dinero. D e todos m odos, se estipuló que el B an co debía ten er una reserva suficiente para asegurar el va lor d el peso en oro o divisas equivalentes hasta el 25% , c o m o m ín im o, del m ed io circulante. Las justificaciones teóricas de estas medidas nunca fu eron arriesgadas de manera explícita. La ex p erien cia previa de los funcionarios que qu e­ daron a cargo del B C R A y la búsqueda de la

industrialización “ c o m o fuese” determ inaron, al parecer de manera im portante, tamaña norm ati­ va. E llo explicaría tam bién la gran im provisación existente a la hora de fundam entar las decisiones: el encargado de in form a r al C on greso sobre la acción del B C R A era John C o o k e , un abogado a qu ien sus colegas de la bancada peronista, lo llamaba el “ especialista” en m ateria económ ica. C uenta un fu n cion a rio del B C R A (que hacía de enlace entre esa institución y el C on g reso) que C o o k e llev ó a M iran da frente a un gru p o redu­ cid o de legisladores para que él m ism o explicase la esencia del nuevo sistema bancario. E n esa oca­ sión, para dem ostrar c ó m o había ideado el siste­ ma bancario M iran da dijo: “ P o r ejem plo, y o pago la cosecha. Los agricultores reciben la plata y no m eten el din ero en el co lch ón sino que lo de­ positan en el Banco. Entonces la plata m e vu elve al Banco. A sí que ¿cuánto m e cuesta la cosecha? ¡C ero! (respondió él m ism o --- dice el fu nciona­ rio — haciendo un gu iñ o de picardía y fo rm a n d o un cero co n el pulgar y el ín d ice de su m ano derecha)” .Sin dudas ese testim onio con tien e una fu erte dosis de subjetividad antiperonista, pero n o es m enos cierto que, aún cuando pueda en con ­ trarse una ju stificación teórica para esa idea, la im provisación y el “ hacer sobre la marcha” tu vie­ ron tam bién un lugar destacado en las decisiones económ icas en esos prim eros tiem pos.

Los redescuentos del B C R A fu eron considera­ b lem en te más grandes que los depósitos y p o r lo tanto se prod u jo una sustancial creación de m o ­ neda que! superó am pliam ente la suma de la tasa de crecim ien to del producto y la tasa de inflación. Ese in crem en to de la cantidad de m oneda alen­ taba la expansión econ óm ica pero era proclive a generar inflación. P o r otro lado, las tasas de interés nominales, y en particular las tasas de interés di­ ferenciadas pautadas p o r el B C R A para aquellas actividades industriales que se quería prom over, resultarían más bajas que la creciente inflación e im plicaron un subsidio im p lícito para los tom ad o­ res de créditos, pues el valor real de las deudas ten­ día a dism inuir en el tiem po. E l b en eficio para los industriales era notable pues perm itía compensar, ju n to co n la am pliación del m ercado, cualquier posible caída de la rentabilidad de las empresas de­ rivada de los increm entos salariales, y de hecho se constituyó en un aliciente im portan te para el apoyo más o m enos explícito de los empresarios del sector al gobiern o. Pero c o m o rasgo negati­ v o se destaca el distanciamiento del vo lu m en de préstamos de la cantidad de depósitos que recogía el sistema financiero, depósitos que se veían p o co estimulados p orqu e las tasas reales de interés se en­ contraban p o r debajo de la tasa de inflación. La creación del Instituto A rg e n tin o para la P r o m o c ió n del Intercam bio (I A P I ) fu e otra de las

novedades más relevantes que incluía la reform a financiera, y era parte de un m ism o diagnóstico y objetivo. En 1941 y c o m o derivación de los deba­ tes en to rn o del Plan Pin edo, el g o b ie rn o m ilitar había autorizado, co n el propósito de estimular las exportaciones, la creación de la C o rp o ra c ió n para la P r o m o c ió n d el Intercam bio en la que par­ ticipaban los directores de empresas extranjeras radicadas en la A rgen tin a , p rin cip a lm en te esta­ dounidenses. E n m ayo de 1946 la C o rp o ra c ió n fu e disuelta y se creó un nuevo organism o esta­ tal para asumir esas funciones y otras m u ch o más amplias. M ig u e l M iranda, presidente del B C R A , lo fundam entaba del siguiente m od o : “ N o parece prudente suprimir la acción de prom oción •del intercambio; se piensa, por el contrario, en la necesidad de coordinar esa ac­ ción en form a orgánica y práctica, de manera que asegure positivos beneficios a la economía nacional, sirviendo para respaldar, tanto a los productores agrarios cuanto a los industriales, de toda perturbación del mercado, debida a factores económicos extraordinarios, sean ellos naturales o el resultado de medidas tomadas por los gobiernos de otros países. La conquis• ta de nuevos mercados y el afianzamiento de los ya logrados, así com o la provisión regular de materias primas y equipos que aseguren un

desarrollo racional a la economía del país, jus­ tifican una acción permanente de prom oción del intercarp.bio” . La disposición había sido en definitiva el resul­ tado d e amplios estudios efectuados en la certeza de que, term inada la guerra, sucedería un p e río d o de gran escasez internacional de ciertos artícu­ los, especialm ente alimentos y materias primas, y que los buenos precios que se conseguirían per­ m itiría n a su v e z ob ten er reservas para el p e r ío ­ d o d e crisis que se avecinaba. T a m b ién m uchos hom bres cercanos al g o b ie rn o y el m ism o Perón creían en la inm inencia de un n u evo con flicto arm ado internacional que trastocaría el escena­ r io d el c o m e rcio mundial. E n los debates sobre la refo rm a financiera en el C o n g res o N acion a l, el diputado G u ille rm o K lix L ó p e z fue el encarga­ d o de d efen d er la gestación del n u evo organismo. Para ello u tilizó el arsenal discursivo nacionalista: “ es c o n d ic ió n indispensable, decía el diputado de la bancada oficialista, que nos em ancipem os de los v ie jo s m oldes de la econ om ía liberal que en su exagerado individualism o p o n e en una situa­ c ió n desigual al débil contra el fuerte; en otras palabras, que im pedía una racional distribución de la riqu eza y una verdadera justicia social” ; pero tam bién lo fundam entó en las ideas anticíclicas de raíz subconsumista que transitaban desde 1944

los círculos oficiales; la política en ese sentido consistía en aprovechar los m om en tos de prospe­ ridad y buenos precios internacionales y form ar las reservas necesarias para enfrentar las épocas de depresión. E l I A P I tenía el derecho exclusivo de manejar la casi totalidad de las exportaciones e im porta­ ciones del país. D e este m o d o el g o b ie rn o co m ­ praba a un p recio fijo a los productores y revendía a los precios internacionales que en ese con tex­ to de la inm ediata posguerra, c o m o señalamos, se encontraban excep cion alm en te altos. La idea subyacente probablem en te consideraba que si los propietarios y agricultores accedían a esos bue­ nos precios n o encauzarían su ahorro al desarro­ llo del sector industrial, uno de los objetivos de la política oficial. C o n este m ecanism o el go b iern o lograba redistribuir ingresos a fa vor de las activi­ dades industriales, financiando la im p ortación de bienes de capital; en tanto que el co m e rcio esta­ tal estaba al m argen del presupuesto, los ingresos podían dirigirse hacia las actividades considera­ das prioritarias sin mayores restricciones.E llo fue advertido con claridad p o r el diputado op ositor Solano Peña G u zm án en 1946: “ Podemos sintetizar (la reforma) én tres (me­ didas): la nacionalización del Banco Central, el nuevo sistema de ley de bancos con la trans-

ferencia de depósitos y el IA P I. Se han dados razones distintas. Para la nacionalización se ha aducido la soberanía financiera del país; para la transferencia de los depósitos, la garantía de los fondos de los depositantes, y para el IA P I la prom oción de la exportación y el desarrollo de la industria. Pero todo esto no es más que una cortina de humo. N o existen tres razones distintas, sino una sola, com o lo voy a demos­ trar: la unificación de todo el crédito en ma­ nos del Poder Ejecutivo para usarlo en forma discrecional” . E l I A P I tendría además un im portan te papel en e l m ecanism o de transferencia de ingresos ha­ cia las actividades urbanas a través del con trol de precios de los productos agropecuarios in crem en ­ tando el p o d e r de com pra de los salarios y sumi­ nistrando a precios convenientes las im p orta cio­ nes d el sector industrial. N o obstante, es probable que el g o b ie rn o haya sobreestim ado el p o d er de n e go cia ció n de la A rgen tin a y, c o m o consecuen­ cia negativa de los acuerdos com erciales que rea­ liz ó co n los países com pradores de sus productos rurales, las im portaciones n o siem pre resultaron las más necesarias para la p rod u cción manufac­ turera y muchas veces sirvieron sólo para balan­ cear las cuentas comerciales. E n algunos casos el fracaso de la p olítica oficial del I A P I fue evid en ­

te. P o r ejem plo, M iran da estableció que las sem i­ llas oleaginosas debían ser procesadas localm en te con el fin de increm entar su valor exportable. E l g o b ie rn o elevó los precios de las exportaciones de linaza y p ro h ib ió la exportación de lin o en un in ten to p o r fo rza r a los clientes a adqu irir el aceite de lin o ; pero los com pradores respondieron buscando nuevos abastecedores y desarroHando su propia p rod u cción . A lg o similar o c u rrió en el caso de los productos de cuero, que habían tenido un auge de ex p o rta ció n principalm ente a los Es­ tados U n id o s durante los años de la guerra y que n o pu do sostenerse a partir de 1947.T a m b ién se ensayaron com pras “ estratégicas” c o m o la cié esta­ ñ o en B o liv ia en previsión de un n u evo co n flic to b é lic o m undial, una conjetura que se dem ostraría errónea. Finalm ente, se crearon dos im portantes insti­ tuciones más en el sector financiero, ambas ju ríd i­ camente mixtas, al igual que otros varios em p ren d im ientos del g o b ie rn o en esa prim era etapa, pero don de el capital estatal era el dom inante: el Ins­ tituto M ix t o A rg e n tin o de Reaseguros ( I M A R ) y el Instituto M ix t o de Inversiones M obiliarias ( I M I M ). E l p rim ero tenía el ob jetivo de orga­ nizar, regular y tener un m ayor con trol nacional del m ercado de seguros, hasta entonces prin cipal­ m en te en manos de compañías extranjeras .que drenaban divisas al e x te rio r en co n cep to de p ri­

mas de reaseguros. E l sistema operaba p o r encim a del m ercado asegurador local c o m o una suerte de prestamista de última instancia. A diferencia de las otras medidas incluidas en la reform a financiera, la puesta en fu n cion am ien to del I M A R se de­ m o ró p o r los cuestionam ientos de las compañías privadas nacionales y extranjeras, y recién a fines de 1947 fue sancionada la le y que incluía algu­ nas m odificacion es a la iniciativa del gobierno. A partir de entonces, la acción m o n o p ó lica del Instituto p erm itió el fo rta lecim ien to de la plaza aseguradora local y la expansión de las activida­ des; tam bién generaría im portantes utilidades que serían una fuente destacada de financiam iento es­ tatal a través de la co loca ción de títulos públicos, que representaban la m ayor parte de las inver­ siones del I M A R . Finalm ente el organism o se­ ría nacionalizado en 1952, creándose el Instituto N a c io n a l de Reaseguros. C o n el I M I M se pretendía tam bién fom entar el desarrollo industrial a través de la consolida­ c ió n de un m ercado de capitales de largo plazo. Esta entidad fue creada cp m o respuesta a la de­ m anda de la Bolsa de C o m e rc io de B uenos Aires a m ediados de 1947 cuando, lu eg o de un relativo auge inicial, los valores de las acciones industriales cayeron c o m o consecuencia de la baja rentabili­ dad d el sector textil afectado p o r los increm entos de los costos salariales y p o r el anuncio de una

política crediticia más restrictiva que finalm en­ te n o se concretó. N o existían antecedentes de una institución con estas características, salvo el Istituto M o b ilia re Italiano, creado p o r el régim en fascista en 1931 co n el fin de rescatar algunas em ­ presas en quiebra durante la particular coyuntura de la crisis econ óm ica internacionál, y que lu ego de in corp ora d o al holding estatal Istituto per la P d costru zion e Industríale ( I R I ) asumiría el financiam iento de las empresas industriales a través de la em isión de acciones y préstamos. E l nuevo Instituto podía realizar toda clase de operaciones en valores m obiliarios (títulos públi­ cos y acciones) p o r cuenta propia y de terceros y con ceder préstamos a sociedades mixtas o priva­ das con caución de acciones, entre otras múltiples operaciones financieras.Su operación pretendía evi­ tar las fluctuaciones del mercado de valores, y es­ timular y proteger a los inversores en apoyo de las actividades industriales. Paralelamente, una m ayor difusión de la propiedad accionaria perm itiría ha­ cer partícipe a un am plio sector de la población de las ganancias empresarias desdibujando los lím i­ tes entre capitalistas y asalariados y elim inando de ese m o d o un factor im portante de tensión social, uno de los más caros objetivos del g o b iern o pero­ nista. C o m o parte del apoyo financiero a algunas grandes empresas industriales, a través de la acción reguladora y de compras directas en el mercado,

el IJVLIJVL se h izo cargo de una cantidad cada vez m ayor de acciones de firmas privadas. E l g o b ie rn o tam bién estim uló el m ercado de valores privados p rim ero a través del rescate de las cédulas hipotecarias y su conversión p o r b o ­ nos hipotecarios em itidos p o r el B an co C entral a un m en o r interés. E l o b je tiv o era abaratar el costo de los préstamos h ipotecarios y lograr una posibilidad de financiación más econ óm ica para los sectores populares, con tem plan do los linca­ m ientos más generales de la p olítica econ óm ica; en adelante las ampliadas operaciones del B an co H ip o te c a rio N acion a l, que con cen tró práctica­ m en te la totalidad de los créditos para vivienda, estarían financiadas con redescuentos del B C R A . P o r otro lado se con virtieron los títulos de deuda pública (C ré d ito A rg e n tin o In tern o) p o r otros de m e n o r interés tam bién co n el p ropósito de abara­ tar el costo del dinero y fo m en tar el desarrollo de la industria y demás actividades productivas, a la v e z que se reducía la deuda estatal. Tam bién fu e­ ron rescatados títulos de empréstitos externos. La deuda externa pública a fines de 1945 ascendía al equivalente de 246 m illones de dólares originada en co lo ca ció n de empréstitos en el ex terio r con an terioridad al in ic io de la guerra. En este sentido se dispuso él rescate de todos los empréstitos en dólares y fra.ncos suizos del G o b ie rn o N a c io n a l a través de la em isión de deuda interna y la utiliza-

ció n de una parte de las reservas disponibles, sal­ v o los empréstitos en libras esterlinas (C o n v e n io R o c a , 1933) cuyo ven cim ien to operaba en 1953 sin posibilidad de ser rescatados co n anterioridad. La dism inución de las tasas de interés de los títulos públicos desestimuló esa inversión, p o r lo que parte de los fondos que se destinaban a estas operaciones, al m enos de los m edianos ahorristas, se trasladaron a la n ego cia ción de acciones. En consecuencia, el m ercado se o rie n tó hacia los va­ lores privados, tendencia ya presente desde años antes p ero que. adquirió fu erte dinam ism o en las nuevas circunstancias y m antuvo un in éd ito boom hasta fines de 1948, constituyendo una fuente más de capitales de largo plazo para las empresas industriales, al m enos hasta que la crisis de 1949 d e p rim ió drásticamente esa posibilidad. E n suma, co n la reform a financiera im p lem en tada en 1946, el B an co C entral se instauró en la cabeza de la p olítica econ óm ica nacional y ejercía el co n trol de todas las entidades financieras y de la p olítica cam biaría, del I A P I y de una cantidad de organism os clave ya existentes vinculados co n la actividad ec o n ó m ic a c o m o las juntas reguladoras de la p rod u cción , el C on sejo A g r a r io N acion al, la C o m is ió n N a c io n a l de Valores, la C om isión N a c io n a l de Granos y Elevadores, la C o m isió n N a c io n a l de V ivie n d a o la C o m is ió n N a c io n a l de F o m en to Industrial.

El Plan Quinquenal y la ampliación de la intervención estatal E l C on sejo N a c io n a l de Posguerra fue c o n ­ ve rtid o en Id Secretaría Técnica de la Presidencia bajo la d ire ctió n de José Figuerola, un em igrado español ex fu n cion ario de la dictadura de M i ­ gu el P r im o de R iv e ra , ex p erto en estadística y relaciones laborales; esta dependencia ju n to con otros organismos públicos d elin eó un Plan Q u in ­ quenal para el p e río d o 1947-1951, pensado para continuar la senda de crecim ien to y aislar las co n ­ secuencias negativas derivadas de la finalización de la guerra. E l plan in clu yó varias medidas que ya se estaban im plem en tan do en distintas áreas y contenía una serie de objetivos tan ambiciosos c o m o vagos relacionados co n la transform ación de la estructura econ óm ica y social (la m ejora en el n ivel de vida de la p ob la ción y un plan de obras de infraestructura en salud, educación y v i ­ vien da) y la “ independencia ec o n ó m ic a ” (rescate de la deuda externa y nacionalización de los ser­ vic io s públicos), p o r ejem plo. Tam bién proponía un program a m ín im o de inversiones para asegu­ rar un adecuado suministro de materias primas, combustibles y equipos a la econ om ía nacional, a la v e z que desarrollar de manera coherente la in ­

dustria y la agricultura, diversificando la produc­ ción. E l Plan debía financiarse co n los recursos del “ sistema del B C R A ” y m ediante la em isión de títulos de deuda pública. U n aspecto sustancial de la co n cep ció n justicialista refrendada en el Plan Q u in qu en al se re­ fería a la “ nacionalización” y a la “ independencia ec o n ó m ic a ” , que fue declarada pom posam en te el 9 de ju lio de 1947 en Tucum án y lu e g o in c o rp o ­ rada en el texto de la C on stitu ción N a c io n a l re­ form ada en 1949. Esa reivin dicación , acorde con la habilitación de la in terven ció n estatal y con la “ tercera p o sició n ” , manifestaba, al m enos retóri­ cam ente, un claro rechazo al capital extranjero, aun cuando várias medidas del B C R A otorgaban facilidades para estimular (si b ien selectivam ente) su entrada. E n la presentación d el Plan frente al C on greso, P erón afirm ó: “N o

som os de m anera alguna en em igo s del

capital y se verá en el futuro q u e hem os sido sus verdaderos defensores. Es m enester discri­ m in ar claram ente entre lo que es el capitalis­ m o internacional de los grandes consorcios de exp lotación foránea, y lo q ue es el capital patrim onial de la industria y el com ercio. N o ­ sotros hem os defendido a estos últim os y ata­ cado sin cuartel y sin tregua a los prim eros. E l capitalismo internacional es frío e in h u m an o

( . . . ) es instrum ento de explotación y el capital ' patrim onial lo es de bienestar” .

P ero además el capital extranjero no era n e­ cesario: “ A nosotros n o nos hacen falta capitales ( . . . ) capital tenem os nosotros.Antes que dar pre­ ferencia al capital que v ie n e aquí a alzarse con el santo y la lim osna, p refiero dársela a los capitales argentinos que prod u cen acá, que reditúan y se quedan en el país” , diría P erón en esos prim eros años. Esta idea expresaba la abundancia inicial y la desconfianza frente a las inversiones externas, además de la alternativa de favorecer a los capita­ listas locales; en este sentido la “ nacionalización” declamada p o r el g o b ie rn o se traducía muchas v e ­ ces más en una p olítica de “ argentinización” que de con trol estatal. Incluso el peronism o prop ició, al m enos inicialm ente, la co n fo rm a ció n de socie­ dades mixtas sobre la base de empresas existentes o nuevas co n el prop ósito de estimular la par­ ticipación del capital privado local o extranjero, c o m o se había h ech o en la Italia fascista a través del Istituto per la R ic o s tru z io n e Industríale o de la más cercana experien cia de la C o rp o ra ció n de F o m en to en C h ile durante los años de la guerra. D e 'to d o s m odos, la idea de estatización estaba sí presente desde tiem p o atrás en algunos g ru ­ pos afines al g ob iern o, en m uchos m iem bros de la op osición p olítica (d e tradiciones nacionalistas

y socialistas) y en algunos militares; en especial era blandida p o r los defensores de la prod u cción de arm am entos o de insumos para la industria bélica, que era p o c o rentable c o m o para atraer al capital privad o o era considerada “ estratégica” . E n consecuencia, el proceso de nacionalizacio­ nes, aun con sus características distintivas, debe entenderse c o m o una continuidad y acentuación de la expansión de las actividades estatales, par­ ticu larm ente observable desde los años treinta, más qu e un pu nto de ruptura en la co n form a ­ ció n de un “ Estado em presario” en la A rgentin a; durante el p e r ío d o p o sterior a la crisis econ óm ica in tern acion al había crecido la co rrien te de o p i­ n ió n favorable a la regulación de los mercados, a la nacion alización de servicios y algunos sectores básicos de la econ om ía e incluso a la in terven ­ ció n directa del Estado en la industria. Así, p o r ejem p lo, en 1941 se creó la Flota M erca n te del Estado co n las naves de países beligerantes que estaban ancladas en los puertos argentinos y el m ism o año se organ izó la D ire c c ió n G eneral de Fabricaciones M ilitares (D G F M ), que in tegró un nú m ero im portan te de industrias bélicas que se habían instalado en el transcurso de la década de 1930 y se proponía iniciar nuevas actividades productivas para fortalecer las posibilidades de la “ defensa nacion al” . P ero sin duda u no de los principales impulsos

de la política de nacionalizaciones p rovin o de la decisión de los inversores extranjeros de retirarse de las empresas que habían controlado durante décadas. En especial, la situación de las empresas ferroviarias demuestra las vacilaciones de la p o lí­ tica gubernam ental y el dilem a de los inversores extranjeros. E n el fin de la guerra, los ferrocarriles requerían una recapitalización masiva, lu eg o de las deficiencias de más de diez años en la p ro v i­ sión de equipos y materiales c o m o consecuencia de la crisis econ óm ica de 1930 y de los avatares del co n flicto bélico. M ás de la m itad de las lo c o ­ m otoras en uso eran obsoletas. Algunas compañías extranjeras al m enos desde 1934 venían presen­ tando al g o b ie rn o argentino propuestas de n acio­ nalización con el fin de retirarse de un n e g o c io n o rentable c o m o consecuencia de la co m p eten ­ cia de las carreteras y de los altos gastos operati­ vos, mientras sus papeles cotizados en la bolsa de Londres estaban com pletam en te depreciados. D e hecho, en 1939 el g o b ie rn o conservador había concretado la op eración de com pra de la c o m ­ pañía del F errocarril C entral C órdob a, de p ro ­ piedad inglesa, y ese m ism o año se presentaron varios proyectos de leyes de nacionalización sobre la base de propuestas hechas p o r las grandes em ­ presas ferroviarias. P o c o después, el Plan P in e d o de 1940 co n tem p ló la posibilidad de adquirir tí­ tulos de empresas de servicios públicos m ediante

el uso de divisas bloqueadas y de las conseguidas a través de nuevas exportaciones a Gran Bretaña, un deseo expresado p o r el p ro p io g o b ie rn o inglés p o c o antes. A la salida de la guerra el problem a quedó v in ­ culado co n la engorrosa cuestión de las reservas de libras esterlinas que se habían acumulado en los años previos. La A rgen tin a necesitaba una rápida liq u id ación de esa cuenta o al m enos el estable­ cim ie n to de ciertas previsiones ante la posibili­ dad de la devaluación británica; p o r su parte Gran Bretaña esperaba n egociar en un p e río d o relati­ vam en te p rolon gad o ese saldo y acordar mientras tanto el pago de intereses a una tasa m oderada. Si b ie n el g o b ie rn o local se rehusó en un p rim er m o m e n to a in corporar la cuestión de los fe rro ­ carriles en las negociaciones bilaterales tendientes a arreglar el problem a de la deuda británica, la masa de créditos acumulada y lo dificultosas que se presentaron las negociaciones pron to con du jo a qu e la com pra de los ferrocarriles co n esos fo n ­ dos fuese una solución atinada. E n un p rin c ip io se lle g ó a un acuerdo para crear una empresa de capitales m ixtos entre el Estado y las empresas británicas después de haber sentado las pautas para lib erar progresivam ente las libras bloqueadas y de fija r las ob ligacion es recíprocas en el c o m e rc io de carnes. Esta solu­ ció n , ya planteada p o r una d e leg a ció n inglesa en

1943, involucraba ventajosas concesiones para el capital extran jero y aseguraba a la industria británica la p ro v isió n de las maquinarias para la nueva erllpresa; ta m p o co se aprovechaba la situa­ ció n del v e n c im ie n to de la L e y M itr e que había establecido exen cion es im positivas y franquicias aduaneras para las com pañías inglesas. L a p r o ­ puesta resultó m u y cuestionada p o r los sectores nacionalistas qu e apoyaban a P eró n y fracasó, en parte tam bién p o rq u e n o h u bo acuerdo respecto del p re cio final y p o r la o p o s ic ió n n ortea m erica ­ na pues vio la b a con ven ios m on etarios suscriptos co n Lon d res en 1945 qu e dejaban abierta la p o ­ sibilidad de usar las libras acumuladas para im ­ portaciones de ese país. U n nUevo trato en febrero de 1947 dispuso que el g o b ie rn o a través del I A P I com praría los activos ferroviarios y otros bienes de las com p a ­ ñías p o r un total de 150 m illones de libras, un precio que fue considerado alto p o r los propios funcionarios peronistas pero justificado p orqu e de ese m o d o se “ com praba la lib eración ” . Éste sería un argum ento n o m en o r desde el pu nto de vista p o lític o ya que, in d epen d ien tem en te de las razones últimas de ese proceso, la leg itim a ció n de la in terven ció n estatal y la propiedad pública de empresas quedó, al m enos para amplios sectores de la población , ligada a la “ soberanía nacional” y de manera más general al peronism o.

