Construcciones causativas y labilidad en español 9783110656190, 9783110653441

This volume offers an in-depth investigation of causative constructions in contemporary Spanish, with a special emphasis

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Spanish; Castilian Pages 187 [188] Year 2020

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Table of contents :
Índice
1. Introducción
2. Las construcciones causativas a nivel universal
3. Las construcciones causativas en español
4. La labilidad en el español peninsular
5. Conclusiones
Bibliografía
Índice de voces
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Construcciones causativas y labilidad en español
 9783110656190, 9783110653441

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Víctor Lara Bermejo Construcciones causativas y labilidad en español

Víctor Lara Bermejo

Construcciones causativas y labilidad en español

ISBN 978-3-11-065344-1 e-ISBN (PDF) 978-3-11-065619-0 e-ISBN (EPUB) 978-3-11-065345-8 Library of Congress Control Number: 2019958024 Bibliographic information published by the Deutsche Nationalbibliothek The Deutsche Nationalbibliothek lists this publication in the Deutsche Nationalbibliografie; detailed bibliographic data are available on the Internet at http://dnb.dnb.de. © 2020 Walter de Gruyter GmbH, Berlin/Boston Cover image: Nacho Mena/iStock/Getty Images Plus Typesetting: Integra Software Services Pvt. Ltd. Printing and binding: CPI books GmbH, Leck www.degruyter.com

Índice 1

Introducción 

2 2.1 2.2 2.3 2.3.1 2.4 2.5 2.5.1 2.5.2 2.6

Las construcciones causativas a nivel universal  La estrategia analítica   6 La estrategia morfológica   12 La estrategia léxica   13 La labilidad   18 Transitividad y alineamiento   24 El caso gramatical   36 Sujetos no canónicos   40 Objetos no canónicos   53 Recapitulación   60

3 3.1 3.2 3.3 3.4 3.5 3.6

 62 Las construcciones causativas en español  La estrategia analítica   62 La estrategia morfológica   66 La estrategia léxica   76 Transitividad y alineamiento   81 Marcación de caso y topicalidad   100 Recapitulación   118

4 4.1 4.2 4.3 4.4 4.4.1 4.4.2 4.4.3 4.4.4 4.4.5 4.5

La labilidad en el español peninsular  Corpus y metodología   120 Distribución geográfica   121 Factores semánticos   126 Análisis lingüístico   140 Sujeto   141 Objeto   147 Topicalidad   149 Marcación de caso   157 Alineamiento   159 Recapitulación   165

5

Conclusiones 

Bibliografía  Índice de voces 

 169  181

 1

 167

 120

 3

1 Introducción Las construcciones causativas son uno de los temas que mayor interés ha suscitado en la lingüística. Ya sea desde una perspectiva generativista, tipológica o funcionalista, los causativos cuentan con una numerosa bibliografía que trata de analizar el comportamiento sintáctico de verbos en concreto, construcciones específicas o procesos morfológicos. Sin embargo, en las últimas décadas ha aumentado el análisis de la semántica como condicionante en la configuración sintáctica de las construcciones causativas, con un especial enfoque en el francés, el inglés, el turco o la comparación entre lenguas caucásicas. En este libro, nos proponemos dar cuenta de la expresión de la causa en el español actual, bajo una perspectiva comparativa en la que analizamos las estrategias que existen universalmente para expresar una causa. Veremos si el español se encuadra en alguna tendencia concreta y qué otros factores sintácticos y semánticos inciden en la configuración causativa. En consecuencia, el capítulo 2 de este trabajo está dedicado a las estrategias causativas universales, haciendo hincapié en la importancia de la transitividad, la agentividad o el alineamiento lingüístico. El capítulo 3 está reservado a la expresión de la causa en español: qué se ha investigado hasta el momento, qué relevancia pueden tener las tendencias universales y qué vigencia tiene un tipo de estrategia causativa que no se ha estudiado para el español: la labilidad. En el capítulo 4, nos centraremos en un estudio pionero acerca de la labilidad en el español peninsular occidental. Esta investigación se basa en una metodología innovadora, cuyos resultados han posibilitado un gran número de datos que nos muestran comportamientos lingüísticos hasta ahora desconocidos e ignorados en español y que pone en entredicho algunos de los elementos que supuestamente caracterizan esta lengua. Bajo una perspectiva dialectal, sociolingüística y geolingüística, analizaremos el fenómeno de la labilidad de acuerdo con los estudios universales expuestos a lo largo del libro y sugeriremos que el español peninsular occidental ofrece un comportamiento más parecido a lenguas caucásicas que a otras del entorno peninsular. Por último, en el epígrafe 5, resumiremos las principales conclusiones de este trabajo y culminaremos con un listado bibliográfico exhaustivo y actualizado que garantiza también la calidad del estudio que se presenta. Sin embargo, con el fin de una mejor comprensión de la lectura que se presenta, introduciremos ahora ciertos términos que se irán repitiendo continuamente. En primer lugar, abordaremos el concepto de causa o causación, es decir, aquella construcción que expresa un matiz causativo. Asimismo, aludiremos a la posibilidad de causativización, que no es otra cosa que la conversión de una estrategia, que en principio no denota una causación, en causativa. Trataremos https://doi.org/10.1515/9783110656190-001

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 1 Introducción

el concepto de transitividad, el cual, tal y como se va a plantear, se relaciona con la capacidad de un verbo de tener dos argumentos, uno de los cuales funciona como sujeto y recibe caso nominativo, mientras que el otro funciona como objeto directo y recibe caso acusativo. La transitivización, por tanto, hace referencia a la conversión de un verbo que no era transitivo en transitivo. En consecuencia, las valencias de los verbos serán de suma importancia, por lo que intercambiaremos como sinónimos valencias y argumentos, como definición de los complementos obligatorios de un verbo dado. El resto de conceptos clave para la exposición de este trabajo se irán definiendo y ejemplificando conforme al desarrollo de la argumentación.

2 Las construcciones causativas a nivel universal Una construcción causativa es aquella que hace referencia al hecho de que un elemento X provoca una acción Y que conlleva un cambio de estado en Z. Sin embargo, definir el concepto de causa es en sí problemático y no es siempre tan simple. Shibatani (1976) proporciona una explicación más refinada. Según el autor, una construcción causativa es aquella en la que se dan dos eventos relacionados entre sí y que ha de cumplir los siguientes preceptos: la relación entre los dos eventos es tal que el hablante cree que la manifestación de un evento (el  evento causado) se ha llevado a cabo en un momento dado, que ha de ser necesariamente posterior al momento del evento causante; la relación entre el evento causante y el causado es tal que el hablante cree que el advenimiento del evento causado está completamente supeditado a la manifestación del evento causante; la dependencia de ambos eventos ha de ser tal que permita entender al hablante que el evento causado no habría podido tener lugar en un determinado momento si el evento causante no se hubiese producido. Aunque la explicación de Shibatani (1976) es bastante prolija, nos da una definición bastante acertada de lo que en este trabajo vamos a entender por causativo o construcción causativa. En la acepción ya se nos dan dos premisas que nos van a acompañar en todo momento: la dicotomía entre causante (causer) y causado (causee) y la cronología lógica entre la acción del causante y la consecuencia sobre el causado. En toda construcción causativa, por tanto, nos enfrentamos ante un causante y un causado, el primero de los cuales llevará a cabo una acción que traerá consecuencias sobre el segundo. Es precisamente en cómo se desenvuelven los hechos de una construcción causativa donde la gramática va a modificarse, ya que los factores por los que se produce una causa son variados. En primer lugar, un causante puede afectar a un causado motu proprio o involuntariamente. En segundo lugar, el causante puede hacer referencia a una entidad animada o no animada y lo mismo se aplica en cuanto al causado. Por tanto, si el causante es un fenómeno meteorológico, por ejemplo, su acción no puede nunca ser voluntaria. Igualmente, si el causado es un objeto, las consecuencias no serán las mismas que si la acción ha recaído sobre una persona. Por último, las consecuencias de la causa no siempre son las mismas: a veces, conlleva una realidad nueva y, a veces, lo que desencadena no cambia mucho el estado de las cosas de acuerdo a cómo estaban antes de que se produjera el evento. Comparemos los siguientes ejemplos (1–5). (1) El ladrón mató a su víctima (2) El viento ha tirado las hojas de los árboles https://doi.org/10.1515/9783110656190-002

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 2 Las construcciones causativas a nivel universal

(3) He metido el coche en el garaje (4) He roto el jarrón (5) Me has dejado sorprendida Las oraciones (1–5) plantean una construcción causativa, ya que la realización del evento denotado provoca una consecuencia que cambia el orden de las cosas con respecto a su realidad anterior. En (1), la consecuencia de que el ladrón matara fue que la víctima muriera; en (2), el viento ha soplado con tanta fuerza que ha provocado la caída de las hojas, las cuales han cambiado de sitio y no pueden alimentarse más del árbol donde permanecían; en (3), he cambiado de ubicación un objeto concreto: el hecho de meter ha conducido a que el coche pasara a estar en el interior del garaje y no fuera, a la intemperie; en (4), mi torpeza o mi vehemencia ha producido la desaparición del jarrón en tanto en cuanto una entidad unificada (lo que queda son trozos de un otrora jarrón); en (5), la acción o palabras de una persona ha provocado la sorpresa de otra, cambiando su estado de ánimo. Los mismos ejemplos (1–5) dan cuenta de que no todos los eventos inciden de la misma manera sobre lo causado y no en todos los eventos el causante es responsable voluntario de las consecuencias derivadas de su evento. El grado de la causa incide en la formalización de una construcción causativa. Es más, hay veces en las que podemos formar una oración en la que tan solo expresemos la consecuencia de una causa que se halla implícita, como en (6–8). (6) El jarrón se ha roto (7) Las hojas se han caído (8) María se ha quedado sorprendida En (6–8), entendemos que ni el jarrón se ha roto solo, ni las hojas han decidido caerse, ni María ha resuelto sorprenderse. Todos estos eventos son producto de un evento anterior que o no nos interesa o desconocemos por completo. Este tipo de construcción suele asociarse con la contraposición de una causativa y se la ha denominado incoativa, si bien volveremos sobre este tema más adelante. Hasta ahora, hemos aducido que la expresión de una causa atiende a varios parámetros que son de orden semántico: la implicación voluntaria del causante sobre lo causado, la animacidad del causante y de lo causado o el grado de afectación del causado por el evento desencadenado por el causante.

2 Las construcciones causativas a nivel universal 

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Sin embargo, la construcción sintáctica también es pertinente a la hora de entender los matices de una expresión causativa. En principio, la construcción de la causa suele conformarse mediante tres formas más habituales a nivel universal (Comrie 1981): una, analítica; otra, morfológica; y una última, léxica. La primera suele recurrir al verbo hacer más un infinitivo o una subordinada completiva (9–10). (9)

El secuestrador le hizo escribir una carta como prueba de vida

(10) La fuerza del viento ha hecho que se cayeran varios árboles La segunda añade o modifica afijos a una base léxica o verbal para crear la causa (11–12). (11) Hemos planificado su boda (12) a. Hasan öl-dü Hasan. nom morir-pst. (‘Hasan ha muerto’)      b. Ali Hasan-ı öl-dür-dü Ali.nom Hasan.acc morir.caus.pst. (‘Ali ha matado a Hasan’) La tercera, en cambio, se nutre de lexemas distintos para expresar la causa y el posible efecto o consecuencia de esta (13) (Fodor 1970). (13) Mató la mosca y, en consecuencia, esta ha muerto Todas las ocurrencias anteriores muestran una construcción causativa, con la única diferencia de la estrategia que emplean para este fin. Prácticamente, todas las lenguas pueden recurrir en mayor o menor medida a las tres alternativas. El condicionante en la elección de cada una de ellas suele resumirse en otra oposición que guarda relación con el grado de causa: causa directa versus causa indirecta. La causa directa alude al control que efectivamente el causante tiene sobre el causado y, por tanto, sobre el evento que desencadena. La causa indirecta denota lo contrario: un menor control por parte del causante, la incapacidad de decisión por parte del causante en el evento que produce la afectación sobre el causado o una mayor dependencia de otros eventos posteriores al del causante antes de que incurra sobre el causado (Aissen 1979).

6 

 2 Las construcciones causativas a nivel universal

Esta distinción entre causa directa e indirecta (que no es otra que el grado de control sobre el evento) se materializa en la sintaxis. Givón (1976, 2001) arguye que, cuanto más directa es una causa, mayor probabilidad de encontrar una estrategia léxica; por el contrario, cuanto menos directa sea, mayor posibilidad de que se emplee una estrategia analítica. Estas diferencias semánticas pueden incluso favorecer un tipo de marca de caso en diversas lenguas. La contradicción entre causa directa e indirecta deriva en la oposición autor – agente. De acuerdo con Givón, la autoría no implica intención, frente a la agentividad, que sí recoge volición, control o intencionalidad en el evento causativo. A este respecto, tanto Ramchand (2011) en su investigación sobre el hindi y urdu, y Daniel et al. (2012) en lo que respecta al agul, una lengua caucásica, apuntan que, si estas lenguas generan una construcción causativa perifrástica, el significado atiende a un menor control del causante sobre lo causado; por el contrario, si eligen una estrategia léxica, el causante posee casi un control absoluto sobre el causado. Kim (2012) afirma que, en coreano, el causante no es lo mismo que el agente y la marca de caso de una construcción causativa depende de la volición del sujeto y la afectación del objeto. Es decir, si estamos ante una causa indirecta y, por ende, ante un autor, el coreano opta por una estrategia diferente a si la causa es directa y el causante se correlaciona con un agente. Hemos visto que existen tres estrategias principales para crear una construcción causativa: analítica, morfológica y léxica. A continuación, nos detendremos sobre las dos primeras para tratar, por último, la alternativa léxica en todas sus vertientes.

2.1 La estrategia analítica Las construcciones causativas analíticas se caracterizan por presentar un verbo más o menos auxiliar que connota causa, seguido de otro con el significado léxico, que expresa la acción que verdaderamente se desarrolla. El causativo suele siempre responder al verbo hacer, aunque podemos encontrar también construcciones causativas con dejar e incluso tener / haber. El verbo que se predica del auxiliar suele construirse en infinitivo y, al estar en una subordinada, posee sus propios argumentos. Los estudios que se han hecho sobre las estrategias analíticas no solo han versado sobre el nivel de causación directa o indirecta que esta pueda tener, sino en cómo se organizan los argumentos del verbo subordinado, teniendo en cuenta que uno de sus argumentos (el causado) también forma parte de la estructura argumental del auxiliar. Veamos los siguientes ejemplos del francés (14–16).

2.1 La estrategia analítica 

(14)

Je ferai courir Jean 1sg. hacer.1sg.fut. correr.inf. Jean (‘Haré correr a Jean’)

(15)

Je ferai manger les gâteaux à Jean 1sg hacer.1sg.fut. comer.inf. los pasteles a Jean (‘Haré comer los pasteles a Jean’)

(16)

Je ferai écrire une lettre au directeur par  Jean 1sg hacer.1sg.fut. escribir.inf. una carta al director  por  Jean (‘Haré escribir a Jean una carta para el director’)

 7

Vemos en los ejemplos (14–16) que no solo es pertinente el empleo de hacer como lexema que introduce la lectura factitiva, sino si este induce acusativo o dativo en los argumentos del causado. De acuerdo con Comrie (1976), la elección de uno de los dos casos depende de la clasificación del verbo, es decir, de si este es intransitivo o transitivo. En el primer caso, el causado se promociona al acusativo, ya que no hay ningún otro objeto directo en la oración, como muestran (17–18). (17)

Gianni fa venire Paolo Gianni hacer.3sg.prs. venir.inf. Paolo (‘Gianni hace venir a Paolo’)

(18)

Gianni lo fa venire Gianni acc.3sg.masc. hacer.3sg.prs. venir.inf. (‘Gianni le hace venir’)

En cambio, si el verbo que se predica del causado es transitivo, el mismo causado suele recibir dativo y, por ende, constituirse como objeto indirecto, ya que hay un objeto directo en la frase, como muestran (19–20). (19)

J’ ai fait manger la pomme à Claude 1sg haber.1sg.prs. hacer.pcp. comer.inf. la manzana a Claude (‘He hecho comer la manzana a Claude’)

(20) Je lui ai fait manger la pomme 1sg dat.3sg. haber.1sg.prs. hacer.pcp. comer.inf. la manzana (‘Le he hecho comer la manzana’)

8 

 2 Las construcciones causativas a nivel universal

No obstante, cuando estamos ante una construcción ditransitiva, el causado se convierte en un oblicuo, como muestra (21). (21) Ho fatto scrivere una lettera a Paolo da Maria Haber.1sg.prs. hacer.pcp. escribir.inf. una carta a Paolo de Maria (‘He hecho que Maria escribiera una carta a Paolo’) Esta tendencia es la mayoritaria, aunque también podemos encontrarnos con contradicciones. Según el propio Comrie (1976), existen numerosos hablantes que aceptan la gramaticalidad de un doble objeto indirecto, como se reproduce en (22). (22) J’ ai fait donner à Claude une pomme   au professeur 1sg haber.1sg.prs. hacer.pcp. dar.inf. a Claude una manzana al   profesor (‘He hecho que Claude diera una manzana al profesor’) La posibilidad de (22) se explica por el orden de palabras, en el sentido que cada objeto indirecto responde a un verbo distinto: à Claude se predica de faire, mientras que au professeur se deriva de donner. Asimismo, podemos hallar construcciones con doble acusativo, como se observa en el siguiente ejemplo del alemán (23). (23) Er liess seinen Sohn den Brief abtippen 3sg.masc.nom. dejar.3sg.pst. su.acc hijo la.acc carta teclear.inf (‘Dejó a su hijo escribir la carta’) Aunque, aparentemente, el italiano o francés sí permiten el doblado de objeto indirecto, pero no de objeto directo, la oración alemana se comporta con la misma lógica que el doblado de objeto indirecto: cada acusativo se predica de un verbo distinto. Así, seinen Sohn se predica de lassen, mientras que den Brief depende de abtippen. Una de las particularidades de las construcciones analíticas no es solo si eligen el verbo hacer frente a dejar (diferencia que trataremos en el caso del español), si el grado de coerción es mayor o menor frente a otras estrategias, sino hasta qué punto dicha estrategia se puede fusionar hasta prácticamente parecer una perífrasis más o menos rígida. De nuevo, volvamos al francés para entender la menor coalescencia que las construcciones causativas con hacer pueden llegar a desarrollar. Observemos los siguientes ejemplos (24–27). (24) *Je ferai le jardinier planter les choux 1sg. hacer.1sg.fut. el jardinero plantar.inf. las coles (‘Haré plantar las coles al jardinero’)

2.1 La estrategia analítica 

(25)

 9

*Je le ferai les planter 1sg acc.3sg.masc. hacer.1sg.fut. acc.pl. plantar.inf (‘Le haré plantarlas’)

(26) Je ferai planter les choux au jardinier 1sg. hacer.1sg.fut. plantar.inf. las coles al jardinero (‘Haré plantar las coles al jardinero’) (27)

Je les lui ferai planter 1sg acc.pl. dat.3sg. hacer.1sg.fut. plantar.inf (‘Se las haré plantar’)

Como indica el asterisco, los dos primeros ejemplos son agramaticales, ya que el francés actual no permite añadir ningún elemento entre ambos verbos. En su lugar, el causado se pospone al verbo y recibe la marca de caso dependiendo de si ya hay un objeto directo o no. Igualmente, cuando sustituimos los argumentos por clíticos, no podemos incluir ninguno entre el factitivo y el verbo léxico, sino que debemos anteponerlos a faire. Lo mismo ocurre en italiano, como se desprende de los siguientes ejemplos (28–31). (28) *Faccio Carlo baciare le ragazze Hacer.1sg.prs. Carlo besar.inf. las chicas (‘Hago que Carlo bese a las chicas’) (29) *Lo faccio baciarle Acc.3sg.masc. hacer.1sg.prs. besar.inf+3pl.fem. (‘Le hago besarlas’) (30) Faccio baciare le ragazze a Carlo Hacer.1sg.prs. besar.inf. las chicas a Carlo (‘Hago que Carlo bese a las chicas’) (31)

Gliele faccio baciare Acc.3sg.dat+3pl.acc.fem. hacer.1sg.prs. besar.inf. (‘Le hago besarlas’)

Efectivamente, el mecanismo es el mismo y las restricciones, idénticas. No sucede lo mismo, empero, con dejar. La coalescencia entre dejar como factitivo y el verbo léxico es mucho menor, ya que ambos idiomas permiten la inclusión del objeto o los clíticos entre causativo y verbo con significado léxico (32–33).

10 

 2 Las construcciones causativas a nivel universal

(32)

Je laisserai le jardinier planter les choux 1sg. dejar.1sg.fut. el jardinero plantar.inf. las coles (‘Dejaré al jardinero plantar las coles’)

(33)

Je le laisserai les planter 1sg. acc.3sg.masc. dejar.1sg.fut. 3pl.acc. plantar.inf. (‘Le dejaré plantarlas’)

Sin duda, la frecuencia de la construcción con faire ha producido una mayor fusión con el verbo con significado léxico, derivando en una perífrasis más o menos cohesionada. Asimismo, el nivel de coerción de hacer es mayor que el de dejar, por lo que su connotación causativa es más alta. Esa distinción semántica parece ser también desencadenante de las restricciones sintácticas descritas. Los verbos causativos, cuando se comportan como auxiliares de una estrategia analítica, tienen la particularidad de reordenar hasta cierto punto la sintaxis. Hemos visto que podemos hallar configuraciones con doble acusativo o doble dativo (volveremos sobre ello para el caso del español) e incluso un desarrollo como perífrasis cada vez más cohesionada. En el caso de las lenguas germanas, como el alemán o el inglés, el uso de sus causativos promueven la desaparición de la preposición zu / to (respectivamente) precediendo al infinitivo subordinado, como sería la norma en otros contextos. Comparemos los siguientes ejemplos (34–42). (34) He wanted him to watch the film 3sg.masc.nom. querer.pst. 3sg.masc.acc. a ver.inf. la  película (‘Quiso que viera la película’) (35)

He told him to watch the film 3sg.masc.nom. decir.pst. 3sg.masc.acc. a ver.inf. la  película (‘Le dijo que viera la película’)

(36) He made him watch the film 3sg.masc.nom. hacer.pst. 3sg.masc.acc. ver.inf. la  película (‘Le hizo ver la película’) (37)

He had him watch the film 3sg.masc.nom. tener.pst. 3sg.masc.acc. ver.inf. la     película (‘Le hizo ver la película’)

2.1 La estrategia analítica 

 11

(38) He let him watch the film 3sg.masc.nom. dejar.pst. 3sg.masc.acc. ver.inf. la  película (‘Le dejó ver la película’) (39) Er hat Lust, den Film 3sg.masc.nom. tener.3sg.prs. ganas la.acc. película (‘Tiene ganas de ver la película’)

zu sehen a ver.inf.

(40) Er wollte, dass sie den Film 3sg.masc.nom. querer.pst.3sg. que 3sg.fem.nom. la.acc. película gesehen hätte ver.pcp. aux.subj.pst. (‘Quiso que viera la película’) (41) Er lässt seine Haare schneiden 3sg.masc.nom. dejar.3sg.prs. su.acc. pelos cortar.inf. (‘Se ha cortado el pelo’) (42) Ich habe mein Auto reparieren lassen 1sg.nom. haber.1sg.prs. mi.acc. coche reparar.inf. dejar.inf. (‘He ido a que me arreglen el coche’) Los ejemplos (34–42) exhiben un comportamiento diverso, dependiendo del verbo que introduzca la subordinada completiva. Empecemos por el inglés: independientemente de que el sujeto de la subordinada coincida o no con el de la principal, el verbo tiene que ir precedido de la preposición to (aunque en algunos casos se flexiona en –ing o mezcla ambas estrategias). Es exactamente lo que ocurre en (34–35). No es el caso, sin embargo de las frases (36–38). Estas producen una lectura causativa con tres verbos distintos y en ninguna de ellas es posible añadir to frente al verbo léxico. El alemán tiene un comportamiento similar. A diferencia del inglés, el alemán elimina la construcción zu más infinitivo cuando el sujeto de la subordinada no es el mismo que el de la principal (nótese que cuando coinciden, como en (39), la preposición es obligatoria). No obstante, como observamos en (40–42), las construcciones causativas convierten el verbo causativo en un auxiliar sintácticamente hablando, ya que la subordinada elimina la preposición zu, la coma que ortográficamente marca la separación entre principal y subordinada también se desvanece y el verbo léxico se repliega al final de la oración sin ninguna marca de subordinación antepuesta, pospuesta o mesoclítica. Es más, en el último ejemplo (42), en el que se introduce un perfecto compuesto, el causativo se ha comportado completamente como un típico verbo auxiliar o

12 

 2 Las construcciones causativas a nivel universal

modal, puesto que ha permitido la subordinada en medio del auxiliar de perfecto y lassen y no hallamos por ningún lado la preposición zu en reparieren, tal y como sería obligatorio añadir en otras construcciones subordinadas con infinitivo.

2.2 La estrategia morfológica Las estrategias causativas morfológicas, por su lado, se basan en afijos que se añaden al verbo con contenido léxico para producir dicha lectura (Song 1990). El idioma más ejemplificado a este respecto es el turco. De acuerdo con Zimmer (1976), el turco se sirve del morfema dür / tür (y otras variantes según la sílaba o fonema que preceda) adherido al verbo para expresar causa. Como consecuencia, los argumentos de este varían de caso gramatical, en función de si se trata del causado o el causante (43–44). (43)

a. Adam kos-tu Hombre.nom. correr.pst (‘El hombre corrió’) b. Adami-i kos-tur-du-k Hombre.acc. correr.caus.pst.1pl (‘Hicimos que el hombre corriera’)

(44)

a. Hasan öl-dü Hasan.nom morir-pst. (‘Hasan ha muerto’) b. Ali Hasan-ı öl-dür-dü Ali.nom Hasan.acc morir.caus.pst. (‘Ali ha matado a Hasan’)

Las frases (43–44) indican perfectamente que un verbo intransitivo como correr puede adoptar un sufijo causativo que signifique hacer correr, con un cambio de valencias según sea el agente o el paciente, o que uno como morir puede adoptar un morfema que lo causativiza, convirtiéndolo en matar. El húngaro también puede recurrir a una base morfológica para crear causativos. De acuerdo con Givón (1976), la desinencia –t (con sus posibles variantes) se acopla a un verbo intransitivo para convertirlo en transitivo, muchos de los cuales son verbos espontáneos o de logro: robbant / robban (‘estallar’ tr. / intr.), önt / öml (‘echar’ tr. / intr.), ejt / es (‘tirar / caer’ tr. / intr.)… Lo interesante de esta desinencia no es tanto sus alomorfos según el contexto silábico, sino la procedencia de la misma.

2.3 La estrategia léxica 

 13

El empleo de –t proviene de hacer como auxiliar causativo, en concreto, de la raíz te-. Su desarrollo en morfema es el resultado de una expresión perifrástica con el verbo hacer, el cual terminó cliticizándose cuando la construcción derivó en una secuencia con una relación extremadamente estrecha, sin posibilidad de coalescencia, completamente fija, al estilo de haber más participio en español o el futuro en las lenguas romances. Este resultado no es genuino del húngaro, sino que se repite en otras lenguas como el turco, cuyo morfema causativo parece proceder de la forma antigua del verbo hacer. Igualmente, la marca de causativo (s) de lenguas semíticas tanto en Asia y África es producto de la pérdida de peso fónico de hacer (Hodge 1971). El español también cuenta con una estrategia morfológica para crear verbos causativos, casi siempre comprendida por el sufijo -ificar o prefijos como en-, a(Aranda 1990). Sin embargo, el caso del español no es en absoluto análogo al del turco por diversas razones. La primera es que los afijos en español no se adhieren a un verbo intransitivo que lo convierten en transitivo. La segunda es que dichos afijos son los que crean mediante composición y/o derivación verbos a partir de adjetivos o sustantivos. En consecuencia, los verbos causativos creados mediante estrategias morfológicas en español son denominales o deadjetivales. El turco, en cambio, como el húngaro, presenta una base verbal que suele ser intransitiva a la cual se le añade siempre el mismo afijo para convertirla en transitiva. Aunque dicho afijo puede desarrollar variantes, no deja de ser el mismo, manteniendo siempre el verbo originario como una especie de lábil, ya que se trata siempre del mismo lexema con un número mayor o menor de morfemas que lo vuelven intransitivo o transitivo.

2.3 La estrategia léxica La alternativa léxica es la que más puede alterar de acuerdo con la semántica de la construcción. Hemos mostrado que la construcción causativa léxica se basa en la oposición de dos lexemas para expresar causa y efecto, el primero de los cuales suele ser transitivo y el segundo, intransitivo. No obstante, es bastante común que un solo verbo pueda expresar tanto la variante causativa como la incoativa. La alternancia incoativa – causativa ha sido objeto de muchos estudios (Haspelmath 1993, Schäfer 2009 o Borer 1991, entre muchos otros). Según el primer autor, la oposición incoativa – causativa se puede escindir en seis tipos. Por un lado, estaría la alternancia causativa, basada en el hecho de que el lexema incoativo es básico y el causativo es una derivación de este (45–47). (45) Duy-s (‘cocinar’ intrans.) – a-duy-ebs (‘cocinar’ trans.)

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 2 Las construcciones causativas a nivel universal

(46) Fondre (‘fundir’ intrans.) – faire fondre (‘fundir’ trans.) (47) Darasa (‘aprender’) – darrasa (‘enseñar’) Los ejemplos (45–47), del georgiano, francés y árabe, respectivamente, exhiben un lexema intransitivo al que se le añade algún tipo de afijo o de estrategia para su versión causativa. En contraposición, otra de las alternativas es la anticausativa, que funciona exactamente al contrario: el verbo causativo es el básico y el incoativo se deriva de este. Seguidamente, la alternancia no directa muestra que ningún lexema se deriva del otro. En la alternancia equipolente, por su lado, ambos verbos se derivan de la misma raíz, la cual expresa la situación básica, y a la que se le añaden afijos, auxiliares u otras modificaciones en la raíz (48–50). (48) Atum-aru (‘juntar’ intrans.) – atum-eru (‘juntar’ trans.) (49) Suruu honaa (‘empezar’ intrans.) – suruu karnaa (‘empezar’ trans.) (50) Luzit (‘romper’ intrans.) – lauzit (‘romper’ trans.) Los ejemplos (48–50) del japonés, hindi y lituano, poseen la misma raíz, la cual viene acompañada de un auxiliar distinto, un morfema diverso o una modificación apofónica para marcar la versión causativa o la incoativa. Otro de los tipos de alternancia se asocia con la supletiva, en la que existen sendos lexemas para ambas lecturas (morir versus matar, por ejemplo). Finalmente, la alternancia lábil cierra la clasificación, y precisamente se comporta de forma opuesta a la alternativa supletiva. En este caso, el mismo lexema sin modificación alguna sirve tanto para la lectura causativa como la inocativa. Es precisamente esta última estrategia la que más se atestigua en inglés. Frente a la estrategia del inglés, que emplea el mismo verbo sin ningún tipo de cambio morfológico (nos referiremos a ello más adelante), surgen otras que suelen darse en las lenguas romances. Así, el inglés únicamente cambia las valencias del verbo, como en (51) y (52). (51)

I broke the vase 1sg.nom. romper-pst. el jarrón (‘Rompí el jarrón’)

(52)

The vase broke el jarrón romper-pst. (‘El jarrón se rompió’)

2.3 La estrategia léxica 

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Mientras que (51) el verbo break es transitivo y se comporta como causativo, en (52), es intransitivo y se comporta como un incoativo. Las valencias de break se ven modificadas de acuerdo con estos parámetros: en (51) tenemos dos argumentos (el sujeto, que se comporta como agente, y el objeto, que es el paciente) y en (52), uno (el sujeto, que es en realidad el paciente). Sin embargo, estas alternancias promueven un matiz morfológico en las lenguas romances, mediante la adición del reflexivo. Comparemos las frases (53–58) de distintas lenguas romances. (53) Rompí el jarrón (54) El jarrón se rompió (55) J’ ai cassé le vase 1sg.nom. haber-1sg.prs. romper.pcp. el jarrón (‘He roto el jarrón’) (56) Le vase s’ est cassé El jarrón refl.3sg. ser.3sg.prs. romper.pcp. (‘El jarrón se ha roto’) (57) Ho rotto il vaso haber-1sg.prs. romper.pcp. el jarrón (‘He roto el jarrón’) (58) Il vaso si è rotto El jarrón refl.3sg. ser.3sg.prs. romper.pcp. (‘El jarrón se ha roto’) En cada uno de los idiomas expuestos (español, francés e italiano), la primera alternativa expresa una causa en la que se manifiestan dos actantes: el sujeto y agente y el objeto y paciente. Cuando la acción expresada en el verbo se convierte en intransitiva, necesita de un reflexivo para constituirse. Y ello conlleva la desaparición de una de las valencias y la reconfiguración de la otra, que pasa de ser el objeto a ocupar el sujeto gramatical, si bien sigue comportándose como el paciente. Además, en el caso del francés y el italiano, el auxiliar que acompaña al participio cambia de haber a ser, pero sobre esta particularidad volveremos más adelante. De momento, vamos a concentrarnos sobre la necesidad del reflexivo.

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 2 Las construcciones causativas a nivel universal

El reflexivo puede tener dos lecturas, una genuinamente reflexiva y otra que transmite un matiz semántico diverso. En el primer caso, el sujeto y el paciente son el mismo, la acción recae sobre sí y puede coaparecer con la estructura tónica y la adyacencia de un adjetivo como mismo (59–61). (59) Marcos se ve a sí mismo (60) Marcos se lava a sí mismo (61) Yo me miro en el espejo (a mí mismo) Lo mismo sucede en inglés, donde la lectura verdaderamente reflexiva obliga a la elección de la forma compleja del objeto más self o en alemán, donde el pronombre reflexivo puede coaparecer con selbst (62–65). (62) I see myself in  the mirror 1sg.nom. ver.1sg.prs. mí mismo en el     espejo (‘Me veo a mí mismo en el espejo’) (63) Marcos bought a     book for himself Marcos comprar.pst. un libro  para él mismo (‘Marcos se ha comprado un libro a sí mismo’) (64) Ich sehe mich (selbst) im Spiegel 1sg.nom. ver.1sg.prs. 1sg.acc. (mismo) en+el espejo (‘Me veo a mí mismo en el espejo’) (65) Marcos hat ein Buch für sich (selbst) gekauft Marcos haber.3sg.prs. un libro para 3sg.refl. (mismo) comprar.pcp. (‘Marcos se ha comprado un libro a sí mismo’) El otro uso del reflexivo es aquel que se adjunta a cierto tipo de verbos que lo precisan para construirse, sin que, aparentemente, haya una motivación (66–68). (66) Se arrepiente de sus actos (67) Se queja de absolutamente todo (68) Se atrevieron a hacerlo

2.3 La estrategia léxica 

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Tanto arrepentirse como quejarse o atreverse no admiten una alternativa no pronominal, frente a otros lexemas, que sí pueden oscilar entre un verbo transitivo y su homólogo reflexivo, el cual, suele ser intransitivo (69–72). (69) Levanté el brazo (70) Me levanté de la cama (71)

Hundieron el barco

(72) El barco se hundió Estos últimos concuerdan con los ejemplos (59–61), pero (66–68), que no admiten la no reflexividad, también se comportan de la misma manera, ya que el reflexivo no es puramente un reflexivo, sino una marca de lo que se denomina voz media (Kemmer 1993). La voz media ha acaparado diversos estudios (véase a modo de ejemplo Kemmer 1993, Kemmer 1988, Manney 2000, Steinbach 2002, Croft et al. 1987) y debates sobre qué se entiende en realidad por tal. Para simplificar, diremos que la voz media es aquella que expresa una acción en la que el sujeto es el paciente (o al menos no es un agente) o se comporta a la vez como agente y paciente. Comparemos las siguientes frases (73–77). (73) Pedro se cae de la silla (74) Pedro se mató en un accidente de coche (75) Pedro se suicidó (76) Pedro ha crecido mucho todos estos años (77) Las rosas florecieron como nunca En la totalidad de las frases (73–77), el sujeto gramatical es, semánticamente, el paciente de la acción expresada por el verbo. Solo en la oración (75), el paciente es también el agente, ya que suicidarse implica la voluntad de la entidad que sufre la acción. En el resto de oraciones, tenemos un sujeto agentivo (excepto en (77)) que no se comporta como un agente, sino como un autor, ya que la acción que se predica es consecuencia de los actos del sujeto, pero no de una serie de actos premeditados o intencionados, sino de la espontaneidad del evento o de

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 2 Las construcciones causativas a nivel universal

otros factores que escapan al control del sujeto. En (77), además, el sujeto no posee rasgos agentivos, por lo que es imposible que cumpla un papel activo en el desarrollo de la acción: simplemente la sufre. En todos ellos, por tanto, el sujeto recibe la acción y, en determinados casos, la provoca adrede o no. Véase la aparición del reflexivo en los tres primeros casos como marca de voz media, sin que en todos ellos se atisbe un grado de reflexividad literal. No obstante, la voz media puede materializarse de distintas maneras en las lenguas. Hemos observado el recurso del reflexivo en las lenguas romances, pero el latín y el griego clásico (también el moderno) acudían a la flexión verbal para indicar los matices semánticos que se derivan de la voz media. El primero poseía muchos verbos que mostraban una desinencia pasiva, pero que se insertaban en una configuración sintáctica activa, donde el sujeto era el paciente de la acción o un experimentante de la misma. Estos verbos, también denominados deponentes, comprendían una variedad amplia en cuanto a su clasificación, puesto que podían ser verbos de habla (loquor ‘hablar’), verbos de percepción (videor ‘ver’ / ‘parecer’) o verbos de experiencia (patior ‘sufrir’), entre otros. Independientemente de la clase semántica en la que queramos meter dichos verbos, a todos ellos les une el hecho de que el sujeto suele ser un autor y/o un paciente. Por tanto, las lenguas en mayor o menor grado desarrollan estrategias o tratan de manera distinta el tipo de sujeto, en función de si este es un agente o se comporta meramente como un actor o paciente. Esta distinción es otro de los temas más abordados en lingüística y, aunque lo matizaremos a lo largo de la exposición, se ha llamado de diversas maneras: ergatividad, ergatividad escindida e incluso intransitividad escindida.

2.3.1 La labilidad Hemos indicado más arriba la posibilidad de tener un mismo lexema para expresar causa y efecto. Ya hemos aludido a la particularidad de las lenguas romances a este respecto, pero hemos dejado de lado el comportamiento del inglés, que no exhibe ninguna marca formal para la voz media. Dar como ejemplo el inglés para la construcción causativa léxica nos es muy útil, ya que presenta un fenómeno denominado labilidad (esta denominación se acuñó de manera relativamente reciente y se encuentra primero en gramáticas de lenguas caucásicas; posteriormente salta al lenguaje académico entre la década de 1980 y 1990: véase Šejxov 1987, Song 1996, Nichols 1984). La labilidad es la capacidad de un mismo lexema para expresar causa y efecto sin ningún tipo de marca que diferencie una alternativa frente a la otra (Haspelmath 1993, Letuchiy 2004,

2.3 La estrategia léxica 

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Letuchiy 2009). Es por ello que los casos romances que expusimos antes, en los que añadíamos un reflexivo y cambiábamos la asignación sintáctica de los distintos roles semánticos, no se consideran lábiles, ya que oponen, por ejemplo, romper frente a romperse. No es el caso del inglés, que puede oponer break frente a break, sin ninguna diferencia; tan solo se cambian las funciones sintácticas de los argumentos o se modifica el número de valencias. El recurso de la labilidad ha llamado menos la atención a los lingüistas que el resto de construcciones causativas, a pesar de que es relativamente común. Letuchiy (2009) y Kulikov y Lavidas (2014) establecen una tipología de los distintos tipos de verbos lábiles y distinguen los siguientes: anticausativos, reflexivos, recíprocos, pasivos y conversos. Los verbos lábiles anticausativos serían aquellos que omiten o que carecen de agente en su versión intransitiva, como en (78–79). (78) The cup broke La taza romper.pst. (‘La taza se rompió’) (79) I broke the cup 1sg.nom. romper.pst. la taza (‘Yo rompí la taza’) Los reflexivos, por su parte, serían aquellos que exhibirían una lectura reflexiva y otra que no lo es (80–81). (80) The mother washes the baby La madre lavar.3sg.prs. el bebé (‘La madre lava al bebé’) (81)

John washes John lavar.3sg.prs. (‘John se lava’)

Los ejemplos (80–81) exhiben el mismo verbo con la salvedad de que en (81) se sobreentiende que el sujeto (‘John’) se lava a sí mismo o lava una parte de su cuerpo, sin que haya que incrementar ningún elemento reflexivo en la oración. Los recíprocos presentan una lectura en la que no hay significación recíproca y otra en la que la acción es compartida o recae mutuamente sobre los participantes (82–83).

