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Spanish Pages [82] Year 2007
Espiritual Noelle Leashed 2.5 Jet Mykles
Capítulo Uno Pensaba en mi hermana Meg durante mi largo viaje en tren hacia Buffalo. No en su implicación en las dos muertes ocurridas donde ella vive en California, ni en su posterior exoneración de toda culpabilidad en dichas muertes por parte del tribunal de grandes líderes, a pesar de que en ausencia de Meg durante las fiestas familiares en Albany, esos hechos fueron el principal tema de discusión durante el fin de semana de Acción de Gracias, y yo había estado muy interesada. Yo estaba fascinada por su vida sexual. Mi hermana pequeña había atado a dos shifters. Una hazaña rara de por sí, pero que sorprendía más porque esos hombres no sólo eran magníficos, sino que habían sido amantes antes de que ella los atara. Había hablado con ella por teléfono el día de Acción de Gracias antes de que la familia se sentara a la mesa. Aunque mi hermana siempre había mantenido la boca cerrada cuando se trataba de su vida privada — cuando tenía una— yo la conocía lo suficiente para saber que sí, que los hombres tenían una relación previa, pero que ahora eran tres en la relación sexual. Dos hombres, mi hermana pequeña tenía dos hombres. Si ella podía, ¿podría yo también? A pesar del fuerte impulso no la llamé desde el tren, no estaba segura de que ella pudiese ayudarme en mi situación. Y no estaba completamente segura de que yo tuviese una situación. Pero tenía que intentarlo. Esperé hasta que el tren llegó a la estación de Depew antes de llamar a quienes había venido a ver. La coordinación era la clave. Había trazado cuidadosamente mi ruta desde Albany de forma que ningún tren saliese hacia el este después de mi llegada, calculando que ellos no podrían rechazarme cuando venía de tan lejos. Estaba parada junto a la ventana de la estación, mirando fijamente la nieve que caía ligeramente, con mis maletas a mis pies y mi abrigo doblado en el brazo, preguntándome quien respondería al teléfono. —¿Hola? —Una voz grave respondió, era Jake. Yo puse mi tono de voz mas alegre —. Hola. —Hola, Noelle —Mi corazón se calentó ante el genuino afecto de su voz—. ¿Cómo van las cosas por el norte del estado? —Están bien —Mi voz sonaba más tranquila de lo que yo me sentía, o eso esperaba—. Pero estoy de nuevo en Buffalo. ¿Puedes recogerme? —¿De nuevo en Buffalo? —Estoy en la estación Depew. —Pero… —¿Puedes recogerme? —Yo, bueno, claro, creo… —Hizo una pausa y yo cerré mis ojos, sabiendo lo que sucedía, oí murmullos y una voz diferente apareció en el teléfono—. ¿Estás en Buffalo? —Yo tragué fuertemente ante ese sonido. La calmante y grave voz de Jake era un calor bienvenido, pero la
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voz de tenor de Daniel era un cuchillo caliente que iba directamente a mi vientre y que hizo estallar algo profundamente dentro de mí que luego rezumó caliente y mojado entre mis piernas. Cerré los ojos y tome aire, poniendo freno a mis emociones. —Sí. —¿Por qué? —Vine a verte. —¿Por qué? —Te necesito, os necesito a ambos. Estaba preocupada por ti. —¿Preocupada? Dibujé figuras con mi dedo en el polvo de la pequeña repisa que tenía ante mí. —Todavía no tienes las cosas bajo control, Daniel. Eres mi responsabilidad hasta que lo consigas. —Dijimos que estaría bien hasta después de Año Nuevo. —Lo sé. —¡Maldita sea! —Pero hay mucho tiempo entre Acción de Gracias y Navidad. Pensé que podía venir antes. —Pensé que tu familia tenía un millón de recepciones entre esas fechas. —Y las tienen —¡Maldita sea, me esta lanzando mis propias palabras!—. Pero he decidido irme. —¿Por qué? —Para ayudarte. —¿Por qué? Hice una mueca al reflejo de mi cara en la ventana. —Bueno, ¿vais a venir a buscarme? Es muy tarde para regresar —dije dramáticamente— tendré que coger una habitación en la ciudad. Se quedó en silencio durante unos agonizantes momentos y yo lo odié por eso. Daniel bien podía enviarme de vuelta y yo no podía darle una razón mejor para estar aquí. Bueno, excepto la verdad, pero aun no estaba lista para decírsela. —Jake estará allí enseguida, puedes colgar. —Gracias, Daniel.
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Él gruñó. —Pasaos por un supermercado, parece que viene una tormenta.
Capítulo Dos Pasó una hora antes de que el coche Jake llegara. Las luces nocturnas de la estación habían adelantado su encendido en un intento de iluminar el gris crepúsculo. La nieve caía sobre los grisáceos montones, formados en días anteriores a los lados de la calle. Cogí mi bolso de mano y el asa de mi maleta de ruedas y me dirigí hacia las puertas. Él me vio, aparco el coche y salió. Oh, se veía tan bien como yo recordaba. Vale, sí, sólo hacía dos semanas desde la última vez que lo había visto, pero me habían parecido dos semanas muy largas. Grande y fuerte, casi parecía un oso, su otra forma, excepto que no había un gramo de grasa en él. Jake era puro músculo, con una altura de más de 1.81. Su alborotado pelo castaño caía hasta la altura de su barbilla, donde prácticamente se mezclaba con su oscura barba. Usaba pantalones vaqueros azules desteñidos y una camisa verde de franela que asomaba bajo una chaqueta, también verde, del ejército. Se apresuró a acercarse a mí y tomó el asa de mi maleta con una mano mientras me envolvía en un abrazo de oso. —Mmmm, nadie da abrazos de oso como un oso —le dije. Olía a cuero, a leña y a almizcle, a hombre confortable. Sólo hacía tres meses que conocía a ese hombre y su olor calentaba ya un pedazo de mi corazón que había estado vacío durante mucho tiempo. Había llegado a la conclusión de que estaba en un apuro. Las ráfagas de viento mordían, no hablamos hasta que estuvimos en el cálido interior del todoterreno y puso el coche en marcha. —No contábamos contigo hasta enero —La voz de Jake tenía un tacto que siempre me hacía pensar en un oso gruñón. —Lo sé, pero no había una razón real para que me quedase hasta Navidad. —¿Estás aquí para una semana o dos? Miré por la ventanilla, era más fácil dar un rodeo que decir la verdad. —Algo así —Sinceramente yo no deseaba irme de nuevo, nunca, pero él no estaba preparado para oírlo. Ni yo estaba segura de cual sería su reacción. —¿Tu familia está de acuerdo con eso? —Oh, seguro —Él no necesitaba saber que mi madre estaba decididamente en contra. Me giré e hice una mueca—. Eh, ¿estamos yendo al supermercado? —Sí, Daniel te lo dijo, necesitamos comprar, hay una tormenta sobre nosotros.
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—Bien, podemos comprar tallarines y filetes, así puedes hacer ese stroganoff tuyo, ¿vale? Había descubierto que los osos, por lo menos éste, son cocineros maravillosos. Él sonrió y me miró de reojo. Mi corazón se estremeció, aunque de forma más sutil que Daniel, Jake era un hombre hermoso, tenía esos grandes y maravillosos ojos marrones, que aunque podían ser maliciosos, eran los ojos más honestos que había visto nunca, rodeados por unas oscuras y densas pestañas que eran para morirse. —Claro, podemos comprar lo que quieras. Me paré al final del pasillo mirando fijamente la mezcla de rojo, blanco y verde de la parafernalia de Navidad. “Here Comes Santa Claus” fue el último de una serie de pegadizos villancicos que habían estado sonando desde que llegamos al supermercado. Los culpé por la idea que apareció en mi cabeza. ¿Me atrevería a hacerlo? Sí. —¿Jake? Él se paró antes de girar por el siguiente pasillo. —¿Sí? —¿Tenéis un árbol? —¿Árbol? —Para Navidad. Él frunció el ceño. —No. —¿Puedo? —¿Qué? —Comprar un árbol y los adornos —Giré el pasillo sin esperar por su respuesta—. Yo invito. —Noelle, no sé si es buena idea. —Por supuesto que es buena idea. Cogí dos cajas de luces decorativas y las puse dentro del carro antes de coger algunos adornos más. Jake cogió una caja y la examinó dudoso. —No creo que Daniel quiera un árbol. —¿Por qué no? —Deposité en el carro algunas cajas de cintas decorativas doradas y plateadas. —Creo que es judío.
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Me detuve, mirando fijamente un adorno con forma de Papa Noel que tenía en mi mano. —Oh —Lo dejé de nuevo en el estante, me dirigí de nuevo a donde estaban las luces—. Conseguiremos algunas luces azules. —Noelle… —No es la religión lo que verdaderamente cuenta, Jake —Con resolución intercambié una caja de luces blancas por unas azules. El árbol de Navidad es una antigua tradición que existía mucho antes de que un bebé naciese en Belén. Acabé lanzando una caja de luces multicolores para agregar sabor. Es el pensamiento el que cuenta, el espíritu de las fiestas. La palabra espíritu, por supuesto, tenía más de una connotación en nuestra conversación. Los ojos de Jake estaban fijos en mí y yo le devolví la mirada. Finalmente suspiré—. Necesita relajarse un poco; ya os lo he dicho a ambos. ¿Qué mejor que unas pequeñas vacaciones? Esto no va acerca de ninguna religión o creencia. Va acerca de un alegre árbol y de buenos olores — Me incliné sobre el extremo del carro—. Alegrará la casa y nos dará algo festivo que hacer, así no pensaremos en su problema a cada momento. Jake hizo una mueca y acercó la mano a su bolsillo. —Le llamaremos y así estaremos seguros. Rodeé el carro y cogí el brazo para frenarlo. —Si llamamos dirá que no, pero si aparecemos con todo, ¿qué otra cosa puede hacer sino aceptarlo y divertirse? —Vale, había otras muchas posibilidades, pero yo estaba decidida a no pensar en ellas. Piensa en positivo era mi lema y estaba decidida a que saliese bien, solo que no estaba muy segura de cómo conseguirlo—. Vamos, tú quieres verlo hacer algo tan ridículo como decorar un árbol tanto como yo. Eso me consiguió una sonrisa renuente. Me incliné sobre su fuerte brazo, presionando mi mejilla sobre la tela fresca de la chaqueta, había sólido músculo allí. —Por favor Jake. No puede hacer daño y será muy divertido. Inclinó la cabeza y me miró de reojo. Yo fijé mis ojos en él. Rió. —¿Siempre consigues lo que quieres? Yo hice una mueca poniéndome de puntillas para plantar un rápido beso en su cálida mejilla, adorando las cosquillas que su barba hizo en mis labios. —No, a veces no. Dio un resoplido pero no dijo nada más. Me separé y empecé a apilar ridículos adornos de Navidad —y alguno de Hanuka— sobre los comestibles que medio llenaban el carro. Él incluso cogió algunos, riendo conmigo ante un muñeco de Rudolf que cantaba y se le iluminaba su roja nariz de payaso. Estaba muy oscuro cuando salimos del supermercado y debido al mal tiempo decidimos conseguir el árbol en un sitio no demasiado lej ano. Jake
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rechazó dar su opinión y simplemente se encogió de hombros cuando finalmente me decidí por un abeto Douglas de unos dos metros de altura. Esperamos a que el vendedor terminase de atender a otro cliente para que viniese a cobrarnos. Metí mis manos en los bolsillos de mi ligera cazadora azul, Jake no parecía sentir el frío. Estaba quieto con sus pulgares metidos en los bolsillos traseros mientras miraba al oscuro cielo. Lo envidié, tanto si era por ser un oso o por haber crecido en este clima, Jake no era susceptible al frío, su chaqueta ni siquiera estaba abotonada. Moví mis botas sobre la capa de nieve medio derretida que había en el suelo. Era el momento de conseguir de Jake toda la información que pudiera antes de que nos encontrásemos con Daniel. —Jake, ¿es el problema de Daniel con la magia la única razón para que abandonaseis el ejército? Jake me miró sorprendido. Yo levanté la cabeza para mirarlo. Aparté mi pelo rubio de los ojos aunque el viento pronto volvió a ponerlo en el mismo sitio. —Daniel me dijo que esa fue la razón, pero yo creo que no —Me encogí de hombros. El frío mordió mi mano descubierta y abandoné mi pelo a favor del calor de mi bolsillo—. Quería preguntártelo antes de irme pero no encontré la oportunidad. Él evitó contestar. —Si Daniel te dijo… —Por favor, Jake, es importante. ¿Cómo voy a ayudar a Daniel si él no me da la verdadera información? Necesito saber porque no quiere pensar en nada de eso. Él reflexionó. Yo había aprendido que para algunas cosas se tomaba su tiempo, le conocía y sabía que se le podía empujar a hacer algo que no quisiera. Lo atribuí a su parte de oso. Podías sugerir, persuadir o amenazar, pero él haría las cosas a su propia manera. Afortunadamente poseía una mente abierta y Daniel era su mejor amigo y su brujo. Tendría que trabajar en esto conmigo. El vendedor vino antes de que Jake pudiera contestar, le pagué y Jake cogió el abeto, demostrando su impresionante fuerza. Lo llevó hasta el coche y lo sujetó a la baca. Se giró y con su mirada me detuvo antes de que rodease el coche hacia el asiento del pasajero. —Pensaron que éramos homosexuales —murmuró y luego abrió la puerta del coche. ¡Sí! Me apresuré y subí a mi asiento. —¿Pensaron que erais gays y eso molestó a Daniel? —La gente normal no sabe nada sobre hechizos que atan. Y no había otros brujos o shifters a nuestro alrededor. Ni siquiera entre los oficiales al cargo —Continuó mientras giraba la llave. Esperó a que un Toyota azul pasase antes de sacar el coche del aparcamiento—. Le molestó mucho. Comenzaron a hacer comentarios de que estábamos siempre juntos y de que teníamos habitaciones juntas y que salíamos siempre juntos. No pudimos decirles que era a causa de la magia —Jake se encogió de hombros—. No me preocupó, pensé que todo sería más fácil si pensaban que éramos gays. Que harían menos preguntas. Yo no dije nada, pero
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Daniel no podía dejarlo así y cuanto más intentaba negarlo, más lo creían ellos. Supongo que cuando yo no estaba, se metían más con él. Ah, bien, eso tenía sentido. Jake estaba atado mediante lazos mágicos a Daniel. Un enlace mágico que obligaba a Jake a proteger a Daniel. Mucho antes de conocerme, Daniel había lanzado un hechizo para atraer a Jake y después otro para atarlos como shifter y brujo. Era un arreglo sobre todo unilateral, a favor del brujo o bruja, pero la mayoría de las relaciones que he conocido entre atados terminan por convertirse en relaciones amistosas con ambas partes convertidas en buenos amigos, si no en más. Jake y Daniel tenían una de esas buenas relaciones. La amistad se había fortalecido durante su tiempo en el ejército hasta el punto de casi hacer las correas innecesarias. No podía imaginar que Jake dejase voluntariamente a Daniel, sin embargo Daniel no había roto el hechizo. Las correas les daban conocimiento metafísico del otro que era útil a menudo. Detecté que en su caso había algo más, pero eso requería una cuidadosa investigación. Pero yo sabía por mi experiencia con los seres normales (seres humanos que no son ni shifters ni brujos) que no podían entender la proximidad del enlace y éste era frecuentemente interpretado como una relación sexual. Las palabras de Jake confirmaron lo que había descubierto cuando había llamado a su antiguo teniente y había preguntado acerca de él. Solo había preguntado ahora porque quería escucharlo de la propia boca de Jake. —Todo eso unido al tratamiento especial que teníais debido a las habilidades especiales de Daniel, de las cuales no podíais hablar con nadie —Asentí y me recosté hacia atrás en mi asiento y miré la nieve que empezaba a cubrir el camino—. Puedo entender que eso les provocase celos. —Por no mencionar el hecho de que él es guapo —Estudié su perfil, pero lo que Jake acababa de decir era un hecho. Lo era, pero yo no podía decir como eso le había afectado a él—. Sí lo es. Yo lo medité. Mi corazón fue hacia Daniel. Sí, era un hombre fuerte en el apogeo de su vida, pero era delgado por naturaleza, y como Jake decía, guapo. Podía imaginar como los militares habían hecho su vida miserable. La sonrisa de Jake estaba llena de orgullo mientras mantenía sus ojos fijos en la carretera. Sus manos en el volante. —Le llamé bonito como una chica la primera vez que nos vimos. Me gané un ojo morado por aquello. Me reí entre dientes mientras hacía girar mis ojos. Como la mayoría de las mujeres no podía entender la diversión que encontraban los hombres en las peleas. Condujimos durante un tiempo en silencio mientras digería lo que Jake me había contado. La zona urbana empezó a mezclarse con el paisaje rural mientras nos dirigíamos al área de denso bosque donde vivían. El viento lanzaba nieve contra el coche. —¿Y a ti no te incomodaba que pensaran que erais gays? Jake se encogió de hombros.
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—No, no era verdad, nosotros lo sabíamos, ¿a quién le importa lo que otros piensen? Claro que nos metimos en algunas peleas, pero no importaba, ellos no iban a licenciarnos, no con las habilidades de Daniel. Yo asentí. La necesidad de mantener la existencia de la magia alejada de las masas hace imposible que el dotado esté totalmente libre entre la gente normal. Yo solo podía imaginar que pasaría en el ejército cuando los jefazos quisieran utilizar las habilidades especiales de un brujo. Él había mencionado el momento en que se conocieron. Fruncí el ceño. Mi corta conversación con el teniente no me había permitido entrar en mucho detalle. Y Daniel nunca había sido muy comunicativo. —¿Cuando te ató Daniel? La sonrisa de Jake fue débil. —Le hicieron lanzar el hechizo después de que lo reclutaron. —¿Lo reclutaron? Jake asintió. —Le encontraron cuando todavía estaba en el instituto, no le dijeron que le estaban reclutando. No está bien lo que le hicieron —La cólera se podía oír en su voz—. Pero estaba impaciente por salir de su casa, te habló de eso. Asentí. Daniel me había contado bastante sobre su infancia. No había sido abusiva, pero tampoco lo que se dice feliz. Según él, su padre, un hombre de la Marina, estaba pocas veces en su casa, y su madre japonesa estaba más interesada en vivir su propia vida en los Estados Unidos que en preocuparse por su único hijo. —Bueno, después de que lo reclutaran decidieron que era demasiado joven y bonito y que necesitaba protección. —¿Tú ya estabas alistado? Por lo que me había contado la casa que Daniel y él ocupaban en el sur de Buffalo fue donde Jake había pasado parte de su infancia con sus ancianos abuelos. —No. Me reclutaron también. Daniel se siente culpable por eso. Pero a mi no me importó. —¿Tus abuelos…? —Ya habían muerto. Estaba solo de todos modos —Se encogió de hombros—. No estuvo mal para mí. —Pero él aún se siente culpable. Jake asintió. Sus ojos se veían solemnes en la débil luz del interior del coche. —Eso creo.
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Me recosté pensando. Ahora tenía algunas respuestas a las preguntas que me preocupaban. Conocía la fuente de la culpabilidad y del miedo de Daniel. Él sentía que se había impuesto en la vida de Jake y la había arruinado con los rumores acerca de que eran homosexuales. Pero Jake no parecía afectado. En cambio parecía contento de tener a Daniel para proteger. De tener algo en que concentrar su vida. Ahora que tenía algunas respuestas, ¿qué iba a hacer con ellas?
Capítulo tres Hablamos de cosas sin importancia durante el resto de nuestro camino hacia el sur. El viento seguía soplando. La noche oscura nos rodeó, la nieve parecía polvo fino a la luz que emitían los faros del coche, haciendo que recordase la nave de Star Trek cuando entra en la velocidad de la luz. Cuando nos acercábamos a la casa empecé a supervisar silenciosamente nuestros alrededores para controlar la actividad espiritual. Eso era lo que me había traído al lado de Daniel, ayudarlo. Era un brujo espiritual, igual que yo, pero mucho más instintivo. Antes de la reunión conmigo, él prácticamente no había tenido ningún entrenamiento en nuestro peculiar tipo de magia, la cual era lo suficientemente diferente como para requerir un brujo espiritual como profesor. Pero aún sin entrenamiento, podía atraer más magia espiritual que yo, y yo era una de las más poderosas en nuestra especialidad. Era incluso más asombroso por el hecho de ser tan joven. Yo estaba cerca de cumplir treinta y dos y no había adquirido por completo mis poderes hasta finales de los veinte. Daniel sin embargo tenía veintitrés y podía manejar más magia espiritual que yo, pero sus poderes aún no estaban maduros. La fuerza del don de Daniel era tanto una bendición como una maldición. Era tan fuerte que atraer y manejar magia espiritual había sido fácil para él durante sus años de formación. Sus oficiales superiores no pensaron que necesitase cualquier otro entrenamiento. El problema era que sus poderes habían crecido hasta el punto en que simplemente no podía contener la gran cantidad de energía espiritual que había a su alrededor. Su control instintivo ya no era suficiente. Era peligroso tanto para él como para los que estaban en su cercanía. Los espíritus no son fantasmas. No son almas que quedan después de la vida, no tienen verdadera consciencia. Los espíritus nunca estuvieron vivos y nunca lo estarán. Son manifestaciones metafísicas de la naturaleza que llenan todo alrededor de nosotros, son pensamientos y sentimientos repetidos una y otra vez por docenas o centenares de personas. Los espíritus están siempre allí, incluso en los lugares considerados “muertos”. En lugares que la gente siente que hay algo “vivo” es probable que estén sintiendo una gran concentración de energía espiritual. Los espíritus malévolos a veces son llamados poltergeist cuando habitan casas viejas. Las casas antiguas suelen tener energía espiritual benévola proveniente de la familia que la ha habitado durante generaciones. Los brujos espirituales pueden servirse de esa masa de energía espiritual, disiparla o “hablar” con ella. Los brujos espirituales cogen su fuerza de esa manera. La masa espiritual que ha habitado un lugar durante mucho tiempo conoce la historia entera de ese lugar. Una vez visité el Partenón de Atenas y pasé días escuchando y aprendiendo de la asombrosa cantidad de energía espiritual que allí había. No es siempre coherente y raramente lineal pero (a mí por lo menos) siempre me ha fascinado. En el caso de Daniel la energía
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espiritual se amontonaba a su alrededor sin un pensamiento consciente por su parte. La energía espiritual no es visible para la mayoría de las personas, solo para los brujos espirituales. Y estos son incapaces de ver la energía que les rodea a ellos mismos, por lo que no saben lo que está pasando hasta que casi han perdido el control. El ejército pretendía que Daniel implantase energía espiritual en territorio enemigo para utilizarla contra ellos o para espiarlos. Pero no podían utilizarla hasta que él pudiese controlarla. En su actual situación, Daniel hacía que las personas estuviesen intranquilas en su presencia, porque incluso el no dotado era capaz de sentir la nube de energía que lo rodeaba. El instinto le había enseñado a redirigir parte de la energía, pero para cuando me llamaron, había reunido tanta que no era capaz de hacer nada con ella. Ahora vivían en la casa retirada de Jake por una razón. El bosque es mejor zona para acomodar tanta energía que una congestionada zona de estructuras artificiales. Un lugar abundante en plantas o las formaciones minerales naturales tienen un efecto difusivo en los espíritus. En los tres meses que llevaba trabajando con él, las cosas habían mejorado mucho. La primera vez que vine había sentido el zumbido espiritual desde kilómetros antes. Incluso alguien que no fuese sensible probablemente lo habría podido sentir desde el giro hacia el camino sin asfaltar que llevaba a casa de Jake. Daniel debe de estar haciéndolo bien, pensé mientras girábamos hacia ese mismo camino. No podía detectar ninguna actividad espiritual anormal ni en el camino ni cuando nos acercamos a la cabaña. Por lo menos no había perdido terreno desde que me fui. Por un lado estaba orgullosa de que Daniel lo estuviese haciendo bien. Por otro estaba ansiosa por perder mi excusa principal para estar cerca de él y de Jake. Eso hacía que mis planes secretos para los próximos días fuesen aún más importantes. La pequeña casa se encontraba sobre una cuesta gradual que conducía a un valle creado por un río cercano. El grupo de sicomoros que rodeaba la tosca cabaña ayudaban a protegerla del viento. Por lo menos un pie y medio de nieve cubría las zonas que no habían sido despejadas. Aunque era una cabaña, tenía todas las comodidades mode rnas: fontanería, electricidad proveniente de un poderoso generador y una antena parabólica enorme para la televisión, teléfono y acceso a Internet. Una chica de ciudad como yo había sentido un miedo de muerte a un ambiente tan tosco cuando mi madre me había dado la asignación. Pero no tardé en quedar satisfecha al ver que no era el caso. Él nos oyó llegar, o sintió el acercamiento de Jake. De cualquier forma, en un instante la luz exterior se encendió y Daniel apareció en la puerta del porche cubierto mien tras Jake aparcaba delante de la casa. Mi corazón saltó al verle. Aún cuando no podía distinguirle muy bien a través de la oscuridad y de la nieve, podía adivinar perfectamente sus facciones. Las había memorizado con tal detalle que aparecían frecuentemente en mis sueños durante las semanas que estuve fuera. Apenas un poco más alto que yo, Daniel tenía uno de esos cuerpos que nunca serían musculosos. Su estructura de huesos simplemente no lo soportaría, siempre sería delgado, sin importar lo que hiciese para adquirir volumen. Lo cual no quería decir que no fuera impresionante. Yo lo había visto una vez sin camisa durante el tiempo que pasamos juntos y la imagen había quedado grabada de forma indeleble en mi mente. Tenía el pelo hasta los hombros, tan negro y brillante que parecía haber atrapado un poco de vino merlot cuando le daba la luz. Una cara larga y elegante con la boca más magnífica que la Diosa había creado nunca. Tenía además unos grandes y hermosos ojos marrones inclinados, con las pestañas más
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gruesas que había visto nunca en un hombre. Nunca me reveló la ascendencia de su padre, pero la sangre de su madre japonesa era clara. Se apresuró a ayudar con las bolsas de comestibles, vestido con una chaqueta abierta puesta sobre un jersey y unos pantalones vaqueros gruesos. Su pelo negro se sacudía sobre su cabeza haciéndole parecer salvaje. Hizo un alto abrupto cuando vio el árbol encima de la baca del coche. Salí del asiento del pasajero y cargué mis brazos con bolsas del asiento trasero para posponer lo inevitable. Jake hizo lo mismo. Daniel no nos dejó llegar muy lejos. Se paró al lado de Jake y lanzó una mirada feroz hacia mí y hacia la baca del coche. — ¿Qué es ese árbol? —Hola, Daniel —dije alegremente—. Me alegro de verte. Él hizo una mueca que transformó esos generosos labios, pero esa era su expresión normal. Sacudió la cabeza. —Noelle, ¿qué estás haciendo? —No hago nada —dije escondiendo mi sonrisa y dirigiéndome desde el coche hacia la puerta—. Con excepción de lo que me enviaron a hacer. Los dejé atrás manejando la puerta del coche incluso con las bolsas de plástico que colgaban de mis brazos y manos. El interior de la cabaña estaba cálido gracias al fuego de la chimenea y a las pequeñas estufas, una en la esquina del cuarto principal y otra que mantenía calientes los cuartos de la parte trasera. El lugar estaba decorado con los muebles comunes de una cabaña, casi todos construidos de cedro, al igual que los paneles que cubrían las paredes. Había cuadros con escenas de la fauna y esculturas de ani males en madera hechas por el abuelo de Jake. La televisión estaba encendida pero el sonido estaba bajo. Un vestíbulo conducía directamente a dos dormitorios, un cuarto de baño y un cuarto para uso general con una puerta que se abría a la parte trasera de la cabaña. Una escalera dominaba la pared derecha de la cabaña y subía hacia el dormitorio de Daniel que se abría sobre el salón y a un pequeño baño. ¡Maldición! ¡Me sentía como si estuviese volviendo a casa! Me permití un pequeño suspiro ya que ninguno de los hombres podía oírlo. Me dirigí con mis bolsas hacia la izquierda y las descargué sobre la mesa de comedor que se encontraba entre la cocina y la zona principal. Los hombres entraron pocos momentos después. Dos pares de fuertes brazos llevaban fácilmente el resto de las bolsas. Jake volvió a salir. Empecé a sacar cosas de las bolsas y a dejarlas sobre la mesa mientras me armaba de valor. Daniel dejó sus bolsas sobre la mesa y se quitó la chaqueta. —¿Y el árbol? Tomé aire antes de mirarle. Esperando que el vuelco de mi corazón no se me notase en la cara. Diosa, un hombre no debería ser tan magnífico. No era justo para las pobres mujeres mortales y sus frágiles corazones. Incluso con un voluminoso jersey gris y pantalones vaqueros flojos, era una maravilla digna de contemplar y eso a pesar de su escéptico ceño. —Pensé que alegraría el lugar.
