Código civil comentado: doctrina - jurisprudencia - bibliografía. Obligaciones. Tomo I: Artículos 495 a 651
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CÓDIGO CIVIL COMENTADO OBLIGACIONES

FÉLIX A. TRIGO REPRESAS RUBÉN H. COMPAGNUCCI DE CASO Directores

CÓDIGO CIVIL COMENTADO DOCTRINA - JURISPRUDENCIA - BIBLIOGRAFÍA

OBLIGACIONES Tomo I Artículos 495 a 651

RUBINZAL - CULZONI E D I T O R E S

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Autores

495 a 511

FÉLIX A. TRIGO REPRESAS

512

MARCELO J. LÓPEZ MESA

513 a 522

FÉLIX A. TRIGO REPRESAS

523 a 526

EDGARDO IGNACIO SAUX

527 a 565

FÉLIX A. TRIGO REPRESAS

566 a 573

AIDILIO FABIANO

574 a 600

Luis

601 a 605

CARLOS REYNA

606 a 615

Luís

616 a 624

FÉLIX A. TRIGO REPRESAS

625 a 634

Luis

635 a 651

ENRIQUE C. MÜLLER

NIEL PUIG

NIEL PUIG

NIEL PUIG

LIBRO SEGUNDO DE LOS DERECHOS PERSONALES EN LAS RELACIONES CIVILES SECCIÓN PRIMERA PARTE PRIMERA D E L A S O B L I G A C I O N E S EN G E N E R A L TÍTULO I DE LA NATURALEZA Y ORIGEN DE LAS OBLIGACIONES

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FÉLIX A. TRIGO REPRESAS

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Las obligaciones son: de dar, de hacer o de no hacer.

Art. 496

El derecho de exigir la cosa que es objeto de la obligación, es un crédito, y la obligación de hacer o no hacer, o de dar una cosa, es una deuda.

Concordancias: arts. 497, 574, 625, 725, 1649.

A) Bibliografía especial ALTERINI, Atilio Aníbal, El Derecho de las Obligaciones en el IV Congreso Nacional de Derecho Civil, en J.A. Doctrina 1970-210 y ss.; COMPAGNUCCI DE CASO, Rubén H., Obligación y responsabilidad, en Revista Notarial, N° 853, Colegio de Escribanos de la Provincia de Buenos Aires, La Plata, 1980, ps. 2120 y ss.; GIORGIANNI, Michele, La obligación (La parte general de las obligaciones), trad. de Emilio Verdera y Tuells, Bosch, Barcelona, 1958; MAYO, Jorge A., La relación jurídica obligacional, en Revista de Responsabilidad Civil y Seguros, N° II, Año VI, La Ley, Buenos Aires, marzo de 2004, ps. 1 y ss.; QUINTEROS, Federico D., El contrato por persona a nombrar, Abeledo-Perrot, Buenos Aires, 1971; ROCA SASTRE, Ramón Ma. y PUIG BRUTAU, José, Concepto del Derecho de crédito, en Estudios de Derecho Privado, Revista de Derecho Privado, Madrid, 1948, t. I, ps. 159 y ss.; SALAS, Acdeel Ernesto, Elementos formativos del actual Derecho de Obligaciones, en Obligaciones, contratos y otros ensayos, Depalma, Buenos Aires, 1982, ps. 29 y ss., y en Estudios de Derecho Civil en homenaje a Héctor Lafaille, Depalma, Buenos Aires, 1968, ps. 649 y ss.; ZANNONI, Eduardo A., Elementos de las obligaciones, Astrea, Buenos Aires, 1996. 13

Vfo.ix A. TRIGO REPRESAS

B) Doctrina SUMARIO: 1. Concepto de obligación. 2. Deber jurídico y obligación. 3. Elementos de la obligación.

1. Concepto de obligación Nuestro Código Civil no define a la "obligación", y el propio Vélez Sársfield en su nota al artículo 495 aclara que: "Nos abstenemos de definir, porque, como dice Freitas, las definiciones son impropias de un Código [...] En un trabajo legislativo sólo pueden admitirse aquellas definiciones, que estrictamente contengan una regla de conducta, o por la inmediata aplicación de sus vocablos, o por su influencia en las disposiciones de una materia especial..." Ahora bien, la palabra obligación deriva del latín obligare, que significa "atar en derredor", o sea que alude a una suerte de ligadura que sujeta a alguien. Ergo en un sentido lato, la palabra obligación implica una idea de sometimiento, de restricción a la libertad; desde que en la misma medida en que nos encontremos obligados habrá de resultar disminuida o limitada nuestra libertad. Pero no es ésa la significación de dicho vocablo en el Derecho Civil, en el cual se lo utiliza como una expresión técnica precisa, que alude a una particular categoría de situaciones, por las cuales un sujeto se encuentra vinculado a un comportamiento frente a otro. Se han propiciado diferentes conceptos de obligación, pero bien puede decirse que todavía hoy en día resulta válida la definición clásica contenida en el Título XIII del Libro Tercero de las Instituías de Justiniano: Obligatio estjuris vinculum quo necessitate adstringimur alicujus solvendo: rei, secundum nostree civitatis jura {La obligación es un vínculo jurídico que nos constriñe a la necesidad de pagar algo a otro, según el derecho civil); aunque se ha señalado la conveniencia de la supresión de su última parte, la que dice "según el derecho civil", referida a la aplicabilidad del derecho de la ciudad sólo a los ciudadanos romanos, que por lo tanto carece de vigencia en la actualidad. En tal definición ya concurren en efecto los tres elementos básicos de toda relación obligacional: a) el vínculo jurídico, es decir, el nexo que une al deudor con el acreedor; b) los sujetos ligados por dicho vínculo: de l-l

Art. 496 una parte el que debe pagar y de otra el que tiene derecho al cobro, y finalmente, c) el objeto, consistente en la prestación que debe cumplir el deudor en favor del acreedor. Empero otros autores han pensado en la conveniencia de modificar tal definición, efectuándole algunos agregados o sustituciones e inclusive complementando el concepto clásico con el añadido de que en caso de incumplimiento el deudor será responsable ante el acreedor con todo su patrimonio; siendo en este sentido la fórmula quizá más completa la propuesta por Roca Sastre y Puig Brutau: "La obligación es una relación jurídica en virtud de la cual un sujeto (o varios) tiene el derecho a exigir (pretensión) a otro sujeto (o varios) una determinada prestación (consistente en dar, hacer o no hacer) y en su defecto a procurarse una congrua satisfacción equivalente (el id quod interest o interés contractual positivo) a base de la responsabilidad patrimonial del deudor". Por el contrario, Giorgianni ha cuestionado la definición de las Instituías y por extensión a las que se basan en ella aunque con ligeras variantes, atribuyéndoles el defecto de ser tan genéricas que, muy a menudo, pueden considerarse definiciones del deber jurídico en general y no de ese particular deber jurídico que es la "obligación", expresando por su parte lo siguiente: "es obligación aquella relación jurídica en virtud de la que una persona determinada, llamada deudor, está vinculada a un comportamiento patrimonialmente valorable, para satisfacer un interés aunque no sea patrimonial de otra persona determinada, llamada acreedor, que tiene derecho al cumplimiento por parte de la primera", concepto éste que destaca la diferencia entre el valor pecuniario de la prestación y el interés del acreedor en ella, que puede no ser pecuniario. 2. Deber jurídico y obligación Para Giorgianni hay que distinguir el "deber jurídico" de sus dos subespecies: el obbligo u obblighi y la obbligazione. El "deber jurídico" constituye un concepto genérico, habiendo sido definido como "la necesidad de ajustar una conducta a los mandatos contenidos en una norma jurídica", o sea que alude a la norma que 15