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 2 Las construcciones causativas a nivel universal

(82)

I met her while I was 1sg.nom. encontrar.pst. 3sg.fem.acc. mientras 1sg.nom. ser.pst. walking down the street caminar.ger. abajo la calle (‘Me la encontré mientras iba caminando por la calle’)

(83)

We are meeting tonight at the cinema 1pl.nom. ser.prs. encontrar.ger. esta noche en el cine (‘Nos encontraremos esta noche en el cine’)

Las ocurrencias (82–83) muestran que el mismo verbo puede hacer referencia tanto a una lectura en la que el objeto no lleve a cabo la misma acción, sino que solo la recibe, como a una significación mutua, en la que los sujetos llevarán a cabo una acción que recaerá el uno sobre el otro. Apenas se da este tipo de labilidad, cuyo otro ejemplo podemos hallar en árabe (84–85). (84) Ta-tala:qa: al-juhu:d-u al-Huku:miyyat-u 3sg.fem.encontrar esfuerzos.nom.def. gubernamental.nom.def. wa al-ahliyyat-u y de la gente.nom.def. (‘Los esfuerzos del gobierno y del pueblo se van acercando’) (85)

Ya-tala:qa:-hu fi: yawm-i al-sabt-i 3sg.masc.encontrar3sg.masc. en día.gen. sábado.gen.def. (‘Él se encontrará con él el sábado’ / ‘Ellos se verán el sábado’)

El tipo pasivo incluye la oposición de dos lecturas de un mismo lexema, basada en que una de dichas lecturas tiene un significado activo y otra, uno pasivo. Es poco usual y se da en algunas lenguas del Congo o afroasiáticas como el bereber, donde lexemas como mDl o sègin pueden significar ‘enterrar’ y ‘ser enterrado’, y ‘volver’ y ‘ser devuelto’ respectivamente. Por último, la clase de verbos lábiles conversos se caracteriza por un par léxico que denota prácticamente la misma acción, con los mismos participantes, con la salvedad de que estos argumentos pueden cambiar de rol semántico y sintáctico (86–87). (86)

Toj xaresva knigata 3sg.masc.nom. gustar.3sg.prs. libro.def. (‘A él le gusta el libro’)

2.3 La estrategia léxica 

(87)

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Knigata mu xaresva Libro.def. 3sg.masc.dat. gustar.3sg.prs. (‘A él le gusta el libro’)

Los ejemplos (86–87), del búlgaro, muestran un mismo verbo (‘gustar’) que puede alternar entre un estímulo que ocupe la función de sujeto o de objeto, así como un experimentante que opte por construirse en nominativo o en dativo, pero el verbo en sí no cambia, tan solo la relación entre sus valencias. Asimismo, la labilidad cambia de acuerdo con la semántica del sujeto (si este es agentivo o no). El comportamiento desigual según la semántica del sujeto en la labilidad lo ha tratado Creissels (2014), quien clasifica los verbos lábiles entre los que preservan el agente (agent-preserving / A-alignment) (88) y los que preservan el paciente (patient-preserving / P-alignment) (89). (88) John drinks (tea) John beber.3sg.prs. (té) (‘John bebe (té)’) (89)

I broke the vase / The vase broke 1sg. romper.pst. el jarrón / el jarrón romper.pst (‘Rompí el jarrón’ / ‘El jarrón se rompió’)

Mientras que (88) posee el mismo sujeto (siempre el agente), una de las alternativas de (89) muestra un sujeto paciente. Sin embargo, albergamos ciertas dudas ante la afirmación tantas veces repetida de que verbos como beber son lábiles porque pueden ser tanto intransitivos o transitivos. De acuerdo con nuestros postulados, el verbo beber es transitivo semánticamente, independientemente de que se exprese el argumento paciente u objeto directo. La posibilidad de elidir los argumentos del verbo no modifica necesariamente las valencias del mismo, puesto que el español puede perfectamente omitir el sujeto sin que la frase se convierta en una impersonal o se altere la función de los otros argumentos de la oración. Por ello, verbos como beber que se categorizan como lábiles con preservación de agente son en realidad verbos transitivos con un objeto cognado. Al fin y al cabo, siempre que se bebe, se bebe algo o siempre que se come, se ingiere algo. Como hemos ido comentando, son siempre los factores que atañen al grado de control del agente, su volición o intención los que incurren en la estrategia de causativización. Luego, no es de extrañar que, en lo que respecta a la posibilidad de transformar un verbo en lábil, los factores de volición y agentividad suelen también ser vitales (Van Valin 1990, Larjavaara 2000). Quizá debido a estas

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 2 Las construcciones causativas a nivel universal

características, los verbos de logro son los más propensos a desarrollar labilidad, como sostiene Van Valin (1990). De hecho, todos los artículos que tratan de ello indican que los verbos de movimiento o cambio de estado son los más susceptibles de ser lábiles (véase Karantzola y Lavidas 2014, Jiménez Fernández y Tubino Blanco 2014, Letuchiy 2004, Letuchiy 2015). Un buen ejemplo lo tenemos en francés estándar con sortir (‘salir’) o apprendre (‘aprender’) (90–93) y en francés dialectal con tomber (‘caer’) (94–95). (90) Je sors de l’ école à 17h 1sg. salir.1sg.prs.ind. de la escuela a 17h (‘Salgo del colegio a las 17h’) (91)

Je sors la poubelle tous les jours 1sg. salir.1sg.prs.ind. la basura todos los días (‘Saco la basura todos los días’)

(92)

J’ apprends à parler l’ anglais 1sg. aprender.1sg.prs.ind. hablar.inf. el inglés (‘Aprendo a hablar inglés’)

(93)

Le professeur m’ apprend à parler l’ anglais El profesor acc.1sg. aprender.3sg.prs.ind. hablar.inf. el inglés (‘El profesor me enseña a hablar inglés’)

(94)

Je tombe sur  le sol 1sg. caer.1sg.prs.ind. sobre el  suelo (‘Me caigo al suelo’)

(95)

Je tombe la chemise sur  le sol 1sg. caer.1sg.prs.ind. la camisa sobre el  suelo (‘Caigo la camisa al suelo’)

Estas frases muestran que los tres verbos pueden desarrollar un objeto directo aunque el significado original fuera intransitivo. Mientras que (90–94) son perfectamente estándares, (95) no se acepta por la norma y pertenece al francés vernáculo. Téngase en cuenta que todos ellos son inacusativos y verbos de logro. Para Domínguez Oroña (2018), los verbos lábiles también se dan en gallego. De acuerdo con su estudio de aprender como verbo causativo (igual que en francés), la autora concluye que es una innovación del gallego moderno, ya que no se encuentra en textos medievales. La diferencia con otros verbos que se han

2.3 La estrategia léxica 

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causativizado y transitivizado, como arder o quecer (por quentar ‘calentar’), es la consideración social. Solo el caso de aprender ha saltado al estándar, mientras que los otros dos, no. Además, la reconfiguración de los argumentos en la transitivización de aprender se repite, ya que el causante externo, es decir, la persona que hace aprender, se convierte en el sujeto. Sin embargo, el paciente pasa a objeto indirecto, ya que se mantiene el objeto directo de aprender, igual que en su versión no causativa. Al fin y al cabo, a diferencia del caso del español, aprender pasa de ser biargumental a poseer tres valencias, siendo la nueva un objeto indirecto, tal y como predice la regla. A pesar de la relevancia de la semántica para la labilidad, la sintaxis también se ha revelado importante a este respecto. Kulikov (1999a, 1999b, 2003) o Letuchiy (2004) han apuntado que ciertas lenguas o en ciertos estadios de una lengua, la labilidad se ve favorecida por el tiempo, el modo o incluso la proximidad fonética de verbos estrechamente relacionados (como es el caso del estonio: Kehayov y Vihman 2014). Karantzola y Lavidas (2014) incluso han encontrado que ciertas construcciones con un sintagma nominal neutro en posición posverbal han motivado la labilidad en griego. En cualquier caso, para Letuchiy (2009), la motivación para la existencia de la labilidad surge de la necesidad semántica de unificar bajo un mismo lexema la denotación de dos situaciones o entidades muy próximas, independientemente de lo que las diferencie. Por tanto, la labilidad es un tipo de polisemia, pues el factor crucial para esta es la proximidad entre rasgos semánticos y sintácticos de ambas situaciones, más que la diferencia en sus valencias o transitividad. De la misma opinión es Haspelmath (1993), quien define la alternancia causativa – incoativa como un par de verbos que básicamente denotan la misma situación (generalmente, un cambio de estado) y que difieren tan solo en el hecho de que el verbo causativo incluye la participación de un agente y el incoativo carece de ella y presenta la situación como espontánea. En su estudio lingüístico, Haspelmath advierte que la estrategia de la labilidad (dentro de la categoría de alternancia no directa propuesta por Nedjalkov 1969) es la menos frecuente de todas y suele aparecer en inglés. Las investigaciones que se han realizado han certificado que la labilidad se suele producir convirtiendo el verbo transitivo en intransitivo. Los mejores ejemplos se hallan en inglés (Visser 1970, McMillion 2006), francés (Heidinger 2014) o incluso en latín (Gianollo 2014). En cambio, son escasos los verbos intransitivos que terminan convirtiéndose en transitivos. Este recorrido de intransitivo a transitivo apenas se documenta y no suele darse universalmente. De hecho, Letuchiy (2015) investiga el desarrollo de la labilidad en el ruso moderno y reconoce que todos los verbos que han experimentado este proceso son transitivos que terminaron siendo intransitivos también. Tan solo encuentra un verbo (kapat / kapnut:

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 2 Las construcciones causativas a nivel universal

‘caer / tirar’) que transita de intransitivo a transitivo. En el caso del portugués y el catalán, es el par matar – morir el que puede disolverse a favor del lexema intransitivo para algunos tiempos verbales (Wheeler et al. 1999, Nunes 1945, Said 1931). La escasez de ejemplos con respecto a la conversión a transitivos plantea la cuestión sobre los requisitos para la transitivización. Un vistazo a la bibliografía nos indica que la causativización y la transitivización están íntimamente ligadas.

2.4 Transitividad y alineamiento La causatividad está estrechamente relacionada con la transitividad, ya que una acción que expresa causa y que, por tanto, requiere de un iniciador o propulsor de la causa y un paciente que sufra las consecuencias del evento, es, por definición, transitiva. La transitividad se había relacionado siempre con la configuración sintáctica, pero Hopper y Thompson (1980 y 1982) mostraron que la constitución de la transitividad está supeditada a una serie de factores semánticos que afectan tanto al agente como al paciente (Gráfico 1). HIGH Transitivity

LOW Transitivity

A.

Participants

2 or more Participants, A and ○ 1 Participant

B.

Kinesis

action

non-action

C.

Aspect

telic

atelic

D.

Punctuality

Punctual

non-punctual

E.

Volitionality

Volitional

non-volitional

F.

Affimation

Affimarive

negative

G.

Mode

realis

irrealis

H.

Agency

A high in potency

A low in potency

I.

Affectedness of ○

○ totally affected

○ not affected

J.

Individuation of ○

○ highly individuated

○ non-individuated

Gráfico 1: Escala de transitividad.

De acuerdo con la tabla propuesta por los dos autores, la aparición de un verbo transitivo se ve favorecida cuando se cumplen los factores de la izquierda. Por tanto, si el verbo tan solo dispone de un participante, es menos probable que sea transitivo; igualmente, si la acción se ha desarrollado de manera voluntaria por parte del agente, es más probable que el verbo sea transitivo. Factores más sintácticos, como el aspecto gramatical, el modo o la modalidad también son pertinentes. Incluso la causatividad, al menos en lo que respecta a la labilidad, o

2.4 Transitividad y alineamiento 

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el alineamiento morfosintáctico pueden supeditarse al modo, aspecto o tiempo verbales y no solo a los rasgos semánticos de los participantes. No obstante, la definición de transitividad, tanto sintáctica como semántica, cada vez está más a debate. Sin ir más lejos, Bilous (2011) defiende que todo verbo tiene probabilidades de desarrollar un objeto directo y, por tanto, tiene mayor o menor propensión a convertirse en transitivo. Según el autor, hay que distinguir entre transitividad sintáctica y transitividad semántica. Parafraseando a Desclés (1998), la transitividad semántica implica un control por parte de un agente sobre la acción que efectúa. Esta acción afecta a un paciente, bien sea animado o no, al cual cambia de posición o de estado. La transitividad sintáctica y prototípica sería aquella en la que participan dos actantes, uno de los cuales sería un agente, altamente individualizado y receptor de caso nominativo, normalmente consciente y controlador del evento, frente al otro, que es un paciente, el cual aparece en caso acusativo, normalmente inanimado y afectado por la acción desencadenada por el verbo. Sin embargo, existen evidencias de que la transitividad semántica no siempre se corresponde con la sintáctica. Observemos los ejemplos (96–98). (96) He soñado que me caía por un precipicio (97) He oído un ruido (98) He visto cruzarse un ciervo por la carretera Los ejemplos (96–98) muestran oraciones transitivas estándares desde el punto de vista sintáctico. Empero, enseguida surge la duda sobre la verdadera transitividad semántica de las mismas oraciones. Al fin y al cabo, el sujeto de soñar no es volitivo, no decide soñar y, más que un paciente, es el experimentante del sueño. Igualmente, no existe verdaderamente un objeto afectado o un paciente que sufra ninguna acción, por lo que el grado de transitividad de soñar es mínimo. Lo mismo podemos decir para oír y, hasta cierto punto, ver. Prestar atención a un ruido es escuchar, pero nunca oír, ya que uno puede tener la capacidad de percibir un sonido sin que haya decidido tal cosa o sin que haya ningún paciente afectado. En el caso de ver, una persona tiene la facultad de percibir por los ojos lo que se desarrolla a su paso, sin que decida necesariamente qué reciben sus ojos. Es fijarse o mirar lo que añadiría ese carácter volitivo. Al fin y al cabo, si una persona camina por la calle, va viendo lo que se sucede según anda, sin poder decidir qué pasa por su vista. Solo cuando decide fijar su mirada o mirar a un punto en concreto es cuando voluntariamente realiza dicha acción. E incluso así no hay ningún paciente que sufra ninguna acción. En conclusión, la transitividad de todos estos verbos es discutible.

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 2 Las construcciones causativas a nivel universal

En esta contradicción entre transitividad sintáctica y semántica, Bilous (2011) ejemplifica el húngaro, ya que esta lengua puede incorporar un objeto directo marcado en acusativo sin que este esté muy afectado, sin que sea referencial y con una individualización muy reducida. En consecuencia, este acusativo objeto directo no es un objeto directo de una transitividad prototípica. Hay bastantes ejemplos, de acuerdo con el autor, que contradicen la definición de transitividad. Dicho de otro modo, la transitividad no puede ser necesariamente la transferencia de una acción por parte de un agente sobre un paciente, puesto que hay construcciones transitivas donde el objeto directo no se ve afectado apenas o en las que el sujeto no es realmente un agente. Es más, podemos tener expresiones impersonales transitivizadas. Observemos las ocurrencias que el propio Bilous (2011) muestra (99–103). (99)

Il pleuvait des bombes 3sg.masc.nom. llover-3sg.pst. part. bombas (‘Llovían bombas’)

(100) It is raining cats and dogs 3sg.neut. ser.3sg.prs. llover.ger. gatos y perros (lit. ‘Llueven gatos y perros’) (101)

There came three men Ahí venir.3pl.pst. tres hombres (‘Vinieron tres hombres’)

(102)

Il est venu trois hommes 3sg.masc. ser.3sg.prs. venir.pcp.masc.sg. tres hombres (‘Vinieron tres hombres’)

(103)

Pryjšl-o dvi divčynv Venir.3sg.neut.pst. dos chicas (‘Vinieron dos chicas’)

En estos ejemplos vemos un sujeto materializado en un pronombre expletivo, singular, que convierte el verbo en transitivo, ya que concuerda con el expletivo y no con el objeto, que puede ser singular o plural, sin que el verbo cambie de número. Para Bilous, todo verbo tiene un agente interno, más que un paciente, y, no siempre, un agente externo, en lugar de agente sin más. Así, en los (99–103), la transitivización ha sido posible sin un agente externo, a pesar de la insistencia de la definición tradicional de la transitividad para encumbrar a un agente que provoca una acción. Veamos ahora los siguientes ejemplos (104–106).

2.4 Transitividad y alineamiento 

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(104) Corro la maratón (105) Trabajo la madera (106) Vuelo la cometa En (104–106), volvemos a tener la transitivización de intransitivos, si bien, en estos ejemplos, existe un agente externo. Sin embargo, ya sea en (99–103), donde hallamos verbos típicamente inacusativos, o en (104–106), que suelen ser inergativos, la transitivización es posible. Para Bilous (2011), este hecho demuestra que todo verbo puede desarrollar un objeto directo y, por ende, transitivizarse y que, por consiguiente, debe de haber una serie de características que propicien la transitivización de cualquier lexema. Estas características han sido denominadas trazos de transitividad (traits de transitivité). Por tanto, para el autor, lo que tenemos son grados de transitividad que varían de un verbo a otro y de una lengua a otra, así como trazos de transitividad que potencialmente se amoldan a cualquier verbo, independientemente de su clase de intransitividad, que, en un momento dado, vuelven un verbo transitivo. Si nos detenemos en los verbos intransitivos, observamos que existen similitudes entre ellos, ya que, en lenguas de sujeto obligatorio en las que el argumento del inacusativo se localiza posverbal, surge un sujeto expletivo, por lo que todo intransitivo tiene un sujeto; en segundo lugar, ambos carecen de algún matiz que se refiere al control: mientras que un inacusativo carece de controlador, el inergativo carece de objeto controlado. En consecuencia, ningún intransitivo posee control, ya sea por falta de controlador o controlado. De acuerdo con Bilous (2011), el trazo de transitividad o de detransitivización de un lexema es la aparición de un controlador. Si surge uno, hay mayor probabilidad de transitivización, mientras que si el evento carece de este, es más probable que un verbo dado se intransitivice. La segunda probabilidad es la existencia de un causante o de un argumento que permite el desarrollo de un evento. Si la acción carece de controlador y, en su defecto, de causante, es muy improbable que un verbo sea transitivo o se transitivice. Como resultado, la posibilidad de que un inergativo, por definición, contenga un argumento externo que controla una situación provoca una mayor posibilidad de que se transitivice. Los inacusativos, en cambio, contienen un argumento interno que puede subir a la posición de sujeto sintácticamente, pero que han de reciclarse (en palabras de Bilous) en la posición de objeto si la acción prevé un argumento externo que cause el evento o algún tipo de controlador. Es cierto que la transitivización de un inacusativo es rara, pero no imposible. Haspelmath (2015) resalta que la definición de transitividad ideada por Hopper y Thompson (1980, 1982) no es del todo adecuada y sugiere, como Bilous

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 2 Las construcciones causativas a nivel universal

(2011), que la transitividad puede surgir en cualquier verbo. Basándose en esta premisa, el autor propone que la transitividad sencillamente es la capacidad de un verbo de tener dos argumentos, independientemente de que coincida con la idea semántica que se tiene del término. Sin embargo, estos dos argumentos tienen que ser un agente (A) y un paciente (P). El problema surge con esos roles semánticos que fluctúan entre argumentos y adjuntos, como ciertos locativos, metas o dativos. Según el autor, no es del todo claro si sentarse conlleva un argumento locativo o el elemento que hace referencia a la ubicación es un adjunto. En cualquier caso, Haspelmath (2015) refuta la idea de que el inglés sea una lengua con tendencia a la transitividad. En su estudio tipológico, da cuenta de que existen muchas lenguas no indoeuropeas que son más propensas a la transitividad que las propias indoeuropeas. En consecuencia, el autor propone que las lenguas poseen una tendencia mayor o menor a la transitividad que depende también del tipo de verbo. El primer tipo de verbo que sucumbe ante la transitividad es el de efecto directo, al estilo de romper, ya que resulta en un cambio de estado evidente en el objeto. A partir de ahí, la propensión a la transitividad se escinde en dos escalas diversas: una que sigue hacia verbos de posesión que indica una obtención de algo (buscar, conseguir) y verbos de movimiento como ir. La segunda senda establece que son los verbos de cognición y percepción los siguientes en transitivizarse (saber, ver), sucedidos por los de emoción (temer, gustar). Nótese que dichas tendencias concuerdan grosso modo con Tsunoda (1985) a propósito de la posibilidad de tener marca de ergativo en estos tipos de verbo. De acuerdo con él, el ergativo es más probable en verbos de efecto directo (romper), seguidos de los de percepción, posesión, cognición y emoción, en este orden. Ya hemos indicado que, de acuerdo con Letuchiy (2010), la labilidad surge en lecturas poco transitivas. Sin embargo, la estrategia lábil se manifiesta sobre todo en las lenguas caucásicas (y, por ende, ergativas con casi toda probabilidad) y, de manera excepcional, en inglés. Siendo esto así, observamos que el alineamiento morfológico de una lengua es igualmente pertinente en la construcción de la causa y la estrategia léxica. En principio, las lenguas, a nivel universal, se configuran atendiendo a las características del sujeto y del objeto. Las distintas posibilidades se enmarcan en lo que se conoce como alineamiento. Hay dos alineamientos mayoritarios a nivel tipológico: el nominativo – acusativo y el ergativo – absolutivo. La distinción entre ambos es su tratamiento de tres roles semánticos esenciales: el agente o sujeto de un verbo transitivo (A), el sujeto de un verbo intransitivo (S) y el objeto (O). Mientras que las lenguas nominativo – acusativas engloban A y S bajo una misma marca (el nominativo) y dejan O con la etiqueta de acusativo, las ergativo  – absolutivas dan una especial relevancia a las características semánticas

2.4 Transitividad y alineamiento 

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del sujeto, por lo que A obtiene marca de ergativo en comparación con S y O, que son tratados de la misma forma y bajo una etiqueta común: el caso absolutivo. Comparemos las oraciones (107–110). (107)

Der Mann läuft El.nom.masc.sg hombre correr.3sg.prs. (‘El hombre corre’)

(108) Der Mann sieht einen Film El.nom.masc.sg. hombre ver.3sg.prs. un.acc.masc.sg. película (‘El hombre ve una película’) (109) Jonek ardoa ekarri du Jon.erg. vino.abs. traer aux. (‘Jon trajo el vino’) (110)

Jon etorri da Jon.abs. venir aux. (‘Jon vino’)

Las frases (107–108) se refieren al alemán, una lengua nominativo – acusativa, mientras que las dos últimas aluden al euskera, que se comporta como una lengua ergativo – absolutiva (estos dos últimos ejemplos están sacados de Hualde y Ortiz de Urbina 2003). Mientras que en (109–110), el sujeto siempre se marca en nominativo y el objeto en acusativo, en el caso del vasco, el sujeto alterna entre ergativo y absolutivo en función de si el verbo es transitivo o intransitivo. El objeto siempre recibe absolutivo. Un tercer alineamiento es el activo, que vendría a ser un híbrido entre el ergativo y el nominativo, puesto que S a veces se trata como A y, otras, como O. Fijémonos cómo trata el propio euskera los sujetos de los intransitivos en función de su agentividad (111–112). (111)

Jonek korritu du Jon.erg. correr aux. (‘Jon corrió’)

(112)

Xabier atera da Xabier.abs. salir aux. (‘Xabier salió’)

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 2 Las construcciones causativas a nivel universal

Como se desprende de (111–112), tanto correr como salir son verbos intransitivos que, en una lengua ergativa al uso, deberían inducir caso absolutivo en sus sujetos. Esto no es así en euskera, ya que alterna entre parámetros ergativos y activos, como en este caso. En su lugar, promociona el ergativo si el sujeto es agentivo y volitivo, como en correr, y mantiene el absolutivo en sujetos pacientes, como en salir. A su vez, existen otros alineamientos más minoritarios, como el neutro (S, A y O se tratan de la misma manera) o el tripartito (S, A y O se tratan de manera distinta cada uno de ellos). La ubicación geográfica de cada uno de estos alineamientos es relativamente continua, ya que las lenguas activas y ergativas sobre todo se hallan en el Cáucaso, el sudeste del Pacífico y lenguas indígenas de América; y las nominativas pertenecen sobre todo a la rama indoeuropea, aunque su extensión alcanza muchas otras familias, ya que es el alineamiento más documentado (Dryer y Haspelmath 2013). Sin embargo, Dixon (1994) duda de que una lengua pueda ser completamente nominativa o ergativa y aduce que tanto una como otra presentan elementos mixtos que, en función del desarrollo histórico, se materializan con mayor ahínco. Asimismo, en la evolución lingüística, la probabilidad de que una lengua ergativa se vaya convirtiendo en nominativa es mucho mayor que la versión opuesta. Un buen ejemplo de ello es la evolución del proto-indoeuropeo al latín y de este a las lenguas romances actuales. De acuerdo con Laroche (1962) y Meillet (1931), el proto-indoeuropeo presentaba bastantes construcciones ergativas que fueron desapareciendo en la transformación de la lengua latina. Así, el latín tenía los verbos deponentes, que, con morfología pasiva para marcar la falta de agentividad del sujeto, connotaban una lectura activa (Bassols de Climent 1956). Las lenguas romances, como ya se ha indicado, crearon y extendieron la marca de reflexivo a contextos propios de la voz media en un sentido amplio. Asimismo, algunas de ellas (como el francés o el italiano) distinguen el auxiliar en los perfectos, de acuerdo con los parámetros semánticos del sujeto: los mismos que se refieren a la agentividad del sujeto. No toda la bibliografía está conforme con esta tesis. Van Valin (1990) o Zúñiga (2006) mantienen la teoría de que las lenguas que distinguen entre sus verbos intransitivos, según la agentividad del sujeto, no pueden ser calificadas de ergativas. La disimilitud entre agentivo y no en un verbo intransitivo la han denominado intransitividad escindida. Comparemos los siguientes ejemplos de distintas lenguas romances (113–118). (113) J’ ai couri pendant une heure 1sg.nom. haber.1sg.prs. correr.pcp. durante una hora (‘He corrido durante una hora’)

2.4 Transitividad y alineamiento 

 31

(114) Ho corso durante un’ora haber.1sg.prs. correr.pcp. durante una hora (‘He corrido durante una hora’) (115)  He corrido durante una hora (116) Les feuilles des arvres sont tombées Las hojas de los árboles ser.3pl.prs. caer.pcp.fem.pl. (‘Las hojas de los árboles se han caído’) (117)

Sono cadute le foglie degli alberi ser.3pl.prs. caer.pcp.fem.pl. las hojas de los árboles (‘Las hojas de los árboles se han caído’)

(118)  Se han caído las hojas de los árboles Las tres primeras frases (113–115) presentan un verbo intransitivo con un sujeto completamente agentivo y volitivo. De hecho, el auxiliar escogido para construir el perfecto ha sido haber en sus distintas traducciones. Las tres últimas (116–118), no obstante, exhiben un sujeto que no es el agente de la acción expresada por el verbo, sino el paciente o experimentante. Las hojas de los árboles no deciden caerse ni tienen ningún tipo de capacidad de controlar la situación; simplemente caen. Estamos de nuevo ante un verbo intransitivo, con la diferencia de los rasgos semánticos del sujeto, lo cual ha provocado en francés e italiano la opción de ser como auxiliar del perfecto y, en español (así como en italiano) la posposición del sujeto con respecto al verbo. Es decir, el orden no marcado de un sujeto no agentivo en ambas lenguas es su ubicación tras el verbo, contrariamente al orden usual de un intransitivo agentivo (como en las frases (113–114)) o de uno transitivo. El español incluso muestra el reflexivo se como marca de voz media o de falta de agentividad del sujeto gramatical. El italiano es una de las lenguas más investigadas con respecto a la intransitividad escindida. Según Burzio (1981, 1986), esta lengua aplica la escisión en la selección del auxiliar en los perfectos. Comparemos los ejemplos (119–121), tomados de Van Valin (1990). (119) Angela è arrivata Angela ser.3sg.prs.ind. llegar.pcp.sg.fem. (‘Angela ha llegado’)

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 2 Las construcciones causativas a nivel universal

(120)

Angela è morta Angela ser.3sg.prs.ind. morir.pcp.sg.fem. (‘Angela ha muerto’)

(121)

Angela ha ballato con loro Angela haber.3sg.prs.ind. bailar.pcp. con ellos (‘Angela ha bailado con ellos’)

Mientras (121) es un sujeto agentivo y ha de concordar con avere (‘haber’), los dos primeros solo pueden formar el perfecto con essere (‘ser’) porque son involuntarios, pacientes. Asimismo, hay verbos que alternan entre essere y avere, dependiendo de la agentividad o volición, como muestran (122–123). (122)

Ho corso durante un’ ora Haber.1sg.prs.ind. correr.pcp. durante una hora (‘He corrido una hora’)

(123)

Sono corso durante un’ ora Ser.1sg.prs.ind. correr.pcp.sg.masc. durante una hora (‘He corrido una hora’)

La diferencia entre (122) y (123) radica en el grado de volición o control de la situación. Mientras que (122) es una acción completamente agentiva, (123) puede implicar que el sujeto se ha sentido relativamente obligado a ello. Pero el español también presentaba este patrón en época medieval. Según Elvira (2001), el español medieval formaba tiempos perfectos tanto con ser como con haber. La elección por uno u otro se basaba en los mismos patrones que el italiano sigue hoy día (124–125). (124)   De un día es llegado antes el rey don Alfons (125)    El fuego quando es encendido sin viento Los ejemplos (124–125) muestran que, hasta casi el final de la Edad Media, los verbos inacusativos necesitaban el verbo ser para los tiempos perfectos. Este patrón desapareció hace cinco siglos y ni siquiera se atestigua en el español dialectal. Esta divergencia posee una terminología propia. Así, los intransitivos agentivos se denominan inergativos y los no agentivos, inacusativos. Por tanto, el verbo correr en todas estas lenguas y, generalmente, a nivel universal muestra un sujeto

2.4 Transitividad y alineamiento 

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agentivo, con capacidad de controlar la acción, que toma la decisión de acuerdo a su voluntad. En contraste, el verbo caer(se) posee un sujeto no agentivo, que no lo hace a propósito y que sufre la acción expresada por el verbo. Semánticamente, el sujeto de correr es A, mientras que el de caer(se) es S. En una lengua activa, ambos sujetos estarían marcados de manera desigual, ya que el sujeto de correr recibiría caso ergativo, porque es A, y el de caer(se) se construiría con caso absolutivo, porque es S. En una ergativa, al ser los dos sujetos intransitivos, se marcarían como absolutivo. Las lenguas nominativas, en su lugar, no atienden a este parámetro y prefieren marcar con el nominativo el sujeto, sea cual sea y tenga las características que tenga; en consecuencia, los sujeto de correr y caer(se) en una lengua nominativa reciben caso nominativo. Obsérvese que esta diferencia semántica de los sujetos intransitivos es pertinente para la causación, al menos léxica, ya que la labilidad, de acuerdo con Letuchiy (2010), surge en contextos de baja transitividad. Si la intransitividad ya indica baja o nula transitividad, existen verbos intransitivos más propensos que otros a adoptar la labilidad. Comrie (1981), Comrie y Polinsky (1993), Shibatani (1976, 2002) y Aikhenvald y Dixon (2000) proponen un continuum causativo que sugiere que la probabilidad de causativizar un verbo depende de las siguientes características: animacidad del sujeto, volición del agente, control del sujeto, prominencia y grado del causante sobre lo causado. Cuanto mayores sean estos factores, mayor probabilidad de causativizar un lexema. Empero, la labilidad contradice por completo esta asunción, ya que convierte un verbo en causativo en situaciones de escasa transitividad. Además, si seguimos la propuesta de Letuchiy (2010), han de ser los verbos inacusativos los que se labilicen antes que los inergativos. En principio, los verbos inacusativos carecen de control por parte del sujeto (el sujeto se comporta más como un paciente que como un agente) (Dowty 1991, Ackerman y Moore 2001), mientras que los verbos inergativos poseen un sujeto volitivo y, por ende, un agente. Para Perlmutter (1978), los verbos inacusativos tienen sujetos con rasgos similares a los de los objetos de los transitivos. Es por ello que los inacusativos suelen hacer referencia a eventos de menor transitividad y, por consiguiente, deberían ser más propicios para la labilidad. A pesar de que el alineamiento es crucial para el trato de los roles semánticos más frecuentes, Dixon (1994) o Zúñiga (2006) advierten de que podemos tener sistemas escindidos, como el de la intransitividad escindida y el de la ergatividad escindida. El primero, al que ya hemos hecho referencia, alude al tratamiento diferenciado de los actantes de un sujeto de un verbo intransitivo, según sea este inergativo o inacusativo. El problema que surge es que no hay siempre una correspondencia entre verbos a cuyo sujeto se le da un trato de agente y los que poseen un sujeto paciente o marcado como O. De acuerdo con Dixon (1994), verbos de

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 2 Las construcciones causativas a nivel universal

experiencia o sentimiento como llorar o reír fluctúan según el idioma y otros que aparentemente son claros terminan oscilando también, de acuerdo con el contexto cultural. Por ejemplo, el sujeto del verbo vomitar se marca como agentivo en ciertas lenguas cuyas sociedades contemplan como algo habitual e inducido el acto de vomitar mientras que otras lo marcan como paciente. De igual manera, el sujeto de morir en este sistema escindido no siempre es O, ya que, siempre según Dixon (1994), las creencias religiosas de ciertos pueblos producen su marcación como A asociándolo a la capacidad que tiene la persona de controlar su destino. Esta escisión se manifiesta en georgiano o italiano, en concreto en verbos de logro o lexemas inacusativos con sujetos pacientes (Harris 1982, Hewitt 1987, Van Valin 1990). Asimismo, el tiempo, el aspecto y el modo son también importantes, pues, por ejemplo, los perfectos en holandés presentan dos auxiliares, dependiendo de la telicidad o atelicidad; el védico (Kulikov 1999a, Kulikov 1999b, Kulikov 2003) y el griego (Karantzola y Leonidas 2014) están sometidos al modo, el tiempo y, en el último caso, incluso al género del sintagma nominal dependiente del verbo. El acehnese y las lenguas tsova-tush también tienen en cuenta la agentividad para desarrollar la intransitividad escindida (Durie 1985). A pesar de la aceptación del concepto de intransitividad escindida, Bilous (2011) objeta que la diferenciación entre inacusativos e inergativos no es siempre tan clara. Como argumenta también Dixon (1994), un verbo intransitivo no es inequívocamente inacusativo o inergativo. Esa distinción cambia de lengua en lengua. Además, la prueba del auxiliar ser como marca de intransitividad escindida tampoco es aplicable, ya que las lenguas eslavas lo utilizan también como auxiliar de verbos transitivos. Para el autor, todo verbo es susceptible de transitivizarse y el que aún no lo es posee o bien un controlador o argumento externo (pero no un objeto controlado o argumento interno) o bien un elemento controlado o argumento interno (pero no un controlador o argumento externo). El concepto de intransitividad escindida es relativamente novedoso, ya que el diferente trato del sujeto de un verbo intransitivo entraba dentro de la categoría de ergatividad escindida. Sin embargo, la ergatividad escindida ha terminado englobando una sistematicidad en la división entre agentivo y no agentivo (Garrett 1990). Dicho de otro modo, mientras la intransitividad escindida tan solo se basa en la marcación diferenciada del sujeto de un verbo intransitivo (Van Valin 1990, Merlan 1985), según sea agente o paciente, la ergatividad escindida acapara más contextos en los que rompe su alineamiento base. Así, si una lengua es ergativa, en principio tiene que asignar la misma marca a S y O y una diferente a A, pero si se escinde, es posible que ese comportamiento solo se dé en ciertos tiempos verbales, atienda al aspecto gramatical o se conforme según la persona gramatical. Asimismo, puede otorgar A a un sujeto intransitivo no solo en función de sus

2.4 Transitividad y alineamiento 

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características volitivas o agentivas, sino también basándose en la afectación de un posible paciente; igualmente, puede dar S a un sujeto transitivo si las características de este no cumplen el prototipo de un sujeto agentivo. En definitiva, la ergatividad escindida no responde solo al sujeto de los verbos intransitivos, sino que se materializa en más contextos. La escisión en el alineamiento tampoco es siempre tan nítida, ya que podemos tener lo que Dixon (1994) denomina sistemas fluidos. Estos se caracterizan por una mayor independencia a la hora de otorgar marca de A u O al sujeto según el contexto. La principal diferencia con la intransitividad o ergatividad escindida reside en el hecho de que en este sistema escindido, el sujeto de un mismo verbo siempre recibe A u O según la lengua lo considere. En un sistema fluido, no obstante, el sujeto de un mismo verbo alterna entre la marca de A y la de O atendiendo al contexto. Este contexto se basa en la capacidad de control del sujeto, por lo que un mismo verbo a veces exhibe un sujeto con mayor control (ocasión en la que recibiría A) y otras veces presenta un sujeto con menor habilidad para controlar la situación (momento en el que recibirá O). Hasta ahora, el interés en el alineamiento ha recaído sobre la marcación de los sujetos y el objeto de la transitiva, pero el alineamiento también se puede manifestar en los argumentos de objeto, ya sean pacientes, temas o receptores en oraciones ditransitivas. Observemos los ejemplos (126–129). (126) She gave John the book 3sg.nom.fem.sg. dar.pst. John el libro (‘Ella le dio el libro a John’) (127) She gave the book to John 3sg.nom.fem.sg. dar.pst. el libro a John (‘Ella le dio el libro a John’) (128) Elle a donné le livre à Jean 3sg.nom.fem.sg. haber.prs.3sg. dar.pcp. el libro a Jean (‘Ella le dio el libro a Jean’) (129) *Elle a donné Jean le libre 3sg.nom.fem.sg. haber.prs.3sg. dar.pcp. Jean el libro (‘Ella le dio el libro a Jean’) Las frases (126–129) del inglés y francés muestran que el inglés puede marcar el objeto (O) y el receptor (R) de la misma manera. Hay que matizar, no obstante, la marca de objeto, ya que este se puede dividir en tema (T) y paciente (P) (Hawkin

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 2 Las construcciones causativas a nivel universal

2004, Siewierska y Hollmann 2005). En vista de las ocurrencias analizadas, observamos que hay tres tipos de alineamiento en cuanto a las ditransitivas se refiere: el indirectivo, que marca R de manera distinta frente a la misma marca de P y T; el secundativo, que opta por aunar bajo una misma marca P y R frente a T; y el neutro, que reúne los tres roles bajo la misma etiqueta. Sin embargo, al igual que sucede en las cláusulas monotransitivas e intransitivas, existen sistemas escindidos, que dependen de diversos factores. El francés o las lenguas romances en general exhiben una escisión en el objeto cuando estos son de tercera persona. Así, frente al sincretismo de la 1sg, 2sg, 1pl y 2pl, la 3sg y 3pl se flexiona atendiendo al caso y género. Las escisiones se supeditan no solo a la persona gramatical, sino al hecho de que el objeto sea un sintagma nominal, un nombre propio o incluso la voz (Haspelmath 2005). Hemos observado que todas las lenguas en mayor o menor medida presentan las tres estrategias analizadas: analítica, morfológica y léxica. La diferencia esencial entre las tres se establece en el grado directo o indirecto de la causa, siendo las analíticas más indirectas, las morfológicas algo menos y las léxicas, las más directas. En cualquier caso, las tres estrategias han de marcar de alguna manera los argumentos que participan en su construcción. Estos argumentos reciben un caso gramatical distinto o surgen como una función sintáctica determinada frente a otra. En el siguiente epígrafe, estudiaremos cómo se desenvuelve el caso gramatical en la causativización y qué importancia tiene en esta.

2.5 El caso gramatical La causativización está estrechamente ligada al número de valencias o actantes del verbo. Hemos visto que las investigaciones se han fijado bastante en la configuración de las estrategias analíticas con hacer, sobre todo en francés con faire y si el causante recibía dativo, acusativo o cuál era la casuística en cuanto a la suma de valencias. Este comportamiento, en el que la adición de nuevos actantes puede elegir acusativo, dativo, instrumental o algún que otro caso gramatical, se relaciona con la propia configuración del caso gramatical a nivel tipológico o universal. De acuerdo con las investigaciones de Blake (2004), existe una jerarquía implicativa que tiene consecuencias en diversos fenómenos lingüísticos. (i)   Nominativo > acusativo > dativo > ablativo > genitivo (ii) Sujeto > objeto directo > objeto indirecto > oblicuo

2.5 El caso gramatical 

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Las jerarquías de (i) y (ii) establecen que un fenómeno dado empieza a documentarse o a extenderse en el nominativo y va hacia los elementos de la derecha gradualmente. Igualmente, en lo que respecta a las funciones sintácticas, un fenómeno dado se empieza a manifestar o a extender en el sujeto y va saltando fase a fase hacia la derecha de forma jerárquica. Palmer (1994) estudia los papeles gramaticales y sus relaciones y da cuenta de que los roles de los elementos sintácticos son clave para la configuración de la propia transitividad y causatividad. El autor incide en que hay tres papeles fundamentales: el agente, el paciente y el beneficiario, siendo el primero el nominativo o ergativo; el segundo, el acusativo o absolutivo; y el tercero, el dativo. Si estamos ante un causativo, que, según él, expresa la noción general de hacer que alguien lleve a cabo una determinada acción, podemos tener una serie de elementos morfológicos que se adhieren a una base o estrategias sintácticas, la mayoría de las cuales se reducen al empleo de hacer más infinitivo. En cualquier caso, Palmer afirma que en la constitución de una expresión causativa, las necesidades suelen ser las siguientes: la marcación del verbo (ya sea morfológica o perifrástica); la adición del causante en la posición del sujeto; el relegamiento de otros argumentos y el significado causal. Como ejemplo, el húngaro puede tener un causado que puede recibir una marca de caso distinta según el control del causante. La elección de un caso u otro se supedita a un continuum [instrumental > acusativo]: los acusativos expresan mayor control frentes a los instrumentales que, por lo general, se interpretan como carentes de volición y control (véase 130–131, tomados de Hetzron 1976). (130) Az ápolóno minden nap egy órát sétáltata ot La enfermera todos día una hora.acc. hacer:caminar él.acc. (‘La enfermera le hizo caminar una hora al día’) (131)

Az orvos minden nap egy órát sétáltatott vele El médico todos día una hora.acc. hacer:caminar él.instr. (‘El médico le hizo caminar una hora al día’) [como prescripción]

El mismo español estándar también alterna entre acusativo y dativo en ciertos contextos causativos en los que entra en juego el grado de transitividad. De acuerdo con García (1975) o Fernández-Ordóñez (1999), ciertos usos leístas están estrechamente relacionados con la agentividad del sujeto. Así, si este alude a un ente inanimado, el clítico elegido recae en el dativo, independientemente de que los hablantes sean leístas o sigan el sistema etimológico (132–134).

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 2 Las construcciones causativas a nivel universal

(132) A ella le asusta la tormenta (133) El trabajo le cansa [a ella] (134) Su jefe la cansa con tanto trabajo Los ejemplos (132–133) muestran con claridad que los sujetos correspondientes a fenómenos meteorológicos o sustantivos abstractos favorecen el objeto indirecto, como si la causa fuera igualmente indirecta. En cambio, cuando el sujeto es animado, es más, humano, el acusativo se recupera. Este grado de transitividad a la hora de decantarse por un caso gramatical por parte de un mismo verbo también se repite en catalán, según Pineda (2012), o en ciertas variedades romances (Bourdelois 1978). Esta distinción en el caso en función de la volición del agente se repite en más lenguas (Naess 2007). Así, tenemos en islandés la siguiente oposición (135–136). (135) Hann klóraði mig 3sg.masc.nom. arañar.pst. 1sg.acc. (‘Me arañó’) (136) Hann klóraði mér 3sg.masc.nom. arañar.pst. 1sg.dat. (‘Me arañó’) La diferencia entre las dos estriba en que la frase (136), que opta por el dativo, indica que el autor no lo ha hecho adrede, sino que ha sido un accidente, mientras que la frase (135) implica voluntad, violencia, intención. Naess (2007) subraya que el dativo suele servir para codificar un elemento en la oración que se escapa de un argumento de la transitividad prototípica, ya que no actúa como agente o paciente, sino como experimentante. El uso del dativo, por ende, puede verse como una indicación formal de transitividad prototípica reducida. La polivalencia de papeles temáticos ha llevado a que el dativo no solo se utilice como caso, sino como término que agrupa todos los roles semánticos a los que puede aludir. El dativo ha sido definido de muchas maneras. Blake (2004) lo hace proponiendo que el dativo se usa para codificar entidades que son el blanco de una actividad o emoción. Foley (1986) lo clasifica como la meta intencionada típicamente humana de una acción. Y para Van Langendonck y Van Belle (1998), el dativo es una parte interesada que se ve afectada por el proceso sin estar implicado activamente en él. Para Naess (2007), el hecho de que el dativo sea una entidad saliente, específicamente

2.5 El caso gramatical 

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humana, que participa en un evento, aunque no de manera pasiva sufriendo un cambio de estado, sino que recibe de manera activa el efecto de la acción (si bien no la instiga), significa que el dativo es, como él lo llama, un volitional undergoer (‘paciente volitivo’). Ya que el rasgo de animacidad o de humano es vital en la concepción del dativo, esto tiene repercusiones en la sintaxis. Barðdal (2001) compara las siguientes frases del islandés (137–138). (137) Hann fór út að ganga með hundinn 3sg.masc.nom. ir.pst. fuera a caminar.inf. con el perro.acc. (‘Salió a caminar con el perro’) (138) Hann fór út að ganga með konunni 3sg.masc.nom. ir.pst. fuera a caminar.inf. con la mujer.dat. (‘Salió a caminar con la mujer’) Las oraciones (137–138) indican que la preposición con no es la que establece el caso gramatical, sino el rasgo humano de la entidad del comitativo. De acuerdo con la autora, la mujer está al mismo nivel que él, porque son humanos y tienen el mismo grado de volición y animacidad, frente al perro, que está por debajo de un humano. Esto hace que el perro se construya en acusativo, pero la mujer, en cambio, opte por el dativo. Para Bossong (1991), los dativos son la fuente más importante a nivel diacrónico para su posterior desarrollo como acusativos, debido a que suelen codificar elementos humanos. En este sentido, el dativo y el marcado diferencial de objeto del español con objetos directo humanos están estrechamente relacionados, precisamente por el carácter de humano y de animacidad de ambos. Esto provoca que muchos objetos de verbos sobre los que no se alcanza ningún efecto se construyan en dativo u oblicuo, como look (‘mirar’), que rige at, con preposición en su argumento objeto. Por ello, experimentar, recibir, poseer o beneficiarse no tienen un impacto físico directo, pero siguen siendo significativos en los argumentos de los verbos: en consecuencia, el dativo surge como un argumento excepcional en muchos casos. Asimismo, Naess (2007) indica que la implicación volitiva de una entidad afectada suele implicar que el efecto en cuestión es menos drástico que si la entidad afectada fuera un verdadero paciente. Al fin y al cabo, se presupone que si una entidad se implica voluntariamente en un efecto, espera un beneficio de este y por tanto es beneficiario y dativo. El dativo también puede servir en ciertas lenguas como el experimentante de verbos inacusativos. Según Foley (1986), en Papúa Nueva Guinea, observamos el siguiente comportamiento (139–140).

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 2 Las construcciones causativas a nivel universal

(139) He-m daha-v Él.dat. morir.prs. (‘Él se está muriendo’) (140) Ka-m takola-na Yo.dat. tropezar y caer.pst (‘Me tropecé y me caí’) Vemos que el dativo se utiliza para indicar una experiencia y puede ser perfectamente el sujeto de la oración, a pesar de su caso gramatical. Lo mismo pasa en latín, ya que, de acuerdo con Van Hoecke (1996), la obligación podía materializarse con el dativo, al indicar falta de volición (141). (141)

Faciendum est mihi illud quod illaec postulat Hacer.ger. ser.3sg.prs. 1sg.dat. que lo que ella.nom. pedir.3sg.prs. (‘Tengo que hacer lo que ella me pide’)

Observamos que la entidad que se siente obligada se construye en dativo, y no en nominativo o acusativo. La asociación del dativo a entidades humanas, salientes, que suelen anteponerse en la estructura informativa ha derivado en la teoría de que el dativo puede ser igualmente sujeto.

