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Spanish; Castilian Pages 270 [285] Year 2018
Pilar Cagiao Vila (ed.)
DONDE LA POLÍTICA NO ALCANZA EL RETO DE DIPLOMÁTICOS, CÓNSULES Y AGENTES CULTURALES EN LA RENOVACIÓN DE LAS RELACIONES ENTRE ESPAÑA Y AMÉRICA, 1880-1939
Tiempo Emulado Historia de América y España 64 La cita de Cervantes que convierte a la historia en “madre de la verdad, émula del tiempo, depósito de las acciones, testigo de lo pasado, ejemplo y aviso de lo presente, advertencia de lo porvenir”, cita que Borges reproduce para ejemplificar la reescritura polémica de su “Pierre Menard, autor del Quijote”, nos sirve para dar nombre a esta colección de estudios históricos de uno y otro lado del Atlántico, en la seguridad de que son complementarias, que se precisan, se estimulan y se explican mutuamente las historias paralelas de América y España. Consejo editorial de la colección: Walther L. Bernecker (Universität Erlangen-Nürnberg) Arndt Brendecke (Ludwig-Maximilians-Universität, München) Jorge Cañizares Esguerra (The University of Texas at Austin) Jaime Contreras (Universidad de Alcalá de Henares) Pedro Guibovich Pérez (Pontificia Universidad Católica del Perú, Lima) Elena Hernández Sandoica (Universidad Complutense de Madrid) Clara E. Lida (El Colegio de México, México D. F.) Rosa María Martínez de Codes (Universidad Complutense de Madrid) Pedro Pérez Herrero (Universidad de Alcalá de Henares) Jean Piel (Université Paris VII) Barbara Potthast (Universität zu Köln) Hilda Sabato (Universidad de Buenos Aires)
Pilar Cagiao Vila (ed.)
DONDE LA POLÍTICA NO ALCANZA EL RETO DE DIPLOMÁTICOS, CÓNSULES Y AGENTES CULTURALES EN LA RENOVACIÓN DE LAS RELACIONES ENTRE ESPAÑA Y AMÉRICA, 1880-1939
Iberoamericana - Vervuert - 2018
Este libro se ha publicado con el apoyo del proyecto de investigación “Donde la política no alcanza: el reto de diplomáticos, cónsules y agentes culturales en la renovación de las relaciones entre España y América, 1880-1939” (HAR201459250-R) financiado por el Ministerio de Economía y Competitividad.
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Im memoriam Gabriela Dalla-Corte Caballero
Índice
Introducción................................................................................................ 11 Matías Alonso Criado o la diplomacia transnacional Pilar Cagiao Vila......................................................................................... 19 Entre la literatura y la diplomacia. La gestión de Vicente Riva Palacio en Madrid, 1886-1896 Agustín Sánchez Andrés.............................................................................. 73 Agentes culturales y hombres prácticos. Clemente Palma y José Gálvez Barrenechea en el consulado del Perú en Barcelona (1900-1919) Ascensión Martínez Riaza.......................................................................... 111 Hacer patria en Hispanoamérica. El Instituto Diplomático y Consular Palmira Vélez Jiménez................................................................................ 159 Federico Rahola y la revista Mercurio: diplomacia consular iberoamericana entre la Guerra de Cuba y la Primera Guerra Mundial Gabriela Dalla-Corte Caballero................................................................ 195 Carolina Marcial Dorado (1889-1941): embajadora de lo hispano en Estados Unidos. El Bureau de Información pro-España Rosario Márquez Macías............................................................................ 223 A la sombra del Doce de Octubre: la gloria anhelada y fugaz de José María González García, “Columbia” Manuel Andrés García................................................................................ 253 Sobre los autores......................................................................................... 283
Introducción
En torno a preocupaciones generales o a acontecimientos considerados relevantes, en diferentes coyunturas la historiografía americanista ha priorizado diversos enfoques y temas de estudio. Para el caso de las relaciones entre España y América, cabe recordar que con motivo del V Centenario del Descubrimiento, hace ya más de dos décadas, los contactos culturales y diplomáticos y los flujos migratorios producidos entre ambas orillas del Atlántico cobraron un especial interés. Después, la investigación se movió por otros derroteros buscando itinerarios no tan transitados. Pero quedaron, y aún quedan, muchas líneas abiertas por las que discurrir y los autores de esta monografía son conscientes de ello porque, en su día, formaron parte de aquel gran proyecto, que ahora retoman. Los trabajos que la articulan incorporan lo avanzado por las últimas propuestas de la historia de las relaciones diplomáticas y culturales para continuar por caminos “donde la política no alcanza”. De este modo, el foco de atención se centra aquí en la actuación de diplomáticos, cónsules y agentes culturales del mundo español y americano que ejercieron su actividad en el arco cronológico que discurre entre 1880 y 1939. A través de lecturas diferentes, interesa mostrar cómo iniciativas individuales se convirtieron en entramados que alentaron y concretaron empresas colectivas sobre las que se fueron armando otros proyectos y actuaciones. En ese sentido, los actores que los autores rescatan se analizan no en su dimensión individual sino como parte de circuitos que se con-
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formaron en las repúblicas americanas y se proyectaron a España y viceversa. En esa línea, se muestra cómo los vínculos no fueron estrictamente bilaterales sino incluso trasnacionales. Esta preocupación por los actores como sujetos esenciales del entramado histórico, en la medida en que trasciende la historia personal de cada uno de ellos, permite reconstruir la urdimbre tejida por grupos de personas que se interrelacionan por compromisos, pactos y alianzas de diferentes categorías y que, en muchas ocasiones, redundan en estructuras —formales o informales— y en modos de actuación organizados. La investigación en trayectorias biográficas y en las experiencias que influyen en los comportamientos públicos y privados de importancia significativa desde el punto de vista político, social, económico o cultural, ofrece información y aporta elementos para la reconstrucción de redes cuya observación permite aproximarse a la complejidad de los conglomerados sociales. Eventualmente, posibilita también entender las motivaciones que impulsan las conductas y modos de proceder y de organizarse de los integrantes de esas redes y explicar el funcionamiento de los circuitos en los que se integran. Tal y como fue planteado en el proyecto de investigación del que la monografía colectiva deriva y en el que inspira su título,1 desde una propuesta innovadora, se trata de rescatar y construir la dimensión social, económica y cultural de iniciativas y actividades que suponen alternativas a la alta política interestatal de carácter oficial. Para ello, los autores se adentran en las relaciones que establecieron los actores seleccionados gracias, no solo a los vínculos sociales y políticos derivados de su profesión, sino también a los lazos personales y familiares. Partiendo de ellos, se tejieron redes de diferente operatividad, extensión y grado de incidencia en las que aprovecharon su influencia en la esfera pública para desenvolverse en distintos ámbitos de la cúpula social, cultural y política de los países en los que interactuaron. La participación en tertulias, asociaciones, instituciones, manifestaciones científicas y culturales, y/o empresas editoriales y periodísticas, fue el mecanismo de acciones colectivas, que tuvieron consecuen1. Este trabajo ha sido realizado en el marco del proyecto de investigación “Donde la política no alcanza: el reto de diplomáticos, cónsules y agentes culturales en la renovación de las relaciones entre España y América, 1880-1939” (HAR201459250-R) financiado por el Ministerio de Economía y Competitividad, del que soy investigadora principal.
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cias para las relaciones entre España y América. Con la singularidad de cada uno de los casos, se trata de abordar desde coordenadas comunes algunos de los caminos cruzados que siguieron los intercambios durante un período en el que emergieron y evolucionaron ideologías nacionalistas, regeneracionistas y americanistas. Entre las diferentes posibilidades de análisis se ha optado por desentrañar algunos de los engranajes de la actividad que, derivada de la función diplomática y consular o de modo paralelo a esta, desarrollaron algunos diplomáticos, cónsules y agentes culturales. Y aunque no siempre formaron parte de la élite de la vida pública, sí se integraron en plataformas oficiales y privadas desde las que se cimentaron vínculos que variaron según los casos y en los que influyeron la centralidad de sus ubicaciones y el grado de proyección de su actividad. Desde esa perspectiva, las aportaciones tienen como horizonte calibrar en qué medida algunas iniciativas alternativas cubrieron vacíos y potenciaron o intensificaron unas relaciones que, a lo largo del período analizado, la política oficial de los gobiernos no alcanzaba. Los textos que resultan del proyecto, en cuyo marco fueron gestados, mantienen enfoques comunes al tiempo que señalan diferencias acerca de cómo se articularon las redes generadas por los representantes diplomáticos y consulares, así como por actores de otro perfil que, a través de su discurso y su acción, promovieron las relaciones bilaterales desde los ámbitos públicos y privados que no siempre es posible deslindar. Se atiende a una casuística de amplio espectro en la que se reconocen actuaciones que se desarrollaron tanto en los centros de poder como en espacios periféricos y que se preocupa de situaciones locales y de otras más genéricas en las que las relaciones bilaterales entre España y las repúblicas americanas derivaron en otras de carácter transnacional. Este es, por ejemplo, el caso que presenta Pilar Cagiao Vila (Universidade de Santiago de Compostela) en el primer capítulo del libro, titulado “Matías Alonso Criado o la diplomacia transnacional”. Alonso Criado fue un español de nacimiento que, como consejero de la legación española en Montevideo, contribuyó al restablecimiento de relaciones diplomáticas con el Uruguay. Su trayectoria personal y profesional le llevó a representar al Paraguay como cónsul general en Madrid. Como indica el título de la contribución, Alonso Criado constituye un claro ejemplo de actividad diplomática transnacional a
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lo largo de varias décadas, al ejercer después como cónsul general del Paraguay y Chile en el Uruguay, y finalmente llevar a cabo otras actuaciones representando al Ecuador, además de mantener vínculos con la Argentina y Brasil por otro tipo de razones. Otras contribuciones referidas a otros representantes diplomáticos en España se ocupan no solo de personajes que ostentaron las más altas jerarquías como encargados de legación en Madrid, sino también de quienes, a falta de las primeras, representaron a su país desde otras posiciones del escalafón y en otros lugares de la península. En ambos casos, los agentes gubernamentales escogidos por los autores que los abordan supieron fundir en su gestión tanto la labor diplomática como la cultural. Así, Agustín Sánchez Andrés (Universidad Michoacana de San Nicolás Hidalgo), en “Entre la literatura y la diplomacia. La gestión de Vicente Riva Palacio en Madrid, 1886-1897”, profundiza en la trayectoria poliédrica de este prolífico escritor, jurista y militar mexicano que representó al gobierno de Porfirio Díaz en España durante más de una década, contribuyendo desde la legación al proceso de normalización de las relaciones hispano-mexicanas, al tiempo que a la difusión de una imagen favorable del régimen porfirista en nuestro país. Paralelamente, Riva Palacio desarrolló una intensa actividad académica, periodística y literaria que favoreció la difusión de la literatura mexicana en España y contribuyó a sentar las bases de las estrechas redes culturales que unirían durante el primer tercio del siglo xx a políticos e intelectuales de ambos países. Por su parte, Ascensión Martínez Riaza (Universidad Complutense de Madrid) introduce el significado de una institución poco conocida, el consulado. Mientras los diplomáticos se ocupaban de la alta política, los cónsules atendieron a cuestiones prácticas, especialmente el comercio, la representación y propaganda de su país y la atención a sus conciudadanos. “Agentes culturales y hombres prácticos. Clemente Palma y José Gálvez en el consulado del Perú en Barcelona (1900-1919)” desentraña el funcionamiento del consulado del Perú en Barcelona. Establecido en 1885 llegó a ser el más importante de todos los que el Perú acreditó en España. En la primera década del siglo xx estuvieron al frente dos escritores y políticos reconocidos que debieron el destino a sus vinculaciones con el poder político establecido. Compatibilizaron las tareas que el cargo conllevaba con la dedicación a la literatura, y en sus escritos ofrecieron una interesante
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percepción de España y de la candente cuestión catalana, complicada en esos años. Entre las investigaciones que se sitúan en España como escenario de interactuación está la de Palmira Vélez Jiménez (Universidad de Zaragoza). Aunque es sabido que diplomáticos y cónsules no fueron siempre funcionarios de carrera, en “Hacer patria en Hispanoamérica. El Instituto Diplomático y Consular” entra en una veta poco explorada: la formación de los diplomáticos españoles que ejercieron en América. A tal efecto se creó en Madrid en 1911 el Instituto Libre de Enseñanza de las Carreras Diplomática y Consular y Centro de Estudios Marroquíes, que en sus orígenes compartió sede y parte de su organigrama con la Real Academia de Jurisprudencia y Legislación. La autora hace hincapié en su programa de estudios dirigido a reencauzar la política de relaciones exteriores española en el tradicional ámbito hispanoamericano y, posteriormente, en África adentrándose en la composición del claustro docente mediante un acercamiento prosopográfico a sus integrantes que contempla las relaciones mantenidas con otras instituciones y ámbitos de sociabilidad. Junto a la diplomacia formal, fuera de los foros oficiales de las legaciones y consulados, se desarrolló una diplomacia paralela ejercida por comerciantes y empresarios desde instituciones y asociaciones, y por agentes culturales desde la literatura, la prensa e incluso las manifestaciones artísticas. Sobre un ejemplo sobresaliente construyó su propuesta Gabriela Dalla-Corte Caballero (Universitat de Barcelona) en el que fue su último trabajo que en este libro, que dedicamos a su memoria, ve la luz de manera póstuma. En su aportación, titulada “Federico Rahola y la revista Mercurio: diplomacia consular iberoamericana entre la Guerra de Cuba y la Primera Guerra Mundial”, Gabriela Dalla-Corte Caballero, con la prolijidad acostumbrada, acercó la lupa a uno de los artífices de la Revista Comercial Iberoamericana Mercurio y de la Casa de América de Barcelona, iniciativas de la burguesía catalana para promover actuaciones económicas y culturales con América, a las que dedicó buena parte de sus investigaciones. El abogado y publicista Rahola dirigió Mercurio desde 1903 hasta su fallecimiento en 1919. Su estrategia concitó el apoyo tanto de los cónsules españoles en América como de los de las repúblicas americanas acreditados en España y particularmente en Barcelona.
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Sobre el que entendía que debía ser su papel en el período cronológico señalado publicaría una serie de portadas desgranadas por nuestra añorada colega, a la que recordamos tan argentina como catalana. En el otro lado del Atlántico, los Estados Unidos no podían dejar de estar presentes en este caleidoscopio de experiencias americanistas. Rosario Márquez Macías (Universidad de Huelva), con su contribución “Carolina Marcial Dorado (1889-1941): embajadora de lo hispano en Estados Unidos. El Bureau de Informacion pro-España”, se ha propuesto analizar la trayectoria, hasta ahora inédita, de dicha institución creada en 1925 por la poderosa International Telephone and Telegraph, así como el perfil biográfico de su directora, una española afincada en Estados Unidos, que trabajó a favor de España y de su promoción en el extranjero. Por lo demás, sobra decir que esta contribución a las relaciones culturales entre ambos países cobra un especial valor por proceder de una mujer en un momento en el que existían severas dificultades para que las voces femeninas se dejaran sentir. Por último, la aportación de Manuel Andrés García (Universidad de Huelva), “A la sombra del Doce de Octubre: la gloria anhelada y fugaz de José María González, ‘Columbia’”, gira en torno a una de las personalidades más peculiares del movimiento hispanoamericanista que, desde la prensa y otras plataformas españolas, en sus diversas formulaciones acogió el esfuerzo de un gran número de intelectuales de ambas orillas del Atlántico. Este periodista ovetense, que alcanzó cierta notoriedad como impulsor de la festividad del Doce de Octubre, sin embargo, con el paso de los años, viviría una progresiva marginación que le acabaría abocando, pese a sus méritos conmemorativos, prácticamente a la intrascendencia. Donde la política no alcanza no presenta un conjunto de biografías yuxtapuestas y tampoco es un compendio de casos puntuales e inconexos. Obedece a un proyecto de largo aliento que, partiendo del diverso legado historiográfico, se adentra por caminos poco transitados, el de las trayectorias cruzadas de actores que no siempre estuvieron en primera línea de la diplomacia y la cultura o no fueron protagonistas de grandes acontecimientos. Desde escenarios locales y espacios internacionales se incorporaron a circuitos de preocupación americanista y formaron parte de redes que desde actuaciones concretas condujeron a
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decisiones de mayor envergadura. Fueron eslabones de una cadena de conexiones bilaterales y transnacionales cuyo conocimiento permite avanzar en la construcción de un modelo explicativo de cómo, donde la política no alcanzaba, se trabajó por la renovación de las relaciones entre España y América. Pilar Cagiao Vila Santiago de Compostela, diciembre de 2017
Matías Alonso Criado o la diplomacia transnacional Pilar Cagiao Vila Universidade de Santiago de Compostela
Español, escritor notable, orador elocuente y persuasivo, diplomático de la mejor escuela, afable, sencillo, ilustradísimo (…), por su origen, por sus cargos y por las grandes iniciativas que sostiene y arriesga en la América del Sur, puede considerársele representante de cinco naciones y puede ostentar las cinco patrias que se disputan prohijarle (…). Alonso Criado es la crónica viviente de América y acaso el mejor informado de todas las cuestiones y problemas de actualidad.1
Así definía un rotativo madrileño en el tránsito del siglo xix al xx a Matías Alonso Criado (Quintanilla de la Somoza, León, 1852-Montevideo, 1922) con motivo de su participación en el Congreso Social y Económico Hispano-Americano, celebrado en la capital de España en noviembre de 1900, representando al Paraguay, uno de los países a los que, además de España, Uruguay y Chile, se hallaba vinculado a esa altura. Por lazos familiares y profesionales mantuvo también estrechas conexiones con Argentina y Brasil y, con el tiempo, aún habría de añadir a sus quehaceres diplomáticos su relación con el Ecuador. Su dilatada andadura americana de más de cuatro décadas coincidió con un período de afianzamiento de estructuras forjadas sobre modelos políticos liberales y singularizado por el cruce de distintas variables que afectaron a la consolidación de los estados nacionales. El crecimiento económico que en términos generales caracterizó a la región durante esa etapa, basado en la exportación 1.
El Globo, Madrid, 21 de noviembre de 1900.
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de materias primas y en la inversión de capitales extranjeros, contó con ingredientes de diferentes categorías, entre los que hay que destacar —por cuanto atañen directamente al enfoque de esta propuesta— la exploración y ocupación de tierras, que permitieron la expansión de la gran propiedad, y el arribo de la inmigración masiva. De hecho, en el último de los terrenos, Matías Alonso Criado, con la formación suficiente como para integrar al poco tiempo de su llegada al Uruguay el selecto grupo de los profesionales liberales en un medio urbano en pleno desarrollo modernizador, fue posiblemente uno de los personajes más sobresalientes de la inmigración española del Río de la Plata entre el último cuarto del siglo xix y las dos primeras décadas del xx. Esta contribución se centra sobre todo en su dimensión como diplomático en una época en la que, por cronología, se multiplicaron los tratados bilaterales de reconocimiento entre los países y se implementó un tipo de relaciones internacionales en el que algunos actores, y las tupidas redes de las que formaron parte desde el punto de vista tanto institucional como personal, jugaron en más de una ocasión un papel fundamental. Alonso Criado, sin ser originalmente diplomático de profesión, ostentó diferentes cargos de este cariz. Pero, además de ello, actuó como un destacado agente cultural promotor de diversas actividades en un tiempo en el que, por influencia del espíritu positivista imperante, proliferaron las exposiciones universales —L. LópezOcón ha subrayado con sumo acierto lo que representaron para los países latinoamericanos—2 y las convocatorias de congresos internacionales, no solo como expresión de modernidad, sino también como mecanismo y verdadero ejercicio de diplomacia encarado al fomento de las relaciones entre países. Esta faceta de Matías Alonso Criado, con alguna excepción,3 ha sido escasamente abordada por la historiografía de sus países de origen y adopción, España y Uruguay, que en las oportunidades en las que se ha ocupado de este personaje lo ha hecho casi exclusivamente 2. López-Ocón Cabrera (2002). 3. G. Dalla-Corte Caballero ha acometido parcialmente la trayectoria de Matías Alonso Criado en algunas de sus investigaciones sobre el Paraguay. Se trata de trabajos, sin duda, muy valiosos, de los que, en algunos aspectos, seguramente por haber manejado otro tipo de fuentes y perseguir objetivos distintos, me permito discrepar cordialmente (Dalla-Corte Caballero 2014 a, b).
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a través de la misma fuente que, aunque se supone fiel a los hechos por cuanto es contemporánea a la vida del biografiado e incluso autorizada por él, no solo contiene algunos errores, sino que también resulta insuficiente para captar la envergadura de esta dimensión si no se cruza con otro tipo de documentación.4 En este caso, resulta necesario señalar que este trabajo tiene como antecedente otro anterior realizado a cuatro manos con Rosario Márquez Macías en el que, desde diferente enfoque y ceñido exclusivamente a parte de su actividad en el Paraguay,5 ya se acometían algunos de los aspectos sobre los que, ahora de manera individual, he considerado necesario volver añadiendo otras perspectivas a la luz de nuevas fuentes de diferente procedencia. Matías Alonso Criado o “no dar puntada sin hilo” Tras sus primeros estudios en Zamora, Matías Alonso Criado se licenció en Derecho y Filosofía y Letras en la Universidad de Salamanca en 1873, doctorándose después en la de Valladolid. Durante esos años de vida estudiantil, participó activamente en las actividades de la Juventud Católica y en los ambientes literarios que le eran próximos. Todo ello dejaría honda huella en las convicciones y aficiones personales que desarrolló a lo largo de su vida. En enero de 1874 embarcó en Lisboa con destino a Montevideo llevando consigo algunas recomendaciones de Emilio Castelar, con el que compartía filiación republicana y de quien incluso, según algunos de sus biógrafos, sin que hayamos podido encontrar constancia documental, había sido secretario personal. Pero lo que sí parece seguro, según el propio testimonio de Alonso Criado, es que fueron los acontecimientos que rodearon la salida del gobierno de este político durante la I República los que decidieron su traslado a América.6 Matías Alonso no perdió el tiempo. A los pocos meses de su arribo, ya había revalidado su título de abogado en la Universidad de 4. 5. 6.
Valls y Moragues (1918). Siguiendo esta obra, en España: Ibáñez Fernández (1990: 263-266); en Uruguay: Fernández Saldaña (1945: 49-50), Reyes Abadie (2000: 154-157). Cagiao Vila y Márquez Macías (2016). Alonso Criado (1881: 3).
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Montevideo, lo que le permitió rendir el correspondiente examen ante el Tribunal Superior de Justicia y acceder a la Matrícula de Abogados Orientales.7 Inicialmente, se estableció en la ciudad de Colonia, cabecera del departamento del mismo nombre, donde se habían asentado muchos de sus paisanos maragatos. En menos de un año multiplicó sus actividades públicas, entre las que destacó su contribución a la creación de la Biblioteca Popular, en cuyo folleto fundacional figuraba, además, su primera —y no muy brillante— incursión en la poesía por la que sentía gran afición.8 En esta ciudad escribió artículos para algunos medios de prensa departamentales —La Libertad de Carmelo— y de Montevideo —La Idea y La Tribuna, con la que desde España también colaboraba Emilio Castelar—, así como el prólogo al Manual de Policía, redactado por el representante parlamentario de Colonia, Antonio O. Villalba. En ese texto, en el que con poco más de veinte años demostraba sobradas dotes como jurista, ya abogaba por la urgente necesidad de codificar las leyes de la República Oriental del Uruguay.9 Poco después, pasó a ejercer como asesor del juzgado y como abogado y representante de la Junta Jurídica y Administrativa coloniense, cargo del que sería cesado posteriormente por ciertas acusaciones relacionadas con la convulsa situación política uruguaya de entonces que lo vinculaban a la oposición al régimen del general Lorenzo Latorre y que él consideraba calumniosas y sin fundamento.10 Otras dedicaciones relacionadas con la agricultura, primero como aficionado y posteriormente de manera más profesional, le condujeron a formar parte de la Asociación Rural del Uruguay, en la que, instalado ya en Montevideo desde comienzos de 1875, integró durante un corto tiempo su junta directiva. Su relación con esta entidad gremial le proporcionó vínculos y amistades que a posteriori habrían de depararle oportunidades interesantes que, por supuesto, no desdeñó. Entre otras, la que mantuvo con el explorador español Juan de Cominges, 7. El Siglo, Montevideo, 28 de junio de 1874. 8. Rivero Scirgalea (2006). 9. A esa tarea se abocaría desde 1876, después de haber fundado en mayo del año anterior el Boletín Jurídico Administrativo, publicación pionera en su género en el Uruguay. Su monumental recopilación legislativa constituye todavía a día de hoy la base del Registro Nacional de Leyes y Decretos de la República. 10. Alonso Criado (1881: 31).
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con quien trabó una sólida relación que habría de perdurar a lo largo de muchos años y proyectos y que cristalizaría en una apretada red de relaciones cruciales para Alonso Criado, tanto en el ámbito privado como público de su actividad relacionada con el Paraguay. Quizás fue en torno a 1876 cuando visitó por primera vez ese país si nos fiamos de cierta tradición arraigada en la cultura urbana de Montevideo que asevera que el popular Árbol de la Enseñanza fue regalado por Matías Alonso Criado al educador José Pedro Varela tras su viaje al Paraguay.11 Verdad o no, a medio plazo, su relación con este país marcaría decisivamente su vida y su trayectoria. Convertido rápidamente en un miembro connotado de la colectividad española de Montevideo, Matías Alonso fundó en 1877 el periódico de su propiedad La Colonia Española, para el que contó como colaboradores con algunos de sus más íntimos amigos, tanto compatriotas como orientales, y que pronto se ganó el respeto entre los órganos de prensa del país. Su éxito en este terreno le permitiría en su primer viaje a España a fines de 1878 presentarse ante Antonio Cánovas del Castillo como director de una publicación que, a juicio del propio presidente del Consejo de Ministros, era “americana en España y española en América”.12 Bajo el mismo cartel, pudo también en esa misma estancia iniciar la colaboración con los medios de prensa peninsulares de los ambientes culturales más selectos. De hecho, a su regreso a Montevideo, poco antes de embarcarse en La Coruña en el vapor Araucanía a mediados del mes de enero siguiente, vio la luz su primera contribución en La Ilustración Española y Americana, en la que, a través de un largo artículo de crítica literaria en dos entregas, demostraba el amplio conocimiento adquirido a esa altura de la lírica uruguaya de entonces.13 Dicha colaboración sobre otros temas literarios se reanudaría en 1882 después de haber sido interrumpida por su dedicación como abogado consultor de la Legación y Consulado de España en Montevideo. 11. Véase: . 12. Alonso Criado (1881: 29). 13. La Ilustración Española y Americana, 15 y 22 de diciembre de 1878. Esta inclinación por la poesía le llevaría a escribir modestas composiciones de aficionado para alguna velada literaria, como la celebrada en Paysandú en 1879 a favor de los damnificados por las inundaciones de Murcia. En El Hispano-Americano, Montevideo, 9 de febrero de 1911.
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Fue designado para esa tarea en 1880 cuando empezó a trabajar codo a codo con el encargado de negocios, Manuel Llorente Vázquez. Para apoyar su gestión, desde las páginas de La Colonia Española, que dirigió hasta 1881, salió al paso de múltiples asuntos relacionados con la representación española en el país.14 Pero, sobre todo, prestó su asesoría para lograr el arreglo definitivo de las relaciones entre España y Uruguay que culminaron en el protocolo firmado en Montevideo entre ambos países en agosto de 1882.15 En febrero de 1884, Alonso Criado volvería a Madrid con el fin de impulsar la eventual firma de un convenio hispano-uruguayo de propiedad literaria cuya negociación se había iniciado en 1875.16 De la intensa actividad que desarrolló durante esta estancia da fe no solo la prensa, sino también —y en términos puramente diplomáticos— el abultado expediente que obra en el antiguo archivo histórico del Ministerio de Asuntos Exteriores de Madrid y que acredita su inminente internacionalización en la región rioplatense.17 Porque, en primer lugar, en ese viaje a España también llevaba el encargo del presidente del Paraguay, el general Bernardino Caballero, quien a fines de diciembre del año anterior lo había nombrado cónsul en Madrid, de obtener la expedición del regium exequatur que le permitiría definitivamente ejercer como tal. Caballero había sido persuadido por su ministro de Relaciones Exteriores, José Segundo Decoud, de que el abogado español era el mejor candidato para afianzar el tratado suscrito entre el Paraguay y España en 1880. Pero la recomendación de Decoud no era casual, sino que era deudora de un antiguo nexo existente entre ambos que derivaba de la reanudación de relaciones diplomáticas de su país con el Uruguay efectuada en abril de 1883. Y a ello había contribuido notablemente la visita efectuada a Montevideo por parte del titular de Exteriores paraguayo durante la cual Matías Alonso Criado le acompañó a visitar al presidente Máximo Santos con el fin de solucionar el conflicto que, originado por la Guerra de la Triple Alianza, se mantenía entre ambos países. 14. Montevideo, 6 de abril de 1880, Archivo Histórico Nacional (en adelante, AHN). Sección Ministerio de Asuntos Exteriores (en adelante, SMAE) H-1794. Asuntos Consulares 40. 15. González (1948: 121). 16. Montevideo, 1 de febrero de 1875. AHN. SMAE H-1793. Sección Política 13. 17. AHN. SMAE. PP 60. Expediente 422.
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Archivo Histórico Nacional. Sección Ministerio Asuntos Exteriores. PP 60. Expediente 422.
Consecuentemente, por un lado, con el nombramiento de Alonso Criado para el cargo de cónsul en Madrid, la deuda personal de Decoud quedaba saldada y, por otro, se garantizaba que el abogado español, quien demostraba excelente disposición para asumirlo, según
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afirmaba en su carta privada al ministro paraguayo,18 se convertiría en el mejor valedor de los intereses del país ante la corte madrileña. Los trámites fueron rápidos: el 8 de marzo, el cónsul general del Paraguay en España, Héctor Varela,19 enviaba al ministro de Estado la carta patente de Matías Alonso; el 22 del mismo mes, el Ministerio informaba al Palacio Real en favor de la concesión del regium exequatur y, el 9 de abril Alfonso XII ratificaba con su firma el característico diploma.20 Esa primavera resultó realmente frenética para Matías Alonso, quien, decidido a darse a conocer en todos los ámbitos capitalinos como preámbulo —o en paralelo— a otro tipo de intenciones, se dejó ver por todo cuanto acontecimiento de carácter cultural hubo en la capital de España durante aquellos meses. Entre otros actos, en marzo, haciendo gala de sus indiscutibles dotes oratorias, pronunció un discurso en el homenaje al poeta Manuel del Palacio, cuyo nombre sonaba en aquel momento para ser designado ministro de España en el Uruguay; en abril, concurrió al dedicado al escritor Emilio Ferrari, donde también tomó la palabra;21 y, un mes más tarde, asistió con “el todo Madrid” a las exequias de Eduardo Gasset y Artime, fundador de El Imparcial, donde coincidió con Cánovas del Castillo, cuya acción había resultado determinante en la propuesta, efectuada poco tiempo atrás, de ser incorporado como miembro residente fuera de España a la Real Academia de la Historia.22
18. Montevideo, 7 de enero de 1884. Ministerio de Relaciones Exteriores del Paraguay (en adelante, MRREEPY). Departamento de Asuntos Consulares y Legalización (en adelante, DACyL) 13. Matías Alonso Criado a José Segundo Decoud. Agradezco a Philip Duncan Webb la localización y digitalización de todos los documentos utilizados procedentes de este repositorio. 19. Héctor Florencio Varela, de nacionalidad argentina e hijo del famoso político y escritor Florencio Varela, ejerció como cónsul general del Paraguay en España desde 1882, sumando ese cargo al que ya ostentaba desde el año anterior como cónsul general de la República Argentina. Su primer vínculo con el Paraguay se produjo en la década de los setenta, cuando, tras un viaje a ese país, escribió una obra sobre la esposa de Francisco Solano López, Elisa Lynch (Hernández Prieto 1981: 128, 131). 20. AHN. SMAE. PP 60. Expediente 422. Consulados Extranjeros. 1884. Paraguay. 21. El Imparcial, 20 de marzo y 23 de abril de 1884. 22. Pocos meses después, Matías Alonso entregaría una importante contribución documental a esta institución en nombre del filólogo español residente en Uruguay Daniel Granada (La Revista Escolar, Madrid, 21 de octubre de 1884).
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No sería este, por cierto, el único apoyo que el presidente del Consejo de Ministros prestaría a Matías Alonso Criado, pues no parece casual que el 16 de junio Cánovas se dirigiese a José Elduayen, titular del Ministerio de Estado, insistiendo en una petición del
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abogado leonés que consistía en la revalidación formal de su designación como asesor letrado de la Legación y Consulado de España, que había sido efectuada en Montevideo en 1880. Aportaba para ello los méritos que lo avalaban junto con las necesidades expuestas desde la representación diplomática española en aquella capital. Los argumentos se basaban en la situación extraordinaria que se había producido tras la firma del Tratado de Paz y Amistad celebrado entre España y la República Oriental del Uruguay en 1870, razón por la que, ante la imposibilidad de disponer de un negociado específico para atender la complicada cuestión de la deuda hispano-uruguaya, se necesitaba “del consejo letrado de un abogado que actuase en ambos foros”.23 De hecho, Matías Alonso venía prestando su asesoría en diferentes causas que necesitaron de largas y complejas negociaciones para satisfacer a las partes. Una de sus intervenciones más sonadas sería la de ejercer como apoderado del expresidente Lorenzo Batlle y Grau, cuya reclamación ante el gobierno español fue atendida al cabo de algunos años a través de la liquidación que recibieron sus descendientes.24 Tras la mediación de Cánovas, el asunto se dirimió favorablemente y el nombramiento de Alonso Criado como abogado consultor de legación española en el Uruguay fue definitivamente aprobado por el Ministerio de Estado con la precisión expresa de que tuviese carácter honorario.25 Recibió tan grata noticia durante el fugaz viaje que realizó a Montevideo interrumpiendo brevemente su estancia en España, que se reanudaría de nuevo con su retorno a Madrid a mediados de septiembre para cumplir con sus obligaciones como cónsul del Paraguay.26 Genio y figura de un personaje a quien no parecía preocuparle 23. AHN. SMAE. PP 60. Expediente 422. 24. Mercurio, Revista Comercial Ibero-Americana, Barcelona, 18 de marzo de 1915. 25. A primeros de agosto, desde la Subsecretaría de la Legación de España en Montevideo se acusaba recibo de esta confirmación. En AHN. SMAE. PP 60. Expediente 422. Vicente Samaniego al ministro de Estado. 26. La Correspondencia de España (edición de la noche), Madrid, 13 de septiembre de 1884. Muy probablemente, ese desplazamiento tan rápido al Uruguay tuvo que ver con el nombramiento de Manuel del Palacio como ministro de España en aquella república a donde llegó a fines de agosto. Con tal motivo, además de las recepciones oficiales, La Ilustración Uruguaya publicó una biografía suya escrita precisamente por Alonso Criado (Archivo Diplomático de España. Revista internacional, política, literaria y de intereses internacionales, Madrid, 28 de septiembre de 1884).
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excesivamente cruzar el Atlántico varias veces en tan escaso plazo de tiempo. El 2 de noviembre de 1884, Matías Alonso regresó de nuevo al Uruguay, no sin antes dirigirse, ese mismo día, a su “digno Jefe, Ministro y
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amigo”, José Segundo Decoud.27 En su carta, además de informarle de la escasez de trabajo en el consulado, lo que permitía que su ausencia quedase cubierta por el vicecónsul Daniel Herrero Cabello,28 le sugería que, habiéndose producido el cese de Héctor Varela como cónsul general en España, se expidiese la oportuna licencia para cubrir su vacante y, por lo tanto, ascender en categoría. Su petición no habría de caer en saco roto. Además, en su misiva, Alonso Criado comunicaba a Decoud la reciente publicación en Madrid del libro titulado Las noches del Paraguay, del que era autor Enrique Kubly de Arteaga, un joven escritor que entonces fungía como enviado extraordinario y ministro plenipotenciario del Uruguay en España y Portugal. Le adjuntaba tres ejemplares por el interés que pudiera tener para la Biblioteca Nacional de Asunción todo lo relacionado con el Paraguay y también porque, como no daba puntada sin hilo, al difundir la obra de Kubly demostraba su intención de mantener su privilegiada relación con el Uruguay. De hecho, al poco tiempo de llegar a Montevideo —donde también se ocuparía de los asuntos de la colectividad española con la asiduidad de siempre—,29 se dirigió al presidente Máximo Santos para asesorarle acerca de la conveniencia de iniciar las gestiones oportunas para la devolución de los trofeos de guerra obtenidos tras la derrota paraguaya en la Guerra de la Triple Alianza. A tal efecto, Santos firmaría el correspondiente decreto en abril de 1885 como gesto simbólico que ratificaría las relaciones de amistad entre ambos países recientemente reanudadas. Pero del consejo del abogado español se deducían otro tipo de razones que beneficiarían personalmente no solo al presidente oriental, Máximo Santos, sino también al senador Carlos de Castro, jefe de la misión diplomática que acompañó hasta Asunción la devolución de los trofeos. Ambos, junto con el propio Matías Alonso Criado, que a esta altura gozaba no solo de la confianza, sino también de la amistad personal del presidente Bernardino 27. Madrid, 2 de noviembre de 1884, MRREEPY, DACyL 18. 28. En su comunicación del 15 de enero de 1885 al Ministerio de Relaciones Exteriores del Paraguay, Herrero Cabello confirmaba su nombramiento de fecha 3 de noviembre y su toma de posesión del cargo cinco días más tarde. MRREEPY, DACyL 18. 29. A comienzos de 1885, junto con el abogado oriental Carlos María Ramírez, desplegó una intensa actividad a favor de las víctimas de los terremotos de Málaga y Granada. Juntos promovieron la publicación del álbum Montevideo-Andalucía, auspiciado por la prensa de la capital uruguaya (La Ilustración Española y Americana, 22 de abril de 1885).
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Caballero,30 se convertirían en propietarios de importantes lotes de terreno en el Chaco paraguayo. Bastantes años más tarde, el abogado leonés reconocería abiertamente que él mismo había sido el ejecutor directo de todas aquellas adquisiciones a raíz de la promulgación de la Ley de 16 de julio de 1885 por parte del gobierno paraguayo.31 Esta circunstancia determinaba de manera clara que necesitase estar próximo al terreno de sus intereses personales sin que por ello se viese afectado su cargo de representación consular en Madrid, al que tampoco estaba dispuesto a renunciar, sino todo lo contrario. Por ambas razones, en septiembre de 1885 viajó a Asunción donde movió sus redes para solucionar el problema. La anómala situación de que siguiese ejerciendo su cargo en Madrid, donde se le exigía residencia, quedaría resuelta cuando consiguió ser ascendido, tal y como ya le había sugerido a Decoud meses atrás, a la categoría de cónsul general en España y logró que el vicecónsul, Daniel Herrero Cabello, fuese elevado a la de cónsul. Durante unos días, pendiente todavía la obtención del regium exequatur, Alonso Criado continuó ejerciendo su antigua labor, aunque despachando los asuntos desde Asunción.32 Enseguida partió para Madrid y a fines de octubre se dirigió al Ministerio de Estado para comunicar la presentación de las patentes de los nuevos cargos y solicitar la expedición de los correspondientes exequatur que finalmente ambos obtendrían en enero de 1886. Pero, como el nombramiento de cónsul general en España también exigía residencia en Madrid, inmediatamente agregaba en su informe que “teniendo que recorrer las diferentes provincias de la Península para revisar, instalar y organizar los Consulados y Viceconsulados del Paraguay en España, queda encargado interinamente del Consulado General, el Sr. Cónsul del Paraguay en Madrid D. Daniel Herrero y Cabello”.33 30. Sobre Caballero, Matías Alonso Criado publicó un elogioso artículo durante su estancia madrileña de 1884 (Las Dominicales del Libre Pensamiento, 15 de junio de 1884). 31. Montevideo, 16 de abril de 1904. MRREEPY, DACyL 61. Matías Alonso Criado a Antolín Irala. 32. Asunción, 12 de septiembre de 1885. MRREEPY. DACyL 18. Matías Alonso Criado a José Segundo Decoud. 33. Madrid, 30 de octubre de 1885, AHN, SMAE. PP 60. Expediente 422. A tenor de la información que figura en la Guía Oficial de España, Alonso Criado ostentaría este cargo hasta 1895 y Herrero Cabello el suyo hasta 1903, sin que fuese ascendido nunca a la categoría de cónsul general, aunque, por los datos de otras publicaciones paraguayas, habría cesado ya de manera efectiva hacia 1893 (Aceval 1893: 59).
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En realidad, hasta donde hemos podido comprobar, Matías Alonso Criado no regresó a España hasta 1888. Mientras no llegó ese momento, continuó trabajando en Montevideo en la redacción de la extraordinaria compilación jurídica que había iniciado hacía más de una década y que paulatinamente iba viendo la luz en diferentes tomos bajo el título de Colección Legislativa de la República Oriental del Uruguay. Además, en 1887, publicaría en Buenos Aires otra obra —Veinte mil pensamientos—, en la que recopilaba máximas y sentencias de diferentes autores de todas las épocas, a las que era muy aficionado. Compaginaba estas eruditas tareas con su activa participación en todo cuanto evento referido a España y la colectividad española se organizase, actuando generalmente como el gran orador que era.34 34. A mediados de 1886, en la Asociación Española de Socorros Mutuos, pronunció el discurso de bienvenida al ministro de España, Julio de Arellano (Archivo Diplo-
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Pero, además de todo eso, como ya fuera expuesto en otro lugar, el verdadero punto de mira de Alonso Criado en aquellos momentos se dirigía al Paraguay.35 Y en ello centró todos sus esfuerzos cuando, consciente de la significación que la participación del país podría tener en el estímulo de su apertura internacional y actuando en su papel de cónsul general en Madrid, propuso que concurriese a la Exposición Universal de Barcelona de 1888.36 Tras obtener el beneplácito por parte del gobierno de Patricio Escobar, en el que su amigo Decoud seguía al cargo de la cartera de Exteriores, Matías Alonso puso manos a la obra dedicándose a completar dos trabajos que había iniciado en 1887. Se trataba de la redacción de un folleto titulado La República del Paraguay y de la elaboración de un mapa del país de grandes dimensiones. Según su propio testimonio de muchos años después, para el segundo había tomado como base el mapa de Fidel Maíz de 1884, el plano oficial publicado al año siguiente con motivo de la venta por parte del Gobierno de las tierras fiscales del Chaco —asunto que de sobra conocía por ser uno de los compradores e impulsor de otras adquisiciones— y otros informes catastrales.37 La primera versión de estos trabajos fue preparada en Montevideo por su hermano, Manuel Alonso Criado, a quien Matías dejó el encargo de mantenerse en contacto con el ministro de Relaciones Exteriores paraguayo para los preparativos de la edición definitiva, que, cuando ya se encontraba camino de Europa, se imprimiría en la capital uruguaya en el moderno taller de Alfredo Godel.38 Efectivamente, a fines de mayo de 1888, Matías Alonso ya se encontraba en Barcelona. El 1 de junio acudió a la fiesta de inauguración del monumento a Colón levantado, precisamente, con motivo de la Exposición. Las sabrosas descripciones que sobre el particular envió a José Segundo Decoud, por lo gráficas y grandilocuentes que resultan, no tienen realmente desperdicio.39 Asistió a ese acto con David Rou-
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mático de España. Revista internacional, política, literaria y de intereses internacionales. Madrid, 30 de junio de 1886). Cagiao Vila y Márquez Macías (2016). La Dinastía, Barcelona, 11 de enero de 1888. Montevideo, 22 de abril de 1905. MRREEPY. DACyL 133. Matías Alonso Criado a Cecilio Báez. Alonso Criado (1888). Barcelona, 2 de junio de 1888. MRREEPY. DACyL 41.
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vier, cónsul del Paraguay en Barcelona, quien, de hecho, ejercía la presidencia efectiva de la delegación de este país en la Exposición, mientras que Alonso Criado ostentaba la honorífica. Como vocales de la misma actuaron Juan Rius, que había sido un importante comerciante en Asunción, y Eduardo Brugada, cuyas desavenencias debieron ser manifiestas a tenor del informe que Rouvier hizo llegar a Asunción.40 Posteriormente, ya desde la capital de España, Alonso Criado comunicaría a Decoud que la sección del Paraguay en la Exposición había quedado definitivamente instalada. A su carta adjuntaba el catálogo en el que, además de la relación de objetos exhibidos,41 figuraba como prólogo el texto del opúsculo anteriormente mencionado —La República del Paraguay— y el mapa que reproducía a pequeña escala la versión del de tamaño gigante que adornó el pabellón paraguayo. También daba parte de las gestiones que había efectuado en Barcelona para encargar estudios científicos sobre las potencialidades terapéuticas de las plantas paraguayas, así como de las llevadas a cabo con Juan Rius para que, mediante sus contactos comerciales, se facilitase la importación de yerba mate. Asimismo, le notificaba que, junto con Nicolás Angulo, otro poderoso comerciante español y cónsul honorario de España en Asunción que accidentalmente se encontraba en Madrid, se había presentado ante el director de la Compañía Arrendataria de Tabacos con el fin de promocionar el del Paraguay.42 Sobre este asunto volvería en su posterior comunicación de agosto que era realmente exhaustiva. Importante era también la información que proporcionaba, recibida del cónsul del Paraguay en Málaga y Antequera, acerca de la potencialidad inmigratoria que la depauperada Andalucía podía ofrecer al país. Y, por las ventajas que podía reportar, sugería la posibilidad de ofrecer pasajes subsidiados tal y como hacía entonces la República Argentina. Por otro lado, comentaba también que varias revistas extranjeras le habían solicitado su folleto La República del Paraguay para ser traducido. Ese hecho debió de resultarle especialmente satisfactorio teniendo en cuenta que, meses atrás, ya había dado instrucciones a su hermano Manuel para que se dirigiese al Ministerio de Relaciones Exteriores en Asunción con el fin de pedir 40. Barcelona, 22 de julio de 1888. MRREEPY. DACyL 41. David Rouvier a José Segundo Decoud. 41. Dalla-Corte Caballero (2014b). 42. Madrid, 22 de junio de 1888. MRREEPY. DACyL 41.
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que, para la eventual internacionalización del Paraguay en el escaparate europeo, su obra debería contar con traducciones al francés, inglés, italiano y alemán.43 Finalmente, indicaba a Decoud que, a su juicio, los esfuerzos efectuados para el montaje del pabellón paraguayo en la muestra de Barcelona merecían ser rentabilizados al máximo y, por lo tanto, animaba a que fuese trasladado íntegramente desde España a París, donde tendría lugar la siguiente exposición universal en menos de un año.44 En septiembre de 1888, El Imparcial de Madrid dedicó dos de sus columnas de portada al pabellón paraguayo, cuya instalación haría merecedora al gobierno del Paraguay de una de las medallas de oro otorgadas por el jurado reunido en la Ciudad Condal, galardón que también obtendrían varios de los productos exhibidos por este país, junto con otras de plata y bronce y varias menciones honoríficas. De todo ello, Matías Alonso Criado enviaría una relación no menos detallada que las que había remitido a Decoud y a su sucesor en el Ministerio de Relaciones Exteriores en Asunción, Juan Centurión, cuando estaban a punto de cerrarse las puertas de la Exposición Universal. Poco antes, tras haber viajado a Londres y París, se trasladó de nuevo a Barcelona, donde, con la intensidad acostumbrada, desarrolló diferentes actividades: subió en globo aerostático con la esposa del jefe de Gobierno, Práxedes Mateo Sagasta, con quien mantenía una cordial amistad después de haberlo asistido como abogado en diferentes ocasiones; intervino en la velada organizada en el Ateneo como obsequio a los productores y expositores extranjeros, y, pocos días más tarde y en este mismo lugar, junto con David Rouvier, disertó acerca de la necesidad de difundir los productos americanos en Europa.45 Después de abandonar Cataluña —tras otra fugaz salida a Francia para organizar los preparativos de la presencia paraguaya en Exposición Internacional de París del año siguiente y conseguir por fin la traducción de su folleto al francés46—, en Madrid, pronunció una conferencia en la Asociación de Escritores y Artistas sobre los tratados especiales que 43. Montevideo, 22 de mayo de 1888. MRREEPY. DACyL 41. Manuel Alonso Criado a José Segundo Decoud. 44. Madrid, 10 de agosto de 1888. MRREEPY. DACyL 41. 45. La Época, Madrid, 23 de noviembre de 1888. 46. En 1889 se publicó en Burdeos la versión francesa del mismo texto original traducida por el cónsul general del Paraguay en Francia, Max Winsweiler.
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España debía firmar con los países de América en materia literaria y cultural.47 A fines de enero de 1889, desde Cádiz, regresó a Montevideo y en abril se trasladó a Asunción, donde la prensa local, calificándolo como “uno de los raros amigos que tiene el Paraguay”, se encargó de ensalzar su actividad en la Exposición de Barcelona llegando a afirmar “que todo eso lo hace el doctor Alonso Criado desinteresadamente, sin ambicionar nada y solo por el cariño que le tiene a este desgraciado país”.48 Quizás se puedan tachar de excesivamente ingenuas las generosas palabras con las que este periódico asunceno calificaba a quien, como se dijo, desde 1885 era uno de los grandes propietarios de tierras en el país y que en este viaje de 1889 actuó como artífice de la primera visita del empresario español residente en la Argentina, Carlos Casado del Alisal, a los territorios que, con anterioridad, y por mediación de Matías Alonso, ya poseía en el Chaco.49 Precisamente, estos fueron los argumentos que Matías Alonso había utilizado cuando en diciembre del año anterior, estando aún en España, pletórico por los éxitos obtenidos en la Exposición Universal de Barcelona y con el foco puesto en sus intereses personales, se dirigió al Congreso de la República del Paraguay con el fin de obtener la ciudadanía legal. El documento hallado en el archivo del Ministerio de Relaciones Exteriores paraguayo, creemos que hasta ahora inédito, arroja nueva luz sobre la recurrente aseveración sostenida por varios autores y hagiógrafos de Alonso Criado de que, en la decisión del Congreso, que efectivamente le otorgaría la condición de ciudadano —aunque honorario— en 1889, este no había tenido nada que ver. Pero su lectura detenida indica que, por el contrario, fue él mismo quien solicitó “la naturalización a que se cree en derecho”. Exponía primero sus méritos propagandísticos hacia el Paraguay a través de su gestión como cónsul general en España, de la que se habían derivado 47. La Monarquía, Madrid, 23 de enero de 1889. 48. La Democracia, Asunción, 24 de abril de 1889. Agradezco a mi colega paraguayo Herib Caballero la cesión de los números digitalizados de este y otros periódicos asuncenos. 49. A través de su estrecha amistad con el abogado asturiano establecido en Buenos Aires Rafael Calzada, Alonso Criado había entrado en contacto con Casado del Alisal, quien, asesorado por ellos, adquirió en 1886 una inmensa cantidad de tierras, convirtiéndose en el principal latifundista del Chaco (Dalla-Corte Caballero 2009).
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no solo sus publicaciones referidas al país y la exitosa participación en la muestra catalana, sino también la apertura de los mercados españoles a los productos naturales paraguayos, así como la corriente de emigración en ascenso procedente de España de agricultores, industriales y profesionales de toda clase hacia la República. Pero, además de lo anterior y como argumento principal, subrayaba sobre todo el hecho de haber sido “el iniciador de las compras de D. Carlos Casado y otros capitalistas españoles”, así como el de que él también había adquirido “cincuenta leguas de territorio nacional del Chaco, frente a Villa Concepción, no con objeto de enajenarlas a terceros, sino para explotarlas directamente por medio de la colonización conforme a meditados proyectos que serán pronto una realidad”.50 Y tanto que lo serían y, además, a muy corto plazo. Porque, si bien no logró la totalidad de sus pretensiones, a su regreso a Montevideo de la estancia en el Paraguay que tuvo lugar durante abril y mayo de 1889 —por lo que no pudo acudir personalmente a la Exposición Universal de París— obtendría otras compensaciones que le permitirían iniciar nuevos proyectos. Hasta entonces, y como en ocasiones anteriores hiciera desde Asunción, Matías Alonso seguiría despachando, ahora desde la capital uruguaya, los asuntos relativos a su representación como cónsul general del Paraguay en Madrid e informando al titular de Exteriores del aumento de demanda para emigrar hacia el país que existía en diversas provincias de la Península. Le comunicaba, además, que hasta fines de 1889 no preveía volver a España, donde entretanto actuaría en su nombre el cónsul Herrera Cabello, por lo que devolvía al Ministerio los correspondientes sellos con su firma y rúbrica. En octubre, le remitiría los premios y medallas obtenidos en la exposición catalana que desde Barcelona le había enviado el cónsul del Paraguay en Barcelona, David Rouvier, para quien, por cierto, Alonso Criado solicitaba el favor de que a su yerno se le concediese el viceconsulado en la Ciudad Condal.51 Desconocemos si esta recomendación fue o no atendida, pero lo que sí es seguro es que, en 1890, Rouvier sería ascendido a la categoría de cónsul general en Barcelona. La posición de este importante consignatario de varias compañías de buques y asegurado50. Madrid, 6 de diciembre de 1888. MRREEPY. DACyL 41. Matías Alonso Criado al Honorable Congreso de la República del Paraguay. 51. Montevideo, 30 de junio y 30 de octubre de 1889. MRREEPY. DACyL 41. Matías Alonso Criado a Juan Centurión.
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ras marítimas resultaba perfecta para que, tal y como había señalado meses atrás el propio Matías Alonso en su mensaje de agradecimiento a la Sociedad Geográfica de Madrid por su designación como corresponsal en Montevideo, se fomentasen las relaciones comerciales con España, que pasaban por supresión de las trabas existentes y la acuciante necesidad de establecer nuevas líneas de navegación.52 Matías Alonso Criado, cónsul general del Paraguay y de Chile en la República Oriental del Uruguay Uno de los beneficios más inmediatos del viaje al Paraguay efectuado por Matías Alonso Criado en 1889 fue su designación, por decreto presidencial de 25 de noviembre de ese año, como cónsul general del Paraguay en el Uruguay. Sin duda, su deseo de obtener la ciudadanía legal había estado impulsado por su aspiración a obtener otro cargo de mayor investidura —ministro plenipotenciario en Montevideo— que le hubiera proporcionado mayor amplitud de facultades para sus actividades tanto públicas como privadas. Frustrada esta pretensión, su nombramiento como cónsul general, reconocido por decreto del presidente uruguayo, Julio Herrera y Obes, fechado el 30 de septiembre de 1890,53 le llevaría a aplicarse a fondo en su nuevo cometido. De sus informes remitidos al Ministerio de Relaciones Exteriores del Paraguay a lo largo de sus años de ejercicio en Montevideo dan testimonio los voluminosos legajos conservados en el archivo histórico de esa institución. Por su mejor conocimiento de la situación uruguaya, por su proximidad física a ambos escenarios y por la relación existente entre estos dos países americanos, estas comunicaciones, mucho más detalladas aún que las que redactara desde España, daban cuenta de todas las cuestiones relativas a la política nacional e internacional de la región que pudiesen afectar en alguna medida al Paraguay. Así, por ejemplo, en su informe de fin de año de 1890, como en otros posteriores, Matías Alonso abordaba el espinoso asunto de la solicitud que el gobierno uruguayo había recibido de los de Argentina y Brasil para sumarse a la iniciativa de acuñar unas medallas conmemo52. Boletín de la Sociedad Geográfica de Madrid, 1 de enero de 1890. 53. Ministerio de Relaciones Exteriores del Uruguay. Archivo Histórico Diplomático. Subfondo Cancillería. Sección Libros de Administración. Libro 11, folio 251.
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rativas de la Guerra de la Triple Alianza y de la sutileza con la que el de Uruguay trataba de enfrentarse al mismo con el fin de no enturbiar las relaciones con el Paraguay.54 Volvería sobre esta cuestión en abril del año siguiente cuando refería las duras críticas publicadas por la prensa uruguaya hacia el Gobierno oriental, decidido a aceptar la propuesta argentino-brasilera, añadiendo que aquellos recuerdos “pasaron a la historia” tras la firma del Tratado de Paz y Amistad de 1883 entre el Uruguay y el Paraguay y la devolución de los trofeos de guerra en 1885, en la que, en alguna medida, había tenido que ver.55 En lo relacionado con las transacciones económicas, Alonso Criado, atento a los mercados, actuaba con total diligencia, excediendo incluso, aunque de manera confidencial, el límite de las funciones inherentes a su cargo. Así lo dejaba saber, por ejemplo, en el mencionado informe de diciembre de 1890, en el que vertía sus apreciaciones sobre el tabaco paraguayo, cuyos aranceles habían elevado el coste de su importación, encareciéndose notablemente en los mercados uruguayos. Y en ese punto reconocía abiertamente su colaboración oficiosa con el ministro de Brasil en Montevideo, afectado también por la medida, para, poniéndose a su mismo nivel, modificar esta circunstancia. Por otro lado, este mismo informe delataba la situación económica del consulado paraguayo que provocaba que Matías Alonso adelantase dinero de su peculio personal por gastos que debían correr por parte del Ministerio de Relaciones Exteriores. Pero lo más llamativo de este asunto no estriba en la precariedad de efectivo por parte del consulado —común, por otro lado, a la práctica totalidad de las representaciones consulares de la época, no solo en América, sino también en Europa— ni en la disponibilidad de sufragar los mencionados gastos por parte de quien, por su saneada posición económica, podía permitírselo sobradamente, sino en sus indicaciones de que la deuda le fuera abonada “a mi nombre en la casa de los Srs. Angulo y Cía de esa capital”.56 De
54. Montevideo, 31 de diciembre de 1890. MRREEPY. Departamento Político y Diplomático (en adelante, DPD) 30. Legación Uruguay 1891. Comunicaciones del Consulado de Paraguay en Montevideo. Matías Alonso Criado a Venancio López, ministro de Relaciones Exteriores. 55. Montevideo, 17 de abril de 1891. MRREEPY. DPD 30. Matías Alonso Criado a Benjamín Acebal, ministro interino de Relaciones Exteriores. 56. Montevideo, 31 de diciembre de 1890. MRREEPY. DPD 30. Matías Alonso Criado a Venancio López, ministro de Relaciones Exteriores.
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esta instrucción se deducen las sólidas relaciones económicas personales que en el Paraguay Alonso Criado mantenía a esa altura con Nicolás Angulo, fundador y propietario desde 1883 de la casa comercial que llevaba su apellido, personalidad del mundo financiero asunceno y cónsul general honorario de España en la capital paraguaya.57 La continua variación en los destinatarios de las misivas certifica la inestabilidad política que en esta época caracterizó al Paraguay y que implicó numerosos cambios en la nómina de los sucesivos titulares de la cartera de Relaciones Exteriores. Y quizás porque en el momento del tercer informe de 1891 el responsable ministerial volvía a ser su íntimo amigo José Segundo Decoud, quien al mismo tiempo ocupaba la cartera de Hacienda, Matías Alonso Criado se mostró especialmente exhaustivo en su relación. Realmente, este informe constituye un verdadero dosier informativo de la época sobre el estado económico de la República Oriental del Uruguay, con agudas observaciones acerca de las posibilidades de acrecentar sus nexos comerciales con el Paraguay. En su texto subrayaba los beneficios que reportaban las excelentes condiciones del puerto de Montevideo —que ya había sido el principal para el Paraguay antes de estallar la Guerra de la Triple Alianza en 1865— como el mejor para ser utilizado en todas las transacciones comerciales con el exterior no solo por su posición geográfica de intermediación con Europa, sino también para evitar la excesiva dependencia de la Argentina. En el comentario de la balanza comercial uruguaya, señalaba los efectos de la aguda crisis económica que en 1890 había afectado a los países del Plata, que, a su juicio, en el caso del Uruguay debía ser considerada como “un accidente, un tropiezo con mayor o menor acierto llevado” y que, de menor efecto que en la Argentina, una vez superada, garantizaba una perspectiva alentadora que habría de revertir en el Paraguay. Su análisis de la situación se completaba con los datos acerca de la navegación de cabotaje, del movimiento migratorio y del comercio interior, así como de la deuda pública uruguaya, que se había visto aumentada por la construcción del ferrocarril dependiente de las inversiones británicas. Finalmente, aconsejaba estimular la apertura de las mercaderías paraguayas hacia el Uruguay, muy particularmente de tabaco, cuyos ensayos de cultivo habían resultado poco fructíferos en esta república, por lo que dependía de las importaciones del exterior, en las que el Pa57. Cagiao Vila y Dalla-Corte Caballero (2016: 179).
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raguay debería, sin ninguna duda, ocupar el primer lugar. En definitiva, Alonso Criado aspiraba a que este informe “pueda servir de prólogo para restablecer las relaciones comerciales interrumpidas entre 1865 a 1870 durante cuyo periodo de aislamiento y sin producción en nuestra república, buscó Montevideo otro mercado en que surtirse de los artículos que recibía antes exclusivamente del Paraguay (…) y que lo librarían del tutelaje comercial de Buenos Aires”.58 En el mes de junio siguiente, Matías Alonso le remitiría a José Segundo Decoud, de nuevo al frente de la cartera de Exteriores paraguaya, similares consideraciones. Insistía en esta ocasión, en la necesidad de aumentar la cantidad y calidad de la yerba mate que se exportaba hacia el Uruguay, en franca competencia con la procedente de Brasil.59 Sobre otro tipo de asuntos, en otras comunicaciones, recomendaba al gobierno paraguayo que “como obra de patriotismo y humanidad” facilitase la repatriación de los numerosos connacionales que, por efecto de la crisis, se encontraban desempleados. Agregaba que se trataba de “hijos ausentes que aleccionados por la experiencia y formados en el Río de la Plata, llevarían un nuevo contingente de aptitudes y laboriosidad para el progreso de nuestra República”. Y considerando los esfuerzos que el Paraguay había hecho sin éxito para atraer inmigración,60 concluía diciendo: “Creo, Sr. Ministro que el sacrificio que demando es de poca importancia pues el pasaje de Montevideo a la Asunción es muy inferior al que se ha estado pagando para traer inmigrantes de Europa”.61 Por otro lado, muy importante para Alonso Criado resultaba detallar en todos sus informes el estado de salud pública existente en Montevideo y en otros lugares de la región por los efectos que las enfermedades contagiosas (fiebre amarilla, tifus, viruela…) podían tener en los embarques que se efectuasen vía fluvial con destino al Paraguay con el fin de decretar las pertinentes cuarentenas y tomar medidas higiénicas necesarias copiadas de las llevadas a cabo en el Uruguay.62
58. 59. 60. 61.
Montevideo, 10 de marzo de 1891. MRREEPY. DPD 30. Montevideo, 1 de junio de 1891. MRREEPY. DPD 30. Morales Raya (2017). Montevideo, 10 de marzo de 1891. MRREEPY. DPD 30. Matías Alonso Criado a Venancio López, ministro de Relaciones Exteriores. Sobre la cuestión de la inmigración subsidiada, véase Marqués Rodríguez y Morales Raya, (en prensa). 62. Montevideo, 17 de febrero y 9 de mayo de 1891. MRREEPY. DPD 30. Matías Alonso Criado, respectivamente, a Benjamín Aceval y Venancio López.
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A su comunicación del 9 de mayo de 1891 —escrita pocas horas después de haber pronunciado la oración fúnebre dedicada a quien había sido uno de sus grandes amigos, Emilio Reus, otro español que también había hecho importantes inversiones en el Paraguay—, siguió otro informe en el que advertía al Ministerio de Relaciones Exteriores de su inminente viaje a Asunción. Pero antes de su traslado, habida cuenta de los constantes cambios en la cartera del Ministerio de Relaciones Exteriores paraguayo, remitió informes diarios de distinto tenor que en buena medida reiteraban lo expuesto con anterioridad ante José Segundo Decoud. Volvía a insistir en la necesidad de reducir los derechos de aduana de las exportaciones paraguayas de tabaco y yerba mate —a las que ahora agregaba las relativas a las maderas paraguayas— hacia Montevideo con el objetivo de competir con otros productores de la región.63 Por otro lado, en otro de sus escritos, tras subrayar que “los representantes del Paraguay en el exterior no solo deben dar informaciones consulares relacionadas con el comercio y la navegación”, añadía otra “patriótica misión” causada por “la dispersión de la familia paraguaya en los países vecinos a causa de la guerra de 1865 a 1870”. Con ello proponía la apertura de un registro de los paraguayos residentes en el extranjero donde figurase la constancia de su fallecimiento con el fin de regularizar, llegado el caso, los trámites testamentarios de cada uno de ellos. Asomaba ahí su talante de jurista y su dominio en todos los campos del derecho en los que había ganado tanto prestigio. A fines de julio de 1891, tal y como había anunciado, Matías Alonso Criado viajó por fin a Asunción. En esa estancia coincidió con su amigo Rafael Calzada, a quien sirvió de introductor en los ambientes políticos y culturales asuncenos que tantas consecuencias tendrían para el abogado asturiano.64 Con él participó en el homenaje que tuvo lugar en el Teatro Nacional en honor del primer ministro plenipotenciario de Venezuela que actuó en el Paraguay. A petición del público que llenaba la sala, Alonso Criado improvisó un discurso en el que, con su elocuencia habitual, introdujo los paralelismos que a su criterio existían entre la historia de ambos países y que según la prensa asuncena fue sumamente aplaudido por la concurrencia.65 Además, La Democracia 63. Montevideo, 26 y 27 de julio de 1891. MRREEPY. DPD 30. Matías Alonso Criado a Venancio López, ministro de Relaciones Exteriores. 64. Cagiao Vila y Márquez Macías (2016: 64). 65. La Democracia y La República, Asunción, 28 de agosto de 1891.
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publicó durante su estancia la transcripción íntegra de los informes consulares del 1 de junio y el 26 de julio anteriores acerca de los altos gravámenes que pesaban sobre la importación desde el Uruguay del tabaco y la yerba mate paraguayos.66 Alguna influencia debieron tener aquellos textos —inicialmente destinados al Ministerio y ahora convertidos en artículos de prensa— en la redacción de un escrito que, quizás inspirado por el propio Alonso Criado, dirigieron los principales comerciantes e industriales de Asunción —entre los que se encontraban algunas firmas españolas— al presidente de la República, Juan G. González. En el mismo, demandaban el envío urgente a Montevideo de un agente diplomático que propiciara la reducción de los aranceles en la que tanto venía insistiendo el cónsul general cuando se quejaba de carecer de la investidura suficiente para negociarla él mismo.67 En asuntos de otra índole, conocidos los preparativos de la exposición universal que los Estados Unidos planificaban celebrar en Chicago en 1893, Matías Alonso Criado recomendaba encarecidamente la participación del Paraguay en el evento. Y, como propaganda del país, y quizás aspirando a ser designado como su representante en la muestra norteamericana, sugería que su folleto La República del Paraguay, elaborado en español para la Exposición de Barcelona de 1888 y en francés para la de París del año siguiente, fuese traducido al inglés, actualizando los datos estadísticos y geográficos.68 Pero, llegado el momento, en Asunción se constituyó una comisión central para confeccionar una sección nacional presidida por Benjamín Aceval —en quien seguramente se pensó por haber sido representante diplomático en los Estados Unidos— para que el Paraguay concurriese a la World’s Columbian Exposition. Sin embargo, un año antes, este país no tuvo representación oficial en las celebraciones conmemorativas españolas del IV Centenario, oportunidad para la que el gobierno paraguayo había designado precisamente a Matías Alonso Criado, todavía cónsul general en Madrid. Y, aunque de hecho figuraba como vicepresidente de honor del Congreso Mercantil Hispanoamericano-Portugués y había sido invitado a 66. La Democracia, Asunción, 7, 8 y 10 de agosto y 3 de septiembre de 1891. 67. Asunción, 7 de septiembre de 1891. MRREEPY. DPD 30. Varias Comunicaciones Año 1891. 68. Montevideo, 21 de octubre de 1891. MRREEPY. DPD 30. Varias Comunicaciones Año 1891. Matías Alonso Criado a Venancio López, ministro de Relaciones Exteriores.
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otros de los varios que se celebraron a lo largo de 1892, esgrimiendo motivos personales, no viajó a España.69 Así lo manifestó en su comunicación al ministro paraguayo de Exteriores, deplorando que “por motivos de salud no me haya sido posible aceptar para mi honrosísimo cargo de representar al Paraguay en la solemne e internacional conmemoración”.70 Reales o no, las razones aducidas no fueron óbice para que colaborase con los proyectos que por el mismo motivo y a iniciativa de las sociedades españolas del Uruguay se preparaban en Montevideo. A tal efecto, a mediados de año, había tenido lugar una reunión en el Club Español a la que concurrieron las asociaciones italianas y representantes de la intelectualidad oriental para discutir cómo se constituiría la comisión local del IV Centenario, que, a propuesta precisamente de Matías Alonso, se compondría a partes iguales del mismo número de miembros de las tres nacionalidades. Finalmente, los trabajos de la comisión, que de modo efectivo quedó bastante reducida y en la que el leonés tuvo un notable protagonismo, se concretaron en la edición de un álbum de grandes dimensiones, titulado Montevideo-Colón, que contaba con numerosas ilustraciones y más de ciento treinta colaboraciones.71 La de Alonso Criado consistió en un artículo titulado “El porvenir de Montevideo” y en la reproducción de su discurso en honor del Club Español que sirvió de sede oficial a las fiestas del Centenario.72 Todo parece indicar que esas actividades culturales en Montevideo le alejaban mucho menos que el fallido viaje a España del escenario de sus verdaderas preocupaciones: los asuntos del Paraguay. Y no solo los propios de su cargo de cónsul general en el Uruguay, entre los que se contaban el fomento de la inmigración hacia el país al que servía desde los del Río de la Plata y las relaciones mercantiles que se empeñaba en dinamizar insistiendo en las rebajas aduaneras, sino también los derivados de su interés personal, entre los que, sin duda, existía más de una conexión. De hecho, desde fines de 1891 venía trabajan69. 70. 71. 72.
La Democracia, Asunción, 26 de agosto de 1892. Montevideo, 18 de agosto de 1892. MRREEPY. DACyL 24. Martínez Martínez (1992: 30-51). Montevideo-Colón. Número único publicado por la Comisión del IV Centenario del Descubrimiento de América 1492-1892, Montevideo: Imp. El Siglo Ilustrado.