D e acuerdo con el convenio, la operación se lia­ ría principalmente con las libras bloqueadas; no obs­ tante la devaluación de la libra p oco después llevó a una nueva negociación que se concretó en febrero de 1948 y por la cual el Estado, argentino pagó a las empresas ferroviarias británicas 100 millones de libras a través de un adelanto que le hizo el gobier­ no inglés a cuenta de las exportaciones de carne de 1948, más 10 millones de libras p o r la diferencia de precio de productos argentinos ya vendiaps y 40 m i­ llones de libras con parte de los fondos bloqueados en el Banco de Inglaterra (el resto quedó disponible para pagos en el área de la libra). En definitiva sólo se usó una parte pequeña de los fondos bloqueados y la m ayor parte del dinero provino de las diosas o b ­ tenidas p o r las nuevas operaciones comerciales con el R e in o U nido. P o co después se realizó el acto pú­ blico de la tom a de posesión de los ferrocarriles y se desplegó un enorm e cartel con la leyenda “ ¡Perón cumple, ya son argentinos!” . Tam bién, en un proceso que había com enza­ do años antes, las empresas inglesas de transporte de pasajeros fueron nacionalizadas. C o m o conse­ cuencia de las enjundiosas subvenciones estatales destinadas a m antener su funcionam iento, en 1944 el g o b ie rn o era el m ayor accionista de la C o rp o ra ­ c ió n de Transportes de la C iudad de Buenos Aires cuyo m aterial rodante estaba en pésimas co n d icio­ nes operativas. E n enero de 1946 el régim en m i­

litar in ició un ju ic io de expropiación de las líneas de colectivos y se abocó a una intensa política de reequipam iénto de colectivos, ómnibus y trolebuses para reemplazar a los tranvías obsoletos. D os años más tarde se decidió liquidar la C orp oración ; pero las negociaciones se dilataron y finalm ente, a com ienzos de 1952, se creó Transportes de Buenos Aires S.A., de absoluta propiedad estatal. D e m o d o semejante, el Estado adquirió las año­ sas embarcaciones de la Com pañía Argentina de N avegación D o d é ro que había requerido en varias oportunidades el auxilio del gobierno, y en mayo de 1949 creó c o n ellas dos nuevas empresas públicas: la Flota Argentina de N avegación de U ltram ar y la Flota A rgentina de N avegación Fluvial, que se hizo cargo de las escasísimas naves de la Flota M ercante del Estado y de la Adm inistración del Transporte Fluvial, organizadas p o r el gobiern o militar. E l Plan Q uinquenal preveía en este caso la construcción y adquisición de numerosas nuevas unidades. Finalmente, en el área del transporte la aero­ navegación constituía un aspecto sensible desde el punto de vista geopolítico. E l gob iern o creó L í­ neas Aéreas del Estado, dependiente de la nueva Secretaría de Aeronáutica, para cubrir precarios servicios aero comerciales. Tam bién organ izó sobre la vieja empresa Aeroposta Argentina cuatro socie­ dades mixtas: la Flota A érea M ercante Argentina, dedicada al com ercio internacional, la Sociedad

M ix ta de A via ción del Litoral Fluvial Argentino, la Sociedad M ix ta de Zonas O este y N o r te de A e ­ rolíneas y Aeroposta (Patagonia) que conectaban distintas zonas del in terior del país entre sí y con Buenos Aires. Los contratos garantizaban al capital extranjero una utilidad m ínim a del 5%. La expe­ riencia fue fugaz en este caso: si bien inicialmen­ te se había previsto que la presencia estatal en el sector tuviera co m o meta subsidiar Una actividad cuya rentabilidad parecía sujeta a fuertes riesgos, los constantes problemas operativos y de déficit de estas empresas terminaron, en 1950, con la unifi­ cación de las compañías bajo una nueva em pre­ sa estatal, Aerolíneas Argentinas. A ello se anudó la inauguración del A erop u erto Internacional en Ezeiza, un proyecto iniciado antes del gob iern o de Perón y una de las obras de infraestructura más importantes contempladas, en el Plan Quinquenal. E l g o b ie rn o igualm ente p r o m o v ió la fo rm a ­ c ió n de empresas mixtas en el caso de los telé­ fonos. La U n ió n Telefón ica del R í o de la Plata perteneciente, desde la década de 1920, a una de las grandes compañías estadounidenses, la Inter­ national T elep h on e and T elegrap h C o . ( I T T ) , te­ nía a través de un perm iso precario de concesión, el co n trol de casi el 90% de los servicios en las zonas más ricas del país. T a m b ién en este caso las instalaciones eran antiguas y habían sufrido los efectos de la prolongada carencia de materiales de

reposición, y existían proyectos previos ten dien ­ tes a increm entar la participación estatal en el ser­ v ic io , c o m o el de creación de una C o rp o ra c ió n N a c io n a l de T eléfon os m ixta en 1941, mientras la empresa se desprendía de sus activos en otros países c o m o España o Brasil. E n septiem bre de 1946 el g o b ie rn o suscribió un con ven io c o n la empresa estadounidense para la adquisición de la com pañía p o r un total de 94 m illones de dóla­ res, cuyo pago dism inuyó aun más el m o n to de reservas libres disponibles. Sim ultáneam ente se firm aron otros dos contratos referentes a asesoram ientó técn ico y provisión de materiales que fijaban un b en eficioso m o n o p o lio para la I T T y el com p rom iso del g o b ie rn o argentino de retri­ buir esos servicios co n el 3% de los ingresos de explotación, una ganancia similar a la que obtenía la com pañía hasta entonces y sin mayores riesgos. E n un principio se previo la creación de un ente autárquico íntegram ente estatal; sin embargo, p o co después se consideró la participación del capital privado y se constituyó, a fines de 1946,1a Empresa M ix ta Telefónica Argentina (E M T A ) que com en zó a cotizar de manera exitosa sus acciones en la Bolsa de C o m ercio y adquirió el resto de las compañías privadas que funcionaban en las provincias y ciu­ dades del interior. N o obstante, lu ego de algunas comprobaciones de negociación ilícita y p o co más de un año después de iniciadas sus actividades, se

dispuso incorporar la E M T A a la Adm inistración General de C orreos y Telecom unicaciones con el argum ento de que no había logrado integrar el ca­ pital con el aporte de los accionistas privados. Final­ m ente, los convenios de asesoramiento y provisión de materiales fueron rescindidos en 1952 con nota­ bles beneficios para la empresa extranjera. A u n cuando es indudable que se produ jo un avance de la expansión de las actividades estatales en el área de los servicios, resulta d ifícil afirm ar que el g o b ie rn o llevara adelante una integrada y coheren te estrategia de nacionalización o ac­ cediera co n ello a la pregonada “ independencia ec o n ó m ic a ” . P o r un lado, muchas de esas in ter­ venciones respondieron a peticiones de las e m ­ presas privadas, algunas de las cuales fu eron sal­ vadas p o r el Estado, una práctica que tenía ante­ cedentes claros en la p olítica fascista de la década d el treinta. Adem ás, las alternativas se decid ieron sobre la base de cada situación concreta y o r ig i­ naron propuestas de co n fo rm a ció n de compañías mixtas que en algún caso, c o m o el de los ferroca­ rriles, n o prosperaron y en otros fu eron respues­ tas transitorias en el m arco de procesos sinuosos y extendidos en el tiem p o hasta que finalm ente el co n trol del servicio q u ed ó en manos estatales (teléfon os y aeronavegación p o r ejem p lo ). Pero además, n o hu bo algo sem ejante en en ergía.eléc­ trica cuya im portancia estratégica a los fines de

impulsar las actividades industriales podía ser m a­ y o r que en otras áreas. En este sector el g o b ie r­ no m ilitar había creado la D ire c c ió n N a cio n a l de E n ergía co n el fin de regular la p rod u cción y p ro m o ver su desarrollo y más tarde la D ire c c ió n G eneral de Centrales Eléctricas del Estado. E l Plan Q u in qu en al in co rp o ró las previsiones de un Plan N a c io n a l de Energía que había elaborado esa repartición y que proponía la centralización en manos del Estado del suministro de gas y de electricidad. E n 1947 el g o b ie rn o d ecid ió crear A gu a y E n ergía sobre la base de las usinas que los militares habían expropiado a las compañías sub­ sidiarias de A m e ric a n and F oreign P o w e r en las provincias p o r acusaciones de m o n o p o lio y malos servicios, mientras que las compañías británicas de aguas corrientes y salubridad que aún o p e ­ raban en el in te rio r fu eron transferidas a Obras Sanitarias de la N a c ió n , una empresa estatal que existía desde principios de siglo. Pero al m ism o tiem p o el g o b ie rn o decid ió que la C om p a ñ ía A r ­ gentina de E lectricid ad (C A D E ) y la C om pañ ía ítalo A rg en tin a de E lectricidad continuaran con sus operaciones en B uenos Aires y las apoyó fi­ nancieram ente, al punto de pagar, en ocasiones, los salarios a través del B an co Industrial, además de archivar una investigación que recom endaba la exp rop ia ción de la C A D E p o r sobornar a los concejales porteñ os en 1936 co n el propósito de

prorrogar la concesión, al parecer co m o contra­ partida del apoyo e c o n ó m ic o que esa com pañía b rin d ó a P erón durante la campaña electoral. E n este sector la nueva empresa estatal se dedicó a operar el servicio en zonas del interior, sin c o m ­ p etir co n las empresas privadas instaladas en los grandes centros de consum o, y a impulsar el desa­ rro llo de centrales hidroeléctricas, c o m o la en or­ m e usina de San N icolás; aunque pron to esa p o lí­ tica q u ed ó condicionada p o r las dificultades para acceder a los equipos y materiales extranjeros. P o r otro lado, la expansión del Estado em pre­ sario generaba la necesidad de financiar las inver­ siones y el fu n cion am ien to co n recursos públicos. E n el caso de los Ferrocarriles, p o r ejem plo, la fu erte descapitalización previa o b lig ó a un incre­ m en to de los gastos de capital, utilizando para ello los recursos del sistema del B an co Central. C o n créditos otorgados p o r la banca oficial al I A P I , p o c o después de la nacionalización, el g o b ie rn o deb ió com prar equipos y locom otoras para los ex ferrocarriles británicos en Inglaterra, Canadá y los Estados U n id o s y más tarde en H u n g ría y C hecoslovaquia; pero esas compras, estuvieron m u y p o r debajo de las más urgentes necesidades y n o pu dieron evitar el d eterioro constante de los servicios y de la capacidad de carga. P o c o se h izo en esas circunstancias para desarrollar la prod u c­ ció n de algunos de los materiales que demandaba

la empresa estatal. E n 1951 se creó la empresa Fá­ brica A rgen tin a de L ocom otora s pero el proyecto finalm ente sería abandonado. Era ev id e n te que la n acion alización en este caso n o garantizaba la “ independencia e c o n ó m i­ ca” básicam ente p o rq u e la A rgen tin a n o poseía el capital para reorganizar la red ferroviaria ni la ca­ pacidad para em p ren der el desarrollo de c o m p o ­ nentes locales. Pero, además, dadas las d e fin ic io ­ nes de p o lítica econ óm ica, las tarifas de algunos servicios pú blicos c o m o las de transporte, gas o agua fu eron contenidas para m ejorar los salarios reales de los trabajadores, lo que irnpactó negati­ vam en te en los balances de las empresas del Es­ tado (n o fu e el caso de los teléfonos, cuyas tarifas aum entaron de manera decisiva y le p e rm itie ­ ron a la em presa estatal tener buenas utilidades), en la posibilid ad de equiparse y en la calidad de los servicios. T a m b ién la d o ta ción d el personal de las empresas públicas fu e increm entada c o n el prop ósito de sostener el n ivel de e m p le o erosio­ nando la p rod u ctivid a d y la eficien cia de muchas de ellas. P o r ejem p lo, el nú m ero de obreros y em pleados aum en tó en un 50% en el caso de la C o r p o r a c ió n de Transportes, una empresa que ya tenía num erosos problem as de eficien cia an­ tes de ser in corporada al Estado y era sostenida fin ancieram ente a través del crédito de la banca pública. E l personal de las empresas del Estado,

in clu id o el I A P I y Fabricaciones M ilitares, au­ m en tó de p o c o más de 100.000 a casi 190.000 en 1950, cuando alcanzó su m áxim o. E l in crem en to de la in terven ció n estatal tuvo su correlato en la situación fiscal d e la A rgen tin a de esos años, aunque n o prop orcion alm en te en tanto muchas fuentes de recursos estaban fuera del presupuesto, c o m o en el caso del I A P I , cuyos fondos ingresaban al “ sistema del B C R A ” . E n los prim eros años el gasto pú blico creció significa­ tivam ente y alcanzó valores equivalentes al 10% del P B I, una política expansiva en línea c o n las previsiones negativas para después de la guerra y la necesidad del sostenim iento de la actividad econ óm ica. Esta situación n o in flu yó de manera decisiva en el d éficit del sector sino hasta 1948, cuando se u bicó en valores m u y altos en to rn o al 17% del P B I c o m o consecuencia del in cre­ m en to de los gastos de capital, en parte p o r el reequ ipam iento de las descapitalizadas empresas nacionalizadas.Tam bién hubo un fu erte aum ento en el presupuesto de los gastos militares, un cla­ ro bastión de apoyo p o lític o del g o b ie rn o en sus com ienzos. E l Plan Q u in qu en al incluía un con ju n to de obras públicas c o m o p o r ejem p lo escuelas, hospi­ tales, represas y canales para rieg o, puentes y ca­ m inos, diques y centrales eléctricas que c o m e n ­ zaron a ejecutarse en distintas provincias; tam bién

se in ic ió la explotación de carbón en R i o Tu rbio y se em p ren dieron exploraciones exitosas a tra­ vés de Yacim ientos Petrolíferos Fiscales (Y P F ) en M e n d o z a y N e u q u é n y perforaciones en Salta. N o obstante, esta repartición sufrió fu ertem en ­ te la descapitalización de los años de la guerra y su expansión quedó dem orada durante la eta­ pa inicial del g o b ie rn o peronista p o r las dificul­ tades impuestas p o r los países exportadores para suministrar equipos de perforación y extracción y especialm ente p o r los Estados U n id os, al m e­ nos hasta fines de 1948. P o c o después la empresa q u ed ó subordinada a un nuevo organism o más am plio, Em presa N a c io n a l de Energía, co n el que se pretendía organizar integralm ente la produ c­ c ió n energética. U n a obra trascendente, si b ien diseñada con an terioridad pero incluida dentro del P rim e r Plan, fu e la construcción del gasoducto C o m o ­ d oro R ivad avia-B u en os Aires con capacidad de transportar un m illó n de m etros cúbicos diarios. E n 1945, el D epartam ento de Gas de Y P F se ha­ bía h ech o cargo de las instalaciones de la C o m p a ­ ñía P rim itiv a de Gas, una empresa británica que distribuía gas a partir de la destilación del carbón desde p rin cip ios de siglo. Ese m ism o año, con la finalidad de aprovechar el gas residual de la des­ tila ció n de p etróleo, se construyó el gasoducto L a Plata-B u enos Aires, que p e rm itió una amplia­

ció n im portan te del uso dom éstico de gas. A fi­ nes de 1945 el P o d er E jecu tivo creó la D ire c c ió n G eneral de Gas del Estado c o m o empresa estatal independiente d e Y P F . E l acceso a los caños para la construcción del gasoducto era m uy dificu lto­ so en esos años y n o había localm en te industrias que pudieran hacerlo. U n a parte im portante de los tubos fu e com prada p o r el I A P I a la em p re­ sa italiana D álm in e, en una op eración en la que participó A g o s tin o R o c c a , un em presario m e d i­ terráneo vin cu lado co n la firm a italiana que había m igrado a la A rgen tin a después de la guerra y fundado la organ ización Techint; otra parte de los tubos se encargó a la empresa de la familia D i Telia, S IA T , fundada especialm ente para ello, co n chapa provista p o r los Estados U n id os. La obra q u edó concluida en diciem bre de 1949, aunque la ca­ pacidad de transporte prevista n o se alcanzó hasta una década más tarde p o r falta de plantas c o m ­ presoras. P o c o después R o c c a instalaría una fá­ brica de tubos sin costura en Cam pana co n fu erte apoyo crediticio estatal. E n este sentido, la cons­ tru cción del gasoducto no sólo p e rm itió ampliar notablem ente la red de usuarios en Buenos A ires y el conurbano y de los servicios de gas envasado a las provincias, sino que tam bién se transform ó en un in d u ctor del crecim ien to de nuevos sec­ tores industriales a través de la consolidación de proveedores locales.

Estas y otras obras im plicaron un im p ortan ­ te gasto de capital pero tam bién creció el gasto co rrien te en parte p o r la suba del em p leo en el sector público. E l aum ento del gastó d eb ió en­ tonces financiarse co n los ingresos corrientes del Estado, que se v ie ro n tam bién increm enta­ dos fu ertem en te en térm inos reales hasta 1948, cam biando en parte su com p osición . E l g o b ie r­ n o in trod u jo una reform a im positiva, más acorde co n el p rin c ip io de “justicia social” y el fo rta le­ cim ien to de la demanda que impulsaba co n va­ riados m edios, reform u lando algunos im puestos heredados c o m o el aplicado a las ganancias, a los beneficios extraordinarios y a la riqueza personal. Los im puestos al consum o se redujeron mientras aumentaban aquellos que gravaban la riqueza. Si en 1940 estos últim os representaban el 23% de la recaudación, en 1948 alcanzaban el 50%. D e todos m odos, los impuestos sobre salarios y seguridad social, a los que tam bién contribuían los trabajadores, constituyeron la fu en te de recur­ sos más significativa, seguida p o r los im puestos a los réditos, utilidades y ganancias de capital. E llo era una clara estrategia de los hacedores de p o líti­ ca econ óm ica. Se cuenta que el diputado C o o k e estaba preocu pado porqu e en un debate parla­ m entario debía explicar c ó m o se financiaría el Plan Q u in qu en al, cosa que n o se desprendía del proyecto de le y general, y, según un fu ncionario,

M iranda in ten tó una explicación frondosa pero finalm ente le d ijo al diputado: “ Vea doctor, p o r ese asunto no se caliente. C o n lo que vam os a re­ cibir de las Cajas de Jubilaciones en los próxim os cin co años va a alcanzar para tres planes q u in q u e­ nales” . Y de hecho, la generalización del sistema previsional durante el p e río d o supuso una súbi­ ta am pliación del núm ero de aportante? sin que existiera un correlato de beneficiarios. E llo o r ig i­ n ó un superávit cercano al 4% del P B I y se cons­ tituyó en una fu en te destacada de ingresos (alcan­ zaron más del 30% de la recaudación total) que p e rm itió la c o lo c a c ió n de títulos públicos, una alternativa que tam bién se realizó con los fon dos acumulados en el IJVtAR. y en la Fundación E va Perón, un organism o sem ipúblico financiado bá­ sicam ente c o n aportes obreros y donaciones de empresarios que se dedicaba a la asistencia social y la construcción de escuelas y hospitales. . N o obstante, aun co n estos recursos ampliados, la notable expansión de los gastos en los p rim e ­ ros años p ro v o c ó un constante y creciente d éficit fiscal que alim entaría algunas distorsiones en las variables económ icas y los precios. La p rio rid a d otorgada a los gastos corrientes asociados al c o n ­ sumo con trib u yó a respaldar las interpretaciones que asignaban a ese d éficit la responsabiliclad de la in flación que se m anifestó co n m ayor im p ortan ­ cia a partir de 1947 y de manera acelerada desde

fines de 1948. Pero el g o b ie rn o sostenía que el exceso de gastos tenía poca im portancia y que los déficits perm itían obtener la plena ocupación, co n d ic ió n a la que debía finalm ente quedar su­ peditada la política econ óm ica y fiscal. M ás aún, desde las páginas de la oficialista Hechos e Ideas se aseguraba que existía una “ teoría peronista del gasto p ú b lic o ” consistente en “ gastar b ie n ” , esto era “ hacer del gasto público un instrum ento para la p ro m o c ió n de los grandes objetivos ( . . . ) hacer de ésta una N a c ió n socialm ente justa, e c o n ó m i­ cam ente libre y políticam en te soberana” .

Políticas para garantizar el pleno empleo y políticas industriales A través de una. nueva estructura burocrática específica y de la com b in ación co n intensidad d i­ versa de múltiples y variados instrumentos co m o el crédito barato, los controles sobre las im p o r­ taciones, los tipos de cam bio preferenciales, del rég im en de p ro m o c ió n sectorial y de la in terven ­ c ió n directa del Estado en diversos procesos pro­ ductivos, el g o b ie rn o peronista se propuso esti­ m ular el crecim ien to del con ju n to de la actividad manufacturera y de ese m o d o sostener el plen o e m p le o y la calidad de vida de la población, metas fundam entales en los años iniciales de su gestión.

E n efecto, las políticas de ingresos y fiscales se com p lem en taron con otras que pueden c o n ­ siderarse más específicam ente co m o industriales, y don de la influencia de los m iem bros del gru ­ p o B u n ge sería destacada, pero que estaban su­ bordinadas en su m ayoría a la política salarial y al m arco más general d efin id o p o r el “ Sistema del B an co C en tral” y sus instrumentos, bajo la orien tación de M iranda. E n este sentido, la más significativa de las medidas destinadas a favorecer el desarrollo de las manufacturas industriales fu e sin duda la política crediticia desarrollada p rin ­ cipalm ente a través del B C I A , pero tam bién del B an co de la N a c ió n A rgen tin a, de los bancos p ro ­ vinciales y de otros organismos financieros c o m o el I A P I o el I M I M , que m ovilizaron, depósitos y otros recursos financieros para las necesidades de las actividades productivas. E l B C I A fu e autorizado a recibir depósitos y a con ced er préstamos al conjun to de las empresas industriales, mineras y de transportes y tam bién a las sociedades mixtas y al IA P I; una serie de dispo­ siciones establecidas a m ediados de 1946 d e fin ie­ ron regím enes de préstamos especiales para d e­ terminadas actividades. Si b ien el establecim iento de estas líneas de créditos señalaba la posibilidad de ejercer una definida política crediticia y fa v o ­ recer determinadas regiones o sectores, se aplica­ ron para m u y diversos fines, en general, alejados

de destinos de inversiones fijas. S ólo inicialm ente se v e r ific ó una im portante cantidad de créditos destinados a financiar proyectos de inversión in ­ dustrial de largo plazo, situación que desapareció gradualm ente hacia 1949. Los préstamos especia­ les más im portantes fu eron los destinados a las empresas constructoras de obras públicas y a las aceiteras, estos últim os para la com pra de semillas al I A P I . O tro conju n to de préstamos especiales estuvo destinado al pago retroactivo de sueldos, al aum ento de salarios y al pago de aguinaldos, que si b ien ten dieron a reducir las presiones de los au­ m entos salariales sobre los costos de las empresas, actuando c o m o un m ecanism o de com pensación, n o estaban relacionados de manera directa co n el im pulso de determinadas actividades m anufactu­ reras n i de su capacidad productiva. Líneas m e­ nores de préstamos especiales se otorgaron a los in gen ios azucareros, a la industria de la pesca, y a las empresas industriales que producían artículos de consu m o co n el propósito de p ro m o ver su aba­ ratam iento y contribuir a la política de ingresos del g ob iern o. E l crédito se canalizó de todos m odos con m u y escasa especialización respondiendo funda­ m en talm en te a la demanda; en conjunto, las ramas que recibieron la mayor proporción de los présta­ m os concedidos fueron la textil y la de alimentos y bebidas, las más im portantes del sector industrial

p o r aquel entonces. A su vez, las grandes em p re­ sas fu eron las principales beneficiarías, pese a un discurso oficial que planteaba la preferencia p o r las más chicas y que ha con trib u id o a una cons­ tru cción autorreferencial sesgada del im agin ario sobre ese proceso. D e todas maneras, los créditos fu eron cuantiosos y un núm ero elevado de p e ­ queñas firmas se beneficiaron con ellos y lograron abrirse paso en un m ercado am pliado p o r la p o ­ lítica de ingresos. O tr o co n ju n to im p ortan te de créditos d el B C I A n o tu vo c o m o destino las actividades m a­ nufactureras. P o r ejem p lo, una parte significativa de ellos se destinó al p a go de salarios y aguinal­ dos de la C o r p o r a c ió n de Transportes y otra al I A P I , c o m o parte de las operaciones d el sistema d el B a n co C en tral. E n tre 1946 y 1948 el nú­ m ero de préstam os entregados p o r el B C I A al I A P I se in c re m e n tó notablem ente, participan ­ d o en una p ro p o rc ió n m u y alta sobre el total de los otorgad os. Los préstamos estaban desti­ nados a fin anciar con ven ios bilaterales, realizar com pras del sector p ú b lico en el ex te rió r, cu b rir gastos op erativos de empresas estatales o fin an ­ ciar grandes obras c o m o el gasoducto desde C o ­ m o d o ro R iv a d a v ia o las nacion alizaciones de los servicios pú blicos (p o r eje m p lo las acciones de la com pañ ía D o d e r o o la U n ió n T e le fó n ic a ); de h echo, más d el 20% de los préstamos del B an co

al Instituto hasta 1949 se utilizaron para la compra de los ferrocarriles extranjeros. Adem ás, el B C I A o to rg ó créditos para que el I A P I realizara compras de m u y diverso tip o en el e x te rio r, cu yo o b je ­ tiv o p rin cip a l era abastecer al m ercado in tern o de prod u ctos destinados al m an ten im ien to de las actividades industriales. N o obstante, los ele­ m en tos adquiridos p o r el I A P I co n esos créditos com p ren d ían un am plio abanico de productos (insum os y bienes finales) qu e variaban desde acoplados, buques, aviones, m aterial fe rro via rio y generadores eléctricos y otros elem entos que p erm itía n la capitalización de las empresas esta­ tales y otras hasta fardos de arpillera, cabos para escoba y rollos de alambre. E l n ú m ero y el im p o rte de las operaciones acordadas p o r el B C I A registraron un constan­ te au m en to eh estos p rim eros años, lo que le p e r m itió afianzarse c o m o el p rin cip a l p ro veed o r de créditos a la industria, básicam ente p o r las facilidades que con cedía para la a m o rtiza ción y la fu e rte cuota de subsidio qu e con ten ían sus op eracion es, y p o r canalizar la m ayor parte de los redescuentos provistos p o r el B C R .A para ese tip o de actividades. D e tod os m odos, sus o p e ­ raciones estu vieron caracterizadas p o r una m uy escasa selectividad y una baja u tilización para la cre a c ió n de nuevas empresas o am pliación dé las existentes, una acción que fu e p rod u cto p rin c i-

pálm ente de las características com erciales que a d q u irió la institución, más sujeta a la dinám ica de la dem anda que a un papel activo de p o lítica crediticia al sector. O tro instrum ento fue la política cambiaría. A l B C R A tam bién le correspondía fijar el tip o de cam bio y distribuir las divisas entre los im p o r­ tadores de manera selectiva. La p riorid ad era el abastecim iento de la industria y los transportes, para evitar la im p orta ción de artículos superfluos y otros que pudieran ser provistos p o r empresas locales.Tam bién tenía c o m o o b jetivo recapitalizar la econ om ía, lu e g o de la escasez de maquinarias y equipos provocada p o r la guerra, y favorecer el desarrollo de las industrias ya existentes y otras nuevas que pudieran abastecer la dem anda de consum o. D e ese m o d o se podría sostener el p le ­ no em p leo de los factores productivos y la política de redistribución de ingresos. E n un p rim er m o ­ m en to se establecieron restricciones cuantitativas a partir de un sistema de estudio p revio y cuotas de im p orta ción para determ inados artículos. Esas cuotas eran distribuidas a los im portadores p o r el I A P I y lu eg o aquellos solicitaban un perm iso de cam bio al B C R A para p o d er adquirir las d iv i­ sas. E l I A P I era, además, el encargado de com prar productos m etalúrgicos, maquinarias, materiales para la construcción a un nivel preferencial (más bajo) de tipo de cam bio. D e este m o d o el Estado

controlaba el uso de las divisas y privilegiaba a sectores industriales para que pudieran in c o r p o ­ rar los equipos e insumos que necesitaban; pero, además, la venta de materias primas a precios ba­ jo s a los industriales fue fu ncional para contener el in crem en to del costo de vida y expandir la ca­ pacidad de consum o de otros bienes durables y n o durables. Si b ien las políticas de ingresos, crediticia y cam biaría fu eron las más trascendentes en fun­ ció n de explicar el desem peño de las m anufactu­ ras en los prim eros años del g o b ie rn o peronista, otras m ecidas e instrumentos de política indus­ trial tam bién m erecen destacarse, en su m ayoría delineadas p o r los expertos que venían trabajando sobre estos temas en el gru p o de la Revista de Eco­ nomía Argentina desde m uchos años atrás. E n ju n io de 1944 el g o b ie rn o m ilitar había organ izado la Secretaría de Industria y C o m e rc io d epen dien te del P o d e r E jecu tivo con el propósi­ to de atender los problemas que, se suponía, iba a enfrentar él sector a la salida del co n flicto b élico m undial. Tam bién en ese mes se estableció el p r i­ m er rég im en de p ro m o c ió n de industrias consi­ deradas de “ interés nacional” , aquellas que p ro ­ ducían para el m ercado in tern o y que utilizaban materias primas nacionales, o que eran “ estraté­ gicas” para la defensa m ilitar. E l sistema preveía la aplicación de derechos aduaneros adicionales,

cuotas de im p ortación , exenciones impositivas y tipos de cam bio preferenciales. C o n el peron ism o en el poder, el P rim e r Plan Q u in q u en a l estableció el fo m e n to de las m anu­ facturas existeiites co n el propósito de “ evitar la desocupación de la postguerra” , especialm ente la p ro d u cció n textil algodonera y la m etalúrgica, ac­ tividades qu e la recuperación de las im p o rta c io ­ nes p odía afectar fu ertem en te.Tam bién se preveía el estím ulo a la p rod u cción de nuevas actividades sustitutivas de im portaciones de algunos insum os industriales básicos (quím icos y siderúrgicos), entre las qu e se contaban las que impulsaría la D G F M , y de otras que tuvieran capacidad e x p o r­ tadora, c o m o las manufacturas de lana y aceites vegetales (qu e fu eron prom ovidas p o r el régim en cred iticio), aunque en térm inos generales el g o ­ b ie rn o desalentó la exportación de manufacturas a través de proh ibicion es y cuotas a fin de evitar el desabastecim iento del m ercado interno. D e to ­ dos m odos, n o se estableció una jerarquía clara de objetivos n i los instrumentos específicos a utilizar para alcanzar algunas metas generales definidas en el Plan, c o m o el crecim ien to del va lo r agrega­ do, el personal ocupado, la potencia instalada y la p rod u cción de un con ju n to de actividades m anu­ factureras, especialm ente de aquellas productoras de insumos básicos. D e hecho, de casi treinta proyectos de le y que