2.5.1 Sujetos no canónicos La teoría del sujeto dativo u oblicuo ha llamado cada vez mayor atención. Moore y Perlmutter (2000) analizan los dativos en ruso. Lamentan que la teoría del sujeto dativo se haya sobregeneralizado y tratan de explicar cuándo un dativo es verdaderamente un sujeto y cuándo sigue siendo un objeto indirecto. De acuerdo con su estudio, un sujeto dativo, ya sea en ruso o en otra lengua, tiene que poder inducir la omisión de su referente en una oración subordinada de infinitivo (142). (142)

Boris sdelal vse vozmožnoe, čtoby _ Boris.nom. hacer.pst. todo posible para PRO rabotat’ odnomu trabajar.inf. solo.dat (‘Boris hizo todo lo posible para trabajar solo’)

La frase (142) no proporciona ningún sujeto explícito en la subordinada, pero la flexión del adjetivo solo en dativo indica que su referente tiene que ser dativo, ya

2.5 El caso gramatical 

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que el sujeto concuerda con su predicativo. Al poder ser omitido en la subordinada, se trata de un sujeto en toda regla. La subida del elemento a posiciones iniciales o preverbales también es otra prueba del carácter de sujeto del dativo (143). (143)

Im ne mačat’ rabotat’ odnim Ellos.dat. neg. empezar.inf. trabajar.inf. solo.dat. (‘No es posible que empiecen a trabajar solos’)

La frase (143) muestra que el sujeto del infinitivo puede estar en posición inicial e ir precedido al verbo. Cole et al. (1980) discuten sobre las propiedades para la adquisición de la función de sujeto por parte de un elemento dado. En su estudio lingüístico de diversos idiomas de distintas familias, los autores afirman que hay tres estadios: el A, en el que un elemento no tiene ni propiedades sintácticas de sujeto ni un comportamiento similar; el B, en el que, a pesar de no poseer propiedades sintácticas o morfológicas de sujeto, se comporta como tal; el C, en el que el elemento exhibe tanto comportamiento como propiedades que lo catalogan como sujeto. El conjunto de lenguas que mejor ejemplifica el desarrollo de la adquisición del sujeto son las germanas. Por un lado, se halla el alemán, que permanece en el estadio A; por otro, el islandés, que se encuentra en el B; y, por último, las lenguas escandinavas como el sueco o el danés, que han alcanzado la fase C. Observemos el caso del alemán, en primera instancia (144–145). (144) Mir gefallen die Damen 1sg.dat. gustar.prs.3pl. las damas (‘Me gustan las damas’) (145)

Uns wird von der Polizei geholfen 1pl.dat. ser.3sg.prs. de la policía ayudar.pcp. (‘Fuimos ayudados por la policía’)

En estos dos ejemplos (144–145), el dativo se posiciona en la ubicación propia del sujeto, pero no lo es sintácticamente ni tiene un comportamiento similar. Vemos que la pasiva ni siquiera exhibe un sujeto paciente que concuerde con el verbo. Si el alemán hubiese desarrollado un comportamiento de sujeto con estos dativos, sería posible su eliminación en frases coordinadas o en subordinadas, pero, como vemos en (146–147), es agramatical. (146) *Wir möchten von der Polizei geholfen werden 1pl.nom. gustar.cond.1pl. de la policía ayudar.pcp. ser.inf. (‘Nos gustaría ser ayudados por la policía’)

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 2 Las construcciones causativas a nivel universal

*Er kam und wurde geholfen 3sg.nom.masc. venir.pst.3sg. y ser.pst.3sg. ayudar.pcp. (‘Vino y fue ayudado’)

Las ocurrencias (146–147) indican que es imposible omitir el dativo, ya que su correferente en la oración principal o la coordinada anterior es nominativo. Si fuera sujeto o se comportara como tal, permitiría, independientemente de que morfológicamente fuera dativo, su elisión. La fase B, como hemos dicho, se documenta en el islandés moderno. Aunque tenemos un elemento marcado en dativo, su correferente puede elidirse en las subordinadas o estar en posición preverbal, como muestran (148–149). (148) Ég tel honum lika ƥeir bilar Yo creer él.dat. gustar.inf. esos coches.nom. (‘Creo que le gustan los coches’) (149) Ég vonast til að _ verða bjargað Yo esperar que PRO.dat ser.inf. salvar.sup. (‘Espero ser salvado’) Los ejemplos (148–149) muestran que el sujeto de la subordinada puede ser distinto al de la principal o igual, aunque con otra flexión casual. La importancia es su omisión a pesar de estar en dativo (ya que ayudar rige dativo). Como se desprende de (148–149), aunque los elementos se construyan en dativo, exhiben un comportamiento propio de los sujetos. La fase última es la que se atestigua en Escandinavia con verbos experimentales, como soñar, gustar, pensar o recordar, como muestran (150–151). (150) Jag drömmer Yo.nom. soñar (‘Sueño’) (151)

Jag tycker Yo.nom. pienso (‘Pienso’)

Es exactamente lo que pasa en inglés con verbos como like. En este caso, el antiguo dativo y experimentante, no solo ofrece un comportamiento de sujeto, sino que ha desarrollado morfología de nominativo.

2.5 El caso gramatical 

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Eythórsson y Barðdal (2005) no comparten el análisis de Cole et al. (1980) sobre los cambios históricos de dativos que van adquiriendo poco a poco rasgos de sujeto y morfología de tal, y argumentan que todas las lenguas germanas han exhibido siempre oraciones impersonales y sujetos oblicuos. El inglés y las lenguas germánicas presentaban construcciones impersonales, en las que el experimentante se construía en dativo y luego venía una oración con un verbo y un argumento en genitivo (152). (152) Him ofhreow ƥaes mannes 3sg.dat. apenar.pst. el.gen. hombre.gen. (‘Sentía pena por el hombre’) El ejemplo (152) certifica que no existía ningún elemento nominativo con el que supuestamente se estableciera la concordancia. En su lugar, teníamos un dativo experimentante y un argumento que podía ser genitivo o incluso estar introducido por una preposición, constituyendo, así, un sintagma preposicional. Este tipo de construcciones han desaparecido del inglés, que las fue haciendo personales y las única que quedan están fijas en it seems to me y del estilo (Allen 1986, Smith 1994). Ogura (1990) sostiene que el inglés enseguida hizo desaparecer la diferencia morfológica entre voz pasiva y voz media y las sustituyó por la perífrasis to be más participio o un pronombre reflexivo pleno como himself. Ante el apogeo de estas dos estrategias, los pronombres reflexivos átonos se hicieron innecesarios y pleonásticos y las construcciones con dativo experimentante fueron desapareciendo favoreciendo el orden nominativo verbo objeto. Según el autor, las nuevas estrategias hicieron innecesaria la estrategia de dativo experimentante, ya que las lecturas medias y pasivas se fosilizaron en las nuevas alternativas mencionadas. Siguiendo con las investigaciones de Eythórsson y Barðdal (2005), en contra de los ejemplos de Cole et al. (1980) sobre la imposibilidad de que los dativos en alemán controlaran infinitivos o estuvieran en pasivas sin sujeto, los autores defienden que es el propio dativo el sujeto de dichas construcciones. Veamos (153–154) del alemán y el islandés que proporcionan los autores como ejemplos. (153) Mér er kalt 1sg.dat. ser.prs. frío (‘Tengo frío’) (154) Mir ist kalt 1sg.dat. ser.3sg.prs. frío (‘Tengo frío’)

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 2 Las construcciones causativas a nivel universal

Mientras que el sujeto expletivo es es opcional, la forma sin expletivo es la más usual. Es una de las pruebas para incidir en la existencia del sujeto dativo u oblicuo. Para Eythórsson y Barðdal (2005), en verbos con dos argumentos, el sujeto tiende a ser el que se posiciona en primera posición, independientemente del caso gramatical o la concordancia entre este y el verbo. Observemos (155–156). (155) Repito la lección (156) Me gusta la clase Según los autores, de los dos argumentos de repetir, es el agente el que se coloca en primera posición (yo) y es, por ende, el sujeto. En el caso de gustar, sería me el verdadero sujeto (también denominado lógico), aunque la clase se convierta en nominativo en lenguas flexivas o induzca la concordancia con el verbo. La teoría del sujeto oblicuo no solo se aplica a las lenguas germánicas actuales, ya que, según los autores, es un fenómeno que se manifiesta en todas las etapas de dicha familia lingüística. Aunque ya hemos dado algunas ocurrencias que apoyan esta teoría, reproduciremos aquí los ejemplos que dan del alemán estándar actual que contradicen las afirmaciones de Cole et al. (1980) sobre la imposibilidad del dativo de ser el sujeto de la oración. (157) Mir grauet von mir selbst 1sg.dat. horrorizar.3sg.prs. de 1sg.dat. refl. (‘Me horrorizo [a mí mismo]’) (158) Mir wird’ s schlecht und _ 1sg.dat. ser.3sg.prs. neut. malo y PROdat. graut’ s vor der Zukunft horrorizar.3sg.prs. neut. de el futuro (‘Me pone malo y me horroriza el futuro’) (159) Mitglied bei uns zu sein bedeutet aber auch, Miembro con 1pl.dat. a ser.inf. significar.3sg.prs. pero también, das Gefühl zu haben, _ geholfen zu werden el sentimiento a tener.inf., PROdat. ayudar.pcp. a ser.inf. (‘Ser nuestro miembro significa también tener la sensación de ser ayudado’) Los ejemplos (157–159) evidencian que los oblicuos expresados desarrollan características que aprobarían el test para ser sujetos. En primer lugar, la frase (147) indica la posibilidad de tener un reflexivo correferente con un dativo. En

2.5 El caso gramatical 

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(158–159), vemos la capacidad de omisión no solo en una subordinada de infinitivo, sino en una coordinada. Según los autores, esta posibilidad surge desde siempre en las lenguas germánicas, independientemente de que cada lengua, por su lado, se haya ido deshaciendo de esta posibilidad o la haya mantenido. Es más, el comportamiento del alemán se observa en el inglés medieval y las lenguas escandinavas en su etapa antigua. El inglés y las lenguas escandinavas, sin embargo, se han ido orientando a la reconversión del experimentante al caso nominativo, pero el alemán se ha mantenido igual y el islandés parece estar en una fase intermedia, aunque con mucha producción de sujeto oblicuo. Los autores inciden en que la concordancia sujeto-verbo no es el criterio por el cual un sujeto es realmente tal, sino por una serie de características que cumple: las mismas o una gran parte de las que acabamos de ilustrar. Así, en las lenguas germánicas, ya sea en etapas anteriores y en las actuales (según cuáles), se observa una alternancia en la codificación de los argumentos. Verbos como gustar podían tener un orden de nominativo – verbo – dativo o dativo – verbo – nominativo. Aunque es la última alternativa la que más se atestiguaba, la otra también aparecía de vez en cuando. Ha sido esta la que ha terminado imponiéndose en inglés y en Escandinavia, pero la que promociona un sujeto oblicuo en alemán e islandés. En otro trabajo, Barðdal y Eythorsson (2003) profundizan en la cuestión de los sujetos no nominativos (160–163). (160) Hún sér víkinginn Ella.nom. ver.prs. el-vikingo.acc. (‘Ella ve el vikingo’) (161)

Hana langar í brennivín Ella.acc. querer.prs. en schnapps.acc. (‘Ella quiere schnapps’)

(162)

Henni likar ƥessi víkingur Ella.dat. gustar.prs. este vikingo.nom. (‘A ella le gusta este vikingo’)

(163)

Hennar missti við Ella.gen. faltar.pst. con (‘Ella faltaba / Ha fallecido’)

Los ejemplos (160–163) evidencian que el pronombre ella puede aparecer en cuatro casos distintos y, según los autores, ser el verdadero sujeto de las cuatro ocurrencias. Para ellos, el islandés actual no selecciona el sujeto de acuerdo con

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 2 Las construcciones causativas a nivel universal

la asignación de caso nominativo o la concordancia verbal con este. Por el contrario, la elección del sujeto se supedita a siete factores: la posición sintáctica, la reducción de la conjunción, la reflexividad ligada a la frase, la reflexividad a larga distancia, la promoción de sujeto a objeto (o sujeto acusativo con infinitivo), la promoción de sujeto a sujeto o la omisión de un pronombre en infinitivos subordinados. De todas estas pruebas, los autores exponen que la más esclarecedora de todas es la que permite la elisión de un pronombre sujeto del infinitivo subordinado, como se demuestra en (164–165). (164) Ég geri ráð fyrir að _ sjá ƥennan víking Yo.nom. suponer.prs. a PRO.nom. ver.inf. este.acc. vikingo.acc. (‘Yo supongo que veré a este vikingo’) (165) Ég geri ráð fyrir að _ lika ƥessi víkingur Yo.nom. suponer.prs. a PRO.dat. gustar.inf. este.acc. vikingo.nom. (‘Yo supongo que me gustará este vikingo’) Barðdal y Eythorsson (2003) argumentan que solo un sujeto puede ser omitido de la subordinada si coincide con el de la principal. Si nos detenemos en los ejemplos del islandés que proporcionan los autores, observamos que uno de los argumentos de ver y gustar se elide. Mientras que en el de ver tiene que ser nominativo, en el de gustar, el argumento experimentante solo puede construirse en dativo y, por ende, es el elemento dativo el que se ha omitido. No obstante, en ambas frases, el sujeto de la principal está en nominativo y coincide en referencialidad con el argumento no expreso de la subordinada. En consecuencia, el sujeto en islandés (y de manera universal, como argumentarán los autores) no se circunscribe al nominativo o al elemento con el que se establece la concordancia, sino que puede perfectamente ser un sintagma oblicuo. Esta facultad es inherente al islandés durante toda su historia y, de hecho, es algo usual en las lenguas germánicas en fases más antiguas. En cuanto al reflexivo a larga distancia, los autores comentan que este hace referencia a un pronombre reflexivo que alude a una antecedente que aparece en una oración precedente. Ya que el reflexivo se refiere al sujeto, el antecedente solo puede ser sujeto. En base a esta premisa, existen numerosas ocurrencias de antecedente y reflexivo en casos no nominativos, como se desprende de (166). (166) Og ƥótti honum sem fóstra sínum mundi y parecer.pst. él.dat. como padre adoptivo refl.dat. cond. mein að verða daño a convertir (‘Y le pareció como si su padre adoptivo estuviera herido’)

2.5 El caso gramatical 

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El ejemplo (166) ofrece un reflexivo que recupera una entidad de la frase anterior. Obsérvese que ambos elementos están declinados en dativo. Si nos detenemos ahora en la subida del objeto al sujeto, vemos que, aunque el objeto subordinado de una principal suba al papel de sujeto de dicha subordinada, su flexión no cambia. Es más, tiene que ocupar una posición prototípica de sujeto, esto es, preverbal y no puede posicionarse después del verbo (167–168). (167)

Sveinn taldi henni leiðast Sveinn suponer.pst. ella.dat. estar aburrida.inf. (‘Sveinn supuso que ella estaba aburrida’)

(168) *Sveinn taldi leiðast henni Sveinn suponer.pst. estar aburrida.inf. ella.dat. (‘Sveinn supuso que ella estaba aburrida’) Las ocurrencias ejemplificadas en (167–168) demuestran que el sujeto subordinado no se ve modificado en su flexión hacia el nominativo, sino que mantiene su elección de dativo y no puede posponerse al verbo como si fuera el objeto de este. Si ampliamos este análisis a los casos de subida de sujeto a sujeto, es decir, en aquellos contextos en los que el sujeto de la subordinada de infinitivo se comporta sintácticamente como el sujeto de la oración principal, advertimos que ambos sujetos pueden aparecer con distintos casos morfológicos (169–170). (169) Sveinn virðist ƥola illa hávaðann Sveinn.nom. parecer.prs. tolerar.inf. mal el-ruido.acc. (‘Parece que Sveinn tolera mal el ruido’) (170) Sveinn virðist leiðast hávaðinn Sveinn.dat. parecer.prs. molestar.inf. el-ruido.nom. (‘Parece que a Sveinn le molesta el ruido’) Los ejemplos (169–170) muestran que, aunque parecer se predique de Sveinn, este puede aparecer en nominativo o dativo y que su recuperación en la subordinada (que se hace de manera implícita) exhibe la misma concordancia: nominativo en (169), ya que el ruido es acusativo, y dativo en (170), puesto que el ruido es el nominativo en este caso. Como ya hemos expuesto, la prueba definitiva que estos autores arguyen para declarar que existen sujetos en caso oblicuo es su omisión en subordinadas de infinitivo aunque no coincidan en caso. Pero este hecho no se circunscribe al islandés, sino que, según Falk (1997) acerca del sueco antiguo, o Von

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 2 Las construcciones causativas a nivel universal

Seefranz-Montag (1983) para el inglés medio, los sujetos oblicuos eran constantes en los estadios más antiguos de las lenguas germánicas (171–172). (171) Him burƥ to _ liken well his lif Él.obl. deber.cond. a PRO.obl. gustar.inf. bien su vida (‘A él le debería gustar mucho su vida’) (172) Good is, quaƥ Joseph, to _ dremen of win Bueno ser.prs., decir.pst. Joseph, a PRO.obl. soñar.inf. de vino (‘Es bueno, dijo Joseph, soñar con vino’) Los ejemplos (171–172), tomados del inglés medio, se corresponden con etapas en las que los experimentantes de gustar y soñar se construían en oblicuo y no nominativo, como actualmente. La posibilidad de omitir un elemento subordinado correferencial con la principal solo puede deberse al carácter de sujeto que dicho elemento posee. Para Barðdal y Eythorsson (2003), es absurdo seguir con el axioma de que el sujeto tiene que ser nominativo a la fuerza. Reconocen, no obstante, que la tendencia es a que los sujetos, si no lo son todavía, se transformen en nominativo, según una tendencia denominada nominative sickness. Esta tendencia al nominativo de sujetos oblicuos ya pasó en inglés con verbos como like (Allen 1995) y en las lenguas escandinavas es una tendencia a partir del siglo xv, aunque muy paulatina. Es más, es el islandés el que mejor preserva los sujetos oblicuos, aunque los autores admiten que la tendencia al nominativo gana peso e incluso aparece en prensa escrita, como una particularidad no estándar que pasa desapercibida (173). (173) ƥeir dreyma samt ellos.nom. soñar.prs.3pl. sin embargo (‘Sin embargo, sueñan’) Aunque soñar aún obligue a escoger un experimentante en dativo, el nominativo empieza a aparecer de forma esporádica. A diferencia del dative sickness (también muy extendido universalmente), los autores afirman que el nominative sickness supone un cambio estructural, mientras que en el dative sickness, simplemente un caso léxico pasa a ser otro caso léxico (dativo) para expresar la condición de experimentante. Es más, en islandés moderno, los sujetos que son acusativos y semánticamente temas tienden a convertirse en nominativos, mientras que los sujetos acusativos que son experimentantes pasan a ser dativos en su mayoría. La tendencia al dativo sube sobre todo en el siglo xix mientras que al nominativo se atestigua muy esporádicamente a lo largo de la historia de dicho idioma.

2.5 El caso gramatical 

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Al igual que los autores que acabamos de mencionar, Dunn et al. (2017) muestran que todas las lenguas germánicas han experimentado en fases de su historia un auge hacia un caso gramatical en concreto. Al desaparecer la distinción de caso en muchos contextos (el inglés tiene el nominativo y el oblicuo), debido a la fusión del acusativo y dativo, o al mantenerla de forma más reducida, las distintas lenguas germánicas han experimentado una evolución de sus argumentos en acusativo hacia el dativo (dative sickness), aunque también del acusativo y dativo hacia el nominativo (nominative sickness). Esta última tendencia se establece en Escandinavia e inglés, pero el dative sickness se atestigua con ahínco en alemán e islandés, si bien hay ciertos argumentos dativos que confluyen en versión nominativa, como en los verbos soñar y pensar. Bhaskararao y Venkata (2004) proporcionan datos de diversas lenguas no relacionadas entre sí (irlandés, japonés, coreano, lenguas de Polinesia…) en las que se dan los sujetos no nominativos y, como ya hemos indicado, estos exhiben prácticamente las mismas propiedades que los que surgen en lenguas germánicas: pueden tener un reflexivo, pueden omitirse en subordinadas de infinitivo y coordinadas, pueden subir en la oración… Lo interesante es que el dativo es el caso que con mayor probabilidad se elige para materializar el argumento sujeto no nominativo, ya que este suele darse con verbos inacusativos, existenciales o de algún tipo de afectación psicológica o física. En consecuencia, la mayoría de sujetos no nominativos codifican experimentantes, beneficiarios, receptores o poseedores. En pocos casos surge el genitivo y en otros pocos el acusativo, sobre todo cuando la afectación parece más directa y, por tanto, tiene que ver con una afectación física. Bayer (2004) hace una comparación universal de sujetos no canónicos y repara en que todos ellos suelen elegir la primera posición de la oración como orden no marcado, independientemente de que luego haya un elemento en nominativo. Observemos las siguientes frases. (174) Mir ist kalt 1sg.dat ser.prs.3sg. frío (‘Tengo frío’) (175) Henni leiddust strákanir 3sg.fem.dat. aburrir.pst. el niño.nom. (‘El niño la aburrió’) (176) Dass mir der Streit misfällt Que 1sg.dat. la.nom. pelea disgustar.prs.3sg. (‘Que me disgusta la pelea’)

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 2 Las construcciones causativas a nivel universal

(177) Me gusta el chocolate En (174–177), observamos que el orden no marcado de todas ellas promociona el dativo en primera posición, como si se comportara como un sujeto, a pesar de tener un elemento en nominativo con el que se establece la concordancia. Para Bayer (2004), el caso nominativo o el establecimiento de la concordancia son irrelevantes, ya que las propiedades de muchos de estos elementos oblicuos indican que son realmente los sujetos. Su posición inicial es otra prueba de ello. Nótese que en (176), del alemán, a pesar de estar en una subordinada donde el orden es mucho más rígido, ya que el sujeto antecede a todo lo demás, es el dativo el que se antepone al sujeto gramatical, por lo que su comportamiento es más similar al de un sujeto verdadero. Para Bayer (2004), además, la colocación de los elementos en la oración se supedita igualmente a una serie de jerarquías (iii–viii). (iii)

Animacidad: inanimado > animado

(iv)

Humanidad: no humano > humano

(v)

Rol temático: tema > experimentante > agente

(vi)

Definitud: indefinido > definido

(vii)

Peso fonológico: no clítico > clítico

(viii)

Estructura informativa: información nueva > información conocida

Si volvemos a (174–177) y aplicamos estas jerarquías, comprobamos que el dativo concuerda con un ente animado, humano, definido y además pronominalizado. Tiene todos los rasgos para promocionarse al inicio de la oración, pasando incluso aparentemente por encima de la escala de rol temático. Sin embargo, al no haber realmente un agente (ya que el nominativo de esas oraciones no lo es), es el experimentante el siguiente de la lista en colocarse al inicio y ese papel semántico está materializado en los dativos. Las escalas se cumplen. Mahajan (2004) afirma que los sujetos no nominativos aparecen solo en estructuras que no son transitivas. Jung (2013) dice que los sujetos oblicuos suelen aparecer en lenguas ergativas. Pero observa que también se dan en otras acusativas, como el ruso. En este caso, es el genitivo, como indican (178–179).

2.5 El caso gramatical 

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(178) U Ivana est’ svoj komp’juter A Ivan.gen. ser.prs. propio.nom. ordenador.nom. (‘Iván tiene ordenador propio’) (179) U Ivana očki slomalis’ A Ivan.gen. gafas.nom. romper.refl.pst. (‘A Iván se le rompieron las gafas’) Obsérvese que en (179) tenemos el mismo tipo de construcción no intencional con sujeto oblicuo y un causativo que en español, como veremos más adelante. Para Jung (2013), estos sujetos oblicuos son argumentos externos y, por tanto, iniciadores de alguna manera del evento. Las lenguas bálticas también exhiben construcciones sin nominativo, pero con sujetos oblicuos (Holvoet 2013). Veamos (180–181). (180) Jan-im vajag naud-u Juan.dat. necesitar.pasv.prs.3sg. dinero.acc. (‘Juan necesita dinero’) (181) Karali-ui pagailo Jon-o Rey.dat.  apenarse.pst.3sg. Juan.gen. (‘El rey se apenó por Juan’) Las frases (180–181), del letón y lituano, respectivamente, muestran unas construcciones aparentemente impersonales, ya que no surge ningún elemento en nominativo que establezca la concordancia con el verbo. En su lugar, tenemos dos dativos para el lecturas no agentivas, pero con comportamiento de sujeto, y un acusativo o genitivo como segundo argumento del verbo. Para Seržant (2013), hay tres etapas. Un oblicuo que se parece a un sujeto posee propiedades semánticas o informativas propias de un sujeto (es tópico por defecto), pero no tiene ni propiedades de comportamiento ni de codificación. Posteriormente, un sujeto oblicuo, además de tener propiedades semánticas e informativas, adquiere un comportamiento muy similar al de los sujetos canónicos. Por último, el sujeto canónico tiene todas esas propiedades más las que lo codifican como tal, es decir, se construye en nominativo. Asimismo, para el autor, existen tres tendencias en las que un elemento sin ningún tipo de codificación o comportamiento de sujeto se va convirtiendo en uno. De acuerdo con él, la evolución sería la siguiente: un constituyente no nuclear (un adjunto) evoluciona a un sujeto no prototípico; un objeto se reinterpreta como un sujeto no prototípico; o un sistema de marcado diferencial de objeto se extiende al sujeto.

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 2 Las construcciones causativas a nivel universal

Para Montaut (2013), los factores que promueven las construcciones con sujetos no canónicos son el reanálisis y la elección del hablante, la renovación y la atracción léxica, la diferenciación entre estructuras argumentales alternativas para evitar la sinonimia, y el contacto lingüístico. Como prueba de esto último, la alta aparición de sujetos dativos en el báltico se debe a su Sprachbund, al igual que en el área del Sudeste asiático. Vemos, por tanto, que prácticamente toda lengua exhibe sujetos no canónicos que suelen materializarse en dativos. Su comportamiento es el mismo y su diacronía y evolución se repiten universalmente (Seržant y Kulikov 2013). Sin embargo, estos sujetos no canónicos suelen corresponderse con dativos experimentantes. Cuando profundizamos un poco más en el comportamiento de este rol semántico, observamos que estos suelen manifestarse de diversas formas. Pueden ser sujetos, como en inglés con el verbo gustar; pueden ser objetos indirectos, como en español con el mismo verbo gustar. En el primer caso, a pesar de haber un experimentante, se observa una oración transitiva. Lo mismo pasa en ruso (Croft 1993), cuyos experimentantes se debaten entre sujeto, objeto indirecto en dativo y objeto directo en acusativo. Para Croft (1991, 1993), estas fluctuaciones se deben a que no todos los experimentantes son iguales, ya que los hay con verbos mentales que llevan a un cierto cambio de estado, como en placer; los hay con verbos de actividad mental, como pensar; verbos mentales incoativos, como aburrirse, enfadarse; y verbos mentales estatitvos, que no llevan a ningún cambio de estado ni hay, lo que él llama, transmisión de fuerza: estos son verbos como gustar. Para el autor, son estos últimos los que permiten la variación en cómo se asignan las funciones de sujeto y objeto. Los causativos asignarán al estímulo el valor de sujeto y al experimentante el de objeto, ya que es el que cambia de estado, mientras que los demás suelen promocionar el experimentante al sujeto y nominativo por defecto, ya que el experimentante está hasta cierto punto, implicado activamente en dichos verbos (hay que hacer un esfuerzo para pensar) o el estímulo es irrelevante y no se especifica (en enfadarse no siempre se explicita el estímulo). Para Bossong (1991), es normal que los experimentantes de verbos como olvidar o recordar suelan ser sujetos y nominativos, ya que, de acuerdo con él, es esencial que el experimentante se involucre de manera más o menos volitiva para llevar a cabo la acción implicada en dichos verbos. Es por ello que Naess (2007) sugiere que, si un experimentante se implica de alguna forma voluntaria, aunque sea en un grado muy bajo, su capacidad de ser reinterpretado como agente se intensifica y es por eso que podemos hallar construcciones en los que el experimentante parece un agente o se ha reconvertido como tal, ya que inician de alguna manera el grado de causa de un evento dado. Transitivizar esos casos son, por tanto, una estrategia que se repite universalmente en mayor o menor medida.

2.5 El caso gramatical 

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Para Haspelmath (2001), existe un Sprachbund europeo, que, referido a las construcciones con experimentante y tema, promueve que el tema suela ocupar la posición del objeto. Asimismo, el sujeto de esta área lingüística cubre muchos roles semánticos. Para el autor, las lenguas nominativas de dicho Sprachbund prefieren la forma en la que el experimentante hace de sujeto y agente (nominativo), mientras que las lenguas que no forman parte del área de convergencia lingüística, como el euskera, las caucásicas o las celtas prefieren los experimentantes como pacientes u objetos, es decir, como dativos. Asimismo, dentro de los predicados que favorecen la codificación del experimentante, puede haber tres tipos: los de cognición (ver, olvidar…) que optan con más del 75% por sujetos nominativos; los de sensaciones (tener hambre, tener frío…), cuyo porcentaje va descendiendo, pero siguen eligiendo en gran proporción el sujeto experimentante y en nominativo; y, por último, los de emociones, como gustar, estar contento…, que suelen favorecer un experimentante en dativo y no en nominativo.

2.5.2 Objetos no canónicos Otra de las incógnitas que ha llamado más la atención en lo que al caso gramatical se refiere pone de relieve la asignación de objeto directo e indirecto cuando ambos coocurren en una misma oración. El inglés muestra un ejemplo típico de cambio de caso según el orden de los argumentos objeto de un verbo ditransitivo. Observemos los siguientes ejemplos, tomados de Givón (2001) (182–186). (182) She gave a book to the / a boy 3sg.fem.nom. dar.pst. un libro al / un chico (‘Le dio un libro al / un chico’) (183) She gave the book to the / a  boy 3sg.fem.nom. dar.pst. el libro al / un chico (‘Le dio el libro al / un chico’) (184) She gave the boy a  / the book 3sg.fem.nom. dar.pst. al chico un / el  libro (‘Le dio un / el libro al chico’) (185) *She gave a boy the book 3sg.fem.nom. dar.pst. un chico el libro (‘Le dio el libro a un chico’)

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 2 Las construcciones causativas a nivel universal

(186) #She gave a boy a book 3sg.fem.nom. dar.pst. un chico un libro (‘Le dio un libro a un chico’) Los ejemplos (182–183) muestran un objeto directo sin marca y uno indirecto que ha de ser precedido por la preposición to. Sin embargo, (184–186) muestran la promoción del objeto indirecto al lugar y marca de objeto directo, ya que se antepone al tema y no recibe preposición. Este cambio se denomina dative shifting y está constreñido por los factores sintácticos de referencialidad y los pragmáticos de topicalidad. De acuerdo con Givón (2011), es imposible convertir el objeto indirecto en directo si este es indefinido, pero perfectamente posible si es definido, independientemente de la definitud del tema u objeto directo original. Asimismo, la anteposición y conversión del indirecto en directo se lleva a cabo con entidades humanas, cuya tendencia topical es mucho mayor que la de una referencia no animada o no humana. Sin embargo, no cualquier objeto indirecto tiene la capacidad de volverse directo, ya que estos necesitan ser semánticamente el receptor o beneficiario del evento. Veamos los ejemplos (187–189). (187) Mary talked to John Mary hablar.pst. a John (‘Mary habló con John’) (188) He lied to me 3sg.masc.nom. mentir.pst. a 1sg.dat. (‘Me mintió’) (189) I listen to music 1sg.nom. escuchar.prs. a música (‘Escucho música’) Los ejemplos (187–189) muestran un objeto indirecto cuyo papel semántico no se corresponde con el de receptor o beneficiario, sino más bien el experimentante. Igualmente, el dative shifting es imposible si el receptor del evento es una locación y no una entidad humana, como se observa en (190–193). (190) He sent the book to her 3sg.masc.nom. enviar.pst. el libro a 3sg.fem.dat (‘Le envió el libro’)

2.5 El caso gramatical 

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(191) He sent her the book 3sg.masc.nom. enviar.pst. 3sg.fem.acc el libro (‘Le envió el libro’) (192) He sent the book to the store 3sg.masc.nom. enviar.pst. el libro a la tienda (‘Envió el libro a la tienda’) (193) *He sent the store the book 3sg.masc.nom. enviar.pst. la tienda el libro (‘Envió el libro a la tienda’) La promoción del dativo a objeto directo está, por tanto, basada en el papel semántico del dativo. Collins (1995) opina lo mismo del inglés australiano. En su estudio de dicha variedad, da cuenta de que el dative shifting tan solo ocurre si el objeto posee una alta accesibilidad, es definido y humano. Igualmente, el rol semántico que ha de cumplir es el de beneficiario o receptor del evento. El caso del inglés no es único en su especie, sino que lenguas africanas de la zona de Ruanda también siguen este patrón (Kimenyi 1976). Este cambio de caso que se produce por la topicalidad de una entidad humana, así como por causa del rol semántico del dativo, conlleva una ulterior posibilidad: la pasivización del objeto indirecto. El caso prototípico es el inglés, pero esta posibilidad de nuevo se ve restringida por el dative shifting. Observemos los siguientes ejemplos (194–199). (194) Mary gave the book to John Mary dar.pst. el libro a John (‘Mary dio el libro a John’) (195) The book was given to John (by Mary) El libro ser.pst. dar.pcp. a John (por Mary) (‘El libro fue dado a John por Mary’) (196) John was given the book (by Mary) John ser.pst. dar.pcp. el libro (por Mary) (‘El libro fue dado a John por Mary’) (197) Mary gave the book to the store Mary dar.pst. el libro a la tienda (‘Mary dio el libro a la tienda’)

56 

 2 Las construcciones causativas a nivel universal

(198)  The book was given to the store (by Mary) El libro ser.pst. dar.pcp. a la tienda (por Mary) (‘El libro fue dado a la tienda por Mary’) (199) *The store was given the book (by Mary) La tienda ser.pst. dar.pcp. el libro (por Mary) (‘El libro fue dado a la tienda por Mary’) Como indican (194–199), no cualquier objeto indirecto es susceptible de pasivizarse. Al contrario, el rol semántico de estos es nuevamente esencial, así como sus caracteres de animacidad o referencialidad. Solo si un dativo puede subir de categoría sintáctica y convertirse en objeto directo, puede también convertirse en el sujeto de una pasiva, puesto que tiene la capacidad de alternar entre objeto directo e indirecto. Al elemento que solo puede ser objeto indirecto no se le permite ser el sujeto paciente de una voz pasiva. Todo esto no hace sino confirmar la jerarquía expuesta en (ii), ya que si un objeto indirecto quiere subir hasta la función de sujeto (y no lo hace mediante un proceso de topicalización que acaba convirtiéndolo en el sujeto gramatical), antes tiene que establecerse como objeto directo, siguiendo la escala. Nótese que el dativo es relativamente propenso a convertirse en sujeto. Esta característica, de acuerdo con Givón (2001), tiene que ver con la idea del sujeto dativo, ya que este tipo de sujeto, aunque no inicia un evento o no hace algo a propósito, aparece de  alguna manera más activo, involucrado o más responsable en el evento que se denota. En otras palabras, se le hace parecer metafóricamente como un agente, como en sentir, entender, saber… El caso de los objetos y de cómo se marcan se complica cuando nos hallamos ante verbos de experiencia. Así, Verhoeven (2008) examina el comportamiento sintáctico de los objetos de verbos de experiencia en lenguas no emparentadas, como el turco, el chino, el coreano y el griego moderno. En su estudio, opone el objeto que es el experimentante del evento frente al sujeto, que suele ser el estímulo del mismo. Así, analiza si los objetos de este tipo de verbos tienen características que suelen ser atribuibles a los objetos: pasivización, sustitución por clíticos de acusativo y su posición posverbal en lo que al orden de constituyentes se refiere. Sin embargo, los verbos que analiza la autora son transitivos y no incluye en su investigación aquellos intransitivos que suelen tener el estímulo o el experimentante en dativo. En el caso de los transitivos, Verhoeven (2008) indica que estos verbos suelen presentar dos lecturas: una volitiva cuando el sujeto es animado o incluso no volitiva siempre que el sujeto sea animado, o bien una no volitiva si el sujeto es inanimado (200–201).

2.5 El caso gramatical 

 57

(200) O θóðoros enoχlí Def.nom.sg.masc. Teodoros.nom. molestar.prs.3sg. to korítsi la chica.neut.acc.sg. (‘Teodoros molesta a la chica’) (201)

O θórinos enoχlí Def.nom.sg.masc. ruido.nom. molestar.prs.3sg. to korítsi la chica.neut.acc.sg. (‘El ruido molesta a la chica’)

Mientras que en (200) se puede entender que el sujeto ha molestado al objeto de manera intencionada o no, la alternativa de (201) solo puede entenderse como no agentivo ni volitivo. En el estudio de las lenguas que hemos mencionado, la autora indica que el orden no marcado de los objetos de verbos de experiencia transitivos en lenguas con un orden muy rígido tiende a ubicarse sucediendo al verbo. La duda reside en lenguas con un orden libre, como el griego moderno, ya que, de acuerdo con Bayer (2004), Haspelmath (2001) y Malchukov (2007), los experimentantes, ya sean en dativo o en acusativo, son propensos a topicalizarse y, por ende, posicionarse en lugares que preceden al verbo. En lo que respecta al coreano, la autora observa que no hay cambio de orden de constituyentes, estando el experimentante siempre detrás del estímulo. Lo mismo ocurre con el turco que, a pesar de presentar una alta topicalización de objetos, opta por colocar sus objetos directos experimentantes tras el sujeto (202–203). (202)

Polis yaya-yi üz-üyor Policía peatón.acc. entristecer.impf. (‘El policía puso triste al peatón’)

(203) Kaza yaya-yi üz-üyor Accidente peatón.acc. entristecer.impf. (‘El accidente puso triste al peatón’) Como se observa en los ejemplos (202–203), la distinta semántica del estímulo no trastoca en absoluto el orden de constituyentes. En el caso del griego, el hecho de que el estímulo sí sea no agentivo tiene consecuencias para el orden de constituyentes, ya que puede anteponer al experimentante a una posición inicial. Sin embargo, ambas lecturas parecen ser equivalentes (204–205).

58 

 2 Las construcciones causativas a nivel universal

(204) Ton Pétro ton Def.acc.masc.sg. Petros.acc. def.acc.masc.sg. enðiaférun ta maθimatiká interesar.3pl.prs. nom. neut.pl. matemáticas.neut. (‘A Petros le interesan las matemáticas’) (205) Ta maθimatiká ton nom. neut.pl. matemáticas.neut. def.acc.masc.sg. enðiaférun ton Pétro interesar.3pl.prs. def.acc.masc.sg. Petros.acc. (‘A Petros le interesan las matemáticas’) En ambos casos, las matemáticas están en nominativo porque es el estímulo, pero el experimentante cambia de lugar, cosa que no sucede si el estímulo es animado. Si este es el caso, el experimentante se coloca en una posición posterior a la del estímulo. En cuanto a la pasivización, Verhoeven da cuenta de la imposibilidad del coreano de pasivizar el objeto experimentante. El turco, sin embargo sí, pero no permite la expresión del sujeto agente en la pasiva si este se corresponde con un estímulo inanimado, mientras que es perfectamente posible si es humano. Igualmente, el griego, que sí puede pasivizar los objetos directos experimentantes, puede incluso topicalizarlos si el estímulo es no agentivo. En otro artículo, Verhoeven (2009) reconoce que, aunque transitivos, los verbos de experiencia que desarrollan un objeto directo se diferencian de los canónicos por ser estativos y no mostrar un claro control del sujeto sobre el objeto. Asimismo, en contra de un verbo transitivo al uso, los de experiencia tienen un experimentante que ha de ser animado y no tan agentivo y un estímulo que, por regla general, no es ni agentivo ni animado. En consecuencia, estos verbos de experiencia oscilan entre aquellos cuyo estímulo es el sujeto y aquellos cuyo estímulo es el objeto o, dicho de otra manera, entre aquellos cuyo experimentante es el sujeto o los que desarrollan un experimentante objeto. Asimismo, su posibilidad de pasivización es restringida y, en la mayoría de los casos, si el objeto es el experimentante, este tiende a posicionarse en lugares más a la izquierda que el sujeto, en cuanto a estructura informativa se refiere. La distinción de rol semántico ha dado pie a una jerarquía (ix) propuesta por Van Valin y LaPolla (1997) para analizar el orden de constituyentes. (ix) Agente > causante > experimentante > estímulo > paciente De acuerdo con el continuum, el agente ocupa la posición más alta en la estructura informativa, en la accesibilidad y en lo que respecta a funciones sintácticas. En

2.5 El caso gramatical 

 59

consecuencia, lo más probable es presenciar un experimentante expresado previo a un estímulo, independientemente del caso morfológico que adquieran. Para Dowty (1991) o Primus (1999), no obstante, los roles semánticos se caracterizan por adoptar una serie de proto-propiedades que lo acercan al agente o al paciente. Así, si el experimentante es animado y el estímulo no, el primero se acercará más a propiedades agentivas. Lo mismo ocurre si el estímulo despliega rasgos humanos. En el análisis que hace Verhoeven (2009) con hablantes de griego moderno para averiguar si todos estos matices condicionan la configuración de los argumentos de los verbos transitivos de experiencia, la autora descubre que, si el estímulo es animado, se prefiere su anteposición al objeto, independientemente de que el input recibido sea el contrario. Igualmente, aunque la opción SVO es siempre la más elegida entre los participantes del experimento, la autora repara en que los cambios de orden de constituyentes se dan cuando los hablantes tratan de primar informativamente la entidad animada o un estímulo agentivo. Para ello, dibuja una jerarquía basada en la anteposición del elemento (x). (x) Sujeto experimentante > sujeto estímulo animado agentivo > sujeto estímulo animado no agentivo > sujeto estímulo no animado no agentivo De nuevo, las variantes animacidad, agentividad o volición son pertinentes en este tipo de construcciones. En otro trabajo, Verhoeven (2010) ve que los verbos de experiencia transitivos, si no son agentivos, tienen mayores restricciones en la pasiva. Así, en alemán, no puede pasivizarse, sino ser el atributo de una oración nominal (206–209). (206) Peter ist von den Möbeln genervt Peter ser.3sg.prs. de los muebles.dat.pl. molestar.pcp. (‘Pedro está molesto por los muebles’) (207) *Peter wird von den Möbeln genervt Peter ser.3sg.prs. de los muebles.dat.pl. molestar.pcp. (*‘Pedro es molestado por los muebles’) (208) Peter ist von Maria genervt Peter ser.3sg.prs. de Maria molestar.pcp. (‘Pedro está molesto por Maria’) (209) Peter wird von Maria genervt Peter ser.3sg.prs. de Maria molestar.pcp. (‘Pedro es molestado por Maria’)

60 

 2 Las construcciones causativas a nivel universal

La diferencia entre sein (‘ser’ / ‘estar’) y werden (este último es el auxiliar pasivo) reside en el hecho de que sein permite la expresión de un estímulo no agentivo como sujeto agente, mientras que la forma propia de pasiva no lo tolera. Sin embargo, en su estudio lingüístico, descubre que hay dos desarrollos distintos en lo que a verbos transitivos de experiencia se refiere. Por un lado, el alemán y el griego moderno distinguen entre los verbos cuyo sujeto puede ser tanto agentivo como no, frente a los transitivos que tan solo poseen un sujeto estímulo no agentivo. Sin embargo, el turco, el chino y ciertas lenguas mayas no hacen distinción alguna y agrupan bajo un mismo comportamiento todos los verbos transitivos de experiencia, ya tengan un estímulo agentivo o no. La lectura agentiva siempre puede estar presente en estas lenguas, si el contexto así lo permite.

2.6 Recapitulación En este capítulo, hemos visto las estrategias causativas universales. De acuerdo con estas, existen tres alternativas fundamentales que se repiten en todos los idiomas: una analítica (basada en el uso del verbo hacer más infinitivo o subordinada completiva), una morfológica (basada en la adición de morfemas a una base, sobre todo, verbal) y otra léxica (basada en la oposición de dos lexemas o el empleo de uno solo con modificación de valencias). La probabilidad de empleo de cada una de estas estrategias se basa en la dicotomía entre causa directa e indirecta, siendo la primera más favorable a la léxica y la última más cómoda con la analítica. Sin embargo, la construcción de la causación está supeditada a una serie de factores semánticos del sujeto que lleva a cabo la causa y del objeto que la sufre. Estos suelen materializarse en la volición, el grado de control, la animacidad y la agentividad del argumento externo y el nivel de afectación del argumento interno. Hemos observado igualmente que la causación está estrechamente ligada al alineamiento morfológico y morfosintáctico. De esta manera, la labilidad, por ejemplo, es más frecuente en las lenguas ergativas o el inglés. Igualmente, un lexema causativo es siempre transitivo, mientras que no todo verbo transitivo es por definición causativo. Esta realidad es de suma importancia, ya que un verbo causativo implica la participación de, al menos, dos argumentos: un sujeto que provoca la causa y un objeto que la padece. Sin embargo, el concepto mismo de transitividad, al menos desde un punto de vista tradicional, suele comportar numerosas contradicciones. En consecuencia, hemos expuesto como premisa la posibilidad de cualquier verbo de poder ser transitivo. Su transitivización se constriñe a unos trazos de transitividad que suelen atender a la existencia de un causante o de un argumento externo que lleve a cabo una acción dada. Asimismo,

2.6 Recapitulación 

 61

la transitivización de un verbo puede también responder a una serie de reajustes sintácticos. Un verbo intransitivo con un argumento interno que, semánticamente, actúa de paciente puede convertirse en el sujeto de ese mismo verbo ante la falta de otro argumento que ocupe dicho lugar. Sin embargo, cuando aparece un argumento externo, este suele ocupar la posición de sujeto y envía el argumento interno a una posición de objeto directo. La marcación de los argumentos resulta igualmente relevante en la construcción de la causación. Mientras que el acusativo se asocia con causa directa y el dativo con una indirecta, la reorganización de los mismos casos puede responder a una jerarquía en la que un fenómeno dado empieza a extenderse en el sujeto o el nominativo y sigue en las demás funciones sintácticas de manera implicativa y ordenada. Dentro de todos los casos más propicios a convertirse en sujeto hallamos el dativo, ya que suele aludir a papeles semánticos típicamente humanos, como receptor, beneficiario o experimentante. La gran topicalización del elemento humano favorece su reinterpretación como sujeto de determinado verbo y, por ende, conlleva el reajuste gramatical de los demás argumentos. Los estudios expuestos certifican que el nominativo no es el único caso que puede adoptar un sujeto. Hemos analizado el comportamiento de los oblicuos a este respecto y de cómo, de nuevo, se relacionan con entidades humanas. Estos elementos declinados en dativo (sobre todo) suelen hacer referencia, precisamente, a roles semánticos propios de este caso: experimentante, benficiario, receptor o poseedor, y desarrollan una serie de características que los asemeja a sujetos desde el punto de vista sintáctico. Así, son capaces de poseer un elemento reasuntivo reflexivo, pueden omitir su referencialidad en subordinadas de infinitivo o en coordinadas e incluso aperecen en pasivas y en ubicaciones prominentes. Una vez analizados los comportamientos desde un punto de vista comparativo, en el siguiente capítulo pasamos a repasar las estrategias causativas que se atestiguan en el español, dando prioridad a la situación nunca antes estudiada de la labilidad.