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do estrechamente en un proyecto concreto con su amigo el sacerdote salesiano Luigi Lasagna, a quien ya había ayudado en la lejana década de los setenta a instalar su congregación en el barrio montevideano de Villa Colón, donde también compartieron sus aficiones viticultoras. Lasagna, que ahora había ascendido a superior de la orden salesiana en el Uruguay y Brasil, le propuso que intercediese ante el presidente Juan G. González con el fin de extenderla al Paraguay, lo que también reportaría beneficios a Matías Alonso y a otros propietarios del Chaco al favorecerse la reducción de los indios por la vía de la actividad misional y la creación de una escuela agrícola gestionada por los religiosos italianos en terrenos cedidos por el leonés.73 El intrincado operativo que entre ambos articularon con el fin de conseguir sus objetivos, abordado por varias investigaciones basadas en distintas fuentes y con diferentes enfoques,74 pasó porque Matías Alonso no dudase en utilizar todas las influencias a su alcance en el ámbito tanto político como religioso. En el Uruguay contó desde 1892, justo el año en el que su amigo José Segundo Decoud fue designado ministro plenipotenciario del Paraguay en Montevideo,75 con decisivos apoyos de personajes católicos y masónicos, credo que compartía el presidente Juan G. González. Este, a su vez, adquirió de Lasagna el compromiso de solicitar ante el papa que la vacante del obispado de Asunción fuese cubierta por Sinforiano Bogarín, a quien él mismo consagraría en febrero de 1895 en la capital paraguaya. Derivado de esta trama, no se debe descartar incluso la posible relación existente con el inicio, pocos meses después, de ciertos ensayos de exportación de tabaco paraguayo desde Montevideo hacia puertos italianos, quizás propiciadas por la Orden y, con seguridad, pagadas del propio bolsillo de Alonso Criado con el fin de abrir nuevos mercados.76 Pero el hecho real es que, al cabo de un de un año, estaba ya definitivamente organizado el traslado al Paraguay de los salesianos que llegarían al país en julio de 1896 con el fin de fundar una escuela de artes y oficios en Asunción, cuyo programa definió en buena medida el propio Alonso Criado, quien personalmente acompañó la expedición desde Monte73. Ferreira (1991: 233). 74. Morel (2011: 296), Dalla-Corte Caballero (2014a) y Cagiao Vila y Márquez Macías (2016: 66-67). 75. Montevideo, 26 de mayo de 1892. MRREEPY. DACyL 24. 76. La Democracia, Asunción, 8 de junio de 1895.
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video.77 Obviamente, por la connotación religiosa de este acontecimiento, entre los notables paraguayos que recibieron a los miembros de la Orden se encontraría el flamante obispo Sinforiano Bogarín, cuya amistad con el cónsul general del Paraguay en el Uruguay se había venido acrecentando desde que, poco tiempo atrás, este hubiese colaborado en su designación para tan alto cargo. La apretada relación que fue surgiendo entre ambos se pondría de manifiesto en agosto de 1897 a través de un hecho ocurrido en España —el asesinato de Cánovas— que proporcionó a Matías Alonso la oportunidad de contar nuevamente con Bogarín como colaborador. El leonés, que no solía descuidar nunca los favores recibidos que a lo largo de su trayectoria le habían permitido tejer tupidas redes de apoyo para su promoción, tampoco había olvidado el prestado por Cánovas en 1884 promoviendo su introducción en la Real Academia de la Historia y su revalidación como asesor letrado de la legación española en Montevideo en la misma fecha. Así, cuando se produjo la muerte de Cánovas, Matías Alonso encontró la ocasión propicia para rendirle su propio homenaje aprovechando otro de la colonia española de Valparaíso que, con motivo de un acto organizado el 20 de agosto de 1897, encargó la oración fúnebre al administrador eclesiástico de esa diócesis chilena, Ramón Ángel Jara, quien aceptó gustoso en razón de su ascendencia española. Alonso Criado se apresuró a imprimir aquel discurso en Montevideo, para el que escribió un largo prólogo laudatorio hacia Cánovas dedicado a su viuda, añadiendo, tras la oración de Jara, un epílogo redactado por el obispo de Asunción, Sinforiano Bogarín.78 Con esa sencilla estrategia, Alonso Criado pretendía de alguna manera relacionar a los dos países a los que prestaba servicios desde que el gobierno chileno lo hubiera designado cónsul general en Montevideo en octubre de 1893, tal y como había notificado al gobierno de Asunción al comunicarle sus gestiones para abrir mercados en Santiago y Valparaíso que resultasen beneficiosos para el Paraguay.79 Después de 77. La Opinión, Asunción, 20 de julio de 1896. A esta delegación salesiana siguió otra a principios de 1897, que también fue organizada desde Montevideo por Matías Alonso Criado según su carta a José Segundo Decoud fechada en Montevideo el 12 de enero de ese año (MRREEPY. DACyL 50). 78. Alonso Criado (1897b). 79. Montevideo, 18 de noviembre de 1893. MRREEPY. DACyL 61. Matías Alonso Criado a Venancio López.
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obtener ese nombramiento y mientras esa representación diplomática coincidió en el tiempo con la que ya tenía del Paraguay, procuró favorecer las relaciones entre ambos países en otras cuestiones de diferente índole. Así, por ejemplo, tras la llegada a Montevideo en 1895 de Carlos Morla Vicuña como ministro plenipotenciario de Chile en el Uruguay y el Paraguay, con quién trabó una estrecha relación,80 apoyó las gestiones efectuadas para lograr que algunos jóvenes oficiales paraguayos se educasen en la Escuela Militar de Santiago y en la Naval de Valparaíso y consiguió varias remesas de libros chilenos para las bibliotecas de Asunción.81 Y cuando en 1903 la delegación de Chile, que había ido a Buenos Aires a limar las últimas asperezas con la argentina por la vieja cuestión de límites, visitó Montevideo, Matías Alonso tomaría la palabra “para asociar el nombre del Paraguay a estas manifestaciones de fraternidad americana”82. Así pues, Matías Alonso Criado cerraba el siglo contando en su haber con una intensa actividad diplomática. Respecto de la relacionada con Chile, desde 1898 mantuvo una correspondencia asidua con el Ministerio de Relaciones Exteriores en Santiago —mucho más técnica que la sostenida con Asunción— en torno a varios asuntos relativos a la aplicación de leyes consulares y de navegación y posibilidades para la apertura de mercados en el Uruguay a los productos chilenos, muy particularmente del salitre. Para el envío de las primeras remesas de este fertilizante, favoreció personalmente los contactos entre la Asociación Rural del Uruguay y la Asociación de Propaganda de Iquique.83 En lo que atañe al Paraguay, en los últimos años de la década de los noventa continuó desarrollando su labor propagandística a través de artículos periodísticos sobre diferentes temas, sumados a otro tipo 80. Montevideo, 9 de noviembre de 1895. DACyL 47, Matías Alonso Criado a José Segundo Decoud. 81. Montevideo, 3 de septiembre de 1897. MRREEPY, DACyL 50. 82. Montevideo, 4 de junio de 1903. MRREEPY. DACyL 61. Matías Alonso Criado a Antolín Irala. 83. Ministerio de Relaciones Exteriores de Chile (en adelante, MRREECH). Archivo General Histórico (en adelante, AGH). Oficios recibidos de los consulados de Chile en Ecuador, Estados Unidos, El Salvador, Paraguay, Uruguay y Venezuela. Vol. 261-B. Cónsules de Chile en el Uruguay, 1898. Agradezco a mi colega chileno Rafael Sagredo el haberme facilitado la digitalización de todos los documentos procedentes de este fondo.
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de textos en los que prestaba especial atención a la mejora de la producción agropecuaria.84 Con ello cumplía parte del proyecto que le había enviado a José Segundo Decoud cuando volvió a ser designado ministro de Relaciones Exteriores en 1895, donde le anunciaba su propósito de publicar a través del consulado algunos folletos sobre ciertos productos (algodón, caucho, tabaco, yerba o cueros) para difundir las potencialidades del Paraguay.85 Pero no cabe duda de que también en este rubro mediarían sus intereses personales, pues Matías Alonso, propietario de explotaciones ganaderas en el Chaco (Puerto Pedernal), que mantendría hasta el fin de su vida86, fue uno de los introductores de ciertos tipos de reses que ya conocía bien por abundar extensivamente en el Uruguay, y de ahí el empeño que habría de mostrar más adelante por la instalación de saladeros de carne en aquella región.87 Y, por otro lado, también como viticultor de larga experiencia en tierra uruguaya, intentó promover esta práctica en el Paraguay copiando el modelo oriental.88 En la memoria anual correspondiente a 1899 que remitió al Ministerio de Relaciones Exteriores, se extendió detalladamente acerca de la inmigración que a su juicio necesitaba el país. De hecho, a lo largo de varios meses ya había enviado sucesivos informes acreditando las diligencias efectuadas por su parte en Montevideo para hacer llegar al Paraguay, vía Buenos Aires, inmigrantes sicilianos y australianos con pasajes subsidiados por el Gobierno o por empresarios particulares,89 cuya suerte, por cierto, no fue excesiva.90 Prácticamente en todos los informes de ese año reiteraba el hecho de que todas sus gestiones habrían podido ser más fructíferas de contar con una investidura diplomática de mayor rango que la que poseía, sobre todo después de haber 84. Almanaque Sudamericano, Buenos Aires/Montevideo, 1897 (el artículo está fechado en mayo de 1896); La Democracia, Asunción, 5 de julio de 1895, y también Alonso Criado (1897a). 85. Montevideo, 16 y 24 de junio de 1895. MRREEPY. DACyL 47. 86. Chaves (1918: 231). 87. Montevideo, 28 de mayo de 1898 (MRREEPY. DACyL 49) y 8 de julio de 1899 (MRREEPY. DACyL 54). Matías Alonso Criado a José Segundo Decoud. 88. Alonso Criado (1896). Sobre el asunto de la viticultura volvería en su comunicación a José Segundo Decoud fechada en Montevideo el 19 de mayo de 1897 (MRREEPY. DACyL 50). 89. Montevideo, 14 de junio de 1900. Memoria del año 1899 y primer trimestre de 1900. MRREE. DACyL 137. 90. Saija (2010).
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quedado vacante el puesto de ministro residente al frente de la legación paraguaya en Montevideo tras la marcha de César Gondra.91 Que Matías Alonso aspiraba a un cargo superior al de cónsul general parece fuera de toda duda, aunque, por el momento, como ya había ocurrido cuando una década atrás solicitó sin éxito la ciudadanía legal parece que con el mismo fin, solo se dejaba entrever. Más adelante y en otro contexto, se pondría claramente de manifiesto. De hecho, estas veladas aspiraciones se traducían en ciertas actitudes en el ejercicio de su cargo al frente del consulado general, donde, como si se tratase de un diplomático de alto rango, fomentó la creación de una Comisión de Socorros gestionada por señoras distinguidas de Montevideo para arbitrar recursos para las víctimas de una epidemia que entonces asolaba la ciudad de Asunción. Huelga decir que la presidenta de esa comisión era su propia esposa —Adolfina Martínez de Alonso, auténtica primera dama de la oficina consular— y que buena parte de las integrantes lo eran de los uruguayos e inmigrantes españoles que tenían propiedades en el Paraguay. En un terreno más personal, este comportamiento filantrópico, pero también típico de quien pretendía demostrar el éxito de una trayectoria que, en el caso de Alonso Criado, parecía haber alcanzado su cénit, tuvo paralelo con el que llevó a cabo en beneficio de su tierra natal maragata, a la que había enviado las suficientes remesas económicas como para que fuese arreglada la iglesia y la escuela del pueblo que le vio nacer.92 Este tipo de iniciativas, que ya se le reconocían en el Diccionario Enciclopédico Hispano-Americano de Literatura, Ciencias y Artes, que en 1898 le dedicó una entrada glosando su vida, tendrían continuidad más adelante cuando Matías Alonso sufragase los premios otorgados en los Juegos Florales organizados por el Casino de Astorga en 1902.93 Su labor benefactora, por otro lado, característica de los emigrantes triunfadores, le abriría el camino para recibir otras distinciones en su patria chica, que, aunque de diferente naturaleza, engrosarían su ya más que abultado currículum.94 91. Montevideo, enero a noviembre de 1899. MRREEPY. DACyL 54. Matías Alonso Criado a José Segundo Decoud. 92. El Heraldo Astorgano, Astorga, 27 de junio de 1899. 93. El Lábaro, Astorga, 24 de mayo de 1902. 94. Martínez Martínez (1992: 26).
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Idas y vueltas a comienzos de un nuevo siglo En julio de 1900 se embarcó en el vapor Satrústegui para ir de nuevo a Europa y comenzar un largo periplo de actividades en representación del Paraguay. Primero, en la Exposición Universal de París y, luego, en el Congreso Social y Económico Hispano-Americano, que, auspiciado por la Unión Ibero-Americana, tendría lugar en el mes de noviembre en Madrid. Suponemos que Matías Alonso realizó esta travesía con especial satisfacción no solo porque viajaba con su amigo Pablo Varzi, presidente de la Unión Industrial del Uruguay, y su hijo Emilio Alonso, entonces joven periodista en la Argentina, sino también porque la fecha del arribo a Las Palmas coincidió con la fiesta nacional uruguaya, que, precisamente por su presencia a bordo, fue homenajeada con un concierto en el propio buque.95 Por una vez, y casi como un símbolo, estaban representadas allí tres de las nacionalidades a las que por su trayectoria pública y privada se había visto vinculado tras veintisiete años en América. Desembarcó en Vigo y, después de unos días en Zamora, donde aún conservaba amistades de sus años de adolescente, tomó el tren hacia Francia. Pero, según cruzó la frontera y tuvo noticia de que en San Sebastián se había organizado un banquete dedicado a agasajar a los obreros que iban a viajar a la Exposición de París como representantes de los trabajadores españoles, sin pensarlo dos veces, reculó hacia la ciudad vasca. Alonso Criado, acostumbrado al protagonismo del que sin duda gozó habitualmente y que si no estaba a su alcance buscaba por todos los medios, se dirigió entonces a la reunión presidida por el ministro de Estado, Eduardo Dato, donde espontáneamente improvisó un discurso en nombre de los trabajadores españoles de América.96 Después, retomó el camino a París, donde, además de asistir al Congreso Internacional de Americanistas, visitó la Exposición Universal. Allí, su principal cometido consistió en hacer acopio de todos los adelantos técnicos e industriales exhibidos con el fin de informar al gobierno del Paraguay, cuya delegación especial encabezaba. Además, a título personal, participó en los banquetes celebrados en honor de Emilia Pardo Bazán y de José 95. Heraldo de Madrid, Madrid, 18 de julio de 1900. 96. El Día, Madrid, 9 de agosto de 1900; La Época, Madrid, 9 de agosto de 1900.
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Echegaray, ambos cronistas para la prensa española en la muestra parisina.97 En el Congreso Social y Económico Hispano-Americano de Madrid integró la comisión paraguaya, presidida por el ministro plenipotenciario en España, Eusebio Machain, y el rector de la Universidad Nacional de Asunción, Héctor Velázquez. Su actividad se extendió a numerosas comisiones de trabajo, en algunas ocasiones ostentando esta representación, en otras como emigrante español en América y en todas como jurista. En la de Artes y Letras presentó varias enmiendas que fueron admitidas por unanimidad y en la de Relaciones Comerciales propuso que Cádiz fuese declarado puerto franco.98 Además, en la sección de Economía Pública realizó algunas precisiones acerca de la inconveniencia de discutir el asunto del fomento positivo de la emigración, a su juicio “asunto vidrioso sobre el que no se pueden decir todas las verdades delante de los representantes de América”99; y en la de Jurisprudencia y Legislación declaró que en la observancia de los tratados surgidos del Congreso de Montevideo de 1888, de los que era un firme defensor para encarar las relaciones internacionales, se hallaban resueltos muchos de los problemas planteados en el de Madrid por coincidir en su espíritu con el de aquel celebrado en la capital uruguaya en materia de derecho mercantil, marítimo y civil.100 Por otro lado, en la sede de la Unión Ibero-Americana, organizadora del Congreso, fue también notable su disertación acerca de las reformas que debían introducirse en la legislación consular y diplomática tanto de España como de los países americanos. A lo largo de su estancia, Matías Alonso Criado participó en todos los actos y convites ofrecidos por doquier a los representantes de los países de América, ya fuese como delegado del Paraguay o como español residente en el Uruguay. Con su amigo Rafael Calzada, que también había ido al Congreso Social y Económico Hispano-Americano, 97. El Imparcial, Madrid, 4 de septiembre de 1900 y Heraldo de Madrid, 10 de octubre de 1900. 98. En el mes de diciembre, antes de partir para Cádiz con rumbo a Montevideo, dirigió una carta al Diario de Cádiz con importantes apreciaciones acerca de las reformas que beneficiarían al puerto de esta ciudad andaluza (El Globo, Madrid, 10 de diciembre de 1900). 99. La Correspondencia de España, Madrid, 17 de noviembre de 1900. 100. Heraldo de Madrid, Madrid, 15 y 16 de noviembre de 1900; Unión Ibero-Americana, Madrid, noviembre de 1900.
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representando a los españoles de la Argentina, y con otros españoles residentes en el Río de la Plata, asistió a la recepción ofrecida por el ministro de Marina para agradecer su contribución en la colecta efectuada con motivo de la Guerra de Cuba para adquirir el crucero que precisamente llevaba ese nombre. Con los intelectuales latinoamericanos que habían asistido al congreso tomó parte en el banquete de Lardhy organizado por Gaspar Núñez de Arce y también en el que el ministro argentino en Madrid ofreció en honor de Vicente Blasco Ibáñez. Por su parte, la viuda de Cánovas le brindó otro a Alonso Criado en agradecimiento a las palabras que sirvieran de prólogo a la oración fúnebre dedicada por Ramón Jara en Valparaíso al estadista español. Finalmente, el 20 de diciembre inauguró el ciclo de conferencias acerca de los países hispanoamericanos organizado por la Sociedad Geográfica de Madrid con una erudita intervención en la que demostró su amplio conocimiento de América y específico del Paraguay.101 A comienzos de 1901, Matías Alonso regresó al Uruguay. En el mes marzo, después de redactar su memoria anual como cónsul general del Paraguay en este país dirigida al Ministerio de Relaciones Exteriores, intervino, esta vez como uno de los delegados del Instituto Paraguayo, heredero del Ateneo de Asunción, en el Congreso Científico LatinoAmericano celebrado en Montevideo. Allí, presentó dos ponencias. Una, titulada “El Paraguay, sus progresos en treinta años: estudio histórico y estadístico con los datos más recientes”, y otra, bajo el epígrafe: “Propaganda conjunta de Sudamérica en Europa y medios prácticos para aumentar las vinculaciones fraternales de los diferentes países de América Latina”. De este segundo trabajo se extrajeron algunas de las conclusiones que fueron unánimemente aprobadas por los asistentes al congreso, algunas de las cuales ya había expuesto con anterioridad en otros foros.102 Después de su participación en los congresos de Madrid y Montevideo, intensificar las relaciones comerciales entre los países latinoa-
101. El Globo, Madrid, 21 de diciembre de 1900. 102. Conveniencia de que las naciones latinoamericanas se adhiriesen a los tratados de derecho internacional sancionados después del Congreso de Montevideo de 1888, vigentes ya en el Uruguay, Argentina, Paraguay, Bolivia y Perú; necesidad de organizar convenciones sanitarias, consulares y aduaneras que facilitasen el comercio recíproco libre de gravámenes y las comunicaciones y establecimiento de oficinas de canje (La Democracia, Asunción, 29 de marzo de 1901 y Caras y Caretas, Buenos Aires, 30 de marzo de 1901).
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mericanos y entre estos y España sería una de las principales obsesiones de Matías Alonso. Para facilitarlas, a fines de 1902 expuso una serie de ideas ante los organismos a los que tenía acceso con mayor facilidad. En primer lugar, desde su cargo de cónsul general del Paraguay en el Uruguay, el mismo día de toma de posesión del nuevo gobierno de Juan Antonio Escurra, se dirigió al ministro de Relaciones Exteriores con la propuesta de instalar en Montevideo una muestra permanente de productos paraguayos, que durante un tiempo se expondría en el propio consulado. Con esta iniciativa, según sus propias palabras, “no solo se estrecharían más las relaciones entre ambos pueblos, sino que siendo hasta hoy aquellas solamente afectuosas, idealistas o sentimentales, se tornarían prácticas, positivas y eficaces”.103 La idea de Matías Alonso fue acogida con tanto agrado que incluso fue publicada en el Diario Oficial de la República del Paraguay de 11 de diciembre de 1902. Además, en la respuesta del Ministerio a su cónsul en Montevideo se indicaba la posibilidad de que el muestrario pudiera ser tomado del que una comisión ad hoc iba a preparar para que el Paraguay concurriese a la Exposición Universal de San Luis en 1904. Obviamente, los acontecimientos revolucionarios de ese año, que depusieron al presidente Escurra, no permitirían que ninguna de las dos iniciativas fuese llevada a cabo. Diferente recorrido fue el que tuvo el informe que Matías Alonso Criado envió al presidente de la Cámara de Comercio Española de Montevideo con ciertas propuestas de activación comercial, que contó con un eco extraordinario en la prensa peninsular, y muy particularmente en la andaluza, entre fines de 1902 y comienzos del año siguiente, por cuanto, entre otras medidas de liberalización aduanera, insistía en la conversión de Cádiz como puerto franco que ya había planteado dos años atrás.104 Idéntica convicción de que todo cuanto se hiciese sería insuficiente para el acrecentamiento de las relaciones económicas entre España y los países latinoamericanos fue la que demostró cuando, en septiembre de 1903, pronunció el discurso de cierre en el acto de recepción que el Club Español de Montevideo ofreció a la embajada comercial encabezada por Federico Rahola y José de Zulueta, 103. Montevideo, 25 de noviembre de 1902. MRREEPY. DACyL 61. Matías Alonso Criado al ministro de Relaciones Exteriores del Paraguay. 104. El Economista Hispano-Americano, Madrid, 19 de diciembre de 1902; El Guadalete, Jerez de la Frontera, 15, 16 y 17 de diciembre de 1902.
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que había sido promovida por la revista barcelonesa Mercurio. Sus palabras denotaron el mismo optimismo acerca del porvenir de España que las pronunciadas en San Sebastián ante los obreros enviados a la Exposición Internacional de París y las de sus discursos en el Congreso Hispano-Americano de Madrid. Como colofón a las mismas, formuló otra serie de iniciativas, antiguas y nuevas, para encarar las relaciones entre España y América.105 Entre ellas, sugería que España debía acometer sin demora la reforma del aparato consular que necesariamente pasaba por la subida de salarios que de manera reiterada reclamaban sus representantes en el exterior. Este tipo de demanda era similar a la que poco más adelante Matías Alonso plantearía en relación a su situación personal como cónsul general del Paraguay en Montevideo a través de sus quejas ante el gobierno de Asunción,106 lo que no impedía que, como el trabajador infatigable y disciplinado que era, continuase llevando a cabo las tareas relacionadas con su representación: por un lado, las puramente consulares, y, por otro, las de labor propagandística a través de artículos en la prensa rioplatense que reenviaba personalmente a la española especializada en temas americanistas en los que se mostraba como el mejor panegirista de la prosperidad paraguaya. La publicación de uno de esos textos en el número de diciembre de Unión Ibero-Americana, que originalmente había aparecido en la prestigiosa Revue Illustrée du Río de la Plata de Buenos Aires de la que era redactor desde su fundación, coincidió con otro cometido que le fue encargado por el Ministerio del Interior del Paraguay acerca de la necesaria modernización del sistema penitenciario del país, cuyo informe, editado como folleto, remitió en marzo de 1904.107 Pero, además, las inquietudes paraguayas 105. Se refería a la creación de escuelas de comercio, de agricultura, de ganadería y de industria; reformas de las ordenanzas de aduanas; facilidades para el abanderamiento de los buques bajo la enseña española; habilitación de Cádiz como puerto franco y creación de zonas neutrales en las costas del Mediterráneo y el Atlántico para facilitar las comunicaciones y el comercio con España; supresión de los impuestos que provocaban la elusión de los puertos españoles a favor de Lisboa y los puertos franceses; libertad al comercio de tránsito en los puertos españoles; supresión de impuestos a los libros procedentes de América y servicio telegráfico diario de la prensa española con la de los países hispanoamericanos (Unión IberoAmericana, Madrid, noviembre de 1903). 106. Montevideo, 10 de marzo de 1903. MRREEPY. DACyL 61. Matías Alonso Criado a Pedro Peña. 107. Alonso Criado (1904).
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de Matías Alonso en este momento tenían que ver de nuevo con sus asuntos personales, ya que, emulando a otros inversionistas procedentes del Uruguay, recientemente había ordenado la construcción de un saladero de carnes en Villa Encarnación. Por ello, tras ocho años sin visitar el país, solicitó una licencia para desplazarse a sus propiedades chaqueñas, para las que partió el 13 de mayo.108 En los meses subsiguientes se produjeron en el Paraguay una serie de acontecimientos de carácter revolucionario que terminaron con los gobiernos colorados que durante años habían dominado el escenario político. Esta situación afectó notablemente a la posición de Alonso Criado como cónsul general del país en Montevideo al verse involucrado en varios sucesos derivados del inestable ambiente que se vivía entonces. Con tal motivo, a principios de 1905, dirigió una carta a José Z. Caminos, quien había sido enviado a la capital uruguaya como agente confidencial del nuevo gobierno de Juan Bautista Gaona, con el fin de salir al paso de las críticas de las que venía siendo objeto. Las argumentaciones de Matías Alonso se dirigieron a sostener que su labor consular de más de dos décadas al servicio del Paraguay había estado siempre limitada al fomento de las relaciones comerciales sin injerencia de ninguna clase en los asuntos de carácter político. Por ello insistía en que su lealtad, firme a lo largo de los sucesivos gobiernos, había permanecido inalterable ante los sucesos revolucionarios de agosto de 1904, que, además, habían coincidido con su estancia en Asunción. Salía al paso de otras acusaciones relativas a la supuesta, y por él desmentida, publicación de artículos de índole política en ciertos periódicos paraguayos y, en consecuencia, ponía su cargo a disposición del gobierno paraguayo para que actuase según creyese conveniente. Su único deseo era salir “como entré, con la frente alta y las manos limpias” y proponía y solicitaba del presidente Gaona la necesidad de defender su honor ante un jurado en Asunción. Finalizaba su exordio con el lamento de que, si tenía que abandonar su labor en el consulado del país con el que había llegado a identificarse sirviendo “lealmente durante los mejores años de mi vida”, fuese por inculpaciones sin fundamento.109 Por todo ello, el 27 de febrero de 1905, Matías Alonso
108. Montevideo, 29 de marzo de 1904. MRREEPY. DACyL 61. Matías Alonso Criado a Antolín Irala. 109. Alonso Criado (1905).
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Mapa de la República del Paraguay. 2a edición. Dirigido por M. Alonso Criado. Montevideo, 1907.
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presentaba su renuncia formal al cargo de cónsul general del Paraguay en el Uruguay, que ratificaba en su informe de abril al nuevo ministro de Relaciones Exteriores paraguayo, Cecilio Báez, en el que reivindicaba de nuevo su conducta y transmitía las adhesiones recibidas en su país de residencia, al tiempo que hacía entrega de la oficina consular a Luis Abente Haedo, designado para reemplazarlo en Montevideo.110 España y las cosas de España en Matías Alonso Criado Concluida esta etapa, y después de más de veinte años de prestar servicios al Paraguay,111 Matías Alonso Criado se consagró a otros quehaceres, que en realidad nunca había abandonado, más relacionados con la colectividad española en el Uruguay y con la particular situación que se vivía en la propia España a consecuencia de las secuelas de la crisis del 98. Ante cualquier oportunidad que le saliera al paso, se dedicaría a escribir diversos artículos en los que abogaba por la recuperación del prestigio de su país de origen muy tambaleado en esos momentos. Así lo hizo en mayo de 1905 con motivo de la celebración del tercer centenario de la publicación del Quijote, reclamando, tal y como había postulado en el II Congreso Científico Latino-Americano de Montevideo de 1901, la unidad del idioma español en América.112 Y así lo haría también un año más tarde a través de una carta abierta a Rafael María de Labra donde se mostraba extraordinariamente crítico con la representación diplomática española en América, a la que consideraba “de modesta actuación y sujeta a un escalafón inadecuado para las necesidades de la vida moderna”.113 En julio de 1908, tras participar en la fundación de un Comité Patriótico en Montevideo, formado por las asociaciones españolas del 110. Tanto por la carta de Luis Abente Haedo como por la de Matías Alonso Criado, remitidas respectivamente al Ministerio los días 22 y 23 de abril, se deduce la evidente tensión que hubo entonces entre ambos (MRREEPY. DACyL 133). 111. Cuando se produjo el cese de sus prestaciones consulares, Matías Alonso Criado acababa de entregar a la casa editorial Barreiro y Ramos de Montevideo la segunda edición de su folleto sobre el Paraguay, actualizando los datos de 1888, y de un mapa, con importantes apreciaciones sobre el Chaco, que se publicaría sucesivamente en 1907 y 1908. 112. El Heraldo de Zamora, Zamora, 30 de mayo de 1905. 113. El Liberal, Madrid, 8 de mayo de 1906.
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Uruguay y que tenía como fin actuar en todos los asuntos referentes a España o a la colectividad inmigrante, Matías Alonso regresaría de nuevo a Europa. Apenas desembarcó en Vigo, se dirigió a su tierra leonesa donde la prensa le dedicó atención prácticamente diaria. En el Casino de Astorga pronunció una conferencia acerca de la emigración maragata hacia América, en la que recomendaba la formación de juntas locales de repatriación y el fomento de las escuelas de enseñanza práctica. Sobre ese particular, un año atrás y desde Montevideo, ya había escrito un largo artículo, que fue difundido por varios medios de prensa peninsulares, apelando a la acción de solidaridad de “los hijos ausentes que pueden y deben hacer mucho por la patria para modernizarla”.114 Después de ese verano, viajó a París y a Londres. Allí, en su calidad de cónsul general de Chile en Montevideo, asistió a la recepción conmemorativa de la independencia de ese país en la legación del país andino de la capital británica. De regreso a España, y antes de viajar al Uruguay, visitó varios hospitales de Barcelona y Madrid con el fin de observar todos los adelantos técnicos que posteriormente se pudieran implantar en el Hospital Asilo Español de Montevideo, del que era vicepresidente. Este hospital, creado en 1886 por suscripción entre los inmigrantes españoles del Uruguay y para el que Alonso Criado había gestionado con éxito los fondos considerados res nullius que el gobierno uruguayo había depositado a favor de la legación española en Montevideo, inauguró de su mano el nuevo sanatorio en mayo de 1909. Dos meses más tarde, se contaría entre los oradores de los múltiples actos ofrecidos por la colectividad española para festejar el atraque de la corbeta Nautilus en el puerto montevideano.115 Y, cuando poco después tuvo lugar la visita de Rafael Altamira, incluida en el extenso periplo americano de extensión universitaria organizado por la Universidad de Oviedo, Matías Alonso también se encontraría entre sus anfitriones. Como anécdota de la misma, que realmente merecería un trabajo aparte, de la posterior correspondencia sostenida entre ambos se deduce que además intentó actuar de mediador con José Enrique Rodó y Pablo de María, rector de la Universidad, para los muchos problemas que tuvo el catedrático
114. Unión Ibero-Americana, Madrid, marzo de 1907. 115. Montevideo, 26 de julio de 1909. AHN, Sección del Ministerio de Asuntos Exteriores H-1796. Germán M. de Ory al ministro de Estado.
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alicantino a la hora de cobrar por las conferencias que pronunció en Montevideo.116 No cabe duda, desde luego, de que no hubo acto ni circunstancia importante relacionada con España que fuese obviada por Alonso Criado no solo en el Uruguay, sino también en la Argentina. De hecho, en 1910, tampoco quiso perderse las celebraciones del Centenario de la Revolución de Mayo en Buenos Aires, donde, en nombre de los españoles de América, actuó como orador en la ceremonia que el Club Español de esta ciudad ofreció a la infanta Isabel de Borbón. Además, cuando regresó al Uruguay, se ocupó de organizar una comisión para sufragar los gastos de una corona que, destinada a adornar la tumba de Santiago Liniers en Cádiz, sería enviada al cónsul uruguayo en esa ciudad en nombre de los españoles de Montevideo.117 En 1911, Alonso Criado, que entonces contaba sesenta años, viajaría una vez más a España. Igual que había ocurrido en su segundo viaje desde América en el ya muy lejano año de 1884, lo hacía por asuntos relacionados con el Paraguay, aunque esta vez sin el éxito que le acompañó entonces. La cuestión comenzó cuando, por fallecimiento del ministro plenipotenciario del Paraguay en España, Eusebio Machain, quedó vacante la legación del país en Madrid. Conocida la noticia, Matías Alonso propuso al Ministerio de Relaciones Exteriores paraguayo que lo designase encargado de negocios ad interim. En el mes de junio, el ministro paraguayo redactó una nota oficiosa solicitando la aprobación del nombramiento para su homólogo español que el propio Matías Alonso llevó a Madrid para entregar personalmente a Manuel García Prieto que además, por ser natural de Astorga, era paisano suyo. A los dos días de su llegada, producida en el mes de octubre, visitó el Ministerio y, allí mismo, en papel membretado del subsecretario particular del ministro, redactó de su puño y letra su relación curricular, a la que, como adenda, apresuradamente agregó los antecedentes que había hallado acerca de nacionales de diferentes países ejerciendo en el propio como ministros de otros. Y es que Matías Alonso, por su experiencia anterior, sabía perfectamente que el principal escollo para un eventual nombramiento de estas características era
116. Montevideo, 26 y 28 de septiembre de 1909. Véase: . 117. Unión Ibero-Americana, julio de 1910.
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precisamente su nacionalidad española. Por eso, una vez en el hotel Ritz, donde se alojaba, envió una carta a García Prieto aportando datos de españoles de nacimiento que, en fechas relativamente recientes, habían ejercido como ministros en España en más de una oportunidad. Agregaba además su amplia experiencia americana como garantía de un conocimiento que podía ser útil para España. Pero, a pesar de los precedentes expuestos que el marqués de Alhucemas se ocupó de comprobar, no solo su contestación fue negativa, sino que, además, de manera confidencial, adjuntaba a Matías Alonso copia de la que
Archivo Histórico Nacional. Sección Ministerio Asuntos Exteriores. PP 60. Expediente 422.
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iba a ser su respuesta al ministro de Exteriores paraguayo en la que cortésmente argumentaba que “la regla que el Gobierno de S.M. viene aplicando es la de no admitir como Jefes de Misiones diplomáticas a los súbditos del país, norma que siento deber aplicar en el caso del Sr. Alonso Criado, pese a las distinguidas virtudes que lo adornan”. Claramente contrariado, este se dirigió de nuevo al ministro solicitándole que “para no poner mi nombre en lenguas por la resolución tomada” le devolviese la nota del gobierno paraguayo, “pues deseo renunciar al cargo antes de aparecer rechazado el nombramiento”. Y, de no ser posible esta devolución, pedía que al menos se le entregase la repuesta española para llevarla personal y muy confidencialmente a Asunción con el fin de “no aparecer como desairado por la Madre Patria, a la que he servido gratuitamente 37 años en América, rechazando al traer mi hogar a España el modestísimo nombramiento de Encargado de Negocios interino”. El subrayado era del propio Alonso Criado, que, como colofón, se dolía de que “solo anhelaba un modesto pedestal para servir como hasta ahora a los intereses hispanoamericanos”. García Prieto procedió a devolverle la nota del gobierno del Paraguay, que figura junto con todo el expediente bajo el expresivo epígrafe de “Don Matías Alonso, súbdito español, intenta ser admitido como Encargado de Negocios del Paraguay”, título que da buena cuenta de lo embarazoso de la situación.118 Este fue sin duda un duro golpe para quien no estaba acostumbrado a que las cosas no le salieran como pretendía. Quizás por ello, en el acto que a primeros de noviembre convocó la Unión IberoAmericana en homenaje al expresidente de Colombia, Rafael Reyes, no pudo evitar comenzar su conferencia aludiendo veladamente a las circunstancias especiales que le habían obligado a cambiar su contenido. Porque, con seguridad, Matías Alonso había contado con ofrecer un discurso representando al Paraguay y, frustradas sus aspiraciones en esa dirección, hubo de sustituirlo por otro referido a “Los españoles fuera de España”. Como consuelo, para ese acto contó con un lugar preeminente entre los oradores y fue presentado al público por Faustino Rodríguez Sampedro, quien se deshizo en halagos hacia su persona. Por su parte, en su extensa conferencia, reproducida en su totalidad en la revista de la institución, que en el mismo número publicó 118. AHN. SMAE. PP 60. Expediente 422.
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una amplia biografía suya,119 Alonso Criado hizo gala de sus profundos conocimientos sobre América y de los problemas de los emigrantes españoles que allí residían. Además, seguramente conocedor de la creación inminente de un instituto diplomático y consular, que iniciaría su actividad un mes más tarde, insistió muy particularmente en la urgencia de conseguir que España habilitase un cuerpo especial y con la suficiente preparación para actuar en aquellos países con mayores garantías de éxito para los intereses económicos e intelectuales de la propia España. Apenas un año después, Matías Alonso Criado regresó otra vez a España con motivo del Centenario de las Cortes de Cádiz. Su colaboración a título particular con este evento consistió en contribuir como donante a sufragar los gastos de las lápidas conmemorativas que adornaron el Oratorio de San Felipe Neri.120 Pero su presencia allí se debió no solo a su representación en nombre de los españoles del Uruguay —por lo que a su vuelta a Montevideo fue agasajado por todas las asociaciones étnicas de la capital—,121 sino también a su actuación como delegado especial del Ecuador acompañando al cónsul general en Madrid, Nicolás Augusto González. Últimos años de un corredor de fondo Su colaboración con este país andino había tenido lugar a principios de 1911, cuando el gobierno ecuatoriano lo nombró su delegado en el I Congreso Postal Sudamericano, que se celebró precisamente en Montevideo. Tuvo continuidad en el Congreso de Jurisconsultos Americanos celebrado en Río de Janeiro entre junio y julio de 1912, donde se le designó integrante de la comisión de derecho internacional público que habría de discutir acerca de la resolución de conflictos. Al año siguiente, invitado por la Sociedad Concordia, creada para promover la propaganda pacifista latinoamericana, regresaría de nuevo a Río, representando también al Ecuador, para pronunciar un discurso sobre la codificación del derecho internacional americano en la fiesta inaugural de aquella institución cario119. Unión Ibero-Americana, Madrid, noviembre de 1911. 120. Cagiao Vila (2015: 96). 121. La Correspondencia de España, 13 de enero de 1913.
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Matías Alonso Criado, ca. 1912. Biblioteca Nacional de España. Sig: JIN/88/22
ca.122 También lo representaría en la Convención Internacional de Defensa Agrícola que tuvo lugar en la capital de Uruguay en mayo 122. La España Moderna, Madrid, junio de 1913.
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de 1913 y en cuyo programa ya figuraba como cónsul general del Ecuador en Montevideo, investidura que había recibido oficialmente en noviembre del año anterior.123 Compartía ahora este cargo con el que ya ostentaba de cónsul general de Chile, en el que, durante 1913, según se deduce de su informe al ministro de Relaciones Exteriores en Santiago, cubría también las funciones del cónsul de profesión Guillermo Irarrazábal Smith, cuya ausencia hizo que Matías Alonso estuviese a punto de renunciar a su cargo124. Sus reticencias tenían que ver con las quejas que ya había manifestado en 1910 cuando Irarrazábal Smith fue designado por el gobierno chileno como cónsul de carrera destinado a Montevideo, nombramiento que Alonso Criado recibió con indisimulado disgusto. En aquella oportunidad dirigió una nota al Ministerio lamentando que, por la cuestión de no poseer la ciudadanía chilena, se duplicase una función que ya él sobradamente cumplía. No obstante, también entonces subrayaba que continuaría gustoso al frente del Consulado General, en el que desde 1907 había conseguido que uno de sus hijos fuese nombrado vicecónsul.125 De hecho, en 1913, a mayores de su actividad estrictamente consular relativa a cuestiones de comercio y navegación, fue el promotor en Montevideo de la adhesión de muchas personalidades al homenaje que tuvo lugar en Santiago de Chile en honor a Marcial Martínez Cuadras, quien hasta hacía poco tiempo había sido ministro plenipotenciario de Chile en el Uruguay.126 Además de toda la actividad pública anterior, entre 1913 y 1918 Matías Alonso volvió a dedicarse de pleno a las actividades culturales desarrolladas por la colectividad española de Montevideo, en la que desde luego era un elemento imprescindible, y a su labor como articulista. En estos años fue colaborador de la Revista de la Real Academia Hispano-Americana de Ciencias y Artes de Cádiz y de Cultura Hispanoamericana de Madrid. Además, como demuestra cierta corres-
123. Ministerio de Relaciones Exteriores de la República Oriental del Uruguay (1917: 39). 124. Montevideo, 5 de enero de 1913. MRREECH. AGH. Legaciones de Chile en Panamá, Uruguay y Venezuela. Vol. 453 A. 1913. Nota confidencial al ministro de Relaciones Exteriores. 125. Montevideo, 23 de marzo de 1910. MRREECH. AGH. Vol. 394 A. 1910-1911. Matías Alonso Criado al ministro de Relaciones Exteriores de Chile. 126. Anónimo (1914: 90 y 94-95).
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pondencia suya con el compositor y musicólogo catalán Felip Pedrell para que actuase de mediador, también envió alguna contribución a la Revista Comercial Mercurio de Barcelona, que, sin embrago, no llegó a ver la luz.127 Interesante, por lo curioso de la publicación, fue su colaboración en un libro editado en los Estados Unidos en 1917 y concebido para servir de manual a los estudiantes que quisieran aprender español. Su contribución, seguida de ejercicios de comprensión y en el tono didáctico exigido por la editorial, se centró en una lección titulada “Porvenir del Uruguay”.128 Como orador, además del sinfín de actos organizados en diferentes momentos por las asociaciones españolas del Uruguay, en 1915 participó en la primera celebración en Montevideo de la Fiesta de la Raza.129 Al año siguiente, fue uno de los anfitriones de la visita de José Ortega y Gasset, que había viajado a la Argentina invitado por la Institución Cultural Española de Buenos Aires. A imitación de esta institución porteña, en 1918 surgiría la iniciativa de crear una entidad homónima en el Uruguay de la que Matías Alonso Criado fue uno de sus fundadores y primer vicepresidente. En los años subsiguientes, Montevideo fue elegida como sede para la realización de varios congresos internacionales en los que, con ya casi setenta años, Matías Alonso Criado se seguía moviendo como pez en el agua fuera cual fuera el tema que se tratase. En 1919, formó parte de la comisión de sociología del II Congreso Americano del Niño. Y también en ese año, en su papel de cónsul general del Ecuador, como ya hiciera en la Argentina con motivo de varios eventos relacionados con el centenario de 1916, representó de nuevo a ese país andino en el Congreso de Expansión Económica y Enseñanza Comercial, tal y como también haría en el I Congreso Panamericano de Arquitectura, celebrado en marzo 1920. Ese año, Alonso Criado volvió por última vez a España. Hasta su tierra natal llevó el mensaje de recuerdo del Centro Región Leonesa de Buenos Aires, del que era presidente honorario, cuyo vocero lo calificó como “hijo de toda ella, porque nació en la provincia de León, se educó en Zamora, se licenció en Salamanca y se doctoró en Valladolid”. Con motivo de su partida, este mismo órgano de prensa publicó
127. Biblioteca Nacional de Catalunya. Fons Felip Pedrell. M 964/108. 128. Alonso Criado (1917). 129. Unión Ibero-Americana, Madrid, enero de 1916.
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en el mes de junio una biografía suya tomada casi literalmente del libro que poco tiempo atrás se había publicado en Montevideo, titulado Los españoles del Uruguay, y que el propio Matías Alonso había prologado.130 Curiosamente, efectuó este viaje para asistir en Madrid al VII Congreso Postal Universal, de nuevo como delegado del Paraguay. Y, quizás por esta razón, después de su patria chica, visitó en primer lugar Barcelona, la ciudad en la que había dejado tan alto el pabellón de este país hacía más de treinta años con motivo de la Exposición Universal. En aquellos días, La Vanguardia recogió sus opiniones acerca de las exportaciones paraguayas hacia España, en las que el tabaco, una de sus sempiternas obsesiones de antaño, contaba ya con el lugar preferente que, tal y como había expuesto en 1888 y diez años después a raíz de la independencia de Cuba y Filipinas,131 principales suministradores de este producto, siempre debió tener. Una vez en Madrid, con el tesón habitual que le caracterizaba, todavía logró ser designado consejero de la legación paraguaya, por lo que, sin duda agradecido por esta última deferencia del país que le había confiado sus primeras actividades diplomáticas, se deshizo en halagos hacia el presidente Manuel Gondra en la amplia entrevista que se difundió en la prensa capitalina.132 Por otro lado, al infatigable leonés, que ya rondaba los setenta, aún le sobraron fuerzas para participar en la manifestación que con motivo del Doce de Octubre organizaron los estudiantes de la Juventud Hispano-Americana, marchando a pie desde la Universidad Central hasta la Plaza de Colón.133 Antes de partir hacia Cádiz para embarcar rumbo a Montevideo a principios de noviembre de 1920, fue despedido en la madrileña estación de Atocha por un nutrido grupo de personalidades que, de algún modo, representaban momentos significativos de su trayectoria. Allí acudieron a darle el último adiós Benjamín Fernández Medina, ministro en España del Uruguay, las dos patrias de Alonso Criado; Manuel García Prieto, quien, a pesar de haberse negado a concederle la vacante de encargado de Negocios del Paraguay en Madrid, a la que el leonés había aspirado en 1911, era su paisano y amigo; Rafael Altamira y 130. Valls y Moragues (1918: iii-xiv). 131. Montevideo, 6 de septiembre de 1898. MRREEPY. DACyL 49. Matías Alonso Criado a José Segundo Decoud. 132. La Voz, Madrid, 26 de octubre de 1911. 133. La Acción, Madrid, 12 de octubre de 1920.
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José Ortega y Gasset, de quienes había sido anfitrión en sus respetivos viajes a Montevideo; el filólogo Daniel Granada, que, como Matías Alonso, había emigrado al Uruguay y compartido con él muchas inquietudes culturales; y Manuel Llorente y Vázquez, ya muy anciano, quien de alguna manera había sido su mentor diplomático al confiarle, cuarenta años atrás, la asesoría letrada de la legación española en aquel país en los difíciles momentos de la negociación de la deuda hispanouruguaya.134 En este elenco que despidió a Matías Alonso Criado en el que sería su último viaje a España, y en las actividades que desarrolló durante el mismo, se fundían algunos de los rasgos que habían caracterizado su ejercicio diplomático, tanto oficial como paralelo. Y todavía, ya a bordo del vapor Reina Victoria, el abogado leonés oficiaría como maestro de ceremonias del homenaje que se rindió en honor del marqués de Amposta, que también viajaba hacia el Río de la Plata para asumir su cargo de ministro de España en la Argentina.135 Después de su marcha, La Ilustración Española y Americana, que había abierto a Matías Alonso sus columnas durante el primer viaje que hizo a España desde que en 1874 emigrara a América, le dedicó un extenso panegírico en el que se intuía casi una despedida definitiva.136 Pero, una vez en el Uruguay, Matías Alonso Criado, todavía sintiéndose con fuerzas suficientes, comunicaba al Ministerio de Relaciones Exteriores de Chile su reasunción de funciones como cónsul general en Montevideo, a pesar de que poco tiempo atrás hubiera manifestado sus quejas por los escasos emolumentos recibidos al frente de la oficina consular.137 No sería realmente por mucho tiempo, ya que, meses más tarde, renunciaría al cargo después de casi treinta años de haberlo ejercido argumentando exclusivamente su avanzada edad. Con tal motivo, el encargado de Negocios de Chile en la capital uruguaya, Enrique Cuevas, solicitaría de su gobierno que le fuese otorgada la Medalla al Mérito de primera clase “como reconocimiento a los servicios prestados por este distinguido extranjero”.138 Antes de su cese voluntario, que tuvo lugar el 1 de abril de 1921, todavía sugirió 134. La Ilustración Española y Americana, Madrid, 8 de enero de 1821. 135. Revista del Centro Región Leonesa, Buenos Aires, diciembre de 1920. 136. La Ilustración Española y Americana, 30 de noviembre de 1920. 137. Montevideo, 1 de agosto de 1919. MRREECH. AGH. Vol. 784 A. 138. Montevideo, 8 de noviembre de 1920. MRREECH. AGH. Vol. 841 B y 860. 1921; Montevideo, 13 de marzo de 1921. MRREECH. AGH. Vol. 891. 1921.
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a su superior en Santiago el nombre de quien podía sustituirle en su cometido consular. Este fue su último gesto de carácter formal. Informales, aún habría otros de tipo simbólico de parte de quien había realizado tan particular ejercicio de diplomacia transnacional que le hicieran merecedor del calificativo de “mensajero del progreso entre la madre patria y sus hijas predilectas de América” en un homenaje que, ya quebrantada su salud, le fue rendido en Buenos Aires en junio de 1921.139 Pudo aún después visitar el Paraguay y, en Asunción, acompañado del encargado de Negocios de España, Felipe García Ontiveros, asistió a la celebración del Doce de Octubre en la Sociedad España, donde pronunció su último discurso.140 Murió en Montevideo en 1922. Archivos Archivo Histórico Nacional (AHN). Madrid Archivo del Ministerio de Relaciones Exteriores del Paraguay (MRREEPY). Asunción Archivo Histórico Diplomático del Ministerio de Relaciones Exteriores del Uruguay. Montevideo Archivo del Ministerio de Relaciones Exteriores de Chile (MRREECH). Santiago de Chile. Bibliografía Aceval, Benjamín (1893): República del Paraguay. Apuntes geográficos e históricos. Asunción: Imprenta de La Democracia. Alonso Criado, Matías (1881): Artículo de despedida del fundador, director y expropietario de La Colonia Española. Montevideo: Imprenta Rural. — (1888): La República del Paraguay. Asunción/Montevideo: A. Godel. — (1896): El cultivo de la vid como remedio de la crisis agrícola del Paraguay. Montevideo: Tipografía de la Escuela Nacional de Artes y Oficios. 139. Revista del Centro Región Leonesa, Buenos Aires, mayo-junio de 1921. 140. Unión Ibero-Americana, Madrid, noviembre de 1921.
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Entre la literatura y la diplomacia. La gestión de Vicente Riva Palacio en Madrid, 1886-1896 Agustín Sánchez Andrés Instituto de Investigaciones Históricas Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo
Del conflicto a la normalización: las relaciones entre España y México durante el siglo xix Las relaciones hispano-mexicanas se caracterizaron durante la mayor parte del siglo xix por una gran conflictividad. Desde el establecimiento de relaciones diplomáticas entre ambos países en 1836, la agenda bilateral se vio mediatizada por la inestabilidad política mexicana, las dificultades financieras de este país para hacer frente a sus compromisos exteriores y las diferencias entre liberales y conservadores en torno al imaginario español y, en última instancia, al papel de la propia herencia sociocultural española en el complejo proceso de construcción nacional mexicano. La pretensión española de instalar a un monarca hispano en el trono de México o, en su defecto, colocar a este país bajo su esfera de influencia hizo aún más compleja la situación. Tampoco contribuyeron a mejorar las relaciones los intentos de los sectores dirigentes de la inmigración española en México para tratar de condicionar aquellas a la defensa de sus cuantiosos intereses en el país americano, adquiridos a través de su actividad como agiotistas y contratistas del Estado mexicano. Este conjunto de factores configuró unas relaciones sumamente tormentosas, que se vieron interrumpidas entre 1857-1859, 1861-1864 y 1867-1871, si bien ambos países no llegaron a entrar en guerra, aunque estuvieran a punto a raíz
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de la participación española en la expedición tripartita a México entre 1861-1862.1 Las relaciones no comenzarían a normalizarse hasta el porfiriato (1876-1911). La estabilización política de México y el final de la inseguridad reinante en amplias áreas del país pusieron fin a algunos de los problemas que hasta entonces habían afectado a las relaciones bilaterales. El gobierno porfirista impulsó además un proyecto de modernización basado, en gran medida, en la atracción de inmigrantes y capitales europeos. En este contexto, el colectivo migratorio español —al igual que el resto de las colonias extranjeras— se convirtió en un firme pilar del régimen porfirista. El porfiriato coincidió además con la primera etapa de la Restauración, un proyecto de los sectores conservadores de la burguesía española para estabilizar política y socialmente al país, poniendo fin a la inestabilidad que había caracterizado a los últimos años del reinado de Isabel II y, especialmente, al Sexenio Revolucionario. Al igual que el porfiriato, el nuevo régimen político español trató de atraer inversiones externas para consolidar un tardío proyecto de industrialización, al tiempo que ponía en práctica una política exterior caracterizada por el denominado retraimiento, dirigida a evitar cualquier complicación exterior que pudiera desestabilizar políticamente al régimen. En este sentido, la Restauración significó el final de las pulsiones intervencionistas de España en Hispanoamérica que habían caracterizado al reinado isabelino y abrió la puerta a la progresiva normalización de las relaciones con las repúblicas hispanoamericanas.2 Las primeras redes intelectuales y literarias hispano-mexicanas El acercamiento entre España y México durante las últimas décadas del xix fue precedido por una intensificación de las relaciones culturales entre los dos países durante la segunda mitad del siglo xix. Este proceso fue posible por la llegada a México de un nutrido grupo de empresarios culturales, periodistas, literatos, artistas e intelectuales es-
1. 2.
Sánchez Andrés/Pérez Herrero (2015: 15-20). Sánchez Andrés (1999: 731-765).
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pañoles que tuvieron un impacto desproporcionado sobre múltiples aspectos de la vida cultural mexicana entre 1840 y 1876. Entre ellos encontramos un reducido pero activo núcleo de empresarios culturales: impresores, libreros, directores de periódicos o promotores de teatro y otros espectáculos.3 Su presencia fue especialmente importante en el mundo editorial, donde aparecen personajes de la talla de Rafael de Rafael, uno de los principales empresarios editoriales de México entre 1843 y 1854. De Rafael introdujo nuevos modos de gestión empresarial y modernas técnicas de impresión, adquiridas tras su experiencia como impresor en los Estados Unidos entre 1837 y 1843.4 También el inquieto mundo del periodismo mexicano vio la llegada de varios intelectuales y periodistas españoles. Los más exitosos llegaron a fundar periódicos dirigidos, en su mayor parte, a la colectividad española en México. El caso más emblemático fue, probablemente, el del cántabro Anselmo de la Portilla, que entre 1864 y 1865 fue redactor del periódico imperialista La Razón de México y que en 1867 fundó La Iberia, que hasta su cierre en 1876 sería el principal diario español en México.5 La mayoría de estos periodistas españoles trabajaron para diarios mexicanos tanto liberales como conservadores, participando en las polémicas políticas del período sin que su nacionalidad constituyera un obstáculo insalvable, tal fue el grado de integración en la vida política y social mexicana de muchos de estos inmigrados intelectuales. Este fue el caso de Telésforo García, que, desde las páginas de La Colonia Española, fundada en 1873, apoyó las aspiraciones presidenciales del presidente de la Suprema Corte de Justicia, José María Iglesias, tras la polémica reelección de Sebastián Lerdo de Tejada, si bien posteriormente se reconciliaría con Díaz y desarrollaría una brillante carrera como empresario cultural durante el porfiriato.6 Adolfo Llanos Alcaraz tuvo una trayectoria similar tras su llegada a México en 1873. En este país colaboró como articulista en El Siglo xix, El Comercio y El Búcaro hasta fundar con García La Colonia Española, un diario que competiría con La Iberia por el papel de portavoz de la colonia española en México. Sus polémicas de corte nacionalista con 3. 4. 5. 6.
Para un estudio de conjunto de este grupo, véase Vieyra Sánchez (2010: 235-268). Rodríguez Piña (2008: 21-40). Gutiérrez Hernández (2008: 77-90). Mora Pérez-Tejada (2008b: 123-124).
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la prensa mexicana y sus críticas a las autoridades mexicanas y a la propia legación española acabarían provocando su expulsión del país en 1879.7 Más conciliador, el madrileño Enrique de Olavarría y Ferrari supo reivindicar el papel histórico de España sin ofender la sensibilidad mexicana. Tras una primera estancia entre 1840 y 1857, se establecería definitivamente en México en 1865, donde simultanearía su participación en La Iberia con una ingente labor como articulista en El Siglo xix, El Constitucional y El Globo, fundando además La Revista Universal y La Niñez Ilustrada. Ya en el porfiriato, formaría parte del grupo de intelectuales mexicanos agrupados en torno al periódico La Libertad, que constituyó el núcleo ideológico del pensamiento científico inspirador de la política porfirista durante tres décadas, lo que le llevaría a ser diputado federal entre 1898 y 1909.8 Igualmente intensa fue la actividad periodística de Niceto de Zamacois, quien coincidió con García y Llanos en La Colonia Española y fue colaborador habitual de periódicos mexicanos como El Siglo xix, El Cronista y la Sociedad Mercantil, además de participar en El Renacimiento de Ignacio Manuel Altamirano, una de las revistas literarias mexicanas más emblemáticas.9 La mayoría de estos periodistas compaginaron el ejercicio de su profesión con una intensa actividad literaria o docente. De la Portilla llegó incluso a ser nombrado miembro numerario de la Academia Mexicana de la Lengua, en tanto que Olavarría y Ferrari dirigió el colegio de las Vizcaínas e impartió clases en la Escuela de Artes y Oficios y el conservatorio de música. De Zamacois, por su parte, incursionó en casi todos los géneros literarios y desempeñó un importante papel en la difusión en España de la cultura y la literatura mexicanas durante sus prolongadas estadías en la Península, especialmente entre 1875 y 1878, un mérito que le facilitaría la consecución de la nacionalidad mexicana. Más tardía será la actividad ensayística de García, que contribuiría notablemente a la difusión del krausismo en el México del porfiriato.10 En el ámbito académico, la Academia de San Carlos estuvo dirigida entre 1846 y 1861 por el pintor español Pelegrín Clavé, quien contó 7. 8. 9. 10.
Sobre la trayectoria de este personaje en México, véase Vieyra Sánchez (2008, 2012). Mora Pérez-Tejada (2001: 117-153, 2008a: 343-367). Quirarte (2008: 57-64). Mora Pérez-Tejada (2008b: 126-127).
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con la colaboración del escultor catalán Manuel Vilar. Entre ambos contribuyeron decisivamente a formar a la primera generación de artistas plásticos del México independiente, varios de los cuales también eran de origen español, como su discípulo Santiago Rebull, hijo de uno de los españoles expulsados en 1828 y sucesor de Clavé en 1861, a quien Juárez encargó dar un sesgo más nacionalista a la Academia.11 El teatro estuvo dominado durante la totalidad del siglo xix por las obras de dramaturgos españoles —clásicos y, sobre todo, contemporáneos—, representadas, en muchos casos, por compañías y actores españoles. El predominio de lo español en los escenarios se extendió hasta el punto de que los propios actores mexicanos trataran de imitar a menudo en sus representaciones un acento similar al castellano, al menos hasta principios del siglo xx.12 No es extraño que, cuando Maximiliano fundara en 1864 el Teatro Nacional de México, pusiera a su frente al poeta y dramaturgo español José Zorrilla, quien abrió la temporada en el castillo de Chapultepec con su afamada obra Don Juan Tenorio.13 En el campo de la música fue importante el papel de diversos músicos españoles, llegados desde la Península o La Habana. Uno de ellos, Jaime Nunó, compuso en 1854 por encargo de Santa Anna la partitura del himno nacional mexicano, cuyas estrofas fueron escritas, a su vez, por el poeta potosino Francisco González Bocanegra, quien era hijo de uno de los españoles expulsados en 1829.14 Tampoco la historia fue ajena a la influencia de esta primera inmigración académica española. Varios literatos e intelectuales peninsulares contribuyeron a la creación de un discurso histórico de carácter liberal que sirviera de puente entre el México decimonónico y su pasado colonial. El propio De Zamacois publicó en 1882 una de las primeras y más completas historias generales de México. Su monumental obra Historia de México desde los tiempos más remotos hasta nuestros días, compuesta por dieciocho volúmenes, constituye todavía hoy en día, junto a los estudios históricos realizados por De la Portilla sobre Santa 11. García Barragán (1983: 28-47). 12. Ortiz Monasterio (1993: 52). El predominio del teatro español en México se extendió no sólo a las obras, sino también a los tipos de personajes representados en el naciente teatro mexicano, véase Pulido Llano (2003: 285-305). 13. Gutiérrez Hernández (1999: 332-333). 14. Sánchez Andrés/Pérez Herrero (2015: 81).
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Anna y Comonfort, una fuente fundamental de la historiografía decimonónica mexicana.15 Olavarría y Ferrari, por su parte, tendría una participación importante dentro de la monumental México a través de los siglos, dirigida por Vicente Riva Palacio, que le encargaría la mayor parte del tomo IV, “México independiente”.16 Las relaciones culturales se hicieron más intensas durante el porfiriato, al tiempo que adquirían un doble sentido gracias a la creciente participación en la vida cultural de la España de la Restauración de un considerable número de destacados intelectuales y literatos mexicanos que residieron durante largos períodos en España, a menudo en calidad de diplomáticos y cónsules de su país, en ocasiones viviendo un exilio disfrazado; una presencia que contribuyó a disipar en buena medida los recelos abrigados anteriormente por los sectores más conservadores de la sociedad española hacia México. El ascendiente de Riva Palacio sobre los círculos intelectuales madrileños, que le llevaría a desempeñar la presidencia del Círculo de Bellas Artes de Madrid en 1893 y la vicepresidencia de la Asociación de Escritores y Artistas en 1892, se vio reforzado por la presencia en España durante este período de escritores de la talla de Manuel Payno, Salvador Quevedo y Zubieta, Francisco A. de Icaza, Juan Bautista Híjar y Haro, Francisco del Paso o Amado Nervo. La capital española también se convirtió en un polo de atracción para artistas como Diego Rivera o Ángel Zárraga, ya en la primera década del xx.17 Esta situación facilitó el estrechamiento durante el porfiriato de las primeras redes intelectuales, artísticas y literarias entre ambas orillas. La influencia de Emilio Castelar sobre los intelectuales y políticos positivistas mexicanos no se explica sin atender a la existencia de dichas redes y, en este caso en particular, al papel de puente desempeñado por Telésforo García desde México y por Riva Palacio desde Madrid. La notable participación de México en los actos conmemorativos del IV Centenario del Descubrimiento, en los que Riva Palacio tuvo —como veremos— un papel destacado, y el impacto de la visita realizada a México por Rafael de Altamira en 1910 con ocasión de las celebraciones del I Centenario de la Independencia de México, financiada conjun-
15. Zamacois (1993); Portilla (1987, 1993). 16. Ortiz Monasterio (2004: 257-258). 17. La trayectoria en España de este grupo puede seguirse en Perea (1996).
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tamente por las autoridades mexicanas y la colonia española, fueron otras manifestaciones de las intensas relaciones culturales establecidas entre ambos países durante este período y de su incidencia sobre las relaciones diplomáticas hispano-mexicanas. Una destacada trayectoria político-intelectual Político, militar, jurista y, sobre todo, literato, Vicente Riva Palacio fue una de las figuras más sobresalientes del México de la segunda mitad del siglo xix. Nació en 1832 en la Ciudad de México, en el seno de una influyente familia liberal. Su padre, Mariano Riva Palacio, era uno de los principales líderes del ala moderada del liberalismo mexicano y, como tal, desempeñó la alcaldía de la Ciudad de México, la gubernatura del Estado de México en tres ocasiones, así como las carteras de Hacienda y Justicia en distintos gobiernos, llegando a contender por la presidencia de la República contra el mismo Juárez en 1861. Su madre, Dolores Guerrero, era la única hija del prócer independentista Vicente Guerrero. Criado en este ambiente, no sorprende que Riva Palacio iniciara su carrera política con tan solo 24 años, poco después de titularse en Derecho. Sus conexiones familiares le permitieron ir escalando con rapidez los diversos peldaños del cursus honorum de la política mexicana: regidor del Ayuntamiento de México, diputado suplente y constituyente en la Asamblea que aprobó la Constitución liberal de 1857. Encarcelado por los gobiernos conservadores de Félix Zuloaga y Miguel Miramón durante la guerra de Reforma, reanudaría su actividad política tras el triunfo liberal, al tiempo que comenzaba su incursión en el mundo del periodismo y la literatura. Las turbulencias políticas de la época le llevarían a alternar la política con las armas. Como otros liberales, se movilizó frente a la intervención francesa y acompañó a Juárez en su retirada al norte tras la caída de la capital. Tras ser nombrado general, desempeñó de manera sucesiva la gubernatura de los estados de México y Michoacán, donde dirigió la resistencia contra las fuerzas imperiales entre 1864 y 1865. Durante su mandato, el general de origen español Nicolás de Régules derrotó a la legión belga en Tacámbaro, siendo los prisioneros intercambiados por órdenes de Riva Palacio, pese a que poco antes
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el Gobierno imperial había decretado la ejecución de los guerrilleros republicanos que fueran apresados. Su parodia poética “Adiós, mamá Carlota”, publicada en el periódico satírico editado en Huetamo El Pito Real, se convertiría pronto en el himno de los republicanos, proporcionándole gran notoriedad. Reemplazado por Régules en 1866, Riva Palacio participó en el sitio de Querétaro, tras el cual se le encomendó la custodia de Maximiliano de Habsburgo, de cuya infructuosa defensa se hizo cargo su padre. Tras la restauración republicana, se postuló sin éxito para la presidencia de la Suprema Corte de Justicia, donde ocupó una plaza de magistrado, al tiempo que editaba diversos periódicos de oposición a la administración de Sebastián Lerdo de Tejada, como El Constitucional, El Radical y, especialmente, el periódico satírico El Ahuitzote. Es en esta etapa cuando visitaría España por primera vez, en el curso de un prolongado periplo que le llevaría a recorrer las principales capitales europeas entre 1870 y 1872. En Madrid coincidiría a fines de 1870 con Manuel Payno, Juan de Dios Peza, Juan A. Mateos y Rafael Martínez de la Torre para presentar la obra colectiva El libro rojo, que constituía una vindicación de las reformas liberales y que contó con el padrinazgo de Emilio Castelar y Juan Prim.18 En España entró en contacto con las ideas krausistas, difundidas por Julián Sanz del Río, que contribuiría más tarde a propagar en México. En estos años iniciaría además la publicación de una serie de novelas que consolidarían su incipiente prestigio literario como periodista, poeta y autor teatral. Su creciente desafección hacia la administración de Lerdo de Tejada llevó al gobierno a decretar su acuartelamiento en San Juan del Río, lo que obligó a Riva Palacio a renunciar a su empleo militar en marzo de 1875. Tras estallar la revuelta contra los planes de Lerdo para perpetuarse en el cargo, Riva se adherirá en mayo de 1876 al Plan de Tuxtepec, levantándose en armas contra el gobierno lerdista, si bien su aportación militar fue irrelevante al ser derrotado por las tropas federales en Tlaquiltenango. Ello no fue obstáculo para que, tras el triunfo de la revolución tuxtepecana, Porfirio Díaz le nombrara secretario de Fomento, Colonización, Industria y Comercio. Su paso por esta cartera entre 1877 y 1879 estuvo marcado por la fundación de un observatorio meteorológico y otro astronómico y por 18. Ramírez Vuelvas (2014).
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la creación de las secciones de Cartografía y Estadística de la Secretaría de Fomento. Trató de introducir infructuosamente en México el cultivo del café de Liberia y continuó impulsando el desarrollo monumental del paseo de la Reforma, principal arteria de la capital, trazada por Maximiliano y embellecida por Lerdo de Tejada. Fue impulsor, en este sentido, de dos de los principales conjuntos escultóricos de esta arteria, los dedicados a Cristóbal Colón —encargado por su antecesor e inaugurado por Riva Palacio en 1877— y a Cuauhtémoc, cuya terminación se produciría en 1887. Riva Palacio intentó utilizar la cartera de Fomento como trampolín para su posible candidatura presidencial, para lo que concibió el proyecto de celebrar una Exposición Universal mexicana en 1880. Este se vio truncado por Díaz, que había decidido impulsar la candidatura presidencial de su secretario de Guerra y Marina, lo que precipitó la salida de Riva Palacio de la Secretaría de Fomento. Tras su renuncia, fundó el semanario El Coyote, desde el que respaldó la campaña que en 1881 llevó a la presidencia al general Manuel González Flores. Tras ser elegido diputado, se convertiría, sin embargo, en uno de los principales detractores de la reforma monetaria promovida por el Gobierno. Haciendo uso de la tribuna parlamentaria, Riva Palacio exigió en diciembre de 1883, en un encendido discurso, que se quemaran públicamente las máquinas troqueladoras de las nuevas monedas de níquel que venían a sustituir a las de plata, tratando así de capitalizar el descontento popular provocado por la reforma monetaria. La maniobra incrementó sin duda la popularidad del literato, pero indignó al presidente González, que ordenó su encarcelamiento, acusándole de haber instigado los graves tumultos que tuvieron lugar en la capital por ese motivo. Tras casi un año en la prisión de Santiago Tlatelolco, donde escribió el segundo volumen de la que sería su principal obra, la monumental México a través de los siglos, fue liberado. Su encarcelamiento puso fin, no obstante, a sus aspiraciones presidenciales, que chocaban con los proyectos de reelección de Díaz. Este le dejó fuera del nuevo gobierno formado en 1884, pese a contar para el mismo con personalidades opuestas a González. La publicación en 1882 de su libro Los ceros, por cero (Galería de contemporáneos), en el que llevaba a cabo una amarga sátira contra la clase político-intelectual porfirista y criticaba el progresivo desplazamiento de los viejos liberales idealistas del 57 por el grupo de los positivistas, que se iba aglutinando en torno a
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Díaz, acabó por convertirle en una figura incómoda para el régimen presidencialista que se estaba construyendo.19 El nombramiento de Riva Palacio como ministro plenipotenciario en España y sus primeras gestiones Díaz, pese a todo, no retiró su amistad a Riva Palacio y aprovechó la oportunidad que le brindaba la reestructuración del servicio exterior —la mayor parte de cuyo personal había sido designado por Lerdo
Correspondencia entre Riva Palacio y Porfirio Díaz. Colección Porfirio Díaz. Universidad Iberoamericana. México. 19. Para una biografía de Riva Palacio anterior a su llegada a la legación mexicana en Madrid, véase Serrano (1934), Díaz y de Ovando (1976), Ortiz Monasterio (1999) y Martínez Luna (2012).