constituían ese P rim e r Plan Q u inqu en al sólo dos se referían a la industria. E l p rim ero proponía una le y de fo m e n to m anufacturero a través de un plan de industrialización sobre la base de la inversión estatal. D e acuerdo co n ese plan, el Estado podía estimular la fo rm a ció n de sociedades estatales o mixtas para explotar la prod u cción de minerales (carbón, hierro, cobre) aun cuando el p recio fi­ nal del produ cto fuese m ayor al internacional, en clara consonancia con los proyectos que habían desarrollado la D G F M y la Fuerza A érea A rg e n ti­ na y a una ley para “ tiem pos de guerra” , tam bién contem plada en el Plan. E l g o b ie rn o debía, además, “ organizar” la p ro ­ d u cción de materias primas agropecuarias y la prim era fase de la u tilización de una gran can­ tidad de productos sem ielaborados, lo que deja­ ba abierta la posibilidad de que fuera el capital p rivad o el que llevara adelante el proceso. Pero la dem ora en el tratam iento legislativo del p ro ­ y e c to im p licó que sólo se m antuviera el régim en de industrias de “ interés nacional” c o m o sistema de p ro m o ció n . C o m o ha señalado el historiador C la u d io B elin i, fu eron incorporadas a ese ré g i­ m en unas veintisiete actividades durante los años del P rim e r Plan, la m itad de ellas ya existentes; la inclusión respondió básicamente al p ed id o de p ro tecció n realizado p o r firmas privadas más que a una estrategia estatal, salvo en algunos casos de

industrias vinculadas con la defensa (y los c o m e ­ tidos de la DGFJVL) c o m o la p rod u cción de azufre o arrabio. E l segundo proyecto trataba sobre reform a aduanera y con fería al g o b ie rn o amplias atribu­ ciones para m od ifica r el régim en de aranceles; n o obstante, éstos fu eron fijados recién en 1950 y no tendrían un lugar destacado dentro de las herra­ mientas de política industrial (n i desde el punto de vista fiscal), en parte porque los derechos sobre aduana estaban afectados p o r los convenios bila­ terales que eran difíciles de m odificar. C o n todo, el proceso in flacion ario internacional y local p ro ­ v o c ó una dism inución de la p ro tecció n tarifaria y gen eró críticas p o r parte de los industriales que sólo se acallaron cuando la escasez de divisas a partir d e 1949 im p id ió un n orm al abastecim iento de productos extranjeros y con las m odificacion es del sistema un año después. ! In d ep en d ien tem en te de lo que pregonaba el P rim e r Plan Q u inqu en al, más im portan te que las tarifas aduaneras resultaría el con trol de im p orta ­ ciones p o r m e d io del otorgam ien to de perm isos previos o la fija ción de cuotas y tipos de cam bios preferenciales, herramientas que quedaron bajo la supervisión del B C R A y de la Secretaría de In ­ dustria. U n con ju n to de cuotas de im p ortación fu eron fijadas para estimular producciones espe­ cíficas consideradas de “ interés nacional” . D e to ­

dos m odos, c o m o destacó B elin i, esa política rela­ tivam ente selectiva fu e m odificada en 1947 co m o consecuencia de la in con vertib ilid ad de la libra y el g o b ie rn o aplicó el perm iso p revio a todas las im portacion es co n el propósito de desincentivar las provenientes del área del dólar; sólo se m an­ tuvo una jerarquía que otorgaba p riorid ad a las im portacion es que fom entaran las exportaciones tradicionales y la ocu p ación d e m ano de obra. Así, en 1948 se aplicaron tipos de cam bió especiales para alentar algunas exportaciones industriales cuya dem anda interna se encontraba cubierta y estan­ cada, c o m o las manufacturas de cuero y tejidos de lana; de todos m odos estos beneficios n o eran suficientes para com pensar un tipo de cam bio sobrevaluado y el im pacto de esas exportaciones sobre el ingreso de divisas fu e p o c o m enos que intrascendente. Estas medidas que ben eficiaron al conju n to del sector m anufacturero fu eron com p lem en ta­ das co n otras que provocaron recelos entre los industriales. E n la segunda posguerra el Estado ex ten d ió su presencia empresaria hacia un c o n ­ ju n to de actividades que fu eron bastante más allá de las que se podrían den om in ar tradicionales, c o m o las vinculadas co n los servicios públicos o el sistema financiero. Esa extensión se o rien tó hacia la industria y co n d u jo a algunos analistas a identificar cierto “ capitalismo de Estado” en la

A rg en tin a c o m o consecuencia del significativo lugar qu e las empresas públicas adquirieron en la oferta, la dem anda y la inversión, y p o r el gran ta­ m año de algunas de ellas en sectores estratégicos del entram ado fabril. E l avance del “ Estado industrial” en los p ri­ m eros años cuarenta se co n solid ó en una serie de proyectos manufactureros en la ló g ic a del pen­ sam iento estratégico m ilitar en m om en tos en que la SGJVL im pedía el n orm al abastecim iento del ejército. A l igual que en muchas otras ex p e­ riencias nacionales, la fu n ción m ilitar de defensa resultó un argum ento de peso para justificar el co n trol p ú b lico de determ inados sectores y em ­ presas industriales, tanto para fabricar arm am en­ to c o m o para asegurar el suministro de materias prim as y energía. La D G F M desarrollaría varios proyectos para explotar las riquezas m inerales del te rrito rio argentino, e instalar distintas industrias de base. E n particular, ese organism o, im pulsado p o r el c rite rio pragm ático del general M a n u el Savio, lle v ó adelante acciones tendientes al de­ sarrollo de la p rod u cción de insumos a través de sociedades mixtas. E n 1942 se creó una empresa de este tip o para elaborar aceros especiales u tili­ zando energía h idroeléctrica de la represa de R í o Tercero, a partir de lo cual se organ izó la Sociedad M ix ta d e A cero s Especiales, y lu e g o se crearon otras tres empresas mixtas: Industrias Q u ím icas

N acion ales en 1943, y A T A N O R y la Sociedad M ix ta de Industrialización del C ro m o en 1944. P o c o después, Savio consideró la constitución de una siderúrgica integrada (S O M IS A ), para lo cual se llam ó a concurso en n oviem b re de 1944. Estos em prendim ientos ju n to c o n la instalación de A l ­ tos H o rn o s Zapla, que co m e n zó a funcionar en 1 9 4 5 ,fu eron parte de los propósitos de expansión industrial que el peronism o h izo suyos in c o rp o ­ rándolos al Plan Q u inqu enal. La creación de S O M IS A tuvo sanción legal en 1947; después de infructuosos esfuerzos p o r parte del general Savio para encontrar socios privados locales y extranjeros la sociedad quedó compuesta finalm ente p o r un 99% de sus acciones en poder de Fabricaciones Militares. E l objetivo consistía en brindar bases sólidas para la industria laminadora que se había desarrollado principalm ente durante los años de la guerra. N o obstante, el proyecto fue dem orado, en parte, p o r las dificultades para ob te­ ner los equipos necesarios dadas las restricciones que ponían los Estados U n id os para ese tipo de bienes; en parte también, p o r la oposición de M i ­ guel M iranda, quien al frente del B C R A controla­ ba el I A P I y la im portación de los insumos baratos que reclamaban los laminadores. El gobiern o favo­ reció a los elaboradores locales a través del control de las im portaciones, el otorgam iento de tipos de cam bio preferenciales para la adquisición de m a-

quinarias y materias primas y de créditos de corto y largo plazo beneficiosos a través del B C IA . Pero tam bién la desidia oficial respecto del desarrollo de la industria siderúrgica estaba determinada por el escaso énfasis que los m iem bros del gru po Bunge, rectores de la política industrial en estos años, p o ­ nían en la industria pesada y en las propuestas más autárquicas. T ie m p o después en un razonam iento retrospectivo Perón dirá: “ N o podíamos meternos en una inversión tan fabulosa (...). Nuestro hierro iba a costar 25% más que el que nosotros recibíamos de Luxem burgo, Alemania, Estados Unidos o Japón. Por eso lo pensamos bien y en vez de empezar invirtiendo sumas fabulosas nos dedicamos a crear las industrias que pueden sostener eso. Creamos el consumo. ¿Para qué producir hie­ rro y tenerlo ahí? ¿Quién lo iba a consumir? En ese entonces Argentina consumía m edio m illón de toneladas de hierro al año. Nosotros dijimos: vamos a desarrollar la industria liviana y mediana con gran fuerza. El país ya había sufrido mucho. Prim ero había que industrializar para apoyar. La siderurgia vendría después” . La frase, si b ien legitim an te de las políticas aplicadas, n o es del to d o atinada; para ese en ton -

ces existía en el país una industria elaboradora bastante pujante y un m ercado para ese insumo. Pero lo cierto es que, al m enos en los años in i­ ciales, el Estado n o realizó los aportes de capital necesarios para impulsar el trascendental proyecto de p rod u cción de acero. E n 1948 el g o b ie rn o in­ tentó otorgar m ayor participación al capital p ri­ vado para financiar la iniciativa pero la propuesta q u ed ó trabada en el C o n g res o p o r la op osición de las propias mesnadas peronistas. Tam bién hubo dem oras im portantes para la am pliación de A ltos H o rn o s Zapla, única em p re­ sa productora de arrabio a n ivel local, y su segun­ do alto h o rn o q u edó co n clu id o recién en 1951. P o r su parte, la Sociedad M ix ta de A ceros Espe­ ciales tu vo un p ob re desarrollo y su prod u cción n o fu e m ucho más allá de la etapa experim ental, dadas las dificultades para adquirir equipos y la escasez de energía hidroeléctrica. T a m p o co avan­ zó la iniciativa tendiente a constituir una socie­ dad m ixta destinada a fu ndir y refinar cobre en el denom inado G ru p o M e ta lú rg ic o Tucum án; hacia 1948 el proyecto estaba term inado y la m aquina­ ria contratada en los Estados U n id os, estimándose la puesta en marcha para el año siguiente. Pero el program a se resintió n o c o m o consecuencia del escaso desarrollo de la m inería local, en tanto contem plaba fu ncionar co n m ineral im portado, sino básicamente p o r las dificultades en el apro­

vision a m ien to de divisas que sufrió la econ om ía argentina a partir de 1949, y fu e discontinuado en 1951. E n suma, los ambiciosos proyectos de la reparti­ ción estatal de desarrollar la producción de materias primas y la industria de base, co n la excep ción de alguna incursión en la quím ica básica, no pudieron concretarse cabalmente en estos prim eros años y el “ Estado em presario” peronista n o avanzó m u­ cho más allá de lo que lo había hecho la industria privada hasta ese m om ento. E llo fue consecuencia de dificultades tecnológicas, de organización de la prod u cción y para el abastecimiento de bienes de capital, además de, en algunos casos, la baja calidad de los recursos naturales locales. Pero tam poco el g o b ie rn o pareció preocupado especialmente p o r el desarrollo de esa producción, y más allá de con ­ templarla en los lincam ientos generales no se de­ fin ieron medidas ni instrumentos específicos para su concreción; ésta era una situación enténdible en los prim eros años p o r cierta disponibilidad de metales y otros productos básicos en el m ercado in tern o co n la apertura de las im portaciones, pero el argum ento sería difícilm ente justificable cuando la escasez de divisas ja qu eó la provisión de insumos n o sólo para el sector m ilitar sino tam bién para un am plio sector de la industria privada. U n a situación similar o c u rrió con la D ir e c ­ c ió n N a c io n a l de Industrias del Estado (D I N I E ),

creada en 1947 bajo la dependencia de la Secre­ taría de Industria; este ente incluyó bajo su c o n ­ trol a una treintena de empresas metalmecánicas, textiles, químicas, farmacéuticas, eléctricas y de la construcción, la m ayoría de ellas de o rig e n ale­ mán, que habían quedado sujetas a la Junta de V i ­ gilancia y D isp osición Final de la Propiedad E n e­ m iga en m om en tos en que la A rgentin a declaró la guerra al E je en 1945. Entre ellas se encontraban algunas compañías de gran im portancia en los rubros en que actuaban c o m o Thyssen Lam etal, Siemens B auunion, Q u ím ica Bayer y Q u ím ic a Schering. La idea inicial era que algunas de estas empresas se constituyeran co m o mixtas y otras pasaran al ám bito privado; pero la D I N I E fu e in ­ corp oran do las distintas plantas y d efin ió sus o b ­ jetivo s en el transcurso de los dos años siguientes, p o r lo que hacia 1949 cuando se suscitó la crisis econ óm ica n o había más que balbuceos en pos de defin ir la p olítica industrial de las empresas bajo con trol directo del Estado.

Las políticas hacia el agro Es indudable que el IA P I, bajo la égida del B C R A , fue u no de los instrumentos clave de la p o ­ lítica económ ica del peronism o y afectó de manera decisiva a la produ cción agropecuaria aun cuando

fu e tam bién utilizado c o m o herramienta dé p o líti­ ca industrial y financiera. E l agro no sólo fue con­ m o v id o p o r la estatización del com ercio exterior sino tam bién por los mecanismos de control de cambios y de precios impuestos p or el gobiern o nacional, instrumentos generales de la política eco­ nóm ica que hicieron recaer buena parte del peso de la industrialización en el sector rural. Los altos precios de los productos prim arios a la salida de la guerra n o tuvieron correlato a nivel interno p o r la política adoptada p or el gobierno. E n térm inos específicos, dado el heterogéneo universo rural, el peronism o intehtó articular dis­ tintas estrategias para cada uno de los sectores p ro­ ductores. A los trabajadores rurales permanentes respondió con el Estatuto del P eó n de C am p o y a los arrendatarios con la promesa de la reform a agraria, cristalizada en la consigna “ la tierra para el que la trabaja” , retomada del ideario socialista y blandida hasta el hartazgo en la campaña electoral. Sin em bargo, una vez en el gobierno, el peronism o n o representó una verdadera ruptura en materia legislativa respecto del agro sino una fuerte conti­ nuidad con las políticas implementadas durante los años treinta y en especial durante la SGML. D e todos m odos, en los años iniciales de g o ­ b ie rn o puede advertirse una política más agresiva plasmada en la sanción de dos leyes nacionales en m ateria agraria contempladas en el P rim e r Plan

Q u inqu en al, una sobre arrendam ientos y aparce­ ría, y otra denom inada L e y G eneral de E x p ro ­ piaciones sancionada en 1948. La prim era, lu eg o de sostener las prórrogas y rebajas ya impuestas durante los años de la guerra, perfeccionaba los m ecanism os de p ro tecció n de derechos y o to r ­ gaba m ayor estabilidad a los arrendatarios, ade­ más de hacer especial énfasis en la defensa de las pequeñas explotaciones y la fu n ción social de la propiedad rural. D e acuerdo con la le y los precios quedarían fijados al m ism o n ivel que los estable­ cidos en ju n io de 1940; lu eg o la contratación se­ ría libre. Estas disposiciones, que eyitre otras cosas licuaban los costos del arrendam iento p o r efecto de la inflación, perm itían abrir esperanzas para que los aparceros y arrendatarios accedieran a la ansiada propiedad. P o r su parte, la L e y de E xp rop iacion es c o n ­ trib u yó al p roceso de c o lo n iza c ió n qu e se ven ía p rod u cien d o desde los años de la guerra y re­ fo r z ó las expectativas respecto de la im p le m e n tación de una refo rm a agraria que atacara a la gran propiedad, un slogan sostenido en la cam ­ paña electoral y el discurso inicial del g o b ie r ­ no. NTo obstante, la nueva ley fu e prom u lgada en octu b re de 1948 cuando las co n d icio n es en el fren te e x te rn o com en zab an a deteriorarse y darían lu gar a una p o lític a agraria m u ch o más cautelosa y conservadora.

Un exitoso desempeño de bases endebles E l con ju n to de políticas e instrumentos aplica­ dos durante los años iniciales del g o b ie rn o p e ro ­ nista parece decididam ente adecuado si se evalúa el desem peño de las principales variables e c o n ó ­ micas. C iertam ente, el crecim ien to del producto fu e fluctuante pero m u y destacado entre 1946 y 1948, superior en p ro m e d io al 8% anual. La dis­ p o n ib ilid a d de bienes y servicios, esto es la suma del P B I más las im portaciones m enos las exp orta­ ciones creció un 45%. E n esta breve pero intensa etapa de auge el consu m o fu e sin duda uno de los mayores impulsores d el crecim iento, acicatea­ d o p o r el conju n to de la p olítica de ingresos y el in crem en to del gasto pú blico; pero tam bién la inversión, que se encontraba m u y deprim ida du­ rante la guerra, aum entó de manera significativa, alcanzando los niveles de la década de 1920, en parte im portan te p o r las políticas de subsidio im plem entadas y los gastos de capital del Estado. La inversión pública prácticam ente d o b ló los niveles de preguerra y alcanzó en este p e río d o a un ter­ c io del total. E l sector extern o fue o tro de los c o m p o n e n ­ tes p rom otores d el crecim ien to en estos prim eros años. La balanza com ercial fu e siem pre positiva

c o m o consecuencia de los favorables precios in ­ ternacionales de los productos agrarios en la pos­ guerra. E llo o c u rrió aun cuando el con ju n to de las exportaciones agropecuarias en cantidad de­ cayó (el m á x im o estuvo precisam ente en 1946), en parte c o m o consecuencia de las políticas ha­ cia el sector rural y la redistribución de la renta nacional que im pulsó el consum o dom éstico de excedentes exportables c o m o la carne (las ex p or­ taciones de m aíz en estos años, p o r el contrario, se increm entaron). N o obstante,la tendencia positi­ va de los saldos com erciales fue decreciente p o r el espectacular in crem en to de las im portaciones, que hacia el fin del p e río d o eran cuatro veces mayores respecto de las de 1945, alentadas p or el crecim ien to de la actividad econ óm ica y de la inversión. Las im portaciones de bienes de consu­ m o fu eron de todos m odos m enores que en años anteriores p o r el avance de la sustitución de im ­ portaciones, mientras que las de bienes de capital se recuperaron a valores similares a los previos a la guerra. Esa crecien te dem anda de bienes de capital, sem ielaborados y materias primas, in dicadores del avance de la industrialización, p ro d u jo cam ­ bios en la p o sició n com ercial de la A rgen tin a. Hasta la guerra G ran Bretaña era e l prin cipal co m p ra d o r p ero tam bién participaba c o n una p ro p o rc ió n sim ilar de las im p ortacion es que el

país requería; pero en la inm ediata posguerra Es­ tados U n id o s , al que p o c o p od ía venderse salvo lana sucia, cuero sin cu rtir y algunos derivados lácteos, se transform ó en el prin cipal proveedor. E llo g en eró un im p ortan te d é fic it com ercia l co n ese país m ientras los saldos co n los países co n in con vertib ilid a d , qu e m u y p o c o p od ía n p ro ­ veer, aumentaban. La consecuencia de ese p ro ­ ceso fu e la caída notable de las reservas de o ro y divisas en el B C R A , acentuada p o r la p o lítica de nacionalizaciones qu e sólo u tilizó una parte de las libras bloqueadas y la repatriación de la deuda externa. Se ha cuestionado qu e P e ró n n o utilizara las divisas para la com pra de bienes de capital, p ero más allá de qu e se h iciero n com pras im portantes de esos bienes era m u y d ifíc il en esas circunstancias consegu irlos p o r fuera de los Estados U n id o s , qu e además aplicaba restriccio­ nes para m uchos de ellos. E l desem peño de los principales sectores p ro ­ ductivos fue dispar. M ientras que la industria tuvo un crecim ien to destacado las actividades rurales perm anecieron en térm inos generales estancadas. E n el p rim er caso, las políticas de ingreso y cre­ diticias comentadas y otras más específicam ente industriales provocaron un crecim ien to im p o r­ tante de la actividad manufacturera, que alcanzó su m áxim a participación en el produ cto en 1947, co n más del 24% d el total. Este crecim ien to es­

tuvo dinám izado ta:nto p o r el consum o, dada la política salarial, c o m o p o r la inversión. Las in ver­ siones en maquinarias, especialm ente en la indus­ tria textil y m etalm ecánica, se triplicaron gracias a las im portaciones provenientes de los Estados U n id os, com pensando de ese m o d o parcialm ente el proceso de descapitalización p revio y acom pa­ ñando el in crem en to del consum o. N o obstante, pese a las definiciones del g o b ie rn o en m ateria industrial la estructura del sector n o sufrió im ­ portantes m odificacion es; más aún la p rod u cción de bienes de consum o superó las previsiones de los planes de g o b ie rn o y la de insumos básicos qu edó m u y p o r detrás, un dato claro de qu e la evolu ción industrial n o estuvo definida p o r las políticas específicas hacia el sector sino p o r la más general de redistribución de ingresos y crediti­ cia escasamente selectiva. Precisam ente d on d e el desem peñó de la industria se distanció más de las previsiones oficiales fu e en la p rod u cción de insumos siderúrgicos y quím icos básicos, rubros donde el Estado había asumido un im portan te papel a través de la D G F M y la D I N I E . E l crecim ien to del sector se basó en la in c o r­ poración masiva de m ano de obra, si se considera que el aum ento del personal fu e m ayor al in cre­ m en to de la poten cia instalada en el p erío d o . La ocupación industrial se elevó del 21% de la p o ­ blación econ óm icam en te activa en 1945 a más

del 29% en 1948. Las industrias livianas, c o m o la textil, p o r ejem plo, qu e tu vieron el m ayor d e­ sarrollo, gozaban de la ventaja de demandar m e ­ nos capital y tecn ología, mientras incorporaban una m ayor cantidad de fuerza de trabajo, pero a m edida que avanzaba el proceso requerían cre­ cientes im portaciones de insumos y maquinarias. E llo se con firm a en la co m p osición del co m e rcio exterior, que tuvo un signo fu ertem en te d e fic i­ tario puesto que con tin u ó im portan do insumos y equipos mientras las exportaciones de bienes manufacturados se m antenían en niveles extre­ m adam ente bajos. M ás tem prano que tarde, esta ausencia de in tegración del sector industrial ten­ dría efectos negativos sobre las cuentas externas. La industria de alim entos contin u ó siendo la más im portante, secundada p o r la textil que e v i­ d en ció un p eq u eñ o in crem en to en su participa­ ció n respecto de los años de la guerra; la p ro ­ du cción de metales y maquinarias (p o r fuera de los sectores tradicionales) tuvo en el p e r ío d o un m ayor dinam ism o que los otros rubros y acrecen­ tó escasamente su participación en el total de la p rod u cción manufacturera. Así, las empresas p ro ­ ductoras de bienes de consum o durables (c o m o S IA M , que producía heladeras y lavarropas) y n o durables, tu vieron un im portan te despliegue c o m o consecuencia de los mayores ingresos, las facilidades crediticias y las posibilidades de acceso

a materias primas y equipos im portados a precios convenientes. La p rod u cción agropecuaria, p o r su parte, tuvo una m agra perform an ce en el p e río d o ; hacia 1948 el sector había dism inuido su participación en el total de la riqu eza generada en el país. Las in ­ versiones de capital dism inuyeron, al igual que la m ano de obra. E n especial la p rod u cción agrícola creció m u y p o c o los dos prim eros años para caer en 1948, y la superficie sembrada de los principa­ les cereales con tin u ó co n la tendencia decrecien ­ te observable desde los años treinta. S ólo algunos cultivos industriales extrapampeanos (c o m o el azúcar, la v id , la yerba, el tabaco, el a lgo d ó n o los cítricos) tu vieron una tendencia positiva c o m o consecuencia de los cambios en la distribución del ingreso y el avance industrial. T am b ién el área sembrada co n centeno, cebada y la p rod u cció n de semillas de girasol se expandió rápidam ente para aprovechar el desarrollo de la industria aceitera. Sin em bargo estos nuevos productos n o pu dieron com pensar la caída de los cultivos tradicionales y quedaron c o m o rubros m enores de la prod u cción agrícola. P o r su parte la produ cción de carne vacuna se in crem en tó; pero esa abundante oferta no im ­ pactaba en las exportaciones p o r el aum ento del consu m o de los sectores populares. Las c o n d ic io ­ nes relativam ente favorables para este producto

explican en parte porqu e la ganadería creció a costa de la p rod u cción cerealera y tam bién los cam bios en las form as de explotación del suelo y una relativa desconcentración de la propiedad. D e todos m odos, solam ente aum entó la p rod u cción ganadera bovina, en tanto que la porcina y ovin a dism inuyó; la prim era, p o r la escasez de alim en­ to, y la segunda, p o r los deprim idos precios de la lana. E l I A P I al fijar precios bajos para los bienes rurales constituyó un fu erte desestínlulo a la p ro ­ ducción. A l estar la tierra concentrada, el estan­ ciero alquilaba parte de sus tierras a arrendata­ rios que la destinaban a la prod u cción de cereales, mientras que, si la agricultura n o era beneficiosa, se producía un v u elc o hacia la cría de ganado, que requería m en o r trabajo y tierras m enos fé r­ tiles; en esas circunstancias, los propietarios se n e­ garon a renovar los arrendam ientos, en algunos casos ven d ien d o las tierras y en otros redu ciendo la parte arrendada, o se volcaron hacia las cose­ chas industriales y el forraje. E l increm ento de los salarios de los trabajadores y los cam bios en las prórrogas de los arrendam ientos con trib u yeron tam bién a ese proceso. E n suma, la evolu ción de las variables m acro económ icas generales y de la industria en particular revelan que la estrategia inicial del peronism o, dadas las condiciones en las que d e­

bía operar, fu e exitosa: las políticas expansivas de p erm an en te im pulso a la dem anda agregada p e rm itiero n sostener el plen o em p leo y m ejorar las con dicion es de vid a de los sectores populares y, en consecuencia, sostener la base social de su proyecto p o lítico . E l producto bru to creció y las actividades manufactureras lo h icieron a un ritm o aun m ayor, mientras se increm entaban las im p o r­ taciones de insumos y bienes de capital que sus­ tentaban esa expansión. N o obstante, los años de bonanza fu eron extrem adam ente fugaces, pese a defin ir en gran m edida aquello que se ha id en ­ tificado c o n la “ p olítica econ óm ica peronista” y reforzar la p ercep ción de "que en el p e r ío d o los trabajadores habían gozad o de una especie de edad dorada, un im agin ario que sigue desplegado hasta el presente. Los nubarrones latentes en el frente ex te rn o aparecieron crudam ente en el úl­ tim o trim estre de 1948, apenas p o c o más de dos años después de que Perón asumiera el gob iern o.