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Dejó la chaqueta en la parte posterior de una silla. —Ninguno de nosotros es cristiano. Incliné mi cabeza, agrandando mis ojos. A veces logro que mi inocente mirada de rubia de ojos azules me sirva de distracción para evitarme las conversaciones que no quiero tener. —Entonces realmente eres judío. Él se asombró, algo de su cólera desapareció por la confusión. —No, ¿qué te dio esa idea? —Alguien me dijo que lo eras —Miré furiosa a Jake cuando entró con mi bolso y maleta. —Le dijiste que era judío. Jake se sonrojó y se encogió de hombros mientras dejaba mi equipaje cerca del sofá. Luego se dirigió hacia la puerta, sin esperar para ver si tenía que traer el árbol o no. Daniel puso los ojos en blanco, se encogió de hombros y volvió a dirigir su irritación hacia mí. —Ese no es el punto, Noelle. Nosotros no celebramos la Navidad. —¿Qué celebras? —¿Qué? —¿Que celebras tú, Daniel? ¿Qué época del año eliges para estar feliz y hacer esas cosas tontas? ¿Cuándo haces un descanso y te diviertes en compañía de aquellos a los que aprecias? Él frunció el ceño y no se dignó a contestar. Asentí y calmadamente hice una pelota con una bolsa vacía de plástico. —Justo como pensaba. No lo haces, ¿verdad? Nunca. Él levantó la comisura derecha de su boca dejando salir un pequeño gruñido. —No tengo muchas cosas que celebrar. —Eso es completamente falso. Tienes tu vida. Vives en esta hermosa cabaña. La mayor parte de tus gastos son pagados por el ejército de los EEUU, tienes el mejor amigo y compañero en Jake —Cogí unos filetes envueltos en papel de carnicero y fui a ponerlos en el congelador—. Y me tienes a mí. Eché un vistazo sobre mi hombro y lo pude ver con los brazos cruzados y una ceja arqueada. Una ceja tan perfecta que parecía pintada. Una parte de mí quería correr hacia él y tocarla con los dedos para ver si era tan lustrosa como parecía. —No necesitamos un árbol.
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Por su tono parecía que él era el más viejo de nosotros y no el más joven, pero en definitiva era quien dirigía, yo había descubierto eso al principio de conocernos, y ay de cualquiera que lo desafiase. Pues mírame a mi. —Pues creo que lo tenemos. —¿Para que? —Necesitas algo que te distraiga. Él miró fijamente al techo y suspiró. —Ya estamos de nuevo. —Sí, estamos de nuevo —Volví a la mesa a por más comestibles—. Tienes una nube oscura sobre ti, Daniel. Y mientras esté allí nunca tendrás los espíritus completamente bajo control. —Pensaba que habías dicho que mi nube era azul neón. Era mi turno para mirarle enfurecida, aunque yo nunca lo haría tan bien como él. —Ja, ja. Sabes lo que quiero decir. Me miró fijamente y me obligué a aguantarle la mirada. Él no estaba dispuesto a creer que eran las emociones las que mantenían la energía espiritual descontrolada. Habíamos estado teniendo esta discusión desde que había empezado a trabajar con él. Yo estaba bastante segura de que Daniel estaba convencido, o quería estar convencido, de que no tenía emociones. Como es lógico, yo cedí antes. Soy un junco, puedo doblarme. —¿Qué daño puede hacer? —pregunté suavemente, con la esperanza de que mi dolido tono de voz pudiera convencerlo. ¿Manipuladora yo? Noo—. No te estoy pidiendo una celebración completa de la Navidad. Solo pienso que puede ser divertido. ¿Cuándo fue la última vez que adornaste un árbol? Él aspiró aire profundamente. —No desde que era un niño. —Exactamente. —Entonces no era divertido. ¿Su madre también arruinó eso? Mejor no preguntar. —Bueno, puede serlo esta vez. Ahora estamos Jake y yo, y nosotros cuidamos de ti. Queremos ayudarte —Aproveché la oportunidad y caminé hacia él. Alargué la mano y puse suavemente los dedos sobre el dorso de su mano. Lo justo para tocar esa pálida y cálida piel —. Por favor Daniel, no puede hacer daño y puede que ayude. Y nos dará algo que hacer cuando la tormenta tire la antena.
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Echó un vistazo a mi mano y yo me obligué a mantenerla allí. Sus ojos oscuros se clavaron como un dardo en mi cara. Él suspiró moviéndose hacia atrás, rompiendo así el contacto. —De acuerdo. Hazlo a tu manera —Se giró hacia la mesa y sacó el reno con la nariz de payaso de la bolsa. Lo miró con horror—. Esto no se va a colgar en ningún lugar de esta casa. Yo me reí e intercambié una mirada divertida con Jake justo antes de que saliese a por el árbol.
Capítulo cuatro Daniel y yo terminamos de ordenar los comestibles mientras Jake ponía el árbol dentro del porche. Luego empezaron a hacer la cena. Jake sacó los filetes, tallarines y el resto de los ingredientes para hacer stroganoff. Daniel vio los ingredientes y levantó una ceja hacia mí. —Veo que has elegido tú. Sonreí. —¿Qué puedo decir? Me habéis hecho adicta. Él movió la cabeza pero no hizo más comentarios. Desempaquetó la carne y cogió un cuchillo para empezar a cortarla. Yo me ocupé en llevar mi equipaje al dormitorio de invitados que quedaba en el lado del pasillo opuesto al de Jake. Después trasladé las decoraciones del árbol a la mesa de café. El traslado me llevó un tiempo porque lo que estaba haciendo en realidad era mirar a los chicos. Trabajaban muy bien juntos, casi como si fuesen una sola persona. Jake cortó las cebollas, luego empezó a saltearlas con los champiñones. Daniel terminó con la carne y comenzó con los tallarines. Jake preguntó a Daniel sobre el partido de fútbol que había abandonado para ir a buscarme y Daniel se lo explicó. Mientras discutían sobre las mejores jugadas, yo recogí la tetera, la llené y la puse a calentar en la estufa para evitar meterme en su camino. No estaba interesada en los deportes, pero me gustaba escucharlos disfrutar de su camaradería. Eran muy buenos amigos, lo que era muy buena cosa entre un brujo y shifter. Tenía que tener mucho cuidado con ellos. No podía convencer a Daniel que la fuerza compartida de Jake era probablemente lo único que evitaba que la energía espiritual lo rompiese. Le habían enseñado que el hechizo para atar era un encantamiento unidireccional para controlar a un shifter. No estaba preparado para creer que parte de él podría reflejarse para ayudar al brujo. Me senté en un taburete cerca de la estufa a esperar que el agua se calentase. ¿Se daban ellos cuenta de lo cerca que estaban uno del otro? Yo había crecido con un montón de hombres en mi casa, guardaespaldas, empleados y nunca, ni el más cercano de los amigos, permanecía tan cerca del espacio personal del otro. Miré a Daniel inclinarse para echar la carne en la sartén y su hombro rozó el de Jake, ninguno de los dos parpadeó siquiera. Sí, fue breve y casual, pero tales contactos están generalmente reservados para los amantes. Pero ellos no eran amantes. Creían ser solamente amigos, pero su lenguaje corporal decía mucho más. Si yo pudiese hacerles entender eso, parte de mi
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trabajo estaría hecho. Cuando fui a coger una taza para el té, Daniel se concentró en mí. Cruzó sus brazos y apoyó su duro y pequeño trasero sobre el borde de la encimera. De forma ausente se apartó el pelo de la frente aunque éste volvió a su sitio de inmediato. —Noelle, ¿por qué has vuelto realmente? —Caminé lejos de él hacia el agua que silbaba suavemente en la tetera—. ¿Por qué? Te pareció bien irte la otra vez —¿Estaría disgustado porque me hubiese ido? Vertí el agua hirviendo en mi taza. —Me enviaron para ayudarte. Has conseguido contener la mayor parte de la energía, pero todavía no tienes mucho control —Me di la vuelta con la taza acunada entre mis manos, respirando el vapor mientras cruzaba de nuevo el cuarto hacia la mesa del comedor. Exhaló una exasperada respiración a través de sus perfectos labios. —¿Me he relajado mientras estuviste fuera? Tenía que preguntarlo, ya que un brujo no puede ver su propia aura espiritual. Es como intentar mirar la parte posterior de tu propio cuello. Sabes que está ahí, pero no puedes girarte lo suficiente para verlo. Otros, sin embargo, con los dones apropiados pueden verlo perfectamente. Miré hacia él y entrecerré los ojos de forma que no solo pudiese ver el plano visible, sino también el metafísico. A él le parecería que estaba mirando a través de él, y poniéndome un poco bizca. El aura espiritual de Daniel era increíble. Todo el mundo tiene un brillo espiritual. Incluso los humanos normales. Esta no es el aura que algunos no dotados han aprendido a plasmar en las fotografías. La energía espiritual se parece a ese aura pero es algo diferente, los no dotados ven auras de muchos colores, mientras que el aura que una bruja espiritual ve es siempre una serie de cambiantes sombras que varían del azul, desde los casi verdes, a los púrpuras profundos todo a través de intensos y luminosos azules. Según me han dicho mi color va desde el lavanda hasta el azul pálido, dependiendo de mi humor. El color de Daniel era vivo, azul neón con extrañas rayas como la medianoche por todas partes. La primera vez que lo vi, la turbia nube azul lo rodeaba por todas partes hasta extenderse tres metros en todas las direcciones, con un penetrante azul hielo en los bordes que hacía que pareciese que estaba forrada de plata. La nube se extendía incluso más cuando estaba agitado, entonces parecía que tenía tentáculos que se alargaban hacia todo lo que le rodeaba. En ocasiones incluso tiraba cosas, esa era la parte peligrosa, en efecto tenía un poltergeist sobre él, que podía en ocasiones interferir en el mundo físico. Generalmente era bastante inofensivo, cosas que se caían de los estantes. Pero Jake me había contado como en una ocasión la energía de Daniel había lanzado el coche que Jake conducía cuando iban por una carretera llena de curvas. Durante nuestro tiempo juntos, Daniel había logrado contener mucha de esa energía salvaje de modo que el aura solo sobresaliese unos 30cm y no pudiese afectar al mundo físico. Todavía irradiaba más de lo normal y no lo tenía completamente bajo control, pero era mucho más dócil. Yo todavía no sabía que significaban las rayas azules. La investigación que había realizado mientras estuve fuera, no había dado gran resultado, excepto que indicaba que se trataba de cierto estado emocional. Lo más interesante del aura de Daniel, sin embargo, era su naturaleza activa. Era el aura con el comportamiento más extraño que había visto nunca. Por un lado el color de medianoche se extendía en sinuosos hilos por la correa de intenso brillo amarillo que lo conectaba con Jake. Nunca había visto nada como aquello. La correa, que se podía ver solamente de forma mágica, estaba anclada al corazón de Daniel y se dividía en dos
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estelas, el final de una de ellas terminaba alrededor del cuello de Jake como si fuese un collar, y la otra se enroscaba en la base del pene de Jake como si fuese un anillo. El hechizo era bastante común, aunque que la correa fuese al corazón de Daniel no era tan común; la mayoría de las correas iban hasta la mano de la bruja o brujo. Durante el tiempo que pasé fuera, había consultado con otras brujas espirituales lo de los sinuosos hilos medianoche y ninguna había oído nunca hablar de eso, ni siquiera las que tenían shifters atados. Los hilos terminaban antes de alcanzar a Jake, pero el hecho de su existencia me desconcertaba. Había hablado con Daniel lo del azul neón, pero me guardé el resto de la información. Quería saber qué significaba antes de preocuparlo con eso. Aunque ahora tenía la impresión de que sabía lo que significaba, todavía lo guardé para mí. —Por ahora tu aura se ve igual que cuando me fui —le dije, soplando en mi té de nuevo. Él asintió. —¿Ves? —Pero no mejora. Sus ojos se entrecerraron. —Estoy trabajando en eso. Por lo menos la mantuve constante. Además sabía que volverías —Se dio la vuelta hacia la nevera—. Sé que no estoy bien todavía —Sacó una botella de cerveza y abrió el cajón para buscar el abridor—. Solo que no tenías que venir a hacer de niñera. Sacudí mi cabeza. Si él supiera. —No vine a eso. —¿Entonces por qué estás aquí? Sonreí. —Me divierto en tu compañía. Otra ceja arqueada me dijo que no me creía. Le di un sorbo al té para comprobar que estaba lo suficientemente frío para tomarlo. —Vengo de una familia enorme muy política, Daniel. La época de vacaciones con los Gray significa viajar por varios lugares entre Albany y Washington D.C., fingiendo y actuando, no es divertido. Hay que vigilar siempre lo que dices. No soy un miembro del aquelarre de mi madre y no podría participar de todas formas en los rituales del solsticio. Para ser honesta, tú eres una excusa muy bienvenida para alejarme de todo eso —Lo cual se acercaba bastante a la verdad. —Debe de ser horrible —intervino Jake. Dando un codazo a Daniel para alcanzar la nevera que estaba detrás de él.
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—No es horrible, pero puede ser muy fastidioso —Me encogí de hombros notando la forma casual en que la mano de Jake se deslizaba por el hombro de Daniel cuando el hombre más joven se desplazó hacia delante para dejarle sitio—. Crecí con eso. Siendo mi madre quien es y siendo una de sus siete hijas es lo que se espera de mí. Mi madre es la Gran Dama del Noroeste de los EEUU. Eso la convierte en la líder de las Brujas y shifters de su región. En lo que a mi madre concierne esto se extiende a veces fuera de su sexta parte del país. Su influencia también se extiende entre los humanos normales. Pero se supone que no hay que hablar de eso. Daniel no sabía mucho de eso, aparte de que el ejército había pedido a mi madre que le ayudase. —¿Entonces somos una excusa? No me gustó el filo severo de la voz de Daniel, pero no estaba segura de que parte de lo que había dicho le había llegado. Sonreí y aguanté parada junto a la puerta abierta del armario. —Sí, una bienvenida —Cogí tres platos y me dirigí hacia la mesa—. Para ser honesta, no he decorado un árbol yo misma desde hace una década. Los árboles de mi madre tienen que ser perfectos. Estoy deseando hacerlo. —¿Decorabas el árbol cuando eras niña? —preguntó Jake. —Sí, como te dije en el supermercado, la decoración del árbol no es originariamente una tradición cristiana. Ellos lo adoptaron hace poco, de hecho la mayoría de las tradiciones cristianas son así. Mamá no vio ninguna razón para que no pudiésemos divertirnos en Navidad como nuestros amigos de la escuela. Para los humanos normales, somos un buen hogar cristiano. Jake se rió. —No sabía eso, pero mis abuelos eran devotos católicos, buenos en no ver lo que no querían ver. Detecté un significado subyacente en sus palabras casuales, pero no lo presioné. Daniel cogió una bolsa de ensalada preparada de la nevera y se acercó al armario para coger una fuente. —¿Tu nombre no significa Navidad? Me detuve con mis dedos en el cajón que contenía los cubiertos, y le sonreí, encantada de que lo supiera. Bueno, vale, es fácil de saber, pero aun así. —Sí, en francés. —¿Otra vez eso de una buena casa cristiana? Cogí tres tenedores y una cuchara de servir.
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—No, mi madre me llamó así porque mi padre es francés y yo nací el día de Navidad. —¿Tu cumpleaños es en Navidad? —preguntó Jake mientras yo colocaba los tenedores. —Sí. —Ay, mujer, debiste decírnoslo. Te habríamos conseguido algún regalo —Volvió a la cocina para revolver la salsa—. ¿Cuántos años cumples? Más de los que tú tienes. Yo volví a por los vasos y golpeé su brazo. —No debes preguntar su edad a una mujer, hombre tonto. —Que, ¿llegas a la edad madura de los veinte? —Dulce camelador. Él me guiñó un ojo. —Ya lo sabes. Se rió y se dobló para darme un beso en la mejilla. Se volvió de nuevo hacia los fogones. —Muy bien, chicos, preparaos, esto está en marcha. —Empezad sin mí —dijo Daniel. —Vamos. —Venga, Jake. Jake no hizo caso de las dagas de la mirada de Daniel, lo arrancó del sofá y lo puso sobre sus pies. Empujó una bola rojo brillante en su mano y lo empujó hacia el árbol. Yo los miré riendo fascinada. Sujetó a Daniel por detrás presionándole el pecho y literalmente caminando con él y sujetando firmemente la parte superior de sus brazos. Cuando alcanzaron el árbol le cogió la muñeca y le levantó el brazo con adorno incluido hacia la rama que esperaba. —¿Ves? —dijo, sin separarse de los hombros de Daniel una vez que la bola estuvo colocada—. ¿Fue tan malo? Incluso enfurruñado Daniel estaba guapo. Acentuaba la curva de su lleno labio inferior. —Sí. —Es un juego de dos —Daniel frunció el ceño, mirando el segundo ornamento. Intentó alejarse, pero Jake lo sostuvo pasando un brazo por sus hombros. Sujetó a Daniel de nuevo contra su pecho. Era una actitud que bordeaba lo aceptable para los amigos y también era una actitud perfecta para los amantes y puso mi imaginación en marcha. Daniel no demostró ninguna reacción con excepción de la mirada fija puesta en el árbol. Los brazos ahora cruzados sobre su pecho. Jake se inclinó sobre su oído. —Es para ti también, compañero. Huele esto.
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Las aletas de su nariz se ensancharon. No lo pudo evitar y el olor intenso del pino Douglas le llenó. Jake camino hacia atrás y le dio una palmada a Daniel en la espalda. —Espabila y ayúdanos. Daniel hizo una mueca pero permaneció donde estaba junto al árbol. Me giré antes de que pudiera ver mi sonrisa divertida. ¿O fue excitada? Se veían tan bien juntos. Para mi placer, vino a la mesa y cogió otro adorno. —Si no ayudo estaréis toda la noche con esto —Le escuché quejarse—. Es casi medianoche. —Ese es el espíritu —dijo Jake alegremente. La mesa de café contenía muchos de los adornos que Jake y yo habíamos comprado en el supermercado. Puesto que Daniel se había dado por vencido, después de cenar Jake desapareció dentro del trastero que utilizaba como carpintería junto a la cabaña y volvió con las cajas con decoraciones de su familia. Lo que aumentó el disgusto de Daniel. Ahora había una guirnalda por la parte interior de la puerta. Donde nosotros pudiésemos verlo, había dicho Jake y algunas guirnaldas esperaban para ser colgadas a lo largo de la barandilla de la escalera. —¡Eh, no quites eso! —protestó Daniel cuando Jake cogió el mando a distancia y quitó el partido de fútbol que estaba viendo. —Está grabado. Puedes verlo más tarde —Buscó en el satélite el canal del tiempo, pero solo se veía estática—. Maldición. Parecía que la tormenta estaba bien instalada en el exterior. Ocasionalmente podíamos oír el aullido del viento, pero las gruesas paredes de la cabaña lo amortiguaban bastante. —¿Ves? —Daniel se detuvo brevemente junto a la mesa de café. Un delicado ángel blanco de filigrana en una mano y un soporte de alambre en la otra—. Pon el partido otra vez. —De ninguna manera, tengo una idea mejor —Jake se agachó junto al estéreo de la cabaña, donde estaban los CD de sus abuelos. Momentos después, mientras que Daniel y yo continuábamos con el árbol, Jake volvió con una selección de CD en la mano. Vi un destello de brillante rojo y verde. Mi impresión de que había encontrado su colección de Navidad se vio confirmada cuando se oyó la voz de Elvis cantando “Santa Claus está en la ciudad”. Daniel gimió y sacudió su cabeza pero continuó ayudando en la decoración. Lo que encontré alentador. Jake, claramente animado, tomó otro artículo de la caja y comenzó a desempaquetarlo. Estaba comenzando a preguntarme si el árbol sostendría todo lo que teníamos para ponerle. Las cosas empezaron a ponerse surrealistas cuando en el CD empezó a sonar “Navidad azul” y Jake empezó a cantar. No es que fuese horrible pero no estaba completamente afinado. Era peor aún porque insistía en copiar a Elvis tanto como pudiese, con una tentativa verdaderamente patética del movimiento de cadera del Rey. La reacción de Daniel era cómica. Estaba congelado al lado del árbol, mirando fijamente con los ojos y la boca abiertos de par en par.
