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AL REY ‘ELECTO. N.,W\NVW»AANM —M.,VM
I9I pensamientos máximas y consejos
DE D. FRANCISCO DE QUEVEDO Y VILLEGAS, que debe tener muy presente para su gobierno
EL DUQUE DE AOSTA.
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I\IADI%ID: ‘ Imprenta de J. M. Perez, calle de ls. Misericordia, nfim. 2. 18’70.
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Muchos pretenden que el Rey solo asista á su casa de tal suerte que los demas no puedan entrar en ella. 76. p
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Sospechosos deben ser alos Reyes los solicitos dé" su comodidad y descanso, pues su oficio es cuidado; mas útil hallan en el trabajo que le escusan tomándole para si, que en el descanso que le dejan para él. :"\
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Toda la salud del gobierno humano está en que los Príncipes y Monarcas afirmeri su cara al lugar de su obligacion, porque si dejan que las manos de los que se la tuerc‘err la descaminen, miraran con latcodicia7de
sus dedos, y no con sus:djos.
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1a Aquel Rey que no queriendo imitar a Cristo, se deja gobernar totalmente por otro, no es señor, sino guante; pues solo se mueve cuando y donde quiere la mano que se lo calza. r
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Pedir para los pobres y tomar para si, es manera de hurtar muy antigua.
80. Se agradecen las mercedes de los Reyes con ham— bre de otras mayores.
81.“ Ministroinclinado á ventas no parará hasta que su señ0r sea la postrera.p
82.—" Adviertan los Reyes que el primer consejero que hubo en el mnndo fué Satanás, valido de serpiente que engañó a Eva.
83. La mala yerba, si se la cortan las hojas, no se re
media; antes se esfuerza la raíz.
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_ 21 _ 84. Los malos Ministros y consejeros solo tienen dos sentidos libres, que son: olfato y manos. ' 85. Nazca de su virtud el Ministro; conozca que le en— gendró el mérito, no el padre; tenga por hermanos los que mas merecieren; por hijos, los pobres. ‘86. Vale mas que un Ministro muera tan pobre, "que
pidan para enterrarle, que no tan rico que le desentier— ren porque pidió.
'87. Rey adestradq es ciego; enfermedad tiene, no ear— go, borden es su cetro; aunque mira, no vé.
El que adiestra a su Rey, peligroso oficio escoje; mucho se aventura si el Rey no lo ha menester. No le
guía, le arrastra y le distrae; codicia y no caridad, ‘ tiene. No es servicio el que le hace, sino ofensa;y ’díS—' culpa los ódios contra su persona.
89. Nada ha de disimular tanto un Príncipe como el
_. 22 _ tener necesidad en todo de advertencia, y haber de decir siempre: Llevadme. y guíadme; yo iré tras de vosotros. I r|.
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Hay quien en palacio medra tanto como miente, cuya fortuna no tiene mas larga vida que hasta topar con la verdad. \ ‘
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El mantener a los suyos y el sustentarlos, es uno
de los principales cuidados de los Reyes. Por eso los llama Homero pastores de losjpneblos.
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Quien quita de todos los suyos con los arbitrios, para defenderlos del enemigo, hace por defensa lo que el contrario hiciera por despojo; De que se coligetque el señor que tiene necesidad de los suyos, no es señor—,2 sino necesitado. 93. Puede ser que el poder soberano obre cualquier 6083. sin temer castigo; mas no que si obra mal no ¿lo merezca.
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‘ 94. Bien puede alguno mostrar encendido su cabello
en corona ardiente en diamantes, y mostrar inflamada
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su perso'na' con vestidura, solol teñida, sino embriága; da con repetidos hervores de Ja", púrpura; y ostentar
soberbio el cetro Con el peso del oro, y dificultarse a la vista remontado en trono desvanecido, y atemorizar su habitácion con las amenazas bien armadas de su guarda; llamarse Rey, y firmarse Rey; mas serlo y merecer serlo, si no imita a. Cristo en dar a todos lo
que les falta, no es es posible. 95. Quien debe la magestad a las anticipaciones del parto y a la primera impaciencia del vientre, mucho hace si se acuerda, para vivir como Rey, de que nació comohombre. Pocos tienen por grandeza‘ ser Reyes por el grito de la comadre. Pocos, aun siendo tiranos, se atribuyen ala naturaleza: todos lo hacen deuda a sus méritos. Dichoso es quien nace para ser Rey, si reinando merece serlo.