La economía peronista en la cerrazón

1949-1952

La crisis del comercio exterior C o m o destacamos, el panoram a del co m er­ c io e x te rio r era m u y com p licad o a la salida de la guerra, aun cuando los precios internacionales de las materias primas eran elevados en esa par­ ticular coyuntura. E n ju n io de 1947 los Estados U n id o s habían lanzado el Plan JVLarshall con el p rop ósito de facilitar la reconstrucción de la de­ vastada econ om ía europea. E l program a incluía ayuda econ óm ica y financiera a través de créditos baratos, maquinarias, materias primas y alimentos, especialm ente provenientes del país prom otor. A l igual qu e los demás países latinoam ericanos, la

A rgen tin a n o q u ed ó contem plada dentro de los beneficiados p o r la A dm inistración de C o o p e ra ­ ció n E co n ó m ica que im plem entaba la co lo ca ció n de productos agrícolas en Europa. En el segundo semestre de 1948 se presen­ taron los prim eros síntomas de las m o d ific a c io ­ nes operadas en los m ercados internacionales de materias primas y alimentos. Los países europeos, avanzados en su reconstrucción, se acercaban a los niveles de p rod u cción de preguerra, in clu id o el desarrollo de la prod u cción de alim entos para su p rop io consum o. Paralelamente intervenían los Estados U n id o s en el co m ercio internacional co n considerables excedentes exportables c o lo ­ cados m ediante el sistema de préstamos del Plan JVlarshall, y desplazó a la A rgen tin a de algunos de sus m ercados tradicionales. E l fe n ó m en o se m a­ nifestó en el va lor d e las exportaciones argentinas, producto fundam entalm ente de un descenso de los volúm en es exportados, ya que los precios de las materias primas y alimentos continuaron en alza, co n la ex c e p c ió n de los correspondientes a los cereales. La crisis fu e consecuencia tam bién de la fu er­ te expansión de las im portaciones, prod u cto de una industria en din ám ico crecim iento, así c o m o del h ech o de que gran parte de ellas provenían del área del dólar. A fines de 1948 las reservas de oro eran equivalentes a 150 m illones de dólares

(m enos de dos meses de im portaciones de esa área),los pagos atrasados alcanzaban 200 m illones de dólares y los pedidos de im portaciones pen ­ dientes alcanzaban los 1.500 m illones de dólares; mientras, las existencias de productos de ex p o r­ tación se acumulaban en manos del I A P I ante la caída de la dem anda externa. P o r ejem p lo el Ins­ tituto había almacenado aceite de lin o p o r una cantidad equivalente a tres años de produ cción , avena de dos cosechas y considerables cantidades de otros productos agrícolas. P eró n explicaba la situación de esta fo rm a un tiem p o después: “ El mundo entero soportaba una crisis de di­ visas que en nuestro país fue más grave por muchas razones: porque después de una for­ mal promesa fuimos excluidos del Plan JVLarshall; porque luego de habérsenos asegurado la compra total de nuestras cosechas tuvimos que esperar un año para venderlas; porque per­ dimos la producción de 1949 (...); porque la libra esterlina inconvertible rom pió nuestro antiguo comercio triangular con Inglaterra y Estados Unidos para llevarnos al déficit de nuestros saldos comerciales con Norteamérica, etcétera. ¡Todas causas ajenas absolutamente a nuestra voluntad!” .

m

La aparición de saldos negativos en la balan­ za com ercial ja q u e ó el esquema de transferencias de ingresos del sector rural al urbano que el g o ­ b ie rn o había im pulsado exitosam ente en sus p ri­ m eros años. Se trataba de la prim era crisis cuya dinám ica respondía a una situación que más tarde se sucedería de manera cíclica en la econ om ía ar­ gentina y a la cual se ha denom inado stop and go. E n ese “ m o d e lo ” econ óm ico, estilizado m uchos años después y a partir de distintas experiencias de crisis similares a la de 1949, durante la fase de crecim ien to del sector industrial se increm entan las im portacion es (de insumos y equipos espe­ cialm ente) ; éstas requieren una cantidad de divisas su perior a las qu e pu eden proveer las ex p o rta c io ­ nes (disminuidas a su v e z p o r el m ayor consum o interno, y sujetas a las variaciones de la dem an­ da y precios internacionales), lo que provoca una balanza com ercial desfavorable y una pérdida de reservas. Para resolver ese dilem a, la m ed ida más sim ple y con mayores efectos inm ediatos consistía en desencadenar un ajuste recesivo a través de la devaluación de la m on eda nacional. E l alza del tip o de cam bio se transmitía de ese m o d o a los precios, alentando a los productores rurales y d e­ p rim ien d o el salario real, al igual que el consum o. La con tracción de la demanda interna p erm itía entonces increm entar la oferta de exportaciones y reducir las im portaciones (dado qu e el sector

industrial entraba en una fase recesiva p o r el en­ carecim iento de los insumos im portados), cerran­ d o de ese m o d o la brecha en la balanza com ercial y recreando las condiciones para el in ic io de una nueva fase expansiva. In depen dien tem en te de las circunstancias es­ pecíficas que habían desencadenado la aparición de una balanza com ercial deficitaria a fines de 1948,1a tom a de conciencia de los condicionantes estructurales que llevaban a la situación de crisis (la falta de integración del sector industrial y / o la escasa dinám ica de las exportaciones) demandaba p o r parte del g o b ie rn o un replanteo en la estrate­ gia de crecim iento, pero los problemas más acu­ ciantes postergaron la planificación del largo pla­ zo en favor de medidas tendientes a reestablecer las cuentas externas en el co rto plazo a través de la devaluación. N o obstante, c o m o señalamos, el m an ten im ien to de un tip o de cam bio bajo (o, lo que es lo m ism o, de una m on eda nacional fuerte) era un instrum ento central de la política e c o n ó ­ m ica inicial del peronism o, y clave para el soste­ n im ien to de los objetivos de dob le redistribución del ingreso desde las actividades agropecuarias a las urbanas y desde los empresarios a los sectores populares. D evaluar la m on eda no era la alternati­ va deseada dados los condicionantes y propósitos d el g o b ie rn o , sin em bargo fu e la respuesta adop­ tada. Los tipos múltiples de cam bio fu eron ajus-

tados de acuerdo con la depreciación de la libra esterlina de fo rm a tal de alentar las exportaciones y m ejorar la situación de los productores agro­ pecuarios. E l peso m antuvo la relación anterior respecto de la libra pero se desvalorizó un 30% en relación co n el dólar en septiem bre de 1949. Para las im portaciones las tasas de cam bio se es­ tablecieron según el grado de industrialización, el vo lu m en de la prod u cción nacional y las necesi­ dades del produ cto: las de combustibles, materias primas esenciales y artículos de consum o popular se liquidaban co n tipos de cam bio preferenciales, de form a tal de no perjudicar en demasía a la industria y el salario real. Se iniciaba así, con la crisis, una política más activa de sustitución de im portaciones bajo lim itaciones cuati ti tativas y con trol de cam bios. E l nuevo sistema b en eficia ­ ba especialm ente a la im p ortación de máquinas y repuestos y en particular la de equipos agrícolas para cu m plir co n el program a de m ecan ización del cam po que habían com en zado a desarrollarse desde 1948, cuando era claro que la p rod u cción del sector estaba estancada. Se trataba de un cam ­ b io en la orien tación del go b iern o respecto del sector rural (y tam bién del industrial) qu e sería perdurable hasta el m o m en to de su caída. E llo suponía tam bién una política crediticia favorable para las actividades rurales; así lo expresaba P erón ante los trabajadores del cam po en 1949:

n¿,

“ Si no hubiéramos defendido la industria ar­ gentina, no hubiéramos desarrollado notables sectores de la misma, (■•■) dándoles todas las facilidades posibles y ayudándolos con todos los recurso del crédito. D e no haber sido así la industria hubiera sucumbido durante esta pos­ guerra (...) Por esta razón en los años 1947, 1948 y 1949, nos hemos ocupado de defen­ derla y hoy está en marcha y próspera, lo que nos permite dejarla continuar con sus propios medios y disponer de todos esos recursos para aumentar y perfeccionar la producción del agro argentino” . U n año después el I A P I destacaba en sus m e ­ m orias el in ic io de ese “ cam bio de ru m b o ” que im plicaba el fin del apoyo d ecid id o al sector in ­ dustrial c o m o estrategia econ óm ica: “ E l forta leci­ m ie n to del sector básico (el agropecuario) cons­ titu yó la m eta de la segunda etapa gubernam ental qu e se encuentra en p len o desarrollo” . E l I A P I fue reform a d o p e rm itie n d o el in g re ­ so de representantes del agro y del c o m e rcio en su d ir e c to r io y lle v ó adelante una m o d ific a c ió n en la p o lítica de precios y de co m ercia liza ción . E l organ ism o c o m e n z ó a subsidiar la ex p orta ción o fre c ie n d o precios básicos p o r encim a de los o b te n id o s en el c o m e rc io in tern acion al, m ie n ­

tras el tip o de cam bio im p o rta d o r co rresp on ­ dien te a m aquinarias y otros insum os que n e­ cesitaba el agro se m antenía estable, evitan d o de ese m o d o un in crem en to de los costos.Tam b ién se d io sem illa a los productores a precios subsi­ diados. P e ro el papel del Instituto q u e d ó m u y dism in u id o; a partir de entonces discon tin u ó la m ayor parte de las operaciones de im p o rta c ió n y las de e x p o rta c ió n dejaron lugar a in term ed ia ­ rios privad os (q u e alcanzaron en 1952 el 40% del total de las ex p ortacion es), especialm ente utilizadas para la c o lo c a c ió n en el e x te rio r de la p ro d u c c ió n ganadera m ientras se otorgaban préstam os a los fr ig o r ífic o s a través d el I A P I y la banca o fic ia l para afrontar el im p a cto de la caída d el acu erdo co n G ran Bretaña y la in terru p ció n de los em barques a ese país. P eró n destacaba la nueva p olítica agraria ante cooperativistas de la provincia de B uenos Aires en 1951: “ Lo que nosotros podemos asegurarles es que cobrarán todo el precio que vale el esfuerzo del trabajo de ustedes. Y les podemos asegu­ rar también que les compraremos todo lo que produzcan, aunque haya exceso de prQducción, porque en este caso es preferible que se perjudique el Estado y no el productor (...) en Balcarce hubo exceso de producción y hemos

comprado todas las papas: son 150.000 tonela­ das y no sabemos qué hacer con ellas, pero ya veremos; mientras tanto se las compramos. D e manera que ésta es la nueva política” . Y leerse:

en la in em o ria del I A P I de ese año pu ede

“ Mientras los precios de compra fijados por el gobierno experimentaron un aumento que permitió al agricultor hacer frente al mayor costo de producción y asegurarle una utilidad equitativa, las cotizaciones en el mercado mun­ dial se mantuvieron muy por debajo del nivel de aquéllos, dando origen a que la comercia­ lización de la cosecha arrojara un importante déficit que fue íntegramente soportado por el instituto” . E n rigor, esas pérdidas podían ser solventadas p o r el organism o sólo en parte y debía recurrir al crédito bancario de las instituciones oficiales (d el B an co Industrial, de la provincia de Buenos A ires o de laj N a c ió n ), o al au xilio directo del B C R A , acum ulando un e n o rm e pasivo que se arrastraría hasta la caída del gob iern o. La nueva política respecto de la com ercializa­ ció n de la p rod u cción agropecuaria tuvo correla­ to en las definiciones relacionadas co n las form as

de ex p lota ción y propiedad en el cam po. E n efec­ to, a partir de 1949 los discursos que prom ovían cambios radicales en el sistema de tenencia de la tierra com en zaron a ser desplazados progresiva­ m ente p o r la urgencia del aum ento de la p ro ­ du cción de bienes exportables. Ese año m arcó el punto m á x im o de la política de co lo n iza ció n y el in ic io de una estrategia discursiva y legislativa m ucho más cautelosa y m oderada. D e tocios m o ­ dos, las prórrogas de los arrendam ientos co n ti­ nuaron y sólo se v o lv ió paulatinamente al sistema de libre contratación. Los terratenientes o la “ oligarquía” en el dis­ curso peronista ya no debían ser considerados los principales en em igos de la causa nacional; en su mensaje a los productores rurales en abril de 1949 P erón recon ocía ese error inicial: “ Algunas veces he cargado un p o c o la m ano sobre el capitalismo al hablar de la exp lotación de los hom bres de tra­ bajo. N u estro capitalista tiene la culpa, pero poco. E l que tien e toda la culpa es el capitalismo in ­ ternacional” . P ro n to el pecado tam poco recaería sobre el capital extranjero al que las circunstancias harían necesario atraer. La respuesta de la produ cción agropecuaria no podía ser inm ediata. D urante 1949 las im porta­ ciones provenientes de los Estados U fiid o s habían caído a un tercio respecto del año anterior y la A rgen tin a se hallaba en una situación de virtual

cesación de pagos. Para evitar el vaciam iento de las reservas se dispuso un régim en de pagos m en ­ suales de las acreencias com erciales y se obsta­ cu lizó la rem isión de ganancias p o r parte de las filiales extranjeras a sus casas matrices. La situa­ ció n contin uó siendo extrem adam ente crítica y el I o de m ayo de 1950 P erón afirm ó: “ JVle cortaré las m anos antes de p o n er m i firm a en el acta de ninguna cosa que signifiqu e un préstamo para m i país” . Pero para ese entonces las negociaciones de representantes argentinos en los Estados U n id o s estaban m u y adelantadas y p ocos días después el E x im b an k o to rg ó un crédito p o r 125 m illones de dólares que se destinaron fundam entalm ente a pagar obligaciones com erciales adeudadas re­ cib ien d o a cam bio pagarés de un consorcio de bancos privados y oficiales locales con la garantía del B C R A . E n agosto de 1950 hubo una nueva devalua­ ció n con respecto al dólar (entre 25% y 40%) con el propósito de m antener las ventas de lana, cuero y tanino conjuntam ente co n una sim plificación del sistema de cambios; sólo quedaron estableci­ dos un tipo de cam bio básico y otro preferencial co n el o b jeto de alentar ciertas exportaciones y favorecer el ingreso de divisas. E l tipo preferen­ cial para im portaciones se m antuvo sólo para los combustibles. E n ese año tam bién se co m e n zó a aplicar una política más favorable a la entrada de

capitales del exterior; una directiva del B C R A p erm itía transferir beneficios hasta un m áxim o del 5% anual del capital a las empresas que se ra­ dicasen en el país, una política que sería profun­ dizada tiem p o después. E n parte d ebid o a estas medidas, la balanza c o ­ m ercial v o lv ió a tener saldo positivo esp año. E>e hecho, la reducción de las compras a los Estados U n id o s ya iniciada en 1949 y la du plicación de las exportaciones a ese país p erm itieron m antener un saldo favorable de divisas libres que revirtió el d éficit arrojado en las cuentas internacionales. P erón lle g ó a afirm ar frente al C o n g res o de la N a c ió n que “ en 1948 y 1949 libramos la gran batalla y sopor­ tamos una crisis económica difícil (...) que sólo pudimos sobrepasar porque la habíamos previs­ to y porque supimos adoptar oportunamente las medidas necesarias a fin de que sus consecuen­ cias no afectasen substancialmente la economía del pueblo. Ahora podemos ya afirmar que el país no tiene problemas económicos” . Sin em bargo, la m ejora era el resultado de una situación absolutam ente coyuntural, caracterizada p o r la posibilidad de la guerra en C orea, que fi­ nalm ente se h izo efectiva en los últim os meses de 1950. E n efecto, al año siguiente nuevam ente las

cuentas externas m ostraron resultados negativos ya que cierta reactivación econ óm ica p ro v o có el in crem en to de las im portaciones, y además p o r ­ qu e el aum ento de los precios de éstas fue m ayor que el de los productos de exportación p o r la situación bélica internacional. E n esas críticas circunstancias resultaba im ­ p erioso restaurar la relación com ercial con Gran Bretaña y se firm aron una serie de convenios para m ejorar el balance de las cuentas bilaterales y o b ­ tener m ejores precios para las colocacion es de alim entos y para la im p ortación de com bustible y otros productos. D e todos m odos, pese a es­ tos esfuerzos la A rgen tin a deb ió recurrir a nuevos m ercados para com prar equipos industriales in i­ ciando una in cipien te diversificación hacia otros países de Europa O ccid en ta l y tam bién O rien tal. E llo suponía tam bién endeudarse co n estos paí­ ses en tanto era m u y d ifícil colocar los productos de exportación . D e hecho, la A rgentin a, que ha­ bía sido un país acreedor, a partir de 1949 pasó a ser deudor; Italia y Francia se transform aron en acreedores en 1950 y 1951 y tam bién se ubicaron entre los mayores proveedores, ju n to co n el R e i ­ n o U n id o , los Estados U n idos, A lem an ia y Brasil. Pero los males podían ser aún peores. E n 1952 el vo lu m en físico de las exportaciones se redujo drásticamente c o m o consecuencia de una fu erte sequía que afectó la producción. Los embarques

al e x te rio r fu eron prácticam ente la m itad que los del año anterior y en valores tu vieron una caí­ da su perior al 30%. E n consecuencia las reservas dism inuyeron hasta niveles insignificantes. N ad a quedaba ya de aquella generosa abundancia in i­ cial qu e le im pedía a Perón cam inar p o r los pa­ sillos repletos de oro del B an co Central, según había su gerido en 1947, y la deuda externa había co m en zad o a acumularse. In depen dien tem en te de los factores clim áticos adversos, la aparición recurrente del signo nega­ tivo de la balanza com ercial era una clara c o m ­ prob ación de que las condicion es internacionales esperadas n o lograban cristalizarse y que era ne­ cesario profundizar el “ cam bio de ru m b o ” a favor del sector agropecuario y de ese m o d o ahuyen­ tar, vía mayores saldos exportables, los estrangulam ientos a los que se som etía la econ om ía argenti­ na p o r falta de divisas. U n a m ayor solvencia en el frente ex tern o p erm itiría continuar con el soste­ n im ien to de la industria y la p olítica distributiva en niveles aceptables de acuerdo co n los objetivos políticos del gobiern o.

El problema de la inflación P ero los problemas no se manifestaban sólo en el frente externo. En efecto, un n u evo dilem a ya

presente pero de algún m o d o latente se sum ó a aquellas restricciones a fines de 1948: el in cre­ m en to de los precios internos. Para ese entonces la inflación superó el 30% anual y qu ed ó claro qu e el com p orta m ien to de esa variable había de­ ja d o de vincularse co n la tendencia general de la posguerra a nivel internacional — la influencia d el in crem en to de los precios de im p ortació n y exp ortación --- , c o m o aseguraban los fu nciona­ rios del g ob iern o, y que sus raíces debían bus­ carse tam bién en el fu n cion am ien to del proceso e c o n ó m ic o internó. Las causas d el fe n ó m e n o in fla cio n a rio , c o m o siem pre ocu rre, eran com plejas y variadas; en ­ tre ellas descollaban la r ig id e z estructural de las econ om ía s en c re c im ie n to y la vo la tilid a d de los precios de las ex p orta cion es de m aterias p r i­ mas, qu e afectaba n o sólo a la A rg e n tin a sino tam b ién a los países vecin o s; p ero es in d u d a­ b le el peso qu e tu v ie ro n los efectos m o n e ta ­ rios derivados de la refo rm a financiera gestada en 1946 y la p o lític a salarial. E n p rim e r lugar, c o m o señalamos, desde la ap licación del sistema, el au m en to de los créditos fu e siem pre m ayor al c re c im ie n to de los depósitos, lo qu e im p li­ caba una expansión d el din ero circulante siem ­ pre p ro c liv e a desatar el proceso in fla c io n a rio (in fla c ió n de dem anda causada p o r exceso de o ferta m on eta ria ). E n el trie n io 1946-1948 se

había p r o c e d id o a una expansión deliberada de los m ed io s de p a g ó c o n el fin de m an ten er una flu id e z m on eta ria acorde c o n el fin a n cia m ien to d el sector industrial y de las obras d el g o b ie r ­ no, p ero esa expan sión resultó m u y su p erior al c r e c im ie n to de la ec o n o m ía . N o obstante, la te o ría cuantitativa o m on etaria, según la cual los aum entos en la cantidad de d in ero llevan a la larga a aum entos en los precios, n o contaba c o n la adhesión de las autoridades econ óm icas argentinas. P red om in a b a , en cam bio, una suerte de te o ría del d in ero cualitativa o keynesiana, se­ gú n la cual las expansiones m onetarias, siem pre y cu ando estuvieran b ie n dirigidas, generaban aum entos en el n iv el de a ctivid a d e c o n ó m ic a más q u e en los precios. E l g o b ie rn o juzgaba la in flación c o m o un p ro ­ blem a transitorio, derivado de la falta de bienes para cu brir la demanda p o r las dificultades de in ­ c o rp o ra c ió n de maquinarias y equipos durante la guerra. E n la óptica oficial el creciente proceso in flacion ario se solucionaría co n la m aduración de la política industrial im plem entada. E n agosto de 1947 M ig u e l M iranda, p o r entonces presiden­ te del recien tem en te creado C on sejo E c o n ó m ic o N a cio n a l, un organism o interm inisterial a cargo de los asuntos econ óm icos, lo expresaba de esta manera:

“ Lo que estamos haciendo frenéticamente en estos momentos es la primera fase; estamos construyendo e instalando bienes de capital, que dan ocupación y trabajo, pero que toda­ vía no producen bienes ni dan renta. Se crea, com o es natural, una capacidad de compra en la población, que momentáneamente no pue­ de satisfacerse porque siguen faltando bienes de consumo. Pero tan pronto nuestra industria empiece a producir, se originará una corriente de nuevos bienes de consumo en el mercado, y desaparecerá la causa principal del alza actual de los precios” . Este planteo abrevaba en los principios k eynesianos al considerar que el exceso de demanda n o se debía a úna expansión m onetaria excesiva sino a un p roceso de grandes inversiones que aún n o había m adurado. E n cierta m edida ello pare­ cía ser cierto en tanto muchos de los proyectos contem plados en el Plan Q u inqu en al im plicaban un largo proceso de gestación; además, en el cur­ so de esos años el im portan te in crem en to de la prod u cción equ ilibró en parte la creciente oferta de m oneda. N o obstante, cuando la in flación se aceleró a fines de 1948 el g o b ie rn o c o m e n z ó a in trodu cir m edidas que insinuaban su preocu pa­ ción. Las m odificacion es tuvieron c o m o o b jeti­ vos inm ediatos una dism inución del circulante y

una red u cción de los gastos de capital y los subsi­ dios a las empresas del Estado, recon ocien d o que el aum ento del déficit público n o era in ocu o en ese proceso. C o n todo, persistió elevado el nú m e­ ro de em pleados estatales y los gastos corrientes tam bién se m antu vieron en niveles altos. P e ro aun cuando era evid en te la im portan cia asignada a la expansión de los m ed ios de pago c o m o una de las causas de la in flación , el g o ­ b ie rn o sostenía qu e el pu nto n eu rá lgico era el “ recalen tam ien to de la e c o n o m ía ” , el excesivo cre cim ien to qu e se manifestaba en la escasez de m an o de obra. Tan tem pranam ente c o m o ju n io de 1948 un analista oficialista consideraba que “ la p rim era etapa de la re v o lu c ió n eco n ó m ic a ha sido ya cubierta... cabe p ro c ed er al reajus­ te ” en ca recien d o el din ero y “ dejan do a salvo aquellas actividades productivas de reco n o cid a im p ortan cia social a las que se pu ede fo m e n ­ tar m ed ian te préstamos especiales” . S ign ificati­ vam ente, tan sólo un año después de in iciad o el Plan Q u in q u en a l y de considerar que las in ver­ siones todavía n o habían m adurado se destacaba que la industria ya estaba desarrollada (en dem a­ sía) y que la presión del p len o em p leo excedía los lím ites aceptables. La p ro m o c ió n industrial debía ser desactivada; no era co n ven ien te insis­ tir c o n esa estrategia que ú nicam ente generaría in flación.

Sobre la base de ese diagnóstico se plantea­ ron algunas medidas tendientes a lograr una m e ­ j o r distribución de los asalariados y se establecie­ ron otras restrictivas para la concesión de nuevos créditos que im plicaran una m ayor presión sobre el m ercado laboral. Tam bién fueron suspendidas las obras encaradas p o r o para la adm inistración pública y se buscó elim inar en fo rm a progresiva las actividades oficiales que no tuvieran un grado de productividad social estimable. Finalm ente, el B C R .A . d ecid ió suspender los préstamos que se consideraban de carácter “ especulativo” , aquellos que tenían c o m o fin la com pra de inm uebles o bienes n o involucrados directam ente en el p ro c e ­ so p rod u ctivo y se redujeron créditos destinados al consum o y a la instalación de nuevas em p re­ sas. E n este ú ltim o sentido se trataba del re c o n o ­ cim ien to de que, en alguna m edida, el aprove­ cham iento de las tasas de interés reales negativas había llevado a m uchos empresarios a solicitar esas líneas de crédito sin intenciones de encarar proyectos que condujeran a la am pliación de la capacidad productiva; y parte de esos fon d os ter­ minaban, en el m e jo r de los casos, volcándose al consum o, lo que increm entaba la presión sobre el nivel de precios. Para reforzar los efectos de la red u cción de los lím ites m áxim os en la extensión de redescuentos y la consecuente redu cción en el ritm o de expansión del dinero circulante que es­

taba involucrado en esas medidas, se d ecid ió ade­ más elevar la tasa m ínim a de interés. Se trataba de políticas de corte o rto d o x o y re­ cesivas que se sumaban a las mayores restricciones a las im portaciones que paralelamente co m e n ­ zaban a aplicarse co n el fin de atenuar los p ro ­ blemas en el sector externo. Estas disposiciones anunciaban “ paños frío s” para la econ om ía y p o r tanto m enores posibilidades de expansión de los n egocios. Las tentativas de cam bio en la política e c o ­ nóm ica, y en la política m onetaria en particular, fu eron acompañadas p o r la salida del g o b ie rn o de M iranda, sobre el que recaían acusaciones de corru p ción , y la designación de A lfre d o G ó m e z M orales, d o cto r en C iencias Económ icas y hasta entonces subsecretario de C o m ercio , al frente del B C R A . Los tiem pos de préstamos generosos de M iran da habían pasado y era necesario tom ar un n u evo cam ino co n criterios de m ayor racionali­ zación, aunque Perón no dejaba de reco n o cer la la b or clave del “ zar de las finanzas” en el diseño de la política econ óm ica de los prim eros años. T ie m p o después G ó m e z M orales dirá: “ (quería) rectificar una cantidad de cosas que había hecho Miranda, propias del período ini­ cial de él, pero que resultaban difíciles de man­ tener en un período posterior, Perón creyó

entender que estaba haciendo, implícitamente, una crítica a Miranda. Él me dijo: sí, ya sé que Miranda en algunas cosas chapuceaba bastante, pero, dígame, si yo lo hubiera llamado a usted en 1946 y le hubiera dicho que había que ha­ cer esto, que había que nacionalizar el Banco Central, que había que nacionalizar los depósi­ tos, etc., usted, funcionario de carrera, qué hu­ biera contestado. Y manifesté: probablemente que no se podía hacer. ¡Ah! Eso m e pasó con muchos, Miranda dijo que sí, que se podía ha­ cer, y ése es el mérito de Miranda” . U n a nueva reform a financiera a com ienzos de 1949 im p licó que esa institución, aun cuando mantenía su m isión de regular los m edios de pago, perdiera su carácter de ejecutora de la política m onetaria y crediticia y quedara ju n to a los otros bancos oficiales bajo la égida de la Secretaría de Finanzas, creada p o r ese entonces y transformada en M in isterio p o co después con la reform a de la C onstitución que cristalizó la “ doctrina ec o n ó m i­ ca peronista” y perm itió la reelección presidencial. Enmarcada en un “ Plan de A c c ió n en materia E c o n ó m ic a ” , lanzado en ju lio de 1949, la política m onetaria pasaba a tener entre sus ob jetivos fun­ damentales el m an tenim iento de la estabilidad de precios, y para ello era im prescindible n o incu rrir en una. p olítica expansiva o en to d o caso apos-

tar a una m ayor selectividad del crédito. G ó m e z M orales destacaba que la política crediticia debía orientarse hacia la racionalización — una palabra constantem ente repetida p o r el discurso oficial hasta los últim os días de g o b ie rn o --- de la estruc­ tura productiva, dado que los créditos “ tienden visiblemente a facilitar y proteger todo desenvolvimiento útil de nuestro pro­ ceso industrial, amenazado últimamente por el incremento de actividades marginales que constituyen verdaderas deformaciones econó­ micas que suelen acompañar a todo proceso de expansión económica (...) En esa forma el Gobierno propende a proteger la industria sana y socialmente provechosa, librándola de una peijudicial restricción indiscriminada de créditos y de la concurrencia malsana, en el mercado interno, de aquellas actividades que le disputan la mano de obra, la materia prima y el poder dé compra popular, sin un fin eco­ nóm ico o social que lo justifique” . Según el g o b ie rn o las medidas restrictivas encaradas a partir de los últim os meses de 1948 fu eron exitosas. Sin em bargo, la realidad refleja­ ba otra situación. La in flación se aceleró durante 1949, debido, entre otras razones, a que la m o ­ deración crediticia se cu m plió sólo en parte y

en fo rm a m u y selectiva para el sector industrial, d on de las demandas de flexibilid ad propuestas p o r algunos industriales hallaban eco en el gob iern o. P ero además, la necesidad de impulsar la reacti­ vación del sector agrícola con du jo a un cam bio en la co m p osición de los créditos otorgados a los distintos sectores. E n consecuencia entre 1949 y 1951, los préstamos al sector industrial y al sector pú blico se increm entaron p o c o pero los destina­ dos a los agricultores lo h icieron notablem ente. A esto se agregó que, precisam ente en 1949, se d e rrib ó el obstáculo para el desarrollo de una p o ­ lítica m onetaria absolutamente independiente, y eventualm ente expansiva, al elim inarse el ú ltim o vestigio de convertibilidad: la cláusula que ob liga­ ba al B C R A a respaldar con reservas in tern a cio­ nales p o r lo m enos el 25% de la base m onetaria. Esta fue una m edida indeseable sugerida p o r un conspicuo m iem b ro del gru p o B u n ge pero d e­ term inada p o r la caída de las reservas y p referib le frente a la alternativa de contratación de un em ­ préstito externo. Pu ede afirmarse que, hasta septiembre de 1949, se m antuvo la p olítica restrictiva del crédito esta­ blecida en los últim os meses de la gestión de M i ­ randa. A partir de aquella fecha las norm as fu eron más flexibles y se autorizaron am pliaciones en las listas de redescuento destinadas a satisfacer las demandas surgidas de las actividades productivas,

especialm ente de las agropecuarias, com erciales y de las empresas de servicios públicos. T a m b ién contin u ó una p olítica laxa en m ateria salarial en parte p o r el n u evo increm ento de los salariosprecios d eb id o a las huelgas de los obreros indus­ triales en octubre y n oviem bre de ese año. A sí, el B an co Industrial, p o r ejem plo, o to rg ó sumas significativas a la C o rp o ra c ió n de Transportes de la C iu dad de B uenos Aires, a la C A D E y a las empresas frigoríficas para el pago de sueldos y aguinaldos. S ólo se m antu vieron las restricciones al crédito para atender actividades consideradas de carácter suntuario o prescindible. Las empresas que n o obtenían crédito buscaron c o m o alterna­ tiva financiarse a través de la evasión im positiva y del pago d iferid o de las obligaciones en m ateria de seguridad social, en particular las pequeñas, su­ jetas a m enores controles. E n suma, las disposiciones restrictivas fu eron bastante superfluas en lo que respecta ál crédito; la generosa p olítica desplegada hasta ese m o m e n ­ to n o podía interrum pirse fácilm en te mientras se m antuvieran altos los salarios, a m enos qu e se aceptara el enfrentam iento con los sectores p ro ­ ductivos, industriales y rurales, costos que el g o ­ b ie rn o parecía n o estar dispuesto a afrontar. D e todos m odos, c o m o a firm ó D ía z A lejan dro, es dudoso que políticas m onetarias y salariales más austeras hubiesen p o d id o conseguir la estabilidad

de los precios en un con texto de devaluaciones y cam bios en los precios relativos. D ados estos condicionantes, los intentos es­ tabilizadores y las políticas que acom pañaron el recam bio de la con du cción econ óm ica n o fueron más allá de una débil dism inución de la expansión m onetaria.Tam bién la leve m ejora de las variables económ icas en 1950 y la recuperación de saldos positivos en la balanza com ercial in h ibieron m a­ yores m edidas que podían tornarse antipopulares. Sin em bargo, la pésima cosecha hacia com ien zos de 1952 y la reaparición del déficit com ercial que agotaba las últimas reservas de oro y divisas acu­ muladas reveló la im posibilidad de seguir “ m ane­ ja n d o la crisis” .