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—¿Qué? —pregunto Jake cuando lo notó. —¿Qué estás haciendo? —Cantando. —¿A eso le llamas cantar? Jake sonrió abiertamente, mientras tiraba de una larga guirnalda de plata y oro. —Sí. Y empezó otra vez, cogiéndome con la guardia baja al envolverme con la guirnalda y atrayéndome hacia sus brazos. Me reí tan fuerte que tuve que dejarme llevar o caerme en un montón de risa tonta en el suelo. Daniel se concentraba en la decoración del árbol cuidando de mantener la distancia entre nosotros mientras bailábamos. Jake y yo nos divertimos con Elvis y el álbum Burn Ives. Pero tuvimos que atacar a Daniel con Rudolf el reno cuando “Rudolf the Red-Nosed Reindeer” sonó. Escapó de nosotros, pero lo arrinconamos y casi lo cogí sonriendo cuando luchó con Jake en el suelo por el reno. Cuando consiguió arrebatárselo y amenazó con tirarlo al fuego de la estufa, nos rendimos a la risa. Puesto que Jake era el más alto, fue el encargado de poner el ángel encima del árbol. Era una pieza encantadora, con un vestido que la abuela había hecho a mano. Nos echamos hacia atrás, mirando fijamente las parpadeantes luces entre las bolas alegremente coloreadas que adornaban las ramas. Bebiendo del singular y penetrante olor del árbol de Navidad. No habíamos utilizado todas las decoraciones del árbol que Jake había encontrado, algunas de ellas estaban dispersas sobre las mesas y encima de las sillas alrededor del cuarto. Dando a la habitación decididamente un aire festivo. Era una experiencia satisfactoria. Eché un vistazo a Daniel y distorsioné mi vista. Tuve que ocultar una sonrisa. El brillante neón que le rodeaba se había atenuado. La nube no giraba y se ondulaba demasiado alrededor de él. Curiosamente, el azul medianoche parecía un forro a su alrededor, también en calma, los hilos alrededor de las cuerdas eran más finos, pero parecían más sólidos y se extendían un poco más hacia Jake. Interesante. Jake me distrajo tomando mi mano, sobresaltándome. Di la vuelta hacia él y me sorprendió envolviéndome en un abrazo. Sonreí y le devolví el abrazo. —Gracias —murmuró en mi pelo, resbalando sus manos a lo largo de mi espalda—. No había hecho esto desde… —Respiró con dificultad, y frotó su mejilla contra la parte superior de mi cabeza—. … desde antes de que ellos se hubiesen ido —Juzgando por su tono “ellos” serían sus abuelos. Por todo lo que él me había contado, intuía que habían sido muy estrictos pero el amor entre la pequeña familia había sido fuerte. Él me abrazó más fuerte y besó la parte superior de mi cabeza. —Gracias. Es lo más divertido que he hecho en años. Sonreí abiertamente cuando se apartó. Antes de que pudiese decir nada, acunó mi cara entre sus grandes manos y me dio un suave beso en los labios. Puede que durase un poco
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demasiado, pero yo no me quejé. Él sonrió mientras yo parpadeaba. Luego me liberó. Echó un vistazo sobre mi hombro hacia donde se encontraba Daniel. —Estoy hecho polvo, me voy a acostar —Caminó hacia el pasillo que llevaba a los cuartos traseros—. Os veo mañana, chicos. Me giré hacia Daniel, y el calor que rodeaba mi corazón se enfrió. La mirada que me lanzó tenía un filo duro. Casi podía ver la nube azul rodeándolo. Imaginé que ya no estaba inactiva. Pero no me atreví a alterar mi visión, él lo vería y no estaba segura de qué era lo que lo había alterado. ¿Se había ofendido por el abrazo? ¿El beso? ¿O era algo más? No conseguí una respuesta. Cabeceó concisamente, dijo lo que parecía un buenas noches y se retiró arriba. Me quedé mirando el árbol de Navidad preguntándome dónde estaba la paz que hacía un momento había sentido.
Capítulo cinco 13 de Diciembre Estaba tan oscuro cuando me desperté que mi primer pensamiento somnoliento fue que era todavía de noche. Pero un vistazo al despertador de la mesita de noche me indicó que eran las ocho de la mañana. Rodé sobre mi trasero, dejando que mi mano escapase del capullo caliente que formaban las mantas para frotar mis ojos. Estaba silencioso. La tormenta de la pasada semana se había reducido a un nevar o no nevar. Se iban a convertir en unas verdaderas Navidades blancas. Permanecí donde estaba bajo el acogedor calor de las mantas y del edredón. Y dormité un poco más. Finalmente el ruido en el otro cuarto y el olor del café me despertaron. Jake había empezado su rutina de la mañana. Podía ser completamente silencioso pero prefería hacer pequeños ruidos para despertarnos. Como yo, Daniel no era una persona madrugadora. Que Jake estuviese haciendo ruido significaba que tenía previsto salir por un tiempo. Prefería que por lo menos uno de nosotros estuviese consciente cuando se fuera. Hacía una semana desde que había regresado a la cabaña y las cosas habían vuelto a acomodarse nuevamente dentro de la misma rutina de antes de haberme ido. Jake nos despertaba, nos alimentaba, o por lo menos dejaba café para nosotros, y se iba la mayor parte del día. Bien a vagar por el bosque en su otra forma, o si el tiempo no lo permitía se iba a su taller. A pesar del hecho de que los osos hibernaban en invierno, Jake era perfectamente capaz de estar despierto. Aparentemente los shifters osos tenían diferentes rutinas en invierno. La ausencia de Jake nos daba a Daniel y a mí la ocasión de trabajar en las “cuestiones mágicas”, como Jake decía. Daniel y yo decidíamos como abordar su entrenamiento del día y nos pasábamos horas en eso. La única diferencia es que cuando Jake volvía, hacíamos algo navideño en lugar de ver deportes toda la noche. Sonreí mientras salía del dormitorio de invitados hacia el baño al otro lado del pasillo. Daniel no estaba muy contento con el giro de los acontecimientos. En el transcurso de las noches Jake y yo habíamos desmontado y redecorado el árbol dos veces, habíamos pasado
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una noche haciendo y decorando galletas de azúcar con los ingredientes que habíamos comprado la noche que volví. E incluso habíamos pasado una noche frustrante e hilarante con Jake intentando enseñarme a tallar. Yo era horrible en eso. La madera que él había tallado parecía exactamente un pequeño y lindo reno marrón, mientras que mi talla parecía un pato de cuatro patas. Pero no importaba, era divertido, nos lo pasábamos bien, sobre todo las noches que la tormenta bloqueaba la recepción del satélite. Las noches que podíamos ver la televisión, vetábamos la elección de Daniel que se inclinaba por los deportes y poníamos los programas especiales de Navidad que podíamos encontrar. Después de mi rutina de la mañana en el cuarto de baño, puse una horquilla con una ramita de acebo en mi corto pelo rubio. Mis grandes ojos azules parpadearon al ver mi característica sonrisa. Me gusta sonreír. Hace que me sienta bien y tiene un efecto similar entre los que me rodean. La mayor parte del tiempo, por lo menos. Jake se rió entre dientes cuando vio mi adorno. Daniel, sentado en el sofá con una taza de café acunada en su regazo, echó un vistazo hacia arriba con una expresión totalmente ilegible. Jake colocó una taza de café en mis manos y me besó brevemente en la mejilla. A continuación se fue descalzo y ligero de ropa por el pasillo hacia el cuarto para uso general. Reprimí el deseo de seguirlo y de verle cambiar. Un momento después, la puerta trasera se abrió y se cerró de golpe. Cerrada seguramente por el peso de un hombre. Me apoyé en el muro bajo que separaba la cocina y el cuarto principal cuidando mi café. —Bien —dije después de que el silencio se alargase—. ¿Debemos intentar algo de meditación? El perfil de Daniel estaba frente a mí, nítido y definido, mientras miraba fijamente el árbol. Su pelo negro estaba asegurado en una coleta sobre su cuello, pero cabellos más cortos se deslizaban a lo largo de sus sienes y mejillas. Un jersey azul marino abrazaba las curvas de su pecho y brazos. Y los pantalones vaqueros marcaban sus largas piernas que mantenía extendidas. Se encogió de hombros y se giró para dejar la taza en la mesa lateral del sofá. Puse mi propia taza en el aparador que se encontraba detrás del sofá. Él se levantó y puso la mesa de café sobre la alfombra para permitir que ocupásemos nuestros lugares acostumbrados en el centro del diseño tejido. Antes de que pudiese instalar mi culo en la alfombra, Daniel se inclinó para sujetar mis brazos y sacudirme. —¡No te acuestes con él! Parpadeé, cogida totalmente con la guardia baja. —¿Perdona? Él se arrodilló delante de mí, sus ojos entrecerrados. —Te he observado. ¡Me imagino que has vuelto para acostarte con Jake! —No, no es cierto… —No del todo. Tú le atraes, puedo entender eso, está bien… —Él cerró sus ojos, tragando con fuerza. Una expresión de pura angustia pasó por sus exquisitas facciones. Sus
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dedos apretaron mis brazos, yo no estaba segura de que él supiese que me estaba haciendo daño. —No lo hagas por favor. No ahora. No… —Él sacudió la cabeza. Me incliné en su apretón mirando atentamente su cara. —Daniel. Cuando él no… —Abrió sus ojos, doblé mis codos para coger sus antebrazos y lé sacudí levemente—. Daniel —Fijó sus ojos marrones sobre mí—. Dime porqué. Él frunció el ceño. —¿Por qué? —¿Por qué no quieres que me acueste con el? —Él me soltó y se sentó sobre sus talones, pero yo me eché hacia delante para arrodillarme y mantener su apretón en mis brazos—. Dime por qué, Daniel. Él intentó aparentar calma, dejando de rozar mis manos. Sus ojos me evitaron. —Porque no quiero andar alrededor de los dos si estáis actuando como dos tortolitos. Yo bajé la barbilla e incliné la cabeza, intentando restablecer el contacto visual. —¿No hay más que eso? —No. —Sí, debes estar abierto a mí, si voy a ayudarte. Él frunció el ceño. —Esto no tiene nada que ver con los espíritus. —Esto tiene todo que ver con los espíritus. Tiene que ver con tu paz mental. Él volvió a fruncir el ceño, mirándome fijamente. Deseó negarlo, lo vi en su cara, pero no podía. —Estoy siendo honesto. Te estoy contestando no… yo… —Su voz se hizo cada vez más baja hasta convertirse casi en un susurro—. No quiero verte con él. No podría soportarlo. No… ahora. —¿Por qué? ¿Porque tú quieres acostarte conmigo? —Hice una pausa, preguntándome si la siguiente frase sería acertada. El instinto me dijo que siguiera—. ¿O porque quieres acostarte con él? La cólera apareció como una llamarada, coloreando sus mejillas de alabastro. Se alzó sobre sus rodillas, cogiendo mis brazos para pegarme nariz con nariz. —¡No soy gay! —¿Estás seguro?
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—¿Qué demonios significa eso? Estaba confiada ahora. —Te he visto alrededor de Jake. Vosotros, chicos, sois demasiado íntimos… —¿Somos íntimos y eso significa que somos homosexuales? —Daniel, no es sólo eso. La manera en que vosotros dos… Las ventanas de su nariz se ensancharon. Sus ojos estaban agrandados y después se entrecerraron. Rápido como una víbora me pegó contra su pecho y apretó sus labios sobre los míos. Sabía que ésta era una reacción posible, sería una hipócrita si negase que una parte de mí le deseaba. Los pocos contactos que había tenido con ese hermoso cuerpo no habían hecho gran cosa para disminuir mi deseo de frotarme contra él como un gato. Probablemente debí echarme hacia atrás y obligarlo a hablar conmigo. Pero, oh, incluso si su beso clavó mis dientes en mis labios, sabía tan bien. Al principio me castigaba, presionando sus labios sobre los míos y manteniéndome sujeta. Creo que fue cuando agarré su cintura o quizá cuando un feliz gemido se escapó de mi garganta, cuando el beso cambió. Retrocedió para dejar de hacerme daño e inclinó la cabeza para tener un mejor acceso. Yo fui hacia él, abriendo mis labios para aspirar su labio inferior. Fue su turno para un pequeño gemido, después abrió su boca sobre la mía para hacer sitio para que su lengua se hundiese en mí. Finalmente redujo el apretón de sus brazos resbalando una mano hacia la parte trasera de mi cabeza y deslizando la otra alrededor de mi cintura. Para empujarme hacia arriba contra él. Dulce Diosa. Su pecho era duro y sus brazos fuertes y sabía tan bien. Maldije las capas de ropa que evitaban que sintiera su dureza contra la piel desnuda. Envolví mis brazos alrededor de su cuello y devoré desesperadamente su boca. Él se inclinó un poco y me pasó un brazo alrededor por debajo de mi trasero. Me levantó levemente para así poder bajarme hasta la alfombra sin romper el beso. Agradecida acepté su peso cuando se colocó sobre mí y sus brazos salieron de debajo de mí hacia un muevo asimiento. Abrí mis piernas y rodeé su cintura impaciente por sostenerlo cerca. Él intento separar nuestros labios, pero tuvo que quitar mi brazo de su cuello para hacerlo. Yo lancé un quejido y puse mis labios contra su cuello. Cruce mis dedos con los suyos para evitar que su mano me empujara. Cuando mordí el lóbulo de su oreja, él gimió. —Noelle… —Por favor, Daniel —Oí la suplica en mi voz, pero no me importó. Estaba por encima de la súplica—. Por favor. —No podemos… —Sí que podemos. —Jake… —Puedes llamarlo para que vuelva. Él levantó la cabeza y me miró fijamente. Tragué, temiendo haber ido demasiado lejos. Pero sus ojos se ensombrecieron y bajó de nuevo sus labios a los míos.
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—Muy divertido. Yo gemí cuando sentí su Cuando encontró mis mallas, gruñó.
mano
subir
mi
falda
por
mi
costado.
—¿Qué demonios llevas puesto? —Dame dos segundos y estaré libre de ellas. Él me tomó la palabra. Se sentó sobre sus talones, cogió el dobladillo de su suéter y se lo quitó. Me quedé allí atontada por la pálida gloria de su pecho sin pelo. Un año fuera del ejercito probablemente había ablandado algunos de los bordes cincelados de sus músculos, pero no tanto que todavía no marcaran. Podía contar los músculos de su abdomen perfectamente. Sus manos fueron a los botones de sus pantalones vaqueros, pero se detuvo brevemente, mirándome significativamente. Oh, sí, las mallas. Me puse de rodillas y me las saqué junto con mis calcetines. Todo a la vez que intentaba mirar cómo él se desabotonaba sus vaqueros y los empujaba hacia abajo por sus muslos junto con los bóxers de seda azules que llevaba debajo. Tiré mis mallas detrás de mí y empujé hacia arriba mi jersey. Dejé la falda agrupada alrededor de mi cintura, sin atreverme a tomarme el tiempo de librarme de ella. Él no me dio ocasión de sacarme el sujetador. Se echó de nuevo sobre mí, un brazo resbalaba hacia arriba bajo mi hombro y el otro guiaba el duro y rojo pene al que desafortunadamente sólo pude echar un vistazo. Nuestros labios se juntaron de nuevo y mis piernas cayeron abiertas. En momentos como éste, amaba ser una bruja. Mi magia me daba bastante control sobre mi cuerpo y no podía quedarme embarazada sin yo quererlo. Puesto que él era humano, técnicamente yo podía coger una enfermedad de transmisión sexual, pero no imagino una situación en la que Daniel hubiese podido coger una. Por ello no había necesidad de un condón que cubriese esa maravillosa erección. Él frotó la cabeza de su miembro sobre los pliegues de mi sexo. —Qué mojado —murmuró sobre mis labios—. ¿Quieres que sea malo? —Diosa, sí —grité, subiendo mis caderas hacia él. Intentando hacer que se apresurase—. Por favor. Él colocó la cabeza en mi abertura y empujó con fuerza. Gemí agarrando su trasero y enterrando mi cabeza en su cuello. —Oh, que bueno —murmuré mientras enrollaba sus piernas alrededor de su cintura para así poder empujar su pequeño trasero con mis talones—. Más. Él murmuró algo que no pude entender, pero tampoco me preocupó. Sus dedos agarraron mi pelo y empujó. Me arqueé, abriendo la boca para gritar. Él colocó una mano sobre mis labios justo a tiempo de amortiguar el sonido mientras salía para volver a entrar con fuerza. Era tan bueno como me había imaginado. Estaba tendida debajo de él, tensa como un alambre, concentrada en la humedad caliente de mis ingles mientras intentaba apretarlo tan fuerte como fuese posible. Él gruñó y murmuró, sus labios cerca de mi oído mientras
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empujaba sin fin en mi cuerpo. Su culo trabajando sin parar bajo mis talones. No pude evitar mi rápido orgasmo, y no lo intenté. Exploté debajo de él, gritando y luego gimoteando en su palma. Él maldijo, tenso mientras yo me apretaba a su alrededor. Tiró de mi pelo más fuerte, esperando mientras pasaba el espasmo y después empezó a empujar de nuevo. Me aferré a su espalda, mis dedos hundiéndose en su caliente piel de satén. El primer orgasmo apenas había terminado cuando su continuo movimiento me provocó otro. Gemí su nombre, girando mi cabeza para poder chupar el lóbulo de su oreja, y poder pedirle que me llenase. Sin pensarlo mi visión se sesgó y pude ver el azul neón rodeándolo. No, no era neón, era azul medianoche, con reflejos de violeta que no había visto antes. Su aura no se extendía muy lejos, no los treinta centímetros que generalmente se extendía alrededor de él. Era delgada y compacta, excepto donde si no fallaba mi suposición, se ensanchaba para abarcarme. Ahora que era consciente de eso. Sentí zumbar la energía espiritual. ¡Dulce Diosa!, ¡estaba goteando pura energía espiritual en mi cuerpo! Me abrí a él y la dejé fluir, oscura, dulce energía, fluyendo con decadente poder. Fuerte y casi físicamente tangible, como solo se sentía en presencia de Daniel. Eso inmediatamente provocó mi siguiente orgasmo. Puede que fuese provocado por mi absorción de energía de, pero él no me dio ocasión de comprobarlo esa vez. Con un rugido silencioso, echó la cabeza hacia atrás y se estremeció, llenándome con su semilla y un torrente de pura esencia oscura. Se derrumbó sobre mí y permanecimos un momento así, con la piel mojada con nuestro mutuo sudor y los pulmones trabajando dificultosamente. Dejé mi mirada fija sobre la viga del techo sobre nosotros. Nunca había tenido sexo antes con energía espiritual. No sabía que era posible. De hecho nunca había tenido sexo con otro brujo espiritual. Pensando en esto, tenía sentido. La mera presencia de Daniel atraía espíritus, su atención enfocada podía dirigir esa energía, ¿Por qué no podía ser utilizada sexualmente? Daniel se elevó sobre un codo, mirándome. Había seriedad en sus ojos, una pregunta que no entendí hasta que habló. —¿Lo has sentido? —¿Los espíritus? Un gesto de repugnancia pasó por sus facciones. —Sí, lo siento. Intenté… —¿Qué es lo que sientes? —Cogí su barbilla con los dedos e hice que me mirara cuando quiso girarse de nuevo—. ¡Ha sido increíble! Él se sorprendió. —¿De verdad? —De verdad. ¿Tienes que preguntarlo? Miró fijamente mi barbilla. Mechones de su pelo largo y sedoso acariciaron mi mejilla.
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—Fue desagradable para las otras pocas amantes que he tenido. Tenía mi respuesta. Sonreí, acariciando la curva de su mejilla. —Pero yo estoy afinada, recuerda. Me encantó. Él casi sonreía otra vez. Se veía en los ojos, incluso si no se vio en sus labios. —¿De verdad? Asentí, esperando que pudiese ver la sinceridad en mis ojos. —De verdad. Parte de la tensión desapareció de su cara, y pude ver el fantasma de una sonrisa. Se echó hacia atrás, girando sus caderas para empujar su ingle y su pene que se ablandaba contra mí. Gemí, adorando la sensación. Él se rió suavemente entre dientes, como hizo eso sin sonreír es algo que no pude entender y se apartó. Con un suspiro, se sentó sobre sus talones, después fue más lejos hasta apoyar su espalda contra el sofá, las rodillas dobladas ante él, la cabeza detrás, y los brazos sobre sus rodillas, parecía tan contenido como siempre lo he visto. Un rápido vistazo a su aura me mostró que ésta seguía siendo firmemente compacta y del azul oscuro de la medianoche. El violeta había desaparecido. Me preguntaba como decírselo. Estaba bastante segura de que habíamos dado un paso adelante en el descubrimiento del secreto de su control, pero estaba bastante insegura de cómo se sentía sobre lo que habíamos hecho. Había comenzado con cólera incluso si no había terminado como tal. Cuando volví a mirar, algo del ondulante neón había aparecido y su aura se estaba expandiendo. Bajó la cabeza y fijó su mirada en mí. Parecía tranquilo en el exterior pero su aura me decía que sus emociones iban por dentro. —No se lo digas. Volví mí vista a su estado normal y fruncí el ceño. —¿Qué? —Jake. No se lo digas. No necesita saber lo que ha pasado. Me levanté sentándome con mis piernas cruzadas en la alfombra a los pies de él. Mi falda se colocó alrededor de mis caderas, ocultando la mayor parte de mis piernas. —No puedes ocultar el sexo a los shifters. —¿Qué? Parpadeé. —¿No lo sabías? —¿Saber qué? Tragué.
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—Jake es un oso. Podrá oler lo que sucedió. Eso si es que no lo ha sentido a través de vuestros lazos. Sus ojos se abrieron de par en par. —¿Qué? Había sobreestimado su conocimiento de la magia. ¿Qué le habrían enseñado sobre sus dones en el ejercito? Pero ya lo sabía. Le habían enseñado lo indispensable y nada más. Sus profesores le habían dado apenas suficiente información para entender los fundamentos de la magia. Ciertamente no le habían provisto de una bruja espiritual como profesor hasta que enviaron la petición a mi madre. A lo largo de los años, el ejercito frecuentemente había empleado mal al dotado de magia. Parecía que los tiempos actuales no eran diferentes. Pero no se me había ocurrido que no supiera nada de los shifters y el sexo. —¿No lo sabías? —¡No! No. Por supuesto que no. Y yo no se lo había dicho porque, en ese momento yo no quería darle ninguna razón para detener lo que hacíamos. En eso yo fui tan mala como el ejército, negándole información para que hiciese lo que yo deseaba. Él golpeó sus puños en sus rodillas. —¡Mierda! ¿Qué he hecho? Y tú lo sabías. Me estremecí. —Yo no creo que a Jake le vaya a importar. —¿No? Creo… —Él se levantó sobre sus rodillas cogiendo sus pantalones—. Esto hará las cosas incómodas para él. —¿Por qué? ¿Deseas repetirlo? Me pareció que hoy estaba viendo mucha sorpresa en él. Farfulló, intentando fruncir el ceño. —Yo… ¿tú no quieres? —Bueno, sí. Pero no estaba segura de si era una cosa de una vez para ti. Yo no sé, Daniel, tú no me dices nada, tengo que arrancarte cada pequeño pedacito de información. —Te he dicho más que… —Se interrumpió a sí mismo con una maldición murmurada y se puso de pie. Incluso con la emoción de la situación, tuve que admirar la belleza de su cuerpo. Piel pálida que se extendía tensa sobre los suaves músculos. La forma delgada, armoniosa, que se ajustaba más para un ángel que para un humano. Cuando se giró para ponerse sus vaqueros pude ver que su culo era tan firme y bonito como el resto de su cuerpo. Incluso tenía unos pequeños hoyuelos en su parte posterior más baja que hizo que desease rastrearlos con mi lengua. Dulce Diosa. Que mal estaba.