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Correspondencia entre Riva Palacio y Porfirio Díaz. Colección Porfirio Díaz. Universidad Iberoamericana. México.
de Tejada o González— para enviarle a un destierro honorable. En mayo de 1886, el Senado aprobó a propuesta de Díaz su nombramiento como ministro plenipotenciario y enviado extraordinario en España y Portugal. Su designación no tuvo lugar sin que Díaz tuviera que vencer la resistencia del general Ramón Corona a abandonar la capital española, donde llevaba más de una década acreditado. El ofrecimiento de la dirección general de Beneficencia y Sanidad Pública no convenció al vencedor del Tigre de Álica, que solo cedió cuando Díaz le permitió hacerse cargo de la gubernatura de Jalisco.20 Riva Palacio partió para España, vía Nueva York, en julio de 1886. El general dejó en México a su esposa y a su hijo Federico. Su salida fue casi una despedida, ya que solo regresaría brevemente a México en dos ocasiones durante la década que permaneció en Ma-
20. Corona a Mariscal, Madrid, 18 de junio de 1886, en AHGE-SRE, España, lib. 70. Corona ocuparía la gubernatura jalisciense desde marzo de 1887 hasta su misterioso asesinato en noviembre de 1889, quizás por órdenes de Díaz, quien temía que Corona estuviera preparando su candidatura a las elecciones presidenciales de 1890.
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drid.21 Su nombramiento fue bien acogido por la prensa española, que resaltó el renombre literario del nuevo representante de México en la capital.22 El prestigio de su apellido entre las cortes europeas a raíz de la participación de su padre en la defensa de Maximiliano, tío de la reina regente, y el hecho de que el general fuera, además, nieto de Guerrero conferían un carácter simbólico a su nombramiento, especialmente en vísperas del quincuagésimo aniversario del establecimiento de relaciones entre los dos países y en un momento en que estas entraban en un proceso de normalización.23 Antes de llegar a Madrid, Riva Palacio permaneció en París durante agosto y septiembre, convaleciente de una operación para extirparle un grave tumor en la nariz. Su estancia en la capital francesa provocó una agria disputa con el representante mexicano en Francia, Ramón Fernández, con quien Riva Palacio no debía de tener buenas relaciones, ya que —como Fernández informó a Díaz— aquel “no había tenido a bien participarle su llegada, ni siquiera a título confidencial” y solo había sabido de la misma a través de Manuel Payno, quien se encontraba en París desde 1882 como agente de colonización del gobierno mexicano. Fernández restaba importancia a la intervención quirúrgica a la que Riva Palacio se había sometido en París y concluía que no era “su culpa si no hemos tenido las relaciones que convienen entre representantes de una misma nación”.24 Díaz terció en un asunto que amenazaba con provocar un conflicto personal entre los titulares de dos de las tres principales legaciones mexicanas en Europa y comunicó a Fernández que había ordenado al nuevo secretario de Relaciones Exteriores, Ignacio Mariscal, que hiciera a Riva Palacio “una indicación tan suave como fue[ra] posible de que no fue buena su conducta”.25
21. En el curso de su larga gestión en Madrid, Riva Palacio solo abandonó la legación para volver a México entre julio de 1889 y febrero de 1890 y entre noviembre de 1893 y mayo de 1894, en esta última ocasión con motivo de la muerte de su esposa, María Josefa Bros (Riva Palacio a Ministerio de Estado, Madrid, 5 de febrero de 1890 y 3 de mayo de 1894, en AHGE-SRE, España, lib. 70). 22. El Diario de La Marina, La Habana, 14 de junio de 1886; La Ilustración Española y Americana, Madrid, 31 de junio de 1886. 23. Sánchez Andrés (1999: 731-765). 24. Fernández a Díaz, París, 25 de septiembre de 1886, en UI-CPD, leg. 11, c. 21, doc. 10180. 25. Díaz a Fernández, México, 19 de septiembre de 1886, en UI-CPD, leg. 11, c. 24, doc. 11503.
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El informe de Manuel Payno sobre la gravedad que había revestido realmente la operación y sobre el estado de ánimo de Riva Palacio muestra el discreto control que Díaz ejercía a distancia sobre el literato y parece confirmar las posibles razones de su nombramiento en Madrid. Payno, que había escrito y presentado con Riva Palacio El libro rojo en la capital española en 1870, era un viejo amigo del general y, como tal, le ayudó a su llegada a París. El autor de Los bandidos de Río Frío escribió a Díaz que Riva Palacio parecía haber abandonado cualquier aspiración presidencial y se mostraba públicamente agradecido al presidente por su designación como representante de México en Madrid. Payno creía además que su condición de literato le abriría las puertas de los salones madrileños: Vicente Riva Palacio llegó aquí hace poco más de una semana y hace los necesarios preparativos para presentarse en España con el decoro debido. No obstante el carácter descontento que V. le conoce, no habla de otra cosa, más que de V., deshaciéndose en elogios, y a fe que no podría hacer otra cosa pues sus deseos (supuesto que por convicción abandonó sus aspiraciones a la presidencia) los ha colmado V. En España, los literatos y los poetas tienen grandes bogas y aceptación, y será muy bien acogido pues los personajes que figuran en primer término en Madrid, todos han sido periodistas y escritores de más o menos fama.26
El propio Díaz envió en noviembre una carta amistosa al general en la que bromeaba en torno a las posibles secuelas de la operación sobre la capacidad satírica del autor de Los ceros y le deseaba un pronto restablecimiento: “Ya me figuro que tu nariz se ha aguzado aún más de lo que estaba. Por fortuna eres mi amigo y nada tengo que temer”.27 Para entonces, Riva Palacio se encontraba ya en Madrid, donde se hizo cargo de la legación a mediados de octubre de 1886. La presentación de las cartas credenciales a la reina regente se demoraría hasta el 15 de noviembre debido al parto de la infanta María Eulalia de Borbón.28 La ceremonia se celebró con todo el protocolo acostumbrado y en medio de muestras de cordialidad por parte de 26. Payno a Díaz, París, 3 de septiembre de 1886, en UI-CPD, leg. 11, c. 20, doc. 10423. 27. Díaz a Riva Palacio, México, 23 de septiembre de 1886, en UI-CPD, leg. 11, c. 20, doc. 9603. 28. Riva Palacio a Mariscal, Madrid, 17 de noviembre de 1886, en AHGE-SRE, España, lib. 70.
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María Cristina de Habsburgo, si bien, con el paso del tiempo, Riva Palacio cobraría conciencia de la hostilidad encubierta de la reina.29 Curiosamente, el discurso pronunciado por Riva Palacio —según él mismo confesaba a Díaz— había sido redactado por el primer secretario de la legación, Jesús Zenil Martínez, sin que “interviniera en nada mi literatura”. Tras el acto, Riva Palacio fue recibido por el ministro de Estado, Segismundo Moret, de quien el general informó a Díaz “que tiene grandísimo empeño por estrechar los vínculos de México con España, tanto por el natural deseo de que las relaciones con México sean cordiales, como porque el ejemplo de México será de gran influencia en las demás repúblicas de la raza latina en América”.30 El nuevo ministro mexicano traía consigo como segundo secretario a Francisco A. de Icaza, joven poeta que pronto adquiriría renombre como crítico literario e historiador en el inquieto mundo literario e intelectual madrileño, donde pasaría la mayor parte de su vida, primero como diplomático y, tras el estallido de la Revolución mexicana, como exiliado, si bien posteriormente volvería a representar a su país en diversos eventos internacionales de tipo cultural que tuvieron lugar en la capital española, donde murió en 1925.31 En la legación ya se encontraba Zenil como primer secretario, destacado desde 1884 en Lisboa, quien sería sustituido poco después por el historiador jalisciense Híjar y Haro, quien ya había sido secretario de Corona. Nada más llegar a Madrid, Riva Palacio eligió como domicilio y nueva sede de la cancillería un lujoso piso en el número 3 de la calle Serrano, que amuebló suntuosamente.32 El nuevo ministro de
29. Respecto a la aversión de la familia Habsburgo por México, Riva Palacio comentaba con humor a Díaz que “para esta familia […] los mexicanos somos como para los cristianos los judíos, un pueblo deicida, nos aborrecen y hasta nos tienen horror. Debo decirte en confianza que hasta la misma Reina de España nos tiene mala voluntad Comprendo que como Reina de España tiene que fingir y disimular; pero que, como dicen en nuestra tierra, nos masca pero no nos traga” (Riva Palacio a Díaz, Madrid, 18 de abril de 1888, en UI-CPD, leg. 13, c. 10, doc. 4568-69). 30. Riva Palacio a Díaz, 17 de noviembre de 1886, en UI-CPD, leg. 11, c. 27, doc. 13259. 31. Perea (1996: 87, 131-142). 32. Riva Palacio a Mariscal, Madrid, 18 de noviembre de 1886, en AHGE-SRE, España, lib. 70.
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México desplegó desde un principio una brillante vida social que le facilitó una rápida integración en los círculos políticos y literarios madrileños. El elevado tren de vida de Riva Palacio le llevó a gestionar infructuosamente en varias ocasiones el incremento de la partida presupuestal destinada a la legación en Madrid, encontrándose en todos los casos con la firme negativa del presidente mexicano. De nada sirvió a Riva Palacio señalar que su antecesor en el cargo había recibido quince mil pesos anuales, además de su sueldo íntegro como general, frente a los doce mil pesos que recibía él en total. Díaz, empeñado en acabar con el déficit crónico de la administración mexicana, le contestó que Corona había sido nombrado por Lerdo de Tejada y que la política de austeridad impulsada por su gobierno implicaba recortar los gastos del conjunto de la administración pública, incluidos los del servicio exterior. El presidente accedió tan solo, “por probarte de alguna manera mi buena disposición”, a reembolsar a Riva Palacio los cerca de dos mil pesos perdidos por este al cambiar los diez mil pesos que se le habían entregado para gastos de viaje e instalación.33 Únicamente tras solicitar su baja definitiva del ejército, en diciembre de 1889, accedería Díaz a que Riva Palacio recibiera una cantidad suplementaria en concepto de retiro.34 Con todo, los apuros económicos del representante mexicano a causa de su elevado tren de vida no cesarían por completo hasta el verano de 1892, cuando el matrimonio Riva Palacio recibió la importante herencia de una tía de su esposa.35 No tuvo Riva Palacio prisa excesiva en desplazarse a Lisboa para presentar sus cartas credenciales ante la corte de Carlos I de Portugal. Las dificultades económicas que atravesaba la administración mexicana contribuyeron a demorar su viaje hasta febrero de 1890, tras el cual regresó a Madrid en mayo de ese mismo año, dejando a Zenil como encargado de la representación en la capital lusa.36
33. Riva Palacio a Díaz, Madrid, 24 de agosto de 1886, en UI-CPD, leg. 11, c. 21, doc. 10296; Mariscal a Riva Palacio, México, 6 de octubre de 1887, en AHGE-SRE, España, lib. 70. 34. Díaz a Riva Palacio, México, 2 de enero de 1890, en UI-CPD, leg. 14, c. 25, doc. 12577. 35. Ortiz Monasterio (1999: 269-272). 36. Riva Palacio a Mariscal, Madrid, 11 de mayo de 1890, en AHGE-SRE, España, lib. 70.
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Riva Palacio, operador de la diplomacia porfirista Riva Palacio se hizo cargo de la legación en un momento crucial. Un año antes, la muerte de Alfonso XII había puesto en marcha los mecanismos del turno dinástico y provocado la llegada al poder del Partido Liberal Fusionista. Especial importancia tendría la temprana sintonía de Riva Palacio con el líder liberal, Práxedes Mateo Sagasta, así como con su ministro de Estado, Moret, que entre noviembre de 1885 y junio de 1888 intentaría impulsar las relaciones de España con las repúblicas hispanoamericanas; una estrategia en la que México jugaba un papel central, como había deducido correctamente Riva Palacio tras su primera entrevista con el ministro. La nueva política latinoamericana de Moret tenía como objetivo inmediato evitar que algunas repúblicas hispanoamericanas terminaran apoyando las actividades de los independentistas cubanos en el exilio, así como paliar el creciente aislamiento español respecto a los grandes sistemas europeos de alianzas. Sin embargo, los planes del ministro liberal iban dirigidos en última instancia a sentar las bases para el establecimiento de una suerte de comunidad hispánica de naciones que sirviera de contrapeso frente al creciente expansionismo estadounidense, el cual constituía una amenaza para las colonias antillanas de España. Dada su posición geoestratégica respecto a Cuba, México constituía uno de los ejes centrales de dicha política, lo que condicionó las relaciones hispano-mexicanas durante las últimas décadas del siglo. Este proyecto encontró cierto eco en el gobierno de Díaz, interesado en fortalecer las relaciones con Europa a fin de contrapesar las presiones de Washington sobre su administración. Desde la perspectiva del régimen porfirista, las relaciones hispano-mexicanas respondían, sin embargo, a condicionantes distintos de los del caso español. El escaso nivel de los intercambios comerciales y financieros entre ambos países y la inexistencia de una inmigración mexicana significativa en España conferían aparentemente un interés secundario a las relaciones con la antigua metrópoli. Si ello no fue así, se debió a la existencia de otros factores. En primer lugar, a la importancia de la colonia española en México, cuyo poder económico e influencia política habían constituido una permanente fuente de conflictos para las relaciones bilaterales desde 1836. En segundo lugar, a la convergencia de los intereses geopolíticos de México y España en el Caribe, donde el expansionis-
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mo estadounidense amenazaba a ambos países por igual. Finalmente, habría que tener en cuenta la importancia simbólica y cultural que para el México decimonónico tuvieron siempre las relaciones con la antigua metrópoli, especialmente en un momento en que el debate en torno al carácter y alcance de la herencia española incidía directamente sobre el complejo proceso de conformación de una identidad nacional mexicana.37 Todos estos factores hicieron que las relaciones con España no carecieran de cierta importancia para la diplomacia porfirista, al tiempo que propiciaron, a su vez, un progresivo acercamiento a la antigua metrópoli. Riva Palacio no fue ajeno a estos planteamientos y, si bien fue más un operador que un artífice de la diplomacia mexicana hacia España, participó activamente en el proceso de normalización de las relaciones bilaterales a través de la diplomacia cultural. Su primera misión fue finiquitar el contrato de colonización firmado por el gobierno mexicano con el antiguo coronel imperial Sebastián Abojador y Bengoechea en julio de 1883. Abojador, autor de varios proyectos para crear durante el Segundo Imperio un cuerpo policial similar a la Guardia Civil,38 había sido nombrado agente de colonización en Madrid por el gobierno de González. La Secretaría de Fomento le había otorgado amplios poderes para reclutar colonos españoles, tanto agricultores como artesanos, así como para adquirir ganado, vides y otros insumos agrícolas. Tras el retorno de Díaz a la presidencia, el gobierno mexicano rescindió el contrato, pero Corona no logró llegar a un acuerdo económico en relación con las cantidades supuestamente adelantadas por Abojador a los colonos reclutados, así como el pago del ganado y vides ya enviados a México por este. Recién llegado a la legación, Riva Palacio se encontró con la amenaza de los damnificados de llevar el caso a los tribunales. El nuevo representante consideraba que, probablemente, las cantidades reclamadas por Abojador eran excesivas, pero no dejaba de reconocer que los créditos habían sido contraídos en nombre del gobierno mexicano por un agente autorizado para ello, por lo que su impago afectaba “a la honra de nuestro país y de nuestro gobierno”.39 37. Sánchez Andrés (1999: 750-759). 38. Abojador (1864, 1865). 39. Riva Palacio a Díaz, Madrid, 21 de noviembre de 1886, en UI-CPD, leg. 11, c. 27, doc. 13261.
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Díaz convino un mes más tarde con su representante que el gobierno de González había obrado con “poca cautela” en el caso de Abojador, al tiempo que acusaba a este de haber incurrido en gastos con posterioridad a la rescisión del contrato.40 Para entonces, la prensa española había comenzado a hacerse eco del problema, que envolvía, además, a varias familias de campesinos pobres que habían liquidado sus propiedades para ir a México. Riva Palacio se dio cuenta rápidamente de la potencial conflictividad de un asunto que podía llegar a enturbiar la imagen del régimen porfirista en el exterior. El representante mexicano aconsejó, en consecuencia, a su gobierno que llegara a un acuerdo que impidiera la presentación de una catarata de reclamaciones a la legación, ya que —como señalaba a Díaz— “allá fácilmente se puede declarar resuelto el punto diciendo que hay abuso de Abojador, pero esa resolución no nos salva aquí, cuando alegan haber visto las grandes autorizaciones y facultades de que estaba investido ese Señor como agente de nuestro Gobierno”.41 Finalmente, Díaz accedió a regañadientes y Riva Palacio dio inicio a unas duras negociaciones que se saldarían en mayo de 1888 con el pago por el gobierno mexicano de más de seis mil pesos, la mitad de la cantidad reclamada originalmente por el antiguo agente de colonización.42 Riva Palacio no compartía el interés de su antecesor por atraer colonos españoles a México, especialmente durante la presidencia de González, cuyo secretario de Fomento, Carlos Pacheco, era un ferviente partidario de la emigración española “porque ninguna raza me parece mejor para fundirse con la nuestra que aquella de quien en gran parte procedemos”.43 El editor de México a través de los siglos dudaba, por el contrario, de la utilidad de seguir intentando atraer emigración europea a México. Tras un viaje a Asturias en el verano de 1887, el general exponía a Díaz la necesidad de replantear la política migratoria mexicana:
40. Díaz a Riva Palacio, México, 17 de diciembre de 1886, en UI-CPD, leg. 11, c. 27, doc. 13262-63. 41. Riva Palacio a Díaz, Madrid, 11 de enero de 1887, en UI-CPD, leg. 12, c. 2, doc. 660. 42. Riva Palacio a Díaz, Madrid, 22 de julio de 1888, en AHGE-SRE, España, lib. 70. 43. Pacheco a Corona, México, 26 de agosto de 1882, en AHGE-SRE, España, lib. 112. Sobre los proyectos de colonización con españoles del régimen porfirista, véase Sánchez Andrés/Pérez Herrero (2015: 101-104).
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Nosotros hemos considerado la colonización suponiéndola en México como en los Estados Unidos o en Buenos Aires, población laboriosa, consumidora y hasta productora, pero de tal manera naturalizada en el país que ellos (los colonos) y sus familias y sus caudales formaban parte definitivamente de la Nación; pero me he convencido de que entre nosotros no pasa así, y quizás sea ésta una de las causas principales de nuestras dificultades para el progreso y para la riqueza pública. De la colonia alemana, francesa o inglesa nada necesitase decirte porque bien sabes que formado el caudal que cada uno tenía pensado como término de su trabajo, emigran llevándose de México no sólo su caudal sino la familia mexicana. Ahora he comprendido que en la colonia española sucede poco más o menos lo mismo.44
El representante mexicano se mostraba escandalizado por la repatriación masiva de capitales procedentes de México realizada por los llamados indianos. Riva Palacio relataba al presidente —con cierta exageración— como solo en el pequeño concejo de Llanes, “pequeño rincón de Asturias pero de donde son los Teresas, Manuel Ibáñez, los Toriello, los Noriega y sobrinos, los Romanos de Tabasco, los Mendoza Cortina, Telésforo García y sus hermanos, Antonio Escandón el del Rastro, los Mijares…”, se habían invertido en los últimos veinticinco años más de cuarenta millones de pesos procedentes de México, por lo que “toda esa gran riqueza viene a dar fruto y bienestar aquí”.45 Díaz no tenía las prevenciones de Riva Palacio hacia la emigración española. Si bien coincidía con este en la necesidad de que una parte de dicha riqueza se reinvirtiese en México, consideraba inevitable que la élite extranjera o mexicana se llevara una parte de sus capitales al exterior debido “a la forma de ser de nuestra sociedad, que no ha llegado aún al grado de cultura que se necesitaría para que en su seno encontraran los hombres más distinguidos el bienestar y tranquilidad de que pueden disfrutar en otros países donde se les respeta y estima o por lo menos no se les hostiliza”.46 El presidente estaba convencido de que la colonia española y el resto de la inmigración extranjera desempeñaban un importante papel en el desarrollo del país y de que las transforma44. Riva Palacio a Díaz, Santander, 4 de agosto de 1887, en UI-CPD, leg. 12, c. 16, doc. 7773. 45. Riva Palacio a Díaz, Santander, 4 de agosto de 1887, en UI-CPD, leg. 12, c. 16, doc. 7773. 46. Díaz a Riva Palacio, México, 31 de agosto de 1887, en UI-CPD, leg. 12, c. 16, doc. 7774-76.
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ciones socioculturales impulsadas por el régimen porfirista acabarían facilitando la reinversión de sus capitales en México. Más activo se mostró el general en relación con uno de los principales objetivos de la política exterior mexicana, como era la difusión de una imagen positiva del régimen porfirista en el extranjero. Riva Palacio se aplicó desde el primer momento en crear una percepción favorable de Díaz y de México en general, lo que alcanzó por medio de ocasionales artículos de prensa dirigidos a la opinión pública española y por la participación en diversas actividades organizadas por instituciones de carácter hispanoamericanista o cultural. Entre las primeras, tuvo un destacado papel la Unión Ibero-Americana, creada en Madrid en 1885 para impulsar los vínculos entre España y las repúblicas hispanoamericanas.47 El gobierno mexicano secundó desde un principio la iniciativa de Moret y patrocinó un año más tarde la creación de una sección de este organismo en México, presidida por el secretario de Gobernación, Manuel Romero Rubio, y a cuyo acto constitutivo asistió el propio Díaz, acompañado por todo su gabinete.48 Riva Palacio utilizó su presencia en la junta directiva de este organismo para reivindicar las realizaciones del régimen porfirista. Con este fin, consiguió que, en diciembre de 1886, la Unión Ibero-Americana celebrara en el conservatorio de Madrid una sesión en honor de México, presidida por Moret, Antonio Cánovas del Castillo y el propio Riva Palacio.49 Cuatro años después, la Real Academia de Jurisprudencia realizaría una sesión semejante en honor de México y Perú con motivo del establecimiento de las respectivas academias de ambos países.50 La diplomacia mexicana intentó institucionalizar el mantenimiento de buenas relaciones con la metrópoli al margen del partido que eventualmente se encontrara al frente del gobierno español. En este sentido, Riva Palacio cultivó estrechas relaciones con los círculos po47. Vélez Jiménez (2007: 121-124). 48. Rama (1982: 180-182). 49. En el curso de la misma, Riva Palacio presentó un proyecto para construir en Madrid un monumento a Colón sufragado por la totalidad de las repúblicas hispanoamericanas (Riva Palacio a Díaz, Madrid, 20 de diciembre de 1886, en UI-CPD, leg. 11, c. 25, doc. 14225). Sobre su presencia a título personal en la junta directiva de la Unión Ibero-Americana, véase Riva Palacio a Mariscal, Madrid, 17 de marzo de 1888, en AHGE-SRE, España, lib. 70. 50. Riva Palacio a Díaz, Madrid, 18 de diciembre de1890, en UI-CPD, leg. 15, c. 29, doc. 15358-9.
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líticos republicanos, continuando la política iniciada por su antecesor en la legación, pero evitando, al mismo tiempo, con sumo cuidado inmiscuirse en la política de la Restauración a través de su identificación con una u otra facción política. El general frecuentaba especialmente la tertulia que tenía lugar los sábados en casa del líder del republicanismo conservador, Emilio Castelar, que era su vecino en el número 40 de la calle Serrano, donde coincidía con políticos y hombres de letras de todo el espectro ideológico.51 Sus preferencias por los liberales le llevaron a asistir también a menudo a la tertulia que se desarrollaba en el domicilio de Sagasta, con quien coincidía, además, en la Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales, de la que era correspondiente extranjero, y con el que logró establecer una relación de amistad que le sería útil en varias ocasiones. En esta tertulia conoció y cultivó la amistad de otros prohombres del Partido Liberal, como Manuel Alonso Martínez, Joaquín Jovellar o Manuel Montero Ríos.52 Ello no fue obstáculo para que el diplomático mexicano mantuviera relaciones especialmente buenas con políticos e intelectuales conservadores a los que le unían afinidades de tipo cultural, como Menéndez Pelayo o Cánovas, con quienes compartía la afición por la historia de la Nueva España, en la que ambientó la última parte de su obra, escrita en Madrid, los llamados Cuentos del general.53 El progresivo acercamiento hispano-mexicano y las reticencias que ambos países experimentaban hacia el creciente intervencionismo estadounidense en Centroamérica y el Caribe abrieron la puerta a varios intentos para coordinar sus políticas en estas regiones. En el caso de Centroamérica, Moret aprovechó las dificultades de ambos gobiernos con la dictadura de Manuel Lisandro Barillas para intentar establecer una posición común hacia Guatemala. Díaz, que desconfiaba del gobierno guatemalteco, envió tropas a la frontera, pero se negó a verse envuelto en los proyectos integracionistas promovidos desde Madrid por el expresidente salvadoreño Rafael Zaldívar, quien trataba de convencer a las autoridades españolas y mexicanas para que respaldaran la formación de una coalición entre El Salvador, Nicaragua y Costa Rica dirigida contra Guatemala.54 51. 52. 53. 54.
Serrano (1934: 56-57). Serrano (1934: 46-47, 88). Serrano (1934: 55). Riva Palacio a Mariscal, Madrid, 9 de noviembre de 1887, en AHGE-SRE, España, lib. 86.
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Riva Palacio no compartía la desconfianza de Díaz hacia el país centroamericano y tenía nexos personales con uno de los ministros del gobierno de Barillas, a petición del cual trató infructuosamente de convencer a Díaz de las intenciones amistosas del dictador guatemalteco, al tiempo que desacreditaba las gestiones de Zaldívar en Madrid.55 En una entrevista personal con Moret, Riva Palacio manifestó a este que creía “habría una gran ventaja para los dos países en que marchasen unidas nuestras gestiones políticas y nuestras representaciones diplomáticas”.56 Sin embargo, el representante mexicano había perdido su confianza en la política hispanoamericanista propugnada por el ministro de Estado, a quien consideraba “un hombre que no toma las cosas con seriedad ni con constancia”. El general se mostraba especialmente crítico con el laudo arbitral español en el diferendo entre Colombia e Italia, favorable a este último país, que —a su juicio— “venía a desmentir con hechos toda esa cacareada Unión Ibero-Americana que era, a mi juicio, la verdadera tabla de salvación para España, pero que no la saben manejar ni comprender la importancia que tiene para ellos”.57 Más pragmático que su representante, Díaz analizó con interés la posibilidad de una colaboración diplomática de ambos países en la región, si bien esta no se traduciría en acciones concretas hasta pocos meses después de la muerte de Riva Palacio, cuando el gobierno mexicano propuso a España como árbitro de sus diferendos territoriales con Guatemala.58 Más éxito tuvo la cooperación establecida por ambos países en torno a la cuestión cubana: la presencia española en Cuba y Puerto Rico mediatizó desde un principio las relaciones bilaterales. De hecho, el reconocimiento español de la independencia mexicana estuvo condicionado a la inclusión en el tratado de un artículo secreto adicional, el cual comprometía a México a no tolerar ninguna actividad contraria a la soberanía española sobre dichas islas.59 55. Riva Palacio a Díaz, Madrid, 28 de diciembre de 1887, en UI-CPD, leg. 12, c. 26, doc. 2846. 56. Moret a Joaquín Becerra, ministro de España en México, Madrid, 1 de enero de 1888, en AHN, Estado, leg. 1657. 57. Riva Palacio a Díaz, Madrid, 28 de febrero de 1888, en UI-CPD, leg. 13, c. 6, doc. 2846. Sobre esta mediación, véase Tamburini (2000: 709-733). 58. Brunetti a Ministerio de Estado, México, 3 de junio de 1897, en AHN, Estado, leg. 1657. El convenio puede consultarse en AHN, Estado, TR-304, exp. 9. 59. Las negociaciones conducentes a la firma del Tratado Santa María-Calatrava pueden seguirse en Sánchez Andrés (2017).
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El temor del gobierno de Díaz a que la soberanía española sobre Cuba y Puerto Rico fuera sustituida por la estadounidense provocó una convergencia de los intereses geopolíticos de ambos países en el Caribe. Las simpatías de amplios sectores de la sociedad mexicana por la causa cubana no constituyeron un obstáculo para que el régimen porfirista colaborara con el gobierno español a la hora de controlar las actividades de la numerosa colonia antillana establecida en México e impidiera que, desde su territorio, se desarrollaran actividades contrarias a la soberanía española en las Antillas. El estallido de una nueva crisis colonial en Cuba, en febrero de 1895, incrementó la preocupación mexicana, que se vio acrecentada, además, por el temor del gobierno porfirista a un posible contagio revolucionario debido a la masiva afluencia de refugiados cubanos a México conforme se recrudecía el conflicto.60 El nuevo levantamiento cubano fue seguido con alarma por Riva Palacio, que informó a su gobierno de la caída del gabinete de Sagasta, a causa de la insubordinación de un sector del ejército, y de su sustitución por un gobierno conservador opuesto a cualquier concesión. El general manifestaba a su gobierno que, de no ser rápidamente abortada, la nueva insurrección cubana acabaría arrastrando a España a una guerra con los Estados Unidos, cuyo previsible desenlace podría provocar, a su vez, una revolución en España.61 El gobierno mexicano compartía la inquietud de su representante en España. La incapacidad de las autoridades españolas para poner fin a la rebelión, que a fines de 1895 se había extendido a la totalidad de la isla, llevó a Díaz a considerar la posibilidad de interponer su mediación entre el gobierno español y los separatistas cubanos para que pusieran fin al conflicto a cambio de la concesión de la autonomía a la isla. La oferta fue transmitida confidencialmente en marzo de 1896 por Riva Palacio al ministro de Estado, Carlos M. O’Donnell, duque de Tetuán.62 La propuesta, rechazada por el gobierno español, sería reiterada un año más tarde por Mariscal al duque de Arcos. Su fracaso llevaría al gobierno mexicano a ensayar sin éxito otras estrategias para 60. Sánchez Andrés (1999: 753-754). 61. Riva Palacio a Mariscal, Madrid, 22 de marzo de 1895, en AHGE-SRE, España, lib. 86. 62. Riva Palacio a Mariscal, Madrid, 17 de marzo de 1896, en AHGE-SRE, L-E-519, vol. 5, f. 42. Sobre estas negociaciones, véase Sánchez Andrés (1999: 753-758).
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intentar evitar la cada vez más inminente intervención estadounidense, como tratar de promover una mediación hispanoamericana e, incluso, impulsar una campaña dirigida a conseguir la cesión de la isla a México.63 La diplomacia cultural en el marco del IV Centenario del Descubrimiento Si bien Riva Palacio se desempeñó generalmente como un eficaz operador de la diplomacia porfirista, en el caso de la diplomacia cultural transcendió ampliamente este papel. El representante mexicano contribuyó decisivamente a la firma de un tratado de propiedad científica, literaria y artística en 1895 y secundó activamente la participación de México en los diversos congresos y reuniones de carácter hispanoamericano organizados gubernativamente durante la Restauración. La firma de un convenio de propiedad literaria había sido una vieja aspiración de los sucesivos gobiernos españoles, que veían como las obras de los literatos españoles eran reproducidas libremente en Hispanoamérica sin pagar los derechos correspondientes a los autores. México no era una excepción: como el resto de los gobiernos hispanoamericanos, el porfirista era reacio a firmar un tratado contrario a los intereses de su naciente industria editorial y que beneficiaba más a los escritores peninsulares que a los mexicanos, dada la menor difusión de sus obras en la Península. Una posición no compartida, desde luego, por los literatos mexicanos, que veían con preocupación como la falta de un tratado de propiedad literaria con España lastraba la difusión de su obra en España, así como la percepción de sus correspondientes derechos. Como uno de los principales escritores del México decimonónico, Riva Palacio estaba decidido a poner fin a una situación que le afectaba personalmente. No en vano, su monumental México a través de los siglos, obra colectiva dirigida por el general, autor asimismo del segundo volumen, había sido publicada de manera casi simultánea por J. Ballescá en México y Espasa y Cía. en España en 1884. Ya antes de partir para hacerse cargo de la legación mexicana en Madrid, Riva Pa63. El proyecto de anexión de Cuba a México ha sido estudiado por Rojas (2001).
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lacio escribió a Díaz para que le autorizara a iniciar las negociaciones para la firma de un tratado sobre propiedad literaria, ya que “no hay literato en México que no me hable con interés de ese tratado”. El presidente lo consultó con Mariscal, que se mostró “divergente” por cuestiones económicas, lo que aplazó por el momento la cuestión.64 Riva Palacio volvería a plantear la misma a partir de su nombramiento como vicepresidente de la Asociación de Escritores y Artistas Españoles en 1892. Las gestiones del general facilitaron la apertura de negociaciones por parte de la propia legación española en México, que concluyeron el 25 de abril de 1892 con la firma de un primer tratado que sería, no obstante, rechazado por el Senado en noviembre de 1893. Ello reabriría las negociaciones, que se desarrollaron ya íntegramente en México, entre el representante español, José Brunetti y Gayoso, duque de Arcos, y Mariscal y que finalizarían el 10 junio de 1895 con la firma de un tratado sobre la propiedad científica, literaria y artística, que sería ratificado posteriormente por las dos naciones.65 La actividad de Riva Palacio fue igualmente importante durante las celebraciones que tuvieron lugar en España con motivo del IV Centenario del Descubrimiento de América en 1892. La decisión del Gobierno estadounidense de celebrar una gran exposición colombina en Chicago llevó al gobierno español a organizar, a su vez, un conjunto de actividades conmemorativas que permitieran proyectar la imagen de España en el mundo y, especialmente, en el continente americano. El gobierno de Sagasta oficializó esta iniciativa por medio de dos decretos expedidos en 1888, al tiempo que la diplomacia española en el continente trataba de asegurar la participación del conjunto de las repúblicas hispanoamericanas.66 El gobierno mexicano aceptó la invitación en mayo de 1888, si bien no adoptó ninguna medida, más allá de nombrar en agosto a Riva Palacio como delegado de México en la comisión organizadora del IV Centenario.67 La parálisis de este organismo impidió al diplo64. Riva Palacio a Díaz, México, 21 de junio de 1886, en UI-CPD, leg. 11, c. 12, doc. 5738; Díaz a Riva Palacio, México, 22 de junio de 1886, en UI-CPD, leg. 11, c. 12, doc. 5740. 65. Díaz/Martini (1977: 205-209). 66. Granados García (2005: 114-117). 67. Mariscal a Riva Palacio, México, 15 de agosto de 1888, en AHGE-SRE, España, lib. 148.
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mático mexicano concretar los términos en los que se materializaría la participación de su país. El programa de actividades no comenzaría a tomar forma hasta enero de 1891, momento en que el gobierno de Cánovas creó una junta directiva del Centenario, cuya misión era coordinar los proyectos del gobierno español con la iniciativa privada y con los distintos gobiernos hispanoamericanos. Al igual que el resto de los restantes representantes diplomáticos americanos en Madrid, Riva Palacio fue nombrado vocal de dicha junta.68 El diplomático mexicano desarrollaría una importante actividad como coordinador de la participación mexicana en la conmemoración del IV Centenario. Riva Palacio convenció a Díaz de la utilidad de convertir este evento en un escaparate del desarrollo del México porfirista y apoyó las gestiones del gobierno español para crear en México una Junta Colombina, presidida por el propio secretario de Justicia e Instrucción Pública, el historiador Joaquín Baranda, e integrada por Joaquín García Icazbalceta (correspondiente en México de la Real Academia de la Historia), José María Vigil (correspondiente de la Real Academia de la Lengua), Francisco del Paso, José María Agreda, Alfredo Chavero y Francisco Sosa.69 Esta colaboró con la comisión creada por la propia legación española en México para promover la participación mexicana en la Exposición Histórico-Americana que se pretendía celebrar en Madrid, presidida por el representante español, Pedro Carrere, y de la que formaba parte un destacado grupo de notables de la colonia española, como Casimiro del Collado, Ignacio Noriega, Telésforo García o Delfín Sánchez, entre otros.70 Riva Palacio no solo sirvió de enlace permanente entre la junta directiva del Centenario y su contraparte mexicana, sino que logró que, por una vez, Díaz dejara de lado su estricta disciplina presupuestaria y enviara a España la que probablemente fuera la delegación hispanoamericana más numerosa.71 La participación de un destacado grupo de personalidades del mundo intelectual mexicano se vio, además, acompañada por la llegada del buque escuela de la marina mexicana, 68. Riva Palacio a Díaz, Madrid, 14 de enero de 1891, en UI-CPD, leg. 16, c. 3, doc. 1400-1401. 69. Ortiz Monasterio (2002: 272). 70. Granados García (2005: 124-126). 71. Mariscal a Riva Palacio, México, 25 de marzo de 1891, en AHGE-SRE, España, lib. 148.
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la corbeta Zaragoza, para participar en la parada naval organizada en agosto por el gobierno español en Huelva, así como de la famosa banda del octavo regimiento de caballería, que ofreció varios conciertos en distintas ciudades españolas con gran éxito de público. El gobierno mexicano publicó, asimismo, varias ediciones conmemorativas y adquirió la colección arqueológica de José Darenberg para su exhibición en Madrid.72 Calificado por Rubén Darío como “el alma de las delegaciones hispanoamericanas” durante la celebración del IV Centenario del Descubrimiento en España, Riva Palacio tuvo sin duda una participación destacada en los festejos colombinos.73 El ministro mexicano se trasladó incluso a Huelva para asistir en agosto a la parada naval en la que tomó parte la corbeta Zaragoza y en la que se botó una réplica de la carabela Santa María. La preparación de la sección mexicana de la Exposición Histórico-Americana le impidió a última hora volver a Palos de la Frontera con motivo de la inauguración del monumento a Colón en octubre.74 El ministro mexicano participó en la mayoría de las actividades conmemorativas desarrolladas en Madrid entre octubre de 1892 y enero de 1893. Tomó parte activa en el intenso programa preparado por el Círculo de Bellas Artes y el Ateneo de Madrid, donde impartió la conferencia titulada “Establecimiento y propagación del cristianismo en la Nueva España” dentro del ciclo organizado por esta institución cultural con motivo del IV Centenario. El ministro mexicano también contribuyó a organizar la velada de gala celebrada en el Teatro Real, donde, junto a Darío, Juan Zorrilla de San Martín y José Echegaray, participó la cantante mexicana Antonia Ochoa de Miranda, que interpretó un aria de la opera Aída. Especial éxito tuvo la participación de la banda militar del octavo regimiento de caballería en la inauguración de la Exposición Histórico-Americana de Madrid, tras la cual ofreció una serenata a la reina regente. Riva Palacio no se limitó a figurar en la comisión organizadora de dicho evento, sino que fungió como curador de la sala mexicana de la misma, donde se exhibió la colección arqueológica adquirida por el gobierno de Díaz con motivo del IV Centenario junto a réplicas y moldes en yeso de algunos 72. Ortiz Monasterio (2002: 272-274). 73. Sainz de Medrano (2013: 400). 74. Riva Palacio a O’Donnell, Madrid, 6 de octubre de 1892, en AHGE-SRE, España, lib. 148.
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de los más famosos monumentos arqueológicos mexicanos, así como la reproducción cromolitográfica de varios códices, una selección de fotografías y productos típicos del país.75 El éxito de la exposición se vio acompañado por la popularidad alcanzada por la banda militar mexicana, lo que dio pie a que Riva Palacio ofreciera varias actuaciones en el jardín de la legación mexicana, no sin provocar un incidente con el gobernador de la capital, que, en aplicación del reglamento de orden público, solicitó al representante mexicano que le informara sobre los lugares y horas en los que en adelante actuaría la banda. Ello no sentó bien al mexicano, que respondió un tanto desabridamente y amenazó con repatriar a los músicos. El gobierno de Cánovas reaccionó con rapidez para poner fin a un incidente que amenazaba con ensombrecer la cooperación del gobierno de Díaz en las celebraciones del Centenario y obligó al gobernador a disculparse por no haber utilizado los canales diplomáticos, lo que resolvió la cuestión.76 La incansable actividad de Riva Palacio durante las celebraciones del IV Centenario se vio reflejada en su participación como vicepresidente honorario en la organización del IX Congreso de Americanistas, que tuvo lugar en el monasterio de La Rábida. El ministro mexicano tomó parte, asimismo, en los trabajos preparatorios del Congreso Pedagógico Hispano-Portugués-Americano, el Congreso Jurídico Iberoamericano y el VIII Congreso Mercantil Hispano-AmericanoPortugués, que se celebraron en Madrid entre octubre y noviembre. Finalmente, Riva Palacio tuvo una participación destacada en la organización del Congreso Literario Hispano-Americano, promovido por la Asociación de Escritores y Artistas españoles, de la que el autor de Los cuentos del general era vicepresidente, y que se desarrolló en la capital española entre el 31 de octubre y el 13 de noviembre de 1892.77 Más problemática resultó su participación en el Congreso de Librepensadores, celebrado en Madrid en octubre de 1892. El ministro asistió en calidad de representante personal del presidente mexicano, 75. Riva Palacio a Mariscal, Madrid, 1 de febrero de 1893, en AHGE-SRE, España, lib. 148. 76. Riva Palacio a Mariscal, Madrid, 17 de diciembre de 1892, en AHGE-SRE, España, lib. 148. 77. Sobre la participación del diplomático mexicano en estas actividades, véase Bernabéu Albert (1987) y Riva Palacio a Mariscal, Madrid, 1 de febrero de 1893, en AHGE-SRE, España, lib. 148.
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que había aceptado formar parte del comité de honor de dicho congreso dada su condición de destacado miembro de la masonería americana. Consciente del riesgo de que este evento fuera aprovechado por los republicanos españoles para atacar a la Corona, Riva Palacio logró evitar cualquier polémica al limitar al mínimo su participación y circunscribirla a un ámbito puramente personal.78 Su activa participación en los diversos actos conmemorativos del IV Centenario del Descubrimiento contribuyó a consolidar la influencia que Riva Palacio había ido adquiriendo entre los círculos políticoliterarios españoles. Su prestigio como literato le permitió popularizar la literatura mexicana en España, al tiempo que contribuyó a difundir en México la literatura contemporánea española. Su intensa actividad literaria y periodística le llevó a frecuentar varias de las principales tertulias literarias del Madrid de entonces, como la que se desarrollaba en Lardhy, la que tenía lugar en el domicilio de Castelar, la del café Fornos o la de la Librería de Fernando Fe, entre otras.79 Riva Palacio era igualmente asiduo del Ateneo de Madrid, en donde Icaza desempeñaba la vicepresidencia de la sección de literatura.80 Ello le permitió construir una extensa red de relaciones con literatos y artistas, españoles e hispanoamericanos, que facilitó su integración en las principales instituciones culturales de la España de la Restauración, en muchas de las cuales tuvo una destacada participación. Esta influencia se vio facilitada por el temprano reconocimiento de las instituciones culturales españolas. Solo unos meses después de su llegada a Madrid, el literato mexicano fue nombrado miembro correspondiente de la Real Academia de la Lengua a propuesta de Marcelino Menéndez y Pelayo, el poeta Gaspar Núñez de Arce y Juan de la Pezuela, conde de Cheste y presidente de la Academia.81 En esta institución coincidió a menudo con un grupo de diplomáticos hispanoamericanos constituido por Manuel M. Peralta, Vicente G. Quesada y Juan Zorrilla de San Martín, representantes, respectivamente, de Costa Rica, Argentina y Uruguay; todos ellos escritores y periodistas como él, con los que cultivó estrechas relaciones.82 Riva Palacio fue también correspondiente extranjero de la 78. 79. 80. 81. 82.
Ortiz Monasterio (2002: 276-278). Serrano (1934: 61-66, 92-93). Serrano (1934: 70). Rosenzweig (1994: 253). Serrano (1934: 87).
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Real Academia de la Historia, en cuyo seno departió frecuentemente con Cánovas e Híjar y Haro, académico y primer secretario de la legación. Y, en calidad de miembro de la Academia Mexicana de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales, correspondiente de la de España, el general se encontró a menudo en esta institución a Sagasta, que era ingeniero de Caminos.83 En 1892 fue elegido vicepresidente de la Asociación de Escritores y Artistas Españoles; en tanto que a fines de 1893 sería nombrado presidente del Círculo de Bellas Artes de Madrid, la institución cultural española más prestigiosa de su época.84 Paralelamente a estas actividades de carácter representativo, Riva Palacio continuó haciéndose cargo durante su estancia en Madrid de la dirección editorial de la monumental enciclopedia histórica México a través de los siglos, iniciada en 1884 y el último de cuyos cinco volúmenes no vería la luz hasta 1889. El general desarrolló, al mismo tiempo, una intensa actividad periodística como colaborador de diversos periódicos españoles, especialmente de la revista ilustrada La Ilustración Española y Americana, donde dispuso de una columna en la que fue publicando entre 1892 y 1893 muchos de los cuentos que integrarían su última obra, Los cuentos del general, recopilados y publicados en 1896. Estos relatos de ambientación novohispana fueron escritos aprovechando el transitorio interés por las cuestiones americanas despertado por la celebración del IV Centenario. En 1893 también publicó en Madrid una compilación de los poemas escritos durante su estancia en España. Ello no significó que el diplomático porfirista no siguiera siendo un colaborador habitual de diversos periódicos y revistas literarias mexicanas, como el diario oficialista El Nacional, El Tiempo Ilustrado, El Partido Liberal o El Siglo Diez y Nueve, en los que, además de publicar varios de los cuentos de temática novohispana incluidos posteriormente en Los cuentos del general, contribuiría con diversos artículos de crítica literaria y poesías.85 No fue el único intelectual mexicano destacado en España, ya que junto a Riva Palacio hay que mencionar a los también escritores Manuel Payno, cónsul en Santander y posteriormente cónsul general en 83. Serrano (1934: 87-88). 84. Perea (1996: 88); Díaz y de Ovando (1976: xliii). 85. La actividad literaria de Riva Palacio durante su gestión en Madrid puede seguirse en Ortiz Monasterio (1993: 49-110) y Chavarín González (2015).
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Barcelona entre 1886 y 1891; a Salvador Quevedo y Zubieta, autoexiliado en España durante la presidencia de González y que sustituyó al anterior al frente del consulado mexicano en la capital cántabra; a Icaza e Híjar y Haro, a los que hemos hecho mención anteriormente, o al director del Museo Nacional de Historia de México, Francisco del Paso, quien pasaría más de dos años recopilando la documentación novohispana de los archivos españoles.86 Todos ellos constituyeron un elenco de diplomáticos e intelectuales de primera línea que contribuyó a difundir una imagen favorable del México porfirista entre la clase política y la opinión pública españolas. Estas relaciones político-literarias favorecieron el papel de Riva Palacio a la hora de contribuir a normalizar las relaciones hispanomexicanas durante el porfiriato y permitieron sortear nuevos motivos de fricción. En este sentido, los contactos del general resultaron determinantes a la hora de resolver el incidente provocado por la conducta poco decorosa del duque de Almodóvar del Río en el curso de un banquete ofrecido por Díaz al cuerpo diplomático, lo que estuvo a punto de provocar la expulsión del diplomático español en 1894.87 El exilio había ido ablandando su hipotético rechazo a Díaz, como puso de manifiesto su rápida intervención a raíz de la presunta participación de su hijo en un diario de oposición. Su actuación y las explicaciones exculpatorias subsiguientes satisfacieron a Díaz, como demostró la elección de Federico Riva Palacio como diputado por Sinaloa en 1894, en una muestra más de los mecanismos de cooptación que caracterizaron al régimen porfirista.88 Los últimos años de Riva Palacio estuvieron marcados por un doloroso cáncer que pondría fin a su vida el 22 de noviembre de 1896.89
86. Perea (1996: 63-268). 87. Riva Palacio a Díaz, Madrid, 8 de agosto de 1894; Moret a Riva Palacio, Madrid, 21 de agosto de 1894, y Díaz a Riva Palacio, México, 24 de agosto de 1894, en AHGE-SRE, España, lib. 93. 88. Ortiz Monasterio (1999: 271). 89. El general sería enterrado con honores de teniente general en el cementerio de la Sacramental de San Justo, San Millán y Santa Cruz, en Madrid (Ministerio de Estado a Icaza, Madrid, 22 de noviembre de 1896, en AHGE-SRE, España, lib. 70). Sus restos serían repatriados a México en 1936, donde se les daría sepultura en la Rotonda de los Hombres Ilustres. Sobre el entierro, al que asistió una nutrida representación del cuerpo diplomático y de la clase política española, véase Ortiz Monasterio (2002: 283-285).
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Con su muerte, el régimen de Díaz perdería a uno de sus principales valedores ante el gobierno y la sociedad española. La densa red político-literaria construida por Riva Palacio en el curso de su gestión en Madrid sobreviviría, sin embargo, en buena medida a aquel y contribuiría a sentar las bases de las intensas relaciones entre políticos e intelectuales de ambas orillas que caracterizarían a las relaciones hispanomexicanas durante las primeras décadas del siglo xx. Conclusiones La designación de Riva Palacio como representante del gobierno de Díaz en España respondió a las dinámicas internas que caracterizaron el funcionamiento del régimen porfirista. Su nombramiento neutralizaba a un personaje que se había vuelto incómodo para el régimen y que, quizás, podría haber aglutinado con el tiempo a la oposición liberal al creciente autoritarismo de Díaz, pero, al mismo tiempo, permitía al régimen mostrar en el extranjero el rostro culto y moderno del México porfirista. En este contexto, el papel de Riva Palacio fue forzosamente más el de un operador diplomático que el de un auténtico artífice de la política exterior del régimen porfirista hacia España. Esta fue elaborada por el propio Díaz y por un reducido círculo de asesores de confianza, entre los que destacaba el secretario de Relaciones Exteriores, Ignacio Mariscal, cuyas relaciones con Riva Palacio fueron siempre respetuosas pero frías. Ello no significa que la función del general fuera la de una mera fachada de la imagen del México culto y en proceso de modernización que el régimen porfirista trató siempre de proyectar en el extranjero: Riva Palacio se reveló, sin duda, como un eficaz diplomático que contribuyó al proceso de normalización de las relaciones hispano-mexicanas, pero sus iniciativas y sugerencias se vieron necesariamente limitadas por la naturaleza personal del proceso de toma de decisiones dentro del régimen porfirista. Su intensa actividad periodística y literaria, su papel como promotor de actividades culturales en España y México y su influencia sobre varios de los principales organismos culturales de la España de la Restauración permitieron a Riva Palacio destacar en el ámbito de la diplomacia cultural. El representante mexicano no solo se convirtió en un puente entre los
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intelectuales y los literatos de ambas orillas, sino que también contribuyó notablemente a difundir la literatura mexicana en España y la literatura contemporánea española en México. En este sentido, su principal legado fue acabar de sentar las bases —en unión de otros intelectuales y escritores de ambos países— para la construcción de las primeras redes intelectuales y culturales entre España y México, que —más allá de coadyuvar a consolidar el proceso de normalización de las relaciones hispano-mexicanas durante el porfiriato— determinarían en gran medida el cauce que dichas relaciones seguirían durante las primeras décadas del siglo xx.
Correspondencia entre Riva Palacio y Porfirio Díaz. Colección Porfirio Díaz. Universidad Iberoamericana. México.
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Agentes culturales y hombres prácticos. Clemente Palma y José Gálvez Barrenechea en el consulado del Perú en Barcelona (1900-1919) Ascensión Martínez Riaza Universidad Complutense de Madrid
A pesar de los vínculos familiares y los intereses compartidos entre el Perú y España que persistieron tras la independencia, el establecimiento definitivo de relaciones oficiales se retrasó hasta 1879. Sin restar importancia al juego de la diplomacia, todavía en buena medida por reconstruir en sus agentes y temas, el trabajo se acerca a una institución clave, el consulado del Perú en España, aún menos conocida y sobre la que apenas se cuenta con literatura especializada.1 Los cónsules antecedieron a la representación diplomática —hay constancia de cónsules del Perú con residencia en Madrid en la década de 1850—, personas con estatus social y económico y bien relacionadas. Paulatinamente, la trama consular se fue extendiendo a los principales puertos y a ciertas ciudades estratégicas, como Sevilla.2 Mientras los diplomáticos se ocupaban de la alta política, los cónsules atendieron a cuestiones prácticas, especialmente comercio, representación y propaganda y registro y atención de sus conciudadanos. La propuesta acerca el foco al consulado del Perú en Barcelona y lo hace a través de la gestión de dos escritores y políticos reconocidos 1. Para el caso de los cónsules y vicecónsules de España en el Perú, ver Martínez Riaza (2006, 2008). 2. Para la secuencia, aunque incompleta y con ciertas imprecisiones, ver Guía Oficial de España (1873-1935) y Archivo Diplomático y Consular de España. Revista internacional, política, literaria y de interés material (1885-1892). Las editoriales y periodicidad variaron en el tiempo.
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que ejercieron en las dos primeras décadas del siglo xx, Clemente Palma y José Gálvez Barrenechea. ¿Por qué Barcelona? Porque si Madrid era la capital política y administrativa del Estado, Barcelona lo era de la actividad económica y le disputaba la hegemonía cultural, especialmente en el ámbito editorial. Por eso el consulado fue un destino cotizado y atendido por los gobiernos del Perú. La ciudad estaba experimentando una profunda transformación desde finales del siglo xix (la Exposición Universal de 1888 fue el punto de inflexión). La población creció de 533.000 habitantes en 1900 a 1.005.565 en 1930 debido, en buena medida, a la anexión de pueblos cercanos y a la llegada de inmigrantes, que se incorporaron como mano de obra barata. Comerciantes, industriales y financieros levantaban fortunas formando grandes empresas familiares.3 La burguesía catalana enfrentó las consecuencias de la pérdida de las colonias de ultramar tras la guerra de 1898 buscando alternativas y solicitando al Gobierno central que Barcelona se convirtiera en zona franca, introdujera un sistema de impuestos favorable a la industria y apoyara la búsqueda de nuevos mercados. Los desencuentros llevaron a la constitución en abril de 1901 de la Lliga Regionalista, partido conservador y autonomista. Un paso adelante fue el establecimiento de la Mancomunidad de Cataluña el 6 de abril de 1914, una fórmula de autogobierno que fue admitida por el presidente del Consejo de Ministros, Eduardo Dato. La Primera Guerra Mundial estimuló el crecimiento de las exportaciones catalanas que llegaron a los mercados de los beligerantes y a los españoles. Después, las secuelas de la guerra se hicieron sentir: no se había invertido en modernizar las viejas estructuras ni en recapitalizar el sector industrial, aumentó la brecha social y las movilizaciones llevaron a la convocatoria de huelgas generales en 1902, 1909, 1917 y 1919.4 Aunque el puerto pasó por obras de modernización, todavía no alcanzaba la actividad de sus competidores, especialmente Génova, Marsella, El Havre y Liverpool. El tráfico de mercaderías no llegaba a los dos millones de toneladas, y entre 1907 y 1927 la cifra se mantuvo en torno a los dos o tres millones.5
3. 4. 5.
McDonogh 1986: 21; Rodrigo Alharilla 2001. Ealham 2005: 33-36; Casanova/Gil Andrés 2009: 15-17. Alemany 2002: 192-193.
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La actividad consular del Perú en Barcelona se remonta a 1885, cuando, seis años después del restablecimiento de relaciones diplomáticas, el catalán Andrés Rovira i Riera era designado para el cargo. El consulado pasó por cambios en su rango, personal y competencias y con el tiempo su importancia fue en aumento, hasta llegar a ensombrecer en momentos al consulado general de Madrid. El trabajo de los cónsules no era aleatorio, estaba regulado por reglamentos que se iban reformando y renovando y a cuyo articulado acudían para consultar o refrendar sus movimientos. Palma y Gálvez se rigieron por los de 1897, 1904 y 1917, prácticamente iguales salvo ligeras modificaciones.6 El interlocutor a quien debían dirigir la correspondencia era el ministro de Relaciones Exteriores (a través del oficial mayor) y, desde el 1 de enero de 1904, lo relacionado con haberes y cuentas dependía del Ministerio de Hacienda. El cuerpo consular se componía de cónsules generales, vicecónsules, agentes consulares y cancilleres (art. 3); los cónsules generales, cónsules y cancilleres podían ser rentados y ad honorem (art. 5). El nombramiento de cónsules con renta fija solo podía recaer en ciudadanos del Perú (art. 9); los funcionarios consulares ad honorem podían ser ciudadanos peruanos o extranjeros (art. 13). Para poder ejercer, era necesario el regium exequatur: el gobierno del Perú enviaba patente con el nombramiento al representante diplomático en Madrid, o, en su defecto, al cónsul general, el cual la remitía al Ministerio de Estado, que solicitaba información al Ministerio Gobernación, y este, a su vez, la solicitaba al gobernador de la provincia. El estadio final era la firma del rey. Clemente Palma fue cónsul ad honorem y José Gálvez, rentado. Los dos debieron su puesto a su relación con las altas esferas de poder.7 Las
Reglamento consular del Perú (1897), Lima, Imprenta La Industria 1897; Reglamento consular del Perú (1904), Lima Imprenta del Estado 1904; Reglamento consular del Perú (1917), Lima, Imprenta de los Sagrados Corazones, 1917. 7. Los requisitos se especificaban en los artículos 11 y 14. Para ser cónsul rentado, había que tener 30 años (25 desde 1904), poseer el idioma del país y encontrarse en cualquiera de las condiciones siguientes: haber ejercido antes igual cargo, haber desempeñado por dos años el puesto de segunda clase de legación o por tres años el cargo de canciller y ser bachiller en Ciencias Políticas o Administrativas o Jurisprudencia (Palma lo era). Los cónsules ad honorem podían ser peruanos o extranjeros, debían tener buenos antecedentes y gozar de merecida consideración en el lugar de destino, ejercer industria o profesión honrosa o contar con renta propia independiente que le permitiera vivir con decoro. 6.
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competencias estaban prolijamente definidas. La principal función del cónsul era incentivar las relaciones económicas, especialmente las comerciales, lo que requería que funcionaran líneas de navegación que unieran directamente Barcelona con puertos del Pacífico. Además, debían hacer propaganda del Perú, difundir una imagen de modernidad y progreso para convencer a empresarios y financieros catalanes de las ventajas que tenía invertir y abrir negocios en la república. El segundo cometido era ejercer la representación del Perú en manifestaciones sociales, culturales y científicas, poniendo el acento en el pasado compartido con España. En tercer lugar, habían de ocuparse de los peruanos residentes o en tránsito, llevar un registro de inscripciones y visar y conceder pasaportes, localizar a posibles desaparecidos, asistir a aquellos que lo necesitaran y ocuparse de la repatriación de vivos o fallecidos. El consulado debía disponer de una infraestructura de hombres y un equipo que en Barcelona raramente se cubrió. No siempre el cónsul contó con el apoyo de un vicecónsul o canciller que le reemplazara en ausencias o le representara en actividades públicas. Tampoco dispuso de una sede permanente y fueron continuos los cambios de dirección de las oficinas, que posiblemente fueran el domicilio del cónsul de turno. Clemente Palma y José Gálvez Barrenechea pertenecían a diferentes generaciones. Habían nacido en 1872 y 1885 respectivamente, pero formaban parte de los mismos circuitos de la elite y sus trayectorias se cruzaron. Gálvez mantuvo una amable relación con Ricardo Palma, padre de Clemente, al que trató de emular en la afición por tratar la Lima de reminiscencia hispana. Palma auspició el ingreso de Gálvez en la Academia Peruana de la Lengua, a la que también perteneció Clemente Palma, y a la Sociedad Geográfica de Lima.8 Compartieron empresas periodísticas, coincidieron en la redacción de las revistas Prisma y Variedades y en el diario La Crónica, que Palma dirigió y del que Gálvez fue jefe de redacción, y ambos colaboraron en El Comercio. Palma fue designado por el gobierno del líder del Partido Demócrata Eduardo López de Romaña y durante su estancia en Barcelona 8. Gálvez formó parte del grupo de los arielistas (generación del 900) junto a Víctor Andrés Belaunde, José de la Riva Agüero y los hermanos Ventura y Francisco García Calderón. Se acercaron al hispanismo frente a las corrientes sajonas y su modelo de país se basaba en propiciar una modernización tradicional (Gonzáles 1996: 128-129). Una perspectiva más política que cultural del movimiento la proporciona Pedro Planas (1994).
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ganaba las elecciones Manuel Candamo por el Partido Civil, con el que no tenía buena relación, y fue ministro de Relaciones Exteriores José Pardo. Más tarde, Pardo fue el presidente que designó a Gálvez y que fue sustituido por Augusto B. Leguía en 1919. Distantes en sus convicciones políticas y en su sensibilidad social, su relación amistosa se tradujo en el epílogo que Gálvez redactó para las Crónicas-políticodoméstico-taurinas (1938) de Palma y en la “Necrológica” que le dedicó en el Mercurio Peruano (nº 235, octubre de 1946). La propuesta se construye a partir de documentación inédita: la correspondencia que enviaron al Ministerio de Relaciones Exteriores, las memorias consulares que elaboraron siguiendo lo estipulado en el reglamento consular (art. 222), la de Palma fechada el 1 de mayo de 1903 y la de Gálvez el 24 de marzo de 1919, y la correspondencia privada que mantuvieron, Palma con su padre Ricardo Palma9 y Gálvez con José de la Riva Agüero (esta publicada). Y con estos mimbres se diferencian los grandes temas de los que se ocuparon: los asuntos internos concernientes al consulado, comercio y líneas de navegación, propaganda y representación y atención a peruanos. Intereses editoriales e ingresos económicos, incentivos de Clemente Palma Clemente Palma10 ejerció como cónsul ad honorem en Barcelona desde julio de 1902 a abril de 1904. Fue el primer peruano desde 9.
Agradezco a los Sres. Alberto Varillas y Guillermo Guedes el haberme dado acceso a la correspondencia personal que se conserva en la Fundación Ricardo Palma de Lima. En ella, Clemente Palma muestra su cara de hombre altivo y suficiente que despreciaba a España y a los catalanes. Trasciende la relación tensa que mantuvo con su padre, del que buscaba reconocimiento, y por eso se empleó a fondo por resolver el problema que tenía pendiente con la editorial barcelonesa de las Tradiciones Peruanas. 10. Nació en Lima el 3 diciembre 1872, de una relación de su padre previa al matrimonio. Estudió en el Colegio de Nuestra Señora de Guadalupe y en el Colegio de Lima. Entró en la Biblioteca Nacional, de la que su padre era director, y ascendió hasta el puesto de conservador, que ocupaba cuando se trasladó a Barcelona. Ingresó en San Marcos, graduándose de bachiller en Letras en 1897 con un trabajo polémico, El porvenir de las razas en el Perú (Lima, Imprenta Torres Aguirre, 1897), y en Jurisprudencia. Regresó de España casado y con una hija nacida en Barcelona, y se reincorporó a la Biblioteca Nacional, hasta que en 1912 el presi-
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que el consulado se estableció en 1885.11 Debía el puesto a la influencia de su padre, Ricardo Palma: “De mi hijo Clemente comuniqué a usted que, hace seis años, que terminada su carrera literaria y jurídica en la universidad, obtuve que se le nombrara Cónsul en Barcelona. Viajó un poquito por Europa y regresó casado hace tres años”.12 El 13 de enero de 1902, el vicecónsul Jaime Fonolleda y Guardiola recibía la noticia del nombramiento de Palma, que, después de firmar documentos desde el 11 de enero, el 4 de marzo dejaba de hacerlo al desplazarse a Madrid para acelerar el exequatur que el rey Alfonso XIII expedía el 21 de junio. El 14 de julio de 1902, según lo prescrito en el art. 22 del reglamento consular de 1897, el vicecónsul le hacía entrega del inventario y otros efectos pertenecientes al consulado, del que tomaba posesión al día siguiente.13 La correspondencia que remitió al Ministerio de Relaciones Exteriores muestra que no fue especialmente activo en la dinamización de un consulado prácticamente estan-
dente Leguía le cesó por las críticas contra su gobierno. Sin embargo, más tarde sería decidido partidario del Oncenio, segundo gobierno de Leguía, y ocuparía un escaño en el Congreso. En esos años fue nombrado delegado al Congreso Panamericano de Periodistas en Washington (1926) y a la Exposición Ibero-Americana de Sevilla (1929). Pasó por prisión tras el derrocamiento de Leguía y en 1932 fue desterrado a Chile. Después volvería a ocupar cargos públicos. Fue miembro de la Academia Peruana de la Lengua, la Sociedad Geográfica de Lima y el Ateneo de Lima, del que fue presidente. Murió el 13 de septiembre de 1946. Su obra literaria se sitúa en la corriente del modernismo y es reputado por los especialistas como un innovador de la narrativa. Fue la prensa el espacio al que dedicó más tiempo y energía una vez que retornó de España. En 1905 fundaba la revista Prisma, en la que colaborarían, entre otros, José de la Riva Agüero, Javier Prado Ugarteche, los hermanos García Calderón y José Gálvez Barrenechea. Su proyecto más ambicioso fue Variedades. Revista Semanal Ilustrada, que apareció en 1908, de la que fue director hasta 1930 y en la que también participó José Gálvez. En la prensa diaria su gran proyecto fue la fundación de La Crónica en abril de 1912, en de la que José Gálvez fue coeditor. Para su itinerario de escritor y periodista, ver Elguera Olortegui (2009), Warren (1940: 161-171) y González Alvarado (2016: 14-23). 11. Antes había sido nombrado Ezequiel Álvarez Calderón (13 de junio de 1899), que prácticamente no llegó a ejercer. 12. Sirvent de Luca 2012: 103. 13. Está el inventario mecanografiado firmado por Fonolleda y Palma. Barcelona 14 y 16 de julio de 1912, Archivo Central del Ministerio de Relaciones Exteriores del Perú (en adelante, AMRE), Servicio Consular Perú Barcelona, 8-14-C. Agradezco a su directora, la Sra. Yolanda Bisso, y al personal que allí trabaja las facilidades prestadas para la consulta de la documentación.
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cado. Además, no contó en España con el referente de las instancias superiores a las que estaba subordinado.14 Le preocupó, sobre todo, el percibir los ingresos suficientes para llevar una vida cómoda y conseguir publicar en Barcelona. Trató de pasar de cónsul ad honorem a cónsul rentado, lo que suponía un mayor sueldo, y con el mismo propósito solicitó que el consulado subiera de categoría. Desde el comienzo destapaba sus cartas. Como se había tardado más tres meses en tramitar el exequatur y no pudo ejercer en ese tiempo porque lo impedía el art. 19 del reglamento consular, se había limitado a atender algunos asuntos bajo la supervisión del vicecónsul Fonolleda.15 En la espera se había ido mermando la cantidad que el Ministerio le había asignado a su salida de Lima y, al no tener autorización para retraer cantidad alguna para los gastos de oficina, había tenido que deducir de su haberes lo necesario para adquirir papel, facturas, útiles de escritorio, dos placas para la puerta, circulares y anuncios en los periódicos.16 Mientras tanto, seguía recibiendo la retribución que le correspondía por su empleo en la Biblioteca Nacional y, a petición del Ministerio, daba poderes para que lo cobrara en su nombre Scipión Llona, secretario de la Sociedad Geográfica y caballero muy honrado.17 Se encontró con un consulado en el que la actividad era escasa y, por tanto, las entradas insignificantes, lo que reducía sus posibilidades de contar con el porcentaje que según el reglamento le correspondía.18 Durante 1902, solo se había ingresado por 14. Como se ha mencionado, entre 1901 y 1904 no hubo representación diplomática, aparentemente por motivos presupuestarios, y el consulado general en Madrid atravesaba por un periodo de inactividad. El cónsul, Mario Fernández de la Puente, que ejercía en la capital desde junio de 1889, casi no firmó documentos en 1902 y 1903 y en diciembre de ese año presentaba su renuncia por motivos de salud y entregaba el consulado al vicecónsul Agustín Rodríguez Marín, que apenas remitió oficios al Ministerio de Relaciones Exteriores en 1904 (AMRE, Servicio Consular Perú Madrid, 9-14-N). 15. El artículo del Reglamento de 1897 disponía que, mientras el funcionario consular esperaba el exequatur, podía autorizar documentos que estuvieran exclusivamente destinados a producir efecto en el Perú. 16. Se refería al art. 186 del Reglamento, según el cual era de cuenta de los funcionarios rentados y ad honorem el correr con los gastos de local, correos, libros, sellos, bandera, útiles para escribir y otros efectos (Barcelona 21 de julio de 1902, AMRE, Servicio Consular Perú Barcelona 8-14-C). 17. Barcelona, 22 de julio de 1902, AMRE, Servicio Consular Perú Barcelona 8-14-C. 18. Según el art. 183, los funcionarios consulares ad honorem tendrían como compensación el 50% sobre los ingresos brutos que se recaudasen por derechos de cancillería.
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derechos y con arreglo a las tarifas la cantidad de 9.485,75 pesetas, sobre todo por certificación de documentos, y los egresos habían sumado 3.125,40 pesetas. Para mayor contrariedad, se encontró con la deuda dejada por cónsul catalán, el Sr. Llabería, que, cuando terminó su gestión en febrero de 1901 por nombramiento del peruano Ezequiel Álvarez Calderón, dejó un saldo negativo de 3.159,10 pesetas de los varios meses en los que no rindió cuentas al Ministerio ni hizo las remesas correspondientes. Con el apoyo de Fonolleda, consiguió que Llabería le entregara lo adeudado.19 Durante un tiempo, sus problemas económicos parecieron aliviarse gracias a unos ingresos adicionales. A finales de octubre de 1903, se le presentaba un asunto del que hablaba a su padre y que comunicaba al Ministerio. Hacía tiempo que el gobierno español estaba resentido con el venezolano y por ese motivo había demorado el exequatur de varios cónsules de Venezuela, que había optado por retirar a su cónsul en Barcelona. Estaba a punto de salir del puerto un buque con mercancías para Venezuela y, cuando una nación no tenía cónsul, era práctica que los documentos de carga los certificase el cónsul de una nación amiga. El agente del vapor, en su nombre y en el de los cargadores, le había ido a ver para que él se encargara. Le había mostrado la circular del cónsul general de Venezuela en Madrid y, además, en el reglamento consular no había prohibición de que un cónsul del Perú se ocupara de ese asunto. Los derechos consulares a cobrar ascendían a más de mil francos, que él podría percibir íntegramente porque los cónsules ad honorem recibían la totalidad de las entradas según el reglamento venezolano, y Clemente entendía que era su caso. Lo que pensaba era tomar 800 francos, que equivalían al sueldo del cónsul de Venezuela suspendido. Rogaba a Dios que hubiera muchos despachos de mercancías cuyos certificados pudiera gestionar, aunque no sabía si debía contribuir al fisco peruano, porque eso no se especificaba en el reglamento consular. Pudo beneficiarse hasta que, a comienzos de diciembre, el cónsul de Venezuela le comunicó que había caducado la autorización para hacer despachos.20 19. “Memoria consular”, 1 de mayo de 1903 (AMRE, Servicio Consular Perú Barcelona). 20. Barcelona, 29 de octubre y 3 de diciembre de 1903, correspondencia con Ricardo Palma, Fundación Ricardo Palma. Palma se refería al resultado del arbitraje por los límites entre Venezuela y Colombia en el que intervino la Corona española, que se decantó a favor de Colombia.