Pi-.i.ix A. T R I C O REPRESAS

con carácter general impone un comportamiento, sin determinación de los sujetos destinatarios del mismo, como por ejemplo el deber general de respetar los derechos ajenos. Pero dentro de ese concepto genérico existen a su vez dos categorías específicas consistentes en órdenes de tipo particular, con caracteres propios que a su vez las individualizan y distinguen: de un lado, el obbligo u obblighi, y de otro, la obbligazione. El obbligo u obblighi es una clase de deber jurídico en el cual la norma impone una conducta carente de contenido patrimonial a sujetos determinados y en favor de otros, también individualizados, a los que atribuye el poder jurídico de exigir aquel comportamiento; tal como sucede habitualmente en el Derecho de Familia, como verbigracia con los deberes de fidelidad y de convivencia entre los esposos (arts. 198 y 199), o el de los padres de educar y corregir a sus hijos (arts. 264 y 265), etcétera. Y por último, la obbligazione es otro tipo de deber jurídico específico, en el que existe un comportamiento impuesto por la norma a sujetos determinados y a favor de otros que igualmente lo están, el que además tiene contenido patrimonial en razón de ser susceptible de valoración pecuniaria o en dinero, aunque el interés del acreedor en dicha prestación pueda no ser patrimonial. Ahora bien, dicha cualidad patrimonial de la "obligación", que constituye un elemento objetivo, debe ser considerada en un determinado momento histórico y ambiente sociocultural; y en lo que se refiere al interés del acreedor que puede o no ser patrimonial, sí es en cambio necesario que la "obligación" persiga como finalidad la satisfacción de un interés ajeno, ya que de lo contrario podría confundirse con la figura de la "carga", en la cual el cumplimiento redunda en beneficio del propio obligado, kil como ocurre, verbigracia, con las cargas que se imponen en el Derecho Procesal. De ahí resulta con claridad la diferencia existente entre los conceptos de deber jurídico general y obligación, atento a que, como bien se luí dicho, (oda obligación importa un deber jurídico, pero no todo deber jurídico es una obligación. Y a su turno Giorgianni también ha distinguido claramente los deberes jurídicos específicos u obblighi de la "obligación", teniendo en cuenta, en especial, la patrimonialidad de u>

Art. 496 ¡a prestación y el interés del acreedor, puesto que la "obligación" siempre ha de tener un contenido apreciable en dinero y ello no sucede en cambio con los otros deberes específicos u obblighi. 3. Elementos de la obligación Ya al considerar precedentemente el concepto de obligación, señalábamos que la misma requiere de la concurrencia de varios presupuestos o componentes indispensables para su configuración: a) el vínculo; b) los sujetos; c) el objeto, y d) la fuente o causa eficiente. a) El vínculo. Es el requisito en el que se centra la esencia misma de toda obligación, consistiendo en la relación jurídica que liga a ambas partes, o, con palabras de Colmo, es el "complexo de la relación entre acreedor y deudor". Aunque si se prefiere también puede decirse, de una manera menos técnica pero quizá de más fácil comprensión, que el vínculo es la soga o ligadura que une o ata a ambas partes, encerrando un deber primario o primordial y a veces también otros deberes secundarios. Tal vínculo posibilita ante todo al acreedor exigir el cumplimiento de lo debido y a la vez le impone al deudor satisfacer el interés de la otra parte. Para explicar sobre qué recae el vínculo obligatorio, se han formulado diversas teorías, subjetivas y objetivas. Las primeras, consideradas como las más tradicionales, han intentado caracterizar la naturaleza de la obligación como un estado de sometimiento del propio deudor al poder jurídico del acreedor. Así afirmaba Savigny que la obligación es un señorío sobre determinados actos de la conducta del deudor, que quedan entonces sustraídos a su arbitrio y sometidos a la voluntad del acreedor; aunque si se tiene en cuenta que los actos del deudor son una exteriorización inmediata de su personalidad, que no pueden objetivarse separándose de ella para convertirse en objeto de señorío por parte de otros, resulta entonces mucho más aceptable la tesis de De Ruggiero, quien aclara que en realidad el que se obliga vincula su libertad relativamente al acto comprometido, en cuanto se autoimpone cumplirlo, máxime atento a que de no ser por ese vínculo obligacional, ninguna norma imperativa o prohibitiva lo constreñiría al cumplimiento; vale decir que en la limitada esfera en que 17

FÉLIX A. TRIGO REPRESAS

aquel acto se mueve, la actividad y voluntad del deudor ya no es libre, sino que pertenece al acreedor. Las teorías objetivas, en cambio, caracterizan a la relación obligacional desde el punto de vista del sometimiento del patrimonio del deudor a la acción del acreedor, a quien sólo le interesaría la realización de un resultado objetivo de transferencia de valores a su propio patrimonio; de tal forma el vínculo obligatorio importaría principalmente una relación entre dos patrimonios, como lo sostuvieran entre otros Gaudemet y Polacco, siendo inclusive secundaria la determinación de las personas que sean titulares de ellos. Dentro de las teorías objetivas, la que distingue entre el débito y la responsabilidad ha venido a efectuar una disociación de la obligación en dos elementos distintos, tomando en cuenta diferentes momentos de su desarrollo. Para este entendimiento, que tiene en Pacchioni a uno de sus más destacados expositores, la obligación no es una relación jurídica unitaria, sino una relación compleja compuesta de dos elementos: el debitum o deuda (Schuld en el Derecho alemán) y la responsabilidad o garantía (Haftung), los que pueden presentarse juntos o separados. El débito o deuda es el estado de puro deber que se inicia con el nacimiento de la obligación y se extingue con el cumplimiento voluntario del obligado, lapso durante el cual el débito se define como un estado de presión psicológica en el cual se encuentra el deudor, quien debe cumplir, por cuanto así lo dispone el ordenamiento jurídico, en tanto que correlativamente el acreedor se halla en un estado de legítima expectativa, de confianza en que por esa misma razón se le habrá de pagar. No pudiendo realizar en ese ínterin más que un "control de gestión" sobre el patrimonio del deudor, mediante algunas medidas cautelares. Por el contrario, al producirse el incumplimiento de la obligación ya entra en juego la garantía o responsabilidad, consistente en un "poder de agresión patrimonial" que el ordenamiento confiere al acreedor, posibilitándole actuar contra el patrimonio del deudor y requerir la ejecución forzada de sus bienes, sobre cuyo producido habrá después de hacer efectiva su acreencia o la sustitutiva indemnización de daños y perjuicios. De tal disgregación de la relación obligatoria va a resultar que pueden darse casos de debitum sin garantía o responsabilidad, como sucede con las obligaciones naturales, que "no confieren acción para exigir su cumpliIX

