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Spanish Pages 460 [506] Year 2012
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788493 929275
Mar Campos Souto, Ramón Mariño, José Ignacio Pérez Pascual, Antonio Rifón (eds.) Mar Campos Souto, Ramón Mariño, José Ignacio Pérez Pascual, Antonio Rifón (eds.) Mar Campos Souto, Ramón Mariño, José Ignacio Pérez Pascual, Antonio Rifón (eds.)
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monografías monografías monografías LA EDICIÓN LA DE EDICIÓN TEXTOS LA DE ESPAÑOLES EDICIÓN TEXTOSDE ESPAÑOLES TEXTOS ESPAÑOLES MEDIEVALES MEDIEVALES Y CLÁSICOS MEDIEVALES Y CLÁSICOS Y CLÁSICOS CRITERIOSCRITERIOS DE PRESENTACIÓN CRITERIOS DE PRESENTACIÓN GRÁFICA, DE PRESENTACIÓN GRÁFICA, GRÁFICA, Pedro Sánchez-Prieto Pedro Sánchez-Prieto BorjaPedro Sánchez-Prieto Borja Borja
TIEMPO, ESPACIO TIEMPO, Y ESPACIO RELACIONES TIEMPO, Y ESPACIO RELACIONES Y RELACIONES ESPACIO-TEMPORALES ESPACIO-TEMPORALES ESPACIO-TEMPORALES DESDE LA PERSPECTIVA DESDE LA PERSPECTIVA DESDE LA PERSPECTIVA DE LA LINGÜÍSTICA DE LA LINGÜÍSTICA HISTÓRICA, DE LA LINGÜÍSTICA HISTÓRICA,HISTÓRICA,
«ASSÍ«ASSÍ COMO «ASSÍ COMO ESCOMO ES ES DE SUSO DE SUSO DE DICHO» SUSO DICHO» DICHO» ESTUDIOS ESTUDIOS DE MORFOLOGÍA ESTUDIOS DE MORFOLOGÍA DE MORFOLOGÍA Y LÉXICO Y LÉXICO EN HOMENAJE Y LÉXICO EN HOMENAJE A EN HOMENAJE A A JESÚS PENA JESÚS PENA JESÚS PENA
ESTUDIOS SOBRE ESTUDIOS TIEMPO SOBRE ESTUDIOS Y ESPACIO TIEMPO SOBRE Y ESPACIO TIEMPO Y ESPACIO EN EL ESPAÑOL EN ELNORTEÑO ESPAÑOL EN ELNORTEÑO ESPAÑOL NORTEÑO Sara Gómez Seibane Sara Gómez y Carsten Seibane SaraSinne Gómez y Carsten (Editores) Seibane Sinne y Carsten (Editores) Sinne (Editores)
LA HISTORIA LA DE HISTORIA LOS LA SUFIJOS DE HISTORIA LOS -ISMO SUFIJOS DE LOS -ISMO SUFIJOS -ISMO E -ISTA. EVOLUCIÓN E -ISTA. EVOLUCIÓN EMORFOLÓGICA -ISTA. EVOLUCIÓN MORFOLÓGICA MORFOLÓGICA Y SEMÁNTICA Y SEMÁNTICA EN LA YTRADICIÓN SEMÁNTICA EN LA TRADICIÓN EN LA TRADICIÓN LEXICOGRÁFICA LEXICOGRÁFICA ACADÉMICA LEXICOGRÁFICA ACADÉMICA ACADÉMICA ESPAÑOLAESPAÑOLAESPAÑOLA
INSTITUTO HISTORIA INSTITUTO DEHISTORIA LA INSTITUTO LENGUA DEHISTORIA LA LENGUA DE LA LENGUA
monografías monografías monografías
Laura MuñozLaura ArmijoMuñozLaura ArmijoMuñoz Armijo
ISBN 978-84-939292-7-5 21€
cilengua cilengua cilengua
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«ASSÍ COMO ES DE SUSO DICHO» ESTUDIOS DE MORFOLOGÍA Y LÉXICO EN HOMENAJE A JESÚS PENA
Luis Pablo Núñez Luis Pablo Núñez Luis Pablo Núñez
«ASSÍ COMO ES DE SUSO DICHO» ESTUDIOS DE MORFOLOGÍA Y LÉXICO EN HOMENAJE A JESÚS PENA
HACIA UNAHACIA FLORAUNA UNIVERSAL: HACIA FLORAUNA UNIVERSAL: FLORA UNIVERSAL: LA BOTÁNICA LA BOTÁNICA Y EL ESPAÑOL LA BOTÁNICA Y EL ESPAÑOL Y EL ESPAÑOL COMO LENGUA COMO DE LENGUA LACOMO CIENCIA, DE LENGUA LA CIENCIA, DE LA CIENCIA,
«ASSÍ COMO ES DE SUSO DICHO» ESTUDIOS DE MORFOLOGÍA Y LÉXICO EN HOMENAJE A JESÚS PENA
Carsten Sinner, Carsten José Luis Sinner, Ramírez Carsten José Luis Luengo Sinner, Ramírez José Luis Luengo Ramírez Luengo y M.ª Jesús Torrens y M.ª Jesús Álvarez Torrens y(Coordinadores) M.ª Jesús Álvarez Torrens (Coordinadores) Álvarez (Coordinadores)
MAR CAMPOS MAR CAMPOS SOUTO, MAR CAMPOS SOUTO, SOUTO, RAMÓN MARIÑO, RAMÓN MARIÑO, RAMÓN MARIÑO, JOSÉ IGNACIO JOSÉ IGNACIO PÉREZ JOSÉPASCUAL, IGNACIO PÉREZ PASCUAL, PÉREZ PASCUAL, ANTONIOANTONIO RIFÓN ANTONIO RIFÓN RIFÓN Editores Editores Editores
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XIV XIV XIV
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Mar Campos Souto, Ramón Mariño, José Ignacio Pérez Pascual, Antonio Rifón (eds.) Mar Campos Souto, Ramón Mariño, José Ignacio Pérez Pascual, Antonio Rifón (eds.) Mar Campos Souto, Ramón Mariño, José Ignacio Pérez Pascual, Antonio Rifón (eds.)
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TIEMPO, ESPACIO TIEMPO, Y ESPACIO RELACIONES TIEMPO, Y ESPACIO RELACIONES Y RELACIONES ESPACIO-TEMPORALES ESPACIO-TEMPORALES ESPACIO-TEMPORALES DESDE LA PERSPECTIVA DESDE LA PERSPECTIVA DESDE LA PERSPECTIVA DE LA LINGÜÍSTICA DE LA LINGÜÍSTICA HISTÓRICA, DE LA LINGÜÍSTICA HISTÓRICA,HISTÓRICA,
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Sara Gómez Seibane Sara Gómez y Carsten Seibane SaraSinne Gómez y Carsten (Editores) Seibane Sinne y Carsten (Editores) Sinne (Editores)
LA HISTORIA LA DE HISTORIA LOS LA SUFIJOS DE HISTORIA LOS -ISMO SUFIJOS DE LOS -ISMO SUFIJOS -ISMO E -ISTA. EVOLUCIÓN E -ISTA. EVOLUCIÓN EMORFOLÓGICA -ISTA. EVOLUCIÓN MORFOLÓGICA MORFOLÓGICA Y SEMÁNTICA Y SEMÁNTICA EN LA YTRADICIÓN SEMÁNTICA EN LA TRADICIÓN EN LA TRADICIÓN LEXICOGRÁFICA LEXICOGRÁFICA ACADÉMICA LEXICOGRÁFICA ACADÉMICA ACADÉMICA ESPAÑOLAESPAÑOLAESPAÑOLA Laura MuñozLaura ArmijoMuñozLaura ArmijoMuñoz Armijo
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ESTUDIOS SOBRE ESTUDIOS TIEMPO SOBRE ESTUDIOS Y ESPACIO TIEMPO SOBRE Y ESPACIO TIEMPO Y ESPACIO EN EL ESPAÑOL EN ELNORTEÑO ESPAÑOL EN ELNORTEÑO ESPAÑOL NORTEÑO
«ASSÍ COMO ES DE SUSO DICHO» ESTUDIOS DE MORFOLOGÍA Y LÉXICO EN HOMENAJE A JESÚS PENA
Luis Pablo Núñez Luis Pablo Núñez Luis Pablo Núñez
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Carsten Sinner, Carsten José Luis Sinner, Ramírez Carsten José Luis Luengo Sinner, Ramírez José Luis Luengo Ramírez Luengo y M.ª Jesús Torrens y M.ª Jesús Álvarez Torrens y(Coordinadores) M.ª Jesús Álvarez Torrens (Coordinadores) Álvarez (Coordinadores)
HACIA UNAHACIA FLORAUNA UNIVERSAL: HACIA FLORAUNA UNIVERSAL: FLORA UNIVERSAL: LA BOTÁNICA LA BOTÁNICA Y EL ESPAÑOL LA BOTÁNICA Y EL ESPAÑOL Y EL ESPAÑOL COMO LENGUA COMO DE LENGUA LACOMO CIENCIA, DE LENGUA LA CIENCIA, DE LA CIENCIA,
En este libroEn se este reúnen libro más En se este reúnen de treinta libro más setrabajos reúnen de treinta mástrabajos de treinta trabajos de diferentes de especialistas diferentes de especialistas diferentes de universidades especialistas de universidades de universidades españolas, europeas españolas, y americanas europeas españolas, y centrados americanas europeas en y centrados americanas encentrados en la gramática, la historia gramática, del la léxico historia gramática, y la del lexicografía, la léxico historia y la del lexicografía, léxico y la lexicografía, con el fin de homenajear con el fin de ahomenajear con Jesús el fin Pena, de ahomenajear uno Jesús dePena, los auno Jesús dePena, los uno de los responsables responsables de haber situado responsables de haber las investigaciones situado de haber las investigaciones situado las investigaciones de morfología dedel morfología españoldeal del morfología nivel español de las al delque nivel español sede las al que nivelsede las que se realizan desderealizan hace décadas desderealizan hace en eldécadas ámbito desde hace de en otras eldécadas ámbito de en otras el ámbito de otras lenguas romances. lenguas Los romances. estudios lenguas acopiados Los romances. estudios en acopiados Los este estudios en acopiados este en este volumen sonvolumen una buena sonvolumen muestra una buena son del muestra una progreso buena del muestra progresodel progreso que esta disciplina que estaha disciplina experimentado que estaha disciplina experimentado en los ha experimentado en los en los últimos años,últimos así como años, de últimos laasíprofunda como años, dehuella laasíprofunda como quedehuella la profunda que huella que los trabajos delos Jesús trabajos Penade han los Jesús imprimido trabajos Penade han (y Jesús imprimido contiPena han (y imprimido conti(y continúan imprimiendo) núan imprimiendo) en este núancampo, imprimiendo) en este en elcampo, que, en este en elcampo, que, en el que, según sus palabras, según sus todavía palabras, según «hay sus todavía que palabras, estudiar «haytodavía que estudiar «hay que estudiar más reflexivamente más reflexivamente lo que más constituye reflexivamente lo queelconstituye aparato lo queelconstituye aparato el aparato conceptual básico conceptual de estebásico componente conceptual de estebásico gramatical: componente de estegramatical: componente gramatical: las unidades fundamentales las unidades fundamentales las delunidades análisis morfológifundamentales del análisis morfológidel análisis morfológico y, en el ámbito co y, endeellaámbito co morfología y, endeellaámbito léxica, morfología hay de la léxica, morfología hay léxica, hay que examinarque más examinar de cerca que más losexaminar distintos de cercamás sistemas los distintos de cerca sistemas los distintos sistemas y subsistemasyde subsistemas derivación». yde subsistemas A derivación». este reto de también A derivación». este reto también A este reto también obedece estaobedece obra. estaobedece obra. esta obra.
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XIV XIV XIV
MAR CAMPOS MAR CAMPOS SOUTO, MAR CAMPOS SOUTO, SOUTO, RAMÓN MARIÑO, RAMÓN MARIÑO, RAMÓN MARIÑO, JOSÉ IGNACIO JOSÉ IGNACIO PÉREZ JOSÉPASCUAL, IGNACIO PÉREZ PASCUAL, PÉREZ PASCUAL, ANTONIOANTONIO RIFÓN ANTONIO RIFÓN RIFÓN Editores Editores Editores
En este libroEn se este reúnen libro más En se este reúnen de treinta libro más setrabajos reúnen de treinta mástrabajos de treinta trabajos de diferentes de especialistas diferentes de especialistas diferentes de universidades especialistas de universidades de universidades españolas, europeas españolas, y americanas europeas españolas, y centrados americanas europeas en y centrados americanas encentrados en la gramática, la historia gramática, del la léxico historia gramática, y la del lexicografía, la léxico historia y la del lexicografía, léxico y la lexicografía, con el fin de homenajear con el fin de ahomenajear con Jesús el fin Pena, de ahomenajear uno Jesús dePena, los auno Jesús dePena, los uno de los responsables responsables de haber situado responsables de haber las investigaciones situado de haber las investigaciones situado las investigaciones de morfología dedel morfología españoldeal del morfología nivel español de las al delque nivel español sede las al que nivelsede las que se realizan desderealizan hace décadas desderealizan hace en eldécadas ámbito desde hace de en otras eldécadas ámbito de en otras el ámbito de otras lenguas romances. lenguas Los romances. estudios lenguas acopiados Los romances. estudios en acopiados Los este estudios en acopiados este en este volumen sonvolumen una buena sonvolumen muestra una buena son del muestra una progreso buena del muestra progresodel progreso que esta disciplina que estaha disciplina experimentado que estaha disciplina experimentado en los ha experimentado en los en los últimos años,últimos así como años, de últimos laasíprofunda como años, dehuella laasíprofunda como quedehuella la profunda que huella que los trabajos delos Jesús trabajos Penade han los Jesús imprimido trabajos Penade han (y Jesús imprimido contiPena han (y imprimido conti(y continúan imprimiendo) núan imprimiendo) en este núancampo, imprimiendo) en este en elcampo, que, en este en elcampo, que, en el que, según sus palabras, según sus todavía palabras, según «hay sus todavía que palabras, estudiar «haytodavía que estudiar «hay que estudiar más reflexivamente más reflexivamente lo que más constituye reflexivamente lo queelconstituye aparato lo queelconstituye aparato el aparato conceptual básico conceptual de estebásico componente conceptual de estebásico gramatical: componente de estegramatical: componente gramatical: las unidades fundamentales las unidades fundamentales las delunidades análisis morfológifundamentales del análisis morfológidel análisis morfológico y, en el ámbito co y, endeellaámbito co morfología y, endeellaámbito léxica, morfología hay de la léxica, morfología hay léxica, hay que examinarque más examinar de cerca que más losexaminar distintos de cercamás sistemas los distintos de cerca sistemas los distintos sistemas y subsistemasyde subsistemas derivación». yde subsistemas A derivación». este reto de también A derivación». este reto también A este reto también obedece estaobedece obra. estaobedece obra. esta obra.
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ISBN 978-84-939292-7-5 21€
«ASSÍ COMO ES DE SUSO DICHO»: ESTUDIOS DE MORFOLOGÍA Y LÉXICO EN HOMENAJE A JESÚS PENA
INSTITUTO HISTORIA DE LA LENGUA director José A. Pascual monografías XIV coordinadora de la colección Marta Gómez Martínez
COMITÉ ASESOR DE LA COLECCIÓN DE MONOGRAFÍAS Rosa María Espinosa Elorza, Universidad de Valladolid Rafael García Pérez, Universidad Carlos III de Madrid Miguel Ángel Puche Lorenzo, Universidad de Murcia M.ª Nieves Sánchez González de Herrero, Universidad de Salamanca
CONSEJO CIENTÍFICO DEL CILENGUA
El Director de la Real Academia Española, Prof. José Manuel Blecua Perdices, presidente Prof. Michel Banniard, Université de Toulouse-Le Mirail Prof. Roger Chartier, EHESS & Collège de France † Prof. Alan Deyermond, University of London Prof. José Ángel García de Cortázar, Universidad de Cantabria Prof. Francisco Gimeno, Universidad de Valencia Prof. Carlo Ossola, Collège de France El Director del Dpto. de Filología Española de la Universidad de La Rioja, Prof. Jorge Fernández El Director del Instituto de Historia de la Lengua del Cilengua, Prof. José Antonio Pascual El Director del Instituto Literatura y Traducción, Prof. Carlos Alvar El Director del Instituto Orígenes del Español del Cilengua, Prof. Claudio García Turza El Secretario del Consejo Científico, Prof. Gonzalo Capellán
MAR CAMPOS SOUTO-RAMÓN MARIÑOJOSÉ IGNACIO PÉREZ PASCUAL-ANTONIO RIFÓN (EDS.)
«ASSÍ COMO ES DE SUSO DICHO»: ESTUDIOS DE MORFOLOGÍA Y LÉXICO EN HOMENAJE A JESÚS PENA
SAN MILLÁN DE LA COGOLLA 2012
REDACCIÓN Y ADMINISTRACIÓN
Cilengua - Instituto Historia de la Lengua Plaza del Convento, s/n. 26226 San Millán de la Cogolla. La Rioja Página web: http://www.cilengua.es Correo electrónico: [email protected] Teléfono: 941.373.389 / Fax: 941.373.390 Se aceptan colaboraciones para esta colección de MONOGRAFÍAS siempre y cuando sean textos originales, inéditos y no se hayan enviado a otra revista o publicación para su evaluación. Cada propuesta de colaboración será evaluada anónimamente por, al menos, dos miembros del Comité Asesor de la colección y llevará el visto bueno del director del Instituto Historia de la Lengua, don José Antonio Pascual. La responsabilidad sobre las opiniones vertidas en los textos y sobre el respeto a la propiedad intelectual corresponde a los autores.
© Cilengua. Fundación San Millán de la Cogolla © Autor I.S.B.N.: 978-84-939292-7-5 D.L.: LR 408-2012 Impreso en España. Printed in Spain
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ÍNDICE PRESENTACIÓN.............................................................................................................
XIII
1. TEMA VERBAL, VOCAL TEMÁTICA Y EL AFIJO -CIÓN Santiago Alcoba Rueda…………………………………………………………
1
2. LA PERSONALIZACIÓN DEL VERBO HABER EN DOS CORPUS ORALES DE SAN JUAN DE PUERTO RICO Milagros Aleza Izquierdo……………………………………………………….
35
3. LA GRADACIÓN EN ESPAÑOL: UNIDADES GRADUABLES Ramón Almela Pérez…………………………………………………………...
51
4. LÉXICO DEL CULTIVO DE LA VID, Y OTROS TÉRMINOS AGRÍCOLAS, EN CHINCHÓN (MADRID) Manuel Alvar Ezquerra………………………………………………………...
63
5. COMPLEJIDAD MORFOLÓGICA Y PROCESOS SINCRÉTICOS EN EL SISTEMA VERBAL DEL ESPAÑOL
Théophile Ambadiang…………………………………………………………...
73
6. NEBRIJA EN COVARRUBIAS Manuel Ariza…………………………………………………………………
89
7. VERBOS NUEVOS EN ESPAÑOL: TENDENCIAS NEOLÓGICAS DE UNA DÉCADA (2001-2011) Elisenda Bernal………………………………………………………………...
109
8. HABLAR ELECTRÓNICAMENTE POR ESCRITO Antonio Briz…………………………………………………………………..
121
9. VERBOS DELOCUTIVOS EN ESPAÑOL Manuel Casado Velarde………………………………………………………...
135
10. VALORES POSESIVOS DE LA PREPOSICIÓN CON EN ESPAÑOL José Luis Cifuentes Honrubia……………………………………………………
153
ÍNDICE
X
11. INNOVACIONES LÉXICAS EN EL PROCESO DE FUNDICIÓN DE LOS METALES Pilar Díez de Revenga Torres…………………………………………………….
167
12. ORDEN Y CONCORDANCIA EN SECUENCIAS DE ADJETIVOS Ángela Di Tullio………………………………………………………………
179
13. LA LEXICOGRAFÍA HISTÓRICA ACTUAL: TRADICIÓN Y NUEVAS PERSPECTIVAS Alejandro Fajardo Aguirre……………………………………………………...
195
14. ALGUNAS NOTAS SOBRE MEDIO + ADJETIVO Elena Felíu Arquiola…………………………………………………………...
213
15. LA REPRESENTACIÓN DE LOS MARCADORES DE RECONSIDERACIÓN EN UN DICCIONARIO HISTÓRICO
María Pilar Garcés Gómez……………………………………………………...
225
16. LA DERIVACIÓN VERBAL EN CÉSAR VALLEJO Mario García-Page……………………………………………………………..
243
17. NECESIDAD DEL CONCEPTO DE SINTEMA EN MORFOLOGÍA José Manuel González Calvo…………………………………………………….
257
18. ALGUNOS DERIVADOS EN -(T)IVO/A DEL TRATADO DE LAS ENFERMEDADES DE LA GENTE DEL MAR (1805) Juan Gutiérrez Cuadrado………………………………………………………..
269
19. LOS DERIVADOS LATINOS EN -MĚNTUM EN EL FUERO JUZGO Maria do Carmo Henríquez Salido………………………………………………
289
20. APROXIMACIÓN A UNA SERIE DE NUMERALES MULTIPLICATIVOS EN TEXTOS TÉCNICOS RENACENTISTAS
María Jesús Mancho Duque……………………………………………………..
307
21. LA RELEVANCIA DE LA DIACRONÍA PARA LA TEORÍA MORFOLÓGICA Josefa Martín García y Soledad Varela Ortega…………………………………….
323
22. DATOS SOBRE INTERFERENCIAS ENTRE LOS SUFIJOS -DOR Y -DERO EN UN CORPUS DEL SIGLO DE ORO José R. Morala………………………………………………………………...
337
23. EL CONCEPTO DE GENTILICIO Marcial Morera………………………………………………………………...
355
ÍNDICE
XI
24. SOBRE LAS DEUDAS DE LA LEXICOGRAFÍA CON LA FILOLOGÍA José A. Pascual y Ramón Santiago……………………………………………….
365
25. PALABRAS EN -ERO/-ERA EN PROTOCOLOS NOTARIALES DE CASTILLA Hermógenes Perdiguero………………………………………………………….
381
26. RELAÇÕES INTRAPARADIGMÁTICAS NA DERIVAÇÃO VERBAL: -IZAR VERSUS -IFICAR Rui Abel Pereira…………………………………………………………………
393
27. LA DEFINICIÓN MORFOSEMÁNTICA O LITERAL: EL CASO DE ALGUNOS VERBOS DENOMINALES Y DEADJETIVALES
José-Álvaro Porto Dapena………………………………………………………...
407
28. ACUCHILLAR, AIRAR, AMONTONAR: SOBRE LOS PRIMEROS VERBOS PARASINTÉTICOS DENOMINALES CON PREFIJO A- DEL ESPAÑOL Isabel Pujol Payet………………………………………………………………
439
29. EL PATRÓN INDUSTRIA MANUFACTURERA: LA INFLUENCIA FRANCESA EN EL USO «ECONÓMICO» DE LOS ADJETIVOS EN -ERO Franz Rainer…………………………………………………………………..
453
30. NOMES DEVERBAIS CORRADICAIS NO PORTUGUÊS ARCAICO Graça Rio-Torto...............................................................................................................
469
31. TENSIONES ENTRE SINCRONÍA Y DIACRONÍA EN LA DESCRIPCIÓN DE LA MORFOLOGÍA LÉXICA DEL ESPAÑOL: EL CASO DE LA Nueva gramática de la lengua española (NGRAE) David Serrano-Dolader…………………………………………………………
485
———————————————————————————
PRESENTACIÓN
MAR CAMPOS SOUTO, RAMÓN MARIÑO, JOSÉ IGNACIO PÉREZ PASCUAL Y ANTONIO RIFÓN
No parece exagerado afirmar que las investigaciones sobre la morfología del español han experimentado un profundo cambio y una intensa renovación en el último medio siglo. En la opinión de quienes editamos este volumen, buena parte de ese avance se debe a los desvelos de Jesús Pena, quien desde los años setenta del siglo pasado ha ido publicando una serie de trabajos que han actuado, a su vez, como el fermento de nuevas indagaciones de otras generaciones de morfólogos. Por ese motivo, al cumplir sus 65 años, un grupo de amigos y discípulos consideramos de justicia reunir las aportaciones de diversos especialistas (unidos por vínculos académicos y afectivos con Jesús), en que se reflejasen las diferentes líneas de trabajo en las que Jesús Pena ha ido dejando su impronta, a modo de homenaje y de agradecimiento por su peripecia vital e intelectual. La variedad de los trabajos aquí recopilados (que abarcan la pragmática, la historia del léxico, la lexicografía y la gramática del español o del portu-
XIV
M. CAMPOS, R. MARIÑO, J. I. PÉREZ PASCUAL Y A. RIFÓN
gués) prueban que la curiosidad y la pericia investigadora de Jesús Pena no se ha restringido a un único ámbito; en estas páginas, por ejemplo, se le reconoce como una de las primeras personas conscientes de la importancia de la pragmática. Por otra parte, quienes hayan leído sus escritos habrán podido comprobar su exhaustivo conocimiento de los diccionarios españoles y latinos y, en general, de los repertorios lexicográficos dedicados a las lenguas romances. Varias décadas después de haberse publicado, sus orientaciones sobre la sintaxis histórica del español o su estudio sobre la voz continúan siendo una referencia ineludible en el estudio de estos temas, aunque su mirada se haya dirigido con particular intensidad en los últimos años hacia la morfología del español. Eso explica, asimismo, que el grueso de este libro se dedique a la morfología (y, en concreto, a la morfología léxica), pues este es el dominio de la gramática que ha desbrozado con particular esmero Jesús Pena; un dominio que, con sus futuras publicaciones y su Base de datos de morfología del español, se continuará enriqueciendo en los años venideros. SEMBLANZA BIOGRÁFICA La trayectoria vital y científica de Jesús Pena Sejas (Guitiriz, seis de mayo de 1947)1 ha estado siempre estrechamente vinculada a su alma mater, la Facultad de Filología de la Universidad compostelana, en la que se formó y en la que ha desarrollado prácticamente toda su carrera docente e investigadora2. Allí conoció el magisterio de Félix Monge, que impartía, en el curso 1967-1968, la asignatura de Lingüística General, experiencia que Pena siempre ha recordado como «una luz en medio de la penumbra intelectual de la época»; del profesor Monge aprenderá «los principios del estructuralismo lingüístico», principios y métodos que aplicará posteriormente en sus trabajos y en su labor docente. Y allí se licenció en Filología Románica (sección de español) en junio de 1970, con la calificación de Sobresaliente; unos meses después, el 27 de octubre de ese mismo año, presentó públicamente su priNo es mucha la información que circula sobre Jesús Pena Seijas, más allá de las referencias científicas a su obra lingüística; no deja de ser significativa su ausencia en la exhaustiva Gran Enciclopedia Gallega. Para obtener alguna información sobre su trayectoria, puede acudirse a Mar Campos (2009): «La morfología léxica ante los retos del siglo XXI (entrevista con Jesús Pena)», Cuadernos de Historia de la Lengua, 2/2, 11-18. 2 Suso Pena siempre ha atribuido buena parte de sus realizaciones a la excelente preparación, previa a su formación universitaria, recibida tanto en el Seminario como en el Instituto de Lugo. 1
PRESENTACIÓN
XV
mer trabajo de investigación, su tesis de licenciatura Vida e fala de Guitiriz (Negradas), dirigida por Constantino García. Poco después de la lectura de su tesina, pasa a desempeñar un puesto como Profesor Ayudante de clases prácticas (desde diciembre de 1970 a septiembre de 1975) y, más tarde, como Profesor Adjunto interino (desde octubre de 1975 a febrero de 1977); durante esos años disfrutó de una de las prestigiosas becas de la Fundación Juan March (cursos 1974-1975 y 19751976), lo que le facilitó la redacción de su tesis doctoral (La derivación en español, dirigida por Constantino García), que defendió el 7 de junio de 1976 y que obtuvo la calificación de Sobresaliente cum laude3. Entre sus primeras publicaciones, derivadas de esas iniciales investigaciones, destacan Usos anómalos de los sustantivos verbales en el español actual (1976) y La derivación en español: verbos derivados y sustantivos verbales (1980), dos libros que muy pronto descubren a los especialistas a este destacado estudioso en el dominio de la morfología léxica del español; sin duda la edición de estos volúmenes como anejos de la prestigiosa revista Verba facilitaron su estabilización dentro de la universidad, pues en septiembre de 1978, tras haber ocupado temporalmente algunos otros encargos docentes, obtuvo por oposición una plaza como Profesor Adjunto numerario de Lengua Española de la Universidad de Santiago. Cuatro años después, en julio de 1982, gana por oposición una plaza de Profesor Agregado numerario en la Universidad de Granada, destino que conserva apenas un par de meses, pues a comienzos de octubre de ese año se incorpora como Profesor Agregado numerario de Lengua española a la Universidad compostelana, en la que accede un año después, en septiembre de 1983, a la Cátedra de Lengua española, puesto que no ha abandonado desde entonces. Apenas obtenida la Cátedra, le tocó en suerte desempeñar algunos cargos de responsabilidad en la gestión universitaria: Director del Departamento de Lengua Española (de octubre de 1983 a octubre de 1985), Vicedecano (de octubre de 1985 a abril de 1986) y Decano (de abril de 1986 a diciembre de 1986) de la Facultad de Filología; fueron estos siempre puestos por los que sintió muy poco apego, pues nunca quiso sacrificar en aras de las labores de gestión su faceta como docente e investigador. En 1970 Jesús Pena comienza a impartir docencia de la práctica totalidad de las materias del área de Lengua Española, tanto en asignaturas obligato3
El tribunal estaba formado por Fernando Lázaro Carreter, Emilio Alarcos Llorach, Manuel C. Díaz y Díaz, Constantino García González y Ricardo Carballo Calero.
XVI
M. CAMPOS, R. MARIÑO, J. I. PÉREZ PASCUAL Y A. RIFÓN
rias de Primer Ciclo, comunes a las diversas titulaciones que acogió hasta 1995 la Facultad (Filología Hispánica, Clásica, Románica y Germánica), como exclusivas de la titulación de Filología Hispánica. A partir de 1995, tras la modificación de planes de estudio, aunque todavía se ocupó puntualmente de alguna asignatura en otras titulaciones, su dedicación se ciñó casi por completo a la Licenciatura de Filología Hispánica, centrando su atención fundamentalmente en aquellas materias más directamente vinculadas a su principal campo de investigación, la morfología, al igual que ha sucedido con el nuevo Grado de Lengua y literatura españolas y en diferentes Másters oficiales. A toda esta docencia ha de añadirse, claro está, la impartición de cursos de doctorado desde 1978, en los que se ha acercado al estudio de la lengua española, con una muy especial atención a la morfología durante los últimos años de los antiguos doctorados; ha girado igualmente sobre temas morfológicos su participación en programas de doctorado de centros de referencia como la Universidad de Salamanca, el Instituto Universitario Ortega y Gasset o la Universidad Complutense. Puede parecer sorprendente que Jesús Pena haya sido capaz de sacar adelante un proyecto de investigación sobre Sintaxis del castellano medieval sin contar con ningún tipo de financiación. Consistió esta primera muestra de trabajo en equipo realizado bajo su dirección en el fichado de las cláusulas que figuraban en un corpus constituido por ocho textos medievales, comprendidos en un período que iba desde el momento de composición del Poema de Mio Cid (c. 1100-1207) hasta el de El Conde Lucanor (1335). Los resultados del proyecto han de valorarse muy positivamente, pues de él derivan un buen número de trabajos4; entre ellos podemos destacar dos tesis doctorales dirigidas por el profesor Pena: las de Carlos Folgar Fariña (La cláusula en español medieval (1270-1343). La función sintáctica de complemento indirecto, mayo de 1990)5 y Mercedes Suárez Fernández (El complemento predicativo en Así, por ejemplo, toda una serie de tesis de licenciatura dirigidas en la Facultad de Filología por Jesús Pena: Sara Alonso Pimentel, La oración simple en el Poema del Mio Cid: la estructura sintáctica de las oraciones construidas con verbos transitivos (1983), Carlos Folgar Fariña, La cláusula en español medieval : análisis del esquema «sujeto-predicado-complemento directo» en la Primera Crónica General de España de Alfonso X el Sabio (1986), Mercedes Suárez Fernández, La construcción de los verbos en castellano medieval: análisis del esquema «sujeto-predicado-complemento directo» en los Milagros de Nuestra Señora de Gonzalo de Berceo (1986) y Cristina Velasco Toepfer, Aproximación a la estructura clausal de El Conde Lucanor: apuntes acerca de la reflexividad y de la aktionsart (1986). 5 Publicada primero en forma de microficha por la Universidad de Santiago en 1991, y posteriormente como Diacronía de los objetos directo e indirecto: del latín al castellano medieval, Universidad de Santiago de Compostela, Santiago de Compostela, 1993 (anexo 37 de Verba). 4
PRESENTACIÓN
XVII
el español prealfonsí, noviembre de 1994)6, aunque también se apoyaron en este corpus otros estudios relevantes7. Durante esos años centró buena parte de sus esfuerzos en la dirección de algunas otras tesis doctorales de gran trascendencia para los estudios de morfosintaxis del español, como las de José María García-Miguel Gallego (Aspectos de la estructura de la cláusula: transitividad y complementación preposicional en español, julio de 1992)8 y Antonio Rifón (La derivación verbal en español, julio de 1994)9. Fuera del campo del español, dirigió también la tesis de Isaac Alonso Estravís (Vida e fala de Trasmiras e Qualedro, abril de 1999). Si en los primeros años de su labor investigadora ya mostraba un especial interés hacia la morfología, a partir de los noventa se observa una cada vez más clara atención hacia este tipo de estudios, que se verán favorecidos por la concesión del proyecto de investigación La formación de palabras en el español actual, subvencionado por la DGYCIT del Ministerio de Educación y Cultura (referencia PS94-0160) entre 1995 y 1998. Merced a ese apoyo pudo disponer de 6 bases de datos específicas para los distintos subsistemas de derivación, con inclusión de información relativa a todos los ámbitos relevantes en el estudio morfológico: procesos de formación de palabras, relaciones entre morfología y léxico, información morfológica en los diccionarios y otros aspectos morfológicos relevantes para el estudio de la sintaxis y de las clases de palabras10. Publicada como El complemento predicativo en castellano medieval: (época prealfonsí), Universidad de Santiago de Compostela, Santiago de Compostela, 1997 (anexo 42 de Verba). 7 Elena Rivas, Construcciones monoactanciales y transitivas biactanciales en castellano medieval, sus empleos alternativos, tesis doctoral dirigida en 1994 por Emilio Montero Cartelle y publicada con ese mismo título por la Universidad de Santiago en 1996 (anexo 41 de Verba); Inmaculada C. Báez Montero, El complemento predicativo del complemento directo en español medieval, tesis doctoral dirigida en 1995 por M.ª José Rodríguez Espiñeira y Emilio Montero Cartelle y publicada como La construcción con predicativo del complemento directo en castellano medieval, Universidade de Vigo, Vigo, 1998. A estas publicaciones cabe aún añadir el volumen de Elena Rivas y M.ª José Rodríguez Espiñeira: La cláusula en castellano medieval: constituyentes funcionales, Universidad de Santiago de Compostela, Santiago de Compostela, 1997 (anexo 5 de Lalia, Series Maior). 8 Publicada como anexo 40 de Verba, Universidad de Santiago de Compostela, Santiago de Compostela, 1995. Ya había dirigido con anterioridad su tesis de licenciatura: A propósito de la transitividad y la diátesis: las construcciones pronominales con verbos transitivos (1983). 9 Parcialmente reproducida como Pautas semánticas para la formación de verbos en español mediante sufijación, Universidad de Santiago de Compostela, Santiago de Compostela, 1997 (anexo 6 de Lalia, Series Maior). 10 Con posterioridad formará parte del cuadro investigador del subproyecto LIMES: Límites intercategoriales: las categorías híbridas. Teoría, descripción y aplicaciones, del que fue Investigadora 6
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M. CAMPOS, R. MARIÑO, J. I. PÉREZ PASCUAL Y A. RIFÓN
Si nos detenemos en el examen de su producción científica (véase infra la relación adjunta), no cabe duda de que el esfuerzo investigador de Jesús Pena, lejos de disminuir con el paso del tiempo, ha cobrado un impulso mayor, como lo prueba la veintena de aportaciones en los últimos seis años, que giran en torno a las unidades morfológicas, la relación derivativa, los sustantivos denominales del castellano o las conexiones entre Lexicografía y Morfología léxica. De modo paralelo, en el último sexenio ha obtenido diversos proyectos en concurrencia competitiva, pues ha sido Investigador principal del proyecto La red de morfología genética en el NDHE, subvencionada por el Ministerio de Ciencia e Innovación (referencia FFI2008-03532) del 2009 al 2011 y lo es del recientemente concedido Estudio morfogenético del léxico español, subvencionado por el Ministerio de Economía y Competitividad (referencia FFI2012-38550) del 2012 al 2014. También forma parte del equipo del proyecto Desarrollo de información en una aplicación web para el estudio morfogenético del léxico, subvencionado por la Dirección Xeral de I+D de la Xunta de Galicia (referencia: 10PXIB204249PR) de 2010 a 2013, cuya Investigadora Principal es M.ª José Rodríguez Espiñeira. Esa manifiesta voluntad de colaboración de Jesús Pena con otros investigadores se muestra también en su incorporación en 2005 a la Red Temática española de Morfología (RETEM), red nacional formada por grupos procedentes de una treintena de universidades coordinada por investigadores de la UAM y, en 2011, a la Red gallega de Recursos lingüísticos para una Sociedad del Conocimiento (RELISCO). En este sentido, fue uno de los impulsores (y es uno de los asistentes más fieles) de los Encuentros de morfólogos que se celebran, con periodicidad anual, desde el año 2005 y que constituyen hoy el principal foro de comunicación y debate entre los especialistas de esta disciplina. En relación con su labor en el campo de los estudios morfológicos y léxicos, tampoco podemos pasar por alto la organización en junio de 2006 de un seminario sobre Categorización lingüística y categorías híbridas, celebrado en la Universidad compostelana con el apoyo de una Acción Complementaria del principal M.ª José Rodríguez Espiñeira (referencia HUM2004-04235-C02-02), que se incardinaba dentro de un proyecto coordinado por Soledad Varela Ortega y fue subvencionado por el Ministerio de Educación y Ciencia entre 2004 y 2007. El proyecto estudiaba las propiedades que permiten delimitar las clases de palabras y se centra en aquellas unidades que admiten doble adscripción categorial (participio, adjetivo-verbo, e infinitivo, sustantivoverbo). Su finalidad era interpretar funcionalmente los procesos de transcategorización (tanto nominalización como verbalización), que conllevan pérdida y adquisición de rasgos de las diferentes clases de palabras.
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Ministerio de Educación (referencia HUM2005-25431-E/FILO)11. Este seminario giró en torno a diversas cuestiones de tipo teórico (¿qué criterios determinan la identidad categorial?, ¿en qué dominios –morfológico, sintáctico, semántico– tiene relevancia la categorización?, ¿qué procesos conducen al cambio categorial?) y se discutió el modo más adecuado de señalar en los diccionarios las diferentes adscripciones categoriales que permiten bastantes lemas. Al margen de su trabajo individual o como organizador de equipos de investigación, no debemos desdeñar su larga vinculación con algunas de las más prestigiosas publicaciones científicas de nuestro entorno; ha sido miembro del Comité de Redacción y del Comité Científico de la revista compostelana Verba desde 1991, del Comité Científico de la coruñesa Revista de Lexicografía desde sus inicios, en 1994, y del Consejo de Redacción de la viguesa Hesperia desde su fundación, en 1998. Es también miembro del Consejo Asesor de la Revista de la Sociedad Argentina de Lingüística desde 2004 y del Consejo Científico de la revista Cuadernos del Instituto de Historia de la lengua del CILENGUA de San Millán de la Cogolla desde 200812. Además, ha actuado como evaluador de Proyectos de I+D tanto para la ANEP (desde 1996) como para el MEC (desde 2009). Este breve apunte biográfico basta para mostrar que, en lo atinente a la morfología del español, nada le ha sido ajeno a Jesús Pena. A través de sus escritos y de sus lecciones ha ejercido un poderoso magisterio sobre todos aquellos que se aproximan a la investigación sobre este componente gramatical; su insistencia en no descuidar la vertiente histórica y la atención prestada a la morfología de la lengua madre, el latín, singularizan su aportación a este dominio y convierten a Jesús Pena en un investigador sin el que no es posible explicar adecuadamente el progreso de los estudios morfológicos sobre el español en los últimos decenios.
Los resultados del encuentro aparecieron en el volumen Categorización lingüística y límites intercategoriales, publicado al cuidado de M.ª José Rodríguez Espiñeira y el propio Jesús Pena, Universidade de Santiago de Compostela, Santiago de Compostela, 2008 (anexo 61 de Verba). 12 También es miembro de la Sección de Lingua e Literatura del Instituto Padre Sarmiento de estudios gallegos (CSIC) desde diciembre de 1979 y miembro del Comité científico de la colección Grammaton de la Universidad de Santiago de Compostela desde 2001. 11
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M. CAMPOS, R. MARIÑO, J. I. PÉREZ PASCUAL Y A. RIFÓN
PUBLICACIONES PENA, Jesús (1975): «El Diccionario de uso del español de María Moliner», Verba, 2, 339-344. PENA, Jesús (1976): Usos anómalos de los sustantivos verbales en el español actual, Universidade de Santiago de Compostela, Santiago de Compostela (anexo 6 de Verba). Reseñado por Domnita Dumitrescu (Studii si cercetari lingvistice, 28/1, 1977, 101-103), Suzanne Fleischman (Language, 53/4, 1977, 968-969) y Máximo Torreblanca (Romance Philology, 34/3, 1981, 343-345). PENA, Jesús (1980): La derivación en español. Verbos derivados y sustantivos verbales, Universidade de Santiago de Compostela, Santiago de Compostela (anexo 16 de Verba). Reseñado por Jens Lüdtke (Romanistisches Jahrburch 32, 1981, 370-373), Roger Wright y M. Wheeler (Year’s Work in Modern Language Studies, 42, 1981, p. 265) y Christian Schmitt (Revue de linguistique romane, 46, 1982, 445-451). PENA, Jesús (1981): «El caso latino en el estructuralismo europeo. A propósito de los estudios de J. Kurylowicz y W. A. de Groot», Verba, 8, 49-78. PENA, Jesús (1982): «La voz en español. Intento de caracterización», Verba, 9, 215-252. PENA, Jesús (1985): «Las categorías gramaticales: sobre las denominadas ‘categorías verbales’», Verba, 12, 5-29. PENA, Jesús (1990): «Sobre los modelos de descripción en morfología», Verba, 17, 5-75. PENA, Jesús (1991): «Consideraciones en torno a la palabra y al morfema», en Mercedes Brea y Francisco Fernández Rei (coords.), Homenaxe ó Profesor Constantino García, Universidade de Santiago de Compostela, Santiago de Compostela, I, 365-373. PENA, Jesús (1991): «La palabra: estructura y procesos morfológicos», Verba 18, 69-128. PENA, Jesús (1992): «La estructura de la palabra», Gramma-Temas, 1, 197-213. PENA, Jesús (1993): «La formación de verbos en español: la sufijación verbal», en Soledad Varela (ed.), Formación de palabras, Taurus, Madrid , 217281 y 389-400. PENA, Jesús (1994): «Formación de palabras: sobre los procesos morfológicos ‘conversión’ y ‘sustracción’», en Alegría Alonso, Beatriz Garza y José Antonio Pascual (eds.), Segundo Encuentro de lingüistas y filólogos de España y
PRESENTACIÓN
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México, Junta de Castilla y León-Universidad de Salamanca, Salamanca, 49-61. PENA, Jesús (1995): «Formación de palabras, gramática y diccionario», Revista de Lexicografía, I, 163-181. PENA, Jesús (1995): «Sobre la definición del morfema», Lingüística española actual, XVII/2, 129-141. PENA, Jesús (1996): «La tipología morfológica de Sapir», en Manuel Casado Velarde et al. (coords.), Scripta Philologica in memoriam Manuel Taboada Cid, Universidade de A Coruña, A Coruña, I, 165-177. PENA, Jesús (1999): «Partes de la morfología. Las unidades del análisis morfológico», en Ignacio Bosque y Violeta Demonte (dirs.), Gramática descriptiva de la lengua española, Espasa-Calpe, Madrid, III, 4305-4366. PENA, Jesús (1999): «La morfología en relación con las otras partes de la gramática», en Xosé Luis Couceiro et al. (coords.), Homenaxe ó Profesor Camilo Flores, Universidade de Santiago de Compostela, Santiago de Compostela, I, 77-88. PENA, Jesús (1999): «Limitaciones del análisis morfológico», en Pedro Carbonero Cano et alii (eds.), Lengua y discurso. Estudios dedicados al Profesor Vidal Lamíquiz, Arco/Libros, Madrid, 727-737. PENA, Jesús (2000): «Formación de palabras», en Manuel Alvar López (dir.), Introduccción a la Lingüística española, Ariel, Barcelona, 235-253. PENA, Jesús (2002): «Morfología derivativa y diccionario», en Alexandre Veiga et alii (eds.), Léxico y gramática, TrisTram, Lugo, 2002, 285-298. PENA, Jesús (2003): «La relación derivativa», ELUA (Estudios de Lingüística de la Universidad de Alicante), 17, 505-517. PENA, Jesús (2004): «Los estudios de morfología del español en España durante los últimos 25 años (1979-2003)», Lingüística española actual, XXV/1-2, 7-38. PENA, Jesús (2004): «Morfología de los nombres de cualidad derivados», Verba, 31, 7-42. PENA, Jesús (2005): «Os nomes denominais de actividade, axentivos e instrumentais», en Ana I. Boullón Agrelo, Xosé Luis Couceiro Pérez y Francisco Fernández Rei, As tebras alumeadas. Estudos filolóxicos ofrecidos en homenaxe a Ramón Lorenzo, Universidade de Santiago de Compostela, Santiago de Compostela, 423-431.
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M. CAMPOS, R. MARIÑO, J. I. PÉREZ PASCUAL Y A. RIFÓN
PENA, Jesús (2005): «Nombres deverbales con lectura deajetival», en Luis Santos Río (Coord.), Palabras, norma, discurso (En memoria de Fernando Lázaro Carreter), Universidad de Salamanca, Salamanca, 881-896. PENA, Jesús (2005): «Interferencias entre paradigmas derivativos. A propósito de los sustantivos en -ncia, -ada y -ería», en Graça M.ª Rio-Torto, Olívia Maria Figueiredo y Fátima Silva (coords.), Estudos em Homenagem ao Professor Doutor Mário Vilela, Universidade do Porto, Porto, I, 313-323. PENA, Jesús (2007): «La morfología y el diccionario», en M.ª Isabel Rodríguez Ponce y José Carlos Martín Camacho (eds.), Morfología: investigación, docencia, aplicaciones, Universidad de Extremadura, Cáceres, 69-78. PENA, Jesús (2007): «Los nombres denominales de cantidad y de lugar», en Inmaculada Delgado Cobos y Alicia Puigvert Ocal (eds.), Ex admiratione et amicitia. Homenaje a Ramón Santiago, Ediciones del Orto, Madrid, II, 864-887. RODRÍGUEZ ESPIÑEIRA, M.ª José y Jesús PENA (2008) (eds.): Categorización lingüística y límites intercategoriales, Universidade de Santiago de Compostela, Santiago de Compostela (anexo 61 de Verba); prefacio a cargo de los editores, 9-17. PENA, Jesús (2008): «La codificación léxica de las categorías híbridas en el diccionario», en M.ª José Rodríguez Espiñeira y Jesús Pena (eds.): Categorización lingüística y límites intercategoriales, Universidade de Santiago de Compostela, Santiago de Compostela, 181-190. PENA, Jesús (2008): «La creación del léxico científico y técnico», en Mercedes Brea, Francisco Fernández Rei y Xosé Luis Regueira (eds.), Cada palabra pesaba, cada palabra medía. Homenaxe ao profesor Antón Santamarina, Universidade de Santiago de Compostela, Santiago de Compostela, 163170. PENA, Jesús (2008): «La información morfológica en los diccionarios», en M.ª Pilar Garcés Gómez (ed.), Diccionario Histórico: nuevas perspectivas lingüísticas Iberoamericana/Vervuert, Madrid/Frankfurt, 19-39. PENA, Jesús (2008): “El cambio morfológico en el interior de las series de derivación», Revista de Investigación Lingüística, 11, 233-248. PENA, Jesús (2009): «La distinción entre centro y periferia aplicada al paradigma derivativo: el caso del sufijo -eria en español», en Esther Corral, Lydia Fontoira y Eduardo Moscoso (eds.), A mi dizen quantos amigos ey. Estudos filolóxicos en homenaxe a Xosé Luís Couceiro, Universidade de Santiago de Compostela, Santiago de Compostela, 565-571.
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PENA, Jesús y Mar CAMPOS (2009): «Propuesta metodológica para el establecimiento de familias léxicas en una consideración histórica: el caso de hacer», Cuadernos de Historia de la Lengua, 2/2, 21-51. PENA, Jesús (2009): «Sobre la polisemia de los nombres deverbales», en Montserrat Veyrat Rigat y Enrique Serra Alegre (eds.), La Lingüística como reto epistemológico y como acción social, Arco/Libros, Madrid, 2, 711-719. PENA, Jesús (2011): «The relationship between verb-noun in derivational series», en José Luis Cifuentes Honrubia y Susana Rodríguez Rosique (eds.), Spanish Word Formation and Lexical Creation, John Benjamins, Amsterdam, 265-282. PENA, Jesús (2011): «La alomorfia en el interior de las familias léxicas», en Irene Gil, M.ª Ángeles Cano y José Pazo (eds.), Teoría morfológica y morfología del español, Universidad Autónoma de Madrid, Madrid, 109-131. RODRÍGUEZ ESPIÑEIRA, M.ª José y Jesús PENA (2011): «El contraste aspectual entre infinitivo y participio como predicados secundarios», en M.ª Victoria Escandell Vidal, Manuel Leonetti y Cristina Sánchez López (eds.), 60 Problemas de gramática dedicados a Ignacio Bosque, Akal, Madrid, 191-197. PENA, Jesús (2012): «Alteraciones de la serie derivativa verbo-nombre deverbal en español. Análisis genético», Zeitschrift für romanische Philologie, 128/2, 319-349. PENA, Jesús (2012): «El elemento cero como recurso morfológico en el modelo Item and Arrangement», e José Luis Mendívil Giró y M.ª del Carmen Horno Chéliz (eds.), La sabiduría de Mnemósine. Ensayos de historia de la lingüística ofrecidos a José Francisco Val Álvaro, Prensas Universitarias de Zaragoza, Zaragoza, 145-156. PENA, Jesús (2012): «Nombres denominales que expresan actividad y sus actantes o circunstantes», en Antonio Fábregas, Elena Felíu, Josefa Martín y José Pazó (eds.), Los límites de la morfología. Estudios ofrecidos a Soledad Varela Ortega, Universidad Autónoma de Madrid, Madrid, 327-339. PENA, Jesús (en prensa): «Estructura de la oración pasiva y estructura de la oración atributiva», en Félix Córdoba et alii (eds.), Liber amicorum. Homenaxe a Álvaro Porto Dapena, Universidade de A Coruña, A Coruña. PENA, Jesús (en prensa): «Sobre formación de palabras y familias léxicas: relaciones entre sincronía y diacronía», en Homenaje al profesor Josep Maria Nadal Farreras, Universidade de A Coruña, A Coruña (anexo de la Revista de Lexicografía).
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1 TEMA VERBAL, VOCAL TEMÁTICA Y EL AFIJO -CIÓN*
SANTIAGO ALCOBA RUEDA Universidad Autónoma de Barcelona
Este trabajo se ocupa, primero, de fijar con precisión la naturaleza morfológica del tema verbal y de la vocal temática (VT) del verbo español: forma, funciones, significado y manifestaciones en el léxico. Haremos un despliegue preciso de algunos argumentos de Alcoba (1999) en que se funda la propuesta de esta categoría de segmento morfológico, tan peculiar, en su forma, en sus funciones, en su significado y en las manifestaciones como constituyentes morfológicos en palabras de flexión verbal, de afijación en bases verbales y de palabras compuestas. Una vez delimitado con precisión el constituyente de VT, segundo, voy a revisar la morfología del afijo -ción en particular. Desde el constituyente de VT se argumenta, con consideraciones distintas, que hoy solo tiene sentido hablar de un único afijo -ción, según la propuesta de Pena (1980). Voy a aducir pruebas en contra de la aseveración de otros autores, para quienes se consideran variantes de -ción diferentes -ación, -sión, -ión, -zón; en realidad, no *
Este artículo se ha beneficiado de una ayuda de la DGICYT para el proyecto investigación de referencia FFI2008-02103/FILO. Sirva esta mención como muestra reconocimiento. También se ha beneficiado de la participación en el SGR, Grup lexicografia i diacronia, de referencia SGR2009-1067, donde se integra el citado proyecto investigación.
de de de de
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SANTIAGO ALCOBA RUEDA
son tales, sino meros productos de la fonología regular o diacrónica del español (-ión, -sión), o coincidencias sinónimas (-sión) patrimoniales, de herencia latina improductiva, con bases de tema de perfecto o de supino, o bien el resultado (-ación) de análisis que se pueden corregir con una reconsideración exacta de la subcategorización o configuración categorial del afijo -ción. 1. LA VOCAL TEMÁTICA (VT) En la morfología del verbo español se ha identificado, tradicionalmente desde siempre, el segmento de VT, el constituyente VT de las formas verbales, con la vocal de los constituyentes de infinitivo de los verbos: -ar, -er, -ir. Con esta consideración se suponía que estas distintas formas –a–, –e–, –i–, eran las manifestaciones de las tres clases de conjugaciones, denominadas, también tradicionalmente, como 1.ª, 2.ª y 3.ª conjugación, respectivamente, según la distinta forma del infinitivo. Esta consideración está tan arraigada que explica la presencia de algunas observaciones confusas o erróneas de trabajos recientes, y que intentaremos dilucidar aquí. En Alcoba (1991) se identificaba y justificaba por primera vez en la morfología del verbo español un paradigma de VT que se justificaba detenidamente en Alcoba (1999) con argumentos flexivos (de distribución de las formas en la conjugación regular y en las conjugaciones irregulares), con argumentos fonológicos (de manifestación del acento en las formas verbales) y con argumentos de formación de palabras (en formaciones con afijos de base verbal y en formaciones de composición [V+N]). En Pena (1980) ya se apunta con claridad la inconveniencia de la clasificación de los verbos por las respectivas vocales del infinitivo, debido a las coincidencias entre las formas de la 2.ªC y 3.ªC, y por las variantes de VT, en algún caso «incluso bifonemática». Delimitados los afijos flexivos (modo–tiempo y número–persona), el segmento restante constituye el tema del verbo. Veamos qué variaciones admite el tema, más concretamente la vocal del tema a lo largo de la flexión. […] La clasificación morfológica del verbo español, basada en una vocal temática típica tal como aparece, por ejemplo, en la forma del infinitivo, no responde, ni mucho menos, a la realidad de los hechos. Tal distinción solo opera entre la conjugación I y las conjugaciones II y III, pero no entre estas dos. […] En efecto, mientras en la conjugación I (tipo am–a–r) aparece siempre la vocal –a–, que solo admite variación acentual –a– / –á–, en las conjugaciones II y III (tipo tem–e ~. part–i–r) la vocal temática aparece bajo distintas variantes, alguna incluso bifonemática: –é– / –e– / – í– / –i– /–ié– en la conjugación II, –e– / –í– / –i– / –ié– en la conjugación III. Ello da
TEMA VERBAL, VOCAL TEMÁTICA Y EL AFIJO –CIÓN
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lugar a la confluencia de varias de las formas flexionales de ambas conjugaciones (Pena, 1980: 126–127).
Veamos a continuación, brevemente, cómo se ha de entender el paradigma constituyente de VT, y en qué sentido es crucial para entender cabalmente la estructura de las formas de la conjugación verbal y de las formas afijadas de base verbal: las condiciones de distribución de los constituyentes flexivos de la conjugación y las condiciones de distribución de los afijos de base verbal temática, afijos temáticos, con VT; o bien afijos atemáticos, sin VT, de la raíz verbal. Las distintas formas del paradigma de VT sincretizan en cada forma dos sentidos: conjugación (1.ª / 2.ª / 3.ª) y tema (de presente / de pretérito / de futuro), según se aprecia en (1). VT
1.ª C
2.ª C
3.ª C
T. de Presente
/a/
/e/
/e/
T. de Pretérito
/a/
/i/
/i/
T. de Futuro
/a/
/e/
/i/
(1). Paradigma subyacente de VT
Pero las formas canónicas de VT en (1) tienen diferentes manifestaciones fonéticas sistemáticas en determinados constituyentes morfemáticos de diferentes formas de la conjugación verbal. En (2) se reúne el conjunto de variantes fonéticas del constituyente de VT de cada tema y de cada una de las conjugaciones tradicionales: 1.ª C VT
Reprs.
2.ª C
Fonet.
Reprs.
3.ª C
Fonet.
Reprs.
Fonet.
T. de Presente
/a/
[‘a, ∅, á]
/e/
[‘e, ∅, é]
/e/
[‘e, ∅, í]
T. de Pretérito
/a/
[á, ∅]
/i/
[í, ∅, je]
/i/
[í, ∅, jé]
T. de Futuro
/a/
[a’]
/e/
[e’]
/i/
[i’]
(2). Paradigma subyacente de VT
En (2) se distingue entre las representaciones de VT /a/, /e/, /i/ de tema y conjugación y sus manifestaciones fonéticas: [‘a, Ø, á], [‘e, Ø, é], etc. De manera que la VT del tema de presente es /a/ en los verbos de la 1.ªC y /e/ en los de la 2.ªC o 3.ªC; el tema de pretérito es /a/ en los verbos de la 1.ªC e /i/ en los de la 2.ªC o 3.ªC; y la representación de la VT del tema de
4
SANTIAGO ALCOBA RUEDA
futuro es /a/ en los verbos de la 1.ªC, /e/ en los de la 2.ªC, y ee /i/ en los de la 3.ªC. Respecto a (2), para mayor claridad, se ha de precisar que mediante las tildes (‘) se representa la manifestación del acento en las formas de cada tema: en la sílaba anterior a la VT de las formas (2a) del tema de presente [’a, ‘e]; en la VT de las formas (2b) del tema de pretérito [á, í, jé]; o en la sílaba siguiente de las formas (2c) del tema de futuro [a’, e’, i’]. Así se puede decir que la VT del tema de presente es de acento previo, postónica; que la VT del tema de pretérito es tónica; y que la VT del tema de futuro es antetónica. Esta precisión es necesaria porque es significativa, porque la manifestación del acento se hace en determinada sílaba, según el tema; y porque, en algún caso, permite explicar alguna variación fonética de las formas de VT. Por tanto, la forma de la VT ha de entenderse por la clase de vocal y por su expresión o posición respecto al acento: VT postónica en el tema de presente, VT tónica en el tema de pretérito, y VT antetónica en el tema de futuro. Y cada forma de VT en (2) se entiende como manifestación de dos funciones o valores sincréticos: /’a/ = /1.ªC, TPres/; /’e/ = /2.ªC, TPres/; /’e/ = /3.ªC, TPres/; /á/ = /1.ªC, TPret/; /í/ = /2.ªC, TPret/, etc. Para establecer la forma subyacente de VT en la conjugación se adopta la forma más simple y más general. En el caso de la forma /a/ de VT de la 1.ªC, no hay dudas, porque es la misma forma fonética en cualquier tema. En la VT de la 2.ªC y 3.ªC del tema de presente se adopta la forma /e/ porque la variante [í] en determinadas personas (1.ª y 2.ª del plural del presente de indicativo) de la 3.ªC se explica por desplazamiento del acento en esas personas y la consiguiente alternancia [e > í], con una explicación disponible en la fonología del español para este caso. Para fijar las formas subyacentes de VT, si hay una forma átona [e] y otra tónica [í], en manifestaciones del tema de Pres. de la 3.ª, se adopta la forma átona /e/. La variante [í] se explica como en pido, compito, concibo, consigo, derrito, elijo, embisto, mido, persigo, prosigo, rijo, rindo, repito, sigo, sirvo, visto, por el acento, a partir de las variante átona correspondiente, pero no a la inversa. Las variantes [Ø] se explican por motivos distribucionales de persona (1.ª del singular) y de modo (subjuntivo), sin otra explicación sincrónica1. De ahí la representación de la VT en /a/ con los verbos de la 1.ªC y en /e/ con los ver-
1
Con el mismo fundamento que el morfema de número y persona de 1.ª o 3.ª del singular se manifiesta [Ø], por contraste paradigmático.
TEMA VERBAL, VOCAL TEMÁTICA Y EL AFIJO –CIÓN
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bos de la 2.ªC o 3.ªC en las formas del tema de presente2. Falta recordar que se forman con esta base, el tema de presente, raíz verbal y VT de tema de presente, /a, e/, las formas de los tiempos de presente de indicativo, de presente de subjuntivo y de imperativo. Y este tema se denomina de presente por motivos evidentes de ser la base de formación de los presentes de la conjugación. En la VT de las formas de los tiempos del tema de pretérito también se distingue entre la representación, que es /a/ con los verbos de la 1.ªC y que es /i/ en los verbos de la 2.ªC o 3.ªC, y las respectivas manifestaciones fonéticas. En concreto, si tenemos una forma de VT simple [i] y una forma compleja diptongada [je], en algunas formas del tema de pretérito de la 2.ªC y 3.ªC (3.ª persona del plural del pretérito y todas las formas de los imperfectos y futuro de subjuntivo y del gerundio), se adopta como forma canónica de VT, en el tema de pretérito de la 2.ªC y 3.ªC, la forma simple /i/, porque las variantes [je] tónicas de VT las puede explicar la fonología por el acento, en estas formas [í / jé], tónicas ambas, y en los casos raros de adquirir / adquiero, e inquirir / inquiero, con alternancia de acento. Por motivos de sistematicidad analítica en las formas de las tres conjugaciones 2.ª, 3.ª y 1.ª se considera que la VT es [Ø] en la 1.ª y 3.ª personas del singular del pretérito, según el análisis de (3), sistemático para las formas de las tres conjugaciones, porque si se analizase tem/part–i–ó– Ø, no se podría explicar el acento en el segmento de TAM (–ó–) y la atonicidad del segmento de VT, caso único, si así fuera, entre todas las formas de este tema3. PERS.
1s 2s/p 3s
2
3
RAÍZ
VT
TAM
cant
∅
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∅
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NP
∅ ∅/is ∅
Desde esas representaciones se pueden explicar las variantes fonéticas por motivos fonológicos o distribucionales, de acento, de vocal alta o de reducción, más coherentes que sus inversos, más arbitrarios. Los análisis y segmentaciones de otras formas también se basan en la coherencia entre las segmentaciones de las formas de cant- y las formas de tem-/part-. Se respetan las formas de los paradigmas de NP y se concentra la variabilidad en las manifestacines de TAM de pretérito: –e–/–i–, –ste–, –o––-io–,–Ø–, –ro–.
SANTIAGO ALCOBA RUEDA
6
1p 3p
cant
á
tem/part
í
cant
á
tem/part
jé
Ø
mos
ro
n
(3). Constituyentes de las formas del pretérito simple
Las formas de este tema se denominan como de tema de pretérito (y no de otra manera) porque entre las formas del tiempo pretérito se manifiestan las dos variantes de referencia que se aprecian en los verbos de la 2.ªC o 3.ªC en (4)4. PRETÉRITO
1.ª plural 2.ª singular, plural
/RAÍZ+VT/
TAM
cant+á
–ba–
tem/part+í
–a–
cant+á // tem/part+í
–do– –ra–/–se–
3.ª plural
cant+á // tem/part+jé
MISMO TEMA
imperfecto participio imperfecto subjunt
–re–
futuro subjunt
–ndo
gerundio
(4). Formas del tema de pretérito
La VT de las formas de los tiempos del tema de futuro (futuro de indicativo y condicional) coincide con las representantes de los diferentes infinitivos /a/ en la 1.ªC, /e/ en los escasos verbos de la 2.ªC, y es /i/ en los verbos de la 3.ªC. Se explica por su formación desde una perífrasis de infinitivo. Pero su manifestación fonética es átona [a’, e’, i’], pretónica5. También se explica este caso raro de un constituyente flexivo tónico por el citado origen perifrástico y su aglutinación en composición con borrado del acento de uno No se ha de malentender que unas formas se deriven de otras sino que todas comparten la misma base; y como en el pretérito se manifiestan las dos bases temáticas de referencia, de ahí el nombre no arbitrario de formas del Tema de Pretérito; y no otros términos que se han usado por confusión o por una mala interpretación del concepto de Tema Verbal en la conjugación del verbo. 5 Cf. Alcoba (2007), donde se presentan distintas observaciones sobre el acento del único pronombre relativo tónico, cual, y sus variaciones de uso en la unidad melódica. 4
TEMA VERBAL, VOCAL TEMÁTICA Y EL AFIJO –CIÓN
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de los componentes, el de la izquierda, para dejar un único acento en la palabra compuesta resultante: cant–a–ré/ría–mos, tem–e–ré/ría–mos, part–i– ré/ría–mos. La denominación de tema de futuro no requiere comentario, salvo insistir en que no se ha de entender como que las formas de su tiempo se derivan de las del otro, sino que las de ambos tiempos, futuro y condicional, se forman con una misma base, cant–a, tem–e, part–i, según la conjugación. En cuanto al significado del constituyente VT ya hemos apuntado que hace referencia a dos sentidos en sincretismo: el de conjugación (1.ª, 2.ª o 3.ª) y el de tema (de presente, de pretérito o de futuro), según se pormenoriza en (5). VT
/a/ /e/ /i/
SIGNIFICADO CONJ
TEMA
1.ª
Presente / Pretérito / Futuro
2.ª
Presente / Futuro
3.ª
Presente
2.ª
Pretérito
3.ª
Pretérito / futuro (5). Significado de VT
Así, igual que el constituyente de ‘número–persona’ sincretiza los valores de estas categorías en la forma –mos: /1.ªp. plural/, o el de TAM sincretiza ‘tiempo–modo’ en, por ejemplo, la forma –ba–: /imperfecto, indicativo/, el de VT sincretiza ‘conjugación–tema’, en diferentes formas, con distintos sentidos: [–’a–]: /1.ªC, TPres/; [–á–]: /1.ªC, TPret/; [–a’–]: /1.ªC, TFut/; [–‘e–]: /2.ªC, TPres/; [–e’–: /2.ªC, TFut/; [–‘e–]: /3.ªC, TPres/; etc. Así la VT en cada forma de la conjugación manifiesta un valor o sentido determinado de cada uno de esos dos parámetros: de conjugación (1.ª, 2.ª o 3.ª) y de tema (de presente, de pretérito, o de futuro). De este modo, el constituyente de VT, de una forma de la conjugación o de una palabra afijada, significa determinados valores de la forma de la palabra. Pero el constituyente de VT no significa un referente extraléxico como hacen otros constituyentes como, por ejemplo, los de NP, que significan determinados valores de las categorías de número y de persona, especificados sintácticamente y que se manifiestan, por concordancia, en determinados elementos de la frase.
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SANTIAGO ALCOBA RUEDA
El constituyente de VT significa en sincretismos dos rasgos de cada categoría, conjugación y tema, y condicionan (o están condicionados por) los demás constituyentes (de TAM y de NP) de la palabra conjugada; o de afijo específico según la clase de tema exigido o de bases de raíz verbal, en las palabras afijadas. Dicho de otro modo, los valores y sentidos (número, persona, tiempo, aspecto) de otros paradigmas o morfemas son extraléxicos y están determinados sintácticamente en el enunciado; pero los valores de VT son estrictamente léxicos y morfológicos: manifiestan un rasgo léxico, y condicionan las diferentes formas de la conjugación o la presencia de las distintos afijos posibles en cada caso. Hasta aquí hemos identificado los constituyentes de VT de la conjugación por su representación /a, e, i/ y sus distintas manifestaciones fonéticas y acentuales o variantes de (2); por su significado, según (5); y por su distinta designación (tema de presente, o tema de pretérito, o tema de futuro) según el tema del tiempo (presente, pretérito, futuro) de referencia coincidente en la formación de las formas de determinados tiempos de la conjugación: tema de presente (presente de indicativo, presente de subjuntivo, imperativo), tema de pretérito (pretérito simple, imperfecto de indicativo, participio, imperfecto de subjuntivo, futuro de subjuntivo, gerundio), y tema de futuro (futuro y condicional). A continuación voy a referirme al fundamento de un paradigma de VT con una manifestación determinada, sistemáticamente presente en todas las formas de la conjugación. De hecho, el fundamento demostrativo se va a basar en las diferentes manifestaciones del constituyente VT en la conjugación del verbo y en la formación de palabras de base verbal. De fundamento estrictamente flexivo, primero, es la covariación sistemática de la forma de VT según la clase de conjugación (1.ª, 2.ª, 3.ª) del verbo y los distintos tiempos que se forman con una misma base temática /raíz + VT/, con un tema determinado: a), Tema de Presente: presente de indicativo, presente de subjuntivo, imperativo; b), Tema de Pretérito: pretérito, imperfecto de indicativo, participio, imperfecto de subjuntivo, futuro de subjuntivo, gerundio; y c), Tema de Futuro: futuro de indicativo, condicional, infinitivo. Segundo, la agrupación de tiempos de cada tema también se fundamenta en la covariación de las formas de la conjugación, por la distribución de irregularidades en (6), que, o bien se manifiestan en determinadas formas y tiempos del tema de presente (6a), o del tema de pretérito (6b), o del tema de futuro (6c), o del tema de presente (6a.3), por infección de una determinada irregularidad del tema de pretérito (6b.1)
TEMA VERBAL, VOCAL TEMÁTICA Y EL AFIJO –CIÓN
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(6) Afectación y distribución de irregularidades de la conjugación. a. Tema de Presente 1. Vocálicas acentuales: piden, aciertan, pueden, juegan 2. Consonántica: digo, parezco, conduzco, pongo, etc. 3. Vocálicas infectadas de (7b.1): muramos, muráis (como mur–ie–ron), durmamos, durmáis (como durm–ie–ron), mintamos, mintáis (como mint–ie–ron), sintamos, sintáis (como sint–ie–ron). b. Tema de Pretérito 1. De cierre vocálico: murieron, durmieron, mintieron, pudieron, sirvieron, pidieron. 2. De ‘pretérito fuerte’: anduvieron, cupieron, condujeron, … c. Tema de Futuro, diferentes alteraciones: podré, pondré, haré, diré, etc.
Evidentemente cuando se dice que las irregularidades de un verbo se distribuyen sistemáticamente entre, precisamente, determinadas formas de un mismo tema: de presente, o de pretérito, o de futuro, se ha de entender que una irregularidad o alternancia vocálica (e/í, o/ú, e/je, o/we, u/we) o consonántica (pongo, ponga, pongas,...) o de cierre vocálico (e/i, o/u) (mintieron, durmieron), o de pretérito fuerte (anduvieron, condujeron, etc.) o cualquiera de las que ocurren en las formas del tema de futuro (6c), se manifiesta en las formas del tema de que se trate y solo de ese tema. De modo que tenemos verbos como contar que tiene una determinada irregularidad (o/we), que afecta a formas del tema de presente, pero solo de ese tema y no a cualquiera de las formas de tiempos de otros temas (de pretérito o de futuro). Y, en el extremo opuesto, también tenemos verbos como decir, poner, con una irregularidad consonántica (digo, pongo) en determinadas formas del tema de presente; con una irregularidad distinta (de pretérito fuerte: dije, puse) en determinadas formas del tema de pretérito; y con una irregularidad diferente (diré, pondré) en formas del tema de futuro. Pero, como se ve, la irregularidad de cada tema se manifiesta solo en determinadas formas de tiempos de ese tema, de presente (digo, pongo), o de pretérito (dijeron, pusieron), o de futuro (diré, pondré), y solo en esas formas de ese tema. Solo se observa un caso (6a.3) de manifestación de una irregularidad en formas de pretérito y de presente: en este caso es preferible, por sistemático y coherente, suponer una infección de determinadas formas del tema de presente por la irregularidad que, con buenos motivos fonológicos, es mejor suponer como propia de formas del tema de pretérito. Es lo que ocurre con verbos como morir, dormir, mentir, sentir de (6a.2) que manifiestan cierre vocá-
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SANTIAGO ALCOBA RUEDA
lico (o > u, e > i) en determinadas formas (murieron, durmieron, mintieron, sintieron, etc.) del tema de pretérito (3.ª persona del singular y del plural del pretérito, imperfectos y futuros de subjuntivo y gerundio) y, «por infección», porque no tiene explicación sincrónica coherente, en la 1.ª y 2.ª personas del plural del presente de subjuntivo (muramos, muráis, durmamos, durmáis, mintamos, mintáis, sintamos, sintáis), que suelen ser regulares, por desplazamiento del acento, en otras irregularidades del tema de presente de otros verbos. La explicación en sentido contrario no permite identificar el origen. Esta afectación de una irregularidad del tema de pretérito en determinadas formas del tema de presente solo se da, excepcionalmente, en determinados verbos y no sistemáticamente, como se pone de manifiesto en verbos como poder, irregular en pretérito (pudo, pudieron), pero no en las formas de raíz átona de presente (podamos, podáis). Por tanto, esta manifestación sistemática de irregularidades, de una irregularidad determinada, en las formas de un tema, y solo de ese tema, demuestra la identidad de base temática en las formas de determinados tiempos sobre las mismas bases de cada tema. Otro argumento, también estrictamente flexivo, tercero, de carácter prosódico, es el de la manifestación del acento en las diferentes formas de la conjugación6. En efecto, el acento se manifiesta, como hemos apuntado, en la última vocal de la raíz en todas las formas (con un par de salvedades que explicaré) de los tiempos del tema de presente. Se manifiesta en las VT de todas las formas de los tiempos del tema de pretérito. Y se manifiesta en el constituyente flexivo de modo–tiempo (extraña y exclusivamente en formas flexivas, resultantes de ‘composición’ y borrado del acento izquierdo) de todas las formas de los tiempos del tema de futuro. Otra prueba de la coincidencia entre las formas de los tiempos de cada tema, que comparten una misma base temática. 2. PALABRAS AFIJADAS DE BASE VERBAL Las palabras de base verbal afijada constituyen el argumento definitivo de un constituyente de VT, de la existencia de los diferentes temas mencionados con las representaciones de (1) y diferentes manifestaciones fonéticas de (2). En efecto, en (7) tenemos los afijos –ncia, –ndo, –nte, –dizo, que se adjuntan a bases verbales del tema de presente de VT /a/ con verbos de la 1.ªC y con VT /e/ con verbos de la 2.ªC o 3.ªC. 6
En Alcoba (2012b) se presentan argumentos consistentes sobre la regularidad de los verbos vocálicos del español y sus alternancias fonológicas sistemáticas debidas a la manifestación del acento.
TEMA VERBAL, VOCAL TEMÁTICA Y EL AFIJO –CIÓN
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(7) Afijos de Tema de Presente a. -ncia: vag1.ª–a–ncia, dol2.ª–e–ncia, reg3.ª–e–ncia b. -ndo: sum1.ª–a–ndo, vener1.ªa–ndo, sustra2.ªe–ndo, divid3.ªe–ndo, corrig3.ªe–ndo), c. -nte: agobi1.ª–a–nte, absorb2.ªe–nte, dirig3.ªe–nte, d. -dizo: resbal1.ª–a–dizo, ca2.ª–e–dizo, beb2.ªe–dizo, corr2.ªe–dizo, sal3.ª–e– dizo, adven3.ªe–dizo,
En (8), en cambio, tenemos los afijos -ción, -miento, -ble, -da, que se adjuntan a bases verbales del Tema de pretérito, con VT /a/ con bases verbales de la 1.ªC y VT /i/ con bases verbales de la 2.ªC o 3.ªC. (8) Afijos del Tema de Pretérito a. -ble: arrug1.ª–A–ble, tem2.ª–I–ble, traduc3.ª–I–ble b. -ción: marc1.ª–a–ción, perd2.ª–i–ción, part3.ª–i–ción c. -da: cant1.ª–a–da, beb2.ª–i–da, part3.ª–i–da, sal3.ª–i–da d. -m(i)ento: encant1.ª–a–miento, somet2.ª–i–miento, padec2.ª–i–miento, fing3.ª–i–miento
Finalmente, en (9), los afijos –dor, –dera, –dero, –dizo, –dura, y –torio se adjuntan a bases verbales de Tema de futuro de VT /a/ si el verbo es de la 1.ªC; /e/, si el V base es de la 2.ªC; e /i/ si el verbo radical es de la 3.ªC. (9) Afijos de Tema de Futuro a. -dor: obr1.ª–A–dor, vend2.ª–E–dor, fing3.ª–I–dor b. -dera: pod1.ª–a–dera, ra2.ª–e–dera, par3.ª–i–dera, c. -dero: cas1.ª–a–dero, prend2.ª–e–dero, sub3.ª–i–dero, d. -dura: salpic1.ª–a–dura torc2.ª–e–dura, añad3.ª–i–dura, e. -torio: dedic1.ª–a–torio, defin3.ª–i–torio f. -dizo: resbal1.ª–a–dizo, ca2.ª–e–dizo, beb2.ª–e–dizo, corr2.ª–e–dizo, sal3.ª–i– dizo, encubr3.ª–i–dizo, escurr3.ª–i–dizo, hui3.ª–i–dizo.
Frente a estos casos (7–9) que podríamos considerar afijos consonánticos, que subcategorizan un tema verbal determinado, con una determinada forma del paradigma de VT, tendríamos afijos como los de (10), que se adjuntan directamente a la raíz, cerrando así, en contraste de ausencia, la justificación de un constituyente VT en las formas de base verbal.
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SANTIAGO ALCOBA RUEDA
(10) Afijos de base V radical no temática7 -a (plant1.ªa, pod1.ªa), -aina (azot1.ªaina), -aje (abord1.ªaje, aprendiz1.ªaje), -ajo (colg1.ªajo, freg1.ªajo), -áneo (frustr1.ªáneo, sufrag1.ªáneo), -anza (alab1.ªanza,veng1.ªanza, orden1.ªanza, acarc1.ªanza), -ata (camin1.ªata, peror1.ªata), -atario (consign1.ªatario), -ato (asesin1.ªato, mand1.ªato), -azgo (hall1.ªazgo, hart1.ªazgo), -e (plant1.ªe, desquit1.ªe), -adijo (amarr1.ªadijo, ata1.ªdijo), -ina (degoll1.ªina, escabech1.ªina, regañ1.ªina), -ista (aval1.ªista, cambi1.ªsta), -o (entreg1.ªo, peg1.ªo), -ón (llor1.ª+ón, respond2.ª+ón, gruñ3.ª+ón), -orio (hil1.ªorio, holg1.ªorio, vel1.ªorio) y -oso (afrent1.ªoso, resbal1.ªoso, tropez1.ªoso)
De manera colateral, esta identificación del paradigma de VT y de los diferentes temas de la conjugación española nos ha permitido identificar la naturaleza del constituyente verbal en las palabras compuestas [V+N] de (11). (11) Compuestos [V+N] a. cant1.ª–a–mañanas, limpi1.ª–a–metales, cuent1.ª–a–hilos, cieg–a–yernos, cuelg–a–capas, b. romp2.ª–E–techos, corr2.ª–e–calles, viert2.ª–e–aguas, pierd–e–misas, huel– e–lor c. abr3.ª–E–latas, part3.ª–e–luz, cumpl3.ª–e–años
El constituyente verbal de palabras como las de (11) es un tema en /a/, con verbos de la 1.ªC, en (11a), o bien en tema en /e/, con verbos de la 2.ªC, o de la 3.ªC, en (11c). Así, con este vocalismo /a, e/ tenemos lo que hemos identificado como tema de presente. Lo cual se confirma con la manifestación, cuando el verbo lo exige, de las irregularidades propias de tema de presente en desuellacabras, ciegayernos, cuelgacapas, cuentahilos, pierdemisas, hueleflor, vierteaguas8. Así, por los motivos flexivos o afijales expuestos hasta aquí, se justifica la propuesta de un constituyente temático que permite agrupar las formas (tiempos) de la conjugación según la base temática (de presente, 7
8
En este caso, se supone que la base es la raíz verbal porque solo hay datos de una conjugación (normalmente la 1.ª) y no hay datos para demostrar la alternancia vocálica de las tres conjugaciones. La irregularidad del Tema de Presente en el componente verbal de estos compuestos evidencia la clase temática de este constituyente, por un lado, y el hecho de que el borrado del acento de la izquierda en las palabras compuestas es muy superficial, al final de la formación de la palabra, de manera que no permite la reconstrucción del segmento alternante como la derivación: Venezuela / venezolano, puente / pontón, diente / dentera, muerto / mortal, etc.
TEMA VERBAL, VOCAL TEMÁTICA Y EL AFIJO –CIÓN
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de pretérito, de futuro) que comparten, coincidente en cada grupo; y que permite clasificar los afijos según la base verbal que seleccionan o requieren: a), de Tema de Presente: -ncia, -ando, -nte; b), de Tema de Pretérito: -ción, -m(i)ento, -ble, -da; y c), de Tema de Futuro: -dor, -dera, -dero, -dizo, -dura, -torio. En Pena (1980) no se hace la distinción temática argumentada aquí, pero es el primer sitio donde se hace referencia a los afijos temáticos del español, bien diferenciados: –ción–, –zón–, –miento–, –ncia–, –nza–, –je–, –do– y –da– se adjuntan al tema del verbo base; –a–, –o–, –e–, –∅– y –ón– al segmento que resulta de elidir en el tema la vocal temática. De los sustantivos formados sobre el tema del verbo base y correspondientes a verbos de las conjugaciones II y III, solo los en –dura– mantienen una solución distinguidora en la vocal temática, y no siempre (cf. hender> hendedura ~ hendidura, cerner> cernidura, etc.); los demás presentan la misma vocal: –e– los en –ncia–, –i– los en –ción–, –miento–, –do– y –da– (Pena, 1980: 128).
Hasta aquí hemos visto la naturaleza y las variantes de representación fonológica y de variantes fonéticas del constituyente de VT de las formas verbales así como sus diferentes funciones en la formación y agrupación de las formas de la conjugación, en la distribución de irregularidades y en la formación de palabras afijadas y compuestas. A continuación vamos a reconsiderar el caso del afijo -ción teniendo en cuenta el constituyente temático concreto exigido por este afijo: a la luz del tema verbal, base de las formaciones con este afijo. 3. EL AFIJO -ción Y LA VT EN [[[V]VVT]V-ción]N El afijo -ción tiene una bibliografía solvente acorde con su productividad que todos coinciden en destacar9. Aquí solo nos vamos a referir a algunos aspectos de -ción que se pueden explicar mejor con el concepto de tema verbal y de VT, propuesta y argumentada como algo distinto del concepto de la gramática tradicional, que solo identificaba los segmentos /a, e, i/ del infinitivo significantes de las diferentes conjugaciones. En concreto, se corrobora la propuesta de Pena (1980) de un único afijo -ción al identificar con precisión la auténtica forma de la base verbal de este afijo. Una vez redefinida la configuración estructural del afijo -ción para confirmar la singularidad de este afijo, voy a reconsiderar, primero, algunas propuestas recientes sobre las supuestas «alternancias o variantes» de -ción, sobre algunos casos de lo que se consideran «alteraciones morfológicas», en 9
Pena (1980), Lang (1992), Rainer (1993), Santiago y Bustos (1999), y NGRAE (2009: § 5.2.)
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SANTIAGO ALCOBA RUEDA
la base o en el afijo, de lo que se denomina ‘proceso’ de afijación de -ción y sobre la categoría de las bases de -ción. Luego aduciré un argumento definitivo de que -ción es el único afijo vivo o activo, las formaciones de archisílabos actuales, que incluyen numerosas formaciones en este afijo, pero ninguna con cualquiera de sus supuestas variantes, según las publicaciones más recientes. Vamos a concluir que lo que se suele considerar variantes (-sión, -ión, -zon) o alteraciones de -ción, no se pueden entender más que como alternativas patrimoniales10. 3.1. Definición de -ción En NGRAE (2009: § 5.2a) se hace una primera definición de este afijo: «el sufijo -ción destaca por su productividad […], de origen culto, coexistencia con -zon, patrimonial […]. También alterna con las variantes -sión (incluir > inclusión) e -ión (confesar > confesión) […]. Se ejemplifican algunos sustantivos derivados en -ción con verbos pertenecientes a las tres conjugaciones»: a), bases V de la 1.ªC: abdic–a–ción, agit–a–ción, cre–a–ción; b), bases V de la 2.ªC: demol–i–ción, perd–i–ción, expend–i–ción; y c), bases V de la 3.ªC: part–i–ción, defin–i–ción, nutr–i–ción, exped–i–ción, fund–i–ción. De esto se infiere que si el verbo es de la 1.ªC, tenemos la VT /a/; pero si el verbo es de la 2.ªC o 3.ªC, tenemos la VT /i/. Y, por tanto, el afijo -ción, se combina con bases verbales de tema de pretérito: a), [[[V1.ª/2.ª–3.ª]V –a1.ª / i2.ª–3.ª]TPret -ción]N; b), [[[V1.ª/2.ª–3.ª]V –VT]TPret -ción]N. Evidentemente, cuando en NGRAE (2009) se sostiene que «La vocal temática de estos derivados es la característica de los temas de participio, que coinciden con los de infinitivo en la primera conjugación (consumar > consum–a–ción, junto a consum–a–do) y en la tercera (consumir > consum–i–ción, junto a consum–i–do), pero no en la segunda (demoler > demol–i–ción, como en demol–i–do, no *demol–e–ción)», se usa el concepto tradicional de VT /a, e, i/ de las formas de infinitivo, que permitía indicar las diferentes conjugaciones /1.ª, 2.ª, 3.ª/, pero que no permite precisar el tema11. Y aquí no hay duda de que la base de -ción es el tema de pretérito. La base temática [i] de -ción con verbos de la 2.ªC se explica así de una manera sencilla12. La «distribución complementaria» de -ción y -sión contra lo que se apunta en Santiago y Bustos (1999, § 2.9.1.) no excluye que sean dos afijos distintos, sinónimos, pero distintos: por su diacronía, no se deriva uno de otro, fonológicamente, no son de fonología alternante, y por su distribución en cuanto a las bases verbales que cada uno selecciona: un tema verbal romance (explotación) o un participio latino (explosión). 11 Cf. NGRAE (2009: § 5.2b). 12 La prueba de que en NGRAE se usa un concepto impropio del tema verbal es su insistencia infundada cuando se refiere a -miento: «Este sufijo se adjunta al tema verbal, constituido 10
TEMA VERBAL, VOCAL TEMÁTICA Y EL AFIJO –CIÓN
15
La distribución cuantitativa de palabras afijadas con -ción según la clase del verbo de la base requiere otra explicación. También se apunta en NGRAE que Los derivados en -ción de verbos en -er constituyen el grupo menos numeroso de los tres. Dentro de él son muy pocos los casos en que se mantiene la vocal temática, como en perdición o en los desusados movición […] y vendición (de vender), actual venta […]. También es este segundo grupo el que presenta mayor número de irregularidades. Por el contrario, el grupo formado por los verbos de la primera conjugación es el más numeroso de los tres, y muchos de los derivados que corresponden a esa clase se obtienen sin provocar cambios en la base ni alteraciones en el sufijo13.
A este respecto ya en Alcoba (1999) se apuntaban cifras muy significativas, pero, posteriormente he tenido ocasión de hacer un recuento más preciso con los lemas verbales del DRAE14. Los resultados se ofrecen en (4). -ar
VERBOS
-er
-ir
Total
1.1. Regulares
7.955
95
274
8.324
1.2. Irregulares
702
328
201
1.332
2. Desusado o anticuado
1.900
252
238
2.390
Total
10.557
675
713
11.945
(12) Los verbos del DRAE en cifras
Si los verbos en -er son un conjunto cerrado (dejando aparte las formaciones en –ec-er, de sentido y ámbito bien delimitado) y son los que son: 95 regulares y 328 irregulares, los derivados en -ción con esta base han de ser escasos y presentar «mayor número de irregularidades», al contrario de lo que ocurre en el grupo formado con verbos de la 1.ª C. Evidentemente, las por la raíz y la vocal temática. Como en el caso de -ción, la variante de la vocal temática sobre la que se forman los derivados en –miento es la que aparece en el tema de pretérito. Tal proceso es característico de los temas de participio. […] Se mantiene por excepción la vocal –e– del infinitivo en el sustantivo arcaico placemiento (también se documenta placimiento), pero los demás derivados de los verbos de la segunda conjugación terminan en –i-miento.» Sí, la forma de VT coincide con la de los participios, pero el tema es el del pretérito, tal como se ha demostrado por las variaciones de VT en el pretérito y por los tiempos que, según (4), se forman con esas bases (-i-/-ie-) en los verbos de la 2.ªC o 3.ªC. 13 Cf. NGRAE (2009: § 5.2b). 14 En concreto la 22.ª edición del DRAE. En NGRAE (2009: § 4.6d) se ofrece una tabla parecida en forma de porcentajes.
16
SANTIAGO ALCOBA RUEDA
cifras de (12) dan una respuesta satisfactoria a Alemany (1920) y otros autores que se sorprenden y hacen referencia al escaso rendimiento o nula productividad de formaciones con bases verbales de la 2.ªC15. Es de destacar la explicación diacrónica de Pena (1980): Pocas creaciones se desarrollan sobre verbos en –e– y en –i– (continuadores de verbos latinos de tema en –e–, en consonante o en –i–) porque pasan casi todos del latín al español por vía popular. No se crea ninguna formación sobre verbos en –ec–e– (< lat. –sc–e/o–) porque también continúan directamente bajo la tradición oral. (Pena, 1980: 160–161).
Desde una perspectiva estrictamente distribucionalista y con un corpus lexicográfico también Santana y otros (2003) apuntan: «Para la segunda conjugación no es habitual la relación de sustantivos mediante –ción, aunque la regla sea: perd–er > perd–ición». Claro, por el evidente escasísimo número de verbos de la 2.ªC, por el valor significativo de las cifras de (12). 3.2. ¿Alteraciones o variantes de -ción? Alternancias o alternativas Antes de referirme a las posibles «alteraciones morfológicas» de la base o del afijo en la afijación de -ción, con presencia o uso del segmento de VT en las formaciones con este afijo, voy a precisar los términos de alteración o de variante de un afijo. Voy a seguir la propuesta de Pensado (1999), que se puede referir con toda propiedad al caso de -ción, que nos ocupa, y que permite dilucidar con precisión y fundamento la disyuntiva, apuntada al principio, entre la hipótesis de cuatro variantes de -ción (-ación, -sión,-ión, -zon) y la hipótesis de un único afijo, -ción16.
Alemany (1920) apuntaba, con los escasos medios del momento: «Tenemos algunos [nombres de base verbal en –ción] formados en castellano, casi todos de verbos de la primera conjugación, muy pocos de la tercera y creo que ninguno de la segunda.» Aquí hay que precisar que cuando Alemany apunta que no cree hallar ninguna formación en –ción con verbos de la 2.ªC se debe a que los busca con VT-e- (de los infinitivos de la 2.ªC) y no con la VT-i- de las bases de tema de pretérito de la 2.ªC o 3.ªC. 16 En NGRAE (2009) no se mantiene una postura clara (§ 5.2a):«El sufijo -ción, de origen culto, coexiste con -zón, patrimonial». En NGRAE (§ 5.2b): «El estudio de las propiedades morfofonológicas de los derivados en -ción se enfrenta a numerosas irregularidades, resultado de la confluencia de formas heredadas del latín o del español antiguo (muchas veces sin relación con verbos existentes en la actualidad) y formaciones nuevas.» En NGRAE (§ 5.2c): «Son muchos los casos en los que se producen alteraciones morfofonológicas en el proceso que se describe. Se da a veces la elisión de la vocal temática y; como resultado de la confluencia del sufijo con la consonante final de la raíz, la conversión de esta en /k/, como en cocer > cocción; deducir > deducción. » Estas diferentes consideraciones suscitan así algunos interrogantes que las invalidan: ¿Proceso de afijación o 15
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La hipótesis de Pensado (1999) se refiere a las alternancias aparentes en la formación de palabras de base verbal «que crea un conjunto complejo de asociaciones posibles», con resultados de «gran opacidad» o aparentes «irregularidades», y dice así: La mayor parte de las derivaciones atemáticas en español son las producidas a partir de verbos, en los derivados de antiguos participios fuertes. Existen deverbativos derivados de ambos temas, lo que crea un conjunto complejo de asociaciones posibles. En el tema de supino latino, el mismo de los participios de pasado, cuando se producía la unión de dos consonantes, ya en latín tenían lugar varios tipos de procesos de asimilación de ambas que daban lugar a una gran opacidad. Este tipo de procesos todavía se mantienen en español, donde ya no tienen productividad fonológica. La complejidad aumentó en latín vulgar donde a menudo el tema de participio sufrió el influjo del de perfecto (Pensado, 1999, § 68.8.5).
Esta hipótesis se puede desglosar en dos supuestos alternativos: Primero, el afijo -ción puede aparecer en una formación afijada de base verbal en forma de participio fuerte latino y es atemática: edi–∅–ción, ejecu– ∅–ción, mic–∅–ción, (creaciones patrimoniales de tema latino alternativas a un verbo correspondiente de la 1.ªC); apari–∅–ción, composi–∅–ción, disposi– ∅–ción, obten–∅–ción, resolu–∅–ción , extrac–∅–ción, obten–∅–ción (creaciones patrimoniales de tema latino alternativas a un verbo correspondiente de la 2.ªC); peti–∅–ción, recep–∅–ción, reduc–∅–ción, deduc–∅–ción, direc–∅–ción, restitu–∅–ción (creaciones patrimoniales de tema latino alternativas a un verbo correspondiente de la 3.ªC). Y segundo, el afijo –ción, en una formación de base verbal viva o activa, es temático: abdic–a–ción, agit–a–ción, apreci–a–ción, cre–a–ción, deleg–a–ción; demol–i–ción, perd–i–ción; abol–i–ción, defin–i–ción, fund–i–ción, nutr–i–ción, part–i– ción, prohib–i–ción17. proceso histórico? ¿Irregularidades de la afijación o alteraciones morfofonológicas de los procesos históricos? 17 Los ejemplos son de Santiago y Bustos (1999), convenientemente reordenados y distinguiendo entre los de base tema de pretérito de V vigente y los de tema latino. A este respecto en Santiago y Bustos (1999: 4535) se dice lo siguiente: «Ya hemos señalado cómo existen derivados sufijales en -ción que no poseen una base verbal que subsista como palabra. En estrecha relación con esta situación se encuentran aquellos casos en los que la derivación no se produce según el proceso morfológico esperable. Afecta este hecho a verbos de la primera conjugación cuyo modelo derivativo no incluye la vocal temática, en ejemplos como los siguientes: indigestar > indigestión, coaligar > coalición, editar > edición, concretar > concreción, (X)yectar > (X)yección, etc.» Parece preferible suponer bases alternativas; digerir (de digerĕ-re)
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Esta hipótesis supone que las alternancias y aparentes irregularidades morfofonológicas tienen explicación diacrónica, pero no sincrónica, y se fundamenta en los tres argumentos de (13a–c), de Pensado (1999) sobre distintos procedimientos de regularización y otro similar (13d): (13) Resolución diacrónica de irregularidades afijales18. a. Creación analógica de un nuevo verbo en –ar (REGULAR) sobre el sustantivo verbal: confeso, confesión > confesar; profeso > profesar; progreso >progresar; regreso > regresar; expresión > expresar; abuso > abusar; consultivo, consultorio, consultor > consultar; consultación, consultable; compulsorio > compulsar, compulsación; supervisión, supervisor > supervisar; prospectivo, prospector > prospectar; b. Sustitución de las formas atemáticas [sin constituyente VT] por otras nuevas temáticas (con el mismo o con distinto sufijo, como los participios regulares en –ido): frito > freído; impreso > imprimido; preso > prendido; escrito > ?escribido; abierto > desabrido; c. Independización de las formas con fuerte alomorfismo. Un caso característico de independización completa son los derivados del tema de presente de fero y los del participio latus, –a. –um. A pesar de que han creado sus propias familias: referir, referencia // relación, relatar, relacionar; preferir, preferencia // prelación, prelado; conferir, conferencia // colación; diferir, diferencia // dilación, dilatar; deferir, deferencia // delación, delatar. d. Presencia de formaciones alternativas: «De algunos [nombre] tenemos las dos formas, o sea la castellana y la latina, así: disecación, de ‘disecar’, y disección, de ‘dissectionem’»19. Como ocurre con afectación y afección, asertación, aserción.
Este argumento último, de (13d), también se puede encontrar con otro formato en Pena (1980) donde se hace esta precisión: Los sustantivos en –ción– creados sobre verbos en –a– corresponden en su mayoría a verbos cultos sobre los que el latín no tiene el sustantivo en –tiōn–, especialmente verbos creados sobre sustantivos verbales, que acaban por sustituir a los verbos base de dichos sustantivos: lat. agere > actus > actuare, esp. acto actuar> actuación; lat. experiri > experrmentum > experimentare, esp. experimento experimentar > experimentación, etc. […] Pocas creaciones se desarrollan sobre verbos en –e– y en–i– (continuadores de verbos latinos > digest-ión (de digest-um); > indigest-ión (de indigest-um) > indigestar;??? > aserción (de assertum). 18 Estos argumentos, disociados para más claridad, son, estrictamente, de Pensado (1999: § 68.8.5). 19 De Alemany (1920).
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de tema en –e–, en consonante o en –i–) porque pasan casi todos del latín al español por vía popular. No se crea ninguna formación sobre verbos en –ec–e– (< lat. –sc–e/o–) porque también continúan directamente bajo la tradición oral (Pena, 1980: 160).
Sobre las creaciones de verbos en –e– o en –i– yo creo que la explicación está en los valores de las cifras respectivas de (12). Sobre formaciones en -ición de verbos en –ec–e– tendremos ocasión, más adelante, de referirnos a los casos de dentición, blanquición, guarnición, que algunos suponen formaciones de las bases dentecer, blanquecer, guarnecer, lo cual sería rarísimo, según el supuesto de J. Pena; y otros prefieren considerarlas de las bases de blanquir, guarnir, y, entonces, un hipotético dentir, inexistente, cuya base se puede encontrar en formaciones como en dentina, denticina, dentículo, dentista. Con el mismo argumento propuesto por Alemany (1920) para blanquición guarnición. Y, por analogía, para identificar la base de futur–i–ción, en formaciones como futur–i–ble, futur–i–dad, futur–i–smo, futur–i–zo [DRAE: ‘orientado o proyectado hacia el futuro’]. No tiene sentido hablar de alternancias o variantes de un afijo (en este caso -ción), porque puede inducir a pensar que las alteraciones o variaciones se han de explicar a partir de ese afijo, lo cual se invalida de raíz con las observaciones de (13), contra cualquier intento de explicación sincrónica20. Así, las supuestas variantes en -ión (rebel–ión, opin–ión), en -sión (percusión, admisión, comisión, impresión, compresión, depresión, opresión, accesión, sucesión), o la variante patrimonial -zón (comezón, estremezón, remezón, pedizón) solo admiten una explicación diacrónica de formas o formaciones alternativas patrimoniales a las de –ción, de sentido sinónimo21. 3.3. Alternancias morfofonológicas y reducción de VT Para no entrar en detalles en este aspecto, que no caben aquí, tomaré como referencia solo los casos a los que se refiere NGRAE (2009: § 5.2c) en El argumento de (13a) se confirma en NGRAE (2009: § 5.1s) cuando señala lo siguiente: «El que con todos los sustantivos en -ción o -ión que siguen puedan formarse verbos en -ar (acción > accionar) es un hecho de sistema que apoya el análisis de estas voces como formas NO DERIVADAS de un verbo en el análisis sincrónico, independientemente de que todas ellas se remonten a un étimo verbal latino: acción, adición, ambición, anexión, […]». En una observación semejante suponen Santiago y Bustos (1999) lo siguiente:«Como se observa en ejemplos como traicionar, condicionar, etc., el derivado es la base morfológica, aunque semánticamente sea a la inversa.» 21 Según Pena (1980: 142): «En las formaciones de creación romance, -ción- y -zón- se adjuntan al tema del verbo base, mientras que en las formaciones latinas, -tiōn- se adjunta al tema en los verbos derivados y al radical en los verbos primarios» 20
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los siguientes términos: «son muchos los casos en los que se producen alteraciones morfofonológicas en el proceso» de -ción. En concreto, en NGRAE se alude a varios casos como ejemplos de «elisión de la vocal temática y como resultado de la confluencia del sufijo con la consonante final de la raíz»: coc–ción, deduc–ción; recep–ción, transcrip–ción; adop–ción, inven–ción; aparec–er / apari–ción. Pero, un poco más adelante, la misma NGRAE (2009: § 5.2f) apunta la solución de estas aparentes alteraciones morfofonológicas de -ción, cuando dice: «las principales irregularidades morfofonológicas que se obtienen en los derivados deverbales en -ión afectan a bases léxicas que ―con pocas excepciones― no suelen ser palabras españolas, sino voces latinas»22. Se habla de alteraciones porque se consideran como bases de las formaciones las raíces verbales cuando sus auténticas bases son los «antiguos participios» latinos: a). coc–er // coct– > coc–ción; deduc–ir // decuct– > deduc–ción; b). recib–ir // recept– > recep–ción; transcribir // transcrpt– > transcrip–ción; c). adoptar // adopt– > adop–ción, inventar // invent– > inven–ción; d). aparec–er // apparit– > apari–ción. Así, hay que distinguir entre dos bases alternativas: la española y la de participio o de supino latinos. Pero no solo en estos casos estamos ante dos bases formativas. En todos los casos de NGRAE (2009: §§ 5.2f–5.2k) tenemos como bases de -ción «antiguos participios fuertes» que, por tanto, son formaciones atemáticas (sin VT) con más o menos opacidad y las irregularidades aparentes si se pretende relacionarlas, mal, con las hipotéticas formaciones regulares (*cocición, *deducición, *recibición, *adaptación, *dirigición, etc.) bloqueadas, inviables, por la existencia de las formaciones patrimoniales construidas, según explica C. Pensado, acertadamente, sobre los participios latinos: (re)cib–ir // –cept–; duc–ir // –duct–; –scrib–ir // –scrip–; –pon–er // –posit–; –sum–ir // –sumpt–; solv–er // –solut–; –tra–er // –tract–; –dec–ir // –dict–; –ven–ir // –vent–; –tu(i)–ir // –tut–; –tru(i)–ir // –truct–; –cib–ir // –cept–; –duc–ir // –duct–; –pon–er // –posit–; –sum–ir // –sunct–; –solv–er // –solut–; –tra–er // –stract–; –dec–ir // –dict–; –ven–ir // –vent–. No hay que insistir en la reducción de VT de los antiguos participios latinos. Y las reducciones consonánticas en la afijación de -ción con estas bases se explican bien por los procesos diacrónicos o por las condiciones de silabificación de Harris (1983) y Harris (1989), que borran las consonantes que no se incorporan a la estructura silábica de los sucesivos núcleos vocálicos. La 22
Decimos que son alteraciones aparentes de –ción porque, de hecho, estamos ante un -ción de derivados de «antiguos participios fuertes», como bien advierte Pensado (1999), que sería distinto de las formaciones de -ción con bases verbales vivas: fija-ción, perd-i-ción, rend-i-ción.
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reducción sistemática de /t/ de las bases patrimoniales de los participios latinos, como en rela[t]–ción, prela[t]–ción, dila[t]–ción, dela[t]–ción, admite las dos explicaciones. Las formaciones o variantes de -ción en casos de temas latino como cocción, deducción, recepción, adopción, dirección, etc., han de considerarse formaciones de distinta base. Igual que se consideran dispares las formaciones sobre el tema de presente latino y el tema de supino en referir / relación; preferir / prelación; diferir / dilación, que desencadenan formaciones alternativas: referenciación, diferenciación, etc., porque seleccionan distinta base de afijación, el tema de presente (fero) o el de supino (latum) latinos. En parecidos términos se puede uno referir a las variantes patrimoniales –sión, –ión, con bases alternativas también, de temas de perfecto o de supino latinos distintas de las de los correspondientes de tema de pretérito de los verbos actuales en casos como estos: –mit–ir // –mis–; –met–er // –mis–; – prim–ir // –pres–; –ced–er // –ces–; –vert–er // –vers–; –fund–ir // –fus–; –v(e)– er // –vis–23, etc. Esta doble base es equiparable a la que se observa en los ejemplos citados para –ción: afectación / afección, asertación / aserción. El carácter alternativo patrimonial de -zon respecto de -ción no se discute en la bibliografía especializada o general, desde Pena (1980) a NGRAE (2009). Lo único sorprendente de este afijo es una base temática, en /a/ con verbos de la 1.ªC; pero en /e, i/ con verbos de la 2.ªC o 3.ªC, según los ejemplos clásicos comezón, bebezón y los raros casos de localismos: caezón, latizón, pedizón24, que nos llevarían a suponer una base de tema de futuro, si este afijo–zón, patrimonial, se considerase como vivo, y no fuese un afijo fósil de formaciones patrimoniales lo mismo que hemos visto que lo son -ción, atemático, o -sión, -ión, que relacionan una base alternativa: el tema de perfecto latino; a diferencia de -ción, activo, que selecciona el tema de pretérito actual. Por eso decimos que las supuestas variaciones, irregularidades, o alteraciones morfofonológicas de -ción son de hecho distintas especializaciones de Cf. NGRAE (2009: § 5.2ñ – 5.2w). Según NGRAE (2009: § 5.2w): «Más irregular aún es la relación que puede establecerse sincrónicamente entre ver y visión (lat. visio, -ónis, formado sobre el participio visus, de vidére). Contienen el segmento -visión tanto el nombre previsíón (derivado de prever), como provisión (de proveer, asociado en latín con la misma base léxica: providére)» con una explicación diacrónica, que se refiere explícitamente a la base alternativa patrimonial de –sión, el tema de participio latino. Es el mismo principio, de Pensado (1999), por el que nadie, poniéndose extremoso, intentaría considerar como variaciones sincrónicas las alternativas –fer- // -lat- en las dos series afijales de diferir, diferencia, diferenciar, diferenciación // dilatar, dilación. 24 Ejemplos de Rainer (1993: 674), que los toma de localismos de Flórez (1979). 23
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bases diferentes que, como no son tan dispares como las de fer–o (referir, diferir, etc.) y lat–um (relatar, relación; dilatar, dilación, etc.) han inducido a algunos autores a intentar relacionar -ción, -sión, -ión, -zón como variantes25. Por tanto, no se puede hablar con fundamento de variantes atemáticas o irregulares de -ción: son alternativas patrimoniales sinónimas. El afijo -ción, así, de tema de pretérito español, es la única forma sistemática y regular de estas formaciones; y todas las otras formas sinónimas (de ‘acción o efecto’) -sión, -ión, -zón, o -ción atemático, son de formaciones patrimoniales de tema latino. 3.4. ¿Bases nominales de -ción? El caso de la variante [[N]N–ación]N propuesta por Rainer (1993: 386) con el único ejemplo de lunación no tendría que merecer ninguna consideración26. Valdría la respuesta de Santiago y Bustos (1999): «semánticamente no se diferencia de otros derivados en -ción y podemos defender que se trata de una base verbal sin realización como palabra». Pero la confusión se extiende y aumenta cuando en NGRAE (2009: § 5.2l) se apunta: «Son raros los casos en los que parece reconocerse la pauta N–ación o N–ición. Estos sustantivos designan procesos o períodos más que propiamente acciones: lunación (‘tiempo que tarda la Luna en pasar de una conjunción con el Sol a la siguiente’); dentición (‘tiempo en que se echa la dentadura’); placentación (‘implantación del embrión de los mamíferos placentarios en el útero de la madre, con formación de una placenta’)». Lo que parece raro es que en Santana y otros (2003), un trabajo hecho con un corpus de datos lexicográficos, supongan que el afijo -ción se combine con bases no verbales: Excepcionalmente, se relacionan con sustantivos o adjetivos —por la no existencia del verbo correspondiente—; se suele añadir –ación a la palabra original: eburn–o > eburn–ación [DRAE: Med. Aumento morboso de la densidad de un cartílago o un hueso.], aparecen modificaciones en la raíz: ortig– a > urtic–ación [DRAE: Antiguamente, golpes de azote que, con un ramo de ortigas, daban al paciente para el tratamiento de algunas enfermedades.], también aparece –ción no precedida de vocal y con alteraciones en la raíz: 25 26
Harris (1975: cap. 5), Rainer (1993), Santiago & Bustos (1999), y NGRAE (2009). Según Rainer (1993: 386), -ación es un afijo denominal con el único ejemplo lunación. Pero una propuesta gramatical de un afijo -ación de base nominal con este único ejemplo parece demasiado costosa para la gramática porque, en el caso de que fuese así, sería preferible hablar de excepción y no de regla, de un afijo distinto. En concreto, no existirá, ni documentado ni registrado, el verbo ?lunar, pero su significado eventivo es evidente en la definición de [[luna]N -a]V: «pasar la luna de una conjunción con el sol a la siguiente».
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testament–o > testamentifac–ción [DRAE: Der. Facultad de disponer por acto de última voluntad o de recibir herencia o legado.], y rara vez se usa la terminación –ición: futur–o > futurición [DRAE: Condición de estar orientado o proyectado hacia el futuro, como la vida humana.]. Es frecuente la combinación de –ación con otras terminaciones de relación verbal (–ficar, –izar): sidr–a > sidr–ficación, caolín > caolin–ización también aquí aparecen (Santana y otros, 2003: s.v. –ción). En las relaciones con adjetivos —procedentes de participios latinos cuyo verbo no se ha consolidado en español—, la relación se establece al unir la terminación a la raíz: concis–o > concis–ión, a veces aparecen modificaciones en la raíz: transfij–o > transfix–ión [< lat. transfixionem]. Excepcionalmente se relacionan con voces de otras categorías gramaticales: pro indivis–o > proindivis–ión (Santana y otros, 2003: s.v. –ión).
Más coherente parece suponer en concis–ión la base de participio latino y no el adjetivo homónimo actual; y una formación patrimonial parecida para proindivisión < indivisión < división < divis–ión, con base de participio latino también. Hemos dicho que parece raro porque los supuestos cuatro casos de base nominal eburnación, urticación, futurición, testamentifacción [?testamentificación], sidrificación, caolinización, son ejemplos de uso y es de suponer que todos los ejemplos de diccionario sean de base verbal implícita primaria, de anteafijo –ar, o secundaria, de anteafijos -ificar, -izar, aunque no estén registradas en el diccionario27. La confusión se basa en suponer que V solo puede significar ‘acción’, ignorando que los sentidos de V, ‘evento’, pueden ser de ‘acción’, de ‘proceso’, de ‘situación’ o de ‘estado’.28 El sentido de los eventos V de los cuatro ejemplos es evidente: ‘tiempo que se tarda en pasar…..’; ‘tiempo en que se desarrolla…’; ‘proceso de implantación de…’; ‘proceso de transformación en X (sidra)…’ como en vinificación, panificación, etc. Rechazar el análisis [[sidr]ific]a]ción] porque no está atestiguado el verbo sidrificar tiene poco sentido. Primero, por la presencia del afijo verbal –ific–a inequívocamente verbalizador; y segundo porque lo atestiguado de sidrificar no parece menos abundante que lo que se puede suponer para vinificar, panificar, cosificar, desertificar, etc. Por tanto, en vez de un sufijo -ación, -ición (dentición), de base nominal, parece mejor suponer un único afijo -ción de tema de pretérito, verbal, de verbos hipotéticos ?dentir, o ?dentecer. En Alcoba (2012a) se estudia el cambio de paradigma en los DRAE: desde la función de registro a la de sanción y autorización, lo cual puede explicar la ausencia en el diccionario de determinadas palabras sin difusión o uso suficientes, 28 Cf. Alcoba (1998). 27
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Alemany (1920) ya hablaba de «derivados nominales» aunque precisando que suponían un «verbo hipotético», implícito correspondiente: «Tenemos algunos derivados nominales que, no obstante, designan la acción y efecto del verbo hipotético que suponen; así, caseación, del lat. caseus, queso, como si tuviéramos el verbo casear; aviación, de ave; aeración, del latín aér, aire, y quizá algún otro»29. La categoría verbal de la base, activa o implícita, se supone por el sentido efectivo de las formaciones en –ción: casear, aviar, aerar, lunar, placentar, blanquir, guarnir, etc.; o por la presencia de un anteafijo inequívocamente verbal: sidr–ific–ación, desert–ific–ación, caolin–iza–ción, desert–iza–ción. Los casos de dentición, como los de blanquición y guarnición, se pueden explicar desde dentecer, blanquecer y guarnecer ¿por una reducción fonológica regular? en dent[ec]–i–ción, blanqu[ec]–i–ción y guarn[ec]–i–ción30. Un caso distinto es el que se apunta en Santiago y Bustos (1999) cuando se refieren a «ejemplos en los que no existe la base verbal de derivación directa, pero sí la indirecta: inadecuación, incorrección, indecisión, etc. Se trata, en general, de formas que presentan el prefijo negativo in–. En estos casos, no existe la forma verbal correspondiente con el prefijo negativo, pero sí la base de derivación: *insometer/someter, *inconsiderar/considerar, *ineducur/educar, etc. El problema, por lo tanto, no está en el sufijo, sino en por qué no existe ni puede existir la base verbal correspondiente»31. Pero en todos estos casos, un buen análisis de la afijación en [in[[adecu]a]ción]] pone de manifiesto la afijación directa a la base verbal y una posterior afijación negativa ya sea de base española (adecuar) o de base alternativa de perfecto latino (coreg–/correct– > corrección > incorrección; dec–/decis– > decisión > indecisión). También, por coherencia, después de las consideraciones hechas sobre la doble base alternativa de -ción: el tema de pretérito español o un tema latino, se puede rechazar la propuesta de Santiago y Bustos (1999) cuando se refieren a «ejemplos en los que no existe base verbal y sí, en cambio, una base adjetival: abyección, atrición, circunspección, concisión, conexión, contrición, devoción, estupefacción, (im)perfección, (im)precisión, (in)discreción, intro/extroversión, putrefacción, tumefacción. etc.» De hecho, todos estos ejemplos serían de base latina patrimonial. Así, la hipótesis de la base verbal es más coherente morfológicamenPrecisamente, el mismo Alemany (1920) apunta la misma hipótesis brillante para la explicación siguiente: «Blanquición supone un primitivo, blanquir, que no tenemos; pero sí blanquizo y blanquizco; guarnición del ant. guarnir, hoy guarnecer». Esta hipótesis se aplica perfectamente a ejemplos como futurición, de cuya base no se registra el verbo correspondiente ?futurir, pero sí formaciones con la misma base: futurible, futuridad, futurismo, futurista o futurizo. 30 Alcoba (2012b) se refiere a las alternancias fonológicas regulares de los verbos vocálicos. 31 Cf. Santiago y Bustos (1999: § 69.2.9 y nota 88). 29
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te a pesar de que estos ejemplos de Santiago y Bustos no signifiquen «acción o efecto» como la mayoría de las formaciones en -ción, porque manifiestan un nuevo sentido polisémico de «cualidad o condición»32. El sentido polisémico de –ción no puede justificar diferencias estructurales como serían las de suponer que este afijo permite bases verbales, en general, o bases nominales o adjetivas, en algunos ejemplos como los apuntados en este epígrafe. Por último, es preferible una base verbal para determinados ejemplos «en los que el derivado designa una cualidad y existe una base verbal que puede considerarse como base de derivación. Como el propio Rainer reconoce, en casos como estos parece preferible partir de -ción y no de -ión, aunque exista un adjetivo que se corresponda con ese nombre de cualidad. Tal es lo que sucede, a nuestro entender, en ejemplos como agitación, complicación, delegación, depravación, despreocupación, habilitación, moderación, ponderación, propensión, etc.»33. 3.5. Archisílabos en -ción La neología de lo que se ha llamado creaciones archisílabas consiste en sustituir voces patrimoniales mediante innovaciones léxicas formadas por una o más afijaciones sucesivas desde la base patrimonial. Los archisílabos permiten establecer diferentes relaciones entre tres clases de palabras: la creación archisílaba, la que hemos denominado palabra postergada y una tercera palabra que contiene el constituyente base más incrustado o remoto de la estructura archisílaba y que sirve de referencia para medir el ‘peso morfológico’ de la palabra archisílaba34. En (14) se proponen algunos ejemplos de palabra archisílaba, de palabra postergada y de palabra base referente de la afijación de la archisílaba, aunque también puede serlo de la postergada. (14) Palabra archisílaba (palabra postergada), [base de archisílabo] a. diferenciación (diferencia), [diferir] Otros sentidos polisémicos de –ción, que se apuntan en Santana y otros (2003), son los de: «‘objeto’ consumición, ‘lugar’ delegación o ‘conjunto’ instalación.» 33 Obsérvese que en estos ejemplos tenemos bases del tema de pretérito (agitación), bases de verbos desusados (depravación), y bases de tema de supino (propens-). Santiago y Bustos (1999) también rechazan el fundamento semántico (Cf. Rainer 1993: 551) del análisis de base adjetiva de estos ejemplos, apuntando que «en estos casos el derivado puede no perder su significado primitivo como nombre de acción. Así, por ejemplo, agitación, puede designar la acción de agitar (o agitarse) y el resultado o cualidad asociada con ese resultado.» Cf. Santiago y Bustos (1999: nota 77). 34 Por peso morfológico se entiende la diferencia de afijos y de sílabas entre la palabra archisílaba y la postergada correspondiente respecto de la palabra de referencia, que contiene la base última del archisílabo. Cf. Alcoba (2011) 32
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b. diferenciado (diferente), [diferir] c. marginalización (marginación), [margen] d. actuación (acción), [acto]
La palabra archisílaba es una creación alternativa a otra considerada postergada o preterida, que tiene el mismo significado, al menos, en alguna acepción, en algún sentido, o en algunos usos, aunque su creación y mantenimiento se debe a usos especializados o con algún sentido específico que se pretende diferenciado por algún motivo. La palabra archisílaba se forma por sucesivas afijaciones sobre una base determinada: a), difer1 –enci2 –a3 –ción4; b), margin1 –al2 –iz3 –a4 –ción5; c), espectacul1 –ar2 –iz3 –a4 –ción5 En NGRAE (2009) se alude a formaciones como estas para destacar su interés para el estudio de la «productividad de los procesos morfológicos», aunque rechaza su uso cuando el significado se halla próximo al de la palabra postergada: Las excepciones que se han documentado a esta generalización [el que con todos los sustantivos en -ción, como acción, adición, ambición, anexión, coacción, cohesión, colección, colisión, condición, confección, congestión, etc. puedan formarse verbos en -ar: accionar, adicionar, ambicionar, anexionar, etc.] son escasas […]. Unas obedecen a creaciones recientes, propias del léxico económico, deportivo o característico de diversos ámbitos técnicos o especializados: conceder> concesión > concesionor; concretar> concreción > concrecionar; explotar > explosión > explosíonor; pedir > petición > peticionar; recibir > recepción > recepcionor; ver> visión > visionar; verter> versión > versionar, etc. Estas formas verbales se encuentran muy documentadas, lo cual justifica su estudio para entender la productividad de los procesos morfológicos mediante los que se construyen (NGRAE, 2009: § 5.1t).
En cambio, se aceptan otras formaciones (contundir > contusión > contusionar) basándose en la relación supuestamente más opaca de contundir > contusión, incurrir > incursión, frente a la que se considera más transparente de pedir > petición, conceder > concesión. En NGRAE se puede leer lo siguiente: Son casos distintos, en cambio, aquellos en los que el nuevo verbo surge porque el sustantivo derivado ha perdido la conexión semántica con su base verbal en la conciencia lingüística de los hablantes: contundir> contusión> contusionar; incurrir > incursión > incursionar; revolver > revolución> revolucionar; subvenir > subvención > subvencionar. No son muchos los casos en los que este vínculo se percibe en el español común de hoy, como en coartar> coacción > coaccionar; conmover> conmoción > conmocionar o promover> promoción > promocionar (NGRAE, 2009: § 5.1t).
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Pero esta contraposición basada en la «conciencia lingüística de los hablantes» carece de fundamento porque supone un relación en conceder > concesión, concretar > concreción, etc. y también en contundir > contusión, incurrir > incursión, etc., que puede ser semántica, pero no morfológica, porque todas estas formas nominales son formaciones patrimoniales de un tema latino, con bases alternativas a las de los verbos vigentes conceder, concretar, y también contundir, incurrir, etc. Por eso, formaciones como concesionar, concrecionar, y también contusionar, incursionar, están justificadas morfológicamente por el principio (13a) de Pensado (1999), haya o no «conexión semántica en la conciencia lingüística» de los hablantes. Porque, aunque haya sinonimia, en ningún caso se puede hablar sincrónicamente de que conceder, concretar, contundir, incurrir puedan considerarse como las respectivas bases verbales de concesión, concreción, contusión, incursión, etc. según parece desprenderse de las consideraciones de NGRAE. Dada la viveza y productividad pasada y actual de este tipo de formaciones o creaciones para responder a las necesidades de sentidos especializados, distintos, unívocos, o alternativos a los de las palabras postergadas (más comunes, polisémicas o genéricas), la morfología de las palabras archisílabas tienen un interés particular por las condiciones de los afijos que intervienen en su formación35. Pena (1980) se refiere a estas formaciones en la lengua justificadas por desvíos semánticos o por especializaciones de sentido: Los sustantivos en –ción– formados sobre verbos en –a– corresponden en su mayor parte, como en el caso de los sustantivos correspondien-
tes a verbos continuadores del latín, a verbos cultos formados sobre sustantivos verbales continuadores del latín que en español, o se han desviado semánticamente del verbo base latino (lat. radere > rasura, esp. raer rasura > rasurar> rasuración), o han quedado aislados al no continuar dicho verbo la-
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Ya hemos apuntado que según NGRAE formaciones como recepcionor; visionar; versionar, etc., «se encuentran muy documentadas, lo cual justifica su estudio para entender la productividad de los procesos morfológicos mediante los que se construyen». El ámbito de las creaciones archisílabas, según se pudo establecer en Alcoba (2011) «además de permitir identificar tendencias en la creación de palabras, permite responder con fundamento a preguntas sobre: 1º, las relaciones diferentes entre las palabras archisílabas y sus correspondientes postergadas; 2º, sobre las diferencias de peso afijal observado realmente en ambas clases de palabras; 3º, sobre cuáles son las auténticas diferencias de peso silábico o número de sílabas de las palabras archisílabas respecto a las postergadas; 4º, sobre qué afijos y de qué clase intervienen en las creaciones archisílabas; 5º, sobre qué clases de palabras de las diferentes categorías con anteafijos son las demandantes de archisílabos y cuáles las de los diferentes afijos últimos de archisílabos; y 6º, sobre con qué sentido, idéntico, o diferenciado, se usa el archisílabo respecto de la palabra postergada».
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tino (lat. frangere > fragmentum, esp. fragmento > fragmentar > fragmentación) (1980: 161).
Para el estudio de Alcoba (2011) se reunieron los datos (cuatro centenares largos) de sucesivas colecciones de palabras publicadas en columnas periodísticas por A. Arteta36. Con esos datos, entre otros aspectos, se pudo establecer que el afijo más productivo de formaciones archisílabas, con 110 casos, es el afijo -ción, que dobla al siguiente, -dad, con 60 casos. En Pena (1980) se hacen precisiones cuantitativas históricas que admiten comparaciones con la actual abundancia de archisílabos en -ción: Si nos atuviésemos solamente a la proporción numérica entre verbos y sustantivos en –ción– de creación hispánica, tendríamos que afirmar que tal sufijo no tuvo ni tiene gran rentabilidad en español; pero, si tenemos en cuenta el grado y modo de incorporación de las formaciones latinas en –tiōn–, así como la forma y la distribución temporal de las creaciones romances, vemos que se trata de un sufijo plenamente productivo, bien que desarrollado sobre determinadas clases de verbos y a partir de una determinada época: salvo pocas excepciones, –ción– se expande sobre verbos cultos y a partir de los siglos XV y XVI (1980: 160).
Pero, más importante para lo que aquí nos interesa es la configuración cualitativa y cuantitativa de -ción y sus anteafijos, que se ejemplifican en (15), y se listan en un apéndice al final. (15) El afijo -ción y sus anteafijos (hasta 110) a. –a–ción: argumentación, contrastación, documentación, vinculación, motivacion, influenciación, denominación, habituación, implicatación , (hasta 71 casos) b. –iz–a–ción: mejorización, esponsorización, concretización, (hasta 34 casos) c. –ific–a–ción: ejemplificación, (hasta 5 casos)
En estos ejemplos tenemos casos como los de (17a), de antefijos en -ar (argumentación, contrastación) muy abundantes, o de anteafijos en -izar (mejorización, esponsorización), abundantes, en (15b)37. Y por último, cinco casos, en Arteta (1995, 2005, 2008 y 2010). Y para lo que ahora se dirá sobre el afijo –ción, también hemos analizados los datos de Arteta (2011 y 2012), que no alteran sustancialmente los resultados y observaciones de Alcoba (2011) sobre los distintos afijos productivos de archisílabos. La denominación del concepto es del mismo Arteta. 37 No se distingue entre archisílabos en –ción de base verbal primaria en -ar [suponer > suposición (de base latina), estimar > estimación (de base española)], o bien de base verbal secundaria [motivo > motivar > motivacion, negocio > negociar > negociación, número > numerar > numeración, concierto > concertar > concertación]. Cf. Pena (1980: 161 y ss.) para los datos del caudal léxico 36
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(15c), de base verbal con el anteafijo -ific. O sea que todos los archisílabos en -ción, o son de base verbal, o de anteafijo verbalizador -ar ; o bien de anteafijo verbalizador -zar. No hay anteafijos en -ecer. Esta carencia y la abundancia del anteafijo verbal –a– invalida el supuesto de que estas formaciones prefieren los alargamientos silábicos mayores38. Y entre todos los archisílabos de nombres de ‘acción o efecto’, compilados por A. Arteta, no hay ningún caso, los ejemplos de (15) ni en el listado general del Apéndice, formado por los afijos -sión, -ión, -zón, alternativos y sinónimos de -ción. Y si los afijos -sión, -ión, -zón no se encuentran en un ámbito de creaciones tan vivo como el de las palabras archisílabas no es esperable que se encuentren entre cualquier otro tipo de formaciones de parecidas condiciones de vitalidad. Por tanto, con este y los otros argumentos anteriores, se confirma la hipótesis de Pena (1980) de un único del afijo activo -ción en español, que ahora podemos definir como de base tema de pretérito, de nombres de ‘acción o efecto’ (en general), frente a los afijos alternativos, sinónimos, patrimoniales: -zón -sión, -ión, de bases latinas, no activos. 4. CONCLUSIONES El afijo -ción es el único afijo activo de formación de nombres de «acción o efecto», en general. En su configuración morfológica, selecciona, sistemáticamente, una base verbal temática, de tema de pretérito y, por tanto, con un constituyente VT /a/, con verbos de la 1.ªC (abdic–a–ción, agit–a–ción), e /i/ con verbos de la 2.ªC (demol–i–ción, perd–i–ción) o de la 3.ªC (abol–i–ción, nutr–i–ción, prohib–i–ción). Con la configuración siguiente: [[[V]V –VT]Tpret– ción]N. = [[[V1/2–3]V –a1/i2–3]Tpret –ción]N. Los nombres de ‘acción o efecto’, sin constituyente VT, en -ción, -sión, -zón, son de base alternativa, de tema de perfecto o de supino latinos y no son activos, son patrimoniales. Las bases del afijo -ción activo son sistemática y únicamente de categoría V, registrada en el diccionario, atestiguada en los corpora, o bien de base verbal implícita, que se manifiesta en otras formaciones de la misma base: blanquición, como blanquizo, blanquizco; y futurición, como futurible, futuridad, futurisde la lengua con todo lujo de precisiones sobre los anteafijos y la datación del momento de incorporación a la lengua. 38 Una observación colateral de los anteafijos de (15) y del Apéndice es la presencia exclusiva en las formaciones archisílabas de -ción, de anteafijos verbales en –a–, de la 1.ªC, y la ausencia radical de un anteafijo –i– de la 2.ªC o de la 3.ªC, lo cual demuestra, así, por otro motivo, el carácter patrimonial y no activo de las bases verbales de estas conjugaciones 2.ªC o 3.ªC.
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mo, futurista, futurizo. El afijo -ción no tiene bases de categoría nominal o adjetiva. Con un buen análisis es evidente la base de categoría V (no adjetiva) en formaciones como inadecuación, incorrección, indecisión, de afijos en -ción (con base hispana o latina) y posterior prefijación negativa. También son, coherentemente, de base verbal, aunque sea el tema de perfecto o de supino latinos, formaciones como abyección, concisión, devoción, etc. La existencia y el uso del adjetivo correspondiente, de un mismo étimo latino, abyecto, conciso, devoto, etc., no es un motivo formal para aceptar la hipótesis de una base adjetiva del afijo patrimonial -ión. Los afijos -sión, -ión, de tema latino, patrimoniales, no tienen constituyente VT, son atemáticos. También, el afijo -ción, patrimonial, sin VT, tiene como base un tema latino: redacción, infección, adjunción, adopción, canción, invención, adición, concreción; aparición, composición, disposición, obtención, resolución; petición, recepción, reducción, restitución. Esta base es alternativa y distinta a la del verbo hispano correspondiente, de formaciones activas en -ción, con relación semántica pero no fonológica ni morfológica, en casos como disección / disecación, afección / afectación, aserción / asertación. Referencias bibliográficas 1. Fuentes de datos ARTETA, A. (2012): «Dilo en archisílabos», El País [22/05/2012], en . ARTETA, A. (2011): «Archisilabeando», El País [Acceso: 8/10/2011], en
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nificación), capacitación (capacidad), capacitación (capaz), caracterización (característica), certificación (certificado), citación (cita), coaligación (coalición), compatibilización (compatibilidad), complementación (complemento), comunicación (comunicado), conceptualización (conceptuación), concertación (concierto), concretización (plasmación), concretización (concreción), conformación (forma), connotación (matiz), connotación (sentido), constatación (constancia), contrastación (contraste), coponderación (ponderación), denominación (nombre), derivación (deriva), desambiguación (precisión), desertificación (desertización), desestructuración (ruptura), desjudicialización (conciliación), diferenciación (diferencia), documentación (documento), domiciliación (domicilio), efectivización (aseguramiento), ejemplificación (ejemplo), ejercitación (ejercicio), enunciación (enunciado), especialización (especialidad), espectacularización (espectacularidad), estimación (estima), estimulación (estímulo), exceptuación (excepción), excomulgación (excomunión), experimentación (experimento), expoliación (expolio), exterminación (exterminio), finalización (final), financialización (financiación), flexibilización (–––42), focalización (enfoque), formulación (fórmula), fundamentación (fundamento), globalización (conjunto), gobernación (gobierno), habituación (costumbre), homogeneización (homogeneidad), implicatación, (supuesto), incentivación (incentivo), inferiorización (minorización), interceptación (intercepción), intermediación (mediación), invisibilización (ocultamiento), jerarquización (jerarquía), limitación (límite), matización (matiz), mejorización (mejora), modelización (modelado), motivacion (motivo), negociación (trato), negociación (diálogo), numeración (número), numeración (cifra), operativización (activación), parcialización (sectarismo), periodificación (periodización), postulación (postulado), potenciación (impulso), precarización (precariedad), precipitación (lluvia), presencialización (presencia), primarización (bienes primarios), programación (programa), refocalización (reenfoque), reglamentación (reglamento), regularización (regulación), renunciación (renuncia), rotulación (rótulo), secuenciación (secuencia), securización (seguro), significación (significado), significación (sentido), sintetización (síntesis), suposición (supuesto), sustentación (sustento), tarificación (tarifación), teorización (teoría), titulación (título), titulización (asignación de créditos), tramitación (trámite), transversalización (-43), tutorización (tutoría), utilización (uso), valoración (juicio), valoración (valor), valorización (valor), vinculación (vínculo), visibilización (visibilidad). aún no han sido acogidos por el hablante común. Me refiero a novedades como desjudicialización, calendarización, inferiorización, desambiguación, bancarización, securización o titulización (de créditos), cuyos hondos sentidos dejo adivinar a los lectores». 42 En Arteta (2010): «Los señores de la industria, que antes obtenían 'financiación' y ahora hablan de financiarización (¿), nos obsequian un día con la flexibilización de sus plantillas y al otro con una desaceleración de sus ventas». 43 En Arteta (2010): «Es verdad que, de momento, sólo los más pedantes emplean la secuenciación por la 'secuencia', la postulación por el 'postulado', o la transversalización por vaya usted a saber..., pero la dolencia es contagiosa y todo llegará».
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2.a. Archisílabos de anteafijo –a(r)– (61 casos) actuación, afectación, apreciación, argumentación, asertación, capacitación, certificación, citación, coaligación, complementación, comunicación, concertación, conformación, connotación, constatación, contrastación, derivación, desambiguación, desestructuración, diferenciación, documentación, domiciliación, ejercitación, enunciación, estimulación, exceptuación, experimentación, expoliación, exterminación, focalización, formulación, fundamentación, gobernación, habituación, implicatación, incentivación, interceptación, intermediación, limitación, matización, mejorización, motivacion, negociación, numeración, postulación, potenciación, precipitación, programación, refocalización, reglamentación, renunciación, rotulación, secuenciación, significación, suposición, sustentación, tarificación, titulación, tramitación, valoración, vinculación. 2.b. Archisílabos de anteafijo –iza(r)– (34 casos) bancarización, calendarización, caracterización, compatibilización, conceptualización, concretización, concretización, desjudicialización, efectivización, especialización, espectacularización, finalización, financialización, flexibilización, globalización, homogeneización, inferiorización, invisibilización, jerarquización, modelización, operativización, parcialización, precarización, presencialización, regularización, securización, sintetización, teorización, titulización, transversalización, tutorización, utilización, valorización, visibilización. 2.c. Archisílabos de anteafijo –ifica(r)–: (hasta 5 casos): desertificación, ejemplificación, periodificación, significación, tarificación.
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2 LA PERSONALIZACIÓN DEL VERBO HABER EN DOS CORPUS ORALES DE SAN JUAN DE PUERTO RICO
MILAGROS ALEZA IZQUIERDO Universitat de València
Este trabajo tiene por objeto la descripción del avance de la personalización del verbo haber impersonal en dos corpus de la ciudad de San Juan de Puerto Rico: en los materiales del Macrocorpus de la norma lingüística culta de las principales ciudades del mundo hispánico (1998) y del tomo El habla culta de la generación joven de San Juan, Puerto Rico. Materiales para su estudio (2001)1, con el fin de comparar la evolución de dicho fenómeno. El uso personal del verbo haber, muy frecuente en el habla oral de todos los niveles socioculturales de gran parte del dominio hispánico, surge como resultado de la concordancia entre el verbo y el complemento directo (que es interpretado como sujeto). En el español de América, después de los datos de Kany (1951), se han realizado estudios en los que se pone en evidencia este fenómeno de una manera muy intensa, especialmente en el imperfecto de indicativo (había ~ *habían). 1 Las
grabaciones de San Juan corresponden a estudiantes de nuevo ingreso de la Facultad de Estudios Generales (Recinto Universitario de Río Piedras) y de la Escuela Superior de la Universidad de Puerto Rico.