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Alegando que no le movía un interés personal, Clemente Palma solicitaba en la memoria consular y en diferentes oficios al Ministerio que se elevara el rango del consulado. Argumentaba que todas las repúblicas americanas, con excepción de Haití, Uruguay y el Perú, tenían acreditadas un cónsul general. Barcelona era de todos los consulados en España el más importante y, dado que el Gobierno tenía la intención de fomentar y proteger la inmigración de catalanes y vascos, convenía que hubiera un consulado preparado.21 Su deseo se vio truncado cuando el 10 de noviembre acusaba recibo del oficio de 7 octubre 1903 comunicándole que, por necesidad de reducir gastos en el servicio consular, el Gobierno había dispuesto por decreto de 1 de octubre que solo fueran rentados ciertos consulados y el de Barcelona quedaba excluido. Por eso, desde enero 1904 Palma deduciría de las entradas consulares el 50% que le correspondían como cónsul ad honorem.22 Se le presentaba una disyuntiva y sopesó las posibilidades. Si decidía quedarse, lo haría siempre que el Ministerio corriera a cargo del gasto del local y los servicios, sino, tendría que renunciar y regresar, pero el Gobierno habría de pagarle el viaje y así se lo había comunicado por escrito al presidente Candamo.23 Simultáneamente, gestionó ante el ministro en Francia Althaus, que era pariente del ministro de Relaciones Exteriores José Pardo, su traslado a Amberes. Si lo conseguía, proponía que ocupara su lugar y fuera ascendido el vicecónsul Fonolleda, que era rico, “le tiene algún cariño al Perú y siempre se ha portado bien en el desempeño de su cargo. Además, como corredor de Bolsa tiene grandes relaciones comerciales”.24 Fue testigo de una medida de calado que supondría una reorganización del funcionamiento consular. A finales de 1903, se le notificaba que, por decreto de 10 de octubre, el Gobierno había dispuesto que desde el 1 de enero de 1904 los agentes consulares del Perú dependieran del Ministerio de Hacienda en lo relativo a la contabilidad consular. Clemente Palma aprovechaba para comunicar que estaba teniendo 21. “Memoria consular”, 1 de mayo de 1903. 22. Barcelona, 10 de noviembre 1903, AMRE, Servicio Consular Perú Barcelona 8-14-C, Caja 526. 23. Barcelona, 12 de noviembre de 1903, correspondencia con Ricardo Palma, Fundación Ricardo Palma. 24. Barcelona, 27 de noviembre y 3 de diciembre de 1903, correspondencia con Ricardo Palma, Fundación Ricardo Palma.
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problemas con la recepción de sus haberes, que se hacía a través de la Société Générale de Crédit Industriel de París.25 Al no haber representación diplomática y estar bajo mínimos el consulado general de Madrid, tuvo que ocuparse de contingencias en relación con la red consular en España, tales como transmitir el fallecimiento del cónsul del Perú en Valencia, Alejandro Rojas y Beldas, el 28 febrero de 1903,26 contestar que bastaba con un vicecónsul cuando se le consultaba si era necesario establecer un consulado en Alicante27 o abonar una cantidad al cónsul del Perú en Orán.28 En noviembre de 1903, recibía el encargo de indagar lo que pasaba en el consulado en Cádiz desde junio 1902 en relación con las exportaciones al Perú y los consiguientes derechos que reportaban, sobre los que el cónsul no había dado cuenta. Clemente Palma pensó en viajar a Cádiz, pero “desgraciadamente” el decreto reduciendo el consulado de Barcelona a la condición de ad honorem no le permitía hacerlo por su cuenta y no se atrevía a imputar los gastos al consulado. Por eso había optado por dirigirse al administrador de la Aduana de Cádiz y al agente de la Compañía Trasatlántica, pidiéndoles los datos que después solicitaría también al cónsul de Cádiz. Si se negaba a dárselos, sería el Ministerio el que debería intervenir.29 Comercio y líneas de navegación En ese tiempo, las relaciones comerciales entre el Perú y España eran insignificantes y no había líneas de navegación que hicieran el trayecto directo de Barcelona a los puertos del Pacífico, por eso solo entraron en el consulado algunos asuntos puntuales. En octubre de 1902, Palma defendía el derecho de sobordo (revisión de la carga de un bu25. Barcelona, 15 de diciembre de 1903, AMRE, Servicio Consular Perú Barcelona 8-14-C, Caja 526. 26. Barcelona, 15 de marzo de 1903, AMRE, Servicio Consular Perú Barcelona 8-14C, Caja 526. 27. Barcelona, 15 de diciembre de 1903, AMRE, Servicio Consular Perú Barcelona 8-14-C, Caja 526. 28. Barcelona, 20 de enero de 1904, AMRE, Servicio Consular Perú Barcelona 8-14C, Caja 539. 29. Barcelona, 10 de noviembre de 1903, AMRE, Servicio Consular Perú Barcelona 8-14-C, Caja 526.
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que para confrontar las mercancías con la documentación) que tenía el consulado en relación con una situación concreta: las mercaderías con destino a Iquitos que transportaba el vapor Saint Barthélemy, que había partido al Havre, donde se haría el transbordo a otro buque. Entendía que el sobordo debía hacerse en Barcelona y, por lo tanto, el consulado cobraría esos derechos, y pedía al Ministerio instrucciones sobre cómo actuar en casos semejantes.30 Barcelona era sin duda la válvula comercial más importante de España. El intenso comercio con Argentina había alcanzado un valor de casi cuatro millones de pesetas, mientras el del Perú apenas llegaba a cuatrocientas mil. Lo atribuía a la falta de una línea directa y a que los vapores alemanes e italianos que hacían el viaje por el estrecho de Magallanes y tocaban puertos peruanos no hacían escala en Barcelona, sino en Cádiz y otros puntos del Atlántico. Cuando los comerciantes querían enviar productos al Perú, lo hacían desde El Havre, Marsella, Génova y Hamburgo, donde eran transbordados a vapores alemanes, franceses o italianos, con el consiguiente incremento de precios. En 1899, el ministro de España en el Perú había iniciado gestiones para la firma de un contrato entre este país y la Compañía Trasatlántica Española, comprometiéndose esta a destinar cierto número de vapores a viajes directos y periódicos a la costa del Perú. A Palma le parecía un proyecto muy beneficioso y esperaba que un puerto de salida fuera Barcelona. Otra posibilidad que aumentaría el volumen de exportaciones y, por consiguiente, las entradas aduaneras y los ingresos del consulado sería que los vapores de la compañía alemana Kosmos que partían desde Génova hicieran escala en Barcelona antes de hacerlo en Cádiz.31 Meses después, algo parecía moverse y podía anunciar que, además de la Compañía Trasatlántica Española y de la francesa, que habían hecho con regularidad el transporte de mercancías a puertos peruanos con transbordo en Colón a otras líneas, también lo harían dos italianas, con escalas en Lisboa y Colón.32 Productos españoles como víveres, telas de algodón y vinos tenían gran porvenir en el Perú. Proponía que el Ministerio de Fomento su30. Barcelona, 1 de octubre de 1902, AMRE, Servicio Consular Perú Barcelona 8-14-C. 31. “Memoria consular”, 1 de mayo de 1903. 32. Barcelona, 15 de junio de 1903, AMRE, Servicio Consular Perú Barcelona 8-14C, Caja 526.
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ministrara artículos para disponer en el consulado de un muestrario, útil tanto para incentivar la emigración al Perú de capitales e individuos como para incrementar las importaciones de productos peruanos a Barcelona. Podrían exhibirse distintas clases de algodón, coca, quina, café, lanas de vicuña, alpaca, guano, plantas textiles y medicinales, minerales etc., con información añadida sobre cada uno de ellos. En la memoria aportaba los datos de que disponía sobre las exportaciones al Perú en 1902: 969 bultos con un peso de 117.107 kilogramos y un valor de 390.505,85 pesetas. En comparación con 1901, el número de bultos había sido menor, pero el valor mayor. Como era sabido, las fábricas catalanas consumían gran cantidad de algodón, que se compraba en Liverpool. Otros artículos, como la coca y la quina, también eran adquiridos en Inglaterra o en Alemania. Una de las casas exportadoras más importantes, la de Puigdollers y Masía, le había señalado que por los puertos de Francia, Italia o Alemania exportaba al Perú en la proporción de diez a uno con respecto a Barcelona. Por otro lado, varios agentes y exportadores le habían manifestado su desconfianza en los sobordos en Colón, por lo que preferían la ruta por el estrecho de Magallanes.33 Apenas nada más, solo que se había constituido en Madrid una Sociedad Anónima de Crédito Iberoamericano para hacer distintas operaciones, que fomentarían las relaciones comerciales entre España y Perú y que podrían ser de utilidad a la Cámara de Comercio de Lima.34 Propaganda y representación. Atención a peruanos Los meses en los que Palma residió en Barcelona fueron de inestabilidad política en España. El rey intervenía en los asuntos públicos, y un repaso a los gobiernos que se sucedieron de diciembre de 1902 a junio de 1905 muestra hasta qué punto la crisis interna de los partidos dinásticos impedía cualquier intento de regeneración. En diciembre de 1902, dimitía el liberal Sagasta y seguía una sucesión de gobiernos conservadores. Maura estuvo al frente del gobierno durante un año desde diciembre de 1903. Las reformas programadas no pudieron llevarse a 33. “Memoria consular”, 1 de mayo de 1903. 34. Barcelona, 5 de noviembre 1903, AMRE, Servicio Consular Perú Barcelona 8-14C, Caja 526.
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cabo por las trabas burocráticas y los conflictos entre facciones conservadoras. A ello se sumó la oposición de liberales y republicanos y la movilización obrera.35 En la correspondencia con su padre, no perdía ocasión para criticar los vaivenes de la política. Descalificaba a los “endiablados” catalanes, que respondieron a las garantías constitucionales que les concedió Maura convocando una huelga general a la que se sumaron los estudiantes y en la que se dieron vivas a la República.36 Le inquietaba el avance de los republicanos que habían triunfado en Madrid, Barcelona, Valencia y otras ciudades liderados por Canalejas, Salmerón, Blasco Ibáñez y Lerroux, que se estaban moviendo lo suficiente como para que “Alfonsito tenga un ligero disgusto”.37 Barcelona era “un país endemoniado”. Le molestaba especialmente el nefasto sistema de correos que trastocaba su correspondencia con el Perú: ¡Una delicia es vivir en Barcelona con el servicio de correos más infame del mundo! […] Las naciones más insignificantes de Europa de una de las cosas que primero presumen es de tener un servicio postal, y este es en España abominable, comenzando porque ni siquiera tienen en sus dos mejores ciudades, Madrid y Barcelona, una oficina decente. Tanto allí como aquí el correo es un inmundo cuchitril servido por famélicos pillastres.38
Era, además, el centro del regionalismo. Para reforzar la imagen de la Corona, Maura programó una visita de Alfonso XIII por distintas provincias, entre ellas Barcelona. No sabía cómo sería recibido el rey porque había muchos republicanos y descontentos, lo que no le extrañaba “porque cubriendo Barcelona la cuarta parte del Presupuesto es sin embargo la última ciudad que se propone el Rey visitar”.39 No era mejor la posición de España en el escenario internacional. Parecía inminente la guerra ruso-japonesa porque los primeros no iban a 35. Casanova/Gil Andrés 2009: 38. 36. Barcelona, 8 de febrero de 1903, correspondencia con Ricardo Palma, Fundación Ricardo Palma. 37. Barcelona, 1 y 30 de abril de 1903, correspondencia con Ricardo Palma, Fundación Ricardo Palma. 38. Barcelona, 26 agosto de 1903, correspondencia con Ricardo Palma, Fundación Ricardo Palma. 39. Barcelona, 9 de octubre de 1903, correspondencia con Ricardo Palma, Fundación Ricardo Palma.
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abandonar la Manchuria. Si se producía, Europa y América se verían trastornadas. España no se enteraba de nada, mientras se cocía todo el “potaje internacional” solo le llegaba el tufillo sin esperanza de obtener siquiera las migajas. Los demás países se entregaban a sus sueños de expansión mientras España estaba “desvelada”, […] pero no en meditaciones sobre grandeza futura sino rascándose las picaduras de las pulgas republicanas, dolorida con la angustia de la cogida de Fuentes (quien podrá torear muy pronto), y contemplando el extraño aborto bicéfalo que le ha nacido ahora que se llama Partido Liberal. Es tal el desprecio con que miran a España las naciones de Europa en sus combinas de política internacional que parecía que la hubieran borrado del mapa de Europa como Inglaterra borró a Bolivia.40
Estuvo al tanto de los avatares políticos del Perú. Al margen de sus opiniones, manifestó su lealtad y su agradecimiento a los mandatarios de turno. Debía su destino al presidente Eduardo López de Romaña, aunque criticaba que colocara en cargos de importancia a arequipeños cuyo único mérito era ser sus paisanos. Cuando supo que dejaba el poder, envió a su padre una carta para que se la hiciera llegar, dándole las gracias porque no quería que se pensara “que se acabó la presidencia y se acabó la gratitud”. En realidad, lo que le preocupaba era que el cambio pusiera en riesgo el pago de sus haberes.41 El 25 de mayo de 1903, el civilista Manuel Candamo ganaba sin oposición las elecciones y José Pardo y Barreda ocupaba la cartera de Relaciones Exteriores. Palma mostraba curiosidad por saber cuáles serían sus intenciones con respecto a él.42 En el mapa americano, y por el impacto que pudiera tener en sus funciones, tenía interés en conocer la opinión del gobierno del Perú sobre la independencia de Panamá, ya reconocida por Estados Unidos, Francia y Alemania. Personalmente, justificaba 40. Barcelona, 21 de octubre de 1903, correspondencia con Ricardo Palma, Fundación Ricardo Palma. 41. Barcelona, 9 y 12 octubre de 1903, correspondencia con Ricardo Palma, Fundación Ricardo Palma. Para los acontecimientos políticos, ver Basadre 1983: VIII; 44-45, 65. 42. Barcelona, 21 de octubre de 1903, correspondencia con Ricardo Palma, Fundación Ricardo Palma. Palma era un connotado anticivilista. Manuel Candamo estuvo vinculado al Partido Civil desde su fundación y participó en su reorganización en 1896. Para su trayectoria personal, profesional y política, ver Puente Candamo/ Puente Brunke (2008: 19-74).
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la posición de Colombia ante lo que consideraba una injerencia del imperialismo del norte.43 A pesar de lo que le importaba la imagen, no se relacionó con los círculos culturales y científicos españoles ni acudió a la prensa para hacer propaganda del Perú.44 En junio de 1903, en una nota escueta a su padre mostraba su intención de visitar a Pérez Galdós, que había llegado para dirigir el ensayo de Marianela, que iba a estrenar María Guerrero. Y le escribía que la baronesa de Wilson estaba preparando una historia general de América: “¡No hay como las mujeres en eso de tener coraje y tupé!”.45 Se alegraba de no haber contribuido a preparar “la mojigatería” de la embajada comercial a América, que había quedado reducida a un paseo “con fines más políticos que comerciales”. Los integrantes habían ido a “banquetear y a discursear”.46 Heredó la relación complicada de su padre con la Real Academia Española. Estaba en desacuerdo con el diccionario que estaba elaborando porque muchas definiciones eran inexactas y los miembros de la Real Academia seguían pensando que no se ponía el sol en los dominios de España y creían que el proceso del idioma se asemejaba a las monarquías absolutas. Los académicos iban del centro a la periferia y eso era un error porque la evolución era a la inversa: “No es la Academia quien hace las palabras y las impone, sino el pueblo”. No tenían criterio ni para admitir ni para rechazar palabras, que no eran solo americanismos. No le extrañaba, en España las ideas lle43. Barcelona, 18 de noviembre de 1903, correspondencia con Ricardo Palma, Fundación Ricardo Palma. El gobierno del Perú fue el primero entre las repúblicas hispanoamericanas en reconocer a la República de Panamá (18 de diciembre de 1903). En la gestión tuvo un papel fundamental José Antonio Miró Quesada, director de El Comercio. Clemente Palma se interesaba también por conocer su posición. 44. Solo aparecen puntualmente algunos relatos de su autoría: “Los canastos”, en Pluma y Lápiz nº 129, Barcelona, 1903 y “Los funerales del sol”, en Álbum Iberoamericano, nº 12, Madrid, 30 de febrero de 1903. 45. Barcelona, 25 de junio y 12 de octubre de 1903, correspondencia con Ricardo Palma, Fundación Ricardo Palma. Emilia Serrano, baronesa de Wilson (18431922), escritora y periodista, había viajado y residido en América. Publicó, entre otras, América y sus mujeres (Barcelona, 1890), seguirían El mundo literario americano (Barcelona, Maucci, 1903) y Maravillas americanas (Barcelona, Maucci, 1910). 46. Barcelona, 3 de diciembre de 1903, correspondencia con Ricardo Palma, Fundación Ricardo Palma. Se refería a la misión llevada a cabo por Zulueta y Rahola a la Argentina a finales de 1903, auspiciada por la revista Mercurio, para promover los productos catalanes.
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gaban con retraso, como el ferrocarril: “Menos mal que nos hemos independizado”47. Aprovechó su estancia para cuidar los intereses literarios de su padre y los suyos propios. En 1904 conseguió que la editorial Salvat editara sus Cuentos malévolos con un prólogo de Miguel de Unamuno, amigo de su padre, al que pidió que le hiciera un “prologuito, cartita literaria, juicio rápido o lo que sea”.48 En cuanto al encargo de hacer propaganda del Perú, el tema central que le ocupó fue el de la inmigración. Su estancia en el consulado coincidió con un momento en el que el gobierno del Perú se proponía estimular la llegada de una inmigración selectiva. Durante la presidencia de Remigio Morales, se había promulgado la ley de 14 octubre de 1893 que reafirmaba la protección y el fomento de la inmigración por parte del Estado. Definía como inmigrantes a “los extranjeros blancos y a los colonos especialmente contratados” y disponía que recibieran facilidades como pasajes, terrenos gratis y exoneración de impuestos. Debían estar en posesión de un certificado consular expedido en sus lugares de origen por los representantes peruanos.49 A inicios de 1903, Clemente Palma recibía instrucciones de promover la emigración de españoles catalanes y vascos. Antes, el 6 de junio de 1902, el Ministerio de Fomento le había encomendado la impresión del folleto Guía de inmigrantes en el Perú, que concertó con la casa Salvat por un importe de 904 pesetas, lo que equivalía aproximadamente a 27 libras esterlinas. Ya contaba con un cheque por 20 libras y quedaban pendientes las 7 restantes; sin embargo, no se podía finalizar la impresión porque faltaban las fotografías que quedó en enviarle el Ministerio. En cuanto al encargo del gobierno, entendía que la única fórmula eficaz era seguir la pauta de los Estados Unidos, Brasil y, sobre todo, Argentina de potenciar una inmigración sostenida directamente por el gobierno, financiando el pasaje a las familias y procurándoles un lote
47. Barcelona, 9 de octubre de 1903, correspondencia con Ricardo Palma, Fundación Ricardo Palma. 48. Clemente Palma escribió hasta cuatro cartas a Unamuno, que finalmente aceptó y fechó el prólogo en Salamanca el 17 de abril (Ruiz Barnuevo 2008: 217-230; Kapsoli 2002: 231-236). No era la primera vez que publicaba en Barcelona, ya lo había hecho en 1898 (Viajes por América: obra ilustrada con 375 grabados, Librería de Antonio J. Bastinos). 49. Contreras (1994: 16-17); Martínez Riaza (2006: 64).
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de terreno. En el caso del Perú, se trataba de algo irrealizable por ser excesivamente oneroso el traslado hasta que no estuviera abierto el canal de Panamá. Como fórmula transitoria, proponía el incrementar la emigración espontánea de pequeños capitalistas que desearan hacer fortuna en un plazo breve. En cuanto a si catalanes o vascos, consideraba que los catalanes eran por lo general desconfiados y apegados a su tierra y preferían aumentar su fortuna a fuerza de constancia antes que aventurarse a otros países. Pensaba que se podían obtener mejores resultados con los vascos, que, además de laboriosidad y tesón, tenían mayor audacia y espíritu de empresa y, como sabía el ministro, habían sido colonizadores en América, no así los catalanes. Convenía hacer propaganda para que además de individuos también llegaran capitales e industrias, y por eso se proponía enviar anuncios a los periódicos y escribir un folleto explicativo, para lo que solicitaba le fueran enviados los tomos que había publicado Raimondi sobre el Perú, los tres últimos tomos del Boletín de la Sociedad Geográfica, los folletos publicados por Carlos Cisneros y los anexos de la memoria de Fomento de los tres últimos años. Trataría de que el folleto no fuera muy costoso y siempre consultaría con el Ministerio los presupuestos que le dieran las casas editoras, que no creía que superarían las 50 libras.50 En julio podía anunciar que la casa Salvat había terminado la impresión de la Guía para capitalistas y emigrantes, de la que remitía diez ejemplares al Ministerio. De inmediato dirigía una circular a los cónsules del Perú en España con una copia de la misma. Les explicaba que el Ministerio de Relaciones Exteriores tenía gran interés porque hicieran propaganda de las riquezas del Perú y la manera en la que se protegía a los agricultores e industriales. Aunque el Perú no estaba en condiciones de contratar y llevar a su territorio partidas continuas y nutridas de inmigrantes, como habían hecho otras repúblicas de América, ofrecía a la inmigración espontánea ventajas como la estabilidad interna y abundantes materias primas, así como la apertura de nuevas vías de comunicación. Les enviaba los ejemplares numerados de la Guía por correo certificado y les aconsejaba que la dieran a conocer entre comerciantes, capitalistas, sociedades gremiales, fabricantes, industriales y prensa.51 50. Barcelona, 24 de febrero de 1903, AMRE, Servicio Consular Perú Barcelona 8-14C, Caja 526; “Memoria consular”, 1 de mayo de 1903. 51. Barcelona, 5 y 6 de julio de 1903, AMRE, Servicio Consular Perú Barcelona 8-14C, Caja 526.
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En la memoria consular perfilaba sus opiniones sobre la inmigración a partir de lo que era su bagaje ideológico, ya hecho público en 1897 en El porvenir de las razas en el Perú. Cercano a las teorías del darwinismo social y seguidor de Le Bon, creía en la relación entre el progreso del Perú y su composición racial. La postración del Perú se debía a la preeminencia de las razas inferiores: india, negra y china y, en menor medida, española. La esperanza de avanzar estaba en el crecimiento de los criollos y, sobre todo, en la aportación de razas superiores, especialmente la alemana. En su criterio, un beneficio de la inmigración sería “la modificación de la índole de la gran masa colectiva inferior, o sea el pueblo”. Con ella se produciría una absorción sobre “nuestras razas apáticas e inertes” y quedaría un limo fecundo que las haría más adaptables al progreso, apresuraría “la evolución de nuestra sociabilidad” y se imprimirían en su carácter rasgos más enérgicos, ayudando a la administración a extirpar “vicios antiguos de raza o de educación, los cuales solo pueden extinguirse o atenuarse notablemente con la renovación de la naturaleza física y moral del pueblo”. Su misión, como la de otros cónsules, era preparar el camino para que todo ello se hiciera realidad.52 España no era el país adecuado para proporcionar inmigrantes al Perú: “Nuestro progreso moral estriba en la acción étnica de la inmigración sajona”, aun cuando ello pudiera conllevar conflictos provocados por el imperialismo de esa raza.53 Solo en la memoria consular ofrecía datos puntuales sobre la inscripción de peruanos en el Registro de Matrícula, enumerando los nombres de los registrados en 1902: Federico Valles Vargas (estudiante que presentó carta de ciudadanía), Luis Carbonell (curtidor que presentó fe de bautismo y testigos), Juan Jorge Creus (comerciante que presentó fe de bautismo y copia del registro municipal del Callao), Carlos Burga Cisneros (estudiante que presentó copia de inscripción en el registro militar del distrito de Lima). Habían estado de tránsito, entre otros, el obispo Sales Soto, el doctor Víctor Maúrtua, Federico Larrañaga y Guillermo Salcedo. Residían 52. El porvenir de las razas en el Perú fue la tesis que presentó para optar al grado de bachiller en la Facultad de Letras y fue publicada en Lima por Torres Aguirre en 1897. Para la relación de modernización, inmigración y darwinismo y el caso de Clemente Palma, ver García Jordán (1992: 961-975) y Portocarrero (1995). 53. Barcelona, 23 de junio de 1903, correspondencia con Ricardo Palma, Fundación Ricardo Palma.
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en Barcelona: Domingo Silva Santisteban de cincuenta y un años; su esposa de sesenta; sus hijos, José Domingo, Juan Bautista y Alfredo de veintiocho, veintiséis y veintidós años; D. Juan Creus, de diecinueve años; Carlos Burga Cisneros, de veintidós, y el cónsul en Tarragona, Guillermo L. Pareja. Se habían legalizado las firmas de trece documentos. Pronto se topó con otra de las tareas inherentes a su puesto, la de atender a los peruanos que lo precisaran. Pedía instrucciones sobre cómo tramitar la inhumación y traslado del cadáver de la Sra. Polo de Segura porque en el reglamento no había ninguna disposición al respecto.54 Venía de atrás la repatriación de Daniel Villasante, iniciada por Fonolleda y que le fue concedida, por lo que Palma le proporcionó un pasaje de segunda clase hasta el Callao en un vapor de la Compañía Trasatlántica Española por un valor de 1.265,50 pesetas.55 Meses después, Daniel Ernesto Márquez, exjefe de la sección de industrias del Ministerio de Fomento, que se encontraba en situación de indigencia, pedía la repatriación. Se trataba de un hombre de treinta y cuatro años, casado, empleado y de religión católica que deseaba regresar a Lima, donde le esperaba una “esposa desolada” de la que estaba separado desde hacía tres años, un padre que se había distinguido por su servicio a la nación y cuatro hermanas sin amparo. Aunque debía haber intervenido el consulado de Madrid, Palma dio curso a la solicitud, que el 26 de marzo 1903 el Ministerio le comunicaba que le había sido denegada.56 Su altanería quedaba en evidencia al referirse a la ayuda que le pedía un “pobre diablo” que le había escrito pidiéndole un pasaje para ir a Barcelona, seguramente para mendigar o dedicarse al robo. No le había mandado ni un céntimo “porque no tenía autorización para socorrer, y aunque la tuviera…”.57 Entre lo personal y lo profesional hay que situar la manera en la que trató el contencioso que su padre mantenía con la casa Monta54. Barcelona, 21 de julio de 1902, AMRE, Servicio Consular Perú Barcelona 8-14-C. 55. “Memoria consular”, 1 de mayo de 1903. 56. Barcelona, 12 de diciembre de 1902, AMRE, Servicio Consular Perú Barcelona 8-14-C. 57. Barcelona, 24 de septiembre de 1903, correspondencia con Ricardo Palma, Fundación Ricardo Palma.
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ner y Simón en relación con la publicación de Tradiciones peruanas. En la memoria consular explicaba en extenso el asunto, que se había convertido en un tema consular de protección de los intereses de un peruano. Clemente Palma hacía el recorrido desde que en mayo de 1901 el Ministerio recomendó al consulado el arreglo de una reclamación hecha por el escritor peruano Ricardo Palma a la Casa Montaner y Simón, que había anunciado una segunda edición de Tradiciones peruanas sin el consentimiento del autor. Al no haber un tratado de propiedad literaria entre el Perú y España, la demanda de Palma podría no haber tenido fundamento, pero Clemente aclaraba que cuando su padre estuvo en Barcelona en 1893 convino con los Sres. Montaner y Simón el modo de hacer la edición de su obra, lo que fue ratificado por escrito. El Sr. Simón, con quien Clemente había tenido varias entrevistas, no negó la validez de lo conversado, por lo tanto, los derechos de autor del Sr. Palma quedaban amparados no por tratados internacionales, sino por la misma ley española de propiedad literaria, en virtud del principio jurídico de locus regit actum. Al salir del Perú para hacerse cargo del consulado de Barcelona, el Sr. Palma le dio un poder amplio para transar con la editorial. Para su sorpresa, el Sr. Simón rechazó todo arreglo que tuviera como base una indemnización, basándose en que no se había hecho segunda edición y que el presunto anuncio había sido un artilugio para dar salida a las existencias. Clemente no podía aceptar esas explicaciones porque el solo aviso de esa segunda edición ya perjudicaba a los intereses de su padre y no le convencía el argumento del editor porque suponía presentar como nueva mercadería vieja. Decidió, por tanto, entablar una demanda judicial para preservar los intereses de su poderdatario. Afortunadamente, no se llegó a ese extremo porque los Sres. Montaner y Simón se avinieron a aceptar sus condiciones, es decir, a indemnizar a Ricardo Palma. Escribía a su padre que cuando recibiera sus haberes del semestre dedicaría una parte a abonar a Maucci la publicación de su otro libro (se refería a Algunas tradiciones peruanas y cachivachería). Pero no había podido lograr que ninguna casa se ocupara de vender los ejemplares de las Tradiciones, lo que le llevaba a proferir otro de sus comentarios displicentes: “Bien sabes que los españoles son unos imbéciles: libros de cierta clase no se venden sino en su oportunidad”, mientras tenían salida la novela “abracadabrante para
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uso de obrerillas cúrsiles” o “el libro de pornografía ultraverde con grabaditos”.58 La correspondencia consular se interrumpía el 20 de enero de 1904. El 10 de marzo, Fonolleda y Guardiola acusaba recibo de que había recibido el oficio de 23 de enero nombrándole cónsul ad honorem, distinción que le honraba. Tomaría posesión cuando consiguiera el exequatur y Palma le hiciera entrega del consulado, lo que sucedía el 19 abril de 1904.59 Los términos exactos de su salida no constan en la documentación. A mediados de diciembre de 1903, tenía serias dudas de que se concretara su traslado a Amberes, a pesar de que sus contactos personales llegaban hasta el ministro Pardo. Y ya no quería permanecer en Barcelona. Como iba a estar escaso de dinero, se le había ocurrido realizar un viaje a París, que tanto había deseado, aprovechando que un grupo de estudiantes salía hacia allí, y procuraría ir con ellos.60 Respondía a la oferta de su padre de enviarle sesenta libras para cubrir su regreso, pero dudaba en aceptarlas por el sacrificio que suponía. Mientras se resolvía el traslado o tomaba la decisión de volver, seguiría en el consulado. Por un lado, quería abandonar Barcelona inmediatamente; por otro, prefería quedarse algún tiempo más para publicar sus trabajos y para “saturarme un poco más del ambiente europeo, para conocer un poco más si puedo este continente”. Se quejaba de que el Gobierno le tratara “inicuamente” y le dejara “con el agua al cuello”. Y, siempre pensando en el dinero, tenía la esperanza de que al año siguiente aumentarían las entradas consulares al incrementarse el comercio entre España y el Perú, y su situación sería más viable.61 58. Barcelona, 23 de junio 1903, correspondencia con Ricardo Palma, Fundación Ricardo Palma. Ricardo Palma visitó Barcelona, mientras era el delegado del Perú, en los actos del IV Centenario del Descubrimiento de América en 1892 para gestionar la publicación de Tradiciones peruanas en la editorial Montaner y Simón, que se editaron entre 1893 y 1895. Más adelante, y también en Barcelona, la Casa Editorial Maucci publicaba en 1906 Mis últimas tradiciones peruanas y cachivachería. La conexión fue Clemente Palma (Holguín 2001; Moreano 2004; (Martínez Hoyos 2013). 59. Barcelona, 10 de marzo de 1904, AMRE, Servicio Consular Perú Barcelona 8-14C, Caja 539. Está el inventario firmado por Palma y Fonolleda. 60. Barcelona, 16 de diciembre de 1903, correspondencia con Ricardo Palma, Fundación Ricardo Palma. 61. Barcelona, 25 de diciembre de 1903, correspondencia con Ricardo Palma, Fundación Ricardo Palma.
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Atendiendo a todos los frentes. La eficacia de José Gálvez Barrenechea El escritor, académico y político José Gálvez Barrenechea fue cónsul rentado del Perú en Barcelona desde abril de 1918 a octubre de 1919.62 Meses atrás, en 1917, escribía a su amigo José de la Riva Agüero confesándole que necesitaba el puesto porque se encontraba en una situación económica difícil, dependiendo solo de una reducida renta para subsistir. Carlos Concha, secretario personal del presidente José Pardo, le había consultado si le convenía el consulado de Barcelona, que se encontraba vacante. Aunque la propuesta no le seducía, no estaba en condiciones de exigir, por eso respondió que aceptaría si subía el nivel del consulado y, por lo tanto, sus emolumentos. Por otro lado, el ministro de Hacienda, Maúrtua, se movía para que Gálvez fuera encargado de Negocios de la legación y cónsul general en Madrid. Pedía a Riva Agüero que intercediese para conseguir ese puesto de mayor rango que le serviría de descanso y le permitiría reanudar su vida inte62. De familia conocida, era nieto de José Gálvez Egúsquiza, héroe de la batalla del 2 de mayo de 1866 en la guerra con España. Su primera filiación política fue en el Partido Demócrata de Nicolás Piérola y más tarde se incorporó al Partido Nacional Democrático, fundado por el que sería su amigo José de la Riva Agüero. Cuando Leguía llegó al gobierno tras el golpe del 4 de julio de 1919, se alejó de la primera línea de la actividad pública, aunque su desacuerdo con el presidente no impidió que aceptara ser asesor jurídico de la delegación enviada ante la comisión plebiscitaria de Tacna y Arica en 1926. Tras regresar de España, se intensificó su relación con los círculos hispanistas y con la colonia española y publicó nuevos trabajos en que rescataba la pervivencia de lo español en la historia y la cultura y lamentaba la desaparición de las costumbres y tradiciones de la colonia por el impacto de la masificación y el capitalismo. Son ejemplos: Una Lima que se va, editada en 1921 en relación con el Centenario de la Independencia y con portada de Sabogal, que, según Basadre, exaltaba la tradición republicana “a pesar de su hispanismo sentimental” (Basadre 1983: XI; 143); “Por nuestras serranías. Visiones Hispanas”, El Comercio, 28 de julio de 1922, y Estampas Limeñas. Al final del Oncenio y tras aprobarse un nuevo Estatuto Universitario en 1928, fue elegido decano de la Facultad de Letras, cargo que volvería a ocupar en 1931. Fue ministro de Instrucción, Justicia y Culto y, brevemente, también de Relaciones Exteriores. Pero, desde diciembre de 1931 a 1945, solo accedió a asumir la representación diplomática en Colombia durante el gobierno de Benavides, hasta que el giro a la dictadura del general le llevó a renunciar. Se involucró en la experiencia del Frente Democrático, del que fue presidente tras su fundación en 1944. En 1945 sería elegido senador, puesto que ocupó intermitentemente en los últimos años (Sánchez 1966: 9-19).
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lectual, además de dejar en Lima una renta suficiente para que vivieran sus hermanas con su tía. Adicionalmente, podría ocuparse del encargo que le había hecho su universidad, que en Barcelona no podría cumplir porque allí casi no tenía relaciones.63 No se lograría su deseo de ir a Madrid y su destino sería el consulado de Barcelona. La Vanguardia, el principal diario catalán, anunciaba el 30 de marzo de 1918 que en el vapor Montserrat, procedente de Lima, se esperaba al día siguiente al doctor José Gálvez, una de las figuras más distinguidas de la intelectualidad peruana, “cuyas producciones muy selectas han consagrado su nombre y por cuya laboriosidad se hizo acreedor siendo muy joven a figurar entre los catedráticos de la Universidad de San Marcos de Lima como doctor en la Facultad de Letras”.64
Archivo Ministerio Relaciones Exteriores del Perú. Servicio Consular Perú en Barcelona, 8-14-C, caja 711.
Se hizo cargo del consulado el 15 de abril y lo abandonó en octubre de 1919 en relación con el golpe de Estado de Leguía del 4 de julio y la salida del gobierno de José Pardo, al que debía el destino, pero, sobre todo, por motivos personales. El canciller encargado, Rogelio Bascones, le presentó al gobernador civil, que le dio autorización para ejercer “con carácter provisional” antes de recibir el exequatur.65 Aun63. José Gálvez a José de la Riva Agüero, Chosica, 22 de octubre de 1917 (Riva Agüero 1992: 419-422). 64. También El Correo Español (Madrid, sábado 30 de marzo de 1818) informaba del arribo del vapor Montserrat, en el que viajaba el escritor peruano José Gálvez, que llegaba con el objeto “de fomentar el intercambio de productos españoles”. 65. Barcelona, 15 de abril de 1818, AMRE, Servicio Consular Perú Barcelona, 8-14-C, Caja 711.
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que no tenía experiencia ni conocía la realidad a la que se enfrentaba, su gestión fue eficiente y dejó un abundante registro documental en la correspondencia al Ministerio de Relaciones Exteriores y en una exhaustiva memoria consular que fechaba el 24 de marzo de 1919 y que, siguiendo el protocolo, dirigió al oficial mayor del Ministerio.66 Su primera impresión fue deplorable. Había encontrado la oficina en estado calamitoso, lejos de lo que debía ser el lugar de trabajo de un agente gubernamental nombrado por su prestigio y que debía ejercer funciones de representación. Con autorización del Ministerio, compró al canciller Bascones muebles, que dieron a la sede un aspecto, sino lujoso, al menos presentable. De sus propios recursos mandó hacer una bandera porque la que había estaba vieja y su escudo no era el legal, y adquirió una máquina de escribir Remington, ya que la que constaba en el inventario estaba inservible. No había un mapa moderno ni los libros necesarios para prestar un buen servicio, y pedía que se le enviaran los que señalaba el reglamento consular. Era imposible que con la exigua renta de la que disponía y su modesta asignación, además de la falta de datos y de personal, pudiera hacer frente a las múltiples tareas a acometer.67 En los días siguientes, encargaba un nuevo escudo porque el que figuraba en la oficina no se correspondía con el vigente, al punto de que en lugar de una llama aparecía un animal parecido al caballo y de “la dorada cornucopia salen en desordenada y tropical profusión frutas y hojas”. El coste del nuevo pabellón ascendía a ochenta y cinco pesetas y lo había cargado a su cuenta particular.68 A pesar de tantas penurias, se propuso dinamizar el consulado entrando en los distintos temas de su competencia, aun en los más leja66. Decía no conocer un modelo a seguir, aunque el reglamento consular fijaba su obligatoriedad y criterios. La estructuró en tres partes: la primera, centrada en el comercio, líneas de navegación, envíos por paquetes postales y cambio de moneda; la segunda, dedicada a Barcelona, su actividad comercial, económica y financiera y las instituciones relacionadas, el movimiento del puerto, las principales actividades, las cuestiones políticas, con especial atención a la tensión autonómica y los problemas sociales, para terminar con algunas notas sobre las relaciones iberoamericanas y el estado de la colonia peruana, y, la tercera, a la que daba menor importancia, trataba de cuestiones administrativas (“Memoria consular”, 24 de marzo de 1919, en Boletín del Ministerio de Relaciones, año XVIII, nº LXVII, Lima, Imprenta Americana, 1922, pp. 207-275). 67. Gálvez (1922 [1919]: 274-275). 68. Barcelona, 5 de agosto de 1918, AMRE, Servicio Consular Perú Barcelona, 8-14C, Caja 711.
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nos a sus intereses, empezando por los meramente administrativos. Su balance en la memoria era que había logrado que aumentara notablemente la correspondencia. A lo largo de 1918 se habían registrado un total 496 comunicaciones, de ellas, 441 desde el 15 abril en que se hizo cargo; del Ministerio de Relaciones Exteriores se habían recibido 67 y desde el consulado se le habían dirigido 796. Adjuntaba una lista de personas e instituciones, tanto peruanas como españolas, con las que había mantenido correspondencia. Porque era imprescindible que esta tarea no se interrumpiese, se permitía “insinuar” al Gobierno que dotara al consulado, que era el de mayor importancia comercial y el de más movimiento de España, de infraestructura y personal.69 Para que le ayudara, proponía a Antonio García de Paredes y de la Rocha, que recibiría una paga de 125 pesetas mensuales.70 Mayor colaboración le prestó Antonio Garland Sánchez, nombrado canciller por oficio del 22 de mayo de 1919, al que conocía.71 El movimiento de la caja consular era escaso. En el tiempo transcurrido hasta la elaboración de la memoria, el consulado había ingresado un total de 75.111,25 pesetas por todos los conceptos, de las que Gálvez había administrado 61.255,85. Después de contabilizar los gastos, que habían sido muchos por la adquisición de muebles y libros, el saldo neto que se remitiría al Perú era de 2.652-16-9 libras peruanas. La cantidad hubiera sido mayor de no ser por las restricciones al comercio exterior en 1918 debidas a las secuelas de la guerra.72 A diferencia de Palma, que fue nombrado ad honorem, Gálvez era cónsul rentado, pero igualmente se preocupó por sus haberes, que, de hecho, fueron la razón principal por la que aceptó el consulado. En junio de 1918, ya pedía un adelanto amparándose en el incremento del intercambio comercial, que le fue autorizado. Meses más tarde, solicitaba que se le permitiera cobrarse tres meses de sueldo a cuenta dado que la grave situación de Barcelona podía repercutir en los fondos del consulado.73 69. Gálvez (1922 [1919]: 266-273). 70. Barcelona, 16, 17 y 18 de abril de 1918, AMRE, Servicio Consular Perú Barcelona 8-14-C, Caja 711. 71. Barcelona, 1 de agosto de 1919, AMRE, Servicio Consular Perú Barcelona, 8-14C, Caja 730. 72. Gálvez (1922 [1919]: 272). 73. Barcelona, 8 de junio de 1918, AMRE, Servicio Consular Perú Barcelona, 8-14-C, Caja 711, y 30 de marzo de 1919, AMRE, Servicio Consular Perú Barcelona, 8-14C, Caja 730.
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En agosto de 1919, agradecía que se hubiera concedido a los cónsules del Perú en Europa una asignación extraordinaria equivalente al 20% de sus haberes.74 Sí estuvo en contacto con su superior, el cónsul general en Madrid, Domingo José Cáceres. En la memoria mostraba su satisfacción por el buen trato que le había dado y elogiaba cómo se había esforzado, con “capacidad y patriotismo”, por hacer propaganda del Perú. También había mantenido buenas relaciones con cónsules en distintas ciudades.75 Estuvo atento a algunos asuntos puntuales de la red consular, como la llegada el 29 de noviembre de 1918 de Ernesto Freyre y Aramburu, nombrado cónsul en Castellón de la Plana,76 o la de Carlos Pérez Canepa al consulado de Cádiz en agosto de 1919.77 La vida consular no estuvo exenta de conflictos. Gálvez tuvo que atender un caso desagradable —del que dio cumplida cuenta al Ministerio y que se prolongó desde el 8 de julio de 1918 al 1 de mayo de 1919—, el de la estafa cometida por Antonio García de Paredes, al que había contratado el cónsul de la Colina en 1915 y que había continuado con Bascones, que, a su vez, se lo había recomendado. Pertenecía a una familia distinguida, conocía bien la oficina, las casas exportadoras y los usos comerciales de Barcelona, recibía a las personas antes de hacerlas pasar al despacho del cónsul y hacía las gestiones en el banco haciendo los giros a Londres. El Sr. García de Paredes había gozado de su confianza y la había traicionado firmando indebidamente facturas para lucrarse. Su modus operandi consistía en guardarse las facturas que llegaban al consulado para su certificación, ponerles el sello, firmar como canciller y luego cobrarlas. Como no dejaba rastro en el Registro General de Entradas, era imposible descubrirlo. Gálvez pudo hacerlo en relación con el buque de la Compañía Trasatlántica Isla de Panay, cuyas gestiones en relación con su llegada al Callao se habían encomendado a García de Paredes. Cuando se disponía a enviar la documentación al Tribunal de Cuentas, advirtió que faltaban facturas y comprobó que había
74. Barcelona, 2 de agosto de 1919, AMRE, Servicio Consular Perú Barcelona, 8-14C, Caja 730. 75. Gálvez (1922 [1919]: 273). 76. Barcelona, 3 de diciembre de 1918, AMRE, Servicio Consular Perú Barcelona, 8-14-C, Caja 71. 77. Barcelona, 20 de agosto de 1919, AMRE, Servicio Consular Perú Barcelona, 8-14C, Caja 730.
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otras sin timbres, con números falsos y sin su firma. Se puso en contacto con la Compañía Trasatlántica, manifestando su sorpresa porque hubiera aceptado facturas que no cumplían los requisitos. Después, la Casa Tortella y Figueras atestiguó que García de Paredes había firmado facturas en esas condiciones en otras ocasiones. Sin duda se trataba de una gran estafa que venía de atrás y que podía ascender a 2.688,05 pesetas. Dada la gravedad de los hechos, denunció formalmente a García de Paredes por usurpación de funciones y estafa. Detenido y puesto a disposición judicial, confesó sus delitos. Entre tanto, Gálvez tomó medidas: reunió a los exportadores implicados para que legalizaran las facturas anulando las anteriores, de manera que el fisco percibiera los derechos que le correspondían. Como los empresarios manifestaron que habían actuado de buena fe, no tuvo más remedio “que asumir íntegramente la responsabilidad económica del asunto”, abonando lo preceptivo al fisco, con el enorme sacrificio que le suponía. Le quedaba la satisfacción de haber desenmascarado al estafador y haber salvado el prestigio del consulado. Si el Gobierno encontraba algún yerro en su conducta, advertía que, igual que había aceptado el puesto “agradecido y orgulloso”, acataría cualquier decisión que pudiera tomar sobre su persona.78 Adjuntaba una carta que le enviaba desde la cárcel García de Paredes fechada el 25 julio, en que reconocía su delito y que había procedido de una manera perversa y villana, y apelaba a su misericordia para salir de prisión. Se lo pedía por razones personales, la vejez de sus padres y la pena de su esposa, que eran los que más sufrían las consecuencias de su “malvada acción”, y se comprometía a ir delante de un abogado a detallar sus delitos. Esperaba clemencia en vísperas de la Fiesta Nacional del Perú.79 El asunto no se cerró como era de esperar porque García de Paredes se escapó de la cárcel. Comercio y líneas de navegación Aunque no estaba familiarizado con estos asuntos, se empleó en lo que era uno de sus principales cometidos, conocer el estado del comercio 78. Barcelona, 19 de julio de 1918, AMRE, Servicio Consular Perú Barcelona, 8-14-C, Caja 711. 79. Barcelona, 27 de julio de 1918, AMRE, Servicio Consular Perú Barcelona, 8-14-C, Caja 711.
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y proponer fórmulas para su reactivación, que estaba convencido solo se conseguiría mediante una adecuada campaña de propaganda y el establecimiento de una línea directa de navegación al Callao. En Barcelona tenía la sede social la Compañía Trasatlántica, el gigante naviero de los marqueses de Comillas que contaba con una potente infraestructura y capacidad para acometer empresas arriesgadas. Entre 1923 y 1928, sus vapores llegarían al Callao, pero antes hubo un intento frustrado, el del Isla de Panay, del que el cónsul Gálvez fue testigo y actor.80 Las circunstancias habían cambiado sustancialmente desde los tiempos de Palma. En 1902-1904, el comercio era inapreciable, aún no se había abierto el canal de Panamá y, por lo tanto, la compañía que hiciera el transporte directo de mercancías debía hacerlo por el estrecho de Magallanes. En 1918, el canal ya estaba operativo y las compañías españolas podían utilizar esa vía; sin embargo, la guerra mundial alteraba la posibilidad de transportar ciertas mercancías a través de puertos como Colón, considerado por los alemanes como enemigo, al que llegaban compañías españolas y desde ahí trasbordaban los productos en buques extranjeros y peruanos hacia los puertos del Pacífico. Como Palma, había observado “con profundo sentimiento patriótico” que no había muestras de productos peruanos y sí de otros países, algo que había que resolver atendiendo al interés que se estaba desarrollando en España por el mercado comercial de América. Pedía que se le enviaran muestrarios y publicaciones especializadas para poder darlos a conocer y hacer propaganda aprovechando su condición de catedrático y sus relaciones personales y solicitaba que el Gobierno le autorizara a hacer los desembolsos que fueran necesarios.81 El consulado de Barcelona era el más importante de España y uno de los de más movimiento de Europa en cuanto al comercio con el Perú. La guerra había beneficiado al mercado español y en especial a Cataluña, que había aumentado las exportaciones de tejidos ante las dificultades de Francia e Inglaterra, aunque la falta de barcos y la irregularidad de las expediciones habían lastrado los resultados. En una comparativa entre el volumen de las mercancías exportadas al Perú en
80. Rodrigo Alharilla (2000); Martínez Riaza (2002). 81. Barcelona, 22 y 25 de abril de 1918, AMRE, Servicio Consular Perú Barcelona, 8-14-C, Caja 711.
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1888 y en 1918, advertía que, durante la década que siguió a 1888, el incremento fue insignificante, pero, desde entonces, las cifras aumentaron exponencialmente, al punto que en treinta años el crecimiento había sido del 2.600%. En cuanto a su valor, en 1918 más de la mitad correspondía a los tejidos, primero, de algodón y, luego, de lana, seguidos del aceite de oliva, libros e impresos, alpargatas, conservas de pescado, vinos y licores y tapones de corcho, entre los de una lista pormenorizada.82 Aunque apenas tenía datos sobre las importaciones peruanas, según los proporcionados por la aduana del puerto podía aclarar que el algodón, indispensable para aprovisionar a la industria textil catalana, procedía de Estados Unidos, la India, Argentina y Egipto. Sabía que varias casas comerciales de Barcelona estaban interesadas en el algodón del Perú y él mismo, en un intento de conseguir que se importara directamente, acababa de hacer un informe para el Consorcio Comercial Algodonero.83 De las iniciativas americanistas emprendidas por la burguesía catalana, fue la Casa de América la que dio mayor cobertura a proyectos y actuaciones. Su origen está en el propósito de Federic Rahola y Rafael Vehils, director y secretario de redacción de Mercurio. Revista Comercial Iberoamericana, de crear un organismo especializado en cuestiones americanas.84 El 2 de abril de 1911, se constituía la Casa de América como una asociación privada, y de inmediato comenzaron los movimientos para expandirse por América. El 19 de mayo de 1918, su presidente, Rahola, solicitaba un informe a Gálvez sobre las mercancías que el Perú podría exportar a Barcelona para que la entidad llamada el Consorcio, que tenía el proyecto de establecer una serie de depósitos en el puerto bien acondicionados para almacenar mercancías, pudiera calcular el espacio que le destinaría. Así había advertido que en el consulado quedaba registrado lo que se exportaba al Perú, pero no lo que se importaba.85 82. Gálvez (1922 [1919]: 211-216). 83. Barcelona, 25 de mayo de 1918, José Gálvez al oficial mayor del Ministerio de Relaciones Exteriores, Boletín del Ministerio de Relaciones Exteriores, año XVIII, nº LXVI, Lima, Imprenta Americana, 1922, p. 193; Gálvez (1922 [1919]: 219-220). 84. Dalla-Corte Caballero (2002; 2012). 85. Barcelona 24 de mayo de1918. José Gálvez al oficial mayor del Ministerio de Relaciones Exteriores, Boletín del Ministerio de Relaciones Exteriores, año XVIII, nº 66, Lima, Imprenta Americana, 1922, pp. 187-188; Barcelona, 12 de mayo de 1918, AMRE, Servicio Consular Perú Barcelona, 8-14-C, Caja 711.
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Muy pronto, del 17 al 27 de mayo de 1918, enviaba a su gobierno una serie de informes. En todos comenzaba dando cuenta del estado de las exportaciones al Perú y especificando las mercancías que se podían embarcar por las líneas de la Compañía Trasatlántica de Nueva York, Cuba, México, Venezuela y Colombia, que eran las que hacían el comercio con el Pacífico, aunque no llegaban al Perú, sino que en Colón transbordaban a compañías no españolas. En ese momento, y debido a la guerra, el comercio exportador de Barcelona estudiaba cómo resolver el problema que había planteado la Trasatlántica de no admitir una variedad de artículos, entre ellos el algodón, la lana y la seda manufacturada, porque, como sus barcos hacían escala en los puertos beligerantes de Puerto Rico y La Habana, se consideraban contrabando de guerra. Para desbloquear la situación, Gálvez ofrecía tres alternativas: la primera, improbable, gestionar con los países que habían originado el conflicto que no se consideraran contrabando los productos vetados; la segunda, inducir a la Trasatlántica a suprimir las escalas en Puerto Rico y La Habana, aunque, como posiblemente Colón también sería considerado beligerante, no era una opción factible, y la tercera, y de más largo alcance, era que se establecieran dos líneas de vapores: una, del Atlántico, que no afectaría al Perú, y la otra, del Pacífico, por el Cabo de Hornos, que haría la ruta Punta Arenas, Talcahuano, Valparaíso, Antofagasta, Iquique, Mollendo y Callao. Esta línea, además de aumentar el comercio de cabotaje entre puertos del Perú, podría hacer el retorno con algodón, cuero de res, lanas y otros productos.86 El 15 de enero de 1919, remitía dos cuadros estadísticos de las exportaciones de Barcelona al Perú, uno correspondiente al segundo semestre de 1918 y otro que comprendía todo el año. En el primero constaba que se habían realizado en once vapores, siete de ellos de la Trasatlántica con transbordo en Colón, uno de la misma compañía por vía directa al Callao (el Isla de Panay), dos de la Compañía Ibarra, de Sevilla, con transbordo en Buenos Aires y uno de la compañía italiana Veloce con transbordo en Colón. Añadía la lista de los puertos de destino del Perú, especificando los productos, el número de bultos y el valor en pesetas. Creía que había que poner atención en los tejidos, 86. Boletín del Ministerio de Relaciones Exteriores, año XVIII, nº 66, Lima, Imprenta Americana, 1922, pp. 180-182.
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porque le correspondían más de la mitad del total, que ascendía a 2.382 337 pesetas. En el segundo advertía que la exportación se había efectuado en veinte vapores, de ellos, trece de la Compañía Trasatlántica con transbordo en Colón, uno también de la Trasatlántica con transbordo en Buenos Aires y otro de la misma compañía directamente al Callao (el Isla de Panay); dos de la italiana Veloce con transbordo en Colón; dos de la Compañía sevillana Ibarra con transbordo en Buenos Aires y una de Mallol Bosh con transbordo en Buenos Aires. Anotaba que había que tener en cuenta que no había habido expediciones de mercaderías en los meses de febrero, agosto y noviembre y que a partir de abril no fue posible exportar tejidos porque Alemania los consideraba productos de contrabando. En conjunto, la exportación había alcanzado cifras considerables.87 En la memoria hacía balance de cómo la guerra había trastocado los circuitos debido a los obstáculos impuestos por los alemanes, que consideraban los destinos de Colón y Puerto Rico plazas de guerra norteamericanas. El comercio de Barcelona se vio afectado cuando la Compañía Trasatlántica se vio obligada a suspender envíos. El puerto se encontró con una gran cantidad de productos almacenados y, para darles salida, los principales comisionistas se dirigieron al gobierno español a fin de que propiciara expediciones directas en las que no interfiriera el gobierno alemán. En el mes de julio se pudo enviar al Perú el Isla de Panay, que hizo el viaje por el estrecho de Magallanes. Muchos comerciantes españoles y el propio Gálvez creían que retornaría trayendo algodón en abundancia, pero los precios de los fletes impuestos por los agentes de la compañía en el Pacífico fueron tan excesivos que los exportadores no pudieron enfrentarlos.88 Lamentaba el daño que la decisión de los agentes había hecho a las exportaciones de algodón peruano, un producto del que había muchas variedades y que era muy cotizado en Europa. El que llegaba a Barcelona lo hacía a precios elevados porque provenía de Liverpool u otros puertos intermedios. A pesar de lo sucedido con el Isla de Panay, era fundamental el contar con una línea directa al Perú, y en ese sentido se había puesto en contacto con la directiva de la Trasatlántica para persuadirla de las ventajas que tendría 87. Barcelona, 28 enero de 1919, Gálvez al oficial mayor del Ministerio de Relaciones Exteriores, Boletín del Ministerio de Relaciones Exteriores, año XVIII, nº 66, Lima, Imprenta Americana, 1922, pp. 199-206. 88. Gálvez (1922 [1919]: 213-214, 220-221).
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para el comercio catalán y la propia compañía prolongar sus trayectos al Pacífico. Aunque su prioridad era convencer a la Trasatlántica, sus sondeos sobre otras posibilidades le llevaron a la casa comercial y naviera de Tomas Mallol Bosh, que estaba estudiando el instaurar una línea que cubriera el tráfico de las repúblicas centroamericanas, Colombia, Venezuela, Ecuador y Perú. También había que considerar que estaban en activo la compañía Pinillos Izquierdo, que llegaba a Nueva York, La Habana y puertos del Brasil, Argentina y Uruguay, y la de Sota y Aznar, que operaba desde puertos del norte de España. Consideraba positivo que no se hubiera concretado el rumor que anunciaba la venta de los barcos de la compañía Pinillos a la bilbaína Soto y Aznar, porque, de haber prosperado la operación, los barcos hubieran salido de Bilbao en detrimento de Barcelona.89 En todo este entramado, el cónsul dedicaba un espacio especial a Iquitos, principal puerto fluvial de la Amazonía peruana, que había quedado excluido de los circuitos comerciales en 1918. Se había dirigió a la Trasatlántica y a la compañía de Pinillos Izquierdo haciéndoles ver los beneficios que reportaría que los barcos que hacían el tráfico Brasil-La Plata tocaran el puerto de Pará, conexión con el oriente peruano. La Trasatlántica le manifestó que de momento le era imposible porque solo tenía un buque, el León XIII, que hacía el servicio con Brasil, y la Pinillos que lo iba a poner en conocimiento de la dirección general con sede en Cádiz.90 En conclusión, la distorsión provocada por la guerra estaba afectando a los ingresos del consulado, que apenas habían alcanzado a 927,85 pesetas, una cantidad menor que su sueldo. Para tratar de que no se interrumpiera el tráfico comercial con la América del Sur, los exportadores catalanes habían trazado un plan que estaba estudiando el gobierno español a través del ministro de Fomento, el catalán Francisco Cambó, y en el que él había intervenido.91 No le parecía suficiente que su gobierno conociera el estado del comercio y navegación, también debían hacerlo los círculos interesados 89. Barcelona, 27 de mayo de 1918, Boletín del Ministerio de Relaciones Exteriores, año XVIII, nº 66, Lima, Imprenta Americana, 1922, p. 195; AMRE, Servicio Consular Perú Barcelona, 8-14-C, Caja 711. 90. Gálvez (1922 [1919]: 217-219); Barcelona, 3 de febrero de 1919, AMRE, Servicio Consular Perú Barcelona, 8-14-C, Caja 730. 91. Barcelona, 3 de junio de1918, AMRE, Servicio Consular Perú Barcelona, 8-14-C, Caja 711.
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en Cataluña. Por eso acudió a dos revistas especializadas, el Boletín de la Cámara de Comercio y Navegación, de Barcelona, y el órgano de expresión de la Casa de América, la Revista Comercial Iberoamericana Mercurio. A la primera le envió un “Resumen estadístico de las mercancías exportadas por este puerto para los de aquella República, su peso, valor y calidades, durante el mes de septiembre del corriente año”, después alertó sobre la crisis que atravesaba el puerto de Iquitos y, más adelante, volvió a remitir una estadística de exportaciones desde Barcelona al Perú.92 Más explícito fue en el Mercurio: “Nuestra exportación al Perú” se refería al incremento de las exportaciones en 1918, enfatizando la importancia de las líneas de navegación. Mencionaba que, antes de la guerra, la Trasatlántica tenía establecida una línea regular con los puertos del Pacífico, vía Magallanes, con cinco vapores. Las compañías Kosmos y Pacific Mail también mantenían un servicio desde España al Pacífico, que se suprimió durante el conflicto. En ese momento, el tráfico con las repúblicas del Perú y Ecuador se hacía indirectamente a través de transbordos en Colón. Sabía que la Casa de América había hecho gestiones ante el gobierno español y ante la Trasatlántica para que el Isla de Panay trasladara un cargamento de 2.250 bultos, exclusivamente catalanes, por valor de 960.151 pesetas y destino a Paita, Eten, Callao y Mollendo, experiencia a la que auguraba un rotundo éxito;93 “El comercio del Perú en 1917” recogía un fragmento del mensaje del presidente Pardo en el que, para potenciar el algodón, defendía el establecimiento de una línea directa al Pacífico a través del canal de Panamá una vez que se hubieran solventado los problemas derivados de la Primera Guerra Mundial.94 Ya de salida, enviaba a la revista referencias sobre la exportación de Cataluña al Perú durante el primer semestre de 1919.95 De regreso a Lima, el diario La Crónica del 11 enero de 1920 recogía sus declaraciones sobre el progreso económico de Cataluña y el deseo de sus comerciantes de tener intercambio 92. Comercio y Navegación. Boletín de la Cámara de Comercio y Navegación de Barcelona, nº 286, septiembre de 1918, p. 5; nº 291, febrero de 1919, p. 5; nº 297, agosto de 1919, p. 12. 93. Mercurio. Revista Comercial Ibero-Americana, año XVIII, nº 315, Barcelona, 12 de septiembre de 1918, pp. 226-227. 94. Mercurio. Revista Comercial Ibero-Americana, año XVIII, nº 318, Barcelona, 24 de octubre de 1918, pp. 260-261 95. Mercurio. Revista Comercial Ibero-Americana, año XIX, nº 339 Barcelona, 14 de agosto de 1919.
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directo con el Perú. A pesar del intento fallido del Isla de Panay, continuaba el proyecto de la Compañía Trasatlántica de implantar una línea de vapores entre los puertos íberos y los del Pacífico. Gálvez añadía que las cámaras de comercio e industria catalanas habían mostrado interés en el algodón peruano y en que se recibiera directamente, no por intermedio del mercado inglés, y en que se establecieran en el Perú sucursales del Banco de Barcelona.96 Propaganda y representación. Atención a peruanos Gálvez desempeñaba sus funciones en la ciudad más poblada de España, la que contaba con el puerto más activo. En la “Memoria consular” se valía de su habilidad literaria para describirla entre el mar y la montaña, con barrios antiguos llenos de callejuelas estrechas de evocación medieval que contrastaban con los nuevos, modernos, anchos y luminosos. En el puerto se estaban llevando a cabo obras importantes, con un presupuesto de 1.625.792,80 pesetas, que comprendían el muelle de Cataluña y los de Atarazana, Barceloneta y la Muralla, así como la ampliación de la dársena para aumentar su capacidad. Debido a su dinamismo mercantil e industrial, en Barcelona residían los cónsules generales de casi todos los países europeos y americanos, con excepción de los de Suiza, Portugal, Bélgica, Dinamarca, Venezuela y Perú, cuyos representantes tenían rango inferior. Aunque no tenían carácter diplomático, los cónsules ejercían funciones de representación. Desafortunadamente, se encontró con una vida social escasa y un cuerpo consular que apenas se reunía a pesar de los esfuerzos del decano, el cónsul de Argentina.97 La ciudad contaba con una densa red de instituciones y establecimientos comerciales y financieros. Mencionaba la Cámara de Comercio y
96. El Sr. Alfonso Durán, jefe de la Casa Gummá y Viñas, le mostró el interés del Banco de Barcelona por establecer una sucursal en Lima que estimulara las relaciones comerciales entre España y el Perú. Gálvez lo había ayudado con información y se lo había comunicado a la Cámara de Comercio de Lima y al Casino Español (Barcelona, 16 de mayo de 1919, AMRE, Servicio Consular Perú en Barcelona, 8-14-C, Caja 730). 97. Gálvez (1922 [1919]: 250-251).
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Navegación de Barcelona dependiente del Ministerio de Fomento, que trataba arbitrios, tarifas, almacenamiento, valores oficiales de mercancías, el fomento del comercio, la elaboración de estadísticas y la difusión de la enseñanza comercial y naval. La Cámara Oficial de Industria era independiente de la anterior, aunque con fines semejantes. Gálvez se había afiliado a la Sociedad de Estudios Económicos, una asociación para cultivar, estudiar y propagar los aspectos científicos de la economía y que organizaba conferencias y editaba la revista Estudios.98 Para el cónsul, el comercio no solo era una actividad económica, sino que se integraba en una comunidad espiritual de más amplia cobertura. Barcelona era un espacio idóneo para incentivar los vínculos con el Perú y apuntaba a dos asociaciones, la Casa de América y Fomento del Trabajo Nacional, como referentes que aunaban economía y cultura y que se preocupaban por Iberoamérica. La Casa de América había estado aletargada a lo largo de 1918 por enfermedad de su presidente Rahola y por la dedicación política de su director Vehils, pero, tras la finalización de la guerra, preparaba diversas iniciativas, entre ellas la promoción de una línea de vapores y el envío de agentes comerciales a América. Vehils había diseñado un proyecto de Unión Interparlamentaria Hispano-Americana que había sido aprobada por el Congreso español. Estaba en proyecto la creación en la Universitat de Barcelona de una cátedra de Americanismo, en la que Rahola no había podido avanzar debido a su enfermedad, pero había entregado a Gálvez una serie de documentos explicativos. Fomento de Trabajo Nacional había nacido en el siglo xviii para promover y defender la producción nacional bajo un régimen proteccionista y, a lo largo de su historia, había participado en la elaboración de leyes de carácter económico, especialmente arancelarias, y había mediado en conflictos. Su vocación era abiertamente americanista y había reunido a varias entidades para crear un patronato que organizara la celebración de la fecha del Descubrimiento, que quedó frustrada por una epidemia de “grippe”, y tenía en curso la preparación del Congreso Históricoeconómico Iberoamericano en octubre de 1919 para solemnizar el Día de la Raza. Se había nombrado una comisión en la que estaba el cónsul y que había presentado una propuesta acogida por Rahola, 98. Gálvez (1922 [1919]: 235-243).
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el presidente de la Casa de América. Pedía que el gobierno del Perú participara.99 El desarrollo económico de Barcelona había tenido como contrapartida el estallido de violentas movilizaciones sociales. Si en Andalucía y Castilla el problema estaba en la tierra, en Cataluña estaba en la industria. Desde hacía tiempo, los obreros hacían sus reivindicaciones mediante la huelga y, a pesar de la aparente tranquilidad, los dueños de las fábricas estaban alerta. El cónsul entendía que la cuestión social, muy radicalizada, precedería a la regional. La guerra había transformado a una ciudad que había sido barata y de vida agradable: los productos de primera necesidad habían doblado su precio, un buen traje de lana no bajaba de las doscientas cincuenta pesetas y los hoteles cobraban de veinticinco a treinta pesetas diarias, cuando antes cobraban diez.100 Su juicio sobre los catalanes era más amable que el de Palma. El catalán amaba a su tierra y con su perseverancia había conseguido transformarla en un centro económico de primer nivel. Cataluña era la región española que más trato tenía con América, especialmente con Argentina y Uruguay, aunque el carácter “algo brusco pero sincero y bondadoso” de sus habitantes extrañaba a los hispanoamericanos, acostumbrados a la excesiva cortesía y al constante comercio.101 En 1918, la cuestión catalana se había agravado porque los políticos regionalistas habían presionado para que se concediera la autonomía, una aspiración en la que coincidían “todos los catalanes, casi sin excepción”. A diferencia de la síntesis que se había producido en América, España era uno de los países en los que más se diferenciaban las razas, tendencias y costumbres. Cataluña, Andalucía, Galicia y Vizcaya formaban verdaderas nacionalidades dentro del Estado. Entre el castellano y el catalán no había ningún tipo de comunidad. El descubrimiento de América había aislado a Cataluña, situándola en condición de inferioridad con relación a Castilla. Su renacimiento 99. Gálvez (1922 [1919]: 60-62, 236); Barcelona 30 de octubre de 1918, AMRE, Servicio Consular Perú Barcelona, 8-14-C, Caja 711. El Congreso se pospondría por la crítica situación de España (Barcelona, 8 de abril de 1919, AMRE, Servicio Consular Perú Barcelona, 8-14-C, Caja 730). 100. Gálvez (1922 [1919]: 251-253, 257-260). 101. Gálvez (1922 [1919]: 230-232).
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comenzó con la invasión napoleónica, que introdujo ideas nuevas y permitió manifestaciones como los juegos florales, el teatro y la música. En el momento en que Gálvez escribía, asomaba con fuerza la posibilidad de la segregación, que los catalanes moderados veían con temor. El partido de la Liga Nacionalista había planteado la separación en el Parlamento y los municipios catalanes lo habían votado en un gran plebiscito ante la Mancomunidad de Cataluña, que era el órgano representativo del pueblo catalán y que el 25 de enero de 1919 había aprobado el Estatuto de Autonomía.102 Gálvez era un hombre de cultura.103 Los asuntos económicos y la burocracia demandaron su atención y no pudo escribir sobre sus temas como hubiera querido. Llama la atención el elevado número de medios en los que encontró caja de resonancia para hacer propaganda del Perú. Durante el año 1918 y los primeros meses de 1919, logró que en diarios y revistas aparecieran artículos, desde literarios a otros especializados en comercio y navegación, que enumeraba en la “Memoria consular”. A lo largo de 1918, El Diario del Comercio publicaba “El comercio con el Perú y el viaje del Isla de Panay” (5, 6 y 7 de septiembre), “El Comercio del Perú” (15 de octubre), “Comercio Hispano Peruano” (25 de noviembre), “Comentarios al balance hispano-americano” (7 de agosto), además de estadísticas de comercio que Gálvez había remitido de manera periódica. En la revista comercial Mercurio, aparecía “Nuestra exportación al Perú” (16 de septiembre), “El comercio exterior del Perú en 1917” (24 de octubre) y, ya en 1919, “El comercio hispano-peruano” (febrero); en La Vanguardia, uno de los diarios más importantes de Barcelona, “Monumento a un educador español”, de su autoría y dedicado a Sebastián Lorente (3 de noviembre de 1918), “Carta abierta a Gálvez”, del intelectual Rubio y Lluch (28 de julio de 1918), y “Nuestra exportación al Perú” (24 febrero de 1919); La Publicidad daba a conocer su artículo “El conflicto peruano-chileno” (6 de diciembre, reproducido en muchos periódicos
102. Gálvez (1922 [1919]: 253-256). 103. Martínez Gómez le menciona como uno de los escritores que representó a las letras peruanas en España durante los años de la Primera Guerra Mundial. Desempeñó una misión diplomática como cónsul del Perú en Barcelona entre 1918 y 1920 [sic] y tradujo obras del catalán al castellano (Martínez Gómez 2014: 367). No hay constancia sobre esas traducciones, que, además, supondrían que Gálvez conocía el catalán.