96. Lleva el vasallo el peso del Rey a cuestas como las armas, para que le defienda, no para que le hunda. 97. En los palacios se acuerdan antes de las señas del pecado cometido que de la advertencia para no co meterle. _
98. Hay muchas diferencias de mal de ojos en los Re
_ 24 _ yes. Quien les aparta ó esconde lo que convenía que viesen, los ciega. Quien les aparta la vista de su ’obligacion, les sirve de cataratas. Quien no quiere
que miren y vean a otro sino a él, les sirve de venda que les cubre los ojos para todos los otros. Este les hace el cetro bordon, y ellos tientan y no gobiernan.
99. Tan fácilmente se cree lo que se desea, como se ol vida 10 que se aborrece. 100. Preguntar un Juez lo que no quiere que le digan, cañas tiene: '
1,0,1 ¿Hay embustero que no diga desea saber la verdad? Los mentirosos nunca la dicen y siempre dicen que se la digan. 102. ¿Qué tirano hay que no publique diligencias que hace para saber la verdad? Y todos estos la vuelven las espaldas, la niegan la audiencia, la cierran los oídos. ‘ . ..- , 103. Tener la verdad delante y preguntar por ella, mas es despreciarla que seguirle.
f- 25 104.
Un Rey debe tener a su lado gente que le _respon da la verdad, y no fiarse de aquellos que la pregun— tan y la huyen. . —" ' ' ‘ '. “ 105.
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¡Cuán frecuentemente los Ministros, aprendices de los fariseos y escribas, por hartar su venganza, por satisfacer.,un ódio en el .valeroso, en el docto, en el
justo, mezclan en sus calumnias el nombre de César, el del Rey; fingen traicion, publican rebeldía y, enojo del Príncipe, donde no hay uno ni otro, para que el César y el Rey sea causa de la crueldad que no man
da, de la maldad que no comete! 106. _Éntrase el mal en las conciencias, tan abultado de textos, y aforismos y autores, que no deja desocupado lugar donde pueda caber consejo piadoso. 107. Muchos son limpios de manos, porque se lavan, no porque no roban. ¿Quién ha dicho que con manos lim— pias no se. puede hurtar? Pilatos se preció delante de todo el pueblo de limpio de manos, y fue tan mal la dron como el malo. . *
108. Ladrones hay que hurtan con los píés y con las
bocas, y con los oídos y con los ojos.
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Si miran a los piésá,lo’s que en público'se prec‘izm de limpios de manos, muchas veces en sus pa:sos y vea redas se conocerán las ganzúas, y en sus idas y veni— das, los robos. r
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Ni la acusacionpres¡upon,e culpa, ni la traicion ti ran-o; pues si fuera así, nadie hubiera inocente ni jus- ' tificado. ' :1 _ 3 ‘ 1 'i.|_'
111. En las repúblicas del mundo, los acusadores em briagan de tósigo los oídos de los Príncipes: son len— guas de la envidia y de la venganza; el aire de sus palabras enciende la ira y atiza la crueldad; el que los oye, se aventura; el que los cree, los empeora; el que los premia, es solamente peor que ellos.
112. Ádmiten acusadores de miedo de las traiciones, no
pudiendo faltar traidores donde los acusadores asis' ten; porque son mas los delincuentes que hacen, que los que acusan.
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’. El Silencio no esta seguro donde se admiten '_d¿la—_ tores. Estos empiezan la murmuracion de 10‘s Princiï
_ 27— _ es, para ocasionar que otros la continúen. Son labra gores de cizaña, siémbranla para cojerla; y porque la prudencia del que calla ó alaba no sea mayor que su malicia, cuando espian'dicen loquercalló y envenenan 19r« I rí'n; w ¿ri n!:.:-.f“
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Los,Reyes y Monarcas que se: 'en'golósinan'én la ti
ranía, es fonoso creaii' cuanto les dicen los¿adusadoï—' res, porque aborrecimiento_que‘ merecen de 165 suyos;‘ y así los 'compran’su desasosiego y l‘o's premian sus afrentas; pues de clics no oyen ni creen otra cosa. Donde estos tienen valimiento, el siglo se infama Icon los castigos de los delitos sin delincuentes, y temen los Príncipes hasta ia_seña de los mudos y los gusanos
delos muertos.
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