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DeMello (1991) realizó un estudio sobre el habla culta de once ciudades (materiales para el estudio coordinado del habla culta): Bogotá, Buenos Aires, Caracas, La Habana, La Paz, Lima, Madrid, Ciudad de México, San Juan de Puerto Rico, Santiago de Chile y Sevilla. En cuanto a América, sus datos señalan que la concordancia del impersonal haber va aumentando en el habla culta: es común en Lima, La Paz, Caracas, San Juan y Santiago de Chile; de porcentaje mediano en Bogotá y La Habana; resulta rara en Ciudad de México y Buenos Aires (sociolectos bajos). La forma más pluralizada es habían. Aparece con frecuencia la forma habíamos, aunque de uso menor. Otros estudios han matizado o completado estos datos. Así, la concordancia está documentada como un fenómeno en avance en Colombia (Montes, 1992, la considera de uso general en Bogotá) y en Centroamérica (Quesada, 1996: 110 y Quilis y Graell, 2003: 372 en el caso de Panamá). También se extiende en Puerto Rico (Vaquero, 1978 y 1996: 64; López Morales, 1992a: 147), República Dominicana (Henríquez Ureña, 1982: 224; Jiménez Sabater, 1984: 165; Alba, 2000: 23 y 2004: 323; Alvar, 2000: 338; Fernández, 1982: 93) y Cuba (García Riverón, 1991; Domínguez, 2007: 22). Al respecto, Claes (2010) aporta información sobre el fenómeno en los países caribeños y revisa de forma precisa los estudios actuales sobre el tema. Hay diversas investigaciones sobre Venezuela, que aportan datos sobre Caracas (Obediente, 1987; Bentivoglio y Sedano, 1989; Sedano y Bentivoglio, 1996: 124; D’Aquino, 2004 y 2008; Díaz Campos, 1999-20002 y 2003), Valencia (Navarro Correa, 1992), Mérida (Domínguez et alii, 1998), Táchira (Freites, 2003 y 2004), etc. A propósito de Caracas, D’Aquino (2008) señala el aumento del fenómeno entre los hablantes jóvenes, que presentan un mayor porcentaje de uso de las formas concordadas. Por su parte, Mendoza (1992) ha señalado el fenómeno en el castellano andino de Bolivia. En un trabajo muy reciente, Arrizabalaga (2011) destaca la fuerza que está tomando el fenómeno en el español peruano, tanto en la lengua escrita como en la oral (el autor documenta ejemplos que muestran cómo ya se ha incorporado a la norma culta). Situación muy similar es la que apuntan Oyanedel y Samaniego (1999) en la norma culta de Santiago de Chile, por el ascendente porcentaje de uso entre los hablantes cultos. En cuanto a México, hay datos sobre su desarrollo en la capital y en Yucatán (Castillo-Trelles, 2007, observa que la pluralización está más presente en el habla de las mujeres). Egido y Morala (2009) documentan el fenómeno en todos los niveles de habla en Venezuela, Guatemala, Costa Rica, Colombia, Ecuador, Perú, Boli2
Se trata este de un estudio contrastivo entre Caracas y Santiago de Chile.
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via y Paraguay. También en Puerto Rico y en el nivel no culto de la República Dominicana y Chile. En el caso del corpus de México estudiado por los autores, no parece ser de uso general (2009: 41-46)3. La Nueva gramática de la lengua española (vol. 2: 3063, § 41.6a-c) apunta que la concordancia se extiende en España (sobre todo, en el este y sureste del país), aunque en América la intensidad es algo mayor. Se produce al asimilar haber al grupo de verbos que expresan presencia, existencia y acontecimiento, como ya ocurría en la lengua antigua. Por su parte, la obra académica recomienda el uso gramatical (no concordado)4. Teniendo en cuenta la importancia del fenómeno, en la presente investigación se comparará su presencia en los dos corpus señalados. Ambos son el resultado de entrevistas orales realizadas en dicha capital (las de los jóvenes estudiantes se realizaron en los años noventa). No se pretende hacer un análisis exhaustivo, pero sí aportar algunos datos sobre la evolución del fenómeno mediante el contraste entre dos corpus de informantes de edades diferentes, con nivel de instrucción (ambos corpus indican que se trata de hablantes cultos), con el fin de contribuir a la descripción y análisis de un fenómeno que para algunos investigadores podría ser señal de un posible cambio en marcha. 1. ESTUDIO DEL MACROCORPUS El Macrocorpus incluye catorce encuestas de hablantes cultos de la ciudad de San Juan. Los informantes 1, 2, 5, 6, 7, 11 y 12 son hombres. Corresponden a mujeres las encuestas 3, 4, 8, 9, 10, 13 y 14. Se registra el uso del verbo haber impersonal en los siguientes: PR1 (34 años), PR2 (31 años), PR3 (24 años)5, PR4 (29 años), PR7 (54 años), PR8 (37 años), PR9 (37 años), PR11 (57 años), PR12 (57 años), PR13 (57 años) y PR14 (3.ª gener.). Es decir, once informantes utilizan en su discurso oraciones con el verbo haber no personal. No todos pluralizan, ya que la concordancia entre verbo y complemento directo se produce en el texto de cinco
Investigación en el marco del proyecto EGREHA. Para la información sobre la valoración social de estas formas, véase NGRAE (vol. 2: 3064, § 41.6d). Por lo que respecta a la Comunidad Valenciana, se observa que, efectivamente, este uso agramatical está muy arraigado en el habla de todos los estratos socioculturales (Llorente Maldonado, 1980: 31; Blas, 1993: 53). En los materiales del habla de ValenciaEspaña (Gómez Molina et alii, 2001 y 2005), se puede constatar que el fenómeno alcanza los niveles medio y superior. 5 La edad de esta informante está muy próxima a la de algunos informantes del corpus de la generación joven. 3 4
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personas: PR1 (hombre de 34 años), PR2 (hombre de 31 años), PR3 (mujer de 24 años), PR11 (hombre de 57 años), PR12 (hombre de 57 años). En total se registran 31 oraciones con haber impersonal y complemento en plural, distribuidas de la siguiente manera: a) Oraciones con haber impersonal en plural: 7 (habían) + 2 (habíamos) + 1 (pueden haber). Total: 10. b) Oraciones con haber en singular: 14 (había) + 1 (habrá) + 1 (hubiera) + 2 (hubo) + 1 (ha habido) + 1 (había habido) + 1 (haya habido). Total: 21. Por tanto, en el casi 33 % de los casos se ha pluralizado, aunque predominan las formas no concordadas, es decir, en singular. Las formas afectadas son habían (mayoritaria), habíamos y pueden haber. 1.1. Formas pluralizadas Habían El imperfecto de indicativo en plural habían consta en la entrevista de los informantes PR1 (hombre), PR2 (hombre), PR3 (mujer) y PR12 (hombre). En todos los casos el complemento directo se encuentra situado después del verbo: 1. a) […] porque en la marcha HABÍAN como setenta y cinco personas (PR1: párrafo 120). b) Al otro día, a las siete de la mañana, apareció... HABÍAN... frente a la universidad, HABÍAN miles de estudiantes (PR1: párrafo 130). c) HABÍAN muchas personas de las Antillas, HABÍAN muchas personas de la... de las Guayanas... (PR2: párrafo 25). d) […] HABÍAN estudiantes de bachillerato (PR3: párrafo 310). e) HABÍAN algunos de Enfermería que querían ampliar su cultura (PR3: párrafo 315). f) […] y HABÍAN unas corrientes submarinas allí (PR12: 105).
Habíamos La forma correspondiente a la primera persona del plural se documenta únicamente en dos ocasiones, en el mismo informante (PR1). En la segunda oración el complemento directo antecede al verbo: 2. a) Entonces HABÍAMOS un... un grupo de profesores (PR1: párrafo 165). b) […] la mayoría de la gente que HABÍAMOS... fue un grupo pequeño el que lo hizo (PR1: párrafo 215).
Pueden haber
LA PERSONALIZACIÓN DEL VERBO HABER
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En todo el corpus ha aparecido solo una forma perifrástica, que se realiza concordada, y, como el resto, responde al orden verbo + complemento directo: 3. […] hay un nivel medio latinoamericano, que PUEDEN HABER acentos... en la pronunciación (PR11: párrafo 85).
Todos estos usos pluralizados conviven con el estándar invariable, como se constata en los ejemplos del apartado siguiente. La concordancia no parece tener relación con el rasgo + humano o – humano, ya que se da tanto con referencias de personas como de cosas. 1.2. Formas en singular Había La forma invariable se detecta en catorce oraciones (encuestas 1, 2, 8, 9, 11, 13 y 14). En todas ellas el verbo se encuentra situado delante del complemento directo, como en las oraciones pluralizadas: 4. a) […] después me di cuenta que HABÍA también unos aspectos de crítica a cómo se administraba la universidad (PR1: párrafo 15). b) […] aunque HABÍA grupos que se oponían a la huelga de hambre (PR1: párrafo 230). c) […] HABÍA pocas personas (PR1: párrafo 285). d) […] originalmente era por otras razones... HABÍA razo... esas son razones políticas (PR1: párrafo 290). e) Y digo, HABÍA todos los prejuicios naturales (PR2: párrafo 50). f) […] a pesar de que si HABÍA unos puestos vacantes (PR2: párrafo 90). g) […] vieron que HABÍA posibilidades de una carrera en las artes (PR2: párrafo 120). h) […] HABÍA un montón de señoritos alemanes (PR2: párrafo 200). i) […] porque no HABÍA fraternidades en término medio (PR8: párrafo 5). j) En aquel momento no HABÍA problemas ni de droga (PR9: párrafo 130). k) […] a veces HABÍA algunas palabras que a unos les sonaban más raras (PR11: párrafo 100). l) […] y HABÍA veces que eran las nueve de la noche (PR13: 40). m) Entonces, también, no HABÍA en Río Piedras las casas de hospedaje tan buenas que hay hoy día (PR13: 65).
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n) […] en los salones de clases (PR14: 50).
HABÍA
alrededor de cincuenta muchachos
Habrá y hubiera Solamente se documenta una oración con la forma en futuro simple (encuesta 1) y otra con la forma del imperfecto de subjuntivo (encuesta 8). Como en el resto de los casos, el verbo se sitúa delante del complemento directo: 5. a) […] un Departamento de Antropología en el cual no quisitos (PR1: párrafo 55).
HABRÁ
prerre-
b) […] eso hizo que la calidad de las comidas mejorara, que HUBIERA unos cambios en la administración de la cafetería (PR8: párrafo 155).
Hubo En dos ocasiones consta la forma de indefinido (perfecto simple). En la primera oración (encuesta 2) la secuencia es la general: verbo + complemento directo. En el ejemplo segundo (encuesta 7) el orden es el contrario, complemento directo pronominal + verbo, orden que es prácticamente excepcional: 6. a) HUBO algunos muy buenos pero tomaron esta actitud, un tanto negativa, hacia el arte del momento (PR2: párrafo 220). b) […] unas constantes, igual que las HUBO en la dramaturgia griega, y al igual que las HUBO en la dramaturgia isabelina (PR7: párrafo 215).
Ha habido, había habido, haya habido Las tres formas compuestas (que pertenecen al mismo informante) tampoco se pluralizan. En todos los casos el verbo se encuentra delante del complemento directo, siguiendo la pauta general: 7. a) HA HABIDO excavaciones... (PR4: párrafo 80). b) […] no porque no HAYA HABIDO pintores (PR4: párrafo 205). c) Aquí HABÍA HABIDO... personas del país que habían tenido un interés en... en... en este tipo de cosas (PR4: párrafo 110).
2. ESTUDIO DE LA GENERACIÓN JOVEN DE SAN JUAN Por el contario, en el corpus de los jóvenes puertorriqueños aumenta la frecuencia de la concordancia entre el verbo y su complemento directo, y también las formas implicadas, tanto simples como compuestas y perifrásticas. Hay un total de 36 oraciones con haber impersonal y complemento en plural, distribuidas de la siguiente manera:
LA PERSONALIZACIÓN DEL VERBO HABER
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a) Oraciones con haber impersonal en plural: 18 (habían) + 2 (han habido) + 1 (hayan) + 2 (hubieran) +1 (van a haber) + 2 (pueden haber) + 2 (habemos). Total: 28. Se localizan en el discurso de los informantes 1 (18 años), 4 (18 años), 6 (18 años), 7 (17 años), 8 (18 años), 9 (17 años), 10 (18 años), 11 (18 años), 15 (16 años), 16 (20 años), 17 (23 años), 18 (23 años), 19 (22 años) y 20 (21 años). MUJERES
HOMBRES
6, 7, 8, 9, 18 y 19
1, 4, 10, 11, 15, 16, 17 y 20
b) Oraciones con haber en singular: 7 (había) + 1 (ha habido) + 1 (debe haber). Total: 9. Estas oraciones se documentan en las entrevistas correspondientes a los informantes 6, 9, 12, 16, 17 y 18. Salvo SJ12 (mujer), todos los demás practican también la concordancia. Por tanto, en el casi 78 % de los casos se ha pluralizado, por lo que predominan las formas concordadas, es decir, en plural (lo que supone una diferencia importante al comparar este porcentaje con el 33 % del Macrocrpus). Todos los informantes que han utilizado el verbo impersonal haber, salvo SJ12, han utilizado formas pluralizadas, es decir, el 93 % de estos informantes pluralizan. Cuatro de estos informantes también han usado formas canónicas, por lo que solo el 28,6 % presenta la alternancia pluralización/no pluralización. 2.1. Formas pluralizadas En función de los datos anteriores, únicamente en el 22 % de los casos, en los que aparece el verbo haber con complemento directo plural, no se ha hecho concordar el verbo con el citado complemento, es decir, se ha mantenido la impersonalidad. Por otra parte, de los catorce entrevistados que usan el impersonal haber con CD con referente plural, solamente uno de ellos no presenta la estructura concordada. En cuanto a los casos de concordancia, la variable sexo no parece tener ninguna relevancia, ya que tanto hombres como mujeres presentan un comportamiento similar. La posición del complemento directo tampoco parece tener ninguna implicación, ya que aparece tanto delante como detrás del verbo. Lo mismo para el tipo de referente del complemento, tanto + humano como lo contrario. Se documentan las siguientes formas concordadas: habían (mayoritaria), han habido, hayan, hubieran, van a haber y pueden haber y habemos.
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Habían Es la forma que presenta más casos de concordancia, como en el corpus anterior. Se documenta en las entrevistas de los informantes hombres 1, 4, 11, 15, 17, 20 y de las informantes mujeres, 7, 8, 18 y 19. 8. a) […] HABÍAN como unos líderes (SJ1: 13). b) Yo estaba en una escuela donde no HABÍAN ni negros (SJ4: 81). c) […] y no HABÍAN negros en esa escuela (SJ4: 82). d) […] todos los estudiantes que 134).
HABÍAN
pues eran nuevos para mí (SJ7:
e) Pues yo en el colegio, HABÍAN alrededor de ocho organizaciones extracurriculares y yo estaba en las ocho. HABÍAN días que tenía dos y tres reuniones por las tardes (SJ7: 153). f) […] HABÍAN cinco mil personas en aquel coliseíto… (SJ8: 174). g) Yo creo que, HABÍAN otras… (SJ11: 250). h) Porque no HABÍAN fondos (SJ15: 349). i) […] porque no HABÍAN profesores que quisieran dar esos otros dos cursos. No es porque no hubieran profesores (SJ17: 412). j) […] pero (SJ18: 452).
HABÍAN
maestro que salían a las doce por si querían estudiar…
k) Bibliotecarios HABÍAN tres (SJ18: 453). l) […] HABÍAN cinco maestros para Educación Física (SJ18: 453). m) […] porque si HABÍAN cinco maestros… (SJ18: 453). n) HABÍAN…pues, de todas las áreas. Bibliotecarias HABÍAN tres (SJ18: 453). o) En todos los grupos HABÍAN estudiantes de A, de B de C (SJ18: 453). p) Con mis profesoras cubanas, adoradas que HABÍAN allá (SJ19: 483). q) HABÍAN doscientos, per… doscientas personas (SJ20: 513).
Han habido En menor cantidad se producen las otras formas concordadas. El pretérito perfecto está presente en las entrevistas de dos mujeres (9 y 16): 9. a) Pero se HAN HABIDO muchas cositas (SJ9: 183).
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LA PERSONALIZACIÓN DEL VERBO HABER
b) Y … es que (SJ16: 395).
HAN HABIDO
varios coros y … se disuelven y vuelven
Hayan y hubieran Las formas de subjuntivo se documentan en tres casos: hayan aparece en el discurso de la informante 6 y hubieran se localiza en las entrevistas de los informantes 1 y 17 (8i): 10. No para que HAYAN edificios (SJ6: 121). 11. a) […] pues no le gustaba eso que HUBIERAN unos líderes allí (SJ1: 13). b) No es porque no 412).
HUBIERAN
profesores, es que no los querían dar (SJ17:
En cuanto a las formas perifrásticas, tres personas (el informante 10 y las informantes 6 y 7) muestran ejemplos concordados. En el primero se trata del futuro perifrástico: Van a haber 12. […] no se van a casar porque entonces sí que (SJ10: 231).
VAN A HABER
pelea’
Pueden haber 13.a) […] mira si hay tres PUEDEN HABER cuatro (SJ6: 121). b) Pero le hacemos la salvedad de que 140).
PUEDEN HABER
unos riesgos (SJ7:
Por último, señalamos la presencia de la primera persona del plural, en un mismo informante (entrevista 9): Habemos 14.a) […] porque HABEMOS de todas las edades (SJ9: 199). b) […] mi hermana cumple quince, pues (SJ9: 199).
HABEMOS
de todas las edades
2.2. Formas en singular Por el contrario, son escasos los textos documentados sin concordancia. Se trata de siete oraciones con la forma había (correspondientes a los infor-
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mantes 6, 9, 16 y 18), una oración con el pretérito perfecto ha habido (encuesta 17), y, por último, una estructura perifrástica (encuesta 12)6: 15. a) […] HABÍA muchas muchachas que eran bien liberales (SJ6: 115) b) HABÍA muchas muchachas que iban los sábados (SJ6: 115). c) No fuimos a ninguna de las Fiestas así grandes que HABÍA (SJ9: 183). d) […] parece que HABÍA … problemas de dinero y todo eso (SJ16: 393). e) HABÍA maestros con salones Hogares y había… (SJ18: 453). f) […] HABÍA hasta siete salones (SJ18: 456). g) Y HABÍA unas actividades (SJ18: 456). h) […] HA HABIDO dos clases (SJ17: 410). i) DEBE HABER por ahí, de, de cuarenta a cincuenta (primos) (SJ12: 271).
3. CONCLUSIONES a) En las entrevistas del Macrocorpus, se producen tanto estructuras con la concordancia como los usos canónicos (impersonales), aunque predominan los segundos. En cambio, en el discurso de los jóvenes sobresale la estructura concordada. Lo que parece evidente es un considerable aumento de la concordancia en la población joven, ya que el porcentaje de formas pluralizadas es superior en el discurso de los jóvenes caribeños (JC) comparado con el de los hablantes del Macrocorpus (M), como puede observase en las tablas, donde consta el número de veces que se produce cada forma: NÚMERO DE FORMAS PLURALIZADAS habían
habíamos
M: 7
M: 2
JC: 18 habían M: 7 JC: 18
6
habíamos
han habido
habemos
hayan
hubieran
pueden haber M: 1
van a haber
JC: 2
JC: 2
JC: 1
JC: 2
JC: 2
JC: 1
han habido
habemos
hayan
hubieran
pueden haber
van a haber
M: 2
M: 1 JC: 2
JC: 2
JC: 1
JC: 2
JC: 2
JC: 1
Ya se ha indicado que SJ12 es la única persona del grupo de informantes estudiados, en los que aparece el verbo impersonal haber, que usa solamente las formas gramaticales canónicas.
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LA PERSONALIZACIÓN DEL VERBO HABER
M: Total pluralizadas: 10 JC: Total pluralizadas: 28 NÚMERO DE FORMAS NO PLURALIZADAS había M: 14 JC: 7
había habido M: 1
ha habido M. 1
haya habido M: 1
hubiera
habrá
hubo
M: 1
M: 1
M: 2
JC: 1
debe haber JC: 1
M: Total no pluralizadas: 21 JC: Total no pluralizadas: 9
b) En los dos tipos el complemento directo se encuentra casi siempre después del verbo, por lo que no parece relevante el orden de los elementos. Tampoco parece tener importancia la naturaleza semántica de la referencia del complemento directo, tanto personal como no personal. c) La concordancia se produce tanto en el discurso de los hombres como en el de las mujeres, en porcentajes similares. d) Las formas concordadas son habían (mayoritaria), habíamos, han habido, habemos, hayan, hubieran, pueden haber, van a haber. No obstante, la forma habían es la que presenta una frecuencia superior a las otras, tal como muestra la primera tabla. Referencias bibliográficas ALBA, Orlando (2000): Nuevos aspectos del español en Santo Domingo, Librería La Trinitaria, Santo Domingo. ALBA, Orlando (2004): ¿Cómo hablamos los dominicanos? Un enfoque sociolingüístico, Grupo León Jimenes, Santo Domingo. ALEZA IZQUIERDO, Milagros y José María ENGUITA (coords.) (2010): La lengua española en América: normas y usos actuales, Universitat de València, Valencia. Libro en formato electrónico (descarga libre): [20/12/2011]. ALVAR, Manuel (2000): El español de la República Dominicana. Estudios, encuestas, textos, La Goleta, Alcalá de Henares. ARRIZABALAGA, Carlos (2011): «Los editores y la norma gramatical: el caso
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3 LA GRADACIÓN EN ESPAÑOL: UNIDADES GRADUABLES
RAMÓN ALMELA PÉREZ Universidad de Murcia
1. PLANTEAMIENTOS HABITUALES Dado el uso similar ―y, para algunos, intercambiable― de los términos gradación / intensificación / comparación / cuantificación, poco nos puede servir como antecedente lo que leemos sobre los términos graduables en los estudios conocidos. En todas las gramáticas se sitúa la categoría adjetivo como la entidad objeto de gradación, y que, incluso en gran parte de ellas, se señala sólo al adjetivo; el aspecto que se gradúa en tales entidades -según las gramáticas- es la cualidad. Las mismas ideas hallamos en estudios más especializados. Hay dos cuestiones que se pueden plantear a propósito del objeto de la gradación: la unidad y el aspecto; de aquél, la unidad graduable, es del que nos ocupamos aquí. Lenz ya sugirió la existencia de gradación léxica en los verbos y en los adverbios: «En nuestra lengua, para la gradación de los verbos, en general se necesitan palabras distintas; así forman una serie cuchichear-hablar-llamar-exclamar-gritar...» (1935: 217); además, la idea de la gradación relativa, si bien en el adjetivo indoeuropeo, que es el único que la muestra bien desarrollada, no es primitiva, se encuentra en to-
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RAMÓN ALMELA PÉREZ
das las lenguas expresada en ciertos verbos que corresponden a las ideas que en castellano damos por verbos, como ‘ganar, vencer, (ultra) pasar, superar, etc.’. También existen en todas partes palabras de relación local, como ‘arriba, abajo, adentro, afuera’, etc., y a menudo verbos, como ‘subir, bajar, entrar, salir’, etc., que no pueden pensarse sin relación con la situación o el movimiento contrario (1935: 208).
Me he permitido reproducir generosamente la alusión de Lenz a la gradación léxica porque es clara, pionera y, hasta ahora, única en este punto. Sapir, un auténtico adelantado ―y casi solitario― de la gradación lingüística, es partidario de la gradación de las categorías básicas: «Every quantifiable, whether existent (say house) or occurrent (say run) or quality of existent (say red) or quality of occurrent (say gracefully), is intrinsically gradable» (1944: 94); opinión a la que se opone Gnutzmann: «the idea that Sapir tries to put forward is that grading applies equally well to all four major grammatical categories. [...] in opposition to Sapir we would like to claim that only adjectives and adverbs admit gradation» (1975: 421). Para Español Giralt (1985: 115) sólo a los adverbios es extensible la gradación léxica contrastiva: poco / mucho, cerca / lejos, dentro / fuera. La mayor parte de los autores son partidarios de ampliar las categorías afectadas por la «gradación / comparación». Así, por ejemplo, Porto Dapena: «[...] en realidad hay otras categorías verbales en nuestra lengua ―como el sustantivo y el verbo― que, mediante construcciones idénticas o similares, ofrecen las mismas posibilidades de gradación» (1973: 345). Para Madero Kondrat, «en español se pueden comparar no sólo los adjetivos, sino también verbos, adverbios, sustantivos» (1983: 72, n. 2). Rebollo amplía más el grupo de los objetos afectados: «La modificación en la intensidad de un significado no se limita a una clase concreta de palabras, aunque el adjetivo sea el más afectado por dicho fenómeno, ni a un único tipo de construcción» (1983: 191). Brunot (1965: XVII) se plantea la cuestión de por qué se escamotea tradicionalmente la gradación a los adverbios, a los nombres y a las caracterizaciones de toda clase. El trabajo que más se acerca a una concepción extensa de la gradación (que es la que defiendo aquí) es el de Sánchez López (1999); ella extiende la gradación ―que divide en cuantitativa y cualitativa― a adjetivos, nombres, adverbios, verbos y sintagmas verbales1. Sin embargo, toda ampliación que afecte a las unidades o categorías que no sean adjetivo es considerada como una emanación de la gradación adjetiva: en éste es esencial, en las demás categorías es derivada. De hecho la gra1
En Urrutia Cárdenas. (1978: 174) se aducen ejemplos de gradación de adjetivos, sustantivos y verbos.
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dabilidad se trata siempre ligada al adjetivo, y desde esa conexión se extiende a otras categorías. 2. UNA PROPUESTA AMPLIA Y NO REDUCCIONISTA Nuestra propuesta sobre los objetos graduables tiene como origen la constatación de la deficiencia de las soluciones tradicionales; una deficiencia que se concreta en el equívoco y el reduccionismo. Hay equívoco porque se mezclan ámbitos que no se deben mezclar, y hay reduccionismo porque se tiene en cuenta sólo una categoría graduable (el adjetivo) y dos o tres clases de gradación (elativos, comparación...), y se deja en el olvido o en una consideración marginal al resto de las categorías y de las clases de palabras. Con la preponderancia, o exclusividad, del adjetivo, de la comparación, del superlativo..., en lo que a la gradabilidad se refiere, se evidencia, una vez más, que el modelo gramatical latino pervive y dificulta la creación de modelos actualizados. Intentaré salvar esa deficiencia con una propuesta que supere el equívoco y el reduccionismo; para ello procederé a efectuar dos tipos de operaciones: discriminar y ampliar. Hay que discriminar dos materias graduables que a veces se confunden: la realidad extralingüística y las entidades lingüísticas. No nos interesa a los lingüistas graduar los infinitos matices de transición entre la oscuridad de la noche y la luz del día, sino sólo los netos cortes entre los lexemas noche, tarde, alba, mañana... Cuando se manejan conceptos lingüísticos es fácil detenerse, irreflexivamente, en lo puramente lógico, tanto por parte del autor de la exposición, como por parte del lector. Es necesario mantener la genuinidad de la argumentación lingüística. No le falta razón a Madero en su aseveración de que «Lenz no deslinda suficientemente el plano conceptual del propiamente gramatical» (1983: 72, n. 2) cuando éste afirma que «no son los adjetivos los que se comparan, sino los substantivos» (Lenz 1935: 200); lo que realmente se compara son adjetivos que se predican de sustantivos, y no los referentes de los sustantivos de los que se predica los adjetivos. Por ejemplo, en la frase Isabel es más ágil que Nicolás se compara la forma ágil (más ... que) en dos sustantivos que se refieren a sendas personas. Extralingüísticamente se comparan dos personas en cuanto a su agilidad; pero lo que se compara lingüísticamente es el adjetivo ágil. En este mismo sentido, es digna de subrayar la opinión de Lamíquiz sobre la llamada «falacia realista» (1991: 24-25): lo que se cuantifica ―se podría añadir: «y lo que se gradúa»― no es la realidad extralingüística, sino la sustancia conceptual del valor significativo de un lexema. Además, hay que ampliar el campo de las clases de gradación y el de las categorías graduables. La gradación no se reduce a los «grados», sino que se
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manifiesta de otras varias maneras: apreciativos, escalas semémicas, refranes, recursos gráficos, etc. Como materias que sean posibles unidades graduables hay que contar, al menos, con las cuatro categorías «mayores» y con la frase (sintagmas, locuciones2, oraciones...). Así pues, si tenemos en cuenta que no sólo es sujeto de gradación el adjetivo, sino que lo son varias categorías más, y que no sólo gradúan los conocidos superlativo, comparativo, etc., sino, además, otros medios, parece obvio que hemos superado el reduccionismo del punto inicial: la gradación no se reduce a los grados de comparación, sino que comprende un espectro más amplio de clases y categorías. El cuadro que sigue presenta la síntesis de nuestra propuesta; después se explana y se ejemplifica. UNIDADES GRADUABLES CLASES DE GRADACIÓN Elativos
Sustantivo
Adjetivo
Verbo
Adverbio
Frase
-
+
-
+
-
Apreciativos
+
+
-
+
-
Escalas semémicas
+
+
+
+
-
Comparación
+
+
+
+
-
Intensivos
+
+
+
+
-
Procedimientos
+
+
+
+
+
Discurso repetido
+
+
+
+
+
Recursos orales
+
+
+
+
+
Recursos gráficos
+
+
+
+
+
Kinésica-paralingüística-proxémica
+
+
+
+
+
textuales
La asignación y la no asignación de una determinada clase gradativa a una unidad (marcadas, como es habitual, con el signo + y con el signo –, respectivamente) tómense aquí con carácter general. No obstante, conviene hacer algunas observaciones que ayuden a disipar algunas de las dudas que la lectura del cuadro puede producir. 1.ª. No todas las clases afectan por igual a todas las categorías. La desigualdad de afectación es mayor cuanto más heterogénea es la clase; el ex2
«[…] las locuciones adverbiales ―como los adverbios― admiten gradación. Así puede decirse: fue hecho muy a propósito o llegó menos a escondidas que antes» (Álvarez Martínez, 1990: 300).
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ponente más nítido de heterogeneidad es la clase de los intensivos: afectan a todas las categorías, pero no les afecta por igual a todas. 2.ª. La ausencia de asignación no indica que no existe relación alguna entre esa clase y esa categoría, sino que la relación que existe entre ambas no es de gradación directa. Así, el texto es «sede» de unidades graduables, pero no es graduable; la frase, por su lado, es «sede» de lexemas, y puede ser comparable si se la trata como «individuo» lingüístico, esto es, si se la considera en su papel de elemento infratextual o se la «menciona»; si decimos «Juan estudia» es más seguro que «Juan aprueba», comparamos dos frases tomadas como unidades que, aunque consten de varios lexemas, funcionan unificadas por su carácter de mención y por ser términos de una estructura comparativa; no se comparan estructuras, sino elementos subestructurales o estructuras que funcionan como tal tipo de elementos individuados. 3.ª. En el discurso repetido se incluyen diferentes tipos: refranes, fraseologismos, etc. En este punto nos fijamos no en lo que los separa, sino en el aspecto común que les hace constituirse en una clase de gradación. Muchos ejemplares del discurso repetido constituyen algún mecanismo gradativo de valor semejante al comparativo, al elativo, a los intensivos...: «ser un trabajo de chinos, creerse más que nadie, estar entrado en carnes», «De lo pintado a lo vivo, hay cien leguas de camino», «Más vale pájaro en mano que ciento volando», «Vecina, bocina», etc.; es decir, que algunas unidades del discurso repetido tienen un valor de gradación análogo al que poseen otras unidades de la técnica libre del discurso: pueden comparar, aumentar o disminuir la intensidad... Pues bien, esa capacidad de gradación puede afectar, según los casos, a lexemas y a construcciones sintácticas (en el cuadro las simplifico como frases). ¿Por qué? Porque, por convención de los hablantes, tales unidades equivalen a oraciones, sintagmas, palabras, etc., y si gradúan o comparan, lo hacen en relación con aquello a lo que equivalen, con lo cual quedan graduados lexemas, frases, etc.: ser un trabajo de chinos = ‘tarea muy minuciosa’, creerse más que nadie = ‘ser muy soberbio’, estar entrado en carnes = ‘estar gordo’, de lo pintado a lo vivo, hay cien leguas de camino = ‘contar más mentiras que verdades’, más vale pájaro en mano que ciento volando = ‘preferir lo seguro a lo imaginado’, vecina, bocina = ‘ser una vecina muy cotilla’, etc. A Coseriu le «parece que habría que distinguir tres tipos [de unidades del “discurso repetido”], a los que podemos llamar, provisionalmente, “equivalentes de oraciones”, “equivalentes de sintagmas”, “equivalentes de palabras”». Algunas unidades del discurso repetido, según Coseriu, «sólo son conmutables en el plano de las oraciones y de los textos, con otras oraciones y con textos enteros», otras
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«son conmutables con sintagmas», y otras «son conmutables con palabras simples» (1977: 115-116). 4.ª. La no afectación del sustantivo por los elativos no está en contradicción con la existencia de los nombrísimos (sustantivos sufijados con -ísimo: sobrinísimo), pues a este tipo de nombres, lo mismo que ocurre a algunos nombres con intensivos, se le transfiere el «carácter» adjetivo, como veremos inmediatamente. 3. NEXO ENTRE ADJETIVO Y GRADACIÓN No cabe duda de que los adjetivos son las formas lingüísticas que más ligadas están con la gradación. En ninguna propuesta de gradación falta el adjetivo; así, p. ej., López García (1998: 151-172) divide los adjetivos en posicionales, gradativos, de clase, de magnitud e intencionales; entre los gradativos incluye los de edad, los de desarrollo y los de madurez. Los adjetivos son receptores de todas las clases de gradación: modestito, modestísimo, más modesto que, etc. La gran mayoría de los intensivos son compatibles con ellos: nada modesto, poco modesto, algo modesto, etc. Si del sistema pasáramos a los hechos de discurso, encontraríamos que casi la totalidad de los usos de los graduadores clásicos (elativos, comparativos) aparecen de hecho con adjetivos. 4. RESTRICCIONES Para acotar nítidamente los conceptos se impone una serie descendente de tres restricciones: 1.ª) no todos los adjetivos son graduables, 2.ª) no todos los adjetivos calificativos son graduables, 3.ª) no son graduables los lexemas, sino los sememas. 1.ª. No todos los adjetivos son graduables. Ésta es una restricción básica: no todos los adjetivos son graduables3. ¿Cuáles son graduables?, ¿cuáles no lo son?, ¿por qué? En general se puede afirmar que no son graduables los adjetivos relacionales (también denominados clasificatorios, referenciales...). Stati (1979: 64) incluye entre los no graduables los de relación (metálico, nacional...), los de formas geométricas (triangular...) y los antónimos contiguos, esto es, los que carecen de término intermedio (positivo / negativo, explícito / implícito...). Piñel López (1983) ofrece una amplia relación de las clases de adjetivos españoles que no admiten gradación: los absolutos (vivo, casado, eterno...), los que indican periodos de tiempo (diario, anual...), los geométricos (cuadrado, oval...), los que llevan el prefijo in– (incapaz, incansable...), los gentili3
Está generalmente aceptado que unos adjetivos son graduables y otros, no: véase, por ejemplo, Bolinger (1972), Zierer (1974), etc.
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cios (parisino, griego...), algunos compuestos (carilargo, boquituerto...), los de estado o situación (jubilado, asesinado...), los que indican un lugar en el espacio (terrenal, infernal...), y los nombres de colores tomados en sentido estricto (negro, blanco... [pero negrísimo, blanquísimo...]). Por el contrario, son graduables los calificativos. Según Bartoš, los «calificativos apreciativos presentan una cualidad subjetiva, susceptible de gradación, por ej., bueno, malo, necio, sabio, etc.» (1978: 54). Stati (1979: 57) ofrece un criterio formal: son graduables los que admiten «determinantes adverbiales: bastante, completamente, el más, casi, poco, demasiado...». Zierer (1974: 38-39) hace referencia solamente a los adjetivos de medida: Este carro tiene dos metros de largo, La mesa blanca es 10 centímetros más baja que la negra.... Para Porto Dapena (1985: 544-546), el criterio que nos permite conocer qué adjetivos son graduables es el de la relación existente entre cada emparejamiento sustantivo / adjetivo. Bolinger afirma que «Comparability depends on whether the meaning covers a range on the scale or only a point», y que «adjective meanings that refer to points, whether at the extremes or the means of a scale, are not comparable»; o sea, que no son graduables perfecto, único, infinito, idéntico..., porque se hallan en el extremo de una escala (malo / bueno / perfecto, común / raro / único, escaso / abundante / infinito, diferente / parecido / idéntico), ni inicial, medio, final..., porque se encuentran en algún punto exacto de una escala (1967: 6 y 7). Bosque (1993: 14-17) acepta la división tradicional entre adjetivos calificativos y adjetivos relacionales, e introduce la subdivisión de los relacionales en clasificativos y argumentales. Los calificativos denotan propiedades, los relacionales clasificativos denotan clases y los relacionales argumentales denotan individuos, o sea, entidades argumentales que funcionan como individuos. Los calificativos son predicados: éste es su rasgo radical, el que hace que denoten propiedades. Sobre la gradabilidad de unos y la no gradabilidad de otros, Bosque afirma Se ha señalado muchas veces que la gradación está reservada a los adjs-Q [calificativos], con lo que no tenemos ambigüedad en reunión muy familiar o en música muy popular. Podemos suponer que lo que se gradúa en estos casos es la extensión o la magnitud en la que se posee la “cualidad” denotada, luego es lógico que los adjs-R [relacionales] no acepten esta propiedad, precisamente porque no denotan “cualidades”, sino “clases” (adjs-C [clasificativos]) o “individuos” (adjs- [argumentales]). [...] Podemos, pues, decir, que una propiedad se posee en mayor o menor grado, pero no se pertenece a una clase en mayor o menor medida. [Por eso] Los adjs-R rechazan el sufijo -ísimo y también los sufijos diminutivos (1993: 25-26).
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2.ª. No todos los adjetivos calificativos son graduables. Bosque es partidario de establecer una segunda restricción: existen «algunos adjs-Q no graduables. Denotan por lo general relaciones con sistemas de normas, reglas o preceptos» (1993: 26). Las perífrasis que admiten este grupo de adjetivos son del tipo de ‘en consonancia con X’, ‘de acuerdo con X’, ‘siguiendo la norma X’, etc.; él los llama «adjetivos de norma»: «la ley y la religión [...] pueden considerarse nociones sociales complejas que están articuladas o reguladas en sistemas de normas y preceptos» (1993: 30). Por eso serían adjetivos calificativos no graduables formas como moral, gramatical, constitucional... También Sánchez López excluye de la nómina de elementos graduables a los adjetivos relacionales (salvo que se recalifiquen como calificativos); sí son graduables muchos adjetivos calificativos (no lo son aquellos que, por razones semánticas, denotan cualidades no graduables); los adjetivos calificativos en general sí son graduables, tanto si son «evaluativos» (con excepción de sus antónimos negativos, a no ser que denoten «la existencia efectiva de una cualidad negativa»), como si son «dimensionales» (1999: 1092-1093). 3.ª. Tras haber expuesto que ni todos los adjetivos son graduables y que ni siquiera todos los calificativos son graduables, haré una última y también esclarecedora limitación conceptual: lo que se debe considerar como calificativo o como relacional, y, por tanto, como graduable no es el lexema, sino el semema. Son los sememas calificativos los únicos susceptibles de tener un sema graduador; los relacionales contienen semas que los acercan a los sustantivos. Un lexema puede emplearse con valor sémico calificativo y con valor sémico relacional: internacional, como semema relacional, es ‘común a varias naciones’, e internacional, como semema calificativo, es ‘cosmopolita’, ‘aficionado a los viajes por el extranjero’, etc.; divino, como semema relacional, es ‘referente a la divinidad’, y divino, como semema calificativo, es ‘estupendo”; parisino, como semema relacional, es ‘relativo a París’, y parisino, como semema calificativo, es ‘que tiene las características que se atribuyen a los de París’. Según Stati, «le sens originaire et le sens qualificatif constituent deux sémèmes d'un même lexème» (1979: 57). Viene a confirmar esto Bolinger: «But it is the meaning, not the adjective, that is scaled» (1967: 5). A pesar de estas tres restricciones, las ambigüedades existen: «la distinción Q-C- [calificativos, clasificativos, argumentales] está justificada semánticamente, en el sentido de que se trata de tres tipos distintos de significado aislables que dan lugar a situaciones de ambigüedad» (Bosque, 1993: 17). Incluso si nos limitamos al semema, realidad menos equívoca que el lexema, vemos que las ambigüedades subsisten: «la frontière entre signifiés gradués et non gradués est bien loin d'être nette.» (Stati, 1979: 64).
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5. AMPLIACIONES Si la restricción hace que grupos de formas pertenecientes a una determinada categoría carezcan de algún rasgo que sí posee otro grupo de formas de esa misma categoría, la ampliación hace que formas de una categoría o una subcategoría adquieran algún rasgo propio de otra categoría. Por lo que se refiere a la gradación, observamos dos clases de ampliación: 1ª) formas sustantivas que reciben gradación, y 2ª) adjetivos relacionales que pasan a calificativos. 1.ª. Cuando se comparan directamente dos sustantivos, o cuando se intensifica un sustantivo, la gradación recae sobre las propiedades inherentes o prototípicas o destacables contextualmente de la realidad representada por los sustantivos en cuestión: Este jamón es más jamón que aquél, La de antes era mucho menos universidad que la de ahora, Claudia es muy mujer... En estos ejemplos se gradúan las características de los respectivos referentes: sabor, aportaciones académicas, rasgos femeninos... Para Dubois-Guilbert, «cette notion de degré n'est pas réservée aux seuls adjectifs, elle peut s'étendre aux substantifs dans la mesure où de ceux-ci on peut dégager un trait pertinent qualitatif ou quantitatif» (1961: 58). Para Sánchez López, los sustantivos, además de poder ser graduados en su cardinalidad (= cantidad), también pueden ser graduados en su calidad: «ciertos nombres admiten ser graduados respecto a una escala que valore no su cardinalidad, sino su calidad»; lo cual sucede de dos formas, bien por un uso 'pseudoadjetival' («demasiado padrazo»), bien «mediante el demostrativo tal [...] “Nunca he visto tal desbarajuste”» (1999: 1093). Gutiérrez Ordóñez excluye expresamente la gradación del sustantivo (1994: 487), naturalmente siempre que éste no «tome» características básicas del adjetivo. 2.ª. Hay adjetivos relacionales que aceptan la gradabilidad, con lo cual adquieren la marca de la «nueva» clase, a saber, la de los adjetivos calificativos; un caso frecuente es el de los gentilicios: una costumbre muy madrileña quiere decir que es una costumbre que reúne los rasgos prototípicos del modo de vida madrileño. Por su reversibilidad hacia el grupo de los calificativos, los relacionales son, en opinión de Bosque (1993: 28-30), de dos clases: previstos y deducidos. La primera clase es la de aquellas formas cuyo significado calificativo está previsto en la entrada léxica: camaleónico (‘adaptado’), valleinclanesco (‘esperpéntico’), platónico (‘idealista’)...; la segunda clase está compuesta por aquellas formas cuyo significado calificativo se deduce exclusivamente de su emparejamiento con un sustantivo: «Esta es una ambigüedad que el hablante “calcula”, y no un producto de la información léxica»: comportamiento universitario puede entenderse como ‘propio de lo universitario’
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(sentido calificativo), o como ‘relacionado con la universidad’ (sentido relacional). En palabras de Demonte, cuando adjetivos relacionales como 'inglés' se emplean con un intensificador en construcciones del tipo 'muy inglés, no se alude a un incremento del grado normal de la cualidad, sino a la manera intensa o no intensa como la posesión de la relación (de nacionalidad en este caso) es vivida por el sujeto (1982: 465).
6. APLICACIÓN AL ADVERBIO Lo dicho del adjetivo es aplicable al adverbio, con las adaptaciones correspondientes a la distinta naturaleza de uno y otro. Para Álvarez Martínez, el adverbio «se caracteriza [...] por manifestar gradación en la mayor parte de los casos» (1990: 306). Es aplicable también la exclusión de la gradación que afecta a los adjetivos. Los adverbios «puntuales» no son graduables: aquí, ahora, nunca...; sí lo son los «cualificadores»: bien, mal... La razón última de la restricción que padecen los adjetivos y los adverbios es común a ambos: son graduables los sememas adjetivos y adverbios de índole predicativa, y no lo son los de índole limitativa. 7. CONCLUSIÓN Como ha quedado mostrado, se puede afirmar que la gradación es un fenómeno intercategorial si no nos dejamos llevar por la rutina, y, en su lugar, aplicamos criterios basados en el análisis del comportamiento de las unidades que son portadoras del contraste gradativo. Referencias bibliográficas ÁLVAREZ MARTÍNEZ, M.ª Ángeles (1990): «El adverbio y sus “fronteras”», en Actas del Congreso de la Sociedad Española de Lingüística, XX aniversario, Gredos, Madrid, I, 296-306. BARTOŠ, Lubomír (1978): «Notas a la clasificación del adjetivo», en Estudios ofrecidos a Emilio Alarcos Llorach, Universidad de Oviedo, Oviedo, II, 45-60. BOLINGER, Dwight (1967): «Adjective comparison: a semantic scale», Journal of English Linguistics, 1, 2-10. BOLINGER, Dwight (1972): Degree Words, Mouton, The Hague-Paris. BOSQUE, Ignacio (1993): «Sobre las diferencias entre los adjetivos relacionales y los calificativos», Revista Argentina de Lingüística (Mendoza), 9, 9-48. BRUNOT, Ferdinand (19653): La pensée et la langue, Masson et Cie, Paris.
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4 LÉXICO DEL CULTIVO DE LA VID, Y OTROS TÉRMINOS AGRÍCOLAS, EN CHINCHÓN (MADRID)*
MANUEL ALVAR EZQUERRA Universidad Complutense de Madrid Durante el mes de julio de 2005 realicé tres encuestas en la población de Chinchón (Madrid) con el fin de recoger el léxico empleado en diversos ámbitos para añadirlo a los materiales del Diccionario de madrileñismos que estaba preparando, y cuya primera versión ha aparecido recientemente (La Librería, Madrid, 2011). Para hacerlas utilicé un cuestionario que yo mismo había elaborado con el fin de recolectar el léxico tradicional de la Comunidad en los sectores de la actividad más cotidiana, basándome en el que preparó Manuel Alvar para el Atlas Lingüístico y Etnográfico de España y Portugal 1, que yo mismo había pasado en diversas localidades de las provincias de Burgos, Soria, Segovia, Guadalajara y Toledo durante la recogida de datos para ese proyecto, a mediados de la década de 1970. No he dado por concluido el trabajo sobre el léxico de Madrid, y después de esa publicación he continuado allegando materiales, tanto escritos como orales, de manera que en el momento en que escribo estas palabras la base de datos que manejo ha aumentado en un millar el número de registros los más de 10 000 que tenía la versión publicada, lo que supone que se ha pasa Este trabajo forma parte de los derivados del proyecto de investigación «Léxico patrimonial de la Comunidad de Madrid», subvencionado por la DGI del MEC (FFI2008-01762). 1 El atlas no se ha publicado como tal, aunque sí una parte de él: Alvar (1999). *
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do de las 6600 entradas a algunas más de 7000, a lo que hay que añadir unas 350 acepciones nuevas. Son los datos objetivos de los progresos de un trabajo en marcha. Repasando los materiales hechos públicos, me he dado cuenta de que hay algunos dominios de cierta relevancia que no considero suficientemente representados. Uno de ellos es el del cultivo de la vid en el sudeste de la Comunidad de Madrid, que cualquier viajero puede ver con facilidad. Es la subzona de Arganda dentro de la denominación de Vinos de Madrid, y que tiene unas 4200 Has. de cultivo, de las 7500 de toda la denominación. En el centro de esta zona se encuentra Chinchón, más conocido por su anís que por sus vinos, pese a que la producción de sus viñas se haya dedicado principalmente a la elaboración de vinos, habiendo tenido el mayor auge de su producción a finales del siglo XIX, cuando llegó la filoxera y dio al traste con la actividad que se mantuvo a duras penas, hasta lograr una gran recuperación, entre otros motivos por la introducción de cepas americanas, más resistentes. El 16 de julio de 2011 realicé una encuesta específica para intentar recuperar el vocabulario tradicional del cultivo de la vid. Dio la casualidad de que el informante que había tenido en la primera ocasión (Baldomero Ávila Mota, de 67 años en este momento), se dedicaba al cultivo de la vid, mientras estuvo en activo, tarea que también había ocupado a su familia con anterioridad. A continuación expongo los materiales surgidos en esta nueva entrevista, a la espera de que pasen a engrosar el resto de los que ya he reunido para el Diccionario de madrileñismos (en adelante DM). Para la vid recién plantada he recogido el nombre genérico de planta, aunque en la anterior encuesta fue el de postura, que también he documentado en Navalcarnero en el DM. El sarmiento (se emplea el término general para nombrarlo) que se entierra, sin cortarlo, para sacar una nueva planta es la vara. Cuando la planta comienza a brotar echa yemas, aunque en la encuesta anterior la respuesta que obtuve fue la de clavellina, voz que no he documentado en ningún otro lugar de la Comunidad para este concepto, ni en los diccionarios de zonas próximas. Tras la filoxera se trajeron vides nuevas, más resistentes, conocidas como americanas, por su lugar de origen. Este tipo de cepa debe ser injertado, ya que no produce uva ―en opinión de mi informante. El sarmiento donde se hace el injerto es la madre, mientras que el que se injerta es la púa, independientemente del tipo de injerto. Los injertos pueden ser de dos tipos: el de costilla, que es el que se hace juntando a inglete los dos sarmientos que se van a unir. El de púa se hace introduciendo un injerto en forma de cuña en la raja
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practicada a la mitad del patrón. Si el injerto tiene éxito echa unas balbas, unas raíces que se deben esbalbal (esbarbar), en una acción como el esbalbado (esbarbado). En todas estas voces se produce la lateralización de la r implosiva, muy extendida en la zona, además de la pérdida de la d-. El DRAE recoge el verbo, definiéndolo, por lo que nos interesa aquí como ‘cortar o quitar las barbas de algo, y especialmente las raíces muy delgadas de las plantas, los filamentos del borde del papel, etc.’, y en barba dice que en plural en la botánica es el ‘conjunto de raíces delgadas de las plantas’, sin especificar en ninguno de los dos casos cuáles son esas barbas, aunque no hay por qué hacer distinción entre las que salen bajo tierra y las que no. Para el sustantivo desbarbado, el repertorio académico no contempla el corte de las raíces. Si la cepa no prospera recibe el nombre de marra. La vid puede tener parásitos y enfermedades, siendo los más conocidos en la zona los más extendidos, como la filoxera y el mildium (el DRAE escribe mildiu o mildiú). Otros parásitos, que no he conseguido identificar, son la arañuela, una araña que no deja crecer la uva, y el cuquillo, un insecto azulón muy pequeño que salta y vuela. Por el color no creo que se trate del coquillo, un pequeño escarabajo de color verde metalizado, y tampoco el cigarrero, que, aunque azul y pequeño, tiene como característica el doblar las hojas como cigarros, peculiaridad que habría sido mencionada por nuestro informante. Entre las enfermedades cabe mencionar el acedo, que seca la planta. El zarcillo es conocido como tijereta (término que el diccionario académico registra sin restricción alguna). De estas tijeretas pueden salir calpones (el DM documenta la voz en Valdilecha para el gajo de uvas), que son los racimos de uva más retrasados; se trata de la voz carpón, con el cambio de r en l mencionado antes, aumentativo del carpa ‘gajo de uvas’ del DRAE. La hoja de la planta es la pámpana, voz que la Academia pone como general junto a pámpano. Para que la uva crezca bien, hay que evitar la frondosidad excesiva, quitando las pámpanas, esfollonando la planta; en la encuesta anterior recogí desfollonar para ‘quitar los sarmientos que no tienen uva’. Independientemente de la pérdida de la d- (fenómeno fonético harto conocido), con las dos respuestas se completa el sentido, único, de la voz desfollonar que consigna el DRAE como general de la lengua, ‘quitar a las plantas las hojas o vástagos inútiles’. Son también términos generales los que se emplean para denominar el racimo, la uva (el grano), el agraz. La uva está recubierta por la piel, como tantos otros frutos, si bien cinco años atrás la contestación fue hollejo. Las pepitas que hay en su interior son las granillas. Cuando se han quitado todas las uvas del racimo lo que queda es el escobajo.
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Una vez que han madurado los racimos, se recogen en la vendimia, aunque cuando se trata de la uva de mesa es el verdeo, según me dijo en la encuesta anterior, denominación que no he documentado en la Comunidad de Madrid. Me temo que entonces se tratara de una confusión con el verdeo de la aceituna, cultivo igualmente abundante en la zona, aunque mi informante nunca se dedicó a él. La vendimia marcaba el final de uno de los tiempos del año, que comenzaba con la recogida de la paja y llegaba hasta la vendimia, la otoñada, que no coincide precisamente con el otoño, como parece desprenderse de las definiciones académicas. Los racimos recogidos se van echando en una serilla de esparto que tiene seis asas para facilitar su transporte, aunque también se podían echar en los cubetos, recipientes de madera que llevaba el operario a la espalda, ayudado por otro, debido a su gran peso. Más tarde, los cubetos de madera fueron sustituidos por los de caucho, aunque ya han desaparecido también, al mecanizarse las labores agrícolas. El DRAE registra la voz cubeto para la ‘vasija de madera, más pequeña que la cubeta’, obra en que la cubeta es solamente la de los aguadores. En el DM se documentó cubeto con el mismo valor en Ambite, aunque después también me ha aparecido en Valdilecha, en ambos casos para referirse únicamente al de caucho. Para facilitar las labores en la viña se deja cada dos liños de cepas un espacio suficiente para el paso de un carro, el carril, aunque no es el ‘camino capaz tan solo para el paso de un carro’, como define el DRAE la voz. El espacio que hay entre cada liño es la almanta, al igual que en el repertorio académico. Y aliñar es plantar las cepas formando los liños. Hay varias maneras de plantar las cepas para que queden simétricas. La más común es a tres manos, cuando el dibujo que se sigue es un triángulo con una cepa en cada uno de sus vértices. Cuando se ha recogido la uva se procede a podar la viña, actividad que también se llama segar, especialmente cuando sólo se cortan los sarmientos. Los sarmientos que se van cortando se apilan en gavillas cuando están orientados todos en un mismo sentido, procediéndose entonces a entrelazar las cabezas, y se atan con una soguilla de esparto. Pero el montón de sarmientos puede hacerse poniendo unos hacia un lado y otros hacia otro, y entonces recibe el nombre de haz, que también se ata con la soguilla. Al realizar la poda no se cortan todos los sarmientos, sino que se deja alguno, el pulgar, que el DRAE define como ‘parte del sarmiento que con dos o tres yemas se deja en las vides al podarlas, para que por ellas broten los vástagos’. Después hay que arar la viña para airear la tierra. La primera labor es la de apegar, esto es, dar la primera reja acercándose lo más posible al tronco de la cepa, alrededor del cual hay un montón de tierra, el mortero. Si hay muchos
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cantos en la viña hay que escantarla, esto es, quitar los cantos que tiene, que se van amontonando a un lado de la viña formando un majano. Cuando ya son muchos se retiran, por lo general para utilizarlos en obras públicas. La labor que hacían un mulo y un hombre en una jornada era una huebra, valor que no coincide exactamente con las tres acepciones que pueden leerse en el DRAE: ‘espacio que se ara en un día’, ‘par de mulas y mozo para trabajar un día entero’ y ‘tierra labrantía que no se siembra, aunque se are’. Para escavar en la viña se utiliza el escavón, que es un azadón cuya finalidad es únicamente esa. Cuando se ara el campo el surco es la mesana (esto es, la besana), mientras que el lomo entre los surcos es el caballón, término general. Para elaborar el vino se llevaba la uva al lagar y se echaba en la pisadora para que la moliera, esto es, para que la reventara antes de prensarla, haciendo fuerza con la viga. El tornillo de la prensa es el husillo (voz general) que servía para hacer presión sobre la piedra que prensaba la uva, el canto, que se unían mediante la llavija. La prensa de viga fue sustituida por la de hierro, en cuya parte inferior estaba la campana. La carne de la uva se separaba del escobajo con la zaranda, una criba de forma rectangular, que el DRAE define como ‘cedazo rectangular con fondo de red de tomiza, que se emplea en los lagares para separar los escobajos de la casca’, aunque en Chinchón la casca es otra cosa, como vamos a ver enseguida. El mosto obtenido tras la prensa pasaba a un recipiente de barro que había en el suelo del lagar, llamado remostador. Esta voz no figura en el DRAE, aunque sí el verbo remostar, con acepciones relacionadas con el vino, pues como intransitivo es ‘echar mosto en el vino añejo’, y como pronominal, ‘dicho de los racimos de uva o de otras frutas que se maltratan y pudren en contacto de unas con otras: Mostear antes de llegar al lagar’ y ‘dicho del vino: Estar dulce o saber a mosto’. La madre es el hollejo de la uva ya prensada, que se echaba en la tenaja a la que se había pasado el mosto, y que al cocer (voz general) éste subía a la boca de la tenaja. Un vez fermentado el vino, la madre que quedaba en la tenaja, y que se quitaba, era la casca, que el DRAE define como ‘hollejo de la uva después de pisada y exprimida’. Tras todas estas operaciones aún quedaban heces, la morralla. Si el vino estaba turbio se decía que estaba veloso, mientras que si se volvía era que estaba avinagrado, esto es, repuntado. A lo largo de la conversación surgieron otras palabras que no quiero dejar de copiar aquí. En un momento de distensión surgieron nombres de comidas y costumbres tradicionales, como el chuflito, que es una fruta de sartén con un relleno, de forma alargada y parecida a la torrija. Y, por supuesto, mi informante me habló del hornazo (voz general bien conocida), que
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se comía en la pascua de los hornazos, la Pascua de Resurrección, y que también se ofrecía como presente en ocasiones especiales. Otras voces hacían referencia a árboles y plantas, como el plántano, el plátano de Indias o de sombra (Platanus × hispanica). El corazón de la pera es el pepitero, que el DRAE pone como propia de Andalucía para el corazón del pimiento. El almendro es el almendruco, voz que también se utiliza para la almendra madura entera, con su cáscara, que sin ella y sin el endocarpio leñoso es la almendra. Como en la encuesta anterior, comprobé que el nogal se llama noguera, como en tantas otras partes, por lo que el DRAE consigna la voz como general, aunque prefiere nogal. De la nuez vana se dice que está cocada, y cada uno de los gajos de la sana recibe el nombre de pata, tal como recogí en mi encuesta anterior. La película con la que está recubierta cada pata es la camisa, denominación que el DRAE registra como general en la lengua. La mata parda es la encina (Quercus ilex), que hemos de poner en relación directa con la mata ‘parte del monte en la que nacen robles’ que consigné en el DM como del Valle del Lozoya, y que es una restricción del uso del general mata ‘porción de terreno poblado de árboles de una misma especie’. Después, he documentado en Navarredonda la palabra mata para el conjunto de rebollos que iban a ser talados para hacer carbón. Por lo que se refiere al cultivo del garbanzo, los términos que pude recoger coinciden los generales, de modo que garbanzo es tanto la mata como la semilla, y el tostado es el torrado. La voz cascabillo, que, de acuerdo con el DRAE, sólo es la ‘cascarilla en que se contiene el grano de trigo o de cebada’, vale también para designar la vaina del garbanzo, y la del haba cuando contiene una sola semilla, pues de lo contrario es una vaina. El pico del garbanzo es la boca, mientras que el pericarpio que lo recubre es la piel. El terreno plantado de habas es un habal. En último lugar, buscando la pervivencia de la palabra helga, que he documentado en la cercana población de Arganda del Rey, y que no encuentro por ningún otro sitio, comprobé que alcayata vale tanto para la alcayata o escarpia como para el cáncamo (con el anillo cerrado), mientras que el gancho es la armella (con el anillo abierto). Referencias bibliográficas ALVAR, Manuel (1974): Cuestionario del Atlas Lingüístico de España y Portugal, CSIC-Departamento de Geografía Lingüística, Madrid.
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ALVAR, Manuel (1999): Atlas Lingüístico de Castilla y León, 3 tomos, Junta de Castilla y León. Consejería de Educación y Cultura, Salamanca. DM. Manuel ALVAR EZQUERRA (dir.) (2011): Diccionario de madrileñismos, La Librería, Madrid. DRAE. REAL ACADEMIA ESPAÑOLA (2001): Diccionario de la lengua española, Espasa Calpe, Madrid. Vocabulario A continuación ofrezco, ordenadas alfabéticamente, las palabras recogidas en las páginas anteriores, salvo aquellas que figuran en el DRAE como generales en la lengua, aunque haciendo alguna excepción por lo significativas o poco conocidas que puedan ser. Copio también aquellas definiciones del repertorio académico que pueden tener relación con la atestiguada en Chinchón. Añado algunas remisiones internas para facilitar las búsquedas. acedo m. Enfermedad de la vid que seca la planta. alcayata f. Cáncamo, anillo de metal con un tornillo para fijarlo. DRAE: Escarpia (clavo con cabeza acodillada, que sirve para sujetar bien lo que se cuelga). aliñar tr. Plantar [las cepas] formando los liños. almanta f. Espacio de tierra que se deja entre liño y liño en las viñas. DRAE: Entreliño (espacio de tierra que en las viñas u olivares se deja entre liño y liño). almendruco m. Almendro, árbol de la familia de las Rosáceas, de raíces profundas, hojas lanceoladas, flores blancas o rosáceas, solitarias o geminadas, y fruto en drupa alargada con un surco longitudinal, epicarpio velloso, mesocarpio coriáceo y semilla dulce
o amarga, según las variedades (Prunus amygdalus). almendruco m. Almendra madura entera, con su cáscara. DRAE: Fruto del almendro, con el mesocarpio todavía verde; el endocarpio, blando, y la semilla a medio cuajarse. americana f. Cepa importada de América, resistente a la filoxera, y que debe ser injertada. apegar tr. Dar la primera reja [a la viña], acercándose lo más posible al tronco de las cepas. arañuela f. Araña pequeña parasitaria de la vid y que no deja crecer la uva. avinagrado, -da adj. [vino] Repuntado. DRAE: coloq. De condición acre y áspera. balba f. Barba. besana f. v. mesana.
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boca f. Pico del garbanzo. calpón m. Carpón, gajo de uvas. camisa f. Película con la que está recubierta cada pata de la nuez. DRAE: Telilla con que están inmediatamente cubiertos algunos frutos, legumbres y granos, como la almendra, el guisante, el trigo, etc. campana f. Parte inferior de la prensa de hierro. canto m. Piedra de la prensa del lagar. carril m. Espacio para el paso de un carro cada dos liños de cepas en la viña. DRAE: Camino capaz tan solo para el paso de un carro. casca f. Hollejo de la uva prensada que quedaba en la tenaja, y que se quitaba en la elaboración del vino. DRAE: Hollejo de la uva después de pisada y exprimida. cascabillo m. Vaina del haba cuando contiene una sola semilla. Si tiene más de una es vaina. DRAE: Cascarilla en que se contiene el grano de trigo o de cebada. chuflito m. Fruta de sartén con un relleno, de forma alargada y parecida a la torrija. cocado, -da adj. [nuez] Que está vana. costilla f. Injerto de ~, v. injerto. cubeto m. Recipiente de madera para recoger los racimos cortados durante la vendimia, que llevaba el operario a la espalda, ayudado por otro, debido a su gran peso.
DRAE: Vasija de madera, más pequeña que la cubeta. cuquillo m. Insecto azulón parasitario de la vid, muy pequeño que salta y vuela. desbarbar tr. v. esbalbar. descantar tr. v. escantar. esbalbado m. Acción de esbalbar. esbalbar tr. Desbarbar, quitar las barbas que salen de un injerto en la vid. escantar tr. Descantar, limpiar de cantos [la viña], amontonándolos en el majano. escavón m. Azadón que se emplea para escavar la viña. esfollonar tr. Desfollonar, quitar [a la vid] los sarmientos que no tienen uva. gancho m. Armella, anillo abierto de metal con un tornillo para fijarlo. gavilla f. Montón de sarmientos apilados en la viña tras la poda, y preparados para su transporte, orientados todos en un mismo sentido, por oposición al haz. DRAE: Conjunto de sarmientos, cañas, mieses, ramas, hierba, etc., mayor que el manojo y menor que el haz. granilla f. Pepita de la uva. DRAE: Can. grana (semilla menuda de varios vegetales). habal m. Terreno plantado de habas. haz m. Montón de sarmientos apilados en la viña tras la poda, y preparados para su transporte, orientados unos en un sentido y
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otros en otro, por oposición a la gavilla. DRAE: Porción atada de mieses, lino, hierbas, leña u otras cosas semejantes. huebra f. Labor que hacían un mulo y un hombre en una jornada. DRAE: Espacio que se ara en un día. 2. Par de mulas y mozo para trabajar un día entero. 3. Tierra labrantía que no se siembra, aunque se are. injerto m. ~ de costilla, en el cultivo de la vid, el que se hace juntando a inglete los dos sarmientos que se van a unir. || 2 ~ de púa, en el cultivo de la vid, el que se hace introduciendo un sarmiento cortado en forma de cuña en la raja practicada a la mitad del patrón. llavija f. Pieza que unía el husillo y el canto en el lagar. madre f. Sarmiento en el que se hace el injerto de la vid. || 2 Hollejo de la uva ya prensada, que se echaba en la tenaja. majano m. Montón que se hace en la orilla de la viña con los cantos que se han quitado al limpiarla. DRAE: Montón de cantos sueltos que se forma en las tierras de labor o en las encrucijadas y división de términos. mano f. A tres manos, modo de plantar las cepas formando un dibujo triangular, con una planta en cada véritce. marra f. Cepa de vid que no prospera.
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mata f. ~ parda, encina, árbol de la familia de las Fagáceas, de hojas persistentes, dentadas y punzantes, y florecillas de color verde amarillento, que dan por fruto bellotas dulces o amargas; su madera se emplea en carpintería y ebanistería (Quercus ilex). mesana f. Besana, surco que se hace cuando se ara. míldium m. Mildiu, enfermedad de la vid. morrala f. Heces del vino. DRAE: Conjunto o mezcla de cosas inútiles y despreciables. mortero m. Montón de tierra que se deja alrededor del tronco de la cepa. noguera f. Nogal, árbol de la familia de las Juglandáceas, frutal, de tronco corto y robusto, copa extensa, hojas grandes oficinales, flores masculinas en amento y femeninas solitarias, y fruto en drupa de epicarpio duro (Juglans regia). DRAE. otoñada f. Tiempo del año que comenzaba con la recogida de la paja y llegaba hasta la vendimia. DRAE: Otoño (estación del año). pámpana f. Hoja de la vid. Pascua f. ~ de los hornazos, Pascua de Resurrección. pata f. Gajo de la nuez. pepitero m. Corazón de la pera. DRAE: And. Corazón del pimiento. piel f. Pericarpio que recubre al garbanzo.
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pisadora f. Máquina que reventaba la uva cuando llegaba al lagar. plántano m. Plátano de Indias o de sombra, árbol ornamental de la familia de las Platanáceas, híbrido, de gran porte, cuya corteza se desprende en placas dejando en el tronco manchas de distintas formas y colores. Sus frutos son unas cabezuelas esféricas con pequeñas púas (Platanus × hispanica). púa f. Sarmiento que se injerta en la vid. DRAE: Vástago de un árbol, que se introduce en otro para injertarlo. || 2 Injerto de ~, v. injerto. pulgar m. Sarmiento que se deja en la cepa sin podar. DRAE: Parte del sarmiento que con dos o tres yemas se deja en las vides al podarlas, para que por ellas broten los vástagos. remostador m. Recipiente de barro que había en el suelo del lagar al que iba a parar el mosto cuando se prensaba la uva.
segar tr. Podar [las cepas]. serilla f. Recipiente de esparto con seis asas en que se echaban los racimos cortados durante la vendimia. tenaja f. Tinaja. tijereta f. Cada uno de los zarcillos que por pares nacen a trechos en los sarmientos de las vides. DRAE. vaina f. Cáscara del haba cuando contiene más de una semila. Si contiene sólo una es cascabillo. vara f. Mugrón, sarmiento que, sin cortarlo de la vid, se entierra para que arraigue y produzca una nueva planta. DRAE: Rama delgada. veloso, -sa adj. [vino] Turbio. zaranda f. Criba de forma rectangular con la que se separaba la carne del escobajo en el lagar. DRAE: Cedazo rectangular con fondo de red de tomiza, que se emplea en los lagares para separar los escobajos de la casca.
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1. INTRODUCCIÓN Trabajos recientes de amplio alcance, tales como los de Baerman y otros (2005, 2007) y Haspelmath, Dryer, Gil y Comrie (2005), han supuesto un impulso considerable para la investigación morfológica. El esfuerzo de sistematización de una enorme cantidad de datos de lenguas muy diversas desde un punto de vista morfológico ha ido acompañado de intentos de revisión crítica de propuestas formuladas en el marco de diferentes modelos de análisis, sean morfológicos o no (Xu, 2007; 2011). A modo de ejemplo, se ha cuestionado la hipótesis según la cual además de estar nítidamente separadas, raíces y desinencias aportan informaciones distintas (Baerman y Corbett, 2009), y se ha recalcado la importancia que tienen para la organización interna de los sistemas morfológicos tanto las formas deponentes, sincréticas y supletivas como la variación en general (Baerman y otros, 2005, 2007; Pomino y Stark, 2011). Desde un punto de vista más teórico, el debate se ha centrado en la representación formal del sincretismo (Baerman y otros, 2005), en la relevancia del paradigma para el análisis morfológico y, en términos generales, para todo tipo de generalizaciones propiamente morfológicas.
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Se tiende a asociar la manifestación más nítida del sincretismo, el proceso en que se centran nuestras observaciones a lo largo de estas páginas, a casos que se pueden describir en términos de «a single form in multiple cells of the paradigm[s]», lo que supone cierta asimetría entre la sintaxis y la morfología, en el sentido de que diferencias sintácticas pueden quedar neutralizadas en la morfología (Bobaljik, 2002; Baerman, 2007a, b). Las cosas distan de estar tan claras sin embargo si se tienen en cuenta constituyentes menores que la palabra, tales como la raíz y la desinencia o rasgos suprasegmentales como el acento. En efecto, aun en caso de admitir que todos estos tipos de elementos están implicados en las similitudes y diferencias que se observan en los sistemas morfológicos (cf. Baerman y Corbett, 2009), queda mucho por precisar en lo que se refiere a los efectos que puedan tener sobre la organización interna de sistemas tales como el del verbo español, por ejemplo. De ahí el interés que entrañan interrogantes como los siguientes, presentes de manera más o menos explícita en los trabajos mencionados antes en relación con (i) la naturaleza de los procesos sincréticos, (ii) los tipos de rasgos morfosintácticos implicados en ellos y su interacción, (iii) los efectos de estos últimos desde un punto de vista formal y (iv) su relación con las estructuras comúnmente asociadas a la noción de paradigma. Nos proponemos una revisión crítica de la noción de sincretismo a la luz de (i)-(iv), centrándonos en el modo en que un sistema morfológico como el del verbo español funciona desde un punto de vista morfofonológico, morfosintáctico y propiamente morfológico, así como en las implicaciones de ese funcionamiento para el estudio de los procesos sincréticos y su caracterización en general. A este efecto, describimos las formas sincréticas más típicas del sistema verbal español, antes de comentar brevemente las consecuencias de nuestra descripción para la organización de este último. Reseñamos luego las generalizaciones descriptivas que ha recibido este tipo de procesos morfológicos, así como -de manera muy breve- algunos de los formalismos propuestos a estos efectos. Concluimos destacando las observaciones de más interés, así como las consecuencias que se siguen de ellas desde un punto de vista teórico. 2. SINCRETISMOS EN EL SISTEMA VERBAL ESPAÑOL 2.1. La naturaleza de los procesos sincréticos La existencia de formas idénticas en un sistema morfológico determinado hace suponer que las diferencias morfosintácticas registradas en él no siempre tienen una manifestación formal o que sólo algunas de ellas son susceptibles de tenerlas. En este sentido, los casos de sincretismo sugieren cierta
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divergencia entre las estructuras de naturaleza morfofonológica y morfosintáctica de las formas implicadas o algún tipo de afinidad morfosintáctica entre aquellas formas que contraen una relación sincrética (cf. Plank, 1991; Baerman y otros, 2005; Ponomi y Stark, 2011). La observación de estas últimas permite, por tanto, un acercamiento al modo en que quedan estructurados e interrelacionados los elementos de naturaleza formal y funcional implicados en los sistemas morfológicos, así como sus implicaciones para su configuración (Baerman, 2006; 2007b). En este apartado nos proponemos estudiar aspectos de la morfología relacionados con los procesos sincréticos que se producen en el sistema verbal español. Para ello, consideramos las formas verbales en cada una de sus dimensiones fundamentales: morfofonológica, morfosintáctica y propiamente morfológica (Stump, 2011). El primero de los interrogantes que nos guían concierne la naturaleza del sincretismo. En contraposición con la homonimia, proceso en el que están implicadas piezas léxicas aparentemente idénticas, con independencia de su clase léxica y su estructura interna, la relación sincrética se produce entre formas que son parte del paradigma flexivo de un lexema determinado. Su estudio requiere, por consiguiente, que sean determinados tanto el alcance de la identidad formal observada en el paradigma como la sistematicidad con que se produce y las condiciones necesarias para ello. En la medida en que este tipo de indagación no se puede disociar de elementos de naturaleza muy diversa ―a menudo asociados a nociones tales como las de raíz, tema, desinencia, patrón acentual, etc.― que influyen en la configuración de las formas verbales, no parece consistente con la idea de un léxico ‘abierto’, es decir, exento de paradigmas, del tipo propugnado en el marco de la Morfología Distribuida por ejemplo (cf. Bobaljik, 2002). En el próximo epígrafe consideramos brevemente las condiciones que desde un punto de vista morfofonológico son necesarias para que haya sincretismo. 2.1.1. Morfo(fono)logía de los procesos sincréticos La observación según la cual las relaciones sincréticas ocurren de manera exclusiva entre formas flexionadas de un mismo lexema subraya la relevancia de las propiedades y los constituyentes morfológicos de las piezas léxicas para el estudio del sincretismo, con independencia de si resultan o no codificados (y del tipo de codificación que reciben) en las formas consideradas: determinan efectivamente la posibilidad de que una relación sincrética se produzca o que una relación dada sea sincrética o no. Una primera propiedad de este tipo tiene que ver con la conjugación. A modo de ejemplo, no cabe asociar una forma como siento a una relación sincrética, al pertenecer las formas que en ella confluyen a lexemas que son miembros de conjugaciones
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diferentes (cf. sentar y sentir). Tanto en este caso como en otros en los que verbos cuasi-homónimos difieren en sus desinencias (cf. siente/sienta) o en sus raíces (cf. aso/asgo, salo/salgo), divergencias relativas a la conjugación constriñen las relaciones sincréticas (cf. asar/asir, salar/salir). Mientras que la conjugación se puede considerar como un rasgo puramente formal, otros rasgos verbales tales como el tiempo, el modo, el número y la persona se prestan a una caracterización morfosintáctica. Diferencias formales asociadas a estos últimos también constriñen las relaciones sincréticas, al estar estrechamente ligadas a la variación que se produce en raíces, desinencias y acentuación. A modo de ejemplo, mientras que los tiempos del modo subjuntivo se caracterizan por la uniformidad de sus raíces, los del indicativo pueden presentar esta característica (imperfecto, futuro, condicional) o no (presente, indefinido). Así, en contraste con la variación inherente en series como tengo, tienes, tenemos del presente de indicativo, la relativa homogeneidad de las formas del presente de subjuntivo favorece las relaciones sincréticas. Diferencias de este tipo, estrechamente ligadas a la relación de implicación que existe entre (formas de) subparadigmas que se pueden considerar como ‘básicos’ (cf. presente de indicativo e indefinido) y otros susceptibles de ser caracterizados como ‘derivados’ (cf. tiempos del subjuntivo, futuro, condicional), quedan ilustradas en series del tipo de pongo, salgo → pondré, saldría, ponga; pusieron → pusiera, etc. Asimismo, incluso en el marco de un mismo subparadigma, la configuración o extensión de la raíz tiene la capacidad de constreñir el alcance de las relaciones sincréticas, como ponen de manifiesto pares tales como dije/dijiste. Las diferencias relativas a la desinencia tienen efectos similares, como muestran series del tipo de canta/cante, come/coma, etc. Frente a la estabilidad característica de las desinencias, cada raíz presenta un mayor o menor alcance dentro de su paradigma, no siempre en correlación con su carácter marcado o no marcado (cf. Ambadiang y otros, 2008). La última propiedad que consideraremos tiene que ver con el patrón acentual de las formas verbales. Debido a su carácter prosódico y paradigmático, el acento se puede caracterizar como un rasgo independiente de las otras características morfológicas de las formas verbales del español. La variación manifiesta en la acentuación de las formas que conforman el paradigma de un verbo dado tiende a reducirse a dos patrones o, mejor, a un patrón básico, siendo el otro típico de las formas no verbales. Así, las formas del imperfecto, el indefinido, el futuro y el condicional están acentuadas en la misma sílaba, sea ésta desinencial o no, mientras que las del presente y el pretérito irregular no presentan una acentuación paradigmática, sino que se acentúan teniendo en cuenta sus desinencias respectivas, inacentuadas
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por definición. Muchas de las diferencias observadas entre las formas del presente (canto, cante, etc.) y las del pretérito regular (canté, cantó, etc.) dan cuenta de la capacidad de la acentuación para constreñir las relaciones sincréticas. En resumen, las relaciones sincréticas no se producen sin más entre piezas léxicas aparentemente idénticas, sino en función de coincidencias o sincretismos parciales que ocurren en su raíz, desinencia y patrón acentual, debido a que son formas de un mismo lexema. En este sentido, las dos pautas de sincretismo básicas en el sistema verbal español, ilustradas en series del tipo de cante, cantaba o cantaría [1SG/3SG] y cantamos [IND/INDF], respectivamente, subsumen una relación que difiere de la que se observa en pares del tipo de cante/come, digo/dijo, dije/dijiste, cante/hablé, etc., cuyos miembros difieren en sus raíces, sus desinencias y/o su acentuación. 2.1.2. Los rasgos morfosintácticos y su interacción Mientras que 2.1 se centra en las condiciones necesarias para que se produzcan relaciones sincréticas desde un punto de vista formal, en este epígrafe nos ocupamos de los rasgos morfosintácticos implicados en los procesos sincréticos. Todos los rasgos morfosintácticos necesarios para la descripción de las formas verbales son susceptibles en principio de intervenir en los procesos sincréticos, si bien no proceden todos del mismo modo ni con los mismos efectos. En el caso del español, están implicados rasgos como el tiempo, el modo, la persona y el número o, en términos más precisos, interesan ciertas combinaciones de esos rasgos, cuya interrelación constriñe las relaciones sincréticas. Así, por ejemplo, procesos sincréticos del tipo subsumido en (1a, b) resultan imposibles en el modo indicativo, es decir en caso de sustituir [M: SUBJ] por [M: IND]. (1) Relaciones sincréticas en el sistema verbal español (marcadas en negrita) a. [PERS: 1/3; NUM: SG; TP: PRS; M: SUBJ] (cf. (yo/él(la)) cante/coma/viva/) b. [PERS: 1/3; NUM: SG; TP: IMPF; M: SUBJ] (cf. (yo/él(la)) cantase/comiese/viviese) c. [PERS: 1/3; NUM: SG; TP: IMPF; M: IND] (cf. (yo/él(la)) cantaba/comía/vivía) d. [PERS: 1/3; NUM: SG; TP: COND; M: IND] (cf. (yo/él(la)) cantaría/comería/viviría)
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e. [PERS: 1; NUM: PL; TP: PR/INDF; M: IND, CONJ: 1/3] (cf. (hoy/ayer) cantamos/vivimos)
(1) recoge los dos tipos de procesos sincréticos más comunes en español, que se producen entre 1SG y 3SG en aquellos (sub)paradigmas en los que hay uniformidad de raíz, así como entre 1PL del presente y el indefinido de indicativo en los verbos de primera y tercera conjugación. En lo que se refiere a los rasgos implicados en los casos de sincretismo, una manera de dilucidar su papel consiste en observar cómo están estructurados los (sub)paradigmas, el modo en que interactúan los rasgos morfosemánticos asociados a sus formas y los efectos de esta interacción sobre su configuración interna. En este sentido, cabe formular acerca del sistema verbal español generalizaciones como las subsumidas en (2); (cf. Ambadiang 1993). Tpo. [+PRS]
Tpo. [-PRS]
Modo [+IND]
Modo [-IND]
N.º [+PL]
N.º [-PL]
Pers. [+3]
Pers. [-3]
Marcado
-
+
-?
+
+
-
-
+
No marcado
+
-
+?
-
-
+
+
-
Exponente
-
+
+?
+
+
-
-
+
(2) Rasgos morfosemánticos implicados en las formas verbales del español
Como pone de manifiesto (2), si bien parece existir cierta correlación entre los rasgos no marcados y la ausencia de exponentes específicos, dista de resultar clara en el caso del modo, debido a que su condición puede variar según el tiempo. En contraste con las descripciones que postulan para las formas del presente una relación asimétrica entre un modo marcado (el subjuntivo) y otro no marcado (el indicativo), la oposición de modo puede caracterizarse en términos de polaridad, lo que tiene el efecto de equiparar los rasgos [INDICATIVO] y [SUBJUNTIVO], es decir tratarlos de la misma manera que en los demás tiempos. Por contra, no quedan claras las implicaciones de la inclusión en el análisis de rasgos comúnmente considerados como no marcados –tales como [PRESENTE], [SINGULAR] o [3SG]–, si bien la observación de las desinencias tradicionalmente consideradas como sincréticas puede aportar algo de luz al respecto. A modo de ejemplo, de acuerdo con (2), la marca -o en canto, como y vivo no puede ser el exponente exclusivo de rasgos no marcados tales como los de presente y singular, ni estar ligada a ninguna conjugación de manera exclusiva, dado su alcance transparadigmático. Por consiguiente, cabe esperar que esté asociada al modo y la persona o bien solo a alguno de estos dos rasgos, suponiendo que el
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otro funciona como contexto o factor determinante. En este sentido, el cotejo de formas del tipo de canto o cantaré a la luz de (2), pone de manifiesto que si bien varias combinaciones de los rasgos implicados en esa configuración son posibles, como se puede ver en (3), algunas de ellas son más plausibles que otras. (3) Combinaciones de los rasgos asociados a canto y cantaré a. [TIEMPO-MODO-PERSONA] ([PR-IND-1SG]/[FUT-IND-1SG]) b. [TIEMPO-MODO] ([PR-IND]/[FUT-IND]) c. [TIEMPO-PERSONA] ([PR-1SG]/[FUT-1SG]) d. [MODO-PERSONA] ([IND-1SG])
(3b) es una combinación recurrente en los análisis del verbo español, a diferencia de (3c) o (3d) cuyos rasgos resultan a primera vista ‘incompatibles’ en el sentido de que no contraen entre ellos una relación como la que está implícita en series del tipo de [TIEMPO-MODO] y [NÚMEROPERSONA], por ejemplo (cf. Bybee 1985). Si recogemos los rasgos implicados en (3a) en estos dos subconjuntos, las precisiones que se puedan aportar a esta última observación se basarán en otras formas, como las de primera y tercera persona del indefinido, así como en el estudio de aquellas formas que están implicadas en relaciones sincréticas intraparadigmáticas. En efecto, el cotejo de formas 1SG y 3SG del indefinido tales como comí, viví, comió y vivió con otras del tipo de canté y cantó pone de manifiesto que 1SG y 3SG están asociadas en las últimas a una desinencia específica cada una, mientras que sólo las dos últimas parecen estarlo en la serie anterior. De acuerdo con esta descripción, comí y viví parecen tener el mismo estatus en sus subparadigmas respectivos que canta en el suyo. Mientras que las generalizaciones basadas en la configuración interna de los (sub)paradigmas verbales pueden inducir a considerar de manera separada los rasgos estudiados (cf. (3d), por ejemplo), desde un punto de vista transparadigmático, no parece aconsejable asociar las desinencias de formas tales como canto y cantaré a uno solo de los dos subconjuntos de los rasgos que conforman su estructura morfosintáctica. En otras palabras, consideraciones transparadigmáticas inducen a privilegiar (3a), es decir la combinación de rasgos relativos al tiempo, modo y persona y, en último término, a caracterizar -o como un morfema sincrético (con el tiempo no marcado en el caso del presente).
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2.1.3. Relaciones sincréticas y complejidad paradigmática La complejidad de los sistemas morfológicos está en correlación con diversos aspectos de los procesos sincréticos, particularmente (i) su abundancia en el sistema considerado, (ii) la naturaleza parcial o total de los sincretismos, es decir el hecho de que coincidan parcial o totalmente las formas implicadas en cada proceso y (iii) el número de las formas implicadas en cada caso. Tales factores no se pueden desligar del alcance que tienen raíces, desinencias y patrones acentuales en un paradigma dado, es decir de la capacidad de estos elementos para (des)favorecer las manifestaciones formales típicamente asociadas a las diferencias que se producen en un determinado sistema morfológico. Así, mientras que las formas implicadas en una relación sincrética con efectos de identidad formal completa no suelen corresponder a más de dos personas en el sistema verbal español, esta cifra corresponde al mínimo posible en sistemas verbales como el francés o el inglés. Más aún, los procesos sincréticos tienden a tener un alcance variable dentro de un paradigma. En el caso del sistema verbal español, la complejidad resulta constreñida en el futuro y el condicional, así como en el pretérito irregular y el imperfecto de subjuntivo, cuyas desinencias son comunes para todas las conjugaciones, y en menor medida en el indefinido y el presente de subjuntivo cuyas desinencias son comunes para la segunda y tercera conjugación. Por contra, la conjugación y la alomorfia en combinación con la acentuación restringen el alcance de los procesos sincréticos en todas sus dimensiones, favoreciendo de este modo la complejidad de los sistemas morfológicos (Stump y Finkel, 2009; Ackerman y otros, 2009). La comparación de los tres sistemas verbales a que aludíamos antes ayuda a observar mejor los efectos de la alomorfia en español. En efecto, mientras que los verbos irregulares franceses presentan entre tres y ocho variantes en su raíz, en el caso del español las variantes son de dos a tres generalmente (cf. Ambadiang y otros, 2008). Al lado de procesos alomórficos que se pueden considerar típicos de algunos tiempos, estén asociados a contextos morfofonológicos -como en el caso de la variación de la vocal de la raíz (cf. miento, tiemblo) o de la inserción de /g/ en (algunas) formas del presente (digo, pongo)-, o no, como ocurre con las raíces típicas de los indefinidos irregulares, otras variantes tienen una distribución más amplia. Es el caso, por ejemplo, con raíces del tipo de di-, ha-, pon-, sal-, etc. en formas del presente, futuro y condicional (cf. diga, haga, pongo, salga, diré, haría, pondré, saldría), a pesar de que esta distribución no siempre está ligada a series tan amplias como pongo ponga, pondré, etc. invocadas arriba, como pone de manifiesto formas del tipo de pudiendo, pidiendo, muramos, sintamos, etc. La relación
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de implicación en el sentido de Ackerman y otros (2009) y Stump y Finkel (2009) procederá por tanto de acuerdo con la mayor capacidad de predicción asociada a las raíces verbales del español, comparativamente pocas y con muchas correlaciones entre ellas. 3. IMPLICACIONES De los tipos de implicaciones que se siguen de nuestras observaciones, dos tienen que ver con la caracterización del sincretismo y con el análisis formal de los procesos sincréticos, si bien nos centraremos esencialmente en las primeras aquí. En los apartados anteriores hemos considerado las propiedades que subyacen a las relaciones sincréticas, si bien de manera separada. Hemos dado cuenta de estas últimas desde un punto de vista morfofonológico, morfosintáctico y propiamente morfológico. La identidad formal subsume, en el marco del español, coincidencias relativas a la raíz, la(s) desinencia(s) y el patrón acentual. No deja de ser, con todo, una condición necesaria pero no suficiente para que se produzca una relación sincrética, puesto que intervienen también de manera determinante ciertas combinaciones de rasgos morfosintácticos que, además, influyen en la organización del sistema morfológico. En este apartado, consideramos los procesos sincréticos desde el punto de vista de la interrelación de las dimensiones morfofonológica y morfosintáctica de las piezas léxicas, entendiendo con Baerman (2007b) la importancia del sincretismo para el estudio de las relaciones que se producen entre la forma y la función dentro del ámbito de la flexión. Se trata, por tanto, de sopesar el interés que nociones tales como las de marcado, (infra)especificación y neutralización pueden entrañar para el estudio del sistema verbal español. 3.1. Efectos de marcado Las relaciones de marcado se conciben generalmente teniendo como referencia un fragmento de la morfología de una lengua en el que es posible distinguir, sobre la base de un rasgo morfosintáctico dado, dos subconjuntos de formas que llevan, respectivamente, el valor no marcado (default) y marcado de ese rasgo (Blevins, 1995; Baerman, 2007a, b ;y Baerman y otros, 2005, entre otros). A modo de ejemplo, en su análisis de un fragmento del sistema verbal del español Baerman (2007b) caracteriza el rasgo de 3SG como no marcado y concluye subrayando que, de acuerdo con este análisis, “[..] the description of a six-member verbal paradigm, such as that of the Spanish present need contain overt reference only for 1st person, 2nd person and plural, while the values ‘singular’ and ‘3rd person’ are provided by de-
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fault. [..] This mode of representation has underspecification already into it. Syncretism naturally follows if we underspecify for further values”. En esta misma línea, caracteriza 3SG y 1SG del imperfecto de indicativo como formas no marcadas que reciben los valores relativos a los rasgos [PERSONA] y [NÚMERO] por defecto. El interés que entrañan casos como este último para el estudio de las relaciones que se producen entre los aspectos formales y funcionales del sincretismo queda más recalcado todavía en el análisis de Baerman, debido al entronque que sugiere entre el marcado y los procesos sincréticos. Nótese, con todo, que el hecho de no especificar esas relaciones permite, en el marco de la propuesta de Baerman, motivar el valor ‘no marcado’ sobre la base de consideraciones morfosintácticas, como ocurre con 3SG en el presente de indicativo, o bien teniendo en cuenta la relación sincrética que contrae una forma no marcada en el sentido anterior con otra morfofonológicamente idéntica a ella, como es el caso de 3SG y 1SG en el imperfecto de indicativo. Al igual que en el estudio del sincretismo antes, el riesgo de una carácterrización circular disminuye si separamos los aspectos formales y funcionales del marcado, teniendo en cuenta, además, que sus relaciones resultan muy variadas. Desde un punto de vista formal, la noción de marcado subsume propiedades tan diversas como las que incluimos en (4). (4) Propiedades asociadas al marcado (i) identidad con el infinitivo o el tema verbal (cf. sing, canta, come) (ii) distribución mayoritaria dentro del (sub)paradigma (cf. sing, canta, come) (iii) presencia de marca (cf. sings, cantas, comemos) (iv) inclusión de otra(s) forma(s) del (sub)paradigma (cf. sings, cantáis, comen)
La caracterización de (3) opone las formas no marcadas (3i-ii) a las marcadas (3iii-iv). Con todo, lo que nos interesa aquí de estas propiedades tiene que ver con el hecho de que, más allá de las peculiaridades asociadas a cada una de ellas, en su conjunto tienen el efecto de dar un perfil típico a las estructuras morfológicas de todo tipo en que están implicadas, así como de constreñir los procesos sincréticos que se producen en ellas. En este sentido, existe una correlación interesante entre las propiedades de (3) y el alcance que tienen dentro del paradigma tanto las formas que las presentan como los elementos o rasgos que conforman estas últimas: las formas o los elementos marcados tienen una distribución restringida dentro del paradigma, como ponen de manifiesto las observaciones aducidas en 2.2.3. (cf. Stump y Finkel, 2009; Ackerman y otros, 2009).
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Una consecuencia interesante de la separación que hemos sugerido antes es que permite restringir la generalización de Baerman a los aspectos funcionales del marcado, es decir asociar los valores de marcado a que alude a rasgos morfosintácticos exclusivamente. Las propuestas más recientes en el ámbito de la morfosintaxis comparten dos características esenciales. Se considera por un lado los rasgos (valores) no marcados como desprovistos de especificación y, por otro, las formas así caracterizadas como las más susceptibles de estar implicadas en procesos sincréticos, debido a la tendencia a asociar infraespecificación y sincretismo. Sin embargo, asimetrías como la que se produce en las formas de presente en inglés y en los datos estudiados en Baerman (2007a) ―al estar formalmente marcada la forma asociada a los rasgos no marcados― inducen a cuestionar el tipo de correlación que las propuestas a que aludíamos antes establecen entre función y forma (cf. Arsenault 2007). 3.2. Marcado, especificación y exponencia De acuerdo con las observaciones aducidas en el apartado anterior, la relación que existe entre la noción de marcado y la de especificación entraña mayor complejidad de la supuesta en análisis como aquellos a los que aludíamos antes. Hemos intentado mostrar que los dos tipos de información a que se aplica el concepto de marcado, a saber, informaciones formales y funcionales, son independientes el uno del otro. La infraespecificación, por su parte, tiene el efecto de constreñir la distribución de algunos rasgos morfosintácticos en relación con la de otros (el resto), si bien esta distinción no se transparenta en las formas asociadas a estos, al no existir un paralelismo entre la distribución de los rasgos morfosintácticos y la de las formas en las que quedan expuestos. Los rasgos morfosintácticos tienen el doble efecto de caracterizar las piezas morfológicas desde un punto de vista funcional y discriminar los contextos en que aparecen estas dentro de su paradigma, pero no pueden determinar su forma, debido a que esta última resulta del efecto conjunto de consideraciones de carácter propiamente morfológico (ligadas a la conjugación), morfosintáctico (asociadas a los rasgos morfosintácticos), morfofonológico (como las alternancias de vocal) y acentual. Stump (2011) sugiere en este sentido que los sistemas morfológicos flexivos se basan en dos tipos de representación paradigmática, morfosintáctico (content paradigm) y morfo(fono)lógico (form paradigm), con este último mediando entre las informaciones morfosintácticas y las reglas de reajuste. Si bien la diversidad que se observa en la configuración de las piezas morfológicas que exponen los rasgos morfosintácticos no impide la existen-
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cia de relaciones sincréticas, obliga a una observación más fina de las mismas. Así, por ejemplo, las numerosas descripciones que oponen en términos de marcado y de especificación formas inglesas del tipo de hits [3SG PR] y hit (resto) pierden de vista que en el pasado esta última forma subsume también [3SG], es decir que este rasgo está doblemente presente en la descripción. Para dar cuenta de ello, es necesario que se indique el rasgo de tiempo pasado, lo que parece requerir la disgregación del conjunto de formas de diferentes tiempos que confluyen en hit debido a su semejanza formal. En el mismo sentido, los procesos sincréticos típicos del español difieren en su alcance y desde el punto de vista de los rasgos implicados en ellos. El sincretismo 3SG/1SG se produce en todos aquellos casos en que la forma correspondiente a 3SG y 1SG está presente en todos los miembros del paradigma y, por consiguiente, el paradigma tiene una forma básica característica. Por contra, el sincretismo ejemplificado en cantamos y vivimos es local y se presta mejor a una caracterización en términos de neutralización entre dos formas que difieren en que una es marcada desde el punto de vista del tiempo pero no así la otra. Diferencias de este tipo no suelen expresarse sin embargo en las propuestas de análisis formal, que se enmarcan en dos grandes enfoques (cf. Xu, 2007; 2011, entre otros). Enfoques del primer tipo, esencialmente morfológicos, se basan en la noción de regla de remisión (referral rule). Reglas de este tipo estipulan que en un contexto determinado, un rasgo, generalmente marcado, recurre o remite para su expresión a una forma típicamente asociada a otro rasgo, generalmente no marcado. Los enfoques sintácticos, por su parte, establecen un paralelismo estricto entre los aspectos formales y funcionales de la morfosintaxis, además de asociar los procesos sincréticos con determinados rasgos, generalmente no marcados. Para ello recurren a exponentes infraespecificados y procesos de empobrecimiento, además de reglas de reajuste. El empobrecimiento tiene el efecto de borrar un rasgo, generalmente marcado, en un contexto determinado antes de rellenar la laguna resultante con la forma típicamente asociada al rasgo no (o menos) marcado dentro de su paradigma. En nuestro caso, 1SG sería borrado en el imperfecto dejando una casilla vacía que se rellena con la forma que corresponde a 3SG. En el marco de este tipo de análisis, el sincretismo depende de morfemas específicos, en contra de observaciones como las aducidas aquí que muestran la autonomía de los aspectos formales de estos procesos. Además, las reglas de empobrecimiento se asemejan a las reglas de reescritura (rewrite rules) y comparten su excesivo poder generativo (cf. Don y Blom, 2006; Xu, 2007, 2011).
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Modelos como los anteriores tienden a tratar de manera uniforme los sistemas morfológicos, a pesar de las diferencias manifiestas entre ellos. En ello difieren de modelos más recientes, basados generalmente en la Teoría de la Optimidad, que pretenden integrar aquello que comparten estos sistemas con lo que es específico a cada uno de ellos (Xu, 2007; 2011). Como hemos intentado mostrar aquí, los procesos sincréticos varían en su naturaleza de acuerdo con la configuración interna del sistema considerado en cada caso a la vez que la determinan. 4. CONCLUSIONES El objeto de estas páginas ha sido una caracterización de los procesos sincréticos a la luz de datos típicos del español. Puesto que las relaciones sincréticas presentan una enorme complejidad debido a la interacción de los numerosos factores implicados en los procesos sincréticos, una descripción adecuada de estos últimos supone el estudio separado de las propiedades morfosintácticas, morfo(fono)lógicas y acentuales subsumidas en estos factores. En el mismo sentido, hemos sugerido, para evitar la circularidad de los análisis de corte sintáctico, la conveniencia del estudio separado de los aspectos funcionales y formales del sincretismo. En la medida en que, a imagen de la propia morfología flexiva que se caracteriza por una considerable variación intra e interlingüística, los procesos sincréticos proceden de manera diferente según el sistema considerado en cada caso, esta variación debe tenerse en cuenta en cualquier análisis formal que se proponga de ellos. Referencias bibliográficas ACKERMAN, F., J. P. BLEVINS y R. MALOUF (2009): «Parts and wholes: implicative patterns in morphology», en J. Blevins y J. P. Blevins (eds.), Analogy in grammar. Form and acquisition, Oxford University Press, Oxford, 54-82. AALBERSE, S. P. (2007): «The typology of syncretism and the status of feature structure. Verbal paradigms across 355 Dutch dialects», Morphology, 17, 109-149. AMBADIANG, Th. (1993): La morfología flexiva, Taurus, Madrid. AMBADIANG, Th., B. CAMUS y I. GARCÍA PAREJO (2008): «Representación, proceso y uso en la morfología del verbo español», Verba, 35, 7-34. ARONOFF, M. (1994): Morphology by itself: stems and inflectional classes, MIT Press, Cambridge, MA.
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NEBRIJA EN COVARRUBIAS
MANUEL ARIZA Universidad de Sevilla
Hace ya tiempo, la profesora Gloria Guerrero (1990) estudió la presencia de Nebrija en Covarrubias; según su recuento, en 241 palabras se cita al latinista andaluz1; en realidad son más, pues hay 20 voces más en las que Covarrubias lo cita y no recoge mi colega malagueña: alfaxor, batiente, carpa, Elna, galleta, girofe, maquí, cataraña, mataca, moharrache, nébeda, nueza, sanguinaria, serapino, tamariz, tinaja, tortella, trefe, trocha y xerga. Me propongo continuar el estudio de Guerrero, añadiendo matices y aspectos a lo dicho por ella. 1. LA LETRA N La profesora Guerrero comparó someramente las entradas de algunas palabras, en concreto las que van desde almea a almivar; por mi parte, voy a estudiar, en primer lugar, el contenido de la letra N en ambos lexicógrafos2. En Covarrubias hay muchos más nombres propios que en Nebrija3. No es que este los excluya, pues cita siete: Niça ciudad de Proença, Niçea ciudad de Ponto, Nimis ciudad de Proença; Novara ciudad de Lombardía, Nuruega región septenAunque en la p. 138 dice que son 243. De todas formas hay que quitar una, pues en añejo no se cita a Nebrija. 2 Elección debida a las relativamente pocas entradas de esta consonante. 3 Para la toponimia véase González Aranda (2002). 1
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MANUEL ARIZA
trional; más Nápoles y Navarra, que también están en Covarrubias. Frente a ellos, hay doce en Covarrubias4, más cinco antropónimos5. Es de notar que en el topónimo Nebrixa, aparece lo siguiente: Nebrissense, el Antonio. Es curioso comprobar cómo Covarrubias no reproduce la mayoría de los topónimos nebrisenses, no sé por qué. Evidentemente Covarrubias simplifica las múltiples entradas que Nebrija trae en cada palabra6, o las formas flexionadas como nacido, etc. aunque en alguna ocasión prácticamente reproduce la multiplicidad de Nebrija: Sobrino: El hijo del hermano, nepos ex fratre. Sobrino, hijo de hermana, nepos ex sorore. Sobrina, hija de hermano, neptis ex fratre. Sobrina hija de hermana, neptis ex sorore, quasi sororino.7
Puesto que don Sebastián tiene presente la obra del Antonio, sería de esperar que todas las palabras de este estuviesen recogidas en la de aquel; sin embargo no es así. Las voces nebrisenses no incluidas son las siguientes: nadadero, nadadura, nalguear, negador, negación, negociado, negocial, negociador, negror, nerviosidad, nerviar, niñez, nioto, nivelado, nocherniega, nono, número, numeroso y numerar. La ausencia en Covarrubias de algunas de ellas resulta sorprendente, como negación, negociador, niñez, o numerar, palabras testimoniadas mucho antes y vivas en su época. Otras no sorprenden tanto como negador —no muy frecuente en la época8—, negror —frecuente en la Edad media y en el siglo XVI, que parece haber caído en desuso a principios del siglo XVII9—, nerviosidad ―de cronología similar a la anterior—, nocherniego —frecuente en los siglos XIV y XV10—, la siempre culta nono, o numeroso —que parece haberse introducido a mediados del siglo XVII—. El resto de las palabras no mencionadas por Covarrubias parecen ser invenciones de Nebrija para buscar el equivalente español de palabras latinas,
De lo más variado: un río —Nilo—, una plaza —Nagona (Nabona) —, dos ciudades prerromanas —Nertóbriga y Numancia—, ciudades españolas —Nájara, Nebrixa, Niebla, Nola, Noves— y extranjeras —Nápoles, Nazaret—, y regiones —Navarra, Normandía—. 55 Narciso, Nicodemus, Nofre, Nuño y Núñez. 6 Motivadas, como es sabido, por la pluralidad de voces latinas. 7 Lo subrayado es añadido de Covarrubias. Ha eliminado el diminutivo «sobrino pequeño». 8 Sin testimonios antiguos en Autoridades. 9 Aunque recobra su uso en el último cuarto del siglo XIX. 10 Recuperada en el siglo XX, por más que antes la recoja Autoridades. 4
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pues no hay testimonios de su empleo; son: nadadero11, nadadura12, nalguear13, negocial, nerviar14 y el misterioso nioto o caçón, pescado15. Conviene precisar lo que acabo de decir: todas ellas son recogidas por los lexicógrafos posteriores16, pero este hecho no indica ninguna realidad lingüística No son muchas las entradas léxicas en las que hay una referencia a Nebrija: siete17: náçulas, nébeda, neguilla, nenúfar, nuca, nuez de garganta y nueza18. En todas las ocasiones la referencia es Antonio Nebrissense, denominación que —como veremos— varía. Veamos estas voces una por una. Náçula, según Covarrubias es la forma toledana de la que Nebrija denomina náçora de leche; también cambia el significado ‘nata’ en el andaluz, ‘requesón’ en el castellano. Tanto una como otra son hápax19 en cuanto que no hay más documentación histórica, y ambas están recogidas en Autoridades20, que cita únicamente a nuestros autores21. Con anterioridad solo Minsheu (1617) trae las dos formas. Nébeda, planta, ‘hierba gatera’, del latín NĔPĔTA. No hay testimonios en el CORDE, salvo el de Font i Quer (1962). Covarrubias da también como correspondiente latino CALAMINTHAE, seguramente tomado del doctor Laguna o de Juan de Jarava. Neguijón22, cita a Nebrija para la equivalencia latina. Nenúfar, o escudete, en esta ocasión sigue completamente a Nebrija. Nuca, de nuevo es citado Nebrija como autor de la equivalencia latina — cerebellum—, pues las etimologías que ofrece son otras, que no hacen al caso (y que no son correctas, dicho sea de paso). Autoridades dice: «Trahe esta voz Nebrixa en su Vocabulario». Idem. 13 Idem. 14 Dice Autoridades: «Trahen esta voz el P. Alcalá y Nebrixa en sus Vocabularios, y tiene poco uso». Y tan poco. 15 Idem. Escriben Corominas-Pascual (1980-1991: s. v.): «Solo documentado por Nebr. y los diccionarios que le copian (P.Alc, Oudin), o le citan expresamente (Aut.)». 16 Para este aspecto y otros que vamos a tratar se hace imprescindible el fundamental libro de L. Nieto y M. Alvar, Nuevo tesoro lexicográfico del español. Citaré como NTLE. 17 Guerrero (1990: 136) omite nébeda y nueza en el listado que ofrece. 18 Además de la cita al hablar del topónimo Nebrixa, que ya vimos. 19 De nuevo se registran en los lexicógrafos áureos, vid. NTLE. 20 La historia académica de ambas voces es muy interesante, pero no podemos entrar aquí a pormenorizarla. Baste decir que solo en 1992 aparece názula como anticuada. 21 Para los problemas etimológicos, vid. Corominas-Pascual (1980-1991: s. v. nata). 22 S. v. neguilla. 11 12
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Nuez de garganta23, una vez más cita a Nebrija para la equivalencia latina —epiglotis—. Nueza, de nuevo Covarrubias cita al andaluz para la equivalencia latina — vitis alba—. Las mencionadas no son las únicas palabras en las que Covarrubias sigue a Nebrija, sino solo las únicas en que le cita, y, como hemos visto, generalmente se le nombra para dar la equivalencia latina de la voz hispana, como ya dijo G. Guerrero. 2. DIVERSAS FORMAS DE MENCIONAR A NEBRIJA Vamos a estudiar ahora algunas de las palabras en las que aparece nombrado el lexicógrafo andaluz24. 2.1. Las equivalencias latinas Como hemos dicho, en la mayoría de las ocasiones la referencia al andaluz sirve para dar su equivalencia a la correspondiente voz latina Lo más frecuente —124 ejemplos— es que aparezca la equivalencia latina, que, en ocasiones, coincide con la etimología, y el nombre de Nebrija sin más25: Alcacel: Antonio Nebrissense fárrago hordeacea […] Cascabel: Antonio Nebrissense sonatium, nola […] Garrapata: Antonio Nebrissense ricinus, redivus […] Moheda: lugar de árboles, nemus Antonio Nebrissense.
En 59 palabras aparece la frase «A.N. buelve», en donde el verbo significa «da la siguiente equivalencia latina»: Adufre: Antonio de Nebrija vuelve timpanum. Almud: Antonio Nebrixa vuelve modium. Moharrache: […] Antonio Nebrissense vuelve personatus.
En Nebrija «nuez del cuello». Como anécdota, mencionaré que en el 50% de las ocasiones se le nombra como Antonio Nebrisense —a veces con dos SS—, como Antonio Nebrija —con X o con J— en el 30%, como simplemente Antonio —a veces con el artículo EL— en el 14’5%, y como Antonio de Nebrija en el 5’5%. 25 «Sin más» no quiere decir que no aparezcan otras explicaciones, al contrario, lo normal es que Covarrubias explique, dé otras opiniones, cuente historias, etc. 23 24
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En dos ocasiones el verbo está en latín: vertit: almoxarife y culebrilla. Por lo tanto son variantes del grupo anterior. 2.2. Nebrija como etimologista En numerosas ocasiones Covarrubias recurre a nuestro autor para dar la etimología de la palabra, así: Barro (‘barrillo’) […] Antonio Nebrixa por el barro que nace en la cara26 vuelve varrus27, de donde trae su etymología. Tinaja: […] Antonio buelve tinea, de donde parece traer su etymología. Barbecho […] Antonio Nebrixa verbactum. Barbasco: […] Dixose del nombre latino verbascum, Antonio Nebrixa. Basta: […] Antonio Nebrixa quiere que basto y basta se hayan dicho de vastus28. Tamariz: mata, latine tamarix, Antonio, por otro nombre se llama atarfe […].
2.3. Según Nebrija Más interesantes, en principio, son los 25 ejemplos en los que Covarrubias antepone ‘según’ al nombre del andaluz. Veámoslos: Armella: […] latine annulus ferreus, según Antonio Nebrixa. Burbuja: Según Antonio Nebrissense, es la ampolla pequeña, latine bulla […]. Dentón: Según Antonio Nebrija, pez conocido, dentex. Gafeti: Según Antonio Nebrissense cierta yerva que en latín se llama eupatorium. Hoja […]: El pan de oro aurum foliatum, según Antonio de Nebrixa. Jasar: Según Antonio Nebrija, vide sajar. Messana29: […], según Antonio Nebrija velum médium. Morcilla: […] En latín se llama botulus vel votelus, según Antonio Nebrissense. La frase subrayada no está en Nebrija. Realmente en Nebrija aparece varus. 28 En Nebrija hay dos entradas: «Basto cosa non sotil, vastus» y «basto cosa no delgada, crassu». También hay dos en Covarrubias, muy complejas y que no hacen al caso. 29 Nebrija añade ‘vela’. 26 27
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Mordaça: […] latine, según Antonio, linguae incastratura. Nácar30: […]; latine, según Antonio Nebrissense margaritae callum31 […]. Socarrén del texado, Según Antonio subgrunda. Tarrenas: Las chapas para tañer. Latine crotalum, según Antonio. Terciopelo: […] latine sericum gausapinum, según Antonio. Tilla: En la nave, según Antonio forifororum, agea32. Tomar: […]Díxose de tomo […] que se interpreta, según Antonio, sectio. Tornadiço: […] Latine perfuga et tránsfuga, según Antonio Nebrissense. Tortella: yerva conocida. Según Antonio latine curcuba. Trença de la vid: Según Antonio Nebrissense suffrago. Trocatinte: Según Antonio Nebrissense versicolorarius. Trocha o rastro: Según el mesmo Antonio tractus. Turbit: Rayz, turpetum, según Antonio Nebrissense. Turnio33: Según Antonio Nebrissense el que mira atravesados los ojos34, latine strabo. Turón: Según Antonio, ratón de campo, latine nitela.
A estas palabras hay que añadir oropéndola: […] latine secundum Nebrissensem gálbula icterus Se podría suponer que este ‘según’ indica una cierta reserva por parte de Covarrubias sobre algún aspecto del nebrijense, o, al menos, un intento de descargar la responsabilidad, por lo tanto merece la pena que nos detengamos en el estudio de estas palabras. Armella: Es voz ya atestiguada en la Edad Media. No merece más comentario. Nebrija da el equivalente latino Burbuja: dice Nebrija que es la ‘ampolla pequeña’ como recoge Covarrubias. No es la única presencia en el andaluz; aparece también en la voz ampolla: ‘burbuja del agua’. Es posible que Covarrubias no conociese la voz, y de ahí el empleo de la partícula, ya que en el CORDE no hay ejemplos hasta Nebrija añade ‘de perla’. A lo que añade Covarrubias sive concha margaritarum. 32 Covarrubias añade catastroma. 33 Nebrija añade ‘de ojos’. 34 La frase de relativo no está en Nebrija. 30 31
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1870 y aunque está ya en Autoridades, este solo cita precisamente a Nebrija y a Covarrubias. Dentón: También en este caso no parece haber ejemplos hasta época tardía; en el CORDE solo los hay a partir de 1891; pero ya en Autoridades se describe este pez. Gafetti: Es palabra de escasa aparición35. En el DRAE desde 1803. Jasar: Es la forma que predominaba en la Edad Media, pero ya sajar es frecuente en el XV36, debió quedar en desuso a lo largo del siglo XVI, pues merece el reproche de Valdés y no parece conocerlo Covarrubias. Ello no quita para que aparezca en los lexicógrafos de los siglos XVI y XVII37 por su copieteo tradicional, e incluso en Autoridades38 citando a Nebrija. Messana: Este italianismo del siglo XV estaba en uso desde fines de dicho siglo, por lo que parece que la posible reserva puede deberse a la equivalencia latina, pues Covarrubias ofrece otra: latine epidromum, más acertada. Morcilla: Esta voz está atestiguada desde el siglo XV. No merece más comentario. Mordaça: Es un derivado medieval de ‘morder’, sin ningún tipo de problemas. Nácar: En este caso la reserva se debe a que la palabra no solo podía referirse a la perla —callum—, sino también a la concha, como añade Covarrubias. Socarren: No parece ser palabra muy conocida. En el CORDE hay algún ejemplo de socarrena, y Autoridades cita a nuestros autores. Quizá se deba también a la etimología, que, por cierto, es la acertada Tarrenas: No conocía Covarrubias esta palabra, y por ello reproduce la errata que aparece en el Vocabulario de Nebrija. Efectivamente, se trata de la voz tarreñas, que viene bien escrita en la entrada chapas39. No es palabra muy frecuente, en el CORDE solo hay un ejemplo de 179240, y en el DRAE no entra hasta 1899. Terciopelo: Es palabra conocida desde el siglo XV; quizá las reservas de Covarrubias se refieran al adjetivo gausapinum, pues la GAUSAPA era de lana.
En el CORDE solo un ejemplo de 1507. Vid. para todo ello Corominas-Pascual (1980-1991). 37 Vid. NTLE. 38 Ya en la segunda edición se da como anticuado. 39 «Chapas tarreñas para tañer. Crotalum». 40 En el libro Crotalogía o ciencia de las castañuelas, de F. A. Florencio. 35 36
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Tilla: Tiene razón Corominas al considerar que no debía ser palabra común en la época. De todas las maneras, el hecho de que Covarrubias añada una equivalencia latina distinta a las de Nebrija, con diferente significado a las otras, puede hacer pensar en un cierto conocimiento de su parte. Tornadiço: Es voz medieval, sin ningún tipo de comentario especial. Trença de la vid: Según Antonio Nebrissense suffrago. No es verdad, Nebrija no habla de la vid sino de la ‘trena o trenza’ en general y dice «quasi tenia». Trocatinte: No parece ser palabra que conozca Covarrubias, lo que no es extraño porque en el CORDE solo hay ejemplos del siglo XV41. La historia académica es compleja42. Trocha: No se explica muy bien la reserva de Covarrubias, a no ser por la etimología43, pues es palabra en uso en la época Turbit: Este arabismo relativamente tardío (siglo XIV) y poco usado al parecer, es posible que no lo conociera Covarrubias, aunque la reserva puede referirse a la etimología latina. Turnio: Pese a que en el DRAE figura esta palabra desde Autoridades a hoy, sin ningún tipo de nota, en el CORDE solo hay tres ejemplos desde 1549 a 1601, por lo que parece voz poco usual. Turón: A pesar de que Nebrija dice que es un ‘ratón de campo’, la equivalencia latina —nitela— indica claramente que Nebrija sabía que no era un ratón, sino un mustélido. Así pues, la preposición puede indicar en alguna ocasión un desconocimiento de la voz por parte del conquense, lo que sería el caso de burbuja, gafetti, tarrenas, trocatinte y turbit, o por no estar plenamente de acuerdo bien con el equivalente latino o con algún aspecto de lo afirmado por Nebrija, que sería el caso de nácar, terciopelo, tilla o turón, o la forma había cambiado, como sucede con jasar. No he citado hasta ahora lo que dice en la voz corral: «[…] Otros dizen traer su etimología de choragium, que, según interpreta Antonio Nebriessense, es un edificio grande detrás del tablado, donde antiguamente representavan los juegos y donde se recogían y de allí sacavan todo lo necesario a la representación». Y cita a Vitruvio. Ciertamente la voz latina significa ‘atrezzo’ o ‘lugar donde se guarda’, por lo que Covarrubias está pensando en espacio escénico, acepción que, por cierto, no recoge. Todos de las Ordenanzas de Ávila. Aparece la voz desde 1739 pero con otro significado, solo en 1803 se distingue entre trocatinta y nuestro trocatinte. 43 Que es compleja. Vid. Corominas-Pascual (1980-1991). 41 42
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2.4. Nebrija dixit En 17 ocasiones Covarrubias explicita «Nebrija dize». Abucasta: Dize Antonio Nebrisense que es especie de ánade […]. Afrecho: Dize Antonio Nebrissense que son los salvados […]. Albatoza: Dize Antonio de Nebrixa ser cierto género de navío […]. Anduares: Dize Antonio Nebrixa que son las aldeas de los alábares. Vide aduar. Añojo: Dize Antonio Nebrixa ser el bezerro de un año, vitulus. Avarraz: Dize Antonio Nebrixa ser cierta yerva, straphisagria. Azcona: […] Antonio Nebrixa dize así: Azcona, tiro conocido acontias44. Breña: Antonio Nebrixa dize ser mata […].
Efectivamente, Nebrija escribió «breña o mata» Carpa: Dize Antonio Nebrissense ser árbol y madera peregrina.
Se equivoca en esta ocasión Covarrubias porque lo que trae el andaluz es carpe45. Çurana: […] Antonio Nebrija, en su Vocabulario, dize así: çurana, paloma. Emelga: Dize Antonio de Nebrija que es la tierra entre dos sulcos; latine candetum; no alcanço quál sea su etimología. Gárgola: […] Antonio Nebrissense dize que gárgola es la simiente del lino. Sima: […] Antonio de Nebrixa dize ser cárcel de mazmorra. Latine ergastulum. Sobina46: Dize Antonio ser clavo de madera […], debe ser lo mesmo que tarugo grande. Tarántula: […] Antonio Nebrisense dize así: Tarántola, animal invidioso, stelio, ascabalotes.
Lo que Nebrija dice es «animal ponçoñoso». Trefe: […] Antonio Nebrisense dize así: Trefe de livianus pulmunarius. A la que Covarrubias añade otras equivalencias latinas. Covarrubias a continuación habla del pez, que lógicamente no viene en Nebrija pues su atestiguación es posterior. 46 En Nebrija con V. 44 45
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Trujamán: […] Antonio Nebrissense, en su Diccionario, dize ser arábigo.
Una vez más vamos a examinar cada una de las palabras. Abucasta: ‘avutarda’ En el CORDE hay ejemplos de los siglos XIV y XV. Autoridades cita a nuestros autores. No debía conocer la palabra Covarrubias. Afrecho: Dice Covarrubias que «debe ser nombre portugués o andaluz». Efectivamente, esta vieja voz47, general del español medieval, era desde mediados del siglo XVI un regionalismo extendido por Andalucía, América, Extremadura y Salamanca48. No entiendo por qué el DRAE suprime la notación geográfica en 1884. Albatoza: este arabismo atestiguado en el siglo XV49 debió tener una vida efímera, pues no hay testimonios en el Siglo de Oro salvo en los lexicógrafos. Nebrija solo lo recoge en la edición de 151450. Anduar: No sé de dónde saca Covarrubias que es voz que registra Nebrija. Como el anterior es arabismo del siglo XV. La forma con N, rara, está en Percival, de donde debió tomarla nuestro autor51. Añojo: Es posible que el uso de esta palabra estuviese muy limitado en el Siglo de Oro, lo que explica el desconocimiento de nuestro autor52. Avarraz: No la encuentro en Nebrija en ninguna de sus otras posibles formas —abarraz, albarraz, aberraz, alberraz hasta la edición de 151853—. La forma albarraz es la más frecuente desde el XIII hasta el XVII, y la que prefiere el DRAE54. Lo más raro es que en Autoridades, s. v. albarraz, se lee: «Nebrixa pone menos corrompida esta voz diciendo abarraz». ¿Lo tomarían de Covarrubias? Azcona: En esta voz prerromana, la reflexión parece referirse a la etimología. Breña: En este caso Covarrubias lo único que hace es añadir el otro significado que en su época, y antes y después, podía tener esta palabra.
Documentada desde el siglo XIII. Los datos del CORDE son determinantes. 49 Vid. DHLE, s. v. 50 Aparece como en desuso en Autoridades, pero se quita la notación ya en 1803. ¿Vive? 51 Vid. NTLE. 52 En el CORDE hay ejemplos del XV y ya del XIX, pero está en Autoridades con un testimonio de 1680. 53 Vid. NTLE. 54 En la edición de 1770, s. v. abarraz, se dice: «albarraz, que es como hoy se dice». 47 48
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Carpa: Ya dijimos que Covarrubias muestra no conocer esta planta porque cambia la terminación, lo que no es de extrañar, pues es rara, como dice Nebrija. Çurana: No parece haber ninguna contradicción entre ambos autores en el significado de la voz: Creo que la discrepancia está en la diferencia entre zorita y zurana, en ambas Covarrubias cita a Nebrija, pero para aquel çurana es la paloma domesticada, no así para Nebrija, que lo es çorita (Columba cicur). Emelga: No viene esta voz en el Vocabulario, ni tampoco en ninguna de sus posibles variantes —amelga, mielga, etc.—. Es de escaso uso escrito, lo que no es de extrañar por ser palabra muy específica de la agricultura. Su historia académica no hace al caso. Gárgola: No es extraño que Covarrubias no conozca esta voz. No hay testimonios en ningún banco de datos; la recoge Autoridades, que cita a Nebrija y por aquello de repetir siempre lo mismo, se da como sinónimo de ‘linaza’ hasta 1914, que es dada como sinónimo de ‘baga’. Podríamos dudar de su real existencia si no llega a ser porque perdura en Álava55. Sima: En este caso, lo que Covarrubias parece dudar es del significado de ‘prisión, cárcel’ que Nebrija da a la voz. Por supuesto, el significado nebrijense es seguido por otros muchos lexicógrafos56. Sobina: No conoce esta voz Covarrubias, lo que parece lógico porque no hay ningún testimonio en español en ninguna época. Por el contrario, desde que lo recogió Autoridades citando a nuestros autores se ha perpetuado hasta nuestros días en las distintas ediciones del DRAE, lo que hace que ninguna monografía dialectal lo recoja. Existe en portugués57, por lo que podría tratarse de un lusismo andaluz de la época. Trefe: Como decíamos Nebrija explicita que es un animal, lo que debe ser un error por su parte, pues la equivalencia latina que da es pulmonarius, es decir: tísico, que es lo que significaba, y, de ahí, endeble. Trujamán: En esta ocasión, el verbo dize es simplemente para indicar la etimología árabe, que parece aceptar. Como hemos podido comprobar, en la mayoría de las ocasiones la expresión «Nebrija dice» significa que Covarrubias no conoce la voz. Por motivos etimológicos parece emplearse en azcona y trujumán, y por diferencias en el significado en çurana, sima y trefe. Con el significado de ‘vaina de legumbre’. En el DRAE desde 1925. Vid. NTLE. 57 Vid. Corominas-Pascual (1980-1991). 55 56
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2.5. Otras referencias Muy poco frecuentes son las otras referencias que pone Covarrubias cuando cita a Nebrija. A) Llamar En ocho ocasiones usa el verbo llamar: Azulejos: […] Antonio Nebrisense los llama tessela pavimenticia […]. Coroça: […] Antonio de Nebrixa la llama mitra scelerata, vocablo nuevo […] . Escaña: Cierto género de trigo. Antonio Nebrisense la llama escandia […].
Tanto escandia como escanda están documentadas desde el siglo XIV, no así la forma con nasal palatal, menos frecuente y de aparición un poco más tardía (en 1499 R. Fernández de Santaella58 cita las tres), así es que no se explica bien la preferencia de Covarrubias59. Escorzar: […] Antonio Nebrisense llama al escorzado escorche, y en latín le vuelve cataglyphon. Mostrenco: […] Antonio Nebrisense llama al mostrenco mestengo, por quanto pertenece a la mesta […].
No exactamente, pues dice «mestengo o mostrenco». Sirga: […] Antonio de Nebrija la llama tractus.
Para Nebrija es la ‘manera de llevar barco’, que se debe referir a la acción de arrastrar un barco con una cuerda, de ahí la equivalencia latina. Sonajas: […] Antonio las llama sonalium […]. Xerga: […] Antonio Nebrisense llama a la xerga sagum y al xergón culcitra stramentilia.
Parece evidente que, de nuevo, llamar significa en Covarrubias ‘dar la equivalencia latina’. B) Poner En cinco palabras aparece el verbo poner:
Almorrana: Antonio Nebrixa pone en su Diccionario quatro especies de almorranas (las pone).
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Dato del CORDE. Mientras que escanda y escandia están ya en Autoridades, escaña no entra hasta 1791.
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Camino: […] Antonio de Nebrija puso en su diccionario: Camino de Santiago en el cielo, vía láctea, galaxias. Yo pienso que él habló conforme a la intención del vulgo, y no en el rigor de la verdad. […]. Estropeçar: Antonio Nebrisense pone este vocablo en su Diccionario; es bárbaro y sinifica lo mismo que tropeçar […]. Librero: […] Antonio de Nebrija pone algunas diferencias de libros, como… Sorçe: latine sorex, no es muy usado en Castilla, pónelo Antonio Nebrija en su Diccionario60.
En cuatro palabras se cita explícitamente el Diccionario —es decir: el Vocabulario—. En dos —almorrana y librero— se hace referencia a las variantes que ofrece Nebrija. En estropezar tiene razón Covarrubias, desaparece a principios del siglo XVII. En cuanto a sorce es un hápax de Nebrija. Se supone que debió existir por la evolución fonética61, porque no creo que se trate de un italianismo62. Por influjo del andaluz pasa al DRAE como arcaísmo hasta nuestros días. Por último en «camino de Santiago» como vía láctea es divertido el comentario de Covarrubias, pero es significado común al menos desde el siglo XVI. C) Traer En cuatro ocasiones el verbo es ‘traer’: Adulçar: […] No es vocablo muy usado; tráele Antonio Nebrisense. Latine dulçoro.63.
Efectivamente los ejemplos del CORDE acaban muy a principios del siglo XVII, sustituido por endulzar, que se fue abriendo paso a partir del siglo XV y que ya recoge Nebrija. Añazeas: Este vocablo trae Antonio entre los castellanos, y le vuelve en latín feriae, nundinae.
Este viejo arabismo medieval debió desaparecer a fines del siglo XV64.
Que añade «ratón pequeño». Nebrija la escribe con Z: sorze, que es lo esperable. 62 Puesto que el italiano tiene /ĉ/. 63 Nebrija escribe dulcoro. 64 En la edición del DRAE de 1770 aparece como anticuado, y sigue así hoy. 60 61
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Marhojo: (‘hongo’) […] Trae Antonio de Nebrixa este vocablo en su Diccionario, y debe ser usado entre la gente del campo.
Yo no lo he encontrado. Ni tampoco testimonios antiguos. En la edición del DRAE de 1803 se da como sinónimo ‘muérdago’ y se cita como término andaluz, en 1899 se quita la notación geográfica. Sorvible65: […] El vocablo es bárbaro y tráelo Antonio Nebrisense, ova sorbilia.
En el CORDE hay tres ejemplos del XV, por lo que parece de poco uso en la época de Covarrubias; sin embargo está en el DRAE desde la primera edición. Parece, pues, que con el verbo traer Covarrubias se refiere a palabras desusadas en su época. D) Otras expresiones En este apartado incluimos otras palabras de escasa aparición. Añir: Declara Antonio: color açul o pastel, glastum […].
Lo de «pastel» lo añade Covarrubias. Sulconete66: Antonio de Nebrija da este nombre a lo que comúnmente llamamos alguaquida (‘pajita para encender’), latine sulfuratum.
Es errata de Covarrubias; lo que dice Nebrija es sulfonete, palabra de la que no he encontrado testimonios, pero que está en el DRAE desde la primera edición; en 1843 se da como anticuada. Albarrán […] Antonio Nebrixa le interpreta hombre no casado […].
Es arabismo medieval. Es posible que ya en la época de Covarrubias no se emplease con este significado, pues en el DHLE solo hay ejemplos de los lexicógrafos, salvo en zonas dialectales de hoy. Banca: […] el escabelo para sentarse, como lo romancea Antonio Nebrixa en la mesma dicción.
Pero no es así, pues Nebrija solo recoge banco. Gusano: Muchas especies de gusanos refiere Antonio de Nebrixa en el Vocabulario, a él me remito.
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S. v. sorber. Nebrija añade «de piedra sufre».
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Esta remisión en otras dos ocasiones se explicita por medio de vide: demandar y azeytuna67. 3. UNAS CUANTAS PALABRAS INTERESANTES Açutea: El sobrado alto de la casa descubierto, que Antonio Nebrissense vuelve pavimentum subdiale, seu mevianum, dicho en lengua castellana terrado […].
Aunque hay ejemplos de azotea desde 1400, la explicación de Covarrubias muestra que no debía ser vocablo de uso normal en la zona castellana a principios del XVII68. Algorfa: Vale sobrado; no es usado en Castilla. Antonio Nebrissense buelve contignatio, nis.
En el CORDE solo hay un ejemplo del siglo XIII y tres del XV, lo que puede hacer pensar que es arabismo perdido a fines de la Edad Media. La documentación del DHLE, muestra que perduró durante el primer cuarto del siglo XVI en Andalucía. Por influjo de nuestro autor aparece en Autoridades con la nota de anticuado, nota que va a perdurar hasta 1914, a partir de 1925 desaparece. ¿Porque se había descubierto su uso en el judeoespañol de Marruecos?69 Añazeas: Este vocablo trae Antonio entre los castellanos y el vuelve en latín feriae, nundinae. Este arabismo medieval, no debió sobrepasar el siglo XV. Por influjo de nuestros autores, en el DRAE está, como anticuado, desde la edición de 1770. Ermar: Asolar una cosa y hacerla yermo, Antonio Nebrisense. No es término usado.
Efectivamente, parece que los testimonios acaban a fines de la Edad Media, en parte porque se va imponiendo la forma analógica yermar70, que, sin embargo, no aparece en ninguno de nuestros autores. Alvar: Antonio Nebrisense: lo que madura temprano71, praecox. Para las variedades de aceites. También la explica fray José de Sigüenza en 1605: «Açotea se llaman los miradores» (CORDE). 69 En el DHLE hay un ejemplo, rarísimo, de Max Aub. 70 Que es la que aparece en el DRAE desde la primera edición, mientras que ermar se considera anticuada. 67 68
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Dejando fuera el testimonio de otros lexicógrafos, que siguen a nuestros autores, no hay ejemplos de este significado en la historia del español. Y por influjo de estos se recoge en el DRAE desde 1780 hasta 1925. Çanca72: Antonio Nebrija, tibia exilis; es término de caçadores […].
Puede parecer rara esta afirmación de Covarrubias, pues hay ejemplos desde el siglo XIV y abundan en el Siglo de Oro, pero creo que la referencia es solo al significado de «pata de pájaro», no a otros significados de la palabra o de sus variantes. Por influjo de nuestro autor, Autoridades considera esta acepción como propia de cazadores73. Çafarí: No conoce el nombre Covarrubias, por lo que deforma lo dicho por Nebrija —çafari granada, apyrinum—, de ahí que diga que es «cosa de África o Argel, como Granada», por ello da la equivalencia malum punicum, es decir: la granada. La voz ya está en Autoridades y sigue hoy, aunque no sé si realmente sigue viva. Cataraña: Ave nocturna, cataracta, Antonio Nebrisensis.
No hay ejemplos fuera de los lexicográficos, que siguen a Nebrija hasta en la improbable etimología74. ¿Existió alguna vez? Enjalma: Paño de diversos colores. Cita a Nebrija para la etimología latina, en la que, sin embargo, no cree75. Girofe: Cierta provincia de los negros y especie traída de allí; gariophyllum, Antonio Nebrija.
Nebrija solo dice que es ‘especia’, el resto es un añadido de Covarrubias, salvo la correspondencia latina. Es palabra que ya está en el siglo XIII —con las variantes girofle y girofre— y de rara aparición después de 1600. En el DRAE aparece, como anticuada desde 1780 a 1791, remitiendo siempre a girofle. Bajo esta voz se describe pormenorizadamente un determinado árbol en 1780; en 1803 cambia la definición por «árbol de la India…». Solo en 1914 se cambia el acento —a giroflé— y la definición —‘clavero’—, y se ofrece la etimología76. Y también dice Nebrija «lo que presto se cueze». Nebrija trae «çanca de pierna». 73 Hasta la edición de 1817. 74 Aunque se suprime en el DRAE de 1984. 75 Autoridades cita a Covarrubias. 76 Efectivamente, por evidencias de la evolución fonética, es un galicismo temprano. La referencia a África de Covarrubias es mera fantasía. 71 72
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Goxe77: Cuévano78 en que se cogen las espigas. Corbis, Antonio Nebrija.
No existe documentación histórica de esta palabra. Autoridades cita a nuestros autores, y el DRAE la considera anticuada desde 1803. Sin embargo es voz viva en el dominio leonés79. Hataca80: Antonio Nebrija rudicula, una cuchar de palo grande […]
Hay en el CORDE un ejemplo del XV y otros del XVII. Si se trata de un arabismo como quieren Corominas y Corriente, se confirmaría su antigüedad. En el DRAE figura desde la primera edición hasta hoy sin ningún tipo de nota. Maqui: Especie de jengibre, machir, Antonio Nebrija.
No encuentro esta palabra salvo en el DRAE a partir de 1803, que dice como Nebrija que es una especie de jengibre. En 1899 cambia la definición, que no hace al caso, pero se sigue diciendo que la etimología es la propuesta por Nebrija. En 1925 se da como voz araucana y se vuelve a cambiar la definición. Es posible que haya una confusión con macis81. 4. VOCES QUE NO ESTÁN EN EL VOCABULARIO DE 1495 Hemos visto ya algunas voces en las que Covarrubias cita a Nebrija y que, sin embargo, no están en el Vocabulario de 1495. No son las únicas. Además de las citadas, he encontrado las siguientes: Brozno: Vale tosco, áspero, por desvastar; del nombre latino bruscus, Antonio Nebrixa.