La crisis de la Bolsa Los avatares del sector extern o y del proceso inflacionario, sumados al recam bio del gabinete en en ero de 1949, generaron gran incertidum bre y provocaron un profu n do tem b lor en la Bolsa de C o m e rc io , don de los precios de las acciones se derru m baron abruptamente; la caída fu e inicial­ m ente m otivada p o r el estrepitoso descenso de los precios de las acciones de dos compañías que, vinculadas co n M iranda, habían g oza d o de ex­ traordinarios beneficios cambiarios y crediticios.

D esde los últim os meses de 1948 el I M I M había ensayado una política restrictiva de c o m ­ pras acorde con las nuevas medidas que se estaban aplicando pero co n el estallido de la crisis d eb ió m od ifica r sustancialmente esa política y realizar numerosas adquisiciones con el fin de defender las cotizaciones y evitar una debacle mayor. C o n esta política el Instituto se h izo cargo de una car­ tera de valores privados cada v e z más im portan ­ te que incluía una participación destacada en los paquetes accionarios de algunas grandes empresas c o m o L a Cantábrica, Sansinena, G io l, K raft o A l ­ pargatas. Los funcionarios del IM IM . participaban in icialm en te de manera franca en los directorios de esas y otras empresas de acuerdo con la te­ nencia de acciones, pero c o m o esa actitud podía ser “ m al interpretada” y considerada “ una vela­ da introm isión del Estado en la dirección de las empresas privadas” se d ecid ió designar síndicos y n o directores. N o obstante, cuando el Estado lle ­ g ó a tener el paquete accionario m ayoritario de alguna firm a asumió directam ente su control, tal c o m o o c u rrió co n Industrias Llave o T extil O este en los prim eros años cincuenta. D e todas maneras, la directiva del C on sejo E c o n ó m ic o N a c io n a l era que a futuro se procu ­ rara dism inuir el grado de in terven ción del Ins­ tituto en la com pra y venta de acciones, pues­ to que su actuación demasiado frecuente en la

Bolsa n o se consideraba “ aconsejable” , reflejando las nuevas orientaciones de la p olítica econ óm ica. E l g o b ie rn o acom pañó esa p olítica además con un con ju n to de disposiciones destinadas a sanear las prácticas bursátiles y evitar los m ovim ien to s especulativos, además de incentivar la inversión a través de medidas impositivas favorables a los tom adores de acciones. E n adelante, los a ccio­ nistas n o debían inclu ir dividendos percibidos ni estaban obligados a consignar en la declaración anual del p a trim on io los capitales invertidos en acciones. T a m p o c o el aum ento de p a trim o n io que surgía de ventas de acciones y títulos estaba sujeto al im puesto a las ganancias eventuales. Estas medidas delineaban el “ anonim ato” absoluto de los tenedores de acciones de sociedades anónimas y pretendían estimular las inversiones para rever­ tir la inercia negativa que se había apoderado del m ercado. Las disposiciones que, al ju zg a r de los propios actores, hacían de la legislación bursátil una de las “ más favorables que existe en el m u n ­ d o ” , constituyeron indudablem ente un m o tiv o de peso adicional de estím ulo y atracción; in clu ­ so para los capitales extranjeros que, en adelante, podían ingresar en fo rm a anónim a al país a través de ese m ercado. E n 1951 Perón declararía co n suficiencia “ que ningún país del m u n do conserva porcentajes de im puestos tan bajos c o m o los que gravan a los capitales en la R ep ú b lica A rg e n tin a ” .

N o obstante, pese a estas medidas y a las in ­ gentes compras d el I M I M la brutal crisis bursátil com enzada en enero de 1949 y acentuada du­ rante el transcurso de ese año con tin u ó co n par­ ticular profun didad en 1950, para prolongarse, al m enos, hasta avanzado el año 1952. La actividad del m ercado de valores durante este largo p e r ío ­ d o se redujo en fo rm a paulatina a la quinta par­ te de lo registrado en 1948 y los precios de las acciones habían caído a la mitad, mientras que los inversores prácticam ente desaparecieron y las compras quedaron reducidas al IJVLIJV1. Es indu ­ dable que los tropiezos presentes en el orden ma~ cro e c o n ó m ic o y las restricciones crediticias con ánim o antiinflacionario, más allá de los estímu­ los im positivos, term in aron p o r frenar cualquier atisbo de recuperación y p o r d ep rim ir una plaza que tenía en ese co n te x to enorm es dificultades para desarrollarse c o m o un m ercado apto para la o b te n ció n de capitales p o r parte de las empresas; una situación que las empujaba a requ erir in g en ­ tes créditos del sistema bancario oficial.

El plan de ajuste de 19 5 2 y la consolidación de las nuevas ideas E n rigor, las dificultades externas, el proceso in flacion ario y el fin del auge bursátil m anifiesto

a partir de 1949 daban cuenta de que el ciclo exitoso de loS prim eros años había culm inado y que era necesario proced er a un ajuste del peso relativo de loS sectores productivos y del consu­ m o interno. C o m o vim os, las respuestas supusie­ ron cam bios en la política eco n ó m ica pero fueron orientadas p o r las circunstancias y claram ente los fu ncionarios que tom aban las decisiones lo h icie­ ron de manera básicamente pragmática, al m e­ nos entre 1949 y 1951, m o m en to en que G ó m e z M orales agrupó las nuevas ideas y propuestas en su trabajo Política económica peronista, y siempre con fia n d o en que podía reestablécerse una situa­ c ió n favorable a partir de una m ejora de las c o ­ locacion es de productos agrarios en el m ercado internacional. La crisis de 1952 echaría p o r tierra esas especulaciones y sólo a partir de entonces las nuevas ideas cobrarían m ayor cu erp o y encontra­ rían una base de sustento te ó ric o m u y diferente del qu e había apuntalado las orien tacion es e c o ­ nóm icas iniciales. U r g id o p b r la precaria salud de E va Perón, p o r el levan tam iento m ilitar de septiem bre de 1951 pero tam bién p o r im plem entar Un program a e c o ­ n ó m ic o de ajuste, Perón dispuso qu e las ele cc io ­ nes presidenciales se realizaran en n oviem bre, tres meses antes de lo previsto; el triu n fo del g o b ie rn o alentaba tom ar medidas más enfáticas sin mayores costos políticos, al m enos en térm inos inm ediatos.

E l Plan de Estabilización de febrero de 1952, tam bién co n o cid o c o m o Plan de E m ergencia, y una más decidida “ vuelta al ca m p o” a partir de entonces habrían de contrastar con la política in i­ cial de expansión m onetaria, fiscal y salarial, y de transferencias hacia las actividades manufactureras. A sí lo expresaba el p o r ese entonces m inistro de H acien da R a m ó n C ereijo : “ Si bien interesa el aumento de la producción en todos sus órdenes y no se ha de descui­ dar a la industria de transformación, especial­ mente en aquellos ramos de más importancia com o factores del abastecimiento interno, el plan económ ico para 1952 atiende de manera especial a la producción agrícola ganadera y a las industrias extractivas (...) Sabemos perfec­ tamente que los productos de la agricultura y de la ganadería son lós que nos suministran las divisas necesarias para poder realizar y mante­ ner la transformación industrial y no escapa a nuestras previsiones el hecho de que ningún país puede desarrollar su actividad fabril a cos­ ta y con. el sacrificio de la producción de su suelo” . E n rigor, el nuevo ordenam iento no represen­ taba una innovación en m ateria de p olítica e c o ­ nóm ica sino una sistematización y extensión de

las m edidas que se venían aplicando desde fines de 1948 y constituiría un p rim er paso hacia la aplicación de otras de carácter más perm anente, que sólo p od rían im plem entarse una v e z doblega­ dos los problem as más acuciantes de la coyuntura. D e h ech o ya en 1947 cuando apenas despuntaba el problenia in flacion ario un m iem b ro d el gru p o B u n ge había señalado la necesidad de estabilizar las políticas monetarias, incentivar la inversión e increm entar la p rod u cción prim aria y, paralela­ m ente, con gelar los salarios. Esta últim a m edida n o fu e tom ada p o r el g o b ie rn o en m om en tos en qu e se descerrajó la crisis de 1949, c o m o vim os, p ero sí sería recogida en. las nuevas y más críticas circunstancias. E l Plan de E m ergen cia fue estructurado co n el o b je tiv o de resolver los dos problem as e c o n ó m i­ cos cruciales del m om en to: el estrangulam iento extern o, qu e se producía p o r la falta de divisas, y el in crem en to sostenido de los precios, resultan­ te del aum ento de los costos salariales y la p o lí­ tica expansiva. Las medidas para atacar esos dos frentes estaban combinadas e incluían una m ayor p ro d u cción agropecuaria, la red u cción de las im ­ portaciones y la austeridad en el consum o, que perm itía mayores saldos exportables y tam bién contenía las presiones inflacionarias. E n consecuencia, la restricción m onetaria se h iz o m u ch o más fu erte y se aum entó la tasa de

interés co n el o b je tiv o de engrosar el ahorro in ­ tern o y frenar la demanda de créditos. Las tarifas de las empresas públicas se elevaron (p o r ejem p lo las correspondientes a la C o rp o ra ció n de Trans­ portes se du plicaron ), aunque de todos m od os en térm inos reales se ubicaron, en un 40% p o r deba­ j o de los valores correspondientes a 1945, y la p o ­ lítica fiscal fu e claram ente restrictiva, alejándose de las prescripciones keynesianas. La con tracción de las erogaciones se concentró en los gastos de capital, afectando el program a de obras públicas encarado, pues los gastos corrientes estaban aso­ ciados al sostenim iento del em p leo pú blico, que era funcional a objetivos prioritarios del g o b ie r­ n o; tam bién se rec o rtó sustancialmente el presu­ puesto militar. T a m b ién se increm entó el im pu es­ to a las ventas en el ám bito nacional dando in ic io a una política im positiva m enos progresiva. U n a C om isión N acion a l de Precios y Salarios acentuó el control sobre los precios de los pro­ ductos a través de campañas que buscaban c o m ­ batir “ el agio y la especulación” , crim inalizando a aquellos que aumentaban los precios o acaparaban mercancías en un con texto signado p o r la escasez de algunos bienes. P o r su parte, los salarios fu e­ ron congelados p o r dos años con el propósito de contener la presión sobre los precios y d eprim ir el consum o (y así alentar mayores saldos exporta­ bles y quitar presión sobre los precios interhos); en

adelante los aumentos se vincularían con la m ayor productividad del trabajo. Se trataba de un cam­ b io trascendente respecto de la generosa política de ingresos de los prim eros años, cuando el Esta­ do directam ente había determ inado o estimulado la recom posición salarial, y de un diagnóstico que enfatizaba en los costos para explicar la inflación. E n su estilo, Perón reseñaba las nuevas circuns­ tancias: “ La economía justicialista establece que de la producción del país se satisface primero la nece­ sidad de sus habitantes y solamente se vende lo que sobra, nada más. Claro que aquí los mucha­ chos, con esa teoría, cada día comen más y con­ sumen más y, como consecuencia, cada día sobra menos. Pero han estado sumergidos, pobrecitos, durante cincuenta años; por eso yo los he dejado que gastaran y que comieran y que derrocha­ ran durante cinco años todo lo que quisieran; se hicieran el guardarropa que no tenían, se com­ praran las cositas que les gustaban, y se divirtie­ ran también (...) pero, indudablemente, ahora empezamos a reordenar para no derrochar más” . Y su esposa Eva, la “ abanderada de los hum il­ des” , agregaría p o co antes de m orir: “ E l general Perón nos ha expuesto su Plan E con óm ico, nos ha dich o lo que tenemos que hacer. A cada argentino

le toca su parte, grande o pequeña, en la inmensa tarea de consum ir m enos y de producir más” . En una serie de atípicas medidas el g ob iern o impuso la producción de pan con afrecho de m aíz y m ijo para evitar importar, en esas particulares condiciones, trigo desde los Estados U n idos, que hubiera debido pagarse con los escasos dólares dis­ ponibles. C o n todo, el I A P I firm ó un contrato con ese país para el intercam bio de trigo pt>r m aíz que fue exportado a Francia por cuenta de los Estados U nidos. Tam bién el gob iern o dispuso que n o se distribuyese en el m ercado minorista carne ni se vendiese en los restaurantes un día de la semana, y que el 10% del total de cabezas sacrificadas fuese preservado con el propósito de cum plir los c o m ­ promisos de exportaciones. Más tarde Perón dirá: “ La gravedad del problema de la carne es te­ rrible... pero es terrible porque comemos de­ masiada carne. Bien, señores, ¿para qué voy a seguir extendiéndome en este problema? Es suficiente andar por las calles de Buenos Aires para ver que todos son gordos” . Tam bién d ejó de servirse café a los em pleados públicos, que consum ían el 25% de lo que se im ­ portaba en ese rubro. Esta política de extrem a austeridad se a co m ­ pañó co n el establecim iento de tipos de cam bio

favorables a las exportaciones agropecuarias y res­ tricciones a las im portaciones con el propósito claro de superar el déficit de la balanza com ercial. Se otorgaron cambios preferenciales a los im p o r­ tadores de maquinarias agrícolas y para algunos productos de exportación tradicionales. Tam bién a partir de 1952 se aplicaron tipos de cam bios es­ peciales destinados a alentar las exportaciones de tejidos de algodón, productos quím icos y electro­ dom ésticos. Pero n o hubo una devaluación global que hubiera supuesto una transferencia masiva de ingresos al cam po al precio de una recesión m a­ y o r en las actividades industriales. C o m o la idea era que se estaba frente a una econ om ía recalentada p o r el “ exceso de co n ­ su m o” , el ahorro se u bicó al m enos claramente desde 1952 c o m o tema m edular en el escenario ec o n ó m ic o , co n la capacidad de cu m plir un pa­ pel articulador fundamental: p o r un lado perm itía reducir el consum o y de ese m o d o frenar la pre­ sión sobre los precios, además de m origerar los problem as del sector extern o al acrecentar los sal­ dos exportables; p o r el otro, bien d irigid o , podía acrecentar la capitalización empresaria, evitando aquella excesiva dependencia d el crédito bancario oficial --- que contribuía a la escalada de los precios--- y haciendo posible prescindir de los ca­ pitales extra n jeros--- que lim itarían el m argen de acción a la política oficial--- co n lo cual podían

m antenerse las banderas nacionalistas del discurso peronista. Precisam ente, el Plan destacaba que: “ Nk> se concibe que haya un avance substancial en países como el nuestro si no se hace ese esfuer­ zo de acumulación de ahorro por todas las uni­ dades económicas y familiares del país. En otras épocas los problemas derivados de las diferencias de la balanza de pagos se solucionaban con em­ préstitos. El camino que ha tomado el país es otro, justamente el contrario. Porque la experiencia ha demostrado que no es saludable apelar a esos arti­ ficios de que los ahorros de otros pueblos vengan a solucionar nuestras dificultades financieras por cuanto las inversiones extranjeras (...) en lugar de beneficiosas, resultan perjudiciales” . La idea glob a l de una “ tercera p o s ic ió n ” en lo e c o n ó m ic o subsistía con leves variaciones, de acuerdo co n el discurso de Perón en 1952: “ El sistema económ ico comunista comprime el consumo del pueblo para capitalizar al Estado. El sistema económ ico capitalista contiene los salarios hasta los límites del hambre y la miseria para capitalizar al reducido grupo de grandes consorcios financieros. El sistema económ ico justicialista quiere salarios justos, quiere que el pueblo consuma todo lo que necesite para vivir

bien, pero quiere también que ahorre un poco para que cada familia argentina se capitalice” . La consigna económ ica del m om en to era au­ m en to de la producción, austeridad en el consumo y fo m e n to del ahorro. Esta m odificación de la p o ­ lítica económ ica inicial encontró algún sustento en las teorías monetarias de la supercapitalización, cu­ yos m odelos 4el ciclo econ óm ico ofrecían un mar­ co de análisis más apropiado para explicar la crisis argentina de 1949-1952 que las teorías del subconsumo, otrora preciadas p o r los ideólogos cercanos al gobierno. La introducción de estas teorías com o hipótesis para la interpretación de la crisis que su­ fría la econom ía peronista fue realizada p o r Pedro Bonanni, hasta entonces al frente de la Caja N a c io ­ nal de A h orro, lu ego de lanzado el plan de ajuste de 1952; se trataba de una velada crítica a la dispendio­ sa política económ ica inicial y a sus fundamentos. D e acuerdo con estas teorías el agotam iento de las fases expansivas provenía de la excesiva inversión en bienes de capital, alentada p o r una política m o ­ netaria y crediticia demasiado laxa. La form ación de capital p o r encima de las posibilidades reales de financiación, dadas p or el nivel de ahorro, derivaba necesariamente en situaciones críticas que se ex­ presaban en la escasez de bienes de consumo. En la m edida en que las nuevas inversiones no eran acompañadas p or la form ación de ahorro, el proce­

so de capitalización de la econom ía no estaba res­ paldado y tarde o temprano la tendencia positiva se revertía: el dinero barato aportado p or el sistema financiero se transformaba en dinero inflacionario, los salarios no podían seguir el pulso de los precios y, finalmente, el aumento de la tasa de interés y la restricción del crédito aparecían co m o únicas sali­ das a la espiral inflacionaria. En ese proceso la infla­ ción tenía una significación especial, pues aparecía co m o el síntoma característico del agotam iento de la fase de expansión a la ve z que constituía el m eca­ nismo de ajuste p o r el cual las cargas del proceso de capitalización recaían sobre los consumidores. A un qu e la crisis de 1949-1952 estuvo regulada por la dinámica del sector externo, y la sobreinversión en bienes de capital no parecía ser un rasgo de la evolución económ ica durante el prim er gobiern o peronista, las tesis sobre la escasez de bienes de con­ sumo y los efectos contraproducentes de la excesiva expansión monetaria sí parecían tener asidero para explicar la crisis, al menos en su manifestación in­ terna. Esas tesis resultaron propicias para la nueva conducción económ ica peronista encabezada por A lfred o G ó m ez Morales, M igu el R evestido y Pedro Bonanni, quienes al frente del M inisterio de Asun­ tos Económ icos, creado en ju n io de 1952, de Finan­ zas y de H acien d a--- respectivamente--- desecharon aquellas teorías del subconsumo que habían dado fundamento a los lincamientos económ icos iniciales

y llevaron adelante la política de ajuste a fines de los años cuarenta y en los primeros cincuenta.

La crisis éconómica y los sectores productivos C o m o resultado de las restricciones del sector extern o y de las políticas implementadas, el desem­ p eñ o econ óm ico del p eríod o 1949-1952 se resin­ tió fuertemente. E l producto nacional tuvo signo negativo en 1949, creció p o co en 1950 y 1951 y cayó fuertem ente en 1952, redondeando un pro­ m ed io negativo superior al 3% para todo el período. E n 1952 él consumo era in ferior al registrado en 1948 y la itiversión había caído aun más significati­ vam ente; sólo la inversión en vivienda mostró una tendencia creciente. Tanto las exportaciones com o las im portaciones descendieron durante esta etapa crítica y la balanza comercial arrojó déficit todos los años con la excepción de 1950, aunque los saldos positivos fueron en esa oportunidad exiguos. E l gastó público también fue descendente en es­ tos años, m uy por debajo de los niveles registrados en la etapa anterior, alcanzando un déficit fiscal m í­ n im o en 1952 del 2% del P33I. Los salarios reales cayeron un 20% en el período y se ubicaron en ni­ veles similares a los de 1947 hacia el final de la etapa; ello fue producto de la persistente inflación durante estos años, que alcanzó niveles cercanos al 40% en

1951. D e todos modos, la participación de los asa­ lariados en el total del ingreso nacional se mantuvo en torn o del 50% que se había alcanzado al final del períod o de auge de la econom ía peronista. E n el agro, la com plicada situación ya presente en la etapa an terior se agravó p o r las fuertes se­ quías que afectaron la produ cción en 1949-1950 y 1951-1952, cuando lle g ó a cosecharse m enos de la m itad de la superficie sembrada, ya de p o r sí disminuida, una de las cifras más bajas de la histo­ ria agrícola del país. Tam bién la ganadería sufrió fu ertem en te estos avatares p o r la pérdida de las pasturas y de los cultivos forrajeros qu e afectaron la parición , el en gord e y los envíos al exterior. H acia 1952 el produ cto de la agricultura había caído un 30% respecto de las cifras de 1948. P o r su parte, el porcentaje de trabajadores em pleados en el sector con tin u ó cayendo y se u b icó alrede­ d o r del 25% en 1952, d iez puntos p o r debajo de los valores de 1945. E l sector industrial tuvo un m u y m ágro cre­ cim iento, a una tasa in ferio r al 1% anual; hacia 1952 la p ro d u cció n manufacturera era in fe rio r a la registrada en 1948 mientras que la ocu p ación industrial tam bién había declinado, trasladándose a sectores vinculados co n la construcción y los servicios; en 1950 había m enos obreros industria­ les que en 1946. La:s actividades más dinámicas resultaron aquellas relacionadas co n la p rod u c­

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ció n de maquinarias y artefactos eléctricos, pero tam bién las textiles continuaron en un sendero positivo. En ese relativo estancamiento fabril pesó la falta de dem anda interna, la caída del consumo, y tam bién del cam bio de la estructura de precios relativos que elevó el costo de los insumos im ­ portados y del com bustible afectando a los esta­ blecim ien tos industriales. La inversión en el sector, especialm ente de maquinarias, decayó fu ertem en te en 1949 y co n ­ tinuó hundiéndose, aunque más levem ente, en los años siguientes. E n parte, ello era consecuencia de la insuficiencia de divisas y de la caída del m er­ cado interno, que no estimulaba la in corp ora ción de nuevos equipos, pero tam bién de la política crediticia restrictiva y la desaparición del m ercado de valores c o m o alternativa para la capitalización de las empresas. E l agravam iento de la situación extern a supuso una m e n o r im p ortación de m a­ quinarias — salvo de máquinas agrícolas, p o r los perm isos especiales— , que n o recuperaría ya los altos valores del p e río d o anterior. P o r otro lado, c o m o gran parte de la inversión previa se había d irig id o hacia las actividades textiles y m etalú rgi­ cas livianas, existía una saturación en esos secto­ res que tornaba innecesaria en esas condiciones una m ayor inversión fija en el conjunto en tanto n o se recuperara la actividad econ óm ica o se dinamizaran otros rubros de p rod u cción de escaso

desarrollo, c o m o la prod u cción de maquinarias y de insumos básicos que abrieran una fase de in ­ dustrialización más com pleja.

¿Hacia una nueva alborada? La recuperación ecónóm ica entre 19 5 3 y 19 5 5

Consolidación y límites de la nueva política económica E l plan de austeridad lanzado a com ien zos de 1952 fue efectivo en el co rto plazo y el aum ento de precios bajó drásticamente a partir de 1953, año en que retorn ó además el signo positivo de la balanza com ercial. U n a v e z superadas las instan­ cias más agudas de la crisis com enzaron a p erfi­ larse lincam ientos de más largo plazo en la nueva política econ óm ica co n el o b jetivo de recuperar el crecim ien to con eq u ilib rio externo. La posibi­ lidad ya ensayada de impulsar las exportaciones tradicionales se profundizó. P o r un lado, se crea-

ron el Instituto N a c io n a l de Carnes y el de Gra­ nos y Elevadores con el fin de regular y p rom over las exportaciones aunque entrarían en funciones tiem p o después; mientras, el I A P I m antenía la no in terve n ció n en la com ercialización de algunos productos y m ejoraba los precios que pagaba a los productores con el propósito de expandir el área sembrada. Esta política tuvo c o m o consecuen­ cia que el instituto incurriera en gruesas pérdi­ das que eran sostenidas con créditos bancarios de instituciones oficiales. P o r otro lado, la política crediticia se orientaría ahora decididam ente a p ro m o ver las actividades agropecuarias y ya no el sector industrial. E n pa­ labras de P erón hacia 1953: “ Solamente podía salvarse (la industria) em ­ pleando, en masa, el crédito para salvar y con­ solidar bien los sectores amenazados de de­ rrumbe (...) C on el Prim er Plan Quinquenal term inó esa acción. Y com o seguimos sos­ teniendo el mismo principio del em pleo en masa del crédito para consolidar la actividad económ ica y no prolongar una agonía, ahora hemos lanzado al campo, con la misma idea, el crédito en masa, para levantar el campo y darle lo que se le ha privado durante tantos años” .