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—¿Estás bien con lo que hemos hecho? Me daba la espalda, así que no podía ver su cara. Sesgué mi vista y vi la energía neón girando a su alrededor. Dedos extendiéndose hacia fuera, alcanzando lo que podían, incluyéndome a mí. El azul medianoche aparecía débilmente flotando cerca de su piel, excepto a lo largo de las cuerdas que se dirigían a la parte posterior de la cabaña. Por supuesto él no tenía ni idea. Continuó poniéndose sus pantalones. —Sí. —Pues no lo parece. —No deseo lastimar a Jake. —Jake sólo quiere que tú seas feliz, cariño. Vi el brillo del azul medianoche pulsar a través del neón. Estaba insegura de qué porras significaba. —Sí —Pero sonó forzado. —Entonces ven aquí y vuelve a follar conmigo —Conté fácilmente hasta cinco antes de que sacudiese la cabeza. —No. Miré tristemente como se ponía el jersey. Cuidando de no mirarme. Yo permanecí donde estaba, intentando decidir si debería forzar la situación o no. —Deberías vestirte —dijo mientras se colocaba su jersey sobre el pecho—. Deberíamos… volver al trabajo. Asentí silenciosamente, dándome cuenta de que la discusión había terminado. Forzarlo ahora sólo serviría para que él se empecinase más. Había tenido posiblemente el mejor sexo de mi vida con probablemente el hombre más guapo que me había encontrado nunca y me sentía como si alguien hubiese perforado un agujero en mi corazón. Conseguí poner toda mi ropa en su lugar, pero no me senté inmediatamente con él en la alfombra. Él se sentó y yo llevé mi café frío a la cocina, luego hice una visita al baño. Cuando volví, hice algo de té para darme algo que hacer. Él continuaba sentado con las palmas en las rodillas, los ojos cerrados practicando su control. No me necesitaba para eso, de hecho me excluía. A excepción del dolor entre mis piernas y el escozor de mi piel, nada indicaba mi comportamiento adolescente. Me senté a la mesa acunando mi té mientras le miraba. Utilicé mi vista mágica y supervisé su falta de progreso en poner el neón bajo control. Tenía cierta cantidad de éxito con el método de la fuerza bruta intentando mantener las riendas de su control. Había conseguido reducir el aura de tres metros a 30 cm, pero ahí la fuerza bruta había dejado de funcionar. Se parecía a intentar meter a la fuerza cosas en una maleta. En cierto punto la fuerza ya no podía conseguirlo. Era necesario intentarlo con una táctica completamente diferente. Como el sexo. ¿Qué había hecho nuestra unión para proporcionarle control? ¿Había sido mi magia unida con la suya? ¿Fue el abandono de sus preocupaciones ante el placer puro? ¿Se había abandonado
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a sí mismo? Yo ciertamente lo hice, lo que significaba que no podía estar completamente segura de si él lo había hecho. Si lo volvíamos a hacer, te nía que intentar estar más atenta. Coloqué la taza cuidadosamente entre mis codos y fijé la mirada en las profundidades de mi té. Si lo volvíamos a hacer. Él dijo que quería. Pero me preguntaba si seguiría siendo verdad. Mi piel todavía hormigueaba. La cantidad de energía espiritual que había bombeado en mi cuerpo estaba relacionada con lo que sentí cuando dejé irse completamente mi control y permití que los espíritus me atravesaran. Las sensaciones eran similares a las que sentí cuando apareció mi talento, antes de que consiguiese verdadero control sobre él. Entonces no tenía, por supuesto la sensación de excitación sexual. Era una combinación embriagadora. Algo que repetiría alegremente, si Daniel estaba interesado, claro. Lo miré de nuevo. Mágicamente. Tenía el maldito color azul medianoche todavía serpenteando a lo largo de las cuerdas amarillas que se descolorían en la distancia, hacia donde Jake se encontraba. ¿Que significaba ese color? ¿Y a dónde demonios había ido el violeta? Me preguntaba si éste tenía que ver con el sexo. Debería hablarle a él sobre eso. Quizá podríamos intentar descubrirlo juntos. Pero era renuente a hacerlo. ¿Que pasaría si saltaba a las conclusiones e intentaba suprimirlo sin llegar al fondo de lo que realmente significaba? Todavía estaba en la cocina discutiendo silenciosamente conmigo misma cuando Jake volvió. La puerta trasera chirrió y golpeó, anunciando su llegada. Momentos después Jake avanzó a zancadas por el corto vestíbulo. Vestido sólo con los pantalones vaqueros que había dejado en el cuarto para uso general antes de transformarse. Ociosa admiré la mata de pelo marrón oscuro que cubría su pecho y se extendía en un rastro intrigante hacia su vientre, mientras se cubría con su camisa de cuadros. Me vio en la mesa y después echó un vistazo a Daniel sentado a unos tres metros y medio lejos de mí. Sus ojos marrones se movieron rápidamente de uno a otro mientras entraba en la habitación abotonándose la camisa. Podría decir el momento en que olió algo. Se detuvo al otro extremo de la mesa e inspiró más profundamente. Su mirada se posó en mí y sus oscuras cejas se alzaron con sorpresa, con una pregunta silenciosa en su cara. Deseaba que Daniel pudiese ver la pequeña sonrisa de esperanza que curvó la boca de Jake. Su primera reacción fue de placer y calentó mi corazón. Jake no dijo nada, atento a la meditación de Daniel. Se movió silenciosamente a mi lado y se inclinó para besar mi mejilla. Noté que hacia otra inspiración. —Ya era hora —murmuró frotando su mejilla barbuda contra la mía. Le sonreí mientras se alejaba. Se detuvo, su sonrisa perdiendo intensidad cuando no tuvo ninguna duda de porque mi sonrisa era débil. Frunció el ceño. Bueno, ahora sabía que algo no iba bien. Sacudí mi cabeza y miré hacia Daniel. Él hizo una mueca asintiendo con la cabeza sin decir nada. Pasó junto a mí y silenciosamente empezó a hacer la cena. Daniel no tardó mucho en emerger de su trance, si fue la presencia de Jake o el olor de las patatas que freía, no lo sé. Utilicé mi vista para confirmar que tenía bastante bajo control la energía que le rodeaba. Estuve satisfecha de ver que el neón estaba un poco más descolorido. Curiosamente las vides azul medianoche alrededor de las cuerdas de Jake estaban siendo empujadas hacia el cuerpo de Daniel, la primera vez que veía que pasaba eso. Abrió los ojos y giró la cabeza lentamente, localizándonos a Jake y a mí con un vistazo. Sin una palabra estiró los brazos sobre su cabeza, luego se levantó con un movimiento fluido y vino hacia nosotros. Sus ojos miraron a Jake aunque vino a pararse a mi lado.
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—Jake, nosotros… —¿Te apetecen filetes? —preguntó Jake, lanzándole una mueca a Daniel antes de girarse de nuevo hacia la sartén—. Creo, chicos, que después del trabajo tendréis hambre. Yo sonreí. Daniel se sonrojó. —Jake, yo… lo siento. —¿Lo sientes? —Jake se detuvo, sosteniendo la espumadera en alto—. ¿Por qué? —Nosotros sólo… quiero decir, no teníamos intención… —¿Intención de qué? Daniel se enfadó. —No pensaba cuando pasó. Lo siento si el que tenga sexo con Noelle te hace sentir incómodo. Jake me miró. Yo me encogí de hombros. Jake sonrió sacudiendo la cabeza. —No me hace sentir incómodo, compañero. Daniel estaba dudoso. —¿No? —Demonios, no. Alguien debe acostarse con ella —Me guiñó un ojo—. A las buenas mujeres les gusta eso, se merecen que les hagan el amor, con frecuencia —La calidez de su voz inundó mi corazón. Y dejó a Daniel anonadado. Jake se rió entre dientes de nuestras reacciones, claramente consiguiendo las respuestas que pretendía—. En serio, amigo, no te preocupes por mí. Si Noelle te hace feliz, yo no puedo ser desgraciado. Daniel avanzó de nuevo y se detuvo junto a la esquina de la mesa a mi lado. Finalmente encontró mi mirada y me miró fijamente por un momento. Aunque la vida me fuera en ello, no podría imaginar que estaba pensando y si era bueno o malo. Cuando Jake abrió la nevera y se agachó para abrir el cajón de la carne, Daniel le echó un vistazo. ¿Estaba siendo demasiado analítica al pensar que vi una mirada de apreciación al ver el culo de Jake presentándose tan agradablemente? Luego se sentó detrás. —Jake, ¿me pasas una cerveza? —Expulsó el aire con indiferencia y se giró hacia mí—. Bueno, ahora tengo la energía más bajo control. Ah, trabajo. Asentí. —Estás mejorando —Quería decirle que hacer el amor conmigo le había ayudado a ganar más control. Por lo menos hasta que empezó a pensar en Jake. Debería decírselo, pero no podía. No cuando el recuerdo de su cuerpo sobre el mío estaba fresco en mi memoria—. Perdona, necesito ir al lavabo.
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Sentí sus ojos sobre mí mientras me iba, pero no miré hacia atrás. Llegué hasta el baño y me incliné hacia el lavabo, suspirando con alivio. El sexo con Daniel era mejor de lo que yo había esperado. Me imaginaba que iba a ser increíble, quizá embarazoso. Sabía que su culpabilidad había asumido el control por dejar a Jake fuera. Pero no había imaginado lo que sentiría con ese cuerpo sensual en mí. Ni la emoción de compartir energía espiritual. Mi sangre todavía cantaba con ella, deseaba poder ver mi propia aura espiritual porque me moría por saber si ese mismo violeta se había disparado en mí. Me tome mi tiempo usando el baño y lavé la cara, necesitando calmar mis nervios. Si no lo hacía puede ser que acabase gritando, y no sabía si sería una inarticulada frustración o una demanda para que Daniel me tomara de nuevo. Ni uno ni otro ayudarían en mi causa. Cuando finalmente me reuní con ellos, pasé junto a Daniel y fui a ofrecer mi ayuda a Jake. El bendito oso comenzó a contar una historia sobre su madre y su adobo picante como el infierno, que amenazó con hacer para nosotros alguna vez.
Capítulo seis Pusimos un DVD y vimos la película Elf mientras comíamos en el sofá. Bueno, ellos comieron en el sofá, los dos hombres ocupaban mucho espacio, por lo que yo comí en el sillón reclinable. Lo que estaba bien. No podía estar cerca de Daniel y no desear tocarlo. Daniel pasó parte del tiempo señalando las incongruencias de la historia, y Jake pasó el resto defendiéndola. Yo casi no miré, pasé casi todo el tiempo mirando el árbol de Navidad, preguntándome que hacer, no podía permitir que el sexo abriese una cuña entre Daniel y yo, o entre Jake y Daniel. Necesitaba que Daniel estuviese tranquilo. ¿Quizás era el momento de hablarle de los colores de su aura y de cómo estos se comportaban? ¿Me creería? ¿Empezaría a llegar a las mismas conclusiones que yo acerca de él y Jake? ¿Cómo reaccionaría ante eso? Me iba a volver loca a mí misma, pensando en círculos. Desearía ser mucho más directa acerca de las cosas. Como mi hermana Daphne. Si ella estuviese en mi lugar, simplemente diría a Daniel como estaban las cosas y le haría creer que ella sabía que era lo mejor. Me reí para mí misma. No, Daniel y Daphne probablemente no se llevarían muy bien. Jake se dirigió hacia la cocina para descargar los platos sucios en el fregadero, se estiró y bostezó exageradamente. —Bueno, me voy a la cama. No os preocupéis por despertarme. Sabéis que duermo como un tronco. Daniel lo miró, escéptico. ¿Y yo? Nunca había escuchado de un shifter que realmente durmiese como un tronco, pero bueno, en realidad no conocía a otros osos muy bien. No hibernaba, es cierto, gracias a la Diosa, pero quizá los osos durmiesen más profundamente que otros shifters. Él nos dejó y un silencio incomodo descendió. Daniel cogió el mando y paró la música y los gráficos del DVD. —Noelle, no sé si es inteligente… Asentí y me puse de pie, dirigiéndome a la cocina con mi plato.
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—No te preocupes, Daniel, lo se, iré a dormir al cuarto de invitados. Justo lo que había imaginado —Pasé junto a él y me agaché para darle un beso en la mejilla—. Buenas noches. Él se quedó donde estaba, mirando el televisor en blanco, dejé mis platos en el fregadero y le dejé con las luces del árbol de Navidad brillando. Me había puesto uno de mis pijamas rosados de franela y estaba a punto de meterme en la cama cuando la puerta se abrió de golpe. Tenía la magia lista para mi protección, pero la dejé consumirse cuando vi a Jake asomarse a la entrada del cuarto. La mirada que me lanzó era tan severa y oscura como nunca había visto en su normalmente tranquilo rostro. El hecho de que sólo llevase un par de pantalones cortos hizo que me distrajese un poco. —¿Jake? ¿Qué…? ¡Eh! Sin pedir permiso, Jake cruzó el cuarto y me levantó. —¿Qué estás haciendo? Me retorcí, pero rápidamente descubrí lo difícil que es mover a un oso con un propósito. Era increíblemente fuerte. Pienso que ni siquiera me oyó o notó que me retorcía. Estaba segura de que ni queriendo conseguiría soltarme de sus brazos. Por supuesto, él tenía unos estupendos brazos. No quería herirlo con magia, por lo que no me quedó más remedio que ir a donde me llevaba. —Jake, no creo que esto sea una buena idea —murmuré a medio camino de las escaleras del desván. Daniel estaba sentado en el centro de su enorme cama. Las sábanas eran verdes y el edredón estampado verde y negro y lo tenía cogido con la mano que apoyaba en su regazo. Llevaba un pijama de seda negra desabotonado, que proporcionaba un agradable marco para su pálido y magnifico pecho. —¡Jake! ¿Qué demonios…? Su protesta fue interrumpida cuando Jake me soltó sin ceremonias en la cama a su lado. Jake nos miró amenazadoramente y me señaló. —Ella pertenece aquí —proclamó y miró con ferocidad a Daniel—. La quieres aquí y lo sabes. No te comportes como un asno obstinado. Daniel lo miró enfurecido pero no dijo nada. Yo permanecí silenciosa. —Me molestaría más saber que vosotros dos no estáis follando, eres un bastardo frío. ¿Lo entiendes? Creo que oí los dientes de Daniel chirriar, pero no me atreví a mirar para confirmarlo. —Lo entiendo.
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Jake asintió. Luego giró y se dirigió hacia las escaleras. Permanecí congelada y silenciosa al lado de Daniel, hasta que oí la puerta de Jake cerrarse. Muy cuidadosamente mantuve mis ojos fijos sobre la barandilla que se abría sobre el cuarto principal. —Voy a dormir al sofá. Sus dedos se cerraron firmemente alrededor de mi brazo, deteniéndome. —No. —Daniel… —protesté mientras él tiraba de mí. Hundió la nariz en mi cuello, empujándome hacia su pecho. —Quédate. Tragué con fuerza. —¿Realmente me quieres aquí? Sus brazos se arrastraron hasta debajo de mis pechos. —Sí. —No te creo. Él tomó mi mano y tiró de ella hacia atrás, metiéndola bajo el edredón hasta que finalmente puso mis dedos alrededor de su erección cubierta por la seda del pijama. —¿Me crees ahora? —Besó mi cuello—. He estado así desde que subí aquí arriba. —Tú eres el que… Apretó mi mano de nuevo, claramente disfrutando de ello. —No soy bueno para pedir cosas, Noelle —murmuró—. Por favor, quédate. Ayúdame. —No apeles a mi complejo de madre Teresa. Él se rió entre dientes, una verdadera y cálida risa. Diosa, ¡quería ver esa sonrisa! Dejó mi mano sobre su pene y se dirigió a pellizcar mi pezón. —Ayúdame, Noelle —dijo en voz baja—. Hazme entrar en calor. Me hundí contra él. ¿Cómo haría para luchar contra eso? Él sintió mi rendición. Suavemente me dio la vuelta y me bajó hacia las almohadas que olían al champú de lavanda que él usaba. Unos tirones mandaron las cubiertas encima de nosotros, creando una cálida caverna. Sus labios encontraron los míos con una caricia suave y por unos largos y agonizantes momentos, todo lo que hizo fue besarme y frotar su mano ligeramente sobre mi vientre bajo el pijama. Permanecí quieta tanto como pude, no queriendo romper la magia. Pero pronto no fue bastante, intenté besarle de forma más agresiva, aspirar su lengua en mi boca e intentar empezar los juegos preliminares. Él me dejó hacer pero no respondió con la misma moneda. Finalmente, alcé mis manos para hundir mis dedos en su sedoso pelo, tirando de su cabeza
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hacia atrás. Probé su mejilla, su barbilla. Resbalé mi lengua hacia el caliente punto justo debajo de su oreja. Él se apoyó sobre un codo, elevándose sobre mí. Su mano resbaló sobre mi torso hacia uno de mis pechos, rozándome suavemente el pezón. Gemí. —Diosa, Daniel, por favor —susurré. Él sacó su mano para rápidamente desabrochar los botones de mi top. Lo abrió y se agachó para chupar mi seno. Acuné su cabeza contra mí, mordiendo mi labio ante la sensación voluptuosa de sus labios, de su pelo cayendo para acariciar mi pecho. Cambió de posición para arrodillarse junto a mí y empezó un lento deslizar hacia abajo, besando y lamiendo mi piel a su paso. Mis costillas, mi vientre, la redondez bajo mi ombligo que yo tanto odiaba. Respiró sobre el principio de mi vello púbico mientras que sus manos deslizaban los pantalones de mi pijama hacia abajo por mis piernas. Se alzó hacia atrás, dejando las cubiertas deslizarse por su trasero mientras echaba los pantalones a un lado. Nunca había visto esa mirada traviesa en sus ojos antes. Era una visión deliciosa. Casi parecía que estaba sonriendo abiertamente. —Hueles bien —me dijo. Colocándose sobre sus codos entre mis muslos. Respiró sobre mi vello rizado otra vez—. Apuesto a que también sabes bien. Se inclinó y yo jadeé, ¿realmente iba a hacerlo? ¿Iba a poner esos maravillosos labios sobre mí y probarme? Apenas me atrevía a creerlo y mantuve mis ojos en esa hermosa cara inclinada sobre mí, su pelo suave y sedoso rozaba mis muslos. Sus manos de largos dedos separaron los labios mojados de mi sexo y su dulce y rosada lengua se asomó para avanzar lentamente sobre mi clítoris. —¡Daniel! —gemí, incapaz de quedarme callada. Era demasiado bueno. Él era demasiado bueno. No sabía donde lo había aprendido y francamente no me importaba. Me dio delicados mordiscos, como si se tratara de un delicado manjar y no quisiese acabar demasiado pronto. Encontró mi pequeña protuberancia de placer y la atormentó. Pronto tuvo que envolver los brazos alrededor de mis mulsos para sujetarme porque yo era incapaz de mantener quietas mis caderas sin empujar hacia esa maravillosa boca. —¡Daniel! —grité, agarrándome a las almohadas sobre mi cabeza. Se vinieron hacia delante sobre mí y me aferre a ellas desesperadamente sofocándome en el algodón con el olor a lavanda y a Daniel. Grité contra la almohada en el momento en que una ola de placer cayó sobre mí. Él se detuvo y yo me derrumbé ante el alivio de mi cuerpo que zumbaba. Sus dedos recorrieron el interior de mis piernas y todo mi cuerpo saltó, adaptado a su toque. La cama se movió y la almohada fue arrancada de mi laxo agarre. Parpadeé y gemí por la vista ante mí. Daniel se arrodilló entre mis muslos tomándose su tiempo para salir de los pantalones de seda negra del pijama. La chaqueta del pijama permanecía, remarcando su pecho e ingle dolorosamente hermosos. ¿Cómo explicar la belleza del hombre? No parecía del todo real. La forma piramidal de su pecho se estrechaba en una forma que haría a un escultor llorar. Poseía esos dulces pequeños pliegues a los lados de su ingle, justo sobre sus muslos que formaban una V perfecta. Tenía poco pelo que ocultase el resplandor pálido de su piel, apenas un débil
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rastro desde su ombligo hasta el ligero parche que se agrupaba en la base de su pene. Y su pene… pura perfección, casi, mi única queja es que estaba circuncidado y me parecía un delito haber quitado una parte de esa belleza. Sobresalía desde la base de negro pelo, excitado, rojo, con la punta mojada. Fascinada, alargué la mano para rodearlo con mis dedos. Él gimió, sacudiendo atrás su cabeza y avanzando hacia mi mano. Me incorporé y me incliné hacia delante, impaciente por saborearle. Nos atormenté a ambos, rondando apenas con mi boca alrededor de la punta. El olor de él intoxicaba. Puse mi mano libre en su cadera, resbalándola alrededor para agarrar su nalga en un esfuerzo por estabilizarme. —Noelle —suspiró. ¡Oh, sí! Mi nombre. Eso tenía que ser recompensado. Cerré mis labios alrededor de la cabeza de su pene, y pasé mi lengua a lo largo de la raja, probando la crema salada. Los dedos largos se encresparon ligeramente sobre la parte posterior de mi cabeza, impulsándome a tomar más. No creo que hubiese podido negármelo a mi misma. Dejé que mis labios resbalasen lentamente a lo largo de su longitud, usando mi lengua para acariciar las venas que se hinchaban bajo su piel aterciopelada. Casi podía tomar su longitud entera en mi boca, pero no toda, no soy una profunda tragadora así que tuve que parar antes de ahogarme, pero forcé mis propios límites, necesitando tomar tanto de él como fuese posible. Utilicé mi mano para agarrar el resto y atrapé la cabeza de su pene entre la lengua y el paladar. Él suspiró mi nombre otra vez, y sentí mi sexo humedecerse aún más. Apreté la base de su miembro con cuidado. Adorándolo. Mordisqueé y lamí la cabeza, consiguiendo más crema que goteó en mi lengua. Ante la presión gentil de sus dedos en mi cabeza descendí por su longitud de nuevo. Me dejó hacer eso por un momento, permitiéndome explorarlo. Me perdí en él como no me había perdido antes en otro amante. Sus dedos me dirigieron a un paso más rápido, y comencé a aplicar succión. Sus suaves gritos de aliento me hicieron continuar. No sabía como de lejos ni cuanto tiempo querría que continuara, pero estaba feliz de hacerlo, incluso después de que mi barbilla y cuello comenzaron a doler por el movimiento repetido. Pero él me detuvo, sus palmas en mis sienes cesaron mi movimiento. Eché un vistazo por encima de su torso y no pude suprimir un gemido ante la visión. Su cara estaba inclinada hacia su pecho, su pelo caía libremente como una reluciente cortina por todos lados. Sus ardientes ojos estaban abiertos. ¡Y estaba sonriendo! Era pequeña y oscuramente seductora, y era una verdadera sonrisa. Para mí. Cogí su culo y empujé hacia mí para volver a chupar, ansiosa de repetir lo que fuese que pusiera esa sonrisa en su cara. Él silbó, cerró los ojos y la sonrisa se convirtió en un gruñido. —Para —Los dedos en mi pelo me apartaron. No pude resistir a chupar fuerte una última vez, adorando el sonido ruidoso cuando movió de un tirón las caderas hacia atrás, saliendo él mismo del abrazo de mi boca. Me empujó hacia atrás, apoyándome en las almohadas, siguiéndome hacia abajo. Sus labios aterrizaron en los míos, aún húmedos y con el olor de mi sexo. Cogí su cabeza, abriendo mi boca debajo de la suya y persiguiendo su lengua con la mía. Él gimió, dejándome conducir el beso mientras que bajaba el brazo para conducir su pene dentro de mi feminidad. Yo me contoneé. Él empujó. Ambos nos congelamos en un gemido compartido. —Daniel —Resbalé mis labios por su mandíbula, chupando su barbilla, mordiendo la piel suave bajo ella.
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Él se apoyó sobre sus codos, erguido sobre mí con los ojos cerrados, concentrado en entrar y salir de mi cuerpo. —Daniel. Ahí estaba de nuevo. La energía espiritual. La energía pulsó desde su cuerpo. Vertiéndose en el mío. No hice caso de las posibles repercusiones, si las había, y rompí mis propias barreras permitiendo que me atravesara. —Ah, Noelle —jadeó, bajando su cabeza para ocultar la cara en la curva de mi cuello. Lo sostuve con mis manos sobre su espalda. Mantuve los ojos cerrados, amando la sensación de él y de los espíritus surgiendo alrededor de nosotros. Diosa, que fuerza tenía, si pudiese controlarla, es posible que pudiese utilizar los espíritus como arma viable. Sin riendas y descontrolada ciertamente me estaba controlando. Pero era una víctima dispuesta. Y ese tipo de energía me reconoció. Amplificándose en mí. Nos tensamos juntos, un brillo de sudor cubría nuestra piel desnuda, cogí cuidadosamente algo del flujo y lo lancé hacia él. Lo sintió de inmediato. Le cogió desprevenido y se congeló. Empujé algo más. Su boca se abrió y un grito se derramó, su cuerpo ondulándose en un inesperado orgasmo. Mentiría si dijera que no me lleno de orgullo. Su cuerpo se sacudió y se colapsó sobre mí. Feliz, acaricié con la nariz su cuello y hombro. Contenta de soportar su peso mientras se recuperaba. —¿Qué hiciste? —preguntó finalmente, su voz atenuada, su aliento acariciando mi hombro. —Compartí la energía contigo. —Pero no fue demasiada. —No, la contuve. Eso es parte de lo que he intentado enseñarte. Él se apoyó sobre sus codos para poder mirarme. —¿Puedes coger energía de mi? Apreté sus bíceps. —Cuando tú me lo permites. Ah, le había dado material en que pensar. Así que añadí la siguiente parte. —Si confías en mí. Él parpadeó. —Yo no confío fácilmente. —Lo he notado.
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Las comisuras de su boca se inclinaron hacia arriba. Se inclinó para rozarme con un suave beso en mis labios. —Tú lo has conseguido. Zumbé feliz cuando rodó sobre la cama, llevándome con él para acurrucarme contra sí. —Espero que sea así.
Capítulo siete No era fácil, a pesar del hecho de saber que Daniel lo estaba intentando. Intentaba realmente confiar en mí. Pero sólo otra persona en el mundo le había dado razones para confiar. Y Jake no podía serme útil en esta área en particular. Guardé mis teorías sobre Jake para mí misma durante unos pocos días más, esperando que se abriera. Daniel confiaba más en mí, pero no estaba listo en absoluto para oír eso. Casi cada vez que Jake estaba en el cuarto con nosotros, percibía que Daniel le echaba miradas culpables. La Navidad se acercaba. 16 de Diciembre —¿Vas a volver a Albany para tu cumpleaños? Yo me acurrucaba al lado de Daniel, mi cabeza se apoyaba sobre su hombro, y mi brazo y pierna sobre él. La habitación estaba cálida gracias al calor que subía del cuarto principal así como al hecho de que su cama estaba apoyada directamente contra el tiro de la chimenea. Su piel estaba caliente, y nos relajábamos después de una noche de sexo. Me sentía bien. —Preferiría que no, si a ti no te importa. Sus dedos pasaron sobre mi pelo, su respiración era suave sobre mi frente. —A mí no me importa. ¿Qué dirá tu familia? Sentí el placer provocado por sus primeras palabras. A él no le importaba. Me quería cerca. Me deleité con eso. —¿Noelle? Me encogí de hombros. —Puede que les importe, pero lo superarán. Mama me envió para ayudarte, después de todo. —Es extraño pensar que tienes una familia tan grande —Se detuvo brevemente, su barbilla apoyada en lo alto de mi cabeza—. Una familia tan poderosa. Me tensé. Me había preguntado si mi familia lo aceptaría si finalmente conseguíamos tener una relación. Pero había llegado a la conclusión de que estarían contentos. Daniel, después de todo, era un brujo increíblemente poderoso, incluso si solo era en una única área.