Art. 496 miento" (art. 515); de responsabilidad sin débito, como ocurre en los casos de fianza (arts. 1986 y ss.) o de cláusula penal otorgada por un tercero, en los que se garantiza una deuda ajena (art. 518), y por último también de deuda pero con responsabilidad limitada, que no cubre integralmente el importe total de aquélla, como pasa, verbigracia, con la aceptación de una herencia con beneficio de inventario, en cuyo caso el heredero no va a responder por el total de las deudas del causante, sino "sólo hasta la concurrencia del valor de los bienes que ha recibido de la herencia" (art. 3371), o en algunos supuestos en que el deudor puede liberarse haciendo abandono de algo: el donatario que puede liberarse de la obligación alimentaria a su cargo, "devolviendo los bienes donados, o el valor de ellos si los hubiese enajenado" (art. 1837), o el abandono de la cosa donada por parte del donatario, para así poder "sustraerse a la ejecución de los cargos" impuestos a esa donación (art. 1854), o la exoneración del propietario de una cosa perdida de recompensar al hallador de la misma, "cediéndola al que la halló" (art. 2533), etcétera. Finalmente, para la teoría del deber libre de Binder, la norma jurídica no impone un determinado obrar al deudor, no le manda que pague, sino que establece un efecto jurídico supeditado a dicha conducta: si el deudor no cumple, el acreedor tendrá derecho a pedir la ejecución de los bienes de aquél, o sea que el deber jurídico recae sólo sobre los órganos del Estado, que deben sancionar a quienes no ajustan su proceder a lo que establecen las normas. b) El objeto. Inicialmente se entendió que el objeto de la obligación consistía en las cosas o los servicios comprometidos por el deudor. Pero hoy en día predomina el criterio, sostenido entre otros por Boffi Boggero, Borda, Carbonnier, Colmo, Giorgi, Hernández Gil, Lafaille, León, Llambías, Marty, Mazeaud, Puig Brutau, Puig Peña y Salvat-Galli, de que en realidad tal objeto consiste en la "prestación", es decir, el comportamiento o conducta del deudor; en tanto que las cosas, servicios o abstenciones debidos, el "dar, hacer o no hacer" del artículo 495, constituyen a su vez el objeto de la prestación. Para otra postura, en cambio -Barassi, Betti, Carnelutti, Compagnucci de Caso, Gangi, Nicoló, Peirano Fació y Zannoni-, el objeto de la obligación es el "bien debido", o sea la utilidad que satisface un 19

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interés del sujeto activo de la obligación, que necesariamente habrá de consistir en bienes materiales -cosas- o inmateriales (arts. 2311 y 2312), o sea, dicho de otra manera, que el acreedor al recibir una cosa o un servicio de parte del deudor no satisface su interés con la conducta de éste, sino con la cosa misma que ingresa a su patrimonio o el servicio que recibe y lo beneficia, siendo así entonces que el objeto de la obligación viene a ser, genéricamente, el "bien (o utilidad) debido ", un bien de la vida idóneo para conferir una utilidad típica en la vida de relación. De otra parte, en cambio, el deber jurídico del deudor de pagar su obligación y el correlativo derecho y poder del acreedor de exigir el cumplimiento no son el objeto de la obligación, sino su contenido. El crédito es un "poder actuar" en orden a la obtención del bien o utilidad que constituye el objeto de la obligación, lo cual torna legítimo tanto el pago por el deudor como la ejecución forzada en especie o el cumplimiento por un tercero, etcétera, todo lo cual pone de manifiesto que el obligado en rigor sólo se encuentra en una función de medio para la satisfacción del interés del acreedor, pero sin ser por cierto el único medio, ya que puede ser sustituido por un tercero o por los órganos del Estado, conforme a lo previsto en el artículo 505. El objeto de la obligación debe, por su parte, llenar los siguientes recaudos: posibilidad, licitud, determinación y patrimonialidad, los cuales se pasan a considerar. 1) Posibilidad. La prestación ha de ser ante todo posible al tiempo del nacimiento de la obligación, para que ésta se constituya válidamente, ya que de lo contrario sería nula; en tanto que una ulterior imposibilidad sobreviniente ya no afecta al "objeto" en cuanto presupuesto de la "obligación", aunque pueda dar lugar a su lisa y llana extinción si obedeció a un caso fortuito o de fuerza mayor (arts. 513, 514 y 888), o a su transformación en el deber sustitutivo de indemnizar los daños y perjuicios, si la prestación se tornó "imposible por culpa del deudor, o si éste se hubiese hecho responsable de los casos fortuitos o de fuerza mayor" (art. 889). Se alude primeramente a la posibilidad material o física, ya que como bien lo establecía el Digesto: "nadie está obligado a lo imposible" (ad impossihilia nenio tenetur). Aunque en verdad la originaria imposibilito

Art. 496 dad material no presenta mayores problemas, puesto que si lo prometido fuese un hecho notoriamente irrealizable, como "tocar el cielo con las manos", siguiendo al ejemplo clásico, entonces sería obvia la inexistencia de tal obligación por su falta de objeto, pudiendo incluso ponerse en duda la seriedad del acto en que se la hubiese estipulado. Debe aclararse empero que la prestación puede consistir en una cosa futura (arts. 1168, 1173 y 1327), que en cuanto tal es inexistente, al menos en ese momento, en cuyo caso la obligación estará subordinada a la condición de que tal objeto futuro llegue a existir, tratándose de la denominada emptio rei speratce del Derecho Romano, que por ejemplo se configura en la venta de una cosecha próxima, la de una novela a escribirse o de un producto que se fabricará, etcétera, en cuyo caso, si el objeto no llegara a existir, el contrato queda sin efecto. Pero también es posible contratar sobre cosas futuras haciéndolo en forma aleatoria, según lo prevé el artículo 1173, última parte, supuesto en el cual la obligación subsiste aun cuando el objeto se frustre, tal como ocurre en la compraventa, cuando el comprador toma a su cargo el riesgo de que la cosa vendida no llegue a existir (arts. 1332 y 1404), lo que constituye la figura jurídica de la emptio spei del Derecho Romano o venta de una esperanza, como por ejemplo el clásico golpe de red, en el cual el contrato va a ser válido aunque no se capturen peces en la redada. Más complejo resulta, en cambio, el problema de la imposibilidad "jurídica", que algunos autores han negado por entender que la misma se confunde con la ilicitud. Pero entre nosotros no parece dudoso que "imposibilidad jurídica" e "ilicitud" constituyen dos categorías jurídicas indiscutiblemente distintas, lo cual ya resulta de la nota de Vélez Sársñeld al artículo 953, donde dice que la imposibilidad del objeto del acto jurídico puede tener su origen en motivos materiales o en motivos jurídicos, y que: "hay imposibilidad jurídica, cuando la obligación tiene por fin procurar la propiedad de cosas que no pueden ser el objeto de una propiedad" o que son ya de propiedad del acreedor; a lo cual se suman los textos de sus artículos: 888, que menciona a la prestación que "viene a ser física o legalmente imposible", 3608 y su nota, que alude a la condición o carga "legal o físicamente imposible, o contraria a las buenas costumbres", y la parte final de la nota al 21