Parece que dejó de usarse en la segunda mitad del siglo XVI. Autoridades dice que «es voz poco usada», y en la edición de 1770 se da ya como anticuada, notación que desaparece a partir de 1914. No sé por qué. De todas las maneras, no deja de ser interesante que esta voz esté en el Diccionario de 1492, y no en el Vocabulario de 1495. Devieso: Antonio Nebrija. Vide divieso.
No viene en la edición de 1495, pero sí en la de 1492. Por el orden alfabético en que está parece que era de esperar J. Nebrija trae goja. Esta palabra no figura en la definición de Nebrija. 79 Vid. Le Men (2007: s. v.). 80 Nebrija añade «para mecer». 81 Vid. Corominas-Pascual (1980-1991) y DRAE. 77 78
MANUEL ARIZA
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Epilepsia: Morbus caducus, Antonio Nebrisense.
Covarrubias hace mención a que Nebrija habla de dos tipos de gota coral en su Vocabulario, y lo que dice es que la gota coral en griego se dice epilepsia. Este grecismo se extendió a lo largo del siglo XVI. Galleta: Vaso para traer vino. Antonio Nebrija galeola. En el CORDE hay ejemplos desde el siglo XI hasta 1600. Solo aparece en la edición de 1520. Garço: Raíz como hongo, agaricus, Antonio Nebrija.
No hay ejemplos en el CORDE ni encuentro este significado ni en el Diccionario ni en el Vocabulario; en el NTLE aparece por primera vez en Oudin (1607). Mampesada: Lo mismo que pesadilla, incubus, ephialtes, Antonio Nebrija.
No hay ejemplos en el CORDE; tampoco el NTLE la registra antes de 1591 (Percival). En el DRAE, como anticuada, desde 1803. Mastrates: yerva polemonia, Antonio Nebrisense.
No hay ejemplos en el CORDE ni viene en el DRAE; ni aparece en Nebrija ni en los lexicógrafos del NTLE; parece, pues, que es un invento de Covarrubias. Quexigo: […] Antonio Nebrija en su Dictionario ornus, quaercus.
En este caso la edición nebrisense es la de 1545. Para la etimología y sus problemas, vid. Corominas-Pascual. Sanguinaria: yerva, Antonio Nebrisense sanguinalis herva.
En el CORDE desde 1400 hasta 160682. No está en 1495, pero sí ya en 1492. Serapino: Cierta especie de goma de pino, latine sagapenum, Antonio Nebrisense.
Desde 1400 a 1606 (CORDE). Solo a partir de la edición nebrisense de 1545. Tiña: latine achor. Antonio Nebrisense
Está en la edición de 1492, pero no en la de 149583. 82
Después desde el siglo XVIII.
NEBRIJA EN COVARRUBIAS
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Xeme: Es género de medida. Antonio Nebrisense vuelve semipes.
En el CORDE desde el siglo XIII hasta el primer cuarto del siglo XVII. Pese a lo que dice Covarrubias, no está en ninguna edición del latinista andaluz. El primer lexicógrafo en recoger la voz es Landucci (1562), según el NTLE. 5. ¿QUÉ DICCIONARIO NEBRISENSE UTILIZÓ COVARRUBIAS? No parece que Covarrubias usase la primera edición del Vocabulario o Diccionario español latino (¿1495?), por cuanto hay una serie de palabras en las que Covarrubias cita al andaluz y que, sin embargo, no están en la obra citada, pero sí en ediciones posteriores, así avarraz y gafeti aparecen en la de 1518; sin embargo quexigo, serapino y turbit se registran en la de 1545, por lo que parece que fue esta la que manejó Covarrubias. Pero quizá lo más sorprendente es que hay una serie de voces en las que Covarrubias cita a Nebrija, sin que este, al parecer, las haya recogido en ninguna de sus obras lexicográficas84, como son mampesada, mastrates, tortella o xeme. A ellas habría que añadir garço (‘raíz como hongo’), cuyo testimonio más antiguo es el de Oudin (1607), pero que no está tampoco en ninguna edición nebrijense, y epilepsia que sí está ya en la edición de 1495, pero como voz griega. Referencias bibliográficas Autoridades. REAL ACADEMIA ESPAÑOLA (1726-1739): Diccionario de la lengua castellana, en que se explica el verdadero sentido de las voces, su naturaleza y calidad, con las phrases o modos de hablar, los proverbios o refranes, y otras cosas convenientes al uso de la lengua, Francisco del Hierro, Madrid. COROMINAS, Joan y José A. PASCUAL (1980-1991): Diccionario crítico etimológico castellano e hispánico, Gredos, Madrid. DHLE. REAL ACADEMIA ESPAÑOLA (1960-1996): Diccionario histórico de la lengua española, Imprenta Aguirre, Madrid. GUERRERO, Gloria (1990): «Nebrija, autoridad en el Tesoro de Covarrubias», RFE, LXX, 130-141.
83 84
A los editores del NTLE se les ha pasado mencionar a Covarrubias s. v. tiña. Al menos no viene en el NTLE.
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MANUEL ARIZA
GONZÁLEZ ARANDA, Yolanda (2002): «El léxico toponímico en el Tesoro de Covarrubias», en Estudios de Historiografía Lingüística: Actas III Congreso de la SHL, Helmut Buske, Hamburgo, vol. II, 861-876. LE MEN, Janick (2007): Léxico del leonés actual: D-F, Centro de Estudios e Investigación San Isidoro, León. NTLE. NIETO, Lidio y Manuel ALVAR EZQUERRA (2007): Nuevo tesoro lexicográfico del español, Arco/Libros, Madrid.
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7 VERBOS NUEVOS EN ESPAÑOL: TENDENCIAS NEOLÓGICAS DE UNA DÉCADA (2001-2011)
ELISENDA BERNAL Universitat Pompeu Fabra
1. INTRODUCCIÓN La vitalidad léxica de la lengua española es un hecho demostrable y demostrado, tal y como se evidencia en la aparición de palabras nuevas en la prensa diaria (Ortega Martín, 2001; Freixa, 2007), con el cambio de significado de palabras ya existentes (como, por ejemplo, buscador ‘herramienta de búsqueda’ o digital, referido al sistema de transmisión o procesamiento de información en variables discretas), prestadas de otras lenguas (boggie, gommage), o bien, mayoritariamente, formadas a partir de los recursos de formación de palabras propios del español, ya sea mediante prefijación (antipatriarcal, ultrapráctico), sufijación (gallardoniano, presencialidad), composición (atrapapolvo, concurso-subasta), composición culta (homogénea ―fonoaudióloga, palinólogo― o mixta ―accidentología, machistócrata―), etc. Con frecuencia, estos neologismos tienen una vida corta: aparecen en un momento dado, motivados por el contexto histórico del momento o por la voluntad del autor de aumentar la expresividad de su discurso (compring, enmourinhado), pueden llegar a tener un uso notable durante un tiempo, pero decaen poco después, debido a la disminución del impacto social entre los hablantes, pero habiendo dejado su
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ELISENDA BERNAL
rastro en la lengua (Cabré 1989). También se da, sin embargo, la estabilización de neologismos, ya que llenan espacios denominativos nuevos y permanecen a lo largo del tiempo, de modo que llegan a sancionarse en las obras lexicográficas (cortocircuitar, demonizar). En este trabajo nos centramos en la descripción de los verbos nuevos en español, tanto por lo que respecta al recurso de formación de palabras con el que se crean como por su adecuación morfológica y semántica. 2. LOS VERBOS NEOLÓGICOS El Observatori de Neologia de la Universitat Pompeu Fabra ha recogido para el período comprendido entre el 1 de enero de 2001 y el 31 de diciembre de 2011 un total de 333 verbos neológicos distintos1 en español, no documentados en el corpus lexicográfico de exclusión, formado por los diccionarios Lema y el Diccionario de la lengua española de la Real Academia (22.ª edición). Las fuentes que se han tenido en cuenta son mayoritariamente escritas: los periódicos El País ―edición de Cataluña― y La Vanguardia, así como otras publicaciones (revistas como Mono cläb, Tribuna Bit, Zebzine, Belleza y Hogar, etc.), que se consignan bajo la etiqueta de neología espontánea, porque no pasan de modo sistemático por servicios de corrección lingüística. Asimismo, también se atiende a medios de comunicación orales (programas de radio de diversas emisoras: El vestuario, de Radio Nacional de España, La mañana, de la COPE, etc.). De todos los procesos de formación de palabras de los que dispone el español para formar palabras, los verbos detectados se crean mayoritariamente por sufijación (60,66 %), seguidos a distancia por los formados por conversión sintáctica (23,72 %) y prefijación (15,62 %)2, tal y como se recoge en la tabla siguiente:
Solo hemos tenido en cuenta los neologismos que realmente son verbos nuevos; es decir: no hemos tomado en consideración para este trabajo verbos neológicos formados sobre verbos ya existentes a los cuales se les ha adjuntado un prefijo, como por ejemplo copatrocinar, desestructurar o redefinir. Asimismo, no hemos tenido en cuenta las variaciones ortográficas del tipo blogear – bloguear, o googglear – googlear – googuelear – guglear, todas documentadas en el corpus, en el recuento de neologismos distintos. 2 No es el objetivo de este trabajo discutir sobre el estatus morfológico de estos dos procesos, que en la tradición gramatical española se tratan con más frecuencia bajo la derivación mediata, al considerar la vocal temática como una vocal derivativa, y la parasíntesis, respectivamente. Adoptamos aquí la clasificación de trabajo del Observatori de Neologia (2004), coincidente con el de Cabré (1994), y que ya hemos adoptado en otros trabajos similares (Bernal, 2007 y 2008). 1
VERBOS NUEVOS EN ESPAÑOL
PROCESO NÚM. PREFIJACIÓN a20 des7 en22 in3 CONVERSIÓN 79 SUFIJACIÓN3 -ear 54 -ificar 5 -izar 143 TOTAL 333 TABLA 1. Verbos neológicos
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% 6,01 2,10 6,61 0,90 23,72 16,21 1,50 42,94 99,994
La mayor parte de los neologismos detectados aparecen una única vez en el corpus (solo se repiten una o más veces 72 verbos, que suponen el 21,62 % del total), hecho que avala la idea de la vida efímera de las palabras nuevas a la que nos referíamos en la introducción, si bien hay que recordar que solo hemos tenido en cuenta los neologismos detectados en los medios barceloneses, por lo que, ampliando al resto de neologismos recogidos por otros observatorios de las Antenas Neológicas y de la red NEOROC5, probablemente se debería corregir esta afirmación. Todos estos verbos, sean o no hápax, se caracterizan por ser formaciones transparentes en cuanto a su construcción y significado, tal y como se observa en los ejemplos de (1): (1) Y republicanea como Joaquín Sabina: brindó el primer toro al público y no al Rey; nada más. [La Vanguardia, 09/06/2008]
Sus prácticas despreciaron el culto del objeto y evitaron fetichizar resultados. [La Vanguardia, 7/12/2005] 3 Como
se puede observar, no hay verbos nuevos con los otros dos sufijos verbalizadores del español, -itar y -ecer, este último ni tan siquiera en combinación con los prefijos a- y en-. 4 La suma total no llega al 100 % por los redondeos de los decimales de dos cifras. 5 La red de Antenas Neológicas nació en el año 2002 con la voluntad de convertirse en un proyecto conjunto para la observación y el estudio de la innovación léxica de las distintas variedades del español, y participan o han participado en ella universidades de Argentina, Chile, Cuba, México, Perú y Uruguay; el detalle se puede consultar en . Por su parte, la red NEOROC nació en 2004 con el fin de recoger y contrastar la neología de las distintas variedades del español peninsular. Participan en ella, además de la Universitat Pompeu Fabra, las universidades de Alicante, Cádiz, Málaga, Murcia, País Vasco, Salamanca y Valencia; para más información, véase . En Cabré (2011) se presenta una descripción de los neologismos del español teniendo en cuenta sus variedades geolectales.
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Esta pauta también se mantiene incluso cuando la base de la derivación es, a su vez, un neologismo, como los casos de (2): (2) El repertorio de Nashville no hace concesiones al público habitual de Solomon, aparte de «Ain’t got you», de Bruce Springsteen, que ha sido countryficada con dobro y violín. [El País, 21/12/2006] Los derechos de Navarro en la NBA son propiedad de Washington Wizards, equipo que lo drafteó en 2001, pero hasta la fecha la indemnización existente en el contrato del escolta eran un escollo insalvable para llevar a buen puerto la operación. [El País, 5/07/2007] Tengo que linkar un artículo o si pongo un enlace a La Vanguardia. [La Vanguardia, 5/08/2009]
Es decir, no hay, en ningún caso, ninguna transgresión de la regla de formación de palabras en cuanto a las restricciones de la base (siempre son adjetivos o sustantivos) ni al significado que se obtiene (básicamente, verbos causativos, iterativos o frecuentativos), descritos ya en otras ocasiones (v. Pena, 1980 y 1993; Rifón, 1997; Almela, 1999; Serrano-Dolader, 1999; Gràcia et al., 2000; Real Academia Española y Asociación de Academias de la Lengua Española, 2009, entre otros)6. Asimismo, cabe destacar que, de todos ellos, catorce verbos (que suponen un 4,20 % del total) aparecen ya como avances de la 23ª edición del DRAE:7 comisariar (32), cortocircuitar (3), cronificar, demonizar (23), fidelizar (7), implosionar, modelizar, mundializar (4), occidentalizar (16), ritualizar, salinizar (2), territorializar (3), vandalizar (2) y verticalizar (1). Como se puede observar, solo dos de ellos son formados por un proceso distinto de la sufijación, y dentro de ella, con la excepción de cronificar, el resto son verbos formados con el sufijo -izar, acorde con la tendencia general de los datos totales de neologismos recogidos en la tabla 1. Finalmente, hay que destacar que también se han creado unos verbos con los que se generan series derivativas verbales sobre la misma base, en las que podemos distinguir, por un lado, las series totalmente neológicas, y, por otro, las series que se generan a partir de la aparición de las formas nuevas, puesto que ya existe un verbo con la misma base. De estos aspectos nos ocupamos en el apartado siguiente.
Por razones de espacio, no podemos profundizar más, por lo que remitimos a los trabajos mencionados anteriormente. 7 Damos entre paréntesis el número total de contextos en los que se ha detectado cada uno. 6
VERBOS NUEVOS EN ESPAÑOL
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3. VERBOS NUEVOS, ENTRE LA INNOVACIÓN, LA REGULARIZACIÓN Y LA REDUNDANCIA
En el corpus analizado encontramos seis series derivativas completamente neológicas frente a veinte que se generan por la aparición del neologismo. En las primeras, tanto encontramos ejemplos de formaciones mediante recursos distintos (chocolatar – chocolatear – enchocolatar, rapelar – rapelear, subjetivar – subjetivizar, telonar – telonear), como vacilaciones en la elección del morfema de la base (genuflexarse – genuflexionarse, hipotizar – hipotetizar), si bien todos se caracterizan por no presentar diferencias semánticas entre sí, como se puede observar en los ejemplos de (3) a (6): (3) El alcalde de Madrid cita a Felipe González para no «hipotizar el futurible» y niega que Rajoy le haya ofrecido un puesto en la ejecutiva de su partido. [El País, 25/04/2008] Es evidente que los niños estadounidenses, por ejemplo, tienen dificultades para aceptar un pensamiento hipotético. […] No hipotetizan. [La Vanguardia, 12/07/2008] (4) Su petulancia, un verdadero pavo real, estar siempre por sobre de todos, que nadie le pise el poncho, solo se genuflexa ante sus ídolos. [El País, 1/03/2010] No se genuflexiona ante la historia. [El País, 21/04/2010] (5) Y hemos buscado sinergiar su capacidad de generar eventos, y no sólo la Vuelta, sino también culturales, recreativos, de seguridad vial, que Unipublic sabe hacer ―es capaz de mover 3.000 personas durante 23 días por toda España sin grandes conflictos―, lo que demuestra que es un gran soporte publicitario. [El País, 5/09/2005] La Dirección debe estar representada por personas que cuenten, entre otros aspectos, con una actitud positiva para: convencerse que para crecer continuamente es necesario sinergizar con sus compañeros de trabajo. [Avancegestión, 1/07/2001] (6) Otro gran momento: telonar a nuestros padrinos musicales, Lo: Muêso. [Lamono, 1/01/2010] Las influencias recogidas y de las que poder beber o apartar a un lado quizás sean más y también es más sencillo el trabajo de elaborar un propio yo que puede estar más cerca de aquellos Wilco a los que un buen día telonearon. [Calle 20, 1/09/2009]
En estos pares, el uso acabará de decidir si alguno de ellos se estabiliza en la lengua, especialmente en los casos de alternancia de verbo formado por
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ELISENDA BERNAL
conversión y verbo formado con el sufijo -ear. En el resto de casos, se observan problemas en la estructura interna (?hipotizar frente a hipotetizar), o no encajan en el paradigma (?sinergiar frente a sinergizar y energizar, ?subjetivizar frente a subjetivar y objetivar), por lo que creemos que no deberían de estabilizarse8. En el caso de las series derivativas parcialmente neológicas, se puede hacer una subdivisión entre aquellas en las que no se aprecia un matiz semántico nuevo respecto del verbo documentado, que son la mayoría (dieciséis casos), y, por lo tanto, se podrían considerar como verbos redundantes, y los que aportan un significado nuevo al verbo que aparece en los diccionarios (cuatro casos). Recogemos en la tabla siguiente todos los ejemplos con la indicación del procedimiento de formación de palabras que ha intervenido en la formación del verbo neológico: VERBO DOCUMENTADO
CONVERSIÓN
aprovisionar clonar contraofrecer dirigir fingir ingerir legitimar locutar maquetar positivar salivar tensar torcer tutorar trajear versionar vivir
provisionar
8 Los
VERBO NEOLÓGICO SUFIJACIÓN PREFIJACIÓN EN-
-EAR
clonizar
contraofertar direccionar ficcionar ingestar locucionar
-IZAR
legitimizar enmaquetar salivear
tensionar torsionar entrajar
positivizar
tutorizar
versionear vivenciar TABLA 2. Series derivativas parcialmente neológicas
datos recogidos por el Observatori no son todavía concluyentes, puesto que el número de ocurrencias es similar en los pares subjetivar (1) – subjetivizar (1); sinergiar (2) – sinergizar (2); hipotizar (1) – hipotetizar (3). Solo en este último caso, sí que parece que el uso se decanta sobre el segundo verbo, que es el que está bien formado.
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No hemos incluido en la tabla tres pares de verbos formados por calco de otras lenguas, puesto que se alejan de las pautas del resto. Se trata de los verbos apilotonar ‘apelotonar’ y enmurallar ‘amurallar’, calcados de los derivados respectivos en catalán (el primero, calcando la base, y el segundo, el prefijo), y del calco del inglés securizar ‘asegurar, proteger’, trasladado directamente de la forma securize, propia del área de informática: (7) Todo el mundo apilotonado, gente fumando dentro del metro, otros tomando copas con, eso sí, todo el suelo pringoso del alcohol que había, también había gente dando golpes en los cristales. [La Vanguardia, 25/09/2009] Nuestra aventura termina en la localidad de Mutriku, pequeña villa enmurallada cuyo casco medieval se erige desafiando a las leyes de la naturaleza. [Oxígeno, 9/03/2006] Esta incorporación revela la preocupación de Microsoft por securizar su Windows XP. [El País, 9/09/2004]
De los datos de la tabla, destaca el peso de los verbos neológicos formados por conversión, si bien hay que tener en cuenta que muchos de ellos se tienen que considerar como formas redundantes que se han creado por la pérdida de motivación derivativa de la base respecto del verbo del cual proceden, ya que en todos los casos están formados a partir de los sustantivos deverbales, tal y como se recoge en (8): (8)
proveer dirigir fingir ingerir locutar tensar torcer vivir
> > > > > > > >
provisión dirección ficción ingesta locución tensión torsión vivencia
> > > > > > > >
provisionar direccionar ficcionar ingestar locucionar tensionar torsionar vivenciar
El hecho de que el verbo original y el substantivo deverbal no mantengan una relación derivativa evidente, sino que está motivada etimológicamente, hace que los hablantes creen el verbo morfológicamente regular y transparente, si bien no se diferencian semánticamente:9
9
Esta regularización se da también en catalán, favorecida, quizás, por el hecho de confluir con las formas en español, tal y como hemos recogido en Bernal (2007) y Cabré y Bernal (en prensa).
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(9) Según los campistas el único objetivo de sus oponentes es tensionar la situación para forzar a F. Camps a una negociación. [El País, 13/10/2004] Como una comadreja esperando el error de Costinha para girar su cuerpo y direccionar la punta de su bota hacia la red. [La Vanguardia, 25/06/2004] Como conclusión, diría que el camino se hace al andar y que, de nada sirve toda esa relación de situaciones por las que puede atravesar un profesor de yoga, si no las vivencia directamente. [Yoga, 1/10/2002]
Sin embargo, también hay casos en los que se da una especialización del significado que hace que se alejen y se diferencien del significado original, como ocurre con ficcionar ‘crear una historia de ficción’, formado sobre el sustantivo deverbal ficción, derivado de fingir ‘simular como real’: (10) Sin embargo, hemos de ser conscientes de que cuando nos ponemos a relatar incluso nuestras propias vidas de forma común estamos ya narrando, inventando, ficcionando casi sin querer: ¿de verdad éramos tan guapos de jóvenes, tan rubios [...]? [Radio Nacional (El ojo crítico), 1/03/2011]
Es similar el caso de contraofertar, formado por conversión a partir del sustantivo prefijado contraoferta, que ya no mantiene relación morfológica con ofrecer: (11) La editorial alemana Suhrkamp le comunicó directamente sus pretensiones económicas y Vallcorba contraofertó con un anticipo totalmente fuera de lugar. [El País, 17/10/2002]
En cuanto a los verbos nuevos formados por sufijación, la situación es bastante semejante, ya que, en principio, no aportan matices significativos distintos, como en (12), si bien sí que se aprecia un matiz iterativo (en (13)) y frecuentativo (en (14)), gracias al sufijo -ear: (12) O para legitimizar que el país quede en manos de los iraníes?, pregunta desesperado Ahmed, un hombre de mediana edad que trabaja en uno de los hoteles donde viven recluidos todos los extranjeros. [La Vanguardia, 25/01/2005] (13) Karpin fue suspendido por cuatro por salivear a Isailovic, del Valladolid, en 1998 y Catanha por dos por hacer lo propio en 2002 con Sanz y Lozano, del Málaga. [El País, 09/12/2004] (14) Entre sus viejas composiciones, el brillo correspondió a temas como «Motorcycle song», toda una declaración de principios; «Baby you’re my light», con la que abrió la velada, o «Nights are cold», que la cerró, antes de regresar al escenario para versionear a su estilo tan cool, tan Nick Drake, el
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«That’s alright mama» de Arthur Crudup que inmortalizara Elvis. [El País, 17/10/2005]
En cambio, sí que hay un significado claramente distinto respecto del que se documenta en los diccionarios en los casos de positivizar ‘hacer positivo’ (frente a positivar ‘obtener el positivo de una fotografía’) y tutorizar ‘hacer de tutor’ (frente a tutorar ‘poner tutores a una planta’), si bien en este último caso, el contexto en el que se documenta genera redundancia léxica: (15) El acceso a internet en movilidad continúa creciendo, conforme avanza la penetración de smartphones y tablets, y se normaliza y positiviza la percepción de su uso. [El Periódico de la Publicidad, 18/11/2011] Se exigirá un curso completo de prácticas tutorizado y tutelado, en un centro público o concertado, con contrato laboral. [La Vanguardia, 21/01/2005]
En los dos casos de variantes con el prefijo en- no se observan rasgos distintivos que los diferencien de los verbos documentados: (16) Apenas es una colección de canciones enmaquetadas con tal categoría que podrían pasar por todo un álbum (número redondo: una docena) que este dúo se encarga de poner en el escaparate. [Calle 20, 1/09/2009] (17) Sean o no primicia absoluta, las fotos en blanco y negro muestran a un Berlusconi jovencísimo y ya con gran sentido del espectáculo: a los 17 años, con pañuelo estampado, pipa y el pulgar alzado; a los 21 años y entrajado, con el micrófono de cantante; o veinteañero en bañador luciendo músculos en una playa griega. [La Vanguardia, 25/10/2004]
4. FINAL: NEOLOGISMOS EFÍMEROS Y NEOLOGISMOS ESTABLES Como ya hemos dicho, la mayor parte de neologismos que se documentan (78,38 %) solo aparecen una vez en el corpus. Recogemos los veinte más frecuentes, todos ellos con más de cinco ocurrencias, en la tabla 3: VERBO
oscarizar externalizar patrimonalizar provisionar encriptar surfear hackear 10
OC.
32 25 16 16 13 12 10
VERBO
crackear jibarizar pixelar transaccionar twittear/twitear consorciar vivenciar10
OC.
8 8 8 8 8 7 7
Si bien tiene una presencia importante, todos los ejemplos proceden de la misma fuente, la revista Yoga, de la Asociación Española de Practicantes de Yoga.
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samplear serigrafiar
10 empatizar 6 10 marginalizar 6 TABLA 3. Verbos neológicos más frecuentes (2001-2011)
De los datos de la tabla 3 se desprende claramente la importancia del ámbito informático (crackear, hackear, twittear, encriptar), audiovisual (oscarizar, pixelar, samplear) y, secundariamente, deportivo (surfear), su origen anglófono y la tendencia a verbalizar en español con el sufijo -ear, mientras que para el resto de verbos, que podemos clasificar en el ámbito de economía y sociedad, con la base de derivación patrimonial, el sufijo más utilizado es -izar. La descripción y el análisis de los verbos neológicos reales, más allá de hipótesis sobre lo que es posible y lo que no lo es, ha permitido, una vez más, demostrar la vitalidad interna de la lengua española, que recurre a los mecanismos de creación léxica previstos y muy pocas veces transgrede las reglas de formación de palabras para crear voces nuevas. En este sentido, pues, asumimos los postulados de Freixa y Solé (2002), según las cuales el estudio de la neología es necesario para la actualización de diccionarios y gramáticas, a la vez que redundan en la idea de que todos los datos que se recogen son pertinentes. Así, los datos que ahora hemos presentado, si bien pueden no ser todavía relevantes para la actualización de los diccionarios de lengua, pueden serlo más adelante para que los verbos que hemos presentado se consoliden y se estabilicen en el sistema, aunque también se puede dar el caso de que no se lleguen a considerar nunca pertinentes para formar parte de los recursos lexicográficos, ya sea porque se trate de muestras de neología efímera y desaparezcan del uso de los hablantes, o bien, en el caso de bases prestadas, especialmente, porque generan dudas (muchas veces por la grafía) sobre su adecuación al sistema. En cualquier caso, todos ellos sirven para la actualización de gramáticas, puesto que proporcionan ejemplos de los distintos procesos de formación de palabras, y los cambios, regularizaciones y modificaciones que se dan en ellos. Referencias bibliográficas ALMELA, Ramón (1999): Procedimientos de formación de palabras en español, Ariel, Barcelona. BERNAL, Elisenda (2007): «Formació de verbs, variants morfològiques i neologismes: entre la genuïnitat i el calc», en Mercè Lorente et al. (eds.), Estudis de lingüística i de lingüística aplicada en honor de M. Teresa Cabré Castellví. Volum II: Deixebles, Institut Universitari de Lingüística AplicadaUniversitat Pompeu Fabra, Barcelona, 197-208.
VERBOS NUEVOS EN ESPAÑOL
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ORTEGA MARTÍN, M. Pilar (2001): «Neología y prensa: un binomio eficaz», Espéculo, 18. [Fecha de consulta: 9 de febrero de 2012 .] PENA, Jesús (1980): La derivación en español. Verbos derivados y sustantivos verbales, Universidade de Santiago de Compostela, Santiago de Compostela. PENA, Jesús (1993): «La formación de verbos en español: la sufijación verbal», en Soledad Varela (ed.), La formación de palabras, Taurus, Madrid, 217-281. REAL ACADEMIA ESPAÑOLA Y ASOCIACIÓN DE ACADEMIAS DE LA LENGUA ESPAÑOLA (2009): Nueva gramática de la lengua española, Espasa, Madrid. RIFÓN, Antonio (1997): Pautas semánticas para la formación de verbos en español mediante sufijación, Universidade de Santiago de Compostela, Santiago de Compostela, SERRANO-DOLADER, David (1999): «La derivación verbal y la parasíntesis», en Ignacio Bosque y Violeta Demonte (dirs.), Gramática descriptiva de la lengua española, Espasa, Madrid, vol. 3, 4683-4755.
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ANTONIO BRIZ Universidad de Valencia Grupo Val.Es.Co. IULMA A mi querido amigo, Jesús Pena, que apostó por nuestra investigación de lo oral en un momento en el que nos catalogaban como «los coloquiales». Ahora ya nos llaman «expertos en pragmática del español». Gracias, Jesús.
1. INTRODUCCIÓN. «LO ESCRITO COMO SI SE HABLARA» COMO OBJETIVO
Aparentemente, afirmar que alguien habla por escrito parece una contradicción, pero con frecuencia lo oral y, más aún, lo oral coloquial se refleja en lo escrito hasta el punto de constituir un discurso híbrido1, escrito en relación con el canal y oral en cuanto a su realización. Esta hibridación («lo escrito como si se hablara») sucede, por ejemplo, en ciertos géneros discursivos como el epistolar, en algunas cartas familiares (Briz, 2003: 469-481), o en algunos géneros propios de la comunicación electrónica que nos interesan aquí: chat, facebook, tuenti, web, mensajes de móvil o de correo a través de la red, etc., sobre todo, cuando quienes interactúan son jóvenes. 1
Comp. Kerbrat-0recchioni (2007: 38, nota 7), que subraya también el «caractère fondamentalement hybride de la commuication électronique», «un écrit qui ‘mime’ à certains égards la communication orale», y especialmente referido a los correos electrónicos (2007: 53).
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Ciertamente, no debe escribirse como se habla (alguien podría añadir «y menos coloquialmente»), ni tampoco hablar como se escribe. Pero tan cierto es esto como que la situación de cotidianidad de ciertos espacios interaccionales permite y favorece lo oral coloquial en lo escrito, esto es, escribir como si se hablara. Móviles y ordenadores, más concretamente, la comunicación electrónica entre jóvenes habla muchas veces coloquialmente por escrito, reproduce lo oral coloquial. Y es de ello de lo que pretendemos ocuparnos en este trabajo. 2. LOS REFLEJOS DE LO ORAL COLOQUIAL. ANÁLISIS DE ALGUNOS DATOS
Julia Sanmartín (2007) se refiere acertadamente al chat como una especie de «conversación coloquial gráfica», y de ahí que en esta como en el resto de lo que Castells (2002) llamó la Galaxia Internet no sean extraños fenómenos como los que apuntamos más abajo, documentados en varios subgéneros electrónicos: tuenti, chat, sms y correos electrónicos. 2.1. A modo de ejemplario La que sigue es una pequeña muestra de intervenciones e intercambios extraídos de algunas de estas interacciones electrónicas juveniles: antonioo! es posible que te haya visto haciendo una practica esta tarde? Jajajaja ferdinan!! felicidadess... luego te llamo y m cuentas y kedams para sta noxe!! bss hola vero!! jajaja... la verdad q hoy a estado mas trankilo el dia... q tal la vuelta a la uni, t has divertido en clase? XD bss... yoliiii!!! vosotras estais en valencia, verdad? y cuando sueles subir a villargordo? era x ver si podria suibirme con vosotras...wapas!! XD A: felicidades sarayy!!!!! espero q pases bien aunq caiga lunes ... no t preocups q el jueves lo petams!!! un besazoo!! B: Gracias¡¡¡¡ espero verte el jueves :) un besito venga q se q t aburres, NO TODOS LOS DIAS SON FIESTAS!!! xD Diiiiios esta la pierdo. Ahi es donde se notan los buenos, ellos siempre ganan.Tienes TOOOOODAAAA la razón jajajaja
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luso!! como stas? dentro de pokito empezarems a ensayar otra vez... sq estos dias jj ha andao un poco liao en la uni... intentarems dar lo mejor de nuestras voces para poder suplir la momentanea baja de ana XDD A: Albaa!! sigue en pie lo de la kedada por valencia... dice marcos q se apuntaa... FIESTA YA! B: homeee! clar q sii! tu qando puedes? y hago el event! A: que tal te va todo? B: ines! muy bien... weno currando pero weno m gusta lo q hago... a ver si m dura muxooo y me hago ricoo XDD.... ya estas x valencia? ya he terminao la rehabilitacion de lo del hombro han sido un par d años raros con esto del hombro pero x fin este mes m sacare el practico y.... ya podre ir a visitartee XDDD jaja... un besazo A: sisi ya estoy por valencia, y en una semana a la rutina de nuevo :) felicidades borraxuzaaa!!! un beseteee y pasalo bien hoy!! weno fea!! ya nos diras donde tenemos q llevar los instrumentos para hacer nuestra gira europea XDD... como van esos nervios? o tienes ya ganas d irte? cuando t vas? vas hacer fiesta d despedida?... al menos espero una capri de grupo como minimo!! un besote... te exarems d menos joerrr pues vaya fiestas os montais en el norte... sera verdad q voy a tener q ir a ver eso XD... pero espero q haya bailarines de todos los generos... jajaja... yo tambien tengo muxas ganas d verte bea... un besazo muy fuerte... agur!! jajaja q capulla, ya no m acordaba de eso XDD... gracias tb x preguntar... pues ya lo llevo casi del todo bien!! pues eso digo yo, a ver si nos vemos pronto porfa... un besazo
2.2. Rasgos lingüísticos y de conducta interaccional Aunque cada uno de los subgéneros electrónicos examinados tiene características propias (cf. Yus, 2001), todos ellos se ubican en la escala de la coloquialidad o inmediatez comunicativa:
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ESCALAS DE LA VARIACIÓN SITUACIONAL (de Briz, 2010)
EJE DE LA COLOQUIALIDAD CONSTELACIÓN COMUNICATIVA COLOQUIAL
EJE DE LA FORMALIDAD CONSTELACIÓN COMUNICATIVA FORMAL
+ INMEDIATEZ COMUNCIATIVA
- INMEDIATEZ COMUNICATIVA
+ COLOQUIAL - COLOQUIAL PROTOTÍPICO PERIFÉRICO RASGOS COLOQUIALIZADORES +rel. de igualdad -/+ +rel. vivencial -/+ +marco interac. cotidiano -/+ +cotidianidad temática -/+ QUE FAVORECEN: RASGOS PROPIOS DEL REGISTRO COLOQUIAL +planificación sobre la marcha -/+ +fin interpersonal -/+ +tono informal -/+ + Relajación lingüística, pragmática y social Control menor de lo producido (pérdida de sonidos, vacilaciones, reinicios y vueltas atrás…), deixis extrema, léxico poco preciso (proformas…), orden pragmático de las palabras, tratamiento cercano o familiar (tuteo, apelativos cariñosos, menos atenuación…), +cortesía valorizadora, +anticortesía, -presencia de cortesía normativa-ritual, etc.
- FORMAL + FORMAL PERIFÉRICO PROTOTÍPICO RASGOS DE FORMALIDAD -/+ - rel. de igualdad -/+ -rel. vivencial -/+ - marco interac. cotidiano -/+ - cotidianidad temática QUE FAVORECEN: RASGOS PROPIOS DEL REGISTRO FORMAL -/+ - planificación sobre la marcha -/+ -fin interpersonal -/+ -tono informal - Relajación lingüística, pragmática y social Control mayor de lo producido (pronunciación cuidada…), léxico preciso (a veces, técnico), orden sintáctico de palabras, tratamiento de distancia (con “usted”, formas de cortesía, más atenuación…), -cortesía valorizadora, -anticortesía +presencia de cortesía normativa-ritual, etc.
+diferencias dialectales +diferencias sociolectales de sexo y edad -diferencias sociolectales de nivel sociocultural
-/+ -/+
-/+ -/+
-/+
-/+
GÉNERO prototípico periférico RASGOS PROPIOS DEL GÉNERO +cara a cara . -/+ +dialogal -/+ +dinámico. -/+ +altern. de turno no predet. -/+ + ORAL -/+ Escrito como si se hablara Conversación entre amigos en un bar hablando de un tema cotidiano, carta familiar, chat, sms, correo electrónico
-diferencias dialectales -diferencias sociolectales de sexo y edad +diferencias sociolectales de nivel sociocultural
GÉNERO periférico prototípico RASGOS PROPIOS DEL GÉNERO -/+ -cara a cara -/+ -dialogal -/+ -dinámico -/+ -altern. de turno no predet. -/+ ESCRITO + Oral como si se escribiera Juicio oral La Constitución española
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+: mayor grado -: menor grado -/+ significa: menor en relación con su escala y mayor en relación con la otra escala. +/- significa: mayor en relación con su escala y menor en relación con la otra escala
La situación de coloquialidad en los subgéneros objeto de estudio, entendida como un haz rasgos (según se muestra en la parte izquierda del cuadro anterior), favorecen estilos interaccionales y, en concreto, ciertos hechos lingüísticos como los que se describen a continuación, algunos de los cuales ya aparecen reflejados en el cuadro como lo que realmente son, correlatos lingüísticos de la +coloquialidad: ― Acortamientos de palabras y frases: tb (también), s (es), insti(tuto), por fa(vor), peli (película), xq (porque), a1q (aunque). ― Pérdida de sonidos, como en lo oral coloquial, que ahora son letras: tods (todos), puedn (pueden), pdir (pedir), scrib (escribe); fenómenos de fonética sintáctica: t’ol mundo, pa’ke2. ― Alteración de algunos signos ortográficos: parezk (parezca), kosas (cosas), muxo (mucho), kiere (quiere), wenass tardes (buenas tardes), dilo +claro (más), xdios (por dios). Estas alteraciones, junto a aquellas que afectan a los signos de interrogación, de admiración, los puntos suspensivos, los alargamientos silábicos, etc., están al servicio de la expresividad y no siempre de una función comunicativa concreta: ¡¡¡¡QUE TE CALLES, TÍO!!!!, holaaaa. Las letras mayúsculas se asocian con frecuencia con una pronunciación marcada de una palabra o expresión: LO PASAMS DE PUTA MADRE. ― Falta de acentuación. ― Sintaxis concatenada: las frases, breves, se añaden conforme vienen a la mente de quien escribe. ― Presencia de muchas partículas discursivas como bueno, vale, venga, oye, ¿eh?, ¿no?, o sea, todas más propias del habla, que ayudan a la formulación del discurso y al control del contacto, como si se estuviera conversando.
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Estos dos últimos rasgos se señalan también en otros trabajos. Sirva de ejemplo el ya citado sobre el chat, de Sanmartín (2007: 257).
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― Saludos y despedidas orales coloquiales: hola q’tal, ta’lego (‘hasta luego’). ― Voces jergales, como en lo oral coloquial, aunque en este caso del ámbito cibernético. Algunas de estas son préstamos del inglés y se acomodan en ocasiones al castellano. Como todo en la lengua, estos anglicismos se transforman ―los cambios se producen más rápidamente en el medio electrónico― e, incluso, desaparecen en beneficio de términos del español; a nadie sorprende que pendrive, por ejemplo, haya pasado en muy poco tiempo a lápiz de memoria e, incluso, coloquialmente algunos en España lo llamen chismito. ― Es un espacio que favorece la creación de palabras y de nuevas acepciones: cliquear, chatear, bloguear, tuitear…; conectar, red, torre, iconos, carpeta, navegar, ejecutar, puntero, ratón, abrir un documento, cerrarlo, correo electrónico, correo basura, tirar a la papelera, vaciar la papelera, buscador, aplicaciones, pegar, adjuntar, seleccionar todo, justificar, eliminar, cerrar, terminar sesión…; hardware, software, mail, nick (que es un pseudónimo o apodo, de uso también frecuente en la conversación coloquial juvenil, en general), «güeb», página web, blog, chat, mesenger, «feisbuk», «imeils», «espams», «gúgel», «secon laif». Y otras muchas creaciones léxicas que se desarrollan como propias dentro del grupo que chatea o usa cualquier otro subgénero electrónico. ― Aparecen dialectalismos, vulgarismos, cambios de código, a veces, empleados lúdicamente: besines pa’tos, adeu, agur, byeee, one momento; lo que es característico en situaciones de coloquialidad donde siempre afloran más los rasgos dialectales y los sociolectales de edad y de sexo (según se muestra también en el cuadro anterior; véase, asimismo, Briz y grupo Val.Es.Co, 2002: esp. 2527 y Briz, 2010: esp. 28 y ss). ― Se añaden toda una serie de formas propias de un lenguaje no verbal, que pretenden imitar algunos gestos y movimientos. Para su visualización se utilizan marcas ortográficas, dibujos de caritas con rasgos que muestran algunas emociones de tristeza, alegría, complicidad, ironía, etc., así como formas complejas que se mueven y lanzan ruidos o besos, o palpitan, todo ello en un intento de mostrar una cierta expresividad. Son los llamados emoticones, un recurso escrito-visual, un rasgo más de este hablar por
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escrito, que intenta hacer las veces, aunque de modo simple y «rudimentario», de algunos gestos y movimientos propios de lo oral3. ― Las risas son continuas; además de que con estas se manifiesta una vez más el fin interpersonal, aparecen con frecuencia para mostrar el interés hacia lo dicho por el interlocutor, la alianza con él, es decir, se trata de formas colaborativas, de cortesía valorizadora. ― La intensificación es extrema, lo que sucede también en la conversación coloquial juvenil. Los intensificadores se emplean como refuerzos de las acciones y opiniones, de la certeza de las historias relatadas, de la objetividad de lo dicho, de los acuerdos y de los desacuerdos, aunque muchos de estos últimos sean fingidos. Aparecen con frecuencia palabras «irreverentes, malsonantes», que unidas a otros recursos de intensificación fónicos, morfosintácticos y léxico-semánticos, hacen el lenguaje muy directo: por ejemplo los insultos son frecuentes (borrachuza, capulla, gilipollas), si bien se vuelven cariñosos. Nada parece tabú en la interacción juvenil por la red, pero tampoco lo es en la conversación cotidiana entre dichos jóvenes. ― En efecto, se emplea un lenguaje directo, sin apenas atenuantes, sin formalidades, con mucha descortesía fingida, que actúa de forma lúdica y, a la vez, como seña de identidad grupal (Zimmermann, 2003), como una especie de tatuaje verbal del grupo social joven: A: ¿ALGUIEN DE AQUÍ QUIERE INTIMAR CONMIGO? / B: GILIPOLLAS. ESTOY HASTA LOS WEBOS DEL TIPIC. COPYRIGTH, amo los porros y ellos me aman a mí (extraído de Sanmartín, 2007: 13). En suma, el grupo joven se constituye en una cibercomunidad que «habla-escribe» (perdón por este compuesto inexistente) y en la que se produce 3
Sin duda, los emoticones son otro argumento para afirmar, como acertadamente señala Kerbrat-Orrecchioni, la hibridación de algunos de estos géneros electrónicos. Ahora bien, como también señala la autora, no dejan de ser meras «tentatives pour introduire un peu de ‘corps’ dans la communication écrite… que ne peuvent restituir que de façon rudimentaire l’infinie richesse et diversité des mimiques de la communication orale en face à face» (2007: 37).
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con frecuencia una relajación lingüística, pragmática y social (que caracteriza, asimismo, la conversación coloquial4). Relajación lingüística, por el escaso control de lo producido y la planificación sobre la marcha del discurso, que explicaría ciertos rasgos de la sintaxis coloquial, así como algunos empleos léxicos poco precisos, el lenguaje abreviado y algunas de las pérdidas, por ejemplo, de letras. Relajación pragmática y social en cuanto a las formas de interactuar y de relacionarse con el otro, tanto es así que empleos codificados como descorteses no se interpretan como tales, los desacuerdos no se atenúan, antes al contrario de intensifican, sin que por ello las imágenes se sientan amenazadas. La comunicación juvenil en los medios electrónicos ejemplificados, constituye, por todos los rasgos examinados, una realización discursiva escrita coloquial, tan coloquial que a veces parece como si se hablara. Sin duda, un discurso el de los chat, tuenti, sms, correos electrónicos, etc., que utiliza y se transmite a través de un canal escrito, pero que en su realización presenta numerosos reflejos de la coloquialidad más extrema, los cuales hacen que podamos imaginar que dichos jóvenes están conversando. 3. EL PELIGRO QUE ALGUNOS VEN EN INTERNET Y EN OTROS MEDIOS ELECTRÓNICOS
¿Supone un peligro para el buen uso? Sin duda, es esta una cuestión muy debatida en algunos foros y se trata de una de las preguntas preferidas de algunos profesionales a los lingüistas. No obstante, la respuesta depende de lo que se entienda por «buen uso». En nuestra opinión, el «buen uso» significa corrección gramatical y adecuación situacional de la opción lingüística elegida para comunicarse eficaz y eficientemente con el otro. Así pues, la respuesta en nuestro caso y, más concretamente en relación con los subgéneros que venimos analizando, es que no existe peligro para el español bueno. Antes al contrario, la presencia de estos nuevos géneros no hace sino enriquecer la lengua en su variedad diafásica. El peligro solo existiría si estos rasgos salieran de su ciberespacio de cotidianidad. Porque no siempre es tanto un problema de corrección como de falta de adecuación al usar el lenguaje. Y esta falta de adecuación puede darse en cualquier tipo de comunicación que no se ajuste a la situación de comunicación y a los usuarios a los que se dirige. Así, por ejemplo, que un estudiante irrumpa en el despacho de un profesor y diga Oye a qué hora dices que es el examen, aunque impecable gramaticalmente, es un uso con varios 4
Al carácter coloquial «conversacional» del chat, en concreto, alude Sanmartín (2007: 258).
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desajustes y errores pragmáticos y sociales, debidos al empleo de un estilo comunicativo coloquial en una situación, como el contexto académico, de formalidad. Por un lado, lo que queremos destacar con lo anterior es que, si lo coloquial sale de su contexto de cotidianidad, entonces se convierte en un mal uso, inadecuado y, por tanto, poco feliz, que puede provocar un fracaso en la interacción. Y, por otro lado, que la variación situacional y, con ello, la de los géneros discursivos (por ejemplo, carta familiar vs carta formal; charla vs conferencia, etc.) modifica los estilos comunicativos, los registros y, así pues, las estrategias y tácticas en la interacción. Lo dicho es aplicable a la comunicación electrónica. Por ejemplo, sería poco apropiado que esta oralidad coloquial se mantuviera en las páginas web, en blogs académicos o profesionales, en esa otra comunicación electrónica que permanece y es menos efímera y que han de leer usuarios variados, o en aquella cuyo fin no fuera interpersonal, esto es, fuera más allá del mantenimiento de la «comunión fática». Sin duda, la situación de mayor o menor coloquialidad y, dentro de esta el medio electrónico en el que se producen las realizaciones discursivas ejemplificadas, mueve el uso y la conducta interaccional de los usuarios. Así pues, que se abrevie, que haya ausencia de ciertos elementos ortográficos, que los enunciados se corten o que estén presentes otros rasgos lingüísticos como los mencionados son hechos que cabe entenderlos asociados a una planificación sobre la marcha (a pesar del canal gráfico) y al escaso control de lo producido, rasgos propios de este escrito como si se hablara, de la modalidad coloquial empleada y, por tanto, de géneros ubicados en la escala de mayor coloquialidad o inmediatez comunicativa, así como del carácter urgente, rápido y efímero propio de la comunicación electrónica (que impone, a su vez, una gran economía verbal). Que un telegrama tuviera algunas de estas características «económicas» era propio del género; entonces, nos preguntamos por qué no suponer y aceptar que esta oralidad coloquial lo es también de algunos géneros del ciberespacio donde, como en la conversación cotidiana, prima el acercamiento, la solidaridad y muchas veces la seducción a la persuasión. En fin, lo oral coloquial cuando se refleja en lo escrito sorprende, pero no tanto si nos estamos refiriendo a subgéneros donde se habla por escrito. La comunicación electrónica, como cualquier tipo de comunicación, puede ser más o menos formal o más o menos informal, más o menos conversacional, en el sentido apuntado, según la escala variacional en que nos estemos moviendo.
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Por otra parte, cabe también tener muy en cuenta en ese uso más oral y más coloquial de la comunicación electrónica el dato relevante de la edad de los internautas. Hay quien siempre que escribe por internet, aunque emplee un estilo coloquial, lo hace con todas las letras y siempre con las frases terminadas, claro que no sería este el usuario cibernético prototípico. Quizás, los reparos a hacerlo se explican por razones de edad o de posición, de imagen. En efecto, puede ser un descrédito; y de hecho, algunos, a veces, al expresarse coloquialmente por la red, se autoprotegen diciendo: «yo no escribo así, es el teclado, es la urgencia…». No es el caso de la interacción entre jóvenes. 4. UNAS REFLEXIONES FINALES HASTA MÁS ANÁLISIS En la descripción realizada de este lenguaje cibernético no hay nada sorprendente, ni siquiera, diríamos, nada nuevo que no esté en correlación con el medio y con la inmediatez comunicativa o la coloquialidad de la situación (descrita en el cuadro anterior: relaciones de +igualdad social y funcional, de roles, entre los interlocutores, relaciones vivenciales de +proximidad, fines +interpersonales, temáticas y espacios de mayor cotidianidad, rasgos de los usuarios ―en nuestro caso, jóvenes―, concepción más oral, mayor dinamismo, alternancia de turnos determinada sobre la marcha y, así pues, un carácter +conversacional). Insistimos, la comunicación electrónica entre jóvenes es un modo coloquial de usar el español en un medio que tiene sus peculiaridades, como cualquier otro género discursivo, un modo coloquial de andar verbalmente por la red que será adecuado mientras se ajuste a los contextos de inmediatez y no traspase dicho medio (lo que puede afirmarse del mismo modo para el resto de variedades en esta escala de la coloquialidad como en la escala de la formalidad). Además, como señalábamos, muchos de estos rasgos de extrema coloquialidad no son sino señas de identidad grupal, del grupo joven, con los que se estrechan los lazos de cada grupo. Así cabe interpretar, como se apuntaba antes, algunos de estos fenómenos, incluido el de las incorrecciones o aparentes transgresiones de las reglas sociales, como el uso de la descortesía fingida. Los jóvenes, en su conducta interaccional, son anticorteses con un fin identitario (Zimmermann, 2003; Briz, 2003 y 2012). Hay quien puede seguir pensando tras leer estas páginas que las erratas y los considerados «errores lingüísticos» de tanto escribirlos se fijan y que, por ello, el ciberlenguaje es un peligro para el buen uso del español y puede suponer un empobrecimiento del idioma. Pero, insistimos, si quien habla o escribe tuviera clara la adecuación contextual, si se enseñara que no se puede escribir o hablar a un amigo igual que a un desconocido, que existe mayor o
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menor formalidad e informalidad según dónde, a quién se escriba, la relación de confianza y proximidad, la relación social con el interlocutor o destinatario, de qué se esté hablando o escribiendo, el fin que se intente lograr y el medio, ese peligro no existiría. Si fuéramos todos conscientes de la importancia que tiene el lenguaje para la vida social, académica y profesional y se educara en hablar y escribir bien, correcta y adecuadamente, esta comunicación electrónica entre jóvenes dejaría de entenderse como un peligro y solo cabría explicarla como una realización discursiva más de lo coloquial. Consecuentemente, hablaríamos de enriquecimiento en términos de variación situacional. Muchos chat, tuenti, sms, correos electrónicos, etc., subgéneros discursivos que emplean un estilo comunicativo híbrido escrito oralizado coloquial, estarían ampliando, así pues, las variedades dentro de la escala de la coloquialidad. Que internet y, en general, los medios electrónicos alteran los estilos de escritura y los modos de comunicación es evidente. Estamos convencidos de que la producción lingüística, incluso la artística, la periodística, etc., se ha visto influida en algún sentido y que dichos cambios en el lenguaje se están produciendo con más rapidez; así, una novela escrita a mano sobre cuartillas de papel o mecanografiada, seguramente, no sería la misma novela escrita sobre el teclado de un ordenador. Pero esa novela, en principio, no será peor, solo será distinta. Pues, exactamente, eso es lo que ocurre cuando los jóvenes (o los menos jóvenes) escriben e interactúan a través de algunos medios electrónicos: se modifican los modos de escritura, los estilos de comunicar y comunicarse, así como también, las conductas interaccionales. Coincidimos con Samaniego (2003) cuando afirma que «es imposible que (la cibernética), afectando a los hombres, no afecte también a la lengua» y, añade, «pero no necesariamente, en sentido negativo». Como se ha intentado mostrar aquí, existe «lo escrito como si se hablara», en lo escrito hay reflejos de lo oral coloquial, y la «galaxia internet» es un ejemplo de ello. Quizá, tengamos que hablar de una tradición textual que habla (coloquialmente) por escrito (en el ciberespacio, pero también en otros medios, por ejemplo, periodísticos y literarios). Mucho antes, Juan de Valdés y otros autores apostaron por la tradición de «escribir como se hablaba», aunque en estos casos se tratara del habla culta y más que «escribo como hablo» fuera «hablo imaginando que estoy escribiendo». En los géneros que nos ocupan parece que nos encontramos ante una tendencia hacia «escribir como si se hablara y conversara en la distancia (coloquial y cibernéticamente)», que es adecuado a situaciones de informalidad, del mismo modo que existe lo hablado como si se escribiera en situaciones de más forma-
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lidad, como el lenguaje empleado por los profesionales de la justicia durante un juicio oral. Contra la «peligrosidad» de esta hibridación, la adecuación es el «remedio», aunque con ayuda de la «moderación», pues conviene saber que en el primer caso estamos escribiendo y en el segundo se está hablando. El lenguaje que utilizan los jóvenes en la red es un uso coloquial oralizado, que extrema los rasgos de +coloquialidad (y, por tanto, de lo oral) sobre un canal escrito, que deja aflorar su edad, su origen o procedencia, y que nivela en cierto modo las de su verdadero nivel de lengua, igual que ocurre en las interacciones verbales cotidianas. Y que dicho lenguaje, así como los modos característicos de conducta interaccional, algunos de los cuales parecen transgredir ciertos principios cooperativos y sociales, además de una función lúdica dan cohesión al grupo y constituyen una seña de identidad grupal. Lo demás se explica por las propias características del medio. Es cierto, no obstante, que actualmente el uso coloquial y esta forma de interactuar han salido de su contexto de inmediatez o de cotidianidad y del grupo juvenil y se han instalado en otros géneros discursivos y en otros grupos sociales. Por ejemplo, hoy los debates son un guirigay conversacional y las tertulias son pseudotertulias donde impera el grito y la descortesía seguramente fingida como estrategias para mantener y ganar audiencia (Brenes, 2011 y Briz, 2012). Ciertamente, hoy todo parece coloquializarse. Y el proceso de coloquialización, la globalización coloquial que impera incluso en interacciones que deberían usar un estilo más formal, puede estar triunfando también en internet. Pero dicha coloquialización no sería sino una muestra de una tendencia de la coloquialización del lenguaje en España en situaciones donde sería esperable el empleo de registros más formales. Esta tendencia hacia la uniformidad lingüística coloquial (en cualquier situación) es lo que verdaderamente empobrece la lengua, no internet, que solo sería un medio, eso sí, rápido de extender dicha tendencia. Tomo la frase del blog del I Congreso mundial de profesores de español (COMPROFES), organizado por el Instituto Cervantes; en este Oreto Briz escribía: «Navegar ya no es hoy lo que era. Ahora, entre los cruceros y la internet, la navegación se ha hecho muy popular en la vida y en el lenguaje». Y añadiríamos nosotros: la globalización coloquial imperante en interacciones que deberían usar un estilo más formal impera también en internet, lo cual unas veces es adecuado, pero otras no tanto. Referencias bibliográficas BRENES, E. (2011): Descortesía verbal y tertulia televisiva. Análisis pragmalingüístico, Frankfurt am Main, Peter Lang.
HABLAR ELECTRÓNICAMENTE POR ESCRITO
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9 VERBOS DELOCUTIVOS EN ESPAÑOL∗
MANUEL CASADO VELARDE GRADUN. Universidad de Navarra
1. INTRODUCCIÓN La formación de palabras se viene estudiando, tradicionalmente, a partir de las unidades del sistema de la lengua, que son las unidades con las cuales opera la morfología léxica: raíces, temas, afijos, etc.1 Sin embargo, un trabajo de Debrunner (1956) y otro de Benveniste (1971), titulado este último «Les verbes délocutifs» y publicado en 1958, constituyeron un punto de inflexión al fijar la atención sobre el hecho de que, en diversos idiomas indoeuropeos, existían verbos cuyo origen hay que buscarlo no en un lexema previo de la ∗
1
Investigación inscrita en el Proyecto «El discurso público: estrategias persuasivas y de interpretación», desarrollado por el grupo GRADUN (Grupo Análisis del Discurso. Universidad de Navarra; ) en el seno del ICS (Instituto Cultura y Sociedad) de la Universidad de Navarra. Los tratados de formación de palabras así lo reflejan en su estructura y sus desarrollos, como, por lo demás, no podía ser de otra manera, ya que describen y tratan de reflejar las regularidades del sistema de la lengua en lo que se refiere a la ampliación del léxico. Por lo que respecta al español, puede comprobarse lo que acabo de decir tanto en obras clásicas como en otras más recientes: Rainer (1993), Lang (1997), Varela (1993), Almela (1999), así como en la Nueva gramática de la lengua española (NGRAE) de la Real Academia Española y la Asociación de Academias de la Lengua Española.
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lengua, considerado en el plano abstracto del sistema, sino en determinadas fórmulas o expresiones convencionales con las que se ejecutaban lo que hoy llamamos actos lingüísticos2. Algunos de los ejemplos que proponían estos autores son los verbos latinos salutare, formado a partir de la fórmula de saludo Salus!, cuyo significado originario sería ‘saludar diciendo salus’, o necare ‘decir nec’; o el verbo inglés to welcome ‘decir welcome’. Benveniste denominó a estos nuevos productos léxicos «verbes délocutifs», por proceder de lo que él consideraba locuciones, etiqueta análoga a las de denominales, deverbales, deadjetivales, etc. 3 Ya en 1964 Coseriu —refiriéndose a formaciones nominales— había llamado también la atención sobre el hecho de que, desde el punto de vista diacrónico, ciertos elementos surgidos en el metalenguaje del discurso pueden ser adoptados en el lenguaje primario y, de este modo, volverse elementos de lengua y entrar en oposiciones semánticas de lengua (así, fr. un sauve-qui-peut, esp. un distingo, it. il credo (Coseriu 1977: 108),
ampliando, de esta forma, la delocutividad a la categoría de los sustantivos. Los trabajos de Benveniste y de Debrunner, aunque no se limitan a idiomas particulares, se refieren sin embargo solo a lenguas indoeuropeas, tanto antiguas como modernas. Fuera de este ámbito se encuentran pocas informaciones y más bien dispersas. No olvidemos que el concepto de delocutividad es todavía reciente. Como advierte Plank, few linguistic dictionaries, encyclopedias, surveys, or even handbooks devoted to morphology have an entry DELOCUTIVE or as little as a mention of the term or some equivalent in the index. The Concise Oxford Dictionary of Linguistics, compiled by a morphologist (Matthews, 1997: 90), is a rare exception (2005: 461). Poco antes de Benveniste, como se puede ver, Debrunner (1956) había situado el mismo tema en la agenda de la lingüística, con ejemplos de diferentes lenguas, aunque su denominación («Hypostasierung») tuvo menor fortuna doctrinal que la de Benveniste. 3 A falta de una fijación terminológica en la cuestión que aquí me ocupa, emplearé los derivados delocutivo y decitativo, aunque contrasten con la serie deverbal, denominal, deadjetival, afianzada en el uso. Mi preferencia por delocutivo y decitativo, aparte del inevitable precedente del francés, y de su recepción en inglés (delocutive, Plank, 2005) y en alemán (delokutiv Bildungen, Rainer, 1993), obedece al hecho de que, en el ámbito de la pragmática y de los estudios del discurso, se han consolidado los términos locutivo, ilocutivo, perlocutivo para designar los actos lingüísticos. Lo cual resulta congruente con la idea de que las creaciones que aquí estudio han conocido particulares funciones discursivas previas (como fórmulas o no). Bien es cierto que, en contra, podría aducirse el hecho de que delocutivo sugiere como base una locución, lo cual no siempre (ni en la mayoría de los casos) es cierto. 2
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Otros lingüistas, en años sucesivos, han ido desarrollando, modificando o ampliando, los planteamientos de Benveniste y de Debrunner: así, por ejemplo, Rey-Debove (1978), Anscombre (1985), Ducrot (1988), Conte (1984), Büchi (1995) o De Brabanter (2005)4. Para uno de los autores que más recientemente se ha ocupado de los verbos delocutivos desde una perspectiva lingüística general y comparada, los verbos delocutivos pueden definirse «as derived verbs which mean ‘to say or utter “X” (to someone)’, where X is a variable for derivational bases ranging over types of things that can be said or uttered» (Plank, 2005: 45960). En el mismo artículo que vengo citando de Plank (2005) se ofrece una amplia visión, sistemática y comparada, del fenómeno de la delocutividad verbal, así como una descripción de las características que presenta en las diferentes lenguas ―bastantes, por cierto― de las que este investigador tiene noticia. Una de sus conclusiones más firmes es que los verbos delocutivos no constituyen un fenómeno meramente indoeuropeo: hay, por una parte, lenguas indoeuropeas en que no se documentan, y otras muchas familias no indoeuropeas en las que sí. En términos macroareales, se registran verbos delocutivos en lenguas de Eurasia, Norte de África, Próximo Oriente, Sur y Sudeste de Asia, Australia y América (Plank, 2005: 462-463). 2. DEL DISCURSO AL LÉXICO: DIFERENTES MANIFESTACIONES DE LA DELOCUTIVIDAD
En otros lugares me he ocupado del fenómeno de la delocutividad en español (Casado, 2009, 2010 y en prensa), que ha dado lugar a nuevos sustantivos, adjetivos, verbos y adverbios. Entre los primeros, se trata de nombres como, por citar solo unos cuantos, los que siguen: adeudo 1. m. ‘Deuda (obligación de pagar)’. 2. m. ‘Cantidad que se ha de pagar en las aduanas por una mercancía’ .3. m. Com. ‘Acción y efecto de adeudar (cargar)’ (DRAE); 1. m. ‘Acción de adeudar’ (DEA); considerando m. ‘Cada una de las razones esenciales que preceden y sirven de apoyo a un fallo o dictamen y empiezan con dicha palabra’ (DRAE); m. (Der) “En una disposición o en una sentencia”: ‘razón de las que sirven de fundamento, encabezada por la palabra considerando’ (DEA); 4
Por lo se refiere al ámbito hispánico, Portolés dedicó significativamente un epígrafe («La delocutividad de Benveniste y de Anscombre», 2004: 192-195) a tales creaciones léxicas, en el capítulo de su Pragmática para hispanistas titulado «Los actos de habla».
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pésame 1. m. ‘Expresión con que se hace saber a alguien el sentimiento que se tiene de su pena o aflicción’ (DRAE); m. ‘Manifestación de condolencia por la muerte de alguien, dirigida a un allegado suyo’ (DEA); renuncio 1. m. ‘En algunos juegos de naipes, falta que se comete renunciando’. 2. m. coloq. Mentira o contradicción en que se coge a alguien’ (DRAE); m. ‘Falta que se comete contra las leyes de un juego, no jugando la carta o la ficha debida’; ‘mentira o contradicción’ (DEA); saluda m. besalamano (DRAE); m. ‘Comunicación escrita breve, no firmada, […] en que figura la palabra saluda’ (DEA); trágala (de las palabras «Trágala, tú, servilón», con que empezaba el estribillo). 1. m. ‘Canción con que los liberales españoles zaherían a los partidarios del gobierno absoluto durante el primer tercio del siglo XIX’. 2. m. ‘Manifestaciones o hechos por los cuales se obliga a alguien a soportar algo de lo que es enemigo’ (DRAE); m. col. ‘Acción por la que se obliga a alguien a aceptar algo a la fuerza’ (DEA).
Con independencia de distinciones ulteriores que se puedan realizar, en estos sustantivos se observa, de manera más o menos palmaria, que son resultado de una transcategorización de piezas lingüísticas o expresiones con las que se ejecuta(ba)n diversos actos de habla en particulares empleos discursivos. Y así, de hecho, se percibe con frecuencia —como se habrá observado a propósito de los lexemas que acabo de citar— en su tratamiento lexicográfico5. Aunque no es este el lugar de ofrecer un muestrario más o menos extenso de lexemas delocutivos del español, sí quiero anotar que este procedimiento de creación ha producido muchas más unidades léxicas de las que a primera vista pudiera parecer, aunque algunas resulten ya poco usadas o pertenezcan a peculiares variedades diafásicas (lenguaje jurídico, nombres de textos o de juegos) o diatópicas de la lengua. Tienen en común las unidades delocutivas que he venido citando el hecho de que, previamente, han conocido «otra vida» categorial diferente, es decir, han sido interjecciones, locuciones, construcciones sintácticas, usos verbales, etc. al servicio de variadas funciones discursivas (fórmulas de saludo, de despedida, de agradecimiento, de acuse de recibo, de pésame, de aclamación, de maldición, de excusa, de llamada de atención, de compromiso, etc.). Y finalmente, a través de un proceso de «cita» (metalenguaje del discurso) se han convertido en (derivados de) homónimos (Gutiérrez Ordó5
Los diccionarios, en particular el DRAE, son poco sistemáticos en el tratamiento lexicográfico de estas unidades, tanto en la macro como en la microestructura.
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ñez, 1989; Escandell, 2007) de su «étimo»: en nuevos lexemas de la lengua, con significado y flexión propios; es decir, en nuevos signos. Se trata, por lo demás, como ha expuesto Loureda (2010), de un dinamismo general (enérgeia) propio del lenguaje, mediante el cual los hechos particulares de cada discurso (acto lingüístico primario) pasan a enriquecer el nivel idiomático del hablar (las unidades de las lenguas históricas). Concretamente, se comprueba cómo ciertas piezas surgidas en el metalenguaje del discurso (como citas, o sea, lenguaje secundario: considerando, pésame, renuncio…) son adoptadas en el lenguaje primario, convirtiéndose en unidades de la lengua (signos) que, en cuanto tales, entran en oposiciones semánticas (Coseriu, 1977: 108; Casas, 2002), como puede observarse en los siguientes paradigmas: considerando / resultando; pésame / enhorabuena; recibí / conforme / visto bueno / enterado; etc.
Con palabras de E. Conte, «dans les lexèmes délocutifs l’énonciation s’est cristallisée dans le lexique d’une langue» (1984: 67). Pero el fenómeno de creación léxica al que me estoy refiriendo no se limita ni a los verbos ni a los sustantivos delocutivos que he citado, según he puesto de relieve en otros lugares (Casado, 2010 y en prensa). Abarca un amplio y heterogéneo muestrario de casos que ofrecen en común la «vida discursiva» previa a la «vida lexemático-idiomática» y, en gran medida, determinante de esta. En su origen inmediato está el discurso, no las unidades abstractas del sistema de la lengua. 3. TIPOLOGÍA DE LA DELOCUTIVIDAD VERBAL 3.1. Aquí me ocupo, específicamente, de la delocutividad verbal, desarrollando y ampliando Casado (2009 y 2010). Teniendo en cuenta los verbos delocutivos comprobados en una considerable cantidad de lenguas en las que han sido estudiados6, Plank (2005: 464-465) ha establecido una clasificación general de tales verbos en función de los diferentes tipos de bases7:
6 7
No se encuentra entre ellas, sin embargo, el español. Se trata de la más completa clasificación, realizada hasta ahora, por lo que respecta a los verbos delocutivos. He aquí el esquema de clasificación (Plank, 2005: 464-465): (i) pronouns of address, distinguished as formal and informal or along similar social or emotional lines;
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pronombres, nombres de tratamiento, palabras o locuciones con que se ejecutan actos lingüísticos dialógicos, fórmulas sociales (saludos, agradecimientos, despedidas, súplicas, juramentos…), interjecciones, reproducciones convencionales de sonidos humanos o animales, rasgos de pronunciación característicos de variedades dialectales (o de otro tipo), particularidades lingüísticas individuales. Tomando como punto de partida el citado esquema de Plank, ofreceré una clasificación de los verbos delocutivos del español (§ 4). Antes de proceder a ella, sin embargo, realizaré una caracterización, siquiera sea sumaria, de los citados verbos. 3.2. Verbos derivados de menciones: delocutivos y decitativos Un rasgo característico de la mayor parte de las formaciones verbales delocutivas es la presencia del sufijo -ear, con el que, por lo demás, se han formado y se siguen formando en español un gran número de verbos (Pena, 1980: 77-84) «a partir de sustantivos y adjetivos, pero también de algunos pronombres y de otras clases de palabras» (NGRAE, I: 587)8.
8
(ii) nouns of (abusive and other) address, including titles, epithets, (core) kin terms, and proper names; (iii) words or phrases specialized for performing complementary dialogic speech-acts, in particular (a) words of answering yes/no questions and also for responding to commands (‘yes’, ‘no’, also ‘perhaps’ etc.), (b) words for asking questions (i. e., interrogative pronouns), (c) words for reacting to assertions (e.g., ‘but’, ‘okay’, ‘uh-huh’, ‘oh’); (iv) expressions for performing routine social acts, such as greeting, well-wishing, thanking, warning, permitting and forbidding, supplicating, swearing, cursing, chanting, getting someone’s attention, and maintaining contact between speaker and addressee (on either side) […]; (v) expressives: (a) sound-related interjections or ideophones, (b) conventionalized reproductions of human or animal sounds or calls; (vi) features of pronunciation characteristic of dialectal or other linguistic varieties or of individual speech peculiarities, including fillers for the pauses when one’s speech is halting. «El proceso, según la nueva gramática de las Academias, se conoce en todas las variedades del español, pero es más productivo en el americano que en el europeo» (NGRAE, I: 587588). Rainer (1993), al tratar del sufijo -ear, distingue un subgrupo de derivados, que denomina delocutivos (delokutive Bildungen), en cuya base se encuentra una realidad de lengua o habla objetiva.
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Compárense las dos siguientes series (A y B) de formaciones verbales en -ear del español: arrear9
ayear10
cecear11
holear jalear12
jesusear13 oxear14 señorear
sisear15
A DRAE: (De arre) ‘Estimular a las bestias para que echen a andar, o para que sigan caminando, o para que aviven el paso’. DRAE: ‘Repetir ayes en manifestación de algún sentimiento, pena o dolor’. DRAE: ‘Pronunciar la s con articulación igual o semejante a la de la c ante e, i, o a la de la z’. DRAE: ‘Usar repetidamente la voz hola’. DRAE: (De ¡hala!) ‘Animar con palmadas, ademanes y expresiones a los que bailan, cantan, etc.’ DRAE: ‘repetir muchas veces el nombre de Jesús’. DRAE: (De ox).1. tr. ‘Espantar las aves domésticas y la caza’. DRAE: 6 coloq. ‘Dar a alguien repetidas veces e importunamente el tratamiento de señor’. DRAE: ‘Emitir repetidamente el sonido inarticu-
alabear
B DRAE: ‘Combar, curvar, especialmente la madera’.
babear
DRAE: ‘Expeler o echar de sí la baba’.
bracear
DRAE: ‘Mover repetidamente los brazos, por lo común con esfuerzo o g a llardía’. DRAE: ‘Dar color de bronce’.
broncear cabecear
cocear
DRAE: ‘Mover o inclinar la cabeza, ya a un lado, ya a otro, o moverla reiteradamente hacia delante’. DRAE: ‘Dar o tirar coces’.
diablear
DRAE: ‘Hacer diabluras’.
donjuanear
DRAE: ‘Hacer de donjuán’.
lancear
DRAE: ‘Herir con lanza’.
Para el DEA: ‘Estimular [a las bestias] con la voz o con algún tipo de golpe o castigo, para que anden o para que lo hagan más deprisa’ (la cursiva es mía). 10 Para el DEA: ‘Quejarse o lamentarse con ayes’. 11 Para el DEA: ‘Pronunciar el fonema’… 12 Para el DEA: ‘Animar con palmadas o expresiones’, etc. 13 Para el DEA: ‘Repetir muchas veces la palabra «Jesús»’. 14 El DUE, en cambio, utiliza el verbo decir: oxear ‘ahuyentar diciendo «¡ox!» u «¡oxe!» a las aves de corral’. 15 Para el DEA: ‘Emitir prolongadamente el sonido s o ch, esp. para mandar callar, llamar la atención o mostrar desagrado’ 9
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tutear16 zapear
lado de s y ch, por lo común para manifestar desaprobación o desagrado’. DRAE: ‘Hablar a alguien empleando el pronombre de segunda persona’. DRAE ‘Espantar al gato con la voz zape’.
parpadear
DRAE: ‘Abrir y cerrar repetidamente los párpados’.
petardear
DRAE: ‘Batir una puerta con petardos’.
TABLA 1. Algunas formaciones verbales en -ear del español
En la definición de (al menos una de las acepciones de) las voces de la serie A entra el archisemema ‘decir’, aunque los diccionarios no siempre empleen el archilexema correspondiente, sino algún hipónimo o algún complemento (del tipo con la voz): emitir un sonido, pronunciar, repetir, etc. En la definición de los verbos de la serie B, por el contrario, es el archisemema ‘hacer’ (con lexemas como abrir, batir, cerrar, combar, dar, expeler, herir, mover, poner, practicar, realizar, tirar, etc.) el que forma parte de las definiciones17. Los verbos de la serie A, en consecuencia, por tener en su origen menciones de lo que constituye su base, son los que aquí me interesan. Y entre ellos, distinguiré delocutivos propiamente dichos y decitativos. 3.3. Verbos delocutivos Un conjunto de verbos delocutivos representa la contrapartida verbal de los sustantivos clasificados como provenientes de expresiones con las que se realizan actos ilocutivos (cf. § 2). El significado de estos verbos puede captarse, según De Brabanter, a través de la fórmula to say: «x», en donde say significa ‘to perform an illocutionary act’ y «x» representa el CD mención de la palabra o fórmula con que se realiza el acto discursivo. Se suelen citar como ejemplos en inglés to hail, to encore, to okay, to yes, to welcome. Podemos, de esta forma, considerar delocutivos a los verbos españoles arrear, holear, jalear, oxear, zapear de la serie A.
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DEA: ‘hablar [a alguien] de tú’. A ambas series de verbos les son aplicables la caracterización de Pena: «La mayoría de los verbos en -e-a- expresan notas de significación relacionadas con la aspectualidad» (1993: 235). Concretamente, en los verbos de que me ocupo, «modalidad aspectual iterativa», propia de los derivados de bases sustantivas.
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Delocutivos son igualmente, en su origen, pordiosear (de por Dios. 1. intr. ‘Mendigar o pedir limosna de puerta en puerta’, DRAE) y vitorear (de vítor18 o víctor. 1. tr. ‘Aplaudir o aclamar con vítores a una persona o acción’ DRAE). En la definición de otras formaciones verbales registradas en los diccionarios, como achuchar ‘azuzar’, azuzar19, chistar20, guayar21, etc., de desigual vigencia cronológica y diafásica, también se presupone el significado ‘emitir una determinada proferencia’ (sus, chist, guay)22. Conviene asimismo distinguir entre los verbos de la citada serie A (arrear, ayear, etc.)23, de cuyo significante forma parte la pieza lingüística (arre, ay, etc.) con que se realiza(ba) lo que significan, y otros verbos (como ajear24, latinear25, picardear26, piropear27, runrunear28, sermonear29, vocear30, etc.) que constituyen derivados denominales de sus correspondientes bases (ajo, latín, picardía, piropo, sermón, voz, etc.), y que, aunque en su definición lexicográfica se emplee el verbo decir (u otro de su campo léxico), el CD de este no está constituido por la mención del significante (el icono, podríamos decir) de la correspondiente base derivativa, sino por un signo con su correspondiente significado abstracto. Es decir: mientras que, al menos originariamente, DRAE (del lat. VICTOR, vencedor).1. interj. U. para aplaudir a una persona o una acción. […] 3. m. ‘Letrero escrito directamente sobre una pared, o sobre un cartel o tablilla, en aplauso de una persona por alguna hazaña, acción o promoción gloriosa. Suele contener la palabra víctor o vítor’. 19 DRAE: (De la interj. sus). 1. tr. ‘Incitar a los perros para que embistan’. 20 DRAE: (De chist). 1. intr. ‘Emitir algún sonido con intención de hablar’. 21 DRAE: (De ¡guay!). 1. intr. ant. ‘Llorar, lamentarse’. 22 En el último verbo, guayar, no se percibe el carácter estrictamente delocutivo, en el sentido de que, con la interjección guay no se realiza acto ilocutivo alguno. 23 «Unos pocos derivados en -ear tienen como bases interjecciones y voces onomatopéyicas, como arrear (de arre), bisbisear, cacarear, cloquear, cuchichear […], jalear (de hala, que se usa como transitivo, al igual que tararear), ronronear, sisear, tintinear. Casi todos expresan la acción de emitir los sonidos a los que se refieren sus bases léxicas» (NGRAE, I: 589). 24 DRAE: ajear2 (de ajo2, palabrota). 1. tr. Cantb., Bol., Ec. y Perú. ‘Proferir ajos2’. 25 DRAE: 1. intr. coloq. ‘Emplear con frecuencia voces o frases latinas al hablar o escribir en español’ 26 DRAE: 2. intr. ‘Decir o ejecutar picardías’. 27 DRAE: 1. tr. coloq. ‘Decir piropos’. 28 DRAE: 1. intr. ‘Susurrar’. U. m. c. prnl. 2. intr. ‘Hacer correr un runrún o murmullo’. Y runrún (Voz onomat.). 1. m. ‘Zumbido, ruido o sonido continuado y bronco’. 2. m. ‘Ruido confuso de voces’. 3. m. coloq. ‘Voz que corre entre el público’. 29 DRAE: 2. intr. ‘Predicar’ (‘pronunciar un sermón’). 30 DRAE: 1. tr. ‘Publicar o manifestar con voces algo’. 18
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arrear = decir: arre, jalear = decir hala, zapear = decir zape, etc.,
sin embargo, ajear ≠ decir: ajo, sino «palabrotas» latinear ≠ decir: latín, sino «palabras en latín» picardear ≠ decir: picardía, sino «dichos injuriosos o picardías» piropear ≠ decir: piropo, sino «lisonjas o requiebros» runrunear ≠ decir: runrún, sino «hacer correr un runrún o murmullo» sermonear ≠ decir: sermón, sino «predicar» vocear ≠ decir: voz, sino «manifestar con voces algo».
Estos últimos verbos no se pueden, pues, considerar delocutivos ni decitativos. 3.4. Verbos decitativos La diferencia de este segundo grupo de verbos (los decitativos) con respecto a los anteriores (delocutivos) radica en que los decitativos (en terminología de Anscombre 1985, «citativos»), como ayear, cecear, jesusear, señorear, tutear, no significan propiamente la realización de acto ilocutivo (como «espantar», «aplaudir», «quejarse», «llamar la atención», etc.), contenido que sí poseían, en cambio, los delocutivos. No siempre, sin embargo, resulta fácil la diferenciación entre delocutivos y decitativos. A los efectos de la clasificación que haré seguidamente, prescindiré de tal distinción y englobaré todos los derivados bajo la etiqueta genérica de delocutivos. 4. CLASIFICACIÓN DE LOS VERBOS DELOCUTIVOS EN FUNCIÓN DE SUS BASES
Tomando como punto de partida la citada clasificación de Plank (2005: 464-465), se pueden distinguir en español las siguientes clases de verbos delocutivos en función de los diversos tipos de bases que se citan: (i) delocutivos que tienen como base pronombres personales de tratamiento (formal, informal)31: tutear, uste(de)ar32, vosear. La forma yoyear (sobre la base yo) constituye, por lo que sé, en cambio, un hápax: 31
«La base pronominal de los derivados en -ear afecta a muy pocos verbos. De los pronombres ninguno, tú y vos se derivan respectivamente ningunear, tutear y vosear. El segmento -t- en
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Condenado inevitablemente a yoyear […] ¿Cuándo yoyea el yo? […] Yoyea en mí la luz el lomo de un instante. ¿Yoyeo yo en la nada / o yoyea en mí su resplandor? (J. Siles, «Yoyear», en Actos de habla, Barcelona, Random House Mondadori, 2009: 13-14).
(ii) delocutivos que tienen como base nombres de tratamiento: hermanear33, señorear, primearse34. (iii) delocutivos que tienen como base palabras o expresiones especializadas en la ejecución de actos de habla dialógicos, iniciativos o reactivos. Aunque el sistema del español se muestra abierto a este tipo de creaciones verbales delocutivas, la realidad del uso, sin embargo, parece reacia: (a) de respuesta a preguntas de ‘sí’ / ‘no’ (cf. ing. to yes). La forma española quizasear35 (de quizás), documentada en la Red, constituye un evidente hápax. (b) para realizar preguntas (i. e., pronombres interrogativos): también porquear36 (de por qué) o comear37 (de cómo) representan casos aislados. tutear se explica históricamente por el origen etimológico del verbo, procedente del francés tutoyer. […] El español antiguo conoció atuar y avosar, en los que un pronombre ocupa el lugar del nombre en la pauta a-N-ar. […] Se usa a veces ustedear en el sentido de ‘dispensar trato de usted’, casi siempre entre lingüistas y por oposición a tutear y vosear» (NGRAE, I: 589). 32 Copio un testimonio de ustear: «Le dije que dejara de ustearme, que no era tan viejo, y que a partir de ahora nos tuteáramos» (M. Vargas Llosa, Travesuras de la niña mala, Madrid, Alfaguara, 2006: 302). Y otro de ustedear: «Mis padres aún ustedean a los suyos» (F. Lázaro Carreter, El dardo en la palabra, Barcelona, Galaxia-Gutenberg y Círculo de lectores, 1997: 429). 33 Para el DRAE hermanear 1. tr. p. us. ‘Dar el tratamiento de hermano’. 34 Para el DRAE primearse 1. prnl. coloq. ‘Dicho del rey y los grandes, o de estos entre sí: Darse tratamiento de primos’. La definición que da el DRAE de compadrear (1. intr. ‘Hacer o tener amistad, generalmente con fines poco lícitos’) no da pie, en cambio, a considerarlo delocutivo. 35 Obsérvense los dos siguientes testimonios: (1) «QUIZASEAR (título) Me he dicho a mi misma: si escribes un rato, quizás luego puedas ponerte a trabajar. Quizás. Que bonita palabra. La vida está llena de quizás. Quizás mañana salga el Sol, quizás mañana se acordará, quizás mañana ya se habrá olvidado, quizás me coma un Donut, quizás me compre aquella camiseta, quizás luego vaya, quizás me lo encontraré, quizás podré hablar con él. El problema es que sueño demasiado. “Quizaseo” demasiado» ([31/5/2011], . Mantengo todas las citas sin introducir correcciones por mi parte. Las cursivas me pertenecen). (2) «¿Huyó con las deudas propias y las de FASTA como hijo pródigo para que el padre le dé una solución? El lunes quizás lo intuyamos o quizás lo veamos o, puestos a quizasear, quizás no lo veamos más y sea una retirada progresiva» ([8/2006], ). 36 En la Red he podido, sin embargo, documentar varios testimonios:
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(c) para aserciones reactivas (e.g., pero, de acuerdo, etc.): en español el sustantivo decitativo pero ‘objeción’ se construye normalmente con el verbo poner: poner peros. Sin embargo, no cabe considerar esta construcción como una unidad léxica encuadrable en este apartado. (iv) delocutivos que tienen como base fórmulas sociales, tales como saludo, petición, aclamación, felicitación, agradecimiento, etc.; o bien expresiones convencionales en particulares ámbitos de carácter profesional o lúdico: adiosear ‘decir adiós a alguien, despedir’38, bastantear39, enhorabuenear40 ‘dar la enhorabuena’, holear ‘saludar con un hola’, hurrar41 y hurrear42 ‘aclamar con (1) «“Porquear”, es término que uso para describir el sistema de Sócrates, mi filósofo favorito. El genio griego educaba y discutía a base de preguntar, ¿“Porqué”?» ([8/5/2012], ). (2) «Hay que “porquear”. Las dos más efectivas palabras en cualesquier idioma son ¿por qué? Debemos desafiar todo lo convencional» ([8/5/2012], ). (3) «Lo primero que debe aprender el aficionado es “porquear”. Así llamo al socrático arte de desafiar lo convencional, de cuestionar todo. El mejor invento de la humanidad es la pregunta ¿por qué?» ([21/3/2007], ). 37 «Se me han ocurrido algunos ejemplos graciosos. Por ejemplo al preguntar por el cómo, le podemos llamar comear, al preguntar por el porqué, lo podemos llamar porquear, etc. De esa manera lo que parece estático, lo convertimos en dinámico, es decir le devolvemos su realidad de proceso» ([4/7/2004], ). 38 «Atribulábalos la fatalidad; la pava con su dormilón murmullo adioseaba separaciones, y el aceptado sacrificio endurecíales el alma» (L. Lugones, La guerra gaucha, Buenos Aires, 1905: 93). El adjetivo delocutivo adiosero ra aparece registrado en el DEA como adj. (raro) ‘de despedida o adiós’, con testimonio de uso: «vibraciones adioseras». 39 Para el DRAE bastantear (De bastante).1. intr. Der. ‘Dicho de un abogado: Afirmar por escrito y bajo su responsabilidad que un instrumento público, en donde consta un contrato de mandato, es suficiente para dar valor legal a una o más actuaciones del mandatario’. U. t. c. tr. 2. intr. ‘Dicho de una persona con competencia: Declarar que un poder u otro documento es bastante para el fin con que ha sido otorgado’. U. t. c. tr. Lo registra también el DEA: tr (Der) ‘reconocer [un abogado el poder (cd) otorgado para litigar] y declarar[lo] bastante’. 40 Con abundantes testimonios en la Red. Copio uno de ellos: «Enhorabuena a todos los que haya que enhorabuenear, pero si tenemos esta mala suerte y Pérez se conforma con pasar a la Q3, mal vamos» ([27/2/2011], ). 41 El verbo hurrar (‘aplaudir o aclamar con hurras’) no aparece registrado en los diccionarios, pero he documentado usos que testimonian la posibilidad ofrecida por el sistema: «Ahora bebamos nomás con buen hurrar / Por Buenos Aires que nos dio su mejor dolár [sic]» (traducción del panfleto inglés «Dollars of Buenos Ayres» a cargo de J. Argentino) ([17/9/2008], ). En Arniches aparece el verbo hurraar (M. Seco, Arniches y el habla de Madrid, Barcelona, Alfaguara, 1970: 98 y 172): Catalino —¡Hurra por Sidoro Perales, Mediacapa!
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hurras’, jalear, olear43, pordiosear, vitorear; las locuciones verbales dar la enhorabuena y dar las gracias; probablemente en el origen de los verbos chiripear44 y restear45 se encuentre la mención de chiripa y resto, respectivamente. (v) delocutivos que tienen como base proferencias expresivas: (a) interjecciones: ayear, cecear1 (‘llamar a alguno diciendo ¡ce!’, Corominas-Pascual, s. v. ¡ce! [¿del lat. ECCE ‘he aquí’?], homónimo de cecear2 ‘pronunciar la s como c’, cf. infra), chechear (de la interj. rioplatense che)46, chistar, guayar, etc. (b) reproducciones convencionales de sonidos o llamadas humanos, animales o de cosas47: abuchear48, berrear49 o berrar, bisbisear, o bis-
Los tres — ¡Hurra! Sidoro — (Avanzando) ¡Gracias, queridos cólegas! Agradecido a los encomios. Y después de los gritos con que me habéis hurraao, tomar asiento en las poltronas a la vista. (C. Arniches, Teatro completo, ed. de E. M. del Portillo, Madrid, Aguilar, 1948, vol. III: 643). 42 De hurrear se pueden documentar abundantes testimonios en la Red, sobre todo en Hispanoamérica. 43 Me refiero a olear (de ole, García de Diego 1968, 128) ‘llamar a otro’; cf. testimonio de Lope, en El castellano discreto, I: «Que algunas veces me oleas / y no respondo». 44 Para el DRAE chiripear 1. tr. ‘En el juego de billar, ganar tantos por chiripa’. 45 Para el DRAE restear (De resto).1. tr. Ecuad. y Ven. ‘Dicho de un jugador: Poner en la apuesta todo el dinero que le queda sobre la mesa’. U. t. c. prnl. 2. prnl. coloq. Ven. ‘jugarse el todo por el todo’. 46 Copio testimonio de uso metalingüístico: «Chechear en glosario de jergas y modismos de Argentina: (pop.) Usar frecuentemente el pronombre Ché» ([18/5/2012], ). 47 Adviértase, sin embargo, que no todas las piezas onomatopéyicas pueden ser CD de verbos de lengua. Cuando la cita reproduce un enunciado verbal asemántico, el español exige, hoy por hoy, que en la expresión introductora aparezca el verbo hacer en vez de decir (cf. C. Maldonado 1999: 3559 s.), como puede apreciarse en el siguiente testimonio: «—¡Ja, ja! —hizo [mi bisabuelo], al enterarse de lo que le acusaban» (M. Mihura, Mis memorias, Madrid, Temas de Hoy, 1998: 27). Así lo reflejan, aunque no sistemáticamente, las definiciones lexicográficas cuando emplean el verbo hacer (o un hipónimo), en lugar de decir, en las definiciones de algunos verbos: cloquear ‘hacer cloc cloc’; zurear ‘hacer arrullos’; jijear ‘lanzar el grito jubiloso ¡ji ji ji!’; tintinear o tintinar ‘producir el sonido especial del tintín’. 48 Para el DRAE abuchear. (De a1 y huchear). tr. Dicho especialmente de un auditorio o de una muchedumbre: Sisear, reprobar con murmullos, ruidos o gritos. huchear. (De hucho). 1. intr. Gritar, llamar a gritos. U. t. c. tr. 2. intr. Lanzar los perros en la cacería, dando voces. hucho. (De la onomat. uch). 1. interj. U. por el cetrero para llamar al pájaro. 49 Para el DRAE berrear. (Voz onomat.). 1. intr. Dicho de ciertos animales, como el becerro: Dar berridos.
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bisar50, blablear51, cacarear52, carcajear53, carraspear54, chacolotear55, chapalear56, chichear57, chirrear o chirriar58, claquear59, cloquear60, cuchichear61 y cuchichiar62, ganguear63, jajajear64, jijear65, jujear66, lalalear67, ronronear68, sisear, tararear69, tintinear70 (o tintinar), zurear71. Para el DRAE tr. coloq. ‘musitar’. También registra bisbiseo: 1. m. ‘acción de bisbisar (de bisbís)’. 51 No registrado en los diccionarios, que sí registran el sustantivo bla-bla-bla ‘conversación ininterrumpida e insustancial’. Copio testimonio de blablear: «La abuela habla sin parar. Sopla sobre una taza humeante de la que va dando sorbitos sin dejar de blablear, como una cotorra. No parece que ninguno la escuche» ([7/3/2011], ). 52 Para el DRAE (Voz imit., en lat. cucurīre). 1. intr. ‘Dicho de un gallo o de una gallina: Dar voces repetidas’. 53 Para el DRAE carcajear. 1. intr. Reír a carcajadas. carcajada. (Voz onomat.). 1. f. Risa impetuosa y ruidosa. 54 Para el DRAE (Voz onomat.). 2. intr. ‘Emitir una tosecilla repetidas veces a fin de aclarar la garganta y evitar el enronquecimiento de la voz’. 55 Para el DRAE chacolotear. (Voz onomat.). 1. intr. Dicho de la herradura: Hacer ruido por estar floja o faltarle clavos. 56 Para el DRAE chapalear. (Voz onomat.). 1. intr. chapotear (‘sonar el agua batida por las manos o los pies’). 57 Con las bases derivativas de sisear y chichear se pueden realizar actos lingüísticos como desaprobar o manifestar desagrado, mandar callar, llamar la atención, etc. 58 Para el DRAE chirriar. (Voz onomat.). 1. intr. Dicho de una sustancia: Dar sonido agudo al penetrarla un calor intenso; como cuando se fríe tocino en el aceite hirviendo. 59 Registrado en DEA: intr. (raro) ‘producir chasquidos’. Anoto testimonio de uso: «Ya oigo el claquear de los tacones de hierro aporreando su suelo, el tintinear de las llaves y como se gira el pomo» ([3/3/2009], ). 60 Para el DRAE cloquear1. 1. intr. Dicho de la gallina clueca: Hacer cloc cloc. 61 Para el DRAE cuchichear. (De cuchichiar). 1. intr. Hablar en voz baja o al oído a alguien, de modo que otros no se enteren. 62 Para el DRAE cuchichiar. (De cuchichí). 1. intr. Dicho de una perdiz: cantar. 63 Para el DRAE ganguear. (De la onomat. gang). 1. intr. Hablar con resonancia nasal producida por algún defecto en los conductos de la nariz. 64 Para el DRAE jajajear 1. intr. coloq. Chile. ‘Reír en forma burlona, dando a entender no sentirse afectado’. U. t. c. prnl. 65 Para el DRAE jijear 1. intr. Sal. ‘Lanzar el grito jubiloso ¡ji ji ji!’. 66 Para el DRAE jujear 1. intr. Cantb. y León. ‘Lanzar el ijujú’. 67 No está registrado en los diccionarios, aunque se documenta abundantemente en la Red. Copio un testimonio: «La verdad es que bailaron y nos hicieron bailar, cantaron y nos hicieron gritar, chillar y lalalear, porque fueron la banda festivalera por excelencia» ([19/3/2011], ). 50
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(vi) delocutivos que tienen como base rasgos de pronunciación, gráficos, morfológicos o sintácticos característicos de lenguas o de variedades dialectales o de otro tipo: cecear2, sesear, eñear72, tiquear ‘decir tico’73 (Rainer, 1993: 463), dequear ‘empleo de de que, en lugar de que’74, etc. (vii) delocutivos basados en interjecciones dirigidas a modificar la conducta de algunos animales75: achuchar ‘azuzar’, arrear, azuzar, huchear76, oxear, zapear. Referencias bibliográficas ALMELA, R. (1999): Procedimientos de formación de palabras en español, Ariel, Barcelona. ANSCOMBRE, J.-C. (1982): «Un essai de caractérisation de certaines locutions verbales», Recherches linguistiques, 10, 5-37. ANSCOMBRE, J.-C. (1985): «De l’énonciation au lexique: mention, citativité, délocutivité», Langage 80, 9-34. BENVENISTE, É. (1971) [1958]: «Los verbos delocutivos», en Problemas de lingüística general, Siglo XXI, México, 198-206. BOSQUE, I. y V. DEMONTE (dirs.) (1999), Gramática descriptiva de la lengua española, Espasa, Madrid. Para el DRAE ronronear. (Voz onomat.). 1. intr. Dicho del gato: Producir una especie de ronquido, en demostración de contento. 69 Para el DRAE tararear (De tarara). 1. tr. ‘Cantar entre dientes y sin articular palabras’; tarara (De or. onomat.). 1. f. ‘tararí, toque de trompeta’. 70 Para el DRAE tintinar. (Del lat. TINTINNĀRE). 1. intr. Producir el sonido especial del tintín. 71 Para el DRAE zurear (De la onomat. zur). 1. intr. ‘Dicho de una paloma: Hacer arrullos’. 72 «Continuaremos encizañando la lengua eñeando a nuestro antojo» (El País, [10/5/1991], 16, apud Rainer 1993: 463). 73 La forma tico, ca (adj. coloq. ‘costarricense’, aplicado a persona, utilizado también como sustantivo) obedece a que los hablantes de Costa Rica no usan el sufijo -ito, sino -ico, tras -t-: dicen calentico, no calentito (cf. DRAE, DEA). 74 No registrado en los diccionarios. Copio dos testimonios de uso: (1) «El dequear demuestra un nivel cultural demasiado bajo para escribir en un periódico, pero, a la vista está no es la única falta» ([29/12/2010], ). (2) «Ayer escuché a una Ministra “dequear”. Dos veces y a cámara lenta… Casi me desmayo» ([2/4/2010], ). 75 Este tipo de base no se contempla en la clasificación de Plank (2005). 76 Para el DRAE huchear (de hucho). 2. intr. ‘Lanzar los perros en la cacería, dando voces’. 68
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10 VALORES POSESIVOS DE LA PREPOSICIÓN CON EN ESPAÑOL
JOSÉ LUIS CIFUENTES HONRUBIA Universidad de Alicante
1. INTRODUCCIÓN El objetivo del presente trabajo consiste en dar cuenta del valor posesivo de la preposición con en español. Dicho valor normalmente ha sido desconsiderado en los diccionarios y tratados sobre la preposición con. Nuestra propuesta consistirá en poner de relieve su uso, describir su funcionamiento y plantear la necesidad de dar cuenta del mismo dada su frecuencia de uso y cotidianeidad. Para ello, organizaremos el trabajo en dos partes fundamentales: a) presentación esquemática de los valores de la preposición con que aparecen vinculados a la idea de posesión en la bibliografía del español, b) descripción de las construcciones posesivas con la preposición con. Este segundo bloque lo organizaremos partiendo de la descripción de la posesión comitativa en los estudios sobre tipología lingüística, para, a continuación, pasar a describir las construcciones de posesión comitativa de carácter predicativo en español. Finalizaremos la descripción del bloque con una esquematización de la posesión atributiva comitativa,
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expresada a través de los complementos nominales introducidos por con con valor posesivo. Concluiremos señalando la perentoria necesidad de incluir el valor posesivo de la preposición con en los diccionarios y gramáticas habituales del español. 2. LA PREPOSICIÓN CON. ESTADO DE LA CUESTIÓN El diccionario de la Real Academia Española1 no considera para la preposición con ningún significado vinculado, de alguna manera, con la posesión. Tampoco el diccionario de María Moliner recoge valor posesivo alguno; no obstante, señala un valor de «contenido», sin más explicaciones, y pone de ejemplos una frase con sentido, un vestido con adornos. El diccionario Vox repite el valor recogido en María Moliner y habla de un significado de «contenido o adherencia», como en una bolsa con dinero. El diccionario de Seco, Andrés y Ramos tampoco es más explícito, y simplemente señala dentro del significado 2 que «introduce un complemento que expresa contenido, propiedad o cualidad: comprad las angulas vivas, ponedlas en una cazuela con agua». Resulta curiosa esta desconsideración general de los valores posesivos, especialmente si tenemos en cuenta que el cum latino los poseía (aunque no todas las construcciones posesivas de con en español se daban ya en latín) (OLD): 7 Having with one in var. special ways: a (as clothing, ornaments, etc.; also, as a wrapping). b (something carried, held, etc.; also, a possession). c (weapons). d (a physical feature; physical condition). e (abst. qualities, power, authority, etc.): ~ lanterna aduenit Pl. Am.149. 8 Having in it or attached to it, containing. b including, counting: si quis perdiderit uidulum ~ auro PL.Rud.I 295.
El diccionario de Cuervo, sin embargo, sí da cuenta de un significado posesivo, y de forma profusa, pues señala como tercer significado de con: 1
con. […] 1. prep. Denota el medio, modo o instrumento que sirve para hacer algo. ║ 2. prep. Antepuesta al infinitivo, equivale a gerundio. Con declarar, se eximió del tormento. ║ 3. prep. Expresa las circunstancias con que se ejecuta o sucede algo. Come con ansia. ║ 4. prep. A pesar de. Con ser tan antiguo, le han postergado. ║ 5. prep. Contrapone lo que se dice en una exclamación con una realidad expresa o implícita. ¡Con lo hermosa que era esta calle y ahora la han estropeado! ║6. prep. Juntamente y en compañía.
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a) La cosa material que uno lleva, trae o tiene, y que en cierto modo lo acompaña. Puso ley que ninguno entrase en el ayuntamiento de su ciudad con armas. b) Señala la disposición de cuerpo o de ánimo en que uno se halla al hacer algo y en general las circunstancias que acompañan una acción, determinando la manera como se efectúa. Cuando está con el accidente de su locura, aunque los pastores se lo ofrezcan de buen grado, no lo admite, sino que lo toma a puñadas. c) Señala la consecuencia o resultado inmediato, como cosa que acompaña a la causa. Salía solo a que le viesen, con gran regocijo de la gente de mirar a su príncipe. d) Es poco común la combinación no con, equivalente a sin y formada a la traza de no sin. A verme entró / No con mi consentimiento.
Como significado número 5 también dice lo siguiente: a) Señala la cosa que está contenida en otra o apegada a otra. Ruego yo a Dios me saque de pecado mortal, que lo mesmo será si me saca deste peligroso oficio de escudero, en el cual he incurrido segunda vez, cebado y engañado de una bolsa con cien ducados que me hallé un día en el corazón de Sierra morena.
Así pues, de los siete significados descritos por Cuervo para la preposición con, dos de ellos están estrechamente vinculados con la idea de posesión, aunque no fuera muy preciso en la denominación del mismo. La Real Academia Española, en su gramática (2009), no dice nada sobre los valores posesivos de la preposición con al describirla. Tampoco Pavón (1999). De Bruyne (1999: 665) se limita a señalar un valor de «contenido o adherencia», remitiendo a dos ejemplos de los diccionarios de Seco y Moliner. Morera (1988: 405 y 408) describe algunos usos contextuales de la preposición con que pueden estar vinculados a una cierta idea de posesión. Así, cuando el término de la preposición es un objeto material (rifle, sable, etc.), entonces con, según Morera, adquiere el sentido ‘portando’: Paco se fue con dos rifles a casa. La posible conmutación en estos casos de la preposición con y de la preposición sin puede ser una prueba más del carácter posesivo de la construcción. De igual forma, cuando la preposición con modifica directamente a un sustantivo la significación de con puede desarrollar el sentido ‘contenido en’ o ‘adherencia’, dada mediante la relación de inclusión o contacto entre ambos sustantivos: Platero acaba de beberse dos cubos de agua con estrellas. Al igual que en el caso anterior, sin también puede conmutar en el lugar
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de con, lo que contribuye a evidenciar el valor posesivo de la construcción. La Gramática de Matte Bon (1995: 276-278) tampoco es mucho más precisa, si bien señala dos significados para con que pueden estar vinculados con la idea de posesión: a) contenido o ingredientes: no me gusta la tortilla con cebolla, y entiende que este uso puede alternar con la preposición de, y b) el término de la preposición puede ser considerado como característica de algo: quería reservar dos habitaciones con baño. Además, introduce una precisión muy interesante, como es señalar que mientras la preposición con indica características transitorias, de expresa características permanentes. Algo parecido a Matte Bon recogen Moreno y Tuts (2002: 43-52), señalando también dos significados de con vinculados a la posesión, aunque en este caso los entienden como un sentido figurado del valor de compañía habitual de con: a) expresa ingredientes, contenido: he abierto una carpeta con toda la documentación, b) expresa las características que definen, identifican o individualizan algo o a alguien: es un libro con muchas ilustraciones. De igual forma que Matte Bon, caracterizan la identificación con de como única y concreta, frente a la identificación con con, que les parece más general. La diferenciación entre con y de a partir del carácter transitorio de la primera frente al rasgo de permanencia que parece encontrarse en de seguramente proviene de López (1972: 186-187), al expresar que mientras la preposición con señala circunstancias pasajeras, las construcciones con de indican una circunstancia permanente. Los mismos aspectos referidos a la preposición con expresados por estos autores, así como lo dicho en los diccionarios generales del español (a excepción del diccionario de Cuervo), son repetidos genéricamente en los tratados al uso, generalmente dedicados a la enseñanza de español como lengua extranjera (Escarpenter, 1992: 28-29; Fernández López, 1999: 28-29; Hernández Mercedes, 2006: 40, etc.). La conclusión, por tanto, de este apartado es que (excepción hecha de Cuervo) no se mencionan valores posesivos para la preposición con. Simplemente se habla de un significado de ‘contenido’ (a veces también de ‘caracterización’) que habitualmente viene ejemplificado en construcciones nominales.
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3. TIPOLOGÍA LINGÜÍSTICA Y POSESIÓN COMITATIVA Para Heine (1997: 45 y ss.) la posesión es un dominio relativamente abstracto de la conceptualización humana, y los elementos que la expresan vienen derivados de dominios más concretos. Concretamente, estos dominios tienen que ver con experiencias básicas que se relacionan con lo que el ser humano hace (acción), dónde se encuentra (localización), con quién está acompañado (acompañamiento), o con su existencia (existencia). Estos esquemas eventivos están basados en la descripción estereotípica de experiencias recurrentes, y llega a distinguir 8 esquemas eventivos que dan cuenta de la mayoría de construcciones posesivas de las lenguas del mundo. Uno de ellos es el esquema de compañía: según este esquema, el elemento poseído está conceptualizado como un tipo de compañía, codificado, por tanto, como un complemento comitativo, mientras que el poseedor viene dado como sujeto, por ejemplo, el caso del portugués o menino esta con fome (‘el niño está con hambre’ > ‘el niño tiene hambre’). Stassen (2009) sintetiza en 4 los tipos básicos de posesión predicativa alienable: posesión locativa, posesión con, posesión tópica y posesión tener, y caracteriza la posesión con, asimilable al esquema de compañía de Heine, con los siguientes rasgos: a) La construcción contiene un predicado locativo/existencial, en forma de un verbo con un significado aproximado a ‘ser/estar’.
b) El poseedor se construye como el sujeto gramatical del predicado. c) El poseído se construye bajo algún tipo de caso oblicuo o adverbial. Embái (nilo-sahariana; Stassen, 2009: 57) Ngōn ĭ kɔ kìyā Niño es/está con cuchillo ‘El niño tiene un cuchillo’ En un significativo número de casos, la marca de caso de lo poseído tiene un significado comitativo o asociativo, y puede ser traducido por ‘con’, lo que ha supuesto su denominación como posesivo comitativo, posesivo de compañía o posesivo con. Desde un punto de vista cognitivo, interesa destacar la relevancia del esquema de imagen con-
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tenedor/contenido, pues el complemento del marcador comitativo con en una construcción como la casa con las ventanas verdes expresa el elemento contenido, que se interpreta como parte del espacio definido por el contenedor la casa. Por el contrario, en la posesión locativa, el marcador locativo se entiende como el contenedor: la casa sobre la colina, siendo la casa lo contenido. Es así que Stassen concluya que la posesión con expresa un tipo de codificación en la que las funciones sintácticas de los papeles semánticos del poseedor y de lo poseído son contrarias respecto a las de la posesión locativa. 4. POSESIÓN COMITATIVA EN ESPAÑOL El español permite la aparición de la construcción estar con para expresar posesión (Cifuentes, 2012a; 2012b): Está con un aspecto horrible Estaba con ganas de comenzar a desmontar el motor Estaba con los brazos en alto Estaba pálido y con los ojos brillantes
Las construcciones estar con del español representan la manera apropiada de codificar un estado de hechos efímero, relevante únicamente en el tiempo de referencia, consistiendo la diferencia entre las construcciones estar con X y las construcciones con tener X en la distinción entre una posesión momentánea o temporal y otra permanente: si un animal tiene cuernos, o el motor tenía alguna pieza estropeada, tanto «los cuernos» como «la pieza estropeada» describen un estado posesivo que es percibido de forma prolongada en el tiempo. Sin embargo, si decimos de alguien que estaba con ganas de comenzar a desmontar el motor, la conceptualización expresada a través del verbo estar supone que se trata de una situación limitada temporalmente de forma momentánea. Por otro lado, estas construcciones permiten el esquema de compañía para expresar cualquier tipo de posesión, sea alienable o inalienable (partes corporales, vestidos, objetos, enfermedades, estados físicos mentales, conceptos abstractos). La construcción posesiva con el esquema de compañía para indicar posesión momentánea no es exclusiva del verbo estar. Con las
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diferencias aspectuales propias de los verbos a considerar, en español es también habitual con otros verbos atributivos: Se quedó con cara de idiota Parecía con ganas de dar guerra Se puso con cara de no entender nada Acabó con la cara ensangrentada Terminó con el cuerpo amoratado Sigue con la cara sucia Continúa con sus intenciones aviesas Se conserva con la piel tersa Se encuentra con ganas de ir a misa Se halla con intenciones de volver a ganar Se mantiene con el pelo engominado Va con la cara muy alta Permanecía con los brazos en alto Ha salido con la cara de su padre Viene con los zapatos desatados Anda con los pantalones sucios Resultó con diversos hematomas
Todos los verbos pseudocopulativos compatibles con estar (salir, acabar, ponerse, quedar(se), andar, conservarse, continuar, encontrarse, hallarse, ir, mantenerse, permanecer, seguir, venir, resultar) permiten el esquema de compañía con el significado de posesión momentánea2. Verbos pseudocopulativos como hacerse y volverse, compatibles con ser, no permiten 2
Partiendo del listado de verbos pseudocopulativos recogido por Morimoto y Pavón (2007), el único verbo pseudocopulativo compatible con estar que no permite el esquema de compañía es caer: *cayó con la cara ensangrentada (la construcción puede ser correcta, evidentemente, pero no indicaría posesión, sino modo o manera). No obstante, las autoras citadas señalan (2007: 49-51) que el verbo pseudocopulativo caer tiene fuertes restricciones en su combinación con atributos, y en algunos casos parece poder combinarse con predicados compatibles con ser, estando muy próximo a los predicados que admiten la combinación con ser.
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los esquemas de compañía con significado posesivo: *se ha hecho con la cara de tonto, *se ha vuelto con ganas de continuar, pero sí hacen admisibles ejemplos como (se) ha vuelto con las manos manchadas, aunque, en estas ocasiones, no se trata de construcciones pseudocopulativas en las que el atributo es obligatorio y el verbo de movimiento está desemantizado3, sino de construcciones de movimiento que desarrollan un predicativo preposicional adjunto sobre el sujeto: (se) ha vuelto (a casa) con las manos manchadas, cayó (al suelo) con los brazos atados. Curiosamente, también algunos verbos pseudocopulativos transitivos permiten esquemas de compañía con significado posesivo: Lo puso con los brazos en alto Lo dejó con la cara ensangrentada
La estructura argumental de estos verbos es similar a un esquema como el siguiente: X causa [Y atribución momentánea Z], y la atribución puede entenderse como un tipo de posesión temporal. Es decir, X causa que Y se encuentre (temporalmente) en un estado Z: con los brazos en alto o con la cara ensangrentada, siendo ese estado asimilable a una posesión momentánea: X hizo que Y tuviera los brazos en alto o la cara ensangrentada. Los verbos predicativos transitivos con selección obligatoria del complemento, como los descritos en Demonte y Masullo (1999), también pueden explicarse de una forma similar a los pseudocopulativos, aun no teniendo una estructura causativa, así verbos epistémicos, verbos de creación de mundo, verbos de representación, verbos de percepción y verbos de volición: Lo encontré con ganas de salir de fiesta Lo considero con iniciativa Te supongo con una cierta moralidad Te imagino con ánimos de volver a empezar a trabajar Te hacía con otra cara Pensaba en su casa con las ventanas rotas
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Vid. al respecto Cifuentes (2012a).
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Soñaba con una casa con 5 dormitorios Te veo con cara de tonto Te oigo con dolor Te noto con voz trémula Te siento con aire distraído Quiero el tanque con agua Necesito la ropa con pliegues Preferimos las empanadas con pollo A Marta los novios le gustan con barba
En todos estos casos, el estado descrito por la atribución del verbo predicativo es coincidente con una posesión momentánea: X experimenta [Y atribución Z], siendo la atribución temporal Z concebible como un estado producto de una posesión momentánea (o de una experimentación momentánea). En definitiva, el esquema es prácticamente el mismo que podemos encontrar en el caso de predicativos preposicionales adjuntos introducidos por con: la predicación es secundaria respecto de la predicación principal, pero no hay selección obligatoria del predicativo: Predicación X [Sujeto/objeto – atribución Z]. Veamos algunos ejemplos: Vino a casa con la cara desencajada Luis come la carne con sangre Juan habló con dolor de cabeza
Tanto en los casos de predicación secundaria obligatoria como opcional, el esquema es el mismo: X vino a casa [X está con la cara desencajada] Luis come la carne [la carne está con sangre] Juan habló [Juan está con dolor de cabeza] Yo verbo epistémico Y [Y está con ganas de salir de fiesta / con iniciativa]
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Yo verbo creador de mundo Y [Y está con iniciativa / con una cierta moralidad / con ánimos de volver a empezar a trabajar /con otra cara] X verbo de representación Y [Y está con las ventanas rotas / con una casa con 5 dormitorios] X verbo de percepción Y [Y está con cara de tonto / con dolor / con voz trémula / con aire distraído] X verbo de volición Y [Y está con agua / con pliegues / con pollo / con barba4] Todos los verbos de los ejemplos vistos permiten también construcciones con sin. En todos los casos podemos entender una funcionalidad igual a la considerada con con: atributos preposicionales que expresan una propiedad, cualidad o estado, como la posesión, o, mejor, la no posesión, de un elemento, bien alienable o inalienable, ya se trate de verbos pseudocopulativos (se quedó sin fuerzas [X está sin fuerzas: no tiene fuerzas]); verbos con predicativo obligatorio (te imagino sin ropa [Yo verbo epistémico Y [Y está sin ropa: no tiene ropa]]); o de verbos con predicativo opcional (vino a casa sin pantalones [X vino a casa [X está sin pantalones: no tiene pantalones]]). Acabamos de demostrar, por tanto, que el esquema de compañía para indicar posesión momentánea es habitual y productivo en español5. Dicho esquema se reproduce tanto con el verbo estar como con otros verbos atributivos (los llamados pseudoatributivos — compatibles con estar—). De igual forma, la predicación secundaria, bien obligatoria bien opcional, también posibilita un esquema de compañía para indicar posesión momentánea. 5. COMPLEMENTOS NOMINALES INTRODUCIDOS POR CON Debemos recordar, finalmente, que los complementos nominales pueden estar introducidos por una amplia variedad de preposiciones, siendo una de ellas con (Rigau, 1999: 344-345). Tanto Rigau como la Las peculiaridades sintácticas del verbo gustar en el ejemplo A Marta los novios le gustan con barba necesitarían de alguna precisión diferenciadora fácilmente explicable. 5 Al igual que en portugués, catalán y gallego. Vid. Cifuentes (2012b) al respecto. 4
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RAE (2009) reconocen que el significado de pertenencia o posesión es uno de los valores que pueden desarrollar los complementos nominales, y la RAE (2009: 860-861) llegará a admitir para con valores posesivos semejantes a los que pueda admitir el verbo tener en el grupo verbal: gente {con ~ que tiene} doble personalidad. Así pues, con puede expresar relaciones de carácter diverso entre el nombre y su complemento, y una de ellas es la de pertenencia o posesión, a semejanza con las estructuras copulativas y predicativas anteriormente descritas: Mar vive en la casa con venecianas El caballero con boina era mi padre La mesa con las patas cortas no me gusta
En los sintagmas nominales determinados por el complemento preposicional introducido por con hallamos una relación de poseedorposeído entre el núcleo nominal (poseedor) y el complemento del nombre (poseído): La casa con venecianas > la casa tiene venecianas El caballero con boina > el caballero tiene boina La mesa con las patas cortas > la mesa tiene las patas cortas
Estos últimos esquemas nominales, no obstante, no están marcados en cuanto al carácter momentáneo de la posesión, sino que parecen poder desarrollar tanto usos permanentes como temporales. Evidentemente estos últimos casos constituyen ejemplos de posesión atributiva comitativa, no predicativa, como la dada con verbos atributivos en general. Comprobamos con ello, por tanto, lo señalado por Heine (1997: 27 y 145) de que si bien posesión predicativa y atributiva normalmente suponen tipos de construcciones totalmente diferentes, no necesariamente debe ser así, pues en el caso del español acabamos de mostrar posesión predicativa comitativa y posesión atributiva comitativa. 6. CONCLUSIONES 1. La preposición con en español tiene valores posesivos. 2. Estos valores se correlacionan con la expresión tipológica de la posesión comitativa, expresando un estado de cosas efímero en el caso de la
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posesión predicativa comitativa, y no estando marcada la posesión temporal en el caso de la posesión atributiva comitativa. 3. El tipo de posesiones que pueden desarrollar es variado, pues es admisible tanto posesión alienable como inalienable. 4. La posesión predicativa comitativa se da en construcciones atributivas y predicativas, y hay una variada gama de verbos copulativos y pseudocopulativos que pueden desarrollarla, al igual que son muchos los verbos predicativos en construcciones copulativas preposicionales que la posibilitan. 5. La posesión predicativa comitativa y la posesión atributiva comitativa no están excluidas en español, y son variados los complementos nominales introducidos por con que pueden darse en español. 6. La frecuencia de uso y la regularidad de las construcciones posesivas comitativas en español hacen de obligada consideración la inclusión destacada del valor posesivo de la preposición con en los diccionarios y estudios de la misma.
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PILAR DÍEZ DE REVENGA TORRES Universidad de Murcia
Durante el siglo XIX, las ciencias reciben mayor impulso tanto por la difusión de los conocimientos procedentes de Europa como por la formación de tecnólogos que los aplicarán en el suelo patrio aportando su grano de arena a la evolución científica, cuestiones éstas que irán percibiéndose con mayor claridad a partir de la segunda mitad del siglo. En este contexto se sitúa la minería que resulta de gran interés, tal y como hemos podido comprobar, debido al establecimiento de la Escuela de Minas en Madrid en 1835, trasladada desde Almadén donde, en esta primera etapa, habían dirigido las minas los alemanes Cristóbal Storr y Juan Martín Hoppensack y habían introducido mejoras en la producción del mercurio (Díez de Revenga Torres y Puche Lorenzo, 2011: 49-67). En la Escuela de Madrid impartirán sus clases científicos españoles que, formados principalmente en Francia, darán a conocer los nuevos métodos y técnicas entre las que destacamos el proceso de fundición de metales que, si bien se venía Este trabajo se enmarca en los proyectos Diccionario histórico de la Minería: prolegómenos, financiado por la Fundación Séneca (11845/PHCS/09) y Diccionario histórico del español moderno de la ciencia y de la técnica, financiado por el Ministerio de Ciencia e Innovación (FFI201015240), integrados ambos en la Red Temática Lengua y Ciencia (FFI2009-05433-E). Así mismo, la autora es miembro del Grupo Neolcyt, reconocido por la Generalitat de Catalunya (2009SGR-937).
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realizando desde antiguo, es permeable a todos los avances de la técnica que se importa, lo que incidirá, como es lógico, en el léxico especializado del español (Díez de Revenga Torres, 2008a; 2008b; Puche Lorenzo, 2002-2003; 2004; 2009 y 2011; Díez de Revenga Torres y Puche Lorenzo, 2005-2006; 2006; 2007 y 2008). En este proceso de fundición de metales tiene vital importancia el horno que, si bien se conocía desde la antigüedad, está documentado desde los orígenes del idioma y es común a todos los romances (Corominas y Pascual, s. v. horno), se transformará en función de los nuevos conocimientos y para optimizar su rentabilidad. Es una construcción fabricada con distintos materiales que se utiliza, en el caso que nos ocupa, para fundir minerales o metales mediante la acción del calor. De diferentes clases, se pueden agrupar en dos tipos: «los que reciben el aire a través de fuelles u otro mecanismo y aquellos en los que el aire se introduce por corriente natural a través de una chimenea» (Díez de Revenga y Puche, 2008: s. v. horno). Escosura explicaba en su Viage metalúrgico por el litoral mediterráneo (1848: 28) que «Los antiguos lavaban los minerales antes de fundirlos según se refieren los historiadores, y así Plinio dice que el mineral se molía, lavaba y forjaba». Afirmaba, asimismo, que De los hornos nada se sabe de positivo, Plinio aunque distinguía los costados, la bóveda (camera) y la boca (os) dice que eran muy diferentes en sus formas (forracum maxima diferentia est). Según Strabón los hornos empleados en Cartagena tenían chimeneas muy elevadas en cuyas paredes se depositaba el polvillo del mineral y el plomo que se volatilizaba. Genssane supone que los romanos se servían de hornos semejantes a las forjas a la catalana y que no tenían fuelle (1848: 46).
Desde que Alonso Barba publicó el Arte de los metales en el siglo XVII mucho cambiaron los hornos hasta dos siglos después. Explicaba al inicio del Libro IV que El modo mas general, mas propio, y mas conforme á la naturaleza de los metales, para apartarlos de la tierra, y piedras con que se crian, y reducirlos á la pureza, y perfeccion, que á cada uno se les debe, según su especie, es mediante el fuego en los hornos, que para este efecto se llaman de fundición. Practicose esto en el mundo desde que tuvo principio en el conocimiento, y uso de los metales (1640: 130)
Dado que la minería peninsular había ocupado un puesto secundario respecto a la de las colonias americanas y que, a partir del siglo XVIII, resurge merced a las nuevas técnicas importadas del extranjero, los ingenieros redactan sus escritos técnicos con cierta finalidad didáctica, ya que ellos habían
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recibido una instrucción que debían transmitir a sus discípulos; de ahí que introdujeran en sus escritos explicaciones o comentarios no solo sobre el funcionamiento de ciertos hornos, sino sobre los nuevos términos que se introducían a consecuencia de los avances aprendidos. Así, Luciano Martínez en su obra Riquezas de minas escribe una cartilla para enseñar metalurgia e incluye un breve léxico porque, al explicar sus intenciones, afirma Como es indispensable el valernos á cada paso de unos términos que por ser propios de las ciencias, no siempre se hallan al alcance de la mayoría, y como por otra parte tendremos que describir algunas operaciones, me ha parecido conveniente dar unas nociones de ambas cosas, para detenernos lo menos posible en esplicaciones [sic] durante el curso de nuestro tratado (1846: 9).
A lo largo del siglo XIX proliferan las obras de este tipo, informes técnicos sobre los avances o el funcionamiento y la rentabilidad de los hornos, dando lugar a que se lamentaran del mal uso que se hacía de ellos en ocasiones; ejemplos de esto son las afirmaciones de Monasterio (1846: 295): «La fundición de las escorias estaba ensayándose en Cartagena a principios del año 43 con mal éxito» y de Bernáldez y Rúa de Figueroa (1861: 76): «antes de atribuir esta diferencia á la imperfección de los hornos de cámaras, deberíamos sospechar un abandono en la manipulación de estos aparatos». Pero esto son solo dos muestras de las fluctuaciones que se presentaban en su uso y aprovechamiento porque ponen de manifiesto que tenían los conocimientos actualizados con independencia de cuál fuera el resultado en la práctica, ya que no siempre fue el mejor. Así, González Azaola (1829: 65) daba cuenta de las modificaciones que se introducían en Francia: «los hornos altos, y los nuevos de afinación (Pudling furnaces)» y Pero abren los franceses los ojos sobre el precio del hierro, y las cantidades que la Inglaterra les introducía, y empiezan por convertir los hornos antiguos en hornos altos para coak (González Azaola, 1829: 62).
Más tarde, el autor anónimo del Itinerario de minas (1842: 13-14), advirtiendo que en el horno de reverbero se pierde mucha plata, informa de que se recurre a la construcción del horno de tostadillo con el que se obtiene un tercio más de plata: cuya forma es de mesa de trucos, sin capilla, dándole el fuego por bajo, ó sea por el piso en que descansa, y por una puerta de frente; saliendo la ceniza por la otra.
A medida que avanza el siglo no solo no desaparecen de los escritos técnicos estas explicaciones, sino que se suceden. Los expertos dan cuenta
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de los nuevos métodos de procesar minerales; Bernáldez y Rúa de Figueroa (1861: 242-243) explican el funcionamiento (1861: 247) y, asimismo, incluíyen sus nombres con la denominación correspondiente en alemán entre paréntesis, lo que muestra el interés por los avances que se conocían en otros países: Según la Memoria ya mencionada de Mr. Huyot cuatro son las clases de hornos que se han aplicado á la destilación de los minerales de azogue de Idria, los de Leopoldo ó de cámaras; los de llama ó de reverbero (flamöfen), los Pult (pultöfen), y finalmente, los de Hahner (hahneröfen), análogos á los empleados para la calcinación de los minerales de hierro en Stiria y Carinthia (Bernáldez y Rúa de Figueroa, 1861: 242-243).
En el último tercio del siglo XIX, Luis de la Escosura y Morrogh, autor del Viage metalúrgico por el litoral mediterráneo (Díez de Revenga y Puche, 2008), redacta la Historia del tratamiento metalúrgico del azogue en España (1878) y nos ofrece una detallada historia de los hornos y del tratamiento del azogue. Se remonta a los métodos de Teofrasto, Dioscórides y Plinio (1878: 14-15), continúa con las xabecas que usaron los árabes y que en el siglo XVII los arrendatarios alemanes reemplazaron por los hornos de reverberación, sustituidos en 1646 por los hornos de Aludeles y de Bustamante (21). Escosura (1878: 47), continuando la línea de sus antecesores, combina los datos técnicos con aclaraciones sobre el porqué de los nombres que reciben los hornos: En 1633 se abandonaron las xabecas en Guancavelica, reemplazándolas con los hornos inventados por Lope Saavedra Barba, que allí se llamaron busconiles, entre nosotros de Bustamante, y que suelen designarse en otros países con el nombre de hornos de aludeles.
Fuera o no común, algunos médicos mezclaban su saber con el interés por las minas como luego hiciera Parés y Franqués, aunque en este último caso su afán fuera más erudito que práctico (Díez de Revenga, 2008a; 2008b). Por ello, Escosura (1878: 47) aclara que además de ejercer la medicina, se dedicaba Saavedra Barba también á descubrir minas, y pertenecía al gremio de los que en América se llamaban buscones, dando esto ocasión á que algunos llamaran busconiles á los hornos que propuso para beneficiar cinabrio.
Zerolo, en 1895, es el único lexicógrafo que recoge en su diccionario el horno busconil: «m. ant. Nombre con que se conocieron en las minas del Perú los hornos de aludeles o de Bustamante» y citaba como fuente precisamente la obra de Escosura Historia del tratamiento metalúrgico del azogue en España, de 1878.
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Respecto a los hornos de gran tiro, hornos atmosféricos, económicos y de nueva invención nos informa Escosura (1848: 31-32) que fueron estos los nombres que recibió el horno inventado por Juan Martín Delgado, profesor de Farmacia de Cartagena, aunque él se refiere a ellos por el primero, ya que fue la denominación oficial que se adoptó. Así mismo, explica que se le criticó la falta de originalidad porque se conocían en Inglaterra tiempo atrás. Si tras la lectura de estas obras técnicas, como filólogos, sentimos curiosidad por conocer cómo acogió la lexicografía estos términos en sus obras, observaremos que la repercusión fue bastante dispar. Desde Nebrija1 se conoce la definición de horno y la Real Academia, desde el Diccionario de Autoridades hasta el de 1869, es más explícita en su definición que varía poco en las ediciones de esos años y que se limita a describir que sirve para cocer pan u otras cosas: vidrio, etc.; a lo sumo, en la de 1869 incluye «No está el horno para tortas». Aunque el horno de reverbero se conocía desde antiguo es Núñez (1825: s. v. horno), el primero que lo incluye en su diccionario: Horno de reverbero: horno construido de modo que reverberando la llama al calor adquiere tal grado de intensión, que basta para fundir metales, derretir vidrio y otras operaciones. HORNO DE TOSTADILLO: V. HORNO DE REVERBERO,
pero no se mencionan las variantes que estos tuvieron y que señalaba, entre otros, el autor anónimo del Itinerario de minas: «hay en las Alpujarras 26 hornos de fundir reverberos ingleses y castellanos y un gran número de boliches» (1824: 26) o «Pasada la galena por el bocarte se pone á tostar en un horno de reverbero de bóveda rebajada» (Ruiz Pérez, 1840: 33). En cambio, boliche no se registra en ningún diccionario hasta que la RAE publica su edición de 1869 y lo define como «horno para la fundición de minerales de plomo», pero no le asigna marca alguna. Quizá se deba esto al uso restringido a un área concreta a la que aludía Escosura y Morrogh (1878: 23-24): Las operaciones se disponian de modo que la carga terminara al ponerse el sol [...] á la manera que se usa hoy en Almadén en los hornos de aludeles, y también en Linares y en la Sierra de Gador en los llamados boliches.
Respecto a bocarte, es Núñez en 1825 el primero que define este término como «Molino para quebrantar y machacar la mina», definición que muy semejante repiten Salvá, Chao o Zerolo, aunque este último incluye la marca 1
Los diccionarios citados seguidamente, excepto el Diccionario anónimo de 1848, se han cónsultado en el Nuevo Tesoro Lexicográfico de la Lengua Española (NTLLE) que editó la Real Academia en el año 2000.
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de mec. No será hasta la edición de 1936 cuando la Real Academia lo defina como «(del fr. bocard). Mazo y máquina que tritura el mineral». En la edición académica de 1884 ya se puede consultar la definición de horno de calcinación, horno de copela, horno de cuba, horno de manga, horno de pava, horno de poya, horno de reverbero y horno de tostadillo que se venían utilizando desde años atrás. Así, Ruiz Pérez en su Guía del descubridor de minerales (1840: 17), sin que sea esta la primera documentación, ya manifestaba que «se procede á la fundición de estos minerales en un horno de manga, y aun mejor en uno de reverbero» que se define en el Vocabulario científico y técnico como Horno cuyo hogar está separado del material que se debe tratar, y en el que los gases de combustión, que son reflejados por el techo del horno, se ponen en contacto con el material, sin peligro de que este se contamine por el combustible sólido.
En similar situación se halla el horno de manga: «en este caso se procede a un trabajo llamado licuación y se reduce a fundir el cobre en un horno de manga» (Ruiz Pérez, 1840: 23) o el horno de copela: «La duración de cada ensayo ha sido 3 á 4 horas en un horno de copela» (Bernáldez y Rúa de Figueroa 1861: 233). En 1899 la Real Academia introduce en el Diccionario usual el horno alto: «El de cuba muy prolongada destinado á reducir los minerales de hierro por medio de castina y carbón y con auxilio de aire impelido con gran fuerza»; así vemos «una porción de hornos altos, y más de 90 ferrerías a la catalana» (González Azaola, 1829: 61). Ya en el siglo XX, respecto a ellos en el Vocabulario científico y técnico (s. v. horno) se lee Horno de elevada altura y diámetro, ensanchada en su parte central, para la reducción de minerales de hierro a hierro fundido. La reducción se Fonsigue durante el ascenso a los mismos con fundentes calcáreos o silíceos según su naturaleza, junto con coque, en contracorriente con aire para facilitar la combustión del último.
Fuera quedarán de los diccionarios decimonónicos el horno de forja: «Puestas todas estas sustancias mezcladas el crisol, se cubrirán con sal común decrepitada, y adaptándole una tapadera se colocará en un horno de forja» (Ruiz Pérez, 1840: 15), el horno de viento: «Las escorias retienen mucho plomo, y para separarlo se colocan en un horno de viento» (Ruiz Pérez, 1840: 35), el horno de afinar: «El horno de afinar es de reverbero, siendo su area ó suelo un poco cóncavo; se embarra con una brasca ó mezcla de carbón y arcilla bien amasados» (Ruiz Pérez, 1840: 21), el horno de destilación: «al pie de los hornos de destilación» (Bernáldez y Rúa de Figueroa, 1861: 67), el horno de ensayo de Idria: «Reemplazadas estas [las retortas] por los tubos o retortas de hierro dulce,
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análogas á las que se emplean en los hornos de ensayo de Idria» (Bernáldez y Rúa de Figueroa, 1861: 231). Los hornos de cámara reemplazaron a los hornos de aludeles»; Escosura (1878: 120) afirma que «También en las minas de Almadenejos se usaron, cuando estaban en explotación, los hornos de aludeles. Se adoptaron en Idria en 1750 y se abandonaron á fines del último siglo, reemplazándolos con los hornos de cámaras que inmediatamente voy a describir» o el horno de Bustamante al que se refería Escosura y Morrogh en 1878: «Las ventajas que estos presentan en los hornos de Bustamente es el aumento de la superficie de enfriamiento» (Bernáldez y Rúa de Figueroa, 1861: 238). En ninguno de los diccionarios citados en los que se recoge cualquiera de los tipos de horno que mencionamos aparece marcación diatécnica. Respecto a la xabecas, solo en el diccionario académico de 1884 se define como «aparato destilatorio que se usaba antiguamente en Almadén para beneficio de los minerales de azogue», copiado del Diccionario anónimo de 1848, y con marca de Min. Posteriormente, Zerolo (1895: s. v. jabeca) también describe este tipo de horno y le asigna la marca min. No podríamos concluir sin ocuparnos de los términos fundición, fusibilidad o fundente, íntimamente relacionados con los hornos y esenciales en el proceso que examinamos, que fueron incluidos en época temprana si tomamos como referencia los distintos tipos de hornos a los que nos hemos referido. La Real Academia en el Diccionario de Autoridades y Terreros y Pando se ocuparon de los dos primeros, mientras que fue Domínguez, en 1853, quien incluyó el tercero, fundente. Licuación aparece en diccionarios desde que vio la luz el de Terreros y Pando que se limita a definirlo como «liquidación». La Real Academia, en 1817, ya lo define como «Derretir ó liquidar alguna cosa. Liquare» y es en la edición de 1884 cuando se le asigna la marca de Min. Antes lo había recogido en su repertorio el autor anónimo de 1848 y lo había definido como «Operación por medio de la cual se separa un metal de una combinación metálica ó lapídea fundiéndose solo uno de los factores». Una vez que hemos repasado en las fuentes decimonónicas el uso que hacían del término horno, las nuevas incorporaciones léxicas en función de los avances tecnológicos, las equivalencias de voces de las que nos informa, por ejemplo, Escosura, y cómo se hizo eco de estos cambios la lexicografía, académica o no, veamos ahora la actitud del autor anónimo del Diccionario de 1848, ya que en él confluyen el conocimiento especializado del medio y la afición por la lexicografía, probablemente para que los alumnos dispusieran de una herramienta útil en su estudio como nos advierte el autor que no tenía pretensiones lexicográficas. Probablemente se tratara de Felipe Naran-
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jo y Garza ya que había sido profesor de la Escuela de Minas de Madrid y también su director. Por otra parte, algunos catálogos bibliográficos así lo indican (Díez de Revenga y Puche, 2007: 48) Bajo el lema horno explica que es un «Aparato metalúrgico que se emplea para la calcinación, quema, reducción y carbonización de los minerales» y se refiere a las distintas formas que pueden tener. Los hornos de aludel, boliche, cuba, forja, Idria, jabeca, manga y pava tienen sus propias entradas. El aludel es un «Caño o alargadera de barro [...] Se emplean para formar una especie de tubo que sirve de condensador en los hornos de Bustamante». Respecto al boliche nos informa de que es «horno de reverbero de pequeñas dimensiones y tosca construcción que se emplea para la fundición de minerales de plomo» y limita su uso a las Alpujarras. Define forja (horno de) como «Aparato donde se benefician los minerales de hierro por el método directo que comprende los llamados alemán y catalán». No se ocupa de los hornos de afinación, pero sí del proceso que se produce: Operación metalúrgica, que consiste en separar residuos de materias estrañas que contienen los metales obtenidos en primera fundición. Los medios y aparatos que se emplean en esta purificación, varían mucho en las diversas sustancias metálicas.