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de España) y “En las riberas del Pacífico” (31 enero de 1919, traducción de un artículo francés); en El Diluvio, “El irredentismo peruano ante la Conferencia de la Paz”, que era una traducción de un periódico francés, “La cuestión peruano-chilena”, artículo del compatriota José I. Ramos; en la revista Río de la Plata, diversos sueltos sobre el progreso económico del Perú, las cuestiones sociales y el conflicto con Chile; el Boletín Oficial de la Cámara de Comercio y Navegación difundía datos oficiales y estadísticos, y, por fin, la revista Ibérica de Tortosa hacía comentarios sobre la labor consular. A nivel nacional, la revista Cervantes de Madrid publicaba en diciembre 1918 un artículo sobre la cuestión con Chile.104 No descuidó la comisión recibida de la Universidad de San Marcos y enviaba al Ministerio de Relaciones Exteriores el informe que había realizado sobre las instituciones científicas y de enseñanza de la provincia de Barcelona, esperando que fuera de utilidad.105 Más tarde, remitía un artículo de El Sol (sin fecha) sobre la propuesta de creación de instituciones universitarias hispanoamericanas, iniciativa de los catedráticos Aznar, Bonilla San Martín y Jiménez de Asúa.106 A la vanguardia de la cultura y la ciencia, Barcelona contaba con instituciones señeras como la Universidad oficial, que dependía del Estado y cuyo rector le había entregado un proyecto para escuelas que podría ser modelo para el Perú.107 El mapa se ampliaba con el Museo Social y el Instituto de Estudios Catalanes, que estaba realizando el mapa geológico y topográfico de Cataluña.108 La Cámara Oficial del Libro tenía como fin difundir el libro español, con atención especial a los mercados americanos. Estaba dirigida por Antonio Maura, director de la Academia Española, Agustín Murúa, catedrático de la Universitat de Barcelona, y Gustavo Gili, editor, concejal y hombre de acreditado prestigio. Gálvez había sido propuesto en 1917 para integrarse por el Perú, pero, al ser nombrado cónsul, fue sustituido por Óscar
104. Gálvez (1922 [1919]: 267-269). 105. Barcelona, 1 de septiembre de 1918, AMRE, Servicio Consular Perú Barcelona, 8-14-C, Caja 711. 106. Barcelona, 4 de marzo de 1919, AMRE, Servicio Consular Perú Barcelona, 8-14C, Caja 730. 107. Barcelona, 1 de agosto de 1918, AMRE, Servicio Consular Perú Barcelona, 8-14C, Caja 711. 108. Gálvez (1922 [1919]: 248-250).
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Miró Quesada.109 Según Luis Alberto Sánchez, durante su estancia Gálvez trató a escritores catalanes como Eugenio D’Ors, Maragall, Maristany, Rusiñol, o Pompeyo Gener.110 Sin embargo, apenas se han localizado registros como la carta abierta que le dirigió en La Vanguardia Antonio Rubio y Lluch, “El americanismo literario”, en la que, aunque no le conocía, le agradecía el envío de su folleto “Posibilidad de una literatura nacional” y argumentaba por qué, como Gálvez, no estaba de acuerdo con la defensa a ultranza del indigenismo, que no tenía razón de ser porque la colonización española había respetado y salvado al indio. Estaba seguro de que el cónsul luchaba por la independencia literaria de su patria sin romper con el legado de la sangre y la historia españolas.111 En la esfera de lo cultural, participó en la enciclopedia de Espasa-Calpe con el artículo sobre el Perú y, atento a lo que se editaba sobre América, remitió al Ministerio los veintisiete tomos de la Biblioteca Ayacucho que se habían publicado hasta entonces.112 Estuvo al tanto de manifestaciones artísticas. Cuando la Asociación de Amigos de las Artes organizó el Primer Salón de Otoño en 1918, Gálvez entabló una “batalla dialéctica” con el pintor y crítico de arte peruano Teófilo Castillo sobre el sentido de la pintura española, que Gálvez reivindicaba en su originalidad, mientras que para Castillo imitaba a la pintura francesa decadente. Pero no hay constancia de su presencia en el Salón.113 Se sintió cómodo ante el “afectuoso interés” que mostró Mariano Viada porque publicara en el Mercurio sobre su país, y en “Algo sobre Lima” pudo expresarse en el recorrido por su historia desde la fundación por Pizarro y la adopción del patrón castellano en su traza urbana. A pesar de la espectacular modernización republicana, la influencia 109. Gálvez (1922 [1919]: 243-244); Martínez Rus/Sánchez García (2001). 110. Sánchez (1966: 16). 111. La Vanguardia, Barcelona, 4 de agosto de 1918. Antonio Rubio y Lluc (Valladolid, 1856-Barcelona, 1937) fue un helenista, historiador, medievalista y escritor catalán; Posibilidad de una literatura nacional fue la tesis para el grado de doctor de Gálvez, editada en Lima por Casa Editora M. Moral en 1915. 112. Barcelona, 10 de enero de 1919, AMRE, Servicio Consular Perú en Barcelona, 8-14-C, Caja 730; y Barcelona, 27 de julio de 1918, AMRE, Servicio Consular Perú Barcelona, 8-14-C, Caja 711. 113. José Gálvez, carta a Teófilo Castillo, Barcelona, 1 de mayo de 1919 (Villegas Torres 2016: 119).
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española pervivía en conventos, palacios, quintas, patios floridos, balcones y rejas. Por ese mimetismo, Lima acogía a los españoles como si estuvieran en su propia casa: “No pueden sentirse extranjeros en una ciudad donde el carácter de sus habitantes, el ambiente y la tradición les hablan a cada instante de su añorada patria”. Todo llevaba a lo que era su idea central, que en Lima persistía el “aroma penetrante de la influencia española”.114 Un agente del gobierno no podía obviar un tema vidrioso que planeaba en los circuitos políticos y culturales españoles, el conflicto con Chile, que, en su opinión, era tratado sesgadamente por la prensa, influida por la eficiente propaganda chilena. Incluso el diario ABC había publicado un artículo lleno de inexactitudes. Por eso había acudido al periódico La Publicidad, para contrarrestarlo con un trabajo no de un cónsul, sino de un escritor.115 Con mayor profundidad, en la revista Cervantes y en el folleto El conflicto entre Perú y Chile pudo explicar las razones del Perú para recuperar la soberanía de las provincias de Tacna y Arica, argumentándolas con referencias históricas, desde las buenas relaciones que habían mantenido Chile y Perú desde la independencia hasta que en 1879 la guerra abrió el abismo. Una guerra de la que responsabilizaba a Chile, porque, cuando Bolivia introdujo un impuesto sobre el salitre que explotaban intereses chilenos, su gobierno reaccionó sin tener en cuenta que fue retirado, no aceptó los buenos oficios del Perú cuando propuso un arreglo en los tribunales y el 5 de abril declaró la guerra al Perú, que mantenía una alianza con Bolivia. El ejército chileno, mejor preparado, venció en casi todos los encuentros. En el Tratado de Ancón de 1883, ratificado en 1884, se “impuso” la cesión de Tarapacá como indemnización de guerra, “la más grande, sin duda que se ha pagado en la Historia”, y la entrega de Tacna y Arica por diez años, al cabo de los cuales un plebiscito decidiría su suerte definitiva. El plebiscito no se celebró en 1894, como estaba previsto, y en 1898 se formalizó el protocolo Billinghurst-Latorre, que no fue aprobado por el Congreso chileno. Desde entonces, América asistió a la enojosa dilación por parte de Chile de la resolución del conflicto, sucediéndose los incidentes debido a la política de chilenización de las 114. Mercurio. Revista Comercial Ibero-Americana, año XVIII, nº 320, Barcelona, 21 de noviembre 1918, pp. 286-290. 115. Barcelona, 8 de diciembre de 1918, AMRE, Servicio Consular Perú Barcelona, 8-14-C, Caja 711.
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dos. Gálvez terminaba deseando que el conflicto se resolviera a través de la mediación y el arbitraje.116 A pesar de la falta de recursos humanos y económicos, trató de cumplir con el art. 57 del reglamento consular efectuando el registro de peruanos y expidiendo pasaportes. Durante 1918, listaba trece certificados de matrícula y veintiocho pasaportes.117 En los tres primeros meses de 1919, se registraron veinte personas sin coste alguno por su parte, entre ellas su mujer Amparo Ayarza de Gálvez, de veintisiete años, y sus hijos.118 Como correspondía, dio cuenta de cómo se había ocupado de socorrer a conciudadanos en necesidad. El caso más elocuente fue el de la familia de Pedro Chávez Cabello, integrada por el marido, su esposa, una hija soltera de veinte años y un hijo de unos catorce. La Sociedad de Señoras de San Vicente de Paul le había escrito con una descripción pormenorizada del asunto. Hacía ya cuatro años que los indigentes habían solicitado su socorro y, cuando varias damas visitaron la casa, encontraron que el marido estaba ausente y los demás miembros carecían de alimentos y vestidos. La Sociedad pudo colocar a la hija en una fábrica de bombillas, con lo que se pudo pagar un tiempo el alquiler, y con su auxilio subsistieron unos dos o tres años. Pero hacía seis meses había enfermado y dejado su trabajo. Habían pasado el invierno sin sustento, compartiendo cama y sin mantas, por lo que las damas habían decidido acudir al cónsul. Gálvez pedía aprobación para socorrerles con quince pesetas mensuales.119 Y, siguiendo este ejemplo, había asignado diez pesetas mensuales a la peruana Dolores González de Forcada, que se había presentado al consulado en situación de pobreza. Hasta el momento, había ayudado a compatriotas sin tocar 116. “La cuestión chileno-peruana”, en Cervantes. Revista Hispano Americana, diciembre de 1918, pp. 107-113; El conflicto entre Perú y Chile, Barcelona, Editorial Barcelonesa 1919. Había editado el folleto sin tocar los fondos del consulado y había recibido elogios del secretario del rey, del conde de Romanones y de muchas autoridades de Barcelona. Había enviado cien ejemplares al cónsul en Madrid y a diarios e instituciones científicas y económicas para que los distribuyeran (Barcelona, 8 de marzo de 1919, AMRE, Servicio Consular Perú en Barcelona, 8-14-C, Caja 730). 117. Barcelona, 28 de enero de 1919, AMRE, Servicio Consular Perú Barcelona, 8-14C, Caja 730. 118. Barcelona, 12 de abril de 1919, AMRE, Servicio Consular Perú Barcelona, 8-14-C, Caja 730. 119. Barcelona, 12 de agosto de 1918, AMRE, Servicio Consular Perú Barcelona, 8-14C, Caja 711.
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los fondos del consulado, pero, para mantener esta línea de asistencia, necesitaba que se aprobara un gasto mensual de veinticinco pesetas. En cuanto a otros miembros de la colonia, había conseguido que mejorara la situación de los estudiantes de Medicina.120 Y, con motivo de la celebración del aniversario de la independencia, había reunido en el consulado en julio de 1918 y de 1919 a los residentes peruanos en la ciudad.121 A comienzos de junio de 1919, Gálvez presentaba su renuncia. Alegaba razones personales: la carestía de la vida no le permitía vivir con holgura y decoro y su mal estado de salud había empeorado con el exceso de trabajo. Como no disponía de recursos para el viaje de regreso, pedía al Ministerio que lo financiara.122 Un mes más tarde, conocía que el gobierno aceptaba su dimisión y sufragaba sus gastos de retorno y los de su familia.123 El 11 de octubre tenía noticia oficial del nombramiento de Francisco Pardo de Zela como nuevo cónsul.124 Por dificultades para conseguir pasaje, emprendería el retorno el 10 de noviembre y, en tanto llegaba el nuevo cónsul el 30 de octubre, informaba que hacía entrega del consulado, incluido el inventario, al canciller Garland, que ya firmaba en esa fecha el primer documento.125 Tras un trabajo eficaz al frente del consulado, se ocultaba la realidad de un hombre insatisfecho. En junio de 1919, confesaba su frustración a José Riva Agüero por no haber podido editar sus artículos sobre Lima debido a los altos costes del papel y la mano de obra. Le adelantaba que pensaba volver pronto, que se había fatigado mucho sin ningún provecho para él, que su temperamento laborioso y su afán de hacer propaganda del Perú le habían obligado a “una labor intensa y 120. Barcelona, 6 de mayo de 1919, AMRE, Servicio Consular Perú Barcelona, 8-14-C, Caja 730. 121. Barcelona, 30 de julio de 1918, AMRE, Servicio Consular Perú Barcelona, 8-14-C, Caja 711; Barcelona 30 de julio de 1919, AMRE, Servicio Consular Perú Barcelona, 8-14-C, Caja 730. 122. Hasta que recibiera respuesta, seguiría ejerciendo sus funciones (Barcelona, 8 de junio de 1919, AMRE Servicio Consular Perú Barcelona, 8-14-C, Caja 730). 123. Como había dificultades para conseguir un transporte que les permitiera viajar cómodamente, iba a esperar a octubre y, mientras, seguiría ejerciendo como cónsul (Barcelona, 3 de septiembre de 1919, AMRE, Servicio Consular Perú en Barcelona, 8-14-C, Caja 730). 124. Barcelona, 11 de octubre de 1919, AMRE, Servicio Consular Perú Barcelona, 8-14-C, Caja 730. 125. Barcelona, 30 de octubre de 1919, AMRE, Servicio Consular Perú Barcelona, 8-14-C, Caja 730.
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penosa” y casi no había tenido tiempo para escribir lo suyo. Ni siquiera había podido conocer Madrid. Se quejaba de la poca importancia que se daba al cuerpo consular, otra razón de su decisión de regresar. Todo el trabajo lo había hecho solo, aunque no quería quejarse porque bastante favor se le había hecho nombrándole cónsul. Si permanecía, tendría que estar haciendo informes y números “y rompiéndome la cabeza en minucias que he aprendido, pero que no son de mi cuerda”. Y no quería continuar: “Me vuelvo y me vuelvo. Siempre he ganado bastante y creo haber cumplido mi deber y demostrado que aún soy útil”. Le iba a pedir el cese al todavía presidente Pardo aduciendo motivos de salud y esperaba que le proporcionara los medios económicos para volver, porque en Barcelona la vida era cara y el sueldo apenas le alcanzaba para vivir y menos para ahorrar y representar decorosamente al Perú. En noviembre o diciembre estaría en Lima y daría conferencias sobre Cataluña, sus políticos, sus artistas y sus escritores. “Mi pensamiento hoy es renunciar definitivamente y regresarme. No me halaga mucho la vida que hago, ni me halaga el cargo”.126 De nuevo, la prensa que le había recibido le despedía: Habiendo cesado en el cargo de cónsul del Perú en esta ciudad, ha marchado a su país el Sr. D. José Gálvez. Hombre de vasta cultura, puso voluntad firme y clara inteligencia en el desempeño de la delicada misión que en Barcelona le confiara el gobierno de la república peruana. Durante todo el tiempo que ha vivido entre nosotros, ha gozado el Sr. Gálvez de la consideración de cuantas personas han podido apreciar su hondo conocimiento de las cuestiones comerciales, su actividad inagotable, su caballerosa actitud en todo y su cariño por España. En su gestión consular se ha esforzado siempre el Sr. Gálvez en coordinar y en fomentar juntamente los intereses de su país y el nuestro, por lo que habrá de ser doblemente sentida su ausencia de Barcelona.127
Balance En las primeras décadas del siglo xx, Barcelona era el centro del poder económico y cultural de España. Desde 1885, en plenos preparativos 126. Riva Agüero (1992: 423-425). 127. Comercio y Navegación. Boletín de la Cámara de Comercio y Navegación de Barcelona, año XXVI, nº 299, octubre de 1919, p. 17.
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de la Exposición Universal de 1888, funcionó un consulado del Perú, cuyos objetivos estaban definidos en los reglamentos consulares: incentivar las relaciones económicas, especialmente las comerciales; hacer propaganda de las ventajas que ofrecía la República de cara a las inversiones y la llegada de inmigrantes; ejercer la representación en actos públicos, y registrar y proteger a los ciudadanos peruanos. La propuesta se ha centrado en dos casos excepcionales, los de Clemente Palma y José Gálvez Barrenechea, dos agentes culturales y políticos reconocidos que ejercieron de cónsules, respectivamente, entre 1902-1904 y 1918-1919. Sin experiencia alguna, debieron su nombramiento a sus vinculaciones con el poder establecido, de cuyas redes formaban parte. Les interesaba el destino por razones económicas. La percepción de haberes e ingresos extra fue una preocupación constante, especialmente en el caso de Palma. Además, ambos querían publicar en editoriales de Barcelona, sin olvidar que les atraían el prestigio y el reconocimiento que el puesto llevaba aparejado. Dependían jerárquicamente de la legación y del consulado general en Madrid. Entre 1901 y 1904, no hubo representante diplomático del Perú en Madrid, al parecer por motivos presupuestarios, y en 1916 y hasta diciembre de 1919 tampoco estuvo al frente un ministro plenipotenciario. El consulado general en Madrid no tuvo prácticamente movimiento en el tiempo de Palma y no fue muy activo en el de Gálvez, por lo que ambos debieron de atender a asuntos variados de la red consular. Su percepción de España y de Cataluña fue muy diferente. Para Palma, España era un país retrasado del que el Perú hizo bien en independizarse y en el que, además, los republicanos ganaban posiciones ante la debilidad de Alfonso XIII. No era mejor su opinión de Barcelona: no estaba de acuerdo con las veleidades catalanistas ni con la amenaza continua de movilizaciones de obreros y estudiantes. En general, no creía que la ciudad se pudiera equiparar a otras más adelantadas de Europa. Gálvez tuvo una percepción más amable de una ciudad con un evidente dinamismo mercantil e industrial, promovido por una población que amaba a su país, aunque no se compadecía con sus tendencias separatistas ni tampoco con el radicalismo de los trabajadores. En una valoración global, en relación con sus obligaciones consulares se puede concluir que Palma se mantuvo bajo mínimos. Bien
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es cierto que el comercio entre el Perú y Barcelona era prácticamente inexistente y se limitó a hacer escuetos diagnósticos sobre el estado de las exportaciones y a lamentar la ausencia de una línea de navegación directa. Sí se implicó en el encargo que le hizo el Gobierno de promover una inmigración selectiva y retomó sus argumentos de El porvenir de las razas en el Perú (1897) sobre la necesidad de incentivar la llegada de anglosajones, a ser posible de alemanes, no de españoles, aunque, si había que elegir, era preferible que fueran vascos antes que catalanes. Gálvez no trató la cuestión inmigratoria, pero sí se volcó en incentivar las relaciones económicas. Presentó un panorama detallado de las instituciones y asociaciones catalanas implicadas y estableció contactos con las que más podían interesar a sus propósitos, caso de la Casa de América, la Cámara de Comercio y Navegación y la Compañía Trasatlántica. Elaboró informes minuciosos sobre las exportaciones e importaciones con datos sobre productos, número de bultos y precios. Y se empeñó en negociar con las líneas de navegación que operaban en Barcelona para conseguir que sus buques llegaran directamente a los puertos del Perú. Centrado en sus asuntos personales, Palma no se relacionó con los círculos culturales ni buscó hacer propaganda en la prensa. Polarizó su atención en hacer un seguimiento de la edición de la obra de su padre y en conseguir la de sus Cuentos malévolos. Gálvez publicó asiduamente en periódicos y revistas españoles, tanto para divulgar sus trabajos como para hacer propaganda del Perú, incluidas sus razones en relación con el litigio que mantenía con Chile por la cuestión de Tacna y Arica. La colonia peruana era reducida, lo que se tradujo en ambos casos en el escaso registro de residentes y en los pocos asuntos a los que atendieron en relación con peruanos en necesidad. El reglamento consular no contemplaba un tiempo ajustado en el desempeño del puesto. Palma y Gálvez estuvieron menos de dos años y dejaron el consulado por motivos parecidos: la insuficiente retribución, que no les permitía vivir con el decoro que correspondía a un agente del gobierno, y el que el destino no había cubierto sus expectativas. Hay que añadir que a los dos les afectó el cambio político del Perú: Palma fue nombrado por el gobierno del demócrata López de Romaña y, mientras ejerció, llegó al poder Candamo, del Partido Civil, con el que no tenía buena sintonía. Gálvez fue designado por el
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civilista Pardo y Barreda y durante su estancia tuvo lugar el golpe de Leguía, del que era enemigo político. Archivos Archivo Histórico Nacional (AHN). Madrid Archivo General del Ministerio de Relaciones Exteriores del Perú (AMRE). Lima Archivo Fundación Ricardo Palma. Lima Bibliografía Alemany, Joan (2002): El puerto de Barcelona, un pasado, un futuro. Barcelona: Lunwerg. Basadre, Jorge (1983): Historia de la República del Perú, tomos VIII y XI. Lima: Editorial Universitaria. Busquets Grau, Joan (1992): Barcelona, evolución urbanística de una capital compacta. Madrid: MAPFRE. Casanova, Julián/Gil Andrés, Carlos (2009): Historia de España en el siglo xx. Barcelona: Ariel. Contreras, Carlos (1994): Sobre los orígenes de la explosión demográfica en el Perú: 1876-1940. Lima: IEP. Dalla-Corte Caballero, Gabriella (2002): “La América Meridional en la retina de la Revista Mercurio: mercado y embajadas comerciales a principios del siglo xx”, en: Illes i Imperis 6, 137-174. — (2012): Cultura y negocios. El americanismo catalán de la Revista Comercial Ibero-Americana. Mercurio (Barcelona, 1901-1938). Barcelona: Fundació Casa América Catalunya. — (2013): El archivo documental del americanismo catalán. Una historia centenaria para la Casa de América (1909-1968). Barcelona: Fundació Casa América Catalunya. Elguera Olortegui, Christian Alexander (2009): “Volver a Clemente Palma: la figura del gobernante y el intelectual”, en: El hablador 17, (consulta: 22 de febrero 2016). Ealham, Chris (2005): La lucha por Barcelona. Clase, cultura y conflicto, 1898-1937. Madrid: Alianza. Gálvez, José (1918): “La cuestión chileno-peruana”, en: Cervantes. Revista Hispano-Americana, diciembre, 107-113.
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Hacer patria en Hispanoamérica. El Instituto Diplomático y Consular Palmira Vélez Jiménez Universidad de Zaragoza
La formación contemporánea de los representantes políticos españoles en el extranjero ha sido investigada con más frecuencia hasta hace unos años por juristas y expertos en derecho internacional que por historiadores. El presente estudio pretende reaccionar a esa presencia histórica menor pero brillante y servir de aproximación a la instrucción y el adiestramiento de aquellos como elementos clave para entender las relaciones internacionales modernas.1 En las páginas siguientes analizaremos el Instituto Libre de Enseñanza de las Carreras Diplomática y Consular y Centro de Estudios Marroquíes, un centro docente específico que, aunque no llegó a constituirse como paso obligado para el ingreso por oposición en la carrera diplomática y consular, o sea, que no le libró a uno de tener que hacer la oposición, sí que facilitó a sus alumnos candidatos a aquella el estudio de materias que no se cursaban en la universidad, desde que nace en el Madrid de 1911 y hasta que dejó de funcionar allá por 1931. Veinte años no son muchos, pero esas dos décadas quedan encuadradas dentro del regeneracionismo que, desarrollado con fuerza desde la crisis del 98 hasta comienzos de la Gran Guerra, nace propugnando una modernización española desde la regeneración política y social. Justamente en 1914 es cuando Julián Juderías, un alto funcionario de la Sección de Intérpretes del Ministerio de Estado, dio a la imprenta su conocido libro regeneracionista 1. Una síntesis de “La historia de las relaciones internacionales como disciplina científica”, desde la consideración nolfiana de isla en el archipiélago de la historia hasta las últimas escuelas y tendencias historiográficas, es el capítulo homónimo de Juan Carlos Pereira Castañares y José Luis Neila Hernández (Pereira 2001: 13-36).
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sobre la leyenda negra,2 que ayudará a cultivar una conciencia crítica entre la ciudadanía, en sintonía con el clima de la necesidad política de reinterpretar la historia de España y reivindicar una ciencia de las relaciones diplomáticas y una visión de la ejecutoria histórica española.3 El objetivo, por tanto, es señalar qué estereotipos y representaciones culturales se enseñan a los servidores públicos en el exterior, esto es, cómo hacer patria allá donde se sigue teniendo crédito cultural, localizando informaciones actualizadas que les sirven de base para planteamientos ambiciosos en el plano económico de intercambios o identificando las posibles revisiones y polémicas, en su caso, que les salgan al paso. La instalación del Instituto en sede académica de cultura jurídicopolítica —la Real Academia de Jurisprudencia y Legislación— fue iniciativa del ministro de Estado con Canalejas, el político y jurisconsulto Manuel García Prieto, marqués de Alhucemas y yerno de Montero Ríos, y el, a la sazón, subsecretario del mismo departamento, diplomático, jurista y publicista Manuel González Hontoria (quien impartirá clases hasta el curso 1916-17, cuando pase a profesor honorario).4 El carácter del Instituto es regeneracionista más que reformista, en el sentido de buscar una mayor plasmación política, la cual se llevará a cabo poco más tarde de la mano del partido de Melquíades Álvarez y del filósofo Ortega y Gasset. Lo que va a ser un instrumento modernizador ha de ser insertado en unas coordenadas de racionalización y profesionalización de las carreras diplomática y consular, tradicionalmente ligadas a un perfil sociológico conservador y aristocrático entre sus integrantes. La amplitud de miras con que el Ministerio de Estado aborda a comienzos del siglo xx la acción exterior de España tras el recogimiento canovista y el obligado cambio de rumbo tras la crisis del 985 va a hacer, a su vez, que el Instituto surja en 1911 también con amplitud de miras y con una nueva dimensión colonial, la africanista, o, mejor, marroquí, que se sumará a la secular americanista. Se afirma en una de las inauguraciones de curso del Instituto que España 2. 3. 4.
5.
Juderías (1914). Español Bouché (2007); Pasamar (2010: 173-176). Memoria referente al Instituto Libre de Enseñanza de las Carreras Diplomática y Consular y Centro de Estudios Marroquíes en 1916 a 1917, leída por el secretario don Adolfo Pons y Umbert en la inauguración del curso 1917 a 1918, celebrada el 10 de noviembre de 1917. Madrid: Est. Tipográfico de Jaime Ratés, pp. 11-12. Jover 1976 (118-138).
HACER PATRIA EN HISPANOAMÉRICA
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ha visto hundirse en el seno de los mares la leyenda de oro de sus tradiciones gloriosas. Ha dejado hacer […] los españoles hemos resistido impasibles los errores y los fracasos y las inconsciencias y las ineptitudes y los mangoneos y la palabrería que nos han conducido a la situación presente y, como Sócrates, sentados, nos hemos limitado á encoger los hombros y á pensar que esta situación es la natural consecuencia de tantos males. Uno de los mayores consiste en la falta de la internacional estima de “seculares arraigos”,
pero, afortunadamente, Marruecos está a las puertas, conteniendo pedazos del propio cuerpo español —los “Presidios”— y en la mesa de operaciones de la diplomacia europea.6
El sentimiento y la expresión de que había que hacer cambios en política exterior es de un volumen casi atronador entre la reducida elite de interesados a caballo entre los dos siglos. Válganos como portavoz circunstancial Rafael María de Labra, senador y jurista publicista del abolicionismo y el hispanoamericanismo, que, en calidad de representante efectivo del prestigioso Instituto de Derecho Internacional, va a sugerir, aprovechando la recomendación de dicho seminario gantés —formado mayoritariamente por profesores más que por políticos, diplomáticos o magistrados, fundado en 1873 y reformado en 1900—, la conveniencia de fundar en Madrid, por iniciativa de miembros y socios nacionales, entre los que se cuenta, una Sociedad Libre de Estudios de Derecho Internacional, Legislación Comparada, Geografía Política y Política Contemporánea, que serviría para “sostener y ampliar la relación intelectual y política de España con el movimiento general del Mundo civilizado y para reanudar la gloriosa tradición española en el orden del Derecho Público”.7 El mismo Labra recuerda otra recomendación en su discurso en el Senado a cuenta de la idoneidad del presupuesto del Ministerio de 6. Cordero Torres (1949: 13). 7. Labra (1907: 14). El otro representante efectivo español es el catedrático Manuel Torres Campos; los asociados eran el abogado José Maluquer y Salvador y el publicista Marqués de Olivart (Labra 1907: 20). El autor habla de centros y sociedades docentes y propagandistas españolas de sentido internacional, esto es, de la ILE, el Fomento de las Artes, la Sociedad Abolicionista Española, la universidad, la enseñanza extrauniversitaria, las sociedades económicas de Amigos del País y el Ateneo de Madrid (Labra 1907: 47-94).
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Estado, la del II Congreso Africanista de Zaragoza (26-31 de octubre de 1908), a ese Departamento para que modificara el régimen consular estableciendo una carrera consular especial para Marruecos que introdujera el régimen de los agentes comerciales. Labra hablaba con conocimiento de causa: está al tanto de los ejercicios de oposición para la carrera diplomática y consular y ha formado parte de sus tribunales, pudiendo comprobar que los medios de educación e instrucción en “la generalidad de los aspirantes son de una deficiencia absoluta”. “Ya la diplomacia no es un sistema de bailes y de trufas” (cursiva original), pronuncia en el alto foro; por eso se pregunta a renglón seguido por la conveniencia urgente de crear un centro docente de preparación a aquellas carreras y de agentes coloniales, al menos con carácter temporal (cinco o seis años), pero con “buena dotación y meditado programa”, como el que había presidido en París el malogrado Émile Boutmy, fundador de la École Libre de Sciences Politiques en 1872, que había venido formando en política internacional a las últimas generaciones de franceses. Labra incluso plantea el nudo gordiano de cómo hacerlo acá y adelanta que con una selección de profesores, no al capricho de tales ó cuales personas o al vigente régimen de oposiciones (sobre el cual tengo yo muchas reservas que hacer) sino por lo previsto en la ley de Instrucción Pública de 1857 que da los altos puestos del doctorado universitario y las nuevas enseñanzas á los designados por el Consejo de Instrucción pública, las Academias y las Universidades, unidos, con conocimiento de causa, circunstancias y personas.
Confiaba, así, en un alcance “más que profesional” del futurible centro, “quizá aún más justificado que la escuela de Criminología” recientemente fundada en Madrid por la Real Academia de Gracia y Justicia; o sea, en su ánimo y en el de muchos regeneracionistas como él, subyace la aspiración de que “podría llegar á ser algo más que un conjunto de cátedras para cónsules y diplomáticos”, desde la premisa de que “nuestra representación internacional es un punto absolutamente inexcusable para el porvenir” y, por tanto, había que modificar las leyes de 1883 y de 1900, como veremos, y el decreto de 1898 que creó los agentes comerciales en, por ejemplo, Buenos Aires, Uruguay y Río de Janeiro.8 Otras ideas importantes compartidas por la comu8.
Labra (1910: 79-84; cita textual, p. 82).
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nidad labriana quedan sobre el tapete —el ministro del ramo ya parece darle la razón en sede parlamentaria—9 y van a estar presentes en la vida del Instituto: de ningún modo son incompatibles régimen diplomático y consular; es muy discutible la existencia de plenipotencias; no es oportuno reducir el monto del presupuesto ministerial porque “la representación diplomática existe en condiciones de desahogo y de respeto, ó no debe haberla”; es un “gran error” dar la representación a gente de grandes fortunas u oficios palatinos.10 Ahora bien, no todas ellas tendrán una materialización en la dirección indicada por Labra. Lo que nosotros trataremos de probar, en definitiva, es justamente si el instituto objeto de nuestra atención modernizó, y cuánto, a los protagonistas de la alta política. Cabe señalar, además, que es precedente reconocido, tras el impasse de la Guerra Civil,11 de la actual Escuela Diplomática, que fuera fundada en 1942 en el asiento académico del Instituto, donde permanecerá doce años hasta inaugurar sede propia en Ciudad Universitaria.12 No estará de más tampoco aclarar que el Instituto (escuela de diplomáticos) no tiene nada que ver con la llamada Escuela Superior de Diplomática (que estudia los diplomas medievales y que fue incorporada a la Facultad de Filosofía y Letras de la Central en 1900),13 y que este Centro de Estudios Marroquíes que completa el nombre del Instituto es distinto del centro homónimo español creado en Tetuán (1935-1936). Nuevos escenarios de política internacional y revitalización del africanismo La denominación larga del centro que nos ocupa, tanto que pudiera incluso pensarse erróneamente que son dos y no uno —Instituto Libre de Enseñanza de las Carreras Diplomática y Consular y Centro de Estudios Marroquíes—, responde precisamente a esa dimensión afri9. Ibidem: 140-148. 10. Ibidem: 75-79. 11. La descoordinación, confusión y oportunismo de la diplomacia dual del momento bélico inicial, que se clarificará poco después en servicio activo, situación de disponible, jubilación forzosa o separación definitiva (Casanova 1996: 27-35). 12. . 13. Peiró/Pasamar (1996).
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canista cuando la americana ha acabado para la política española, no así la cultural,14 a la vez que las posesiones de ultramar. El reglamento, ya en su artículo primero, no podía ser más explícito en cuanto a la aspiración de reorganizar las líneas diplomáticas: El Instituto Libre de Enseñanza de las Carreras Diplomática y Consular y el Centro de Estudios Marroquíes, creados por Real Decreto de 21 de diciembre de 1911, constituyen organismos protegidos por el Estado, para el establecimiento de enseñanzas relacionadas con el desarrollo de los intereses internacionales de España y que no se cursan, ó se estudian con finalidad distinta, en otros Centros docentes, las cuales han de servir, especialmente, de preparación para las carreras Diplomática y Consular y para la investigación y estudio de los intereses políticos y económicos de España en África. En […] la medida en que los certificados de estudios del Instituto sean requeridos o sirvan de mérito para el ingreso en dichas carreras, ó en los distintos organismos de la Administración pública en nuestro Protectorado en Marruecos, se sujetará a las disposiciones que en lo sucesivo se dicten por el Gobierno de S. M.15
Estamos, pues, ante un centro concebido para formar a los potenciales diplomáticos y cónsules que vayan a representar a España en el concierto de las naciones y a los funcionarios de la Administración española en el Protectorado de Marruecos (acordado con Francia en 1912),16 o, lo que es lo mismo, ante una plataforma para proveer los altos cuadros de la administración y la función pública en el exterior. También nos hallamos ante el primer fruto en forma docente, pero no todo en él es realmente nuevo, pues lo que hará el Instituto es recoger, fundir, adaptar y, sobre todo, centralizar en un solo establecimiento la formación dispersa que los interesados no tenían más remedio que cursar en varios o sin finalidad expresa de aplicarlo en política exterior, por ejemplo, en las Escuelas Superiores de Comercio.17 A nivel 14. Una contribución reciente sobre el papel del poder blando y la diplomacia cultural desde la Guerra Fría (Jaramillo Jassir 2015: xi-xiv, 1-13). 15. Real Academia de Jurisprudencia y Legislación. Reglamento del Instituto Libre de Enseñanza de las carreras Diplomática y Consular y Centro de Estudios Marroquíes. Aprobado por R. O. de 14 de Mayo de 1917 y en vigor desde la misma fecha. Madrid: Establecimiento Tipográfico de Jaime Ratés, 1917, pp. 5-6. 16. Morales Lezcano (1986: 167-208); Pennell (2005: 208-243). 17. Por ejemplo, en la Escuela Superior de Comercio de Madrid, la misma que no se incorporará al campus de la Complutense hasta 1971 con el nombre de Escuela
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nacional, la novedad fundamental es que a partir de ahora, 1911, y hasta 1931, en que deje de funcionar como tal, se va a disponer de un centro de carácter formativo y de perfeccionamiento de cara al ingreso y la promoción en el servicio exterior y tener a punto la maquinaria diplomática para seguir actuando en las llamadas zonas de influencia. El interés español por lo marroquí data de antes del Protectorado. Una de las últimas iniciativas del siglo xix en enseñanza oficial colonial fue el decreto de Moret de 2 de octubre de 1870, que establecía en la Central un curso de tres asignaturas: Lengua y Dialectos Tagalos, Historia y Civilización de Filipinas e “Historia y civilización de las posesiones inglesas y holandesas en Oceanía” (reconvertida pronto a Arte de la Colonización), impartida por el catedrático Joaquín Maldonado Macanaz tras ganar la oposición al citado americanista de origen cubano Rafael María de Labra.18 Sin irnos muy lejos en el siglo xx, encontramos que en 1904 el arabista Julián Ribera había intentado crear una escuela de estudios árabes en Madrid y su discípulo Ramón García Linares impartirá clases poco después en el Instituto Libre que nos ocupa; en 1907, la tan europeísta Junta para Ampliación de Estudios, JAE, ofrecía becas para ir a Marruecos a profundizar el árabe hablado y recoger textos populares. Más adelante, la lección inaugural del curso 1919-20 sobre “El suelo de Marruecos y sus primeros habitantes” fue pronunciada por el profesor del Instituto y teniente coronel de artillería León Martín Peinador. Al recoger este asunto en la memoria correspondiente, el secretario de la Academia —y, a la vez, del Instituto, como veremos— aseveró que “el porvenir de España está en África”,19 aunque muchos, añadía, lo desconocieran y los gobernantes hubieran venido estando poco o nada preocupados de divulgarlo y enseñarlo, a no ser por los esfuerzos de la Sociedad Española de Africanistas, la veterana SocieUniversitaria de Estudios Empresariales (Fernández Aguado 2002). Para la capital aragonesa: Escuela Elemental de Comercio (1887-1901); Superior de 1907 a 1916; Profesional de 1916 a 1973 y ya Escuela Universitaria de Estudios Empresariales de 1973 a 2011, en que se refunde con la Facultad de Ciencias Económicas (Infante Díaz 2011). 18. La labor americanista de Labra (Vélez 2007: 155-163). Los alumnos habrían servido en el Cuerpo de Administración Civil de Filipinas de haber sido fundado (Cordero Torres 1949: 33). Datos de Maldonado Macanaz (Pasamar/Peiró 2002: 378-379). 19. Frase ritual que recuerda al “España en África” o título de la revista de los Centros Comerciales Hispano-Marroquíes desde 1905 (Morales Lezcano 1976: 30-38).
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dad Geográfica de Madrid y la Liga Africanista (1912). Quizá por eso la bibliografía en español era escasa, excepto sobre la reconquista, a diferencia de lo editado en Inglaterra, Alemania y, sobre todo, Francia, se lamentaba el orador, a la vez que concedía crédito sentimental a uno de los regeneracionistas de manual, Joaquín Costa, cuando en un discurso del 30 de marzo de 1884 el aragonés pronunció aquello de que corría espíritu berberisco y oriental entre nosotros; pero se mostraba taxativo al afirmar que lo que interesaba era “el fomento de intereses comerciales e industriales, que son las más hondas raíces y la mejor hipoteca de un país” y se reafirmaba en la idea de que “no somos servidumbre de paso de Francia a África y América, sino paso franco en trato de igualdad”. Se preguntaba el conferenciante cuánto duraría el Protectorado en Marruecos y él mismo se respondía que tres o cuatro generaciones, “no más”, añadiendo que la idea fundamental será “fomentar intereses de todas clases y que son hoy el único camino de colonización de un país, porque cada escuela que se abre, comercio que se establece, e industria que se funda, por humildes que fueran, valen tanto como una fuerte posición que se conquista, y son la mejor base de penetración en un país”.20 A propósito de la obra Impresiones del Rif (Zulueta, 1916), el orador insiste en que la obra de colonización ha de ser “genuinamente nacional, por hombres y capitales españoles”, pues colonizar “no estriba en que la bandera española ondee en los picos ocupados por nuestras tropas, sometiendo a los moros por la fuerza, sino en asociar a los moros en los trabajos de explotación de los elementos de riqueza que allí existen”.21 Pero la acción civil “no depende de que el Alto Comisionario sea un hombre civil, y de que allí se implanten derechos políticos y servicios de orden civil”. La acción civil se ha de caracterizar, según Peinador, por “el predominio de la acción de los particulares, debidamente secundados por el Estado”. Acaba hablando, finalmente, de lo malo que sería montar el “armatoste carcomido de nuestra administración civil”.22 20. Memoria referente al Instituto Libre de Enseñanza de las carreras Diplomática y Consular y Centro de Estudios Marroquíes en 1919 y 1920, leída por el Secretario Don Adolfo Pons y Umbert en la sesión inaugural del curso de 1920 a 1921, celebrada el 6 de noviembre de 1920, Madrid [s.n.] 1920: 9-10; citas textuales pp. 10 y 12. Todas las cursivas son originales. 21. Ibidem: 14. 22. Ibidem: 15.
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La carrera diplomática, consular y colonial a comienzos del xx Volviendo al panorama de la acción exterior, hemos de mencionar las dos grandes aportaciones legislativas concretadas en forma de Ley Orgánica y Reglamento de la Carrera Diplomática, Consular y de Intérpretes, la de 1883 (14 de marzo y 23 de julio, respectivamente), siendo ministro de Estado el marqués de la Vega de Armijo,23 que sustituyeron a los de 1870, y la del 27 de abril de 1900, influida por aquella y cuyo resumen de categorías funcionariales y sueldos se muestra a continuación. 242526
CATEGORÍAS DE LA CARRERA DIPLOMÁTICA
CATEGORÍAS SUELDOS DE LA REGULADORES CARRERA de Diplomáticos y CONSULAR25 Cónsules24
1.ª Embajador
CATEGORÍAS DE LA CARRERA DE INTÉRPRETES E INTERPRETACIÓN DE LENGUAS
20.000 pesetas
––––
––––
2.ª Enviado 15.000 pesetas extraordinario y ministro plenipotenciario de 1.ª clase
––––
––––
3.ª Enviado 12.500 pesetas extraordinario y ministro plenipotenciario de 2.ª clase
––––
––––
––––
SUELDO REGULADOR de Intérpretes
4.ª Ministro residente
10.000 pesetas
1.ª Cónsul general
5.ª Secretario de 1.ª clase
7.500 pesetas
2.ª Cónsul de 1.ª clase
1.ª Intérprete de 1.ª clase
7.500 pesetas
6.ª Secretario de 2.ª clase
5.000 pesetas
3.ª Cónsul de 2.ª clase
2.ª Intérprete de 2.ª clase
5.000 pesetas
7.ª Secretario de 3.ª clase
3.000 pesetas
4.ª Vicecónsul
8.ª Agregado
0 pesetas
3.ª Intérprete de 3.ª clase 4.000 pesetas26
––––
4.ª Joven de lenguas
3.000 pesetas
5.ª Aspirante [a joven de lenguas]
0 pesetas
23. Antonio Aguilar y Correa, marqués de la Vega de Armijo desde 1847 (Pasamar/ Peiró 2002: 57-58). 24. La diferencia con el haber total (fijado en la Ley de Presupuestos) son “gastos de representación” o de “habilitación”. 25. Además de esas categorías, hay agentes consulares sin carácter de empleados públicos, “cónsules y vicecónsules honorarios, á quienes los Cónsules encomienden limitadas funciones de carácter puramente comercial y agentes consulares delegados de los Cónsules, en sus respectivas demarcaciones, para que les auxilien en el desempaño de su cargo”. 26. Obsérvese que esta remuneración solo se aplica a esa categoría funcionarial, de ahí el hueco en las otras clases de la tabla.
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Como puede observarse, la carrera diplomática está formada en 1900 (y también antes) por ocho categorías funcionariales, mientras que la consular solo por cuatro, las que en la tabla hemos ubicado según el criterio de remuneración equiparada. Esto significa que la primera categoría consular —el cónsul general— jamás cobrará el sueldo de embajador, su igual en la carrera diplomática, pero que está tres categorías por encima. Esta disimetría administrativa en las carreras diplomática y consular, que se mantendrá hasta que se unifiquen en 1928 (definitivamente en 1930), ayuda a explicar el diferente concepto con que va a ser abordada la formación y el ejercicio profesional de ambas. Otra variable que también ayuda es la edad de ingreso a cada una de ellas, con el resultado de sujetos más jóvenes en la diplomacia (muchas veces hijos o auténticas sagas)27 que en las tareas consulares, lo que entorpecerá con el tiempo la culminación de ascensos (dependiente también de la irregularidad en la convocatoria de oposiciones) y, al cabo, las restringidas posibilidades de dar el salto de una carrera a otra. La Ley de 1900 no fijó una edad mínima para pretender ser diplomático, pero, como para hacer las oposiciones había que ser licenciado en Derecho, lo más frecuente es encontrarnos una edad media de entre diecisiete y veintiún años;28 en la carrera consular, por el contrario, sí que exigió mayoría de edad (veinticuatro años). Respecto a la categoría más baja —agregado—, vemos que solo existe en la carrera diplomática; es la única que no está remunerada y por la que obligatoriamente, a modo de prácticas en el Ministerio o en las misiones que se considere más a propósito, habría de comenzar aquella, permaneciendo en ella como mínimo tres años de servicio antes de ascender de forma muy pautada. Aunque sin sueldo del Estado, pero con las mismas obligaciones y deberes que los demás funcionarios y el cómputo del tiempo de servicio para los efectos pasivos, ese agregado, cuyo número no podía exceder de veinte (art. 7), debía permanecer en esa condición de no perceptor de emolumentos un mínimo de tres años antes de ascender; por lo tanto, han de presumírsele suficientes medios de vida propios, lo que está limitando
27. Álvarez de Toledo y Merry del Val (2013: 18). Es modélica, con cuatro embajadores y un secretario de Estado en la familia. 28. Sánchez Sanz (2004: 349).
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en la práctica el ingreso a la carrera diplomática de las clases menos acomodadas. Las ocho categorías debían ser desempeñadas por individuos de la carrera diplomática, pero las dos primeras —embajador y ministro plenipotenciario de primera clase— podrían ser conferidas a personas “extrañas” a la misma en quienes concurran “especiales circunstancias, méritos extraordinarios ó relevantes servicios” (art. 2), esto es, mayoritariamente a políticos e intelectuales a los que el gobierno podía designar y separar libremente. La ley de 1883 ya había sustituido al encargado de negocios29 de la norma anterior por el ministro residente y eliminado al aspirante a la carrera consular; ambos extremos son reafirmados en 1900. Por vez primera, aquella ley dejó establecido el sistema de acceso por oposición a la manera francesa en las carreras diplomática y consular y la exigencia para presentarse a la misma de poseer el título de licenciado en Derecho Civil o Administrativo y haber aprobado la asignatura de Derecho Internacional”; escribir y hablar correctamente el francés y traducir el inglés o el alemán, además, naturalmente, de ser español y acreditar buena conducta moral. Al poco de promulgarse la ley de 1883, fueron convocadas diez plazas de agregado, es decir, la mitad de las posibles (con la friolera de doscientos cinco temas a examen), pero, como tan solo uno de los aspirantes cumplía todos los requisitos, el ministro de Estado Segismundo Moret hubo de instituir en 1886 los nuevos auxiliares de su departamento, llamados “aspirantes a agregados diplomáticos”. Ahora bastaba con ser mayor de dieciséis años, poseer el grado de Bachiller en Artes, conocer bien el francés, escribir correctamente y superar el examen correspondiente. Si, al parecer, el obstáculo fundamental a la carencia de candidatos suficientes había estado en la titulación académica, procede ahora detenernos a inquirir el puesto que ocupó el estudio y la enseñanza del Derecho Internacional a fines del siglo xix y primeras décadas del xx en la universidad española. Hemos de recordar, con M.ª Concepción Rayón30, que la Ley Moyano de 1857 redujo la licenciatura en Dere29. El encargado de negocios dirige la misión diplomática cuando un embajador o ministro deja su puesto por licencia o definitivamente y, en ocasiones, perdurará en ese cometido como señal de desagrado por parte del país al que representa mientras no sea nombrado el sucesor del embajador (Pereira 1983: 208). 30. Rayón Ballesteros (2010).
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cho a siete años y que tenía un carácter muy humanístico, pues abarcaba las materias, por ejemplo, de Literatura Latina y Española, Filosofía e Historia de España, y en la dimensión internacional enseñaba “Derecho internacional común y particular de España” y Legislación Comparada. La siguiente norma de importancia, la de 1868 de Ruiz Zorrilla, dividió las facultades de Derecho en dos secciones —una de Civil y Canónico y otra de Administrativo, es decir, las mismas que mencionaban las leyes citadas de 1883 y 1900— y la dimensión internacional la soporta ahora el doctorado en Derecho con sencillamente un Derecho Internacional (junto a Filosofía del Derecho e “Historia y examen crítico de los principales tratados internacionales suscritos por España”). El real decreto del ministro Fermín Lasala de 1880 establecerá que la primera de las dos secciones citadas, la de Derecho Civil y Canónico, se pueda cursar en cinco años en todas las universidades del reino y la de Derecho Administrativo, en un quinquenio, pero solo en Madrid y Barcelona. Esta localización restringida no dejará de tener efectos históricos en la procedencia geográfica de aspirantes a la carrera diplomática/consular, muy concentrada en la capital. Ambas reservan el Derecho Internacional Público al Doctorado, para cuyo ingreso era indispensable —una prueba más de ese humanismo— haber estudiado Metafísica en la Facultad de Filosofía y Letras. En 1883 el ministro Germán Gamazo unificará dichas secciones e introducirá la carrera del Notariado, de modo que ya en la licenciatura pudieron ser cursadas asignaturas que hasta entonces habían estado reservadas al doctorado, como Derecho Internacional Público y Derecho Internacional Privado.31 Las otras asignaturas de este doctorado son las siguientes, algunas de las cuales pasarán casi con la misma denominación al Instituto que nos ocupa (véase tabla infra): Filosofía del Derecho, Historia y examen de los más importantes tratados internacionales suscritos por España, “Instituciones civiles y políticas de los principales Estados de Europa y América”, Derecho Público Eclesiástico e “Historia particular de la Iglesia española”. 31. Además de esas ocho cátedras de Derecho Internacional en la licenciatura de todas las universidades de 1883, hubo cátedras libres de Derecho Internacional y de Cuestiones Internacionales en el Ateneo de Madrid de 1897 a 1900 (Labra 1907: 13).
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Los cambios se completarán al año siguiente —real decreto del 16 de enero de 1884—, al regular la ordenación de las academias teóricoprácticas jurídicas, estableciendo sus fechas de apertura y cierre, el número de sesiones a convocar, el modo de obtener los certificados, etc. Esto no deja de tener su importancia si recordamos que el Instituto va a nacer precisamente en seno académico, esto es, en institución cuya naturaleza no es exactamente la divulgación científica ni hacer propaganda cultural masiva, sino, más bien, centro selecto, minoritario y sin labor docente. Seguramente habría que explicarlo en similitud a la Institución Libre de Enseñanza —ILE (1876)—, relacionada, como sabemos, con la universidad, pero independiente. La relación, en este caso, coincidente hasta en la denominación de libre, es con la Real Academia de Jurisprudencia y Legislación, academia moderna en comparación con las veteranas Española y de la Historia y, seguramente, más a propósito que la también posible candidata de Ciencias Morales y Políticas; es decir, el Instituto nace en un ámbito extrauniversitario y con financiación y personal docente parcialmente del Ministerio de Estado, pero muy ligada a la Universidad Central, por su claustro de profesores, y al Ministerio de Instrucción Pública y Bellas Artes. Este departamento, que nace con el siglo xx (García Álix), es el que concedió personalidad jurídica y presupuesto a las universidades y plantó la primera de las reformas de calado en la carrera universitaria, coronada en 1919 (y hasta julio de 1922, en que quedó sin efecto) por el llamado Decreto Silió, el mismo que dejó libertad a cada facultad para organizar su propio plan de estudios, a la vez que estableció materias obligatorias —una de ellas el Derecho Internacional, que se venía pidiendo en las oposiciones a diplomático y cónsul— y exigió el estudio del latín con nivel suficiente para traducir textos jurídicos y dos lenguas modernas a elegir entre alemán, francés o inglés. Para entonces, el Instituto ya llevaba funcionando casi una década, tiempo de tanteos y éxitos si atendemos a los resúmenes de los cursos y las memorias de la Academia.32 Pero no todo fueron días de vino y rosas. Empecemos por los alumnos, para quienes
32. El archivo, en parte digitalizado, se conserva en la Academia citada, sita en la C/ Marqués de Cubas, a cuyo personal agradezco la amabilidad y diligencia con que me obsequiaron en una estancia de investigación.
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las enseñanzas “tenían un carácter gratuito para los opositores o individuos de las carreras diplomática y consular, a los que servían de mérito profesional los correspondientes certificados de aptitud”.33 Profesores y alumnos, programas y temarios El acceso a cualquiera de las tres secciones del Instituto —Diplomática, Consular, Estudios Marroquíes— había de hacerse con los dieciséis años cumplidos según el Reglamento de 1917. El límite de la edad mínima de acceso no aparecía, como ha quedado dicho más arriba, en la Ley Orgánica y Reglamentos de las Carreras Diplomática, Consular y de Intérpretes de 27 de abril de 1900, pero para concurrir a las oposiciones había que ser licenciado en Derecho.34 El alumno aspirante a obtener el diploma oficial, es decir, al título imprescindible para concurrir a plazas de oposición, quedaba obligado a cursar la sección elegida en su totalidad y según su específico plan de estudios (dos cursos, pudiendo pasar al último con máximo un suspenso); por el contrario, al alumno que no le guiara preferentemente la obtención de dicho diploma se le entregaría un certificado acreditativo de las asignaturas cursadas (una o más). Los estudios de una sección podrían tener validez académica en las demás según determinara en cada caso la junta de gobierno de la Academia, previo informe del Claustro de Profesores del Instituto. La acreditación para matricularse dependía de esa aspiración o no a diploma oficial. Quienes desearan obtenerlo en las secciones Diplomática y Consular habían de tener aprobada la asignatura de Derecho Inter33. Cordero Torres (1949: 32); Togores/Neila (1993: 82). 34. Real Academia de Jurisprudencia y Legislación (1926b). Solo a título comparativo, reproducimos los requisitos de acceso a la Escuela de Diplomática durante el franquismo: “El ingreso en la Escuela Diplomática será por el sistema de rigurosa oposición entre españoles de origen, varones, mayores de edad y menores de treinta años, de buena conducta e irreprochables antecedentes morales y sociales, que gocen de perfecta salud y carezcan de grave defecto físico y que posean los Títulos de Licenciado en Derecho o en Ciencias Políticas, Económicas y Comerciales, y reúnan además las condiciones que se detallen en la convocatoria”. Decreto de 15 de julio de 1955 por el que se aprueba el Reglamento Orgánico de la Carrera Diplomática. Véase: .
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nacional Público; a quienes lo prefirieran en la sección de Estudios Marroquíes, también les valía tener título de facultad, de carreras especiales y los equiparados a ellos, de bachilleres en Artes, profesores mercantiles e intérpretes de lenguas, o una acreditación de tres “comerciantes o industriales” de poseer “práctica o conocimientos mercantiles”. No disponemos de la relación nominal de alumnos, salvo el nombre de los que obtienen la máxima puntuación en asignaturas de los dos cursos de las tres secciones o en los exámenes de fin de estudios. Siempre son varones (lo mismo que el profesorado). La primera y quizá única vez que encontramos a una alumna excelente es en Árabe Vulgar del curso 1925-26 (Teodora Rincón Ruipérez es su nombre). Dos alumnos van a ser particularmente modélicos: José María Doussinague, que alcanzará responsabilidades en la llamada Junta de Relaciones Culturales del Ministerio de Estado, y Carlos Badía Malagrida, merecedor de las mejores calificaciones con Altamira en la Sección Consular, autor de una buena memoria final de estudios que publicó la Academia y, profesionalmente, cónsul de España en el mexicano Torreón villista, donde dará a la imprenta esas ideas aprendidas y contrastadas por la realidad cotidiana: Ideario de la colonia española35: una colonia conceptualizada como comunidad supernacional y, a la manera alemana, como colonia flotante, organizada sobre la base de la demarcación consular en círculos concéntricos.36 Sabemos, además, que en el Instituto contaban con él para la ordenación del curso 1931-32 como docente del “Estudio especial de la geografía económica de España” (último curso de la Sección Diplomática), pero, como veremos, ese curso ya no se impartirá. La siguiente tabla de alumnos por secciones, aun incompleta, nos da una aproximación estadística. Obsérvese que, en algunos cursos de la década de 1910, hubo más solicitantes que matriculados totales; que, sin embargo, los presentados a examen son bastante menos (a veces ronda la mitad), pero también que la proporción de quienes “salen airosos de la obligada prueba”, algo así como la tasa de éxito, se mantiene alta. 35. Badía Malagrida (1921). Lo dedica “a la colonia española de Torreón por su acendrado patriotismo, por su espíritu de disciplina y por su benévola adhesión a la autoridad consular”. 36. Ibidem: 23 y ss., 43 y ss.
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ESTUDIANTES
Curso 1912-13 Curso 1913-14 Curso 1914-15 Curso 1915-16 Curso 1916-17 Curso 1917-18 Curso1923-24 Curso 1924-25 Curso 1925-26 Curso 1926-27 Curso 1927-28 Curso 1928-29 Unificado Curso 1930-31
SOLIC./SEC. DIPCON-EM)/ MATRICULADOS 146/26-66-54/146 100/9-66-25/93 97/9-68-20/81 77/14-49-14/51 121/17-89-15/121 116/25-79-12 78/5-72-1 87/8-70-9/87 76/18-45-13/76 67/19-35-13/67 76/23-40-13/76 43/42-1/43 151/144-7/151
EXAMINADOS
APROBADOS
–– 48 46 38 64 (43 jun., 21 sept.) 82 (57 jun., 25 oct.) 55 (40 jun., 15 oct.) 60 (47 jun., 13 oct.) 46 (36 jun., 10 oct.) 44 (30 jun., 14 oct.) 47 (39 jun., 8 oct.) 4 (junio) 21 (17 jun., 4 oct.)
23 41 44 –– 58 81 52 60 46 43 45 4 21
Fuente: Elaboración propia a partir de datos extraídos de las memorias académicas. Memoria referente al Instituto Libre de las carreras Diplomática y consular y Centro de Estudios Marroquíes en 1914 a 1915, p. 8; 1916 a 1917, p. 16; 1924 a 1925, leída por D. Vicente Santamaría y de Rojas, conde de Santamaría de Paredes, secretario general de la Real Academia de Jurisprudencia y Legislación en la sesión de 7 de noviembre de 1925, p. 19; 1925 a 1926 […] 9 de noviembre de 1926 inaugural del curso de 1926 a 1927 (Madrid: Imprenta y encuadernación de Julio Cosano, 1926, p. 19); 1926 a 1927 […] leída por Valeriano Casanueva Picazo (Madrid: Cosano, 1927, p. 18); 1927 a 1928 […] p. 17; 1930 a 1931 […] Eduardo Correa y Alonso en la sesión del día 7 de noviembre de 1931 inaugural del curso 1931 a 1932 (Madrid: Imprenta de Crespo, 1931, p. 9).
De los requisitos de acceso se infiere que los estudios universitarios van a ser una pieza fundamental de los futuros diplomáticos y cónsules en tiempos de la Restauración y primeras décadas del siglo xx; para la mayoría, la formación superior fue un medio de acceso y de preparación en la carrera y, para otros, un medio de ascenso político y social. En ambos casos, el estudio del Derecho fue la “piedra angular de su ejercicio profesional”.37 También, en el plantel docente, desempeñar una cátedra universitaria es un mérito valioso, lo mismo que las relaciones y redes académicas. El Instituto, de hecho, recuerda desde el principio que “facilita y completa la visión” de la Academia en su “larga y brillante historia” y que “muchos de los socios” de esta “enaltecieron el Foro y la Política”.38 37. Sánchez Sanz (2004: 771). 38. Memoria referente al Instituto Libre de Enseñanza de las Carreras Diplomática y Consular y Centro de Estudios Marroquíes en 1914 a 1915, leída por el secretario don Adolfo Pons y Umbert en la inauguración del curso 1915 a 1916. Madrid: Est. Tipográfico de Jaime Ratés, p. 5.
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De nuevo, quienes no pretendieran diploma no necesitaban acreditar ninguna clase de enseñanza previa en establecimientos oficiales (sí la edad mínima comentada de dieciséis años), pero no podían matricularse en Inglés o Alemán de las secciones Diplomática y Consular. Todos sin excepción debían solicitar prematrícula en el mes de octubre, de modo que, en el tiempo restante hasta el comienzo efectivo de las clases lectivas en la segunda decena de noviembre, diera tiempo de comprobar la aptitud individualizada. A esta tipología dual de estudiante (con derecho o no a diploma oficial) se sumaba la de alumno oyente con autorización del rector: no estaba obligado a superar “pruebas de suficiencia” —lo mismo que quienes no optaban a diploma— y tenía derecho a certificado acreditativo. Aquellas pruebas consistían siempre en un examen oral hecho por un tribunal compuesto por el profesor de la asignatura y dos personas de “reconocida competencia”, una designada por el Ministerio de Estado y otra por la junta de gobierno de la Academia, y en ejercicios escritos o prácticos que el tribunal acordara si lo juzgaba oportuno (art. 11). La calificación, hasta un máximo de treinta puntos, debía alcanzar los dieciséis para aprobar. En caso de no alcanzar dicha puntuación, el alumno debía repetir la asignatura (las dos convocatorias de examen podían convertirse en tres si lo autorizaba el claustro). También existía la llamada “prueba de suficiencia de fin de estudios”, sin la cual no se podía obtener el diploma correspondiente a cada una de las tres secciones. El procedimiento consistió en presentar una “Memoria ó tesis” sobre un punto libremente elegido por el alumno, entre los que constituían la materia propia de las asignaturas comprendidas en el plan de enseñanzas de la sección cursada. Habría de consignar en ella “los textos, autores y libros de que se haya servido” y “el lugar en que se encuentra la cita, texto, juicio ó información que de dichas fuentes haya tomado”. La memoria debía ser presentada “preferentemente escrita a máquina” en la secretaría del centro antes de finalizar marzo, septiembre o diciembre, pues los ejercicios habían de llevarse a cabo los meses inmediatamente siguientes. La admisión a trámite la decidían previamente tres miembros del tribunal: si era rechazada, el alumno debería redactar otra memoria sobre el mismo tema u otro libremente elegido. En la convocatoria de defensa ante el tribunal (esta vez, tres profesores del Instituto más dos personas
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designadas según se explicó anteriormente) en la segunda quincena de junio, el alumno debía leer el trabajo que había presentado o las partes que le indicara el mismo, además de dar las explicaciones que se le pidieran sobre el procedimiento seguido para conocer el estado y desarrollo del tema, los puntos oscuros o dudosos y contestar a las objeciones de “método y doctrina”. Es de suponer, tras lo apuntado, que el trabajo escrito no sería excesivamente largo. También en este, como en todos los exámenes de asignatura, se aprueba con dieciséis puntos y más de veinticinco reconocen el sobresaliente; no obstante, esta calificación no había de tener una traducción automática en el diploma, pues, al recoger este una nota única, el tribunal debería tomar en consideración para añadírselas las notas “que resulten de la hoja de estudio del examinando”. Alguna de estas memorias alcanzó calidad suficiente para decidir su publicación monográfica por parte de la Academia.39 El reglamento de 1917,40 del que estamos obteniendo la información, indica que de cada asignatura serían impartidas “a lo menos” dos lecciones por semana de hora y media cada una, cuya distribución haría el claustro. Cada curso daba comienzo de una manera muy académica: sesión pública de inauguración, en la que el secretario del claustro leía la memoria de los trabajos del curso precedente, lección o discurso por parte de algún profesor y distribución de diplomas a los alumnos que hubieran terminado sus estudios. Estos iban a estar sujetos a las explicaciones y normas de los profesores y a los “programas aprobados por el Claustro […] sin que pueda señalarse á los alumnos obra alguna científica como texto que necesariamente hayan de adquirir”; esto es, el Ministerio de Instrucción Pública guarda neutralidad en este punto, proceder 39. Por ejemplo, las 386 páginas editadas de Badía Malagrida (1946), defendida en 1919. Suponemos que son las mismas que las presentadas, estando divididas en siete libros de varios capítulos y conclusiones (El “criterio geográfico” en Política, La Confederación del Plata, id. del Pacífico, id. Colombiana, id. Brasileña, id. Centroamericana y la Unión antillana, id. Mejicana) y un epílogo en que recapitula y escribe optimista sobre la eficacia del factor geográfico en sentido ratzeliano, las nuevas “supernacionalidades” y la concreta de España y América en un próximo futuro. Al final incluye seis páginas (373-378) de obras consultadas, algunas en francés e inglés (no citando casa editora ni año, pero sí páginas). 40. Real Academia de Jurisprudencia y Legislación (1926b).
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que no coincide con el observado en facultades universitarias de humanidades y ciencias sociales. La asistencia a clase, guardando la “debida corrección”, era obligatoria, de modo que diez días de ausencia sin motivo justificado o autorizado eran suficientes para suspender el derecho a examen del infractor. Es reseñable que se impartían clases hasta los viernes por la tarde, aunque no disponemos de listados de asistentes; sí de estudiantes sobresalientes en diversas asignaturas. Pero ocupémonos sin más dilación de la distribución de asignaturas, mostradas en forma de tabla ilustrativa más abajo. Los programas editados de las mismas ayudan a hacernos una idea bastante aproximada de los contenidos y la tendencia explicativa. El catedrático Altamira, por ejemplo, encargado de dos de ellas, suele empezar con una introducción a la materia: “Razón de explicar esta materia de la historia política. -Lo que significa América para los españoles. -Lo que significa para la Humanidad. -Plan de las lecciones” es la primera de las cuarenta lecciones del programa de Historia Política Contemporánea de América, cuya descripción abreviada sería la siguiente: formación de la América moderna; el movimiento de independencia; la guerra de independencia; antecedentes de la independencia en las colonias españolas; especialización de los motivos de independencia en las diferentes colonias; la insurrección de 1810; la crisis de 1820; la independencia de Brasil; posesiones inglesas del Canadá; historia de los Estados Unidos de Norteamérica; la cuestión de la esclavitud negra; la guerra de Secesión; reconstitución de la Unión; política internacional norteamericana; el imperialismo norteamericano y fuera de América; los factores actuales de la vida norteamericana; los partidos políticos (con un apartado sobre el feminismo); finalmente, a partir de las lecciones 24 y 25, dedicadas a México y el gobierno de Porfirio Díaz, respectivamente, el programa se vuelve monográfico de América Central y del Sur (Argentina, con dos lecciones, una para Rosas) hasta acabar con Canadá. Su otra asignatura, “Sistemas de colonización en África”, la diseñó en treinta lecciones abarcadoras de los siglos xv al xx y que dan cabida a la acción española, grandes viajes de exploración, antecedentes del reparto de África (Conferencia de Berlín), problemas de colonización para Portugal, Bélgica (Congo: dos lecciones), Francia (dos lecciones) e Inglaterra (Egipto: dos lecciones); Trípoli, Argelia, Túnez,
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Marruecos francés y español (siete lecciones sobre régimen militar y civil, organización regional, tribunales, Estatuto del indígena, régimen financiero, política cultural y sanitaria), otras posesiones en África, y, finalmente, “Partidos colonialistas o coloniales. Los movimientos nacionalistas africanos”. De Derecho Consular nos han llegado dos programas, ambos del profesor José Torroba, de 1918 y 1926, con treinta y cinco y treinta y ocho lecciones respectivamente. El más antiguo comienza con un preliminar de tres temas para, a continuación, extenderse en la “Legislación consular española”, su organización (lecciones 4.ª a 8.ª) y funciones (de 9.ª a final).41 El programa de la Geografía e Historia de Marruecos, impartida por Martín Peinador, condensa en cuarenta lecciones “de un modo sencillo y breve los conocimientos que abarcan dichas materias”: una “completa y acabada” síntesis sobre el Protectorado y un “cuidado relativo” para la parte francesa. No olvida otros territorios como Río de Oro, Sahara Español y Guinea. Hay geografía física, descriptiva y económica y “croquis sencillos aproximados, para fijar mejor la enseñanza en menos tiempo á fin de que adquieran tan útil práctica cuando, acaso en su carrera, necesiten enviar notas confidenciales y croquis explicativos, hechos sin ajeno auxilio”.42 La parte de historia se centraría en la época moderna, no solo los hechos de guerra, sino principalmente “el grado de cultura” hasta el “atraso actual”,43 con finalidad igualmente práctica y dejando unos días finales para repaso. Ninguno de los programas conservados lleva bibliografía, carencia que no implica necesariamente que no se diera en clase. En el programa de Goicoechea sobre su asignatura de los Tratados de 1815 a 1860 aparece una mención a la misma, junto al “método y plan de exposición” y “fuentes de conocimiento”, pero no está desarrollada expresamente.44 Sí se observa en general preocupación por dar una enseñanza práctica y, a la vez, la dificultad de exponer en un solo curso, si es el caso, materias amplias; de ahí la opción 41. 42. 43. 44.
Programa de Derecho Consular ([Torroba] 1918: 5-16). Programa de Geografía e Historia de Marruecos ([Martín Peinador] 1918: 6). Ibidem: 7. Programa de la asignatura de Historia de los Tratados y relaciones internacionales de España a partir de 1815 (Goicoechea 1921: 5).
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de incluir tan solo las más importantes, como confiesa haber hecho José Torroba en la suya, omitiendo expresamente aspectos de legislación de transportes marítimos, y con el “criterio, más que el interés puramente científico de los temas, la finalidad de los estudios que se cursan en el Instituto, y, por consiguiente, su relativa utilidad como preparación para las carreras diplomática y consular y como parte de las enseñanzas encomendadas al ‘Centro de Estudios Marroquíes’”.45 Pasemos ahora al profesorado. Los lazos del Instituto con la Academia influyen en el organigrama y división de funciones del primero, así como en su desarrollo cotidiano, pero también será muy significativa la relación con la Universidad Central. Academia e Instituto compartían “domicilio” y “anhelos”, como dice el secretario Adolfo Pons y Umbert, los que en su opinión “al porvenir de España encamínase su quehacer conjuntamente”, el segundo formando “plantel selecto de futuros representantes de la Patria en otros países”. Según los casos, la autoridad del Instituto residía en el catedrático, el claustro o el rector. Existía un escalafón de docentes por antigüedad en el nombramiento y el señalamiento de rector o profesor “honorario” del Instituto para nuevos o antiguos cooperantes en su “protección o servicios al desarrollo y esplendor de su funcionamiento” (art. 29). Dirigido por Joaquín Fernández Prida, a sus profesores los nombraba la Academia, directamente o por medio de oposición y concurso. Y, precisamente en esos concursos, se estaban considerando “méritos o condiciones de preferencia los de explicar o haber explicado en las Facultades de Derecho y Filosofía y Letras, en Centros oficiales de enseñanza superior o en Escuelas de Comercio, asignaturas de materias directamente relacionadas con los estudios propios del Instituto o los de haber desempeñado por más de cuatro años algún cargo de las carreras Diplomática o Consular en América, África o Asia” (art. 31).46 Ser docente del Instituto es incompatible con ser miembro de la junta de gobierno de la Academia; su contratación es indefinida (ex45. Programa de legislación comparada de transportes marítimos, emigración y aduanas ([Torroba] 1918: 5). 46. La excepción eran los profesores de Inglés y Alemán, que no formarían parte del claustro y serían designados para cada curso por la junta de gobierno de la Academia (art. 32, p. 19).
