Humanismo y filologia en el Siglo de Oro. En torno a la obra de Bartolome Jimenez Paton. 9788484894520, 9783865274786, 8484894525

Humanismo y filologia en siglo de oro

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Humanismo y filología en el Siglo de Oro : En torno a la obra de Bartolomé Jiménez Patón /Abrahám Madroñal ; Con prólogo de José Antonio Pascual.
ÍNDICE
PRÓLOGO
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Humanismo y filologia en el Siglo de Oro. En torno a la obra de Bartolome Jimenez Paton.
 9788484894520, 9783865274786, 8484894525

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Dirección de Ignacio Arellano, con la colaboración de Christoph Strosetzki y Marc Vitse Secretario ejecutivo: Juan Manuel Escudero

Biblioteca Áurea Hispánica, 60

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HUMANISMO Y FILOLOGÍA EN EL SIGLO DE ORO En torno a la obra de Bartolomé Jiménez Patón

ABRAHAM MADROÑAL Prólogo de José Antonio Pascual

Universidad de Navarra • Iberoamericana • Vervuert • 2009

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Agradecemos a la Fundación Universitaria de Navarra su ayuda en los proyectos de investigación del GRISO a los cuales pertenece esta publicación.

Agradecemos al Banco Santander la colaboración para la edición de este libro.

Reservados todos los derechos © Iberoamericana, 2009 Amor de Dios, 1 – E-28014 Madrid Tel.: +34 91 429 35 22 Fax: +34 91 429 53 97 [email protected] www.ibero-americana.net © Vervuert, 2009 Elisabethenstr. 3-9 – D-60594 Frankfurt am Main Tel.: +49 69 597 46 17 Fax: +49 69 597 87 43 [email protected] www.ibero-americana.net ISBN 978-84-8489-452-0 (Iberoamericana) ISBN 978-3-86527-478-6 (Vervuert) Depósito Legal: Cubierta: Cruz Larrañeta Impreso en España

Este libro está impreso íntegramente en papel ecológico sin cloro.

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ÍNDICE

PRÓLOGO, de José Antonio Pascual .....................................................

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0. Introducción..................................................................................

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1. JIMÉNEZ PATÓN, VITA ET MORIBUS ....................................................... 1.1. Síntesis de una biografía poco conocida................................... 1.2. Carácter e ideología ................................................................. 1.3. Relaciones con sus contemporáneos: Lope de Vega, Quevedo y otros ......................................................................

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2. LA LENGUA ESPAÑOLA Y LA EDUCACIÓN................................................ 2.1. El español: su origen y la conveniencia de su uso en la educación ............................................................................. 2.2. Las Instituciones gramáticas, origen de la gramática castellana ...... 2.3. La Apología de la lengua española, una defensa de la escritura en español ................................................................................ 2.4. La Declaración de la epigrama griega, o el papel del gramático ..... 2.5. Patón y Sebastián de Covarrubias............................................. 2.6. La Carta a Fernández Navarrete, un alegato en defensa de la enseñanza en los pueblos..........................................................

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3. LITERATURA Y RETÓRICA .................................................................... 69 3.1. Ideas sobre la literatura y sobre su propia obra. El caso del teatro.................................................................................. 69 3.2. Patón y el culteranismo .............................................................. 82 3.3. La Elocuencia española en arte: una retórica en favor de Lope de Vega....................................................................... 96 3.4. Jiménez Patón contra Cervantes. El caso del Quijote................ 105 3.5. El Discurso de los tufos, Patón editor de Quevedo...................... 118

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4. ANÁLISIS Y CIRCUNSTANCIAS DE TRES OBRAS SINGULARES ................... 4.1. El Instrumento necesario: una traducción encubierta del Brocense............................................................................. 4.2. El Perfecto predicador: arte nuevo de la oratoria cristiana ............ 4.3. La Satisfacción al licenciado Ballesteros: una réplica al jesuita Francisco de Castro..................................................................

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5. BIBLIOGRAFÍA DE BARTOLOMÉ JIMÉNEZ PATÓN .................................... 5.1. Manuscritos y ediciones de sus obras ....................................... 5.2. Aprobaciones, poemas y juicios en libros ajenos ....................... 5.3. Bibliografía crítica ....................................................................

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6. APÉNDICE EDITORIAL .......................................................................... Criterios de edición........................................................................ 1. Perfecto predicador .......................................................................... 2. Satisfacción al licenciado don Fernando de Ballesteros y Saavedra ........ 3. Partes del Instrumento necesario......................................................

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PRÓLOGO

Si hiciéramos caso a la presentación que Abraham Madroñal hace de su trabajo parecería que este ha sido el resultado de una sucesión de casualidades, cuando lo que se encubre en sus modestas palabras es que ha estado en el sitio adecuado en todos aquellos momentos en que el viento soplaba a favor de esa larga navegación que supone el trabajo filológico, tan sometido, como tantos otros, a las veleidades de Fortuna. Cuando esta llamó a la puerta del filólogo, lo encontró haciéndose un montón de preguntas, mucho antes de atreverse a dar con las respuestas adecuadas. Si algo ha facilitado esas respuestas no ha sido la casualidad, sino trabajar en un buen centro de investigación; participar de las reuniones científicas que permiten entrar en contacto con los colegas que se dedican a los mismos asuntos; estar pendiente de la bibliografía; leer, leer y leer; pensar, pensar y pensar... Este libro no me ha cogido por sorpresa, al haber seguido la trayectoria científica de Abraham Madroñal. Lo conocí hace ya algunos años, cuando me ocupaba de poner un poco de orden ––cosa que, incidentalmente, no logré–– en el Diccionario de la lengua española de la Real Academia Española, conocido como «diccionario usual». Él, que era por entonces un laburante, como dicen en el Río de la Plata, del Diccionario histórico, me pareció filólogo bien pertrechado para trabajar en la lengua y la literatura antiguas, especialmente las del Siglo de Oro. Supe de su labor en la Universidad de las Islas Baleares y ahora, que es investigador del CSIC, he podido aprovechar sus conocimientos, implicándolo en un refinado acopio bibliográfico referente al léxico del Nuevo Diccionario histórico de la lengua española, del que soy por el momento el director. El doctor Madroñal es especialista en teatro áureo; se ha interesado también por la poesía de aquel período y son conocidas sus ediciones de clásicos como Medinilla, Quiñones de Benavente, Lope o Moreto.

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Conspicuo conocedor de la lengua clásica, ha proporcionado una cuidadosa edición de la Fraseología o estilística castellana de don Julio Cejador, así como varios estudios sobre el léxico del teatro del Siglo de Oro. Pero aunque se haya dedicado a los grandes autores y propiciado el estudio de alguno de ellos, a través de la revista Anales Cervantinos, de la que es secretario, no ha dudado en ocuparse de escritores no tan relevantes, como el que protagoniza este libro: el maestro Bartolomé Jiménez Patón. Sabía yo más bien poco de este gramático del siglo XVII: que fue autor de una interesante obra sobre ortografía y que había compuesto una retórica (o, mejor poética) para la que tuvo la buena idea además de documentar cada una de las figuras que analizaba con ejemplos de autores españoles. Aparte de haber leído ––mal–– un texto publicado por Antonio Pérez Gómez, aquel benemérito bibliófilo de Cieza, el Discurso en favor del santo y loable estatuto de la limpieza, que me pareció un disparate. No he de ocultar, por otro lado, que en mis contados acercamientos a este dómine manchego estuve inficionado por el prejuicio con que don Marcelino Menéndez Pelayo enfocaba su obra, a la que el único valor que le concedía era ser una continuación, en materia gramatical, de la de El Brocense. Se da con este nuevo libro que tiene el lector en sus manos un paso adelante en el conocimiento de Jiménez Patón y de su obra: los pormenores biográficos con que ahora contamos han de contribuir a precisar las llamadas dos épocas en su producción, la del filólogo y la del erudito autor de obras «extrañas», en lo que algo tuvo que ver la muerte de su hijo ––metido casi a la fuerza, siendo un adolescente, en la clausura de una orden religiosa––, capaz de desatar esos tristísimos sentimientos que dieron al traste con una carrera cimentada en unas cuantas obras de gran mérito. Pero disponemos, gracias a este libro, de muchos datos sobre su relación con los grandes nombres de nuestro Siglo de Oro. Basta echar una ojeada al índice para darse cuenta del trato de este humilde catedrático de elocuencia con las figuras más destacadas de las letras de su tiempo: Lope, Góngora, Quevedo, Cervantes, entre los literatos; Covarrubias o El Brocense, entre los filólogos propiamente dichos. Lo que sabíamos, gracias al trabajo de los profesores Antonio Quilis y Juan Manuel Rozas, ambos tristemente desaparecidos, era su buena relación con Lope y su alineamiento en el bando de los «claros» contra los cultos o «culteranos». El profesor Madroñal acaba de poner en evidencia, creo que verosímilmente, la mala relación

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PRÓLOGO

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con Cervantes y su curiosa reacción al primer Quijote, que debió de entender como un ataque casi personal; y nos descubre que entre las obras de Patón ––es el caso del Discurso de los tufos–– se esconde una carta de Quevedo hasta ahora ignorada o, lo que me parece más curioso, que uno de sus textos que en parte se edita aquí, el Instrumento necesario, se trata, sin que el autor lo reconozca, de una traducción del famoso Organum dialecticum de su maestro El Brocense, con lo que, aunque fuera a través de una traducción, muestra que su interés no se reducía ––era la idea de don Marcelino–– a la elocución a que había atendido en su retórica, pues se interesaba también por la dialéctica. Por otra parte, todas las ideas expresadas en aquella primera retórica que fue la Elocuencia española en arte, publicada en 1604, el mismo año en que se ve la luz la segunda parte del Guzmán y entra en imprenta el primer Quijote, aparecen ahora muy matizadas en escritos posteriores, en especial en la magnífica Satisfacción al licenciado Ballesteros, donde Patón se defiende, bastante galantemente por cierto, de las críticas del áspero jesuita Francisco de Castro, que, sin duda, no veía con buenos ojos que le hiciera la competencia y además en la lengua vernácula, que todos entendían. Se me disculpará si me fijo de un modo especial en la importancia que esta obra tiene para el estudio del léxico, como las otras que escribió el maestro manchego. En el Diccionario crítico etimológico castellano e hispánico ya se señalaba a Patón como quien primero se sirvió de determinados términos en la lengua castellana: es el caso del término de origen griego epiceno, que según Quilis y Rozas es el primero en castellanizar; como parece que fue él quien creó la voz culteranismo, tal y como lo explica el autor de este estudio. Pero no solo interesan estas primeras documentaciones, sino también las opiniones del maestro Patón sobre aquellas palabras tomadas de lenguas extranjeras o de aquellas otras que ya resultaban anticuados o inconvenientes por diferentes razones, todas ellas muy dignas de tenerse en cuenta. No importa si nuestro gramático, aun conociendo las teorías de Aldrete, se equivocó paladinamente al buscar el origen del castellano, que para él y para muchos otros ––los seguidores de las teorías fantásticas del castellano primitivo, con López Madera a la cabeza–– no procedía del latín, sino que, por el contrario, había influido en la lengua del Lacio, al ser tan antiguo como ella, por tratarse de una de las setenta y dos lenguas que resultaron de la confusión originada en la Torre de Babel.

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El apartado bibliográfico de este libro dibuja bien la larga trayectoria investigadora de Abraham Madroñal sobre el maestro Patón. Con ese bagaje no me sorprende que la fortuna le haya ayudado a descubrir varias obras que se consideraban perdidas o que, simplemente, se desconocían.Añade ahora a ellas tres más que se pueden considerar inéditas: el Perfecto predicador, la citada Satisfacción al licenciado Ballesteros y las partes más originales del Instrumento necesario. Es este un regalo que este esforzado investigador nos ha hecho a los estudiosos del lenguaje y a cuantos se ocupan de la retórica o la literatura de los Siglos de Oro. JOSÉ A. PASCUAL Real Academia Española

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A los amigos de la Universidad de las Islas Baleares. A doña Caridad Patón.

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0. INTRODUCIÓN

Me encontré con Bartolomé Jiménez Patón de una forma que se puede llamar casual: buscaba la documentación de no sé qué personaje en el Archivo Diocesano de Toledo y, de pronto, apareció un documento de un joven bachiller natural de Almedina que pretendía hacerse clérigo y que resultaba rechazado por el informe negativo de dos personajes de la ciudad de Alcaraz, donde impartía sus clases de gramática. El joven era, claro es, el que se convertiría con el tiempo en el maestro Patón. Personalmente siempre me había sentido atraído por la Elocuencia española en arte, muy relacionada con la ciudad de Toledo, pues se imprimió allí, en 1604, y con los intelectuales de la ciudad, especialmente con los poetas de la Academia de Fuensalida y con Lope de Vega, por entonces residente en ella. Pero el hallazgo de los citados documentos vino a incrementar mi curiosidad. Una segunda casualidad vendría a sumarse a la anterior, el conocimiento de los descendientes directos del maestro que aún conservaban restos de su apreciable biblioteca. Casi por milagro, un día levanté el teléfono y encontré al otro lado la voz de doña Caridad Patón. Me parecía estar hablando directamente con el siglo XVII, y desde luego la ayuda que me prestaron ella y sus hijos fue capital para conocer nuevos libros perdidos, como el Libro de la cuenta y razón y un tomo de su obra completa, los Comentarios de erudición.Todavía recuerdo nuestra cita en el café Gijón, como mandan los cánones filológicos, a la que aportó doña Caridad el primero de los dos libros manuscritos. Casualidad sobre casualidad, paseando un día por las calles de Toledo me topé con el profesor Theodore S. Beardsley, el cual participaba en un congreso sobre la Celestina que se estaba celebrando en esos días.Yo conocía de nombre a este investigador, uno de los grandes estudiosos de la obra de Patón, por sus trabajos sobre el humanista, pero a partir

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de aquel momento empezamos a intercambiar libros e impresiones. También casualidad, y de las más gratas, fue la coincidencia con mi amigo el profesor Jaume Garau, quien por azar envió un trabajo sobre el mismo libro inédito de Patón a la misma revista que lo hice yo y en la misma semana. Ambos trabajos se publicaron juntos, uno detrás de otro, y a partir de entonces nos han hecho andar juntos también a los dos autores y perseverar en la edición de otras obras del maestro. Por fin, fruto de la casualidad, sumado también a unas gotas de perseverancia, fue el hallazgo de algunas obras que se creían perdidas como el Instrumento necesario y de otras que no se conocía que hubiera compuesto, como las Instituciones gramáticas. Me puso sobre la pista mi amigo Valentín Moreno, bibliotecario de Palacio, quien me habló de ciertas obras que él había encontrado en una bien abastecida biblioteca privada, la de la Fundación Zabálburu. A ese cúmulo de casualidades se une el hecho de la importancia de la figura del maestro manchego. Creo que tiene sentido recordar hoy a Bartolomé Jiménez Patón, porque fue un sabio humanista del XVII, amigo de las más importantes figuras de la literatura de entonces, como Lope, Quevedo y otros.Tiene sentido no solo por el valor arqueológico que su persona pueda representar, sino también por la importancia de su pensamiento, tanto en lo que se refiere a la lengua como en lo que tiene que ver con la literatura y otras disciplinas, y por el interés que sus ideas y sus obras despertaron y siguen despertando entre los estudiosos, ahora que se cumplen cuarenta años desde que dos grandes maestros llevaran a cabo su investigación sobre el humanista, los profesores Juan Manuel Rozas y Antonio Quilis, ambos desaparecidos ya. Es cierto que la figura de Patón ha alcanzado el reconocimiento crítico que se merecía, particularmente en sus obras de materia gramatical, ortográfica o retórica y que su nombre aparece citado normalmente entre Nebrija y Correas, muchas veces acompañado también por el del Brocense o Simón Abril. Pero los nuevos hallazgos de obras que se consideraban hasta ahora perdidas o de aquellas que no teníamos constancia que escribiera justifican una nueva mirada hacia este escritor tan variopinto, que vivió en un medio propicio para la creación intelectual. Su círculo de amigos en el Campo de Montiel fue tan importante como la vida cultural que en aquel entonces gozaron localidades como Villanueva de los Infantes, principalmente, pero también La Torre de Juan Abad, Alcaraz, Beas del Segura, Baeza y otros

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INTRODUCCIÓN

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lugares donde se fueron diseminando los alumnos y amigos de Patón a lo largo del siglo. El humanista intentó conseguir el puesto de catedrático de Gramática en localidades como Jaén (muy relacionada con su vida y su obra, pues no en vano escribió junto a Ordóñez de Ceballos la Historia de Jaén) o Almagro, e impartió clases, además de en Villanueva, en Alcaraz y otros sitios. Todos esos lugares, entonces muy cercanos, aparecen en su vida y en su obra. Por si fuera poco, la Inquisición de Villanueva, que dependía orgánicamente del tribunal de Murcia, nombró a Patón su notario apostólico y esa cercanía pudo depararle la amistad del erudito murciano Cascales; además, fue correo mayor de la villa, según algunos, por merced de su antiguo discípulo, el Conde de Villamediana, aunque tal dato no está comprobado. Intelectuales de su entorno muy relacionados con Villanueva de los Infantes fueron Quevedo (al menos desde 1610 hasta la muerte del maestro, en 1640); don Jerónimo de Medinilla y Porres, los dos Fernando de Ballesteros y Saavedra, emparentados entre sí; amigos de otros lugares son el valdepeñero fray Miguel Cejudo, pero también Cascales, Lope y otros, si bien alejados de la geografía patoniana, cercanos en su corazón y en su obra. Muchos de ellos recomendaron con sus escritos las obras del maestro o del amigo que fue Patón y extendieron su doctrina. Se ha planteado la existencia de un círculo intelectual en La Mancha, en torno a Infantes, cabeza del Campo de Montiel en su tiempo, que propició buen número de obras humanísticas y literarias, desde la Elocuencia española en arte, del propio Patón, a la traducción de la Utopía, de Medinilla y Porres o de la Comedia Eufrosina, que se debe a Ballesteros y Saavedra. Otros nombres destacados de preceptores de gramática e intelectuales colaboraron con sus versos o sus aprobaciones a los libros de amigos. Quevedo y Patón firman cada uno una aprobación o juico preliminar a las dos últimas obras citadas, entre 1631 y 1637 y colaboran también en el Discurso de los tufos del segundo, impreso en 1639, pero escrito seguramente hacia 1627. Los profesores Antonio Quilis y Juan Manuel Rozas, ilustres patonistas ya citados, hablaron de una escuela de gramáticos olvidada y de un círculo de intelectuales en torno al sabio maestro de Almedina. El conjunto de su obra muestra la influencia que ejerció sobre la cultura española de entonces y el número de veces que se ha reeditado su libro más famoso, la Elocuencia española en arte, nos habla del interés que sigue

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despertando en nuestros días, por haber sido uno de los primeros en escoger autoridades en español para ilustrar los ejemplos de una retórica. A lo largo de estas páginas nos proponemos explicar ese y otros asuntos y tratar la figura del humanista manchego y de sus circunstancias con la atención que se merece. Por otra parte, queremos dar a conocer nuevos textos que ayudan a comprender su ideología y su obra, de ahí que reproduzcamos algunos textos inéditos o nunca editados hasta ahora desde que se imprimieran en el siglo XVII. En esta situación se encuentran los dos libros importantes, que ahora se ofrecen, el manuscrito inédito y hasta hace poco perdido Instrumento necesario y el impreso nunca reproducido desde que apareciera en 1612, Perfecto predicador. Como ambos rondan la fecha emblemática de 1605, pensamos que junto con la Elocuencia, ya suficientemente editada, forman una trilogía que es preciso se conozca en sus propios términos para hacerse una idea cabal del sistema retórico del maestro. Por tanto, no se lo puede seguir censurando, como hacía Menéndez Pelayo en su Historia de las ideas estéticas cuando señalaba que Patón «estudia únicamente la elocución» y porque excluye de la retórica la invención y la disposición1; lo que ocurre es que estas últimas las considera parte de la Dialéctica y de ellas trata precisamente en la obra ahora recién descubierta, el Instrumento necesario. Sólo me resta añadir que algunas partes de la introducción de este libro han visto la luz en las revistas que se expresan en la bibliografía, concretamente en los trabajos que allí menciono. Lógicamente, al reeditarlos ahora he corregido, añadido y actualizado los datos que aportaban y no mantengo tampoco su estructura. Procede el resto de nuevas investigaciones sobre el humanista. Por último, quiero dejar constancia aquí de aquellas personas e instituciones de que una u otra manera han contribuido a la existencia de este libro o a su mejora. Conste mi gratitud a doña Caridad Patón, a Salvador Contreras y al Instituto de Estudios Giennenses; a Julio Porres de Mateo y a la Diputación Provincial de Toledo, a los compañeros, amigos y alumnos de la Universitat de les Illes Balears, a Julio Alonso, de la Universitat de València y, especialmente, a Jaume Garau, Carmen Bosch y Juan Miguel Monterrubio, y, por supuesto, a Ignacio Arellano y José Antonio Pascual.

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Menéndez Pelayo, 1974, I, p. 669.

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1.1. SÍNTESIS

DE UNA BIOGRAFÍA POCO CONOCIDA

Juan Manuel Rozas y Antonio Quilis escribieron unas palabras, para cerrar su artículo dedicado a la relación entre Jiménez Patón y Correas, que han calado sin duda en el público a que se dirigían. Decían los dos estudiosos en aquel escrito pionero: «Sirva este trabajo de aportación a la necesaria historia de la filología del Siglo de Oro, y sirva para despertar en la crítica un interés, hasta hoy no existente, por los conceptos gramaticales del Maestro Bartolomé Jiménez Patón»1. En nuestros días se han hecho aportaciones novedosas que completan los datos expuestos por ambos eruditos en un libro dos años posterior2, algunas en lo que se refiere al estudio de la vida del maestro Patón, que complican un tanto la apacible existencia del maestro de gramática de Villanueva de los Infantes, el cual tuvo amistad con grandes ingenios de su tiempo como Lope, Quevedo o Cascales3. Por su parte, la bibliografía del maestro Jiménez Patón, que espléndidamente trazaran hace ya casi cuarenta años los dos profesores citados en su edición del Epítome de ortografía y las Instituciones de la gramática, se ha venido ampliando después con el ‘descubrimiento’ de algunas obras de contenido lingüístico que se daban por perdidas o inexistentes por diversos especialistas4. Su conocimiento, no cabe duda, ha servido para comprender mejor la vida y la obra de aquel humanista manchego y para destacar sus ideas —algunas veces equivocadas—, pero las más muy inte1

Quilis-Rozas, 1963, p. 95. Quilis-Rozas, 1965. 3 Garau, 1993, pp. 67-82 y Madroñal, 1993a, pp. 83-97 y 1993b, pp. 553-567. También Higueras, 1994, pp. 229-242 y 1997, pp. 1189-1195. 4 Ver Beardsley, 1986, pp. 1-24. También Cañigral, 1993, p. 338. 2

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resantes. Junto a ese número no desdeñable de obras que hasta ese momento se habían perdido o habían naufrago en el fondo de bibliotecas poco exploradas; se han rescatado nuevos textos y se han editado otros, siendo el más afortunado —con justicia— la obra cumbre del humanista, la Elocuencia española en arte5. Pero será bueno refrescar los datos que tenemos del autor, y sistematizar algunos nuevos poco conocidos. Nacido en un pueblecito manchego, hijo de Bartolomé Jiménez y Apolonia Hernández, y emparentado familiarmente con santo Tomás de Villanueva (según sus propias palabras), Bartolomé Jiménez Patón permanecería ligado a su entorno geográfico durante toda su vida. Estudió en la Universidad de Baeza, donde se encontraba ya en 1583, y se formó con el maestro don Luis de Quesada y Carvajal, de quien habló siempre con admiración. Allí obtuvo el grado de bachiller en Artes en 1592, lo que le permitió dedicarse a una de sus grandes pasiones: la docencia, que ejerció primero en Villanueva de los Infantes y luego en otros lugares (como Alcaraz) para acabar en el primero de ellos. Intentó el camino de la clerecía y se ordenó de corona en 1588 y de grados en 1593 en Madrid, acaso en ese año estaba en el Colegio Imperial de la corte, donde conocería a Lope de Vega, amigo suyo de por vida. Por esas fechas consiguió privilegio para imprimir dos obras que hoy consideramos perdidas: las Victorias del árbol sacro y Ramillete de flores divinas, poemarios religiosos. Patón es también autor de varias comedias, de las que no conocemos más que su título. Tal vez esta actividad y la frecuentación de los cómicos hizo que no consiguiera su ordenación de mayores en 1596 por la opinión negativa de sus informantes. En 1599 redactó su primer testamento (seguramente por encontrarse enfermo) y en 1600 fue contratado para enseñar en Villanueva de los Infantes. Un poco después, en 1602, se graduó como licenciado y maestro en Artes por el Colegio de Santiago («vulgo de Cuenca») de la Universidad de Salamanca. No terminó sus estudios de Teología, algo sobre lo que murmurarían sus enemigos al publicar sus primeras obras. Antes de 1604 debía de haber escrito ya su obra Apolo (perdida) y el comentario del Arte poética de Horacio (que tampoco conservamos), también su elocuencia latina, que titula Artis Rhetoricae, impre-

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Casas, 1980, Marras, 1987 y Martín Jiménez, 1993.

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1. JIMÉNEZ PATÓN, VITA ET MORIBUS

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sa sin pie de imprenta y por segunda vez en el Mercurius Trimegistus (1621), muy probablemente también el Epítome de la ortografía (impreso en 1614) y quizá sus Instituciones de la gramática española, curiosa obra gramatical con novedosos planteamientos. Justamente en 1604 apareció en Toledo la primera edición de la que será la obra más importante: la Elocuencia española en arte, primera retórica que escoge ejemplos de escritores españoles. Muy cercanas en propósito y fecha de composición a esta última obra son el Instrumento necesario para adquirir todas artes y ciencias (que no se imprimió, pero se conserva manuscrita) y el Perfecto predicador (que se publicaría en 1612). La primera es una dialéctica en romance, seguidora de la obra del Brocense; la segunda, una especie de manual dedicado a los predicadores religiosos, que son los representantes de los oradores en su época, según él. Junto con la Retórica que Patón trataba en la Elocuencia delineaban un todo armónico; así lo reconocían algunos de sus amigos y él mismo. En 1610 su vida cambió notablemente porque contrajo matrimonio con Juana de Hervás, también de Almedina, con la que tendría varios hijos: Apolonia, María, Félix (nacido en 1614) y Alonso (nacido un año después), los dos únicos que sobrevivieron hasta la edad adulta; el último continuaría su estirpe. Publicó en 1615 los Proverbios morales de Alonso de Barros, concordados por él mismo (segunda edición en 1617) y por esos mismos años sumó diversos honores, pues obtuvo el nombramiento de notario apostólico de la Curia romana y el de correo mayor del Campo de Montiel en 1616. La Universidad de Baeza recibió en 1619 el borrador de su Mercurius y extendió un acuerdo por el que se comprometía a enseñar en sus escuelas. Se imprimió en 1621 con todos los honores, comprende la segunda edición de la Elocuencia y de las Instituciones de la gramática, de la ya citada Artis Rhetoricae y la primera de la Elocuencia sacra junto con un buen número de pareceres y observaciones, poemas encomiásticos de todo tipo, a los que Patón fue muy aficionado, quizá para acallar las duras críticas que le dedicó un sector académico. Parece que su labor filológica estaba a punto de terminar, pero Patón era ya por esas fechas un escritor reconocido y se prodigó sobre los asuntos más peregrinos: en 1619 aparece su Discurso de la langosta, que intenta ofrecer soluciones para acabar con tal plaga en la Mancha.

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Su hijo Félix entró como carmelita en 1627, con solo trece años, es algo con lo que Patón no estuvo de acuerdo nunca y que le costó más de un disgusto. Utilizó toda su influencia para demostrar que lo habían captado a la fuerza y consiguió nada menos que un mandato del papa Urbano VIII para que los carmelitas permitieran que el novicio Félix de la Resurrección se presentase a declarar. El contenido de dicha declaración debió ser un golpe insuperable para Bartolomé: su hijo le pidió que le dejara en paz porque su vocación era verdadera y su progenitor quería apartarlo de ella. Por desgracia, en 1632 el joven murió, dos años después de haber profesado. Debió de suponer una inflexión en su carrera profesional y en su vida. Pero lo cierto es que hacia 1628 Patón tenía ya compuesta casi toda su obra, este año marca el límite de sus comentarios a Marcial, que fue publicando sueltos (y de los que conocemos impresos cerca de una veintena), también las obras Cátedra de erudición y El virtuoso discreto —ambas quedaron manuscritas—; más suerte tuvo la Historia de Jaén, en colaboración con Pedro Ordóñez de Ceballos, y el Discurso de los tufos (acabado por estos años, aunque impreso en 1639, que incorpora la famosa «Epístola censoria» de su amigo Quevedo), o la Decente colocación de la Santa Cruz, también acabado por esas fechas, aunque impreso en 1635. Por esos años planeó la edición de su obra completa, en una recopilación en ocho tomos que tituló Comentarios de erudición, de los cuales solo nos ha llegado el cuarto en forma de manuscrito, en parte autógrafo, que incorpora buen número de obras interesantes, entre ellas el Albergue de pobres o el Discurso de la tasa del pan. Un poco posteriores a ese año son sus últimas obras, de variada temática pero entre las que abundan las de crítica de costumbres, al estilo del Discurso de los tufos, junto con las de exégesis filológica: entre estas últimas están la Declaración magistral de la sátira 6 de Juvenal (impresa en 1632) o la Declaración preámbula del salmo 118 (impreso en 1633); entre las primeras el Discurso en favor del santo y loable estatuto de la limpieza y la Reforma de trajes (impresos en 1638), esta última obra acompaña el «Discurso sobre el buen uso del tabaco». Patón murió el 12 de abril de 1640 al frente de su cátedra de Elocuencia en Villanueva, seguramente compartiendo los achaques y la conversación de amigos como el ya citado Francisco de Quevedo6. 6

La biografía del maestro es conocida, en parte, gracias a que Benito Maestre (Maestre, «Biografías. Ximénez Patón», en El Siglo Pintoresco, I) dio bastantes datos,

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1.2. CARÁCTER

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E IDEOLOGÍA

Muy parecida nos parecen las vidas de Patón y la de su antecesor Pedro Simón Abril, hasta el punto de que varias de las ideas de aquel se adaptan directamente de la de este, pero no solo las ideas. La ciudad de Alcaraz los unió en lo espacial y en ella el empleo de maestro de Gramática, Simón Abril había nacido en tal sitio y desempeñaría en dos ocasiones tal puesto; Patón llegaría a él algunos años después, pero siempre se consideró heredero de la profesión y tal vez de buena parte de los métodos de su antecesor. Evidentemente se ha puesto de manifiesto la distancia entre los dos humanistas, pero no es menos evidente también su cercanía: su ‘asendereada vida’, más errante en el caso de Simón Abril que en el de Patón, su exiguo sueldo, la ‘tiranía’ de las villas o ciudades que los contrataban con tan escaso emolumento, tan escaso que muchas veces impedía incluso el traslado a otra más ventajosa por la falta de dinero. También son comparables sus ideas sobre la importancia de la enseñanza, o sobre la importancia del castellano en ella como medio para facilitarla, el estudio y traducción de los autores clásicos, el método para que los alumnos aprendieran —porque sus obras siempre estaban guiadas de un interés pedagógico evidente—, el continuo afán en la edición como manera de difundir más su pensamiento, la no conformidad con lo establecido o aceptado generalmente (la manera de enseñar, los errores que había en ella, etc.). El laminitano Simón Abril es, en cierto modo, el referente de Laminio-Patón, pero también el modelo que hay que superar, el maestro al que el discípulo quiere aventajar de alguna forma, por eso también se permite contradecirlo, por ejemplo cuando defiende su Instrumento dialéctico frente a la Lógica de su antepasado. Pero Simón Abril hace un análisis de la cultura española un tanto diferente del que hace Patón, para el primero hay que reformar buena parte de los estudios de las diversas disciplinas, estancados como están o abandonados; para Patón, sin embargo, en España se ha alcanzado apoyándose en los documentos que había encontrado sobre todo en los archivos del pueblo natal del gramático, Almedina (Ciudad Real). Pérez Pastor, 1907, aportó importantes referencias a su actividad como poeta y comediógrafo. Ver igualmente Entrambasaguas, 1946;Vilanova, 1953 y, sobre todo, Quilis-Rozas, 1965, y más recientemente Beardsley, 1986 entre otros.

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la más alta monarquía de las ciencias, prácticamente en todas las disciplinas, como señala en el prólogo Al lector de su Instrumento, que reproduzco. Aparte de lo dicho, Patón es un hombre que sufre una particular evolución personal, según podemos apreciar en sus obras, como ya había anticipado Beardsley.Al joven preceptor de Alcaraz, que parece que tenía relación con los cómicos, porque escribía comedias de título bastante profano para representar, le sucede el humanista erudito y sabio de principios de siglo que, a su vez, va dejando paso al ceñudo moralista, muy relacionado con la Inquisición, desde que lo nombraran notario en Villanueva primero y en Murcia después. La ortodoxia cristiana que desde sus años de preceptor lo acompañó parece que evolucionó hacia posiciones más recalcitrantes en sus últimos escritos, publicados en la década de los 30. Patón, lo hemos visto, pretendió hacerse clérigo desde muy pronto, y sin duda presumía de cristiano viejo y de estar emparentado con el futuro santo Tomás de Villanueva. Al final de su vida hace una defensa fervorosa de los estatutos de limpieza de sangre, y así lo que era sentimiento cristiano en el intento de extender la educación a todos los estados (en su carta de 1622 reproducida en el apéndice) se convierte aquí en un cerrar el paso a todos los descendientes de ‘infectos’ que pretendían cargos en comunidades, religiones, iglesias y demás lugares. Su cruzada personal contra la moda y las novedades de todo tipo que se iban introduciendo en la España de su tiempo se convierte en una crítica social furibunda y fundamentalista que es capaz de causar incluso comentarios irónicos a otros contemporáneos. Patón tuvo también sus detractores, como afirma su discípulo Tornel Mejía: Y esto sólo bastaba para deshacer las objeciones que casi sin autor (pues es tal que no se atreve a declarar) se le han opuesto estos días haciendo su efecto la envidia, que se anda tras la facilidad que acompaña al rico, virtuoso o sabio. Por quien dice con justas causas maior inuidia, Horacio, que el que esto alcanzase engrandece y aumenta su nombre por la envidia. Esta, pues, le opone acerca de su método que tiene parte en la culpa reprehendida (y con razón) de San Celestino, escribiendo a los de Constantinopla, el cual dice: «Ciertamente, algunos publican novedades de dotrinas con deseo de vana gloria y por parecer ingeniosos y agudos,

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entendiendo que han de alcanzar grande alabanza de sus invenciones, huyendo de hablar y enseñar como los antiguos». No es de los comprehendidos en estas reprehensiones, porque si ha descubierto algunas novedades (que él las niega) son de las que el derecho acredita en los Digestos, diciendo: In nouis rebus constituendis euidens utilitas esse debet. El que la nuestra tenga, la esperiencia lo enseña. Una parte es la brevedad ajena del vicio que escurece, antes muy conforme con la dotrina de Quintiliano que aprueba en el enseñar el orden, discurso y método, y riñe, con justas causas, a los que detienen mucho tiempo los oyentes por cualquier respeto que sea, pudiendo enseñallos breve. Otra parte es la evidencia de su dotrina, pues de la cosa menor da las causas, porque dice con Aristóteles que si éstas se inoran no hay saber, y estas, según Cicerón en sus Academias, el tiempo las descubre, y el de Aquino afirma que manifestándose tales al entendimiento, se puede mudar el arte. Porque no está toda la verdad descubierta, que alguna se quedó a los venideros, como en las Indias a los Colones y Corteses se les comunicaron tierras nuevas y quedaron otras que descubriesen otros. Persuádome que sus quejas son de las que reprehende Horacio: Turpe putant parere minoribus, et quae imberbes didicere senes perdenda fateri, y también porque: nihil putant rectum, nisi quod placuit sibi. No tienen razón que éstas lo son muy conforme a ella, y no hay cosa de las que enseña que no tenga más antigüedad que la dotrina que ellos tienen por muy anciana. Pues por esta causa le oímos afirmar siempre que tal ocasión se ofrece que de lo que se precia es de resucitar pensamientos muertos por descuido de los pasados. Repite a este propósito aquella sentencia del Orador, en el suyo perfeto, donde dice: «Algunos me reprehenderán que ando descubriendo caminos estraordinarios, mas yo entiendo que parece que digo cosas muy nuevas, cuando repito las muy antiguas, y que si las han oído pocos, ha sido porque las han dejado y olvidado». Y que esto sea verdad constará a quien hiciere discurso por el de su dotrina.

También la brevedad parece herencia de Simón Abril, que estaba preocupado de la misma manera que Patón en llegar fácilmente a sus alumnos y en hacerse comprensible para ellos. Por su parte, el desprecio de las novedades lo llevó a defender una y otra vez que no hacía sino rescatar opiniones muy antiguas que dormían en el olvido de sus contemporáneos, de ahí que se alegrara de comprobar que la originalidad de su doctrina tenía antecedentes, ya fueran clásicos como

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Platón (Instituciones gramáticas) o modernos como Marqués de Careaga (Reforma de trajes). Parece que nunca superó la crítica de los que le acusaban de no tener autoridad moral suficiente para dar fuerza a sus escritos, por no haber completado su formación universitaria (los estudios de Teología, que entonces tanto prestigio daban). Patón se defendió siempre de tales acusaciones, pero para contrarrestarlas publicó con sus obras un sinfín de juicios, alabanzas, pareceres y aceptaciones de cuantos amigos quisieron escribírselos para acompañarlas. Parece como si el humanista hubiera procedido por acumulación y, de hecho, muchos de sus amigos en esos escritos salen al paso de detractores y críticos. Patón tiene una preocupación eminentemente pedagógica, como ya había observado Manuel Peñalver Castillo7, razón por la cual quiere ser práctico, breve, claro y añadir muchos ejemplos a su formulación teórica. Si sus Instituciones gramáticas se dan para que el alumno español aprenda latín en su propia lengua, las Instituciones de la gramática española tienen la misión de enseñar al estudiante extranjero la lengua española, porque según su opinión está a la misma altura que la latina y es similar en muchos aspectos en su gramática. Dentro de la idea de laus Hispaniae, de la que también participa Quevedo8, y teniendo en cuenta el sentido providencialista que para ambos tiene España, la glorificación de la lengua es de alguna manera también una forma de engrandecer a la patria, de singularizarla y de considerarla única y elegida por Dios para cumplir una santa misión en la Historia. Por eso mismo Patón introducirá ejemplos españoles en su Elocuencia española en arte, escrita unos pocos años después de su elocuencia romana (Artis Rhetoricae), por eso mismo deplorará al culteranismo, palabra inventada por él —según Lope—, porque no puede consentir que se introduzcan novedades en una lengua que él considera perfecta y que no tiene que importar palabras ni modos de lenguas que están a su misma altura, como el latín. Para él la literatura española —en el más amplio sentido— sobresale en todos los campos, como escribe en su prólogo al Instrumento, también en la misma línea de Quevedo en su manuscrito España defendida.

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Peñalver, 1993, p. 95. Ver Vivar, 2002.

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Evidentemente, como en el caso del autor del Buscón, estamos ante el caso de una ‘España imaginada’, un ente ficticio para el que se inventa en la misma época de Patón y Quevedo una serie de supercherías con objeto de engrandecerlo: el descubrimiento de las reliquias y manuscritos en Granada, que de alguna forma sustentan opiniones sobre la lengua como la de autores como Gregorio López Madera, a quien sigue Patón a pies juntillas para asegurar la antigüedad del español frente al latín. Sin embargo, Patón mismo confiesa que se deja llevar por este autor, aun cuando su opinión había sido la contraria9. Por supuesto que conoce también las teorías de Alderete, pero no las toma en consideración porque no se avienen con su manera de ver la realidad y porque no puede aceptar que el castellano sea un latín corrompido. Sería para él manchar el origen de una lengua tan antigua y tan perfecta como la que corresponde a un pueblo elegido por Dios. Choca ese carácter crédulo hacia las supercherías de la época en un hombre que, sin embargo, tuvo la genialidad de anticipar muchas teorías y maneras de ver los problemas científicos.

1.3. RELACIONES

CON SUS CONTEMPORÁNEOS.

LOPE

DE

VEGA, QUEVEDO

Y OTROS

En lo que se refiere a sus relaciones, Jiménez Patón fue un hombre querido por sus contemporáneos, amigos y discípulos y admirado, entre otros, por literatos como Lope de Vega o Quevedo, humanistas como Cascales, Pedro de Valencia, Martínez de Miota, Ordóñez de Ceballos y tantos otros. Por otra parte, Patón fue el referente de buen número de estudiosos que siguieron la senda de sus enseñanzas y las desperdigaron en las muchas cátedras de Gramática que se diseminaron por la geografía española. Pero será bueno refrescar la conexión de estos autores, y especialmente de Quevedo y Lope, en el plano biográfico, antes de que pase9 «Confieso que dejándome llevar por parecer de muchos había errado en tener nuestra lengua por latín corrompido, mas he visto estos días con mucha atención el agudo y doctísimo discurso que sobre esto hace el doctor Gregorio López Madera» (Patón, Mercurius Trimegistus, p. 541).Ver Bahner, 1966, p. 116 para un resumen del problema del español primitivo en la época.

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mos a hablar de sus ideas. En lo que se refiere al primero, sabemos hoy que Quevedo y Patón se relacionan precisamente por el medio en que viven,Villanueva, La Torre de Juan Abad, Almedina y también otros lugares cercanos como Beas del Segura. Ambos tienen amigos comunes, como don Sancho de Sandoval, a quien escribe Quevedo en 1636 desde La Torre: «Las cartas que v. m. mandó remitir, se dieron al maestro Patón». También comparten otros amigos como el ya citado don Jerónimo de Medinilla y colaboran en sus libros con escritos aprobatorios, como ocurre en el ya citado del anterior (1637) o en la traducción de la comedia portuguesa Eufrosina (1631), que se debe a don Fernando de Ballesteros de Saavedra, natural de Villanueva y capitán de las milicias del Campo de Montiel y buen amigo de Patón y de Quevedo; como también lo era un familiar de este, el licenciado Fernando de Ballesteros de Saavedra, que escribe a Quevedo en varias ocasiones. Así nos consta por su carta de 1642, donde le dice que hace mucho tiempo que no le escribe y que: «nunca en mí ha faltado la voluntad, que nació en tan tiernos años» y que alentó siempre el caballero de Santiago. A Ballesteros dirige Patón las dos ediciones de su Elocuencia. Otros amigos que comparten son don Alonso Mexía de Leiva, a quien Quevedo dirige el Cuento de cuentos, que es la persona que contribuye con escritos aprobatorios a varias obras de Patón como la Ortografía, los Proverbios concordados o el Mercurius. Tal vez fuera este personaje o cualquiera de los otros citados quien pusiera en contacto a los dos grandes nombres que protagonizan estas líneas. Pero desde luego no coincido con la opinión de Quilis y Rozas de que las relaciones entre ambos resultan ‘muy oscuras’ o que Patón trata al gran satírico ‘un tanto fríamente’ (pp. XLIV-XLV), aunque reconocen estos ilustres estudiosos que el alejamiento de la corte de ambos debió unirlos. Patón se contrata para enseñar Gramática en Villanueva a principios de siglo, en 1600, aunque antes ya había trabajado en la villa, y a partir de ahí prácticamente ya no saldría de ella sino esporádicamente para licenciarse y doctorarse. De hecho Quevedo se aloja en casa de Patón en Villanueva en diversas ocasiones, sobre todo cuando necesita las medicinas de la farmacia que existía en este lugar, y se sigue alojando en casa del maestro de gramática hasta después de su muerte, en el año 1640. Los últimos años del gran escritor tal vez los pasó con los familiares del amigo desaparecido, pues leemos en su co-

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rrespondencia que se aloja en tal casa, aunque —como es lógico— el ayuntamiento de Villanueva habría reparado la ausencia de Patón con otro maestro. Quevedo viaja con regularidad a La Torre de Juan Abad, al menos desde 1610, y es curioso que desde ese lugar firme tratados neoestoicos, como si se tratara de un sabio al que el retiro en el campo10 le permitiera enjuiciar los asuntos de la corte y mostrar el desengaño desde una óptica no muy diferente a la que esboza Patón en algunas de sus obras. Aunque su comunicación debió de ser frecuente, es curioso señalar que no se nos conserva ninguna carta entre Quevedo y Patón, aunque esta afirmación la matizaré un poco más adelante. La convivencia entre Patón y Quevedo derivó en una admiración mutua, de la que conservamos especialmente muestras en las diferentes ocasiones en que el primero recogió textos del segundo para ilustrar sus escritos. Son muchos los textos de Quevedo que escoge Patón como ejemplo de su Elocuencia española en arte (1604-21) y siempre que se refiere a su autor lo hace como el docto español, ingenioso o fórmula parecida. Quevedo es después de Lope y algún otro nombre una de las autoridades preferidas por el maestro manchego, como han estudiado los profesores Quilis y Rozas. Su relación con Lope parece mucho más clara y así lo han puesto de manifiesto los estudiosos: Patón admira al Fénix, confiesa en su Elocuencia que, si quisiera, podría ilustrarla sólo con ejemplos tomados de su obra y de hecho aporta buen número; se atreve a replicar a aquellos que lo han acusado de no guardar los preceptos, cuando él demuestra que domina los de la retórica, y a pesar de que su opinión hacia el teatro será con el avanzar de los años un tanto crítica, no censura en absoluto nada de la producción del maestro Lope. Patón le manda sus obras, le pide que las enseñe a los amigos comunes, tal vez también que le consiga valedores y poemas laudatorios. A cambio, el humanista alaba al poeta y esa alabanza se utiliza, con muchas otras, para salir al paso de las críticas de Torres Rámila y otros. Sorprende que no escriba nada a su muerte, pero en ese tiempo Patón está más bien retirado del mundo sin duda disponiendo todo para cuando llegara la suya.

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Jauralde, 1999, p. 222.

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Escriben Rozas y Quilis que nada debió de halagar más al vanidoso Lope que verse tratado como un clásico en la Elocuencia española en arte, quizá por eso y por la amistad con Patón, Lope difundió todo lo que pudo los escritos de aquel y le consiguió al maestro elogios y aprobaciones de sus diferentes amigos. Por si fuera poco, también le escribió varias cartas amigables, donde hablaba bien de sus libros, tan alejados en el tiempo como el Perfecto predicador (1605?) y el Discurso de los tufos (1627). Nada más lejos la vida disoluta del autor de tantas comedias y hombre de éxito en la corte de la del recogido maestro de Gramática en la Mancha, pero eso nunca impidió la admiración literaria, al menos hasta la edición del Mercurius. Después da la impresión de que a la admiración por el artificio retórico sucede la admiración por el carácter censor y el contenido moral de las obras literarias, gusta más el Quevedo satírico y moralista de la «Epístola censoria» y otras obras que aparecen citadas o reproducidas en su integridad en el Discurso de los tufos o los fragmentos igualmente críticos y morales de fray Hernando de Talavera en la Reforma de trajes. Poco sabemos sobre si tuvo trato con Cervantes, desde luego conoció su obra máxima, como no podía ser de otra manera, indudablemente cercana por la geografía, pero la trató como a otros grandes libros de nuestra literatura, como un libro de entretenimiento y de burlas. Por otra parte, su militancia en el bando de Lope le tuvo que hacer recelar de la valía de aquel ingenio lego —como consideraban a Cervantes algunos contemporáneos. En las obras del maestro no aparecen citados los libros del genio alcalaíno: no aparece la Galatea en la primera Elocuencia ni se citan el Quijote, las Ejemplares, el Persiles o el teatro en la segunda. La relación con Cascales merece algún detenimiento más. Figura muy parecida a la de Patón es esta del humanista murciano, tal vez por cuya mediación obtuvo el maestro de Almedina determinados cargos relacionados con la Inquisición. Cascales demuestra su amistad enviando a Patón una serie de epigramas —al estilo de los de Marcial— compuestos por él, con los que intenta sacarle de su melancolía, dichos epigramas se recogen en sus Cartas filológicas y en uno de ellos escoge a su amigo precisamente como protagonista. Por su parte, el clérigo y aventurero Pedro Ordóñez de Ceballos también fue amigo de Patón, hasta el punto de mantener ambos una curiosa correspondencia, parte de la cual se publica en los prelimina-

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res de la obra histórica que cito inmediatamente. Patón admiraba al viajero Ceballos y le propuso colaborar en lo que sería la Historia de Jaén; por su parte, Ordóñez de Ceballos que se mostró muy agradecido con el maestro manchego, le dedicó su obra Tratado de las relaciones verdaderas del reino de la China, contemporánea en fecha a la obra anterior11.

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«Dirigido al elocuentísimo maestro Bartolomé Jiménez Patón». Se conservan ejemplares de este curioso opúsculo de 52 hojas en la British Library y en la Biblioteca Bartolomé March.

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2.1. EL

ESPAÑOL: SU ORIGEN Y LA CONVENIENCIA DE SU USO EN LA

EDUCACIÓN

Para Patón el concepto de lengua española sufre una evolución importante en lo que se refiere a su origen: primero considera que el español deriva del latín corrompido y después, seguramente a raíz de la publicación de Gregorio López Madera en 1601, evoluciona a pensar que el español es una de las setenta y dos lenguas que resultaron de la confusión de la torre de Babel. Patón participa, pues, de la credulidad ambiente en una época en que las falsificaciones de la historia estaban más que de moda1. Las gramáticas de las lenguas están emparentadas, porque —según su opinión— Dios misericordioso permitió que hubiese semejanzas entre ellas para que la incomunicación de los diferentes pueblos no fuera total. Razón por la cual el propio Patón puede publicar una gramática latina y adaptarla luego a la castellana, con las modificaciones lógicas. Surgen así las Instituciones gramáticas y las Instituciones de la gramática española. Para él el español es lengua porque posee también una serie de dialectos, como la lengua valenciana, la gallega, etc. Una lengua tan antigua como el hebreo y, por supuesto, más antigua que el latín, al que presta términos, ‘hispanismos’ en lenguaje de Patón. Es consciente también de la existencia del vasco, ajeno por completo al abanico de dialectos que enumera. Por otra parte, señala también el vizcaíno, el morisco y otros. Consecuencia de todo ello es la capacitación de

1

Ver Binotti, 1995, también para el aspecto histórico del problema Caro Baroja, 1991, pp. 83-114.

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la lengua para todo tipo de contenidos, razón por la cual se debe escribir todo tipo de libros en ella. Patón cree que prácticamente en todas las ciencias se ha cubierto este objetivo, excepto en la disciplina de la Dialéctica, razón por la cual emprende él la composición de su Instrumento. La perfección de la lengua española hace que no necesite de novedades, por más que el cultivo de las ciencias haga posible que se introduzcan términos de otras lenguas en la nuestra. Esa cerrazón a los cambios le lleva a despreciar innovaciones pasajeras, que para él no son sino jerigonzas como la lengua junciana, que se puso de moda en Salamanca durante algún tiempo, o la lengua de los cultos, la por él bautizada como culteranismo, que de la misma manera auguraba que pasaría como moda que era. Para Patón es bueno que los niños aprendan la lengua desde pequeños, con personas que sean capaces de instruirlos en lo más puro del lenguaje. Porque para él el caudal de una persona se manifiesta también en su forma de hablar, como rescribe varias veces en su Comentarios de erudición. Se ha señalado repetidas veces la importancia que tiene el uso para él, también que es heredero de alguna forma de Juan de Valdés y de su máxima «escribo como hablo», que parece desarrollar en sus escritos. También en ese punto es antecedente del maestro Correas. Es sabida la influencia de Patón en éste, como hace tiempo demostraron los profesores Quilis y Rozas: además de los detalles concretos, hay confluencias de pensamiento que les llevaron a pensar en la sintonía de ambos gramáticos2. Es un dato de indudable interés la ‘modernidad’ del pensamiento de Patón y también su independencia en ocasiones, el hecho de que llegara al convencimiento después de la experiencia propia y a pesar de la contradicción que hombres de mejor posición científica que la suya le pudieran hacer. Los estudiosos citados sitúan a Patón entre Nebrija, el Brocense y Correas, señalando las deudas que tiene para con los primeros, pero también las ide2

Quilis-Rozas, 1963, pp. 81-95. Obsérvese que esa relación mutua se cumple en múltiples aspectos, por cuanto Correas —como Patón— también creía en el origen autónomo del castellano con respecto al latín y, como señalan Quilis y Rozas, en cierto modo su Trilingüe responde al mismo principio del Mercurius de Patón. Está fuera de duda el patriotismo de ambos, el amor a la lengua que los hace equivocarse en ese punto concreto de la anterioridad del castellano al latín.

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as que le debe el último; ahora bien, es preciso ampliar el eje de coordenadas en el que se mueve el maestro, introduciendo esa multitud de explicaciones del Arte de Nebrija que se llevaron a cabo en los años en los que él está empezando a escribir su gramática latina (las Instituciones gramáticas) y la castellana (Instituciones de la gramática española). No se puede entender su postura sin relacionarla con las adiciones y comentos del padre Juan Luis de la Cerda y de tantos otros comentaristas. Para Peñalver su metodología es sencilla: acompañar la teoría con los ejemplos, como fieles aliados de sus explicaciones pensando sobre todo en sus alumnos, porque una de las características más notables de Patón es su «dimensión pedagógica»3. En efecto, Patón es amigo de la claridad porque o bien escribe para sus alumnos o para las personas que, sin saberla, quieren aprender gramática latina o española. Gusta también de la brevedad en sus escritos, por definición, como si de esa manera lo sintético del mensaje que nos da fuera más fácil de retener: sus contemporáneos alaban el tamaño de sus obras y llaman ‘pequeños’ a tratados como la Elocuencia, el Instrumento o el Perfecto predicador. Ideas originales sobre las cinco partes de la oración o la exclusión de ellas de la interjección o del participio son novedades que Patón no considera como tales, porque afirma haberlas ‘descubierto’ en autores clásicos, tiempo después de haber llegado él a esa conclusión. Patón no es amigo de novedades, pero tampoco es de los que aceptan una opinión común por el hecho de estar muy extendida, si a sus alcances parece falsa. Juan M. Lope Blanch ha escrito que su obra gramatical «no obstante su brevedad y aparente sencillez, [es] obra de un verdadero gramático, de pensamiento independiente y original»4, hasta tal punto que supera al resto de los gramáticos de su época, que seguían teorías herederas de la tradición clásica, alejadas de la suya (por ejemplo, en lo que se refiere a las partes de la oración). Este mismo estudioso ha señalado que la riqueza teórica de las Instituciones de la gramática española nunca se había igualado anteriormente5. De hecho, dos de los estudiosos y editores más importantes de Patón, los profe-

3 4 5

Peñalver, 1993, pp. 95-96. Lope Blanch, 1990, p. 12. Lope Blanch, 1990, p. 60.

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sores Quilis y Rozas, han defendido su originalidad también y la influencia que ejerció en un gramático tan importante como el maestro Correas6. Ha escrito Margarita Lliteras que Patón «se declara partidario del uso como factor determinante de la gramática y de la ortografía»7, porque este otorga un valor indiscutible al término que se emplea y porque las lenguas cambian con el tiempo, sin que por eso se entienda que se corrompen, antes bien, se perfeccionan. Está claro para Patón, sin embargo, que determinados usos sí corrompen la lengua, son las modas lingüísticas, las afectaciones de todo tipo que intentan imitar al latín para dar prestigio al castellano, cuando lo que hay que hacer es demostrar la propiedad de esta lengua, equiparable a la otra, dado que «tiene su idioma y dialectos propios», también gramática y ortografía propias. Así pues, «la naturalidad renacentista» va dejando paso a la «progresiva aceptación del artificio»8, y entre los romancistas como Correas o Villar se sitúa Patón. Patón tiene concebido su sistema gramatical que luego expone en los impresos citados antes de final del siglo XVI, de hecho su discípulo Tornel Mejía, en la «Apología» que hace del maestro e imprime al final de las Instituciones de la gramática española declara que: La aprobación que le faltaba a su dotrina se la ha dado el Consejo Real con mandar que no se enseñe (bajo de graves penas) otra gramática, sino la del Arte nuevo en que sus discípulos nos hallamos muy viejos, diestros y ensayados, negocio que a pocos sucedió, por estarse (como dicen) templados a lo viejo.

Está aludiendo claramente a la cédula real de 1598 en que se obliga a que se enseñe la Gramática exclusivamente por el Arte reformado de Antonio de Nebrija, que se encargaría de llevar a cabo, entre otros, el jesuita padre Juan Luis de la Cerda. La fecha de las Instituciones gramáticas y de las Instituciones de la gramática española es bastante posterior. La segunda obra se imprime hacia 1614, como tal impreso parece posterior a 1611 y, quizá a 1612, porque se alude en determinados momentos al Tesoro de la lengua cas6 7 8

Quilis-Rozas, 1963, pp. 81-93. Lliteras, 2002, p. 299. Lliteras, 2002, p. 303.

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tellana (1611) de Covarrubias o a su Perfecto predicador (1612), pero también se hace referencia a la Ortografía, que se imprime en 1614. El hecho de que esta obra y la Instituciones de la gramática suelen encontrarse encuadernadas juntas y la cercanía tipográfica entre ambas ha llevado a suponer a los investigadores que también estarían impresas en Baeza en ese año, pero no tenemos seguridad plena de tal cosa. Hay que notar que ya en la primera edición de la Elocuencia española en arte introduce Patón varios fragmentos de contenido gramatical que pueden indicarnos que tiene ‘pensada’ al menos su obra referida a estas cuestiones. Dicen así: Por ser el uso más ordinario de esta figura por comparativos, di[r]é9 algo de ellos y sus superlativos, aunque los españoles carecen de regular formación, mas hácense anteponiendo a los positivos algunas de las diciones que significan comparación. Las diciones que se suelen anteponer a los positivos son «más» y «muy», como «santo, más santo, muy santo».Y algunas veces esta partícula «mucho» sirve para los comparativos y superlativos. Los comparativos que son anómalos, o irregulares a los latinos, en lengua española resciben comparación de dos maneras: la una es la común, que ya hemos dicho, la otra es irregular; y los superlativos de estos anómalos se forman de dos maneras, como «bueno, más bueno, muy bueno», o «bueno, mejor, bonísimo»; «malo, más malo», o «malo, peor, malísimo»; «grande, más grande, muy grande», o «grande, mayor, summo»; «pequeño, más, muy», o «menor, pequeñísimo, o mínimo». De los superlativos son dos las terminaciones, «simo», «érrimo», y aunque algo latinada «paupérrimo», «acérrimo». La otra que otros ponen es del todo latina, y así la dejo. Los comparativos y superlativos femeninos, de los masculinos mudando «o» en «a», de lo cual el uso da innumerables ejemplos. Pues de éstos, así comparativos como superlativos, es muy ordinario el uso para esta exornación hiperbólica, así aumentando como disminuyendo, como consta en los ejemplos. [...] Y para que más bien se conozca esta variación, quise poner aquí esta nota y regla de Arte de lengua española: las terminaciones de los nombres son varias y, aunque tienen seis casos, no difieren en la inflexión, mas conócense y se distinguen por los artículos y números, el caso y número del nombre, y por las preposiciones; tiene todos los géneros como la latina y griega. Los nombres españoles, o acaban en vocal, o en consonante; los

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En el texto ‘dice’.

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que en vocal, forman el plural añadiendo al singular una «s», como hombre, hombres; agua, aguas. Los que acaban en consonante forman casi siempre el plural añadiendo esta sílaba, «es», como mujer, mujeres; varón, varones. Algunos nombres hay acabados en diptongos, que forman el plural añadiendo esta sílaba, «es», como rey, reyes; ley, leyes; buey, bueyes. En cuanto al los géneros, todos los nombres españoles acabados en «a» son femeninos, como tabla, paja, mesa; los que se acaban en «o» son, o masculinos, o neutros; los que en «e» son, o masculinos, o femeninos, como el guante, la calle. Pues habiendo variación en género, número, o caso en razón de la adjuncta preposición, se da la figura traductión, de quien hemos dicho. También se puede hacer traducción variando las dicciones por sus patronímicos, para lo cual daremos la regla española que en ello se ha de guardar (que en esto no es inferior a la latina y griega): todos los nombres proprios acabados en «ez» son patronímicos, así como Hernández viene de Hernando; López, de Lope; Martínez, de Martín; Jiménez, de Jimeno; Álvarez, de Álvaro; Enríquez, de Enrique; Pérez, de Pedro; de Diego se decía Díez, ya se dice Díaz; de Rodrigo, que alterado se dijo Ruy, como Ruy Díaz, se dice Ruiz; y otros se acaban así: Ortiz, Madriz, Oñiz, de los cuales verá quien quisiere en un romance que hizo don Luis de Góngora, que dice: Escuchadme un rato atento. Y aquí también se reducen los conjugados, de que usó el licenciado Alonso Sánchez Arias en la canción citada: Cual los de Roma, Rómulo con Remo. Lo que hay más que decir destos nombres, a la larga lo tratamos en nuestro Apolo (ed. Martín, p. 161).

Obsérvese que remite a una obra, hoy perdida, que se titularía Apolo, que bien podría ser el título provisional con que el maestro almedinense quería designar a alguna de sus obritas sobre gramática, si bien otras referencias a este Apolo en la misma Elocuencia hacen pensar más bien en contenido de tipo literario. Cuando Patón se refiere al Arte de lengua española muy probablemente quiere aludir al de Nebrija reformado. Tampoco tenemos fecha para las Instituciones gramáticas, aunque son claramente anteriores, porque ya se mencionan (aunque sin citar tal título) en la gramática castellana de Patón. He sugerido en otro lugar que tal vez haya que localizarlas en fecha cercana a 1605, pero su impresión parece posterior, y aún en algún momento para hacer alusión a alguna idea recogida en la gramática de Diego López (1610), lo que retrotraería un tanto su datación.

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Ambas obritas son los que dicen Quilis y Rozas a propósito de las Instituciones de la gramática española un «opúsculo donde anota sus conceptos gramaticales»10. No son, como dicen los estudiosos citados, tratados de gramática, son apuntes que podrían servir a sus alumnos de clase, como complemento a otras obras de mayor empeño, como la del ya citado Juan Luis de la Cerda o la de Nebrija o el Brocense. Probablemente Patón prefería manuales en castellano, por tanto la Minerva de este último tal vez no la recomendara a sus jóvenes estudiantes. Pero no hay que olvidar aquellas palabras que el propio Patón escribe en las Instituciones de la gramática española, según las cuales el destinatario de esta obrita sería el público extranjero que desea aprender español. Pero llama la atención la «ausencia de erudición», en comparación con otros escritos del maestro, como también han señalado los estudiosos citados. Se explica por la misma razón que lo anterior, por el destinatario que Patón escoge, pero también por una idea que le obsesionó siempre, la de la brevedad.Tanto el Compendio latino, como la Elocuencia como el Instrumento o el Perfecto predicador, todos de hacia 1604 o 1605 se guían por esa intención de resumir, de presentar compendiadamente lo que se sabe sobre una disciplina para que sea más fácil retenerlo. Las ideas novedosas sobre diferentes puntos de la Gramática asoman por aquí y por allá: las cinco partes de la Gramática, que choca contra todos los gramáticos anteriores y que parece tener en cuenta el padre La Cerda en su Arte nuevo. Patón, independiente de criterio, reacciona contra una idea común que es falsa, según su opinión. Pero de esas cinco partes dos le parecen fundamentales: el nombre y el verbo y las otras complementarias, adverbio, preposición y conjunción. Excluye partes como la interjección o el participio, con un criterio que los estudiosos han coincidido en señalar como ‘moderno’.

2.2. LAS INSTITUCIONES GRAMÁTICAS, ORIGEN DE LA GRAMÁTICA CASTELLANA Como he señalado en otro lugar, en la citada biblioteca Zabálburu de Madrid se conservan varias obras impresas del propio Jiménez Patón, una de ellas es el volumen facticio que incorpora dieciocho

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Quilis-Rozas, 1965, p. LXXXV.

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declaraciones magistrales de los epigramas de Marcial, que no añaden ninguna nueva a las que ya se conocían. Mucho más interés tiene, sin embargo, otro volumen facticio en octavo, encuadernado en pergamino, que incorpora un conjunto de seis obras de contenido lingüístico, una parte importante de las cuales pertenece al maestro Patón y de cuya existencia no se tenía noticia alguna. Entre otras obras ajenas, incorpora los siguientes impresos relacionados con Patón11: 1ºBartolomé Ximénez Patón: Epítome de la ortografía latina y castellana (Baeza, Pedro de la Cuesta, 1614). 3º- Juan Ignacio Velasco: Eloquentiae romanae a magistro Bartholomaeo Ximenio Patone elaboratae compendium (Cordubae, Salvatorem de Cea Tesa, MDCXXXVIII)12. 4º- [Grabado: Magister Bartholomeus Ximenius Paton poema latino] / Observationes aliquot in prosodiam13. En el colofón y después de otro grabado: Con Licencia. Impresso en Granada, en casa de Bartolomé de Lorençana. Año 1613. 6º- [Bartolomé Jiménez Patón]: Instituciones grammaticas, s.l., s.i., s.a.14.

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El pequeño volumen, que lleva la signatura 73-61. Ver Madroñal, 2006. No aparece descrita en el Catálogo Colectivo del Patrimonio Bibliográfico Español, tampoco en Valdenebro, 1900, que sí cita un impreso de Salvador de Cea Tesa en Córdoba en 1638 (p. 120b), pero que no tiene que ver con la presente referencia de Patón. Falta igualmente en Niederehe, 1995-1999. (En adelante nos referimos a esta obra por su sigla BICRES). 13 Tampoco aparece descrito en el Catálogo Colectivo del Patrimonio Bibliográfico Español, ni en Gallego Morell, 1997. Falta igualmente en la BICRES. 14 He descrito el volumen completo en Madroñal, 2003. La segunda de estas obras corresponde a Fernando de Vera: Explicación y notas al libro cuarto del Arte que comúnmente se enseña en las Universidades y escuelas de España (Granada, Martín Fernández, 1631).Vera es también autor de la Explicación y notas al libro quinto, que el autor del Arte intitula De syllabarum quantitate & versificandi ratione, con el mismo pie de imprenta (BNM: R/18565-6). La obra es muy similar en su concepción a la de Pedro Collado Peralta Explicación del libro cuarto del Arte nuevo de gramática de Antonio (Valencia, Silvestre Esparsa, 1630), que curiosamente se conserva encuadernada en el volumen facticio de textos impresos de Patón en la Biblioteca Nacional (Quilis-Rozas, 1965, p. liv, nota). El licenciado Fernando de Vera se declara en esta Explicación y notas al libro IV discípulo de Agustín de Herrera, que leyó estas explicaciones en el colegio de la Compañía de Jesús de Granada, y dice escribir estas obras por haberse publicado otras contra el Arte. Cita a menudo al Brocense (pero muchas veces para criticarlo) y desde luego no sigue la doctrina gramatical de Patón, al menos explícitamente. 12

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Aparte del Epítome de la ortografía, las demás son desconocidas y guardan una estrecha relación con el maestro de Almedina, la tercera porque así expresa en su portada que no es más que un compendio de su doctrina expuesta en otra obra; la cuarta, porque hace constar en sus preliminares un poema laudatorio del mismo a una obra seguramente compuesta por uno de sus discípulos, siguiendo sus enseñanzas; por fin, la sexta, porque por las razones que expondré más adelante le pertenece enteramente y es nada menos que una obra suya desconocida y antecedente necesario de otra que sí conocíamos, las Instituciones de la gramática española. Llama la atención que todas estas obras tengan contenido gramatical, como si hubieran sido encuadernadas juntas precisamente por ello y para preservarlas de la segura desaparición, debido a su fragilidad y reducido tamaño. Muy posiblemente dicho volumen facticio perteneciera a alguien cercano a Patón y no es desechable del todo que pudiera pertenecer al maestro de Almedina. Las Eloquentiae romanae, compendiadas por el jesuita Velasco, son un breve tratado dirigido a don Jerónimo de Medinilla y Porres, praetori Cordubae, personaje bien conocido por su relación con Patón y por la traducción que hizo de la Utopía de Tomás Moro, a la que Patón hizo anteceder una aprobación15. Se trata de un manualito en latín que explica la retórica latina de la misma manera que lo hacía la Elocuencia española en arte pero con los esperables ejemplos clásicos; una especie de compendio y una reducción también de la Eloquentia Romana del Mercurius en la que se han suprimido los ejemplos que allí se aportan, pero sigue capítulo por capítulo la obra de Patón. Su autor, o por mejor decir, compendiador de la obra, debe de ser el mismo que Ioannes Innigus Velascus, que se declara presbítero y litterarum humanarum professorum minimus, lectori S. D. y firma una aprobación de cómo acogió el Mercurius en Membrilla en 1618, que se publica después de la obra (1621); también, como catedrático de Membrilla, da cuenta de que acoge el libro para explicarlo en su escuela. Por su parte, las Observationes aliquot in prosodiam, mayoritariamente en latín también, pero con partes en castellano, son un tratado elemental de métrica latina, que sigue el libro quinto del Arte de Nebrija,

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La obra se imprimió en Granada en 1638 por Andrés Santiago Palomino. Ver Quilis-Rozas, 1965, pp. LXIV-LXV. Patón se refiere a dicho libro, la traducción de la Utopía, y a su autor, también en su Reforma de trajes (Baeza, 1638).

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donde se da cuenta de los tipos de versos y medidas. Sabemos de la opinión de Patón, expresada en la Declaración de la epigrama griega, de que la Prosodia es «facultad distinta» de la Gramática, pero necesaria para enseñar la correcta pronunciación, de ahí su relación e importancia16. Da la impresión de que se trata de la obra de un alumno o conocido de Patón (‘Fernando’ empieza el poema laudatorio que Patón le dirige, imitando un famoso verso de los epigramas de Marcial, donde lo que figura es el nombre de Quintiliano17), que escoge como lengua el latín, contra el uso de Jiménez Patón en este tipo de escritos. Comienza: Ferquedinande vagae moderator docte iuuentae18. Que sepamos, los tres impresos son desconocidos y no se citan en ninguna de las bibliografías del maestro, antiguas o modernas.Todos parecen tener un cometido eminentemente práctico que apunta hacia la labor docente del maestro de gramática que era Patón, pero no parecen aludidos en los distintos recuentos de su obra que hiciera él o alguno de los amigos que se ocuparon de estos asuntos en su época. No hay duda de que las Instituciones gramáticas le pertenecen al maestro Patón porque, además de comunicar las ideas que tiene sobre la Gramática, encontramos en ellas frases y hasta párrafos literales que aparecerán después en las Instituciones de la gramática española. Es cierto que su autor no citó nunca este título entre los suyos, en los varios lugares en que habló de sus libros; pero no menos verdad es que escribió también que había impreso varias de sus obras sin su nombre o con nombre ajeno y que supondrían la cifra no despreciable de cuarenta libros que cabrían en los ocho tomos de los Comentarios de erudición19. Pero que Patón no lo reconociera no significa que estas anónimas Instituciones gramáticas ocultaran el nombre de su autor a sus contem-

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En Comentarios de erudición, t. IV. Ver Madroñal, 2003, donde reproducimos esta obra. 17 Libro II, epigrama 90. 18 Se trata de un poema plagado de citas y aprovechamientos clásicos, que empieza con dos versos de Marcial (Epigramas, II, 90 y I, 25) y recuerda a Ovidio y a Casiodoro, entre otros. Agradezco a mi amigo Julio Alonso, de la Universidad de Valencia, la ayuda prestada para desentrañar los curiosos juegos métricos de Patón en el poema preliminar. 19 Así lo hace constar el propio Patón en la «Protesta de la fe católica», escrita en 1625, que se publica al final del Discurso de los tufos, copetes y calvas.

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poráneos, porque por lo menos algunos sabían perfectamente quién era su verdadero autor, el maestro de Villanueva de los Infantes. Dice así, por ejemplo, el sevillano Juan de Robles, que tanto sigue las ideas retóricas de Patón en su obra El culto sevillano, curiosamente aprobada por el mismísimo Quevedo en 1631: Para lo tercero de saber hablar con Arte y método le podrán aprovechar a V. M., en cuanto a la Gramática, las Instituciones Gramáticas del maestro Bartolomé Jiménez Patón (que andaban sueltas, y ahora las entró en un volumen de elocuencias, que intitula Mercurio Trimegisto, y el Arte Trilingüe del maestro Gonzalo Correa, catedrático de Lenguas de la Universidad de Salamanca20.

Evidentemente podríamos entender que se refiere a las Instituciones de la gramática española, que son las que en efecto se integran en el Mercurius, pero el dato que nos da Robles de «que andaban sueltas» nos hace pensar en las Instituciones gramáticas, dado que las otras siempre se imprimieron con la Ortografía. Sea como fuera, las Instituciones gramáticas son un prontuario escrito en castellano para aprender la gramática latina, seguramente de uso en las escuelas de gramática o latinidad como la que el dómine manchego tenía en Villanueva de los Infantes o había tenido antes en otros lugares. Evidentemente las Instituciones gramáticas son al latín lo que al castellano las Instituciones de la gramática española: una misma gramática y una idéntica manera de explicarla es lo que conviene a las dos lenguas, que una vez más Patón sitúa en plano de igualdad. Así escribe, por ejemplo, en su gramática española: También, aunque (como hemos enseñado) la lengua española tiene su idioma y dialetos, la hemos ido cotejando con la latina por hacer más conocida esta verdad con la diferencia de declinaciones, conjugaciones, géneros y otras cosas que en nuestra dotrina se podrán haber advertido; y porque estas Instituciones y los demás precetos que acerca desta lengua se podrán dar, no son para nosotros, sino para los estrangeros que la desean saber, y el medio más común que entre nosotros y ellos hay para entender20 Robles, El culto sevillano, p. 72. Este editor anota al pie de página lo siguiente: «Bartolomé Jiménez Patón, Instituciones Gramáticas, s.l., s.i., s.a.», de lo que podría deducirse que conoce nuestro impreso, pero no aclara nada sobre el particular.

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nos es la lengua latina, por eso, para comunicarles la nuestra la vamos equiparando en lo que es posible, advirtiendo en lo que tienen diferencia, porque así les será más fácil esta dotrina, como también lo es la gramática griega a los que primero supieron latín21.

Esa equiparación no tenía por qué suponer la existencia de una gramática latina previa, pero el caso es que la había compuesto. Como claramente se muestra en las Instituciones de la gramática española, Patón ya tenía publicadas las Instituciones gramáticas cuando aparece la otra obra, por eso cuando habla del verbo en la primera de estas obras escribe: «Los tiempos son los que entre los latinos digo, seys»22. En efecto, en las Instituciones gramáticas leemos: «Los tiempos son seis: presente, pretérito imperfecto, pretérito perfecto, pretérito plus quam perfecto, futuro imperfecto, futuro perfecto»23. Ese «entre los latinos digo» alude claramente a la gramática latina que son estas Instituciones. De la misma manera, y hablando de la interjección, recoge en las Instituciones de la gramática española: Han replicado algunos que vasta hacerle mudar el sentido a la oración, para que sea parte suya. A los cuales he respondido que una puntuación, desta o de aquella manera, causa esta variedad de sentido, y no por eso los puntos son partes de la oración24.

En efecto, en las Instituciones gramáticas había escrito: A lo que algunos dicen que la interjeción basta que haga mudar el sentido de la oración para que se entienda que hace distinta parte de la oración, decimos que no basta, porque una virgulilla de ortografía puesta de una manera hace interrogación y de otra admiración, y no por eso hace parte de oración, aunque muda el sentido (fol. A7vº).

La primera de la dos redacciones da por supuesta la segunda, que es su base, por eso no repite en las Instituciones de la gramática española el argumento expuesto en las Instituciones gramáticas, le sirve con re-

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Quilis-Rozas, 1965, pp. 106-107. Quilis-Rozas, 1965, p. 102. Patón, Instituciones gramáticas, fol. A4vº. Quilis-Rozas, 1965, p. 104. Corrijo la acentuación de la cita.

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mitir a ese lugar acompañando la remisión de un «he respondido» que indica que el texto se había escrito con anterioridad. Así pues, tenemos que pensar en un año anterior a 1614 como el de fecha de edición de estas Instituciones gramáticas, pero por desgracia no sabemos ni el año concreto ni el lugar donde se imprimieron. Patón aprovecha y rehace las Instituciones gramáticas en las Instituciones de la gramática española, copia párrafos enteros al pie de la letra y sustituye los ejemplos latinos por sus correspondientes castellanos, a veces solo traduciendo aquellos. Así leemos en la primera de las obras: «Todas las cosas del mundo son permanentes, como arbor, homo, y estas se llaman nombres. Otras hay cuya naturaleza solo dura en cuanto se ejercita la tal cosa, como currit, amat y este es el verbo» (fol. Avº). De la misma manera escribirá en las Instituciones de la gramática española: «Todas las cosas del mundo, o son permanentes, como el hombre, árbol, y éstas se llaman nombres; otras hay cuya naturaleza dura en cuanto se ejercita la tal cosa, como corre, ama, y éste es verbo»25. Esta repetición literal con la simple traducción del ejemplo latino se da en bastantes partes del opúsculo en castellano, como oportunamente muestro en las notas a la edición del mismo (Madroñal, 2003). Creo que su propósito último es mostrar cómo una misma gramática se puede aplicar al español y al latín porque, para él, son lenguas hermanas que pueden influirse mutuamente pero no que no tienen relación genética. Porque, como bien escriben Quilis y Rozas a propósito de las Instituciones de la gramática española, también esta obra «más que un verdadero tratado de gramática [...] son como apuntes, como elementos donde con unas cuantas y breves pinceladas nos da a conocer un cuadro completo y bien estructurado de la Gramática», solo que aquí es la latina y no la española26. Señalan los mismos estudiosos a propósito de la obra citada que Patón quiere que «el lector se percate pronto de sus puntos de vista totalmente nuevos», pero es evidente que donde Patón muestra esa novedad primero es en nuestras Instituciones gramáticas, adaptando después la explicación gramatical a la lengua castellana. Curiosamente, así como unifica la ortografía latina y la castellana en una sola obra (la que edita en 1614), las gramáticas de estas

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Quilis-Rozas, 1965, pp. 93-94. Quilis-Rozas, 1965, p. LXXXV.

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dos lenguas se editan por separado y no se publican juntas, tal vez porque el método y la exposición seguidos en ambas son los mismos y las frases se repiten literalmente. Interesa mucho una referencia que apunta hacia otras obras perdidas o desconocidas del maestro de contenido gramatical, así cuando se habla de las preposiciones en las Instituciones gramáticas se dice «que lo que más hay que saber de ellas se hallará en un tratadico particular que dellas hemos hecho» (fol. A7). Nada sabemos, hasta ahora de dicho tratado, pero no sería de extrañar que estuviera incluido en los tomos restantes de los Comentarios de erudición, en que quería recoger el maestro su obra completa. Otras ideas de las Instituciones gramáticas aparecen también en su gramática española, como que «el fin de la gramática es la oración perfecta, que se hace del nombre, verbo y de las otras partes de la oración, las cuales son cinco no más: nombre, verbo, preposición, adverbio, conjunción. Destas las dos se declinan: nombre y verbo y las otras tres no» (fol. A). En la obra, trata de las partes de la oración suelta, pero también «de lo que de ellas se compone, que es la oración, a quien los gramáticos llaman noticia». Por último, escribe a continuación las ‘reglas de construcción’ y termina con la explicación del uso de los signos de puntuación. No obstante, parece todo ello podría constituir lo que hoy denominamos Morfología, porque en determinado momento Patón remite a una Sintaxis, que tal vez algún día se pueda localizar pues nos consta que no está perdida del todo27. En realidad parece que Patón está siguiendo un método bastante común en su época que consiste en explicar el Arte de Antonio de Nebrija y que dicha explicación se centra en los libros segundo y tercero de la obra, tal vez pensando continuar con el cuarto (el de la sintaxis). Igual que ocurre en ese tipo de obras (los comentarios a la gramática de Nebrija), también la presente escoge como destinatarios a los jóvenes estudiantes, como explícitamente se dice. Así escribe en determinado momento que la obra se dirige a «la capacidad del niño, a quien se dan estas Instituciones gramáticas, las cuales procuraremos, an27 Antonio Quilis me comentó hace algunos años que había tenido en las manos, cuando realizaba la investigación que dio origen al libro citado en nota anterior, un tratado manuscrito de Patón que versaba sobre cuestiones sintácticas. Pero donde se pueden apreciar sus ideas sobre sintaxis es en la de Collado, Explicación del libro cuarto, como explico más adelante.

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dando el tiempo, ayudar con otras aduertencias para facilitar su aprovechamiento». De hecho la parte final de estas Instituciones gramáticas más parece una serie de ejemplos prácticos para la correcta traducción del latín al castellano y para la composición de frases latinas que desde luego desdice del tono anterior observado en la exposición de los hechos gramaticales, mucho más riguroso y científico. No es la primera vez que se imprime en castellano una gramática latina dedicada a los que se inician en el estudio de esa lengua, en 1533 se había impreso en Salamanca, por ejemplo, otra que guarda bastante parecido pero solo en su título y también en su público, las Introductiones grammáticas del doctor Bernabé Busto, de quien Patón se hace eco en el prólogo al Instrumento necesario28. Tampoco la obra de Patón se concibe como las Verae brevesque Grammatices latinae institutiones del Brocense, por ejemplo, mucho más enfocada hacia la primera enseñanza de la lengua, por cuanto acompañan abundantes ejemplos de declinaciones, conjugaciones y demás aspectos prácticos de la lengua latina, en que se escribe. Las Instituciones gramáticas más parecen un compendio teórico con algún ejemplo que una cartilla práctica para aprender latín y de alguna forma dan por sentado algún conocimiento de la lengua latina29. Según nuestra opinión, no sigue tanto la Minerva de Sánchez de las Brozas como las De Institutione de Nebrija, pero corregidas y anotadas por editores posteriores como Juan Luis de la Cerda, que publica la obra en 1598 con el título De Institutione Grammaticae libri quinque con una serie de notas y aditamentos que Patón tendrá muy en cuenta en la presente obra30.

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Fuera de alguna similitud lógica en la ejemplificación, como es el caso de la formación del superlativo. He consultado el ejemplar de la Biblioteca Nacional R/ 2444. 29 En definitiva, copio estas palabras de L. Gil, que se avienen con lo que venimos diciendo, a propósito de las gramáticas posteriores a Nebrija a finales del XVI o en el XVII: «Quienes se sentían con ánimo de hacer alguna aportación a la teoría gramatical o a la pedagogía tuvieron que resignarse a hacerlo en forma de explicaciones y comentarios al Arte reformada, tal como si de la mismísima Biblia se tratase» (Gil, 1997, p. 125). 30 La obra se edita en Madrid por Juan Flandro en 1598, como decimos, y es la primera con correcciones del jesuita Juan Luis de la Cerda (según opinión de Odriozola, 1946, p. 24), personaje no extraño a Patón, por cuanto aprueba el Epítome de ortografía. Ver Esparza-Niederehe, 1999, pp. 176-177. Para la relación entre las gramáticas de Nebrija y la Cerda se puede consultar Olmedo, 1942, pp.

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Patón cerca de 1593 se encuentra completando estudios en el Colegio Imperial de Madrid y no es imposible que conociera por esos años al jesuita Juan Luis de la Cerda31, el adicionador más famoso de la gramática latina de Nebrija, cuyo texto ha pervivido en la enseñanza de esta lengua durante mucho tiempo. Precisamente el jesuita aprueba la Ortografía de Patón y se atreve a hacerle alguna advertencia, que este contesta a continuación32.Y uno de sus discípulos, Diego Tornel Mejía, aclara también en su Apología, incluida en las Instituciones de la gramática española, hablando de su maestro Patón: Las cinco partes de la oración gramática, por discurso las alcanzó y después se alegró mucho viendo que la auía tenido el mismo Platón. Las dos partes de la elocuencia también tienen los mismos autores, y lo principal es la razón con que lo prueba esto y todas las demás en cualquier ocasión que las enseña33.

Por eso la presente obra de Jiménez Patón no se puede considerar aisladamente, sino que debe inscribirse en el contexto que le corresponde: el de la historia de las ideas gramaticales posteriores a Nebrija y al Brocense. Hay una verdadera eclosión de comentarios y anotaciones a la Gramática de Nebrija que está conviviendo con la Minerva del Brocense a finales del XVI y que se remoza en cada uno de estos libros que se publican sobre ella. Por otra parte, no hay que desdeñar lo referido al factor económico, porque de estas obras se ha-

98-105. Según este autor los cambios no fueron sustanciales, porque «no se trataba de componer u nuevo texto de Gramática, sino de reformar alguno de los que ya había» (p. 104). No estamos seguros, sin embargo, de que este extremo no tenga que ser matizado, por cuanto el padre La Cerda adicionó con buen número de notas los libros de Nebrija (particularmente el tercero y el cuarto). Mucho más actual es Gil, 1997, pp. 110-126, que da cuenta de la batalla en torno al Arte de Nebrija y sus múltiples enmiendas, entre ellas las del padre La Cerda. 31 Rozas-Quilis, 1962, pp. 36-37. Citan ambos estudiosos a Simón Díaz, que escribe: «El humanista Bartolomé Jiménez Patón fue otro de los discípulos» (1952, p. 26). No es imposible que se conocieran en él, pero hay que tener en cuenta que el jesuita no llegó al Colegio de Madrid hasta 1597, según este mismo estudioso, y que Patón no menciona su paso por el Colegio Imperial en esa autobiografía que es el Libro de la cuenta y razón (ver Madroñal, 1993b). 32 Ver Quilis-Rozas, 1965, pp. 9, 11-12. 33 Quilis-Rozas, 1965, pp. 112-113.

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cían tiradas monumentales que debían dejar buenos dividendos y que, por si fuera poco, hacían intervenir al poder político, que llegó a imponer el enseñar gramática por un texto único. Diego López lleva a cabo en su Commento en defensa del libro quarto del Arte de grammatica del maestro Antonio de Nebrissa (1610) una breve historia del problema, cuando escribe que a la muerte de Nebrija: su hijo, del insigne hábito de Alcántara, dijo que dejaba su Vocabulario y Arte por emendar, en el libro 4, del cual, capítulo 8, dice que si algunos hallaren alguna cosa mejor, la añadan y pongan en su lugar. El maestro Francisco Sánchez de Brozas tomó después esto a su cargo y, deseando arrancarla del todo para que se enseñasse la verdadera Gramática, llevando adelante la buena intención del maestro Antonio, sacó a luz su Minerva, con la cual del todo acabó de arrancar la avena y falsa doctrina de los Pastranas. Y de ella y de Budeo, Prisciano, Scalígero y de otros hombres doctos y eminentes, el padre Juan Luis de la Cerda, de la Compañía, varón docto en todo género de letras, como muestra muy bien el Commento que ha sacado sobre las Éclogas y Geórgicas de Virgilio, sacó la doctrina del Sintaxis del Arte que hizo por comisión del Supremo Consejo, del cual confiando en su muy gran suficiencia, le cometió que hiciese un arte por el qual quitando todos los demás artes, se enseñase en estos reinos la Gramática latina.Y tomando a su cargo este negocio tan útil y necesario a todos, sacó a luz el arte quien leemos con el nombre de Antonio, siendo trabajos del padre Juan Luis34.

Aun así y a pesar del privilegio dado al Arte reformado del padre La Cerda, sigue diciendo Diego López, algunos otros maestros enseñan por artes diferentes, con el consiguiente daño a los discípulos según su opinión y la consiguiente ilegalidad35. Señala que esa doctrina no es contra el maestro Antonio, pero de alguna manera también da a entender que es más fácil aprender con la doctrina del padre La Cerda. 34

López, Commento en defensa del libro cuarto, fol. +vº- ++. «Algunos perseveran en otra doctrina y no sé yo cómo se puedan eximir de la cédula real dada en fauor del Arte en el cumplimiento de la qual los que tienen el priuilegio del Arte andan en alguna manera con descuido pues con todo rigor no la hazen guardar, ejecutar y cumplir» (López, Commento en defensa del libro cuarto, fol. ++ vº). Ver la obra de Gil, donde da cuenta con lujo de detalles del hervidero de publicaciones gramaticales (en pro y en contra de Nebrija) que a finales del XVI y principios del XVII se llevaban a cabo en España y Portugal (1997, pp. 116-122). 35

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Es muy probable que la obrita de Patón quedara sin datos de autoría por este problema espinoso de no sujetarse a un Arte que tenía ya privilegio para que solo por él se enseñaran los rudimentos de la gramática latina. Desde 1604 la Universidad de Salamanca consideraba el texto del padre Juan Luis de la Cerda como el único para la enseñanza del latín, con el consiguiente disgusto de los catedráticos como Céspedes (y anteriormente el Brocense) y así se aceptaba la imposición por decreto de un asunto que afectaba de forma importante a la enseñanza del latín en España36. Sabemos por los documentos publicados por Cristóbal Pérez Pastor37 de los problemas que tenían los herederos de Nebrija con el privilegio de impresión de sus obras y, en particular, con la gramática latina que nos ocupa, cuyo privilegio se había otorgado en 1602 al Hospital General de la Corte (a medias con don Agustín de Nebrija). Un poco antes, en 1598, y por real cédula se establecía que no se enseñase gramática sino por arte de Antonio ‘reformado’. El número de cuerpos o volúmenes que se tiraba de la misma parece todavía hoy escalofriante (se citan más de 17.000 volúmenes de tirada) y los dividendos también debían de serlo. Por ello los que opinaban en contra argumentaban que este nuevo Arte poco tenía que ver ya con Nebrija, dado que era totalmente nuevo y se debía (aunque no se lo nombra) al buen hacer del padre Juan Luis de la Cerda y posteriormente a otros comentadores y anotadores parciales de la obra, que los hubo y muchos38. Se prodigaron en época de Patón las explicaciones del libro cuarto de Nebrija39. Uno de estos comentadores del Arte reformado de Nebrija es el catedrático de Alcaraz, Pedro Collado Peralta, autor de una Explicación del libro cuarto del Arte nuevo de la gramática de Antonio (1630) en la que me tengo que detener especialmente por la relación fundamental que 36

Gil, 1997, pp. 123-126. Pérez Pastor, 1907, pp. 23-31. 38 Ver Soberanas, 1981, pp. 41-43. Sobre el P. La Cerda se puede ver Simón Díaz, 1944. 39 Aunque algunos estudios diferencian a los dos Diego López de estas obras, el primero extremeño y el segundo sevillano, que sería seudónimo del padre Agustín de Herrera. Gil menciona las obras de Diego López, Francisco de Castro, Agustín de Herrera y el anónimo sevillano como «opúsculos de dimensiones reducidas, escaso fuste intelectual y cortos vuelos pedagógicos» (1997, p. 125). Para momentos posteriores, es interesante la información que aporta la comunicación presentada por Ponce de León, 2003. 37

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tiene con Patón y con las Instituciones gramáticas y porque creo que aporta un dato, a mi entender irrefutable, para concederle la paternidad definitiva a Patón de estas Instituciones. La Explicación del libro cuarto de la gramática de Antonio de Collado es —muy probablemente— producto de la colaboración de Patón con este discípulo suyo porque buena parte de las ideas que en él se expresan pertenece al magisterio del primero, copia varios párrafos literalmente de las Instituciones gramáticas, como señalo en el lugar oportuno. Según mi opinión, además, partes perdidas (pero de cuya existencia no nos queda duda) como las citadas Sintaxis o el Tratado de las preposiciones, que Patón confiesa haber escrito, están reflejadas más o menos literalmente en esta obra de Collado. Por si fuera poco, he señalado en otro lugar que la Carta al licenciado Pedro Fernández de Navarrete que se publica al final del libro, sin firma de autor, pero con localización expresa en Villanueva de los Infantes, 18 de octubre de 1622, pertenece al maestro Patón40 y no hay que entenderla como obra de Collado, a pesar de la opinión de otros críticos en este sentido41. Collado, que aparece en la obra como catedrático en Alcaraz, pero que fir ma —todavía como catedrático del lugar cercano de Villapalacios— que enseñará por la doctrina del Mercurius de su maestro, en 1618 o 1619 (desde luego antes de la fecha de publicación de la obra, 1621), confiesa en este libro tener a la vista los Comentarios de erudición que Patón había compuesto, luego las Instituciones gramáticas habrían pasado a formar parte de esta recopilación de su obra completa y serían las que le suministraran esta información precisa. Sabemos que Patón tiene dispuestos estos Comentarios a partir de 1628 y que intercala en ellos todas las obras que había escrito hasta el momento, como si declinara seguir publicando libros a partir de entonces. De hecho varias de las obras que aparecen con fecha posterior (como el Discurso de los tufos) estaban escritas ya antes de ese año, justamente cuando el maestro de Almedina cumple los 60 de su edad. Esa puede ser la razón por la que esta Explicación aparezca a nombre de su discípulo y en un lugar extraño en la práctica editora de sus libros: Valencia, cuando hasta el momento Baeza era la ciudad elegida para darlos a la imprenta.

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Ver Madroñal, 1993. Cañigral, 1989.

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Creo que esta Gramática es en realidad la de Patón, si acaso revisada muy levemente por su discípulo, algo que no debía ocultárseles a los contemporáneos y amigos del maestro. El libro recoge en el vuelto de la portada el poema que Antonio Martínez de Miota, amigo de Patón, dedica al autor del libro, que comienza: Laminium quondam docti tenuere latini y sugieren la presencia de dos autores, uno de los cuales es claramente Jiménez Patón, maestro de Collado. De la misma forma, Antonio Caja de Miota escribe unos versos laudatorios, esta vez en castellano:

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Clara piel de la cabra de Amaltea, Hoy papel en que Júpiter escribe Cuanto de su divino ser concibe Para que protocolo al mundo sea. ¿Echas menos, por dicha, alguna idea del número infinito que recibe esa tu inmensidad, adonde vive eterno el memorial que el tiempo hojea? Porque de los enigmas que ha soltado En el Collado de Alcaraz la pluma Del español Edipo de Almedina Estoy por afirmar que ha trasladado Esta declaración de aquella suma Que el cielo adorna de su azul cortina (Collado, 1630, prels.).

Aparecen, otra vez, los dos autores aludidos, Collado y Patón, haciendo referencia a la patria chica de este, la villa de Almedina. Por si fuera poco, el autor de la obra, Collado Peralta, reconoce bien a las claras en varios lugares del libro seguir la doctrina de su maestro: Con esta dotrina se declara muy bien aquella perífrasis del Evangelio, cuando san Mateo dice: Vespere autem sabbathi, quae lucescit prima sabbathi venit, etc. Lo cual declara maravillosamente y con el acierto que suele el maestro por excelencia Bartolomé Jiménez Patón, catedrático de elocuencia en Villanueva de los Infantes, de cuya dotrina y clara fuente de facundia confieso me he aprovechado así para este pequeño trabajo como para cosas de más momento. Y si alguno quiere saber la declaración de Vespere autem sabbathi, etc. yo de mi parte le suplico pase los ojos por los Comentarios de erudición que dicho maestro ha compuesto, que le aseguro que se holgará y aún estoy por decir que a mí me ha de echar mil bendiciones por solo este aviso (fol. 3).

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[...] Y si tuviere deseo de más poéticas, retóricas o de cualquier suerte, vea el Mercurio, nuevamente impreso De triplici eloquencia, compuesto por el doctísimo Bartolomé Jiménez Patón, catedrático della en Villanueva de los Infantes, y si esta explicación le agradare se conocerá en la afición con que la estudia, la cual si se le conociere se premiara dándole a este tratadito algún hermano compañero, aunque sea de erudición por vía de epítome recopilado de los Comentarios que el dicho maestro Jiménez tiene compuestos. Pues en toda mi explicación del libro cuarto le sigo sin apartarme un punto de su docta, clara y excelente dotrina, será razón dar a entender lo imito no solo en cosas menores, sino también en mayores y de tanta importancia, momento y peso como se sacan de la erudición (fol. 41).

Párrafos enteros reproducen los de las Instituciones gramáticas, concretamente el primero donde se define qué es Gramática, cuáles y cuántas son sus partes, la cita de Platón que ya estaba contenida en la Minerva del Brocense, pero que adapta Patón en la obra referida (fols. 1-1vº), todo lo que tiene que ver con las clases de relativos y sus concordancias (fols. 2vº-3), las clases de adjetivos y sus concordancias (fol. 5), la definición del verbo y sus clases (fols. 10vº-11), la de los verbos personales (13-13vº), la «Regla de contrución» íntegra, incluso con los mismos ejemplos (fols. 41-42), y, por último, en la «Regla para traducir bien de una en otra lengua» (fols. 42-43vº), encontramos otra vez las ideas del maestro Patón expresadas en la Elocuencia casi de la misma forma: El lenguaje más usado de la lengua en que traduce acomodándolo a la materia como en la traducida no se aniquile de humilde ni se pierda de vista por levantado. De suerte que los períodos queden sonoros y muy inteligibles y no que por algunas diciones o por trastrueque de la composición se dé en estilo odioso que ahora algunos han querido introducir, así en verso como en prosa, dándole nombre de culto (no sé con qué fundamento) y mereciendo el contrario. Muchos lo han advertido y censurado con razón y así no diré más de que le tengo por jerigonza como la germánica o junciana y no por lengua propia, en quien se deban escribir traducciones ni composiciones libres, antes se ha de huir como mal contagioso pues lo es de suerte que ya composiciones latinas en prosa las quieren algunos hacer en tal estilo de vocablos peregrinos y colocación de ttaspontin con una y otro caco synteton, como las que reprehende Aulo Gelio en cierto mancebo locuaz de los desta seta, libro primero, capítulo segundo, y se les puede decir lo que Favorino, filósofo, en el capítulo décimo refiere Gelio, que dijo a otro estudiante desta profesión: Scire atque intelligere neminem vis quae dicas. Nonne, homo inepte, ut quod vis conse-

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quaris taceres. Evítese esto en una y otra lengua, porque desta suerte las traduciones y composiciones libres ternán el acierto conveniente y el que en esta dotrina deseamos para que se estime como es justo (fol. 43vº).