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3609, que también se refiere a la condición física o legalmente imposible, contraria a las leyes o a las buenas costumbres. Por lo demás, puede establecerse con precisión la diferencia entre imposibilidad jurídica e ilicitud: el hecho jurídicamente imposible es el que no puede llegar a tener existencia válida y eficaz en un determinado ordenamiento jurídico, en razón de que éste no lo ha previsto y regulado, al menos como tal; en tanto que es ilícito todo hecho material que la ley reprueba y sanciona, aunque materialmente pueda realizarse, o sea, como bien lo sintetizan Alterini, Ameal y López Cabana: que en la imposibilidad jurídica el hecho está impedido, en la ilicitud el hecho está sancionado. Así por ejemplo: es imposible jurídicamente crear por contrato o disposición de última voluntad un derecho real que no exista en nuestro ordenamiento, pues éstos "sólo pueden ser creados por la ley", sin perjuicio de que puedan llegar a valer como constitución de derechos personales pero, obviamente, con otras distintas consecuencias jurídicas (art. 2502), o constituir un derecho real de hipoteca sobre una cosa mueble, atento a que los artículos 3108 y sus concordantes exigen que el mismo recaiga sólo sobre inmuebles, pese a que, sin embargo, también se pueden constituir hipotecas sobre buques y aeronaves, que son cosas muebles, dado que en su caso la ley lo posibilita (arts. 499 y ss. de la Ley de Navegación, decreto-ley 20.094/73, y arts. 52 y ss. del Código Aeronáutico, decreto-ley 17.285/57), o, en fin, existe asimismo imposibilidad jurídica de enajenar una cosa que esté fuera del comercio, por cuanto ello está vedado por los artículos 844, 891, 1327, 1501, 2336, siguientes y concordantes. Desde otro punto de vista, para que el objeto de la obligación se tenga por imposible debe tratarse de una imposibilidad absoluta u objetiva, es decir que lo sea para todos y no sólo para algunas personas, y entre ellas el deudor. 2) Lícito. El objeto de la prestación no debe estar prohibido por la ley, ni ser contrario a las buenas costumbres, ni oponerse a la libertad de las acciones o de la conciencia, ni perjudicar los derechos de terceros (art. 953). 3) Determinado o determinable. El objeto debe estar determinado desde el nacimiento de la obligación, lo cual ocurre cuando desde entonces la obligación se encuentra individualizada o identificada, de

Art. 496 forma tal que no se la pueda confundir con otra. Así, son determinadas desde su origen las obligaciones de dar cosas ciertas, de hacer y de no hacer. Pero aunque una total indeterminación haría nula a la obligación, se acepta sin embargo una inicial indeterminación relativa, que debe cesar, a más tardar, al tiempo del pago. En este sentido la obligación será válida si está determinada por lo menos la especie de la cosa debida (art. 1170), como por ejemplo dar un caballo, o un piano, etcétera, y en lo que respecta a las obligaciones de dar cantidades de cosas o sumas de dinero, la determinación de su quantum puede quedar supeditada a una ulterior fijación (art. 1171), por alguno de los distintos medios contemplados en el Código Civil: o por una de las partes (arts. 601 a 603, 637, 641 y concs.), o por un tercero (arts. 1171 y 1349), o por "lo que la cosa valga en el día al corriente de plaza, o un tanto más o menos que éste" (art. 1353), etcétera. Entre los distintos grados de indeterminación permitidos por la ley por orden creciente, tenemos: las obligaciones facultativas, las alternativas, las de dar cosas de género limitado, las de dar cosas inciertas no fungibles, las de dar cantidades de cosas y las de dar sumas de dinero. 4) Patrimonialidad. Este requisito ha dado lugar a una no extinguida controversia entre tres distintas posiciones. Pothier, Savigny y algunos de los primeros comentaristas del Código Napoleón, entienden que el objeto de la obligación debe ser susceptible de apreciación económica, ya que los bienes ideales son inalienables e inembargables y nadie negocia sobre su honor, su salud, su comodidad o sus afectos. Amén de que las prestaciones no valorables en dinero pueden ser incumplidas impunemente, dado que el acreedor no podría ejercer coacción alguna para lograr el cumplimiento directo de algo que es puramente moral o intelectual. Otra tendencia, que tuvo en Von Ihering a su principal expositor y ha sido defendida en nuestro país por destacados autores de la talla de Bibiloni, Busso, Cordeiro Álvarez, Colmo, Galli, Lafaille, Salvat y Alberto G. Spota, opina en cambio que los llamados "bienes ideales" pueden ser objeto de las obligaciones, ya que cualquier interés, aunque sólo sea moral, es digno de protección por el Derecho; como así que la circunstancia de que el incumplimiento de la prestación no sea apreciable en dinero, 23

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no es razón suficiente para dejar sin reparación al acreedor. Y finalmente una tercera postura intermedia, propiciada primeramente por Scialoja y a la que se adhirieran en nuestro país Barcia López, Borda, Cazeaux, León, López de Zavalía, Llambías y Mosset Iurraspe, distingue entre el objeto de la obligación, que en sí debe ser siempre susceptible de valoración económica, y el interés del acreedor en esa prestación, el que, en cambio, no es menester que necesariamente sea apreciable en dinero, pudiendo consistir en un interés puramente moral, científico, cultural, religioso, afectivo, artístico, etcétera, con tal de que sea serio. c) Los sujetos. El vínculo obligacional requiere, por lo menos, dos sujetos: el activo o acreedor (reus credendi), y el pasivo o deudor {reus debendi), pudiendo ser tanto uno como otro singulares o plurales: un acreedor y un deudor, un acreedor y varios deudores, varios acreedores y un deudor, o pluralidad tanto de acreedores como de obligados. Y pueden ser sujetos de la obligación tanto las personas físicas, es decir el hombre para quien en realidad está organizado el derecho, como las jurídicas. Los sujetos deben también reunir ciertos recaudos: ser capaces, distintos y determinados o determinables. 1) Capacidad. Los sujetos han de tener capacidad de derecho o de goce para poder ser titulares de la posición jurídica que pueda corresponderles en la relación obligacional; no siendo preciso en cambio que también posean capacidad de hecho para ejercitar por sí mismos sus derechos, ya que ésta es subsanable por medio de la representación. 2) Ser distintos. Acreedor y deudor deben ser personas distintas, ya que nadie puede ser acreedor y deudor de sí mismo. Tan así es que, cuando se da en los hechos tal situación, la obligación se extingue por confusión (art. 862). J) Determinados o determinables. Los sujetos también deben estar determinados al tiempo del nacimiento de la obligación, pero existen algunos supuestos de indeterminación inicial válida, en tanto existan demonios o circunstancias que posibiliten la ulterior determinación aillos del momento del pago. Pudiendo mencionarse como casos de indolorniinaoión inicial de sujetos a los siguientes: a) I.as de sujeto plural disyunto, cuando varios acreedores o deu:'4