3 Las construcciones causativas en español Las construcciones causativas en español se rigen por los mismos parámetros que los que se atestiguan a nivel universal, en el sentido en que pueden confeccionarse mediante una estrategia analítica, una morfológica y una léxica. Sin embargo, el español no ha contado con el mismo número de estudios que otras lenguas en lo que a la causación se refiere. En primer lugar, hay que mencionar que la propia bibliografía no concuerda a la hora de definir causativo o a la hora de proporcionar una lista con los posibles verbos causativos. La mayoría de trabajos realizados se concentra en procesos analíticos o factitivos, es decir, aquellos cuyo sujeto gramatical no es el que realiza propiamente la acción, sino el que la induce. En este capítulo, haremos una síntesis del comportamiento que esta lengua tiene en sus diversas estrategias causativas, centrándonos en la léxica.

3.1 La estrategia analítica La estrategia analítica es, sin lugar a dudas, la que más atención ha suscitado. Por un lado, Alfonso Vega (1998 y 2006) y Davies (1995) han analizado la evolución medieval de las construcciones con hacer o verbos como ordenar, mandar más infinitivo o subordinadas sustantivas. Estas construcciones suponen el hecho de que el sujeto no es el agente, sino un mero autor, al menos en parte, de la consecuencia de la acción. Así, en (210), se sobreentiende que el rey no ha construido el palacio, sino que simplemente ha dado la orden que ha derivado en dicha construcción. (210) El rey ha mandado construir el palacio No obstante, sin su orden no habría habido efecto. Asimismo, cuando en la actualidad prescindimos de estos verbos típicos para crear una expresión analítica y los sustituimos por los lexemas que expresan la verdadera acción, a veces estos se usan de manera factitiva. (211) Me he cortado el pelo En la frase (211), la significación no marcada es aquella que implica que un agente que no aparece en la oración es el responsable de la acción que denota la frase. Podemos también reemplazarlas con otra construcción perifrástica en la que añadimos el verbo ir y una subordinada completiva (212). https://doi.org/10.1515/9783110656190-003

3.1 La estrategia analítica 

 63

(212) He ido a que me corten el pelo Sin embargo, la mayoría de estudios se centra en la oposición hacer más infinitivo o subordinada completiva y cómo se ha desarrollado esta del latín (Bourdelois 1978, Treviño 1994). La característica que más ha llamado la atención ha sido el hecho de que el sujeto sobre el que recae la acción que se deriva del causativo se construía en acusativo, seguido de infinitivo. Así, teníamos un doble comportamiento, ya que dicho sujeto de la oración subordinada era, a su vez, objeto directo de la principal tanto en latín (213–214) como en español (215–216) (sacados de Alfonso Vega 2006). (213)

Laetor Marcum venire Alegrarse-1sg.prs.ind. Marco.acc. venir.inf. (‘Me alegro de que venga Marco’)

(214)

Doceo te litteras Enseñar-1sg.prs.ind. 2sg.acc. letras.acc (‘Te enseño letras’)

(215)

Parece que hace aquella vihuela hablar

(216)

Fizo Cicero venir ell agua a la villa

A ello se le suma el hecho de que dicha construcción se escindiera en dos alternativas: la de infinitivo o la subordinada sustantiva (217–218). (217)

El rey mandó construir el castillo

(218)

El rey ordenó que se construyera el castillo

De acuerdo con la búsqueda en textos medievales de Alfonso Vega (1998 y 2006), hay una correlación entre la semántica del verbo causativo en la elección de la estrategia sintáctica que le sucede. Comparemos las siguientes oraciones (219–223). (219)

Que si alto o baxo de sangre, o feo o gentil de gesto le mandaremos tomar, aquello será su plazer

(220) Los reyes pasados de Francia que espresamente obligauan a mantener y guardar a sus subcesores

64 

 3 Las construcciones causativas en español

(221)

Dexo y que entregassen el castillo de Montiel al rey don Pedro

(222)

El rey fizo a premia a sus caualleros poner vinnas por sus manos mismas mientre no auien guerra

(223)

Fizo que le eligiesen por maestre de Santiago los más comendadores que pudo aver en la provinçia de León

Mientras que (219–220) muestran verbos que indican obligación, (221) se caracteriza por un nivel coercitivo más laxo. Los ejemplos (222–223) mantienen un nivel coercitivo más neutro y son más propensos a alternar entre el infinitivo y la subordinada. Dicho de otro modo, mientras que (219) ejemplifica una causación directa, (220–223) connotarían una causación más indirecta. Incluso la elección del caso gramatical del clítico puede responder a esta dicotomía entre causación directa e indirecta. Mientras que la lectura directa favorece el acusativo, la indirecta provoca la aparición del dativo con mayor facilidad. (224)

Según todos dezían, a tuerto y sinrazón y con falsos testigos y rezios tormentos la hizieron aquella vez confessar lo que no era

(225)

E diciendo les estas palabras e otros muchos, e conortando los, fizo les tornar

Mientras que en (224), el causado soporta una coacción muy fuerte, en (225), el causado tiene, en principio, libertad para controlar la situación, por lo que la causa no es tan directa. Sin embargo, la imposición del acusativo sobre el dativo o viceversa no solo se constriñe al grado de causación o la semántica del verbo causativo, sino que también responde a las propiedades sintácticas de la subordinada. Así, si esta era intransitiva, el acusativo tenía mayor probabilidad de aparición, mientras que si el verbo subordinado era transitivo, se favorecía el dativo como clítico (226–227). (226)

Nin parando mientes en les fazer perder pres e buena fama

(227)

Los fizo entrar por las puerta de la cibdad

Este recorrido tan marcado de elegir el acusativo si aún no existe o dativo si ya ha emergido el acusativo concuerda a la perfección con la escala de casos propuesta por Blake (2004), ya que la extensión de un determinado fenómeno (en este caso, el aumento de valencias) sigue el patrón descrito en (i). Como se observa en la misma, el acusativo precede al dativo.

3.1 La estrategia analítica 

 65

Pons (2008) investiga la expansión de la estrategia de acusativo con infinitivo en el español y comprueba que es a finales del siglo xv cuando dicha construcción se hace célebre. Sin embargo hay diferencias según el tipo de verbo que puede inducir el infinitivo. Ya que el acusativo con infinitivo puede alternar con una subordinada completiva con verbo flexionado, verbos como decir, afirmar, contar, informar… no admiten la opción de infinitivo. Este tipo de verbos alude a una información que puede referirse al pasado, al presente o al futuro, por lo que obliga al modo indicativo o subjuntivo y no al infinitivo, que carece de tiempo y aspecto (228–231). (228)

Me dijo que vendrá

(229)

Me dijo que viene

(230) Me dijo que venía (231)

*Me dijo venir

Solo cuando la referencia es atemporal, el infinitivo puede aparecer (232–233). (232)

Ángeles dice no haber bebido

(233)

Ángeles dice ser abstemia

La autora argumenta que el siglo xv conoció un auge de latinismos también sintácticos y eso fue lo que introdujo una mayor proliferación de la alternativa de acusativo más infinitivo. Aunque dicha construcción se documenta desde siempre, Pons la califica de literaria y poco probable de haberse dado con asiduidad en la lengua hablada. También el aumento del acusativo con infinitivo en situaciones inconcebibles hasta entonces estaría motivado por influjo del prestigio del italiano o aragonés (234–235). (234)

Podría ser que algunos dixessen yo haver tomado todo o la mayor parte d’estos proverbios de las doctrinas e amonestamientos de otros

(235)

Las nieblas de un humo que dél salía me mostraron: el cual haver allí havitación de gente me declaró

Sin embargo, el aumento del acusativo con infinitivo en el siglo xv produjo la reinterpretación de dicho acusativo en nominativo, ya que era el sujeto del infinitivo (236–237).

66 

 3 Las construcciones causativas en español

(236)

Este documento prueba haber tú nacido en 1938

(237)

Nada más entrar en el piso, Sancha García advirtió estar la puerta del salón abierta de par en par

Pons (2008) da cuenta de la decadencia del acusativo con infinitivo según el tipo de verbo que se construya como tal. Así, en Veo a Ana venir se da desde los orígenes hasta ahora, mientras que Veo (a) Ana ser buena desaparece a partir del siglo xv. En última instancia, frases del tipo Rafa dice Ana ser buena solo se manifiestan a partir del siglo xv, pero en el siglo xviii decaen y no se dan hoy día. Asimismo, Pons establece que la alternativa con infinitivo o con verbo flexionado se rige por los siguientes parámetros: si el sujeto va en nominativo y, por tanto, el verbo se flexiona, esto significa que la oración subordinada tiene mayor independencia frente a la principal; asimismo, si se opta por el verbo conjugado, al poder referirse a distintos tiempos y aspectos gramaticales, adquiere también mayor independencia frente a la alternativa con infinitivo; la presencia de un nexo como que también implica que el grado de control de la frase principal sobre la subordinada es menor que si la subordinada se introdujera mediante infinitivo.

3.2 La estrategia morfológica La alternativa morfológica da mucho juego en español, aunque en absoluto imita la configuración del turco que, recordemos, se basa en un lexema casi siempre intransitivo al que se le añaden afijos para transitivizarlo. En lugar de ello, el español incrementa mediante procesos de composición una base adjetival o nominal con la adición de morfemas que lo convierten en un verbo: engordar o agrandar (Aranda 1990). Sin embargo, hay una estrategia en español bastante productiva y que se sirve de la adición de un morfema (en este caso, reflexivo) para crear una construcción causativa. Esta se configura mediante un verbo reflexivo con un dativo experimentante y codifica la falta de volición por parte del experimentante de cómo se ha desarrollado la acción. Sintácticamente, es el paciente o tema el que se convierte en sujeto gramatical, si bien el autor (que no el agente) ha sido el responsable del evento (238). (238)

Se me ha caído el vaso

A este respecto se ha pronunciado Cano (1977), aunque no exactamente sobre la estrategia reproducida en (238), sino sobre la adición del reflexivo a verbos que

3.2 La estrategia morfológica 

 67

pueden per se denotar una causa: bajar(se), engordar(se), levantar(se). También la RAE apunta al hecho de que muchos verbos admiten el reflexivo se con la condición del cambio de régimen del complemento. Así, olvidar puede derivar en olvidarse de, etcétera. Schmitz (1966) da cuenta de las construcciones en español de un verbo incoativo con reflexivo y un dativo experimentante. A su entender, como forma de enseñar español a extranjeros, las oraciones como se me cayó un vaso han de ser puestas en relación con la accidentalidad del evento. Así, existirían tres tipos de construcciones que se amoldan a este patrón: accidentales o en las que se desprende cualquier responsabilidad, emocionalmente o psicológicamente motivadas, y aquellas en las que, de manera retórica, se alude a catástrofes. Veamos sus ejemplos. (239) Se me escapó el perro (240) Se le llenaron los ojos de lágrimas (241)

Creyó que se le venía el mundo encima

Según el autor, la frase (239) propone el evento como accidental, sin responsables, aunque el experimentante en realidad ha dado pie de alguna manera a que el evento se produjera. En (240), el experimentante no puede en absoluto controlar ni ser responsable bajo ninguna circunstancia del evento, ya que son reacciones involuntarias. Por último, en (241), el evento es completamente no planeado y accidental, pero, a diferencia de (239), el experimentante tampoco puede controlar o premeditar o incluso derivar la situación hasta el advenimiento de dicho evento. Para Cano, no obstante, esta adición, dependiendo del verbo, vendría a significar un proceso completado o incluso posibles divergencias entre los rasgos humanos o no humanos del sujeto, si bien lo presenta como una conjetura en la que no profundiza. Ya hemos comentado en el capítulo anterior la evolución del reflexivo, su conexión con una voz media, sobre la cual volveremos más adelante y la cual, probablemente, conteste a algunas de las dudas que Cano se plantea, pero merece especial mención la lectura que De Miguel (1999) realiza a propósito del se más o menos opcional en ciertos verbos. Según la autora, la aparición del reflexivo en verbos que pueden construirse sin el apoyo de se está supeditada al aspecto léxico de la acción. Así, de entre el contraste entre acción delimitada o no delimitada, el se actúa como marca aspectual que delimita un evento dado. Comparemos las tres oraciones (242–244) sacadas de De Miguel (1999).

68 

 3 Las construcciones causativas en español

(242)

Juan (*se) come normalmente en este bar

(243)

Juan (*se) come tortilla siempre que puede

(244) Juan #(se) comió una tortilla él solo De acuerdo con la tesis de De Miguel, un verbo como comer mantiene dos alternativas: expresar su límite (como en el caso de la tortilla) o eludirlo. En consecuencia, el surgimiento de se es imposible en (242–243) porque el evento no está delimitado (aunque en (243) aparezca tortilla, el evento es habitual y, por ende, no delimitado). Al contrario, se aparece en (244) porque la acción ha alcanzado su compleción, aunque su aparición sea optativa. Al hecho de la delimitación del evento se suma la marcación de origen del evento. De esta manera, De Miguel expone que verbos intransitivos inacusativos que denotan un origen (245–246) recurren al reflexivo para hacerlo explícito. (245)

El libro #(se) ha caído del estante

(246) La lluvia (*se) cae Mientras que en (245), se explicita el origen de la caída, (246) no lo hace expreso. Por tanto, la aparición de se en la primera frase, aunque facultativa, resulta más aceptable, frente a la inaceptabilidad de su coaparición en la segunda. García-Miguel (2007) profundiza en el se que se añade a lecturas causativas con solo dos verbos: hacer y dejar, como en las oraciones (247–248). (247)

Se dejó vencer por la desesperación

(248) La respuesta no se hizo esperar De acuerdo con su análisis, las construcciones causativas-reflexivas (como él las denomina) implican un absoluto control por parte del sujeto. Por tanto, la oración (247) connota que el sujeto decidió dejarse vencer. A su argumento se adhieren las siguientes diferencias (249–251). (249)

Cayó sobre el sofá

(250) Se cayó sobre el sofá (251)

Se dejó caer sobre el sofá

3.2 La estrategia morfológica 

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Mientras que (249) describe un evento descendiente hasta un punto final, (250) implica una interpretación de energía, como resultado de un conflicto de fuerzas (en este caso, la gravedad). El ejemplo (251), por su parte, el sujeto controla y decide caer sobre el sofá. Su interpretación sobre el equilibro de fuerzas concuerda además con Maldonado (1992 y 1999), cuando trata de explicar las diferencias entre (252–254). (252) Juan (*se) cayó al agua con toda elegancia (253) Juan *(se) cayó al agua vestido (254) Después de que le dispararan, el ratero (*se) cayó muerto De nuevo, la ausencia o presencia del reflexivo respondería a un conflicto de fuerzas. De acuerdo con el autor, (252) es intencionado, (253) no. A nuestro entender, las oraciones (252–253) admiten tanto la presencia como la ausencia del reflexivo y su ausencia puede estar marcada por la variedad lingüística (Mendikoetxea 1999) o por un lenguaje más literario. Desde luego, el caso (252) no puede relacionarse con el conflicto de fuerzas al que Maldonado y García-Miguel aluden. Este último autor lo resuelve asegurando que un sujeto inanimado no puede insertarse en este tipo de construcción causativa-reflexiva, a no ser que estemos ante una expresión idiomática (siempre con hacer) que no induce más alternativa que la del lexema esperar. Si bien el reflexivo puede surgir como delimitador de un evento e incluso como connotación de equilibro de fuerzas, nuestra visión se inclina por ligar el uso de se a una voz media. Los usos de la voz media ya los vimos en el capítulo anterior, pero merece especial atención aplicado al español. De Benito (2015) advierte de la recursividad del reflexivo para lecturas con una baja transitividad. Así, de acuerdo con la autora, el español vernáculo, al menos de la Península Ibérica, puede añadir se a verbos transitivos en los que no existe en realidad ningún agente o ningún paciente afectado. Obsérvese los ejemplos (255–256). (255) Ayer me soñé que me tocaba la lotería (256) Hay que esperar a que la fruta se madure Tanto (255) como (256) exhiben un sujeto que no es el agente de la acción, sino que son el experimentante o el paciente de la acción que denota el verbo. Asimismo, el objeto gramatical que (255) induce en el estándar no se corresponde con los valores semánticos que la transitividad tradicional expone como prototípicos: nadie sufre ninguna acción ni cambia de estado. En consecuencia, la baja

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 3 Las construcciones causativas en español

transitividad o, directamente, la falta de transitividad semántica de los verbos expuestos provocan la aparición del reflexivo como marca de no agentividad o de experiencia por parte del sujeto. Elvira (2015) muestra que el reflexivo se ha ido aumentando sus usos de manera paulatina. De surgir en lecturas genuinamente reflexivas, saltó a los verbos inacusativos. Seguidamente, se empleó para oraciones en voz media y terminó asentándose en las pasivas denominadas reflejas. El uso del se es determinante, al menos en español, para intransitivizar y, por tanto, decausativizar. Sin embargo, como ya advertimos en el capítulo anterior, el reflexivo puede adoptar numerosas lecturas. Así, el se puede aludir a situaciones puramente reflexivas o recíprocas, y a otras que no lo son, ya que no admiten la correferencialidad con sí mismo o el uno al otro. Es dentro de esta clase no reflexiva en la que aparece la marca prototípica de reflexivo (se) donde podemos hallar varios cambios de valencia: la adición de se cambia las propiedades de transitividad de su homólogo no marcado; no hay cambios en las propiedades transitivas en la adición de se con respecto a su homólogo no marcado; no hay homólogo no marcado (Cartagena 1972, Fernández Ramírez 1987, Klein 1987). En el primer caso, el reflexivo suele intransitivizar el verbo, dando lugar a una asunción muy difundida, basada en el hecho de que el reflexivo se es una marca detransitivizadora (257–260). (257) Juan rompió la silla (258) La silla se rompió (259) Lo que me hiciste me sorprendió mucho (260) Me sorprendí por lo que me hiciste Así, en (257–260), vemos que la forma no marcada es transitiva y exhibe un sujeto agentivo y un objeto que es paciente o, hasta cierto punto, experimentante. Aquella que asume el reflexivo se vuelve automáticamente intransitiva, promocionando el objeto a la casilla y función de sujeto y dejando el posible estímulo en caso oblicuo. Por su parte, aquellos cuyas valencias no se ven modificadas por la suma de se suelen ser aquellos que mantienen su transitividad y/o tratan al reflexivo como un dativo ético (261–266). (261)

Juan comió la tortilla

(262) Juan se comió la tortilla

3.2 La estrategia morfológica 

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(263) Bebí un vaso de vino (264) Me bebí un vaso de vino (265) Voy a Madrid (266) Me voy a Madrid Las ocurrencias (261–264) muestran un tipo de construcción que ya hemos comentado y, de acuerdo con De Miguel (1999), hacen referencia a la perfectividad del evento o al punto de origen. Por último, tenemos aquellos sin homólogo no reflexivo (267–270). (267) Me acordé de ti (268) Se portó muy bien (269) Me arrepiento de mis errores (270) Se quejó del ruido Los verbos ilustrados en (267–270) no pueden tener un lexema no reflexivo, ya que el verbo se construye forzosamente con dicho pronombre. Asimismo, el se puede hacer referencia a oraciones reflexivas, recíprocas, medias, pasivas e impersonales. Ya hemos apuntado la evolución diacrónica de esta extensión, pero, de acuerdo con Monge (1955), el desarrollo último de se para impersonales y pasivas se ve con claridad al reparar que el latín recurría al se para todas las demás lecturas excepto para esas dos. Enrique-Arias y Bouzoutia (2013), de hecho, dan cuenta de lo raro que era el surgimiento de se en pasivas reflejas en el español medieval, y de la nula documentación que hay sobre la existencia de la variante impersonal. Uno de los mayores hitos en la extensión de la marca de reflexivo es la posibilidad de aparecer con sujetos inanimados. De acuerdo con Monge (1955) o Waltereit (2000), el latín arcaico no exhibía sujetos inanimados con una marca de reflexivo correferencial, pero en época del latín tardío, este paso ya se había dado, siendo primeros los contextos de personificación los que propiciaron dicho cambio. Nótese, como veremos más adelante, que la posibilidad de coaparición con sujetos inanimados y las repercusiones sintácticas que tuvo se asemeja al salto cualitativo que los verbos de experiencia tuvieron en el español del siglo xix, de acuerdo con Flores y Melis (2015), sobre el cual nos referiremos más adelante.

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 3 Las construcciones causativas en español

Por su parte, Cennamo (1999) apunta a un desarrollo a la par de los respectivos acusativos y dativos se y sibi. Mientras que el primero surgió con verbos intransitivos atélicos, anticausativos con un participante que controla el evento (inergativos), el segundo se daba con verbos inacusativos, es decir, aquellos cuyo sujeto en realidad sufre la acción y no la lleva a cabo. Al principio, sibi aparecía pleonásticamente con adjetivos y, posteriormente, se coló en oraciones que implicaban un cambio de estado o de ubicación, dando lugar a una confusión a veces con se y connotando lecturas espontáneas. Según la autora, la forma de dativo empezó haciendo referencia a participantes humanos, animados y volitivos y terminó sirviendo también para eventos espontáneos en los que daba igual la animacidad del sujeto gramatical. No había causante externo explícito o implícito y el pronombre terminó desplazándose también a participantes inanimados que no controlaban el evento. Por su lado, la forma de acusativo terminó marcando causación externa, pero la caída de casos y el sincretismo entre las formas de acusativo y dativo dieron paso a su confusión y fusión, provocando que se se diera tanto con inergativos como inacusativos. La marca de reflexivo se puede derivar en distintas diátesis: reflexiva, recíproca, benefactiva, conversa, antipasiva, anticausativa y deobjetiva. En el primer caso, nos hallamos ante un contexto de correferencialidad, en el que el sujeto y el reflexivo hacen referencia a la misma entidad. El reflexivo cumple función de objeto directo u objeto indirecto (271–273). (271)

Pedro se vio en el espejo

(272) Pedro se adora con locura (273) Pedro se encanta (a sí mismo) Mientras que en (271–272), el reflexivo cumple función de objeto directo, en (273) es, no obstante, indirecto. La diátesis llamada recíproca establece al menos dos oraciones con los mismos participantes, con la salvedad de que la función sintáctica y el rol semántico de cada uno de ellos es distinto (274–275). (274) Juan y María se besan (275)

Juan y María se observan

El significado de (274–275) viene dado por el hecho de que, por un lado, Juan besa a María y, por otro, María besa a Juan. Mientras que en una, Juan es el sujeto y agente, en la otra es paciente y objeto directo. Lo mismo le ocurre a María.

3.2 La estrategia morfológica 

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La diátesis benefactiva presupone que el reflexivo marca un beneficiario del evento. La función sintáctica de este beneficiario es, por lo general, un objeto indirecto, ya que el dativo es la marca prototípica de este rol semántico (276–277). (276) Me voy a hacer la cena (277) Me voy a regalar un disco por mi cumpleaños Seguidamente, la diátesis conversa promociona el objeto directo de una lectura transitiva (278) a la posición de sujeto y degrada el sujeto de la transitiva a un oblicuo (279). (278) La canción aburre a María (279) María se aburre de la canción Por su parte, la diátesis antipasiva mantiene el mismo sujeto en ambas lecturas, pero el objeto directo pasa a ser oblicuo (280–281). (280) Olvidó las gafas (281) Se olvidó de las gafas La anticausativa promociona el objeto directo de la versión transitiva a función de sujeto con la marca de reflexivo, haciendo desaparecer el causante, agente o actor de dicho evento (282–283). (282) La secadora secó la ropa (283) La ropa se secó Por último, la diátesis deobjetiva elimina el objeto directo que posee la versión transitiva y, mediante la adición del reflexivo, se consigue una lectura que tiene que ver con la Aktionsart, en concreto, de habitual. En el caso del español peninsular dialectal, De Benito (2015) comprueba la vitalidad del reflexivo en las distintas diátesis mencionadas. A tenor de los descubrimientos de la autora, es la zona suroeste de España la que mayores ocurrencias de reflexivo presenta en todas las diátesis. Asimismo, si el análisis se afina comparando sujetos animados e inanimados, se observa una gran proporción de

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 3 Las construcciones causativas en español

reflexivos con animados y una menor probabilidad de aparición del reflexivo si el sujeto es inanimado (284–287). (284) Juan se seca después de ducharse (285) La ropa (se) seca (286) La toalla se está secando (287) Hemos puesto la toalla a secar(se) Nótese que solo (285) es genuinamente dialectal, ya que la omisión del reflexivo no la permite el estándar ni muchas variedades del español peninsular. Son las opciones conversas las que mayor probabilidad de aparición de reflexivo tienen, independientemente de la zona geográfica de la Península Ibérica. Y son las opciones en las que no hay cambios de valencia (comerse, beberse) las que menos promueven la aparición del reflexivo y, donde aparece, es sobre todo en el suroeste peninsular. Y, contradiciendo la taxonomía más habitual basada en diferenciar el tipo de verbo para analizar su correspondencia con se, la autora afirma que la aparición del reflexivo está estrechamente relacionada con el tipo de diátesis más que con la semántica del evento. Igualmente, apoya la teoría sobre el carácter intransitivizador del reflexivo, puesto que ocurre con mayor frecuencia en diátesis anticausativas, antipasivas, conversas y deobjetivas, que en aquellos lexemas cuyo régimen argumental no cambia en absoluto por la adición de se. El trabajo de De Benito (2015) resulta de vital importancia para la comprensión diacrónica y el testimonio actual del reflexivo en español. Según la autora, la marca de reflexivo se ha seguido una serie de pasos que pasamos a sintetizar a continuación. En primer lugar, se sirve como reflexiva directa (288). (288) Luis se ve a sí mismo Seguidamente, salta a lecturas reflexivas indirectas (289), recíprocas directas (290) y la supresión del sujeto en las diátesis conversas, siempre y cuando el sujeto sea animado (291). (289) Luis se pregunta si vas a venir a la fiesta (290) Ese matrimonio se odia (291)

María se avergüenza de Juan

3.2 La estrategia morfológica 

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Posteriormente, la recíproca directa da paso al salto de se en su homóloga indirecta (292). (292) Juan y María se dan un abrazo El hecho de omitir el sujeto de las conversas da pie al reanálisis del reflexivo como marca de intransitivización. Su mayor aceptación en este sentido promueve la pérdida del refuerzo a sí mismo. Nótese que es exactamente la versión opuesta de lo que ocurre con el inglés, de acuerdo con McMillion (2006). La paulatina pérdida de la marca reflexiva aumenta el uso de self para marcar reflexividad. Siguiendo con las conclusiones del estudio de De Benito (2015), la posibilidad de omitir el sujeto en diátesis conversas cuando este es animado da paso a la eliminación de los sujetos inanimados (293). (293) La calabaza se movió Asimismo, el se se generaliza de manera gradual a verbos intransitivos sin agente externo (irse, morirse), como marca intransitavizadora más abstracta. Este hecho también es de suma importancia, ya que nos permite paragonarlo con la misma situación del inglés a este respecto. De nuevo, parafraseando a McMillion (2006), el reflexivo cae a medida que sube la alternativa de la labilidad, que promociona el agente externo del evento, transitivizando el verbo. Es exactamente lo que sucede en la labilidad del español peninsular occidental, a la que nos referiremos más adelante. Volvamos a la estrategia de construir una causativa mediante el empleo de un verbo reflexivo, cuyo paciente es el sujeto gramatical, más un dativo experimentante que suele comportarse como autor y no como agente. Comparemos los siguientes ejemplos (294–296). (294) Se me ha caído el vaso (295) Se te han manchado los pantalones (296) Se le ha roto la camiseta En los tres ejemplos expuestos, tenemos una configuración sintáctica en la que el paciente de la acción expresada por el verbo es el sujeto gramatical y se sitúa en una posición prototípica de objeto. La ubicación de un sujeto paciente y de un verbo que puede ser inacusativo se ha explicado con anterioridad, pero llama la atención la diferencia que pueda haber entre (294–296) con (297–299).

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 3 Las construcciones causativas en español

(297) He tirado el vaso (298) (Te) has manchado los pantalones (299) Ha roto la camiseta En primera instancia, (294) indica que el responsable de la causa ha sido un autor mientras que en (297) ha sido un agente. En (295) no está tan claro quién ha realizado la acción, ya que los pantalones se han podido manchar por el descuido de su dueño o una tercera persona lo ha podido hacer, mientras que en (298), conviven ambas lecturas, pero cobra fuerza la que responsabiliza al dueño. En (296), se supone que el dueño de la camiseta no la ha roto adrede (puede haber sido su irresponsabilidad o no), mientras que en (299) cobra más fuerza todavía que en el ejemplo anterior la tesis de que el dueño ha sido quien ha realizado la acción con mayor o menor intención. Otras de las lecturas que tienen (294–296) en cuanto al dativo es que este no sea un experimentante, sino el poseedor de los distintos sujetos gramaticales. De esta manera, las frases (294–296) que subyacen son (300–302). (300) Se ha caído mi vaso (301) Se han manchado mis pantalones (302) Se ha roto su camiseta Independientemente de que el dativo se corresponda con un posesivo o con un experimentante o, incluso, coincidan, las oraciones (300–302) en las que se manifiesta siguen presentando el paciente como el sujeto. Es esta característica más que las otras la que ofrece la lectura de falta de volición o intención y la que da a entender que el experimentante o poseedor no ha sido el agente, sino el autor de la acción expresada por el verbo. Sin embargo, el hecho de que el dativo experimentante pueda ser, semánticamente, el sujeto de la acción se correlaciona con las teorías que defienden la noción de sujeto dativo.

3.3 La estrategia léxica En cuanto a la estrategia léxica del español, Cano (1977) o Mourelle de Lema (1981) esbozan una serie de verbos causativos, entre los cuales se encuentran verbos de movimiento (subir, bajar…), verbos de cambio de estado (cambiar, mejorar,

3.3 La estrategia léxica 

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empeorar…) o verbos que denotan origen o fin de un proceso (acabar, empezar…). Sin embargo, no ofrecen ninguna sistematicidad y se trata más bien de un inventario descriptivo de posibles verbos causativos. Para la RAE (2009), no obstante, la estrategia léxica es aquella que atiende a la oposición causa-efecto, por lo que matar sería el causativo de morir, meter el de entrar, y así sucesivamente. Para la Academia, la alternativa léxica presupone la existencia de un verbo causativo que ha de ser transitivo y el cual expresa acción o causa, si bien suele, además, admitir dos lecturas: una transitiva (que concuerda con esta línea) y una intransitiva (que denotaría un cambio de estado experimentado por la persona o cosa de la que se habla). De acuerdo con RAE, esta alternancia causativa se materializa en multitud de verbos y, para ello, pone varios ejemplos (303–305). (303) Subieron los precios (304) Las mujeres hervían calderos de agua (305) Esperando a que la tetera hirviera Así, en (303), el verbo es ambiguo en su configuración sintáctica, ya que los precios pueden ser el sujeto o el objeto directo. En (304), el verbo hervir se comporta como transitivo y en (305), el mismo lexema se vuelve intransitivo, donde el sujeto experimenta el cambio de estado. La RAE va indicando una serie de verbos a los que cataloga como causativos o no, independientemente de que este admita la alternancia a la que nos hemos referido. Como ejemplo, volar o correr no serían causativos a pesar de que podemos tener (306–309). (306) El avión vuela (307) El niño vuela una cometa (308) Los atletas corren (309) Corrí la maratón Lo que sí acepta la RAE es la alternancia con el reflexivo se, que se adjunta al intransitivo y que suele denotar cambio de estado. Solo muy pocos verbos transitivos, según la gramática, tienen un correlato intransitivo. De hecho, ejemplifican matar – morir, sacar – salir y meter – entrar. A todo ello, según la RAE, se junta una serie de verbos intransitivos que, dialectalmente (en Extremadura y Castilla y León), se usan como transitivos, con

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 3 Las construcciones causativas en español

el significado de dejar más infinitivo. De acuerdo con la gramática, la frase No caigas el vaso es idéntica a No dejes caer el vaso. La RAE solo alude a caer, quedar y entrar, el cual estaría mucho más extendido en la Península Ibérica y América. También alude a que morir podía ser transitivo en la lengua medieval o literaria y que callar, que desconocía la lectura transitiva, ha terminado desarrollando un objeto directo en la lengua culta también, a diferencia de entrar o caer. Aun así, entrar puede ser estándar en ciertas variedades y no está desprestigiado. La RAE suma dos verbos más que se han causativizado, como desaparecer y regresar en el español americano. Basándose en la prensa, apunta a un auge en la transitivización de ciertos verbos, como aflorar, evolucionar, cesar o circular. Nótese que la RAE hace alusión a un caso de labilidad en español, ya que expone la posibilidad de un verbo para expresar causa o efecto. La labilidad es la estrategia léxica que menos se ha estudiado del español. En principio, se documenta en todas las variedades, aunque con distintos verbos. Solo entrar sería el único lexema que surgiría como lábil a ambos lados del Atlántico. Si seguimos documentándonos, observamos que ningún autor que ha aludido a este fenómeno (Zamora Vicente 1970, Alvar 1996, García Mouton 1994, Ariza 2008) se aventura a dar una explicación lingüística y solo Montero (2006) apunta a que el factor que subyace en el caso del par tirar – caer es la falta (o no) de volición por parte del sujeto. Es decir, si el sujeto ha llevado a cabo la acción involuntariamente, los informantes recurren al uso de caer, mientras que si la acción se ha desarrollado con total intención, el verbo que se elige es el transitivo tirar. Aun así, no se dedica más de un párrafo a mencionar la estrategia de la labilidad, por lo que se carecía por completo de una investigación pormenorizada al respecto. Fernández y Tubino (2014) han hablado sobre este fenómeno bajo un punto de vista generativista y han acotado geográficamente su presencia al andaluz. Desconocemos si su análisis se refiere a toda Andalucía y a partir de dónde sacan sus datos, ya que parecen provenir de su propio conocimiento, pero muchos de los ejemplos que proveen alternan entre la versión reflexiva y no reflexiva de entrar(se) y salir(se), así como de los verbos subir(se) y bajar(se). No profundizaremos en su análisis, ya que detectamos dos problemas fundamentales. El primero se refiere a la propia consideración de andaluz, ya que existen cada vez mayores evidencias de la clara diferenciación en lo que se refiere a morfosintaxis entre el andaluz occidental y oriental (Fernández-Ordóñez 2011 y 2016); por lo tanto, dudamos de que un fenómeno tan específico de la sintaxis se haya esparcido por todo el territorio que se conoce como andaluz. En segundo lugar, observamos un inconveniente en las mismas ocurrencias que dan por válidas, ya que, a nuestro entender, confunden el dativo posesivo con el de aspecto comentado antes. Así, en (310–311), ese se no necesariamente añade perfectividad al evento, sino que codifica de quién es el objeto.

3.3 La estrategia léxica 

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(310) Me he bajado la bicicleta a la calle (311)

Me he subido la bicicleta a casa

Esta estrategia es bastante usual en todo el español (Davis 1968, Dumitrescu 1990). Por tanto, aunque en nuestro estudio también hemos contemplado Andalucía, no tomaremos en cuenta la aproximación teórica sustentada por Fernández y Tubino (2014). Si se realiza un análisis mayor en cuanto al aspecto cartográfico, observamos que distintos atlas lingüísticos realizados en la segunda mitad del siglo xx (ALEANR, ALCYL, ALEC-MAN) prevén preguntas en sus cuestionarios que incluyen alguno de estos pares léxicos. Igualmente, el corpus COSER ofrece ocurrencias de labilidad en sus archivos dialectales. Por tanto, si sintetizamos toda la información geográfica con referencia a la labilidad, obtenemos el Mapa 1.

Mapa 1: Extensión de la labilidad según la bibliografía.

Como se observa, en principio la labilidad recorre el español peninsular occidental con ciertas ramificaciones por el centro y este, sobre todo en lo que respecta al verbo entrar.

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 3 Las construcciones causativas en español

Siguiendo con la labilidad, Lyons (1973) apunta que hay ciertos verbos intransitivos que pueden volverse transitivos. Su transformación supone que el sujeto de la alternativa intransitiva se convierta en el objeto de la transitiva y que, además, aparezca un nuevo argumento que se promocione como el nuevo sujeto. En español, de acuerdo con Cano (1981), nos hallaríamos con verbos como hervir. Lo relevante es que, de nuevo, el comportamiento gramatical se repite en la asignación del caso o la función sintáctica de los argumentos, tal y como sugiere Blake (2004) y como observamos en el capítulo anterior. A propósito de los causativos como subir o hervir, Cano (1981) argumenta que no son compatibles con cualquier tipo de sujeto. Observemos los siguientes ejemplos (312–318). (312)

El nivel del agua subió debido a las lluvias

(313)

*Las lluvias subieron el nivel del agua

(314) Las lluvias hicieron subir el nivel del agua (315)

El agua hierve

(316) Herví el agua (317)

*El fuego hierve el agua

(318) El fuego hace hervir el agua Lo que se desprende de (312–318) es el hecho de que la semántica del sujeto es pertinente también incluso en empleos lábiles completamente asentados en el estándar. En contra de la transitivización de caer, entrar y quedar (que veremos más adelante), la causativización de verbos como subir o hervir son solo aceptables si el sujeto es agentivo, pero no si este carece de animacidad. Para ello, aún es necesario recurrir a la perífrasis con hacer. Si volvemos a las investigaciones de Alfonso Vega, observamos que el empleo de hacer como estrategia causativa es, por definición, una manera de expresar una causa más indirecta que si se hubiese usado un lexema concreto. Lo mismo prueban los estudios referidos en el primer capítulo, que organizan el nivel de causación directa en función de la estrategia elegida. De esta manera, la alternativa léxica siempre denotaba una causación más directa, seguida de la morfológica y, en última instancia, la analítica. Es esta la que se basa en el verbo hacer más infinitivo para una causa más indirecta. Si aplicamos esta tendencia a (312–318), nos damos cuenta de que la imposibilidad de que un sujeto inanimado se equipare sintácticamente a un

3.4 Transitividad y alineamiento 

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sujeto agentivo de verbos como subir o hervir se constriñe a este hecho. El rasgo de causación indirecta que implica un sujeto inanimado obliga a una estrategia causativa indirecta, materializada en la aparición del verbo hacer más infinitivo. El fenómeno de la labilidad es de sumo interés, ya que su extensión en las distintas lenguas del mundo es desigual. Los verbos lábiles son bastante comunes en las lenguas que se distribuyen por el Cáucaso (casi todas ellas, ergativas o con un alto porcentaje de ergatividad) y, en el caso de las indoeuropeas, el inglés. Su surgimiento en español plantea una gran incógnita, puesto que un comportamiento típicamente ergativo nace en una lengua nominativa. En vista de la carencia de estudios al respecto para el español, en el capítulo siguiente, nos proponemos plantear un análisis exhaustivo del fenómeno, mostrando su difusión espacial y las restricciones semánticas y sintácticas que ejercen en su empleo. Antes, no obstante, pasamos a analizar el comportamiento de la transitividad en español, ya que la labilidad sobre la que nos ocuparemos muestra una clara tendencia a la transitivización.

3.4 Transitividad y alineamiento El empleo de la causación léxica está estrechamente relacionado con la transitividad (al igual que la causación en general). Para un estudio más exhaustivo de las interrelaciones entre transitividad y causación en el español, encontramos el estudio de Cano (1981). El autor analiza el concepto de transitividad y aduce que el significado de transitividad siempre se ha basado en las lenguas clásicas (latín y griego). Así, una oración transitiva es aquella que posee un objeto directo, sobre el cual el verbo pasa (transire) su acción, frente a una intransitiva, en la cual el verbo no pasa ninguna acción. En consecuencia, se propusieron varias pruebas para detectar si un verbo es transitivo: la posibilidad de conversión a  pasiva, la sustitución del objeto directo por los clíticos de acusativo y la imposibilidad de este mismo a ser introducido por una preposición. Sin embargo, las frases (319–321) enseguida contradicen estas mismas pruebas. (319) *Un coche es tenido por mí (320) Le vi con su pareja de la mano (321)

Llevé a Luis a su casa

Las oraciones (319–321) muestran que, aunque tener es transitivo, su conversión a pasiva no funciona y resulta agramatical. Igualmente, el español puede utili-

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 3 Las construcciones causativas en español

zar un clítico de dativo para un objeto directo singular que se refiera a un ente humano. Esta posibilidad se incrementa de manera dialectal al plural y a entidades no humanas e incluso inanimadas. Igualmente, desde prácticamente el principio de la lengua española, la preposición a es obligatoria con objetos directos humanos. A día de hoy, esa marcación diferencial de objeto ha aumentado considerablemente, hasta incluso atestiguarse con objetos inanimados (Laca 2006). El estudio de Cano (1981) trata de escudriñar las razones por las que la transitividad en español se manifiesta y de qué depende. Si bien su estudio analiza con profundidad el concepto de transitividad desde distintas teorías a lo largo de los años, ofrece innumerables ejemplos de verbos transitivos en español, el tipo de verbo, el tipo de sujeto y de objeto, así como las posibilidades de cambio en la rección de (322–325). (322) Soñé que me visitaba (323) Soñé con su visita (324) ¿Crees en su palabra? (325) ¿Te lo has creído? Aunque no observamos una aplicación teórica que logre explicar la cantidad de variantes transitivas e intransitivas de los mismos verbos, el autor nos advierte de que la transitividad parece ser la combinación del tipo de verbo, así como su Aktionsart, y las propiedades semánticas del sujeto y el objeto. Para Cano, los verbos transitivos en español pueden pertenecer a las siguientes clases: verbos de percepción, verbos de posesión, verbos de acción resultativa, verbos de carácter causal, verbos de modificación, verbos de objeto afectado, verbos de movimiento, verbos con objeto de lugar, verbos que indican actitud, verbos de comunicación verbal y verbos de voluntad, emoción y sentimiento. Describamos cada uno de ellos. Los verbos de acción resultativa serían aquellos que denotan una acción, en los que el objeto sintáctico es el resultado de dicha acción. El típico verbo que se inserta en esta categoría es hacer, cuya vaguedad semántica lo faculta para protagonizar numerosos complejos verbales o perífrasis. Para el autor, el verbo hacer más su secuencia puede reemplazarse por un verbo propio. Así, hacer colección de algo se correspondería con coleccionar; igualmente, hacer uso de algo tendría como equivalente usar. Para Cano, la secuencia de hacer más sustantivo o adjetivo genera un verbo transitivo como los que acabamos de mencionar. Incluso el lexema “nuevo” puede heredar la rección del complejo hacer más sustantivo. En este sentido, hacer alarde de algo equivaldría a alardear de, o hacer

3.4 Transitividad y alineamiento 

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asiento en un lugar derivaría en asentarse en. Lo mismo sucede con el adjetivo, ya que hacer difícil algo sería dificultar y también funcionaría como transitivo. Una de las características de estos verbos es la capacidad que poseen para presentar sujetos agentivos como no agentivos, como en (326–327). (326) El Supremo anula el despido de un empleado (327) La inflación agrava la crisis económica Sin embargo, para Cano (1981), cuando el sujeto no es agentivo, su papel recae en el de causa, más que en el de propio agente. El siguiente grupo de verbos que el autor analiza es el que se engloba en los verbos de carácter causal. Por esta terminología se entiende aquellos verbos que indican una relación de causa, que funcionan como consecuencia de un evento anterior que los origina. La diferencia, según Cano, con los resultativos es que sus sujetos no son agentivos, funcionan como autores del evento, pero no lo provocan motu proprio. Dentro de este grupo, nos hallaríamos frente a lexemas como suscitar, provocar o causar (328–329). (328) Un fallo técnico causó el accidente del avión (329) Un fallo en los alerones provocó el accidente Si los sujetos son animados, según el autor, la lectura es siempre indirecta. Para ello, da los siguientes ejemplos (330–331). (330) Juan nos causó muchos disgustos (331)

Pedro provocó una pelea en el bar

Según Cano (1981), las frases (330–331) indican que ni Juan ni Pedro causaron o provocaron las molestias adrede, sino que su comportamiento derivó en ello. Es por ello que dichas frases se pueden reformular en (332–333). (332) Juan, con su comportamiento, nos causó muchos disgustos (333) Pedro, con su comportamiento, provocó una pelea en el bar A nuestro juicio, (332–333) no pueden entenderse como falta de voluntad por parte de los sujetos, ni siquiera en una lectura no marcada. El comportamiento

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 3 Las construcciones causativas en español

de Juan y Pedro puede haber sido perfectamente consentido por ellos de manera activa y, por ende, haber causado o provocado tanto el disgusto como la pelea a sabiendas de las consecuencias de su actitud. Los verbos de modificación, por su parte, designan un tipo de acción que se ejerce sobre algo preexistente, alterándolo o modificándolo. Los verbos que entrarían en este ámbito serían arreglar, componer, corregir o modificar, por citar algunos. Sus sujetos se interpretan como verdaderos agentes, ya que suelen designar acciones violentas o con un cambio físico en el objeto (334–335). (334) Quemé el papel (335) Mataron al policía Otro tipo de verbo es el de objeto afectado. Para Cano, esta subsección presenta lexemas que no modifican o crean un objeto, sino que se hace algo sobre ese objeto sin que se vea afectado, alterado. Suelen además presentar la oposición causativa – incoativa. El autor reconoce que es la clasificación más difícil de definir y articular, pero aun así establece ciertos parámetros, como el de su oscilación causativa e incoativa (336–339). (336) Le alegré con mi noticia (337) Me alegré por la noticia (338) Le enfadé con mi comportamiento (339) Me enfadé por su comportamiento Obsérvese que la lectura incoativa precisa del reflexivo para construirse, mientras que la causativa lo desecha completamente. Según el autor, este tipo de verbos suelen poner en relación a entidades humanas y, a veces, pueden incrementar un predicativo, como en (340–341). (340) Lo nombraron presidente (341) Lo llaman borracho en el pueblo Otros verbos de este estilo pueden incluso inducir una lectura intransitiva o locativa y otra transitiva (342–345).