Con estas palabras se cierra la presente Explicación del libro cuarto de la gramática de Antonio, y es evidente que es Patón el que las escribe o el que las deja copiar casi al pie de la letra por Collado; si no, obsérvese una redacción muy próxima incluida en sus Comentarios de erudición, de la que por el momento solo doy un fragmento breve: Mirad, y advertid todo lo que han dicho munchos contra esta nueva jerigonza de poesías españolas que llaman cultas y eso mismo aplicaldo contra este nuevo modo de latín, más lo que os ocurriere no os admire que por algunos días pase, se oya y escuche en Salamanca, como cosa nueva, que también se oyó la lengua junciana, que fue una nueva jerigonza (así llamo yo estos modos de hablar) que por no vedada agrado unos días, pero como cosa frívola y sin fundamento se cayó presto, lo mismo le sucederá a este lenguaje (fol. 264vº).

Por si fuera poco, después de la Gramática propiamente dicha figura otro escrito completamente distinto: la Carta al licenciado Fernández de Navarrete, de la que luego me ocuparé. Patón era admirador del Arte de Nebrija y también del Brocense, y opinaba que los estudios de gramática latina habían alcanzado su perfección en la Universidad por la que había obtenido su título de maestro en Artes: Salamanca. Pero junto a los grandes maestros se refiere a «un arte nuevo de la latinidad», que puede aludir al reformado. Así escribe en sus Comentarios de erudición a propósito de la enseñanza en la Universidad de Salamanca: Las cátedras dan testimonio de su excelencia, en lenguas, ¿cuál hay que no se enseñe con la erudición y causas que las mesmas ciencias, de suerte que la Gramática se declara en modo científico? Aquí tuvo principio el nunca acabado de alabar método de Antonio de Lebrija, la perfeción y causas descubrió el Brocense. Cosas que, aunque los extranjeros nos baldonan de poco latinos, no habían, ni han jamás emprendido la semejante. El arte nuevo de la latinidad de aquí salió, aquí lo hebreo, lo griego, lo arábigo y otras lenguas y artes, hasta el de cantar42. 42

Patón, Comentarios de erudición, fol. 129vº.

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Como se ve, para Patón el Arte nuevo de la latinidad salió de Salamanca, aunque no sabemos a cuál se refiere. Porque en lo que toca a la fecha de estas Instituciones gramáticas solo se puede decir que el hecho de que el impreso carezca de cualquier dato editorial dificulta la averiguación de la misma, pero algunos detalles nos ayudan al menos un poco a precisarla. El impreso es anterior, como he dicho, a las Instituciones de la gramática española, que también se imprime sin datos editoriales, pero que está aceptado por los estudiosos como de 1614. Sabido es que este texto lo dedica Patón a Sebastián de Covarrubias, famoso autor del Tesoro de la lengua española; puesto que dicho autor fallece en 1613, es lógico pensar que con anterioridad a esa fecha se escribiría esta gramática española o su dedicatoria, al menos. Nuestras Instituciones gramáticas son todavía anteriores a ella, luego hay que suponer algún año anterior a esa última fecha para esta gramática latina. Palau menciona una edición de las Instituciones de la gramática española de Baeza, Pedro de la Cuesta «hacia 1606»43, distinta desde luego de la edición de 1614, que también describe44. Sin embargo, no tenemos datos que sitúen la actividad de Pedro de la Cuesta como impresor de Baeza con anterioridad a 1614 y más bien parece una confusión del bibliógrafo por cuanto la que se describe como de Baeza, Pedro de la Cuesta, 1614 no parece sino la misma que la anterior (supuesta de 1606) con el añadido del Epítome de la ortografía. Ahora bien, hay que reparar en varias cosas: primero que las Instituciones de la gramática española aparecen junto con el Epítome de ortografía en 1614, pero esta última obra se menciona como ya compuesta por Patón en la primera edición de la Elocuencia española en arte (1604)45. En segundo lugar hay que tener en cuenta que los datos tipográficos del impreso coinciden altamente con los que se aprecian en el Artis Rhetoricae del mismo Patón, impreso también sin datos editoriales, pero que tiene que localizarse necesariamente entre 1602 y 1604, por cuanto el autor ya se autotitula maestro (su graduación tie43

Palau, entrada núm. 377210 de su, s/v Ximénez Patón, Bartolomé. Se hace eco de tal noticia la BICRES, tomándola de esta fuente. 44 Palau, núm. 377211. El primer impreso tiene 29 folios y 7 hojas; el segundo 95 páginas «a línea tirada de 25 líneas», según el bibliógrafo. 45 En efecto, hablando del paréntesis escribe: «Hase de escribir entre dos rayas en la forma que aquí va, como decimos en el Epítome de ortografía» (p. 189).

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ne lugar la víspera de San Bartolomé de 1602)46, y, por otra parte, porque el Artis se cita también en la primera edición de la Elocuencia47. Creo, por tanto, que no sería demasiado arriesgado considerar estas Instituciones gramáticas como de principios del XVII, en una fecha cercana a esa de 1604 en que aparece por vez primera su retórica en castellano, acaso poco después de la aparición del Arte reformada del padre La Cerda (1603), contra una de cuyas ideas reacciona directamente Patón. Como en esta obra, y a diferencia del Artis Rhetoricae, la lengua empleada en la exposición será ya el castellano, conforme a la idea del maestro, expresada en el Instrumento dialéctico, de que hay que utilizar la lengua vernácula para divulgar los contenidos. Las ideas originales de Patón sobre asuntos relacionados con la gramática, que Quilis y Rozas definieron en su estudio como ‘geniales’ aparecen por primera vez en la obra que nos ocupa; pero algunas de esas ideas no proceden de Patón, sino que algunas veces se toman de gramáticos anteriores. No obstante, lo que sí que es cierto es que el espíritu crítico del dómine de Villanueva lo llevó a no aceptar cualquier opinión establecida, por importante que fuera su autor o por extendida que estuviera en la colectividad, y eso lo llevó a disputar en sus escritos y, tal vez, a cierto ostracismo también.

2.3. L A A P O L O G Í A

D E L A L E N G U A E S PA Ñ O L A , U N A D E F E N S A

DE LA ESCRITURA EN ESPAÑOL

Nos encontramos ahora con un texto conocido, por haberse publicado al final del Perfecto predicador (1612) del maestro Patón. Su título ya nos da información sobre el género en el que se puede situar: se trata de una «Apología orada en público», y efectivamente notamos en su lectura las referencias que nos hablan de que estamos ante un discurso leído ante un auditorio académico. 46

Madroñal, 1993b, p. 562. «Habiéndole citado en el Compendio latino, no será razón dejar de referir aquí la doctrina a este propósito que da el cortesano Lucas Gracián Dantisco en su Galateo español» (Patón, Elocuencia española en arte, ed. Martín, p. 118). En efecto, en el Artis Rhetoricae, compendium breuis ac copiosius quam adhuc se lee: In huiusmodi loquentes, in quodam libello Galatheo nomine inscripto, hispano sermone ridicula quaedam referuntur ab i[p]so petita (Patón, Artis Rhetoricae, fol. 4). 47

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Hay una larga tradición de apologías del castellano en el Siglo de Oro48 porque el tema despertó las pasiones de los contemporáneos y porque el elogio de la lengua encubría otra serie de elogios, más profundos, que de alguna forma tenían que ver con el tópico laus Hispaniae, como señaló Raimundo Lida a propósito de la España defendida de Francisco de Quevedo en un trabajo ya clásico que se ha reproducido después. Quevedo es uno de los autores literarios más cercanos a Patón también en este sentimiento hacia la lengua, pero hay otros muchos nombres que se pueden esbozar aquí en esta misma dirección. Indudablemente hay también una serie de precedentes académicos de Patón que desarrollan estas mismas ideas y de los que muy probablemente bebió el dómine manchego, me refiero a dos referentes tan importantes y tan cercanos a Patón como son el Brocense y Simón Abril. Ambos defendieron por escrito la importancia de la enseñanza en castellano y dieron muestras en sus obras de tal idea. Especialmente del último copia Patón algún fragmento casi al pie de la letra, como tendré ocasión de mostrar en las notas. No se puede aventurar mucho en cuanto a la fecha ni el lugar precisos en que tuvo lugar la presente oración, sabemos que las fechas límite para la obra en que se incluye oscilan entre 1605 y 1612, pero con seguridad podemos establecer un ante 1608 para la Apología, pues en enero de ese año dice haberla leído uno de los aprobantes del Perfecto predicador, fray Juan García de Torrealba, del convento de San Francisco de Villanueva de los Infantes49; pero no mucho más se puede decir. Es evidente que se dio antes en un lugar con prestigio académico, en el que otras oraciones de este estilo se habían leído, ¿tal vez la Universidad de Baeza? Sabemos de los fuertes vínculos de Patón con ella, como antiguo alumno aventajado y agradecido, pero no podemos asegurar mucho más por la falta de detalles concretos. Pero que Jiménez Patón sea un defensor de la enseñanza y publicación en castellano no quiere decir que no entendiera la importancia del latín para poder llegar a ser un hombre de cultura. Así escribe en sus Comentarios de erudición una inteligente apreciación que remata con sabrosas anécdotas personales:

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Ni Pastor, 1929, ni García Dini, 2007 mencionan la que aquí tratamos. Se puede leer en los preliminares del Patón, Perfecto predicador.

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Porque cuando vengamos a acabar la explicación (dándonos Dios vida para ello) no será posible que todos lleguen a verlo, porque pide mucho tiempo y todos —acabados sus cursos— se van a sus casas. Me pareció cosa conveniente dar unas reglas de advertencia, para que con su luz y algún cuidado por si puedan entenderle con alguna facilidad, cada uno más y menos conforme su talento y capacidad.Y la primera es que es necesario ser más que mediano latino el que quiera estudiar, porque su latín es elegante, tiene períodos largos y rodados, con muchos hiperbatones, guardando en los más a emulación de Cicerón los verbos, para el fin del período y cláusula.Y por esto sería bien, que los que examinan para oír facultades no aprobasen a los que de ordinario aprueban con falta de suficiencia. Que no obstante que dicen, que estudiándose en latín las demás facultades, porque según Hipócrates «el arte es larga, la vida breve» y la experiencia dificultosa, y así es bien que la vayan haciendo en las ciencias que se disponen a oír, y depredenderán juntamente la ciencia y el latín. Vemos que sucede al revés que como no llevan principios bastantes, para entender los autores de la facultad, el no entendellos les causa enfado, y menosprecio (según lo de Catón) y así ni saben lengua ni ciencias. Dicen estos que facilitan esto si es para Artes el que examinan bien puede pasar porque el latín de Artes ellos lo hacen, y así aunque no entiendan el ciceroniano bien entenderán aquel; si es para Cánones aunque no sepan latín el de Cánones y leyes es buenísimo, y se irán haciendo en ellas estudiantes en la facultad de derechos adquiriendo copia y caudal de lengua latina. Debiendo hacer la dilema bien diferente, diciendo el de Artes no es latín, y si de los estudios donde se enseña no lo llevan sabido con ventaja allí antes se les ha de olvidar, luego conviene que vayan grandes latinos, para que entiendan lo malo y lo bueno, y faltando esto menos entenderán los derechos que están en buen latín por lo que de antes dijimos. Si no, díganme quién no conoce la diferencia que hace un gran latino al que no lo es tanto, aunque no sea sino la ventaja en el poder ver más libros y más materias, pues mientras el otro anda concertando el régimen (que nunca supo ni le tuvo) y revuelve vocabularios para saber los vocablos, o dicciones, para saber su significado y esto con cansancio y aborrecimiento y disgusto; el buen latino con gusto, sabor y facilidad ve muchas materias entendiéndolas, y sacando de ellas el provecho que conviene. No es alabarme sino decir lo que pasa en realidad de verdad, mas siendo yo oyente me sucedió estudiar un título entero y sacar su sentencia con gusto en una trasnochada, y aún tener lugar de ver otras cosas a otros propósitos.Y juntándonos a comunicar después lo que cada uno había estudiado, muchos de los otros no habían acabado de ver una ley, ni un parágrafo, y aun tal hubo que dijo se le había ido la noche sin poder

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averiguar si una letra era «c» o «e» porque le parecía que debía ser «e» y no tenía ojillo, y otra noche tuvo otra tal contienda con una «i» averiguando como tenía tilde arriba. Todo lo cual procedía del más y menos entender latín. De adonde entienden que sucede que unos salen bien aprovechados y otros a cabo de los cursos no saben más que al principio. Sino de esta falta de suficiencia, o de tener la que basta, que debía ser más que mediana dirán que se ha de hacer con algunos, que en muchos años no han podido tener esta suficiencia. Digo que a los tales echarlos por insuficientes para cualquier facultad porque no profanen, y afrenten las aulas ni los grados primeros de bachilleres (que de estos pocos pasan a más); mas con este grado hacen mucho daño pues el médico cura y el jurista aboga y sentencia, y el uno y otro acaban con hacienda y vidas (y lo que es más dolor) a veces con las almas. De estos era uno a quien le sucedió lo que diré, que porque pasó delante de mí y ser cuento que con la donosidad que tiene hace a nuestro propósito, lo he de referir. Disputaban dos clérigos sobre [si] cierta censura ligaba o no, el que algo entendía defendía que sí con los principios jurídicos, y razones bastantes, que para ello daba. El que decía que no, no decía otra cosa sino: «Pardiez, eso no, no puede ser de ningún modo, porque no puede ser de ningún modo, eso no, pardiez» (miren que círculo retórico) y añadía: «Cuerpo de mí, también oí yo derechos, y estoy graduado, y evito en eso tanto como v.m., señor licenciado, por eso no, no pardiez, bueno es eso, eso no». Estuvo escuchándolos otro apartado un poco, y considerando el poco, y mal fundamento, y razones de cofradía del que defendía la parte negativa, aunque disimulando la risa a que sus desordenadas palabras le obligaban llegó diciendo: «Señor licenciado (que todos lo son en teniendo bonete) maravillado estoy de v.m. que defienda una cosa como esa debiendo saber aquella regla que tenemos en derecho que hace este negocio llano la cual dice: U. sequitur, post Q. semper, semperq[ue] liquescit». A esto dijo el protervo: «Eso me diga v.m. y callaré yo mil veces, pero el señor licenciado nunca ha dicho tal, que yo me hubiera rendido. Ahora digo una y mil veces que tiene razón, aunque hasta ahora no la ha probado mas con sólo eso que queda muy llano». ¿No les parece que si este supiera latín no hubiera dado que reír a tantos como ha dado con este su cuento?, porque por notable ha pasado de mano en mano hasta llegar a esta cátedra. Luego bien será que para no ser sujeto de risa y escarnio como éste y otros muchos lo son por esta falta, todos procuren saber latín que es tan necesario como he dicho, y la experiencia enseña, y particularmente para entender este sagrado Concilio de Trento50.

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Patón desprecia a los eruditos que no tienen más que el nombre, como dice: Porque es ello así que hay hombres que si los tratáis un día o poco más os parecerán profundos en su sabor y pasados de allí no saben otro que repetir lo dicho. A estos llamó un conocido mío «doctos de prólogos». Porque de cuantos libros llegan a sus manos antiguos o modernos no van más que los prólogos y tablas para ver y saber lo que tratan y lo notan en sus cartapacios para hacer memoria. Y con esto la tienen cuando se ofrece ocasión no más que de hacer mención dellos y de lo que tratan por mayor. Mas llegado a desmenuzar aquello no atan ni desatan, antes dicen disparates y si acaso dan una en el clavo los de la herradura son ciento. Para nuestro Laminio no es deste jaez sino de los que los primeros días parecen no saber nada y andando más y más comunicado y tratado manifiesta bien su caudal y talento. Esto digo porque le conozco a carrera larga dende que comenzó a sus primeros estudios con aprovechamiento continuado y con nombre de estudiante y estudioso51.

Sin embargo, como docente experimentado, Patón sabe que el hacer estudiar en latín es causa de numerosos abandonos de la carrera de las letras y aunque reconoce que utilizar el vulgar en la enseñanza universitaria es negocio que pide mayor reflexión, se atreve en esta Apología a defender que «se enseñen las ciencias en vulgar» ya que no por ello serán tenidas en menos. El español está a la altura del latín, según el maestro manchego, y puede servir de vehículo para la enseñanza y la escritura, aunque se vea obligado a dar entrada a algunos préstamos de diferentes lenguas (entre ellas la latina) para designar realidades que aún no tienen nombre en nuestra lengua. Una postura moderna, como se ve, en parte motivada por el seguimiento de las ideas del ya citado López Madera, pero a la que el tiempo acabaría dando la razón.

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2.4. LA DECLARACIÓN

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DE LA EPIGRAMA GRIEGA O EL PAPEL DEL GRAMÁTICO

Otra de estas obras redescubiertas felizmente, en este caso manuscrita, lleva por título Comentarios de erudición, de la cual hasta ahora nos ha llegado solo un tomo, el cuarto, que recoge los libros decimosexto a vigésimo52. Se trata de un buen conjunto de obras, entre las cuales figura una que interesa especialmente en estos momentos, la Declaración de la epigrama griega. El de las declaraciones es uno de los campos que más sorpresas bibliográficas ha deparado desde que los profesores Quilis y Rozas llevaran a cabo el recuento de las obras del maestro. Patón fue un sagaz comentarista de Juvenal y Marcial, principalmente, y fue publicando en diferentes folletos las declaraciones magistrales que hacía de los epigramas o sátiras de estos autores latinos. Se conocen hoy cerca de una veintena de declaraciones magistrales de Marcial53 y una de la sátira VI de Juvenal (todas impresas) y otra más de la X, que también figura inédita en los Comentarios de erudición. En estos Comentarios de erudición intercala también este texto que ya tiene escrito, la Declaración de la epigrama griega, que no sería sino una de las muchas declaraciones magistrales de epigramas que se conocen salidas de su pluma hacia 1627-1628, pero que quedó inédita, como tantos otros que comentaría. La fecha de esta obra necesariamente tiene que ser posterior, quizá poco posterior, a 1627, dado que se menciona la existencia de otra obra de Patón, el Discurso de los tufos, copetes y calvas¸ escrito con anterioridad a ese año, en 1627-1628, aunque publicado bastante tiempo después, en 1639. Da la impresión de que Patón tiene acabada su obra filológica en los años 20 y son los problemas surgidos con sus editores los que retrasan la publicación de los libros. Sigue en su declaración ideas de ilustres predecesores, entre los cuales nos llama la atención la cita frecuente de Simón Abril entre los más cercanos a él y de Quintiliano, entre los más alejados. Otros nombres contemporáneos o casi contemporáneos aparecen: el padre Pineda, 52

Nos hemos ocupado de ello en Madroñal, 1996. Preparamos edición de este conjunto de obras con un equipo de la Universidad de las Islas Baleares dirigido por el prof. Jaume Garau. 53 Diecinueve describe Beardsley, 1986; otros críticos señalan que son veintiuna, pero no dan el número de las dos que habría que añadir a las ya conocidas (Cañigral, 1989, p. 337).

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Huarte de San Juan, Pérez de Moya..., también hay un recuerdo agradecido a la obra de Nebrija, precedente ilustre en el Arte de la Gramática, pero del que no tiene empacho en apartarse cuando trata de aspectos particulares54. Llama la atención la abundante erudición del maestro Patón, como se aprecia también en las otras declaraciones magistrales conocidas; es cierto que no conoce el griego y que bebe de traducciones latinas, probablemente también que la cita de autores clásicos no sea directa, sino que provenga de algunas de las abundantes polianteas de la época; pero aún así deslumbra la soltura con que el maestro se refiere a opiniones de autores tan diversos y de espectro cultural tan amplio. Arremete el dómine manchego en su Declaración contra los gramáticos afectados que no saben más que unas cuantas reglas y, sin embargo, presumen de conocimientos; en cambio, alaba la labor callada y silenciosa de los maestros de niños y jóvenes (como él mismo) en la formación de las personas cultas de su tiempo. Las ideas sobre la gramática y la enseñanza del lenguaje afloran en estas páginas. En el texto se habla de las partes de la gramática, pero también de los gramáticos mismos y, en particular, de un tipo de ellos que Patón considera odioso: el «gramático puro»55. De forma especial defiende la figura del dómine o maestro de niños y jóvenes (acepción que también entiende de la palabra gramático) que lleva encima la pesada carga de formas personas instruidas sin alcanzar el reconocimiento de sus contemporáneos. Se nota, sin duda, todo el peso de una vida dedicada a la enseñanza en lugares como Villanueva de los Infantes, donde el maestro manchego no debía de sentirse suficientemente valorado, pues percibía el mismo sueldo desde hacía muchos años56. No debió de ser ajena para la composición de esta Declaración la inquietud sobre los maestros de gramática que flotaba en el ambiente desde que en 1623 (seguramente recogiendo una preocupación anterior) promulgara Felipe IV una real orden que prohibía establecer estudios de gramática latina en poblaciones menores para evitar la falta de calidad en la enseñanza57. Es bien conocida la situación calami54

Como señalan Quilis-Rozas, 1963, p. 94. Un bachiller en hábito de gramático antiguo que responde a esta descripción aparece en el Coloquio de las oposiciones, pieza jesuítica de principios del XVII. 56 Ver Cañigral, 1989, pp. 105-110. 57 Gil, 1997, pp. 347-356.Ver también Cañigral, 1989, pp. 130-131. 55

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tosa de estos preceptores en la España de finales del XVI y principios del XVII, el intrusismo profesional y la mala calidad de la enseñanza, algo contra lo que protesta Patón en este escrito, pero que sabemos también por opiniones de contemporáneos como Cascales y otros58. No menos importancia concede Patón al tema de los hermafroditas en esta declaración, a propósito de la mezcla de géneros que aparece en la epigrama griega. Es un asunto que recorre en la presente declaración magistral, desde Ovidio hasta el mismísimo Patón en su Discurso de los tufos.

2.5. PATÓN Y SEBASTIÁN

DE

COVARRUBIAS

Covarrubias, ha escrito Manuel Seco, «demuestra ser consciente de la innovación que él está llevando a cabo al presentar escritores españoles como autoridades para el uso del español»59, y menciona el ejemplo de la Gramática Nebrija para apuntar que no es una novedad «en términos absolutos». Hay que tener en cuenta también que Covarrubias pudo tener referentes más inmediatos que le hicieran reparar en el valor de la literatura española, me refiero al maestro Bartolomé Jiménez Patón, que solo siete años de la aparición del Tesoro acababa de publicar y precisamente en Toledo la Elocuencia española en arte, ilustrada —por primera vez— con ejemplos de escritores españoles contemporáneos o casi contemporáneos. Los profesores Antonio Quilis y Juan Manuel Rozas han señalado, hablando de Patón, que: «gran admiración demostró nuestro gramático por Covarrubias»60.Y en efecto debió de ser grande, por cuanto le dedica las Instituciones de la gramática española, obra que siempre se tiene por del año 1614, pero que debió de escribirse antes de 1613, por cuanto se cita al lexicógrafo como vivo todavía. Covarrubias comparte con Patón diversas ideas en materia lingüística, pero no tienen el mismo gusto literario. Los investigadores citados han demostrado que Patón prefiere a los escritores de su generación, mientras que Covarrubias no cita a ningún (o casi ningún) contemporáneo, como se ha visto, tal vez

58 59 60

Cañigral, 1989, pp. 127-154. Seco, 1986, II, pp. 618. Patón, Instituciones de la gramática española, p. XL.

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porque no es la novedad lo que busca, sino dar idea del arraigo de palabras y expresiones. Covarrubias, a pesar de no querer dar entrada en su diccionario a demasiados términos retóricos según él mismo confiesa, se ve en la obligación de hacerlo por lo introducidos que están en la lengua y por lo mal que se conocen, en general, aunque se usan. Así escribe cuando llega a la voz énfasi: «Esta palabra y otras muchas excusara yo de poner aquí, si en nuestro vulgar no estuvieran tan introducidas; y muchos las dicen que no las entienden»61. El lexicógrafo parece tener a la vista la citada primera edición de la Elocuencia española patoniana, pues no en vano define algunas figuras de la misma forma que lo hace el maestro manchego, a veces con similares palabras y ejemplos. Obsérvese cómo define el lexicógrafo la voz metonimia: «Es una figura o tropo que usan los retóricos, cum causa pro effectu, subiectum pro adiuncto, aut continens pro contento ponitur; como decir: «Comiéronse la olla»: comiéronse lo que tenía dentro».62 Patón había escrito en la Elocuencia: La metonimia es un mudar el significado de las causas a los efectos, y de los efectos a las causas, de las cosas que tienen cercanía a las cercanas, y al contrario [...]. El tercer modo es cuando se toma la cosa que algo contiene por el contenido [...]. Por este modo decimos: «comióse la olla», que es decir lo que tenía dentro63.

Encontramos otras coincidencias en diversas voces, como en barbarismo, que el diccionarista define como: «El uso de alguna dicción, o escrita o pronunciada contra las reglas y leyes del bueno y casto lenguaje, comúnmente recibido»; cuando Patón había escrito: «El barbarismo se comete en una dición sola, en pronuncialla mal o en escrebilla, o cuando no está en el uso». Lo mismo ocurre s/v sinónomos, donde escribe Covarrubias: «Son dos nombres o verbos que sinifican una mesma cosa, con alguna diferencia de más o menos, en cuyo uso se comete la figura dicha sinonimia»64; Patón había dicho: «Sinonimia, dicen algunos que es cuando 61 62 63 64

Covarrubias, Tesoro, p. 781a. Covarrubias, Tesoro, p. 1278b. Patón, Elocuencia española en arte, ed. Martín, p. 139. Covarrubias, Tesoro, p. 1444b.

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se amontonan muchas palabras que significan una misma cosa; mas esta difinición es falsa, y ha de decir que casi significan una misma cosa, aumentando, o disminuyendo, o a lo menos explicando». Como se ve, el lexicógrafo matiza la afirmación de que los sinónimos significan lo mismo, siguiendo el parecer del gramático manchego. Algo parecido encontramos al definir la voz prosopopeya, o en ironía, «figura de retórica» (Cov.), la cual había negado Patón que fuera tropo, que ambos definen de parecida manera; también ocurre en digresión, de definición muy próxima en ambos; la voz apoftegma, que también definen de forma similar, incluso con la misma referencia a las de Plutarco. Es más que probable que Bartolomé Jiménez Patón tuviera relación epistolar con Covarrubias. El maestro manchego debió de reconocer enseguida el aprecio de este hacia la Elocuencia española en arte, pues le dedica las Instituciones de la gramática española (1614) con un fervor que casi se podría denominar ‘mesiánico’. No en vano las palabras con las que cierra la dedicatoria parecen inflamadas de ese fervor patriótico que caracteriza a Patón: «Una milicia profesamos, una empresa pretendemos, aunque ocupando diferentes plazas: v. m. de general, yo de mínimo soldado. Con tal capitán puedo prometerme buenas esperanzas y asegurar buen suceso»65. El reconocimiento de Patón al Tesoro de Covarrubias, al que denomina cuando habla del español, «Indias de su elegancia», es más que evidente. Su intención es completarlo con las «reglas y precetos de su Gramática», que son estas Instituciones66. Patón opina que la española «es una de las setenta y dos lenguas, muy estimada en las naciones estranjeras» y, concluye, que «ambos procuramos hacer conocido [el valor] de nuestra lengua», porque las Instituciones se dan para los extranjeros que quieren saber español, como él mismo confiesa. Pero no solo en su obra gramática se ocupa Patón de ensalzar el Tesoro de su amigo, el licenciado Covarrubias; también en la segunda edición de su Elocuencia española le dedica un encendido elogio, a la vez que censura el poco reconocimiento que ha merecido entre sus contemporáneos67:

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Patón, Instituciones de la gramática española, p. 90. Patón, Instituciones de la gramática española, p. 89 y p. 107. 67 Menciona Seco 1987-1988, p. 388, el «discreto renombre» que tuvo Covarrubias en su siglo, y menciona a Patón, Lope, Pedro Pantoja de Ayala, 66

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Y finalmente quien deseare tener noticia del origen cierto de todos los vocablos que hoy están en uso en España, y los antiguos, vea el Tesoro que dellos hizo a costa de inmenso trabajo, y de su salud, en muy largo tiempo el Maestrescuela de la santa iglesia de Cuenca, don Sebastián Horozco de Cobarrubias. Trabajo es que merece inmortal agradecimiento de parte de todos, aunque temo y dudo que se le haya dado el que se le debe. En él se verán los propios, los ajenos y de qué lengua se tomaron, cuáles están en el uso, cuáles dejados. Y así se sabrá cómo se ha de huir el barbarismo68.

Como se ve, hay una común preocupación por el lenguaje. Ese sentimiento hacia la lengua española (que Patón equivocadamente creía por lo menos tan antigua como el latín, porque ya existía en la península cuando llegaron los romanos, siguiendo las ideas de Gregorio López Madera) probablemente lo comparten Covarrubias y el maestro manchego y tal vez esa es una de las causas por las que el lexicógrafo intenta encontrar etimología hebrea para buena parte de las palabras castellanas. De hecho, en la voz lengua escribe: «Dúdase cuál haya sido la propia que hablaron antiguamente; parece verisímil haber sido la que trujo Túbal, y muchos sospechan ser la que ahora llamamos vacuence; pero de tanto tiempo acá habrá sido fuerza el corromperse»69. Después de hacer una breve historia de la lengua desde los pueblos prerromanos hasta los préstamos de lenguas romances concluye: «La lengua antigua española debió ser difícil y áspera de pronunciar a los forasteros y por esta razón se debe estimar, siendo lengua varonil»70, y cita a Marcial. A la lengua que Alfonso X impulsa desde su cancillería real la llama romance y dice que deriva del latín, como el italiano o el francés. Y señala que «los hombres doctos hablan y escriben con más elegancia y propiedad que el vulgo, y a veces con tanta diferencia, que parecen diversas lenguas». Como se ve, Covarrubias no se deja llevar por las teorías del falso origen del castellano, sino que considera justamente su origen, acaso por

Rodrigo Caro, Tamayo de Vargas y Gabriel de la Gasca como los únicos nombres que lo citan. Hay que reparar en que, excepto Caro y Gasca, el resto tiene que ver con Toledo. 68 Patón, Elocuencia española, p. 380. 69 Covarrubias, Tesoro, p. 1179b. 70 Covarrubias, Tesoro, pp. 1179b-1180a.

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el buen crédito que le merece Alderete, al que cita repetidamente en su Tesoro (p. ej., s/v España, en un añadido del Suplemento). Patón, por su parte, aunque conoce también a este autor, prefiere —como he dicho— al visionario López Madera. Pero, a pesar de esta diferencia entre los dos estudiosos, las coincidencias en el aprecio de la literatura romance y en el uso y explicación de los términos de la teoría literaria los unen, pero muy especialmente en su aprecio por la lengua y la literatura españolas, que en la medida de sus posibilidades se propusieron engrandecer todo lo que sus fuerzas les permitían.

2.6. LA CARTA A FERNÁNDEZ NAVARRETE, UN

ALEGATO EN DEFENSA

DE LA ENSEÑANZA EN LOS PUEBLOS

Conocemos una carta «al licenciado Pedro Fernández Navarrete», fechada en Villanueva de los Infantes el 17 de octubre de 1622 y que se encuentra —aunque sin la firma del maestro— publicada al final de la Explicación del libro cuarto del Arte nuevo de Gramática de Antonio, obra de Pedro Collado, catedrático de Alcaraz y a buen seguro alumno del preceptor, y que fue impresa en Valencia en 163071. Se trata de una obrita interesante, que defiende los estudios de Gramática en los pueblos, estudios que se justifican por la gran cantidad de alumnos significativos que han salido de ellos. Dicha carta se encuentra entre los escritos de atribución disputada, por cuanto Quilis y Rozas apuntaron en su día que podría ser obra de don Martín Bustos, aunque no descartaban que se debiera a Patón. Pero, como se podrá ver por su lectura, la atribución primera es una mala interpretación de lo que dice este escrito. Más recientemente Cañigral ha apuntado que la carta sería obra del propio Pedro Collado Peralta72, probablemente porque aparece al final de una obra firmada por este, pero tampoco nos parece una razón convincente por los siguientes datos.

71 Se halla encuadernada en un tomo facticio, bien conocido por los patonistas, titulado Varia curiosidad, B.N. R/13210. 72 Cañigral, 1993, p. 340. Se señala que se prepara un estudio sobre el autor que no nos consta que haya aparecido.

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Por si fuera poco, después de la Gramática propiamente dicha figura otro escrito completamente distinto: la [Carta] al licenciado Fernández de Navarrete, sin firma, pero con data y localización final: «De Villanueva de los Infantes, octubre 17, de 1622». He defendido en otro lugar que tal carta no puede ser de otro que del maestro Patón, entre otras cosas porque en ella se lee: «Luego muy buen camino es el de el estudio y muy buen lugar para gozar dél.Y la experiencia la enseña en todos, como la tenemos en este de Villanueva de los Infantes, del cual han salido eminentes varones en letras y virtud» (fol. 50vº). Es el catedrático de Villanueva —Patón— quien está escribiendo desde su propio estudio estas palabras. Por otra parte, no parece que Pedro Collado tuviera la entidad suficiente como para enfrentarse dialécticamente al poderoso licenciado Pedro Fernández de Navarrete, autor de una influyente obra publicada poco tiempo antes de la fecha de la carta. También porque alguien (¿el propio Collado?) adiciona después de esta carta: «A once de febrero de 1623 se publicaron las premáticas de la reformación y no contradicen a lo advertido por el autor desta carta (fol. 50vº)». Pero es que, además, Patón ya había expresado ideas que vuelven a aparecer en esta carta prácticamente con la misma formulación, obsérvese la opinión que expone sobre un asunto controvertido: el de los niños expósitos que debían ser orientados hacia el oficio de grumetes (según Navarrete en sus discursos): Estas mismas razones parece que hacen contra aquella secuela de los expósitos y espurios, hijos bastardos sin padre. Por lo cual parece no se le debe hacer regla general sin excepción, como v. m. la hace quiriendo que todos sean oficiales, grumetes, proeles porque conocidamente son la gente más humilde del mundo. Concediendo que por la mayor parte ello es lo que conviene, universalmente hablando yo me arrimo a la opinión de aquellos que dicen que no todos, por lo que tiene de piadosa, y porque aunque en su generación fueron infelices por la culpa de los padres, no ha de llevar el miserable la maldad de los que lo engendraron.Véase con atención toda la distinción cincuenta y seis y se hallará probada esta piedad con muchos testos de Santos padres, mayormente en los capítulos. Vndecumque Numquam,y nasci. Pruébense pues las inclinaciones, conózcanse los talentos, examínese la virtud, y así sea la aplicación, porque si algunas dotó Dios de felice ingenio para cosas de mayor habilidad y letras, conociéndose en ellos bondad, ¿por qué los han de excluir y privar del bien que Dios les comunicó?. Haya, pues, distinción y póngase par-

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ticular cuidado en saber los acomodar con especialidad y no con generalidad a un sola cosa, porque aunque sean hijos de la tierra y carga della, todos lo somos (fol. 48).

Patón había escrito en el Albergue de pobres, también incluido en sus Comentarios de erudición: Y porque estorba el tal entretenimiento la medicina en aquellos que la pueden tener y esperanzas de salud, los niños espósitos se críen en sus hospitales, donde los hay, y, si no, en los lugares con orden y a costa de las repúblicas, o de aquellas personas a quien se les echasen a la puerta según la costumbre, leyes y ordenanzas de la tierra. Habiéndose criado, les esaminen sus inclinaciones naturales, y váyanse esperimentando sus talentos, y cada uno le apliquen al que descubriere, o bien para oficio mecánico, o para labor del campo, o para marineros, o para letras73. Aunque, esto lo contradicen algunos memoriales que han dado a su majestad destos años, quiriendo que restringida y necesitadamente se enseñen grumetes para pilotos y ministros de navegación. Vean cómo podrán ser escelentes en arte que a su natural y voluntad contradiga, pues no hay más difícil cosa que la que se toma a hacer forzada la voluntad. Enséñenseles (como sea derecho) lo que su naturaleza, inclinación, pida, y su talento les ayudare sin escucharles arbitrios que muchas veces tiene Dios guardado en tales sujetos. Los que han de ser de importancia, y no sin causa, los sumos Pontífices, especialmente Pío Quinto, santísimo varón, los favorece y quiere sean tenidos por ligítimos, habidos por limpios en sus pretensiones, sean clérigos, oficiales, médicos o abogados, aunque pese a envidiosos y si algunos salieren inclinados a las cosas de la navegación séanlo en hora buena, pero no lo sean forzados, que no había que esperar de su arte buen suceso (fol. 406vº).

Patón contradice aquí, sin nombrarlo, al mismo Navarrete, y parece lógico que sea el catedrático de tal estudio el que firme la carta en Villanueva, por más que Collado Peralta sea natural de la villa, como se ha dicho.

73 Compárese con este fragmento: «Los [discípulos] que fuesen al menos con medianía y buena inclinación los dejasen seguir sus estudios y los inútiles y mal inclinados (casi siempre son todo junto) los privasen de seguirlos, mandándoles se aplicasen a la labor pastoria y oficios mecánicos» (Patón, Al licenciado Pedro Fernández Navarrete, fols. 46-46vº).

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3.1. IDEAS

SOBRE LA LITERATURA Y SOBRE SU PROPIA OBRA.

EL

CASO

DEL TEATRO

Patón es un autor que se adscribe a la escuela de Lope en materia de literatura, como han recordado Rozas y Quilis; por si fuera poco, comparte también con él el presupuesto de la ‘claridad’ en la expresión frente a la complicación de los culteranistas, lo cual no quiere decir que el humanista esté en desacuerdo con cierta complicación retórica, con el artificio presente en las obras de ciertas pretensiones del Fénix y otros seguidores, como Yagüe de Salas. Patón se cuida mucho de escoger para su segunda edición de la Elocuencia (la de 1621) ejemplos de la obra más pretenciosa de Lope, la Jerusalén, editada precisamente entre las dos ediciones de la obra; por el contrario, nada dice de los poemas mayores de Góngora, que también aparecen en ese abanico de años1. Prefiere nuestro autor, contra la opinión de Menéndez Pelayo, los ejemplos de los hombres de su generación a los del siglo XVI . Curiosamente se puede apreciar una evolución entre las dos ediciones de la Elocuencia, que tiene que ver con las críticas que Patón había recibido precisamente por los ejemplos seleccionados. Así, ya señalaron los dos maestros mencionados que el Góngora que se escoge en la primera edición, es fundamentalmente el ingenioso y satírico autor de las letrillas al que Patón llama «nuevo Marcial castellano». En la segunda edición, a ruego del padre Castro, Patón elimina un ejemplo de sus letrillas y escoge otros «muy graves en prosa» de fray Luis de Granada. A la vez, también faltan los discípulos del cordobés,

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Rozas-Quilis, 1962, pp. 38 y 44-46.

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por más que algunos versos de las Soledades se escapen en la segunda edición de la obra. Hay otro asunto que llama la atención y que diferencia las dos ediciones de la Elocuencia y es que en razón de donde aparecen Patón inserta algunos ejemplos que podríamos llamar ‘locales’ para satisfacer al público más inmediato. No es solo que el Fénix resida en Toledo y que se denomine «poeta toledano» en aquel año en que Patón edita por primera vez su obra en dicha ciudad, también que junto a él hay una serie de autores que pertenecen a ese ámbito geográfico, como es el caso de Pedro Liñán de Riaza, el maestro José de Valdivielso, el jurado Juan de Quirós, el lapidario Melchor de Santa Cruz, de quien cita su Floresta española, y otros no toledanos pero relacionados con la ciudad como el cordobés Juan Rufo, que edita en ella sus Seiscientas apotegmas, y algunos más. Algunas de esas referencias concretas, incluso estrofas enteras, faltan en la segunda edición —editada en Baeza, no se olvide— de la obra. En ella aparecen escritores como el baezano maestro Juan Francisco y sus Empresas espirituales. También es enemigo de la frecuente inclusión de refranes o paremias en la conversación, porque como dice «ha de ser especia el adagio en lo que se dice y no comida principal»2. Reprueba por ello aquellas obras literarias que no hacen sino ensartar uno tras otro y con el fin principal del virtuosismo retórico, como por ejemplo las Cartas en refranes de Blasco de Garay, lo cual está en consonancia con su crítica hacia este tipo de obras donde el artificio suple cualquier otra intención literaria. Patón es un lector empedernido de las últimas obras que se publican en España. Está bien informado de lo que se escribe y publica y lo utiliza en sus obras; así, entre las dos ediciones de la Elocuencia ha leído y cita libros como Los amantes de Teruel (1616), del citado Yagüe de Salas, pero también libros en prosa como El caballero puntual (1614), de Salas Barbadillo; antologías, como las Flores de poetas ilustres (1605), de Espinosa; o libros de variada temática, como los Emblemas morales (1610), de Covarrubias. Admirador de Lope y también de Quevedo, parece que reaccionó contra Góngora y su escuela quizá por ser enemigo de novedades en materia lingüística y literaria y, también, por considerar que el español no necesitaba de ningún recurso de la lengua latina (como los neolo-

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Patón, Elocuencia española en arte, p. 219.

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gismos y el hipérbaton) por ser tanto o más antiguo que ella. Patón es fino catador de toda la mejor literatura de su tiempo, pero eso no quiere decir que la valorara de la misma forma. También se puede apreciar en esto una evolución ostensible entre las dos ediciones de su Elocuencia, justamente en ese lapso de años se han divulgado en la corte los poemas mayores de Góngora, hecho que no pudo pasar desapercibido al maestro; pero Góngora aparece muy poco en su tratado retórico, casi cuando no tiene más remedio que incluirlo, como diré. Se ha señalado que uno de los autores más citados (el segundo después de Lope) es un ingenio olvidado hoy, el citado Juan Yagüe de Salas, autor de un gran poema titulado Los amantes de Teruel, epopeya trágica con la restauración de España por parte de Sobrarbe y conquista del reino de Valencia (Valencia, Pedro Patricio Mey, 1616)3. Se ha indicado igualmente el silencio culpable acerca de un libro que tuvo que conocer a la fuerza, aunque solo fuera por cercanía geográfica: el Quijote. Todo ello es cierto, pero también el maestro tenía sus propias opiniones sobre el valor de la literatura. Y es que Patón desprecia los libros vanos en materia literaria, de hecho aconseja a sus alumnos: «No se lean autores deshonestos y sin provecho, como son libros de caballerías, porque las hablas deshonestas corrompen las buenas costumbres»4. De la misma manera continúa: «No tengas por mejor el oír cosas livianas, necias y de risa que las graves discretas»5. Antes había escrito en el mismo lugar: «gusto en leer libros profanos pronostica dar en vicios»6, pero es verdad que es el Patón de la última etapa el que escribe esto y que se puede observar una evolución evidente en su pensamiento. 3 Muy curioso, por otra parte, por cuanto lleva versos laudatorios de los mejores ingenios de su tiempo, como son: Cervantes, Salas Barbadillo, Guillen de Castro, Dr. Martin de Undiano, médico, el licenciado Jerónimo de Espejo y Zapata, D. Diego Laso de la Vega, Colegial de San Pelayo de Salamanca, Lamberto Ortiz de Castro, el Padre Palencia, el Licenciado Antonio Baguér, portugués, don Pablo de Castelvi, D. Martin de Gurrea y Eril, Jerónimo Sanz, poeta, racionero de la Iglesia Mayor de Salamanca, Ricardo de Turia y el propio Lope de Vega Carpio.Yagüe debía de ser un escritor con pretensiones y, desde luego, muy bien relacionado con la corte valenciana, porque participa en una academia en tal lugar, según indica él mismo en el poema final de su libro. 4 Patón, Segunda parte del Virtuoso discreto, ms., fol. [6vº]. 5 Patón, Segunda parte del Virtuoso discreto, ms., fol. 7. 6 Patón, Primera parte del Virtuoso discreto, disc. cuarto, s.f.

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También en los Comentarios de erudición desprecia algunos géneros por falsos: «Y advierto que son historias tan ciertas como las otras cosas que no señalase en las historias sagradas. No son fábulas milesias, cuentos de viajes, transformaciones poéticas, ni libros caballerías; antes verdades santas, católicas, piadosas y ciertas» (fol. 196). De esas mismas fechas (hacia 1630) es su opinión contra la literatura de corte satírico, en especial contra el teatro, según leemos en su manuscrito del Virtuoso discreto, cuando censura la excesiva licencia de comedias y entremeses. No es amigo Patón de las gracias y las burlas que se pueden contemplar en el teatro, de la misma forma que deplora la misión de este como difusor de ciertas modas, según se puede leer en la Reforma de trajes, porque dice de las mujeres: Cómo si no fuera más cierto que ellas son más tomajonas, pues toman y reciben (no trato del dinero aquí) de otras naciones para novedad lo que las otras tienen perpetuamente invariable. Toman de las comediantas, cosa vergonzosa, los desenfados, juntamente con los vestidos y trajes (fol. 7vº).

De la misma manera desprecia formas de la literatura popular, como los bailes y cantares deshonestos, cuando escribe en sus tantas veces citados Comentarios de erudición: Y nos debe confundir en esta parte la dotrina deste gentil que tan de veras reprehende y satiriza estos viciosos bailes lascivos cantares, movimientos torpes, como ca[da] día entre cristianos se inventan zarabandas, antones pintados, seguidillas, escarramanes, joan redondo y otros mil (fol. 37vº).

Es verdad que Patón es amigo y admirador de Lope, pero —como han demostrado Rozas y Quilis— más del poeta que del dramaturgo, aunque también menciona determinadas comedias —no sólo de Lope— en su Elocuencia. Muestra clara de la opinión que tenía sobre determinados géneros y sobre sus propios libros es el siguiente texto, que se conserva manuscrito y autógrafo en los Comentarios de erudición, donde enjuicia también su propia obra, como si se tratara de la de un autor ajeno:

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Y entre otros discursos que resultaron en conversación entre los oyentes, fue uno el ponderar lo que puede el bien decir, al cual propósito dijo uno de los religiosos, muchas veces considerado la fuerza de la elocuencia: —No puedo dejar de admirarme y ponderar lo que puedo principalmente, si al buen decir le acompaña calidad de erudición. Quien dijera que sobre este dístico había que decir más que el sentido, la construción y cuando más, la etimología de las diciones, y ha dicho lo que habéis oído en una hora, sin que nadie con razón pueda decir hubo algo superfluo, antes todo necesario para quedar tan entendido. Como con esto no me maravillo de las obras que de humildes cosas y sujetos han hecho doctos y elocuentes varones no dedinando aunque graves y de mucha autoridad de publicarlas por suyas como lo hizo Sinesio, obispo cirinense (depués de otras obras muy doctas, graves y religiosas) escribiendo por honesto entretenimiento alabanzas de la calva en una copiosa y elegante oración que yo tengo entre mis libros. Y Dion Crisóstomo, al contrario, en alabanza de los tufos y copetes. —¿Quién tal hizo? —dijo el caballero peregrino. Dino es libro tal de ser quemado, y no sé si digo así los que los usan. Lo de Sinesio es más loable, aunque de un amigo mío sé que estos días ha escrito contra lo uno y lo otro una ingeniosa, erudita y bien estudiada invectiva en un bien sazonado y maduro discurso que quisiera yo ver estampado para desengaño destos locos que los usan. —De mí digo —dijo otro religioso— que si le viera impreso diera de buena gana mi dinero, y aun si le encontrara manuscrito lo copiara de la mía o de otra mejor por el enfado que me causan estos lechuzos. Pero dejándolos para tales y encomendándoselos a ese autor a quien me encomendaréis sólo por eso, prosiguiendo lo que mi amigo y compañero comenzó de escrebir sobre cosas humildes y aun malas, ¿qué más lo puede ser y aun indino (como lo es de hombres cuerdos su uso) escrebir escelencias del tabaco? Oso decir que no he deseado tener caudal y talento para otro que para escrebir contra este abuso y tanto lo siento más cuanto lo veo usar a personas que tenían obligación a darnos otro ejemplo, porque aunque le pongan el nombre que quisieren él es vicio muy dino de ser reprehendido y más siendo con el estremo y con la indecencia que es. Escriba Marción, griego, alabanzas del rábano muy enhorabuena, porque usado como se usa en comida y medicinas las merece; y Temisón engrandezca el llantén, que sus virtudes medicinales son dinas de aquella alabanza; como la hortiga de las que le da Fanias, físico; el nabo de las de Diocles; la col del las de Crisipo, médico; como Erasistrato alaba el lirio cardano; Icasio, médico, el árbol sin nombre; Catón la elanta, hortaliza; Pitágoras, los hongos; el rey Iuba la hierba por vino; Museo y Hesíodo, la hierba polión y Asclapiades, la manzanilla.

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Replicó otro religioso: —No me maravillo yo de que hayan hecho libros del tabaco para sustentar su vanidad, sino de cómo no han hecho del chocolate tomos dellos, a imitación del que hizo Hipócrates del ordeate, Asclepiades del mosto, Homero del vino. —Aún no se ha pasado el tiempo —dijo otro—, que pues no faltó quien alabase a la cuartana, como lo hizo Favorino y a la injusticia; no me maravillo de nada, que en mi presencia un amigo muy enemigo del juego, y que, por abocerrelle de veras, dijo de palabra y por escrito contra él, en una recreación como la presente en ciertos entretenimientos se la dio de penitencia que alabase el juego.Y lo hizo de condición que si fuera muy estudiado y con mucha afición no pudiera decir mejor y tan morales cosas que se podían guardar. Este es el que escribió contra la langosta. —Contra ese animalejo —dijo otro religioso—, sin el que decís han escrito otros dos en nuestro vulgar, y en latín eminentísima y con grande erudición el dotísimo dotor Bartolomé Casaneo. Acudió otro religioso, porque ninguno de los presentes dejó de hablar al propósito haciéndolo la estimación: —Contra ella bien está, que mucho se puede decir, pero que en alabanza del mosquito se ocupase Virgilio, Isócrates, en engrandecer7 a Busírides tirano y que Homero se ocupase en pintar la guerra de los ratones y ranas ¿qué diremos? No murmuraré a Apuleyo, que no acaba de encarecer su asno tanto que le hace de oro, porque acaso fue el que deseaba Filipo, rey de Macedonia, para conquistar el mundo, porque —aunque no lo sean de plata— los provechos deste animal en su servicio equivalen esos metales. Pero que el mismo abonase con encarecimiento a la mosca y la truhanería eso no llevó a paciencia, ni lo que me dicen de un gramático, que ha escrito contra8 las cruces que se ponen en los sobre escritos de las cartas y otras9. Plácido replicó: —No ha escrito contra las cruces, ni Dios lo permitirá, sino contra el abuso de señalarlas en partes indecentes, y si viésedes el discurso le alabareis y estimareis como otros han hecho, y, aunque gramático en la

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En el ms. «y Busírides en alabar». La referencia de Isócrates se encuentra en Busirides XI, 8. 8 En el ms. ‘contras’, que corrijo. 9 Alude a la Decente colocación de la Santa Cruz, obra de Patón impresa en Cuenca en 1635, pero escrita por lo menos en 1628, pues la licencia de ordinario que lleva el impreso es de noviembre de ese año.

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ocupación, sus estudios aseguran de que puede sacar luz cosas semejantes10.Y pues es cruz lo que trata llevalda a paciencia, que sin ella no se puede ir a la gloria. Llevando a paciencia hasta vello y no condenéis al ausente sin oírle. —Bien es llevando —replicó otro religioso—, que de podriros no se os ha de seguiros bien alguno, sabiendo que en nuestros tiempos ha habido quien ha hecho encomios muy elegantes en poesía en favor de los cuernos, no solo de los animales, pero de los metafóricos11. No sé qué asiente tan bien como haber escrito Mesala un libro de cada letra del abecé12 porque estas son al principio de todo saber y por esa causa se llaman elementos; ni fuelo peor lo de Demócrito en alabanza del número cuatro. —No los condenaré yo —dijo Laminio— a ningunos desos, antes hay que alaballes porque en eso más engrandecen a la misma elocuencia, mostrando su poder, que es tanto que de cosas tan humildes que son humo sacan luz y resplandor de dotrina y de sentencias, lo que no es tanto cuando la materia y sujeto es grandioso, que el mismo la ministró al orador abundancia de cosas, de suerte que antes daña la copia y abundancia de lo mucho y bueno que hay que decir pues que apenas hallan dónde acabar. Los que yo no pude aprobar jamás fueron los preámbulos o prólogos (que llamaron loas13) antes de las comedias que hacían los años pasados alabando una letra, en que no les costaba más trabajo ni tenía más ingenio que tomar el Vocabulario de Antonio14 y decorar hasta donde pudiesen. Alaban un número, un color, la espada, la montera o caperuza15. Esto allí siempre lo tuve por absurdo y fuera de propósito, lo que en otro pudiera asentar bien, como todo lo que Plácido ha dicho en la declaración de su dístico, que no ha habido cosa ociosa pues hasta segunda declaración con no ser a la letra sino interpretativa fue de manera que, a no ha-

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Una de las continuas preocupaciones del maestro es reivindicar que, aunque modesto gramático, sus amplios estudios y erudición le permitían escribir de diferentes cosas, a pesar de las críticas de sus enemigos. 11 Acaso aluda a la «Paradoja en alabanza de los cuernos», de Gutierre de Cetina, conservada —entre otros lugares— en ms. de la biblioteca Colombina de Sevilla. 12 ‘A.B.C’ en el texto. 13 Se refiere a la obra preliminar que busca captar la atención y el silencio del auditorio, antes de que comience la comedia propiamente.Ver Flecniakoska, 1972. 14 Se refiere, como es obvio, al Vocabulario de Antonio de Nebrija, con múltiples ediciones desde 1492.Ver BICRES. 15 Temas tan peregrinos muestran, en efecto, algunas loas publicadas por Agustín de Rojas en su Viaje entretenido, concretamente las de alabanza a las letras A o R (II, pp. 74 y 80).

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ber dicho lo cierto al principio, presumo se tuviera lo segundo por tal, con que no perdonó la análisis ética y moral, sacando della aquel punto contra la avaricia16.

Hay, por tanto, una alabanza del artificio retórico, pero una censura abierta de aquellas obras que no exigen más a su autor que repetir lo que encuentra en el Vocabulario de Nebrija, porque eso no es artificio ni nada. El desprecio del Cúlex, atribuido a Virgilio, o la Batracomiomaquia, a Homero, parece obedecer a que Patón considera que no está bien que se apliquen estos grandes autores a obras menudas y, por así decir, de pura ficción, cuya única finalidad —entiende él— puede ser el pasatiempo. Sin embargo, quiere desmarcarse él mismo de pertenecer a esa categoría, por cuanto su Discurso sobre las cruces pretende un fin muy distinto. Tampoco tiene que ver nada que él mismo escribiera su Discurso contra la langosta porque persigue un fin práctico y no tiene que ver con los anteriormente citados. Poco sabemos de las habilidades de Patón como poeta, apenas algunos versos diseminados en libros de amigos o en publicaciones colectivas, como el poema que señalamos en nuestro apéndice, con motivo de unas fiestas en Baeza en 1618. Patón había escrito por lo menos un libro de versos antes de 1600, las Victorias del árbol sacro con un ramillete de flores divinas, y había obtenido privilegio para imprimirlo, pero por la razón que fuera el libro nunca llegó a las prensas o, al menos, no sabemos que se imprimiera. Se nos han conservado, eso sí, algunos de sus versos, gracias a que los rescató en la Elocuencia. Ni en ellos ni en los anteriormente citados se revela el maestro como un poeta con nervio, es como si sus versos estuvieran hechos desde la ladera del retórico que domina los recursos pero que carece de la inspiración necesaria, como si procediera al contrario de lo que lo haría el verdadero poeta. Se trataría de un libro escrito en octavas reales que podría encuadrarse dentro de la épica culta, al estilo de la Araucana de Ercilla, en el que se relatarían, probablemente, las victorias de la fe cristiana contra los paganos. Léase lo que dicen algunos de sus fragmentos, según la cita del propio autor:

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Patón, Comentarios de erudición, fols. 253vº-255.

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En las Vitorias del Arbol Sacro por el águila se dice: La imperial ave sus polluelos saca. [...] Como en las Vitorias:Ya dijimos arriba el fiero estrago / que hizo la cruz roja, o Santiago. [...] En las Vitorias del árbol sacro: Neutral andaba allí el sangriento Marte. [...] A imitación de Zamora, en las Vitorias del árbol sacro dice así: Limpian el casco, templan las celadas, el hierro engastan, friegan capacetes, remiendan cotas, filos dan a espadas, buscan las gravas, miran los almetes. Compran viseras, dagas plateadas, piden las golas, traen brazaletes, ballestas trazan, chuzos mil guarnecen, puñales hacen, armas fortalecen. (Elocuencia, ed. Martín, pp. 318, 322, 363-364).

Se ha estudiado la representación de la poesía en la obra de Patón especialmente en el trabajo de Rozas y Quilis, pero también en la anotación filológica de sus ediciones de la Elocuencia. En cambio, no se ha prestado atención a un aspecto relacionado, como es el tratamiento del teatro en su obra y la relación que tuvo el maestro con el arte de Talía. Sabemos que a Patón se le censura desde el primer momento su trato con el mundo de los cómicos, que escribe comedias17, pero también que asiste a ellas y es amigo del más grande dramaturgo de su tiempo, el sin par Lope de Vega. Al final de su vida y su obra, sin embargo, parece que encontramos una censura, cuando habla de las modas y de la influencia que tienen los actores (mejor, las actrices) en ellas. Así en la Reforma de trajes se pueden leer buen número de juicios negativos sobre los actores, y en particular sobre las actrices, divulgadoras de todo de tipo de modas y personas de poca moral: «Doncellas, si queréis serlo como debéis, seguid el ejemplo no de las farsantas, sino el de la hija de los reyes de Hungría, Margarita santa» (fol. 23). Porque las mujeres, según dice: «Toman de las comediantas, cosa vergonçosa, los desenfados, juntamente con los vestidos y trages» (fol. 7vº). Por ello, cualquier novedad en el vestido se difunde como la pólvora, si la difunden las actrices en las tablas.

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Sabemos al menos cuatro títulos que compuso, aunque no se nos haya transmitido ninguna obra.

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Pliéganlas [las basquiñas] por delante y por detrás. Y a este modo otros mil embarazos invenciones de farsantas. En vez de jubones usan unas que llaman cotillas, colchadas con barbas de ballena, con grandes y muchos faldones a la cintura, procurando de industria ensangostarse de ella para ensanchar las caderas. Estas son las invenciones diabólicas y las que yo no sabré decir, porque cada día tienen añadiduras y mudanzas notables (fol. 42vº). Ahora apenas se ha puesto la farsanta en el teatro de Madrid, corte de los reyes de España, señores nuestros, con el nuevo uso o abuso maldito, cuando está comunicado por todo Madrid, y de allí en toda España con suma brevedad, que esta pestilencia y perdición, como es de harpías, vuela (fol. 58vº).

Hablando del guardainfante, escribe: «Que sea opinión común que se inventaron para encubrir preñados hurtados y culpables además de ser voz del pueblo, que suele ser la de Dios, los entremeses que sobre ello han hecho los poetas lo confirman» (fol. 44vº). Por supuesto, hay varios entremeses que escogen al guardainfante como blanco de su sátira, pero es difícil no pensar en el que se titula así exactamente, en dos partes, y que recoge Quiñones de Benavente en su Jocoseria. Pero donde mejor encontramos las opiniones del maestro sobre esta materia es, como no podía ser de otra manera, en la Elocuencia, donde algunas veces aporta simplemente las características que la obra de teatro tiene: «Cancosmos es una muy gran risa, que diremos bien risa de necios; “a carcajadas” dice el castellano, y acaso tuvo de aquí el origen; en las comedias hay ejemplos desto» (p. 427). Por supuesto, se refiere también a características concretas de obras particulares. Por ejemplo, en 1604 escribe a propósito de los términos anticuados: «Se han hecho muchos romances en el lenguaje antiguo, y aun comedias, de las cuales no ha sido posible que dejen de haberse quedado en uso algunas de las ya dejadas» (cap. III). Redacción que cambia y amplía en la edición de 1621: «Se han hecho muchos romances en el lenguaje antiguo, y aun comedias, como son las del Cid Ruy Díaz, y la de la Barbuda o sus hijos, y otras. Desto se han quedado ya en el uso algunos vocablos de los dejados» (p. 304). A propósito del eco, escribe: «Hay muchos ejemplos en versos, hay en muchas comedias, y la más moderna es la que titulan Trato de la aldea, Flores de Lis de Francia». Ejemplifica también otras figuras con ejemplos de comedias, como es el caso de:

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Interrogación, en griego «erotima», es cuando no sólo por preguntar, sino juntamente por hacer instancia preguntamos, como en la comedia del Caballero Penitente, dice: ¿Hasta cuándo?, ¿hasta cuándo la intemplanza? ¿Hasta cuándo?, ¿hasta cuándo los antojos? ¿No ves, hombre, no ves que el hierro y lanza pone el contrario por haber despojos? (1604, igual en 1621, p. 392).

Que por pedir tal, en rigor, imitación aparente a la verdad la llaman algunos «etopeya», que quiere decir esto. Aquí se reduce la mimesis, que arromancearemos «el contrahacer y remedar».Y es cuando en las comedias una figura repite las palabras de la otra, como que dándole con ellas en cara, y contrahaciendo en el modo de decir, como en Terencio Fedria lo hace con Tais.Y como en la comedia toledana que hizo el jurado de Toledo Juan de Quirós, en la cual Chirardo repite, haciendo donaire de Marcela dama, unas palabras que ella había dicho haciéndolo de Garcerán, que son éstas: Quiéreme dar por escripto todo aquese parlamento, porque es para cierto intento que me importara infinito; y decían que era boba (1604, igual en 1621, p. 396). En comedias hay algunas a vueltas de dubitaciones muy galanas y muy ampliadas, en la de Estudio mal empleado hay dos, o más (1604 y 1621, p. 411). En la Comedia del perseguido amplificó mucho esta figura, junta con la exclamación en figura del conde.

Y reproduce 16 versos, aunque reduce considerablemente la cita en la segunda edición: Lope de Vega en la comedia de Carlos Perseguido: Ah cielo, y cómo son venturas mías que en lo mejor de mi gloriosa historia un capítulo trágico sangriento me quita el gusto con igual tormento (p. 412).

Un poco más adelante sigue:

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En la comedia del Perseguido amplificó mucho esta figura Lope de Vega: ¿Esto, señor, guardado me tenías para que fuese de la gran vitoria el gran recebimiento y alegrías, debido (como dices) a mi gloria?

Y más abajo: Tras tantas esperanzas tanta pena, tras tal seguridad tanta mundanza (pp. 413-414).

Como no puede ser de otra manera, vuelve a citar a su amigo: Quien más bien ha usado de esta exornación [Frecuentación, o congenies, o sinatismos], con más artificio y donaire, suavidad y gracia, es Lope de Vega, principalmente en los romances de su Arcadia, y dos que pone en la comedia de Ramiro (p. 420).

Y reproduce 24 versos, desde «Cuando sale el alba hermosa» hasta «que parecen más pequeñas» (1604 y 1621, pp. 420-21). Incluso algunos recursos le parecen más propios de las comedias: Anfibolía de sentencias se puede reducir aquí, aunque también se pudiera poner en el capítulo de fición; entre los latinos no tiene el ornato que entre los españoles, y así no se halla si no es en respuestas de oráculos; mas los españoles usan de ella con mucha gracia y adorno, principalmente en comedias, donde en coplas anfibológicas suelen disponer gallardos pensamientos y hacer artificiosa toda la comedia. Son muchas en las que se halla esta gracia: Maravillas de Trapisonda, Melancólico, Venganza Honrosa, Perseguido, y otras; mas sólo trairé una copla imperfecta celebrada por su artificio poético; llegando a un marqués a que firmase que mataría su rey, escribió: Matar al rey no es mal hecho, antes ser cuchillo afirmo del que lo matare; y firmo. El Marqués. Con la cual copla cumplió con los conjurados o traidores, y después se disculpó con el rey, porque de dos maneras leída hace dos sentidos, uno:

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No es mal hecho matar al rey, antes seré dél cuchillo y lo mataré. Otro leyendo así: Matar al rey eso no, que es mal hecho, antes seré cuchillo del que lo matare (1604 y 1621, pp. 372-3).

También los simples títulos le sirven para poner ejemplos: A este modo [de metonimia] se atribuye cuando la comedia se titula con el nombre de la figura más principal de ella, como Carlos Perseguido, Nisis Laureada, Colón Famoso, y ejemplos innumerables (p. 329)

Y otras veces cita unos versos, sin concretar demasiado: En una comedia dijo un carbonero: No soy hombre tan avaro que te dé sólo amapolas, peras te ofrezco, y nispolas, y de arrope un gran cantaro. Aunque alguna desta licencia se han tomado los buenos poetas castellanos y latinos, produciendo las breves por la figura que dicen «éctasis», o «diástole», o abreviando las largas por sístole (p. 379).

En definitiva, los títulos concretos que cita en las dos ediciones son: Cid Ruy Díaz (1621), La barbuda o sus hijos (1621), Comedias de Torres Naharro (1604), Trato de la aldea (1604), Flores de Lis de Francia (1604), Caballero Penitente (1604-21), La de Juan de Quirós [Gallarda toledana] (1604-21), una comedia de Carboneros (1621), Estudio mal empleado (1604-21), Perseguido (1604), Lope: Carlos perseguido (1621, parece ser la misma que la anterior), Lope: Comedia de Ramiro (1604-21), Maravillas de Trapisonda, (1604-21), Melancólico, (1604-21), Venganza honrosa (1604-21), Nisis laureada (1621), Colón famoso (1621). Muy pocos autores, como se ve, cita Patón, con la excepción de Lope, que aparece varias veces y con comedias diferentes, Torres Naharro o, singularmente, el caso del jurado toledano Juan de Quirós, autor de una única comedia, La gallarda toledana, y por tanto que no precisaba más declaración. Curiosamente esta última obra no llegó a imprimirse, de modo que lo más probable es que el maestro de elocuencia asistiera a su representación. La que se cita como El perseguido o Carlos el Perseguido se editó en 1603, aunque se escribiera tiempo antes.

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Aunque no nos dé los nombres, no es muy costoso identificar a Gaspar de Aguilar como autor de La venganza honrosa, al maestro Valdivielso con La flor de lis de Francia y conquista del santo sepulcro por el rey san Luis, a Pedro Liñán de Riaza con su Comedia del Cid en lengua antigua18, a Tirso con su Melancólico o a Jerónimo Bermúdez, autor de la Nise laureada; también a Vélez con su atribuida Los hijos de la barbuda. Los otros nombres se nos escapan, bien porque la comedia se haya transmitido como anónima, caso de El trato de la aldea, o bien porque no quede más rastro de ella que la simple mención de Patón, como ocurre con Maravillas de Trapisonda (cercana en el título a Maravillas de Babilonia, de Guillén de Castro) o Colón famoso (tal vez identificable con El nuevo mundo descubierto por Cristóbal colón, de Lope). Se sigue confirmando la opinión de los dos estudiosos citados a propósito de la poesía, Quilis y Rozas, de que Patón prefiere a los autores cercanos en el tiempo y que se acuerda muy poco de los más antiguos, como Torres Naharro. Por otra parte, la cita de los textos teatrales ratifica también el aprecio por Lope y su escuela.

3.2. PATÓN Y

EL CULTERANISMO

Un aspecto particularmente interesante de las opiniones de Patón sobre la literatura y el lenguaje literario es el que atañe a la consideración de la corriente gongorista o cultista en la literatura, es decir, en palabras supuestamente de Patón, el culteranismo. Porque así como la voz conceptismo es de creación moderna, el término culteranismo, el otro de la pugna, pasa hoy por ser un invento de Bartolomé Jiménez Patón, porque Lope de Vega lo dijo así en una conocida epístola editada en La Circe (1624). Su formación no se diferenciaría mucho de otras voces denigratorias a cuya semejanza se forma, como por ejemplo la voz luteranismo19, desviación herética para los españoles de entonces que se estaba difundiendo como la secta de los cultos difundía la suya entre los poetas españoles.

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Liñán escribió dos comedias sobre el Cid. Aunque luterano aparece a principios del XVI, ya se da en Alfonso de Valdés, Diálogo de Mercurio y Carón; por su parte, la voz luteranismo no se encuentra hasta mediados del XVII. (Datos del CORDE de la Real Academia Española.) 19

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La palabra culteranismo —que se parece incluso fonéticamente a la empleada para la secta de Lutero, tanto es así que la Academia desde muy pronto la define como «La secta de los que hablan culto afectadamente» (Aut.)20— aparece por primera vez en las obras de Lope de Vega. En uno de los ejemplos contrapone la voz a hispanismo21, como apropiada al lenguaje castellano. Son varios los textos en los que la utiliza, como el siguiente, del Laurel de Apolo: Aquí las redondillas admiradas De Italia nuestra lengua ennoblecieron, Que, como castellanas, no sufrieron Ser de frase estrangera adulteradas, Estas como doncellas recatadas Huyen culteranismos Porque solo permiten hispanismos22.

Igualmente en la Epístola a don Francisco de Herrera Maldonado recoge el texto que ha pasado a ser definitorio como punto de partida del término y de estas líneas, que es justamente el que señala como autor de la palabra al maestro Bartolomé Jiménez Patón: Allí nos acusó de barbarismo Gente ciega, vulgar y que profana Lo que llamó Patón culteranismo23.

Para Rozas y Quilis el término era injurioso y «se impuso al no peyorativo cultismo»24. Pero no todos los estudiosos interpretan así el pasaje. Para Thomas25, por ejemplo, el sentido de la voz culteranismo es positivo, por cuanto la gente ciega y vulgar lo profana. Según Andrée Collard, otro estudioso de estos asuntos, Lope no está pensando en

20 No deja de ser curioso que tal definición se haya mantenido hasta 1817, cuando a los académicos les debió de parecer excesivo que se denominase secta a este grupo y así cambio la definición por «el estilo». 21 Llama la atención que el verbo hispanizar lo utilice Patón habitualmente cuando quiere decir ‘traducir’. 22 Vega, Laurel de Apolo, 1856, p. 228a. 23 Vega, Obras sueltas, I, p. 318. 24 Rozas-Quilis, 1962, pp. 35-54, la cita de la p. 47. 25 Thomas, 1909, p. 29.

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Góngora cuando habla de culteranismo; pero es indudable que sí le acusa de practicar esta nueva herejía literaria en otro pasaje bien conocido, cuando elude su nombre pero deja huellas claras de a quién se refiere y escribe en la «Epístola a un señor destos reinos» sobre cierto insigne poeta que perdió el aplauso general «después que se pasó al culteranismo»26. Góngora profesa también esta nueva lengua que es contraria a la claridad de los poetas castellanos. Por su parte, la voz culterano27 aparece por primera vez en los escritos de Lope, aunque en esta ocasión contrapuesta a la palabra vulgar; así se lee en una comedia: Lope: ¿Sois vulgar o culterano? Severo: Culto soy28.

Igualmente en otra escribe el Fénix: Conjúrote, demonio culterano Que salgas de este moço miserable Que apenas sabe hablar (caso notable) Y ya presume de Amphión Thebano29.

Porque culterano se opone a llano, según el mismo Lope teoriza en otro lugar: «A los unos llaman culteranos, deste nombre culto y a los otros llanos, eco de castellanos, cuya llaneza verdarera imitan»30. Jugando de vocablo, Lope remite la voz llano a castellano, como aféresis, mientras que hace derivar culterano de culto. En definitiva, está aludiendo a una guerra literaria bien conocida de nuestro Siglo de Oro: la pugna entre la poesía castellana y la andaluza, entre él mismo y Góngora, príncipes ambos de las dos maneras de entender la poesía. Señala Aut. que culterano «es voz inventada y jocosa» y lo define como «Lo que pertenece al hablar culto afectadamente» (s/v).

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Collard, 1967. Para Collard es el término que da base a culteranismo y le parece «humorísticamente calcado sobre luterano» (1967, p. 15). 28 En Fernández Gómez, 1971, s/v. 29 Vega, Rimas humanas y divinas del licenciado Tomé de Burguillos, citado por Fernández Gómez, 1971. 30 Vega, La pobreza estimada, Dedicatoria, citado por Fernández Gómez, 1971. 27

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También Quevedo utiliza el término en La culta latiniparla, cuando escribe: «Ninguna culterana de todas cuatro vocablos ha de llamar al coche, coche», y más adelante: «Considerando con el pujo que los enamorados en romance deletrean lo culterano de las damas, que ahora hablan nublado y retazos de quis vel qui... tan extraña jerihabla»31. Quiere este decir que el invento léxico de Patón o de Lope había arraigado suficientemente ya en el propio decir de sus contemporáneos. Evidentemente los dos nombres señalados arriba, los de Quevedo y Lope, son los que cuentan con la mayor admiración de Jiménez Patón, que cuando habla de Quevedo le llama «ingenioso y agudo»32, y cuando lo hace de Lope le faltan epítetos para ensalzarlo. No ocurre así con Góngora: tienen razón sus dos ilustres editores, los profesores Rozas y Quilis, cuando escriben que las contadísimas citas de los poemas mayores de Góngora son casi contra la voluntad del tratadista, como cuando recoge en su Mercurius: «Confieso que no había hallado en los españoles ejemplo hasta ahora, que le vi en las Soledades de don Luis de Góngora: “Surcar pudiera mieses, pisar ondas”»33. Pero ya Vilanova advertía que aunque Patón «no era un gongorista ferviente, estaba muy lejos de profesar contra Góngora la enconada hostilidad de Lope y Quevedo»34. De hecho, el maestro manchego compara a don Luis con Marcial, cuando escribe a propósito de él: «En nuestro castellano se han hecho cosas de mucho artificio en este modo, cual es el soneto que hizo don Luis de Góngora, nuevo Marcial Castellano»35; pero eso es antes de que el cordobés escribiera sus grandes poemas cultos. Evidentemente Patón lee los importantes poemas gongorinos entre 1604 y 1621, es decir, entre las dos ediciones de su Elocuencia, pero los aprovecha muy escasamente, casi cuando no tiene otro remedio. Puede que no desdeñe la poesía de Góngora, sino la «jerigonza de poesías cultas» que florecen después de esos grandes poemas, pero es evidente que Patón no es un admirador del gran poeta: Quilis y Rozas señalan que ha leído las Soledades, poema con el cual 31

Quevedo, La culta latiniparla, p. 447. Otro maestro contemporáneo, muy relacionado con Jiménez Patón, fue Cascales, en cuyas Cartas filológicas trata también de «la escuela culterana o de los escuros» (I, p. 179). 32 Patón, Elocuencia española en arte, ed. Martín, p. 368. 33 Patón, Elocuencia española en arte, ed. Martín, p. 332. 34 Vilanova, 1953, p. 666. 35 Patón, Elocuencia española en arte, ed. 1604, fol. 44vº.

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ejemplifica determinadas figuras, pero apenas si aporta más que el verso donde encuentra el ejemplo36. De hecho, en la Reforma de trajes, obra relativamente tardía, pues aparece en 1638, aunque se hubiera escrito algunos años antes, escribe Patón sobre su particular manera de modernizar el lenguaje arcaizante de fray Hernando de Talavera, a quien edita parcialmente y dice, hablando de los comentarios y notas, que pondrá a su texto: De ellas será una poner su castellano antiguo en el hoy usado, aunque no en el estilo que llaman culto porque no se tome por ocasión de enfado lo que tenía de ser de más estimación por manifestarse la verdad con mayor sencillez, y de mayor autoridad como la antigüedad lo promete37.

Es, en definitiva, la pugna entre sencillez y complicación en el lenguaje, que se manifiesta también en lo que afecta a lo personal. Porque, como bien sabemos por estudios que nos preceden, no hace falta recordar que Patón es el primero en editar la quevediana «Epistola censoria» en su Discurso de tufos; tampoco es preciso referirnos ahora a la amistad con Lope, que parece ir más allá de la admiración profesional y decantarse hacia una verdadera relación personal que obliga a ambos a mantener una correspondencia de cartas y otros textos, como se puede leer en el Epistolario del Fénix. En diversas obras trata de estos aspectos relacionados con el lenguaje y la crítica, pero fundamentalmente en la Elocuencia española en arte, cuya primera edición es de 1604, pero que se reedita en 1621 formando parte del Mercurius Trimegistus. Naturalmente y de forma tangencial aparecen también en otras como el Epítome de la ortografía, donde —en el aspecto lingüístico— se decanta por la reducción de los grupos cultos, porque intenta predicar «la sencillez en la expresión y en la pronunciación»38. Patón es, heredero de Valdés, partidario de escribir como se habla, porque, dice él mismo, «aunque nos parezca que está corrompido y alterado de lo que fue en su principio [...] se ha de tener por bueno, porque la costumbre y uso lo tiene por tal aprobado»39. 36 37 38 39

Rozas-Quilis, 1962, p. 46. Patón, Reforma de trajes, fols. 2-2vº. Quilis-Rozas, 1965, p. CXXII. Patón, Epítome de la ortografía castellana, p. 43.

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Se ha señalado ya que para él el español vale tanto como el latín, de ahí la redacción de su retórica en lengua vulgar, un acierto considerable para su época, aunque haya que perdonarle el error común por aquel entonces de atribuir un origen autónomo al castellano40. El patriotismo y el aislamiento de Patón, como bien señalaron Quilis y Rozas, le llevaron a ensalzar el castellano por encima de las otras lenguas y así como Nebrija escribió una gramática para el imperio que empezaba, Patón hizo lo propio para el que acababa por aquellos años. Quiso Patón publicar muchas más obras de las que han llegado a nosotros, algunas de contenido específicamente filológico, como más adelante podremos ver, pero debió de tener problemas con los impresores o, mejor, con las autoridades que no le dieron licencia. Muchos de sus libros llevan aprobaciones diez años anteriores a la fecha de edición, otros nunca llegaron a imprimirse41. Entre estos últimos conocemos al menos dos obras: Cátedra de erudición y El virtuoso discreto, recuperados por los estudiosos en fecha reciente42. Él mismo escribió en varios lugares que había recogido toda su producción en lo que serían sus obras completas, los Comentarios de erudición, conjunto que se creía perdido hasta hace poco tiempo, pero que se ha reencontrado ahora, manuscrito y en parte autógrafo, si bien es verdad que solo uno de los ocho tomos que comprendería. Esta recopilación (que será, probablemente, poco posterior a 1621) recoge, como hemos escrito en otro lugar43, un conjunto de obras de variada erudición, entre las que destacan los comentarios a Horacio, Juvenal o Marcial, mezclados con otras de diversa índole. Una de estas últimas es un discurso donde se trata de responder a cuatro cuestiones que se plantearon cuando el protagonista de estos Comentarios, Laminio (que encubre al autor), asiste a una lección en la Universidad de Salamanca, donde presumiblemente se formaría y donde estaba empezando a haber algunos problemas relacionados con el lenguaje. En esta obra parecen temas específicos relativos a la lengua y el estilo, que Patón había tratado anteriormente. Por ejemplo, en la Elocuencia se burla, como otros contemporáneos, de la afectación en el lenguaje, así escribe en el Mercurius: 40 41 42 43

Quilis-Rozas, 1965, p. LXXV. Remito a la bibliografía de Quilis-Rozas, 1965. Pueden verse Garau, 1993, y Madroñal, 1993a. Madroñal, 1996.

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Tales términos como éstos usaba muy de ordinario un cura desta provincia, pues decía: «Retrocede puercillo, ambula a la pedisecua, y núnciale que tenga pronta la piñata». De otro clérigo podía referir poco menos. Pues de todos los médicos del mundo nos libre Dios, que bien les dijo el Brocense que su lenguaje no era castellano ni latín, sino mandinga, por pecar tanto en la bárbara lexis, o razón bárbara. De uno destos dijo el Jurado de Córdoba: «Este por hablar por circunloquios, circunloquea, y aun les pueden llamar circunloquistas trilingües». Como consta de uno de los ejemplos, que tiene castellano, italiano y latín. Y del que se pone en el Galateo, del español que estudió en Flandes en la universidad de Lovaina.Y por ejemplo y entretenimiento no es de pasar por alto el del estudiante que le dijo al ama: «Servicio, minístrame acá esos materiales, que el diente mordedor de la natura me supedita los ambulativos». Para decirle: «Dame ese brasero que tengo fríos los pies»44.

La afectación de los que hablan con circunloquios, pero también usando voces latinas o construidas pedantescamente de acuerdo con las latinas y griegas, es lo que molesta al maestro manchego. Sus ideas sobre la lengua se desperdigan también en los Comentarios de erudición45. En ellos, Patón distingue claramente entre afectación y cultura, de hecho cuando habla de poetas clásicos como Virgilio y Ennio, escribe en los Comentarios: «En los versos de Virgilio, hay muchos de los de Enio, y los nota. Fue muy grave en las sentencias, aunque no muy culto en el lenguaje, mas esto procedió de ser tan antiguo como lo notamos los españoles en Joan de Mena»46. Por tanto el adjetivo culto no es para él negativo, sino todo lo contrario, por cuanto el lenguaje culto es para él definitorio de la calidad de las personas, ya que denota instrucción, como refiere a propósito del protagonista de esta obra, Laminio Sileno, un alter ego del propio Patón:

44

Patón, Elocuencia española, ed. Martín, p. 382. Patón, en sus Comentarios de erudición, habla de la lengua castellana antigua y la portuguesa, por ejemplo: «Así que, pues tan de antiguo nos viene gobernarnos un rey y ser una nación española, no será, como decís, justo tengamos los ánimos y voluntades diversas: pues aun, si lo consideramos bien, la lengua castellana antigua y la portuguesa era una y si lo son en el idioma, si bien los vocablos se diferencian muchos, que la Gramática la misma es» (fol. 3v.). 46 Patón, Comentarios de erudición, fol. 322vº. Las cursivas son mías. 45

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A todos parecieron las canciones de Laminio muy bien y muy conformes a las primeras, y uno de los que allí estaban dijo que no era justo, que se quede este abecé sin acabar y así convidándose unos a otros del modo de hablar de Laminio conocieron su caudal, y le rogaron las quisiese acabar47.

Un poco más abajo: Halló dos huéspedes en hábito de peregrinos de buen talle y hábito, y el lenguaje no grosero, antes muy cortesano y pulido de suerte que a pocos lances conoció eran estudiantes y no de aquellos vagabundos que con tal nombre y hábito suelen seguir vida viciosa y mala andando de hospital en hospital, de bodegón en bodegón y de taberna en taberna y en otras ocupaciones y partes indecentes y malas, ni de otros que no obstante que son hijos de padres principales y ricos se salen de las universidades disfrazados en este hábito con nombre de romerías y se van a ramerías y a dar (como dicen) pavonada por los lugares. No eran estos peregrinos estudiantes de los desta jaez ni de esotros, antes como deben ser los que tienen obligación de cumplir votos que han hecho con verdadera devoción, porque eran amo y criado de aquellos que con tal nombre hacen oficio de compañeros bien nacidos aunque pobres, a quien los nobles ricos amparan para que su virtud por la pobreza no quede sin premio48.

Patón es un docente experimentado, por eso se atreve a ofrecer fórmulas de éxito para la enseñanza de la lengua materna, con objeto de que el lenguaje de los jóvenes sea culto y cuidado: Y si todas las cosas que dice Quintiliano que ha menester el que ha de ser perfeto gramático se hallasen en uno juntas, sin duda fuera a dar un perfecto sabio, al menos en ciencias humanas, y aun afirma que son más sus obligaciones de lo que promete y esto no sólo se ha de entender en la lengua latina y griega, pero en la española y en cualquiera materna y vulgar, que también tienen su gramática, idioma y dialectos. De las cuales cosas algunos piensan que carecen porque la deprenden que sus madres dende la leche, que por eso se llama materna, y por eso fue alabado el lenguaje de los gracos: porque su madre supo muy bien el latín y ellos lo deprendieron della; porque esta fue vulgar en Roma, pues niños y mu-

47 48

Patón, Comentarios de erudición, fol. 149. Patón, Comentarios de erudición, fols. 181 y vº.

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jeres, sin saber leer, la hablaban y sabían, como consta de Cicerón y Quintiliano dijo que ella misma se daba como la hierba que naturalmente sin plantalla nace y, por esto, él deseaba que los maestros desta lengua fuesen las amas que criaban los niños y los demás de la casa, y otros niños con quien tratase el que había de saber bien, porque no aprendiesen a hablar viciosa y groseramente, que es lo mismo que hemos de procurar en nuestra lengua, que para que uno la sepa bien y la hable como conviene y no viciosa ni rústicamente, es menester que ni las amas ni los niños con quien este tal viviere en el hablar no sean aldeanos, ni estranjeros, ni hablen groseramente, porque a los niños más se les pega lo malo que lo bueno y toda la vida quedan con aquellas faltas.Y, para reprimir las que en esto quedaren, sirven y ayudan los maestros de gramática, que enseñando entre nosotros la latina, también enseñan el mejor lenguaje vulgar y materno, como se conoce esta deferencia entre los que han estudiado o no. Porque aquí deprenden el lenguaje terso49, puro y claro en una y otra lengua, al cual propósito y a el del día pasado dijo san Próspero Aquitánico aquello: «se juzga lenguaje latino lo que con brevedad y claridad, guardando la propiedad de las palabras, dice lo que conviene que se entienda y no lo que se espacia y dilata con la gala y frescura del hablar florido». Esto enseñó siempre la gramática, cuyas partes no son más que las dos dichas de regimiento y concordancia, si bien le son necesarias para su mejor gobierno las que otros le señalan como partes propias suyas.Y con no ser más que estas, y cuando fueran todas las que dicen no sé qué sean partes todas juntas, ni aún las de las otras ciencias y facultadas que quiere Quintiliano que la acompañen para que por ellas se hagan, algunos profesores desta facultad tan insufribles con su arrogancia y tan odiosos con su modo de hablar, como aquél de quien murmura la epigrama griega que, por entender ternéis gusto en escuchalla con la declaración magistral que sobre ella, hizo un amigo, os la repetiré50.

Evidentemente se refiere al latín, pero nos vale también para el castellano. Patón parece estar más cerca de la opinión de Lope sobre la claridad que de la de otros que adornan el estilo, como por ejemplo los cultos. Su propia conciencia de gramático y retórico le sirve al dómine manchego para teorizar sobre problemas referidos al lenguaje, como por ejemplo la abundancia de sinónimos en un texto. Su opinión parece no estar muy lejos de opiniones actuales, como se podrá ver:

49 50

Adjetivo que, dicho sea de paso, Lope apunta como propio de los cultos. Patón, Comentarios de erudición, fols. 342-343vº.

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Dudara alguno por qué junta tantas palabras que significan una misma cosa, pues que suele ser ocioso. A lo cual decimos que, no obstante que por la nueva reformación de la definición de la sinonimia retórica no se han de juntar muchas palabras que sinifiquen una misma cosa, como en el mismo lugar se dice de parecer de fray Luis de Granada, aunque sinifiquen una misma cosa no serán ociosas si sirven al menos de declarar como éstas. Porque en unas partes está recebido el término ecuménico, católico principalmente entre los griegos y los que por su vecindad usan de algunos términos suyos, y en otras el general y universal, como es entre latinos, italianos y españoles, por hablar con términos, que todos entiendan y nadie ignore, junta a veces todos estos, declarando a todos su universalidad, generalidad y abarcamiento (si así se puede decir) pues todo lo comprehende y abraza51.

Pero la parte que nos interesa especialmente es aquella en que Patón se explaya sobre la nueva moda de latinar, que está teniendo lugar en Salamanca por los años cercanos a 1620. Un personaje pregunta al protagonista de estos Comentarios: Bien, mas pues estamos en ocasión de saberlo, no nos quedemos con el deseo ¿Qué sentís, por vuestra vida, desta nueva manera de latinar y hacer oraciones públicas, dedicatorias y prólogos en libros que se escriben, porque hallo varias opiniones y querría saber la vuestra. ¿Cuál tenéis por mejor, el latín llano, terso y liso, sin tropezones, ni escuridades, o el que las tiene y habla con estraordinarios modos, frases nuevas poco usadas y menos entendidas?, porque veo que se usa mucho esto y en especial en Salamanca, que es el ejemplar de todo buen saber, así en lenguaje como en ciencias. Sí lo es —dijo Laminio— y no me persuado yo que ese lenguaje sea con aprobación conforme del claustro y doctos de aquellas escuelas, ni de los catedráticos de lenguas, si bien algunos ingenios lozanos de gente moza han hecho de eso gala, y otros les han querido imitar, pero preguntad a los juicios maduros lo que dello sienten. Os dirán muy al contrario. Mirad, y advertid todo lo que han dicho munchos contra esta nueva jerigonza de poesías españolas que llaman cultas y eso mismo aplicaldo contra este nuevo modo de latín, más lo que os ocurriere no os admire que por algunos días pase, se oya y escuche en Salamanca, como cosa nueva, que también se oyó la lengua junciana52, que fue una nueva jerigonza (así llamo yo estos modos de hablar) que

51

Patón, Comentarios de erudición, fol. 155. La lengua junciana ha preocupado también a otros estudiosos ilustres como Mayans, en Orígenes de la lengua española. Parece identificarse ‘junciana’ con lengua de germanía, así se puede leer en la recopilación de romances de Hidalgo: 52

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por no vedada agrado unos días, pero como cosa frívola y sin fundamento se cayó presto, lo mismo le sucederá a este lenguaje. [...] Paréceme que estos han querido resucitar la opinión de aquel mancebo estoico a quien reprehende muy de veras Aulio Gelio en sus Noches de Atenas [sic], li. 1, ca. 2, porque se preciaba de tal lenguaje -Vocabulis haud facile cognitis—de vocablos no conocidos, ni usados, debiendo saber que el buen hablar es al uso. Cuya reprehensión en nombre de Herodes Ateniense podréis ver que es muy en nuestro favor y contra estos introductores destas invenciones de lenguaje, y la que en el mismo autor el filósofo Fivorino le da a otro mozo de los desta seta, en el mismo libro, ca. 9, diciéndole mil baldones y porque entre las palabras que usaban, o usadas, muchas eran de las muy antiguas le llama de necio a bocallena diciéndole: «Necio, vive como los pasados y habla como los presentes», y ten en la memoria el preceto de Cayo César: Ut tanquam scopulum sic fugias [in]auditum atque insolens verbum. Despeñadero llama al tal lenguaje insolente. Mucho más pudiera decir deste propósito y mucho tengo escrito que podrá ser llegue a vuestras manos algún día53, ahora baste esto y decir que la costumbre del colegio mayor de Santa Cruz en Valladolid me agrada mucho, que no se permite que en latín ni en romance escriba alguna cosa alguna cosa algún colegial que no sea esaminada por el rector y consiliarios para, si peca deste vicio, corregirla54.

Es texto, en realidad creo que es una tercera redacción de lo que escribe en la Elocuencia. De hecho, ya en esta obra (versión de 1621) había recogido: Harán esto porque saben hablar y entienden latín como un animal que no participa de razón. Antes les sucede algunas veces lo que el bedel Francisco de Truchado refiere en su Entrenimiento de damas y galanes, del estudiante Joan Galatín y su cura. Por este pestilencial abuso casi se introdujera una bastarda lengua en las escuelas de Salamanca que llamaban junciana.Y no sé qué más o menos tiene este modo de hablar, que el que llaman entre la gente de la vida perdida y disoluta gerigonza. Del cual lenguaje se podrán ver algunos romances, que no son ni latines, de que hay un librillo con su

«Estando en esto los Rufos / de junciana echando y fiesta, / vnos charlando de vicio, / y todos lo que professan, / leuantaron los Tablantes / quedando sobre la mesa» (Hidalgo, Romances de germanía, p. 97). 53 Sin duda en esta obra, al parecer perdida de Patón, se desarrollaría ampliamente el asunto de que tratamos aquí. 54 Patón, Comentarios de erudición, fols. 246-265vº.

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dicionario, que dicen de la lengua germana. Todo es bárbara lexis, razón bárbara, o sin ella, y sin su discurso, al cual vicio llaman los griegos soroísmos, o koinismos. Porque es como el monstro de Horacio, compuesto de diversos miembros de animales de diferentes especies55.

Lo cierto es que el maestro manchego había dulcificado un tanto su expresión, pues en 1604 lo que escribe en realidad es: «Decir, pues, llegados a hablar y entender latín que saben más que una mula, sino que les viene a suceder lo que nuestro bedel Fernando de Truchado refiere en su Entrenimiento de Damas y Galanes, del estudiante Joan Galatín con su cura».Y sigue igual que en la edición del 21. El texto vendría a ser una tercera redacción sobre este mismo problema. En él se demuestra que para Patón la oscuridad en el lenguaje es un defecto, así señala por ejemplo que (según Cicerón) una de las cuatro condiciones para «bien hablar es una la claridad, y no solo él, pero todos los que bien han sentido han aborrecido y aun abominado la oscuridad en lo que dice»56. Patón reprueba la oscuridad y también las palabras de «dos sentidos o sentencias», pero esto lo dice al referirse al latín, pues piensa (y así lo recoge en su Elocuencia) que «lo que en el latín reprobamos de palabras de dos sentidos o sentencias, en nuestros poetas castellanos está recibido por ornato». Reprocha, eso sí, que se oscurezca lo que se dice «o por muy largo o muy breve»57. Ambas cosas las recoge en la edición de 1621, pero añade justamente en ella lo siguiente: pues los poetas que escriben para ellos solos y no para todos, a nadie han dado gusto y así quedan burlados del fin para que escriben, y merecen bien que arrojando sus libros les digan: No quieres ser entendido, nadie te entienda.Y aun suelen quedar condenados en pena pecuniaria de la emprenta58.

Es evidente que está arremetiendo contra Góngora y los de su secta. El cordobés ya no es el nuevo Marcial, sino el representante de los poetas oscuros, los cultos.Y no deja de ser curioso que Patón aporte

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Patón, Elocuencia española en arte, ed. Martín, pp. 382-383. Patón, Comentarios de erudición, fol. 265. Patón, Comentarios de erudición, fol. 121. Patón, Elocuencia española en arte, ed. Martín, p. 301.

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este dato denigratorio de la imprenta contra los poetas que no quieren hacerse entender. Indudablemente en los inéditos Comentarios de erudición la frase añadida con respecto a la Elocuencia es: «Mirad, y advertid todo lo que han dicho muchos contra esta nueva jerigonza de poesías españolas que llaman cultas y eso mismo aplicado contra este nuevo modo de latín», es decir, que las poesías que llaman cultas (reparemos por un momento en el adjetivo) son para él equiparables a la germanía de los maleantes, por cuanto no se entienden. Esto dicho por uno de los hombres más cultos de su tiempo, según frase de Vilanova59, no deja de llamar la atención, por cuanto tenía un buen conocimiento del latín como para poder ‘decodificar’ los cultismos de todo tipo que los poetas gongorinos esparcían en sus versos. Lo que Patón sugiere es que la jerga de los cultos es asimilable a la germanía, el lenguaje de los maleantes, y obedece al mismo capricho que el latín que usa la gente moza en la Universidad de Salamanca hacia 1620, lleno de extraordinarios modos, frases nuevas poco entendidas, etc. Patón vaticina su fracaso y parece hacer extensible esta opinión a la nueva poesía culta apoyándose en el juicio de todos los que han escrito contra ella. Como se ve, ni asomo de culteranismo, aunque es muy probable que el sentido irónico del autor de la Elocuencia inventara el término u otro parecido, dada la poca simpatía que sentía hacia la nueva manera. Y el caso es que le debía de parecer tanto más extraño, cuanto para él Salamanca era la cuna de todo lo bueno en relación con el lenguaje, no en vano sigue diciendo en sus Comentarios, cuando se refiere a la Universidad donde también se formó él, según texto ya citado60. Y concluye: «La poesía latina, griega y española aquí es donde se acendra y purifica en el punto que para buena pide». Su posición como maestro de jóvenes, amante de la claridad y el buen lenguaje lo hace rechazar los nuevos modos, que solo parecen servir para comunicar entre sí los miembros de un grupo reducido. Esa tiene que ser una de las razones para que no aparezca más que escasamente Góngora en sus obras, tampoco nombres que debía de tener en poca consideración como el predicador culto Paravicino o poetas adocenados que siguen al cordobés.

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Vilanova, 1953, p. 661. Patón, Comentarios de erudición, fol. 149vº.