Arl. 496 dores aparecen vinculados entre sí con la conjunción disyuntiva "o", lo que provoca una inicial indeterminación entre tales sujetos, dado que en definitiva sólo resultarán ser los únicos sujetos de la obligación: el acreedor elegido para el cobro y el deudor indicado para el pago, con exclusión de los otros integrantes de los respectivos grupos que resultaron descartados en la elección y que por ello quedaron en situación de nunca haber sido tenidos como acreedores o deudores; b) ¡os títulos al portador, en los cuales la legitimación activa se apoya en la posesión regular del título, el cual como sólo indica la persona del deudor, deja a la vez indeterminada la persona del acreedor, que en definitiva resultará ser quien posea el documento, transmisible por la simple tradición manual, al tiempo de la exigibilidad de la deuda; c) las promesas de recompensa, circunscriptas en nuestro Derecho positivo al excepcional supuesto del hallador de una cosa perdida, que opta por "la recompensa ofrecida" y no por el premio que pudiese regular el juez, habiendo ofrecido el dueño de dicha cosa "recompensa por el hallazgo" (art. 2536); d) las ofertas al público, dirigidas a una pluralidad indeterminada de personas, entre las cuales se habrá de precisar después, mediante la aceptación, quién será el titular del crédito. Esta figura no era antes creadora de obligaciones en nuestro país, en razón de lo dispuesto por el artículo 1148, en el sentido de que: "Para que haya promesa [vinculante] ésta debe ser a persona o personas determinadas", y en el concordante artículo 454 del Código de Comercio que reza: "Las ofertas indeterminadas, contenidas en un prospecto o en una circular, no obligan al que las ha hecho". Pero la situación ha variado con la entrada en vigencia de la ley 24.240 y sus modificatorias, de protección y defensa de los consumidores, en la cual se establece entre otras cosas que: "Z,a oferta dirigida a consumidores potenciales indeterminados, obliga a quien la emite durante el tiempo en que se realice, debiendo contener la fecha precisa de comienzo y de finalización..." (art. 7o), y que "Quienes presten servicios de cualquier naturaleza están obligados a respetar los términos, plazos, condiciones, modalidades, reservas y demás circunstancias conforme a las cuales hayan sido ofrecidos, publicitados o convenidos" (art. 19); e) el contrato a favor de tercero legislado en el artículo 504; 25

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f) el contrato por persona a nombrar o electio amici de los artículos 1401 a 1405 del Código Civil italiano de 1942, en el cual uno de los contratantes puede reservarse la prerrogativa de designar a un tercero, quien cumplidos ciertos requisitos pasará a ocupar el lugar de aquél en dicha relación jurídica, adquiriendo sus derechos y asumiendo sus obligaciones, mientras que en caso contrario será el propio estipulante quien quedará como parte contratante. En este supuesto existe una autorización alternativa subjetiva, habida cuenta de que si bien las dos partes están ab initio determinadas, una de ellas, el estipulante, tiene la autorización alternativa que se traduce en su facultas amicum eligendi, que le permite proseguir en la relación contractual o salir de ella mediante la designación de un tercero; todo lo cual introduce la nota de incerteza que tipifica a los casos de indeterminación de sujetos. En nuestro Derecho positivo existen algunas instituciones que presentan cierta similitud con esta figura, como la "comisión" regulada en los artículos 232 y siguientes del Código de Comercio, y mucho más aún la "compra en comisión en remate judicial", de los artículos 571 del CPCCN, y 582 del CPCCBA, que disponen que el comprador deberá indicar, dentro del plazo previsto en el artículo anterior (tres días desde la aprobación del remate), el nombre de su comitente, en escrito firmado por ambos. En su defecto, se lo tendrá por adjudicatario definitivo. Y g) el contrato por cuenta de quien corresponda, sobre varios de cuyos supuestos también legislan el Código Civil italiano de 1942, en sus artículos 1513, 1690 y 1891. En nuestro Derecho positivo tenemos lo dispuesto en el artículo 205 del CPCCN y CPCCBA, en el sentido de que: "Si hubiere peligro de pérdida o desvalorización de los bienes afectados [por un embargo u otra medida cautelar similar] o si su conservación fuere gravosa o difícil, a pedido de parte y previo traslado a la otra por un plazo breve que fijará según la urgencia del caso, el juez podrá ordenar la venta en la forma más conveniente..." Y a su turno en la Ley de Seguros (decreto-ley 17.418/67) se contempla la contratación de seguros por cuenta ajena con o sin designación del tercero asegurado, añadiéndose que: "Cuando se contrate por cuenta de quien corresponda o de otra manera quede indeterminado si se trata de un seguro por cuenta propia o ajena se aplicarán las disposiciones de esta sección cuando resulte que se aseguró un interés ajeno" (art. 26

Art. 496 21); e igualmente se establece sobre el seguro de vida que: "Se puede pactar que el capital o renta a pagarse en caso de muerte, se abone a un tercero sobreviviente, determinado o determinable al momento del evento" (art. 143). Existiendo en estos casos una inicial indeterminación del acreedor a la "indemnización", quien podrá ser el tercero que teniendo en su poder la póliza invoque el contrato aun a posteriori del siniestro (arts. 22 y 24), o en su caso el propio tomador si hubiese conservado en su poder dicha póliza (arts. 23 y 25). Pero de otra parte también puede ocurrir que una obligación se constituya ab origine con un acreedor y un deudor ciertos, pero que por estar ella unida a una relación con la cosa y no arraigar en determinada persona, pueda cambiar incesantemente de sujetos cada vez que en dicha relación aparezca un nuevo titular, tal como sucede con las llamadas obligaciones propter rem, ambulatorias o reales, de las que habremos de ocuparnos con más detalle en el comentario del artículo subsiguiente. 4) La fuente o causa eficiente. Que es la que da origen a la obligación, siendo considerada en el comentario al artículo 499. Y también está muy controvertido si se incluye o no un quinto elemento de la obligación: la causa en sentido teleológico o de finalidad, tema que igualmente habrá de ser tratado en el comentario a los artículos 499 a 502. C) Jurisprudencia SUMARIO: 1. Concepto de obligación.