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La cosa favorita de mi madre era atraer el poder bajo la esfera de su influencia. Pero no había pensado lo que Daniel pudiese pensar de eso. En realidad nunca había tenido una verdadera vida familiar, y ciertamente, nunca se encontró con una como la mía. No había muchos como los míos. —No son tan malos —Deliberadamente me calmé a mí misma, dejando resbalar mi mano sobre la cálida piel sedosa de su pecho, para recordarme que lo tenía a mi alcance. No podía hacer nada sobre lo que mi familia fuese a pensar. Yo quería esto, así que tenía que hacerle frente—. Mamá y Talia son unas mandonas, pero por lo general son justas. —¿Y vuestro padre? —Él no importa. Mama proporcionó un padre diferente para cada una de sus hijas. —¿Eh? Me reí entre dientes y me elevé sobre mi codo. —Mi madre es la séptima hija de una séptima hija de una séptima hija, etc, etc. Eso se remonta a la Edad Media. Hay mucho poder en eso. Ella decidió añadir su propio giro y eligió a hombres dotados de diferentes poderes como padres de cada una de nosotras. Sólo el padre de Talia consiguió permanecer en contacto y ser un papá o algo así. —¿Talia es…? —Mi hermana mayor. —Oh —Él cambió su peso. El bíceps del brazo que había doblado sobre su cabeza me distrajo—. ¿Entonces tu madre no está casada? —¿Mmm? No. Richard siempre está cerca, pero no están casados. —¿Richard es el padre de Talia? Asentí. Podía ver que la conversación le estaba haciendo pensar, y realmente no quería que pensara. Era hora de poner en movimiento un pequeño plan que había estado madurando estos últimos días. Deslicé mi mano por las marcadas líneas de su clavícula y puse un ligero beso sobre el pezón más cercano a mí. —Vamos, vístete, tengo una idea. —¿Qué? Di una palmada en su vientre como castigo a su escéptica mirada. —Vamos —Di la vuelta para salir de la cama—. Implica a Jake, así que tengo que vestirme y cogerlo antes de que salga. Oí las sábanas susurrar detrás de mí. —¿Qué?
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De pie, conseguí esquivar la mano que intentaba sujetarme. —¿Qué es eso que implica a Jake? Recuperé los pantalones de mi pijama y me los puse. —Vístete y ven abajo a descubrirlo. Intentó que dijese más mientras me ponía la parte de arriba, pero me negué. Estaba bastante nerviosa con mi pequeño plan. No podía dejar que lo supiera antes de tiempo. Bajé las escaleras y encontré a Jake en la cocina. —Jake, justo el hombre que quería ver. Me echó un vistazo e hizo un trabajo bastante bueno al no reaccionar ante el hecho de que estaba todavía en pijama. Yo sin embargo buscaba una reacción delatora. No estaba totalmente inafectado por el hecho de que usaba una capa de franela y nada más. El olor del sexo en mi cuerpo se sumó seguramente a eso. Me preguntaba si le gustaba el bamboleo de mis pechos. Mis pechos no eran enormes, pero eran de un tamaño respetable y no usaba sujetador. Sus ojos se dilataron y creo que su mano tembló un poco cuando cerró la nevera. Tuvo que despejar su garganta antes de responder. —¿Yo? —Sí. ¿Puedes quedarte hoy por aquí? Tengo una idea que puede que ayude a Daniel. Jake echó un vistazo por encima de mi hombro. No necesité mirar para saber que Daniel estaba en las escaleras, la reacción de Daniel debió tranquilizarlo un poco porque asintió. —Claro. —Maravilloso, voy a tomar una ducha rápida —No tenía sentido ahogar al pobre shifter con el aroma del sexo. Cuando volví limpia y fresca con mi jersey y falda larga, Daniel pasó junto a mí para tomar su propia ducha. Jake puso un plato de huevos y beicon frente a mí, y nos pusimos a ver las noticias mientras esperábamos. La nevada era ligera, así que teníamos recepción del satélite, aunque un tanto manchada. Cuando Daniel se reunió con nosotros, apagamos la televisión. Ordené a los hombres mover la mesa de café y el sofá para hacer espacio para nosotros en la alfombra, delante del árbol de Navidad. El olor del pino y de la menta de los bastones de azúcar era reconfortante. —Bueno, ahora… —giré hacia Daniel, que estaba quieto con una mirada escéptica en su cara—. ¿Te sientes seguro cuando Jake está cerca? Él frunció el ceño pero finalmente contestó. —Sí. Yo asentí.
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—¿Y en su forma de oso? ¿Más seguro? —¿Por qué? Yo suspiré. —Por favor, responde a la pregunta. Te lo explicaré en un minuto. Daniel echó un vistazo a Jake, quien se encogió de hombros. —No lo sé. No hemos pasado demasiado tiempo juntos cuando se transforma. Yo asentí, sorprendentemente era bastante común. A menos que la bruja o brujo estuviese en peligro, su shifter no cambiaba alrededor de ellos a menudo. Algunos shifters no cambian nunca. —Quisiera que Jake permaneciese hoy con nosotros. Tengo la esperanza de que su presencia te ayudará a concentrarte más. Frunció el ceño. —Yo nunca estoy lejos —dijo Jake. —Lo sé, y Daniel lo sabe también, pero se reprime —Encontré los ojos de Daniel otra vez, pero sorprendentemente, no me contradijo—. Pero si Jake se queda aquí con nosotros, tu poder quizá no sienta la necesidad —Me dieron ganas de darme una patada en el trasero por no haber pensado en eso antes—. Él es tu shifter, por lo que su presencia física debería ayudarte a ir un poco más allá, sabiendo que está aquí para vigilar tu espalda. —¿Estás diciendo que tengo miedo? —Estoy diciendo que estás entrenado para estar siempre alerta. Parte de eso puede ser una clase de miedo, sí. Por suerte, meditó en ello antes de ponerse a discutir. Finalmente asintió. —De acuerdo, tiene sentido. Pero, ¿por qué preguntaste acerca de su otra forma? —Tu estado meditativo se da sobre todo en la subconsciencia. ¿Cómo crees que tu subconsciente se sentirá más seguro, con Jake como hombre o como oso? Daniel me miró fijamente por un largo momento, luego cambió su mirada a Jake. Éste, por su parte, se mantuvo quieto. Hizo una mueca a Daniel, deseoso de ayudar en cualquier forma. —Como oso, creo —dijo lentamente, sus ojos fijos en Jake. Jake asintió, después se giró hacia mí. —¿Ahora? —Por favor.
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Es realmente fascinante de mirar. Los shifters no cambian como en las películas. Bueno, algunas películas. No es físico; es mágico. Un segundo son completamente humanos y al siguiente, no. Si hacen un cambio completo de forma, hay un destello que las brujas tienden a llamar “no suficiente luz”. Es ese instante partido en el tiempo el que permite a las ropas caer al suelo. Así pues, un momento Jake estaba allí, y en el siguiente había un oso negro parado sobre sus caídos pantalones y camisa. No era un oso pardo, así que no era tan enorme, pero seguía siendo un oso y por lo tanto bastante grande. Se quedó quieto en la alfombra sobre sus cuatro patas y se sacudió, casi como si deseara mullir su oscuro y brillante pelo. Algo sorprendente sucedió, bueno me sorprendió a mí, vi a Daniel mirarlo fijamente, de hito en hito. —¿Daniel? —Al principio no me escuchó y tuve que repetir su nombre. Cuando se giró hacia mí, pregunté—. ¿Habías visto alguna vez a Jake en su forma de oso? —Claro, solo que… —Se encogió de hombros—. No con frecuencia. —¿Por qué? —No fue necesario. Él no podía cambiar con mucha frecuencia cuando estábamos en la base, y yo nunca he estado en ese tipo de peligro, por lo que… Me acerqué a Jake, que levantó su hocico a mis manos que esperaban. El pelo corto alrededor de su morro era un poco erizado, pero el pelo sobre sus mejillas era denso y asombrosamente suave. Sonreí y rasqué detrás de sus orejas, riendo cuando cerró sus ojos y gruñó en lo que adiviné era un sonido feliz. Miré hacia Daniel quien observaba atentamente. —Tócalo, Daniel. —No, yo… no es una mascota. Bajé la mirada a Jake. —¿Te importa que Daniel te toque, Jake? Su gran cabeza se sacudió de un lado a otro y suavemente se apartó de mis manos. Giró su cuerpo redondeado y peludo hacia su brujo y empujó la parte de arriba de su cabeza contra la cadera de Daniel. Reí. —¿Ves? —Me coloqué al lado de Jake y hundí mis dedos en su pelo—. Tócalo. Renuente, Daniel colocó la mano sobre su cabeza. Jake giró de forma que la palma de Daniel se apoyase cerca de una curvada oreja. Lentamente Daniel hundió sus dedos para rascar. Jake cerró los ojos y gruñó con alegría. Sonreí, tenía una intuición pero no podía estar segura hasta verles juntos. Algunas brujas con shifters nunca acaban de entender que su compañero literalmente tiene un lado animal. —A la mayoría de los shifters no les importa ser acariciados —murmuré, frotando ligeramente la parte posterior de Jake—. No hablo de su forma humana, por supuesto,
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bueno… —Reí, dejando a Daniel pillar lo que estaba diciendo—. Pero en su forma animal, normalmente les gusta ser rascados y acariciados igual que un animal completo. —¿No es verdad, Jake? Él gruñó un asentimiento y frotó su cabeza contra el costado de Daniel. Éste tuvo que dar un paso hacia atrás para mantener el equilibrio. El instinto hizo que se asiera al sólido cuello de Jake, y me agradó ver que mantenía sus manos allí. —No sabía que los osos eran suaves —musité. Jake giró la cabeza y me miró entrecerrando los ojos y dejando colgar la boca un poco. Me imaginé que era la versión osuna de una sonrisa abierta. —Eres un oso muy guapo —continué—. ¿No es verdad, Daniel? —¿No deberíamos continuar con esto? Tu plan no incluía un masaje completo a Jake, ¿verdad? El feliz y ligero rugido de Jake me dijo lo que pensaba del asunto. Reí. —No —Le di una palmada a Jake en su amplio lomo—. Acuéstate, Jake. Apartó a Daniel con un empujón y después dejó caer su pesado cuerpo en la alfombra. Se apoyó parcialmente hacia un lado, dirigiendo su cara hacia nosotros. Gesticulé hacia el respaldo natural que formaba su vientre. —Tienes un asiento. Daniel se sentó cautelosamente dentro de la curva del cuerpo de Jake. Esa no era su posición normal para trabajar conmigo, pero me pareció maravillosamente bien. Jake apoyó el morro entre sus patas, y la mano de Daniel se apoyó en su cabeza. —¿Cómodo? —pregunté. Daniel me miró furioso. Sonriendo me senté frente a él, mis rodillas casi tocaban las suyas—. Bien. Vamos a empezar tu rutina normal, pero esta vez sé consciente de que Jake está aquí —Señalé hacia los ojos marrones del oso—. Él está aquí y no va a dejar que nada te pase —Jake subrayó mi declaración con un gruñido. Me reí entre dientes—. Veamos si su presencia ayuda. Daniel inspiró profundamente y cerró los ojos. El instinto me hizo poner mis manos entre las suyas, apoyadas sobre sus rodillas. Él abrió los ojos por un segundo, pero no preguntó antes de cerrarlos de nuevo. ¿Por qué no pensé en esto antes?, me recriminé. En la mitad del tiempo usual Daniel estaba relajado y totalmente en trance. Su atención exploró la energía espiritual que le rodeaba, intentando ganar control sobre ella. Sesgué mi visión y observé las hebras de neón a través del compacto azul medianoche y sin asombrarme demasiado comprobé como comenzaban a emerger hilos violeta. El azul y el violeta se alargaron y se hundieron naturalmente en el cuerpo peludo que yacía detrás de Daniel. Finalmente, vi con mi vista mágica como la piel de Jake era atravesada amablemente con el azul y el violeta. Otros hilos azules y violetas se extendieron hacia mí, desapareciendo de mi vista antes de envolverme. Esto era maravilloso. Inconscientemente Daniel nos ataba. Su mente podía
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negarlo, pero su magia sabía que Jake y yo éramos necesarios para él. Nos sentamos allí durante horas, el único movimiento fue recostarme en el suelo y apoyar mi cabeza en el regazo de Daniel. Recolecté cierta energía en mí y la dejé deslizarse hacia él, ofreciéndole mi ayuda. Fui sorprendida agradablemente al sentir el tirón apacible con que aceptaba mi ayuda. Le había ofrecido esa ayuda todas las veces desde que empezamos a acostarnos juntos, pero esta era la primera vez que él la aceptaba. La casa alrededor de nosotros estaba silenciosa. Dormité. Con frecuencia hacía eso mientras él estaba en trance. Incluso ahora, ofreciéndole mi ayuda, podía dejar a la deriva mi mente sin preocupación. Daniel me despertó suavemente acariciando mi pelo. Abrí los ojos y bostecé, girando sobre mi espalda. Cuando le miré no pude evitar mi sonrisa para corresponder la suya. Una curva real en sus labios, suficiente para elevar sus mejillas. —Ha funcionado. —murmuró. Cuidadosamente me incorporé, la cabeza de Jake estaba elevada, y sus ojos marrones me miraban junto al hombro de Daniel. Me senté hacia atrás, manteniendo mi mano en Daniel, y sesgué mi vista. —Tienes razón. Has conseguido tanto control como cualquiera podría tener. Su sonrisa se mantuvo. Tiró de mi mano mientras se recostaba contra el sólido peso de Jake. Fui dispuesta y lo dejé sentarme en su regazo. —Es gracias a ti, Noelle. —No —me estiré a través de su pecho hasta poder hundir mis dedos en el espeso pelaje a su espalda—. Es gracias a los tres. Él sonreía, respiraba profundamente, calmado, la tensión fuera de su cuerpo. Estaba perfectamente dispuesta a dejarle tener su momento.
Capítulo ocho 19 de Diciembre Por alguna razón, no pudo conseguir su control al día siguiente, mantuvo el aura normal por la tarde, incluso mientras mirábamos uno de los especiales de Navidad por televisión. No me hizo el amor cuando me llevó al desván esa noche. Sólo me abrazó. Estoy bastante segura de que tenía miedo de perder el control durante el orgasmo. Pero lo perdió durante el sueño de todos modos. Sintió la pérdida del control, y yo lo confirmé cuando vi la confusión del neón rodeándole de nuevo. Esa mañana, exigió la presencia de Jake y retomamos las posiciones del día anterior. Pero el control no llegó. Se mantuvo tranquilo ese día y el siguiente. Pero ahora habían pasado tres días y estaba desesperado por conseguirlo de nuevo. —¿Por qué? —exigió saber Daniel paseando nerviosamente detrás de mí.
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Tomé una profunda respiración y golpeé la brillante bola azul que colgaba del árbol de Navidad. —Realmente no lo sé. —Conjetura. —¿Quizás porque no estás relajado? —Estoy completamente relajado. —No lo estás. —Lo estoy. ¿Cuál es la diferencia? Tú estás aquí. Jake está aquí ¿Por qué no puedo hacerlo? Me encogí de hombros, preguntándome si estaba listo para escuchar mi teoría. Preguntándome si se escucharía a sí mismo. Él gruñó. Escuché crujir el sofá y miré por encima de mi hombre para verle echado con las palmas sobre su cara. Fui a arrodillarme al lado de Jake, que estaba sentado quieto en su forma de oso en mitad de la alfombra. Giró su cabeza hacia mí con una pregunta en sus enormes ojos. Sonriendo suavemente puse mis brazos alrededor de su cuello y hundí mi cara en él. Él se inclinó hacia mí suavemente, frotando su mejilla sobre mi cabeza. Giré la cabeza y miré a hurtadillas a Daniel por debajo del morro de Jake. Continuaba tirado en el sofá, con los dedos presionando sus ojos. Su pelo negro estaba extendido detrás de él, sobre el respaldo del sofá, y su jersey se levantaba permitiendo disfrutar de una agradable vista de su duro vientre entre el dobladillo y la cintura de sus vaqueros. —Tengo una idea —dije suavemente. Él bajó sus manos y fijó sus oscuros ojos en mí. —¿Qué? —Probablemente no te guste. Sus ojos se entrecerraron. —¿Qué? Tragué con fuerza y me alejé un poco de Jake, pero sin soltarle del todo. Éste se quedó sentado quieto. Mirándome con mucha más confianza que Daniel. —El otro día te sentiste más cercano a nosotros que nunca, ¿verdad? —Sí. Observé mis dedos hundidos en el pelaje de Jake, en lugar de al rostro de Daniel. —Es la proximidad la que lo consigue, creo. Necesitas sentir la conexión para realmente conseguir el control.
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—No es así como funciona para ti. —No, es como funciona para ti. Le miré con disimulo. Tenía razón, no le gustaba, pero prestaba atención. —Hemos estado juntos estos últimos tres días. Asentí. —Creo que es la hora del siguiente paso. —¿Qué sugieres? Tenía la sensación de que ya lo sabía, pero no quería decirlo en voz alta. Inspiré profundamente, mirando los ojos de Jake en lugar de a los de Daniel. —Creo que debemos hacer el amor. Jake se sobresaltó. Daniel guardó silencio. Miré fijamente a Jake, frotando ligeramente la piel de su cabeza. —Quieres follar con Jake. ¿Es eso? Cerré los ojos ante su tono y meneé la cabeza. —Sí, pero me estás malinterpretando deliberadamente. —¿Qué pasa, no soy suficiente para ti? —Daniel, ¿quieres escucharme? —¿Qué? —Me refiero a nosotros tres juntos. Se quedó quieto el suficiente tiempo para que yo mirase hacia él. Las ventanas de su nariz estaban abiertas, y sus ojos estaban negros entre sus párpados entrecerrados. —¿Has estado con dos tíos a la vez antes? Mantuve la calma. —Nunca he estado con dos tíos a la vez. —¿Aprovechando la ocasión? —Nunca quise estar con dos hombres antes. Pero vosotros dos… —suspiré—. Daniel, rechazas entender de qué forma estáis conectados Jake y tú. —Bien, seguro, él está atado. —Es más que eso. La mayoría de las cuerdas no se anclan al corazón.
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—¿Qué? —Tenía la impresión de que no lo sabías —Me senté sobre mis talones, pero seguí frotando ligeramente el hombro de Jake con una mano—. La mayoría de las cuerdas se anclan en la mano de la bruja, imitando a una cuerda física. En ti no es así. Tú lo has anclado en el corazón. Eso no pasa con mucha frecuencia, pero cuando ocurre, demuestra un enlace entre el shifter y la bruja más profundo, emocional. Por lo menos de parte de la bruja —Él no quería creerme, podía verlo. Pero guardó silencio. Jake permanecía quieto bajo mi mano—. Mi conjetura es que fue instintivo, necesitabas a alguien cerca, y apareció Jake. No creo que a él le importase —Sonreí a Jake, quien no me dio con qué trabajar. No podía leer la expresión del oso. Suspiré—. El encantamiento te proporcionó al shifter que realmente necesitabas. El ejército hizo que le llamaras, y cada uno pensó que Jake estaba ahí para tu protección física, pero yo creo que realmente está aquí para tu protección emocional. Él es el protector de tu corazón. —Cállate. —Daniel, no estoy diciendo que seas gay… —No estaba preparado para oír nada de eso. —¡Cállate! —No estoy diciendo que tú quieras tener sexo con Jake. Pero puede que consigas estar más cercano, a través de mí. Le miré y me sobresalté ante su ceño. Pero ahora le estaba llegando. Debía acabar lo que había empezado. —Yo os quiero a los dos mucho —Su respiración era fuerte. Si tuviera el valor de mirar, habría apostado que vería una tormenta de neón azul a su alrededor. Tal como estaba, podía sentir la energía espiritual aferrarse a mi piel—. Esa es la razón por la que volví. Quería estar contigo, con vosotros dos, para ayudarte. Sí, quiero hacerlo, pero quiero mucho más —Él sacudió su cabeza lentamente—. Quiero ayudarte. Si eso significa ser el conducto para que estés con Jake, de acuerdo. Utilízame Daniel, me ofrezco libremente. —Nada de eso es verdad. —Todo es verdad. —No puede funcionar. —¿Por qué no lo intentamos y lo descubrimos? Él se echó hacia adelante, a punto de levantarse. —¡No! Un destello a mi lado cambió el pelaje bajo mi mano por cálida piel. Me sorprendí lo bastante como para echar un vistazo, y obtuve mi primera visión de un Jake completamente desnudo. Era espléndido. Daniel era dolorosamente hermoso, cierto, pero Jake era lo que se suele decir “todo un hombre”. Tenía la clase de músculos que no se consiguen sélo a partir de
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gimnasio. Sus músculos venían de tallar la madera todos los días y del trabajo en el taller y alrededor de la casa. Tenía ciertamente mucho más pelo que Daniel, una mata de oscuro castaño en su pecho afilándose en una línea definida que rodeaba su ombligo y seguía más abajo. Su pene era grueso y sin circuncidar y estaba medio erecto. Se sentó sobre su trasero, con sus peludas piernas estiradas en dirección de Daniel, y se apoyó hacia atrás sobre sus brazos. —¿Por qué no? Estaba demasiado distraída para saber a qué se refería. —¿Qué? —dijo Daniel, demostrando que yo no era la única. —¿Por qué no quieres descubrirlo? Oh, sí, mi idea. Eso era de lo que estábamos hablando. Miré a Daniel para verlo fruncir el ceño con ferocidad hacia Jake. Eso quedó arruinado por el hecho de que sus ojos fueron atraídos hacia el impresionante órgano que sobresalía orgulloso y pleno de la entrepierna de Jake. —¿Compañero? —incitó. —¿Qué? ¿Quieres un trío? Jake sonrió abiertamente. —¿Por qué no? ¿Que daño podría hacer? Y puede ayudarte, justo como Noelle dice. —Tú quieres acostarte con Noelle. Miré a Jake para ver su reacción a esto. La sonrisa de Jake permanecía, abierta y honesta. —Bueno, sí. Pero no me importaría ver como tú la follas. De hecho —sus ojos oscuros adquirieron un brillo travieso—, llevo pensando en eso toda la semana. —¿Qué? Jake rió sacudiendo su cabeza. —Maldita sea, hombre. No lo entiendes. Vosotros dos oléis muy bien. Me lamí los labios intentando ocultar mi sonrisa. Jake me guiñó el ojo. Daniel resopló. —No puedo creer esto. —¿Por qué no? ¿Que es tan duro de creer sobre un trío? Como ella dijo, tú y yo estamos unidos. Muchos compañeros lo hacen, si la mujer quiere. Muchos compañeros lo hacían aunque la mujer no quisiese, pero eso ci ertamente no era el caso aquí. Permanecí quieta, sabiendo que Jake podía ser mucho más convincente en esto que yo. Daniel no dijo nada durante mucho tiempo. Finalmente Jake cambió su peso a un
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solo brazo, liberando una mano para acariciar mi mejilla con sus dedos. Su mirada era dolorosamente tierna y asombrosamente caliente al mismo tiempo. Yo sentí como la humedad goteaba de mi sexo como reacción, y su larga inhalación seguida por una sonrisa perezosa, me dijeron que él lo sabía. —Adoraría ver como chupas su polla. Escuché una exclamación estrangulada de Daniel, pero estaba cautivada por la perezosa seducción de los ojos de Jake y no pude mirarle. Me lamí los labios, encantada, cuando el movimiento atrajo su mirada hacia mi boca. Él dibujo la curva de mis labios con su dedo. —¿Por favor? Bueno, lo preguntó de forma tan agradable que sonreí mientras asentía. Yo deseaba besarle, pero no estaba segura de cómo lo aceptaría Daniel. No estaba segura de que fuese a aceptar nada de eso, pero de momento continuaba se ntado. Me volví y crucé la pequeña distancia hasta el sofá. Daniel me miró como si fuese una pitón que se arrastrara hacia él. Podía haber algunas semejanzas, porque yo ciertamente quería exprimir la vida de una parte de él. Le alcancé y puse mis manos sobre sus rodillas, pidiendo que se separaran. Nuestras miradas se encontraron. La suya era negativa, pero sus piernas se abrieron justo como quería. Bajé mis ojos para poder mirar como desabrochaba los botones de sus vaqueros. Sentí un movimiento detrás de mí y por el rabillo de mi ojo, vi a Jake sentarse frente a nosotros, al otro lado del sofá. Estaba fuera del alcance del brazo, pero lo bastante cerca para verlo todo claramente. Y por supuesto, todavía estaba completamente desnudo. Tragué con fuerza y continué mi trabajo. Nunca he sido una exhibicionista, pero la idea de Jake mirándonos hizo que mis manos temblasen con excitación. Bajé la cremallera de los pantalones de Daniel y después, con cuidado empujé la cintura de sus bóxers hacia abajo, exponiéndolo. Puse mis dedos alrededor de su miembro y cuidadosamente lo dejé rojo y excitado sobre su vientre plano. Aparté mi pelo hacia un lado, lejos del camino de Jake, y me incliné para poder aspirar la suave cabeza del pene de Daniel entre mis labios. Daniel gimió. Jake le hizo eco. Apreté mis dedos en la cintura de los bóxers y vaqueros de Daniel y tiré de ellos hacia abajo por sus caderas, liberando más su polla. Nuestra charla sobre tríos debió de haberle llegado porque estaba asombrosamente duro. Retirarle la ropa tuvo que ser una liberación. Resbalé mis labios arriba y abajo algunas veces dejando que la humedad de mi boca la hiciera parecer brillante. Tarareé feliz cuando su mano vino a posarse en la parte de atrás de mi cabeza, apartando gentilmente el pelo flojo fuera de mi cara, asegurándose de que la visión de Jake no tuviese obstáculo. Hablando de él… Mientras chupaba, le miré de reojo y realmente me retorcí ante el espectáculo. Jake se inclinaba contra el brazo del sofá, una pierna doblada ante él, la otra colgaba del borde. Tenía un brazo sobre el respaldo del sofá y la mano del otro envolviendo su dura erección. Sus párpados estaban medio cerrados y me guiñó un ojo cuando vio que le miraba.