Ese mismo procedimiento es el que sigue con copela, aunque al final, respecto a las copelas de beneficio, afirma que «constituyen en totalidad la plaza de una clase particular de reverberos que toman el nombre de copelas» o con cuba donde, tras definir la vasija, remite a horno de manga. Respecto a jabeca explica que es «Aparato destilatorio que se usaba antiguamente en Almaden para el beneficio de los minerales de azogue». Bajo la entrada de manga incluye, además de la descripción de este tubo, el horno de: «El de tobera ó cuba con poca elevación». Relacionada con estos hornos está pava porque «Se da este nombre al fuelle de cuero de grandes dimensiones con que se alimenta la combustión en los hornos de manga, y por extensión a estos mismos hornos (Linares)». Una vez que hemos repasado los distintos tipos de hornos, su renovación y su progreso, así como sus funciones y el provecho que se introdujo en la minería, no podemos sino concluir que la lengua cambiaba porque se modernizaba la sociedad y se modificaban elementos antiguos o se importaban otros. En lo que se refiere a la minería, el siglo XIX es importante porque se sucedían los avances técnicos y la revisión de instalaciones que funcionaban desde antiguo. Por ello, era frecuente que en el discurso científico de los
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ingenieros se manifestaran desacuerdos y precisiones terminológicas como la que transcribimos a modo de recapitulación final: No juzgamos la cuestión a posteriori: lo expuesto en mal urdidas frases es el lenguaje de la ciencia, es la teoría repudiada sistemáticamente por los adeptos de una escuela hoy en derrota: la segunda parte de esta memoria es el lenguaje intergiversable de los hechos; es la práctica de su desnudez y que debiera habernos excusado de las anteriores observaciones si en ellas tratásemos de ceñirnos al Establecimiento minero que motiva estas líneas (Bernáldez y Rúa de Figueroa, 1861: 294).
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ÁNGELA DI TULLIO Universidad Nacional del Comahue
0. INTRODUCCIÓN Los adjetivos se predican de un sustantivo, sea como modificadores o como predicativos. Lo que no es previsible es que un adjetivo pueda modificar a otro. Esta regla se comprueba tanto en el terreno de la morfología como en el de la sintaxis. De hecho, no se forman adjetivos compuestos univerbales subordinativos a partir de dos adjetivos, aunque sí algunos coordinativos (agridulce, albiceleste, hispanoamericano); en los sintagmas adjetivales, el adjetivo y el participio recibe la modificación de los adverbios completamente loco, totalmente ignorante; las mejor pagadas, los peor vestidos. Por lo tanto, no parece posible prever una secuencia de A + A, en la que uno de los adjetivos aparezca subordinado a otro. Esta generalización se enfrenta, sin embargo, con algunos posibles contraejemplos, como los siguientes: (1) a. La acera estaba adquiriendo un color azul profundo (R. Montero. Amado amo). ∗
Agradezco a Andrés Saab, Mercedes Pujalte y Avel.lina Suñer sus interesantes sugerencias y aportes, que espero no haber tergiversado.
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b. Me tienes loco perdido (CORDE, J. Marsé, Últimas tardes con Teresa). c. Es una pregunta de ignorante total (Google. 2100 casos).
En otros casos la información flexiva que aporta el adjetivo no corresponde a la función que desempeña —propia de un adverbio: (2) a. En eso estaban ocupados, cuando llegó Ramona, media loca de dolor (CORDE, M. Argüello Mora, La trinchera).
b. Las mejores y las peores vestidas de los Óscar (Google. 60 000 resultados).
Las pautas de construcción de los ejemplos de (1) y (2) se vinculan con el léxico y la gramática: con la morfología en lo que atañe a la concordancia de los adjetivos con el sustantivo del que se predican; con la sintaxis, en cuanto al orden en que se disponen. Este trabajo, dedicado a Jesús Pena, pretende describir y explicar el peculiar funcionamiento de tales secuencias, que, como se verá, en unos casos responde al de las palabras compuestas, y en otros se deriva del proceso de adjetivación de algunos adverbios, por lo general no avalado por la normativa. 1. LAS SECUENCIAS CANÓNICAS DE ADJETIVOS Los adjetivos (calificativos, de relación y adverbiales) pueden acumularse siguiendo un estricto orden dictado por factores fonológicos, gramaticales, semánticos y pragmáticos (Demonte, 1999: § 3.5.1.1). Así, en (3) los corchetes ponen de manifiesto las sucesivas relaciones de inclusión, en las que el adjetivo más externo modifica al constituyente nominal restante, formado por el nombre y el o los adjetivos adyacentes: (3) a. la [[[literatura erótica] renacentista] española] b. unos [[[zapatos azules] bajos] cómodos] c. la [supuesta [única [antigua amiga de mi madre]]] (Demonte, ej.116a).
Cuando siguen al nombre, la secuencia puede incluir adjetivos relacionales y calificativos (descriptivos y valorativos), y ampliarse: la literatura erótica renacentista española conocida; unos zapatos azules bajos cómodos muy elegantes. En posición prenominal, en cambio, está más restringida tanto en cuanto al tipo de adjetivos —adverbiales y calificativos solo evaluativos— como al número de los formantes (*?la supuesta única antigua íntima amiga de mi madre). Una modificación en el orden —en el caso de que sea posible— conlleva cambios en la denotación, como en (4a), según se interprete como política
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de la Comunidad Económica Europea en relación con España o bien como política de España hacia la C.E.E, respectivamente —Bosque y Picallo, 1996—. Más frecuentemente se asocia con una diferente jerarquización de los criterios de clasificación, como en (4b), pero a veces no supone diferencias apreciables de significado; es el caso de (4c): (4) a. política comunitaria española / política española comunitaria b. literatura erótica renacentista / literatura renacentista erótica c. zapatos bajos azules / zapatos azules bajos
Los adjetivos de los ejemplos anteriores son restrictivos e intersectivos, es decir, independientes entre sí. Por eso, la denotación que se asocia a las dos construcciones de (4b) es el resultado de la intersección sucesiva de las tres clases —las correspondientes al sustantivo y a los dos modificadores adjetivos—: así, en los dos ejemplos de (4b) en uno se clasifica la literatura erótica por períodos (literatura erótica renacentista) y en el otro se aplica un criterio temático para clasificar la literatura renacentista (literatura renacentista erótica). No siempre, sin embargo, los dos adjetivos se conectan con el sustantivo en la misma proyección. Así, en los ejemplos de (5) cada adjetivo lo hace desde un nivel diferente: (5) a. [Las mujeresi [lucimos más bonitasi] embarazadasi]]] (Á. Mastretta. Arráncame la vida). b. [Me sentía desvalida] desnuda]]. c. XX y [el arte de estar más guapa] callada]].
En efecto, los adjetivos bonitas embarazadas, desvalida desnuda o guapa callada no forman una construcción. Si bien se predican de sus respectivos sujetos, ocupan diferentes posiciones estructurales, como modificador del predicado o de la oración en su conjunto, como es propio del «adjetivo incidental» (Lapesa, § 9.7: 259), añadiendo un significado temporal, causal o condicional: el arte de estar más guapa cuando / si se calla. Así se explican la pausa potencial, que lo separa del constituyente modificado, y la movilidad (Embarazadas, las mujeres lucimos más bonitas; Desnuda, me sentía desvalida). En todos los casos considerados, el adjetivo modifica de manera directa o indirecta al sustantivo, pero no al adjetivo adyacente, como parece ocurrir, en cambio, en las secuencias subrayadas en (1) y (2). Estas últimas construcciones no se segmentan de acuerdo con los encorchetamientos de (3), sino que, a través de un reanálisis, forman una unidad gramatical, como muestra
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el encorchetamiento de (6a). Tampoco admiten las modificaciones en el orden posibles en (4) —cf. (6b), ni las de (5), como se ve en (6c): (6) a. un [[[color] azul] profundo] / un [[color [azul profundo]] b. *profundo azul, *perdido loco, * total ignorante1. c. *Profundo, la acera estaba adquiriendo un color azul; *Perdido, me tienes loco; *Total, es una pregunta de ignorante2.
Estos comportamientos indican que forman una unidad sintáctica y entonacional en el ámbito del sintagma adjetival, y no en el oracional. Además, se reducen a dos formantes, sin las posibilidades recursivas de los otros. Estas unidades presentan un carácter relativamente marginal en la gramática, tanto por responder a esquemas lexicalizados o semilexicalizados como por el amplio margen de variación dialectal y sociolectal al que dan lugar. El interés de su estudio radica en que marcan una zona de inestabilidad, no enteramente sujeta a la regularización normativa, que permite explorar los límites entre el léxico y la gramática, así como entre la morfología y la sintaxis. Por eso, el trabajo está sustentado en datos procedentes no solo del banco de datos de la Real Academia Española y de diferentes fuentes literarias y periodísticas, sino también de Google; estos últimos han permitido corroborar la existencia y el alcance de algunas construcciones propias de la lengua hablada, no siempre coincidentes con las recomendadas por la normativa. 2. LAS SECUENCIAS ANÓMALAS DE ADJETIVOS En las secuencias de adjetivos ilustradas en (1) y (2) sus formantes siguen un orden estricto, pero con variaciones en la pauta de concordancia y con vacilaciones en la asignación categorial. A continuación intentaremos reconocer las pautas morfológicas y sintácticas que las hacen posibles y su estructura léxica. En principio, están formados por los siguientes miembros: a) un adjetivo de color y un restrictor: azul profundo, verde claro, gris perla brillante, rojo intenso, etc.; b) dos adjetivos que designan la misma propiedad, pero en grados diferentes: loco perdido, feo espantoso, lindo hermoso, flaca esquelética, gordo obeso, etc.;
Es gramatical, sin embargo, en el uso sustantivo: Es un total ignorante o en la pregunta de un total ignorante. 2 Gramatical cuando total se interpreta como un conector discursivo. 1
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c) dos adjetivos concordados, uno léxico y otro gramatical: ignorante total, toda nerviosa, medios tontos, de pura atolondrada, pauta a la que se asimila la más restringida de (2b): un participio modificado por un adverbio: peores vestidas. Aunque los ejemplos presentados pertenecen a diferentes tipos, pueden reconocerse algunas regularidades en su formación: a. al menos uno de los miembros de la secuencia es una expresión predicativa: adjetivo calificativo o participio; b. el otro suele interpretarse con valor cuantificativo, sea una palabra gramatical (total, medio, puro) o una léxica, que indique el grado alto o máximo de una propiedad (intenso, enorme) o bien la modalice, como teñida frente a verdadera en rubia teñida. Cada uno de estos temas, que no han recibido una atención especial en la bibliografía, requiere por cierto un estudio más detallado que el que se puede realizar en este espacio. El objetivo, sin embargo, es enfocarlos desde la perspectiva de su comportamiento en relación con dos cuestiones centrales en la conformación de las proyecciones sintagmáticas: la concordancia y el orden. 3. LOS ADJETIVOS DE COLOR Y SUS PROYECCIONES Entre los adjetivos que designan propiedades físicas, los de color presentan una serie de peculiaridades (Fernández Ramírez, 1951 [1987]; Bosque, 1989; Fábregas, 2002), de las que destacan dos: los adverbios de grado se interpretan en el sentido de la focalidad, y no en el habitual de la intensidad (muy rojo frente a muy alto); y, como otros restrictivos, presentan usos adjetivos y sustantivos (lápices rojos; el rojo de sus labios). Estos dos usos también son admitidos por los compuestos, que, sin embargo, presentan diferencias en cuanto a sus posibilidades flexivas. Los coordinativos son compuestos formados por dos adjetivos de color: azulgranas, verdirrojas, blanco-amarillentos. Como muestran los ejemplos, los yuxtapuestos y los unidos por el formante i indican la combinación de dos colores diferentes (camiseta azulgrana, enseña verdirroja); en cambio, los separados por un guión (papel blanco-amarillento) designan un color impreciso, entre los dos tonos indicados. Todos ellos concuerdan con el sustantivo en número y a veces en género, y solo el segundo miembro exhibe las propiedades flexivas, como se comprueba en (7): (7) camisetas azulgranas, banderines verdirrojos, papeles blancoamarillentos.
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Por el contrario, los subordinativos son invariables: verde musgo, gris perla, azul cobalto. Se trata de compuestos pluriverbales, como los de (8), que constan de dos nombres: el que designa un color (verde) y el que especifica un matiz o tono de ese color, sea a través de un objeto que lo representa típicamente (musgo) o de un nombre propio, un topónimo o antropónimo que se le asocia: azul Siena, amarillo Van Gogh. Entre ambos componentes media una relación de aposición restrictiva: (8) camisas verde musgo, corbatas gris perla, seda azul cobalto.
Este tipo de aposiciones difiere de las explicativas por no mantener necesariamente la clase a la que pertenece el núcleo. El cambio referencial puede explicitarse mediante un sustantivo clasificador como tipo o alguno de sus hipónimos: color, tono, grado, modo, estilo, marca, etc.: [verde [ TONO musgo]]. A su vez, este segmento complejo modifica, sin la mediación de una marca de función, al sustantivo camisas, perteneciente a una clase referencial diferente. También aquí cabe reconocer una relación apositiva, que puede explicitarse a través del clasificador COLOR, precedido o no por de (9): (9) [camisas [(de) (COLOR) verde [(TONO) musgo]]]]
Nótese, sin embargo, que el ejemplo (1a) ilustra una construcción diferente, en la que se combinan un adjetivo de color con otro que lo restringe en cuanto al tono o al matiz: verde claro, castaño oscuro, rojo brillante, azul profundo, verde vivo. Si bien se asemejan a los compuestos sustantivos por la relación que se establece entre sus dos miembros (en particular, por el carácter restrictivo del segundo miembro), presentan la particularidad de ampliar las posibilidades de concordancia. De hecho, son posibles todas las combinaciones de rasgos flexivos entre sus dos miembros sin diferencias apreciables de significado3, desde la concordancia de los dos (10a) hasta la ausencia de flexión en ambos formantes (10b), incluyendo los casos intermedios de (10c) y (10d): (10) a. los ojos, azules claros, grandes y dulces (CORDE. Clarín. La Regenta). b. Recuerdo sus ojos verde claro (CREA. R. Fresán. Historia argentina).
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Según los resultados de Google, predominan los casos de doble concordancia —como en (10a), que eran también los más frecuentes en el español antiguo. Por el contrario, los ejemplos recogidos en el banco de datos de la RAE atestiguan una tendencia a la pérdida de la concordancia —cf. (10b). La diferencia probablemente obedezca a la mayor presencia del español peninsular en esta segunda fuente. El indicio merece un estudio más amplio.
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c. Las hojas verdes-claro contienen nervios... (CREA. López Torres. Horticultura). d. Los ojos castaño claros los entornaba al besarme (CORDE. M. Puig. Boquitas pintadas).
Evidentemente, estas posibilidades responden a pautas constructivas diferentes. Así, en (10a) los dos adjetivos concuerdan con el sustantivo en género y número, como en las construcciones de (3). Este dato indica el carácter más canónico de esta construcción, que se pone de manifiesto también en otros comportamientos como los siguientes: a) aunque sus componentes aparecen mayoritariamente yuxtapuestos, pueden ir separados por pausa o coma: los ojos azules, claros, sin expresión, muy abiertos, de Doña Paula (Clarín. La Regenta), o en el orden inverso: Recuerdo sus ojos claros, verdes; b) el segundo adjetivo puede ir modificado por un adverbio de grado: Recuerdo sus ojos verdes muy claros, a diferencia de los otros casos, que requieren adyacencia estricta; c) asimismo, el segundo adjetivo puede estar incluido en una construcción comparativa Recuerdo sus ojos verdes claros como el agua, o recibir sufijación elativa: Recuerdo sus ojos verdes clarísimos. Los indicios prosódicos, morfológicos y sintácticos enumerados indican que la relación que media entre los dos miembros concordantes se aproxima a la de una relación de modificación sucesiva, como la que se representa en (11): (11) [[[ojos] verdes] claros]
En efecto, la doble concordancia revela cierta independencia entre los dos miembros de la construcción, de la que carecen los compuestos de (8) y, como veremos enseguida, las otras variantes de (10). Aun así, a diferencia de los ejemplos de (3), los dos adjetivos de (10a) no son adjetivos intersectivos, que se predican directamente del referente como propiedades independientes (‘son verdes y son claros’), sino que, más bien, claro, oscuro, brillante, vivo se interpretan en relación con los colores designados por los primeros adjetivos; son, por lo tanto, adjetivos subsectivos o relativos (‘son claros en tanto verdes’). Por otra parte, (10a) es la única variante que nunca se escribe con guión. La presencia del guión en los otros casos revela la consciencia de que se trata de compuestos. En efecto, la falta de concordancia de (10b) asimila
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verde claro a los compuestos invariables de (9), como se representa en (12). Más aún, a partir de estos es posible formar construcciones más complejas, como ojos verde esmeralda claro, frente a *ojos verdes esmeraldas claros. (12) [ojos [[[(COLOR) verde [(TONO) esmeralda]] [(MATIZ) claro]]]
A su vez, verdes claro (10c) corresponde a una variante de (10b) en la que, sin embargo, verde mantiene la concordancia ad sensum con ojos, posibilidad que se mantiene incluso con la mediación de color: ojos de color verdes claro. En cambio, el comportamiento de (10d), verde claros; castaño claros, se asimila al de los compuestos adjetivos de (7), en los que solo se flexiona el segundo adjetivo. 4. ADJETIVOS CALIFICATIVOS Y LA INTENSIFICACIÓN SUPERLATIVA Los adjetivos de la secuencia loco perdido en (1b) coinciden tanto en sus rasgos flexivos como en la propiedad que ambos designan, aunque difieren en el grado respectivo: el primero es un adjetivo graduable que denota el grado básico, mientras que el segundo expresa el grado extremo (equivalente a ‘de remate’). Secuencias similares se ilustran en (13): (13) a. Todo quiere esa señora que sea nuevo flamante (CORDE. B. J. Feijoo. Theatro Crítico Universal). b. Está flaca esquelética. c. No te olvides, mi lindo hermoso (C. Fuentes. La silla del águila). d. A vos ni pasaporte te debía dar por feo espantoso (S.Ramírez, Margarita está linda la mar).
El orden en el que se dispone los adjetivos conlleva una interpretación cuantificativa, en el sentido de que el segundo, un elativo, refuerza el significado del primero aportando el valor de grado máximo. Las parejas de adjetivos de (13) forman unidades semilexicalizadas relativamente escasas: no se dice, por ejemplo, alto enorme, limpio impecable o dulce empalagoso4, aunque estos pares también cumplan con la condición de orden creciente entre los dos adjetivos. Más productiva, en cambio, es la construcción en la que la interpretación intensificativa no proviene solo de la presencia de un elativo léxico, como en (13), sino de su anteposición focal: 4
Estas secuencias, sin embargo, se registran en estructuras coordinadas en las que los miembros se ordenan en orden creciente, como en amigo negro, alto, enorme (CREA. F. J. Satué. El desierto de los ojos); paño limpio, impecable, planchadito (CREA. Oral. Venezuela, CSHC 86 entrevista 126).
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(14) a. Está obesa de gorda. b. Estaban locas de contentas5.
El otro adjetivo, en cambio, permanece in situ, introducido por la preposición de6, y se interpreta como subsectivo: «en cuanto a la condición de gorda, es obesa». Se forman así estructuras productivas como enorme de alta, flamantes de nuevos, redonda de gorda, impecables de limpios7. El significado de grado extremo está incorporado en los elativos léxicos, como enorme, esquelética, obesa, espantoso, o se expresa en el sufijo de los morfológicos como altísimo o paupérrimo. En las construcciones de (13) y (14) el significado intensivo de esquelética queda focalizado por la posición que ocupa en las dos variantes: en la posición final de flaca esquelética, o en la anteposición focal en esquelética de flaca. En este sentido pueden ser considerados elativos sintácticos. Por otra parte, los pares ordenados de (13) presentan también similitudes con las reduplicaciones léxicas, como las de (15), tanto en lo relativo a la interpretación intensificativa, como a los rasgos formales. Como señalan Roca y Suñer (1997-1998), en estas secuencias el adjetivo debe ser graduable, por lo que se excluyen tanto los adjetivos incompatibles con la cuantificación como los que la tienen incorporada: (15) a. Está loco loco. b. Es flaca flaca. c. *Es soltero soltero. d. *Está enorme enorme.
Las reduplicaciones de (15), como los pares ordenados de (13), requieren adyacencia estricta entre los adjetivos concordados. Si están separados por pausa, la construcción es productiva y puede recibir modificaciones cuantificativas: Estaba flaca, demasiado flaca, o modales: Está loco, verdaderamente loco, o expandirse con otros miembros, como se ilustra en (16): En las estructuras de (14) el sintagma preposicional ha sido considerado un complemento causal o limitativo (cf. Fernández Ramírez; Krüger), y así se lo entiende en el español peninsular, en el que (14b) corresponde a locas de contento, con el sustantivo contento sin concordancia como término de de. En el español americano, en cambio, se interpreta en el sentido intensificativo, al que responde la pauta de los adjetivos concordados: locas de contentas, que se extiende a otras estructuras cuantificativas no elativas como iguales de altos. 6 Sobre estos sintagmas adjetivos, sintácticamene vinculados con las aposiciones enfáticas o epítetos, véanse Krüger (1960) y Di Tullio (1997). 7 La última proviene de M. Puig. Cae la noche tropical, 104. 5
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(16) a. Su mujer se había puesto gorda, obesa, redonda. b. que ella misma, tonta, retonta, requetesupertonta, le mandara en respuesta de las primeras (CREA. P. Vergés. Solo cenizas hallarás). c. una mujer muy delgada, casi esquelética (CREA. M. Hidalgo, Azucena, que juega al tenis).
Por el contrario, las secuencias de (13) y las de (15) constituyen recursos cuantificadores que se ubican a mitad de camino entre la morfología y la sintaxis. ¿Cuál es la diferencia, entonces, entre las reduplicaciones y los pares ordenados, es decir, entre loco loco y loco perdido de (1b) o entre ignorante ignorante e ignorante total de (1c)8? Los adjetivos que se reduplican son graduables, lo mismo que el primer adjetivo de los pares de (13); es decir, no son delimitados desde el punto de vista aspectual porque no fijan un grado. El grado es una variable que puede ser fijada mediante diversos procedimientos: léxicos, como en (16a), morfológicos, como los prefijos intensivos en (16b), o sintácticos, como los adverbios en (16c), un adjetivo pospuesto como total en (1c), o bien por la repetición del adjetivo. Estos procedimientos permiten establecer el grado de la propiedad, con cierto margen de valoración subjetiva. Por el contrario, el elativo léxico de (13) delimita la escala de manera categórica: esquelética es el grado extremo de delgadez y obeso lo es, por definición, de gordura, más allá de cualquier diferencia valorativa. Mientras que en el sintagma adjetivo modificado por un adverbio de grado este explicita el grado de la cuantificación, el efecto de grado máximo en la reduplicación proviene de la estructura apositiva en la que se adjuntan las dos piezas léxicas; a su vez, la secuencia de adjetivo graduable y elativo se convierte en su variante enfática debido a que en ella se suma la estructura apositiva y el elemento léxico que contiene este significado. Si bien las dos últimas se interpretan como intensificaciones superlativas, en (13) el elativo añade el efecto de cierre de la escala: [muyGrado loco] > [loco loco]Grado máximo > [loco perdido Grado máximo]
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Ambos procedimientos alcanzan en el italiano un mayor desarrollo: un abbraccio forte forte, como lo indica la lexicalización de parejas en las que el segundo adjetivo es un mero reforzativo del primero: stanco morto (‘cansado muerto’), innamorato cotto (‘enamorado perdido’) o ubriaco fradicio (‘borracho perdido’) o en las que el primero se ha gramaticalizado como adverbio de grado: bello tondo (‘lindo redondo’ > ‘bien redondo’), la faccia bella rossa (‘la cara toda colorada’).
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5. LOS CUANTIFICADORES Y LA CONCORDANCIA Hasta aquí las secuencias de adjetivos están formadas por elementos léxicos. En las que se analizan en esta sección, en cambio, un elemento gramatical, un adverbio de grado, copia los rasgos flexivos del adjetivo, de manera que se produce la adjetivación del adverbio (NGRAE, 2009: §13.8d): esto ocurre con cuantificadores evaluativos (bastantes altos, una carga demasiada abrumadora. La Nación. 28/7/08) y con los focales (meras interesantes, de puras tontas). Estas concordancias anómalas se suelen explicar por analogía: la pauta de concordancia entre determinantes y sustantivos en el sintagma nominal —bastantes personas, meros errores, puras patrañas— se aplica a la que media entre especificadores adverbiales y núcleos adjetivos. La misma explicación puede aplicarse al uso concordado del adverbio medio (media luz > media loca), extendido en el habla coloquial popular de todo el mundo hispanohablante: la información flexiva de medio coincide con la del adjetivo, que, a su vez, depende de la correspondiente al sujeto o al objeto directo, como se ilustra en (17): (17) a. Estaba / Se puso / Me tenía media loca (= 2a). b. Son todos medios tontos (Vidal de Battini, 1964: 193). c. Eran medias molestas (Kany, 1951: 55). d. La silla estaba / quedó media rota.
La distribución de medio está sometida, sin embargo, a mayores restricciones que la de los otros adverbios de grado, y no son las mismas en todas las regiones. Así, en el español peninsular depende de un factor aspectual, ya que medio se combina con adjetivos perfectivos (Bosque, 1990; Felíu Arquiola, 2012) referidos a propiedades episódicas, como se verifica en (17a) y (17d). Sin embargo, los adjetivos de (17b) y (17c), que se combinan con ser, muestran que a este condicionamiento se le sobrepone en el español americano una distinción modal: el valor negativo del adjetivo: ?*Son medios inteligentes; ?*La silla estaba media sana (Kornfeld, 2010). Esta diferencia se correlaciona con un cambio en el significado respectivo: ‘no del todo, a medias’ y ‘casi, un poco’. Como medio, el cuantificador todo modifica por lo general a adjetivos en función predicativa, que designan propiedades transitorias, casi siempre atribuidas a personas; véanse los ejemplos de (18): (18) a. Llegó Aceza, toda agitada. (CREA. E. Wolf, Háblame de Laura). b. Él silbaba y yo toda asustada (CREA. Oral. Venezuela).
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c. ¡Pero te pusiste toda colorada! (CREA. A. Cuzzani. Lo cortés no quita lo caliente). d. Cuídame eso, que está todo roto (Google. es. 213891498651802)
En todos estos ejemplos todo y el adjetivo concuerdan con el sujeto o el objeto. Sin embargo, a diferencia de lo que ocurre con medio, la concordancia es aquí la norma; la forma invariable se registra solo esporádicamente y en algunas regiones, como se ve en (19)9: (19) a. Ella llega todo agitada y pregunta… (www.armas.es/foros/ t1894113 60.html). b. desperté todo asustada pero solo me dio risa (es.answers.yahoo.com /question/index?qid. 25/2/09). c. Yo llevo las manos todo coloradas (www.labolsa.com/foro/España). d. No tan solo son los colchones sino también las sábanas todo rotas y sucias (FM89.9 www.youtube.com/watch?v=4Om. 27/3/12).
A diferencia de medio, al menos en su acepción americana, todo solo se combina con adjetivos perfectivos: así, en Son todos tontos o en Eran todas molestas solo es posible la interpretación de todos como cuantificador flotante Todos son tontos; Eran molestas todas; en cambio, Estaban todas molestas es ambigua entre esa interpretación y la propia del cuantificador de grado, que alterna con la forma invariable: todo molestas. A esta ambigüedad se suma otra, que concierne a la manera de entender la delimitación que todo supone10: de manera extensiva, en relación con la entidad afectada (‘por entero’), o bien en la intensiva, en cuanto al grado de la propiedad (‘completamente’). En el primer sentido la totalidad se entiende como integridad de la persona o del objeto; en el segundo, en cuanto al grado máximo alcanzado. Mientras que los procesos de naturaleza física favorecen la primera interpretación, los de naturaleza psicológica dan lugar preferentemente a la de grado. 9
A diferencia de la sanción que recae sobre los usos concordados de medio, se prescriben los de todo: «Cuando el adjetivo va en singular, todo debe concordar en género y número con este […]. Es muy raro antepuesto a un adjetivo en plural, pero cuando esto ocurre, todo permanece invariable: Mis padres estaban todo orgullosos de mí» (RAE, 2005: 643). 10 La equivalencia que a menudo se establece entre el adjetivo todo, en la función predicativa, y el adverbio aspectual totalmente es similar a la que se reconoce entre los adjetivos solo y puro y los adverbios solo o solamente: i. Esto me pasa a mí sola; Prefiero viajar con mi hija sola; Ella pone una distancia, ¿con vos es así también? A lo mejor es conmigo sola (M. Puig. Cae la noche tropical). ii. Ese espejo cuelga del puro alambre.
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Si bien en posición antepuesta esta diferencia no se expresa en comportamientos sintácticos, como muestra la alternancia entre la forma concordada y la invariable en (18) y (19), resulta posible distinguirla en las respectivas sustituciones por elementos pospuestos: el todo concordado alterna con toda ella / toda entera en el sentido extensivo de (20) —variante del cuantificador flotante cuando se aplica a un solo individuo—, pero con total en el intensivo de (21). (20) a. Llegó toda mojada. b. Llegó mojada toda ella. c. *Llegó mojada total. (21) a. Se puso toda histérica cuando se enteró de que José no venía. b. ¡¡¡eso no le gustó y se puso histérica total (www.elespectador.com/ .../articulo... Colombia. 23/3/12). c. *Se puso histérica toda ella.
Por el contrario, el todo invariable, de uso aún minoritario, carece de versiones pospuestas, lo que puede entenderse como un estadio más avanzado de gramaticalización. La adjetivación de los adverbios no es exclusiva de los cuantificadores, sino que se da también con elementos léxicos, como los adverbios comparativos: Somos los mejores pagados o las peores vestidas (2b) y en algunas estructuras apositivas como las de (22), que también se aplican a personas: (22) a. Se hacían las simpáticas con todo el mundo; no falsas, pero un poco simpáticas profesionales (M. Puig. Cae la noche tropical: 19). b. vio a aquella mujer rubia teñida, envuelta en un abrigo de visón (CREA. A. Grandes. Los aires difíciles).
El segundo adjetivo de cada par es subsectivo o relativo: en efecto, la condición de profesional o de teñida no se atribuye al referente, sino más bien a la propiedad de ser simpáticas o rubia, respectivamente. En la construcción resultante, simpáticas profesionales y rubia teñida (o rubia falsa) el segundo miembro actúa como un modalizador que cuestiona la polaridad del predicado: [muyGrado simpáticas] > [simpáticas MODO profesionales] [rubia MODO teñida] [bienGrado rubia] >
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6. CONCLUSIONES El estudio de los tres tipos de secuencias de adjetivos permite concluir que la restricción relativa a la modificación de adjetivos no es absoluta, sino que depende del tipo al que pertenezca cada uno de los adjetivos adyacentes. Así, los adjetivos subsectivos tienen la capacidad de formar estructuras apositivas restrictivas en las que el segundo miembro modifica al primero desviando su designación a través de la posible inserción de un sustantivo clasificador que explicite el tipo de modificación que se introduce, sea para indicar el tipo de matiz de un color, el grado de una propiedad o la veracidad que se le atribuye a una propiedad. Estas unidades complejas están sometidas a fuertes restricciones gramaticales y léxicas. Las relativas a la concordancia y al orden obedecen al mayor o menor grado de de lexicalización de los respectivos pares ordenados; así, los no concordados de color se reanalizan como parte de un compuesto sintagmático: ojos verde claro, ojos verdes claro, ojos verde claros, con una limitada capacidad recursiva (ojos verde esperanza intenso), y en los elativos sintácticos, como variantes enfáticas de una reduplicación léxica. La asimetría en la extensión y la valoración de los usos concordados e invariables de medio y todo indica una zona de escasa estabilidad en la gramática, tanto en los aspectos formales como en los semánticos, probablemente favorecida por el imperfecto paralelismo relativo entre los dos cuantificadores. Referencias bibliográficas BOSQUE, Ignacio (1989) Las categorías gramaticales, Síntesis, Madrid. BOSQUE, Ignacio (1990): «Sobre el aspecto en los adjetivos y en los participios», en I. Bosque (ed.) Tiempo y aspecto en español, Cátedra, Madrid, 177214. BOSQUE, Ignacio (1993): «Sobre las diferencias entre los adjetivos relacionales y los calificativos», Revista Argentina de Lingüística, 9, 9-48. BOSQUE, Ignacio y Carme PICALLO (1996): «Postnominal Adjectives in Spanish», Journal of Linguistics, 32, 349-385. DEMONTE, Violeta (1999): «El adjetivo», en I. Bosque y V. Demonte (dirs.), Gramática descriptiva de la lengua española, Espasa-Calpe, Madrid, 129-215. DI TULLIO, Ángela (1987): «La estructura del sintagma adjetivo: Adjetivo +de +X», Signo & Seña, 7, 189-231.
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13 LA LEXICOGRAFÍA HISTÓRICA ACTUAL: TRADICIÓN Y NUEVAS PERSPECTIVAS
ALEJANDRO FAJARDO AGUIRRE Universidad de La Laguna
1. LA LEXICOGRAFÍA HISTÓRICA ENTRE DOS SIGLOS En los comienzos del siglo XXI, la lexicografía histórica se encuentra en una situación de transformación profunda y los lexicógrafos deben hacer frente a una incómoda coyuntura que les aboca a renovar sus métodos de trabajo al mismo tiempo que se esfuerzan por dar continuidad a proyectos comenzados muchos años atrás. Comentaremos una serie de diccionarios diacrónicos de distintas lenguas europeas que son de interés por su recorrido y pueden ser representativos por la forma en que han sido afectados por las nuevas circunstancias o se han adaptado a ellas. En los últimos decenios, la premura en la obtención de resultados, también en el campo de las humanidades, se ha convertido en prioritaria por delante de otras consideraciones, de manera que los proyectos culturales a largo plazo deben soportar, en el mejor de los casos, una presión constante y la exigencia de resultados visibles a corto plazo; en cambio, la tradición de la lexicografía histórica, tal como nació en el siglo XIX y se continuó haciendo durante gran parte del XX, mide habitualmente el periodo de vida de sus proyectos en decenios: nueve (Bahr, 1984) son los que tardó en completarse
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el representante más significativo de estos diccionarios: el Deutsches Wörterbuch (DW) de Jacob y Wilhelm Grimm (1854-1961); su duración se ha visto superada por el Deutsches Rechtswörterbuch (DRW), comenzado en 1896, que anuncia ya su previsible finalización en torno a 2035; en Francia, para la elaboración del Trésor de la langue française (TLF) trabajaron durante tres décadas un promedio de cien redactores y personal técnico en una obra que se publicó en 16 volúmenes (Del Mancino, 2009). En lo que se refiere al inglés (Torres, 2012), la larga trayectoria del Oxford English Dictionary (OED) tuvo su desarrollo diacrónico en el proyecto del Historical Thesaurus of the Oxford English Dictionary (HTOED) publicado en 2009, pero fraguado desde los años sesenta por Michael Samuels en la Universidad de Glasgow, tuvo que sortear toda clase de obstáculos, incluido un incendio en los setenta, y las dificultosas adaptaciones a las nuevas formas de trabajo con datos que llegaron después (Kay, 1987). En el caso del español, el segundo intento de la RAE de elaborar el Diccionario histórico de la lengua española (DHLE) se interrumpió antes de finalizar el cuarto decenio de trabajo, en 1996, tras considerar la Docta Casa que el primer fascículo databa de 1960 y que los medios entonces disponibles condicionaban un lentísimo ritmo de producción 1 — aunque no de trabajo para un reducido equipo—, por lo que el tiempo para su finalización debería medirse en siglos. Otro proyecto vital para la historia del español como el Diccionario del español medieval (DEM) del que nos ocuparemos luego, ha quedado detenido sine die, mientras que el Nuevo diccionario histórico de español (NDHE), de reciente diseño, se ve constreñido a probar pronto su eficacia. Los longevos diccionarios que se empezaron a elaborar hace mucho tiempo son equiparables, valga el símil, a pesados trenes de mercancías que avanzan lentamente con una copiosísima carga que no deja de incrementarse en el trayecto, pero la alta velocidad que se demanda en nuestros días es difícil de compatibilizar con la lentitud con que el personal —especializado, pero escaso— puede cargar ordenadamente miles de artículos. Solo con la provisión a largo plazo de recursos suficientes se puede lograr una modernización que no deje en vía muerta estos grandes proyectos; es lo que se ha hecho con éxito, p. ej., en Francia con el Trésor de la langue française informatisé (TLFi); en Alemania, el citado DRW puede ser el modelo de adaptación a los nuevos tiempos sin romper con el valiosísimo acopio de materiales hecho durante un siglo. También el DW ha sido adaptado a las nuevas exiLos fascículos, digitalizados por la Fundación Rafael Lapesa, están disponibles en [30/5/2012].
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gencias (Bartz, 2003) mediante un proceso de retrodigitalización2 llevado a cabo entre 1997 y 2001. La lexicografía histórica no puede renunciar a su objetivo de partida: la descripción exhaustiva de los cambios del léxico a través del tiempo, pero el concepto de diccionario sí está experimentando una transformación que afecta a su misma concepción, a su estructura, a los métodos de trabajo del lexicógrafo y a la forma de poner los resultados a disposición del público. Los diccionarios deben ser, al fin y al cabo, información en estado puro, filtrada, contrastada, destilada y elaborada hasta el límite de la minuciosidad, en pugna siempre con el calendario y el reloj. Los lexicógrafos, por tanto, no pueden permanecer con sus viejos métodos de trabajo inalterables y seguir siendo el lujo erudito de antaño, sino que deben encontrar nuevos caminos manteniendo, al mismo tiempo, el nivel filológico de su trabajo, es decir, presentando información fiable y de calidad científica. 2. LAS DOS CARAS DE LA MONEDA Desde los años ochenta, el concepto tradicional de diccionario histórico empezó a resquebrajarse, al tomarse conciencia de que la informatización abría nuevas posibilidades, no sólo en cuanto a herramientas de trabajo para ahorrar tiempo, sino fundamentalmente en cuanto a la cantidad de información disponible y a la manera en que ésta debía procesarse y ser recibida por el usuario. Los procesos de informatización que afectan a la lexicografía pueden contemplarse desde un doble punto de vista: a) Desde la perspectiva del usuario, las ventajas son evidentes: dispone de un nuevo medio de acceso a la información caracterizado por la ubicuidad, pues ya no existen barreras geográficas que lo impidan y su manejo es cómodo, es posible disponer de grandes cantidades de obras en soporte digital con un coste reducido y realizar búsquedas selectivas. Existen también algunos inconvenientes, porque el proceso informatizado produce errores numerosos: la máquina puede automatizar también los errores, como veremos más adelante. b) Desde el punto de vista del lexicógrafo, en cambio, todos los métodos de trabajo se ven afectados y transformados ante la necesidad de procesar una información que se presenta a veces en forma de avalancha, lo que lejos de facilitar la tarea, supone en ocasiones un impedimento para avanzar; El proceso, llevado a cabo en el Kompetenzzentrum für elektronische Erschließungs-und Publikationsverfahren in den Geisteswissenschaften de la Universidad de Trier, se describe en: [30/5/2012].
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esto obliga a establecer filtros que desechen información, entre la que siempre se puede ocultar, para desazón del lexicógrafo, algún dato importante. Hace unos años, en la primera de las ocho recomendaciones que daba Trauth (2004: 4) para el adecuado uso de los medios informáticos en los proyectos lexicográficos a largo plazo, señalaba la necesidad de un distanciamiento crítico: Bewahren Sie sich kühle und kritische Distanziertheit gegenüber einer Welt, die von selbsternannten Fachleuten, falschen Propheten und ideologischen Grabenkämpfern nur so wimmelt. Machen Sie sich frei von dem Druck, den Gurus und Medizinmänner, Kollegen, Ministerien und Stiftungen auf Sie ausüben, und fragen Sie sich, von Zeitgeist und modischen Zwängen unbeeindruckt, ganz nüchtern: «Was kann die EDV oder dieses Programmsystem oder jene neue Publikationsform mir überhaupt Wesentliches leisten? Worin besteht denn eigentlich der Fortschritt oder die davon zu erwartende Bereicherung meiner wissenchaftlichen Arbeit, und nicht zuletzt: Rechnet sich der dafür zu treibende Aufwand?» (2004: 4)3.
Aun compartiendo con Trauth la necesidad de distanciamiento crítico, debemos ser conscientes de que la informatización completa de los procesos que implica la elaboración de diccionarios no es ya una opción, sino una exigencia indispensable. Naturalmente, esto conlleva la necesidad de distinguir con claridad entre la actividad asépticamente filológica, por una parte, y el necesario apoyo técnico, por otra. La rápida evolución del software y la de la interfaz de usuario está haciendo cada vez más sencilla la labor del lexicógrafo. Otras tareas hace poco tiempo engorrosas en las nuevas redacciones lexicográficas se han simplificado con rapidez, como la conservación segura de los datos y la búsqueda de comodidad en la visualización de los trabajos; además, la elección de lenguajes informáticos con perspectivas de futuro permite usar los datos en distintas plataformas y liberarse así de la dependencia de programas comerciales que quedan por completo inservibles al cabo de unos pocos años. Para tener una perspectiva de cómo se ha enfrentado la lexicografía histórica a la transición informática, examinaremos los cambios «Manténgase frío y con distancia crítica frente a un mundo de autodenominados especialistas, falsos profetas y luchas ideológicas. Libérese de las presiones que ejercen sobre usted, de los gurús y hechiceros, colegas, ministerios y fundaciones, y cuestiónese al desnudo, sin impresionarse por el espíritu del tiempo y las presiones de la moda: ¿Qué puede aportarme en cuanto al conocimiento la informática o determinado programa o esa nueva forma de publicación? En qué consiste el progreso o el esperado enriquecimiento de mi trabajo científico y no en último término: ¿vale la pena el esfuerzo?».
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metodológicos experimentados, con distintos procedimientos y soluciones, por varios diccionarios históricos dedicados a distintas lenguas, que cuentan con una larga trayectoria y que, aunque se encuentran en etapas de realización muy distintas, están inacabados en la actualidad: el Deutsches Rechtswörterbuchs (DRW), el Dictionnaire Étymologique de l'Ancien Français (DEAF), el Dictionnaire onomasiologique de l’ancien gascon (DEAG); el Diccionario del español medieval (DEM) y el Nuevo diccionario histórico del español (NDHE). 3. TRES SUERTES Y SOLUCIONES DISTINTAS 3.1. El Deutsches Rechtswörterbuchs: una trayectoria envidiable4 Este diccionario es especialmente interesante por varios motivos. En primer lugar, por su longevidad: tiene su origen en la Prusia del XIX, en 1896, auspiciado por la Königlich Preußischen Akademie der Wissenschaften, fue en 1912 cuando se publicó el primer fascículo y en la actualidad, están publicándose los fascículos del tomo XII (2012), se prevé la finalización del monumental diccionario entre 2031 y 2035. La continuidad y la seguridad en la financiación a largo plazo han permitido abordar sin precipitaciones la adaptación de una obra concebida en el XIX —y comenzada a publicar hace cerca de un siglo— a las posibilidades técnológicas del XXI. Junto a los casi doce volúmenes completos, aparecidos periódicamente en la forma tradicional, se ha llevado a cabo de forma paralela un proceso de digitalización que ha permitido conjugar la tradición con las nuevas posibilidades de acceso electrónico a la información. Por una parte, se ha creado el DRQEDIT, con la finalidad de hacer accesible via Internet el corpus completo de los textos jurídicos de los siglos XV-XVI, parte de los cuales pueden encontrarse ya en las bibliotecas digitales y son accesibles ahora por búsqueda a partir de diversos metadatos. Es especialmente interesante la relación de la versión en línea del DRW con su versión impresa, en la que se basa, pero de la que se diferencia en algunos aspectos: no se trata de reproducir la imagen tal como se imprimió, sino de hacer una presentación visualmente adaptada a las características del nuevo medio. Cuenta con posibilidades de remitir mediante enlaces a otros artículos, a las fuentes y a otros diccionarios históricos. También se hace posible incluir en la versión electróncia de los nuevos fascículos las citas que por motivos de espacio no aparecen en la edición en papel. Entre las distintas opciones, son posibles las búsquedas truncadas mediante el asterisco, las textuales 4
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completas en las citas o en las explicaciones y las combinadas con palabras relacionadas. El banco de datos del DRW en línea, basado en la estructura del artículo lexicográfico, ha sido incrementado con el volcado de los datos procedentes de los antiguos fascículos, lo que fue precedido de la unificación de las siglas y de una revisión de indicaciones poco claras sobre las fuentes, asimismo se crearon enlaces con aquellas que estaban ya digitalizadas. El proceso de revisión permite, además, incorporar correcciones sobre errores detectados en los fascículos y, eventualmente, incluir artículos que por una u otra causa no habían llegado a aparecer impresos. La versión electrónica permite, además, el enlace de cada artículo con la versión impresa, con diversas posibilidades entre las que se incluye la presentación electrónica del facsímil. 3.2. El Dictionnaire Étymologique de l'Ancien Français y el Dictionnaire onomasiologique de l’ancien gascon: dos maneras de sobrevivir5 En el caso del Dictionnaire Étymologique de l'Ancien Français (DEAF), se ha desarrollado desde 2008 un sistema de trabajo y de publicación mediante sistemas electrónicos, realizado en colaboración con técnicos en gestión de datos, lo que ha dado lugar a la nueva versión electrónica del diccionario: el DEAFEI. Este aporta dos tipos de informaciones: en el llamado DEAFplus, se presentan los artículos tal como estaban en la versión impresa. Se accede así a todo lo publicado en los volúmenes aparecidos entre 1974 y 2008, los dedicados a las letras G, H, I, J, K que se reproducen en formato de imagen. Las letras D, E, F se presentan tanto en la forma impresa tradicional como en Internet: tras un periodo de embargo de dos años desde el momento de la publicación en papel, aparece la versión electrónica, el DEAF-plus, que añade también la posibilidad de acceder electrónicamente a materiales complementarios que no están, por razones de espacio, en la versión en papel. Por otra parte, el trabajo con las letras A-C y L-Z consistió en llevar a cabo su lematización y en proveer al diccionario de un estructura semántica, para hacerlo accesible en el desarrollo de trabajos posteriores6. Una vía adicional de información se presenta a través del DEAF-pré — del que están disponibles por el momento las letras L y M—, que proporciona materiales lematizados, publicados solo en línea y cuyo uso debe hacerse con cuidado, según indican los autores, pues están en proceso de constante revisión. Se trata de materiales a los que se ha dotado de una estructura semántica provisional, porque para hacerla no se han verificado 5 6
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los materiales con las fuentes de manera directa, sino únicamente con los registros de las fichas, que en muchas ocasiones adolecen de una información insuficiente. Sin embargo, son de gran utilidad los datos que se aportan: formas, ejemplos de uso y, además, la posibilidad de acceder, mediante un enlace en las siglas, a la bibliografía electrónica7 (DEAFbiblEL). En ocasiones, también se enlazan las entradas con informaciones que dan otros diccionarios en línea. El Dictionnaire onomasiologique de l’ancien gascon / Wörterbuch der altgaskognischen Urkundensprache (DOAG) tiene su origen a mediados del siglo XX, cuando en 1955 Kurt Baldinger presentó el proyecto; veinte años habría que esperar hasta la llegada del primer fascículo. En 2007 hubo una modificación en las orientaciones científicas, una vez se hizo cargo de su dirección Jean-Pierre Chambon, sin embargo, en este caso no se llevó a cabo la transformación para presentar los materiales en forma digital. Los cambios llegaron de otra forma, cuando en 2009 apareció el fascículo 11 de una obra que inicialmente fue planeada en 130 fascículos de unas ochenta páginas, pero que a partir del siguiente fascículo 12 se presentó como un diccionario mucho más conciso, simplificado y con citas limitadas a un solo ejemplo. 3.3. El Diccionario del español medieval: batalla contra dos tipos de problemas 3.3.1. Problemas metodológicos y soluciones El Diccionario del español medieval (DEM) (Müller, 1987-2005) comenzó a fraguarse en los años setenta, cuando Bodo Müller proyectó en la Universidad de Heidelberg cubrir la laguna que para la filología románica suponía la ausencia de un diccionario que describiera, con los métodos rigurosos de la lexicografía histórica, el léxico español de los siglos X a finales del XIV. El primer fascículo se publicó en 1987, y el último fue el 26, en 2005, superada la mitad del tercer tomo8. La propia historia del DEM, que ha ido experimentando en el último tercio de siglo las profundas transformaciones impuestas por la transmisión de la información en la nueva sociedad, es una excelente muestra de los cambios a los que se ha visto forzada nuestra disciplina. La informatización ha afectado a este diccionario, que también nació en los moldes de la lexicografía histórica tradicional y tuvo que ir incorporando con el paso de los años sucesivas modificaciones, a tenor de los avances técnicos. Su 7 8
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periodo de actividad ha venido a coincidir con los años en que se implantaron los nuevos métodos de adquisición, almacenamiento y procesamiento de la información, por lo que los investigadores del proyecto debieron resolver cuestiones que afectaban a dos aspectos fundamentales: las enormes masas de datos suministrados en forma digital, pero sin clasificar ni elaborar filológicamente (materiales sin lematización) y la adaptación informática de los artículos redactados. En los comienzos del proyecto, cuando el libro era el soporte de todas las fuentes textuales, se fue reuniendo una extensa biblioteca medieval con más de setecientas obras de todas las ramas del saber, de cuya lectura meticulosa se extractaron las informaciones con las que hicieron las tradicionales papeletas lexicográficas en fichas de papel, cientos de miles, que contenían información de unas 50 000 palabras lematizadas y ordenadas por familias y con su referencia a la biblioteca de textos y a la literatura secundaria. Almecanadas en cientos de archivadores, las fichas fueron cubriendo todas las paredes del Romanisches Seminar de la Universidad de Heidelberg. A finales de la década, comenzaron a cambiar las cosas, porque llegaron al mercado las transcripciones de los primeros textos del Hispanic Seminary of Medieval Studies de Madison en cuya edición se habían utilizado computadoras, lo que implicaba que los textos venían acompañados de las concordancias de formas extraídas por los medios informáticos de la época, que, si bien precarios aún, ya presagiaban lo que estaba por venir: el incremento implacable de la cantidad de datos que el equipo de redacción se vería obligado a procesar (el Royal Scriptorium de Madison, p. ej., contiene en total 8 000 páginas de texto, de las cuales cada forma se encuentra registrada en las concordancias correspondientes). Se introdujeron así los ordenadores, como complemento de los ficheros, y con ellos se añadieron, en el nuevo soporte digital, muchos miles más de documentaciones. En este momento, se definió con claridad la existencia de dos procesos paralelos: por una parte, los lexicógrafos realizaron una extracción manual de los datos texto a texto, con paciencia y meticulosidad se dedicaron a establecer los criterios filológicos que afectan a la valoración del texto y de la edición, a la datación de la forma, a la resolución de cuestiones referentes a las grafías, a la determinación de valores semánticos, a la lematización, etc. Por otra parte, los nuevos productos aportaron enormes cantidades de formas sin filtrar, repetidas en infinidad de ocurrencias, todo ello con un orden únicamente superficial, limitado a la alfabetización, lo que hizo necesario trabajar filológicamente enormes cantidades de datos, analizándo y lematizando interminables listas de concordancias para incorporarlas al fichero general.
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En 1984 se encontraba ya lematizado y ordenado el más importante fichero documental existente sobre el español medieval; en ese momento la Deutsche Forschungsgemeinschaft transfirió el proyecto a la Heidelberger Akademie der Wissenschaften, que lo recibió dentro de su programa con la categoría de «proyecto de larga duración», junto a otros trabajos lexicográficos que ya acogía (como el DRW, el DEAF y el DOAG). En los años ochenta, el DEM preparó un sistema informático con el fin de facilitar la publicación de sus fascículos, que empezó en 1987; se trataba de un programa escrito en un lenguaje informático de la época: turbopascal, que aunque exigía la permanente introducción de códigos para indicar la tipografía y los signos especiales necesarios para la impresión, supuso la introducción en 1988 de la redacción digital. A comienzos de los noventa, por tanto, la digitalizacion ya había afectado al DEM en dos aspectos: la aportación de materiales para incorporar al fichero y la manera de preparar los artículos para la publicación; en este empeño en readaptarse a las novedades, en 1992 se dió un paso más para transformar los métodos de trabajo y se comenzó a compilar una base de datos con textos digitalizados, a la que se incorporaron las grandes colecciones de textos hasta entonces editadas: ediciones de microfichas que abarcaban unas 30 000 páginas, las colecciones del Archivo digital de manuscritos y textos españoles (ADMYTE), etc., y continuó creciendo con la incorporación progresiva de textos hasta el año 2000. Las ediciones digitalizadas que aparecieron presentaban en muchas ocasiones un problema añadido (aunque ya conocido a través de las publicaciones de Madison): no se trataba de ediciones críticas, sino paleográficas, con defectos frecuentes de transcripción, que a veces debían ser desechadas cuando se comprobaban los problemas que ocasionaba su uso. Para acceder a la enorme cantidad de datos almacenados en forma digital, se desarrolló en los años noventa un programa de búsqueda propio, llamado DEMSUCH. La base de datos funcionaba como las microfichas, es decir, registraba todas las formas en todas sus ocurrencias, por lo tanto, dejaba el trabajo de análisis y lematización a los filólogos y el caudal de material para trabajar siguió creciendo. La gran masa de datos del fichero informatizado sumaba 272 043 unidades, que se añadieron a las del fichero tradicional, aunque este aumento no fue acompañado de un incremento paralelo de la cantidad de unidades totales, pues aproximadamente un 80 % de los lemas ya habían sido recopilados de forma manual. Las ediciones de textos en CD, como p. ej., ADMYTE (1992), aportaban una burda lematización, muestra de que los editores de la
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colección capitularon ante la cantidad de datos: los numerosos hápax fueron desechados y la lematización revela que no fueron revisados los textos correspondientes. Como consecuencia de esto, no se puede determinar en el glosario si una forma como, p. ej., agua es un verbo o un sustantivo ni si abien se identifica con ha bien o con a bien. Por tanto, la incorporación de informaciones procedentes de esta fuente, con ser valiosa, no llegó exenta de problemas para los lexicógrafos. Los cedés vienen con un glosario de formas y un glosario de lemas, pero los editores no informan de cuántas palabras se encuentran documentadas en los dos discos de ADMYTE (64 textos en la versión 0 y 651 la 1) (Pellen, 1997). Se pueden estimar en 4 600 000 las formas solamente en la versión 1, lo que vienen a ser unas 160 000 unidades léxicas. Según los editores, el glosario de lemas que acompaña los cedés registra las formas castellanas con una frecuencia >1 (o sea, excluyen los hápax), lo que son unas 46 918 formas distintas (Mayor, 1993). El glosario de lemas contiene 11 165 lemas (ib.). El criterio de selección de formas para lematizar es, por tanto, estadístico y no lingüístico. Las formas así seleccionadas han sido lematizadas sin lectura de control del texto correspondiente, lo que explica los numerosos errores que se encuentran: p. ej., el adverbio así se ha lematizado bajo el verbo asir; venga se encuentra solamente bajo vengar y falta bajo venir; fui se encuentra solamente bajo ser y falta bajo ir (Pellen, 1997: 95). La enseñanza que extraemos de casos como este es que la lematización filológica, que sigue a la atenta lectura de los textos, no puede ser sustituida, sin más, por una lematización automática fiable. Los diccionarios publicados hasta la fecha con este procedimiento indican que en el momento en que se elaboraron no se disponía de un programa de lematización específico para el español medieval; por otra parte, si aplicáramos automáticamente una lematización basada en el español actual, incurriríamos en una cantidad de fallos muy importante, como se observa en algunos ejemplos que encontramos en el Diccionario de la Prosa Castellana de Alfonso X el Sabio (2002), donde la definición automática de palabras marcadas como gentilicios da lugar a errores provocados por la extrapolación del valor semántico a una realidad, la medieval, que puede ser muy distinta de la actual, tal como se aprecia, p. ej, en «alemán: natural de Alemania»: la transferencia del valor semántico de hoy día al gentilicio resulta errónea, puesto que Alemania no existía en la Edad Media como en la actualidad. Otro ejemplo extraído de la misma obra: el artículo alcalde acaba con «Definiciones indeterminadas [...]»: aquí se reúnen todas las documentaciones que la redacción no puede o no tiene tiempo de aclarar, lo que resulta metodológicamente cuestionable.
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El DEM buscó una solución de compromiso a la enorme masa de ejemplos disponible con el fin de aprovechar el trabajo filológico realizado durante treinta años de recopilación y lematización. Con esa finalidad, se establecieron unos criterios que limitaran el número de ejemplos que trabajar y así poder obtener resultados en un plazo razonable de tiempo. El procedimiento consistiría en procesar y añadir los ejemplos siguiendo un criterio cronológico, hasta un límite fijado en los cinco primeros casos, a los que en etapas posteriores se podrían añadir más; el resultado sería un diccionario de aproximadamente 40 000 entradas. Para la semántica de las palabras, el criterio cronológico implica que, en ocasiones, los significados tardíos en palabras abundantemente documentadas hasta finales del siglo XIV no podrían ser registrados en el diccionario; este sería el tributo a pagar por la aceleración del ritmo de redacción, tal como se aprecia en las zonas sombreadas de la muestra de la palabra almizcle. Abajo, vemos una selección de ejemplos procedentes del fichero del DEM desde la primera documentación de la palabra almizcle hasta comienzos del siglo XV: almizcle m.
1.1. «cierta sustancia aromática» [1253] LEngaños p 7,127(var.): almyscle [1381] Estéfano Visita 32r54: almizq [c 1381] SevillanaMedicina Javiñón 68 p 336: almisque [1385?] LPalladio 227v14: Almesch [1389] DocsArchivoMedinaceli I 28 p 32: almisque [2amit. S XIV] Heredia MarcoPolo 72r66: lalmesech [fines s XIV] Sinonima p 129,14: almizque [1423] ArteCisoria(ADMYTE 0) 24r: almjz [a 1429] Chirino Medicina 108r18: almiz 1.2. «perfume elaborado a base de esta sustancia» [a 1330?] LeyesMoros p 77: almizcan [sic] 1.3. «frasco de perfumes» [c 1400] BibliaJudCrist II Is 3 p 477: almizques 2.1. «mirra»
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[c 1280] AT Exodo 30,23: almisque [c 1400] BibliaJudCrist II Est 2 p 177: almizque 2.2. «perfume u óleo aromático a base de mirra» [c 1400] BibliaJudCrist II Can 5 p 372: almizque 3. «olor de las flores de la casia» [c 1400] BibliaJudCrist II al 44 p 257: almizque
3.3.2. La problemática financiación a largo plazo de los estudios hispánicos Este planteamiento de desarrollo selectivo no se ha llevado a cabo debido a que se interrumpió en la financiación al proyecto. Durante varios años, a partir de 2006, un equipo de investigadores del Instituto de Estudios Medievales y Renacentistas de la Universidad de La Laguna, formado en el método del DEM y trabajando en conexión con Heidelberg a través de Internet debería aumentar el ritmo de redacción. Sin embargo, los recortes presupuestarios en investigación por parte de la institución financiadora alemana afectaron directamente al proyecto de diccionario del español. El lanzamiento por esas mismas fechas del proyecto del Nuevo diccionario histórico del español, auspiciado por la RAE, truncó las posibilidades de continuidad del DEM, pues algunos quisieron ver como redundantes proyectos en realidad muy distintos y que eran, en cierta medida, complementarios y de distinto fundamento metodológico. A diferencia de la pervivencia de los proyectos históricos del ámbito galorrománico que hemos comentado, llevados a cabo también en Alemania, el riguroso diccionario dirigido por Bodo Müller, en la tradición admirable de los grandes romanistas alemanes de otros tiempos, quedó abandonado a su suerte por parte de quienes deberían haber puesto los medios necesarios (económicos, diplomáticos y de política cultural), para su pervivencia, considerando que era el único proyecto existente dedicado a documentar y describir los primeros siglos de vida de la que se presenta, a veces con excesiva retórica, como una gran lengua internacional de cultura. 4. EL NUEVO DICCIONARIO HISTÓRICO DEL ESPAÑOL: UNA OPCIÓN RUPTURISTA
En el caso de la RAE, las opciones eran bien la adaptación del viejo Diccionario histórico de la lengua española a los nuevos tiempos, mediante alguno de los métodos aplicados en los diccionarios que hemos visto, o bien la ruptura con los métodos tradicionales. La apuesta se hizo por un nuevo modelo: «se
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basará en los métodos de la Lingüística, la Filología y la Informática»9. La obra se concibe como un diccionario electrónico y para llevarlo a cabo fue creada, a instancias de la Real Academia Española, la Fundación Instituto de Investigación Rafael Lapesa para el Nuevo diccionario histórico del español. Su finalidad lexicográfica consiste en: «La construcción del NDHE, obra en que se presentará la evolución de las formas y de los significados de las palabras, dentro de las redes de relaciones que, en los distintos niveles lingüísticos y semánticos, se han ido estableciendo entre ellas a lo largo de los siglos»10. Para el trabajo interno en la Fundación, se ha confeccionado el Corpus del Nuevo diccionario histórico (CDH), punto de partida del que se extrae el lemario básico para una primera etapa de redacción del NDHE. Hasta la fecha, los resultados que se han hecho públicos consisten fundamentalmente en la digitalización de materiales del antiguo Diccionario histórico de la lengua española, de cuatro ediciones del DRAE y la publicación en imágenes de las viejas papeletas de los ficheros de la RAE. Es decir, se posibilita el acceso digital a datos sobre el léxico español que estaban en papel, pero es necesario aún que su elaboración dé frutos en forma de artículos lexicográficos (en cualquier soporte) con una rapidez que justifique la ruptura radical con los antiguos métodos, en cuyo rechazo tiene un peso importante el argumento de la lentitud de elaboración. 5. CONSIDERACIONES FINALES Los avances técnicos han afectado, como señalábamos al principio, a la misma concepción de la lexicografía histórica, a los métodos de trabajo del lexicógrafo y a la forma de poner los resultados a disposición del público. Sin embargo, con la perspectiva de unas pocas décadas desde que comenzó la revolución informática, podemos distanciarnos del deslumbramiento inicial que nos ocasionaba la facilidad de acceso a una información tan abundante como inabarcable. Es indiscutible que las atractivas maneras de procesar las informaciones y hacerlas llegar a los usuarios mediante nuevos procedimientos electrónicos son un gran paso adelante que, sin embargo, no debe dejar en segundo plano la inmensa labor filológica y humanística necesaria para llevar a cabo los diccionarios diacrónicos. En estos tiempos, ni es factible ni sería inteligente plantear el comienzo de proyectos de diccionarios de muchos decenios de duración como los que hemos mencionado. Sin embargo, un error aún mayor es abandonar proyec9
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tos en los que se han invertido muchos años de estudio con el falso argumento de que se trata de cosas de otro siglo, sin haber aprovechado el producto de su trabajo. Siempre que ha habido un apoyo institucional para propiciar la provisión de recursos (como vimos con DRW, DEAF, etc.), se ha demostrado que es posible reorientar los proyectos de larga duración aplicándoles nuevos métodos de trabajo que permitan llevar a término estas obras monumentales en unos plazos de tiempo razonables. También ha sido una buena inversión el aprovechamiento y salvaguarda de los antiguos materiales, como se ha hecho en el caso del español con los del DHLE —aunque no se pudo hacer lo mismo con los del DEM— digitalizándolos para poderlos reutilizar en el NDHE. Lamentablemente, también se ha demostrado que las oportunidades de transformación no siempre se aprovechan para avanzar y el conocimiento del español medieval sufrirá un retraso inevitable de años, porque por ignorancia o por contraposición de intereses se ha dejado de sustentar proyectos como el DEM, lo que es un dispendio de medios, porque no se tiene en cuenta que el inmenso trabajo filológico que en él se ha realizado habrá que volverlo a hacer de nuevo en el momento en que se quieran conocer en profundidad el vocabulario de los primeros siglos de historia de una de las denominadas grandes lenguas de cultura. No todas las tareas son automatizables, por más que avance la técnica, y el trabajo frente a un diccionario, en cualquier soporte, deberán seguir haciéndolo filólogos bien especializados y con un conocimiento profundo de la historia de la lengua que les permita leer, clasificar semánticamente, lematizar, describir y relacionar las viejas palabras de una forma que no ha variado, en lo sustancial, respecto a como se hacía antes de la revolución informática. Referencias bibliográficas ÁLVAREZ DE MIRANDA, Pedro (2003): «Los diccionarios históricos», en Mª Antonia Martín y José Luis Aliaga (eds.), La lexicografía hispánica ante el siglo XXI. Balance y perspectivas, Gobierno de Aragón, Zaragoza, 51-70. ATILF: Analyse et traitement informatique de la langue française: (ATILF/CNRSNancy Université) en [30/5/2012]. BAHR, Joachim (1984): «Eine Jahrhundertleistung historischer Lexikographie: Das Deutsche Wörterbuch, begründet von Jacob und Wilhelm Grimm», en Werner Besch (ed.), Sprachgeschichte. Ein Handbuch zur Geschichte der deutschen Sprache und ihrer Erforschung, Halbband, Berlin-New York, 492-501.
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ELENA FELÍU ARQUIOLA Universidad de Jaén
1. INTRODUCCIÓN El elemento medio que aparece en expresiones como medio novios o medio llena resulta de interés para la investigación gramatical por varios motivos: en primer lugar, por su distribución pues, como muestra Santos Río (2003: 448), se combina con distintos tipos de unidades léxicas y sintagmáticas (medio novios, medio desnudo, medio clandestinamente, medio mareado por el ruido, medio tartamudeando, se medio enamoró, medio en cueros, etc.); en segundo lugar, y en estrecha relación con el aspecto anterior, por su categoría, pues su comportamiento oscila entre el de los adverbios y el de los prefijos, especialmente cuando se combina con un verbo en forma personal acompañado por un pronombre átono (medio se incorporó vs. se medio incorporó, como se discute en la NGRAE, 2009: § 10.4o1); en tercer lugar, y vinculado con la cuestión categorial, por el hecho de que en numerosas zonas del mundo hispanohablante presente una variante concordada (media desnuda, por ejemplo, tal 1
Esta cuestión ya había sido apuntada por Bello (1847: §1252) y Bosque (1990: 200), entre otros autores. Para un estudio del proceso de gramaticalización de medio (adjetivo > adverbio > prefijo) puede verse Buenafuentes de la Mata (en prensa).
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como se estudia en los trabajos de Pato y Heap, 2005 y Pato, 2010); finalmente, por el tipo de modificación semántica que realiza, descrita en la bibliografía mediante diversos términos (aspectual, gradativa, aproximativa, entre otros). De entre todas las cuestiones que acabamos de mencionar, en el presente trabajo nos centraremos únicamente en aquellos casos en los que medio se combina con un adjetivo (medio desnudo, medio lleno). Nuestro objetivo es doble: por una parte, contribuir al estudio del tipo de adjetivo con el que medio puede combinarse; por otra, tratar de determinar el tipo de modificación que lleva a cabo este elemento.
2. MEDIO + ADJETIVO 2.1. Introducción En la bibliografía especializada, medio en combinación con un adjetivo ha recibido fundamentalmente tres tipos de caracterizaciones semánticas, no totalmente excluyentes entre sí, como veremos a continuación. Por una parte, medio es considerado un adverbio (o prefijo) de grado en trabajos como los de Bosque (1999: 226), Varela y Martín García (1999), Montero Curiel (2001: 55), Sánchez López (2006: 18, 21), González Rodríguez (2008: 234), NGRAE (2009: § 19.2g)2 y Kornfeld (2010: 69 y ss.), entre otros. Por otra parte, medio es caracterizado implícitamente como «aproximativo» en el estudio de García-Medall (1993: 160), quien considera que medio es, como casi, un cuantificador defectivo, en terminología del autor (esto es, los que indican estados no alcanzados pero cercanos)3. Junto con su consideración como cuantificador adverbial de grado, mencionada en el párrafo anterior, en la NGRAE medio aparece también caracterizado como aproximativo en varias ocasiones (véanse, por ejemplo, § 10.9n y§ 40.9u)4. Así, por ejem-
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Así, se afirma en la NGRAE que «los cuantificadores de grado adverbiales que modifican a adjetivos y sus correspondientes grupos se denominan generalmente intensificadores» (2009: 1383). Seguidamente, se ofrece una serie de ejemplos entre los que figuran muy simpático, mucho menor, poco visible, un poco cansada, tan travieso, un tanto inquieto, algo opaco, nada oscuro y medio ridículas, entre otros. Sin embargo, medio y casi se diferenciarían, según García-Medall (1993: 160), por el hecho de que sólo casi sería un «activador de inferencias en contrario» (de Casi lo entiendo se infiere ‘no lo entiendo’, mientras que de Medio lo entiendo no se infiere ‘no lo entiendo’). Para una completa caracterización semántica y sintáctica de casi puede verse Moreno Cabrera (1984). Esta doble caracterización que recibe medio en la NGRAE —como cuantificador adverbial de grado y como aproximativo— entraría en contradicción con afirmaciones como la si-
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plo, se afirma que medio, combinado con adjetivos no graduables como muerto (*muy muerto), indica un estado «próximo a la muerte» (NGRAE, 2009: 10.9n)5. Finalmente, medio también es descrito en los estudios gramaticales como un adverbio de aspecto o como un modificador aspectual. En este sentido, podemos mencionar los trabajos de Bosque (1990: 200), de Miguel (1999: 3027) y García-Medall (2004), así como la propia NGRAE (2009: § 30.8). Se trata de descripciones centradas fundamentalmente en la combinación de medio con adjetivos perfectivos, bien simples (medio lleno, medio borracho) o bien de origen participial (medio dormido, medio enterrado). Sin embargo, existen diferencias significativas entre ellos. Así, en el trabajo de Bosque (1990: 193196) se distinguen claramente la modificación de grado y la modificación aspectual, en concreto, al decir que completamente es un adverbio aspectual, como medio, y no un adverbio de grado, como absolutamente. Por su parte, de Miguel (1999: 3027) reconoce dos posibles valores semánticos de medio: aspectual en Lleva varios años construyendo la casa. La tiene medio construida (medio enfocaría el desarrollo de un evento delimitado que aún no ha alcanzado su fin) e intensivo en Estoy medio dormida (medio no estaría aquí midiendo el grado de acabamiento del evento, sino su intensidad, como un poco), de lo que se infiere que la modificación aspectual y la modificación intensiva o gradativa no estarían tan alejadas para esta autora. De hecho, González Rodríguez (2008: 197) caracteriza completamente como un modificador de grado elativo orientado al punto final, de manera que se aúnan en la misma definición nociones relacionadas con el grado y con el aspecto. En realidad, la relación entre la modificación aspectual y la modificación de grado constituye una cuestión ampliamente debatida en la bibliografía reciente sobre semántica formal, así como su manifestación transcategorial, especialmente en lo que concierne a verbos y adjetivos. Así, numerosos estudios tratan la modificación aspectual de los predicados verbales como un caso de modificación escalar (Kennedy y McNally, 2005, entre otros muchos). Para los intereses de este breve trabajo basta con señalar esta cuestión, aunque no podamos profundizar en ella lo suficiente. Desde nuestro punto de vista, cualquier intento de caracterización semántica de medio requerirá
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guiente, extraída de la misma obra: «Los adverbios de aproximación no son cuantificadores de grado. En vez de expresar la medida de alguna propiedad como lo hacen muy, bastante o demasiado, indican que se obtiene en su lugar alguna otra próxima a ella» (§ 40.9q). Otros aproximativos que se mencionan en relación con medio son casi (casi imposible denotaría una propiedad cercana a la imposibilidad) o semi-, del que se afirma que puede ser tanto gradativo como aproximativo. En el primer caso, indicaría el grado medio de una propiedad (seminuevo); en el segundo, expresaría una propiedad próxima a otra (semianalfabeto).
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previamente estudiar el tipo de adjetivos con los que se combina. Así pues, trataremos esta cuestión en el siguiente apartado. 2.2. Clases de adjetivos 2.2.1. Carácter delimitado Con frecuencia se afirma en la bibliografía especializada que medio se combina con adjetivos (sean de origen verbal o no) de aspecto delimitado (véanse, por ejemplo, Sánchez López, 2006: 21-22 o NGRAE, 2009: § 40.9u). Entre los ejemplos aducidos se encuentran tanto participios (medio terminado, medio dormido) como adjetivos episódicos (medio desnudo, medio enfermo). En ocasiones también se añade que puede combinarse con gentilicios «tomados calificativamente» (Santos Río, 2003: 448), como en Mi amigo es medio italiano. Esporádicamente se mencionan otras posibilidades, como sucede en la NGRAE, en la que los casos en los que medio se combina con adjetivos no delimitados se consideran excepciones, «en alternancia con ligeramente o en alguna medida, como en El rubio resultó medio travieso (Güiraldes, Segundo)» (2009: § 40.9u). Por su parte, en el trabajo de Sánchez López (2006: 21-22) se señala que, pese a que medio no se combina con adjetivos no delimitados como inteligente o amable, sí modifica a adjetivos valorativos despectivos como tonto o loco (es medio tonto; se volvió medio loca). Vale la pena detenerse en la breve caracterización realizada por Sánchez López (2006) en su monografía sobre el grado de adjetivos y adverbios. La autora distingue —siguiendo la propuesta de Cruse (1980) retomada posteriormente por autores como Kennedy y McNally (2005)— entre adjetivos asociados a escalas abiertas y adjetivos asociados a escalas cerradas. Los adjetivos asociados a escalas (parcial o totalmente) abiertas expresan una propiedad que carece de grado máximo, de grado mínimo o de ambos; así pues, se trata de predicados no delimitados. Por su parte, los adjetivos asociados a escalas cerradas expresan una propiedad que posee un grado máximo y un grado mínimo; se trata, en este caso, de predicados delimitados. Nos centraremos en los adjetivos asociados a escalas totalmente abiertas (sin grado máximo ni mínimo), como largo y viejo, y en los adjetivos asociados a escalas totalmente cerradas (con grado máximo y mínimo), como lleno y cerrado. Los primeros son incompatibles con el adverbio completamente (1a), mientras que los segundos sí admiten este modificador (1b): (1) a. *un camino completamente largo; *la casa está completamente vieja. b. un cubo completamente lleno; la puerta está completamente cerrada.
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Tal como señalan Kennedy y McNally (2005) para el caso de half en inglés y Sánchez López (2006) para el español, los modificadores proporcionales como medio también resultan agramaticales con adjetivos asociados a escalas abiertas (2a), mientras que sí se combinan con adjetivos asociados a escalas cerradas (2b): (2) a. *un camino medio largo; *la casa está medio vieja. b. un cubo medio lleno; la puerta está medio cerrada.
Además, tal como señala Sánchez López (2006: 18), en el caso de pares de adjetivos que dan lugar a oposiciones polares, a veces medio se combina con el adjetivo negativo (3a), pero no con el positivo (3b): (3) a. medio tonto, medio estúpido, medio loco. b. *medio inteligente, *medio listo, *medio cuerdo.
En opinión de esta autora, la causa de este comportamiento «puede ser que, al tratarse de adjetivos negativos que denotan la ausencia de la cualidad positiva, sí tienen un límite por abajo, que corresponde a la ausencia total de esa propiedad» (Sánchez López, 2006: 18). Así, los adjetivos negativos de las oposiciones polares, al expresar la ausencia de una cualidad, podrían entenderse como asociados a una escala cerrada por uno de sus extremos6. En este sentido, en la NGRAE son denominados «adjetivos que denotan estados carenciales» (2009: § 13.2u). Se trataría de adjetivos no episódicos aunque delimitados7. Se confirma, por tanto, la idea de que es el carácter delimitado o no delimitado del adjetivo —más que el hecho de que sea episódico o no episódico— el factor determinante en relación con su posibilidad de combinación con medio. 6
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En efecto, estos adjetivos negativos pueden combinarse con completamente. Precisamente Kennedy y McNally (2005: 355) emplean esta clase de adverbios orientados al punto final para identificar los tipos de escalas posibles: a) escalas totalmente abiertas, cuando tanto el adjetivo positivo como el negativo rechazan completamente (*completamente alto, *completamente bajo); b) escalas totalmente cerradas, cuando tanto el adjetivo positivo como el negativo admiten completamente (completamente lleno, completamente vacío); c) escalas cerradas por la parte baja, cuando el adjetivo positivo rechaza completamente pero lo acepta el adjetivo negativo (*completamente famoso; completamente desconocido); d) escalas cerradas por la parte alta, cuando el adjetivo negativo rechaza completamente pero lo acepta el adjetivo positivo (completamente seguro, *completamente inseguro). Según la NGRAE (2009: §13.2t), entre los adjetivos que se construyen con ser pero son delimitados se encontrarían igualmente algunos de relación (completamente {legal / constitucional}) así como unos cuantos calificativos (completamente {absurdo / cierto / legítimo / verdadero / transparente, etc.}).
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Sin embargo, no podemos dejar de mencionar que la aparición de medio en estructuras correlativas del tipo medio X, medio Y o medio X y medio Y facilita la combinación de este elemento con adjetivos no delimitados, como se observa en el contraste entre (4a) y (4b): (4) a. Optó, pues, por salirle al paso, medio dulce, medio altiva (Corpus del español: Felipe Trigo, La Altísima, España, 1890).
b. ??/*Optó, pues, por salirle al paso, medio {dulce / altiva}
Resultaría, por tanto, necesario llevar a cabo un estudio independiente de las estructuras bimembres con medio y su comparación con las construcciones distributivas o correlativas, aspecto que no podemos desarrollar en este trabajo. 2.2.2. Variación dialectal La generalización establecida hasta este momento —esto es, que medio modifica a adjetivos asociados a escalas cerradas, esto es, delimitados— resulta válida, sin embargo, solo para el español de España. Una consulta al CREA o al Corpus del español revela que los datos procedentes de Hispanoamérica no se ajustan a esta caracterización. En (5) ofrecemos una breve muestra de casos en los que medio se combina con adjetivos no delimitados: (5) a. Pero se lo digo en la cara, de repente uno es medio cruel: ya es tarde para ellos (CREA: Revista Hoy, 25-31/8/1997, Chile). b. es decir que el tipo elige un tratamiento medio feo, porque llevado por las ganas busca el modo de besarse con ella, eso es lo que busca (CREA: Manuel Puig, El beso de la mujer araña, Argentina, 1976). c. […] porque hablar de sexo en tu familia es medio difícil en nuestro país (CREA: oral, Paraguay). d. pintar paredes es medio latoso (Corpus del español: habla culta, Santiago). e. Pregunta: No piensa que Miguel de la Madrid hizo declaraciones medio fuertes (Corpus del español: entrevista (PRI), México, 1999).
En efecto, los adjetivos de (5) no se encuentran asociados a escalas cerradas, pese a su significado negativo, como muestra el contraste que se establece entre ellos y los adjetivos de (3a) en relación con completamente. Así, mientras que los adjetivos de (3a) son compatibles con completamente, según se observa en (6), lo que mostraría que se trata de adjetivos asociados a esca-
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las cerradas, los adjetivos de (5) rechazan este adverbio, como se aprecia en (7), lo que indicaría que se encuentran asociados a escalas abiertas: (6) a. Este chico es completamente tonto. b. Su comportamiento nos pareció completamente estúpido. c. Se volvió completamente loca. (7) a. *Su comportamiento fue completamente cruel. b. *Por la ventana se asomó un rostro completamente feo. c. *La cuestión resultó completamente difícil.
En síntesis, parece existir una diferencia clara entre los adjetivos que admiten medio en el español de España (adjetivos asociados a escalas cerradas, esto es, delimitados) y los que admiten este modificador en el español de Hispanoamérica (tanto adjetivos asociados a escalas cerradas, delimitados, como adjetivos asociados a escalas abiertas, no delimitados). Aun así, parece que en el español hispanoamericano medio no se combina con igual facilidad con todos los adjetivos. Estudios recientes como los de Pato (2010) y Kornfeld (2010) consideran que la característica principal de los adjetivos a los que medio modifica en el español de Hispanoamérica es su connotación negativa. Así, en el caso del estudio de Kornfeld (2010: 73), centrado en la variedad rioplatense, se presentan pares de adjetivos como los de (8) y se muestra que únicamente es posible la combinación con medio en el caso de que el adjetivo exprese una cualidad negativa: (8) a. Es medioinútil vs. ??Es medioútil b. Es mediocobarde vs. ??Es mediovaliente c. Es medioinfiel vs. ??Es mediofiel
Sin embargo, en el mismo trabajo se mencionan casos de adjetivos de significado positivo que permiten la modificación mediante medio (pese a tratarse de adjetivos asociados a escalas abiertas). Entre ellos se encuentran tanto adjetivos de propiedades físicas, de dimensión o de edad como adjetivos que expresan cualidades psicológicas, como se observa en (9) (ejemplos tomados de Kornfeld, 2010): (9) a. Es medio viejo vs. medio joven b. Es medio largo vs. medio corto c. Es medio gordo vs. medio flaco d. Es medio feo vs. medio lindo
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e. Es medio alegre vs. medio serio
Además de estos ejemplos, tal como indica Kornfeld (2010: 76), medio ante adjetivos positivos se da sobre todo en contraste con el correspondiente adjetivo negativo (10a), en casos en los que aparecen operadores de modalidad (10b, 10c) o focales (10d), tanto en el español de Hispanoamérica como en el español de España: (10) a. Lo que no quería creer es que fuese medio mala o medio buena (CREA: Juan Valera, Las ilusiones del doctor Faustino, España, 1864) b. buscan empujarlo para que llegue medio feliz (CREA: El Nacional, 02/10/2000, Venezuela). c. a mí no me parece ni medio aconsejable para hacer llorar... (CREA: Álvaro Bermejo, E lucevan le stelle, 1992, España). d. ya perdió a la única persona medio sensata que lo rodeaba (Internet, http://es-es.facebook.com/RevocatoriaPetro, Colombia).
3. CONCLUSIONES: PROPUESTA DE CARACTERIZACIÓN El breve estudio de la combinación de medio con adjetivos realizado en las páginas precedentes parece indicar que la distribución de medio ante adjetivos presenta cierta variación dialectal: mientras que en el español de España medio se combina fundamentalmente con adjetivos asociados a escalas cerradas, incluidos los miembros negativos de algunas oposiciones polares (tonto, estúpido, etc.), en Hispanoamérica, junto con esta posibilidad, se documenta también la combinación de medio con adjetivos asociados con escalas abiertas, positivos (medio lindo, medio joven) pero sobre todo negativos (medio cobarde, medio infiel). A todo esto se suma el hecho de que determinados contextos relacionados con la modalidad y el foco parecen facilitar la aparición de medio ante cualquier tipo de adjetivo. Desde nuestro punto de vista, medio puede ser considerado un modificador de grado. El valor aspectual surge cuando el adjetivo con el que se combina se asocia con una escala cerrada, esto es, es delimitado (medio lleno, medio vacío, medio limpio, medio sucio). Así pues, se trata de una propiedad del modificado más que del modificador, tal como señala Hernández Paricio (2011). En los casos en los que medio se combina con adjetivos de escalas abiertas (medio lindo, medio difícil), el tipo de modificación semántica podría ser caracterizada como evaluativa8, en el sentido de que medio parece indicar que la 8
Tomamos tanto el término como su definición del trabajo de Bochnak (en prensa) sobre el inglés half combinado con verbos.
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propiedad expresada por el adjetivo no se toma en su sentido pleno o prototípico9. De hecho, como indica Bochnak (en prensa) para el inglés, el uso evaluativo de medio se relaciona con la reduplicación contrastiva o reduplicación léxica, que precisamente se emplea para la designación de prototipo (Escandell, 1991; Felíu Arquiola, 2011). Así, no son infrecuentes los casos en los que se contrapone una construcción de reduplicación con una construcción con medio, como se muestra en (11): (11) a. Mi teoría sobre el Nobel y Barak Obama [Tema medio serio, pero no serio serio] (Internet, http://www.forocoches.com/foro/showthread.php?t=1462087).
b. La verdad es que no he dejado de hacer ejercicio para no ponerme gorda gorda, sino nada más medio gorda (Internet, http://www.jornada.unam.mx/2000/06/22/dep3.html).
Mientras que la reduplicación restringe la denotación del predicado, limitándola al caso prototípico, la construcción con medio la amplía o la extiende10, de manera que se da cabida a casos en los que la propiedad denotada no se da plena o prototípicamente. Dado que medio + adjetivo delimitado constituye el patrón habitual del español de España, los trabajos gramaticales que toman como objeto de estudio esta variedad lingüística suelen caracterizar medio como aspectual, según hemos visto en el apartado 2.1. Sin embargo, los datos procedentes de otras variedades del español hacen recomendable considerar medio como un modificador de grado, cuya interpretación aspectual o evaluativa dependerá de las propiedades semánticas del adjetivo al que modifique. Desde el punto de vista pragmático, se ha destacado el empleo de medio como atenuador (Pato, 2010; Kornfeld, 2010), lo que explicaría, a nuestro entender, la tendencia a que se combine con adjetivos negativos. Tal como señala Briz (1998: 145), la atenuación puede explicarse en ocasiones por el principio pragmático de cortesía, según el cual se minimiza el beneficio del emisor, mientras que se produce una maximización en relación con el receptor. Dentro de los atenuadores, suelen distinguirse dos tipos: aquellos que actúan en el nivel del enunciado (operadores semántico-pragmáticos, que minimizan el contenido proposicional) y aquellos que actúan en el nivel de la Para un estudio de medio combinado con verbos, en el que se distinguen igualmente un valor aspectual y uno evaluativo, puede verse Felíu Arquiola (en prensa). 10 Agradezco a M.ª Victoria Escandell esta observación (c. p.). 9
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enunciación (operadores estrictamente pragmáticos, que minimizan la fuerza ilocutiva de un acto). En lo que respecta a medio, podría ser considerado un atenuador del nivel del enunciado, del tipo de un poco, como muy o como, mediante los cuales «el hablante no se responsabiliza de aplicar el predicado en toda su intención léxica al sujeto referido» (Briz, 1998: 149-150). Un claro ejemplo de este uso se ofrece en (12): (12) Ah. Inf. - Ese, el hermano de Luciano; tú lo conoces... Enc. - Sí. Inf. ese morenito, así, medio gordito (Corpus del español: habla culta de Santiago).
Sin embargo, no siempre funcionaría medio como un atenuador. Así, en combinación con adjetivos claramente asociados a escalas cerradas, como lleno o vacío, con los que presenta un valor aspectual, parece que la función pragmática de la atenuación está ausente, como indica Briz (1998: 150) para el caso de El pantalón está medio roto. Existiría, pues, una relación entre el valor evaluativo de medio (Este ejercicio es medio difícil; una persona medio linda) y su uso como atenuador, lo que explicaría igualmente el hecho de que su aparición se encuentre asociada a la presencia de determinadas marcas de modalidad. Creemos que esta línea de trabajo puede ser prometedora, aunque requiere ser explorada con mayor detalle. Esperamos con este breve estudio haber dado al menos unos pasos en esa dirección. Referencias bibliográficas ALCINA FRANCH, Juan y José Manuel BLECUA (1975): Gramática española, Ariel, Barcelona. BELLO, Andrés (1847 [1988]): Gramática de la lengua castellana destinada al uso de los americanos, Arco/Libros, Madrid. BOCHNAK, M. Ryan (en prensa): «Two sources of scalarity within the verb phrase», en Boban Arsenijević, Berit Gehrke y Rafael Marín (eds.), Subatomic Semantics of Event Predicates, Springer, Dordrecht. BOSQUE, Ignacio (1990): «Tiempo y aspecto en los adjetivos y en los participios», en Ignacio Bosque (ed.), Tiempo y aspecto en español, Cátedra, Madrid, 177-214. BOSQUE, Ignacio (1999): «El sintagma adjetival. Modificadores y complementos del adjetivo. Adjetivo y participio», en Ignacio Bosque y Violeta Demonte (dirs.), Gramática descriptiva de la lengua española, Espasa, Madrid, 217-310. BRIZ, Antonio (1998): El español coloquial en la conversación, Ariel, Barcelona.
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15 LA REPRESENTACIÓN DE LOS MARCADORES DE RECONSIDERACIÓN EN UN DICCIONARIO HISTÓRICO∗
MARÍA PILAR GARCÉS GÓMEZ Universidad Carlos III de Madrid
1. INTRODUCCIÓN El propósito de este trabajo es analizar la evolución de un grupo de elementos que, procedentes de distintas categorías, han confluido en desempeñar la función de marcador discursivo, con el objetivo de representar las características de estas unidades y de los diferentes sentidos surgidos a lo largo de su desarrollo en un diccionario histórico. Para ello, será necesario definir el concepto de marcador discursivo, delimitar sus rasgos gramaticales y significativos, dar cuenta del proceso de evolución que los ha llevado a configurarse en esta categoría pragmáticofuncional y analizar cómo se han de describir estas propiedades en los diccionarios. Por otra parte, habrá que tener en cuenta las características del diccionario en el que se incluirá su descripción, para determinar la información que hay que suministrar, para establecer vínculos entre elementos que desempeñan funciones discursivas semejantes y para diseñar un esquema ∗
Este trabajo se enmarca en el proyecto de investigación FFI2010-15154, financiado por el Ministerio de Economía y Competitividad.
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válido para su definición. En este sentido, el diccionario histórico para el que se proyecta la descripción de estas unidades se concibe como una obra relacional, donde se muestran emparentadas tanto semántica como genéticamente las acepciones recogidas en el diccionario (Pascual Rodríguez y García Pérez, 2007: 39). Esta propuesta metodológica permite superar la concepción tradicional de un diccionario histórico como un compendio en el que se presenta con rigor cronológico la evolución semántica total de la palabra a lo largo de la historia de la lengua, para enmarcar los cambios dentro de la red de relaciones en la que se configuran las unidades léxicas de un sistema determinado. Así, el análisis de la evolución de los marcadores discursivos y la manera de representar este proceso tendrán que responder a estos principios metodológicos, si bien es cierto que estas unidades manifiestan rasgos gramaticales y semánticos específicos de los que habrá que dar cuenta en su representación. 2. CARACTERÍSTICAS DE LOS MARCADORES DISCURSIVOS Los marcadores discursivos se caracterizan por ser elementos invariables, sin función sintáctica en el plano de la predicación oracional, que, de acuerdo con sus propiedades morfosintácticas y con sus instrucciones semánticas y pragmáticas, señalan cómo ha de interpretarse el contenido de los enunciados en relación con lo expresado previamente, con las percepciones derivadas de la situación comunicativa o con los conocimientos compartidos (Martín Zorraquino y Portolés, 1999). De este modo, hay marcadores que cumplen una función de conexión discursiva, que se manifiesta de modo distinto según el papel desempeñado en el discurso: ordenar la información distribuyendo cada una de sus partes, volver a formular lo anterior mediante la reinterpretación de lo expresado previamente, presentar argumentos o contraargumentos para llegar a determinadas conclusiones; otros marcadores indican las relaciones entre los interlocutores o manifiestan la actitud del hablante ante lo dicho. Estas funciones no son exclusivas de cada uno de los tipos de marcadores, sino que se imbrican en determinados contextos, de donde surge su polifuncionalidad característica y los diferentes sentidos adquiridos en relación con el contexto. Estos rasgos obligan a plantearse dos cuestiones básicas antes de proceder a la representación de estas unidades en el diccionario. La primera es determinar qué marca gramatical asignarles: se trata de unidades que no responden a las características de las clases de palabras establecidas, pero que todavía no reúnen los rasgos necesarios para incluirlas dentro de una nueva categoría; por tanto, es necesario proporcionar información acerca de
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su comportamiento gramatical y habrá que diferenciar, además, la función que desempeñan en el discurso. De este modo, la caracterización adecuada de estos elementos, cuando se convierten en marcadores del discurso, será la que incluya una marca formal que señale su rasgo definitorio —ser elementos invariables— y una marca que describa la función que desempeñan en el discurso, para diferenciarlos de otras locuciones de este tipo. En este aspecto, distinguimos entre conectores, si actúan como enlace entre enunciados, y operadores, si su ámbito se reduce a un solo enunciado (Fuentes, 2009: 12). La segunda cuestión se plantea en relación con la descripción semántica. Se trata de elementos que poseen un significado que permite interpretar las relaciones existentes entre los enunciados y el contexto. Este modo de significar lleva, desde los presupuestos de la Teoría de la relevancia (Sperber y Wilson, 1995; Blakemore, 1987, 1992), a considerar que estas unidades comportan un significado procedimental, que sirve para guiar las inferencias que se realizan en la comunicación, diferente del que presentan las unidades con significado conceptual, que permiten crear representaciones mentales de un estado de cosas. Sin embargo, la diferencia entre significado conceptual y significado procedimental no explica adecuadamente el tipo de significado que manifiestan. Muchos marcadores discursivos muestran un significado conceptual, es decir, son unidades que mantienen su significado léxico (en suma, en resumen, en conclusión) y, al mismo tiempo, un significado procedimental, esto es, se muestran como guías para la interpretación (Fraser, 2006). Es más, en la mayoría de los casos, las funciones pragmáticas que adquieren estos marcadores están estrechamente vinculadas al significado conceptual originario de los componentes de estos elementos. Cabe señalar, por tanto, que los marcadores discursivos tienen un significado de procesamiento, pero este significado posee frecuentemente una evidente relación con el significado conceptual de las unidades que los han originado (Portolés, 2001). En cuanto a la manera de representar los diferentes valores semánticos de estos marcadores en un diccionario, tendrá que realizarse de forma instruccional, es decir, una serie de instrucciones semánticas asociadas a cada marcador que aseguren la adecuada interpretación de los enunciados1. De este modo, habrá unidades que compartan una instrucción semántica general, que será común a los miembros de una misma clase, y una serie de ins1
Desde la perspectiva de la Teoría de la argumentación, desarrollada por Anscombre y Ducrot (1994), la significación consiste en un conjunto de instrucciones dadas a aquellos que deben interpretar un enunciado de una frase, indicándoles que deben buscar cierta información en la situación del discurso y utilizarla de manera adecuada para reconstruir el sentido que el hablante ha querido transmitir mediante el enunciado (Ducrot, 1980: 12).
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trucciones específicas, que servirán para diferenciar unos marcadores de otros dentro de esa clase (Portolés, 2004; 2008). Otro aspecto que hay que tratar en el estudio de los significados de los marcadores es el referente a la polifuncionalidad que manifiestan en el discurso. Para explicar este fenómeno, característico de estas unidades, se intentan dos aproximaciones: la de tipo monosémico y la de carácter polisémico2. En la consideración monosémica, se parte de un significado básico que sea válido para explicar todos los empleos del marcador y de una serie de sentidos derivados de la interacción entre el significado del marcador, la situación de uso, los segmentos enlazados y el contexto (Hentschel y Weydt, 2002; Fraser, 2006). En la aproximación polisémica, se consideran los diferentes valores adquiridos por estas unidades y las relaciones mantenidas entre ellos. Se indica que estos elementos, en su función de marcación discursiva, pueden tener más de un significado y estos significados pueden estar relacionados de una manera motivada, aunque no necesariamente predecible, a través de la semejanza de familia o de la extensión de un prototipo (Hansen, 1998). Nuestra propuesta es que estas unidades presentan un significado básico y una serie de sentidos contextuales surgidos por el enriquecimiento pragmático, por el tipo de segmentos vinculados y por la relación con el contexto en el que se insertan. Ahora bien, este significado no es en todos los casos de carácter monosémico, sino que puede ser de naturaleza polisémica, si en el proceso de evolución desarrollan nuevos valores que será necesario incorporar en la descripción de su contenido semántico. 3. EL PROCESO DE CREACIÓN DE LOS MARCADORES DISCURSIVOS Según hemos indicado, las unidades que funcionan como marcadores discursivos se originan a partir de diversos paradigmas: adverbios, locuciones adverbiales o conjuntivas, sintagmas preposicionales, estructuras con formas verbales y otras unidades complejas, que, a través de diversos procesos evolutivos, han pasado a convertirse en marcadores discursivos. A consecuencia de ese desarrollo, los sintagmas de los que proceden los marcadores han experimentado cambios que se manifiestan en los siguientes aspectos: 1) un proceso de fijación por el que formas libres pasan a constituir locuciones fijas; 2) una mayor autonomía, ya que se convierten en expresiones independientes del resto del enunciado; 3) un cambio del comportamiento 2
Para un análisis de las propuestas de carácter monosémico y polisémico en la descripción del significado de estas partículas, Fischer (2006).
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sintáctico, por lo que dejan de realizar una función dentro de la predicación y pasan a ejercer una función periférica respecto de la oración en la que aparecen; 4) un alcance estructural distinto, ya que no ejercen una función en el marco oracional, sino en el plano discursivo; 5) un proceso de reanálisis por el que formas procedentes de categorías gramaticales diversas se convierten en marcadores del discurso con unas características específicas que no permiten incluirlos en las clases de palabras establecidas tradicionalmente; 6) un proceso de debilitamiento del significado referencial etimológico para desarrollar un significado relacional, aunque, en muchos casos, el valor léxico originario de los componentes del marcador propicia el desarrollo de determinadas funciones pragmáticas (Traugott, 1995a, 1995b, 2003; Traugott y Dasher, 2002; Company, 2004; Brinton y Traugott, 2005) . Teniendo en cuenta este origen, para representar adecuadamente los marcadores discursivos en un diccionario histórico, es necesario analizar el proceso evolutivo experimentado por los elementos que componen cada uno de los tipos establecidos a fin de poder explicar cuándo surgen los diferentes sentidos y cómo deben quedar reflejados en las distintas acepciones recogidas, incluyendo aquellas que presenten valores distintos e introduciendo como subacepciones aquellos rasgos específicos determinados por contextos concretos (Garcés, 2006; 2008a; 2008b; 2009; 2010). Por otra parte, en el ámbito de la definición de los valores de estas formas, es necesario buscar un modelo de organización del significado y de las acepciones que permita señalar las vinculaciones existentes entre los sentidos de una misma unidad lingüística y los de otras relacionadas. La utilización de ordenadores en el diseño de un diccionario histórico, con soporte informático, permitirá establecer «un sistema de relaciones internas entre las diversas partes del diccionario, capaces de explicar aspectos de los cambios semánticos» (Pascual Rodríguez y García Pérez, 2007: 90). Al tratarse de un diccionario electrónico, la descripción semántica podrá manifestarse de dos formas: una información en un nivel básico para una consulta de carácter general, donde se incluyan las acepciones y subacepciones relevantes con un ejemplo representativo de cada una de ellas y, si fuera necesario, una breve explicación del proceso de desarrollo evolutivo; una información más ampliada y específica en un segundo nivel, al que se podría acceder mediante un sistema de marcas, que permita delimitar la clase funcional a la que pertenecen estas unidades y constituir un grupo específico; en este nivel, los lectores podrán encontrar una explicación más especializada y detallada de la historia de la palabra y una selección de ejemplos característicos de cada una
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de las épocas, con la posibilidad de tener acceso a todos los ejemplos documentados en un corpus de referencia. Para ilustrar cómo podría configurarse este proceso, nos vamos a centrar en un grupo de marcadores de reconsideración, que constituyen un conjunto de elementos que presentan semejanzas en su estructura formal y que se caracterizan por volver sobre una formulación anterior para presentarla desde una nueva perspectiva que apoya o que se opone a una propuesta anterior parcial o totalmente. 4. REPRESENTACIÓN DE LOS MARCADORES DE RECONSIDERACIÓN EN UN DICCIONARIO HISTÓRICO
4.1. La representación del marcador al fin y al cabo y de sus componentes al fin y al cabo El marcador al fin y al cabo indica que el segmento en el que se localiza supone una reconsideración de los miembros anteriores, que, en general, presentan perspectivas diferentes, y la formulación de un nuevo punto de vista, que se justifica con respecto a ciertas expectativas contrarias presentes en la mente de los interlocutores. El origen de este marcador está en la unión de dos sintagmas preposicionales que evolucionaron de forma independiente, aunque con unos valores similares, hasta confluir en un único marcador que se consolida en esta estructura a mediados del siglo XVIII y ya definitivamente en el XIX. El origen de al fin remonta a las construcciones latinas in/ad fine(m) e in fine que aparecen en las Glosas y en documentos notariales de los siglos X y XI con valor local o temporal en función de complementos circunstanciales (Iglesias 2007). Los correspondientes sintagmas preposicionales castellanos al fin, a la fin y en fin mantienen estos valores desde sus primeras documentaciones y se conservan con vitalidad en las construcciones con a —al fin de—, mientras que las construcciones con en —en fin de— se documentan hasta finales del XVII y posteriormente solo se encuentran de forma esporádica. A mediados del siglo XIII, ya se registran ejemplos que muestran el empleo de a la fin / al fin para introducir el último hecho en una ordenación secuencial temporal de los acontecimientos o para presentar el último suceso que cierra o culmina una secuencia de ellos en una serie discursiva con un valor modal añadido de indicar que ese hecho ha tardado en producirse o que se ha realizado tras una serie de avatares. Durante este siglo y el posterior, su empleo con este valor es poco frecuente en relación con los más utilizados en cabo y al cabo, pero a finales del XIV y especialmente en el XV
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aumentará el uso de al fin como ordenador temporal y discursivo con diversos sentidos contextuales. A finales del XV surge un nuevo valor que es el de presentar una reconsideración de lo anterior y una justificación que apoya una afirmación coorientada con algo dicho o supuesto y antiorientada con otros posibles argumentos contrarios. Este valor se explica por un proceso metafórico en el que se produce un cambio de dominio: de señalar el último acontecimiento y el que se considera más relevante, en contra de las posibles expectativas de que sucediera, se pasa al dominio conceptual en el que se presenta un argumento más relevante en apoyo de una afirmación anterior y contrario a otros posibles, expresos o implícitos. Este valor de reconsideración se mantendrá en los siglos posteriores hasta ser asumido por las construcciones al fin y al cabo, al fin y a la postre que, desde mediados del XVIII y ya completamente en el XIX, adquieren este valor de reconsideración y justificación. El valor original del marcador al fin de introducir el último acontecimiento en una secuencia ordenada temporalmente, así como el de señalar el segmento que cierra una serie discursiva se mantuvieron durante los siglos XVI y XVII y, posteriormente, se fueron perdiendo, pues quedaron asumidos por marcadores como finalmente y en fin, que ya desde el siglo XV presentan valores de ordenación temporal y discursiva; en cambio, el valor modal que adquiere en determinados contextos de indicar que el último acontecimiento referido se produce tras sucederse varias etapas o avatares se convertirá en el valor específico de este marcador y se mantendrá hasta la época actual. El origen de al/en cabo remonta a las locuciones AD CAPUT / IN CAPUT que aparecen en los primeros documentos notariales y en los primeros códigos legales en función de complementos circunstanciales para indicar un límite temporal o espacial. Las formas romances derivadas mantienen los valores locales y temporales, con predominio de estos últimos especialmente en dos estructuras: en cabo de / al cabo de + cuantificador + expresión temporal, con un valor temporal de posterioridad para indicar lo que sucede después del tiempo al que se acaba de aludir: E en cabo de los siete dias (1275); al cabo de los ochenta dias (1270); en cabo de / al cabo de + sintagma nominal, para indicar la finalización de un hecho, de un proceso o de un acontecimiento: en cabo de la ssu vida (1252); uenir al cabo de la estoria (1275). Estas construcciones tendrán una trayectoria diferenciada: la locución preposicional al cabo de seguida de una expresión de transcurso de tiempo se mantiene con vitalidad
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hasta la época actual; mientras que en cabo de mantiene su empleo hasta el siglo XVIII y posteriormente irá desapareciendo3. En el siglo XIII al cabo y en cabo comienzan a desempeñar funciones como marcadores4, con predominio en este periodo de las formas con la preposición en sobre las construcciones con a, tendencia que se invertirá en el siglo siguiente. En esta función pueden adquirir los valores de ordenar temporalmente los acontecimientos o de ordenación de una serie discursiva con diversos sentidos contextuales, como el de presentar un hecho que se ha producido tras haber superado una serie de obstáculos, especialmente en los casos en los que va precedido por el conector pero. Estos valores se mantendrán durante el siglo XIV con una mayor frecuencia de uso de al cabo sobre en cabo. A partir del siglo XV, en cabo experimenta un retroceso en su empleo como marcador discursivo de ordenación temporal y discursiva, limitando su aparición a los textos narrativos, especialmente de tipo histórico y su desaparición completa se producirá en el siglo XVIII. Por su parte, al cabo en su valor de ordenador temporal y discursivo comienza a competir en el siglo XV con otros marcadores que adquieren estos valores: al fin, finalmente y en fin; los dos primeros habían presentado ejemplos de estos usos en los siglos anteriores, pero es a partir del XV cuando aumentará considerablemente su empleo; en fin comienza a dar muestras de estos 3
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Por otra parte, en los textos medievales se utiliza la locución a cabo de, cabo de en el sentido de ‘junto a’: «Alegre era el Cid en todas sus compañas, / que Dios le ayudara e finiera esta arrancada. / Davan sus corredores e fazién las trasnochadas, / llegan a Xátiva, / aún más Ayuso, a Denia la casa; / cabo del mar, tierra de moros la quebranta, / ganaron Peña Cadiella, las exidas e las entradas» (Anónimo, Poema del Cid, c 1140, CORDE). Según se indica en Corominas y Pascual (1980-1991: vol. I, 709, s. v. cabe), «cabo tiene ahí el sentido de ‘extremidad, borde’. Además de esta forma se empleó también cabo como preposición y así aparece todavía en la Celestina («detente un poquito cabe esta puerta») y en Juan de Valdés» (ibídem). En el proceso de evolución de los marcadores discursivos hay diversas etapas intermedias que en el caso de en cabo, al cabo aparecen poco documentadas. Según el esquema señalado por Traugott (1995a, 1995b, 2005), las etapas serían las siguientes: sintagma preposicional > adverbio oracional > adverbio de frase o complemento oracional > marcador del discurso. Los ejemplos como adverbio oracional son escasos, pero podemos encontrar esa función en el siguiente: «Et anteo non queriendo atender nyn prouar mas la valentia de hercoles derribose & dio consigo en tierra de su grado & cobro mucha fuerça. Et leuantose muy mas rrezio & todo quanto espiritu ouo la tierra se leuanto en los mjenbros cansados de anteo & tollioles la cansedat. Et lazdro la tierra enla lucha de anteo. Et hercoles quando entendio al cabo que la ayuda de la madre que era la tierra tan grant poder daua al fijo dixo a anteo a estar avres & de aquj adelante no seras atreujdo a la tierra & vedar te he yo que non caygas en ella» (Alfonso X, General Estoria. Quinta parte, a1284, CORDE).
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valores en este siglo; el empleo de al cabo con estos valores se irá perdiendo paulatinamente aunque aún quedan algunos restos considerados arcaicos (Santos Río, 2003: 232-233). De un modo equivalente a la evolución manifestada por al fin, esto es, a través de un proceso metafórico, se muestran desde finales del XV ejemplos en los que al cabo introduce una reconsideración de lo expresado en los segmentos anteriores y la indicación de que ese es el argumento más importante en contra de otras posibles expectativas. Estos usos aumentan en el siglo XVI junto con la aparición en esta época de la locución al cabo y a la postre, que experimenta una evolución similar, es decir, señala un proceso de reconsideración de lo anterior y la indicación de que la información que viene a continuación es la más relevante5. El valor reconsiderativo de al cabo y de al cabo y a la postre se mantiene en el siglo siguiente y es ya en el XVIII cuando encontramos dos nuevas estructuras con este mismo valor: al cabo y al fin y al fin y al cabo. Desde mediados del XIX, la locución al fin y al cabo se impone sobre las otras combinaciones documentadas, que van quedando eliminadas a partir de esta época, y de las que ya solo se registra algún ejemplo esporádico de al cabo y al fin. Por su parte, al cabo mantiene su valor de reconsideración hasta la época actual, aunque es muy poco frecuente en este uso6. A finales de ese siglo surge para el marcador al fin y al cabo un nuevo valor, vigente hasta la época actual, que es de establecer escalas argumentativas entre los elementos enlazados, en estructuras del tipo «sustantivo + adjetivo restrictivo», seguidas por la conjunción pero y el marcador al fin y al cabo introduciendo un sustantivo que puede ser el mismo o uno con significado equivalente; en este caso, el marcador resalta un hecho evidente y conocido que deja sin operar la valoración argumentativa introducida por el modificador en el segmento previo. Las propuestas de representación de estos marcadores en un diccionario histórico serían las siguientes:
Mientras la combinación en fin y al cabo indica el último elemento que se va a añadir en una sucesión temporal o discursiva: «Los españoles, sus compañeros, por favorecer al capitán español, vinieron a las manos; aunque eran pocos lo hicieron bien, mas en fin y al cabo fueron muertos y hechos pedazos a manos de los indios» (Pedro Gutiérrez de Santa Clara, Quinquenarios o Historia de las guerras civiles del Perú (1544-1548), 1549-1603, CORDE). 6 Una variante de esta locución es a fin de cuentas, y menos frecuente en fin de cuentas, con valor de reconsideración, de las que hay algún ejemplo esporádico anteriormente, pero que se consolida en el siglo XX. 5
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Al fin / A la fin Loc Adv ║conector ║ordenador ║1. Introduce el último suceso en una ordenación secuencial temporal de los acontecimientos o el último miembro en una ordenación discursiva. (Los primeros testimonios aparecen a mediados del siglo XIII en las variantes a la fin, hasta el siglo XVI, y al fin; se mantienen durante el XIV, aunque en esta época es un valor poco frecuente respecto de los más utilizados en cabo, al cabo; a finales del XIV y especialmente en el XV aumenta su frecuencia en este uso. Este valor se mantendrá durante los siglos XVI y XVII, ya solo con la variante al fin, y después será asumido por finalmente, en fin) │ 1254-1260 ANÓNIMO, Judizios de las estrellas: E si fuere Mars; & fuere en alguna de sus dignidades. o que cate a su dignidat. o fuere en signo terreo; significa lo que significo Saturno. de grandes occasiones & de grandes tormentas. & si fueren las fortunas catando con lo que dixiemos. & los sennores de los angulos. & el ascendente propriamiente saluos. & el sennor de la luna otro tal; significa que aura y grant tormenta. & fuerte. & occasiones. mas a la fin se saluaran. │c 1400 ANÓNIMO, Barlaam e Josafat (manuscrito S): E salio Nachor, e punçado por coraçon e corriendo asy commo çierbo, fuese al yermo muy alto. E llego a una cueva de un monge de onrra saçerdotal do estava ascondido por miedo del rrey. Al qual, este echandose en tierra, lavo los pies con lagrimas semejando a la moger pecadriz del evangelio, e demandava el bautismo divinal. Pues asy es, commo el saçerdote fuese lleno de graçia divinal, entendio esto seer fecho divinalmente, e luego, commo era costumbre, bendeziendolo e enseñandolo, a la fin bautizolo en nonbre del Padre e del Fijo e del Spiritu Santo. Al fin Loc. Adv. ║operador ║modal ║2. Indica que un hecho o acción se ha realizado tras un largo tiempo de espera o después de superar muchos obstáculos. (Este valor queda establecido a mediados del siglo XV y se mantiene hasta la época actual.)│c 1470-1485 HERNANDO DEL PULGAR, Letras: Ciertamente, señor, fatiga me dio algunos días la fama de essa vuestra herida, porque todos dezían ser peligrosa, pero deuemos ser alegres, pues seruistes a dios con deuoción, al rey con lealtad & a la patria con amor; &, al fin, quedastes libre, loado sea dios por ello & la virgen gloriosa, su madre. Al fin Loc. Adv. ║conector ║reformulador ║ reconsideración ║ 3. Implica una reconsideración de lo anterior y una justificación que apoya una afirmación coorientada con algo dicho o supuesto y antiorientada con otros posibles argumentos contrarios. (Desde finales del XV hasta el siglo XIX en que es sustituido por la locuciones al fin y al cabo, al fin y a la postre) │c 1499-1502 FERNANDO DE ROJAS, La Celestina: AREÚSA. Ruin sea quien por ruin se tiene; las obras hacen linaje, que al fin somos todos hijos de Adam y Eva.
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Al cabo / en cabo Loc Adv ║conector ║ordenador ║1. Introduce el último suceso en una ordenación secuencial temporal de los acontecimientos o el último miembro en una ordenación discursiva. (Las primeras apariciones son de los siglos XIII y XIV, con predominio de en cabo en el XIII y de al cabo a partir del XIV. Este valor se mantendrá durante los siglos XVI y XVII para al cabo y después se irá perdiendo hasta ser considerado arcaico en la actualidad. │ c 1275 ALFONSO X, General Estoria. Primera parte: E vivién ellos antes de leche de sos ganados. Más de guisa los arrequexó él e los apremió porquel non quisieron recebir que les fizo comer non tan solamientre la leche de los ganados, mas vevir de sangre de omnes; e en cabo venciólos e domólos, de guisa que los tornó suyos por fuerça. c 1320-1322 JUAN MANUEL, Crónica abreviada: En el CCLXXXV capitulo dize que el ynfante don Alfonso llego a Murçia e partio toda la vianda a essos castillos, e fue çercar a Mula e tovolo çercada muy grandes dias, pero al cabo tomola. Al cabo Loc. Adv. ║conector ║reformulador ║ reconsideración ║ 2. Implica una reconsideración de lo anterior y una justificación que apoya una afirmación coorientada con algo dicho o supuesto y antiorientada con otros posibles argumentos contrarios. (Desde finales del XV hasta la actualidad, pero desde mediados del siglo XIX comienza a emplearse con menor frecuencia respecto de la locución al fin y al cabo). │1482-1492 DIEGO DE SAN PEDRO, Cárcel de amor: Si te plaze matarme por voluntad, óbralo, que por justicia no tienes por qué; mas muerte que tú me dieres, aunque por causa de temor la rehúse, por razón de obedecer la consiento, aviendo por mejor morir en tu obediencia que bevir en tu desamor; pero todavía te suplico que primero acuerdes que determines, porque como Dios es verdad, nunca hize cosa por que mereciese pena; mas digo, señor, que la hiziera, tan convenible te es la piedad de padre como el rigor de justo; sin dubda yo deseo tanto mi vida por lo que a ti toca como por lo que a mí cunple, que al cabo so hija. Al fin y al cabo / Al cabo y al fin Loc Adv ║conector ║ reformulador ║ reconsideración ║ 1. Implica una reconsideración de lo anterior y una justificación que apoya una afirmación coorientada con algo dicho o supuesto y antiorientada con otros posibles argumentos contrarios. (Al fin y al cabo surge en el siglo XVIII junto con la combinación al cabo y al fin. Se impone sobre esta combinación desde mediados del XIX y se mantiene en la actualidad) │ 1792 MORATÍN, La comedia nueva: DOÑA MARIQUITA Pues, en poniéndose a hablar probará que lo blanco es verde, y que dos y dos son veinte y cinco. Yo no entiendo tal modo de sacar cuentas… Pero, al cabo y al fin, las tres comedias que se han vendido hasta ahora, ¿serán más de tres? │1779 ANÓNIMO, La contienda. Tonadilla a tres: Mal haya la moda / de
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marcialidad, / que ella al fin y al cabo / nos echa a rodar. │1846 NAVARRO VILLOSLADA, Doña Blanca de Navarra: Está bien, señor conde: lo que yo quiero es que no se retarde un instante más la sagrada ceremonia. Por otra parte, tenéis razón… ¡Qué diablos! Ningún motivo tengo de enfadarme. Al fin y al cabo los castillos iban a ser vuestros, y que lo sean hoy o mañana poco importa ¿no es verdad? Lo principal es la ventura de Catalina y la mía propia. Al fin y al cabo Loc Adv ║ operador ║ argumentativo ║ 2. Introduce un segmento que deja sin operar la valoración argumentativa introducida por un modificador en un segmento previo. En estructuras sustantivo + adjetivo restrictivo + pero + sustantivo + al fin y al cabo. (Este valor surge a finales del siglo XIX y se mantiene en la actualidad). │ 1891-1894 MURO, El Practicón. Tratado completo de cocina: Hígado de raya. Manjar poco generalizado, pero, al fin y al cabo, manjar excelente y de buena mesa.
4.2. La representación de los marcadores a la postre, al cabo y a la postre, al fin y a la postre La aparición de la combinación al cabo y a la postre data del siglo XVI, la de al fin y a la postre es posterior pues se manifiesta en el siglo XIX. En el apartado anterior ya hemos analizado la evolución de al fin y de al cabo, que constituyen la primera parte de los respectivos sintagmas; procederemos ahora a tratar del segundo elemento, a la postre7. Las primeras documentaciones remontan al siglo XIII, en las que presenta un valor temporal, como complemento circunstancial, junto con el de señalar el último suceso o acontecimiento en una sucesión temporal o el último hecho que se va a referir cuan-
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Según señalan Corominas y Pascual, «por lo que hace a postre es tan tardío como postrero ya que no sale antes de APal. (1490) (ej. citado a propósito de éste, y además 85d, 268d «a la postre cúpole en suerte…», 47d «las nuezes que se dan a la postre en las comidas»; apostre ‘al final’, dos ejs. del mismo autor en el DHist.), con el agravante de que todavía no figura en Nebr. Se nota además el empleo casi exclusivo en la locución a la postre (a al postre, a postre, más raros), lo cual sugiere inmediatamente el paralelismo con los sinónimos al cabo y al fin (ant. a la fin); me parece claro que postre se sacó secundariamente de postrero según el modelo de cabo: cabero, tras: trasero, primo: primero. De ninguna manera creo que se trate de POSTERUS, que no es adverbio ni sustantivo, ni de un adverbio hipotético e inverosímil *POSTERE, que además de estar en desacuerdo con la o no diptongada, no explicarían esta aparición tan moderna y este empleo tan limitado. Partiendo de la frase de APal “a la postre en las comidas” se vino a decir fruta de postre y frases análogas: “¿esto me teníades guardado por fruta de postre?” de donde luego el sustantivo postres ‘fruta o golosina que remata una comida’; su ejemplo más antiguo es de 1561, en la variante poses. En cuanto al adj. postre equivalente a postrero, con que inician su artículo Aut. y Acad., parece ser una creación puramente teórica del lexicógrafo, que no habrá existido nunca» (1980-1991: s. v. postrimero).
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do se trata de una ordenación discursiva, valores que se mantendrán en este siglo y en el siguiente. Como los sinónimos al cabo, en cabo, con los que coincide en los siglos XIII, XIV, y al fin, desde finales del XIV y durante todo el siglo XV, la introducción del suceso que culmina una serie de acontecimientos anteriores, expresa o implícita, puede llevar un matiz modal que señala que la realización de ese hecho se ha producido tras una serie de avatares o a pesar de determinadas situaciones contrarias; esta posibilidad se muestra especialmente en los contextos en los que va precedido del conector pero. Desde finales del XV y ya plenamente en el XVI, a la postre se utiliza para introducir el último segmento de una serie discursiva, referido a una sucesión de acontecimientos o de actos de enunciación o el suceso final que se ha producido después de haber elegido entre varias alternativas. Esta valoración de los hechos anteriores para justificar una decisión final o una idea a la que se alude es la que conduce al valor de reconsideración que adquiere a la postre en el siglo XVI, equivalente al que han ido adquiriendo las formas sinónimas al fin y al cabo. Y también a partir de este siglo se encuentran ya ejemplos de la combinación al cabo y a la postre con la función de marcador de reconsideración, para justificar lo que se expresa a continuación, manifestando una postura favorable o contraria respecto de otras anteriores, explícitas o implícitas en el discurso anterior. El valor de al cabo y a la postre como marcador de reconsideración se mantiene en textos de la segunda mitad del XVII y comienzos del XVIII y, a mediados de este siglo y ya plenamente en el XIX, se va reduciendo su uso hasta ser sustituido por los marcadores que se van a conservar hasta la época actual: al fin y al cabo, el más frecuente y el de mayor empleo en todo tipo de contextos, y al fin y a la postre, de menor frecuencia y con un uso más restringido. En los siglos XIX y XX a la postre mantiene su significado de marcar el último suceso en una serie temporal o de cierre de una serie discursiva y el valor de reconsideración, pero, en todos los casos, es una forma poco usada. A la postre Loc. Adv. ║ conector ║ ordenador ║ 1. Introduce el último suceso en una ordenación secuencial temporal de los acontecimientos o en una ordenación de los miembros discursivos. (Las primeras apariciones son de los siglos XIII y XIV, se mantendrá con este valor durante los siglos XVI y XVII y después será asumido por finalmente, en fin). │c 1348-1379 ANÓNIMO, Gran Crónica de Alfonso XI: E como quiera que de amas las partes ouiese muchos e muy buenos e muy porfiosos e muy firmes por cada vno
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de ellos llevar lo mejor, pero a la postre los de la villa non pudieron sufrir a los del rrey, e tornaron a la villa, pero todavía defendiendo se e peleando. Loc. Adv. ║ reformulación ║ reconsideración║ 2. Implica una reconsideración de lo anterior y una justificación que apoya una afirmación coorientada con algo dicho o supuesto y antiorientada con otros posibles argumentos contrarios. (Desde el siglo XVI hasta el siglo XIX en que se emplea con menor frecuencia respecto de las locuciones al fin y al cabo, al fin y a la postre) │1589, PINEDA, Diálogos familiares de la agricultura cristiana Dice muy bien Lactancio y algunos jurisconsultos, que no merece nombre de buena obra la que uno se le hace contra su voluntad; y de la tal obra dice Sancto Anselmo que no ayuda a la bienaventuranza de aquel tal, como ni la mala obra recebida de buena voluntad le hace miserable, porque a la postre voluntad es vida, y ansí lo involuntario es muerte. Al fin y a la postre / Al cabo y a la postre Loc Adv ║ conector ║ reformulador ║ reconsideración ║ 1. Implica una reconsideración de lo anterior y una justificación que apoya una afirmación coorientada con algo dicho o supuesto y antiorientada con otros posibles argumentos contrarios. (La primera documentación de al cabo y a la postre es de finales del siglo XVI; se mantendrá hasta el siglo XIX cuando es sustituido por al fin y a la postre. El marcador al fin y a la postre surge en el siglo XIX y se mantiene hasta la actualidad). │1549-1603 GUTIÉRREZ DE SANTA CLARA, Quinquenarios o Historias de las guerras civiles del Perú (1544-1548): Y que mirase muy bien no se dejase engañar de los suyos, porque al cabo y a la postre se hallaría burlado cuanto él lo vería andando el tiempo, porque los que le aconsejaban que hiciese aquella jornada no era por lo que a él convenía, sino por lo que ellos pretendían interesar en estas contiendas; y así le envió a decir otras cosas. │ 1852-1882 ALARCÓN, Relatos: Ocioso fuera que yo, el autor del cuento o sucedido que acabáis de leer, estampase aquí las contestaciones que dieron a Gabriel sus compañeros y amigos, puesto que, al fin y a la postre, cada lector habrá de juzgar el caso según sus propias sensaciones y creencias…
5. CONSIDERACIONES FINALES ACERCA DEL PROCESO DE EVOLUCIÓN DE LOS MARCADORES DE RECONSIDERACIÓN
La evolución de los marcadores al fin y al cabo se desarrolla de un modo paralelo, lo que ha permitido que sus valores confluyeran y que la combinación de las dos formas diera lugar a la formación de un nuevo marcador. En sus primeras etapas ambos elementos funcionan como complementos circunstanciales con valor local y, especialmente, temporal, con el que señalan los límites temporales de un acontecimiento; en su paso al nivel textual experimentan un proceso de cambio metonímico por el que de expresar los límites temporales evolucionan a establecer los límites textuales precediendo
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al último segmento que se va a introducir. Este último segmento es el que se considera más relevante desde el punto de vista del hablante por lo que puede adquirir valores modales de indicar que el hecho se ha producido tras una serie de dificultades. La evolución al significado de reconsideración se produce por un traslado metafórico, en el que el último acontecimiento referido se convierte en el argumento último o definitivo, al que uno debe llegar necesariamente tras sopesar todas las posibilidades. De este modo, del valor que presentan al fin y al cabo de introducir el último acontecimiento, que se ha producido a pesar de ciertas dificultades y que se manifiesta como el más relevante se pasa al valor de justificación de lo que se considera más importante en apoyo de lo afirmado previamente. Esta evolución se ha realizado de manera semejante en al fin y en al cabo, lo que propicia que sea la unión de estos dos elementos la que suponga la creación de un nuevo marcador con un valor exclusivo de reconsideración, en contraste con los otros valores que mantienen cada uno de los elementos de la combinación: al fin manifiesta un valor modal de indicar que el hecho referido ha tardado mucho en realizarse desde la perspectiva del hablante o se ha producido tras una serie de avatares; al cabo, el momento final de un proceso. La evolución de los componentes de al fin y a la postre hasta formar el nuevo marcador de reconsideración al fin y a la postre es equivalente a la que dio lugar a la creación de al fin y al cabo, pero con diferencias importantes en cuanto a frecuencia y registros de uso; por otra parte, no presenta un último paso en la evolución de conector discursivo, que enlaza con lo expresado en un enunciado previo —explícito o implícito—, a operador discursivo que limita su alcance a los elementos implicados en un mismo enunciado8, como se manifiesta en el marcador al fin y al cabo. Referencias bibliográficas ANSCOMBRE, J. C. y O. DUCROT (1994): La argumentación en la lengua, Gredos, Madrid. BLAKEMORE, D. (1987): Semantic constraints on relevance, Blackwell, Oxford. BLAKEMORE, D. (1992): Understanding utterances (An introduction to pragmatics), Blackwell, Oxford. 8
La distinción entre los conceptos de conector y operador se manifiesta en su nivel de incidencia: los operadores argumentativos limitan su alcance al enunciado en el que se incluyen y condicionan sus posibilidades argumentativas; los conectores enlazan dos o más enunciados asignando a cada uno de ellos una función específica en una estrategia argumentativa única.
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16 LA DERIVACIÓN VERBAL EN CÉSAR VALLEJO
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1. INTRODUCCIÓN En cualquier estudio que se emprenda sobre la lengua poética de César Vallejo, habrá de tenerse en cuenta el «neologismo»1, al tratarse de un recurso artístico recurrente y variado en el conjunto de la obra del autor; es insistentemente utilizado en todos sus principales poemarios: Los heraldos negros, Poemas humanos, España, aparta de mí este cáliz, y, sobre todo, Trilce, poemario en el que, en opinión de algunos críticos, Vallejo derrocha mayor virtuosismo y las formas son más atrevidas2.
Se entiende aquí por «neologismo» toda suerte de acuñación léxica novedosa obtenida por medio de alguno de los habituales procedimientos morfológicos de formación de palabras (sufijación, parasíntesis, composición, cruce…) que no está registrada aún en el diccionario ni forma parte del acervo colectivo. Frente a la opinión de Meo Zilio (1967), no consideramos neologismos los vocablos ortográficamente anómalos o bizarros, creados intencionadamente mediante alguna clase de metagrafo (sustitución, adición, etc.), del tipo herizar, volvvver, abisar, etc. (véase García-Page, 1994). 2 Utilizamos la 3.ª edición de Obra poética completa. La Habana: Casa de las Américas, 1975. La cita de entre paréntesis de los ejemplos recoge el título abreviado del poemario (T = Trilce, PH = Poemas humanos, HN = Los Heraldos Negros, PP = Poemas en prosa, E = España, aparta de mí este cáliz) y la página en que aparecen. 1
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El léxico es quizá, junto a los recursos metagráficos, el aspecto más atrayente del lenguaje poético de César Vallejo, no solo por su riqueza y variedad, sino también por la dificultad interpretativa que determina: junto a numerosos americanismos, regionalismos y localismos (peruanismos, sobre todo), a veces auténticas antiguallas, desconocidas o de escaso empleo en el español de España o, incluso, en el español más general ―como yaraví, palla, llanque, aperital, envetar, chirota, chirapa, despostar, fundillos, rocoto, paujil, ahuesarse, puna, descalcar, boldo, molle, coraquenque, coricancha, fregar, chivatear, jebe, chacarero, rumbar, apealar (< peal), azarear, arrequintar, gago ‘tartamudo’, pena, repulgo, palangana, cuja, cancha, rotoso, yeyuno, chacarero, autocarril, suertero ‘vendedor de billetes de lotería’, forado, pulpería, quena, etc.3―, tecnicismos ―como hialoidea, acápite, onfaloideo, horópter, auquénido, gráfila, quelonia, paquidermo, digitígrado, anélido, metacarpo, cartílago, diorema, regina, fosforoso, bronquio, coriáceo, icor, hifalto ‘dícese de las aves que andan a saltos, como los gorriones’ (Ferrari, 1988), húmero, decúbito, cenit, nadir, exósmosis, trasdosar, dicotiledón, petrel, ovoideo, exergo, dentilabial, instilar, tondo, etc.―, galicismos ―constelado [constelar, fr. consteller], reclame [fr. réclame], inconocido [fr. inconnu], bayadera [fr. bayadère], etc.― y palabras tildadas de poéticas –pávida, veste, estuoso, funéreo, etc.―, muchas voces son genuinas acuñaciones léxicas neológicas que no han pasado al vocabulario general de la lengua y, por tanto, se comportan como meros hápax. De entre los diferentes mecanismos regulares de formación de palabras, los más comunes en Vallejo son la sufijación4 y la parasíntesis (cancionar, Como puede apreciarse, algunos términos son comunes al español de España o al español que podría llamarse internacional: es la acepción particular con que se emplean lo que los convierte en americanismo o regionalismo (mayormente, peruanismo), como chivatear (< chivato, dim. chivo) ‘alegrarse, divertirse’, ahuesarse ‘quedarse sin valor, hacerse inservible’, fregar ‘molestar’, rotoso ‘desharrapado’, pena ‘alma en pena’, palangana ‘vanidosa, ostentosa’, pericote ‘ratón’, abejear ‘El Salv. estar alerta’, etc. Habría que tener en cuenta aquellos vocablos formalmente preexistentes en el sistema lingüístico a los que César Vallejo otorga otro sentido particular, como sugieren algunos autores para dosificarse –asociado con el «dos»–, pancreático –que significaría algo así como ‘creador de todo’–, alfarje o alfil (todas de Trilce). Véase Ferrari (1988). 4 La sufijación es especialmente representativa. Son casi un centenar los vocablos novedosos forjados mediante la aplicación de un sufijo particular, distinto a veces del general o normativo, no siempre registrado en el diccionario. César Vallejo siente especial predilección por los sufijos -nte, -oso, -al, -ico, -ido, -ado, -ino y -mente: espumante, muriente, doliente, verdeante, azulante, redoblante, chisporroteante, latiente, poniente (< poner), surgente, llameante, quemante, terminante (< terminar), humeante, suplicante, impelente, hormigueante, rogante, sonante, albicante (lat. albicans, -ntis), urente; pilaroso, metaloso, bulloso, ternuroso, tenebloso, mostachoso, rotoso, toroso, talentoso, uñoso, ojoso; aperital, estatual, hostial, vesperal, mercurial, cenital, lustral, procesal («padres procesales»); mómico, tantálico, mélico, serpentínico, brahacmánico (brachmánico); trístido, calcárido, póbrido, luyido [< luir (Ferrari, 1988)]; amargurada, bromurada, arteriado, dulzorado; pedernalino, pajarino, jugarino, otilino, 3
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horizontizante, arteriado, amargurado, enrosariar, empatrullar, engirafado, inhumanble5, etc.); escasean, en cambio, la mera prefijación (acrisis, inacorde, improducido [sobre producido], interhumano [sobre humano]…) y la composición (guillermosecundario, longirrostro, etc.). Es también relativamente frecuente la creación de insólitas voces por entrecruzamiento o por la acción de alguna figura metaplásmica (ennalazar, enereida, espergesia, trisado, hacerio, grifalda, fratesada, avaloriado, goznar, multicencia, rozongar, vagoroso, calcárido, etc.)6; estas son, por lo ponentino; planetariamente, amoratadamente, famosamente, espantablemente… A este conjunto, deben sumarse otras sufijaciones menos frecuentes: brazudo, ancianía, tempranía, tristumbre, laceador, cosedor, hondor (por hondura), rituario, columnario, cejón (por cejudo), nervazón (por nervadura), picotón (por picotazo), infiernazo y cielazo (con el sentido de ‘golpe’: a infiernazos, a cielazos), judithesco, callandas, ovulandas, ganable, tesórea, tiplisonancia [posiblemente sobre tiplisonante], paujil (como derivado de paují), espiritivo (por espiritual), etc. 5 Dado que no existe humanable (aunque sí humanar), cabe suponer que César Vallejo ha creado inhumanable a partir de la aplicación simultánea del prefijo negativo in- y el sufijo deverbal -ble, a modo de circunfijo: in- + humano + -ble. 6 De ennazalar, Ferrari (1988) recoge la opinión de dos estudiosos: como derivado de nasal (Meo Zilio) y como derivado de nasa ‘tipo de vasija’ (Larrea), si bien habría además que suponer, en dicho caso, la acción de un metaplasmo o simple ceceo; también podrían haber intervenido las voces lazo o enlazar. Ferrari cree que la voz enereida procede de la unión de enero y Eneida («canción de enero»), aunque admite que puede asociarse también con nereida («hijas de Nereo»), en alusión a las ninfas marinas o sirenas. Espergesia sería, según recoge Ferrari (1988), un cruce de Héspero o Hespérides o quizá esperanza y génesis o genes; en nuestra opinión, podrían haber intervenido otras voces, al menos desde el punto de vista formal, como asperges o asperger / asperjar + amnesia (está históricamente atestiguado el cambio frecuente de a- por e-; p. ej., manzana asperiega/esperiega). Respecto de la palabra trisado, Ferrari (1988) supone que es un derivado metagráfico de trizado, pero recoge también la opinión de Meo Zilio, que lo asocia con frisado, y de Larrea, que lo vincula a bisado y lo descompone en tri- (‘tres’) y sado. Lo cierto es que en español existe la voz trisar, que significa ‘cantar o chirriar’ (las golondrinas, etc.). No resulta fácil aventurar con qué significado participa dicha palabra en el poema. En algunos casos, el análisis podría ser más sencillo que el del entrecruzamiento o acronimia; así, Ferrari (1988) supone que hacerio no es sino un arcaísmo: ‘fatalidad, desgracia’, derivado de hacerir (faz + herir); que grifalda designa una clase de ‘águila de África’, aunque admite que pueda resultar de un cruce con grifa ‘letra bastardilla’; y que fratesada es el participio de fratesar, que significa ‘dar lustre a las medias después de lavadas mediante el fratés (instrumento de vidrio)’ (el DRAE no registra esta voz, sino tan solo fratás y fratasar ‘nivelar con el fratás’). Creemos que avaloriado podría ser, simplemente, el derivado de abalorio (con metagrafo) mediante la adjunción del sufijo -ado, muy común en Vallejo; asimismo, aunque goznar puede ser el resultado de un cruce léxico, como han supuesto algunos autores (gozar / goce + gozne), podría tratarse, simplemente, de un verbo denominal a partir de gozne; existe, además, gonce, como variante de gozne por metátesis, y goncear (Meo Zilio lo asocia con el chirrido de los goznes). Para Ferrari, multicencia es la síntesis de múltiple o multíplice (como sugiere Meo Zilio) y esencia, aunque podría tratarse de un simple derivado por prefijación mediante la adjunción del prefijo multi- a ciencia (con supresión de la primera /i/) o a esencia,
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general, más llamativas o chocantes, y su análisis, más complejo y aventurado, pues ni siquiera a veces el contexto permite asegurar la interpretación7. También producen un alto grado de extrañamiento ciertas formaciones bizarras que se desvían de la norma, esto es, gramaticalmente anómalas, aun cuando no sea difícil reconocer el mecanismo formativo practicado, como corazona, tierro, luno y naranjo (por [color] naranja); corazónmente, azulmente, negramente, mortuoriamente, nadamente y ecuestremente; o caballísimo, peruanísimo, españolísima, solísimo, etc.: aquellos primeros, extravagantes sustantivos de género contrahecho y, estos, bien caprichosos adverbios denominales en -mente o de base adjetiva refractaria, bien irregulares superlativos8. En este grupo tal vez se incluirían inusitadas y atrevidas sufijaciones del tipo floricida, humanicida, excrementido, imanente, peniente, airente, oxidente o lunesente, siempre que no se trate de cruces o simples productos de la acción de un metaplasmo (comúnmente, una sustitución fónica)9. carencia u otra palabra fónicamente similar (con aféresis del segmento inicial). De rozongar, el análisis quizá más inmediato sería el de un cruce de rozar / roce o rozón + rezongar (Vallejo emplea más veces la voz rezongar) u otro signo que incluya la velar sonora (longo, p. ej.), si bien podría ser un verbo derivado de rozón con el auxilio de un supuesto interfijo -g- (no conseguimos determinar ningún vocablo español que contenga como interfijo la consonante /g/, salvo que esté agrupada a una vocal, como en pedregoso o pedigón [véase Portolés (1999)]). La voz vagoroso puede ser un cruce de vago + vaporoso (o vigoroso, etc.) o un simple metaplasmo de vagaroso, aunque, menos probable, podría ser, simplemente, un adjetivo en oso derivado de vago con el auxilio del interfijo -or- (presente en voces como abejoruco). De estas dos últimas voces y otras de complejo análisis (peluza [formado en alguna medida sobre pelo; cfr. despeluzar, pelusa, etc.], glisar [¿derivado de fr. glisser?], áfomo o toz [¿tos?], por ejemplo) nada dice Ferrari. 7 El análisis parece más sencillo en voces como falanja (por falange), ardio (por ardiente), unípedo (por unípede), espúreo (por espurio), Atanacio (por Atanasio), deglusión (por deglución), innánima (por inánime), trifurcas (por trifurcados), atumultar (por atumultuar), enmendatura (por enmendadura), silicio (por cilicio), sumersa (por sumergida, por analogía con inmersa), etc., suponiendo la acción de alguna suerte de metaplasmo. No es improbable que algunas de las voces creadas por alteración o desfiguración fónica o gráfica sean intencionados vulgarismos (ceceo, seseo, etc.). 8 Sobre el primer caso, véanse, entre otros, González Ollé (1981), García-Page (1991a, 1996a, 1996b, 2008) y Bravo (1992); sobre el segundo, Mayoral (1982) y García-Page (1991b, 1996c). Estos neologismos aberrantes no serán objeto de estudio en estas páginas al no tratarse de verbos. 9 En efecto, floricida y humanicida pueden interpretarse como derivados de flor y humano mediante la aplicación del sufijo culto latino -cida (‘exterminador’), supuestamente por analogía con homicida, o similar (regicida, patricida, fratricida, deicida…); excrementido puede no ser más que el derivado del sustantivo excremento mediante la simple adjunción del sufijo -ido, lat. -ito (excremento + -ido > excrementido), tal como se ha procedido para la creación de otros adjetivos denominales del tipo dolorido; las voces imanente, peniente, airente, oxidente o lunesente, que, salvo el último ejemplo, simulan irregulares formaciones de participio de presente (cfr. ima-
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Los términos neológicos vallejianos son mayoritariamente verbos y adjetivos; a los primeros dedicamos el presente estudio. 2. LOS DERIVADOS VERBALES Los dos únicos procedimientos regulares de formación léxica practicados por César Vallejo en la acuñación de nuevos verbos son la sufijación y la parasíntesis. De todos los sufijos verbales productivos en español, el poeta solo utiliza -ar, -izar y -ear, en distinta proporción; en ningún caso, -ecer e -ificar. El sufijo más productivo es -ar, es decir, la vocal temática; con él se construyen verbos denominales como cancionar, aurigar, prosar, haraparse, istmarse, pupilar, oberturar, holocaustar, amoniacar, arteriar, bromurar y amargurar, en los que el sufijo se aplica directamente a la base sustantiva10. Existe también un caso de verbo deadjetival conseguido por el mismo mecanismo: bizantinar. Como es sabido, la vocal temática de la primera conjugación es la única que tiene capacidad generativa para producir nuevas unidades léxicas en la lengua estándar: filmar, baldosar, flechar, direccionar, cromar, limar, etc., aunque, obviamente, esta norma puede quebrantarse en otros códigos, como el lenguaje literario: nante, penante, airante o aireante, oxidante), pueden describirse como adjetivos denominales mediante la aplicación directa del sufijo -ente, -iente (forma vulgar): imán + -ente > imanente, pena + -iente > peniente, aire + -ente > airente, óxido + -ente > oxidente, lunes + -ente > lunesente. El origen nominal de las formas en -nte es extremadamente raro (cf., p. ej., cabildante, comediante, galante [vésae Alemany (1920)]), de ahí el carácter atrevido de las neologismos vallejianos. Para todos ellos, otra interpretación plausible sería la de ser formaciones entrecruzadas o acronímicas: flor / florecido + N-cida (homicida, fratricida, regicida…) = floricida, humano + N-cida (homicida, fratricida, regicida…) = humanicida, excremento / excrementado + ungido = excrementido, imán + inmanente / inminente = imanente, óxido / oxidante + occidente = oxidente…, o la de ser el fruto de una sustitución fónica o fónico-gráfica: excrementido < excrementado, imanente < imanante, peniente < penante, airente < airante, oxidente < oxidante / occidente (asimismo, occidentales [< occidentales])… La voz trascendiente requiere un análisis distinto pues no se trata de un adjetivo denominal, sino más bien de un participio anómalo de trascender, frente al regular trascendente, salvo que se trate, asimismo, de un cruce de trascendente + ascendiente; en este sentido, adoptaría el esquema de formación de derivados del lat. scendere, como ascendiente o descendiente. Algunas formaciones que hemos supuesto sufijadas podrían ser igualmente resultado de un cruce, como se ha sugerido a veces para tesórea (tesoro + estercórea/áurea), oberturar (obertura + clausurar), calcárido (calcáreo + árido), póbrido (pobre + participio -ido), otilina (Otilia + ¿etileno / etilo?), iridizar (iris + V-izar), tenebloso (tiniebla + tenebroso), etc. Véanse, entre otros, Meo Zilio (1967), Ferrari (1988) y García-Page (1992, 2004: 156-161, 2009). 10 Acaso también rumbar, sobre rumbo, que se registra en Colombia y Honduras. Podría tratarse también de una variante de rumbear, en tal caso, Vallejo, una vez más, habría elegido un sufijo atípico (-ar) en vez del regular esperable (-ear).