1. Concepto de obligación Quien se obliga vincula su libertad con relación a un acto determinado, por cuanto queda sujeto al deber de cumplirlo en interés del acreedor, o sea que de no haber mediado dicho vínculo, nada le habría impuesto tal conducta1. Pero, por importar una restricción a la libertad, es de carácter excepcional, y por ello la obligación no puede estar destinada a perdurar indefinidamente, o sea que la sola voluntad de 1

CNCiv., sala E, 10-10-60, L.L. 101-663. 27

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una de las partes no puede mantener sine die la sujeción de la otra, aunque así se hubiese convenido libremente, por cuanto la libertad de contratar no puede ser utilizada para atentar contra la propia libertad individual de las personas 2 . Art. 497

A todo derecho personal corresponde una obligación personal. No hay obligación que corresponda a derechos reales.

Concordancias: arts. 2416 a 2421, 2502, 3266, 3268.

A) Bibliografía especial ALSINA ATIENZA, Dalmiro A., Introducción al estudio de las obligaciones "propter rem ", en J.A. 1960-11, sec. Doctrina, ps. 40 y ss.; Las deudas "propter rem", su injustificada confusión con los gravámenes fiscales, en J.A. 1960-11, sec. Doctrina, ps. 56 y ss.; Las deudas "propter rem", el progreso de su reconocimiento doctrinal, en J.A. 1960-III, sec. Doctrina, ps. 6 y ss.; Diferencias entre las deudas "propter rem" y el deber del tercero poseedor de una cosa hipotecada, en J.A. 1960-III, sec. Doctrina, ps. 85 y ss.; La caracterización de las obligaciones reales, en J.A. 1964-11, sec. Doctrina, ps. 62 y ss.; Existencia indudable de las obligaciones reales en el Derecho argentino, en J.A. 1964-111, sec. Doctrina, ps. 38 y ss.; BEUCK DE BANCHIO, Antonia del Valle, Obligaciones "propter rem ", en Boletín de la Facultad de Derecho, Universidad Nacional de Córdoba, octubre-diciembre de 1968, p. 186; CANFORA, Roxana, Obligaciones reales, Juris, Rosario, 1996; CASTRO HERNÁNDEZ, M , Obligaciones "propter rem": duros cuestionamientos ontológicos, en E.D. 171-414; CORNEJO, Américo Atilio, Elementos para una noción de la obligación real, en L.L. 1988-C-894; DASSEN, Julio, La "obligación real" del artículo 17 de la ley 13.512 y el privilegio del acreedor hipotecario, en L.L. 118-251; DE MONTE, Fernando, Naturaleza de las obligaciones "propter rem" (El caso especial de las obligaciones tributarias y de las expensas comunes), en J.A. 2001-11-813; GATTI, Edmundo y ALTERINI, Jorge H., El derecho real. Elementos para una teoría general, AbeledoPerrot, Buenos Aires, 1974; LEGÓN, Fernando, Ensayo de un criterio diferencial entre los derechos reales y los derechos personales, en Anales de la Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales de La Plata, 1942, t. XIII, ps. 2

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CNI'az, sala 1", 31-5-60, L.L. 101-129.

Art. 497 215 y ss.; LÓPEZ DE ZAVALÍA, Fernando J., Derechos reales, Zavalía, Buenos Aires, 1989, t. I; VALIENTE NOAILLES (h), Luis M , Obligaciones reales en el Código Civil argentino, Depalma, Buenos Aires, 1961.

B) Doctrina SUMARIO: 1. Diferencias entre derechos de obligaciones y derechos reales. 2. Obligaciones reales o propter rem.

1. Diferencias entre derechos de obligaciones y derechos reales a) Posturas negativas. Recordamos ante todo que han existido posturas que niegan que existan diferencias entre los derechos personales y reales: bien para los "obligacionistas" por asimilación del derecho real al derecho personal; bien para los "realistas", por considerarse a la inversa que todos los derechos son reales. Para Demogue, Michas, Planiol y Roguin hay una sola categoría de derechos, la de los "personales", y el derecho real no sería más que una de sus especies, al punto que en su estructura se encontrarían los mismos elementos de la obligación: el sujeto activo, que es el titular del derecho; el objeto y el sujeto pasivo, que vendría a estar constituido por todos los demás hombres del universo, quienes estarían obligados a respetar al titular en el ejercicio de las facultades inherentes a su derecho, absteniéndose de todo lo que pudiese perturbarlo. De tal manera, a los derechos reales les correspondería una "obligación pasivamente universal", a cargo de todos los individuos de la sociedad, algo así como un deudor multitudinario. Pero esta teoría de la "personalización del derecho real" en definitiva no ha prevalecido en la doctrina, en razón de que la denominada "obligación pasivamente universal" no es en rigor una obligación, sino el deber general de respetar todos los derechos ajenos, que existe no sólo con relación a los derechos reales, sino también respecto de los personales u obligaciones, los intelectuales y toda clase de derechos. A lo que cabe agregar que nadie puede sentirse verdaderamente "obligado" por tener que respetar los derechos ajenos, y por ello a nadie se le ocurriría incluir en el "pasivo" de una declaración jurada de bienes, esa mal llamada obligación de no perturbar o interferir en los derechos de los demás individuos de la comunidad. 29

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A su turno, la tesis monista "realista" ha sido concebida en Francia por Gaudemet, Gazin y Jallu, sobre la base de algunas opiniones de Saleilles, y por Rocco en Italia, sosteniéndose que el derecho que el acreedor tiene en caso de incumplimiento de su deudor, de pedir la ejecución forzada de los bienes del mismo, vendría a constituir un verdadero derecho real de garantía, análogo al de "prenda". Pero, en rigor, ello tampoco es así, puesto que a la ejecución forzada de los bienes del deudor en caso de incumplimiento de su parte, sólo se llega por medio de la traba de un embargo o secuestro de los bienes, y la previa necesidad de realización de tales medidas cautelares está evidenciando la inexistencia de un anterior verdadero derecho real del acreedor sobre el patrimonio de su obligado. Ergo, como bien lo señalara Giorgianni, la generalidad del pretendido derecho de prenda sobre el patrimonio del deudor y la ausencia de desposesión de la cosa constituyen obstáculos infranqueables para la concepción realista del derecho personal. b) Posturas que diferencian los derechos personales de los reales. El distingo entre ambos derechos resulta entonces indiscutible y ha sido muy bien sintetizado por Puig Brutau cuando dice: "en el derecho real el titular aprovecha directamente del contenido del interés protegido, con su propia manera de obrar. En el derecho personal, en cambio, el titular sólo puede de momento recabar del obligado una conducta favorable a su interés. El derecho personal es por lo tanto un derecho relativo, porque la satisfacción del interés protegido depende del hecho ajeno. Por eso se ha dicho que los derechos reales se ejercen, en tanto que los derechos de crédito se cumplen por el obligado". En el derecho de las obligaciones aparece por lo tanto, además del sujeto activo y del objeto, un tercer elemento, uno más que en los derechos reales, cual es precisamente el sujeto pasivo u obligado. c) Diferencias existentes entre unos y otros. Sin perjuicio de lo que antecede se pueden mencionar algunas diferencias prácticas concretas entre los derechos personales y los derechos reates, a saber: 1) Los derechos reales nacen exclusivamente de la ley (art. 2502), siendo por lo tanto de número limitado, aunque además de los enumerados en el artículo 2503, en el Código Civil también se mencionan como tales los censos y las rentas por un término menor de cinco M)