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cepto en la enseñanza de Inglés y Alemán) y revocable libremente por dicha junta o a propuesta del claustro y sin indemnización para el interesado. Sus honorarios, dos mil quinientas pesetas al año (más quinientas si el crédito lo permitía). Habían de residir obligatoriamente en Madrid y dar las explicaciones en persona, es decir, tener sustituto solo en caso de enfermedad o ausencia justificada a juicio de la junta, la misma que reserva una quinta parte del crédito concedido en su conjunto al Instituto (cincuenta mil pesetas) para la adquisición de material científico y la indemnización a los profesores —“nacionales o extranjeros de reconocida competencia”— que explicaran “cursos abreviados” (un solo año) o “materias especiales”. Este proceder recuerda al llevado a cabo por un centro escolar coetáneo especializado, el Centro de Estudios Americanistas de Sevilla, estudiado por nosotros.47 Libros y revistas tendrían por destino la biblioteca de la Academia, de libre acceso para profesores y estudiantes, igual que los académicos. El rector puede asistir con voz y voto a las sesiones de la junta de gobierno de la Academia si en ellas se trata del régimen científico del Instituto. Este depende del Ministerio de Estado, a diferencia de la Academia, que depende del de Instrucción Pública; pero la junta de aquella va a estar omnipresente en la vida del Instituto: será su comu-
JUNTA DE GOBIERNO DE LA ACADEMIA
RECTOR DEL INSTITUTO RECTOR NATO= PRESIDENTE DE LA ACADEMIA
VICERRECTOR desde 1926
47. Vélez (2007: 140-152).
SECRETARIO DEL INSTITUTO Y DEL CLAUSTRO (=ID.ACADEMIA)*
CLAUSTRO DE PROFESORES
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nicadora ante aquel ministerio, su representante oficial (organización de su régimen científico, relaciones administrativas y económicas con los poderes públicos, asociaciones y particulares) y la administradora responsable de la subvención del gobierno y la rendición de cuentas. De las cincuenta mil pesetas de 1917, por ejemplo, una quinta parte fue a adquisiciones de material; cinco mil, a la Academia, por su concurso a la organización y funcionamiento del Instituto, y las treinta y cinco mil restantes, para honorarios y gratificaciones del profesorado, retribuciones del personal administrativo y gastos de conservación y renovación de mobiliario y material de oficina (art. 46). Los miembros de los tribunales de suficiencia provenientes del Ministerio de Estado y de la junta de gobierno de la Academia percibían dietas de veinte pesetas al día. Por si queda alguna duda de la hegemonía académica, baste recordar que el presupuesto del Instituto lo redacta el tesorero de la Academia por separado, lo aprueba su junta de gobierno y lo sanciona el Ministerio de Estado. La relación a tres bandas —Academia/Instituto, Universidad, Ministerio— que se observa en el diagrama desemboca en un colectivo diplomático profesional poco numeroso, cualificado y escalafonado, como se ha mostrado más arriba, con fuertes anclajes en la estructura de poder (pueden ser senadores vitalicios), numerosos rasgos en común y experiencias similares en su carrera profesional; en definitiva, una elite en la que abundan auténticas dinastías y un clima de recomendación potente, aunque progresivamente menos determinante, con un perfil social e intelectual de sujetos que no solo habrán de representar,48 informar —oficialmente, mediante nota oficial (firmada), nota verbal (no firmada), memorándum, nota colectiva y despacho, o, semioficialmente, mediante carta— y tramitar ante sus superiores, sino que también a veces participarán activamente, debiendo hacer gala en la representación de su patria de aquellas virtudes del “diplomático ideal” que recogiera en su brevia48. Recuérdese que el cónsul, a diferencia del diplomático, no representa al Estado, de modo que establecer un consulado no implica reconocer al Estado en cuestión; sí son funciones suyas negociar a nivel menor y proteger a sus nacionales. El hecho de que comúnmente se abra en las embajadas una sección consular, o sea, una parte de la embajada llevada por diplomáticos, pero que hacen funciones consulares, es una cuestión práctica que no afecta al hecho de que sean dos figuras distintas (Plaza Miranda/Trinxet Llorca 2013: 38-39).
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rio el inglés Harold Nicolson,49 no siempre expresadas en el grado requerido.50 Las embajadas tradicionales españolas hasta tiempos modernos venían siendo siete y todas europeas: Roma, Santa Sede, Londres, París, Berlín, Viena, San Petersburgo. En América, lo primero fue la legación en Washington, reconvertida en embajada en 1915 y desempeñada desde entonces y hasta 1926 por Juan Riaño y Gayangos, hijo del arabista Juan Facundo Riaño y Montero.51 Casi en la misma fecha, 1917, la legación de Buenos Aires pasó a ser embajada, la primera en Hispanoamérica, un destino general, por cierto, y, a pesar de la proximidad de historia, lengua, cultura y costumbres comunes, no excesivamente valorado en comparación con los más golosos europeos.52 El Instituto parece adoptar forma más o menos definitiva con el término de la Primera Guerra Mundial. En la memoria del curso 1917-18, no olvidan que es en la provisión de cátedras, atribución del Instituto, donde descansa el prestigio del centro de triple formación, lo que no es óbice para reconocer que “ha de experimentar hondas transformaciones. Pídelas el interés de España. Instituciones similares en el extranjero multiplican e intensifican sus trabajos. Uno de ellos es la publicación de bibliotecas especializadas”. Posibles modelos foráneos podrían ser los dos citados: la Escuela de Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad Católica de Lovaina y la Escuela Libre de Ciencias Políticas de París (1872, actual Instituto de Estudios Políticos). 49. Nicolson (1994: 96-115). Las virtudes aluden al capital simbólico de la influencia moral: veracidad, precisión, calma, buen carácter, paciencia, modestia y lealtad. La calma se entiende en el sentido de huir de toda animosidad y predilecciones personales. El resultado sería lo más parecido a la impasibilidad, la reserva en juicios y una escéptica tolerancia. 50. Isidro Sepúlveda nos contó roces de diplomáticos y cónsules entre sí y con la colonia de inmigrantes españoles en Chile, por ejemplo (Sepúlveda 1992: 402406); el diplomático Francisco Agramonte, su experiencia personal (Agramonte 1957: 121-122, 179-182); su colega el marqués de Villa-Urrutia, lo que peor llevaba, la extendida e inmerecida fama de vagos e ineptos (Villa-Urrutia 1907: 13-14). 51. Pasamar/Peiró (2002: 521-522); Sánchez Sanz (2004: 294-295). 52. Ya años antes, Labra deploraba el modo de llegar a puestos allá: por riguroso escalafón, por tanto “á una edad ya avanzada y con una preparación exclusivamente europea ó asiática” (Labra 1910: 144).
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PLAN DE ESTUDIOS DEL INSTITUTO LIBRE DE ENSEÑANZA DE LAS CARRERAS DIPLOMÁTICA Y CONSULAR Y CENTRO DE ESTUDIOS MARROQUÍES. TABLA DE ENSEÑANZAS DE CARÁCTER PERMANENTE (1917)53 SECCIÓN DIPLOMÁTICA
SECCIÓN CONSULAR
Primer curso “Historia política contemporánea de los pueblos europeos y asiáticos” [prof. Bullón] 54 Anterior: “Historia política de Europa desde la caída del Imperio napoleónico y de América desde la emancipación de las colonias españolas” (primer curso) “Geografía económica y mercantil universal” [prof. García Alonso] “Geografía e historia de Marruecos” [prof. León Martín Peinador] “Legislación aduanera, de transportes marítimos y de emigración” [prof. Torroba] Anterior: “Legislación aduanera y de transportes comparada, extendiendo su estudio a los aranceles y tratados de comercio” Inglés o Alemán (primer curso)
Primer curso “Historia política contemporánea de los pueblos europeos y asiáticos” [prof. Bullón] Anterior: “Historia política de Europa desde la caída del Imperio napoleónico y de América desde la emancipación de las colonias españolas” (primer curso) “Geografía económica y mercantil universal” [prof. García Alonso] “Geografía e historia de Marruecos” [prof. León Martín Peinador] Legislación aduanera, de transportes marítimos y de emigración [Prof. Torroba] Anterior: “Legislación aduanera y de transportes comparada, extendiendo su estudio a los aranceles y tratados de comercio” Inglés o Alemán (primer curso) ––––
Suprimida sin sustituta: “Evolución social y política de los estados asiáticos independientes en los siglos xix y xx”
CENTRO DE ESTUDIOS MARROQUÍES Primer curso ––––
––––
“Geografía e historia de Marruecos” [prof. León Martín Peinador] “Legislación aduanera, de transportes marítimos y de emigración” [prof. Torroba] Anterior: “Legislación aduanera y de transportes comparada, extendiendo su estudio a los aranceles y tratados de comercio” Árabe Vulgar [prof. Lozano] ––––
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53. Elaboración propia según Real Academia de Jurisprudencia y Legislación (1916: 12-14; 1926b). 54. Obsérvese que el primer curso es idéntico en las secciones Diplomática y Consular. Las asignaturas coloreadas son las que propuso la Academia en 1912, al poquito de su fundación; las no coloreadas son asignaturas nuevas (1917). Entre esas novedades, ha de señalarse la incorporación del Derecho Diplomático o Consular, según proceda, y la de los idiomas modernos inglés y alemán (el tradicional era el francés), encomendados desde el curso 1917-18 a Ramsportt y Poschmann, respectivamente.
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SECCIÓN DIPLOMÁTICA
Segundo curso “Historia política contemporánea de América” [prof. Rafael Altamira] Anterior: “Historia política de Europa y América” (segundo curso)
SECCIÓN CONSULAR
Segundo curso “Historia política contemporánea de América” [prof. Rafael Altamira] Anterior: “Evolución social y política de los estados asiáticos independientes en los siglos xix y xx” “Historia de los tratados y “Historia de los tratados relaciones internacionales de y relaciones internacionaEspaña a partir de 1815” [prof. les de España a partir de Fernández Prida; prof. Anto1815” [prof. Fernández nio Goicoechea] Prida; prof. Antonio GoiAnterior: “Progresos del dere- coechea] cho internacional contemporá- Anterior: “Progresos del neo público y privado” derecho internacional contemporáneo público y privado” “Organización del Pro“Organización del Protectotectorado español en Marado español en Marruecos rruecos comparada con los comparada con los sistemas sistemas de colonización de colonización en África”55 [prof. Rafael Altamira] en África” [prof. Rafael Anterior: “Colonización espa- Altamira] ñola y extranjera” Anterior: “Colonización española y extranjera” Derecho Diplomático Derecho Consular Inglés o Alemán (segundo Inglés o Alemán (segundo curso) curso) –––– “Estudios especiales de geografía económica de España” Anterior: “Geografía económica y mercantil universal”
CENTRO DE ESTUDIOS MARROQUÍES Segundo curso ––––
“Instituciones jurídicas de los pueblos musulmanes y en especial del Imperio marroquí” [prof. García de Linares]
“Organización del Protectorado español en Marruecos comparada con los sistemas de colonización en África” [prof. Rafael Altamira] Anterior: “Sistemas de colonización en África” –––– Árabe Literario [prof. García de Linares] ––––
55
55. Esta asignatura, común a las tres secciones, se desdoblará en 1918 (Memoria correspondiente al curso 1917-18, pp. 15 ss.) en “Organización del Protectorado español en Marruecos” y “Sistemas de colonización extranjera en África”, gracias a la aplicación de una subvención extra anual de doce mil pesetas al Centro de Estudios Marroquíes. La primera la impartirá Luciano López Ferrer, futuro alto comisario en tiempos de la Segunda República; la segunda, Rafael Altamira, quien venía impartiéndola entera antes de su división. La división, en la Memoria correspondiente al curso 1917-18, pp. 15-16.
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Cambios en la dictadura primorriverista Uno de los cambios más llamativos del Instituto en la época de Primo de Rivera, quien se implica personalmente tanto en política exterior que llega a prescindir del ministerio correspondiente (noviembre de 1928) asumiendo sus competencias desde Presidencia, será el del nombre, acortado ahora a Instituto Diplomático y Centro de Estudios Marroquíes. Pero esto es puro maquillaje: habrá cambios más profundos e influyentes como la pretensión, no cumplida, de rebajarle a la mitad la subvención. Conviene señalar que el Instituto ha llegado a la dictadura siendo una entidad no obligada pero sí única de preparación de opositores a la carrera diplomática; es decir, la inicial aspiración académica de que el reconocimiento de su título oficial sirviera de sustituto de esa oposición o que poseerlo equivaliera a una reserva de plaza en la misma no fue satisfecha en su totalidad. Cierto que a los aspirantes les suponía mérito para ascenso por elección, pero el Estado no estuvo dispuesto a prescindir de la “materialidad del examen”56 para garantizarse una admisión autónoma y la procedencia única del personal y dominar la competencia en los ejercicios de idiomas. Desde casi el principio y durante nueve meses, del 9 de junio de 1913 al 6 de marzo de 1914 concretamente, una comisión propuesta por el Ministerio de Estado e integrada por tres miembros (un representante por diplomáticos, Conde de Torata, otro por cónsules, Rafael López Lago, y el tercero por el propio Instituto, Félix de Llanos y Torriglia) estuvo discutiendo estos extremos sin llegar a ningún acuerdo reseñable. Aun así, era fundamental armonizar los planes de estudio del Instituto y los temarios de las oposiciones, algo que sí se logró, pero también se revelaba trascendental conocer de antemano la periodicidad de las convocatorias (más irregulares de lo deseable para los interesados, especialmente del cuerpo consular, donde no existía la reserva de agregados diplomáticos). Aparentemente, Primo de Rivera estimula, al calor de la Sociedad de Naciones, la política exterior española, por ejemplo, mediante el fomento de la política cultural a través de la Junta de Relaciones Culturales (1926) del Ministerio de Estado57 o el aumento de las legaciones 56. Togores/Neila (1993: 92). 57. Delgado Gómez-Escalonilla (1992); las tres posturas que conformaban la JRC y las intromisiones de la Unión Ibero-Americana, reorganizada también en 1926 (Niño Rodríguez 1992: 629-653).
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en Hispanoamérica, que estrenará 1931 con cinco embajadas, pero lo hizo con criterios no tan modernos como presumía. Que se podían y debían hacer reformas era evidente, por otra parte. Quien en su juventud fuera secretario personal del padre de Ortega y más tarde diplomático y escritor a ratos perdidos, Francisco Agramonte, convencerá con su informe de esa necesidad a Primo de Rivera en 1927, quien de inmediato planteará el encargo de la fusión diplomática-consular al también diplomático Luis de Silva, resultando efectiva aquella por Real Decreto de 29 de septiembre de 1928. En noviembre, Primo suprimió, como decíamos, el Ministerio de Estado. Al fusionar las carreras, el colchón de agregados diplomáticos desaparece, y, lógicamente, el temario de oposiciones y el plan de estudios del Instituto se ven afectados, constatando un mayor interés por el derecho internacional en la vertiente humanista del xvi muy prestigiosa de los Francisco de Vitoria (la asociación que lleva su nombre data de 1926) o Francisco Suárez.58 La Academia propuso entonces un plan de estudios unificado ligeramente y modificado del anterior y, sobre todo, solicitó audiencia con el conde de Jornada, director general de Colonias, a quien se expuso la necesidad de conceder validez oficial a los títulos. Ella era consciente de las nuevas condiciones para tomar parte en las oposiciones: máximo de treinta años de edad, que muchos rebasaban (no se habían convocado en un “largo período de tiempo”), y actuó corporativamente en defensa de los intereses de sus alumnos y exalumnos.59 Él… les habló más bien del proyecto de reorganización de la Academia que andaba preparando el gobierno.60 Conclusiones No parece que a fines de la dictadura y vísperas de la república el entendimiento mutuo pasara por sus mejores momentos. La reorgani-
58. Togores/Neila (1993: 107). 59. Memoria […] 1927 a 1928, Valeriano Casanueva Picazo 10 noviembre de 1928. Madrid: Imprenta de J. Cosano, p. 4. El claustro mandó de urgencia instancia al Consejo de Ministros con objeto de que esos aspirantes que rebasaban la edad fueran admitidos en las primeras plazas que se convocaran. 60. Memoria […] 1926 a 1927[…] Valeriano Casanueva y Picazo, sesión de 10 de noviembre de 1927, p. 6 (Togores/Neila 1993: 113).
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zación del Ministerio de Estado tuvo mucho que ver en este desencuentro con la Academia, progresivamente opositora intelectual a la dictadura, señalada por aquel como “asiento de rebeldías y apasionamientos políticos”;61 también pesó la pérdida de influencia de los más caracterizadamente institucionistas regeneracionistas en el centro de estudio, cuyo secretario cambia al haberlo hecho también el de la Academia (Correa por Casanueva). La apreciación del nuevo de que el Instituto “encierra posibilidades fecundas” es un exceso retórico sin paliativos cuando unos párrafos atrás ha informado de que el curso 1928-29 “fue el último en que las cátedras se explicaron con regularidad”, pues “las consecuencias de la perturbación” de la dictadura hicieron necesario autorizar excepcionalmente la matrícula en los dos cursos de cada sección (la apertura del curso 1930-31 estuvo aplazada hasta el 31 de marzo). Primo de Rivera había dimitido el 28 de enero y su sucesor, Berenguer, salvó la situación académica in extremis retornando a la normalidad. Pero nuevamente la actualidad política influirá negativamente en el Instituto: el fracaso del golpe de Sanjurjo el 10 de agosto de 1932 acelerará la proclamación del decreto de Luis de Zulueta de nuevas condiciones de ingreso en la carrera diplomática, por oposición, primero, y por formación, después, justo lo contrario que hasta entonces; si bien durará poco, pues únicamente la promoción de 1933-34 se pudo beneficiar de la novedad (incluidas clases prácticas el segundo año en Madrid y Ginebra, sede de la Sociedad de Naciones). En consecuencia, a la hora de valorar la efectividad del Instituto hay que tener en cuenta la discontinuidad gubernamental y ministerial de la política exterior española: treinta y cuatro gobiernos, incluidos el directorio militar y el directorio civil, entre 1902 y 1931; treinta y nueve cambios en el Ministerio de Estado (y quince en la Subsecretaría). La reforma posiblemente de mayor calado fue la de unificación en carrera única de los cuerpos diplomático y consular en 1928, que llevó aparejada la modificación de las condiciones de ingreso (en adelante, solo por el sistema único de oposición) y tuvo consecuencias directas sobre el sistema de formación y selección de elites funcionariales establecido durante el reinado de Alfonso XIII. Independientemente de cuál fuera la motivación exacta de la fusión, hemos de concluir el 61. El calificativo lo recogen Togores y Neila de Martínez-Alcubilla (Togores/Neila 1993: 113).
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cierto igualitarismo que introdujo en unas carreras muy desequilibradas en la formación previa al ejercicio profesional: a los aspirantes a cónsules se les exigía mayoría de edad (en 1900 era a los veinticuatro años), pero no a los diplomáticos, que accedían sin límite de edad (de modo que los vástagos podían tomar el relevo del padre); también era discriminatoria la carga de estudio: desde que fuera creado el Instituto, los programas de las oposiciones fueron los mismos que los de las disciplinas que aquel impartía, pero los cónsules tenían que preparar doscientos ochenta y tres temas y los diplomáticos, ciento setenta y uno. Esto llevaba, indudablemente, a una discriminación jurídica y real de los cónsules respecto a los diplomáticos, de ahí la necesidad de una reforma estructural concretada en cuatro decretos.62 Hubo otros cambios no menos importantes que afectaron a la presencia mermada del personal docente de primera hora, quizá más homogéneo entre sí que los que vinieron después: al fallecimiento de Montoto, su cátedra de “Geografía general económica y mercantil universal” la ocupará Antonio López Sánchez, ambos profesores de la Escuela Superior de Comercio y este, licenciado en Derecho. El prestigioso Rafael Altamira, que se encuentra fuera de España volcado en su carrera europeísta en el Tribunal de la Haya, será sustituido por Magariños (el mismo que en la Universidad Central); Badía, también ausente, por el duque de la Mora, y Martín Peinador, apartado de la enseñanza por “motivos de índole personal”, por José Antonio de Sangróniz.63 El Instituto tuvo detractores y ardientes defensores, los primeros hasta llevaron a discusión a Cortes su continuidad. Para los segundos, el modelo híbrido académico-universitario había sido el más adecuado; los mismos para quienes en los años treinta la “larga y azarosa” existencia de la corporación académica era atribuible a las “falsas ideas, rutinas y otros vicios de nuestros estudios legales y 62. Decreto ley de 29 de septiembre de 1928; real decreto ley de 29 de diciembre de 1928 (confirma el anterior); real decreto ley de 17 de abril de 1930 (crea la comisión de tres diplomáticos, tres cónsules y un presidente); real decreto ley orgánico de la carrera diplomática de 17 de agosto de 1930 (duque de Alba). 63. Memoria relativa a los trabajos del Instituto Diplomático y Centro de Estudios Marroquíes en el año académico de 1930-1931, leída por el Secretario General de la Academia Nacional de Jurisprudencia y Legislación y del referido instituto Don Eduardo Correa y Alonso, en la sesión del 7 de noviembre de 1931, inaugural del curso 1931 a 1932. Madrid [s.n.] 1931, Imp. de Crespo, p. 4.
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jurídicos”.64 Diego María Crehuet, presidente académico de la Sección de Derecho Civil, Mercantil y Canónico, se pronunciaba rotundamente por la fórmula del éxito profesional de universidad más Academia porque el papel de la universidad era para él como mínimo poco estimulante, en cambio, la Academia, como institución postescolar, llenaba todas las carencias de aquella, “férula a que la juventud se somete con loca y placentera inconsciencia a beneficio de inventario” de la que el licenciado sale “con poca ciencia”. Lo que llevaba a cabo la Academia en sus salones y conferencias lo podía hacer la universidad —concede—, pero para eso necesitaría “autonomía, dinero y un claustro de profesores que mirara por encima del fangal de la política y estimara en más ser Maestros de juventudes que Diputados, Senadores, Directores generales y Subsecretarios; plazas no despreciables, ni indignas, pero incompatibles con aquel altísimo ministerio de enseñar […]”.65 En apoyo a esta tesis, podemos aportar el hecho de que, efectivamente, el maridaje academia-extrauniversidad que no compite con la universidad, sino que la complementa, sigue teniendo anclaje en los años treinta. De entonces data, por ejemplo, la creación en la Real Academia de la Historia de la llamada Cátedra Cartagena o de Arqueología y Etnografía Precolombinas, con una visión práctica, combinando docencia e investigación y a cargo de un profesor extranjero. Y todo gracias a la gestión de un legado testamentario. A la inversa, tan fácil como acabar con el Instituto diplomático sencillamente retirándole la subvención, como así ocurrió. No faltó, por otra parte, quien pensase en la conveniencia de instalar en la Academia una especie de ampliación de Estudios Jurídicos,66 preparatorio de jueces, notarios, abogados del Estado y registradores de la propiedad, pero el dinero no alcanzó, como tantas otras veces, aunque el ejemplo se tenía bien a mano, pues hubiera sido justamente el del Instituto que ha venido ocupando nuestra atención.
64. Revista General de Legislación y Jurisprudencia. Número dedicado a la RAJyL en la apertura del curso 1919-20, “Nuestra Academia”, por P. Martínez Pardo, vicepresidente primero de la Academia, p. 399. 65. Ibidem: “La academia de Jurisprudencia como institución post-escolar”, pp. 407-409. 66. Real Academia de Jurisprudencia y Legislación. Resumen crítico del curso de 1917 a 1918 por el Secretario General Don Adolfo Pons y Umbert, Madrid, Establecimiento Tipográfico de J. Ratés, 1918, pp. 74-75.
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Federico Rahola y la revista Mercurio: diplomacia consular iberoamericana entre la Guerra de Cuba y la Primera Guerra Mundial Gabriela Dalla-Corte Caballero Universitat de Barcelona
Introducción En diciembre de 1901, el empresario catalán José Puigdollers Macià decidió crear una publicación mensual llamada Revista Comercial Iberoamericana Mercurio, que quedó anexada a su casa comercial dedicada a la importación y a la exportación de productos entre Cataluña y las antiguas colonias americanas. Inicialmente, el objetivo fue mantener relaciones con Cuba y Puerto Rico, pero la opción más rápida fue vincularse con los países rioplatenses, especialmente con la República Argentina. El director de esta revista mensual, el abogado Federico Rahola i Trèmols, se encargó desde el primer día de organizar este periódico hasta su fallecimiento, ocurrido en la localidad de Cadaqués el 10 de noviembre de 1919. Miembro de la Liga Regionalista, graduado en Derecho por la Universitat de Barcelona y doctor por la de Madrid por su tesis sobre la emigración europea a los Estados Unidos, Rahola, a través de las portadas de la revista, aportó su punto de vista acerca de las nuevas relaciones que se debían gestar entre Cataluña e Iberoamérica. Con el tiempo, Mercurio se convirtió en quincenal, disponiendo así la edición ilustrada en Madrid y dejando la sección de comercio y transporte en la Ciudad Condal. La revista fue adquiriendo una gran importancia cultural y comercial y, durante dos décadas, Rahola buscó para ello el apoyo de los cónsules iberoamericanos que, con lentitud, se fueron estableciendo en la capital catalana desde inicios del siglo xx.
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Las portadas escritas por Rahola dan comienzo en 1901 con la pérdida de Cuba; se fortalecen a partir del fallecimiento de Puigdollers en el año 1908 y la construcción del canal de Panamá, y llegan a finales de 1919 con el telón de fondo de una Europa destrozada que intentaba negociar la declaración de la paz mediante el Tratado de Versalles. Dichas portadas sirvieron, así, para difundir los principios culturales, políticos, comerciales y mercantiles que guiaban a los empresarios locales, incluyendo llamativamente las propuestas planteadas por Rahola ante los cónsules iberoamericanos. Algunos de los documentos mencionados nos permiten analizar cuestiones como el elevado número de migrantes españoles durante la construcción del canal de Panamá, dando lugar a importantes debates sobre el papel que debían ejercer los representantes consulares a la hora de defender a la población civil. Otros se centran en la Primera Guerra Mundial —cuya finalización coincidió con la muerte de Rahola— y en cómo el conflicto bélico transformó la tarea asumida por los cónsules en defensa de la paz. Las relaciones internacionales y los cambios que debían producirse tras la Gran Guerra fueron otras de las cuestiones abordadas por el director de Mercurio. Actualmente, los textos originales de esta publicación se encuentran repartidos entre el Pavelló de la República y la Biblioteca de la Facultad de Letras, ambos de la Universitat de Barcelona, así como en la Biblioteca de Catalunya y en el Arxiu Històric de la Ciudat de Barcelona, sito en Casa de L’Ardiaca.1 Los emigrantes españoles y la representación consular La pérdida de las islas hispanas de Cuba y Puerto Rico a manos de los Estados Unidos dio lugar a la construcción del canal de Panamá, que sirvió para abrir la vía de navegación interoceánica entre el mar Caribe y el Pacífico. Tuvo lugar mediante el Tratado Hay-Bunau Varilla, suscrito en 1903 por el gobierno de Estados Unidos y el nuevo ministro plenipotenciario de Panamá en ese país, Philippe Bunau-Varilla. Este tratado posibilitó la separación de Panamá de Colombia y la ejecución de la obra de ingeniería en los territorios ubicados a ambos lados del canal. El proyecto exigió un elevado número de mano de obra, entre 1.
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la que se contó la aportada por muchos jóvenes españoles que participaron en la excavación del canal y la elevación del paso de los barcos hasta el lago artificial Gatún, uniendo así el nivel del Pacífico con el del Atlántico. La inauguración del canal se hizo el 15 de agosto de 1914, pero, años antes, en 1907, Rahola se encargó de revelar el dudoso comportamiento del cónsul honorario español en Panamá, aunque sin mencionar su identidad, a la hora defender los intereses de los inmigrantes. Según el director de Mercurio, existía en Barcelona una agencia de emigración que, con su actuación, afectaba el triste porvenir de muchísimos españoles víctimas de una nueva clase de esclavitud. Dichos trabajadores, entre los que predominaban los de origen gallego, se veían obligados a trabajar en Panamá por deudas contraídas mediante el engaño. Y es que, de acuerdo a la confesión que el propio ministro de Estado hizo a Rahola, la pasiva actitud del mencionado cónsul se debía a que se había convertido en un simple agente de la empresa panameña.2 Ante una situación como esta, para Rahola resultaba evidente que el gobierno español no solía anticiparse a los hechos y, por ello, lo más usual era que los cónsules no fuesen elegidos con el mejor de los criterios. A su juicio, se imponía así la necesidad de que el cuerpo consular español fuese aumentado, ya que existía una enorme desproporción entre la representación diplomática y la representación consular, un organismo que iba a la zaga de muchos pequeños Estados. El redactor catalán trató por todos los medios de impulsar la difusión del papel de los cónsules, pero siempre a favor de los ciudadanos del país que representaban. Por otro lado, sostenía que España mantenía sus mejores consulados en los países europeos, pero le faltaban embajadas y consulados en las antiguas colonias. Agregaba, además, que el artículo 56 de la ley de emigración española, ya aprobada por el Senado, justificaba el aumento del personal y de los agentes consulares en las naciones a las que se dirigía la emigración española. Se sorprendía de que el país gastara entonces más dinero en la representación diplomática en Turquía o Portugal que en las repúblicas iberoamericanas, donde numerosos diplomáticos españoles hacían un triste papel por la falta de medios. Sugería que el remedio podía estar en agrupar países y crear al menos tres grandes embajadas: la del Plata, que podía abarcar a Ar2.
“El aumento de cónsules”. Mercurio 73, 1 de diciembre de 1907, pp. 1352-1353.
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gentina, Uruguay y Paraguay; la del Pacífico, uniendo Chile, Perú y Bolivia, y la del Golfo de México, que abrazaría las Antillas, México y Panamá. Agregaba Rahola que los cargos de los responsables de las embajadas o las legaciones españolas debían ser desempeñados por nacionales que hubiesen residido en América y que pudiesen demostrar no solo su fortuna personal y el reconocimiento social que los rodeaba, sino también su conocimiento de la diplomacia moderna. Para él, el gravísimo defecto de la antigua diplomacia estribaba en la falta de vocación comercial de la que sí gozaban otras naciones europeas que tendían a reducir las proporciones del protocolo y los gastos de correo de gabinete, para dar mayor importancia a los informes comerciales, las expediciones geográficas, las estadísticas y los muestrarios. El error de la diplomacia española era su falta de tino a lo hora de designar a personas que no coincidían con los tiempos actuales y mantenían actitudes antiguas que se acercaban más a la idea de abocarse a conquistas territoriales, casi con propósitos guerreros, a través del ejercicio de sus funciones. Rahola sostenía que, frente a este antiguo modelo, debía prevalecer la conquista del mercado a través de agregados comerciales cuya tarea debía desplazar el exceso de peso que mantenían los agregados militares. El agregado comercial, novedosa creación de la época después de la pérdida de Cuba y Puerto Rico, enlazaba la acción diplomática con la consular y fomentaba así la política internacional. Además, la emigración española había adquirido una intensidad tan alarmante que obligaba a los cónsules de los países de arribo a ejercer una misión de tutela sobre los recién llegados, señalándoles los peligros y los daños a que se exponían y transmitiéndoles los datos ciertos de las condiciones del trabajo diseñadas en los países que aceptaban dicha inmigración. “Amparar a los que llegan” fue parte de la frase utilizada por Rahola para hacer referencia a los atropellos, las vejaciones y las miserias de que eran víctima. Por otro lado, argumentaba que la ampliación de la carrera consular española exigía reorganizar los intereses de la expansión nacional. El embajador representaba al Estado, pero un cónsul era el agente comercial que estimulaba las transacciones, el defensor de los intereses privados y el que debía prolongar las funciones de la administración pública en el país en el que ejerciese. Los cónsules tenían que facilitar la conquista de nuevos mercados y, por ello, eran la base de la creación de vínculos con los emigrantes y los viajeros de
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comercio. Tal y como exponía, cualquier español en el exterior que pretendiese trabajar o introducir en el mercado sus productos locales iba al consulado, pero nunca acudía a la embajada. Planteaba también la severa situación que tenían que enfrentar aquellos que no habían cumplido con el servicio militar y que, como no habían podido salir legalmente de España, lo habían hecho escondidos en la bodega de un buque extranjero. Llegar al país de destino suponía huir del consulado sobre el que recaía la tarea de registrar a quienes habían emigrado clandestinamente. Rahola reclamaba cambios en la función consular, afirmando que tenía que servir para afrontar el futuro del emigrante, inscribiéndolo gratuitamente o asegurándole la acción tutelar y la de las autoridades judiciales y notariales. Y, para llevarlos a cabo, había que empezar por nombrar cónsules generales dejando atrás a los honorarios, cuya eficacia era más que dudosa. Desde 1908, ideas como las expuestas con anterioridad incentivaron a Rahola a liderar a un grupo de pensadores y literatos que rodeaban a la revista Mercurio para crear la Sociedad Libre de Estudios Americanistas, dedicada, en principio, a las celebraciones del centenario de las independencias de las antiguas colonias hispanoamericanas. En aquel momento, como ha señalado Gustavo Prado,3 importantes intelectuales españoles desplegaron una enérgica acción a nivel internacional junto a los diplomáticos y a los propios líderes migrantes para generar una especie de embajada intelectual. En Barcelona, y con este propósito, surgió entonces la incesante captación de los cónsules iberoamericanos incluidos en el ramo consular, que en 1910 se identificaban con: A. Daurella (Bolivia); Simphronio Magalhaes (Brasil); Carlos Tirado Macías (Colombia); César Nieto (Costa Rica); Crescencio Sacerio (Cuba); A. Goicoolea Walton (Chile); Leonidas A. Yerovi (Ecuador); Bernardo G. Prieto (El Salvador); Jaime Fortuny (Guatemala); Víctor de Cuadra (Honduras); Evenor Hazera (Nicaragua); A. Díaz (Panamá); Alejandro Morillo Doremus (Paraguay); M. Company (Perú);4 Enrique Deschamps (República Dominicana); Lucas Rodríguez (Uruguay); Víctor A. Rodríguez (Venezuela); Salvador Castelló, Federico L. de la Barra y Antonio I. Villarreal (México), y el argentino Alberto I. Gache, que, por sus veinticinco años de tra3. 4.
Prado (2016). Martínez Riaza (2006, 2009).
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bajo, había sido nombrado cónsul general.5 Un año después de esta experiencia, Rahola lideró a un grupo de catalanes y de americanos establecidos en la Ciudad Condal para crear la Casa de América de Barcelona, organismo que, entre 1912 y 1914, creó también el Instituto de Estudios Americanistas y el Archivo de Economía Americana para mantener el contacto con diplomáticos y cónsules en el marco económico, político, comercial, diplomático y de emigración, así como para garantizar las relaciones con los catalanes establecidos en los países de América que fueron nombrados delegados de la institución.6 El asunto relativo a la emigración fue considerado como sumamente importante. No en vano, la revista Mercurio publicó una portada en junio de 1914 sobre la migración de extranjeros a Francia a través de los datos ofrecidos por la Asociación de Economía Política, presidida por el periodista y político Yves Guyot. En ese documento, rubricado por Rahola, quedaba claro que Francia recibía trabajadores de todos los países, incluyendo italianos y españoles, además de alemanes, belgas, malteses y suizos. Todos ellos demandaban trabajo en Argelia, y los franceses necesitaban a esa población europea para sostener el proyecto laboral. El publicista sostenía que, si Francia era el centro de la moda, de los artículos de calidad y de la propagación de los gustos, España podía ofrecerle sus emigrantes para mantener las relaciones comerciales y tanto los cónsules como los delegados podían ejercer una vigilancia tutelar para asegurar el consumo de productos españoles, una práctica que los italianos habían asumido con gran elegancia en países como Brasil y Argentina. Los migrantes podían servir al mundo con su trabajo, pero necesitaban mayor educación y un gobierno que frenase a los más de treinta mil agentes que lucraban la miseria y la ignorancia. Este ejército de ganchos —favorecido y estimulado por las primas y las comisiones de las casas armadoras— sostenía un verdadero pugilato y no reparaba en medios ni en engaños a la hora de embarcar a la gente que quería emigrar. A esos emigrantes que sufrían atropellos y desdichas, según Rahola frecuentemente se les podía ver en el puerto de Barcelona rodeados de las malas artes de los susodichos agentes. A ello se sumaba la deficiente acción del Consejo Superior de Emigración, que carecía totalmente de ideas claras acerca 5. 6.
“La obra de Mercurio”. Mercurio 100, 1 de marzo de 1910, p. 81. Dalla-Corte Caballero (2005, 2013).
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de los sufrimientos de los emigrantes que antes de embarcar pululaban por las zonas portuarias del país, durmiendo en cualquier lugar a la espera de la partida de los buques. Denunciaba Rahola que el gobierno no había construido los alojamientos baratos que sirviesen para paliar estas miserias y llamaba particularmente la atención sobre un patronato privado, la Asociación de San Rafael, que, a los efectos, tenía más poder que el Consejo Superior de Emigración o las juntas locales de emigración. Para Rahola, ese ejército de ganchos demostraba que Cataluña no había generado un instituto de previsión social que asumiese la protección del emigrante a bordo ni la repatriación. Lo único que existía era una especie de centro de información para emigrantes instalado en el Ministerio de la Gobernación, “como si los emigrantes partieran de la Puerta del Sol”. Y terminaba afirmando que el Consejo Superior de Emigración carecía de medios para hacer práctica la ley, añadiendo que la emigración se había convertido en un gran negocio para las marinas extranjeras y de escaso provecho para la española.7 El significado de una guerra En agosto de 1914, Rahola transformó las portadas de Mercurio en virtud de las primeras declaraciones que se hicieron sobre el conflicto bélico internacional que con los años fue llamado Primera Guerra Mundial. En su revista demostró que las disputas ya no eran una quimera, sino una monstruosa realidad: muertes, horrores y ruinas eran la práctica habitual, mientras los bancos, las instituciones de previsión, las universidades, los laboratorios, las bibliotecas y los museos se estaban convirtiendo en verdaderos cuarteles y las ciudades sufrían los terribles efectos, dejando de ser el ideal de las agrupaciones humanas. A su juicio, el conflicto iniciado en julio de 1914 tenía, además, una consecuencia oculta, plasmada en la crisis del cheque y de la letra de cambio, que provocaría la suspensión de pagos por parte de los bancos y que las exportaciones quedasen a manos del contrabando. Convencido de que la humanidad había iniciado un mortífero asedio contra sí misma, insistía en que los aspectos económicos, en especial el paro forzoso, eran cien veces más mortíferos que todas las baterías y los 7.
“El problema de la emigración”. Mercurio 204, 11 de junio de 1914, pp. 269-271.
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explosivos. La guerra impedía convertir a los territorios afectados en la base necesaria y firme para un proceso de “europeización”.8 Aunque afirmaba que España debía mantener su condición de neutralidad para sostener la riqueza y evitar todo tipo de males, sostenía que el tratado de comercio y de relaciones arancelarias firmado por las Cortes españolas y el Parlamento italiano debía ser ratificado, pese a la gran oposición demostrada por Madrid, para garantizar así el comercio en el Mediterráneo. La hermandad debía reconocer el espíritu de raza, tanto espiritual como mercantil, que se percibía en el puerto de Génova. Allí los productos españoles e italianos eran bastante similares, en particular la hilatura y el tisaje mecánico de algodón, pero los gobiernos de ambos países debían unirse para competir contra el trust algodonero, liderado por entonces por los austrohúngaros. Frente a las iniciativas de los industriales extranjeros, España e Italia debían luchar contra el individualismo y el recelo de sus empresarios. Esta teoría personal, como todas las expuestas en cada portada de Mercurio, formaba parte del ideario de Rahola, encarado a defender siempre los mercados españoles en América. Así se entiende por qué este personaje recordó en ese año de 1914 la enorme cantidad de tejidos de algodón blanco, teñidos y estampados, que España había enviado a Cuba, Puerto Rico y Filipinas hasta 1898, momento en que Estados Unidos expulsó a la monarquía española de esos territorios. Según su criterio, la mutilación del mercado español derivado de la pérdida de las colonias solo había generado la sobreproducción interna, lo que convertía al gobierno español en el objeto de sus críticas al decir: “Ahora es el momento; más tarde nuestra tarea sería inútil”.9 Añadiría que un país como España, dedicado a la producción y la fabricación de alimentos y a la emigración, necesitaba una gobernación que no diese golpes mortales a través de la competencia. Y, haciendo referencia a la guerra de los Balcanes de 1912-1913 entre Montenegro, Serbia, Bulgaria y Grecia contra el Imperio otomano, guerra que originó un enrarecimiento del mercado, afirmaba que América Latina había sufrido las consecuencias a través de la depreciación del caucho, del café, del azúcar, del salitre y de la venta de terrenos. A ese mundo en guerra
8. 9.
“La guerra europea”. Mercurio 209, 20 de agosto de 1914, pp. 349-350. “La exportación de algodón manufacturado en España y en Italia”. Mercurio 206, 9 de julio de 1914, pp. 301-302.
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descrito por Rahola se agregaba la guerra civil mexicana iniciada en 1911, que también provocaba la urgente salida del dinero español.10 En los inicios de la guerra, las portadas de Mercurio hicieron también referencia a los sindicatos y a los grupos que habían intentado imponer la paz a través de una huelga general, hecho que, para el publicista catalán, expresaba, por un lado, el espíritu guerrero de las multitudes y, por otro lado, la solidaridad humana a través de las relaciones pacíficas internacionales. Los propios cañonazos tenían como base el comercio y el libre contrato, y fue así como el director de la revista utilizó sus clásicas frases aprendidas en sus años de estudiante en la Universitat de Barcelona, afirmando la importancia de mantener tanto el derecho internacional privado como el público. Las naciones beligerantes, los países que ya formaban parte de ese gran conflicto representado por la Gran Guerra, solo podían salvarse a través de las relaciones mercantiles, ámbito que podía subsistir pese a la ruptura de las relaciones de los Estados. No es casual que Rahola mencionase las empresas que funcionaban en diversos países en disputa: los trusts y los sindicatos internacionales debían mantener su cohesión a través de las relaciones comerciales, económicas y jurídicas y, de esta manera, los pueblos podían hacer frente a la dramática situación derivada de la guerra; porque la guerra era abominable por la destrucción y el hambre, pero también era una tragedia en la que los “grandes inductores” concentraban los fondos, la riqueza y los armamentos.11 Por ello mencionó el libro de Leroy-Beaulieu L’économiste français, afirmando que Alemania e Inglaterra habían acumulado en su cartera millones de marcos y de libras esterlinas.12 Además, al referirse al gran empuje de las legiones de alemanes, franceses, rusos, ingleses, austriacos y belgas a través de su “fiebre patriótica, con delirio de sangre y estragos”, su reflexión acerca de los males de la guerra le llevó a comentar que estaba provocando el regreso a Europa de un elevado número de jóvenes cuyos padres habían emigrado entre finales del siglo xix e inicios del siglo xx, advirtiendo que las mismas personas que habían colaborado entre sí para garantizar la riqueza, la cultura y la economía en tierras americanas ahora pretendían exterminarse unos a otros. 10. “La baja del cambio”. Mercurio 207, 21 de julio de 1914, pp. 317-318. 11. “La guerra europea”. Mercurio 209, 20 de agosto de 1914, pp. 349-350. 12. “Consecuencias económicas y bancarias de la Guerra Europea”. Mercurio 215, 12 de noviembre de 1914, pp. 445-446.
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Por otro lado, las páginas de Mercurio, que con frecuencia reproducían textos publicados en El Economista Argentino, así como en la revista londinense Hispania, en la que escribía un buen número de hispanoamericanos, aludían frecuentemente a las repúblicas americanas como tierras que, a la larga, podrían colaborar en la reconstrucción de la madre patria, que seguía siendo neutral. Se podían normalizar las corrientes mercantiles y financieras a través del azúcar, el tabaco, el café, la carne y los cereales, productos que enviaban los españoles de América a la Península Ibérica a través de puertos españoles y portugueses, como Vigo, Cádiz, Lisboa y Barcelona, lo que daría vida a los pueblos salidos de su estirpe.13 Mediante alusiones al Criticón, la novela de Baltasar Gracián en la que este afirmaba que “para la guerra se necesitaban tres cosas: dinero, dinero y dinero”, Rahola se preguntaba por qué Inglaterra, Francia y Alemania habían cerrado el crédito a los países vecinos, hecho que afectaba especialmente a Latinoamérica mediante “una fiebre de negocios y empresas que contagiará a todos los países de la tierra”.14 Poco después informó de la visita a Barcelona del representante de una casa inglesa de negocios, quien pretendía establecer nuevas corrientes mercantiles, imponer las empresas británicas y abrir nuevos derroteros en el intercambio internacional a través de los consulados. Para Rahola, los servicios diplomáticos y consulares podían ejercer un gran poder ante la guerra monstruosa —ese ciclón guerrero del que España se había salvado al declarar la neutralidad que aseguraba para el futuro el uso de la peseta—15 y, además, debían defender a sus propios connacionales.16 En lo referente a la cuestión migratoria, afirmaba que miles de emigrantes habían abandonado ya La Coruña, Vigo, Almería o Barcelona para dirigirse a Argentina, Cuba y Uruguay,17 países con los que, a su 13. “La América española y la guerra europea”. Mercurio 210, 3 de septiembre de 1914, pp. 365-366. 14. “La guerra europea y América, notas y comentarios”. Mercurio 211, 17 de septiembre de 1914, pp. 381-382. 15. “La crisis monetaria por causa de la guerra”. Mercurio 213, 15 de octubre de 1914, pp. 413-414. 16. “Ante la guerra. Perspectivas para España”. Mercurio 212, 1 de octubre de 1914, pp. 397-399. 17. “Los efectos económicos y comerciales de la guerra europea en España”. Mercurio 214, 29 de octubre de 1914, pp. 429-430.
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parecer, se deberían garantizar las relaciones, y, muy especialmente, las económicas, en las que Cataluña debería jugar un papel fundamental.18 Su interés se focalizaba no solo en el acrecentamiento de los vínculos internacionales, sino también en la producción industrial, que aseguraba el futuro catalán en una zona neutral y próspera que tomase forma definitiva al terminar la guerra.19 Y, tomando como referencia un artículo de la revista Fígaro del hacendista Pedro Baudin, para quien el valor de la acción diplomática permitía definir el futuro económico entre España e Iberoamérica,20 sostenía también que ultramar atraía “a la masa que emigra de las naciones del mundo viejo” porque eran países que, “faltos de población y necesitados de trabajo para fomentar su desarrollo y su riqueza”, concedían toda suerte de facilidades a los inmigrantes. La representación consular debía asegurar terrenos, herramientas y semillas y otorgar pasajes gratuitos, ya que “la emigración acude espontánea a su suelo, y entonces comienzan esos pueblos a ser exigentes, tendiendo a seleccionar los emigrantes”. Pero, para Rahola, existía el peligro de los posibles excesos que se pudieran cometer en esa dirección, señalando que “en este período hemos pasado del libre cambio, que abre las fronteras a los hombres, al régimen protector que les impone un derecho de entrada y una serie de formalidades y restricciones”. No era un tema menor, sino que subrayaba las razones de índole internacional que dirigían el movimiento poblacional. Por ello, mencionaba al librecambista norteamericano Henry Georges, para quien no había reparo en dificultar la entrada de inmigrantes a Estados Unidos mediante una política laboral restrictiva que afectaba especialmente a mexicanos y españoles. Y ponía el dedo en la llaga al recordar que los principios democráticos reconocidos por la Constitución estadounidense, que había consagrado en el marco de la independencia la igualdad ante la naturaleza y la ley, ahora imponían las leyes del Estado que afectaban especialmente a los migrantes españoles.21 18. “Las zonas neutrales y los puertos francos”. Mercurio 217, 10 de diciembre de 1914, pp. 477-479. 19. “Las zonas neutrales”. Mercurio 222, 18 de febrero de 1915, pp. 49-50. 20. “La emigración de los capitales. Enseñanza de la guerra”. Mercurio 224, 18 de marzo de 1915, pp. 81-82. 21. “La evolución de las leyes sobre inmigración”. Mercurio 225, 1 de abril de 1915, pp. 97-98.
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En mayo de 1915, Rahola escribió que nadie había podido imaginar que la guerra iniciada diez meses antes pudiese durar tanto tiempo. Ejércitos, armamentos y escuadras generaban un gasto colosal. España mantenía las relaciones con las naciones americanas por su contingente migratorio, que podía mantener su presencia en las repúblicas de ultramar.22 A su juicio, los mercados beligerantes de los neutrales, como España, junto a los países nuevos, como los de Iberoamérica, eran ámbitos que marcarían en el futuro las relaciones internacionales.23 El avance industrial y comercial de los Estados Unidos, sumado a la propia apertura de la navegación del canal de Panamá, que había liberado las relaciones con el área del Pacífico, necesitaba una liga defensiva, en la que España tenía capacidad para actuar.24 Esta lucha contra los Estados Unidos fue parte de la descripción que hizo Rahola de la Conferencia Panamericana organizada en Washington, a la que acudieron los representantes de todos los países del continente, incluyendo la labor que debían ejercer las embajadas, los cónsules y los delegados. Frente a las negruras del presente, señaló que en dicho congreso había participado el colombiano Santiago Pérez Triana, quien había colaborado en las columnas de la revista Mercurio a través de textos periodísticos escritos por su labor diplomática. Este delegado de la Casa de América de Barcelona afirmó que las naciones iberoamericanas estaban en condición de bastarse a sí mismas para repeler a los conquistadores del exterior. El espíritu social suponía no dejarse dominar por deslumbramientos engañosos y el Congreso Panamericano debía ser positivista, manteniendo el ansia, que era la energía más fuerte de la raza. El antagonismo entre el Viejo y el Nuevo Mundo suponía la lucha de todas las naciones de América contra todas las naciones de Europa. Debatiendo con Pérez Triana, Rahola recordó que la emigración española era “la sangre viva de Europa”, ya que España había creado a los pueblos de América.25
22. “La intervención de Italia y sus consecuencias para España y América”. Mercurio 229, 27 de mayo de 1915, pp. 153-154. 23. “La guerra y la economía mundial”. Mercurio 231, 24 de agosto de 1915, pp. 199-200. 24. “Los Estados Unidos y Europa ante la guerra”. Mercurio 232, 8 de julio de 1915, pp. 213-214. 25. “La conferencia financiera panamericana”. Mercurio 235, 19 de agosto de 1915, pp. 255-256.
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A mediados de 1915, Rahola prologó el libro de Alfredo Opisso titulado Historia de España y de las repúblicas latinoamericanas, que fue editado por José Gallach. En dicho prólogo, contrastó el Viejo Mundo con el Nuevo Mundo, pero imponiendo el principio de la raza ibérica sobre el proceso independentista de las antiguas colonias a partir de 1810. Para Rahola, era necesario redactar una nueva historia iberoamericana para resguardar así la raza madre, la civilización de las legiones de emigrantes que cubrían la América hispana contra la América sajona. El hecho de rehabilitar a los españoles suponía dejar atrás la denuncia colonial de las extirpaciones de las razas indígenas —una triste leyenda que injustamente los recordaba como inhumanos— y valorar positivamente no solo el mestizaje, sino también la nueva migración hispana, a la que la revista Mercurio tenía mucho que ofrecer. Escribir la historia de los íberos en el Nuevo Mundo, como expresó Rahola, solo era posible a través de documentos que demostraban que los españoles no habían sido exterminadores, sino creadores de una nueva vida para las tierras de América. Y, siguiendo a Juan Bautista Muñoz, al padre Ricardo Cappa, a Navarrete y a Pedro Torres Lanzas, que todo estaba por hacer en lo relativo a la historia de América y en la renovación de la raza, remarcaba que, cada vez que entraba al Archivo de Indias, le asaltaba “la zozobra de que un incendio pueda destruir aquellos papeles de inapreciable valor, que son el fehaciente testimonio de la colosal labor de España en América, durante cuatro siglos, con todos sus errores, sus culpas, y sus justificaciones”.26 Su afirmación coincidía con lo que reiteradamente exponía en las portadas de Mercurio, que sirvieron durante años para convencer a sus lectores de que se abrieran hacia los nuevos horizontes americanos en los que, para Rahola, España había alentado una “gigantesca odisea que comenzaron los descubridores, los geógrafos y los misioneros, que prosiguieron los conquistadores y soldados, y que ultiman los emigrantes y viajeros de comercio en nuestros días”. Porque, como bien decía, España había exportado a América más personas que mercaderías: museos, escuelas de arte, talleres gráficos, oficios suntuarios, profesores, artífices, editores y escritores del Nuevo Mundo se nutrían de sustancias españolas. Y, en este momento excepcional, España podía 26. “Historia de las repúblicas latinoamericanas”. Mercurio 236, 2 de septiembre de 1915, pp. 269-271.
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ser el punto de apoyo de Iberoamérica en Europa, comenzando por los consulados de ultramar, que ejercían su rol con recíproco provecho al representar a la madre Iberia.27 Pavoroso conflicto: consulados y cónsules en defensa de la paz Desde inicios de 1916, la destrucción de los buques mercantiles durante la guerra y la necesidad de transformar las relaciones españolas con sus antiguas colonias fueron algunos de los temas abordados por Rahola.28 Para resaltar el segundo, no parece que fuese casual que, aprovechando la noticia de la muerte del nicaragüense Rubén Darío, quien además de ejercer en otros destinos ostentó cargos diplomáticos en España, lo recordase por su clásica frase “soy un hijo de América, soy un nieto de España”.29 Para el catalán, no eran, sin embargo, suficientes las declaraciones retóricas, sino que, durante la guerra, esas nuevas relaciones deberían pasar necesariamente por modificar los sistemas de comunicación con América e incluso con las Filipinas, con las que, tras la declaración de su independencia limitada por la injerencia estadounidense, España debía mantener líneas de navegación para afianzar “los vínculos de relación y el prestigio de nuestra bandera”.30 Desde su punto de vista, el puerto de Barcelona —al igual que los del resto de regiones de España— debería configurarse, a imitación del de Cádiz, como zona neutral, además de disponer de astilleros y de recibir buques extranjeros: “Día llegará en que nos convenceremos de nuestro porfiado error y de nuestra falta de táctica, pero tal vez sea tarde. La guerra nos impone un cambio de frente y el día que se llegue a la ansiada paz, que para nosotros puede ser más ruinosa que la guerra misma”.31 Además, consideraba que el proceso migratorio estaba asegurado por la libertad de movimiento, que constituía un derecho individual reconocido por las leyes, y el ciudadano migrante debía ser defendido por el Estado, 27. “Para la Casa de América en la Fiesta de la Raza”. Mercurio 239, 14 de noviembre de 1915, pp. 341-342. 28. “El comercio y la producción de Cuba durante la guerra”. Mercurio 246, 20 de enero de 1916, p. 15. 29. “Rubén Darío y su influjo en el mundo iberoamericano”. Mercurio 248, 17 de febrero de 1916, pp. 43-44. 30. “La futura autonomía de Filipinas”. Mercurio 254, 11 de mayo de 1916, pp. 165-166. 31. “El Depósito Franco en Barcelona”. Mercurio 249, 2 de marzo de 1916, pp. 57-58.
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que velaba por sus derechos y por su seguridad, ejerciendo así una acción tutelar extraterritorial. La responsabilidad quedaba, pues, a cargo del país de salida, que debía evitar que su población fuese explotada. Los emigrantes debían ser protegidos durante el viaje por medio de inspectores impuestos a las compañías de navegación. Y, finalmente, los cónsules tenían que encargarse de atender a los suyos en el país adoptivo, tomando en consideración los tratados especiales suscritos a tal efecto.32 Entre los males de la emigración, Rahola señalaba que, a pesar de que España contaba con una ley y un Consejo Superior de Emigración, existían ausencias importantes en las organizaciones técnicas y en los servicios públicos. El personal burocrático absorbía la mayor parte de los recursos, pero no era apoyado en las comarcas emisoras de emigrantes y en los puertos de salida. Agregaba que las inspecciones por parte del Estado eran una pura ficción y solamente funcionaban por el esfuerzo personal de los inspectores más responsables. Beneficiar a los pobres emigrantes suponía protegerlos de un delito social, como podía ser la falsificación de los documentos y del pasaje de salida. Y, para él, también suponía velar por sus derechos en los países de destino y evitar los abusos que se pudieran cometer con ellos. Al hilo de esa cuestión, Rahola recordaba la construcción del canal de Panamá, cuyas esclusas estaban repletas de huesos de españoles, al igual que en el trazado del ferrocarril de Madeira-Mamoré de Brasil, donde se podían hallar los cadáveres de miles de compatriotas. Apuntaba, además, que la ley que derogaba los tratados en materia de abintestatos —término referido al procedimiento judicial sobre la herencia y la adjudicación de los bienes del que muere sin testar o con un testamento nulo, pasando la herencia a los parientes más próximos— negaba la intervención consular en la formación de los inventarios de los connacionales fallecidos. Denunciaba así que, en varias ocasiones, las compañías de transporte habían ocultado las defunciones de los obreros migrantes y, por ende, se habían apoderado de sus bienes, que no iban a parar a sus herederos, y afirmaba que “el fruto del trabajo de esos españoles va a parar al Estado que los ha dejado morir sin defensa, completamente abandonados en los parajes más solitarios de América”. 32. “Los males de la emigración”. Mercurio 252, 13 de abril de 1916, pp. 135-137.
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En defensa de los cónsules y de los consulados, Rahola señaló que el Consejo Superior de Emigración español debía proponer a las autoridades de Madrid la reforma de las leyes para evitar “la consumación de lo que tiene trazas de despojo”. A los países receptores solo llegaban españoles que podían ofrecer sus brazos, y, por tanto, debían ejercer mayor poder en el ámbito de las garantías y los derechos de los migrantes: los cónsules debían tener facultades suficientes para ejercer como una especie de comisarios residentes que velasen del cumplimiento de los tratados, protegiesen a los compatriotas y controlasen a los patronos que incumpliesen las leyes del contrato. Por lo demás, opinaba que el Instituto de Previsión y las compañías de navegación trasatlántica debían unirse al seguro de repatriación para que el emigrante tuviese asegurado su regreso en caso necesario. Bastante tenían con padecer a su llegada el alza en los precios y la baja en el salario, tal y como demostraban las estadísticas del coste de la vida ofrecidas por el Instituto de Reformas Sociales y por la Bolsa de Trabajo de Barcelona.33 Los españoles que residían en América, en cambio, eran los que hacían llegar a España sus pequeñas pero imprescindibles remesas. Dichos envíos provenían en su mayoría de gallegos, cántabros y catalanes, cuyos ahorros beneficiaban a sus regiones de origen. Los residentes en la Argentina hacían llegar a la península unos ciento veinte millones de pesetas anuales dirigidos a sus familias. Diversos documentos conservados en Barcelona demostraban que los ahorros de la gente común llegaban a través de cartas certificadas o timbres móviles, pequeños giros que durante el año 1910 llegaron a 184.255. El interés que tenían esos pequeños era puesto en evidencia por Rahola a través del ejemplo de cierta población catalana, de la que afirmaba que sus emigrantes habían hecho unas cien mil pesetas, indicando que se trataba de doscientas pesetas por individuo. Además, los emigrantes que volvían a su tierra una vez al año traían consigo parte de los fondos, siendo Galicia la región que recibía más presupuesto mediante la emigración golondrina. En el marco de la guerra civil mexicana y de la hecatombe europea, Rahola afirmó que el ahorro y el giro de los emigrantes españoles ascendía a ciento veinte millones de pe33. “El coste de la vida en España, antes y después de la guerra”. Mercurio 256, 8 de mayo de 1916, pp. 197-199.
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setas.34 La información provenía de Bernardo Sagasta, el director de Correos y Telégrafos, para quien España recibía fondos personales de Argentina, Brasil, Chile, Uruguay, Cuba, México y, llamativamente, Panamá, país en el que se construyó el canal gracias a los emigrantes de Salamanca y de Galicia, al que se denominaba el “cementerio de los españoles”.35 Desde una perspectiva cosmopolita, la emigración avalaba el transporte de productos, gustos, costumbres y entidades que aseguraban las relaciones internacionales, como los consulados, las embajadas y las asociaciones españolas de ultramar. Portada tras portada, Mercurio ofreció las reflexiones de su director sobre el salto hacia atrás de la política internacional a causa del terrible influjo de la guerra. Este conflicto bélico demostraba el retroceso de la humanidad ante prácticas que parecían desterradas para siempre. El resumen de estadística del Comercio Exterior de España correspondiente a 1916 le sirvió para describir la “magna guerra […] que había trastornado todos los órdenes de la vida social, internacional y económica del mundo”. Para el caso de España, enumeraba todos los productos que no llegaban a Iberoamérica por la ausencia de buques de vapor: algodón, lana sucia, madera ordinaria, pasta para fabricar papel, carne de tocino, manteca, trigo, maíz, higos, leche conservada, harina de trigo, queso y carbón, en especial la hulla, que era utilizada como fuerza hidroeléctrica. En definitiva, a su juicio, la importante neutralidad ejercida por España durante la Primera Guerra Mundial resultaba insignificante por la falta de apoyo gubernamental.36 Otra de las quejas de Rahola contra el gobierno español era que no respetaba el principio de que el intercambio debía “prescindir de fronteras, de razas, de idiomas, de creencias, de mentalidad, de temperamento, en una palabra, proceder como si toda la tierra fuese una nación única”. Los pueblos, privados de industrias, quedaban indefensos a nivel político y económico, mientras la guerra exigía cañones, explosivos, municiones, vestidos, mantas, aeroplanos, buques, camiones, automóviles, cemento, alambradas, algodón, ácido sulfúrico o conservas, todos elementos necesarios para la defensa y la 34. “Los ahorros que envían desde América los emigrantes españoles”. Mercurio 258, 6 de julio de 1916, pp. 224-225. 35. “De dónde provienen y cómo se distribuyen las remesas de los emigrantes españoles entre las varias regiones españolas”. Mercurio 259, 20 de julio de 1916, pp. 241-243. 36. “La marcha de nuestro comercio exterior en los cinco primeros meses de 1916”. Mercurio 260, 3 de agosto de 1916, pp. 255-257.
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ofensiva a través de las naciones neutrales. España era una de ellas, y la guerra debía de impulsar el uso de las máquinas para las fábricas de productos semielaborados. Para Rahola, la economía política era una de las ramas más importantes del arte de gobernar.37 Sobre las relaciones internacionales En noviembre de 1916, Rahola dio a conocer la inauguración de la Casa de España en Panamá con motivo de la celebración del IV Centenario del Descubrimiento del Mar del Sur, denominado así por Vasco Núñez de Balboa. El gobierno panameño había concedido a España una gran extensión de terreno para construir un edificio que, posteriormente, sería un museo permanente de muestrarios, productos y obras de arte. La construcción quedó a cargo del ingeniero panameño Florencio Harmodio Arosemena y fue inaugurado el 1 de septiembre de 1916 bajo la denominación de Palacio de España gracias a Emilio de Motta y Ortiz, encargado de Negocios y comisario regio de Alfonso XIII. Desde el inicio, dicho palacio incorporó la Legación de España, la Cámara Española de Comercio y el Museo Comercial Español. Tras subrayar que España había dejado de ser una potencia en América, pero mantenía el protectorado de Marruecos en Ceuta, Melilla y Tarfaya, Rahola agradecía a Panamá que la hiciese aparecer como una parte “viva de aquel territorio, parecida a esos satélites que un día formaron parte del planeta a cuyo alrededor giran”. La Casa de España debía cuidar a los emigrantes españoles a través de los cónsules establecidos en Panamá junto con los agregados comerciales nombrados por la Cámara de Comercio. Y, por eso, Rahola señaló que las embajadas españolas establecidas en los países americanos tenían que encargarse de velar por el bienestar de las relaciones bilaterales.38 Al hilo de esta cuestión, Rahola también recordó el gran proyecto de la asociación Unión Iberoamericana, que en el año 1900 había gestionado en Madrid la creación de un Congreso Social y Económico Iberoamericano que hiciese frente a la pérdida de las colonias en ultramar. En dicho encuentro se firmó un convenio que, a tenor de los 37. “La economía política y la guerra”. Mercurio 261, 17 de agosto de 1916, pp. 269-272. 38. “La Casa de España en Panamá. A las Cámaras de Comercio y Sociedades Artísticas”. Mercurio 267, 7 de noviembre de 1916, pp. 361-362.
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hechos que se estaban viviendo, no tuvo demasiado efecto, pues todo indicaba que la ley de la fuerza había vencido a la ley de la razón. Sufrimientos, penalidades y conflictos pesaban sobre los países beligerantes y seguramente se repetirían durante la postguerra. Era un momento decisivo que exigía el comienzo de una nueva historia de la humanidad en la que la gran colectividad de origen español debería jugar un papel determinante. En este sentido, Rahola señalaba que, desde el inicio de la guerra, y por iniciativa de Estados Unidos, se habían celebrado diversas Conferencias, como la Panamericana de Santiago de Chile en 1914, la Panamericana de hacendistas de Nueva York en 1915 y la Comisión Internacional reunida en Buenos Aires en 1916, ante las cuales España debía organizar un Congreso Diplomático en el que tuviesen representación oficial cada una de las naciones hispanoamericanas. El mencionado encuentro diplomático debía someterse a la deliberación y al acuerdo mediante una serie de puntos concretos fijados de antemano, como, por ejemplo, el transporte, los giros, los mercados de tránsito, los depósitos y el cheque, junto a la utilización de los principios del derecho internacional, que en las antiguas colonias habían tomado una dirección propia. Para defender este proyecto, Rahola se basaba en las obras del chileno Álvarez, de los argentinos Carlos Calvo, Estanislao Zeballos y Luis Drago, del cubano Bustamante, del costarricense Tobar y de los uruguayos Carlos María de Pena y José Pedro Vareta, que hasta entonces se habían encargado de sostener el derecho internacional americano, junto a Rafael María de Labra y José María Trías, el primero, dedicado a la escuela internacional americana y el segundo, profesor de Derecho Internacional de la Universitat de Barcelona, en la que el director de Mercurio también había alcanzado el título de abogado. De todas ellas se podían extraer importantes cláusulas, comenzando por las relativas a la emigración y siguiendo por el régimen de la nacionalidad y de los bienes, los títulos académicos y la propiedad intelectual. Dicho congreso otorgaría prestigio a la raza “basado en el ansia de restablecer el imperio de la justicia internacional, y la reintegración del derecho a la libertad colectiva fundada en el respeto de los tratados y de los pueblos débiles que son a veces los que brindan una mayor proporción en el progreso y en el bien humano”.39 39. “Se impone un Congreso Hispanoamericano”. Mercurio 268, 23 de noviembre de 1916, pp. 375-376.
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La exportación a ultramar exigía buques propios, ya que “donde van nuestros buques siguen nuestras mercaderías”. Con esta frase, Rahola hizo referencia a los gustos y las costumbres que el contingente emigratorio necesitaba para aportar “raudales de la misma sangre y empujes del propio espíritu”. Siendo España un país ajeno a la guerra, su gran contribución era poder construir barcos para contactarse con las repúblicas hispanoamericanas a través de una línea de navegación mixta. Y, en este proyecto, el Estado debía dejar absoluta libertad a las empresas y a los constructores de los astilleros.40 En el primer número de Mercurio correspondiente al año de 1917, Rahola presentó el prefacio de su libro sobre los aspectos económicos durante la guerra que empujaba hacia la desdicha y el sacrificio, dejando a la vista las necesidades no satisfechas. El mundo había caído en lamentables extremos, que se traducían en superabundancia por un lado y miseria por el otro. Los horrores, los estragos y las atrocidades de esa guerra estaban destrozando a Europa. El Viejo Mundo debía abrir el camino de América para regir el destino de la humanidad. Afirmaba que los días futuros guardaban suficientes recursos y posibilidades para amortizar las deudas y que, a través de los montones de cadáveres, los desastres y las ruinas, “nos llegan albores que alientan nuestra esperanza de que tras de las negruras de esa noche trágica palpitan los efluvios de una primavera fecunda que restañará las heridas y los quebrantos que llenan de tristeza la tierra”.41 El furor bélico condicionó las relaciones presentes y futuras de los países iberoamericanos que ya habían optado por un vínculo mayor con Estados Unidos,42 y sus efectos se percibían, siguiendo a Rahola, en las listas de entradas y salidas de los propios migrantes europeos. El autor calculó el regreso a casa de un elevado número de jóvenes españoles que se incorporaron como soldados a la voz de la movilización.43 Y, en ese contexto, el futuro del tráfico entre los Estados Unidos y la
40. “El transporte y la banca nacionales en el comercio de exportación”. Mercurio 269, 7 de diciembre de 1916, pp. 389-390. 41. “Aspectos económicos de la guerra europea”. Mercurio 271, 4 de enero de 1917, pp. 1-2. 42. “El comercio de los Estados Unidos y la guerra europea”. Mercurio 272, 18 de enero de 1917, pp. 17-18. 43. “Los Estados Unidos y la guerra en 1915”. Mercurio 273, 10 de febrero de 1917, pp. 33-34.
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América hispana era uno de los temas más importantes, ya que España no había sabido diseñar una política consciente y bien orientada. Con el fin de subrayar la primera cuestión, Rahola acudió al libro America and the Canal Title, publicado en 1916 por Joseph C. Freehoff, oficial de Estadística de la Compañía de Servicio Público de Nueva York, para recordar las violaciones y los atropellos realizados en el terreno internacional por el canal de Panamá, observando que este era el mismo modelo que se estaba siguiendo con Puerto Rico.44 Poco más adelante abundaría en esta tesis al citar un folleto de Francisco Carrera Justiz, el antiguo ministro plenipotenciario de Cuba en México, España y los Estados Unidos y profesor de Derecho Público de la Universidad de La Habana,45 que dejaba ver que el panamericanismo estaba dejando atrás el término colonia, evocador de la esclavitud, la servidumbre y la explotación en manos de la metrópoli.46 En otro orden de cosas, la exportación de productos brutos catalanes, que debía ser sustituida por la producción industrial, fue otra de las preocupaciones del director de Mercurio a inicios de 1917. Las memorias comerciales, de naturaleza anual, de la Cámara de Comercio de Barcelona ofrecían unas cifras que revelaban el singular atractivo que el puerto barcelonés ejercía sobre el tráfico internacional. Dominaba la importación de materias primas para convertirlas en productos manufacturados, particularmente hilados de algodón y tejidos de lana.47 Sin duda de ninguna clase, ahí estaba para Rahola, destacado miembro de la Liga Regionalista, el futuro de Cataluña, tal y como subrayaría en varias de sus obras,48 así como en el discurso que ofreció en el marco de la Exposición Nacional de Juguetes organizada a mediados de 1917 en Barcelona por la Casa de América. Allí solicitó a los cónsules de las repúblicas iberoamericanas su apoyo a las manufacturas catalanas, afirmando que “no cabe duda, señores Cónsules, que el desenvolvimiento de la industria de juguetes en España puede influir en el incre-
44. “Colombia y los Estados Unidos en ro de la justicia internacional”. Mercurio 274, 15 de febrero de 1917, pp. 49-51. 45. “Un retoño de la doctrina de Monroe a propósito de un folleto del Dr. Carrera Justiz”. Mercurio 277, 29 de marzo de 1917, pp. 97-98. 46. Carrera Justiz (1917). 47. “La memoria comercial de 1915. De la Cámara de Comercio y Navegación de Barcelona”. Mercurio 279, 26 de abril de 1917, pp. 129-131. 48. Rahola (1916, 1917, 1917b, 1918, 1919).