3.4 Transitividad y alineamiento 

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(342) Juan me rozó la pierna (343) Juan me rozó en la pierna (344) Juan tocó el techo (345) Juan tocó en el techo Según el autor, la alternativa preposicional subraya el carácter locativo de la expresión, más que uno puramente causativo o de transferencia de una acción sobre un objeto. El siguiente tipo de verbos recae en el de movimiento. Estos son numerosos y suelen ser transitivos e indican un desplazamiento, un cambio de lugar del objeto, ya que meter, poner o llevar, por ejemplo, no solo necesitan un argumento objeto directo, sino que precisan un sintagma preposicional que exprese el carácter locativo de dichos verbos. Es decir, su complemento locativo no es adjunto, sino que es argumental. Ciertos verbos de esta clasificación, como bajar o subir no suelen explicitar el lugar, ya que muchas veces poseen un complemento locativo cognado, como abajo o arriba, implícito ya en el significado del lexema. Otros indican también la meta, como traer, que necesariamente lleva aparejado al lugar donde se encuentra el hablante. Otro de los tipos se corresponde con verbos con objeto de lugar. Según Cano, estos verbos también designan movimiento, pero el objeto, en este caso, no sufre ninguna dislocación, sino que es el sujeto el que se desplaza sin alterar la ubicación del objeto. Así, correr o andar son claros ejemplos (346–349). (346) Corro los 100 metros (347) Ando las calles (348) Cruzo la carretera (349) Atravieso la plaza Ninguna de las frases en (346–349) exhibe un objeto afectado o que cambie de lugar, sino que es el sujeto el que se desplaza. Es por ello que suelen surgir con sujetos animados y agentivos. A continuación, la clasificación ofrece los verbos de posesión. Estos incluyen la pertenencia a una entidad así como el llegar a tener. En consecuencia, verbos de esta categoría son poseer, tener, tomar, perder o quitar.

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(350) Conseguí la medalla de oro (351)

Adquirieron el acento de ese lugar

(352) Obtuvieron un premio (353) Mantenía a su familia con el sueldo de cada mes (354) Recibí el paquete esta mañana Todos estos ejemplos (350–354) ofrecen un verbo transitivo con un lexema de posesión, ya sea en su acepción de pertenencia o en la de llegar a tener algo. Otra de las clasificaciones es la de verbos que indican actitud, los cuales designan la actuación de alguien o algo, que hace de sujeto, pero que no realiza la acción en concreto. Son verbos tipo permitir, impedir, pedir, suplicar, obligar… Estos verbos solo se pueden construir con un infinitivo o, en su defecto, con la nominalización de dicho infinitivo (355–357). (355) *Él impidió el libro (356) Él impidió publicar el libro (357) Él impidió la publicación del libro Seguidamente, tenemos los verbos de percepción. Este grupo es muy cuantitativo y heterogéneo, tanto sintácticamente como semánticamente, según Cano (1981). En principio, son agentivos y con rasgo humano, pero (358–360) indican lo contrario. (358) Me gusta el helado (359) Veo a un niño (360) Sé francés Las frases (358–360) exhiben un sujeto inanimado, un verbo que no prevé agentividad ni volición e incluso un lexema estativo. Dentro de ellos están los verbos de percepción física, es decir, aquellos que denotan sensaciones corporales (sentir, ver, oír). No solo habría que meter los verbos tan genéricos como ver u oír, sino a cuasi-sinónimos, como divisar, advertir, escuchar, contemplar, observar, etcétera.

3.4 Transitividad y alineamiento 

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Luego surgen verbos que están a camino de percepción y posesión, como buscar, encontrar o hallar. Hay que añadir los verbos estativos como saber o conocer. Por último, cierran la clasificación los verbos de voluntad, emoción y sentimiento, que vendrían a ser querer, desear, padecer, sufrir, amar, llorar, etcétera, ya que indican actos actitudinales y relacionados, como la misma taxonomía indica, con los sentimientos. Les siguen los verbos de comunicación verbal (decir, hablar y cuasi-sinónimos) que son, por definición, agentivos y con rasgo humano. El problema de la argumentación que hallamos en Cano (1981) es la falta de sistematicidad y el hecho de tratar a veces cada verbo como genuino en su especie. Aunque trata de establecer un comportamiento coherente para cada clasificación, enseguida da cuenta de los numerosos contraejemplos. Así, si un tipo de verbo dentro de su extensa tipología se construye con sujetos agentivos, posteriormente da una serie de ocurrencias de sujetos no agentivos que prácticamente igualan en número a los primeros. La misma clasificación puede incluso plantear el problema en su arbitrariedad. ¿Por qué doce tipos de verbos transitivos y no catorce o tres? ¿Cuál es la verdadera diferencia entre verbos resultativos y de carácter causal? Aunque el segundo suele ser no agentivo, actúan como causa y no provocan la acción de manera voluntaria, ¿entonces por qué una frase como la reproducida en (361) es de carácter resultativo y no causal? (361) La inflación agravó la crisis A nuestro entender, el autor no consigue establecer patrones o una explicación teórica exhaustiva sobre qué favorece la transitivización de dichos verbos a pesar de las múltiples divergencias que los separan. Lo que sí resulta interesante, no obstante, en el estudio de este autor es su advertencia sobre la contradicción entre sintaxis y semántica y cómo los criterios aducidos por Hopper y Thompson (1980, 1982) para que un verbo sea transitivo tampoco se cumplen en la mayoría de los casos. Es más, una gran cantidad de ellos pueden escoger otras alternativas sintácticas en las que, a priori, no funcionan como transitivos. (362) Discutimos el asunto en la reunión (363) Discutimos del asunto en la reunión (364) Cuidé el perro toda la noche (365) Cuidé del perro toda la noche (366) Me acordé de la contraseña

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(367) Me atreví a hacerlo (368) Sueño con las próximas vacaciones Las frases (362–365) oponen un verbo transitivo y el mismo, pero con un régimen preposicional. En principio, ambas alternativas son completamente sinónimas. El caso de (366–368) es diverso. Los verbos acordarse, atreverse y soñar requieren un argumento en régimen preposicional de manera obligatoria. Y debido a esa obligatoriedad y la estrecha relación sintáctica que hay entre el verbo y el sintagma preposicional, se ha propuesto la idea de transitividad preposicional. Cada verbo elige su preposición y el objeto regido no es periférico o facultativo, sino que es obligatorio para la significación del verbo, independientemente de que lo explicitemos en el discurso. Para Cano (1981), la transitividad preposicional se entiende como la compuesta por un verbo que, obligatoriamente, desarrolla un argumento que siempre ha de ir precedido por una preposición (conformarse con, arrepentirse de). La sugerencia de que estamos ante otro tipo de transitividad se sustenta sobre la proximidad tan estrecha que el argumento mantiene con el verbo del que se predica. Veamos los siguientes ejemplos (369–372). (369) Voy al cine con mi padre (370) Me conformo con cien euros (371)

Ayer quité la estantería de la pared

(372) Se arrepiente de sus pecados Los ejemplos muestran que no cualquier sintagma preposicional es argumental y, por ende, obligatorio para el significado del verbo. En (369) y (371), dichos sintagmas son perfectamente prescindibles, aportan información complementaria. Los ejemplos (370) y (372), por su parte, aunque los podamos omitir en el discurso porque nos son conocidos, son necesarios para el completo significado del verbo, ya que suponen el objeto de este. Hay verbos que alternan entre un régimen preposicional y otro sin ninguna preposición. De acuerdo con Cano (1981), el español puede alternar de la siguiente manera (373–378). (373) Los niños juegan a las cartas (374) Los niños juegan cartas

3.4 Transitividad y alineamiento 

(375)

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Ayer hablé del terremoto que hubo

(376) Ayer hablé inglés con unos turistas (377) Me quedé con su dinero sin que se enterara (378) Me lo quedé sin que se enterara Según el autor, las diferencias entre el uso de estos verbos con o sin preposición responde a una implicación mayor o menor, una afectación más elevada o más baja o simplemente a un cambio de significación del mismo lexema. Si podemos tener un objeto directo precedido por la preposición a, la transitividad preposicional es, a priori, verosímil. La transitividad, por tanto, no sería el traspaso de una acción sobre un objeto que puede pasivizarse, no lleva preposición y es canjeable por un clítico de acusativo, sino que vendría a significar la relación estrecha entre un verbo y su(s) argumento(s), ya sea(n) introducido(s) por preposición o no. Asimismo, las preposiciones que más surgen en la transitividad preposicional son a y de, muy vacías de contenido y con una gran polivalencia, como tener y hacer, aunque se les unen los casos de con y en. Sin embargo, cuando el verbo en cuestión es reflexivo, las lecturas pueden diferir. De acuerdo con Cano (1981), existen cuatro tipos de rección con los verbos reflexivos: aquellos que tanto en su alternativa no reflexiva como reflexiva son siempre intransitivos (379–380). (379) Voy a la universidad (380) Me voy a la universidad Aquellos que en su alternativa no reflexiva son transitivos y, cuando son reflexivos, se vuelven intransitivos (381–382). (381) Muevo la silla (382) Me muevo por la casa Aquellos que solo pueden ser reflexivos y nunca aparecer en una supuesta versión no reflexiva (383–384). (383) Me atreví a apostar (384) *Atreví a apostar

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Y aquellos que, en su lectura reflexiva y la no reflexiva, son transitivos (385–386). (385) Olvidé el paraguas (386) Me olvidé del paraguas Obsérvese que el autor da por hecho que la versión con preposición es un tipo de transitividad por las razones anteriormente expuestas. Si esto es así, la transitividad no es entonces la transferencia de una acción sobre un objeto que se ve afectado, a menudo por un sujeto consciente y agentivo, sino la relación estrecha entre los constituyentes de un verbo; dicho de otro modo, la transitividad sería la relación que se establece entre un verbo y un objeto argumental, sea preposicional o no. En principio, el sujeto no contaría y hasta tendríamos oraciones impersonales transitivas como en (387–388). (387) Hay muchas vacas en el campo (388) Las hay Siguiendo esta premisa, nos hallamos ante la idea de que un verbo transitivo no es necesariamente aquel que tiene un objeto directo, sino aquel que es bivalente, frente a los monovalentes que solo pueden ser intransitivos. Comparemos los siguientes ejemplos (389–396). (389) Murió a causa de un cáncer (390) Nació a las cinco de la mañana (391) Vi a Juan (392) Comí mucho (393) Me acostumbré al horario (394) Confío en ti (395) Le di el regalo a Juan (396) Me gusta el chocolate

3.4 Transitividad y alineamiento 

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Las frases alternan entre uno, dos e incluso tres argumentos. Aquellos que poseen uno serían monovalentes y, por ende, intransitivos, mientras que los demás serían transitivos o ditransitivos, en su caso. Las frases (389–390) son monovalentes y, sin lugar a dudas, intransitivas, ya que el único argumento es el sujeto, mientras que cualquier otra información es periférica, secundaria o adjunta. En la frase (391), a Juan es el objeto directo y, por tanto, ver es transitivo. Lo mismo sucede con comer, cuyo objeto no se explicita y es cognado. Siguiendo esta teoría, acostumbrarse también sería transitivo, ya que obligatoriamente rige un objeto precedido en este caso por preposición, como le sucede a confiar. Al fin y al cabo, si el objeto directo puede estar precedido por a, es verosímil argumentar que otros objetos pueden ir antecedidos por otra preposición y seguir siendo objetos, ya que son argumentales. En dar tenemos dos objetos, que es el receptor y el tema o paciente. Es de los pocos que serían trivalentes o ditransitivos. Mayor problema suscita (396), ya que gustar puede considerarse monovalente porque el dativo siempre se ha asociado con un caso no central, periférico, aunque no al mismo nivel que otros oblicuos. Sin embargo, el comportamiento de verbos como gustar en otras lenguas e incluso para la propia significación en español nos sugiere que es bivalente y que necesita un estímulo que actúe como tema y un experimentante que reciba el evento, independientemente de que este esté en dativo o nominativo. De ser así, gustar también sería transitivo, ya que, aunque en español obliga a un objeto indirecto, es bivalente y lo pertinente es si desarrolla un objeto o no, independientemente de cómo lo denominemos. Es más, si volvemos al inglés, su homólogo like posee un objeto directo, que es el estímulo. La transitividad por tanto no estaría supeditada a la transferencia de una acción sobre un objeto que cambia de estado o la sufre, sino a una simple relación sintáctica estrecha entre los constituyentes, los cuales a veces aceptan la preposición y otras no, siempre y cuando sean argumentales. Al fin y al cabo, el experimentante de gustar puede sufrir la acción tanto o más que el objeto directo de un típico verbo transitivo como ver. Siendo así, la distinción entre objeto directo e indirecto es una mera cuestión formal: aquel que lleva preposición y aquel que no. La comparación con el inglés puede ser bastante relevante a este respecto, ya que, como expusimos, la concatenación de objeto indirecto más objeto directo (en este orden) en verbos como dar puede derivar en la expresión de dos objetos directos seguidos, sin que haya una preposición que los distinga. ¿El receptor de dar pasa de ser objeto indirecto a objeto directo por el mero hecho de anteponerse al tema? Formalmente, sí, pero no deja de concebirse como receptor y, por tanto, dativo semánticamente hablando. Si esto es así, el empleo de la preposición para objetos indirectos es sencillamente una distinción formal para dejar claras las diferencias de rol semántico existen-

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tes entre las entidades que suelen ser temas o pacientes y aquellas que suelen ser experimentantes, receptores, poseedores o beneficiarios, es decir, dativos. La transitividad preposicional, por tanto, sería aquella que distinguiría los temas y el dativo de otros papeles, ya que los objetos de (393–394) no son ni pacientes ni dativos, sin embargo son argumentales. Para Blickenberg (1960), hay verbos monovalentes y bivalentes. Mientras los primeros solo pueden ser intransitivos o transitivos, los segundos suelen de una u otra manera aparecer en oraciones transitivas e intransitivas. De acuerdo con esta taxonomía, en realidad habría pocos lexemas monovalentes, como estar, ser o ir, que se incluirían en la clasificación intransitiva, y verbos con un significado extremadamente preciso, como azotar, fruncir o exorcizar, que serían solo transitivos. Los presupuestos de Blickenberg empiezan a concordar con Bilous (2011, 2012) quien, como ya argumentamos, defiende que prácticamente cualquier verbo es capaz de ser transitivo y que la probabilidad de que se vuelva transitivo o no se supedita a la aparición de un agente externo o un causante. Para Cano (1981), los verbos transitivos monovalentes son escasos. De acuerdo con el autor, tener y hacer son lexemas que, en todo contexto, son transitivos. A su juicio, los verbos que pueden descomponerse como hacer más adjetivo también son únicamente transitivos: agravar (hacer + grave), precisar (hacer + preciso), empequeñecer (hacer + pequeño)… Sin embargo, enseguida advertimos que la mayoría de estos verbos ofrecen una variante reflexiva que los convierte en intransitivos. Es cierto, en cambio, que es solo con la adición del reflexivo cuando el verbo se convierte en intransitivo, pero las formas no reflexivas no pueden ser conmutadas por lexemas intransitivos. Una de las cuestiones de Cano (1981) es la idea de la doble transitividad. Esta se basa en la elección de dos objetos, uno de los cuales se denomina transitivo y el otro intransitivo. Sin embargo, Cano duda de la idoneidad del término indirecto, ya que es herencia de los primeros conceptos aplicados a la idea de transitividad, que postulaba que un agente llevaba a cabo una acción que pasa a un objeto. El objeto indirecto sería aquel sobre el cual la acción no recaería directamente o al que le afectaría tangencialmente. Asimismo, la intransitividad se basaba en otras pruebas formales, como su imposibilidad de pasivizarse o la capacidad de ser presentado por una preposición. No obstante, Cano (1981) enseguida se hace una pregunta obvia y es si la dicotomía tan nítida entre transitivo e intransitivo en realidad es tal. Sin ir más lejos, el objeto directo en español y en muchas variedades romances viene formalizado mediante la preposición a. En italiano, según Berretta (2002), Nocentini (1985) o Rohlfs (1968), se ven ocurrencias muy arraigadas sobre todo en dialectos septentrionales de marcado diferencial de objeto, sobre todo cuando está topicalizado (397–398).

3.4 Transitividad y alineamiento 

(397)

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A te i t ciamen semper A 2sg.acc. clitc.subj. clitic.2sg. llamar.3pl.prs. siempre (‘Te llaman siempre’)

(398) A me fa arrabiare la sua arroganza A 1sg.acc. hacer.3sg.prs. enfadar.inf. la su.fem. arrogancia (‘Su arrogancia me enfada’) En catalán y francés, el marcado funciona de la misma manera (Hills 1920, Rohlfs 1971, Escandell – Vidal 2007) (399–400). (399) A ta mare la vaig veure ahir A tu.fem. madre 3sg.fem.acc. aux.1sg.prs. ver.inf. ayer (‘A tu madre la vi ayer’) (400) À moi, personne ne me veut A 1sg.dat. nadie neg. 1sg.acc. querer.3sg.prs. (‘A mí nadie me quiere’) En todos los casos, la aparición y posterior extensión de a viene dada por la escala de animacidad (Iemmolo 2010). En ucraniano, el objeto directo puede adoptar distintos casos sin que, por ello, deje de ser objeto (Bilous 2011). (401) Ivan rozmovliaje ukrajins’koju Ivan.nom. hablar.3sg.prs. ucraniano.instr. (‘Ivan habla ucraniano’) (402) Petro kydaje kamenem Petro.nom. tirar.3sg.prs. una/la piedra.instr. (‘Petro tira una/la piedra’) Los ejemplos (401–402) exhiben un caso instrumental para un objeto directo, pero según Bilous (2011), el objeto directo puede adquirir genitivo, acusativo e incluso dativo. Es un ejemplo más de que la transitividad tradicional en la que se opone el caso nominativo y el acusativo para el sujeto y el objeto, respectivamente, no siempre es aplicable. Siguiendo con Cano (1981), el autor muestra el hecho de que los dos objetos de un verbo no pueden aparecer sin que, al menos, uno de ellos se marque con una preposición que distinga su estatus en la oración o su rol semántico (403–406).

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(403) *Doy la carta mi padre (404) *Doy mi padre la carta (405) *Hago la comida mi hermano (406) *Hago mi hermano la comida Es el objeto indirecto el que recibe la preposición, prácticamente siempre a. Si analizamos lo que Givón (2001) argumenta a propósito del objeto indirecto, observamos que este solo puede ir en dativo y que suele denotar una entidad humana, ya que el rol semántico del dativo se reparte entre experimentante, beneficiario, receptor o poseedor. En pocas ocasiones podrá una entidad que no sea humana adoptar alguno de esos papeles. Si volvemos al fenómeno de la marcación de objeto directo, advertimos que es en entidades humanas en las que la a empieza a aparecer, bien sea para diferenciarla del sujeto al haberse perdido los casos flexivos o por otros motivos. En consonancia con las sugerencias de Cano, la transitividad puede desarrollar dos objetos que, semánticamente, pueden ser distintos, pero que sintácticamente se formalizan o de la misma manera o distinguiéndoles con la preposición en, al menos, uno de ellos. Es más, como ya adelantamos, el inglés es capaz de desarrollar sin marca formal los dos objetos de la doble transitividad. (407). (407)

I gave my  father the book 1sg.nom. dar.pst. mi padre el  libro (‘Di el libro a mi padre’)

No obstante, puede asimismo optar por la estrategia del español y las lenguas romances de introducir el objeto indirecto con la preposición a (‘to’) (408). (408) I gave the book  to my father 1sg.nom. dar.pst. el libro a   mi    padre (‘Di el libro a mi padre’) Obsérvese que la diferencia entre ambas frases es la colocación de los objetos, pero aquello que las hace similares es el trato del rasgo humano. En (407), el elemento humano se antepone al elemento no humano, mientras que en (408), el elemento humano se resalta con la preposición. En cualquier caso, la entidad con rasgo humano es aquella sobre la que se pone el foco. Si volvemos al español, es el rasgo humano lo que provocó la adición de a para objeto directo (aunque

3.4 Transitividad y alineamiento 

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actualmente se haya extendido a casi cualquier contexto en la lengua oral), pero en principio no comportó ninguna ambigüedad la no marcación formal de sujeto y objeto directo no humano. La relevancia de esta aproximación teórica destierra en parte la oposición directo e indirecto para centrarse en la distinción acusativo – dativo, la cual a su vez se enmarca en el tipo de rol semántico del objeto en cuestión. El acusativo se despliega para los papeles de tema y paciente; el dativo sirve para los roles prototípicamente humanos a los que nos hemos referido. La diferencia de las lenguas romances con el inglés, por ejemplo, es el paradigma flexivo del que disponen para marcar tales diferencias semánticas. Mientras que las primeras aún conservan un sistema de clíticos capaz de distinguir acusativo y dativo, el inglés eliminó la variedad de marcas formales y solo mantiene una como objeto, da igual si este objeto es directo o indirecto. En consecuencia, volvemos a la idea de que un verbo dado simplemente es monovalente, bivalente o trivalente. El verbo monovalente posee únicamente un sujeto, el bivalente desarrolla un sujeto y un objeto (independientemente de que sea directo o indirecto, si mantenemos la clasificación tradicional), y el trivalente se caracteriza por un sujeto y dos objetos. Si los verbos, por tanto, son monovalentes, bivalentes o trivalentes, deja de ser pertinente si ver permite un objeto no humano sin preposición a pesar de que no cumple con los rasgos de transitividad defendidos por Hopper y Thompson (1980, 1982). Igualmente, el verbo soñar puede perfectamente tener un objeto directo, aunque tampoco cumpla los preceptos tradicionales de la transitividad. Y qué decir de tener, del que ya hemos hablado. Lo único importante es el número de argumentos que posee. El hecho de que una entidad no humana prácticamente nunca se comporte como objeto indirecto se debe a que este se materializa en caso dativo, el cual, a su vez, representa unos roles semánticos que solo ostentan entidades humanas. Sin embargo, vemos verbos bivalentes cuyo objeto concuerda con la taxonomía canónica de objeto indirecto. Son aquellos en los que el objeto es el experimentante, como en gustar, pero la preposición a, a pesar de que no exista ningún otro objeto ni que el existente pueda conmutarse por un clítico acusativo, siguiendo esta teoría, se debe a que la entidad afectada es un humano. Al ser el experimentante, su caso es el dativo y, al poseer el rasgo humano, la lengua lo hace más prominente por medio, en este caso, de la preposición a. Como observamos en la escala de animacidad en secciones anteriores, el referente humano es el más prominente de todos. Como vemos, son los verbos en los que surge un experimentante, donde mayor variación podemos hallar. Melis (2000a) investiga la posición de los sujetos y los objetos de verbos emocionales, como aburrir, interesar… a lo largo del siglo xix y xx y da cuenta de que el orden de los constituyentes cambia de un

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siglo para otro de manera paulatina. De acuerdo con la autora, el hecho de que se anteponga el sujeto o agente tiene que ver con el carácter humano y animado de este. Es por eso que, en el siglo xix, cuando el empleo causativo de los verbos que expresan emoción también incluye sujetos no animados (409–412), la configuración sintáctica comienza a verse modificada. (409) Si la vulgaridad del profano os desespera (410) El rayo que cayó a corta distancia los asustó (411)

Me agradó mucho el desembarazo de Andrés

(412) Me pareció que lo conmovía mi desgracia Aunque al principio de dicha centuria, el orden no marcado era el de sujeto – verbo – objeto, con independencia de las características semánticas de los argumentos del evento, el siglo xix termina con una clara tendencia a anteponer el objeto animado de dichos verbos. Esta tendencia crece exponencialmente en el siglo xx hasta llegar al orden no marcado actual de primar el objeto animado, seguido del verbo y del sujeto gramatical. Para Melis (2000b), el cambio en el orden de constituyentes está supeditado al carácter topical de los argumentos. Mientras que la construcción en la que se antepone el sujeto posee una visión orientada al agente, la construcción que hace el objeto más prominente surge al focalizar la información hacia la perspectiva del paciente. Al ser el paciente humano en los casos en los que el sujeto gramatical no lo es, su precesión se ve fomentada por el carácter antropocéntrico del discurso, por las jerarquías de topicalidad que establecen que un argumento humano es el más topical, prominente y saliente y que, por tanto, tiende a ubicarse al inicio del discurso. En este sentido, la voz como concepto gramatical sería simplemente una cuestión informativa, pragmática, en la que damos mayor topicalidad y saliencia al paciente (si es pasiva) o al agente (si es activa). En ese mismo artículo, Melis (2000b) rastrea más a fondo cómo verbos emocionales han llegado a causativizarse, permitiendo una frase con infinitivo o una subordinada sustantiva como sujetos. La autora apunta a que ya el latín exhibía una construcción en la que un verbo de emoción (alegrar, avergonzar, consolar…) producía una impersonal en la que el experimentante se construía en acusativo y no existía sujeto nominativo, sino que se materializaba en genitivo (413–414).

3.4 Transitividad y alineamiento 

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(413) Me piget stultitiae meae 1sg.acc. lamentarse.3sg.prs. estupidez.gen.sg. poss.1sg.fem.gen.sg. (‘Me lamento de mi estupidez’) (414) Pudebat Macedones urbem Avergonzar.3sg.impf. macedonios.acc.pl ciudad.acc.sg. deletam esse destruir.pcp.fem.sg.acc. ser.inf. (‘A los macedonios les avergonzaba que la ciudad fuera destruida’) A veces dicho genitivo se construía con una oración con infinitivo (414). En cualquier caso, el verbo iba siempre en 3sg y era defectivo. Como herencia, el español produjo dos tipos de construcciones con verbos emocionales según los rasgos del estímulo y del experimentante. Si el estímulo era inanimado, el experimentante se construía en nominativo más un verbo en voz media y el estímulo se organizaba como oblicuo (415–416). (415) Nin se espanto por aquel miraglo que alli contecie (416) Vuestra majestad no se espante ni escandalize de oyr que algunos se vuelven En cambio, si el estímulo era animado y tenía que ver con un rasgo humano, este se convertía en el sujeto y el experimentante se expresaba como complemento directo (417–420). (417)

Escandalizaste o turbaste con tu mala vida y pecados a los que vivían mansa y pacíficamente

(418) El buen misionero los consoló (419) Yo vos contentaré (420) Y aquel Tzilacatzin con su ferocidad espantaba no solamente a los indios amigos de los españoles, pero a los mismo españoles Solo un tipo de verbo, como gustar, cambiaba la rección del evento, obligando a un objeto indirecto como experimentante en lugar de uno directo (421). (421) Me gusta el chocolate

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El cambio que sufrió el español a partir del siglo xix y que se radicalizaría en el siglo xx fue la extensión causativa de los verbos emocionales con cualquier tipo de estímulo. Así, en lugar de hacer del experimentante el nominativo con un objeto regido por preposición si este era un estímulo no humano, el estímulo se convirtió en sujeto, haciendo del experimentante o bien el objeto directo o bien el indirecto (422–423). (422) Me alegra oírte (423) Yo me alegro infinito de haberle reconocido su capacidad Aunque ambas construcciones convivieron, con el paso de los años hasta la actualidad, es la configuración innovadora la que ha ido ganando terreno a costa de la construcción media. En este sentido, cualquier verbo de emoción se ha causativizado independientemente del rasgo semántico de sus argumentos y ha llegado incluso a convertir los objetos en complementos indirectos imitando el comportamiento de gustar, aunque antes pudieran declinarse en acusativo (424–425). (424) El trabajo la cansa mucho (425) El trabajo le cansa mucho [a ella] Este hecho, según la autora, responde a una cuestión topical, pragmática, de índole informativa, en la que el discurso se centraliza hacia el ente que sufre la acción. Esto obliga a una construcción no activa ni tampoco media, en la que el experimentante con rasgos humanos se antepone como manera antropocéntrica del discurso. Con el tiempo, la construcción se vuelve frecuente y termina afectando incluso a experimentantes no humanos, que se anteponen en el discurso y preceden al verbo, por el mero hecho de ser experimentantes de una construcción emocional (426–427). (426) Al perro le molesta el ruido (427) A la casa le afecta el paso del tiempo Melis (1997), en otro trabajo análogo, investiga el cambio de rección de los verbos emocionales en el siglo xix y da cuenta de que la mayor o menor transitividad de esta clase de verbos depende del estímulo y del experimentante. Así, si el

3.4 Transitividad y alineamiento 

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estímulo y el experimentante son ambos humanos, el primero es preverbal, el segundo posverbal y se favorece el acusativo (428–431). (428) Juan asustó a María (429) Juan la asustó (430) El rey abrumó a sus súbditos con sus palabras (431)

El rey los abrumó con sus palabras

El estímulo es el causante y, por tanto, sujeto. No obstante, si el estímulo (independientemente de sus rasgos humanos) se coloca en posición preverbal y el experimentante (humano) se halla en posición posverbal, pero ha cambiado de acusativo a dativo, la lectura de la causa se modifica en tanto en cuanto el experimentante está menos afectado que si se construyera como objeto directo (432). (432) Las matemáticas le interesan [a ella] Esta configuración implica que tanto estímulo como experimentante son corresponsables del evento. No es así en la construcción que la autora llama impersonal o inversa, donde el experimentante se sitúa en posición preverbal y surge un estímulo posverbal que no hace referencia a ninguna entidad humana, sino que se articula en toda una oración o un complemento prepositivo (433–434). (433) Conque vea usted cuánto sabe, pues aun resultándome interés, me pesa de su saber (434) En las noches de luna, placíale flanear con sus amigas por los senderos floridos de los jardines solitarios En esta ocasión, la lectura es de absoluta espontaneidad. Por tanto, existe un continuum de transitividad entre todas estas estrategias, siendo la última ejemplificada la menos transitiva tanto sintáctica como semánticamente. En mitad de esta jerarquía se hallan las cosas, que al surgir como estímulo de un verbo emocional fluctúan entre la posición preverbal y posverbal, si bien tendían a posición preverbal igual que una entidad humana a principios del siglo xix, pero cambió de estatus según avanzaba el tiempo hasta ser posverbal de forma no marcada a finales del siglo xx.

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3.5 Marcación de caso y topicalidad Los estudios sobre el español también recalcan las divergencias en cuanto a la marcación de caso en los argumentos de los verbos causativos. Ya hemos hecho una breve referencia a aquellas situaciones que dependen del verbo hacer, pero los causativos léxicos, sobre todo los que denotan experiencia, desarrollan distintas estrategias en cuanto a la marcación casual. Así, el español también presenta casos de sujetos dativos u oblicuos. La tesis del sujeto dativo o sujeto no canónico ya ha sido descrita en el capítulo anterior, pero para el español, ha sido apoyada, entre otros, por Campos (1999) o Fernández-Soriano (1999) y es objeto de cada vez más estudios, como el de Elvira (2014) o el de Flores y Melis (2015) (para un estudio más universal, véanse los trabajos referidos con anterioridad, así como Sridhar 1979, Moore y Perlmutter 2000, Bayer 2004). Si observamos los estudios de Flores y Melis (2015), vemos que el sujeto dativo se correlaciona con ese dativo con rasgo humano que se antepone en el discurso cuando entran en juego sobre todo verbos emocionales. Realizan un estudio diacrónico del aumento del objeto indirecto a posiciones iniciales absolutas con verbos emocionales y cómo, a diferencia de otras lenguas del entorno, los sujetos dativos han ido creciendo. Según las autoras, el español medieval solía exhibir oraciones impersonales heredadas del latín en la que se anteponía el experimentante en dativo y el estímulo era posverbal pero en caso oblicuo, ya que solía estar introducido por una preposición (435–437). (435) Al rey plogol mucho deste juyzio (436) A plazele con lo que Dios le faze de bien e merçed (437) Et tanto les pesauan por este fecho Y aunque el experimentante podía también colocarse posverbal, será la tendencia a la subida de clíticos de la última etapa medieval la que favorezca la anteposición del dativo sujeto. Será a finales de la Edad Media cuando los usos oblicuos del estímulo empiecen a coocurrir con caso nominativo (438–439). (438) Al rey don Enrique plogo la sentencia desta embaxada (439) Bien me plaze esso Sin embargo, desde bien temprano, verbos como gustar se comportaban de tal manera que el experimentante animado recibía marca de nominativo y el estímulo

3.5 Marcación de caso y topicalidad 

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se hallaba posverbal precedido de preposición. Será a partir de la segunda mitad del siglo xvi cuando gustar y verbos afines empiecen a cambiar su estructura, con la forma dativo más verbo más estímulo, aunque de manera muy esporádica. Las dos estrategias irán compitiendo cada vez más hasta que en el siglo xix se imponga la que resulta no marcada hoy día: dativo más verbo más estímulo en nominativo (440–443). (440) Porque no todos gustan de los preceptos de una moral pura (441) No me gustan esas chanzas (442) Me irrita ese pecado chabacano (443) Le molestaba mi mal dormir Los acontecimientos con gustar arrastrarán a verbos afines, ya que lexemas como contentar, enojar, etcétera, exhibían un patrón transitivo en la que el estímulo solía ser animado, nominativo y sujeto y el experimentamte posverbal y objeto directo (444). (444) Miguel ha enfadado a María con lo que le ha dicho Pero será la inserción de oraciones o estímulos no humanos o no animados lo que provocará una reconfiguración sintáctica, favoreciendo la anteposición del experimentante preverbal y en forma de dativo y el estímulo posverbal y en forma de sujeto y nominativo. Si nos centramos en el estudio de Elvira (2014), hay que diferenciar entre dos tipos de objeto indirecto o dativos, aquel que es argumental de un verbo estativo como gustar y el que se comporta como no argumental o lo es de un verbo triactancial, como dar. El primero de todos es el que se ajusta al comportamiento de un sujeto, ya que tiende a topicalizarse a la izquierda, resulta más prominente y desarrolla una configuración muy semejante a la del sujeto de un verbo transitivo. Es más, aunque en el español actual el doblado de clítico con un dativo dislocado a la izquierda es obligatorio, en etapa medieval no lo era. La extrema tendencia a la topicalización de la fase medieval de las lenguas romances, en la que se primaba dicha estrategia por motivos informativos, produjo un pronombre reasuntivo que recuperara anafóricamente la entidad en el discurso. Este desarrollo se dio en primera instancia con los verbos estativos del tipo plazer y se extendió a otros como gustar, aburrir, convenir, donde no hay estrictamente un sujeto, ya que el experimentante de estas acciones es el que se enfatiza al elevarlo

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a la posición inicial. Una vez el doblado de clíticos se asentó con los dativos de verbos estativos, se esparció a cualquier objeto indirecto. En cuanto a la duplicación del objeto indirecto, el español ha contado con numerosos estudios que tratan de averiguar cuál ha sido el camino y la motivación para ello. Melis (2005), por ejemplo, hace un recorrido diacrónico sobre el doblado de objeto en español y da cuenta de la progresión histórica de este fenómeno. De acuerdo con su estudio, el doblado de objeto indirecto ya se daba en época medieval, si bien de manera muy minoritaria (menos del 10% de las ocurrencias que encuentra), y va creciendo sin interrupción hasta alcanzar el 74% de los casos a finales del siglo pasado. Para Melis (2005) y Flores y Melis (2003), la cada vez mayor frecuencia de duplicación del objeto indirecto se sustenta sobre la motivación desambiguadora que la opción de doblado posee para diferenciarse del objeto directo. Así, el hecho de que el objeto directo en español pueda ir precedido por la preposición a, que es la típica que introduce los objetos indirectos, y ante la cada vez mayor expansión de la marca preposicional ante un acusativo, el aumento del objeto indirecto duplicado vendría a resolver el solapamiento que la estructura a más objeto ha creado con los objetos, llegando muchas veces a no distinguir de manera formal un objeto directo de uno indirecto. Es más, de acuerdo con Melis (2005), la duplicación del objeto indirecto imita la jerarquía que ha seguido la preposición a ante objeto directo. En primer lugar, el objeto indirecto se dobla ante pronombres (445–447). (445) Et a todos los buenos et cuerdos et entendudos pesoles de coraçon (446) Et a mi semeiame que serien bien casadas con ellos (447) E esto a ellos les fuese difiçile Después, se extiende a nombres propios (448–449). (448) Le contaron al rey Don Alfonso la historia (449) Le pidieron a Dios clemencia Más tarde se establece también con elementos individualizados (450–452). (450) Le dijo al señor cura (451)

Para advertirle continuamente a su mujer alguna negligencia

(452) Le dijo a esta dueña

3.5 Marcación de caso y topicalidad 

 103

Y, por último, pasa también a entidades indefinidas o menos individualizadas (453–454). (453) Les mandaron las cartas a unos amigos (454) Se lo recomendaron a mucha gente Así, frente a un 21% que tenía la duplicación con los pronombres en la Edad Media frente al 3% con entidades indefinidas, en el siglo xx la autora señala que el 88% de objetos indirectos con pronombres están duplicados frente al 51% que presentan las referencias indefinidas. Y si esos mismos datos se contrastan diatópicamente, Melis (2005) descubre que la variedad mexicana ha generalizado casi por completo la duplicación de objeto indirecto a cualquier contexto, ya que incluso las entidades indefinidas presentan un 75% de casos de doblado, frente al 25% de media que exhibe el español peninsular. Este doblado del dativo y, en menor extensión, del acusativo también se da en otras lenguas. De acuerdo con Schäfer (2008) y con Fernández-Soriano y Mendikoetxea (2013), las construcciones del tipo A Juan se le cayó el vaso, se repiten en el alemán, el griego, el polaco, el búlgaro o el italiano (455–457). (455) A Mario si ruppe il portacenere (per errore) A Mario refl.3sg. romper.pst. el cenicero (por error) (‘A Mario se le ha roto el cenicero [por error]’) (456) Dem Hans zerbrach versehentlich die Vase 3sg.masc.dat. Hans romper.prs. sin intención el jarrón (‘A Hans se le ha roto el jarrón’ / ‘Hans ha roto el jarrón sin querer’) (457) Jankowi zlamaly sie okulary Juan.dat. romper.pcp.fem.pl. refl. gafas.fem.pl. (‘A Juan se le han roto las gafas’) Como observamos, tanto la frase del italiano, como la del alemán y el polaco, escogen un elemento en dativo que ha intervenido de alguna manera en la causa, aunque involuntariamente. Casi todos optan por un verbo con el reflexivo y el paciente en nominativo. El caso del griego prefiere un genitivo y también dobla con el clítico el elemento humano, como el español. Estas construcciones son posibles porque se infiere que, para su desarrollo, se necesita una causa externa. Para las autoras, este tipo de construcción tiene un argumento externo marcado

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en dativo y preverbal y un argumento interno que es posverbal. En consecuencia, el dativo es en realidad un sujeto oblicuo. Uno de los análisis más exhaustivos que encontramos en el español a propósito de los objetos indirectos es el de Company (2006). De acuerdo con la autora, los objetos indirectos pueden ser argumentales o no argumentales, pero al profundizar en su estudio, la clasificación se reparte en cuatro tipos: argumental, no argumental pero aún con centralidad en la estructura oracional, no argumental ni central en la estructural oracional, y completamente marginal y carente de referencia alguna (458–464). (458) Et desto que dixo Dina plugo al león, et díxole… (459) Y dio el sayete de armas al truhán (460) Et lavava la ropa a ciertos moços de cavallos del Comendador de la Magdalena (461) Iba a cuerpo y tenía mucho frío. El viento caliente le sabía a cierzo (462) Téngame v.s. ánimo para andar por tierras extrañas (463) No se me rían, estense quietecitos y pórtense bien (464) Híjole, qué exagerado Para la autora, el objeto indirecto representa una función compleja por diversos motivos. Está en la frontera entre un argumento y un oblicuo, ya que formalmente está precedido por preposición y tiene aspecto de oblicuo, pero suele ser central en la significación del verbo. Además de que se puede reemplazar por pronombre, lo que le confiere ese comportamiento argumental y directo al verbo. A su vez, al estar introducidos por a o para, suelen estar en la frontera con locativos u otros adjuntos e incluso como reflexivos y de voz media. Tipológicamente, el dativo suele situarse entre un oblicuo y un argumento entre un objeto primero y uno segundo (Anderson 1984, Berman 1982, Faltz 1978). La bibliografía sobre el objeto indirecto se ha ocupado sobre todo de saber establecer los límites que existen entre un objeto indirecto y cualquier otro tipo de dativo, si todo objeto indirecto forma parte de la estructura argumental y qué objetos indirectos son valencias del verbo. Así pues, no todos los dativos admiten duplicación o aparecer en forma léxica. Bickford (1985) y Jeong (1996) arguyen que la posibilidad de duplicación se asocia con los objetos indirectos

3.5 Marcación de caso y topicalidad 

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con roles semánticos de beneficiario y, en menor medida, los de receptor, si bien esta afirmación cada vez se defiende menos. Otra problemática de los objetos indirectos es su flexibilidad y su proximidad a otros contextos gramaticales, al menos formalmente, ya que pueden parecer objetos directos (Roegiest 1999), reflexivos (Maldonado 1999), posesivos (Sánchez Lancís 1988) o locativos (Rojo 1985). Es la proximidad con el objeto directo la que más interés ha suscitado, sobre todo porque la distinción se pierde en el mismo latín, ya que muchos verbos terminaron vacilando entre acusativo y dativo en su objeto argumental (Blansitt 1984). Company (2001), sin ir más lejos, aduce que el objeto directo e indirecto en español no solo se hacen indistinguibles, sino que el objeto indirecto puede copar usos de primer objeto del verbo, desplazando al directo. El hecho de que el objeto indirecto venga precedido por a ha llevado a Cifuentes y Llopis (1996) o Meyer-Lübke (1906) a establecer la etimología del objeto indirecto a un papel de meta o destino, también abstracto y no solo locativo, donde el proceso de transitividad que denota un verbo finaliza. Sin embargo, Folgar (1993) sostiene que el objeto indirecto hace referencia fundamentalmente a una entidad humana, sobre el que recae la acción de manera afectiva o psicológica y, por tanto, el origen del objeto indirecto se halla en lecturas de experimentante y beneficiario. En cuanto a la manifestación formal del objeto indirecto, este se presenta de manera abrumadora en forma de clítico (le / les), lo cual lleva a pensar que hace referencia a una entidad muy reconocible en el discurso, muy accesible, conocida por el hablante y con alta tendencia de topicalidad. En consecuencia, el objeto indirecto casi siempre se refiere a una entidad humana. Si, por el contrario, se materializa en un sintagma, este va introducido por a. Para Company, este hecho se debe a que la preposición latina ad extiende su significado de meta o destino locativo a una entidad alcanzada por la acción del verbo, a una meta de la transitividad. Esta extensión enseguida se asentó en la Península Ibérica hasta el límite de que el dativo empezó a competir con la estrategia ad más acusativo. Para Folgar (1993), la preposición ad más acusativo podía emplearse en el latín más arcaico para indicar meta, pero esta integraba un componente humano, como ciudad, villa… Pensado (1995) recalca que las primeras manifestaciones de ad más acusativo e incluso dativo para objeto indirecto aparecen en la primera y segunda personas. Fue esta alternativa la que se impuso sobre el dativo flexivo y terminó invadiendo los objetos directos también. Company (2006) observa una preferencia del dativo para indicar entidades individualizadas, pronombres personales y nombres propios, lo cual confirma la alta topicalidad del dativo y el objeto indirecto. En cuanto a su desarrollo semántico, el objeto indirecto refiere a una entidad humana 9 de cada 10 veces en todos los siglos investigados por Company y, si se comporta como un clítico, la referencia humana es del 99% y de una media del