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años (art. 2614) y existen además otros derechos reales creados por otras leyes, como la "propiedad horizontal" de la ley 13.512, la prenda con registro del decreto-ley 15.348/46 ratificado por la ley 12.962, las hipotecas sobre cosas muebles, como los buques (arts. 499 y ss. de la Ley de Navegación, decreto-ley 20.094/73) y las aeronaves (arts. 52 y ss. del Código Aeronáutico, decreto-ley 17.285/57), etcétera. Por el contrario, los derechos creditorios pueden surgir de la voluntad de las partes y son, por ende, ilimitados, al punto de que el artículo 1143 ha instituido la categoría de los contratos innominados, dando así pie a que cualquier acuerdo lícito entre las partes pueda dar nacimiento a obligaciones; 2) la constitución de los derechos reales requiere en principio del cumplimiento de ciertas exigencias formales: así, tratándose de inmuebles se necesita el otorgamiento de escritura pública, la tradición y la inscripción en los respectivos registros inmobiliarios (arts. 577; 1184, inc. Io; 2505, reformado por el decreto-ley 17.711/68, y 2609) y en punto a muebles, la tradición o entrega de la cosa (art. 577), aunque en algunos casos sea obligatoria también la inscripción registral (vgr., el decreto-ley 6582/58 en el caso de los automotores). Para el nacimiento de las obligaciones no se exige, por norma general, formalidad alguna; 3) los derechos reales se ejercen por la posesión y la cuasi posesión, los que no se requieren para el funcionamiento de los derechos de crédito; 4) los derechos reales se ejercen sobre una cosa existente; las obligaciones dan derecho a exigir el cumplimiento de una prestación, es decir una conducta o un obrar (un hecho) del deudor; 5) los derechos reales confieren a sus titulares acciones reipersecutorias y derecho de preferencia en los casos de concurso (arts. 3913, 3934 y concs.). Los derechos creditorios no acuerdan el jus persequendi, o sea que sus titulares deben aceptar el patrimonio del deudor en el estado en que se encuentre, y con excepción de los acreedores privilegiados, determinados exclusivamente por la ley, carecen también de jus preferendi y concurren a prorrata en el cobro de sus créditos en los casos de concurso (art. 3922); 6) los derechos reales se pueden adquirir mediante prescripción 31

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adquisitiva (arts. 3947, 3948, 3999 y ss.), en tanto que los derechos personales se extinguen por la prescripción liberatoria (arts. 3947,3949, 4017 y ss.), y 7) los derechos reales son, en principio, de duración indefinida en el tiempo y no se pierden por el no uso; los derechos creditorios, en cambio, son necesariamente temporarios y transitorios, atento a que la obligación se contrae siempre en miras de su cumplimiento, y éste al producirse trae aparejada como consecuencia la extinción del crédito (doctrina de los arts. 505, último párrafo; 724; 725 y ss.). 2. Obligaciones reales o "propter rem " a) Concepto. La existencia de las obligaciones propter rem, reales o ambulatorias, con características que la asemejan, por un lado, a las "obligaciones" y, por otro, a los derechos reales, ha sido y sigue siendo muy controvertida. Alsina Atienza, que es uno de nuestros autores que con mayor profundidad se ha ocupado del tema, las ha definido como las obligaciones que descansan en una determinada "relación de señorío sobre una cosa y que nacen, se desplazan y se extinguen con esa relación de señorío". Siendo sus rasgos salientes que la tipifican los siguientes: toma de la "obligación" el contenido, que es un deber jurídico bien preciso de dar o de hacer algo determinado, y del "derecho real" el asiento, ya que la legitimación estará dada por la circunstancia de hallarse el acreedor o el deudor propter rem en cierta relación con una cosa, atento a que la obligación sigue a la cosa si ésta se transmite a otro, al margen de cualquier asunción convencional de deuda de su parte, y de ahí su otra denominación de "ambulatorias", quedando al mismo tiempo liberado el primitivo propietario. b) La cuestión en nuestro Derecho Civil. En el artículo en comentario, como en su nota, nuestro Código Civil da la sensación de haber descartado de plano la existencia de las obligaciones reales, cuando establece que: "A todo derecho personal corresponde una obligación personal. No hay obligación que corresponda a derechos reales". Pero en cambio los artículos 3266 y 3268 dan pie para sostener lo contrario, en razón de ocuparse ambos de situaciones referidas a 32

Art. 497 obligaciones que inciden sobre una cosa: el primero de ellos al aludir a "Las obligaciones que comprenden al que ha transmitido una cosa, respecto a la misma cosa", las que hace pasar "al sucesor universal y al sucesor particular", y el segundo al resolver que: "El sucesor particular no puede pretender aquellos derechos de su autor que, aun cuando se refieran al objeto transmitido, no se fundan en obligaciones que pasen del autor al sucesor..." Tal contradicción podría obedecer a la circunstancia de haberse inspirado el Codificador en distintas fuentes: para su artículo 497, en los artículos 867 y 868 del Esboco de Freitas, en Marcadé y en Ortolán, todos opuestos a la existencia de las obligaciones reales, y para los artículos 3266 y 3268, en Zacharias, de postura favorable a las mismas. Pero lo cierto es que ello ha dado lugar a una división en la doctrina nacional en cuanto a este tema, que se pasa a considerar a continuación. La postura negativa a la existencia de obligaciones reales en nuestro sistema legal ha sido defendida por Lafaille, Machado, Rezzónico y Salvat, quienes dan preeminencia al artículo 497. Aunque además se invoca el artículo 503, que sienta que las obligaciones sólo vinculan al acreedor con su deudor y a los sucesores de ambos; lo normado en el artículo 3010, que a propósito de las servidumbres excluye que los derechos reales puedan consistir en un faciendo, al disponer que: "No pueden establecerse servidumbres que consistan en cualquiera obligación de hacer, aunque sea temporaria, y para utilidad de un inmueble. La que así se constituya, valdrá como simple obligación para el deudor y sus herederos, sin afectar a las heredades ni pasar con ellas a los poseedores de los inmuebles", y, en fin, lo expuesto en la parte final de la nota al artículo 4023, en el sentido de que: "En este Código no reconocemos acciones mixtas de reales y personales". Aunque son en principio del mismo parecer, Busso y Colmo admiten ciertas excepciones, tales como el caso del artículo 1498, conforme al cual: "Enajenada la finca arrendada, por cualquier acto jurídico que sea, la locación subsiste durante el tiempo convenido", o del artículo 157, inciso 4o del Código de Comercio, reformado por la ley 11.729, en cuanto dispone que pasan al adquirente de un fondo de comercio las obligaciones referentes al personal del mismo. Por último, otra corriente hoy francamente mayoritaria -Alsina 33