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Muy posiblemente Lope, como amigo del maestro manchego, recibiera de sus manos alguna obra manuscrita donde se fustigase ese nuevo lenguaje que se estaba imponiendo en la poesía lírica, y presumiblemente en ella el autor de la Elocuencia española en arte inventase el peyorativo culteranismo, que ha pasado a nuestros manuales de historia literaria y a nuestros diccionarios. Quizá no se pueda saber nunca, quizá tampoco importe demasiado quién tuvo la feliz ocurrencia de denominar así los versos de Góngora y otros, pero lo que sí nos importa hoy, y de ello he querido tratar en estas líneas, es la consideración que tuvo uno de los más eminentes retóricos sobre uno de los fenómenos clave para entender la historia literaria de la España de los Siglos de Oro61. No podemos juzgar hoy su papel como poeta, porque nos han llegado muy pocos versos debidos a su pluma. Suya es también la canción que comienza «Sagrado Tiphys, que la eterna nave», con que Patón contribuye a la fiesta que celebró la Universidad de Baeza en 1618 para celebrar la Inmaculada Concepción de la Virgen. Dicho poema le mereció el tercer lugar, como dicen los organizadores: El tercero lugar se le da al Maestro Bartolomé Jiménez Patón, bien conocido por sus doctos libros, y viene bien el lugar con el número ternar io que tan doctamente obser vó al fin de cada estancia, en correspondencia al intento tricípite del Certamen, del misterio de la Santíssima Trinidad, titular desta Universidad, del número de estancias que se pidieron, que son tres veces dos, y de los tres veces cinco versos de cada estancia62.

61

En estos momentos preparamos edición de los Comentarios, junto con Jaime Garau, Carmen Bosch y Juan Miguel Monterrubio, al amparo del proyecto de investigación «Estudio y edición crítica de las obras inéditas del maestro Bartolomé Jiménez Patón (1569-1640)» PB95-0016 (MEC-DGCYT). 62 Recogida en la obra del maestro don Antonio Calderón, Relación de la fiesta que la insigne Universidad de Baeza celebró a la Inmaculada Concepción de la Virgen Nuestra Señora, Baeza, 1618, fols. 68 a 69v°.Ver en Roldán Pérez, 1990.

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3.3. LA ELOCUENCIA ESPAÑOLA DE LOPE DE VEGA

EN ARTE: UNA RETÓRICA EN FAVOR

Patón concibe una retórica, la Elocuencia española en arte (1604), al tiempo que concibe una dialéctica, el Instrumento necesario para escribir todas las ciencias y artes (c1605), una gramática, las Instituciones de la gramática española (no publicada hasta 1614) y también el Perfecto predicador (publicado en 1612, pero con aprobaciones de 1605), que es un manual de oratoria porque piensa que son los predicadores religiosos los que han recogido el testigo de los antiguos oradores romanos y sigue el ejemplo de fray Luis de Granada de retórica clasicista con ejemplos modernos. Todo lo tiene terminado hacia 1605, sólo que algunas obras tarda en imprimirlas o le quedan manuscritas. En definitiva, son las materias que constituyen el Trivium en la enseñanza de las Artes liberales, que él se propone reformar o simplificar en la enseñanza. Para Patón estas ciencias son fundamentales y tienen una prelación entre sí, porque piensa que en España han llegado a su perfección todas las ciencias, con la excepción de la Dialéctica, que debía ser enseñada después de la Gramática y no, como en su tiempo se hacía, puesto que se enseñaba primero la Retórica. Patón distingue con claridad entre Gramática y Retórica, cuando escribe precisamente en su Elocuencia: «Diferénciase la elocuencia también de la gramática en que ésta no cuida de más que hacer la oración congrua, sin solecismos; mas la elocuencia después deso la ha de componer, pulir y hermosear con el adorno, que dicen colores retóricos». Patón tiene también muy clara la diferencia entre Dialéctica y Retórica: «el fin de la dialéctica —escribe— es hacer discursos de razón; el de la retórica es adornar la oración»63. Todavía en el Perfecto predicador dice hablando de sus obras pasadas, la Elocuencia española en arte y el Instrumento necesario: Deshecimos aquella liga y junta de Retórica y Dialéctica, haciendo de una la Elocuencia, de otra el Instrumento. Restaba agora, para acabar de deshacer este engaño de los que piensan que orador y retórico es todo uno, dar este tratado, donde —con lo disputado en esotros— constará la verdad muy clara que hasta agora tan escondida había estado64. 63 64

Patón, Elocuencia española en arte, ed. Marras, p. 68. Patón, «Al lector», en Perfecto predicador.

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La diferencia entre orador y retórico la había esbozado ya en la Elocuencia, donde ya se anticipa la importancia del Perfecto predicador y la necesidad de escribirlo. Dice así Patón, a la altura de 1604: «Retórico es aquel que sólo adorna la oración con tropos, hermosea con figuras y compone con números, y con aptitud y decoro representa la oración que ha hecho. Orador es aquel que es universal y docto en cualquiera ciencia»65. Y así Patón remacha en el Perfecto predicador: «Para que en este tratado nos podamos mejor explicar es necesario suponer algo de lo de nuestra Elocuencia y de el Instrumento». Porque para él la Retórica, en suma, se divide en dos partes: elocución y acción, y a ellas dedicará la Elocuencia; el Perfecto predicador, por su parte, se destina a describir las cualidades y defectos del orador o predicador. Hay, pues, un todo armónico, concebido hacia 1605, ya que en el Instrumento propone Patón el argumento del Perfecto predicador (que lleva una aprobación de 1605), y la Elocuencia es prácticamente contemporánea a la Dialéctica antedicha. Tres partes de un mismo todo con las que el maestro manchego pretende ofrecer un tratado breve y claro que resuelva en la práctica todos los problemas teóricos de estas artes. Si tenemos en cuenta que sus Instituciones gramáticas muy probablemente estaban también escritas hacia esos años, aunque aparecieran en 1614, tendremos que deducir que Patón tiene en mente un sistema completo para diseñar las herramientas del orador: dialéctica, elocuencia, gramática, etc. Por supuesto, no es la primera vez que Patón muestra estas ideas en letra impresa, justamente la Elocuencia es en buena parte traducción de una obra escrita en latín, anterior en el tiempo a la que nos ocupa, que llevó por título Artis Rhetoricae y que después se recogería también en lengua latina en el Mercurius. Pero Patón mismo confiesa que no es traducción a la letra, sobre todo porque los ejemplos latinos no tendrían sentido en castellano. En cierto modo opera como en sus Instituciones de la gramática española, es decir, traduciendo un original latino previo, que en este caso se llamó Instituciones gramáticas y adaptando los ejemplos. Algunos de los latinos los traduce exactamente o los parafrasea66. Incluso copia ejemplos en castellano en el Artis 65

Patón, Elocuencia española en arte, ed. Marras, pp. 68-69. De lo primero es ejemplo: «Cuando Virgilio dice: “Antes que comiesen las dehesas de Troya y bebiesen el río Xanto”» (Patón, Elocuencia española en arte, ed. 1604, p. 21), que traduce literalmente el Artis Rhetoricae, p. 9. 66

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Rhetoricae que después mantiene en la Elocuencia. Escribe así en la primera obra: Vulgo ad significandam aetatem equorum dicit: «De tantos verdes» [s.a.: fol. 12vº]; en la Elocuencia: «Cuando decimos la edad de los caballos por los verdes y entiéndese cada verde un año»67. Patón, ya se ha dicho, era uno de los hombres más doctos de su tiempo, pero siempre tuvo un cierto complejo de falta de autoridad por su voluntario retiro y por no haberse licenciado en Teología como pretendía. Es muy importante su vinculación con el Colegio Imperial de los jesuitas en Madrid, no sólo por los contactos que en él pudo hacer, como el de Lope de Vega, también por la influencia que los padres de la Compañía tuvieron en su Gramática y en la Retórica. Es importante este dato porque Patón tiene muy en cuenta el sistema pedagógico de los jesuitas y en particular el Arte de Nebrija que a principios del XVII se encargó de reformar el padre Juan Luis de la Cerda, a buen seguro preceptor y amigo de Patón, por cuanto le dedica unas palabras elogiosas a uno de sus libros. La influencia de los jesuitas también en la Elocuencia la apunta Marras, aunque el propio Patón había dejado claro que seguía la obra del padre Cipriano Suárez, De arte rethorica libri tres. Marras concede a los jesuitas un poder extraordinario en la España contrarreformista y ve tanto en la retórica de Patón como en el teatro de su amigo Lope, armas al servicio del orden imperante68 y al de la polémica del castellano primitivo, que sigue las directrices equivocadas de López Madera. La aceptación del Mercurius Trimegistus en la Universidad de Baeza como libro de texto supone la consagración de Patón como estudioso y teorizador. La obra selecciona no sólo la Elocuencia española en arte, también la elocuencia sacra y la romana, es decir, las tres partes de la Retórica que se enseñaba entonces, pero añade también las Instituciones de la gramática española, que algunos amigos le habían animado mucho a incluir. Curiosamente no edita Patón su Dialéctica, el citado Instrumento necesario, ni tampoco el Perfecto predicador, sin duda destinado a otro público distinto de los alumnos universitarios. De 1604 a 1621 asistimos, pues, a la consagración del manchego, como si sus opiniones tuvieran ahora tanta autoridad como la de su maestro, el Brocense. Es cierto también que al igual que en su gra-

67 68

Patón, Elocuencia española en arte, ed. 1604, fol. 29. Patón, Elocuencia española en arte, ed. Marras, pp. 12, 37.

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mática latina y castellana, Patón se inspira en la obra de Sánchez de las Brozas, el Organum Dialecticum et Rhetoricum (Salamanca, 1579), porque excluye Invención y Disposición (que serían partes de la Dialéctica) como partes de la Retórica, que queda reducida a la Elocución Patón compone, en frase de Vilanova, el «mejor manual de retórica castellana que ha producido el siglo XVII»69, aunque sea «carente de un pensamiento original y de un ideario estético que sobrepase los estrechos dogmas de la preceptiva clásica». Es un juicio bastante duro el que le dirige este crítico y después se ha matizado convenientemente. Escoge no solo escribirlo en español, sino también ejemplificarla con textos de la literatura española, especialmente de sus contemporáneos y más en particular de Lope. De él dice Patón que es «príncipe de los poetas españoles, sin hacer agravio a los demás, porque la perfeción que ha dado a la poesía con sus versos pide de justicia este nombre, y no imagino que deja de ser reconocido por tal de todos» [Elocuencia, 1621]. Aunque no se ha señalado, creo que es evidente la razón por la que la Elocuencia se publica en Toledo y no en Baeza, lugar donde Patón imprimirá la mayor parte de sus obras: la razón es porque Lope se encuentra en la ciudad imperial, ejerce como poeta toledano todopoderoso, que hace girar en torno a sí a la brillante corte literaria que existía por aquel entonces en la ciudad. Es una manera más de darse prestigio, de demostrar a sus contemporáneos que era el primer poeta de España y que tenía suficiente obra para ejemplificar él solo todas las figuras de la Retórica. De ahí el elogio desmesurado de Patón, que ataca veladamente a los que se han atrevido a murmurarle por no guardar los preceptos de la retórica; tal vez esa es una razón por la que Góngora no aparece mucho en estas páginas. Parece que desdeña relativamente al Góngora de los poemas mayores, pero es amigo de Quevedo, aunque no lo cite tanto. Marras sostiene que le interesa el artificio retórico de Lope y su escuela, al que es capaz de disculpar sus licencias poéticas, pero añade que hay otras retóricas que no tiene en cuenta, como las culteranas o conceptistas o la clasicista de Cervantes. En definitiva, se «condena la oscuridad, pero se aplaude el artificio»70.

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Vilanova, 1953, p. 661. Martín, 1993, p. 70.

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Incluso en la primera edición de la obra escribe Patón contra aquellos que hacen gala de la oscuridad, como se ha visto arriba.Tales procedimientos para conseguir la hilaridad del público usarían los entremesesistas de principios del XVII también. Patón se decanta por la brevedad y la claridad en su obra, desprecia la oscuridad del lenguaje, tanto de los que lo alargan como de los que lo abrevian innecesariamente. No hay que olvidar su ocupación de catedrático de elocuencia en Villanueva de los Infantes, prácticamente durante toda su vida (1600 a 1640). Da la impresión de que siempre tiene en la mente escribir para su alumnado y para que se le entienda. Otro destinatario evidente es el predicador religioso con pocas letras, al que quiere surtir de ejemplos y argumentos para la persuasión. Patón desprecia también el adorno que llama ‘mujeril’ del lenguaje, es decir que todo se va en lindezas de vocablos sin cuidar lo que significan. Todo parece indicar que reacciona aquí contra los poetas oscuros, bien por el uso de circunloquios o por la concentración excesiva. En determinado momento critica a la lengua junciana usada brevemente en Salamanca por considerarla «nueva jerigonza». Andando el tiempo la asimilará a las poesías que llaman ‘cultas’, es decir, a las de Góngora y sus partidarios, como se ha visto. Usa el español por dignificación y se puede decir que es un antecedente de Gracián y su Agudeza y arte de ingenio, aunque sus fines sean distintos: Patón quiere demostrar que la lengua y la literatura españolas están al mismo nivel que la latina, Gracián todavía dará un paso más al señalar su singularidad basándose en la agudeza. En este orden de cosas Patón se confunde, al seguir la opinión de López Madera y no de Alderete sobre la anterioridad de la lengua española al latín. Otros humanistas como Quevedo secundan esta opinión interesada, que también tiene sus matices políticos y patrióticos. Para él la lengua española se encuentra en un momento «cumbre de su perfección, como la latina en tiempos de Cicerón». Incluso el citar textos preferentemente de Marcial o Quintiliano obedece a un deseo de dar preeminencia a lo español, porque aunque estos autores se expresaran en latín, Patón no se cansa de recordar una y otra vez su excelencia, su agudeza, en definitiva de divulgar sus ideas como propias de ‘lo español’. Se mencionan como antecedentes de este empeño los comentarios a Garcilaso del Brocense y las Anotaciones al mismo de Herrera y

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también las artes poéticas de Rengifo o el Pinciano le llevaron a pensar hacer lo mismo con la Retór ica [Vilanova, 1956: 662]. Indudablemente también la retórica de fray Miguel de Salinas, Rhetórica en lengua castellana, es muy aterior en el tiempo (Alcalá, 1541), pero no tiene utilidad para la creación literaria71 y de la que decía Patón que «está algo a lo viejo y traducido del todo del latín».Tampoco, dice Vilanova, son antecedente de su obra el Arte Retórica de Rodrigo Espinosa de Santayana (Madrid, 1578), que Patón considera defectuosa y de la Primera parte de la Rhetórica de Juan de Guzmán (Alcalá, 1589), de la cual dice Patón que «es más larga que debiera y con menor dotrina que conviene». Tampoco tiene en cuenta Patón la Lógica de Simón Abril, que más le parece «filosofía moral que lógica ni retórica». Él no pretende traducir de los autores latinos, sino crear una retórica española y para españoles que recoge preceptos que ya existen en la práctica literaria española72. Su idea es ilustrar las diferentes figuras de la retórica clásica con ejemplos de la literatura española para equiparar nuestra lengua y nuestra literatura con las de la antigüedad clásica. Patón se convierte así, en frase de Vilanova, en «el gran teorizador retórico de los poetas españoles del barroco»73. Menciona Vilanova que asistimos con él al paso de la Poética a la Retórica, de la sustitución del pensamiento estético a la codificación preceptiva, el tránsito de Aristóteles a Quintiliano, que son exponentes de una decadencia Marras va más allá al considerar clave en esta retórica la influencia de los jesuitas, que según ella amparaban a la España de la Contrarreforma merced a «una propaganda fundamentalmente suasoria de marca ignaciana, centrada en cautivar los sentidos»74. Como Lope con la comedia, Patón estaría al servicio del orden imperante por medio de la Retórica. Para esta editora, la Elocuencia de Patón muestra ya el exceso de la elocución y de la acción, que son las dos partes en que Patón divide la Retórica, en correspondencia con la oratoria de los jesuitas. La retórica estaba siendo sustituida por la poética (aunque contaba con el antecedente de Vives75) y Patón llega a identificar a 71 72 73 74 75

Vilanova, 1953, p. 662. Marras, 1987, p. 21. Vilanova, 1953, p. 663. Marras, 1987, p. 12 Marras, 1987, p. 23

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ambas. La Retórica tiene para él el fin de «adornar la oración» y diferencia entre retórico y orador, por cuanto el primero adorna la oración con tropos y figuras y presenta luego lo que ha hecho, frente al orador que es un sabio en todas las disciplinas. La Retórica es, en suma, parte de la Oratoria, como lo son también la Dialéctica y otras disciplinas como la Gramática. El predicador perfecto es aquel que utiliza todos los recursos oratorios para divulgar el dogma, por eso Patón quiere que conozca los recursos literarios de los buenos escritores del español, con objeto de hacer su oratoria más persuasiva. Aunque quizá sus fines más ocultos son «apoyar el absolutismo político imperialista, confirmar la ortodoxia y los dictámenes de la Contrarreforma, reforzar la potencia de la Orden de los jesuitas», como quiere Marras76. Aunque siga al Brocense, Patón es un hombre eminentemente práctico que sobre todo quiere llegar a los predicadores de su tiempo, en especial a los que dirigen sus sermones a un público amplio. Por supuesto, también quiere defender el status conseguido por la lengua española, para conservarla en su puesto. La retórica es para él elocuencia, de hecho los dos términos son intercambiables y así se cambian uno por otro en las dos ediciones de la obra. Otros cambios evidentes entre las dos ediciones de la obra de 1604 y 1621, edición del Mercurius, sobre todo por las críticas y por la aparición de diversos libros nuevos como el de Yagüe de Salas, Los amantes de Teruel (1616), donde prácticamente escriben poemas todos los ingenios importantes de su tiempo, y entre ellos Cervantes. Por supuesto, un cambio fundamental es que añade ejemplos abundantes de las obras de Lope aparecidas en el intervalo, especialmente de la Jerusalén, quizá el poema más ambicioso del Fénix77. También es notable la supresión de una letrilla de Góngora, la que tiene como estribillo Bien puede ser y No puede ser, algo subida de tono, donde había alusiones demasiado explícitas a la infidelidad conyugal entre otras cosas. Por supuesto, era el jesuita Castro el que le sugiere que la suprima y Patón le hace caso.

76

Marras, 1987, p. 36. No es el único, también aparecen otros textos de Hernando de Santiago, Matute de Contreras, parece que lo que le interesaba más era la literatura de los sermonarios y libros religiosos. 77

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La crítica más importante al libro (y no falta de insidia) se la hace este jesuita Francisco de Castro78, a petición del licenciado don Fernando de Ballesteros y Saavedra. Patón, le responde con una Satisfacción al mismo licenciado, donde punto por punto rebate (y a veces acepta) las críticas del jesuita citado. Dicha Satisfacción ocupa veintitrés folios y se publica, junto con las críticas de Castro, en el Mercurius79.Tiene el enorme valor de obligar al maestro manchego a precisar ciertas ideas y a ampliar otras, con lo que su edición arroja mucha luz sobre lo que pensaba en lo tocante a asuntos concretos de nuestra literatura. Por ejemplo, se defiende haber puesto muchos ejemplos de poetas más que de prosistas, porque así se lo recomendaron80, pero ahora recibe críticas por ello. Ahora, sin embargo, tiene que poner buenos ejemplos en prosa, y los que escoge son: los dos fray Luis, fray Hernando del Castillo, padre Márquez, el licenciado Pedro de Herrera en las Fiestas del Sagrario, la Política de Bobadilla y «de los historiadores todos los padres que la han escrito de la Compañía de Jesús» y la Pontifical de Illescas. Esos son los ‘modelos’ para Patón, algunos de ellos sustituirán poemas como la letrilla de Góngora, que Castro le aconseja que cambie, como hace efectivamente. En ese mismo texto Patón se ve obligado a definir que existen para él tres diferencias en lo que se dice, es decir, tres estilos, que él llama: «tenue, grave o medio»81, como se puede leer en nuestro apéndice. En lo que se refiere a la poesía, ya Rozas y Quilis han demostrado, que frente a la opinión de Menéndez Pelayo, Patón prefiere a los poetas de su generación frente a los del XVI. De estos escoge a Garcilaso, pero se olvida de Boscán. Prefiere la épica para ejemplificar. Como en la lírica, Patón prefiere los versos de Lope con el que podría poner ejemplo de todas las figuras retóricas que comenta, si quisiera. Parece que toma partido por la manera lopesca de entender la literatura, frente a su competidor Góngora. Ahora bien, Patón se esgrimió también como defensor del cordobés, por parte de los que le defendían, no en vano cita más veces a Góngora que a Quevedo, por 78

Autor también de una retórica, la titulada De Arte Rhetorica dialogi quatuor (Córdoba: Francisco de Cea, 1611), que tuvo segunda edición (Sevilla: Francisco de Lira, 1625). 79 Patón, Mercurius, pp. 178-205. 80 Patón, Mercurius, p. 195vº. 81 Patón, Mercurius, pp. 196-196vº.

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ejemplo, incluso al poeta de las Soledades, donde Patón encuentra ejemplos que no había hallado en otros autores. Como a esa obra, aparecida entre las dos ediciones de su Elocuencia, está atento Patón a la publicación de libros sobre literatura, entre los que sobresalen las Flores de Espinosa, impresa en 1605. Dámaso pone en su haber el ser el primero en referirse a la plurimembración y correlación en la literatura española, exhibiendo ejemplos palpables de ambos recursos que empezaban a estar de moda en nuestra literatura justamente a finales del XVI, lo cual quiere decir que Patón no era solo un fino catador de nuestra mejor literatura, sino que se daba cuenta de los recursos que la caracterizaban prácticamente nada más haber aparecido82. Otra característica del maestro es pretender demostrar que nada se inventaba, sino que simplemente se resucitaba una tradición clásica olvidada, de ahí que pretenda encontrar antecedente en las obras grecolatinas y así apunta al recurso denominado frequentatio con intencionalidad suasoria, que a Dámaso le parece estar emparentado pero muy lejanamente83. Patón era enemigo de novedades, tanto en materia de lenguaje puramente dicha como en la literatura, tal vez por eso también despreciaba el novedoso culteranismo de Góngora, dispuesto a inventar palabras o a trastocar el orden sintáctico de la frase en español. Patón está pendiente de los rumbos y los gustos de la literatura española de su tiempo, censura, por ejemplo, el empleo de versos de cabo roto, muy similares a los que por esos años aparecen en el Quijote y remite a su traducción y notas del Arte poética de Horacio para saber mejor su opinión sobre los preceptos de la poesía84. El que, lamentablemente, tal obra esté hoy perdida nos impide saber más sobre estos asuntos tan interesantes. Y es que Patón muestra un conocimiento sorprendente de la literatura española para su época, no solo cita el Cancionero general o a Juan de Mena, sino también obras que acaban de aparecer ese mismo año en que publica la Elocuencia como la Vida de san José del maestro Valdivielso o las Seiscientas apotegmas de Rufo, el Romancero general, de 1600. Conoce a Encina, el teatro de Sánchez de Badajoz o Torres Naharro, pero también modos particulares como los romances de consonantes forzosos o las octavas partidas. 82 83 84

Alonso, 1944, p. 148. Alonso, 1944, pp. 151-152. Martín, 1993, p. 376.

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Termina su texto de la Elocuencia el autor diciendo: Si lo que tengo por cierto sucediere, de que por la humildad del autor esta obrita no llegue a la estimación que su justicia pide, habré de aguardar a vengarme de aqueste agravio en partes donde no sea conocido o cuando los muchos años después de muerto hayan dado la antigüedad de que la autoridad nace85.

No hubo de esperar mucho para ser reconocido, incluso en su propia tierra, y desde luego el maestro manchego ha seguido conservando hasta nuestros días el buen crédito que le dieron sus contemporáneos. Pero no pidamos a un autor del XVII lo que exigiríamos hoy a un crítico de nuestros días: el mismo aprecio por la literatura que todos aceptamos como canónica; Patón no podía tener en cuenta a Cervantes, sencillamente porque la literatura que él hacía, particularmente la del Quijote, no necesitaba de la elocuencia, según su opinión, para ella bastaba la gramática y la dialéctica. Aunque puede que hubiera otras razones, como trataré a continuación.

3.4. JIMÉNEZ PATÓN

CONTRA

CERVANTES. EL

CASO DEL

QUIJOTE

Son bien conocidas aquellas palabras del prólogo del primer Quijote, cuando Cervantes finge hablar con un amigo, y le dice que no sabe qué escribir en la introducción de su obra, ya que carece de erudición y doctrina y por tanto también de citas de autores clásicos o de la Divina Escritura, porque, escribe: De todo esto ha de carecer mi libro, porque ni tengo qué acotar en el margen, ni qué anotar en el fin, ni menos sé qué autores sigo en él, para ponerlos al principio, como hacen todos, por las letras del abecé, comenzando en Aristóteles y acabando en Xenofonte y en Zoílo o Zeuxis, aunque fue maldiciente el uno y pintor el otro. También ha de carecer mi libro de sonetos al principio, a lo menos de sonetos cuyos autores sean duques, marqueses, condes, obispos, damas o poetas celebérrimos86.

85 86

Patón, Elocuencia española en arte, ed. 1604, p. 123. Cervantes, Quijote, I, pp. 12-13.

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Los estudiosos han señalado que parece aludir y criticar en especial a Lope, en cuyas obras La Arcadia (1598), el Isidro (1599), La hermosura de Angélica (1602) y El peregrino en su patria (1604) había abusado de tales preliminares; de la misma forma que la referencia a Zoilo y Zeuxis apuntaría al gran poeta madrileño para indicar que se había servido de la famosa Officina de Ravisio Textor87. Ahora bien, creo que para completar esa información hay que tener en cuenta también que al final de la obra de Patón Proverbios morales, Heráclito de Alonso de Barros (Baeza, Pedro de la Cuesta, 1615), figura un «Catálogo de los autores que se cuenta en esta obra, con algunas advertencias», y después de una larga lista (que comienza con Adamantius y termina en Xenophón), escribe el maestro manchego: Algunos tienen semejantes catálogos por ociosos y dicen que es vana ostentación por no ser de importancia […] y algunos dudan la leción verdadera de estas abreviaturas, y para que tengan dónde puedan leerlas enteras y salir de su duda se les pone. […] Con esto se entenderá cómo en este libro ni en otros no es ostentanción vana de comenzar con Avicena y acabar con Jenofonte, como algunos momos suelen murmurar88.

«Momo» o «murmurador» podría ser, pues, una crítica directa a Cervantes. Es evidente que se puede pensar que no tiene por qué referirse explícitamente al prólogo del Quijote ni a su autor, pero no deja de ser muy cercana la referencia como para que la pasemos por alto, sobre todo si se tienen en cuenta algunas otras circunstancias también expresadas en el citado prólogo cervantino del primer Quijote, que presenta el libro como: una leyenda seca como un esparto, ajena de invención, menguada de estilo, pobre de concetos y falta de toda erudición y doctrina, sin acotaciones en las márgenes y sin anotaciones en el fin del libro, como veo que están otros libros, aunque sean fabulosos y profanos, tan llenos de sentencias de Aristóteles, de Platón y de toda la caterva de filósofos, que admiran a los leyentes y tienen a sus autores por hombres leídos, eruditos y elocuentes?89

87 88 89

Rico, 1998, II, p. 256 Patón, Proverbios morales, 1615, fols. Zvº y [Z 2]. Cervantes, Quijote, I, pp. p. 11-12.

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En efecto, en el prólogo de su Elocuencia española en arte (Toledo: Pedro Rodríguez, 1604), publicada solo un año antes del primer Quijote, Jiménez Patón empezaba citando las autor idades de Aristóteles y Platón, y, desde luego, lo de «leído, erudito y elocuente» se podría aplicar perfectamente al maestro Patón, catedrático de elocuencia, nada menos que en el centro del Campo de Montiel, en Villanueva de los Infantes, desde 1600 hasta 1640, es decir, en el abanico de fechas en que Cervantes está escribiendo y publica las dos partes de su obra genial. Pero continuemos leyendo el citado prólogo, cuando aconseja su autor: Si tratáredes de malos pensamientos, acudid con el Evangelio: «De corde exeunt cogitationes malae». Si de la instabilidad de los amigos, ahí está Catón, que os dará su dístico: Donec eris felix, multos numerabis amicos./ Tempora si fuerint nubila, solus eris.Y con estos latinicos y otros tales os tendrán siquiera por gramático, que el serlo no es de poca honra y provecho el día de hoy90.

Desde luego Patón era gramático ante todo y se consideraba muy orgulloso de su puesto en Villanueva. Además había publicado hasta 1605 algunas obras de erudición, la más importante de las cuales es la famosa y ya citada Elocuencia española en arte, primera retórica que escoge ejemplos de autores españoles para ilustrar las figuras. En esa retórica brilla especialmente Lope de Vega, por la abundancia de ejemplos escogidos, y también brilla, pero por su ausencia en este caso, el autor entonces de La Galatea y de múltiples romances y comedias. De la misma forma que falta en 1621, fecha de la segunda edición de la Elocuencia, aunque Patón la había seguido adicionando con ejemplos sacados de autores que publicaron su obra con posterioridad a 1604, algunos incluso enemigos también del Fénix, como es el caso de don Luis de Góngora. Patón no cita nunca a Cervantes, pero más que un ejemplo de la incomprensión de sus contemporáneos, como señalaba uno de sus primeros estudiosos,Vilanova, es un deseo consciente de menospreciarlo.Tampoco Cervantes cita a Patón en su Viaje del Parnaso, y eso que elogia a algunos ingenios por su elocuencia

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Cervantes, Quijote, I, p. 15.

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(Paravicino) y a otros por su conocimiento de la gramática (Juan de Ochoa). Es imposible que el maestro de Villanueva no conociera el Quijote, también que no se sintiera aludido por las continuas referencias al Campo de Montiel y, aún más, a los eruditos y elocuentes y a los gramáticos que desperdiga Cervantes. Como capital del Campo de Montiel, Villanueva de los Infantes y su catedrático de elocuencia se dieron por aludidos en las páginas del Quijote, y, como es lógico, no para bien: un loco, que acaso podría incluso recordar a otro de la propia villa (como adelante señalaré), que había salido en busca de deshacer entuertos por la misma tierra, se dedicaba a pasear la comarca y otros lugares mostrando con sus disparates y los ajenos el genio de los naturales de allá. Hay que considerar además que Patón era muy amigo de Lope, y que este estaba enemistado con Cervantes por lo menos desde 1604. Literariamente hablado, Patón es un lopista convencido, tanto que a veces se ve en la obligación de defenderse por citarlo tan a menudo: No sea odioso el ejemplificar tan a menudo con las obras deste autor tan singular. Que certifico que el ejemplo que en otro hallo, que no lo pongo de él, y que si quisiera ejemplificar todos los preceptos de retórica en él solo [podía], que tiene ejemplos para todo. Donde, aunque mucho lo que ha escripto, se muestra ser bueno y cuidadoso; y sin causa le ha murmurado quien dice que no guarda artificio ni preceptos retóricos, porque es en ellos tan universal como he dicho, y como lo da a entender en la satisfación que dirigió a don Juan Arguijo91.

Otra vez censura a los murmuradores de Lope sin nombrar a nadie; pero es bien sabido que Cervantes y los aristotélicos en general criticaban al Fénix precisamente por eso, entre otras cosas, y en especial el autor del Quijote consideraba odiosas las comedias del «monstruo de naturaleza», según carta de la que luego hablaremos, escrita en Toledo y justo en el verano de 1604. Acaso Patón, pero seguramente Lope (poeta toledano por aquellas fechas) estaban relacionados con la Academia de Fuensalida en Toledo, a la que pertenecía el maestro José de Valdivielso y Juan Antonio de Herrera Temiño entre otros. La Elocuencia de hecho se publica en Toledo, precisamente el lugar donde está viviendo Lope y desde don91

Patón, Elocuencia, ed. Casas, p. 188.

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de nos dice en una carta que ninguno hay tan necio que quiera alabar a don Quijote, quizá porque Cervantes pretendiera también la alabanza de esos mismos ingenios toledanos, alguno de los cuales luego aprobarían otras obras suyas, como es el caso del maestro Valdivielso, aprobante de la segunda parte del Quijote, que pertenecía a la citada Academia de Fuensalida, celebrada en 1602 o 1603. ¿Acaso era el referente de la de Argamasilla que cita Cervantes? O, dicho de otra manera, ¿los poetas que alaban a Patón son los que se niegan a hacerlo con el Quijote? Muy posiblemente la carta de Lope, escrita —no se olvide— en Toledo en 4 de agosto de 1604, nos ofrece una pista: De poetas, no digo: buen siglo es este. Muchos están [en] cierne para el año que viene; pero ninguno hay tan malo como Cervantes ni tan necio que alabe a Don Quijote […] Cosa para mí más odiosa que mis librillos a Almendárez y mis comedias a Cervantes92.

Ninguno quería alabar a don Quijote; pero sí la Elocuencia de Patón. Porque, por si fuera poco, sigamos con el citado prólogo cervantino, la alusión a los poemas preliminares de «duques, marqueses, condes, obispos, damas o poetas celebérrimos» podrían aludir o podría parecer que aludían a los que Patón ofrecía en los inicios de la Elocuencia de 1604: en ellos se ven poemas y prosas encomiásticos de —por este orden—don Francisco Idiáquez, canónigo de la sancta iglesia de Toledo; del licenciado Francisco Sánchez de Villanueva; de doña Inés de Figueroa; del ilustre don Alonso de Salas Barbadillo; de Felipe de Nis Godínez; del licenciado Damián Guerrero; del licenciado Juan Antonio de Herrera; del licenciado Alonso Abad de Contreras; de Luis de Mendoza, hijo del conde de La Coruña; del citado maestro Josef de Valdivieso; de don Marcos de Arellano; de don Francisco Enríquez, hijo del marqués de Villanueva del Río (en prosa); y todavía al final elogios en verso también de doña Luisa Fornari y del doctor Pedro de Segura Espinosa. Es decir, de condes, marqueses, damas y hombres de Iglesia, muchos relacionados con la citada Academia toledana. Una caterva de aduladores, similar a la que ofrecía Lope en El peregrino en su patria, de la misma fecha.

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Lope de Vega, Cartas completas, 1948, I, p. 38.

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¿Tendrá algo que ver con lo que decimos que Cervantes finja encontrar el manuscrito arábigo del Quijote en el Alcaná de Toledo y que se ofrezca a traducirlo un morisco de allí, mientra pasean ambos por el claustro de la Catedral, cuando el narrador prefiere llevarlo a su casa y que lo traduzca allí en un mes y medio?93 ¿Cómo tenemos que entender que Cervantes aparezca de buenas a primeras en su libro en la ciudad de Toledo y que sea precisamente un canónigo toledano quien censure las comedias de Lope? Patón, que también había escrito comedias en su mocedad, saldrá en su defensa. Sin embargo, no quiero decir con esto que Cervantes escribiese la primera parte del Quijote contra Patón, ni siquiera el prólogo, pero lo que sí es seguro es que este se sintió aludido y que contestó de alguna manera. Cervantes, nos consta hoy, pretendía titular su libro El ingenioso hidalgo de la Mancha y si el lugar no es uno en concreto, lo que sí es cierto es que Villanueva sí es un lugar de la Mancha, capital del antiguo y conocido campo de Montiel, y Montiel o Montiela es nombre caro a Cervantes, así se llama un perro en el Coloquio de los perros y el que trae el retablo en El retablo de las maravillas. Por tanto, parece que Cervantes no sentía simpatía por este nombre precisamente. Sin embargo, para Patón —primera personalidad intelectual de la comarca y creador de un grupo de discípulos que le reconocían como autoridad94— era sagrado, como se puede leer: Somos ingratos a sus beneficios y a nuestro Dios y él nos sufre y disimula. Y aunque toda España debe este reconocimiento, más en particular nuestro Campo de Montiel y sus confines, donde cuando llega alguna inquietud, que la mayor es la de alojamiento de soldados, la cual sin razón llevan impacientemente95.

Acaso Patón, sintiéndose atacado y burlada su patria, insulta personalmente al autor del Quijote en su manual de retórica tantas veces citado, al indicar que: 93

Cervantes, Quijote, I, pp. 118-119. Así lo afirman Quilis y Rozas en su introducción a la edición del Epítome de la ortografía e Instituciones de la gramática española, cuando señalan «la gran autoridad que este [Patón] tuvo sobre todos ellos» (p. LVII) y que dejó abundancia de discípulos, que ocupaban importantes cargos en toda La Mancha y aledaños. 95 Patón, Epítome de la ortografía e Instituciones de la gramática española, fols. 376 y vº. 94

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Dijo Lope de Vega en su Angélica:Tisbe de Grecia y la nariz de Roma, donde tomó a «Roma» no en su mismo sinificado, sino en el sonido, queriéndole decir «roma de nariz», y no porque los romanos tengan las narices más que otras naciones, sino porque la voz lo dice, como para decille a uno «logrero» decimos es de Logroño; para decille «tuerto», de Tortosa; «escaso y duro de dar», de Durango; al cornudo de Cervera96.

Cervera, muy cercano a Cervantes, por «cornudo»; pero, todavía más, acaso le denomina «poeta lego» por no haber estudiado, de la misma forma que otros contemporáneos como el toledano de adopción Tamayo de Vargas, también de la cuerda de Lope, le llaman «ingenio lego»: Otros, por no haber estudiado, dicen lo que saben y no saben en todas ocasiones, cumpliendo con un sermón en muchos evangelios. Y porque también pecan en esto algunos de los poetas (que llaman «legos»), yo sé de alguno que la fiesta de San Pedro en junio la celebró con las octavas que hizo Lope de Vega a la muerte del hijo del Duque de Alba; otro las que se hicieron a la muerte del Marqués de Santa Cruz las aplicó a la de un clérigo; y a un abogado conozco que, si la noche de antes que le pidan el escrito ha leído a Florisel de Niquea, ha de entrar lo que leyó en la alegación en derecho, porque no le salga la leción en vano y de balde97.

Notemos, de paso, el desprecio por los libros de caballerías, uno de los cuales —no se olvide, aunque pretenda ridiculizarlos a todos— es el propio de Cervantes. Es idea que una y otra vez aflorará en las diversas obras del maestro de Villanueva, como cuando escribe: Y advierto que son historias tan ciertas como las otras cosas que no señalase en las historias sagradas. No son fábulas milesias, cuentos de viajes, transformaciones poéticas, ni libros caballerías; antes verdades santas, católicas, piadosas y ciertas98.

O cuando aconseja a sus alumnos en otro libro, que también continúa inédito, El virtuoso discreto:

96 97 98

Patón, Elocuencia española en arte, ed. Martín, p. 168. Patón, Elocuencia española en arte, ed. Martín, pp. 302-303. Patón, Comentarios de erudición, fol. 196vº.

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No se lean autores deshonestos y sin provecho como son libros de caballerías, porque las hablas deshonestas corrompen las buenas costumbres. Lo demás de erudición es bueno, reduciéndose a su fin, este es la virtud y esta es obrar bien y huir del vicio99.

Patón está al día de las modas literarias y pasa por ser el inventor del término «culteranismo»; arremete contra los que introducen novedades en el lenguaje y critica particularmente a los culteranistas y pone ejemplos para ridiculizarlos; pero en la segunda edición de la Elocuencia incorpora citas de los grandes poemas de Góngora (las Soledades), a pesar también de la enemistad con Lope. Se diría que trata con respeto a algunos de los enemigos de este; pero sigue despreciando a Cervantes. Tanto es así que no le considera digno de ser citado, ni aun cuando enumera otras obras similares. Así en su Satisfacción al licenciado Fernando Ballesteros y Saavedra (1618): Para saber juzgar de lo que se dice o escribe han de considerar tres diferencias que hay en lo que se dice: o es tenue o grave o medio. El tenue género de lo que se dice es el de las conversaciones, hablas familiares de corrillos, juntas, lenguaje casero y común (como lo difine Cicerón en los Oficios) y a este se reducen los librillos de entretenimiento y donaire como el de Carnestolendas, Lazarillo de Tormes, Celestina, etc100. También se reducen a este género los libros doctrinales que, aunque tratan de cosas sutiles y agudas, por mayor claridad se tratan con palabras humildes, claras, sinificativas, comunes, ordinarias, inteligibles, para que mejor se entienda lo que se disputa y enseña, y así lo afirma Cicerón101.

Esta cita creo que da la pista fundamental para entender por qué escoge sobre todo poesía épica para ilustrar la Elocuencia: porque considera que es en ese tipo de poemas donde es necesaria la Retórica, no en las coplillas, romances ni libros de entretenimiento como La Celestina, el Lazarillo, las Carnestolendas (es decir, los Diálogos de apacible entretenimiento, de Gaspar Lucas de Hidalgo, recién publicado en 1604), o —aunque no lo nombre— el Quijote. Bien es verdad que

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Patón, El virtuoso discreto, segunda parte, fols. 7-10. El primer libro es el de Gaspar Lucas de Hidalgo, Diálogos de apacible entretenimiento (1604). 101 Incluido en Patón, Mercurius Trimegistus, fols. 196-196vº. 100

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después se contradice él mismo, cuando incorpora ejemplos abundantes del romancero o de las letrillas o coplillas que igualmente se dan cita en su obra retórica, porque en definitiva también necesitan de la codificación retórica, aunque pertenezcan a un género menos sublime. Patón entre las dos ediciones de su Elocuencia tiene tiempo de apreciar lo que habían supuesto las obras mayores nuestra literatura, pero también se fija en aquellas obras menores, pero que le sirven para sus intereses como retórico, es el caso de un pesado poemazo titulado Los amantes de Teruel (1616) de un abogado turolense llamado Juan Yagüe de Salas, que aparece muchas veces citado en la edición del libro de 1621. Justamente en esa obra se publican varios poemas preliminares, y uno de ellos pertenece a Cervantes. El «olvido» de Cervantes, como el de otros autores de «librillos de entretenimiento y donaire», no es casual: se explica en parte porque para él los modelos en prosa son fray Luis de Granada, «Cicerón castellano» y el doctor Gonzalo de Illescas, también fray Luis de León, aunque «con mayor arte» y también Santa Teresa, alaba también la riqueza de fray Juan de Pineda. Ahora bien, hay que notar que a veces sí toma ejemplos de estos libros de entretenimiento para su Elocuencia, así después de dar un caso para el verso de determinada figura dice «y aun en prosa anda la descripción de un mostro muy donosa y ridícula en el libro de las Carnestolendas»102. Luego no desprecia este tipo de libros, aunque no le guste la literatura que contienen. Reparemos por un momento en esta segunda vez que cita del libro de las Carnestolendas: se está refiriendo a la obra de Gaspar Lucas de Hidalgo, Diálogos de apacible entretenimiento que contiene unas carnestolendas de Castilla (cuya primera edición conocida hoy es la de Barcelona, Sebastian de Cormellas, 1605), que tuvo buen número de ediciones en el siglo XVII y debió de ser libro muy leído. Resulta que Patón lo cita en 1604, lo cual quiere decir dos cosas: que la edición príncipe de la obra debió de ser de finales de 1603 o principios de 1604 y, segunda y más importante, que Patón estaba perfectamente al tanto de las novedades literarias, sobre todo si habían cosechado éxito de público, como ocurrió con la primera parte del Quijote.

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Patón, Elocuencia, ed. Martín, p. 157.

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En cierta ocasión, la Satisfacción al licenciado Ballesteros, escribe sobre las autoridades en prosa que le han sugerido que cite con más profusión, en crítica que se hizo a la primera edición de la Elocuencia, y además de no citar ninguna de las obras en prosa de Cervantes, se puede pensar que Patón censurara la obra cervantina por diversas razones, por ejemplo por el ataque al matrimonio, presente en algunas de sus obras, así en el inédito libro El virtuoso discreto (1628-31) escribe Patón: En comedias y entremeses se debían corregir y reformar algunas invectivas que con so color de gracias se dicen contra este estado santo [el matrimonial], y las licencias de algunos maldicientes satíricos, sin dalles permisión a ello ni aplaudilles a sus insultos y erróneos donaires, porque el estado es santo103.

Otra vez lo de «maldiciente y satírico». Bien es verdad que no tiene por qué referirse a Cervantes, de hecho hay un subgénero entremesil dedicado específicamente a la burla y las disputas de los matrimonios, pero tampoco se puede excluir aquí la referencia a los entremeses: Entremés de los divorcios, El viejo celoso o La cueva de Salamanca, cuyo tema una y otra vez apunta a las desavenencias matrimoniales. Eso por no mencionar la continua alusión en algunas comedias o novelas. Incluso en el propio Quijote. Hay evidencia clara de que Patón evita citar a Cervantes en diversas ocasiones. Así en la Elocuencia pone ejemplos de palabras anticuadas y de neologismos por composición, pero no cita nunca términos cervantinos como venteril, baciyelmo ni tampoco los palabras anticuadas que emplea el hidalgo en su fabla, ni menciona que en obras en prosa se puedan usar, aunque sí en romances y comedias como son las del Cid Ruy Díaz, y la de La Barbuda o sus hijos, y otras.104 Romances y aun comedias, pero nada nos dice de los frecuentes libros en prosa, donde también se introducían, como el Quijote. Un poco más adelante habla de creaciones léxicas de algunas autores: [las palabras] se hacen […] por adjunción, que es decir componer de dos uno, como Lupercio Leonardo dijo ranicidio, Juan Yagües lauricida, Lope de Vega controvertido, Joan Rufo filicida, Palmireno palabrimujer; mas los más buenos los de Fray Luis de León. Zamora en su Saguntina de todas ma103 104

Patón, El virtuoso discreto, fols. 35-35vº. Patón, Elocuencia, 1621, ed. Martín, p. 304.

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neras hizo vocablos nuevos, pero no es tan licencioso después de religioso en los muchos y graves escritos que ha dado al mundo; eslo mucho en los suyos fray Juan de Pineda, porque usa los ya dejados, introduce nuevos muchísimos, que causa admiración siendo hombre tan docto, si ya no le escusamos con lo que dice en el prólogo, que quiere escrebir para todos, y eso lo quiere cumplir no sólo en las materias, mas aun en las palabras. Mas no querría que todos se tomasen esta licencia fácilmente, sino con el tiento, recato y maduro juicio que Horacio encarga, como lo hizo Fray Luis de León en sus Nombres de Cristo y Perfecta Casada105.

A propósito de los vocablos con los que hay que tener precaución en la lengua, sigue escribiendo el maestro, ahora en la Satisfacción al licenciado Ballesteros, y a propósito de «vocablos extranjeros», que se han de huir, menciona que algunos dicen escarpes por zapatos106, estringas por agujetas; y otros usan nombres poéticos, como: «las nueve moradoras del Parnaso»107 por las musas, los «hermanos hijos de Latona», por el sol y la luna108. Aunque, establece, que vocablos extranjero se pueden usar, entre otras cosas, por brevedad de vocablos, como decimos oficioso, por escusar decir aficionado a hacer buenas obras109, insolente por no decir poco respeto y recato en el trato común110. La cuarta por huir la bajeza en el decir y por hacer más autorizada la oración, como senador romano por hombre que representa mucha autoridad111; matro-

105

Patón, Elocuencia, ed. Martín, p. 306. Cervantes recoge escarpines dos veces en la segunda parte del Quijote.Todas las citas que aporte, a no ser que se indique otra cosa, se han extraído del CORDE de la Real Academia Española, consulta de marzo de 2009. 107 Se encuentra, entre otros autores, en textos poéticos de Cervantes. Ver: «Vióse el sacro virgíneo hermoso coro/ de aquellas moradoras del Parnaso / romper llorando sus cabellos de oro» (Cervantes, Galatea, p. 340). 108 Ver Cervantes, El rufián dichoso: «Prior Vuesa merced nos deja una corona que ha de honrar este reino mientras ciña el cerco azul el hijo de Latona» (p. 417). 109 Ver Cervantes: «Al caballero pobre no le queda otro camino para mostrar que es caballero sino el de la virtud, siendo afable, bien criado, cortés y comedido y oficioso, no soberbio, no arrogante, no murmurador, y, sobre todo, caritativo» (Cervantes, Quijote, p. 676). 110 Insolente es término que utiliza mucho Cervantes, entre otros lugares en el Quijote. 111 Ver el Entremés de la elección de los alcaldes de Daganzo: «Rana: Y ¿con eso pensáis de ser alcalde? / Humillos: Con esto, y con ser yo cristiano viejo, / me atrevo a ser un senador romano» (Ocho comedias y ocho entremeses, p. 924). 106

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na por una mujer casta y de mucho gobierno112, enigma por no decir ques y ques113. Desdeña algunos porque: Otros hay bajos, otros hay graves: bajos los que no son decentes a la cosa que se trata o a la persona que los dice o a la que los oye, y no por sucios ni deshonestos (de que ya tratamos) sino por humildes, como asno, rocín114. Aquí se reducen los vocablos de donaire, picarescos o cómicos, como entrevar la flor115, dar papilla116, hacer la mueca117.

Prácticamente todas estas últimas palabras y expresiones aparecen en alguna obra cervantina, pero el maestro de Retórica elude citar al autor. Pero no es solo lo estrictamente lingüístico, Patón pudo eludir el nombre de Cervantes también por haberse atrevido con un tema tan sagrado como la locura, que ya había dado en Villanueva de los Infantes un ejemplo sobresaliente a principios del XVI, posible antecedente del hidalgo don Quijote. En Villanueva, donde todavía se enseña hoy la Casa de los Estudios que ocupó Jiménez Patón, vivía un hidalgo de nombre don Juan de León, que había dado en la flor de vestirse de manera estrafalaria y salir por esos campos de Dios, el 112

Ver Quijote, II: También le pareció bien otra que entró de doncellas hermosísimas, tan mozas, que al parecer ninguna bajaba de catorce ni llegaba a diez y ocho años, vestidas todas de palmilla verde, los cabellos parte tranzados y parte sueltos, pero todos tan rubios, que con los del sol podían tener competencia; sobre los cuales traían guirnaldas de jazmines, rosas, amaranto y madreselva compuestas. Guiábalas un venerable viejo y una anciana matrona, pero más ligeros y sueltos que sus años prometían (p. 795). 113 También de mucho uso en La Galatea cervantina. Ver: «Cada cual, como mejor supiere, muestre aquí la agudeza de su ingenio, proponiendo alguna pregunta o enigma, a quien esté obligado a responder el compañero que a su lado estuviere» (p. 394) 114 El que estas dos palabras y las tres expresiones que siguen se puedan leer en las obras de Cervantes nos hace tender un sugestivo puente entre estas palabras de Patón y el Quijote. 115 Entrevar la flor es expresión germanesca que aparece en la comedia cervantina El rufián dichoso: «¡Basta, seor Ganchoso! / O logue luenga, y téngase por dicho, /que entrevo toda flor y todo rumbo» (Ocho comedias, p. 361). Equivale a «entender la treta». 116 Dice un ventero del Quijote, replicando al cura: «No piense vuestra merced darme papilla, porque por Dios que no soy nada blanco» (p. 373). 117 La palabra aparece también en el Quijote: «Con todos se burla y de todo hace mueca y donaire» (p. 283). La cita de Patón, Mercurius, fols. 202-202vº.

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Campo de Montiel, en compañía de un secuaz para «deshacer entuertos» y algo había tenido que ver con una mujer de vida licenciosa. Demasiado cercano para considerarlo una simple coincidencia y un siglo después, un escritor enemigo de su amicísimo Lope volvía a recordar el asunto y a denigrar la misma tierra, con otro loco similar, que describían así sus contemporáneos a las alturas de 1525: hombre educado, pero su locura y extravagancia en el vestir, junto al manejo de las armas para deshacer entuertos o desavenencias entre los vecinos […]. Vestía de forma extravagante, con calzas viejas ajustadas a las piernas y camisa vieja, sobre ella una malla de soldado medieval vieja y rota, con espada desnuda en una mano y en la otra una ballesta armada y en ella puesto un rollón y un carcal [sic], dando arengas a sus vecinos […]. Desterrado por el plazo de tres años, durante este tiempo recorrió pueblos y caminos robando, atacando y asustando a la gente para poder comer, acompañado de otro vagabundo llamado Juan de Portillo, habiendo herido además a una bailarina [sic por baileña] del pueblo118.

Demasiado parecido a don Quijote en tantas cosas como se enumeran y demasiado cercano a Jiménez Patón también. Tal vez a este le disgustase el tema de la obra cervantina, o las posibles consecuencias de su lectura: la burla de la enajenación y la locura. Notemos esta cita de otra obra igualmente inédita de Patón, el Albergue de pobres: En el hospital de los locos se ha de considerar la locura de cada uno y así se le ha de hacer el tratamiento y locura, porque algunos la tienen, aunque por la mayor parte es verdad aquello que dice: «quien de loco enferma, tarde o nunca sana». Que les den esperanzas de remedio, cuales no los médicos lo esaminaren procurando saber si fue acidental y en qué manera el haber perdido el juicio y si fue natural.Y no se considera que entren a reír y pasar tiempo con ellos, porque es inhumanidad recebir contento de que el prójimo haya perdido la cosa que tiene de más estimación el hombre, como lo es el entendimiento (Comentarios de erudición, fol. 406).

Un ejemplo más de la incomprensión de sus contemporáneos hacia el Quijote, pero quizá un ejemplo único y singular sobre la res118

Juan Antonio Gómez Gómez: «El loco de Villanueva de los Infantes: ¿el antecedente de don Quijote?», en Parra Luna y Fernández Nieto, 2009, p. 138.

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puesta de La Mancha a la murmuración y la burla que se adivinaban en las páginas de Cervantes.

3.5. EL DISCURSO

DE LOS TUFOS,

PATÓN

EDITOR DE

QUEVEDO

La mayor relación que encontramos entre Quevedo y Jiménez Patón se da en una obra que este tenía escrita hacia 1627, pero que no aparecería hasta 1639 por problemas diversos, el Discurso de los tufos, copetes y calvas. En ella, y en otras que escribe por esos años, se plantea la situación calamitosa de la sociedad española, en parte debida a las costumbres presentes de los españoles de entonces, como dijo Quevedo en una famosa epístola poética (la Epístola censoria) que se publica por primera vez en esta obra de Patón. Quevedo considera en ella que el rey y la nobleza aristocrática personifican los valores de un pasado que hay que mantener, porque atesoran las virtudes tradicionales, como antaño el rey Fernando el Católico, prototipo de gobernante astuto (según se ve en la Carta del rey don Fernando el Católico, comentada por él) o como el Duque de Osuna, modelo de héroe por su valor, decisión y espíritu de aventura. Pero pronto se da cuenta de que Felipe III y su valido Lerma no son capaces de la anhelada reforma, y por ello —algunos años más tarde— confía en la llegada de un nuevo rey y del nuevo valido, Olivares, para que restaure ese pasado heroico, como Virgilio confiaba en Augusto en la Eneida, como restaurador de una edad de oro que situaba en la Roma imperial119. Un ministro fuerte que sea capaz de recuperar la grandeza de un país, grandeza que tiene que basarse en la virtud perdida. Y el Conde Duque a la altura de 1623 empieza a dar signos de cambio y, además, empieza a confiar en Quevedo como intelectual que puede ser uno de los motores de ese cambio y lo lleva en su séquito y le escribe pidiendo consejo. Nos movemos en el abanico de quince años, aproximadamente, que van desde 1623 a 1639, buena parte de los que constituyen el gobierno del Conde-Duque. El nuevo valido, en su ascenso al poder, diseña una serie de reformas y Quevedo, como una gran parte de intelectuales, busca el arrimo del político, acaso animado por la relación que tie-

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Vivar, 2002, p. 27.

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ne con un ingenio cortesano como don Antonio Hurtado de Mendoza. Quizá por ello escribe esta Epístola satírica y censoria, que en frase de Jauralde es «la expresión poética perfecta del regeneracionismo del nuevo gobierno»120. De hecho 1625, y sigo citando la misma fuente, es «un año de integración cortesana y ascenso social de Quevedo», y de hecho viaja con el Rey a Andalucía, Aragón y Cataluña... El de 1625 es sin duda un año de bonanza y de éxito, pero una década después las cosas han cambiado mucho para Quevedo y para España: 1635 es justamente uno de los años del desastre para el país y para de Castilla en particular por los impuestos astronómicos para mantener el gasto militar en una época en que España tenía problemas fuera, pero también los tendría dentro con Cataluña y Portugal. Quevedo escribirá en una carta, justamente de 1636, describiendo esta situación calamitosa en el entorno de La Torre: «Ni han sembrado ni pueden, ni hay pan; los más le comen de cebada y centeno; cada día traemos pobres muertos de los caminos, de hambre y desnudez. La miseria es universal y ultimada»121. Así pues, asistimos a la historia de una decepción en este conjunto de años que van desde la escritura de la Epístola hasta su publicación: desde la esperanza en las posibilidades del nuevo ministro que prometía cambiar el rumbo de España hasta la decepción al comprobar que tal cambio no se había producido y que las cosas iban de mal en peor. Desde una situación de esperanzada alegría en Quevedo hasta el desánimo total que le produjo la prisión de diciembre de 1639. Casualmente muy poco después, en 1640, moría también derrotado su amigo el maestro Patón. Sabemos que Patón es editor de algunos textos, por ejemplo de fragmentos de fray Hernando de Talavera en su Reforma de trajes, o fragmentos de otros muchos autores en la Elocuencia y otras obras, pero me interesa ahora especialmente el papel de Patón como editor de Quevedo, más concretamente de su Epístola satírica y censoria. Cómo llega a sus manos el texto, cómo lo reproduce y cómo lo introduce dentro de su propia obra. Curiosamente el trato de Patón y Quevedo propicia que este último entregue al primero la Epístola con intención de que se edite en su Discurso de los tufos, dicha edición presenta im-

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Jauralde, 1999, p. 501. Quevedo, Epistolario completo, p. 390. Carta del 24 de noviembre de 1636.

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portantes variantes con respecto a las otras que se conocen del poema, como ya señaló y editó Fernández Guerra, cuya fecha se ha establecido entre 1624 y 1625, precisamente los años en que Jiménez Patón empezaría a redactar su discurso, por más que no conociese edición hasta 1639. Según mi opinión, no fue el único texto que Patón recibió: con la Epístola mandaría Quevedo una carta y también algún poema más, como el titulado «Varios linajes de calvas», por esa razón —por venir tan al propósito de lo que escribía— cita sus versos en varias ocasiones durante el Discurso. Con la epístola, sin embargo, procede de diferente manera, la edita al final de este, antes de las aprobaciones de sus amigos Cascales y Lope de Vega, como si se tratara de un texto más de confirmación de sus ideas. Contra lo que aparecerá después en el Parnaso, Patón antecede a dicha Epístola el siguiente encabezamiento: «Al Excelentísimo señor don Gaspar de Guzmán, Conde Duque, gran Canciller. Don Francisco de Quevedo Villegas, caballero de la Orden de Santiago, señor de la villa de la Torre de Juan Abad, deseoso de la reformación de los trajes y ejercicios de la nobleza española». Es decir, que Patón (o el propio Quevedo) circunscribe el alcance de su obra a la reforma de la nobleza de España y concreta en los trajes y ejercicios de ella. No son las únicas variantes del texto, Patón suprime intencionadamente unos cuantos versos (76-84 y 106-111), concretamente cinco estrofas donde Quevedo criticaba a ciertos pueblos o naciones, como los cántabros, moros, tudescos, holandeses e italianos. Parece como si el maestro manchego quisiera eliminar las referencias concretas o como si la censura inquisitorial no hubiera permitido que se publicaran en 1625 alusiones tan precisas a los banqueros italianos o a los viciosos tudescos, a la herejía de los holandeses o al pecado nefando, que también venía de Italia, según el satírico. A pesar de lo cual, Alfonso Rey ha señalado la actualidad del poema, por cuanto se relaciona con los capítulos de reformación de 1623, pero también podríamos decir la ‘reactualidad’ de ambos (poema y discurso) por cuanto se llevó a cabo una segunda reformación en 1635, año cercano al de edición del Discurso de los tufos. Eso me da pie para dar una serie de pinceladas sobre la época que ayuden a contextualizar el texto antes de ocuparme de él. El asunto de los castellanos de la edad heroica en Quevedo curiosamente relaciona a los dos nombres con que titulo este apartado:

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Quevedo y Patón, porque precisamente el texto donde más se trata esta idea, la famosa Epístola satírica y censoria contra las costumbres de los castellanos de don Francisco, se publica por vez primera en el no menos famoso Discurso de los tufos del maestro Jiménez Patón en 1639. Por eso me pareció importante tratar de este tema y de ambos ingenios, pensando en que dicha relación se completa con el trato de amigos comunes y de libros comunes también, como la famosa traducción de la Utopía de Tomás Moro, que se debe al caballero santiaguista don Jerónimo de Medinilla y Porres, discípulo de Patón y amigo de este y Quevedo, los cuales le escriben sendos escritos entre aprobatorios y laudatorios que antecede a la versión impresa de su libro en 1637. Quevedo parece que además lo animó personalmente a que acometiera la traducción de la obra. Este cúmulo de aspectos que relacionan a estos personajes relacionados con Villanueva de los Infantes se completa además con la materia misma objeto de tantos escritos: al igual que en la Epístola censoria o en el Discurso de los tufos, también en la Utopía de Medinilla se plantean asuntos como el de la reforma de las costumbres o la comparación entre el tiempo pasado y el presente o entre una tierra ideal y la España del momento. Si a todo ello le añadimos la consideración de otras obras como la Reforma de trajes de Patón (1638) y otros textos quevedianos como la España defendida o algunos poemas, tendremos prácticamente centrado el tema. La Epístola satírica y censoria de Quevedo es uno de sus poemas más importantes, escrito en una circunstancia histórica concreta, poco después de la llegada de Olivares y del inicio de su ambicioso programa de reformas. Se ha señalado como fecha de composición los años 1624 o 1625 y su relación con los Capítulos de reformación de 1623, que acababa de aprobar el nuevo gobierno. Su autor lo titula «Epístola satírica y censoria contra las costumbres presentes de los castellanos, escrita a don Gaspar de Guzmán, conde de Olivares en su valimiento», porque, como Quevedo, también Olivares quería reformar las costumbres españolas122 y reconvertir a Castilla, porque la creía «merecedora de su vocación providencial»123. Los castellanos de la edad heroica, que sitúa el autor antes del descubrimiento de América en esa inconcreta Edad Media, son los pro-

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Vivar, 2002, p. 31. Elliot, 1986, p. 308.

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tagonistas del poema. Habitan en un pasado ‘multitemporal’ en frase de Francisco Vivar124, que pretende que se restaure y que cale en la memoria de los españoles para que influya en su conducta, como también pretendía mover a sus compatriotas en la España defendida. Quevedo presenta un planteamiento curioso, pero lógicamente está desarrollando varios tópicos. Señala Alfonso Rey que su modelo puede ser las odas de Horacio, porque evoca en ella un pasado inconcreto «presidido por unas virtudes similares a las de la Roma gloriosa» cuya restitución desea que lleve a cabo Augusto125; esas virtudes no son otras que la justicia, la virtud, fortaleza, castidad, pobreza, frugalidad y constancia. Se trata de evocar un pasado virtuoso, que en 1621 se situaba «en el reinado de Fernando e Isabel», los Reyes Católicos126, es decir, en una especie de Edad Media idealizada. Raimundo Lida se atreve a precisar un poco más cuando señala que «tenderá a situar su España [...] hacia los siglos XII o XIII, pero no llega a trazar frontera definida entre ellos y los muchos que les preceden»; también en la España defendida alaba las costumbres «de los buenos hombres de Castilla de quinientos y de cuatrocientos años a esta parte»127, es decir, de principios del siglo XII o XIII y de hecho hay en el poema varias alusiones a la Reconquista como ejercicio bélico de los hombres de la España de entonces. Lía Schwartz e Ignacio Arellano señalan que se describen «los viejos castellanos como nobles valientes que no se preocupan por su vestimenta, en contraste con los cortesanos y lindos del momento»128.Tema que responde también a un tópico literario o, mejor dicho, que concatena varios tópicos y sigue a diversos autores clásicos, algunos ya señalados como Horacio, pero también a otros como Juvenal, que escribe en sus sátiras sobre la virtud de las matronas y también de la decadencia de Roma, atrapada por el ocio; o Silio Itálico, que señala que los hispanos preferían suicidarse antes de sufrir la vejez; Salustio, pero también —si seguimos a Maurer— a Tito Livio o Tácito, que «habían contrastado el vicio de su época con las costumbres antiguas (mos maiorum)»129. Maurer afirma que esta república le nace a Quevedo de sus lecturas clásicas. 124 125 126 127 128 129

Vivar, 2002, p. 32. Rey, 1999, p. 347. Elliot, citado por Rey, 1999, p. 349 Lida, 1980, p. 299. Schwartz-Arellano, 1989, p. 128. Maurer, 1980, p. 94.

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Es, en definitiva, como dicen Schwartz y Arellano, el tópico de la Edad de Oro, que tan felizmente recreara otro manchego ilustre como don Quijote ante los cabreros, el cual no deja de ser una utopía no muy diferente de la que tradujo su amigo el caballero santiaguista Medinilla, donde todo el mundo trabajaba: el noble en la guerra y el villano en sus oficios. Ahora bien, hay que notar que el tópico de la edad dorada, que aparece también en la Metamorfosis de Ovidio y otros autores clásicos, es algo distinto del de la edad heroica que trata Quevedo, por cuanto en la primera no hacían falta soldados, ni hacía falta labrar la tierra para que diera el fruto «todo era paz», como dice el caballero manchego, y no existían las «palabras de tuyo y mío», cosa distinta de lo que señala Quevedo en su epístola, aunque es verdad que coinciden en criticar el uso del lujo y la falta de virtud. Y no es que Quevedo sea de los que opinen que cualquier tiempo pasado fue mejor, de hecho se burla de esa idea en algún escrito posterior, es que lo ideal, lo idóneo, es como señala Maurer, «el puro deseo» (p. 95) y el tiempo histórico «se ancla en el tiempo poético». Indudablemente Quevedo está remitiéndose a un tópico, como he dicho, pero un tópico o lugar común que actualiza según la situación política y social de la España del momento. Porque a la par que se lamenta del abandono de las virtudes antiguas, hay una evidente crítica de las costumbres actuales, especialmente del lujo y en gran medida de las novedades, que para Quevedo provienen de las modas extranjeras. Algo parecido censurará Patón en sus discursos contra las modas del peinado o los trajes. Quevedo, y Patón también, son amigos de conservar el orden tradicional, porque ambos son conscientes de la decadencia de España y se proponen mostrar sus causas para repararla. Reaccionan contra la idea de que los imperios empiezan a declinar cuando han conseguido las más altas cotas de poder (el caso de Quevedo) y también contra la idea de que Dios está castigando a su pueblo por haberse abandonado a los vicios de todo tipo (Patón). Quevedo y Patón censuran el juego, el dinero y el lujo, pero el poeta va más allá al recriminar a la nobleza el abandono de su principal ocupación: la guerra y que se iguale con las familias ricas (que no son nobles) por ese afán de dinero. Uno de esos pecados, para Quevedo y para su amigo el maestro de gramática, es sustituir la virtud por el dinero, que iguala a las personas y no distingue de clases sociales; moda que a España ha llegado de la

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imitación de los extranjeros. Patón no se cansa de censurar la manía, especialmente de las mujeres, de gastar los dineros del marido en costosos trajes; a Quevedo, mucho más largo de visión, le preocupa más la situación financiera de España, dependiente de préstamos extranjeros. Quevedo opina que cada país tiene un carácter, en parte debido a sus condicionamientos: los alemanes son flemáticos y perezosos por el frío; los negros e indios inútiles para el trabajo «por el excesivo calor. En España es natural la lealtad a los príncipes, y religiosa la obediencia a las leyes y el amor a los generales y capitanes»130; en definitiva, el amor a los pilares del estado católico que es España: la administración, el poder militar, la religión. Quevedo, que participa del movimiento neoestoico, admira en el pueblo castellano o español la aceptación de las leyes, el respeto a los que mandan, por más que puedan comportarse injustamente, y por más que la situación social y política fuera especialmente difícil en esos años. El amor a los capitanes, es decir, la lealtad del ejército y la confianza en Dios, que sitúa el autor en la Edad Media castellana, es lo que ha engrandecido a España y es lo que ha configurado el conjunto de virtudes que son dignas de mantenerse. Y como dice Raimundo Lida concreta en el Fuero Juzgo el modelo de aquellos castellanos antiguos, que respetaban leyes tan severas y que por respetarlas se hicieron merecedores de reconquistas el territorio de España a los árabes131. Esa veneración escrupulosa de los antiguos castellanos falta en los españoles de hoy, dice Quevedo. Nombres heroicos como el Cid, Bernardo del Carpio o Fernán González se ofrecen como modelo a los españoles de ahora, olvidados quizá de aquellas gestas. No se plantea Quevedo la existencia de estos héroes, uno de los cuales —Bernardo— sabemos hoy que pertenece al ámbito de la leyenda. Para Quevedo la vida virtuosa de estos españoles antiguos estaba en consonancia y armonía con la naturaleza: no se cazaba ni pescaba más de lo preciso, no se maltrataba a los animales, no se surcaba el océano, la seda era la mortaja del gusano; el betún no servía para perfumar, sino que era espuma o vómito de la ballena, el múrice no manchaba la seda. Por el contrario, los españoles de ahora se han vuelto cualquier cosa menos virtuosos y se han alejado del valor primitivo

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Quevedo, España defendida. Lida, 1980, p. 56.

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de las cosas: blasonan de linaje pero no de la virtud que es la que hizo nacer el linaje; los pimientos y los ajos duros se han sustituido en la comida por exquisiteces como la pimienta y el clavo, especias forasteras que se han traído después de surcar el océano. A consecuencia quizá de desarrollar un tópico literario, Quevedo llega a comparar el imperio español con el imperio romano porque sabe que los imperios están llamados a desaparecer si se dejan ganar por el ocio, como organismos vivos que son. Patón, sin embargo, verá en la decadencia más un castigo divino por los pecados que esta explicación historicista que da Quevedo y que expresa claramente en su España defendida: Mientras tuvo Roma a quien temer y enemigos, ¡qué diferentes costumbres tuvo!, ¡cómo se ejercitó en las armas!, ¡qué pechos tan valerosos ostentó al mundo!, mas luego que honraron sus deseos perezosos al ocio bestial con nombre de paz santa ¡qué vicio no se apoderó de ella! (ed. 1916, p. 81).

Evidentemente podría sustituirse Roma por España y esa es la intención del autor: advertir del peligro que corre el imperio español si no se resucita la edad heroica de los castellanos antiguos, la edad dorada. No es la única vez que encontramos la referencia a la pérdida del poderío del imperio romano en sus versos, concretamente en la silva titulada «Roma antigua y moderna» se sitúa Quevedo en una óptica muy próxima a la de nuestra Epístola, pero la manera de proceder es distinta: Roma es poderosa en el tiempo del poema, pero echa la mirada atrás para acordarse de que antes no fue nada; el punto de vista de la Epístola es el contrario: se mira hacia la antigua grandeza de España desde un momento en que la patria está dejando de ser poderosa. Roma, por el contrario, ha sabido perpetuarse con el tiempo y ceder el poderío militar al poderío cultural y religioso, como silla de los papas. En otros poemas habla también del tiempo glorioso de España, por ejemplo de aquel soneto que lleva por título «Advertencia a España de que ansí como se ha hecho señora de muchos, ansí será de tantos enemigos invididada y perseguida y necesita de continua prevención por esa causa»132, pero aunque recuerda el tiempo heroico antiguo, lo

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Quevedo, Obra poética, I, p, 218.

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que pretende aquí es prevenir a España de «que lo que a todos les quitaste sola/ te puedan a ti sola quitar todos», en estupendo quiasmo, que de alguna manera es también lo que vaticina en la Epístola, pero no deja de ser cierto que no se vuelve al tópico de la edad heroica, acaso solo de pasada. El poema se ha relacionado muchas veces con otros escritos de Quevedo, como el memorial inconcluso, ya aludido, de España defendida, muy anterior en su fecha. Es cierto que en él, como nos han recordado Raimundo Lida y, más recientemente, Victoriano Roncero, responde a otro tópico, el de la laus Hispaniae, es decir, el de la alabanza de España que la muestra casi desde un punto de vista nacionalista como superior a las demás naciones y singular y única por muchos motivos133. Pero de alguna forma hay un núcleo común entre este texto fundamental y la Epístola que comento. También se ha querido relacionar esta epístola con el «Sermón estoico de censura moral», donde efectivamente encontramos una censura a la codicia de los tiempos presentes que ha llevado a España a surcar los mares, a explotar las minas de América, etc., en definitiva a transgredir el orden que la Naturaleza tenía establecido. Pero tampoco se aprecia en estos versos la rememoración de una edad pasada y heroica como en la Epístola. De alguna forma se podría decir que el tema se circunscribe, en lo que es el verso de Quevedo, a la obra que comentamos. En otros textos desarrolla ideas parecidas, por ejemplo, en La hora de todos escribe que los españoles son una raza aparte, cuya razón de ser es la guerra y cuyo amor al rey está por encima de las demás cosas. Dice así: Preguntado por ellos al español dónde iba, respondió que a Francia huyendo, por no dar en manos de la justicia que le perseguía por algunas travesuras; que de allí pasaría a Flandes a desenojar los jueces y desquitar su opinión sirviendo a su rey, porque los españoles no sabían servir a otra persona en saliendo de su tierra. Preguntado cómo no llevaba oficio ni ejercicio para sustentarse en un tan largo camino, dijo que el oficio de los españoles era la guerra y que los hombres de bien, pobres, pedían prestado o limosna para caminar y los ruines lo hurtaban, como los que lo son en todas naciones134.

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Roncero, 1991. Quevedo, La hora de todos, fol. 144.

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En definitiva, como se ve con todas estas referencias, se construye un mito de España, una «España imaginada» que da título a un libro reciente, con el que quiere revitalizar a la España antigua, porque para él «perder la memoria del pasado es caer en el caos»135. Construye para ello en esta Epístola y también en otra obras como la España defendida una imagen de España recuperada a través de la nostalgia136, donde se pretende mostrar la esencia del país en una imagen ideal que proclama la bondad de su clima, su agraciada geografía, su antigua lengua (más vieja que el latín), el carácter belicoso y leal de sus antiguos pobladores, etc. Como Quevedo, también Patón desprecia las teorías de que la lengua española sea un latín corrompido y, como su amigo, defiende la singularidad de un país como el suyo, elegido por Dios, que ha dado al mundo los mejores cultivadores de todas las ciencias y artes. Y de la misma forma, Patón y Quevedo —que consideran la lengua española una de las más antiguas de todas— desprecian la moda cultista de Góngora y otros por haber introducido en su gramática y en su léxico novedades que no necesita para ser culta. Para los dos humanistas amigos, el español no necesita de estas jerigonzas (palabra que emplean ambos) y lo único que tiene que hacer es rescatar a sus grandes nombres de la antigüedad, por eso Quevedo edita por vez primera a Fray Luis o a Francisco de la Torre y por eso Patón escoge como ejemplos de su Elocuencia española en arte aquellos que corresponden a escritores castellanos como Lope de Vega y otros. De alguna forma Patón, pero sobre todo Quevedo está creando la imagen de una España que —aunque tenga base real— no ha existido sino en su imaginación y no tiene localización precisa; es decir, que de alguna manera está construyendo algo parecido a una utopía. Eso me da pie para hablar de la traducción de la obra así titulada que se debe a Tomás Moro y que, como he dicho al principio, se debe al también caballero santiaguista don Jerónimo de Medinilla, amigo de los dos humanistas citados. Fue Quevedo, sin embargo, según confiesa en la preliminar «noticia y recomendación de la Utopía», el que «le importuné a que hiciese esta traducción, asegurándome el acierto della, lo cuidadoso de su estilo y sin afectación y las noticias políticas

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Vivar, 2002, p. 60. Vivar, 2002, p. 63.

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que con larga lección ha adquirido»137. También Patón, maestro de Medinilla, aprueba la obra como notario del Santo Oficio. Pero lo que más nos importa señalar es que el traductor, Medinilla y Porres, escribe muy parecidas ideas a las expresadas por Quevedo. Hablando del juego, por ejemplo, dice: «En el qual juego [uno parecido al ajedrez] muestran discretamente la oposición que tiene a los vicios y la concordia con las virtudes» (fol. 7vº) y un poco más adelante recrimina también el uso del dinero en Utopía diciendo: «porque donde todo se compra con el dinero, es forzoso que haya muchas artes totalmente vanas y superfluas, que solo sirven al antojo y exceso» (fol. 8). Si tenemos en cuenta que los habitantes de Utopía se visten de pieles de animales, gastan un vestido cada dos años y emplean para ello materias naturales como la lana; que trabajan todos fundamentalmente en la agricultura, pero que hay también individuos que por su origen pertenecen a otras castas y que no se mezclan unos con otros; que no desprecian la guerra cuando hace falta y por eso tienen su territorio en paz y otros etcéteras que es fácil imaginar, se puede concluir que esa república bien ordenada se parece mucho al ideal quevediano y que, de paso, la crítica de lo que no debe ser la república se asemeja mucho también a la descripción de los vicios superfluos que hace Patón en sus obras. Este último publica el Discurso de los tufos en Baeza en 1639, y lo edita su impresor habitual, Juan de la Cuesta, pero la obra estaba preparada mucho tiempo antes, concretamente en 1627 por lo menos, año en que recibe una carta de Lope (fechada en 5 de noviembre) que le dice que «yo he pasado este discurso de v. m. con notable gusto» porque «es de lo mejor que ha escrito y yo he visto de otra pluma» (fol. 66vº). De la misma forma el licenciado Antonio Abad de Ferrezuelo firma en Villanueva de los Infantes (el 23 de dicho mes y año) un escrito por el que comisiona a fray Tomás de Contreras, prior del convento de Santo Domingo de la misma villa, la censura de la obra, cosa que firma el dicho prior el 29 del mismo mes. La suma del privilegio la obtiene Patón en 20 de agosto de 1628, muy poco antes, el 12 de julio recibía también la aprobación del erudito cronista del Rey y amigo de Quevedo, Tomás Tamayo de Vargas. Pero la obra queda sin imprimirse hasta 1639, como digo.

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Medinilla, Utopía, fol. //3vº.

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En otro lugar Patón mismo enjuicia esta obra como «maduro y bien sazonado discurso» en el que esboza «una ingeniosa, erudita y bien estudiada invectiva» contra tufos y copetes, como hemos reproducido arriba, cuando el religioso menciona «que si le viera impreso diera de buena gana mi dinero, y aun si lo encontrara manuscrito lo copiara de la mía o de otra mejor por el enfado que me causan estos lechuzos, pero dejándolos para tales y encomendándoselos a ese autor a quien me encomendaréis, sólo por eso prosiguiéndolo que mi amigo y compañero comenzó de escrebir sobre cosas humildes y aun malas que más lo puede ser y aun indino (como lo es de hombres cuerdos su uso) escrebir excelencias del tabaco» (Comentarios de erudición). No hay duda de que Patón está hablando de su propio Discurso de los tufos y que la referencia presente tiene que ser cercana a 1628, pues pocas líneas después sigue diciendo, también en boca de uno de sus personajes: «no llevó a paciencia, ni lo que me dicen de un gramático, que ha escrito contra las cruces que se ponen en los sobre escritos de las cartas y otras». Es decir, Patón se refiere aquí a lo que se imprimirá como Decente colocación de la santa cruz, ora que —aunque se imprime en 1635— cuenta ya con escritos aprobatorios de 1628, como la licencia del ordinario que se publica inmediatamente después de la portada. La dirige Patón a Jesús Nazareno, príncipe de las eternidades, pero escribe un prólogo a don Gutierre Marqués de Careaga, para excusarse por haberla escrito «nueve años antes que v.m., como constará de las censuras y previlegio» (fol. IVvº). En efecto, Marqués de Careaga imprimía en 1637 su Invectiva en discursos apologeticos contra el abuso publico de las guedejas (Madrid, María de Quiñones), luego el año a que se está refiriendo Patón es justamente al de 1628. No quiere decir eso, por supuesto, que unos cuantos años antes, por lo menos en 1627, no tuviera escrita la obra de que hablamos. Posterior a 1627 y anterior a 1639, como se aprecia, este comentario a su propia obra nos la presenta como «ingeniosa, erudita y gran estudiada invectiva en un bien razonado y maduro discurso». Patón había publicado en su discurso, inmediatamente antes de la Epístola quevediana una «Protesta de la fe católica», donde hace profesión de ortodoxia estricta, que firma delante de la Inquisición de Villanueva y en particular delante de sus amigos Ballesteros Saavedra. Dicha protesta está fechada el 16 de febrero de 1625, pero no alude en ella al presente Discurso.

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Una de las razones por las que no debió dejar que quedase sin imprimir es por la actualidad que su discurso tenía aun en 1639, dado que se había publicado hacía poco la Nueva prematica de reformacion contra los abusos de los afeytes, calçado, guedejas, guardainfantes, lenguaje critico, moños, trajes y excesso en el uso del tabaco: fundada en la divina escritura y dotrina de los Santos Padres para todos estados necessaria (Zaragoza, Diego Dormer, 1635), que se debía al presentado F. Tomás Ramón, alcagniciense del orden de Predicadores. Curiosamente en 1639 se imprime en simultáneo un Pregón en que su Majestad manda que por quanto el abuso de las guedejas y copetes con que andan algunos hombres y los rizos con que componen el cabello han llegado a hacer escándalo en estos reinos, ningún hombre pueda traer guedejas ni copete (en Sevilla, Francisco de Lyra y Madrid, Francisco Martínez). Sin duda el propósito de Patón es distinto del de Quevedo, aunque ambos confluyen como intentaré mostrar ahora: el catedrático de Elocuencia de Villanueva, como le gusta denominarse, quiere desterrar un abuso: el de los peinados y tocados, pero también el de los trajes en sus respectivos libros contra tales modas; Quevedo, sin embargo, se propone criticar el estado de la sociedad española del momento comparándola con una época heroica para restaurar la grandeza perdida. Ambos confluyen, como he dicho, en perseguir la molicie y el vicio de la sociedad actual, pero Quevedo además compara los tiempos que se están viviendo, llenos de corrupción y vicio con una época dorada, la de la España guerrera de la virtud, la heroicidad y la valentía. Patón se centra más en el castigo de las modas, pero no olvida como su amigo el satírico la referencia a esa época dorada, que sitúa —como Quevedo— en un pasado inconcreto e idealizado. Creo que tal cosa se puede apreciar con claridad en el fragmento siguiente: Porque a los lindos o galanes deste tiempo que se emplean en tal abuso de trajes no se si les cuadra más el nombre de lindas y galanas y más de mujeres que de hombres, pues con tanta atención se ocupan en mujeriles aseos en el cabello y vestidos inútiles y costosos como lo son los acuchillados, que fueran mejor lo fueran de sus espadas los enemigos nuestros y que en su estrago y destrozo malla, jacerinas, fuertes petos y bien fornidos arneses y no damascos, tafetanes, terciopelos y tantas diferencias de preciosísimas entretelas y sobresalientes arrojarán lanzas y no cañas. Si bien este ejercicio a su tiempo en la paz para ensayos de la guerra no es

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malo, antes esté el de los toros; justas y torneos tanto son muy loables cuanto miran a preludios de lo bélico y militar, porque en ellos se habilitan, ensayan y disponen para lo cierto de las veras, como los antiguos romanos en sus gimnásticas ocupaciones, palestras y campo Marcio. Pero en tiempo de paz para no estarse ociosos ni entorpecidos, y no cuando el enemigo está asaltando las plazas de Flandes, sitiando las ciudades nuestras de Italia, amenazándonos, baldonándonos y vituperándonos con fanfarrones y contumeliosos desafíos. ¿De gente criada en tanto ocio vicio y regalo qué se puede esperar de valentía, animosidad y esfuerzo? En los tiempos antiguos y de los que yo me acuerdo de los encallecidos en el arado y azada y de los ágiles cavadores y finalmente de la gente hecha al trabajo, a sufrir y pasar las injurias de los tiempos, polvos y lodos, calores y fríos salían los valientes y valerosos soldados. Conocilos salir de vardear un horno, de traer una carga de leña, de hacer carbón, de jornaleros para el trabajo a pocos días de soldados, sargentos, alférez y capitanes.Y de podar vides y ser aperador de arados salió Mario, pero no destos afeminados, lindos, vagabundos ociosos. Gastan sus patrimonios en estas galas juegos y deshonestidades y cuando el rey señor nuestro para alquilar soldados estranjeros, por faltarle hombres entre sus vasallos por estar los que tiene convertidos en mujeres en esta manera, pide donativos, reparte nuevos tributos, como es forzoso para la defensa de la fe católica y de sus estados, se ponen a mormurar con sentimientos indinos de hombres hombres y de fieles fieles (Tufos, 1639, fols. 55-55vº).

Patón alude claramente a la mala situación en Flandes e Italia, que es lo que le enciende la cólera y le hace reaccionar contra las costumbres presentes de los castellanos, utilizando la frase de Quevedo. Se diría que Patón censura sobre todo el afeminamiento de la juventud española, más dada a modas y lujos que los comportamientos varoniles que tanto bien hicieron a España. Su referencia a «los tiempos antiguos» equivale a ese inconcreto pasado de Quevedo en su Epístola. La alabanza del trabajo manual creo que es comparable a esos versos de Quevedo en su poema que dicen; Hoy desprecia el honor al que trabaja y entonces fue el trabajo ejecutoria y el vicio graduó la gente baja (Poesía moral, 1999, p. 357).

De la misma forma escribe Patón refiriéndose sin nombrarlo quizá al Conde Duque con un asomo de atrevimiento:

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Ministros de justicias zelosos de la reformación de costumbres cristianas an intentado esta reformación tan justa (si bien no han perseverado en ella como debían) por ser depravación favorecida no de genios ni de ingenios, sino de troneras sin seso con cuyo favor persevera en España a pesar de los sesudos y cuerdos (Tufos, 1639, fol. 3).

Acaso hay una velada crítica del maestro hacia la poca perseverancia de los ministros en la aplicación de leyes y premáticas; por su parte, Quevedo igualmente insta al valido a acabar con tanto ocio regalado. Como Quevedo, Patón quiere hacer guerra al ocio, cuando escribe: «hagamos guerra a estos copetes y tufos hasta emparejar el cabello como los nobles antiguos lo usaron; si bien el adorno de garcetas en aquel tiempo fue loable y honroso, hoy haría novedad el usalle, mas no tan muestra de afeminación». Es, en definitiva, la misma intención: desterrar las novedades y recuperar las costumbres antiguas, porque tanto a Quevedo como a Patón les horrorizan los cambios, ya se ha dicho, sobre todo cuando tan buen resultado había dado a España las costumbres y el carácter antiguo. Patón expresa su deseo de forma clara: Alabe cada uno a su Majestad con aquello que le cupo en suerte en su estado, nacimiento y edad y vida, y pórtese cristina y cuerdamente y reciba mis deseos que han sido de ver la reformación cristina en el estado varonil quitando ocasión a las naciones estranjeras y enemigas de que nos mormuren y atrevan considerando a nuestros españoles afeminados y mujeriles (Tufos, 1639, fol. 42vº).

Es un intento de salir al paso de las críticas extranjeras, como Quevedo quiere hacer también con su España defendida, que escribe sobre todo para desmentir las opiniones de escritores extraños que nos censuran por esas y otras circunstancias. Patón da además notas de actualidad en su escrito: En este punto recebí cartas de la corte llenas de doloroso sentimiento y lastimándose de que quando su Majestad, Dios le guarde, anda desvelándose como católico monarca defensor de la Iglesia fiel, solicitando el rendimiento de los enemigos impíos, los galanes de la corte, que fueran mejor soldados en esta ocasión atendiendo más a lo afeminado y lindos que a la valentía y ánimo que la ocasión pide, no contentos con las guedejas ordinarias, cogoteras y copetes, engoman y enrizan el cabello y ponen fundillas y

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hacen aguas para los rostros. ¡Oh dolor, dino de llorar entre cristianos! ¿Fundillas o jaulillas en los copetes, porque anden más levantados, cuando fuera mejor empresar uno y otro cabello con el morrión, celada o yelmo con el barboquejo y quijotes de las armas? ¿Tal estrago de costumbres tal afeminación y cobardía sinificada en el aseo mugeril cuando el francés y el de Parma y otros muchos enemigos nuestros y de la fe católica nos están provocando y desafiando con injustos y desmesurados manifiestos y ultrajándonos con menosprecio y baldones, permitiendo Dios por nuestros pecados alcancen vitorias tan inominiosas para nosotros y tan dinas de llorar con lágrimas de sangre y de vengar con ánimos dedicados de todo punto al culto de nuestra sagrada religión y no consentir con atrevida arrogancia estén diciendo de nosotros por saber estas ociosas afeminaciones?138

A pesar de la referencia concreta a los franceses y al duque de Parma, que ofenden a nuestras armas, hay también una inconcreta e implícita vuelta a una edad dorada en la que se usaban morriones, celadas y quijotes para combatir. Esa inconcreta antigüedad se acota un tanto en el prólogo al Discurso de los tufos que escribe el padre fray Francisco de Cabrera, prólogo dirigido —y no es casualidad, ya vemos que se relacionan todos los nombres— a don Jerónimo Antonio de Medinilla y Porres. Dice así el fraile: Solía Dios castigar nuestras culpas con una destas tres plagas, ahora nos las envía juntas todas, argumento cierto de que nuestros pecados son muchos y grandes. La famosa vitoria de las Navas de Tolosa dicen muchos se la concedió Dios al rey don Alonso, no solo por la devoción de la santa cruz pero también por mediante la predicación de fray Félix y fray Juan de la Mata, primeros religiosos de la Santísima Trinidad. Se estirparon todos los vicios especialmente el del abuso de trajes y galas mujeriles, así en el cabello como en cualquier vicioso y afectado aseo (1639, fol. ¶¶2).

Son los vicios los que impiden renovar victorias como la de las Navas de Tolosa, es decir, en una inconcreta Edad Media que otra vez —como en épocas posteriores de nuestra literatura— se quiere ensalzar sobre estos tiempos de hierro que les ha tocado vivir a los dos hombres que protagonizan estas líneas. Pero además de coincidir Patón y Quevedo en la localización cronológica, coinciden también en censurar modas extrañas, como escribe este último en su Epístola: 138

Patón, Discurso de los tufos, fol. 54vº.

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Jineta y cañas son contagio moro, restitúyanse justas y torneos y hagan paces las capas con el toro (Poesía moral, 1999, p. 360).

Patón parece seguir la misma secuencia en su Discurso, pero piensa un tanto de diferente manera que su amigo, porque censurando la moda en el vestir escribe que: Tantas diferencias de preciosísimas entretelas y sobresalientes arrojarán lanzas y no cañas. Si bien este ejercicio a su tiempo en la paz para ensayos de la guerra no es malo, antes esté el de los toros. Justas y torneos tanto son muy loables cuanto miran a preludios de lo bélico y militar (Tufos, 1639, fol. 55).

Quevedo, a diferencia del gramático, carga las tintas contra que «pretende el alentado joven gloria / por dejar la vacada sin marido», en clara referencia a la pasión por los toros, entonces cosa de gente noble, pero una de las diversiones principales del pueblo, como se han encargado de recordarnos los estudiosos de estos asuntos. Pero lo que relaciona más los dos escritos, la Epístola quevediana y el Discurso de los tufos de Patón son las continuas alusiones de este a los versos del amigo y la utilización de los mismos en su obra para corroborar sus opiniones. Muchas veces se ha señalado que esta obra de Patón contiene la epístola de su amigo, pero hasta ahora —que yo sepa— no se ha hecho suficiente hincapié en que contiene más versos de este. Por ejemplo, en el folio 3 escribe, después de citar un texto de Focílides, «poeta antiguo y sabio»: El docto y ingenioso don Francisco de Quevedo Villegas en la tradución que tiene hecha de este filósofo teólogo dijo así: No consientas guedejas en tus hijos Ni crespa cabellera ni enrizada, Que no es cosa decente de los hombres Por ser ornato propio de mujeres (Tufos, 1639, fol. 2vº).

Un poco más adelante vuelve a citar un fragmento de su famoso poema «Varios linajes de calvas», que comienza «Madres las que tenéis hijas», sin dar el nombre del autor (aunque alude a él, luego quiero detenerme en ello para concretar) en el que curiosamente añade un verso desconocido al texto. Escribe el maestro:

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para mayor claridad se continuará la satisfación a la copla castellana que dice: Cuando hubo españoles finos menos dulces y más crudos eran los hombres lanudos, ya son como perros chinos. Zamarro fue Montesinos, el Cid, Bernardo y Roldán y todos los paladinos (fol. 4).

Todavía más adelante introduce otro fragmento poético, eludiendo su nombre como «nuestro ingenioso castellano»: Este Marino era un viejo calvo con tufos que los dexaba criar para cubrir la calba aunque no andaban tan compuestos que dexasen de volver a su lugar y descubrían la calabera porque era de aquellos de quien dixo nuestro ingenioso castellano en una invectiva contra este género de gente: Porque sin cincha la calba Con las melenas que añuda Descubrirá con el viento De trecho a trecho pechugas139.

Otra cita del mismo poema satírico. Un poco más adelante incluye una nueva cita del poema, eludiendo el nombre de Quevedo como «el español» simplemente, cuando habla de un personaje que se arreglaba: atando los pelos de la una parte con la otra cubría la cabeça como oy vemos algunos (y no a dos oras que lo vi en el lugar que esto escribo). Destos dijo el español: Hay calvatruenos también donde está la barahunda de nudos y de lazadas de trenzas y de costuras140.

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Quevedo, Obra poética, II, p. 345. Quevedo, Obra poética, II, p. 346.

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Patón considera a Quevedo al mismo nivel que Marcial u otros escritores clásicos, con la diferencia de que el poeta es docto, ingenioso, pero sobre todo castellano o español, como señala. No será la última cita del gran escritor, como tendré ocasión de mostrar todavía. Algo parecido ocurre en la otra obra de Patón, a la que me quiero referir, aunque sea de pasada, la Reforma de trajes, que se publica en 1638. Pensemos que Patón en este libro está editando fragmentos de un discurso de fray Hernando de Talavera, confesor de la reina católica, que sigue siendo de actualidad en el momento en el que escribe. No es tanto una vuelta nostálgica a aquel tiempo, como constatar que siguen existiendo los mismos defectos y los mismos vicios, acaso acrecentados ahora. Patón, que escribe también en el mismo libro contra el mal uso del tabaco, actúa como un severo moralista que denuncia la corrupción y el vicio en la sociedad española del momento. El traje es un lujo muy caro, que arruina las economías españolas y favorece el desarrollo de la industria extranjera, que es la que lo introduce como novedad en nuestro país. Por si fuera poco, ya no sirve para distinguir a las personas según su clase social. De la misma forma en la Reforma de trajes, Patón —al igual que Quevedo— aboga por una clara diferenciación social a través de la indumentaria y que cada estado tenga la suya propia, porque dice así: «Sí tienen diferencia de varones y mugeres y en los estados, porque de una suerte viste el labrador, de otra el mercader, de otra el soldado, de otra el cortesano, de otra el magistrado. Pero la forma que a cada estado y condición de gente le cupo en suerte es invariable». Patón es consciente, como Quevedo, del deterioro de la industria española, a favor de la de otros países, y escribe: Si en nuestra España hubiera constancia en el uso de los trajes, cierto que fueran menores los escesos, como lo son en otras tierras que por ser invariables es sin comparación menor el gasto, y porque son de telas menos costosas que las nuestras, que casi en todas las naciones no gastan telas ni paños ni lienços, sino de las cosas mismas que produce la tierra y se labran en ella. Pero si aun las lanas que se esquilman en España se llevan a Italia y a otras partes, como los andrajos de lienzo, y después nos las traen labradas, como estos hechos papel y nos llevan mucho dinero, ¿cómo no tenemos de ser pobres? En la misma España se esperimenta esto, que en Murcia, donde se coge la seda con mayor abundancia, no saben labrar las telas y se las traen de Toledo y se las venden muy caras.

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Esto haze la limitada industria y holgazanería de los españoles, mas no por esso perdonan el esceso en los vestidos de una u otra suerte (Reforma de trajes, 1638, fol. 21vº).

Hay también una crítica explícita al gasto, particularmente rico en las mujeres, cuando la situación económica es bastante mala en esos años, como también anota Quevedo en su Epistolario. Y de parecida manera justifica Patón los gastos que el Rey hace en la guerra: Quéjanse mucho ellos y ellas de un repartimiento, tributo o donativo que su Majestad del rey nuestro señor haze para los justos gastos de la guerra y para sustentarnos en paz en nuestras casas, y no reparan en la prodigalidad de gastos que hazen estos superfluos gastos y galas (fol. 48vº).