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Los dedos de Daniel empujaron y recordé que se suponía que te nía que hacer. Di un tirón a sus pantalones otra vez y obedientemente, él se elevó para permitirme empujar sus bóxers y vaqueros por debajo de sus rodillas y luego de sus tobillos. Tuvimos que movernos un poco para que pudiese tirar de ellos pero evité soltar su pene. Finalmente lo conseguimos y él se dejó caer hacia atrás. Los dedos de una mano sostenían mi pelo firmemente apretado detrás de mi cuello. Utilizaba eso para controlarme, y yo lo permití, envolviendo la mano en la base de su pene para evitar que pudiera empujar más allá de lo que yo podía tomar. Era embriagador, hacer esto con alguien mirándome. No estaba segura de que pudiese hacer eso con otros dos hombres, pero yo creía en lo que le había dicho a Daniel. Les amaba. A los dos. Era un alivio para mí poder expresarlo de cualquier manera. La audiencia demostró ser una tensión en el control de Daniel. Antes de lo que era habitual su respiración se volvió desigual y sus murmullos se intensificaron. Sus dedos sacudieron más rápido mi cabeza y yo me concentré en mantener mis labios tan apretados alrededor de su sexo como pudiese. De pronto, dio un tirón a mi cabeza y envolvió su mano libre alrededor de la parte superior de su polla. Miré su mano y sus caderas crisparse y estremecerse, y entonces el líquido cremoso salió a borbotones por el pequeño agujero del extremo, algo de él salpicó mis labios y barbilla. Levanté mi cabeza y le dejé tener el resto del orgasmo mientras veía como mi lengua lamía el semen de mis labios. Levanté la mano para limpiar el resto. Él gimió cuando introduje los dedos en mi boca para chuparlos hasta que estuvieron limpios. —Lo habría tragado —le aseguré. Sus ojos se oscurecieron con la promesa. Giré mi cabeza para mirar a Jake. Su sonrisa era amplia y feliz, su mano aún frotaba ligeramente su erección. Sin mirar de nuevo hacia Daniel, me moví entre sus muslos y gateé hacia Jake. Él me observó acercarme, pero cuando quise subir en el sofá para tomarlo en mi boca, usó su mano libre para pararme. Le miré con una pregunta en mis ojos y me cogió con la guardia baja cuando se inclinó hacia adelante, sujetó mi cabeza entre sus manos, y devoró mi boca. El beso era increíble en sí mismo, pero fue cuando su lengua pasó por los bordes de mi boca y mi barbilla que supe que él saboreaba los restos de Daniel. ¿Se daba Daniel cuenta de eso? Los ojos de Jake brillaron cuando se apartó, sonriendo. —¿Podemos conseguir desnudarte? Le devolví la sonrisa. —Creo que podremos arreglarlo. Me puse de pie y cogí el dobladillo de mi jersey. Un vistazo a Daniel cuando me quité el jersey, los pantalones y la ropa interior me demostró que él parecía feliz de mirarme. Su cara estaba tranquila, sus ojos medio cerrados con la mirada somnolienta, con aspecto saciado tras obtener el orgasmo. En el momento en que estuve desnuda, la mano que tenía en su muslo fue hacia su pene, bastante relajado, y empezó a frotarlo para volverlo a la vida. Me quedé parada y desnuda ante él. —¿Vas a consentir?
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Sus movimientos se detuvieron. —¿Qué? —Tú eres el que decide, Daniel. Tú eres el que no quiere hacer esto. Frunció el ceño. —No, es que yo… Esperé. Daniel miró a Jake, quien se encogió de hombros. Daniel hizo una mueca, y yo pasé un momento horrible creyendo que él ciertamente daría el alto. Pero luego bajó la mirada hacia la incontrolada y excitada polla de Jake. Me miró de nuevo, con un oscuro propósito. —Móntalo. Contuve el “¿estás seguro?” que quiso salir de mis labios. Preguntarlo no parecía una buena idea. En cambio, simplemente obedecí. No era como si hubiera sugerido algo tremendo, de hecho lo que sugirió casi hizo que mis rodillas se doblasen. Caminé hacia Jake, quien estiró una mano hacia mí, agradecida la tomé y lo dejé ayudarme a montarlo a horcajadas. —Diosa, eres grande —murmuré, sintiendo el estiramiento en el interior de mis muslos, que se abrían sobre él. —¿Demasiado? Sonreí hacia su cara preocupada, sabiendo que este amor de hombre pararía si yo estuviese algo indecisa. Puse mis manos en sus hombros y rocé con un beso suave sus labios, adorando las cosquillas que su bigote me produjo. —No, sólo estaba comentándolo, eso es todo. Él tuvo que ayudarme a dirigir. Sus manos acunaron mi culo mientras bajaba para rozar su grosor. Gruñó ante mi contacto y yo me moví de arriba abajo, me reí cuando sus manos me levantaron, soportando casi todo mí peso y después de que yo lo colocara, me bajó sobre su pene. Me estremecí, no estaba preparada para la fricción de su grosor. Empujé hacia abajo y caí contra su pecho, jadeando cuando un caliente temblor me atravesó. —¿Estás bien? —preguntó, sus palmas deslizándose sobre mi espalda desnuda. Acaricié con la nariz la espesa mata de pelo sobre su caliente y satinada piel. —Oh, sí. Miré a hurtadillas a Daniel. Él nos observaba con los ojos entrecerrados, sus dedos jugaban ociosos con su renovada erección. Parte de mí se acobardó con que él viese lo bien que esto se sentía, pero tenía que ser honesta y abierta si esperaba lo mismo de él. Me tomó unos minutos encontrar mi ritmo, durante los cuales giré y contoneé mis caderas lo bastante
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como para hacernos a Jake y a mí gemir. Luego puse mis manos alrededor de su cuello y me aferré mientras empezaba a montarle. Me clavé fuertemente en él, uniendo ingle con ingle. Y tuve que cerrar mis párpados cuando otro temblor me atravesó. Jake tocaba todos los lugares acertados. O quizás era la posición, nunca había hecho esto con Daniel o con cualquiera de mis pocos amantes anteriores. Yo había estado encima, pero no me había resultado cómodo y no me había gustado. Y Jake era francamente grande, más grande que cualquier otro hombre con el que hubiera estado. Pero sus manos eran fuertes y un verdadero apoyo. No podía tener suficiente de la sensación de él. Indefensos chillidos empujaron sobre mis labios cuando baj é de golpe contra él. Estaba segura de que la fricción era correcta. Yo solo podía tener la esperanza de que fuera bueno para él, porque yo estaba galopando hacia el orgasmo y no podía esperar. Cuando llegó, grité, arqueando mi espalda. Confiando en Jake para sujetarme. Su gruñido repitió mi grito y sentí su cuerpo estremecerse junto al mío. Jake me atrajo contra él mientras caíamos, me acurruqué feliz contra su pecho peludo, escuchando su corazón latir. Cuando abrí mis ojos, me asusté al ver a Daniel junto a nosotros, apenas a unas pulgadas del brazo de Jake. Me di cuenta de que estaba esperando a que mis ojos se abrieran. —Realmente nos quieres a los dos. —Sí —contesté sin vacilación. Sentí su mano, una marca caliente en mi espalda, sin quitar sus ojos de los míos, resbaló esa mano abajo sobre la curva de mi trasero, sus dedos siguiendo mi grieta hasta que dio con mi abertura trasera. —¿Segura? Tragué con fuerza. —Nunca lo he hecho antes, pero sí. —Daniel, espera —dijo Jake. Pero Daniel se levantó del sofá con prisa. —Ahora vuelvo. Jake cogió mi barbilla e hizo que le mirase. —¿Estás segura de esto? —Sí. —Él nunca… Sonreí. —Ninguno de los dos lo ha hecho. Él meneó la cabeza.
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—Te podría lastimar. —Sí. —No tienes porqué hacerlo —Su preocupación escrita sobre su rostro. —Sí que tengo. Él me está probando —Jake frunció el ceño—. Está bien. Tiene que saber que puede confiar en mí —Sonreí de nuevo, acariciando las tensas líneas de su rostro—. No me lastimará a propósito. —¿Confías en él? —¿Tú no? Busqué en su cara. Dándome cuenta tardíamente que sus sentimientos por Daniel podían no ser tan abiertos y profundos como yo pensaba. Buena diosa, no permitas que me equivoque ahora. Él no añadió nada más y suavemente me levanté de su regazo sentándome a su lado en el sofá. En ese momento Daniel apareció desde las escaleras con un bote de lubricante. Jake se levantó, la mano de Daniel se dirigió a su pecho para pararlo. Sólo porque estaba mirando pude ver la sorpresa en los ojos de Daniel cuando Jake no lo hizo. Daniel era todo ceño mientras miraba a Jake. —Deberíamos lavarnos un poco. —¿Por qué? Nosotros solamente… —Porque tú deberías de mostrar cierto respeto por la señora. Su tono le recordó a Daniel que él era más viejo y probablemente más sabio. Por supuesto, yo era más vieja que ellos dos, pero elegí no detenerme e n eso. Daniel se detuvo, conmocionado, mientras Jake se encaminaba hacia el baño. Alcé la mano para coger el antebrazo de Daniel. —Está bien. Él tragó. —¿Estás…? Sonreí. —De verdad. Estoy bien. Aunque… —señalé el semen que goteaba entre mis muslos—. Limpiarme un poco no es una mala idea. Él cerró los ojos. —Noelle, esto es… —Shhh —Le empujé abajo hacia el sofá, frotando ligeramente su brazo, su hombro, su pecho—. Quiero esto, te quiero, os quiero a los dos.
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Él me dejó besarle y sostenerle cerca. Todavía estábamos entrelazados cuando Jake volvió con una toalla. Empezó a limpiarme él mismo, pero me separé de Daniel para hacerlo yo. Jake me cogió la toalla y señaló con la barbilla las escaleras. —Deberíamos movernos hasta la cama grande de arriba, ¿no creéis? Daniel y yo nos levantamos, ambos de acuerdo. Lo precedí arriba y me senté en el borde de la cama mientras ellos me rodeaban. —¿Cómo hacemos esto? —Soy demasiado grande —dijo Jake francamente. Se arrastró sobre la cama hasta apoyarse contra el cabecero—. Por lo que tú deberías montarme mientras él te toma por detrás. Además —Miró fríamente a Daniel—, es él quien está provocando esto. —Yo no… —Por favor —Los detuve, arrodillándome y levantando una palma en su dirección—. No quiero que os peleéis. Quiero hacerlo —Miré fijamente a Jake—. De verdad —Giré hacia Daniel—. Pero admito que estoy un poco asustada. Daniel se relajó. No mucho, pero pude ver el sutil cambio en sus emociones. —Noelle, no tenemos… —No me estás escuchando, Daniel —Imprimí algo de severidad en mi voz—. Quiero hacerlo —Me emocioné cuando él se acercó hasta el borde de la cama para permitirme tocarlo—. Sólo te pido que vayas despacio. Él resbaló sus manos a lo largo de mis caderas, asintiendo. Nos besamos, una lenta y pensativa promesa. Me eché hacia atrás y giré hacia la cara de Jake. Su cólera había desaparecido, sonrió y me alcanzó. Bajé la mirada comprobando que no estaba listo en absoluto para ser montado. Me arrastre hacia él y me coloqué de rodillas entre sus muslos extendidos. —Eres hermoso, Jake —murmuré, resbalando mis manos por su pecho. Él se rió entre dientes. —Yo no, ese es Daniel. La cama detrás de mí se hundió. —No, hombre, ella tiene razón. Eres hermoso —No me atreví a darme la vuelta, así que la mirada de Jake tuvo que servir para los dos. Daniel se rió ahogadamente—. Eh, ¿a mí no se me permite darme cuenta de eres un hombre guapo? —Con todo tu “yo no soy gay”… —protestó Jake. Daniel bufó.
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—No soy gay. Pero no estoy ciego. Insegura de cómo debía reaccionar, elegí distraerme. Me moví hacia abajo y besé el pecho de Jake, justo encima del corazón. Él gimió contento y una mano vino a coger mi pelo. Le besé de nuevo, moviéndome sobre su sorprendentemente suave mata de pelo y duro músculo hasta llegar al plano pezón que se intentaba esconder entre el oscuro pelo. Su suspiro me dijo que le gustaba. Las manos secas y calientes de Daniel resbalaron sobre mi culo apretando y masajeándolo suavemente. Él no parecía desear apresurar las cosas, así que continué con mi pausado camino hasta el otro pezón de Jake. Escuché el distintivo sonido de apertura de la botella de lubricante. —Asegúrate de usar mucho de eso —La voz de Jake retumbó bajo mis labios. —Lo haré —dijo Daniel suavemente. Cálidos dedos se deslizaron sobre la raja de mi culo para acari ciar mi ano. Inspiré profundamente. Las manos de Jake resbalaron arriba hasta debajo de mis brazos. —Relájate, Noelle. Si tú nos lo dices pararemos. —No —murmuré contra sus costillas—. Estoy bien. El dedo de Daniel giró haciéndome cosquillas y apaciguándome. Su otra mano continuaba masajeando mi trasero. Lentamente hundió parte de su dedo en mi ano. Yo mordí el pecho de Jake. Él saltó. —¡Ay! Sonreí y lamí el daño. —Oh, oh, así son las cosas, ¿no? Eh, compañero, tú le haces daño y ella me hace daño a mí. El dedo dentro de mí se movió con cuidado. —Ah, tú eres resistente, puedes soportarlo. No pude evitarlo, me reí. Me encantaba cuando ellos, los dos, se unían. Jugamos de esa manera, lentamente, sin prisa. Me distraje lamiendo y pellizcando el pecho de Jake mi entras Daniel me acostumbraba a aceptar un dedo, luego lentamente a dos. Cuando introdujo el tercero, tuve que pedir una pausa, apoyando mi cabeza en el esternón de Jake. —¿Estás bien? —preguntó. —Eso duele. —¿Quieres que pare? —preguntó Daniel, su respiración y sus labios sobre mis nalgas. Su voz era tan suave y cuidadosa como la de Jake. Negué con la cabeza.
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—No. —Noelle —dijo Jake. Jadeé. Lo sentía. Daniel. Espíritus. Energía. Me apoyé sobre el pecho de Jake y miré por encima de mi hombro. La luz estaba detrás de Daniel pero pude ver el destello en sus ojos y la pequeña sonrisa de… ¿triunfo? Imité su sonrisa. —¡Daniel! —¿Lo sientes? —Sí. Su muñeca giró despacio, y todo mi cuerpo se estremeció. —¿Lo hago mejor? Mis ojos giraron dentro de mi cabeza. ¿Cómo describirlo? Sí, me había llenado de energía espiritual antes, pero había sido en los momentos de pasión, una inundación salvaje, apenas controlada. Esto era diferente. Era casi como una caricia. Sí, eso era, me acariciaba con su magia. Con los espíritus que atraía, puesto que no era una caricia física, llenó mi ser y se filtró a través de mi piel, me calentó, engatusando mi propio control para que se debilitase. Me hundí sobre el pecho de Jake, suspirando feliz. Empujando contra los dedos de Daniel. Lo que Daniel había hecho consiguió relajar mi cuerpo, convenciéndolo de aceptar la invasión. —¡Oh, sí! —Guau —Jake rió suavemente—. ¿Qué has hecho? —No estoy seguro, puedo hacer lo mismo contigo. —No lo intentes, no todavía —Jake acarició mi espalda—. Hazle sentirse bien a ella. Suspiré feliz. Moviendo mi culo para indicar que me estaba sintiendo muy bien. Daniel mantuvo abierto el conducto controlado entre nosotros. Yo le ayudé, echándole una mano para mantenerlo, espiritualmente hablando. A lo largo de ese “conducto” el más maravilloso calor surgió entre nosotros. Al principio era simplemente agradable, pero entonces se convirtió en algo más, hasta que exclamé con entusiasmo. —Daniel. Él saco sus dedos de mí a pesar de mi gemido de protesta, y sentí sus labios acariciar mi trasero. —Monta a Jake, bebé. Oh, sí. Feliz, me retorcí hacia arriba y permití que Jake me ayudara a bajar sobre él. Gemí feliz, satisfecha de sentirle llenándome mientras que la energía espiritual de Daniel acariciaba mi piel.
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—Noelle —Jake jadeó, girando sus caderas para mover su polla lentamente dentro y fuera de mi estrecho canal. —Mmmm, Jake —contesté, apoyada sobre él, gozando de sentirlo. —¿Puedes darme lo que ella bebió? Daniel rió entre dientes, y yo sentí como su regocijo hacía eco a través de los espíritus. —Así —Sentí un movimiento detrás de mí, luego sus manos estuvieron sobre mis nalgas, separándolas lentamente, exponiéndome—. —¿Noelle? —¡Sí! Él jadeó cuando la energía espiritual repercutió, rebotando en él. —Maldición. —¿Estás bien? —preguntó Jake todavía moviéndose lentamente en mi sexo. —Oh, sí. La suave cabeza del pene de Daniel frotó mi abertura. Cuidadosamente empujó dentro de mí, físicamente y con su magia. Jadeé. Todavía dolía, aunque no tanto como con los tres dedos. Era un dolor oscuro que de alguna manera avanzó a la vez que el asombroso calor que burbujeaba en mi vientre. Él empujó y Jake me sostuvo, soportándome mientras los admitía a los dos dentro de mi cuerpo. —Oh, Dios —Daniel se detuvo cuando estuvo completamente dentro y simplemente respiró. —Oh, sí —gimió Jake, iniciando una lenta salida de mi cuerpo. Yo grité. Clavando mis uñas en el pecho de Jake—. ¿Noelle? —No pares —golpeé un puño contra su pecho—. Diosa, no pares. Se sentía muy bien. El fuego en mi piel fue alimentado por la energía violeta de Daniel presionando en mí mientras que Jake y él encontraban un ritmo sincronizado en mi cuerpo. Yo podía hacer poco más que estar allí entre ellos, tomándolos, haciéndolos completos. Grité, lágrimas fluyendo sobre mi cara y mojando el pecho de Jake. Vagamente sentí su preocupación, y no tengo ni idea de que hice para tranquilizarlo. Sólo sé que ellos no pararon. Me tomaron, me llenaron y en un cierto punto estallé, y volví a explotar de nuevo cuando ellos no se detuvieron. Giré en un largo y agonizante orgasmo que hizo pedazos mi mente y alma antes de que finalmente llegara a su fin.
Capítulo nueve 24 de diciembre
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Los observé preparar la cena de Nochebuena, dividida en dos. Por un lado era magnífico, ya que Jake usaba solo unos bóxers y Daniel sus pantalones de seda negra del pijama. Por el otro algo fallaba. No se tocaban. Estaban parados uno al lado de otro junto a la encimera. Jake tarareando “The little drummer boy” que sonaba en la radio, Daniel cortando las patatas. Ambos estaban relajados. Daniel incluso tenía una pequeña sonrisa que se había convertido en una característica casi frecuente en su cara desde que los tres empezamos a dormir juntos. Pero cuando Jake se movió para abrir el horno y rociar el pavo que nos había vuelto locos con su olor todo el día, Daniel se apartó. Anteriormente, mientras Daniel pelaba las patatas, Jake se había movido tranquilamente alrededor de él, pero sin el contacto casual de antes de que el sexo hubiese empezado. Dudaba que ninguno de ellos lo hubiese notado. Pero lo hacían cuando teníamos sexo también, eran muy cuidadosos con solo tocarme a mí. Muy cuidadosos para no dar la impresión de que se sentían atraídos el uno por el otro. Supuse que sería ideal para la mayoría de las mujeres en mi situación, pero no era lo que yo quería. ¿Los había acercado o más bien los había alejado? Soplé en mi té, sentada en el sillón y envuelta en un edredón. —¿Puedo ayudaros? —ofrecí por enésima vez. —Amor —dijo Jake, cruzando la habitación hacia mí—. Necesitas descansar. Hice una mueca inútil mientras se agachaba hasta mi altura, las manos apoyadas en los brazos de la silla. —Estoy descansada. Sus ojos brillaron. —¿Duele? Me retorcí. —Bueno, sí. Él asintió. —Has estado tomando mucho últimamente. Tenemos que cuidarte. Se inclinó para besar mi nariz y regresó a la cocina. Tan pronto como Jake se movió a un lado pude ver a Daniel, no había duda en mi mente de que miraba el culo de Jake, aunque lo ocultó bien, transfiriendo su mirada hacia mí, sonriendo levemente porque sabía que me deslumbraba. Yo suspiré devanándome los sesos. ¿Cómo podía hacerles ver? Frustrada cogí el mando universal y cambié la música por la televisión. Tuve que levantarme para encontrar un DVD porque la pesada nevada todavía no permitía ver el satélite. Encontré y puse “Qué bello es vivir” y volví al sillón. La cena estaba lista para el momento de la escena de danza y la caída en la piscina. Nos acomodamos en el sofá, los chicos en los extremos y yo entre ellos, para ver el resto de la película. Antes de acostarnos juntos, no nos habíamos dado cuenta, pero los amantes, pueden encontrar maravillosas oportunidades que incluyen mucho tacto para estar más juntos.
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Terminamos de cenar justo después de que Clarence y George se encontraran. Los chicos no me dejaron ayudar con los platos, así que me dediqué a mirar el árbol de Navidad hasta que volvieron. Vieron el resto de la película conmigo entre ellos, mi cabeza en el regazo de Daniel y Jake frotando mis pies. Empezaba a dormitar cuando George empe zó a gritar ¡Feliz Navidad! mientras corría por la calle. Jake apagó el televisor cuando terminó, y nos sentamos un momento escuchando el fuego en la estufa. Todas las luces estaban apagadas excepto las del árbol. —¿No os lo preguntáis a veces? —pregunté suavemente, mirando las luces azules y blancas. —¿Qué? —preguntó Jake. —¿Como sería la vida si nunca hubieses nacido? Daniel resopló, pero acarició suavemente mi pelo. —Es inútil preguntárselo. Mis padres habrían sido más felices. —Yo no lo habría sido —dijo Jake. Eché un vistazo y le vi con la cabeza inclinada sobre el sofá, sus ojos cerrados—. Sin ti, quiero decir. —Gracias —dijo Daniel—. También es agradable tenerte alrededor. Jake bufó. Yo sonreí. El silencio descendió otra vez. Me preguntaba si me atrevería con la idea que tenía en mente, pero luego me dije que ahora o nunca. Me incorporé, sentándome entre los dos hombres. Me miraron mientras sacaba las piernas y me levantaba para sentarme en la mesa de café. Miré a Daniel. —Hay algo que necesito decirte. Su relajada expresión se tensó y yo lo lamenté, pero creía que tenía que ser dicho. —Tu aura ha cambiado. Has ganado control y está a un nivel razonable a tu alrededor, pero los colores son diferentes que cuando vine la primera vez. Sigue habiendo azul neón pero se descolora en un azul medianoche. —¿Qué significa eso? —Creo que significa que estás más centrado. Como te he explicado, no todo el mundo tiene los mismos colores y estos no significan lo mismo en diferente gente. Él asintió. —Que esté centrado es bueno, ¿no? —Sí, pero hay algo extraño en ese azul oscuro —Hice una pausa. Esta era la parte que el aceptaría o negaría—. Se arrastra sobre las cuerdas hacia Jake. Frunció el ceño. Jake ladeó la cabeza mirándome cuidadosamente.