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1)
Gallos cancionan escarbando en vano (T, 70)
2)
El verano echa nudo a tres años que, encintados de cárdenas cintas, a todo sollozo, aurigan orinientos índices de moribundas alejandrías de cuzcos moribundos (T, 89)
3)
Jueves será, porque hoy, jueves, que proso estos versos, los húmeros me he puesto a la mala y, jamás como hoy, me he vuelto, como todo mi camino, a verme solo (PH, 210)
4)
Arreglo los desnudos que se ajan, se doblan, se harapan (T, 117)
5)
Hay ganas de volver, de amar, de no ausentarse, y hay ganas de morir, combatido por dos aguas encontradas que jamás han de istmarse (HN, 54)
6)
Y sólo yo me voy quedando, con la diestra, que hace por ambas manos, en alto, en busca de terciario brazo que ha de pupilar, entre mi donde y mi cuando, esta mayoría inválida de hombres (T, 82)
7)
grupo dicotiledón. Oberturan desde él petreles, propensiones de eternidad, finales que comienzan, olas de ayes (T, 72)
8)
Luna! Y a fuerza de volar en vano, te holocaustas en ópalos dispersos; tú eres talvez mi corazón gitano que vaga en el azul llorando versos!... (HN, 4)
9)
Pugnamos por ensartarnos por un ojo de aguja, enfrentados, a las ganadas. Amoniácase casi el cuarto ángulo del círculo (T, 98)
10) En un auto arteriado de círculos viciosos, torna diciembre qué cambiado, con su oro en desgracia. Quién le viera (T, 85)
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11) Ah las paredes de la celda. De ellas me duele entretanto más las dos largas que tienen esta noche algo de madres que ya muertas llevan por bromurados declives, a un niño de la mano cada una (T, 82) 12) Rechinan dos carretas contra los martillos hasta los lagrimales trifurcas, cuando nunca las hicimos nada. A aquella otra sí, desamada, amargurada bajo el túnel campero (T, 71) 13) se encrespa el férreo jugo palpitante que en creador esfuerzo cuotidiano chispea, como trágico diamante, a través de los poros de la mano que no ha bizantinado aún el guante (HN, 34)
Para dichas voces, podría proponerse el siguiente esquema de formación: Ud. léxica A + sufijo -ar > Ud. léxica B; v. gr.: canción + -ar > cancionar, auriga + -ar > aurigar, prosa + -ar > prosar, harapo + -ar > harapar, istmo + -ar > istmar, pupila + -ar > pupilar, obertura + -ar > oberturar, holocausto + -ar > holocaustar, amoniaco + -ar > amoniacar, arteria + -ar > arteriar > arteriado, bromuro + -ar > bromurar > bromurado, amargura + -ar > amargurar > amargurado, bizantino + -ar > bizantinar, etc. Hemos supuesto que es un verbo, no presente en el texto, la base de los participios arteriado, bromurado y amargurado, esto es, que se trata de verbos denominales, mejor que de adjetivos denominales creados por simple adjunción del sufijo adjetival -ado: arteria + -ado > arteriado, bromuro + -ado > bromurado, amargura + -ado > amargurado. A este grupo pertenece un reducido conjunto de verbos que, aun habiéndose formado con ese sufijo, entrañan mayor complejidad de análisis, pues la base léxica de formación no es a primera vista reconocible o no es tan inmediata según el contexto; es el caso de tahuasar, rozongar, rocar, arzonar, goznar, avaloriar, glisar: 14) Llueve… llueve… Sustancia el aguacero, reduciéndolo a fúnebres olores, el humor de los viejos alcanfores, que velan tahuashando en el sendero con los ponchos de hielo y sin sombrero (HN, 29) 15) … Me esperará mi sillón ayo,
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aquel buen quijarudo trasto de dinástico cuero, que para no más rozongando a las nalgas tataranietas, de correa a correhuela (T, 124) 16) ¿Tiemblas? En el estado remoto de la frente y la nación reciente del estómago. Rocan aún… ¡Qué universo se lleva este ronquido! (PH, 233) 17) Cómo escotan las ballenas a palomas. Cómo a su vez éstas dejan el pico Cubicado en tercera ala. Cómo arzonamos, cara a monótonas ancas (T, 6) 18) asedian las reflexiones, y nosotros enflecharemos la cara apenas. Para ya tarde saber que en aquello gozna la travesura y se rompe la sien (T, 132) 19) grupo dicotiledón. Oberturan desde él petreles, propensiones de eternidad, finales que comienzan, olas de ayes creyérase avaloriados de eternidad (T, 72) 20) A ver. Aquello sea sin ser más. A ver. No trascienda hacia afuera, y piense en són de no ser escuchado, y crome y no sea visto. Y no glise en el gran colapso (T, 72)
El esquema de formación podría ser el mismo que el antes descrito para los casos en que exista una base formalmente (fonéticamente) idéntica, como en goznar (gozne + -ar), arzonar (arzón + -ar), rocar (roca + -ar) y oberturar (obertura + -ar); si bien el contexto no parece favorecer esta interpretación en todos los casos: de ser dichas bases las que intervienen, parecen comportar un sentido distinto del que tienen habitualmente. El esquema de formación, en cambio, no sería el mismo en el caso de rozongar, avaloriar y glisar, pues no existen las bases rozongo (o rozonga), avalorio y glisa (glis o gliso), salvo que se trate de un cruce o un metagrafo (rezongar, abalorio); con respecto a tahuasar, es bastante probable que se haya formado sobre tahuas, plural de tahua (que en quechua significa ‘cuatro’ [Ferrari 1988]). En la mayoría de los casos podría tratarse de un cruce léxico de tales bases con otra palabra, acaso,
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entre los parónimos más próximos, con rozar [rezongar + rozar/roce], gozar [gozar + gozne], razón [arzón ‘fuste de la silla de montar’ + razón], roncar [roca + roncar/ronquido] y valorar [valorar/valor + abalorios], o de un juego metagráfico: por ejemplo, epéntesis y síncopa de nasal /n/ en gozna y rocan, respectivamente, y epéntesis de velar /g/ en rozongar, creado a partir de rozón, bien como ‘aumentativo de roce’ (y no a partir de la base preexistente rozar), bien con el sentido, menos esperable, de ‘guadaña grande’. Para la voz glisar, ya se ha indicado que podría tratarse de un galicismo (glisser, posiblemente con el sentido de ‘caerse, resbalar’). Con el sufijo -izar César Vallejo construye cinco verbos inéditos, cuatro denominales (craterizar, horizontizar, obstetrizar11, iridizar) y uno deadverbial (todaviizar): 21) Craterizados los puntos más altos, los puntos del amor de ser mayúsculo, bebo, ayuno… (T, 116) 22) Hitos vagarosos enamoran, desde el minuto montuoso que obstetriza y fecha los amotinados nichos de la atmósfera (T, 123) 23) El porteo va en el alfar, a pico. La jornada nos da en el cogollo, con su docena de escaleras, escaladas, en horizontizante frustración de pies, por pávidas sandalias vacantes (T, 130) 24) Tampoco yo descubro a nadie, bajo este mantillo que iridice los lunes de la razón; y no hago más que sonreír a cada púa de las verjas, en la loca búsqueda del conocido. Buena guardarropía, ábreme tus blancas hojas (T, 109) 25) ¿Por ahí estás, Venus de Milo? Tú manqueas apenas pululando 11
Debe tenerse en cuenta la cancelación de la sílaba -cia: frente al esperable obstetriciar, con simple adjunción del sufijo -ar, se forma obstetrizar, acaso por un fenómeno de haplología (icia / -izar).
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entrañada en los brazos plenarios de la existencia, de esta existencia que todaviiza perenne imperfección (T, 98)
El esquema de formación es idéntico al ya visto, con el pertinente cambio de sufijo: Ud. léxica A + sufijo -izar > Ud. léxica B, si bien en dos casos (craterizados, horizontizante) no aparece el verbo, sino un derivado participial, por lo que el proceso de formación está más desarrollado (Ud. léxica A + sufijo -izar > Ud. léxica B y Ud. léxica B + sufijo -do / -nte > Ud. léxica C); v. gr.: cráter + -izar > craterizar > craterizado, obstetricia + -izar > obstetrizar, horizonte + -izar > horizontizar > horizontizante, iridio + -izar > iridizar12, todavía + -izar > todaviizar. Con el sufijo -ear se construyen los verbos ejear, dondonear y azarear, si bien de este último existe una forma pronominal homónima en el español de Perú con el sentido de ‘irritarse, enfadarse’ (y en América en general con el de ‘turbarse o avergonzarse’), de modo que podría tratarse, simplemente, del uso transitivo de un verbo de naturaleza pronominal (azarearse > azarear): 26) Estoy cribando mis cariños más puros. Estoy ejeando, ¿no oyes jadear la sonda? (T, 125) 27) la triste voz de un indio dondonea como un viejo esquilón de camposanto (HN, 36) 28) Tal siento ahora el meñique demás en la siniestra. Lo veo y creo no debe serme, o por lo menos que será en sitio donde no debe. Y me inspira rabia y me azarea y no hay cómo salir de él, sino haciendo la cuenta de que hoy es jueves. (T, 99)
Como en el caso de los supuestos cruces de palabras con el sufijo -ar, la base léxica de formación de estas voces no resulta tan inmediata conforme al sentido del texto: en el primer caso, podría ser el sustantivo eje o la forma onomatopéyica ¡ej!, que pudiera representar de algún modo el ruido del jadeo, de manera que el sufijo se adjuntaría directamente a la base: eje / ej + -ear > ejear; en el segundo caso, de ser el mismo esquema de adjunción d i r e c t a , 12
No hay seguridad en que la base sea el sustantivo iridio, aunque semánticamente sea posible (‘blanquecer’); podría ser iris, o incluso iridis (lat. iris, -idis), y estar motivado por iridiscente.
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podría aventurarse que se trata del sonido grave duplicado que produce el repique pausado y solemne de las campanas cuando tocan a muerto (don don)13. Otro conjunto de verbos neológicos se obtiene por parasíntesis, mediante la aplicación simultánea de un prefijo y un sufijo. El sufijo es siempre, salvo en una ocasión (abozaleada), la vocal temática de la primera c o n j u g a c i ó n , lo que restringe el número de esquemas circunfijales posibles14. Los utilizados por Vallejo son básicamente tres: a- … -ar (aperfilar), en- … -ar (enrosariar) y des- … -ar (desislar): 29) El puño labrador se aterciopela y en cruz en cada labio se aperfila (HN, 29) 30) Las pallas, aquenando hondos suspiros (HN, 29) 31) Se atumulta la sangre en el termómetro (PP, 149) 32) Ya la tarde pasó diez y seis veces por el subsuelo empatrullado, y se está casi ausente en el número de madera amarilla (T, 115) 33) Calla también, crepúsculo futuro, y recógete a reír en lo íntimo, de este celo de gallos ajisecos soberbiamente, soberbiamente ennavajados de cúpulas, de viudas mitades cerúleas (T, 131) 34) Severas madres guías al colegio, asedian las reflexiones, y nosotros enflechamos la cara apenas. Para ya tarde saber que en aquello gozna la travesura (T, 132)
Que dondonear pueda hacer referencia a un sonido, aunque no ya al repique grave de la campana, parece confirmarse en el siguiente fragmento poemático: «Acorde de lápiz, tímpano sordísimo, /dondoneo en mitades robustas» (PH, 237). Otra interpretación posible sería como resultado de un cruce con ronronear, o derivado de él, con doneo, con contoneo, u otro similar (véase Ferrari 1988). 14 No se crea, pues, ningún neologismo por parasíntesis con otro sufijo distinto de -ar, como -ecer e -izar: a- … -ecer (anochecer), en- … -ecer (envejecer), re- … -ecer (reverdecer), en- … -izar (entronizar), etc. Tampoco -ar agota todas las posibilidades de circunfijación: re- … -ar (reciclar), tras- … -ar (trasmañanar), etc. Antes se han citado también dos supuestos adjetivos parasintéticos: inhumanable (in- + lexema + -ble) y engirafado, con metagrafo (en- + lexema + -ado). 13
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35) Las pallas, aquenando hondos suspiros, como en raras estampas seculares, enrosarian un símbolo en sus giros (HN, 29) 36) Ciliado archipiélago, te desislas a fondo, a fondo, archipiélago mío! (T, 107) 37) Y la península párase por la espalda, abozaleada, impertérrita en la línea mortal del equilibrio (T, 69)
En todos los casos el esquema de formación se aplica directamente a la base, que podría formularse como sigue: prefijo + Ud. léxica A + sufijo > Ud. léxica B; v. gr.: a- + terciopelo + -ar = aterciopelar, a- + perfil + -ar = aperfilar, a- + quena + -ar = aquenar, a- + tumulto + -ar = atumultar, en- + patrulla + -ar = empatrullar, en- + navaja + -ar = ennavajar, en- + rosario + -ar = enrosariar, des- + isla + -ar = desislar, a- + bozal + -ear = abozalear, etc15., si bien a veces puede contribuir en la creación otro mecanismo, como la analogía; así, p o d r í a pensarse que aperfilarse se construye sobre aterciopelarse, considerando que existe el adjetivo parasintético aterciopelado (a- + N + -ado). La palabra atumultar puede interpretarse como un simple metaplasmo, por síncopa, de atumultuar. Hemos supuesto que los sustantivos que actúan como bases de formación son, respectivamente, perfil, quena (‘flauta’), tumulto, patrulla, navaja, flecha, rosario, isla y bozal. Referencias bibliográficas ALEMANY BOLUFER, José (1920): Tratado de la formación de palabras en la lengua castellana. La derivación y la composición. Estudio de los sufijos y prefijos empleados en una y otra, Librería General Victoriano Suárez, Madrid. BRAVO, Fernando (1992): «La négation antiphonique en espagnol. La formule de renforcement ‘ni ínsulos ni ínsulas’: étude synchronique et diachronique», Bulletin Hispanique, 94/1, 619-672. DRAE. REAL ACADEMIA ESPAÑOLA (200122): Diccionario de la lengua española, Espasa, Madrid. FERRARI, Antonio (1988): «Glosario», en César Vallejo, Obra poética, Argentina, etc., Col. Archivos. 15
Otro neologismo podría ser envetar, si consideramos que el DRAE no lo recoge; sí aparece en el «Glosario» (Ferrari, 1988) como peruanismo.
LA DERIVACIÓN VERBAL EN CÉSAR VALLEJO
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17 NECESIDAD DEL CONCEPTO DE SINTEMA EN MORFOLOGÍA
JOSÉ MANUEL GONZÁLEZ CALVO Universidad de Extremadura
La estructura interna de la palabra, o la estructura de la palabra (a secas), se puede concebir como el esquema mínimo de combinación de morfos de morfemas. Con este trabajo intento mostrar la necesidad, para los estudios gramaticales, de brindar un nombre a ese esquema de combinación, sea el de sintema o cualquier otro que se estime más oportuno. En la parte fónica de toda lengua se distingue con regularidad entre fonema y sílaba. De manera correlativa, en la parte sintáctica, aunque no todos las escuelas lingüísticas lo hacen, se diferencia la palabra del sintagma. Sílaba y sintagma, en esas dualidades, son, respectivamente, los esquemas mínimos de combinación fónica y sintáctica, es decir, de alófonos de fonemas en el primero y de significantes de palabras en el segundo. No disponemos de un término, al menos con amplia aceptación, para nombrar el significante de las palabras, semejante a alófono o a morfo; ni de otro que nos permita bautizar el esquema de combinación morfológica, similar a sílaba y sintagma. Cuando Martinet ofreció el concepto y término de sintema, no lo convertía exactamente en un verdadero esquema de combinación morfológica de morfos de morfemas, ya que excluía los morfos de los morfemas flexivos al considerarlos material sintáctico (no morfológico) cuya presencia originaba sintagma en la estructura de la palabra (no sintema): componíamos. Al prescindir del concepto de palabra, se
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vio obligado a acuñar el término sintema para distinguir entre monema, formación de palabras (sintema) y sintagma; y dijo que el sintema, en sus relaciones con los otros elementos del enunciado, se comporta como un monema (Martinet, 1967: 1-14; y Martinet, 1968: 294-302). Estableció estos tipos: sintemas derivados, compuestos, confijos (filósofo, termostato) y fijaciones del tipo jeune fille (Gutiérrez Ordóñez, 1997: 404). Confundía los morfos de los morfemas flexivos con la actividad sintáctica que desencadenan los rasgos inherentes de género, número, tiempo, modo, persona… En español, mano posee categoría gramatical de género, pero no morfema (pues no tiene morfos) de género. Lunes y martes son sustantivos que no tienen en su estructura interna ni morfo de género ni de número. Los morfos de los morfemas constituyen material morfológico que es preciso situar en un lugar (nuclear o no) de la estructura de una palabra. Respeto, pero no comparto, la teoría que defiende para el morfema el significante gramatical, al que no podríamos identificar con secuencias fónicas (González Calvo, 1998: 254). Por ser el concepto y término de sintema lo más próximo a lo que entiendo como esquema mínimo de combinación morfológica, lo he utilizado en otros trabajos, y aquí lo propongo con más decisión, para nombrar dicho esquema. Conviene tener en cuenta que el concepto de morfema, con Noreen como posible creador del término, se fue difundiendo en la primera mitad del siglo XX, con diferentes acepciones según la filiación de los lingüistas que lo suscriben (Gutiérrez Ordóñez, 1997: 422). En los últimos decenios, también en España se ha trabajado con intensidad en la llamada formación de palabras, así como en algo tan ineludible como es su relación con la terminología, la lexicología (lexicografía) y la neología, sin olvidar la morfología histórica. No es infrecuente que los investigadores de esas perspectivas, léxicas y morfológicas, compartan experiencias en asociaciones y mediante coloquios diversos. Por lo que atañe al estudio, teórico y práctico, de la estructura de la palabra, opino que las aportaciones de Jesús Pena han sido decisivas para revisar e impulsar los estudios morfológicos en España, sin desmerecer por ello las contribuciones de otros autores, asimismo sustanciales en la reconquista y avance modernos de la morfología del español, como lengua materna y como segunda lengua. La Nueva gramática de la lengua española (NGRAE, 2009: 337-788), de la Real Academia Española y Asociación de Academias de la Lengua Española, dedica amplio espacio a la formación de palabras en los siete apartados que van del 5 al 11, en el volumen 1. En este trabajo me fijaré, de partida, en las ideas morfológicas de Jesús Pena, como sentida contribución a su merecido homenaje. A lo largo de los años, ha escrito con lucidez, entre otras cosas, sobre los modelos de descripción en morfología, sobre los conceptos de
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palabra y morfema, sobre los procesos morfológicos en la estructura de la palabra, sobre formación de palabras y su relación con la gramática y el diccionario, sobre los procesos de conversión y sustracción en la formación de palabras, sobre la morfología y el diccionario… Qué es morfología dentro de la gramática, qué es palabra y morfema, y cómo es la estructura de la palabra son supuestos básicos para trabajar con coherencia y propiedad en la formación de palabras. Dos síntesis espléndidas de su concepción de la morfología y de la estructura de la palabra con sus procesos derivativos aparecieron casi al mismo tiempo, solicitadas por los coordinadores o directores de las obras en que están incluidas (Pena, 1999 y 2000). Seguiré de cerca la segunda, por ser menos conocida que la primera. Pena concibe la morfología como la parte de la gramática que tiene como objeto de estudio la estructura interna de la palabra, y así se puede hablar de morfología flexiva y de morfología léxica o formación de palabras. La léxica se ocupa de la formación de nuevas palabras; la flexiva, de las variaciones de una misma palabra. Esta división tiene en cuenta la naturaleza de los morfemas que intervienen en esas dos partes, y la estructura configurada por los morfemas como elementos constitutivos de las palabras. Por ello, y atendiendo a la estructura, hay palabras monomorfémicas (ayer) y polimorfémicas (blanc-o-s). En una lengua como la española, la mayoría de las palabras, existentes o posibles, son polimorfémicas, lo que muestra que la distinción entre palabra y morfema es fundamental. «Analizar una palabra es descomponerla en sus elementos constituyentes inmediatos en sucesivas etapas hasta llegar a delimitar las unidades gramaticales mínimas denominadas morfemas. Los morfemas están representados por segmentos fonémicos o significantes denominados morfos» (Pena, 2000: 236). Pena concibe que raíz, tema, base y afijo son también unidades pertinentes en el análisis estructural de la palabra. Habla de los tipos de afijos: confijos, infijos, circunfijos y transfijos, y subdivide los confijos en prefijos, sufijos e interfijos. De esta tipología de afijos, el español dispone de los confijos (en sus tres variantes distribucionales), y de los circunfijos, con un rendimiento desigual. Con estas premisas, pasa a analizar los tipos de formación de palabras: 1) afijación (prefijación, sufijación y circunfijación); las llamadas palabras parasintéticas, con prefijo y sufijo que se exigen mutuamente, son formaciones circunfijas: anaranjado, ensombrecer; 2) composición; 3) sustitución, sustracción y conversión; 4) otros tipos de formación de palabras: en un primer orden, la composición culta o neoclásica y la composición sintagmática (o sinapsia, término propuesto por Benveniste en 1974); en un segundo orden, el acortamiento, el entrecruzamiento (también llamado acronimia) y la siglación. «En español, como en latín y en las restantes lenguas románicas, la
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sufijación se utiliza en la derivación y en la flexión, mientras que la prefijación y la circunfijación quedan limitadas a la derivación» (Pena, 2000: 241). La teoría morfológica de Pena sobre la estructura de la palabra es casi exhaustiva y muy coherente. Se aprecia en ella que solo la morfología como parte de la gramática puede desarrollar reglas que expliquen la posición y combinación de morfos de morfemas en esa estructura. Y afirma que «la formación de palabras es un proceso mediante el cual se crean nuevas palabras a partir de otras ya existentes». Tales procesos están regulados por las reglas de formación de palabras (RFP). Son las palabras complejas, no las simples, las que están formadas mediante RFP. Las simples «vienen ya dadas en la lengua y constituyen su léxico básico o primitivo». Señala Pena que «las RFP tienen un doble papel: permiten crear nuevas palabras y, al tiempo, analizar la estructura de las palabras ya existentes» (Pena, 2000: 236). Se infiere de lo dicho que las RFP tienen muy en cuenta la perspectiva dinámica que toda regla gramatical debe poseer: cómo se genera o produce la estructura interna de las palabras, y, a partir de aquí, cómo hay que describir esa estructura una vez hecha, producida. Creo que las RFP han de ser fundamentalmente funcionales (de función morfológica) y sintagmáticas (de combinación morfológica); pero no podrían ser a la vez generadoras de estructuras morfológicas en potencia y descriptivas de hechos morfológicos producidos, sin el auxilio de la semántica léxica (lexicología y su vertiente lexicográfica) y de la configuración fónica (fonética y fonología). Incluso se podría aventurar que para la correcta interpretación del sentido del producto morfológico es preciso echar mano de principios y criterios de lingüística pragmática, pues no solo son ineludibles en el estudio textual y en el sintáctico. Coincido con Pena en el concepto y alcance de la morfología, en los conceptos de morfema y morfo, y en la consideración de la estructura de la palabra como esquema donde actúan (funcionan) y se combinan los morfos de los morfemas mediante reglas morfológicas. Sin embargo, entiendo que en morfología la raíz, el tema, la base y los afijos son, sí, elementos pertinentes en el análisis estructural de la palabra, pero la unidad es únicamente el morfema. Esos otros elementos, si constan de más de un morfo, formarán grupos morfemáticos con entidad propia. Son morfos, combinación de morfos, amalgama de morfos…, elementos morfemáticos imprescindibles para comprender adecuadamente las derivaciones desde el punto de vista del sintema, es decir, del esquema de combinación de morfos. Los morfos de los morfemas no se combinan, ni amalgaman, ni se reestructuran fónicamente al azar. En consecuencia, pienso que, así como en la parte fónica se habla de fonema y sílaba, en la parte morfológica se ha de hablar de morfe-
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ma y sintema como unidades de referencia. Paso a exponer mi concepción del sintema y su integración en la morfología. La gramática, como disciplina lingüística, tiene como objetivo el estudio del sistema de una lengua. La gramática es, pues, antes que nada, el estudio del código o sistema de una lengua. De la comparación de sistemas se sustenta la gramática comparada, y la investigación de una lengua como segunda lengua. Considero que son cuatro las subdisciplinas gramaticales que se reparten el estudio de las partes de la gramática: la fonología (con fonética), la morfología, la sintaxis y la textología. En cada parte se opera con dos unidades, una paradigmática y la otra su correspondiente sintagmática. Las unidades o magnitudes sintagmáticas son esquemas de combinación de unidades paradigmáticas a través de sus significantes. En la parte fónica de la gramática, el fonema es la unidad paradigmática fónica, y la sílaba la sintagmática. Todo fonema, mediante uno de sus alófonos, se sitúa en un lugar del esquema silábico y desde esa posición se puede combinar, de acuerdo con las reglas de formación de sílabas, con otros alófonos de otros fonemas. La sílaba, como unidad, es el esquema mínimo de combinación fónica. Basta un alófono de un fonema para formar sílaba (por ejemplo, la sílaba inicial a de la palabra alentar), sin que por ello se confundan fonema y sílaba. Depende del enfoque paradigmático o sintagmático para que se diga que esa a es un fonema que constituye sílaba o que es una sílaba que consta de un fonema. No todos los fonemas de una lengua pueden ocupar la posición nuclear del esquema de combinación ni constituir sílaba por sí mismos. En la parte morfológica de la gramática podemos aplicar esta manera de ver la interrelación y complementación de unidades. El morfema es la unidad paradigmática mínima de la morfología, y el sintema su correspondiente unidad sintagmática mínima. Todo morfema, a través de uno de sus morfos, puede situarse en un lugar dentro del sintema y a partir de ahí puede combinarse con los morfos de otros morfemas. Un sintema puede constar de un único morfema, sin que por ello se confunda morfema con sintema. La palabra luz consta de un solo morfo de morfema que forma un sintema. Paradigmáticamente, es un morfema que constituye sintema, y sintagmáticamente, un sintema que consta de un morfema. El sintema, como unidad, es pues el esquema mínimo de combinación de morfemas. No todos los morfemas de una lengua pueden situarse en la zona nuclear del esquema de combinación, ni formar sintema por sí mismos fuera del metalenguaje. No impide entender el sintema como esquema de combinación de morfos el hecho de que un único morfo pueda remitirnos a más de un morfema (como entidad abstracta): en com-e, el morfo e acoge, por conmutación y contraste, los contenidos de los morfemas verbales de modo, tiempo, número, persona. Son evi-
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dentes las complejidades de análisis que suscitan el esquema de combinación fónica (sílaba) y el de combinación morfológica (sintema). Se han estudiado y se siguen estudiando. Además, estamos ante esquemas de combinación relacionados pero con peculiaridades en cada caso, con material y procedimientos de combinación distintos. La estructura interna del morfema contiene material fónico: una o más sílabas. Pero, como entidad hecha, el morfema se combina con otros elementos de su especie en el esquema de combinación morfológica: el sintema. Precisamente por esta actuación, por este funcionamiento externo es por lo que el morfema es la unidad paradigmática de la morfología, no de la fonología o fonética. Su configuración interna es meramente fónica, es cierto, y es lo que explica el engarce entre las partes fónica y morfológica de la gramática. No parece oportuno, ante lo dicho, afirmar que el morfema es la unidad máxima de la fonología y la unidad mínima de la morfología. Tampoco defiendo la creación de una parte gramatical nueva entre la fonología y la morfología, que N. Trubeztkoy denominó morfofonología o, por abreviar, morfonología, con su unidad el morfonema. Resultaría un expediente más práctico que técnico para explicar la transición entre las partes fónica y morfológica (González Calvo, 1998: 248). En la actualidad, pocos gramáticos sostienen la pertinencia de la morfonología. Del estudio de la estructura interna del morfema se ocupa la morfología con el auxilio de criterios fónicos, porque la actuación externa de los morfos, o alomorfos, en el sintema, por su posición y combinación en el esquema morfológico, puede condicionar la aparición de uno u otro morfo de un mismo morfema, así como las amalgamas y otros procesos derivativos y flexivos descritos en los tratados morfológicos. Si la morfología necesita el uso de criterios fónicos para analizar la estructura interna de los morfemas y explicar así adecuadamente la combinación de morfos en el sintema (la cohesión sintagmática), no es menos evidente que le es imprescindible asimismo el uso de criterios semánticos para interpretar debidamente la coherencia de contenido en la estructuración de la combinación: no siempre la simple suma de los contenidos de los morfemas en el sintema nos da el significado global de una palabra. Para evitar análisis gramaticales erróneos o insuficientes, la morfología recurre a la lexicología, y engarza así con la semántica como componente (no parte, ya que está en todas) de la gramática. Ante esto, parece razonable pensar que no es pertinente hablar de una hipotética y nueva disciplina lingüística, a caballo entre la morfología y la lexicología, que habría que llamar morfolexicología (una especie de morfología lexicológica o lexicología morfológica), con su unidad el morfolexema. La morfología es una parte de la gramática que se encarga de estudiar los morfemas de una lengua, sus clases y subclases, sus alomorfos, morfos o variantes de signifi-
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cante, su actuación o funcionamiento, combinación y contenido en la estructura interna de las palabras, es decir, en el sintema. Morfema y sintema son, pues, las unidades de la morfología, la primera paradigmática y la segunda sintagmática. De nada sirven los morfemas si a través de uno de sus significantes no pudieran situarse y combinarse en el sintema. Y carecería de sentido la unidad o magnitud sintema como esquema de combinación si en él no pudieran situarse y combinarse los morfos de los morfemas. En la parte fónica, de poco sirven los fonemas si, a través de sus alófonos, no pudieran intervenir en el esquema de combinación fónica que es la sílaba. Y la sílaba no tiene sentido si no hay alófonos de fonemas que puedan actuar en ese esquema sintagmático. Por su parte, la lexicología es una zona de la semántica que se encarga del estudio del significado del léxico de una lengua, y del significado de los componentes de las piezas léxicas complejas. No se puede trabajar en gramática sin semántica, y en semántica sin gramática. Por tanto, no es posible trabajar en morfología sin lexicología, y en lexicología sin morfología. En los estudios de formación de palabras, se insiste siempre en la dificultad de distinguir en todo momento qué es un compuesto (léxico o sintagmático) y qué es un sintagma. El compuesto léxico pertenece al terreno de la morfología, y el sintagma, al de la sintaxis. Dice la NGRAE (RAE y AALE, 2010: § 1.3e) que «la palabra constituye la unidad máxima de la morfología y la unidad mínima de la sintaxis». No es extraño que existan casos limítrofes, de difícil solución, entre algunos tipos de compuestos y los sintagmas. En la actualidad, ya no sostengo (en otros tiempos lo hice) que la palabra sea la unidad máxima de la morfología y la mínima de la sintaxis. Defiendo que es solo unidad de la sintaxis, su unidad paradigmática, y el sintagma es la correspondiente unidad sintagmática. Toda palabra, a través de uno de sus significantes, si tiene más de uno, se coloca en un lugar del sintagma, entendido como el esquema mínimo de combinación sintáctica, y a partir de él puede combinarse, mediante reglas de formación de sintagmas, con los significantes de otras palabras. En una lengua, no todas las clases de palabras pueden ser núcleo de sintagma ni, por tanto, formar sintagma por sí mismas. Basta una palabra para formar sintagma, y no por ello procede confundir palabra con sintagma. Los sintagmas mínimos pueden asociarse en sintagmas complejos con la misma función que un sintagma mínimo. En suma, las palabras, a través de sus significantes, se integran estructuradamente en los sintagmas mínimos o simples, estos en los complejos, y ambos tipos se pueden coligar organizadamente (no al azar) en grupos sintagmáticos hasta conformar la estructura interna de la oración. La estructura interna de la palabra es morfológica: uno o más morfemas. Sin embargo, como entidad hecha
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que se relaciona funcional y sintagmáticamente con otras palabras en los sintagmas, es claramente una unidad de la sintaxis, no de la morfología: de la estructura interna de la palabra se ocupa la morfología, y de su actividad externa, la sintaxis. Parece que tiene poco sentido hablar de morfosintaxis como disciplina gramatical a caballo entre la morfología y la sintaxis. No se resuelven así los casos fronterizos entre morfología y sintaxis. No cabe duda de que los hay, y algunos son todavía de complicada delimitación. Los límites entre palabra compuesta, compuesto sintagmático o sinapsia, colocación, unidad fraseológica y sintagma se van desbrozando, pero no están aún bien delimitados. García-Page, por ejemplo, intenta demostrar que grupos nominales como hombre clave, viaje relámpago, ciudad fantasma o proyecto piloto no son palabras compuestas, sino sintagmas nominales en aposición, falsos compuestos (pseudocompuestos). Estos grupos nominales no son asimilables a otros que sí son genuinos compuestos: hombre rana, salón comedor, café teatro, falda pantalón… Reconoce, no obstante, que la distinción entre ambos grupos no es fácil porque comparten algunas propiedades y restricciones. El grupo dicho de compuestos genuinos se describe habitualmente como compuestos sintagmáticos o sintácticos, junto con los de estructura N + A (o A + N) y los prepositivos o sinápticos: luna llena, llave inglesa, alta mar, ojo de buey, molinillo de café, caballo de vapor… Otro grupo de compuestos, sigue GarcíaPage, es el integrado por los llamados compuestos gráficos, léxicos o propios: bocacalle, tragaluz, motocarro…, y por los unidos con guion, que otros estudiosos tratan entre los sintagmáticos (G a r c í a -Page, 2011: 127-129). Montoro entiende que ejemplos como palabra-clave, juez-estrella, con o sin guion, son sintagmas, sustantivos en aposición (Montoro, 2008: 133-34). Pena trata la composición sintagmática o sinapsia, e incluye solo estructuras con adjetivo y prepositivas: letra de cambio, contestador automático, navegación aérea (al lado de aeronáutica), televisión por cable (al lado de cablevisión), etc. (Pena, 2000: 249). Piñeros analiza las diferencias, dentro de los acortamientos, entre los cruces asociativos (jodentud: ‘jóvenes insorportables’) y los sintagmáticos (Bancolombia: Banco de Colombia), con ejemplos extraídos de un corpus de habla coloquial de Bogotá (Piñeros, 2011). Ante lo expuesto, no se observa únicamente la dificultad de delimitación entre morfología y sintaxis, sino también entre morfología, sintaxis y fraseología. La gradación sinapsia prepositiva (caballo de vapor) – colocación (perdidamente enamorado) – unidad fraseológica o locución (a pies juntillas) es asimismo compleja, con interpretaciones variadas. Las colocaciones son consideradas por unos como periferia de la fraseología, y fuera de la fraseología por otros. Si he expuesto con brevedad y torpeza estas cuestiones, que p o d r í a n ampliarse y matizarse mejor, ha sido para hacer notar que no solo
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es importante analizar todo esto desde la palabra como unidad paradigmática de la sintaxis, sino también desde el sintema como unidad sintagmática de la morfología. El sintema puede estar formado por uno o más morfos de morfemas. Podríamos hablar de varias clases de sintemas: simples, derivados y compuestos. Los simples constan de un morfo radical más los morfos flexivos si la palabra los tiene: luz (sintema simple monomorfémico) y luc-es (sintema simple polimorfémico); dijimos antes que la morfología flexiva se ocupa de las variantes de una misma palabra. Los sintemas derivados y compuestos son sintemas complejos: grupos morfemáticos (varios morfos) que construyen un sintema que funciona como un sintema simple. Los derivados constan de uno o más afijos que se distribuyen en torno al morfo radical, y pueden incluir al final la flexión; los componentes afijales, como los flexivos, no pueden actuar, fuera del metalenguaje, como palabras. Los sintemas compuestos, en su variedad vista de tipos, poseen dos o más morfos radicales (con afijos y flexión o sin nada de esto) que en otras circunstancias podrían actuar como palabras (no siempre con el afijo): rompecabezas, hispanohablantes, correveidile, hombre rana, quinceañeras, sietemesinos; sus componentes radicales son significantes (reales o posibles) de palabras gramaticalizadas como morfemas. La fijación de los componentes en una pieza léxica compuesta distingue el sintema complejo del sintagma: *hombre excesivamente rana / hombre excesivamente circunspecto. Las reglas de formación de sintemas no son como las reglas de formación de sintagmas: *hombrecitos ranas / hombrecitos circunspectos; *los dos caballejos de vaporcillo / los dos caballejos de mis sobrinitas. El concepto de sintema compuesto no resuelve las dudas de delimitación expuestas más arriba, porque es preciso resolver primero si una estructura es una palabra compuesta, una locución (unidad fraseológica) o un sintagma, no a la inversa. También las fronteras entre derivación y composición distan mucho de estar claras en determinados casos. En este trabajo (no lo hice en otros anteriores: González Calvo, 2006: 127), prefiero prescindir de la denominación compuesto sintagmático, pues todos los compuestos son léxicos, es decir, son palabras cuya estructura interna es morfológica. Si la calificación de sintagmático atiende a las relaciones sintagmáticas (no paradigmáticas) entre elementos, habrá grupos sintagmáticos fónicos, morfológicos, sintácticos y textuales. Pero si esa calificación atañe al concepto de sintagma, los grupos sintagmáticos solo se dan en la sintaxis, y, en tal caso, hablar de compuestos sintagmáticos (morfología) sería inadecuado. Esto me permite, en el terreno de la morfología, dejar el término grupo sintemático para denominar la estructura interna de las locuciones o fraseologismos, es decir, el esquema de combinación de los componentes propios de la unidad fraseológica. Pienso que la lexicología y la fraseología son disciplinas semánticas, no
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gramaticales. La lexicología estudia el significado de las formas cuya estructura interna es morfológica. La fraseología analiza el significado de segmentos cuya estructura interna es sintáctica, pero de sintaxis en mayor o menor medida fija. La lexicología necesita de la morfología para investigar el significado del léxico, cuyos componentes internos mantienen combinaciones fijas. La fraseología ha de recurrir a la sintaxis para explicar por qué las reglas sintácticas dejan de actuar en mayor o menor grado. No puede ser objetivo de la sintaxis analizar cómo dejan de operar sus reglas en secuencias originariamente formadas con las reglas sintácticas (González Calvo, 2009: 64). Quiero decir con esto que unidad léxica y unidad fraseológica son unidades de distinto nivel semántico, y que la fraseología no puede ser una parte de la lexicología, aunque haya afinidades entre ellas. La fijación de los componentes es bastante menor en las unidades fraseológicas, pues la fijación de material sintáctico es diferente de la fijación del material morfológico. Las afinidades explican que la investigación encuentre dificultades de deslinde en los casos limítrofes. Ahora bien, si en las unidades fraseológicas la sintaxis se fija o queda mortecina, ¿cómo son las relaciones sintagmáticas de sus componentes fraseológicos? Forman grupos sintemáticos, es decir, conjuntos de dos o más sintemas. Los componentes de una locución son palabras (no morfemas) reunidas con fijación mayor o menor, no se han gramaticalizado en morfemas. En este sentido, grupo morfológico y grupo sintemático no siempre coinciden. Estamos en la frontera apasionante entre fijación morfológica (compuesto), fijación sintáctica (unidad fraseológica) y sintaxis (sintagma). Con este trabajo, he intentado defender la conveniencia de utilizar un nombre que aluda al esquema de combinación morfológica, de relaciones sintagmáticas morfológicas en el interior de las palabras. Al proponer el de sintema, me he visto impulsado a hablar de sintemas simples y complejos, y de grupos sintemáticos. Los sintemas constan de un único sintema; los grupos sintemáticos, de dos o más sintemas con la misma función que un sintema, simple o complejo. Todo esto solo puedo, por ahora, apuntarlo, con todas sus insuficiencias e impropiedades, ya que necesita, al menos por mi parte, reflexiones más amplias y profundas. Los casos fronterizos evidencian vitalidad idiomática. De ahí la variedad, respetable y enriquecedora, de interpretaciones de análisis. Referencias bibliográficas GARCÍA-PAGE, Mario (2011): «Hombre clave, hombre rana, ¿un mismo fenómeno?», Verba, 38, 127-170.
NECESIDAD DEL CONCEPTO DE SINTEMA EN MORFOLOGÍA
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18 ALGUNOS DERIVADOS EN -(T)IVO/A DEL TRATADO DE LAS ENFERMEDADES DE LA GENTE DEL MAR (1805)*
JUAN GUTIÉRREZ CUADRADO Universidad Carlos III (Madrid)
INTRODUCCIÓN Voy a tratar sobre algunos derivados en -(t)ivo/a en este homenaje, más que merecido, a uno de los maestros morfólogos, al que profeso una honda admiración y afecto: Jesús Pena, quien ha tenido la paciencia de orientarme siempre en el campo de la morfología, incluso en esa sutil frontera trazada entre la lexicografía y la lexicología. Intenaré plantear algunas cuestiones que me sugieren los casos del sufijo -(t)ivo/a presentes en el Tratado de las enfermedades de la gente del mar de Pedro María González Gutiérrez (1805)1 (desde ahora TREGEMA), conocido por los historiadores de la ciencia (Blanca Carlier, 1996; Blanco Villero, 2007; Olagüe, 2010), pero prácticamente desconocido por los filólogos. *
1
Este trabajo forma parte de la investigación que se realiza en el grupo de la Universidad Carlos III que dirige Marcelo Frías, dentro del proyecto Consolider Circunnavigation Expedition Malaspina 2010: Global Change and Biodiversity Exploration of the Global Ocean (CSD008-00077, MICINN), cuyo coordinador general es Carlos Duarte. Manejo, tanto el impreso de 1805 de esta obra, como el manuscrito que se conserva en el Museo Naval, del siglo XVIII, Aviso a los navegantes sobre la conservación de su salud, a través de una copia digital.
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1. SUFIJOS Y DICCIONARIO 1.1. El léxico sufijado y el diccionario El léxico sufijado plantea al lexicógrafo tres desafíos principales e interrelacionados: a) su inclusión en la nomenclatura (Pena, 1994: 165-170); b) el significado de los distintos derivados con el mismo sufijo y su sistematización (Rey-Debove, 1971; Santiago Lacuesta/Bustos Gibert, 1999: 45114512; Martín García, 2007; Pena, 2008: 182; Pena y Campos, 2009: 22; Campos, 2012: 307-314); y c) la paráfrasis definitoria, cuestión ligada íntimamente al punto anterior (Lübke, 2011:137-156; Martín García, 2007: 26063). Voy a afrontar los tres, con la idea de que no debe confundirse el significado de una palabra, sea o no sufijada2, con la definición que ofrezca un diccionario. Al fin y al cabo la paráfrasis definitoria plasma en el diccionario el significado filtrado por el trabajo (análisis, descripción, intuición) del lexicógrafo. De ahí que la lingüística de corpus examine las combinaciones y el comportamiento de las palabras para asignarle un significado de un modo más certero. 1.2. El significado de -(t)ivo/a A pesar del interés de la descripción de Alemany Bolufer (1920: 95-98) y las alusiones de algunos de otros autores a este sufijo, como Lang (1992: 208-209), es Rainer (1993: 655-657 y 1999: 4603, 4619) la referencia imprescindible para las formaciones en -(t)ivo/a: Defiende en el primero que su base de derivación es verbal y no de un nombre de acción del tipo x(c)ión, así como la preferencia del recurso en las lenguas de especialidad; en el segundo, que el sufijo -(t)ivo/a forma adjetivos deverbales activos que pueden parafrasearse como ‘que sirve para V’, ‘que tiene V’ , o adjetivos denominales relacionales (formados normalmente sobre sustantivos en -(c)ión), con el sentido general de ‘que se relaciona con X’, pero advierte que estos adjetivos pueden deslizarse con facilidad hacia los sustantivos y coincidir en algún caso los deverbales activos y relacionales. Para la interpretación del derivado3, tienen importancia su historia y los textos donde lo encontramos: «La dimensión histórica de las lenguas naturaSin embargo, el del derivado plantea problemas que no están presentes en las primitivas (Lüdtke, 2011: 110-121); para la morfología y semántica léxica en la gramática léxica, vid. Levin y Rappaport Hovav (2001: 248-271). 3 La ausencia de documentación no significa que un derivado no existiera en la lengua, sobre todo en la Edad Media, dado lo fragmentario de los datos (Lapesa,1972: XIII), así como las lagunas en los derivados regulares de ciertas familias se deben en ocasiones, en la época moderna, a los escasos documentos históricos examinados. Desde el siglo XVII la difusión 2
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les es muy perceptible en el campo de la formación de palabras» (Pena, apud Campos, 2009: 16; Pharies, 2004: 153-157). El significado del derivado depende de la base y del sufijo, pues ambos proporcionan la horma que rige categoría, comportamientos sintácticos, sentido, etc., pero, además, de la relación con otras formas léxicas que no pertenecen al mismo paradigma derivativo y también de otras circunstancias históricas y contextuales. De hecho, Pena (1976: 9) advierte que las anomalías en los derivados pueden no ser de significado ni de forma, sino de frecuencia y extensión de uso. Intentaré descubrir algunas en los datos del TREGEMA. 2. LOS DERIVADOS EN -(T)IVO/A DEL TREGEMA En el TREGEMA se documentan los derivados en (t)ivo/a que aparecen en el cuadro número 1. El cuadro del anexo final se interpretará con más facilidad si se tienen en cuenta las siguientes puntualizaciones: a) La columna A recoge los derivados en -(t)ivo/a que se documentan en el TREGEMA4. La B, el número de apariciones de cada derivado en el TREGEMA. LA C y la D recogen la categoría del derivado y, en caso de doble categoría, el número de veces de cada una. Desde la columna E hasta la K se recogen los testimonios de -(t)ivo/a de otros textos médicos relativamente contemporáneos del TREGEMA (en la bibliografía se localizan las referencias completas). b) Las filas de la trama gris señalan los derivados del TREGEMA (en negrita) que merecen una atención detenida en este trabajo. La trama gris alternativa de las columnas ayuda sencillamente a leer los datos con más comodidad. c) Un derivado entre corchetes en la primera columna del TREGEMA indica que no se documenta en este, pero sí en otro texto. d) En la lista del TREGEMA se indica si se documentan formas de uno o de ambos géneros. En los otros textos, se indican las formas documentadas. Sí en los otros textos indica que contienen las mismas formas que el TREGEMA. léxica se multiplica con los diccionarios y, por tanto, aunque se incorpore el vocabulario a ellos con retraso, las lagunas en los derivados pueden obedecer al hecho de que las formas léxicas no documentadas existen, pero recluidas en ciertos reservorios, generalmente de especialidad: científicos, jergales o dialectales. 4 No tengo en cuenta los sustantivos masculinos archivo, cultivo, motivo, preparativo, ni los femeninos conjuntiva, estiva, expectativa, lavativa, prerrogativa, recidiva, saliva, tentativa; tampoco el nombre propio de la planta laxativa. Ignoro también las formas verbales viva de vivir, cautiva de cautivar, cultiva de cultivar, deriva de derivar y priva de privar.
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El TREGEMA es un texto técnico didáctico de tipo médico. No todos los derivados que utiliza pueden considerarse léxico de especialidad5, pero sí una gran parte. Lo avalan varios hechos: a) los derivados estudiados se documentan sobre todo en textos que pertenecen en sentido amplio a la medicina; b) algunos derivados en los diccionarios generales de la época llevan marcas de especialidad; c) varios derivados estudiados solo aparecen en periódicos médicos o se documentan en periódicos generalistas con significados distintos según aparezcan en contextos generales o en contextos referidos al campo de la medicina. d) También en textos o diccionarios de otras lenguas románicas, francés, por ejemplo, se documentan derivados paralelos con marcas de especialidad. Voy a examinar algunos derivados del TREGEMA: a) adjetivos que se sustantivan con facilidad; b) adjetivos que forman colocaciones o denominaciones técnicas junto con su sustantivo. 3. ADJETIVOS SUSTANTIVADOS EN –(T)IVO/A Forman este grupo los derivados confortativo, correctivo, defensivo, facultativo, minorativo, preservativo, sedativo y vomitivo. Como sustantivos se documentan correctivo, defensivo, facultativo y vomitivo. Como sustantivos y adjetivos, confortativo, minorativo, preservativo y sedativo. 3.1. Correctivo (6 veces en TREGEMA) como uno de los principales correctivos de la mofeta (p. 40); [la materia carbonosa] es quizá el más poderoso correctivo de la multitud de agentes estimulantes que los rodean [a los cuerpos vivientes] (p. 102).
Lardizábal: «el aguardiente en sí considerado es el más eficaz correctivo y preservativo de la putrefacción» (1769: 73). En los periódicos del siglo XIX, en campos no médicos, como el del derecho, milicia o vida social y política, como ‘castigo’, ‘acción correctora’, ‘acción limitadora o controladora’: «Hay diputados que quieren un correctivo contra el abuso de la inviolabilidad; este correctivo está en el reglamento» (El Genio de la libertad, 10/12/1851; vid. también Correo de las damas, Madrid, 25/9/1833); como adjetivo en el campo del derecho, milicia, vida social y política, como ‘referente al castigo’: «sufra dos meses de prisión correctiva» (El militar español, 18/4/1848; vid. también La Abeja del Túria, 9/6/1820), frecuente la construcción «crítica correctiva»; y como sustantivo y adjetivo en el campo médico: «son los verdaderos y mas poderosos correctivos de la bilis, que por lo regular es la incendiaria» (Diario de Madrid, 1/6/1814). En el CORDE entre 1300-1700 se registran 13 aparicio5
Como muy bien muestra Langslow (2005) para el latín, el léxico no es la única característica del lenguaje técnico. Hay que tener en cuenta la lengua en su totalidad.
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nes en 9 textos, relacionadas con castigos o correcciones. En el campo médico aparece en Vallés (1592), en Juan Méndez Nieto (1606). En el FIGELE en Monardes (1574), Villa (1636), Feijoo. Autoridades, s. v. corregir, solo la acepción médica: «Se toma algunas veces por minorar o templar. En este significado es muy freqüente el uso de este verbo entre los médicos»; DRAE-1803: «se aplica a los medicamentos que tienen virtud de corregir»; el DRAE-2001, 3.ª acepción: «adj. Med. Dicho de una sustancia: Que en un medicamento acompaña al ingrediente principal para suprimir o atenuar alguna propiedad inconveniente de este. U. t. c. s. m». En tres diccionarios de especilidad que Gutiérrez Rodilla (1999: 69-75) considera más representativos del siglo XIX español, apuntan claramente a un sustantivo, aunque se lematice como subs./adj. y que se refiere a «las sustancias que se añaden a cualquiera composición farmacéutica para moderar, templar o disminuir la actividad de la base de la fórmula»: Así, HM1840, s. v. correctivo, CyC-1887 y CV-1886. Ya Furetière subrayaba el uso técnico médico de correctif, ive. 3.2. Defensivo (una vez en TREGEMA) las que [materia fecales] no encontrando aquella especie de defensivo [gluten o moco que las reviste interiormente], y siendo mucho más acres que en el estado natural, irritan violentamente los nervios y ocasionan los dolores terribles, el tenesmo repetido, la procidencia del ano y, finalmente, la estrangurria por consentimiento (p. 124).
Defensivo, tanto sustantivo como adjetivo, se documenta en los periódicos del siglo XIX, relacionado con la guerra, diplomacia, etc: «siendo tanto mayor el desconsuelo de las gentes, por no haber en esta ciudad edificios de bóvedas medianamente fuertes, sótanos ni otra especie alguna de abrigo ó defensivo» (Diario de Mallorca, 4/3/1812: 4; vid. también: 4/8/1812). Aparece con un sentido general, sinónimo de defensa: «El de las mugeres es el antiguo talle bajo parecido al las lugareñas de Castilla. El pañuelo blanco ó de color atado á la cabeza es el único defensivo que oponen á los ardores del sol y ál frío del invierno» (Boletín de medicina, cirugía y farmacia, 7/11/1847: 2); tiene cierta relación con la acepción médica el siguiente ejemplo, donde defensivo (‘preservativo’, quizá ‘condón’) que funciona como sustantivo, ya en decadencia, en el siglo XIX: «No había correspondido a las esperanzas de los compradores y más bien había favorecido el contagio venéreo, inspirando confianza en la impunidad a los que se armaban de este defensivo [...] la fatal presunción que existía en contra de su preservativo» (Gaceta médica, 20/1/1847: 7). En el CORDE desde 1950 y en el CREA, desde 1990 hasta 2012, solo encuentro
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ejemplos en los que defensivo funciona como adjetivo en el ámbito deportivo, militar o general («espíritu defensivo»). En Autoridades se documenta como sustantivo con acepciones relacionadas con ‘defensa, reparo, resguardo’; como adjetivo: ‘lo que pertenece a reparo, resguardo, defensa’. Defensivo, va en DRAE-1992: «adj. Que sirve para defender, reparar o resguardar». La categorización adjetiva empieza en 1791: defensivo-va, «Lo que sirve para defender». En Terreros: «Lo que sirve de defensa» (s. v. defensivo, va, adj.), aunque también incluye defensivo, sust., «defensa». Se documenta en textos médicos del siglo XV (DETEMA) con esta acepción, que también recoge HM-1840 s. v. defensivo: «adj. (terapéut.) Defensivum, de defendere, defender. Los cirujanos antiguos daban este nombre a diversos tópicos que aplicaban sobre las partes esternas para preservarlas de la impresión de los cuerpos estraños, y más particularmente del contacto del aire». CyC-1887, s. v. lo recoge: «Remedio tópico contra la inflamación. Paño que, empapado en un líquido, se aplica a alguna parte enferma del cuerpo»; de una manera parecida en el DRAE-2001. En el TLF, s. v. défensif, ive, se lee: «B.- Subst. masc., rare, MÉD. Médicament topique appliqué sur une partie malade du corps» y se registra desde el siglo XIV se con el sentido de «dispositif destiné à protéger les parties du corps sur lesquelles on l’applique». 3.3. Facultativo (62 veces en TREGEMA) Se documenta en la acepción técnica de ‘especialista sanitario’ (‘médico o cirujano’) que ha recibido una formación en una facultad, pero también para ‘el profesional de sanidad que tiene potestad legal para ordenar ciertas cuestiones técnicas’. Así, en algún caso, el autor protesta: «Si los informes se dan por los no facultativos es menester aún mayor precaución» (p. 126). En el CORDE hay abundantes ejemplos de facultativo como adjetivo o sustantivo, desde el siglo XVIII, en las acepciones de ‘relacionado con una facultad’ y de ‘profesional’. En el FIGELE se registra en Malón de Chaide («entre los facultativos significan cosas distintas estos nombres»), pero sobre todo se generaliza en el siglo XVIII como ‘profesional’ y en el siglo XIX como ‘médico o cirujano’. En el CORDE, el primer ejemplo referido al ‘profesional de la medicina’ es del Reglamento de pesca y navegación (27/8/1763): «[Los gobernadores solo sacarán dinero destinado al] socorro diario de los enfermos, à que ha de preceder papel del facultativo». En HM-1840 indica: «Adj. Se da este nombre a todo lo que posee una facultad. También se da este nombre en general a los cirujanos y médico». Añade una acepción más CyC-1887: «Lo que pertenece al poder de hacer alguna cosa que reside en el individuo». En Autoridades facultativo se docu-
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menta con tres acepciones: 1, «lo que pertenece a alguna facultad» como término facultativo, que usan los profesionales de ciencia o arte; 2, «lo que depende de la facultad concedida por otro»; 3, «lo que es peculiar, propio o privativo de alguna persona o empleo». En DRAE-1791 la acepción 3 se modifica: «s. m. El que profesa alguna facultad»; el DRAE-1843 apostilla en una coda la definición: «Se aplica más comúnmente del médico o cirujano». 3.4. Vomitivo (11 veces en TREGEMA) acostumbran [los médicos] dar a los sugetos que se marean con facilidad un vomitivo antes de salir al mar (p. 111); recomienda el opio inmediatamente después de los vomitivos y los purgantes (p. 133).
Ruiz de Luzuriaga: «los vomitivos y purgantes fuertes» (1796: 222). Lardizábal: «un vomitivo» (1769: 127 y 133). Los ejemplos del CREA dan cuenta de otra acepción recogida en el DRAE, ‘repugnante’: «el sketch del hombre gordo llega a ser vomitivo y otros harán rechinar los dientes» (ABC, 04/08/1989); «yo había ido a entrevistar a un vomitivo novelista madrileño». Autoridades: «adj. Que se aplica a la medicina, que provoca al vómito. Úsase muchas veces como sustantivo. Es del latino vomitivus»; Terreros (1788): «Lo que provoca a vómito o le causa. Fr. Vomitif, vomitoire; lat. emeticus, vomitorius, otros vomitivus; it. vomitivo, vomitatorio». Todos los diccionarios del XIX siguen la vía académica. Desde DRAE-1899 se marca con med. y en DRAE-1970 se cambia en farm. En el DRAE-2001: «adj. Med. Que se aplica para provocar el vómito. U.t.c.s. ║2. repugnante, nauseabundo». HM.1840 s. v. vomitivo («s.m. y adj. Vomitorius. Lo que hace vomitar») remite a emético. Este, «s. y adj.», se marca con mat. méd. Y se define así: «Se da este nombre a los medicamentos que producen el vómito». Por antonomasia lo es el «tartrato de potasa y antimonio (tártaro estibiado)». CV-1886, s. v.: «Sustancias empleadas por la terapéutica con objeto de producir el vómito». CyC-1887 distingue vomitiva de vomitivo «emético, el medicamento o remedio que excita o provoca el vómito», s. v. emético, introduce una larga entrada. 4. ADJETIVOS/ SUSTANTIVOS EN –(T)IVO/A Se documentan como adjetivos y como adjetivos sustantivados confortativo, minorativo preservativo y sedativo. 4.1. Confortativo (4 veces en TREGEMA, tres como sustantivo y una como adjetivo) Además de la aplicación del vino para los caldos se abonará el empleado puro en clase de confortativos (p. 365); los arropes y conservas de frutas
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subácidas y aromáticas son atemperantes, antipútridas y confortativas (p. 484).
Confortativo, documentado en el ámbito médico ya en el siglo XV (DETEMA), es más escaso que confortante; aparece abundantemente en la prensa desde finales del siglo XVIII hasta 1860. Como adjetivo, casi siempre en la construcción emplasto confortativo (de Vigos) (Boletín de medicina, cirugía y farmacia, 30/01/1853); y como sustantivo: «Quando se halle sosegado se le dará un confortativo o cordial, que se tendrá prevenido de antemano» (Semanario de Zaragoza, 10/10/1799, vid. también El Espectador, Madrid, 18/10/1844). En el ámbito espiritual o mental, como sustantivo (acepción que documenta ya Autoridades en varias citas del Siglo de Oro): «consolador para las heridas de su alma, un sostén y un confortativo en medio de los vaivenes de esta vida» (El Balear, Palma, 7/3/1855); vid. también El Católico, Madrid, 28/6/1851). Y como adjetivo calificativo, fuera del estricto ámbito médico, muy escaso: «Un vapor grasiento y confortativo, que salía de los platos, y el olor de unas sopas» (Museo de las familias, 25/02/1852). En el CORDE, ejemplos de Galdós, Pardo Bazán, Pereda… Terreros, s. v. confortante: «Adj. Confortativo, conforte. Medicin., dícese del medicamento q. corrobora». El DRAE-1852 sigue las definiciones de 1803 con mínimas variantes. Desde 1780 se habían añadido a la serie conforto y confortador (‘el o lo que conforta’) y esta pauta la siguen los otros diccionarios decimonónicos. Confortativo solo lleva marca de Medicin. en Terreros. La categorización como adjetivo o sustantivo suele ser general, a veces en contradicción con la propia redacción definitoria. No se aparta mucho de esta línea el DRAE-2001: «confortativo, va. adj. Dicho de una cosa: Que tiene virtud de confortar. U. t. c. s. m». El TLF marca confortatif, ive, adj. como «Vieilli, MÉD», como sinónimo de «fortifiant. Un remède confortatif ou p. ell., un confortatif (cf. Ac. 1832-1878)» y lo atestigua ya en el s. XIII. Furetière presenta la situación de principios del siglo XVIII: «Confortatif, ive, adj. Qui rend plus fort. Il ne se dit qu’en medecine». «Ce reméde est un grand confortatif pour le coeur». Conforter, empleado en el campo de la medicina, es también apropiado para «guérir les maladies de l’esprit». En el TREGEMA no se documenta ninguno de los posibles rivales (confortante, conforte) que figuran en los diccionarios de la época ni la acepción adjetiva clásica de ‘animador, vigorizador del ánimo o del espíritu’, tan frecuente en el siglo XIX en que aparecen, además, acepciones metafóricas, relacionadas con comidas o bebidas que levantan el ánimo. En la segunda mitad del siglo el adjetivo médico sufre la competencia de confortante y solo
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se mantiene con fuerza en la colocación terminológica emplasto confortativo, si hacemos caso de HM-1840 que no lo incluye, aunque s. v. confortante, se lee: «Los confortantes o confortativos son las substancias alimenticias y medicinales que tienen la facilidad de despertar las fuerzas y reanimar la acción de los órganos. Esta palabra [confortante] es sinónimo de fortificante» CV1886 s. v. confortativo lo define morfológicamente (‘lo que conforta’) y después se refiere al «emplasto compuesto de sustancias tónicas». CyC-1887 ofrece la misma información, que ya figuraba en el Código de medicamentos de la Farmacopea Francesa (1840: 376). En todos los casos retrocede ante otros adjetivos como confortante o reconfortante, fortificante. 4.2. Minorativo (6 veces en TREGEMA, tres veces como sustantivo y tres como adjetivo) purgantes minorativos (pp. 132, 288 y 505); los laxantes o minorativos y alguna vez los catárticos (p. 117).
En el CORDE no aparece minorativo, pero sí cinco veces minorativa como ‘purgante, purga o minorativa’ en 1764; en Lardizábal: «Hai también otra división de purgantes muy trillada, a saber, en minorativos y eradicativos» (1769: 135-136). En los diccionarios lo encontramos en HM-1840 («Mana se usa como Purgante minorativo»), CV-1886 («purgante suave»), CyC-1887 («El medicamento que purga con suavidad». «1. adj. Que minora o tiene virtud de minorar. 2. adj. Med. Dicho de un remedio o de una medicina: Que purga suavemente. U. t. c. s.»). Autoridades: minorativo/iva, adj. «lo que minora o acorta alguna cosa». Minorativa «Llaman los médicos a la medicina o remedio purgante que minora los humores levemente y sin copiosa evacuación». El DRAE-1791 (y desde 1832 en adelante) ofrece las dos acepciones bajo minorativo/iva. Entre 1803 y 1832 se presenta un lema, minorativo/iva, y un sublema, minorativo. Pero, a pesar de que la segunda acepción sea un sustantivo, se tiende a definir como adjetivo. 4.3. Preservativo (16 veces en TREGEMA, trece como sustantivo y tres como adjetivo) la moderación es el mejor preservativo de las calenturas (p. 5); [las experiencias de Pringle] quitan a la sal marina la antigua reputación de ser uno de los mejores preservativos de la corrupción animal (p. 17); socorros preservativos (p. 255).
Con este mismo significado se documenta en Ruiz de Luzuriaga: «el uso del alumbre como un prophylático o preservativo y como remedio en los casos de cólico pictónico» (1796: 253). HM-1840 s. v. presevativo (lat. preser-
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vaativus) remite a profiláctico. CV-1886 lo define morfológicamente: «Lo que tiene la virtud de preservar». Se usa desde el XVIII tanto en sentido general como en su acepción médica. Por eso Feijoo (1726) escribe que «es la vergüença vn insigne preservativo de execuciones exteriores» (CORDE). En relación con la protección masculina en las relaciones sexuales, no sé si ya con la acepción moderna de ‘funda fina y elástica para cubrir el pene’ (DRAE2001), aparece como adjetivo en competencia con profiláctico en una polémica decimonónica sobre las virtudes protectoras de un modelo de profiláctico del doctor Luna, que quería venderlo al Ministerio de Sanidad: «nació probablemente [la desconfianza] de que algunos, fiados en el preservativo cometerían mayores escesos de los acostumbrados y cojerian el mal que no hubieran adquirido sin aquella confianza; pero de todos modos, ya sea por la ineficacia del mismo preservativo…» (Boletín de medicina, cirugía y farmacia, 17/1/1847). 4.4. Sedativo (5 veces en TREGEMA, dos como sustantivo y tres como adjetivo) agente sedativo (p. 91); un sedativo (p. 146).
En el CORDE se recogen 25 casos de sedativo/s, va/s: uno medieval del Marqués de Villena, otro del siglo XVIII y los demás del siglo XIX y XX; en cambio, se documentan 159 casos de sedante, como adjetivos y sustantivos, en acepciones médicas y generales, más frecuentes en el siglo XX y final del XIX. En Ruiz de Luzuriaga: «medicamentos sedativos» (1796: 196). DRAE1803: «sedativo, va Medic. Lo que tiene virtud de sosegar o calmar los dolores». DRAE-1899 s. v. sedante define «lo que seda» y ofrece un sinónimo: sedativo. HM-1840 y CV-1886 omiten sedativo. HM-1840 s. v. sedante: «adj. Y s. m. Sedativus. Nombre dado a todos los remedios que moderan o disminuyen la acción orgánica». CV-1886, s. v. sedantes: «Medicamentos empleados para disminuir la excitación de un tegido…». Parecida definición en CyC-1887 s. v. sedante, que incluye una coda: «Los medicamentos narcóticos, anestésicos y los antiespasmódicos pueden considerarse como sedantes, pues son casi sinónimos». 5. ADJETIVOS EN -(T)IVO DE DISPERSIÓN LIMITADA Los adjetivos coliquativo, gravativo, pungitivo y sofocativo forman parte de colocaciones que tienden a fijarse como tecnicismos. Los diccionarios médicos del siglo XIX y otros testimonios de la época así lo indican. 5.1. Coliquativos (una vez en TREGEMA) Cuando sobrevienen sudores coliquativos es muy útil el elixir de vitriolo (p. 212).
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En la Edad Media se documenta en las traducciones de Cauliaco (DETEMA s. v. colicuativa: «[melezinas] collicativas»). En el CORDE se citan cuatro casos: Mercado (siglo XVI): «sudores colicuativos»; y Díaz Rubio, 1964 «necrosis de carácter colicuativo». En los periódicos del siglo XIX se documentan con frecuencia dos colocaciones sobre todo, diarrea colicuativa y sudor colicuativo: «Es tal la virtud de estas preciosas aguas que hasta las diarreas sintomáticas de enfermedades crónicas, a las que se le da en este caso el nombre de cualicativas, son contenidas por un tiempo de un modo maravilloso» (Diario oficial de avisos de Madrid, 20/5/1855, vid. también 3/3/1826). El CREA no recoge la voz. Sin embargo, en internet aparecen bastantes ejemplos mexicanos actuales: «tuberculosis colicuativa», tipo de tuberculosis de piel. HM-1840: «adj. (patol.) Collicuativus. Esta palabra derivada de coliquescere, fundirse, disolverse, se aplica a las evacuaciones de todas especies» (cita especialmente la diarrea, el catarro… sudor). CyC-1887: «Lo que se colicua. Disolvente, fundente. Calificación que se da a la diarrea y a los sudores sintomáticos de enfermedades graves». En el DRAE-1884 se recoge por primera vez: «1. adj. Med. Dicho de algunos flujos: Que producen con rapidez el enflaquecimiento y parecen dependientes de la licuación de partes sólidas del organismo. Sudor colicuativo. Diarrea colicuativa». Con pequeñas variaciones se mantiene hasta 2001. 5.2. Gravativo (una vez en TREGEMA) Luego les atormenta dolor gravativo de cabeza (p. 104)
En el DETEMA se documenta gravativo en textos del XV como caracterizador de un tipo de dolor. En el CORDE hay cuatro casos entre 1885 y 1996 como «dolor gravativo». En los periódicos del siglo XIX se repiten a menudo las colocaciones dolor gravativo y cefalalgia gravativa: «calor aumentado y seco; cefalalgia frontal gravativa, insomnio; cansancio de cuerpo» (Gaceta médica, 30/5/1845; vid. también Diario de Madrid, 16/11/1804). Mantiene un uso técnico en los diccionarios médicos del siglo XIX: HM1840, s. v. dolor: «adj. (patol.) Gravativus, de gravis, pesado. Se da este epíteto al dolor que consiste o va acompañado de una sensación de peso en la parte que ocupa»; CyC-1887, s. v. dolor: «dolor gravativo, el acompañado de una sensación de peso; es propio de las inflamaciones crónicas y de las colecciones de líquidos». Se documenta en el DRAE-1803: «adj. Poco usado: lo que agrava, molestus, gravans». La definición morfológica llega hasta el DRAE2001: «gravativo, va. 1. adj. p. us. Dicho de una cosa: Que grava». En ninguna edición se marca la acepción médica.
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El TLF marca gravatif como pathol. y lo considera préstamo del lat. med. gravativus formado sobre gravatum, de gravare < gravis. 5.3. Pungitivo (una vez en TREGEMA) [el dolor del pecho provocado por el escorbuto] también suele fixarse en algún costado volviéndose tan agudo y pungitivo que parece a la pleuresía falsa (p. 270).
Lardizábal: «dolores pungitivos» (1769: 17). Es frecuente en los periódicos del XIX: «y el dolor pungitivo del pecho» (Boletín de medicina, cirugía y farmacia, 20/01/1839; vid. también Gaceta médica, 20/11/1845). HM-1840 no contiene el lema ni sublema pungitivo, pero s. v. patognomónico indica que es el nombre «que se da a todo signo que indica el verdadero carácter de una enfermedad»; entre los ejemplos incluye «dolor agudo y pungitivo en el lado, con dificultad de respirar y sin calentura». La misma construcción s. v. parapleuresía. En CV-1886 s. v. parapleusía: «v. dolor dislacerante». CyC-1887 s. v. punjitivo: «Lo que punza o pincha. El dolor semejante a la sensación producida por la perforación de un instrumento puntiagudo». En el DRAE-2001: «pungitivo, va. 1. adj. Que punge o puede pungir», prácticamente la definición de Autoridades. 5.4. sofocativo ( 3 veces en TREGEMA) los días ardientes y sofocativos los enfermos se empeoran (p. 310); sus estragos [de la calentura] son más rápidos en los días en que el ayre es sofocativo.
Aunque no se documenta ni en el CORDE ni en el CREA, abunda en los periódicos médicos del XIX: «neumonía catarral ó catarro sofocativo de los niños» (Gaceta médica, 10/1/1850); hay escasos ejemplos del uso como adjetivo calificativo, fuera del ámbito médico, con la acepción de ‘muy pesado, agobiante’: «reprimenda al importuno cajista que tan impertinente y sofocativo estaba con su... » (Fr. Gerundio, 19/06/1842). HM-1840 no incluye sofocativo, pero sí sofocante: «adj.: Suffocans. Adjetivo aplicado a las afecciones acompañadas de una esstrema dificultad de la respiración que amenaza sofocación; así es que se dice tos sofocante, catarro sofocante, etc». CV-1886 recoge también sofocante, pero no sofocativo. CyC-1887 define s. v. sofocante, el catarro sofocante como ‘bronquitis capilar’. Las distintas acepciones se recogen en el TLFI y en Furetière, s. v. suffocant.
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6. REFLEXIONES FINALES En primer lugar, los adjetidos derivados en -(t)ivo, ––tanto los instrumentales agentivos como los denominales relacionales–– se sustantivan con facilidad; cambio de categoría que se apoya en la elipsis de un hiperónimo como remedio6, principio, compuesto o en el hecho de formar parte, como minorativo, de series de adjetivos instrumentales-agentivos (purgante, laxante). Por otro lado, en las fuentes lexicográficas, la primera capa del significado la proporciona la definición morfológica, pues no solo brinda un conocimiento etimológico o genético del significado sino que se convierte en la percha donde es posible colgar los significados nuevos. En los casos que hemos analizado, la marca diatécnica ––que no vive al margen de la definición, sino que la configura–– obliga a actualizar la definición morfológica del Diccionario Académico en paráfrasis menos abstractas. Por ello, tanto en los diccionarios médicos como en el académico la definición morfológica general y la marca diatécnica con la definición apropiada van razonablemente de la mano: así, el DRAE-2001 en vomitivo ofrece primero una definición morfológica, pero marcada diatécnicamente; lo define después como adjetivo calificativo, con lo que los hablantes disponen de una información importante para la comprensión de la voz. Es precisamente la marca técnica la que ayuda a comprender las extensiones calificativas de las definiciones o las restricciones, como puede comprobarse en aperitivo, que comenzó siendo un tecnicismo médico en relación con la ‘apertura de vías corporales’ (es el caso de algunos tumores que deben abrirse), se extendió en el XIX a la acepción, médica también, de ‘abridor del apetito’; y ha saltado en la actualidad a lo que conocemos como aperitivo. Del mismo modo se comprende el significado de ‘repungnante’ que ha adquirido vomitivo o la reducción del significado en preservativo ‘condón’. Por otro lado, aunque el derivado resulte previsible, es importante incluir una definición morfológica, pues si bien el hablante suele comprender las derivaciones que se presentan, no le resulta fácil hacerse una idea de las regulares y predecibles si no se le presentan previamente, pues son regulares y predecibles a posteriori. En lo que respecta a la historia de este sufijo, la mayor parte de los -ivos examinados proceden de la lengua técnica del latín medieval, que alumbra las traducciones romances de final de la Edad Media; llegan esas formas sufijadas hasta el siglo XVIII y XIX (lo cual no siempre es fácil comprobar con los datos de que disponemos) debido a la extensión del vulgar entre los 6
En el TREGEMA se documentan remedio 166 veces y principio 126.
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médicos no romancistas. De ese modo, aunque confortativo, gravativo, minorativo, sedativo y sofocativo parecen deverbales de confortar, gravar, minorar, sedar, sofocar, quizá proceden del lat. confortativus, gravativus, minorativus, sedativus y sofocativus; colicuativo, como hemos señalado, tiene su origen en el lat. colliquativus y para vomitivo no merece la pena discutir si proviene de vomitar o de vómito, porque la formación latina vomitivus está detrás: facultativo parece proceder de lat. facultate(m) más que de facultad. Pungitivo, en cambio, es un deverbal de pungir, verbo que no es popular (véase el DCECH para estos casos). Finalmente, el destino de estos términos en el español moderno ha sido diverso. Confortativo ha sufrido la competencia de otros rivales: fortificante, reconfortante, reconstituyente; correctivo y defensivo han perdido su sentido médico; aperitivo y preservativo (con el que ya en el siglo XIX competía profiláctico) han restringido su significado y se han convertido en sustantivos. Esta nueva oleada de términos médicos cultos origina que minorativo decayera ante laxante, aunque este fuera sencillamente su hiperónimo, que se perdiera catarro sofocativo ante denominaciones médicas modernas y que hayan dejado de utilizarse dolor gravativo y pungitivo. En la reorganización de este léxico también ha influido, como es natural, la nueva estructura de las ciencias médicas, pero esa es otra historia. Cuando el confortativo de Vigo se convierte en un emplasto pasado de moda o los laboratorios que fabrican las medicinas sustituyen a los boticarios, es normal que correctivo pierda vigencia en el uso cotidiano de médicos y farmacéuticos. Referencias bibliográficas Actas de las sesiones del Congreso Médico Español celebrado en Madrid, setiembre 1864 (1865): Imprenta de José M. Ducazcal, Madrid. ALEMANY Y BOLUFER, José (1920): Tratado de la formación de palabras en la lengua castellana, Librería General de Victoriano Suárez, Madrid. BLANCA CARLIER, José María (1996): «Pedro María González, médico de la Armada Real», Apuntes 2: Apuntes y Documentos para una Historia de Osuna, 141-145. [Consultado el 26/04/2012 en http:// dialnet.unirioja.es/servlet/articulo? codigo=2466532] BLANCO VILLERO, José Manuel (2007): Pedro María González Gutiérrez, médicocirujano de la Real Armada: Biografía: discurso de recepción como académico de número del Ilmo. Sr. Dr. D…., Real Academia de Medicina y Cirugía, Cádiz. CAMPOS SOUTO, Mar (2009): «La morfología léxica ante los retos del siglo XXI (entrevista a Jesús Pena)», Cuadernos del Instituto de Historia de la Lengua, II/2, 11-18.
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DERIVADOS CON -(T)IVO/A EN EL TREGEMA Y EN OTROS TEXTOS MÉDICOS DE SU TIEMPO
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19 LOS DERIVADOS LATINOS EN -MĚNTUM EN EL FUERO JUZGO1 MARIA DO CARMO HENRÍQUEZ SALIDO Universidade de Vigo 1. INTRODUCCIÓN El Fuero Juzgo, Libro de los Jueces o Liber Iudicum es una compilación «destinada para su uso y aplicación en los tribunales de justicia, y fue un instrumento fundamental para la unificación del Derecho» (Henríquez y de No, 1
En el ‘Glosario de voces antiquadas y raras’ (RAE [ed.], 1815: 205-223) vemos: abreviamiento, acomendamiento, acrecemiento, adevinamiento, afalagamiento ~ falagamiento, aguijamiento, aguiionamiento ~ aguiyonamiento ~ aguilonamiento ~ aguillonamiento, alongamiento, aplazamiento, asmamiento, aspiramento, astragamiento, atemplamiento ~ atempramiento ~ atemptamiento ~ tempramiento, atorgamiento ~ otrogamiento, avenimiento, ayuntamiento, castigamiento, comenzamiento ~ comezamiento ~ compezamento ~ compezamiento, complimiento, contemplamiento, corrompemiento ~ corrumpimiento, decaemiento ~ decaimiento, decebemiento ~ decibimiento, defendemiento ~ defendimiento ~ defiendemento, departemiento ~ departimiento, desavinimiento, descomulgamiento, empecimiento, empuxamiento, encantamento, encendemiento, encercamiento, encerramiento, encomendamiento, enganamiento, ensennamiento ~ ensinnamiento ~ insinnamiento, entendemiento, enterpretamiento, espiramento ~ espiramiento, facemiento, falagamiento, finamiento, franqueamiento, gobernamiento ~ goviernamiento, guardamiento, guarnecimiento ~ guarnimiento, guinamiento ~ guiñamiento, heredamiento, iuntamiento ~ yuntamiento, iuramento ~ iuramiento, laydamiento, ligamiento, mantenimiento, nocemiento ~ nozemiento ~ nozimiento ~ nucimiento ~ nuscimiento ~ nuzimiento, onramiento ~ ornamiento, osamiento, parcimiento, perlongamiento, pleteamiento ~ pleyteamiento, prometimiento ~ promitimiento, proponemiento ~ proponimiento, quitamiento, redemiento ~ redimiento ~ remedimiento ~ remimiento, repoamiento, sacramento ~ sacramiento ~ sagramento ~ sagramiento, soltamiento, sostenimiento ~ sostimiento, tenemiento ~ tenimiento, testamiento, testimoniamiento, tormentamiento, trasgreymiento, usamiento, vencemiento ~ vincimiento.
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2010: 101). Covarrubias (1611) proporciona una información bastante precisa sobre la clase de obra («un volumen de leyes»), el origen («recopiló y puso en orden San Isidoro»), la cronología («reinaba el rey Sisenando»), el proceso de elaboración («los demás reyes irían añadiendo») y la falta de concordancia existente entre los manuscritos («apenas concertaba uno con otro»): Es un volumen de las leyes que los reyes godos hicieron en España, las cuales según pareceres de hombres doctos recopiló y puso en orden San Isidoro. Estas se publicaron en uno de los concilios toledanos, que en orden fue cuarto, en la iglesia de santa Leocadia en Toledo, en tiempo que reinaba el rey Sisenando, el cual asistió en el dicho concilio, año de seiscientos y treinta y cuatro. Es verisímil que los demás reyes irían añadiendo y mudando, hasta el tiempo del rey Égica, que de nuevo las mandó recopilar. De donde nació que, queriendo el rey Filipo Segundo [...], que este volumen se expurgase y se comunicase, poniéndolo en estampa y recogiendo todos los que se hallaron manuscritos [...], apenas concertaba uno con otro. (Covarrubias, 2006: 934 [1611]).
El texto se distribuye en más de 525 capítulos, agrupados en 53 títulos (tít.) y estos a su vez en 12 libros (lib.), según el modelo del código de Justiniano, y, aunque se presenta como una compilación del Derecho de los ‘reyes godos’, «el crisol, sobre el que se adaptan la vida y costumbres del pueblo visigótico, es el Derecho Romano» (Henríquez y de No, 2010: 120). Los enunciados o denominaciones de todos los libros y títulos se inician con la preposición de ablativo de, «una tradición muy antigua, que está presente en el Digesto y se mantiene durante siglos», «que consiste en la enunciación sintética, a manera de rúbrica o título de su contenido» (Hernández Gil, 1989: 405). Estamos, pues, ante un texto de carácter jurídico del siglo XIII, «datado en 1241» (DECH, I, 1980: XLVII), durante el reinado de Fernando III (1217-1252), monarca que habría podido impulsar «la renovación jurídica derivada de la recepción del derecho romano redescubierto por los juristas de Bolonia» o llevar «hasta sus últimas consecuencias los principios del Liber», que implantó «en buena parte de los territorios que conquistara», pero que no llevó a cabo (González Jiménez, 2004: 362). En la obra son evidentes las huellas del Código justinianeo y otras fuentes diversas (p. ej., el Antiguo Testamento), y está caracterizada por rasgos como «la imperatividad» (Hernández Gil, 1989: 384). Son patentes también la falta «de la estabilidad que resulta de un largo uso como lengua escrita» (Lapesa, 1999: 207); la «variatio» presente «en todos los niveles de la lengua, en particular en el plano gráfico y en el fonético (Morreale 1978)» (SánchezPrieto, 2004: 426); la «oscilación de rasgos lingüísticos» (Fernández-
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Ordóñez, 2004: 408); «errores de copia» (Santiago y Bustos, 1999: 4577) y «las variantes de los códices», que el editor advierte con abundantes notas a pie de página (ensennamiento ~ ensinnamiento ~ insinnamiento, nozimiento ~ nuzimiento, atemplamiento ~ atempramiento ~ tempramiento): (1) Qual ensennamiento deve dar el fazedor de las leyes (lib. I, tít. I, ley IX). (2) Et por el so ensinnamiento feciemos todos comunalmientre un tratado de las cosas de sancta iglesa, et de sos establecimentos (Primer Título, I). (3) EL PRIMERO TÍTOLO YE DE LA ELECCIÓN DE LOS PRÍNCIPES, ET DEL INSINNAMIENTO COMO DEVENT IULGAR DERECHO ET DE LA PENA DE AQVELLOS QUE IULGANT TORTO (Primer Título). (4) É non es menester que el fiio del sennor aya danno, porque cuidó el siervo fazer tal nozimiento (lib. V, tít. VII, ley XVII). (5) Que entienda omne, si terná mas pro que nuzimiento, é si manda tener honestad, ó si se pued tener sin periglo (lib. I, tít. II, ley IV). (6) TITOL DEL ATEMPLAMIENTO DE LAS LEYES DE TODOS LOS HEREJES, É DE TODOS LOS IVYCIOS DESFECHOS (lib. XII, tít. I). (7) Ca los poblos que el rey tira de sus casas con mesura, et con atempramiento, mais fortes serán en destruir los enemigos (Primer Título, III). (8) Onde cuemo la mesura del príncipe es tempramiento de la ley, así la concordia de los cibdadanos venze los enemigos (lib. I, tít. II, ley VI).
Algunas de las formaciones recogidas en el ‘Glosario’, citadas en la nota inicial de este estudio, no están registradas en el DA: p. ej., atemplamiento, avenimiento, encomendamiento, falagamiento, franqueamiento, guarnecimiento, guiñamiento, laydamiento, ligamiento, osamiento, redimiento ~ remedimiento ~ remimiento (derivado de remir «forma popular» [DECH, IV, 1981: 832]), soltamiento, tenemiento, tormentamiento, o trasgreymiento: (9) Todo omne que quiser venir contra esta costitucion, et contra el rey, sea escomungado, et sea dapnado enno avenimiento de Ihesu Christo, et sea parcionero en la pena con Iudas Escarioth, él et todos sos companneros (Primer Título, XII). (10) E si el que es ferido en las narizes, si pierde las narizes, el que firió deve pechar C. sueldos, é si las narizes son cortadas en alguna parte laydamientre, el iuez le faga fazer emienda segund que es el laydamiento (lib. VI, tít. IV, ley III).
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(11) He por ende esti osamiento nos convien de facerlo desaraigar dentre nuestras compannas (Primer Título, X). (12) É si el animalia murier por aquel soltamiento, peche otro tal caballo, ó otra tal animalia al sennor (lib. VIII, tít. IV, ley I). (13) É por aquel tenemiento de aquellos ocho dias ninguna calonna non aya, si daquel dia que la demanda fasta treinta annos pudiere mostrar por sí ó por otro que la cosa deve seer suya (lib. X, tít. II, ley VI). (14) E si el siervo muriere en aquel tormentamiento, ó perdiere miembro, el qui lo acusa peche otros tales dos siervos al sennor (lib. VI, tít. I, ley V).
En otros casos el diccionario académico selecciona la que aparece como variante en alguna nota a pie de página (así, afalagamento) e incluso pueden ser incorporadas como entrada las dos soluciones gráficas del sufijo (castigamento o castigamiento, encantamento o encantamiento). Por razones de claridad, las voces y las definiciones del DA y del DRAE1791 se adaptan al actual sistema gráfico y se regulariza, conforme a las reglas actuales de la Real Academia Española, el uso de mayúsculas y acentos. Si es un vocablo que no está documentado, elaboramos una definición a partir de la información que nos facilita el verbo (p. ej., guiñamiento, ligamiento...). Se acorta el enunciado de las definiciones y los ejemplos se acompañan de un breve texto, para ilustrar el uso de la palabra, que se destaca subrayada. 2. LOS DERIVADOS NOMINALES CASTELLANOS EN -MIENTO ~ -MENTO El sufijo «-měntum» «sirve para derivar sustantivos deverbativos que designan en la mayoría de los casos un instrumento, el resultado y a veces también el nombre de una acción» (Pharies, 2002: 403). Ello no obstante, son bastantes las palabras en «-mento» (p. ej., juramento, ornamento, sacramento, testamento...) «que han sido tomadas directamente del latín» y «parece preferir bases no cultas» (Santiago y Bustos, 1999: 4575 y 4577). Este sufijo «se desarrolla preferentemente sobre aquellos verbos que, formalmente, siguieron las evoluciones fonéticas propias de la lengua» (Pena, 1980: 166). Por los datos que nos proporciona el DA alternaba o competía con otros sufijos en la expresión de ‘acto de’ o ‘acción de’, especialmente con -ción, -dura, -nza y con los sufijo vocálicos en -a y -o: acusamiento ‘lo mismo que acusación’, adevinamiento ‘lo mismo que adivinación’, afloxadura ‘lo mismo que afloxamiento’, amonestamiento ‘lo mismo que amonestación’, atamiento ‘lo mismo que atadura’, despreciamiento ‘lo mismo que desprecio’, desterramiento ‘lo mismo que destierro’, encantamento ~ encantamiento ‘dícese también encantación y encanto’, ensennamiento ‘lo mismo que enseñanza’, espiramiento ‘lo mismo que espiración’, prometimiento
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‘lo mismo que promesa’, quitamiento ‘lo mismo que quita’, templamiento ‘lo mismo que templanza’... Del inventario se deduce que el sufijo se une a bases verbales de la primera conjugación (acusamiento, asmamiento, atamiento, castigamiento, descomulgamiento, falagamiento...), a verbos en -er, en cuyo caso la vocal temática pasa generalmente a [i], aunque existen oscilaciones (defendimiento, entendemiento ~ entendimiento, facimiento ~ fazemiento, sustenimiento, tenemiento, vencimiento...) y a verbos de la tercera conjugación en -ir (avenimiento, descubrimiento, engreimiento, guarnimiento...). En esta etapa de la historia de la lengua española ya se puede vislumbrar que era relativamente productivo, cuando se agregaba a verbos parasintéticos formados con a-A-ar, a-N-ar y con en-A-ar (abreviamiento, afloxamiento, alongamiento, aplazamiento, ensuciamiento...) y a verbos terminados en -ecer (establecimiento, guarnicimiento, merecimiento, perecimiento...): (15) Porque muchos omnes an sabor muchas veces de contender; por ende
camian muchas veces el entendemiento de las leyes (lib. IX, tít. I, ley XVIII).
(16) E por ende establecemos, que toda cosa que seya mueble, ó non seya mueble, pues que fuere de peguiar, deve aver un entendimiento, é un derecho (lib. X, tít. I, ley XVIII). (17) En el facimiento de las leyes de suso dichas, que nos é nuestros antecesores ficiemos por quebrantar la perfidia de los judíos (lib. XII, tít. II, ley XV). (18) Nos que devemos dar ayuda de salud por el fazemiento de las leyes, apareiamos nos de fazer buena huevra, cuemo fiziéron los antigos, é queremos ensennar en qual manera se deve fazer la ley (lib. I, tít. I, ley I). (19) Del guarnicimiento de la muller del rey, et de sos fillos (Primer Título, ley XVIII). (20) Et assí la negligencia desface lo que pertenece por derecho de herencia, é la negligencia otrosí face tornar al que non es apuesto por libertat de linage, et á estado de libertat, et á merecimiento de honor (lib. X, tít. II, ley IV). (21) E por razon que fué puesto é establecido en aquella ley que fué fecha en penar la descreencia de los judíos muerte, é perecimiento de los vivos (lib. XII, tít. III, ley I).
Como hemos anticipado, en algunas formaciones vemos las dos variantes del sufijo (iuramento ~ iuramiento), aunque son más frecuentes las que presentan la vocal tónica diptongada (iuramiento). Encontramos alomorfia en las bases (despreciar ~ desprezar, base castellana «tomada del occitano antiguo
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pretz ‘precio’» [DECH, IV, 1985: 631]) y la base latina o popular (ordinamiento ~ ordenamiento, sacramiento ~ sagramiento): (22) Si se quisiere salvar por su iuramiento, que lo non fizo por ninguna calomnia, ni por ningun despreciamento, non deve recibir la pena de suso dicha, ni los azotes (lib. II, tít. I, ley XVII). (23) E si depues so sennor del ganado non quisiere recudir sobrel ganado, nin fazer emienda, solamientre por el desprezamiento peche el danno en duplo (lib. VIII, tít. III, ley XV). (24) Si alguno de los companneros face vinna ó casa en heredat de so compannero, non lo sabiendo so compannero, ó non lo sabiendo aquel que lo faz que es heredat de so compannero, ó sabiéndolo, si pudier mostrar por su iuramento ó por testigos (lib. X, tít. I, ley VI). (25) Quien falsa la manda del omne vivo, ó fiziere escripto de ordinamiento de sus cosas del vivo, ó manifestare la manda del vivo contra su voluntad, sea iudgado como falso (lib. VII, tít. V, ley IV). (26) Ca de la mesura de los príncipes nace el ordenamiento de las lees, et de las lees nacen las bonas costumpnes, et de las bonas costumpnes nace ela paz (Primer Título, III). (27) Si se pudiere purgar por su sacramiento, ó por testigos, que non avia voluntad de lo ferir, nin de le fazer mal, non sea tenudo del omizilio dar, nin deve morir nin perder por ende su buena fama, ca non lo mató por su grado (lib. VI, tít. V, ley VII). (28) E si el iuez se pudier purgar por su sagramiento, é los testigos que fueren presentes iuraren que por ningun mal ni por ningun enganno, nin por ningun aver no lo tormentó porque muriesse, si non porque el alcalde era de poco siso (lib. VI, tít. I, ley II).
Un porcentaje relativamente bajo de las voces documentadas en el Liber se definen en el DA con la paráfrasis ‘acto de V’ (p. ej., asmamiento, atestiguamiento, cumplimiento, defendimiento, otorgamiento, perecimiento, quebrantamiento, vencimiento...). En otros vocablos el tipo de texto definitorio se ajusta al modelo de las ‘definiciones conceptuales sinonímicas’ (y sinonímicas ‘en racimo’, p. ej., otorgamiento ‘permiso, consentimiento, voluntd, licencia, parecer’) o ‘perifrásticas’ (p. ej., encantamento o encantamiento ‘el objeto o apariencia que por arte mágica se pone a la vista, o se hace para fingir y manifestar como real y existente lo que en sí no es’). En el artículo lexicográfico se insertan comentarios sobre el proceso de formación del tipo «viene del verbo» (p.ej., acrecentamiento, aplazamiento, departimiento) o indicaciones sobre el uso (así, «es voz anticuada» [complimiento], «es voz antigua y de poco uso» [espiramiento], «en lo
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forense es» [quebrantamiento], o «guarnir, lo mismo que guarnecer, es voz antiquada». Para seleccionar las formaciones que constituyen nuestro corpus, hemos partido del principio de ‘transparencia formal’, es decir, una estructura segmentable en una base y un sufijo, aunque en la actualidad algunas palabras son ‘opacas’ (así, tormento, que en su origen contiene una base y un sufijo torq-mentum [DECH, V, 1983: 554]); en el DA aparece como primera acepción ‘la acción de atormentar’ y como tercera ‘la pena corporal, que se impone a algún reo, contra el cual hay prueba semiplena, o bastantes indicios de la culpa, atormentándole para que la confiese’). Estos sustantivos derivan mayoritariamente de verbos transitivos, en cuyo caso la lectura suele ser de ‘resultado’, y en menor grado de intransitivos (decaer, osar, perecer, testar...), en cuyo caso la lectura suele ser de ‘proceso’. Son «nombres de acción y efecto» que se agrupan bajo la etiqueta de «nomina actionis» y «designan la acción expresada por el verbo y a menudo también su efecto» (NGRAE, 2009, I: 338 § 5.1c). En algunos derivados es más clara la noción de ‘proceso’ (asmamiento, destruimento, redemiento, vencimiento...), pero en la mayoría de los ejemplos del Fuero Juzgo es más evidente la noción de ‘resultado’ (acusamiento, castigamiento, encerramiento, ensuciamiento, prometimiento, tormentamiento...). Conviene advertir, sin embargo, que no es fácil anticipar o establecer la interpretación de estos nombres deverbales, ya que puede depender del contexto lingüístico, y además puede suceder que para un mismo significante encontremos dos significados (p. ej., defendimiento en unos contextos significa ‘prohibición’, una «acepción» muy común en lo antiguo, «común con el francés» [DECH, II, 1980: 434] y en otros ‘el acto de defender’, conforme se puede observar en [29] y [30]; departimiento con la acepción «anticuada» de ‘separación’ [DECH, IV, 1981: 415] y la de ‘reparto’, que ilustramos en los ejemplos [31] y [32]; ordinamiento con el sentido de ‘disposición o regulación’ y ordenamiento ‘colección de las leyes puestas en orden’, que hemos mostrado en [25] y [26]): (29) E si algun omne fuere contra este defendimiento, si quier sea libre ó siervo, el iuez le faga dar CC. azotes, é sea sennalado laydamientre (lib. VII, tít. V, ley IX). (30) Assi cuemo es dicho en la ley de suso si algun omne en defendimiento de su sennor gana alguna cosa con él, si non le quisiere seer fiel, ó lo quisiere desamparar, el sennor deve aver la meetad de quanto ganó con él (lib. V, tít. III, ley III).
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(31) TITOL DE LOS DEPARTIMIENTOS DE LOS CASADOS ET DE LOS DESPOSADOS (lib. III, tít. VI). (32) El departimiento que es fecho de las tierras et de los montes entre los godos et los romanos, en ninguna manera non deve seer quebrantado, pues que pudiere seer probado (lib. X, tít. I, ley VIII).
En otros derivados el significado es especializado, es decir, es el que vemos en tecnicismos del Derecho Romano (iuramento ‘afirmación de cuya certeza se pone a Dios por testigo’, testamiento ‘acto de voluntad o negocio jurídico mortis causa, unilateral y personalísimo, de naturaleza solemne y esencialmente revocable, en el que se inserta la institución de uno o varios herederos’ [Gutiérrez-Alviz, 1995: 343 y 663]) o estamos ante formaciones susceptibles de ser interpretadas como ‘la norma o ley que impone el superior que se debe guardar’ o ‘conjunto de leyes’ (establecimiento, mandamiento, ordenamiento), significados especializados que vemos también en nombres en -ción (así, constitución ~ costitución ‘norma legal obligatoria emanada de la voluntad del príncipe, creadora de Derecho’ [Gutiérrez-Alviz, 1995: 148]). Ciertos nombres presentan una acepción que en el DA se pospone respecto a la que era más usual o más frecuente (así, sacramento ~ sagramento ‘la obligación y vínculo del juramento’ (DECH, V, 1983: 127) o están lexicalizadas (p. ej., ayuntamiento ‘cópula carnal, la junta de hombre y mujer’, sustinemiento ‘el sustento, o alimento’...): (33) Pois que nos feciemos estavlecimiento de las cosas que pertenecent á sancta iglesa, depos desto nos convien á nos sacerdotes de Dios, dar una sentencia por nuestros príncipes, et por el estado de la gente de los godos, et de la tierra et de los nuestros poblos (Primer Título, IX). (34) La buena daquellos que mueren que non fazen testamiento, ni ante testimonios, ni por escripto, los que fueren mas propinquos deven aver la buena (lib. IV, tít. II, ley IV). (35) Et si por ventura algun rey, que a de venir, estos estavlecimientos desta nuestra costitucion, non quiser gardar nen complir, toda la generacion dél sea despreciada por siempre (Primer Título, XII). (36) He todo omne que deve seer rey, ante que reciba el regno, deve facer sagramento, que garde esta lee en todas cosas, et que la cumpla, et pois que lo prometier ante los obispos de Dios, en nenguna manera non osme de quebrantar el iuramento (Primer Título, II). (37) Si se casar con muier libre, todos los fijos que nacieren de tal ayuntamiento sean siervos cuemo su padre, assí que pues que viniere el sennor,
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puede demandar el padre con los sos fijos é con todo su peguiar (lib. IX, tít. I, ley XVI). (38) Assí que en aquellos treinta dias non coman condocho, nen beban vino, fueras que á ora de vésperas coman un poco de pan dordio por sustinemiento del cuerpo, é beban un vaso dagua, é sufran la pena damargura, por que non quisieron facer iusticia (lib. IX, tít. I, ley XXI).
En consecuencia, en la perspectiva diacrónica estos nombres exigen un análisis diferente a la perspectiva sincrónica. 3. NOMBRES DERIVADOS LEXICALIZADOS O CON SIGNIFICADO ESPECIALIZADO
Los nombres derivados de «-měntum», conforme hemos señalado, expresan una ‘acción’ que en unas formaciones se consuma y llega a un ‘resultado’ y en otras no llega a su ‘término’, de ahí que no se pueda establecer, con carácter general, una frontera clara o un límite absolutamente preciso entre las nominalizaciones que expresan ‘proceso’ o bien ‘resultado’. Además, en los textos jurídicos medievales estos sustantivos son potencialmente ambiguos, porque pueden designar un concepto jurídico o estar lexicalizados. Por otra parte, como se refleja con claridad en el Liber, la lectura no es la misma, si aparecen en singular o plural: así, mandamiento ‘el precepto, ley o mandato que el superior impone y manda guardar a sus súbditos’ y acomendamientos o mandamientos ‘por antonomasia se llaman los diez preceptos de la ley de Dios, que todos los cristianos debemos guardar para salvarnos [...]’; testiguamiento ‘el acto de testiguar, declarar y afirmar’ y testiguamientos ‘conjunto de testimonios’ (las cartas de sus testiguamientos), es decir, en el primer caso estamos ante ‘un trámite’ y en el segundo ante ‘un conjunto de trámites’; trasgreimiento ‘violación de una ley, un precepto’ y trasgreimientos ‘conjunto de transgresiones de una ley, de un precepto’; adevinamiento ‘el acto de adivinar, o decir las cosas futuras’ y adevinamientos ‘conjunto de agüeros o sortilegios’; ornamento ‘adorno, atavío que hace vistosa alguna cosa’ y ornamientos ‘conjunto de alhajas u objetos de valor’. En consecuencia, en singular denotan ‘un objeto’ o una ‘entidad’, que resulta de cierta acción o proceso, y en plural ‘un conjunto de’: (39) E si algun judío se casare sin bendicion del sacerdot contra la ley de los cristianos, é pasare el mandamiento de las arras que es departido en la ley comun, peche al rey C. maravedís, é reciba C. azotes (lib. XII, tít. III, ley VIII). (40) Iuro por el que fizo todos los miraglos en el pueblo de Israel, é en las otras yentes. Iuro por los diez acomendamientos sanctos (lib. XII, tít. III, ley XV).
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(41) Ca semeia que non es nenguna cosa mas contra derecho, que aquel ques firme en la cristiandad, é cumple los mandamientos de la santa ley, é es condempnado por non comer carne de puerco (lib. XII, tít. III, ley VII). (42) E el que se dixiere cristiano dellos, depues que ficiere el testiguamiento sobre sí, é depues que iurare, é de sí tornare á la ley de los judíos, é la croviere, é dexare lo que puso sobre sí, é lo non cumpliere, é iurare por el nombre de Dios en falso, é se tornare á la descreencia de la judería, sáquenlo de toda su buena (lib. XII, tít. III, ley XIII). (43) E una de las cosas ques’no puede escusar de annader en esta ley, que todos los escriptos de sus conocencias, é las cartas de sus testiguamientos, é sus iuras, que los judíos escribieren, é dieren á sus sacerdotes, que los sacerdotes las guarden (lib. XII, tít. III, ley XXVIII). (44) Quando provaren que aquellos son so ellos, non les ficieron saber nengun trasgreimiento de los judíos, ni nenguna falsedad (lib. XII, tít. III, ley XXVI). (45) Que los alcaldes non iudguen los trasgreimientos de los judíos, los obispos non seyendo hy, ó seyendo fuera de la tierra (lib. XII, tít. III, ley XXV). (46) E los siervos que esto fizieren sean tormentdos por muchas maneras, é sean vendidos, que los lieven en ultra mar, que estos no sean escusados daver pena, que por su grado fazen estos adevinamientos (lib. VI, tít. II, ley I). (47) Si algun omne diere en guarda á otro oro ó plata, ó ornamientos, ó otras cosas, ó ge lo diera que lo vendiesse, si se perdió aquella cosa, o se quemó con otras cosas en casa aquel que la recibiera (lib. V, tít. V, ley III).
En el conjunto de sustantivos con significado especializado podemos distinguir varios grupos. El primero lo integran los que denotan ‘reglas’, ‘normas’, ‘principios’, ‘mandatos’ (acomendamiento, comendamiento, establecimiento ~ establecemiento ‘ley, ordenanza, estatuto’, mandamiento, ordenamiento ~ ordinamiento ‘conjunto de leyes puestas en orden’), designan ‘documentos solemnes establecidos ante personas garantes’ (casamiento ‘contrato hecho para unirse maridablemente, y vivir juntos el varón y la mujer’, otorgamiento ‘el acto de otorgar un instrumento, como poder, testamento, etc.’) o ‘derechos que se heredan’ (heredamiento ~ eredamiento ‘la sucesión de todos los derechos que el difunto tenía al tiempo de su muerte’, testamiento ~ testamento ‘declaración de la última voluntad, que hace una persona, disponiendo de sus bienes y hacienda, e instituyendo heredero, que suceda en ella después de su muerte’) o denotan ‘recomendación’ (amonestamiento ‘requerimiento, consejo, aviso, o advertencia que se hace a otro’):
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(48) Este establecimiento que mandamos guardar en todas las cosas que establecimos, é esplanamos en las leyes de suso o atempramos la pena á los pecados de los pecadores, que pierdan sus buenas, é sean echados de la tierra (lib. XII, tít. III, ley XXVII). (49) E esclararémos las antiguas con las nuevas assí cuemo pertenece; por tal ques ordenen las nuevas de guisa que non sean contrarias al ordenamiento antiguo (lib. XII, tít. III, ley I). (50) Y esta ley mandamos guardar otrosí, si el padre de la manceba fiziere el casamiento, é pleyteare las arras, e depues se passare el padre ante quel fiziesse las bodas, la manceba sea rendida á aquel que la prometira el padre ó la madre (lib. III, tít. I, ley II). (51) Nos mandamos á ningun judío, quier sea varon ó muger, de se casar con nenguno de sus propincos, nin con propincos de sus mugeres, nin ellas con los de sus maridos, si non segund la regla que fué puesta á los cristianos fasta el sexto grado, ni fagan el casamiento en su parentesco (lib. XII, tít. III, ley VIII). (52) E las cosas que ganó el príncipe de sus padres é de sus parientes por heredamiento, áyalas el príncipe ó sus fiios: é si fiios non oviere, áyanlo su herederos legítimos, é fagan ende su voluntad, así cuemo de las otras cosas que an por heredamiento (lib. II, tít. I, ley V). (53) Et deven seer de bon seso, et deven seer mais escasos que gastadores: nen deven tomar nenguna cosa por forcia de sos sometidos, nen de sos poblos, nen los facer, que fagan escripto, nen nengun otorgamiento de suas cosas (Primer Título, II). (54) Por ende con una melecina querémos sanar dos lagas, y establescemos, que todo pleyto, ó todo otorgamiento, ó todo iuyzio que fuere fallado desta manera, que non seya dado con derecho, ni segund la ley (lib. II, tít. I, ley XXVII). (55) La buena daquellos que mueren que non fazen testamiento, ni ante testimonios, ni por escripto, los que fueren mas propinquos deven aver la buena (lib. IV, tít. II, ley IV). (56) E si ellos non lo quisieren fazer por su amonestamiento, é quisieren iudgar tuerto, el obispo en cuya tierra es, deve lamar al iuez que dizien que iudgó tuerto (lib. II, tít. I, ley XXVIII).
Otro grupo lo integran sustantivos que denotan nociones asociadas con el ‘razonamiento’ o ‘facultades intelectuales’ (ensennamiento ~ insinnamiento ‘doctrina, precepto, establecimiento, ordenanza, ley, reglas para instruir y enseñar’, como se ha mostrado en [1], [2] y [3]; entendimiento ‘el sentido y
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concepto de alguna cosa: como de una ley o estatuto, y lo que en él se contiene y ordena’, ‘explicación, inteligencia, declaración, interpretación de lo que está obscuro, dudoso y difícil de entender: como un texto, ley, decreto, escritura’; pensamiento ‘facultad o potencia imaginativa’, ‘intento, designio, ánimo o voluntad de alguna cosa’) o ‘sentimientos’ (engreimiento ‘presunción, elación y altivez con que uno se ensoberbece y entona’): (57) Muchas veces vimos algunos, que por que son agudos de mal, mudan el derecho entendimiento de las leyes: é por toller el enganno de estos atales, conviniemos de abreviar las cosas (lib. X, tít. I, ley XVIII). (58) E la prueba del buen entendemiento fizonos acrecer en él, é emendar lo que non era hy puesto (lib. XII, tít. III, ley I). (59) Acaece á las veces que los falsos é los engannosos, que son de falsos entendimientos, se razonan que non sabien los mandamientos que les pusieran (lib. XII, tít. III, ley XXVIII). (60) E que deven entender, é que deven facer de la ley católiga, é el su mayor estudio, é el su pensamiento sea de non emperezar, ni seer negligente de nenguno destos capítolos que avemos esplanados (lib. XII, tít. III, ley XXIII). (61) É fuere de flaco corazon en facer complir á los judíos estas constituciones, é pues que sopiere sus yerros é sus engreimientos, é se le averiguare su neciedad (lib. XII, tít. III, ley XXIV).
El tercer grupo lo forman sustantivos que designan ‘ritos eclesiásticos’ (sagramientos ‘cada uno de los siete ritos fundamentales de la Iglesia, por los cuales Dios obra en las almas de los fieles causándoles gracia’ [DECH, V, 1983: 127]), o manifestaciones y objetos que se consideran ‘perjudiciales’ (decibimiento ‘engaño’, encantamento ~ encantamiento ‘el objeto o apariencia, que por arte mágica se pone a la vista’; guiñamiento ‘maleficio que se realiza con el cierre de un ojo’; ligamiento ‘maleficio, la acción de hacer impotente a alguno para el concúbito y generación’): (62) Así ennos sagramientos de sancta iglesa, que son fechos en muchas iglesas de Espanna en muchas maneras et como non devent, commo en nas otras malas costumpnes, que son fechas por contraria, et por decibimiento de los príncipes, que llos podamos poner término, et que podamos poner freno de disciplina, como, ó en qual manera se garde cada uno de las cosas que non deve facer, et de los decibimientos (Primer Título, I). (63) Por la ley presente mandamos que todo omne libre ó siervo que por encantamiento ó por ligamiento faze mal á los omnes, ó á las animalias, ó á
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otras cosas en vinnas, o en miesses [...] mandamos que todo el danno reciban en sus cuerpos (lib. VI, tít. II ley V). (64) Si algun omne faz guiñamiento á alguna bestia por que se espante (lib. VIII, tít. IV, ley XV).
4. NOMBRES DERIVADOS QUE DESIGNAN ‘PROCESO’ O BIEN ‘RESULTADO‘ En estos nombres derivados «se ha observado que la interpretación de acción (y especialmente la de proceso asimilada a ella) se obtiene por defecto en la mayor parte de los derivados en -miento» y que «son raros los casos en los que el DRAE asigna a un nombre derivado en –miento el sentido de efecto pero no el de acción» (NGRAE, 2009, I: 361 § 5.4f). En realidad lo que se advierte es que expresan una ‘acción’ que en unas formaciones se consuma y llega a un ‘resultado’ y en otras no llega a su ‘término’. No debe sorprender, por tanto, que en los diccionarios generales monolingües se definan con paráfrasis diversas: ‘acción y efecto de V’, ‘acción de V’, ‘acción de V’ (también su efecto), ‘efecto de V’, ‘hecho de V’, etc. Después de haber realizado la prueba de convertir la frase nominal en oración, se puede deducir, como tendencia general, que, si el verbo es intransitivo o usado como intransitivo, el modificador del sustantivo, que puede estar expreso u omitido, pasa a funcionar como sujeto, y si el verbo es transitivo ejerce la función de complemento directo, que también puede estar expreso u omitido. A partir de dicha prueba, interpretamos que expresan ‘proceso’: (65) E si salvare alguna partida de sus cosas, é la aiena perdiere, segund el asmamiento de lo que salvó peche quanto mandare el iuez (lib. V, tít. V, ley V). (66) Et elos que devian defender el poblo de pérdida, el so defendimiento torna en destruimento del poblo (Primer Título, IV). (67) Doncas ¿en qual manera puede prender heredad sobre tierra qui non puede prender el empezamiento de la luz deste mundo? (lib. IV, tít. II, ley XVIII). (68) Quien mata otro omne por ocasion ó por empuxamiento dotro, ó por caer sobre él por ocasion, non deve aver damno, nin pena por el omicilio (lib. VI, tít. V, ley III). (69) Los siervos de nuestra corte non mandamos que puedan franquear los otros sus siervos; é si lo fizieren, el franqueamiento non vala, si non fuere por nuestro otorgamiento (lib. V, tít. VII, ley XVI).
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(70) Del guarnicimiento de la muller del rey et de sos fillos (Primer Título, XVIII). (71) Si nos somos tenudos de gualardonar á los que nos sierven, ¿quanto mas devemos dar las cosas terrenales por redemiento de nuestras almas, é guardar las que son dadas? (lib. V, tít. I, ley I). (72) Onde así como de la mesura de los príncipes nacen las lees, así de la paz de los poblos nace el vencimiento de los enemigos (Primer Título, III).
Interpretamos que expresan ‘resultado’, entre otros ejemplos, que omitimos por la limitación de espacio, los que se mencionan a continuación: (73) Acrecentamiento ye de mercet, et complimiento de ben fecho dar firmidumpne á lo que omne faz en facer levantar la cosa que era caida. Así los omnes mellores deven cuidar de toller la carga, et la cuita de sobre los poblos (Primer Título, IV). (74) É ante tres testimonios fieles, que se escrivan en la carta que son testimonios de aquel acusamiento, y en la carta vaya ordenado todo el fecho (lib. VI, tít. I, ley VI). (75) É que non tengan en los corazones al, fueras lo que dicen por la boca, é que non ayan carrerra á nengun afloxamiento por mostrar de fuera la cristiandad, é celar en sus corazones la judería (lib. XII, tít. III, ley XIII). (76) Que tod atamiento, que fuere fecho por fueza del alcalde depues iuyzio non dado derecho, non vala (lib. II, tít. I, ley XXVI). (77) E si se periuraren, ó iuraren mas, péchenlo en duplo, y el que encendió la casa reciba C. azotes por castigamiento (lib. VIII, tít. II, ley I). (78) Así quel so decaimiento dellos non semellava se non que era por vendita del nuestro Sennor, e vímos los perder las casas et el poder, et las riquezas, et las tierras todas en tal manera, que non avian provecho al regno (Primer Título, IV). (79) E si mas tomare, ó labrare, ó buscar otros omnes, quien ge lo labre, ó sus fiios, ó sus nietos labraren las tierras que les non diere el sennor, ó taiaren del monte pora facer seto, ó otro encerramiento, quanto tomar demas que le non foy dado, piérdalo todo (lib. X, tít. I, Ley XIII). (80) Otrosí mandamos guardar, porque los corazones dalgunos sacerdotes carnales son venzudos con gran luxuria, é con sabor de ensuciamiento (lib. XII, tít. III, ley XXI). (81) He esto demais queremos gardar, que el rey Don Rescisiundo a esta veluntat por el espiramiento de nuestro Sennor Dios, et polla verdat, que ama (Primer Título, IV).
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(82) Onde nos, pues las sombras de la verdad son idas, é croviemos la verdad, é lexamos las sombras, é catamos las certedumbres del verdadero testamento, é los sesos del esplanamiento del error (lib. XII, tít. III, ley IV). (83) É iuraren lo que confesaren, el rey puédeles tornar sus buenas, é sacarlos de la estrechura é de la prision del esterramiento (lib. XII, tít. III, ley XXVII). (84) Mas porque algunos defendedores los engannan por falagamiento, ó por miedo, é fázenles dar recabdo, que les non demanden razon de sus cosas (lib. IV, tít. III, ley IV). (85) Hy el siervo por tal razon sea levantado, hy el sennor sea abaxado, é non es menester que el fiio del sennor aya danno, porque cuidó el siervo fazer tal nozimiento (lib. V, tít. VII, ley XVII). (86) E por ende establescemos en esta ley, que nengun omne daquí adelantre non sea osado de fazer iuramiento contral rey, ni contra sus cosas, ni otro prometimiento non faga de tal enganno contral rey (lib. II, tít. V, ley XVIII). (87) Si los defendedores los an en poder á ellos ó á sus cosas, qualquequier escripto que fagan fazer de demanda, ó de quitamiento, ó de abenencia que faga fazer el defendedor por él ó por otri, non vala esto nada (lib. IV, tít. III, ley IV). (88) E el que se dixiere cristiano dellos, depues que ficiere el testiguamiento sobre sí, é depues que iurare, é de sí tornare á la ley de los judíos (lib. XII, tít. III, ley XIII).
5. CONCLUSIONES 1ª) De acuerdo con lo postulado por Pharies (2004: 403-405) se confirma que estos derivados deverbales «designan el resultado y a veces también el nombre de una acción» (no vemos ejemplos que hayan desarrollado «un sentido locativo secundario»). El tipo formativo más importante son los «nomina actionis» y entre las extensiones predominan las que expresan un estado ‘resultativo’ (Rainer, 1993: 608-613). Este sufijo, que se caracteriza por presentar escasas irregularidades, se une a bases verbales en -ar, -er e -ir y ya era relativamente productivo, cuando se agregaba a verbos parasintéticos y a verbos terminados en -ecer. 2ª) En la obra son evidentes los procesos existentes en esa época para la creación del léxico jurídico castellano, específicamente para la formación de nombres derivados de verbos con los sufijos -miento y -ción, que en el DA no aparecen definidos mediante la paráfrasis ‘acción y efecto de V’, porque son tecnicismos tomados directamente del latín o son significantes que expresan conceptos jurídicos: aplazamiento, casamiento, cumplimiento, establecimiento, here-
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damiento, mandamiento, ordenamiento, otorgamiento, procedimiento, quitamiento, testiguamiento... 3ª) Aunque no ha sido el objetivo de nuestro estudio analizar la frecuencia de aparición de los derivados en -miento (acrecentamiento, amonestamiento, atempramiento, avenimiento, comendamiento, complimiento, decaimiento, decibimiento, defendimento, departimiento, destruimento, ensinnamiento, entendimiento, espiramiento, estavlecimiento, guarnicimiento ~ guarnimiento, heredamiento, iuramento ~ iuramiento, ordenamiento, osamiento, otorgamiento, prometimiento, sagramento, vencimiento) respecto a los derivados en -cion ~ -sión (adevinación, constitución ~ costitución, generación, maldición, presumpción, promisión, provisión) en toda la obra, el cómputo realizado en el ‘Primer Título’ arroja una cifra de veintitrés nombres en -miento ~ -mento (iuramento, sacramento, «tomados directamente del latín») frente a siete nombres en -ción: (89) Esta ye la tricésima constitucion del rey Citasiundo; esta es un partida del primero cabidlo, que fo fecho eno septimo concello de Toledo (Primer Título, IX). (90) He si esta sancta costitución non emendar los vuestros corazones, nen quisérdes esta nuestra salut, oit la nuestra sentencia, que nos damos abierta mientre cona ayuda de Dios (Primer Título, IX). (91) Et si por venturia non quiser descobrir suas adevinaciones de sos engannos, sea escomungado por siempre (Primer Título, VII). (92) Nenguno non osme de ietarlos del regno, si non por derecha culpa, en tal manera que la generacion del rey nenguna desonra non reciba en so corpo, nen nengun damno en sus cosas (Primer Título, XVII). (93) Porque dió la maldición, et toda la pena á los que iurant mentira enno nompne de Dios (Primer Título, IX). (94) Porque esto ye contra razon, et que todos los omnes lo tienen por mala presumpcion, por cuidar omne las cosas, que son de venir (Primer Título, VI). (95) Mes contra Dios, en qual nomne fecieront la promisión (Primer Título, IX). (96) Otrosí ela maldat de los pobos faz la bona provisión de los príncipes (Primer Título, XVI).
4ª) En el DRAE-1791 se definen con las paráfrasis ‘el acto de V’ (facimiento, perecimiento, vencimiento), ‘la acción de V’ (ayuntamiento, defendimiento), ‘la acción y efecto de V’ (afloxamiento, aguijamiento, empuxamiento, encantamiento, encerramiento, ensuciamiento) y ‘el acto o efecto de V’ (abreviamiento, franqueamien-
LOS DERIVADOS LATINOS EN –MĔNTUM EN EL FUERO JUZGO
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to). Se ven más voces con un enunciado definicional sinonímico (acomendamiento, acrecentamiento, acusamiento, adevinamiento, amonestamiento, asmamiento, atamiento, atemplamiento, castigamiento, convertimiento, departimiento, descomulgamiento, despreciamiento, engreimiento, enseñamiento, entrepretamiento, espiramiento, estragamiento, guarnimiento, heredamiento, ligamiento, nozimiento, prometimiento, quitamiento), que con un texto definitorio de carácter ‘perifrástico’ (casamiento, entendimiento, otorgamiento, pensamiento, sacramento, testamiento). No están documentadas: decibimiento, empezamiento, esplanamiento, esterramiento (sí está desterramiento), falagamiento, guarnicimiento, laydamiento, ligamiento, osamiento, redimiento, soltamiento, trasgreimiento, testiguamiento... 5ª) Es evidente que «se han perdido un gran número de sustantivos derivados en -miento)» (NGRAE, 2009, I: 363 § 5.4j). No están en el DRAE2001: acusamiento ‘acusación’, atemplamiento ‘templanza’, debecimiento ‘engaño’, despreciamiento ‘desprecio’, desterramiento ‘destierro’, empujamiento ‘empellón’, espiramiento ‘espiración’, esplanamiento ‘explicación’, guiñamiento ‘espanto’, laidamiento ‘afrenta’, osamiento ‘osadía’, quitamiento ‘libertad’, redimiento ‘redención’, soltamiento ‘soltura’, tenemiento ‘posesión’, testiguamiento ‘testimonio’, tormentamiento ‘tormento’... Referencias bibliográficas COVARRUBIAS HOROZCO, Sebastián de (1611 [2006]): Tesoro de la lengua castellana o española, edición integral e ilustrada de Ignacio Arellano y Rafael Zafra, Iberoamericana, Madrid. DA. REAL ACADEMIA ESPAÑOLA (1726-1739): [Diccionario de Autoridades] Diccionario de la lengua castellana, en que se explica el verdadero sentido de las voces, su naturaleza y calidad, con las phrases o modos de hablar, los proverbios o refranes, y otras cosas convenientes al uso de la lengua, Imprenta de Francisco del Hierro, Impresor de la Real Academia Española. Madrid, 1726, 1729, 1732, 1734, 1737, 1739. [Edición facsímil, Gredos, Madrid, 1990]. DECH. COROMINAS, Joan y José Antonio PASCUAL (1980-1991): Diccionario crítico etimológico castellano e hispánico, Gredos, Madrid. DRAE-1791. REAL ACADEMIA ESPAÑOLA (17913): Diccionario de la lengua castellana compuesto por la Real Academia Española, reducido á un tomo para su mas fácil uso. Tercera edicion, en la qual se han colocado en los lugares correspondientes todas las voces de los suplementos, que se pusiéron al fin de las ediciones de los años de 1780 y 1783, y se han intercalado en las letras D. E. y F. nuevos artículos, de los quales se dará un suplemento separado [...], Viuda de Don Joaquín Ibarra, Madrid.
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DRAE-2001. REAL ACADEMIA ESPAÑOLA (200122): Diccionario de la lengua española, Espasa, Madrid. FERNÁNDEZ ORDÓÑEZ, Inés (2004): «Alfonso X el Sabio en la historia del español», en Rafael Cano (coord.), Historia de la lengua española, Ariel, Barcelona, 381-422. GONZÁLEZ JIMÉNEZ, Manuel (2004): «El reino de Castilla durante el siglo XIII», en Rafael Cano (coord.) Historia de la lengua española, Ariel, Barcelona, 357-379. GUTIÉRREZ-ALVIZ Y ARMARIO, Faustino (1995): Diccionario de Derecho Romano, Reus, Madrid. HENRÍQUEZ SALIDO, Maria do Carmo y Enrique DE NO ALONSO-MISOL (2010): «El arte de hacer la ley: el Fuero Juzgo», Historia del léxico jurídico, Aranzadi, Cizur Menor (Navarra), 99-121. HERNÁNDEZ GIL, Antonio (1989): Saber jurídico y lenguaje, Obras completas, tomo 6, Espasa-Calpe, Madrid. LAPESA, Rafael (19999): Historia de la lengua española, Gredos, Madrid. NGRAE-2009. REAL ACADEMIA ESPAÑOLA (2009): Nueva gramática de la lengua española, Espasa, Madrid. PENA, Jesús (1980): La derivación en español: verbos derivados y sustantivos verbales, anexo de Verba, Universidad de Santiago de Compostela, Santiago de Compostela. PHARIES, David (2002): Diccionario etimológico de los sufijos españoles, Gredos, Madrid. REAL ACADEMIA ESPAÑOLA (ed.) (1815): Fuero Juzgo ó Libro de los Jueces cotejado con los mas antiguos y preciosos códices, Ibarra, Madrid. RAINER, Franz (1993): Spanische Wortbildungslehre, Niemeyer, Tübingen. SÁNCHEZ-PRIETO BORJA, Pedro (2004): «La normalización del castellano escrito en el siglo XIII. Los caracteres de la lengua: grafías y fonemas», en Rafael Cano (coord.) Historia de la lengua española, Ariel, Barcelona, 423448. SANTIAGO LACUESTA, Ramón y Eugenio BUSTOS GISBERT (1999): «La derivación nominal», en Ignacio Bosque y Violeta Demonte (dirs.) Gramática descriptiva de la lengua española, 3, Espasa, Madrid, 4505-4594.
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20 APROXIMACIÓN A UNA SERIE DE NUMERALES MULTIPLICATIVOS EN TEXTOS TÉCNICOS RENACENTISTAS*
MARÍA JESÚS MANCHO DUQUE Universidad de Salamanca
1. PLANTEAMIENTO Durante el proceso de elaboración del Diccionario de la Ciencia y de la Técnica del Renacimiento (DICTER), que actualmente se lleva a cabo en la Universidad de Salamanca desde el Centro de Investigaciones Lingüísticas (CILUS), ha llamado nuestra atención la variedad que manifiesta la serie de numerales, muchas de cuyas formas no han pervivido en español actual. Nuestra aportación a este merecido homenaje al profesor Pena1 parte de una selección terminológica de numerales multiplicativos extraída de un elenco de textos científicos renacentistas, preferentemente de índole matemática, integrados en el corpus del Diccionario de la Ciencia y de la Técnica del Renacimiento (Mancho y Quirós, 2005).
Este trabajo se inserta en el marco del proyecto «El Diccionario de la Ciencia y de la Técnica del Renacimiento: Fases finales» (FFI2010-16324), financiado por el Ministerio de Ciencia e Innovación. 1 Continúa una serie de trabajos anteriores.Vid. Mancho (en prensa a, en prensa b). *
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El conjunto es el siguiente: Cincuéntuplo, cuadruplar, cuádruple, cuádruplo, cuátruplo, décuplo, diézcuplo, diecisécuplo, dobladamente, doblado, doblar, doble, doblo, duplamente, duplar, duple, duplo, nóncuplo, nonúcuplo, nónuplo, óctuplo, quíncuplo, quíntuplo, sedécuplo, séisuple, séptuplo, séscuplo,séxduplo, séxtuplo, subcuádruplo, subduplo, subnónuplo, subséxcuplo, subtriplo, tredécuplo, tripladamente, triplar, triple, triplo.
Observamos adjetivos terminados en -plo, -ple y -ble, algunos combinados con el prefijo sub, formaciones verbales e, incluso, adverbios. Nos ceñiremos, por razones de espacio, exclusivamente a los adjetivos, y en particular a los de carácter culto, dejando para otro momento los de factura patrimonial. Mediante la confrontación de nuestros datos con el Diccionario Crítico Etimológico Castellano e Hispánico (a partir de este momento DECH) y otros repertorios, presentamos unas consideraciones sobre etimología y documentación de estas voces, subrayando los aspectos neológicos. Recogemos variantes gráficas y señalamos las frecuencias en el corpus del DICTER, así como la función gramatical e ilustramos todo ello con ejemplos representativos. 2. DESCRIPCIÓN Partimos del concepto numeral explicado desde la gramática: «Se llaman los numerales que expresan los resultados obtenidos de una multiplicación. La cifra que interviene en esta operación aritmética puede ser 2 (doble), 3 (triple), etc.» (NGRAE, 2009: 1541)2. En los textos renacentistas se observa el mantenimiento de una tradición latina medieval que arranca de las modalidades de cantidad relativa, explicadas, por ejemplo, por Boecio, quien, entre las especies de desigualdad, consider la primera la del múltiplo: «El múltiplo es la primera parte de la desigualdad mayor, más antigua y más importante que las demás […]. Este número es de esta manera: comparado con otro contiene a ese otro más de una vez. Esta propiedad se encontrará primero en la serie del número natural, puesto que, comparados con la unidad, todos los que siguen hasta el uno, presentan ordenados todos los múltiplos en sucesión y diferenciados. Pues para el primer lugar que es la unidad, el 2 es el doble, el tres, el triple, el 4, el cuádruple y así progresando en serie, se entretejen todas las cantidades múltiples. Sin embargo se ha dicho «más de una vez». Esto toma su comienMULTIPLICATIVOS
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Cf., asimismo Marcos Marín: «Numerales ‘multiplicativos’: denotan multiplicación del contenido semántico del sustantivo (doble ración, parto triple, etc.)» (1999: 1194).