N o obstante, esta política era tem eraria y co n ­ tradictoria con otras definiciones, en tanto podía provocar presiones inflacionarias. E n consecuen­ cia, una m e jo r alternativa era que la m ayor oferta de productos agrícolas proviniese de un in cre­ m en to de la produ ctividad del agro a través de la in corp ora ción de maquinaria. U n a serie de tem ­ pranas medidas p e rm itió una m ayor asignación de divisas en el m ercado de cam bio que se a com ­ pañaron co n tratados com erciales internacionales para la com pra de m aquinaria agrícola, evid en ­ ciando la escasa in trod u cción de ese tipo de bienes en el p e río d o anterior. E n este sentido, la p olítica del g o b ie rn o estim uló el ingreso de esos equipos, pero esta estrategia continuaba presionando sobre las exiguas divisas disponibles. Ya a fines de 1951 se había lanzado un am bicioso program a para desarrollar la fabricación local de diversos tipos de im plem entos agrícolas y cosechadoras a través de perm isos de im p orta ción de materias primas y créditos a largo plazo para la expansión de un centenar de establecim ientos industriales; de ese m o d o el despliegue de la prod u cción agropecua­ ria se anudaba al im pulso de sectores industriales específicos con m ayor com plejidad técnica. N o obstante, el desarrollo de esta prod u cción signi­ ficaba seguir abrien do el g rifo de los créditos al sector industrial, si b ien ahora selectivam ente, lo cual im pedía m antener los propósitos restrictivos

de la p olítica m onetaria. Finalm ente, la política econ óm ica tam bién p ro m o v ió inversiones de ca­ pital extranjero en el sector, especialm ente en la prod u cción de tractores. Esta iniciativa cobraría form a a fines de 1953, cuando el M in isterio de Industria llam ó a Una licitación pública para la instalación de fábricas de tractores y, además, se lograron acuerdos con fábricas europeas. A p a rte del m ayor dinam ism o que se pretendió otorgar a la prod u cción rural, tam bién el g o b ie r­ no im pulsó el desarrollo de las industrias de base y pesadas c o m o una fo rm a de superar de m ane­ ra consistente el dilem a del estrangulam iento del sector extern o, n o ya p o r la vía de acrecentar las exportaciones sino de reducir las im portaciones. La idea de avanzar en la in tegración hacia atrás del sector industrial, generando capacidad de p ro­ ducir sus propias máquinas e insumos, fue la ló ­ gica consecuencia de la insuficiencia de divisas más qu e de los objetivos iniciales de la política industrial peronista, que m u y escasamente había alentado ese derrotero. Pero esta estrategia c o n ­ llevaba un problem a de difícil resolución: las ac­ tividades más complejas eran a su v e z intensivas en capital y n o era recom endable financiarlas a través de los créditos del sector público. D e h e­ cho, el B an co Industrial continuaba aplicando la política restrictiva definida en los años anteriores con el fin de apuntalar la evolu ción norm al de los

n egocios de las empresas manufactureras y n o su expansión. Frente a la im posibilidad de estructu­ rar esa p olítica a través de los recursos del agro --- que, p o r el contrario, había que alentar— y del crédito estatal--- cuyos efectos inflacionarios ha­ bían dejado marca--- , era necesario contar co n un im portan te n ivel de ahorro. Las medidas se orientaron a estimular y bus­ car la m ejo r manera de canalizar el ahorro interno; la Caja N acion al de A h o r ro Postal ( C N A P ) y el M erca d o de Valores eran los ámbitos privilegiados para esta tarea. D esde esa entidad se impulsaron agresivas campañas de propaganda de apoyo al Plan E c o n ó m ic o de 1952 con lemas co m o “ Produzca m ás... y A H O R R E ” o “ N o desperdicie, A H O R R E el sobrante” . Esta acción de fo m en to se desplegó en actividades que iban desde ediciones de revis­ tas y libros sobre el tema a charlas formales e in ­ form ales en escuelas, sindicatos y fabricas, además de la realización de campañas de cine y radio. Los programas de difusión e incentivo del ahorro se multiplicaron y el papel de la C N A P fue m agni­ ficado desdé el go b iern o p o r la correspondencia de su fu nción con los objetivos globales trazados. Las enérgicas cruzadas y la m ejora de las tasas de interés, aun cuando continuaron siendo negativas, provocaron un increm ento de los depósitos en esa institución, si bien no en el conjunto del sistema financiero que acusaba el retroceso de los ingresos.

E n su m o m en to Perón había señalado: “ A n o ­ sotros nos interesa más la capitalización de la e c o ­ n om ía argentina p o r m ed io del ahorro fam iliar que la capitalización de las grandes empresas” , p ero el im pulso a las industrias de base, trazado en el plan de g ob iern o, hacía indispensable in cen ti­ var un proceso de capitalización, en particular de las grandes firmas. La otrora difundida consigna “ com b atien d o al capital” d ejó de ser usada en los círculos oficiales. P o r su parte, el m ercado de valores tuvo una im portante recuperación a partir de 1953 y posibi­ litó la co lo ca ció n de nuevas em isiones de capital de empresas industriales pero la alternativa de g e ­ nerar el ahorro suficiente para satisfacer las n ece­ sidades de fin anciam iento del sector industrial te­ nía lím ites precisos. Adem ás, in d epen d ien tem en te de los ben eficios de estimular el ahorro interno, el problem a fundam ental para la capitalización de la econ om ía argentina se vinculaba co n las d ifi­ cultades en la ob ten ción de las divisas necesarias para im p ortar maquinarias y equipos. Las em pre­ sas industriales tenían m u y buenas ganancias en el p e r ío d o p ero no podían con vertir esas ganancias en divisas que les perm itieran im portar los equ i­ pos necesarios para m od ern iza r e increm entar la prod u cción . E n otras palabras, n o sólo era un problem a de insuficiencia de capital sino de divisas, derivada de

las tensiones en el sector externo cada v e z que la industria iniciaba un proceso de crecim iento y pol­ la baja respuesta de la actividad agropecuaria para increm entarlos saldos exportables.Estos co n d ic io ­ namientos perm iten interpretar con m ayor nitidez el incentivo a la inversión extranjera, c o m o n ece­ sidad im periosa para viabilizar la continuidad del proceso de industrialización y en definitiva para garantizar el crecim iento econ óm ico y los ob jeti­ vos político-sociales en el largo plazo. La escasez de divisas y capitales im posibilitaba cum plir con los dem orados programas de infraes­ tructura e industriales del gobiern o. Los indus­ triales, castigados p o r las dificultades para abas­ tecerse de insumos, alentaban ahora la decisión de desarrollar la industria de base; pero el m ism o dilem a de falta de capital que afectaba otros p ro ­ yectos industriales del Estado tam bién redujo las posibilidades de impulsar la instalación de la ace­ ría bajo con trol estatal SOJVXISA. Los aportes del Estado se reactivaron a partir de 1952, pero recién serían significativos en m oneda nacional a partir de 1954, lu eg o de la firm a de un acuerdo co n el E xim ban k; ese acuerdq estaba destinado a ga­ rantizar las inversiones necesarias en dólares pero finalm ente no prosperó hasta después del d erro­ cam iento del g o b ie rn o peronista. A partir de la crisis del sector extern o, la D G F M abandonó los proyectos más autárqui-

eos en pos de la “ defensa nacional” y cubrir la dem anda de los organismos estatales. C o m o ha notado B elin i, a partir de 1951 las fábricas m ilita­ res, reconvertidas hacia la prod u cción de m otores eléctricos, discos para arados o máquinas de coser, com en zaron a volcar al m ercado la m ayor parte de su produ cción , con el agravante de que c o m ­ petían c o n productores privados en varios rubros. T a m p o c o pu dieron concretarse los proyectos de D I N I E de fabricación de alcoh ol anhidro, soda solvay y alum inio; en m uchos casos n o sólo p o r las dificultades para financiarlos sino tam bién p o r la o p o sició n de los industriales locales que recela­ ban de la in terven ció n de la com p eten cia estatal, en aquellos rubros que podían desarrollarse p o r m ed io del capital privado, c o m o o c u rrió co n la p rod u cción de soda cáustica o de cem ento. La presión empresaria fu e tam bién el m o tiv o que frustró los proyectos de D I N I E de fabricar m o ­ tores diesel y televisores.Poco después el organis­ m o iniciaría la d evolu ción de las marcas y algunos acercam ientos con los dueños origin arios de las empresas para reintegrarlas a su dom in io. N o obstante estos fracasos y la consolidación de la idea de que el Estado debía m oderar su in­ terven ción , en 1952 se creó en C ó rd o b a la em ­ presa estatal Industrias Aeronáuticas y M ecánicas del Estado (I A M E ), sobre la base del Instituto A ero técn ico , la antigua Fábrica M ilita r de A v io ­

nes que había log ra d o desarrollar un p ro to tip o de avión a reacción (el P u lq u i II) con relativo éx ito en 1951 y que lu e g o sería abandonado. La crea­ ció n de úna nueva empresa estatal n o se ajustaba a la red efin ición de lincam ientos que se gestaba p o r ese entonces sino que estaba prin cipalm en te definida p ó r las urgencias del sector ex tern o y la im posibilidad de acceder a capitales foráneos al m enos en un p rim e r m om en to; su prop ósito era com en zar a p rod u cir tractores, utilitarios, auto­ m otores y otros bienes industriales que escasea­ ban en el orden loca l y que consumían una parte im portan te de las exiguas divisas disponibles, pla­ nes que habían sido desarrollados años atrás p o r la D G F M pero qu e n o se habían concretado. L u e g o podrían entregarse esas plantas una v e z en marcha al capital privado. Se adquirieron licencias para fabricar en el país autom óviles bajo m od elos eu­ ropeos y se desarrollaron nuevos c o m o el Justicialista, el sedán Institec, el utilitario R a s trojero o la m otocicleta Pum a. Especialm ente la p rod u cció n de tractores era alentada en ese co n texto dadas las necesidades de increm entar la produ ctividad del agro y lograr mayores saldos exportables; para ello se desarrolló el Pam pa, copiado de un tractor ale­ m án de uso difu n d id o en las explotaciones rurales locales. D e todos m odos, estos em prendim ientos, ya sea p o r deficiencias técnicas, la escasez de p ro ­ veedores adecuados o fallas propias del proceso

prod u ctivo sólo estaban en condiciones de suplir una p o rc ió n m en o r de las necesidades del m erca­ do interno.

Un Plan Quinquenal para resolver el desequilibrio externo C o n c lu id o form a lm en te el plazo del P rim e r Plan Q u in qu en al en 1951 el g o b ie rn o d ecid ió lanzar un segundo program a que d eb ió retra­ sarse en su aplicación hasta 1953 p o r la política de estabilización y ajuste fiscal. E l Segundo Plan Q u in qu en al tenía propósitos m uy diferentes al p rim ero, dados la crisis del sector ex tern o y el estancam iento de la p rod u cción agropecuaria e industrial en los años previos, además d i precisar más ajustadamente las metas de p rod u cción y de inversión. E l o b je tiv o p rin cip a l de este segundo p r o ­ gram a consistía n o en evitar la crisis de la in ­ dustria qu e sobreven d ría p o r la recu p eración d e l c o m e r c io in tern a cion a l, c o m o buscaba el p rim e ro , sino en res o lve r la crisis estructural d e l sector e x te rn o de m anera co m p atib le c o n el so sten im ien to de una p o lític a de red istrib u ción de ingresos y la “ju sticia socia l” . E llo im plicab a asignar un peso d iferen te al agro y a la indus­ tria resp ecto del qu e se había p ro m o v id o en la

p rim era época. A ñ o s después G ó m e z M o ra les afirm aría qu e “ nosotros mismos hicimos la autocrítica del Prim er Plan Quinquenal de gobierno y pode­ mos afirmar, sin que nadie pueda seriamente desmentirnos, que en el Segundo Plan Q uin­ quenal, que abarcaba el período 1952-1957, las inversiones previstas y el desarrollo de las distintas actividades fueron también reajusta­ das de m odo que quedaba asegurada una evo­ lución armónica de los distintos sectores que componen la economía nacional” . E l plan estaba en línea con los estudios de la C o m is ió n E co n ó m ica para A m é ric a Latina (C E P A L ) hacia 1953, que explicaban las causas de los desequilibrios que se producían en el sector extern o, c o m o los que habían afectado a la A r •gentina entre 1949 y 1952: además de la tendencia decreciente de la demanda de productos prim a­ rios p o r parte de los países industrializados y del d eterioro de los térm inos del intercam bio, el au­ m en to de la dem anda de las im portaciones en los países p o c o desarrollados exigía im portar apreciables cantidades de bienes de capital mientras que el aum ento del ingreso per cápíta aumentaba la dem anda de bienes de consum o im portados. Para resolver ese dilema el Segundo Plan Q u in ­

quenal priorizaba en prin cipio el increm ento de la produ cción agrícolo-ganadera, esto es una pro­ puesta en consonancia con la política de “ cam bio de ru m b o ” ensayada desde 1949, y que de hecho recogía y profundizaba varias de las medidas ante­ riores. E l aumento de las exportaciones tradiciona­ les se obtendría a través de un tipo de cam bio más favorable y del increm ento del núm ero de produc­ tos que podían negociarse en el m ercado libre sin la intervención del IA P I; en el caso del com ercio de granos la idea era qu e este instituto fuera reem plazado p or cooperativas agrícólas y de he­ cho éstas alcanzarían a com ercializar más del 60% de la exportación de cereales al final del período. Se trataba claramente de una con cepción diferente del papel que el Estado debía asumir en las nuevas condiciones. E n palabras de A n to n io Cafiero, m i­ nistro de C o m ercio E x te rio r desde 1952: “ Y o creía que había que desestatizar algunas actividades, pero n o dejándolas libradas al mercado, sino form ando Cooperativas” .Tam bién una m odificación del im ­ puesto a los réditos (que pasaba a determinarse en fu nción de la productividad m edia del predio-y no de la renta real) pretendía estimular a los producto­ res más eficientes. Paralelamente se fijaron precios básicos para los productos del cam po y se in ició un plan de distribución y almacenamiento a granel de las cosechas que, conjuntam ente con los créditos de fom en to, los programas de m ecanización del

agro y la organización del sistema de investigación y del servicio nacional de sanidad agropecuaria, estaban destinados a increm entar la rentabilidad y productividad del sector. R escatando las bondades para el agro de ese Plan dirá más tarde la Sociedad R u ral: “ E l cam po ha go za d o de am plios y liberales créditos en los bancos oficiales; se han m ante­ n id o los precios de los frutos y productos no obstante la notable baja registrada en los m e r­ cados consum idores del exterior; se h an to m a­ d o m edidas para la agilización de las norm as sobre com ercialización de las cosechas y los ganados; se ha dado injerencia en los n e g o ­ cios p úblicos a entidades representativas de la p ro d u cció n ( . . . ) y se ha id o afirm an do la co ­ labo ració n recíproca de intereses eco n ó m ico s encontrados, ba jo la atenta vigilancia estatal” .

Este beneplácito co n las políticas, sin em bargo, n o lograría ocultar su op osición política al g o ­ b ie rn o gestada en los prim eros años, que consi­ deraban de op robio. E n paralelo a la profu n dización de las m ed i­ das favorables al agro co n el propósito de in cre­ m entar los saldos exportables, el nuevo plan del g o b ie rn o precisó una p olítica industrial d irigid a básicamente a lim itar las im portaciones a través

de una m ayor in tegración del sector industrial. E l Estado m antenía un papel im portan te y en el Plan puede leerse que la actividad industrial del país “ será conducida p o r el Estado, co n la c o o p e ­ ración de las organizaciones interesadas, cuando corresponda, co n el fin de lograr la autarquía en la prod u cción esencial para la econ ojn ía social y la defensa del país” . Pero el sector pú blico las impulsaría sólo “ cuando excedan las posibilida­ des de la industria privada” o “ carezcan de interés para las mismas” (tal c o m o había sido p o c o an­ tes el caso del IAMLE) y cuando fuese “ esencial para la defensa” (c o m o o c u rrió en 1953 co n la creación de los Astilleros y Fábricas Navales del Estado, A F N E ) . La p o lític a de n acion alizacion es del g o b ie r ­ no había ten id o fin en 1949, aun cuando q u ed a ­ ro n varias situaciones pendientes; en su m ensaje al C o n g r e s o ese año P e ró n m an ifestó la in te n ­ c ió n de n o con tin u ar c o n las ex p rop ia cio n es y su vo lu n ta d de lleg a r a acuerdos extrajudiciales c o n las empresas extranjeras, r e c o n o c ie n d o los reclam os de muchas de ellas. E n m ayo de 1953, para despejar dudas de qu e el Estado asum iría un n u evo papel y n o c o m p etiría co n el sector p rivad o, P e ró n declaraba incluso su deseo de p riva tizar aquellas industrias qu e estaban b a jo su co n trol:

“ El Estado ha de estar para ayudar a las em ­ presas privadas (...) la industria es una empresa privada, el Estado no tiene ningún interés y tan pronto las empresas estatales actuales to­ madas en estado de antieconomía puedan ser devueltas a la actividad privada, el Estado ten­ drá un gran placer en desprenderse de todas esas empresas... Nosotros somos gobierno, no industriales... Nosotros no queremos indus­ trias porque nos dan mucha pérdida y quizás a ustedes les puedan dar ganancia. En esto va­ mos a estar muy de acuerdo” . Esta idea estaba en línea co n el pensam ien­ to que había in corp ora d o en Italia en tiem pos de M u ssolin i y que perm aneció recón d ito en los años de la ex igid a avanzada inicial. D e h ech o el p ro p io JDuce se refería al I R I c o m o una clínica (convalescenziario) destinada a reestablecer transi­ toriam en te la salud de las empresas privadas con dificultades pero la idea era desprenderse cuanto antes de esas empresas nacionalizadas, del m ism o m o d p qu e lo expresaba Perón ahora. E l retiro de la participación del Estado en el sector industrial pretendía eliminar la im agen “ estatista” que el gob iern o se había ganado con la p o ­ lítica de nacionalizaciones y era un claro guiño a los industriales; con ello el gob iern o buscaba ade­ más equilibrar la capacidad de n egociación de los

empresarios, consciente de que era necesario recu­ perar la inversión y la iniciativa privada en el nuevo con texto económ ico. E n este sentido, el apoyo a la recién creada C on federación General E con óm ica (C G E ), que agrupaba m ayorm ente a los empresa­ rios del interior, era imprescindible para recuperar el m ecanism o corporativo de la acción empresaria que había sido desestimado desde la intervención de la U n ió n Industrial Argentina en 1946. Tam ­ bién se impulsó la organ ización. de cooperativas empresarias encabezadas p o r los principales diri­ gentes para la com pra mancomunada de insumos y maquinarias en el exterior. A u n así, en 1953 fueron nacionalizadas las em ­ presas industriales, agrícolas y financipras que ha­ bían p erten ecid o al gru p o B em b erg, si b ien se trataba en este caso de un proceso ju d icia l en­ gorroso iniciado m u ch o antes. E l g o b ie rn o había retirado la personería ju ríd ica de las sociedades del gru p o en 1948 e iniciado la liqu idación de las empresas, algunas de ellas de gran im portancia en la prod u cción de cerveza o la industria textil. Sin em bargo, el proceso se d em oró y en jiin io de 1952 se d ecid ió adquirir el conju n to de las empresas a través de la D I N I E , pero significativam ente no fu eron incorporadas a ese organism o sino que se creó una nueva empresa dependiente del M in is ­ terio de H acienda; p o c o después Perón p ro p o n ­ dría la privatización de las firmas y ejem plificaría

co n las e x empresas del gru p o la idea de que el Estado n o com pitiese con la industria privada. E l proceso se in ic io con las fábricas de cerveza y con una empresa yerbatera que fu eron entregadas a cooperativas sindicales, pero la privatización del resto del g ru p o qu ed ó trunca con el g o lp e m ilitar de 1955.T a m b ién el g o b ie rn o de M e n d o z a to m ó el con trol de la empresa Bodegas y V iñ e d o s G io l a partir de 1954 c o m o consecuencia de un largo proceso de intentos frustrados de regu lación del m ercado v itivin íc o la y el g o b ie rn o de Tucum án se había h ech o ya cargo del in g en io Esperanza cuando se declaró en quiebra en 1949. Pero más allá de estos casos de “ estatizaciones” era induda­ ble que se trataba de experiencias aisladas dentro de una clara p olítica tendiente a m origera r la in ­ terven ción y de retiro de la actividad productiva, que se com pletaba co n un intento de reorgan i­ zar y reducir los costos operativos de las empresas públicas, tal c o m o se v e rific ó en el caso de las empresas de transportes ferroviarias, de aeronave­ gación, fluviales, marítimas y de autom otores que fu eron integradas en una m ega com pañía pública, la Empresa N a c io n a l de Transportes en m arzo de 1952. G o n su im portancia, las prioridades indus­ triales se hallaban subordinadas a los objetivos econ óm ico-sociales que enfatizaban la p rod u c­ ció n energética y la m ecanización y el p e rfec­

cion am ien to de las actividades agropecuarias. L os objetivos generales en el sector tam bién m e n c io ­ naban la racionalización de la p rod u cción y la “ prod u ctividad” del trabajo y del capital. E l Plan establecía el siguiente orden de prioridades: side­ rurgia, m etalurgia, alum inio, quím ica y m ecánica. E n consecuencia, las actividades vinculadas co n la p rod u cción de alim entos y textiles quedaban re­ legadas en fu n ción de la búsqueda de una m ayor in tegración del sector industrial. E l Plan c o lo c ó en un p rim e r lugar a la prod u cción siderúrgica, recon ocida c o m o eje de la política industrial, pero c o m o destacamos, p o c o se pu do avanzar en ese sentido. Las previsiones respecto de la prod u cción de metales y otros insumos básicos eran extre­ m adam ente optimistas. La p rod u cción de níquel, cadm io, crom o y otros metales destinados a la fa­ b rica ción de aceros especiales sería estimulada a través de empresas privadas y otros c o m o el cobre y el alum inio quedaban en manos de la D G F M y otros organismos estatales, aunque tam bién allí se preveía la participación del sector privado. Finalm ente el Plan establecía metas a m b icio ­ sas en infraestructura especialm ente en lo que se refiere a proyectos para increm entar la capa­ cidad de p rod u cción de energía. Entre ellos se incluían la construcción de un oleo d u cto entre Salta y San L o re n zo y otro entre Plaza H u in cu l y Bahía Blanca, la instalación y am pliación de des­

tilerías y la in corp ora ción de buques petroleros. La p rod u cción de gas se increm entaría un 140% a través de la finalización de las instalaciones del gasoducto Presidente Perón y de la construcción del gasoducto C am p o D u rá n -^ u en os Aires. Se preveía increm entar la p rod u cción de carbón m i­ neral de R í o Tu rbio más de un 2000% y construir un p u erto carbonero en R i o G allegos. Asim ism o, se com pletaría la construcción de varias centrales hidroeléctricas y térmicas. E l cu m p lim ien to de estas obras y proyectos ex igía un gran esfuerzo de financiación p o r parte del sector público. Los recursos provendrían p rin ­ cipalm ente de “ ahorros reales” m ediante la c o lo ­ cación de títulos públicos y en m en o r m edida del crédito bancario. Pero de todos m od o s se tem ía el in crem en to del gasto sin un respaldo genuino. D e h ech o el plan sostenía que la p olítica crediti­ cia estaría destinada a “ satisfacer racionalm ente la necesidad de la econ om ía social de país, sin per­ ju ic io del podpr adquisitivo de la m on eda y del eq u ilib rio general de la política ec o n ó m ic a ” ; no había muchas posibilidades de acudir al recurso de una p olítica m onetaria y fiscal expansiva. P o r esta razón, en vista de la m agnitud de las inver­ siones necesarias, el desarrollo de las industrias de base requería una participación significativa de capitales privados locales y tam bién del exte­ r io r dada la insuficiencia de divisas, aun cuando

hubiera ahorro nacional suficiente, para com prar equipos y maquinarias. E l g o b ie rn o d ecid ió entonces acudir a la ayuda del hasta entonces despreciado “ fr ío e in hu m an o” capital extranjero. E n efecto, con la sanción de la le y de inversiones extranjeras en agosto de 1953, el cam bio de la política econ óm ica qu edó plena­ m en te cristalizado, pües la nueva orien tación , si bien no contrastaba decididam ente con las p o lí­ ticas iniciales, sí resultaba d ifícil de conjugar con los discursos previos y la declamada “ in d ep en ­ dencia eco n ó m ica ” que había declarado la nueva constitución sancionada en m arzo de 1949. E n rigor, n o era una p olítica novedosa; n o se trataba tanto de un cam bio de la orien tación que el g o b ie rn o había m an tenido respecto del capital extranjero, más allá del discurso. En 1948 se había co n form a d o una C o m is ió n N a cion a l de R a d ic a ­ ció n de Industrias con el propósito de “ p rom over selectivam ente la radicación en el país de indus­ trias com pletas” ; a través de esta política se habían instalado unas setenta empresas, en su m ayoría pequeñas, provenientes de Europa. C o n tod o, el rechazo al capital extranjero predom inante hasta entonces era m arginado; desde 1949 los terrate­ nientes habían dejado de ser los enem igos y se los había reem plazado p o r el capital extranjero; aho­ ra tam bién esos capitales dejaban de ser “ in h u ­ m anos” si se incorporaban al aparato prod u ctivo

nacional. A sí lo expresaba Pedro B onanni en las nuevas circunstancias: “ Dentro de la acción gubernamental se des­ taca la tendencia a favorecer la form ación del ahorro y del capital no sólo por parte de las empresas, sino también del pueblo trabajador, y a complementar el capital nacional con la radicación de capitales extranjeros. Bien en­ tendido que debe tratarse de capitales que se sometan a las leyes de la República con m i­ ras a desarrollar actividades de interés nacional y prom over el desenvolvimiento de nuestra econom ía y no para expoliarla con designios imp erialistas ” . Las necesidades económ icas y el entramado de relaciones amistosas que, principalm ente con los Estados U n id os, se estaba tejien d o ameritaban una m ayor coord in ación de la p olítica frente a los inversores foráneos. La nueva ley beneficiaba a los capitales ex ­ tranjeros que sé dirigiesen a la industria y a la m inería, ya sea través de la instalación de nuevas plantas o en asociación co n las ya existentes. Las ventajas más im portantes consistían en la posibi­ lidad de rem itir las utilidades a partir del segundo año de radicación p o r un equivalente al 8% anual del capital, una pauta que superaba holgadam ente

lo p e rm itid o hasta entonces. L u e g o de d iez años p odía incluso repatriarse parte de las inversiones realizadas. Significativam ente no se establecieron pautas explícitas respecto de las áreas que se pre­ tendía p ro m o v er co n esta ley, sólo se expresaba c o m o o b jetivo qu e la inversión contribuyese a la “ realización del desarrollo e c o n ó m ic o previsto en los planes de g o b ie rn o , traduciéndose directa o indirectam ente en la ob ten ció n o e c o n o m ía de divisas” , co n lo qu e quedaba m u y claro qu e la política industrial y de inversiones m antenía ese o b jetivo expreso de resolver los problem as del sector externo. Y de hecho, las inversiones ex ­ tranjeras, si b ien p o c o numerosas, en parte p o r el escaso tiem p o en que estuvo en vigen cia la n o r­ m ativa hasta qu e se p rod u jo la caída del g o b ie r ­ no, se concentraron en actividades que insum ían una parte im portan te de las divisas disponibles y perm itían una m ayor in tegración del sector in ­ dustrial especialm ente en el área m etalm ecánica y quím ica. C atorce empresas industriales, en su m ayoría estadounidenses, se radicaron en el país b ajo el amparo de la nueva ley, entre ellas las quím icas M e r c k y M onsanto, y otras alemanas, c o m o S ie­ mens y Bayer, reingresaron lu ego de haber sido expropiadas durante la guerra. E ntre las in versio­ nes autorizadas más im portantes se encontraban las correspondientes a las empresas productoras