Quiero cerrar este apartado y llamar la atención sobre un último texto, en el que Patón nos habla de la crítica que tenía que soportar por llamar afeminados a sus estudiantes que le venían a clase con alguno de esos adornos capilares, crítica que como vemos provenía directamente de sus padres o madres. Escribe el maestro de gramática, para salir al paso de algunos que le critican: Paréceme les oyo replicar lo que a una señora en favor de sus hijos y demás muchachos a quien yo siempre he procurado reformar deste abuso, y fue que un día entrando en una sala en la tapicería della se veían figuras históricas antiguas del Cid Rui Díaz y otros capitanes y soldados de aquellos siglos con melenas y cabellos largos; díjome: —Maestro, ¿por qué prohibís con tanto rigor a vuestros dicípulos el adorno de los tufos ultrajándolos de afeminados y necios sin causa, pues estos fueron muy sesudos y cuerdos, prudentes y valerosos en las armas y, como los veis pintados, usaban tufos muy largos? Lo cual es fuerza; más la advertencia de un caballero amigo, tan bien entendido como noble, que sabiendo desta ocupación en que estoy escribiendo contra este abuso, me envió por escrito a decir así: —«En cuanto a las guedejas, v. m. se haya bien en ellas advirtiendo que es usanza antigua de hombres nobles, como lo dice el padre Mariana en su Historia (lib. 6, cap. 13). Era la cabellera señal de nobleza antiguamente y (lib. 5, cap. 13) hablando de cuando Lovegildo venció a Evorico dice: “Venciole y prendiole en batalla y despojado del reino le cortó el cabello”, que conforme a la costumbre de aquellos tiempos era privalle de la nobleza y hacelle inhábil para ser rey. Y (cap. 14) tratando del castigo de Arguimundo, camarero del rey Recaredo que se conjuró a quitalle la vida,

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dice: “Al movedor principal y caudillo para que la afrenta fuese mayor y el castigo más riguroso lo primero le quitaron el cabello”, que era tanto como quitalle la nobleza y hacelle pechero, que los nobles se diferenciaban del pueblo en la cabellera que criaban, según que se entiende por las leyes de los francos que tratan en esta razón de los que podían criar garceta. Con ella se ve el retrato del gran rey don Fernando el Católico en la Alhambra de Granada». Más a las señoras madres que tan afeminados quieren sus hijos satisface el mismo que hizo esta réplica, pues acaba diciendo: —«No estoy bien con cabello bajo y copetillos levantados ni tufos largos y hinchados porque es desvergonzada cosa, pero igualmente el cabello largo señorío tiene, y si no, acuérdese v. m. Intonsus Apollo.Y así v. m. se meta a barbero de solos pícaros y a los tales motílelos en buen hora, si ya no quiere que las furias infernales y Erito, la de Lucano, lo espanten de noche y todos los hermanos ermitaños se conjuren contra v. m.» Esto me escribió y en ello me dio hecha gran parte de la respuesta, mas para mayor claridad se continuará la satisfación a la copla castellana que dice: Cuando hubo españoles finos menos dulces y más crudos eran los hombres lanudos, ya son como perros chinos. Zamarro fue Montesinos, el Cid, Bernardo y Roldán y todos los paladinos141. Con lo que yo tenía escrito y es que por dos fines se deja criar el cabello largo, sin nota de afeminación, antes por muestra de virtud y valor si bien en algunos fue hipocresía de fingida santidad (fol. 4vº).

Es decir, algunas madres protestan por que el maestro tilde a sus hijos de afeminados porque el Cid y otros guerreros antiguos también llevaban larga la melena; entonces Patón echa mano de la carta de «un

141 Nueva cita de Quevedo, Obra poética, II, p. 347: «Cuando hubo españoles finos, / menos dulces y más crudos, / eran los hombres lanudos; / ya son como perros chinos. / Zamarro fue Montesinos, / el Cid, Bernardo y Roldán. / Calvos van los hombres, madre, / calvos van; / mas ellos cabellarán». Obsérvese la existencia de un verso que falta en esta versión.

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caballero amigo, tan bien entendido como noble». Es sugerente establecer como hipótesis que ese caballero tiene muchas posibilidades de ser el propio Quevedo, amigo, bien entendido y noble, que sabiendo del trabajo que se tomaba el maestro Patón en escribir este discurso le escribe una carta para decirle que no confunda ni critique por igual los copetes o los tufos y las guedejas, porque «el cabello largo señorío tiene» y porque los nobles antiguos se diferenciaban del pueblo precisamente por la cabellera o por algún adorno capilar, si no, ahí está el ejemplo de los reyes godos, del Cid, de Bernardo del Carpio o de Roldán, del gran Rey Católico don Fernando, todos exponentes de ese tiempo antiguo y dorado, de un pasado medieval que se escoge como modelo del tiempo actual, en el que, por supuesto, está el ejemplo del propio don Francisco, retratado con cabellera larga por Velázquez. Con esa hipotética carta muy probablemente mandase también Quevedo el poema «Varios linajes de calvas», muy citado por Patón en el texto, y la famosa «Epístola satírica y censoria» en la que se quejaba —como Patón— de las costumbres presentes de los castellanos, este más como moralista algo pedantesco empeñado en desterrar los arreglos de pelo; Quevedo, distanciándose un poco de ese empeño y diciéndole con sorna que motilara o rapara a los pícaros, pero que tuviese cuidado con los ermitaños; sin duda, como el gran humanista que era y como hombre de visión política, que iba mucho más allá de la mera crítica de una moda pasajera. Pero lo que es seguro es que ambos tenían el convencimiento de que la España de ese momento estaba empezando a declinar por haber olvidado sus costumbres ancestrales.

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Las tres obras que consideramos ahora forman parte de un sistema armónico relacionado con la Oratoria y con la Retórica en particular. Patón opina que la primera incluye tanto a la segunda como a la Dialéctica y a otras disciplinas (para cada una de las cuales tendría ya en mente un librito en castellano a la altura de 1605), lo cual se podría representar gráficamente así: ORATORIA (Perfecto predicador)

RETÓRICA (Elocuencia)

DIALÉCTICA (Instrumento)

GRAMÁTICA (Instituciones)

Será bueno que nos ocupemos de cada una de estas obras por separado, como complementos indispensables de la Elocuencia española en arte (1604), libro que, como se ha dicho, tiene una segunda edición en 1621 con sustanciales cambios1 y que su autor tiene que defender ante la crítica del jesuita Francisco de Castro, lo cual motiva la Satisfacción al licenciado Ballesteros que también edito en el apéndice. Como sabemos ya, Patón fue acérrimo defensor de la enseñanza y la publicación de libros en español, habida cuenta del alto concepto que tenía del origen de la lengua (siguiendo —eso sí— las equivocadas teorías de López Madera2) y tal vez influido por las opiniones de otro

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Marras, 1997. Bahner, 1966 y en especial la p. 116, donde trata de Patón.

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maestro ilustre, precedente suyo, al que pudo encontrar en sus últimos años en Salamanca, Francisco Sánchez de las Brozas, el Brocense3, quien recomendaba el uso de la lengua castellana en la universidad. Faltaban algunas obras que sabíamos que Patón había escrito y se habían dado por perdidas; en el otro polo estaban aquellas otras de las que no teníamos constancia que hubiera compuesto porque nunca lo había dicho en los diferentes lugares en que escribió sobre ello y que ahora por diferentes investigaciones se viene a concluir que le pertenecen4. En esos dos extremos se encuentran los libros que considero a continuación, que se encuadran en campos tan dispares como la Dialéctica y la Oratoria, aunque comparten —como veremos— un mismo propósito y unas fechas parecidas, por cuanto se sitúan a principios del siglo XVII.

4.1. EL INSTRUMENTO BROCENSE

NECESARIO: UNA TRADUCCIÓN ENCUBIERTA DEL

Hay una diferencia importante entre el Brocense y Jiménez Patón, dado el distinto calado intelectual de cada uno: el de las Brozas es indudablemente una primera figura, y como tal se ha estudiado5; mientras que Patón, por su parte, no deja de ser un ingenio de ámbito menor pero que produjo una obra muy interesante y original en muchos sentidos. No se sabe tanto, sin embargo, de la relación personal entre ellos aunque sí un poco de la influencia del primero sobre el segundo, por lo menos desde que Menéndez Pelayo escribiera aquella cita bien conocida en su Historia de las ideas estéticas, cuando, al tratar de Patón, afirma que: es, en alto grado, benemérito de nuestra lengua, pero aquí se detiene su originalidad. En la doctrina saquea a todos los anteriores, especialmente

3 Martín Jiménez, 1997, se ha ocupado de la figura de Sánchez de las Brozas y de la importancia de la Retórica y Dialéctica. García, 1960, de sus opiniones sobre la Gramática. 4 Garau, 1993 y Madroñal, 1993a. 5 Desde el siglo XVIII, con la edición de sus obras por parte del ilustrado Mayans, el interés ha ido en aumento hasta nuestros días; basta remitir a la bibliografía que recoge Martín Jiménez, 1997, o Codoñer-López Moreda-Ureña Bracero, 2003.

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al Brocense, a ejemplo del cual excluye de la Retórica la invención y la disposición y estudia solamente la elocución. Pero cuando se separa de tan gran modelo es siempre para desatinar sin término ni medida6.

El juicio es excesivo, aunque no deja de tener algún asomo de verdad que afecta especialmente al asunto de que tratamos. Como es fácil suponer, el erudito se refiere aquí a la obra más famosa del maestro manchego, la Elocuencia española en arte (1604); pero no alude a otras que muestran también una clara ‘dependencia’ de la doctrina del maestro, como pueden ser el Artis Rhetoricae (c. 1602), que copia en buena parte lo dedicado a la retórica del famoso Organum Dialecticum et Rhetoricum (1579), del Brocense, y la siguiente de que hablaré a continuación. En efecto, no se ha hecho referencia a una obra de Patón perdida hasta hace poco (y precisamente por eso ignorada): el Instrumento necesario para adquirir todas ciencias y artes (c. 1604) también conocida como Instrumento dialéctico, es decir, una dialéctica en romance escrita como complemento de la retórica citada al principio. Hace muy poco se ha localizado el manuscrito de dicha obra y estamos en condiciones de afirmar que lo que Patón hace en ella es llamar suya una obra que no es más que una traducción, en buena medida, de dos libros del Brocense: De nonnullis Porphirii aliorumque in dialectica erroribus (1588) y la parte dedicada a la dialéctica del citado Organum Dialecticum et Rhetoricum, aunque no sigue las dos obras de igual manera, como tendré oportunidad de mostrar. Como señalamos en otro lugar, en la descripción de los libros manuscritos que poseía el Marqués de Villena, fundador de la Real Academia Española, se menciona justamente la existencia de varias obras de Patón, una de las cuales es el Instrumento necesario, recientemente localizada en la Biblioteca Zabálburu de Madrid7. El propio Patón habló en varias ocasiones sobre este libro suyo, recordando que estaba manuscrito y que esperaba todavía que se imprimiera. Así en

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Menéndez Pelayo, 1974, I, p. 669. Madroñal, 2003, pp. 195-253, donde se describe este libro, que lleva la signatura 73-250. Como allí se dice, se trata de un pequeño volumen copiado de una mano con letra primorosa y cuidada del siglo XVII; una segunda mano, que a nosotros nos parece del propio Patón, añade algunas cosas y corrige determinados pasajes. 7

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el Perfecto predicador se aporta una referencia importante, que contribuye a fecharlo: «Deshecimos aquella liga y junta de Retórica y Dialéctica haciendo de una la Elocuencia, de otra el Instrumento. Restaba agora, para acabar de deshacer este engaño de los que piensan que orador y rectórico es todo uno, dar este tratado»8; es decir, el libro Perfecto predicador impreso en 1612, aunque escrito antes de 1605, o en ese año mismo. Todavía unos años más tarde, en el Mercurius Trimegistus (1621), el propio Patón sigue hablando del Instrumento: Trabajé yo asimismo en español una Dialética, a quien titulé Instrumento necesario para adquirir todas artes y ciencias, que podrá ver el aficionado a nuestra dotrina y escritos. Con lo que aquí se enseña y allí se declara constará cuán poco caso se ha de hacer de la distinción de Zenón Estoico, que decían se deferenciaban estas dos en que la Dialética es como la mano cogida y la Retórica como la mano tendida9.

En ese mismo libro se daba cuenta del estado del libro: «que ya tenemos escrito de mano en limpio, si no impreso, y si Dios nos da vida, salud, fuerzas y tiempo lo daremos en prática»10. «Escrito de mano» y nunca impreso quedó este libro, pero no por eso era desconocido para sus contemporáneos y amigos.Así, Fernando de Ballesteros escribe en el «Elogio» que antecede a los Proverbios morales de Alonso de Barros (1615) una breve bibliografía de su amigo que dice: Acabada esta obra traducción de Horacio, porque no sabe estar un punto ocioso, como si lo fuera leer cinco leciones cada un día, dispuso la Elocuencia española, en quien se conoció cuán científicamente sabe esta arte, y lo confirmó en la Retórica latina, y ayudó mucho a este argumento el Instrumento dialético11.

Pero el caso es que tanto los antiguos bibliógrafos —Tamayo de Vargas o Nicolás Antonio— como los modernos estudiosos de Patón, entre los que se encuentran Quilis y Rozas o Beardsley, dieron por 8 Patón, Perfecto predicador, fols. B5vº-B7 y vº. En las citas de textos actualizo la ortografía, según el criterio del GRISO. 9 Patón, Mercurius, fol. 55. 10 Patón, Mercurius, fol. 194. 11 Patón, Proverbios morales, fols. A2vº-A3vº.

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perdida o desconocida esta obra, susceptible de ser fechada hacia 1604, de tal forma que hasta hoy no se ha podido señalar la deuda que tiene con los dos libros citados del Brocense12. La relación entre el Brocense y Patón es la del maestro y discípulo que han compartido las aulas de la Universidad de Salamanca. En efecto, es más que probable que Patón recibiera las enseñanzas de Sánchez de las Brozas, a quien alcanzaría en los últimos años de vida y quien inculcaría en el manchego buen número de ideas referidas a la Gramática y a la Retórica y Dialéctica. Patón, graduado como bachiller en Artes por Osuna en 1592, se declara en 1597 estudiante de Teología, seguramente de la Universidad de Salamanca. De hecho, la víspera de San Bartolomé de 1602, se gradúa de licenciado y maestro en Artes por la citada Universidad, concretamente por el Colegio de Santiago «que dicen de Cuenca» (uno de los principales colegios mayores salmantinos), después de haberse hecho información de su limpieza de sangre para recibir el manto correspondiente de aquel Colegio13. Uno de los comentarios adversos que siempre dirigieron contra Patón sus adversarios era que no había continuado los estudios hasta graduarse de maestro en Teología, la reina de las disciplinas académicas de entonces14.Y es el propio Patón el que escribe en su prólogo dedicado a los predicadores de su obra Perfecto predicador: «El maestro Francisco Sánchez de las Brozas nos explicó dificultosísimos lugares de las divinas letras con la penetrante agudeza de su ingenio»15. Bien es cierto que podría referirse a alguna de las obras del maestro, pero la formulación de la frase hace pensar en la enseñanza directa. La sintonía de ideas entre ambos parece confirmar el vínculo universitario, por ejemplo en lo que se refiere a preferir el castellano en determinados ámbitos, pero también en lo que toca a la Gramática, la Retórica y la Dialéctica. No se puede olvidar que Patón era admirador del Arte de Nebrija como lo era también del Brocense, y siempre que pudo alabó la sabiduría de este último y, de paso, la Universidad que ambos compar12

Ver Quilis-Rozas, 1965, p. LXVII y Beardsley, 1986, p. 3, donde da el Instrumento como desaparecida. 13 Es información que él mismo nos proporciona en su Libro de la cuenta y razón, que hemos editado.Ver Madroñal, 1993, pp. 553-567. 14 Ver el texto de Patón, Instrumento necesario. 15 Patón, Perfecto predicador, fol. [*8].

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tieron, donde los estudios de gramática latina habían alcanzado su perfección, como escribe en sus Comentarios de erudición a propósito de la enseñanza en dicha Universidad, según texto ya citado16. De hecho en su gramática latina y castellana, Patón se inspira en la Minerva y otras obras de Sánchez de las Brozas17; de la misma forma que sigue el Organum Dialecticum et Rhetoricum (Salamanca, 1579), porque excluye invención y disposición (partes de la Dialéctica) como partes de la Retórica, la cual queda así reducida a la Elocución. De este modo, cuando Patón compone la Elocuencia española en arte (1604), ha separado claramente lo que pertenece a la Retórica de lo que es parte de la Dialéctica18, siguiendo a su maestro; por tanto ha pensado en escribir también una dialéctica española, que será el Instrumento necesario, obra que se concibe como un todo unitario con la anterior, pero perfectamente separada de ella, y con la que ya tenía ideada en esos momentos, dedicada a la Oratoria, y que denominará Perfecto predicador. Es este un texto que tiene aprobaciones de 160519, año en el que completaría el maestro manchego esta trilogía de pequeñas obras dedicadas a las artes retóricas. Patón, como el Brocense, concibe la Retórica, la Dialéctica y la Gramática como tres partes de un mismo todo que debe aprender el estudiante para iniciarse después en otras disciplinas. Precisamente Sánchez de las Brozas, escribe en su Organum: Ars imitatu naturam, sed ordo naturae postulat ut prius loquamur, deinde ratione utamur, postremo sen-

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Patón, Comentarios de erudición, fol. 129vº.Ver Madroñal, 1996, pp. 385-395. Para las cuestiones relacionadas con la lengua y la gramática, ver Bahner, 1966. Conviene tener en cuenta en general la BICRES, 1995-1999. En lo que afecta a Patón en particular, ver Quilis-Rozas, 1963, pp. 81-95. Ramajo Caño señala la huella de Patón en Juan de Luna y la influencia en ambos del Brocense (1987, pp. 54-55). 18 Distinción que se establece ya en el siglo XVI, siguiendo las ideas de Petrus Ramus: la invención y la disposición forman parte de la Dialéctica, mientras que la Retórica se queda con la elocución.Ver López Grijera, 1994, p. 23. 19 Don Pedro Ruiz Malo afirma haber leído ya este Perfecto predicador cuando firma su parecer sobre el libro en Alcalá en 1605 (aparece publicado en los preliminares de la obra). Otros preliminares con textos similares llevan fecha de 1607, 1608 y 1609. Curiosamente, el 14 de octubre de este último año emite juicio favorable a esta obra Juan Acuña de Adarve, que firma como condiscípulo del autor. En su Libro de la cuenta y razón escribe que se le dio privilegio en 1611 para imprimir la obra. 17

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tentiam ornemus; praecedat oportet gramática, quae uoces ordinat, sequatur dialéctica, quae rationem informat, addat colophonem rhetorica, quae sententias ornando commutat et figurat20, distinción que hace Patón cuando escribe en la Elocuencia: «El fin de la dialéctica es hacer discursos de razón; el de la retórica es adornar la oración»21 y, hablando del orden en que se han de aprender estas disciplinas, propone que se enseñe «la Dialéctica o Lógica (que ambos nombres tiene) [...] primero que la Retórica»22 y después de la Gramática, aunque la realidad de su tiempo había invertido tal prelación. Patón, como su maestro, no aceptaba el orden establecido por el mero hecho de ser costumbre, y pensó escribir un tratado para cada una de estas disciplinas: Dialéctica, Gramática y Retórica, tal vez para uso de sus alumnos. Sin embargo, el Instrumento necesario quedó manuscrito quizá, como hemos dicho en otro lugar, porque en el proceso inquisitorial contra el Brocense las obras que despiertan más animadversión en sus acusadores ante la Inquisición son justamente De nonnullis Porphirii aliorumque in dialectica erroribus y el Organum; la razón es: Por ser autor muy insolente, atrevido, mordaz, como lo son todos los gramáticos y erasmistas; y aunque la doctrina que aquí enseña no sea directa e inmediatamente contra la fee por tractar de lógica y cosas naturales, pero de recudida y meditamente puede hacer mucho estrago en la Iglesia [...] pues este autor destruye los fundamentos de la Lógica, de los cuales se sirve la teología escolástica y aún la antigua de los santos, que toda es una reducida a arte23.

Late, en definitiva, una acusación de erasmismo y, aunque no se diga explícitamente, de ramismo también. Los mismos problemas, y las mismas acusaciones, podría haber obtenido el Instrumento de Patón, copia o traducción literal, como he dicho, de parte de esos dos libros del Brocense. Patón comparte, pues, con su maestro la crítica al escolasti20

Editado en 1579 por primera vez y reeditado en 1588.Ver Sánchez de las Brozas, Escritos retóricos, pp. 163 y 182. 21 Patón, Elocuencia española en arte, ed. Martín, p. 112. 22 Patón, Elocuencia española en arte, ed. Martín, p. 113. 23 Tovar-Pinta, 1941, pp. 76 y 146 y ss. El Brocense sufrió diversos procesos inquisitoriales, el último de los cuales llegó hasta 1602, fecha posterior a su muerte. Ver Chaparro Gómez, 1984, p. 164, que aporta interesantes consideraciones.

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cismo, tan arraigado en las universidades de la época. El Brocense, según estos detractores, no se apoyaba en la doctrina de Alberto Magno, Alejandro de Alés, Scoto, Durando, santo Tomás, san Buenaventura ni en los grandes escolásticos de su tiempo en España, como tampoco lo hace Patón. Por otra parte, Sánchez de las Brozas sigue los Tópica de Cicerón, la obra de Rodolfo Agrícola, etc., autores con lo que el propio Patón comulga cuando escribe, por ejemplo, que lo referido a las Categorías de Aristóteles «más es impertinencia que enseñar sciencia» (prólogo al lector). Es más que evidente, como he señalado, que los problemas de las obras del extremeño con la Inquisición serían los mismos que se encontraría Patón al intentar publicar su libro, con la circunstancia agravante de que, además, no era original. La descripción pormenorizada del libro de Patón puede verse en el trabajo citado24 y un poco más adelante en forma de tabla, aquí solo conviene recordar que la obra consta de un libro primero, dedicado a la definición de la Dialéctica y sus partes, «y de lo que se ha de tener acerca de la doctrina de los dos libros de Perihermenias». El segundo se dedica a la invención, el tercero a la disposición (se centra en el silogismo) y la obra termina con un capítulo a modo de compendio: «De cómo todas las facultades, artes y sciencias no pueden tener acierto sin este Instrumento. Difínense todas ellas con brevedad». El libro primero es, en buena parte, traducción de los Errores de Porfirio del Brocense, evitando algunos capítulos. Patón traduce esta obrita, aunque no del todo, pensamos que por su edición de 1593, y tal vez después de muerto el maestro. Los libros segundo y tercero siguen de cerca la estructura de los libros primero y segundo del citado Organum Dialecticum et Rhetoricum del Brocense, que traduce literalmente, aunque Patón afirma solo haber tenido a la vista el libro del maestro, como uno más, según se puede leer en el prólogo de la obra25: Estos días me vinieron a las manos las Tablas de Cornelio Valerio26, de las cuales, por ser en muchas cosas conformes a mis pensamientos, pienso aprovecharme en este trabajo y de las Advertencias de el maestro Francisco Sánchez de las Brozas y de la Introducción de Raimundo Lulio.

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Madroñal, 2003, pp. 202-204. Citamos esta obra por la edición que tenemos en prensa. 26 Se refiere Patón a las Tabulae totius dialectices artium reliquarum instrumenti... digesta a Cornelio Valerio, una de cuyas ediciones es de Valencia, Ioannes Mey, 1552. 25

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Lo del ‘aprovechamiento’ de las obras es en el caso de Brozas más que una mera fórmula retórica, como tendremos ocasión de comprobar. En la Dedicatoria a don Juan Idiáquez apunta Patón la razones por que ha escrito este librito y dice: «y es esto a tiempo que las ciencias van en nuestra España en el aumento que todos veen [...] quise ofrecer este pequeño Instrumento, que aunque haga oficio tan humilde como es el de escardadera, lo terné por muy dichoso» y en cuanto al lugar donde piensa publicarlo o dirigirlo, dice: «el dónde es en la corte, lugar donde ciencias y letras florecen». Es decir, que tal vez Patón había escogido Madrid como lugar de impresión de la obra. Muy interesante también resulta la aprobación de Juan de Acuña, por cuanto nos da cuenta de la opinión que merecía nuestro autor a sus contemporáneos: Patón no acabó los estudios de Teología y, consecuentemente, no estaba preparado para obras de este alcance. Y, sigue apologista: A los que otros dicen que estas cosas en lengua vulgar no son bastantemente sinificadas ni estimadas como debe, que praeciosa sunt assiduitate uilescunt27, digo que de ser las lenguas un plácito y antojo de los hombres y no otra cosa se infiere claramente que en todas se pueden enseñar las ciencias y en cualquiera se dice y declara lo que la otra quiso sentir, o con propios términos o prestados que con el uso hace suyos, y así ninguno de los grandes autores fue a buscar lengua estranjera para dar a entender sus concetos28.

27 Recuerda las palabras de san Agustín, De civitate Dei: «Quarum uero rerum ante nostros oculos cotidiana documenta uersantur, non genere minus mirabili, sed ipsa assiduitate uilescunt» (Lib. XXI, cap. 4). 28 Está copiando aquí, sin mencionarlo, a J. Huarte de San Juan y su Examen de ingenios para las ciencias, donde escribe: «De ser las lenguas un plácito y antojo de los hombres, y no más, se infiere claramente que en todas se pueden enseñar las ciencias, y en cualquiera se dice y declara lo que la otra quiso sentir.Y, así, ninguno de los graves autores fue a buscar lengua extranjera para dar a entender sus conceptos; antes los griegos escribieron en griego, los romanos en latín, los hebreos en hebraico, y los moros en arábigo; y así hago yo en mi español, por saber mejor esta lengua que otra ninguna» (p. 399). La fuente parece ser Perihermenias de Aristóteles, así lo declara al menos Cristóbal Pérez de Herrera en su Amparo de pobres, donde aporta el lugar y las palabras concretas: «Las señales no sinifican más mal ni bien que la causa por que se traen, por ser hechas y ad placitum, hoc est ex impositione hominum (que son cosas inventadas por los hombres, al gusto y plácito dellos), como dice Aristóteles en Las Periarmenias» (p. 141).

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El propio Patón escribe en su dedicatoria Al lector de «la felicidad en que están las cosas de nuestra España, principalmente la monarquía de las ciencias» y alaba que la enseñanza sea en español. Y más adelante, a propósito del nombre de la obra, escribe que su título es Instrumento necesario para el perfecto saber, porque así la llama Aristóteles a la Lógica: Instrumento o modo de saber29. Y un poco más adelante, y citando a Lorenzo Valla30: «El moderno le llamó Órgano dialéctico y no quiso decir otra cosa que Aristóteles» (fol. 4vº). Concreta sus antecedentes en la obra: Porfirio, Categorías de Aristóteles, Lógica de Simón Abril, pero especialmente las Tablas de Cornelio Valerio 31, las Advertencias de Sánchez de las Brozas y de las Introducciones de Raimundo Lulio. Patón defiende de forma inequívoca el empleo del castellano para todo tipo de contenidos y, de la misma manera que ha escrito su retórica en romance quiere publicar también su dialéctica en la misma lengua. No es la primera vez, desde luego, que alguien se decide a publicar en vulgar un tratado de este tipo, en 1593, por ejemplo, edita Pedro de Guevara una breve Escala del entendimiento en la qual se declaran las tres artes de Gramática, Dialéctica y Retórica y antes Simón Abril, admirado por Patón, había publicado su Lógica (1587), como se ha dicho. Sin embargo, nos dice el propio autor, esta última obra sigue «la método antigua», de tal forma que falta una Dialéctica en vulgar y eso es lo que se propone con su libro y de ahí su importancia: es la primera dialéctica de proporciones estimables y completa escrita en castellano, como también su retórica es la primera en escoger ejemplos españoles para ilustrar las figuras retóricas.

29 Una curiosidad se ofrece a propósito del título: da la impresión de que el que aparece en el manuscrito es una mala interpretación de la voluntad de su autor, por cuanto Instrumento necesario para el conocimiento de las ciencias y entendimiento de los autores no es de lo que Patón habla en sus escritos, donde suele sustituir la palabra última ‘autores’ por ‘artes’, como se puede leer en la cita del Mercurius reproducida arriba. 30 Sobre la importancia de la obra de Valla, y en general para considerar el peso de la Dialéctica en la etapa anterior a Patón se puede ver el libro de González, 1987, en especial las pp. 307-311. 31 Seguramente alude Patón a las Tabulae totius dialectices artium reliquarum instrumenti, praecepta utilissima facili compendio complectentes ordine perspicuo digestae, de Cornelio Valerio Ultraiectino, una de cuyas ediciones es Lutetiae, 1555.

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Lo cierto es que Patón concibe cada uno de los tratados como independiente, formando un pequeño volumen, fácilmente abarcable y comprensible para cuantos se acerque a él. Particularmente útil es la presente obra, supuesta llave de todo conocimiento, como se encargan de recordarnos las dos décimas del licenciado Martínez de Miota32, que figuran al final de la obra. Es destacable la crítica al escolasticismo aristotélico y su alineamiento con las ideas de Petrus Ramus33, como no podía ser de otra manera, pues sigue también en esto al pie de la letra al Brocense. Quizá es otra de las razones por las que la obra no llegó a imprimirse, aunque creemos que la más importante es la copia literal de su maestro Brozas. En efecto, no cabe duda de que Patón traduce al pie de la letra buena parte de las dos obras de su maestro, sin mencionar tal cosa, señalando como propias las ideas que simplemente vierte en castellano, aunque citando de pasada que tal o cual detalle lo había escrito también el Brocense en uno de esos dos libros. Adiciona la obra de su cosecha y, por ejemplo, escribe algún capítulo nuevo, pero quizá tal detalle se deba a que aún no hemos descubierto la fuente exacta de la que traduce en esos casos. La originalidad de Jiménez Patón, evidente en su retórica, no es tal en su dialéctica. La traducción es tan literal que Patón copia también los mismos ejemplos que da el Brocense, a veces eliminando alguno o resumiendo sus palabras; muy raramente amplía con ejemplos traídos de Horacio, generalmente, cuya Arte poética había traducido y glosado —también como el Brocense, curiosamente— aunque dicha obra se considera por el momento perdida. Como se apreciará en nuestro apéndice, Patón utiliza De nonnullis Porphirii como capítulo primero de su dialéctica y convierte los dos libros primeros del Organum Dialecticum et Rhetoricum en los libros segundo y tercero de la misma. Salvo el capítulo 1 del libro segundo del Instrumento y los capítulos 11 y 13 del libro tercero todo coincide con la obra de su maestro y además con el mismo orden, lo que 32

También panegirista asiduo de las obras de Patón, del que debía de ser buen amigo. Era catedrático del Colegio de Santa Caterina de Cuenca, alaba también la Elocuencia, la Ortografía, la Historia de Jaén y una declaración de Marcial (QuilisRozas, 1965, p. LV). 33 Heredero del método de Erasmo y Agrícola y modelo digno de imitación para el Brocense, según escribe Chaparro Gómez, 1984, pp. 171-172.

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equivale a decir que veintitrés capítulos se traducen al pie de la letra, sin mencionar nunca (salvo dos excepciones que se pierden en un mar de citas) que todo lo traducido procede del Brocense. En ocasiones mezcla capítulos de una obra con los de la otra, como sucede en el titulado «De opositis» del Organum¸ que aparece en el libro primero, intercalado entre la traducción de varios capítulos de De nonnullis Porphirii. En nuestro apéndice se puede ver cómo en la traducción literal del modelo (el Organum, del Brocense34), Patón se permite algua actuación propia, aunque mínima. Así, traduciendo al maestro, que habla de los uina Falerna o larvae Tarentiae, Patón acerca algo la traducción y añade: «vinos falernos, lanas de Tarento, que acá decimos vinos de La Membrilla, sedas de Granada, y por ahí andan refranes en estos modos de hablar»; también multum enim refert sitne aliquis colchus an assirius, Thebis, etc. lo transforma en «hay gran diferencia en si uno es toledano o serrano, castellano viejo o andaluz, colcho o asirio, criado en Tebas...». Otras veces resume la cita y menciona, para abreviar, su primer y último verso, por ejemplo cuando habla de que «Virgilio pinta a la reina Dido con grande acompañamiento y aparato dende el verso que dice It portis iubare exorto delecta iuventus etc. hasta Subnectit fibula vestem», con lo que evita reproducir los diez versos de su fuente. En otras ocasiones, sin embargo, modifica y adiciona, como aquel caso en que conserva una mención a Virgilio, pero no la cita incluida por el Brocense y a continuación añade tres versos de Petrarca, que empiezan Femina e cosa mobil per natura. Normalmente deja la cita en latín, tal y como la trae el maestro, pero en algunas ocasiones la traduce al castellano también. Suele adicionar las referencias que da del Brocense con citas de Horacio, Cicerón y Séneca, y muy raramente escribe un párrafo entero de su cosecha, como aquel en que menciona las Etimologías de san Isidoro. A veces, ya fuera del fragmento editado en el apéndice, aporta traducciones de textos clásicos realizadas por autores distintos a los que trae el Brocense, algunos desconocidos hoy en esa faceta, como es el caso de los versos de Marcial, incluidos en el capítulo 3, «De la causa eficiente», que nos da traducidos por un fray Plácido de Salinas que ignorábamos que se dedicara a esos menesteres. Aduce ejemplos

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Sánchez de las Brozas, Organum dialecticum et Rhetoricum, en Escritos retóricos.

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nuevos de los emblemas de Alciato (cap. 5 «De los sujetos y adjuntos»), etc. Patón suele cambiar algunos ejemplos concretos por otros más cercanos y, rara vez, añade un comentario de tipo personal, como se ha señalado; a veces intenta ‘cristianizar’ a tanto autor pagano como se ve obligado a citar. Así escribe (y destaco en cursiva lo que es aportación suya): «La Fortuna, no diosa, como la ciega gentilidad creía, sino un caso, suceso o acaecimiento, es causa, aunque casual y fortuita...». Responde en realidad a lo que había escrito el Brocense: Fortuna est causa inopinati euentus... (p. 212). En otras ocasiones sustituye los ‘dioses’ gentiles que cita el Brocense en los correspondientes textos clásicos por el Dios cristiano. Obsérvese el siguiente ejemplo que da el maestro extremeño, a propósito de cierta clase de silogismo, con el ejemplo «cristianizado» del autor manchego: Brocense Si dii sunt, diuinatio est: Sunt autem dii, Est ergo diuinatio (p. 288)

Patón Si hay Dios, hay adivinación. Dios hay. Luego, hay adivinación (fol. 117).

De la misma forma, escribe Patón: «Sócrates le impedía a su hijo ser orador diciéndole: «Si dices verdades te aborrecerán los hombres; si mentiras, Dios». Responde: «Si digo verdad me amará Dios; si no, los hombres». Pero el texto del Brocense lo que decía es: «Et Socrates non sinebat filium habere orationes dicens: Si iusta loqueris, hominibus erit inuisus; sin iniusta, deis. Imo orationes habere oportet: Nam si iusta loquar, diis gratus ero; sin injusta, hominibus» (p. 310). A veces sustituye sin más el ejemplo del maestro de las Brozas por uno suyo, que debía de gustarle más. Así, el ejemplo de ambigüedad aducido por el Brocensse: Haeres meus det uxori meae argenti pondo dentum quod elegerit (p. 274) lo cambia Patón por este otro suyo: «Mando ponga con una lanza de oro una estatua»; también el ejemplo de silogismo del primero, que empieza: Magister meus est obesus (p. 288) aparece aquí como «mi maestro es ciego», y así algunos casos más. Patón añade algunas citas al texto del Brocense, que pertenecen a nombres como Textor, pero también Esopo, Juvenal o Quintiliano y los ya mencionados anteriormente. Como en la Elocuencia española en arte, aunque aquí muy raramente, intenta acercar a la literatura caste-

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llana los ejemplos de las lenguas clásicas, más especialmente la latina. Así se lee: Aquí pertenecen otras mil maneras de descripciones de poetas, como son la de el sueño, del bosque, ciudad, regiones, ríos, montes, animales. Nuestros castellanos las han hecho muy galanas de la noche, del amor, de los celos, de la corte y otras de quien dijimos en nuestra Elocuencia que se hace la perífrasis (fol. 88).

Como es lógico, en los casos precisos Patón remite a su Elocuencia; también adiciona de su cosecha casi todo el capítulo referido al método, que copia muy poco del Brocense, y habla de la Historia, y el último capítulo, que añade absolutamente, como señalaremos en el cuadro correspondiente. Lo cierto es que Patón tenía a gala presumir de no inventar nada, sino de volver a decir cosas antiguas que ya habían señalado otros; pero es obvio que en este caso se ha producido una apropiación intelectual que va más allá del mero aprovechamiento de unos textos del maestro que acababa de morir. Y aunque el manchego no cejó en el empeño de publicar la obra, el Instrumento necesario quedó por fin manuscrito, acaso porque las dos obras del Brocense utilizadas, y en especial el famoso Organum, eran demasiado conocidas.Y hoy nos queda como contraste curioso que así como Patón en otros casos reconoció la deuda con autores anteriores o contemporáneos que glosó o adicionó (por ejemplo, fray Hernando de Talavera en la Reforma de trajes; Alonso de Barros en los Proverbios morales o Pedro Ordóñez de Ceballos en su Historia de Jaén) en este caso concreto no hizo justicia al que más debía de todos: el maestro Sánchez de las Brozas. No es fácil imaginar cuál sería la razón que le llevó a obrar de esta manera, saqueando los libros del maestro extremeño, acaso el intento de conseguir el prestigio de haber compuesto una retórica, una dialéctica y un tratado de oratoria y de utilizarlo como mérito destacado para obtener una plaza de catedrático en alguna ciudad más importante que Villanueva de los Infantes, donde ya estaba contratado. Sabemos que tanto Jaén como Toledo se disputaron su persona, pero hoy por hoy no podemos más que dejarlo en el alero de la suposición hasta que nuevos datos vengan a arrojar un poco más de luz a este curioso episodio del humanismo español del siglo XVII.

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Resumen y comparación entre las obras del Brocense y Patón 1. Estructuración de la obra de Patón y comparación con los originales traducidos. (Cuando no se indica nada en contra, se entiende que la traducción es literal). B. Jiménez Patón: Instrumento necesario para adquirir todas artes y ciencias, ms. s. XVII [c. 1604]. Ed. A. Madroñal, 2007.

Libro primero de el Instrumento necessario. Cap. 1: De la definición de la Dialéctica y sus partes. Cap. 2: De la invención. Cap. 3: De los yerros que traen en sí la dotrina de Porfirio y de las ideas de Platón.

Cap. 4: Acerca de la voz ‘género’. Cap. 5: De la voz ‘especie’. Cap. 6: De la voz ‘diferencia’, gran dificultad. Cap. 7: De algunas dudas que acerca desta dotrina podrían ofrecerse. Cap. 8: De lo que se ha de advertir acerca de las categorías o predicamentos. Cap. 9: De lo que hay que notar en los cuatro capítulos primeros de las categorías. Cap. 10: Acerca de la categoría de substancia en el capítulo 5º. Cap. 11: De el 6 de cantidad.

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F. Sánchez de las Brozas: De nonnullis Porphirii (1588). Ed. M. Mañas Núñez. Cáceres, Inst. Cultural el Brocense, 1996. Íd.: Organum dialecticum et Rhetoricum (1579). Ed. C. Chaparro Gómez. Cáceres, Inst. Cultural el Brocense, 198435 Organum Dialecticum [traduce en parte, no literal], pp. 182-184. Ibíd., «De inventione», p. 195 [traduce en parte, no literal] De nonnullis Porphirii, «De Isagogem Porphyrii», pp. 219-220. «Genera et species esse in rerum natura», pp. 220-228. [La parte de las ideas de Platón la cambia] Ibíd., «In caput primvm Porphyrii: de genere», pp. 234-238. Ibíd., «De specie», pp. 238-248. Ibíd., «De differentia», pp. 248-256. Ibíd., «Quaestiunculae», pp. 256-260 [traduce en parte y añade]. Ibíd., «De categoriis quas vocant praedicamenta», pp. 260-266.

Patón sigue las ediciones últimas de ambas obras, en el caso del Organum, la que en 1588 imprimió en Salamanca Serrano de Vargas.

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Cap. 12: De el 8 de cualidad, a quien se reducen el 7 de relación y el 9 de los otro seis que decía distintos predicamentos. Cap. 13: De las oposiciones de que se tracta capítulo 10º y de los cuatro capítulos últimos de este tractado. Cap. 14: De cierta doctrina contenida en el capítulo 10º pasado, en el texto 9. Cap. 15: De lo que se ha de tener acerca de la doctrina de los dos libros de Perihermenias. Libro segundo. De la invención. Cap. 1: De el tractado de los lugares tópicos.

Cap. 2: De las causas. Cap. 3: De la causa eficiente. Cap. 4: De la materia. Cap. 5: De los subjectos y adjunctos. Cap. 6: De las comparaciones Cap. 7: De la división y de el género y specie. Cap. 8: Difinición. Cap. 9: De los testimonios. Cap. 10: De la invención (que dicen) de los retóricos. Cap. 11: De los lugares de la conjetura. Cap. 12: De el estado de la finición o difinición. Cap. 13: De el estado de cualidad. Cap. 14: De los estados legales. Libro tercero. De la disposición. Cap. 1: De la disposición en común y de sus partes. Cap. 2: Del silogismo. Cap. 3: De la primera figura.

Organum Dialecticum, liber primus. «De oppositis», pp. 242-246. [traducción casi literal, usa los mismos ejemplos].

De nonnullis Porphirii, «De libris peri hermeneias», pp. 276-280.

De nonnullis Porphirii, «De topicorum libris», pp. 287-291: solo en parte, que completa con Organum Dialecticum, liber primus. «De inventione», p. 194. Organum Dialecticum, liber primus. «De causis», pp. 197-201. Ibíd., «De la causa eficiente», pp. 201-217. Ibíd., «De materia», pp. 217-219 Ibíd., «De subiectis et adiunctis», pp. 223239. Ibíd., «De comparatis», pp. 241-243. Ibíd., «De oppositis», pp. 243-247. Ibíd., «De divisione», pp. 247-253. Ibíd., «De definitione», pp. 253-255. Ibíd., «De testimoniis», pp. 255-259. Ibíd., «De inventione rhetorum», pp. 259261. Ibíd., «De coniecturae locis», pp. 261-267. Ibíd., «De finitionis statu», pp. 269-271. Ibíd., «De statu qualitatis», pp. 271-275. Ibíd., «De statibus legalibus», pp. 275-279. Ibíd., «Liber secundus. De dispositione», p. 281. Ibíd., «De argumentatione», p. 281 [Aumenta mucho Patón el texto del Brocense]. Ibíd., p. 281. Ibíd., p. 283.

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Cap. 4: De la segunda figura. Cap. 5: De la tercera figura. Cap. 6: De el uso de estas figuras acerca de poetas y oradores y de los silogismos hipotéticos. Cap. 7: En que se ejemplifica la doctrina dada con auctoridades de oradores y poetas. Cap. 8: En que se procede con ejemplos de auctores en la segunda y tercera figura. Cap. 9: De los exemplos de auctores en silogismos hipotéticos. Cap. 10: De la entimema, dilema, sorites e inducción. Cap. 11: De los argumentos falaces. Cap. 12: De el método, parte de la disposición. Cap. 13 y último: De cómo todas las facultades, artes y sciencias no pueden tener acierto sin este Instrumento. Difinense todas ellas con brevedad.

4.2. EL PERFECTO

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Ibíd., p. 285. Ibíd., p. 285. Ibíd., p. 287.

Ibíd., pp. 291-297.

Ibíd., pp. 299-303.

Ibíd., pp. 299-305. Ibíd., pp. 307-313.

Ibíd., «De metodo sive oratione», p. 315 [copia muy poco].

PREDICADOR: ARTE NUEVO DE LA ORATORIA CRISTIANA

Esta obra es un intento de ofrecer a los predicadores eclesiásticos una especie de manual o arte de la verdadera predicación cristiana, siguiendo el que para Patón es su modelo: san Antonino. Como el mismo autor confiesa en el prólogo, la obra concuerda con los postulados del doctor Gaspar Salcedo de Aguirre, baezano, en cuya obra Pliego de cartas (1594) dedica una precisamente a la predicación sacra, la Letra para un sacerdote que quiere comenzar a predicar36. Dicha epístola se ocupa de los tres oficios principales del predicador, al que se le dan algunos avisos, y trata también de las partes del sermón y de la pronunciación o acciones del predicador. Cuando aparece la obra que nos ocupa, el maestro Patón tiene a sus espaldas más de cuarenta años y un buen conjunto de obras de 36

Salcedo de Aguirre, Pliego de cartas. La que nos interesa es la epístola XII, que ocupa los fols. 172 a 204.

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todo tipo, pero especialmente referidas a la Gramática, la Retórica y la Dialéctica. Lo que equivale a decir que ha completado su sistema con tres pequeñas obritas, como son la Elocuencia española en arte (1604), el Instrumento necesario para adquirir todas ciencias y artes (c1604) y las Instituciones gramáticas (c. 1610). Le falta una obra que corone a todas ellas y que se dedique a enseñar cómo se puede poner en práctica todo lo que se ha estudiado en teoría y que de alguna manera aúne y dé sentido a las entregas anteriores, y por eso surge el Perfecto predicador. Su autor pretendía, como dice uno de sus apologistas, el licenciado don Fernando de Ballesteros y Saavedra, reducir la predicación cristiana a arte y en castellano, como antes había hecho con la Retórica y la Dialéctica, y como haría más tarde con la gramática española. Patón, como otros humanistas antes, concibe la Retórica, la Dialéctica y la Gramática como tres partes de un mismo todo, tres disciplinas básicas que debe aprender el estudiante para iniciarse después en otros estudios. Su maestro, el Brocense, establecía en su Organum Dialecticum et Rhetoricum (1579) que el arte debía imitar a la naturaleza, por tanto primero se debía aprender la Gramática, luego la Dialéctica y, por fin, la Retórica37. Y también el paisano y antecesor de Patón, Pedro Simón Abril, a quien cita precisamente en la obra que nos ocupa, había escrito en Primera parte de la Filosofía llamada Lógica (1587) que el orden con que se han de aprender las ciencias es: primero Gramática y Lógica, luego la Retórica y otras38. Justamente así establece nuestro autor la prelación de estas disciplinas: «en buen orden la dialéctica o lógica (que ambos nombres tiene) se había de enseñar primero que la retórica, lo cual confesamos ser así porque es modo de saber; y aun es de este parecer Aristóteles, porque dice es instrumento de las demás artes»39. En el prólogo «Al lector», Patón establece que la Dialéctica tendría que ser enseñada después de la Gramática, cuando la realidad es que se ha invertido el orden en la enseñanza de su tiempo y se enseña primero la Retórica. Patón, recién convertido en maestro en 1602 y disconforme con la enseñanza por su independencia de criterio40, debió 37 Editado en 1579 por primera vez y reeditado en 1588. Sánchez de las Brozas, Escritos retóricos, pp. 163 y 182. 38 Alcalá de Henares, Juan Gracián, 1587, preliminares. 39 Patón, Elocuencia española en arte, ed. Martín, p. 113. 40 Señalada ya por Quilis-Rozas, 1965.

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de concebir la idea de escribir un tratado para cada una de estas disciplinas: Dialéctica, Gramática y Retórica (en definitiva, las que componían el Trivium en la enseñanza de las artes liberales). En esos momentos Patón había conseguido deslindar la Dialéctica de la Retórica y, asimismo, considera a ambas parte de la Oratoria. A cada una de esas disciplinas corresponde un cultivador: gramático, dialéctico, retórico, orador...También en el libro inédito del maestro que se titula El virtuoso discreto, compuesto hacia 1628-1631, alude a que había escrito: «libros de precetos en estas dos artes Gramática y Retórica y de la Oratoria cristiana (sin los Comentarios de erudición)»41. Las tres obras de que hablamos (Elocuencia, Instrumento y Perfecto predicador) forman parte de un sistema armónico relacionado con la Oratoria que incluye tanto a la Retórica como a la Dialéctica y, de alguna manera, a otras disciplinas como la Gramática42. De esa manera, advierte en la obra que tratamos, que para entenderla cabalmente es necesario saber algo de las dos anteriores, cosa harto difícil porque el Instrumento nunca llegó a editarse, por razones que esbozo en otro lugar43. Conviene hacer una reflexión sobre la fecha de todos estos libros: a pesar de lo que indiquen sus pies de imprenta, es muy probable que todos estuvieran escritos antes del año emblemático de 1605. Algunas de esas obras se publican antes de ese año, otras no; pero nos consta a ciencia cierta que ya estaban escritas, como en otros lugares he comentado. Por ejemplo, el manuscrito e inédito Instrumento necesario se escribe muy poco después de la Elocuencia y antes de la que nos ocupa, el Perfecto predicador, la cual lleva una aprobación de 1605. Ello equivale a decir que para el año de la publicación del primer Quijote ya tenía Patón compuesto ese conjunto de obritas. Incluso las Instituciones de la gramática española, que se publican algunos años después en compañía de la Ortografía, puede que también estuviesen escritas ese año, pues no en vano esta última obra se cita también en la Elocuencia de 1604.

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Patón, El Virtuoso discreto, segunda parte, fol. 63vº. Escribe en la Elocuencia, de 1604: «La retórica una parte es de la oratoria como la gramática y las demás facultades; y en nuestros tiempos el predicador es el orador, y así en él son necesarios los requisitos que pone Cicerón en su Perfecto orador». 43 Madroñal, 2003, pp. 195-253. 42

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De hecho, el autor remite en determinado momento de la obra que nos ocupa a «los sermones que se hicieron a las exequias de el catolicísimo rey de España y señor nuestro, don Felipe segundo» (cap. 14)44, lo cual nos permite localizar nuestro libro, a lo menos su punto de arranque, en los últimos años del siglo XVI, aunque después lo siguiera adicionando hasta la fecha de su edición. En ocasiones da la impresión de que ha procedido por acumulación añadiendo documentos para que la obra cobrara cuerpo, de tal forma que los escritos aprobatorios y la misma «Apología» parecen cumplir en parte al menos esta función. Es relevante la precisión sobre la fecha porque ello nos lleva a pensar que el momento de escritura de esta obra en concreto será poco anterior al año indicado. Patón sabe que su Elocuencia se dedica prácticamente solo a la elocución, porque la Dialéctica forma conjunto aparte de la Retórica y como tal se desarrolla en el Instrumento. Pero le falta —y es consciente de ello— un manual del orador, y como opina que los oradores de su tiempo son los predicadores, compone un manual del orador perfecto, que es este Perfecto predicador. Por eso escribe la presente obra, para llenar un vacío.Y, una vez escrita, sus contemporáneos apreciaron bien claramente que formaba parte de un conjunto, tanto por su forma cuanto por su contenido; es decir, un todo armónico. Así lo reconocían algunos de sus amigos, como Juan González Cañuto, prior de la parroquial de Almedina, al hablar en los preliminares de nuestra obra de los libros compuestos por el maestro alaba «la Elocuencia española con el Compendio latino, el Instrumento de las ciencias y este Predicador perfeto». Es decir, remite a la retórica y la dialéctica españolas que son la Elocuencia española en arte, el Instrumento necesario, la obra que nos ocupa, el Perfeto predicador, y una retórica latina, el Artis Rhetoricae, que aquí nombra como Compendio latino, que había aparecido sin pie de imprenta antes que la Elocuencia. En todas esas obras distingue su autor entre orador, es decir, predicador, y retórico en los siguientes términos, que así se expresan en la Elocuencia de 1604: Hase de notar también que entre orador y retórico hay grande diferencia, aunque a veces se toma uno por otro principalmente en el vul-

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Me referiré al capítulo y no al folio, por cuanto cito por mi edición de la obra.

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go. Retórico es aquel que sólo adorna la oración con tropos, hermosea con figuras, y compone con números y con aptitud, y de coro representa la oración que ha hecho; orador es aquel que es universal y docto en cualquiera ciencia. Esta misma diferencia hay entre el que es solamente teólogo y el predicador de la palabra divina: el teólogo sólo profesa teología; mas el predicador no será perfecto si después de ser sabio en la teología, no tiene noticia de las matemáticas; y es en retórica de buen lenguaje y ación, canones y leyes sabe, de la música entiende, de la historia no ignora, de medicina tiene principios, en cosmografía y geografía es muy perspectivo, y con esto se halla en él gran fe, caridad, prudencia, bondad y sanctidad. A estos tales llaman entre doctos «oficiales», y al que algo le falta no le dan nombre de tal. De estas mismas partes ha de estar adornado el poeta, que, si no es en la ación corporal, en todo corre parejas con el orador, aun en la ación del espíritu; llamo «ación de espíritu» las palabras acomodadas al efecto que quieren causar, que es lo que dice Horacio en su Arte poética (igual en 1621, ed. Martín, p. 297).

Según eso, en muy alta estima tenía Patón a los buenos predicadores, versados en múltiples disciplinas, como se puede leer. Por el contrario, deploraba a los que simplemente se granjeaban el favor del público, con novedades o con maneras particulares de poner en práctica el sermón. Para exponer los contenidos de Perfecto predicador, y, como era de esperar, Patón escoge el castellano como lengua, como ya había hecho con sus otras obras citadas y abandonando el latín en que había escrito seguramente su primer librito, el citado Artis Rhetoricae (c. 1602). No es casual, nuestro autor es un ferviente defensor de la lengua vernácula frente a un latín que ya casi nadie entendía, por lo menos así era en el caso de sus estudiantes y de los compañeros que había tenido el maestro en las aulas de la Universidad de Salamanca. La citada «Apología orada en público», que se imprime casi al final de la obra, es una muestra de todo lo dicho en la práctica. Porque, en efecto, el libro se divide en varias partes, claramente diferenciadas, y hasta —seguramente para darle más cuerpo— se ve Patón obligado a añadir como complemento esta «Apología de la lengua española» orada en público, según confiesa.También, como era su costumbre, un mar de aprobaciones y censuras que aconsejan la bondad del producto, entre ellas un fragmento de carta de su amigo Lope, suficientemente alabado por Patón en la Elocuencia como maestro indiscutible de la literatura y de la retórica en castellano. Este dato nos

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parece fundamental para entender no solo los gustos literarios de nuestro autor, sino también la doctrina que difundirá en sus obras, entre ellas la que se dedica a los predicadores. Además de la portada y el escudo nobiliario del destinatario de la obra figuran los preliminares, que recogen los escritos preceptivos: las aprobaciones de fray González de Critana y fray Cristóbal de Fonseca, la suma del privilegio y la tasa. La obra tiene una gran complejidad de paratextos de muy diferentes autores. El primero de importancia es el que sigue inmediatamente: una dedicatoria a los predicadores del propio autor, luego viene otra a don Pedro de Fonseca, marqués de Orellana, protector de la obra por muerte de su pariente don García de Figueroa, pero la dedicatoria a éste también se reproduce más adelante. Siguen unos versos laudatorios del licenciado Antonio Martínez de Miota, la contestación del dicho marqués de Orellana, la dedicatoria al dicho don García de Figueroa, diversas aprobaciones de otros tantos amigos y compañeros de Patón: las de fray Juan García de Torre Alba, Juan González Cañuto, el doctor Juan Acuña del Adarve, el licenciado Simón Rodríguez del Valle, Fernando González de Santa Cruz, luego los versos en español o latín de Fernando Delgado, Juan de Flores Bustos, Bartolomé Rodrigo de Cueto, fray Pedro de Antequera, Pedro de Solera, y el prólogo la lector del maestro Patón y, por fin, empieza la obra. Consta de un solo libro, estructurado en dieciséis capítulos. Después de los cuales se imprime la opinión del licenciado don Fernando de Ballesteros y Saavedra y, a continuación, la «Apología orada en público» del propio Patón; siguen otros cuantos pareceres del doctor Ruiz Malo y otros dos, un fragmento de carta de Lope de Vega alabando la obra y el parecer de fray Bartolomé de los Ríos. He querido mencionar a todos los que participan en estos escritos, primero por reflejar algunos nombres importantes en el estudio de Patón, como son Lope, Martínez de Miota o Ballesteros Saavedra; en segundo lugar, me parece relevante la cantidad de escritos laudatorios, indicio de que el autor buscaba el apoyo de cuantas más personas mejor, con objeto de salir al paso de críticas y censuras. Muchos de esos nombres pertenecen al Campo de Montiel, la comarca donde se sitúa Villanueva de los Infantes, que es donde ejercía como maestro de elocuencia el propio Patón y donde, no se olvide, se vende el libro. Porque en la portada se hace constar que se ha impreso en Baeza

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por Mariana de Montoya, pero también que se vende en Villanueva, en casa del librero Juan Martínez. Patón había impreso la Elocuencia en Toledo, cuna del buen decir, pero escoge Baeza, el lugar en cuya Universidad se había formado, al menos hasta alcanzar el título de licenciado, para imprimir esta obra. El inédito Instrumento necesario quería haberse impreso en Madrid, pero no consiguió pasar de manuscrito por razones que ahora no hacen al caso. El caso es que los dieciséis capítulos del Perfecto predicador, que se numeran también con foliación arábiga, tienen los siguientes títulos: 1: qué sea el predicador, 2: de la bondad de la vida y buen ejemplo que es necesaria en el predicador, 3: de los símbolos con que significan al predicador las divinas y humanas letras, 4: de la antigüedad y sucesión de los predicadores, 5: de las propiedades naturales que ha de tener el predicador perfecto, corporales y no corporales, 6: de cómo los predicadores son cielos, 7: de cómo unos se pueden ofrecer y convidar para ser predicadores y otros han de ser llamados, 8: de la limosna que puede recibir el predicador, 9: de uno de diez defectos que ha de huir el predicador, 10: de otros cuatro defectos que ha de huir el predicador, 11: de otros tres defectos que se han de huir, 12: de otros dos defectos, con otras advertencias que debe guardar el predicador, 13: del evangelio que principalmente se predica, 14: de algunos modos que hay en la disposición de los sermones, 15: en que se epiloga la doctrina pasada, y 16: de cómo importa oír sermones para hacerse predicadores y la obligación que los fieles tienen a oíllos. Como se ve, salvo el capítulo 14, apenas se trata de los sermones, prefiere Patón centrarse en las cualidades y defectos de los oradores cristianos. Uno de esos defectos es sin duda «traer a los púlpitos cosas nuevas», porque «ciertos predicadores modernos quisieron usar de novedades nunca oídas ni acostumbradas», lo cual escandalizaba al autor porque el público olvidaba a los predicadores que usaban los métodos antiguos, como reconoce cuando escribe que a los nuevos «los seguía el vulgo y dejaban a los que predicaban lo usado» (cap. 12). De la misma manera, aconseja el maestro manchego a los predicadores «huir de demasiadas curiosidades poéticas, filosóficas, metafísicas, historias paganas, gentílicas, infieles y otras cosas desta suerte» (cap. 12). Patón censura también la utilización del lenguaje de estos predicadores, y entre las propiedades naturales del buen predicador señala con el número 6: «tener buen lenguaje propio y no afetado, vocablos

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usuales y recibidas maneras de hablar, de lo cual tratamos en nuestra Elocuencia» (cap. 5). No se puede olvidar en este punto concreto, como ya señalaron Quilis y Rozas, que Patón es admirador de Lope y de Quevedo, lo que equivale casi a decir que se convierte en censor de los cultos45. Pasa incluso por haber inventado el término culteranismo, aunque no hemos podido encontrar hasta ahora dónde lo utiliza por primera vez. Así pues, se sitúa en frente de los escritores que siguieron la moda impuesta por Góngora, a los que censura una y otra vez en sus escritos: por ejemplo, las diferencias entre la Elocuencia de 1604 y 1621 tienen que ver también con esta censura, pues entre ambos años se habían difundido ya los poemas mayores del cordobés (y con ellos la ‘herejía’ lingüística del cultismo) y también, por supuesto, algunos sermones de predicadores como fray Hortensio. Porque Patón se centra sin duda en los predicadores de finales de siglo XVI y muy principios del siglo siguiente, ya hemos señalado que en determinado momento de la obra alude a los sermones pronunciados en las exequias de Felipe II, lo cual nos llevaría a pensar que el Perfecto predicador se sitúa en época en que todavía no había llegado al púlpito Paravicino. Ahora bien, Patón sigue en activo bastantes años después y presta especial atención a la evolución de la retórica y la literatura de su tiempo, de forma que una de las autoridades más aducidas en la segunda edición de la Elocuencia es, como se ha señalado, Los amantes de Teruel, publicada en 1616. Justamente en la primera edición de la Elocuencia había escrito también a propósito de los predicadores: La tercera virtud de la elocución es decir con ornato, compuesta elegancia y elegante integridad. Contra esta virtud es el descuido en el decir y hablar, porque así faltará [sic] lo que da la elocuencia, que es arte de bien hablar, esto se entiende con gravedad de sentencias, majestad de palabras, abundancia de cosas. Mas no ha de ser el ornato de suerte que dé en vicio, sino que tenga su medio, en quien consiste la virtud, que es lo que nuestro Cicerón castellano en puridad y propiedad de lenguaje, fray Luis de Granada, aconseja, que el ornato sea santo, eficaz, no afectado, ni mujeril, porque hay algunos tan amujerados en sus afectos y hablar que ofenden; ni se vaya todo en lindezas de vocablos, sin curar del provecho de lo que se dice. [...] Y con razón a los cortesanos que no huyen

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Remito a Madroñal, 2004, pp. 1203-1216.

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este vicio de hablar demasiado sin provecho, por el nombre de agudos y discretos que presuman ganar, llamamos «vacíos», «bachilleres de secano», «impertinentes»; y a los predicadores que algunos dicen «de floreo», que ponen su felicidad en dar gusto y no en aprovechar, les dan nombre de «charlatanes», y a éstos y a los otros les está prohibido por los cánones que no prediquen46.

Así pues, el ornato debe excluir las «lindezas de vocablos» para que el predicador no sea considerado «de floreo», que buscan más el gusto que el provecho. Y sigue hablando de las palabras empleadas de esta manera: cuando usamos diciones peregrinas mezclando unas con otras; como latín con español, éste con griego. Porque el lenguaje propio, puro y cortesano procura huir este vicio, y a los que caen en él llama Cicerón «aholleadores de las palabras griegas». [...] Aconseja nuestro español calahorrano, insigne maestro de elocuencia, Fabio Quintiliano, que las palabras parezcan del todo naturales de la tierra, y no asentadas, introducidas, y entabladas por intrusión, o por mala vecindad naturalizadas. Del cual vicio quisiera yo que carecieran algunos de nuestros predicadores, de quienes se deriva a otros muchos, porque en oírles a ellos usar de tales locuciones se persuaden que es aquélla la mayor elocuencia47.

Como se ve, va en contra de los vicios lingüísticos que introducen novedades en la lengua, bien sea por préstamo de lenguas vecinas o por aclimatación de otras (intrusión). Patón critica la poesía, pero también a los predicadores que siguen un adorno sin medida, vacío, propio en definitiva de ingenios no maduros. Parece identificar poesía y predicación, ya en la primera edición de la Elocuencia. Además, acomete Patón claramente el vicio de la oscuridad en otro lugar: Suélese escurecer lo que se dice, o por muy largo, o por muy breve. De los cuales vicios diremos en las figuras que se cometen a este propósito. [...] No era así aquel vaso de eleción, padre de predicadores, dotor de las gentes, Pablo, pues dice que se acomodaba con todos por convertirlos a todos, y hacía a todo por acudir a todos.Y así manda el Concilio de Trento que se haga; y a los que no lo hacen así les llama el universal y muy leído en todo género de escritos fray Juan de Pineda en su Agricultura cristiana pre-

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Patón, Elocuencia española en arte, ed. Martín, pp. 301-302.

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dicadores de las Alpujarras enjertos en toledanos con romance nuevo de mandinga, o Moscovia, que echan un estomaticón de alchermes y un emplasto de medulas, con que más empalagan a los cuerdos que si los embutiesen de chicharrones. Palabras son de Pineda a este propósito. Como testigo de vista puedo afirmar que, predicando cierto predicador de los de este jaez, ciertos caballeros mozos (más amigos de chocarrerías que de dotrina devota), en sabiendo cuándo y dónde predicaba, hacían llevar con cuidado sillas, diciendo que no había comedia más barata que oír aquel predicador, ni truhán Velasquillo más de balde; y se trató de remediarlo, y que no predicase, porque convenía por estar enfermo deste vicio. El cual por ser no sólo contra precetos de la buena elocuencia, mas porque es contra la religión, debe huirse; y no sólo en nuestros cortesanos de capa y espada, porque se hacen odiosos, y, haciéndolo por ser singulares, cobran nombre de tales en opinión de necios (igual en ed. 1621, ed. Martín, pp. 300-301).

Y añade en 1621 el texto ya citado en que mencionaba que «suelen quedar condenados en pena pecuniaria de la emprenta». La carga se dirige contra poetas y predicadores de ese tiempo, sin duda, porque añade en la segunda edición lo siguiente a propósito del amontonamiento de figuras retóricas: Cacocelia es el vicio de la afectación, cuando se amontonan muchas figuras trayéndolas con frecuencia y fuera de tiempo, y cuando el ornato es con esceso y en demasía. Desto pecan algunos sonetos cargados de argentería, perlas, rubíes, diamantes, y otros vocablos tales, que hay soneto que vale un infinito tesoro. Otros cargados de flores, otros de otras bizarrías, que al juicio de los cuerdos más son superfluidades y afectaciones ociosas, que no ornato de locución. [...]. Es propio este vicio de ingenios lozanos de mozos, así poetas como predicadores, a quienes enseña y desengaña el tiempo y esperiencia48.

La cita es larga, pero no tiene desperdicio, en especial esta parte final, añadida en la segunda edición. Parece claro que Patón arremete contra la oscuridad en la poesía y que de alguna forma condena a esos poetas a que impriman sus obras, dado que el difundirlas por otro medio (por ejemplo, el teatro) es cosa inútil. Algo parecido se

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Patón, Elocuencia española en arte, ed. Martín, pp. 380-381. Patón, Elocuencia española en arte, ed. Martín, p. 387.

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podría decir de los predicadores que por su estilo son difíciles de seguir para el público y necesitan imprimir sus sermones para que se les pueda entender. Ya había tenido tiempo Patón de enjuiciar la labor de predicadores cortesanos como Paravicino.Y todo parece indicar que el maestro manchego deploraba el uso que determinados predicadores amigos de novedades hacían de la oratoria. Es evidente que, según su opinión, ya empezaba la predicación sagrada a discurrir por el despeñadero que luego merecería la censura del padre Isla en el Fray Gerundio. Desde luego, para Patón los modelos son otros: el ideal de los predicadores es san Pablo, aunque sigue claramente las enseñanzas de san Antonino de Florencia y, según confiesa, la carta dedicada a estos asuntos del doctor Salcedo de Aguirre en su obra Pliego de cartas (1594), impresa también en Baeza. Se trata de la epístola XII, que lleva por título «Letra para un sacerdote que quiere comenzar a predicar, en que habiéndose tratado de los tres oficios principales del predicador, se le dan algunos avisos; finalmente se trata de las partes del sermón y de la pronunciación y acciones del predicador»49. La obrita es también, como se dice en su índice, un «método para predicar» y se asemeja al libro que comentamos de Jiménez Patón en el frecuente número de consejos que se ofrecen a los predicadores; pero hace mucho más hincapié que el maestro en las partes del sermón y, sobre todo, en la manera de ponerlo en escena. Pero, además de lo dicho, no se puede olvidar la huella de escritos como los de Cicerón, especialmente su tratado dedicado al orador, como es lógico; las Instituciones de Quintiliano o la Retórica eclesiástica de fray Luis de Granada, que tiene que tener muy cerca. De forma particular sigue las enseñanzas de quien llama «un doto cardenal», que no es otro que el florentino Giovanni Dominici (en el siglo Giovanni Manzini, 1356-1420), precisamente maestro de san Antonino, que es quien en sus libros ha transmitido sus enseñanzas. En otros momentos parece reflejar puntos concretos de otros libros, como la Rhetorica christiana, de fray Diego Valades, a quien sigue de cerca en dos alegorías que ofrece al inicio del capítulo 3 del libro. Por supuesto, no se agotan con esta enumeración todas sus fuentes: en determinados momentos utiliza los emblemas (el predicador es un sol eclipsado al que se atreve a mirar el cuervo mur-

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La cita del fol. 172vº. La carta ocupa los folios 172vº a 204.

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murador; es un gallo o mensajero de la luz; se compara con Hércules, por cuanto las cadenas que salían de su boca ataban a los oyentes50, etc.), y aprovecha también las autoridades de fray Domingo de Soto, y su obra De Justitia et Jure, libri decem (Salamanca, 1569), para decidir sobre la limosna que puede percibir el predicador (cap. 8). Patón sale al paso de las críticas de los que le achacaban que no habiendo acabado los estudios de Teología, reina de todas las disciplinas entonces, se atreviera a escribir libros de moral y religión. El maestro se defiende señalando los precedentes ilustres, filólogos y otros estudiosos que sin ser propiamente teólogos habían escrito en esta materia con el beneplácito de los entendidos: Nebrija, el Brocense, Alejo Venegas y Cristóbal de Villarroel, del obispado de Jaén, que era oráculo de cuantos querían saber algo de predicación, según él. Hay que señalar con Francis Cerdan que, a partir de Paravicino, los predicadores fueron concediendo cada vez más importancia a la «función poética de su lenguaje»51, pero Patón había detectado un poco antes el problema, por cuanto era enemigo de las novedades y las modas, particularmente las que afectaban al lenguaje, de ahí que criticara tanto la lengua junciana, extendida entre los estudiantes de la Universidad de Salamanca, como —más tarde— el culteranismo. Para el maestro de elocuencia, como le gustaba llamarse, el bien hablar, había escrito en su Elocuencia, «ha de ser al uso, como el vestir» (cap. 14). Conviene advertir, sin embargo, que Patón opina que el predicador tiene que tener «las condiciones de el buen orador», porque así lo seguirá más gente que al que no las tiene. Según su opinión, ha pasado ya el tiempo en que los predicadores utilizaban «poco adorno en el decir, para diferenciar los caminos de Dios de los de el mundo»; por el contrario, en su tiempo, con la fe ya asentada «bien se permite predicar con lugares retóricos y aprovecharse de el buen decir y hablar». Esa es la diferencia con la época de san Pablo, como confiesa, y así sale al paso de los que defendían no usar de la retórica en la predicación porque solo la palabra de Dios bastaba para conmover al auditorio. Así parece criticar a los que aconsejaban no usar los colores retóricos, como 50 Según el emblema recogido por varios autores, que también registra Diego López, Declaración magistral sobre las emblemas de Andrés Alciato (Nájera, Juan de Mongastón, 1615), cuyo mote es: Eloquentia fortitudine praestantior, donde efectivamente Hércules da leyes a los galos, no por la fuerza, sino por las palabras. 51 Cerdan, 1991, pp. XIII-XIV.

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exponía fray Diego Pérez de Valdivia en su tratado De sacra ratione concionandi (1588). Y aunque nuestra obrita parece que tuvo poco éxito (pues no alcanzó segundas impresiones, ni su autor la seleccionó para incluirla en el Mercurius Trimegistus), Lope, otro de sus apologistas, la recibió en la ciudad de Toledo en 1607 y la enseñó a sus amigos de allá, entre otros el maestro José de Valdivielso. Opinaba el gran poeta, que «si su dotrina se pusiese en prática, aun en esta santa iglesia [la catedral], veríamos reformada la predicación»52. Desde luego, no parece que la pretendida reforma se llevase a cabo, acaso porque la nueva moda también en este campo (como en la poesía) era imparable, y eso posibilitaría la existencia y el triunfo de predicadores como fray Hortensio.

4.3. LA SATISFACCIÓN AL LICENCIADO BALLESTEROS: AL JESUITA FRANCISCO DE CASTRO

UNA RÉPLICA

Este texto lo tenemos fechado con claridad por el propio maestro Patón: lo escribe en su estudio de Villanueva el último día de abril de 1618. Su motivación parece clara: el jesuita padre Francisco de Castro había escrito una serie de objeciones a la Elocuencia española en arte que el licenciado Ballesteros Saavedra le hizo llegar a Patón. El maestro le contesta a Ballesteros con una carta, razonando las objeciones y, en su caso, tomando buena nota de las mismas para cambiar la segunda edición de la Elocuencia, que es la que se publica, con la citada carta, en el Mercurius. En efecto el P. Francisco de Castro, granatensis, según indica en la portada, había dado a la luz pública una De Arte Rhetorica. Dialogi qvatvor (Córdoba: Fran. de Cea, 1611) con aprobaciones de 1609 y 1610, es decir, muy pocos años después de la Elocuencia patoniana. A diferencia de esta, el texto de Castro estaba en latín y en forma de diálogos. Por supuesto, sus ejemplos se habían sacado de la misma lengua. Además, Castro no separaba Dialéctica y Elocuencia en su Retórica, al estilo de los tratadistas anteriores, salvo Patón. Por si fuera poco, debía de ser amigo de Góngora, que le dedica un poema. Seguramente,

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«Capítulo de una de las cartas de Lope de Vega Carpio al maestro Bartolomé Jiménez Patón», Toledo, 23 de septiembre de 1607, al final del libro.

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don Luis apreciaba la retórica de Patón como apología del Fénix Lope de Vega y a ella podía contraponer ahora la del jesuita, que escogía su propia ciudad para imprimirla53. La Satisfacción patoniana, como digo, es sobre todo una respuesta puntual a las observaciones o críticas que Castro, había hecho a su Elocuencia. Patón, que era hombre puntilloso en esto de las críticas, da cumplida satisfacción al padre Castro desarmando los argumentos que este daba, algunos muy puestos en razón; pero se mantiene en sus trece en otros momentos, como su defensa de las teorías de López Madera frente a Alderete en lo que toca al origen del castellano. Claro que la Satisfacción es mucho más que una respuesta, por cuanto el sabio maestro rellena algunos vacíos de su Elocuencia y amplia bastante su modo de concebir la Retórica, a la par que disemina información preciosa sobre la lengua española y sus peculiaridades. Patón se defiende de las críticas de Castro, como por ejemplo por no haber tratado también de la invención y la disposición, dado que para Patón están incluidas en la Dialéctica, a la que ya ha dedicado otro libro, el Instrumento que aquí se reproduce. Por tanto, no se ve en la obligación de incorporarlas ahora. Se defiende también de la abundancia de ejemplos en verso escogidos para ejemplificar en la Elocuencia; pero acepta las críticas y de hecho —siguiendo la censura del jesuita Castro— sustituye unos cuantos versos de Góngora por ejemplos muy graves en prosa de fray Luis de Granada; pero señala también las autoridades que existen en la prosa para superar este «inconveniente» notado por sus críticos, y así escribe: porque no se vayan ayunos estos gustos ya les ponemos ejemplos de prosa, y el que quisiere más lea buenos autores y nótelos; estos son fray Luis de Granada, fray Hernando del Castillo, fray Luis de León, el padre Márquez, el licenciado Pedro de Herrera en las Fiestas del Sagrario, Políticas de Bobadilla, y de los historiadores todos los padres que la han escrito de la Compañía de Jesús, y la Pontifical de Illescas.

Pero si por algo destaca el presente escrito es por sus atinadas observaciones en materia de lengua y Retórica, particularmente en la primera. 53

Tuvo segunda edición esta retórica de Castro, en este caso en Sevilla: Francisco de Lira, 1625. Hoy en la Universidad de Illinois.

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4. ANÁLISIS Y CIRCUNSTANCIAS DE TRES OBRAS SINGULARES

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Patón es amigo de mantener a ultranza sus opiniones, porque era muy independiente de criterio, como notaron Quilis y Rozas, por eso persiste en el error de considerar al español como independiente del latín, siguiendo a López Madera, contra las opiniones de Alderete, que conocía, por supuesto. En definitiva, es la defensa del español y lo español, equiparable a las lenguas y escritores clásicos, por eso a una observación de Castro que sugiere un ejemplo de Virgilio, contrapone Patón otro del Fénix de los ingenios, porque, según dice: «yo hago los precetos o esceciones de las autoridades que noto de Lope de Vega» (punto 22). Algunas veces se defiende diciendo que la diferencia entre Castro y él es cuestión de nombres (como es el caso de la confusión entre especie y género, punto 6), y otras que son cosas de la Gramática y no de la Retórica, con lo que traslada de una a otra (punto 16). Pero la respuesta a Castro ocupa solo la mitad de la Satisfacción aproximadamente. Después viene lo más interesante del texto. La Sastisfacción es también una declaración de intenciones, por cuanto expone su autor que no quiere reformar el lenguaje ni introducir otro nuevo, sino «enseñar en el más usado y más bien recebido que Gramática hay o que Retórica adorna estando a lo recebido en el uso con más acetación de los doctos». Le sirve también para aclarar cuestiones gramaticales, como el género de algunos nombres: «El mar y la mar dicen tantas veces lo uno como lo otro y más veces el agua que el agua, el alma o el ánima, la alma o la ánima, el arte y la arte y otros ambiguos cuyos ejemplos no cito porque son muchos»; o la presencia de dos negaciones en español. Patón pretende completar su obra retórica con partes que no había tratado en la Elocuencia o que había desarrollado muy poco, Por eso habla ahora también de los tres estilos: tenue, grave o medio y de las obras que corresponden a cada uno. De pasada menciona algunas de las mejores de nuestra literatura de ficción, pero se olvida, como se ha dicho, quizá intencionadamente del Quijote. Interesa mucho esta parte por cuanto incorpora aquí fragmentos de su perdida Arte poética de Horacio, que quedó manuscrita. Para Patón, según declara en esta obra, el mejor lenguaje es el puro, que no usa vocablos extranjeros y que es capaz de ser entendido por todos. Bien es verdad que a veces es necesaria la introducción de extranjerismos pero censura aquellos modos de decir introducidos por

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moda o esnobismo. Los extranjerismos son necesarios, nos dice, por cuatro razones: «la primera por no haber otros: como estafeta, coche, trabuco, tacamahaca, sumiller; la segunda por estar ya tan recebidos que son como naturales, como enorme, atroz; [...] la tercera por brevedad de vocablos, como decimos oficioso, por escusar decir aficionado a hacer buenas obras, insolente por no decir poco respeto y recato en el trato común; la cuarta por huir la bajeza en el decir y por hacer más autorizada la oración, como senador romano por hombre que representa mucha autoridad; matrona por una mujer casta y de mucho gobierno, enigma por no decir ques y ques». Para el maestro de Villanueva el mejor lenguaje es el de las personas que viven apartadas del mar, el propio de los cortesanos y en particular, el de las mujeres porque en su lengua no mezclan vocablos con otros que se pegan del estudio «escetas algunas bachillerías de monjas o no monjas». Divide los vocablos en sucios u honestos, según lo que designen; en antiguos o modernos (los primeros se pueden usar, aunque raramente); pero hay otros «recién nacidos» que no se deben usar hasta que no estén introducidos y aun otros, humildes (como asno, rocín), por último, también los hay picarescos, es decir, de germanía como entrevar la flor. Después habla de la colocación de los vocablos en la oración, tratando de evitar cacofonías. Continúa con la cláusula y período, coma, colón, idea, etc. Intenta dar la norma para conseguir la claridad en la dicción y de ahí que se interesa también por la grandeza, el esplendor, la hermosura, la aptitud, la dulzura, la gravedad, etc. Termina explicando conceptos que a otros les parecen figuras, aunque él no los tiene por tales: aseveración, objurgación, interposición, conclusión, reiección, distinción, parison, etc. Como se ve, un complemento de obras anteriores, especialmente la Elocuencia, entre cuyas dos ediciones se intercala. De ahí que nos haya parecido fundamental conocer este escrito en sus propios términos.

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5. BIBLIOGRAFÍA DE BARTOLOMÉ JIMÉNEZ PATÓN

5.1. MANUSCRITOS Y

EDICIONES DE SUS OBRAS

—A los padres general, provinciales, difinidores, prierores, retores y demás religiosos de Nuestra Señora del Carmen [sin nombre de autor]. Impresa, 4 fols.. s.a., s.i., s.l. [pero c. 1628]. Atribuida por Beardsley, 1986, que la edita en facsímil. —Al licenciado Pedro Fernández Navarrete [sin nombre de autor], fechada en Villanueva de los Infantes el 17 de octubre de 1622. Impresa al final de la Explicación del libro cuarto del Arte nuevo de Gramática de Antonio, de Pedro Collado Peralta.Valencia, Silvestre Esparsa, 1630, fols. 44-50vº1. —Albergue de pobres y remedio de necesidades (ms., incluida en Comentarios de erudición, tomo IV, fols. 402-407). —Apolo (perdida, pero aludida en la Elocuencia, 1604). —Apología orada en público concurso en prueba de que conviene que se escriban estos y otros libros de cualquier facultad en nuestra lengua vulgar española, en Perfecto predicador. Baeza, Mariana de Montoya, 1612, fols. T3-V2vº. —Artis Rhetoricae, compendium brevis ac copiosus quam adhuc (impresa, s.a.)2, Biblioteca Nacional R/ 19536. —Carta al licenciado Pedro Ordóñez de Ceballos, fechada en Villanueva de los Infantes el día de la Asunción de 1616. Impresa al principio de la Historia de Jaén, de Pedro Ordóñez de Ceballos y Patón. Jaén, 1628.

1

Algunos estudiosos, como Cañigral, la atribuyen a Collado.Ver lo que decimos a propósito arriba. 2 Aparece aludida en la Elocuencia española en arte.

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—El casamiento deshecho (comedia, perdida) —Cátedra de erudición (a. 1605), ms. s. XVIII. Biblioteca de Castilla-La Mancha, ms. 4673. —Comentarios de erudición, tomos I-VIII, manuscrito hacia 1628. Perdidos todo menos el IV, que se describe a continuación. Del tomo II, hoy perdido, da cuenta fray Esteban Pérez Pareja, Historia de la primera fundación de Alcaraz y milagroso aparecimiento de Nuestra Señora de Cortes.Valencia,Tomás Lucas, 1740, pp. 83-844. —Comentarios de erudición, tomo IV, manuscrito hacia 1628. Biblioteca particular. —Comentarios de Horacio.Ver Libros tercero y cuarto5. —Decente colocación de la Santa Cruz. Cuenca, Julián de la Iglesia, 1635. —Reed. facsímil por Antonio Pérez Gómez. Cieza, La fonte que mana y corre, 1971. —Declaración de la epigrama griega. Ms. incluida en Comentarios de erudición, tomo IV, fols. 341-349. —Ed. Madroñal, 2006, pp. 1797-1817. —Declaración magistral de los epigramas de Marcial: —Epigrama 5, libro 1. Madrid, 1628. —Epigrama 6, libro 1. ¿Madrid?, s.a. —Epigrama 10, libro 7. [Perdida, da cuenta en su obra Cátedra de erudición, fol. 124.] —Epigrama 13, libro 2. ¿Madrid?, s.a.

3

A nombre de «Jerónimo Jiménez Patón», por error, ya que así consta en el ms. Ver lo que decimos arriba a propósito de la fecha de esta obra, cuyo prólogo tiene que ser posterior a 1628. 4 «Ya dije en el capítulo trece, donde referí la opinión de el maestro Bartolomé Jiménez Patón, en el tomo segundo de sus Comentarios de erudición, cómo el rey don Sancho, cuarto de este nombre, llamó a Alcaraz, por excelencia, Extramadura» (Fray E. Pérez Pareja). 5 En la Eloquentia romana, incluida en el Mercurius (1621), escribe Patón a propósito de las metáforas y alegorías que se dan en Horacio: Ut in meis Comentariis potes videres, evidentemente se refiere a los que llevó a cabo sobre el poeta latino, fol. 215 vº.

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5. BIBLIOGRAFÍA DE BARTOLOMÉ JIMÉNEZ PATÓN

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—Epigrama 14, libro 11. Madrid,Viuda de Pedro Madrigal, 1628. —Epigrama 18, libro 2. [Perdida, da cuenta en su obra Cátedra de erudición, fol. 238vº.]6 —Epigrama 18, libro 14. ¿Madrid?, s.a. —Epigrama 20, libro 9. ¿Madrid?, s.a. —Epigrama 27, libro 10. ¿Madrid?, s.a. —Epigrama 29, libro 3. s.a. ¿Madrid, 1628? —Ed. Facsímil en Bearsdley, 1978 —Epigrama 33, libro 5. Madrid, Francisco Martínez, 1628. —Epigrama 41, libro 3. ¿Madrid?, s.a. —Epigrama 41, libro 14. ¿Madrid?, s.a. —Epigrama 56, libro 1. [Perdida, da cuenta de ella Patón en su Cátedra de erudición.]7 —Epigrama 56, libro 7. ¿Madrid?, s.a. —Epigrama 60, libro 4. ¿Madrid?, s.a. —Epigrama 65, libro 7. ¿Madrid?, s.a. —Epigrama 69, libro 5. ¿Madrid?, s.a. —Epigrama 75, libro 13. ¿Madrid?, s.a —Epigrama 77, libro 5. ¿Madrid?, s.a. —Epigrama 77, libro 14. [Perdida, pero impresa, según cita del propio Patón]. —Epigrama 122, libro 14. ¿Madrid?, s.a. —Declaración magistral destos versos de Juvenal, sátira 6. Cuenca, Salvador de Viader, 1632. —Declaración preámbula del salmo 118. Granada,Antonio René de Lazcano, 1633. —Desengaño y freno para los deseos humanos, por Junio Juvenal [...] en la sátira décima [traducción castellana]. Ms. en tomo IV de los Comentarios de erudición, fols. 197-239 v°. —[Discurso contra el juego]. Perdido. Aludido en Comentarios de erudición, t. IV. —Discurso de la langosta que en el tiempo presente aflige y para el venidero amenaza Baeza, Pedro de la Cuesta, 1619. —ed. parcial por Maxiriarth. Madrid, Sucesores de Rivadeneira, 1901.

6

«A este Máximo es la epigrama 18 deste li. 2, que tenemos en otra parte declarada», ms. cit. fol. 238vº. 7 «La epigrama 56, libro 1, que en otra parte tenemos declarada» (ms. fol. 171).

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—Discurso de los tufos, copetes y calvas. Baeza, Juan de la Cuesta, 1639. —ed. electrónica de Abraham Madroñal. Madrid, 2004 (www.rae.es). —Discurso en favor del santo y loable estatuto de la limpieza. Granada, Andrés Santiago Palomino, 1638. —Reed. facsímil por Antonio Pérez Gómez. Cieza, La fonte que mana y corre, 1971. —Reed. facsímil en fol. sin datos de imprenta. —[Discurso] sobre el buen uso del tabaco, impreso al final de la Reforma de trajes. Baeza, Juan de la Cuesta, 1638, fols. 61-66vº. —Discurso sobre la tasa del pan y la riqueza (1605). Incluido en Comentarios de erudición, IV, fols. 354-374. —Elocuencia española en arte. Toledo, Tomás de Guzmán, 16048. —en Mercurius Trimegistus. Baeza, Pedro de la Cuesta Gallo, 1621. —ed. Elena Casas en La retórica en España. Madrid, Editora Nacional, 1980, pp. 217-373. [1604]. —ed. Gianna Carla Marras. Madrid, El Crotalón, 1987 [1604]. —ed. Francisco J. Martín. Barcelona, Puvill, 1993 [1604 y 1621]. —Eloquentia romana, en Mercurius Trimegistus. Baeza, Pedro de la Cuesta Gallo, 1621, fols. 206-286. —Eloquentiae romanae a magistro Bartholome Ximenio Patone elaboratae compendium, por Juan Ignacio Velasco. Córdoba, Salvador de Cea Tesa, 1638. Ejemplares: Fundación Francisco Zabálburu9. —Eloquentia sacra, en Mercurius Trimegistus. Baeza, Pedro de la Cuesta Gallo, 1621, fols. 1-45. —El peregrino (comedia, perdida) —Epítome de la ortografía castellana. Baeza, Pedro de la Cuesta, 1614. 8

Es primera edición, carece de sentido que se dé la fecha de 1603 (Palau), con la misma ciudad y el mismo impresor, dado que el privilegio de impresión de la obra (según declara el mismo Patón en su Libro de la cuenta y razón) es de 1604. 9 No es obra ‘original’ de Patón, sino un compendio que traza el conocido Juan Ignacio de Velasco.

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—Historia de la antigua y continuada nobleza de la ciudad de Jaén, en colaboración con Pedro Ordóñez de Ceballos. Jaén, Pedro de la Cuesta, 1628. —Reed. facsímil. Pról. Rafael Ortega y Sagrista. Jaén, Riquelme y Vargas, 1983. —Instituciones gramáticas (impreso s.a., pero anterior a 1614). Biblioteca Zabálburu. —ed. Madroñal, 2003. —Instituciones de la gramática española s.l, s.i., s.a. [¿Baeza, Pedro de la Cuesta 1614?]. Encuadernada junto a la Ortografía. —en Mercurius Trimegistus. Baeza, Pedro de la Cuesta Gallo, 1621. —ed. Quilis-Rozas, 1965. —Instrumento necesario para adquirir todas artes y ciencias (c1604, manuscrita preparada para imprimirse). Biblioteca Zabálburu. —ed. electrónica por A. Madroñal, 2007. —Libro tercero de las Odas de Quinto Horacio Flaco Venusino, traducidas y comentadas en lengua española. Comprende desde la oda primera a la oda tricésima. Ms. en tomo IV de los Comentarios de erudición, fols. 8-119vº. —Libro cuarto de las odas de Quinto Horacio Flaco Venusino [traducidas y comentadas en lengua española]. Odas I-XV. Ms. en tomo IV de los Comentarios de erudición, fols. 265v°-341. —Los amantes engañados (comedia, perdida) —Mercurius Trimegistus, sive de triplici eloquentia sacra, española, romana, Baeza, Pedro de la Cuesta Gallo, 1621. —Copia ms. parcial, s. XVII. Biblioteca Zabálburu. —Oración por la ínclita Academia de Salamanca. Traducción castellana de una oración en elegante latín de un autor que no nombra. Ms. en tomo IV de los Comentarios de erudición, fols. 126v°-132v°. —Perfecto predicador. Baeza, Mariana de Montoya, 1612. Ejemplares: Real Academia Española (falto de portada y primer cuadernillo), Biblioteca Pública de Jaén. —Proverbios morales. Heráclito de Alonso de Barros, concordados. Baeza, Pedro de la Cuesta, 1615. —Lisboa, Pedro Craesbeck, 1617.

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—Reforma de trajes. Doctrina de fray Hernando de Talavera, primer arzobispo de Granada, ilustrada. Baeza, Juan de la Cuesta, 1638. —ed. electrónica. Madrid, RAE, 2004 (www.rae.es). —Relación de las fiestas en Villanueva de los Infantes a la beatificación de Tomás de Villanueva. Ms. en tomo IV de los Comentarios de erudición, fols. 407v°-416v°. —[Satisfacción] al licenciado don Fernando de Ballesteros y Saavedra [sobre la Elocuencia española en arte], fechada en 30 de abril de 1618, en Mercurius Trimegistus, fols. 182-305vº. —[Tratado sobre las preposiciones]. Perdido. Aludido en las Instituciones gramáticas. —La tugancilla princesa (comedia, perdida). —Victorias del árbol sacro con un ramillete de flores divinas (probablemente preparada para imprimir, perdida)10. Da cuenta de ella en la Elocuencia y otros textos. —El virtuoso discreto, primera y segunda parte (manuscrito, c. 1629-31). Biblioteca Pública de Palma de Mallorca, ms. 245. s. XVII. 105 fols. —[Traducción y notas al Arte poética de Horacio] (Manuscrita, perdida). Se alude a ella, entre otros sitios, en la Satisfacción al licenciado don Fernando de Ballesteros, incluida en Mercurius y en la Elocuencia española, de 1621.

5.2. APROBACIONES, POEMAS Y

JUICIOS EN LIBROS AJENOS

—Aprobación a Fernando Ballesteros y Saavedra, Comedia Eufrosina, traducida de lengua portuguesa en castellana. Madrid, Imprenta del Reino, 1631, prels. —Aprobación a Jerónimo Antonio de Medinilla y Porres, Utopía en castellano, [traducida de la de Tomás Moro]. Cuenca, Salvador de Cea, 1637, prels. —Poema en castellano en Relación de la fiesta que la insigne universidad de Baeza celebró a la Inmaculada Concepción de la Virgen Nuestra Señora [Baeza, 1618], fols. 68-69vº. (Empieza «Sagrado Tiphys que la eterna nave».)

10

Marco e Hidalgo, 1909, señala una impresión de Victorias del árbol sacro o Alabanza de la Santa Cruz en Cuenca en 1625, en 4º. Probablemente se trate de la Decente colocación de la Santa Cruz, impresa efectivamente en Cuenca, pero en 1635.

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—Poema latino en Observationes aliquot in prosodiam. Granada, Bartolomé de Lorençana, 1613 (empieza «Ferqdinande vagae moderator docte iuventae»).

5.3. BIBLIOGRAFÍA

CRÍTICA

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6. APÉNDICE EDITORIAL

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CRITERIOS DE EDICIÓN

Por su indudable interés, reproduzco seguidamente los tres textos de Patón, que se prestan especialmente para ilustrar lo dicho hasta aquí. Sigo para ello los criterios editoriales de modernización respetuosa con las grafías que tenían valor fonológico del GRISO, que pueden verse en su página de Internet. Tengo que hacer, además, algunas salvedades, como que he desarrollado sin advertirlo los timbres de nasalidad en n o m, según conviniera; también la abreviatura q la transformo en que sin dejar nota. Igualmente la división en párrafos es mía, aunque procuro mantener la que aparece en el original. En las citas de palabras y frases latinas conservo la ortografía de la fuente y desarrollo las abreviaturas de nasalidad, o la que representa a la terminación -us. Las erratas evidentes las corrijo, advirtiéndolo en nota; pero aquellas que no lo son tanto las dejo como están, advirtiéndolo igualmente. Señalo ahora la procedencia de los textos que se editan a continuación: 1. Perfecto predicador. Impreso en Baeza, Mariana de Montoya, 1612. Ejemplares de la RAE, signat. 34-IV-24 y Biblioteca de la Diputación de Jaén. 2. Satisfacción al licenciado Fernando de Ballesteros y Saavedra. Impreso en el Mercurius Trimegistus, Baeza, Pedro de la Cuesta, 1621. Ejemplar de la RAE, signat. 19-X-5. 3. Instrumento necesario... Ms. inédito, corregido por Patón. Biblioteca Zabálburu. Madrid, signat. 73-250.

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1. PERFECTO PREDICADOR

PERFETO PRE- / dicador, por el Maestro Bartolome Xime- / nez Paton. / A DON GARCIA DE FIGVEROA / Gentil hombre de la Camara de su Majestad,/ Señor del Estado de Orellana, Comendador de / Chiclana, y Montizon, de la Orden de Santia- / Go.Y a Don Pedro de Fonseca, y Orellana su / Censor, Gentil hombre de la Boca de su Ma / Gestad, del Abito de Alcantara, y / Marques de Orellana./ CON PREVILEGIO/ En Baeça en casa de Mariana de Montoya / Año de 1612/ Vendense en Villanueva de los Infantes, en casa / De Iuan Martinez Librero. [Escudo flanqueado por la leyenda: Nobilitas sola est / Atque vnica virtus]

APROBACIÓN Por comisión del señor dotor Cetina, vicario del ilustrísimo Cardenal de Toledo en esta corte, he visto el libro intitulado El perfeto predicador, compuesto por el maestro Bartolomé Jiménez Patón. Y aunque es pequeño en volumen, es grande y copioso en dotrina, porque demás de que su autor se muestra humilde y pío y deseoso del bien común, da muestras de muy leído, docto y curioso en la facultad de la Oratoria, y lo que enseña lo dice con claridad y distinción, y porque deste argumento tan grave y tan necesario hay muy poco escrito en forma tan manual y porque en él no he hallado cosa que desdiga de nuestra santa fe ni de las buenas costumbres, antes muchas

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en que la sirve, me parece que se le debe dar licencia para que le imprima. Fecha en San Filipe, en Madrid, de la Orden de San Agustín, en 15 de diciembre de 1610. El maestro fray Juan González de Critana

APROBACIÓN Por mandado de V. Alteza he visto un libro del maestro Bartolomé Jiménez Patón intitulado Perfeto predicador; tiene muchas reglas y documentos muy provechosos para los que ejercitan este oficio y no he hallado en él cosa que no huela a santidad y virtud. Fecha en San Filipe de Madrid, a 18 de mayo de 1611. El maestro fray Cristóbal de Fonseca

SUMA

DEL PRIVILEGIO

El maestro Bartolomé Jiménez Patón tiene privilegio para que ninguna persona sin su licencia pueda imprimir ni vender este libro intitulado Perfeto predicador, so las penas en él contenidas. Su fecha, en Madrid, a 26 de junio de 1611 años. Secretario Jorge de Tobar

TASA Yo, Antonio de Olmedo, escribano de Cámara del Rey nuestro señor, de los que residen en el su Consejo, doy fe que habiéndose visto por los señores dél un libro libro intitulado Perfeto predicador, compuesto por el maestro Bartolomé Jiménez Patón, que ante los dichos señores se presentó y con su licencia fue impreso. Tasaron cada pliego del dicho libro a cuatro maravedís, el cual tiene veinte pliegos, que al dicho precio monta cada volumen ochenta maravedís en papel, y a este precio mandaron se venda y no a más, y que esta tasa se ponga al principio dél para que se sepa lo que se ha de llevar y que no se pueda vender ni venda de otra manera y para que dello cons-

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1. PERFECTO PREDICADOR

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te. De mandamiento de los dichos señores del Consejo y pedimiento del dicho maestro Bartolomé Jiménez Patón di esta. Fecha en la villa de Madrid, a tres días del mes de agosto de 1612 años. Antonio de Olmedo

A

LOS PREDICADORES, EL MAESTRO

BARTOLOMÉ JIMÉNEZ PATÓN

Con el deseo de acertar que es justo que tenga cualquiera que emprende semejante obra he sacado una y muchas veces, como cuentan que lo hacía Apeles con sus pinturas, este mi Predicador, exponiéndolo a la censura de quien justamente se podía desear, y he procurado corregir lo que se me ha advertido no solo por los que lo han visto, mas por los libros que más he podido ver, no cesando ni cansándome de poner cuidado en esto.Aun después de comenzado a estampar, vino a mis manos el Pliego de cartas del doctor Gaspar Salcedo de Aguirre y en él una en que trata deste asunto, y confieso que de las cosas que he visto a este propósito ninguna me ha cuadrado tanto, y así pido a los padres predicadores no se cansen de verla, con las demás cosas que entiendan hacen al propósito, pues todo es necesario para tan alto oficio. Della repetiré aquí un punto y advertencia que me dio ocasión para hacer otras, que en este discurso se habían pasado por alto, y dice así: Advertí como una costumbre de que usan ordinariamente los discretos predicadores, mirando y oteando todo el auditorio no es ceremonia vana, sino de mucho fruto para quien della se sabe aprovechar. El predicador ha de hablar con los oyentes, pues claro está ser necesario sepa con quién habla para predicar a propósito. Porque las pláticas generales y comunes mueven poco, las particulares levantan más y más se imprimen. Sirve también mirar el auditorio para convertir a sí los ojos de los oyentes, porque mirados del predicador se vuelven a mirarle1.