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zo con el número dos y avanza hasta el infinito por la secuencia del tres el cuatro, y la serie y la secuencia de los demás» (Sánchez Manzano 2002: 58)3. En cuanto a aspectos formales, los repertorios consultados (cf. Alvar y Pottier, 1983: 94-95) señalan la existencia de formas en ble o -ple, pero subrayan el mantenimiento de otras consideradas anticuadas: «Existen también las variantes en -plo de las formas citadas en -ble o -ple: duplo, triplo, cuádruplo, quintuple, sextuple. Estas formas, frecuentes en el español antiguo, tienen un uso muy reducido en el español contemporáneo. Aún así, se documentan en textos del siglo XX, más en los de carácter técnico que en los literarios» (NGRAE, 2009: 1541). Respecto a la función gramatical, se advierte que «las formas en -e se emplean como adjetivos y como sustantivos. Las variantes en -o solo admiten el 2º uso» (NGRAE, 2009: 15414). En nuestro estudio distinguimos: 1. formas adjetivas en -plo; 2. formas adjetivas en -ple, que seriamos alfabéticamente. 2.1. Formas en -plo 2.1.1. Cincuéntuplo Formado a partir de cincuenta y la terminación -uplo, este adjetivo aparece con la variante cinqüéntuplo en una sola ocurrencia. No recogido en el DECH ni en el Diccionario español de documentos Alfonsíes (a partir de ahora DEDA), Covarrubias, Autoridades, Terreros o DRAE, se puede definir como: ‘Que contiene un número cincuenta veces exactamente’: «El quadrete hecho de la octava parte del mismo diámetro guardará proporción cinqüéntupla con los 50 quadretes del ayre de su círculo y será ésta la menor proporción que ser pueda» (Molina Cano 1598: fol. 50v). 2.1.2. Cuádruplo Tomado del lat. QUĂDRŬPLUS (DECH), se halla bajo la forma quádruplo en 115 ocurrencias, realizado como adjetivo pero también en función pronominal. Incluido en el DRAE, Autoridades y Terreros, entre otros diccionarios, puede definirse como: ‘Que contiene un número cuatro veces exactamente’:
En el glosario se define múltiplo como «número que comparado con otro contiene a ese otro más de una vez» (Sánchez Manzano, 2002: 179). 4 «Existe un grupo de multiplicativos, poco usados, que a diferencia de los hasta aquí revisados funcionan únicamente como sustantivos» (Marcos Marín, 1999: 1194). 3
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Los quadrados están en quádrupla proporción, que es de 12 a 3 (Aurel, 1552: 14v). La proporción de el plomo a la piedra es como de 4 a 1 o de 8 a 2, que es la proporción que llaman quádrupla (Collado, 1592: 38r) Sea una línea de un codo y otra de dos codos. Si de éstas se hicieren apartados dos círqulos, el mayor subrepuja al menor, no en dupla proposición, como a primera facie pareçe, sino en quádrupla, etc. (Ferrofino, 1599: 179v).
2.1.3. Cuátruplo Existe, por hipercorrección o por influjo de cuatro, la forma quátruplo, empleada una única vez por Molina Cano, formando parte de un numeral complejo. No recogida en ningún repertorio, sería sinónima de la anterior: «El género de diminución a dos linias que estén en proporción sesenta y quátrupla» (Molina Cano, 1598: 45v). 2.1.4. Décuplo Tomado del lat. DĔCŬPLUS ‘íd.’ (DECH), se documenta en nuestros textos en once ocurrencias. No recogido en Autoridades, se halla en Terreros y DRAE, donde se define como: «Que contiene un número diez veces exactamente». Funciona como adjetivo antepuesto y pospuesto: Donde afirma que qualesquiera dos elementos próximos se han entre sí en proporción décupla, como que el agua sea diez tanto más que la tierra, y el ayre sea en proporción décupla al agua, y el fuego al ayre en la misma proporción (Chaves, 1545: XXXVIIr). Porque los números van subiendo o cresciendo de diez en diez por una décupla proporción; porque diez unidades hazen una dezena, 10 dezenas un 100, 10 cientos un millar, etc. (Aurel, 1552: 2v).
2.1.5. Diecisécuplo Formado a partir de dieciséis y la terminación -cuplo, tal vez influido por séxcuplo, se halla este numeral, no incluido en ningún repertorio, en una única ocurrencia en function adjetiva: «Y porque la proporción d’este diámetro DC, a la media proporcional CE, es diezysécupla en el género de diminución, será la misma la de la CE a la CG» (Molina Cano, 1598: 36r). 2.1.6. Diézcuplo Formado a partir de diez y la terminación -cuplo, quizá por analogía con décuplo, este numeral, no recogido en ningún repertorio, se encuentra en una sola ocurrencia como sinónimo de décuplo, para designar un tipo de proporción:
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«Según las tales medidas, por ventura, pusieron las columnas de suerte que fuessen unas respecto de la basa séxcuplas y otras diézcuplas» (Loçano, 1582: 291). 2.1.7. Duplo Tomado del lat. DŬPLUS ‘íd.’ (DECH) e incluido en los repertorios habituales (Autoridades, Terreros, etc.), se define en el DRAE como: «Que contiene un número dos veces exactamente». Con 552 ocurrencias en nuestros textos, se realiza como adjetivo preferentemente aplicado a proporciones y también en función pronominal y sustantiva: Quando a un quadrado equilátero se le añade otro de su mismo tamaño, será proporción dupla; y si se le añaden dos, será tripla, y si tres, quádrupla, y si quatro, quíncupla; y, assí, procede en infinito (Arphe y Villafañe, 1675: 16v). Juntar con estos 2 números, 3 y 2, otros dos números, en la proporción de 5 para 1, y que sean tales que, hecha esta addición, resulte el uno duplo del otro. (Núñez, 1567: VIIr). Busquemos un número, que el duplo d’él y el su quadrado, todo junto, sea 15. (Núñez, 1567: IXv).
2.1.8. Nóncuplo Tomado de NONCŬPLUS (Gaffiot, 1934 Boec. Música: 2.4), no recogido en el DECH, ni en los restantes repertorios mencionados, podría equivaler a: ‘Que contiene un número nueve veces exactamente’. Se halla en una única ocurrencia aplicado a un tipo de proporción en función pronominal: El multiplicar de proporciones lo mesmo importa y por la mesma regla se haze que el summar d’ellos, como parece por la 10ª definición del 5º de Euclides, que dos duplas summadas o multiplicadas hazen una quádrupla; dos triplas summadas o multiplicadas hazen una nóncupla; porque una quádrupla, al presente, es compuesta de dos duplas, y una nóncupla, de tres triplas (Aurel, 1552: 16v).
Hemos encontrado la variante nonúcupla en una ocurrencia: La clase de los impares toma las mismas proporciones por números impares, assí como tripla, como de 9 a 3; quíntupla, como de 25 a 5; séptupla, como de 49 a 7; nonúcupla, como de 81 a 9 (Pérez de Moya, 1562: 388).
2.1.9. Nónuplo Formado a partir de nono y la terminación -uplo, este numeral, ajeno a los repertorios habituales, se documenta en tres ocurrencias con el mismo significado que el anterior, como adjetivo y como pronombre:
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Y la proporción nónupla es dupla de la tripla, mas la proporción de las denominaciones es tripla. (Núñez, 1567: 81r). Quanto la nónupla es mayor que la tripla, tanto la subnónupla es menor que la subtripla. (Núñez, 1567: 79v).
2.1.10. Óctuplo Tomado del lat. OCTŬPLUS ‘íd.’ (DECH), no aparece en Autoridades ni tampoco en Covarrubias. El DRAE, que remite a óctuple, lo define como: «Que contiene un número ocho veces exactamente». En nuestro corpus se atestigua en 24 ocurrencias, en función adjetiva y pronominal: En la classe de los números pares ay 12 proporciones, conviene saber: 4 multíplices en los cálculos redondos, que son dupla, como de 4 a 2; quádrupla, como de 8 a 2; séxtupla, como de 36 a 6, y óctupla, como de 64 a 8 (Pérez de Moya, 1562: 388). Y quedan, por tanto, los 160 en proporción óctupla con los 20 (Núñez, 1567: 187v). Luego d’aquellas proporciones, delas quales en la óctupla ha 3, d’esas mismas avrá en la mayor 5, y porque la óctupla es compuesta de 3 duplas, estará, por esta causa, la óctupla en la orden de las duplas (Núñez, 1567: 91r).
2.1.11. Quíncuplo Tomado del lat. QUĪNCUPLUS (Grandenwitz, 1904; Gaffiot, 1934: Boe. Arit. 1.23.7.), como variante de QUĪNCUPLEX ‘plegado en cinco, que consta de cinco’, no lo recogen el DRAE, ni el DECH, ni otros repertorios. Aparece en doce ocurrencias empleado por Arphe y Villafañe, preferentemente como adjetivo con el significado: ‘Que contiene un número cinco veces exactamente’: Quando a un quadrado equilátero se le añade otro de su mismo tamaño, será proporción dupla; y si se le añaden dos, será tripla, y si tres, quádrupla, y si quatro, quíncupla; y, assí, procede en infinito (Arphe y Villafañe, 1675: 16v). Al cuerpo del niño en la edad que emos dicho le dieron los antiguos también proporción quíncupla, como al cuerpo del hombre (Arphe y Villafañe, 1675: 40v).
2.1.12. Quintuplo Tomado del lat. QUINTŬPLUS, como variante de QUINTŬPLEX (DECH) se recoge en Autoridades y Terreros y se define en el DRAE: «Que contiene
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un número cinco veces exactamente». Se halla en ocho ocurrencias en función adjetiva y pronominal: Exemplo: 20 libras cada un año, su quíntuplo es 100, cuyo 3º es 33 1/3. (Aurel, 1552: 33v). En esta regla entran las progressiones (que dizen) duplas, triplas, quádruplas, quíntuplas (Pérez de Moya, 1562: 95-96). Será, luego, a.b. raíz de 250 y a.c. raíz 50, que guardan la proporción de raíz de 5 para la unidad, o de 5 para su misma raíz, la qual, proporción es la mitad de una quíntupla que ha entre los quadrados (Núñez, 1567: 269v).
2.1.13. Sedécuplo Tomado del lat. *SĒDĔCŬPLUS, este numeral, no recogido en el DECH, ni en los repertorios mencionados, podría definirse como: ‘Que contiene un número dieciséis veces exactamente’. Se halla en una única ocurrencia como adjetivo: «Assí como en el exemplo d’esta proporción sedécupla (que es como de 16 a 1), entre la qual si se pusiesse un solo término, como 8, quedará 16, 8, 1» (Pérez de Moya, 1562: 344). 2.1.14. Séptuplo Tomado del lat. SĔPTŬPLUS (Lewis-Short, 1933) está recogido en el D E C H —sin que aporte etimología—, Autoridades, Terreros y DRAE. En nuestro corpus se halla en tres ocurrencias con el sentido de: ‘Que contiene un número siete veces exactamente’: El segundo, que es 12, excede al primero, que es 5, de 7; el tercero al 2º, de 14; el quarto al 3º, de 21; el 5º al 4º, de 28, etc. El excesso común está en séptupla proporción. (Aurel, 1552: 39v). La clase de los impares toma las mismas proporciones por números impares, assí como tripla, como de 9 a 3; quíntupla, como de 25 a 5; séptupla, como de 49 a 7; nonúcupla, como de 81 a 9 (Pérez de Moya, 1562: 388).
2.1.15. Séscuplo Tomado del lat. SĔSCŬPLUS (Lewis-Short, 1933), no está recogido en el DECH ni en ningún repertorio habitual. Se documenta con las variantes séxcuplo —procedente de la variante SĔXCŬPLUS latina— y séscuplo en trece ocurrencias, en function adjetiva y pronominal: No tienen entre sí aquella proporción que entre sí tienen las sus denominaciones, que, puesto que la tripla tenga tres por denominación, y la séscupla, que es de 6 para 1, tenga 6 por denominación (Núñez, 1567: 78r).
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La proporción de 6 para 1 es compuesta de la de 6 para 3, que es dupla, y de la de 3 para 1, que es tripla, y pronunciaremos, luego, que la séxcupla es compuesta de una dupla y de una tripla enteramente, de manera que la dupla y la tripla constituyen la proporción séxcupla (Núñez, 1567: 78v).
2.1.16. Séxduplo Este numeral, no recogido en ningún repertorio, se localiza en una única ocurrencia donde se realiza como adjetivo: «Lo mesmo harás multiplicando, como dicho tengo, y vernán 36/6, que es una séxdupla proporción» (Aurel, 1552: 16v). 2.1.17. Séxtuplo Tomado del lat. SEXTŬPLUS ‘íd.’ (DECH; Gaffiot, 1934), sin incluir en los repertorios mencionados, pero sí en el DRAE, se atestigua en dos ocurrencias en nuestro corpus con el sentido de: ‘Que contiene un número seis veces exactamente’: E si se entrepusiesse otro o más términos, como 6, quedarían 16, 8, 6, 1, y quedará divisa en una séxtupla, que es como de 6 a 1 (Pérez de Moya, 1562: 344). En la classe de los números pares ay 12 proporciones, conviene saber: 4 multíplices en los cálculos redondos, que son dupla, como de 4 a 2; quádrupla, como de 8 a 2; séxtupla, como de 36 a 6, y óctupla, como de 64 a 8 (Pérez de Moya, 1562: 388).
2.1.18. Triplo Tomado del lat. TRĬPLUS, -A, -UM (DECH), este numeral, presente en Autoridades, Terreros y DRAE, se documenta en 174 ocurrencias en los textos, como adjetivo, pronombre y en función sustantiva, con el sentido de: ‘Que contiene un número tres veces exactamente’: Exemplo: 6, 3, 2. La proporción de los dos extremos (que es de 6 a 2) es tripla (Aurel, 1552: 18r). Ahora para hazer un círculo triplo del primero propuesto, se hará otro ángulo recto poniendo el un lado d’él el diámetro FB del círculo duplo, y el otro lado será igual al diámetro AB del primer círculo (Rojas, 1598: 61v). Las cámaras nunca han de ser hechas más largas que ser anchas por el tercio menos que luengas. Las triplas y quádruplas, y de aý adelante las semejantes más largas, se les deven a los portales (Loçano, 1582: 276). Para hallar el denominador se añadirá uno a la raíz, que es el 4, y hará 5, que se multiplicarán por el triplo de la mesma raíz (Rojas, 1598: 19r).
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2.2. Formas en -ple Son mucho menos variadas que las en -plo, con las que compiten para las mismas designaciones, y se hallan en muy escasas ocurrencias, por lo general. 2.2.1. Cuádruple Tomado del lat. QUĂDRŬPLEX (Lewis-Short, 1933), se halla recogido en el DRAE y en el DEDA. Aparece solo en una ocurrencia con el significado de: ‘Que contiene un número cuatro veces exactamente’: «Por la proposición 20 del 6 libro de Euclides, pues de ella savemos que las linias que en longitud fueren dubles serán en potencia superficial quadruples» (Molina Cano, 1598: 50r). 2.2.2. Cuátruple Paralelamente a lo que ocurría con su homólogo cuátruplo, sin duda influido por cuatro, no recogido en ningún repertorio, se halla una única vez en el sentido de: ‘Que contiene un número cuatro veces exactamente’: Asta llegar a dezir que como el arco B1 con el 1C, que es veynte y quátruple, ansí serán los dos ángulos que se hizieren sobre los estremos de la linia propuesta AB, con el ángulo supremo del poligonio regular veynte y cincágano que se escriviere sobre ella (Molina Cano, 1598: 54v).
2.2.3. Duple Tomado del lat. DŬPLEX, -ĬCIS (DECH; Gradenwitz, 1904; Lewis-Short, 1933), y no recogido en ningún repertorio, se documenta en nuestros textos en dos ocurrencias con el significado: ‘Que contiene un número dos veces exactamente’. Esta suma bien breve se puede fazer por la progresión duple que detrás esta figura da (Ortega, 1512: 26v). Viendo este milagro duple / el contenido a gran priesa, / fue pregonero incesable / de las divinas grandezas (Daça de Valdés, 1623: VIIv).
2.2.4. Séisuple No recogido en el DECH ni en los repertorios habituales, se documenta en una única ocurrencia, con el sentido de: ‘Que contiene un número seis veces exactamente’: «Y como el arco BN con el NC, que es séisuple, ansí los dos ángulos ABO, BAO, del triángulo ysózeles de las mismas letras sobre que está formado el eptágono, con su ángulo restante AOB» (Molina Cano, 1598: 54v).
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2.2.5. Triple Tomado del lat. TRĬPLEX, -ĬCIS (DECH) y recogido en Terreros y el DRAE, en nuestros textos se documenta en ocho ocurrencias con el sentido: ‘Que contiene un número tres veces exactamente’. Salvo en dos casos, en los restantes desempeña una función sustantiva. Añádele una figura, la qual y los quatro que truxiste de la primera orden, multiplicados por el triple de los mesmos 4 y por la mesma figura que añediste a los 4, y con la multiplicación cúbica de la mesma figura, monten tanto o casi como lo de la segunda orden (Ortega, 1512: 30r). Montarán 29, los quales multiplica por el triple de los 2, que fue la raíz de la primera orden, que serán 6 (Ortega, 1512: 31r). Vienen a ser triples los dos ángulos A, B, del triángulo ysózeles AOB, al ángulo restante O, sobre que le formé (Molina Cano, 1598: 54r).
2.3. Serie compuesta mediante el prefijo subSe trata de una serie de submúltiplos, formada con un prefijo que aporta una significación matemática precisa en la tradición medieval: la de una especie de la cantidad menor: «Aquel que se llama submúltiplo se distingue y se opone al múltiplo, por ser una especie de la cantidad menor. Este número es como sigue: aquel que en comparación con otro numera la suma del mayor por medio de su propia cantidad, empezando con el mayor de manera igual y terminado de manera igual. Digo en el mismo sentido numera que mide. Por tanto, si el número menor mide al número mayor solo dos veces, se llamará subdoble, si tres, subtriple, si cuatro, subcuádruple. Y así una progresión hasta el infinito; añadiendo a ellos el prefijo sub- los nombrarás, como uno respecto de dos, se llamará subduplo, de tres subtriplo, de cuatro, subcuádruplo y así consiguientemente» (Sánchez Manzano 2002: 59)5. Reseñamos los elementos hallados, ordenados alfabéticamente. 2.3.1. Subcuádruplo No recogido en ningún repertorio, este numeral, tomado del lat. tardío (Gradenwitz, 1904; Gaffiot, 1934: Boec. Arit. 1.23.3), se encuentra en dieciséis ocurrencias empleado en el sentido de: ‘Dicho de un número o de una cantidad: Que está contenido cuatro veces por otro u otra’: SUB-QUADRŬPLUS
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En el glosario, submúltiplo se define como «Aquel que, en comparación con otro, numera la suma del mayor por medio de su propia cantidad» (Sánchez Manzano, 2002: 181).
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Sean las quantidades 3, 6, 12. La primera está con la tercera en proporción subquádrupla, pues el quadrado de la primera, que es 9, está al de la segunda, que es 36, en la misma proporción (Pérez de Moya, 1562: 355). La proporción subquádrupla tiene por denominador 1/4 y la proporción subdupla tiene por denominador 1/2 (Núñez, 1567: 79r). Porque quanto la quádrupla es mayor que la dupla, tanto la subquádrupla es menor que la subdupla (Núñez, 1567: 79v).
2.3.2. Subduplo Tomado del lat. tardío SUBDŬPLUS, -A, -UM (Gradenwitz, 1904; Gaffiot, 1934: (Boec. Arit. 1.23.3, no está recogido en el DECH. El DRAE lo define como: «Dicho de un número o de una cantidad: que está contenido dos veces por otro u otra»6. Se encuentra en 24 ocurrencias en nuestros textos, donde se hace referencia explícita al proceso de prefijación: La proporción menor inigual, o minor inaequalitatis, es quando se compara el número o quantidad menor a la mayor […] Aquí has de comparar 2 a 4, la qual será subdupla, que de la mayor inigual a la menor inigual no ay otra differencia que esta sýlaba, sub, la qual anda acompañada con la menor inigual. (Aurel, 1552: 15v) Y manifiesto es que de 9 para 36 es proporción subquádrupla, mas la de los lados es subdupla, y es, por tanto, la subquádrupla dupla de la subdupla, porque dos subduplas continuadas constituyen una subquádrupla, y la subdupla es mayor que la subquádrupla (Núñez, 1567: 80v) Ay una diferencia en el nombrar de los géneros, entre la proporción mayor y la menor desigual, porque la mayor se nombra según el género en que estuviere, y la menor del mismo nombre que la mayor, añadiendo un sub- al principio, por compararse el menor número al mayor; y, assí, la que llamamos dupla en la mayor, se llamará subdupla en la menor (Arphe y Villafañe, 1675: 17v).
2.3.3. Subnónuplo No recogido en ningún repertorio, este numeral se halla en dieciséis ocurrencias empleado en el sentido de: ‘Dicho de un número o de una cantidad: Que está contenido nueve veces por otro u otra:
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Terreros trae: «Término de Jeometría. La proporción subdupla se da cuando un número es la mitad de otro, como cuatro de ocho, y ocho de diceciséis»
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Quanto la quádrupla es mayor que la dupla, tanto la subquádrupla es menor que la subdupla; y quanto la nónupla es mayor que la tripla, tanto la subnónupla es menor que la subtripla (Núñez, 1567: 79v).
2.3.4. Subséxcuplo No recogido en ningún repertorio, este numeral se atestigua en dieciséis ocurrencias con el sentido de: ‘Dicho de un número o de una cantidad: que está contenido seis veces por otro u otra’: Y por la misma regla y doctrina, diremos que la proporción de 1 para 6, que se llama subséxcupla, es compuesta de la proporción de 1 para 3, que es subtripla, y de la de 3 para 6, que es subdupla (Núñez, 1567: 78v). Y porque la proporción de 1 para 3 tiene por denominación 1/3 y la de 3 para 6 tiene por denominación 1/2, y el denominador de la subséxcupla, que de entrambas es compuesta, es 1/6, d’aquý se sigue que en este exemplo las partes de la proporción compuesta son mayores que la misma proporción compuesta (Núñez, 1567: 78v).
2.3.5. Subtredécuplo Formado a partir del lat. TREDĔCIM y la terminación -uplo, con el prefijo sub-, este numeral no está incorporado en ningún repertorio. Se documenta en una única ocurrencia, con el sentido de: ‘Dicho de un número o de una cantidad: que está contenido trece veces por otro u otra’: Y aquello que el Sol uviere andado en aquella hora se ha con el diámetro del Sol visual en proportión sub tredécupla sexquiquinta, por manera que, si el Sol hallares en una hora averse movido dos minutos y medio, buscarás un tal número que contenga al dos y medio treze vezes y un quinto, y hallarás que el tal número es el treynta y tres, porque, multiplicando treze y un quarto por dos y medio, salen treynta y tres (Chaves, 1545: CVr).
2.3.6. Subtriplo Recogido en Terreros7, este numeral tomado del lat. tardío SUBTRĬPLUS (Gradenwitz, 1904; Gaffiot, 1934: Boec. Arit. 1.2), se encuentra en una única ocurrencia, con el sentido de: ‘Dicho de un número o de una cantidad: que está contenido tres veces por otro u otra’: «Quanto la quádrupla es mayor que la dupla, tanto la subquádrupla es menor que la subdupla; y quanto la
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Terreros (s.v.) trae: «Término de Jeometría. La proporción subtripla se da cuando un número, o cantidad, está contenido en otro número, o cantidad tres veces, y así 6 es subtriplo de 18, como 18 triplo de 6».
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nónupla es mayor que la tripla, tanto la subnónupla es menor que la subtripla» (Núñez, 1567: 79v). 3. CONCLUSIONES La revisión de estos numerales pone de manifiesto el neto predominio de formas terminadas en -plo, frente a las formas en -ple, lo que corrobora el carácter especializado y clásico de estos textos, frente a la lengua estándar actual. Se comprueba que la función mayoritaria es la adjetiva, con especial referencia a las proporciones, frente a la pronominal y sustantiva. Del conjunto de términos destacan, por su mayor frecuencia, duplo y triplo, lo que sugiere que el concepto de multiplicación venía estimulado por el de ‘doblar’, cuya designación se enfrentará a la culta de multiplicar, aspecto este último que merecerá un análisis posterior. El elenco de voces está constituido por elementos cultos, unos tomados directamente del latín, en ocasiones tardío, y otros creados en romance por analogía con los de procedencia latina. El resultado global arroja un elevado índice de formaciones neológicas, especialmente en la serie originada mediante el prefijo sub-, escasamente conocidas en la actualidad. Referencias bibliográficas Fuentes AUREL, Marco (1552): Libro primero de Arithmética algebrática, Joán de Mey, Valencia. ARPHE Y VILLAFAÑE, Juan de (1675): Varia conmensuración para la Escultura y Arquitectura, Francisco Sanz, Madrid (1ª. ed. 1585-1587, Andrea Pescioni y Juan de León, Sevilla). BELVEDER, Joán de (1597): Libro general de las reduciones de plata y oro, Antonio Ricardo, Lima. CHAVES, Hierónymo de (trad.) (1545): Juan de Sacrobosco, Tractado de la sphera, Juan de León, Sevilla. COLLADO DE LEBRIXA, Luys (1592): Plática manual de Artillería, Pablo Gotardo Poncio, Milán. DAÇA DE VALDÉS, Benito (1623): Uso de los antojos para todo género de vistas, Diego Pérez, Sevilla. FERROFINO, Julián (1599): Descrizión y tratado muy breve y lo más probechoso de Artillería, ms.
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21 LA RELEVANCIA DE LA DIACRONÍA PARA LA TEORÍA MORFOLÓGICA*
JOSEFA MARTÍN GARCÍA Y SOLEDAD VARELA ORTEGA Universidad Autónoma de Madrid
1. INTRODUCCIÓN En la descripción morfológica teóricamente orientada, la información diacrónica ha recibido un tratamiento desigual. En algunos marcos teóricos, como el de la morfología generativa, se descarta cualquier explicación procedente de la diacronía para dar cuenta de los fenómenos morfológicos y se reclama que solo el estudio sincrónico puede ser válido en una teoría morfológica. Es preciso reconocer, sin embargo, que más de una fórmula descriptiva específica pensada para dar cuenta de un état de langue reproduce, simplemente con otras palabras, lo que nos cuenta la historia. Así, por ejemplo, la marcación de ciertas vocales con un diacrítico (Harris, 1985), para explicar su variante diptongada (o > ue: bondad / bueno; e > ie: certeza / cierto), es un modo de señalar que solo se da con ciertas vocales; como nos cuenta la historia, las vocales medias que eran breves en latín. El recurso a fórmulas descriptivas ad hoc y no a la explicación histórica tiene su justificación en el hecho de que las «razones» históricas no tienen, en principio, incidencia en *
Este trabajo se ha desarrollado dentro del proyecto de investigación «Léxico, sintaxis y variación morfológica: las nominalizaciones deverbales» (FFI2008-00603/FILO), financiado por el Ministerio de Ciencia e Innovación.
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nuestro modo de procesar y generar las formas que se ven afectadas por esa alternancia y, por tanto, —se alega— no deben mezclarse en la descripción. No obstante, en otros marcos teóricos, funcional y tipológicamente orientados (Bybee, 1985), la adecuación de los sistemas morfológicos diseñados se contrasta, junto a la relevancia y los factores pragmáticos, con la evolución diacrónica, la cual adquiere, así, rango de prueba explicativa. En la mejor tradición española, contamos con muy buenas descripciones sincrónicas de la morfología que se encadenan con la sucesión histórica de los hechos. Por ejemplo, Fernández Ramírez (1975) sostiene que la alternancia en el español actual entre -ivo y -tivo (agres-ivo / forma-tivo) solo puede entenderse recurriendo a la historia de la propia lengua; en este caso, como un proceso de reanálisis por el cual se toma como variante sufijal la terminación de la forma participial a la que se unía el sufijo -ivo en latín (§ 2.2). Desde esta misma perspectiva de tender puentes entre la diacronía y la sincronía, son de señalar algunas investigaciones recientes que enfrentan el hecho diacrónico desde la realidad sincrónica. Por ejemplo, en Pascual (1998) se parte del significado agentivo-instrumental de las formaciones actuales en -dor y se concluye que los nombres en -tor del romance castellano comparten básicamente este mismo significado y que las presuntas excepciones no son tales1. Mención aparte merecen los diccionarios que incluyen información etimológica en sus artículos lexicográficos. No es raro, como ocurre en el DRAE, que a veces se suprima el paréntesis etimológico en aquellos «artículos donde no es útil, generalmente porque la primera acepción nos da la información necesaria para deducir el origen de la voz» (p. XLV). Esto es, el rastreo etimológico se hace descansar en la competencia del hablante nativo (§3.4). Este enseñar la historia a través de las relaciones paradigmáticas entre los vocablos dotados de un mismo étimo tiene su exponente más conocido en la versión original del DUE, donde el agrupamiento de las palabras en familias de la misma raíz se impone sobre el orden alfabético, con el fin de «crear así en el lector un sentido etimológico que le ayude al manejo consciente de los vocablos» (p. XXVIII). En ambos casos, se considera que la información etimológica es pertinente tanto para la codificación como para la descodificación del significado. La historia, aparte de determinar todo estado de lengua, puede hacerse patente en nuevas formas, tanto en la flexión como en la derivación y composición. En el primer apartado de este trabajo trataremos de los procesos 1
Concretamente, las escasas formaciones en -dor con valor locativo (obrador, mirador), frente a las numerosas creaciones con valor agentivo-instrumental (nadador, contador), no pueden entenderse como excepciones pues son préstamos del catalán y occitano (Pascual, 1998).
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morfológicos que tienen una dimensión histórica; en el segundo, presentaremos algunas cuestiones de teoría morfológica donde intervienen consideraciones diacrónicas. 2. PROCESOS MORFOLÓGICOS CON DIMENSIÓN HISTÓRICA 2.1. Gramaticalización y lexicalización Para poder interpretar los procesos de gramaticalización y de lexicalización es necesario tomar en consideración distintos estados de lengua y determinar, así, el cambio morfológico que opera en una determinada unidad. En algunos casos, se van a conservar tanto el valor primitivo que tenía la unidad como el nuevo valor que adquiere como resultado de su gramaticalización o lexicalización. Tanto la gramaticalización como la lexicalización pueden verse como una pérdida gradual de estructura gramatical y semántica. En la gramaticalización, el paso de un lexema a un morfema supone la pérdida de contenido léxico, como ocurre con el sufijo adverbial -mente, que de ser palabra independiente con significado propio ha pasado a convertirse en sufijo adverbializador. Este mismo proceso se observa en el uso de algunos adverbios (medio muerto; Juan medio se recuperó) que funcionan actualmente como prefijos ante ciertos sustantivos y verbos (medio profesora; Juan se medio recuperó) (NGRAE, 2009: 681-683)2. Por otro lado, un morfema con un contenido concreto y específico puede llegar a adquirir un significado más abstracto, como ocurre con los prefijos locativos que han desarrollado valores de intensificación a partir de su primitivo significado espacial. Así, de la localización superior (sobreponer) se ha pasado a la intensificación también en grado superior (sobrecargar); de la localización en un punto medio (entremezclar), se ha derivado el significado de intensificación en un grado aproximado (entreabrir) y de la localización en un punto inferior (subsuelo), se ha llegado a la intensificación aminorativa (subdesarrollado)3. Este mismo proceso de gramaticalización se da también con los prefijos que indican una localización figurada no espacial. Por ejemplo, el prefijo archi- expresaba la locación en una 2
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Lo mismo cabe decir del adverbio recién que, frente a usos claramente adverbiales (Recién hecho el pan, lo llevaron a las tiendas.), ha desarrollado otro como prefijo cuando modifica a un participio adjetival (panecillos naturales y recién hechos; el recién nacido) (Martín García y Varela, 2004). En el caso de algunos prefijos locativos, después de la gramaticalización puede ocurrir una desgramaticalización. Por ejemplo, la preposición latina super se gramaticaliza en español como prefijo culto (superabundar) y, posteriormente, adquiere usos como palabra independiente (gasolina súper).
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jerarquía (archidiácono, archiduque); a partir de este significado de ‘posición superior’ se ha desarrollado el significado intensivo, también en grado mayor (archiconocido, archifamoso) (Varela y Martín García, 1999). Como en el caso de la gramaticalización, la lexicalización se manifiesta en distintos grados. En primer lugar, la lexicalización puede ser fruto de un proceso diacrónico de fijación, tanto formal como semántica, que da como resultado un lexema único. Así, un sintagma como agua bendita se fija en el compuesto aguabendita, que se constituye en la base del derivado aguabenditera. En segundo lugar, la lexicalización supone la pérdida de composicionalidad tanto formal como semántica. Puede ocurrir que determinadas formaciones heredadas del latín no presenten en el español actual una estructura morfológica transparente a partir de la cual pueda componerse su significado, como es el caso de los compuestos mantener o manuscribir o los casos de nombres derivados con sufijos diminutivos (cuchillo) y el de verbos derivados en -ferir y -ducir donde, al no conservarse la base, es imposible obtener su significado a través de la suma de sus partes. Por último, puede darse el caso de que una unidad, aun presentando una estructura formal transparente, no exhiba un significado composicional: así, compartir no puede parafrasearse como ‘partir con’ (frente a convivir = ‘vivir con’). La lexicalización está ligada a la noción de productividad, en el sentido de que un proceso morfológico deja de ser productivo cuando se lexicalizan las unidades resultantes, las cuales pasan a ser sustituidas por otras transparentes o se especializan con significados distintos. Así, el sufijo -dura dejó de ser productivo en la formación de sustantivos deverbales de acción, por lo cual algunos sustantivos existentes con este sufijo bien fueron sustituidos por sustantivos deverbales formados con otros sufijos (lavadura / lavado), bien se lexicalizaron (cerradura, desembocadura). El caso de compartir antes citado es ejemplo, por su parte, de la adquisición por parte de la palabra compleja de un significado propio no deducible de su composición formal. Si bien, como hemos visto en los distintos ejemplos, la lexicalización de unidades solo puede entenderse desde una perspectiva diacrónica, la cual nos permite comparar una unidad o un proceso morfológico en distintos puntos de la historia de una lengua, la productividad de un proceso de formación de palabras se establece sincrónicamente tomando en consideración el número de palabras existentes generadas por tal proceso y su potencial neológico (Booij, 2005). 2.2. Reanálisis El reanálisis concierne a cambios semánticos que «llevan de un patrón lexicogenésico a otro semánticamente distinto» (Rainer, 2002: 119). Por
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ejemplo, la supresión frecuente del agente en las pasivas con ser habría llevado a un reanálisis desde el tipo ‘auxiliar + participio pasado’ al tipo ‘cópula + adjetivo’. Este reanálisis es también la base de muchas morfologizaciones. Por ejemplo, como ya señaló Malkiel (1941), los participios alindado, asosegado o amulatado se reinterpretaron como derivados de los adjetivos lindo, sosiego y mulato respectivamente y no como formas deverbales. Del mismo modo, una formación moderna como acristalado, participio del verbo acristalar, es interpretada como denominal, según nos confirma la definición del DRAE (‘que tiene cristales’). El reanálisis puede partir de otros niveles gramaticales para llegar a un resultado morfológico. Como muestra Fernández Ramírez (1975), el sufijo -tivo resulta del reanálisis del sufijo -ivo, variante originaria, unido a las formas del participio perfecto latino: comparat-ivo (forma heredada) > comparativo (forma reanalizada) y de ahí las creaciones nativas: regenera-tivo, intensificativo... De este modo, lo que en latín era una formación circunscrita a una determinada forma del paradigma verbal se ha convertido en español en un patrón morfológico productivo, siendo la variante reanalizada la más rentable en este proceso de formación de adjetivos. Otra posibilidad es que el reanálisis afecte a una estructura sintáctica y tenga como resultado una morfologización. Para que este cambio se produzca, la estructura sintáctica debe tener opacidad estructural y presentar recurrencia (Anderson, 1980). Es lo que ocurrió, precisamente, en la formación del futuro sintético del español. La perífrasis con haber perdió sus valores originarios y las formas del verbo auxiliar se gramaticalizaron convirtiéndose en morfemas flexivos con el mismo estatus que el resto de las desinencias del paradigma verbal. 2.3. Actualización de procesos obsoletos Existen determinados procesos que, aun no siendo productivos, dan lugar a alguna nueva formación a partir de las palabras heredadas de otras épocas, que se han constituido en patrones. Esto es, el proceso configura una regla que el hablante aplica intuitivamente, como ocurre con los verbos parasintéticos aterrizar, amerizar y alunizar, que constituyen el paradigma para la nueva formación amartizar. Puede ocurrir también que un patrón morfo-histórico se (re)active a través de los préstamos tomados de una lengua moderna. Por ejemplo, los nuevos compuestos con núcleo a la derecha que han entrado modernamente en el español (euroconvertidor, drogodependiente, gastoadicto) reproducen un patrón muy productivo del inglés pero, a su vez, se apoyan en compuestos arcaizantes (cuentadante) o en cultismos (carnívoro), presentes en la lengua desde hace
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tiempo, los cuales, al modo del latín, presentan también el núcleo a la derecha (Varela y Felíu, 2003). Lo mismo cabe decir de la activación de ciertas variantes alomórficas. El prefijo reversivo des- tiene dos variantes alomórficas: el alomorfo productivo des- (desdoblar, desenchufar, desabastecer) y la variante no productiva de- (decrecer, degenerar, degradar). Por influencia del inglés y del francés, que cuentan de forma productiva con la forma de- del prefijo, se han introducido modernamente en el español formaciones con de- (deforestar, decodificar, decorticar). Esto es, procesos y variantes no productivos se activan por influencia de otras lenguas y pueden dar lugar a una regla de formación de palabras de cierta rentabilidad, compitiendo con la norma productiva y general. 3. LA DIACRONÍA EN LA TEORÍA MORFOLÓGICA Se asume de forma general que la teoría morfológica debe dar cuenta de los procesos regulares dejando las irregularidades como idiosincrasias, por tanto, almacenadas en el lexicón y fuera de la sistematización mediante reglas morfológicas. No obstante, hay irregularidades formales producto de la evolución que, aunque inertes, tienen cierta validez sincrónica. Tales restos no pueden quedar fuera de la explicación teórica. En tales casos, la perspectiva histórica nos va a permitir entender, desde la sincronía, las inconsistencias formales y/o semánticas que revelan. Para ello, es sabido que la teoría morfológica ha desarrollado conceptos específicos como son el de suplencia, truncamiento, regresión, haplología o alomorfia, entre otros (Pena, 1999). Por ejemplo, el sufijo adjetival -ble se aplica regularmente al tema verbal (V-a para la I conjugación: criticable; V-i para la II y III: vendible, sufrible). Quedarían fuera formaciones como admisible o mutable, las cuales se integran en la regla general recurriendo al concepto de «alomorfia» (admit- / admis-; mud- / mut-). Veamos otro caso: una forma compleja puede no realizarse en la lengua actual como la mera suma de base más afijo. Así ocurre, por ejemplo, en la palabra humedad, frente al resultado regular *humededad (húmedo + edad). Para explicar formaciones como esta, la teoría morfológica se ha dotado del concepto de «haplología» que regula la supresión interna de cierto material fónico repetitivo. Es este un cambio morfo(fo)nológico que sigue operando en la sincronía (tenista, no *tenisista). Como veremos en los siguientes apartados, el hecho de tomar en consideración la diacronía dentro de la teoría morfológica va a poner de relieve la interacción entre los niveles gramaticales y va a permitir diferenciar distintos tipos de palabras complejas según la relación entre la forma y el significado. Sin embargo, como sabemos, no toda descripción morfológica necesita
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recurrir a la diacronía para obtener explicaciones satisfactorias. Distintos datos procedentes de la competencia morfológica del hablante pondrán de relieve en el último apartado que la aplicación de una regla morfológica tiene lugar sin tomar en consideración datos históricos. 3.1. Niveles gramaticales La constatación de que la diacronía permite dar cuenta de la interacción entre niveles gramaticales se prueba cierta en aquellos casos en los que un segmento o constructo morfológico es el resultado de un fenómeno fonológico o de una construcción sintáctica4. La relación entre la fonología y la morfología puede contemplarse diacrónicamente en varios procesos morfológicos. La aplicación en el pasado de determinadas reglas fonológicas ha tenido repercusión en procesos morfológicos, razón suficiente para que tales hechos sean contemplados en la teoría morfológica. Este es el caso de la regla fonológica de diptongación romance que nos ha legado las series derivativas del tipo bueno / bondad, diente / dental. Aunque la regla fonológica en cuestión ya no opera en español moderno (buenecito no *bonecito, dientecito no *dentecito), hay que dar cuenta de las formas alternantes de la raíz, condicionadas ahora morfológicamente. La relación de la sintaxis y la morfología ha sido el foco de atención de varios estudios diacrónicos. Según la conocida afirmación de Givón (1971) «today’s morphology is yesterday’s syntax», los constructos morfológicos provendrían de la fosilización de elementos sintácticos de una etapa anterior de la lengua. Si bien tal afirmación resulta válida en el caso de algunos procesos morfológicos como la gramaticalización que da lugar al sufijo -mente (§ 2.1) o al sufijo -ificar, es un hecho probado que no es posible reducir todos los elementos morfológicos a la gramaticalización de estructuras sintácticas. De hecho, contamos con prefijos y sufijos de origen no sintáctico (re-, pre-, -ción, -dor, entre muchos otros) y, por otro lado, determinadas idiosincrasias observables en los procesos morfológicos no tienen una explicación sintáctica sino fonológica. Tampoco parece viable la reconstrucción de la sintaxis de etapas anteriores de la lengua a partir de los hechos morfológicos. De hecho, como asegura Anderson (1980), no todos los cambios sintácticos tienen un reflejo en las construcciones morfológicas, sino que solo un pequeño grupo de estructuras sintácticas ha dejado restos en la morfología. Este es el caso, por ejemplo, del esquema compositivo latinizante con núcleo final (maniatar), el cual fue sustituido por otro con núcleo inicial (limpiabotas, ciudad-dormitorio). Tal cambio en la formación de los compuestos fue paralelo al cambio en el orden sintáctico, 4
Estos son, precisamente, los dos tipos de morfologización que señala Joseph (2003).
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en el que las construcciones tienen el núcleo en posición inicial (Moyna, 2011). Frente a este hecho, pueden citarse otros cambios sintácticos que no han tenido reflejo en la morfología como son la creación del artículo o la construcción de las subordinadas sustantivas con la conjunción que. Por otro lado, la afirmación de Givón parecería minimizar el caso contrario, esto es, cuando una manifestación morfológica es sustituida por una sintáctica. El ejemplo más evidente en el paso del latín al romance español es el de la flexión de caso que es reemplazada por la correspondiente forumla preposicional, pero también tenemos muchos ejemplos en la derivación. Tomemos, como muestra, el caso de la expresión de las relaciones de espacio. En latín, las nociones espaciales se materializaban morfológicamente mediante prefijos adjuntados al verbo; en español no se forman nuevos verbos mediante prefijos locativos5 y tales nociones se expresan mediante recursos sintácticos. De hecho, en virtud de la herencia recibida, el español moderno presenta un panorama diverso en este campo del léxico. En algunos casos, persisten los verbos prefijados del latín sin que se hayan generado estructuras sintácticas equivalentes (importar / exportar) o bien el verbo prefijado latino se conserva en español junto a la estructura sintáctica equivalente (lat. ascendere / discendere > esp. ascender / descender; ir arriba / ir abajo). En otros casos, los verbos prefijados latinos se han perdido y o bien se han tomado otros verbos que conviven con una construcción sintáctica equivalente (lat. inire / exire esp. entrar / salir; ir dentro / ir fuera) o bien solo hay evidencia de la modalidad sintáctica (lat. inicere esp. echar dentro). Con respecto a los niveles morfológicos, algunas distinciones teóricas sustentadas en criterios históricos también han probado tener cierta validez. Por ejemplo, la distinción entre afijos de clase I y afijos de clase II (Siegel, 1974) se basa fundamentalmente en la naturaleza de la base: los afijos de clase I pueden adjuntarse a temas greco-latinos o a palabras de la lengua (lógico, cícl-ico); los de clase II, en cambio, solo a palabras (dulce-mente). En la descripción morfológica se ha recurrido también a otros mecanismos de reminiscencia histórica como es el de los rasgos [± nativo], [± heredado] o [± culto], que se usan para caracterizar los distintos tipos de afijos y permiten al morfólogo establecer generalizaciones sobre la concatenación afijal o sobre las restricciones que operan en los procesos morfológicos que los contienen6. La utilización de estos rasgos no ha sido, sin embargo, muy rentable 5 6
Véase Iacobini y Masini (2005) para un análisis pormenorizado de este fenómeno en italiano. Por ejemplo, el sufijo nominalizador -ity del inglés solo se adjunta a bases no nativas, mientras que su rival -ness puede usarse con todo tipo de bases, de ahí su mayor productividad en la formación de nombres.
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en la descripción morfológica del español. Como señala Pena (1999), no siempre hay una relación biunívoca entre un determinado afijo y la forma culta o popular de la base. Así, frente al caso del sufijo culto -eo, que solo se une a bases cultas (arbóreo), los sufijos seleccionan, en general, tanto bases cultas como populares (acuoso / cremoso)7. 3.2. Composicionalidad El hecho de que convivan sincrónicamente palabras derivadas heredadas del latín y palabras derivadas formadas en la propia lengua ha llevado a los morfólogos a proponer distintas soluciones. La propuesta más radical sería la de considerar solo como palabras derivadas las creadas en nuestra lengua y no las que el español ha recibido ya formadas del latín. Sin embargo, como reconoce Alemany Bolufer (1920: 3), «la Gramática considera como tales a todas las que tengan en nuestra lengua el primitivo del que puedan derivarse». Pena (1990) afina más y propone considerar formaciones derivadas aquellas en las que hay una relación formal pero no semántica con la base (tener / retener) o aquellas que solo manifiestan una relación semántica pero no formal (oír / audición), dejando fuera los casos irregulares que carecen de relación formal y semántica (meter / misión). Por su parte, Faitelson-Weiser (1993) distingue entre «palabras derivadas» y «palabras sufijadas»8. Las primeras aluden a las palabras que tienen transparencia formal y composicionalidad semántica, tanto las heredadas del latín (decoración) como las formadas en español (adaptación). Sufijadas serían aquellas palabras que presentan algún desajuste entre la forma y el significado; bien las que tienen un significado composicional pero presentan alguna alteración en la forma —como es el caso de algunos cultismos9 (ocular, digital)—, bien las que tienen una estructura transparente pero un significado lexicalizado (compartir).
Con todo, un rasgo del tipo [± heredado] puede ser útil para describir algunos casos de alomorfia en nuestra lengua: así, el caso del sufijo nominal -miento (descubrimiento) —variante productiva y regular de creación española que podría estar marcada como [-heredado]— y su variante -mento (cargamento), menos productiva y regular, que recibiría el rasgo [+ heredado] (Varela (1990: 28). Otro caso es el del sufijo adjetival -ble: con sufijos cultos presenta el alomorfo -bil (noble / nobil-iario, posible / posibil-ismo, intangible / intangibil-idad), cosa que no sucede con sufijos patrimoniales (noble / nobl-eza / ennoble-cer) (Pensado, 1999: 4485). 8 Esta distinción se basa en la que establece Corbin (1987) entre «mots complexes non construits», es decir, palabras carentes de significado composicional pero con transparencia formal, y «mots construits», palabras con significado composicional y transparencia formal. 9 En Lüdtke (2011) encontramos un estudio actual de los procesos de «relatinización» de las lenguas romances. 7
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3.3. Discrepancias en la descripción morfológica Hasta el momento hemos visto que la perspectiva diacrónica puede complementar la descripción morfológica. En este apartado mostraremos que, en algunos casos, la perspectiva histórica en el análisis sincrónico ha provocado discrepancias entre los investigadores, una de cuyas consecuencias es la disparidad en el inventario de afijos. Un primer ejemplo que evidencia esta discrepancia es la consideración de un determinado afijo como un solo elemento o como dos. Sabemos que el sufijo -ería es el resultado de la fusión de los sufijos -ero e -ía. Si la descripción morfológica se apoya en un criterio histórico, habrá dos sufijos concatenados en las correspondientes formaciones (libr+ero+ía), como aparece en Alemany (1920). No obstante, desde una perspectiva sincrónica, puede postularse un único sufijo -ería distinto de -ía (NGRAE)10 dado que tenemos derivados en -ería sin los correspondientes en -ero (albañilería, beatería). Cuando contamos con ambas formaciones (librero, librería), se imponen dos tipos de análisis. Si consideramos que la base es la forma en -ero, es necesario proponer una regla de truncamiento (librero + ería > librería); si, por el contrario, partimos del sustantivo simple, solo hemos de postular la elisión de la «marca de palabra», obligada en todo proceso derivativo (libro + ería > librería). Otro ejemplo donde observamos discrepancias en el análisis morfológico es el caso de los temas greco-latinos, considerados como elementos de composición —decisión afín con la historia— o como elementos de derivación —en atención a su gramaticalización incipiente—. Esta distinta perspectiva afecta, naturalmente, a la nómina de sufijos y prefijos de la lengua. Así, por ejemplo, temas como cosmo-, crono- o neuro- aparecen en Rainer (1993) en la lista de prefijos pero están excluidos de otros repertorios de prefijos —como el de Varela y Martín García (1999) o el de la NGRAE— donde se consideran bases propias de la composición culta. En otros casos, el distinto análisis obedece al reagrupamiento que se haga de los elementos considerados. Por ejemplo, en algunos compuestos españoles aparece una vocal entre los dos constituyentes de la formación (boqu-i-ancho). En atención a la historia («los [compuestos] del tipo latino terminan la primera parte en -i», Alemany, 1920: 155), dicho elemento se agrupará con el primer constituyente (boqui-ancho); desde una perspectiva sincrónica, sin embargo, no habría diferencia entre una formación como boquiancho y otras formaciones en 10
Pharies (2002) considera -ería como una variante de -ía; no obstante, ambas formas tienen una entrada independiente, dado que -ería es más productivo que -ía y presenta significados distintos del sufijo originario.
LA RELEVANCIA DE LA DIACRONÍA PARA LA TEORÍA MORFOLÓGICA
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las que -i- actúa como si fuera una conjunción copulativa (col-i-flor, va-i-ven) por lo que, independientemente de la formación, dicho elemento se considera en todos los casos como una vocal de enlace (NGRAE). 3.4. Competencia morfológica La competencia morfológica del hablante nos permite discernir el peso de la diacronía en la interpretación de las palabras complejas heredadas del latín y, en este sentido, mediar en la controversia teórica antes aludida sobre si solo se deben considerar palabras derivadas a las formadas en la lengua. Los estudios de reconocimiento léxico (por ejemplo, Laufer, 1997 o Clark, 1998) muestran que si una palabra compleja tiene transparencia formal y significado composicional, el hablante será capaz de identificar sus componentes y construir el significado global, independientemente de que la palabra se haya formado en latín o en el español actual11. En este sentido, un adjetivo denominal como monstruoso, que nos viene desde el latín, no se diferencia de una palabra creada en español como tabacoso. La competencia morfológica del hablante es a menudo contraria a la idea del peso histórico en los procesos morfológicos como muestran, por ejemplo, las falsas etimologías o etimología popular y las creaciones del lenguaje infantil. En el primer caso, el hablante analiza la palabra compleja y la deforma para que obtenga la composicionalidad buscada (sobrasada sobreasada, cortocircuito corta-circuito); en el segundo, el niño aplica las reglas deducidas del caudal morfoléxico mayoritario y crea nuevas formaciones, desconocidas de la lengua general. Por ejemplo, el niño puede llegar a crear un verbo derivado como desconstruir aplicando la regla derivativa por la cual el prefijo des- se une a la base simple para indicar la ‘reversión de la acción’ y solo más tarde adquirirá el término destruir que ha acuñado la norma. Otros casos bien conocidos contra la etimología son aquellos en que la palabra base ha desaparecido y el hablante se ve obligado a relacionar la palabra derivada con otra forma existente similar. Por ejemplo, la competencia general relaciona sabiduría con el verbo saber, aunque no sea esta la base verbal de la que procede tal nombre. Algunas nociones teóricas solo son válidas desde la diacronía pero quedan invalidadas si se toma en consideración la competencia morfológica del 11
La falta de transparencia puede provocar también que el hablante procese fonológicamente la palabra compleja de distinto modo. Por ejemplo, en una formación como subrayar, se puede adoptar un criterio morfológico reconociendo en la pronunciación los dos componentes de la palabra (sub-rayar), o adoptar la silabificación fonológica general (su-bra-yar). Sin embargo, en una palabra como subrepticio solo se atestigua la silabificación su-brep-… dado que la palabra ostenta total opacidad formal y semántica.
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hablante, como es el caso de la direccionalidad de las reglas morfológicas o de la «regresión» (Marchand, 1969: 3). Así, el antes y el después de una regla morfológica no es igual en sincronía que en diacronía. En sincronía los datos relevantes para fijar la dirección de la derivación son la (mayor) complejidad formal de la palabra derivada, la paráfrasis composicional y el paralelismo estructural. Estos criterios, sin embargo, pueden no estar en consonancia en algunos casos. Por ejemplo, sincrónicamente derivamos examinar de examen pero compra de comprar. La razón es que, en el primer caso, examen, como nombre concreto, está contenido en el verbo (examinar = ‘hacer un examen’), pero en cambio compra, aunque sea formalmente simple, no es el punto de partida del verbo comprar sino su efecto o resultado. La diferencia en las paráfrasis coincide, en estos casos, con la evolución histórica. Sin embargo, en otras palabras no ocurre lo mismo. Así, el nombre ingreso es históricamente anterior a ingresar, pero ingreso es interpretado como ‘acción de ingresar’, según recogen los diccionarios al uso. Tal discrepancia en la dirección del proceso derivativo es buena muestra de la diferencia entre una y otra perspectiva. En diacronía, el verbo razonar procede del sustantivo razón, pero el orden en la derivación es el contrario en el caso de perdonar > perdón. En sincronía, ambos casos pueden interpretarse del mismo modo dado que constituyen un paradigma asociativo: razonar > razón, perdonar > perdón (Serrano Dolader, 1994). En este pequeño repaso que hemos hecho sobre las complejas relaciones entre un estado de lengua y su pasado, hemos podido constatar que las consideraciones diacrónicas permean tanto en la descripción como en la teoría morfológica de tal manera que, si bien la morfología sincrónica sigue sus propios pasos, el cambio lingüístico constituye un dominio empíricamente relevante para la mejor comprensión del sistema lingüístico general. Referencias bibliográficas ALEMANY BOLUFER, José (1920): Tratado de la formación de palabras en la lengua castellana. La derivación y la composición, Librería General de Victoriano Suárez, Madrid. ANDERSON, Stephen R. (1980): «On the development of Morphology from Syntax», en J. Fisiak (ed.), Historical Morphology, Trends in Linguistics, Studies and Monographs 17, Mouton, La Haya, 51-69. BOOIJ, Geert (2005): The Grammar of Words, Oxford University Press, Oxford.
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22 DATOS SOBRE INTERFERENCIAS ENTRE LOS SUFIJOS -DOR Y -DERO EN UN CORPUS DEL SIGLO DE ORO∗
JOSÉ R. MORALA Universidad de León
Los sufijos deverbales -dor y -dero, procedentes del latín -tore y -toriu —el primero con significado activo y el segundo pasivo— presentan en la historia del español una relación compleja que en algún momento tendió —sin que llegara a consolidarse— hacia la fusión de ambos en un derivado único: -dor para el masculino, -dera para el femenino (Pascual y Sánchez, 1993: 693695; Morales, 1997-1998: 162-165). Bien sea por razones fonéticas o por la competencia en la que entran con otros sufijos, lo cierto es que aún hoy abundan los ejemplos en los que no está clara la diferencia semántica entre dor y -dero a tenor lo que sería esperable a partir de su origen etimológico latino (Santiago y Bustos, 1999: 4537-4546; NGRAE, 2010: 450-467 y 550554) aunque algunos de los pares quizá solo están presentes en el DRAE, más que en el uso real (Pascual, 1995-1996: 357-359). El corpus del que se extraen los ejemplos que aquí se utilizan, el Corpus Léxico de Inventarios CorLexIn, está formado por relaciones de bienes (inventarios post mortem, tasaciones, testamentos, cartas de arras o de dote, par∗
Para la realización de este trabajo se ha contado con la financiación del Ministerio de Ciencia e Innovación al proyecto con número de referencia FFI2009-10494.
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ticiones, etc.) procedentes de distintos archivos provinciales españoles y datables, en la mayoría de los casos, en el siglo XVII (Morala, 2010: 433454). Las fechas y la localización de los materiales que integran el corpus tienen especial interés para este asunto pues, como señalan Pascual y Sánchez (1993: 695) es justamente en esta época en la que revierte la tendencia que, desde la Edad Media, apuntaba a una confusión entre ambos sufijos y las funciones que habían heredado del latín. Más aún, sugieren una diferencia de tipo diastrático pues esa tendencia a mantenerlos diferenciados se acentuaría en áreas urbanas frente a las rurales, en las que el proceso tendente a la confusión se habría mantenido. Dado que los documentos del corpus proceden de áreas muy distintas, tanto rurales como urbanas, el análisis del funcionamiento de estos derivados puede ofrecernos datos de interés para entender mejor cuál fue el proceso histórico en el que ambos sufijos se vieron envueltos. Por las propias características del corpus, constituido por textos en los que se enumeran bienes muebles, la mayor parte de los ejemplos se refieren a objetos y solo en contados casos lo hacen a las personas que intervienen en el acto documental (tasador, oidor, curador, cardador, empedrador, curtidor, labrandera… etc.). La nómina de ejemplos referidos a objetos en los que se utilizan los sufijos -dor y -dero —así como sus variantes morfológicas— es realmente amplia. Para este trabajo se han elegido únicamente aquellos casos que, en el corpus que manejamos, presentan dobletes del tipo de asador / asadero o cernedor / cernedera... etc. Esto es, derivados en los que se documentan tanto las formas en -dor como las formas en -dero. ASADOR
/ asadero / asadera
Se trata de un objeto que aparece registrado con frecuencia al inventariar los enseres situados en las cocinas de las casas, por lo que los ejemplos localizados en el corpus son muy numerosos. Por lo general, lo hace siempre bajo la forma asador / asadores pero, en algunas ocasiones, figura con el derivado en -dero. Con la forma en masculino, asadero, parece intercambiable con el mucho más general asador, sin que se aprecien diferencias funcionales o de significado. Los casos en los que se registra asadero en nuestro corpus son los siguientes: dos asaderos y una cuchara de reña de ierro (Ávila, 1653); un assadero, un real (Candeleda, Áv-1646); dos assaderos y una tenaça de ierro (Áv-1653); unas tenazas y trevedes, unos asaderos (Cáceres, 1659); tres asaderos en tres reales (Logrosán, Cc-1675); quatro asaderos, a real cada uno (Logrosán, Cc-1678); un asadero (Logrosán, Cc-1678); un asadero en un real (Logrosán, Cc-1678).
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Al contrario de lo que ocurre con la forma en -dor, registrada de forma general en todos los archivos consultados hasta la fecha, la variante en -dero, como puede verse, está mucho más localizada, pues todos los ejemplos aparecen en inventarios procedentes de las provincias de Ávila y de Cáceres, en las que, no obstante, también se registra asador. Podría por tanto considerarse asadero simplemente como una variante diatópica de asador. Por otra parte, no cabe deducir de los ejemplos registrados diferencias de significado entre uno y otro término pues los contextos en los que se cita el asadero —al lado de otros objetos situados junto al fuego de la cocina— o el precio en el que se tasa son similares a los que conocemos para asador. Al menos en uno de los ejemplos localizados el derivado asadero funciona también como adjetivo y tiene valor pasivo (‘que se puede asar’). Lo encontramos únicamente en un texto del noreste de León referido a queso y, si bien se trata de una forma homófona, este uso es por tanto diferente del asadero con valor de sustantivo y no interfiere con asador ‘instrumento’: «dos quesos asaderos de quatro libras» (Prada de Valdeón, Le-1648). El último ejemplo de esta serie —el único que utiliza el femenino— merece un comentario más detenido. En este caso aparece bajo la forma asadera y se cita justamente al lado de unos asadores. El ejemplo procede de una almoneda realizada en Cuenca en la que se indica lo siguiente: El asador del número ziento y quarenta y ocho se remató en Andrés de Sierra en un real […] El asador y las asaderas de los números ziento y quarenta y siete y ziento quarenta y nuebe se remataron en Agustín Poyatos en treze reales (Cuenca, 1690).
Habida cuenta de que este tipo de textos suelen registrar los objetos con bastante exactitud, no parece admisible que asador y asadera se utilicen ahí como meros sinónimos y han de esconder algún matiz de significado distinto. Para este documento, contamos con la ventaja de que la almoneda va haciendo una referencia precisa al número con el que cada objeto subastado aparece en la tasación previa1, que también se ha conservado y en la que figura lo siguiente: 147. Los quatro asadores del número ziento y quarenta y siete se tasaron el grande con su pie en ocho reales, los dos más pequeños en seis reales y el otro menor en un real. 148. Los dos asadores pequeñicos del número ziento y quarenta y ocho se tasaron en dos reales ambos. 1
A su vez, la tasación toma como referencia el número con el que cada objeto figura en un inventario previo que no he localizado.
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149. El caballete de yerro del número ziento y quarenta nuebe se tasó en doze reales (Cuenca, 1690).
Es decir que, si la identificación del escribano no es errónea, las asaderas de la almoneda equivalen a ese «caballete de hierro» citado en el documento previo —que no aparece por ningún otro lado en la almoneda— y no es por tanto sinónimo de asador sino que probablemente se referiría a un tipo de parrilla2 aunque esta denominación, parrilla, aparece también citada de forma específica unas líneas más abajo. En cualquier caso, aunque el objeto sea diferente, tanto asador como asadera tendrían un valor similar de ‘instrumento que sirve para asar’. TAPADOR / tapadera Es una voz relativamente frecuente en los inventarios del siglo XVII. Aunque en ocasiones figura la forma simple tapa («una tenaxuela para azeite, seis reales; una tapa de palo, vn real»; La Solana, CR-1645) lo habitual es que se denomine con el derivado verbal. En la veintena larga de ejemplos que tenemos registrados en el CorLexIn, se utilizan tanto tapador3 como tapadero / tapadera. Lo hacen en los mismos contextos, siempre junto a recipientes para líquidos (jarros, cántaros, tinajas) así como en otros del mobiliario (arcas, cofres) y, en este sentido, no cabe diferencia entre una y otra denominación. El único criterio que resulta útil para justificar la preferencia por uno de los dos derivados es el diatópico. Las formas en -dero, -dera se utilizan en los inventarios de la franja occidental, con ejemplos en León, Palencia, Zamora, Salamanca o Cáceres mientras que las formas en -dor —que también aparecen ocasionalmente en esa franja occidental—, son las que figuran sistemáticamente en el resto de los archivos (Burgos, Segovia, Ávila, Madrid, Toledo, Guadalajara, Albacete, Jaén… etc.). En cuanto a la preferencia entre el masculino -dero y el femenino -dera, es mayoritaria esta última forma: un arcaçón de pino, largo, viejo, sin tapador (San Millán de Juarros, Bu-1642); cuatro tinaxas de agua con sus tapadores (Escalona, To-1644); una tinaja para agua con tapador en ocho reales (Andújar, J-1665); otro arca sin tapador, en
En este sentido, podría suponerse una construcción del tipo de «parrillas asaderas», a la que apunta también la forma registrada en plural. De ser así, llama la atención la falta de distinción entre el sentido agente y paciente que asadero y asadera tienen en este ejemplo de parrillas y en el anterior citado para quesos. 3 Para esta forma existe también algún ejemplo de atapador («una tinaxa con su atapador» Atienza, Gu-1640), explicable en la medida en que también se registra el verbo atapar, ambos minoritarios («dos tafetanes carmesíes para atapar las almuadas» Segovia, 1664). 2
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seis reales (Cebreros, Áv-1652); una garra de plata grande de pico con su asa y tapador. Otra garrilla pequeña de plata sin tapador (Madrid, 1649). dos cucharas herreñas y una boluedera y una tapadera de hierro (Plasencia, Cc-1629); un salero de plata blanca con su tapadero (Villamañán, Le-1647); dos tinaxas pequeñas de varro para agua y quatro cántaros de lo mismo y para el dicho efecto, el uno sin assa, con sus tapaderas (Carrión, Pa-1652); una cazuela de cobre con su tapadera (Ciudad Rodrigo, Sa-1633); un arca panera, con su tapadera ... otra arca panera, sin tapadera (Villabrázaro, Za-1675).
Pese a su carácter marcadamente occidental, la presencia del derivado en -dera aparece desde el primer momento en el diccionario académico. Más aún, en las últimas versiones se prefiere la forma tapadera a tapador, que remite a la anterior. Esta preferencia no se justifica en el uso pues la búsqueda de ejemplos en el CORDE anteriores a 1700 da una relación cercana al 10/1 a favor de las formas en -dor. Tal vez tenga algo que ver el hecho de que tapadera aparezca ya registrado por Nebrija mientras que tapador no figura en los diccionarios hasta casi un siglo después (NTLE, s. v. tapador, tapadera). BATIDERA /
batidora
En el DRAE figura batidor ‘instrumento para batir’ pero también batidera, solo en femenino, con las acepciones de ‘instrumento parecido al azadón, de astil muy largo, que se emplea para batir o mezclar la cal con la arena y el agua al hacer argamasa’ e ‘instrumento pequeño con que se cortan los panales al catar las colmenas’. En ambos casos sin marca geográfica o de uso. En nuestro corpus, este término aparece escasamente representado pero los ejemplos localizados tienen interés. Son todos ellos del área de Ciudad Rodrigo, en Salamanca, y no lo encuentro, sin embargo, en los inventarios revisados procedentes de otras zonas: un açadón, y una vatidora y un calavoço de yerro (Ciudad Rodrigo, Sa1630); un azadón, y una batidora y un calabozo de yerro (Ciudad Rodrigo, Sa-1632); un açadón, y una batidera y un calaboço de yerro [margen: açadón, batidera, calaboço] (Ciudad Rodrigo, Sa-1633).
En realidad se trata de un mismo documento: el de 1630 es un inventario de los bienes de un matrimonio, el de 1632, un inventario post mortem de los bienes del marido y el de 1633, una partija de la misma familia; por la disposición de los bienes citados es evidente que se trata de sucesivas versiones del mismo inventario. Entre los cambios que se incorporan, figura la alternancia entre batidor / batidora, usados en un contexto idéntico. Ese contexto es el que permite deducir también que estamos seguramente ante la primera acepción académica de batidera ‘instrumento parecido al azadón’.
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No cabe aquí recurrir a diferencias de carácter diatópico ni el recurso a otro tipo de variación. Los ejemplos están en el mismo contexto, en la misma localidad y son de las mismas fechas. Solo cabe interpretarlos como un caso claro de indiferenciación de los valores de los sufijos -dor, -dera. RAEDOR
/ raedera
Ambas voces están registradas en el DRAE con significados distintos: en el caso de raedor —para el que el DRAE da también raedora— ‘rasero, instrumento para rasar las medidas de áridos’, mientras que para raedera da, entre otras acepciones, la de ‘instrumento para raer; tabla semicircular, de diez a doce centímetros de diámetro, con que el peón de albañil rae el yeso amasado que se pega en los lados del cuezo’. una media fanega herrada, con su raedor (Albacete, 1642); una cucharrena, una estrelladera y dos coberteras de yerro y raedera para la artessa (Tordelrábano, Gu-1697); una raydera de la artesa (Noviercas, So-1652); un destral y un açadón y dos raideras (Segovia, 1647).
Raedor aparece muy escasamente y, como puede verse, lo hace con el sentido académico de ‘instrumento para rasar las medidas’ pues se cita junto a una medida. Por su parte, el más frecuente raedera, cuando no se inventaría de forma descontextualizada, lo hace regularmente junto a la artesa, contexto en el que alterna con ralladera4. Ambas denominaciones, por lo tanto, parecen referirse a objetos distintos o, al menos, con usos distintos y no presentarían la confusión que vemos en otros derivados similares. Únicamente en algunos ejemplos en los que se cita junto al sustantivo pan, cabe la duda de si se refiere a la masa del pan o a pan en el sentido de ‘grano’. En este segundo caso estaríamos ante el sentido de raedor, más que el de raedera: «una raedera de yerro, del pan» (Sta. Mª la Real de Nieva, Sg-1652); «una readera de yerro pequeñita para el pan» (Sta. Mª la Real de Nieva, Sg-1653)5. ENFRIADERA / resfriador Enfriadera, usado como sustantivo ‘vasija que sirve para enfriar la bebida’, aparece en los inventarios varias veces. No debía ser muy frecuente porque ofrece en el CORDE solo un par de ejemplos anteriores a 1700 con el valor que aquí interesa. Los ejemplos están lo suficientemente dispersos (Segovia, Con un contexto muy similar y referido a artesa aparace también ralladera: «una artesa de masar con su ralladera» (Muga de Alba, Za-1647); «una artesa con sus barillas y ralladera» (Candeleda, Áv-1648). 5 En este segundo caso, la duda es menor pues la rasera se tasa entre varillas y cedazos, objetos que en ambos casos remiten a la actividad de amasar y cocer el pan. 4
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Cáceres, Salamanca) como para que no pueda considerarse una forma general. calderas medianas, rotas y uiexas, y una enfriadera y jarro, todo de cobre (Segovia, Sg-1645); vna enfriadera de oja de lata, con su calderilla (Ciudad Rodrigo, Sa-1633); vna enfriadera de oja de lata, con su calderilla (Ciudad Rodrigo, Sa-1630); dos enfriaderas de oja de lata (Logrosán, Cc-1675).
Lo curioso es que, en al menos un caso, se documenta también el masculino resfriador, usado como sustantivo y, por el contexto, con el mismo significado que tiene enfriadera. El ejemplo es de Álava y se trata, como en los casos de arriba, de un objeto metálico: «un resfriador de lo mismo [açófar], viejo» (Vitoria, Ál-1638). ESPUMADERA / despumador El DRAE resgitra tanto espumar como despumar, aunque en este caso remite a la forma anterior. Sin embargo, como derivado, únicamente figura espumadera6. En los textos revisados en nuestro corpus, espumadera es voz relativamente frecuente para designar uno de los objetos ubicados entre los enseres domésticos. Junto a estos casos, aparece un despumador en documento del archivo de Ciudad Real que no se localiza ni en el diccionario académico ni en el CORDE. un despumador de cobre (Chillón, CR-1650); un rallo y una espumadera de açófar (Cuenca, 1631); unas parrillas y una espumadera y un cuchar (Alfaro, LR-1646); una espumadera de açófar (Madrid, 1649); una cuchar y una espumadera de yerro (Sta. María la Real de Nieva, Sg-1653); una espumadera de alçófar (Noviercas, So-1654).
CRECEDOR / crecedera Esta pareja de sustantivos aparecen en una sola ocasión cada uno y lo hacen en documentos del archivo de Albacete. Crecedor no figura en el DRAE y crecedero, -a, solo lo hace como adjetivo. Sin embargo, en los correspondientes inventarios se trata de algún tipo de utensilio, lo que resulta, por el contexto, más claro en el segundo ejemplo: «un creçedor y seis honças
6
Una variante espumeadera, derivada de un espumear, se registra también en alguna rara ocasión: «un rallo y una espumeadera de açófar y unas tenaças del fuego» (Cuenca, 1639). El DRAE, que no registra espumeadera, da espumear como voz del español de México con el sentido de ‘espumar, hacer espuma’. Si en el CorLexIn registramos espumeadera como sustantivo en el siglo XVII, el CORDE lo registra como adjetivo (yerua espumeadera) en 1429.
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en dos reales» (La Roda, Ab-1642)7; «tres asadores y una rasera y una cuchara y una cricedera y unas treudes, unas tenaxas y una sartén» (Almansa, Ab1640). SERVIDOR / servidera Esta pareja de sustantivos presenta una situación similar a la anterior. Ambos los localizo en el corpus en una única ocasión, el primero en el archivo de Jaén y el segundo en el de Cáceres: «una olla grande con manteca; un servidor y otra olla; una orza» (Alcalá La Real, J-1648); «una tinaxa de cocer y una servidera» (Jaraíz de la Vera, Cc-1660). En el caso de servidera, podría entenderse que esté haciendo referencia a tinaja servidera pero lo esperable, si así fuera, sería una expresión del tipo «y otra servidera» por oposición a la que sirve para cocer. En el primer ejemplo, el contexto es mucho más claro: ha de tratarse de un recipiente habitual en la cocina8. Es muy posible que lo mismo ocurra en el segundo caso por lo que tendríamos, de nuevo, una alternacia -dor / -dera en estos derivados de servir. AGUADERAS / aguaderos, aguadoras Usado en plural, el femenino aguaderas ‘armazón de madera, esparto, mimbre u otra materia semejante, con divisiones, que se coloca sobre las caballerías para llevar en cántaros o barriles agua u otras cosas’ es uno de los objetos que habitualmente aparece en el corpus de inventarios que manejamos, en muchas ocasiones especificando el material de que está hecho el armazón9. tres pares de aguaderas, las unas de madera y las otras dos de esparto (Escalona, To-1644); las aguaderas de esparto (Cuenca, Cu-1690); unas aguaderas con sus cadenas, de quatro cántaros (Guadalajara, 1625); unas aguaderas de palo (Aldealpozo, So-1646); unas aguaderas de esparto (Logrosán, Cc-1692).
Junto a esta forma, que es la más frecuente, aparece también en algunas ocasiones el derivado en masculino aguaderos o, incrementado por un sufijo
En este caso el contexto ayuda poco a identificar el significado de crecedor pues se sitúa tras «tres baras de encaxes» y antes de «una canastica pequeña». 8 No creo que pueda aplicarse aquí el significado secundario de ‘orinal’ que da el DRAE para servidor. Los inventarios suelen estar bien estructurados por las estancias de la casa y carece de sentido que un orinal se cite en medio de varios recipientes localizados en la cocina. 9 Aguadera aparece también como adjetivo: «dos capas aguaderas» (San Martín de la Cueza, Le-1638); «una capa aguadera» (Segovia, 1645). 7
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aumentativo, aguaderones para los que hay que suponer, especialmente en el primer caso, el mismo significado que para el femenino: un aguaderos de mimbres (Autillo, Pa-1644); unos aguaderos de quatro ojos, andados algo (Herrera de Valdecañas, Pa-1700); unos aguaderones nuebos (Villamayor, Cu-1635); unos aguaderones (Villamayor, Cu-1649).
Más raro —solo lo localizo en una ocasión— es un derivado construido con -dor y en femenino, aguadora, que, dado que aparece entre los bienes de un inventario, ha de referirse necesariamente a un objeto y no a un oficio, que es lo que registra el DRAE para esta voz: «unas aguadoras» (Noviercas, So-1654). APRETADOR / apretadera Dado que para estas dos voces el propio DRAE ofrece acepciones muy similares (Pascual, 1995-1996: 355-356), me limito a dejar constancia aquí de algunos de los ejemplos localizados, en los que ambos términos podrían resultar intercambiables, si bien es posible que presenten alguna diferencia de uso o respecto al material del que están confeccionados: un apretador de oro con clauetes (Ciudad Real, 1651); un apretador con veinte pieças chicas y una roxa (El Espinar, Sg-1659); un apretador de vidrio con su rascamoño y flor de piedras blancas y verdes (Valderas, Le-1647); un apretador de oro, esmaltado de roxo y verde, tiene catorze piezas pequeñas y una rosa grande en medio y todas con piedras blancas (Valderas, Le-1647). siete dozenas de pretaderas sin colchar de a braza y media (Soria, 1646); unas apretaderas de zera en real y medio (Herrera de Valdecañas, Pa-1748).
ENJUGADOR / enjugadera Encontramos el término enjugador bastante extendido en nuestro corpus, con ejemplos localizados en Madrid, Toledo, Albacete, Cáceres, Guadalajara o Cuenca. En general, se cita sin mayor precisión, aunque en ocasiones se describe con algún detalle: «un enjugador de aros de çedazo» (Guadalajara, 1625); «dos enjugadores, el uno que llaman camilla y el otro redondo» (Madrid, 1650). La variante enjugadera, que no registra el DRAE y tampoco figura en el CORDE, tan solo la documento en una ocasión, en una carta de dote del archivo de Córdoba, en la que se cita entre varios objetos del ajuar doméstico: « dos asadores, un librillo grande, una dozena de platos, otra de tazas, dos tinajuelas, unas enjugaderas y una alcuza» (Córdoba, 1684). CERNADERO / cernadera / cernador El término de uso general en el corpus es cernadero, voz que aparece registrada en múltiples ocasiones repartidas por todos los archivos consultados.
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Sobre este derivado únicamente cabe señalar una variante formal cernaguero o el femenino cernadera, que solo localizo en alguna ocasión: «dos pares de çernaderas biejas» (Guijo de Granadilla, Cc-1670); «un cernaguero de estopa» (Torrelaguna, M-1657). Más interesantes para estudiar los límites entre uno y otro sufijo resultan los casos en los que, en documentos cercanos, se alternan las formas en -dor y en -dero. Tal ocurre en textos procedentes de Albacete10 y de Cabra (Córdoba), en este caso en dos cartas de dote hechas en el mismo año: un zernadero de dos baras, en ocho reales (Cabra, Co-1664); un cernador y un tendido, en trinta reales (Cabra, Co-1664). un cernadero en medio ducado (Albacete, 1687); un çernadero nuebo en tres reales (La Roda, Ab-1645); un çernadero en tres reales (La Roda, Ab-1644); un çernador nuevo (Almansa, Ab-1653); un cernador de cáñamo nuebo (Hellín, Ab-1644); un cernador de cáñamo (Hellín, Ab-1644). CEÑIDOR
/ ceñidero
El DRAE registra ceñidero como forma poco usada y para la que remite a ceñidor ‘cinta con la que se ciñe el cuerpo por la cintura’. La situación que presentan estos dos sustantivos en nuestro corpus, donde no aparecen muy representados, es la siguiente: un ceñidor de labradores (Navatejares, Barco de Ávila, Áv-1652); un çeñidor con dijes y un fajero de çeñir de malla (Guijo de Granadilla, Cc-1670); un ciñidor de seda y un sombrero (Alfaro, LR-1646); un ciñidor de seda (Herrera de Valdecañas, Pa-1710); un ciñidor de seda viexo (Villacalbiel, Le-1647). un ciñidero plateado y aforrado (Castroañe, Cea, Le-1621); un par de arracadas y un çiñidero y dos anillos de plata (Castrillo de Valderaduey, Cea, Le1638).
En primer lugar, está mucho más extendida la forma con cierre de /e/ en /i/ para la vocal inicial que la que presenta la /e/, que luego se generaliza. Además, si las formas en -dor están relativamente extendidas (Ávila, Cáceres, La Rioja, Palencia, León), la minoritaria en -dero aparece solamente —con los datos que manejamos— en una zona del oriente leonés. 10
En el caso de los documentos procedentes del archivo de Albacete, la distinta preferencia por uno u otro derivado quizá pueda explicarse por una variación diatópica pues los ejemplos en -dor proceden todos del área oriental de la provincia. La variante en -dor la tenemos documentada también en Murcia y Alicante, archivos que aún no hemos analizado con detalle: «un cernador de lienço de cáñamo» (Caravaca de la Cruz, Mu-1654); «un cernador, tres reales» (Sax, A-1685).
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CERNEDERA, -RO / cernidera, -ro / cernedor El femenino cernedera, preferiblemente en plural, cernederas, es el ‘armazón que se pone sobre la artesa y sobre el que se mueven los cedazos para cerner la harina. En el DRAE, la variante con /i/, cernidera, figura solo recientemente como voz de Ecuador con el sentido de ‘coladero’. El masculino cernidero se registra desde la edición de 1925 como variante salmantina del término general cernedero ‘lienzo de protección que pone la persona que cierne’, ‘lugar en el que se cierne’. Por su parte, cernedor, presente en el DRAE solo desde 1899, se registró primero como ‘torno para cerner’ para luego añadir el sentido de ‘persona que cierne’. En nuestro corpus, la distribución de estas voces presenta algunas características de interés. Encontramos un único ejemplo de cernedor pero, por el contexto, idéntico al resto de los ejemplos, hay que entender que no tiene un sentido distinto a cernedera sino que se refiere al mismo objeto: «una artesa con sus cernedores y dos bancos y quatro cedaços buenos» (Alfaro, LR-1646). Al margen de este ejemplo, son muy frecuentes los derivados en -dero, -dera. Del masculino cernedero solo en un caso podemos deducir por el contexto que se refiere al sentido que tiene en el DRAE de ‘lugar en el que se cierne: «una mesa redonda que está en el çernidero» (Guijo de Granadilla, Cc-1670). En el resto de los casos —y no son pocos— en los que la voz figura en los inventarios se cita siempre al lado de artesas, cedazos y varillas, lo que da a entender que estamos ante el significado de ‘armazón’, que el diccionario académico reserva para cernedera o cernederas. En nuestros textos, sin embargo, alternan tanto las formas en masculino como las que usan el femenino esperable —estas siempre más abundantes— pero no parece que haya diferencias de significado entre ambas opciones. unas barillas, unas zernederas (Boadilla de Rioseco, Pa-1650); tres pares de cernederas y un despaxadero (Frechilla, Pa-1631); unas barillas, unas zernederas (Boadilla de Rioseco, Pa-1650). unas cernederas pequeñas (Hellín, Ab-1647); unas çernederas (Plasencia, Cc1629); una artesa buena y unas zernederas (Castroañe, Cea, 1647); un cernedero de dos varas (Herrera de Valdecañas, Pa-1708); un çernedero biejo (Vitoria, 1638).
A estas formas hay que añadir la variante occidental con /i/11 que localizamos en Cáceres o Salamanca y en las que no se observa diferencia apre11
La diferencia cernedera / cernidera se produce lógicamente a partir de la forma verbal predominante. Como puede comprobarse en el ALCyL (mapa n.º 354), mientras que el castellano prefiere cerner, la franja occidental leonesa opta mayoritariamente por cernir. Una distribución
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ciable de significado entre la forma en masculino y en femenino, salvo el cernidero citado arriba con sentido locativo: una artesa de amasar con sus cernideras (Ciudad Rodrigo, Sa-1630); una artesa de masar con sus zernideros (Ciudad Rodrigo, Sa-1632); una hartesa de masar con sus cernideras (Ciudad Rodrigo, Sa-1633); una hartessa de masar con sus zernideros (Ciudad Rodrigo, Sa-1633); una hartessa, y dos zedazos y zernideros (Ciudad Rodrigo, Sa-1633); unas çernideras nuebas y otras mediadas (Guijo de Granadilla, Cc-1664); una artesa con sus varillas y zernideras (Brozas, Cc-1692).
El sentido idéntico con el que se utilizan las formas del masculino y las del femenino en estos ejemplos es bien claro por el contexto pero aún se puede añadir que los tres primeros ejemplos citados pertenecen todos a sucesivas versiones de un documento en el que, con algunos cambios, se copia un inventario anterior dentro de los papeles de una misma familia y, como puede verse, alternan cernideros y cernideras. VOLVEDERA / volvedor El registro del DRAE para esta dos palabras es relativamente reciente. Ambas entran en la edición de 1925, en la que el adjetivo volvedor, -ra, con la marca de Colombia y Argentina, se aplica a las caballerías mientras que volvedera ‘instrumento para dar la vuelta a la mies’ figura desde 1925 con la marca Segovia, a la que en 2001 se le añade Zamora. Una información que no se corresponde con la que ofrece el corpus de inventarios. De volvedor encuentro un único ejemplo que, por las circunstancias en las que se cita, podría encajar con el sentido que tiene volvedera en el diccionario pero que, en nuestro caso, se localiza en Ciudad Real: «un oçino que sirue de boluedor, en dos reales» (La Solana, CR-1650). Sin embargo, de volvedera —a veces también revolvedera— abundan los ejemplos en muchos de los archivos analizados pero indefectiblemente la palabra se asocia al léxico doméstico, es decir, se refiere probablemente a un tipo de cuchara que sirve para remover lo que se está cocinando. Incluyo solo algunos ejemplos con un contexto especialmente significativo: diez cucharas de yerro, pequeñas, y dos boluederas de yerro (Vadillo, So1635); un par de cucharas y una revolvedera de yerro (Soria, 1646); un badil y tenazas y bolvedera y una cuchara de yerro (Barco de Ávila, Áv-1652); una
que se continúa hacia el sur peninsular y que también refleja claramente el ALEA (mapa n.º 194).
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sarten pequeña con su revolvedera (Mansilla de las Mulas, Le-1638); tres asadores con vna rebolvedera (Villabrázaro, Za-1675, caja 5270-VIII) dos cucharas herreñas y una boluedera y una tapadera de hierro (Plasencia, Cc-1629); una bolvedera, una herreña, un asador, una ralladera (Serrejón, Cc1735).
URDIDOR / urdidero El propio DRAE no parece establecer diferencias claras entre urdidor, urdidora y urdidera usados con el sentido de instrumento. El término no es especialmente frecuente en los inventarios del corpus pero, aun siendo pocos los casos recogidos, son suficientes para localizar una variante, urdidero, que no registra el diccionario académico y que tendrá el mismo significado que el resto de la serie: un urdidor, onçe reales (La Solana, CR-1655); un telar de angosto con su casillar y urdidor y torno y un peyne de sayal (Atienza, Gu-1640); un urdidero de estambre para urdir paños (Frechilla, Pa-1676).
ASPADOR / aspadero El DRAE recoge ambas palabras en fechas relativamente tardías: en la edición de 1803 para aspador y en la de 1884 para aspadera, aunque en este caso con el sentido de ‘aspa del molino de viento’. Solo en la edición de 1970 se sustituye esa definición por la de ‘instrumento para aspar el hilo’. En la edición vigente, aspador remite a aspadera, que hay que entender que es la recomendable para el diccionario académico. En ningún caso figura el masculino aspadero. El CORDE no ofrece ejemplos ni de una ni de otra voz. Pese a esa carencia de ejemplos en el corpus académico, nuestro corpus ofrece un número relativamente abundante de casos en la documentación del siglo XVII. La forma más frecuente y extendida es aspador, con ejemplos en archivos de Álava, Segovia o Ávila. Por su parte, aspadero —la forma en femenino aspadera no la localizo— se registra únicamente en documentación de Palencia. un aspador con una usada de ylo (Vitoria, 1639); un aspador con parte de ylo y un uso (Vitoria, 1639); dos aspadores con un poco de ylo y un uso (Vitoria, 1639); una devanadera de pie con sus cajones y un aspador y un rastrillo (Piedrahita, Áv-1651); un aspador (Piedrahita, Áv-1651) un aspador, dos reales (Piedrahita, Áv-1651); un torno bueno en seis reales y un aspador en dos (Revenga, Sg-1659); un torno de ylar y un aspador (Segovia, 1660); un torno y un aspador (Santa María la Real de Nieva, Sg-1653).
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una aspadero con su maçuela (Frechilla, Pa-1631); un aspadero con su ciguñuela en cinco reales (Frechilla, Pa-1675); un aspadero con su ciguñuela (Frechilla, Pa-1675).
Cabe la posibilidad de que ambas voces se refieran a herramientas con alguna diferencia entre sí pero el hecho de que no se citen en un mismo texto y de que no figuren siquiera en documentos de la misma zona hace pensar que ambas funcionan como sinónimos. DEVANADERA / devanador Entre las herramientas de la industria textil, junto urdidor y aspador, la voz más repetida es devanadera. El DRAE da devanadera con el sentido de ‘armazón sobre el que se devana la madeja’ mientras que para devanador da el de ‘alma de cartón, madera, etc., sobre la que se devana el hilo’. Ambas voces están ya en Autoridades y las dos acumulan también un buen número de ejemplos en el CORDE, aunque en cualquier época es siempre más frecuente devanadera que devanador. En nuestro corpus aparecen tanto una como otra voz. No obstante, devanadera es de uso general en todos los archivos estudiados pero, por el contrario, devanador es una voz de uso muy localizado. Mientras que el primero figura repetidamente en archivos de Madrid, Álava, Ciudad Real, Albacete, Jaén, Guadalajara, Cáceres, Ávila, Segovia, Soria, Córdoba o Toledo, el segundo lo hace solo en algunos documentos de Ciudad Real o de Cáceres. una devanadera (Torrelaguna, M-1657); dos debanaderas y dos rastrillos (Escalona, To-1644) unas debanaderas viejas (Villamayor, Cu-1635); un argadillo de debanadera (Arévalo, Av-1650).
No parece que en este caso haya que pensar en confusión entre ambos sufijos pues las formas en -dor, para las que únicamente se localizan en el CorLexIn ejemplos en La Solana (Ciudad Real) y en dos localidades del sur de Cáceres —Logrosán y Madroñeras—, figuran en alguno de los textos junto al derivado en -dera, lo que implica que se refieren a objetos distintos. Lo que no admite duda es que el uso de devanador está mucho menos extendido que el de devanadera. un debanador con su husillo (La Solana, CR-1651); un debanador en un real (La Solana, CR-1653); un pie de debanaderas, vn real […] un debanador de palo, doçe marauedís (La Solana, CR-1655); un debanador en un real […] otro debanador en un real (Logrosán, Cc-1678); unas debanaderas y un aspa en un
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real / una aspa y una espadilla en un real / un debanador con sus palos en un real (Madroñeras, Cc-1648).
TAJADOR / tajadero Ambas voces figuran en el DRAE desde Autoridades con algunos significados coincidentes que pueden resumirse, para lo que aquí nos interesa, en el de ‘plato de madera para cortar la carne’. En los datos del corpus que manejamos los dos derivados aparecen en los inventarios en el entorno de los útiles de la cocina por lo que hay que entender que se trata también del significado aludido12. Aunque parece existir alguna preferencia geográfica por uno u otro derivado, hay archivos como los de Soria o Segovia en los que se registran los dos términos: dos jarros y una jarra blanca y un tajadero de madera (Cea, Le-1637); un tajadero y un mortero y una cedazuela y una cazuela de barro (Población de Cerrato, Pa-1659); un taxadero en beynte y quatro maravedís (Sepúlveda, Sg1644); dos taxaderos, el uno quebrado (Pascuales, Sg-1653). dos tajaderos de esta tierra (Navaleno, So-1650). un plato tajador de madera (Candeleda, Áv-1642)13; un tajador de palo en un real (Logrosán, Cc-1678); un tajador grande (Andújar, J-1665); de pucheros, ollas y tajadores, dos reales (Segovia, 1661); un taxador de palo (El Espinar, Sg-1658); un tajador y otras cosas (Soria, 1646).
COLADOR, -ra / coladero, -ra En este caso no es fácil saber si estamos ante un derivado de colar ‘filtrar’ o de colar ‘blanquear la ropa’ y si en la elección de una u otra variante juega algún papel la diferencia14 entre ‘objeto que sirve para filtrar’ y ‘recipiente que sirve para blanquear la ropa’. No es posible diferenciarlo, entre otras cosas, porque lo habitual es que en los inventarios se registre un colador15, Teóricamente cabría la posibilidad de que tajador tuviera sentido activo ‘instrumento para cortar’ más que el pasivo de ‘objeto sobre el que se corta’ pero algunos ejemplos, como los que indican expresamente «tajador de palo», es decir, ‘de madera’, no ofrecen dudas respecto a que estamos ante el segundo significado. 13 Este es el único caso en el que tajador funciona como adjetivo y viene a confirmar el sentido pasivo al que aludía en la nota anterior. 14 El DRAE, aunque admite el significado relativo a filtrar para los tres derivados citados, reserva para colador el de ‘cubeto con varios agujeros en la tabla de abajo, el cual se llena de ceniza, y echándole agua para que pase por ella, sale hecha lejía’. 15 En una única ocasión aparece el femenino coladora que, dado que figura dentro de un inventario, no cabe interpretar con el sentido de ‘mujer que hace coladas de ropa’ que tiene esta voz en el DRAE: «una coladora» (Boadilla de Rioseco, Pa-1650). 12
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coladera, coladero sin otra información que lo acompañe o precise. En los casos en los que el término presenta alguna especificación, sí puede observarse que los diferentes derivados parecen intercambiables: una coladera de estopa (Boadilla de Rioseco, Pa-1650); un coladero de estopa (Logrosán, Cc-1678); un coladero de una bara de estopa (Castroañe, Cea, Le1628); un colador de estopa (Escalona, To-1644). una sartén de yerro y un colador de barro (Madrigal de las Altas Torres, Áv1652); una coladera de barro (Muriel, Arévalo, Áv-1651). un tajo de colar [margen: coladero] (Cea, Le-1637); una coladera de pino (Noviercas, So-1652) un colador lañado, el mayor, dos reales (La Solana, CR-1645); un tablón de álamo y un colador (Benavente, Za-1675).
Como puede verse, en el primer bloque de ejemplos se refiere siempre a un colador, coladera o coladero de estopa, en el segundo, ambos de archivos de Ávila, a un colador o coladera de barro y, en el tercero, los cuatro ejemplos remiten a un recipiente hecho de madera o de metal pero, como en los otros casos, se usan indistintamente las tres variantes citadas. Todo parece indicar, por tanto, que los límites entre los derivados de colar con uno u otro sufijo no resultan significativos para quienes redactan estos inventarios en el siglo XVII. CONCLUSIÓN Como puede verse a través de esta veintena de series de ejemplos en los que, para una misma base verbal, se documenta el uso de ambos sufijos, la regla más genérica que puede aplicarse es la idea de que los derivados en -dor y en -dero presentan escasas diferencias entre sí y tienden a una confusión entre ambos que ni siquiera llega a ordenarse con claridad en un buen número de casos con la oposición -dor / -dera, reutilizando la diferencia en la sufijación para expresar el género. De este último tipo tenemos los casos de tapador/tapadera, raedor/raedera, crecedor/crecedera, servidor/servidera, apretador/apretadera, enjugador/enjugadera, devanador/devanadera y, con uno de los elementos escasamente documentado, volvedor/(re)volvedera, resfriador/enfriadera, despumador/espumadera. Con ambas denominaciones en masculino tenemos los casos de ceñidor/ceñidero, urdidor/urdidero, aspador/aspadero, tajador/tajadero y, por el contrario, con ambas en femenino —la combinación menos frecuente— se documentan únicamente batidora/batidera. Por último, combinando el masculino formas en masculino y femenino de uno y otro sufijo, tenemos los casos de asador/asadero, -ra;
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cernador/cernadero -ra; cernedor/cernedero, -ra —en los que no aparece la variante -dora, en femenino— aguadora/aguadero, -ra. Colador, -ra/coladero, -ra es la única serie en la que contamos con ejemplos de las cuatro formas posibles. Es verdad que no siempre está claro que ambas denominaciones se refieran al mismo objeto pero, en algunos casos como batidora/batidera, resulta muy claro que no hay diferencias de uso entre ambos y, en otros, la coincidencia para una misma zona de dos derivados es también significativa: crecedor/crecedera, cernador/cernadero. Finalmente, aunque la distribución geográfica respecto a una u otra preferencia no parece responder a un patrón claro, hay algunos ejemplos con diferencias diatópicas apreciables. Como ya se ha señalado en cada caso, así ocurre con asadero por asador que solo lo encuentro, entre los archivos estudiados, en Cáceres y Ávila; tapadera, que únicamente aparece en el área occidental; ceñidero lo hace solo en alguna zona de León y lo mismo ocurre con aspadero para Palencia. Para la franja oriental el caso más claro es el de cernador. En este sentido, aunque con las cautelas debidas a la vista de la mezcolanza de soluciones que presenta el corpus, podría decirse que existe una tendencia a un mayor uso de derivados en -dero en el área occidental, entendida esta no solo como la franja de raíz leonesa sino también para el área occidental del propio castellano en el sentido en el que la define Fernández Ordóñez (2011: 55), como demuestran algunas coincidencias señaladas arriba para Ávila o Palencia con los documentos de León, Zamora o Cáceres. Referencias bibliográficas ALCYL. Manuel ALVAR (1999): Atlas Lingüístico de Castilla y León (ALCyL), Junta de Castilla y León, Consejería de Educación y Cultura, Valladolid. ALEA. Manuel ALVAR, con la colaboración de Antonio LLORENTE y Gregorio SALVADOR (1991): Atlas Lingüístico y Etnográfico de Andalucía (ALEA), Universidad de Granada, Granada [ed. facsímil, Arco/Libros, Madrid]. CORDE. REAL ACADEMIA ESPAÑOLA, Banco de datos en línea Corpus diacrónico del español, http://www.rae.es [consulta en abril de 2012]. DRAE. REAL ACADEMIA ESPAÑOLA (200122): Diccionario de la Real Academia Española, versión en línea, http://www.rae.es [consulta en abril de 2012]. FERNÁNDEZ-ORDÓÑEZ, Inés (2011): La lengua de Castilla y la formación del español, RAE, Madrid.
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23 EL CONCEPTO DE GENTILICIO*
MARCIAL MORERA Universidad de La Laguna
A primera vista, la tradicionalmente considerada categoría lingüística del gentilicio no parece plantear ningún problema teórico serio, si se enfoca el asunto desde una perspectiva meramente referencial. En concreto, s e t r a t a r í a de «palabras o expresiones que designan a las personas (en menor medida, a los animales y a las cosas) como originarias de un lugar o una etnia determinados». Desde este particular punto de vista, que es el que suele aplicar la lingüística más convencional, serían expresiones gentilicias, no solamente palabras derivadas de topónimos, como mejicano ‘natural de México’, que deriva del topónimo México, borgoñón ‘natural de Borgoña’, que deriva del topónimo Borgoña, o habanero ‘natural de La Habana’, que deriva del topónimo La Habana, por ejemplo, sino también palabras no derivadas de topónimos como turco ‘natural de Turquía’, bereber ‘natural de Berbería’, hispano ‘natural de Hispania’ o chicharrero ‘natural de Santa Cruz de Tenerife’, e, incluso, sintagmas preposicionales como de Gran Canaria, de Varsovia, de Vigo, etc., de combinaciones como poeta de Gran Canaria, gente de Varsovia o *
Este trabajo se encuadra dentro del proyecto de investigación Estudio global de los gentilicios de la lengua española (FFI 2008-01817/ FILO), patrocinado por el Ministerio de Ciencia e Innovación, del Estado Español.
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niños de Vigo (Morera, 2011b: 95-125). Y ello, a pesar de la opinión de todos aquellos estudiosos que, de forma harto arbitraria, consideran que los verdaderos gentilicios son solamente los primeros, los derivados de nombres propios de lugar; no los segundos ni los terceros, que serían expresiones de naturaleza idiomática más heterogénea. La misma Academia indica que los gentilicios son en realidad adjetivos «que denotan la procedencia geográfica de la persona o su nacionalidad» (DRAE, s. v. adjetivo). Ahora bien, si se repara un poco más en el problema y se plantea el asunto, no desde el punto de vista extralingüístico de la referencia ―es decir, desde el punto de vista de la cosa designada por el llamado gentilicio―, sino desde el punto de vista semántico-lingüístico más estricto, esta supuesta categoría idiomática no resulta tan evidente como pretende nuestra tradición gramatical. Desde esta nueva perspectiva de análisis, no tiene sentido alguno el impresionismo designativo de que hacen gala nuestros gramáticos y lexicógrafos al uso, sino que hay que atenerse a criterios lingüísticos más rigurosos: en concreto, a los procedimientos idiomáticos que sirven de base a las mencionadas expresiones. Precisamente por ello, la pregunta que habría que hacerse inevitablemente cuando se plantea el asunto que nos ocupa es la siguiente: ¿Qué es lo que caracteriza semántico-lingüísticamente al gentilicio, más allá de la referencia de origen geográfico o étnico mencionada? ¿Responden estas expresiones designativas de origen a un patrón lingüístico constante que permita reconocerlas como categoría semántico-lingüística unitaria? Una mera ojeada al material disponible en diccionarios, catálogos de gentilicios, gramáticas, etc., pone claramente de manifiesto que no hay nada de esto, que las expresiones que llamamos gentilicios no se ciñen en español a un patrón lingüístico unitario, sino que presentan formas idiomáticas muy diversas, como, sin ir más lejos, hacen ver los mismos ejemplos aducidos por nosotros en el encabezamiento de este trabajo. En primer lugar, tenemos que formas como mejicano, borgoñón y habanero, por ejemplo, expresan la relación gentilicia de forma morfológica, a partir de un nombre de lugar determinado: en la combinación mejicano, el sufijo -ano presenta al nombre propio México como ‘límite que se alcanza o se abarca externamente’, que es lo que viene a significar constante e invariablemente este elemento gramatical (Morera, 2005: 211-214); en la combinación borgoñón, el sufijo -ón presenta al nombre propio Borgoña como ‘sustancia cuyo límite se supera bruscamente’, que es lo que significa constante e invariablemente dicho sufijo (Morera, 2005: 160-169); y en la combinación habanero, el signo -ero presenta la sustancia del nombre propio La Habana como ‘ámbito activamente emanante’, que es lo que significa constante e invariablemente dicho complemento morfológico en nuestra lengua (Morera, 2005:
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228-235). De ahí que gente mejicana, soldado borgoñón y bailarina habanera no signifiquen, sensu stricto, ‘gente natural de México’, ‘soldado natural de Borgoña’ y ‘bailarina natural de La Habana’, como se suele decir en nuestros manuales de gramática y diccionarios, sino más propiamente ‘concepto gente que alcanza o abarca externamente el concepto México’, ‘concepto soldado que supera bruscamente el límite del concepto Borgoña’ y ‘concepto bailarina como ámbito del que emana activamente el concepto La Habana’, respectivamente. Lo que caracteriza, por tanto, a los individuos que nos ocupan es mantener una determinada relación interna con el nombre del lugar en que han nacido, que aparece en la base del gentilicio: mejicano, borgoñón y habanero son simplemente variaciones morfológicas de los conceptos toponímicos México, Borgoña y La Habana, respectivamente. De ahí proceden los particulares sentidos semánticos que presentan. No mantiene la misma relación el mejicano con México que el borgoñón con Borgoña o el habanero con La Habana, simplemente porque el complemento morfológico que porta el gentilicio de cada uno de ellos es distinto. Dos cosas muy importantes pone de manifiesto esta nueva concepción de los gentilicios: La primera de ellas es que no todos los gentilicios morfológicos significan la relación con el topónimo de igual manera, puesto que pueden portar, y de hecho portan, sufijos distintos, que son los que determinan el sentido de la relación, como acabamos de señalar. Precisamente por ello, no se puede decir que signifiquen exactamente lo mismo los gentilicios murciano, mejicano o sevillano, por ejemplo, constituidos por el sufijo -ano, que los gentilicios borgoñón o canarión, constituidos por el sufijo -ón, o los gentilicios chipionero, palmero o habanero, constituidos por el sufijo -ero, más allá de su función referencial, pues, mientras que aquellos presentan el topónimo como ‘límite al que se llega externamente’, los segundos lo presentan como ‘sustancia cuyo límite se supera bruscamente’ y los terceros, como ‘ámbito activamente emanante’. Dicho de otra manera: que mejicano, murciano y sevillano no son otra cosa que estructuras semánticas que ‘alcanzan externamente’ los conceptos México, Murcia y Sevilla; borgoñón y canarión, estructuras semánticas en que los conceptos Borgoña y Canaria se presentan con el límite bruscamente superado; y chipionero, palmero y habanero, meros ámbitos de donde emanan activamente los conceptos de Chipiona, La Palma y La Habana. Lo que hay en todos estos sufijos constitutivos de gentilicios no es, por tanto, sinonimia lingüística, como es habitual creer, sino más concretamente confluencia en una designación más o menos similar, la designación de la procedencia o el origen.
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El segundo aspecto importante que pone de manifiesto este planteamiento del asunto que consideramos es que los sufijos que aparecen en función gentilicia (-ano, -ón, -ero, -ense, -és, -ita, -ota, -eño, -ío, -ino, etc.) no presentan una significación inherente o formal distinta de la que presentan en el resto de sus apariciones de discurso. Por ceñirnos a las formas consideradas hasta ahora, el sufijo -ano presenta exactamente la misma significación invariante (‘que alcanza externamente el límite de la materia semántica de la base’) en la combinación mejicano ‘natural de México’ que en las combinaciones machadiano ‘perteneciente o relativo a Machado’, franciscano ‘que participa de alguna de las virtudes propias de San Francisco’ o cristiano ‘que profesa la fe de Cristo’, aunque en aquella presente sentido gentilicio y en estas los sentidos de ‘perteneciente o relativo a’, ‘que participa de las virtudes propias de alguien’ y ‘que profesa la fe de alguien’, respectivamente; el sufijo -ón presenta exactamente la misma significación invariante (‘superación brusca del límite de la materia semántica de base’) en la combinación borgoñón ‘natural de Borgoña’ que en las combinaciones cucharón ‘especie de cuchara grande’, anadón ‘cría del ánade’, mandón ‘que manda más de lo que le toca’ y caballón ‘lomo entre surco y surco de la tierra arada’, aunque en aquella presente sentido gentilicio y en estas los sentidos de ‘aumento del tamaño de las dimensiones de lo designado por la base’, ‘elemento designado por la base en estado tosco o primitivo’, ‘intensificación de la acción designada por la base’ y ‘cosa que se parece con un caballo’, respectivamente ; y el sufijo -ero presenta la misma significación invariante (‘ámbito del que emana activamente el concepto de base’) en la combinación habanero ‘natural de La Habana’ que en las combinaciones salmonero ‘abundante en salmones’, niñero ‘persona que cuida niños’, mechero ‘que tiene mecha, y, por tanto, sirve para encender’, limonero ‘árbol que produce limones’, cantera ‘lugar de donde se extrae piedra’, ojera ‘mancha más o menos lívida alrededor del ojo’, gallinero ‘lugar donde se recogen a dormir las aves de corral’ y refranero ‘conjunto de refranes’, aunque, igualmente que antes, en aquella se entienda como gentilicio y en estas en los sentidos de ‘abundancia’, ‘agente’, ‘instrumento’, ‘árbol’, ‘sitio del que se extrae algo’, ‘mal’, ‘sitio en el que se recoge algo’ y ‘colectividad’, respectivamente. Pero, si, hablando en términos estrictamente lingüísticos, las formas mejicano, borgoñón y habanero no significan, en sí mismos y por sí mismos, ‘procedencia u origen espacial’, sino ‘que alcanza externamente el límite de la sustancia México’, ‘superación brusca del límite de la sustancia Borgoña’ y ‘ámbito del que emana activamente la sustancia La Habana’, respectivamente, ¿de dónde procede entonces el sentido gentilicio o de origen que atribuimos a estas palabras? Pues, simplemente, del contexto, del hecho cir-
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cunstancial de que se trate de adjetivos derivados de nombres propios de lugar que aplicamos a personas, y esta relación entre el lugar y la persona la entendemos como origen o procedencia. Por tanto, la significación gentilicia que nos ocupa no es lingüística, sino extralingüística, como tampoco son lingüísticos, sino extralingüísticos, los sentidos ‘perteneciente o relativo a’, ‘que participa de las virtudes de’ y ‘que profesa la fe de’ que desarrolla el sufijo -ano en las combinaciones machadiano, franciscano y cristiano, respectivamente. En el primer caso, porque la base designa un escritor, una persona con una obra literaria determinada (Machado); en el segundo, porque la base designa un santo (San Francisco), que posee unas cualidades que merecen imitarse; y, en el tercero, porque la base designa una persona que instituyó una fe (Cristo), y que, por tanto, merece seguirse; los sentidos ‘aumento del tamaño de lo designado por la base’, ‘tosquedad de la cosa designada por la base’, ‘intensificación de la acción designada por la base’ y ‘cosa que tiene algún parecido con la cosa designada por la base’ que desarrolla el sufijo -ón en las combinaciones cucharón, anadón, mandón y caballón, respectivamente. En el primer caso, porque se aplica al nombre de un objeto concreto inanimado (cuchara); en el segundo, porque se aplica al nombre de un animal (ánade) que todavía no se ha desarrollado o perfeccionado; es decir, que se encuentra en su fase más tosca; en el tercero, porque se aplica a un verbo, a una palabra que designa acción (mandar); y en el cuarto, porque se aplica a un sustantivo que designa un animal (caballo) que tiene cierto parecido con el objeto referido por todo el derivado; y los sentidos de ‘abundancia’, ‘agentividad’, ‘instrumento’, ‘árbol que produce lo designado por la base’, ‘lugar del que se extrae lo designado por la base’, ‘afección del órgano designado por la base’, ‘lugar en que se recoge lo designado por la base’ y ‘conjunto formado por el elemento designado por la base’ que desarrolla el sufijo -ero en las combinaciones salmonero, niñero, mechero, limonero, cantera, ojera, gallinero y refranero, respectivamente. En el primer caso, porque se aplica a un lugar donde puede vivir el animal designado por la base (salmón); en el segundo, porque se aplica a personas que trabajan con el elemento designado por la base (niño); en el tercero, porque se aplica a un objeto que posee la propiedad de encender (mecha); en el cuarto, porque se aplica al árbol que produce la fruta designada por la base (limón); en el quinto, porque se aplica a un lugar del que se extrae lo designado por la base (canto); en el sexto, porque se aplica a un mal que afecta al órgano designado por la base (ojo); en el séptimo, porque se aplica a un corral en que se refugia el animal designado por la base (gallina), y en el octavo, porque se aplica a una colectividad del objeto designado por la base (refrán).
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En segundo lugar, tenemos que formas como turco, bereber, hispano o chicharrero significan la relación gentilicia o de origen de forma primitiva o primaria. No se trata ahora de una relación morfológica con el topónimo, sino de una denominación que describe de una determinada manera léxica a la gente designada: turco, bereber, hispano y chicharrero no hacen alusión expresa a la tierra de la gente aludida (que a veces ni siquiera existe de forma definida), sino que describe a esa gente de una determinada manera. A pesar de que, por razones referenciales o denotativas, los diccionarios definen turco, bereber, hispano y chicharrero como ‘natural de Turquía’, ‘natural de Berbería’, ‘natural de Hispania’ y ‘natural de Santa Cruz de Tenerife’, lo que realmente significan estas palabras, en sí mismas y por sí mismas, en primer lugar, son formas de ser, no relaciones con lugares. Lo que define primariamente a la palabra turco no es una relación morfológica con el topónimo Turquía, sino una forma particular de ser; lo que define a la palabra bereber no es una relación morfológica con el topónimo Berbería, sino una determinada forma de ser; lo que define a la palabra hispano no es una relación morfológica con el topónimo Hispania, sino una determinada forma de ser; y lo que define a chicharrero no es una relación morfológica con la palabra Santa Cruz de Tenerife (que ni siquiera aparece aludido en él), sino una determinada forma de ser. Hasta tal punto son semánticamente primarios estos gentilicios, que son los topónimos correspondientes (en caso de que existan) los que derivan de ellos, y no ellos de los topónimos, como ponen de manifiesto las formas Turquía, Berbería e Hispania, que derivan de nuestros turco, bereber e hispano, respectivamente, y no a la inversa. Lo que quiere decir que no mantiene la misma relación lingüística con el topónimo el gentilicio léxico o primitivo que el gentilicio morfológico o derivado. En este, lo primero es el lugar, y la gente se significa mediante una relación con él. De ahí que se deba definir siempre a partir de la denominación toponímica de base, como hace la lexicografía tradicional, que describe nuestras formas mejicano, borgoñón y habanero como ‘natural de México’, ‘natural de Borgoña’ y ‘natural de La Habana’, respectivamente. En aquel, lo primero es la gente, y el topónimo se significa como ‘emanación activa de ella’ (que es lo que significa el sufijo -ía (Morera, 2005: 169-182). De ahí que deban definirse antes que el topónimo, al contrario de lo que suele hacer la lexicografía tradicional. Así, por ejemplo, aunque el diccionario nos dice que turco significa ‘natural de Turquía’, en buena lógica semántica, lo que debería hacer es definir turco de forma absoluta e indicar después que Turquía es un derivado de él, lo que ‘emana activamente del concepto turco’, que en este caso se entiende como ‘patria del turco’. En un caso, el nombre de la gens es una mera derivación del nombre de lugar; en el otro, el nombre de la gens es primario, siendo el nombre de lugar el que
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deriva de él. Digamos que, en aquel, es la tierra la que define al hombre; en este, por el contrario, es el hombre el que produce la tierra (Morera, 2011a: 76-79). Y no vale decir, como se ha señalado en muchas ocasiones, que, en realidad, formas como turco, bereber o hispano son tan derivadas de Turquía, B e r b e r í a e Hispania, como mejicano, borgoñón y habanero de México, Borgoña y La Habana, solo que esta derivación es una derivación regresiva, no progresiva. Y no vale decir esto, porque lo que cuenta en el lenguaje no es lo que se imagina el lingüista que hay, sino lo que verdadera y objetivamente hay en los textos. La misma Academia ha sido consciente de este problema al afirmar: Son escasos los adjetivos gentilicios que presentan una estructura morfológica más simple que los nombres de lugar a los que se refieren, como alemán con relación a Alemania, andaluz en relación con Andalucía o inglés en relación con Inglaterra. Estos casos y otros semejantes son conocidos en la tradición lingüística como formaciones regresivas, pues parecería que la base de derivación, el topónimo, pierde parte de su estructura formal cuando da lugar al gentilicio. No obstante, en estos casos puede también concebirse el proceso morfológico en la dirección opuesta a la que suele ser habitual, es decir, con el gentilicio como base y el topónimo como derivado, ya que los territorios de los que se habla se caracterizan a partir de los individuos que los pueblan (Francia designa el territorio de los francos, no al contrario). De hecho, en la morfología sincrónica son defendibles procesos como birmano > Birmania o sueco > Suecia, que algunos autores postulan frente a los que defienden la dirección inversa. Desde este punto de vista, cabe negar la naturaleza de sufijo a -o y -a en estas formaciones y considerarlas marcas de género (NGRAE, 2009: 538-539).
Para entender bien la naturaleza semántica y el funcionamiento de los gentilicios que llamamos primitivos, conviene tener en cuenta que se trata de palabras que tienen su origen en signos léxicos de distinta naturaleza, que actúan, en principio, como descripciones (frecuentemente peyorativas) de la gente designada (Herrera Santana, 2012). Así, el gentilicio franco con que se designa a los antiguos pueblos que vivían en Franconia y en el bajo Rin y que conquistaron Francia y le dieron nombre tiene su origen en el adjetivo alemán *Frank ‘libre, exento’, precisamente porque no fueron dominados nunca por el imperio romano ni por ningún otro pueblo, o por su poco apego a la vida sedentaria; el gentilicio chicharrero con que se designa en Canarias a los naturales de la ciudad de Santa Cruz de Tenerife procede del derivado de chicharro (una determinada especie de pez) chicharrero que aplicaban a los naturales de esta ciudad los habitantes de la vecina ciudad de La
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Laguna, al parecer, por la cantidad de chicharros (uno de los peces más humildes de los mares canarios) que consumían; el gentilicio conejero con que se designa también en Canarias a los naturales de la isla de Lanzarote tiene su origen en el derivado de conejo conejero con que antiguamente se calificó a la isla, al parecer por la plaga de conejos que la invadió inmediatamente después de su ocupación europea, en los albores del siglo XV; el gentilicio bereber parece tener su origen en la palabra marroquí berber, que procede, a su vez, de la onomatopeya del árabe clásico barbar, que hace alusión a lo incomprensible que resultaba la lengua amazigh para los árabes. Digamos que, en su primera fase de desarrollo, el sentido gentilicio de las palabras que nos ocupan es más contextual o colateral que propiamente lingüístico (chicharrero, por ejemplo, no denota en principio la idea de ‘natural de Santa Cruz de Tenerife’, sino más bien la idea de ‘que se alimenta principalmente de chicharros’). Por eso, en lugar de llamar gentilicios a secas a estas palabras, sería más apropiado denominarlas paragentilicios. Ahora bien, muy frecuentemente, a medida que pasa el tiempo, el paragentilicio va perdiendo su valor léxico de partida y se queda fundamentalmente con el sentido gentilicio originariamente contextual. Es lo que ha sucedido en el caso de las formas turco, hispano, chicharrero, conejero, etc., de nuestros ejemplos. Ya, en esta fase de su evolución semántica, el término funciona como denominación gentilicia sensu stricto, sin valor peyorativo alguno. Con todo, en esta evolución pueden ocurrir dos cosas. Primera (y la más normal), que, de dicho gentilicio, se forme, por derivación, el nombre del lugar correspondiente (de turco, Turquía; de bereber, Berbería). Segundo (y la menos frecuente), que de dicho gentilicio se forme, por eliminación del sufijo que porta, el nombre del lugar correspondiente: v. gr., del gentilicio chicharrero se ha formado, de manera un tanto irónica, el topónimo El Chicharro: Voy para El Chicharro dicen algunos tinerfeños para indicar que van para la ciudad de Santa Cruz, o para la isla de Tenerife. En tercer lugar, por último, tenemos que formas como de Gran Canaria, de Varsovia, del Puerto de la Cruz, etc., de combinaciones como poeta de Gran Canaria, músico de Varsovia y niños del Puerto de la Cruz expresan la relación gentilicia de forma sintáctica, nuevamente a partir del topónimo, pero no mediante un complemento morfológico, sino mediante un complemento sintáctico, mediante la preposición de ‘movimiento de alejamiento sin extensión visto desde el origen’ de. De esta manera, la persona, animal o cosa de que se trata se presenta aquí orientada desde la noción significada por el nombre propio de lugar que actúa como régimen de dicha preposición. Así, en la combinación poeta de Gran Canaria, el sustantivo poeta se presenta orientado desde el nombre propio de lugar Gran Canaria; en músico de Varsovia, el
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sustantivo músico se presenta orientado desde el nombre propio de lugar Varsovia; y en niños del Puerto de la Cruz, el sustantivo niños se presenta orientado desde el nombre propio de lugar Puerto de la Cruz. Digamos que se trata de la única expresión gentilicia en que la relación de origen se formaliza de manera idiomática. Precisamente por ello, es el procedimiento gentilicio más general (muchos pueblos no tienen gentilicio morfológico ni léxico, sino gentilicio sintáctico), y el que suelen utilizar tanto los lexicógrafos y gramáticos como los hablantes más espontáneos para parafrasear los gentilicios morfológicos y los gentilicios léxicos, que, por razones obvias (estar formalizados mediante una sola palabra), son los únicos que pertenecen al vocabulario de las lenguas naturales. Así, el gentilicio borgoñón se define en muchos trabajos lexicográficos y gramaticales como ‘de Borgoña’; el gentilicio turco, como ‘de Turquía’; bereber, como ‘de Berbería’; etc. De todo ello se deduce que el sintagma preposicional que llamamos gentilicio no presenta una significación idiomática distinta de aquella que presenta el resto de los usos adnominales de la preposición de: si, como hemos visto más arriba, ‘movimiento de alejamiento sin extensión visto desde el origen’ significa el de de combinaciones como poeta de Gran Canaria, músico de Varsovia y niños del Puerto de la Cruz, la misma significación invariante presenta el de de combinaciones como casa de madera, casa de Juan, la bruja de Gertrudis o vaso de agua, aunque allí haya sentido gentilicio y aquí los sentidos de ‘materia’, ‘posesión’, ‘calificación’ y ‘contenido’, respectivamente. Lo diferente no es la significación invariante de la preposición (que es constante e invariablemente ‘movimiento de alejamiento sin extensión visto desde el origen’), sino, más concretamente, el sentido contextual. Por eso, no constituye ningún disparate decir que, desde el punto de vista más estrictamente idiomático, de Gran Canaria, de Varsovia y del Puerto de la Cruz no son en realidad gentilicios, sino sintagmas nominales en que el nombre regente se presenta orientado desde el término regido. Pero, si estas combinaciones sintácticas no tienen significación interna gentilicia, ¿de dónde procede entonces el sentido ‘gentilicio’ que atribuimos habitualmente a este sintagma introducido por la preposición de? Pues, simplemente, del contexto, como ocurría en el caso de los gentilicios morfológicos, del hecho circunstancial de que se trata de un sintagma preposicional con régimen toponímico que se aplica a personas (y, más ocasionalmente, a animales y cosas). Por tanto, la significación gentilicia no es aquí lingüística, sino extralingüística; como tampoco son lingüísticos, sino extralingüísticos, los sentidos de ‘materia’, ‘posesión’, ‘atribución’ y ‘contenido’ que desarrolla esta misma preposición en las combinaciones ya citadas de casa de madera, casa de Juan, la bruja de Gertrudis y vaso de agua, respectivamente.
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Todo el material lingüístico analizado hasta aquí nos permite afirmar, sin temor a equivocarnos, que, como sucede con tantas otras categorías semánticas de la lingüística tradicional (v. gr., artículo, conjunción subordinante, verbo auxiliar, verbo de movimiento, etc., etc.), la categoría de gentilicio no es una categoría verdaderamente semántica de las lenguas naturales, una categoría con forma lingüística definida, sino una categoría lógicoconceptual o referencial. Como tal categoría lógico-conceptual o referencial puede expresarse (y de hecho se expresa) en español de formas muy diversas: de forma léxica, de forma morfológica y de forma sintáctica. Referencias bibliográficas HERRERA SANTANA, J. (2012): «La valoración social en los gentilicios no formales del español», en G. Wotjak, D. García Padrón y M.ª del C. Fumero Pérez (eds.), Estudios sobre lengua, cultura y cognición, Peter Lang, Frankfurt am Main [en prensa]. MORERA, M. (2005): La complementación morfológica en español, Peter Lang, Frankfurt am Main. MORERA, M. (2011a): «La norma morfológica de los gentilicios españoles: del topónimo al gentilicio y del gentilicio al topónimo», en E. Waluch-de la Torre, La norma lingüística del español, Instituto de Estudios Ibéricos e Iberoamericanos de la Universidad de Varsovia, Varsovia, 71-79. MORERA , M. (2011b): «El gentilicio en español: sus procedimientos expresivos», en El género gramatical en español desde el punto de vista semántico, Peter Lang, Frankfurt am Main, 95-125. NGRAE. REAL ACADEMIA ESPAÑOLA (2009): Nueva gramática de la lengua española. Morfología. Sintaxis I, Espasa, Madrid.
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24 SOBRE LAS DEUDAS DE LA LEXICOGRAFÍA CON LA FILOLOGÍA
JOSÉ A. PASCUAL Real Academia Española RAMÓN SANTIAGO Universidad Complutense de Madrid
Algunos filólogos, cuando nos aventuramos a movernos por los dominios de la lexicografía solemos disfrutar más comprobando la fiabilidad de un testimonio del uso de una palabra que aplicando a conciencia las decisiones de la técnica lexicográfica en su definición. No le va a sorprender, pues, a Jesús Pena que correspondamos a la pasión con que se ha entregado al estudio de la formación de las palabras con el mismo entusiasmo por abordarlas pertrechados con las armas de la filología. 1. LA FILOLOGÍA PARA EL CONTROL DE LOS DATOS Empezamos por un par de ejemplos por medio de los que queremos mostrar que el acto lexicográfico no termina ―o, mejor, no debiera terminar― en la consideración inmanente del significado de las palabras. Cuando el redactor de un diccionario se encuentra con casos como los dos siguientes, lo normal es que busque y ―lo que es más grave― que llegue a encontrar una justificación para mantener una acepción inexistente en la realidad, forzando de una manera inconsciente las cosas.
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1.1. Una acepción imposible de cala1 En la 13.ª edición, de 1899, del diccionario académico se introduce, s. v. cala1, derivado de calar, una sexta acepción (que en la 22.ª edición del Diccionario de la lengua española de la Real Academia Española, de 20011, ha pasado a ser la novena, sin que se haya alterado la definición): «Lugar distante de la costa, propio para pescar con anzuelo». Dista mucho ese sentido de los de la mayor parte que el diccionario da a esta voz, por lo que nos asalta la duda de si esa nueva acepción entra realmente dentro de la esfera del significado de cala1, que se organiza así en la última edición del DRAE, prescindiendo de las locuciones: 1. f. Acción y efecto de calar ( un melón u otras frutas semejantes). 2. f. Pedazo cortado de una fruta para probarla. 3. f. Supositorio laxante. 4. f. Rompimiento hecho para reconocer el grueso de una pared o su fábrica o para descubrir bajo el pavimento cañerías, conducciones de agua, electricidad, etc. 5. f. Parte más baja en lo interior de un buque. 6. f. Parte del barco que se sumerge en el agua. 7. f. Plomo que hace hundirse a la sonda o al anzuelo. 8. f. Pieza que, en las linotipias, regula la anchura de la caja y el largo de las líneas. 9. f. Lugar distante de la costa, propio para pescar con anzuelo. 10. f. Tienta que mete el cirujano para reconocer la profundidad de una herida. 11. f. Investigación en algún campo inexplorado del saber. Seis calas en la expresión literaria española. 12. f. coloq. peseta ( moneda española).
Con solo el sentido común podríamos tratar de encontrar alguna posible justificación a la distancia de significado que media entre las acepciones 2.ª y 9.ª, apoyándonos en las tres de ellas que tenemos relacionadas con el mar, la 5.ª, 6.ª y 7.ª; pero ni siquiera en esta última, «Plomo que hace hundirse a la sonda o al anzuelo», resulta fácil encontrar la base del nuevo significado que acoge la 9ª acepción. La gran dificultad que existe para justificar esta referencia a una realidad que nos resulta desconocida, dentro del desarrollo de la capacidad polisémica de cala1, nos anima a movernos por caminos más lógicos, como es rela-
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Nos referiremos a esta obra en sus distintas ediciones, como «diccionario académico» o DRAE, sin precisar las referencias bibliográficas.
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cionar el valor locativo de la 9ª acepción de cala1 con el de la voz cala2, definida en el DRAE como «f. Ensenada pequeña» y base del derivado caladero, cuya definición en el mismo diccionario, hecha a la manera etimológica, se refiere también a un lugar: «Sitio a propósito para calar las redes de pesca». Aunque no estaría de más ampararnos también en la filología, que nos puede orientar sobre la introducción de esta problemática acepción en el DRAE. Fue don Eduardo Saavedra2 quien la propuso para su 13.ª edición, que aparecería en 1899. De su puño y letra escribió una ficha que presentó el 1 de abril de 1893 como adición a cala. Se basaba para su propuesta en la autoridad del Diccionario marítimo de J. de Lorenzo, G. de Murga y M. Ferreiro, de 1864. No encontramos en este diccionario la acepción s. v. cala; pero sí s. v. calera, palabra a que nos conduce el propio académico, quien había escrito en la parte inferior de la cédula la razón de esta nueva acepción: «Hace falta para entender lo que es calera». En calera se había introducido en la 11.ª edición del DRAE, de 1869, una segunda acepción (la primera era ‘horno’), tomada probablemente del diccionario marítimo a que nos hemos referido, con algunos cambios, que continúan sucediéndose luego en las ediciones 12ª (a partir de aquí como palabra distinta de calera ‘horno’) y 13ª, tal y como se ve en el cuadro siguiente: Dicc. Marít. (1864)
DRAE 11.ª ed. (1869)
DRAE 12.ª ed. (1884)
DRAE 13.ª ed. (1899)
Pesc. Chalupa pescadora de las costas de Vizcaya y Guipuzcoa, llamada así porque sale a pescar en las calas distantes quince o veinte leguas al norte de la costa.
Especie de barca pescadora en las costas de Vizcaya, llamada así porque sale a pescar a las calas.
(De cala porque en ellas sale a pescar esta barca). Especie de barca pescadora en las costas de Vizcaya.
Chalupa que sale a pescar en las calas muy distantes de la costa en Vizcaya y Guipúzcoa3.
Del propio Saavedra procede la definición de calera que mostramos más arriba en la 13ª edición del DRAE ―presentada también el 1 de abril de
Aunque en el Anuario de la Real Academia Española de 2008 se señala que fue elegido académico el 21 de febrero de 1901, ingresó en la Academia el 29 de diciembre de 1878. Zamora Vicente (1999: 115, 116) da una idea muy precisa de la importancia del trabajo de don Eduardo Saavedra en la Real Academia Española. 3 Definición que, en la 22.ª edición del DRAE, de 2001, s. v. calera2, se ha convertido en: «De cala1. f. Chalupa que sale a pescar en parajes distantes de la costa de Vizcaya y Guipúzcoa». 2
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1893―, donde recupera algún elemento de la definición del Diccionario marítimo, como es el hiperónimo chalupa, a la vez que se separa de las ediciones anteriores del diccionario académico al sustituir pescadora por que sale a pescar. Este sintagma aparecía antes en la parte etimológica de la definición que se suprimió en la 13ª edición, tal y como ocurrió con otras explicaciones etimológicas que aparecían en los derivados4, idea en la que Saavedra ―uno de los tres miembros de la Comisión de Etimología― debió tener alguna intervención. Al revisar don Eduardo Saavedra la voz calera tomando como base la 12.ª edición del DRAE, de 1884, suprimió el paréntesis etimológico de esta; pero quiso que quedara patente en el diccionario su razón etimológica, y para ello añadió a cala la definición «Paraje distante de la costa propio para pescar con anzuelo», con lo que aseguraba así de una manera indirecta la razón de este sentido de calera. El erudito dedujo una extensión de significado que no justifican los datos de que disponemos y ni siquiera las razones lógicas, pues una calera bien se puede explicar de la forma como lo hacía el Diccionario marítimo ya citado y las dos ediciones anteriores del diccionario académico, según corresponde a un adjetivo relacional, habilitado como sustantivo: de chalupa calera ‘chalupa para pescar en las calas’ se pasaría a calera para designar a esa misma embarcación. Pero Saavedra se sentía obligado a cuadrar de una manera más precisa los hechos de la realidad creando una acepción inexistente ―e innecesaria―, s. v. cala para la comprensión de esa calera que es una «Chalupa que sale a pescar en las calas muy distantes de la costa en Vizcaya y Guipúzcoa». Así cala quedó definida como: «Lugar distante de la costa, propio para pescar con anzuelo». La acepción no solo era inexistente e innecesaria, sino que además se copió fuera de sitio. Su autor no había indicado en cuál de las dos calas ―añadió además otra tercera que dejaremos ahora de lado― debía introducirse: vistos los datos anteriores parece que esta acepción referente a un lugar tenía que haber ido a parar a cala2, que se refiere también a un lugar; pero quien actuó como secretario la dirigió a cala15. Allí ha quedado y de ahí debiéramos sacarla: para cambiarla de lema o, mejor, para dejarla arrincona-
En esta edición, la etimología «se incluye siempre salvo si se trata de derivado o de una variante de otra palabra» (Clavería, 2003: 314). 5 En esta ficha de cala escrita por Saavedra se añade un paréntesis que tiene la misma letra de quien coloca en el margen superior izquierdo el nombre de su autor, Saavedra, en esta y otras fichas. 4
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da como un mero invento lexicográfico colocado además en el lugar que no le corresponde. 1.2. Una acepción fantasma de albogue El empleo de la voz albogue ‘flauta de pastores’ no se abre paso más allá de los textos del siglo XVII, salvo en diccionarios y glosarios, en estudios sobre la música y literatura antiguas o en obras de creación literaria, en las que aparece como un fósil léxico referido a una realidad pastoril antigua. No se justifica, pues, que perdiera su condición de voz antigua a partir de la 14ª edición (de 1914) del diccionario académico6; pero se justifica menos que, al sentido de ‘flauta pastoril’ se le añadiera en este diccionario, en el suplemento de su primera edición reducida a un tomo (1780), una segunda acepción: «instrumento compuesto de dos placas de azófar parecido al antiguo crótalo»7, sentido que el diccionario de Terreros (1787: s. v.) acoge también dejando claro que se toma del siguiente pasaje del Quijote: ¿Qué son albogues ―preguntó Sancho―, que ni los he oído nombrar ni los he visto en toda mi vida? ―Albogues son ―respondió don Quijote― unas chapas a modo de candeleros de azófar, que dando una con otra por lo vacío y hueco hace un son, que, si no muy agradable ni armónico, no descontenta y viene bien con la rusticidad de la gaita y del tamborín8.
Los albogues suelen ser de hueso o de madera, pero también de metal, como estos que describe don Quijote, quizá para disentir de aquellos consistentes en cañas unidas por medio de cera que, partiendo de Teócrito y Virgilio, llegan a Pérez de Moya, Lope y Góngora, en referencia a Polifemo: este, para cantar a Galatea, había construido uno― que emitía un bárbaro ruido, a
En la segunda edición del Diccionario de Autoridades, que acoge la voz, se señala que es propia de Vizcaya (lo que supone una drástica reducción de su empleo como correspondería a una voz desaparecida de la lengua común), situación que se mantiene hasta la 5.ª edición (de 1817) del diccionario usual; en ella se cambia esta precisión por la siguiente: «se usaba antiguamente [...] según se lee en las poesías y novelas pastoriles antiguas»; en la 6.ª edición (1822) se suprime lo anterior, reservando la indicación de antiguo al empleo de «eran de» en la descripción de sus elementos; en la 14.ª edición (1914) se pierden, finalmente, todas las pistas que orientaban sobre el uso del instrumento y de la voz en el pasado. 7 Fue igualmente don Eduardo Saavedra quien, en la 13.ª edición, de 1899, introdujo la enmienda, aprobada por la Comisión el 8 de julio de 1892: «cada uno de los dos platillos pequeños de latón que se usan para marcar el ritmo en las canciones y bailes populares». Esta definición se mantiene hasta la última edición (22.ª) del diccionario, de 2001. 8 Parte II, cap. 67 (en la ed. de Rico, 2004: 1285); allí, en nota 23, remite a la parte II, cap. 19, pág. 861, nota 59, para el significado de albogues. 6
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causa de las cien cañas unidas con cera que había empleado. No sería imposible que, dentro de esta tradición, Cervantes pusiera los pies en tierra describiendo ese sólido albogue de dos chapas de azófar en forma de candelero, con una unión entre ellas más estable que la que se conseguía por medio de la cera («dando una con otra» significa ‘estando juntas las dos’, y no ‘golpeando una contra la otra’) y se refiriera a que ese sonido que se desliza ‘a través del hueco’ (ese es aquí el significado de por y no ‘a causa de’) distaba mucho del insoportable ronco ruido que salía del de Polifemo o de sus emuladores. No se trata de una acepción dudosa, sino sencillamente de una mala interpretación de un pasaje del Quijote, que ha llevado a los filólogos a adaptarse a la disparatada acepción del diccionario académico. Así, para Diego Clemencín, en su edición del Quijote (1839: II parte, t. VI, p. 360), «los albogues vendrían a ser como los platillos en la música militar moderna», lo cual le lleva a C. Romero Muñoz (1997: pp. 509, nota10, y 510) a interpretar del mismo modo la voz en un pasaje de Los trabajos de Persiles, sin ninguna orientación por parte del contexto9. No faltan, sin embargo, casos en que se hace una referencia a este significado con una cierta cautela, como ocurre con el Diccionario histórico de la Academia (1960-1994, s. v. albogue) en que, en su acepción 4ª, se muestra alguna duda sobre este «instrumento de percusión»; o con Luis Andrés Murillo (2003, II: 549, nota 8), quien admite que «no se ha encontrado un uso o descripción antigua que autorizase el nombre de albogues que aquí da don Quijote a las chapas». No han faltado tampoco quienes han buscado explicar este problemático significado de una manera razonable, como ocurre con Celina Sabor de Cortázar e Isaías Lerner (2005:
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Se basa para ello en A. Salazar (1947: 54, nota 15): «Salazar, al referirse a los presentes en estas danzas de villanas de la Sagra, deduce que «deben pertenecer a la especie crotalística antes definida por don Quijote». Para mí, no cabe duda: lo único seguro es que éstos del Persiles han de ser interpretados precisamente así, en total coherencia con los de la obra maestra». Ante esto no nos ha de sorprender que lo relacione con el znoujdi marroquí ‘cimbalillos de metal’, apoyándose en la aceptación de Pedrell de la explicación que el diccionario académico da a este instrumento y en C. Sachs, (Handbuch der Musikinstrumentenkunde, Leipzig, 1930), quien acerca el albogue a la misma raíz que ha dado en Alemania el vocablo becken ‘platillos o címbalos’, por más que esta palabra alemana no apareciera hasta el año 1742, en el Discurso histórico y crítico de Bayle, que era francés. Más adelante, en la continuación de este trabajo (1948: 121), a propósito de las danzas, insiste en que «Acompañan a aquellas juntas o escuadrones de danzantes el tamboril y la flauta, el salterio, las sonajas y los albogues, los cuales, al encontrarse cerca de las sonajas, parece que deben de pertenecer a la especie crotalística antes definida por don Quijote».