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—¿Es eso normal? —preguntó Daniel. Negué con la cabeza. —No. Investigué cuando me fui, incluso pregunté a varias brujas que tienen shifters. Me dijeron que no es normal. Por supuesto, sus ataduras están ancladas en la mano, no en el corazón, como en tu caso —Dejé eso, podía ver en la expresión que sacaba sus propias conclusiones—. Hay más. —¿Por qué has esperado para decírmelo? —Pensé que no querrías escucharlo. —Supongo que tienes teorías de que significa. Asentí. Él me miró fijamente. —¿Quieres escuchar más? —Claro, ¿por qué no? —Hay un color violeta que apareció en tu aura la primera vez que hicimos el amor, es más fuerte desde que los tres empezamos a acostarnos juntos. No puedo verlo cuando se mezcla con mi aura pero estoy casi segura que es el que empujas en mí durante el sexo. —¿Y? —Y el violeta ha estado llegando hasta Jake estos últimos días. Él me miró fijamente, sin mostrar ninguna reacción. —¿Noelle? —preguntó Jake—. ¿Qué estás sugiriendo? No respondí. No era yo quien debía verbalizar la conclusión. Era decisión de Daniel, admitir lo que implicaba y decirlo en voz alta. Los ojos de Daniel se estrecharon, sus labios se torcieron en una mueca que yo esperaba que hubiese perdido. —Está diciendo que quiero follarte. —¿Huh? Daniel se quedó quieto, su cara era una fría y hermosa máscara. —Pero se equivoca. Sólo proyecta lo que desea ver sobre mí. ¿Tengo razón, Noelle? Eres de esas mujeres que disfrutan mirando a dos chicos follar. Sostuve su mirada, a pesar del dolor en mi corazón. Sabía que arremetería contra mí si no lo aceptaba. Él era así. —No me importaría.
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—Bien, pues eso no va a suceder. A nosotros no nos gusta eso —Se dio la vuelta—. Es toda tuya esta noche, Jake. Jake giró en el sofá mientras Daniel lo rodeaba para dirigirse a las escaleras. —Eh, espera, espera un minuto. —No —dijo calmado mientras subía las escaleras—. Obviamente Noelle no está contenta con tenernos a los dos, ella quiere algo antinatural. —Yo quiero lo que tú quieres, Daniel —dije detrás de él—. Si eres honesto contigo mismo, sabrás que es verdad. Él se congeló, mirándome fijamente por encima de la barandilla. —¿Estás decidida a arruinar lo que hay entre Jake y yo? Negué con la cabeza. —Yo no quiero arruinar nada, Daniel. Yo quiero que veas la verdad de esto. —Eres una perra pervertida, eso es lo que pasa. —¡Daniel! —gritó Jake. Daniel sacudió su cabeza, empezando a subir las escaleras de nuevo. —Olvídalo. Feliz Navidad de mierda. Jake intentó girarme de nuevo la cara. —Explícamelo a mí. Eché un vistazo a Daniel pero él no se detuvo. Suspiré. Oculté mi cara en las manos. —Quizá estoy equivocada. Grandes manos asieron mis hombros y me sacudieron. —Noelle, explícamelo. Alcé la cabeza para mirarle. —Tú nos has escuchado hablar de auras —Él asintió—. La suya ha estado haciendo justo lo que he dicho. Se está acercando a ti. No tengo otra explicación. —¿Estás segura de que se refiere al sexo? —El violeta sólo apareció cuando hicimos el amor por primera vez. No veo que más podría ser.
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Jake miró fijamente hacia el desván. El oído de Daniel era simplemente humano. Y sus poderes para manipular espíritus estaban descuidados, por lo que había muy pocas posibilidades de que él oyese nuestras voces. Cogí su brazo. —Lo siento, Jake. Quizás debí decírselo a él y dejarte a ti fuera de esto. Ha parecido… yo de verdad pienso que tengo razón. —Pero no estás segura —dijo suavemente. Pensativamente. —No —Le observé mientras él miraba fijamente hacia arriba. De pronto tomó mi brazo y me levantó sobre mis pies. —Jake… —Me alzó en brazos y se dirigió a las escaleras—. Jake, no. Daniel apareció en lo alto de las escaleras con ojos de tormenta mientras subíamos hacia él. —Ir a follar a otro sitio. Jake continuó subiendo. —No. —Jake, ella no tiene razón. —Vale, ella está equivocada, no significa que yo tenga que ser castigado, ¿verdad? Daniel frunció el ceño. Jake pasó más allá de él conmigo, hacia la gran cama de Daniel. —¿Qué quieres decir? Jake me descargó en la cama de forma relativamente suave, pero aún así di un bote, luego giró hacia Daniel, sus dedos en la cintura de sus bóxers. —Quiero sexo entre nosotros tres —Tiró con fuerza hacia abajo. Distraída por el fuerte y desnudo culo de Jake, olvidé la reacción inicial de Daniel. En el momento en que lo miré, él fruncía el ceño. —No somos homosexuales —insistió. Jake hizo un gesto y no dio su opinión, sentándose en la cama. —Ya sé eso —Se reclinó hacia atrás apoyado sobre los codos, exhibiendo su dura erección—. Pero hemos estado teniendo un montón de diversión nosotros tres, ¿por qué parar? —Daniel le miró con ceño—. Vamos, amigo. Lo que ella ha dicho sobre tu aura no significa que no podamos follar, ¿verdad? Te dijo lo que piensa —Se encogió de hombros—, está equivocada. ¿Estás de acuerdo con eso, Noelle? —Se volvió hacia mí y sonrió. Le devolví la sonrisa. —Sí.
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—¿Ves? —Se giró en la cama, exponiendo su culo hacia Daniel, mientras se arrastraba hacia mí—. Por lo tanto, tengamos algo de diversión. Me eché hacia atrás ante la enorme presencia de Jake y observé a Daniel mientras los dedos de Jake empezaban a desabrocharme el pijama. Parecía dudoso hasta que Jake tuvo el top abierto y se inclinó para tomar uno de mis pezones en la boca. Si fueron los labios de Jake chupando mi pecho o mi arqueado trasero yendo hacia él, no lo se, pero las manos de Daniel fueron a los pantalones de su pijama y se los quitó, revelando una magnífica erección. Se arrodilló en la cama junto a mi cabeza y hundió sus dedos en mi pelo. Con impaciencia abrí mi boca mientras el guiaba hacia ella su pene. —No soy gay —me dijo, mirando como su polla se deslizaba entre mis labios. Asentí, tarareando feliz mientras mis ojos se cerraban. Después de un rato empezó a dolerme el cuello, así que intenté girar hacia él, pero el cuerpo de Jake me aprisionaba, así que no pude cambiar de posición. Jake decidió que necesitábamos movernos. Se alzó hacia arriba y con sus grandes manos me puso sobre mi vientre. —Daniel, ponte allí —dijo señalando hacia el cabecero. Daniel aceptó y Jake me colocó sobre mis manos y rodillas, la cara sobre el regazo de Daniel, feliz volví a tomarlo en mi boca, mucho mas cómoda en esa posición. Los dedos de Daniel se hundieron en mi pelo guiándome mientras se apoyaba en las almohadas. Las manos y labios de Jake se arrastraron por mi espalda, lamiendo la parte de arriba de mi raja antes de elevarse. Sujetó mis caderas y empezó a bajarlas, gemí sobre el pene de Daniel cuando sentí a Jake presionando en mi sexo. Él se hundió en mí, torturándome con su lentitud. Me retorcí intentando que fuese más rápido, más profundo, pero me sujetó negándose a alterar el ritmo lento. Un placer maravilloso se deslizó en mi cuerpo. Finalmente estuvo dentro y yo tomé a Daniel tan lejos como pude para reflejar la sensación en él. Los hombres gimieron a la vez, miré hacia arriba para ver a Daniel con la cabeza hacia atrás, una muestra segura de su placer. Jake fijó un ritmo constante, moviéndose dentro de mí, torciéndose un poco cuando entraba para estar seguro que causaba la máxima fricción. Gemí y chupé a Daniel, recompensándolo a él por lo bien que Jake me estaba haciendo sentir, me corrí y mi grito ahogado salió contra el pene de Daniel. Él silbó, agarrando mi pelo y hombro y tensándose en su propio orgasmo. Suspiré cuando me vine abajo, soltando el relajado pene de Daniel con un jadeo. Otra mano sujetó mi cabello colocándose sobre la de Daniel y me empujó gentil pero insistentemente. Me caí a un lado con un pequeño grito de sorpresa cuando fui empujada ligeramente hacia delante por el peso de Jake que cubría pesadamente mi espalda. Mi mejilla presionó en el lado de la cadera de Daniel, justo bajo su vientre. —Que… ¡Mierda, Jake! —gritó Daniel. Mis ojos se salieron de sus órbitas al ver la boca de Jake descender junto a mi hombro y posarse en la cabeza de la polla de Daniel. Los ojos de Jake estaban cerrados, su expresión era
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una indicación de que disfrutaba con lo que estaba haciendo. La mano que Daniel tenía en mi pelo luchó con Jake, pero Jake mantuvo ambas manos donde estaban. La otra mano de Daniel se lanzó contra la cabeza de Jake, pero por lo que yo pude deducir, Jake cogió esa también. Era más pesado y más fuerte que cualquiera de nosotros y nos tenía sujetos con auténtica eficacia. —Jake! —gritó Daniel, sus caderas empujando mientras intentaba salir de debajo de nosotros dos—. Joder, Jake. Jake tarareó y sacudió su cabeza tajantemente. Un gemido desigual emergió del pecho de Daniel a causa del movimiento —Mierda, Jake, ¿qué estás haciendo? —Su voz era ronca, desigual. Les miré, preocupada, pensé que Jake muy bien podía estar haciendo esto por lo que yo había dicho y realmente podía estar equivocada. La boca de Daniel colgaba medio abierta, su exquisita cara estaba profundamente sonrojada. Las ventanas de su nariz se abrieron, sus ojos brillaban intensamente por debajo de sus párpados medio cerrados. Frunció el ceño, confundido—. Jake, ¡Diosa! Jake debió de hacer algo realmente bueno porque los ojos de Daniel se cerraron completamente y su labio inferior desapareció entre sus dientes. Jake empujó sus caderas, recordándome que su enorme falo seguía enterrado en mi cuerpo. Me sacudí cuando empezó su ritmo de nuevo, esta vez chupando la polla de Daniel él mismo. Atrapada entre los dos, sólo podía mirar y sentir. Esto tenía que estar bien, tenía que ser correcto. Me convencí a mi misma de eso, sabiendo que las cuerdas entre ellos hacían imposible para Jake hacer algo que Daniel no quisiera. En cualquier momento, con un mero pensamiento, Daniel podía lanzar a Jake lejos de nosotros y mantenerle apartado. Pero no lo hizo. —¡No! —gritó Daniel. Sus caderas empujaron por debajo de mí. Pero no creía que fuese completamente dueño de ese movimiento—. Maldición, para, Jake —Su voz sonaba enronquecida, el tono desdecía sus palabras—. ¡Joder, para! Su mano cayó de mi pelo, pero Jake le mantuvo la muñeca sujeta. Jake no se detuvo. Sujetó las muñecas de Daniel contra el colchón, atrapó sus piernas con nuestros cuerpos, y me empujó a un orgasmo que secundó segundos después Daniel con un gemido mientras disparaba un chorro de semen dentro de la boca de Jake. Intenté mirar, incluso mientras me corría, las mejillas barbudas de Jake se ahuecaban mientras las caderas de Daniel bombeaban desesperadamente, era demasiado asombroso para perdérselo. Jake aspiró a Daniel hasta que éste estuvo blando y finalmente apartó sus labios de él con un rastro de semen que Jake no había tragado. Levantó la cabeza para mirar a Daniel. Yo le miré también, los ojos de Daniel estaban medio cerrados y somnolientos, sus pálidas mejillas ruborizadas. Era una mirada con la que yo me había encariñado. Era la mirada saciada de Daniel, una que yo trabajaba duro para poner en su cara. Sabía que Jake la había puesto allí… —¿Por qué? —preguntó, sus ojos fijos en Jake. No parecía enfadado, sino confuso. Jake sonrió abiertamente.
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—Dijiste que no eras gay. Yo nunca dije que no lo fuera. Los ojos de Daniel se abrieron de par en par, al igual que su boca. —Pero, tú… Jake se sentó hacia atrás, soltando cuidadosamente las manos de Daniel. Puso las manos en mis caderas, facilitando el salir de mí. Seguía estando duro, pero no hizo caso de su erección, ocupado por el momento con Daniel. —Vi desde el principio que te molestaba cuando alguien decía que éramos homosexuales, por lo que pensé que era mejor no decir nada. Daniel tragó. —Pero yo pensaba… —Su voz se fue apagando en una indefensa confusión. La sonrisa de Jake era oscura mientras levantaba cuidadosamente mi pierna y me ponía a un lado. —Excúsame, amor —Me guiñó un ojo antes de girarse de nuevo hacia el atónito Daniel. —Piensas demasiado. Me aparté a un lado y me quedé muy quieta observando a Jake inclinarse hacia Daniel. Mantuvo el contacto visual mientras despacio acortaba la distancia entre sus bocas. El único movimiento de Daniel fue la rápida subida y bajada de su pecho cuando su respiración se aceleró. Jake se detuvo junto a sus labios a sólo una respiración de Daniel. —¿Amigo? Daniel tragó. Cerró los ojos, luego lentamente inclinó su cabeza a un lado y se alzó. Jake cerró la distancia y entonces se besaron. Luché para no retorcerme ante la magnifica vista. Dos hombres besándose, realmente eso nunca me había atraído antes, pero esos dos hombres besándose… eso era lo que yo había deseado. Eso era lo que había intentado decir a Daniel que necesitaba. Al principio era un simple contacto de labios, luego Jake separó sus labios y empujó un poco. La cabeza de Daniel se inclinó y su mandíbula se abrió un poco. Vi la lengua de Jake deslizándose en la boca de Daniel antes de que empujara un poco más para sellar sus labios. Parecía que iba a durar para siempre. Daniel permaneció quieto, moviéndose sólo en respuesta a algunos gestos de Jake. Jake se movió hacia adelante para poner sus rodillas entre las piernas de Daniel. Sus enormes manos enmarcaron su cara. Sólo entonces permitió que sus labios se separasen, con los ojos cerrados, continuó mordisqueando y lamiendo los labios de Daniel, probándolos y explorándolos de la misma forma que yo hice la primera vez que tuve permiso para hacerlo. —Tan hermoso —murmuro Jake—. He querido hacer esto durante años. Daniel tragó y apretó sus ojos cerrados. A pesar de eso pude ver una pequeña lágrima bajando por su mejilla. Jake debió de sentirla caer en su mano porque giró la cara de Daniel
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para poder arrastrar los labios por la mejilla del hombre más joven y besar sus ojos. Me sentía como un mirón, pero no habría podido moverme de mi sitio aunque hubiese querido. Jake se inclinó de nuevo. Pegó sus rodillas contra los muslos de Daniel. Forzándolo a moverlos para arriba, sobre sus piernas. Los ojos de Daniel se abrieron de golpe. Se alzó para arriba y sujetó los antebrazos de Jake. —¡Jake! —Shhhh —Jake le calmó, besando suavemente sus labios—. No voy a hacerlo. No si tú no lo deseas. Daniel cedió un poco, sus acuosos ojos fijos en Jake. —¿Jake? Jake hizo una mueca. Quitó una de las manos que le sujetaban la cabeza y la puso sobre el pene de Daniel. Daniel gimió mientras sus ojos se cerraban. —¡Sí! —Jake suspiró, acariciando la erección renovada de Daniel—. He estado esperando esto siempre. Daniel alzó sus manos que se aferraron a los hombros de Jake. —Mierda. —Tranquilo, cariño. Jake me miró con una enorme y encantada sonrisa en su boca. Me guiñó un ojo, dándome a conocer que recordaba mi presencia y luego volvió su atención a Daniel. Suavemente frotó su mejilla barbuda contra Daniel. —Tranquilo. Daniel gimió. Movió las manos de los hombros de Jake hacia su cabeza y de un tirón puso los labios de Jake de nuevo en los suyos. Apreté mis muslos, intentando en vano calmar el dolor vacío entre ellos. Jake se inclinó hacia delante, acercándose aún más al cuerpo de Daniel. No entendí por qué hasta que tomó su propia polla y la sostuvo en una sola mano junto a la de Daniel. ¡Diosa, qué caliente! Utilizó la mano e hizo girar sus caderas. Liberó su otra mano momentáneamente para recoger de la mesita de noche la botella de lubricante. A ciegas vertió un poco sobre los penes que tenía encarcelados en su apretón. Daniel gruñó, sin duda por la sensación del líquido fresco sobre la piel caliente, pero cuando Jake comenzó a menear ambos miembros, se volvió salvaje. Sus caderas empezaron a empujar, y sus besos en la boca de Jake crecieron en intensidad. Jake empujó también, el control claramente perdido. Permanecieron juntos hasta que interrumpieron el beso para poner mejilla contra mejilla mientras ambos empujaban en el puño de Jake. Daniel se corrió primero, salpicando semen sobre su vientre. Jake lo siguió unos segundos después, gimiendo sobre el cuello de Daniel. Jake los mantuvo así mientras recobraban la respiración. Daniel se recuperó, gimiendo. Las manos se apartaron de él e intentó empujarlo. Sus ojos se abrieron y giró su cabeza para poder mirarme. Sonreí, percatándome entonces de que grandes lágrimas resbalaban por mis mejillas,
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emparejadas con las que bajaban por las suyas. Jake se echó hacia atrás, dejando sitio para que Daniel se enderezase ya que ahora estaba en una posición incomoda. Repentinamente pensando en ser útil salté de la cama y me apresuré hacia el cuarto de baño para coger unas toallas mojadas en agua caliente, el agua tardó un poco en calentar así que cuando volví estaban en una posición totalmente distinta. Daniel se echaba sobre su espalda en el centro de la cama, Jake se apoyaba sobre un codo a su lado, su gran mano estaba sobre el corazón de Daniel. Y se besaban ligeramente. Me paré al borde de la cama, insegura. Por un lado deseaba mucho quedarme a mirar, era tan hermoso. Por el otro, me sentía como una intrusa. Jake rompió el beso y se sentó. —Gracias —sonrió, tomando la toalla. Me quedé de pie viendo como limpiaba los charcos de blanco semen del vientre de Daniel. —Debería… —Aclaré mi garganta—. Debería ir abajo y dejaros solos. Jake se rió entre dientes. —Tú no quieres irte a ningún sitio. —Bueno… Daniel se alzó hacia mi mano. Busqué sus ojos. Todavía parecía conmocionado, confuso, pero momentáneamente contento. —Por favor, quédate —dijo suavemente. Jake asintió, saliendo de la cama con la toalla que yo había traído. Le observé rodear la cama en dirección al baño. Daniel cogió mi mano y tiró hacia abajo. Nuestros ojos se encontraron. Él sacudió su cabeza. Ahora no. Cerró los ojos. —¿Por favor? Asentí y me coloqué a su lado. Jake volvió. Nos hizo movernos para poder tirar las cubiertas hacia abajo. Luego se metió en la cama al otro lado de Daniel y puso las sábanas y el edredón sobre nosotros. Giró para apagar la lámpara, dejándonos con la única iluminación del árbol de Navidad. Lo vi colocarse junto a Daniel, una mano extendida sobre su pecho. Sus ojos empezaron a cerrarse. Daniel dejó su mano descansar sobre Jake. Jake sonrió y me hizo un guiño sobre el cuerpo de Daniel. No segura de que hacer de esto. Simplemente cerré mis ojos y me dormí.
Capítulo diez 25 de diciembre
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Jake devorando la boca de Daniel fue lo primero que vi cuando me desperté la mañana de Navidad. Dulce Diosa, ¡qué regalo! La pálida mano de Daniel estaba apoyada contra la piel más oscura del pecho de Jake. El edredón y las sábanas estaban sobre las caderas de Jake. La mano de Jake se apretaba firmemente alrededor de la erección matutina de Daniel. Bombeándola lentamente al mismo ritmo apacible que sus caderas golpeaban contra el muslo de Daniel. Me tomó un momento darme cuenta de que Daniel protestaba. Con la mano empujaba débilmente el hombro de Jake, al tiempo que intentaba librarse de su boca. Finalmente lo consiguió girando la cabeza en mi dirección. Sus ojos estaban cerrados. —Jake, para. Jake puso su cabeza contra el cuello de Daniel. —No. —Jake, maldición, hazlo —Bajó la mano para coger la muñeca de Jake. Jake no se detuvo. —¿Por qué? Daniel apretó sus dientes. —Jake. Por primera vez desde que les conocía, Daniel utilizó las cuerdas. No miraba de forma mágica, así que no pude verlo, pero vi el efecto inmediato. En un momento Jake estaba a medias sobre Daniel, al siguiente daba un tirón hacia atrás, sus ojos abiertos de par en par, emitiendo un sonido de estrangulamiento. Daniel gateó hacia delante, rodando hasta los pies de la cama mientras Jake aterrizaba sobre su espalda. —Daniel —llamé incorporándome. Él no me miró, cogió los pantalones vaqueros y el jersey que había usado el día anterior, de la silla junto a las escaleras y se los llevó con él en su apresurada huida hacia el cuarto principal. Miré hacia Jake. —¿Estás bien? La comisura de la boca de Jake se levantó en una mueca pesarosa, mientras masajeaba su cuello. —Sí, no había hecho esto desde hace años. Giré para salir de la cama. —Deberíamos ir… ¡ah!
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Caí sobre el pecho de Jake cuando me empujó hacia él, sus manos se cerraron detrás de mi cabeza y me dio un beso de los que engullen. Me resultó imposible hacer otra cosa que responder. —Él no es el único al que yo deseo —dijo furioso cuando me soltó. Sus ojos clavados en los míos—. ¿Me oyes? Tragué y asentí. Él asintió y me soltó. —Vamos. Empezó a bajar desnudo las escaleras. Un poco más modesta, cogí la parte de arriba del pijama de Daniel y me lo puse antes de seguirle. Daniel estaba sentado en una de las sillas de la mesa de comedor, poniéndose los calcetines que habían debido de ir junto a la ropa. Ya tenía puestos los vaqueros y el jersey esperaba en la mesa. Sus botas y la puerta delantera no estaban muy lejos. —¿Dónde piensas que vas? —exigió saber Jake. —Lejos de ti. —¿Corriendo? Daniel giró en la silla y se inclinó para coger las botas. Por debajo de la caída de su sedoso pelo negro pude ver la mirada aterrada en sus ojos. —Sí. Detuve a Jake a medio camino. Él frunció el ceño hacia mí pero permaneció quieto mientras me acercaba a Daniel. —Daniel —dije suavemente. Él no miró hacia arriba y siguió poniéndose una bota. —Daniel, la tormenta se recrudeció esta noche. No puedes ir a ninguna parte. Él se congeló, las manos sobre los cordones de sus botas temblaban violentamente. Me acerqué más y aparté con una caricia, parte de su pelo. —Daniel. Él se apartó de un tirón de mí, la espalda contra el respaldo de la silla. Los ojos aterrados abiertos de par en par miraron mi mano como si fuese una víbora. —No. Bajé mi mano y di un paso atrás. Él miró por la ventana de la cocina, viendo claramente la niebla gris y blanca. Ayer Jake nos había dicho que teníamos una bonita nevada encima y no se había molestado en apartar la nieve con la pala. Daniel sabía eso. Claramente su pánico le
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había hecho olvidarlo. Sus manos se cerraron en puños sobre sus muslos, pero no dejaron de temblar. —¿Te has sentido así todo el tiempo? —Continuó mirando por la ventana. Era obvio que no me hablaba a mí. Miré hacia Jake, quien continuaba desnudo no muy lejos de las escaleras, los brazos sobre su pecho y los pies separados. —Sí —respondió. —¿Por qué no me lo dijiste? —¿Y hacer que reaccionases como ahora? Daniel cerró los ojos, nuevas lágrimas bajaron por sus mejillas. Dadas sus posiciones no creí que Jake pudiese verlas. Yo sí podía, lo que desencadeno mis propias lágrimas. —Nunca me diste ninguna indicación… —No, no lo hice. Hiciste tan obvio que no eras gay, que no tenía ninguna esperanza. Daniel bajó la barbilla y se limpió una mejilla con el hombro desnudo. —Te he visto con mujeres. Hemos salido con mujeres. —También me gustan las mujeres. Daniel sacudió su cabeza. —Eso no tiene sentido. —¿Por qué no? —O te gustan los hombres o las mujeres. No te pueden gustar los dos. —Lo siento, compañero, pero eso no es verdad. Daniel tragó. —¿Has estado… con algún hombre desde que nosotros…? —No he estado con ningún hombre desde que me ataste. —¿Por qué no tuviste ocasión? ¿Has… deseado..? —No. Te encontré a ti, y tú eras todo lo que yo deseaba en un hombre. Daniel se encogió. —¿Yo? —Su voz era apenas un susurro. —Sí. —¿Aún cuando..?