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mento de la industria de juguetes en América”.49 En el mismo sentido, más adelante, señalaría también que era urgente constituir sociedades anónimas, compañías de compañías que concentrasen a las casas productoras catalanas.50 Los pueblos de América eran sus hermanos. La reciprocidad, la extensión de los derechos, las facultades compatibles con la soberanía, la permuta de ventajas, el reconocimiento mutuo y la atenuación de las fronteras eran factores que determinaban una mayor intimidad de relaciones entre los países. España e Iberoamérica podían actuar como individuos de una familia o como miembros de una poderosa asociación.51 En otra oportunidad, Rahola remarcaría su confianza en los viajantes de comercio —descubridores y estudiosos del gusto del consumidor, además de asiduos correctores de los vicios o de los defectos del productor—, relacionándolos con los geógrafos y los artistas y, muy especialmente, con los cónsules y diplomáticos, que debían esmerarse en promover las relaciones.52 Reflexiones de Federico Rahola durante el fin de la Gran Guerra A finales de 1918, enfermo, Rahola se estableció en la localidad de Cadaqués. Desde allí, a través de las portadas de Mercurio, continuó reiterando la necesidad de transformar las relaciones internacionales, actualmente tema de gran interés en el ámbito historiográfico,53 y contribuyendo a la reflexión material, moral e intelectual. A comienzos de ese año, Rahola había escrito en la portada de Mercurio sobre la utilidad de esta revista como instrumento de divulgación entre España e Iberoamérica. En su calidad de director, justificó que en esos momentos colaboraban periodistas, informadores, propagandistas, cónsules y diplomáticos de los países hispanoamericanos, por 49. “Un día americano en la exposición nacional de juguetes”. Mercurio 285, 19 de julio de 1917, pp. 225-226. 50. “La liquidación financiera de la Guerra”. Mercurio 301, 28 de febrero de 1918, pp. 49-50. 51. “España en la futura lucha comercial”. Mercurio 308, 6 de junio de 1918, pp. 133-134. 52. “La tributación internacional del viajante de comercio”. Mercurio 293, 11 de noviembre de 1917, pp. 345-346. 53. Núñez Seixas (2016a, 2016b).
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lo que, a punto de concluir la Gran Guerra, Mercurio podía convertirse en el mejor órgano de defensa de intereses para el futuro. Y, aunque por el momento, como ocurría en toda la prensa nacional,54 para su edición existían problemas materiales como la carestía del papel, el mayor coste de las tintas, de los colores y de la impresión, tratándose de una revista que proporcionaba vitalidad a las relaciones iberoamericanas, no debía escatimarse ningún tipo de esfuerzo.55 La defensa de la actividad periodística estuvo acompañada por la organización de una conferencia de editores y amigos del libro a cargo del Centro de la Propiedad Intelectual de Barcelona. La guerra había dejado atrás “la esencia de la cultura que sólo podían vivir en el campo de la paz” y, para ello, hacía falta papel, pasta y tinta de impresión. El libro era una materia de primera necesidad intelectual: sin diarios, sin prensa periódica y sin libros, el mundo caería en un inevitable embrutecimiento. Por ello, Rahola recordó que el editor catalán Gustavo Gili había hecho un llamamiento a sus colegas de profesión y a todos los amantes del libro para trabajar juntos en las artes gráficas y mantener a toda costa el vínculo con las repúblicas americanas.56 Para Rahola, era hora de modernizar las relaciones en todos los sentidos, incluyendo los tratados de paz y de amistad que hacía décadas había firmado la monarquía española con sus antiguas colonias independizadas. El fenómeno migratorio, por ejemplo, no aparecía regulado en ninguno de los convenios redactados bajo la misma pauta. El momento histórico había cambiado y la emigración era un hecho humano colectivo que reclamaba una buena reglamentación.57 Al director de Mercurio, por ejemplo, le preocupaba la inexistente indemnización por accidentes de trabajo en los países iberoamericanos, la tierra extranjera que condenaba a muerte a un elevado número de emigrantes. Para Rahola, los cónsules españoles debían participar de todos sus problemas, mientras los gobiernos de América debían formar a los suyos a través de una carrera especializada. En el caso de los españoles, sugería que, antes de tomar posesión del cargo, debían ampliar sus estudios en los principales centros de producción peninsulares y en las diversas repúblicas americanas, recibiendo una bolsa 54. 55. 56. 57.
Verdugo Álvez (2014). “A nuestros lectores”. Mercurio 297, 3 de enero de 1918, p. 1. “La Cámara del Libro”. Mercurio 298, 17 de enero de 1918, pp. 13-14. Cagiao Vila (2009); Cagiao Vila/Rey Tristán (2007).
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de viaje por parte del gobierno. Los futuros cónsules debían redactar una especie de memoria sobre las relaciones mercantiles, tanto dentro de España como en los países visitados. Una de las misiones de los cónsules debía ser organizar en su residencia exposiciones-muestrarios de los artículos nacionales, vinculando dicho consumo con la producción española. Sobre el resto de funciones, en el mes de junio de 1918, Rahola escribiría: La acción de los Cónsules pudiera lograr un gran apoyo en los agregados o agentes comerciales nombrados por el Gobierno, y en las Asociaciones patrióticas y de beneficencia españolas, desparramadas en todas las naciones de América, que nuestro Gobierno debe acoger bajo su patronato, buscando en ellas la forma de dar representación en la Alta Cámara a los numerosos españoles de Ultramar, que tanto influyen en el progreso y en la riqueza de España, viéndose privados de voto y de genuina representación. Es un derecho que han reclamado ya muchas veces aquellos compatriotas nuestros, recabando las más vivas simpatías en la Península, sin que hasta ahora se haya el Gobierno fijado en asunto de tanta trascendencia. Para cooperar a la tarea de los Cónsules se impone organizar una vasta red de Consulados honorarios, en las ciudades del interior, donde en muchas ocasiones importantes núcleos españoles se encuentran desamparados y desatendidos. Ninguna nación en la Iberia americana está en condiciones para hacer un alarde en este punto como nosotros. España cuenta allí con una hueste de nacionales prestigiosos, arraigados en el país, respetados por los Gobiernos, prácticos y conocedores del mercado y poseídos de alto patriotismo. Todos ellos, estamos seguros, aceptarían como el más señalado honor la designación que nuestro Gobierno les hiciera de vicecónsules honorarios. De esta manera, sin aumento de gastos en el presupuesto de Estado, en parte alguna de América, dejarían de estar representados los intereses privados de los españoles.58
Otras de sus recomendaciones estaban dirigidas a proponer que se organizase de manera colectiva a la colonia española radicada en Iberoamérica, sin olvidar tampoco que España debía fundar sus relaciones mediante la comunicación y el transporte. Así, llamaba la atención sobre el hecho de que el país estaba falto de una línea regular que le permitiese cruzar el canal de Panamá para comunicarse con los puertos del Pacífico. A España le faltaba información geográfica que le 58. “La política comercial hispanoamericana”. Mercurio 309, 20 de junio de 1918, pp. 145-146.
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permitiese generar el tránsito internacional con Iberoamérica, perjudicado hasta entonces por el dominio de los cables transatlánticos por parte de los países beligerantes. También subrayaba la creación de una agencia periodística que podía fomentar el acercamiento moral con ultramar, propuesta que complementaba con la de diseñar una visita del rey Alfonso XIII a la gran familia hispana.59 Desde inicios de 1919, Barcelona intentó organizar una Exposición Internacional de Industrias Eléctricas. Sus organizadores acudieron a los cónsules de España establecidos en Iberoamérica, a las Cámaras de Comercio, a las Sociedades de Beneficencia, a los Círculos Recreativos y a las Asociaciones Regionales, pidiéndoles un recuento del número de españoles establecidos en América y de su situación laboral, social, política y cultural. Se les solicitaron a los cónsules diversas informaciones relativas a la residencia de los emigrantes y a los gastos necesarios para la liquidación de sus herencias.60 Fueron nuevamente reclamados para que suministraran datos acerca de los trabajadores españoles que llegaban a la vejez sin ayuda alguna de los gobiernos de los países americanos, pues, según Rahola, se imponía la necesidad de que el Estado tomase medidas de previsión social hacia los que vivían lejos de su país. Y debían ser los consulados los encargados de organizar un régimen de seguro de vejez. Según el criterio de Rahola, esa ley de retiros de vejez debería ser una aspiración patriótica que, además, actuaría como enlace entre el emigrado y su antigua patria: “En ella radica el medio para que pueda regresar a su país natal el emigrante y los suyos, lo cual es ahora muchas veces de todo punto imposible, pese al más intenso deseo de volver. El seguro de repatriación en esta forma ejercitado tendría una trascendencia social y política que no es necesario ponderar”.61 Además, el director de Mercurio realizó singulares observaciones respecto de las mujeres españolas que habían ocupado los puestos de trabajo de quienes habían migrado a Iberoamérica, en particular en los talleres y en los oficios. Podía temerse que el eventual retorno 59. “Los factores mercantiles en la futura lucha por los mercados de América”. Mercurio 310, 4 de julio de 1918, pp. 157-158. 60. “Los españoles de América en la futura exposición de Barcelona”. Mercurio 323, 2 de enero de 1919, pp. 1-2. 61. “Forma de extender el retiro obrero a los españoles de América y Portugal”. Mercurio 324, 16 de enero de 1919, pp. 13-14.
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de los varones dejase a las mujeres sin colocación, por lo que, como estrategia, sugería su traslado a América para convertirse en obreras especializadas, trabajadoras prácticas en oficios, agricultoras y ganaderas. Esta emigración femenina debía organizarse siguiendo el conocimiento adquirido durante los años de la contienda europea.62 En una de sus últimas portadas, Rahola se ocupó de los aspectos prácticos relacionados con la cultura que podían ser importantes para España. Mencionó el negocio editorial que se estaba instalando en Iberoamérica a través de libros y bibliotecas. Propuso a los lectores aprovechar la Fiesta de la Raza, que se celebraría el 12 de octubre de 1919, que podía servir como instrumento “para intentar algo práctico y beneficioso a toda la gran familia iberoamericana”. La riqueza inmaterial estaba representada por el acervo de la literatura, y el gobierno no había impuesto derechos a favor de las obras de escritores como Cervantes, Quevedo, Fray Luis de León, Gracián, Lope de Vega, Calderón, Rivadeneyra, Camoes, Ausiàs March o Ramón Llull. Todas estas obras eran res nullius, cosas de nadie, y, para Rahola, era hora de organizar un monopolio moral, de naturaleza hispana, que recuperase el valor de la literatura y de la historia de raigambre iberoamericana. Por ello, hacía un llamamiento para la preservación de los archivos históricos relacionados con el descubrimiento, la conquista y la colonización de Iberoamérica. Resguardar el Archivo de Indias, los archivos portugueses y los conservados en las naciones iberoamericanas abría la posibilidad de emprender diversas publicaciones que podían circular por todo el mundo. Opinaba que, si se aplicaba este proyecto internacional, España y sus antiguas colonias no solo serían editoras de su propia historia, sino que también podrían formarse grandes sindicatos de editores iberoamericanos. Y finalizaba la que posiblemente fue una de sus últimas propuestas afirmando que “probablemente se tachará de quimera o de utopía nuestra aspiración, pero las quimeras de hoy son a veces las realidades fecundas del mañana”.63 Federico Rahola no alcanzó a ver el éxito o el fracaso de sus muchas propuestas elaboradas durante los años de la Primera Guerra Mundial: la muerte lo sorprendió poco después de que esta hubiera finalizado. A 62. “¿Volverá a reanudarse la emigración a América?”. Mercurio 326, 13 de febrero de 1919, pp. 37-38. 63. “El libro será el objeto preferente de la futura lucha comercial”. Mercurio 342, 25 de septiembre de 1919, pp. 231-232.
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su término, Rahola había redactado una doble portada en la que se refirió al hambre de la gente, la carestía de la vida, la simple especulación impuesta a nivel internacional y la situación de las mujeres que habían sido arrebatadas de los campos y de los talleres para surtir las fábricas de municiones y pertrechos. Mencionó también la peste universal que había provocado inauditos estragos, conocida tristemente como la gripe española. A estas reflexiones se sumaron las que efectuó sobre las dificultades vividas por la población que había sufrido la guerra: suspicacias, temores, odios y recelos que alimentaban la idea del desquite y ocultaban la solidaridad. Para evitar todos esos males, Rahola insistía en el buen funcionamiento de la recién creada Sociedad de las Naciones y en la mejora en todos los sentidos de las relaciones internacionales, capaces de evitar que en el futuro se produjesen nuevas guerras.64 Bibliografía Cagiao Vila, Pilar (2009): “Veinticinco años de investigación sobre la emigración gallega a América”, en: Minius, Revista do Departamento de Historia, Arte e Xeografía 17, 145-166. Cagiao Vila, Pilar/Rey Tristán, Eduardo (coords.) (2007): De ida y vuelta. América y España: los caminos de la cultura. Santiago de Compostela: Universidade de Santiago de Compostela. Carrera Justiz, Francisco (1917): El panamericanismo. La independencia de las colonias de Europa en América. La Habana: Imprenta La Propagandista/Instituto Americano y Sociedad Cubana de Derechos Internacionales. Dalla-Corte Caballero, Gabriela (2005): Casa de América de Barcelona. Madrid: LID. — (2012): Cultura y negocios. El americanismo catalán de la Revista Comercial Ibero-Americana Mercurio, Barcelona 1901-1938. Barcelona: KM 13.774/Fundación Casa América Cataluña. — (2013): El archivo documental del americanismo catalán. Una historia centenaria para la Casa de América (1909-1968). Barcelona: KM 13.774/Fundación Casa América Cataluña. Martínez Riaza, Ascensión (2006): “A pesar del Gobierno”. Españoles en el Perú, 1879-1939. Madrid: CSIC. 64. “La carestía de la vida”, (1) y (2). Mercurio 338, 31 de julio de 1919, pp. 183-184 y 14 de agosto de 1919, pp. 195-196.
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— (2009): “Por daños y perjuicios: reclamaciones de españoles en el Perú, siglos xix-xx”, en: Anuario de Estudios Americanos 66, 1, 135-170. Núñez Seixas, Xosé M. (2016a): “Uma reflexão transnacional sobre a historiografia das nações e dos nacionalismos na Europa, séculos xix-xx”, en: Análise Social 51, 22, 942-964. — (2016b): “¿Negar o reescribir la Hispanidad? Los nacionalismos subestatales ibéricos y América Latina, 1890-1936”, en: Historia Mexicana LXVII, 1, 401-458. Prado, Gustavo H. (2016): “Americanistas, diplomáticos y líderes de la emigración españoles en el México del Centenario: La embajada intelectual como modelo de acción panhispanista, 1909-1910”, en: Anuario de Estudios Americanos 73, 2, 723-751. Rahola, Federico (1916): Se impone un Congreso hispanoamericano. Barcelona: Publicación Mercurio/Imprenta La Académica. — (1917a): “El valor económico y social del inventor”, en: Lectura Popular, Biblioteca d’autors catalans XVII, 195-206. — (1917b): Aspectos económicos de la Gran Guerra. Barcelona: Biblioteca de Cultura Moderna y Contemporánea/Editorial Minerva SA. — (1918): Programa americanista de postguerra. Barcelona: Imprenta La Académica. — (1919): Catecisme de ciutadania. Barcelona: Ilustració Catalana/ Imprenta La Renaxensa. Verdugo Álvez, Nieves (2014): “Colaboradores onubenses de la revista La Rábida”, en: Márquez, Rosario (coord.): Huelva y América. Cien años de Americanismo: Revista La Rábida, 1911-1933. Sevilla: Universidad Internacional de Andalucía, 15-53.
Carolina Marcial Dorado (1889-1941): embajadora de lo hispano en Estados Unidos. El Bureau de Información pro-España Rosario Márquez Macías Universidad de Huelva
Apuntes biográficos Carolina Marcial Dorado (1889-1941), de abuelos y padres andaluces, nació en Camuñas (Toledo), tierra manchega donde su padre ministraba como vendedor ambulante de la Biblia. Pronto fue enviada a Sevilla a vivir con sus abuelos (Fernández Campos 1986: 242). Residieron, en primera instancia, en la plaza de San Francisco,1 donde tenía la Sociedad Bíblica su despacho, aunque posteriormente nuestra protagonista se trasladó a una casa de la calle Pedro Niño, que años más tarde definió como: “Una casa grande que está al final de una calle larga, estrecha y sombreada […]. La casa tiene dos pisos […] en la planta baja hay un patio grande […] muchas flores y enredaderas que suben por las columnas hasta el primer piso […]. En el verano vivimos en la planta baja. Allí hay dormitorios, comedor y cocina (Fernández Campos 1986: 242)”.2
1.
El censo municipal de 1895 pone de manifiesto que la familia residía en esta época en la ciudad y que su padre, José Marcial Palacios, que aparece en este documento como comerciante, había nacido en Coria del Río, Sevilla, en 1849 y su madre, en Tarifa, Cádiz, en 1857. La familia tenía en esta época cinco hijos. Censo de Sevilla, 1906. Véase: (05-03-2016). 2. Esta referencia la toma Gabino Fernández Campos del libro escrito por Carolina Marcial Dorado Primeras lecturas en español.
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Tras su infancia sevillana, en 1897, cuando contaba con solo ocho años, Carolina Marcial se trasladaría al International Institute for Girls, institución protestante pionera en la educación superior de la mujer española, dirigida por Alice Gordon Gulick (1847-1903), nacida en Boston y casada en 1871 con el Rvdo. Guillermo Hooker Gulick (18351922) (Magallón Portolés 2007: 166). Esta entidad se ubicó primero en Santander en 1877 para pasar después a San Sebastián (1892) y Biarritz (1903), hasta que finalmente se instaló en Madrid en 1910. Por entonces, Alice Gulick había fallecido y dirigía el instituto Susan Huntington3. En el año 1905, con dieciséis años, viajaría por primera vez a los Estados Unidos para hablar de la obra iniciada por el Instituto Internacional en España,4 volviendo a Madrid para terminar sus estudios en 1907 y obteniendo el título de bachiller en el Instituto Cardenal Cisneros de esta capital. Una vez graduada, en 1908 marcharía a Estados Unidos y Puerto Rico, donde completaría su formación trabajando de instructora a partir de 1911 tanto en el Wellesley College como en la Universidad de Puerto Rico y en Cuba hasta 1917 (Fernández Campos 1986: 243).5 Además, aparece en los informes anuales de la Universidad de Bryn Mawr College6; en concreto,
3.
Susan Huntington (1869-1945); en 1895 llegó como voluntaria a trabajar con Alice Gulick en San Sebastián. Tras colaborar en el traslado a Biarritz, en 1898 regresó a Estados Unidos para culminar sus estudios en Wellesley y Puerto Rico. Considerada una mujer brillante en su tiempo, merecería la confianza para ocupar el cargo de decana del Instituto Internacional, por lo que regresó a España en 1910. 4. Así lo pone de manifiesto un pequeño artículo en The Omaha Daily Bee, (periódico de Omaha, Nebraska) de 12 de noviembre de 1905, 12, titulado “What Women are Doing” (‘Lo que están haciendo las mujeres’), en el que recoge esta visita a Norteamérica en nombre del Instituto Internacional. 5. El periódico Daily Tribune pone de relieve en un pequeño artículo que Marcial Dorado se encontraba en 1910 en Nueva York como instructora de español del Wellesley College conferenciando sobre la educación del idioma para niñas en el Instituto Internacional fundado por la señora Gulick. “Club and Social Notes”, Daily Tribune, 20 de febrero de 1910, 5. Impreso. 6. Universidad privada femenina situada en Bryn Mawr, Pensilvania (Estados Unidos). Formaba parte de las Siete Hermanas, un grupo de las primeras universidades para mujeres, fundadas en el siglo xix en la costa este del país. Con estas universidades se quería proporcionar a las mujeres una preparación intelectual similar a la de los hombres, ya que las masculinas les estaban vedadas. Esto les permitiría ser agentes activos en el campo político, social, humanista y científico. Expansión, 27 de julio de 2009. Véase: (05-04-2016).
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los pertenecientes al curso 1917-18 incluyen un pequeño perfil biográfico.7 Durante estos años se dedicó de lleno a la docencia en el citado centro —obteniendo la licencia como profesora en 19168—, además de escribir libros de textos para estudiantes de español, notas y artículos en la revista Hispania, de la que fue editora asociada, y dirigir desde 1917 el departamento de español de Ginn and Co., compañía editorial dedicada a la publicación de libros de texto fundada en 1868 por Edwin Ginn (1838-1914), famoso editor y distinguido filántropo establecido en Boston.9 A partir de 1920 comenzaría su labor docente en el Barnard College, institución universitaria femenina dependiente de la Universidad de Columbia, Nueva York, donde asumiría la dirección del departamento de español, recién creado en este centro educativo, así como la del Círculo Hispano, adscrito al departamento y fundado en noviembre de 1920 (Márquez Macías 2017a: 295, 2017b: 217-231). Con todo esto queda patente que Carolina Marcial Dorado se fue haciendo hueco entre la intelectualidad educativa norteamericana. Sus obras fueron reseñadas tanto en prensa como en la revista Hispania (de la que formaba parte como asesor ejecutivo desde su fundación en 1917 por la American Association of Teachers of Spanish and Portuguese) o, incluso, llevadas a escena en círculos educativos.10 7. Bryn Mawr College, “Bryn Mawr College Annual Report, 1917-18” (1918). Annual Reports of the President of Bryn Mawr College. Book 5, 79. Véase: < http:// www.repository.brynmawr.edu/bmc_annualreports/5> (12-04-2017). 8. “The Teaching Staff”, The NewYyork Times, 1 de noviembre de 1916, p. 21. Impreso. 9. Sus obras y artículos publicados, hasta 1918, fueron los siguientes: España pintoresca (1917), Primeras lecciones de español (1918), “La literatura juvenil de España” (1918), “Evolución pedagógica en los países íberos” (1918) y “Las mujeres de la raza hispana” (1918), “La vieja Cádiz” (1917), “El retorno” (1917), “La Universidad de Puerto Rico” (1917) y “El campamento de oficiales” (1917). Notas y artículos publicados en Siglo Nuevo (español-americano, publicado mensualmente en Nueva York) como asistente de edición, desde mayo hasta octubre de 1918. En Bryn Mawr College, “Bryn Mawr College Annual Report” (1917-18). Pasadas estas fechas, su producción bibliográfica aumentaría, editando libros de texto, literatura y relacionados con la propaganda española en Estados Unidos: Primeras lecturas en español (1920), Trozos modernos (1922), Geografía moderna (1924), Segundas lecciones en español (1925), Spain (1926), Chispitas (1927), Two Exposition (1929) y Pasitos (1935). 10. “Spanish Play Tomorrow”. Middlebury Register, 9 de agosto de 1918, p. 1.
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A partir de 1925, nuestra protagonista compaginaría sus actividades docentes y profesionales con una labor propagandística del hispanismo en Estados Unidos: nos referimos a su gestión a cargo del Bureau de Información pro-España, patrocinado por la International Telephone and Telegraph Company, al que nos referiremos a continuación. También tenemos constancia de que el Bureau extiende su radio de acción en 1927 a América Latina (Piñón Varela 2015: 272). El rotativo El Gráfico encabeza un artículo con el sugerente título “Propaganda pro-Chile y Argentina”, donde informa que el Bureau de Información pro-España que dirige la señorita Marcial Dorado ha lanzado a la publicidad dos interesantes folletos.11 Estas publicaciones que siguen la línea editorial de los realizados para el caso de la propaganda de ciudades españolas contienen valiosa información no solo de los datos históricos y la vida industrial de ambas repúblicas, sino también información de cómo llegar, los hoteles más importantes o las excursiones a realizar. El mismo periódico recoge una cena-homenaje que Carolina Marcial Dorado recibió por parte del Círculo Hispano antes de partir para España. En él se menciona que Marcial Dorado viajaría, además de España, a Francia, Inglaterra, Italia, Noruega y Rumanía para documentarse y, con todo este material, “prosiga su labor publicando folletos, preparando revistas, archivando material para toda suerte de informaciones del departamento que dirige”,12 aludiendo, asimismo, a su último folleto de lo que era el Perú actual. Por último, el Barnard College, bajo los auspicios de la decana Gildersleeve, promovió la creación en los terrenos de la Universidad de Columbia de la Casa Española. En este ambiente favorecedor del hispanismo se pretendía que la citada residencia fuera “usada por aquellas personas que deseen vivir en una atmósfera hispana, hablar el idioma español y estar relacionadas con la colonia española en Nueva York”.13 A lo largo de los años 30, y en plena recesión económica debido al crac de 1929, prosiguió con sus actividades docentes. No obstante,
11. El Gráfico, 26 de abril de 1930, p. 4. 12. El Gráfico, 26 de julio de 1930, p. 6. 13. El Gráfico, 8 de marzo de 1930, p. 4.
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significativo fue su momento vivido en el estallido de la guerra civil española; a Carolina Marcial Dorado el levantamiento militar la sorprendió de vacaciones en España, teniendo que huir vía Biarritz (Francia). El Barnard Bullletin recoge en varios artículos la experiencia sufrida por nuestra protagonista hasta que consiguió llegar a salvo a Nueva York.14 Al hilo de estos acontecimientos, Carolina Marcial tomaría la decisión de pedir la naturalización norteamericana en el año 193915, una vez finalizada la guerra y habiéndose establecido en España una dictadura militar. A este respecto, elocuentes son las palabras del profesor James D. Fernández, quien destaca que “el estallido —y, sobre todo, el resultado— de la guerra en España (1936-39) marca un punto de inflexión en la vida de los españoles en EE. UU., el punto del no-retorno”.16 Hasta este momento, los emigrantes, incluidos los intelectuales, mantenían la idea de volver, pero el conflicto dispararía las peticiones para nacionalizarse como ciudadanos norteamericanos. Carolina Marcial Dorado continuó activa en sus tareas docentes y a la cabeza del citado Círculo Hispano, así como del Bureau proEspaña, hasta que, a la temprana edad de cincuenta y un años, el 25 de julio de 1941, fallecía en su casa de Claremont Avenue 39, en Nueva York, a causa de un infarto.17 Admirable y sentido artículo fue el que le dedicó Virginia G. Gildersleeve, decana del Barnard College, recogido en el Bulletin de octubre de 1941.18
14. “Miss Dorado and Mrs. del Rio Relate experiences in Spain”. Barnard Bulletin, 6 de octubre de 1936, p. 6; “Mrs. del Rio talk on War Experiences”. Barnard Bulletin, 23 de octubre de 1936, p. 3. 15. Selected U.S. Naturalizations Records-original documents, 1790-1974. Petition nº 368600. Véase: (30-04-2017). 16. “Españoles en Estados Unidos. La emigración invisible”. El Mundo, 30 de marzo de 1915. Véase: (20-02-2017). 17. “New York, New York City Municipal Deaths, 1795-1949”, database, FamilySearch (11-042016), Carolina Marcial-Dorado, 25 julio 1941; citing Death, Manhattan, New York Municipal Archives; FHL microfilm 2,130,333. 18. “Carolina Marcial Dorado”. Barnard Bulletin, 3 de octubre de 1941, p. 2.
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Para terminar este epígrafe biográfico, añadiremos que la memoria sobre la labor realizada por nuestra protagonista se perpetuó en las becas que, patrocinadas por el departamento de español del Barnard, desde 1953 llevan su nombre, denominándose The Spanish Scholarship Fund. Carolina Marcial Dorado.19 El Bureau de Información pro-España en Nueva York Al margen de su tarea como maestra de español, queremos destacar su labor al frente del Bureau pro-España. El año 1925 fue crucial respecto a las actividades hispanistas de Carolina Marcial Dorado, aparte de su labor docente en la universidad; hablamos de su naciente relación contractual con la compañía norteamericana International Telephone and Telegraph Company, que en 1924 había adquirido el servicio en régimen de monopolio a la Compañía Nacional de Teléfonos Española (CNTE) (Calvo 2011: 93-95) y que ese mismo año creaba una oficina de información en Nueva York para la difusión comercial, turística, cultural, etc., de nuestro país en Estados Unidos, enmarcada dentro de la política de propaganda y relaciones internacionales que había tomado el régimen de Primo de Rivera. Sería el denominado Bureau de Información pro-España, bajo la dirección de Carolina Marcial Dorado. Empero, antes de profundizar en el tema objeto de nuestro estudio, analizaremos quiénes eran los directivos de la International Telephone and Telegraph (en adelante, ITT), sobre todo por su relación con el régimen de Primo de Rivera en cuanto a su proyección hispanista, y, por tanto, estructuralmente relacionados con la creación del Bureau pro-España y la inmediata designación de nuestra protagonista como directora del mismo. Ya a la altura de marzo de 1925, la CNTE celebraría una importante junta general en la que se consignarían datos y medidas adoptadas para poder llevar a cabo una serie de proyectos pendientes y en la que se reelegiría al consejo de administración, presidido por el Marqués de Urquijo, y entre cuyos vocales se encontraban los hermanos Sósthenes
19. “Scholarship Fund to Finance Spanish Student at Barnard”. Barnard Bulletin, 12 de octubre de 1953, p. 2.
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y Hernad Behn,20 principales accionistas y, el primero, presidente de la ITT.21 Así que, como queda de manifiesto, la CNTE quedaba vinculada a través de su órgano de dirección a la potente compañía norteamericana, que en su memoria anual de 1926, refiriéndose a España, recogía: El 29 de diciembre de 1926, Su Majestad el Rey de España, Don Alfonso XIII, inauguró oficialmente el sistema automático completo que forma la red telefónica de Madrid. Pocos momentos antes de procederse a la referida inauguración se hizo una demostración de la eficacia del nuevo sistema de larga distancia ante Su Majestad Don Alfonso XIII, el General Primo de Rivera y unos 200 invitados distinguidos, entre los que figuraban los más notables funcionarios del gobierno y la representación del cuerpo diplomático. La prueba se llevó a cabo en un circuito de 3,800 kilómetros de largo, que se extendía, por el Norte, desde Madrid a San Sebastián; por el Este, hasta Barcelona; por el Sur, hasta Ceuta, África, y, por la región del Noroeste, hasta la Coruña. Llamáronse 16 estaciones repetidoras en esta línea y habló inmediatamente Su Majestad el Rey por el circuito, siendo sus palabras entusiásticamente escuchadas y recibidas en todos los ámbitos del Reino.22
Relevante fue la contribución de los hermanos Behn en actividades de propaganda a favor del hispanismo, como la suscripción del monumento a la reina María Cristina, y la normalización de la imagen 20. Interesante resulta el artículo de El País de 18 de julio de 1982, firmado por Carlos Gómez, para conocer el entramado en el que se urdió la concesión del monopolio telefónico en España a la Telephone de Sósthenes Behn. Entre otras cosas, dice: “Hace sesenta años un aventurero americano, casi un don nadie, en nombre de una compañía casi fantasma, la International Telephone and Telegraph (ITT), consiguió que el dictador de turno, Miguel Primo de Rivera, le concediera en exclusiva el monopolio de explotación del teléfono en España. Nadie intuyó en aquellos días, probablemente ni los propios protagonistas del contrato, que aquellos acuerdos iban a condicionar en el futuro la historia del mundo más que muchas guerras o revoluciones. […] Un tal Behn, que se hace llamar coronel y viene acompañado de varios colaboradores, llegó a Madrid pocos meses después del golpe de Estado de Miguel Primo de Rivera. El dictador, que prohibió los piropos callejeros, había convocado un concurso internacional para unificar la red de teléfonos en España, y Sósthenes, Behn, aventurero norteamericano, acudió, como acuden las moscas a la miel, en busca de la concesión administrativa. Con un castellano fluido, aprendido en sus años de traficante de azúcar en Puerto Rico, el coronel Behn se instala en uno de los mejores hoteles de la capital, el hotel Ritz, desde donde monta la operación de conquista de la concesión […]”. 21. “Importante Junta General”. El Financiero, 27 de marzo de 1925, p. 20. 22. Bureau 1926b: 10.
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de España entre el público norteamericano; en este contexto nace la fundación en Nueva York del Bureau de Información pro-España, entre cuyos objetivos estaba el dar a conocer rasgos característicos de la geografía y la cultura del país publicando una serie de folletos ilustrativos de grandes ciudades españolas —Seville (1926), Madrid (1926), San Sebastián (1926) y Barcelona (1927)—, así como de alguna región —Asturias (1928)— y algunos otros de divulgación sobre la historia y la cultura —The Lure of Spain, The Spanish Heritage in America y Why Not Go to Spain—. El Bureau se relacionó activamente con la Asociación de Amigos de España en Norteamérica, entidad que reunía a destacadas personalidades de la diplomacia y la empresa, fortaleciendo así los lazos entre el mundo hispánico de Estados Unidos y las naciones latinoamericanas, representadas por instituciones como la Unión Benéfica Española de Nueva York.23 ¿En qué consistía este organismo?: Impulsada por un sincero sentimiento de admiración por las glorias pasadas de España y su progreso industrial y moderno, la International Telephone and Telegraph Corporation abrió en Nueva York a principios del año 1925, el Bureau de Información pro-España, cuya misión es la de proporcionar todos aquellos datos que se soliciten acerca de nuestra nación, su arte, su historia y sus industrias.24
Es así como se autodefinía el propio Bureau, que elaboró un folleto informativo tomando como punto de partida el publicado en 1926 en el número de octubre de la Revista Plus Ultra de la Unión Benéfica Española en Nueva York, al que añadía dos párrafos finales presentando la labor de la oficina de Madrid y haciendo una síntesis de los trabajos del Bureau en ese país. Las primeras acciones conocidas de Marcial Dorado relacionadas con el Bureau se producen en mayo de 1925 en el Círculo Hispano del Barnard; organizado por nuestra protagonista, se llevaría a cabo un programa de actividades de música, danza y cine patrocinadas por el Bureau pro-España y cuya recaudación iría destinada a apoyar económicamente al Colegio Internacional de Barcelona, donde se llevarían a cabo los cursos de verano en 1922-24.25 23. Calvo 2011: 136-137. 24. Bureau 1926a: 1. 25. “Spanish Club to Present Cinema”. Barnard Bulletin, 1 de mayo de 1925, p. 2.
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La segunda noticia en prensa nacional proviene del 24 de junio de 1925 en la Ilustración Financiera, donde en un escueto artículo se da la bienvenida a esta entidad ubicada en Broad Street 41 y felicitaba a los iniciadores y directores de tan interesante institución.26 Pero es ya en el mes de septiembre y en la Voz de la Mujer donde se menciona por primera vez a Carolina Marcial Dorado al frente del Bureau: “La labor de la insigne doctora señorita Marcial Dorado es sumamente beneficiosa para nuestro país. En ella ha hallado la citada compañía una colaboradora que con habilidad, talento y entusiasmo viene realizando en el Bureau un arduo e interesantísimo trabajo […]”.27 El Bureau fue instalado en el piso bajo del edificio de la ITT, ocupando un lugar muy apropiado y accesible al público que allí acudía en busca de información. Situado en el corazón mismo del distrito financiero, facilitaba la visita a su biblioteca y mostraba al exterior escaparates ricamente decorados que atraían la atención de los interesados por las cosas de España.
Fuente: La Prensa, Nueva York, 23 de mayo de 1925, p. 6. 26. “El Bureau de Información pro-España”. La Ilustración Financiera, 24 de junio de 1925, p. 9. 27. “Homenaje a una maestra insigne”. La Voz de la Mujer, jueves 24 de septiembre de 1925, p. 3.
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Ahora bien, no es solo el interés artístico, monumental y el fomento del turismo lo que el Bureau pretendía, sino también “crear en Nueva York una biblioteca no solo literaria, sino comercial e industrial en la que encontrarán los que deseen cuantos datos quieran respecto a nuestro comercio, industria y producción agrícola, etc.”.28 Su interés por España abarcó a cuantas actividades hispanas se realizaban en los Estados Unidos y así, merced a una invitación de la Cámara de Comercio española, el Bureau organizó una muestra en la sección española de la Exposición del Sesquicentenario en Filadelfia, ilustrando los notables trabajos de construcción telefónica que estaba realizando en España la compañía, y distribuyó más de 30.000 folletos entre los visitantes, despertando el pabellón español verdadero interés y admiración. Este certamen, que conmemoraba el 150 aniversario de la firma de la declaración de independencia de los Estados Unidos y el 50 aniversario de la Exposición del Centenario de 1876, abrió sus puertas el 31 de mayo de 1926 y permaneció visitable hasta noviembre. Ya en agosto, el Eco Patronal se hacía noticia de la misma,29 pero es gracias a la información proporcionada por Miguel de Zárraga en su columna del rotativo ABC por quien tenemos cumplida información. En tres artículos del 5, 14 y 21 de noviembre de 1926, Zárraga nos describía lo que allí se vio y se vivió. Por falta de espacio y por no ser este tema objeto de la presente investigación, nos centraremos solo en el pabellón español. Construido por César de la Torre de Trasierra, contenía un magnifico tesoro, destacando los trece tapices de la Casa Real, pertenecientes a la colección conocida como los Quijotes y procedentes del Palacio del Pardo, así como los famosos carbones de Goya provenientes de El Escorial. Asimismo, fueron colocados cuadros de Velázquez, Goya, el Greco, Valdés Leal, Ribera, etc. No solamente el pabellón oficial de España exhibía productos españoles, también en el Palacio de Bellas Artes tenía España dos salas con lienzos de importantes pintores, como Anglada Camarasa, Vázquez Díaz, entre otros, y esculturas de Mariano Benlliure y Miguel Blay. En el Palacio de la Educación, pudieron 28. “Homenaje a una maestra insigne”. La Voz de la Mujer, jueves 24 de septiembre de 1925, p. 3. 29. “El pabellón de España en la Exposición de Filadelfia”. El Eco Patronal, 1 de agosto de 1926, p. 15.
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admirarse los trabajos efectuados por los alumnos de la Escuela de Cerámica de Madrid y, en el Palacio de Exhibiciones Extranjeras, sobresalían las instalaciones de las industrias españolas (cerámicas, cueros, repujados, orfebrería, alfombras, lámparas, etc.). Fue gracias al comisario español César de Madariaga que pudieron vencerse las innumerables dificultades que surgieron en torno a la participación de España en ese certamen.30 Con la idea de ampliar y completar la información, el Bureau proEspaña abriría sede en Madrid en el año 1925 en un salón ofrecido por la Compañía Telefónica Nacional de España, en su edificio central en la avenida Conde de Peñalver 5. Esta oficina, además de estar a cargo de los proyectos relacionados con la Exposición de Sevilla, proporcionaba datos para los folletos, así como información a los visitantes que necesitaban asistencia para viajar por España.31 Para aportar algún dato más sobre la incansable actividad del Bureau en Nueva York, en el mes de diciembre de 1925 había ya repartidos 10.000 folletos sobre España y se habían publicado en prensa norteamericana infinidad de trabajos, entre otros La España de Washington Irving, San Sebastián pintoresco, Las horas de Españas, Un retrato del Greco, Madrid ciudad moderna, España jardín de invierno, etc.32 Al año de su apertura, en concreto, en julio de 1926, el Bureau llevaba ya publicados una serie de trabajos,33 cuya tirada variaba según la importancia del folleto de 10.000 a 25.000 y su distribución pasaría de 25.000, que serían repartidos entre particulares, universidades, bibliotecas, cuerpo diplomático, consulados, periódicos y personas que escribían solicitando sus publicaciones. Con la idea de estar informada de cuanto acontecía en su patria para así poder escribir y publicar sobre ella, Carolina Marcial Dorado viajaba con asiduidad a España. 30. “ABC en Filadelfia. El Día de España”. ABC, 5 de noviembre de 1926, pp. 11-12; “La Exposición de Filadelfia por fuera y por dentro”. ABC, 14 de noviembre de 1926, pp. 4-6; “La solemne inauguración del pabellón de España en la Exposición de Filadelfia”. ABC, 21 de noviembre de 1926, pp. 8-9. 31. Bureau 1926a: 14. 32. “La actividad del Bureau de Información pro-España”. La Época, 6 de febrero de 1926, p. 6. 33. Travel in Spain, The Lure of Spain, Why not go to Spain, Spanish Heritage in America. San Sebastián, Santander.
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Fuente: Bureau (1926a).
Así sabemos que en el año 1925 visitó estas tierras, ya que La Voz de la Mujer del 24 de septiembre, en un extenso artículo, mencionaba: “En el restaurante La Huerta se ha celebrado una fiesta de carácter íntimo y típicamente española con motivo del regreso a Nueva York de la ilustre profesora de la Universidad de Columbia Marcial Dorado”.34 Pero fue al año siguiente cuando la citada profesora, acompañada de todo un elenco de personalidades, viajó desde Nueva York a Sevilla con 128 turistas más en el vapor Manuel Arnús, con el que se inauguraba una nueva línea turística. Entre las personas distinguidas que acompañaban a Marcial Dorado, se encontraba José Camprubí, al que se debe La Prensa, único diario en español que se publicaba en
34. “Homenaje a una maestra ilustre”. La Voz de la Mujer, 24 de septiembre de 1925, p. 3.
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Nueva York; Juan Rabassa, hombre de ideales más que de negocios, con una activa participación en las orientaciones de la colonia española de Nueva York y cuyo cargo al frente de la directiva de la Cámara de Comercio le dieron una aureola inextinguible; Joaquín Sunyé, secretario general de la Cámara de Comercio española en Nueva York; el pintor catalán Pascual Monturiol, y así un largo etcétera de personalidades.35 La llegada se produjo el día 22 de junio de 1926, fondeando el Manuel Arnús en la desembocadura del Guadalquivir; con un remolcador fueron trasladados a Sanlúcar de Barrameda acompañados de autoridades, entre las que se encontraba el conde de Güell, siendo agasajados visitaron la población y sus alrededores para después regresar al barco por la noche, donde pernoctaron antes de poner rumbo a Sevilla, donde atracarían a las cuatro de la tarde en el canal de Alfonso XIII. Esperaban a los ilustres excursionistas el cónsul de los Estados Unidos, la colonia de dicho país y numeroso público. Los expedicionarios se dirigieron después a los hoteles donde se hospedarían invitados por el conde de Güell, ofreciéndoseles una fiesta en los Reales Alcázares a beneficio de la Cruz Roja y de la Asociación Sevillana de Caridad. Con posterioridad, un nutrido grupo de estos excursionistas se dirigieron a Madrid, donde, de la mano de Miguel de Zárraga, visitaron la Casa de la Prensa española (mientras que otro grupo asistió a una corrida de toros) y recorrieron sus dependencias y talleres, deteniéndose ante la moderna maquinaria.36 Para culminar su estancia en España, Carolina Marcial Dorado fue recibida en audiencia el día 17 de septiembre por el marqués de Estella.37 Ya en el año 1927, las actividades del Bureau no cesaban y tres hitos marcarían el curso del mismo y la vida de la profesora Marcial Dorado. De transcendencia fue la exposición de dibujantes españoles organizada bajo los auspicios del Bureau y a iniciativa de su directora. La compondrían sesenta obras enviadas desde Madrid y seleccionadas de entre las que figuraron en la exhibición organizada en el Ateneo de la Villa y Corte. Entre los dibujantes que enviarían sus obras a Nue35. “La ruta de España”. ABC, 30 de junio de 1926, pp. 4-6. 36. “Los excursionistas norteamericanos en la prensa española”. ABC, 2 de julio de 1926, p. 14. 37. “Información política”. La Opinión, 17 septiembre de 1926, p. 3.
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va York, se encontraban Baldrich, Xaudaró, K-Hito, Pedraza Blanco, Lozano Gildro, Gil Losilla, etc. Representando a los dibujantes españoles viajó el artista Bon.38 El segundo de los acontecimientos fue el homenaje a la novelista Concha Espina, encargándose este cometido a Carolina Marcial. El acto estuvo presidido, en nombre de la Unión Benéfica Española, por el exdirector del Mercurio, el Sr. Lladó de Cosso. El discurso inaugural fue pronunciado por el cónsul general de España, D. Rafael de Casares Gil, de quien se elaboró un perfil de la mano de José García Acuña: “sus palabras fueron un fervoroso himno a la unión de todos los elementos de la colonia, en su patriótico deseo de que aquella sea algo más que una palabra absurda, estéril y vacía, en el título de la Benéfica española”. A continuación tomó la palabra Carolina Marcial Dorado para hablar de la magna obra literaria de Concha Espina, para la que con tanta insistencia se demandaba desde los Estados Unidos el Premio Nobel de Literatura. En su conferencia, la profesora comenzó hablando de las mujeres ilustres que había tenido España en otros tiempos, para relatar después los méritos de nuestras escritoras contemporáneas, entre las que destacaba la ilustre Concha Espina. De esta contó detalles de su biografía y cómo a instancias de Menéndez Pelayo pasó de poetisa a novelista. Hizo después Carolina Marcial su examen crítico de la obra de Concha Espina y deleitó a la concurrencia con la lectura de pasajes de algunas de sus novelas. Cerró el acto el presidente de la Asociación, el Sr. Martín, que recomendó a los presentes la “asociación y unión de todos los elementos de nuestra raza en esta metrópolis, para de este modo poder llevar a cabo actos como el de hoy”. Seguidamente se hizo una colecta voluntaria, recogiéndose 54,50 dólares que serían enviados a España para comprar el álbum con el que se pensaba honrar a Concha Espina en su homenaje. El evento, a cuya brillantez contribuyeron los numerosos norteamericanos que se adhirieron al mismo, constituyó una simpática nota de puro españo38. La exposición fue recogida por toda la prensa: “Arte y artistas”. La Vanguardia, 27 de mayo de 1927, p. 15; “Una embajada de arte. La unión de dibujantes españoles en Nueva York”. ABC, 8 de mayo de 1927, pp. 28-31; La Nación, 8 de noviembre de 1927; “Informaciones de arte. Los dibujantes españoles en Nueva York”. La Voz, 15 de noviembre de 1927, p. 4.
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lismo.39 El acto organizado fue de adhesión al que en breve se celebraría en España en honor a la escritora. Corona el mes de septiembre cuando se celebraban en Nueva York dos banquetes conmemorativos, el primero tendría lugar en el hotel Ansonia, donde estaban instaladas las oficinas de la corresponsalía de La Nación; allí el representante de esta cabecera, en unión de personalidades de la colonia hispana, festejó el cuarto aniversario de la fecha en la que el general Primo de Rivera “inició la obra de renovación política, económica y social de España”. Al acto, presidido por Casares Gil, acudieron veinticinco personas, entre las que se encontraban la directiva de la Cámara de Comercio, el cónsul Boada y Carolina Marcial Dorado. Al finalizar el mismo, se colocarían los retratos del jefe del gobierno, el general Primo de Rivera, y del director de La Nación, Manuel Delgado Barreto.40 Por su lado, la Cámara de Comercio española celebró un banquete de honor a Marcial Dorado, profesora del Barnard College y directora del Bureau pro-España, con motivo de haberle concedido el gobierno español la Cruz de Plata del mérito civil. Dirigió el acto el cónsul de España, Casares Gil, y asistieron la junta de la Cámara de Comercio, los presidentes de diversas sociedades españolas, el director interino de La Prensa, José Marcial Dorado (hermano de la homenajeada) y distinguidas damas de la colonia española. En los discursos se pusieron de relieve los méritos de la doctora Dorado y el acierto en recompensarla. Por su parte, la profesora agradeció el homenaje y la distinción de que había sido objeto por parte del gobierno.41 A este respecto, elocuente es el artículo que recogía el diario ABC en su sección dedicada a Nueva York, firmado por Miguel de Zárraga: El gobierno del Marqués de Estella que tanto se preocupa por premiar a cuantos ostensiblemente se distinguen por su amor y sus servicios a la patria acaba de conceder la medalla del Mérito Civil a una mujer excepcio39. “ABC en Nueva York. Un homenaje a Concha Espina”. ABC, 5 de julio de 1927, p. 11; “Un nuevo homenaje a Concha Espina”. La Voz de la Mujer, 14 de julio de 1927, p. 2; “Homenaje a Concha Espina”. La Voz de la Mujer, 11 de agosto de 1927, p. 3. 40. “Banquete conmemorativo en Nueva York”. La Nación, 14 de septiembre de 1927, p. 8. 41. “Homenaje a una profesora española en los Estados Unidos”. La Nación, 16 de septiembre de 1927, p. 3.
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nal: Carolina Marcial Dorado, a la que ya se condecorara no hace mucho con la Gran Cruz de Alfonso XII. La nueva concesión se hizo a propuesta de la Cámara de Comercio española de Nueva York y por conducto de nuestra embajadora en Washington, queriéndose reconocer y proclamar así públicamente la tan intensa y eficaz labor de propaganda españolista que en los Estados Unidos viene realizando la benemérita dama.42
La docente del Barnard, incansable en sus actividades, viajaría una vez más a España. Recogido por toda la prensa nacional fue el periplo realizado por D. Eduardo López, presidente de la Cámara de Comercio española en Nueva York, y la profesora Marcial Dorado para depositar una ofrenda en el monumento a Concepción Arenal en La Coruña.43 Previo a este viaje, en concreto, el día 13 de julio, nuestra protagonista recibió un banquete-homenaje. En el mismo tomaron la palabra el escritor José Lladó de Cosso, exdirector de la revista Mercurio; Rafael Casares Gil, cónsul general de España; José Camprubí, director del periódico La Prensa; Francisco Martín, presidente de la Unión Benéfica Española y Juan Gallego, presidente de la Casa de Galicia. Todos ellos alabaron las dotes personales e intelectuales de la homenajeada y la presentaron como un ejemplo de buena española y patriota en el extranjero.44 En su discurso, el Sr. Lladó aludió a la posible creación de un ateneo iberoamericano, institución de interés cultural y propagandista, habiendo elegido como presidenta a Carolina Marcial Dorado; por ello, al tomar la palabra la profesora, declaró que su principal labor al llegar a Madrid seria visitar el Ateneo para traer a su regreso una base de organización que pudiera servir para la creación de este gran centro cultural. Finalmente, la protagonista agradeció a 42. “ABC en Nueva York. La ilustre profesora española que solo vive para España”. ABC, 23 de octubre de 1927, p. 18. 43. “A Concepción Arenal”. Siglo Futuro, 24 de julio de 1928, p. 2; “Crónica general”. El Magisterio español, 26 de julio de 1928, p. 253; “Una ofrenda a Concepción Arenal”. El Orzán, 24 de julio de 1928, p. 2; “Personalidades americanas depositan una ofrenda en el monumento a Concepción Arenal”. Heraldo de Madrid, 26 de julio de 1928, p. 4; “Una ofrenda a Concepción Arenal”. El Correo de Galicia, 9 de septiembre de 1928, p. 9. 44. “Banquete de despedida a la ilustre escritora Carolina Marcial Dorado”. La Voz de la Mujer, 1 de agosto de 1928, p. 2; “Banquete de despedida a la ilustre escritora Carolina Marcial Dorado”. La Nación, 31 de julio 1928, p. 6; “Desde Nueva York. Los españoles en América”. La Opinión, 6 de agosto de 1928, p. 1.
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sus compañeros sus palabras y aseguró que, si algún día llegaba a realizarse esta labor, aquel día se sentiría feliz.45 Hilando con la creación del ateneo y procedente de La Prensa de Nueva York, se publicó en la revista España y América el discurso de la señorita Dorado en el hotel Lincoln con el objeto de dar forma a un proyecto acariciado hace algún tiempo: la creación de un ateneo iberoamericano. Carolina Marcial afirmó que desde hacía mucho tiempo se veía la necesidad de formar una agrupación de escritores y artistas iberoamericanos y que por eso se reunían en torno a una mesa, para que “a la manera de los filósofos griegos, podamos conocernos y sin duda apreciarnos, logrando llegar al convencimiento de la conveniencia de formar una agrupación que represente dignamente, unida y compacta lo que haya aquí de más alto en el pensamiento y en la creación artística de la raza”.46 Recordaba la profesora que fue en la intimidad de una cena similar a esa donde surgió la idea y que los cinco compañeros que se encontraban reunidos veían cómo la propuesta podía ir adquiriendo forma. Calculaban que eran veinte los países hispanos que mantenían nutrida representación en Nueva York y que cada colonia podría tener unas veinte personas que cultivaban las letras y las artes, por lo que se podría llegar a un grupo de cuatrocientos intelectuales que, de poder organizarse, constituirían uno de los focos más potentes de irradiación cultural iberoamericana en los Estados Unidos. Continuaba Marcial Dorado: Bueno será que esta noche […] cambiemos impresiones, nos contaminemos unos con otros del entusiasmo que debe presidir a la realización de una empresa de la importancia de la nuestra […]. El fin del Ateneo Iberoamericano debe ser cultural, pero con el tiempo no podrá dejar de alcanzar una notable influencia social en las colonias de nuestros pueblos.47
Entre las personalidades asistentes al encuentro se encontraba una nutrida representación de cargos de los países americanos.48 Un mes 45. “Desde Nueva York. Los españoles en América”. La Opinión, 6 de agosto de 1928, p. 1. 46. Revista España y América, 7 de julio de 1928, p. 78. 47. Revista España y América, 7 de julio de 1928, pp. 78-79. 48. A saber: Carolina Marcial Dorado; Joaquín Bonilla (periodista y escritor hondureño), José Manuel Bada (corresponsal de Bohemia y otras publicaciones españolas), Alberto Cugat, José Lladó del Cosso (articulista de Cine Mundial), Emilio Delboy (de la Prensa Asociada), Carlos Puyo Delgado (corresponsal de Mundo Día de Bogotá), etc.
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más tarde, en agosto de ese año, el periodista Miguel de Zárraga, incansable propagandista de la actualidad española en Nueva York, firmaba un artículo bajo el título “Un Ateneo y una Academia”49, donde se felicitaba por la idea y apuntaba que el nombre más correcto sería Ateneo Hispanoamericano. A su vez, proponía que esta obra debía completarse con la creación de la academia correspondiente de la Real Academia Española, advirtiéndose que, si ya existían academias correspondientes de la española en la mayor parte de los países americanos, por qué no en los Estados Unidos, donde con tanta devoción se estudiaba la lengua española. Finalizaba el artículo Zárraga dando la bienvenida a la mencionada institución, que, a decir verdad, desconocemos si llegó a ser una realidad. Pero volvamos a la ofrenda a Concepción Arenal: “A bordo del trasatlántico Cristóbal Colón, que atracó en el muelle de la Palloza, llegaron a la Coruña […]”. Eduardo López y Carolina Marcial Dorado venían comisionados por el Centro de Galicia en Nueva York para depositar una corona de flores en el monumento a Concepción Arenal, que se alza en los jardines de Méndez Núñez. En el homenaje, el Sr. López habló largo y tendido de la Casa de Galicia en Nueva York, afirmando que “como gallego y español me congratulo de encontrarme entre vosotros y ser portador de un mensaje de afecto y adhesión de nuestros compañeros al otro lado del océano.”50 Al hablar de la Casa de Galicia, se refirió a ella en elocuentes palabras: “[…] La Casa de Galicia es otro monumento a nuestra raza que siempre se distinguió por su laboriosidad, honradez y lealtad a las tradiciones gallegas”. Y así informó que dos de las salas del Centro llevaban el nombre de Rosalía de Castro y Concepción Arenal. La encargada de depositar la corona fue Carolina Marcial Dorado, que saludó a los allí presentes alegrándose de estar de nuevo en España y sintiéndose orgullosa de que los gallegos de Nueva York depositaran en su persona este encargo. El acto terminó con un almuerzo en el hotel Atlantic. El apoyo de la monarquía al Bureau se puso de manifiesto cuando el 20 de noviembre de 1928 su alteza real Alfonso de Orleans, infante
49. “ABC en Nueva York. Un Ateneo y una Academia”. ABC, 11 de agosto de 1928, p. 7. 50. “Una ofrenda a Concepción Arenal”. El Orzán, 24 de julio de 1928, p. 2.
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de España y primo hermano del rey, visitó el edificio de la International Telephone and Telegraph Corporation acompañado de su esposa y su hijo. Para recibirlos, acudieron entre otros el vicepresidente de la ITT, el Sr. A. L. Hoffman, el Sr. Lladó de Cosso y la propia Carolina Marcial Dorado. Todos se dirigieron al despacho del presidente, Sósthenes Behn, que les dio la bienvenida. Lo curioso de la noticia es que estando allí se estableció comunicación directa con el Palacio Real de Madrid, manteniendo una larga conversación con su majestad el rey Alfonso XIII y la reina madre Dña. María Cristina, y, entre otras cosas, el infante afirmó: “No puedes imaginarte lo satisfecho que estoy con mi visita […] vemos la influencia de España en la vida cotidiana de este país, que siente gran interés por todo lo español. Se está dando mucha publicidad a España”. Pasaron a continuación los reales invitados a visitar el resto de las dependencias, deteniéndose especialmente en el Bureau pro-España, donde examinaron las publicaciones y se mostraron entusiastas por esta labor de publicidad del país en los Estados Unidos.51 Dos acontecimientos marcarían la vida de las relaciones culturales entre España y los Estados Unidos en el año 1929. Por parte española, la inauguración de las Exposiciones de Sevilla y Barcelona y, por parte neoyorquina, la presencia en estas tierras de José María Yanguas Messía. El Bureau de Información pro-España festejaría a lo grande la Exposición Iberoamericana de Sevilla y la Universal de Barcelona —ambas, celebradas en las mencionadas ciudades, la primera del 9 de marzo de 1929 al 21 de junio de 1930 y la segunda, del 10 de mayo de 1929 al 30 de enero de 1930— y no encontró mejor manera que publicando una serie de folletos conmemorativos de las mismas. Aludimos, en primer lugar, al titulado Two International Exposition: Sevilla-Barcelona, el cual había sido publicado en enero de 1929 en la revista de la compañía Telephone and Telegraph. Firmado por Carolina Marcial, consta de veintidós páginas y sigue la misma línea editorial de otros publicados por el Bureau y que ya hemos citado en líneas anteriores. Ricamente ilustrado con fotografías de los más significativos pabellones de ambas exposiciones,52 va narrando los avatares
51. “Las maravillas del progreso humano”. La Escuela Moderna, 1 de diciembre de 1928, pp. 569-571. 52. Marcial Dorado: 1929a.
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de lo que supusieron estos magnos eventos: el número de pabellones y los países representados, sus contenidos y el número de asistentes, dando así una fiel idea de lo que esto supuso.
Fuente: Marcial Dorado (1929a).
El otro trabajo lleva por título Iberoamérica. Álbum dedicado a la Exposición Iberoamericana de Sevilla y a la Exposición Internacional de Barcelona 1929-1930. Tras una bella portada que lleva en el centro el escudo de España rodeado de los de las repúblicas americanas, hay ciento cincuenta y siete páginas. En las primeras aparece la siguiente dedicatoria:
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Este álbum, suplemento extraordinario de la revista de Comunicaciones internacionales, publicase por la “International Telephone and Telegraph Corporation” como testimonio de homenaje a las dos hermosísimas exposiciones, la Iberoamericana de Sevilla y la Internacional de Barcelona y como tributo de admiración a España, Portugal y las naciones de Iberoamérica, que tan notablemente se han distinguido en los referidos certámenes históricos, artísticos y comerciales.53
Tras el retrato del rey con su firma, se acompañaba este libro con un escrito de Concha Espina que lleva por título “Las tres Carabelas”, para a continuación añadir un breve bosquejo sobre los países iberoamericanos, a saber: España, Portugal, Argentina, Bolivia, Brasil, Colombia, Costa Rica, Cuba, Chile, Ecuador, El Salvador, Estados Unidos de América, Guatemala, Haití, Honduras, México, Nicaragua, Panamá, Paraguay, Perú, República Dominicana, Uruguay y Venezuela. Finalmente, las páginas 113-127 están dedicadas a las exposiciones mencionadas. Todo el álbum está ricamente ilustrado con imágenes de España y América y los epígrafes dedicados a las exposiciones ilustran los pabellones más representativos.54
Fuente: Bureau (1929). 53. Bureau 1929. 54. Bureau 1929: 113-127.
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Asimismo, el folleto que el Bureau dedica a Sevilla, donde cuenta las excelencias y maravillas de esa ciudad, incluye también un epígrafe dedicado a la Exposición Iberoamericana, donde entre otras cosas afirma:55 Otro detalle interesante de la Exposición es el planeado por la CNTE y que consta en una central automática instalada en una estructura permanente de estilo español puro. En un pabellón temporal comunicado con el edificio permanente, la ITT y la International Standard Electric Corporation tienen asimismo interesantes exposiciones de industrias telefónicas. El patio principal tiene una fuente, reproducción de una de las de la Alhambra, las ventanas ostentan ricas verjas de hierro forjado y soberbios medallones de porcelana decoran las columnas de las galerías descubiertas que ponen en comunicación al edificio principal con los pabellones laterales.56
Por último, es el propio folleto que el Bureau saca a la luz en 1926, en el que se publicitaban sus fines y su labor realizada, donde también hace referencia a la Exposición de Sevilla, para afirmar al respecto: El Bureau de Información Pro-España no solo publica un buen número de folletos descriptivos de España, sino que mantiene además una organización perfecta de empleados cuya misión es contestar a todas aquellas preguntas que se les hacen de todas partes. En la correspondencia del Bureau llegan cartas de todas partes, y en ellas se encuentran toda clase de preguntas acerca de la forma de viajar por España, cuales son las facilidades de enseñanza, cual es el estado de las relaciones comerciales y recientemente, están llegando numerosas solicitudes de informes sobre las exposiciones internacionales que han de celebrarse en 1928 [sic] en Sevilla y Barcelona.57
En definitiva, el Bureau pro-España no cejó en su empeño de publicitar en Estados Unidos estos dos extraordinarios acontecimientos que en 1929 se celebraron en España; elocuentes son las propias palabras de Carolina Marcial Dorado, que en carta dirigida a su amiga
55. La Exposición Iberoamericana de Sevilla de 1929 se fue aplazando hasta esa fecha, desde su primer proyecto en 1909, después en 1914, 1927, para, finalmente —salvados todos los problemas—, inaugurarse en marzo de 1929. 56. Bureau 1929j: 28. 57. Bureau 1926a: 5.
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María de Maeztu, firmada el 31 de mayo de 1929, le dice: “En sobre aparte le remito una copia de la revista Art and Archaeology en la cual hacemos publicidad por las Exposiciones de Sevilla y Barcelona. Seguramente le interesará ver esta revista que publica la Sociedad de Artistas y Arquitectos y le agradará ver el que se ocupen de España en forma tan simpática y favorable”.58 En otro orden de cosas, en el mes de octubre de 1929, dos rotativos darían la noticia de la presencia en Nueva York de José María Yanguas Messía, presidente de la Asamblea Nacional.59 Con motivo de la celebración del Doce de Octubre, se llevaría a cabo una manifestación ante la estatua de Colón en Central Park presidida por el cónsul de una de las repúblicas hispanoamericanas y a la que asistirían los representantes de las veinte naciones de habla española. Entre ellos se encontraba el Sr. Yanguas Messía. Pero ¿cómo trascurrieron ese día los acontecimientos? Seguiremos para ello la descripción detallada que nos aporta La Nación del 14 de octubre, que afirmaba que, en torno al citado monumento a Colón, se congregaron los cónsules de España, Brasil y Portugal, así como los de todos los países de habla hispana que acudieron portando banderas. Estaban presentes también en el acto la Cámara de Comercio española, sociedades hispanoamericanas, el alcalde, el gobernador y el jefe de la Policía de Nueva York. Los cónsules de España y Brasil pronunciaron aplaudidos discursos y los marinos del buque Marqués de Comillas dieron guardia de honor durante la ceremonia oficial de la fiesta de la Raza. Pasaron con posterioridad al almuerzo, servido a bordo del buque, donde se concentraron los principales elementos hispanos, entre los que se encontraba Carolina Marcial Dorado. A los brindis se aclamó al rey, a Primo de Rivera, a las repúblicas hispanoamericanas y a la fraternidad de la raza. Terminado el banquete, los asistentes se dirigieron al local de la Unión Benéfica Española, donde se celebraba la fiesta del Descubrimiento, siendo recibidos por el Sr. Lladó de Cosso y la directiva. Finalizados los discursos y los brindis, los delegados de España saldrían para Brirdiff, donde se cele58. Carta de Carolina Marcial Dorado a María de Maeztu (31 de mayo de 1929). Archivo de la Residencia de Señoritas. Fundación José Ortega y Gasset-Gregorio Marañón. 59. “El Sr. Yanguas Messía en Nueva York”. La Nación, 17 de octubre de 1929, p. 3; “La Fiesta de la Raza y la Colonia española”. ABC, 6 de octubre de 1929, p. 37.
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braría la Asamblea de Derecho Internacional, para regresar después a Nueva York, donde almorzarían con los directivos de la ITT.60 Aprovechando su visita a esta ciudad, los directores de la ITT obsequiaron con un banquete al citado Sr. Yanguas y a Fernández Prida, Rafael Altamira y Trías de Bes,61 delegados de España en la Conferencia de Derecho Internacional. El mismo se celebró en el piso número 31 del edificio de la compañía, asistiendo también el cónsul de España y el director de La Prensa. Al mismo tiempo, el Bureau pro-España, dirigido por Carolina Marcial Dorado, ofrecería otro ágape a las Sras. de Yanguas y Altamira en el restaurante del piso número 18, al que también asistieron otras personalidades. Concluidos los mismos, se reunieron todos en el piso número 35, donde se ubicaba el salón especial para conferencias telefónicas con España, y los Sres. Yanguas, Fernández Prida, Altamira y Trías hablaron con sus respectivas familias en España.62 Las personalidades citadas acudieron al Lyceun Theatre para asistir a la adaptación inglesa de una obra de los hermanos Álvarez Quintero titulada Centenario y que los autores dedicaron a Rafael Altamira, presente en la representación.63 Al regreso de Estados Unidos, el Sr. Yanguas hizo declaraciones sobre esta experiencia y afirmó que “Mr. Hoover está dispuesto a buscar dentro del arancel proteccionista de los Estados Unidos, a que obliga la defensa de la agricultura, una fórmula favorable a la exportación española, con el deseo de intensificar las relaciones comerciales con España”. En resumen, su balance fue optimista respecto a la colocación en los mercados norteamericanos de los productos fruteros españoles.
60. “La fiesta de la Raza”. La Nación, 14 de octubre de 1929, p. 8. 61. José Yanguas Messía era en estos momentos el presidente de la Asamblea Nacional; Joaquín Fernández Prida, catedrático de Derecho Internacional de la Universidad de Madrid y exministro de Gracia y Justicia; Rafael Altamira, miembro de la Corte Permanente de Justicia Internacional de La Haya e historiador, y José María Trías de Bes, catedrático de Derecho Internacional de la Universitat de Barcelona. 62. “El señor Yanguas Messía, en Nueva York”. La Nación, 17 de octubre de 1929, p. 3. La Sociedad de Derecho internacional del Estado de Nueva York celebró un banquete festejando así el Día de Colón, donde asistieron los citados. 63. “Los delegados españoles en la Conferencia del Instituto de Derecho Internacional asisten a una representación”. La Nación, 19 de octubre de 1929, p. 3.
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En otro orden de cosas, el Sr. Yanguas quedó gratamente entusiasmado con The Hispanic Society, costeada por el hispanófilo Archer Huntington, señalando como curiosidad que los empleados de la biblioteca “son todos sordomudos para que ni aun al pedirles un libro se turbe el silencio del recinto”. Igualmente alabó la tarea que venía realizando el Bureau pro-España bajo la dirección de Carolina Marcial Dorado, quien, por cierto, había sido víctima esos días de las oscilaciones bursátiles.64 El día 1 de octubre de 1929, en el ABC, y tomando como referencia una conversación mantenida con nuestra protagonista para El Liberal, se hace balance de los cuatro años de funcionamiento del Bureau. Marcial Dorado consideraba de justicia agradecer a los Sres. Behn la creación del Bureau de Nueva York por su tarea en la promoción de España a través de la publicación de libros y folletos relativos a nuestro país, así como por su colaboración con la prensa, para que se escribiera todo en lo que a España se refiere, y por el uso de su biblioteca. En definitiva, un centro de cultura hispana que cooperaba con universidades, bibliotecas y agencias de turismo para que nuestro país fuera debidamente conocido en el extranjero. Este despliegue de generosidad de los hermanos Behn se completaría con la fundación de una residencia española, donde tendrían alojamiento estudiantes y profesores españoles, contribuyendo también a la suscripción para la creación de la Ciudad Universitaria de Madrid. En virtud de esto, encontramos en Nueva York una oficina puramente española “decorada al estilo español, con cuadros representando escenas del Quijote, retratos de la Reina católica, de San Ignacio y del Cid y citas de obras de Calderón de la Barca y Echegaray”.65 Diversos acontecimientos tuvieron lugar en el año 1930, todos ellos encaminados a estrechar las relaciones entre España y los Estados Unidos. Así destacó especialmente la reciente constitución en Nueva York de un Club Hispánico66, que estaría integrado por personalida64. “Interesantes manifestaciones del Sr. Yanguas en París”. La Vanguardia, 15 de noviembre de 1929, p. 20; “Manifestaciones del Sr. Yanguas”. La Época, 14 de noviembre de 1929, p. 1. 65. “Labor de unos hispanófilos”. ABC, 1 de octubre de 1929, p. 37. 66. “Un club hispánico en Nueva York”. La Libertad, 16 de marzo de 1930, p. 1; “Un club hispánico en Nueva York”. Heraldo de Madrid, 15 de marzo de 1930, p. 11; “Constitución de un club hispánico en Nueva York”. La Época, 15 de marzo de 1930, pp. 1-2; “Centro hispánico en Nueva York”. El Hogar Patrio, 16 de abril de 1930, p. 76.