de tractores: las de las alemanas H an om ag, D eu tz y Fahr y especialm ente la de F IA T . E n 1954 la empresa italiana, que ya im portaba tractores desde 1951, ganó una licitación convocada p o r L A M E para, en asociación con esa empresa estatal y con fu erte apoyo crediticio oficial, com en zar la p ro ­ du cción en C órdoba. Estas empresas contaban, además, co n la posibilidad de im portar hasta el 90% d el valor del tractor en 1955 co n la ob li­ gación de increm entar en un m ediano plazo la u tilización de com ponentes locales. A u n qu e el grueso de la prod u cción hasta 1955 contin uó en m anos del IAJVLE, las empresas extranjeras pron to llegarían a cubrir una p o rció n significativa de la dem anda local. O tra inversión im portante fu e la de la auto­ m o triz M erced es B en z que, al igual que las firmas alemanas dedicadas a la prod u cción de tractores, estaba asociada al poderoso em presario (cercano al g o b ie rn o ) Jorge A n to n io . Esta com pañía se ha­ bía instalado inicialm ente para ensamblar cam io­ nes y autom óviles diesel para el transporte públi­ co de pasajeros y en 1953, al amparo de la le y de inversiones extranjeras y co n el apoyo del B anco Industrial, in ició la instalación de una nueva plan­ ta para fabricarlos en G on zá lez Catán, pero que n o lle g ó a inaugurarse al m o m e n to del derroca­ m ien to de Perón. D e todos m odos, la inversión foránea más des­

tacada del p e r ío d o fu e la de Kaiser a com ien zos de 1955; esa com pañía firm ó una asociación con IAJVLE para la fabricación de autom óviles utilita­ rios y de pasajeros en la ciudad de C órd ob a. En rigor, el aporte de capital de Kaiser en la nueva In ­ dustrias Kaiser A rgen tin a (I K A ) fue bastante m e ­ nor; la con trib u ción de Kaiser a I K A fu e esencial­ m en te en maquinarias y equipos transferidos des­ de sus plantas desactivadas, y la de L A M E , tam bién en maquinarias y terrenos donde se levantaría la planta. La m ayor parte de los fondos destinados a p o n er en operatividad la nueva planta p ro vin ie­ ron del B an co Industrial y de la co lo ca ció n de acciones en el m ercado de valores local, además de gozar de facilidades cambiarías derivadas de la in corp ora ción de la industria a u tom otriz al ré g i­ m en de “ interés nacion al” . N o obstante, el aporte de Kaiser en equipos aun co n cierto grado de o b ­ solescencia era clave puesto que n o se disponía de divisas para adquirirlos en el exterior. La empresa se com p rom etía a producir 40..000 lenidades entre jeeps, camionetas y el sedán “ Carabela” , pero a la caída del g o b ie rn o la construcción de la nueva planta y la instalación de las máquinas no estaban terminadas. Esta política de atracción del capital extranje­ ro en rubros fuertem ente consumidores de divisas también se ve rificó en el caso del petróleo. D e h e­ cho, entre las metas del Segundo Plan Q uinquenal,

el autoabastecimiento de combustibles era p rio ­ ridad. La producción de Y PF, disminuida incluso respecto de los años de la guerra, se recuperó len­ tamente a partir de 1950 y se habían reiniciado los abastecimientos externos de materiales, pero la de las empresas privadas estaba estancada y el nivel de produ cción total en 1952 no superaba el registra­ do una década antes, mientras el crecim iento de la industria y el conjunto de la actividad económ ica había impulsado un m ayor consumo. Esa insufi­ ciencia se reflejaba en los egresos de divisas, donde los combustibles pasaron de alrededor del 7% del total de las im portaciones en los años iniciales de la experiencia peronista a más del 20% hacia 1952 y 1953, aun cuando esta m ayor participación tam­ bién reflejase una caída de las compras de otros productos más prescindibles. E n el m arco de la ley de inversiones extranj eras el g o b ie rh o com en zó negociaciones con diversas empresas estadounidenses y británicas para avan­ zar en la exploración y explotación petrolera. Esas negociaciones se dilataron y recién a com ienzos de 1955 se firm ó un precontrato co n la compañía estadounidense C alifornia A rgentin a de Petróleo, subsidiaria de la Standard O il. E l Estado con ce­ día durante cuarenta años el “ exclusivo derecho” de perforar, extraer y explotar el petróleo halla­ do en un área de 50.000 kilóm etros cuadrados en la provincia de Santa C ruz, una extensión que se

iría reduciendo gradualmente. La empresa se co m ­ prom etía a realizar una inversión superior a los 13 m illones de dólares; también estaba obligada a en­ tregar al Estado nacional la mitad de sus utilidades y a vender su produ cción a Y P F a un precio en d ó ­ lares similar al establecido en el m ercado de Texas. E n contrapartida, el Estado le otorgaba exenciones impositivas y el derecho de im portar librem ente los equipos e insumos necesarios para sus activida­ des, además de p o d er girar al exterior librem ente el rem anente de sus utilidades. E l acuerdo fue en­ viado al C on greso para su ratificación pero reci­ b ió una oleada de críticas de la oposición radical, especialmente p o r parte de A rtu ro Frohdizi, que cuestionaba el precio al que debía venderle aY P F , la extensión de área concedida y otros beneficios. Pero n o sólo la oposición se enfrentó al gob ier­ no; muchos representantes peronistas consideraban que algunas cláusulas atentaban contra la soberanía nacional y los postulados sancionados en la C ons­ titu ción de 1949, qu e declaraba de p rop ied ad inalienable e im prescriptible de la N a c ió n los yaci­ m ientos minerales. E l contrato no lle g ó a aprobar­ se pero las discusiones contribuyeron a aglutinar a los grupos opositores al gob iern o y a enrarecer el clima político, lo que terminaría con el g o lp e m i­ litar en septiembre de 1955. Finalmente, debe destacarse que las medidas tendientes a resolver los problemas del sector ex­

terno también incluyeron varias tentativas p o r par­ te del gob iern o para acercarse al F on do M o n eta rio Internacional (F M I) y eventualm ente lograr algún acuerdo que perm itiera aliviar, al m enos transito­ riam ente, las circunstancias críticas derivadas de la falta de divisas. E n ju lio de 1946 Perón había pro­ puesto la ratificación parlamentaria de la adhesión que el gob iern o militar había hecho a la C on feren ­ cia M on etaria de las N aciones Unidas en B retton W o o d s y que abría las puertas para incorporarse al F M I y al B anco Internacional de R econ stru cción y F om en to (luego B anco M u ndial), pero el tema n o fue tratado p o r la Cámara de Diputados. U n par de años después Perón rechazó esa adhesión consi­ derando que la distribución de votos entre los paí­ ses m iem bros del F M I aseguraba el predom inio de las grandes naciones y ello n o era lo más adecuado para cum plir con los objetivos de la reorganización financiera internacional que se prom ovía. En las circunstancias posteriores a la crisis de 1949-1952 y en el m arco de un proceso de arm onización di­ plom ática con los Estados U n id o s y con la L ey de Inversiones Extranjeras en marcha, el gob iern o pretendió lim ar las asperezas con los organismos econ óm icos internacionales; pero los ensayos fra­ casaron p o r la desconfianza de W ashington y de los círculos econ óm icos internacionales respecto de la A rgentin a, sus dirigentes y los instrumentos de p o ­ lítica económ ica utilizados. Los escarceos también

incluyeron, hacia el fin del gobierno, Una p etición form al a las N aciones Unidas de recom endación técn ico-econ óm ica y escondieron uña propuesta de Perón a Prebisch, el prestigioso econom ista y secretario ejecutivo de la C E P A L p or ese entonces, para que asesorara al gobierno, intentos que tam­ p o co llegaron a concretarse. Sólo lu ego de la caída del peronism o c o m o ep ítom e de esos contactos y p or sugerencia del propio Prebisch, la A rgentin a se vincularía decididam ente con los organismos financieros internacionales tal co m o lo habían h e­ cho años antes los demás países latinoamericanos.

Los últimos ajustes a la nueva política económica E l g o b ie rn o había enfrentado los obstáculos que se fu eron sucediendo con d ecid id o realismo y desde 1953 la recuperación estaba en marcha. E l p rop io P erón se encargaría de hacer gala del pragm atism o que había p erm itid o alejar las situa­ ciones más apremiantes: “ Nosotros no somos intervencionistas ni an­ tiintervencionistas, somos realistas. El que se dice ‘intervencionista’ no sabe lo que dice; hay que ubicarse de acuerdo con lo que exigen las circunstancias. Las circunstancias imponen la solución. N o hay sistemas ni métodos ni re-

glas de economía en los tiempos actuales. Hay soluciones concretas frente a un problema también concreto. Resuelto ese problema se va a presentar otro quizá, también diametral­ mente opuesto al anterior. A éste le daremos una solución contraria al anterior, pero no por sistema, sino por inteligente apreciación y re­ flexión del caso concreto” . C o m o se advierte, n o existía una unidad teó­ rica ni una co n cep ció n integral subyacente en las definiciones de la “ filosofía econ óm ica peronis­ ta” y de hecho, hacia el final del gobiern o, para­ dójicam ente, la versatilidad constituía el eje que definía la identidad del justicialism o en su d ife­ ren ciación co n el capitalismo y el sistema com u ­ nista, A sí lo expresaba la revista Hechos e Ideas en 1954, que proclamaba los m éritos de “ crear sobre la m archa” : “ El justicialismo se aparta del sistema comunis­ ta o marxista, y del sistema capitalista, antiguo liberalismo, o neoliberalismo, fundándose no en un punto de apoyo teórico o abstracto sa­ cado de las dos posiciones antes mencionadas, sino que, tomando dimensión en el espacio y en el tiempo, adquiere un aspecto dinámico y humanista que no tienen ni el capitalismo ni el marxismo. En la realidad concreta de su

aplicación, puede afirmarse que no háy siste­ mas económicos sino momentos económicos; y, generalizando o ampliando lo de m om en­ tos económicos, podemos decir momentos históricos” . Pese al éxito de las medidas y la recuperación econ óm ica en marcha, quedaban algunos proble­ mas pendientes, entre ellos el referido a la im p lem entación de reformas en la organización del p ro­ ceso laboral tendientes a increm entar la producti­ vidad del trabajo, que estaba estancada desde 1948. M ás allá de ciertos intentos de con creción parcial en algunas grandes empresas, el p o d er de las c o m i­ siones internas en las distintas fabricas y la dinám i­ ca política del peronism o que seguía teniendo en el m ovim iento, obrero su principal sostén habían puesto lím ites estrechos a los intentos patronales. La consigna de la “ prod u ctividad” lanzada ya en el Segu ndo Plan Q u in qu en al fu e recogid a p o r parte del grem ialism o em presario que se había acercado al g o b ie rn o a través de diferentes in ­ tentos form ales de organización en los años an­ teriores. La decisión de Perón de apuntalar una c o rp o ra c ió n empresaria sólida n o respondía tanto a la idea de fortalecer sus bases de apoyo p o lític o sino más a la búsqueda de alternativas para resol­ v e r los problem as econ óm icos que se presentaban en las nuevas circunstancias y d on d e la inversión

debía tener un lugar destacado. A fines de 1952 el g o b ie rn o apoyó la creación de la C on fed eración G eneral E con ó m ica (C G E ); esta entidad organi­ z ó en m ayo del siguiente año un congreso don de los empresarios señalaron su p reocu pación p o r las dificultades para im p ortar maquinarias y renovar los equipos, a la v e z que auspiciaban la revisión y co rrecció n de la legislación laboral y de los c o n ­ ven ios de trabajo co n el propósito de elim inar aquellas disposiciones que obstaculizaban el in ­ crem en to de la p rod u cción o la racionalización de los proceso^ productivos. A com ien zos de 1954 el g o b ie rn o había c o n ­ vo ca d o a las organizaciones de los trabajadores y los empresarios para n ego cia r la renovación de los convenios colectivos fijados en el plan de ajuste de 1952 y manifestado su in ten ción de n o inter­ ve n ir en el establecim iento de las nuevas escalas salariales; los funcionarios confiaban en el acuer­ d o entre trabajadores y empresarios, pero dejaban en claro que los aum entos no debían rom per el e q u ilib rio entre precios y salarios que se había lo g ra d o establecer. Según el discurso oficial los increm entos salariales sólo podían concretarse a partir de la expansión de los niveles de prod u c­ ció n o, lo que era igual, de un increm ento de la productividad. E n enero de 1954, en el acto de clausura del C o n g res o de la C on fed eración G e ­ neral de los Trabajadores (C G T ),J u a n Perón se­

ñaló que n o era “ el actual standard de vida el sufi­ ciente, pero desgraciadamente, nuestro standard de vida n o es el que nosotros querem os tener, sino el que nosotros podem os alcanzar. Esto tiene un lím ite; para p o d er repartir más hay que producir más y hay que producir m e jo r” . Significativam ente la nueva co n ce p ció n seguía anudada al o b jetivo básico del proyecto p o líti­ co peronista, el m antenim iento del orden social que p od ía verse amenazado si no se alcanzaba un acuerdo entre patrones y obreros. E n m arzo, ha­ blando sobre la dinámica entre precios y salarios, P erón afirm aba frente a los dirigentes de la C G T y la C G E : “ Señores: el problem a del eq u ilib rio tiene frecu en tem en te m ucho que Ver con la e c o ­ nom ía. L o s desequilibrios de orden ec o n ó m ic o traen, generalm ente, los desequilibrios de orden social. E l estado social de los pueblos es directa­ m en te proporcion al, en su equ ilibrio, con el fac­ tor e c o n ó m ic o ” . Era claro que el gob iern o no asistiría en sus demandas al m o vim ie n to obrero organizado, tal c o m o lo había hecho durante los años iniciales; ese retiro del Estado necesariam ente fortalecía a los empresarios a la ve z que delegaba en ellos la capacidad para contener las demandas sindicales. A m ediados de 1954, com enzaroñ a sucederse una serie de prolongados conflictos en varios gre­ m ios, en gran m edida alentados p o r la recupera­

c ió n econ óm ica, que incluían trabajo a reglam en­ to y huelgas de brazos caídos. Incluso, durante la huelga m etalúrgica de abril a ju n io los delegados de fábrica com enzaron a disputar el liderazgo a los dirigentes sindicales vinculados con la C G T . C o m o parámetro de la efervescencia de la lucha debe notarse que el total de jornadas perdidas p o r esos conflictos trip licó casi el de los tres años p re­ cedentes sumados. La presión sindical intentaba preparar el terreno para m ejorar un salario real, qu e había caído para algunas categorías cerca del 20% respecto de 1949, ob ten ien d o algunos lo ­ gros en ese sentido. D e hecho, los empresarios increm entaban los precios de sus productos p o r el aum ento de los costos de m ano de obra que com enzaba a verificarse, y se reanudaba la espiral inflacionária. D esde la perspectiva del g o b ie rn o la situación debía ser rápidam ente encauzada a través de un proceso de institucionalización que contuviese la puja distributiva haciendo com patible una pauta estable en el reparto de la riqueza con los p ro ­ blemas estructurales vinculados con la restricción externa y la inflación. C o n este propósito en los últim os meses de 1954 la orien tación de la p o lí­ tica econ óm ica esbozada desde 1949, reafirm ada c o n el Plan de Estabilización econ óm ica de 1952, el Segundo Plan Q u in qu en al y la ley de inver­ siones extranjeras en 1953, fue reforzada a través

de un n u evo plan econ óm ico. Para ese entonces resultaba innegable que la política de ingresos d e­ finida en las aciagas circunstancias de 1952 había dado resultados positivos en su fu n ción de bajar el consu m o y con ten er la inflación, que se u bicó en valores cercanos al 5%, m u y p o r debajo de los que se registraban en los países vecinos; de todos m o ­ dos las tensiones inflacionarias n o desaparecieron y, más allá de la rigurosidad de los controles de precios, se exten dieron los subsidios oficiales al consu m o in tern o de carne, pan y servicios pú bli­ cos, qu e crecieron en fo rm a continua de m enos del 20% del gasto co rrien te del g o b ie rn o en 1952 a cerca del 30% en 1955. C o n tod o, el program a e c o n ó m ic o requería evitar qu e la ren egocia ción salarial recalentara las variables aletargadas durante los dos años ante­ riores. Frente a la posibilidad de qu e se reanudara la espiral inflacionaria, el g o b ie rn o instaló la dis­ cusión sobre la “ prod u ctividad” . E n r ig o r se tra­ taba de una consigna antigua puesto que algunos analistas cercanos al g o b ie rn o la habían señala­ d o c o m o necesaria ya a fines de 1948, cuando se consideró que la industrialización indiscrim inada había lleg a d o a su top e y era necesario recurrir a una “ racion alización ” de la estructura prod u cti­ va; y los industriales m etalúrgicos tam bién habían reclam ado en 1949 la abstención d el Estado, en las relaciones entre trabajo y capital y los incre­

m entos de salarios acordes con los aumentos en la productividad, ideas que ahora el g o b ie rn o hacía suyas. C ie rto es que ya la le y de fo m e n to industrial preveía en 1946 la instauración de un sistema de prem ios y primas p o r rendim ientos para las firmas e incentivos para la m ano de obra, pero el g o b ie r­ n o había apuntado más al lo g ro de una m ayor p rod u cción y m enos a la eficiencia en el em p leo de los factores involucrados. N o obstante, coarta­ da la viabilidad del m ecanism o de redistribución de ingresos que se había desarrollado en los años iniciales de la gestión peronista, el in crem en to de la productividad aparecía c o m o el ú nico m ed io para m ejorar los salarios sin deteriorar la renta­ bilidad empresarial, base necesaria para la capi­ talización de las industrias, uno de los declarados objetivos en las nuevas circunstancias. E l Plan de A c c ió n sobre el E q u ilib rio de la E c o n o m ía N a c io n a l de octubre de 1954 fue anunciado c o m o de “ co rto pla zo” con el fin de m antener el “ nuevo eq u ilib rio ec o n ó m ic o alcan­ za d o ” . Pero el Plan n o sólo suponía garantizar la estabilidad de precios sino tam bién un cam bio más im portan te del rol que el Estado tenía hasta entonces en la eco n o m ía y p o r tanto un cam bio en la co n cep ció n eco n ó m ica que identificaba al peronism o. E n el n u evo programa, el Estado se colocaba claram ente en un segundo plano, pasan­

do a ser básicamente un “ o rien ta d o r'’ de la e c o ­ nom ía, cu yo éx ito dependía de la “ acción co o rd i­ nada de las fuerzas organizadas del P u e b lo ” ; una idea ya esbozada en el Segundo Plan Q u in qu en al, pero qu e ahora se destacaba co n m ayor énfasis. E n su estilo característico Perón lo expresaba así: “ La economía que yo puedo darles es una eco­ nomía organizada y conducida equilibrada­ mente. Lo demás deben hacerlo el pueblo, los empresarios, los obreros y los consumidores.Ya no es posible que se beneficie un determinado sector de la actividad económica mediante el aumento de su participación en la distribución de la renta nacional en detrimento del resto, sino que la mayor retribución únicamente se ha de lograr elevando la cantidad de bienes a repartir” . C o n este supuesto se planteaba la conducta a seguir p o r cada sector. Los productores rurales debían lograr una m e jo r utilización de la tierra a través de la tecn ificación y m ecanización agraria. E l latifu ndio ya n o era un problem a o la base del problem a sino la existencia de tierras im p rod u c­ tivas o su uso ineficiente. Perón lo había señalado p o c o tiem p o antes: “ Algunos hablan de latifundios y muy pocos hacen mención a los minifundios. N o hay que

limitar inicialmente el máximo; lo que hay que limitar es el mínimo para no crear problemas en el futuro. Hay algunos que vienen y dicen: ‘Ve, esta compañía tiene acá veinte mil hectáreas que siembra y obtiene una producción extraordina­ ria. ¿Por qué no la divide?’ ¿Ustedes quieren algo más antieconómico que eso? (...) Sería lo mismo que tomar una gran industria de acá y dividirla en cien pequeños talleres para que fuera antieconómico. El latifundio no se califica por el número de hectáreas o la extensión de la tierra que se hace producir, el latifundio se ca­ lifica por la cantidad de hectáreas, aunque sean pocas, que son improductivas. Dios nos libre si fuérambs tan cortos de entendimiento que nos lanzáramos a la destrucción de las grandes ex­ plotaciones, teniendo las inmensas extensiones que tenemos nosotros para que cada agricultor argentino pueda tener todo el campo que se le antoje” . Ese ton o con cilia d or hacia los intereses de los grandes propietarios rurales tendría su m áxim a expresión con la sanción de una nueva n orm a ti­ va pocos días antes de la caída del g o b ie rn o que reflejaba el intento de buscar el equ ilibrio: si bien se establecía una prórroga automática de los c o n ­ tratos, los precios de aquellos establecidos poste­ rio rm en te a 1948 eran liberados y se autorizaba

un reajuste de los cánones. E l irritante discurso y program a de co lon iza ción quedaba de allí en más restringido a las tierras fiscales y los ju icio s de ex ­ prop iación paralizados. P o r su parte, los industriales debían Organizar sus empresas c o m o sociedades anónima? a fin de recabar en el sistema bursátil los capitales necesa­ rios para la inversión productiva. D e este m o d o el plan trascendía el co rto plazo y daba cuenta de la necesidad de encontrar nuevos soportes para el desarrollo e c o n ó m ic o al enfatizar la necesidad de im pulsar el ahorro interno. L a idea subyacen­ te, expresada p o r M ig u e l R e ve stid o , m inistro de Finanzas, era que el Estado n o avanzase más sobre el m ercado y particularm ente sobre el ulereado de capitales, d on de la in terven ció n se había d e­ sarrollado en la etapa inicial a través de los m e ­ canismos creados p o r la reform a financiera. D e acuerdo co n la perspectiva oficial, era m o m en to de que el sector pú blico se retirase, delegando el rol de fin anciam iento y p rop en d ien d o a que los industriales buscasen los recursos necesarios para su d e s e n v o lv im ie n to en sus propias utilidades --- para lo cual debía m ejorarse su rentabilidad-— y en el ahorro gen u in o.A fines de 1954 se creó un sistema de ahorro organizado desde el I M I M que tenía c o m o o b jetivo p ro m o v er la atracción de p e ­ queños inversores y orientarlos hacia el m ercado de valores. D e esta manera los ahorristas se trans­

form aban en copartícipes de la inversión p rod u c­ tiva y contribuían a la fo rm a ción de un “ capita­ lism o de base popu lar” , una idea m u y diferente a la de la participación de los obreros en el capital de las empresas d on d e trabajaban propuesta en los prim eros años pero que perm itía sostener los “ principios doctrin arios” del peronism o a la v e z que proseguir el crecim ien to econ óm ico. P ocos meses después de iniciado el sistema se habían realizado inversiones en valores de un centenar de sociedades anónimas que cotizaban en la Bolsa de C o m e rc io de B uenos Aires. E l nu evo sistema era funcional para estimular a las empresas a buscar financiación para sus planes de inversión m ediante la in corp ora ción de nu e­ vos capitales y para que n o abusaran de los cré­ ditos que podía proveer el B anco Industrial. A d i­ cionalm ente, el in crem en to del ahorro in tern o p erm itiría com pensar los efectos negativos que acarrearía la entrada de capitales extranjeros sobre la econ om ía nacional y con ello sostener — desde la perspectiva de los funcionarios peronistas--- al m enos co n relativa dignidad la bandera de la “ in ­ dependencia eco n ó m ic a ” . C o n su significación, de acuerdo co n el Plan de A c c ió n , más im portan te que el ahorro era que los industriales racionalizaran la produ cción ; y de h ech o una de las pocas acciones concretas que derivaron de su anuncio fu e la con vocatoria en

n oviem b re a la realización del C on g reso N a c io ­ nal de la Produ ctividad y el Bienestar Social, que tendría lugar en m arzo del año siguiente. E n ese cónclave la C G T adoptó una actitud defensiva, consciente de los nuevos tiem pos y de que el Estado le había soltado la mano. Los sindi­ calistas trataban de n o identificar in crem en to de produ ctividad con un m ayor esfuerzo hum ano y asegurar de ese m o d o las conquistas sociales ga­ nadas en los años previos. E n tanto, el dirigen te de la C G E e interlocutor del g ob iern o José G e lbard apuntó a m antener el orden y la disciplina en el lugar de trabajo, criticando la práctica de las com isiones internas de paralizar las tareas p o r distintos m otivos. E l em presario destacaba las di­ ficultades para m ejorar la productividad sobre la base de introdu cir m ejores equipos dada la insu­ ficien cia de divisas; superar ese dilem a era posi­ ble pero forzosam ente se trataba de un proceso lento, y en este sentido los industriales apoyaban tam bién la política de inversiones extranjeras del g ob iern o, en tanto liberaría dólares para im portar bienes de capital. En consecuencia, dado que no p odían elevarse los rendim ientos en fo rm a in m e­ diata a través de una m ayor m ecanización, las m e ­ joras debían lograrse m ediante el increm ento de la produ ctividad de las máquinas existentes y de los obreros. C oncretam ente prop on ía un sistema de incentivos que vinculara el n ivel de rem u ne-

raciones a los rendim ientos en la prod u cción . La idea no era d ep rim ir más el salario real sino bajar el peso del salario en relación con el produ cto; pero la propuesta contravenía algunas norm as es­ tablecidas en los convenios colectivos de trabajo que empantanaron las discusiones co n los líderes sindicales em peñados en neutralizar la ofensiva empresaria y consagrar el statu quo. C o m o era de esperar, n o hubo m uchos p ro ­ gresos salvo en la posibilidad de que los patrones pudiesen reasignar co n m ayor flexib ilid ad al per­ sonal dentro de las empresas. E l congreso cerró co n un acuerdo que propuso la co n fo rm a ció n de un Instituto de la Productividad, un organism o técn ico que profundizaría los estudios y lin ca­ m ientos de la concertación.

La recuperación económica en marcha La econ om ía tuvo nuevam ente un desem peño positivo en 1953 y 1955, en parte c o m o recu­ peración de la caída del p e río d o en que p re d o ­ m in ó la crisis del sector extern o y sin alcanzar los niveles de la etapa inicial. E n otras palabras lo g ró ubicarse en un nuevo nivel de eq u ilib rio que perm itía sostener un crecim ien to m e n o r y co n inflación y salarios reales tam bién m enores a los de la p rim era etapa, pero con visos de m a­

y o r sustentabilidad en el más largo plazo de haber m adurado las nuevas políticas. E l P B I se in crem en tó en un p rom ed io cer­ cano al 5% anual. Tanto el consum o co m o la in ­ versión tu vieron un co m p orta m ien to positivo y se encontraban en expansión hacia 1955, aunque la inversión sobre to d o en equipos n o recuperó los valores de los prim eros años. E l salario real y la participación de los trabajadores en el total d el ingreso se m an tu vieron en niveles sirnilares al alcanzado hacia 1950, un p o c o p o r debajo de la etapa inicial. Las exportaciones tam bién tuvieron un c o m ­ p o rta m ien to ascendente p o r las buenas cosechas y el in crem en to de la superficie sembrada respec­ to de los años más críticos, lo cual in cid ió favora­ blem en te en la balanza com ercial, que fue positi­ va en 1953 y 1954, aun cuando los térm inos del intercam bio siguieron cayendo en esos años. N o obstante, el crecim ien to de la p rod u cción a g ríc o ­ la respecto de los niveles anteriores a las sequías n o fu e significativo, salvo en 1953, y en el caso del m aíz y el lin o fu e francam ente negativo. Es probable que los m ejores precios de los productos apenas hayan com pensado la suba de los costos de los insumos y de la m an o de obra. P o r otro lado, pese a las políticas propicias para la in corp ora ción de m aquinaria agrícola tanto, im portada c o m o fa­ bricada localm ente, el stock de capital en el agro

se m antuvo estancado. P o r su parte, la prod u cción total de carne con tin u ó crecien do estimulada p o r los subsidios al consum o in tern o que alcanzaron los valores p o r habitante más altos del p e río d o ; las exportaciones tam bién se recuperaron especial­ m en te hacia 1955. E n 1954 y 1955 la industria v o lv ió a crecer y c o m o consecuencia crecieron las im portaciones de materias primas, combustibles y m aterial de transporte, afectando en ese ú ltim o año las cuen­ tas externas, que arrojaron saldo negativo. A p e­ sar de este crecim ien to la inversión en equipos y m aquinaria apenas si fu e superior al crítico año de 1952 y m u y p o r debajo de los valores de los años de auge. E n parte ello fu e consecuencia de la restricción de este tipo de im portaciones dado que los ingresos de divisas n o eran suficientes para alcanzar los niveles más altos del p e r ío d o de expansión y se destinaban a cubrir aquellos b ie­ nes indispensables para sostener el n ivel de acti­ vidad. La inversión del sector pú blico declin ó al 20% del total im pactando negativam ente sobre la construcción y, entre la privada, la inversión ex ­ terna con trib u yó tam bién con el 20% del total, el doble de lo registrado en el p e río d o inicial. T a m p o c o h u bo cam bios im portantes al in te­ r io r del sector. Las ramas tradicionales, alimentos y bebidas y textiles, continuaron ocupando el lu ­ gar preponderante en la estructura industrial ar­

gentina, aun cuando se v e rific ó un crecim ien to de la prod u cción m etalm ecánica, que superó en los últim os años la ocu pación en el sector ali­ m entos. E n 1955, la oferta de bienes de consu­ m o continuaba siendo más de la m itad del total, mientras que la de bienes de capital alcanzaba el 6%. E n rigor, el com p orta m ien to de la industria estuvo bastante alejado de lo previsto en el Se­ gu n do Plan Q u inqu en al, si bien éste no lle g ó a cum plim entarse tem poralm ente. E l déficit en la p rod u cción de acero fu e n o to r io puesto que los planes de prod u cción de arrabio en Jujuy o la planta de S O M IS A en San N ico lá s prácticam ente n o avanzaron antes de septiem bre de 1955, y los lam inadores propietarios de pequeños hornos n o realizaron nuevas inversiones a la espera de esas instalaciones, aun cuando com en zaron a desarro­ llarse nuevas producciones en el rubro, c o m o p o r ejem p lo tubos de acero en las nuevas plantas de D á lm in e y SIAM L P o r otro lado se produjeron más autos y tractores que lo previsto* básicamente c o m o consecuencia de las iniciativas relativam en­ te exitosas en esas áreas.