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—Aún cuando. La cara de Daniel se arrugó y su boca se abrió en un sollozo. Sus dedos se clavaron en sus muslos, y se dobló sobre ellos, su sedoso pelo cayó hacia delante ocultando su cara. Deseé cruzar el espacio entre nosotros y poner mis brazos a su alrededor, pero no lo hice. Esto tenía que pasar, era importante a pesar de lo doloroso que era verlo. Eché un vistazo hacia Jake que se había acercado un poco a nosotros, las lagrimas caían lentamente por sus mejillas hacia su barba. Él me miró y vi que lo sabía también. Apreté el pijama de Daniel contra mis pechos y giré justo cuando estremecidos sollozos comenzaron a salir de su pecho. Me arriesgué a mirar con mi vista mágica y casi jadeé. Un aura de un metro de ancho lo rodeaba, de un llameante azul medianoche y un pulsante púrpura. Hilos se retorcían a medio camino por las cuerdas que lo unían a Jake, alcanzándolo primero, luego retrocediendo, un fantasma de hilos similares avanzaba hacia mí. —No está bien —jadeó con la voz rota—. No… está bien. No puedes… Contuve un suave sollozo. —¿No puede qué, Daniel? Colocó el codo sobre la mesa y apoyó su cara sobre su mano. —¡No puedes sentir eso por dos personas! Y una de ellas no puede ser un chico. Eso no… —Se interrumpió y los sollozos asumieron el control. Gimiendo apretó sus sienes con ambas manos, sucumbiendo a la tormenta de lagrimas. Como si fuésemos uno, Jake y yo cerramos la distancia hasta él. Me arrodillé a su lado deslizando una mano sobre su costado y la otra sobre su muslo. Jake se puso al otro lado, sus brazos alrededor de sus hombros. Un movimiento que forzó a Daniel a echarse contra el respaldo de la silla, exponiendo su cara y la ruina que el dolor había hecho con sus esculpidos rasgos. Cogí sus manos y las sujeté cuando intentó llevárselas a la cara. Sostenido entre nosotros, entre las dos personas que lo amaban más en el mundo, se vino completamente abajo. Puse mi cara en las manos que sujetaba, y lloré con él. Una persona sólo puede llorar durante un tiempo, después de eso, no importa el dolor, el cuerpo queda destrozado por los sollozos. Sus gemidos finalmente cesaron y los temblores disminuyeron. Miré hacia arriba para ver que los brazos de Jake todavía rodeaban su pecho y su cara estaba enterrada en el lado del cuello de Daniel. La cara de Daniel fue recobrándose, el pelo ocultaba parcialmente sus rasgos mientras su mejilla era presionada por los brazos de Jake. Estaba confuso. Yo nunca lo había visto tan mal. Sus ojos estaban hinchados y su nariz roja, y mocos y l ágrimas manchaban su rostro. Solté sus manos y me puse en pie, usando el pijama para borrar mis propias l ágrimas, me giré hacia el fregadero y cogí unas toallas de papel, colocando la mitad de ellas bajo el agua. Los hombres no se habían movido para el momento en que regresé a la mesa. Suavemente aparté el cabello húmedo de la cara de Daniel y utilicé una de las toallas mojadas para limpiar sus mejillas y nariz. Él suspiró y abrió los ojos. Sonreí sabiendo que era una sonrisa acuosa.
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Él se estiró y colocó un brazo alrededor de mi cintura atrayéndome cerca. Fui encantada y puse mis brazos alrededor de la cabeza que enterró entre mis pechos. Jake levantó la cabeza, sus mejillas y barba estaban húmedas de lágrimas. Le ofrecí una de las toallas, y apartó uno de los brazos de los hombros de Daniel para cogerla y limpiarse ojos y nariz. Acaricié con mis dedos hacia el rizado pelo de las sienes de Daniel. —Te quiero. Jake y yo nos congelamos, inseguros de haber oído bien las palabras que salieron de la boca de Daniel amortiguada por mis pechos. Daniel alzó su brazo libre para coger el brazo de Jake que aún seguía sobre su hombro y giró la cabeza a un lado, así que su voz se hizo más reconocible. —Diosa, los amo a los dos muchísimo. ¿Cómo es eso posible? Inseguros de cómo contestar, ni Jake ni yo dijimos nada. Pero Daniel no parecía desear una respuesta. No todavía de todos modos. —Noelle, eres una mujer muy insistente. Yo solté una risa. Jake hizo una mueca hacia mí. Daniel continuó. —Siempre haciendo que haga cosas, pensando cosas —El brazo que rodeaba mi cintura se tensó—. Te deseé antes, pero no pensé que estuviese bien. No pensé que tú deseases… quedarte. Mordí mi labio y le acaricié a través de su pelo. —Quiero quedarme —le aseguré suavemente. Él apretó el antebrazo de Jake. —Y tú —Daniel se estiró y alcanzó la mejilla de Jake. Le sujetó y bajó la cara de Jake más cerca. —Yo siempre… —Tragó. —Desde el principio… ¿eh? Pero desear a otro hombre está mal. —¿Quien dice eso? —preguntó Jake suavemente. Daniel rió. Rió. Inclinó la cabeza hacia atrás, reclinándola en el hombro de Jake y no pudo parar. Intercambié una mirada alarmada con Jake, pero nos quedamos quietos, la risa histérica, como los sollozos, era una limpieza que necesitaba hacer. —¡Mi madre! —Consiguió decirnos finalmente—. Mi madre, mi padre, el ejército. Diosa, ¿por qué les escucharía a ellos? Mis padres nunca han tenido razón sobre nada, ¡nada! Jake utilizó su mano libre para limpiar las lágrimas que habían vuelto a aparecer en las mejillas de Daniel y le besó las sienes.
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—Te amo, compañero. La risa paró y Daniel se reclinó contra Jake, sus ojos cerrados, su cara casi pacifica. —Diosa —Inspiró, sus labios acariciando la barba de Jake—. Yo también te amo. Jake se enderezó radiante. Daniel abrió sus hinchados ojos, sonriendo. Jake se rió entre dientes. —¿Sabes lo hermoso que eres aunque estés hecho una mierda? Daniel se rió suavemente. Sus ojos giraron hacia mí. Yo sonreí. —Tiene razón, estás hecho un desastre. Daniel puso los ojos en blanco e intentó inclinarse hacia delante. Jake y yo lo soltamos y nos echamos hacia atrás para permitirle ponerse en pie. Aceptó una de las toallas de papel que le ofrecí y se sonó la nariz. Se inclinó hacia la mesa para quitarse la bota que había intentado ponerse antes. —Ahora vuelvo. Le observé caminar hacia el hall hasta que giró hacia el baño. Jake vino hacia mí y me atrapó entre sus brazos. —¿Estás segura de que quieres esto? Incliné mi cabeza hacia atrás para mirarle. —Ahora es un poco tarde para echarse atrás. Él hizo una mueca. —Sí —Sus ojos exploraron mi rostro—. Diosa, eres hermosa. ¿Estás segura que eres toda nuestra? Adoré absolutamente como dijo eso. No dudé de que esto fuera un trato a tres bandas. Me puse de puntillas para rozar sus labios con los míos, amando las cosquillas de su bigote y barba. —Tanto tiempo como estéis seguros de que sois todo míos. Él me sostuvo contra su pecho, sus brazos apretados firmemente alrededor mío para sostenerme hacia arriba. Nuestro beso se profundizó en una unión de lenguas. La puerta del baño se abrió pero ni Jake ni yo rompimos inmediatamente el beso. Nos tomamos nuestro propio dulce tiempo en esto, renuentes a apartarnos… no todavía. Cuando lo hicimos, eché un vistazo para ver a Daniel apoyado en el arco que separaba el hall de la zona principal. Una sonrisa en su recién lavada cara. —Eso parecía caliente.
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Jake se rió entre dientes, tirando del pijama hacia arriba para exponerme por debajo de la cintura. —Se puede poner más caliente si vienes aquí. Daniel se apartó de la pared y se acercó. —Eso puedo hacerlo. Vino detrás de mí, sus manos fueron a mis caderas para empujar mi trasero contra la entrepierna de sus vaqueros. Enfrente de mi, la polla de Jake se elevó y se empujó contra mi vientre. Las manos de Jake dejaron mi espalda, y solo pude asumir que encontraron la espalda o los hombros de Daniel, Jake se inclinó sobre mi hombro, y giré mi cuello para verlo tomar la boca de Daniel. —Mmmm —ronroneé, presionando mi mejilla contra el pecho de Daniel —. Feliz Navidad y cumpleaños para mí —Ellos empezaron a reír y permanecimos en ese maravilloso abrazo de tres por unos preciosos momentos. Las manos de Daniel se movieron primero. Se deslizaron hacia el frente de mis caderas, Jake silbó cuando una de esas manos de fuertes dedos, se envolvió alrededor de su polla y tiró. —Vámonos arriba —sugirió Daniel. Nadie discutió. Dejé el pijama en lo alto de la escalera, y Daniel rápidamente se quitó sus vaqueros y calcetines, mientras Jake apartaba los cobertores de la cama. Nos arrastramos por el colchón y nos mezclamos en una confusión de manos, bocas y cuerpos. Jake terminó sobre su espalda con ambos, Daniel y yo, atacando la abundancia de piel que cubría sus duros músculos. Me zambullí hacia su pene impaciente por tener su grueso miembro en mi boca. Daniel revoloteó sobre su boca y luego se movió hacia abajo para explorar su pecho. A continuación, creo que para sorpresa de todos, se arrastró a mi lado. Hice saltar el pene de Jake de mi boca y todavía sujetándola, me agaché para delicadamente chupar los peludos sacos de sus testículos. La mano de Daniel se cerró sobre la mía, y le miré para ver como se humedecía los labios para mojarlos antes de deslizar su boca sobre la cabeza de la polla de Jake. El gemido de Jake pareció estremecer las vigas. Vi sus dedos enroscarse alrededor del pelo de Daniel mientras Daniel lo tomaba más profundamente. Liberé mi mano de debajo de la de Daniel y la usé para separar un poco mas los muslos de Jake y tener más espacio para atormentar sus testículos y la piel sensible bajo ellos. Jake se balanceó ante el doble asalto, murmurando y empujando por debajo de nosotros. Yo cedí ante un deseo travieso. Mojé a fondo mi dedo índice, y lo arrastré hacia abajo hasta encontrar la pequeña abertura apretada. —¡Noelle! —Oí mi nombre en un grito de asombro. Yo empujé mi dedo hasta el primer nudillo—. Oh, mierda, ¡sí! Lo hice girar, buscando algo de lo que había oído hablar, no muy segura de encontrarlo ya que nunca había hecho eso.
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—Diosa. Yo… Miré hacia Daniel, sus ojos estaban en mí aun cuando sus mejillas se ahuecaban chupando a Jake con fuerza. —¡…Me voy a correr! Creo que encontré lo que buscaba. Si no, lo que sea que hice, unido a la succión de Daniel, hizo esto para Jake. Él rugió y se vino. Me sorprendió como su agujero agarró fuertemente mi dedo, bombeando rítmicamente. Daniel farfulló, claramente no esperaba el gusto o la cantidad de semen que salió a borbotones en su boca. Consiguió atrapar algo, pero perdió el agarre en la polla de Jake en la mitad, de modo que el esperma salado salpicó su cara y la mía. Jake cedió bajo nosotros con un suspiro. Daniel y yo nos hicimos muecas. Jadeé cuando Daniel se lanzo hacia mí empujándome abajo en la cama lejos de los muslos de Jake. —Hora de follarte a ti, chica del cumpleaños —me dijo. Yo me reí, separando las piernas. —Si insistes. Apuntó e introdujo su polla por completo en mí de un solo golpe. —Insisto —gimió, colocándose encima de mí. Enmarqué su cara con mis manos y lamí el semen esparcido sobre su barbilla y mejilla, gimiendo ante su frenético ataque a mi coño. No es que me importara. Yo feliz me retorcí bajo su asalto. El conducto entre nosotros brilló abierto y bombeó energía espiritual dentro de mí, haciendo mi piel chisporrotear con el conocimiento. Llegué al orgasmo con un apresurado calor azul-blanco y atraje con fuerza a Daniel dentro del éxtasis conmigo. Descansamos juntos en la cama una hora más o menos. Sin apenas molestarnos en reacomodarnos antes de empezar a dormitar. Permanecí sobre mi espalda con Daniel presionando contra mi lado, su cabeza en mi pecho. Jake presionaba contra su espalda, y sus brazos eran lo suficientemente largos para coger mi cintura. No estaba realmente dormida, solo felizmente relajada. No creía haber sido tan feliz en mi vida. Tenía no uno, sino dos hombres maravillosos en mi vida cuando había comenzado a pensar que nunca encontraría a nadie con quien quisiese estar para siempre. Y yo quería estar con ellos. Para siempre. Daniel se movió, su mano vino perezosa hasta cubrir mi pecho. Yo bajé los ojos para mirar la mano, levemente más pálida que mi medio bronceado, que cogió un poco de carne y apretó. Las partes bajas de mi vientre zumbaron. La mano de Jake se movió, deslizándose por mi vientre entre mis piernas. Cambié de posición mi pierna más lejana para darle sitio, y él buscó complaciente más lejos. Sus dedos resbalaron fácilmente dentro de mis profundidades mojadas. Gemí. —Quiero mi regalo de Navidad ahora —anunció Daniel solemnemente. Jake y yo nos congelamos. —Nosotros no compramos regalos —dije.
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—Mmm, no de ese tipo. Él cambió de posición y Jake tuvo que sacar los dedos de mi sexo para que Daniel se colocase de rodillas. Se movió hasta arrodillarse entre mis muslos y alternó su oscura mirada entre Jake y yo. —Os deseo a ambos. Jake se rió entre dientes. —Y nos tienes. Daniel sonrió, y fue hermoso, desinhibido. Me pregunté si el corazón de Jake saltó como el mío ante la visión de esa sonrisa. —No. Quiero tener sexo contigo —Sus ojos se clavaron en Jake, en ambos—. Te quiero dentro de mí. Miré hacia Jake, quien miraba fijamente, atento a Daniel. —¿Estás seguro? —le preguntó quedamente—. No tenemos que hacerlo. Los ojos de Daniel miraron la polla de Jake. Se estiró y con deliberado cuidado puso sus dedos alrededor de ella. Jake jadeó. —Lo deseo —Sus ojos volaron hacia los de Jake—, lo he deseado durante años. Jake cogió su muñeca para detenerle. —¿Qué? Daniel se relamió los labios. —Te he deseado. No puedo decirte cuánto te he deseado. Yo… —Sacudió la cabeza—. Yo pensaba que no había forma de que me devolvieses mis sentimientos, y si mencionaba lo que sentía podía hacer que nuestra relación se… estropease. Y ya he hecho demasiado para arruinar tu vida. Jake se sentó. Su mano fue hasta el hombro de Daniel. —Joder, hombre, tú nunca has hecho nada para arruinar mi vida. Daniel deslizó su mano desde el pene de Jake hasta su pecho, para finalmente poner sus dedos en la barba de Jake. —Fóllame, fóllame mientras yo estoy follando a Noelle. Déjame teneros a ambos a la vez. Como podría cualquiera de nosotros negar esa cruda súplica. Jake empujó a Daniel con un beso. Vi como el labio lleno de Daniel desaparecía en la boca de Jake y los breves vistazos de sus lenguas que se devoraban la una a la otra. Por no mencionar como ambos se iban
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poniendo duros durante el beso. Justo cuando contemplaba sentarme y coger ambas pollas. Daniel me empujó hacia atrás. —Coge el lubricante —dijo con voz ronca. Jake asintió y se giró. Daniel se inclinó sobre mí. Cogiendo mis muslos para hacerles abrirse más, deslizando suavemente sus dedos sobre mi sexo. Buscando y frotando mi clítoris—. ¿Está bien para ti? —Oh, ¡sí! —¿Realmente nos deseas a los dos? Mantuve abiertos mis brazos, y él vino a mi encuentro. —Yo os amo a los dos. Por favor, créelo. Me besó tiernamente, guiando su pene hacia mi entrada. —Estoy intentando creerlo —murmuró sobre mis labios, deslizándose dentro de mí—. ¿Trabajarás en mí? Reí, rodeándolo con mis brazos. —Lo haré. Giró sus caderas, besándome mientras me penetraba. El conducto entre nosotros se abrió estableciendo contacto entre nuestra magia espiritual, haciendo que mi piel zumbase. Clavé mis uñas sobre los lisos músculos de la espalda de Daniel, sonriendo cuando él gimió. Jake apareció detrás de Daniel con la botella de lubricante en la mano. —Vosotros dos follando sois algo ardiente —nos aseguró, vertiendo el claro liquido en sus dedos—. ¿Cómo conseguí ser tan afortunado? El movimiento de Daniel se redujo cuando la mano de Jake descendió. Le sentí tensarse y decidí que Jake debía de haberle metido un dedo. —Debe de ser por esa polla de oso tuya —contestó Daniel, sacudiendo su cabeza para apartar su sedoso pelo a un lado. Jake se rió entre dientes—. ¿En serio? Daniel suspiró y empujó hacia atrás, supongo que contra los dedos de Jake. —Sí. Jake se inclinó hacia delante, apoyando su mano libre en el colchón, junto a mi hombro. Besó el hombro de Daniel. —Deseas mi polla de oso por un rato, ¿verdad? Daniel giró el cuello para poder mirar a Jake. Mechones de su pelo rozaron mi mejilla. —Oh, sí.
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Los ojos de Jake ardieron y sonrió abiertamente. Daniel se tensó, jadeando. Los espíritus entre nosotros se sacudieron, dejándome sin aliento. Jake me miró, su sonrisa creciendo. —Oh, sí —Se inclinó hasta que su boca estuvo junto al oído de Daniel—. ¿Estás bombardeando a Noelle con magia, chico? Daniel gimió haciendo girar sus caderas. —Sí. —Diosa, Noelle, polla y magia. ¿Para qué me necesitas? Me alcé para coger su pelo, haciendo que me mirase. —Necesito que le folles. Eso les llegó. Yo raramente uso esa palabra. No es una de mis favoritas. Pero pienso que puede ser verdaderamente eficaz en las circunstancias adecuadas. Como ahora. Los ojos de Jake se encendieron y las aletas de su nariz se ensancharon. Empujó. Daniel jadeó, arqueando su trasero mientras la acción de Jake le empujaba contra mí. Jake gimió, y se reclinó mientras yo me elevaba para así poder devorarnos sobre el hombro de Daniel. Estoy segura de que Jake estaba haciendo un gran trabajo con su dedo follando a Daniel, porque el hombre entre nosotros empezó a mecerse y a lloriquear. Su pene dentro de mí golpeó ese punto que me hacia retorcerme, y gemí en la boca de Jake. La energía espiritual entre nosotros hirvió. —Ahora, Jake —rogó Daniel—. ¡Por favor, Jake, ahora por favor! Jake se separó de mí y se puso sobre sus rodillas. Mientras Daniel bombeaba en mí, Jake cogió la botella de lubricante y puso una generosa cantidad en su mano. —Jake, por favor —imploró Daniel. —Por favor —repetí ante la desesperación de Daniel. —Joder —gimió Jake. Escuché el sonido húmedo de la palma en la polla de Jake antes de que se inclinase. Daniel se congeló. —Empuja hacia atrás, chico —murmuró Jake—. Dolerá menos. No creí que Jake pensase que el que Daniel empujase lo hiciese menos duro de lo que era. Daniel se arqueó con un grito. La emergía espiritual se aflojó entre nosotros. Yo jadeé. Jake gruñó. ¿Que diantres…? Yo miré a Daniel, incapaz de ver mucho de Jake. La espalda de Daniel estaba arqueada, su cabeza hacia atrás, sus ojos cerrados. No podía decir si la expresión de su cara era de placer o de dolor y probablemente no importaba. Lentamente, empujó su pene duro como una roca profundamente en mí y después salió igual de lento. Yo sólo podía imaginar lo que él sentía al empujar su polla dentro de los calientes confines de mi coño y su ano lleno con la caliente y dura polla de Jake. —Oh, mierda —gritó Jake.
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Mis ojos se abrieron con asombro al ver las manos de Jake que sujetaban las caderas de Daniel. No era mi imaginación, sus uñas habían cambiado a gruesas garras, y el pelaje cubrió sus dedos y manos, subiendo por su antebrazo hasta más allá de lo que yo podía ver. Había oído que los shifters podían perderse durante el sexo si éste era particularmente bueno. Pero nunca lo había visto. La cabeza de Daniel cayó. Respiraba con dificultad mientras empujaba hacia adelante y luego hacia atrás otra vez. ¿Se estaba sentando él mismo en la polla de Jake? —Diosa, Daniel, ¿qué…? —La magia, Daniel —gruñó. Mis ojos se abrieron de par en par. ¿Estaba Jake sintiendo la magia espiritual? Pero eso tenía sentido. Eso pasaba siempre que Daniel estaba dentro de mí, ¿porque no podía pasar cuando Jake entraba en él? Daniel giró sus caderas otra vez. Sus movimientos un poco más libres. Continuaba moviéndose despacio. Yo estaba bastante segura de que había conseguido todo lo que podía tomar de Jake y ahora estaba calculando como moverse mejor. Yo gemí. Daniel me miró, su cara ruborizada con placer. Sus ojos oscuros brillaban sobre una sonrisa traviesa, feliz. Jake se inclinó sobre nosotros, su brazo rodeando el pecho de Daniel. Su garra amenazaba la piel justo encima de uno de sus pezones, la sensación de ella empujó un grito en los labios de Daniel. —Lo siento —murmuró Jake, y sentí la sacudida de sus caderas moviéndose sobre Daniel—. No puedo… —Está bien —gimió Daniel, encajado entre nosotros—. Me gusta. Fóllame. Daniel inclinó sus antebrazos, dejándose caer sobre mí. Gruñí feliz bajo su peso, retorciéndome cuando la nueva posición raspó su hueso púbico sobre mi clítoris. La energía espiritual chisporroteó alrededor de nosotros. —Fóllame —exigió Daniel. —No quiero hacerte daño —murmuró Jake, pero sentí como empujaban las caderas de Daniel sobre mí sintiendo que no era él quien hacía el movimiento. —Hazme daño —gruñó Daniel—. Lo deseo. Fóllame. Jake no pudo resistirse más. La piel de su brazo rozó mi pezón cuando se aferró a Daniel y empezó un dolorosamente suave ritmo que presionó el pene de Daniel dentro de m í, mientras metía su polla dentro del cuerpo de Daniel. —Sí, Jake —gimió Daniel. Yo grité, sintiendo bajo ellos un mini orgasmo mientras la energía espiritual burbujeaba en mi piel.
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—Joder —gruñó Jake, su voz con un tono tan bajo como un humano podía tener. Aumentó el ritmo, respirando fuertemente. Daniel jadeó y gimió, agarrando las almohadas debajo de mí, abrazado entre nosotros. Entrecerré mis ojos, y el violeta iluminó el aire alrededor de nosotros. Pulsaba y se retorcía mientras Jake se tensaba encima de nosotros. —No puedo aguantar… —masculló. —¡No! —jadeó Daniel. La energía espiritual entró en erupción. Grité agarrando los hombros de Daniel. Jake rugió, alzándose hacia atrás, sus garras se clavaron en los hombros de Daniel mientras los sujetaba con fuerza. Daniel se estremeció entre nosotros, la boca abierta en un silencioso sollozo. Permanecimos en esa posición durante unos temblorosos momentos, con miedo de movernos, mientras vencíamos la aplastante liberación. Con un pequeño gemido, Jake se echó hacia atrás, sus brazos y manos habían vuelto a ser humanos, se sentó en sus talones y después de derrumbó sobre su costado. Daniel se derrumbó sobre mí, su pelo se arrastró sobre mi pecho. Yo intentaba recordar como respirar. La energía espiritual se asentó, y sesgué mi visión justo a tiempo para ver a Daniel tragar y disipar el extra de energía mientras que lentamente salía de mi cuerpo. Se sentó hacia atrás sobre sus talones, las manos temblorosas se levantaron para apartar el húmedo pelo de sus mejillas. Estaba despeinado y ruborizado, y yo pensé que nunca lo había visto tan hermoso. Pasó su mirada de mí a Jake, sonriendo. Una amplia y posesiva sonrisa. —Este ha sido el mejor regalo de Navidad que nunca he tenido. Los tres nos reímos.
Epílogo 26 de Diciembre —Es fantástico, ¿verdad? —Lo es. —¿Quien lo habría pensado? —Ciertamente yo no. La risa ahogada de Meg me llegó a través del teléfono. —¿Qué vas a hacer ahora? —Voy a llevarlos a la fiesta del solsticio del tío Henri de pasado mañana —Me senté en el sillón, caliente por la colcha envuelta a mi alrededor—. Creo que es un buen momento para presentarles.
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—¿Cómo se sienten ellos con eso? —Sorprendentemente lo aceptan —Me reí entre dientes—. No creo que se den cuenta a qué se enfrentan. Meg se rió. —Sí, bueno, tienes suerte. —¿Los tuyos no quieren conocer a la familia? Ella estuvo silenciosa tanto tiempo que pregunté. —¿Meg? —Sí desean conocerlos. Pero yo no estoy segura de querer que la familia los conozca. —¿Por qué no? De nuevo permaneció callada mucho tiempo. —¿Meg? Ella suspiró. —Oh, nada. Es sólo que ellos van a estar excitados a causa de quién es Michael. Eso es todo. —Meg, tendrás que arreglar eso alguna vez. —Lo sé, lo sé, pero no ahora. —Quizá podamos ir y visitaros. —Eso estaría bien. Me encantaría conocer a los dos hombres que crees que te merecen. —Igualmente. Nos reímos. —Noelle, estoy feliz por ti. —Gracias, yo estoy feliz por ti. —Feliz cumpleaños. —Gracias, feliz Navidad para ti —Ella se rió—. Y próspero Año Nuevo.
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