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70% con sintagmas. En contraposición, los objetos directos hallados suelen referirse a entidades no humanas e inanimadas. Company (2006) además descubre que la concatenación del objeto directo e indirecto en forma léxica y no pronominal favorece la marcación de solo el objeto indirecto, pudiendo quedarse el objeto directo de persona sin la marca a (465–466). (465) El cacique entregó su hija a los conquistadores (466) El maestro presentó su mujer a Juan Esto lleva a la autora a inferir que el objeto indirecto, al ser casi siempre humano, mantiene su voluntad de ser marcado constantemente. Incluso ese carácter humano lo hace propenso a ser reinterpretado como sujeto y con verbos psicológicos o de experiencia, se ven casos en los que el objeto indirecto se antepone y la concordancia verbal se hace con él y no con el sujeto gramatical (467–468). (467) Donde le sucedió cosas que a cosas llegan (468) Tienen un presidente cada vez más provinciano a quien solo importa los asuntos internos de su país En cuanto al orden de los constituyentes, si el objeto indirecto es un elemento léxico, suele posponerse al objeto directo y al verbo; si es un clítico, suele preceder al verbo. Pero la competencia entre el directo y el indirecto no se dirime de manera tan clara, ya que, de media el 40% de las veces, el objeto indirecto en elemento léxico se antepone al objeto directo (469–471). (469) De como cuenta Josue al pueblo las palabras e los fechos de Dios (470) Cadmo, quando vio que assi le venien las sennales e las cosas todas (471)

Yd e poned los vuestros pies a estos reyes sobre los cuellos

Es cuando el objeto indirecto resulta inanimado o el objeto directo tiene una relación de alta cohesión con el verbo cuando se suele anteponer al indirecto (dar golpes a, dar pie a…). Si nos detenemos en los papeles semánticos del objeto indirecto a lo largo de la historia del español, Company da cuenta de que es el papel de receptor el que más ejemplos cosecha y, en segunda posición se disputan el de experimentante, beneficiario y meta o fuente. Es el poseedor el que muy bajas ocurrencias propor-

3.5 Marcación de caso y topicalidad 

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ciona. Asimismo, la autora remarca que los objetos indirectos surgen más con verbos transitivos que con intransitivos (65% frente a 35%). Una de las controversias mayores es la posibilidad de pasivizar el objeto indirecto en español. La opinión asentada es la imposibilidad de que ocurra, sin embargo Company muestra ejemplos que apuntan a lo contrario. No obstante, como muestran los ejemplos (472–475), el argumento que es el objeto directo de la activa se convierte en oblicuo si se promociona el objeto indirecto al sujeto de la pasiva. (472) La policía informó el hallazgo a los familiares (473) Los familiares fueron informados del hallazgo (474) Obsequiaron un regalo a María (475) María fue obsequiada con un regalo Incluso el latín promocionaba ciertos dativos a la función de sujeto en pasiva, siempre que este fuera un receptor. En cualquier caso, la autora es cauta sobre el hecho de que el dativo pueda pasivizarse, debido a tantas restricciones. La duplicación del objeto la tratamos con Elvira (2014), pero Company (2006) advierte que la duplicación del objeto indirecto aumenta según avanzan los siglos, un 6% en el siglo xiii y un 83% en el siglo xx. Una evolución ulterior en el objeto indirecto ha sido su despronominalización, ya que, según Company (2006), podemos hallar el clítico le con referentes plurales desde el inicio de la lengua (476–477). (476) Y que para recompensa, de que si le parece a mjs hermanos que en algo son agrabiados, lo concierten en darles entre ambos estos seys çientos pesos (477) Yo le tengo miedo a los trancazos La posición para esto se favorece por anteponer el clítico al verbo. Pero en México podemos hallar el uso del objeto indirecto a bases no verbales como intensificador (478–479). (478) Vuélale, pícale, que llegamos tarde (479) Trae unos zapatos, córrele

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La duplicación del objeto o el mero hecho de que el objeto directo pueda llevar preposición son objetos de amplio debate. Para ello, es necesario comprender la evolución del objeto directo e indirecto. Laca (2006) estudia la evolución de la marca diferencial de objeto en los objetos directos del español. En su análisis, da cuenta de que desde el mismo inicio del español, se da el uso de a en ciertos objetos directos (480–481). (480) Minaya a doña Ximina y a sus fijas que ha / E alas otras dueñas que las siruen delant (481) Con afán gane a Valençia y ela por heredad Sin embargo, la autora percibe un aumento cada vez mayor del empleo del acusativo preposicional y este se supedita por completo a las jerarquías de animacidad y definitud (Aissen 2000, Givón 2001) que se representan en (xi–xii). (xi)

Humano > animado > inanimado

(xii) Pronombre > nombre propio > definido > indefinido específico > no específico (xiii) (I) Pronombre humano > (II) nombre propio humano / pronombre animado > (III) definido humano / nombre propio animado / pronombre inanimado > (IV) humano indefinido específico / animado definido / nombre propio inanimado > (V) humano no específico / animado indefinido específico / inanimado definido > (VI) animado no específico / inanimado indefinido específico > (VII) inanimado no específico La escala en (xiii) muestra la combinación de las dos anteriores y cómo hay una serie de estadios en los que distintos contextos se unen en la extensión de la marca diferencial de objeto. Así, según pasan los años la a va usurpando cada uno de los contextos de la jerarquía en (xiii). A continuación, damos una serie de ejemplos (482–487). (482) Conusmó sus inquidades matando a un pobre maromero (483) Assiniestro dexan a Griza que Alamos poblo (484) Myo Çid gaño a Xeerica y a Onda (485) Quien bien quiere a Beltrán, a todas sus cosas ama

3.5 Marcación de caso y topicalidad 

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(486) A un imposible adoro, que es de discretos (487) Hemos de matar en los gigantes a la soberbia, a la envidia Además de su investigación, Laca (2006) resume las posibilidades que han derivado en el acusativo con preposición. De acuerdo con la autora, las mismas etapas tardías del latín ya exhibían esta estrategia (488). (488) Uenerunt Gundessaluo et alio bassalo et prendiderunt adSancio et a Nannu Gomiz Sin embargo, la explicación para la marcación diferencial de objeto se ha basado en tres hipótesis de las que no se sabe a ciencia cierta si se excluyen entre sí o es un cúmulo de todas. Estas se pueden resumir en la desambigüedad entre sujeto y objeto ante la caída de casos, la analogía con el dativo y la topicalización. En el primer caso, Müller (1971) establece la necesidad de la preposición para distinguir entre sujeto y objeto en aquellas zonas latinas donde antes se perdieron los casos. Así, los textos latinos tardíos de la Península Ibérica ya presentaban esta estrategia. El rumano presenta la misma posibilidad en su estándar (MeyerLübke 1906) y el resto de lenguas herederas del latín lo desarrollan en mayor o menor medida en sus variedades vernáculas (Rohlfs 1971). Siguiendo esta hipótesis, los objetos que desarrollaron el acusativo preposicional son aquellos que coinciden con los rasgos propios de los sujetos y que, por tanto, tienden más a la ambigüedad. Es efectivamente donde el acusativo con preposición se manifiesta en el estándar en español: ante objetos humanos, que son más propensos a funcionar también como sujetos. Sin embargo, de acuerdo con Laca (2006), el español extendió muy pronto, aunque de forma esporádica, la preposición a cualquier empleo de objeto directo y, haciéndose eco de Pensado (1995), duda de que esa distinción entre nominativo y acusativo perdida por los casos sea satisfactoria como hipótesis, ya que es en los pronombres personales tónicos donde surge la preposición, justo un contexto gramatical donde las distinciones de caso se conservan (498–490). (489) Te veo a ti (490) Te veo *ti La teoría de la analogía con el dativo establece que la distinción real es la de entes animados frente a inanimados. Así, los objetos animados reciben la marca a, independientemente de que sean acusativos o dativos, y los inanimados, no.

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Como Givón (2001) argumenta, es difícil que un objeto indirecto que suele ser receptor, experimentante, beneficiario o poseedor, sea un referente inanimado. Asimismo, la analogía del acusativo con el dativo sería contestación a la neutralización que ambos casos ya habrían dado como resultado, como en los pronombres átonos de primera y segunda personas (me, te, nos, os). Asimismo, las formas tónicas de dativo precedidas de preposición, tipo ad mihi, pronto sirvieron también para el acusativo, favoreciendo la teoría analógica. Además, ciertos verbos que regían dativo en latín y que pronto oscilaron entre acusativo y dativo, como ayudar, también promoverían dicha analogía. La versión que responsabiliza los procesos de topicalización a la aparición del acusativo preposicional sostiene que los objetos directos solían dislocarse para hacerlos más enfáticos y prominentes. Pensado (1995) opina que la tendencia topicalizadora de las primeras etapas de las lenguas romances favoreció la adición de a para marcar prominencia y que fue precisamente con los pronombres personales donde empezó todo, ya que eran los referentes que más solían topicalizarse. Asimismo, esta tendencia de la adición de a para elementos topicalizados parece ser panrománica (Niculescu 1959). El concepto de topicalización es pertinente a la hora de colocar los argumentos del verbo o incluso marcarlos morfológicamente, sobre todo para los verbos estativos como gustar y la selección del sujeto frente al objeto, puesto que las lenguas oscilan entre asignar la categoría de sujeto al experimentante o al tema. Así, tenemos la versión del inglés frente a la española (491–492). (491) I like chocolate 1sg.nom. gustar.prs. chocolate (‘Me gusta el chocolate’) (492) Me gusta el chocolate No obstante, la configuración del primero parece ser el resultado de un reanálisis en lo que concierne a la asignación de casos en un estadio previo en el que la construcción se materializaba como en español. Es decir, la anteposición del dativo seguido del verbo más el sujeto provoca que el elemento que suele situarse en posición inicial se reinterprete como el sujeto porque este suele ocupar dicha ubicación. Cuando esto sucede, el que había sido hasta entonces dativo pasa a ser nominativo y el antiguo elemento que se construía en nominativo se flexiona en dativo. Allen (1995) da cuenta de esta transformación precisamente en inglés y Van Hoecke (1996) y Barðdal et al. (2012) dan cuenta de lo mismo con el paso en latín arcaico en lo que respecta a lecturas de posesión con el verbo habeo, ya que la construcción antigua preveía un tema sujeto y un dativo antepuesto al verbo

3.5 Marcación de caso y topicalidad 

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como experimentante o poseedor del tema. La alta frecuencia de dicha construcción derivó en la transivización de habeo y el reajuste de sus argumentos, siendo el antiguo dativo el nuevo nominativo y sujeto, y el antiguo nominativo y tema, el nuevo acusativo y objeto directo. Sin embargo, para que el intercambio de casos se produzca, es necesaria una construcción de carácter topical, en la que el tópico goza de una posición extraoracional, caracterizada por una pausa prosódica entre el tópico y la oración, y un elemento anafórico ya en el interior de la oración que tiene total independencia para concordar o no con el tópico. Cuando la construcción topical se hace frecuente, los hablantes empiezan a reinterpretarla, asignando al tópico un papel de sujeto que no tenía antes, dado que ocupa la posición prototípica de este. Empero, antes de que el tópico se convierta propiamente en sujeto, ha de atravesar un estadio intermedio en el que posea características topicales y de sujeto. Así, la pausa prosódica se ha eliminado, se inserta por completo en la oración, pero aún tiene que ser recuperado por un elemento reasuntivo que, en la mayoría de los casos, se ha clitizado o ha perdido peso fónico. Una vez ha pasado esta fase, el tópico termina convirtiéndose completamente en sujeto, con todas las características de este (Givón 1975). Los reanálisis por construcciones topicales han sido extensos en las lenguas, pero resulta interesante para nuestro propósito en este libro ilustrar la fase intermedia que se observa hoy en día en el español coloquial precisamente con el verbo gustar. Como hemos indicado, el verbo gustar es un verbo estativo con dos argumentos: el sujeto, que suele ser el tema, y un dativo experimentante que acostumbra a ser ubicado al inicio de la oración, como un sujeto dativo. Sin embargo, no es inusual escuchar en el habla más relajada oraciones como (493). (493) Yo, me gusta el chocolate La frase (493) indica perfectamente el estadio segundo que se documenta en la reinterpretación de un tópico en un sujeto. La oración normativa, en la que se desplaza el dativo a una posición topical ha sido reinterpretada y el dativo se ha convertido en un medio sujeto, ya que exhibe morfología de nominativo, pero no es todavía un sujeto, ya que ha de recuperarse por medio de un pronombre anafórico, en este caso en caso dativo (no tiene por qué concordar y, de hecho, solo concuerda en persona y número, pero no en caso), y el verbo todavía recibe la concordancia del tema. Según los argumentos que hemos ido exponiendo, es probable que una construcción como (493) termine por eliminar la pausa prosódica y convertirse en la alternativa inglesa, en la que el verbo termine concordando con el experimentante y sea el tema el que se vuelva el nuevo objeto indirecto. De acuerdo con Melis y Alfonso Vega (2010), el orden de las tres funciones más habituales de la oración (S = sujeto de la oración intransitiva; A = sujeto de la

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 3 Las construcciones causativas en español

oración transitiva; O = objeto) refleja simplemente información nueva o información conocida y, en función de esta dicotomía, la expresión de A, S y O alternan en posición preverbal y posverbal. Mientras que A suele ser un pronombre, ya que es información conocida, más rápida de procesar, y se coloca a la izquierda del verbo, O denota una información desconocida hasta el momento. Esto provoca que O sea, en la mayoría de los casos, un referente léxico más que pronominal. La expresión gramatical tanto de A y O se supedita igualmente a la semántica que va aparejada. Frente a A, que suele concebirse como una entidad animada y agentiva, O es mayoritariamente paciente, inanimado y, de acuerdo con las autoras, partícipe efímero del discurso. Su posición en la oración es, por tanto, posverbal, ya que el esfuerzo de codificación es mayor. En cambio, S fluctúa entre el comportamiento de A y O, puesto que semánticamente pueden ser objeto inanimados o entes animados, puede expresar la acción de un evento o hacer referencia a su sufrimiento. Es por ello que S oscila entre posiciones preverbales y posverbales. Habiendo hecho esta diferenciación como premisa de su investigación, Melis y Alfonso Vega (2010) sugieren que cuando S es preverbal, da información conocida y cuando no lo es, propone un nuevo referente no sabido con antelación. Asimismo, S fluctúa según el grado de accesibilidad que posea. Parafraseando a Chafe (1987), las autoras aducen que un referente dado se inserta en un continuum con dos polos: activo y no activo. El primero establece referentes que el hablante supone están presentes en la conciencia del oyente en el momento de habla, ya sea porque se han mencionado con anterioridad o porque encarnan a los actores del discurso; el segundo, sin embargo, se caracteriza por referirse a una entidad sobre la que no se ha hecho mención previa y que el oyente no es capaz de identificar. No obstante, entre ambos polos, se hallarían los referentes accesibles, que no son otros que aquellos que ya se introdujeron en el discurso en un momento dado, pero cuya referencialidad ha estado ausente durante largo tiempo; aquellos que se pueden inferir mediante el contexto y aquellos identificables gracias al conocimiento del mundo. En principio, siguiendo este continuum, cuanto menos accesible y desconocida sea la entidad, mayor propensión a aparecer posverbal. Alfonso Vega y Melis (2010) insisten en que la colocación de S en español a posición preverbal o posverbal no se constriñe a la dicotomía inacusativo – inergativo, sino que la posición en el discurso se debe a la oposición información nueva – información conocida. Mientras que la conocida se antepone, la nueva se deja para el final, ya que se tiende a ser más prolijo al presentar al interlocutor algo que no sabe de antemano. En función de esta distinción, las autoras reconocen que los verbos que más tienden a poseer sujetos posverbales son los de existencia, aparición y algunos de movimiento, como llegar, venir o salir. Toda esta amalgama de lexemas suelen presentar su argumento sujeto como algo remático. Sin embargo, en el corpus que analizan, esta separación no siempre

3.5 Marcación de caso y topicalidad 

 113

es pertinente, ya que encuentran un gran número de ejemplos donde se presenta información nueva referida al sujeto y este aparece en posición preverbal. Las autoras tampoco se convencen con las oposiciones animado – inanimado o inacusativo – inergativo, ya que hallan numerosos casos que contradicen la tendencia y ven anteposición en verbos inacusativos o con sujetos inanimados y viceversa. Para las autoras, la verdadera razón de la colocación del sujeto de un verbo intransitivo en español es la coaparición de un complemento circunstancial. Si este aparece a la derecha del verbo, modificándolo, el sujeto es antepuesto; si se topicaliza, el sujeto aparece pospuesto al verbo (494–499). (494) La casa donde nacieron ella, Ramón y Agustín se estaba cayendo (495) Cuando sale el pianista, la gente se pone de pie (496) Un hombre de pelo pintado, tics en la mejilla y ojos ligeramente bizcos apareció detrás de un biombo blanco de hospital (497) En uno de esos trenes llegaron los Govea (498) Replicó la jovencita al tiempo que un misterioso fulgor brillaba en sus ojos (499) Con aquel sol inquebrantable que los seguía brillaban las armaduras, las espadas, las ballestas Las frases (494–499), sacadas de dicho artículo, tratan de justificar la argumentación de las autoras. Así, el surgimiento de los sujetos posverbales en todas las oraciones donde se da responde a una topicalización de algún adjunto, sea locativo, temporal, instrumental. Si no se antepone, entonces, como muestran los ejemplos en los que el sujeto antecede al verbo, el sujeto se ubica en primer lugar, independientemente de que nos hallemos ante un intransitivo inergativo o inacusativo. La colocación de los argumentos no solo se ha referido a la diferencia entre inergativos e inacusativos, sino también sobre todo a los verbos emocionales, por las razones que hemos expuesto durante todo el libro. Estos verbos son muchas veces causativos o terminan causativizándose y, ante la gran variedad semántica de sujetos, objetos y Aktionsart que presentan, su configuración es relativamente lábil. Para el español, Flores y Melis (2015) perciben que la reconfiguración sintáctica de los argumentos de verbos emocionales y causativos que tienen que ver con dicha clasificación verbal va de la mano con el aumento del reflexivo se para distintas lecturas. En primer lugar, el esparcimiento de se a lecturas no reflexivas empieza con cambios de estado con poseedor externo (500–501).

114 

 3 Las construcciones causativas en español

(500) Sintie como se le quemauan las entrannas (501) Es que se le cierran las narizes e abren las bocas Se trata de una voz media en la que se añade el dativo como poseedor del sujeto que, por la subida de clíticos, irá preverbal. Esta anteposición del dativo poseedor humano se repite en muchas lenguas, como el alemán o todas las lenguas romances (König y Haspelmath 1998) y responde a la escala de animacidad. Una vez que el dativo poseedor se ha asentado como contexto donde surge el se de voz media, este pasa a funcionar también como pasiva refleja con verbos que ellas denominan de transferencia material (dar) o transferencia comunicativa (decir) (502–504). (502) Se les dio el galardón al final del día (503) Al rey se le daba el título de majestad (504) De modo que a esa tía no se le da un castigo El sujeto se omite al ser pasiva y el dativo se añade para marcar el receptor del tema. Esta estructura es escasa en la Edad Media y será a partir del español clásico donde empiece a cobrar fuerza. La tercera fase de la expansión de se se atestigua con verbos que expresan emociones y sentimientos, tales como pensar, creer, imaginar… A diferencia de épocas más tempranas, en las que dichos verbos se construían de manera transitiva, con el experimentante en nominativo y el estímulo o tema en acusativo, va a ser de nuevo en el siglo xix cuando se produzca el cambio sintáctico, favoreciendo la construcción de sujeto dativo, como ya se daba con mayor ahínco con el verbo olvidar (505–507). (505) Al instante se le vino a la imaginación aquella idea (506) Se me olvidó el paraguas (507) Se le metió en la cabeza instruirme en las ciencias naturales En última instancia, el reflexivo se extiende en el siglo xix y con mayor apogeo en el xx a lo que las autoras denominan el evento accidental. Con ello no se refieren sino a aquellos eventos en los que el sujeto no es agente, sino autor o actor de la misma, ya que el evento se ha desarrollado ajeno a la voluntad del sujeto (508–510).

3.5 Marcación de caso y topicalidad 

 115

(508) Fue muerto de un pistoletazo que, según se dijo, se le disparó involuntariamente (509) Esta mañana se me rompió la cinta de vídeo (510) Se me cayó la sopera en la calle Por tanto, a diferencia por ejemplo del inglés y otras muchas lenguas indoeuropeas, que han ido deshaciéndose de los sujetos dativos para marcar en nominativo el experimentante y en acusativo el tema (like en inglés o aimer en francés), el español ha ido aumentando sus usos de forma paulatina. Los verbos emocionales y causativos de dicha clasificación mostraban una doble vertiente: puramente transitivos si el estímulo y el experimentante eran humanos e intransitivos (casi siempre con se) si el estímulo era una cosa, la cual iba precedida de preposición. Si el estímulo se materializaba en una oración, la frase era impersonal. Sin embargo, el mayor uso del verbo gustar y la posibilidad de tener el estímulo inanimado sin preposición y convertido en sujeto promovieron la cada vez mayor aceptación del sujeto dativo, antepuesto al verbo, con cualquier clase de causativo emocional. Todo esto además fue auspiciado por el incremento del empleo del se, que pasó a promocionar el dativo poseedor en lecturas incoativas (511), siguió con la pasiva refleja (512), posteriormente se estableció con verbos emocionales y de cognición (513) y terminó asentándose en lecturas no volitivas tan comunes hoy día. (511)

Se me ha quemado la casa

(512)

Se come mucho cerdo en este país

(513)

Se me olvidaron las llaves

Justamente, las frases (511–513) han llevado a Melis (2012) a resaltar que el español trata de no confundir sintácticamente el agente de una acción con el autor de la misma. Aunque la autora nunca hace esta distinción y habla de eventos accidentados y aquellos que se han hecho a propósito, acierta en subrayar que en un evento accidentado, el autor de dicho evento no puede ser el agente y que, por tanto, no puede ser codificado de la misma manera. Para ella, el causante de un evento no intencionado suele materializarse mediante un caso oblicuo. Esto provoca que el causado sea el sujeto de la oración, pero el dativo que hace referencia al causante se anteponga en la consecución del discurso. Así, hay una diferencia clara entre (514–515).

116 

 3 Las construcciones causativas en español

(514)

He roto el vaso

(515)

Se me ha roto el vaso

Mientras que (514) implica (cierta) intencionalidad, el ejemplo (515) solo es admisible con una lectura no volitiva y de accidente. Esta misma estrategia se repite en el alemán (Naess 2007), como podemos observar en el cotejo de los siguientes ejemplos (516–517). (516) Ich habe den Teller zerbrochen 1sg.nom. haber.1sg.prs. el.acc.masc. plato romper.pcp. (‘He roto el plato’) (517) Mir ist der Teller zerbrochen 1sg.dat. ser.3sg.prs. el.nom.masc. plato romper.pcp. (‘Se me ha roto el plato’) De acuerdo con Maldonado (2002), los papeles semánticos de agente, experimentante, instrumento y tema, desde un punto de vista cognitivo, se reparten entre activos y pasivos, siguiendo una clasificación que se centra en el grado de actividad de los participantes. Según el autor, los agentes y experimentantes son activos, mientras que los instrumentos y temas son pasivos. Vázquez Rozas (2006) analiza la diferencia que hay entre verbos de emoción o experiencia y por qué fluctúan entre dos construcciones (518–521). (518) Le gusta María (519) Ama a María (520) Le encanta viajar (521)

Odia viajar

Según su teoría, la construcción transitiva implica de alguna manera una mayor volición, control o agentividad por parte del experimentante. Así, la autora admite que amar y pensar, por ejemplo, admiten imperativos (522–523). (522)

Amaos los unos a los otros

(523) Piénsalo con calma

3.5 Marcación de caso y topicalidad 

 117

Su hipótesis se basa sobre todo en las alternancias transitivas o con objeto oblicuo de verbos como recordar y olvidar(se) (524–526). (524) María recordó el cumpleaños de Juan (525) María olvidó el cumpleaños de Juan (526) A María se le olvidó el cumpleaños de Juan Según la autora, la lengua concede transitividad a recordar porque infiere que el esfuerzo y la volición o agentividad del sujeto es mayor que en olvidar. La diferencia de (525–526), por tanto, estaría supeditada al grado de intención o responsabilidad por parte del experimentante. Si este se construye en dativo, el significado carece de toda volición, mientras que si es nominativo, de alguna manera, el sujeto ha tenido que ver en la acción. Para ello, se apoya también en el comportamiento de otros idiomas, como el ruso (527–529). (527) On byl grusten Él.nom. estar.pst.masc. triste.masc. (‘Él estaba triste’) (528) Emu bylo grustno Él.dat. estar.pst.neut. triste.neut. (‘Él estaba triste’) (529) On grustil Él.nom. entristecer.pst. masc. (‘Él estaba triste’) Estos ejemplos, sacados de Wierzbicka (1999), supone que la construcción de dativo hace referencia a algo involuntario, mientras que la del verbo (529) implica que la tristeza ha sido provocada por el sujeto. El primer ejemplo, por tanto, daría una lectura no marcada y neutra. De la misma opinión es Dabrowska (1997) con respecto al polaco (530–531). (530) Ania podziwiala Piotra Ania.nom. admirar.pst. Piotr.acc. (‘Ania admiraba a Piotr’)

118 

 3 Las construcciones causativas en español

(531)

Ani imponuje Piotr Ania.dat. impresionar.pst. Piotr.nom. (‘Piotr impresionó a Ania’)

Según Dabrowska (1997), la diferencia estriba en el hecho de que la versión en nominativo del experimentante presupone cierta manipulación por parte del mismo, mientras que la versión en dativo implica espontaneidad del evento, falta total de volición por parte del experimentante. Recordemos que el español mantiene un comportamiento similar entre la elección del clítico en verbos de experiencia o sensación, como asustar, en función de la agentividad y volición del elemento que lleva a cabo la acción y del que la experimenta.

3.6 Recapitulación En este capítulo, hemos visto que el español encaja con la tendencia universal de construir el concepto de causación mediante tres estrategias diferentes: analítica, morfológica y léxica. Así, las primeras suelen configurarse con el verbo hacer más una subordinada completiva o infinitivo, si bien va a ser la oposición causa directa e indirecta lo que favorezca el empleo del infinitivo o la subordinada, así como la elección del caso gramatical en el causado. En el caso de la morfológica, el español recurre a procesos de composición y derivación que no son muy productivos, pero recurre a la adición de una marca de reflexividad tanto en el estándar como a nivel dialectal para connotar falta de volición o agentividad por parte del sujeto. Para la estrategia léxica, hemos observado que el español suele producir dobletes formados por un lexema transitivo que coincide con el causativo y uno intransitivo que suele denotar efecto o consecuencia. Sin embargo, a nivel dialectal en el oeste de la Península Ibérica y, hasta cierto punto generalizado en el español de ambos lados del Atlántico, existen ciertos verbos inacusativos que se transitivizan. Este proceso se conoce como labilidad, mucho más común en las lenguas ergativas o el inglés. En el caso del español peninsular, hay tres verbos que pueden desarrollar un objeto directo: entrar, quedar y caer, siendo el primero el más difundido e incluso atestiguado en América. La bibliografía apenas se ha detenido en este fenómeno y tan solo ha sugerido su difusión geográfica. Sin embargo, su existencia implica un comportamiento propio de otro tipo de alineamiento así como una reorganización de los argumentos y la marca de caso. La aparición de la labilidad está estrechamente ligada a la misma asunción de la transitividad. Hemos advertido de que la transitividad no siempre se muestra siguiendo el concepto clásico y que, por ende, bastantes autores han optado por redefinirla o matizarla. La misma investigación sobre la transitividad

3.6 Recapitulación 

 119

en español da evidencias fehacientes de las contradicciones que supone adoptar una taxonomía a veces tan rígida. Estas incongruencias se trasladan también al mero hecho de diferenciar objeto directo e indirecto. Mientras que el último suele atender a los parámetros que tiene que ver con rasgos humanos, el primero ha terminado esparciendo la preposición a a todos los contextos, si bien el estándar aún no lo permite. Esta expansión se rige por las jerarquías universales de determinación y animacidad, al igual que el doblado de dativo a lo largo de la historia del español. Ante la falta de estudios sobre la labilidad y sus implicaciones a nivel lingüístico y tipológico en español, en el siguiente capítulo presentamos el resultado de un estudio de campo específico en el que se establece la extensión espacial de la labilidad, así como su comportamiento lingüístico. Las ocurrencias obtenidas y su análisis nos muestran una tendencia que nada tiene que ver con una lengua nominativo – acusativa y una especialización entre agentivo y no agentivo a la hora de producir la sintaxis, no solo de la causación, sino de otras construcciones lingüísticas en las que los rasgos semánticos de los participantes han sido los desencadenantes de un trato distinto al del estándar.

4 La labilidad en el español peninsular Como indicábamos en los capítulos anteriores, una de las estrategias de causación se corresponde con la labilidad. Este fenómeno consiste en el empleo de un mismo lexema para expresar tanto la causa como el efecto. La bibliografía consultada restringe su aparición a gran parte del español occidental y siempre materializada en los verbos entrar, quedar y caer, en este orden de aceptación. A continuación, presentaremos un estudio de campo que se ha llevado a cabo con el fin de recoger datos actuales y espontáneos de los causativos en estudio.

4.1 Corpus y metodología En vista de que no ha habido ninguna investigación pormenorizada a nivel geográfico ni lingüístico, en este libro, presentamos datos actuales y novedosos sobre el fenómeno de la labilidad. Para ello, hemos encuestado en toda la zona geográfica que la bibliografía comentada anteriormente aseguraba que existía la labilidad. Con el fin de recoger datos espontáneos que contuvieran cuantos menos condicionantes, hemos diseñado una metodología audiovisual. Debido a la dificultad que entraña registrar la aparición de este fenómeno durante una entrevista semidirigida, una entrevista sociolingüística u otro tipo de estrategias de preguntas indirectas que carecen de espontaneidad, hemos filmado una serie de escenas en las que se ve a una persona realizando una serie de actividades que implican el uso de los verbos que estudiamos. A los hablantes se les pedía que describieran espontáneamente las escenas que visualizaban. Cada una de ellas preveía un par léxico distinto, teniendo en cuenta distintos tipos de pacientes y agentes. En la Tabla 1, detallamos el número de escenas por cada par léxico y los matices semánticos previstos. Tabla 1: Número de escenas del trabajo de campo. Entrar

Quedar

Caer

Sujeto humano voluntario

6 de 10

4 de 10

4 de 10

Sujeto humano involuntario

2 de 10

4 de 10

4 de 10

Sujeto no humano

2 de 10

2 de 10

2 de 10

Para aclarar la dinámica de la encuesta, presentamos un extracto de la transcripción de dos escenas diversas. https://doi.org/10.1515/9783110656190-004

4.2 Distribución geográfica 

 121

Entrevistador: Dígame qué ocurre en esta escena, ¿qué hace la chica que está usted viendo? [Vemos una chica que aparece en una oficina, camina hasta un sillón que tiene una botella encima de uno de sus reposabrazos, se sienta y, sin querer, tira la botella. La chica se da cuenta, se agacha a recoger la botella y la deja en la mesa que tiene enfrente] Entrevistado: La chica está caminando..., se sienta... y cae la botella. Ahora la coge. La pone en la mesa y se vuelve a apoyar en el sillón. Entrevistador: Dígame qué pasa en esta escena, ¿qué hace la chica que está usted viendo? [Vemos a la misma chica que está trabajando. Mira el reloj y decide irse. Coge todas sus pertenencias, pero se olvida de las gafas de sol. Cuando sube las escaleras, se toca la cabeza, como si buscara algo, y se da cuenta de que se ha dejado las gafas de sol en la oficina] Entrevistado: Aquí está la misma chica..., parece que está trabajando...., ahora está mirando el reloj, se levanta, se va, está harta de trabajar... coge sus cosas... ah, se queda las gafas en la mesa..., ¿ves? Ahora se da cuenta de que se ha quedado las gafas en la mesa.

En resumen, este modus operandi ha permitido la recopilación cualitativa y cuantitativa en la producción de ejemplos del fenómeno de la labilidad. Si se observan las Tablas 2 y 3, se apreciará el número tan alto de informantes y de ocurrencias que nutren esta investigación. Asimismo, exponemos cada uno de los enclaves y provincias que han sido encuestados. Véase que, a pesar de los inconvenientes que hemos argumentado para el estudio de Jiménez y Tubino (2014), hemos optado por encuestar cuatro enclaves de Andalucía occidental pertenecientes a las provincias de Huelva y Sevilla, con el fin de verificar el posible surgimiento de la labilidad en dichas zonas. Tabla 2: Informantes y ocurrencias. Informantes

Ocurrencias

210

2.087

Sin más, pasamos a describir los resultados desde un punto de vista geográfico.

4.2 Distribución geográfica En primer lugar, es necesario resaltar que los resultados obtenidos en el trabajo de campo muestran que el fenómeno en estudio se da en todos los hablantes, independientemente del perfil sociológico que tengan. Asimismo, hemos podido cartografiar la difusión espacial que los tres pares léxicos ocupan en la actualidad gracias al programa GabMap (Nerbonne et al. 2010).

122 

 4 La labilidad en el español peninsular

Tabla 3: Localidades encuestadas. Provincia

Localidades

León

León, Bembibre

Zamora

Toro

Valladolid

Olmedo

Segovia

Riaza

Salamanca

Lumbrales, Peñaranda de Bracamonte

Palencia

Villmuriel de Cerrato

Ávila

Piedrahíta

Burgos

Aranda de Duero, Briviesca

Toledo

Consuegra, Talavera de la Reina

Ciudad Real

Pozuelo de Calatrava

Cáceres

Guadalupe, Valencia de Alcántara, Plasencia

Badajoz

Badajoz, Valle de Santa Ana, Bienvenida, Villanueva de la Serena

Sevilla

Sevilla, Carmona

Huelva

Ayamonte, Aracena

Si comparamos los Mapas 2, 3 y 4 con el Mapa 1, advertimos un descenso drástico de la extensión geográfica en lo que respecta al fenómeno de la labilidad. Por un lado, no hemos hallado ocurrencias en Burgos, el sur de Valladolid, Segovia y León. Asimismo, el área de Toledo que limita con Ávila no ha proporcionado ejemplos de este fenómeno tampoco y es en el este de Extremadura donde el comportamiento vernáculo empieza a perderse. Igualmente, su incidencia en la zona de Zamora ha sido menor que por todo Salamanca, Cáceres o Badajoz: provincias que han dado el mayor número de ocurrencias. Por tanto, los apuntes hechos por la bibliografía tienen que actualizarse, teniendo en cuenta la reducción geográfica tan extrema a áreas más occidentales: en concreto, del sur de Zamora hasta Andalucía occidental. A continuación, detallamos en la Tabla 4 la cantidad de informantes que han producido el fenómeno lábil y los que no. La Tabla 4 muestra que el empleo lábil más difundido se corresponde con el verbo entrar, seguido de quedar y caer en último lugar. Pese a que la extensión de los verbos entrar y quedar empieza a ser desplazada por el patrón estándar, es el primero de ellos (entrar) el que abarca zonas más orientales. La opción de quedar en lugar de dejar es la más extendida en el

4.2 Distribución geográfica 

Mapa 2: Extensión actual de caer como verbo lábil.

Mapa 3: Extensión actual de quedar como verbo lábil.

 123

124 

 4 La labilidad en el español peninsular

Mapa 4: Extensión actual de entrar como verbo lábil. Tabla 4: Número de informantes y su comportamiento lingüístico. Entrar

Quedar

Caer

80 (39,1%)

62 (29,6%)

38 (19%)

No lábil

130 (61,9%)

148 (70,4%)

172 (81%)

Total

210 (100%)

210 (100%)

210 (100%)

Lábil

norte, mientras que caer en vez de tirar recorre ininterrumpidamente las zonas a lo largo de la ruta de la plata, desde el sur de Zamora hasta Andalucía occidental. El patrón de difusión responde al modelo por ondas (Wolfram y Schilling-Estes 2003), ya que los enclaves urbanos no han sido más estándares que los rurales; en otras palabras, la demografía de la localidad no ha intervenido en la difusión geográfica de la labilidad. Este hecho también se puede observar por las áreas residuales que la difusión del modelo estándar ha provocado. En conclusión, este fenómeno se ha reducido y el patrón normativo empieza a ser más común. En general, la extensión geográfica de la labilidad recorre ininterrumpidamente la ruta de la plata fundada por los romanos, la cual ha funcionado siempre de vía de comunicación en España hasta el presente (Mapa 5).

4.2 Distribución geográfica 

 125

Oviedo Leόn Zamora Salamance

Cáceres Mérida

Sevilla

Mapa 5: Ruta de la plata.

Conviene precisar que la región en la que este fenómeno se manifiesta fue repoblado por leoneses y castellanos de la parte occidental, a quienes se les otorgaron tierras a cambio de su establecimiento en los territorios que se acababan de conquistar (Cano 2004, Menéndez Pidal 2005). Sus características lingüísticas se exportaron y, actualmente, toda esta área comparte una serie de particularidades que solo se pueden explicar por esta repoblación y la comunicación y el contacto que siempre han mantenido. Concretamente, el español peninsular occidental se caracteriza por confundir los pronombres átonos de tercera persona. Mientras que el español estándar elige el caso para elegir el clítico, el español peninsular occidental suele seleccionar el clítico en base a la animacidad, la definitud o la oposición entre contable e incontable (Fernández-Ordóñez 1999, 2006, 2007). Incluso la morfología de ciertos pronombres clíticos, como vos en vez del estándar os, se da en esta zona (Lara 2012), así como la pronunciación de velares, la velarización de /n/ (Cano 2004, Menéndez Pidal 2005) o el uso de tiempos presentes para expresar futuro (Lara 2016a). Fernández-Ordóñez (2011) también ha comprobado que el desarrollo del español peninsular depende de la generalización de distintos patrones que se esparcen de dos maneras distintas: de este a oeste y viceversa (sobre todo en lo referente a la morfosintaxis) o de norte a sur y, hasta cierto punto, viceversa (sobre todo en la fonética). Así, el español

126 

 4 La labilidad en el español peninsular

peninsular occidental, de acuerdo con la autora, representa un bloque dialectal que comparte particularidades específicas que de vez en cuando se han podido generalizar también al resto del español peninsular.

4.3 Factores semánticos Centrémonos ahora en observar la distribución cartográfica de la labilidad según los factores semánticos previstos en la Tabla 1 (Mapas 6–11). El Mapa 6 muestra que toda la extensión del verbo quedar como lábil coincide al menos con el rasgo de un agente involuntario (532–533). (532) Se ha quedado las gafas en la mesa (533) Ha quedado la luz encendida Asimismo, el Mapa 7 presenta la distribución del verbo caer como lábil de acuerdo con una lectura involuntaria y, al igual que el Mapa 6, toda la extensión de este verbo como transitivo se da, al menos, con esta lectura (534–535).

Mapa 6: Quedar involuntario.

4.3 Factores semánticos 

Mapa 7: Caer involuntario.

Mapa 8: Caer sujeto no humano.

 127

128 

 4 La labilidad en el español peninsular

Mapa 9: Quedar voluntario.

Mapa 10: Caer voluntario.

4.3 Factores semánticos 

 129

Mapa 11: Entrar lecturas télicas.

(534) La chica ha caído el vaso sin querer (535) Ha caído la botella al sentarse Además, el Mapa 8 demuestra que el uso de caer por tirar posee una distribución ligeramente más pequeña, en concreto en oraciones con un sujeto inanimado (536). (536) El viento ha caído la calabaza El Mapa 9 dibuja una distribución más reducida, ya que solo dos zonas dentro del área de quedar por dejar se caracterizan por tener también una lectura volitiva (537). (537) La chica ha decidido quedar los libros en la mesa El Mapa 10 muestra que, en el caso de caer, la acción intencionada solo se documenta en un área que se ubica dentro de la zona donde el uso transitivo es involuntario. Sin embargo, la lectura volitiva ha hecho que el fenómeno se reduzca drásticamente (538–539).

130 

 4 La labilidad en el español peninsular

(538) La chica ha cogido el vaso y lo ha caído (539) ¿Cómo que qué ha hecho? Caerla [la botella] En el caso de entrar, los matices que aluden a la animacidad o volición no han revelado ninguna significatividad. En cambio, el hecho de tener una oración télica hace que el fenómeno se reduzca, pues tan solo se localiza en la parte más suroccidental (540). (540) Ha entrado el folio en el sobre Si cotejamos los Mapas 2 a 4 con los Mapas 6 a 11, nos damos cuenta de que la labilidad decrece o se incrementa según la lectura semántica. Como consecuencia, las acciones involuntarias tienden más a provocar la labilidad frente a las voluntarias. Esto quiere decir que hay informantes que producen tanto la labilidad como el patrón normativo a la vez y que dicha producción está estrechamente ligada a los matices que hemos aludido. La Tabla 5 nos aclara el comportamiento de cada verbo.

Tabla 5: Número de informantes y la labilidad, según los matices semánticos relevantes. Caer Involuntario

38 (100%) Involuntario

Sujeto no humano 29 (76,3%) Sujeto no humano Voluntario

Quedar 62 (100%) 51 (82,25%)

8 (21%) Voluntario

Entrar Atélico Télico

80 (100%) 17 (21,25%)

13 (20,9%)

La Tabla 5 demuestra que los informantes que emplea la labilidad no lo hacen en todos los casos. De hecho, todos ellos la usan en sujetos no volitivos (en los casos de quedar y caer) y oraciones atélicas (en el caso de entrar). Pero estos mismos informantes han elegido para el resto de matices semánticos ya sea la labilidad o el lexema transitivo normativo (meter, tirar y dejar) (541–545). (541) La chica coge la botella y la tira a la papelera (542) La chica coge el vaso y lo tira al suelo (543) Al final deja los libros en la mesa y se va

4.3 Factores semánticos 

 131

(544) Mete el papel en el sobre (545) Mete los folios en el archivador Si se analizan estos ejemplos, parece claro que, en el caso de tirar, el agente ha llevado a cabo la acción de manera intencionada (541–542). Es el mismo comportamiento que los informantes tienen al elegir dejar (543), mientras que meter surge en contextos télicos (544–545). Por último, cuando comparamos todos los mapas, podemos advertir distintos continuum lingüísticos. De acuerdo con los resultados, los informantes que transitivizan caer también lo hacen con quedar y entrar (xiv). (xiv) Entrar > quedar > caer La jerarquía en (xiv) se explica de la siguiente manera: si un hablante causativiza el verbo quedar, también lo hace con entrar, pero aún no con caer. La transitivización de un verbo de la jerarquía implica la transitivización de los que se hallan a su izquierda, pero no a su derecha. Este mismo continuum puede cartografiarse en el Mapa 12.

Caer + quedar + entrar Quedar + entrar Entrar

Mapa 12: Continuum en la causativización vernácula.

132 

 4 La labilidad en el español peninsular

Asimismo, como la estrategia de la labilidad está sometida a factores semánticos, estos pueden ordenarse de la siguiente forma (xv–xvi): (xv)   sujeto humano involuntario > sujeto no humano > sujeto humano voluntario (xvi) atélico > télico Las jerarquías que reproducimos en (xv) y (xvi) indican que el informante que utiliza cualquiera de los tres verbos de manera lábil en oraciones con un sujeto agente no humano, también lo hace en oraciones en los que el sujeto es humano e involuntario. Además, si recurre a la labilidad en lecturas télicas, también lo hará en oraciones atélicas. Las jerarquías son implicativas y la estrategia de la labilidad siempre va de izquierda a derecha. Queda demostrado que el surgimiento de la labilidad responde a la baja transitividad de la que hemos hablado anteriormente y todos los matices semánticos referentes al grado de animacidad, agentividad, volición o control por parte del agente, así como la afectación sobre el paciente. Este hecho recuerda al patrón ergativo e incluso activo, como ya hemos indicado. Como vimos en el capítulo dos, la única lengua peninsular con un alineamiento diverso al de los de su entorno es el euskera. Según Dryer y Haspelmath (2013), el vasco se caracteriza por dos alineamientos diferentes, en función de si atendemos a su morfología verbal o a la configuración del sintagma nominal así como de sus pronombres personales. Mientras que en el primer caso el alineamiento es activo, el segundo recae en ergativo. ¿Es por tanto el euskera el condicionante de las tendencias del español occidental? No podemos afirmarlo categóricamente, pero tenemos varios indicios que apuntan a dicha posibilidad. En primer lugar, sabemos que el área de influencia del euskera hasta el siglo x, más o menos, era mayor que el que se atestigua hoy en día; en concreto, se desplazaba por el norte de España a lo largo de los Pirineos, adentrándose incluso en lo que hoy es Cataluña. Igualmente, se extendía por Navarra, La Rioja y las tres provincias actuales del País Vasco. En menor medida, podía penetrar por el suroeste hacia Burgos (Hualde y Jon de Urbina 2003, Trask 1997). Con los acontecimientos posteriores, en los que Castilla emergía como potencia peninsular junto con la Corona de Aragón, el vasco retrocedió favoreciendo el uso del castellano en Álava y La Rioja, así como la parte meridional de Navarra. Sabemos también que los hablantes eran en su mayoría bilingües de castellano y vasco antes de que Castilla se impusiera sobre el resto del territorio peninsular. En consonancia con estos datos, es plausible pensar que la labilidad es un fenómeno de influencia euskera. No hay que olvidar que la bibliografía apuntaba al hecho de que la labilidad se extendía hasta zonas

4.3 Factores semánticos 

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limítrofes con la actual zona de habla vasca. A falta de estudios diacrónicos exhaustivos, podemos concluir que, simplemente, en la actualidad, el fenómeno ha decrecido. La influencia vasca no sería tan descabellada, puesto que contamos con otros contagios en lo que se refiere a la morfosintaxis. Sin ir más lejos, el propio uso de los pronombres átonos de tercera persona tiene una base vasca. De acuerdo con Fernández-Ordóñez (1999), el reajuste pronominal que se produce en el País Vasco o zonas colindantes se sustenta sobre la oposición animado y no animado. Así, los referentes no animados no se recuperan, frente a los animados, que inducen le. Ya hemos indicado en el capítulo dos, que el euskera se consideraba como una lengua ergativa en la marcación de la persona en el verbo y activa en cómo marca los pronombres personales y los sintagmas nominales. Como argumentan Hualde y Jon de Urbina (2003), los sujetos de los intransitivos (S) no siempre se construyen como absolutivos, sino que alternan entre marca de ergativo y de absolutivo en función de su agentividad o volición. Así, los sujetos de los inergativos se marcan como ergativos y los de los inacusativos reciben caso absolutivo. Insistimos en la plausibilidad del contagio del euskera por la propia casuística de sus estrategias de causación. Según Hualde y Jon de Urbina (2003), el vasco también cuenta con tres tipos de construcciones para crear una expresión causativa: analítica, morfológica y léxica. Si nos centramos en esta última, observamos que el euskera se sirve de un mismo lexema para producir la causa y la consecuencia, como indican (546–547). (546) Hil da ene txakurra Morir aux.izan mi perro (‘Mi perro ha muerto’) (547) Albaiteroak txakurra hil zuen Veterinario-erg. perro matar aux.edun (‘El veterinario ha matado al perro’) Los ejemplos (546–547) muestran el empleo de hil como único verbo para la lectura incoativa y causativa. El euskera, por tanto, utiliza la labilidad como estrategia común léxica de causativización. Morfológicamente, (546) muestra un argumento en absolutivo que es el paciente de la acción, mientras que (547) mantiene dicho argumento en absolutivo pero añade una valencia en ergativo, la cual se convierte automáticamente en el agente del evento. Cabe resaltar también el cambio de auxiliares. Mientras que en la lectura incoativa se prefiere el auxiliar izan (‘ser’), la lectura transitiva opta por edun (‘haber’).