A modo de conclusión: los claroscuros de la economfa en tiempos de Perón

i—¿1 peron ism o es resultado de un fe n ó m en o p olítico, social, e c o n ó m ic o y cultural y es in c o m ­ prensible si se deja de considerar alguno de esos com ponentes. NTo obstante, en una sim plificación audaz hem os recortado hasta el extrem o el aná­ lisis de la evolu ción econ óm ica del peronism o, a la que dividim os en tres etapas: un p e río d o de fu erte crecim ien to desde que asumió el g o b ie rn o a m ediados de 1946 hasta fines de 1948, un p e­ río d o de crisis y m u y bajo crecim ien to signado p o r los problem as del sector ex tern o y la infla­ ció n entre 1949 y 1952, y una nueva etapa de crecim ien to m od erad o que transcurre entre 1953 y septiem bre de 1955 cuando el g o b ie rn o fue de­

rrocado. Esta p e rio d iza c ió n responde en térm inos generales al desem peño de las variables e c o n ó m i­ cas más im portantes pero no exactam ente a las orientaciones de la p olítica econ óm ica. E n este ú ltim o sentido n o hay tres m om en tos sjno sólo dos: una política econ óm ica inicial, caracteriza­ da p o r una fu erte redistribución del ingreso, la expansión de los instrumentos crediticios y del gasto público, una profusa política de nacionali­ zaciones y el im pulso a las actividades m anufactu­ reras; y un segundo m om en to, que tiene in ic io en 1949, que co n distintos ritm os tiende a resolver los problemas de escasez de divisas com b in an d o el con gela m ien to de la p olítica de redistribución de ingresos y del sector industrial que la hacía posible co n un apoyo d ecid id o a las actividades agropecuarias y los prim eros intentos de avanzar en la sustitución de im portaciones de m aquina­ rias e insumos. E n consecuencia, entre 1946 y 1955 n o hu bo una política econ óm ica específica y u n ifo rm e y m u ch o m enos una estrategia de desarrollo de lar­ g o plazo. La principal p rio rid a d consistió en la distribución del ingreso en favor de los trabaja­ dores, en clara subordinación de la eco n om ía a la dinám ica p olítica y ésos fu eron los lin cam ien ­ tos im plícitos predom inantes durante el d ecen io peronista in d ep en d ien tem en te de que los funda­ m entos teóricos utilizados difirieran en el tiem po.

D a d o ese principal ob jetivo la prim era observa­ c ió n de los resultados debe considerar tal variable. H acia el final del p eríod o, e independientem en te de las fluctuaciones, los trabajadores habían in ­ crem entado en más de un 50% su salario real y participaban co n alrededor de la m itad d el in gre­ so nacional. E n consecuencia, tanto el p rim ero c o m o el segundo m o m e n to son auténticas expresiones de la “ política econ óm ica del p eron ism o ” aun cuando en los años posteriores al derrocam iento del régim en , la m em oria, el discurso y la cons­ tru cción p olítica p rivilegiaría las referencias al p e r ío d o e c o n ó m ic o inicial; aquel en el que el proceso de crecim ien to se había sustentado en el im pulso al consu m o y había p rim a d o la consig­ na “ com b atien d o al capital” , y n o al p e río d o del ajuste y red efin ición , en el que se había p ro m o ­ v id o la recom p osición de los ingresos del sector agropecuario, el ahorro in tern o y las inversiones extranjeras, y que, en rigor, se ex ten d ió durante la m ayor parte de los años del g o b ie rn o de Juan Perón. Esa construcción sesgada del im aginario, que determ in aría las expectativas y demandas de sucesivas generaciones, serviría para impulsar su in co rp o ra ció n a los distintos proyectos políticos peronistas en el resto del siglo X X y aún en las circunstancias más recientes. D ilu cid a d o este aspecto, es posible analizar

la evolu ción de la econ om ía y pasar lu ego a la perform an ce de los sectores que la com p on en . Varios problemas se presentan aquí p o r la pre­ sencia de actividades que no están contempladas debidam ente en las m ediciones. A lgu n os cálculos indican que el P B I in form a l lle g ó a representar p o r m om en tos él 70% del P B I form al. D e todos m odos, analizada entre puntas, la econ om ía cre­ c ió de acuerdo con las cifras más aceptadas a una tasa apenas superior al 3,5% anual, un desem peño similar al de los duros años de la SGJVt e in fe rio r a los tam bién rigurosos años posteriores a la crisis de 1930. La evolu ción del P B I-p o r habitante, un in d icador más preciso de la riqueza generada en el p e río d o , evidéncia un resultado aun más m a­ gro, una tasa m en o r al 2% anual. E n 1954, ú ltim o año c o m p le to de la g estió n peronista, el P B I per cápita era in fe rio r al de 1947, el p rim er año co m p leto de esa experiencia. A n ivel de sectores, hasta 1948 las actividades agropecuarias crecieron m enos que las urbanas; el com ercio, el transporte, la construcción y las finanzas aum entaron incluso más que el p ro m e ­ d io de la econ om ía mientras que las manufacturas crecieron prácticam ente al m ism o ritm o que el P B I. Entre 1949 y 1952 las actividades no agrop e­ cuarias continuaron crecien do aunque a un ritm o len to y las agropecuarias declinaron. E n esos años la industria estuvo prácticam ente estancada y au­

m en tó m enos que la construcción y otras activi­ dades urbanas. Finalm ente, entre 1953 y 1955 las actividades rurales se estancaron mientras que las no agropecuarias repuntaron, en particular aque­ llas vinculadas co n la electricidad y el gas y las ac­ tividades manufactureras, no así la construcción. Para ob ten er un panorama de la industria du­ rante la experien cia peronista es necesario m irar su desem peño en relación con el con ju n to de la econ om ía. La im portancia relativa del sector in ­ dustrial en la co m p osición del p rod u cto bru to observaba un constante aum ento desde fines del siglo X I X , quizá con la ex cep ción de lo acon­ tecid o durante la P rim era G uerra M u n d ial. Sin em bargo, esa tendencia de largo plazo se v io in te­ rrum pida durante el decen io peronista. E n efec­ to, la industria participaba con cerca del 20% ha­ cia los prim eros años de la década de 1940, en el co n te x to de la S G M , y alcanzó algo más del 24% en 1947, p ero la crisis externa y el cam bio de p rio rid a d de la política econ óm ica im plicaron que su participación relativa cayera en los años siguientes. D e manera que lu eg o del m od erad o repunte post-crisis, el censo industrial de 1954 in d icó que el vo lu m en físico de la p rod u cción era un 12,5% superior al de 1946 y que la canti­ dad de trabajadores ocupados en el sector sólo era un 10% superior, mientras que el va lo r agregado se m antenía prácticam ente estancado respecto de

1948. E n 1955 la participación de las m a n ifa ctu ­ ras en el produ cto apenas si era superior a la exis­ tente en el p rim er año del g o b ie rn o peronista, un desem peño que n o se v e rific ó en casi ningún otro país latinoam ericano en este p e río d o en que la industrialización fu e ganando terreno frente a las actividades tradicionales. Q u e la industria haya superado el p rod u cto de la agricultura desde 1945 n o fue tanto resultado de un vig o ro s o im pulso de ese sector sino de la constante caída de la p rod u cción rural desde m u­ chos años atrás y que con tin u ó en el p e río d o ; de h ech o durante el p eron ism o se quebró la tenden ­ cia secular al in crem en to de la participación fabril en la estructura eco n ó m ica argentina. Esta situa­ ció n estuvo en gran m ed ida definida p o r la p r io r i­ dad puesta en las actividades tradicionales vin cu ­ ladas co n la ex p ortación una ve z que se presentó la insuficiencia de divisas, pero de h ech o resulta d ifícil asociar estos resultados con un g o b ie rn o al que la m ayoría de los analistas ha d efin id o c o m o un claro p ro m o to r de la industria, in d epen d ien ­ tem en te de las auto defin icion es del rég im en y de las construcciones culturales posteriores. La industria n o in crem en tó su participación en el p e r ío d o pero además n o hu bo avances sig­ nificativos en la in tegración de los procesos p ro ­ ductivos. La política de ingresos estimulaba un relativo crecim ien to industrial, pero en la m edida

en que n o se apuntalaba a la articulación del te­ jid o manufacturero, la creciente dem anda term i­ naba presionando sobre las im portaciones de insumos y maquinarias del sector, lo que contribuía a agravar la situación de las cuentas externas. A com ien zos de la década de 1950 se im portaban ya pocos bienes finales y dos tercios de las compras en el e x te rio r correspondían a materias primas y productos interm edios, mientras que se necesi­ taban más maquinarias y equipos que n o podían im portarse p o r la escasez de divisas. Este era el o rig e n de las dificultades creadas p o r la vu ln e­ rabilidad externa de la econ om ía, hasta entonces asociada a las crisis mundiales y ahora a la tenden­ cia recurrente a una balanza com ercial deficitaria c o m o consecuencia de las mayores im portaciones requeridas p o r el aum ento de la actividad interna. M u c h o de la vieja estructura econ ó m ica ar­ gentina había lograd o sobrevivir lu e g o de diez años de peronism o. La p rod u cción m anufactu­ rera pesaba más que la prim aria en el producto nacional, p ero la econ om ía seguía depen dien do de las exportaciones y, p o r lo tanto, de la suer­ te de la p rod u cción agropecuaria controlada en lo esencial p o r los sectores tradicionales. E n este sentido, la política econ óm ica q u edó encerrada en la redistribución de ingresos sin m od ifica r la orden ación econ óm ica y de la propiedad de la que derivaba esa distribución.

Pese a la en orm e batería de medidas y de nu e­ vos instrumentos de regulación, control y p ro ­ m o c ió n creados p o r el peronism o, la econ o m ía seguía dependiendo del agro, donde el buen cli­ ma y propicios precios internacionales eran d eci­ sivos, revelando la escasa autonom ía de la política econ óm ica. E n los años treinta se había desplega­ do un conju n to de medidas intervencionistas co n el propósito de hacer frente a la crisis econ óm ica internacional pero fin alm en te fue la m ejora de los precios internacionales del trig o y la reanu­ dación del ingreso de capitales lo que p e rm itió la “ salida” y el crecim ien to ec o n ó m ic o posterior. D e manera similar, mientras duró el excep cion al “ v ie n to de cola” determ in ado p o r los altos pre­ cios de la inm ediata posguerra, el sostenim iento de una política distributiva favorable a los sectores populares y la industrialización fue posible; cuan­ do éste desapareció desnudó con crudeza las li­ m itaciones de la industrialización y de la p olítica econ óm ica encarada. E n rigor, sólo cuando la crisis de divisas ja ­ qu eó con fuerza a la econ om ía argentina, m enos p o r c o n vic ció n o co n cep ció n id eo ló g ica y más c o m o necesidad, com en zaron a impulsarse m e d i­ das tendientes a estimular la industria de base y el desarrollo de maquinarias y equipos en el ám bito local. Pero incluso en esas aciagas circunstancias, la apuesta del peron ism o fue m ucho m enos indus-

trialista respecto de las que se sucederían en los años siguientes. E l equ ipo ec o n ó m ic o respondió al desafío de la restricción externa tratando de in ­ crem entar los saldos exportables, a través de cierta co n ten ció n del consum o in tern o y del aliento de las actividades agropecuarias; paralelam ente d eci­ d ió avanzar en el proceso de sustitución de im ­ portaciones y el ahorro de divisas buscando una m ayor in tegración del sector manufacturero. La estrategia era d ifícil en ese particular co n texto internacional y de la política local, dada la im ­ posibilidad de hacer recaer en un grado m ayor el ajuste sobre los trabajadores y de recu rrir al capital extranjero para impulsar inversiones en industrias de base y otras actividades clave para el desarrollo e c o n ó m ic o , y aun cuando la respuesta a la crisis ec o n ó m ic a fu e positiva no lle g ó a madurar. Sin em bargo, las múltiples respuestas que lú ci­ dam ente la co n d u cción econ óm ica d io a los p ro­ blemas coyunturales que a partir de 1949 sufrió la A rgen tin a provocaban tam bién variadas tensiones, principalm ente de naturaleza política. Era posible orien tar el crédito hacia el sector agropecuario para m ejorar la oferta de los productores ante la escasez de divisas, pero no era posible restringirlo al sector industrial, en tanto n o se contu viera la presión salarial, ni lim itar las im portaciones sin provocar la recesión y la respuesta airada de los empresarios. Era posible sólo coyunturalm ente

resolver el problem a del sector ex tern o restrin­ g ie n d o el consum o de los sectores populares, pero en el largo plazo ello supondría desgajar las bases sustanciales de apoyo p olítico. Era posible co n te­ ner el proceso in flacion ario estimulandq el aho­ rro interno, pero éste era insuficiente para soste­ n er una p olítica dé desarrollo industrial asentada en las industrias de base y complejas, intensivas en capital. Era posible atraer al capital extranje­ ro para com pletar la industrialización y resolver los problem as de divisas que aquejaban a la e c o ­ nom ía argentina; sin em bargo, esta alternativa era d ifícil de justificar políticam en te lu e g o de haber levantado las banderas nacionalistas; ello se e v i­ d en ció particularm ente co n los acuerdos ¿ nunca refrendados p o r el C on greso, con la Standard O il de C aliforn ia para la extracción de p e tró le o y que habrían de catalizar la op osición al g o b ie rn o y en definitiva con trib u ir a su derrocam ien to en sep­ tiem bre de 1955. Pero significativam ente, los problemas estruc­ turales de la econ om ía , in d epen d ien tem en te de los avatares políticos, subsistieron, y serían en ­ frentados p o r los sucesivos gobiern os durante las siguientes décadas c o n alternativas parcialm ente similares a la que esgrim ió el peronism o. A sí, el g o b ie rn o de la llamada “ R e v o lu c ió n L ib e rta d o ­ ra” c o n v o c ó al prestigioso econom ista R a ú l P r e bisch con el prop ósito de aconsejar al g o b ie rn o

en m ateria económ ica. E l director de la C E P A L instaló co n éx ito la discusión del problem a del d e terio ro de los térm inos del intercam bio y se­ ñaló las lim itaciones de la industrialización que im portaba en fo rm a creciente maquinarias e in sumos y tendía al estrangulam iento del sector extern o. Para acoplar las industrias básicas (más com plejas, de m ayor demanda tecn ológica y de capital) consideraba necesario acercarse al m erca­ d o internacional pú blico de capitales y atraer in ­ versiones extranjeras en rubros que pesaban m uy negativam ente en la balanza com ercial (c o m o el p etró leo y otros insumos industriales, y los equi­ pos necesarios para el crecim ien to del sector m a­ nufacturero). Si b ien criticaba el “ exceso” del in ­ terven cion ism o peronista, el Estado, p o r su parte, debía asumir un papel rector clave en la p ro m o ­ ció n de este desarrollo industrial a través de la planificación y el fo m e n to de ciertas actividades. E n esencia, se trataba del m ism o diagnóstico que los funcionarios peronistas realizaron a partir de 1949 y de propuestas similares, aunque Prebisch acentuaba la alternativa industrialista y confiaba m enos qu e aquéllos en las posibilidades de in­ crem entar la produ cción agropecuaria en el largo plazo y resolver desde allí la insuficiencia de di­ visas (entre otros argum entos p orq u e era sabedor c o m o pocos de la tendencia secular al deterioro de los térm inos del in te rc a m b io ).T ie m p o después

el g o b ie rn o “ desarrollista” de A rtu ro Fron dizi, un fu erte crítico de los contratos con la Standard O il durante el peronism o, alentaría m asivam ente las inversiones extranjeras para desarrollar la indus­ tria de base y reducir las im portaciones co n el propósito de solucionar desde ese lugar los p ro ­ blemas del estrangulam iento del sector extern o. Las restricciones externas guiaron las o r ie n ­ taciones de la p olítica econ óm ica de co rto y lar­ g o plazo hasta m ediados de la década de 1970, y precisam ente fu e durante el tercer g o b ie rn o peronista que un nuevo ciclo expansivo se v io in terru m p ido p o r las dificultades de co lo ca ció n y la caída de los precios internacionales. La caída del producto en 1975, lu ego de un d ecen io de crecim iento, reflejó co n contundencia que la es­ casez de divisas continuaba siendo un problem a estructural del m o d e lo ec o n ó m ic o basado en el im pulso de la industria, y que las distintas estra­ tegias destinadas a resolverlo habían quedado a m itad de camino. E n las décadas siguientes se abandonarían las políticas keynesianas y de apoyo al sector indus­ trial mientras que bajo la h egem on ía de las finan­ zas la deuda externa crecía a pasos agigantados; en esas circunstancias, la restricción se manifestaría no p o r los desequilibrios derivados de una ba­ lanza com ercial negativa sino p o r el peso qu e las crecientes obligaciones tendrían sobre el con ju n -

to de la econom ía, hasta que estalló la dramática crisis de 2001. E n los prim eros años del siglo X X I la A r ­ gentina se encontraba en una situación social y p olítica explosiva. C ualquier proyecto con pre­ tensiones de p o d er tendría la m isión ineludible de in corp ora r a vastos sectores sociales excluidos p o r las políticas neoliberales y la crisis desatada, d escom p rim ien d o las tensiones y el con flicto. E n esas circunstancias sólo había m argen para crecer y m ejora r la distribución del ingreso. Y fue bajo la égid a nuevam ente de gob iern os peronistas que a partir de 2003 la econ om ía ex p erim en tó una etapa de alto crecim iento e c o n ó m ic o , in édito en térm inos históricos. La p rod u cción agropecuaria creció impulsada p o r los altos precios in tern acio­ nales, que desafían la vieja tendencia al d eterioro de los térm inos del intercam bio; tam bién aum en­ tó la prod u cción manufacturera estimulada p o r un tip o de cam bio más favorable y p o r p o líti­ cas m onetarias y de ingresos expansivas. La am ­ p lia ció n del gasto pú blico y de los subsidios para sostener el salario real y el n ivel de actividad ha com p letad o ese proceso. Pero además de las ten­ siones inflacionarias, uno de los mayores prob le­ mas latentes de la econ om ía argentina es la escasa in tegración del sector m anufacturero --- co n el agravante de una alta presencia de empresas e x ­ tranjeras en su cúspide--- qu e requiere im portar

en fo rm a crecien te insumos y maquinarias; en consecuencia el n ivel de actividad industrial y la bonanza se encuentra finalm ente en gran m edida atada a los precioá internacionales de los p rod u c­ tos de ex p ortación (tradicionales y ahora tam bién industriales). Q u izá la m ayor diferencia respecto de la experien cia peronista “ clásica” consista en que la base salarial de la que se partió fue más baja — dado que existía un alto n ivel de desem pleo— y que los precios de los alimentos y las materias primas se han m an tenido extraordinariam ente al­ tos casi sin in terru p ción , de form a tal que n o han desnudado las falencias de la estructura e c o n ó m i­ ca interna y n o ha sido necesario torcer el rum bo, al m enos mientras el fu erte v ie n to — de aparien­ cia más perenne— n o deje paso a una suave brisa.

Selección de referencias bibliográficas

E

ste estudio sobre la p o lítica ec o n ó m ic a y la e c o n o m ía durante el p e r ío d o peronista “ clási­ c o ” se ha n u trid o de un a m p lio abanico de fu en ­ tes y bib liografía. E n tre las fuentes prim arias, los discursos y escritos de P e ró n p u ed en encontrar­ se com p en d iad os entre otros en Juan D o m in g o P e ró n , Obras completas, B u en os A ires, D o c en c ia , 2006; tam b ién se han consultado las obras escri­ tas p o r im portantes fu n cion a rios del m o m en to c o m o A lfr e d o G ó m e z M ora les, P ed ro B on an n i y R a m ó n C e re ijo . Los d ocu m en tos de organis­ m os oficiales, los planes quinquenales y m e m o ­ rias d e l B an co C entral, d el B a n co Industrial y del I A P I , del p e río d o han p rovisto in fo rm a c ió n

y datos estadísticos de gran utilidad. A sim ism o las revistas especializadas de la época, tales c o m o Hechos e Ideas, Economic Survey, Horizontes Eco­ nómicos, Finanzas, Revista de Economía Argentina, constitu yeron una fu en te apreciable de in fo rm a ­ ció n y perspectivas; tam bién lo fu ero n las p u b li­ caciones de las organizaciones em presariales y las revistas de las cámaras específicas. Fuentes es­ tadísticas p u ed en encontrarse en los Censos N a ­ cionales y Anuarios Estadísticos y en los in fo rm es elaborados p o r distintos organism os oficiales y p o r la C E P A L . La b ib lio gra fía dedicada a la e c o n o m ía p e ­ ronista es abundante, aun cuando n o existen obras específicas sobre el tema, co n la ' e x c e p ­ ció n de unas pocas tesis y del trabdjo de A n t o ­ nio C afiero, Cinco años después..., B u en os A ires, Eudeba, 1961, p artícipe destacado d el p e río d o . P o r supuesto, las obras generales sobre historia ec o n ó m ic a argentina dedican parte sustancial a analizar la ex p erie n cia peronista con diferen tes trazas e interpretacion es y p roveen estadísticas no siem pre hom ogéneas. R eferen cia s específicas pu ed en encontrarse en el estudio h is to rio g rá fico de C la u d io B e lin i y M a rc e lo R o u g ie r , “ L o s dilemas de la historiografía ec o n ó m ic a d el p e ro ­ nism o: certezas dudosas, vacíos persistentes” , en Jorge G elm a n (co m p .), La historia económica ar­ gentina en la encrucijada, B uenos A ires, P ro m e te o ,

2006. E n las últimas edicion es de las Jornadas de la A s o c ia c ió n A rg e n tin a de H isto ria E c o n ó m ic a han despuntado investigaciones sobre la política fiscal, las nacionalizaciones y la p lanificación, p o r ejem p lo, que hem os com pulsado y que alientan esperar p rom isorios aportes sobre la eco n o m ía d el p eron ism o en breve. Listam os seguidam ente una selección de las referencias consultadas para este estudio: Barsky, Osvaldo y Gelman, Jorge, Historia del agro ar­ gentino, Buenos Aires, Sudamericana, 2009. Basualdo, Eduardo, Estudios de historia económica argen­ tina, Buenos Aires, Siglo X X I , 2006. Belini, Claudio, “ El grupo Bunge y la política eco­ nómica del primer peronismo, 1943-1952” , Latin American Research Reuiew,~Vol. 41, N ° 1, University o f Texas, 2006. Belini, Claudio, La industria peronista, Buenos Aires, Edhasa, 2009. Belini, Claudio y Rougier, Marcelo, E l Estado empre­ sario en la industria argentina, Buenos Aires, Manan­ tial, 2008. Berrotarán, Patricia, D el plan a la planificación. E l esta­ do durante la época peronista, Buenos Aires, Imago Mundi, 2003. Berrotatán, Patricia,Jáuregui, Aníbal y Rougier, M ar­ celo, Sueños de bienestar en la nueva Argentina. Estado y políticas públicas durante el peronismo 1946/1955, Buenos Aires, Imago M undi, 2004.

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Agradecí m ¡entos

-EEíste libro es resultado de un riqu ísim o d e­ bate en el que durante años he ten ido la o p o rtu ­ nidad de participar, llevad o a cabo en congresos y jornadas académicas, en reuniones inform ales de grupos de estudios, con los alumnos de grado y posgrado, en algún café co n colegas y am igos ta m b ié n ... Es im posible dar cuenta a nivel in d iv i­ dual de todos los qu e participaron de uno u otro m o d o en ese fru ctífero intercam bio, a todos ellos les estoy m u y agradecido. Sí quisiera destacar es­ pecialm ente a M a ría Barbero, C lau dio B elini, Patricia Berrotarán, James Brennan, M a rtín Fiszbein, R a ú l García Heras, Jorge G ilbert, N o e m í Girbal, Pablo L ó p e z , G raciela Pam pin,Juan O d i-

sio, JVtario R.accanello, JVLario R_apoport, A ndrés Regalsky, M a rtín Schorr, Silvia Simonassi y José V illarru el, cuyas lecturas de este o de otros estu­ dios previos vinculados a la “ econ om ía peronista” derivaron en aportes, sugerencias y com entarios que fu eron sustanciales para el resultado final, del cual, obviam ente, soy el ú n ico responsable. A d o l­ fo D o rfm a n y Jorge Schvarzer, co n quienes tuve tam bién oportu nidad de aprender y trabajar, m e ­ recen m i entrañable recon ocim ien to c o m o ver­ daderos maestros, al igual que A ld o Ferrer en los últim os años. Finalm ente, quisiera destacar la en orm e gen e­ rosidad y confianza que m e ha brindado Jorge G elm an, d irector de la co lección , p o r su estím ulo a em prender esta tarea y tam bién p o r sus atinadas sugerencias para m ejorar el d ocu m en to final.

índice

Introducción............................... .............................. 9 El programa económ ico y las primeras luces del bienestar, 1946-1948....... ................................. 17 Las ideas........................................................... 17 Los condicionantes (o la escasa autonomía de la política económica)............................... 28 Las herramientas............................................... 42 E l Plan Quinquenal y la ampliación de la intervención estatal................................... 61 Políticas para garantizar el pleno empleo y políticas industriales...................................... 81 Las políticas hacia el agro...................................97 Un exitoso desempeño de bases endebles..........100

La economía peronista en la cerrazón, 1949-1952..................................... ................. 109 La crisis del comercio exterior......................... 109 E l problema de la inflación...............................122 La crisis de la Bolsa....................................... 133 E l plan de ajusté de Í952 y la consolidación de las nuevas ideas.................................. 136 La crisis económica y los sectores productivos__ 147 ¿Hacia una nueva alborada? La recuperación económica entre 1953 y 1955........................ 151 Consolidación y límites de la nueva política económica.................................................... 151 XJn Plan Quinquenal para resolver el desequilibrio externo................................. 160 Los últimos ajustes a la nueva política económica................................................. 178 La recuperación económica en marcha ............. 191 í\

m odo de conclusión: los claroscuros de la economía en tiempos de P eró n ........... 195

Selección de referencias bibliográficas............... 209 Agradecimientos

217