Hasta aquí es del doctor Salcedo, y a esto me parece añadir que de volver a mirar se causa la atención, cosa muy necesaria para la impresión de la dotrina del predicador. También ayuda este otear para 1

Se copia al pie de la letra de la obra de G. Salcedo de Aguirre, Pliego de cartas, fol. 192vº.

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desechar los temores que ordinariamente suelen suceder en los principios del orar, aun a los más esperimentados, como Cicerón lo confiesa de sí mismo y de los aventajados de su tiempo. Esto ha de ser antes del persignum, y entonces para más sosegar el auditorio se leerán las cédulas que hubiere y dirán las cosas que llevaren encomendadas, aunque también hay licencia para leerlas y decirlo depués de acabado el sermón, y particularmente se han de guardar para el fin las oraciones que se encargan por algunas necesidades y el convidar para otros sermones suyos o ajenos. En lo cual será razón se use de mucha modestia, de suerte que encomendando los suyos no sea notado el predicador de vano, presuntuoso y arrogante siguiendo la regla que Andrés Simperio da pa[ra] esto en el fin de su Modo de predicar y convidando para los ajenos no le conozcan algo invidioso, poco caritativo y avariento de alabanza ajena; antes, huyendo toda lisonja con modestia y caridad cristiana, procurará acreditar la dotrina ajena. El captar la benevolencia ha de ser de una vez sola y no dos, como muchos lo hacen, aunque esto está en opinión, y supuesto que ha de ser una, también se duda dónde tiene mejor lugar: unos la hacen en persignando y repitiendo el tema, y otros depués de haber rezado la salutación y también repetido el tema. Si yo he de decir lo que siento, los primeros hacen mejor y no lo hacen bien los que en ambas ocasiones. El modo que se ha de guardar en el captarla ha de ser, no habiendo algunas de las personas que diremos, solo descubrirse la cabeza humillándola tres veces, la primera al altar, la segunda al medio de la iglesia, la tercera a lo restante del auditorio. Si en él hay sumo pontífice, habiendo repetido las palabras del tema, autor y lugar de donde se saca, dirá: «Las palabras presentes, Santísimo padre, son de tal autor, en tal lugar»; si hubiere algún monarca o príncipe, la captará diciendo al emperador «católica o cesárea majestad»; al rey «muy poderoso señor» y así mismo a su príncipe heredero, que si es infante dirá «serenísimo señor»; al cardenal, arzobispo, patriarca o primado: «ilustrísimo señor»; al obispo, «reverendísimo señor». Esto se entiende estando solo cualquiera dellos, porque si están juntos, sólo al superior se le ha de captar, y si hay dos o más iguales en dinidad y monarquía se ha de captar el plural. Algunos hemos advertido que hacen muy gallardos exordios y por un pequeño descuido de no usar de una precación o metástasis, que es la advertencia o nota de la aplicación y junta del exordio con el

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tema cometen muy grande yerro, y este descuido suele destruir y echar a perder el sermón, y es inadvertencia en que han caído muchas veces muy grandes predicadores y ha puesto por ello a peligro su opinión. Por eso conviene ir muy sobre los estribos para no olvidarla, pues no es más de una palabra, como diciendo: «Esto mejor que todas las demás cosas lo tenemos hoy en las palabras del Evangelio» o «aunque os parecerá que me he divertido, si bien lo advertís no es otra cosa lo que hoy nuestra madre la Iglesia nos canta y su evangelista nos propone por estas palabras». Destas o otras semejantes fórmulas usará para encadenar el propósito, porque no lo pierda el oyente. El citar de los autores se hace con mucha gallardía en paréntesis entremetida en la autoridad que se cita, como hablando de la ambición se dirá bien desta suerte: O ambitio ambientium crux —dice el melífluo Bernardo en el tercer libro, hablando de la cruz, del diablo y del mundo— ¿quomodo omnes torquens omnibus places? Nil acrius cruciat, nil molestius inquietat, nil tamen apud miseros mortales celebrius negotiis eius. También se tiene gallardía, principalmente en autoridades algo largas, ora se repita el romance solo, ora el latín y el romance, citar el autor por epifonema, diciendo «esto dice el divino Agustino» o «esto es de los libros de la Sabiduría, a tantos capítulos», etc. Las deposiciones de memoria, raras veces usadas, también dan ornato al sermón, mas no se han de hacer en todos los lugares, ni aun en todos los sermones, como hemos notado a algunos que apenas citan lugar en que no usen dellas, y siendo tan frecuentes forzosamente son afectadas y viciosas. Basta en un sermón una vez y si rehacen muchos sermones continuos a un mismo auditorio, no se hagan en todos los sermones. Estas son cuando fingimos no estar muy ciertos y acordados del lugar o autor que citamos o de la cosa que decimos, como diciendo: «Dice san Ambrosio, pienso que ha de ser en tal tratado o en los proverbios, si mal no me acuerdo o si no estoy del todo olvidado, a los tantos capítulos», etc. Algunos que han visto este trabajo han juzgado que va muy estéril de precetos para este arte esta obra y que lleva mucha dotrina moral; otros, considerando que la dotrina moral es necesaria para este asunto, dicen que yo he excedido los límites de mi profesión y que, emprendiéndole, echo hoz en mies ajena. Querer satisfacer a todos y que lo aprueben todos ni lo procuro ni es posible, mas no dejaré de responder a estar objeciones presentes. A los primeros respondo que

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si los precetos que echan menos son los que conmúnmente tratan los retóricos (como yo lo entiendo), en mi Elocuencia española o Retórica latina lo tengo copiosamente tratado2, como en lugar propio, dejando para este la dotrina presente, que es dende el primer capítulo hasta el último todo precetos de oratoria cristiana; y acabarán de persuadirse esto si acabasen de entender que unos son precetos retóricos, otros dialéticos, y aunque estos y otros muchos de otras facultades sirven a la Oratoria, ella ansí los tiene particulares para aprovecharse de los de esotras y estos son los que hemos procurado dar ejemplificados en la predicación de Cristo y de sus santos, como Cicerón los da en la oratoria de Marco Craso, Antonio, Demóstenes y otros griegos y latinos. A los segundos respondemos que aunque es verdad que como con particular trabajo nuestro lo hemos enseñado y probado que la Retórica no es sino una pequeña parte de la Oratoria, por antigua costumbre está recebido y siempre usado que los que son maestros de la una sean de la otra, de que son sin otros infinitos ejemplo Cicerón y Quintiliano.Y así, teniendo yo cátedra desta facultad tantos años ha y habiendo impreso otros libros en ella, en mies propia y no ajena pongo la hoz de mi doctrina. Si por alguna razón se me había de negar esto, había de ser por no tener noticia alguna de las divinas letras y su inteligencia, y destas no se persuada nadie que porque estoy imposibilitado de subir al púlpito lo estoy también de su conocimiento, porque mediante de algunos estudios que para ello he hecho, ha sido Dios servido que alcance alguna noticia de su inteligencia, porque el estado no es causa principal ni suficiente para privarme deste bien, como ni lo fue a otros muchos y muy doctos de nuestra España. Dejando otros más antiguos y citando modernos y conocidos, nuestro maestro Antonio de Lebrija, por serlo de la Gramática y comentar libros suyos dejó también de serlo en las divinas letras tan docto, como muestra su Quincuágena sobre los salmos y lugares de Escritura. El maestro Alejo Vanegas, toledano, en sus muchas obras divinas y morales ha dado bien que estudien y deprendan para los púlpitos los predicadores. El maestro Francisco Sánchez de las Brozas nos explicó

2

Se refiere, como es fácil adivinar, a su Elocuencia española en arte (1604) y al Artis Rhetoricae (s.a.), dos obras que Patón tendría ya impresas antes del momento en que escribe esto.

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dificultosísimos lugares de las divinas letras con la penetrante agudeza de un ingenio. Don Cristóbal de Villarroel, en el obispado de Jaén ¿no era la regla de aprobación y reprobación de los predicadores? Pues quien a estos les comunicó tanto en este estado, porque a cualquier otro dél comunicará lo que fuere servido, pues su mano no está más abreviada ahora que entonces. De la que ansí se me ha comunicado me he aprovechado en el trabajo presente, como dél constará a quien con ánimo de aprovechar le leyere. El oficio del orador cristiano es decir con aptitud para persuadir las almas de los fieles, y el fin, movellas a detestación de los vicios y afición de las virtudes, y como de su definición se ha colegido la principal parte della es que el orador sea un varón bonísimo, entiende en vida y costumbres, y la otra que sea docto y diestro en hablar; luego el que le ha de instituir no solo ha de tratar del ornato del decir, sino también de las virtudes en que particularmente ha de florecer. Esto he procurado hacer en esta breve instrucción, padres míos predicadores, haciendo mi posible; esto no obstante será forzoso haya muchos defetos que suplir, mas recibiéndola con el ánimo, voluntad y celo que se da, confío que con este principio se podrán juntar los medios de su cuidado para llegar a la perfección que pretendemos, y la principal es la dela gracia de Dios, que a vuesas reverencias guarde en su santo servicio. Deste estudio de Villanueva de los Infantes, 15 de agosto de 1612 años.

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DEDICATORIA A

DON PEDRO DE FONSECA Y ORELLANA, GENTIL HOMBRE DE LA BOCA

DE SU MAJESTAD, DEL HÁBITO DE ALCÁNTARA Y MARQUÉS DE ORELLANA.

Aunque los griegos llamaron a la muerte ‘olvido’, porque lo suele ser de las mayores obligaciones, no ha de hallar ocasión Focílides de acusarme que falto a la memoria agradecida que debo al señor don García Figueroa (que está en el cielo); antes con el sentimiento justo de la falta de su vida, dándome V. S. licencia, he de manifestar mi agradecimiento dedicando de nuevo mi voluntad a la coluna de su amparo, mausoleo vivo de aquellas nobles cenizas, y poniendo a su sombra estos trabajos, testigos del deseo de ser agradecido a quien viviendo me hizo tanta honra con no menores esperanzas de recebirla de V. S., en que como prendas suyas las reciba por su cuenta favorezca y defienda. Así el cielo a V. S. guarde muchos años y prospere en el merecido acrecentamiento. De Villanueva de los Infantes, de abril, quince de 1609.

EL

AL

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10

ANTONIO MARTÍNEZ DE MIOTA, MAESTRO JIMÉNEZ PATÓN.

LICENCIADO

Predicador tan perfecto, Jiménez, me parecéis que tres grandezas hacéis con la fuerza de un efecto: mostráis el camino recto a los errados lectores, a nuevos predicadores sois ángel para el camino, y al muerto san Antonino resucitáis entre flores.

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MAESTRO

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BARTOLOMÉ JIMÉNEZ PATÓN

Es tan justo que yo no me atreva a ocupar el lugar en que mi tío, que Dios tiene, tuvo entrada como que vuesa merced prosiga con su dedicatoria hecha al mismo.Aunque por no parecer ingrato a tan buena voluntad como me ofrece, la aceto y estimo con deseo de que se ofrezcan muchas cosas a que acudir de muy buen gana. Guarde Dios a vuesa merced. De Madrid y mayo, 21, de 1609. Marqués de Orellana

A

GARCÍA DE FIGUEROA, GENTILHOMBRE DE LA CÁMARA DE SU MAJESTAD, SEÑOR DEL ESTADO DE ORELLANA, COMENDADOR DE CHICLANA Y MONTIZÓN, DE LA ORDEN DE SANTIAGO. DON

Costumbre santa ha sido en la Iglesia católica que el Evangelio se oya en pie, para decir a los cristianos que deben estar prontos y dispuestos a la defensa de la fee de Cristo, cuya dotrina por san Lucas aconseja que para el tal fin el que no tiene armas con que defenderla, aunque venda sus vestido, las compre.Y este fue el fundamento de la institución de órdenes militares, a cuyos religiosos y soldados particularmente toca este oficio y dellas en nuestra España a la de su patrón Santiago, cuyo hábito v. m. tiene y cuya caballería religiosa profesa. Según esto, ¿quién no juzgará por acertada mi determinación en dar dueño y defensor a mi Predicador evangélico, tan cristiano caballero y religioso como la fidelidad para con sus reyes declara la nobleza de su sangre, muestra la conservación de su estado en la primera institución nos dice? Demás que las recíprocas obligaciones están de justicia pidiendo esto, mas en agradecimiento de las mercedes que de v.m. he recibido (porque a quien mucho se debe es especie de virtud y honra querer deberle más); de v. m. por haber comenzado (preceder ninguna de servicios ni merecimientos míos) a hacérmelas tan a manos llenas, que me obligan a no dudar de que con su valor se ha de acreditar, con su favor valer, con su nobleza abonar, con su discreción componer y con sus excelentes partes las muchas en que va defetuoso suplir de suerte que por v. m. le dé el mundo el sobrenombre de perfeto, certificado de que si el ánimo del que ofrece es bastante a igua-

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lar el exceso de aquel para quien es, el mío es el mayor de los que tal han ofrecido. V.m. le reciba con su benignidad y con amor le ampare. Guarde nuestro Señor muchos años. El Maestro Jiménez Patón

PARECER

SAN FRANCISCO, LECTOR SANTA TEOLOGÍA.

DEL PADRE GUARDIÁN DE DE

Con gran lisura, facilidad y erudición, da documentos y preceptos este Perfecto predicador, para llegar a serlo cualquiera que lo leyere con ánimo de aprovecharse. Produce y brota también flores olorosas y suaves de doctrina necesaria a los que hubieren de ejercitar el tal oficio y por tanto juzgo ser digno se imprima, y por no tener cosa disonante a nuestra profesión cristiana.También he leído la Apología en alabanza de nuestra española lengua, y me parece necesario se divulgue por toda España. Dada en este insigne convento de San Francisco de Villanueva de los Infantes, en ocho días del mes de enero de 1608 años. Fray Juan García de Torre Alba.

EL LICENCIADO JUAN GONZÁLEZ CAÑUTO, CANÓNIGO REGLAR DE SAN AGUSTÍN, PRIOR DE LA PARROQUIAL DE LA VILLA DEL ALMEDINA Y DE EL HÁBITO DE SANTIAGO Al lector Habiendo visto esta obra con el cuidado que es razón la vea aquel a quien se le encarga bajo de amistad, si amor me da lugar (que con mucho miro las obras de el autor), osaré afirmar sin lisonja ninguna que es obra bien importante y aun necesaria, no sólo para los que siguen el oficio de la predicación, mas para los maestros que profesan enseñar la oratoria que hoy se debe usar y para todos los curiosos que quieren serlo en saber notar los puntos y circunstancias que en el predicador lo son. Porque aunque en breve compendio se le debe grande agradecimiento a la mucha que ha enseñado, advertido y declarado con grande erudición, cristiandad, devoción y celo católico. Grandes

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y muchos libros ha escrito, parte que ha impreso, parte que tiene para imprimir (y otros que de industria, aun teniendo previlegio, ha dejado de imprimir) y hallo que juzga de ellos como si no fueran suyos, por la estimación que de cada uno de ellos hace. Y a mi parecer (si por tal puede valer) y a el de muchos que tienen más asentada su opinión (por estar conocidos por doctos) tres pequeñitos de ellos son en los que parece más se ha señalado y en quienes ha puesto (después de el estudio y leción que a muchos es común) una particular vehemencia de imaginación poderosa a darlos de invención propia tan breves, tan verdaderos, con tan evidentes preceptos que convencen y prueban la verdad de su asumpto tan llanamente que a quien quiera se le comunica. Estos son la Elocuencia española con el Compendio latino, el Instrumento de las ciencias y este Predicador perfeto, en el cual nadie habrá tan esperto que no halle qué imitar, tan docto que no tenga qué aprender, tan universal que no tope qué advertir ni tan sabio que no vea qué estimar y aún será posible que algún Zoilo halle qué envidiar, algún Momo qué sentir, viendo que halla el prudente qué loar. Como testigo de vista (que lo soy ab incunabulis en escuela y estudios) puedo certificar que a su diligencia, naturaleza y facilidad se le debe cualquiera opinión buena. Como sin las demás obras suyas estas tres que he dicho son testigos de mucho abono (porque donde las obras hablan, las palabras son ociosas), convido al curioso, docto, religioso y advertido a leer un libro y oír un predicador en la teórica tan diestro que será posible saque muchos grandes maestros en la práctica, y aun confío en Dios que el que llegare a querer aprovecharse de él con el celo cristiano que su autor le da, ha de salir tan bien instruido, ensayado y tan aprovechado que sólo este pequeño libro pueda hacer muchos tales que cada uno merezca el renombre de perfecto en el oficio de predicador.

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DOCTOR JUAN

VILLANUEVA

ACUÑA DEL ADARVE, LECTOR DE TEOLOGÍA, PRIOR DE DE ANDÚJAR Y EMINENTE PREDICADOR, AL AUTOR, SU CONDISCÍPULO.

Con la atención que he podido he visto su libro de v.m. del Perfecto predicador y aunque absolutamente le hubiera intitulado el perfeto, es merecedor de ese nombre, pues a mi ver no tiene en sí cosa que sobre, ni quien le leyere deseara más ni echara menos alguna de las partes ha de tener el buen predicador porque de todas trata cumplidamente con brevedad y suscintamente sin dejarse por decir cosa substancial perteneciente al propio asumpto del libro; y así me parece que v.m. en todo caso le haga imprimir y sacar a luz y que podré asegurarle aquello de Horario: Crescet occulto velut arbor Aeuo. Espero en nuestro Señor ha de ser de mucho provecho para todos los predicadores que con atención le quisieren leer y aprovecharse dél. Su Majestad guarde a vuesa merced, le conserve en su santa gracia y pague el trabajo que en esta obra ha tomado. Villanueva de Andújar, octubre 14, de 1609. Doctor Acuña del Adarve

EL

LICENCIADO

SIMÓN RODRÍGUEZ LA PARROQUIAL DE

VALLE, CURA LA VILLA DE SILES.

DE EL

BENEFICIADO DE

Enseña Dios a los suyos para que ellos en su Iglesia enseñen a los que menos saben, y no da los talentos para que los escondan bajo de tierra. Aunque en el repartir la doctrina hay algunas dificultades, por las cuales san Gregorio dijo sobre Ezequiel. Mas seguramente se oye la verdad que se predica, porque cuando se oye se guarda la humildad de el corazón y cuando se predica con dificultad deja de entrarse alguna jatancia. Y con este fundamento había dicho Santiago: «Todos vayan ligeros a oír y tardos a hablar». Las cuales palabras declara san Agustín y da la causa, y es porque en lugar tan alto con dificultad se resiste la soberbia. De adonde nace el poco o ningún provecho de los sermones de algunos, porque donde hay este vicio falta la caridad, que es el oro de que se han de hacer las cadenas que enlacen los oídos del auditorio con más fuerza que las de Hércules. Que aun el esposo en los Cantares lo declaró por un divino hieroglífico cuando llamó los ojos de su esposa

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de paloma riberiega en abrevaderos de arroyos, y que bañada en leche reposa junto a muy grandes raudales. Donde a los predicadores llamó ojos, porque lo han de ser de las costumbres de el pueblo y porque todos los tienen puestos en ellos; de paloma por la simplicidad, bañada en leche, que dice mayor pureza y blancura, mirando primero por sí y luego por la doctrina, según el apóstol; y esto junto a los raudales de las aguas de la divina sabiduría, y a los humildes arroyuelos de escritores humildes, que esto es aprovecharse de sabios y ignorantes, levantando con la meditación de su estudio altos pensamientos, según advierte san Efrén, y primero que él lo dijo san Juan en sus revelaciones, pues llama bienaventurado al que oye y lee para enseñar. Esta bienaventuranza es el sujeto de este librito, pues para el poderla alcanzar ensaya, instruye y dispone su autor, con el deseo que en él muestra. A quien hallo por mi cuenta se le debe un grande agradecimiento, el que de mi parte confieso por el provecho grande que confío en Dios ha de hacer su doctrina, como santa suave y como suave provechosa; que es en lo que consiste el punto y acierto de el escrebir y por lo que todos debemos desear su publicación.

FERNANDO GONZÁLEZ

DE

SANTA CRUZ, CATEDRÁTICO ALCARAZ.

DE ELOCUENCIA

EN LA CIUDAD DE

El príncipe de los oradores latinos hizo un libro muy grande con tal título; el cual dedicó a Trebonio, y otro a Bruto y otro a Herenio, en los cuales le pintó tan perfeto, cuanto es imposible darse. Porque como él mismo dice en persona de Lelio, en el Diálogo de amistad, siguió las sutilezas de aquellos que de tal suerte difinen al sabio que no hallen dende que el mundo tuvo principio tal, haciendo abstraciones de segunda intención por metafísica; aunque a él no le agrada mucho, sino que se busque aquella perfeción en las cosas que sea posible alcanzarla. Así aquí no se pinta el predicador tal que no sea posible serlo, sino como es bien que sea y cual podrá ser poniendo los medios necesarios, que mediante buena diligencia y ayuda de el Cielo que en esto ha de haber (como en todo) y con la instrución de este arte será muy posible. Pues ¿quién dejara de revolver una y muchas veces con atención este tratadito?, de donde tanto provecho ha de resultar, cuanto no será

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posible se halle en todas las obras de Cicerón, Quintiliano y Sócrates, Aristóteles y otros autores griegos y latinos; porque después de decirlo mejor que ellos en las suyas tienen, la adorna con la erudición cristiana que quien quiera verá. Yo por mí solo sé decir que no digo lo que siento de las obras de su autor, porque aunque al amigo es permitido alabar las cosas de su amigo, no quiero hacerle agravio con que alguno entienda lo hago más por esto que porque lo merecen. Y así de la verdadera alabanza que a sus trabajos se deben, dejo a ellos mismos por pregoneros y testigos que no podrán ser tachados.

FERNANDO DELGADO, BENEFICIADO EN LA VILLANUEVA DE ANDÚJAR.

A darse palingimnesia, creyera, amigo Patón, vinieron Tulio y Platón de Grecia y Roma a Tartesia. Mas pues la fee ni su Iglesia a esto no dan lugar, yo confio lo han de dar a que cuando se predique, la perfeción se publique, que tenéis en enseñar.

5

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RHYTHMA IOANNIS ELOQUENTIAE

IGLESIA DE

FLORES BUSTOS, HUMANARUM LITERARUM, & INSTITUTORIS, AUTHORIS DISCIPULI IN LAUDEM MAGISTRI. DE

Gradu Magistro, munere Doctori, lectionis omnis admodum tenaci, Ibericae Rhetoricae inuentori, et latiae antiquae valde perspicaci: Bartholomaeo Jiménez scriptori, multarum rerum congruentum paci, nomen insigne, celebris memoria sit vita foelix, fama, decus, gloria.

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BARTHOLOMEUS RODERICUS

DE

CUETO, AUTHORIS

DISCIPULUS HUMANA-

RUM LITERARUM PRAECEPTOR IN OPERIS COMMENDATIONEM.

Si cupis sermonis magnas cognoscere nostri, Vt fidei monstret lumen Apostolicae Si praecepta quaeris, nosces quam plena laboris Prudens Consilio cresces, et ingenio. Si lupus insidias, pecori si instruxerit artes, Quid facies, custos si bonus ese cupis, Si cupis Orator cunctis mirandus haberi, Hunc sit prima tibi voluere cura librum.

EPIGRAMMA

FRATRIS

PETRI

DE

ANTEQUERA THEOLOGIA, VT

HORIS

DISCIPULI ORDINIS SANTISIMAE TRINITATIS.

Tergemino Deus pollet cui mulatus honore, Priscorum ad rectum nos reuocemus iter. Terque piam Deus hac arte ratione probabit, Sit nobis eadem religio et pietas. Aetas nostra dabit Bedam, Cicerona, Platonem In hoc, sic igitur pro tribus vnus erit, Quis putet hoc ipsum cunctos potuisse, quod vnus. Theologus, Horator Philosophus cuae simul. Qui sacrae gestit doctrinae attingere culmen. Hoc sibi per facilis scala volumen erit. Isthoc et laudent omnes, mirentur adorent: Nil tibi, quo frontis ruga trahatur erit.

DE PEDRO

5

DE

SOLERA

AL MAESTRO JIMÉNEZ

El lince agudo Patón, con su ingenio levantado, los mineros ha hallado donde está la perfeción. De más valor que el Japón sus nuevas Indias serán,

PATÓN Y

SU LIBRO.

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ya descubiertas están, los predicadores vengan que como estas Indias tengan perfetos se llamarán.

A

EL LECTOR.

Cualquiera cosa prometida, hay tanta obligación a darla como si se debiera, porque el que prometió se constituyó por verdadero deudor3. Por esto yo, acordándome que en mi Instrumento prometí el argumento de este tratadito4, me sentí obligado y deudor.Y porque de mí no se diga que de la promesa al cumplimiento hay gran distancia, determiné cumplir en trabajarlo en horas más acomodadas de esta cuaresma. Porque parece que el tiempo despertó la obligación y lo tuve también por circunstancia importante, porque como casi todos los días hay sermones, la teórica de mi doctrina esperimentaba de día en la prática, advirtiendo en los ejercicios y esperiencias de los que predicaban la verdad de mis preceptos. Los cuales (si Dios se sirve que yo haya acertado en alguna cosa) confio han de ser de algún provecho a los que quisieren pasar por ellos los ojos y quisieren tratar de este alto oficio de la predicación. Con los que quisieren comenzar hablo, que de los provechos nada digo, pues de las observaciones que en su prática y hecho salieron los discursos de esta teórica. Si de la oratoria profana, sin Cicerón y Quintiliano, se compusieron tantos y tan grandes libros, ¿por qué de la cristiana y celestial no será razón se haga un librito tan pequeño? Y aunque pudiera ser mayor no se me dé culpa en esto, que no quise dar en el vicio de que pica Marcial a Homero diciendo que repitió muchas veces una cosa por agrandar su libro.Yo aquí no quise declarar más de aquello que había y debía tener el predicador perfeto. Y así el mismo tratado le dirá como no con él solo ha de llegar a serlo. Sonle necesarias las cosas que en él decimos, las cuales dárselas no es posible, porque parte ha de tener de naturaleza; parte adquirir por estudio, trabajo y uso; parte ha de ganar imitando, leyendo mu-

3 4

Al margen: D. Thom. 2. 2. ques. 88. capit. licet de voto. Lib. 3. c. últim.

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cho, comunicando, considerando y con otros actos y libros. Que en cualquiera de los muchos que hay tiene su parte el que ha de ser oficial cual aquí le queremos pintar. Lo más que en esto a mi diligencia se debe es a haber procurado deshacer esta confusión de mezcla y junta de artes, pues de tal suerte nos las daban que no sabíamos cuál era cuál y una eran todas. Deshecimos aquella liga y junta de Retórica y Dialéctica, haciendo de una la Elocuencia, de otra el Instrumento. Restaba agora, para acabar de deshacer este engaño de los que piensan que orador y rectórico es todo uno, dar este tratado, donde con lo disputado en esotros constará la verdad muy clara que hasta agora tan escondida había estado. Tomé por idea ejemplar de mi doctrina aquel predicador perfeto, Pablo, porque su ingenio fue apropiado para este ministerio, que tenía grande entendimiento para defender y probar en las sinagogas y en la gentilidad que Jesucristo era el mesías prometido en la ley y que no había que esperar otro ninguno, adornado con don de lenguas pues en todas hablaba como en la suya y mucha sciencia, como él mismo lo confiesa, y sobre todo la gracia de Dios. Aunque es de advertir que el Espíritu santo se acomoda a la manera natural que tiene de proceder cada uno, como lo hizo con Isaías y Hieremías, el uno cortesano, el otro aldeano5. A el uno le adornaba su gala y ornato cortesano en hablar, que era Isaías, a el otro —Hieremías— fue necesario cauterizarle los labios para que supiese hablar. Mas al fin toda perfeción les vino de Dios, a quien es bien la pida nuestro predicador para que sea como deseamos: perfeto y acabado por estremo. LIBRO

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DE EL PREDICADOR PERFECTO.

1. Corint. 11. Act. cap. 17.

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CAPÍTULO I. QUÉ

SEA EL PREDICADOR

Si bien queremos proceder en este tratado y con algún acierto, casi lo mismo es el predicador en estos tiempos que en los antiguos el orador. Digo casi porque no son de el todo lo mismo. Antiguamente se habían alzado con el nombre y oficio de orador los jurisperitos, porque la perfeción de la abogacía pedía el conocimiento de todas las artes, por juzgar las leyes a todos.Y para saber la defensa que cada arte tiene por si era necesario tener particular noticia de todas, y así dijo Cicerón: «Ninguno ha de ser contado en la matrícula y catálogo de los oradores que no sea científico en todas las artes»6. De aquí también vino que cada ciencia tiene su limitada y particular materia, que dicen objeto o sujeto de que ha de tratar, como la Medicina, Filosofía, Astrología y las demás. Mas el orador todas las cosas tiene por objeto, porque de todas puede orar. Consta de el príncipe de ellos que dice7: «El orador en cualquier materia que ponga la mano es muy suya» y en otra parte dice: «Toda la ciencia de los filósofos se ha de hallar en el perfeto orador, la agudeza de los dialécticos, las palabras casi de los poetas y es necesario que haya visto mucho, leído mucho, oído mucho y trabajado mucho». Por lo cual se alargó a afirmar que no había artífice más dificultoso de hallar que un perfecto orador. Y con más razón lo dijera si alcanzara la grande repugnancia que hay en juntar todas las ciencias en un particular. Para que en este tratado nos podamos mejor explicar es necesario suponer algo de lo de nuestra Elocuencia y de el Instrumento y advertir cómo el hombre es animal racional, sociable y político, y porque su naturaleza le habilitase más con el arte los filósofos antiguos inventaron la Dialéctica (que es nuestro Instrumento) para enseñarle cómo había de raciocinar, con qué preceptos y reglas, cómo había de difinir las naturalezas de las cosas, distinguir, dividir, inferir, juzgar y elegir, sin las cuales obras es imposible ningún artífice poderse pasar. Por esta causa llamo yo a este arte «Instrumento de instrumentos», como Galeno llamó a las manos8.Y para poder ser sociable y político tenía

6 7 8

Libro de Oratore. Cicer. Libr. de Orat. De parti. animal.

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necesidad de hablar y dar a entender a los demás hombres las cosas que concebía en su ánimo9. Y porque no las explicase sin concierto ni orden inventaron otra arte (que es nuestra Elocuencia, y ellos llamaron Retórica, que es lo mismo), la cual con sus preceptos y reglas hermosea, compone y adorna lo que habla con vocablos o propios o trópicos, con exornaciones y figuras de palabras y de sentencias (que es lo que dicen colores retóricos en la oración). De estas dos artes se acordó el predicador y dotor de las gentes cuando a los colosenses les dice10: «La ciencia humana consiste en dos cosas: en el hablar con adorno y en la distinción de las cosas».Y así como la Dialéctica no enseña al hombre discurrir y raciocinar en sola una ciencia sino en todas sin distinción, la Elocuencia enseña hablar en todas. Mas no por eso se entienda que Elocuencia y Oratoria es todo uno, que la gran diferencia que hay queda dicha11. Esto supuesto y advertido, digamos la difinición del orador, que por ella habemos de regular la de nuestros predicadores12. Orador es un hombre bueno, sabio en el decir y hablar con adorno13, que en causas y negocios públicos y particulares, usa de perfecta elocuencia con suavidad y facilidad. Esta es su abreviada difinición, que de el Orador él hizo un largo libro repartido en libros, a quien dio tal nombre de Orador, como de el título consta, y que se lo pusiese él mismo consta de lo que le escribió a Trebonio en sus Familiares epístolas14. De suerte que, como de la difinición consta, aun entre los antiguos gentiles en el orador pedían bondad, pues cuánto más necesaria será en el orador cristiano, que es el predicador. Así me parece que sea el capítulo siguiente de esta propiedad, como la principal y sin quien las demás son de ningún momento, calidad ni importancia.

9 10 11 12 13 14

Cicer. Li. I. Offi. 2. Cap. 1. Cap. 1 Elocuen. Cicero De Claris Orat. La misma definición recoge Salcedo de Aguirre, Pliego de cartas, fol. 173vº. Libr. 15.

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CAPÍTULO II. DE

LA BONDAD DE VIDA Y BUEN EJEMPLO QUE ES NECESARIA EN EL PREDICADOR

Como consta de santo Tomás, sobre san Pablo15, el predicador tiene ocho nombres, que son: soldado, viñador, pastor, buey, labrador que ara, labrador que trilla, sembrador y arquiteto de el templo; de los cuales consta la bondad de que el predicador ha de ser dotado. Que haya de ser soldado consta, pues desde la atalaya de el púlpito ha de hacer guerra a los enemigos de el alma y pecados de el pueblo, según lo de el mismo apóstol, comentando lo de Job, que esta vida es una guerra perpetua contra las rebeliones de la carne contra el Espíritu, y así ha de jugar como buen soldado la espada de la palabra de Dios16, a quien las divinas letras llaman espada más aguda y penetrante que las de dos cortes y filos.Y así aquel diestro soldado y maestro de armas en este oficio da una leción a su discípulo Timoteo17 diciendo: Argue (como quien dice, como buen soldado tira un tajo diestro de suerte arguyendo y probando tu intención que le hagas al contrario sacar pie de el mal en que está arraigado), obsecra (y a veces vele llamando para traerle a términos en que puedas matar la culpa), increpa (mas si está perezoso y rehaz en ella, dale un revés que le derribes de su perseverancia, y así un golpe y otro a tajos y reveses con sufrimiento, y destreza), in omni patientia et doctrina. Y de cuando en cuando Insta opportune importune, estocadas uñas abajo y uñas arriba, hasta que el enemigo muera o deje el real de el alma seguro. Que la espada de la palabra de Dios suele dividir lo más escondido de el alma y hacer riza de los pensamientos y intentos más disimulados y encubiertos en los rincones de las telas de el corazón, sabiéndola jugar el soldado, que es el predicador. El cual también es viñador, que ha de tener una viña donde lleve a todas horas a trabajar a los que con las exhortaciones de la predicación convirtiere y ha de guardar esta viña, que es la Iglesia, haciendo en ella torre, que es el púlpito en que ha de estar con perseverancia,

15

1. Ad Corint. 9. Ad Heb. 4. 17 2. Ad Timoth. c. 4. Se refiere a san Pablo, y la cita procede como otras veces del texto bíblico. 16

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guardándola de los ladrones y raposas que suelen hacer daño. Ha de ser buey en el sufrimiento, que en divinas y humanas letras de esto fue el buey hieroglífico, que porque voy abreviando no me detengo en cada oficio de estos tanto como pudiera; por lo mucho que en sí contiene de moralidad. Labrador que are la tierra estéril en frutificar virtudes hasta ponella de sazón, que pueda ser quien la siembre con la palabra de Dios, que, como el mismo Cristo declara, la buena semilla es la palabra de Dios18.Y el arar, sembrar y trillar, ha de ser con esperanzas de coger fruto para poder, como buen pastor, apacentar su ganado y últimamente con las ganancias de soldado, labrador y ganador pueda edificar un templo a Dios en el alma justa donde descanse. Lo cual todo alcanzará poniendo por medio la bondad de su dotrina y ejemplo. Digamos el Eclesiástico en esto, que le aconseja a el predicador: «que lo quieres ser —dice—: sé humilde, pacífico y quieto para que sin ruido oigas la palabra de Dios y la entiendas, y después tú podrás con sabiduría decir a el pueblo lo que ha de hacer. Lo cual parece que comenta san Jerónimo, aunque sobre el Levítico, diciendo19: «Si alguno quiere ser pontífice imite a Moisés, no tanto en el nombre como en los méritos de las obras, y a Arón». De los cuales se dice que no se apartaban de el Tabernáculo de el Señor o por deprender de Dios o por enseñar a el pueblo. Que estos dos oficios ha de tener el predicador: deprender leyendo las Escrituras Sagradas meditándolas y después comunicándolas a el pueblo. Y advierta que no ha de enseñar cosas de su albedrío, sino las deprendidas de Dios, el cual cuando hecho hombre predicó en el mundo, primero obraba que enseñaba20, y así decía que le mirasen a las manos21, que sus obras decían quién Él era, y quiere que también digan quién es el predicador, para que viendo sus buenas obras alaben a Dios22.Y esto también decía aquella letra en el sacerdotal vestido de la ley antigua23, dotrina y verdad, que es decir que el predicador lo que tuviere en la boca ha de tener en el corazón: decir bien, sentir y obrar mejor. No como los rabís de 18 19 20 21 22 23

Lucae 8. Et habetur in Cap. Si quis vult. 36. distin. Actor. 1. Ioann. 8. Matth. 5. Exo. 28.

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los fariseos24, de quien dice Cristo: Haced lo que les oyéredes y no lo que les viéredes hacer25. Porque el que predica a Cristo ha de estar muy ajeno de todo incentivo de vicios. Finalmente, como Salustio dijo: Quien se sube allí ha decir y reprehender las faltas de todos, debe estar muy desnudo de todo vicio y ser irreprehensible, de buena vida, ejemplo y costumbres, que no solo en el púlpito, mas en todas sus aciones y obras, predique virtud, como también constará de la pintura de el capítulo siguiente.

CAPÍTULO III. DE

LOS SÍMBOLOS CON QUE SINIFICARON A EL PREDICADOR, LAS DIVINAS Y HUMANAS LETRAS

Aquel irrefragable autor y sujeto incomprehensible de la sagrada historia, Dios hombre, apodó a los predicadores y mensajeros de su palabra «sal de la tierra». Apodo y símbolo, como de la boca de Dios, pozo inmenso de sabiduría. Y el porqué consta: porque así como la sal da sabor a todo manjar, así el predicador da sabor a las palabras que son manjar del alma segundo de san Lucas26. No vive el hombre con solo pan, sino con toda palabra que procede y sale de la boca de Dios, que es no menos que de vida. Las palabras compuestas y bien ordenadas son un panal de miel27, dulzura de el alma y suavidad de los huesos, propiedades muy de la sal y oficio muy de el predicador. A el cual también llamó sal, porque es símbolo de la sabiduría y la Elocuencia no es otra cosa que un saber hablar con copia, abundancia y adorno.Y así el que es sabio en su corazón se llamará prudente, y el que fuere dulce en el decir, hallará cosas mayores28. Llamole ‘sal’, porque se hace de agua, y con humidades se ha de convertir en agua, porque según san Jerónimo29 las alabanzas de el predicador, han de ser las lágrimas de los oyentes y no la aclamación, aplauso y risa.

24 25 26 27 28 29

Matth. 23. Hieroni. in Serm. de Ieiun. disti. 35. Cap. 4. Prouerb. 8. Prouerb. 8. Super Isaiam, et ad Nepotian.

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Segundo apodo y figura fue decilles «luz del mundo», por la claridad que da a las Escrituras Sagradas, descortezando la letra para que se descubra en la caja o linterna suya la luz de el verdadero entendimiento. Que por esta causa hicieron los gentiles a el sol fuente de la luz, dios de las ciencias. Tal es necesario que sea el predicador que ha de ser atalaya en la Iglesia, según lo de Isaías y Ezequiel30, donde dice Dios que los ha de poner de noche y de día por guardas y atalayas, no para que den humazos de mal ejemplo, sino luz de buena dotrina y obras, y esto es escudriñado en las divinas letras los originales de las causas, para que cuanto hablare lo pruebe con autoridad divina y la luz sea como de tal sol participada, según san Ambrosio31. Aludiendo a esto, pintaron algunos al predicador un sol eclipsado y un cuervo que está mirando en hito de él y una letra latina que quería decir: «Si no es cuando eclipsado, no tiene quien le mire». Que era decir que el predicador ha de ser en toda virtud perfeto, porque en faltándole alguna, luego mira el malicioso cuervo en ella. Fuera de que a él le es impedimiento la culpa para el oficio de predicar, porque la culpa inquieta la conciencia y el temor de ser confundido ata la lengua32.Y aun el orador secular nos dice ¿qué mayor ignominia se puede decir contra el orador de que siente uno y dice otro? De suerte que lo que declara con sus palabras obscurece con su vida y intención. También continuaron este jeroglífico de la luz los que le llamaron gallo33, porque suele ser mensajero de la claridad de la mañana.Y no es este pensamiento de los humanistas, como Lucrecio y Alciato, que no tenga su buena parte en las divinas letras: nuestra madre la Iglesia en los Himnos34 a aquel gran predicador de penitencia san Juan Baptista, le llamó gallo y también Dios lucerna o hacha que fuese delante de Cristo dando luz. San Jerónimo sobre aquellas palabras de Job «quien dio al gallo entendimiento»35 dice: «Dásele de el cielo entendimiento al gallo cuando el predicador tiene discreción y verdad con virtud, para que sepa que ha se decir a quién, cómo y cuándo». También las divinas letras le llaman perro y le mandan que 30 31 32 33 34 35

Esai. 21., Ezech. 3. Libr. Moral. 44. p. 5. cap. 46. Ambrosi. in Mora. libr. 10. Lucreti, et Alcia. in Embl. In Himn. Iob 30.

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dé voces y aullidos sin dejar de ladrar contra los vicios, y así aquel padre de la sagrada Orden de Predicadores soñó su madre estando preñada de él que había de parir un perro ladrador con una hacha en la boca. Donde se note que como tras de el canto del gallo se sigue la luz de la mañana, en la boca de el perro ladrador viene la hacha de la luz de la verdad.Y a los malos que la callan llama el Espíritu Santo «perros mudos que no saben ladrar». Mas el buen predicador, como este divino perro Domingo, ladra y alumbra, como dice san Gregorio sobre Ezequiel, arde y suena36. Arde con el deseo, suena con la palabra, que la predicación verdadera es hierro encendido, porque de ella salen centellas de verdad a los oídos de los oyentes. Que esto quisieron dar a entender los antiguos cuando pintaban a su Hércules francés en un sitio muy alto como es el púlpito, y que de su boca salían cadenitas de oro a los oídos de los oyentes, con que los detenía37. Tuvieron también por dios de la Elocuencia y Oratoria a Mercurio, nieto de Atlante, al cual daban oficio de mensajero de los dioses. Considerado, pues, el oficio de el cristiano Mercurio, que es el predicador, mensajero es de Dios verdadero, según san Agustín, sobre el Apocalipsi38. «Ángel —dice— quiere decir mensajero». Cualquiera obispo o sacerdote habla y predica de Dios, enseñando el camino de la vida eterna es ángel, que quiere decir mensajero, sinificole en las divinas letras39 por el que detuvo a el profeta Balaam la jumenta en el camino, y le hizo volver; Ezequiel le llamó «pastor que sustente mis ovejas»40, que es decir «mi predicador que dé manjar de dotrina a las almas».Y aun es tal este manjar que san Agustín le compara a el de el cuerpo de Jesucristo41. Por san Pablo llama labor y edificio de Dios42 y dice que como sabio arquiteto supo zanjar y echar la basis de su buen ejemplo en su dotrina. Y en todo esto nos sinifican el cuidado que de su vida ha de tener el buen predicador, procurando que sea buena, que aun los sabios de el siglo más deprendieron de las costumbres de Séneca, que no de 36 37 38 39 40 41 42

Homil. 3. Alciat. in Embl. Eloquio potens ad sua vota trahit. Homi. 2. Numer. c. 22. Cap. 34. Cap. Interrogo vos. 1. q. 1. 1. Ad Corint. 3. et 9.

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sus palabras43. Y Cicerón difiniendo el orador de su seta, lo primero que de él dice es que sea hombre bueno, porque es cierto que cuya vida es digna de menosprecio, su dotrina no se precia, testigo san Gregorio44. Lo cual sinificaron también llamándolos campanas, cuyo sonido llegó a los fines de el mundo comunicando en todas las gentes su predicación. Y adviértase que no son cualquiera campana, sino de reloj, que en dando una más de lo que la hora pide, luego dicen que está desordenado. Es menester tenga el gobierno, compostura y concierto de la caridad, porque en faltando esta, aunque hablen con lenguas de todos los hombres y tengan ciencia de serafines y fe que traspasen los montes, son como un cencerro destemplado, son nada, dice san Pablo45. Mas teniendo caridad, predicando paz y obrándola son hermosos los pies de el predicador, puestos sobre el monte de el púlpito, sobre el monte Cristo, que es el principal sujeto de la predicación, camino, luz, verdad y vida, por quien habemos de tener la eterna.

CAPÍTULO IIII. DE

LA ANTIGÜEDAD Y SUCESIÓN DE LOS PREDICADORES

Es tan antiguo este oficio que en la ley de naturaleza lo hicieron todos los patriarcas, y en la de escritura todos los profetas mayores y menores, como de la Sagrada Historia consta. En la cual se cuenta como dispuso Dios los labios de Isaías, que era balbuciente, haciéndole a un ángel que con las brasas de el templo le cauterizase los labios. Pues de la predicación de Jonás y el escarmiento de su inobediencia su historia nos da a la ballena y la ciudad de Nínive por testigos. Nathán predica y reprehende a David; Daniel, Oseas, Jeremías y los demás su vida y tiempo gastaron en este alto oficio. Y particularmente se dice que tuvo principio la predicación en la forma que hoy se usa desde lugar alto (que llaman púlpito) de Nehemías, donde en su historia se dice. Leyeron los levitas en el libro de la ley de Dios, la cual declaraban Neemias, sacerdote, y Esdrás escribano, en voz al pueblo. Después, cuando Dios se hizo hombre y crió el mundo

43 44 45

Epistol. 70. Libr. 1. Homi. 6. 1. Corint. 13.

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nuevo, cielos nuevos y tierra nueva, fundando su Iglesia, el que en ella primero predicó y hizo este algo oficio fue el mismo Cristo, divino maestre escuela, cuyos discípulos fueron los apóstoles, a los cuales después de enseñados en lo que habían de hacer y decir, les manda por san Mateo46 que vayan por todo el mundo y prediquen el Evangelio a todas las gentes enseñándolos y baptizándolos. De los tiempos de estos famosos predicadores alcanzó aquel llamado por excelencia predicador y dotor de las gentes, vaso de eleción, san Pablo, de cuya predicación es grande argumento el deseo que san Agustín muestra cuando da a entender con ansias que quisiera haber alcanzado ver tres cosas de los tiempos en el suyo pasados, que eran Roma triunfar, Cristo hecho hombre y san Pablo predicar. Desde los tiempos de este excelente predicador, en vez de la oratoria que se gastaba en defender las causas y pleitos, entre la predicación de el santo Evangelio, donde se aplicó la fuerza de el orar, porque es oficio y arte que sabe persuadir mejor que cuantas ciencias hay en el mundo, por ser la más cierta y verdadera. Aunque Cristo mandó a san Pablo que no la predicase (In sapientia verbi) porque no pensasen las gentes que era alguna mentira bien ordenada, como aquellas que los oradores solían persuadir con la fuerza de su arte. Aunque yo confieso que san Pablo, como él afirma, no trabajaba en adornar lo que había de decir, sino procuraba lo que había de enseñar. Con todo arguyo y colijo de esto cuán grande orador y elocuente era, pues yendo con cuidado de no adornar las oraciones, hallamos sus escritos tan adornados que he dicho muchas veces que me atrevería a hacer toda una arte de retórica ejemplificada en tropos y figuras y toda exornación y color retórico en solas las obras de san Pablo, por habellas considerado con atención.Y si al descuido hacía tales oraciones y cartas, ¿si con cuidado se pusiera a ello qué fuera? Sin duda que aun entre los mismos griegos y romanos perdiera el nombre Demóstenes y Cicerón. Luego no sin causa a el mayor predicador de la Iglesia de Dios y a el más perfeto después de Cristo se didica el nuestro47. Y aunque en aquel tiempo estuvo bien ir con aquel cuidado de el poco adorno en el decir, para diferenciar los caminos de Dios de los de el mundo, ya recibida la fe, y de tantos años pasados, bien se per-

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Cap. últ. Entiéndase ‘libro’.

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mite predicar con lugares retóricos y aprovecharse de el bien decir y hablar, por no haber agora el inconveniente que cuando predicaba san Pablo. Antes vemos que hace más provecho el predicador que tiene las condiciones de el buen orador y le sigue más gente que a el que no usa de ellas.Y está muy en razón, porque si los antiguos oradores hacían entender a el pueblo las cosas falsas por verdaderas aprovechándose de sus preceptos y reglas, mejor se convencerá el auditorio cristiano, persuadiéndole con artificio aquello mismo que tiene ya entendido y creído. Demás que la divina escritura es, en cierta manera, todas las cosas, y para su verdadero entendimiento son menester todas las ciencias, conforme aquel dicho tan celebrado que la predicación teológica y evangélica puesta en su trono y alcázar, llamó a las ciencias humanas para que la sirviesen48. Desde los tiempos de Cristo, los apóstoles y san Pablo, quedó el oficio de la predicación encargado a los obispos que quedaron por ellos y en su lugar en las Iglesias, según consta de el dotor Angélico, santo Tomás49, el cual dice que es más principal acto de el obispo el predicar que el baptizar. Consta, porque obispo quiere decir ‘atalaya’ y, como queda dicho, el predicador hace este oficio según Ezequiel, luego ser el obispo predicador propio oficio es suyo, como también parece de muchos lugares de concilios, principalmente el de Trento. El cual después de ellos lo da a cualquier prelado de las Iglesias, como son los que llamamos curas, y en el reino de León y Valencia rétores; en la Andalucía, priores y en otras partes con otros nombres. Con lo cual también concuerda la dotrina de el mismo dotor50, que afirma que no puede predicar sino el mismo prelado o otro con su licencia. Así que de esta suerte se fue derivando, y sucediendo el oficio de la predicación, porque si no es en el ordenar, en lo demás lo que hace el obispo hace el sacerdote. El leer el Evangelio es oficio de el diácono; explicarlo, que es como profetizar, le toca al sacerdote presbítero.Y a mi ver si a el poeta llaman las letras humanas adivino, con más razón las divinas a el predicador profeta, porque predicador quiere decir el que antes de tiempo dice la cosa, como el profeta el que la vee51. 48

Prouerb. Cap. 9. 3. part. q. 67. artic. 1. et in 4. senten. distin. 5. cuaest. 2. artic. 1. Cap. Cleros. 21. distin. 50 In 4. sentent. dist. 19. cuaest. 2. art. 2. 51 I Reg. 9. 49

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Después de esto en los años de el Señor de mil y docientos, poco más o menos, nació en nuestra España, en la villa de Caleruega, un católico y santo varón llamado Domingo, el cual en tiempo de el papa Gregorio Nono fundó una orden, a quien dio nombre de predicadores, porque su principal intento fue la predicación evangélica contra los herejes, columna que por su parte ha sustentado y sustenta la Iglesia de Dios muy constantemente. Que España no se contentó con darle a Roma, en tiempo que florecía en la oratoria humana y las demás artes y ciencias, un Quintiliano, natural de Calahorra, segundo Cicerón y aun en precetos primero; ni dos Sénecas, uno poeta y otro filósofo; ni un Lucano, cordebeses, ni un Silvio Itálico, ni un Deciano de Mérida, ni a Luciano y Marcial, de Calatayud y otros, sino que también le dio después que en ella florece la Iglesia católica, entre otros muchos, un divino hijo del Señor, que eso quiere decir Domingo, y padre de oradores cristianos, que son los predicadores, por haberlo él sido muy perfeto, a quien después de Pablo yo dedico el mío. Que aunque le dé muchos dueños, no formarán quejas por salir todo de una causa y principio, que es Dios. De esta sagrada religión fue hijo el angélico dotor santo Tomás de Aquino, cuyas obras dan muestras de el favor divino de que fue ayudado, pues se puede decir de ellas lo que dijo Cicerón de las de Terencio, varón que admira imaginar cuándo pudo leer tanto como escribió o escrebir tanto como leyó. Este es el regente de todas las cátedras, el maestro de todas las consultas de conciencia, el consultado para la cátedra de el confesionario y púlpito, y a quien yo tengo por patrón y abogado mío, y así en compañía de Pablo y Domingo le ofrezco, dedico, dirijo y consagro este Perfeto predicador. Porque si ha de ser en todo o en parte, ha de ser mediante su favor y ayuda que yo por mí conozco cuán nada soy.Y para que lo sea el que de este ministerio tratare, le ruego los tenga por abogados, que Dios mediante conocerá palpablemente la ayuda de el cielo, que en tales actos por intercesión suya le viene. Oficio es apostólico52 y como tal se ha de tratar, siendo fuertes en los precetos, compadeciéndose con los que poco pueden, libres para con los poderosos, blandos en los avisos, humildes en mostrarse magistrales, señores en el menosprecio de las cosas temporales53, para mucho

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Gregor. in Mor. lib. 30. super Iob. 39. In regis vlt. infi.

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en el sufrimiento de las adversidades y siendo en todo predicación y obras, imitadores de aquellos cuyo oficio heredaron. Porque ley es que pone san Gregorio a los tales sobre Job54, que con su vida hagan claras, manifiestas y conocidas con sus obras las cosas que quieren persuadir, porque la autoridad de lo que se dice se pierde cuando no se ayuda con testimonios patentes a todos de su buena vida, costumbres, ejemplo y verdaderas y santas obras.

CAPÍTULO V. DE

LAS PROPIEDADES NATURALES QUE HA DE TENER EL PREDICADOR PERFETO, ASÍ CORPORALES COMO NO CORPORALES

El príncipe de la elocuencia romana, Cicerón, en el libro que de el Orador perfeto compuso, dice las propiedades que nuestro predicador ha de tener. 1. La primera es que tenga una imaginativa tal que de muchos temas que se le ofrezcan sepa escoger el mejor, y escogido, o si por otra causa le cae en suerte, sepa acomodarle a propósito palabras suaves y que le hagan oírle con atención y sentencias dispuestas y acomodadas para probar. 2. La segunda gracia y propiedad es que tenga mucha invención, la cual ayude con mucha leción, porque si está obligado a dilatar cualquier tema que se le ofreciere con muchos dichos y sentencias traídas a propósito ha menester tener aventajada imaginativa, que sea como perro ventor, que le busque y traiga la caza a la mano, y cuando le faltare qué decir lo finja no mintiendo, que bien se compadecen fingir y no mentir. Por esto dicen los filósofos que el calor es el instrumento con que obra la imaginativa, porque esta calidad levanta las figuras y las hace bullir; por donde se descubre todo lo que hay que ver en ellas y si no hay más que considerar, tiene fuerza la imaginativa no solamente de componer una figura posible con otra, pero aun las que son imposibles (según orden de naturaleza) las junta y de ellas viene a hacer montes de oro y bueyes volando. Como se vee en los entes de razón imaginados en los sueños, fantasías y fábulas que cada día se componen. Para retener lo leído es necesaria gran memoria y para recitarlo delante el auditorio, que por esto dijo Cicerón: «Este

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Libr. 19. Illud. 28.

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orador será digno de tan grave nombre, que pueda orar sobre cualquier tema que se le ofrezca con prudencia, copiosamente, con ornato de palabras dulces y suaves y de memoria», la cual es tan necesaria, que algunos la hicieron parte de la Elocuencia. 3. La tercera propiedad es saber disponer lo inventado, asentando cada dicho y sentencia en su lugar, de manera que todo se corresponda en proporción, y lo uno a lo otro se llame, yendo trabado, enlazado y eslabonado con orden. Por esto dijo Cicerón55: «La disposición (obra Diáletica) es un repartimiento de las cosas, la cual enseña en qué lugar se ha de poner cada cosa». La cual gracia, cuando no es natural, suele dar mucho que trabajar al predicador, porque después de haber hallado en los libros muchas cosas que decir, no aciertan todos con facilidad dónde debe tener cada cosa su asiento. De aquí viene la repuesta a lo que algunos me han preguntado estos días, que han visto en algunos predicadores que tienen unos mismos libros y estudian con igual cuidado y en el púlpito parecen unas mismas cosas dichas de uno bien y de otro no tanto. Y es la causa esta propiedad de distribuir y ordenar con buena correspondencia obra de la imaginativa, que naturalmente en uno es más aventajada que en otro, como habemos dicho. 4. La cuarta propiedad es la acción, segunda parte de la Elocuencia, y así de ella en ella dijimos, cómo es muy importante y tanto que con sola ella sin tener invención de cosas, hacen algunos un sermón que admira al auditorio, con sola la acción, que por otro nombre se llama espíritu o brío o pronunciación. Aunque bien será advertir aquí que estos tales sermones puestos en papel no valen nada ni se pueden leer. Y es la causa que con la pluma no se pueden pintar los meneos56 y gestos, con los cuales parecieron bien en el púlpito. Otros sermones parecen muy bien en el cartapacio y predicados no se pueden oír, por no darles la acción que requieren sus pasos. Por lo cual dijo Platón57 que el estilo de el hablar es muy diferente de el que pide el buen escrebir, y así vemos muchos hombres que hablan muy bien y no tan mal una carta y otros al revés, escriben bien y hablan mal. Todo lo cual viene de la acción, que los filósofos dicen ser obra de la imaginativa, por la figura, correspondencia y consonancia que hace esto. 55

Ad Heren. En el texto ‘memeneos’, que corrijo, porque la sílaba ‘me-’ termina renglón y se repite en el inicio del siguiente. 57 Apolog. 56

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5. La quinta propiedad es saber apodar, y traer buenos ejemplos, y comparaciones, de lo cual gusta mucho más el auditorio, que de otra cosa alguna. Porque con un buen ejemplo se entiende fácilmente la dotrina y sin él todo se pasa por alto.Y así pregunta Aristóteles el porqué de esto. A lo cual responde que los ejemplos y fábulas aprenden los hombres mejor, por ser probación que pertenece al sentido y no tanto como los argumentos y razones, por ser obra que requiere mucho entendimiento. Por lo cual Cristo en sus sermones usaba de tantas parábolas y comparaciones, dando en ellas a entender muchos secretos divinos. Hácese con la imaginativa, y así es propiedad natural. 6. La sesta es tener buen lenguaje propio y no afetado, vocablos usuales y recibidas maneras de hablar, de lo cual tratamos en nuestra Elocuencia. 7. La 7 es lo que dice Cicerón: adornado de buen metal de voz y gracia en el decir, voz abultada, sonora, suave y apacible a el auditorio; no áspera, ronca, desigual o muy delgada. Lo cual nace de el temperamento de el pecho y garganta (según los médicos), el cual se causa de el calor que en aquellas partes predomina.Así lo prueba Aristóteles58 ejemplificando en los viejos, que les viene a faltar el bulto de la voz por la frialdad y sequedad. Así que para la voz sonora y abultada se requiere mucho calor que dilate los caminos y humedad moderada que los enternezca y ablande. Por lo cual pregunta Aristóteles: «¿Por qué los que tienen complexión cálida tienen gran bulto de voz?» Y se vee lo contrario en las mujeres y eunucos, los cuales por la mucha frialdad de su temperamento dice Galeno59 que tienen la garganta y voz muy delicada. De manera que cuando oyéremos alguna buena voz sabremos ya decir que procede de el mucho calor y humidad de el pecho.Y aun suelen hacer buena memoria y buena imaginativa estas calidades, si llegan al celebro, y son estas dos potencias de quien se aprovechan los buenos predicadores para contentar el auditorio. 8. La 8 propiedad (según el mismo Cicerón) es que tenga la lengua suelta y bien ejercitada. Es tan importante que el príncipe de la lengua griega, Demóstenes, era tan balbuciente y tartamudo, que no podía pronunciar la r, y tanto trabajó con guijillas que se metía en la boca y con detener el espíritu o resuello que quebró y gasto el que

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Prob. 34. Sect. 11. Li. De Semi. Cap. 16.

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dicen frenillo que se lo impedía, y hizo a su lengua serlo de su tiempo y de el nuestro, llevándose ojos y oídos tras de sí. Es tan grande esta falta que por ella hombres de grande entendimiento y consumados teólogos no han llegado a ser predicadores. Porque orar o predicar a voces y gritos, o con tonillos y desiguales voces, es una de las cosas que más cansa el auditorio. Con esto es bien que ayude el buen talle y gracia de la persona de el orador, aunque no es el todo. Aquel en quien estas propiedades concurran tiene mucho andado para predicador perfeto, pues son las naturales y naturaleza es quien hace hábil, el ejercicio fácil, el uso poderoso. Estará aquel que de ellas fuere dotado obligado a dar buena cuenta de ellas en su buen empleo, granjeando como el buen siervo con los talentos y no enterrándolos como el malo. Y para que en el empleo acierten, huyan de hacer lo que aquellos de quien dice san Pablo escribiendo a los romanos: 60 «Hermanos míos, ruégoos por amor de Dios que tengáis cuenta particular con esos que os enseñan otra dotrina fuera de la que habéis aprendido y apartaos de ellos porque no sirven a nuestro señor Jesucristo, sino a sus vicios y sensualidad, y son tan bien hablados y elocuentes que con la dulzura de sus palabras y razones engañan a los que poco saben». El mismo, escribiendo a su dicípulo Timoteo61, le advierte se guarde de otros tales predicadores, diciendo: «Mucho me temo que así como la serpiente engañó a Eva con su astucia y maña, os trastornen vuestro juicio y sentido, porque estos falsos apóstoles son como caldo de zorra». Predicadores que hablan debajo de engaño representan muy bien una santidad, parecen apóstoles de Jesucristo y son dicípulos de el diablo, el cual sabe también representar un ángel de luz, que es menester don sobrenatural para descubrirle quién es, y pues lo sabe tan bien hacer el maestro, no es mucho que lo hagan también los que de él aprendieron. El fin de esto no será otro más que sus obras, pues el predicador perfeto dicípulo de Cristo deprenda de él y imítele en todo lo que le fuere posible, que de esta suerte empleará bien lo natural y será Dios servido de ayudar sus buenos deseos con gracias sobrenaturales, como le sucedió a san Pablo, de quien un moderno dice que concurrían en él naturalmente las mejores propiedades naturales que se pueden pedir y desear para el oficio de la

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Cap. 16. 2. Cap. 11.

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predicación. Pues las sobrenaturales de su vida y escritos constan, principalmente de lo que escribe a los gálatas62. Habiendo querido Dios (dice) el cual me sacó de el vientre de mi madre y me llamó por gracia suya, para que revelase su mismo hijo en mí, a el cual él predicó y ha de predicar el orador y predicador perfeto.

CAPÍTULO VI. DE

CÓMO LOS PREDICADORES SON CIELOS

La dotrina de este capítulo, y de otros muchos de los de adelante, confieso ser de el sagrado Antonino, arzobispo y natural de Florencia, hijo de la sagrada religión de Predicadores y uno de los conocidos por tales. Este santo63 trae autoridad y principio del psalmo décimo otavo «Los cielos cuentan la gloria de Dios» y la explica por estas palabras: «Aunque según la corteza superficial, sea verdad que los cielos alaban y engrandecen la gloria de Dios de la suerte que se dice la obra alaba a su artifice, con todo el principal sentido es de los apóstoles, y predicadores, de los cuales se han de notar tres cosas: que son cielos, cuentan la gloria de Dios». Cada parte de las cuales declararemos con el orden que las declara. §. 1. Los predicadores son semejantes a los cielos, porque para predicar como es de razón, deben tener espiritualmente las condiciones de los cielos, las cuales declara un doto cardenal64, y dice que son diez y seis: 1. Los cielos tienen noble esencia, porque no tienen nada de tierra: así ha de ser el predicador todo celestial, tratando cosas celestiales, como dice san Pablo65; el primer hombre se hizo de tierra, así fue terreno, el segundo de el cielo celestial. 2. Han de ser cielos en la altura, pues el lugar que se les da para la predicación lo pide, y no estimarán las cosas de el mundo según lo que se dice en el psalmo66: «El que habita en los cielos no estimará en nada las cosas de la tierra». 62 63 64 65 66

Cap. 1. Psal. 18. Ioann. Do. Car. 1. Ad Corint. 15. Psalm. 2.

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3.Y no basta haberse mostrado constantes en una o dos ocasiones si antes de acabar bien se rinden, que ya no serán cielos, pues estos dan una y mil vueltas con constancia sin caer de su puesto y el que no se mueve y los contiene a todos, por eso no se mueva. 4. Ha de ser obediente al superior que tuviere67, como un cielo a otro es inferior y como se mueven contra su casi natural movimiento al rapto de el primer móvil; así ellos se muevan a la voluntad de su superior, según lo de san Pedro68. 5. Como los cielos de estrellas69, han de estar adornados de virtudes y más al ser que al parecer, de suerte que no puedan ser contadas y se pueda decir de ellos lo de el Eclesiástico70, que gloriosa hermosura la de el cielo y que hermosa gloria la de las estrellas suyas, con que desde los cielos Dios alumbra a el mundo. 6. Guarden de eclipsarse con las interposiciones de la terrestre vana gloria. 7. Comuniquen como sol su luz a los inferiores71. 8. Si en algún tiempo se hallaren llenos de celestiales favores, no se abran y quiebren con la presunción y vanidad, porque los ojos de las lechuzas no pueden sufrir la luz de el sol de el cielo. 9. Tienen necesidad de prudencia, que por eso se dice en los Proverbios72 que Dios fortaleció a los cielos con prudencia y en el psalmo73 que los hizo con entendimiento; dígale a su alma y gócese con la visión de Ezequiel74, que era visión de Dios la que vio abiertos los cielos. 10. Considere que el cielo es asiento y morada de Dios, según lo de Isaías y según lo de el psalmo75, y lo serán los predicadores que estuvieren hechos figura esférica y aunados con Dios y el prójimo, en perfeta caridad. Porque los que no los juntare la concordia como a los cielos, según dice el apóstol76, no son de los contenidos en esta lista.

67 68 69 70 71 72 73 74 75 76

Genes. 1. 2. Cano. Cap. 3. Gene. 15. Cap. 43. Ecclesias. Cap. 42. Cap. 3. Psa. 135. Cap. 1. Cap. 66.; Psalm. 8. 1. Cor. 3.

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11. Tengan orden como los cielos, según lo de Job77, que se admira de la gran cuenta y razón, suavidad y consonancia de los cielos en el servicio de su criador. 12. Favorezcan con sus influencias, como cielos, las cosas inferiores, de suerte que puedan decir los pueblos lo de los macabeos78: «Socorro habemos tenido de los cielos». 13. Recojan para convertillos en agua de lágrimas de penitencia los humores salidos de la tierra de el pecador, que en esto no solo serán cielos, mas parecidos a Dios, según lo de el psalmo79 que dice: «Así cubre Dios el cielo de nubes y envía agua a la tierra para que los pobres se sustenten». 14. Si los cubren nublados de adversidades, sea para quedar más hermosos por su paciencia. 15. La luz de su dotrina traiga a los perdidos navegantes a el puerto de salvación. 16. Finalmente, toda la vida de el predicador ha de ser tal que los que la vieren se admiren y alaben a Dios80, el cual ha prometido que ha de hacer prodigios en el cielo y tierra. El que estas diez y seis propiedades tuviere es verdaderamente cielo que canta la gloria de Dios. §. 2. Cuentan, o cantan la gloria de Dios, comunicando en el sermón a los demás los misterios que alcanzaron de las divinas letras por su estudio y devoción, según lo de el psalmo81: «Declararán —dice— la memoria de tu suavidad, Dios mío». Por lo cual se les concede muchos privilegios, que pone y cuenta el dicho Cardenal: 1. Que puede ser elegido para este oficio predicador de cualquiera religión y de el estado clerical, aunque con licencia de sus prelados82. 2. Que no se admita para este oficio ningún lego o seglar que no sea clérigo, si no es particularmente enviado de Dios, lo cual conste con evidencia83, como lo fue Moisés a que le predicase84.

77 78 79 80 81 82 83 84

Cap. 38. 1. Cap. 2. Psalm. 166. Ioel. 2. Psa. 164. Ex. de Iudeis. quansit. Exod. 3. Cap. cum ex inuincto. de Heret.

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Como si adivinaran en el trabajo que andaba, se me preguntó estos días si era lícito y permitido predicar el lego. A lo cual respondí que no, conforme a lo declarado. De los que esto me preguntaron, que fueron algunos mozos y otros viejos, un viejo de más de ochenta y cinco años y otro de algunos menos me afirmaron que ellos conocieron asalariado para la predicación en algunos de los pueblos de la sierra de Segura un hombre lego casado. Lo cual no dudé yo creer, por ser hombres de verdad los que lo afirmaban, tanto como ellos que no es lícito, pues dijeron: «Eso ahora se habrá reformado». A lo cual digo y diré que en ningún tiempo se ha permitido en la Iglesia de Dios, ni es bien que se haga, y si se hizo fue mal hecho. Algún tiempo después de haber escrito esto me informé de el licenciado Simón del Valle, cura de la villa de Siles, en el Valle de Segura (donde se me dijo haber estado asalariado el lego para este oficio de predicación) y, habiendo consultado a los más viejos de aquella villa, respondió que el que esto hacía estaba asalariado para enseñar los niños de la escuela, y a la hora de la Salve en las cuaresmas y algunos otros días entre año, cuando sacaba a los niños a enseñarles la dotrina por las calles, solía —porque era hombre devoto, virtuoso y de buen ejemplo (aunque casado)— hacerles a los niños y a los demás que le querían oír alguna prática o sermón que dicen, y esto es la verdad, que en el púlpito ni en otro lugar que esté para este oficio señalado nunca lo hizo. De manera que esto viene muy bien con mi opinión, y aun la de fray Manuel Rodríguez no me agrada, de que clérigo de primeras órdenes puede predicar, y sé que lo han hecho algunos y no lo apruebo y menos siendo clérigo seglar, porque podrá no llegar a sacerdote y quedarse en el siglo. En un religioso profeso no es tanto inconveniente, aunque según han dejado muchos el hábito con algunas nulidades que han hallado, por mejor tengo que no se haga y es parecer de los sagrados dotores de la Iglesia. 3. Que ni aun el clérigo use este oficio, si no es con comisión de su superior, según lo de san Pablo85: «¿Oh, cómo predicarán si no los envían a ello con comisión?». Mas por el propio caso que a uno hace cura de almas86, se entiende haberle dado comisión para que predique

85

Ad Rom. Cap. 10. Leg. 2. cum Concordantibus fols. de Iurisdict. omn. Iud. San 5. cap. 2. de reformat. 86

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al menos a sus feligreses y lo debe hacer como se lo manda el Concilio de Trento, cuando más no sepa enseñalles la dotrina cristiana y declaralles la letra de el Evangelio, que hay en esto algún descuido en pueblos pequeños, donde veemos hombres que se van a casar y por falta de este cuidado y de los padres (que por ventura no las saben) no saben las cuatro oraciones. A los cuales y a los que más no supieren la dotrina cristiana se les ha de dilatar la absolución, como al amancebado, al que está en el odio y tiene lo ajeno, hasta que sepan aquellos y estos salgan de el mal estado y satisfagan.Y así se ha de entender lo de san Gregorio87, donde se dice que el oficio de pregonero (que es decir de predicador) lo ha de tomar cualquiera que llega a ser sacerdote, que es decir a regir alguna iglesia. Muchos religiosos tenían licencia para esto de el Papa, mas ya todos se deben manifestar al ordinario, o al menos al cura, con cuya licencia han de predicar. Cuarto. Que no prediquen a escondidas, a puerta cerrada ni en casas particulares, sino en público, según lo de san Mateo88: «Lo que se os dijo en secreto decildo en público». Y por el mismo dijo Cristo: «Yo en público os he predicado, que a escondidas nada he dicho». Por lo cual en los lugares citados en el derecho se reprehenden los sermones ocultos, que por tal camino comienzan los de los herejes. 5. Que en las iglesias catedrales y en las regulares haya predicadores que ayuden a el obispo, como disponen los concilios y derechos. 6. Que los tales hagan en muchas cosas, como es en las confesiones, las veces de el obispo, porque también san Pablo tuvo por compañeros para la predicación a Bernabé, Tito, Timoteo y san Pedro a Lino y Cleto. 7. Que para que haya predicadores, vayan algunos a los estudios a oír Teología, porque es lástima que comience a ser maestro quien aun no ha sido dicípulo89. Que esto consideraron los apóstoles cuando escogieron por compañero en la predicación a san Matías, porque era doto en la ley. 8. Que lícitamente puedan recibir las limosnas que se les dan, porque el que da manjar espiritual justo es que reciba el temporal para su sustento. Porque Cristo ordenó90 que el que predica el Evangelio

87 88 89 90

Cap. sit. Rect. 43. distin. Cap. 10. Cap. vlt. de Magi. Cap. miserum. 61. dictio. 1. Corin. 9.

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de el Evangelio se sustente, que por esto les mandó ir a predicar sin alforja ni mochila, dándoles a entender que han de vivir de limosnas, como Él lo hizo91. 9. Que lo que pidieren para sus feligreses se les conceda con brevedad. 10. Que se les pueda dar obispado. 11. Que pueda comunicar con gentiles y infieles, según lo de san Lucas92, comiendo y bebiendo lo que tuviere. 12. Que al sermón pueda asistir el excomulgado93, hereje, gentil, moro, judío y cualquier pecador público. Porque por ventura se convertirán, como le sucedió a la Madalena con Cristo y a otros muchos con Él y con sus apóstoles y santos. Que por esto dijo por san Marcos94: «Predicad el Evangelio a toda criatura». 13. Que el insuficiente no pueda ser recibido a este ministerio. Que por esto dijo san Pablo a su dicípulo Tito: «El predicador sea poderoso para dar consejos con sana dotrina y sepa y pueda convencer a los que le redarguyeren y hicieren contradición» Simacho papa hizo una constitución95 que dice: «Nadie recibe rectamente el cargo de el predicador, si no es el que con sus actos puede condenar los yerros de los otros y compruebe con su buena vida lo que dijere». 14. Sea muy leído en la escritura sagrada y no reprehenda en particular; señalando como lo dispone el Concilio tridentino: «Y cuando Dios envió a Isaías96 a predicar diciéndole: «Da voces, no calles, ni ceses —le dice— en común. Dile al pueblo sus maldades». San Pablo dice97 que no se ha de atar la palabra de Dios a uno, por lo cual hacen mal, y mucho, los que van a reñir sus pasiones, enojos y pesadumbres en los púlpitos. Estas y otras condiciones se les ponen por privilegios a los padres predicadores y entre ellos quien tiene el nombre y por ello muchas gracias son los padres predicadores llamados así por antonomasia de la orden de santo Domingo, a los cuales se les conceden muchas indul91 92 93 94 95 96 97

Cap. habebat. 12. quaest. 1. Cap. quam sit de Iud. Lucae cap. 10. Cap. responso de senten. excom. Cap. vlt. capi. pen. de aetate, et qualit. Cap. 1. In Cap. nemo. 81. distin. Cap. 58. 2. Ad Timoth. 2.

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gencias para los que oyeren sus sermones, como de las constituciones de la orden consta, lo cual ya se ha comunicado a otras religiones. Porque como dice san Bernardo: «¿De dónde tiene tanta luz el mundo sino de la predicación?». La última gracia, prerrogativa y honra es el privilegio de una gloria acidental que les aguarda en el cielo, donde serán laureados con particular lauro y grado que a los maestros y dotores evangélicos se guarda, según lo de san Pablo98: «Acabé mi carrera —dice y se entiende la de la predicación—, guardé la fe y adelante me está guardada la corona, borla y capirote de maestro y dotor, la cual he de recibir de mano de aquel celestial maestre escuela, señor y juez justo en lo temporal y espiritual, retor de la universidad de cielo y tierra, en el teatro de su cielo, impíreo y bienaventuranza». §. 3. La gloria de Dios. Con esto se da a entender que lo que dijeron no lo han de enderezar para adquirir gloria para sí, que es gloria vana, sino para Dios la gloria de el fruto de la predicación, según lo de el psalmo99 que dice: «Cantarán, Señor, y cantarán la gloria de tu santidad y no hablarán sino de tus maravillas». Porque maravillas son de Dios la creación, gobierno y redención y las demás grandezas suyas en cuanto Dios y en cuanto hombre, que son las cosas que se predican y han de predicar.Y la gloria que han de cantar es la que han de gozar los bienaventurados, que hasta llegar a ella no hay hartura que satisfaga, según David100: «Entonces —dice— quedaré satisfecho cuando estuviere en tu gloria». Camínase a la gloria obrando virtudes, según lo de san Pablo101: «La gloria, honra y paz la guarda Dios para todo hombre que hiciere bien y obrare bien».Y porque estas cosas se alcanzan por la fe, por eso se ha de predicar la fe y deshacer la infidelidad y herejías, para cuyo remedio se fundó y levantó esta sagrada coluna de el Santo Oficio de la Inquisición, baluarte y antemural que tiene la Iglesia de Dios bien defendida. Como en las partes que está y en las que no está se conoce la conservación de las unas y pérdida de las otras.

98 99 100 101

2. Ad Timoth. 4. Psa. 144. Psa. 16. Ad Gal. Cap. 2.

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CAPÍTULO VII. DE

CÓMO UNOS SE PUEDEN OFRECER Y CONVIDAR PARA SER PREDICADORES Y OTROS HAN DE SER LLAMADOS

En dos predicadores de la ley escrita tenemos la dotrina de este capítulo ejemplificada. Isaías102 se convida él mismo diciendo: «Ea, Señor, ya he venido, aquí estoy aguardando para que me deis comisión para ir a predicar». Hieremías103 a el contrario se escusa diciendo: «Ah, ah, ah, Señor, qué me queréis que vaya a predicar, que no se hablar». Y aunque lo que dicen es diferente lo uno y lo otro nació de un mismo principio de amor. Como dice san Gregorio, la ley de Dios se encierra en dos preceptos: en amar a Dios y al prójimo. Así Isaías, deseando aprovechar al prójimo con su vida activa, apeteció el oficio de predicador; mas Hieremías deseaba ocuparse en la contemplación de las cosas de Dios, y así pide que no le envíe a predicar. Lo que el uno loablemente apetece, el otro huye loablemente; el uno por no perder hablando los bienes de la contemplación, el otro no quiere callar porque se logren aprovechando a el próximo sus estudios y contemplaciones. Y hase de notar cuán resignada tenían su voluntad en la de Dios, que el que se escusaba no perseveró en ello, sino que se sujetó a lo que Dios le mandó, y el que se convidaba no iba tan confiado en sí mismo que se atreviese a ir hasta que Dios le afinó sus labios con las brasas del Templo.Y dice más arriba: «Así como habemos de huir con todo deseo las ocupaciones, si falta quien predique es bien que nos encarguemos de el tal oficio».Y porque nadie puede saber si está en gracia de Dios por ser bien que hagan de su parte lo posible para ir en gracia suya a ser sus legados, por esto no es bien que nadie se vaya a predicar sin que le envíe Dios o la Iglesia, que por eso dice san Juan104, hablando de el Baptista: «Fue un hombre enviado de Dios». La Iglesia, en vez de Dios, envía cuando los obispos y jueces ordinarios dan licencia para la predicación. Los frailes predican con licencia de los prelados de las iglesias donde predican y en las suyas con la de los suyos; las mujeres no pueden predicar, porque según santo Tomás105

102 103 104 105

Cap. 6. Cap. 1. Cap. 1. 2. Secundae Genes. 3. Cap. cum. caput. 3. 3. quaes. 5.

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está la mujer sujeta al marido y es inconstante y por otros muchos inconvenientes. Adviértase aquí lo que dice san Antonino106: que el que está en pecado mortal, (y entiendo yo esto con publicidad, aunque él no hace esta distinción) y predica peca mortalmente y lo prueba con santo Tomás Cantuariense. San Agustín107 dice que puede predicar con detestación de su pecado pasado. De lo cual también consta por contrario sentido, luego si permanece en el pecado, peca. A lo cual también mira lo que dice san Gregorio: que el predicador que anda tentado deje la predicación, lo cual se ha de entender de el que se deja vencer de la tentación, que el que es tentado no por eso ha de dejar la predicación pues la tentación acude donde halla perfeción, como al mismo Cristo108, y aquel gran predicador, Pablo109, que era tentado de la carne, como él confiesa, pero no vencido. Así lo declara el mismo san Gregorio110. Aquí repare si acaso alguno hubiere en pecado mortal, principalmente público, y vea lo que su conciencia le debe agravar esta circunstancia.Y si lo está, lo que Dios no quiera, no suba al púlpito sin salir de él, pues como arriba dijimos, la palabra de Dios y su santísimo cuerpo no se pueden tomar en la boca sin grave pecado de profanidad o sacrilegio, que es lo que Dios dice al pecador: «¿Por qué, siendo tal, tomas mi nombre en la boca y cuentas mis justicias?». Volviendo ahora a lo propuesto en el principio de este capítulo, digo que estamos en tiempo de que se considere por la ocasión de salir predicadores para la gentilidad de las Indias que cada día se descubren, donde cada día van muchos predicadores, unos que ellos mismos se convidan y otros que envían sus prelados con orden que para ello tienen de su santidad de el Papa y de el rey católico de España. En lo cual será bien que de unos y otros los prelados, por cuya cuenta esto corre, hagan examen de los que han de ir los que envían sin pedillo ellos que tengan los requisitos necesarios para este alto ministerio, porque los que van a fundar la Iglesia de Dios de nuevo, o a dilatalla en aquellas partes, han de ser muy parecidos a los primeros padres de ella, que fueron los após106

S. Anto. 3. p. ti. 18. cap. 3. §. in princi. In 4. et in Rosa. et distin. 50. Quoad se existens in peccato mortali, suspensus est, Cap. fin. de cohabit. Eccles. et mult. 108 Math. 4. 109 2. Ad Corint. 12. 110 Libr. 12. Mor. 107

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toles, y siendo tales, aunque se escusen, les manden ir, como hizo Dios a Hieremías, que llegados a este punto no se escusaran, porque ya pecarían si no fuesen, que sería menospreciar los mandamientos de la Iglesia, no procurando su aumento. En los que mayor examen se ha de hacer (y no hallándose su intención tal, como se halló la de Isaías, no es bien que vayan), es en los que de su voluntad se convidan, porque en estos hay que temer que lo hacen por codicia de ganar y enriquecer, que es mal fin y causa que suele ser raíz de todos los males. Estos tales, aunque son parecidos a Isaías en convidarse, no lo son en la intención sino a aquel falso profeta Balaán, que quiere decir «el que los despeña». Porque quien con tal intención va se despeña a sí y quiere despeñar en el infierno a sus feligreses, según dice el venerable Beda111. Lo cual quedará más bien entendido con el capítulo siguiente.

CAPÍTULO VIII. DE

LA LIMOSNA QUE PUEDE RECIBIR EL PREDICADOR

Cuando la Iglesia de Dios se comenzó a fundar y los apóstoles salieron por todo el mundo a la predicación evangélica, es así que Cristo les mandó que no llevasen alforja ni mochila, sino que viviesen de limosnas mendigadas o dadas sin pedir, y así las muchas que les daban las daban ellos a los pobres. De suerte que se cumplía lo de san Pablo: que todo lo tenían y nada poseían. Y ha de ser así que nadie por el oficio de la predicación ha de procurar otro tesoro que la bienaventuranza para sí y su auditorio. Mas ya están las cosas dispuestas de suerte que al menos donde la cristiandad está asentada, como en España, Italia y otras partes, no es bien que los predicadores estén atenidos a las limosnas mendigadas, como ni los sacerdotes lo están; antes parece cosa acertada, como consejo del Espíritu Santo publicado en el Concilio de Trento112, que no anden los tales mendigando. De donde es bien que tengan los unos y los otros honesto sustento y que antes puedan dar que tengan necesidad de pedir. Que así declara aquello referido de san Pablo113: «No le atarás la boca al buey que trilla»; san

111 112 113

Cap. Sequenti. 2. quaes. 3. Ex Deut. 25. num. 4. 1. Corint. 9.

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Jerónimo114 diciendo que no dalles a los varones apostólicos y predicadores lo necesario es condenación de el que lo niega. Así que en esto no hay que dar otro aviso, ni dotrina sino lo que la Iglesia tiene ordenado en los sacerdotes, que asimismo pueden tener capellanías de púlpito dotadas y otras prebendas, como a la verdad las hay en iglesias catedrales canonjías de púlpito y, como arriba dijimos, quien al altar sirve es bien coma de lo que al altar se ofrece. Y si hacemos discurso sobre los ocho oficios que a el predicador se le dan de ellos sacaremos como de su oficio ha de tener el sustento115. Soldado le nombran, ¿qué soldado hay que no tenga sueldo de que comer? ¿Dueño de viña cuál hubo que la plantase, entendiendo que no había de comer y beber de sus uvas y mosto? ¿Qué pastor no vistió y comió de el fruto de sus ovejas? ¿Qué buey y labrador aró, sembró, trilló, que no comiese de la cosecha? ¿Qué arquiteto no se pagó de su trabajo? Así que los nombres que le dieron, como dicen las obligaciones que tiene el predicador, muestran que de el tal oficio se ha de sustentar. Porque todos los bienes exteriores, sensibles y palpables valen dineros, y así también es apreciable, según santo Tomás116, cualquier oficio personal o favor en materia seglar y profana, servicio de criado o de procurador; médico, abogado, dotor o intercesor. Pues así mismo es venal cualquiera obligación de justicia que el hombre en sí recibe, porque esté obligado a otro, y si adquiere derecho en él, así en materias humanas como divinas. En lo cual es muy de advertir que es muy diferente la obligación de continuarla, si se ha de continuar mucho tiempo. Decir misa117 es una acción sacra tan sublime y excelente que excede todo el oro de mil mundos, por quien no se permite recibir ni ofrecer precio ninguno, ni se puede dar tal que iguale su ser y estima. Siempre se dice misa gratis de ambas partes, de él que la pide y de él que la celebra, limosna es y sustento de el ministro, no precio. Mas obligarse el sacerdote a celebrar mucho tiempo en una cierta igle114

Cap. paene. 106. q. 1. 1. Ad Corint. 9. 116 2. Secundae cuaest. 78. artic. 2. ad secundum. 117 Sacerdotis operae in Sacramentorum administratione, siue in praedicationis munere aliae intrinsicae, aliae extrinsicae, hae locari posunt, illae nullo modo, vide Soto de justi. et jur. lib. 9. art. 1. et 2. ad secundum. 115

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sia o en una particular capilla o por una persona nombrada, viva o difunta, o a cierta hora del día, esta obligación es muy distinta de su misa o oficio divino, vendible cargo que él se pone y le puede vender y concertarse y regatear el precio, como se hace en tenencias y en algunas capellanías temporales de señores. La misa no cae debajo de la venta, pero el obligarse a decir muchas o algunas con tales restituciones muy bien cae. Una sola, y la obligación de una sola, todo es uno y todo invendible y se ha de hacer de gracia, aunque se podrá recibir la limosna que le dieren sin concierto precedente; mas obligarse a celebrar muchas de esta manera es obligación civil, humana, no divina ni sacra, y por consiguiente de valor.Asimismo predicar toda una cuaresma o todo un año en un pueblo. Un sermón no se puede regatear ni vender118, mas atarse a un púlpito un letrado, como cosa muy diversa de la palabra divina, se puede poner muy bien en precio. Esta razón corre también en enseñar alguna ciencia, porque hay mucha diferencia de trabajar de grado o por fuerza y ningún precio puede haber grande donde se vende la libertad, cuando por el tal interés se obliga a no ser suyo sino de aquel ministerio a que se obliga. Así que conforme a esto verá el predicador, (cualquiera lo sabrá mejor que yo lo escribo) lo que en esto debe hacer y guardar.

CAPÍTULO IX. DE

UNO DE DIEZ DEFETOS QUE HA DE HUIR EL PREDICADOR

Dotrina es de el filósofo que de dos contrarios ha de tratar una misma ciencia y que la que disputa del bien no ha de perdonar el mal para que, conocido, se evite. Consta esto, sin otras, en la suma de la Teología cristiana que está en los diez mandamientos de la ley de Dios, donde nos manda las cosas que habemos de hacer que son buenas y las que habemos de dejar de hacer, porque son malas. Las que caen bajo de preceto afirmativo manda que hagamos, contra las cuales se peca por omisión; las que caen bajo de preceto negativo prohíbe no hagamos, contra las cuales se peca por comisión. Que en una palabra, todo sumado, es lo que dice: «Haz bien y apártate de el mal»119. Así

118 119

Mercado tractado, 3. cap. 7. §. 2. en el medio. Psal. 33.

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nosotros no diéramos al perfeto orador la imagen de él que queremos pintar, si habiéndole dicho las cosas que debe hacer y tener no le dijésemos las que no debe hacer ni tener, sino antes huir con cuidado, porque no pierda el nombre de perfeto y le cobre de imperfeto. Estas son diez que diremos por su orden. La primera cosa defetuosa que ha de huir el predicador es la falsedad en todo cuanto hablare, principalmente en las cosas de la fe y en los vicios y virtudes, que a veces se enmascaran los unos con el rostro de los otros, como advierte san Jerónimo120.Y si una vez le hallan en mentira harase sospechoso, de suerte que aun en las verdades le teman. Para lo cual es buen medio procurar lo que le fuere posible probar cualquiera cosa que diga con alguna autoridad de la sagrada Escritura o de escritos aprobados por la Iglesia, como son los de los santos dotores, concilios, decretales y otras, principalmente en las que no es muy fácil la razón, y la experiencia es muy dificultosa. Y adviértase que si alguno cuando no sea por yerro de la lengua o mala pronunciación, sino que de industria miente predicando, peca mortalmente, según Pedro de Paludes, y aun afirma que no se escusaría aunque lo hiciese por convertir a alguno. Porque, como dice san Pablo, Dios no tiene necesidad de las mentiras de el hombre. Por esta causa los predicadores cuerdos, cuando no están muy ciertos de el autor de el libro, de el capítulo o de el lugar suelen citallo en duda con precapción retórica (que dijimos en la Elocuencia) diciendo así: «En tal lugar, si bien me acuerdo, si no me engaño, entiendo que es» o otro semejante. Usará de la Sagrada Escritura, la cual siempre es verdadera en todas sus partes, que las dotrinas de los filósofos gentiles tienen con las verdades mezcladas mil mentiras.Y aun las dotrinas de los autores católicos algunas veces faltan de ella, de donde dijo san Agustín: «No te acomodes a creer nuestras determinaciones como sagradas, que algunas veces son dudosas, porque todo hombre es mentiroso»121. La razón es, porque solo restriban en lumbre natural, la cual puede faltar en el conocimiento de la verdad; mas la sagrada Escritura tiene su verdad en Dios, que lo es infalible por esencia». Dotrina es esta de san Augustín122, en el lugar citado.

120 121 122

Cap. si cupis 16. q. 1. Cap. si ad scripturas distin. 9. Psal. 115. In 4.

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Pedro de Paludes dice lo mismo y conforma con todos san Juan Crisóstomo123, y así él siempre, como después diremos, tomó por tema algún lugar de la Escritura sagrada124 como fundamento firme, según lo de san Pedro por san Lucas: «En vuestra palabra, Señor, echaré la red», que es decir: «Sobre las palabras de vuestra ley haré la explicación de mi dotrina», según dice sobre ello el venerable Beda125. Mas porque en los Proverbios se dice: «La sabiduría edificó una casa para sí», la cual casa ha de tener cimientos, paredes y techo, por esto el predicador ha de hacer en su sermón una casa espiritual, tomando por fundamento el tema y para lo demás, medios y conclusiones, lo cual todo lo más que le sea posible ha de procurar sacallas de la sagrada Escritura. Aunque si para declarar le viniere a pelo, como dice, alguna autoridad o sentencia de filósofos antiguos y de gentiles historias, no es de el todo de reprobar. Porque nuestra idea de predicadores, aquel perfeto y gran predicador, Pablo126, también lo hizo, como parece en sus Epístolas. Así lo dice también Clemente Alejandrino y consta del derecho canónico en toda la distinción treinta y siete, a quien me remito por evitar prolijidad, y porque en otras ocasiones tengo tratado esto con algún espacio, y claridad. La Sagrada Escritura es la verdadera esposa que puso casa, las demás ciencias y letras humanas son criadas suyas, así las habemos de traer a propósito en lo que puedan servir para la explicación de el principal pensamiento, porque sacar los pensamientos de las letras humanas, dice san Agustín, es yerro conocido, como lo será darle mejor lugar a la criada que a su señora. Mas, dando el lugar principal a la señora, que salga de cuando en cuando la criada parece muy buena cortesía. Y así dice: «Si las sibilas, Orfeo, Mercurio Trimagistro, Aristóteles y los demás filósofos antiguos y gentiles dijeron algunas verdades, muchas veces tienen fuerza para deshacer su vanidad misma», como lo hizo Lactancio Firmiano y san Jerónimo dice que saber hacer esto es cortalle la cabeza a Goliat con su alfanje». Así que no ha de ser para escoger su autoridad, sino para ayudar la católica, que la fuerza de sus verdades naturales que tales fueron las que dije-

123 124 125 126

Cap. Nolite timere. 11. q. 3. Cap. 5. Cap. 9. 1. Ad Corinth. 15.

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ron. Que en lo demás hay la diferencia de sus escritos a los católicos y santos de la Escritura que hay entre los autores de la una y de la otra, Cristo y el demonio, el uno verdad por esencia y el otro la misma mentira por su culpa. También a este propósito ha de huir el predicador de decir cosas apócrifas y no auténticas, que por esto santo Tomás reprehende en una Epístola honesta y modestamente a un predicador que había predicado que la estrella que apareció a los Magos tenía figura de un niño pequeño y que la Virgen María meditaba siete veces al día en la pasión de Cristo.Y aun en nuestros tiempos se dice haber sucedido semejantes descuidos, que yo pienso proceden más de ignorancia que de curioso cuidado. Y si de esto procede, aun es más reprehensible, porque no es razón mezclar fábulas no sabidas por verdades católicas y (como arriba dijimos de parecer de san Agustín), haciéndolo a sabiendas, es pecado mortal. La materia de la predicación se puede decir que es Cristo y lo dijo san Pablo 127: «Predicamos a Cristo crucificado», el cual es verbo de el Padre, de quien dan testimonio todos los profetas, según se dice en los Actos de los Apóstoles. San Ambrosio dice: «El fin de mi fe es Cristo, el cual es Verbo eterno». San Antonino quiere que se entienda así lo de san Pablo a Timoteo: praedica verbum, como si dijera «predica a Cristo».Y así dice el seráfico padre san Francisco en una regla que da a los predicadores de su orden que reprehendan vicios y alaben virtudes, declarando la pena de lo uno y la gloria de lo otro, para que huyan el camino de el infierno y sigan el de el cielo, y esto con brevedad, espaciándose en la vida de Cristo y en él como la debemos imitar; y, como dice un devoto, no se pase sermón en que no se diga algo de su pasión, aunque el vulgo profano diga que de no saber procede esto, que el vulgo, si lo dice, miente, que no es sino la verdadera predicación, que para serlo ha de ser de Cristo, verdad inefable, verdad infalible, verdad irrefragable, verdad por esencia, luego quien en esto mezclare mentiras, muy digno es de reprehensión.

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2. Cor. 4.

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CAPÍTULO X. DE

OTROS CUATRO DEFETOS QUE HA DE HUIR EL PREDICADOR

El segundo defeto de que ha de huir el predicador es la lisonja y adulación, no alabando a el pueblo cosas en que debiera ser reprehendido. Porque es gran vicio alaballos (y más en aquel lugar) de grandezas temporales, si no es que esto se hace por transición (que los retóricos llaman metástasis, de quien dijimos en nuestra Elocuencia) para captalles la benevolencia para que den a la reprehensión atento oído, y cuando esto se haga ha de ser con moderación, como lo hizo nuestro predicador Pablo128 en ocasiones, el cual nos prohíbe la adulación, diciendo que Cristo también la prohibió, pues por san Lucas129 manda que en el camino aun no se ha de detener el predicador a hacer cortesías y comedimientos humanos. Y cuando por el profeta Malaquías130 dice: «Maldecir tengo vuestras bendiciones», que es decir he de maldecir los pueblos que vosotros bendecís con lisonja, porque con sus dones os enriquezcan, según explica san Jerónimo 131. Reprehende el Señor a los predicadores lisonjeros, diciendo: «Ellos edificaban paredes y vosotros sin consideración ni orden las enjalbegábades y alucíades». Edifican paredes los pueblos añadiendo pecado a pecado, cosa que endurece el corazón, y los predicadores lo enjalbegan y alucían132 adulándoles y lisonjeándoles, baptizando sus vicios con nombres de virtudes. Así lo declara y comenta san Gregorio. Pareciole tan mal este vicio a el poeta Horacio que casi en todas sus sátiras le murmura, en las odas133 no le olvida, pues cuenta el cuento del lisonjear a Damocles con Dionisio el tirano y dice que de enseñar los falsos nombres que a las cosas se dan quitó de el número de los bienaventurados a Fraates. Y no hubo filósofo ni orador que no dijese de este vicio mil males, aun considerando en cualquiera hom-

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1. Cor. 2. Cap. 10. 130 Cap. 2. 131 Cap. Indices. in fin. 1. q. 1. 132 Cap. sunt non nulli. 66. dist. Alucir es lo mismo que ‘amanecer’, según el DHLE, que cita la autoridad del Vocabulario medieval, de Cejador, y un texto de la Primera crónica general. Aquí, sin embargo, parece estar más cerca del sentido de enjalbegar, es decir, «blanquear las paredes con cal» (DRAE, 1992). 133 Od. libr. 2. et 3. 129

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bre particular, cuánto más reprehensible será en un predicador, que ha de ser verdaderamente sabio134, y el que tenga libertad en todo. El tercero defeto que ha de huir el predicador es la jatancia, porque por el mismo caso que sea jatancioso ha de ser tenido por loco, fanfarrón y últimamente tenido en poco, y es vicio muy de necios, según dice Catón. No solo ha de huir de no alabarse, mas aun decir cosas, de las cuales fácilmente quiera dar colegida y inferida su sabiduría o santidad. Dice a este propósito san Gregorio135: «La dotrina de los arrogantes tiene esta propiedad: que no se contenta con exagerar y engrandecer y subir de punto sus cosas (y muchas veces no son suyas sino ajenas y las dan por suyas), sino que se alargan con demasiada desenvoltura y libertad licenciosa a reprehender y condenar las de otros y aun las de doctores santos por su vana presunción». De estos fue figura Hebu, que reprehendía a el pacientísimo Job136 y sus amigos con mucha arrogancia, sobre lo cual dice san Gregorio en sus Morales137: «Los arrogantes, cuando reciben la ciencia, no les parece que tienen nada si la tienen encubierta. No ponen su espada sino en la boca de los hombres»138. Mas los predicadores santos tienen por oficio y parte buena la ciencia que les dio Dios, con la cual en lo interior se huelgan porque podrán con ella apartar a los demás de sus yerros. Tienen otro vicio los arrogantes jatanciosos: que les pesa si el pueblo oye y alaba a algún predicador doto y santo, y procuran de hacer en los púlpitos la acetación en que el otro está y la veneración con que le respetan. No tienen el fin en el verdadero aprovechamiento de las almas, sino en la gloria vana que de el aplauso resulta, con lo cual son verbos Os vacios vaniloquentes, de los que el español dice «locuaces, habladores, farfantes». El predicador espiritual va con mucho cuidado en sus palabras, sentencias y acciones por no parecer jatancioso, arrogante ni soberbio. Y la gracia que tiene en saber y decir no la atribuye a sus méritos, sino a las intercesiones y oraciones de aquellos con quien trata, y siendo santo se tiene por muy pecador. Porque sabe que manifestar la santidad a los hombres es cosa peligrosa y, aunque es sabio, ni se tiene 134 135 136 137 138

Cicero. in Paradox. Cap. I, disti. 66. Cap. 32. Cap. 22. Greg. Cap. 22 Mor.