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En cualquier caso, ya sea por el euskera o en parte por él, observamos que los romances que nacieron en el norte peninsular a partir del latín hablado en dichas zonas presentaban fenómenos que tenían en cuenta la animacidad del referente. En muchas de las modalidades de leísmo, es la animacidad el papel más relevante, incluso en aquellas que no se dan en la Península Ibérica. Así, según Fernández-Ordóñez (1999), el leísmo que se produce en contacto con el guaraní y el quechua se supedita a la oposición animado – no animado. En consecuencia, los hablantes de Paraguay y la sierra ecuatoriana eliminan el clítico que alude a una entidad inanimada en construcciones en las que el español normativo exige un reasuntivo (548–550). (548) Las elecciones, yo nunca entendí (549) La leche vendían a 1,20 dólares (550) Bueno, yo te saco [el vestido] Igualmente, el vasco promueve esta misma distinción y, aunque el sistema cántabro enfatiza la dicotomía entre contable y no contable, su evolución indica que la animacidad de los elementos sintácticos también ha influido en su reajuste pronominal. Igualmente, la autora indica que todos los sistemas referenciales de la Península Ibérica, aunque solo atiendan al factor continuo – discontinuo (como el asturiano o el castellano), pueden variar en construcciones de baja transitividad. Esta variación es todavía más profunda si nos encontramos en zonas limítrofes entre el sistema referencial y el etimológico (551–552). (551) Juan la molestó con sus impertinencias (552) Las impertinencias le molestaron [a ella] De nuevo, el grado de transitividad cambia la elección del caso gramatical y los factores siempre se repiten: la animacidad o la volición del sujeto gramatical. Flores (2006) trata la complejidad del leísmo, laísmo, loísmo en el español y, en contra de las dos explicaciones más extendidas que hay a este respecto, defiende que dichos fenómenos son producto de cuestiones pragmático-discursivas y relacionadas con el concepto de transitividad y sus distintos grados. La autora sintetiza las dos teorías más aceptadas hasta el momento. Por un lado, la confusión de caso vendría a ser la respuesta ante la eliminación de distinción de género que la evolución de illum e illud trajo consigo. De acuerdo con Cuervo (1895), Fernández Ramírez (1987) y Lapesa (1993), el sincretismo en lo que el masculino

4.3 Factores semánticos 

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y el neutro desarrollaron en su paso al español produjo una reacción por parte de los hablantes, quienes generaron un nuevo orden pronominal con la finalidad de distinguir entre tres géneros. Por otro lado, el leísmo, laísmo, loísmo sería consecuencia del contacto lingüístico del español con las variedades septentrionales peninsulares, como el asturleonés o el euskera (Klein-Andreu 1992, FernándezOrdóñez 1999). Para Flores (2006), no obstante, estos fenómenos nacen del significado de los clíticos en sí: el acusativo se utilizaría para entidades menos activas y carentes de responsabilidad en el evento, mientras que el dativo surgiría para entidades más activas que el sujeto, pero faltos también de responsabilidad en el evento. A esto habría que añadir los rasgos propios del concepto clásico de transitividad. Así, la elección de un clítico sería la combinación de los condicionantes pragmáticos más la agentividad del sujeto, la dinamicidad, perfectividad, telicidad o puntualidad del evento, así como la individualización del objeto. En consonancia con lo anterior, el leísmo sería la manifestación sintáctica de la semántica habitual del dativo: un referente humano, individualizado. Es por ello que su extensión es mayor que el laísmo o el loísmo y goza de una mayor aceptación. Como los entes humanos suelen asociarse con el dativo, el pronombre le serviría para materializar dicha característica. Según la autora, la elección de la / lo se asocia con una entidad más paciente, que se ve fuertemente afectada por el evento, normalmente inanimado. Para ello, compara los siguientes ejemplos (553–554). (553) Metiol por la carne adentro la lança con el pendon / Dela otra part vna tuerta, dela siella lo en camo, / Al tirar de la lança en tierra lo echo, / Vermeio salio el astil, et la lança et el pendon (554) Merçed, señor Alfonsso, por amor del criador / Besaua vos las manos myo Çid lidiador / Los pies et las manos, commo atan buen Criador / Echastes le de tierra, non hala uuestra amor / Mager en tierra agena, el bien faze lo sol El ejemplo (553) ofrece un objeto que se ve mucho más afectado que en (554). Es por ello, según la autora, que se elige el acusativo, frente al dativo de (554), donde la entidad se ve afectada pero no en un grado tan grande, sino que es el beneficiario o maleficiario de la acción expresada por el verbo. Igual acontece con el tipo de sujeto, como se observa en (555–556). (555) E servir lo he sienpre mientra que ouiesse el alma (556) Siruan le sus heredades do fuere el Campeador

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Mientras que en (555) el sujeto es muy agentivo, en (556), el sujeto gramatical se corresponde con un ente inanimado. Flores (2006) da una serie de ejemplos de este tipo para justificar el empleo del dativo con un sujeto no agentivo y, por ende, menos transitivo, frente al uso del acusativo con un sujeto que satisface el grado máximo de transitividad, independientemente de que el verbo en ambos casos sea idéntico. Igualmente, las características aspectuales del evento parecen incidir también en la elección del clítico (557–560). (557) Et Phenix et Clix, son hermanos, amauan le mucho (558) Sabet bien que si ellos le viessen, non escapara de muert (559) Le dieron con unas porras en la cabeza hasta que lo mataron (560) Por las plantas de los pies foradaron a aquel infant, e que assi lo colgaron e muerto dexaron al infante De acuerdo con los ejemplos (557–560), la telicidad o dinamicidad del evento son rasgos pertinentes en la elección del clítico. Mientras que los perfectivos favorecen el acusativo, los imperfectivos se decantan por el dativo. Igualmente, la carencia de dinamicidad de amar o ver promueve el surgimiento del dativo, frente a matar o colgar, que optan por el acusativo. Asimismo, la individualización del objeto también plantea un análisis similar (561–563). (561) Como nos vieron ir, aunque no los habíamos dicho cosa alguna, siguiéronnos (562) Dígame usted: ¿no es cierto que mira con algo de repugnancia este casamiento que se la propone? (563) Se contenia para no decirla otras expresiones Los ejemplos (561–563) certifican a priori que la individualización de los objetos promueve el acusativo, al estar estrechamente relacionado con un mayor grado de transitividad. La distinción es más sutil en los siguientes casos (564–565). (564) Y entre ellos se prendió a Pizacura, el cual no quise sentenciar a muerte, puesto que por el proceso que contra él estaba hecho se pudiera hacer; antes le traje conmigo a esta ciudad con otros dos señores de otros pueblos que también habían andado algo levantados

4.3 Factores semánticos 

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(565) Y siguiéronlo hasta una ciudad que está cerca de allí, que se dice Churultecal, y de allí lo trajeron preso, y me lo entregaron con el oro, y me dijeron que yo lo hiciese castigar La diferencia entre (564–565) reside en el grado de actividad del objeto. Mientras que en (564), la entidad es plenamente activa en el evento, en (565) está a expensas de la situación, sin poder hacer nada en contra. La consecuencia gramatical, según la autora, es que el acusativo se elige para el segundo caso, ya que la entidad es más paciente, a pesar de que la individualización es la misma. En cuanto a las valoraciones que tienen que ver con el carácter discursivo y pragmático, Flores (2006) asegura que el dativo, al estar asociado a una entidad humana, se reinterpretó pragmáticamente como una personificación, una estimación o un respeto hacia las entidades a las que se les adjudica le por elevarlas a la categoría de humano. En cambio, el empleo del acusativo estaría relacionado con la cosificación y, por ende, con una tendencia de degradación hacia la entidad, al ponerla al mismo nivel que una cosa o un objeto (566–569). (566) Se le calló una estampa de Nuestra Señora de Guadalupe, la que levantó y le metio vajo de una pena, o paño, que tenia en la frente, pidiendole con toda fee la sanara de aquel acsidente, y que le prometia yr a velarle un dia (567) Y que una vez, estando ésta denunciante rezando, llegó a ella el dicho Diego Muñoz, su marido, y le tomó un rosario en que rezaba y le echó en la lumbre (568) Y así hubo toda quietud según que antes la había, y la hubo todo el tiempo que yo tuve preso al dicho Mutezuma, porque él estaba muy a su placer y con todo su servicio, según en su casa lo tenía (569) Cessa ya, señor, ese devanear, que me tienes cansada de escucharte y al cordón, roto de tratarlo Los ejemplos (566–569) sostienen, de acuerdo con Flores (2006), la relevancia pragmática de los clíticos. Así, en (566–567), se elige el dativo con referencia a la estampa de la virgen y al rosario como manera de personificarlos y de elevarlos a la categoría de humano. Los ejemplos (568–569), en cambio, degradan y cosifican los referentes (el servicio y el cordón): el primero por denigrarlo a la categoría de cosa y el segundo por estar manoseado.

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 4 La labilidad en el español peninsular

La autora, en cambio, no dirime las razones para hallar frases como las siguientes. (570) A ella la gusta el chocolate (571) ¿Qué la pasa? (572) Al caldo hay que darlo vueltas (573) La regalé dinero Las oraciones (570–573) plantean serias dudas sobre la argumentación pragmática defendida por Flores (2006). ¿Por qué se usa el laísmo en estos casos? ¿Acaso se está cosificando al referente? ¿Por qué vence, siguiendo sus premisas, la individualización del objeto en esta ocasión y no el carácter pragmático o la poca afectación del supuesto paciente? Igualmente, en (572), ¿qué lleva a utilizar el loísmo: la cosificación del caldo? ¿Por qué no se emplea el dativo ante la poca afectación del paciente? ¿Es porque el sujeto es agentivo? Si es así, ¿por qué se usa la en (571) si el sujeto es el menos agentivo de todos? Si nos atenemos al estudio de Fernández-Ordóñez (1999), vemos que el leísmo, laísmo, loísmo es, en primer lugar, una cuestión de gradación. El singular se presta más a dichos fenómenos que el plural; el leísmo está más extendido que el laísmo, el cual está más difundido que el loísmo. Asimismo, los distintos tipos de sistemas referenciales que se hallan en la Península Ibérica tienen una fuerte correlación con la lengua fronteriza del norte peninsular, ya sea el asturleonés o el euskera. Igualmente, los casos de leísmo del español andino, por ejemplo, son también consecuencia de la convivencia del español con el quechua u otras lenguas indígenas. Si la causa de estos fenómenos se supeditara a factores pragmáticos, esperaríamos la misma incidencia en todas las variedades del español. Sin embargo, su ubicación se halla muy restringida al centro-oeste y norte peninsulares, así como a variedades americanas en contacto con otras lenguas. La mayor universalización del leísmo de persona puede haberse debido al prestigio del que ha gozado en las esferas de poder y cultura, pero su incidencia geográfica también es menor de lo que se pueda imaginar en un principio, ya que va descendiendo a medida que nos acercamos al sur peninsular y tampoco se da con tanto ahínco en las variedades americanas que no sufren una influencia tan fuerte de otras lenguas vecinas. Es más, el leísmo más o menos asentado que encontramos en zonas distinguidoras se debe a dos cuestiones: el afán diferenciador entre el grado de cortesía

4.3 Factores semánticos 

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de los interlocutores y la reinterpretación de otros elementos sintácticos como objetos directos. (574) ¿Le puedo tutear? (575) ¿Le acerco en coche hasta su casa? (576) A Miguel le nombraron presidente Los ejemplos (574–576) muestran que se ha especializado un tipo de leísmo para hacer referencia a un interlocutor en un contexto formal frente a una tercera persona que no está presente en el acto comunicativo. El leísmo de (576) se debe a la reinterpretación de presidente como objeto directo en lugar de Miguel. A este respecto, el loísmo presenta un comportamiento análogo, ya que en algunos casos se debe a la reinterpretación de verbos como dar o hacer más un sustantivo como un verdadero complejo verbal. (577) Al caldo hay que darlo vueltas (578) Para que te queden bien los pantalones, hay que sacarlos el bajo El hablante en (577) interpreta que el verbo no es dar, sino dar vueltas y convierte el objeto que hay en el directo y, por tanto, le asigna acusativo. Lo mismo en (578), donde interpretar que el complejo verbal es sacar el bajo, en vista de lo cual transitiviza el objeto indirecto. Es cierto, no obstante, que hay una clase de verbos que alterna entre dativo y acusativo en función de la agentividad del sujeto o su volición. Son verbos que tienen que ver con percepciones, sentimientos, experiencias, como repetimos en (579–580) a continuación. (579) La tormenta le asustó [a ella] (580) El niño se escondió y la asustó [a ella] Sin embargo, este tipo de verbos, como vimos, se asocian con construcciones que, en un momento dado, eran impersonales o promocionaban el experimentante al papel de sujeto y codificaban el estímulo con un oblicuo. Otra de las posibilidades descarta por completo el contagio euskera sobre el español y achaca la existencia de la labilidad a una tendencia universal que

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puede aparecer en contextos de baja transitividad sobre verbos inacusativos o de cambios de estado que, bien mirado, se suelen repetir en más de una lengua. El verbo entrar se ha hecho completamente lábil en inglés con enter, caer se puede transitivizar en el francés dialectal (tomber) o en ruso (kapat / kapnut) y quedar incluso puede transitivizarse en español estándar con un reflexivo adjunto: quedarse algo. La aparición de la labilidad por tanto sería poligenética y, en el caso del español peninsular occidental, podría estar más favorecida por el sistema referencial del norte o por las posibles influencias del euskera. En el siguiente epígrafe, nos centraremos en el análisis lingüístico de los resultados que hemos presentado en esta sección.

4.4 Análisis lingüístico Ya hemos certificado que el español peninsular occidental presenta casos de transitivización que no están aceptados en el español peninsular estándar en tres verbos muy concretos: caer, quedar y entrar. Este aumento en el número de sus valencias no se produce en todos los contextos sintácticos en los que surgen dichos verbos, sino que obedece a una jerarquía basada en parámetros semánticos, como animacidad, volición o control. Igualmente, el aspecto gramatical parece incidir en el empleo del intransitivo como causativo. En este apartado, vamos a analizar las razones que subyacen para que estos tres verbos se hayan transitivizado y se hayan convertido en causativos. En primer lugar, hemos constatado que la labilidad surge primero en lecturas de escasa transitividad o de un grado bajo de transitividad. Dicho de otro modo, el empleo de caer, quedar o entrar en lugar de tirar, dejar o meter se establece cuando el argumento paciente apenas sufre un cambio de estado (581–582), sino que tan solo está expuesto a un cambio de ubicación. (581) Entra la silla en el despacho (582) Está entrando el folio en el sobre Asimismo, el argumento externo o el iniciador del evento se correlaciona con un argumento falto de animacidad (584) o de volición (583). (583) Ha caído la botella sin querer (584) El viento ha caído la calabaza

4.4 Análisis lingüístico 

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Igualmente, la labilidad se manifiesta en oraciones atélicas (585). (585) Está entrando la silla en el despacho Si cotejamos el nivel de transitividad de (581–585) con la clasificación realizada por Hopper y Thompson (1980, 1982), comprobamos que todos ellos se asemejan a contextos con una transitividad baja. En cambio, algunos de los informantes que optan por la labilidad en estos contextos prefieren recurrir a sus homólogos transitivos cuando el grado de transitividad es bastante alto, como en (586–589). (586) Ha cogido el vaso y lo ha tirado a la papelera (587) Ha metido el papel en el sobre (588) Ha entrado la silla en el despacho (589) Ha cogido todas sus cosas, pero ha decidido dejar los libros en la mesa Como se ha ejemplificado, (586–589) exhiben oraciones télicas, con un agente que intencionadamente realiza la acción, si bien el paciente no sufre un gran cambio de estado, aunque se halla fuertemente individualizado. Una vez la labilidad se ha asentado por completo en contextos de baja transitividad, salta a lecturas de mayor intencionalidad, animacidad, volición o telicidad. La importancia de la baja transitividad es manifiesta, ya que estos contextos propician otro tipo de estrategias en español vernáculo o estándar que matizan la configuración sintáctica de un verbo dado.

4.4.1 Sujeto Hemos advertido que la labilidad surge en contextos de baja transitividad, al menos, desde un punto de vista tradicional. El primer paso para el surgimiento de la labilidad reside en los matices semánticos del sujeto del evento dado. Así, cuando el autor de la causa comprende las características de falta de volición, agentividad o animacidad, el uso del intransitivo como transitivo se ve favorecido. Nótese, como ya hemos indicado anteriormente, que los rasgos del sujeto provocan otro tipo de construcciones en el español vernáculo y estándar, con el fin de connotar esa carencia volitiva, agentiva o de animacidad (590–591).

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 4 La labilidad en el español peninsular

(590) Ayer me soñé que me tocaba la lotería (591) Hay que esperar a que la fruta se madure Los ejemplos (590–591) (reproducidos aquí de nuevo para la mejor comprensión del argumento) muestran que los verbos soñar y madurar pueden desarrollar una versión reflexiva en español dialectal. En primer lugar, el argumento sujeto de soñar no es una entidad que voluntariamente sueña, sino que experimenta el evento de soñar, sin que pueda hacer nada al respecto. En segundo lugar, el argumento sujeto de madurar tampoco puede controlar el hecho de dejar de estar verde; ni siquiera posee animacidad para decidir nada. El grado de transitividad de ambas frases es, pues, bajo. Lo mismo pasa con la alternancia entre acusativo y dativo de ciertos verbos, como se ve en (592–593). (592) La tormenta le asustó [a él / ella] (593) El niño se escondió para asustarlo / la Mientras que la tormenta carece de volición, agentividad y animacidad, el niño realiza el evento de manera muy intencionada, por lo que favorece el uso del acusativo. Igualmente, el español estándar trata los argumentos de los inacusativos de distinta manera, al carecer de agentividad o volición, pues presenta una transitividad bajísima. Así, el sujeto gramatical de estos verbos suele ubicarse en una posición prototípica del objeto, siendo el orden no marcado (594–596). (594) Se han caído las hojas de los árboles (595) Viene un coche (596) Ha llegado Juan Independientemente de la animacidad del sujeto, todos suelen colocarse como si se tratasen de objetos. Este hecho, que también se da en las demás lenguas romances e incluso puede aparecer en inglés, ha dado pie a postular que el argumento de un inacusativo no es un sujeto, sino un objeto o un paciente que sufre la acción o sobre el cual recae esta. Para Bilous (2011), se trata de un argumento interno del evento y no de uno externo como prototípicamente se entiende un sujeto. En consecuencia, los verbos caer, quedar o entrar carecerían de sujeto y su argumento sería en realidad un objeto que habría subido a la categoría sintáctica de sujeto. Cuando le añadimos una nueva valencia, el objeto semántico

4.4 Análisis lingüístico 

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se desplaza a la casilla de objeto sintáctico, al posicionarse tras el verbo y recibir caso acusativo o atender al orden de palabras propio del alineamiento nominativo – acusativo en una lengua con un sistema flexivo pobre como el español (excepto en el sistema verbal). Lo mismo ocurre en las construcciones causativas de infinitivo analizadas por Alfonso Vega (1998) o Levy (1994). De acuerdo con esta autora, si el verbo que introducía la construcción causativa se caracterizaba por un nivel coercitivo alto y, por tanto, de una causa directa, el causado era marcado en acusativo; en contraposición, si la causa era indirecta, el causado recibía marca de dativo, ya que había menor control sobre la acción. Ciertos usos leístas como los ejemplificados en (224) también repiten este comportamiento, puesto que en español estándar y vernáculo, verbos de afectación, donde se elige a un experimentante como objeto, este alterna entre marca de acusativo o dativo en función de la animacidad del sujeto, la volición o la intencionalidad de la acción. En resumen, ante contextos semánticos de baja transitividad, como la falta de volición, animacidad, control del agente o la poca afectación del paciente, los hablantes del español peninsular occidental rechazan los lexemas transitivos estándares tirar, dejar y entrar al caracterizarse por una alta transitividad en su definición. En su lugar, optan por los intransitivos caer, quedar y entrar, a los cuales les añaden una valencia al expresar el argumento externo que, semánticamente, se comporta como un autor en vez de como agente. Ante el hecho de que cualquier verbo posee el potencial de ser transitivo, el trazo de transitividad se desata al tratarse de una causa en la que se expresan dos argumentos: el externo y el interno. Sintácticamente, el argumento interno se comporta como el sujeto cuando dichos verbos son monovalentes (Rappaport y Levin 2000), a pesar de que semánticamente sean objetos e incluso en el orden de palabras se les trate como tal. Empero, cuando se añade la nueva valencia, esta ocupa el lugar del sujeto y, por tanto, recibe marca de nominativo. Como consecuencia, el antiguo sujeto se convierte en objeto directo o acusativo, siguiendo una jerarquía universal que se atestigua en múltiples fenómenos lingüísticos. Es más, en este trabajo planteamos el hecho de que el argumento interno de los verbos inacusativos en estudio no pueden ser los sujetos de estos, aunque sintácticamente se marquen como tales. Si en la sintaxis han de concordar con el verbo, se debe tan solo al hecho de que una oración con un verbo está prácticamente obligada a tener un sujeto. En la versión monovalente de los verbos inacusativos, los argumentos internos se convierten en sujeto porque no hay ningún otro elemento en la sintaxis que pueda ocupar dicha función y recordemos que, de acuerdo con la jerarquía de (ii), la función sintáctica o el caso que primero se materializa en la producción lingüística es el sujeto o el nominativo. Por tanto, si

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 4 La labilidad en el español peninsular

la frase carece de un sujeto lógico, ha de ser el argumento interno el que supla esta carencia. El francés o el inglés nos dan mejor cuenta de este hecho, ya que el argumento interno del inacusativo puede producirse sintácticamente de dos maneras: como sujeto o como objeto directo. En el primer caso, su posición en la oración es preverbal y ocupan dicha función porque la frase carece de cualquier otro elemento que pueda recibir este cometido. En el segundo caso, se adiciona un sujeto expletivo con cuyo verbo concuerda y se ubica el argumento interno en la posición de objeto, recibiendo marca de acusativo, como establece la ya mencionada jerarquía. El hecho de que el español no pueda recurrir a expletivos modifica la estrategia sintáctica, forzando la concordancia entre verbo y argumento interno u objeto a pesar de que este se halla en posición posverbal o se le trata como paciente. Sin embargo, semánticamente, su sujeto nos es desconocido o, simplemente, no es pertinente desde el punto de vista informativo. Aun así, debe de tener un argumento externo que, sencillamente, no se expresa en la producción oral o en la frase, pero que se halla implícito. Al fin y al cabo, para que algo entre en algún sitio, ha debido de recibir un impulso externo que lo ha metido; de la misma forma, si algo o alguien cae ha sido consecuencia de un factor externo que ha propiciado la caída. El argumento externo existe, por muy abstracto que pueda ser. La no explicitación de un elemento en la sintaxis de la oración que se produce se repite constantemente, como veremos a continuación. A este elemento implícito se le ha denominado silent o covert. Empecemos por el español. Debido a su carácter pro drop, el español (al igual que otras lenguas romances) no necesita hacer explícito el sujeto de una oración, a no ser que sea preciso desambiguar el referente o se pretenda dar un carácter contrastivo a este. La no explicitación del sujeto no supone la falta de sujeto en una oración dada; simplemente, no se produce sintácticamente. Vayamos a situaciones similares de lenguas con sujeto obligatorio. Pese a la obligatoriedad del sujeto antepuesto en francés, Kayne (2005) hace notar la particularidad de los sujetos pospuestos en oraciones relativas (597–598). (597) La fille à qui a tout dit La chica prep quien haber-3sg.pres.ind. todo decir-pcp. Jean-Jacques Jean-Jacques (‘La chica a la que Jean-Jacques le ha dicho todo’) (598) Le criminel qu’ ont condamné El criminal que haber-3pl.pres.ind. condenar-pcp. (‘El criminal al que han condenado tres jueces’)

trois juges tres jueces

4.4 Análisis lingüístico 

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También hace ver que los clíticos de sujeto para la tercera persona no son obligatorios (599–600) en contraposición a las demás personas (601–602). (599) Lui (,) (il) a 3sg.masc. (3sg.masc.clit.) haber-3sg.pres.ind. (‘Él ha llamado’)

téléphoné telefonear-pcp.

(600) Eux (,) (ils) ont 3pl.masc. (3pl.masc.clit.) haber-3pl.pres.ind. (‘Ellos han llamado’)

téléphoné telefonear-pcp.

(601) Moi, *(j’) ai téléphoné 1sg. (1sg. clit.) haber-1sg.pres.ind. telefonear-pcp. (‘Yo he llamado’) (602) Toi, *(tu) as téléphoné 2sg. (2sg. clit.) haber-2sg.pres.ind. telefonear-pcp. (‘Tú has llamado’) Para el autor, ambos casos se caracterizan por tener un elemento silent o covert (encubierto) que no se realiza fonológicamente, pero que sí permanece en la estructura interna de la oración. Si comparamos lenguas, incluso de la misma familia, observamos este patrón. El francés, el catalán y el italiano cuentan con clíticos que hacen referencia a elementos partitivos o sustituyen regímenes preposicionales que se inician con las preposiciones a y de. (603) Sul tavolo, non c’ ho messo niente Sobre+el mesa, no   part. haber.1sg.prs. meter.pcp. nada (‘En la mesa, no he puesto nada’) (604) Quants anys tens? En tinc quinze Cuantos años tener.2sg.prs. part. tener.1sg,prs. quince (‘¿Cuántos años tienes? Tengo quince’) (605) Tu as pensé à ce que je t’ 2sg.nom. haber.2sg.prs. pensar.pcp. a lo que 1sg.nom. 2sg.dat. ai dit? Oui, j’ y ai pensé haber.1sg.prs. decir.pcp. sí, 1sg.prs. part. haber.1sg.prs. pensar.pcp. (‘¿Has pensado en lo que te dije? Sí, he pensado’)

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Todos los temas tienen que recuperarse en el discurso mediante un pronombre. Así sucede en los ejemplos (603) a (605). Aunque no se produce en español una anáfora visible dentro de la oración, en francés, catalán o italiano en / ci / y / hi recuperan el tema dislocado. En español, habría un pronombre covert o silent, ya que carece en la actualidad de dichos pronombres, aunque los utilizaba en etapa medieval. Siguiendo la teoría de los elementos silent, el español aún contaría con ellos, con la salvedad de que ya no se hacen explícitos en la formación de una oración. Los referentes partitivos o adverbiales en español, por tanto, son elementos silent. Si volvemos al caso que nos ocupa, todo evento por definición supone la acción de un argumento externo, sean cuales sean las características semánticas de este. La no expresión del argumento externo en la producción de una oración no implica su inexistencia conceptual, pero desencadena en la sintaxis reajustes que, en el caso de los verbos inacusativos, provoca que su argumento interno u objeto o paciente se convierta en el sujeto, como si fuera en realidad el agente. El desarrollo de la labilidad en el español peninsular occidental tan solo resuelve explicitar el argumento externo del evento, su sujeto lógico, convirtiéndolo en el sujeto gramatical y desplazando el objeto a un comportamiento gramatical propio de la característica semántica que posee: el acusativo u objeto directo. La elección de este fenómeno en el español se da en tres verbos muy frecuentes y en contextos semánticos de baja transitividad. Una vez que la labilidad se ha normalizado en las situaciones en las que surge, se desplaza a otros contextos semánticos que ya no se corresponden necesariamente con eventos de baja transitividad. Es en esta fase cuando el verbo inacusativo elimina por completo el lexema transitivo canónico y se convierte en un verbo lábil al cien por cien. Dicho de otro modo, en un primer estadio, un verbo transitivo dado, en este caso, tirar, posee un homólogo intransitivo que puede expresar consecuencia, caer. En un segundo estadio, el lexema intransitivo incorpora de vez en cuando una valencia más, tornándose transitivo en contextos muy específicos, a saber: falta de volición, de control o de animacidad, contextos atélicos, o lo que es lo mismo, contextos de baja transitividad. Una vez que la labilidad se normaliza en las situaciones de poca transitividad, se extiende a cualquier contexto, eliminando la posibilidad o las probabilidades de aparición del verbo transitivo tradicional (tirar) y, en consecuencia, la labilidad se desarrolla por completo al funcionar siempre como lexema intransitivo y transitivo, independientemente de los factores semánticos que delimiten el evento. Geográficamente, el primer estadio se atestigua en toda la extensión del español peninsular, salvo en ciertas zonas del occidente. El segundo estadio se da en mayor o menor medida según el verbo a lo largo de la ruta de la plata, desde Zamora hasta Badajoz. El último estadio se circunscribe al suroccidente

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del fenómeno, ya que ha manifestado la labilidad en contextos de mucha transitividad sin recurrir nunca a los verbos transitivos tradicionales. Recuérdese que el grado de transitividad incide en el español general e incluso en catalán. De acuerdo con García (1975) o Pineda (2012), la alternancia acusativo – dativo con ciertos verbos de comunicación, posesión o experiencia recae sobre el nivel de afectación del paciente. Cuanto mayor afectación, mayor transitividad y, por tanto, mayor probabilidad de acusativo como estrategia preferida.

4.4.2 Objeto Las características del objeto en las construcciones lábiles también son pertinentes para un mayor favorecimiento de la labilidad. Hopper y Thompson (1980 y 1982) ya llamaron la atención sobre la posibilidad de transitividad dependiendo no solo de los rasgos del sujeto, sino de los del objeto. Así, los objetos menos individualizados o afectados se clasifican en la columna de la transitividad baja. Levin (1999) sostiene que los verbos transitivos poseen dos tipos de objetos: los que pertenecen a estructuras eventivas complejas y los que atienden a una estructura eventiva simple. La diferencia entre las dos residen en el hecho de que las primeras son causativas y las segundas no. En las estructuras complejas, un argumento se comporta de tal manera que causa un cambio de estado de un segundo argumento. En las estructuras simples, un argumento actúa de cierta forma, sufre un cierto estado o alcanza un cierto cambio, pero el otro argumento que surge no sufre en realidad ninguna modificación. Esta distinción es de alguna forma pertinente, ya que, por ejemplo, ciertos verbos transitivos del inglés son también transitivos en algunas lenguas caucásicas, pero otros no tienen un homólogo transitivo correspondiente en dichas lenguas. La razón parece sustentarse en la distinción semántica que hemos mencionado. Levin (1999) señala que los verbos de cambio de estado tales como open (‘abrir’), break (‘romper’) o melt (‘derretir’) se clasifican como causativos, pero los verbos sweep (‘barrer’), rub (‘frotar’) o wipe (‘limpiar’), que denotan movimiento o contacto con la superficie no pueden considerarse causativos y, por tanto, presentan una estructura eventiva simple. Por consiguiente, los verbos transitivos también se pueden escindir en dos tipos: los verbos transitivos core y los non-core (teoría apoyada también por Bilous 2011). Siguiendo esta premisa, los verbos transitivos non-core como los de movimiento o contacto con la superficie son más propensos a la baja transitividad, ya que sus objetos son menos afectados (de hecho, el francés tiene monter y descendre como verbos lábiles, así como en español sus homólogos subir y bajar,

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e incluso el sardo y el italiano vernáculo del sur emplean salire y bassare como lábil, en lugar de recurrir a la estrategia analítica estándar que obliga a usar la construcción portar su / giù ‘llevar arriba / abajo’, Piredda 2017). Si aplicamos esta teoría al español, entrar y quedar son más proclives a la labilidad porque sus objetos son menos afectados, simplemente cambian de ubicación, hacen referencia a un movimiento o a un contacto con la superficie. En cambio, caer sí implica una estructura eventiva compleja y es genuinamente causativo. Como la labilidad aparece en contextos de baja transitividad, entrar y quedar tienden a volverse lábiles antes que caer debido a su estructura eventiva simple. Una vez que han surgido como lábiles, caer también se convierte en lábil en los contextos semánticos que ya hemos mentado. Al fin y al cabo, el objeto de caer participa en una estructura eventiva compleja y, por ello, es inducido por un patrón transitivo más core que los otros dos. Este argumento se ve reforzado además por el caso concreto de quedar. Hemos indicado que dejar denota un movimiento o contacto con la superficie, más que una acepción causativa. Sin embargo, este verbo tiene dos significados, uno de los cuales, efectivamente, concuerda con un parámetro non-core y otro que sí conlleva un cambio de estado, como en las oraciones (606–607). (606) Me has dejado sorprendido (607) La has dejado anonadada con la noticia Si volvemos al corpus creado por el trabajo de campo que presentamos en esta monografía, observamos escasos ejemplos de dejar como causativo, ya que la mayoría se han referido a una significación non-core. Sin embargo, las pocas ocurrencias apuntan hacia esta teoría. Así, todos los hablantes que han expresado quedar como lábil en contextos non-core han optado por dejar para el empleo causativo que se ejemplifica en (606–607). Solo una proporción mínima de hablantes (y siempre del suroeste peninsular) ha extendido el empleo de quedar como transitivo en lecturas con una estructura eventiva compleja, tal y como se aprecia en (608–609). (608) La ha quedado triste (609) Lo que ha leído la ha quedado muy sorprendida Obsérvese que la acepción de quedar en (608–609) no es simplemente la de ubicación o contacto, sino que implica un cambio de estado en un paciente que sufre una acción. En nuestros datos, si el hablante producía quedar con acepción core, lo pro-

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ducía también en una lectura non-core. La aparición de quedar como lábil empieza en una lectura de baja transitividad, como en la que se refiere a una estructura eventiva simple, y se esparce posteriormente a la propiamente causativa. Este comportamiento implicativo es de suma importancia, ya que desvela por qué entrar es el verbo lábil más difundido, seguido de quedar y, en último lugar, caer. Mientras que entrar tan solo puede significar movimiento o contacto con una superficie, es decir, posee una estructura eventiva simple, su propensión a la labilidad es, por definición, mayor, ya que esta surge en contextos de transitividad baja. Acto seguido, es quedar el que nace como lábil, pero no en todas sus significaciones, ya que es la que posee la estructura eventiva simple la primera en ceder, puesto que entra dentro de la clasificación non-core y, por tanto, de la baja transitividad. Posteriormente, la labilidad se esparce a su acepción causativa. En última instancia, caer se acopla como lábil y es el menos extendido debido a su estructura eventiva compleja. De hecho, su aparición como lábil está muy constreñida a contextos de escasa transitividad, como los mencionados anteriormente en relación a las características semánticas de su sujeto.

4.4.3 Topicalidad Independientemente de los contextos sintácticos o semánticos que puedan acotar el surgimiento de la labilidad, observamos que, en el caso del español, se favorece la prominencia del iniciador de la causa, materializado en el papel semántico de actor o autor. Esta tendencia a ubicar un elemento al inicio del discurso puede interpretarse como una tendencia a topicalizar dicho elemento frente a otros de la oración. Givón (2001) habla de las escalas de topicalidad o, lo que es lo mismo, la organización del discurso y la referencialidad. Así, si queremos asignar el rol de sujeto y/u objeto gramaticales a un determinado elemento del discurso, este se moverá de acuerdo al papel semántico que posea. La elección se somete a una escala representada en (xvii). (xvii) agente > dativo / beneficiario > paciente > locativo > otros Este continuum (ya propuesto en Givón 1976 y Hawkinson y Hyman 1974) indica que, si una oración simple tiene un argumento agente, se le asignará el papel de sujeto; si no hay tal argumento, será el papel correspondiente al dativo o beneficiario el siguiente en recibir por orden la función gramatical de sujeto. En cuanto al objeto gramatical, es a partir del dativo / beneficiario donde se empieza a contar. La explicación, de acuerdo con el autor, es que, en el lenguaje humano, el iniciador o actor (agente) es el elemento más topical del discurso,

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seguido por un dativo o beneficiario cuyo participante tenga elementos humanos. A continuación, el participante que sufre de manera más saliente el impacto de la acción es el paciente, mientras que el locativo hace referencia al marco especial del evento. El agente, por tanto, es el elemento primario en ocupar la casilla de sujeto, seguido por el dativo / beneficiario. Si aplicamos este comportamiento al factor de la labilidad, comprobamos que se favorece el argumento externo o iniciador de la causa, que puede ser tanto agente como autor. Al ser el paciente muy poco proclive a ser el sujeto de la oración (recordemos que se halla el tercero en la lista), la labilidad lo mantiene como objeto directo y realza el papel del autor convirtiéndolo no solo el sujeto lógico sino el sujeto gramatical de la oración. Este tipo de enfrentamientos entre sintaxis y semántica son relativamente comunes, como argumenta Givón (2001). Según el autor, un verbo dado puede desarrollar una marca de caso atendiendo a tres parámetros: el rol semántico, la topicalidad pragmática o la transitividad. En el caso de la labilidad, el verbo se vuelve transitivo a pesar de la baja transitividad del evento, pero desarrolla nominativo para el autor o actor de la causa y acusativo para el paciente de dicha causa. Por tanto, la asignación de caso o de orden de palabras concuerdan con los roles semánticos de los argumentos, pero también coinciden con la topicalidad pragmática. De acuerdo con Givón (2001), las lenguas nominativo – acusativas favorecen la prominencia del agente a un puesto topical, es decir, al inicio de la oración como información nueva y relevante. Al ser el agente el sujeto lógico y el sujeto gramatical con mayor asiduidad, este rol semántico se transforma en sujeto por defecto. En consecuencia, este tipo de construcción impone que el sujeto se gramaticalice en nominativo y el objeto en acusativo. Es exactamente lo que ha ocurrido con la labilidad del español peninsular. El sujeto lógico se ha destacado al inicio de la oración como tendencia habitual del español, convirtiéndolo en el sujeto gramatical de la frase y, por ende, en nominativo. El paciente, por tanto, recibe acusativo o se posiciona como objeto directo. La promoción del dativo al sujeto o a una posición prototípica del sujeto no es, en absoluto, aislada. Observemos las siguientes tres oraciones del español (610–612). (610) Me gusta el chocolate (611) A mí, me gusta el chocolate (612) Yo, me gusta el chocolate Las frases (610–612) exhiben un pronombre en dativo que suele posicionarse al inicio de la oración, que incluso puede topicalizarse a la izquierda y que, en

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última instancia, hasta cambia de caso volviéndose nominativo. En contra de promocionar el paciente que funciona como sujeto, se prima el papel de experimentante (materializado en el dativo) que, poco a poco, va convirtiéndose en una especie de sujeto gramatical. La (612) corresponde al español coloquial y suele ser la antesala para una reinterpretación de la construcción en la que el dativo se convierte en nominativo y, por ende, en sujeto y el paciente o tema termina adoptando acusativo y, en definitiva, tornándose en objeto directo. De hecho, el inglés es un buen ejemplo para ilustrar este cambio de valencias. De acuerdo con Allen (1995), el inglés medieval se comportaba como el español actual, ya que estas construcciones con verbos de experiencia solían presentar un paciente que recibía la función de sujeto y un dativo experimentante que se correspondía con el elemento animado. El hecho de que el orden habitual de esas construcciones fuera la anteposición del dativo produjo un reanálisis en estas. En consecuencia, el dativo experimentante se convirtió en nominativo y sujeto al ubicarse con frecuencia en una posición típica del sujeto, y el tema terminó por construirse en acusativo y volviéndose el objeto directo. De nuevo, antes se convierte en sujeto el dativo o sus papeles temáticos que el paciente. Sin embargo, antes de que la antigua construcción desaparezca favoreciendo la imposición de la nueva, hace falta un paso intermedio en el que ambas convivan de alguna manera. En primer lugar, asistimos a una construcción marcada en la que se desplaza un elemento fuera de la frase y se recupera posteriormente dentro de esta mediante una anáfora que no está obligada a concordar con el elemento al que hace referencia. Este elemento dislocado y la oración están separados por una coma ortográfica o una pausa prosódica (613). (613) The man, he came El hombre, 3sg.masc.nom. venir.pst. (‘El hombre vino’) Una vez que la construcción topical se vuelve habitual, el elemento dislocado a la izquierda, al posicionarse en un lugar prototípico del sujeto, se empieza a reinterpretar como el sujeto de la oración. Pero antes de darle dicho estatus, el elemento dislocado goza de un comportamiento mixto, en el que adquiere ciertas características de sujeto y otras de tópico. Como sujeto, ha provocado su inserción en la oración y la eliminación de la coma y la pausa prosódica. Como tópico, aún necesita un elemento reasuntivo (614). (614) The man he came El hombre 3sg.masc.nom. venir.pst. (‘El hombre vino’)

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Por último, la extrema frecuencia de la construcción termina por reinterpretar el primer elemento de la oración como sujeto, provocando la desaparición de su anáfora y obligando que todos los demás elementos concuerden con él (615). (615) The man came El hombre venir.pst. (‘El hombre vino’) Este recorrido (ampliamente documentado por Givón (1975)) se puede observar en muchas lenguas y ha sido el culpable de numerosos cambios lingüísticos. Repasemos a modo ilustrativo algunos de los sucesos más representativos. Según Rohlfs (1968) o Ernst et al. (2008), a principios de la Edad Media, los pronombres de sujeto italianos egli, ella, essi, esse (‘él’, ‘ella’, ‘ellos’ y ‘ellas’ respectivamente) eran los pronombres normativos para dicha función sintáctica. No obstante, las formas de objeto (lui, lei y loro) empezaron a coexistir con las de sujeto, primero como tópicos (616). (616) Lui, egli sa ogni   cosa 3sg.masc.obl. 3sg.masc.nom. saber-3sg.pres cada   cosa (‘Él lo sabe todo’) Con el tiempo, esta construcción se hizo habitual y los pronombres de sujeto normativos se cliticizaron (617). (617) Lui e’           sa ogni 3sg.masc.obl. 3sg.masc.nom. saber-3sg.pres cada (‘Él lo sabe todo’)

cosa cosa

Finalmente, el clítico desapareció y los antiguos pronombres de objeto se convirtieron en pronombres de sujeto tal y como los conocemos hoy (618). (618) Lui sa ogni cosa 3sg.masc.obl. saber-3sg.pres cada  cosa (‘Él lo sabe todo’) El caso de los verbos de experiencia del inglés o los pronombres de tercera persona en italiano no son aislados. Los reánalisis de los tópicos en sujeto, como anunciamos, pueden derivar incluso en un cambio estructural del orden de palabras de una lengua dada. Prueba de ello nos la da Adams (1987), quien analiza la evolución del francés antiguo al actual, ya que, antes del

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siglo xv, dicha lengua era pro drop y se comportaba como V2, al igual que el alemán (619). (619) Si   firent grant joie Así hacer-3pl.past.ind. gran alegría (‘Así se alegraron mucho esa noche’)

la nuit la noche

Sin embargo, la clitización de los pronombres de sujeto, la caída de la fórmula V2 y la pérdida de rasgos de concordancia supusieron el cambio a una lengua de sujeto obligatorio. Según la autora, fue la topicalización del sujeto la que llevó al reanálisis del patrón V2, ya que el sujeto era la función que con mayor frecuencia se movía hacia una posición de tópico. Las oraciones declarativas podían no explicitar el pronombre (619), a diferencia de las subordinadas (620), pero esa topicalización tan frecuente del sujeto llevó a explicitarlo por sistema. (620) Einsi corurent par mer tant Por eso correr-3pl-past.ind. por mar hasta que il vindrent à Cademelée que 3pl.nom. venir-3pl.past.ind. a Cadmée. (‘Por eso corrieron por mar hasta que llegaron a Cadmée’) Según Adams, los nuevos hablantes, al escuchar la alta frecuencia de frases con sujeto en primera posición, interpretaron que el orden canónico era SVO, como el actual, en lugar de una estructura V2. En el caso del español, Fernández-Ordóñez (2009) analiza el orden de palabras de varias obras pertenecientes al reinado de Alfonso x, el Sabio, y describe su ordenación, indicando que cualquier elemento oracional (sujeto, objeto, adverbio, subordinada, complemento regido…) podía ser susceptible de colocarse en una posición extraoracional. Los tópicos eran, posteriormente, rescatados en la oración con un pronombre o un elemento deíctico que devolvía o marcaba la referencialidad del elemento topicalizado. Además de la excesiva topicalización, los textos alfonsíes presentaban un alto grado de focalización, puesto que eran recurrentes la proclisis y la inversión predicativa. Si el orden de palabras no marcado en la era alfonsí se correspondía con la estructura VSO, la continua topicalización, más frecuente en los sujetos, y la focalización de los mismos por carácter enfático o contrastivo produjo un reanálisis a la actual estructura SVO. Sin duda, uno de los fenómenos del español que mejor ilustran la conversión de tópico a sujeto y la influencia de la jerarquía de caso a la que ya nos hemos referido es el establecimiento del pronombre ustedes como única forma de segunda persona en Andalucía occidental. Según Lara (2012), el empleo único de ustedes

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en dicha zona geográfica a expensas de la oposición vosotros – ustedes induce discordancias de persona, ya que podemos hallar elementos sintácticos con referencia a ustedes conjugados o flexionados tanto en 2pl como en 3pl. Este aparente caos fue dilucidado por Lara (2016b), quien dio cuenta de que ustedes no se comporta necesariamente como sujeto, sino que emerge como tópico. A pesar de la insistencia de Frago García (1993), Narbona (2003), Mondéjar (1991), Fontanella de Weinberg (1999), Penny (2004) o Carricaburo (1997), entre otros, en asumir que el pronombre vosotros había desaparecido del suroccidente peninsular, Lara (2016b) demostró que aún permanecía en dicha variedad, casi siempre silent, y que era el elemento que verdaderamente propiciaba la concordancia, por lo que se encontraban numerosas ocurrencias de 2pl. Es más, la investigación de Lara (2018) arrojó más luz al poder recoger las tres etapas de la conversión de un tópico a un sujeto. En el caso concreto de ustedes, la primera fase exhibía el surgimiento de dicho pronombre como forma topical, seguido de una oración en 2pl con un sujeto omitido (vosotros). La segunda fase mostraba un comportamiento híbrido, ya que ustedes había dejado de ser tópico, pero aún no se consideraba completamente un sujeto. Era en esta fase cuando dos concordancia incluso se fusionaban para aludir tanto al tópico como al verdadero sujeto (621–625). (621) Se os queréis ir (622) Se os he visto (623) Hacer lo que se os dé la gana (624) Me abrierois los grifos (625) Intentarois entrar En última instancia, ustedes se reinterpretaba como el verdadero sujeto y, desde ese mismo instante, la concordancia se establecía en 3pl, aunque de manera gradual de acuerdo con la jerarquía ejemplificada en (ii). Así, el reflexivo y el verbo eran los primeros en acoplar la 3pl, seguidos del objeto directo, el objeto indirecto y el posesivo, en último lugar. De acuerdo con esta tendencia, cabe preguntarse si la transitivización de caer, quedar y entrar es en realidad el resultado de un proceso de conversión de un tópico en sujeto. Dicho de otro modo, parece a priori plausible que las construcciones del español en las que se denota falta de volición, consistentes en un verbo reflexivo con un dativo experimentante que antecede el verbo y el sujeto gramatical, hayan sido las propulsoras de la labilidad. Observemos los ejemplos (626–628).