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900, nota 8), partiendo de la idea de Miguel Querol10 de que se trata de una invención humorística cervantina: «albogue (escrito alboge en Covarrubias y Franciosini) designaba una especie de flauta. La confusión de don Quijote en medio del tono de solemne erudición es de efecto humorístico, pues la palabra debió ser muy conocida; tiene derivados y entró en el refranero: “En casa del alboguero, todos son albogueros”. Correas, 186»11. Aunque esta «estrafalaria» acepción del instrumento se ha llegado a justificar de una manera más estrafalaria aún, como es el caso de Javier Irigoyen-García, quien, situándose en el clima de crispación cultural que precede a la expulsión de los moriscos, ve a don Quijote [, que] despliega toda su erudición enciclopédica para demostrar que sabe diferenciar y acotar los elementos moriscos en la lengua española, de forma que llegado el momento [de construir una Arcadia pastoril española] será capaz de llevar a cabo la “depuración lingüística” requerida por [ella]. Tanto Sancho como don Quijote colaboran en un parejo espectáculo de la negación como exculpación, alegando un desconocimiento del que carecen para ahondar artificialmente la frontera cultural que en teoría les separa de los moriscos. Lo auténticamente dramático de la situación es que, a pesar del significante árabe, los albogues son en realidad un instrumento propio de cristianos y no de moriscos, por lo que el episodio se convierte en un índice de cómo la voraz desemitización nacional impuesta institucionalmente revierte sobre los mismos signos culturales de los cristianos viejos [...]. Una vez que el significante “albogue,” reprimido en el imaginario social, ha aflorado sin embargo en el discurso, el único método compensatorio que le queda a don Quijote para no anular por completo el éxito de la desemitización es inventar una definición que lo diferencie radicalmente de la “gaita zamorana” que ha venido a suplantarlo. Paradójicamente, la estrategia de desconocimiento creada para salvaguardar el significante “gaita zamorana” es precisamente la que posibilita que se vuelva a poner en circulación los “albogues” eliminados, convertidos por arte de magia en otro instrumento. Con su actuación, don Quijote perpetúa la vida
«Estamos por pensar que don Quijote, excepto el nombre de albogues, no sabía más de ellos que Sancho. Casi nos atrevemos a decir que la explicación que don Quijote da de los albogues es un rasgo humorístico de Cervantes, que puso en boca de nuestro caballero una respuesta disparatada a la pregunta de su escudero» (Querol Gavaldá, 1948: 148). 11 En las «Notas al texto del Quijote» de los mismos autores (1964), no se cita albogue en los doce comentarios que figuran ahí y que son parte de los que leyeron en la IV Asamblea General de Filología y Literaturas Hispánicas (Córdoba, Argentina, agosto de 1965), «ampliación y fundamentación de algunas de las muchas [notas] que aparecerán en la edición del Quijote que EUDEBA publicará en 1966». 10
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de un significante árabe moribundo, traicionando el sentido de la desemitización cultural (2008: 133-138).
2. EL APOYO DE LOS CORPUS A LA FILOLOGÍA PARA RESTAURAR LAS PALABRAS DETURPADAS EN LOS TEXTOS
Si la lectura cuidadosa de los textos puede hacernos desechar acepciones problemáticas de una palabra, hoy, gracias a las posibilidades que surgen por la gran cantidad de textos que podemos relacionar con la ayuda de los recursos informáticos, se ha ampliado notablemente la posibilidad de corregir lecturas por medio de la comparación textual, en una forma que no hubiera sido posible hacer en una lectura aislada, todo lo detenida que se quiera, de un pasaje. En su momento, Pérez Pascual (2002) restauró determinadas palabras en uno de los textos más deturpados de nuestra lengua, la Flor de Cirugía. Al comparar determinadas lecturas con pasajes en que aparecían las palabras que acompañaban a las formas problemáticas en el corpus médico a partir del cual confeccionó María Teresa Herrera su Diccionario de términos médicos (1996), restableció lecturas como las siguientes, ocultas bajo las problemáticas del manuscrito: puteran → (hierba) puntera (p. 85); pelybenys → capeli veneris (p. 91); labysno → oleo laurino (p. 103); leche de asna → lechetrezna (p. 114); trifere man → atriaca magna (p. 130); estable → escabie (p. 131); en el caso de yegros (p. 117) se justifica la lectura yezgos, tras analizar otras posibles identificaciones como yeros y yaros.
El proceder ha sido el mismo que hemos seguido nosotros al tratar de dar con el nombre de un ave por el que nos habían preguntado unos buenos amigos, quienes en una fotocopia de un documento del siglo XVI (Simancas C y S Reales, leg. 370 fº. 35), cuyo margen derecho está cortado, observaron que se transcribe una carta de los Reyes Católicos, dada en Medina del Campo en una fecha que no aparece en la parte transcrita de la reproducción, pero que quienes nos consultan datan en 1544. Se prohíbe en ella, en el entorno del Lomo del Grullo, anejo a los Alcázares de Sevilla, la caza diurna o nocturna de «perdizes ni garças ni abutarda [...] ni labanco ni martinetes ni averromín ni otras raleas de aves con alcones [...] ni con ballestas ni con arcos ni redes ni bueyes ni candil ni otros armadijos». Nos proporcionan además los consultantes una copia de 1777 del Archivo del Real Alcázar de Sevilla (caja 531, Expediente 1), referente también al Real coto del Lomo del Grullo, en que se hace constar la misma prohibición: «ni cazar con alcones ni con otra cosa alguna perdices ni garzas ni abutarda ni lechuza ni alcarabán ni grulla ni lavanco ni martinetes ni abillonín ni otras raleas de aves, conviene a saber con
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los dichos alcones e perros e urones ni con perros ni con ballestas ni arcos ni redes ni buey ni con candil ni otros armadijos algunos». Da la impresión de que del primero de los documentos citados o de una copia relacionada con él proceden los datos que aparecen en el segundo. Tenemos, pues, un averromín o abillonín referido a esa ave desconocida por la que se interesan. El hecho de disponer digitalizados del Libro de la caza de don Juan Manuel y del Libro de las aves de don Pero Lopez de Ayala, nos ha permitido buscar en esos textos palabras que acompañen a alcones y garças (y a algunas voces más), donde hemos encontrado casos como los siguientes: En este arroyo ay garças e anades, et do es descubierta ay buen lugar de caça con falcones [...] ay muchas garças ramias, et aun y en todo el tiempo del paso del verano ay muchas abdarramias, et en el ivierno ay muchas garças blancas et muy pocas pardas et non ninguna rubia nin abdarramia (Don Juan Manuel, Libro de la caça, Gredos, Madrid, 1981). ... faziendo primero bolar tu falcon [...] grua, garça, abdarramía, martinet, cuervo calvo, alcaravan, lechuza [...]. Otrosi en aquel tiempo es muy buen bolar a los martinetes, que fazen tan buena bolería como garça [...]. Otrosi, cuando tu falcon quieres que buele por el abdarramia, cata que non faga gran viento (Pero López de Ayala, Libro de las aves, Tamesis Books, London 1986: 95-96) [variante avderranía en la edición de José Manuel Fradejas Rueda (2001: 50)].
La impresión que producen estos textos es que este problemático averromín ~ abillonín no es sino la abdarramía, voz que aparece en otros textos con las variantes aberramía, averramía, abderramía, avderranía, abdarmía, a b d u r a m í a , apdaramía, anderramía y abdurramía, que puede tratarse de una especie de garza (véase DECH, s. v. ave). Hemos llegado a ella ―si es que no nos hemos equivocado―, no a través de nuestro conocimiento de la realidad, sino por haber podido buscar determinadas palabras escritas en serie, dentro de un grupo de textos de que disponemos en soporte electrónico12.
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La explicación que proporciona Corriente (2003), a través del árabe ―en cierto modo sugerida por el DECH― tiene en su contra, no obstante, que ramía forme parte de algunas combinaciones, como, por ejemplo, garças ramías, en el texto de don Juan Manuel citado arriba. La explicación de Corominas, que no carece de problemas, es el mejor razonamiento ―o, mejor, el único― que se ha hecho sobre esta forma.
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3. LA SOLUCIÓN DE CONTINUIDAD EN LA ADOPCIÓN DE UNA VOZ O VOCES GENÉTICAMENTE RELACIONADAS
Frente a ese acto lexicográfico de buscar los significados inmanentes que emanan de las palabras, a que nos referíamos antes, puede suponer un apoyo para el lexicógrafo conocer la historia de la formación de distintas voces emparentadas e incluso de sus acepciones. En muchos casos estas palabras ―o acepciones― relacionadas, que comparten el mismo origen, han surgido de manera independiente en distintas épocas y por razones variadas. La comprensión de todo este entramado histórico que subyace a la relación que mantienen en la actualidad distintas voces puede ser importante para comprender cómo se ha encauzado el desarrollo de sus posibilidades polisémicas, conocimiento que no resulta ocioso para definirlas mejor. 3.1. Laburante y sus parientes Podríamos pensar que la pequeña diferencia gráfico-fonética que separa laborante de laburante ―igual que la que se dio entre muchacho y mochacho― no entrañaría tanto una distinción de significado como de registro, estrato o dialecto. Pero a diferencia de lo ocurrido con mochacho ~ muchacho, que supone la elección de dos variantes gráfico-fonéticas distintas de una misma palabra, laborante y laburante son dos formas introducidas, a partir de bases distintas, en lugares y en momentos diferentes. Laburante no podemos explicarla como una variante marcada desde el punto de vista gráfico-fonético de laborante. Laburante y las palabras relacionadas con ella se introducen en la última edición del DRAE, del 2001: laburante «com. coloq. Arg. y Ur. trabajador ( obrero)», laburo «m. coloq. Arg. y Ur. trabajo ( ocupación retribuida)» y laburar «intr. coloq. Arg. y Ur. trabajar ( tener una ocupación remunerada)». En el pasado existió laborante con el significado de ‘trabajador’, (tal como lo vemos en los siguientes ejemplos de 1749, del Catastro de Ensenada: «Que asi mismo le resultara a Sebasttian Bauptista Guijarro y Simon de Viejo Bueno, por el ejercicio de laborantes, o fabricantes de zera, a cada uno la utilidad de doscientos reales al año»13, «Ay en esta ciudad ocho maestros laborantes de paños pardos que sus nombres y lo que a prudente consideración cada uno gana en dicho arte es esta forma»14), significado a partir del cual se creó otro especializado para designar un determinado tipo de trabadores (es el caso de los mozos de laboratorio o de
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Catastro de la Ensenada, AGS, DGR, l. 75, fl. 295 r. Catastro de la Ensenada, AGS, DGR, l. 295, fl. 300 r.
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aprendices en algunos oficios), que subsiste aún hoy. Añadamos que en un registro culto se puede hacer referencia a un laborante en el sentido de ‘trabajador’. Este sentido de ‘trabajador’ de laborante, que no pertenecía al ámbito de lo coloquial, lo ha ocupado ahora laburante ―acompañado de laburar y, sobre todo, de laburo, voces que se han tomado del italiano (cuya o tónica puede, dado que es cerrada, adaptarse como u)― en un espacio restringido al Río de la Plata, donde se emplean como voces coloquiales referidas al trabajo, presentado este con una connotación negativa, como la que tenemos en España en pringado: «somos simples laburantes de la literatura» lo emplea Ricardo Piglia (2002: 133); de «“qué peste con tu laburo [...]” Dicen “laburo” como quien cumple una proeza, [...] dicen “laburo” como si después de decirlo tuvieran que desinfectarse» se sirve Mario Benedetti (2009: p.194); con «tengo un buen laburo», «pillé un laburo» es como se refieren a su trabajo dos personajes distintos en una película argentina15. A esta no continuidad histórica entre laborante (y palabras de su familia) y laburante (y palabras de la suya) se añade el hecho de que aquella tiene además, según el DRAE, la acepción de «Conspirador o muñidor que persigue algún empeño político» (con un sentido paralelo en el verbo laborar), marcada como poco usada, que posiblemente se desarrolló como un insulto a los conspiradores que en 1868 apoyaban a los cubanos separatistas16, de donde pasó a ‘conspirador’, sentido en que lo emplean distintos escritores del siglo XIX y XX (como Menéndez Pelayo, Galdós, Valera, Unamuno) y que ya no está activado entre nosotros, ni siquiera dentro del léxico pasivo. No es razonable que aparezcan desconectadas en un diccionario actual voces como laborar ~ laburar; laborante ~ laburante; y laburo. Perteneciendo en última instancia a la misma familia no sería imprudente explicar el porqué de la sinonimia que se da en el plano diacrónico entre alguna acepción de las formas antiguas con o y las recientes americanas con u, así como mostrar el motivo del desequilibrio que impone laburo, al no contar paralelamente con *laboro. Aparte de la razón del significado que laborante adquirió de ‘conspirador’ y laborar de ‘conspirar’, inexplicables sin adentrarnos por la historia. Y no deberíamos desentendernos del hecho de que laborar no aparece en el
El secreto de tus ojos, argentina, de Juan José Campanella, estrenada en 2009. Laburo y laburar son las formas coloquiales con las que el protagonista de El hombre de al lado (una película de Mariano Cohn y Gastón Duprat de 2009) se refiere al trabajo o al que trabaja. 16 Fernando Ortiz (1985: p. 311) explica que «surgió el vocablo de un artículo de Rafael M. Merchán, titulado Laboremus». 15
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diccionario con el significado de ‘trabajar’ (salvo en un sentido marcado, como el que supone la remisión a labrar en el DRAE), contradicho por el uso según varios ejemplos encontrados en el Corpus del Nuevo Diccionario Histórico y en el Corpus Diacrónico del Español (consultables on line en el portal de la Real Academia Española), en que aparece empleado como un mero sinónimo culto de trabajar, paralelo al empleo que se reconoce en laborante. 3.2. Hooligan Hay casos en que existe un parentesco peculiar entre las distintas apariciones de una voz, cuando esta se ha importado en momentos distintos desde otra lengua de una manera independiente entre ellos. En estos casos, frente a la apariencia de que el desarrollo polisémico de las palabras es una consecuencia de las posibilidades que contiene su significado, y de la capacidad de los hablantes de tirar de ellas, su evolución semántica calca la que se ha dado en la lengua de partida. Con los datos de que disponemos, la voz hooligan, que el diccionario académico (DRAE 2001 presenta como un anglicismo crudo, definido como: «Hincha británico de comportamiento violento y agresivo», debiera enmarcarse en el diccionario dentro de uno más general de ‘joven violento perteneciente a una pandilla’, desarrollado en inglés. Ese de ‘joven violento...’ se introdujo en la prensa española de principios del siglo XX, donde leemos: «Los apaches de Londres: los malhechores de Londres (los hooligans, como aquí se les llama) se están bañando en agua de rosas. Hace pocos días ha muerto allí, a la avanzada edad de ochenta y dos años, Sir John Charles Day, el más severo de los jueces británicos. Era partidario este magistrado de la pena del látigo, considerándola como la más eficaz para corregir de un modo radical a los delincuentes. Sólo en los últimos catorce años de su cargo hizo propinar 3.766 latigazos a 137 hooligans»17; «No menos terrible es el procedimiento que emplea la policía londinense contra el apache del Támesis llamado hooligan. El procedimiento llamado el gato de cinco colas es una tortura horrible y suele ser decisivo para el que la sufre»18. La palabra había surgido en los últimos años del siglo XIX en Inglaterra, aplicada a ese tipo de personas a las que les cuadraría la denominación de gamberro, procedente posiblemente de su empleo en una canción de un music-hall referida a una familia
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Nuevo Mundo, 1908. Por esos mundos, 1911.
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apellidada Hoolighan19 y conocida por sus acciones violentas, que vivía en Southwarl, por entonces un barrio de mala reputación de Londres. La especificación de sentido que ha tenido esta voz, desde el de ‘joven de una pandilla, de comportamiento violento’ para llegar después al de ‘forofo o hincha de fútbol’ que exhibe esa misma condición violenta, se ha hecho en absoluta desconexión entre los dos momentos en que vemos que la voz se ha asomado a nuestra lengua, desarrollados ambos en la lengua de partida, el inglés. 3.3. Footing Vamos a observar la entrada repetida de una palabra en español que, igual que en el caso anterior, se produce sin conexión entre esos dos momentos en que se importa, y con no exactamente la misma atribución de significado. Se trata de footing, voz sobre la que se ha señalando que su sentido no corresponde al que tiene en inglés, algo así como ‘posición estable, fundamento’20. La encontramos ya en la edición del Larousse de 1981 (definida como «marcha a pie») y registrada por Romain Gillain (2010: s. v.) en 1901, en la revista La época (Madrid, 14 de marzo de1901); lo cual permite entender, dado el momento en que aparece en nuestra lengua, que fuera en francés y no en español dónde ha adquirido el significado de ‘carrera para mantenerse en forma’, explicación que con buen criterio ha adoptado el diccionario académico en su última edición. Ello implica ―es la idea de R. Gillain― que se han de desechar explicaciones como la de Arturo del Hoyo, que estimaba que el significado de la voz en español habría llegado «a través de la jerga del boxeo, donde el footing ‘hacer pies’, sirve de entrenamiento y preparación», o la de Castañón Rodríguez que, ante el significado que tiene la palabra en inglés, entiende que hemos sido los españoles los que hemos cambiado ese significado.
La base irlandesa de este nombre lo explica el sufijo -ighan ‘banda de’, cf. el sufijo patronímico español -an, de alemán. La voz se extendió por la comunidad irlandesa de Londres, probablemente debido a la semejanza de este patronímico con Kathleen Ni Houlihan ‘Kathleen, hija de of Houlihan’, el emblema del nacionalismo irlandés, creado por Yeats. 20 «Footing significa para los ingleses y los de Estados Unidos y demás varias cosas; ninguna de ellas tiene el sentido “continental” de footing» (A. Yepes, El Imparcial, 24/2/89: 36). Martínez de Sousa (2004) incluye esta voz entre otras palabras cuya apariencia gráfica induce a atribuirlas a una lengua a la que no pertenecen, algunas de las cuales fueron creadas en Francia. 19
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Decíamos que el hecho de que esta voz se documentase hace más de un siglo es un indicador precioso para llevarnos a buscar en el francés la razón de este significado en nuestra lengua; el que haya tardado tanto en prender puede deberse a que al asomar la cabeza a principios del siglo XX, iba la palabra de la mano de una práctica deportiva reservada, en principio, a las clases altas, tal y como lo mostraba Mariano de Cavia, al referirse a su empleo dentro de «un deporte de los más elegantes, con su correspondiente nombre en inglés para mayor distinción y necedad. Se llama el footing»21, una actividad que, por otra parte, desde muy antiguo necesitaba de una vestimenta particular: «El alpinismo y las excursiones de montaña requieren vestidos del tipo del de footing o sport de marcha»22, por más que no vamos a entrar en otros sentidos que se aplicaron por entonces al anglicismo acondicionado por el francés, referido a menudo a las mujeres y, más que a una carrera, a un confortable paseo (acorde con la definición de la voz que hemos señalado en el Larousse de 1981), como se induce de ejemplos como los siguientes: «Para la mañana. En las horas de footing, de tiendas y de visitas de toda confianza, el tailleur es siempre el vestido favorito. Se hace ahora de una tela muy semejante a los trajes de hombre. Esta tela se llama gabardine, y el corte que se le aplica tiende en todo y por todo a masculinizar la toilette, pero hermanando este gentil desenfado del vestido y las actitudes que origina con la más completa y encantadora feminidad»23. Una foto deja muy clara cómo ha de ser esta indumentaria de «Abrigo de piel y toca de terciopelo, para el “footing”»24, igual que el texto siguiente no deja la menor duda sobre la fina, a la vez que onerosa levedad con que se reserva la práctica de este deporte a las mujeres: «Los velos, cada día más espesos, de encaje point de París, o de Chantilly. Protegen la cara de la brisa matutina, algunas veces demasiado sutil. Aviadas de esta manera, las más esclavas de su belleza pueden afrontar los encantos del saludable footing»25. Son los retorcidos caminos por los que entran algunas palabras en una lengua, difíciles de seguir sin recurrir a bancos de datos léxicos. A menos
Nuevo Mundo 1912. Esta mala consideración de la formación explica que el Diccionario panhispánico de dudas (s. v. aerobismo) recomiende que se sustituyan las formas footing y jogging por trotar, correr o, mejor, por aerobismo. 22 Por esos mundos, 1914. 23 Por esos mundos, 1913. 24 Nuevo Mundo, 1913. 25 Blanco y Negro, 1911. 21
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que ―nos atreveríamos a añadir llevando el agua a nuestro molino― se cuente con un diccionario histórico. 4. FIN Llegamos al fin de nuestro recorrido por unas pocas palabras de nuestra lengua, para las que la búsqueda de las razones de su uso puede conducir, bien a entender su mala inserción en un diccionario, bien a poder percibir cómo han surgido sus sentidos y cómo estos se relacionan con los de otras palabras. Lo cual en un tipo de lexicografía, como la que se practica, cuyo aspecto explicativo carece de interés, quizá se vea como una pura rareza de dos filólogos empeñados en aprovechar al máximo los recursos filológicos. Quizá, por ello, más que buscar homenajearte, querido Suso, estemos buscando tu amparo de lingüista que nos ha enseñado las razones de tantas formaciones de palabras. Referencias bibliográficas BENEDETTI, Mario (2009): La tregua, Aguilar, Madrid. CLAVERÍA, Gloria (2003): «El Diccionario de la lengua castellana de 1899 (13ª edición)», BRAE, 83, 255-336. CLEMENCÍN, Diego (ed.) (1839): Miguel de Cervantes Saavedra, El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha, D. E. Aguado, Madrid. CORRIENTE, Federico (2003) Diccionario de arabismos y voces afines en iberorromance, Gredos, Madrid. FRADEJAS RUEDA, José Manuel (2001): Pedro López de Ayala. Libro de la caza de las aves. [consulta: 15 de mayo de 2012]. GILLAIN MUÑOZ, Román (2010): Diccionario comentado de galicismos en el lenguaje deportivo del español peninsular (1976-2006), Universidad de Oviedo [tesis doctoral]. HERRERA, María Teresa (dir.) (1996): Diccionario español de textos médicos antiguos, Arco/Libros, Madrid. IRIGOYEN-GARCÍA, Javier (2008): «‘¡Qué si destas diferencias de música resuena la de los albogues!’: lo pastoril y lo morisco en Cervantes», Cervantes. Bulletin of the Cervantes Society of America, 28.2, 119-146.
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HERMÓGENES PERDIGUERO Universidad de Burgos
1. INTRODUCCIÓN La consulta de los protocolos notariales del siglo XVII permite acceder al léxico de la vida cotidiana que tiene que ver, entre otros, con los aperos de labranza, con las ropas y vestidos y con los útiles de la casa. Estos nombres se encuentran, en concreto, en los documentos que, sean cartas de arras, compraventas o almonedas, calificamos de forma global como inventarios de bienes, los cuales pueden ser considerados como fuentes marcadas de la lengua española. Los inventarios utilizados en este estudio proceden de los Archivos Históricos Provinciales de Burgos, Segovia y Soria, sección de Protocolos; estos inventarios castellanos, de los cuales se indica la caja en la que se hallan por medio de la signatura correspondiente, se hallan datados, en su mayoría, entre 1630 y 16601. *
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Trabajo realizado con ayuda del proyecto FFI2009-10494 «Corpus léxico en relaciones de bienes», financiado por el Ministerio de Ciencia e Innovación, Dirección General de Investigación y Gestión del Plan Nacional de I+D+I. Sobre el léxico de la vida cotidiana en la Edad Media, cf. Morala (2007) y Perdiguero, Sánchez y Líbano (en prensa).
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La selección del léxico que aquí presento no corresponde solo a un determinado campo semántico, como podría ser el de la vestimenta o el de los útiles de la casa2, sino que lo que tienen en común estas voces es el sufijo -ero ~ -a, razón por la cual no será determinante el ámbito semántico ni tampoco el paradigma derivativo al que correspondan las palabras que analizaré seguidamente. Sin embargo, aunque señalaré tanto aspectos formales como semánticos, no pretende ser este un estudio propiamente morfológico, ya que los comentarios tienen que ver más con su presencia/ausencia en los diccionarios y su adecuada documentación en otras fuentes, trabajos académicos o en corpus como el CORDE. Prestaré, por ello, una atención especial a aquellos derivados, no muy documentados, que por diversos motivos tienen interés para la historia de las palabras del español y que, quizás, puedan servir a los estudiosos de la morfología. 2. DERIVADOS EN -ERA Se parte del hecho de que, tal y como señalan Santiago y Bustos (1999: 4507), existen tres tipos de formaciones con el sufijo -ero ~ -a: «las que sólo admiten una interpretación nominal, las que son exclusivamente deadjetivales y las que admiten ambas interpretaciones». Señalan también estos autores que no existe acuerdo entre los estudiosos sobre si -ero debe verse como un sufijo distinto de -era, si bien rechazan los argumentos ofrecidos por quienes defienden considerarlos como dos sufijos distintos. Uno de los argumentos empleados por quienes prefieren separarlos tiene que ver las bases de derivación; por lo general, la base suele ser nominal3 en la mayoría de los casos y señalan que son los sufijos en -era los que pueden derivar de bases adjetivas o verbales. Estamos claramente ante unos adjetivos en los ejemplos siguientes de los inventarios: cesta aladera, cestas traperas, cribas angosteras, saya bajera, vestido bajero, sartenes besugueras, frente a los que podemos interpretar como sustantivos resultado de la omisión del sustantivo: delanteras (de la cama). No aparecen ejemplos del adjetivo aladera (ni tampoco de aladero) en el CORDE ni se ha encontrado información alguna en los diccionarios del NTLLE, ni en el fichero general de la Academia; su Diccionario Histórico 2
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Estudios sobre el léxico de estos ámbitos fueron presentados en el VIII Congreso de Historia de la Lengua Española de Santiago de Compostela en 2009 y en el Congreso sobre documentación histórica y variación léxica organizado por CILENGUA en San Millán, el año 2011; ambos trabajos están en prensa. En relación con los sustantivos denominales, Pena (2003: 20) ha señalado que son muy escasos los estudios teóricos.
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(DHLE) de 1960 remite a la variante haladera, lema no publicado. Inicialmente podría pensarse que se trata de un derivado de ala con la interposición del interfijo -d-, de modo semejante al caso de vento-l-era; esta hipótesis llevaría a identificar un tipo de cesta que resulta extraño. Creo, sin embargo, que se trata de un derivado denominal de aladar ‘porción de cabellos que cae sobre la sien’, de origen arábigo, según el DECH, cuyos autores rechazan que este vocablo sea un derivado de ala. Según esta explicación, teniendo en cuenta la relación semántica con el derivado, se trataría de una cesta destinada a contener pelo o algo semejante; de hecho el contexto del inventario del año 1642 en que aparece resulta revelador: «vna cesta aladera, con vn poco de pluma, en tres reales y medio» (AHPBu 8449). Tanto aladera, como trapera de «dos zestas traperas» (AHPSo 5592), son en estos casos adjetivos relacionales, si bien los diccionarios registran trapero,-a como sustantivo y definen esta palabra como ‘persona que recoge trapos’. Del adjetivo angosto, tenemos documentado su derivado angostura; sin embargo, no aparece en el CORDE el derivado deadjetival angostera que nos proporciona un inventario de Soria: «dos cribas angosteras» (AHPSo 5592), sino el de «criba angosta», en un documento del año 1569. En el DHist. de 1933, único lugar en el que lo he encontrado, se define como angostura ‘estrechura’, es decir, un sustantivo4; sin embargo, en la versión del DHLE de 1960 puesta en Internet por la Fundación Rafael Lapesa se indica que es una voz inexistente5 y que se trata de un error, ya que en el texto original de 1645 y en la versión utilizada para dicho diccionario se dice angosturas. Por otro lado, se podría pensar que se trata de un adjetivo deverbal, surgido a partir del medieval angostar6, pero este sufijo deriva, habitualmente, adjetivos denominales y denumerales7. Santiago y Bustos rechazan que solo -era pueda combinarse con bases adjetivas y sugieren la hipótesis de que se suele producir previamente la nominalización del adjetivo; si se acepta que en el caso de angostera se trata de un derivado del adjetivo angosto, tendríamos un ejemplo de derivación homogéPena (1980: 189) señaló, en relación con esto, la productividad histórica del sufijo -ura en la derivación deadjetival; en la actualidad solo es productivo en el español de América, según varios autores que citan Santiago y Bustos (1999: 4591). 5 «Voz inexistente, Ac. Dicc. Hist. 1933 cita como perteneciente a Melo Hist. Catal. 1645, 58, el siguiente texto: “Tomaron los montes y en las angosteras de los valles bajaban a ofenderle”. La cita procede en realidad de ed. 1912, 58, donde se lee: “Tomaron los montes por donde había de hacer sus marchas, y en las angosturas de los valles bajaban a ofenderle”. También la ed. príncipe de 1645, 30 trae “angosturas”» (Santiago y Bustos, 1999: 4556, n. 165). 6 Cf. DECH, s. v. angosto. 7 Cf. Rainer 1999. 4
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nea en -era sin nominalización previa. Es cierto que la derivación adjetival de una base adjetiva no aparece habitualmente, ya que este paso corresponde habitualmente a los sufijos apreciativos8; sin embargo, también se encuentra este tipo de derivación (Adj. → Adj.) en los casos citados de «dos sayas baxeras de pardillo» (AHPBu 6417) y «vn bestido bajero» (AHPBu 8449), aunque en estos ejemplos es más clara la derivación denominal del adjetivo bajero, dado que bajo tiene usos tanto adjetivos como sustantivos. Por el contrario, un ejemplo de adjetivos denominales en los inventarios de bienes es «dos sartenes besugueras» (AHPSg 1516). Hay que señalar que los textos que documentan besuguera en el CORDE son relativamente recientes; el más antiguo de los siete documentos en que aparece corresponde a 1767 y, en todos ellos, figura como sustantivo; en el diccionario académico se recoge en la edición de 1869 como ‘cazuela para guisar pescados’, además de la acepción de ‘persona que vende besugos’. En un documento de Segovia se mencionan unas bridieras: «una cruz con sus bridieras» (AHPSg 1532), voz que no se encuentra ni en el CORDE ni en los diccionarios académicos. Lo más probable es que se trate de una variante de vidrieras en la cual se ha producido la metátesis de r, «metátesis dialectal» se indica en la ficha correspondiente del interesante fichero general de la Real Academia Española9; en este caso estamos ante un derivado de vidrio, por lo que su significado tiene que ver bien con una ‘especie de vitrina’ que protege la cruz o bien con unos ‘adornos’ de la cruz con este material. Podría pensarse también que fuera un derivado de brida; la acepción más adecuada sería, no la relativa al freno del caballo, sino la acepción incorporada en la edición de 1992 de DRAE, que recoge la edición de 2001: «2. f. Reborde circular en el extremo de los tubos metálicos para acoplar unos a otros con tornillos o roblones», pensando que podría tratarse de una cruz procesional; en este caso, sin embargo, la derivación normal hubiese sido bridera, forma, por cierto, que tampoco se halla documentada. En cambio, en el caso de cacera ‘canal que lleva el agua al molino’: «un molino con su posesión de caçera» (AHPSo 496), no ha desaparecido la vocal final del tema porque deriva de caz, variante de calze. En inventarios de Burgos (AHPBu 8449) encontramos textos con la palabra cócera: «vna cóçera de sayal blanco», «vna cózera de saya landada», «doce cozeras y un caueçal»10, «dos mantas y dos cozeras», grafías que alternan Habitualmente no se incluye -ero entre los sufijos apreciativos. Cf. Lázaro Mora (1999: 4648) y Pena (1999: 4334). 9 Cf. web.frl.es/fichero.htm 10 Se halla en la «Carta de Arras de Isabel Baldeivielso», año 1642. 8
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con la forma cócedra en uno de los documentos11 incluidos en la misma caja: «vna cóçedra de sayal nueva», «vna cóçedra de sayal blanco». La forma documentada es cócedra, si bien la Academia prefiere cólcedra; según esto, cócera sería una variante –ausente en el CORDE y en los diccionarios académicos– de cócedra; Corominas-Pascual señalan en el DECH que cócedra es una forma del catalán antiguo12. La Academia indica las acepciones de ‘colchón’ y de ‘colcha’ para cócedra, aunque el DECH ―que define como ‘colchón’ y ‘cojín’― considera que la acepción de ‘colcha’ es una errónea interpretación del texto de Covarrubias. Los contextos en que aparece, y que he recogido más arriba, no parecen referirse a colchones ni a colchas, ya que, en estos y en otros inventarios, la colcha se denomina cobertor (el diccionario académico de 1789 ya define cobertor como ‘colcha): «Vn rençel13 de colores, que sirbe de cobertor » (AHPBu 8449); como resulta extraño que se diga «doce cozeras y un caueçal», lo más probable es que cócedra se refiera a la tela basta (de sayal) empleada para hacer colchones y otros objetos como cojines o almohadas. Son varios los objetos de la casa con el sufijo -era: açeitera, cobertera, caldera, escobera; en el ejemplo del inventario: «una escobera de limpiar» (AHPSo 2916), la palabra escobera tiene el mismo valor que la palabra base escoba: ‘mata semejante a la retama’, acepción ya recogida en el DRAE de 1817. Lo extraño es que en el CORDE solamente haya un ejemplo de 1928: «bruja escobera o voladora». En el fichero de la Academia se señala, por un lado, la acepción de ‘paraje abundoso en escobas’ en Salamanca (Lamano) y, por otro, la de ‘retamón’ en Andalucía14. Estos ejemplos de -era nos llevan a retomar la idea de si, en efecto, dicho sufijo se halla o no especializado en determinados contenidos semánticos, como pueden ser el de designar recipientes o bien estructuras o construcciones donde se guardan animales: caponera, pollera u objetos: paxera, salmentera. En el caso de salmentera se trata de una variante de sarmentera, palabra derivada de sarmiento: «tierra con un corral pegado a ella, con su salmentera» (AHPSo 5592). Los ejemplos más antiguos del CORDE son del siglo XVI: «si vas al corral o sarmentera por alguna gauilla de sarmientos» (1582).
Se trata de la «Almoneda de los bienes de Alonso García», año 1642. Aquí no aparece la variante preferida por la Academia: cólcedra. 12 Cf. DECH, s. v. cócedra. 13 Variante de ranzal ‘tela de hilo’. 14 Cf. www.frl.es/Paginas/FicherolexicoRAE.aspx. 11
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Otros sustantivos en -era se refieren a útiles varios, como las raideras: «un destral15 y un açadon y dos raideras» (AHPSg 1532), la rasera: «una media con su rasera; medio zelemín y quartilla de pino con su rasera» (AHPSo 496) y la xuntera: «quatro reales de unas tenaças y una xuntera» (AHPSg 7060). En el caso de raidera se trata de una variante de raedera ‘instrumento para raer’, palabra incorporada a los diccionarios a partir de Nebrija, según el DECH (s. v. raer); sorprende, pues, que en el CORDE aparezca solo en nueve documentos, los más antiguos de 1618 y 1622; no registra este corpus académico ni otros diccionarios consultados la variante raidera; es muy probable que se trate de un tipo de azuela, empleada por los resineros para resinar los pinos o bien un cepillo de carpintero. Este derivado deverbal en -dera referido a instrumentos, como podadera y regadera, y la forma rasera ‘instrumento que sirve para igualar’ (DRAE-1780), reflejan, por un lado, la relación que existe entre los sufijos -dero ~ -dera y -ero ~ -era; por otro, nos lleva a preguntarnos por qué tienen distinto sufijo estos derivados relacionados etimológicamente y con el mismo significado instrumental. Una explicación es que tengan una base distinta o bien que no estemos ante derivados romances sino latinos; en este sentido, Corominas y Pascual16 indican que la forma masculina rasero procede del latín vulgar RASORIUM; en el caso de raedera/raidera, no se trata de un derivado latino en romance ni tenemos datos que permitan pensar, como hacen Santiago y Bustos17, en la posibilidad de que haya una base sustantiva femenina elidida, como plantean estos autores para podadera y regadera, por lo que planteo la posibilidad de que se trate de un derivado en -era, al que, por razones fonológicas ―motivadas por acabar la base en dos vocales y derivar con un sufijo que empieza también por vocal― se ha incorporado el interfijo -d-, al igual que sucede en cafetera, cocotera, si bien en estos dos casos se trata de derivados denominales frente al derivado deverbal raidera. Ejemplo de derivación a partir de un sustantivo femenino es juntera ‘instrumento de carpintería para igualar las juntas, garlopa’: «quatro reales de unas tenaças y una xuntera» (AHPSg 7060), voz que aparece ya en 158318. Otro sería el caso de masera: «vna masera, cinco manteles» (AHPBu 8449) Destral se define como ‘hacha pequeña’ desde la edición de 1780 del DRAE. Cf. DECH, s. v. raer. 17 Al señalar los derivados en -dera que indican instrumento, estos autores afirman lo siguiente: «Probablemente la mayoría de ellos procedan de la elipsis de un sustantivo femenino que indique instrumento. Resultaría necesario un análisis histórico de cada uno de ellos para comprobar si tal hipótesis es correcta» (Santiago y Bustos 1999: 4539, nota 100). 18 «Un cepillo para allanar y una juntera para igualar», Fray Luis de Granada, cf. CORDE. 15 16
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con la acepción castellana de ‘paño para cubrir la masa’, vocablos sin documentar en el CORDE; este sentido de los documentos castellanos contrasta con el de los documentos de León de ‘recipiente para amasar’, diferencia que, según Morala19, reflejan los repertorios dialectales y los atlas lingüísticos. Igualmente derivamos gorguera ‘adorno del cuello’ de gorga (< lat. GURGA ‘garganta’): «un roquete de ruán y una gorguera nueba» (AHPBu 8449). 3. DERIVADOS EN -ERO La posible distinción entre los sufijos en -ero y en -era, que planteaba más arriba, en relación con la diferencia de contenidos semánticos de palabras derivadas con una u otra forma del sufijo, se vería puesta en entredicho a partir de casos como el de pajero y pajera que se hallan en inventarios castellanos con el mismo significado ‘jergón de paja’: «pagó vn pajero de sayal, biejo y roto» (AHPBu 8449), «un colchón, y dos sáuanas, y dos almoadas, y tres mantas blancas, y un marragón y una pajera, andado» (AHPSo 497). La forma pajera ‘jergón de paja’ se encuentra en inventarios de La Rioja con esta misma acepción, la cual que no se halla en el DRAE. Morala anota que también aparece en documentos de Aragón, Extremadura y en puntos de León20. Su presencia en inventarios castellanos permite, no solo ampliar la extensión de esta voz, sino también observar que con el mismo sentido aparece con la variante pajero, tal y como puede verse por el contexto del inventario de Burgos o en este otro: «un paxero destopa» (AHPBu 8450). Una de las fichas21 de la Academia sobre pajero indica para esta voz el sentido de ‘cedazo o criba grande’, acepción no registrada en los diccionarios ni en el CORDE. En cambio, un tipo de criba señalado en los inventarios es arnero: «dos crivas y un arnero» (AHPBu 8449). No se halla en los diccionarios esta palabra, salvo en el DECH (s. v. arna) cuyos autores señalan que es una voz aragonesa y que significa ‘colmenar’. El CORDE sí que presenta varios ejemplos, entre ellos este del año 1569: «en una era cubierta de lienços ten«La acepción ‘lienzo’ es habitual, por ejemplo, en Burgos o La Rioja, mientras que la acepción ‘recipiente’, por su parte, es la usual, entre otros lugares, en Asturias y León, donde se documenta ya desde época temprana (Le Men, 2007: s.v. masera)» (Morala, 2010: 13, nota 16, del original). En Perdiguero (en prensa a) se citan varios ejemplos de otros inventarios de Burgos. 20 Cf. Morala (2012: 205). También señala que su significado debe ser diferente del de marragón, definido también como ‘jergón de paja’: «…en un caso es el jergón sobre el que se duerme y en otro una especie de protección que se coloca bajo el colchón» (2012: 206, nota 13). En mi opinión, marragón es la tela que envuelve la pajera, es decir, el jergón de paja. 21 Cf. . 19
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didos, o en un arnero, o criba angosta». Por su parte, una de las 76 fichas de la Academia recoge un texto de las Ordenanzas de León de 1669 que dice: «… y que la dicha cevada la midan con celemín … y assí medido lo echen en arneros, que assimismo tengan para limpiar la cevada». Creo que arnero (o harnero) es un derivado de harina, por lo que se trataría de una variante, por pérdida de la protónica, de harinero, vocablo que, según el DECH (s. v. HARINA), se documenta en Toledo con el sentido de ‘cajón donde cae la harina’. Se trata de una palabra todavía vigente en el ámbito rural de Castilla22 y por lo común la parte inferior estaba formada por una malla metálica espesa con aberturas muy pequeñas, empleada para cribar el cereal antes de molerlo. En un inventario de Burgos se dice «vn maçadero, en seis reales» (AHPBu 8449) y, si atendemos lo que nos dicen los diccionarios académicos, estaríamos ante un derivado de masada, que según el DECH (s. v. manido) se emplea en Aragón; pero en el texto no estamos ante un ‘vecino de una masada’, como define la Academia masadero, sino que se refiere, probablemente, a una ‘mesa o tabla para amasar’, según indica el documento de Toledo que recoge el CORDE: «una mesa de quatro pies que sirbe de masadero»23. En este caso maçadero sería un derivado no en -ero, sino en -dero. Considero, en cambio, que cobretero deriva de cobre, con la incorporación del interfijo -t- como en vinatero, cafetero, que encontramos en un inventario de Segovia: «asadores, i cobreteros y cuchares en beinte reales» (AHPSg 1532), pero que no se halla en el NTLLE, ni en el CORDE ni tampoco en el fichero de la Academia. Tampoco en estos casos se refiere a una persona, sino que el contexto nos lleva a considerarlo un útil de la casa, posiblemente, la pieza de cobre que se empleaba para calentar las camas. No creo que se trate del masculino de cobertera ‘tapadera’, que aparece en este mismo documento y citamos arriba, cuya variación se deba al cambio de lugar de la -r-. Los documentos notariales aportan más palabras con este sufijo (brasero, caldero, candelero, pandero, salero,…), que no presentan ninguna particularidad relevante. Quizás presentan mayor interés el término jurídico cabezalero ‘testamentario’: «Martín Garçía, caueçalero; caueçalero “yn solidum” que es; caueçaleros y tutores curadores» (AHPBu 8449) y el nombre de una prenda poco documentada serenero ‘cubierta de la cabeza’: «Vn serenero de tafetán de nácar» (AHPSg 1516) (8). Agradezco a Manola Bernardo y a Honorio Perdiguero, de Huerta de Rey (Burgos), su información sobre cedazos y arneros. 23 «Inventario de bienes de Catalina de Ugena», 1618. El otro ejemplo también corresponde a otro inventario de Toledo de 1619. 22
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Sin embargo, voy a comentar, por último, la palabra surquero, derivada de surco ‘linde’: «surqueros Juan de Hortigüela, su hermano, y el dicho arroyo» (AHPBu 6417), vocablo que, definido como ‘asurcado’, se incorporó al diccionario académico en 1970, pero que ha sido eliminado en la edición de 2001. No aparece en el CORDE, pero sí en once fichas de la Academia24, una de ellas como ‘dueño de una tierra colindante’, acepción próxima a la de ‘lindero, colindante’ con que se emplea en los inventarios para localizar los llamados bienes raíces. El DECH (s. v. surco) localiza esta forma en Santander y la forma jurquero en Soria, variante que, extrañamente, no hemos encontrado en los inventarios consultados, donde se emplea el verbo lindar: «que alinda con tierra de Juan Vravo» (AHPSo 5592), «en los Guixarales someros, que alindan con la capellanía y el prado la Peña» (AHPSo 496), fórmula también presente en los documentos de Segovia: «una casa en este lugar que alinda con la Calle Grande y para arriba con casa de Luys» (AHPSg 7060). 4. CONCLUSIÓN Hace ya algunos años que Pérez Pascual señaló que si de verdad pretendemos un avance significativo de nuestros conocimientos, ir más allá de anticipar la aparición de unas cuantas voces, será necesario proceder a un despojo sistemático de grupos de textos seleccionados de acuerdo con un plan preestablecido que atienda al tipo de texto, al registro de su lengua o a la zona dialectal de procedencia (2002: 236).
Hoy podemos decir que estamos trabajando en esta línea quienes, bajo la dirección del profesor Morala, consultamos los inventarios de bienes de los protocolos notariales con el fin de extraer el léxico de la vida cotidiana en un período determinado. Más que adelantar su documentación, nos interesa dejar constancia de su presencia y uso para poder conocer mejor la historia de las palabras y saber cuándo una palabra o acepción ha dejado de utilizarse, como, por ejemplo, la palabra, citada arriba, cabezalero («Es voz antigua y poco usada» (DRAE 1729), bien documentada en el CORDE con sus distintas grafías o la también señalada de serenero, documentada en unos pocos textos del siglo XVII en el CORDE. Para el estudio de estas palabras, sobre todo si se hace desde la perspectiva de los sufijos derivativos, contamos con las necesarias e interesantes aportaciones hechas desde la morfología, sobre todo la de quienes, como 24
Cf. .
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Jesús Pena, nos recuerdan la presencia en el español de las reglas de derivación latina y la importancia de esta lengua para explicar el sentido de la derivación. Como ya señaló Pascual (1997), el enfoque histórico explica ciertos fenómenos morfológicos y, añadimos, los estudios morfológicos resultan imprescindibles para el análisis del léxico. Referencias bibliográficas 1. Fuentes de datos ARCHIVO HISTÓRICO PROVINCIAL DE BURGOS, Protocolos (AHPBU), sign. 6417, 1639, f. 230-231 y 540-543, Burgos. ARCHIVO HISTÓRICO PROVINCIAL DE BURGOS, Protocolos (AHPBU), sign. 8449, 1642, f. 3-5, 19-26, 28- y 32-34, Revilla del Campo. ARCHIVO HISTÓRICO PROVINCIAL DE BURGOS, Protocolos (AHPBU), sign. 8450, 1639, f. 172-175, Revilla del Campo. ARCHIVO HISTÓRICO PROVINCIAL DE SEGOVIA, Protocolos (AHPSG), sign. 1516, 1645, f. 550-564, Segovia. ARCHIVO HISTÓRICO PROVINCIAL DE SEGOVIA, Protocolos (AHPSG), sign. 1532, 1647, f. 467-471, Segovia ARCHIVO HISTÓRICO PROVINCIAL DE SEGOVIA, Protocolos (AHPSG), sign. 7060, 1653, f. 94-100, Segovia. ARCHIVO HISTÓRICO PROVINCIAL DE SORIA, Protocolos (AHPSO), sign. 496, 1632, f. 577-587, Soria. ARCHIVO HISTÓRICO PROVINCIAL DE SORIA, Protocolos (AHPSO), sign. 497, 1639, f. 8-9, Soria. ARCHIVO HISTÓRICO PROVINCIAL DE SORIA, Protocolos (AHPSO), sign. 590, 1638, f. 123-129, Soria. ARCHIVO HISTÓRICO PROVINCIAL DE SORIA, Protocolos (AHPSO), sign. 2426, 1640-1642, f. 82-85, Ólvega. ARCHIVO HISTÓRICO PROVINCIAL DE SORIA, Protocolos (AHPSO), sign. 2916, 1625, f. 435-439, El Burgo de Osma . ARCHIVO HISTÓRICO PROVINCIAL DE SORIA, Protocolos (AHPSO), sign. 2953, 1640, f. 146-148 y 205-210, El Burgo de Osma. ARCHIVO HISTÓRICO PROVINCIAL DE SORIA, Protocolos (AHPSO), sign. 5592, 1641, f. 1-13, Caracena.
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HERMÓGENES PERDIGUERO
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26 RELAÇÕES INTRAPARADIGMÁTICAS NA DERIVAÇÃO VERBAL: -IZAR VERSUS -IFICAR
RUI ABEL PEREIRA Universidade de Coimbra
É hoje geralmente aceite que a formação de palavras obedece a regras ou princípios e que as palavras derivadas se encontram organizadas ou estruturadas em paradigmas. Corbin (1987) usa a expressão «paradigme d’opérations morfologiques», mas ao longo do tempo foram surgindo outras designações, como «derivation type» (Zwanenburg, 1984), «paradigma genolexical» (Rio-Torto, 1998) ou «paradigma derivativo» (Pena, 2003, 2005, 2008). Nos últimos anos, vários autores optaram por lhe chamar «paradigma derivacional» (Bauer, 1997; Lieber, 2004; Rio-Torto, 2005; Booij, 2005). Um paradigma derivacional (ou derivativo) consiste num conjunto limitado de palavras, geralmente aberto, cujos elementos manifestam uma similar construção derivacional, ou seja, uma similar relação semântico-categorial entre bases e produtos derivados, e no qual podem atuar diversos processos e operadores morfológicos. Ao operarem dentro de um mesmo paradigma, os recursos derivacionais (i) selecionam os mesmos tipos de bases, em termos categoriais e léxico-conceptuais, e (ii) formam produtos da mesma classe categorial e semântica, pelo menos em termos genéricos. Defendemos uma noção de paradigma menos restrita que a proposta por Corbin, não estando um processo ou afixo derivacional limitado a acoplar-se a bases de uma única categoria léxico-sintática. Na linha de Pena (2003:
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515), consideramos que «el requisito necesario para adscribir uno o más afijos a un mismo paradigma es el de la unicidad semántica, esto es, que expresen un solo significado». Assim concebidos, os paradigmas derivacionais não só constituem uma forma de conhecimento linguístico, como também são uma forma eficaz de armazenamento lexical. Por um lado, o conhecimento que os falantes vão construindo dos paradigmas derivacionais permite-lhes aceder através da forma morfológica, enquadrada num determinado co(n)texto sintático e pragmático, ao significado das palavras derivadas armazenadas no seu léxico mental; por outro, permite-lhes, com base nos modelos formativos que conhecem, construir novas palavras para designar novos conceitos, a partir dos recursos morfolexicais que a língua disponibiliza. É pois natural encontrarmos na maioria dos paradigmas derivacionais produtos gerados através de diversos processos derivacionais e/ou de diferentes afixos. É o que acontece no âmbito do paradigma de formação de verbos denominais ou deadjetivais em português, onde encontramos produtos derivados por (i) conversão (ou derivação não-afixal): e.g. martelo > martelar; lima > limar; (ii) sufixação: e.g. bala > bal[e]ar; pestana > pestan[ej]ar; ameno > amen[iz]ar; fruto > frut[ific]ar; fácil > facil[it]ar; triplo > tripl[ic]ar; escuro > escur[ec]er; (iii) prefixação: e.g. tapete > [a]tapetar; saco > [en]sacar; vazio > [es]vaziar; e (iv) parassíntese ou circunfixação: e.g. maduro > [a]madur[ec]er; cólera > [en]coler[iz]ar; perna > [es]pern[e]ar; pedra > [a]pedr[ej]ar1. Como se pode observar, são múltiplas as opções estruturais oferecidas aos falantes do português para a formação de um novo verbo, o que levanta imediatamente algumas questões: O que leva um falante, num determinado momento histórico, a usar um dos processos/afixos acima elencados e não outro? Será essa seleção determinada pelo falante, sendo uma questão de preferência individual, ou será determinada, ainda que em parte, pelo sistema linguístico? Para responder a estas questões, iremos comparar a formação de verbos através de dois sufixos com grande implantação na língua portuguesa, -izar e 1
Identificam-se entre parênteses [ ] e a negrito os afixos envolvidos.
RELAÇÕES INTRAPARADIGMÁTICAS NA DERIVAÇÃO VERBAL
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-ificar, procurando refletir sobre o fenómeno de concorrência ou competição que se verifica entre estes dois sufixos verbalizadores no momento de criar um novo verbo. 1. CONCORRÊNCIA ENTRE SUFIXOS Para falar da relação existente entre dois afixos dentro de um determinado paradigma derivacional é comum usarem-se designações como «concorrência» (Corbin, 1987: 233), «rivalidade» ou «competição» (cf. Zwanenburg 2000: 848; Booij, 2002: 101-102; Lieber 2004: 8). Ora, qualquer destes termos designa normalmente a disputa de uma mesma função, recurso ou território de ação. No domínio morfológico, existe concorrência, rivalidade ou competição entre dois processos ou afixos quando ocupam o mesmo espaço funcional, isto é, quando produzem palavras com valores semânticos semelhantes. Ao analisarmos o léxico do português e em especial os conjuntos de verbos derivados em -izar e -ificar, verificamos que, embora operando no mesmo paradigma derivacional, ou seja, na formação de verbos denominais ou deadjetivais, a maior parte dos verbos que integram estes sufixos é construída a partir de bases lexicais distintas. BASES DOS VERBOS SUFIXADOS COM -IZAR
BASES DOS VERBOS SUFIXADOS COM -IFICAR
[amen] izar [clar] ificar [suav] izar [exempl] ificar [canal] izar [gel] ificar [comercial] izar [petr] ificar [urban] izar… [simpl] ificar… QUADRO 1: Exemplos de bases selecionadas por -ificar e -izar
Existem alguns verbos formal e semanticamente semelhantes porque formados a partir de bases etimologicamente relacionadas (cf. personalizar/ personificar), mas uma análise atenta permite verificar que os dois sufixos envolvidos operam numa relação de complementaridade: -ificar ocorre à direita de uma base nominal simples (person-), enquanto -izar surge associado a uma base adjetival morfologicamente complexa (personal-). (1)
(2)
a.
[[person]RN ificar]V
b.
[[personal]RAdj izar]V
a.
personificar: ‘atribuir dotes e qualidades de pessoa a’; ‘tornar igual a uma pessoa’ personalizar: ‘tornar pessoal/individual’; ‘conceder caráter pessoal a’
b.
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São muito poucos os casos de verbos derivados em -izar e -ificar construídos sobre as mesmas bases e que os dicionários apresentam como sinónimos. (3)
a.
aerizar / aerificar
‘introduzir ar em (local) ou expor (algo) ao ar; arejar; tornar-se gasoso ou passar para esse estado’
b.
alcalizar / alcalificar
‘tornar(-se) alcalino’
c.
corporizar / corporificar
‘dar ou adquirir corpo; dar ou ganhar materialidade; reunir em um corpo (elementos dispersos)’
A observação destes dados leva-nos a concluir que só nos casos reportados em (3) se pode falar em verdadeira rivalidade ou competição afixal. Independentemente do facto de em alguns casos se tratar de criações esporádicas, pertencentes ou não à mesma sincronia, dois afixos diferentes são selecionados para designar o mesmo conceito, acoplando-se a uma mesma base lexical. Todavia, também se pode concluir que a competição afixal é mais limitada do que habitualmente se proclama. Sabendo-se que a língua evita a sobreposição de termos isofuncionais, como se justifica a existência destes verbos derivados? Porque não atua nestes casos o fenómeno de bloqueio? O conceito de bloqueio definido por Aronoff (1976) prevê que uma palavra gerada por um processo produtivo é bloqueada quando na língua já existe outra com o mesmo significado ou função. Este fenómeno ajuda a explicar alguns factos da língua portuguesa, nomeadamente aqueles que afetam a linguagem infantil. De acordo com este princípio, as formas de pretérito perfeito do indicativo *fazi e *fazeu, referentes ao verbo fazer, são bloqueados pela existência de fiz e fez, respetivamente; a forma *ladrona, tantas vezes gerada pelas crianças como feminino de ladrão, é bloqueada por ladra. O bloqueio não atua quando da formação de uma palavra não resulta sinonímia, como em embaixadora (‘mulher que ocupa o cargo de embaixador’) e embaixatriz (‘mulher do embaixador’), ou então quando os falantes, desconhecedores da totalidade das unidades lexicais institucionalizadas num dado momento histórico, criam palavras que resultam de opções estruturais possíveis diferentes. Na hora de construir uma nova palavra, o falante, tendo ao dispor um conjunto de possibilidades estruturais fornecidas pelo sistema derivacional da língua, escolhe a base e o processo/afixo derivacional que melhor se adequam ao conceito que pretende nomear, i.e., transmitir através de uma
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palavra. No caso de haver várias soluções afixais para transmitir esse significado, escolhe aquela que melhor se adequa às propriedades linguística e pragmaticamente relevantes da base lexical, i.e., unidade lexical preexistente no léxico (não necessariamente atestada) que serve de ponto de partida para a criação de uma nova unidade lexical. Todavia, por vezes acontece que a palavra com melhores condições para ser ativada já existe no léxico com um significado parcial ou totalmente diferente do que se pretende transmitir. Nestes casos, o falante, por motivos de clareza, i.e., para evitar a ambiguidade semântica da palavra que está a gerar, sente-se compelido a utilizar outro processo/afixo (cf. adjetivar ‘qualificar com adjetivo(s), ornar ou enriquecer com adjetivos’ vs. adjetivalizar ‘transformar em adjetivo’). A especificidade do significado que pretende transmitir leva a que o falante evite o uso de uma palavra já existente na língua e sinta necessidade de criar uma palavra nova, ainda que derivacional ou etimologicamente relacionada. Esta parece ser a justificação para o surgimento de verbos como visionar (‘examinar (um filme, diapositivo, etc.) num aparelho ótico; ter visões; fantasiar’) ou visualizar (‘tornar visual, convertendo em imagem mental ou real’) a par de ver, mais antigo e com uma amplitude semântica maior. Segundo Aronoff (2000: 348), a produtividade desempenha um papel importante no bloqueio. As regras menos produtivas, menos previsíveis semanticamente, têm uma menor possibilidade de serem bloqueadas, sendo por vezes usadas para cunhar termos especiais ou técnicos. Por exemplo, esperava-se que acetificar ‘transformar o vinho em vinagre; converter o álcool em ácido acético’ fosse bloqueado por azedar (‘tornar azedo, acre ao paladar’), mas a especificidade técnica de acetificar e o facto de azedar ter muitos sentidos são aparentemente suficientes para evitar o bloqueio. Não podemos esquecer, porém, que, para a escolha de um processo/afixo derivacional, concorrem por vezes fatores de natureza não estritamente linguística, como (i) modas epocais transitórias, decorrentes do contacto linguístico ou influência idiomática (o latim na idade média; o francês no séc. XIX, o inglês a partir da segunda metade do séc. XX), (b) prestígio social afeto ao uso que determinados falantes ou classes socioprofissionais fazem num determinado momento histórico de unidades linguísticas específicas. Por exemplo, o contacto intenso que o português estabelece atualmente com o inglês e a globalização de alguns termos usados na linguagem informática tem motivado a sua introdução na língua portuguesa, muitas vezes por simples adaptação morfológica: e.g. computorizar, escanerizar~scanerizar, inicializar, clicar, printar, googlar, blogar, postar, twitar, etc.). Em português, a adaptação de verbos estrangeiros envolve a sua inclusão num paradigma flexional existente, normalmente o da 1.ª conjugação (tema em -a).
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2. DOMÍNIOS DE APLICAÇÃO DE -IFICAR E -IZAR NO PORTUGUÊS ATUAL Os casos reportados em (3) podiam levar a crer que a escolha de um processo sufixal e não de outro está dependente apenas da arbitrariedade do falante num dado momento. Todavia, os estudos em Morfologia têm revelado que nem tudo é possível e que a utilização dos processos e os afixos derivacionais é regulada por restrições estruturais (Lieber 1998, 2004; Plag, 1999; Rio-Torto, 2004; Pereira, 2004, 2007), com amplitudes diferentes em cada caso, que determinam que numa situação concreta a ativação de um processo/afixo seja preferida em relação aos outros. Largamente atestados na língua portuguesa, é muito diferente a representatividade dos sufixos -izar e -ificar no paradigma de formação de verbos a partir de bases nominais ou adjetivais. Os verbos em -izar (506) constituem mais do triplo dos verbos em -ificar (151). A complementaridade que existe entre os dois sufixos está relacionada com o facto de terem domínios de aplicação parcialmente diferentes, quer em termos das propriedades das bases selecionadas por cada um, quer ao nível das respetivas possibilidades de significação. 2.1. Propriedades das bases Embora os sufixos -izar e -ificar se acoplem a idênticos tipos sintáticos de bases, por norma nomes e adjetivos, não são exatamente iguais as propriedades morfológicas e semânticas das unidades lexicais selecionadas em cada caso. As bases selecionadas por -ificar são geralmente adjetivos ou nomes simples (e.g. claro > clarificar; digno > dignificar; puro > purificar; classe > classificar; dano > danificar; fruto > frutificar). Em contraste, a adjunção de -izar não apresenta restrições de caráter morfológico, podendo acoplar-se a bases simples (e.g. carbono > carbonizar; suave > suavizar) ou complexas (e.g. americano > americanizar; comercial > comercializar; familiar > familiarizar). Consequentemente, é no domínio das bases simples que -izar concorre com -ificar (cf. aerizar/aerificar; alcalizar/alcalificar; corporizar/ corporificar), já que, perante bases complexas, -izar tem clara vantagem em relação aos restantes processos/afixos verbalizadores: (i) seleciona de modo (quase) exclusivo bases nominais de origem grega terminadas em -ma, -ta e -ia (e.g. sistema > sistematizar; democrata > democratizar, ironia > ironizar), adjetivos denominais em -al, -il e -ar (e.g. natural > naturalizar; infantil > infantilizar; secular > secularizar), e adjetivos deverbais em -vel (e.g. rentável > rentabilizar); (ii) seleciona de modo preferencial adjetivos denominais em -ico/a, -ano/a e ino/a (e.g. católico > catolicizar; africano > africanizar; latino > latinizar).
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No que se refere ao uso de bases não autóctones, -izar partilha com -ificar a possibilidade de se acoplar a bases de origem grega e latina (cf. angelizar < angel- «anjo»; arborizar < arbor- «árvore»; pulverizar < pulver- «pó»; suberizar < suber- «sobreiro»; temporizar < tempor- «tempo», etc.). Todavia, esta propriedade é mais evidente no caso de -ificar na medida em que cerca de 30% das formas de base a que se acopla este sufixo são formas marcadas com o traço [+latino] ou [+erudito], sendo, do ponto de vista sincrónico, consideradas variantes alomórficas mais ou menos supletivas de unidades lexicais com autonomia sintática, i.e, usadas como vocábulos na língua. Por exemplo, em verbos como acetificar, albificar, aurificar ou petrificar, as bases selecionadas (acet, alb-, aur- e petr-, respetivamente) funcionam como variantes formais, usadas em contexto derivacional, dos radicais das palavras azedo, branco, ouro e pedra. Ora, perante a necessidade de formação de uma palavra formalmente diferente, com um formato mais erudito, certas áreas técnico-científicas recorrem ao sufixo -ificar para criar termos especializados. Esta é a justificação da existência de verbos com este sufixo em algumas séries de verbos corradicais (e.g. acetificar/azedar; dulcificar/adoçar; petrificar/ apedrejar, etc.). Em função da necessidade de designação e de diferenciação referencial, a língua dispõe de diferentes modelos de formação de verbos com recurso a bases etimologicamente diferentes ou com percursos diacrónicos diferentes – uma latina e outra autóctone –, o que é um fenómeno comum a várias línguas, incluindo as anglo-germânicas. Many de-adjectival verbs formed with a suffix as -en or -ify inherit opposition relations from their root adjectives: lengthen/shorten, strengthen/weaken, prettify/uglify, for example. [...] Synonyms of these verbs, when they exist, are generally of Latin or Greek origin and tend to be more constrained in the range of their potential arguments; that is to say, they are usually reserved for more specialized uses. Thus, fortify is a synonym of strengthen... (Miller & Fellbaum, 1992: 222-223).
Em termos semânticos, o sufixo -ificar acopla-se maioritariamente a adjetivos qualificativos, que denotam estados ou propriedades que podem ser alterados por ação de uma causa (e.g. amplo, claro, denso, digno, falso, forte, justo, puro). Já o sufixo -izar pode acoplar-se tanto a adjetivos qualificativos (e.g. ameno, austero, eterno, severo) como a adjetivos relacionais, i.e., que denotam uma propriedade relativa a um nome (e.g. provinciano, divino, mental, profissional, familiar, cristão). Na formação de verbos denominais, o domínio de aplicação de -izar é também mais amplo que o de -ificar, uma vez que se acopla a um grupo semanticamente mais diversificado de bases. O sufixo -ificar não integra
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verbos construídos sobre nomes que designam ‘sentimentos ou sensações’ e ‘instrumentos’ (cf. Quadro 2). CLASSES SEMÂNTICAS DAS (i)
BASES NOMINAIS
-IFICAR
-IZAR
gás, gel, osso, pão, pedra, vidro, vinho classe, dano, glória, mito, santo, paz… céu, cruz
caramelo, carvão, fósforo, metal, ozono, vapor… escravo, mártir, símbolo, visconde… hospital, memória…
(iv) produto/resultado de um processo
eletr(o), escara
(v) agente típico ou habitual
ministro
(vi) propriedades relacionadas com um nome próprio (vii) sentimentos ou sensações (viii) instrumentos
Cristo
dogma, esquema, hipérbole, monopólio, teoria… autor, fiscal, poeta, profeta… Gôngora, Maquiavel, Pasteur…
objetos ou substâncias concretas (ii) estados e /ou qualidades (iii) lugares ou continentes
agonia, horror, simpatia, trauma… binóculo, monóculo, estilete… QUADRO 2: Classes semânticas das bases selecionadas por -ificar e -izar
2.2. Classes semânticas dos verbos derivados As diferenças apontadas entre os dois sufixos ao nível da sua representatividade na sincronia atual e dos tipos morfológicos e semânticos das bases a que se podem acoplar refletem-se consequentemente na variedade semântica dos produtos gerados por cada um deles. A análise comparativa desses produtos permite concluir que as classes semânticas de verbos derivados por -ificar e por -izar apenas são parcialmente coincidentes, tendo o sufixo -izar uma capaci-dade significadora mais abrangente que -ificar. O sufixo -ificar intervém principalmente na formação de verbos resultativos, i.e., verbos que incorporam no seu radical o resultado de um processo de transformação ou mutação, e, em menor escala, de verbos performativos, i.e., verbos cuja base é o radical de um nome interpretável como produto ou ação efetuada. Este sufixo também participa, embora em número quase residual, na formação de verbos ornativos e locativos, i.e., verbos
RELAÇÕES INTRAPARADIGMÁTICAS NA DERIVAÇÃO VERBAL
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que incorporam ora o objeto ora o lugar saliente num processo de mudança de lugar (cf. Quadro 3). Os verbos em -izar são semanticamente mais diversificados, formando este sufixo, para além dos tipos semânticos de verbos já referidos, verbos instrumentais, cuja base lexical designa um instrumento, e modais, também chamados «verbos de maneira», «verbos similativos», «agentivos» e/ou «essivos», que focalizam o argumento Modo/Maneira (cf. Lieber, 1998, 2004; Plag, 1999; Rio-Torto, 1998, 2004; Pereira, 2009). CLASSE SEMÂNTICA DE VERBOS
PARÁFRASE
-IFICAR
-IZAR
acetificar, acidificar, beatificar, estratificar, falsificar, petrificar…
amenizar, escravizar, carbonizar, martirizar, traumatizar… dramatizar, esquematizar, hipnotizar, metaforizar… canonizar, dicionarizar, hospitalizar, memorizar… arborizar, aromatizar, hifenizar, valorizar… escalpelizar, estiletizar… pasteurizar, poetizar, profetizar, fiscalizar…
Resultativos
Tornar(-se) Adj Transformar em N Causar/sentir N
Performativos
Fazer/produzir N
danificar, frutificar, nidificar, versificar…
Locativos
Pôr em N, ir para N
celificar, crucificar…
Ornativos
Prover de N, dar N a
calcificar, plastificar…
Instrumentais
Fazer com N
Fazer como N Agir como N Modais Exercer as funções de N QUADRO 3: Classes semânticas de verbos sufixados com -ificar e -izar
Em suma, existe um potencial de concorrência ou competição entre estes dois sufixos apenas nos domínios de aplicação coincidentes, ou seja, na formação de verbos resultativos, locativos, ornativos ou performativos, a partir de adjetivos qualificativos ou de nomes que designam ‘objetos ou substâncias concretas’, ‘estados e/ou qualidades’, ‘processos/resultados de um processo’ ou ‘lugares e continentes’, com uma estrutura morfológica
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simples. Na prática, tal possibilidade consubstancia-se na existência de três pares de verbos sinónimos (aerizar / aerificar; alcalizar / alcalificar; corporizar / corporificar). Nas restantes situações, o sufixo -izar tende a operar complementarmente, suprindo as lacunas exibidas por -ificar e por outros processos/afixos verbalizadores. Esquematicamente, os domínios de aplicação de -izar e -ificar podem ser representados da seguinte forma: -ificar -izar
resultativos locativos ornativos perforrmativos
instrumentais
modais
FIGURA 1: Domínios de aplicação de -izar e de -ificar
Para finalizar, refira-se que os dois sufixos não são muito diferentes no que à utilização em linguagens especializadas diz respeito, estando ambos os sufixos atestados em vocabulários técnico-científicos, nomeadamente da Química ou Fisioquímica, Medicina e Linguística. A análise dos verbetes dos verbos sufixados com -ificar e -izar no Dicionário Houaiss da Língua Portuguesa (2009) permitiu apurar os seguintes dados: SUFIXOS
USOS TECNOLETAIS NÚMERO DE VERBOS
PERCENTAGEM
-IFICAR
42
27.8%
-IZAR
95
18.8%
QUADRO 4: Referenciação dos verbos em -ificar e -izar a áreas técnico-científicas
Relativamente ao sufixo -ificar, são referenciados usos tecnoletais em pouco mais de um quarto das atestações. O sufixo -izar aparece relacionado a áreas técnico-científicas mais diversificadas e em maior número, embora percentualmente esse valor seja inferior ao de -ificar.
RELAÇÕES INTRAPARADIGMÁTICAS NA DERIVAÇÃO VERBAL
403
3. CONCLUSÕES O facto de dois processos/afixos derivacionais diferentes intervirem na formação de palavras do mesmo paradigma derivacional não significa automaticamente que eles sejam sinónimos ou que se relacionem exclusivamente na base da competição ou rivalidade. Tendo em comum o facto de formarem verbos denominais ou deadjectivais que denotam uma mudança de estado ou de lugar, os sufixos -izar e -ificar convivem numa relação de cofuncionalidade (Pereira, 2007), que ora assume o aspeto de complementaridade ora o de competição/rivalidade. O fenómeno de competição no domínio afixal é mais restrito que o que normalmente se apregoa, ocorrendo apenas nas situações em que se acoplam a uma mesma base e formam verbos com um significado idêntico. Pudemos observar que entre -izar e -ificar essas situações são residuais, uma vez que a escolha de um afixo particular para uma dada função está dependente de variados fatores: (i) o potencial significativo dos processos/afixos; (ii) as restrições ou solidariedades combinatórias instituídas entre bases e afixos; e (iii) valorizações sociais de determinados processos/afixos derivacionais, variáveis de época para época. Se os processos derivacionais fossem totalmente concorrentes ou rivais, esperava-se que se aplicassem às mesmas bases com o mesmo resultado semântico. Os exemplos de (4) e (5) ilustram o caso típico de convivência entre processos verbalizadores: encontram-se formações em -ificar, mas não o par com -izar, e vice-versa. (1) (2)
a. planificar
:
*planizar
b. dulcificar
:
*dulcizar
a. *centralificar
:
centralizar
c. *sistematificar :
sistematizar
É lógico que algumas das soluções não adotadas pela norma são estruturalmente possíveis, todavia a existência de uma formação no léxico normalmente bloqueia o uso de outras formadas através de processos afixais diferentes (Aronoff e Anshen, 1998: 238-240; Aronoff, 2000: 347). Para evitar a sinonímia e/ou a sobreposição desnecessária de formas isofuncionais, uma forma regularmente gerada é bloqueada, i.e., evitada ou preterida, por uma forma já listada no léxico da língua. O processo de bloqueio só não atua quando a nova formação é construída para designar significados ou referentes diferentes, normalmente mais específicos ou técnicos (azedar/acetificar) ou quando o falante desconhece ou esquece momentaneamente a formação
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RUI ABEL PEREIRA
lexicalizada que expressa um determinado significado, o que poderá explicar a existência de pares de verbos derivados como aerizar/aerificar, alcalizar/alcalificar e corporizar/corporificar). Só nestes casos podemos falar verdadeiramente de rivalidade ou competição afixal. Referências bibliográficas ARONOFF, Mark (1976): Word-formation in generative grammar, third printing, 1985, The MIT Press, Cambridge MA, London. ARONOFF, Mark (2000): «Morphology between lexicon and grammar», in G. Booij, Ch. Lehmann e J. Mugdan (eds.), Morphologie/Morphology: An international handbook on inflexion and word-formation, Walter de Gruyter, BerlinNew York, vol. 1, 344-349. ARONOFF, Mark e Frank ANSHEN (1998): «Morphology and the lexicon: lexcalization and productivity», in Andrew Spencer e Arnold M. Zwicky (eds.), The handbook of morphology, Blackwell Publishers, Oxford, Malden, 237-247. BAUER, Laurie (1997): «Derivational paradigms», in Geert Booij e Jaap van Marle (eds.), Yearbook of Morphology 1996, Kluwer, Dordrecht, 243-256. BOOIJ, Geert (2002): The morphology of Dutch, Oxford University Press, Oxford. BOOIJ, Geert (2005): The grammar of words: an introduction to linguistic morphology, Oxford University Press, Oxford. CORBIN, Danielle (1987): Morphologie dérivationnelle et structuration du lexique, Max Niemeyer Verlag, Tübingen. HOUAISS (2009): Dicionário Houaiss da Língua Portuguesa, versão eletrônica, Objetiva, Rio de Janeiro. LIEBER, Rochelle (1998): «The suffix -ize in English: implications for morphology», in S. G. Lapointe, D. K. Brentari e P. M. Farrell (eds.), Morphology and its relation to phonology and syntax, CSLI Publications, Stanford, 12-33. LIEBER, Rochelle (2004): Morphology and lexical semantics, Cambridge University Press, Cambridge/UK. MILLER, George e Christiane FELLBAUM (1992): «Semantic networks of English», in Beth Levin e Steven Pinker (eds.), Lexical & conceptual semantics, Blackwell, Oxford, 197-229. PENA, Jesús (2003): «La relación derivativa», ELUA, 17, 505-517.
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27 LA DEFINICIÓN MORFOSEMÁNTICA O LITERAL: EL CASO DE ALGUNOS VERBOS DENOMINALES Y DEADJETIVALES
JOSÉ-ÁLVARO PORTO DAPENA Universidade da Coruña
Un importante punto de vista bajo el que se pueden clasificar las definiciones lexicográficas de tipo perifrástico o analítico consiste en determinar si entre los elementos componentes del definiens, representados por palabras, y los del definiendum, constituidos por morfemas, existe algún tipo de paralelismo morfológico y semántico. Dicho de otra manera, de lo que se trata es de ver si existe algún tipo de correlación entre el análisis morfológico de este y el análisis semántico de aquel. En caso positivo, decimos que la definición es morfosemántica o, por mejor decir, literal porque cada uno de los componentes morfológicos del definiendum —o al menos alguno de ellos— se halla reflejado en un componente o constituyente del definiens. Así, por ejemplo, en esta definición intolerable. Que no se puede consentir,
además del contenido categorial ‘adjetivo’ expresado mediante el transpositor relativo que, el definiens pone de manifiesto el significado léxico, que no viene a
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JOSÉ-ÁLVARO PORTO DAPENA
ser otra cosa que la suma de los significados individuales de cada uno de los morfemas que componen el definiendum; a saber1, in — tolera — ble |
|
|
‘no’ ‘consentir’ ‘se puede’
Pero la coincidencia a veces no solo se produce en el significado o nivel del contenido, sino también en el significante o expresión, que es lo que ocurre en este otro caso: dieciséis. Diez y seis.
Decimos entonces que la definición es doblemente literal —esto es, morfosemántica y morfonológica a la vez—, literalidad por cierto que, tanto en el nivel del contenido como de la expresión, puede ser total o meramente parcial. Cabe advertir que así como toda definición morfonológicamente literal ha de serlo también morfosemánticamente, no ocurre lo mismo al contrario: una definición puede ser solo morfosemántica, como puede observarse en el caso de intolerable, antes visto; de ahí que a todas las definiciones literales se les pueda llamar también morfosemánticas2. Por otro lado, una definición puede ser total en el plano del contenido y tan solo parcial en el de la expresión, según puede verse, por ejemplo, en: intranquilo. Falto de tranquilidad, donde la coincidencia, en el nivel de la expresión, se produce exclusivamente en la base léxica o raíz, surgiendo así la definición literal de tipo radical. En las presentes páginas, que escribo como modesta aportación personal a este merecido homenaje a mi querido amigo y admirado colega, Jesús Pena Seijas, me voy a ocupar tan solo —y nada menos, ya que es relativamente frecuente— de una clase de definición literal de tipo radical, correspondiente a verbos derivados de sustantivos y adjetivos que a su vez aparecen en el definiens
Prescindo, naturalmente, del carácter jerárquico que en el análisis morfológico presentan los componentes de esta palabra, a saber, [in- [[[toler-] -a] -ble] Me remito a este respecto, por ejemplo, a Pena Seijas (1999: 4314). 2 Así las llamo, como prefieren también otros autores, en Porto Dapena (2002: 291); pero en realidad ambos términos no son rigurosos sinónimos: la morfosemántica, como acabamos de sugerir y vamos a ver enseguida, no es más que una modalidad —junto a la que cabe denominar mofonológica— dentro de la definición literal. 1
LA DEFINICIÓN MORFOSEMÁNTICA O LITERAL
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como verdaderos núcleos semánticos del mismo. Me refiero, concretamente, a definiciones como estas, tomadas del DRAE: abisagrar. Clavar o fijar bisagras en las puertas y sus marcos, o en otros objetos. abismar. Hundir en un abismo. despellejar. Quitar el pellejo, desollar. embotellar. Meter el vino u otro líquido o producto en botellas. garrapatear. Hacer garrapatos. rubricar. Dicho de una persona: Poner su rúbrica, vaya o no precedida de su nombre.
El problema que me voy a plantear es hasta qué punto el verbo que sirve de núcleo sintáctico —en muchos casos también semántico— y que, desde luego, no reproduce semánticamente ninguno de los constituyentes morfológicos del definiendum, viene determinado por las características semánticas del propio sustantivo que sirve de base al derivado —o, más concretamente, al desarrollo— representado por el verbo definido3. La cuestión no es, desde luego, baladí, pues, de existir semejante relación, ello supondría sin duda no solo una apreciable aportación a los estudios de morfología en general, sino sobre todo al campo particular de la lexicografía tanto teórica como práctica, puesto que nos sería así posible avanzar, por una parte, en el conocimiento teórico de la definición lexicográfica y, por otra, descubrir algunas claves prácticas para el tratamiento lexicográfico de, al menos, algunos verbos denominales y deadjetivales, pudiéndose conseguir, por añadidura, una mayor uniformidad y coherencia en la formulación de las definiciones de este tipo de palabras. 1. CUESTIONES PREVIAS Para empezar, conviene tener presente dos cuestiones generales que vamos a ver a continuación: en primer lugar y ante todo, cabe plantearnos bajo qué condiciones un verbo denominal o deadjetival debe ser definido literalmente, y, por otro lado, examinar los problemas que, en la práctica, la adopción de la definición literal puede plantear dentro del sistema de definiciones de un diccionario. Y al margen de estas dos cuestiones, a las que me voy a referir a continuación, debo advertir que, en la consideración de verbos denominales y deadjetivales, parto de una visión sincrónica, es decir, independiente del hecho histórico de que, efectivamente, dichos verbos se hayan formado o no dentro 3
Para el concepto de desarrollo, me remito a Coseriu (1977: 138).
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JOSÉ-ÁLVARO PORTO DAPENA
del español y a partir de los sustantivos o adjetivos con los que de hecho se relacionan morfológicamente. 1.1. Condiciones Es obvio que no todo verbo denominal o deadjetival, por el mero hecho de serlo, es susceptible de definición literal, tanto en el nivel morfonológico como ni siquiera en el morfosemántico. Por ejemplo, un verbo como desmadejar, formado a partir del sustantivo madeja, se define desmadejar. Causar flojedad en el cuerpo,
definición en que, evidentemente, no existe correspondencia semántica ni fónica entre los elementos morfológicos del definiendum (des-madej-a-r) y los del definiens. Es más, ni siquiera cuando el verbo es susceptible de definición literal, esta es obligatoria; de ahí que sea lícito definir, según hace el DRAE, embarullar de esta manera: embarullar. Confundir, mezclar desordenadamente unas cosas con otras,
en vez de embarullar. Convertir una o varias cosas en un barullo,
de carácter literal o más bien semiliteral. En definitiva, la definición literal no siempre es viable y, cuando lo es, no tiene desde luego carácter obligatorio. Y no siempre es viable porque la palabra derivada puede haber perdido el significado literal o haber adquirido, junto a este, otros sentidos o significados que, en su análisis, no coinciden para nada con los significados parciales de los constituyentes morfológicos del definiendum. Esto último es lo que ocurre, por ejemplo, con el verbo adocenar, que, como se registra en el DRAE, junto al significado literal o semiliteral de la primera acepción, presenta otros que nada tienen que ver con el sustantivo docena: adocenar. tr. Ordenar por docenas, o dividir en docenas.║ 2. tr. Incluir a alguien entre gentes de calidad inferior. U. t. c. prnl. ║ 3. tr. Volver a alguien mediocre o vulgar. U. m. c. prnl.
Esto supuesto, solo cuando una palabra morfológicamente compleja conserva total o parcialmente su sentido literal es posible utilizar una definición también literal, ya sea exclusivamente en el plano del contenido (definición morfosemántica estricta) o en el del contenido y expresión a la vez (definición morfosemántica y morfonológica al mismo tiempo). En este último caso, ha de añadirse que la coincidencia en el nivel morfonológico o del significante es normalmente parcial y suele concretarse en la raíz o elemento morfológico que
LA DEFINICIÓN MORFOSEMÁNTICA O LITERAL
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soporta el contenido fundamental. Veamos un nuevo ejemplo tomado del DRAE: enjaezar. Poner los jaeces a las caballerías,
donde la palabra subrayada del definiens, la cual repite la raíz del definiendum, constituye sin duda el núcleo semántico en torno al que pivota todo lo demás, incluido posiblemente poner, que —contra lo que pueda pensarse— aquí no aportaría verdadero contenido léxico, al funcionar únicamente como verbosoporte o de apoyo; lo que no quiere decir, por supuesto, que el verbo del definiens juegue siempre este papel. 1.2. Problemas planteados Pero cabe señalar que definiciones como esta nos llevan a plantearnos algunos problemas, representados por las circularidades y posibles tautologías, que podrían hacer inviable o, por lo menos, desaconsejable la utilización de las definiciones de tipo literal. Debe observarse, no obstante, que tales problemas no surgen siempre, ni, por otro lado, presentan todos la misma gravedad. Para empezar, en el caso de que la palabra definida ofrezca sentido literal, lo primero que cabría preguntarnos es hasta qué punto una definición de tipo también literal ha de ser preferible a otra que no lo sea. Y, en principio, la respuesta no puede ser sino favorable por cuanto que una definición de ese tipo, además de dar cuenta del significado global de la palabra definida —que es lo mínimo que habrá de exigirse a una definición lexicográfica—, pone de alguna manera de manifiesto la configuración morfosemántica del definiendum, lo que quiere decir que aporta una información suplementaria que, si bien secundaria, resulta sin duda positiva. Esto es, desde luego, evidente cuando se trata de una definición morfosemántica estricta, como las correspondientes, por ejemplo, a herpetología. Estudio de los reptiles necrofilia. Afición por la muerte.
Es cierto que para algunos usuarios del diccionario la equivalencia morfosemántica entre definiendum y definiens puede pasar totalmente desapercibida, pero, a poco que reflexione, cualquier usuario medio puede ver en estas palabras los elementos -logía y -filia, comunes a muchas otras palabras que también se definen como ‘estudio’ y ‘afición’, y, por lo menos, necro- lo encuentra en otros múltiples vocablos (necrosis, necrópolis, necrófago), todos relacionados con la muerte. Ahora bien, la situación puede ser distinta cuando, además de la coincidencia morfosemántica, en la definición se da también coincidencia morfonológica y esta atañe precisamente a la raíz o elemento fundamental. En semejante caso,
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JOSÉ-ÁLVARO PORTO DAPENA
efectivamente, de un modo semejante a lo que ocurre a veces con las llamadas definiciones sinonímicas, lo frecuente es que el lector desconozca asimismo el significado de la palabra del definiens que repite la raíz. Y así, en efecto, si se consulta la definición del DRAE, correspondiente a herpetólogo herpetólogo, ga. Dicho de una persona: Entendida en herpetología,
lo normal es que quien realiza la consulta tenga que ir a herpetología, que en este caso encontrará bien definida, pero, en otros, existe un riesgo real de caer en el círculo vicioso, como el que se produciría si, por ejemplo, abanicar se definiera abanicar. Hacer aire con el abanico,
y abanico, por su parte, como abanico. Instrumento para abanicar.
Pero el problema puede ser todavía más grave, cuando —raramente— la coincidencia morfonológica es total, como hemos visto que ocurría en el caso de dieciséis o también en estas otras definiciones: veintiuno. Veinte y uno. electroimán. Imán inducido eléctricamente. quitaesmalte. Sustancia líquida, compuesta de acetona, usada para quitar el esmalte de las uñas. pelirrojo, ja. De pelo rojo.
Lo que tendríamos que preguntarnos ahora es si no nos hallamos ante verdaderas tautologías, en la medida en que los definidos se encuentran contenidos totalmente en los definientes. Y, efectivamente, la tautología podría parecer evidente en el caso de dieciséis o veintiuno, aun cuando no es así ni mucho menos, pues —como he señalado en otra ocasión4— estos numerales no se pueden identificar absolutamente con sus respectivos definientes: en sus definiciones, definiendum y definiens no poseen idéntico estatus lingüístico; quiero decir que, por ejemplo, dieciséis por una parte y diez y seis por otra no constituyen expresiones ortográficas distintas de un mismo numeral5. Y en cuanto a los otros casos, 4 5
Cf. Porto Dapena (2009: 152). Por eso, no sería correcto escribir (cf. DPD, s. v. numerales)*Mi hija tiene diez y seis años y sí, en cambio, Mi hija tiene dieciséis años, sencillamente porque diez y seis no existe como numeral en español actual y solo puede entenderse como la expresión lingüística de una suma. Esto se ve claramente traduciendo la definición de dieciséis a la formulación matemática (16 = 10 + 6), que no es, en efecto, una expresión tautológica, a pesar de que los guarismos 1, como representante de decenas, y 6, de unidades, se repiten a ambos lados del signo =.
LA DEFINICIÓN MORFOSEMÁNTICA O LITERAL
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aunque los componentes del definiendum se encuentran, en efecto, dentro del definiens, tampoco se produce tautología porque el contenido puesto por él de manifiesto trasciende o, por el contrario, restringe las posibilidades semánticas de los componentes de la palabra definida6. 2. LA DEFINICIÓN LITERAL DE VERBOS DENOMINALES Y DEADJETIVALES No hace falta subrayar que el significado literal de un vocablo derivado no siempre coincide con el de la suma de los contenidos individuales de sus elementos componentes. Y esto puede ocurrir aun en el caso, como acabamos de ver, de que estos elementos se encuentren en su totalidad representados de algún modo en dicho significado. Esto quiere decir que —al margen de lo que pueda suceder en otros idiomas— un hablante de español, por el mero hecho de conocer el significado de los componentes morfológicos de un vocablo, no está, sin más, en plenas condiciones de comprender al cien por cien su verdadero sentido, aun en el caso de que este sea un significado literal total7. Ya Coseriu (1977: 139 y 180) señaló que en un desarrollo por transposición — como es, por ejemplo, el caso de los verbos y adjetivos denominales— se produce con frecuencia una degradación o modificación semántica, que ―conviene añadir— no parece fácil de prever a primera vista8, lo que viene a 6
7
8
Así, electroimán podría ser también ‘imán electrificado’, ‘imán que produce electricidad’, etc.; quitaesmalte podría aplicarse a cualquier sustancia —no necesariamente líquida— usada con el mismo fin o incluso a un posible aparato, y, finalmente, pelirrojo podría decirse de todo lo que tiene el pelo rojo, pero no es así: la realidad es que solo se dice de las personas. Permítaseme recordar a este propósito una curiosa anécdota personal, vivida hace unos años, cuando —a Dios gracias, equivocadamente— una sabihonda doctora se atrevió a diagnosticarme nada menos que una miastenia gravis, enfermedad y denominación que me eran entonces absolutamente desconocidas. Me atreví, no obstante, después de preguntarle de qué me estaba hablando exactamente, a aventurar por mi cuenta —alardeando también de mis conocimientos ante aquel portento de la ciencia médica— si se trataba de una enfermedad realmente grave y consistente en una debilidad muscular, a lo que me contestó, sorprendida por mi elemental acierto, que así era. Pero lo que yo no sabía, según luego me explicó en tono magistral y locuaz soliloquio, era que se trataba de una enfermedad autoinmune que, progresivamente, me iría afectando a los músculos voluntarios, empezando por los párpados, y que, al final, yo acabaría, por desgracia, en una silla de ruedas; eso sí, supongo que para tranquilizarme — haciéndome ver absurdamente que también los ricos pueden tener esta enfermedad—, me informó de que el armador griego Onasis la había padecido, recordándome que las gafas de sol que llevaba en los últimos tiempos de su vida no eran más que para esconder los esparadrapos que utilizaba para mantener levantados los párpados. Inspirándonos en un ejemplo italiano del propio lingüista rumano, invernal tanto puede significar ‘perteneciente al invierno’ como ‘semejante al invierno’, de donde que una expresión como El sol no brilló durante aquellos días invernales tanto se puede referir a unos días que formaron parte de un invierno concreto, como a unos días en que, sencillamente, hacía mal tiempo.
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JOSÉ-ÁLVARO PORTO DAPENA
significar que el contenido exacto de un vocablo desarrollado puede resultar a priori bastante aleatorio, al depender —según parece— más de razones pragmáticas que semánticas o lexicológicas propiamente dichas. Y en realidad esto mismo lo hemos podido comprobar, por ejemplo, a propósito de las definiciones de electroimán, quitaesmalte y pelirrojo (véase nota 6). 2.1. Planteamiento Pero lo que ahora concretamente quiero plantear es si a ese mismo carácter aleatorio responde la elección del verbo que, en las definiciones literales radicales de verbos denominales y deadjetivales, hace de núcleo sintáctico del definiens, o si, por el contrario, tal elección viene semánticamente condicionada por los propios sustantivos o adjetivos de que aquellos derivan, sustantivos y adjetivos que, a su vez, desempeñan la función de núcleos semánticos en dichas definiciones. Desde luego, el condicionamiento parece bastante claro en definiciones como estas: acunar. tr. Mecer al niño en la cuna o en los brazos para que se duerma. adargar. tr. Cubrir con la adarga para defensa. enclaustrar. tr. Encerrar en un claustro. cafetear [...]. 3. intr. Tomar café, en general con frecuencia o por costumbre,
donde, efectivamente, los verbos mecer, cubrir, encerrar y tomar parece que tienen que ver, respectivamente, con cuna, cama en que «se mece» a los niños; adarga, objeto defensivo para «cubrirse» de los golpes del enemigo; claustro, que es un recinto «cerrado», y, finalmente, café es una bebida y, por lo tanto, se bebe o «toma». Los ejemplos podrían, por supuesto, multiplicarse, lo que demuestra que existe, efectivamente, una relación entre el sustantivo o adjetivo sometido a desarrollo y el verbo que sirve de núcleo sintáctico del definiens; verbo que, por otro lado, puede ser más o menos abstracto semánticamente, desde el puro verbo-soporte o de apoyo, que aparecería, según queda dicho, en la definición de enjaezar, hasta un verdadero hiperónimo del definiendum, como ocurre en los casos de acunar, adargar, etc., hiperónimo que por cierto nos servirá para adscribir el verbo desarrollado (el definido) a un paradigma o campo léxico. Nuestro objetivo, pues, no es otro que averiguar cuáles son y en qué consisten esos lazos que, a la hora de plantearse la definición, llevan al lexicógrafo a la elección de un verbo específico o, por lo menos, de un determinado tipo de verbos. Después del análisis de más de un millar de definiciones correspondientes a verbos denominales y deadjetivales, y en las que aparece el sustantivo o adjetivo que ha servido de base a la derivación o desarrollo, he llegado a la conclusión de que en ese proceso de elección del verbo del definiens, aparte
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otros posibles condicionamientos, entran normalmente en juego dos factores fundamentales: de una parte, la pertenencia del sustantivo a una determinada categoría o subcategoría semántica y, de otra, la función argumental que le haya sido asignada en el proceso de verbalización. Para poner un ejemplo de cada uno de estos dos factores, lo mejor es sin duda acudir a casos en que un mismo verbo denominal ofrece dos o más acepciones con definición literal radical; sea, en efecto, el caso de salar, que, según que sal se interprete como perteneciente a la categoría de los ‘conservantes’ o de los ‘condimentos’, ofrece estas dos definiciones literales: salar. tr. Conservar con sal carnes, pescados y otras sustancias. ║2. tr. Sazonar o condimentar con sal un alimento,
que dan lugar a sendas acepciones; en la primera se elige, lógicamente, conservar como definiente, mientras que en el segundo se prefiere sazonar o condimentar, bien es verdad que, en este caso concreto, cabría una definición única, pues única —pese a lo registrado, por ejemplo, en el DRAE y DEA— parece ser también la acepción, aunque, evidentemente, dividida en dos subacepciones: salar. tr. Poner sal a un alimento para conservarlo o sazonarlo,
en que por cierto la carga léxico-semántica sería asumida exclusivamente por sal, ya que poner sería un mero verbo de apoyo. La elección, como se ve, viene dada en este caso por una diferente subcategorización del sustantivo sal, frente a este otro ejemplo tomado del DRAE, en que la elección del verbo núcleo responde más bien a una diferente función argumental: almorzar. tr. Comer algo en el almuerzo. Almorzar chuletas. ║2. intr. Tomar el almuerzo,
donde almuerzo funciona en 1 como argumento locativo-temporal, mientras que en 2 es el tema o, si se prefiere, el paciente. Por supuesto, pueden actuar otros factores, pero que no son exclusivos de este tipo de definición. Así, en este otro caso, tomado también del DRAE: aconsonantar [...]. 3. intr. Dicho de una palabra: Ser consonante de otra. ║4. intr. Dicho de un escritor: Incurrir en consonancias donde no debe usarlas,
el verbo del definiens —y la totalidad de la acepción— viene determinado, como puede verse, por la naturaleza semántica del argumento que hace de sujeto; es decir, de que se diga de una palabra o de un escritor. Entra, pues, aquí en juego la existencia de restricciones ejercidas por parte del definiendum en uno de sus argumentos o, lo que es lo mismo, la existencia de algún tipo
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JOSÉ-ÁLVARO PORTO DAPENA
de solidaridad entre ambos. Se trata de un fenómeno, ampliamente tratado por otros autores9, que, como digo, no es exclusivo de este tipo de definición y, por todo ello, no lo voy a tener aquí en cuenta. En relación con el aspecto argumental, debo advertir que, contra la doctrina generalmente admitida, los argumentos del verbo no se reducen exclusivamente a los elementos externos exigidos por él en su comportamiento sintagmático, elementos que, como es sabido, dentro de la definición, constituyen lo que viene llamándose contorno definicional, sino que pueden incluir a su vez ciertos componentes semánticos del propio definiendum. Prueba de ello, como he podido demostrar recientemente10, es que este tipo de argumentos pueden aparecer en superficie —se trata ni más ni menos que de los tradicionales «complementos internos», hoy llamados «cognados» o, como prefiere Subirats (2005), «incorporados»— y, a su vez, los externos son susceptibles en ciertos casos de convertirse en internos. Un ejemplo claro de lo primero lo tenemos en aconsejar, definido así por la Academia: aconsejar. tr. Dar consejo,
cuyo sustantivo consejo, pese a formar parte el contenido de aconsejar, puede de hecho aparecer sintagmáticamente con él, por ejemplo, en contextos como Te aconsejo que estudies más, donde la cláusula subordinada ocupa el lugar de consejo. Y lo segundo lo encontramos, por ejemplo, en la definición de comer comer. Tomar alimento,
cuyo sustantivo alimento se materializa cuando el verbo es transitivo (Comimos pescado), pero se hace interno cuando es intransitivo (Comimos [= tomamos alimento] en un mesón)11. Pues bien, todo esto me lleva a afirmar que el sustantivo, núcleo semántico del definiens en una definición literal de tipo radical, no viene a ser sino un argumento más —aunque de carácter interno o incorporado— del definiendum y, por lo tanto, forma parte, junto con los argumentos externos, de su estructura actancial o argumental, en la que, en principio, podrá desempeñar cualquier función semántica, siempre distinta, naturalmente, de las desempeñadas por los argumentos externos. Y así, podemos decir, al margen de toda la literatura Me refiero a los estudios de Coseriu (1977), Salvador (1989-1990) y Pernas (1992), fundamentalmente. 10 Véase Porto Dapena (2011). 11 Es cierto que, en otra interpretación, comer en el segundo caso seguiría siendo transitivo, aunque en construcción absoluta, lo que quiere decir que el argumento meta, que hace de objeto directo, sería simplemente implícito. Yo me inclino, sin embargo, por la interpretación léxicamente intransitiva. 9
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existente en torno a los verbos meteorológicos, que granizo representa el experimentador (sujeto interno) en granizar. intr. impers. Caer granizo,
pues así se interpreta lexicográficamente, según se observa en el definiens; que baderna es instrumental en abadernar. tr. Mar. Sujetar con badernas;
que en acuartelar. tr. Poner la tropa en cuarteles
cuarteles es el locativo; que en abotonar [...]. 2. intr. Dicho de una planta: Echar botones.
botones es resultado, etc. Por lo que se refiere a las definiciones de verbos deadjetivales, es obvio que el adjetivo base de la derivación y que, además, aparece como núcleo semántico del definiens, no representa, por su parte, ningún argumento, sino más bien un predicado, de modo que en las definiciones de envejecer: envejecer. tr. Hacer viejo a alguien o algo. ║2. intr. Dicho de una persona o de una cosa: Hacerse vieja o antigua. U. t. c. prnl.
el adjetivo viejo de los definientes no hace sino poner de manifiesto un predicado interno o incorporado del definiendum. En definitiva, como se observa en el siguiente cuadro,
un verbo como aporrear puede ser definido al menos de dos maneras distintas, según que lo analicemos semánticamente en un hiperónimo, golpear, y un argumento instrumental (interno o incorporado) (A4) más otro argumento experimentador (A3) junto, naturalmente, a una causa o agente (A1), representados ambos por los contornos [algo] y [alguien] (de carácter externo), o bien —
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analizando a su vez el hiperónimo— en un verbo-soporte o de apoyo dar seguido de un argumento indicador de un efecto o resultado (A2), golpe, seguido de los otros argumentos antes señalados12. 2.2. El caso de los verbos denominales Notemos por cierto que tanto aporrear como su hiperónimo golpear son además verbos derivados, respectivamente, de porra y golpe, palabras que a su vez aparecen también en sus correspondientes definiciones, las cuales son, por tanto, literales. Ahora bien, ¿estas tienen carácter total o tan solo parcial? Esto último es, desde luego, evidente si atendemos al aspecto puramente morfonológico, pues la única parte del definiendum que se repite en el definiens es la base léxica —se trata, por tanto, de una definición literal de tipo radical—; pero esta conclusión podría ser hasta cierto punto discutible si nos fijamos en el aspecto morfo-semántico, en la medida en que podemos afirmar que no hay nada en la definición que de alguna manera no esté contenido en algún componente del definiendum. El contenido de golpear, en efecto, aunque no corresponde a ningún constituyente morfológico en exclusiva, sí está virtualmente presente en el propio sustantivo porra, en cuya definición, de carácter teleológico, podría —y tal vez debería— de alguna manera aparecer: porra. Palo de forma cilíndrica, más o menos abultado en uno de sus extremos, que se usa como arma para golpear.
Claro que esta explicación no nos sirve para la definición de golpear, pues golpe no incluye para nada a dar en su definición o significado; pero sí que entre estas dos palabras existe cierto tipo de relación lógica de causa-efecto y, al mismo tiempo, paradigmático-sintagmática, que nos lleva a hablar de la existencia de una verdadera colocación entre ellas: los golpes, efectivamente, se dan o se reciben y, por lo tanto, hay que pensar que, también en este caso, el verbo del definiens viene condicionado por —o se halla de alguna manera latente en— el propio sustantivo que actúa como punto de partida de la derivación. Por supuesto que —según ya quedó apuntado— no todas las definiciones literales de tipo radical de los verbos denominales presentan semejante característica. Prueba de ello es que un mismo sustantivo puede dar lugar a diversas derivaciones o desarrollos con a su vez significados distintos; por poner tan solo un ejemplo, el sustantivo brazo es el punto de partida de verbos como —
diccionarios suelen añadir un modificador modo-aspectual, insistentemente o repetidamente, pero en realidad aporrear —como tampoco golpear— no es un verbo reiterativo: se puede aporrear o golpear una sola vez, es decir, puede ser semelfactivo.
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entre otros— abrazar, bracear y embrazar, a los que, obviamente, corresponden definiciones distintas e incluso cada uno puede presentar más de una: abrazar. tr. Ceñir con los brazos. U. t. c. prnl. ║ 2. tr. Estrechar entre los brazos en señal de cariño. U. t. c. prnl. bracear1. intr. Mover repetidamente los brazos, por lo común con esfuerzo o gallardía. ║ 2. intr. Nadar sacando los brazos fuera del agua y volteándolos hacia adelante. embrazar. tr. Meter el brazo por la embrazadura de un escudo, de una rodela, de una adarga, etc., para cubrir y defender el cuerpo.
Aunque en muchas ocasiones las diferencias semánticas —centradas sobre todo en el núcleo verbal del definiens— pueden achacarse a la presencia de ciertos afijos (así, por ejemplo, -ficar en cosificar ‘convertir en cosa’ o deificar ‘convertir en dios’, etc.), no creo que sea ese el caso en las definiciones anteriores, que presentan —a mi modo de ver— un carácter estrictamente radical13. Centrándonos, pues, únicamente en este tipo de definición, vamos a ver a continuación algunos casos en que la selección del verbo del definiens viene determinada por las características semánticas y funciones actanciales del sustantivo indicador de la raíz del definiendum. 2.2.1. Sustantivos con función instrumental y pertenecientes a la categoría ‘instrumento’ Precisamente, el caso de aporrear, en el que, efectivamente, se produce, según acabamos de ver, ese condicionamiento, responde sin duda a la circunstancia de que este verbo es desarrollo del sustantivo porra, el cual puede clasificarse semánticamente como ‘instrumento’, entendido este concepto como ‘todo objeto fabricado para un fin determinado’. Pues bien, todo sustantivo, entendido como perteneciente a esta categoría, puede tomarse como base derivativa de un verbo cuya definición, además de incluirlo como núcleo semántico y argumento instrumental (A4), se estructurará sintácticamente en torno a un verbo, que a su vez vendrá seleccionado desde la función del instrumento correspondiente. Veamos algunos otros ejemplos: Debo observar que así como -ficar aporta normalmente un contenido causativo o factitivizador al verbo, pienso que —en la sincronía actual— resulta dudoso que los sufijos -ear, -ecer e -izar sigan asociándose con los rasgos iterativo y causativo, como supone Serrano-Dolader (1999). Y lo mismo ocurre, a mi juicio, con los prefijos a- y en- de los parasinténticos, el último de los cuales serviría en todo caso para insistir en la idea de interioridad. Prueba de ello es la indiferencia entre viciar y enviciar, aceitar y enaceitar, o, también, entre adeudarse y endeudarse, acristalar y encristalar, por ejemplo. Por eso, en este trabajo no voy a tener en cuenta si los verbos poseen o no tales sufijos o prefijos.
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abanar. tr. Hacer aire con el abano. afollar1. tr. Soplar [algo] con los fuelles. cizallar. tr. Cortar con la cizalla.
Cabe, por lo demás, extender todo esto a cualesquiera otros sustantivos indicadores de cosas, que, aunque no entren propiamente en la categoría de los instrumentos o aparatos, se utilizan normalmente con una determinada función o finalidad. El mecanismo, como ya quedó puesto de manifiesto a propósito de la definición de aporrear, es claro: se convierte en núcleo del sintagma definidor un verbo o expresión verbal que ponga de manifiesto la función del objeto representado por el sustantivo, de suerte que si abano es ‘objeto para hacer aire’, abanar será ‘hacer aire con el abano’; si fuelle, por su parte, es ‘instrumento para soplar o lanzar aire’, afollar será ‘soplar o lanzar aire’; si un cepillo es ‘instrumento de limpieza’, cepillar equivaldrá a ‘limpiar con el cepillo’, etc. En realidad el verbo del definiens vendrá determinado por una subcategorización del sustantivo radical efectuada fundamentalmente tomando como base la función. Así, sin ánimo de ser exhaustivo, se pueden establecer de una forma esquemática —y, desde luego, un tanto provisional— las siguientes posibilidades para la categoría ‘instrumento’: 1. ‘Instrumento o aparato’: 1.1. ‘Para sujeción’: verbos asegurar, sujetar, amarrar u otros equivalentes. abadernar.tr. Mar. Sujetar con badernas. abitar. tr. Mar. Amarrar un cabo rodeando las bitas. afrenillar. tr. Amarrar o sujetar con frenillos. clavetear. tr. Sujetar con clavos. clavar [...] 2. tr. Asegurar con clavos una cosa en otra.
1.2. ‘Para defensa’: verbos defender(se), fortificar, fortalecer. abarrotar. tr. Apretar o fortalecer con barrotes algo. abastionar. tr. Mil. Fortificar con bastiones. afosarse. prnl. Mil. Defenderse haciendo algún foso. atrincherar. tr. Fortificar con atrincheramientos una posición militar. encastillar. tr. Fortificar con castillos un pueblo o paraje.
1.2.1. ‘Arma’ o ‘instrumento para atacar o defenderse’:
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1.2.1.1. ‘Defensiva’: amparar, resguardar(se), cubrir(se). abroquelar [...].3. prnl. Cubrirse con el broquel. adargar. tr. Cubrir con la adarga para defensa. U. t. c. prnl. escudar [...]. 2. tr. Amparar y resguardar con el escudo, oponiéndolo al golpe del contrario. U. t. c. prnl.
1.2.1.2. ‘Ofensiva’: verbos herir, matar, agredir. 1.2.1.2.1. ‘Blanca’: clavar, cortar. acuchillar. tr. Herir, cortar o matar con el cuchillo, y, por ext., con otras armas blancas [...]. agarrochar. tr. Herir a los toros con garrocha u otra arma semejante. ║2. tr. Herir o matar con saetas.
1.2.1.2.2. ‘Arrojadiza’: tirar, lanzar, arrojar. asaetear. tr. Disparar saetas contra alguien. ballestear. tr. Cineg. Tirar con la ballesta. flechar [...]. 2. tr. Herir o matar a alguien con flechas.
1.2.1.2.3. ‘De fuego’: arrojar, disparar bombear1 [...]. 3. tr. Arrojar o disparar bombas de artillería. fusilar. tr. Ejecutar a alguien con una descarga de fusilería.
1.3. ‘Para cierre’: cerrar. abotonar. tr. Cerrar, unir, ajustar una prenda de vestir, metiendo el botón o los botones por el ojal o los ojales. U. t. c. prnl.
abrochar. tr. Cerrar, unir o ajustar con broches, corchetes, botones, etc. U. t. c. prnl. apestillar. tr. Cerrar o encerrar con pestillo. U. t. c. prnl. taponar. tr. Cerrar con tapón un orificio cualquiera. trancar.1. tr. Cerrar una puerta con una tranca o un cerrojo.
1.4. ‘Para delimitación’: delimitar, demarcar, cerrar, cercar, circundar, rodear. acotar. Cerrar un espacio mediante cotos o mojones. empalizar. tr. Rodear de empalizadas. vallar2. tr. Cercar o cerrar un sitio con vallado.
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1.5. ‘Para medida’: medir. acordelar.1. tr. Medir algún terreno con cuerda o cordel [medida agraria]. cronometrar. tr. Medir con el cronómetro.
1.6. ‘Para limpieza o purificación’: limpiar, purificar, depurar. acrisolar.1. tr. Depurar, purificar en el crisol por medio del fuego, el oro y otros metales. cepillar. tr. Quitar el polvo o la suciedad con un cepillo de cerdas u otro objeto que desempeñe la misma función.
1.7. ‘Para golpear’: golpear, batir. abatanar. tr. Batir o golpear el paño en el batán para desengrasarlo y enfurtirlo. martillar. tr. Batir y dar golpes con el martillo.
2. ‘Objeto con una función concreta’ 2.1. ‘Para cubrir superficies’: poner, cubrir, recubrir. afelpar [...].2. tr. Recubrir o forrar con felpa. adoquinar. tr. Empedrar con adoquines. encauchar. tr. Cubrir con caucho. encespedar. tr. Cubrir con césped. (en)chapar.(De chapa). tr. Cubrir o guarnecer con chapa. encorar. tr. Cubrir con cuero algo.
2.1.1. ‘Líquido o algo viscoso’: untar. embarrar1. tr. Untar y cubrir con barro. U. t. c. prnl. embetunar. tr. Cubrir algo con betún. enaceitar. tr. Untar con aceite. engrasar. tr. Untar, manchar con pringue o grasa. U. t. c. prnl.
2.1.1.1 ‘Penetrante’: empapar. pringar. tr. Empapar con pringue el pan u otro alimento.
2.1.2. ‘En forma de polvo’: esparcir, espolvorear. enharinar. tr. Cubrir o espolvorear con harina la superficie de algo, manchar de harina. U. t. c. prnl.
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espolvorear [...]. 2. tr. Esparcir sobre algo otra cosa hecha polvo.
3. ‘Adorno’: adornar, decorar. abollar2. tr. Adornar con bollos o relieves semiesféricos metales o telas. afiligranar. tr. Adornar con filigrana. encascabelar. tr. Poner cascabeles, o adornar con ellos. U. t. c. prnl. encintar1.1. tr. Adornar, engalanar con cintas. encortinar.1. tr. Colgar y adornar con cortinas algo.
4. ‘Aditivo’. 4.1. ‘Conservante’: conservar, curar. salar. tr. [...] curar con sal carnes, pescados y otras sustancias para su conservación.
4.2. ‘Condimento’: aderezar, condimentar, sazonar, adobar. salar. [...]. 2. tr. Sazonar con sal, echar la sal conveniente a un alimento. salpimentar. tr. Adobar algo con sal y pimienta, para que se conserve y tenga mejor sabor.
Con esta misma función instrumental se encuentran a veces sustantivos, referentes a objetos fabricados o no, en definiciones formalmente idénticas a las anteriores, como es el caso, por ejemplo, de acuchillar [...]. 3. tr. Alisar con cuchilla u otra herramienta la superficie del entarimado o de los muebles de madera. alambrar1.1. tr. Cercar un sitio con alambre. estacar [...]. 2. tr. Señalar un terreno con estacas.
Pero en estos casos el verbo del definiens no viene, lógicamente, determinado por dicho sustantivo toda vez que este no incluye ningún sema de tipo teleológico: una cuchilla no tiene como finalidad específica alisar, ni un alambre cercar un lugar, o las estacas señalar un terreno. 2.2.2. Sustantivos pertenecientes a la categoría ‘evento o fenómeno meteorológico’ Me refiero a sustantivos como lluvia, llovizna, granizo, nieve, trueno, relámpago, rocío, viento, que, si bien algunos no constituyen propiamente el punto de partida de la derivación de los correspondientes verbos meteorológicos, se hallan, sin embargo, muy relacionados con ellos, de tal modo que pueden dar lugar a
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definiciones literales en las que funcionan realmente como núcleos semánticos, en este caso como primeros argumentos, es decir, como A1 —sintácticamente sujetos—, según se observa en llover. intr. impers. Caer lluvia o agua de las nubes. lloviznar. intr. impers. Caer llovizna. granizar. intr. impers. Caer granizo. nevar. intr. impers. Caer nieve. tronar. intr. impers. Producirse truenos. relampaguear. intr. impers. Producirse relámpagos. rociar [...]. 4. intr. impers. Caer sobre la tierra el rocío o la lluvia menuda. ventar1. intr. impers. Soplar el viento.
Por tratarse de acontecimientos o fenómenos, en todos los casos el verbo del definiens podría muy bien ser ocurrir, producirse —o incluso haber—; pero podría distinguirse una subcategoría representada por aquellos meteoros consistentes en que desciende algo del cielo sobre la tierra, lo que explica la presencia de caer en las definiciones de llover, loviznar, etc., junto al caso de viento, que por ser ‘aire en movimiento’ tendrá que tener como verbo seleccionado moverse o soplar en el sentido de ‘correr o moverse’. Tenemos, pues, un esquema muy sencillo: 1. ‘Fenómeno meteorológico’: verbos ocurrir, producirse, haber. 1.1. ‘Con carácter descendente’: descender, caer. 1.2. ‘Viento’: moverse, correr, soplar. 2.2.3. Sustantivos con función locativa (A3) Son numerosos los casos en que el sustantivo representa en realidad un argumento espacial (A3), sea de carácter locativo (A3a) o temporal (A3b); es decir, se refiere semánticamente a un lugar —o, en general, a un objeto tomado como tal— o a un tiempo, en los que se sitúa una actividad, proceso o acontecimiento. Los más frecuentes son sin duda los de carácter locativo y, dentro de estos, los correspondientes a sustantivos entendidos como delimitadores de un espacio o, en general, con el rasgo ‘interioridad’, es decir, referentes a cosas compuestas por una parte externa y otra interna. Los de carácter temporal son, sin embargo, bastante raros. Se puede, por tanto, proponer el siguiente esquema: 1. ‘Tiempo’: situar (en el tiempo). adiar. tr. Situar la ejecución de algo en un día determinado.
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datar. tr. Situar una cosa o su origen en una data. fechar. tr. Situar una cosa o su origen en una fecha determinada.
2. ‘Lugar’. 2.1. ‘Situación’: poner, situar, colocar. encaminar. tr. Enseñar a alguien por dónde ha de ir, ponerle en camino. U. t. c. prnl. encanillar. tr. Devanar el hilo en las canillas.
2.1.1. ‘Visto verticalmente’. 2.1.1.1. ‘Elevado’: encumbrar. tr. Poner en cumbre o lugar alto. entronizar. tr. Colocar en el trono o sitio elevado.
2.1.1.2. ‘Bajo’: posarse. acuatizar. intr. Dicho de un hidroavión: Posarse en el agua. aterrizar. intr. Dicho de un avión o de un artefacto volador cualquiera: Posarse tras una maniobra de descenso, sobre tierra firme o sobre cualquier pista o superficie que sirva a tal fin.
2.1.1.3. ‘Hondo’: hundir(se). abismar. tr. Hundir en un abismo. U. t. c. prnl.
2.1.2. ‘Con interioridad’: meter, encerrar, guardar, introducir. 2.1.2.1. ‘Espacio cerrado o delimitado externamente’: Hay muchísimos ejemplos. Así, acorralar. tr. Encerrar o meter el ganado en el corral. U. t. c. prnl. acuartelar. tr. Poner la tropa en cuarteles. U. t. c. prnl. acubilar. tr. rur. Ast. Recoger el cerdo en el cubil. U. t. c. intr. y c. prnl. almacenar. tr. Poner o guardar en almacén. arrinconar. tr. Poner algo en un rincón o lugar retirado. encuadrar1. tr. Encerrar en un marco o cuadro. encuadrar2. tr. Sal. Meter o tener el ganado en la cuadra. enchiquerar. tr. Meter o encerrar el toro en el chiquero. enchironar. tr. coloq. Meter a alguien en chirona. enclaustrar. tr. Encerrar en un claustro. U. t. c. prnl.
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2.1.2.2. ‘recipiente o envase’: meter, introducir. embotellar. tr. Meter el vino u otro líquido o producto en botellas. envasar. tr. Echar en vasos o vasijas un líquido. encanastar. tr. Poner algo en una o más canastas. encantarar. tr. En un sorteo, poner las cédulas o las bolas dentro de un cántaro, caja, bolsa, etc. encanutar.[...]. 2. tr. Meter algo en un canuto. encapachar.1. tr. Meter algo en un capacho, especialmente la aceituna después de molida para exprimirla. encapsular.1. tr. Meter en cápsula o cápsulas. encarnar [...].9. intr. Dicho de una saeta, de una espada o de otra arma: Introducirse por la carne. encasillar. tr. Poner en casillas.
2.2. ‘Por donde se efectúa un movimiento’: dirigir, conducir encaminar. tr. Poner a alguien en camino. encanalar. tr. Conducir el agua u otro líquido por canales, o hacer que un río o arroyo entre por un canal. U. t. c. prnl. encarrilar.1. tr. Encaminar, dirigir y enderezar un carro, un coche, etc., para que siga el camino o carril debido. encauzar. 2. tr. Encerrar en un cauce una corriente o darle dirección por él. encañar1. tr. Hacer pasar el agua por caños o conductos. encañonar. tr. Dirigir o encaminar algo para que entre por un cañón.
2.2.1. ‘Pendiente’: subir, trepar. repechar. intr. Subir por un repecho. canchear1. intr. Trepar o subir por los canchos o peñascos.
2.3. ‘Término de un movimiento’: acercar(se) encostarse. prnl. Mar. Dicho de un buque: Acercarse en su derrota a la costa.
2.3.1. ‘Elevado’: subir. encogollarse. prnl. Dicho de la caza: Subirse a las cimas o cogollos más altos de los árboles.
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2.2.4. Sustantivos con función de tema o paciente (A2) Curiosamente, existe un grupo —bastante numeroso también— de verbos que, como los anteriores, expresan localización de un objeto, pero con la diferencia de que, en lugar de derivar, como en el caso anterior, del sustantivo que desempeña la función locativa (A3), lo hacen del que indica el objeto colocado o situado, representante, por tanto, del tema o paciente (A2). Es el caso, por ejemplo, de acristalar: encristalar. tr. Colocar cristales o vidrios en una ventana, puerta, galería, cubierta de patio, etc.
Y esta misma situación se manifiesta, como puede verse, en la definición, aun cuando esta no es homogénea, es decir, las funciones sintácticas de los argumentos del verbo del definiens no coinciden con las del definiendum, ya que el complemento directo de este es siempre A3 y no A2, que está contenido en él; efectivamente, no se encristalan los cristales, sino las ventanas, puertas, etc. Otra cuestión que debemos tener en cuenta es que A3 puede en muchos casos asumir en el definiens la función de verdadero objeto indirecto, sobre todo cuando se refiere a un ser animado; así, en condecorar. tr. Conceder o imponer una condecoración [a alguien (cd)]. enastilar. tr. Poner astil a una herramienta. encabestrar. tr. Poner el cabestro a los animales.
En las definiciones de los verbos a que me acabo de referir, el sustantivo de que derivan aparece, en el definiens, como un complemento directo «desplazado»; es decir, indicando algo que se pone o coloca en otra cosa, cuyo nombre a su vez es el objeto directo del definiendum. A ellas debemos añadir el caso de definiciones literales en las que el sustantivo que repite la raíz desempeña, por el contrario, la función de complemento directo «efectuado», de modo que A2 viene a ser el resultado de la acción indicada por el verbo del definiens, de carácter, obviamente, causativo. Es, por ejemplo, el caso de enamorar. tr. Excitar en alguien la pasión del amor. Teniendo todo esto en cuenta, podemos establecer el siguiente esquema: 1. ‘Objeto desplazado’: poner, colocar, aplicar. 1.1. ‘instrumento o aparato’:
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abisagrar. tr. Clavar o fijar bisagras en las puertas y sus marcos, o en otros objetos. aboquillar. tr. Poner boquilla a algo. aboyar1.tr. Mar. Poner boyas [en un lugar]. abozalar. tr. Poner bozal [a un animal]. abriolar. tr. Mar. Poner a las velas sus brioles. acoyundar. tr. Uncir o poner la coyunda. adornar.tr. Poner adornos a una cosa.
1.2. ‘palabra, expresión o signo’: aplicar. abemolar. tr. Poner bemoles [a o en una partitura]. aconsejar.1. tr. Dar consejo [...].3. prnl. Tomar consejo o pedirlo a alguien. adjetivar. tr. Aplicar adjetivos [a algo].
2. ‘Objeto causado o efectuado’: causar, producir, formar, criar, hacer. 2.1. ‘Realidad física’: agorgojarse. prnl. Dicho de las semillas: Criar gorgojo. encarnar [...]..8. intr. Dicho de una herida: Criar carne cuando se va mejorando y sanando. encorecer. tr. Hacer que las llagas críen cuero. ║ 2. intr. Dicho de una llaga: Criar cuero. abarrancar. tr. Dicho de la erosión o de la acción de los elementos: Formar barrancos en un terreno. abollonar. tr. Repujar formando bollones. encabrillar. tr. Dicho del viento: Hacer cabrillas en el agua del mar.
2.1.1. ‘Algo que nace o surge’: echar. abollonar [...].2. intr. Ar. Dicho de una planta: Echar el bollón. abotonar [...].2. intr. Dicho de una planta: Echar botones. encornudar [...].2. intr. Echar o criar cuernos.
2.1.2. ‘Golpe’: dar. abofetear. tr. Dar una o varias bofetadas. azotar. tr. Dar azotes a alguien. U. t. c. prnl.
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golpear. tr. Dar un golpe o golpes repetidos. U. t. c. intr.
2.1.3. ‘Abertura’: abrir. agrietar. tr. Abrir grietas o hendiduras. U. m. c. prnl. atronerar. tr. Abrir troneras. asenderear. tr. Hacer o abrir sendas o senderos. encauzar. tr. Abrir cauce.
2.1.4. ‘Enfermedad o dolencia’: agripar [...].2. tr. Chile. Causar gripe. enfermar. tr. Causar enfermedad. ulcerar. tr. Causar úlcera. U. t. c. prnl.
2.2. ‘Realidad psíquica’: dar, excitar, despertar, encender, inducir; experimentar, padecer. acodiciar. tr. Encender en deseo o codicia de algo. U. t. c. prnl. acomplejar. tr. Causar a alguien un complejo psíquico de inferioridad, inhibirlo. 2. prnl. Padecer o experimentar un complejo psíquico de inferioridad o inhibición. afrentar. tr. Causar afrenta, ofender, humillar, denostar. aganar. tr. Ar. Inducir o meter en ganas. U. t. c. prnl. encalambrarse [...].2. prnl. Ven. Padecer calambres. encariñar. tr. Aficionar a alguien, despertar o excitar cariño hacia algo. U. m. c. prnl. encelar2. tr. dar celos. encorajar. tr. Dar valor, ánimo y coraje. encorajinar. tr. Encolerizar a alguien, hacer que tome una corajina. U. m. c. prnl. enfadar. tr. Causar enfado. U. t. c. prnl.
2.2.5. Sustantivos que indican modelo o función Hay una buena cantidad de verbos que derivan de sustantivos indicadores de un modelo o de una función y en cuya definición aparecen como arquetipos con los que se establece —explícita o implícitamente— una especie de comparación. Es el caso, por ejemplo, de zascandilear:
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zascandilear. intr. Andar como un zascandil,
donde, evidentemente, la comparación —representada aquí por un complemento adjetival— aparece de forma explícita, mientras que en esta otra definición, abovedar [...].2. tr. Dar forma de bóveda,
aunque el término de comparación es sin duda el sustantivo bóveda, no existe propiamente construcción comparativa alguna. La verdad es que en este caso, como vamos a ver en los ejemplos que siguen, se adoptan múltiples soluciones en la formulación de definiciones; pero de lo que no hay duda es de que en todas ellas el verbo del definiens — como en los casos hasta aquí vistos— viene determinado por las características semánticas del sustantivo morfológicamente emparentado con el verbo definido. Dicho verbo, por otro lado, podría en todos los casos reducirse a comportarse con valor intransitivo y hacer comportarse como transitivo; pero a veces la base de comparación atañe únicamente a un aspecto o característica específica del comportamiento del modelo, con lo que el definiens puede formularse con un verbo también más específico. Los casos que he podido detectar pueden reducirse al siguiente esquema: 1. ‘Modelo’ 1.1. ‘De comportamiento’: comportarse (intr.) o hacer comportarse (tr.). abejonear. intr. R. Dom. Zumbar como el abejón. adjetivar [...]. 2. tr. Gram. Hacer funcionar como adjetivo a una palabra que no lo es. Él es muy hombre. U. t. c. prnl. adverbializar. tr. Emplear adverbialmente una palabra o locución. U. t. c. prnl. agabachar. tr. despect. Hacer que una persona imite a los gabachos, o sus costumbres, lenguaje, etc. U. t. c. prnl. agaucharse.1. prnl. Arg., Bol. y Ur. Dicho de una persona: Tomar el aspecto, los modales y las costumbres propias del gaucho. apayasar [...]. 2. prnl. Comportarse como un payaso. gatear. intr. Trepar como los gatos, y especialmente subir por un tronco o astil valiéndose de los brazos y piernas.
1.2. ‘De forma o apariencia’: dar forma o aspecto de, poner en forma de (tr.); formar, tomar forma de (intr.) abocinar1. tr. Ensanchar un tubo o cañón hacia su boca, a modo de bocina.
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abolsarse. prnl. Tomar forma de bolsa. abovedar [...].2. tr. Dar forma de bóveda. abrillantar. tr. Labrar en facetas, como las de los brillantes, las piedras preciosas y ciertas piezas de acero u otros metales. achaflanar. tr. Dar a una esquina forma de chaflán. achaparrarse. prnl. Dicho de un árbol: Tomar la forma de chaparro. acodillar.tr. Doblar formando codo, ordinariamente objetos de metal, como barras, varillas, clavos, etc. acopar. tr. Hacer que las plantas formen buena copa [...].3. intr. Dicho de una planta: Formar copa. adamascar. tr. Dar a las telas aspecto parecido al damasco. afelpar. tr. Dar a la tela que se trabaja el aspecto de felpa o terciopelo. afollar1 [...].2. tr. Plegar en forma de fuelles. encanutar. tr. Poner algo en forma de canuto. U. t. c. prnl. encarnar [...].6. intr. Dicho de un espíritu, de una idea, etc.: Tomar forma corporal. U. t. c. prnl.
1.3. Nombre propio: raras veces el término de comparación es el nombre de un personaje famoso; así en los casos siguientes es Catón, la Celestina y Don Juan: catonizar. intr. Censurar con rigor y aspereza, a la manera de Marco Catón, estadista romano del siglo II a. C. celestinear. intr. Actuar como la Celestina. donjuanear. intr. Comportarse como D. Juan.
1.4. ‘De una cualidad o cualidades’: adquirir, ponerse (intr.); dar, poner (tr.). aborregarse [...]. 3. prnl. Dicho de una persona: Adquirir rasgos atribuidos al borrego, especialmente mansedumbre, gregarismo, etc. achularse. prnl. Adquirir modales de chulo. acorcharse. prnl. Dicho de una cosa: Ponerse fofa como el corcho, perdiendo la mayor parte de su jugo y sabor, o disminuyéndose su consistencia. adonizarse. prnl. Embellecerse como un adonis.
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aguaraparse.1. prnl. Am. Dicho de la caña de azúcar, de la fruta o de un líquido: Tomar calidad o sabor de guarapo. enacerar. tr. Hacer algo como de acero. encarnar [...].5. tr. Esc. Dar color de carne a las esculturas.
2. ‘Función’: actuar o hacer en calidad de. 2.1. ‘Actividad o profesión’: desempeñar, ejercer, trabajar, ocuparse. acolitar. intr. Am. Desempeñar las funciones de acólito. U. t. c. tr. albañilear. intr. Ocuparse por entretenimiento en tareas de albañilería. arbitrar [...]. intr. Dep. Ejercer de árbitro en los deportes. U. t. c. tr. capitanear. tr. Mandar tropa haciendo oficio de capitán. carpintear. intr. Trabajar en el oficio de carpintero.
2.1.1. ‘Papel teatral’: representar. protagonizar. tr. Representar un papel en calidad de protagonista.
2.2. ‘Aspecto o faceta’: aconsonantar. tr. Emplear en la rima una palabra como consonante de otra. adjetivar [...]. tr. Gram. Hacer funcionar como adjetivo a una palabra que no lo es. amadrinar. tr. Acompañar o asistir como madrina a alguien. atestiguar. tr. Deponer, declarar, afirmar algo como testigo.
2.2.6. Sustantivos con función predicativa Y, para terminar con los verbos denominales, nos resta aludir a aquellos que derivan de sustantivos que, en la definición de aquellos, aparecen con la función de complemento predicativo del sujeto o complemento directo, o también, en dependencia del verbo elegido para el definiens, como complemento preposicional. De todas formas, en todos los casos, dicho sustantivo representa una entidad en la que se convierte el objeto representado por el sujeto o complemento directo. Por eso el verbo del definiens tiene que ser hacer(se), reducir a, convertir en u otro equivalente; es decir, se trata de un verbo de cambio, lo mismo que el definiendum. Así, abrasar. tr. Reducir a brasa, quemar. U. t. c. prnl. adehesar. tr. Hacer dehesa alguna tierra. U. t. c. prnl.
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adueñarse. prnl. Dicho de una persona: Hacerse dueña de algo o apoderarse de ello. afistular. tr. Hacer que una llaga pase a ser fístula. U. t. c. prnl. ajardinar. tr. Convertir en jardín un terreno. momificar. tr. Convertir en momia un cadáver. U. m. c. prnl. osificarse. prnl. Dicho de una materia orgánica: Volverse, convertirse en hueso o adquirir la consistencia de tal.
3. LOS VERBOS DEADJETIVALES Muy parecidos a los verbos procedentes de un sustantivo con función predicativa son los verbos deadjetivales14, caracterizados también, desde el punto de vista de su definición, por que el adjetivo de que derivan —o con que se relacionan morfológicamente— desempeña también en el definiens la función de complemento predicativo del sujeto o complemento directo, y asimismo puede aparecer con preposición. En este último caso el verbo elegido para el definiens es convertir, y, sin preposición, pueden utilizarse poner(se), hacer(se), volver(se), quedarse u otro verbo de cambio equivalente. Debe advertirse, no obstante, que, en general, estos últimos verbos no son indiferentes, dependiendo, en términos generales, del carácter permanente o transitorio de la cualidad indicada por el adjetivo. Así pues, a grandes rasgos, podemos establecer el siguiente esquema: 1. ‘Cualidad permanente’: hacer(se), volver(se), converti(se) en. abellacar. tr. Hacer bellaco, envilecer. U. m. c. prnl. abribonarse. prnl. p. us. Hacerse bribón. actualizar. tr. Hacer actual algo, darle actualidad. U. t. c. prnl. adiestrar. tr. Hacer diestro, enseñar, instruir. U. t. c. prnl. endulzar. tr. Hacer dulce algo. U. t. c. prnl. embobecer. tr. Volver bobo, entontecer a alguien. U. t. c. prnl. idiotizar. tr. Volver idiota, atontar. U. t. c. prnl. infatuar. tr. Volver a alguien fatuo. U. t. c. prnl. 14
Según Serrano-Dolader (1999: 4687), la mayor parte de estos verbos tendrían — semánticamente hablando— carácter causativo, ya que, por ejemplo, ablandar vendría a equivaler a ‘hacer o causar que algo pase a estar blando’. Pero en realidad el carácter causativo les corresponde tan solo cuando son transitivos.
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enneciarse. prnl. Volverse necio. enloquecer [...]. 2. intr. Volverse loco, perder el juicio. U. t. c. prnl. enhuerar. tr. Volver huero. 2. intr. Volverse huero. U. t. c. prnl. ensordecer [...]. 4. tr. Fon. Convertir una consonante sonora en sorda. U. t. c. prnl. estatalizar. tr. Convertir una empresa privada en estatal. institucionalizar. tr. Convertir algo en institucional. U. t. c. prnl. legitimar. tr. Convertir algo en legítimo. mercantilizar. tr. Convertir en mercantil algo que no lo es de suyo.
2. ‘Cualidad transitoria’: poner(se). ablandar. tr. Poner blando algo. U. t. c. prnl. achatar. tr. Poner chato algo. U. t. c. prnl. adecentar. tr. Poner decente, limpio, en orden. U. t. c. prnl. afofarse. prnl. Ponerse fofo. alisar2. tr. Poner liso algo. U. t. c. prnl.
3. ‘Cualidad que puede verse como permanente o transitoria’: poner(se) o volver(se) / hacer(se). afear. tr. Hacer o poner feo a alguien o algo. U. t. c. prnl. emblanquecer [...].2. prnl. Dicho de una cosa o de otro color: Ponerse o volverse blanco. entontecer. tr. Poner a alguien tonto. || 2. intr. Volverse tonto. U. t. c. prnl.
4. ‘Cualidad vista como resultado de un cambio que no avanza’: quedar(se). embizcar. intr. Dicho de una persona: Quedar bizca. U. t. c. prnl. encalvecer. intr. Perder el pelo, quedar calvo. enmudecer [...].2. intr. Quedar mudo, perder el habla. enviudar. intr. Quedar viudo. inmovilizar [...].4. prnl. Quedarse o permanecer inmóvil.