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des españolas y norteamericanas que se reunirían todos los jueves para asistir a interesantes conferencias, cuyos temas principales trataban del desarrollo comercial y cultural de ambos países. Así pues, personajes de la talla del presidente de la ITT, el Sr. Jiménez, la profesora Marcial Dorado, directora del Bureau, o los Sres. Torres Perona y Alcover, vicecónsul de España, pronunciaron interesantes discursos. Este grupo de hispanistas constituirían un factor importante de propaganda española, así como un acercamiento de las naciones de origen hispano. El resto de las actividades irían igualmente encaminadas a seguir estrechando los lazos entre ambos países. Así tenemos informaciones del almuerzo que se llevó a cabo en las oficinas de la ITT, presidido por Behn, para homenajear al director de la CNTE y otros cargos directivos;67 de la visita de estos mismos a la Asociación de la Prensa —en ambos estaría presente nuestra protagonista, Carolina Marcial Dorado—;68 del homenaje que la Universidad de Columbia dio al director de la Orquesta Sinfónica de España, donde destacamos que a los brindis se mencionaría la creación de la Residencia Española,69 o de la fiesta celebrada con motivo de la onomástica de su majestad el rey de España, donde el embajador de nuestro país y la Sra. Padilla homenajearon a la colonia española en Washington y Nueva York.70 Cerramos este año de 1930 con un nuevo balance de la actualidad del Bureau, donde, una vez más, tenemos noticias de su actividad imparable: a la altura de este año, llevaban distribuidos 75.000 folletos de España en general, a los que ya hicimos alusión en páginas anteriores. Destacaría en este año, especialmente, el elaborado para conmemorar las Exposiciones de Sevilla y Barcelona (Marcial Dorado: 1929a). La citada memoria especifica que la oficina del Bureau fue visitada por más de un millar de personas; entre ellas, los vizcondes de Casa Aguilar, que agradecieron a los señores Behn la cooperación en la obra de la Ciudad Universitaria de Madrid. Aclara la colaboración del Bureau en la fundación de la Residencia Española de la Universidad de 67. “Reunión del Club Español”. La Prensa (Nueva York), 25 de febrero de 1930, p. 4. 68. “La política extranjera”. La Correspondencia Militar, 6 de marzo de 1930, p. 1. 69. “Un banquete al maestro Arbós en los Estados Unidos”. Heraldo de Madrid, 21 de enero de 1930, p. 6; “En los Estados Unidos. Homenaje al maestro Arbós”. El Sol, 21 de enero de 1930, p. 7. 70. “Noticias de sociedad. Un banquete en la embajada de España en Washington”. La Época, 3 de febrero de 1930, p. 2.
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Columbia para recalcar, por último, que los escaparates de la compañía tuvieron un enorme éxito al exponerse la propaganda de las Exposiciones Internacionales de Sevilla y Barcelona y la de los gráficos de la comunicación entre Madrid y Buenos Aires, así como la mención del “lujoso libro conmemorativo del Descubrimiento de América”, repartido por la oficina el Día de la Raza.71 Conclusión En definitiva, desde las puertas abiertas del Bureau y sus escaparates, Marcial Dorado mostró España al mundo, ejerciendo así un hispanismo del que estuvieron impregnadas las relaciones con los Estados Unidos en los comienzos del siglo xx, presentando una España renovada y moderna que distaba mucho de la imagen aportada por los viajeros románticos. Fue una aproximación entre iguales, en el que España comprendió que debía acercarse a los Estados Unidos no como representante de un país exótico donde regían los valores de un remoto pasado, sino como ejemplo de modernidad. Así, también, lo entendieron los Estados Unidos, que vieron a España no con ojos hispanófilos, sino como gestor cultural con una proyección internacional. Este espíritu que impregnó la política cultural de Primo de Rivera que se proponía colocar de nuevo a España en el panorama internacional favoreció la existencia del Bureau de Información pro-España, así como de otras muchas instituciones, fundaciones, universidades y también de personalidades de ambos lados del Atlántico que acabaron fortaleciendo las redes de contacto para desembocar en una fructífera colaboración mutua. Bibliografía Bureau de Información pro-España (1926a): El Bureau de Información Pro-España de la International Telephone and Telegraph Corporation. New: International Telephone and Telegraph Corporation. 71. “Propaganda turística”. La Nación, 15 de febrero de 1930, p. 5.
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— (1926b): Memoria anual. New York: International Telephone and Telegraph Corporation. — (1926c): Travel in Spain. New York: International Telephone and Telegraph Corporation. — (1926d): The Lure of Spain. New York: International Telephone and Telegraph Corporation. — (1926e): Why Not Go to Spain. New York: International Telephone and Telegraph Corporation. — (1926f): Spanish Heritage in America. New York: International Telephone and Telegraph Corporation. — (1926g): San Sebastián. New York: International Telephone and Telegraph Corporation. — (1926h): Santander. New York: International Telephone and Telegraph Corporation. — (1926i): Madrid. New York: International Telephone and Telegraph Corporation. — (1926j): Seville. New York: International Telephone and Telegraph Corporation. — (1927a): Valencia. New York: International Telephone and Telegraph Corporation. — (1927b): Barcelona. New York: International Telephone and Telegraph Corporation. — (1929): Iberoamérica. Álbum dedicado a la Exposición Iberoamericana de Sevilla y a la Exposición Internacional de Barcelona, 19291930. New York: International Telephone and Telegraph Corporation. — (1930): Perú. New York: International Telephone and Telegraph Corporation. Calvo, Ángel (2011): Historia de Telefónica: 1924-1975. Primeras décadas: tecnología, economía y política. Barcelona: Planeta. Fernández Campos, Gabino (1986): Reforma y contrarreforma en Andalucía. Sevilla: Biblioteca de la Cultura Andaluza. Magallón Portolés, Carmen (2007): “El laboratorio Foster de la Residencia de Señoritas. Las relaciones de la JAE con el International Institute for Girls in Spain, y la formación de las jóvenes científicas españolas”, en Asclepio. Revista de Historia de la Medicina y de la Ciencia LIX, 2. Marcial Dorado, Carolina (1929a): Two International Exposition: Sevilla-Barcelona. New York: International Telephone and Telegraph Corporation.
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— (1929b): Sevilla. New York: International Telephone and Telegraph Corporation. Márquez Macías, Rosario (2017a): “Carolina Marcial Dorado (18891941): una española en California”, en: Aguasaco, Carlos (ed.): North America and Spain: Transversal Perspectives. New York: Escribana Books, 292-304. — (2017b): “In Defense of Hispanic Culture: Carolina Marcial Dorado (1889-1941), a Peculiar Woman in the Intellectual Scene of North America”, en Jangwa Pana 16, 2, 217-231. Piñón Varela, Pilar (2015): Go West Young Woman! Redes transatlánticas e internacionalismo cultural. Las mujeres como protagonistas del intercambio académico entre España y los Estados Unidos (1919-1939). Tesis Doctoral. Madrid: Universidad Nacional de Educación a Distancia.
A la sombra del Doce de Octubre: la gloria anhelada y fugaz de José María González García, “Columbia” Manuel Andrés García Universidad de Huelva
El hispanoamericanismo ha centrado la atención de no pocos especialistas en las últimas décadas; especialistas que, desde diferentes perspectivas, han constatado la disparidad de corrientes existentes dentro de un discurso que, planteado de un modo primario, buscó redefinir desde la cercanía las relaciones entre la vieja metrópoli y sus antaño colonias. Otra cosa sería la esencia de dicho mensaje, los matices del mismo; el papel reservado a los distintos actores dentro de un escenario que, con frecuencia, conjugaría el artificio, la retórica y una confusa sentimentalidad con los intereses de Estado. Tras las independencias, la política española respecto a América manifestó cierta dualidad que, con el tiempo, pudo ver alterados sus motivos, pero no su persistencia. Así, si las Cortes fernandina e isabelina confrontaron el negacionismo inicial con una visión más aperturista de inspiración mercantil, el primer tercio del siglo xx contextualizó las discrepancias entre quienes mantendrían un discurso de talante conservador y tradicionalista y aquellos que, con el trasfondo de un nuevo marco de relaciones con América, apostaron por la modernización del país desde una perspectiva regeneracionista y plural.1 1. Plural en cuanto a sus manifestaciones, ya que en dicha corriente podemos encontrar intelectuales claramente vinculados con el regeneracionismo finisecular junto a autores más definidos por su marchamo republicano y voces de discurso marcadamente socialista.
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Isidro Sepúlveda encuadró estas últimas en dos corrientes —panhispanismo e hispanoamericanismo progresista—,2 pero recalcando cómo, pese a las diferencias, tendríamos que hablar de las mismas más desde la complementariedad que desde el antagonismo. Tal vez ese sea uno de los motivos que explica, junto a la deriva histórica española, que haya sido la vertiente más conservadora del movimiento la que mayor huella ha dejado en la memoria colectiva, o que, en un momento dado, algunos sectores hayan generalizado dicha tendencia en detrimento de las restantes, provocando la identificación de toda una ideología —el hispanoamericanismo— con una de sus expresiones, la panhispanista. El panhispanismo estuvo marcado por un fuerte nacionalismo, visible en todas sus manifestaciones. No en vano, la reivindicación del pasado colonial español y su legado sería una constante dentro del discurso, así como el ensalzamiento de la evangelización como aporte capital del ser hispanoamericano. Ambos aspectos ilustran el uso habitual, apologético y providencialista que la intelectualidad española coetánea —y parte de la hispanoamericana— harían de la historia, convirtiendo el pasado y sus supuestas glorias en un motivo de reafirmación como país, casi podríamos decir como raza, desde el que impulsar la tan urgida regeneración. La relación de escritores, periodistas, políticos y eruditos que participaron en tal propósito fue dilatada. Lógicamente, su importancia variaría según la calidad de sus aportes, su entorno profesional, su trascendencia pública, etc., encontrándonos en el listado desde miembros de la generación del 98 hasta corresponsales de revistas locales sin más predicamento que su área de distribución. No obstante, también hallamos ciertas paradojas en aquellos personajes que, tras cobrar cierta notoriedad al albur del movimiento, acabarían prácticamente sumidos en el olvido. El artículo va a centrarse en alguien que bien podría servir como modelo de este último grupo. Un periodista, José María González (fig. 1), “Columbia”, que colaboró en diarios y revistas como El Debate, El País, El Heraldo de Madrid o Mundo Gráfico; presumió de su cercanía a políticos y celebridades como Antonio Maura, Rafael María 2.
En realidad, Sepúlveda subrayaría la existencia de una tercera, pero cuya manifestación se haría más patente tras la Guerra Civil: el pensamiento de la hispanidad. En palabras del autor, dicha doctrina surgiría “de una interpretación radical y metahistórica” del panhispanismo, siendo adoptada más adelante por el franquismo como “filosofía de Estado articuladora del nuevo régimen” (Sepúlveda 2005: 15).
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de Labra, Manuel Ugarte o José de Diego, e impulsó diversas conmemoraciones que le labraron cierto renombre a una y otra orilla del Atlántico, la más importante de todas ellas, la del Doce de Octubre. Este último punto merece una especial atención, ya que, pese a ser reconocido durante cierto tiempo como principal promotor de la misma, la apropiación del mérito por parte de otros llevó a nuestro protagonista a enzarzarse en diversas polémicas de interés relativo, pero que, sin embargo, abocarían su vida a una reivindicación personal paralela, en su desarrollo, a la percepción gradual de su intrascendencia.
Figura 1. José María González “Columbia”. En El Fígaro, Madrid, Año II, nº 421, 12 de octubre de 1919, p. 16.
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En lo concerniente a las fuentes a utilizar, mayoritariamente serán periodísticas, haciendo especial hincapié en aquellas cabeceras que mayor atención prestaron a sus colaboraciones y escogiendo aquellos lapsos que, en su intermitencia, más evidente harían su declive. Un breve apunte biográfico Nuestro periodista nació en Oviedo el 18 de abril de 1880. De familia humilde, trabajó en su primera juventud como escribiente auxiliar del Juzgado de Primera Instancia ovetense, siendo en 1905 —tras contraer matrimonio con la cubana Ruperta Regresa Acea— que decidió partir junto a su esposa a Cuba en busca de nuevos horizontes. Fue en la isla donde el asturiano comenzó su quehacer periodístico, siendo su primer gran éxito una crónica publicada en el habanero El Comercio, en 1909, reclamando a los poderes públicos cubanos la declaración del Doce de Octubre como fiesta nacional en conmemoración del descubrimiento de América. Incluso acuñaría un nombre para dicha festividad —el Día de Colón—, que sostendría durante años frente a otras denominaciones, entre ellas, la que acabaría imponiéndose: el Día o Fiesta de la Raza, expuesta en 1913 por Faustino Rodríguez San Pedro en su condición de presidente de Unión Iberoamericana. Lo que tendría que haber sido anecdótico —las diferencias sobre cómo denominar el evento— terminaría aliñando su posterior polémica con el exconcejal madrileño Hilario Crespo a cuenta de quién había sido el inspirador de la fiesta. Fue esta una disputa azuzada por el afán de notoriedad de ambos y, además, en un momento, 1930, en el que se apuraba el auge vivido por el americanismo bajo el Directorio. Lo cierto es que no se le puede negar a Columbia la iniciativa de la conmemoración en territorio hispanoamericano, pero, del mismo modo, también debe relativizarse su originalidad teniendo en cuenta que, para cuando hizo su proposición, estados como Colorado ya tenían institucionalizado el Columbus Day como fiesta oficial3 o que, igualmente, ya en las celebraciones del IV Centenario se había planteado en La Rábida “declarar perpetuamente fiesta na-
3. Desde 1906, siendo en 1909 que Denver organizaría su primer desfile a tal efecto.
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cional el día 12 de Octubre, en conmemoración del descubrimiento de América”.4 Fue en Cádiz, durante las fiestas por el centenario de sus Cortes, donde el asturiano —ya retornado a España y ejerciendo como corresponsal de El Comercio cubano— retomó la vieja idea expuesta en La Rábida en 1892, extendiéndola a todos los países hispanohablantes. La propuesta salió publicada el 6 de octubre en el Diario de Cádiz bajo el epígrafe “Honremos todos a Colón”, logrando el respaldo inminente de asociaciones como la Real Sociedad Colombina Onubense o la Real Academia Hispano-Americana de la ciudad anfitriona. Sobre el éxito de la misma, tendríamos que hablar de un seguimiento diacrónico, ya que no todos los países se sumaron al proyecto a la par ni con la presteza deseada por el proponente. República Dominicana, Puerto Rico y Uruguay, por ejemplo, lo harían en un plazo relativamente corto; otros, como Costa Rica, tardarían décadas en hacerlo.5 La iniciativa le abrió a Columbia su etapa más dichosa profesionalmente hablando. La suma de reconocimientos vendría acompañada de nuevos proyectos conmemorativos no siempre relacionados con América, pero sí con la interpretación panhispanista de la historia. Fue así como nos encontraremos al astur, en 1915, promoviendo la declaración del 28 de marzo como fiesta nacional con ocasión de los cuatrocientos años del nacimiento de Teresa de Jesús. Lo mismo tres años después, en 1918, por el XII Centenario de la Batalla de Covadonga, contando ese año la celebración con la presencia de Alfonso XIII y su esposa, Victoria Eugenia, así como con la del cardenal primado, Victoriano Guisasola, quien procedió a coronar a la imagen como “Virgen de las Batallas” (fig. 2).6 Con todo, la importancia de Propuesta que llegaría a ser editada en la Gaceta de Madrid y que, de inicio, contaría con la aquiescencia de los gobiernos de Chile, Nicaragua, Costa Rica, Honduras, Guatemala y Ecuador, así como con el compromiso de otros —como Brasil y República Dominicana— de presentar proyectos de ley al respecto en sus cámaras legislativas. Gaceta de Madrid, Madrid, 16 de octubre de 1892, año CCXXXI, tomo IV, nº 290, p. 134. Véase: (28/01/2017). 5. No fue hasta 1968 que el gobierno costarricense declaró oficialmente feriado el 12 de octubre como Día del Descubrimiento y de la Raza. 6. Columbia no limitó su reivindicación a ese año, sino que logró, al siguiente, que el 8 de septiembre se estableciese como festivo en la provincia de Oviedo. Una decisión que dejaría huella, ya que, con la consolidación del Estado autonómico, dicha fecha sería designada como Día de Asturias. 4.
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ambos eventos no oculta la mayor trascendencia del formulado en Cádiz, una idea que ganó adeptos muy rápidamente dentro de un hispanoamericanismo siempre dispuesto a secundar todo aquello que resaltase el papel histórico de España. Así, si el nombre de Columbia ya había circulado por estos foros a raíz del centenario de la muerte de Jovellanos (fig. 3),7 la nueva propuesta engrosaría su reputación dentro del movimiento, franqueándole las puertas de algunas de sus publicaciones. Entre ellas, las de las dos asociaciones que tan prestamente habían alentado su proposición gaditana: la Revista de la Real Academia Hispano-Americana de Ciencias y Artes de Cádiz y la onubense La Rábida.
Figura 2. Alfonso XIII y María Eugenia en Covadonga.
Figura 3. “América y el 12 de Octubre. Una iniciativa loable”. En España y América, Cádiz, Año I, nº 4, diciembre 1912, p. 64. 7. Columbia animó al gobierno a que premiase a los representantes de las colonias españolas en Cuba por su asistencia a los fastos, lo que dio pie a la concesión, por parte de Canalejas, de la Gran Cruz de Alfonso XII. Dicho suceso aparecerá rememorado posteriormente en “América y el 12 de Octubre. Una iniciativa loable”; en España y América, Cádiz, diciembre de 1912, año I, n.º 4, p. 64. Véase: (28/01/2017).
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Periodismo, panhispanismo, hispanoamericanismo Antes de abordar este apartado, cabe apuntar cómo la labor periodística de Columbia no fue todo lo dilatada que él hubiese querido. La propia evolución del hispanoamericanismo, en declive tras el Directorio, haría que su presencia fuese cada vez más esporádica en los medios, quedando restringida, tras la Guerra Civil, a colaboraciones ocasionales en la prensa asturiana. Tampoco puede decirse que la repercusión de González en la opinión pública conservadora fuese comparable, por ejemplo, a la de un Andrenio8. En realidad, el principal motivo para estudiar su figura es, indudablemente, su implicación en la reivindicación del 12 de octubre como fecha conmemorativa, una efeméride emblemática desde su impulsión primera en 18929 y que, aparcada durante unos años, volvería a cobrar auge de la mano, entre otros, de nuestro reportero. Hay otros detalles que también merecen la pena ser resaltados de la trayectoria del asturiano, como su condición arquetípica en lo concerniente a la exaltación de las líneas maestras del hispanoamericanismo en su expresión más panhispanista. En sus escritos es corriente la vindicación de España y su legado a través de un discurso metahistórico y providencialista en el que pilares clásicos del tradicionalismo —como la religión o la monarquía— aparecen consustanciados con otros nuevos elementos como la lengua para ensalzar, como una aparente unidad de destino, la comunidad cultural compuesta por los pueblos de habla hispana. Es ahí donde entraría a jugar el concepto raza, entendido no desde una perspectiva étnica o biológica, sino como descriptor de un colectivo espiritual vinculado eminentemente por la cultura, la religión o la historia. Un pormenor que tampoco puede obviarse —y que signó la argumentación panhispanista— fue su carácter defensivo, entendiendo como tal el uso que se haría de la amenaza estadounidense para alentar la unidad de los países hispanohablantes. Fue este un silogismo que cobraría fuerza sobre todo tras el Desastre de 1898, si bien el papel a 8. Seudónimo de Eduardo Gómez de Baquero, periodista y crítico literario de gran predicamento en los sectores conservadores y del liberalismo moderado. 9. A cuenta, como no podía ser de otro modo, de la celebración del IV Centenario. Sigue siendo obra de obligada referencia para acercarse a todo lo que rodeó a la conmemoración Bernabéu Albert (1984).
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ejercer por España en dicho proyecto generaría no pocas suspicacias y diferencias entre la intelectualidad hispanoamericana.10 Columbia fue uno más de los que conciliaron ambas premisas en pos de enaltecer el rol histórico de España y su prospectiva internacional como cabeza visible de la raza. Basta leer sus reflexiones tras el estallido de la Gran Guerra para constatar lo dicho: La presente conflagración europea nos hace pensar en la predestinación del Nuevo Mundo, en la ulterior ponderación de las fuerzas de la Humanidad. […] En estos días de guerra hablaron los Estados Unidos de América, y “hasta habló el Japón”, y discreta y modestamente calla una raza de 100 millones de almas en el día: la raza de las 20 naciones de España en América. […] Así como hoy cuenta Europa con la riqueza de América, para su mayor desarrollo material, en muy próximo porvenir habrá de contar, por nuestra unión escrita espiritual, con este nuevo y poderoso factor de la vida moral del Derecho internacional. Nada menos que Eliseo Reclus lo ha dicho cuando escribió que “de todas las naciones de Europa, los españoles son los únicos que pueden tener actualmente la ambición de disputar á los ingleses y á los rusos la preponderancia futura en los desenvolvimientos étnicos de la Humanidad”. ¡Gloria y salvador servicio que la historia le tenía reservados á la gran nación descubridora! […] Lanzando bienhechoras ideas de unión, los españoles y americanos de nuestro siglo no hacemos más que servir el pensamiento de los hombres de la Independencia, Bolívar, San Martín, etc., y el de la Confederación hispánica, del conde de Aranda, á que por una inmediata necesidad y conveniencia, hemos de llegar en la idea salvadora de Patria Única entre España y nuestra América, en lo referente á la política internacional.11
Expresiones como “las 20 naciones de España en América” no eran un recurso retórico, sino que reflejaban la esencia de un pensamiento en el que se atribuía a la exmetrópoli el liderazgo espiritual de esa “Pa10. Entre las distintas posturas encontramos desde quienes querían relegar a España a un mero papel honorífico por su incapacidad dinamizadora hasta aquellos que la veían como un referente indispensable para construir la unidad hispanoamericana. O, cambiando el enfoque, desde los que asumían con naturalidad el legado español y la decadencia de la antaño metrópoli hasta quienes renegaban de la herencia colonial y de toda participación española en este tipo de proyectos. 11. José María González García: “España, bienhechora del mundo”; en Heraldo de Madrid, Madrid, 7 de septiembre de 1914, año XXV, nº 8681, p. 4.
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tria Única” por venir. No obstante, los obstáculos eran muchos; entre otros, la desconfianza de aquellos americanos que no compartían los postulados panhispanistas y la presencia, muy real, de unos Estados Unidos cuya influencia crecía exponencialmente. La estrategia hispanoamericanista incluyó, de acuerdo a sus postulados, confrontar el agorero recuerdo de la leyenda negra española con un relato mucho más generoso —que no siempre más científico— sobre el pasado colonial.12 Es ahí donde cabría insertar la blanca reinterpretación que determinados sectores harían de la Colonia, erigiendo un discurso tan apologista y sesgado como carente de autocrítica. Tan complaciente visión histórica, de la que Columbia tomaría parte, alimentaría además la idea de los valores compartidos, coincidentes en su inmensa mayoría con los propugnados por el panhispanismo, y presentados, con descomedido énfasis, como los valladares a oponer al expansionismo norteamericano. Dentro de la política de acercamiento a la América Hispana, despertó especial interés la aproximación a Cuba y Puerto Rico por lo reciente de su emancipación. Fue esta una labor muy presente en los escritos de González, ya fuere por su propia relación personal con la isla o bien por haber logrado captar la atención de importantes líderes boricuas, como José de Diego. Así, eventos como la visita del crucero cubano Patria a la Península, por ejemplo, serían realzados por el periodista con particular encomio, recopilando en sus crónicas prácticamente todos los tópicos habidos y por haber del hispanoamericanismo (fig. 4). La visita del Patria a España hay que entenderla como un gesto de distensión por parte del gobierno cubano. El viaje, iniciado en La Coruña, preveía escalas en Santander, Cádiz, etc., pero, si hubo una a la que Columbia prestó especial atención, sería a la de Huelva. Mucho tuvo que ver la estrecha relación del periodista con la Sociedad Colombina Onubense —y, en particular, con su presidente, Manuel
12. Un asunto espinoso para los historiadores prácticamente desde la crisis del Antiguo Régimen. Muestra de ello sería la polémica suscitada dentro de la Academia de la Historia tras descartar la publicación de los escritos de Bartolomé de las Casas por contradecir “siempre el derecho de los españoles à la conquista” y acriminar “perpetuamente su conducta”. Siendo el informe de 1821, es comprensible que desaconsejase su edición por no ser “conveniente ni oportuna su publicación ni decoroso à la Nación el autorizarla” (Vélez 2007: 28).
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Figura 4. Crucero Patria. En La Rábida. Revista Colombina Iberoamericana, Huelva, Año IV, nº 38, 31 de agosto de 1914, p. 2.
Marchena Colombo—, pero también con que la visita coincidiese con la celebración de las Fiestas Colombinas, una circunstancia que el periodista resaltaría, con su habitual afectación, tanto por la procedencia de los marinos como por el motivo de la efeméride: El viaje del “Patria” a Huelva coincidiendo con las patrióticas Fiestas Colombinas del “3 de Agosto” en la Rábida, tiene mucho de curioso por significativo y evocador: hace pensar en Dios. […] Hemos dado, pues, una nota hermosa trayendo en tan preciosa ocasión a “la más hermosa” á las aguas de los Descubridores, “en el primer viaje de Cuba independiente a España Madre predestinada”.13
Más evidente se haría la antítesis entre los valores hispanoamericanistas y el expansionismo yanqui en su defensa de la causa puertorriqueña, siendo la cuestión lingüística uno de los puntos cardinales de su alegato. 13. José María González García: “Por la ruta de Colón. Cuba en La Rábida”; en La Rábida. Revista Colombina Ibero-Americana, Huelva, 31 de agosto de 1914, año IV, nº 38, p. 21. Tampoco está de más apuntar cómo Columbia aprovechó la columna para reclamar una parte del mérito; una costumbre que haría patentes sus ansias de notoriedad: “Llegó el ‘Patria’ á las aguas sagradas de Onuba, desde la ‘Nueva Covadonga de la Patria’, desde la Ciudad del 12, de los españoles y americanos. ¡Cádiz!; y lo llevó a esos dignos mares, la pobre iniciativa del hijo de la auténtica Covadonga de España, amigo fervoroso de Huelva, enamorado de Cuba y de la gloria de Colón, que nació en el año de nuestra bienhechora Colombina”.
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Ya en la segunda mitad del xix, la lengua se convertiría en un motivo de controversia transoceánica —e interna, en lo referente a la América Hispana— que, sorprendentemente, supo encauzarse gracias a los buenos oficios de la Real Academia Española. Entre las causas, cabría señalar las discrepancias en que se verían inmersas las nuevas repúblicas entre quienes querían culminar la independencia política a costa de separar el idioma castellano y aquellos que, por el contrario, descartaban tal posibilidad por ser la lengua materna de la mayoría de sus habitantes. Del mismo modo, el desinterés español respecto a los autores hispanoamericanos y su obra sería interpretado como un desprecio difícil de encajar por parte de los mismos. Fue entonces que la Real Academia tomó una decisión trascendente por la que fue rompiendo el monopolio que, hasta entonces, habían mantenido los filólogos y literatos españoles:14 abrió las puertas a la conversión del español de lengua patria —entendida como patrimonio de un solo país— a lengua multinacional, lo que, a su vez, se traduciría en la admisión gradual de académicos americanos en la institución y la creación de nuevas academias al otro lado del Atlántico.15 Con ello, como señala Sepúlveda, no solo se encauzó al idioma por senderos más ortodoxos, sino que también se aplacaron las quejas americanas en lo tocante a la actitud prepotente y dirigista de la Península. Lo que en un principio pudo entenderse como desgaste de una de las bases del nacionalismo español tendría, sin embargo, años después, unas consecuencias inesperadas en el marco de las relaciones hispanoamericanas. Mucho tuvo que ver la reivindicación de la lengua como elemento sustancial frente al expansionismo norteamericano; una reivindicación que cabría extender a la mayoría de movimientos contrarios al imperialismo estadounidense, pero que, en lo que al panhispanismo se refiere, afianzó la índole del idioma como puntal sobre el que salvaguardar, en palabras de Columbia, la “personalidad de la raza”.16 14. Sepúlveda (2005: 69). 15. En 1866, la RAE ya había incorporado seis académicos americanos, siendo a partir de 1871 que comenzaron a fundarse academias en el continente. Para cuando Columbia inició su labor como periodista, ya se habían creado las de Colombia (1871), Ecuador (1874), México (1875), El Salvador (1875), Venezuela (1883), Chile (1885), Perú (1887) y Guatemala (1887). 16. “Es muy elocuente y afortunada la adhesión de Puerto Rico y Filipinas a las fiestas de nuestra lengua en los momentos en que el yanqui quisiera suplantar el castellano de aquellos pueblos hermanos nuestros, sin condición política por ahora;
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El peligro de que se produjese una deshispanización de Puerto Rico y Filipinas llegó a ser tan previsible que movilizó al americanismo español en apoyo de quienes lideraban la resistencia a lo que era percibido como un proceso de desnaturalización —de yanquinización, podría decirse—17, en el caso puertorriqueño, José de Diego y Vicente Balbás Capó (figs 5 y 6). De Diego fue autonomista en su juventud y es presentado, usualmente, como uno de los referentes históricos del independentismo puertorriqueño. No obstante, los distintos estudios sobre su figura nos ilustran sobre un político pragmático que, si bien pudo asumir entre sus propósitos la ruptura con los Estados Unidos, tampoco es que la contemplase a corto plazo. Eso explica que, por una parte, pudiese colaborar con la administración estadounidense en pro de las reformas que consideraría favorables para los intereses de la isla y, a la par, se mostrase como un tenaz opositor a la agresiva política educativa que los norteamericanos quisieron imponer; de ahí su defensa por la cuestión lingüística y las simpatías que se granjearía dentro del hispanoamericanismo.18 Balbás era un caso distinto. Ya en 1893, con apenas 29 años, había sido candidato a Cortes por el Partido Incondicional, organización que agruparía a los sectores más conservadores y españolistas de la isla y por la que saldría elegido diputado. Contrario al autonomismo, tras la reanudación de las hostilidades en Cuba, en 1895, utilizó su periódico
pero que, como dice Balbás, ven en la lengua de Cervantes la personalidad de la raza”. José María González García: “La adhesión de Filipinas y Puerto Rico al centenario de Cervantes”; en Heraldo de Madrid, Madrid, 21 de junio de 1915, año XXVI, nº 8968, p. 4. 17. Algo que Columbia reflejaría en alguno de sus artículos, como el publicado en julio de 1915 en El País refiriendo la conmemoración del Centenario de Cervantes: “El señor De Diego, descendió del asiento presidencial al escaño de diputado para defender contra los ‘yaquinizantes’ [sic] o deshispanizantes la permanencia del idioma español en la preciosa Antilla borinqueña, escribiendo hoy el Heraldo Español, en una hermosa y brillantísima campaña que merece nuestra eterna gratitud, el precioso pensamiento de su inspirada pluma ‘Cervantes y la personalidad de la raza’, cuyos ecos de Puerto Rico, en la misma situación interina norteamericana política que hoy están las Filipinas, llegan a donde hoy se celebra, señor Morayta, ‘El Día Español’” (José María González García: “Filipinas y Puerto-Rico ante el próximo Centenario de Cervantes”; en El País, Madrid, 31 de julio de 1915, año XXIX, nº 10157, p. 3). 18. Pozo Redondo (2012a: 200).
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Figura 5. José de Diego. En La Rábida. Revista Colombina Iberoamericana, Huelva, Año VI, nº 63, 30 de septiembre de 1916, p. 13, .
La Integridad Nacional para atacarlo, ampliando sus diatribas a aquella prensa peninsular que, en su opinión, daba alas a sus adversarios.19 Durante la guerra ejerció como comandante del batallón voluntario 19. En La Unión Católica de Madrid llegaría a publicar una carta en la que expresaba tal queja como “español incondicional y enemigo de todos los ambages autonomistas que tantas desdichas han producido a España” (Pozo Redondo 2012b: 179).
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Figura 6. Vicente Balbás Capó. En La Rábida. Revista Colombina Iberoamericana, Huelva, Año XIV, nº 150, 31 de enero de 1927, p. 3, .
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Tiradores de Puerto Rico, recibiendo una mención honorífica por su desempeño, pese a no entrar en combate. Con todo, nadie podía negar el compromiso del puertorriqueño con España, convirtiéndose en un símbolo por su contumacia frente a los Estados Unidos y su administración. Paradójicamente, fue precisamente esto lo que le terminaría acercando a aquellos sectores autonomistas e independentistas a los que, apenas unos años antes, con tanta saña había censurado. Columbia mantuvo una buena relación con ambos políticos, al punto que viajó en 1916 a la capital boricua, San Juan, para asistir a los festejos del Doce de Octubre. Allí, en el Instituto José de Diego, pronunció un discurso que fue reproducido en el Heraldo de las Antillas —cuyo director era, no casualmente, Balbás—20 y reeditado por La Rábida en noviembre de ese mismo año, ilustrando su admiración por un De Diego al que elevaría a la categoría de libertador: Es ciertamente providencial todo lo que ocurre a España en América: el 98 nos declaró la guerra el “yankee” invocando deberes de humanidad, y cuatro lustros después, Puerto Rico, por el gran De Diego, desesperado de la dudosa y tardía justicia del intruso, vése precisado, inspirado nuestro amigo como un apóstol, a pedir auxilio —reconociendo la divina personalidad de España en este mundo— a la noble Madre Patria y a los hermanos, para librarse de los falsos redentores, que le martirizan persiguiendo su lengua y conminándole con otra ciudadanía. Puerto Rico se salvará, eso sí, porque se ha puesto otra vez por la obra patriótica de José de Diego y los que le siguen en la amistad de Dios y de su predilecta España, Madre de América, conquistando así la simpatía y la adhesión más fervorosa de todos los pueblos hermanos, que os ayudarán, no lo dudéis, a vuestra redención.21
El párrafo, como bien puede observarse, contiene los elementos propios del doctrinario panhispanista. La crítica hacia los Estados Unidos y su política exterior, por ejemplo, cobra vuelo en el texto para 20. Era el mismo diario que, hasta 1898, se había denominado El Heraldo Español y que, bajo su dirección, se caracterizaría por sus constantes diatribas contra la administración colonial norteamericana. No en vano, su oposición al gobierno estadounidense durante esos años le harían acreedor de no pocos problemas con la justicia (Pozo Redondo 2012b: 177). 21. José María González García: “El Día de Colón en el Instituto Universitario ‘José de Diego’. Discurso del iniciador”; en La Rábida. Revista Colombina IberoAmericana, Huelva, 30 de noviembre de 1916, año VI, nº 65, p. 4.
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censurar tanto su injerencia en el 98 como la estrategia de desarraigo cultural perpetrada en Puerto Rico. Un extremo agudizado, por otra parte, por la lectura providencialista y glorificada del autor en cuanto al papel histórico de España o por su énfasis al glosar la presunta predilección divina por “la noble Madre Patria”. Esta apología de la madre España, en contraste con el intervencionismo yanqui, iría en paralelo, en los escritos de Columbia, a los sucesivos hitos con que Estados Unidos fue consolidando su hegemonía continental. Puerto Rico, después de todo, no sería sino una etapa más de la agresiva política exterior estadounidense, no tardando mucho tiempo en ser víctima de la misma, también, la República Dominicana. La República Dominicana, la Española —como la llamó Colón—, la predilecta del Descubridor, Cuna de la Civilización cristiana en el Nuevo Mundo, sufre una intervención militar de los Estados Unidos que es una ofensa y un peligro común a las Nacionalidades Hispano-Americanas, como dijo un esclarecido estadista dominicano, y que no debe durar un día más. […] Fatídica llamo a la gloriosa bandera de Washington y Wilson cuando suprime o cercena sacrosantas soberanías en nuestra española América. […] La causa de mi país —decía el doctor Federico Henríquez— […] es también la causa de los pueblos iberoamericanos, y a todos por igual toca de cerca el problema planteado en la antigua cuna de América, por la forma anómala empleada por los norteamericanos al mezclarse en los asuntos del pueblo dominicano. […] A esta hora soberana del Mundo tiene labrada felizmente nuestra estirpe su solidaridad y es una fuerza nueva en la marcha del Mundo. España Madre, consciente de sus destinos, se solidariza con su América en la defensa de la Libertad y desenvolvimiento de la raza.22
Esta línea argumental —tendente a unir los problemas americanos con el enaltecimiento de España y la raza— todavía se haría más patente conforme Estados Unidos se confirmó como cabeza del nuevo orden internacional, reforzando un discurso —el de las dos Américas— ya delineado por Rodó en su Ariel, pero que, en alguien como 22. José María González García: “La libertad de América. ¿Cuándo van a restablecer los Estados Unidos la soberanía de Santo Domingo? Imperialismos que deben acabar a esta hora si ha de haber paz entre las dos Américas”; en La Rábida. Revista Colombina Ibero-Americana, Huelva, 31 de septiembre de 1919, año IX, nº 99, pp. 13-15.
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Columbia, acabaría sirviendo para enfatizar a España incluso por aquellos méritos de los que no sería sino subsidiaria.23 El Día de Colón Si hubo una cuestión que marcó significativamente la vida de Columbia fue la del Doce de Octubre. Ya indicamos en su apunte biográfico cómo impulsó la efeméride durante su estancia en Cuba, siendo en los fastos por el Centenario de las Cortes de Cádiz que su nombre cobró mayor prestancia a raíz de su artículo “Honremos todos a Colón”; empero el renombre del asturiano vendría acompañado de porfías de irregular calado, cuyo único objetivo sería reclamar su reconocimiento como creador del acontecimiento. Un título que, a sus ojos, le capacitaría como autoridad en todo lo referente al evento, su denominación o significado. Haciendo una retrospectiva, cabe apuntar cómo el prestigio derivado de su iniciativa acabaría empañándose por dos razones: por un lado, por su afán de vanagloria, palpable en la continua mención que haría de su logro; por otro, la rapidez con que serían relegadas sus opiniones sobre el asunto. Fueron estos dos motivos interrelacionados, ya que, si el primero se haría perceptible prácticamente desde la publicación de su propuesta en el Diario de Cádiz, el segundo se haría evidente desde la presentación, pocos meses después, de un nuevo nombre para designar la fiesta: la Fiesta de la Raza; un apelativo que, para pesar de Columbia, acabaría imponiéndose en los círculos oficiales por encima del por él propugnado: el Día de Colón. Fue en marzo de 1913 que Faustino Rodríguez San Pedro, presidente de Unión Ibero-Americana (fig. 7), publicaba en el boletín de la asociación la aspiración 23. Como, por ejemplo, la Sociedad de Naciones: “El pacto de la Sociedad de las Naciones con el mantenimiento de la doctrina de Monroe, pudiera creerse por algunos que entrañaba el fracaso del ideal hispanoamericano, y no hay tal cosa. El encumbramiento de los Estados Unidos tampoco disminuye la grandeza y los envidiables destinos de la raza hispana. En resumen de cuentas, el bien recibido en estos días por la Humanidad es debido a la obra de España, descubridora de un mundo” (José María González García: “La misión de España y América. Oportunidad del viaje de Ugarte a Madrid”; en La Rábida. Revista Colombina IberoAmericana, Huelva, 30 de abril de 1919, año IX, nº 93-94, p. 18).
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de que se conmemore anualmente en todos los pueblos ibero-americanos la fecha del descubrimiento de América en forma que, á la vez que dé homenaje á la memoria del inmortal Cristóbal Colón, sirva para exteriorizar la intimidad espiritual existente entre la nación descubridora y civilizadora y las formadas en el suelo americano, hoy prósperos estados. Ningún acontecimiento, en efecto, más digno de ser ensalzado y festejado en común por los españoles de ambos mundos, porque ninguno más ennoblecedor para España, ni más trascendental en la historia de las Repúblicas hispano-americanas.
Figura 7. Faustino Rodríguez San Pedro. En Unión Ibero-Americana, Madrid, Año XXVIII, nº 10, octubre 1914, p. 4.
Que la idea estaba inspirada en la de Columbia parece deducirse de una referencia, dentro de la misma columna, en la que la agrupación menta un ágape a los representantes hispanoamericanos en las conmemoraciones de Cádiz, justo cuando el asturiano sacó a la luz su proposición. No obstante, el periodista no aparecería mencionado en el escrito y sí supuestos antecedentes de la celebración en el centro que la sociedad tenía en Santiago de Chile: De no haber sido ineludible el amoldarse á la organización oficial de los agasajos que se celebraron en honor de los Delegados iberoamericanos
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en las fiestas del Centenario de Cádiz, se hubiera celebrado el te con que los obsequió la Unión el día 12 de Octubre, en vez del 13, pues tal era el propósito de nuestra Sociedad, el de hacer coincidir con esta fecha el honor de recibir en ella á los emisarios iberoamericanos. Hasta ahora en Chile y á iniciativa del Centro de la Unión Ibero-Americana de Santiago, es donde más arraigó el indicado pensamiento, que si en 1911 se exteriorizó en solemnes fiestas organizadas en aquella capital, en 1912 revistió aún mucho mayor importancia, celebrándose no sólo en Santiago, sino en la mayoría de ciudades de la República.24
Rodríguez San Pedro había sido alcalde de Madrid (1890-1891) y ejercido como ministro de distintas carteras bajo los gobiernos de Silvela y Maura,25 por lo que sus contactos con los círculos de poder no podían ser más estrechos. Lo mismo ocurría con Unión IberoAmericana, asociación que, sin lugar a dudas, podía presumir de ser la más potente del americanismo español. En tales circunstancias, que su proposición fuese ganando adeptos por encima de cualquier otra no tardaría en ser un hecho, tal y como pudo constatarse en el boletín de octubre de ese mismo año, en el que, bajo el revelador epígrafe “El 12 de Octubre, Fiesta de la Raza”, la agrupación se congratulaba de la gran adhesión generada por su idea: Las noticias últimamente recibidas de las Repúblicas ibero-americanas colman nuestros deseos en cuanto al entusiasmo con que todos los elementos sociales de importancias, especialmente la Prensa han procurado organizar festejos particulares para el presente año. […] Por lo que á España se refiere, ha sido de verdadera elocuencia el movimiento de adhesión á la UNIÓN IBERO-AMERICANA para que, como portavoz de la opinión pública patria culta y laboriosa, que comprende y anhela la conveniencia de estrechar los vínculos entre los pueblos de la raza íbera de ambos continentes, recabase de los Poderes públicos la declaración de fiesta nacional del 12 de Octubre. […] Por centenares se cuentan las cartas, comunicaciones, telegramas y telefonemas recibidos de toda España en nuestra Sociedad el día 12 de Octubre aplaudiendo la labor que la misma realiza y adhiriéndose á la conmemoración de tal fecha como Fiesta de la 24. Tanto este párrafo como el de la anterior cita pertenecen a “Fiesta de la Raza”; en Unión Ibero-Americana, Madrid, marzo 1913, año XXVII, nº 1, p. 52. 25. Con Silvela ocupó el Ministerio de Hacienda apenas unos meses en 1903; con Maura, ejerció como ministro de Estado en su primer mandato (1903-1904) y asumió la cartera de Instrucción Pública y Bellas Artes durante su gobierno largo (1907-1909).
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Raza; y en todas las provincias la opinión de la Prensa se ha exteriorizado en extensos y bien escritos artículos, de fondo mucho [sic] de ellos, que no dejan lugar á duda respecto á la unanimidad con que fueron acogidos nuestros trabajos en pro del día del centenario del descubrimiento de América.26
El éxito sería de tal calibre que, en octubre del año siguiente, el boletín estuvo dedicado íntegramente al evento, siendo en este en el que —junto a las distintas manifestaciones de entusiasmo y relación de apoyos— la asociación expresaría su deseo de que la fiesta se perpetuase tanto en España como en los países hispanoamericanos: Sería de gran conveniencia el comenzar á preparar con tiempo la celebración en 1915 y años sucesivos del día 12 de Octubre, aniversario del descubrimiento del Nuevo Mundo, como Fiesta de la Raza ibero-americana, pues resultaría lastimoso y censurable que por incuria no revistiera tal solemnización en los años venideros proporciones reveladoras de marchar a pasos agigantados la difusión del convencimiento de que, unirse espiritualmente los pueblos de la misma raza, fraternizar de modo íntimo cada uno de ellos con los demás y todos entre sí, es ponerse en condiciones de conservar la vida independiente y dentro de ella desenvolver la civilización y fomentar el progreso. […] Para lograr tales propósitos sería un paso de gran importancia el que todas las Asociaciones, del carácter que sean, con vida legal en cualquiera de los Estados que forman la Unión IberoAmericana […] acordasen la celebración solemne del día 12 de Octubre como Fiesta de la Raza. También sería de extraordinaria eficacia el conseguir de los Gobiernos, que aún no lo han sancionado, la consagración del 12 de Octubre como fiesta oficial, y por ello, a tal fin, deben realizarse tenaces y activas gestiones.27
La campaña desplegada por Unión Ibero-Americana difícilmente podía ser contrarrestada por un simple periodista. Aun así, González intentaría compensarla a través de sus cabeceras habituales y de aquellas revistas que le habían abierto las puertas tras su iniciativa gaditana. De esos meses son artículos como “El 12 de Octubre en España y América. Un gran triunfo de la Prensa”, en el que, hacién26. “El 12 de Octubre, Fiesta de la Raza”; en Unión Ibero-Americana, Madrid, octubre de 1913, año XXVII, nº 8, pp. 6-7. 27. “Para la perpetuación de la Fiesta de la Raza”; en Unión Ibero-Americana, Madrid, octubre de 1914, año XXVIII, nº 10, pp. 33-34.
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dose mención a un comentario en La Rábida sobre la expansión de la celebración, se asignaba la autoría del proyecto al periodista y, por extensión, a la profesión.28 Cierto es que el texto fue publicado sin firma, pero viendo su contenido —y relacionándolo con otro publicado al mes siguiente en el mismo diario—29 no es difícil deducir que, si no fueron escritos por Columbia, sí estuvieron inspirados por él. El malestar del corresponsal se haría nuevamente visible al año siguiente en otra crónica publicada en El País: “El Día de Colón, obra de la Prensa. Defendiendo una iniciativa”. Los argumentos serían prácticamente los mismos, volviendo a atribuir a la prensa la autoría del evento en pos de presentar como un reproche colectivo lo que, en realidad, no era sino una reclamación personal. Con todo, sí resulta llamativa la tibieza con que el periodista aludiría a Unión IberoAmericana, dejando entrever su indecisión en cuanto a llevar la crítica mucho más allá de la pataleta: Uno y otro día anda una Sociedad de Madrid diciendo por el mundo que es autora de la idea de la fiesta de unión de España y América, del 12 28. “Este es un gran triunfo de nuestra profesión, que prueba el influjo y poder sublime de la Prensa cuando como quería el gran Moret, nuestro presidente en el Congreso de Cádiz, nos guía el amor à la Patria y el bien, pues la idea de la ‘Fiesta del 2 de Octubre [sic] en España y América’ fue lanzada por el periodista asturiano D. José María González (Columbia), desde las columnas del ‘Diario de Cádiz’, en el artículo ‘Honremos todos á Colón’, publicado el 6 de Octubre en las fiestas del Centenario de las de las Cortes del 12; llevándola también, y después, su autor á las sesiones del útil Congreso periodístico, que la aprobó y accedió á gestionar su adopción con las misiones de América, á quien el artículo se dirigía. […] La Prensa española, pues, se felicita —y felicita hoy á nuestros buenos hermanos los americanos— del práctico y trascendental resultado de nuestra idea de esa fiesta fraternal y anual de la Familia, en conmemoración de nuestra mayor gloria, que es la del inaudito descubrimiento del ‘12 de Octubre’, que hoy todos consagramos” ( “El 12 de Octubre en España y América. Un gran triunfo de la Prensa”; en El País, Madrid, 12 de agosto de 1913, año XXVII, nº 9537, p. 3). 29. José María González García: “Por España y América. Cádiz y Oviedo”; en El País, Madrid, 12 de septiembre de 1913, año XXVII, nº 9568, p. 2. El artículo no hacía sino informar de un intercambio de telegramas entre González y la Real Academia Hispanoamericana de Cádiz con motivo del Doce de Octubre; intercambio en el que, cómo no, se hacía constar al periodista como impulsor de la fiesta.
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de Octubre o día de Colón. […] Ya no podemos callar más, pues ni conviene esto á la justicia ni al honor de nuestra profesión. El día de Colón, como todo el mundo sabe, nació en Cádiz en 1912, en las fiestas hispano-americanas del centenario de las patrióticas Cortes y en el primer Congreso periodístico español y americano que presidió Moret en la inmortal ciudad. Ahí está el “Diario de Cádiz” del 6 de octubre del histórico año, con nuestro artículo “Honremos todos a Colón”, dirigido al Gobierno de S.M. y a las misiones de Hispano América en Cádiz. […] EL PAÍS ha llamado á este triunfo “Un gran triunfo de la prensa”. […] Posteriormente la misma autorizada Academia hispanoamericana de Cádiz nos ha enviado en el 12 de Octubre del año pasado expresión de eterna gratitud por esta fiesta en nombre de España y América; honor que debidamente nos hemos callado y citamos humildemente hoy obligados a defender nuestro modesto acierto, orgullosos patrióticamente al hacerlo de que en este trascendental y magno caso se haya cumplido lo que nos enseñaba Moret. […] Entendámonos: lo que ha hecho noblemente la patriótica Sociedad á quien los periodistas contestamos, fue “prestar adhesión a nuestra idea”, comenzando la propaganda en que ayudándonos se emplea desde su primera circular de 7 de marzo de 1913.30
La respuesta vendría por sí sola, ese mismo mes, en el boletín que esa “Sociedad de Madrid” dedicaría, por completo, a exhibir la larga relación de apoyos y plácemes recibidos a cuenta del acontecimiento. Entre los firmantes, Salvador Bermúdez de Castro, marqués de Lema y ministro de Estado en ese momento; ex altos cargos como Juan de Armada, marqués de Figueroa; Francisco Rodríguez Marín, director de la Biblioteca Nacional y académico de la Lengua; Blanca de los Ríos, vicepresidenta del Centro de Cultura Hispano-Americana; Antonio Maura; Ramón María de Labra, quien, paradójicamente, felicitaría a la asociación desde Oviedo “por su afortunada iniciativa”,31 etc. La lista incluiría a diplomáticos hispanoamericanos como Enrique Larraín, ministro plenipotenciario de Chile en España; el cubano Mario García Kohly, o el argentino Marco M. Avellaneda.
30. José María González García: “El Día de Colón, obra de la Prensa. Defendiendo una iniciativa”; en El País, Madrid, 12 de agosto de 1914, año XXVIII, nº 9960, p. 3. 31. “Adhesiones”; en Unión Ibero-Americana, Madrid, octubre de 1914, año XXVIII, nº 10, p. 20.
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La opción de la asociación americanista no tardó en ser adoptada por los estamentos oficiales, si bien Columbia se negaría a aceptar otra designación que no fuese la suya. Prueba de ello sería el discurso que, dos años después, pronunciaría en Puerto Rico, en el Instituto José de Diego, con motivo del Doce de Octubre32 o artículos como el editado el 15 de mayo de 1918, en el que, además de insistir en la inconveniencia del nombre escogido por el gobierno, reflejaría algunas opiniones más o menos cercanas a la suya, como las de Rafael Calzada o Eduardo Gómez de Baquero: Alabamos el celo y acierto de este Gobierno, que consagra el ideal de compenetración de España con América en este solemne momento de la vida internacional, pero tenemos que oponernos fundadamente á la denominación impropia de “Fiesta de la raza” [sic] que el Gobierno quiere darle a nuestra Fiesta internacional, pues nuestra oposición entraña un doble carácter ideológico y moral. Ninguna nación de América le ha dado semejante nombre á la patriótica fiesta del 12 de Octubre. […] Es la hora del desagravio general al descubridor de América […] y, en esta insigne obra, España debe mirarse mucho para no hacerle justicia a Colón. Ya que América no lleva su nombre, demos éste á su apoteósica Fiesta. La solidaridad que se busca felizmente á esta hora entre los pueblos de origen hispano, va envuelta en la gloriosa causa colombina.33
El enojo de Columbia era comprensible, ya que, justo el día anterior, se había hecho oficial la promulgación de un real decreto por el que se autorizaba la presentación ante las Cortes de un proyecto de ley
32. “Como creador del Día de Colón, yo no voy a hacer el elogio de esta Fiesta; pero tengo que alegrarme santamente en este día, de haber provocado la corriente de aproximación que nos permite reunirnos hoy a 100 millones de hermanos en una sublime comunión de aspiraciones y de gloria para la Raza. […] No estoy conforme con la denominación que algunos le dan de Fiesta de la Raza. Esta gran solemnidad debe llamarse Día de Colón, como desagravio al hecho de que el Nuevo Mundo no lleve el nombre del Descubridor y como símbolo de paz”. (El discurso fue reproducido en el Heraldo de las Antillas y reeditado, en noviembre de ese mismo año, en La Rábida José María González García: “El Día de Colón en el Instituto Universitario ‘José de Diego’. Discurso del iniciador”; en La Rábida. Revista Colombina Ibero-Americana, Huelva, 30 de noviembre de 1916, año VI, nº 65, p. 3). 33. José María González García: “España y América. La Fiesta del Descubrimiento”; en El País, Madrid, 18 de mayo de 1918, año XXXII, nº 11200, p. 1.
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“declarando fiesta nacional, con la denominación de Fiesta de la Raza, el día 12 de Octubre de cada año”.34 Algo, por otra parte, previsible: ya el Ayuntamiento de Madrid había asumido el festejo en la capital en 1917 tras propuesta de su concejal, Hilario Crespo Gallego, el año anterior. Una decisión que, con el tiempo, daría lugar a un tenso desencuentro entre este último y Columbia. Hablar del enfrentamiento entre Crespo y González sería, en realidad, hablar de un choque de vanidades. Fue, además, en un momento en el que las colaboraciones periodísticas de Columbia en diarios de ámbito estatal se habían reducido considerablemente, siendo en Asturias —concretamente en el periódico El Carbayón— donde sus aportaciones encontrarían mayor acomodo.35 Fue a raíz de un comentario aparecido en ABC, con motivo de la celebración del Doce de Octubre, que se disparó la disputa. Ese año, 1930, Columbia había publicado su primer libro —El Día de Colón y de la Paz36—, recibido con términos elogiosos por la prensa conservadora.37 Sin embargo, en la crónica del diario madrileño sobre uno de los actos oficiados en la capital durante la conmemoración, aparecería referida la presencia de “el iniciador de la Fiesta de la Raza, D. Hilario Crespo”.38 Crespo ya se había visto envuelto en una polémica similar con Unión Ibero-Americana tras ser condecorado —en 1920 y a instancias del Ayuntamiento de Madrid— con la Gran Cruz de Isabel la
34. Gaceta de Madrid, año CCLVII, tomo II, nº 137, 17 de mayo de 1918, pp. 443444. Véase: (06/02/2017). 35. Un viejo artículo de Luis Arrones Peón refiere cómo en el expediente de jubilación de González había documentación acreditando que había trabajado en La Voz de Asturias, del 1 de enero de 1909 al 30 de junio de 1919, y en El Carbayón, del 1 de enero de 1920 al 20 de julio de 1926 y del 1 de enero de 1928 al 18 de julio de 1936 (Arrones Peón 1983: 551-552). 36. González García (1930). 37. El propio ABC, de la mano de José López Prudencio, lo describiría como un “tesoro documental e histórico” indispensable “para lograr un exacto conocimiento de los problemas de la actualidad internacional y defender el preeminente lugar que a España corresponde en las relaciones con América”, ABC, Madrid, 25 de abril de 1930, año XXVI, nº 8527, p. 7. 38. “Solemne celebración de la Fiesta de la Raza y el Idioma. La entrega de una corona por la República de Cuba”; en ABC, Madrid, 14 de octubre de 1930, año XXVI, nº 8674, p. 33.
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Católica como promotor de la Fiesta de la Raza (fig. 8),39 un honor que la agrupación americanista reclamaría para sí, siete años después, con la correspondiente protesta al consistorio madrileño. De lo que no cabe duda es de que, para cuando Unión Ibero-Americana hizo su reclamación, Crespo ejercía y era considerado por muchos como el auténtico iniciador del festejo.40 Así se entiende la posterior reacción de Columbia cuando, tras la publicación de su libro, se vindicó frente al ya exconcejal como auténtico pionero del proyecto.
Figura 8. Imposición de la Medalla de Isabel la Católica a Hilario Crespo. En ABC, Madrid, Año XVI, nº 5374, 30 de marzo de 1920, p. 5.
La discusión se concentró en un somero intercambio de cartas públicas en el que ambos expusieron sus respectivos méritos: Crespo, ceñido a la oficialidad cobrada por la celebración tras su adopción por
39. Gaceta de Madrid, 25 de abril de 1920, año CCLIX, tomo II, nº 116, p. 274. Véase: (08/02/2017). 40. Entre otros, el propio ABC, que el 28 de enero de ese mismo año informaba de un homenaje al concejal por parte de los profesores municipales de enseñanzas especiales “como promotor y propulsor de la Fiesta de la Raza”. La noticia vendría ampliada con una foto de grupo en la que también se anunciaba el nombramiento del agasajado como “gentilhombre de cámara de S.M. el Rey” (“Homenaje a D. Hilario Crespo”; en ABC, Madrid, 28 de enero de 1927, año XXIII, nº 7513, pp. 4 y 17.
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el cabildo capitalino; Columbia, relativizando tal hecho frente a lo que había sido, propiamente, la presentación de la propuesta.41 El enrocamiento de ambos sería tan evidente que, en la última de las cartas, el periodista no titubeó en ridiculizar las ínfulas de su interlocutor tanto en lo concerniente a Unión Ibero-Americana como a sí mismo,42 pero a costa, a su vez, de comprobar la indiferencia despertada por el asunto entre los lectores y el público en general. A modo de conclusión Tras la polémica con Crespo, Columbia volvería de nuevo al anonimato gradual e indeseado del que había salido, momentáneamente, con la publicación del libro. Conforme a lo que apunta Arrones, sus colaboraciones parecieron restringirse esencialmente a la prensa asturiana, viéndose todavía más limitadas tras el cierre del conservador El Carbayón el 18 de julio de 1936. Hay constancia de que el 5 de junio de 1938 entró a trabajar en la Fábrica de Armas de Oviedo como empleado en la oficina de dirección, abandonando la labor periodística, salvo para hacer muy esporádicas aportaciones al diario ovetense Región.43 No obstante, la
41. Todas las cartas —cinco, en total— fueron publicadas en El Carbayón: la primera, el 17 de octubre de 1930; la última, el 16 de noviembre de ese mismo año. Puede hacerse un seguimiento de las mismas en la web del proyecto Filosofía en Español. Véase: (02/03/2017). 42. “Es usted un elocuente divagador. Aquí de lo que se trata es de la prioridad de las iniciativas. Yo empecé en 1912 y usted en 1916, y ya no hay cuestión: ‘usted no es el iniciador’. Y lo mismo le digo de su cándida argumentación sobre el discurso del presidente de la Unión Ibero-Americana en 1918, en Madrid. ¿Quería usted que le siguieran en sus chabacanas jactancias a usted? [sic] Bastante tenían con que el Ayuntamiento les había secundado; el ilustre Ayuntamiento de Madrid tenía más medios que la Unión Ibero-Americana para dar más brillantez a la celebración del 12 de Octubre y por eso se la entregaron; pero ya ve usted, por si acaso, lo que hicieron en 1927 […]. ¿Y no vio usted lo que decían uno y otro año sobre la iniciativa en la revista de la Unión Ibero-Americana?; ¿qué es lo que lee usted, y cómo lo lee, que no se entera, señor?” (José María González García: “Carta Abierta. La creación de la Fiesta de la Raza. ¡No se puede con usted, señor Crespo!”; en El Carbayón, Oviedo, 16 de noviembre de 1930, año LII, nº 17404, p. 3. Véase: (02/03/2017). 43. Arrones Peón (1983: 552).
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obsesión respecto al Doce de Octubre y su rol como impulsor del mismo no se agotaría ahí. Ya con anterioridad al cierre de El Carbayón, Columbia sacó una nueva edición de su libro, pero con una notable reducción del número de capítulos y páginas.44 Resulta significativo que, de los dos capítulos de los que prescindiría en esta monografía, uno de ellos fuera, precisamente, el dedicado a las distintas denominaciones de la conmemoración.45 En todo caso, la publicación pasó sin pena ni gloria, provocando un quebranto en la economía del escritor a cuenta de un préstamo solicitado al Banco Asturiano para financiar la edición.46 Para fortuna de González, los dos últimos conatos con los que intentó perpetuar su mucha, escasa o nula relevancia los financiaría el industrial José de Sela y Sela, exalcalde de Mieres y fundador de la Banca Sela. El primero de ellos vería la luz en 1955 bajo el título El Día de Colón y la Hispanidad, no siendo óbice el cambio de título para presentarlo como una tercera edición, en la que redundaría en los mismos propósitos y argumentos que los anteriores y, en particular, en su autopromoción como impulsor de la conmemoración.47 El último, cinco años después, supondría un cambio respecto a los anteriores en cuanto a su autorreivindicación o la persistencia en la cuestión del nombre del festejo, cobijando bajo el nombre El 12 de Octubre y la Paz del mundo una interpretación un tanto extravagante, muy subjetiva y de marcado tinte religioso sobre la fecha y el papel histórico de España, Colón, la Iglesia y los organismos internacionales en la supuesta armonía a la que parecía abocarse el mundo.48 Seis años después, la muerte de Columbia apenas llamaría la atención de los medios. Eugenio de Rioja, periodista de La Nueva Espa44. González García (1933). 45. El otro sería una proposición un tanto quijotesca para que el continente americano cambiase su nombre en homenaje al Almirante: “El Nuevo Mundo debe llevar el nombre del descubridor. La denominación ‘América’ usurpa la gloria de Colón”. 46. Así parece indicarlo la sentencia del Juzgado de Primera Instancia de Oviedo que, a fin de amortizar las 8.500 pesetas del citado préstamo, ordenó la retención de parte de su sueldo en la Fábrica de Armas entre el 26 de abril de 1947 y el 16 de marzo de 1950 (Arrones Peón 1983: 552). 47. González García (1955). 48. González García (1960). La información sobre la bibliografía de Columbia ha sido extraída de la página dedicada al autor en la web proyecto Filosofía en Español. Véase: (02/03/2017).
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ña, escribió un sentido obituario, que sería reeditado por ABC, en el que destacaría su covadonguismo y su perenne convicción hispanoamericanista, pero en el que también, de manera inconsciente, esbozaría las paradojas y frustraciones de la trayectoria de González; paradojas en tanto a señalarlo como creador de la Fiesta de la Raza, triste epílogo de su resignada aceptación de la denominación que tanto había denostado,49 y frustraciones en cuanto a subrayar los honores
Figura 9. José María González “Columbia”. En página web Filosofía en español, . 49. No en vano, en una de las crónicas que publicó en el diario Región, en 1947, llegaría a recomendar el mantenimiento de la denominación de Día de la Raza o Día de la Hispanidad. El motivo: el empleo tendencioso que hacían del Columbus Day en los Estados Unidos, sobre todo en lo concerniente a la italianización de la fiesta por las autoridades norteamericanas y la omisión consciente del papel de España en la empresa colombina. José María González García: “Norteamérica y nuestra fiesta del 12 de octubre. Debemos mantener la denominación del Día de la Raza o de la Hispanidad”; en Región, Oviedo, 17 de octubre de 1947. Véase: (02/03/2017).
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concedidos al finado50 mencionando previamente el desapercibimiento público en el que, salvo contados momentos, vivió (fig. 9). Así, el homenaje de De Rioja acabaría condensando, involuntariamente, su peculiar trayectoria o, dicho en otros términos, el contraste entre sus perennes aspiraciones y su realidad final. Bibliografía Arrones Peón, Luis (1983): “El ovetense José María González (Columbia) fue el promotor de la ‘Fiesta de la Raza’”, en: Boletín del Instituto de Estudios Asturianos XXXVII/109-110, 543-552. Bernabéu Albert, Salvador (1984): “El IV Centenario del Descubrimiento de América en la coyuntura finisecular (1880-1893)”, en: Revista de Indias XLIV/174, 345-366. González García, José María (1930): El Día de Colón y de la Paz, 12 de octubre de 1492, 12 de octubre de 1918. Madrid: Imprenta Helénica. — (1933): El Día de Colón y de la Paz, 12 de octubre de 1492, 12 de octubre de 1918. Oviedo: Imprenta La Cruz. — (1955): El Día de Colón y la Hispanidad. Oviedo: Gráficas Lux. — (1960): El 12 de octubre y la Paz del mundo. Oviedo: Gráficas Lux. Pozo Redondo, Felipe del (2012a): “Apoyos españoles al nacionalismo puertorriqueño: la Sociedad Colombina Onubense y la causa de la independencia de Puerto Rico (1912-1932)”, en: Rubio Durán, Francisco (ed.): Retazos de la pluralidad. Perspectivas de la realidad histórica latinoamericana. Sevilla: Aconcagua, 189-272. — (2012b): “Vicente Balbás Capó y la Sociedad Colombina. Iberoamericanismo y nacionalismo puertorriqueño”, en: Márquez Macías, Rosario (ed.): Huelva y América. Cien Años de Americanismo. Revista La Rábida (1911-1933). Sevilla: Universidad Internacional de Andalucía, 175-212. Sepúlveda, Isidro (2005): El sueño de la Madre Patria. Hispanoamericanismo y nacionalismo. Madrid: Marcial Pons Historia. Vélez, Palmira (2007): La historiografía americanista en España, 1755-1936. Madrid/Frankfurt: Iberoamericana/Vervuert. 50. De Rioja habla de la concesión de la encomienda de la Orden de Isabel la Católica, en 1946, por iniciativa del ministro Martín Artajo, pero también de haber sido propuesto en dos ocasiones para el Premio Nobel de la Paz, sin dar indicio alguno del año o de los proponentes (Eugenio De Rioja: “Ha muerto en Oviedo José María González ‘Columbia’”; en ABC, Madrid, 14 de abril de 1966, nº 18742, p. 60).
Sobre los autores
Manuel Andrés García . Doctor en Historia de América por la Universidad de Sevilla (2004). Profesor visitante en la Universidad Nacional de Colombia-Sede Medellín (2006 y 2007) y en la Universidad de La Habana (2015). Huésped académico en la Universidad Nacional de Jujuy (2017). Galardonado en 2009 con el IV Premio de Estudios Iberoamericanos en el Área de Ciencias Sociales y Jurídicas, es autor de numerosos artículos y capítulos de libro. Entre sus monografías, cabe destacar La construcción del poder: Estado, Nación e Identidades. La construcción del Estado-Nación en Perú y la marginación política indígena (siglo xix) (2002), De peruanos e indios. La figura del indígena en la intelectualidad y política criollas (Perú: siglos xviii-xix) (2007) e Indigenismo, izquierda, indio. Perú 1900-1930 (2010). Pilar Cagiao Vila. Doctora en Historia por la Universidad Complutense de Madrid y profesora titular de Historia de América de la Universidade de Santiago de Compostela, donde ha sido presidenta del Centro Interdisciplinario de Estudios Americanistas Gumersindo Busto entre 2006 y 2015. Entre las líneas de investigación que viene desarrollando, destacan las relativas a los movimientos migratorios y las relaciones culturales entre España y América. Relacionado con el último tema ha escrito numerosos artículos en obras colectivas y coordinado varias monografías, entre las que se encuentran Cien Años de la Biblioteca América (2004), Aproximación al americanismo entre 1892 y 2004 (2006, coed. E. Rey Tristán) y De ida y vuelta. América y
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DONDE LA POLÍTICA NO ALCANZA
España: los caminos de la cultura (2007, coed. E. Rey Tristán). Actualmente dirige el Grupo de Investigación HistÁmerica de la Universidade de Santiago de Compostela y es vocal de la Asociación Española de Americanistas. Gabriela Dalla-Corte Caballero. Doctora en Historia de América (1999) y en Antropología Social y Cultural (2000) por la Universitat de Barcelona y profesora titular de Historia de América en la misma universidad. Entre sus últimas obras, señalamos Lealtades firmes. Redes de sociabilidad y empresas: la Carlos Casado S. A. entre la Argentina y el Chaco paraguayo (1860-1940) (2009); La Guerra del Chaco, Ciudadanía, Estado y Nación en el siglo xx. La crónica fotográfica de Carlos de Sanctis (2010; reeditado en Paraguay en 2010 y 2015) y De España a Francia. Brigadistas paraguayos a través de la fotografía (2019). Ha sido directora de Boletín Americanista, publicado en las Revistas Científicas de la Universitat de Barcelona (RCUB). Rosario Márquez Macías. Profesora titular de Historia de América de la Facultad de Humanidades de la Universidad de Huelva, donde es directora del Centro de Cultura Iberoamericano y coordinadora del Doctorado Interuniversitario en Patrimonio. Es académica de número de la Academia Iberoamericana de la Rábida de Huelva. Su trayectoria académica contempla varias líneas de investigación: la emigración española a América, la correspondencia privada de los emigrantes, el traslado de libros de Europa a América, las relaciones culturales España-América y la historia de las mujeres. Forma parte de proyectos de investigación financiados por el Estado. Ha impartido conferencias en España, Europa y América Latina. Ascensión Martínez Riaza. Doctora en Filosofía y Letras y catedrática de Historia de América de la Universidad Complutense de Madrid. Una de sus líneas de investigación se centra en las relaciones entre el Perú y España en los siglos xix y xx. Entre las monografías relacionadas, se encuentran “A pesar del Gobierno”. Españoles en el Perú, 1879-1939 (2006), ¡Por la República! La apuesta política y cultural del peruano César Falcón en España, 1919-1939 (2004), En el Perú y al servicio de España. La trayectoria del cónsul Antonio Pinilla Rambaud 1919-1938 (2008), La Independencia inconcebible. España
SOBRE LOS AUTORES
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y la “pérdida” del Perú (2014, editora y autora). Actualmente dirige el Grupo de Investigación UCM Organización del Poder y Redes Sociales en la Historia de América y es presidenta de la Asociación Española de Americanistas. Agustín Sánchez Andrés. Profesor-investigador del Instituto de Investigaciones Históricas de la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo y miembro del Sistema Nacional de Investigadores de México. Es doctor en Historia por la Universidad Complutense de Madrid, donde obtuvo los premios extraordinarios de licenciatura y de doctorado en Historia. Ha publicado en torno a un centenar de artículos y más de una decena de libros sobre las relaciones entre España e Iberoamérica y especialmente entre España y México. Es autor, entre otras monografías, de Diplomacias en conflicto (1998), Una historia de encuentros y desencuentros. México y España en el siglo xix (2001), El Ministerio de Ultramar (2007), México y la cuestión española en la Sociedad de Naciones (2009), México en el siglo xx: del porfiriato a la globalización (Madrid, 2010), La independencia de México (2011) e Historia de las relaciones entre España y México, 1821-2014 (2015). Palmira Vélez Jiménez. Profesora titular de Historia de América de la Universidad de Zaragoza. Su principal línea de investigación se visibilizó en La historiografía americanista en España, 1755-1936 (2007). Ha participado en investigaciones y libros colectivos como “Rafael Altamira y el problema de las fuentes para la historia de América”, en Pino-Díaz, Riviale, Villarías-Robles (eds.), Entre textos e imágenes. Representaciones antropológicas de la América indígena (2009), o “Memoria y testimonio en la historia reciente de Latinoamérica y España”, en Rey Tristán, Calvo González (coords.), 200 años de Iberoamérica (1810-2010) (2010). Ha incursionado, además, en la memoria e historia de las dictaduras latinoamericanas y producción documentalista de las transiciones.