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(626) Se me ha caído el vaso (627) Se me han quedado los libros en la mesa (628) Se me ha entrado el coche en el garaje Los ejemplos (626–628) dan cuenta de la forma a la que el español suele recurrir para expresar falta de intencionalidad. Sin embargo, cualquier hablante nativo puede enseguida percibir que no todas son buenas. En primer lugar, la frase (626) puede interpretarse como un dativo posesivo, aunque no al cien por cien. En segundo lugar, la frase (627) resulta de alguna manera rara, aunque no agramatical. Sin duda, la aceptabilidad de (627) sería mayor si prescindiéramos del experimentante, el cual se puede también interpretar como el poseedor. La que resulta del todo inaceptable es la (628), ya que su construcción da a entender que, de alguna manera, el coche se ha metido solo, sin que el dativo experimentante (o quizá también poseedor) haya tenido nada que ver ni siquiera de manera involuntaria. Los ejemplos (626–628) muestran que la labilidad no ha podido ser el resultado de un reanálisis de tópico a sujeto por dos razones fundamentales. La primera es que, para poder iniciar la conversión de tópico a sujeto, necesitamos una construcción topical que se vuelve frecuente, lo cual no es el caso, ya que (629–631) no son en absoluto ni imprescindibles ni corrientes. (629) A mí, se me ha caído el vaso (630) A mí, se me han quedado los libros en la mesa (631) A mí, se me ha entrado el coche en el garaje Al no contar con este tipo de frases, carecemos de un elemento extraoracional que funcione como tópico. En segundo lugar, si nos desprendiéramos de la dislocación del tópico y llegáramos a hipotetizar con la idea de que la frecuencia con la que el experimentante se ubica al principio de la oración ha derivado en su reinterpretación como sujeto es igualmente escasamente probable. El experimentante, sencillamente, no se halla al inicio de la frase, sino que lo precede el reflexivo. Por consiguiente, la transitivización de caer, quedar y entrar no es el resultado de haber convertido en sujeto el tópico a mí, añadiendo una valencia al verbo y manteniendo el paciente como segundo argumento de la nueva construcción, aunque en función de objeto directo. Dicho de otro modo, la causativización de los verbos españoles no es comparable al reajuste de valencias de verbos de experiencia del inglés como consecuencia de sus procesos de topicalización y posterior reanálisis.

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Como observamos en la redacción de sus investigaciones, Melis o Flores tratan el dativo de construcciones con se con lecturas accidentales como sujeto dativo. La terminología resulta interesante, ya que las autoras no dudan en dar por hecho que el verdadero sujeto de dichas oraciones es el dativo experimentante. (632) Se me ha caído el vaso El problema surge cuando aplicamos las pruebas universales para determinar si un elemento dado es un sujeto. En principio, para que un elemento dado se considere sujeto ha de permitir la omisión de su referente en una subordinada con infinitivo, en una coordinada, es capaz de desarrollar un reflexivo que haga referencia a dicho elemento y puede subir a posiciones prototípicas del sujeto. Observemos si la frase (632) admite dichas posibilidades. (633) Se me ha caído el vaso y manchado todo el vestido (634) Se me ha caído el vaso al tropezar con el escalón (635) ??Se me ha caído el vaso a mí mismo (636) ??Me se ha caído el vaso Las oraciones (633–636) expuestas indican que el dativo experimentante, al menos en este tipo de construcciones, posee un comportamiento que lo asemeja al del sujeto. Mientras que podemos perfectamente omitir su referencia en una coordinada, también podemos prescindir de su expresión en una oración de infinitivo en la cual funciona como sujeto de dicho verbo. En el caso del reflexivo, la aceptabilidad de dicha construcción es bastante cuestionable, pero la prueba expresada en (636) es completamente posible a nivel dialectal. Aunque su gramaticalidad en el estándar se descarta por completo y tiene una consideración social negativa, la inversión de clíticos en la concatenación de reflexivo más objeto está ampliamente documentada en todo el español peninsular. Es más, Heap (2006) muestra que su uso sigue estando muy vigente en el español rural de la Península Ibérica y que incluso sigue una jerarquía muy definida, en la que si el informante expresa me se forzosamente expresa te se. La imposibilidad en el estándar de anteponer el clítico de objeto no está generalizada en todas las lenguas romances, ya que el italiano, sin ir más lejos, establece el orden contrario. La posibilidad del español vernáculo indica que ese elemento susceptible de ser sujeto dativo también escala posiciones en la configuración oracional, ya que puede insertarse al inicio de la frase, como si de un sujeto no marcado se tratara.

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Si confirmamos que frases como (632) exhiben un sujeto dativo, es plausible proponer que dicho sujeto no solo ofrece en el español peninsular occidental un comportamiento como tal, sino que se ha visto modificado a una forma propia del nominativo, mostrando una clara finalidad de ser semánticamente, sintácticamente y morfológicamente coherente con el papel de sujeto, como le ha sucedido a varias lenguas germánicas, tal y como exponíamos en capítulos anteriores. La finalidad de este libro impide un estudio diacrónico sobre el tema, ya que traspasaría con creces la longitud del mismo, pues daría para una monografía específica. A falta de investigaciones históricas exhaustivas y profundas, mantendremos la plausibilidad de las hipótesis que hemos lanzado: la influencia del euskera, la topicalización como resultado del carácter informativo del sujeto dativo y la posibilidad de que todo verbo se convierta en transitivo si surge un argumento externo o un causante. No sería de extrañar que los tres condicionantes hayan jugado un papel y que la labilidad del español peninsular occidental sea el resultado de la combinación de todas las hipótesis planteadas.

4.4.4 Marcación de caso Sin embargo, surge la cuestión acerca de la asignación de una marca de caso frente a otra. Si los argumentos de los inacusativos son sujetos y, por ende, están marcados en nominativo, cabe preguntarse por qué cuando acrecentamos una nueva valencia, el argumento interno pasa a acusativo y no a dativo u otro caso. La solución la hallamos en los descubrimientos de Blake (2004) o Keenan y Comrie (1977), cuando analizan fenómenos universales, como la pasivización, la relativización o la propia causativización. Por motivos expositivos, recordaremos en este punto lo que ya explicamos en el segundo capítulo. Blake (2004) formula una jerarquía de casos y de funciones sintácticas a través de la cual muchos fenómenos lingüísticos se desarrollan. Las jerarquías se reproducen en (xviii–xix). (xviii) Nominativo > acusativo > dativo > ablativo > genitivo (xix)   Sujeto > objeto directo > objeto indirecto > oblicuos Las escalas se pueden aplicar a la pasivización, relativización o causativización. Si nos detenemos en esta última, vemos que, por ejemplo, el turco sigue una serie de pasos cuando se ve en la necesidad de ir añadiendo valencias. Así, Comrie (1976 y 1989) da cuenta de que, si a una oración intransitiva se le añade otra valencia, el antiguo sujeto pasa a ser objeto directo y la nueva valencia, en sujeto; si

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se le añade otra más, el objeto directo se convierte en objeto indirecto, el antiguo sujeto en objeto directo y la nueva valencia en sujeto y, así, sucesivamente (637). (637) a. Hasan   öl-dü Hasan.nom morir-pst. (‘Hasan ha muerto’)     b. Ali Hasan-ı öl-dür-dü Ali.nom Hasan.acc morir.caus.pst. (‘Ali ha matado a Hasan’) En el caso de la labilidad en español, cuando a los verbos caer, quedar y entrar se les aumenta una valencia, el argumento que hasta entonces había sido sujeto y nominativo, se transforma en objeto directo y acusativo, mientras que el nuevo argumento pasa a formar parte del sujeto y el nominativo, exactamente igual que el turco. De igual modo, esta tendencia en la que el objeto directo o el acusativo antecede al objeto indirecto o dativo se manifiesta en la elección de caso en las construcciones causativas con infinitivo o subordinada completiva analizadas por Alfonso Vega (1998). Si reiteramos lo que ya explicamos en el capítulo anterior, vemos que el acusativo se promociona si no se ha elegido previamente, mientras que es el dativo el que se elige como clítico de la construcción debido a la existencia de un acusativo. Como hemos adelantado, la causativización no es el único fenómeno que se supedita a esta jerarquía más o menos universal. Blake (2004) da cuenta de que hay lenguas que pueden crear una pasiva en la que el sujeto paciente sea el objeto directo de la activa, pero también las hay que se caracterizan por mandar a la función de sujeto en la pasiva el complemento indirecto de la activa (como el inglés). Si una lengua puede hacer de su dativo el sujeto de la pasiva, también lo puede hacer con su acusativo. Mientras que el español tan solo tiene la posibilidad de pasivizar el objeto directo (638a–b), el inglés lo hace también con el objeto indirecto, lo cual supone forzosamente que produce una pasiva de un objeto directo (639a–b). (638)  a. El dinero te fue dado  b. *Tú fuiste dado el dinero (639) a. The money was given to you    el dinero ser.3sg.pst dar.pcp. a 2sg.    (lit. ‘El dinero fue dado a ti’)

4.4 Análisis lingüístico 

b. You were given the    2sg ser.2sg.pst. dar.pcp. el    (lit. ‘Tú fuiste dado el dinero’)

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money dinero

Igualmente, si una lengua es capaz de crear una oración de relativo, lo hace siguiendo este continuum. Por ejemplo, Keenan y Comrie (1977), en su teoría sobre la accesibilidad, exponen que la capacidad de una lengua para crear una oración de relativo sigue la jerarquía (xiv). Así, si una lengua puede desarrollar un relativo de genitivo (como cuyo), puede hacerlo con un dativo, con un acusativo y, por supuesto, con un nominativo. Si una lengua no tiene la posibilidad de construir una relativa con un referente acusativo, entonces no podrá tampoco con uno dativo ni con los elementos a la derecha del continuum. Existen más casos en los que dicha jerarquía se cumple. Según Pinkster (1985 y 1990), el orden no marcado del latín obedecía a este orden e incluso Lara (2018) ha descubierto que la extensión de la concordancia de tercera persona de plural (3pl) en el uso de ustedes como pronombre en el suroeste de la Península Ibérica se rige por este patrón: primero se manifiesta en el nominativo o funciones sintácticas que usualmente se asocian con dicho caso (sujeto, reflexivo), continúa en el acusativo (objeto directo), pasa al dativo (objeto indirecto) y culmina en el genitivo (posesivo). Si el hablante concuerda un posesivo con referencia a ustedes en 3pl, entonces hace lo propio en el resto de elementos sintácticos.

4.4.5 Alineamiento Una de las preguntas que surgen ante la existencia de este fenómeno es en qué clase de alineamiento puede encajar el español peninsular occidental. La cuestión es pertinente teniendo en cuenta que las tres funciones básicas (A, S, O) no siempre se comportan atendiendo al patrón nominativo – acusativo al que, en principio, pertenece. Según el modelo lábil, el tratamiento de los argumentos se modifica de acuerdo con la agentividad del verbo intransitivo. Cuando el sujeto lógico realiza la acción de manera inintencionada, el intransitivo se transitiviza, mientras que si lo lleva a cabo voluntariamente, emerge el transitivo. En cuanto a los argumentos, si O sufre la acción por parte de un agente externo no volitivo o no agentivo, pasa de sujeto a complemento directo. Visto desde esta perspectiva, el español peninsular occidental tiene más que ver con un sistema activo o de intransitividad escindida que con uno nominativo – acusativo. Recordemos que el alineamiento activo difiere en el trato de A y S, con la salvedad de que S

160 

 4 La labilidad en el español peninsular

puede, a su vez, construirse con marca de O si es no volitivo y con A si controla la situación. No obstante, habría que preguntarse si, en el caso concreto del español peninsular occidental, su alineamiento no sucumbe en mayor medida a un patrón ergativo o de ergatividad escindida. Está de más decir que el español no posee ninguna tendencia hacia la ergatividad. De hecho, como Dixon (1994), Creissels (2008) o Elvira (2012) dicen, no hay lenguas puramente ergativas mientras que solo unas pocas lenguas acusativas poseen un comportamiento puramente acusativo, sin influencias ergativas. Además, Elvira (2012) recuerda el hecho de que el español es heredero de una lengua bastante acusativa (latín) que incluso exhibía varios patrones ergativos, como los verbos deponentes (Bassols De Climent 1956, Baños Baños 2009). No obstante, Klimov (1977) ha sostenido que las lenguas suelen seguir un desarrollo específico en su alineamiento. Si una lengua es principalmente ergativa o muestra múltiples patrones ergativos, sufrirá una serie de estadios que la acerquen a la acusatividad. Según esto, el indoeuropeo presentaba una gran cantidad de particularidades ergativas (Laroche 1962, Meillet 1931) que se redujeron en latín (Cennamo 2009) y que fueron todavía menos en el paso a las lenguas romances actuales (Lehmann 1985). En el caso del español, este ha ido eliminando de manera gradual las particularidades sintácticas que resaltaban los patrones de intransitividad o ergatividad escindidas (Elvira 2012). La única característica que aún permanece en el estándar es la colocación de los sujetos inacusativos en posiciones de objeto. En el español peninsular occidental, en cambio, la colocación de los sujetos inacusativos se tratan como objetos, pero también contamos con diversas construcciones que atienden a la distinción entre agentividad – no agentividad, volición – no volición, intencionalidad – no intencionalidad. Observemos de nuevo el recurso de la marca de reflexivo o algunas formas de leísmo. (640) Ayer me soñé que me tocaba la lotería (641) Hay que esperar a que la fruta se madure (642) La tormenta le asustó [a él / ella] (643) Los niños se escondieron para asustarlo / la Esta sistematicidad de distinguir en la sintaxis mediante diversas estrategias la oposición volitivo / agentivo – no volitivo / no agentivo recuerda al patrón ergativo o, al menos de ergatividad escindida, ya que el resto de la configuración de esta variedad peninsular acata el modelo nominativo. Cabe plantear cuántos

4.4 Análisis lingüístico 

 161

ejemplos de comportamiento sintáctico de acuerdo al parámetro semántico de la volición ha de tener una variedad o una lengua para calificarse como ergativa o ergativa escindida. Independientemente de la cantidad, el español peninsular occidental muestra grados, no solo de intransitividad escindida (mayor que el español estándar), sino de cierta ergatividad. La etiqueta de ergativo suscita un amplio debate acerca de su idoneidad y de qué se puede considerar exactamente como tal. Según McGregor (2009), un patrón ergativo es aquel que aúna el paciente y el autor bajo un mismo comportamiento, a diferencia del agente, que recibe otra clase de trato. Siguiendo esta definición, la ergatividad se puede manifestar a nivel morfológico, semántico, sintáctico e incluso discursivo. La variante más conocida es la morfológica, como se aprecia en (644–645), tomados de Sharp (2004) acerca de la lengua australiana pama-nyungan. (644) Mirtawa-lu kuyi kamp-rna Mujer-erg. carne cocinar-nfut (‘La mujer cocinó la carne’) (645) Partany karnti-nyi mungka-nga Niño escalar-nfut. árbol-loc. (‘El niño escaló el árbol’) De acuerdo con (644–645), cuando el sujeto de la oración es semánticamente el agente, recibe marca de ergativo, frente a la marca de absolutivo (o cero) que adquiere si se trata de un autor o actor o un paciente o experimentante. Sin embargo, la ergatividad puede surgir a un nivel semántico en la oposición incoativo – resultativo. Veamos los ejemplos (646–649), tomados de McGregor (2009). (646) The warder marched the prisoners El funcionario caminar.pst. los prisioneros (lit. ‘El funcionario marchó los prisioneros’ / El funcionario hizo marchar a los prisioneros’) (647) The prisoners marched Los prisioneros marchar.pst (‘Los prisioneros marcharon’) (648) The boys broke the window Los niños romper.pst. la ventana (‘Los niños rompieron la ventana’)

162 

 4 La labilidad en el español peninsular

(649) The window broke La ventana romper.pst (‘La ventana se rompió’) Según su teoría, los actores de la versión incoativa pueden ser los pacientes de la versión resultativa, mientras que los agentes de la versión causativa no pueden ni siquiera aparecer en la versión incoativa. Por otro lado, existe la ergatividad sintáctica, que no es otra que aquella que trata al autor y al paciente sintácticamente igual en comparación con el trato sintáctico que da al agente. En esta clasificación hallaríamos el orden de palabras de los argumentos en los verbos intransitivos y transitivos, ya que el sujeto gramatical del inacusativo (paciente) suele comportarse como el objeto de una transitiva; en cambio, el agente de una transitiva suele ser igual que el agente de una intransitiva. Otro caso de ergatividad sintáctica es la posibilidad de coordinar dos oraciones si el papel semántico de un elemento sintáctico es idéntico. Observemos el ejemplo (650) que da. (650) Nguma banaga-nyu yabu-nggu bura-n Padre-abs. volver-nfut. madre-erg. ver-nfut. (‘El padre volvió y la madre lo vio’) Vemos que el paciente de regresar es el mismo que el de ver, de tal manera que incluso puede omitirse. Por último, tenemos la ergatividad discursiva, entendida esta como la presentación sistemática del autor o el paciente al principio de la oración como sinónimo de información nueva, frente al agente, que suele interpretarse como información conocida. Empero, para que una lengua exhiba un patrón ergativo, debería hacerlo de manera amplia. Son conocidas las múltiples asimetrías que surgen en las lenguas con respecto a su alineamiento. Por ello, se habla también de sistemas escindidos o mixtos e inlcuso de grados de ergatividad o acusatividad. El motor para la escisión morfológica o morfosintáctica suele atender a cuatro parámetros: la naturaleza del verbo léxico; el sintagma nominal agente; el tiempo, aspecto o modo; y el tipo de construcción (subordinada frente a principal). Uno de esos cismas es el llamado activo / inactivo o de intransitividad escindida, ya que el  sujeto del  verbo puede adquirir ergativo o absolutivo, según su volición (651–652), como se observa en batsby, una lengua de la zona septentrional de Georgia, en el Cáucaso. (651)

Txo naizdrax Nosotros-abs. al suelo (‘Nos caímos al suelo’)

kxitra caer-pst.

4.4 Análisis lingüístico 

(652)

 163

A-txo naizdrax kxitra Nosotros-erg. al suelo caer-pst. (‘Caímos al suelo [intencionadamente]’)

Si el sujeto es agentivo, recibe ergativo; si no lo es, recibe absolutivo. En consecuencia, este tipo de escisión produce labilidad en numerosos lexemas. Obsérvese que incluso con el verbo caer, el sujeto puede recibir ergativo si lo hace de manera intencionada. Es exactamente lo que le sucede a la labilidad del español peninsular occidental, que exhibe un modelo ergativo que no termina de asentarse por completo, derivando en un grado de ergatividad que se asemeja a la intransitividad escindida o a un alineamiento activo. Además, su surgimiento se constriñe por la naturaleza del verbo, tal y como se apunta como una de las causas para la escisión morfosintáctica. Recordemos que en otras lenguas, la labilidad dependía del sintagma nominal, el tiempo, el aspecto o el modo: todos estos parámetros coinciden con los propulsores de escisiones en el alineamiento de una lengua. McMillion (2006) argumenta que el aumento exponencial de la labilidad en inglés se produce de manera gradual en la historia de dicha lengua. Aunque en la centuria de 1200, los verbos lábiles no superaban los 20, en el siglo xvi había alcanzado la cantidad de 50 y, a principios del siglo xx, la cifra era superior a 100. La inmensa mayoría de ellos se corresponden con verbos de movimiento o cambio de estado. Sin embargo, fue el período del inglés medio (entre 1100 y 1500) cuando la labilidad vivió su aumento más vertical, sobre todo en los dos últimos siglos del intervalo que comprende el período mencionado. Es en dicha época cuando Reino Unido recibe influjos constantes de migración escandinava, celta, normanda y, hasta cierto punto, de lenguas latinas. Pero fue McWorther (2002) el que propuso que el asentamiento masivo de población escandinava derivó en la alta labilidad que actualmente observamos en inglés. Las variedades escandinavas de la época medieval contaban con la estrategia de la marca de reflexivo para oraciones medias y reflexivas. Aunque el inglés también contaba con dicha estrategia, al parecer el uso tan pronunciado del reflexivo en los habitantes escandinavos repercutió en su propia imagen. Ante la estigmatización que lingüísticamente padecían, los nuevos pobladores provenientes de Escandinavia se esforzaron por eliminar la estrategia reflexiva para las lecturas medias y reflexivas, creando un sinnúmero de verbos intransitivos, incluso en casos en los que el inglés recurría a la reflexividad. Mustanoja (1960) también se ha pronunciado al respecto, afirmando que la estrategia del reflexivo era muy mal vista por la población inglesa. Este hecho, junto con la enorme inmigración a Gran Bretaña, habría producido no solo el ascenso de la labilidad, sino otros desarrollos célebres en inglés que lo han hecho

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 4 La labilidad en el español peninsular

diferenciarse enormemente de otras lenguas de su misma familia: pérdida total de flexión verbal, orden fijo SVO y la no estrategia V2 o una gran cantidad de préstamos léxicos latinos. A diferencia del inglés, las demás lenguas germánicas han mantenido el recurso de la reflexividad para estructuras reflexivas y medias. La consecuencia de todo ello fue, de acuerdo con McMillion (2006), que el número de verbos lábiles fue inversamente proporcional a la frecuencia del reflexivo para tales lecturas. Dicho de otra manera: el empleo de la labilidad sustituyó la marca de reflexivo, pero no convivió con esta. Si esto es realmente así, nos puede proporcionar una pista del hipotético desarrollo que la labilidad ha tenido en español. En primer lugar, la distribución geográfica es mucho menor que la que menciona la bibliografía tradicional, lo cual quiere decir que la estrategia lábil ha decrecido. En segundo lugar, como indican Flores y Melis (2015), es en el siglo xix cuando el español aumenta los usos del reflexivo para lecturas no volitivas, como reproducimos en (653–654). (653) Se me cayó el vaso (654) Se me ha vertido el agua Si correlacionamos la evolución del inglés con la del español, es muy probable que la subida del reflexivo haya provocado la bajada de la labilidad. Ante la carencia de estudios históricos a este respecto, no deja de ser una hipótesis factible. Sin embargo, otra característica que vale mencionar es la influencia externa que recibió el inglés en su cambio a la labilidad. Si el asentamiento escandinavo fue el culpable de la anulación del reflexivo a favor de un solo lexema, la teoría del influjo vasco vuelve a hacerse pertinente, ya que es la única lengua peninsular que exhibe de manera regular ergatividad escindida y la opción de la labilidad. La contradicción que se observa a priori en cuanto a las causas de la labilidad en español y una de las hipótesis sobre su surgimiento es cómo puede ser el reflexivo tan productivo en el suroeste peninsular si es, precisamente, el área donde más se ha atestiguado la labilidad. Recordemos que, para el inglés, McMillion (2006) correlacionaba la productividad del reflexivo como inversamente proporcional a la recursividad de la labilidad. En consecuencia, hemos conjeturado sobre la posibilidad de que la labilidad haya decrecido tanto en contraste con las afirmaciones de la bibliografía por la cada vez mayor frecuencia del reflexivo se para lecturas involuntarias y espontáneas, a imitación del inglés. Sin embargo, como ya hemos expuesto en este trabajo, De Benito (2015) atribuye una generalización mayor del reflexivo a todo tipo de diátesis que investiga en la misma área donde la labilidad está más asentada. No hay que olvidar que la

4.5 Recapitulación 

 165

labilidad surge, aunque muy minoritariamente, para lecturas muy volitivas en el suroeste peninsular y no en otras zonas más septentrionales donde el reflexivo es menos recurrente. A la vista de esta paradoja, es muy posible que ambas estrategias se encuentren en una fase de convivencia en la que una se termine de imponer sobre la otra. Igualmente, es la extensión del se a lecturas involuntarias y espontáneas una de las últimas evoluciones de dicha marca y no es hasta el siglo xix cuando el se no salta de manera habitual a este tipo de oraciones (655). (655)

Se me ha caído el vaso

Así las cosas, podemos estar asistiendo a un declive de la labilidad que se da de forma paulatina. Sugiriendo que la labilidad estuviera muy asentada, incluso llegando a contextos volitivos, como hemos apreciado, cabe preguntarse si no es precisamente en contextos de espontaneidad o falta de volición donde, paradójicamente, empieza a perder vigencia la labilidad. Este hecho estaría sustentado por la recursividad de se en los mismos contextos. Si se se ha esparcido a lecturas no volitivas y espontáneas hasta ser tan común hoy en día, la alternativa lábil para esta lectura resulta redundante y, por ende, empieza a perderse. Una vez que se va eliminando ahí, sigue su desaparición en otros contextos semánticos donde también se documenta. La incongruencia se da en el hecho de que la labilidad, si aceptamos esta hipótesis, se aferra a contextos menos propicios para su desarrollo, que son aquellos cuyo grado de transitividad es mayor. Al no disponer de datos diacrónicos, no podemos sino lanzar más preguntas que respuestas y dejar dichas conclusiones a futuros trabajos al respecto.

4.5 Recapitulación En este capítulo, hemos visto que el fenómeno de la labilidad se da en todo el oeste peninsular, aunque en un área menor de la que se pensaba. Su recorrido es desigual según el verbo causativizado: entrar es el que más extensión ocupa, seguido por quedar y, en última instancia, caer. Asimismo, su aparición como lábil sigue una serie de pasos que tienen todos que ver con contextos de baja transitividad. Por un lado, los sujetos de dichos verbos (aunque en menor medida de entrar) suelen ser no agentivos, no volitivos o no animados. Por otro, los objetos de estos han de ser poco afectados. Solo cuando la labilidad se asienta en este tipo de sujetos y objetos, puede terminar extendiéndose a cualquier tipo semántico de sujeto u objeto, haciendo de entrar, quedar y caer verbos que excluyen por completo a sus homólogos transitivos meter, dejar y tirar. Asimismo, la oposi-

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 4 La labilidad en el español peninsular

ción entre perfectivo e imperfectivo también es pertinente, al menos en el caso de entrar, ya que su aparición como lábil se da primero en oraciones atélicas. El mismo orden de conversión en lábil de estos verbos sigue un patrón definido. Entrar es el primero en tornarse lábil porque su estructura eventiva es simple, hace referencia a un movimiento o a un contacto con superficie, pero no implica una lectura causativa verdadera, ya que ningún paciente cambia de estado. En segundo lugar, quedar se vuelve causativo, pero solo en la acepción que tiene que ver con el movimiento o contacto con la superficie, es decir, en su acepción eventiva simple. Uan vez que la labilidad se establece ahí, la acepción eventiva compleja también sucumbe, haciendo que quedar sea lábil para cualquier contexto. En último lugar, caer se transitiviza, ya que es el único que comporta una estructura eventiva compleja en todas sus acepciones, por lo que su tendencia a contextos de baja transitividad es menor que los otros dos. Los tres verbos en estudio se corresponden con intransitivos inacusativos y, por ende, son más propicios para contextos de baja transitividad, que es la situación en la que surge la labilidad. Su argumento interno carece de controlador o causante, por lo que aparece, en español, en posición de objeto, ya que en realidad es un paciente. No obstante, la labilidad provoca la expresión del causante, del sujeto lógico de la acción denotada por el verbo y, en consecuencia, vuelve el verbo en transitivo. Su asignación de función sintáctica y caso gramatical sigue la jerarquía universal descrita, ya que la nueva valencia ocupa el nuevo sujeto, enviando el antiguo a la función de objeto directo. Asimismo, su transitivización también responde a un comportamiento topical, ya que el elemento humano y, por ende, más prominente, se antepone en el discurso, llevándolo por defecto a la posición de sujeto precisamente por su fuerte carácter topical. La particularidad de la labilidad en español es que se da en dicha lengua, ya que se halla con mayor probabilidad en idiomas ergativos concentrados en el Cáucaso y en inglés. El estudio muestra que su aparición no es exótica, ya que también existe en francés o italiano, pero el cúmulo de procesos que el español occidental posee para diferenciar con cierta sistematicidad las construcciones agentivas de las no agentivas lo acercan más a la ergatividad escindida. Este trato de la sintaxis de acuerdo con la semántica de los sujetos puede proceder de una influencia del euskera, cuya casuística morfológica y morfosintáctica atiende a un alineamiento activo y ergativo, o incluso de estadios primitivos de las variedades septentrionales de la Península Ibérica que desarrollaron ciertas diferencias según los criterios de volición y agentividad.

5 Conclusiones En resumen, hemos visto que la construcción de la causación se supedita a factores que, sobre todo, están relacionados con la semántica y que, posteriormente, se reflejarán en la morfología o la sintaxis. De esta manera, las lenguas no tratan igual al agente que al autor de una causa; el grado de afectación en lo causado; la intencionalidad o control sobre la acción e incluso si la causa ha sido directa o indirecta. Todos estos matices se desarrollan en la elección de un caso gramatical frente a otro, una estrategia sintáctica frente a otra, un sufijo frente a otro o un lexema frente a otro. En el caso del español, observamos todas las posibilidades en la configuración de una causa: morfología (enloquecer), análisis (hacer más infinitivo) y léxico (matar). Sin embargo, también surgen otras alternativas poco escudriñadas hasta la fecha, como es el caso de la labilidad. Aunque la labilidad es, de lejos, más frecuente en inglés y en lenguas caucásicas, también aparece con relativa asiduidad en otras lenguas, entre ellas, romances. En ocasiones, la estrategia lábil se ha asentado en la norma, pero, en la mayoría de los casos, esta se trata como un rasgo vernáculo, dialectal. Así pues, los verbos bajar y subir admiten la lectura transitiva e intransitiva, pero sus homólogos respectivos scendere y salire en italiano estándar no admiten un objeto directo. De igual modo, sortir en francés se comporta de manera ambivalente, pero en español se desdobla en salir y sacar. No obstante, observamos que la probabilidad de que un verbo desarrolle una lectura lábil aumenta cuando se inserta en un contexto de baja transitividad. Esto implica que los inacusativos son más propensos a la labilidad y, dentro de estos, aquellos que hacen referencia a un movimiento o a un contacto con la superficie, más que a un cambio de estado. Solo cuando la labilidad se asienta en lecturas de movimiento, pasa a lecturas más causativas. El ejemplo más palpable es caer, que no solo puede coocurrir con un objeto directo en el español peninsular occidental, sino que observamos el mismo comportamiento en francés con tomber o incluso en ruso con kapnut / kapat. La elección de entrar, quedar y caer no es casual, ya que cumplen con los requisitos de baja transitividad para convertirse en lábiles. El orden en el cual lo hacen tampoco es arbitrario, ya que el primero es el que menos transitividad expresa al tener un objeto nada afectado, mientras que quedar posee una doble acepción: una con un objeto nada afectado y otra en la que el objeto sí cambia de estado. Caer, no obstante, es el único con una lectura causativa en su estructura eventiva. El comportamiento del español peninsular occidental no solo recuerda a un patrón ergativo, sino que fomenta las dudas cada vez más extendidas en cuanto a la misma definición de transitividad. A pesar de que la visión tradicional sigue https://doi.org/10.1515/9783110656190-005

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 5 Conclusiones

siendo muy vigente, existen numerosos ejemplos de la lengua estándar y dialectal que la contradicen. En vista de ello, este trabajo defiende el hecho de que cualquier verbo tiene más o menos probabilidades de transitivizarse y que dichas posibilidades dependen de los trazos de transitividad que induce el surgimiento de un argumento externo o de un causante. Al expresarse el causante y sujeto lógico en las acciones de verbos lábiles del español peninsular occidental, la sintaxis se reorganiza promocionando dicho causante a la función de sujeto y posicionando al causado en el objeto directo. Esta reconfiguración atiende a un parámetro en la marcación de caso y la repartición de funciones sintácticas que se repite en otros muchos fenómenos lingüísticos a nivel universal.

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Índice de voces absolutivo 28, 29, 30, 33, 37, 133, 161, 162, 163 acusativo 2, 7, 8, 10, 25, 26, 28, 29, 36, 37, 38, 39, 40, 46, 47, 49, 51, 52, 56, 57, 61, 63, 64, 65, 66, 72, 81, 89, 93, 95, 96, 98, 99, 102, 103, 105, 108, 109, 110, 111, 114, 115, 135, 136, 137, 139, 142, 143, 144, 146, 147, 150, 151, 157, 158, 159, 160 agente 6, 12, 15, 17, 18, 19, 21, 23, 24, 25, 26, 27, 28, 31, 33, 34, 37, 38, 44, 50, 52, 53, 56, 58, 60, 62, 66, 69, 72, 73, 75, 76, 83, 92, 96, 114, 115, 116, 126, 131, 132, 133, 141, 143, 146, 149, 150, 159, 161, 162, 167, 176 agentividad 1, 6, 21, 29, 30, 31, 32, 34, 37, 59, 60, 70, 86, 116, 117, 118, 132, 133, 135, 139, 141, 142, 159, 160, 166 alineamiento 1, 24, 25, 28, 29, 30, 33, 34, 35, 36, 60, 81, 118, 132, 143, 159, 160, 162, 163, 166 animacidad 4, 33, 39, 56, 59, 60, 72, 80, 93, 95, 108, 114, 119, 125, 130, 132, 134, 140, 141, 142, 143, 146 animado 25, 38, 50, 56, 58, 59, 74, 75, 96, 97, 100, 101, 108, 113, 133, 134, 151 atelicidad 34, 72, 146 autor 6, 17, 18, 62, 66, 75, 76, 114, 115, 141, 143, 149, 150, 161, 162 caer 12, 22, 24, 31, 33, 40, 68, 69, 78, 80, 118, 120, 122, 123, 124, 126, 129, 130, 131, 140, 142, 143, 146, 148, 149, 154, 155, 158, 162, 163, 165, 166, 167 caso gramatical 12, 36, 38, 39, 40, 44, 49, 53, 64, 118, 134, 166, 167 causa directa 5, 6, 60, 61, 118, 143 causa indirecta 5, 6 causado 3, 4, 5, 6, 7, 8, 9, 12, 33, 37, 64, 84, 115, 118, 143, 167, 168 causante 3, 4, 5, 6, 12, 23, 27, 33, 36, 37, 58, 60, 72, 73, 92, 99, 115, 157, 166, 168 causativización 1, 21, 24, 36, 80, 131, 133, 155, 157, 158, 174 https://doi.org/10.1515/9783110656190-007

control 5, 6, 18, 21, 25, 27, 32, 33, 35, 37, 58, 60, 66, 68, 116, 132, 140, 143, 146, 167 dativo 7, 10, 21, 36, 37, 38, 39, 40, 41, 42, 43, 44, 45, 46, 47, 48, 49, 50, 52, 53, 55, 56, 57, 61, 64, 66, 67, 70, 72, 73, 75, 76, 78, 82, 91, 93, 94, 95, 99, 100, 101, 103, 104, 105, 107, 109, 110, 111, 114, 115, 117, 118, 119, 135, 136, 137, 138, 139, 142, 143, 147, 149, 150, 154, 155, 156, 157, 158, 159, 172, 173 entrar 64, 66, 77, 78, 79, 80, 118, 120, 122, 124, 130, 131, 140, 142, 143, 148, 149, 154, 155, 158, 165, 167 ergatividad 18, 33, 34, 35, 81, 160, 161, 162, 163, 164, 166 ergatividad escindida 18, 34 ergativo 28, 29, 30, 33, 37, 81, 132, 133, 160, 161, 162, 163, 166, 167 euskera 29, 30, 53, 132, 133, 134, 135, 138, 139, 157, 164, 166 experimentante 18, 21, 25, 31, 38, 39, 42, 43, 45, 46, 48, 50, 52, 53, 54, 56, 57, 58, 59, 61, 66, 67, 69, 70, 75, 76, 91, 94, 95, 96, 97, 98, 99, 100, 101, 105, 106, 110, 111, 114, 115, 116, 117, 118, 139, 143, 151, 154, 155, 156, 161 humano 38, 39, 50, 55, 58, 61, 82, 86, 87, 94, 95, 96, 97, 98, 99, 100, 103, 105, 106, 108, 114, 121, 127, 130, 132, 135, 137, 149, 166 intención 6, 21, 38, 76, 78, 103, 117 intencionalidad 6, 116, 141, 143, 155, 160, 167 intransitividad escindida 18, 30, 31, 33, 34, 159, 161, 162, 163 intransitivo 7, 12, 13, 14, 15, 17, 22, 23, 27, 28, 29, 30, 31, 33, 34, 61, 66, 77, 92, 113, 118, 140, 141, 146, 159 labilidad 1, 13, 14, 18, 19, 20, 21, 22, 23, 24, 28, 33, 60, 61, 75, 78, 79, 80, 81, 113,

182 

 Índice de voces

118, 119, 120, 121, 122, 123, 124, 126, 130, 132, 133, 140, 141, 146, 147, 148, 149, 150, 154, 155, 157, 158, 159, 163, 164, 165, 166, 167, 168 nominativo 2, 21, 25, 28, 29, 33, 37, 40, 42, 43, 44, 45, 46, 47, 48, 49, 50, 51, 52, 53, 58, 61, 65, 66, 91, 93, 96, 97, 98, 100, 101, 103, 109, 110, 111, 114, 115, 117, 118, 119, 143, 150, 151, 157, 158, 159, 160 objeto 2, 3, 4, 6, 7, 8, 9, 13, 15, 16, 20, 21, 22, 25, 26, 27, 28, 29, 34, 35, 36, 38, 39, 40, 43, 46, 47, 51, 52, 53, 54, 55, 56, 57, 58, 59, 60, 63, 69, 70, 72, 73, 75, 77, 78, 80, 81, 82, 84, 85, 88, 89, 90, 91, 92, 93, 94, 95, 96, 97, 98, 99, 100, 101, 102, 103, 104, 105, 106, 107, 108, 109, 110, 111, 112, 117, 118, 119, 135, 136, 137, 138, 139, 142, 143, 144, 146, 147, 148, 149, 150, 151, 152, 153, 154, 155, 156, 157, 158, 159, 160, 162, 165, 166, 167, 168, 171, 175, 176 objeto directo 7, 8, 23, 26, 52, 54, 56, 61, 81, 85, 91, 92, 93, 94, 95, 98, 102, 105, 106, 107, 108, 109, 146, 150, 151, 158, 166, 167 objeto indirecto 8, 23, 36, 54, 56, 72, 91, 92, 94, 95, 102, 104, 105, 106, 107, 139, 154, 157, 158, 159 oblicuo 8, 36, 39, 40, 44, 45, 46, 47, 48, 49, 51, 70, 73, 97, 100, 104, 107, 115, 117, 139 quedar 78, 80, 118, 120, 122, 123, 126, 129, 130, 131, 140, 142, 143, 148, 149, 154, 155, 158, 165, 166, 167 reflexividad 17, 18, 46, 75, 118, 163 reflexivo 15, 16, 17, 18, 19, 30, 31, 43, 44, 46, 47, 49, 61, 66, 67, 68, 69, 70, 71, 72, 73, 74, 75, 77, 84, 89, 92, 103, 113, 114, 140, 154, 155, 156, 159, 160, 163, 164 sujeto 2, 6, 11, 15, 16, 17, 18, 19, 21, 23, 25, 26, 27, 28, 29, 30, 31, 32, 33, 34, 35, 37,

38, 40, 41, 42, 43, 44, 45, 46, 47, 48, 49, 50, 51, 52, 53, 56, 57, 58, 59, 60, 61, 62, 63, 65, 66, 67, 68, 69, 70, 72, 73, 74, 75, 76, 77, 78, 80, 82, 83, 85, 86, 90, 91, 93, 94, 95, 96, 97, 98, 99, 100, 101, 104, 106, 107, 109, 110, 111, 112, 113, 114, 115, 117, 118, 127, 129, 132, 134, 135, 136, 138, 139, 141, 142, 143, 144, 145, 146, 147, 149, 150, 151, 152, 153, 154, 155, 156, 157, 158, 159, 161, 162, 163, 165, 166, 168, 169, 173, 176 sujeto dativo 40, 44, 56, 76, 111, 114, 115, 156 telicidad 34, 132, 135, 136, 141 topicalización 56, 57, 61, 101, 109, 110, 113, 153, 155, 157 tópico 51, 111, 151, 153, 154, 155 transitividad 1, 2, 23, 24, 25, 26, 27, 33, 37, 38, 60, 69, 70, 81, 82, 88, 89, 90, 91, 92, 93, 94, 95, 98, 99, 105, 117, 118, 132, 134, 135, 136, 140, 141, 142, 143, 146, 147, 149, 150, 165, 166, 167, 172, 176 transitivización 2, 23, 24, 26, 27, 60, 78, 80, 81, 87, 131, 140, 154, 155, 166 transitivo 2, 7, 12, 13, 15, 17, 21, 23, 24, 25, 26, 27, 28, 29, 31, 35, 58, 60, 64, 77, 78, 81, 82, 86, 87, 88, 90, 91, 92, 101, 118, 126, 129, 130, 136, 141, 143, 146, 147, 148, 150, 157, 159, 166 valencia 2, 6, 7, 9, 12, 14, 15, 19, 20, 21, 23, 28, 35, 36, 37, 39, 44, 45, 46, 49, 51, 53, 59, 60, 61, 64, 70, 80, 91, 95, 96, 98, 100, 104, 110, 111, 113, 118, 140, 142, 143, 150, 151, 155, 157, 159, 162 verbos inacusativos 27, 33, 34, 75, 112, 113, 142, 144, 146, 162 verbos inergativos 27, 32, 33, 34, 72, 113, 133 volición 6, 21, 32, 33, 37, 38, 39, 40, 59, 60, 66, 76, 78, 86, 116, 117, 118, 130, 132, 133, 134, 139, 140, 141, 142, 143, 146, 154, 160, 161, 162, 165, 166 volitivo 25, 30, 31, 33, 39, 57, 159, 160 voz media 17, 18, 30, 31, 43, 67, 69, 70, 97, 104, 114