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4. FINAL Parece, en conclusión, fuera de duda que el sustantivo o adjetivo que, en las definiciones de verbos denominales y deadjetivales, repite la raíz del definiendum no se limita a poner de manifiesto el significado léxico fundamental de este —y, por lo tanto, a ser núcleo semántico del correspondiente definiens—, sino que, además, condiciona la elección del verbo que en ese mismo definiens asume la función de núcleo sintáctico y, a veces, también semántico. Es, efectivamente, tan solo núcleo sintáctico cuando se trata de un verbo de apoyo, como poner, volver, dar, hacer, quedar; pero es al mismo tiempo semántico si pone de manifiesto parte de la carga léxica del definiendum, como, por ejemplo, meter, excitar, despertar, actuar y tantos otros que hemos venido viendo. Obsérvese de paso que, en este último caso, la definición es polinuclear y el verbo definido queda adscrito a un campo semántico específico, y en el primero es mononuclear y dicho verbo se adscribe a una determinada clase léxica (por ejemplo, a la de los verbos de cambio, causativos, etc.)15. No hace falta recordar que estos tipos de definición no son aplicables a cualquier verbo por el mero hecho de proceder de un sustantivo o adjetivo, sino tan solo a aquellos —la mayoría— que poseen verdadero significado literal, el cual, por otro lado, puede en ciertos casos resultar —como queda dicho— ligeramente alterado (por ejemplo, en su extensión16 o en su aplicación a un determinado tipo de realidad17). No debe menospreciarse, por otro lado, el riesgo de caer en circularidades cuando, en un diccionario, se adopta la definición literal de carácter radical, que es, fundamentalmente, a la que aquí nos hemos referido. Por eso quizás sea más aconsejable utilizar — siempre que sea posible— la definición morfosemántica a secas, esto es, en que no se produzca coincidencia morfonológica entre definiens y definiendum. Y, para terminar, cabría plantearnos la conveniencia de una mayor homogeneidad entre las definiciones aquí estudiadas, abogando, por ejemplo, por la utilización de un o unos determinados esquemas formales, cosa que se conseguiría fácilmente utilizando siempre el o los mismos verbos en También cabría añadir que la definición mononuclear pertenecería, bajo otro punto de vista, a la clase de las relacionales (porque el núcleo está representado por una palabra perteneciente a una categoría léxico-gramatical distinta de la del definiendum), mientras que la polinuclear es relacional y sustancial a la vez, dado que uno de los núcleos sí coincide categorialmente con la palabra definida. 16 Por ejemplo, aporrear ya no es solo golpear con una porra, sino con cualquier otra cosa. 17 Así, aterrizar, que, literalmente, es ‘posarse en tierra’ se dice solo de una aeronave, pero no, por ejemplo, de un pájaro. 15
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el definiens. Estos, obviamente, deberían alcanzar el máximo grado de abstracción y, por lo tanto, vendrían a concretarse en los verbos-soporte o de apoyo ya aludidos, con lo cual la descripción lexicográfica no saldría en verdad beneficiada en nada, pues lo que se ganaría en uniformidad formal se perdería en precisión semántica y, desde luego, en la posibilidad —sin duda importante— de adscribir la palabra definida al campo o paradigma léxico de que forma parte18. Lo que sí, en cambio, representaría una indudable ventaja sería el hecho de poder considerar —solo en sus acepciones literales— los verbos denominales y deadjetivales dentro de los artículos lexicográficos correspondientes a los sustantivos y adjetivos de que derivan, en lugar de aparecer en artículos independientes; pero el caso es que la regularidad de las respectivas definiciones literales no puede ser tan grande como para permitir semejante proceder19. Referencias bibliográficas COSERIU, E. (1977): Principios de semántica estructural, Gredos, Madrid. DEA. M. SECO, O. ANDRÉS y G. RAMOS (1999): Diccionario del español actual, Aguilar, Madrid. DPD. REAL ACADEMIA ESPAÑOLA (2005): Diccionario panhispánico de dudas, Santillana, Madrid. DRAE. REAL ACADEMIA ESPAÑOLA (200122): Diccionario de la lengua española, 22ª ed., Espasa-Calpe, Madrid. MOLINER, M. (2008): Diccionario de uso del español, Gredos, Madrid. PENA SEIJAS, J. (1999): «Partes de la morfología. Las unidades del análisis morfológico», en I. Bosque y V. Demonte (dirs.), Gramática descriptiva de la lengua española, Espasa, Madrid.
Y así, efectivamente, aunque serían igualmente aceptables estas dos definiciones: encarpetar. tr. Guardar papeles en carpetas. encarpetar. tr. Poner papeles en carpetas; la primera, sin embargo, aporta, frente a la segunda, una idea de protección y reserva y, además, sitúa al verbo definido en un campo o paradigma semántico junto a guardar (hiperónimo) y archivar, albergar, almacenar (cohipónimos). 19 El procedimiento es, sin embargo, posible, por ejemplo, en los sustantivos deverbales de acción, los cuales, al responder a una única fórmula definicional (Acción o efecto de + verbo), pueden ―y pienso que deben― ser considerados dentro del artículo correspondiente al verbo. Y así de hecho estamos procediendo ennel DCLEA, que, bajo mi dirección, se está elaborando en la Universidad de La Coruña (véase Porto y otros, 2007). 18
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PERNAS IZQUIERDO, P. (1992): Las solidaridades léxicas del español (selecciones e implicaciones), Universidad Complutense, Madrid. PORTO DAPENA, J. A. (2002): Manual de técnica lexicográfica, Arco/Libros, Madrid. PORTO DAPENA, J. A. (2009): Lexicografía y metalexicografía. Estudios, propuestas y comentarios, anexo 12 de la Revista de Lexicografía, Universidade da Coruña, A Coruña. PORTO DAPENA, J. A. (2011): «La definición lexicográfica de contorno fluctuante», Revista de Lexicografía, XVII, 115-132. PORTO DAPENA, J. A. (dir.), E. CONDE NOGUEROL, F. CÓRDOBA RODRÍGUEZ y M.ª M. MURIANO RODRÍGUEZ (2007): El Diccionario ‘Coruña’ de la lengua española actual: planta y muestra, anexo 9 de la Revista de Lexicografía, Universidade da Coruña, A Coruña. SALVADOR CAJA, G. (1989-1990): «Las solidaridades lexemáticas», Revista de Filología de la Universidad de La Laguna, 8-9, 339-366. SERRANO-DOLADER, D. (1999): «La derivación verbal y la parasíntesis», en I. Bosque y V. Demonte (dirs.), Gramática descriptiva de la lengua española, Espasa, Madrid. SUBIRATS RÜGGEBERG, C. (2005): «FrameNet Español: una red semántica de marcos conceptuales», en E. Serra y G. Wotjak (coords.), VI Congreso Internacional de Lingüística Hispánica. Leipzig, 8-12 octubre de 2003, Universitat de València, Valencia, 182-196.
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ISABEL PUJOL PAYET Universitat de Girona «affigūrō ~ āre [...] To form (a word) by analogy. “‘disciplinosus’, ‘consiliosus’, ‘uictoriosus’, quae M. Cato ita affigurauit”. A Gellius, Noctes Atticae». OLD, s. v. affigūrō
Desde los años setenta hasta la actualidad, son varios los autores que han puesto de manifiesto la extraordinaria polisemia de los verbos parasintéticos denominales —cf. Reinheimer-Ripeanu (1974), Serrano Dolader (1995), entre muchos otros—. Todavía en la última edición de su gramática la Real Academia Española afirma: «Es compleja y múltiple la aportación semántica del sustantivo a la interpretación de estos verbos derivados» (Real Academia Española, 2009: 607). Mi objetivo en este trabajo es aportar la visión histórica de cómo las formaciones denominales se generan en el latín tardío y se erigen como patrones de los neologismos del español. Para ello se tendrán *
A Jesús, por su amabilidad y por todos los momentos de charla compartidos. Este trabajo se ha desarrollado en el marco de los proyectos de investigación FFI2011-29440-CO3-02 y FFI2011-24183, financiados por el Ministerio de Ciencia e Innovación.
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en cuenta principalmente los verbos parasintéticos denominales recogidos en el Vocabulario de Nebrija (¿1495?), el primer diccionario bilingüe del español, con especial atención a aquellas formas documentadas ya en el s. XIII. Para interpretar la aparición de distintos tipos semánticos de sustantivos en la génesis de los verbos parasintéticos así como su polisemia se considerarán algunos supuestos asumidos en la Teoría del Lexicón Generativo de Pustejovsky (1995). Aunque el objetivo general de dicha teoría es poder «dar cuenta del funcionamiento del nivel léxico», esta ha sido también concebida «como un elemento vertebral de sistemas de procesamiento del lenguaje» (Batiukova, 2009: 236-237), motivos por los que resulta de especial interés para e l análisis morfológico. 1. SOBRE LA TEORÍA DEL LEXICÓN GENERATIVO No es mi intención presentar aquí una descripción detallada de esta teoría (cf. de Miguel, 2009 y Batiukova, 2009, entre otros). Solo quiero destacar algunos de sus presupuestos que han inspirado algunas de mis reflexiones sobre la evolución del latín hasta los primeros verbos denominales parasintéticos del español. En la propuesta de Pustejovsky la información relativa a una entidad léxica se distribuye en 4 niveles de representación: la Estructura Argumental (EA), la Estructura Eventiva (EE), la Estructura de Qualia (EQ) y la Estructura de Herencia Léxica (EHL). La EA define el número de los argumentos de un predicado, la clase semántica a la que pertenecen y cómo se realizan sintácticamente. La EE define las características aspectuales de un predicado. La EQ contiene información sobre la sintaxis del significado a partir de 4 parámetros: a) el rol constitutivo, b) el rol formal, c) el rol télico, y d) el rol agentivo. El rol constitutivo recoge información sobre las relaciones entre un objeto y sus partes, así como entre un objeto y aquella entidad compleja de la que es parte. El rol formal recoge información sobre los rasgos distintivos del objeto (tamaño, forma, color, posición, etc.). El rol télico recoge el propósito y la función del objeto. El rol agentivo recoge los factores implicados en el origen o la creación del objeto. A partir de la información especificada en la EQ, las unidades léxicas se caracterizan como: a) tipos naturales (palabras no polisémicas, con información en el rol formal y constitutivo, como caballo, roca, agua, grande, llover, tener); b) tipos unificados o funcionales (entidades creadas o artefactos, con información en los roles formal, constitutivo, télico (objetivo al que se destinan) y agentivo (proceso de creación), como cerveza, cuchillo, casa); y c) tipos complejos (objetos compuestos de dos o más tipos).
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En la EHL se asume que a partir de las informaciones de los distintos niveles de representación (EA, EE y EQ), las entidades léxicas responden a estructuras tipificadas de rasgos. Estas estructuras de rasgos explican el significado que adopta una palabra en combinación con otra/s. Uno de los presupuestos básicos de la teoría, de notable interés para el análisis morfológico, es que los significados nuevos en potencia de una entidad léxica están contenidos como posibilidad en la definición de la palabra en el lexicón (cf. de Miguel, 2009: 341). Este hecho implica, pues, que también en el caso de las palabras derivadas el significado está contemplado en el lexicón. 2. EL CAMBIO DE BASES VERBALES A NOMINALES EN LATÍN: UN FENÓMENO DE REANÁLISIS
En latín clásico, los verbos con prefijo ad- presentan mayoritariamente una base verbal (admovēre < movēre, adoptare < optare). El Oxford Latin Dictionary (OLD) ofrece tan solo 3 ejemplos de base nominal: accuso < cavsa, adaero < aera y admoenio < moenia. Iacobini (2010), a partir del corpus del Thesaurus linguae latinae, considera también denominales del latín clásico los casos de accommodo ‘acomodar, ajustar’ < commodum ‘utilidad, provecho, interés’; accumulo ‘acumular, amontonar’ < cumulus ‘cúmulo, montón’; adaquo < aqua; adglutino ~ agglutino ‘pegar, juntar’ < gluten ‘cola de pegar’; adnodo ‘cortar las ramas de un árbol hasta los nudos’ < nodus ‘nudo en las ramas de un árbol’; aggrego ‘agregar, juntar’ < grex, gregis ‘rebaño’; adumbro ‘hacer sombra’ < umbra ‘sombra’; y applumbo ‘soldar’ < plumbum ‘plomo’. Por otra parte, el mismo autor señala también los siguientes verbos deadjetivales del latín clásico: acclaro < clarus; adnubilo ‘nublarse’ < nubilus ‘nublado, nebuloso, cubierto de nubes’; adsevero ~ assevero ‘aseverar, afirmar’ < severus; y appropinquo ‘acercarse, estar cercano’ < propinquus ‘cercano, próximo’. Sin embargo en la evolución del latín los nuevos verbos con ad- poseen una base nominal (adhospito < hospes) o bien adjetiva (adlasso < lassus ‘cansado, fatigado’), aunque esta segunda posibilidad presente menos ejemplos, vid. Iacobini (2010). En mi opinión el paso de bases verbales a nominales o adjetivas puede entenderse como un reanálisis en el que los oyentes relacionan los verbos prefijados con bases sustantivas o adjetivas y no con bases verbales. Esto es posible cuando hay una estrecha relación formal entre un verbo base y un sustantivo o adjetivo —véanse los ejemplos de (1) extraídos del OLD—. Una vez realizado este reanálisis el prefijo ad- puede adjuntarse a bases nominales o adjetivas para crear verbos sin necesidad de que exista una formación verbal intermedia.
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(1) a. adaquo < aqvor < aqua, -ae b. adiugo < ivgo < iugum, -i c. administro ~ amministro < ministro < minister, -tri d. admurmuro < mvrmvro < murmur, -ris e. adnumero ~ annumero < nvmero < numerus, -i f. adnuntio < nvntio < nuntium, -ii g. adoro < oro y os, oris h. aduelo < velo < velum, -i i. aduerbero < verbero < uerber, -ris j. aduigilo < vigilo < vigil, -ilis k. aduoco < voco y vox, -cis l. adumbro < vmbro < umbra, -ae m. affiguro < figvro < figura, -ae n. agglomero ~ adglomero < glomero < glomus, -eris o. agglutino ~ adglutino < glvtino < gluten, -inis y glutinum, -i (2) a. acclaro ‘aclarar’ < claro < clarus b. adamplio ‘ampliar’ < amplio < amplius c. adapto ‘adaptar, ajustar’ < apto < aptus d. addenso ‘espesar, apretar, condensar’ < denso < densus e. admaturo ‘hacer madurar’ < matvro < maturus f. aggrauo ~ adgrauo ‘hacer más pesado, agravar, aumentar’ < gravo < gravis
La situación descrita muestra cómo sustantivos de características semánticas muy diversas pueden percibirse como la base de verbos prefijados (personas: minister, vigil; partes del cuerpo: os; objetos o instrumentos: velum, glomus, iugum, uerber; materiales o sustancias: aqua, gluten, plumbum; sonidos: murmur, vox; cantidad: numerus), hecho que otorga gran libertad en la creación de nuevos verbos parasintéticos denominales. Así Iacobini (2010) atestigua para el latín tardío los siguientes verbos parasintéticos denominales que ejemplifican esta diversidad de significados (personas: hospes ‘huésped’ > adhospito; partes del cuerpo: geniculum > aggeniculor, pectus >
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appectoro, corpus > accorporo; objetos o instrumentos: aes ‘moneda (de cobre)’ > adaero ‘tasar, poner precio’, lampas > adlampo, glomus > agglomero; sonidos: silentium > adsilentio; cantidad: nihil > adnihilo, unus > adunus, pretium > appretio)1. 3. TIPOS SEMÁNTICOS DE LOS SUSTANTIVOS DE BASE En buena parte de los estudios morfológicos actuales sobre verbos derivados del español se asume que el tipo semántico al que pertenece la base del derivado determina en gran medida las características sintácticas y semánticas del mismo2. En este sentido, cabe destacar que, en su mayoría, los verbos parasintéticos con prefijo a- denotan bien un cambio de cualidad o estado, bien un cambio de lugar —cf. Malkiel (1941) para los ejemplos del latín y del español antiguo, y Gràcia et al. (2000) para el español contemporáneo, entre otros—. Por otro lado hay que tener en cuenta que verbos como los que aparecen en (1), es decir, que pueden ser interpretados desde un punto de vista formal como denominales, se erigen como modelos para los verbos neológicos denominales. Así lo manifiestan tanto las nuevas formaciones del latín tardío (cf. los datos de Iacobini, 2010) como las primeras documentaciones del español. En este apartado voy a atender a los tipos semánticos de los sustantivos que conforman las bases de los primeros verbos parasintéticos del español, con el fin de describir su polisemia. 3.1. Sustantivos que denotan instrumentos Los verbos parasintéticos cuya base es un sustantivo instrumental denotan un cambio de cualidad o estado. La existencia de verbos latinos como advelo ‘utilizar un velo para cubrir u ocultar algo’, adiugo ‘utilizar el yugo para atar, unir’, ‘unir como el yugo’ y adverbero ‘utilizar el azote para azotar’, los cuales contienen sustantivos que designan objetos o instrumentos, permite la creación de neologismos castellanos (documentados ya en el s. XIII) a partir de sustantivos instrumentales como los que aparecen en (3): Otros ejemplos de Iacobini (2010) son addecimo ‘pagar/cobrar el diezmo’ < decima y adtitulo ‘poner título, titular’ < titulus. 2 Martín García (2007: 280) afirma que «las propiedades sintácticas y semánticas del sustantivo que interviene en la formación de verbos en -ear determinan la estructura argumental y aspectual de los verbos derivados, así como su significado». Batiukova (2008), en su estudio sobre los verbos en -izar, subraya la relación directa entre las informaciones semánticas especificadas en la EQ de los sustantivos y adjetivos que sirven de base a estos verbos y el significado del verbo derivado: «el tipo semántico de la base predetermina la lectura [del verbo derivado] en gran medida». 1
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(3) a. amolar ‘utilizar la muela para afilar un arma o un objeto cortante’ < muela b. arrendar ‘utilizar las riendas de una caballería para atar el animal’ < rienda c. acuchillar ‘utilizar el cuchillo para herir o matar’ < cuchillo d. ahorcar ‘utilizar la horca para colgar a alguien’ < horca e. aserrar ‘utilizar la sierra para cortar algo’ < sierra f. atrancar ‘utilizar la tranca para cerrar la puerta’ < tranca ‘barra, palo’
Según la Teoría del Lexicón Generativo, los nombres de objeto o instrumento forman parte de los tipos unificados o funcionales. Como tales, estas entidades tienen especificado el rol télico, es decir, el propósito o la función del objeto. Así la información relativa a un sustantivo como cuchillo se especifica como ‘objeto físico que sirve para cortar’ (cf. Batiukova, 2009: 238-239). En contraste con esta información, vemos que en los derivados el rol télico varía respecto al rol télico del sustantivo base, mostrando una función más específica. Así el cuchillo de acuchillar no tiene por objeto cortar, sino que se trata de un ‘objeto físico para «herir o matar»’. De igual modo, mientras la muela responde a un ‘disco de piedra para moler’, la muela de amolar responde a un ‘disco de piedra para «afilar» (instrumentos cortantes)’. La rienda es una ‘correa para gobernar una caballería’, sin embargo la rienda de arrendar responde a una ‘correa para «atar» una caballería’. 3.1.1. Sustantivos que se interpretan como instrumentos Sustantivos que no designan instrumentos se interpretan como tales. Este es el caso de los nombres de materia o de los nombres que designan una parte del cuerpo. En cuanto a los primeros, hallamos que ya en latín un verbo como adaquo presenta varias acepciones (cf. Valbuena s. v.): en Suetonio significa ‘abrevar el ganado’; en César ‘proveerse de agua’; otra acepción es ‘regar, remojar, humedecer, rociar’. Obsérvese como las tres acepciones del derivado guardan relación con una finalidad específica o propósito con que se utiliza el agua, es decir con la información contenida en el rol télico de la EQ. Siguiendo el modelo de adaquo < aqua3, el español genera amelezinar ‘dar medicamento, curar’ < melezina, donde el derivado denota la finalidad específica de curar.
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En textos jurídicos medievales aparece la expresión afumar casa ‘habitar una casa’, donde la base del verbo, humo, ha sufrido un proceso metonímico y se interpreta como ‘hogar, casa’.
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En cuanto a los nombres que designan una parte del cuerpo, siguiendo el modelo de aggeniculor ‘mover las rodillas con el fin de arrodillarse’, se crean otros verbos como abraçar4. Otros derivados verbales cuyas bases pueden interpretarse como instrumentos serían los casos de acusar (heredado del latín clásico), amenazar y apremiar. Estos derivados denotan el propósito o función específica de la base, información en relación al rol télico: (4) a. acusar ‘utilizar la causa, motivo para culpar de algo a alguien’ < lat. causa ‘causa, motivo’. b. amenazar ‘utilizar la amenaza para dar a entender que se quiere hacer algún mal a alguien’ < ant. menaza ‘dicho o hecho con que se da a entender que se quiere hacer algún mal a alguien’. c. apremiar ‘utilizar la premia para coaccionar, dar prisa, etc.’ < premia ‘violencia, coacción’.
3.1.1.1. Relaciones léxico-semánticas En el latín tardío, se documenta un verbo como adaero con el valor de ‘tasar, poner precio’ (utilizado por el historiador Amiano Marcelino, cf. Gaffiott s. v.) y también de ‘hacer la cuenta, contar’ (utilizado en Plinio, cf. Valbuena s. v., y Frontino, cf. Gaffiot s. v.), derivado a partir de un sustantivo instrumental, aes ‘moneda de cobre’, ‘as’, ‘dinero’5. Obsérvese que el verbo parasintético especifica en sus dos acepciones funciones del objeto del nombre base. El mismo significado de la primera acepción ‘tasar, poner precio’ presenta appretio, verbo usado en la Biblia (cf. Valbuena s. v. apprecio), formado a partir de pretium ‘precio, valor’, término muy próximo semánticamente a aes. En relación con estos verbos, también en el latín tardío, se halla addecimo ‘pagar, cobrar el diezmo’, formado a partir de decima ‘décima parte’. Los tres derivados latinos (adaero, appretio y addecimo) tienen en común un sustantivo base que denota ‘medida de valor, dinero’. Cada uno de los verbos derivados especifica una función del dinero: el dinero sirve para ‘poner precio a algo’ y ‘pagar, cobrar el diezmo’6. Vid. al respecto Covarrubias, s. v. humo: «Algunas vezes se toma humo por el hogar o chimenea, y dezimos tantos humos por tantos fuegos, conviene a saber tantas casas». 4 Para otras formaciones como acordar o afrontar, las cuales presentan procesos metafóricos vid. Pujol Payet (2012). 5 En latín, aes alienum ‘deudas’, aes militare ‘soldada’, cf. VOX: s. v. aes, aeris. 6 Ya en latín clásico, entre los sustantivos que aparecen como bases de verbos denominales parasintéticos, el sustantivo commodum, -i presenta además de la acepción mencionada de ‘utilidad, provecho, interés’ las de ‘premio que se da a los soldados, además del estipendio,
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En el ámbito de las transacciones económicas, el español del s. XII documenta adeudar ‘deber dinero’ y en el s. XIII, arrendar ‘pagar dinero en concepto de alquiler’, formados a partir de los sustantivos colectivos deuda y renda, hipónimos de dinero. En el apartado anterior he hecho referencia a los verbos acusar, amenazar y apremiar, los cuales muestran una notable afinidad semántica. En este sentido, Niermeyer atestigua para el latín medieval acculpare ‘acusar’, en el s. XIII. También en estrecha relación con estos verbos, el CORDE documenta en la misma época ajusticiar ‘utilizar la justicia para juzgar a alguien’: (5) «Tres latrones et embiod los a conçejo de Palencia que los ajustitiasen et justiciaron los» [CORDE: 1126-1157, Fazañas de Palenzuela]
3.2. Sustantivos que denotan cualidad: las emociones Tal como describe Malkiel (1941: 430-31), el latín utiliza diversos recursos sintácticos y morfológicos para expresar ‘cambio de cualidad’. Entre los primeros destacan las paráfrasis (iusto conformare ‘ajustar’) y la combinación de verbos que denotan actividad junto con adjetivos que especifican el cambio (tutum redere, certum facere ‘asegurar’). Entre los segundos se hallan: a) verbos deadjetivales: de la 1ª conjugación (laxare ‘ensanchar, ampliar’, ‘aflojar’ < laxus, -a, -um ‘amplio’, ‘flojo’) o de la 4ª (lenire ‘suavizar, mitigar, aliviar’ < lenis, -e ‘suave, moderado’). b) verbos prefijados (affirmare, asseverare). c) verbos sufijados en -escere. d) compuestos con facere o con su alomorfo -ficare (mansuefacere, rarefacere; certificare, mollificare). Según Cockburn (2010: 815), el sufijo -ficare «aparece por primera vez en el s. I a. C. Se encuentra en verbos formados a partir de adjetivos (purificare) y nombres (modificare) siempre con valor factitivo [...], es productivo a lo largo del latín, pero sobre todo en el latín cristiano y medieval». En el caso de los verbos sufijados en -escere, se trata de verbos incoativos cuyas bases pueden ser verbales, nominales (radix > radicesco ‘echar raíces’) o adjetivas (longus > longisco ‘hacerse largo’). Las bases verbales responden mayoritariamente a verbos de la 2ª conjugación latina y designan un estado o propiedad (caleo ‘estar ardiente’ > calesco ‘calentarse’); así el derivado en -escere indica la entrada en este estado. Así mismo, Beltrán (1999: 30-31) afirma que como la presa, el vestido, una porción de tierra, un esclavo, etc.’ Y ‘estipendio, paga o provisión que se da a los siervos públicos’ (cf. Valbuena s. v. commodum, -i). A partir de este sustantivo se forma el verbo commodo, cuya primera acepción es ‘prestar’ (cf. OLD s. v. commodo).
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en latín clásico los prefijos ad- e in- pueden actuar como refuerzo de verbos incoativos: accresco [ad- + cresco], incalesco [in- + calesco], con lo cual se generan patrones de verbos prefijados en -escere. Según Malkiel (1941: 432) entre los siglos IV y V los verbos en -escere desarrollan valores factitivo-causativos, lo que supone que a partir de estos momentos pueden expresar dos tipos de procesos: incoatividad (el sujeto adquiere una propiedad) y causatividad (el sujeto causa la modificación o adquisición de una propiedad en un objeto). Por otro lado, Pena (1980: 90) hace notar que las lenguas romances muestran cómo los verbos en -ar pueden expresar también valor incoativo (el cual estaba restringido a los derivados en -scere en latín): encalvecer = encalvar, embarbecer = barbar, encabellecer = cabellar7. En el caso de los verbos prefijados, el prefijo in- (tal como sucede con ad-) aparece mayoritariamente en verbos deverbales8, aunque pueden hallarse también algunas formaciones denominales (inaurare, incerare) y deadjetivales (inalbare, indurare). Sin embargo, a diferencia de ad-, el prefijo in- puede también formar verbos incoativos a partir de bases adjetivas: inamaresco ‘volverse agrio’, incuruesco ‘encorvarse’ (cf. Batllori y Pujol, 2012: 1596-1597). Este patrón [en- + A + -ecer] muestra una notable vitalidad en el español medieval (cf. Batllori y Pujol, 2012 y Sánchez González de Herrero, 1992: 1316-1317), aunque según Malkiel (1941) el patrón deadjetival más productivo en esta etapa y el que presenta mayores posibilidades de generar neologismos es [a- + A + -ar], frente a [en- A + -ecer], [a- + A + -ecer] (aflaquecer, ablandecer)9 y [en- + A + -ar] (engrosar, ensordar, encortar)10. Malkiel cuenta una veintena de verbos deadjetivales con prefijo a- ya en el s. XIII (adestrar, afermosar, afinar, afirmar, aflojar, agravar, ajustar, alimpiar, alongar, allanar, amejorar, apocar, apurar, asegurar, atibiar y avivar) que siguen vigentes a lo largo de la Edad Media. Un dato significativo respecto al patrón [a- + A + -ar] es la escasa variación morfológica de estos verbos en esta primera etapa del español. Así para atibiar, ni el CORDE ni el CE documentan en el s. XIII formas del tipo entibiar11. TamSin embargo, no he podido documentar en CORDE en el s. XIII testimonio de los ejemplos citados aportados por Pena (1980). 8 De una cala de 88 verbos prefijados en in- del OLD, el 78,4% responden a bases verbales. 9 En su estudio sobre los verbos parasintéticos en textos médicos del castellano de los siglos XIV y XV, Sánchez González de Herrero (1992: 1317) hace notar que «una buena parte» de los verbos prefijados con en- posee una variante, menos usada, con prefijo a-: «es el caso de enmollecer/amollecer [< de muelle], enflaquecer/aflaquecer, ennegrecer/anegrecer, emblandecer/ablandecer, enclarecer/aclarecer o endormecer/adormecer». 10 Según el CE, en el s. XIII hallamos un equilibrio entre el número de documentaciones de encortar y el de acortar. 11 Según el CORDE las primeras manifestaciones de entibiar aparecen a principios del s. XV. 7
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poco presentan variantes adestrar ~ adiestrar, ajustar, alongar, allanar, apurar y avivar. Muestran poca variación adelgazar12, afermosar13 y apocar14. Algunos casos muestran alternacia con la forma sin prefijo (afirmar ~ firmar, alimpiar ~ limpiar, amejorar ~ mejorar, asegurar ~ segurar). Entre los adjetivos que conforman las bases de los primeros verbos parasintéticos del tipo [en- + A + -ecer] cabe destacar un grupo que denota emociones o estados: embravecer ‘sentir furia, bravura’, ‘ponerse furioso’, ‘causar que alguien sienta furia o bravura’; entristecer15 ‘sentir tristeza’, ‘causar que alguien sienta tristeza’; ennoblecer ‘hacer noble a alguien o algo’; envilecer ‘hacer vil a alguien o algo’; enloquecer ‘sentir locura’, ‘volver(se) loco’, ‘causar que alguien se vuelva loco’ (cf. Batllori y Pujol, 2012: 1604). (6) a. «embrauescio este Erujgio & cresciol orgull» [CORDE: c 1270, Alfonso X, Estoria de Espanna] b. «aborrece la yegua al fijo e nol quiere dar la teta. El cavallo mucho siente e vienta, e más de noche que de día, e se embravece por el olor de lo que huele o vienta. E si el potriello pierde la madre recíbenle las otras yeguas pora criarle» [CORDE: c 1275, Alfonso X, General Estoria, primera parte] c. «non te entristescas por el mal que non feziste» [CORDE: a 1250, Bocados de oro] d. «Así commo nós punnamos siempre de ensalçar & ennoblesçer la su fazienda & la su fama, asý punnó él de enuilleçer & de abaxar la nuestra, [...]» [CORDE: a 1284, Libro de los fueros de Castiella] e. «et quien ha pesar enloqueçe et pierde la memoria et el entendimiento» [CORDE: 1251, Calila e Dimna].
Este escenario en donde para la expresión de ‘cambio de cualidad’ conviven verbos en -are y en -escere, con bases nominales y adjetivas, y valores incoativos y factitivo-causativos, propicia la aparición de un nuevo patrón de verbos denominales respecto al latín. En este nuevo patrón, los verbos siguen el esquema en auge [a- + N + -ar], presentan valores causativos, y las bases designan una emoción o estado: abiltar16 (de vilta ‘vileza’) ‘causar vileza’, ‘hacer vil a alguien’; airar17 El CE registra 12 ejemplos de adelgazar en el s. XIII frente a 4 de endelgadecer, 1 de adelgacer, y 2 de delgazar. 13 El CE documenta 1 ejemplo de fermosar y otro de enfermosecer. 14 El CE documenta 1 ejemplo de enpocar. 15 También se documenta entristar. 16 Nótese la sinonimia con envilecer, citado arriba. 17 Nótese la sinonima con embravecer, citado arriba. 12
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(de ira) ‘causar ira, irritación, enfado’, ‘hacer que alguien se irrite, enfade’; agradar (de grado) ‘causar agrado, placer, gusto’, ‘hacer que alguien sienta agrado, placer, gusto’; atormentar (de tormento) ‘causar tormento’, ‘hacer que alguien sienta tormento’; y avergonzar(se) (de vergüenza) ‘causar vergüenza’, ‘hacer que alguien sienta vergüenza’. (7) a. «Non ha cosa que abilte a onbre como çaherimiento y rretraerle muerte que fizo» [CORDE: c 1250, Libro de los buenos proverbios que dijeron los filósofos y sabios antiguos]
b. «d’esta batalla que avemos arrancado; / al rey Alfonso, que me á airado, / quiérol’ enbiar en don treinta cavallos» [CORDE: c 1140, Poema de Mio Cid] c. «Ca vna vez enel año cortaua los cabellos que le cresçian mucho & le agradauan [...]» [CORDE: 1293, Castigos. BNM ms. 6559] d. «E bien que el abad non fuese agrauiado por otra enfermedad, pero la gota, que atormentaua sus manos e pies, non çesaua de lo fatigar» [CORDE: c 1255, Crónica de Sahagún] e. «[...] significa que el nacido fara aquellos fechos que ante dixiemos. mas encobrir sa en faziendo los. & repientes dello & auerguença por ello» [CORDE: 1254-1260, Judizios de las estrellas].
Fuera del ámbito de las emociones, otros sustantivos se interpretan según la información recogida en el rol formal de la EQ, generando verbos parasintéticos que expresan cambio de cualidad: afilar < filo ‘cualidad de borde agudo’, acompañar < compaña ‘cualidad de compañía’ , ahijar < hijo ‘cualidad de hijo’ , amaestrar < maestro ‘cualidad de maestro’. 3.3. Sustantivos que denotan lugares Entre los parasintéticos latinos se halla accumulo ‘poner en el montón’, ‘poner por encima, añadir’, ‘aumentar’, derivado de cumulus ‘cúmulo, montón’. Siguiendo este modelo el español genera amontonar. En el latín tardío se documenta también ARRIPARE < RIPA ‘margen de un río’, ‘orilla, ribera’, que continuará en el castellano arribar, el cual mantiene el valor etimológico de ‘llegar a la orilla’ en toda la Edad Media. En este caso, el sustantivo base riba indica la meta del movimiento. Otro parasintético generado en español es asomar < del antiguo somo ‘lo más alto de alguna cosa’, ‘cima’, del latín SUMMUS ‘el más alto’, cf. DECH s. v. somo. El DHLE, s. v. asomar señala como 1.ª acepción la de ‘llegar o subir a la cima’ y aporta el siguiente ejemplo con valor figurado: «El ome cobdicioso que non sabe guardar / ciégalo la cobdicia, faze lo asomar, / faze lo de la cima, caher en
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mal lugar» [Libro de Alexandre]. Por mi parte no hallo ejemplos de esta acepción en la documentación de CORDE, donde en cambio sí aparecen los valores señalados en el DECH de ‘aparecer en lo alto de un lugar’, ‘aparecer a lo lejos’ y ‘empezar a mostrarse’, los cuales encontrarían su origen en un proceso metonímico donde la acción de ‘llegar a la cima’ se contemplaría como su resultado (algo que está en lo alto se visualiza). Otro parasintético que denota cambio de lugar, en la primera etapa del español es acostar < del latín vulgar *accostare, derivado de costa ‘costado, espalda’. En este caso, el sustantivo de base responde a una parte del cuerpo u objeto, el cual por un proceso de metonimia pasa a designar el todo (la persona, el objeto), que es lo que cambia de lugar. En los primeros ejemplos acostar se halla con el valor de ‘acercarse, arrimarse a un lugar’, ‘llegar a un lugar’ (cf. Fernández Jaén, 2007). Pero ya desde los inicios el lugar donde arrimarse toma especificidad y se concreta en la cama, por lo que el verbo amplía su significado con el valor de ‘meterse en la cama’. 3.3.1. Sustantivos que se interpretan como lugares El DECH s. v. viento recoge dos acepciones de aventar documentadas en el Libro de Alexandre ‘echar al viento alguna cosa’ y ‘disparar al viento un arma’, donde la base viento presenta valor locativo. 4. CONCLUSIÓN Los sustantivos a partir de los cuales se generan los verbos parasintéticos con prefijo a- del español documentados hasta el s. XIII responden o pueden interpretarse como instrumentos, cualidades o lugares. CORPUS abezar, abiltar, abraçar, acompañar, acordar, acostarse, acuchillar, acusar, adeudar, afilar, afrontar, agradar, ahijar, ahorcar, airarse, alumbrar, amaestrar, amasar, amelezinar, amenazar, amenguar, amolar, amontonar, anidar, apreciar, apremiar, apresurarse, arrendar, arribar, asomar, atizar, atrancar, aventar.
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29 EL PATRÓN INDUSTRIA MANUFACTURERA: LA INFLUENCIA FRANCESA EN EL USO «ECONÓMICO» DE LOS ADJETIVOS EN -ERO
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1. «ETYMOLOGIE-HISTOIRE DES MOTS» EN LA FORMACIÓN DE PALABRAS Mientras que la distinción baldingueriana entre étymologie-origine y étymologiehistoire du mot (en alemán: Wortgeschichte) había sido aceptada en lexicología incluso antes de acuñarse estos términos (solo hay que pensar en el FEW de Walter von Wartburg, el maestro de Baldinger), la historia de la formación de palabras en español continúa anclada, en muchos aspectos, en la primera de estas perspectivas. Fundamentalmente, este sigue siendo el enfoque del único trabajo de conjunto que poseemos sobre la historia de la sufijación española, Pharies: Un diccionario etimológico no es lo mismo que un diccionario histórico. Aquél puede limitarse, por ejemplo, a la identificación de un precursor de una unidad léxica [...]. En cambio, el diccionario histórico se propone explicar la totalidad de la evolución de un elemento desde un determinado punto en el pasado hasta el presente. Visto desde esta perspectiva, el DESE es un diccionario primordialmente etimológico, pero con pretensiones de ser, en lo posible, también histórico (2002: 14).
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Esta prudente autolimitación por parte de Pharies se debió, a todas luces, a la falta de estudios monográficos sobre el desarrollo de muchos de los sufijos españoles desde el latín hasta la actualidad, y a la imposibilidad de llenar todas las lagunas de una vez. Por la misma razón, el presente artículo de homenaje, dedicado a otro gran historiador de la formación de palabras del español, deberá limitarse a llenar una sola de las muchísimas lagunas en el campo de la historia de la formación de palabras del español. 2. LA INFLUENCIA FRANCESA A PARTIR DEL SIGLO XVIII Uno de los capítulos que queda todavía por estudiar detenidamente en la historia de la formación de palabras del español es la profunda influencia que ejerció el francés a partir de la época borbónica y durante todo el siglo XIX. Lapesa (1981: 418) ya observó que el siglo XVIII «marca una quiebra de la tradición hispánica y un auge de la influencia extranjera». Esta observación es particularmente certera respecto al léxico (cf. los trabajos ejemplares de Cecilio Garriga, Juan Gutiérrez y otros publicados en el marco del proyecto de Diccionario Histórico del Español Moderno de la Ciencia y de la Técnica [DHEMCYT]), pero se puede igualmente aplicar a la formación de palabras. Los españoles no tomaron solo prestadas palabras francesas, sino que por el gran número de calcos acabaron importando también nuevos patrones lexicogenésicos que la mayoría de las veces eran nuevos usos de patrones ya existentes, y por eso no tan fáciles de detectar. Algunos casos de este tipo los he descrito en mis trabajos de 2007, 2009a y b, así como en dos trabajos en prensa, uno escrito conjuntamente con Joanna Wolborska-Lauter. Aquí añadiré un nuevo caso a esta lista, el uso «económico» de los adjetivos relacionales en -ero del tipo industria manufacturera. 3. LA HISTORIA DE -ERO CON FUNCIÓN RELACIONAL: ESTADO DE LA CUESTIÓN
El estado de la investigación histórica sobre -ero queda sintetizado en Pharies (2002: 229-231). Sobre su filiación con el sufijo latino -arius no cabe ninguna duda, ni tampoco sobre el hecho de que este sufijo pasara a las lenguas románicas sobre todo en formaciones sustantivadas (nombres de agente, contenedores, árboles, etc.). En cuanto a los adjetivos, Pharies observa: Son adjetivos heredados del latín tercero [950] (tertiārius), casero [1084] (casārius), primero [XIII] (prīmārius), soltero ‘suelto, libre’, ‘célibe’ [XIII] (sōlitārius ‘solo’) y lebrero ‘aficionado a las cacerías de liebres’ [XIV, EI] (leporārius ‘relativo a las liebres’] (2002: 229).
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Los derivados internos españoles son igualmente tempranos y muy numerosos. Aquí los hemos clasificado según su sentido originario, pero cabe señalar que lo normal es que se desarrollen significados adicionales propios de los derivados en -ero, cf. el ejemplo de frutero (fruto), que significa tanto ‘relativo a las frutas’ [XVI, EI] como ‘persona que las vende’ [1539, EI] y ‘plato para servirlas’ [1732]. Son pues, primordialmente adjetivos frontero ‘puesto enfrente’ [1124] (frons -ntis ‘frente’), pregonero ‘que divulga una cosa que se ignoraba’ [1155] (pregón), conejero ‘(perro) que caza conejos’ [1208] (conejo), lindero ‘que linda con una cosa’ [1213] (linde), justiciero ‘que observa estrictamente la justicia’ [1295] (justicia), verdadero [XIII] (verdad), artero ‘mañoso’ [XIII] (arte), delantero [XIII] (delante), derechero [XIII] (derecho), derechurero [XIII] (derechura), llenero ‘cumplido, cabal’ [XIII] (lleno), medianero [XIII] (mediano), mesturero ‘que revela un secreto’ [XIII] (mestura), montero ‘montés’ [XIV] (monte), ovejero ‘(mastín) que cuida de las ovejas’ (oveja), pajarero ‘relativo a los pájaros’ [XIV] (pájaro) y vaquero ‘propio de los pastores de ganado bovino’ [XIV] (vaca) (2002: 230).
Sin embargo, la historia del uso adjetival de -ero no se acabó, ni mucho menos, en la Edad Media. De las múltiples peripecias que sufrirá el -ero adjetival (solo hay que pensar en el significado ‘aficionado a N’, como en chocolatero) nos tenemos que limitar aquí a estudiar más de cerca el uso relacional, que conocerá un gran auge a partir del siglo XIX. 4. EL -ERO RELACIONAL EN EL DICCIONARIO DE AUTORIDADES Empezaremos nuestro análisis con la lista de posibles candidatos a adjetivos relacionales que —salva omissione— he podido encontrar hojeando el Diccionario de Autoridades (DAut; 1726-1739).1 Esta lista puede considerarse como un espejo bastante fidedigno del estado de lengua al final de los Siglos de Oro. Hela aquí en orden alfabético: Aljongero adj. Epitheto con que los Naturáles distinguen la hierba ò cardo de que se saca el aljonge [...]. Almizclero adj. Cosa que huele, ò tiene almizcle, de cuyo nombre se forma este adjetivo, que otros dicen Almizcleño. Bornero adj. Assi se llama al trigo que se muele con la piedra negra dicha Bornera. Buitrero adj. Cosa de buitre, ò perteneciente al buitre. Camero adj. Cosa perteneciente a Cama. 1
¿Cuándo se publicará un índice a tergo de este instrumento indispensable para el estudio diacrónico de la sufijación española?
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Cañamero adj. Lo mismo que Cañameño. [Lo que se hace, y se saca del hilado del cañamazo.] Es voz de poco uso. Carcelera adj. usado en terminacion femenina. Aplicase siempre à la fianza que se dá para salir de la cárcel. Vease Fianza. Casero adj. Lo que se hace, se cria ò se tiene en casa y no se compra de fuera [...]. Chamicero adj. Cosa perteneciente à Chamizo [‘Leño medio quemado’]: [...]. Es voz de Galicia. [Conejero s. m. El perro que caza y coge conejos: [...].] Costanero adj. Lo que està en cuesta. Dezmero adj. Vease Dezmeño. [Cosa que pertenece al Diezmo: como Casa dezmeña, pan dezmeño, &c. Dícese tambien Dezmero.] Dominguero adj. Lo que pertenece al Domingo, ò se usa solo en este dia: como Sayo dominguero, capa dominguera. Espartenero adj. Cosa perteneciente à esparto, de cuyo nombre se forma esta palabra. Faldero adj. Cosa perteneciente à faldas: y se aplica comunmente al perrillo de falda, diciendo Perrillo faldero. Forero adj. Lo que pertenece ò se hace conforme à fuero. Frontero adj. Lo que está puesto y colocado enfrente de otra cosa. Gallinero adj. que en la Volatería se aplica à las aves de rapiña cebadas en las gallinas. Ganadero adj. Cosa tocante ò perteneciente à ganado. Garcero adj. que se aplica al halcón que mata y caza las garzas. Gruero adj. que se aplica al ave de rapiña, inclinada à echarse à las grullas. Harinero adj. Lo que toca ò pertenece à harina: como Cedazo harinéro, molino harinéro. Lagartero adj. Que se aplica al ave ò animál que coge los lagartos. Lagartijero adj. Lo mismo que Lagartéro. Lechero adj. Lo que contiene leche, o tiene sus propiedades. Manero adj. Lo que es à propósito y se puede traher ò tener à la mano. Marero adj. Cosa tocante ò perteneciente al mar.
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Molinero adj. Cosa para molero, ò perteneciente al molino. Naranjero adj. que se aplica à los cañones de artillería que calzan la bala del calibre de las que llaman Naranjas. Palomero adj. que se aplica à los virótes, lance de la ballesta, que tiene una viróla de hierro en la cabeza, y son un palmo mas largo que los virótes comúnes. Pechero adj. El que está obligado à pagar ò contribuir con el pecho ò tribúto. Perdiguero adj. que se aplica al perro ù otro animál, que caza perdices: [...]. Perulero adj. que se aplica à la monéda fabricada en el Perú. Placero adj. Lo que pertenece ò es propio de la plaza. Ramero. Vease Halcón. [El que siendo pollo salta de una rama en otra de los árboles, recien salido del nido.] [Rastrero. Se aplica tambien al perro de caza, que la busca por el rastro. Lat. canis odorus.] Redero. Ave. Vease halcón. [El que se cogió con red y fuera del nido, yendo de passo.] Retamero adj. Lo que pertenece à retáma: como Azadón retaméro, Tierra retaméra. Rodero adj. Lo que pertenece à las ruedas, ò sirve para ellas: assi se dice, Mazo rodéro, y las ruedas metidas en el exe sin lecho, se llaman rodéras. Roquero adj. Lo que pertenece à las rocas, ò está formado de ellas. Salitrero adj. La persona que trata, ò comercia en salitre. Salsero Vease Tomillo. [falta s.v.] Saltero adj. Lo mismo que Montaraz. [Lo que anda ò está hecho à andar en los montes, ò se ha criado en ellos.] Terrero adj. Lo que pertenece, ò toca à la tierra. Triguero adj. Lo que anda, ò se cria entre el trigo: como los espárragos trigueros, y un paxarillo à quien dán por esso mismo este nombre. Vaquero adj. Lo que es propio de los Pastores de vacas. Aplicase regularmente al sayo, ù vestidura de faldas largas, por ser parecido à los que los Pastores usan: y entonces suele usarse como substantivo. Xabeguero adj. Cosa erteneciente à la xabega. Xifero adj. Lo que pertenece al matadero [...].
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Zarcero adj. que se aplica al perro, especie de perdiguero pequeño, y corto de manos, que entra con facilidad en las zarzas à sacar la caza, por lo que le dan este nombre. Zorrero [adj.] Se aplica tambien à una casta de perros [...] que entran con gran prontitud en las cuevas de las zorras, y otros animales semejantes.
Esta lista contiene formaciones heterogéneas que vamos a tratar por grupos semánticamente afines en los apartados siguientes. Mi intención es la de definir el núcleo de adjetivos relacionales que constituyen los antecedentes potenciales más probables del uso «económico» del siglo XIX. Procederé por eliminación, es decir, descartando los adjetivos que después de un análisis más detenido no parecen pertenecer a este núcleo. 4.1. Ejemplos descartables Una de las series más nutridas de adjetivos en -ero del DAut es la que tiene como base nombres de animales y sirve para caracterizar a perros o aves rapaces/de caza. Un antecedente de este tipo de adjetivo lo encontramos ya en Plinio: leporāria, -ae, f. adj. [LEPVS + -ARIVS] The name of a kind of eagle (prob. the Golden or the Imperial eagle), so called from its habit of killing hares. [Ejemplo:] melanaetos a Graecis dicta, eadem ~a PLIN.Nat.10.6 (OLD).
Como informa el FEW (V 261a), leporarius se encuentra también en el sentido pertinente en la Lex Salica (s. VI): veltrus leporarius ‘perro de caza’ (cf. el francés levrier ‘galgo’). En el español medieval, el adjetivo correspondiente, lebrero, se usaba en el mismo sentido, aunque parece haber caído en desuso antes de publicarse el DAut (está documentado hasta 1627 en el CORDE): falcón lebrero (c 1295), galgo lebrero (1330-1343), mastín ovejero (1330-1343)2. De los adjetivos sí consignados en el DAut, algunos se remontan también a la Edad Media según el testimonio del CORDE: açor anadero o perdiguero (1252; el primero de estos adjetivos falta en el DAut), falcón garcero (c 1295), ffalcon gruero (a 1300). Otros se documentan en los Siglos de Oro: perro conejero (1513), la gallinera zorra (c 1560-a 1578), perrillos de caça, llamados en Castilla zorreros (1599), cernícalos que son lagartijeros (1614)3. La colocación perro ganadero, por el contrario, que es la única que proporciona el DAut en la entrada adjetival de ganadero, solo se documenta en el CORDE en 1881. También No entra aquí el halcón lanero (falcones laneros, 1396), cuyo epíteto tiene que ver con el latín laniarius ‘carnicero’. 3 El DAut contiene también lagartero, que no se documenta en el CORDE. 2
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forman parte de este nicho semántico rastrero y zarcero, aunque la base no designa un animal: can rastrero (a 1296), perros que se llaman zarceros (1654). Ahora bien, los adjetivos de este nicho semántico, ¿deben considerarse como auténticos adjetivos relacionales? La respuesta pienso que tiene que ser negativa. Se trata más bien, desde el latín, de adjetivos disposicionales: en todos los casos con base animal, el animal denotado por el núcleo nominal ha sido adiestrado para cazar el animal denotado por la base del adjetivo. Hablan a favor de tal interpretación también el posible uso predicativo del adjetivo (cernícalos que son lagartijeros), la ocasional anteposición del adjetivo (la gallinera zorra) así como la capacidad combinatoria muy restringida de los adjetivos (*carne conejera, *piel zorrera, *cola zorrera, *caza zorrera, etc.). En la lista del DAut hay otros adjetivos derivados de nombres de animales que, sin embargo, no encajan perfectamente en el nicho semántico que acabamos de ver. Palomero probablemente sí se podría asimilar al nicho animal, ya que pertenece al dominio de la caza y expresa finalidad (Hay virotes herrados para las perdices, y otros virotes, que llaman palomeros, 1644). La diferencia estriba en que el núcleo nominal (virote) no designa un animal sino un proyectil. También parece asimilable faldero, que siempre se ha usado casi exclusivamente como atributo de perro (perrita faldera, c 1611) y habrá sido acuñado con intención jocosa sobre el modelo de perro conejero/zorrero/etc. Asimismo parece lícito asimilar al nicho animal los dos adjetivos ramero y redero, que se combinan con otro núcleo nominal típico de este nicho, es decir, halcón. La verdad es que ambos términos, halcón ramero y halcón redero, desde siempre han anidado casi exclusivamente en los diccionarios... Lo mismo puede decirse de buitrero, que falta en el CORDE en el sentido pertinente (el ejemplo del DAut fue tripas buitreras, colocación de la cual Google Books solo arroja documentaciones diccionariles). Queda por analizar un único adjetivo con base animal, por lo menos a primera vista: vaquero. Este adjetivo sí es relacional, pero contrariamente a las apariencias no se relaciona con vaca, sino con vaquero. Se documenta primero en las colocaciones sayo vaquero y caperuza vaquera (1582), es decir, ‘sayo/caperuza (como) de vaquero’, y este sigue siendo el sentido hoy en día (los pantalones vaqueros son pantalones ‘(como) de vaquero’, no ‘de vacas’). El adjetivo relacional correspondiente a vaca siempre ha sido vacuno. Otro caso del mismo tipo en la lista del DAut está constituido por xifero (jifero), que el CORDE documenta en la colocación cuchillo jifero (1627), es decir, ‘cuchillo de jifero’ (cf. navaja barbera)4. La historia de este tipo de derivación relacional por conversión 4
Otros ejemplos de la lista que quizá conviene clasificar como conversiones son carcelero y placero. La fianza carcelera del DAut bien podría ser una ‘fianza dada al carcelero’, si no se trata
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a partir de sustantivos en -ero bien merecería un estudio aparte (cf. Rainer, 2008), que no puede ser objeto de este artículo de homenaje5. A la vista de lo expuesto, el nicho animal se ha revelado ser un punto de partida poco prometedor para explicar el auge de -ero en el dominio económico a partir del siglo XIX. Pasemos ahora a un segundo nicho semánticamente homogéneo, el de los adjetivos que expresan ubicación o proveniencia. Está compuesto, en el DAut, por dos subgrupos: costanero, frontero (sendero frontero, 1124), marero (los templados y suaves aires, que los hombres de la mar llaman mareros o embates, 1527-1550; el tiempo es marero, 1585), roquero (castillos roqueros, 1479),6 saltero (falta en el CORDE) y terrero,7 por un lado, y perulero (‘del Perú’) por el otro. El primero de estos dos grupos tiene probablemente abolengo latino (cf. angularius ‘occurring or placed at a corner’, OLD), aunque ninguno de los adjetivos se remonta directamente a un étimo latino (cf. también formaciones deadverbiales/depreposicionales como delantero o trasero). Aunque -ero ha tenido en tiempos más recientes un desarrollo notable en el dominio de los gentilicios (cartagenero, habanero, etc.), este nicho locativo, por razones relativas a su significado y a la categoría de sus bases, tampoco sirve como punto de partida para el uso «económico». Por las mismas razones parece conveniente excluir también el único adjetivo temporal, dominguero (sayos domingueros, 1481-1496), de uso muy restringido como adjetivo relacional (frente al latinismo dominical). Descartamos también naranjero (cañones naranjeros y pedreros, c 1619), que en el ámbito militar se aplicaba entonces a un tipo de cañón con el cual se tiraban «naranjas», es decir, proyectiles del tamaño de las naranjas. Como muestra la cita, otro adjetivo del mismo tipo era pedrero (cañón pedrero, 1525-1529), que ya en el DAut solo figura en su forma sustantivada.
simplemente de un calco del lat. carcerarius. Y los negocios placeros (1589, CORDE) pueden también parafrasearse como ‘negocios de placeros’, además que de ‘negocios en la plaza’. 5 Cf. también: la vil gente ovejera (1445); bragas marineras (1495); barcha pesquera (1503); tampoco es gente pobre, aunque tambien hay gente bracera, y que viven de sus trabajos (1575), Materia médica misionera, de Pedro Montenegro (1710). 6 Definido en el DAut como ‘[el] que está constituido, o fundado sobre alguna roca, por lo cual es muy fuerte’. 7 Este adjetivo se usó y todavía se usa con varios significados, de los cuales solo enumero aquí los que están documentados en el CORDE con anterioridad al DAut. El locativo está presente, por ejemplo, en: Las nalgas baxas, terreras, meceldas por lindo modo (c 1445-1480), Niebla terrera, sol espera (1627). Pero también se usaba con el sentido ‘hecho de tierra’: en este lugar hay casas de tierra con rafas de ladrillo, y otras sin rafas de ladrillo, terreras (1575-1580). Los usos más estrictamente relacionales están cubiertos por terráqueo, terrenal, terreno y terrestre.
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El último grupo que descartaré son algunos adjetivos para los cuales el CORDE —y en el caso de manero, salitrero y xifero el mismo DAut— no documenta uso relacional hasta finales del siglo XVIII. Para rodero el DAut cita, sin fuente, la expresión mazo rodero, y para xabeguero solo un ejemplo literario de la colocación chusma xabeguera. Salitrero entrará definitivamente en el uso en la segunda mitad del siglo XIX (distritos salitreros, 1881), pero este uso, como argumentaré, ya pertenece a la nueva ola «económica» del sufijo que surgirá en el siglo XIX por influencia francesa. También constituye un uso aislado foya carbonera (1262), que tiene antecedente latino y en el DAut ya solo está registrado como sustantivo femenino (‘horno en que se hace el carbón’). 4.2. El núcleo relacional con afinidad «económica» Habiendo eliminado los adjetivos en -ero de 4.1., nos queda ahora por analizar más de cerca el resto de adjetivos en -ero con función relacional que cita el DAut. Los podemos agrupar en varios nichos semánticos. Forman un grupo jurídico-fiscal relativamente homogéneo los tres adjetivos dezmero, forero y pechero. Los tres se remontan a la Edad Media: heredat dezmera (1256-1263), heredades pecheras, et foreras (1255). Estos adjetivos pueden considerarse relacionales, pero ligados como estaban al antiguo régimen se hundieron con éste, sobreviviendo solo en el lenguaje de los historiadores. La Hacienda moderna aparentemente prefiere sufijos latinizantes (arancelario, tributario, impositivo). Un segundo nicho nutrido está constituido por términos botánicos, de raíz claramente latina (cf. [radix, herba] lactaria, lanaria, saponaria, etc.): cardo aljongero (1557-1567), la yerua lechera, dicha titimalo (1598), Saponaria, la yerua jabonera (1606), tomillo salsero (1494). La relación semántica que expresa el adjetivo en estos ejemplos es variada: la sustancia denominada por la base puede ser producida por la planta o constituir su uso. En triticaria herba, triguera (1737) o espárrago triguero (1872) la relación parece ser locativa. Este adjetivo, dicho sea de paso, ya se había aplicado con anterioridad a pájaros: tenié en mano huna calandria (en esta tierra l’ dizen triguera) (c 1215), Paxaro triguero no entres en mi granero (1549). Este último uso podría relacionarse quizá con el nicho «lebrero» del apartado 4.2. El nicho más prometedor en vista del desarrollo ulterior de -ero en el campo económico está constituido por usos relacionados con la casa y la agricultura. El adjetivo casero mismo se documenta en el CORDE con función relacional desde finales de la Edad Media (pero hemos visto que Pharies lo hace remontar directamente al latín). Por un lado se aplicaba a animales ‘domésticos’ (asnas caseras, 1453-1467) pero no exclusivamente (regimiento doméstico y casero, p 1468, lienço casero, 1477-1491). Al ámbito de la casa perte-
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nece también camero, definido en el DAut como ‘perteneciente a cama’ y ejemplificado con sábanas cameras ‘para camas’ (en el CORDE este uso tarda en aparecer hasta 1899). Chocolatero ‘para chocolate’ no está en el DAut, que solo trae el sustantivo (‘jarro [...] en que se hace el chocolate’), pero lo encuentro en una lista de pertenencias de 1704 (jarro chocolatero)8. Si nos desplazamos de la casa al establo encontramos las bacas lecheras (1753), cuyo adjetivo ya habíamos visto usado con anterioridad en términos botánicos. Otro adjetivo interesante relacionado con el mundo agrícola es harinero, que está documentado en el CORDE a partir de 1575-1580 en el término muy frecuente molino harinero9. El molino mismo también tuvo su adjetivo relacional: en el anexo de Gallegos esta una parada de molinos de seis ruedas dichas e declaradas con una casa molinera con su servicio (1575-1580). Pero este adjetivo, aunque lo trae el DAut remitiendo a Nebrija, parece haber tenido poco uso. Parece probable que se trate de una conversión (‘casa de/para el molinero’). Falta completamente en el CORDE el adjetivo bornero, del cual el DAut dice, sin dar ejemplo, que «[a]ssi se llama al trigo que se muele con la piedra negra dicha Bornera». Podría tratarse otra vez de un caso de conversión, más que de un adjetivo relacional en -ero propiamente dicho. Faltan igualmente en el CORDE, por lo menos para la época pertinente, cañamero («voz de poco uso», DAut), chamicero («voz de Galicia», DAut), espartenero (aguja espartenera, en DAut) y retamero (azadón retamero, tierra retamera, en DAut). Como resultado de nuestro análisis podemos concluir que el uso «económico» de los adjetivos en -ero sí existía en la primera mitad del siglo XVIII, pero en escala muy reducida. Si nos limitamos a los que según el CORDE tenían cierta frecuencia de uso, podemos identificar como posibles leader words, palabras-patrón, a casero, harinero y lechero. Aunque no está en el DAut, podríamos añadir aceitero, que el CORDE documenta en colocaciones como alcuza aceitera (1495, Nebrija), molino aceitero (1575-1580) o garrafas aceiteras (c 1600), así como papelero (molinos papeleros, 1795) hacia finales del siglo. 5. EL EMPUJÓN FRANCÉS Como quisiera demostrar en este apartado, el gran auge del uso «económico» del -ero relacional en el siglo XIX no fue, sin embargo, el fruto de analogías endógenas a partir del reducido núcleo identificado en el apartado 4, sino de influencias transpirenaicas. 8 9
Vargas Lugo, Elisa & Gustavo Curiel Juan Correa. Su vida y su obra. Cuerpo de documentos. Tomo III. México: UNAM 1991, p. 115. Este banco de datos nos brinda incluso ya para 1462 un pico harinero de dudosa interpretación (en el mismo arancel de Cuenca también se mencionan picos menudos para picar molinos).
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Una primera manera de evaluar esta hipótesis consistirá en una comparación de las fechas de primera documentación de los adjetivos españoles más importantes con sus equivalentes franceses, utilizando como fuente para las dataciones en español el CORDE y para el francés Frantext y el TLFi. Los resultados de esta comparación pueden desprenderse de la tabla 1. Como se ve, en la gran mayoría de los casos los adjetivos franceses son efectivamente anteriores a los adjetivos españoles correspondientes. Los adjetivos franceses mismos, dicho sea de paso, son también en gran medida creaciones de la segunda mitad del siglo XVIII o del siglo XIX (cf. Roché, 2006: 76), hecho que sugiere la existencia de una íntima relación entre esta moda lingüística y la Revolución Industrial. ADJETIVO ESPAÑOL
aduanero algodonero azucarero ballenero carbonero financiero hotelero hullero jabonero lanero lechero [vaca] manufacturero minero papelero pastelero perlero quesero relojero remolachero resinero salinero sardinero
1ª DOC. CORDE 1853 1842 1881 1822 1847-184910 1839 1914 1876 1928 ca 1875 1753 1833-1834 1780 1795 1893 1926 1961 1946 1946 1878 1926 1896
ADJETIVO FRANCÉS
douanier cotonnier sucrier baleinier charbonnier financier hôtelier houiller savonnier lainier laitier manufacturier minier papetier pâtissier perlier fromager horloger betteravier résinier salinier sardinier
1ª DOC. FRANTEXT 1846 1845 1848 1874 (¿1839?) 1836 1601 1913 1846 — 1883 1778 1755 1885 1948 1883 1773 1846 1931 1846 1943 1949 1951
1ª DOC. TLFI 1850 1837 1872 (¿1824?) 1835 ¿? 1752 1906 1793 s. XIX 1743 1290 1766 1859 — 1750 1686 1846 1867 1840 1923 1874 1765
TABLA 1: Primeras dataciones españolas y francesas (CORDE vs. Frantext/TLFi) 10
Para decir la verdad, la expresión foya carbonera se documenta ya en 1262, pero se trata de un hapax. Esta expresión tiene su equivalente en el francés fosse carbonniere, que el TLFi documenta para 1403. Es posible que ambas formas se remonten al latín, donde carbonarius está ampliamente documentado como adjetivo y como sustantivo (cf. el diccionario de Georges, siendo el OLD muy incompleto al respecto).
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Solo en cinco casos, la primera documentación es anterior en español respecto al francés. Pero si miramos más de cerca estos cinco casos, incluso para éstos se puede establecer la precedencia francesa acudiendo a los materiales más ricos de Google Books11. El adjetivo ballenero, por ejemplo, se documenta allí en barco ballenero en 1809 (1822 en el CORDE), mientras el francés navire baleinier ya está documentado en 1766. En el caso de minero, la anterioridad del francés es difícil de establecer con seguridad incluso sobre la base de Google Books: villes minières se documenta para 1769, mientras ciudades mineras solo aparece en 1782 en un texto sin frontispicio y luego en la Enciclopedia metódica (una traducción del francés) en 1792. La precoz documentación de molino papelero (1795) podría ser indicio de que se trata de una creación analógica endógena sobre el modelo de molino harinero o molino aceitero, ambos bien documentados ya en el español de los Siglos de Oro (cf. el apartado 4). El término industria papelera lo hallo por primera vez en Google Books en 1830, cuatro años después de industrie papetière. En el caso de resinero, al contrario, la precedencia francesa se puede de nuevo establecer de manera convincente a pesar de las fechas tardías de Frantext y del TLFi: industria resinera se documenta en 1863, el francés industrie résinière en 1848. Un caso especial está constituido por lechero, que en la expresión vaca lechera ya se documenta en el CORDE en 1753, como hemos visto en 4. Ahora bien, el TLFi trae documentos de vake laitiere de 1290 y de vaches laitieres de 1307. Contrariamente a la mayoría de los casos considerados hasta ahora, este uso de lechero/laitier tiene claros antecedentes latinos (cf. boves lactarii en Varrón, Georges), por lo cual no hace falta buscar a toda costa una influencia francesa, remontándose ambos adjetivos a un modelo latino. Además, no se trata de un adjetivo relacional prototípico, ya que el significado es ‘que da leche’. En combinaciones inconfundiblemente relacionales como industria lechera o producción lechera, documentados en Google Books respectivamente en 1855 y hacia finales del siglo XIX, la precedencia francesa de nuevo no deja lugar a dudas: production laitière en 1836, industrie laitière en 1840. Los ejemplos aducidos muestran que los corpus disponibles (CORDE, Frantext) no son plenamente fiables en cuanto a las primeras dataciones, aunque sí proporcionan datos útiles cuando se trabaja con una muestra representativa. Google Books nos ha permitido paliar en gran medida los fallos del CORDE y de Frantext, aunque es de manejo poco práctico por la mucha información errónea que genera. Es necesario controlar directamente cualquier documento que se quiera emplear, tanto el paso concreto de la cita 11
Para no sobrecargar de citas este artículo, prescindo de las fuentes, que el lector interesado puede consultar en línea.
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como el año de la edición. Pero si se toman estas precauciones, es una herramienta maravillosa para el lexicólogo. En la tabla 2 se proporcionan los datos Google correspondientes a algunos más de los adjetivos de la tabla 1. Como se ve, la hipótesis de la anterioridad francesa queda plenamente confirmada, con la posible excepción de jabonero/savonnier.
régimen aduanero industria algodonera producción algodonera producción azucarera producción carbonera
1ª DOC. G. B. 1850 1834 1837 1842 1867
régime douanier industrie cotonnière production cotonnière production sucrière production charbonnière
1ª DOC. G. B. 1803 1814 1833 1834 1840
cuenca hullera industria jabonera industria lanera productos manufactureros industria manufacturera industria pastelera producción quesera industria relojera producción remolachera barco sardinero
1862 1835 1834 1829 1804 1906 (fin s. XIX) 1850 (fin s. XIX) 1849
bassin houiller industrie savonnière industrie lainière produits manufacturiers industrie manufacturière industrie pâtissière production fromagère industrie horlogère production betteravière bateau sardinier
1806 1837 1824 1806 176312 1856 1849 1840 1853 1788
COLOCACIÓN ESPAÑOLA
COLOCACIÓN FRANCESA
TABLA 2: Más parejas franco-hispanas según Google Books
El español acogió tantos de estos adjetivos a partir de la primera mitad del siglo XIX, que el modelo pronto empezó a volverse productivo, sin necesidad de mirar más allá de los Pirineos. Los adjetivos reunidos en la tabla 3, que no tienen correspondencia en francés, muestran que el proceso emancipatorio empezó ya en la primera mitad del siglo XIX, alcanzando la plena productividad en la segunda. ADJETIVO
industria sedera industria naviera13
1ª DOC. CORDE 1896-1897 1880
1ª DOC. G. B. 1834 1834
El primer ejemplo se encuentra en la Philosophie rurale de Quesnay. Es posible que los fisiócratas hayan contribuido al auge de la moda de los adjetivos en -ier en campo económico en Francia. 13 Este adjetivo es notable por contener un interfijo -i-. Tiene que tratarse de una formación latinizante: en latín, las palabras de la declinación con vocal temática -i- mantenían esta vocal en los derivados (cf. avis ‘ave’ → aviarius ‘aviario’). Navis, el étimo de nave, pertenecía a 12
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466 industria pesquera industria taponera islas guaneras país ganadero15 industria cafetera industria cervecera industria tabaquera producción corchera industria tabacalera industria platera distrito salitrero pueblos olivareros lugares madereros región cauchera industria conservera
186514 1904-1905 1922 1858 1891-1894 1933 1963 1960 1943-1974 1927 1881 1893 1898 1935 1946
1841 1849 1852 1855 1858 1867 1870 1876 (1876) (1879) (1879) 1926 1898 (ca 1900) (ca 1910)
TABLA 3: La emancipación del uso «económico» de -ero en español
6. CONCLUSIÓN Para terminar este breve artículo de homenaje, quisiera volver a la pregunta de cuál tendría que ser la unidad de base en el estudio diacrónico de los patrones lexicogenésicos. La respuesta a esta pregunta depende, por supuesto, de la finalidad de la investigación. En un enfoque etimológico minimalista, ya puede ser un logro poder establecer con certeza la filiación de un sufijo con el latín (por ejemplo, del sufijo -én de andén con el sufijo latino -ago, -aginis). Desde un punto de vista de étymologie-histoire du mot, la unidad tiene que ser como mínimo el patrón semánticamente coherente: se distinguirá, por ejemplo, el -ero agentivo (cabrero) del -ero instrumental (candelero) en los sustantivos o el -ero relacional ([molino] harinero) del -ero «disposicional» ([niño] chocolatero) en los adjetivos. Se trataría de describir separadamente el nacimiento y ulterior desarrollo de cada uno de estos usos. Lo que sugiere el presente estudio es que probablemente hay que hilar todavía más fino para llegar a una descripción plenamente satisfactoria de la historia de un patrón. Si tiene razón Pharies (cf. el apartado 3), algunos de los adjetivos relacionales en -ero se remontarían directamente al latín popular. De todos esta misma clase, y por eso, de haber existido, un hipotético derivado °naviarius habría también conservado la vocal temática. 14 Ya para 1503, sin embargo, el CORDE trae un hapax de barcha pesquera. Se podría tratar de una conversión (‘barca de pesquero’). 15 Hasta entonces, ganadero solo se utilizaba en el término perro ganadero, que pertenece a otra serie semántica, como hemos visto en 4.1.
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modos, hemos podido identificar en el español de los Siglos de Oro un determinado número de adjetivos que la mayoría de los lingüistas calificarían de «relacionales». Pero sería un error concluir a partir de esta constatación que los adjetivos relaciones del español actual son simplemente una prolongación natural de este uso «aurisecular». He argumentado, al contrario, en el apartado 4 que los adjetivos de la lista del DAut no forman un conjunto homogéneo, sino que se deben agrupar en nichos todavía más pequeños, cada uno de los cuales tiene su historia propia. La historia del nicho botánico (el patrón HIERBA JABONERA), por ejemplo, es muy distinta a la del nicho fiscal (el patrón HEREDAD DEZMERA) o a la del nicho que hemos tildado de «económico» (el patrón INDUSTRIA MANUFACTURERA). Las palabras de estos nichos han nacido y circulado en esferas sociales diferentes, por lo cual las convenciones acerca de su uso también han evolucionado de manera parcialmente diferente. A todas luces, es en este nivel de nichos coherentes en el que se debe situar el morfólogo que quiera escribir una historia satisfactoria de la evolución de los patrones lexicogenésicos. Sin olvidar que los casos aislados que no encajan perfectamente en ninguno de los nichos más representativos o productivos, tienen derecho a un tratamiento individual. Referencias bibliográficas CORDE. Real Academia Española: Corpus diacrónico del español. Consultable en http://www.rae.es. DAut. REAL ACADEMIA ESPAÑOLA (1726-1739): Diccionario de Autoridades, Madrid, Ibarra. EI. Martín ALONSO (1982): Enciclopedia del idioma, Aguilar, Madrid. FEW. Walter von WARTBURG (1948-): Französisches Etymologisches Wörterbuch, Mohr , Tübingen. Frantext. Base textuelle Frantext. Consultable en: http://www.frantext.fr. GEORGES, Karl Ernst (1995): Ausführliches lateinisch-deutsches Handwörterbuch, Hahnsche Buchhandlung, Hannover. LAPESA, Rafael (1981): Historia de la lengua española, novena edición corregida y aumentada, Gredos, Madrid. OLD. P. G. W. GLARE (ed.) (2009): Oxford Latin Dictionary, Clarendon Press, Oxford. PHARIES, David (2002): Diccionario etimológico de los sufijos españoles, Espasa Calpe, Madrid.
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30 NOMES DEVERBAIS CORRADICAIS NO PORTUGUÊS ARCAICO
GRAÇA RIO-TORTO Universidade de Coimbra, Celga
1. INTRODUÇÃO Para a formação de nomes deverbais, a língua portuguesa dispõe de dois processos: (i) sufixação, nomeadamente em -ção, -mento, -nça, e (ii) conversão de radicais verbais em nominais. Através desta são gerados os posverbais conversos, como ajuda, aviso, conversa, desfalque, na tradição erradamente considerados como regressivos. Ao longo da história, os derivados sufixados em -ção, -mento, -nça ora coexistem com os posverbais conversos, como se verifica em (1), ora deram lugar a nomes deverbais conversos (2), talvez porque estes, não portadores de afixos, são mais polissémicos, mais polivalentes, e portanto mais económicos do ponto de vista genolexical e comunicativo. (1) assentamento e assento, conversação e conversa, mudança e muda, pagamento e paga, recolhimento e recolha, (2) avisamento e aviso, começamento e começo, desprezamento e desprezo, recontamento e reconto.
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A mudança corresponde a uma optimização de recursos, em que as idiossincrassias de afixos e/ou processos se vão consolidando sem atropelos ou sobreposições desnecessárias. O presente estudo procura descrever as condições, as motivações e as repercussões dessa mudança, com base na reflexão crítica levada a cabo sobre materiais derivacionais do português arcaico recentemente analisados (Soledade, 2004; Rio-Torto, 2012; Simões, 2010). 2. FORMAÇÃO DE NOMES DEVERBAIS NO PORTUGUÊS ARCAICO Com base no estudo de Juliana Soledade (2004) sobre a sufixação no português medieval da primeira e segunda fases, procedemos a uma análise das ocorrências por lemas e também por obra, na segunda fase (Rio-Torto, 2012), cujos resultados numéricos se encontram no quadro 1. Duas palavras sobre a natureza fidedigna das fontes e sobre metodologia. Os dados de Soledade (2004) são colhidos em fontes criteriosamente selecionadas e são diversificados quanto (i) à tipologia das fontes compulsadas (fontes secundárias para o galego-português e fontes primárias para o português médio), e (ii) à natureza tipológica dos textos analisados, em ambos os períodos. As fontes seleccionadas para o galego-português são de três tipos: 1) documentação poética (glossários de edições críticas: finais de inícios de XIV):
XIII-
a) Carolina Michaëlis de Vasconcelos (1990): Cancioneiro da Ajuda, Vol. I (Glossário do Cancioneiro da Ajuda), Revista Lusitana, vol. XXIII, 1920, Imprensa Nacional-Casa da Moeda, Lisboa. b) Manuel Rodrigues Lapa (1965): C a n t i g a s d’escarnho e de mal dizer, Galaxia, Coimbra. c) Walter Mettmam (1972): C a n t i g a s d e Santa Maria, Vol. IV (glossário), Universitatis Conimbrigensis, Coimbra. 2) prosa não literária: José de Azevedo Ferreira (1987): Foro Real, vol. II (glossário), INIC, Lisboa. 3)
prosa literária:
a) traduzida: Índice geral de palavras lexicais dos Diálogos de São Gregório: Rosa Virgínia Mattos e Silva (1971): A mais antiga versão portuguesa dos quatro livros dos Diálogos de São Gregório, Vol. IV, Tese de Doutoramento, Universidade de São Paulo, São Paulo.
NOMES DEVERBAIS CORRADICAIS NO PORTUGUÊS ARCAICO
471
b) escrita em português (Bertil Maler (1964): [1380-1390] Orto do Esposo, Vol III (glossário), Almqvist & Wiksell, Stockholm.
Para o português médio, a recolha de dados recai sobre as cem primeiras páginas de cada uma das seguintes obras: 4) [1440-50] Crónica de D. Pedro, de Fernão Lopes (edizione critica, com introduzione e glosario por Giuliano Macchi (1966) Ateneo, Roma. 5) [1463] Crónica de D. Pedro de Menezes, de Gomes Eanes de Zurara. Edição e Estudo de Maria Teresa Brocardo (1997), FCG e JNICT, Lisboa. 6) [1466] Vida e feitos de Júlio César, ed. Maria Helena Mira Mateus (1971), FCG, Lisboa. 7) [1533] Vida e feitos de D. João II, de Garcia de Resende (ed. Evelina Verdelho (1994), In: Livro das obras de Garcia de Resende, FCG, Lisboa.
Uma análise por lemas, como a que optámos por fazer, obvia ao facto de o número de ocorrências estar indexado à natureza tipológica dos textos. Por isso para a primeira fase são expostos os dados totais, e para a segunda também os parciais.
Recursos derivacionais -mento -ção -nça conversão TOTAL
2ª fase (totais) secs XV e
1440-50 CD Pedro F. Lopes
70 (36,4%) 641 (33,3%) 45 (23,5%) 13 (6,8%)
123 (43,0%) 80 (28,0%) 58 (20,3%) 25 (8,7%)
192 (100%)
286 (100%)
1ª fase secs XIII e XIV
XVI
1466 VF J César
1533 VFD João II (G. Resende)
24
1463 CDP Menezes (G. E. Zurara) 36
29
34
18
19
11
32
16
17
12
13
QUADRO 1. Número de lemas de nomes portadores de -ção, -mento e -nça e de posverbais no português médio (extraídos a partir dos dados de Soledade 2004)
Os resultados mostram uma ligeira prevalência de -mento sobre -ção, menor na primeira fase que na segunda, e um lugar mais modesto reservado
1
Em Soledade 2004, as tabelas de -ção incluem as grafias -ção e -çom.
GRAÇA RIO-TORTO
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aos posverbais. O sufixo -nça é o menos representado em ambas as fases. Na segunda fase -mento ganha terreno, distanciando-se de -ção em mais de 10%. O sufixo sempre mais representado é -mento, com uma subida de 36,4% para 43% de lemas na segunda fase. Todavia, esta subida está intimamente relacionada com a natureza temático-discursiva do corpus documental. O sufixo -ção acusa uma descida da primeira (33,3%) para a segunda (28%) fase, mas o número de lemas subiu significativamente (de 64 para 80), o que revela a sua maior força expansiva. Na VFDJoãoII (1533), os valores de -ção (32 lemas) já estão muito próximos dos de -mento (34 lemas), distanciando-se significativamente dos de -nça (13 lemas). O sufixo -mento vê a sua produtividade subir da primeira para a segunda fase, estando maximamente representado no século XV. As grafias -çom e -çam são praticamente inexistentes na segunda fase. O sufixo -nça, que registara um momento de apogeu no século XV, não mais cessará de ver a sua representatividade a declinar. Os posverbais nunca foram muito representados. Dos nomes recolhidos na primeira fase, apenas acorro e engano se mantêm no século XV. Nomes posverbais: secs. XIII e XIV
Nomes posverbais: sec. XV
Cantigas de Santa Maria: abrigo, acorro, conforto, empeço
Crónica de D. Pedro: acorro, agravo, assossego, desembargo, engano Crónica de D. Pedro de Meneses: cargo, carrega, carrego, desamparo, descarrego, encarrego, ensino, esforço, estrago, pelleja, rrepouso, rresgguardo Vida e Feitos de Júlio César: afronta, aviso, castigo, ensino, esforço, repayro Orto do Esposo: quebranto, receo
Cancioneiro da Ajuda: pergunta Cantigas de Escárnio e Maldizer: conquista, conta Foro Real: empeço, engano, ganho, paga, quyma, suspeyta
QUADRO 2. Nomes posverbais conversos no português médio (extraídos a partir dos dados de Soledade 2004)
3. QUE MUDANÇAS E PORQUÊ? 3.1. Nomes sufixados O intervalo entre os séculos XV e XVI é uma fase de profundas alterações na representatividade dos sufixos -mento, -ção e -nça. A partir do séc. XVI, -ção é o sufixo mais representado, sendo seguido por -mento e só depois por -nça. As variantes -çom e -çam, dominantes nos séculos
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e XV, deram lugar a -ção, de forma definitiva, no século XVI, perpetuando o lugar dominante no paradigma de formação de nomes deverbais que possuía em latim. De então para cá a produtividade do sufixo não cessou de aumentar. Para tal contribui o facto de -ção ser o sufixo compatível com os sufixos verbalizadores -iz- (legalização, idealização) e -ific(falsificação, santificação), abundantemente usados nos dois séculos mais recentes. O sufixo -mento acusa um ligeiro declínio de representatividade a partir do século XV, quando -ção lhe ganha terreno no mesmo paradigma derivacional. Em 1536, na Gramática da Linguagem Portuguesa, Fernão de Oliveira (2000, cap. XLII, 140) é sensível a nomes deverbais em -mento já considerados antigos e caídos em desuso. A taxa de ocorrência de -nça é sempre inferior à de -ção ou à de -mento. Ao momento de apogeu no século XV, a que não é alheia a prosa doutrinária, eloquente e as traduções de Avis, sucede um progressivo declínio: do século XIV para XV as ocorrrências do sufixo sofreram uma quebra significativa, em termos absolutos e relativos. As causas apontadas por Rio-Torto 2012 para as perdas de -nça são: XIV
(i) a relatinização que levou à recuperação de muitas formas etimológicas em -ncia (abundância) que t i n h a m s i d o s u b s t i t u í d a s por -nça (avondança); (ii) a cristalização e opacidade semântica de alguns dos nomes (vg. aliança, criança, ordenança) em que -nça ocorre; (iii) a difusa função de -nça enquanto simultaneamente de evento e de estado.
nominalizador
Os materiais explorados por Soledade (2004) permitem visualizar algumas das mudanças ocorridas: (1) nomes deverbais ausentes do português moderno, que deixaram de fazer parte do léxico mental dos falantes, como contradizimento, departimento, desfazimento, desnaturamento, empeecimento, encedimento, exalçamento (2) nomes que foram substituídos por outros corradicais, mas com nova estrutura morfológica (Quadro 3):
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474 cuydações > cuidados
fallamento > fala
defemsão > defesa
mudamento > mudança
começamento > começo
rrecompensamento > recompensa
difendimento > defesa
saymento > saída
QUADRO 3. Nomes deverbais que foram substituídos por outros corradicais
Poucos são os nomes em -ção que não se perpetuam até ao presente, assim acontecendo com cuydações, departições, soplicaçom. Este sufixo é o que menos perdas regista do portugês médio até ao presente. Continuamos a usar (3): (3) Comgregação, Comparações, Confirmação, Comsollação, Contradiçam, Conversaçom, Criaçom, Declaração, Diffiniçoões, Doaçom, Execuçom, Imposiçam, Invençom, Negoceações, Rremdyção, Rrepreensom, Rrepresemtação, Traiçom, Trelladaçom, entre muitos outros. No caso de -mento, os nomes desativados representam cerca de dezena e meia, num universo de 123 lemas, ou seja, cerca de 14,6%. São eles: (4) começamento, contradizimento, departimento, desfazimento, desnaturamento, desperçebimento, difendimento, empeecimento, encedimento, exalçamento, fallamento, fornymemto, mudamento, rrecompensamento, saymento. 3.2. Nomes conversos Os nomes formados por conversão são os menos representados, em ambas as fases do português arcaico (cf. Quadro 2). Tem sido sucessivamente reproduzida a ideia, presente em Bueno (1958: 187), de que a formação de nomes como incómodo, resposta, reza, quase destruiu a derivação em -mento (incomodamento, respondimento, rezamento), tão comum na época arcaica (cousimento, derribamento, eivigamento, erdamento). A análise dos dados nas fontes não confirma que assim seja. Os textos de D. Duarte, sejam o livro da Cartuxa (Livro dos conselhos de El-Rei D. Duarte), o Livro da Ensinança de bem cavalgar ou o Leal Conselheiro, composto entre 14281438, são linguisticamente muito importantes, por se revelarem assaz inovadores (Cardeira, 2005), preservando ao mesmo tempo algumas estruturas mais antigas e em desuso. Com efeito, dos trinta e dois nomes derivados em -mento extraídos do Leal Conselheiro (cf. Quadro 4), apenas um terço será substituído por nomes menos extensos, sendo uns derivados conversos e outros as formas simples corradicais. Em partes quase iguais figuram os nomes que apresentam novas formas sufixais, e os que caíram em desuso. Mais escassos são os nomes que
NOMES DEVERBAIS CORRADICAIS NO PORTUGUÊS ARCAICO
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resultam da substantivação de formas participiais. Neste grupo se pode também incluir perda, pois resulta da evolução do étimo latino participial PERDĬTA. CONFIGURAÇÕES SUBSTITUTIVAS POSTERIORES Nomes em -mento (Leal Conselheiro) acertamento, achegamento acordamento, aficamento aguardamento, apegamento avançamento, avisamento
NOMES CONVERSOS
NOMES SUFIXADOS
acerto apego avanço aviso toque
(i). falação, gabação, mudaçom, repartição salvação (ii). lavagem (iii). lembrança mostrança, mudança (iv). inchaço (v). gastura
NOMES
FORMAS PARTICIPIAIS NOMINALIZADAS
chegamento, consseguymento defendimento, delleixamento
CONFIGURAÇÕES DESAPARECIDAS
aficamento aguardamento consseguymento delleixamento demudamento fazimento fynamento trazimento trilhamento
demudamento, desprezamento fallamento, fazimento fynamento, gabamento gastamento, inchamento lavamento, lembramento mostramento, mudamento ofendimento, perdimento possuymento, repartimento
CORRADICA IS SIMPLES
acordo desprezo fala gasto perda posse
chegada defesa ofensa
salvamento, tocamento trazimento, trilhamento
QUADRO 4. Nomes em -mento (Leal Conselheiro) e substitutos posteriores
Nesta época, outros derivados em -mento viriam a ser substituídos por nomes deverbais não sufixados, sendo exemplo os que extraímos da Crónica de D. Fernando, de Fernão Lopes (5): (5) a. Avisamento: aviso b. Damnamento: dano c. Desenfadamento: desenfado d. Desencarregamento: desencargo
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e. Desprezamento: desprezo f.
Recolhimento: recolha
3.3. Nomes deverbais corradicais Os nomes deverbais corradicais, sejam conversos, sejam sufixados, clarificam as motivações e as repercussões das mudanças operadas na sua área derivacional. Simões (2010) estudou, com base em fontes criteriosas, o percurso de governação, governança, governo e governamento do século XIII ao XVI. O corpus textual explorado por Simões (2010) é o seguinte (cf. anexo): SÉCULOS XIII XIV
TEXTOS NÃO LITERÁRIOS Textos Foro Real 1280 (TextoTraduzido) Notariais da Galiza e do
XV
Noroeste de Portugal
XVI
TEXTOS LITERÁRIOS . Crónica de Afonso X (Ms P) (Texto copiado) . Crónica Geral de Espanha (Texto copiado) . Crónica D. Pedro de Meneses . Leal Conselheiro (D. Duarte) . Livro da Ensinança de Bem Cavalgar Toda Sela (D. Duarte) . Orto do Esposo (Texto copiado) . Castelo Perigoso (Texto traduzido) Vida e Feitos d’el-Rey Dom João Segundo Décadas Diogo do Couto (1542) A vida de Frei Bertolameu dos Mártires
QUADRO 5. Corpus textual explorado por Simões (2010)
Os nomes deverbais podem denotar evento (enfraquecimento, diminuição) e/ou seu resultado (adiamento, informação), um objeto concreto que o corporiza (regulamento, vedação) e os actantes (o governo ‘os governantes’) que realizam as ações denotadas pelos eventos. O sentido [+concreto] contrapõe-se ao [+eventivo], pois refere entidades palpáveis que, metonimicamente, remetem para os eventos que lhes subjazem (Rio-Torto & Anastácio 2004). A distribuição dos nomes corradicais governamento, governação, governança e governo, processou-se do seguinte modo (Simões 2010):
NOMES DEVERBAIS CORRADICAIS NO PORTUGUÊS ARCAICO NOMES
XIII
XIV
XV
Governo: 51 ocorrências
477
XVI
44 ocorrências: 4
1
2 ocorrências
Bertolameu dos Mártires (31) Décadas (9); Cr. Reis Bisnaga (4);
Governança: 38 ocorrências
Ø
1
21 ocorrências:
16 ocorrências:
CDPMenezes (9)
Décadas (8); VFDJS
Leal Conselheiro (8)
(7);
Livro da Ensinança
Bertolameu dos Mártires
(3)
(1)
Castelo perigoso (1) governação
Ø
governamento
2
Ø
2 ocorrências Ø
QUADRO 6. Número de ocorrências de governo, governança, governação, governamento (Simões 2010)
A análise que efetuámos da significação contextualizada destes dados permite-nos constatar que as oito ocorrências abonadas nos séculos XIII- XIV (governo, governança e governamento)2 têm sentido [+eventivo]. Nos séculos seguintes verificam-se as seguintes modificações: (i) governamento deixa de estar abonado e governação funciona com sentido [+eventivo]; (ii) cresce o número de derivados em -nça, abundando na Crónica D. Pedro de Menezes (9), no Leal Conselheiro (8 ocorrências), nas Décadas (8 ocorrências), e na Vida e Feitos d’el-Rey Dom João Segundo (7 ocorrências)3.
2 3
Não há abonações destes nomes nas Cantigas de Escárnio e Maldizer e na Demanda do Santo Graal. O nome governança é muito atestado no presente, por influência do inglês governance. A pesquisa realizada na Folha de São Paulo (http://www1.folha.uol.com.br/), em 31.01.2012, registou 1275 ocorrências, de que se reproduzem dois exemplos: «Sarkozy e Merkel expõem […] ORIENTAÇÕES ESTRATÉGICAS para reforçar a governança da zona euro […]»; «Dilma ‘vai torcer por menos escândalos em 2012’, diz jornal britânico […]. Mas outros acreditam que a governança [do Brasil] está melhorando».
478
GRAÇA RIO-TORTO
(iii) governança (da justiça, do reino, da Casa do Civel de Lisboa, dos mestrados de Santiago e d’Avis), a par com o sentido de ‘governação’, ainda muito atestado, adquire um sentido concreto, de região administrativa, contável («A terceira Ilha […] é a de Xicoco, dividida em quatro governanças, Tonca, Sanoqui, Ava, e Jionoconi» Quinta Década, livro oitavo, cap. XII. 32). (iv) cresce exponencialmente o número de derivados corradicais conversos, em grande parte devido à sua enorme representatividade em A vida de Frei Bertolameu dos Mártires (31) e nas Décadas (9); (v) a significação de governo oscila entre o sentido eventivo, de ‘governação’ (o governo das suas ovelhas, o governo de suas casas, o governo de tamanho império), com o de [-eventivo], denotando entidades concretas (os governantes), como nos seguintes excertos de A vida de Frei Bertolameu dos Mártires (1556: 121 e 85): «Não tardou o Arcebispo em propor ao governo e magistrados da vila de Viana o que tinha tratado com o Provincial»; «lembrando-se que em nenhum governo há ministro diligente, se o que é cabeça é descuidado ou pouco vigilante». 3.4. Semântica dos nomes corradicais e dos sufixos No português contemporâneo as p ro p ri ed ad es semânticas dos sufixos -ção, mento e -nça são bem diferenciadas (Rodrigues 2008). O sufixo -ção caracteriza-se por uma marca eventiva e resultativa; os nomes em que ocorre (familiarização, fermentação) codificam a obtenção imediata do evento, são marcados pelo traço [efectuação], e denotam eventos (comemoração, vacinação) e/ou objectos (condecoração, embarcação, estação, vedação). O sufixo -mento é um nominalizador eventivo: os derivados em que ocorre codificam o evento no seu decurso processual (enfraquecimento, internamento), e alguns denotam também entidades (ligar o aquecimento, os alojamentos da capital estão caros, os apontamentos, os estabelecimentos). O sufixo -nça é definido pelo traço [estado, capacidade, característica, aptidão, qualidade intrínseca]; os seus produtos apresentam (Rodrigues 2008) uma significação de estado (61%) vs. de evento (16%). A tendência que os nomes em -nça têm para denotar a moldagem estativa do evento ou o próprio estado justifica-se pelo predomínio de bases inacusativas (avondança, nascença) e inergativas (andança). Os nomes conversos podem denotar eventos (embarque), resultado (ordenha), produto concreto (grito, remendo), instrumento (agasalho), local
NOMES DEVERBAIS CORRADICAIS NO PORTUGUÊS ARCAICO
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(abrigo, albergue), revelando menores constrições semânticas que os nomes sufixados (Rodrigues 2001). Que razões estão na base do declínio de governamento, da baixa representatividade de governação nesta fase (sec. XIII-XVI), e da acumulação de sentido não eventivo em governo e governança? Para Simões 2010, os fatores de motivação que explicam as mudanças verificadas no percurso destes derivados são: (i) fatores de economia sistémica e de preferência pela transparência formal, semântica e relacional; (ii) fatores cognitivos de saliência e percepção; (iii) fatores sociolinguísticos de consciência (prestígio/estigma) linguística. Sendo -nça uma forma sentida como arcaica, numa fase de relatinização da língua, como foi o século XVI, alguns dos nomes em -nça (avondança, concordança) foram substituídos pelos corradicais em -ncia (abundância, concordância). Outros deixaram de ser usados (estremança) ou foram substituídos por nomes não sufixados: desgovernança > desgoverno; desvairança > desvairo; mostrança > mostra; mudança > muda). Para o declínio de -nça contribuiram também as cristalizações de sentido de alguns dos nomes em que ocorre (v.g. crença, criança, doença, lembrança), que diminuem a sua transparência semântica. Assim, a presença de governança em textos da segunda fase do português arcaico reflete o conservadorismo idiolectal dos autores dos textos. Os nomes (sentidos como) mais antigos, como governamento e governança, estariam votados ao declínio. No transcurso histórico subsequente, a reorganização genolexical no âmbito dos nomes deverbais viria a assentar nas seguintes linhas de força: a eventividade é codificada por -mento (afundamento, enraizamento) e por -ção (desparasitação, fertilização, tonificação), sendo este o mais produtivo a partir do século XIX; aos nomes conversos, semanticamente menos condicionados, por não possuirem sufixos, ficam adstritas significações várias, de evento (degelo, embarque), produto (aviso, disfarce), instrumento (agasalho), local (abrigo, aposento), revelando menores constrições semânticas que os nomes sufixados. Apesar da grande representatividade de governo ao longo dos séculos, a formação de nomes conversos não é das mais disponíveis no presente. Para tal contribuem as condições de combinatória mais restritas, que não propiciam grande representatividade. Como observa Rodrigues (2001), os nomes
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480
conversos não tomam por base verbos inacusativos, nomeadamente sufixados em -e(s)c-, sendo compatíveis com verbos inergativos (de emissão de luz/som/substância, de modo de locomoção e de movimentos corporais), sufixados em -e- (passeio, pastoreio), em -ej- (gargarejo) e com alguns verbos transitivos (encaixe). As áreas léxico-referenciais dos posverbais são as mais tradicionais e artesanais, como a agricultura (debulha ‘acção de separar do casulo ou invólucro os grãos dos cereais’; poda ‘acto ou efeito de podar’), a pecuária (ordenha ‘acto ou efeito de ordenhar’; pastoreio ‘acção de pastorear’) e a pesca (aguante ‘porção de velame que o navio pode aguentar’; pesca ‘acto ou arte de pescar; pescaria’). Tratando-se de setores em declínio, o espaço funcional dos nomes que os codificam não carece de ser revitalizado. 4. CONCLUSÕES Verifica-se no português médio uma organização funcional mais clara entre os sufixos que formam nomes de propriedade e/ou de estado, e os que formam nomes deverbais de evento: -ção e -mento. O sufixo -nça, porque forma nomes (abastança, poupança) de estado e de evento, tem uma identidade difusa pouco consentânea com a estabilidade funcional requerida pela organização gramatical que ocorre neste período. Além disso foi preterido pela forma erudita -ncia. Por isso Rio-Torto (2012) propõe que um dos traços das mudanças operadas no português médio é o da indisponibilização de -nça como operador de nominalização deverbal. Esta alteração morfo-lexical sinaliza a emergência de uma nova gramática derivacional, que perdura até aos nossos dias. O estudo dos nomes posverbais do português contemporâneo (Rodrigues, 2001) mostra que a formação destes não se encontra disponível na atual sincronia. A descrição que efetuámos de roteiros lexicais que envolvem alguns nomes corradicais revela que podem ser várias as soluções reservadas a cada conjunto, em função de variáveis diversas. A permanência de um posverbal como governo não constitui uma excepção, pois são alguns os nomes deste tipo que, não sendo marcados diatópica, diastrática ou diafasicamente, permanecem no léxico comum desde há vários séculos. O que não se pode afirmar é que os nomes em mento do português arcaico tenham sido amplamente substituídos por nomes posverbais conversos. Atesta-o a coexistência de outros pares de nomes deverbais, como (6-12). Mais ainda: raramente os nomes de cada binómio são equivalentes (talvez assim seja com acrescento e acrescentamento), veiculando antes sentidos
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específicos em que cada um configura uma combinatória preferencial com determinada área léxico-conceptual e referencial: (6) Afronta ‘ultraje, injúria, insulto’, afrontamento ‘indisposição por calor excessivo’. (7) Ajuste ‘contrato, convenção; liquidação de contas; represália ou revindita que se toma contra alguém’, ajustamento ‘processo de adaptação tendente a estabelecer relações de equilíbrio’. (8) Assento ‘tudo que serve para sentar; registo, assentamento (de batismo)’, assentamento ‘apontamento, averbamento, nota, registo escrito’. (9) Derrame ‘excesso de secreção de líquidos nas cavidades; acidente hemorrágico’; derramamento ‘[de sangue] difusão, espargimento’. (10) Ensino desde sempre mais produtivo4, significa ‘atividade de magistério; instrução; cada um dos graus da organização escolar’; ensinamento ‘o que é ensinado; doutrina, preceito; exemplo; lição’. (11) Deslize ‘incorreção involuntária; engano; desvio do caminho do dever’, deslizamento (de terras). (12) Recolha ‘coleta de bens’, recolhimento ‘retiro espiritual, meditação’. Os dados analisados permitem constatar que as mudanças operadas no paradigma de formação de nomes deverbais não são erráticas nem conduzem à supressão aleatória de recursos derivacionais; pelo contrário, elas movem-se por fatores de saliência sóciocognitiva e de economia do sistema, em vista a uma maior coesão interna do mesmo. Referências bibliográficas BUENO, Francisco da Silveira (1958): A formação histórica da língua portuguesa, 2º edição revista, Livraria Acadêmica, Rio de Janeiro.
4
De acordo com os dados numéricos extraídos de www.corpusdoportugues.org, ensinamento tem ao longo dos séculos taxas médias de ocorrência de ≈ 2 por milhão (mesmo no século XX) e ensino taxas médias de ocorrrência de ≈ 9 (sec. XVI), ≈ 13 (sec. XVII), 20 (séculos XVIII e XIX) e ≈ 103 por milhão, no século XX.
482
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CARDEIRA, Esperança (2005): Entre o português antigo e o português clássico, Imprensa Nacional-Casa da Moeda, Lisboa. CUNHA, Antônio Geraldo da (1986): Dicionário Etimológico Nova Fonteira da Língua Portuguesa, Segunda Edição, Editora Nova Fronteira, Rio de Janeiro. MACCHI, Giuliano (2004): Fernão Lopes: Crónica de D. Fernando, ed. crítica, introd. e índices por —. 2ª. ed., rev., Imprensa Nacional-Casa da Moeda, Lisboa. OLIVEIRA, Fernão de (2000 [1536]): Gramática da Linguagem Portuguesa, Edição crítica, semidiplomática e anastática por Amadeu Torres e Carlos Assunção, Academia das Ciências de Lisboa, Lisboa. RIO-TORTO, Graça e Conceição ANASTÁCIO (2004): «Estrutura e interpretação dos nomes depredicativos em português», en Graça RioTorto (coord.), Verbos e nomes em português, Almedina, Coimbra, 187-220. RIO-TORTO, Graça (2012): «Morfologia lexical no português médio: variação nos padrões de nominalização», en Tânia Lobo et al. (orgs.), ROSAE: Linguística histórica, história da língua e outras histórias, EDUFBA, Salvador. RODRIGUES, Alexandra Soares (2001): A construção de postverbais em português, Granito Editores, Porto. RODRIGUES, Alexandra Soares (2008): Formação de substantivos deverbais sufixados em português, Lincom, München. SIMÕES, Sandra Veríssimo (2010): Reorganização sufixal no português arcaico, Dissertação de Mestrado em Linguística, orientação de Graça RioTorto, Universidade de Coimbra, Faculdade de Letras. SOLEDADE, Juliana (2004): Semântica morfolexical. Contribuições para a descrição do paradigma sufixal do português arcaico, 2 tomos, Doutoramento em Linguística Histórica, co-orientação de Rosa Virgínia Mattos e Silva e de Graça Rio-Torto, Universidade Federal da Bahia. Fonte electrónica: www.corpusdoportugues.org (consulta: 10/04/2012). ANEXO: Fontes (Simões, 2010) 1)
Séculos XII -XVI Maia, Clarinda (1986): História do galego-português. Estado linguístico da Galiza e do Noroeste de Portugal do século XIII ao século XVI (Com referência à situação do galego moderno), INIC, Coimbra, reimpressão 1997, 19-295 (1262-1300; 1301-1399; 1401-1497; 1502-1516).
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31 TENSIONES ENTRE SINCRONÍA Y DIACRONÍA EN LA DESCRIPCIÓN DE LA MORFOLOGÍA LÉXICA DEL ESPAÑOL: EL CASO DE LA NUEVA GRAMÁTICA DE LA LENGUA ESPAÑOLA
DAVID SERRANO-DOLADER Universidad de Zaragoza
En un reciente artículo, el maestro Jesús Pena reivindica, una vez más, una perspectiva de análisis morfológico que ha sido constante en toda su producción: «Most of the irregularities existing in the lexical morphology of Romance languages are a consequence of the fact that these languages are historical […]. Therefore, these morphological irregularities can only be detected from a historical point of view» (Pena, 2011: 230). Ello no es sino consecuencia del convencimiento del profesor Pena de que el adecuado estudio de la morfología léxica del español no es posible sin atender, de manera fundamental e ineludible, a la perspectiva histórico-diacrónica. Por su parte, Serrano-Dolader postulaba, hace ya algún tiempo, lo que de manera imprecisa y no carente de cierta pomposidad denominaba «dinamismo lexicogenético sincrónico» (Serrano-Dolader, 1995: 15) en el acercamiento a la morfología léxica del español: La separación metodológica de la sincronía y la diacronía llega al punto de considerar que un análisis lexicogenético basado en criterios sincrónicos puede, de hecho, no coincidir con el correspondiente análisis diacrónico-
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histórico de la formación en cuestión. Un análisis lexicogenético sincrónico debe definirse como coherente y apropiado dentro de la sincronía, y no debe depender de consideraciones diacrónicas. El que una determinada formación pueda someterse a un análisis sincrónico que se enfrente a supuestas propuestas de análisis diacrónico, lejos de tener como consecuencia la necesidad de rechazar la validez de tal análisis sincrónico, debe ser, en nuestra opinión, una razón más para mantener como parcelas de estudio autónomas la sincronía y la diacronía (Serrano-Dolader, 1995: 12).
Sin poder ni querer entrar en este momento en falsas polémicas entre diacronicistas y sincronicistas, parece indudable que, si de describir la morfología léxica del español se trata, ambas son perspectivas de análisis que no siempre confluyen (ni tienen por qué hacerlo). Para ilustrar lo dicho, vamos a rastrear el reflejo que dejan estas tensiones entre sincronía y diacronía en la presentación de algunos aspectos de la morfología léxica del español que se recogen en los capítulos dedicados a la misma en la Nueva Gramática de la Lengua Española (2009; en adelante NGRAE). Consciente de que esta inevitable tensión entre las perspectivas sincrónicas y diacrónicas salta de manera inexcusable cuando se trata de describir muchos aspectos y fenómenos de la morfología léxica, la NGRAE, ya en su capítulo inicial, dedica todo un parágrafo a la cuestión (§ 1.6 «Morfología sincrónica y diacrónica. Opacidad y transparencia»). Prueba de que las opiniones de Pena (2011) y de Serrano-Dolader (1995) recogidas más arriba no ilustraban, en el fondo, polémica alguna sino dos modos (igualmente plausibles y respetables) de abordar el estudio de la morfología léxica del español es el hecho de que la NGRAE parece recoger por igual ambos puntos de vista. Por un lado, baste con comparar lo dicho antes por Pena con lo que señala la Gramática: «La formación de palabras está sujeta en español a múltiples irregularidades que […] son resultado, en su mayor parte, de factores históricos» (NGRAE, 2009: § 1.6c). Por otro lado, vale igualmente con confrontar lo afirmado por Serrano-Dolader con lo que señala la NGRAE en relación con la diferencia entre la aproximación sincrónica y la diacrónica en el estudio de los fenómenos morfológicos: El estudio de la estructura de las palabras puede abordarse desde dos puntos de vista: el diacrónico y el sincrónico. […] La estructura morfológica de una voz no coincide necesariamente con su etimología. […] Muchas de las relaciones que se reconocen en la vertiente sincrónica de la formación de palabras no tienen correlato histórico (NGRAE, 2009: § 1.6c-1.6d).
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En suma, sincronía y diacronía pueden coincidir en su objeto de estudio pero se diferencian en cómo lo abordan y en los postulados que guían sus investigaciones. Una vez más, la NGRAE lo explica de manera meridiana: Desde el punto de vista diacrónico, esta parte de la gramática estudia la evolución que experimentaron las formas latinas, así como la progresiva incorporación a nuestra lengua de neologismos de muy variado origen, por causas diversas, a lo largo de toda su historia. […] Desde el punto de vista sincrónico, la formación de palabras analiza las pautas morfológicas que permiten construir las formas compuestas y derivadas a las que los hablantes tienen acceso (NGRAE, 2009: § 1.6c).
Esta perspectiva metodológica puede resumirse con claridad al intentar responder a una cuestión en apariencia simple: ¿Los sustantivos tristeza y traducción derivan de triste y de traducir respectivamente? Pues no y sí. No, desde el punto de vista diacrónico; ya que históricamente —«en realidad» dirían los diacronicistas extremos— es bien sabido que tristeza procede directamente del latín TRISTITĬA, de la misma forma en que traducción deriva de TRADUCTĬO, -ŌNIS. Sí, desde el punto de vista sincrónico; puesto que tristeza puede ser interpretado como un derivado nominal deadjetival que proviene de la base española triste, de la misma forma que traducción puede analizarse como un derivado nominal deverbal formado a partir de la base española traducir. Que no haya coincidencia entre las interpretaciones y los análisis sincrónicos y diacrónicos de la configuración morfológica de una palabra no autoriza a descalificar uno como «falso» y encumbrar el otro como «verdadero y único». En nuestra opinión, no obstante, para validar esta marcada bifurcación de estudio deben introducirse ciertas restricciones metodológicas en el análisis de la morfología léxica del español. Por una parte, las interpretaciones sincrónicas deberán ser coherentes con la configuración y la operatividad sincrónica de los procesos lexicogenéticos operativos en español (o, dicho de otro modo, no deberán forzarse los datos hasta el punto de proponer meras interpretaciones ad hoc con el único objetivo de mantenerse en la perspectiva sincrónica seleccionada). Por otra parte, por más que el estudioso se sitúe en una perspectiva sincrónica al evaluar los datos morfológicos del español, es inexcusable reconocer que todo momento histórico sincrónicamente considerado arrastra la herencia de sincronías pasadas: es así indudable que ciertas bases de derivación resultan, en mayor o menor grado, opacas en la derivación sincrónica y que solo la aproximación diacrónica puede vertebrar en esos casos la interpretación morfológica. En suma, el adoptar una perspectiva sincrónica en el análisis lexicogenético no exime de
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tener que echar mano en ocasiones de «numerosas consideraciones de carácter histórico que son útiles para comprender los fenómenos que se analizan» puesto que es científicamente inexcusable asumir «los factores históricos que condicionan la formación de un gran número de voces» (NGRAE, 2009: § 1.6m). De ahí que no extrañe que, incluso una obra fundamentalmente sincrónica como es la NGRAE, parezca refrenar a veces la autonomía de la descripción puramente sincronicista: Conviene tener presente que el recurso de las bases supletivas es parte del análisis sincrónico, pero se fundamenta necesariamente en la diacronía. Así, se puede postular la base supletiva interrupt- en interrumpir > interruptor (no *interrumpidor) porque el participio del verbo latino INTERRUMPĔRE es INTERRUPTUS (NGRAE, 2009: § 6.6i). En general, el grado en que las bases léxicas supletivas deban o puedan alejarse de sus correlatos históricos (o en general formales) es una cuestión muy polémica en la teoría morfológica contemporánea, además de uno de los factores que con más claridad oponen la concepción histórica y la descripción sincrónica de esta parte de la gramática (NGRAE, 2009: § 7.1k).
Cuando se trabaja en morfología léxica, resulta necesario precisar con claridad en qué sentido se usa un concepto como el de derivación, ya que su valor etimologicista estricto puede no coincidir con su valor aplicado al análisis de la estructura morfológica subyacente desde una perspectiva sincrónica: «[…] la estructura morfológica de las voces derivadas (a diferencia de su etimología) se postula cuando los hablantes tienen acceso al significado de las bases léxicas que se proponen» (NGRAE, 2009: § 7.12o). Que los sincronicistas se inclinen por precisar posibles variantes alternantes en el análisis sincrónico de palabras interrelacionadas por su significado aun cuando históricamente ciertas irregularidades formales son explicables claramente por su desarrollo diacrónico, es una elección metodológica respetable. Que los diacronicistas maticen la operatividad de las vinculaciones semánticas —y, en consecuencia, del concepto de transparencia— en sus análisis históricos de los procesos de formación de palabras, es un postulado metodológico igualmente respetable desde esa perspectiva. No obstante, incluso desde posturas aparentemente conciliadoras a la hora de justipreciar los métodos, los análisis y los objetivos de la morfología sincrónica y la morfología diacrónica se dejan traslucir ciertas afirmaciones excesivamente maniqueas. Así sucede, por ejemplo, cuando la obra académica sostiene de modo taxativo: «El concepto de “derivación regresiva” no desempeña ningún papel en la morfología sincrónica» (NGRAE, 2009: § 1.6k).
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Si bien es cierto que «la morfología sincrónica y la diacrónica son dos disciplinas con objetivos distintos y con recursos analíticos también diferentes» (NGRAE, 2009: § 1.6l), no lo es menos que, simplemente teniendo ello presente, se logrará el respeto y consideración que mutuamente se deben profesar una y otra. Veamos ahora sucintamente cómo se transparentan explícitamente estas tensiones en la descripción que nos propone, a lo largo de más de 450 páginas, la NGRAE en su tratamiento de la morfología léxica del español (vid. los capítulos 5-11). Lo que debiera ser una revisión crítica de algunas de las afirmaciones contenidas en la NGRAE (que dejamos para otra ocasión), ha de convertirse ahora en una breve selección cuyos únicos objetivos son ilustrar algo de lo dicho con anterioridad y, a la vez, servir de acopio de materiales para esa necesaria revisión crítica de la que acabamos de hablar. Para atemperar aun más el alcance de este trabajo, señalamos que el rastreo de referencias no tiene pretensión de exhaustividad sino de ejemplaridad palmaria. Naturalmente, dejamos de lado la referencia a decenas de fenómenos concretos en los que esta tensión entre sincronía y diacronía aflora en el análisis morfológico. Las disputas entre las interpretaciones sincronicistas y las diacronicistas son especialmente abundantes, significativas y polémicas en el caso concreto de la derivación nominal (vid. los capítulos 5 y 6 de la NGRAE). Ello lleva a la NGRAE a tener que detenerse en algunas reflexiones de un cierto alcance generalizador. Fundamentalmente en los parágrafos § 5.1ñ-5.1v se retoma la línea argumental del capítulo inicial de la obra para marcar las pautas de cómo se concibe esa convivencia conflictiva entre ambas perspectivas metodológicas. El punto que parece marcar un teóricamente irresoluble conflicto deriva de que «a todas las palabras les corresponde una etimología, pero solo en algunas reconoce el hablante una estructura morfológica, especialmente si en ella intervienen morfemas derivativos» (NGRAE, 2009: § 5.1ñ). Por otro lado, «los procesos que se postulan en la morfología sincrónica (por ejemplo, cancelación de la vocal final, desplazamiento del acento, pérdida de la vocal temática, etc.) pueden ser distintos de los que el filólogo investiga cuando traza la historia de la palabra» (NGRAE, 2009: § 5.1ñ). El hecho de que puedan marcarse diferencias claras entre las aproximaciones sincrónicas y las diacrónicas no implica directamente que, en la descripción y el análisis concreto de determinadas formaciones morfológicamente complejas, sea igualmente evidente esa diferenciación: «A pesar de que tales diferencias teóricas se perciben con claridad, se comprueba muy a menudo en la práctica que la separación de métodos y objetivos no puede
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ser tan nítida como se deduce de la caracterización de ambas disciplinas» (NGRAE: § 5.1ñ). Sin embargo, las discrepancias entre ambas pueden llevar incluso a desacuerdos a la hora de dilucidar si una determinada palabra tiene o no estructura morfológica segmentable y analizable: «Desde la primera aproximación [i. e. el análisis sincrónico], se considera legítimo no asignar estructura morfológica en el español actual a las voces que la tuvieron en latín, pero que han pasado a ser opacas en nuestra lengua» (NGRAE, 2009: § 5.1o); premisa metodológica que, como resulta evidente, se engarza con la conocida posibilidad de postular bases léxicas no etimológicas para procesos derivativos sincrónicamente considerados o de llegar a omitir en el análisis incluso formas intermedias poco usadas (por ejemplo, proponer el proceso red > redada, en lugar de red > redar > redada). Cierto es, no obstante, que en la cruzada antihistoricista de algunos sincronicistas absolutos, determinadas tomas de postura —que, en principio, resultarían coherentes con una aproximación estrictamente sincrónica— parecen obviar una de las condiciones que más arriba exigíamos para legitimar la aproximación sincrónica a los fenómenos morfológicos: olvidan absolutamente que ciertos fenómenos no pueden ser descritos con un mínimo grado de adecuación sin reconocer que toda sincronía hereda ciertas peculiaridades formales de sincronías pasadas (del propio idioma o de otros). Así, por ejemplo, la postulación de bases léxicas que eviten la adaptación de préstamos o —cuestión que ha ocupado y preocupado mucho a Jesús Pena a lo largo de sus ejemplares trabajos— la alteración de paradigmas regulares cuando contienen bases léxicas perdidas. Reconozcamos en este punto que las aproximaciones diacrónicas a algunos de estos fenómenos parecen poder postular análisis menos arbitrarios, particulares y anómalos. Resulta conveniente reconocer, por lo tanto, que en ciertas ocasiones la morfología sincrónica se ve constreñida a soslayar la realidad última de los procesos morfológicos: «Resulta forzado morfológicamente el proceso (avi(ón) + -ador > aviador, pero es el que permite la morfología sincrónica para dar cabida al calco español del francés aviateur» (NGRAE, 2009: § 6.6ñ). El problema de fondo para la perspectiva sincrónica es que, por lo menos en cierta medida, ha de apoyar algunas de sus decisiones en un concepto ciertamente polémico, gradual y, lo que es más grave, difícilmente mensurable: la conciencia lingüística de los hablantes. Explicita perfectamente esta cuestión la obra académica: «La presencia de un vínculo léxico entre base y derivado en la conciencia lingüística de los hablantes es […] un rasgo relevante de la morfología sincrónica, aunque difícil de medir o de contrastar en ciertas ocasiones» (NGRAE, 2009: § 5.1q). El ejemplo que aporta la Gramática
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Académica deja bien a las claras que los morfólogos sincronicistas deben reconocer abiertamente que su perspectiva presenta algunas limitaciones cuasi insalvables: Unos hablantes relacionarán salteador (de caminos) con asaltar, y otros lo harán con salto. […] Serán, con toda probabilidad, muy pocos los que asocien salteador con saltear en su acepción de ‘acometer’, es decir, con la base que le corresponde históricamente. El morfólogo que postule procesos sincrónicos como asaltar > salteador o salto > salteador no podrá inscribirlos en ningún paradigma regular, ya que habrá de introducir adaptaciones morfofonológicas anómalas y presentarlas como excepciones. Tampoco podrá proponer el proceso regular saltear > salteador porque pasa por alto el sentimiento lingüístico de la mayor parte de los hablantes. […] Este último factor se puede omitir cuando se postulan étimos, pero no cuando se proponen bases léxicas (NGRAE, 2009: § 5.1q).
Como queda dicho, los sincronicistas deben reconocer sin tapujos esta limitación, y así lo recoge explícitamente también la NGRAE: «[…] la morfología sincrónica introduce asociaciones léxicas que pueden no tener justificación en la etimología, pero parecen ser reales en la conciencia lingüística de los hablantes» (NGRAE, 2009: § 7.1m). De la misma forma, otro problema operativo con el que se encuentran las aproximaciones sincronicistas a la morfología léxica del español es que, al intentar ligar la relación derivativa con la relación semántica, se sirven necesariamente de conceptos difícilmente mensurables. Ello puede dar lugar a matizaciones descriptivas difíciles de evaluar con objetividad: «Es discutible que revolución (lat. REVOLUTĬO, -ŌNIS) pueda considerarse hoy derivado de revolver, ya que —a pesar de la conexión metafórica que existe entre esas voces— la morfología sincrónica exige mayor vínculo semántico en los procesos derivativos» (NGRAE, 2009: § 5.2k; la cursiva es nuestra). Estos hechos esconden (o, más bien, traslucen) la dificultad objetiva de enmarcar las vinculaciones que pueden o deben establecerse entre las asociaciones léxicas que puede identificar o crear el hablante y los que son, científicamente considerados, procesos de configuración morfológica. En suma, no todo aquello entre lo que el hablante establece una cierta conexión léxica puede decirse que está interrelacionado en un determinado proceso morfológico derivativo (vid. NGRAE: § 5.1q, 6.1e, 71k). La línea que separa aquí lo justificado de lo injustificable no parece, una vez más, objetivamente medible. Es muy sintomático que en la gramática académica —que adopta primordialmente una perspectiva sincrónica y que, por lo general, rechaza juicios valorativos sobre las perspectivas teóricas a las que se refiere— se deslice, si bien en un comentario matizado y parentético, lo siguiente:
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Para algunos autores, estas asociaciones léxicas han de interpretarse como procesos morfológicos, pero para otros —acaso más adecuadamente— forman parte del conocimiento del léxico y, en particular, de las semejanzas formales entre las palabras, no necesariamente de la morfología como parte de la gramática (NGRAE, 2009: § 5.1r; la cursiva es nuestra)
En esta línea, la visión que de la morfología léxica se ofrece en la NGRAE tiene el mérito —y la originalidad— de, aun siendo eminentemente sincrónica, subrayar bastante adecuadamente las posibles divergencias que van surgiendo al comparar el enfoque sincrónico con el diacrónico en la presentación de los diversos tipos de procesos y de procedimientos de formación de palabras en español. De hecho, se reconoce explícitamente que cada una de esas dos aproximaciones metodológicas y teóricas puede llegar a explicar convincentemente ciertos aspectos que resultarían cuasi imposibles de analizar coherentemente desde la otra orientación (vid. NGRAE, 2009: § 5.1s). Ello no contentará ni a los militantes diacronicistas ni a los sincronicistas militantes pero es, científicamente considerada, una toma de postura honrada y cabal. Dicho en términos más extremos, creemos que el hecho de que la perspectiva sincrónica afirme y defienda una determinada explicación para un particular fenómeno morfológico no implica, ni explícita ni implícitamente, que niegue y ataque la posible explicación —igualmente coherente desde otros postulados— defendida por la perspectiva diacrónica. Obvio es que lo dicho vale también, en sentido inverso, para quien mira la morfología con la lupa diacrónica. Ambas perspectivas pueden ayudar a comprender mejor los procesos morfológicos que se examinen y este debe ser el objetivo último del estudioso de la lengua y, más en concreto, de su morfología léxica. Es palmario que pueden surgir —y surgen— polémicas a la hora de juzgar el grado de legitimidad de ambos enfoques en la morfología lexicogenética del español, como lo es el hecho de que los resultados a los que puede llegarse por ambas vías pueden llegar a ser claramente divergentes. Asumiendo que la divergencia interpretativa no es negativa en sí misma, creemos que pueden salvaguardarse los avances desde una y otra perspectiva para la mejor (y más amplia) comprensión de los fenómenos sometidos a examen. En este sentido, sería bueno desprenderse de ciertos apriorismos que los propios datos pueden llegar a desmentir. Así, por ejemplo, la reivindicación que la morfología sincrónica hace de sí misma arrogándose ser la perspectiva que permite un acercamiento más globalizador y sistematizador a los fenómenos que estudia —frente al particularismo del estudio individualizado de la evolución histórico-diacrónica de una determinada palabra por parte de la perspectiva diacrónica— queda en tela de juicio cuando se intentan explicar
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algunas anomalías o particularidades de los paradigmas morfológicos: «[…] las irregularidades morfofonológicas que se postulan en la morfología sincrónica son innecesarias en la diacrónica, ya que los cultismos calcan formaciones latinas» (NGRAE, 2009: § 5.2d). Igualmente, el grado de legitimidad de las interpretaciones estrictamente sincrónicas puede llegar a quedar desvirtuado desde la perspectiva diacrónica: «El origen latino de algunos verbos explica que se puedan establecer generalizaciones morfofonológicas sobre los derivados de verbos que comparten una misma terminación en la actualidad, si bien no es siempre legítimo identificar dicha terminación con un morfema del español contemporáneo» (NGRAE, 2009: § 5.2f). Cierto es, no obstante, que el intentar machihembrar la perspectiva diacrónica con la sincrónica de cara a alcanzar una descripción cabal y lo más completa posible de los procesos morfológicos puede derivar, en ocasiones, en la necesidad de acuñar términos —e intentar establecer conceptos— tan híbridos y escasamente delimitables como el de segmentos morfológicos, que la NGRAE propone al plantearse si -cibir, -ducir -sumir, -solver y otros muchos segmentos semejantes de las terminaciones verbales son o no verdaderos morfemas del español (vid. NGRAE, 2009: § 5.2f y ss.). Por otro lado, la perspectiva sincrónica debe reconocer que sus propuestas de análisis morfológico son susceptibles de cambio en etapas (i. e. en sincronías) posteriores. Sin embargo, en nuestra opinión, ello no es una carencia metodológica —como a veces apuntan los diacronicistas— sino fruto natural de que algunos de los criterios con los que opera la morfología sincrónica son fluctuantes. Ello hace que, de manera totalmente coherente con sus postulados, hoy pueda reconocerse una relación morfológica derivativa que, con el tiempo, pase ya a no ser sincrónicamente reconocible: […] la primera acepción de factura que propone el DRAE (‘acción y efecto de hacer’, como en la expresión factura impecable) indica que en el español contemporáneo todavía se establece una relación entre el verbo base (originalmente el latino FACĔRE) y el sustantivo deverbal, que muestran la alternancia entre la forma popular y la forma culta en la raíz (NGRAE, 2009: § 5.5g; la cursiva es nuestra).
Quizás uno de los problemas más espinosos (¿irresoluble?) a los que se enfrentan las aproximaciones diacrónicas y sincrónicas en la morfología léxica es el de justificar, en muchos casos, la dirección del proceso derivativo entre una supuesta base y un supuesto derivado. A este aspecto, dedica especial atención en varios momentos la NGRAE (vid. NGRAE, 2009: § 1.6k, 5.7, 6.3h-6.3i, 7.1f, 8.2k-8.2l, etc.). Especialmente complejas son las posibles discrepancias entre los resultados alcanzados por las perspectivas diacrónica
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y sincrónica (a las que, para liar más la madeja, habría que unir también las discrepancias basadas en criterios lexicográficos, que también dan lugar a paradojas direccionales, vid. NGRAE, 2009: § 7.3n) a la hora de marcar la dirección derivativa (¿V > N o N > V?) en casos de relaciones paradigmáticosemánticas entre verbos y nombres con sufijos -a, -e y -o (¿azotar > azote o azote > azotar?) o, caso todavía más complejo aunque menos frecuente, cuando parece poder operar un sufijo nominal cero en el proceso derivativo (¿deslizar > desliz o desliz > deslizar?). Como es bien sabido, el problema radica en que «no se suelen reproducir en la morfología sincrónica procesos históricos que sean ajenos a las relaciones significativas que pueden establecer los hablantes» (NGRAE, 2009: § 5.7c). En nuestra opinión, el grado de complejidad lleva a tener que elegir abiertamente entre una perspectiva diacrónica, que supone un análisis individualizado y particular de cada pareja V–N, y una perspectiva sincrónica que, en este caso pero quizás no en otros, ofrece una visión más globalizadora y sistemática de los fenómenos derivativos subyacentes en estos paradigmas. En todo caso, y desde la perspectiva sincrónica, nos mantenemos en la postura que ya defendíamos hace años: las peculiaridades semánticas y formales de una determinada formación compleja pueden permitir que la misma sea analizada de diferentes maneras. La historia de la derivación diacrónica de una formación compleja es, de hecho, sólo una, pero ello no impide que la interpretación lexicogenética sincrónica pueda ser plural. En la medida en que una formación compleja pueda ser interpretada semánticamente de más de una manera —en relación con la asociación significativa que guarde con su(s) hipotética(s) base(s) de derivación—, y siempre y cuando tal diversidad significativa pueda corresponderse con una consecuente diversidad en la interpretación de la estructura formal de dicha formación, habrá que reconocer que la interpretación lexicogenética sincrónica de la misma no tiene por qué ser exclusivamente una y sólo una (Serrano-Dolader, 1995: 30).
Lo cual implica que, en los ejemplos antes presentados, pueda defenderse la operatividad sincrónica de una doble orientación derivativa (V > N y N > V): azotar azote, deslizar desliz. Ello, que podría considerarse una verdadera aberración diacrónica, no lo es, en ningún sentido, con la aplicación de criterios sincrónicos ajustados. En esta misma línea, la NGRAE reconoce que esta doble posibilidad analítica debe ser admitida en muy diversos casos, de manera que: no procedería hablar de una relación asimétrica entre una base y un derivado, sino más bien de un paradigma en el que coexisten simultáneamente varias formas que se relacionan en la conciencia del hablante. Esto sucedería, particu-
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larmente, en las palabras terminadas en -cromía/-cromo; -latría/-latra; -logía/-logo; -manía/-mano; -tropía/-tropo, [-ismo/-ista]; etc. (NGRAE, 2009: § 6.3i).
Entre las palabras que presentan tales terminaciones no existe una estricta jerarquización derivativa sino que se establece un vínculo de «conexión léxica no direccional» (NGRAE, 2009: § 6.9c). Téngase en cuenta que, desde la perspectiva sincrónica, el reanálisis de la estructura morfológica de una voz compleja no debe considerarse como solución ad hoc frente a la exactitud histórica de un análisis históricodiacrónico sino que es coherente y ajustado a sus bases metodológicas. De este modo, por ejemplo, resulta plausible y coherente, en el estudio de nombres en -azo, el reanálisis morfológico que lleva a identificar un interfijo -et- o un alomorfo -etazo en ciertas formaciones en las que, históricamente, es sabido que el segmento -et- procede, en realidad, de parte de la base léxica etimológica: pistoletazo, silletazo, puñetazo (vid. NGRAE, 2009: § 5.10b). En suma, una cosa es lo que se sabe diacrónicamente sobre una determinada palabra y otra —distinta y distante— el análisis morfológico que para ella puede proponerse en el sistema morfológico del español actual: Un gran número de sustantivos en -dad se analizan como palabras derivadas [deadjetivales] en el español actual (en cuanto que se reconoce en ellas la relación semántica con un adjetivo), aun cuando se sabe que en su mayor parte son el resultado de la evolución histórica de sustantivos que eran derivados en latín [caso de benignidad, dificultad, ebriedad, etc.] (NGRAE, 2009: § 6.1a).
Aquello que debe examinarse y subrayarse al abordar el análisis morfológico del léxico español puede, sin duda, diferir si el acercamiento es sincrónico o si es diacrónico: «En un estudio histórico debe distinguirse entre las voces que se heredan como cultismos (lat. CURIOSĬTAS- -ĀTIS > esp. curiosidad) y los derivados propiamente romances (peligroso > peligrosidad)» (NGRAE, 2009: § 6.1e). La explicación histórica de muchos vocablos se aleja considerablemente del análisis sincrónico; lo cual no debe ser aprovechado para dar más o menos valor a una u otra perspectiva sino para subrayar su amigable convivencia (pero, eso sí, su no amistosa mezcla). Así, por ejemplo, desde la perspectiva sincrónica —y ante la inexistencia de *precedesor— nos vemos obligados a reconocer una curiosa metátesis silábica en predecesor (< preceder); lo cual, aun cuando está justificado sincrónicamente, supone una solución radicalmente opuesta («falsa», dirían los diacronicistas estrictos) de la que ofrece la perspectiva diacrónica, que deriva directamente el español predecesor de la forma latina tardía PRAEDECESSOR (a su vez derivada de DECEDĔRE ‘retirarse, irse’) (vid. NGRAE, 2009: § 6.6m). O sea,
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¿existe o no metátesis silábica en un caso como este? Pues… sí… y no. Esta es la compleja grandeza de la morfología léxica del español. Para ceñirnos a la extensión marcada para esta contribución, hemos ejemplificado casi exclusivamente con la derivación nominal la inestable tensión entre sincronía y diacronía que trasluce la NGRAE. A lo largo del resto de capítulos que la obra dedica a la morfología léxica del español, se insiste cientos de veces tanto en consideraciones de carácter general como en casos concretos que traslucen y transparentan dicha convivencia en conflicto permanente. En ocasiones, incluso se dedican de nuevo apartados específicos para insistir en algunas de las cuestiones teóricas, conceptuales y metodológicas que sucintamente hemos ido revisando en este trabajo; y se hace subrayando siempre que esos dos puntos de vista presentan claras «diferencias objetivas» que incluso en algunos casos «apuntan en direcciones marcadamente distintas» (NGRAE, 2009: § 7.1a). Así, el lector interesado en la cuestión debería revisar cuidadosamente, por ejemplo, lo que sobre estas tensiones diacronía-sincronía se dice en el capítulo dedicado a la derivación adjetival (vid. específicamente NGRAE, 2009: § 7.1f-7.1m): Los procesos de adaptación que la morfología sincrónica necesita reproducen a menudo (de forma natural unas veces, pero quizás un tanto forzada otras) procesos históricos que tuvieron lugar en latín o en diversas etapas de la evolución de nuestra propia lengua. […] La formación de palabras se analiza, pues, sincrónicamente como proceso, tanto en los casos en que se reproducen evoluciones históricas como en los que se introducen nuevas derivaciones (NGRAE, 2009: § 7.1f). La polémica permanece viva en la lingüística contemporánea, ya que varios autores que defienden la interpretación histórica de los procesos derivativos no consideran legítimo presentar como actual un proceso fonológico que tuvo lugar hace siglos, o introducir en el sistema reajustes morfofonológicos que no pueden generalizarse (NGRAE, 2009: § 7.1h).
De la misma forma, al tratar, en el capítulo 8, la derivación verbal y la parasíntesis, la NGRAE vuelve a detenerse específicamente en las tensiones que se derivan de la operatividad confrontada de las perspectivas sincrónica y diacrónica (vid., especialmente, NGRAE, 2009: § 8.2a-8.2l) para insistir en cuestiones polémicas ya planteadas en capítulos anteriores: las relaciones semánticas entre la base y el derivado, los conocimientos lingüísticos del hablante, las fluctuaciones en la identificación de las bases léxicas, la tensión entre etimología y estructura morfológica, las relaciones de transparencia entre base y derivado, los desacuerdos en las segmentaciones morfológicas de las voces complejas, el problema de las bases perdidas o no accesibles, las discrepan-
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cias en el reconocimiento de raíces y/o de afijos alternantes o alomórficos, los problemas de la direccionalidad de determinadas relaciones derivativas… Quizás con menor insistencia que en el caso de la sufijación, la NGRAE se detiene también en este tipo de precisiones en los capítulos dedicados a la prefijación (capítulo 10) y a la composición (capítulo 11). Un botón valdrá como muestra: La transparencia es uno de los criterios que se tienen en cuenta para no asignar una estructura morfológica a ciertos compuestos en el estudio sincrónico del español, aun cuando su etimología la muestre de manera clara […]. Es discutible, además, que la estructura que revela su etimología pueda convertirse en pauta morfológica en el análisis sincrónico (NGRAE, 2009: §11.2n-ñ).
Aunque no podemos detenernos en cada uno de ellos, todos los capítulos dedicados a la morfología léxica en la NGRAE (capítulos 5-11) son una fuente constante en la que se destilan, gota a gota (¡y a veces cayendo a chorros!), los pros y los contras, los anversos y los reversos, los sí pero y los no aunque de esta peculiar tensión entre dos concepciones distintas de la morfología y —por qué no— de los morfólogos. Es cierto, como ya ha quedado apuntado más arriba, que «muchas de las relaciones que se reconocen en la vertiente sincrónica de la morfología léxica no tienen correlato histórico» (NGRAE, 2009: § 1.6e) pero hacer de ello un casus belli entre las dos posibles orientaciones del estudio lexicogenético del español resulta tan insensato como ―siguiendo con asuntos de la guerra― intentar discutir sobre si la piedra lanzada por una catapulta sube (como acertadamente pensarán al principio los que la lanzan) o, por el contrario, baja (como no menos acertadamente pensarán los que están ya a punto de recibir su impacto). Que la morfología sincrónica reconozca, por ejemplo, que existen bases opacas, perdidas o no accesibles sincrónicamente no debe ser tomado como una rendición ante la todopoderosa morfología diacrónica. De la misma forma, que la morfología diacrónica interprete —de manera ajustada y plenamente justificada desde sus postulados— ciertos procesos derivativos absolutamente al margen de su posible operatividad sincrónica tampoco autoriza a ver en ello una histórica rendición ante las pertrechadas huestes sincronicistas. Simplemente, desde ambas perspectivas se libran batallas diferentes, que deberían confluir en una paz compartida. Dos perspectivas distintas… ¡y un solo Dios verdadero!
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Referencias bibliográficas NGRAE. REAL ACADEMIA ESPAÑOLA (2009): Nueva Gramática de la Lengua Española, Espasa, Madrid. PENA, Jesús (2011): «The relationship between verb-noun in derivational series», en José Luis Cifuentes Honrubia y Susana Rodríguez Rosique (eds.), Spanish Word Formation and Lexical Creation, J o h n Be nj a m i ns , Amsterdam-Philadelphia, 217-231. SERRANO-DOLADER, David (1995): Las formaciones parasintéticas en español, Arco/Libros, Madrid.