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por tal ni quiere parecerlo y habla forzado, teniendo por más felices a los más humildes y inferiores, y por defenderlos habla, aunque desea el silencio. Los arrogantes no alcanzan esta regla en su predicación, porque hablan con causa y sin ella. Todo esto de san Gregorio. Es condición y propiedad de el arrogante tener por cosa muy subida lo que ha de decir y antes que lo diga alaballo, encarecello y subillo de punto, no advirtiendo que alabando ellos sus trabajos, pensamientos, estudios y discursos para un buen juicio es deshacellos. San Pablo es buen maestro de cómo se ha de hacer el encarecimiento, que habiendo de decir a los hebreos una cosa muy subida no dice más que esto: «Oíd con paciencia una palabra de consuelo». Aunque ya podría tentar el dem[on]io a el predicador capaz y suficiente para el tal ministerio (porque se diga todo) poniéndole delante que deje de hacerlo porque no parezca arrogancia. A lo cual dice san Gregorio que se venza y deshaga con la buena intención. El Eclesiastés dice139: «El que se guarda de el viento nunca siembra». Ejemplo tenemos en san Bernardo, que siendo tentado de esto estando predicando se dijo a sí mismo, como que hablando con el demonio de la arrogancia: «Ni comencé a predicar por ti ni lo he de dejar por ti». Así que con esto saldrá vitorioso de su enemigo por ambos caminos. El 4 defeto, es que se guarde de no escandalizar el pueblo haciendo públicos los pecados de los prelados, porque tiene un no sé qué de enemistad140 el vulgo con gente religiosa que parece se huelgan, alegran y saborean en saber sus faltas para tener qué murmurarles y tener con qué disculpar sus muchos vicios. Así que predicar públicamente contra ellos no es permitido, declarando circunstancias que se entiendan quién son y vaya de mano en mano dilatándose la falta, y de esto nazca el menosprecio, no solo de sus personas, mas aun de los oficios divinos que celebran. Como estos días he visto yo haber sucedido. Prohíbese esto como cosa importante en las constituciones de los padres predicadores y en una Clementina141. Lo cual se manda en virtud de obediencia y se les da penitencia grave a los que hacen lo contrario. Hase de entender, dice la Glosa, cuando los señalan y infa-

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Cap. II. Cap. Laici. 2 q. 7. Cap. Si Religioso de priuileg.

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man o murmura en el púlpito por su nombre o con circunloquios que casi dicen claro el nombre. Que, fuera de esto, hablando en general muy bien puede el predicador reprehender la vida de los prelados. Y no solo ha de huir de el escándalo que se podría seguir de señalar al prelado diciendo sus vicios, mas aun de cualquiera de el auditorio, advirtiendo de ir con cuidado que no se diga cosa de donde se siga odio, pesadumbre de pendencia, riña, cisma o infidelidad. En figura de esto mandó el Señor que el sacerdote de la ley antigua trujese en la fimbria de el vestido unas granadas con unas campanillas, dando a entender que la predicación sinificada en las campanillas ha de andar junta con las granadas, que son símbolo de el amor, unión, caridad, paz y concordia con los oyentes, que se significan por los granos, como lo declara san Gregorio142. Hase de templar lo que se dice, porque los siervos no pierdan el respeto al señor y haya pesadumbre entre ellos. El quinto defeto que ha de huir es procurar no tener emulaciones y vanas competencias con otros predicadores que asisten en la misma tierra. Vicio es muy pegajoso y que los de el pueblo, llevando y trayendo, suelen encender el fuego demasiado. Algunas he visto, de todas me ha pesado, lo que entonces dije, digo ahora: que por amor de Dios no den oído a susur[r]ones143, que son cascos viejos de vasijas quebradas que no sirven sino de llevar de una parte a otra fuego. Oyen aquí para decir allí y muchas veces dicen lo que no oyen, sino que tuercen y truecan las palabras. Son como la comadreja, conciben por el oído y paren por la boca. Buen consejo el de Horacio, que es no dalles oído ni lengua, y así no los inquietarán. Dice san Pablo, aquel predicador por excelencia: «No quieras tener contiendas de palabra, porque no es de provecho alguno sino para echar a perder los oyentes». No porque el otro tenga mayor auditorio, aunque sea inferior en el saber, edad y autoridad, se muestre indignado, porque Cristo no se indignó porque san Juan Bautista estuvo en el pueblo hebreo en alguno tiempo en mayor opinión que él. Si oye que el otro predicador dice algunas cosas no reprobadas ni contra las buenas costumbres ni contra la fe, pero son algo dudosas, aun-

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Cap. Sit Rector. distin. 43. En el original susurcones, que corrijo.Ver Palencia, Universal vocabulario, s/v susurrare. 143

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que él no esté de aquella opinión, no diga contra ella, sino diga la suya y pruébela con razones sin hacer mención de la de el otro ni murmurársela. Si oye decir que dijo algunos yerros contra la fe o contra las buenas costumbres, no lo crea de ligero si no lo oye con mucha certeza de personas fidedignas, y entonces corríjala fraternalmente, diciéndole que se retrate de aquella mala dotrina en el mismo lugar que la predicó, y si no lo quiere hacer entonces debe predicar públicamente contra la tal dotrina y denuncialla a el Santo Oficio de la Inquisición, habiendo hecho lo que san Pablo hizo cuando reprehendió a san Pedro144, porque con su disimulación parecía que permitía el judaizar.Y si el predicador erró, debe de buena gana escuchar de otro el consejo y retratarse como lo hizo san Pedro con san Pablo, que confesó su descuido y lo enmendó145. Y si dijo alguna cosa errónea, se debe retratar con la mayor humildad y honestidad que pueda; mas si no fue cosa peligrosa la que dijo, sino alguna autoridad o historia apócrifa o alguna necedad en historia o en filosofía que realmente no sea así mas su verdad no es cosa de fe, no tiene necesidad de retratarse, según enseña santo Tomás en cierta epístola que escribe de cómo se han de evitar los escándalos.

CAPÍTULO XI. DE

OTROS TRES DEFETOS QUE SE HAN DE HUIR

El sexto defeto que se ha de evitar es que procure ser breve y no prolijo, de lo cual dijimos en nuestra Elocuencia. Mas para que se entienda que es consejo de santos, decimos aquí algo. Priciano y Gregorio en sus Homilías dicen que los manjares que no se comen hasta hartar son de más gusto, y dicen que se figuraba el predicador prolijo por el que padece la enfermedad (que dicen los médicos) gonorrea. A este propósito dice san Antonino estas palabras146, que pide la ocasión, las ponga en latín, como él las pone: Semen est Verbum Dei ordinatum ad generationem spiritualem causandam: sed sicut in patiente fluxum seminis ipsum efficit inanem, et infructuosum, ita ex nimia prolixitate sermonis impeditur fructus in auditoribus. Decláralo así también san Gregorio, san

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Cap. Saulus 2 q. 7. Cap.Veritate 8 distin. 3 p. Ti. 18. C.4. 81.

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Jerónimo dice147: «La mucha brevedad oscurece, la prolijidad cansa». Séneca dice: «El hablar, como el vivir, con orden, concierto y razón». Y no lleva orden lo muy acelerado de breve ni cansado de prolijo. La filosofía se ha de dividir en partes y no en migajas, que es bien que se divida y no que se muela. Porque las cosas no se pueden comprehender ni percebir o por muy grandes o por muy pequeñas.Y aun en las alegaciones de el derecho, si son prolijas no se permiten, porque basta para probar una sentencia alegar dos o tres autoridades, que traer muchas es superfluidad y vana ostentación, si no es en prueba de alguna dotrina, sentencia o opinión de cuya verdad hay mucha duda, que en tal caso permitido es.También es vicio que se debe huir la verbosidad y aumento de palabras en aquella figura o exornación que llaman sinonimia, porque no es bien que sea todo hojas de palabras, sino que haya fruto de sentencias, que por esto maldijo Cristo148 la higuera que tenía solas hojas y no fruto. Séneca dijo: «Nuestras palabras más provechosas sean que hermosas, porque la oración que trata verdad no tiene necesidad de galas». Pero no sea bárbara, rústica ni descompuesta, que hará estimarse en poco. Lleve con el provecho de la sentencia lo dulce de las palabras, que por esto mandaba Dios en la ley antigua que también se le ofreciesen primicias de miel, lo cual figuraba la dulzura de la Elocuencia, como lo declara Graciano149. Lo séptimo: huya de ser liviano y querer parecer gracioso, decidor y no diga palabras ociosas con que dé que reír y hagan pasatiempo de él y de sus sermones. San Jerónimo dice que el buen predicador es el que mueve el auditorio a llanto y no a risa, aunque si alguna vez hubiere necesidad o se ofreciere ocasión de decir alguna palabra de graciosa honestidad, sea con mucha compostura y modestia y pocas veces. No sea tampoco fácil encontrar en el púlpito sueños y visiones, ni suyos ni de otras personas, principalmente mujeres, ni milagros que no estén muy autorizados ni en adivinar de algún mal ni bien venidero ni en hablar con determinación de la venida del anticristo y juicio final, diciendo: «Será tal año, tal día o tal tiempo»150, porque no está en su mano el saber los tiempos ni los momentos, que Dios pa-

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Cap. Sit Rector. 43 dist. Matt. 21. Cap. Legim. 8 hinc etiam 37 distin. Actor. I.

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dre dejó reservados para sí. Santo Tomás dice151 que todos los que se atrevieron a hablar de esto con determinación salieron mentirosos. También no sea fácil en asentar opiniones de que una cosa es pecado mortal o no es, si no fuere negocio muy claro, cierto y sabido por autoridades de santos y graves doctores. Ni se alargue a conceder indulgencias, prerrogativas y gracias, de que no tenga cierta ciencia; ni dé crédito a bulas no aprobadas, lo cual todo pase primero por la aprobación de los ordinarios para que él lo pueda publicar, guardando en esto lo determinado por los sagrados concilios y derechos152. Las acciones no sean gesticulosas y que provoquen a risa ni los gritos descompuestos ni fábulas fingidas. Principalmente se reforme el abuso que en algunas partes hay de que el primer sermón que se hace la mañana de Pascua de Resurreción, que dicen «de las albricias», suele ser todo de cuentos ridículos y gracias desgraciadas, bien ajenas de la decencia de aquel lugar y día, donde solo se ha de tratar de pedirle a Dios nos dé la suya. Porque por este camino viene a estimarse no en lo que es razón el predicador y la predicación. Las exclamaciones, como en la Elocuencia dijimos, han de ser a tiempo, no a menudo, no sin ocasión, no descompuestas. De Cristo nos consta que usó algunas veces de exclamación. Por san Lucas dice: «El que tiene oídos para oír, oya», por san Juan: «Clamaba Jesús en el templo enseñando».Y por el mismo: «Clamaba Jesús, diciendo, el que tiene sed venga a mí».Y en otro capítulo153: «Clama con una gran voz: Lázaro, sal fuera». San Juan Bautista se llamó Voz porque las daba, no solo su lengua, mas mayor es su vida en el desierto, diciendo: «Haced penitencia». Tales exclamaciones han de ser las de el predicador. Lo otavo: advierta no sea imprudente, poco sagaz y nada discreto en sus sermones. Quiero decir que haga distinción en el predicar según el auditorio que tuviere y según el tema que predicare, porque diferentemente se ha de predicar a cortesanos que aldeanos154. Un sermón es para gente de escuelas y otro para gente de plaza; uno para religiosos y otro para seglares; diferentes cosas se dicen a mujeres que a hombres, a mercaderes que a soldados. Así que ha de mirar los es-

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In 4. Set. Clement. Abusionibus de poeniten. & remis. Cap. 9. Dist. 63. 4 fin.

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tados, condiciones y suerte de vida. Aquella celestial idea de predicadores, Pablo, nos dé lección en esto como en las demás cosas, de el cual dice san Jerónimo que no curaba a todos (como médico inorante) con un colirio, sino que andaba por todas las iglesias y aplicaba la medicina conforme la enfermedad, predicando a los idiotas no cosas delicadas, ni a los letrados rateras. Si coge entre manos un tema no se divierta y por decir cosas que sabe mejor de otra materia las aplique fuera de propósito (como también advertimos en la Elocuencia). Alabe de suerte el matrimonio que no deshaga las excelencias de la virginidad y continencia. No sean de los que dicen que descomponen un santo por adornar y componer otro. De suerte alaben la virginidad que no condenen a el matrimonio, de suerte digan de la justicia de Dios que den lugar a su misericordia, y así digan de la misericordia que den su lugar a la justicia. A los pecadores reprehenden ásperamente, a los virtuosos amonesten con suavidad, que por esto dice san Gregorio que el gallo sinifica a el predicador (como ya dijimos), que ha de ser como el gallo, que a la media noche, que es en lo más oscuro de ella, da muy grande voz en su canto y a el amanecer canta algo quedo. Por la media noche se entienden los pecadores muy dentro de sus vicios, por el amanecer o alba los justos, como consta de los himnos que la Iglesia nos canta. Cuando han de predicar contra algún pecado torpe, usen de palabras honestas, como lo hace san Agustín en el sermón que hace contra la sodomía. No particularicen cosas de suerte que más sea incitar a vicios, o enseñarlos, que reprehenderlos155. Finalmente se deben recatar de cualquier truhanería y burla, hablando muy a propósito en todo. Esto quiso decir aquel maestro de predicadores y predicador perfeto Pablo156, cuando a su dicípulo Timoteo le aconsejó: Importune et opportune, que fue decir guardase las debidas circunstancias, por el opportune dice «a tiempo» y «en lugar», por el importune dice «la frecuencia y continuación». La oportunidad se entiende en cuanto al lugar donde se predica, el tiempo cuándo, modo cómo, auditorio a quién. El lugar es la Iglesia acomodado para este santo ministerio, y así dice Cristo por san Juan157: «Yo siempre enseñé y prediqué en el

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Cap. Quoties. 22. Quaest. 5. 2 Ad Timoth. 4. Cap. 18.

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templo y en la sinagoga». Por san Lucas también158: «Cada día estaba predicando en el templo». Aquel cada día, quotidie, es el importune de san Pablo. San Ambrosio dice159: «¿Qué cosa más digna para la predicación apóstolica que su Iglesia santa». Aunque también se puede predicar en las plazas, y campos, y en otros lugares públicos. De el venerable Beda se cuenta que, estando ciego, le dijo a quien le guiaba, que era un mochacho, le llevase a una plaza o campo donde hubiese mucha gente, que quería predicar. El destroncillo llevole a un campo donde no había sino piedras que le oyesen.Y habiendo predicado un rato, en dejándolo, de entre las piedras sonó una voz que dijo: «Bien has predicado, venerable Beda», y de aquí le quedó el renombre de venerable y aun dicen algunos que fueron los ángeles los que dieron esta voz y otros que el renombre de venerable se halló escrito en su sepulcro, sin saber por quién. Entendiose ser ordenación de el cielo. Así que no se ha de predicar en secreto en algunas casas particulares, porque no nazca sospecha de dotrina herética160. Pero no siempre se ha de predicar en una parte, porque el sembrador habiendo sembrado un campo o haza se pasa a otra, y Cristo iba por las ciudades y castillos161, y quiriéndole detener algunos de aquellos a quienes había predicado dijo: «Dejadme, que conviene que predique a otras ciudades». Porque las cosas que son más raras, más se estiman. Los indios estiman en más el poleo que la pimienta, porque no nace allá o muy poco. Así también la predicación se suele estimar en más cuando más se carece de ella. Los religiosos, porque no tienen voluntad suya, han de estar a la obediencia donde les mandare ir su prelado. En lo cual no tengo yo que advertir, que ellos por sus constituciones y apostólicas sabrán mejor lo que han de hacer que yo decillo. Solo encargo se guarden las circunstancias de tiempo, lugar, modo y personas, procurando decir con tal suavidad que ganen la voluntad, para que le oyan con atención. Moverá mucho si veen en él disposición de que hace lo que dice, que esto bien lo puede galantear con su arte retórica, como dice san Augustín en los libros de Dotrina cristiana162. Porque 158 159 160 161 162

Cap. 19. Cap. Quae dignior. 24 q. I. Cap. Si quis. 30. distin. Lucae. 4. Lib. 4.

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consta que el Espíritu Santo hablaba por la boca de los apóstoles, que eran gente ruda y ignorante y indota antes de su vocación, y en la predicación fueron los más sabios que la Iglesia de Dios ha tenido, no solo en ciencias, mas aun en lenguas, y unas y otras se las enseñó el Espíritu Santo. Luego necesario es que se sepa lo que se dice y que lo que se dice se hable en lengua que se entienda y con ornato y gracia. Salomón, con su infusa sabiduría y ciencia, dice que solía apercebirse y estudiar con qué palabras alabaría a Dios. San Agustín dice: «La sabiduría sin la elocuencia poco aprovecha en el pueblo, aunque a veces la elocuencia sin sabiduría daña». El que no tuviere elocuencia, al menos sea cuerdo y prudente en el hablar, que de esta suerte no saldrá de el propósito, como en la distribución de el tema y modos de predicar diremos.

CAPÍTULO XII. DE

OTROS DOS DEFETOS, CON OTRAS ADVERTENCIAS QUE DEBE GUARDAR EL PREDICADOR

Lo noveno que ha de huir el predicador ha de ser el traer a los púlpitos cosas nuevas, porque la presunción de las tales cosas suele traer discordias, como dice una decretal, que ciertos predicadores modernos quisieron usar de novedades nunca oídas ni acostumbradas, de lo cual se siguieron muchos escándalos, porque los seguía el vulgo y dejaban a los que predicaban lo usado, de suerte que se perdía el fruto de la predicación. También han de huir de demasiadas curiosidades poéticas, filosóficas, metafísicas, historias paganas, gentílicas, infieles y otras cosas de esta suerte, aunque a tiempo (como dejamos dicho) bien se puede traer alguna. En los Actos de los apóstoles163 se cuenta que muchos siguiendo curiosidades hicieron grandes libros, los cuales después cayendo en la cuenta de la verdad los quemaron. Guárdese también de no fiarse demasiado de su ingenio en el declarar las escrituras, principalmente en el sentido literal, como se le aconseja en los Proverbios164: «No te fíes mucho de tu saber, ni hagas hincapié en eso». Explica esto san Jerónimo165 diciendo:

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Cap. 19. Cap. 19. Cap. Si quis. 38 distin.

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«Aquel estriba en su prudencia, que estima en más su parecer que el de los santos en lo que se ha de hacer o decir»166.También ha de advertir el predicador lo que dice Orígenes, que consideren quién es y qué calidades tiene aquel a quien se le confían las palabras de vida eterna. Conviene últimamente que el predicador sea hombre constante, no flaco, ni que desmaye por pocas cosas y aun en las muy grandes es bien que tenga constancia y firmeza. Porque si en él se conoce flaqueza en los acontecimientos humanos, ¿con que ánimo podrá alentar a el pueblo a el sufrimiento de las calamidades y infortunios? Por esto no deben predicar en edad no perfeta, aun más de la que se pide para sacerdotes. Pues sabemos que el mismo Cristo, maestro de los ángeles, para dar a entender esto, no comenzó a predicar hasta los treinta años, como que enseñándonos que la gracia de la vida perfeta la han de predicar varones de edad perfeta, cumplida y madura. Así que hacen mal los que asayan167 a sacar en público niños a predicar, negocio que más parece cómico que predicable. Otros actos hay de oratoria cristiana en que los puedan ejercitar. Por esto san Gregorio, sobre Ezequiel dice que el predicador ha de ser hombre de hecho y firme, que ni se ensoberbezca con el aplauso de el pueblo, ni desmaye con los disfavores. Aun Horacio 168 mostró varonía en este particular, diciendo: «Vaya en buen hora la honra de el mundo, que si no me la dan me he de afligir y enflaquecer y si me la dan he de engordar; no quiero su aplauso ni aprobación, ni temo su reprobación». Adviértase lo que dice san Pablo: «Cada uno recibirá el premio según su trabajo». No dijo según el fruto, auditorio o aclamación vulgar, sino según lo que trabajare. Ni es de creer (como dice san Antonino169) que Santiago el menor tiene menos por haber convertido pocos a la fe que otros muchos santos, que convirtieron muchos millares a la fe católica o menor que la de un bendito Jordán, segundo maestro de la Orden de predicadores, el cual fuera de el provecho que hizo en el siglo, hizo entrar en su orden casi mil religiosos. También, aunque el predicador tiene licencia para comunicar con toda suerte de gente (como queda dicho) y consta, porque Cristo comía 166

Cap. In mandatis 45. Dist. Asayar es «lo mismo que experimentar» (DRAE, 1780 Suplemento, que califica el verbo como anticuado). 168 Libr. 2 Episto. ad August. 169 Par. 3 ti. 18 c. 3 8 2. 167

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con los publicanos y pecadores170, con todo están obligados a huir la demasiada comunicación con personas sospechosas, principalmente si se teme que de tal conversación o saldrá quemado en el alma o tiznado en ella y en la fama, que debe él tal conservar ilesa, como dice san Agustín: «Nuestra conciencia —dice— nos es necesaria por nosotros, nuestra fama, hermanos, no es bien que se marchite, sino que florezca entre vosotros».Y no por esto hay licencia para murmurar de los predicadores que tratan con los pecadores con las debidas circunstancias, para traellos a la gracia de Dios. Porque el que murmurare por ventura quedara leproso como María, hermana de Aarón, que murmuró de Moisés171 por su mujer, la Etiopisa, como declara Graciano. Con lo cual conforma san Gregorio: «Nosotros —dice— que somos hombres flacos, debemos considerar lo que somos, cuando queremos poner lengua en Dios, cuyo legado es el predicador».Y a veces el mismo predicador se hace de un gran pecador, como consta de nuestro dechado apostólico, grande y perfeto predicador y dotor de las gentes, Pablo. Después de haber hecho lo posible que sea de su parte por huir estos defetos y teniendo las gracias naturales que arriba dijimos, no presuma de hacer cosa buena sin la sobrenatural, que ante todas cosas ha de pedir a Dios, no solo en el púlpito, sino en la Iglesia, en su casa, en su estudio, que de esta suerte todo le sucederá bien, obrará bien, hablará bien, hará grande fruto. Es divina invención de la humildad cristiana (como dije en la Elocuencia) esta insinuación, o parte de exordio, que se añade al sermón, a la cual llamamos salutación es una deprecación para pedir la gracia que nos ha de venir de el cielo por medio de la Virgen. Por esto dijo san Agustín172: «Todo predicador trabaje porque le oyan de buena gana, con obediencia para que le entiendan» y para alcanzar esto aprovéchese más de las oraciones de los oyentes que de su misma elocuencia ni de la de Cicerón. De suerte que orando por él y por los que le han de oír, sea primero orador que predicador, que de esta manera y en todo puesto en Dios, Él le dará gracia en el hablar. San Jerónimo sobre Malaquías dice lo mismo y añade que si no lo hiciere, sino que confiado en su ciencia se arrojare, quedará inorante y desgraciado, porque este acto lo es de humil-

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Lucae cap. 7 & 19. Num. 12 4 his itaque. 2. q. 7. De doct. Christan. Libr. 4.

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dad y por la humildad se ha de caminar al verdadero saber, mediante la cual se pide a Dios la gracia con la salutación de el ángel.Y ha habido quien ha pedido la gracia por la oración de el paternoster y en viernes santo en el sermón de la soledad, con el himno de la cruz y quien no dijo la salutación hasta el fin, de industria, el día de el ñiño perdido. Mas aunque esto pareció bien, bueno es irse con lo más usado en todo. No solo en este punto, mas en su estudio y casa. Para esto querría se aprovechase de la oración que aquel gran predicador apodado y llamado «Buey mudo», santo Tomás de Aquino (en cuyo día yo escribo esto), tenía para su principio de estudiar, que por ser tal juzgué cosa justa ponerla aquí en latín, como él la compuso. Oratio sancti Thomae de Aquino, ante studium. Creator ineffabilis qui de thesauris sapientiae tuae tres Angelorum Hierarchias annotasti, et eas supra coelum empireum miro ordine collocasti, atque elegantisime partes vniuersi distribuisti, tu inquam, qui verus fons luminis, et sapientiae diceris, atque super eminens principium, infundere digneris super intellectus mei tenebras, tuae radium claritatis duplicem, in quibus natus sum, â me remouens, peccatum, scilicet et ignorantiam. Qui linguas infantium facis ese disertas, linguam meam erudias: atque in labiis meis gratiam tuae benedictionis infundas. Da mihi intelligendi acumen, retinendi capacitatem, interpretandi subtilitatem, addiscendi facilitatem, loquendi gratiam copiosam: ingressum instruas progressum dirigas, egressum compleas. Per Christum Dominum nostrum. Amen. Declara también que se ha de ir por este camino cuando el predicador va a tomar la bendición de el preste, antes que se suba al púlpito a predicar. Donde se note que al pedirla dice domne y no domine. En lo cual se declara cómo ninguno puede leer ni explicar la leción sin licencia de el superior de la Iglesia, que es el preste, o está en su lugar. Dice domne, sincopado173, porque solo Dios es el verdadero Señor.Y de aquí es que cuando el preste la ha de dar hace deprecación a Dios pidiendo la bendición que ha de dar y la gracia que le es necesaria para decir competentemente y declarar el Evangelio. También dice sincopada y imperfeta la dición, domne, confesando su

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Duran. li. 5. cap. 2. num. 4.

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imperfeción de hombre y como que no sabe hablar las palabras enteras, como lo dijo Hieremías174 y diciéndole que los ojos de el Señor veen sus imperfeciones. Recibida la bendición, se sube al púlpito, la cual invención de predicar desde el púlpito, tuvo principio con la predicación, de los tiempos de Neemías y Esdras175, porque Esdras, escribano, hizo una cátedra y púlpito de madera para que predicase Neemías.También declaró haberse de hacer en lugar alto Cristo, cuando por san Mateo176 para haber de predicar aquel famoso sermón de la canonización de santos, que es el de las bienaventuranzas, se subió al monte donde predicó. Que por esto declaramos arriba los montes que huellan los pies de los predicadores, los púlpitos. Por esto dice el Profeta177: «Tú que has de declarar el Evangelio, sube sobre el alto monte, da voces que te oían todos». También lo que se declara es la ley de Dios, esta se dio a Moisés en el monte, lugar alto, pues en alto se declara. Después de haber predicado, se hace la deprecación de absolución, pidiendo a Dios perdone al pueblo los pecados y conceda las indulgencias, que al lugar, predicador o tiempo están por los pontífices concedidas. Porque es bien que comience en Dios y acabe en Dios, pues es principio sin principio y fin sin fin. Acabado el sermón, se dice el credo, como que diciendo que aquella dotrina evangélica que se nos ha predicado es sobre el Evangelio, donde se contiene la fe, la cual está sumada y abreviada en el credo. Que es decir que el fundamento de las demás virtudes es la fe, porque sin ella no es posible agradar a Dios.Y así pa[ra] que aquella dotrina haga el provecho al alma que es razón, pues es manjar suyo, es necesario la creamos y obremos. Que por eso dijo san Agustín178: «Cree y haz cuenta que has comido». En algunas iglesias se dice el credo antes que se predique, principalmente en las de los religiosos de Santo Domingo, orden de predicadores, y también tiene su misterio y debe de ser que como santo Domingo fue acerbísimo predicador contra herejes y los de su Orden lo han sido, y así ha habido muchísimos oficiales de el santo oficio de la Inquisición. Por esto asientan primero el símbolo de la fe y luego se 174 175 176 177 178

Psal. 38. Nee. 8. Cap. 5. Super montem excelsum ascende tu: qui Euangelicas. Oseae. 4. Cap. vt quid, de consecrat. distin. 2.

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suben a predicar, como que diciendo: «Lo que aquí se ha cantado es la verdad católica y infalible, y nosotros salimos a la defensa», como siempre lo han salido. Testigos son de este orden sagrado de predicadores muchos santos que en él han florecido.

CAPÍTULO XIII. DE

EL EVANGELIO QUE PRINCIPALMENTE SE PREDICA

Aunque, como habemos dicho, de cualquiera parte de la Escritura se puede tomar el tema que haga al propósito de el tiempo, lugar o auditorio, cuando se ha de predicar de quien más ordinariamente se toma es de el Evangelio de aquel día. Sí se suele predicar de un lugar de Job, un verso de un psalmo o otro de otro profeta o una epístola, mas lo más común y que cada día se hace es de el Evangelio. Tanto que llaman evangelizar a el predicar: «Hermosos —dicen— los pies de los evangelizantes», para decir «de los predicadores». San Pablo dijo que vino a evangelizar para decir que vino a predicar, y de otros muchos lugares de la Escritura consta lo mismo. Así cosa conveniente será decir algo de el Evangelio. Esta dición es griega y quiere decir «buena nueva». Compónese de eu, que quiere decir, «bien», y ángel «lo declaró». Lo cual declara Eusebio179, diciendo se dice así porque es la mejor nueva y embajada que se puede dar, por ser de cosas celestiales y eternas. Hase de advertir la nota de Scoto que no todo lo que se cree y se ha de creer se escribe en el Evangelio, aunque todo lo que se escribe en el Evangelio se ha de creer. Porque de el Evangelio no consta que Cristo decendió al infierno y es artículo de fe que se ha de creer, y así está en el Símbolo de los apóstoles.Y otras muchas cosas de los sacramentos no se declaran en el Evangelio, como el baptismo sanguinis y el flaminis, y los tiene la Iglesia y manda que se crean por de fe. Por esto dijo por san Juan: «Aun me quedan muchas cosas por deciros, mas no podéis oírlas ahora, cuando venga el Espíritu santo os enseñará toda la verdad». Así que muchas cosas les enseñó el Espíritu santo, que no están escritas en el Evangelio, de las cuales unas se asentaron por costumbre y otras escribieron los apóstoles o sus dicípulos. También en diferentes tiempos han salido diferentes símbolos contra diferentes herejías.

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De praep. Euangel.

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El Evangelio predicaron los apóstoles en todo el mundo, de suerte que no hubo parte, nación ni lengua donde no llegase la predicación suya, o por los apóstoles o por sus dicípulos o sucesores. Así que aunque los apóstoles, según escribe Jacobo de Valencia, sobre aquello del psalmo décimo octavo In omnem terram exiuit sonus eorum no llegaron a los hunos y gotos, los cuales vivían en región no sabida, ni comunicada de la otra parte de las lagunas Meóticas, con todo en el día de el nacimiento de el Señor, todos los ídolos dijeron a voces que el rey de paz y señor de el universo había nacido en medio de el mundo. Por lo cual se congregaron todos los hunos y gotos y, hechos dos escuadrones, pasaron las lagunas Meóticas sobre sus aguas heladas y así llegaron a nuestras regiones, donde andando el tiempo se baptizaron. Pues la estirpe real de España y de otras muchas casas nobles que en ella hay deciende de los gotos o godos, que nosotros llamamos. Así que como el cielo comunica por sus astros sus influencias, Cristo su Evangelio por sus predicadores, para reengendrar los fieles, para alimentallos y conservallos. Los autores de la sagrada historia evangélica fueron cuatro, figurados primero en el Génesis por los cuatro ríos que salen de el paraíso y por otras muchas figuras que otros tienen muy esplicadas. Pues para haber de esplicar sus altísimos misterios, es necesario después de la gracia de Dios, que es lo principal, buen natural, competente ciencia y deseos de acertar con obras ejemplares. Por esto dijo san Pedro en su Canónica: «Estad apercebidos para saber y poder dar cuenta de aquella fe y esperanza que en vosotros hay». San Pablo a su Timoteo180: «Hola —dice—, date a la leción, exhortación y dotrina». El Eclesiastés: «Tiempo hay para callar, tiempo para hablar». Porque la verdad primero se aprende callando y después se predica hablando. San Pedro: «Conviene —dice— que el que enseña y predica a los que poco saben sea tal que se sepa acomodar según la capacidad de los que le oyen y ordene lo que va hablando de suerte que todos lo entiendan». La sabiduría de el predicador se figuró en aquellas barras de las andas de el arca de el Testamento que iban llenas de sortijas, para que cuando se hubiese de mover el arca, no hubiese dilación ni estorbo en mover las barras. Que fue decir que los predicadores que han de sustentar la dotrina evangélica han de estar adornados de letras bas-

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Cap. 3.

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tantemente, porque será cosa fea haber menester aprender cuando están obligados a enseñar. Así Cristo primero enseñó a sus apóstoles y después los envió a predicar y después de la resurreción primero les abrió los sentidos para que entendiesen las escrituras y luego les dijo: «Id por todo el mundo y predicad a todos». Los cinco panes que significan la ley que se contiene en los cinco libros primero los partió y después los dio a los dicípulos para que los repartiesen a las turbas. San Jerónimo dice181 que dos cosas ha de hacer el predicador: aprender de la Sagrada Escritura y enseñar a el pueblo.Y así aquel samaritano que curó a el herido de ladrones le dio después de curalle dos monedas, figura de los dos Testamentos en que se contiene la Sagrada Escritura y cosas de nuestra fe. Todo lo cual es muy necesario para la distribución y amplificación de el tema de el sermón, en cualquiera de los modos que diremos, así antiguos como modernos.

CAPÍTULO XIIII. DE

ALGUNOS MODOS QUE HAY EN LA DISPOSICIÓN DE LOS SERMONES

Diciendo lo que los padres antiguos usaron, diremos el que hoy se usa, advirtiéndolo en el lugar que convenga. Pero hase de notar que ningún modo hay que obligue de necesidad, porque cada uno se acomoda a su sentido y natural ingenio182. Es al menos conveniente conformar con el uso y costumbre de el tiempo y de los sabios, porque como es hablar, ha de ser al uso como el vestir (como decimos en la Elocuencia) y hase de seguir a veces la método de prudencia y naturaleza, a veces la de la dotrina, porque en unas partes se usa uno y en otras otro. Y en unos tiempos se ha usado uno y en otros otro. Los cuales modos pienso que comprehenderemos en lo que habemos de decir. El primer modo de proceder en la predicación o sermón fue declarando el Evangelio o epístola que se tomaba a declarar a propósito de la fiesta, domínica o feria, la cual aquel día cantaba la Iglesia, mezclando en la exposición cosas morales. De este modo usaron los antiguos, como parece de las homilías de san Agustín, Gregorio y Crisóstomo, y aun los siguen y imitan algunos modernos, dividiendo

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Cap. Qu. Ecclesias. §. Ecce. 36. dist. Capi. Illa. 12. dist.

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el Evangelio o epístola en partes. Pongamos ejemplo: la domínica primera después de la Trinidad, el Evangelio trata de el rico avariento y Lázaro mendigo, el cual se puede dividir en tres partes, de las cuales en la primera se ha de poner lo que pasaron en esta vida los dos en aquello: Homo quidam erat diues. En la segunda, la muerte de ambos y cómo el uno fue al seno de Abraham y el otro al de los condenados: Factum est, etc. En la tercera hacer una decente comparación: Eleuans autem oculos. Si fuera la epístola de el domingo de quincuagésima: Si linguis hominum, etc., se puede decir (aquí advierte el apóstol) tres cosas de la caridad: la primera su necesidad, porque no hay bien que lo sea sin ella: Si linguis hominum, etc.; lo segundo su fruto y provecho, porque se acomoda y ayuda en todos los actos de las demás virtudes: Quia charitas patiens est.; lo tercero su dignidad, porque en la bienaventuranza, la fe y esperanza faltan y ella permanece: Horum autem maior, etc. Y asimismo en otros. El segundo modo es tomando alguna autoridad de la sagrada Escritura por tema, como se hace en exequias de defuntos y en juntas extraordinarias, la cual se ha de procurar que sea de el oficio de aquel día, porque así no dejará de ser a propósito. La cual se dividen en partes dilatándola por pensamientos, no muchos sino como tres. Es modo muy magistral.Verase su prática en los sermones que se hicieron a las exequias de el catolicísimo rey de España y señor nuestro, don Felipe segundo, que Dios en su gloria tenga. De el cual usaron santo Tomás de Aquino, san Buenaventura y san Bernardo en los sermones que predicaron y Jacobo y Juan de santo Geminiano. En los días dominicales se toma por tema lo que más concerniente parece (aunque todo lo es) de el Evangelio o epístola de aquel día. En los días de fiestas de santos algunos antiguos acostumbraron a tomar el tema de el Evangelio o epístola de el domingo que había pasado más cercano, y pocas veces de el que se seguía. Mas hoy no se usa sino de el común, de el tal santo, si la Iglesia canta de el común o de el particular, si lo tiene, y si cae en concurrencia de domínica o día que fuere costumbre predicar suelen aprovechándose de su ingenio, combinar los evangelios o evangelio de uno y epístola de otro (a lo cual dicen «casar lugares».) Y aunque no está en el uso moderno, algunos también tomaban para esta ocasión antiguamente alguna autoridad de Escritura sagrada. Usáronlo Jacobo de Vorágine y Juan de santo Geminiano.

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Pareciome para la brevedad, que aquí he pretendido llevar (aunque no por ella querría escurecerme) no ejemplificallo todo, sino aquello en que hubiere necesidad, y el que de todo quisiere ver ejemplos, porque no se queje de el todo, vea a san Antonino de Florencia183, que no es de mi condición callar el autor de que más me aprovecho, sino mostrármele agradecido con confesar lo que es suyo. Porque lo ajeno lleva de bueno mi trabajo, y así procuro que lo sea todo, para que la autoridad que por mí no tiene, merezca por sus originarios autores, y como dice Plinio el mozo184, es vergüenza honrada la que un hombre pasa confesando lo ajeno que ha tomado para su provecho en materia de dotrina. Y a quien debo más después de san Pablo, es a este santo arzobispo, y así quiero serle agradecido, confesando mi deuda, supuesto que de la paga estoy imposibilitado. El tercer modo es por distinciones, el cual es más fácil y aun usó de él en algunos de sus sermones san Bernardo. Para imitar este modo son muy provechosas las distinciones de Mauricio y de san Gregorio en sus Morales y de Juan Casiano en las Colaciones de los padres. Hácense en muchas maneras estas distinciones. Lo primero dando muchas acepciones de alguna distinción en el tema, como digamos: Erat nauis in medio Maris. Dirán: nótese que hay muchas naves, porque hay nave de la inocencia baptismal, otra de penitencia, otra de religión, cuarta, la virginal de María. Y de esta suerte en las demás cosas, en los ejemplos, mas refiérome al citado, que tiene muchos y buenos. El cuarto modo es casi como este tercero, dando multiplicación de efetos o causas, condiciones, grados o especies o propriedades naturales o nombres diversos de la cosa que se trata en el tema. Como si se trata de el sacramento de el altar, decir sus numerables y santísimos efetos; si de alguna virtud, sus propiedades y otras cosas al modo que por claras no ejemplifico. El quinto modo es repetido el tema de el Evangelio o epístola que concurre, traer una autoridad de la Sagrada Escritura para fundar sobre ella el exordio haciendo una cría en ella o una historia sagrada o un símile sobre que haga discurso como paradoxon y luego lo ate con el tema (a quien otros llaman proposición) y luego ejemplifique la proposición con una y otra confirmación por sus lugares tópicos, todo lo

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3. part. titul. 18. por siete. §. §. In Epist.

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que en el tiempo que ha de predicar se sufra. Este modo es el que hoy se usa más comúnmente, el más praticado entre gente dota en corte y escuelas y el que tengo por mejor. El ejemplo de él tenemos cada día en los púlpitos, porque, como digo, es el modo de predicadores que llaman oficiales, y mientras el uso no engendrare otro, este me parece que es bien se tenga y pratique. Sexto modo es comenzando el sermón con la interpretación de la etimología de algún nombre principal contenido en el tema. Como si en la fiesta de el Bautista se diga185: Ioannes est nomen eius, traiga lo de Isaías186 y amplifíquelo. El cual modo, bien considerado, no es otro que el primero, sino que tiene alguna aparencia [sic] de diferente, por el medio que se escoge, mas al fin viene a ser el mismo, porque autoridad se esplica y cría hasta casalla con el tema. El séptimo modo en algunos tiempos fue tenido por curioso, ya no está tan en uso, que puedo decir que le haya oído más que dos veces en toda mi vida y ambas a dos en un mismo pensamiento y fiesta, aunque en diferentes púlpitos.Y no por exordio como antiguamente se ponía, sino por confirmación de el tema. Pero digo que, supuesto que se haya de usar de él, que es mejor así.Y es cuando una palabra de el tema que tenemos por principal la desmenuzan por letras. El ejemplo que yo de esto oí era en el nombre de María y se deshacía y hacía con traer cinco psalmos que comenzaban en las cinco letras de el nombre, y luego aquellas autoridades interpretadas en loor de la Virgen. Quiero por gusto de el que aquí llegare poner el que trae san Antonino, porque no se queje de mí de el todo. Dice el santo: «Demos caso que es el tema, Mortuus est diues, et sepultus est in inferno, se puede decir que ocho son las grandísimas penas de el infierno, sinificadas en las ocho letras de su nombre, y probadas con ocho lugares. La primera letra es I: Ignis cruciatio, según lo de el Apocalipsi187: Pars illorum in stagno ignis, et fulguris. La segunda, N: Numinis priuatio. Isaías188:Tollatur impius, ne videat gloriam Dei. La tercera, F: Flagelli illatio, Psalmista, multa flagella peccatoris189. La cuarta, E: Aeterna duratio, por san Mateo190, Ite maledicti in ignem aeternum. La quin185 186 187 188 189 190

Lucae I. Isai. 49. Cap. 21. Cap. vlt. Psal. 31. Cap. 23.

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ta, R: Remorsionis stimulatio, Isaías191, Vermis eorum non morietur. La sesta N: Negatio illustrationis, san Mateo192, Mittite eum in tenebras exteriores, La séptima,V: Vilificatio habitationis. Porque según san Basilio, en el infierno echarán todas las heces de los elementos. La octava, S: Sublatio omnis boni. San Gregorio dice que será muerte sin muerte, fin sin fin, falta sin falta. Este es el ejemplo de predicación no usada ni es muy acepta, porque tiene más dificultad que claridad y no tienen la fuerza estas palabras vulgarizadas que en latín, porque pierden las iniciales, y así no me parece usual. Cada uno elija según su prudencia, que yo no quiero atar a nadie a mi modo, sino decillos todos para que cada uno elija el suyo. Mas como habemos dicho, estas cosas se han de acomodar al uso, según Horacio y nuestro Quintiliano en sus Instituciones retóricas. Nótese que cuando el sermón es de algún santo particular, porque de pocos habló a la letra ni difinitivamente la Escritura, se pueden aplicar lugares de ella morales interpretativamente, aun dice san Antonino, de contrario sentido reducidos al propósito. Mas para que de él no se salga, daré yo una regla que a mi parecer es de oro, y es que cuantos lugares se hayan de esplicar en cualquier sermón de los psalmos que la Iglesia canta en aquella feria o día o de las lecciones que reza, porque como regida por el Espíritu Santo, toda su aplicación tiene misteriosa correspondencia, que aun historias da que acomodar y esplicar a propósito. Ahora resta que digamos lo que hay más que advertir en esto, y es que todo sermón es una oración retórica, la cual suele tener cuatro partes (como en la Elocuencia se dijo con algo de lo que aquí es fuerza tocar): exordio, narración, confirmación, epílogo. Ya dijimos cómo la salutación era cierta parte de exordio como que insinuación y cómo en la narración se pervertía el orden, porque el que hay es este. La narración en los sermones es la letra de el Evangelio o epístola; el tema se saca de la narración, sirve de lo que el estado y es estado. La narración, según la oratoria antigua, tenía su lugar luego tras de el exordio, mas así como en aquellos tiempos no era fuerza que toda oración llevase todas cuatro partes porque en algunas podían faltar algunas sin hacer falta: ahora a la narración ha parecido conveniente se le trueque el lugar, es fuerza que se haya de decir la letra de el Evangelio por constitución de el Concilio de Trento. Unos la dicen en haciendo el per

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Cap. vlt. Cap. 22.

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signum crucis y luego dicen esta es la letra de el sagrado Evangelio, para su esplicación es menester la gracia, supliquemos por ella. Otros en diciendo la letra suelen traer un símile de historia sucedida o natural, a propósito de la fiesta o día o tema, acomodándola al pedir gracia. Otros, aunque no venga con la fiesta ni tema con que se apeló, para pedir gracia la aplican. Otros hacen esto sin haber repetido la letra de el Evangelio, la cual declaran en levantándose de la salutación. Otros la guardan para el lugar que le daban los antiguos a su narración, el cual no es tan bueno como cualquiera de esotros tres primeros modos, porque impide criar y dilatar la proposición de el tema, y no da lugar a que campee lo estudiado de el sermón. Esto supuesto lo de el epílogo y lo demás, lo que en la Elocuencia dijimos, porque no soy amigo en una misma cosa gastar papel muchas veces, se podrán seguir y usar como se pratican los dos modos de los siete referidos, es a saber el segundo y quinto. Que yo confío en Dios que el que los siguiere aplicando en la cría, dilatación y más que todo en la conoxión193 y trabazón a propósito, algún ingenio le sucederá bien. Húyase quiriendo hacer de dos sermones o más uno, no los echen ambos o más a perder, que suele haber este descuido en algunos predicadores porque no se diga que los toman de memoria.Y por fin de nuestras advertencias oyamos a aquel gran predicador, Pablo, el consejo que acerca de esto da en otro capítulo.

CAPÍTULO XV. EN

QUE SE EPILOGA LA DOTRINA PASADA

Escribe a los Tesalonicenses194 aquel divino predicador, Pablo, y dales consejos para que lo sean, diciendo: «Hermanos, rogámosos que corrijáis a los inquietos, consoléis a los pusilánimes, regaléis los enfermos, seáis pacientes con todos, no dé nadie mal por mal, sino seguid 193

En el texto connoxión, que no me atrevo a corregir en conexión. La combinación de esta palabra con trabazón es frecuente en textos áureos.Ver por ejemplo La Agudeza y arte de ingenio, de Gracián: «Es la agudeza de proporción la primera entre las incomplejas; es el compuesto de tres o cuatro proporciones el más principal y agradable, y si en si grandes, por la conexión y trabazón parecen mayores» (Gracián, Obras completas, p. 687). 194 Cap. vlt.

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todos el bien. Estad siempre contentos, orad a menudo, dad gracias a Dios de todo, porque esta es la voluntad de el Señor en Cristo Jesú, que sea con vosotros todos. No perdáis en el espíritu, no tengáis en poco las profecías, conoced el mal para huille y abrazaos con el bien. Absteneos de cualquiera cosa que sepa a mala. Con esto Dios, que lo es de paz, os santifique en todas las cosas, para que vuestro cuerpo, espíritu y alma permanezca entera, sin tener de qué quejarse. Fiel es el Señor que os llamó y puede haceros fieles. Rogad por nosotros. Daldes paz de mi parte y saludes con santidad a los demás hermanos. Y os pido con encarecimiento leáis esta epístola a todos los hermanos santos. La gracia de nuestro señor Jesucristo sea con vosotros, Amén». Esta epístola puede tomar para si cualquier predicador, y tenella por epílogo de lo que debe hacer en este oficio y de nuestro tratado y ponello en prática, para que así sea predicador perfeto, como le querríamos aquí haber pintado. Para que esto se consiguiera más cómodamente, cosa fuera conveniente lo que advierte nuestro amigo, el doctor Pedro Simón Abril, en los Apuntamientos que de las ciencias hizo, en el de Teología195. Hubiera en las Universidades perpetuamente dos lecciones de los dos Testamentos, viejo y nuevo, figurados por aquellos dos serafines que dice Isaías que estaban siempre dando voces a Dios y diciéndole: «Santo, santo, santo Señor, Dios de los ejércitos», y a los que han de tomar insignias de doctores, teólogos, obligallos más a hacer actos y demonstraciones en la lección y declaración de ellos que en disputar aquella manera de cuestiones.Y pues el predicar es una de las mayores obras de nuestra sagrada religión y de que Dios más se sirve y más el pueblo cristiano se aprovecha y este oficio importa mucho hacerse bien pues de el hacello mal o bien hay tanta diferencia de daño o de provecho y el bien predicar (fuera de que pide buena naturaleza) consiste también en cierta manera de dotrina y ejercicio, no fuera malo fundar una lección de cómo se ha de predicar bien, dando sus reglas y dotrinas para ello y leyendo para ejemplo los sermones de san Basilio, san Cirilo, san Cipriano y san León Papa y los que más habemos dicho y otros muchos que nos dejaron escritos sus sermones y particularmente las Epístolas de san Pablo, que están llenas de elocuencia cristiana.

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Se refiere Patón a la obra de P. Simón Abril, Apuntamientos de cómo se deben reformar las dotrinas (Madrid, Pedro de Madrigal, 1589).

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Aunque para lo que toca al estilo, y figuras de oración, también es provechosa la lección de los buenos oradores griegos y latinos. Bien parecerá a alguno sobra de atrevimiento el mío, el cual, si lo mira con el ánimo que lo doy, lo alabará. Que por ventura, como dice san Gregorio en el fin de su Pastoral, seré como el pintor feo que saca una imagen hermosa o como la piedra de amolar que da filos al cuchillo para que corte. Si a el de el predicador no he sabido yo dar el que conviene, sirva de despertar a otro que nos dé nuestro predicador, de el todo tan perfeto como deseo, que yo el mío bien veo no irá tanto que ya no tenga necesidad de gran censura y correción, y así a nuestra Santa Madre la iglesia se lo cometo y pongo bajo de la suya.

CAPITULO XVI Y DE

ÚLTIMO.

CÓMO IMPORTA OÍR SERMONES PARA HACERSE PREDICADORES Y LA OBLIGACIÓN QUE LOS FIELES TIENEN A OÍLLOS

Plutarco, quiriendo hacer un tratado de el orador perfeto con más brevedad y no menor provecho que los que antes que él habían escrito, lo hizo y lo título. De auditoris officio, «de el oficio de el que oye». Porque el que quisiere hablar de suerte que pueda ser oído, ha de haber acomodádose primero a oír. Por esto Espintaro no acaba de alabar a Epaminondas, que oía mucho y hablaba poco. La naturaleza nos da lección muy clara, pues oímos primero que hablamos, y nos da dos oídos y sola una lengua. No ha de haber fausto ni invidia en el oyente, porque el oyente poco recatado a sí mismo se hace daño, no sea ambicioso, sino humilde, afable y agradecido. De el que dice bien tome ejemplo para imitarlo y de el que mal para evitarlo y no para murmurarlo. Pregunte en lo indiferente no reparando en sofisterías de poco momento, alabe lo que oye bueno, no siendo demasiado en el aplauso ni con todos ni de una suerte. Que por esto pintaban los antiguos a Mercurio en compañía de las gracias, dando a entender que con el favor de el oyente se aumenta el fervor de el bien decir. Siéntese con modestia y no esté haciendo gesticulaciones ni en pro ni en contra de el que ora, porque más cobra opinión de necio que de docto el que está inquieto. Estas y otras cosas dice Plutarco en este libro muy a propósito de el nuestro, que porque las dejamos repetidas, aunque no en su nombre sino en el de los doctores de quien

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las tomamos, no las refiero.Vea este tratado el curioso y para la atención que debe tener en los sermones oya lo que en los suyos dice Horacio de el mozo Palemón, que por oír con curiosidad a su maestro lo vino a ser de su escuela y de un distraído y profano se convirtió en un gran filósofo muy exacto y moral.Y aun pienso yo que por esto no hay más lecciones de escritura en escuelas, porque quieren que se tengan por tales todos los sermones que cada día se hacen. No solo a el predicador que es o ha de ser toca esta obligación oír sermones, mas a todo cristiano que quiere salvarse, porque en esto se conocen ser hijos de Dios, en que oyen su palabra y la guardan. Esto es decirnos: «Quien tiene oídos para oír, oya»; San Agustín dice196: «Nadie diga no tengo lugar de leer y así no puedo saber la ley de Dios ni cumplilla; nadie diga, no tengo letras y así mi ignorancia no será pecado». Escusa inútil y vana, porque el que no puede leer, puede oír al que lee, que es el predicador, oyendo, percibiendo y conservando para hacer lo que oye. Porque no se pierda la semilla de la palabra de Dios197. El cual apodo dio también Plutarco198 en el fin de el libro citado a lo que se dice y habla. No atendiendo a quién dice, sino a lo que se dice, como aconseja Séneca.Y por Neemías se dice199: «Los oídos de el pueblo estaban puestos en el libro, que es decir en la explicación de la ley de Dios» 200.Así que hay obligación de atender a lo que se dice y si es malo no atender ¿cuánto peor será no asistir? La diferencia que da san Antonino entre los que no oyen sermón y entre los que lo oyen es que los que no oyen son como bestias fieras cerriles, los que oyen son hombres corteses de pulicía y afabilidad. Por esto mandaban los Cánones antiguos201 que el que estando oyendo el sermón se saliese sin acabarle de oír le excomulgasen, porque el que deja perder la semilla que es manjar de el alma y no gusta de el pan de el cielo señal es de muerte o que se ha cumplido la amenaza que Dios tenía hecha que ha de quitar al pan la sustancia, que es decir la eficacia de la palabra de Dios, por la tibieza y culpa de los que negligentemente la oyen o faltan a esta obligación. 196 197 198 199 200 201

Serm. 26. Lucae 8. De audit. offi. Cap. 8. Antonin. 2. p. tit. 9. Cap. 10. §. 3. De const. distin. 1.

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La palabra de Dios oída tiene doce maneras de fruto, de las cuales todas son privados los que no la oyen. El primer fruto es que por disposición es quien engendra la fe. Consta de san Pablo202: «La fe por el oído y a el oído le viene por la palabra de Dios». San Bernardo dice: «¿De dónde hay tanta luz de fe en el mundo, sino por la predicación de Jesucristo?». La samaritana fue convertida por la palabra de Dios, junto al pozo de agua, símbolo de la misma palabra. Isaac, Jacob y Moisés se casaron con sus esposas, junto a donde manaba el agua. Rebeca, Raquel Sefora significan la sal, mas que se desposan con Dios por la fe, según lo de Oseas203: «Desposaraste conmigo en la fe». El segundo fruto es que aumenta la esperanza, y así dice el Profeta que esperó en la palabra de el señor. Porque como las palabras de la divina Escritura predicadas prometen premio eterno a los que trabajan, perdón a los que hacen penitencia, ayuda a los que llaman a Dios, hacen poner la esperanza en Dios.Y aunque las palabras de Dios leídas mueven, tienen un no se qué de más eficacia oídas, según lo de san Jerónimo204, porque son voces vivas que se entran por el oído, como espada de fuego o de dos filos. Lo tercero: añade fervor, según lo de Hieremías205: «Por ventura —dice— ¿no son mis palabras fuego, que con su calor calientan el corazón?». Y en los Proverbios206: «Toda palabra de Dios es un escudo de fuego para los que tienen en el esperanza», lo cual esperimentaron los dicípulos que iban a Emaús, pues dijeron: «¿Por ventura nuestro corazón no ardía en nosotros cuando en el camino nos hablaba y nos declaraba las escrituras?». El cuarto que multiplica las buenas obras. Consta por san Mateo207: «La semilla es la palabra de Dios que cayendo en tierra en uno multiplica hasta treinta208, en otro sesenta, en otro ciento». En lo cual se significa la variedad de el mérito y bienes que se causan por la palabra de Dios en los casados, viudas y vírgenes.

202 203 204 205 206 207 208

Ad Roman. Cap. 10. Cap. 2. Ad Paulinum. Cap. 23. Cap. 30. Cap. 13. En el original ‘treyenta’.

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El quinto que saca de pecado y sana de él, y así dijo el centurión a Cristo209: «Señor con una palabra que digáis sanará mi criado o hijo». Y en los libros de la Sabiduría210: «Señor —dice—, tu palabra sana todas las heridas de el alma».Y por san Juan dice211: «Vosotros ya estáis limpios y sanos por lo que he hablado con vosotros». Y es porque mueve y guía a la contrición. En figura de lo cual se lee que Hieremías fue sacado de un hondo lago lodoso con sogas y paños viejos revueltos, porque las sogas de que iba atado no le lastimasen la carne212. Hieremías significa el alma en pecado, donde sale con la maroma de la palabra de la predicación, con la cuerda de la reprehensión y paños de ejemplos. El sesto que prepara para recibir mejor la gracia de el Espíritu divino, y así se lee en los Actos213 que estando san Pedro predicando a la familia de el centurión Cornelio, bajó el Espíritu Santo sobre todos los que oían su sermón. El séptimo que corrobora y fortalece en las tribulaciones para que no se desmaye en ellas. Por lo cual dice el psalmista que con la palabra de Dios los cielos se fortalecieron214. En figura de esto no quiso Cristo que las turbas que le seguían volviesen a su casa en ayunas, porque no desmayasen en el camino. Elías con la virtud de el pan subcinericio215, que es la palabra de el Señor, pudo llegar a lo alto de el monte Horeb. El octavo que conserva la vida espiritual, por lo cual se dijo que no de solo pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios216. Por san Juan dice: «Las palabras que yo hablo son de espíritu y de vida».Y de esta manera se ha de entender lo de el Apóstol, que dice: «La letra da muerte y el espíritu da vida». El noveno que defiende en las tentaciones, y por esto san Pablo aconseja217 que tomemos la espada de el espíritu contra las tentacio-

209 210 211 212 213 214 215 216 217

Matt. 18. Cap. 16. Ioan. 15. Cap. 38. Cap. 10. Marc. 8. 3 Reg. 9. Deut. c. 6. Matth. 4. Cap. 6. 2. Cor. 13. Ad Eph. Cap. 6. Ad Heb. Cap. 4.

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nes, esta espada es la palabra de Dios, más penetrante que la de dos filos. La cual espada jugó el mismo Cristo en el desierto para deshacer las tentaciones de el demonio, pues le venció con tres lugares de la sagrada Escritura. También se figuró esto por las piedras con que David derribó a Goliat218. El décimo fruto es que ahuyenta las ignorancias de los yerros, que por eso dijo el psalmista: «Tu palabra, Señor, es hacha de luz que me alumbra dónde he de poner los pies». Ceferino papa dijo a este propósito219: «Así como la noche no quita la luz a las estrellas de el cielo, la maldad de el mundo no puede escurecer la verdad a los entendimientos fundados en ella por la sagrada Escritura». El undécimo que refrena los malos pensamientos y obras. Por lo cual se dijo en los Cánticos220: «Tus labios son como una cinta de grana y tu conversación dulce, esposa mía». La cinta o trenza recoge los cabellos, símbolo de los pensamientos, y así como con ella se detienen no cayan sobre la cara, con la palabra de Dios se refrenan los pensamientos. El duodécimo que saborea y endulzora. Por lo cual dijo el psalmista: «Oh, qué dulces y suaves son para mi gusto vuestras conversaciones, sábenme más que la miel». Por tantas riquezas, frutos y provechos llama Dios bienaventurados a los que oyen su palabra y la guardan. Por esto dice san Augustín221 que no es menos la palabra de Dios que su mismo cuerpo, no en cuanto a la esencia, mas en la eficiencia. Porque, según la glosa, mayor fruto aun se sigue de la predicación de la palabra de Dios algunas veces que de recibir el cuerpo de Jesucristo. Porque oyendo la palabra de Dios en pecado no se peca de nuevo, si no se pone en ocasión de salir de el pecado; y comulgando en pecado se comete otro gravísimo de sacrilegio, porque el que comulga indignamente come y bebe su condenación. Los gentiles se convirtieron por la predicación y no por la comunión. Por lo cual es razón se oya y guarde, rumiando sus misterios, como se lee de san Nicolás, que siendo niño iba a la Iglesia y oía la palabra de Dios, guardando lo que se le decía en el alma. Que de

218 219 220 221

I Reg. 17. Dist. 38. Cap. 4. Cap. Interrog. 1. quaest. 1.

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esta manera se ha de entender que santa Cicilia traía guardado en su pecho el Evangelio, como se dice en su Vida.Y la Virgen santísima de esta suerte guardaba las palabras de la divina ley en su corazón meditándolas. Por figura de esto se tenía en la ley antigua por inmundo el animal que no rumiaba, que es como que no acordarse de meditar ni considerar las cosas oídas y esto para ponerlo por obra. Porque, como dice Santiago222, el que oye la palabra de Dios y no la guarda es como el hombre que quiere ver la figura de su nacimiento en un espejo que no consideró, y dejado el espejo de la mano, se olvida de lo que fue. Así es el que oye el sermón y conoce en él sus faltas y luego se olvida de enmendarlas. Uno de aquellos siete de Grecia aconsejó esto de mirarse el hombre a el espejo, más para que a la hermosura de el rostro corresponda la de el alma. Por san Lucas223 aun se dice que es para mayor condenación saber lo que deben hacer y no hacello.Y no por esto dejen de oír, que será culpa doblada. Por fin de mi librito, entre tantos y tan buenos predicadores como habemos citado para la perfeción de el nuestro, quiero traer un cuento de un predicador, maestro de mentira, que en esta ocasión dijo verdad para condenar más las almas por este camino. Cuéntalo mi san Antonino224, y por eso lo quise poner aquí. En un convento habían convidado en otros sermones y en otras iglesias para la fiesta de cierto día que querían celebrar y, como es costumbre, se dijo que había de predicar un grande oficial, maestro en santa Teología. Sucedió que, llegado el día, repentinamente enfermó el padre predicador y llegándose la hora de la predicación, el prior estaba ansiosísimo y muy congojado de ver el pueblo con gran frecuencia junto y que no había predicador. En esta agonía sucedió que llegó a la puerta de el convento de camino un fraile de muy buen parecer con aspecto de letrado y docto, también de el mismo hábito y orden, el cual pidió por el padre prior. Habiéndose visto los dos, dijo el forastero a el prior: —Padre mío, a lo que considero vos tenéis algún gran cuidado, ved si os puedo ayudar en él, que lo haré de muy buena gana. El prior le contó su desasosiego y causa de su melancolía. A lo cual dijo el huésped:

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I. Cantic. Cap. 12. 2. p. tit. 9. Cap. 10. §. 3.

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—Padre prior, no tengáis pena, que Dios lo remediará. Mandad que se me dé la llave de la librería de el convento o de ese padre enfermo, que aunque es poco el tiempo yo procuraré sacaros de afrenta y cuidado. Consolose el prior, diósele estudio en los mismos libros que el otro tenía abiertos y con los mismos lugares hizo su sermón. Subiose al púlpito, predicolo admirablemente, de suerte que antes pareció más bien que el famoso que estaba enfermo, que no peor. Estúvole oyendo entre otros un gran siervo de Dios, el cual por favor que el cielo le hizo conoció ser el predicador el diablo. No se inquietó, sino dejole acabar de predicar y entrose con él a el convento y apartole en secreto y díjole: —Ven acá, Satanás, ¿cómo siendo autor de la mentira has predicado un sermón tan católico y de tan santas verdades? A lo cual, sin negarle quién era le respondió: —Dije tantas cosas y tan verdaderas de la gloria de la bienaventuranza y de la pena de el infierno y de los pecados de el pueblo, díjelo con tanta eficacia que los dejo llorando. Y sé su condición y que mañana lo han de olvidar y no se han de apartar de su mala vida. Pues para mayor condenación suya y poderlos acusar diciendo que aun yo mismo les dije la verdad y no la obraron, hice este sermón. De lo cual habemos de sacar que aunque el predicador sea un demonio, si nos dice la verdad, habemos de atender a lo que nos dice. Y tanta cuenta se nos ha de pedir de el sermón que oímos de el predicador de mala vida, como de el que es de buena y santas costumbres. Porque si es malo, como dicen, para sí mismo es malo. Esto es lo que me ha parecido que importa guardar el que quiere llegar a ser buen predicador, y no porque a tal perfeción no se pueda llegar desmayen, que no pueden ser las cosas iguales, y, como dijo Cicerón, si conforme sus reglas se hubiera de dar el sabio o el orador, ninguno se hallara bueno. «A aquel ternemos por muy bueno —dice Horacio—, cuyas faltas fueren medianas». Que, como dice Séneca: «No enseña cómo se vive, sino cómo se debe vivir». Así yo no escribo cómo son los predicadores, sino cómo deben ser, y el que de estos requisitos tuviere algunos, procure adquirir los que le faltan, pues es así: Quae nihil ab omni parte beatum. El sujeto de la predicación, conocidos los buenos deseos, suplirá de suerte las faltas que no se conozcan ningunas. Ni nadie juzgará que las hay en lo que toca a

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las palabras y requisitos oratorios con que la vida sea ejemplar y que con su santidad, bondad, virtud, humildad y costumbres predique, reprehenda, enseñe, corrija, componga y instruya y edifique al pueblo para honra, gloria, servicio y alabanza de Dios, a el cual se dé toda la que resultare de lo bueno que en esta obra se hallare y a mí la culpa de los descuidos, los cuales suplico al prudente corrector, a cuyas manos fuere, supla con su enmienda, quitando lo que tal no fuere para que sea digno de su aprobación. Que si, como Cristo dijo: «Es mejor entrar en el cielo sin ojo, brazo o pierna, que no en el infierno sano», también lo será en el libro quedar perfeto con la censura y borrado de su correción que condenado sin ella.Y porque esto tenga el acierto que es razón, lo cometo a la católica censura de nuestra madre la Iglesia, que de esta suerte confío en el Espíritu divino que la gobierna corresponderá la obra a mis deseos, que son de dar lo que me fuere posible, un arte con que se ayude el que pretende llegar a ser predicador perfeto.

EL

LICENCIADO DON

FERNANDO

DE

BALLESTEROS Y SAAVEDRA.

San Lucas escribe225 que san Pablo en Antioquia, un sábado en la sinagoga, declaró la ley y profetas y predicó. De lo cual se infiere que no es una misma cosa predicar de la escritura y leer sobre ella, porque la leción fue estando sentado y el sermón en pie, que leer ha de ser con sutileza y el predicar con llaneza. Con lo cual se concluye que hacen mal los que se trabajan en el púlpito, por decir todo lo que saben y los que no en buscar sermones en romance para vocear lo que inoran, debiendo guardar lo que el apóstol les enseñó226 en el hecho y el papa Nicolao en el derecho, y antes san Pedro227 disponiendo que el predicador tenga suficiencia para acomodar la dotrina, con la capacidad de los oyentes, siendo sabio en la ciencia, aprobado en las costumbres, irreprehensible en sus obras y temeroso de nuestro Señor. De lo cual resucita la memoria el Concilio Tridentino228. Consta también la diferencia de la cátedra y el púlpito, porque en la una se instruye 225 226 227 228

Actorum Cap. 13. Dist. 43. Dispensatio. 8. quaes. 1. Opportet . Sess. 5. de refor. Cap. 2.

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el entendimiento enseñado y en el otro se aficiona la voluntad, persuadiendo según Platón229. Para lo primero siempre ha habido muchos maestros (aunque en este argumento nada es mucho, ni lo será aunque se escriban más libros que en el mundo quepan) de la prática230. De lo segundo también hay copia en nuestra España en lengua vulgar, mas de teórica no ha venido a mi noticia otro que así nos reduzga la predicación cristiana a arte, y más con tal brevedad de precetos, que no escureciéndose se da fácil y de todos intelegible, siguiendo copiosas y estendidas distinciones. Pues particularmente (contra la falsa opinión del vulgo, que en cosas de cordura, y erudición no tiene voto)231 prueba que el predicador gracioso y no sabio no merece tal nombre, aunque más le sigan, pues está a peligro de enseñar dañosas inorancias, y que al sabio, aunque le falte la gracia, es más razón oírle pues enseñará verdades, no dando el sobrenombre de perfeto sino a aquel en quien concurren ciencia de cosas y gracia en el decir. Cuyo fin (aunque parece dificultoso) con este arte se hace fácil en aquellos a quien dispuso naturaleza. Porque faltando esta regla, tengo por cuerdo consejo el de los poetas232: Nihil invita facies dicesve Minerva. Como también lo enseña el maestro desta dotrina, a cuyos trabajos todos debemos inmortal agradecimiento.

APOLOGÍA

ORADA EN PÚBLICO CONCURSO, EN PRUEBA DE QUE

CONVIENE QUE SE ESCRIBAN ESTOS Y OTROS LIBROS DE CUALQUIER FACULTAD EN NUESTRA LENGUA VULGAR ESPAÑOLA

Dulce es el amor de la patria, y tanto que aun morir por ella es cosa dulce y honrada. Testigos son de esta verdad Bruto, Curio, Genucio, Aemilio, los Decios y los Africanos, Codro, Trasibulo y los Filenos cartaginenses.Y si el morir por ella les fue a estos insignes varones puesto tan a buena cuenta, no la perderá de agradecido el que en cualquiera ocasión sus cosas celebrare mostrándose su hijo tal. Y

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Gorgia. Ioannis Cap. 21. Horat. 9. libr. 3. ad 1. Horat. In Arte. Cicero in Offi.

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aunque hay la diferencia que de el decir a el hacer entre los hechos de los referidos y lo que hemos de decir no es negocio tan sin estimación que si a los césares por sus hazañas Roma dio nombre de padres de la patria, a Cicerón le haya negado el mismo nombre, pues claramente nos consta, si muchos por sus armas, él por su lengua lo fue. Los reales de Grecia sobre Troya y la sentencia dada en favor de Ulises cuando le adjudicaron las armas de Aquiles, son buenos testigos desta verdad que vamos probando. Como ocasiones ha habido, y muchas, en que el laurel y la yedra inmarcesibles que a la lengua se deben se han aventajado a la grama, encina y oliva que siempre se dio en premio de el valor miliciano, y no hallaremos que estos premios e insignias de honor y gloria se hayan dado a los que en lengua estranjera, otra que la suya se mostrasen excelentes. A Mercurio Trimegistro no le alaben de maestro de la elocuencia caldea, sino de la gitana; a Pitágoras y a los demás sabios griegos, no de la gitana, sino de la griega; a Cicerón, no de la griega, sino la maternal latina (que era vulgar en Italia). Alaban, pues, a unos y a otros, haber procurado ennoblecer sus tierras, trasladando en su vulgar a ellas la monarquía de las ciencias de las otras, que esto es de lo que se preció el último de los referidos, que hizo hablar en su lengua propia a los filósofos griegos. Luego el que en la nuestra escribiere cosas de importante doctrina, no es razón sea privado de el nombre de hijo agradecido y a su patria España, pues las naciones pasadas en tanto estimaron semejantes agradecimientos y más favoreciéndola el cielo, entre otras mil mercedes con esta de la monarquía de las ciencias que hoy florece en España, sin hacer agravio a ningunas de las presentes y pasadas naciones en cualquier otra parte de el mundo. Considero yo, señores, aquella revelación de el evangelista san Juan, que estando en la isla de Patmos desterrado, vido siete candeleros que un ángel les mudaba de una parte a otra, y aunque difinitivamente según la de los dotores se ha de entender de la Iglesia militante y religión cristiana interpretativa se puede aplicar a la monarquía de las ciencias pues no consta que siempre hayan permanecido en un punto, sino que han ido floreciendo en diferentes naciones. Donde cuadra a el propósito la esplicación de aquellas cuatro cuadrillas de caballos que, entre otras sus visiones, el Profeta nos cuenta. Esto constará llanamente a quien con alguna advertencia quisiere hacer discurso dende los caldeos, que fue la gente más antigua de el mundo, en quien florecieron las ciencias, ense-

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ñadas por tradición de los decendientes de Adán, de quien se trasla[da]ron a los hebreos, de los hebreos a los egipcios, de los egipcios a los griegos, de los griegos a los latinos, de los latinos a nuestros españoles, en quien están con aquella perfeción que ellos le pudieron dar y con aumento de otro mayor, que la nueva industria de los hombres cada día le pone. Mas es de notar que ni los caldeos, hebreos, gitanos, griegos, latinos, indios, persas, sirios, árabes ni otra ninguna nación procuró enseñar las tales ciencias en lengua ajena, sino en vulgar y propia. Innumerables razones que comprueban y vencen esta verdad llanamente. Sea la primera y no menos eficaz que las demás saber cuando Dios dio la ley a su pueblo y a Moisés en su nombre (con ser todo lo cendrado de la Teología y misterios que la Iglesia de Dios tiene) no se la dio en lengua que fuese necesario estudiar para entendella, sino en la vulgar que todos hablaban y entendían hasta los niños. Y así con esta advertencia, por ser tan importantes, san Mateo escribió para los latinos su historia evangélica en latín, san Juan para los griegos en griego, san Marcos y san Lucas para los palestinos en hebreo, san Pablo a cada nación le escribía en lengua que le entendiese y así su epístola, tan elocuente como sentenciosa, aunque en lengua ajena, en latín la escribió a los romanos. Luego pues todas las ciencias son siervos de la santa Teología (como en los libros de la divina sabiduría el Espíritu Santo lo afirma), bien es que se traten en la lengua que se comunica la misma señora y pues en vulgar la comunicó Dios a ella en vulgar la comuniquemos todos con las circunstancias debidas y ordenadas por la Iglesia. Item porque en la lengua no basta saber cosas dichas, así generalmente, sino que se ha de tener noticia de ellas muy particulares y menudas y de la propiedad y le término que hay en ella para tratar cada cosa. Lo cual en la lengua que no es común, popular y usada ordinariamente es cosa tan dificultosa que viene a ser casi imposible, y si alguno la alcanza es a costa de tanto trabajo y tiempo que cuando viene a saber las cosas han pasado los mejores y más floridos años de su vida. Demás de esto el que enseña en la suya propia sabe mejor declarar sus conceptos con términos más propios y que declaran las cosas más perfetamente que en la que le es estraña, de lo cual procede que enseñando en lengua estranjera usan de impropias y bárbaras maneras de decir, de suerte que corrompen ambas lenguas y la ciencia no queda con claridad y distinción que fuera bueno. Dejo aparte la cosa que más debe estimarse: el tiempo que se pierde

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en adquirir una flaca e imperfeta noticia de la lengua estranjera, el cual gastado en deprender en la suya propia quien quiera que tenga entendimiento podrá salir muy docto en todas las ciencias, y no que vemos que los más nobles y más granados gastan el tiempo de su tierna edad en aprender un poco de gramática latina y en llegando a su juventud dan de mano a los estudios y dejan de tratar de cosas grandes y negocios importantes, apercebidos y reparados de lo que tanto les importa para saberse regir en ellos como debían233. Dicen algunos a esto que no es bien se enseñen las ciencias en vulgar, porque vendrán a ser menospreciadas y tenidas en pocos, si se hacen tan comunes. No temen ellos que las ciencias sean despreciadas, pues deben saber que la comunicación del bien no le hace ser tenido en menos, lo que temen es que ellos no serán tan estimados como gente que solo tienen la llave de la dotrina pues será cosa tan fácil saber234. De suerte que amor propio y ambición les hace decir aquello y con saber que la naturaleza de el bien trae consigo el ser comunicable como consta de las hermosas criaturas: sol, luna, estrellas y elementos y del mimo Dios, que es sumo bien, que por serlo es sumamente comunicable; y donde las ciencias se enseñaron y hoy se enseñan en lengua común, no por eso dejan ni dejaron los sabios de ser estimados en lo que es razón. Cuando esto digo no es mi intento destruir las cátedras de las lenguas hebrea, griega, latina que en las universidades y pueblos honrados hay, porque bien entiendo lo mucho que interesan las repúblicas (principalmente la cristiana) de su santa y virtuosa leción (que como tal los sagrados concilios la encargan) y aun de parecer de doctos; la arábiga también se había de leer, por las razones eficaces que ellos para ello alegan. Mas principalmente la latina es muy justo y santo se estime y trate con el cuidado que se 233

Copia en este punto de la enseñanza de los nobles, prácticamente al pie de la letra, al maestro Pedro Simón Abril, en cuya Filosofía natural escribe: «I assí, cansados de ver que en tantos años de estudio no an alcançado más de un poco de bárbaro latín, dan de mano a los estudios» (ver Morreale, 1949, p. 237).Actualizo la acentuación y puntuación del texto citado. 234 Parece que sigue copiando el mismo lugar citado, la Filosofía de Simón Abril, casi al pie de la letra: «Vernán, dizen, luego a ser despreciadas y tenidas en poco las ciencias, si se hazen tan comunes [...] a los que enseñan paréceles, que quanto [...] más dificultosa hagan las ciencias, tanto más preciados serán ellos y la dotrina no será tan común i popular, lo qual de quen buen ánimo proceda déxase entender muy fácilmente» (Morreale, 1949, p. 183 nota).

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trata, y más si fuese posible. Pero no hay que llamalla lengua estranjera, forastera y estraña sino común, pues lo es y debe ser en toda la Iglesia latina.Y basta el privilegio que tiene de aquel oráculo de la sagrada Escritura rezado, cánticos, ritos y ceremonias de nuestra santa madre la Iglesia, que se contienen en ella, con particular indulto de que en ninguna otra vulgar puedan ser trasladadas a la letra. Por esta causa también la nuestra española no ha de ser tenida en poco, pues siendo esta de las mejores, o la mejor, la que más cercanía con ella tuviere terná mejor parte de su escelencia y bondad. Que ello sea así consta, porque es cosa de risa lo que en disculpa de nuestro descuido traemos oyendo a las demás naciones tratar la lengua latina con tanta facilidad. ¿Qué es decir que la suya es casi latina? Estemos a su confesión y a la comparación de las diciones y vocablos y verán cómo es frívola la escusa. Si no díganme ¿qué lengua ha podido hacer lo que la española? Oraciones que siendo latinas sean juntamente de ella, como se han hecho en España y en este lugar en nuestra lengua, que juntamente fuesen latinas. Ni por esto se persuada alguno ni piense que quiero decir y digo lo que muchos han dicho: que la nuestra es latín corrompido porque por esta parte perdería de su majestad, grandeza y escelencia235. No es así porque como ya con mucha claridad, distinción, agudeza y certeza lo han probado y enseñado algunos hijos tan agradecidos a su patria y de ánimo tan español como nosotros es lengua de por sí originaria y una de las setenta y dos de las de la Torre de Babilonia, que tiene sus frases, idiomas y dialectos propios, en que consiste su real y verdadera distinción, por lo cual es capaz para el intento que decimos de enseñarse todas las ciencias en ella. No niego que tenga necesidad de que con las mismas ciencias se le presten algunos términos y modos de hablar, como a la latina de la griega y cada una de la que las fue recibiendo, que aun de la nuestra se ha pegado hispanismos. Y ya que esto de enseñar en públicas escuelas las ciencias en lengua vulgar no se pusiese en efeto por ser negocio que pide más consejo y advertencia y acuerdo que de uno, al menos debían en ella esplicarse los autores de otras con toda erudición y claridad, de suerte que a vueltas de la latina es capaz el oyente con mucha luz de fá-

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Otra vez la misma idea sobre la grandeza de la lengua, como ya hemos tratado.

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bula, historia, antigüedad, erudición y algunos otros principios de las demás facultades que es necesario tocar y declarar el maestro en lugares y dificultades de autores que no haciéndolo así no quedaran entendidas. ¿Que los hijos de esta lengua hagan esto a quién ha de parecer mal, si no es falto de verdadero conocimiento? Pues el príncipe de la latina, en la oración que hizo Pro Archia, poeta236, la llama majestuosa, grave, copiosa de exornación y abundancia; y casi en sus tiempos florecía como la latina en Roma la española en Córdoba, como consta de Marcial, que la llama «facunda Córdoba»237. Otras causas y razones pudiéramos dar a favor de nuestro intento, mas por ser por otros referidas las dejamos, advirtiendo se tengan aquí por citadas a favor de nuestra causa para que cosas graves. Libros auténticos, materias importantes, oraciones de ornato se traten, comuniquen, tengan, oren entre españoles en lengua española, no juzgando ser en esto inferiores a las demás naciones, pues en nada lo han sido; que será argumento de ánimos agradecidos a su patria y de tanto amor como se le debe, por la cual aun morir depués de ser cosa honrosa es dulce y suave.

PARECER

PEDRO RUIZ MALO, UNIVERSIDAD DE ALCALÁ

DE EL DOCTOR DON

RECTOR DE LA

Leído, y con la advertencia posible, este Predicador perfeto, ordenado por el maestro Jiménez Patón, y de pues de no hallar en él cosa que ofenda las orejas católicas y notado su buen artificio y particulares observaciones en la oratoria predicable, las cuales ayudadas de la mucha leción, estudio y buen ingenio que muestra me obligan ha decir que da muy fácil lo que Cicerón juzgó dificultoso, diciendo: Nec quicquam difficilius est, quam reperire in omni suo genere perfectum. Por lo cual es razón que tal obra se publique y muy justo que libros como este de tanto gusto y provecho, tan breves y compendiosos, se impriman, lean y gasten. En Alcalá, en este Colegio de San Ilefonso, de 1605 años. Don Pedro Ruiz Malo.

236

Es Cicerón, ya citado. Duosque Senecas unicumque Lucanum / facunda loquitur Corduba (Libro I, epigr. 61). 237

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1. PERFECTO PREDICADOR

PARECER

CRISTÓBAL ROJO, MARÍA DE ALCARAZ

DEL LICENCIADO

CURA DE

SANTA

Habiendo yo, Cristóbal Rojo, cura propio de la parroquial de Santa María de Alcaraz, visto y leído con todo cuidado y atención el libro intitulado Predicador perfeto, compuesto por el maestro Jiménez Patón, me pareció que demás de no tener cosa repugnante a nuestra sagrada religión, es útil y necesario para los predicadores, porque enseña con grande facilidad y claridad lo que un perfeto predicador está obligado a saber y guardar con tanta claridad y autoridad de testimonios de escritura y santos que es digno de que todos le lean y tengan. Y este es mi parecer. El licenciado Cristóbal Rojo de Henares.

PARECER

DE EL

PADRE FRAY GASPAR DE CLARAMONTE, PRIOR SANTO DOMINGO

DE

He visto y leído con atención este libro del Predicador perfeto y demás de no hallar en él cosa que contradiga a la fe católica y santa, es útil y provechoso para los que deste oficio usaren, confirmado con tanta autoridad y tantos testigos que es digno de ser leído y estimado. Fecho en último de mayo, 1607 años. Fray Gaspar de Claramonte.

CAPÍTULO

LOPE DE VEGA CARPIO, BARTOLOMÉ JIMÉNEZ PATÓN

DE UNA DE LAS CARTAS DE AL MAESTRO

El libro del predicador he visto y queda conmigo en tal predicamento, que si su dotrina se pusiese en prática, aun en esta santa Iglesia (con ser la prima de España y aun de la cristiandad después de la de Roma) veríamos reformada la predicación. Es obra cual de su ingenio, y aunque a la inorancia del mío no se le puede pedir voto y parecer, osaré a lo menos afirmar que será de grande utilidad para muchos y estimado de todos, como también lo sienten amigos a quien lo he mostrado, principalmente el señor doctor don Rodrigo de Castro y Bobadilla, hermano del conde de Lemos, arcediano de Alcaraz, y el

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señor don Francisco Idiáquez, ambos canónigos desta santa Iglesia, y el maestro Josef de Valdevieso, capellán mozárabe y del ilustrísimo cardenal y arzobispo de Toledo. Todos dan por voto muy grandes alabanzas, aunque ningunas lo son por deberse a tan honrado trabajo y cuanto a la honra que se le hace a nuestra nación bastante se descubre en la Apología, que por ser tan conforme a mi opinión quiero decir menos de lo bien que me ha parecido.Y porque uno de los pocos que en este siglo saben, tengo en más veneración que la multitud de ricos que el mundo precia, estimo en mucho la memoria que vuesa merced tiene de mí y en más el ser Lucilo de tal Séneca, que con los Alejandros deste tiempo ser Efestión. El señor don Fernando está a caballo y aguarda, y el Cielo se pone a llover, esto impide el ser más largo; él lo sea en dar a sus trabajos lo que merecen y le guarde para que el mundo coja el fruto y España este y la honra. De Toledo y de setiembre, 23 de 1607. Lope de Vega Carpio.

FRAY BARTOLOMÉ

RÍOS, DEL HÁBITO DE SAN AGUSTÍN, COLEGIO DE ALCALÁ DE HENARES, AUTOR, SU MAESTRO

DE LOS

LETOR DE SANTA TEOLOGÍA EN SU AL

He visto el más perfeto predicador que nuestra España ha tenido, y para que tenga otros muchos, es servicio de Dios y provecho de sus fieles imprimirle.Yo he leído tres veces, y no me cansara si fueran tres mil, porque siempre hallo más que aprender en la erudición tan bien fundada y en el elegante y bizarro enseñar con estremado propósito, sin perder ni en una palabra el asumpto; vuesa merced perdone la tardanza, y admita por escusa ser dicípulo suyo, y más aficionado que ningún otro, y mi propio interés, y si mi censura vale, la pondré en los que sin el pretendieren serlo: pues para perfeto, es necesario leerlo, procurando imitarle ejecutando sus preceptos. Que enseñan doctamente, y como Dios quiere, que a v. m. guarde muchos años. De setiembre, 29 de 1609. Fray Bartolomé de los Ríos.

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2. SATISFACCIÓN AL LICENCIADO DON FERNANDO DE BALLESTEROS Y SAAVEDRA

Al licenciado don Fernando de Ballesteros y Saavedra, vicario y visitador general de Ciudad Real y sus partidos por el Serenísimo Infante Cardenal de España. No de v. m., mas de su linaje todo, es tan propio el mostrar afecto a mi persona y trabajos, honrarlos y multiplicar mercedes que con la repetida continuación se ponen cada día en mayor obligación; porque es de ánimo muy noble aumentar beneficios en el sujeto que una vez se comenzó. Para los cuerdos suelen ser de mayor estimación los avisos que miran a la amigable censura de las acciones principalmente públicas. Las mías no están libres desta obligación ni jamás negaré yo el debido agradecimiento al aficionado cuidado que v. m. ha puesto en que mis estudios salgan dinos de la aprobación de los doctos con el esamen y censura de los que lo son, y tanto como el padre Francisco de Castro, de lo[s] muchos que la Santa Compañía de Jesús tiene uno en quien mejor que en Eufrastes se halla los que deste dice Plinio: Disputat subtiliter grauiter ornate. Y aun lo que precedio: Est enim obvius & expositus plenusque humani[ta]te quam praecepit1.Y por su particular de v. m., ocioso será repetir lo muy sabido por tan notorio; mas para el agradecimiendo que a su Paternidad, diré lo que Marcial a Pudente: Cogis me calamo; manuque nostra Emendare meos pudens libellos O quam me nimium probas amasque2 1

Ambas citas de C. Plinio Segundo, Ep. 1, 10, 5, donde consta ‘humanitate’ y no ‘humanite’. 2 Epigramas, 7, 11.

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Con protesta de agradecer este amor y aprobación en las enmiendas que se conocerán, que proceden de su amigable censura para tener algunas opiniones que le han cuadrado a la mía, me dará su paternidad licencia pues conoce la fuerza que hace al entendimiento y voluntad de un estudioso después de haber dado en un pensamiento que no tiene de nuevo más que parecello hallar antiguos que hayan tenido lo mismo según lo de Cayo Plinio: Varia sunt —dice— hominum iudicia variae voluntates. Inde qui eandem causam simul audierunt saepe diversum interdum idem sed ex diversis animi motibus sentiunt. Praeterea suae quisque inventioni favet & quasi fortissimum complectitur quum ab alio dictum est quod ipse praevidet. Omnibus ergo dandum est aliquid quod teneant, quod agnoscant3. Con esta licencia y con certeza de que lo que dijere no es con ánimo de escusar yerrros sino de dar razón de mi dotrina, porque me parece que su paternidad me la pide en el mismo autor diciéndome: Sed plane cur dissentias explices rogo. Porque a su paternidad le consta cuánta mayor fuerza tiene la razón que la autoridad, aunque ninguna hallo yo que no esté fundada en la primera Y así diré las que más se hacen y más me convencen en el argumento presente. 1.4 Bien entendía como quedaba probado cómo la invención y disposición no son partes de la Elocuencia; y lo debe de estar pues su paternidad confiesa que ni el cepillo ni azuela son partes del arte ni de la madera que se labra; instrumentos sí con más madera que hie-

3 La cita de Plinio de Ep. 1, 20, 12. En ese lugar lo que consta es amplecitur cum, en lugar de lo que recoge Patón. 4 F. Castro: «Lo que en este libro se trata de la elocución está muy bien tratado y merece su autor eternas alabanzas por tan buen trabajo; mas no se debe contentar con lo hecho, sino acrecentarlo con lo que él mismo, fol. 16, confiesa ser necesario, que es la invención y disposición, porque el argumento desnudo es propio del lógico, mas el vestido con probaciones, el aseado y vistoso con majestad de palabras es del retórico. Confieso que el cepillo y el azuela no son parte del arte ni de la madera que se labra, instrumentos sí, con más madera que hierro, sin los cuales no se labrara. Pues ¿por qué hemos de querer hacer elocuentes sin los instrumentos que han menester para serlo? Si el padre quiere que el hijo se enseñe a escrebir, ¿no le ha de dar tinta, papel y pluma para que escriba? Si la madre enseña a labrar a la hija, ¿no le ha de dar aguja, dedal, seda y lienzo con que haga su labor? O que son instrumentos, sí, pero sin ellos ni el hijo será escribano ni la hija labrandera. Así el padre y maestro de la elocuencia debe dar a sus hijos y dicípulos lo que les ayuda para ser elocuentes» (fol. 177vº).

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rro, sin los cuales no se labrara. Y de aquí infiere que no hemos de querer hacer elocuentes sin los instrumentos que han menester para serlo, como el padre que quiere que su hijo se enseñe a escrebir le da primero que comience tinta, papel y pluma y forma; y la madre enseña a su hija a labrar, dándole aguja, dedal, seda y lienzo con que haga su labor. Porque, aunque son instrumentos, sin ellos ni el hijo será escribano ni la hija labrandera. Y con que de la misma suerte el padre y maestro de la Elocuencia debe dar a sus hijos y dicípulos lo que les ayuda para ser elocuentes, esto es la invención y disposición, constituyendo diferencia en que el argumento desnudo es propio del lógico; mas el vestido con sus probaciones, el aseado y vistoso con majestad de palabras es del retórico. Aquí ya se nos concede que no son partes sino instrumentos necesarios, cosa que la tenemos muchas veces confesada y acetando la confesión hecha en nuestro favor decimos que es bien así como la azuela, cepillo, sierra en el carpintero; pluma y papel en el niño, dedal y aguja en la niña y así como estos instrumentos no los labra el mismo oficial sino el azuela el herrero, la aguja quien las hace, el papel sus artífices y de cada uno de los otros instrumentos hay oficial diferente, aunque uno pueda hacerlos todos por saber diferentes oficios, así estos instrumentos de la invención y disposición se los ha de dar labrados a la Elocución y los da a otros artes y ciencias la Lógica, de suerte que de sus razones lo que yo infiero es que al menos se debe enseñar antes la Lógica que la Elocuencia, y no llevaré yo a pesadumbre en confesallo aunque veo que el uso tiene lo contrario. Presumo es porque tiene más dificultad la invención y disposición para enseñalla a niños que la Elocuencia, además que por la misma razón la invención y disposición enseñan obras necesarias para la Gramática pues también difine, divide y hace argumentaciones infiriendo uno de otro y para sabella con perfeción es necesario sabello hacer y nadie ha dicho que son parte suya ni que se debe enseñar antes porque la misma naturaleza suple estos instrumentos suficientemente hasta que llega la perfeción del artificio que se adquiere andando el tiempo.Y si porque es necesario esto, se ha de enseñar lo uno con lo otro junto y confundido, seguirase que también se ha de enseñar la Filosofía pues no se puede saber con perfeción qué son las cuatro causas y otras cosas de que se sacan los argumentos, si no es sabiendo la dotrina de los Físicos de Aristóteles, en que se trata dellas.

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Y esto no obstante se enseñan los Tópicos antes que los Físicos contentándonos con aquella noticia tal cual que podemos tener hasta que llegue el saber con pefeción las causas y principios. Luego así también debemos contentarnos con la noticia que tuviéremos de lo que trata la Lógica hasta que se nos enseñe y más que el tiempo que se dilata no es mucho pues de la Retórica pasamos a ella. Fuera desto los lógicos en sus cuestiones prohemiales con evidencia prueban que ninguna ciencia ni arte liberal se puede saber con perfeción si no es con la ayuda del instrumento dialético y todos lo confesamos; mas no por esto se enseña juntamente con ellas sino distinta y apartada, en diferente tiempo, ocasión y lugar porque aquí entra muy bien aquella máxima: Absurdum est enim simul quarere scientiam & modum sciendi. Las ciencias y artes unas se ayudan a otras, que esto es lo que dicen subalternarse, y así como las virtudes participan unas de otras, sean estas facultades como lo prueba Plinio: Artes enim & scientiae ita copulata connexaeque sunt, vt omnes omnium participes sunt5. Por esto es forzoso que cosas de unas s[e] toquen en otras. 2.6 No niego ni es razón (porque era ir contra la verdad y contra mi dotrina) la de Aristóteles ni la de Cas[iodoro] sobre los salmos, antes la tengo confesada y esplicada diciendo y probando que es todo aquello necesario al orador, no al retórico, y de aquel, no deste, hablan 5

Lo encuentro en Cicerón, De finibus bonorum et malorum, lib. quintus, XXIII, 67: Atque haec coniunctio confusioque virtutum tamen a philosophis ratione quadam distinguitur. Nam cum ita copulatae conexaeque sint, ut omnes omnium participes sint nec alia ab alia possit separari. 6 F. Castro: «Y si el mismo maestro Jiménez, fol. 94.6, dice que cualquier lugar tópico pertenece a la amplificación y, fol. 11.6., que la elocuencia ha de tener gravedad de sentencias, majestad de palabras y abundancia de cosas, ¿por qué no enseñará a amplificar los lugares tópicos?, ¿por qué no mostrará las fuentes de donde han de sacarse las sentencias y las cosas que enriquecen la elocución? No me negará el Maestro lo que dice Aristóteles, lib. 3, cap. 1, Rhetorica, que tres cosas son en las que consiste la elocuencia: la primera, hallar qué decir y con qué probarlo; la segunda, adornar lo que ha hallado y discurrido; la tercera, disponerlo bien. Tria –dice- habentur, quibus omnis institutio dicendi continetur nam primum inuenire oportet, quibus fidet fiat, deinde concepta, cogitataque eloqui postremo inuenta, commode atque apte disponere. Y yo tengo por cierto que el perfeto elocuente ha de tener lo que dice Css. Super Psalm. 73: Eloquens est, qui scit parua submise media temperate magna granditer dicere qui scit inuenire praeclare enunciare magnifice disponere aperte ac figurare varie, qui praemiatur apte narrat aperte argui acriter, colligit fortiter, ornat excelse, docet delectat & efficit. Si todo esto ha menester el elocuente, el arte

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estos autores. Porque, como enseñamos, no obsta que al orador se llame con el nombre de elocuente por abusión, antes es muy común este lenguaje y así para la satisfación desto revéase toda la dotrina de nuestro primer capítulo.Y Aristóteles también tuvo su descuido, como hombre, aunque muy agudo, pues dijo que lo segundo era decir lo concebido y pensado y lo último disponer lo inventado, debiendo decir que lo segundo era disponer y lo último el decir con adorno.Y este es el oficio del orador, que aun esta graduación dan unas diciones antiguas diciendo: GRA loquitur. DIA vera refert. RE verba colorat7. Que fue decir: la Gramática enseña la congruencia de la lengua y se ha de enseñar primero a hablar que a raciocinar; la Dialética muesde la elocuencia lo ha de mostrar, la cual se escribe principalmente para predicadores. Pues considere v. m. si con la esplicación de tropos y figuras se ha cumplido con todas estas obligaciones, y si no, enseñe el docto maestro de elocuencia española pro dignitate las cuestiones y géneros de causas para que el dicípulo tenga alguna luz de cómo ha de alabar, engrandecer, vituperar, abatir, persuadir o disuadir, acusar o defender; enséñele a dividir, a definir, a argumentar para que pruebe lo que dijere y amplifique el razonamiento que hiciere. Enséñele a disponer las partes de la oración retórica para que, conforme a su opinión, refute la contraria y mueva a afectos varios. Enséñele, demás de los tropos y figuras, el estilo numeroso, medio e ínfimo; el orden con que ha de colocar los nombres, los verbos, las dicciones unas con otras y traiga ejemplos graves que enseñen, muevan y deleiten de fray Luis de Granada, de fray Luis de León, del padre Ribadeneira, de Cabrera, de Fonseca, Castillo y otros, y no sean todos de poetas, que así lo han hecho los que doctamente han escrito de la elocuencia latina, y aunque no lo hubieran hecho, lo había de hacer el que escribe de la española para meros romancistas que no han oído Lógica y han de aprender en el arte retórica lo que en los artes no pueden. Porque para no enseñar más que la elocución no había para qué tomar este trabajo tan lucido, pues las mujercillas más viles gastan, llevadas de sus afectos, más tropos y figuras que Cicerón.Y los poetas, cuyos ejemplos se traen, tan sin arte usan el artificio que se les nota, como los versos que componen forzados de su buen natural. Así que no se debe contentar el Maestro con lo que ha escrito, pues no cumple con la obligación en que le pone el título de Elocuencia, que es copiose loquens sapiencia y donde esta no se halla, no se hallará esotra, si no se enseña a buscar con agudeza, a hallar con presteza, disponer con orden y distinción, a decir con ornato y suavidad y a pronunciar con gravedad y donaire, que este es el principio de la sabiduría que tanto bien y mal ha hecho en el mundo.Y porque sapieti sat est, pasaré a decir de paso lo que he notado en este libro» (fols. 177vº-179). 7 Lo recoge Hans Walther en Initia carminum ac versuum medii aevi posterioris latinorum, 7263-7273 como propio de Algorismus prosaycus magistri Cristiani, nombre que alude a Cristiannus Pachaticz (1370-1439).

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tra como se ha de discurrir para saber las verdades en segundo lugar y en tercero la Retórica declara como estas verdades se han de adornar, pulir y galantear para quitalles lo amargo que suelen tener con la dulzura del bien decir, de suerte que nos prueban lo que tenemos confesado y cuando más que debíamos enseñar también en nuestra lengua lo que a este instrumento pertenece. A lo cual decimos que no comenzamos por él porque Pedro Simón Abril nos lo dejó escrito en su Lógica en romance y porque no se entendiese que por la mayor dificultad que tiene esto de la invención y disposición que la elocución lo habíamos dejado hemos hecho un Instrumento necesario para todas las ciencias también es español, con que satisfagamos el deseo de los que esto echan menos. Y para oviar las réplicas de algunos que dicen no enseñamos del todo lo que es deste arte hicimos el Orador cristiano, que es el Perfeto predicador, y porque aun echan menos la prática de estas teóricas, si Dios nos da vida, salud y fuerzas, prometemos dar ejemplificada la dotrina en oraciones de las que hoy entre nosotros se usan, porque aunque en cosas tengan mucho de la de los antiguos, no me negarán que en lo principal son muy diferentes. Porque lo que la antigüedad latina gastaba era judicial casi todo, de lo cual no ha quedado hoy en estilo oratorio nada, en peticiones y estilo de abogados un poco, y estos tienen estilo particular de las audiencias, en que se les enseña el que han de guardar. Las oraciones de nuestros tiempos son los sermones, estos se siguen y tratan de muchas maneras, como (si Dios nos da lugar) lo enseñaremos; ahora conténtese el español con el principio que hemos dado hasta que otro más felice ingenio lo acreciente, con aquella perfeción que desea. En lo que dice que el argumento desnudo es propio de la Dialética, y el adornado de la Elocuencia, no tengo que decir más que lo que dijo el doctísimo Francisco Sánchez de las Brozas, de quien yo me aprovecho a este propósito: Quasi ulla possit esse disputatio, quae tota logica non sit, aut quasi mantile duplicatum differat ab eodem explicato, aut ignis maior ab minore. Naturam rerum plura, vel pauciora, maiora vel minora non mutabunt8. Que es lo que el filósofo dice, que por más o menos no se distinguen las esencias de las cosas.Verdad es que esta desnudez la vis-

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Copia, más o menos fielmente, el Organum Dialecticum et Rhetoricum del Brocense, p. 188, donde notamos complicatum, en lugar del duplicatum que consta aquí.

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te, compone, pule y adorna el retórico con sus figuras y tropos, haciendo las definiciones, perífrases, ampliando, galanteando y hermoseando; mas no por esto lo que es argumento deja de ser Dialética y lo que es ornato Retórica, aunque cayan en unas mismas oraciones y sobre unas mismas cosas, porque tienen su distinción de razón, como el olor, color y sabor de la manzana, que aunque están en un sujeto son diversos acidentes, que pertenecen a diferentes potencias o sentidos. Tener por ocioso el trabajo que se ha puesto en enseñar solas la elocución, y acción, que son la verdadera esfera de la Elocuencia, no lo aprueban los que en Castilla, y más en Aragón y Valencia y muchos más en Roma, Génova,Venecia y toda Italia, han hecho la estimación del libro, que es notorio en toda la Europa. Además que entre los latinos mucho se contentaron con la elocución sola y no han sido trabajos desestimados, como el de Aquila sobre las figuras, Demetrio Falereo, Julio Rusiniano, Publio Rutilio y el presbítero Beda Saxón. El parecelles ocioso es porque las mujercillas más viles gastan, llevadas de sus afectos, más tropos y figuras que Cicerón, y los poetas en los ejemplos se traen tan sin arte usan el artificio que se les nota como los versos que componen forzados de su buen natural. A lo cual se responde que —según nuestra imaginación— eso es la que estiman en nuestro trabajo aquellos a quien les ha agradado, que les ha descubierto y dado a conocer lo que traían en la lengua y entre las manos, sin saber cuál era vocablo propio, cuál tropo y sin saber de los tropos cuál y de las figuras, aunque les agradaba lo dulce de su sonido no sabían el nombre, ni más que a imitación de otros que oían hablar de aquel modo o leían en libros hablaban y escrebían los unos y los otros.Y ahora que les hemos enseñado los principios, descubierto las causas, tales cuales en esto las hay; estiman esto que saben, y piensan que hablan con certeza de arte porque Tunc vnamquamque rem scire arbitramur, quum eius principia, & causas cognoscimus9. En los latinos, griegos y otras naciones sucede lo mismo, porque en todas las cosas es primero lo natural que lo artificial, y de la advertencia y nota de las cosas más señaladas y escelentes de la naturaleza se juntaron los precetos con industria, muchos que miran a un fin, y este es el arte que enseña la perfeción a la misma.Y por la que yo he descu-

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Es Aristóteles, que escribe en el libro posteriorum y en el libro Phisicorum: Tunc unum quodque scire arbitramur, cum causas eius cognoscimus.

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bierto en nuestra lengua me han dado muchos agradecimientos de palabra, otros por escrito, confesando que en lo que ellos han impreso no sabían qué figura ni tropo cometían, aunque los usaban; otros me han confesado que, enseñados por este librito, han escrito con arte lo que no se habían atrevido antes a hacer. Muchos dicen que aunque oyeron en voz viva la retórica latina de sus maestros, que no la entendieron hasta haber visto esta escrita, con que la voz viva es más eficaz para enseñar que por escrito algunas veces, porque hay más ocasión de leer siempre que quieren y no la hay de oír, por esto habrá sido demás provecho este libro según lo de Plinio: Legendi semper ocasio est, audiendi non semper praeterea multo magis (vt vulgo dicitur) viua vox afficit10. De los predicadores los menos son los que saben los colores retóricos que usan, porque son los más los que predican por cartapacios decorados, y aun de los que trazan sermones los más los hacen a imitación de otros que por precetos de Retórica ni Oratoria, y es cierto que desean saber con fundamento ya que no lo tuvieron en sus principios, que se huelgan de saber después el nombre de la parte de adorno que predicaron o escribieron. Así que una de las cosas que yo he estimado de mi trabajo más es el haber ejemplificado en voces que los que las usaban no sabían el color que tenían, y confieso que importaría llevar tan al cabo como su paternidad dice esta escelencia de nuestra lengua haciendo diferencia de estilos, enseñando la colocación de las palabras y deseo quien lo haga, pues también entre los latinos hubo quien hizo libros particulares desto, como de obra que pide estudio particular, como Paulo Cortés De imitatione, Bartolome Ricio, de lo mismo, Erasmo De copia verborum, Francisco Bencio De stylo, Adriano Cardenal, De sermone latino, & modis latine loquendi, y Jacobo Luis De electione, & Oratoria collocatione verborum11. Cuando esto se haga no es forzoso saquen los precetos de lo usado; los que lo usaron y colocaron las palabras así también lo hicieron llevados de la fuerza de su

10

Sigue citando a Plinio Secundus, Ep. 2.3.9. Cita ahora a Paulo Cortés, que no sé a quién puede corresponder; Bartholomaei Ricci, De imitatione libri tres. Parisiis: Bernardum Turrisanum, 1557; Erasmo De duplici copia rerum ac verborum commentarii duo; De ratione studii et instituendi pueros commentariis totidem; De puero Ieso Concio Scholastica et Quaedam carmina ad eandem rem pertinentia. Parisiis: Aedibus Ascensianis, 1512; Francisci Bencii, Orationes cum disputatione de Stylo & scriptione / accessit oratio de morte et reb. gestis... principis Alexandri Farnesij. Duaci: Ioannem Bogardium, 1597: el cardenal Adriano 11

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buen natural, que no por que [e]llos entonces tenían otras reglas que las del buen oído, que es el juez destas cosas, y lo mismo ha sucedido en los griegos y latinos. ¿De dónde se han sacado los precetos, sino de los elegantes modos de hablar que repetidos han dado ocasión de hacer reglas y arte en el estado que hoy están? Y lo mismo ha de pasar por nuestra lengua, ya tiene Gramática, ya Retórica, ya Tesoro o diccionario, ya Ortografía, ya Arte poética12, también tendrá presto de colocación y estilo, porque añadir a lo inventado nunca fue dificultoso, aunque al perficionarlo se le debe agradecimiento. 3.13 Al dotor Alderete he visto de la lengua castellana y otros muchos de su opinión; más confieso que dende que vi la del dotor Madera14 me cuadró de suerte que no la puedo dejar, y bien podrá ser que en esto obre el piadoso afecto que a la patria debo, porque con afición miro las cosas que hacen en su favor. Si el yerro (que yo no lo tengo por tal) me asienta como cosa muy acertada y las razones de su probabilidad me agradan mucho y, supuesto que es opinión bajo de la licencia pedida, me la den para perseverar en ella.Y si por no ser negocio de fe erré en decir que Dios había alumbrado mis sentidos y parece más que hiperbólico encarecimiento, enmiéndese en hora buena y digamos que la razón corrigió mi discurso agradeciendo la bien advertida censura del descuido. Castellesi, De sermone latino et Modis latine loquendi. Romae: Marcellus Silber, 1515 y a Jacobi Lodoici Strebaei, De electione et oratoria collocatione verborum: libri duo. París, Michaelem Vascosanum, 1538. 12 Se refiere Patón a obras propias y ajenas, entre las primeras reconocemos las Instituciones de la gramática española, la Elocuencia española en arte, la Ortografía; entre las ajenas, el Tesoro de Covarrubias (1611) o el Arte poética española, de Díaz Rengifo (1606). 13 F. Castro: «folio 9 del prólogo. se muestra el autor agradecido al dotor Madera y a Dios nuestro señor por haberle alumbrado sus sentidos en la opinión que antes tenía de que la lengua española era latín corrompido. Suplícole que lea al dotor Alderete sobre la lengua castellana y se confirmará en la opinión que antes tenía» (fol. 179). 14 Cita aquí Patón a los dos representantes de posturas opuestas sobre el origen del español, por un lado Bernardo Alderete y su obra Del origen y principio de la lengua castellana o romance que oi se vsa en España (Roma, 1606), y por otro al doctor Gregorio López Madera, autor de varias obras, como Historia y discursos de la certidumbre de las reliquias, laminas y prophecia descubiertas en el Monte Santo y Yglesia de Granada desde el año de mil y quinientos ochenta y ocho, hasta el de mil y quinientos y nouenta y ocho (Granada, 1601).

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4.15 Siguiendo la dotrina y ejemplos de algunos autores después del discurso propio, dimos la diferencia señalada entre catacresis y metalepsis y la han estimado algunos, porque aunque los ejemplos que pone su paternidad son bonísimos, no contradicen a los nuestros ni a nuestra dotrina. Porque no es inconveniente que una misma voz sea ejemplo de dos tropos, como la materia y forma consideradas como partes que se usan por su todo son sinédoque, y como causas que suponen por el efeto son metonimia: pelón por el pollo es antífrasis, por el hombre pobre es metáfora, y no sacada de la propiedad sino desta antífrasis la similitud. 5.16 Confesamos la perfeción de la sinédoque de su paternidad, mas aquí nos aprovechamos de la licencia pedida en razón de opiniones. Petimus hanc veniam, damusque vicisim. 6.17 Que antonomasia sea lo general por lo particular (aunque por alguna escelencia) lo enseñó primero que yo el doctísimo Brocense con estas palabras: Tertius, quum genus pro specie, vt poeta pro Homero seu Virgilio, orator pro Cicerone, Priamides pro Hectore. Hic modus proprium habet nomen, dicitur enim antonomasia18. Aquí también pienso que decimos todos una misma cosa y que solo nos diferenciamos en que su paternidad llama especie a lo mismo que yo género, pues dice: «especie que se toma por el individuo». Yo llamo género a cualquier cosa que

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F. Castro: «folio 17.6. Se trata muy bien de la catacresis, mas en los ejemplos que se traen, folio 18, cuando se pone un epíteto por otro no parece hay tanta verisimilitud o claridad como conviene para que sea abusión. Entenderase mejor cuando se pone un nombre ajeno a otro que lo tiene propio y mejor, como cuando llamamos a la severidad justicia, a la prodigalidad liberalidad; al pertinaz constante y al hipócrita santo por la similitud que entre sí tienen estos vicios y virtudes en la apariencia y cercanía. Folio 18. La distinción que se da de catacresis y metalepsis no la apruebo, porque en razón de similitud o de cercanía se toma la catacresis. La metalepsis se reduce a la metonimia, como se verá en mi Retórica, página 14 por otra razón» (fol. 179). 16 F. Castro: «Véase mi sinédoque y júzguese quien va más breve, más claro, más acertado» (fols. 179 y vº). 17 F. Castro: «Antonomasia no es tomar la dición general por cosa particular, sino lo especial por lo individuo. A este tropo redujera yo la perífrasis como virtud y la perisología como vicio, mas no la macrología, por no ser falta conocida» (fol. 179vº). 18 Sigue citando el Organum Dialecticum et Rhetoricum, p. 334.

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se predica de inferiores, como hombre de Pedro, Francisco, Joán (como lo enseño en mi Instrumento) y su paternidad llama especie a lo mismo que es lo que se predica de los individuos. El fundamento que yo tengo para mi lenguaje es de Aristóteles en el libro tercero de su Metafísica, testo once, donde dice que hay tres maneras de géneros: los primeros, como vnum; los de en medio, como animal; los ínfimos, como homo, leo, con estas palabras traducidas fielmente en latín: Genera enim magis diuisibilia in species: vnum itaque erit, quod vltimo loco praedicatur: huius autem homo est genus. De las cuales consta que los que se predican de los individuos son los principales géneros y que esta palabra homo es género y el mismo filósofo en el libro primero donde trata de las partes de los animales capítulo cuarto, dice así: Sed quum vltimae species substantiae sint, quae quidem species nullo discrimine speciei differant, vt Socrates, & Coriscus. Aquí llama últimas especies a los individuos Sócrates y Corisco, cuyo género es hombre; Diógenes Laercio en la Vida de Zenón dice: «La propria especie es la que siendo especies no tiene especie como Sócrates». Galeno libro primero De temperamento declarando el predicamento de sustancia al hombre le llama género. Séneca en el libro octavo, epístola primera, dice estas palabras: Caetera quidem genera sunt, sed specialia; tanquam homo. Habet enim insonationum species Graecos, Romanos, Parthos, &c. Los jurisconsultos llaman género a lo que se predica de los individuos, como caballo y hombre; Persio, poeta, a los individuos llama especies diciendo: Mille hominum species, & rerum discolor vsus.

Y así parece está bien dicho que la antonomasia es cuando lo general se toma por lo particular, y de ninguna manera le reduciré la perífrasis, porque esta de dotrina de su paternidad es cuando lo que se puede decir en una o pocas palabras se dice en muchas. Diálogo tercero, capítulo nono, dice su paternidad: Quid est Perifrasis. D. Circumloquutio, vel circuitio verborum, quum pluribus verbis explicatur id, quod vno, vel pautioribus dici poterat. Y el tropo conforme a nuestra dotrina y la de su paternidad, diálogo tercero, capítulo doce: Tropus sit in vno verbo translato figura vero in pluribus, & proprijs. Pues si el tropo se ha de hallar en una palabra y la figura en muchas y la perífrasis se halla en muchas, bien se sigue que no es tropo sino figura, como lo enseñamos. No por esto negaré yo que aquellos modos de hablar: Euersor

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Cartaginis por Cipión, y otros así dejen de ser antonomasia, porque los reducimos a los nombres de compuesta figura, como signifer armiger, senatus consultum y respublica, que valen por diciones únicas y sencillas. Mas no confesaré que sea antonomasia tropo, sino perífrasis figura. Aquello de Virgilio: Tempus erat, quo prima quies mortalibus aegris Incipit, & dono diuum gratissima serpit.

Ni me agrada la difinición que algunos dan de la antonomasia, Ponit aliquod pro nomine, porque, a ser cierto, yo por Bartolomé, tú por Fernando, aquel por Francisco fueran antonomasia, lo cual no es cierto, y otros muchos modos que ponemos en nuestra Gramática española. Y así estamos contentos con nuestra opinión la que en esto sea. 7.19 En agradecimiento de la censura de los cuatro versos del soneto saldrán en la impresión siguiente corregidos como su paternidad lo advierte. 8.20 De la metalepsis dijimos satifaciendo a lo que se opone a la catacresis. 9.21 De la mimesis y sarcasmos tratamos en su lugar, que son figuras de sentencias (según la nuestra) y no tropos. Y los ejemplos que ponemos de eufonismos o eufomismos aunque no son del todo con19

F. Castro: «folio 22. 6. El soneto ejemplo de sinédoque es bueno, enmendados los pies siguientes, como aquí están: 2. La fe aumentar del terno soberano. 4. Que entrar el Turco a España es cosa fea. 9. Que no le ha de faltar el pan y el vino. 10. que la tierra produce en abundancia» (fol. 179vº). 20 F. Castro: «folio 23. Excelentemente se trata de la metonimia, mas advierto que la metalepsis es especie de metonimia, cuando discurriendo de una en otra circunstancia iterándose la metonimia venimos a dar en lo sinificado, mas no de otra manera como la pone el autor» (fol. 179vº). 21 F. Castro: «folio 30. La antífrasis está muy doctamente explicada, véase si la etopeya o mimesis y el sarcasmos tienen alguna similitud con ella para unirse. Folio 33. Cuando cosas torpes se nombran con palabras honestas no parece que es por eufonismos, sino por metáfora o perífrasis. Cuando se batizan con nombre de virtud los vicios, aunque sea por adulación o lisonja, es catacresis; mas si es por sinificar lo contrario será ironía o antífrasis. Folio 35.6. Las figuras de las palabras dice el autor son en tres maneras: o por aumento o por diminución o por trastrueque.Véase si es mejor decir son en cuatro maneras: repetición semejante, repetición diferente, trastocada y numerosa, porque es división más copiosa y entera, más clara y distinta» (fols. 179vº-180).

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trarios en el significado, como pide la difinición de la antífrasis, porque este modo tiene particular difinición, y según ella les cuadra, y estamos contentos de haberlos puesto, y aun muchos nos los han agradecido. La definición es, según Demetrio Falereo: Bona ominatio, & quando res odiosas bonis verbis edit. Pues por aquellos nombres que callamos (que son los propios) sinifican cosas odiosas y lo mudamos en suaves y amigas les cuadra el ser eufonismos. 10.22 La letrilla de don Luis de Góngora se ha quitado y se han puesto en vez della ejemplos muy graves en prosa de fray Luis de Granada y otros autores clásicos de nuestra lengua. 11.23 Dice su paternidad que diga que la anáfora es cuando un mismo vocablo se repite en los principios de los incisos, miembros y periodos, dígase en buen hora, y si allí no hay bastantes ejemplos añádanse estos: fray Luis de Granada en el Símbolo, parte primera, capítulo segundo, dice en los incisos: «Vos, Señor, tan sabio, tan poderoso, tan piadoso, y tan grande amador de todo lo que criastes». Y más abajo: «¿Quién más bueno que vos?, ¿quien más hermoso?, ¿quién más perfeto?, ¿quién más padre?». De los miembros en el mismo capítulo: «Amamos naturalmente la bondad y la hermosura, amamos a nuestros padres y bienhechores, amamos a nuestros amigos y aquellos con quien tenemos semejanza». De los periodos en el capítulo siguiente tercero: «La fe nos esfuerza con su firmeza y la razón alegra con su claridad. La fe nos enseña a Dios encubierto con el velo de su grandeza, mas la razón clara quita un poco de ese velo para que se vea su hermosura. La fe nos enseña lo que debemos creer y la razón hace que con alegría lo creamos». Con esto satisfacemos a dos géneros de gustos, unos que desean prosas y otros que no quieren la letrilla. 12.24 Confesamos ser aquel su propio nombre, como lo teníamos dicho y enseñado en la Romana, y como ahora se dice en todas tres.

22 F. Castro: «folio 36.Yo quitara la letrilla de don Luis y pusiera otra mejor» (fol. 180). 23 F. Castro: «folio 35.6. Anáfora es –dice el Maestro- cuando un mesmo vocablo se repite en los principios de los miembros.Yo dijera en los principios de los incisos, miembros y periodos, y trajera ejemplos de cada cosa» (fol. 180). 24 F. Castro: «folio 39. Se puede poner en medio un vocablo, etc. Esta figura se llama en griego epizeuxis y es repetición al principio. Como “Tú, tú lo hiciste”, aunque se suele poner en medio una palabra o un paréntesis corto o largo, según el ejemplo que pone el Maestro» (fol. 180).

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13.25 Su paternidad trata muy doctamente la epánodos y en ella las figuras que yo tengo por partes de la antitos o antítesis, y tienen muy bien lugar en el que les pone, mas no le tienen malo en el que yo les doy. Porque respeto de diversas consideraciones bien puede un mismo ejemplo pertenecer a diferentes figuras y lugares, y aquí no hallo lugar de condenar ninguna destas eleciones. 14.26 La misma satisfación se da a lo del eco, que a su paternidad le parece reducillo a la anadiplosis y a mí hacella figura distinta, o por mejor decir modo particular de la conduplicación. 15.27 Confieso que es buen ejemplo para la epánodos, mas quien le negara ser bonísima para la gradación, aunque se interpole aquella palabra. O ya que, pues también tiene algo de anáfora, porque ya lo advertimos que hay figuras a quien podremos llamar mistas, porque en un ejemplo lo están, y porque a penas vienen las unas sin las otras, como en la adiunción y similiter cadente y desinente siempre se halla compar isocolon, y en otras como en ellas lo advertimos. 16.28 La nota y regla le hemos, no quitado, mas mudado a la Gramática española, porque aunque aquí no tenía desacomodado lugar parece más propio el que ahora se le ha dado y no daña a los españoles saberlo, que acaso algunos no habrían advertido en la formación, y para los estranjeros es necesaria, y sabemos que estos han hecho más estimación deste trabajo que los naturales, que aun ellos son los que nos han obligado a la reformación, aumento y nueva impresión con importunas peticiones, y por mostrarnos agradecidos lo hemos trabajado con nuevo gusto por darlo con algún provecho.Y desta regla damos las esceciones (que llama fallencia) con el cuidado que nos ha sido posible.

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F. Castro: «Folio 40. La epánodos es gallarda figura de repetición diferente. Véase en mi Retórica, que es dina de tratarse más de propósito» (fol. 180). 26 F. Castro: «folio 42. El eco reduzgo yo a la anadiplosis, porque así como en ella se repite al principio de la cláusula el vocablo que se dijo al fin de la precedente, así en el eco. A esta figura ahíjo yo las oraciones enteras repetidas con énfasis» (fol. 180). 27 F. Castro: «folio 41. 6. El soneto de don Diego de Mendoza es admirable ejemplo para la epánodos» (fol. 180). 28 F. Castro: «folio 43.6 Los nombres españoles, etc. Esta nota y regla quitara yo, supuesto que es para españoles, que no lo han menester; para estranjeros es buena, aunque con algunas fallencias, como poeta, profeta» (fols. 180-180vº).

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17.29 Dotrina es de Aristóteles, y de cualquier escuela, que de los contrarios ha de haber una misma razón, diciplina y ciencia, como quien trata de la luz ha de tratar de las tinieblas, quien escribe de la salud escribe de la enfermedad, quien enseña a amar el bien enseña a huir el mal, quien instruye en el argumento demonstrativo instruye en el falaz. Luego como al dialético le toca la disputa y dotrina de los tópicos y elencos, al retórico que le pertenece el enseñar las esornaciones de la oración, también le pertenecerá desenseñar los vicios que la han de descomponer, desadornar y afear. Y así no está mal haber tratado tras de las palabras, que por aumento adornan, las que por el siendo vicioso hacen grosera y basta la oración. Si bien es verdad que nos pareció iría mejor por vía de apéndice esta dotrina y otras, que se han aumentado, que de ninguna condición a nadie han parecido ser fuera de propósito, ni ajenas del arte y lugar en que se tratan. 18.30 No me está mal la distinción de zeúma que su paternidad hace, aunque nuestra dotrina tiene muy grandes fiadores, y sea protozeúma: «Leo todos los días cartas, libros, procesos, memoriales y otros escritos»; mesozeuma: «Familia, hijos, y criados, gobierna hacienda propia y negocios ajenos»; hipozeúma: «Lo ausente como lo presente; las cosas de tus amigos, como las propias; las de los pobres como las de los ricos; las pequeñas como las grandes cuidas, solicitas y tratas». Con estos ejemplos se advertirán los de los autores. 19.31 Ninguna prolepsis tengo yo por figura gramática, como en otra parte lo tengo yo enseñado; bien es verdad que hay otra prolepsis de sentencias, como otras muchas figuras que son de palabras y también de sentencias como esta, la distribución y corrección hay otras. [20].32 Al doctísimo Brocense y otros no le pareció lugar ajeno tratar en este del número poético pues dijo: Hi pedes poetici sunt, & oratorij, 29

F. Castro: «folio 47. ahora diremos, etc. Todo lo que se dice desde esta plana hasta las figuras que se hacen por falta no está en su lugar, es bueno para la composición tratada ex professo, para aquí no» (fol. 180vº). 30 F. Castro: «folio 52. Zeúma es cuando a una palabra que se pone al principio o al fin, etc. Si se pone al principio se llama protozeúgma, si en medio mosozeúgma; en el fin hipozeúgma» (fol. 180vº). 31 F. Castro: «Cuando se pone una dición, etc. Mírese bien que esta prolepsis es de gramáticos, la de retóricos es lo mesmo que occupacio, cuando se responde a la tácita» (fol. 180vº). 32 F. Castro: «folio 54. aunque en la latina, etc.Todo lo que se dice desde aquí hasta la hora 58. 6 no es de Elocuencia ni deste lugar» (fol. 180vº).

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sed de numero poetico nihil agemus (quamvis non alienus erat locus) quia diligenter haec pars a multis est pertractata33. De suerte que —dice— deja de tratar de las locuciones poéticas figuras y pies, porque otros lo han tratado muy bien en asuntos particulares. Luego si nuestros españoles han dejado de tratar esto con tanto cuidado como debían en sus artes de poesía, no será fuera de propósito decir desto, y más habiendo ejemplificado los demás en poetas a persuasión de muchos. Mas porque no les opongan esto por vía de apéndice, como lo habrán visto. 21.34 A este satisfago en la advertencia 13, con lo que me parece muy fundado en razón. 22.35 Que su paternidad no se conforme conmigo en algunas cosas, no me maravillo; porque antes el conformar dos en un pensamiento se tiene por maravilla, según lo de Persio: Velle suum cuique est, nec voto viuitur vno. Séneca: Vt inter hominum millia nullae facies sunt per omnia similes, nec vllae voces, ita suum cuique ingenium est, suus cuique mos. De donde proceden las diversas opiniones que al principio dije, y por eso no quiero yo necesitar a nadie a que se conforme con la mía, y esta deseo sustentar mientras no se pueda convencer de manifiesto yerro. Dije pues que no era siempre forzoso guardar un orden solo, esto se entiende en que correspondan en el mismo número de lugar las cosas distribuidas, a las distribuyentes, y puse este ejemplo de la Dragontea, porque yo hago los precetos o esceciones de las autoridades que noto de Lope de Vega: Y allá la fama duque, marqués, conde, de Osuna, Ureña, Peñafiel responde.

Y trocando los lugares se entiende duque de Osuna, conde de Ureña, marqués de Peñafiel, y porque no se da por satisfecho con este

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Nueva cita del Organum Dialecticum, del Brocense, p. 364. F. Castro: «folio 63. Lo sesto, etc. Lo que resta desta plana y toda la siguiente pertenece a la epanópodos en cuanto repetición» (fol. 180vº). 35 F. Castro: «folio 64, En nuestro español, etc. No me puedo conformar con el Maestro en lo que dice, que no siempre ha de guardar la distribución un orden solo porque en no llevando no será esornación, sino confusión. Es fuerza que la tenga, como los ejemplos que se traen fuera de el la Dragontea. El de Virgilio es escelente: Pastor arator, eques, paui, colui, superaui. / Capras, rus, hostes, fronde, ligone, manu» (fols. 180vº-181). 34

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solo ejemplo, y le agradan y hacen más fuerza los latinos, en el segundo dístico que pongo no corresponden: Anguis, aper, iuuenis pereunt vi, vulnere, morsu: Hic fremit, ille gemit, sibilat hic moriens.

Donde Hic fremit, que es «de jabalí», se pone en primer lugar habiendo tenido el segundo en el primer verso, y gemit, que es «del mancebo» está en el segundo, habiendo precedido en el tercero, y sibilat, que es «la culebra» en tercero precedió en primero.Y otros dos dísticos del mismo pensamiento tienen así trastocado el orden (porque aunque se previerten orden tiene) y dicen. Sus, Iuuenis, serpens casum venère sub vnum Sus iacet exictu, pede serpens, ille veneno. Sus, serpens, iuuenis pariter periere vicisim Dente perit iuuenis, serpens pede, porcus ictu.

Y porque no se atribuya a necesidad del verso de nos ejemplo san Cipriano en prosa: Offerre lucem caeco, sermonem surdo, sapientiam bruto: quum neque sentire brutus posit, nec caecus lumen committere, nec surdus audire. Mas no por estos ejemplos y otros que se encontrarán, negaré yo la mejoría, elegancia mayor y perfeción que las que se corresponden tienen, adviértolo por esceción, porque algunas veces el orden falta puniéndolo prevertido [sic] como consta. 23.36 Confieso que hay los modos varios que su paternidad pone de petición particularmente en la interrogación o erotima, mas con los que en la nuestra se ponen se colige bastantamente se han de reducir todos allí. 24.37 Los cinco modos de sujeción puse yo en mi latina, mas después acá lo he considerado y por parecerme que se pueden reducir a menos, lo he hecho así.

36 F. Castro: «folio 69. de la figura petición, véanse varios modos en mi Retórica, página 158, de los cuales no se acuerda el Maestro» (fol. 181). 37 F. Castro: «folio 72. 6. Subjección, en griego antiphora, etc. De esta figura véanse cinco modos galanísimos en mi Retórica, página 260» (fol. 181).

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25.38 La permisión o prolepsis es mucha razón que se entienda, y ponga en el capítulo de fición, porque desto tiene mucho y de petición nada.Y Pudens discere, quam probe nescire malo. 26.39 A la prosopopeya añádasele norabuena la muda, que es cuando fingimos que una voz tácita le está respondiendo al pensamiento, cuyo ejemplo muy elegante pusimos también en la addubitación de Lope de Vega: «A dónde iré, que si los ojos vuelvo». Toda la otava.Y como muchas contemplaciones, y soliloquios (que estos aquí se han de reducir) de san Agustín, Blosio y otros espirituales, que por ser tantos y estar tan a la mano me pareció remitirme a ellos para poner de una vez muchos ejemplos muy buenos. 27.40 La ironía muchas veces muy de espacio lo he considerado y no hallo razón por donde pueda ser tropo, aunque lo escriban y enseñen varones graves, no puedo conformarme con ellos en esto. Perdonen, que licencia es de opinión. 28.41 El ejemplo latino para la ironía como con las coplas de Castillejo estimo y agradezco, porque aunque lo oí siendo oyente gramático lo había olvidado, y así ahora lo pondré en la latina. 29.42 Los modos que su paternidad pone se reducen a lo que decimos, como constará de los ejemplos que le hemos añadido. 30.43 La digresión tengo por figura y así la tengo por tal, y le acomodo la definición con otros autores graves. 38

F. Castro: «folio 73. La permisión y prolepsis no se incluyen debajo de la petición, sino de la ficción, porque en ellas no preguntamos sino fingimos» (fol. 181). 39 F. Castro: «folio 74. Yo añadiera a la prosopopeya recta y oblica la muda, que es muy galana, como la pongo en mi Retórica, página 169» (fol. 181). 40 F. Castro: «Folio 77.Véase bien si la ironía puede ser tropo, como la pongo en mi alegoría, 133» (fol. 181). 41 F. Castro: «folio 78.6. El señor Maestro no ha hallado aquel género de ironía que pone de Castillejo ni en latinos ni en castellanos modernos.Vea si le contenta este dístico que hizo un antiguo en la consagración de cierto prelado: Laus tua non tua fraus, virtus, non copia rerum / Scandere te fecit hoc decus eximium.Léase al revés así: Eximium decus hoc fecit te scandere rerum / copia, non virtus, fraus tua, non tua laus» (fol. 181). 42 F. Castro: «folio 82. De la aposiopesis y paralepsis, de su variedad y usos se dice aquí poco.Véase lo que yo digo y también de la esclamación, que dice poco el Maestro, fol. 87» (fol. 181). 43 F. Castro: «folio 84. La digresión no es figura pues no le cuadra la definición, yo la pongo entre los modos de amplificar» (fols. 181 y vº).

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31.44 A mí me parece que son aclamando los ejemplos de la epifonema, y aclaman sobre lo dicho arriba resumiendo, y para probar esta verdad es necesario ver lo que precedió, que es notable todo. 32.45 Los refranes son alegorías particulares y así los hago figuras de amplificación, porque amplifican lo que se dice. 33.46 De la commoración, exergasía, auxesis y sinonimia de sentencias se podrá notar lo que digo ahora de nuevo. 34.47 De la perífrasis se note la censura nueva, y de ninguna manera la tengo por antonomasia ni tropo. 35.48 La transición ponen por figura de amplificación autores graves, y en conformidad suya seguimos esta dotrina. 36.49 Si tuviera buen lugar en otro el capítulo de los sentidos de las escrituras, no le juzgamos desacomodado el que aquí le dimos, porque de los cuatro sentidos el literal consiste en las voces, los otros tres en el sentido; en los tropos no se trata más que de las voces, aunque en sinificados que hacen sinificar diferentes sentidos y las figuras de las sentencias miran al sentido de cualquier de los tres que sea, luego aquí es su lugar, pues queda tratado de las voces y sentidos. Según aquel dístico: Littera rem gestam loquitur, res ipsa medulam. Verbi, quam viuax mens videt, intus habet.

44 F. Castro: «folio 88. Aclamación es también, etc. Los ejemplos de la epifonema no parecen a propósito, porque ha de ser con aclamación o admiración, infiriendo de lo ya contado el daño o el provecho, etc. con alguna sentencia breve» (fol. 181vº). 45 F. Castro: «folio 93. Los refranes reduzgo yo a la alegoría, porque casi siempre lo son» (fol. 181vº). 46 F. Castro: «folio 98. La comoración es al modo de la sustentación y parece especie della, y así deben andar juntas» (fol. 181vº). 47 F. Castro: «folio 98.6. La auxesis es hipérbole fina y no debe apartarse della, como ni la miosis. Y el ejemplo que se trae no es de auxesis, sino de incremento.Y la perífrasis mejor lugar tuviera en la antonomasia, pues solo se diferencia della en la copia de palabras» (fol. 181vº). 48 F. Castro: «folio 101.6. La transición está divinamente tratada, pero no es figura, como ni la premonición, de que se trata en la plana antes» (fol. 181vº). 49 F. Castro: «folio 102. Este capítulo de los sentidos de las escrituras es bueno, sed quorsum? Después de los tropos era su lugar, este no» (fol. 181vº).

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37.50 Considerado he en qué me contradigo con lo que dije de la alegoría tratando de la metáfora, y no hallo en qué si no es en que aquí digo que la alegoría no es tropo y allí dije que la alegoría se hacía de metáforas continuadas. Y ahora lo vuelvo a decir que por la mayor parte la alegoría se hace de metáforas, mas no de aquí se sigue que la alegoría sea tropo, porque este consiste en una palabra y la alegoría en todo el contesto de la oración en la forma que aquí enseñamos, y en la alegoría pueden concurrir otros tropos y figuras y no por esto hay contradición. [38].51. Parécele a su paternidad que lo de las fábulas está muy suelto, y a mí me parece que no había en este tratado lugar más acomodado habiéndose de dar luz dellas, como quieren Quintiliano y Celio Rodiginio, el uno en sus Instituciones y el otro en sus Leciones antiguas. La ligadura que tenga con lo que se va tratando es que donde se halla esta diversidad de sentidos es en las fábulas (la Escritura sagrada esceta), luego si no trataramos della no satisfacíamos a lo dicho ni a lo que pretendemos de la Elocuencia, pues ayudan mucho al ornato de la oración suelta (si bien más a la poética) y así el maestro de la Elocuencia las debe enseñar, como otros retóricos lo han hecho, y dellos uno que vale por muchos nos lo diga, libro quinto, capítulo once, por estas palabras: Eadem ratio est –dice yendo tratando de la historia para pasar a la fábula– eorum, quae ex poeticis fabulis ducuntur, nisi quod his minus affirmationis adhibetur: cuius vsus qualis esse deberet idem optimus autor, ac magister Eloquentiae ostendit. Esto dice de Cicerón, de quien luego pone ejemplo.Y en el libro segundo, capítulo cuarto, al principio de tres especies que hace de narraciones es una la de la fábula, el argumento y historia. Diógenes después de haber dicho la dotrina de Aftonio y de Quintiliano en esta conformidad dice de parecer de Hermógenes, libro décimo, capítulo sétimo: Illud adnotandum fabellas, praecipue voluptatem praedulcem orationi inspergere. Por esto, y por lo que se dice en el mismo capítulo, no debe parecer que está desatado ni que su dotrina es fuera del propósito. De 50

F. Castro: «folio 103. En lo que dice aquí el autor de la alegoría contradice lo que dijo antes, fol. 19» (fol. 181vº). 51 F. Castro: «folio 105. Esto de las fábulas está aquí muy suelto y lo demás que resta no está tratado pro dignitate, porque como el Maestro juzga que no es parte de la Elocuencia, apúntalo no más y déjaselo por esplicar. Esto me parece salvo meliori indicio. Lo demás es admirable. Francisco de Castro» (fols. 181vº-182).

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las demás cosas si parece que se tratan muy de paso es porque lo que falta se dice en el Predicador y en el Instrumento, que ya tenemos escrito de mano en limpio, si no impreso, y si Dios nos da vida, salud, fuerzas y tiempo lo daremos en prática. Esto podrá decirle v. m. a su paternidad, y aseguralle de que en mis escritos y en las cosas de su servicio que quiera esperimentar mi ánimo le conocerá de un pecho tan agradecido como obligado; porque como dijo el español en su romance (liceat illis vti) a este propósito: Que los dones más de estima suelen ser consejos sanos52.

Y los de su paternidad son como de tan gran maestro y padre mío: cuya persona nos guarde Dios para nuestra dotrina muchos años. A las demás objeciones o daré razón de mi dotrina (como en lo pasado) o ejecutaré la enmienda. A lo primero que converná se encuaderne de por sí la Elocuencia española de la romana y sacra digo que hay diferentes gustos y que a todos se les podrá dar haciéndolo de todas maneras encuadernándolas juntas y de por sí. Que las voces deban ser siempre de un género no es dotrina cierta entre griegos ni latinos, y menos entre los españoles, como en nuestra Gramática lo enseñamos, y lo pudiéramos confirmar con ejemplos infinitos de fray Luis de Granada, fray Hernando del Castillo y otros de cuyo lenguaje hay muy gran satisfación. El mar y la mar dicen tantas veces lo uno como lo otro y más veces el agua que la agua, el alma o el ánima, la alma o la ánima, el arte y la arte y otros ambiguos cuyos ejemplos no cito porque son muchos. Desta dición arte, que dicen que está en la dedicatoria desta obra, de ambos géneros podrán ver al Tesoro de Covarrubias53, y verán que en cuatro renglones lo usa de ambos géneros. Yo no profeso reformar el lenguaje ni introducillo nuevo, sino enseño en el más usado y más bien recebido que Gramática hay o que Retórica adorna estando a lo recebido en el uso con más acetación de los doctos. Y porque muchas cosas de las que aquí se echan

52 Es el romance de Góngora que empieza «Oíd, señor don Gaiferos» (Góngora, Romances, p. 186), aunque se ha atribuido también a otros autores. 53 En efecto, escribe el lexicógrafo: «Es nombre muy general de las artes liberales... El arte que consta de preceptos» (Covarrubias, Tesoro, s/v arte).

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menos las tengo declaradas en la magistral del Arte poética de Horacio, para allí convido al curioso que lo desea54. Tiene ya tanto dominio esta locución entre los españoles doctos de dos negaciones por una, que tratar de reformallo es poner falta en todos los que mejor han escrito, y así no lo tengo yo por barbarismo, como ni lo es entre los griegos, que pasa lo mismo, entre los latinos es donde: Paritas negationum affirmat, imparitas vero negat, mas no en nuestra lengua, que antes dos niegan más; elegantemente se usan por una, como también algunas veces se duplica el artículo con elegancia diciendo. «Quiere que la ciencia la adornemos». No desautoriza nuestra lengua que los ejemplos españoles sean traducidos de latinos, antes en cierta manera se conoce así la igualdad de escelencia que con ella tiene pues es capaz de usar sus esornaciones, figuras y colores. Dijéramos esto si al traducillas no quedaran en nuestro español bien adornadas y si por reducillas al ornato retórico hispanizándolas quedarán mal arromanzadas, bárbaras, de mal sonido, mas quedando con tal hermosura y con la misma fuerza del sentido, antes en esto resplandece más la escelencia de nuestra lengua. Otras cosas les occurrirán a otras, mas no es posible que uno diga lo que todos piensan, que así dijo en sus oraciones el doctísimo Mureto: Necesse est multa, multis in mentem venire, nec fieri potest, vt quae omnes cogitant dicat. Satisfacer a todos es imposible, pues solos tres convidados tenía Horacio y cada uno le pedía manjares diferentes. Acuérdome en prueba desta verdad que cuando intenté este asunto quise ejemplificar con prosistas y de muchos a quienes lo comuniqué, si no fue uno, todos me detuvieron y obligaron a hacerlo con poetas. Hícelo como consta, ahora de aquellos que me indujeron los más me piden ponga ejemplos en prosa, de suerte que aun en unos mismos sujetos hay en diferentes tiempos varios gustos. Y aun Horacio dice que en una sola hora. Desta verdad es v. m. buen testigo y lo que entonces dijimos digámoslo ahora, y es que aunque en prosa hay muchas figuras y tropos, más es la abundancia de ejemplos en los versos así en latín como en español; mas porque no se vayan ayunos estos gustos ya les ponemos ejemplos de prosa, y el que quisiere más lea buenos autores y nótelos; estos son fray Luis de Granada, fray

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Obra perdida del maestro Patón, como se ha dicho, que debió de ser de las primeras que compuso.

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Hernando del Castillo, fray Luis de León, el padre Márquez, el licenciado Pedro de Herrera en las Fiestas del Sagrario, Políticas de Bobadilla, y de los historiadores todos los padres que la han escrito de la Compañía de Jesús, y la Pontifical de Illescas55. Para saber juzgar de lo que se dice o escribe han de considerar tres diferencias que hay en lo que se dice: o es tenue o grave o medio. El tenue género de lo que se dice es el de las conversaciones, hablas familiares de corrillos, juntas, lenguaje casero y común (como lo difine Cicerón en los Oficios) y a este se reducen los librillos de entretenimiento y donaire como el de Carnestolendas, Lazarillo de Tormes, Celestina, etc56. También se reducen a este género los libros doctrinales que, aunque tratan de cosas sutiles y agudas, por mayor claridad se tratan con palabras humildes, claras, sinificativas, comunes, ordinarias, intelligibles, para que mejor se entienda lo que se disputa y enseña, y así lo afirma Cicerón. El segundo género que es el grave, vehemente y levantado, se ha de tratar con lenguaje sublime, illustre, sonoro y de cuidadoso y artificial adorno. Para el primero basta la Gramática y Dialética, mas para este segundo es necesaria la Elocuencia. Este resplandece y luce en los púlpitos y en los sermones escritos con mayor perfección que en otras ocasiones y en las poesías heroicas de nuestros poetas con mayor licencia, porque cosas están bien al poeta que fueran de afectación en el orador, y muchas veces las de los unos cuadran a los otros. Algunas poesías hay que pertenecen al género tenue, cuales son coplillas ordinarias, romances.

55 Nómina de autoridades, algunas muy conocidas y otras menos hoy día. Fray Hernando del Castillo compuso una Historia general de Santo Domingo y de su Orden (1584); el padre Márquez será fray Juan Márquez, autor de la famosísima El gobernador cristiano (1612); el licenciado Pedro de Herrera escribió la Descripcion de la capilla de Nuestra Señora del Sagrario que erigio en la Sta. Iglesia D.Toledo el Cardenal D. Bernardo de Sandoual y Rojas,Arzobispo de Toledo y Relación. de la antiguedad de la Sta imagen, con las fiestas de su traslacion (1617); el licenciado Castillo de Bobadilla también compuso una obra muy reeditada, la Politica para corregidores y señores de vasallos... (1597); también la Histórica pontifical de Gonzalo de Illescas, en varias partes, fue reimpresa repetidamente desde su primera edición (1569). 56 Títulos todos bien conocidos de nuestra literatura, el primero es el de Gaspar Lucas de Hidalgo, Diálogos de apacible entretenimiento que contiene unas carnestolendas de Castilla (Barcelona, Sebastian de Cormellas, 1605), que tuvo buen número de ediciones en el siglo XVII y debió de ser libro muy leído. Patón lo compara con los otros dos títulos, pero lo cierto es que tiene poco que ver en cuestiones de género o intención.

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El tercer género es medio, entre el tenue y grave, que participa de los dos y así se trata con medianía de palabras ni humildes ni graves, sino mistas templadas (que dice el vulgo entreveradas). En este género escriben nuestros españoles sus historias. Estos sirven para tres oficios uno de los cuales o todos ha de hacer el que escribe o ora, porque con el tenue enseña, con el grave mueve, con el medio deleita tratando las cosas pequeñas con humildad, las graves con vehemencia, las medias con templanza. Por esto el que escribe o habla ha de advertir del género que son las cosas, para acomodarse a él y considerar que en una misma oración será necesario usar de todos, según de ofreciere. Algunos retóricos latinos han querido enseñar que algunos pies que se hallan casuales y con el torrente y curso natural en las oraciones de Cicerón y otros latinos los pusieron con particular artificio en los principios, medios y fines; como cuando en favor de Cluencio dijo Cicerón al principio de la oración Animaduerti iudices, donde hay dos pies, un anapesto y otro espondeo, y en favor de Milón los trocó espondeo y anapesto diciendo: Et si vereor iudices. En la Agraria tercera comenzó con dátilo y espondeo, y finalmente esto lo ejemplifican en otras muchas partes como pueden.Yo nunca me he persuadido a que el orador hizo esto con arte, sino casualmente cayeron así, porque a ser artificiosamente tuviera constancia en comenzar o acabar con una manera de pies lo cual no hace, porque los de un principio son siempre diferentes de los otros co57 en sus mismas advertencias quien lo quisiere notar. No es sino que como hay tantas diferencias de pies latinos forzosamente han de ser unos o otros, y saliendo así como salen a caso y naturalmente ya lo quieren hacer artificioso. No me puedo persuadir a creerlo, porque a nuestros oradores españoles escribiendo o hablando les sucede muchas veces decir versos enteros uno y muchos y no por eso diré yo que con artificio los dijeron, porque no fueron sino casualmente sin arte. En la santa Iglesia de Toledo le oímos a un gran predicador hablando de Cristo a las orillas del mar este verso: «Embeleso las ondas de los ríos». Y uno de los grandes poetas de España que lo oyó lo puso después en cierta obra suya58, de suer-

57 El reclamo final de página nos hace suponer que falta texto. Sería esperable un «como podrá ver» o fórmula similar. 58 Probablemente Lope de Vega, pero no he conseguido encontrar la cita en ninguna de sus obras.

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te que lo que fue arte y cuidado en el poeta, en el orador fue al descuido sin arte. El padre Zamora en el Destierro de la Virgen, si lo advierten, hallarán que escribiendo prosa naturalmente, dice muchísimos versos, y a otros sucede lo mismo59. De suerte que en el orador yo no hallo artificio en los pies o versos, que acaso dice, sino en las figuras, tropos y colores retóricos; y las reglas de la colocación se han de ir haciendo poco a poco de lo que se fuere advirtiendo. Algunos nos han notado de cortos en la eleción y colocación de las palabras, y es porque no han visto lo que sobre la Arte poética de Horacio hemos escrito; y porque no anda impreso será bien decir les alguna cosa, con que satisfagamos su gusto en la parte que sea posible, que en el todo no lo es. De lo enseñado se habrá advertido cómo lo que se habla o escribe ha de ser puro ordenado y acomodado a las cosas de que se trata. Puro llamo lo que es propio y natural del lenguaje en que se habla, latino o español. Esto se alcanza (como queda declarado) guardándose de usar vocablos y modos de decir estranjeros, huyendo los vicios de la oración, Gramática y Retórica. Estos son los de cualquier lengua que no se usan en la que hablamos. Por esto se ha de tener cuenta que siempre hablemos de manera que aquellos que nos oyen nos entiendan todos. En esto puede haber variación según las personas que nos oyen, aun en los vocablos muy propios de nuestro lenguaje cuando son de alguna facultad y oficio, que si no son los que saben del tal oficio, como vocablos de carpinteros, marineros, pintores, arquitectos, soldados y otros artes de que algunos charlatanes hacen gran caudal, pareciéndoles que con ellos hacen mayor ostentación de su curiosidad. Estos tales, si no es hablando con los del mismo oficio, no se pueden usar con los demás, advirtiendo del arte, que son como garlopa llaman los carpinteros a un instrumento de aquellos con que acepillan. De la copia de diferentes vocablos de oficios y artes hizo recopilación Palmireno en su Estudioso de aldea, que podrá ver el curioso para usar a tiempo y advertidamente, no para vana ostentación60.

59 Se refiere al Libro de la huida de Egipto de la Virgen nuestra Señora compuesto por el monje cisterciense fray Lorenzo de Zamora (Alcalá, Andrés Sánchez de Ezpeleta, 1614). 60 Se trata El estudioso de la aldea compuesto por Lorenço Palmyreno, con las quatro cosas que es obligado a aprender vn buen discipulo que son: Deuocion, Buena criança,

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Los vocablos estranjeros hemos de huirlos siempre que los tengamos en nuestra lengua, particularmente los que saben a letradería o bachillería, como decir: «Está muy provecto en la filosofía» para decir que la sabe bien o que está muy adelante en ella. En este vicio ya advertimos como suelen caer algunos gramáticos.Y otros por algún poco de comunicación que han tenido con estranjeros, que dicen escarpes por zapatos61, estringas por agujetas62, y los poéticos, como: «las nueve moradoras del Parnaso»63 por las musas, los «hermanos hijos de Latona», por el sol y la luna64. Aunque vocablos estranjeros se podrán usar por una de cuatro causas: la primera por necesidad, por no haber otros: como estafeta, coche, trabuco, tacamahaca, sumiller65, que son vocablos que vienen con las mismas cosas de otras naciones y generalmente todas las cosas que en la nación en cuya lengua hablamos no las hay se han de nombrar con los vocablos de la nación cuyos son, como: cónsul, pretor, mo-

Limpia doctrina y lo que llaman Agibilia. (Valencia, Ioan Mey, 1568). Efectivamente en esta obra recoge su autor léxico marinero y de otros muy diferentes oficios. 61 Encuentro escarpes con esa significación en las Cartas de Eugenio de Salazar, la Miscelánea Luis Zapata de Chaves o las Consideraciones de fray Alonso de Cabrera (en CORDE). 62 También en las Cartas de Eugenio de Salazar: «No estamos en tiempo ni en tierra tan fria, que no podamos muy bien jugar las armas á cualquier hora, que esta tierra no es Alemania, donde me acuerdo que estando en campaña nos acaecia no poder ligar con las manos la ligagamba, ni atar una estringa, ni áun sacar la hoja del fodro, y los estivales se nos quedaban pegados á las calzas con el hielo» (Salazar, Cartas, p. 20). 63 Se encuentra, entre otros autores, en textos poéticos de Cervantes o Góngora.Ver: «Vióse el sacro virgíneo hermoso coro / de aquellas moradoras del Parnaso / romper llorando sus cabellos de oro» (Cervantes, La Galatea, p. 340). También las Soledades del segundo: «Entró bailando numerosamente; / y dulce Musa entre ellas (si consiente / bárbaras el Parnaso moradoras» (Góngora, Soledades, p. 384). 64 Ver Juan Pérez de Moya, Philosofía secreta de la gentilidad: «El sentido histórico es que en Phrigia murieron en un día todos los hijos y hijas de Niobe, de pistilencia; y porque el Sol y la Luna, entendidos por Apolo y Diana, hijos de Latona, son causa de pestilencias» (p. 616). 65 Todas de amplia tradición, cuando Patón escribe estas palabras: estafeta y sumiller por lo menos desde mediados del XVI o un poco antes y tacamahaca desde 1574, fecha en que escribe Nicolás Monardes en su Historia medicinal de las cosas que se traen de nuestras Indias Occidentales: «Assí mismo traen de nueva España otro género de Goma, o resina, que llaman los Indios Tacamahaca» (en CORDE).

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rabito, zaquique66, porque como nuestra nación no tiene aquellas cosas no puede ponerles nombres. Y por el contrario yerran grandemente los que piensan que tienen licencia para poner vocablos latinos a las cosas que los antiguos no conocieron, engañados con aquella sentencia de Cicerón que a las cosas nuevas se les han de poner nuevos nombres; yo no entiendo quiere decir que los tales nombres los ha de poner otra nación diferente de aquella que los ha de usar, porque los vocablos son como la moneda, que solamente corre en la nación que la bate, que no valdrá en Castilla lo que en Italia llaman plear, carlin ni cuatrin67, así no puede el castellano dar vocablo al latino, griego o turco. La segunda causa es por estar ya tan recebidos que son como naturales, cuales son los que recibió nuestro lenguaje por necesidad y otros por uso, como enorme, atroz. La tercera por brevedad de vocablos, como decimos oficioso, por escusar decir aficionado a hacer buenas obras68, insolente por no decir poco respeto y recato en el trato común69. La cuarta por huir la bajeza en el decir y por hacer más autorizada la oración, como senador romano por hombre que representa mucha autoridad70; matrona por una mujer casta y de mucho gobierno, enigma por no decir ques y ques. La puridad en el lenguaje se alcanza notando muy bien los que la tienen en el suyo, como son los que en la tal nación viven más apartados del mar, los más cortesanos y recebidos por tales, y en la propiedad las mujeres, porque no mezclan su lenguaje con otros que se pegan de estudio o comunicación, escetas algunas bachillerías de monjas o no

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No encuentro zaquique, que seguramente es error por otro término árabe. Carlín y cuatrín, que derivan de las palabras italianas carlino y quattrino, son nombres de monedas de la época. No encuentro, sin embargo, plear. Carlín se encuentra en la Propalladia de Torres Naharro, pero se usa muy poco y casi desaparece en el XVII; en cambio cuatrín se emplea ya en La lozana andaluza y se usa mucho durante todo el siglo XVII. 68 La palabra estaba introducida ya en el XVI con esta acepción.Ver Cervantes: «Al caballero pobre no le queda otro camino para mostrar que es caballero sino el de la virtud, siendo afable, bien criado, cortés y comedido y oficioso, no soberbio, no arrogante, no murmurador, y, sobre todo, caritativo» (Cervantes, Don Quijote, p. 676). 69 Insolente es término ampliamente introducido desde principios del XVI. 70 Ver el Entremés de la elección de los alcaldes de Daganzo: «Rana Y ¿con eso pensáis de ser alcalde? / Humillos Con esto, y con ser yo cristiano viejo, / me atrevo a ser un senador romano» (Ocho comedias y ocho entremeses, p. 924). 67

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monjas, que por sus melindres o afectada curiosidad buscan los vocablos estranjeros71 (como lo murmura Juvenal y burla Marcial) para usarlos, o ellas de suyo inventan otros estraordinarios y fuera de la común inteligencia y uso de los demás, de los cuales ha de huir mucho el hombre honrado, cuerdo y grave que procura el acierto en lo que dice. Lo que se dice se adorna con lo que habemos enseñado en este Arte con el cuidado que nos ha sido posible en el uso de los tropos y figuras y en las advertencias que consisten en la eleción de los vocablos y modos de decir y en la colocación. La eleción de vocablos y modos de decir se han de considerar según el fin para que se toman, porque el vocablo que para una cosa es propio y bueno para otr[a]72 no será. El juicio desta eleción procede del conocimiento de los vocablos, fuerza y uso de la lengua. Los vocablos o son sucios o honestos. Sucios son los que sinifican cosas sucias o deshonestas: sucias las que se hacen por la necesidad natural guardándose de la vista de los hombres, cuyos vocablos también se han de disfrazar con otros metafóricos o de cualquiera suerte trasladados. Deshonestas las que naturalmente tapamos y escondemos de los ojos de los hombres, y estas se han de decir por vocablos muy apartados de la propiedad con nuevos y diferentes modos de decir, como: «Entraba y salía en casa de la mujer», antes que otra cosa de más cerca sinifique lo que queremos dar a entender. Otros hay antiguos desechados por tales y estos son en dos maneras: unos que se desechan todos ellos enteros, como: guisa por modo, otros que se han mudado ya de lo antiguo añadiendo, quitando, mudando o trastocando sílabas o letras, como son casi todos los que usamos. Esta variación se hace en las lenguas dentro de pocos años muy de ordinario: como hombres por homes, hembra por fembra, hijo por fijo, alnado por antenado. La primera manera de antigüedad se puede usar algunas veces en materias muy graves y con algún afecto porque trae consigo una manera de veras y antigüedad, como si quejándose uno de algún príncipe dijese así: «No sé en qué se han de parar tantos y tan intolerables tuertos como nos hace». Mas esto ha de ser muy raro73. 71 Patón es enemigo de las mujeres bachilleras, pero no se me alcanza a quién se puede referir aquí en concreto. 72 En el texto ‘otro’. 73 Imposible no acordarse del Quijote, donde se emplean entre muchos de estos términos, pero Patón parece referirse aquí a obras como la Flor de caballerías,

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Otros hay nuevos y recién nacidos, como hemos enseñado, que no está bien a un hombre grave usarlos hasta que tengan más autoridad, como no le estaría bien sacar un sombrero, calzas o otro traje nuevo de los primeros. Estos tales cada día salen a luz y en esto y en los antiguos hace el tiempo y el gusto lo que en los trajes, renovando los ya desechados, desechando los usados, como Horacio lo enseña y nosotros lo declaramos74. Otros hay bajos, otros hay graves: bajos los que no son decentes a la cosa que se trata o a la persona que los dice o a la que los oye, y no por sucios ni deshonestos (de que ya tratamos) sino por humildes, como asno, rocín75. Aquí se reducen los vocablos de donaire, picarescos o cómicos, como entrevar la flor76, dar papilla77, hacer la mueca78. Los vocablos y modos de decir más generales son más graves que los particulares y la negación de los contrarios más que la afirmación, como más gravemente se dice. «Vive mal, que es puta» y muy bien se sinifica diciendo: «No vive muy honestamente». Hay otros vocablos malsonantes, o por sí o por la junta de otros: estos se han de esaminar por el oído. Para todo esto es muy provechoso tener cuenta como hablan todos y reparar entre sí en todas estas cosas, leyendo los

de Francisco Barahona: «Como de lexos los dos valerosos hermanos se conocieron, muy contentos vinieron a hablarse y concertaron de aver batalla con Brandafurión y sus cavalleros para quitarle del mundo porque cesasen tantos tuertos como hacía» (en CORDE). 74 En alguna de las obras de Patón sobre el poeta latino que hemos mencionado en la Bibliografía. 75 El que estas dos palabras y las tres expresiones que siguen se puedan leer en las obras de Cervantes nos hace tender un sugestivo puente entre estas palabras de Patón y el Quijote. 76 Entrevar la flor es expresión germanesca que aparece en el Guzmán, en los Romances de germanía de Hidalgo y en la comedia cervantina El rufián dichoso: «¡Basta, seor Ganchoso! / O logue luenga, y téngase por dicho, /que entrevo toda flor y todo rumbo». (Ocho comedias, p. 361). Equivale a «entender la treta». 77 Dar papilla equivale a «engañar a otro como bobo» (Correas). Dice un ventero del Quijote, replicando al cura: «No piense vuestra merced darme papilla, porque por Dios que no soy nada blanco» (p. 373). 78 La palabra aparece también en el Quijote: «Con todos se burla y de todo hace mueca y donaire» (p. 283), pero parece más propia del teatro.Ver el siguiente texto de El mayorazgo figura, de A. Castillo Solórzano: «No se esquive tu persona / contra mi cariño así, / porque será hacerme a mí / la mueca y aun la mamona» (p. 150).

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libros con la misma atención y cuidado, advirtiendo en el adorno de figuras. Mas porque también consiste el ornato de lo que se dice en la colocación de las palabras y nos acusan que no habemos dicho desto nada habiéndolo hecho por modo de notas, habremos de volver a repetir algo de lo dicho. Porque esta colocación está en las partes de la oración, que son vocablos, o en la oración entera y junta. En las partes se nota la consecución de las diciones y el número oratorio; en la oración entera se mira la cantidad de los incisos, miembros y periodos. En la consecución se tendrá gran cuenta con la letra en que acaba el vocablo y en la que comienza y en el que se sigue inmediatamente tras él, no hagan insuave la pronunciación, como cuando comiença el siguiente en la vocal en que acaba el que precedió, particularmente si fuesen ambas a a, como santa alabada; c cuando se encuentran a y o, como santa orden; o y a, como perro olor; o y u, como mucho humor; u y o, su hombre; e y i, bien sé ir; o muchas vocales, como yo he ido. Estos detiniendo la pronunciación quitan la suavidad al son de las voces. En las consonantes, como cuando se encuentran dos s o dos r y s, como sois sabio, por robar, más rico, y otras muchas ásperas consecuciones, que se han de juzgar por el oído y huir en las composiciones cuidadosas de las oraciones y versos, aunque ya dijimos desto. Hase de huir el concurso de la mesma letra, como buen bobo, sois Sansón, o de las mismas sílabas, como dácala, no somos; o de las mesmas terminaciones de vocablos, de que pecó el obispo de Mondoñedo, y queda muy advertido, como ni hiel, ni miel, ni clavel79. Hanse de huir las cacofatones y los que llaman frenos en latín, que son las repeticiones de sílabas ásperas y dificultosa pronunciación, como Este rompe santos, opofagos, batragmanes, tropoglodita, trapacea, iconomaco, minotaurizado y otras cosas que se echan mucho de ver porque ofenden al oído con su aspereza y mal sonido. Para evitar esto es buena la consideración del número oratorio, porque della depende el conocimiento de la cantidad de las sílabas y de la imitación, particularmente de los buenos autores donde se hallará ejemplo de todo, notando en ellos (como cosa de mucha importancia) cómo acaban las cláusulas para la sonoridad y suavidad, que

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Ver: «Si el príncipe no es informado de la vida de todos, la corteza se le fará substancia; el huesso, cañada; el salvado, harina; la escoria, oro; la paja, grano; las hezes, vino; la hiel, miel» (Fray Antonio de Guevara, Reloj de príncipes, en CORDE).

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da gusto al oído del oyente. La regla que en latín dan y en español se debe guardar es que escusen de hacer versos en la prosa. Aunque a veces se vienen ellos de manera que sin pensar se hacen (como arriba dijimos), mas al menos con más cuidado se evitarán los consonantes porque no vengan a hacer copla. Para la cláusula se advierta que no acaba bien el final en diciones de una sílaba, si no es interrogación o vehemente obiurgación; las de dos sílabas acaban bien, ora tengan el acento en la primera, ora en la última; en los de tres o más es insuave si tiene el acento en la antepenúltima, como en los pies asdrújulos, mas en los que la tienen en la última o penúltima es sonoro y suave el final, como la esperiencia lo enseña.Y para que estas cláusulas se coloquen mejor será bien advertir las partes menores de el periodo. Periodo (que los latinos llaman ámbito o circuición) es la perfeta cantidad a que puede llegar una sentencia, y en estos se parten y dividen todos nuestros razonamientos para la claridad dellos y para la facilidad del decirlos; y para esto en los mismos periodos hay otras maneras de divisiones que son pausas que hacemos en el hablar, las cuales han de hacer con razón y no acaso parando adonde se nos antojare. Son pues las partes menores de que se compone el periodo dos: coma y colon (que dijimos en la Ortografía). Coma, o inciso, es la menor parte del periodo, que algunas veces es de un vocablo solo, cuando ponemos en la oración muchos juntos, como: «Verdad, justicia, fortaleza, constancia, piedad, religión, fee y prudencia le acompañan». Otras veces de más vocablos o de oraciones enteras, mas se queda el sonido y la sentencia pendiente del todo, como. «Pues que no podíades venir, unos querían hacer esto»; o cuando se interpone alguna oración dentro de otra, ora sea haciéndose por relativo, ora por alguna particula condicional, lo que va delante de la interposición se pone por coma y la mesma interposición y luego sigue la parte que quedaba de la oración principal, como «Los hombres que desean tener honra han de tratar verdad y vuestros negocios (si vos no fuérades descuidado) estuvieran acabados». Colon, o miembro, es la mayor parte del periodo que acaba sentido ella de por sí, aunque tiniendo respeto a lo que se sigue; no es el sentido perfeto, como: «Los buenos aman a los buenos y los malos a los malos». Aquel miembro «los buenos aman a los buenos», si el otro no se siguiera, fuera perfeto del todo, porque así hacía periodo y acababa

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en sentido; mas como se siguió el otro, que hace aquella contrariedad o contraposición de sentencia, era imperfeto el sentido y así se reputa por colon. O cuando después de una sentencia ponemos la causa de aquello, entonces la sentencia precedente es colon, como: «Bien podréis aderezar la posada, porque mañana vendrán vuestros güéspedes». De suerte que el periodo o es de solo un colon, como: «Ni hay lugar aquí para vos»; o es de dos, como: «Los hombres andamos tras las cosas ajenas y menospreciamos las propias»80; o es de tres, como: «Venciste a tus enemigos, libraste de muerte a tus amigos y ganaste gloria inmortal». Mas el más lleno y entero es de cuatro miembros, como: «Conviene que amemos a Dios de todo corazón, de todas veras y con sencillo espíritu honremos su santo nombre y fiestas; a los padres corporales y espirituales veneremos con amor filial y obediente respeto; al prójimo le hagamos bien y no le deseemos mal». Algunos dicen que si pasa desta cantidad es viciosa y escura, mas algunas veces en la figura disyunción podrá pasar con gracia; mas ha de ser las menos veces, que lo mejor es sea el periodo breve para mayor claridad, y sobre todo sea como a la materia y se dispongan las sentencias de suerte que las palabras tengan suavidad en el sonido y en nada aspereza y escabrosidad. Acomodado será lo que se trata y dice, si la elocución conviene con la invención, y esto se hace usando de las ideas convenientes. La idea es el aire o forma de lo que se dice, que le hace que tenga alguna virtud particular. Hay seis maneras de ideas: claridad, grandeza, hermosura, velocidad, aptitud y gravedad; y en cada una se consideran siete cosas: el conceto o sentencia, que es el fundamento de lo que se trata; método, que es la manera como se proponen las sentencias; dición, en la cual se tiene cuenta con los vocablos y el son dellos; figura, que contiene las que se han de usar en cada idea; composición, que tiene cuenta con la de los vocablos; longitud de los miembros y periodos; el número oratorio o clausula. La idea de la claridad se compone de dos ideas: puridad y distinción. La puridad consiste en que las sentencias se tomen del común modo de entender y hablar, sin más hondura ni agudeza. Método es que se pongan las sentencias sin ningunas circuiciones, ni interposición ni subcontinuación. La dición de los vocablos propios, huyendo

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Es lugar común que se recoge en múltiples textos, como, por ejemplo, en esta cita del Quijote: «Yo, como sabéis, tengo riquezas propias, y no codicio las ajenas» (p. 155).

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lo posible de tropos, y que tenga los más verbos que se puedan poner. Las figuras no se han de usar aun sin afectación. La longitud de los periodos también se procure evitar. La composición y clausula, sin cuidado. Esto conviene a la puridad. En la distinción no hay sentencias propias, porque cualesquiera se pueden poner con distinción. La método es que las cosas se propongan con el mesmo orden que se hicieron y con el más natural que se pudiere, y si alguna vez se ha de trastrocar este orden se avise antes, como: «Responderé a lo último de vuestra carta primero, por sacaros luego desta duda». Las figuras son todas las que valen para proponer, proseguir y concluir, huyendo de digresiones cuanto se pudiere. Las demás tienen la puridad como la distinción. La grandeza de la oración se hace con cinco ideas: autoridad, esplendor, circuición, asperidad y vehemencia. Las sentencias de la autoridad son concetos de cosas de Dios y de sus santos y no fabulosas y poéticas, si no es que vienen con la declaración de sus causas: de las costumbres de historias muy señaladas y admirables, como la de Horacio Cocles, Muscio Escévola y las de los santos que siguieron a Cristo. Método: es que propongamos las sentencias con afirmación y no en duda. La dición de vocablos sonoros, libres de los frenos y asperezas que hemos enseñado, llenos de suavidad; tenga la oración más nombres y participios que verbos, muchos tropos: metáfora, sinédoque y alegorías. Las figuras principales: concesión y aseveración. La composición, no cuidadosa y la longitud, templada de periodos, ni largos ni breves. Esplendor o lucimiento de la oración tiene las sentencias de cosas ilustres y muy sabidas propias nuestras o de los nuestros, o por los oyentes o sus ascendientes, cuya narración redunda en honra de los que nos oyen. Método: que las sentencias se propongan llanas y sencillamente, sin ninguna duda ni interposición, llenas de confianza. Figuras: asíndeton, sinatismos, conmoración, aseveración y a veces con juramento. Longitud de periodos: largos. Las demás cosas como en la idea de la autoridad. Las sentencias de la asperidad son las reprehensiones particularmente de cosas importantes y graves. Método: decir las cosas de nuestra autoridad sin ninguna correción. Dición de vocablos: ásperos; metáforas duras de son insuave. Figuras: apóstrofe, erotima, concesión, obiurgación. Longitud de miembros: breves; periodos cortos.

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Composición: descuidada, antes insuave. Cláusula: de vocablos de una sílaba o asdrújulos. En la vehemencia las sentencias sean acomodadas a la oración vehemente, como de quejas, reprehensiones y aprobaciones. Método: la que en la asperidad, y algo más libre. La dición como en la asperidad, y es lícito en esta usar vocablos raros y a veces fingidos. De las demás, como en la aspereza. La circuición o hablar rodado puede tener lugar en cualquiera sentencia, que no las tiene propias. Método es que las probaciones precedan a lo que prueban, como: «Pues sois bien nacido, obligado estáis a hacer lo que es razón». Y que todas las sentencias se amplifiquen lo posible por todas las circunstancias y sentencias de amplificación, particularmente por los contrarios. Figuras: todas las que suspenden al ánimo del oyente y las de ornato y amplificación y las demás. Longitud de miembros: larga; y en todo la gala y adorno mayor que el orador pudiere. La hermosura de la oración es como el afeite, que se pone a cualquier sentencia y método, y así estas dos cosas no las tiene propias. Dición: pura y propia, vocablos de muy suave sonido y de pocas sílabas. Figuras: de palabras y sentencias todas las que haya de pulimento, adorno y amplificación. Composición: cuidadosa. Circuición: de miembros medianos. Cláusulas: breves, que son las más hermosas. Para dar espíritu y brío a la oración se añade la velocidad; que no tiene propias sentencias. Método es que a objeciones breves se le den luego breves soluciones. La distinción: de vocablos propios y breves. Las figuras: apóstrofe, de tal manera que en breve se convierta la prática a varias personas, y asíndeton, anáfora, antístrofe, polisíndeton. Los miembros: los más breves que se puedan usar. La composición: sin concurso de vocablos. Las cláusulas: muy breves. La aptitud se hace de otras dos ideas: simplicidad y dulzura. Las sentencias de la simplicidad son las que suelen decir las personas simples, como los pastores cuando se traen muchos ejemplos de los animales brutos y de las plantas, como en las Fábulas de Esopo. Método: que cada cosa se descubra muy por menudo, desnudamente, sin ninguna circuición. Lo demás como en la puridad. La dulzura consiste en fábulas poéticas o en las historias que les parecen, como las de Herodoto, o cuando se describen cosas que alegran a los sentidos, como la tierra y sucesos, y cosas de amores y secretos naturales, antipatías y simpatías. Método: como en la simplicidad

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y la dición, aunque más libre, que se llege más al estilo poético, con muchos epítetos. Longitud: como en la puridad y hermosura y la composición. Cláusula: como en la autoridad. La gravedad en la oración o es y parece o es y no parece o parece y no es. La que es y parece se hace con cualquiera idea de grandeza, y principalmente con la autoridad; hanse de usar las sentencias admirables y sutiles, fuera de la común inteligencia y sentimiento de los hombres. La gravedad que es y no parece en la oración es cuando decimos sentencias muy graves con la idea de la simplicidad. La gravedad que parece y no es se hace cuando se levantan concetos bajos, de poca importancia, con la grandeza de la oración y cuando las razones se amplifican más que se prueban, y se mezclan muchas digresiones de fábulas, historias, descripciones, que no pertenecen al punto de que se trata. Hase de notar que apenas se hallará una destas ideas pura, sin mezcla de otra; mas según la materia de que se trata, se ha de procurar usar de la idea conveniente cuanto sea posible. Porque en esta dotrina de la colación y de las ideas, hemos hecho mención de algunas que muchos las tienen por figuras y yo estoy determinado a no dejar de decir las cosas que me vinieren a la noticia, aunque yo no las tenga por tales, y de decir dellas cumpliendo lo que prometí en las advertencias, apéndices y notas. Destas es una la adseveración, y es cuando aprobamos o reprobamos el dicho o hecho de alguno, como: «Discreto dicho por cierto, y dino de hombre tan sabio», «Hazaña que merece nombre eterno», «Valor heroico que descubre el del animoso corazón y generoso pecho». La otra es objurgación, cuando con grandísima cólera y palabras descompuestas reprehendemos a alguno, como: «Desvergonzado, tacaño, insolente, malnacido, ¿cómo tuviste atrevimiento para cometer tal maldad?». La interposición yo no hallo que sea otra cosa que la paréntesis, modo de hipérbaton. Breve conclusión es cuando hacemos un brevísimo epílogo, o suma, en dos palabras de lo que hemos dicho en muchas, como: «Paréceme, que hemos dicho de la vida deste lo que se podía decir». Esto sospecho que sabe a epifonema. Distinción, según la coleción llaman, cuando contamos algunas cosas puniendo delante el número dellas, como: «Yo entiendo que un capitán ha de tener estas cuatro cosas: conocimiento del arte militar, esfuerzo, autoridad, felicidad». Reieción es cuando decimos que dejamos de decir una cosa para mejor lugar, ocasión o tiempo: «Otra ocasión

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habrá, en que podamos tratar desto más largamente». Esta la redujera yo a la metástasis o preterición. Parison es cuando los miembros del periodo no son del todo iguales en el número de palabras, mas son tan pocas más o menos que lo parecen, como: «Cuidado de todo, sus amigos, amor a sus deudos, blandura con los estraños». Esta no me parece diferente de la isocolon o compaz, de quien dijimos. Mucho me habré alargado y puedo decir de mí lo que Horacio del barrero: Amphora caepit Institui: currente rota cur vrceus exit? Y es porque ha salido tan larga mi respuesta dará ocasión ya de nueva duda, debiendo serlo para las muchas que se nos han puesto, y no sé si me dejo algunas. En casos que la necesidad lo pide, no hay prolijidad; antes se quedará la escuridad en su punto, si procuramos abreviar, y no es menos vicio cuando se falta en esto, porque así (como dicen) se peca por carta de menos, como por carta de más; tanto es no llegar como pasar, como lo dijo bien Plinio: Sed non magis seruat modum, qui infra rem, quam, qui supra: qui adstrictius, quam qui effusus dicit. Y respondiendo a la tácita de que la brevedad es agradable a muchos, dice que para los flojos, descuidados y perezosos. Si han sido muchas las advertencias, muchas las dudas, muchas las objeciones, ¿cómo podía satisfacer en pocas palabras? Con las deste autor concluyo: Haec est adhuc sententia mea: cuam mutabo, si tu disenseris. Sed plane cur disentias, explices, rogo. Cuanuis enim cedere autoritati tuae debeam, rectius tamen arbitror in tanta re, ratione, cuam autoritate superari. La de v. m. me dará licencia para que esta satisfación se imprima, porque así esté más espuesta para darla a los que me han hecho merced de advertir estas cosas, que me han obligado a escrebir con algún cuidado y espacio. El de su vida de v. m. aumente Dios con próspera salud y los merecidos acrecentamientos y guarde. Deste estudio, abril, último de 1618. El Maestro Bartolomé Jiménez Patón. (Mercurius Trimegistus, fols. 182-205)

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INSTRUMENTO

NECESARIO PARA EL CONOCIMIENTO DE LAS CIENCIAS/

Y ENTENDIMIENTO DE LOS AUTORES/ POR EL MAESTRO

JIMÉNEZ PATÓN./

BARTOLOMÉ

DIRIGIDO A DON JUAN IDIÁQUEZ.

A

DON JOAN

[Esta no se trasladará]1. Aquel filósofo español (a mi parecer príncipe de los morales) advierte que en el hacer algún servicio se ha de considerar el qué, a quién, de qué manera, cuándo, dónde y por qué para que el tal servicio tenga la acepción y acierto conveniente. Por defecto de las cuales circunstancias no pienso que el mío dejará de ser acertado el que yo hago es conforme a otra regla2 que el mismo cordobés da de cosas no superfluas como: A la mujer, las armas; al rústico, los libros; al letrado, las redes; si no al archivo de todas buenas letras el instrumento por quien se hacen comunicables porque ninguno hay que por elevación o virtud física no tenga necesidad de valerse para sus operaciones de una causa tan principal como el favor de v. m., con lo cual me parece que también cumplo con la segunda condición, que es mirar a quién el servicio se hace3. Aunque se entienda con las condiciones que el mismo Séneca dice que son: A varón sencillo, que advierta a el servicio y que lo estime, abstinente de lo ajeno y no avaro, afable y amoroso. Que por ser en v. m. tan notorias no particularizo.

1 2 3

Escrito con otra letra, presumiblemente del propio Patón. En el margen: quid. En el margen: cui.

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También abona el quien la costumbre antigua de consagrar semejantes obras a colunas semejantes, y si la de la nobleza sola ha sido por sí bastante para canonizar por bien hecho el servicio a personas preminentes en dignidad donde concurre esto con la presidencia, no sólo de Consejos de orden, mas aun, de ciencias, pudiéndola poner en todas (como dignísimamente había intentado), mayor abono el servicio tiene, como es sin duda hicieron ventaja los hechos a Mecenas a los que a otros príncipes se hacían, porque en los unos no más del valor y en el otro esto de la sangre real etruria y privanza del oficio de chanciller mayor del imperio romano y noticia de buenas letras y amigo de favorecer los profesores dellas, que la hizo tan famoso que a los que este oficio hacen mereció se trasladase su nombre. Por esto también se tiene por acertada dedicatoria lo de Marco Varrón, el docto, que hizo de los libros de lengua latina a el príncipe de ella, Marco Tulio, y la de Paulo Orosio a San Agustín. De las cuales dos condiciones nace la declaración de la tercer4 y es de qué manera, que es decir con qué causa, haber conocido en v. md. aquella pía afección para con cualquiera suerte de letras (cual la mostró el papa Pío segundo a Francisco Filelfo), principalmente a las que caminan al aumento de nuestra lengua propia la tengo por bastante para que de la manera que la mano que (según Galeno) es instrumento de instrumentos no fuera sin la ayuda del alma por si de provecho a sí este mi Instrumento sin la de tal causa fuera ocioso. Y eso a tiempo5 que las ciencias van en nuestra España en el aumento que todos veen y así por si es posible que antes que eche más raíces alguna escarda que con la sucesión de las mismas ciencias nos dan los latinos (como doctos lo han advertido), quise ofrecer este pequeño Instrumento, que aunque haga oficio tan humilde como es el de escardadera, lo terné por muy dichoso y honrado con que conozca ser de algún provecho. El dónde6 es en la corte, lugar donde ciencias y letrados florecen o, por mejor decir, dan el fruto de las flores que en escuelas se produjeron.Y el porqué7 es, como dije, si puedo servir en algo a mi pa-

4 5 6 7

En En En En

el el el el

margen: qualiter. margen: quando. margen: ubi. margen: quare.

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3. PARTES DEL INSTRUMENTO NECESARIO

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tria de cuyo efeto estoy persuadido, gobernándose este flaco Instrumento por la virtud y elevación de causa tan principal, por quien obrará en todo y valdrá con todos. Guarde Nuestro Señor.

APOLOGÍA

DEL DOTOR JOAN

TEOLOGÍA EN LA

ACUÑA DEL ADARVE, CATEDRÁTICO DE UNIVERSIDAD DE BAEZA Y YA PRIOR DE LA IGLESIA DE VILLANUEVA DE ANDÚJAR

Adán fue con su ser enseñado porque le fueron infusas todas las ciencias y él las comunicó a sus decendientes, y de aquí quedó aquella sentencia: Nil dictum est quod dictum non sit prius. Con ser esto verdad, se dicen algunas cosas y se enseñan algunas dotrinas al parecer nuevas y es la causa nuestra inorancia que por el pecado fuimos condemnados, porque Omnis peccator ignorat, y así lo verdadero tenemos por falso, lo antiguo por nuevo, yendo por diferentes caminos, juzgando que acierta cada uno en su yerro, según lo de Horacio: Ille sinestrorsum hic dextrorsum abit unus utriusque error. Sed variis illud it partibus. Mas a aquel juzgaremos que sabe que mostrare entiende los principios y causas de las cosas adelgazando lo que fuese posible las fantasías que dice el Apóstol: Dum in hac vita semper phantasmata videmus. Por que es fuerza: Oportet intelligentem phantasmata speculari. En esta especulación todos los sabios del mundo ponen su trabajo, gastan su tiempo, aplican su estudio, emplean su cuidado, solicitud, industria y desvelo no solo oyendo maestros (que [e]sto más es fe humana que ciencia), mas procurando por sí entender cualquier cosa (que [e]sto es del buen ingenio): Optimum ingenium est illud quod omnia per se intelligit. Lo cual se ha de alcanzar teniendo por maestro después de su autor a la naturaleza, no escuchando a Platón, que dice: Agri vero at arbores nihil me docere possunt, sed homines qui in urbe versantur, sino a Salomón: Dabis ergo servo tuo cor docile ut populum tuum indicare possit et discernere inter bonum et malum, y el mismo autor avisa cómo en las obras de naturaleza está escrita la verdad: Vade ad formicam compiger et considera viam eius et disce prudentiam quae cum non habeat ducem nec praeceptorem praeparat in aestate8 y el psalmo: Coeli enarrant

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Sigue más o menos el texto de la Vulgata (Prov. 6, 6-8).

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gloriam dei: et opera manuum eius annuntiat firmamentum. Y en otro lugar: Nox nocti iudicat scientiam9. Así el filósofo natural que piensa ser una proposición verdadera porque la dijo Aristóteles, sin buscar otra razón, no tiene ingenio porque la verdad no está en la boca del que lo dice, sino en la cosa de que se trata enseñando a voces su ser, naturaleza y fin: Numquid non sapientia clamitat et prudentia dat vocem suam10. El que tuviere docilidad aprenderá mucho en la contemplación destas cosas. No quiero por esto negar que es negocio importante el oír de maestros y leer los escritos de los pasados, porque fuera negar una verdad muy clara y la escelencia que [e]l ingenio muestra dando la fe debida al maestro que dijere cosas puestas en razón: Bonum ingenium est illud quod benedicenti obedit. Platón dijo que [e]sto ha de ser conformándose con la verdad con que dio licencia a su dicípulo para que alguna vez le dijese: Amicus Plato sed magis amica veritas11 y a todos nos la da para esaminar lo que se oye y lee: Dicta philosophorum sunt examinanda, nec statim admittenda, etiam si uera uideantur. Siendo el maestro tal y los libros tales, suplen la falta de la larga vida que [e]ra necesaria para conocer todas las verdades por esperiencia, mas ansí con pocas que se esperimentan y muchas que se oyen y leen por otros esperimentadas viene el entendimiento humano con conocimiento de muchas cosas que de otra suerte fuera imposible, mas no necesitado a creer lo que no fuere verdad. Que [e]s vergüenza muy grande que me haya dado naturaleza ojos para ver, entendimiento para juzgar y que pregunte a Aristóteles o Platón qué colores, figuras y naturaleza tienen las cosas. Esto he dicho para deshacer dos objeciones con que algunos contradicen la dotrina de nuestro autor: una es que parece atrevimiento hombre que no acabó de oír los cursos de Teología quiera sacar a luz estos y otros trabajos dinos de mayores estudios que los suyos. Esto dicen porque no han advertido su perpetuidad en trabajar leyendo y 9

Psalmos, 18, 2-3. Prov. 8, 1. 11 «Sentencia tomada de la vida de Aristóteles por Ammonius Sacas, que la aplica a Sócrates» (Herrero, 1999, p. 55b). Correas recoge su correspondiente proverbio castellano: «Amigo es Platón, pero más amiga es la razón». La forma en latín aparece en una de las cartas que don Quijote dirige a Sancho, gobernador, lo que da idea de su uso como proverbio. 10

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especulando, y debiendo saber que los primeros teólogos fueron aventajados sin estar en escuelas, como consta de san Agustín, Raimundo Lulo, y Galeno se alaba de que por sí supo lo que supo: Si quidem omnia investigavi ratione ipsa viam monstrante quando si praeceptores sequitus fuissem multos errores fecissem. Que aun nuestro autor haber cursado tiempo bastante en escuelas, a mí, como condicípulo, me consta, y que lo es su casa siempre a todos los que lo conocen esaminando lo que oye y lee primero que lo crea, es muy bien quisto es aprovecharse de su ingenio y habilidad no siendo cobarde porque [e]l autor que hizo a Aristóteles y Platón nos hizo a todos y quien crió un tan grande ingenio podrá criar otros mayores, quedándole la mano sana. Con que se satisface a la segunda ojeción que [e]ra decir por qué se aparta en su dotrina de la común. A lo que otros dicen que estas cosas en lengua vulgar no son bastantemente sinificadas ni estimadas como debe, quae praetiosa sunt assiduitate uilescunt12, digo que de ser las lenguas un plácito y antojo de los hombres y no otra cosa se infiere claramente que en todas se pueden enseñar las ciencias y en cualquiera se dice y declara lo que la otra quiso sentir, o con propios términos o prestados que con el uso hace suyos, y así ninguno de los grandes autores fue a buscar lengua estranjera para dar a entender sus concetos13, pues los griegos escribieron en griego, los romanos en latín, los hebreos en hebraico, los moros en arábigo y aun el dotísimo Raimundo escribió en su lengua catalana tantos libros y de tan altas maneras. Luego razón es que [e]l castellano también escriba en la suya14. Lo que acerca de el orden y distinción de ciencias y materias se siente y enseña quien no lo alaba, pues es ansí que es confusión oír materia que presuponga otra y muchas juntas. Porque por este camino se hace una maraña de cosas en el entendimiento, de suerte que después en la prática no sabe el hombre aprovecharse de los preceptos de su arte ni asentarlos en su conveniente lugar. Mejor es trabajar cada facultad y materia de por sí y con el orden natural que tiene su 12

San Agustín, De civitate Dei (Lib. XXI, cap. 4). Como he indicado arriba, copia aquí, sin mencionarlo, el Examen de ingenios para las ciencias de Juan Huarte de San Juan. 14 A partir de aquí y hasta el final de la Apología se copia con otra letra, en la que no hay tachaduras de letras sobrantes y donde los textos en latín se copian de la misma mano. 13

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composición, porque de la manera que se aprende se asienta en la memoria. Así el que ha de deprender latín o otra cualquier lengua lo debe hacer en la niñez, porque si aguarda a que el cuerpo se endurezca y tenga la perfección necesaria, jamás saldrá con ello. En la segunda edad, que es la adolescencia, se ha de trabajar en el arte del raciocinar (que es este Instrumento) porque ya se comienza a descubrir el entendimiento, el cual tiene con la dialéctica la misma proporción que las trabas que se echan a los pies y manos de una mula cerril que anda algunos días con ellas con que le quede para delante cierta gracia en el andar. Ansí nuestro entendimiento trabado con las reglas de este Instrumento terná después en las ciencias y disputas un modo de discurrir muy gracioso e importante. Venida la juventud, se pueden aprender todas las demás ciencias que pertenecen a el entendimiento, porque ya está descubierto. Galeno, entendiendo cuánto importaba este buen orden y concierto en el estudiar, escribió un libro de la manera que se habían de leer sus obras. Otros añaden que el estudiante, mientras es oyente, no tenga más que un libro que contenga llanamente la dotrina y en él estudie y no en muchos, porque no se desbarate ni confunda, y tienen mucha razón. Tal nos le da nuestro autor, apurada la verdad de lo que a esta facultad toca, excluyendo la confusión que otros juntan mezclando cuestiones bien ajenas deste tratado. En su alabanza yo no quiero gastar tiempo, pues por su importancia el trabajo se hace honesto y de deleite, y juntas estas cosas engrandecen su dueño, pues es así que Opus laudat artificem, y quien más le debe es nuestras escuelas, pues: Filius sapiens laetificat patrem, filius vero stultus maestitia est matris suae15. AL

LETOR16

Mucho tiempo con particular atención he considerado la felicidad en que están las cosas de nuestra España, principalmente la monarquía de las ciencias, y concluyo esta imaginación siempre con pedirle a Dios no mayor aumento, sino conservación durable de el estado que al pre-

15

Prov. 10,1. En el ms. «A el lector», pero una mano posterior ha tachado la e del artículo y la c de la palabra siguiente. Este prólogo que dedica Patón a sus lectores se reproduce en Madroñal, 2003. 16

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sente tienen. Porque si hacemos discurso ¿de qué materia hallaremos que no tenga muchos, buenos, agudos y copiosos libros? Comenzando de la Gramática (porque por abreviar17 quiero discurrir por las facultades, que nombrar autores fuera no acabar), ¿quién no tiene noticia de las muchas que de latina hay en español?, algunas de la griega y de la española para otras naciones; de la Retórica en la nuestra dijimos; de las Matemáticas ¿quién sabe algo de lección que no haya encontrado de todas ellas muy grandes y copiosos libros hechos de la invención de españoles y traducidos de los antiguos, así en Aritmética, Música y Geometría, como de Astronomía? De Filosofía natural fueron los primeros libros de que gozó España, como consta de el Propietario18 y después acá de las traduciones de Dioscórides y Plinio19; de la Moral son sin número los libros que hay escritos, porque (fuera de que cosa hay con tal título) lo son todas las sumas de casos de conciencia; de la Medicina asimismo; de la Historia no quiero decir nada, pues de los que de ella hay se podían hacer muy grandes librerías; de Leyes y Cánones: las Partidas de el rey don Alonso20, las Recopilaciones y mil autores; sobre los Derechos y sus cosas están a la mano; de Teología positiva y escolástica, los libros que llaman Predicables nos enseñan grandísimos misterios; de poesía y de escribir cartas dejo su grande copia. Sola de una facultad hallo que se hayan olvidado y no sé cómo habiendo tocado en todo se dejasen el modo de saberlas: el órgano e instrumento, que es la Dialéctica, la que el torrente de las escuelas todas confiesa a una voz ser necesaria para adquirir las demás con perfección y la que, a no saberla los que de esotras facultades escribieran, no escribieran tan bien; la que después de la Gramática había de ser 17

Se ha tachado después la palabra ‘más’. Alude aquí Patón al Libro de propietatibus rerum de Bartolomé Anglicus traducido por fray Vicente de Burgos (1494), el cual se refiere a su propia traducción del libro de esta manera, como se puede leer: «Feneçe el .XVI. libro del Propietario, que trata de las piedras & metales» (fol. 211). 19 Se refiere a las traducciones de los doctores Andrés Laguna, Pedacio Dioscorides anazarbeo, acerca de la materia medicinal y de los uenenos mortíferos traduzido de lengua griega en la vulgar castellana & illustrado con claras y substantiales annotationes (Amberes, Juan Latio, 1555) y Jerónimo Huerta, Traducion de los libros de Caio Plinio Segundo de la Historia natural de los animales, primera parte (Madrid, Luis Sánchez, 1599). 20 Alfonso el Sabio, cuyas Siete Partidas se editaron en Valladolid, Diego Fernández de Córdoba en 1587, entre otras ocasiones. 18

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enseñada, aunque el orden se haya pervertido y trastrocado enseñando primero la Retórica, lo cual es contra el uso antiguo y buen orden de enseñar. Que esta facultad deba enseñarse en lengua vulgar consta de autores21 que siempre tuvieron por yerro el enseñar las ciencias en lengua estraña y apartada del uso común y trato de las gentes, porque en los tiempos antiguos no hubo nación tan bárbara que tal hiciese desde que Dios formó el linaje humano, sino que enseñaron los caldeos en caldeo, hebreos en hebreo y lo mismo hicieron las demás naciones: egipcios, fenices22, griegos, latinos, árabes y casi desde los primeros tiempos los españoles, cada uno a su nación en lengua que le era natural23. De lo cual resultaba que los discípulos entendían a sus maestros con grandísima facilidad y los maestros en21

En el margen: «Simón Abril en los Apuntam., Luys Viuas De corrup. Disci.; Martínez en prólogo suae artis; Sánchez in Arte Gramática, Maestro Busto en su proemio, Lara en la suya, Doctor Frías a Sánchez, Urbanus in Arte Graeca». Interesante elenco de opiniones de algunos de los más célebres autores de este tipo de textos: Pedro Simón Abril y sus Apuntamientos de cómo se deben reformar las doctrinas y la manera de enseñarlas (1589), Juan Luis Vives, De corruptibus artibus & tradendis disciplinis libri XX (1531); Martínez bien podría ser Nebrija (Elio Antonio Martínez de Cala y Jarava); Sánchez tiene que ser el Brocense, aunque hay también un Juan Sánchez, autor de unos Principios de la grammática latina (1586); Urbanus será Urbanus Bellunensis y su Institutiones graecae grammaticae (c. 1497); Bernabé Busto es el autor de las Introductiones grammáticas (1533) a quien ya hemos hecho mención anteriormente; no sé a quién puede corresponder el nombre de Lara, aunque no es improbable que con él alude a Juan de Mal Lara y su Philosophía vulgar (1568); el doctor Frías es Bartolomé Frías de Albornoz, catedrático de Leyes en Osuna, y se cita su carta dirigida al Brocense después de la publicación de un Arte en 1566, donde le dice al maestro extremeño: «Deseo mucho v. m. haga el Arte en romance con los exemplos en latín y con la mayor claridad y breuedad que sea posible» (Sánchez de las Brozas, Opera omnia, pp. 230-231, que alude a la obra Arte para en breve saber latín).También se reproduce en el prólogo a la obra de Diego López, Commento en defensa del libro quarto... En ese mismo prólogo alude Diego López a que todo latino puede entender la gramática griega escrita en aquella lengua por Urbano. 22 Se da este nombre a los fenicios en obras medievales y contemporáneas a la presente.Ver «¿Por qué negaremos una de ellas á tan excelente sitio, culpando tácitamente de poco advertidos á aquellas antiguas naciones de phenices, griegos cartagineses y romanos, á quien la codicia desta tierra desalojó de la propia natural, peregrinando tantos mares y regiones á sólo buscarla? Pero aunque ésta es tan fuerte probanza, passe por sola congetura» (Caro, Relación de las inscripciones, p. 10). 23 La misma idea se lee en Los dos libros de la gramática latina escritos en lengua castellana, de P. Simón Abril: «Todas las naciones que antiguamente florecieron en

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señaban a sus discípulos con mayor llaneza y claridad24 y así las artes griegas, hebreas, arábigas en latín o en romance tienen las reglas y los ejemplos en sus lenguas y mucho mejor se toma de memoria lo que se entiende que no lo mal entendido25. Antes daña mucho decorar lo que no se ha entendido por los malos acentos que se pegan y el gran trabajo con que se ganan. Mejor se pasa de la lengua sabida a la no sabida que de la ignorada a la trillada26. Y estas razones tienen fuerza particular en la Dialéctica porque siendo ella y la Gramática los instrumentos de la dotrina, la una por el artificio de las buenas palabras y la otra por el de las buenas razones (que son los dos con que los hombres se comunican y tratan), no pueden estragarse sin que juntamente se estraguen también las obras y efectos que se han de hacer con ellas, así como en las artes vulgares vemos que el artífice que obra con instrumentos estragados no hace las obras de su profesión buenas y perfectas. De lo cual se infiere que los que estudiaren las ciencias con estos dos instrumentos maleados harán las obras de la dotrina malas e imperfectas.Y que este Instrumento dialético esté muy corrompido por los que en el discurso de nuestra dotrina di-

dotrina trataron las ciencias en sus mismas lenguas vulgares, como fueron los hebreos, los egyptios, los árabes, los caldeos, los griegos i últimamente los romanos» (fol. 6). Se encuentra igualmente en Huarte de San Juan, por ejemplo. 24 Palabras que encontramos copiadas, casi al pie de la letra, por el P. Francisco de Castro, De syllabarum quantitate, deque versificandi ratione liber: «Los hebreos, egipcios, griegos y latinos, decían, enseñaron las artes liberales y todo género de ciencias en la lengua que les era natural, y así los maestros se explicaban con grande claridad, y los discípulos los entendían fácilmente. Por el contrario encontramos el día de hoy que los maestros, por no enseñar estos preceptos en su propia lengua, no declaran sus conceptos con la llaneza y claridad que conviene» (prólogo). Evidentemente, la razón de esta coincidencia más parece una fuente común para ambos que una copia directa de este libro manuscrito, aunque alguna relación tuvieron porque Patón conoce a Francisco de Castro y lo cita llamándole ‘doctissimo’ en el Mercurius (fol. 253vº). Hemos citado antes un pasaje similar de Huarte de San Juan en su Examen de ingenios. 25 En el margen: «Ludouicus Viuas, De vera sapie. Cyprianus». Acaso la Introductio ad Sapientiam (1550), de Vives. Cyprianus es san Cipriano (m. 258), cuyo escrito Ad Donatum trata también de estas cuestiones desde una óptica cristiana (González, 1987, pp. 254-258). San Cipriano es uno de los autores preferidos de Patón en el Artis Rhetoricae. 26 En la acepción de trillar «frecuentar y seguir con continuación o comúnmente alguna cosa» (Aut.).

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remos constará muy claramente; mas aquí no puedo dejar de decir un notable yerro que aun siendo oyente lo notaba por tal, no enseñado de otro maestro que de la fuerza de Naturaleza, y es que los que la leen en públicas escuelas por tener en qué ejercitarse y de qué disputar injieren en ella cuestiones de Física, Metafísica y de Teología destruyendo la dotrina lógica y haciéndola otra facultad diferente, confundiendo los flacos entendimientos de los que aprenden emboscándolos27 en cosas que ni son de aquel lugar ni para aquel tiempo ni para aquella manera de ingenios, lo cual nace de no contentarse los maestros con las cosas que particular y propriamente tocan al sujeto de cada uno de ellas sin mezclar las cosas de las de las unas con las de las otras por mostrarse muy doctos en ciencias diferentes, teniendo más cuenta con su propria ostentación que con el bien y utilidad de los que aprenden. Por no dar en este yerro en mi Elocuencia huí las cosas ajenas de aquella arte y proprias de otras facultades28, y en los lugares que se solían injerir estos absurdos yo los iré advirtiendo. Hago a Dios testigo que, dejados los antiguos, que en esto tuvieron mucha cuenta, no he visto autor que deje de caer en este descuido, sino en el padre Titelman29, en su Física, que aun en la Lógica algo se descuidó y debe de ser aquel tuerto que lo quiere con su engaño hacer derecho30 diciendo que el yerro común hace ley, siendo tan falsa esta regla31 como en otras partes tenemos dicho. De los cuales descuidos doy palabra de ir advertido en el presente Instrumento32. 27 Emboscar vale también «ocultar y esconder en parte retirada o secreta alguna cosa» (Aut.), acepción metafórica que parece prestarse bien al sentido de la palabra en el presente contexto. 28 Alude Patón varias veces a la Elocuencia española en arte, recién publicada en 1604. 29 En el margen: «Titelmanus, De compendio Philosophiae». Es Francisco Titelman, franciscano, que compuso entre otras obras De consideratione rerum naturalium earumque ad creatorem suum reductione, 1544; Compendium naturalis philosophiae, Leiden 1564; Dialecticae considerationis libri sex. Aristotelici organi summam, hoc est, totius dialectices ab Aristotele tractatae complectentes, Leiden 1557. 30 Recuerda aquí Patón una frase proverbial: «A la vezes kon tuerto haze el onbre derecho» (Correas, 1967, p. 10). 31 En el margen: Falsa regularis. En otro texto ya citado, las Instituciones gramáticas, rechaza Patón una opinión común que no se corresponde con la realidad, según señala que es común en él: «Siendo esto verdad, como lo es, ¿por qué se a de seguir la común, siendo falsa?». 32 En el margen: Afrodisius in...

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El título de este tratado es Instrumento necessario para el perfeto saber, porque así la llamó Aristóteles a la Lógica: Instrumento o modo de saber; Cicerón, Arte de disputar o discernir y como que juez que determina lo verdadero de lo falso y en los lugares citados le da ambos nombres de Dialética o Lógica. Dialética de dialecte, un verbo griego que significa ‘disputar’ y aunque Pedro Hispano llamar «arte de las artes y ciencia de las ciencias»33, que tiene principio y abre camino en la método de todas las ciencias y así se debe deprender antes que las demás y dice que se dijo de dya, que significa ‘dos’ y logos, ‘plática’, como «ciencia que platica entre dos», que aun con esto conforma Cicerón cuando en su Orador, dando la distinción entre la Dialética y Retórica, dijo: «La razón de el disputar y hablar sin ornato toca a la Dialética, la de el decir con ornato y orar toca al orador»34, y por esta parte le cuadra el llamarle Lógica, según la común de escuelas, y la verdad que en ello hay un moderno le llamó Órgano dialéctico y no quiso decir otra cosa que Aristóteles, porque órgano es dicción griega que significa lo que instrumento en latín y en español, consta de Cicerón y Vitruvio y de Columella, cada uno de los cuales usa aun en latín de este término órgano para decir instrumento. De la necesidad de esta facultad e instrumento consta el serlo de todas las demás ciencias y facultades. Largamente los profesores35 de ella disputan esta verdad y yo no sé de 33

En el ms.: «sciencia de las sciencias». Se refiere al famoso Petri Hispani, futuro Juan XXI (c. 1205-1277), y sus Summulae logicales, obra conocidísima por todos los dialécticos entre los siglos XIII y XVII (González, 1987, p. 76). 34 En el margen: «Topicis. Rodolphus, lib. 1, De invent. dialect. Arist. in Top. Cic. in Topicis, in Orat., Academ., 4 de finibus, lib. 2. Quintil, lib. 1, cap. 1; lib. 5, cap. 24. Calepi. in Dictionario topic. Ciceronis. Plotinus, lib. 3. Mansius et Lambicus, Sup topica. Coelius Rhodig., lib. 7, cap. 3, Plato, 7 de Rep. Pereyra, cap. 10. Rimigr, lib. 1». Cita a Rodolfo Agrícola, De inventione dialectica; los Topicis de Aristóteles y la Topica, De partitione oratoria, Académica, De finibus bonorum & malorum de Cicerón; las Institutiones oratoriae de Quintiliano; Ambrosio Calepino y su Dictionarium (1530); Plotino, Enneades, en cuya primera parte, III habla, en efecto, de la Dialéctica; no sé a quién puede referirse con los nombres de Mansio y Lambico; Celio Rodiginio, famoso en la época, es Luis Ricchieri, autor de Antiquarum lectionum, libro XV (1516); Platón, De Republica; Pereyra puede ser Gómez Pererira, autor de la obra filosófica Antoniana Margarita (1554); por último, «Rimigr». no sé a quién puede aludir. Cita aquí Patón un pasaje de Cicerón, Orator, cap. XXXII. Encontramos otra vez el mismo pasaje en el Artis Rhetoricae, de Patón (fol. 2). 35 En el sentido de profesor: «El que ejerce u enseña públicamente alguna facultad, arte u doctrina» (Aut.).

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qué consideración es en cosa tan clara gastar tanto tiempo y trabajo, aunque parece haberles dado ocasión los protervos36 en creer esta verdad, cuales fueron un Meleagro, Clímaco, Eurípides, Aristón, Zenón, Climómaco, Arcesilao, los cuales —como refiere Irineo, Pierio y Stobeo37— decían ser la Dialética inútil y los dialéticos ser semejantes a los jugadores que se dejan engañar del gusto que sienten en pensar ganar. Teócrito rogaba a Dios que se perdiese la Dialéctica, cuya autoridad no obstante ni sus frívolas razones decimos, que para saber con perfección las demás ciencias es necesario, como en el título decimos. Dejadas, pues, otras muchas razones y autoridades de muchos que tienen gran fuerza, solo quiero referir una de san Ambrosio sobre san Lucas y se pone en el Derecho canónico por estas palabras por capítulo Si quis, 37, dist. L: Si quis artem nouerit Grammaticam vel Dialecticam ut recte loquendi rationem habeat, et inter falsa et vera diiudicet non improbamus Geometria et Arithmetica & Musica habent in sua scientia veritatem, sed non est scientia pietatis. Scientia pietatis est nosse legem intelligere, prophetas, Euangelio credere, apostolos no ig-

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protervo: «Tenaz, insolente, arrogante» (Aut.). «Sthobeo». Al margen: Diog., lib. 5. Laurentius Vall., lib. 3. Dialett., cap. 9, 44. Plutarch., De placetis. philosop. Varro, Lib. 1. Brocensis, De illo. Cic., De Brut. Vitruvius, lib. 19, cap. 1. Columela, lib. 5. Meleag., lib. 1. Climachus, 1. Eurípides, 1º in Hipólito. Aristón & Zenón quos Pier. Lib. 44. Silao, Arcesila. quem Irineus in Moralibus et Sthobeus. Cita ahora al filósofo Diógenes, y probablemente su obra De vita et moribus philosophorum libri X; también al famoso Lorenzo Valla y sus Dialecticae Disputationes (1439); Plutarco, De Placitis Philosophorum;Varrón, De lingua latina; el Brocense, Organum dialecticum; Cicerón, Brutus; Vitruvio, De architectura; Columela, De re rustica; no sé a quién se refiere con las citas de Meleagro, Clímaco, tal vez el poeta helenístico Calímaco; Eurípides es el conocido dramaturgo, que fue influido por los sofistas y filósofos como Anaxágoras, se menciona aquí su tragedia Hipólito; cita juntos a los estoicos Aristón y Zenón, pero en orden distinto al que por cronología tendrían; Pierio es probablemente Ioannis Pierii Valeriani Bolzanii Bellunensis, cuya obra Hieroglyphica sive De sacris Aegyptiorum literis commentarii (1556) la cita Patón también en sus inéditos Comentarios de erudición; Arcesilao o Arcesilas es el nombre de un filósofo estoico seguidor de Platón; con el nombre de Ireneo puede aludir a san Ireneo, autor de una voluminosa obra titulada Libros quinque adversus haereses; Sthobeo debe de ser Juan Estobeo, compilador griego del Siglo IV o V, cuya obra es una antología con extractos de muchos autores griegos. Se nos conservan dos colecciones, las Eclogae physicae et ethicae y el Anthologicum, Florilegium o Sermones. 37

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norare. Grammaticorum autem doctrina etiam potest proficere ad vitam dum fuerit in meliores usus assumpta38.

Y lo mismo siente de la Dialéctica, como consta del principio y de lo que le sucedió a la Iglesia con Augustino antes de convertirse, que era tal la guerra que con su Dialética le hacía que puso en las preces: «De la Lógica de Augustino líbranos Señor»39.Y después le fue instrumento de la misma facultad de saber lo que se dice en el decreto40 la ciencia de piedad y ley de Dios, entender los profetas, creer el Evangelio, no ignorar los apóstoles y de el capítulo siguiente consta también por ejemplo de Daniel y Moisés y de otro más abajo en la misma distinción se hace manifiesto cómo por las autoridades y razones de los gentiles se convence y deshace su vanidad. Habiendo, pues, yo considerado este de una hasta muchas veces (como dije al principio) y viendo que no había quién diese este bien a nuestra España, me determiné a tomar este trabajo con intento de dar principio a que otro de más caudal lo saque con más perfeción. Cuando digo que no ha habido quien tal trabajo emprenda no es porque no sé que en verso antiguo de arte mayor andan los Predicables de Porfirio41 y Categorías, que dicen de Aristóteles, mas aquello más es impertinencia que enseñar ciencia, y también sé de la Lógica de el doctor Pedro Simón Abril, mas sigue la método antigua42 y así no pien38

Patón está copiando parte de un decreto del Corpus iuris canonici, como menciona. Hay múltiples ediciones contemporáneas. 39 A logica Augustini libera nos Domine. Son palabras que recoge también el Brocense en su obra De nonnullis Porphirii aliorumque in dialectica erroribus y que le cuestan la malediciencia y la crítica de sus censores en el proceso que se llevó contra él (Tovar-Pinta, 1941, p. 71). 40 Al margen: Cap. 5. Si quidem eadem si qd. veri. August contra Manicheos. Alude a la obra de san Agustín De Genesi contra Manichaeos. 41 La famosa Isagoge de Porfirio de Tiro (232/233-c. 304), que tradujo Boecio al latín y era más conocida por su objeto de estudio, los predicables. 42 Esta última frase interlineada y de otra mano. Se ha tachado debajo lo siguiente, que apenas puedo leer: «mas com...en lo de Eloqüencia más es Philosophía moral política». Da la impresión de que tacha la frase por no repetir textualmente lo que había escrito en el prólogo a la Elocuencia española en arte con estas palabras: «Ni la Lógica de mi antepasado Pedro Simón Abril, que más merecía nombre de Philosophía moral que de Lógica ni de Rhetórica» (ed. Marras, p. 59). Se refiere a la ya cit. Primera parte de la Filosofía llamada Lógica o parte racional, 1587.

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so que hay cosa en nuestro vulgar dispuesta y ordenada como conviene a este propósito, y aunque algunas veces con ahínco había hecho instancia en este pensamiento jamás acababa de determinarme hasta que estos días me vinieron a las manos las Tablas de Cornelio Valerio43, de las cuales, por ser en muchas cosas conformes a mis pensamientos, pienso aprovecharme en este trabajo y de las Advertencias de el maestro Francisco Sánchez de las Brozas y de la Introducción de Raimundo Lulio, procurando de particular intento enseñar lo que tengo por más verdadero y conforme a la que es propria y cierta dotrina de Aristóteles44, advirtiendo a el curioso que si algo viere que le parezca nuevo, no lo es (como muchas veces en estas ocasiones he dicho), sino pensamiento de antiguos que estaban sepultados45 y salen como los huesos que se hallaron en Constantinopla en tiempo de Constantino46 a que otra vez les dé el sol y los manifieste la luz de la verdad, que no obstante que la nuestra irá fundada en razón, la acompañaremos con la autoridad de los antiguos porque Plinio llama vergüenza noble a la que alguno, confesando cúya sea la dotrina de que se aprovecha, pasa47, y porque a quien tan poca autoridad como yo

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Se refiere Patón a las Tabulae totius dialectices artium reliquarum instrumenti : praecepta utilissima facili compendio complectens... digesta a Cornelio Valerio. Valencia, Ioannes Mey, 1552. 44 Al margen: Cornelius in Tabulis totius Dialecticae. Brocensis in Organo dialectico et contra errores dialecticos. Raymundus in Introductorio ad Magman Artem mirabilis scientiae; Sánchez de las Brozas en su cit. Organum dialectica et rhetoricum (1579), pero también en De nonnullis Porphirii aliorumque in dialectica erroribus; la obra de Ramón Llull es la Introductiorum magne artis generalis, de la cual existe edición de París, Gilbert de Villars, 1515. 45 Parece que sigue Orator de Cicerón: Ego autem et me saepe noua uideri dicere intellego, cum peruetera dicam sed inaudita plerisque. 46 Es proverbial la riqueza de huesos y otras reliquias de santos que se trajeron de Constantinopla, cuando fue ganada, como dicen las Andanças e viajes de Pero Tafur: «Ay ansimesmo muchas reliquias é mucho cuerpos santos: está el cuerpo de Santa Elena, é el de Santa Marina, é la una pierna de la rodilla abaxo de Sant Xpoval, é muchos huesos de los Inocentes, é otras infinitas reliquias que traxeron de Constantinopla, quando la ganaron» (en CORDE) y recuerda la Comedia Florinea: «Por las reliquias de Constantinopla, que me paresce que viene gran tropel de gente de pie» (ibíd.). 47 Es cita particularmente grata a Patón, por cuanto la repite otra vez en una obra bastante alejada en el tiempo de la que tratamos, el Discurso de los tufos, copetes y calvas: «Me precio concederle a cada uno lo que es propio suyo confor-

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tiene adquirida48 importa allegar autores graves con que mi dotrina se autorice y por quien la crean. Solo querría el curioso conociese y estimase mi deseo, que es y será (mientras Dios me diere vida y fuerzas para trabajar) de acudir a servir con mi posible, pues que según Platón no nació el hombre para sí solo49.

LIBRO

PRIMERO DE EL INSTRUMENTO NECESARIO PARA SABER CON PERFECIÓN LAS DEMÁS CIENCIAS

[Contiene muchos desengaños acerca de la doctrina de Porfirio y Aristóteles]50. CAPÍTULO I. DE

LA DIFINICIÓN DE LA DIALÉTICA Y SUS PARTES

Para declarar lo necesaria que sea esta arte51 dijimos en el prólogo sus difiniciones, que todas ellas hacen una y es la que dice el título de este libro. Dialéctica es instrumento de las demás artes y ciencias o arte de disputar y determinar la verdad52 que los latinos declaran por este término disserendi y, como en la Elocuencia queda dicho, disserere según Platón es usar de razón y este es su fin, discurrir, o, por mejor decir, el mismo discurso y razón53. De condición que aunque en común le es al hombre natural el deseo de saber, hay particulares inclinaciones, que unos se inclinan a esta, otros a aquella ciencia: unos a Medicina, otros a Leyes, otros a Poesía, etc., mas a la Dialética todos. Digo más, que ninguno puede ser hombre que no sea dialético54, por-

mándome con el parecer de Plinio, que llama vergüenza noble no disimular en los escritos lo que es ajeno» (fol. 38vº). 48 Es consciente Patón de que su obra aún no le ha granjeado la autoridad de que hará gala, por ejemplo, en el Mercurius. 49 Al margen: Referit Cicero in Officiis. La cita del libro I, cap. 7: Sed quoniam, ut praeclare scriptum est a Platone, non nobis solum nati sumus. 50 Esta frase, copiada con letra distinta de la general del manuscrito, aparece tachada con una raya. 51 Arist. in Topi. et Rhet. 52 Cornelius, cap. 1. 53 Plato in Thimao. Brocensis li.1 in Organo. Cicelo Li 1ª Officios. Arist. Lib. 1 Metaph. 54 D. Thom. 1 Sentent. Dist. 3, qe 4 et sit. 1 q. 1, art. 1 et 4. Lactantius, lib. 1, cap. 4.

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que naturalmente el hombre es participante de razón, la Dialética es el uso de ella y ella su fin, luego el fin de la Dialética (que es la razón) es lo que constituye al hombre en su ser. Dijo esto galanamente Séneca55 por estas palabras: «Todas las cosas tienen en sí cierta honra natural: la vid, la fertilidad; el vino, el saber; el ciervo, la ligereza; el jumento, la fuerza en sus lomos; el perro, la sagacidad para buscar las fieras o el correr para alcanzarlas o el atrevimiento para morderlas y acometerlas. Aquello es lo principal de cada cosa para lo que nace. Mas lo que en el hombre se entiende, porque se aventaja a las demás cosas, es la razón, por esta se aventaja a los demás animales y es semejante a Dios. Luego la razón perfeta es bien natural y propio del hombre, en lo demás no se diferencia de los demás animales. Si es fuerte, también lo es el león; si hermoso, eslo el pavón; si es ligero, sonlo los caballos; si tiene ímpetus y movimientos voluntarios, las bestias y gusanos tienen esto; si tiene voz, más clara es la de el perro, más aguda la de el águila, más gruesa la de el toro, más suave, dulce y sonora la de el ruiseñor y golondrinas. Sólo la razón en el hombre es en lo que se aventaja». Hasta aquí es de Séneca. Con lo cual se hace claro nuestro intento: que la Dialética es propia del hombre, como lo es la razón. Las partes de la Dialética son aquellas dos que, con falta de consideración, atribuyeron algunos a la Retórica, como en la nuestra queda dicho56. Estas son invención y disposición. Es de los antiguos esta opinión de Aristóteles y Cicerón; de los modernos de el Brocense y antes que él de Cornelio Valerio, y aun en nuestro vulgar de fray Juan de Pineda, y la dejamos bastantemente asentada esta dotrina en nuestra Retórica latina y española57, y consta también de la dotrina dicha porque su fin es la razón58. La razón hace dos efetos, que por ellos

55

Seneca ad Lucill., epist. 77. En efecto, así lo escribe en el capítulo primero de la Elocuencia española en arte, ed. Marras, p. 111. 57 Alude Patón al Artis Rhetoricae y a la Elocuencia, ambas anteriores a la presente. 58 Arist. Lib. 1 Rhet. Et Topic. Et Rhet. Cic. In Top. Et in Orat. Cornelius, lib. 1º. Brocens., lib. 1 Organo. Pineda en su Agricultura, diálogo 8, 14. Ioa. Perpiñan in Orat. de eloquentia. Aristo. In Analiticis. Probablemente Perpiñán sea el jesuita Petri Ioannis Perpiniani valentini, en su obra Orationes duodeuigint: iuxta exemplar Romae editum (1589) 56

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dieron a esta facultad los dos nombres de Lógica y Dialética, que son inventar y disponer. Y siendo primero por orden natural el inventar que el disponer o juzgar o asentar por orden las cosas, diremos de las59 anexas a la invención. La diferencia que haya entre la Retórica y la Dialética queda dicha, y resta ahora que procedamos declarando lo que toca a cada una de estas partes, aunque quiero suponer que por no entender que había de acabar de determinarme a tomar este trabajo, muchas cosas dejé en el Compendio de la retórica, que como allí lo declaro, fueron prestadas de la Dialética, y parece que estoy bien disculpado, sin que me puedan redargüir con mi misma dotrina por un principio de Derecho que dice que concedida a alguno particular comisión se le conceden aquellas cosas sin que no pueda ejercitarla60. Así, aquello era necesario a la oración, cuyo ornato es el fin de el retórico; luego, aunque prestada (como allí dijimos), sin contradecirnos a lo que habemos reprehendido de entrar en linderos ajenos61, pudimos honestamente hacer aquello pues no nos alargamos a lo que otros con falta de consideración. Antes de pasar de aquí no puedo dejar de reparar en una objeción que imagino me hacen, después que en la Elocuencia expliqué la fuerza de este nombre dissertus, diciendo que es el inventor que dispone las cosas62, porque el hombre de su naturaleza es participante de razón y por el mismo caso lógico, y juzgo que me oponen aquella autoridad de Horacio: Facundi calices quem non fecere disertum63 y otras que en el mismo autor y en otros parece que dicen por disserto el que ha-

59 60

Se ha tachado a continuación la palabra ‘cosas’. Leg. 2, fols. De iurisdictio, omn. iud. cap. praeterea de off. et potest. iud. dele-

gati. 61 Lindero es lo mismo que linde, «término que separa dos heredades vecinas». La expresión entrar en linderos ajenos significa «meterse en el terreno del vecino». Se usa en sentido recto, cuando un labrador se pasa faenando a la tierra de su vecino, pero es evidente que aquí tiene el sentido metafórico apuntado.Ver CORDE, que aporta un ejemplo de san Juan Bautista de la Concepción, contemporáneo de Patón, en la primera de las dos acepciones. 62 Cicero, lib. I Officios. En efecto, se puede leer en la Elocuencia, de 1604, cap. I: «Según Platón la diserción es el discurrir. Lo cual también enseña bien claro Cicerón en los Oficios, y así cuando Marco Antonio dice que había conocido muchos disertos, mas no algún elocuente, hace de entender allí por disertos inventores y que disponen las cosas». 63 Horat. in Sat.

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bla, a lo cual respondo que es así, que está allí por el que habla mucho, mas no con ornato, y cuando dijera con ornato no era inconveniente por nuestro tropo metonimia tomarse los antecedentes por los consiguientes, porque de saber un hombre lo que ha de decir se sigue decirlo, como el mismo Horacio lo dice: Verbaq provisam rem non invita sequentur64. Que es decir: en siendo un hombre diserto que ha inventado qué decir no le faltan palabras con que decillo. […]

[LIBRO

PRIMERO].

CAPÍTULO 9. DE

LO QUE HAY QUE NOTAR EN LOS

CUATRO CAPÍTULOS PRIMEROS DE LAS CATEGORÍAS

Simplicio dividió este tratado en tres partes: en antepredicamentos, predicamentos y postpredicamentos. Los antepredicamentos se contienen en estos cuatro capítulos, de los cuales el primero nos cuesta ya muchas voces, aunque unas y otras no son sin fruto, pues habemos persuadido la verdad de esta doctrina a algunos de los envejecidos en la contraria, que a los que es la primera que oyen no hay que maravillar pues el entendimiento primerizo es tabla rasa. El primer yerro que hay es que le levantan al autor de estos Predicamentos que dijo Aequivoca sunt, no habiendo dicho sino homonyma, que no es otra cosa que decir análogos. Porque los que llaman equívocos ni los hay ni puede65. Llaman equívocos que una voz con propiedad signifique dos o más significados, tan propriamente el uno como el otro, el cual absurdo consta del mismo texto, que es cuya consideración me concluyó a mí en esta verdad, pues dice: «Homónimos nombres son cuyo nombre es común, mas la difinición de la naturaleza es una y otra diferente, como el animal cuando se dice del hombre y del pintado». El decir aequívocos a los homónimos, debiendo decir análogos, consta porque es mala versión de Boecio y casi le enmendó Rodolfo Agrícola66, y aun san64

Horati in Arte. Señalado error por los censores inquisitoriales del Brocense Francisco Galarza y fray Diego Nuño, en 1601: «En el libro De erroribus dialecticae dice errores muchos en materia de philosophía y dialéctica [...] como [...] que no ay términos equívocos» (Tovar-Pinta, 1941, p. 154). 66 Lib. 1, cap. 23. 65

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to Tomás sobre Porfirio, siendo tan gran intérprete de Aristóteles dijo, notando el yerro de Porfirio (que no soy el primero que lo notó), cuando dijo: Si omnia entia quis dicat aequivoce nuncupavit; enmendó el Doctor angélico: Aequivoce id est analogice, como quien le dice: Debes dicere, stulte Porphyri.Y, como hemos dicho, los ejemplos del texto son los que me hacen más fuerza67 y la tienen contra la doctrina de estos dialécticos, los cuales dicen que ningún equívoco puede ser género ni ponerse en predicamento. Animal es género y se pone en predicamento de substancia, luego ellos mismos se contradicen. Replícanme a esto que es respecto del vivo y del pintado, a lo cual digo que todas las cosas o reales existentes o imaginadas y pintadas y las voces son comunes y, según eso, toda son equívocas y ninguna podrá ser género ni ponerse en predicamento. Y así esta doctrina y la pasada de Predicables será impertinente, y para que no lo sea han menester darme una limitación y regla, por do conozca los que son unívocos y los que son aequívocos, porque Aristóteles aquí de todo pone un ejemplo que es animal, lo cual no puede ser, si no es quiriendo decir análogos, que es decir el nombre animal es común al vivo y pintado, mas la razón es diferente en cada uno, que el vivo se significa con propiedad, el pintado por similitud, que es metáfora y puede sacarse esta analogía por cualquier de los cuatro tropos, para lo cual tengo razones que hacen indisoluble fuerza. 1. Si, como dicen Platon, Aulo Gelio y las divinas letras68, las voces significan naturalmente, digo yo cómo con69 nombre se han de llamar y entender diferentes naturalezas. Y si según Aristóteles —el cual dice lo que Platón, si bien se entiende— significan por institución, plácito y albedrío de los hombres, digo de los prudentes que, conocida la propiedad natural de cada cosa, le dieron el nombre más conforme a ella que pudieron, necio sería y loco el que puniendo nombre de cosas diferentes, que es por quien se han de conocer, diese un mismo nombre a dos o más cosas diferentes, como al libro, mesa, piedra. 2. Demás de esto, si hubiera equívocos, necesario nos fuera siempre usar de nombres adjetivos o de alguna otra diferencia, y no bas-

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Esta palabra interlineada y de otra mano. In Cratyllo. Noctium, lib. 10, cap. 4. Quod vocavit Adam ipsum est nomen eius. Genes. 2. 69 Suprimo la repetición de esta preposición en el original. 68

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tara decir vidi canem o mordet canis, sino era añadiendo terrenus o merinus, y no usamos de tales términos, luego no los hay. [3]. Mas que Aristóteles hubiera andado corto en no haber dado alguna difinición o regla de la analogía, la cual es tan necesaria para los silogismos como la que más, porque cuando dijo que el análogo tomado por sí supone por el más famoso y principal significado presupone que ya ha dicho qué es el análogo, y si aquí no trata de él dígame el más versado en su lección dónde y hallará que en ninguna parte, luego aquí es donde trata; y aquel hacer aquí tan largas cuestiones de la analogía es que la fuerza de la verdad los llama a ello como no tiene en otra parte lugar. 4. Últimamente, para que se desengañen y acaben de entender que no son imaginaciones mías, Cicerón70, padre de la propiedad de la lengua latina, dijo en sus epístolas que cada voz tiene su morada propria en una cosa sola y que por haber tropos salen a muchos significados. Aulo Gelio71 pone una cuestión disputada entre Crisipo y Diodoro Crono, que Crisipo decía haber aequívocos y Diodoro lo niega y sale la conclusión por parte de Diodoro. Caesar Scalígero, en el fin de su libro de las Causas de la lengua latina burla de Nonio Marcello y otros porque en sus diccionarios dieron muchos significados proprios a una voz sola y acaba con esto: Unius namque vocisdice- unica sit significatio propria ac princeps, caetera autem communes aut accesoriae aut spuriae. Foreiyro, portugués, en muchos lugares, mas en particular sobre Esaías72, dice lo mismo, que fue siempre de este parecer en las voces hebreas. Siente lo mismo Laurencio Valla73 contra Marcello en muchas partes. Así que allí Aristóteles dice análoga por ser la analogía tan necesaria como habemos dicho, que no de balde escribió tan gran libro de ella Terencio Varrón y lo dedicó a Cicerón. Y el mismo Cicerón dijo que es una proporción, semejanza y conveniencia por estas palabras: Quod analogiam stoyci —dice- nos apellemus convenientam si placet74. La regla que de ella da Quintiliano no me agrada, ni sus ejemplos.

70 71 72 73 74

Lib. 16, Epist. 17. Lib. 11, cap. 12. Cap. 8. Lib. 6, cap. 3 et cap. 8, cap. 11 y 12. Lib. 1º.

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Algunas objeciones podría haber contra esta nuestra doctrina, mas con unas reglitas que aquí se noten se podrán deshacer todas. 1. La primera es que nombres o verbos se dicen en los rectos, que son nominativos y primera persona de primer tiempo, que así lo dijo Aristóteles: Non sunt nomina —dice— sed casus nominis Catonis et Catoni, sicut sanabitur et sanabatur, non verba, sed casus verbi. Y así duces, tú guiarás, y duces, las guías o capitanes; canis, tú cantas, canis, el perro; vis¸ tú quieres, vis, la fuerza no se encuentran, y otros muchos. 2. La segunda regla es que se ha de mirar mucho en la primera imposición de los nombres porque, a no mirallo, hay muchas capciones, como ligo nombre o ligo verbo; lens, la lenteja, lens, la liendre. A lo cual se ha de responder que antiguamente según Sosipatro Carisio y Marco Varrón ningún nombre se acababa en dos consonantes, y así muchas veces hallamos haec saepes, trabes, plebes, como se podrá ver en Prisciano75. Las palabras de Varrón76 son estas: Videmus —dice— ex his verbis trabes, duces, de extrema syllaba e vel i literam exclusam et ideo in singulari factum esse trabs, ducs. A lo cual añademos que también si se quita la i y la e y quedan tres consonantes, se ha de quitar la penúltima, como haec fraudes, frons, frontes, frons, lens, lendis, lens y no es bien dejar77 la diferencia que pone Carisio: Frons —dice- sine n litera ne faciat, inquit Plinius, frontis, y cita dos veces a Varrón diciendo así: Ulmos et populos unde est fros, y donde78 dice fros, foenum messis y en Lucrecio se halla fruns y frundis muchas veces y aun Servio y otros dicen que se ha de leer así en Virgilio y Ovidio. En lo de ligo, cudo, etc. digo que antiguamente no hubo nombre de estos que no acabase en n, mas ya los latinos, como nota el mismo Prisciano, se la quitan, y así dice ligon, cudon, etc. 3. La tercera sea que no importa que una misma dicción en diferentes lenguas tenga diferentes significados, porque lo que el portugués dice Un gran rato para decir «un gran ratón», en español quiere decir «mucho espacio de tiempo».Y a este propósito dice san Hierónimo de algunos vocablos tales; y los de las Indias vemos que tenían vocablos que dichos entre hebreos, latinos o españoles tienen muy otro significado de el que ellos le dan a la tal voz, como son: ita, en latín

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Lib. 7. Lib. 9. Se ha tachado una palabra antes. Lo que costaba en el texto era do, se ha interlineado -nde.

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‘así’, en indio ‘no sé’; umbra, en indio ‘provincia’, en latín ‘sombra’; en el Perú dicen michi79 al pastor, al sacerdote homo80; bacea por no; maya81, «dehesa vedada»; coca82, una yerba de gran substancia; caro83, lejos; ama por no, tio84 por arma, callo85 por lengua, macho86 por viejo, pipas por cualquiera, mocho87 por colodrillo, moro88 por la peca de la cara, Marco89 por Artemisia, mayo90 por río, guante91 por bubas, caxa92 por espina, como93 por corcovado, pinto94 por caña, acta por garrapata, piñata por enojo, pata por escalera, uña por cordero, llama por oveja, uno95 por el agua, come96 por mujer estéril, toma97 por rodeo, alli por bueno, y otras al modo.Y con esta diferencia se salvan muchos nombres: axis por la fiera, griego; por el eje, latino; calx por el carcañal, latino; por la cal, griego, y otros muchos. 4. La cuarta regla sea la cuantidad de la sílaba y el acento diferente: palus, la primera breve, «la laguna»; larga, «el palo». Populus, por «el álamo», la primera larga y breve, por «el pueblo». Las cuales cosas bien consideradas, se podrá con mucha facilidad defender nuestra doctrina, que es que ha de decir homónimos, que quiere decir análogos, y habrá analogía siempre que por alguno de los tropos el vocablo salga de su propiedad. Donde dicen unívoca vierte un doctísimo98 sinonima,

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miki. vmu. 81 muya. 82 cuca. 83 caru. 84 tiu. 85 callu. 86 machu. 87 muchu. 88 muru. 89 marcu. 90 mayu. 91 huanti. 92 cassa. 93 cumu. 94 pintu. 95 uñu. 96 cumi. 97 tuma. 98 «Brocens. ir Errores», pero añade otra mano, probablemente la de Patón: «Cornelius in Tabulis». 80

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cuyo nombre es común y según él la razón de la substancia es la misma, como el animal es hombre, buey y león verdaderamente y conforme a la razón en que convienen se llama el uno y otro animal.Y así por convenir en la voz y en la razón de animal son sinónimos, donde se verá cuán de otra suerte entiende Aristóteles aquí los sinónomos que los gramáticos. Donde dice denominativa ha de decir parónima, que son los que en alguna terminación tienen la diferencia y tienen su apelación según el nombre, como de Gramática grammaticus y de fortaleza fuerte. Estos llamamos conjugados y también denominativos, que en esta versión no hubo yerro. Esto es cuanto el capítulo primero de los Antepredicamentos. Declara así esta doctrina Cornelio Valerio99. El capítulo segundo de los complejos e100 incomplejos contiene dos divisiones y una difinición. La primera división es de aquellas cosas que se dicen unas son complejas, otras incomplejas. La segunda división de las cosas que son, unas son substancias particulares, otras universales; item unos accidentes universales, otros particulares. La difinición es el accidente, es el que se halla en alguna cosa y no como parte, y es imposible estar sin que tenga en quién, naturalmente hablando. Esta doctrina es muy verdadera. En el capítulo tercero se ponen dos reglas que sirven a los predicamentos: la primera de aquellas cosas que se ponen en el predicamento en recta línea, que es decir cuando una cosa se dice y se predica de otra. Se dice, como de sujeto ya sí también se predica de lo que a aquella le está sujeto. Como animal se dice de hombre, dirase también de Pedro. La segunda regla es de las cosas que se oponen ad latus, al lado, que así tienen de diversos géneros y que no se ponen subalternados por diferentes diferencias en especie, mas las diferencias de los puestos con subalternación algunas veces son las diferencias las mismas en especie. En el cuarto capítulo se había de dar aquella doctrina de esta manera: «Las cosas que son o substancia o accidente; el accidente o es cuantidad o cualidad, porque los relativos (el quando, ubi, situs, hábito) y la acción y la pasión ¿qué son sino cualidades?». Porque entre hacer y padecer no se da medio, según Aristóteles. Según esto, ya que

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Num. 15. Se ha tachado después una y.

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se deseche la opinión de Platón101, que dijo ser un solo predicamento, y la de Zenócrates y Andrónico, que según refiere Simplicio dijeron ser dos, no habrá que murmurar la de Laurencio Valla102, aunque gramático, que dice que son tres, con nuestra opinión, aunque diferenciamos en que él se dejó la cuantidad y puso la acción. Mas no puedo disimular la reverenda respuesta de uno de nuestros tiempos que, sin dar razón alguna, se la desechó diciendo: Hunc grammaticum omitto, no debiendo sino satisfacer con razones, pues sería posible haber gramático injerto en más.

[LIBRO

PRIMERO].

CAPÍTULO 10. ACERCA

DE LA CATEGORÍA DE SUBS-

TANCIA DE EL CAPÍTULO QUINTO.

En la doctrina de este predicamento, por ser quien más bien a mi parecer la explica, he de seguir la de Cornelio Valerio103, aunque en lo que es la división se fue con el yerro común. Porque, como dejamos dicho y probado de Platón y Aristóteles, las primeras substancias son todas las que se predican y dicen, y principalmente las que se predican de los individuos. Las segundas substancias son los individuos, Pedro, Joan, Andrés, etc. y con esta consideración que nosotros seguimos el autor de las Perihermenias104 llama primeras substancias las que aquí llaman segundas, de donde consta nuestra opinión no ser de ahora, y también que no fue un mismo autor el de las Categorías y el de las Perihermenias, y, si lo es, que tiene poca constancia, pues se contradice a su doctrina él mismo. Mas la verdad es que en este capítulo quinto llaman mal segundas substancias los que dicen géneros y especies, y no se deben llamar especies, pues se refieren las individuas substancias, sino géneros proprios y principales, como queda disputado. Mas, esto corregido, sigamos la clara y breve doctrina de Cornelio, que la tengo por mejor que no la prolija en diez largos textos y obscura de Aristóteles o cúya es.

101 102 103 104

3 Phisi., cap. 3. Dialect., lib. 1, cap. 9 et 10. Num. 16 et 18. Lib. 2, cap. 3.

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La substancia es una cosa que tiene ser y asistencia [sic] por sí, y así algunos la llaman esencia, porque significa la naturaleza esencial de ser que en sí y por sí tiene, y Cicerón la llama natura porque no tiene necesidad de ayuda de otro, aunque se viste y como que compone de accidentes. Porque los ojos no pueden ver la substancia, sino los accidentes, ni percebilla otro sentido. La orden del predicamento es así: espíritus, estrellas, elementos, animales, plantas, piedras, metales, impresiones, mixtos, imperfectos, licores y por reducción las partes de las cosas de naturaleza, como son los miembros del cuerpo, los frutos de las plantas, como la boca, la mano, la flor, el huevo, la hoja, el cuerpo muerto y otros muchos de que haré una breve suma y catálogo. La substancia será corpórea o incorpórea: la corpórea es la que se puede tocar o ver o sentir, como el cuerpo; la incorpórea es al contrario, que ni puede ser vista ni tocada ni sentida, porque es meramente espíritu sin cuerpo, como es Dios, los ángeles buenos y los demonios. El cuerpo es en dos maneras: simple o compuesto; el simple el que no consta de los elementos ni de materia, como son los cielos once, los cuatro elementos: tierra, agua, aire, fuego; todas las estrellas105. El concreto es el que consta de elementos y este es en dos maneras: con alma o sin ella; con alma o vida el que tiene naturaleza y fuerza de crescer y augmentarse; sin alma es lo que tiene de afuera fuerza de crescer. El cuerpo con alma es en dos maneras: o que tiene sentido o carece de él. Que siente es lo que tiene naturaleza que puede padescer, como el alma. El que tiene alma o participa de razón, como hombre, o carece della, como los brutos, como son las bestias de cuatro pies, las serpientes, las aves, los peces. Aunque aquí dan otros otra división diciendo que el cuerpo que tiene alma y siente se divide en animal y zoofito106; llaman zoofito una suerte de substancia que a su parecer participa de naturaleza animal, como la ortiga marina y la esponja, de quien se dice que sienten lo que se les van acercando. Lo cual es cosa de risa, porque estos son los secretos de que hace catálogo Antonio Mizaldo107 en cosas así con alma como sin ella. De las cosas que no participan de razón son las plantas, que son en tres maneras: árbores, como manzano, peral, noguera; yerbas, como malva, le105

Cicero in Officiis. Palabra que se introduce en castellano en el diccionario de Terreros, según el DCECH. 107 In libellis de arcanis. 106

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gumbres, hortalizas; matas, como zarza, escaramujo, madreselva, maraña, sarga, caña. Sin alma se dice lo que no tiene vida, y es en dos maneras: o perfecto o imperfecto. Perfecto como oro, plata, estaño, cobre, hierro, alquimia, azogue, alumbre, piedras, piedras preciosas, pedernales, etc. Estas que salen de la tierra y otras que se labran, como tejas, ladrillos, azulejos, vidrios, vasos, y los licores como vino, leche, miel, aceiten, sangre, flegma, cólera, fuentes, ríos. Imperfecto como los vapores: nieve, granizo, pluvia, rocío, escarcha y aquellas que dijimos hechas por industria de los hombres, como pan, cal, yeso ponen algunos con estas, mas en su lugar las pusimos, aunque otros las hacen cualidades, lo que es falso. Coteje el curioso esta tabla de Cornelio Valerio con aquel capítulo quinto que dicen de Aristóteles, contenido en diez textos, y verá cómo allí es prolijo y obscuro y aquí breve y claro, que por ser doctrina ajena la puedo alabar sin miedo.

[LIBRO

PRIMERO].

CAPÍTULO 11. DE

EL

6

DE CANTIDAD

Todo el capítulo de cuantidad es importante a filósofos, matemáticos, geómetras y aun a los que tratan de acento de sílabas. Es la cuantidad la que comprehende en sí, la que contiene lo grande y mucho de las cosas. Porque en dos maneras se divide, en grande o en mucho, y así hay dos maneras de cuantidad: una continuada, que es la grandeza de los cuerpos; otra apartada, y es la muchedumbre de las cosas. La cuantidad continua y la disyuncta se difinen de esta manera: «La continua es cuyas partes se juntan con algún término común, el cual es fin de una de las partes y principio de la otra, como en esta línea .|------|. con sus punctos y como de la superficie con sus108 líneas y como el cuerpo con sus superficies y como las del tiempo se juntan con sus instantes, que sirven en él como en la línea los punctos». La cuantidad discreta o disyuncta y apartada «es cuyas partes no se juntan con algún término común, sino están apartadas». Las maneras de cuantidad continua son: línea, superficie, cuerpo, tiempo, a quien se junta lugar. «La línea es un ser larga, sin ser ancha ni gruesa ni alta», la cual o es recta, como el diámetro109, pie, vara, estadio, o torcida, como ba-

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Hay tachada una palabra detrás de esta, que parece ser primeras. Euclides in perspectiva.

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llesta, arco, guadaña, garabato. «La superficie es una estremidad larga y ancha, mas no gruesa», la cual es en dos maneras: pareja o llana, como la era, losado, campo; no pareja como la bóveda, artesones, y aun esta es en dos maneras: cóncava por la parte de adentro, convexa por la parte de afuera. «El cuerpo es el que contiene ser largo, grueso y ancho» y es o redondo como la pelota, bola y otros, o que hace ángulos y esquinas, como el cubo, pirámide, cilindro. El lugar que dijimos que dice espacio de lugares se reduce aquí y el tiempo que es entre maneras: pretérito, presente, futuro, cuyas partes son: el año, mes, semana, día, hora y otras mayores: lustro, indicción, olimpiada, siglo y otras de esta suerte. Las maneras de la cuantidad separada son dos: el número y la oración. La oración digo la acentuación de las sílabas breves y largas110, cada una de las cuales está apartada y tiene diversas medidas de tiempos, la cual se halla en los pies de los latinos: dáctilos, espondeos, yambos, coreos, etc. y en español en las ritmas, esdrúchulos111, quintillas, etc. Aquí se reducen los crementos y también los nombres de las medidas112 con que se midan cosas secas en grano o en polvo, como hanega, celemín, cuartillo, cueza, etc. o de cosas líquidas, como cántara, arroba, zumbre, cuartillo, panilla, y los nombres de las pesas como quintal, arroba, media, cuarto, libra, onza.Y de aquí son los nombres principales que llaman cardinales113, como uno, dos, tres, cuatro, diez, veinte, ciento, mil. Los ordinales se ponen en la cualidad, en el miembro de relación, y aquí solo habemos de poner lo que tuviere lugar con propriedad en este predicamento. Propriedades de la cuantidad son que no tiene contraria, porque grande y pequeño no son contrarios, sino relativos; noche y día, privativos y ni tienen ni reciben intensión ni remisión, sino mayor o menor. Es también propriedad suya que por ellas se llamen las cosas iguales o desiguales o parejas, como medida con medida, número con número, que a esto decimos tantos a tantos. La diferencia que entre la 110

De hoc grammatici in prosodia. Es forma que Patón parece preferir, porque considera esdrújulo vulgar, según leemos en la Elocuencia: «En los de tres o más es insuave si tienen el acento en la penúltima, que llaman los poetas “esdrúchulos”, vulgarmente esdrújulos» (ed. Martín, p. 359). Se documenta también en algún otro autor contemporáneo. 112 Moya en su Arithmetica. 113 Grammatici in syntaxi. 111

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cualidad y cuantidad hay de la doctrina que acerca de ambos damos se colegirá, que basta se diga lo necesario con brevedad y claridad, cual es la de la doctrina presente de Cornelio114, la cual aunque es la misma que la de aquellos seis textos del capítulo sexto de los Predicamentos, es tan diferente que allí es menester adivinar como en los símbolos de Pitágoras115 y aquí cualquiera de mediano conocimiento no tiene qué dudar.

[LIBRO

PRIMERO].

CAPÍTULO 12. DE

8 DE CUALIDAD, A QUIEN SE RE9 DE LOS OTROS SEIS QUE DECÍ-

EL

DUCEN EL SÉPTIMO DE RELACIÓN Y EL

AN DISTINTOS PREDICAMENTOS

Muy sólida por muy repetida es aquella máxima de Aristóteles Frustra —dice— fiunt perplura quae possunt fieri per pauciosa, que es decir: «Impertinencia es y grande lo que se pueda hacer por camino breve y sin alguna dificultad hacerlo por largos arrodeos y más si los tales impiden más que facilitan la cosa». Así, habiendo tenido en todas mis acciones doctrinales esta máxima por regla, he procurado ajustarme a ella con la plomada de la consideración tomando por consejo el de el fín y áncora de Justiniano, que es el espacio en especulación y la diligencia en demontración, ejecución y doctrina, que es el común aviso de Catón, de el cual advertido, me he habido así en esto como en lo demás de esta suerte. Y acudiendo a la sentencia que referí de Aristóteles que dije haberla tenido siempre por regla mía, digo que en particular en la doctrina de el capítulo presente pues en él huimos una ociosidad muy grande, cual era hacer siete predicamentos de lo que es sólo uno y este es el de cualidad. Que aunque en el texto se pone primero el de relación, como el de cualidad es el verdadero predicamento, nosotros comenzamos en él reduciéndole los demás, como verdaderamente no distintos, sino como [e]species de cualidad, que en realidad de verdad lo son como constará de nuestra doctrina. La cualidad es una disposición del alma o cuerpo, una forma de quien se saca algún nombre como de la prudencia se dice un hombre prudente, de la dialéctica dialéctico, que es lo que dijo el texto de

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Num 19. Plutarch De Institu pueros.

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quien algunos se llaman cuáles. Cuatro [e]species ponen de cualidad, mas habiendo de reducir aquí los que hacían predicamentos distintos, habrán de ser más, como en el discurso del capítulo constará: hábito, disposición. El hábito del alma es una facilidad adquirida por muchos actos en las determinaciones, como son las virtudes, los vicios. De las virtudes unas hay que se adquieren por uso, como la justicia, fortaleza, templanza; otras son dadas de Dios, como la fee, esperanza y caridad, y los demás dones del Espíritu Santo. El hábito del cuerpo es una facilidad acomodada a hacer alguna cosa no dada por naturaleza sino adquirida por estudio e industria, como los usos de las artes mecánicas, el saltar, danzar, bailar, escribir, correr, luchar y aun al hábito común se reducen las ciencias, como teólogos, juristas, médicos, matemáticos, filósofos, poetas, oradores. La disposición, que en griego llaman diathaesis, es un hábito imperfecto y una disposición de perfección, que se diferencia del hábito en el más o menos tiempo, más o menos radicación al sujeto, a la cual se reduce el frío, calor, enfermedad, salud. 2. Otra especie es la natural potencia o su contrario, la natural impotencia. La fuerza o poder natural es una facultad o inclinación que dio la naturaleza al cuerpo o alma, como el entendimiento, voluntad, ingenio, memoria, docilidad, salud, poderse reír, poder comer, etc., la natural impotencia, ser pesado, tardo, indócil, melancólico, flegmático, viejo, etc. Y aquí se reducen las fuerzas naturales de las piedras preciosas, yerbas, plantas, estrellas y elementos. Las cualidades de la naturaleza son como instrumentos, como el fuego, el calor, en la nieve, el frío y así en los zumos de las yerbas el calor y el frío son instrumentos con que sanan o mueren los hombres. 3. Otra [e]specie es la pasión o pasible cualidad, que es un repentino movimiento del alma. Estas pasiones, que dicen perturbaciones del alma, se reducen a cuatro según Cicerón116, son: esperanza, miedo, pesadumbre, alegría. Las pasiones de el cuerpo son: descolorido de miedo, colorado de vergonzoso; las pasibles cualidades que mueven el sentido son: negro, blanco, colorado, luz, tinieblas, el sonido, la voz, la tos, el bramido, el ruido, el olor, hedor, sabor, amargura, dulzura, agrio, salado, dureza, blandura, liso, áspero.Y aquí se ha de reducir la acción y la pasión, que no constituyen diverso predicamento, aunque mi ami-

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Tusculan. Quaestio., lib. 4.

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go Cornelio117 y los demás perdonen, porque el que es amado se llama el amado, que es cualidad, y el que ama amante, que también lo es. Porque cualidad según el texto es ex qua quales aliqui nominantur. Otra [e]specie de cualidad es figura y forma. La figura de cosas sin alma y artificiales, como de la cátedra, del banco, de la silla, mesa, puerta.Y algunos reducen aquí las de ánima vegetativa y de los cielos; mas yo digo que con las animadas, que es forma aunque propriamente, porque la tal substancia y figura exterior del hombre, de el león, de el caballo, y de aquí se dice «La mujer hermosa y el hombre hermoso» o se llaman feos. La relación también es [e]specie de cualidad porque llamarse uno hijo es ser tal y padre lo mismo y maestro y discípulo, y así tales circunstancias en nobleza porque de cualidad se prueban, si no que son cosas que como dijo Cicerón118 se entienden mejor que se tratan y más bien se perciben con el entendimiento que con el sentido119. Dos maneras hay de relación: una en cuanto al ser y otra en cuanto al decir, que dice el latino: Secundum esse, vel secundum dici. Los relativos son todos, o sea, decir respecto a otro, como los ejemplos dichos, y aun si se advierte, ninguna especie de cualidad se ha dicho en las cuatro de arriba donde no se halle la relación, la cual se difine por plural diciendo: «los relativos son que todo su ser es decir respecto a otro». El texto da la división de las relaciones y dice que las Secundum esse son las mismas relaciones, aun de las de los entes de razón, como la de semejanza, las de secundum dici son las cosas absolutas como se significan, con nombres que denotan la relación, como padre denota hijo, e hijo padre, y así Cayetano, en el fin de el capítulo de cualidad, que ayuda a nuestra doctrina: Si enim —dice— non requiriretur connotatio in nomine omnia essent relativa secundum diei, cum ad omnia consequantur relationes. Mas que Cornelio no pone ejemplo de relación que no sea en cualidad, entre los cuales pone la acción y pasión y llanamente son relaciones porque son a quibus quales aliqui nominantur. Ubi y Quando son species de cualidad porque la cualidad es la que recibe más y menos, y por estas circunstancias se agravan o disminu-

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tex. 8.

Num. 22. In Offic., lib. 2. D. Thom., 47 de potentia art. 10 ad.11, p. 1, q. 13, art. 7 ad 1m. Arist. hic

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yen los pecados o otros hechos, como el que hurta do quiera se llama ladrón, el que en la iglesia, sacrílego, que es cualidad. Luego el ubi es [e]specie y lo mismo el quando, porque a tiempos una cosa es mala, que en otros fuera buena y al contrario. Habere lo toman aquí a hábito por el vestido, lo cual es de considerar si lo dicen por el paño, seda, telas o armas es substancia si por lo bueno o malo; es cualidad, que denomina al tal vestido o traje; pasar el epíteto del vestido al que lo viste, diciendo bueno o mal vestido son epítetos improprios de quien en la metonimia tratamos. Situs también es cualidad, porque ab ea quales homines vel res nominantur, como en pie, echados, sentados, torcidos, doblados, etc. Otra propriedad dan a la cualidad y es que recibe contrarios, aunque no siempre.Y de los ejemplos consta la verdad, como frío, calor, blanco, negro, malo, bueno. Otra propiedad es que por ella se dicen las cosas semejantes o desemejantes, y con esto pienso que habemos dicho todo lo que en sus muchos textos, en tres largos capítulos hallamos con nombre de Aristóteles tan obscuro que obliga a tantas y tan largas cuestiones como sobre ellos andan y se lo dejan no más claro, dando resoluciones como malos jueces de non petitis. Con lo cual pasemos a los postpredicamentos. […]

[LIBRO TERCERO]. CAPÍTULO 12: DE

LA MÉTODO,

PARTE DE LA DISPOSICIÓN

La método es la disposición de muchos y diferentes argumentos, como en la Elocuencia decimos. Cicerón y Quintiliano la llaman camino, arte y razón, y en otra parte le dice compendio, por quien con brevedad se llega a saber alguna cosa y los que ésta saben hacer los llama budeo sobre las pandectas metódicos. La método propria es de el dialéctico, como la disposición, y así de ella dijimos tomar prestada la Retórica, la método y disposición de las partes de la oración, de las cuales no imaginando poner por obra este trabajo, tratamos en la Elocuencia, y así será ocioso volver a repetirlo aquí. Sólo probaremos esta verdad diciendo que una oración entera toda consta de silogis-

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mos y a quien pertenece la disposición de las partes pertenece la disposición del todo. Ayúdanos a esta respuesta Cicerón cuando dice que el exordio y el epílogo son para mover los ánimos y despertar los afectos, y el mover los afectos es oficio de el dialéctico, luego es propria de el dialéctico esta difinición. La narración y confirmación se inventaron para enseñar, lo cual toca al dialéctico, porque el enseñar, confirmar o probar es difiniendo, dividiendo o argumentando. Estas son las tres partes que dan a la Dialéctica, luego estas dos partes suyas son. Por esto en el Areópago prohibían a los oradores el uso del proemio y epílogo. Donde en particular se halla la narración es en la historia, de la cual por no haber dicho nada en la Elocuencia, me pareció no sería ociosa la doctrina que con brevedad aquí se diere de su disposición. Es la Historia una verdadera y sincera narración de cosas hechas con el orden y concierto que sucedieron. De ella se llama alguna anales, y es la que se escribe con el orden de los años por su número y uno tras de otro, como escribió Tito Livio. Otra se dice efemérides o diario, que es la que escribe por días. Su provecho es grande, como consta de Cicerón. Ha de ser la historia verdadera, sin pervertir nada por afición o pasión. Su materia son los dichos o hechos de uno, de muchos, de personas, de lugares, los sucesos o mudanzas. Las condiciones de su narración serán las que en la Elocuencia dijimos: será clara, guardando el orden de las cosas y de los tiempos, procediendo según naturaleza, o caso, de persona en persona, de tiempo en tiempo, de lugar en lugar, no larga prolija ni breve defectuosa. En las personas que se introducen, se guarde el decoro, que advertimos en la prosopopeya y en el capítulo De acción. Su lenguaje ha de ser puro, claro, proprio y liso, cual es el de el doctor Illescas de Castro en sus Pontificales y el de el padre Mariana en su Historia de España. El estilo sea uniforme, de suerte que el principio, fin ni medio no desconformen. La composición no parezca poética, las prosopopeyas oblicuas. El principio de la historia se tomará de la circunstancia que más gusto diere, que este es el método de la prudencia. Si se comienza de lugar, se ha de dividir en general la provincia o reino de quien se quiere tratar. Luego los términos que dividen las partes, estos son, ríos, montes, otras provincias o cosas notables, la persona principal, contando sus principios nobles o humildes, que así lo hacen los que bien escriben.

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El fin ha de ser de escrebir bien y con acierto. ¿Quién no vee aquí cuán revuelta anda la Dialéctica con las demás ciencias, artes y facultades, y de ninguna decimos que sus partes lo son, sino de la Retórica, sin saber dar el porqué, más en esta que en esotras?

[LIBRO TERCERO]. CAPÍTULO 13 Y DE

ÚLTIMO

CÓMO TODAS LAS FACULTADES, ARTES Y CIENCIAS NO PUEDEN TENER

ACIERTO SIN ESTE INSTRUMENTO.

DIFÍNENSE TODAS

ELLAS CON BREVE-

DAD

Filósofo quiere decir deseoso de saber y Filosofía este deseo120. Aunque ya se toma el un término por el que sabe y el otro por la sabiduría, y en particular por el sabio y saber de cosas naturales. Mas nosotros aquí no le habemos de usar sino por el sabio y saber de cualquier ciencia, como se recibió después del cuento que le sucedió a Leontino Gorgias. Así lo usa Cicerón: Cognitio —dice— omnium optimarum rerum, atque exercitatio Philosophia nominatur121. Que es decir «la sabiduría de cualquier cosa buena se llama Filosofía». Dícelo en otros muchos lugares. Para que comprehenda a las demás, habemos de estar a una división que la escuela común da, diciendo que se divide en racional, natural y moral. De la cual doctrina es autor Aristóteles122. Así que Filosofía se difine muy bien diciendo: es saber la verdad en cualquier cosa123. En este primer miembro de racional se han de incluir todas las siete artes liberales, que son: Gramática, que es un arte para hablar con rectitud, sin solecismos, concertando y rigiendo bien las cinco partes de la oración; la Lógica, que es la que hace discursos de razón en todas las demás, como consta de este Instrumento, que es lo mismo; Retórica es la que adorna la oración con hermosura y suavidad de lenguaje, de qu[i]en hicimos el tratado titulado Elocuencia. A estas llaman sermocinales, a las cuales se reduce la Historia, de quien habe120

Cicer. In Officiis, lib. 2. 3 de Ora. 1 Legum. 122 Metaph. 6. 123 2 Metaph. Antes de «la verdad» aparecen tachadas dos palabras que intentan escribir estas. 121

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mos dicho, y la Epistolaris, que es el escribir cartas, y la Poesía, que es una facultad que escribe con adorno de números artificiales, cuales los tienen los versos o los que dicen pies. Tras de estas se ponen las Matemáticas, que aun en ellas entendió Aristóteles en su división las dichas, porque a no ser así se hubiera olvidado un miembro. Aritmética es un arte inventada para contar muchas unidades; Música es para concordar voces y sonidos, a fin de deleitar el oído con la suavidad de la consonancia; Geometría es un arte que mide líneas, ángulos y figuras, a la cual se reducen la Geografía y Cosmografía; Astronomía es por quien el astrólogo conoce las virtudes y movimientos que el cielo tiene efectivamente en los cuerpos inferiores, aunque en esta también hay algo y aun mucho de Filosofía natural. De la Filosofía natural la Medicina es la principal, según Aristóteles124, y es un hábito por el cual el médico procura la sanidad del enfermo. Esta y sus partes se llaman ciencia física. Tiene partes: los ocho físicos, los de el cielo, de generación, de impresiones aéreas, de ánima, de propiedad de piedras, árboles, plantas, animales, antipatía y simpatía natural de las cosas, en la cual ciencia natural fue el príncipe Aristóteles y ansí por antonomasia se entiende él en diciendo «el Filósofo», y por él esta parte se alzó con el nombre de Filosofía. La raíz y principio de toda la Filosofía natural, dice el comentador que es el libro de los ocho Físicos. Moral es un hábito y ciencia que trata de cosas pertenecientes a las costumbres, exhortando al bien y evitando el mal.Y aun esto que hago yo de aumentar nuestra lengua española con esta escriptura y las pasadas y lo que también hacen otros llamó Cicerón moral125. Metafísica, a quien Aristóteles llamó divina126, es una intención con que el entendimiento humano desnuda el subjecto de los accidentes. Tales considero yo todas las ciencias morales127. Política es un arte con el que príncipe y gobernador procura el provecho y augmento de sus ciudadanos y república. Aeconómica es el gobierno particular de el padre de familia en ella. Derecho es un acto regulado en el hombre habituado en justicia, de quien dijimos arriba. Regimiento es un concierto con que o por democracia, oligarquía y monarquía el juez, senado o príncipe gobier-

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5 Meth. Lib. 1 de Fatu. 5 Meth. Plutarch. Multis in libris.

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na su pueblo. Democracia es el gobierno por el mismo pueblo, como los atenienses antiguamente y hoy los helvecios; oligarquía el gobierno de república por pocos, como el de Roma por magistrados; monarquía es el de uno solo, como el emperador, rey o príncipe. Milicia es un hábito de facilidad en la destreza de la armas, con que el soldado ayuda a su república o príncipe a sustentar la justicia Mercadería es una correspondencia de ventas y compras que ayuda al gobierno de la república. Conciencia es un discurso con que el entendimiento causa pesar en el alma de los pecados cometidos. Predicación es una oratoria divina. Oratoria es persuadir diciendo. Es leal orador necesario todo lo que en el principio de la Elocuencia dijimos y en su tratado diremos. Principalmente ha de ser muy versado en la sagrada Teología, de quien todas las ciencias son siervas. Teología es ciencia que trata de Dios puro, de Dios hombre, de sus ángeles y de la doctrina de la fe católica. Para todas estas ciencias, desde la menor hasta esta reina y princesa de todas, es necesario nuestro Instrumento, pues en todas hay predicables, predicamentos, oposiciones, causas; difinen, dividen, argumentan, metodifican y esto todo lo da como discurriendo. Por él se puede haber entendido y esto de llamar a los sabios que tratan de ciencia de Dios teólogos no es de ahora, que los gentiles usaron este término, como consta de Cicerón diciendo: Principio Ioves tres numerant ii, qui theologi nominantur128.A esta ciencia sagrada es bien que todo saber se enderece, como dice Lactancio Firmiano. Esta es la verdadera Lógica, Dialéctica o Instrumento por estas palabras129: «La divina erudición no echa menos nuestra dialéctica —dice—, en la cual se contiene toda razón y discurso en el hablar130. Porque el saber verdadero no consiste en la lengua, sino en el corazón, ni importa el hablar bien o mal porque obras se buscan y no palabras.Y nosotros no tratamos de cómo debe hablar el gramático o orador, sino de cómo debe obrar el sabio mientras vive.Y si esto no lo pueda dar la Física ni la Lógica (como dijera la racional y natural) resta que toda la fuerza y de la Filosofía y saber se encierre en la Ética (que es decir, en las buenas costumbres), a la cual se dice que Sócrates, dejando las demás

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3 de natura Diors. Lib. 3. Cap. Quam vis et cap. Ingignum. 38 dist.

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ciencias, se aplicó. En la cual parte, porque erraron los filósofos también mucho por no haber podido comprender y alcanzar el sumo bien para gozar de el cual fueron engendrados y nacieron, parece que toda la Filosofía es falsa y vana, porque ni encamina a lo que el hombre debe hacer conforme su obligación y justicia». Y según esto aquella es Filosofía y saber verdadero que lleva a Dios, fuente de la sabiduría eterna, cuyo bien no podemos alcanzar hasta gozar su presencia, porque en esta vida todo se muestra por apariencia y antojos. Laus Deo131. Patet omnibus veritas nondum est occupata qui ante nos fuerunt non domini sed duces sunt multum ex illa etiam futuris relictum est (Séneca, epist. 33)

EL

LICENCIADO DON

ANTONIO MARTÍNEZ DE MIOTA, CATEDRÁTICO COLEGIO DE SANTA CATALINA, EN CUENCA

DE

HUMANIDAD EN EL

5

10

15

131

Tanto la prima subís deste español Instrumento que bajáis el firmamento a la voz que despedís, porque de suerte decís en el son agudo y grave que entendiendo bien su clave saber todos es posible dende la nada invisible a lo que de Dios se sabe. Marte y Mercurio ha tenido nuestro Campo de Montiel en dos Patones que en él ilustran ese apellido. Dos instrumentos han sido causa de que tanto importa, uno de corte que corta

Aparece tachada esta frase con una raya y a continuación se escribe lo que sigue, de mano del propio Patón.

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UN

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de tajo, punta y revés; mas el otro tan cortés que impertinencias acorta.

CAPÍTULO COMPLETO Y SU CORRESPONDIENTE MODELO DEL

BROCENSE

B. Jiménez Patón: Instrumento necesario opara adquirir todas artes y ciencias, ms. ed. A. Madroñal. Libro II, capítulo 5 (íntegro).

F. Sánchez de las Brozas: Organum dialecticum et Rhetoricum, ed. C. Chaparro Gómez. Cáceres, Inst. Cultural el Brocense, 1984, pp. 222-240. Libro 1, [cap. 5] (íntegro).

DE

DE

LOS SUJETOS Y ADJUNTOS

Los sujetos y los adjuntos sean como las causas y los efectos, porque los sujetos son los que se sujetan a los adjuntos. Los adjuntos los que se allegan a los sujetos, porque, o están en la misma cosa, y entonces se llaman accidentes, aunque en Aristóteles el nombre de accidente se tiende a más, o son acerca de la cosa, y se llaman objetos, o solamente andan a las vueltas de la cosa y se pueden llamar circunstancias. En estos tres modos pondremos los ejemplos juntos para los sujetos y adjuntos. El curioso los diferenciará con su entendimiento. En la primera manera decimos que el ánima es sujeto de la virtud, del vicio, del cuidado, del descuido, a las cuales cosas llamanos bienes del alma. El cuerpo también es sujeto de cantidad, cualidad, fuerzas, salud y hermosura, cosas que se llaman bienes del cuerpo, de los cuales dijo Marcial:

SVBIECTIS ET ADIVNCTIS

Subiecta et adiuncta, quemadmodum causae et effecta, inter se conferuntur. Subiecta sunt quae subiiciuntur adiunctis; adiuncta sunt quae subiectis adiunguntur; quorum omnium tripertita distinctio est, nam aut insunt in re ipsa et dicentur accidentia (quamuis apud Aristotelem accidentis nomen latius pateat) aut circa rem uersantur et dicuntur obiecta, aut rem tantum circunstant, quae circunstantiae possunt appellari. In his tribus modis permixte apponam exempla ex subiectis ad adiuncta et contra; lector diiudicabit. Primo modo animum dicimus esse subiectum uirtutis, uitii, solertiae, inertiae, quae uocantur animi bona. Corpus etiam subiectum est quantitatis, qualitatis, uirium, ualetudinis et formae, quae dicuntur bona corporis. Martial.:

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Zoilo, cabello rojo y negra cara pequeños pies y de un ojo tuerto. Si eres bueno, maravilla es, cierto.

Crine ruber, niger ore, breuis pede, lumine luscus,Rem magnam praestas,Zoile,si bonus es.

Las cosas suelen ser alabadas por los lugares donde nacen o se hacen o se hallan, como «vinos falernos», «lanas de Tarento», que acá decimos «vinos de La Membrilla», «sedas de Granada», y por ahí andan refranes en estos modos de hablar.Y así dijo Virgilio: En los montes está el hermoso fresno, el álamo en los ríos y en el huerto, en los latos montes el abieto [sic], es cierto.

A locis in quibus nascuntur aut reperiuntur merces laudari solent: ut uina Falerna, lanae Tarentinae. Sic Virgilius quorumdam arborum subiecta describit:

De aquí nos aprovechamos para persuadir que los bienes del alma han de ser buscados, porque tienen asiento en ella. Por este particular, los médicos por las señales de el rostro juzgan de la poca salud o de la mejoría. Aquí se reducen propriamente los afectos, como son en el hombre el reír, en el lobo aullar, en el perro el ladrar. Conjeturamos por aquí la muerte que pudo dar el hombre pendenciero. Hacemos descripciones de cosas diferentes por los adjuntos, principalmente cuando no sabemos su fuerza propria y su naturaleza, cuales son las que Plinio hace de las yerbas y Dioscórides. El segundo modo se halla en los sentidos, como el objeto de la vista es el color, el de el oído el sonido, el del olfato el olor, el de el gusto el sabor, el de el tacto lo palpable, de la Gramática la oración perfecta, de la Retórica la e x o r n a c i ó n e n e l h a b l a r, d e l a Dialéctica la razón. También las virtudes todas y los vicios tienen sus propios objectos, como la fortaleza tiene

Hinc suademus expetenda bona animi, quia haereant in animo; hinc ex signis faciei medici de prospera uel aduersa ualetudine augurantur. Huc referuntur propriae affectiones, ut in homine ridendi, in lupis ululandi, in canibus latrandi; coniicimus et caedem ab eo factam qui sit seditiosus; describimus etiam res uarias ex adiunctis, praesertim cum illarum propria uis et natura ignoratur, qualis est descriptio herbarum apud Plinium et Dioscoridem.

Fraxinus in siluis pulcherrima, pinus in hortis, Populus in fluuiis, abies in montibus altis.

Secundo modo uisus circa colores uersatur et obiectum auditus est sonus, odoris odoratus, grammaticae congruens oratio, rhetoricae ornatus, dialecticae oratio; sic omnibus uirtutibus et uitiis sua sunt obiecta, ut fortitudo uersatur circa pericula, liberalitas circa diuitias.

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por objecto los peligros, la liberalidad las riquezas y así dijo Cicerón contra Verres el objecto de muchos vicios por estas palabras: «Las cosas que no había podido hacer la lujuria en las maldades, la avaricia en los robos, la crueldad en los tormentos».Y en la oración por la ley Manilia dice: «El trabajo en los negocios, la fortaleza en los peligros, la industria en el obrar, la presteza en el hacer, el consejo en el proveer.» Y Propercio:

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Cicero: Quas res luxuries in flagitiis, crudelitas in suppliciis, auaritia in rapinis, superbia in contumeliis efficere potuisset, eas omnes sese hoc uno praetore per triennium pertulisse. Idem: Non enim solae sunt illae uirtutes imperatoriae quae uulgo existimantur, labor in negotiis, fortitudo in periculis, industria in agendo, celeritas in conficiendo, consilium in prouidendo. Proper.:

El marinero de los vientos trata, del buey el labrador, cuenta el soldado a sus heridas y el pastor a su ganado.

Nauta de uentis, de tauris narrat arator Et numerat miles uulnera, pastor oues.

Virgilio:

Virg.

La encendida leona sigue al lobo, y a las cabras el lobo, y la lasciva cabrilla al cantueso, y a ti, Alexis, yo, Coridón, que su deleite llena a do la voluntad cada cual puso.

Torua leoena lupum sequitur, lupus ipse capellam, Florentem cytisum sequitur lasciua capella, Te Corydon, o Alexi; trahit sua quemque uoluptas.

El tercer modo es el que cerca la cosa, como el vestido, aparato, compañía, acompañamiento. De lo cual dijo Cicerón: «¿Qué hechicero en toda Italia, qué traidor bandolero, qué ladrón, qué asasino, qué matador, qué falsario de testamentos, qué alcahuete, qué adúltero, qué mujer infame, qué rufián, qué perdido, qué embaidor, qué malvado, qué distraído se pudo hallar que no confiese haber tenido grande amistad con Catilina?» Y Virgilio pinta a la reina Dido con grande acompañamiento y aparato dende el verso que dice It portis iubare exorto delecta iuventus etc. hasta Subnectit fibula vestem.

Tertio modo enumerantur quae rem circunstant, ut uestitus, apparatus, sodalitia, commitatus. Cic.: Quis tota Italia ueneficus, quis gladiator, quis latro, quis sicarius, quis parricida, quis testamentorum subiector, quis circunscriptos, quis ganeo, quis nepos, quis adulter, quae mulier infamis, quis corruptor iuuentutis, quis corruptus, quis perditus inueniri potest qui sese cum Catilina non familiarissime uixisse fateatur? Virg.

It portis iubare exorto delecta iuuentus, Retia rara, plagae, lato uenabula ferro

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Massylique ruunt equites et odora canum uis; Reginam thalamo cunctantem ad limina primi Poenorum expectant ostroque insignis et auro Stat sonipes ac frena ferox spumantia mandit.Tandem progreditur, magna stipante caterua, Sydoniam picto chlamydem circundata limbo,Cui pharetra ex auro, crines nodantur in aurum, Aurea purpuream subnectit fibula uestem. Y para decillo todo en una palabra, aquí tienen lugar todas las circunstancias, que se reducen a cinco: persona, lugar, tiempo, modo, causa. Los atributos de la persona son: la nación, patria y linaje, naturaleza, nombre, edad, dignidad o condición, que decimos estado, la crianza, hábito, los bienes del cuerpo, los externos o de fortuna, los hechos o acontecimientos, enfermedades o muerte. Cuando digo persona, también entiendo los demás animales, las ciudades y otras cosas semejantes, mas bien será que digamos algo de cada cosa de por sí, aunque se puedan reducir a lo ya dicho. La nación declara cuál es el natural ingenio y proceder de cada gente en particular, o las costumbres proprias, porque no hablamos de una misma suerte de el español o italiano, que de el bárbaro o griego. Cicerón dijo por esto: «Escogió jueces griegos, o buen juicio». Y en otra parte dice: «Aunque más ciegos estemos en nuestro amor, no podemos vencer y sobrepujar en número a los españoles, ni en fuerza a los franceses, ni en altura a los africanos, ni en artes a los griegos».Y la misma razón corre en tratar las cosas de la patria, porque hay gran diferencia en si uno es toledano o serrano, castellano

Circunstantiae rerum omnium, ut in uniuersum dicamus, quinque sunt: persona, locus, tempus, modus, causa. Personarum attributa sunt: natio, patria, genes, sexus, nomen, aetas, dignitas siue conditio, educatio, habitus, affectio, studia, uictus, bona animi, bona corporis, bona externa siue fortunae, facta siue casus siue orationes, mors. Cum personam dico, animantia etiam intelligo atque etiam ciuitates et similia. Sed haec singula latius excutiamus, etiam si ad ea, quae iam dicta sunt, referri possit.

Natio admonet quod sit cuique genti peculiare ingenium aut mores proprii; non enim idem probabile est in barbaro, italo et graeco. Cic.:

Iudices legit graecos, o consessum iudicum praeclarum. Idem: Quam uolumus licet ipsi nos amemus, tamen nec numero hispanos, nec robore gallos, nec calliditate poenos, nec artibus graecos superauimus. Patriae tractandae eadem erit ratio; multum enim refert sitne aliquis colchus, an assirius, Thebis nutritus an Argis. Hic consideramus patriaene claritati responderit an humilitatem superauerit.

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viejo o andaluz, colcho o asirio, criado en Tebas o en Argos, donde se considera si correspondió a la nobleza y claridad de su tierra o si excedió la humildad. De lo cual hay muchísimos ejemplos. El linaje es de qué antepasados cada uno deciende, como es aquel principio de la primer oda de Horacio, donde le llama descendiente de reyes.Y adelante alaba a Ælio Lamia de descendiente de Lamo, fundador de Formias. Las Epístolas de Ovidio están llenas de estas alabanzas y vituperios de padres y antepasados. Naturaleza es decir si hombre o mujer lo que se alaba o vitupera. Porque hay gran diferencia y causan diferentes argumentos, porque un hecho ilustre es digno de más gloria y nombre en una mujer que en un hombre, y más bien se cree una hechicería en una mujer y un hurto en un hombre, que por eso dijo Virgilio, o Mafeo, de quien lo tomó el Petrarca: Faemina é cosa mobil per natura un Dio scio ben chano amoroso stato incordi donna picol tempo dura. El nombre se divide en dos maneras: en la notación o etimología y en los conjugados. La Etimología es una genuina interpretación de el nombre, como aquello de Adam: Haec vocabitur virago, quia de viro sumpta est.Y aquello que dice Cicerón: Si consul est, qui consulit patris, non igitur. Piso consul est, qui eam evertit. Convertiría yo en el mismo modo diciendo: «Si es gobernador, el que gobierna la patria no es gobernador Pisón, que la destruye». Y aquello de Ovidio: «Dicen que abril se dijo del verbo abrir». Es buen lugar este para sa-

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Virg.: Nec me Argolica de gente negabo.

Genus quibus quis maioribus sit generatus ostendit. Horat.: Maecenas atauis edite regibus. Ouid.: Si te nobilitas generosaque nomina tangunt, En ego Minoo nata Thoante feror. Bacchus auus, Bacchi coniux redimita corona Praeradiat stellis, signa minora suis. Sexus etiam uaria suppeditat argumenta: facinus enim magnum plus laudis habet in femina quam in uiro, et ueneficium in femina, furtum in uiro credibilius.Virg.: Varium et mutabile semper femina.

Nomen diuiditur in notationem et coniugata. Notatio siue nota siue etymologia est genuina nominis interpretatio, ut illud Adami: Haec uocabitur uirago, quia de uiro sumpta est. Omnia uero nomina propria hebraea et graeca suam habent notationem, ut Iacob, Israel, Hector, Aiax, Achiles. Sed in nominibus appellatiuis crebrior usus apparet, ut consul a consulendo, rex a regendo, senatus a senibus; sic dialectica est disserendi doctrina et consul non est qui patriae non consulit.

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car de él la figura traducción.Todos los nombres proprios hebreos y griegos, algunos latinos y muchos españoles tienen su etimología, como en interpretaciones de ellos dadas consta y en los nombres apelativos hay mucha práctica. De tales suertes de nombres hizo un diccionario san Isidoro, arzobispo de Sevilla, titulado Etimologías. Los conjugados se dicen los que saliendo de un principio se truecan en diferentes partes de la oración y en diferentes terminaciones, como en la figura traducción, como diciendo «Bondad buena bien abona», «Pecador que peca el pecado». Y así dijo Terencio: «Hombre soy, ninguna cosa humana pienso ajena». Las costumbres de cualquier edad se han de notar con cuidado, como dijo Horacio en las Sátiras: «A cada uno dile hermano o padre, según de la edad que fuere.» Este lugar es provechoso para muchas cosas, mas en particular para mover los afectos, como consta de Virgilio, que dijo: «Ten misericordia de la vejez de Dauno», y en otro lugar, «Afea las canas con mucho polvo». Cualquiera de estas circunstancias encarga Horacio que se guarden con mucho cuidado. La dignidad, fortuna o estado es como si es noble o plebeyo, ilustre o bajo, hombre público o particular, ciudadano o forastero, libre o esclavo, sacerdote, religioso o lego. Por esto dijo Terencio: «Las leyes no consienten que el hombre esclavo pueda orar en alguna causa». Y Virgilio: «Háseles de dar a los desterrados a Lavinia para que se casen con ella». Y adelante dice: «El advenedizo hará burla de nuestros reinos».

Coniugata dicuntur quae ab eodem principio orta uarie commutantur, ut iustus, iustitia, iuste; ut si iustitia est laudabilis, etiam iustus est laudabilis et iuste agere laudabile erit. Si peccatum ipsum displicet, cur placet peccare? Terent.: Homo sum, humani a me nihil alienum puto. Aetatis cuiusque notandi sunt tibi mores, quia aliud aliis annis magis conuenit; locus hic cum ad alia utilis, tum praecipue ad affectus mouendos.Virg.: Infelix puer atque impar congressus Achilli. Idem: Dauni miserere senectae. Idem: Canitiem multo deformat puluere. Idem: Tutatur fauor Euryalum lachrymaeque decorae, Gratior et pulchro ueniens in corpore uirtus.

Dignitas, fortuna siue conditio: clarus an obscurus, magistratus an priuatus, ciuis an peregrinus, liber an seruus.Ter.: Seruum hominem causas orare leges non sinunt. Virg.: Exulibusne datur ducenda Lauinia Teucris? Idem: Et nostris illuserit aduena regnis?

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Mueve este lugar también los afectos, y así dijo Cicerón: «No hay mayor desdicha que el hombre rico venir a pobreza». Ovidio introduce a Hécuba quejándose de la caída de la alteza de su estado, refiriendo muchas circunstancias a este propósito, todas sacadas deste lugar, dende donde dice: Sed finita tamen hasta Priameia coniux.Vea el curioso las tragedias de Séneca donde este lugar se hallará copiosamente adornado en muchas de ellas.

Mouet et hic locus affectus: Nihil est enim tam miserabile quam ex beato miser, ut inquit Cicero. Ouidius Hecubam sic inducit loquentem: Sed finita tamen soli mihi Pergama restant In cursuque meus dolor est; modo maxima rerum Tot generis natisque potens nuribusque uiroque Nunc trahor exsul, inops, tumulis auulsa meorum, Penelope munus, quae me data pensa trahentem Matribus ostendet Ithacis; haec Hectoris illa est Clara parens, haec est, dicens, Priameia coniux.

La consideración de cómo uno se ha criado da grande y copiosa materia para alabar y conjeturar, porque enseña de qué suerte se ha criado alguno, quién le crió, en qué parte, y en compañía de quién. Y así dijo Cicerón: «¿Cómo se te acordó que te habías criado en nuestra casa? ¿Por ventura temías no pensásemos que tú eras de tan mala naturaleza que no pudieses de tu albedrío salir tal si no te enseñaran también?» Y en otro lugar dice muchas cosas a este propósito.

Educationis consideratio in laude et coniecturis copiosam praebet materiam; docet enim quomodo, quibus in locis, a quibus et cum quibus fuerit quis educatus aut uixerit. Cice.: Qui autem tibi uenit in mentem redigere in memoriam nostram te domi P. Lentuli esse educatum? An uerebare ne non putaremus natura te potuisse tam improbum euadere, nisi accessisset etiam disciplina?

Virgilio Linaje sufridor es nuestra casta. En naciendo el muchacho luego al río lo llevamos, y allí le endurecemos con yelo riguroso y aguas frías. De día y noche cazan los mozuelos, no dejando rincón en las montañas. Saben correr caballos muy ligeros y tirar una jara con destreza.

Virgil.: Durum ab stirpe genus, natos ad flumina primum Deferimus saeuoque gelu duramus et undis. Venatu inuigilant pueri siluasque fatigant, Flectere ludus equos et spicula tendere cornu.

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El hábito aquí se toma por aquella cualidad que dijimos ser una arraigada costumbre, como es lo que se sigue en el mismo lugar de Virgilio dende At patiens operum hasta et vivere rapto.Y no es fuera de este lugar lo de Salustio cuando pinta como con pincel las costumbres de Catilina.

Habitus hic pro consuetudine siue confirmata exercitatione capitur. Virgil.: At patiens operum paruoque assueta iuuentus Aut rastris terram domat aut quatit oppida bello. Omne aeuum ferro teritur uersaque iuuencum Terga fatigamus hasta, nec tarda senectus Debilitat uires animi mutatque uigorem. Canitiem galea premimus semperque recentes Conuectare iuuat praedas et uiuere rapto.

El afecto es mudanza del alma o de el cuerpo por alguna ocasión, como es la alegría, tristeza, pesadumbre, flaqueza.Y así dijo Terencio: «Colorado se ha puesto. Seguros estamos». De esto trata a la larga Cicerón en las Tusculanas, y nosotros dijimos algo en nuestra Retórica. Estudio en latín se entiende la natural inclinación de cada uno, de la cual dijo Horacio que había gran diferencia entre los hombres Quot hominem, tot studiorum millia. Y Terencio dijo lo que todos los mozos hacen, que se aficionan ad aliquod studium, es decir, a algún ejercicio que su naturaleza pide, o a criar caballos o perros para cazar o se van a oír los filósofos. El vestido y el sustento de vianda declaran si es lujurioso o templado, avariento o liberal. Y así para alabar a la mujer Terencio dijo: «Buscaba qué comer tejiendo y hilando». Cicerón: «Paso en silencio aquello que a mí me era bastante argumento para probar la inocencia de éste, que es como en una comida tan seca y poca y en una vida penitente no se pueden engendrar ni pueden fabricar maldades». Los bienes de el alma son las virtudes. Es donde se ha de considerar en lo que

Affectio est animi aut corporis ex tempore aliqua de causa commu tatio, ut laetitia, cupiditas, metus, molestia, debilitas. Terent.: Erubuit, salua res est.

Studia uocamus ad quae quisque natura propensus est.Ter.: Quod plerique omnes faciunt adolescentuli, ut animum ad aliquod studium adiungant aut equos alere aut canes ad uenandum aut ad philosophos, horum ille nihil egregie praeter caetera studebat et tamen omnia haec mediocriter.

Victus, in quo etiam et uestitum intelligimus, spectatur luxuriosus sit an frugi, sordidus an splendidus. Ter.: Lana ac tela uictum quaeritans. Cicer.: Qua in re praetereo illud, quod mihi maximo argumento ad huius innocentiam esse poterat: in uictu arido, in hac horrida incultaque uita maleficia gigni non solere.

Bona animi sunt uirtutes. Hic uidendum erit quid sapienter is quem lau-

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haya sido excelente el alabado, o en la sabiduría, liberalidad, fortaleza, justicia, magnificencia, piedad, agradecimiento, humanidad y, finalmente, cualquiera otra virtud, y para vituperar los vicios. Virgilio dijo:

des, quid liberaliter, quid fortiter, quid iuste, quid magnifice, quid pie, quid grate, quid humaniter, quid denique cum aliqua uirtute aut fecerit aut tulerit. Virgil.:

Era rey nuestro Eneas, el más justo que se vido ni oyó, aventajado en piedad y en las armas señalado.

Rex erat Aeneas nobis, quo iustior alter Nec pietate fuit nec bello maior et armis.

Los bienes del cuerpo son: la hermosura, salud, fuerzas, majestad de parecer, como el mismo Virgilio dijo de Lauro, que no había más hermoso ni gentil hombre, sacando a Turno. Y de Eneas, que era semejante a Dios en la cara y en el talle.

Bona corporis, ut forma, ualetudo, uires, dignitas oris.Virg.: Filius huic iuxta Lausus quo pulchrior alter Non fuit, excepto Laurentis corpore Turni. Idem: Restitit Aeneas claraque in luce refulsit, Os humerosque Deo similis.

Los bienes exteriores o de fortuna son las riquezas, mandos, poderíos, hijos, mujer, parientes, amigos, de quien dijo Terencio que son buenos si se usa bien de ellos y malos si mal.

Bona externa siue fortunae sunt opes, diuitiae, liberi, coniuges, propinqui, amici.Terent.: Atque haec perinde sunt, ut illius animus qui ea possidet: qui uti scit, ei bona; illi, qui non utitur recte, mala. Facta, casus et orationes, quibus adde miracula, praesagia et huiusmodi, uide supra effecta. Mors etiam suam laudem habet. Lucanus de Catone: Quis nollet ab isto ense mori?

La muerte también tiene qué alabar, como consta de lo que dijo Lucano de Catón, que le invidió su muerte César, y aquello de Virgilio: «Consolarás con esto tu muerte desdichada con que mueres a manos de Eneas». A lo cual se reducen los favores que se le dieron después de muerto, las honras que se le hicieron, estatuas que se levantaron y otras cosas. De todas estas circunstancias tractó a la larga Cicerón en los Oficios, Tusculanas, y algo en lo De amicitia. En el lugar se considera dónde sucedió la tal cosa y la oportunidad que alguno tuvo para algún negocio que hubiese de hacer. La cual oportunidad se examina

Virg. Hoc tamen infelix miseram solabere mortem, Aeneae magni dextra cadis. Huc referuntur decreta publica post mortem, statuae, diuini honores.

Locus consideratur in quo res gesta sit ex opportunitate quam uideatur aliquis habuisse ad negotium. administrandum; eaque opportunitas quaeritur ex

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por la grandeza, intervalo, espacio en distancia, cercanía, soledad, celebridad, naturaleza, temple, frescura o amenidad, y si el lugar es sagrado o profano, público o particular, estraño o proprio, solitario o habitable, fuerte o sin fuerzas, campiña o monte, seco o aguanoso, que así dijo Cicerón: «Los cartagineses son engañadores, mentirosos, no por su linaje, sino por la naturaleza del lugar, porque como llegan a sus puertos muchos mercaderes con las diferentes prácticas y trazas se han hecho al deseo de ganar, y para hacello se aplican a engañar». Virgilio pinta la aspereza de esta tierra cuando Eneas la vido desde el monte, y Cicerón contra Antonio le ultraja de que en las bodas de Hippia bebió tanto que lo vomitó a otro día en el Senado. Y Virgilio en otros lugares celebra los que se le ofrecen y Ovidio en la de Cidipe a Aconcio.

magnitudine, interuallo, longinquitate, propinquitate, solitudine, celebritate, natura ipsius loci et uicinitate totius regionis.Tum etiam quaeritur sacerne sit an profanus, publicus an priuatus, alienus an ipsius de quo agitur, desertus an cultus, munitus an neglectus, campestris an montanus, siccus an aquosos. Cice.: Carthaginienses fraudulenti et mendaces non genere sed natura loci, quod propter portus suos multis et uariis mercatorum sermonibus ad studium fallendi studio quaestus uocabantur.

El tiempo como es el pasado, presente, futuro. En el pasado exageramos aquellas cosas que por su antigüedad se han envejecido para que las tengan por increíbles y las pongan en el número de las fábulas. O alabamos las cosas hechas en tiempos pasados y que son más de lo que nos podemos acordar y de tal suerte las sabemos decir que se nos creen. En el presente y futuro se tratan las cosas más posibles, comunes y ordinarias, como diciendo que se hará presto, que se hará tarde o que se podrá hacer en tiempo venidero.

Tempus, ut praeteritum, instans, futurum. In praeterito eleuamus ea quae propter uetustatem obsoleuerunt, ut incredibilia uideantur et iam in fabularum numero reponantur; aut laudamus iam diu gesta et a memoria nostra remota, quae tamen fidem faciant, uere tradita esse; et quae nuper sunt gesta, quae scire plerique possint. In praesenti et futuro tractantur quae maxime fiant, ut quid ocius, quid serius fiat, aut sit futurum.

Virgil.: Iamque ascendebant collem, qui plurimus urbi Imminet aduersasque aspectat desuper arces: Miratur molem Aeneas, magalia quondam, Miratur portas strepitumque et strata uiarum. Cicero in Antonium: Tantum uini in Hippiae nuptiis hausisti, ut tibi necesse fuerit in conspectu populi Romani uomere postridie. Mouentur saepissime affectus a loco. Virgil.: Inter sacra Deum nocturnaque orgia Bacchi Discerptum iuuenem latos sparsere per agros.

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Las partes del tiempo son las que pusimos en el capítulo «De cuantidad». De este tiempo es parte la ocasión, que tiene en sí oportunidad de hacer o dejar de hacer una cosa, como las fiestas, juegos, guerra, siembra, siega, poda, vendimia, calor, frío, bodas, sacrificios, entierros, convites y dormir.Tal la pinta Alciato en sus Emblemas, que si se pierde no se halla tal.Y para decir que gozó de ella habiéndosele ofrecido, dijo Terencio: «Vine a su casa a tiempo y la cogí en la mejor ocasión del mundo».

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Temporis partes sunt annus, mensis, dies, nox, hora, nunc, olim, noctu, interdiu. Cicero de Antonio: Ipse interea decem et septem dies (ut digestio potius quam declamatio uideretur) de me in Tiburtino Scipionis declamitauit. A tempore quoque mouentur affectus. Virgilius: Septem illum totos perhibent ex ordine menses Rupe sub aeria, deserti ad Strimonis undam Fleuisse. Idem de Palinuro naufrago: Tres Notus hybernas immensa per aequora noctes Vexit me uiolentus aqua, uix lumine quarto Prospexi Italiam. Huc refertur occasio, quae est pars temporis habens in se alicuius rei idoneam faciendi aut non faciendi opportunitatem, ut ludi, dies. festus, bellum, messis, uindemia, calor, frigus, nuptiae, sacrificium, funus, conuiuium, somnus. Terent.: In tempore ad eam ueni, quod rerum omnium est primum.

El modo es cuando consideramos de la suerte que alguna cosa se hace, como con prudencia, sin ella, a escondidas, o a vista de todos, sin cautela, o con engaño. Y así dijo Virgilio: «¡Ah, traidor! ¿no te vi yo hurtar a escondidas el cabrón a Damón?» Y cuando pinta la crueldad de Mecencio, dice el modo, que juntaba un cuerpo muerto con uno vivo, pies con pies, manos con manos, cara con cara, y con este género de tormento el muerto hediondo mataba prolijamente al vivo cruelmente.

Modus est cum, quemadmodum factum aliquid sit, consideramus, ut prudenter an imprudenter, clam, palam, dolo, manifeste, occulte. Virgilius: Non ego te uidi Damonis, pessime, caprum Excipere insidiis? Idem de crudelitate Mezentii: Mortua quin etiam iungebat corpora uiuis, Componens manibusque manus atque oribus ora (Tormenti genus) et sanie taboque fluentes Complexu in misero longa sic morte necabat.

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La causa es la que hace que hagamos alguna cosa con esperanza de algún provecho. Véase el capítulo que de las causas hecimos.

Causa est ea quae inducit ad factum commodorum spe aut incommodorum euitatione.Vide supra de causis.

Finalmente, esta materia de sujetos y adjuntos se dilata mucho, a muchas cosas, y aunque no son tan ciertas pruebas, las que con ellas se hacen, como las de las causas con todo ayudan mucho. De los cuales hay algunas señales, unas que pueden como para probar alguna muerte, con que le vieron, le oyeron, entendieron o supieron que hizo algún apercebimiento, el lugar y el tiempo, y las que suceden al tiempo de la obra, como al matar las voces, el ruido, el sentimiento, y las que se siguen a la cosa, como el ponerse amarillo, el perder el color, el temer, el huir. Con tales adjuntos, los cazadores buscan la caza, los jueces hacen pesquisa de lo sucedido, los astrólogos conjeturan de los tiempos, los médicos dicen de la disposición del enfermo, que como éste es Instrumento general hay lugar de que lo ejemplifiquemos en todas ciencias y artes, y éstas, como dice Cicerón, una parte mueven de por sí ellas solas por su gravedad, y otra parte, aunque por sí son de poco momento, juntos con otros ayudan mucho, que es lo que dijo Ovidio, que porque la sentencia de Cicerón va entendida con esto, lo pongo en latín:

Ex subiectis et adiunctis uberior usus nobis ad disputandum offertur quam ex causis et effectis, nam etsi causae certiores sunt, eae plerumque nos latent, at adiuncta latissime peruagantur. Ex his enim sunt signa siue indicia, quibus unamquamque rem probare aggredimur. Cuiusmodi sunt quae rem praecedunt ut caedem apparatus, colloquia, locus et tempus constitutum, et quae contingunt in opere ipso, ut cum caede pedum strepitus, clamor, ululatus. Talibus adiunctis uenatores feras indagant, iudices de rerum factis suspicantur, astrologi de pluuia, uentis, serenitate augurantur. Sed haec (ut inquit Cicero) partim singula mouent suo pondere, partim etiam si uidentur esse per se exigua, multum tamen cum sunt coaceruata, proderunt.

Forsitan haec aliquis (nam sunt quoque) parua vocabit. Sed quae non prosunt singula, multa iuuant. Tu tantum numero pugna, praecetaque in unum Contrahe de multis grandis aceruus erit.

Vnde Ouidius: Forsitan haec aliquis (nam sunt quoque) parua uocabit, Sed quae non prosunt singula, multa iuuant... Tu tantum numero pugna praeceptaque in unum Contrahe; de multis grandis aceruus erit.

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