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Atienza, Alterini-Ameal-López Cabana, Banchio, Boffí Boggero, Borda, Cazeaux, Compagnucci de Caso, Cordeiro Álvarez, De Abelleyra, De Gásperi, Gatti y Jorge Alterini, Legón, López de Zavalía, Llambías, Moisset de Espanés, Pizarro y Vallespinos, Spota y Valiente Noailles (h)- afirma la existencia de las obligaciones reales. Así se ha dicho para refutar la otra postura que: cuando el artículo 497 se refiere a que no hay obligaciones que correspondan a los derechos reales, alude en realidad al deber pasivo universal de no interferir en el libre ejercicio, uso y goce del derecho por parte de su titular, que no constituye stricto sensu una obligación de no hacer, pero que en cambio ello no alcanza a las verdaderas "obligaciones reales" o propter rem, que son deberes específicos muy distintos de aquél; que el artículo 503 se refiere a las consecuencias jurídicas propias de las obligaciones puras, pero no a esas otras figuras jurídicas que precisamente se caracterizan por no ser tales, sino relaciones jurídicas con fisonomía híbrida, que toman de la obligación el contenido y del derecho real el asiento de la legitimación; que el artículo 3010 sólo excluye a las servidumbres -que no son más que uno de los derechos reales- in faciendo, y además se refiere al objeto principal de la servidumbre sin impedir que en éstas vengan a apoyarse deberes específicos y distintos de contenido obligacional, y finalmente que la nota al artículo 4023 carece de fuerza de ley, amén de que en las obligaciones reales no está enjuego ninguna acción mixta, sino una pretensión creditoria diferente de las que pueden derivar de la relación real básica. Pero además se ha sostenido que existen importantes trazas de obligaciones reales en los artículos 2416 y siguientes, ubicados en el Capítulo III, Título II, del Libro Tercero del Código Civil, intitulado De las obligaciones y derechos inherentes a la posesión. El artículo 2416 resulta notorio en cuanto a las obligaciones inherentes a la posesión, que son "las concernientes a los bienes, y que no gravan a una o más personas determinadas, sino indeterminadamente al poseedor de una cosa determinada", y algo similar ocurre con los derechos inherentes a la posesión, sean reales o personales, que son "los que no competen a una o más personas determinadas, sino indeterminadamente al poseedor de una cosa determinada (art. 2420). Sin perjuicio de ello, el artículo 2417 ya se refiere concretamente a una obligación !?4

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de hacer del poseedor de cosas muebles, cual es la de "exhibición de ellas ante el juez", y por la remisión efectuada por el artículo 2418 al Título VI del Libro Tercero, también aparecen otras obligaciones de hacer vinculadas con las relaciones de vecindad, como: la de cortar las ramas que desde el propio fundo invaden al de un vecino (art. 2629), o de mantener los edificios de modo que no amenacen a vecinos o transeúntes (art. 2616), y fuera de ese título: las de cerramiento forzoso en ciudades, pueblos y sus arrabales (arts. 2726 y concs.), de contribución al deslinde y amojonamiento de los inmuebles (arts. 2746 y 2752), y de conservación del muro medianero (arts. 2723 y 2726), etcétera. E igualmente se pueden mencionar, entre otras: la obligación de cuidar y conservar el objeto prendado, a cargo del acreedor prendario (arts. 3225 y 3228); en los títulos al portador, el derecho del tenedor para exigir al deudor el pago de los mismos (art. 1455, Cód. Civ., y art. 742 del Cód. Com.); el deber del dueño de una cosa perdida de recompensar a su hallador y pagarle los gastos hechos en ella (art. 2533), y, en fin, la obligación de contribuir al pago de las expensas comunes que establece el artículo 17 de la ley 13.512, en la que falta el derecho de abandono (art. 8 in fine de la misma ley), pero se dan, en cambio, todas las demás características propias de las obligaciones reales. Por todo lo cual, si a pesar de lo literalmente establecido en el artículo 497, se encuentran configuradas en el mismo Código y en otras leyes situaciones que corresponden al instituto jurídico de las obligaciones propter rem, no es posible insistir en una posición negativista irrazonable, sino que, por el contrario, debe aceptarse la realidad de la existencia de tales obligaciones reales. C) Jurisprudencia SUMARIO: 1. Derecho personal y derecho real. 2. Obligaciones reales.

1. Derecho personal y derecho real La reserva por parte del dueño de un edificio en propiedad horizontal, al enajenar distintas unidades del mismo, del uso y goce de una azotea y de las paredes laterales para hacer propaganda, no importa la constitución del derecho real de uso o usufructo, sino la celebración 35

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de un contrato innominado, parecido a la locación de cosas, cuyo término máximo de duración es de 10 años 1 . El derecho a obtener el cobro de una pared medianera es de carácter personal y no real, aunque pueda dirigirse contra el sucesor singular del primitivo obligado 2 . 2. Obligaciones reales Ha sido considerada obligación propter rem la de pagar el valor de la medianera, ya que incumbe activa y pasivamente al propietario o poseedor de la cosa 3 . También han sido tenidas como obligaciones reales ambulatorias, las deudas por expensas comunes de inmuebles sujetos al régimen de propiedad horizontal (ley 13.512)4. Art. 498

Los derechos no transmisibles a los herederos del acreedor, como las obligaciones no transmisibles a los herederos del deudor, se denominan en este Código: "derechos inherentes a la persona, obligaciones inherentes a la persona".

Concordancias: arts. 1195, 1196, 1396, 1445, 1453, 1670, 1842, 2083, 2825, 2920, 2969, 2972, 3004, 3268, 3417, 3822. A) Bibliografía especial CIFUENTES, Santos, Derechos personalismos, Lerner, Córdoba-Buenos Aires, 1974; COMPAGNUCCI DE CASO, Rubén H., Cesión de créditos, La Ley, Buenos Aires, 2002; ORGAZ, Alfredo, Personas individuales, Depalma, Buenos Aires, 1946; SÁNCHEZ DE BUSTAMANTE, Miguel, Acción oblicua, indirecta o subrogatoria, ed. de Jurisprudencia Argentina, Buenos Aires, 1945. 1

CNCiv., sala D, 21-9-67, L.L. 131-88. CNCiv., sala D, 4-8-65, J.A. 1966-1-88. 1 CNCiv., sala A, 18-9-61, L.L. 104-357; sala C, 29-7-68, L.L. 134-305; sala D, 21-4-58, J.A. 1958-11-382; sala E, 19-8-76, E.D. 73-593; sala F, 3-6-69, L.L. 137-266; CCC Sania Fe, sala I, 4-10-72, L.L. 148-201; sala II, 22-12-71, L.L. 147-613. 1 CNCom., sala F, 18-12-88, L.L. 1990-B-536. 2

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Art. 498

B) Doctrina SUMARIO: 1. Noción de "derechos inherentes a la persona". 2. Derechos transmisibles e intransmisibles.

1. Noción de "derechos inherentes a la persona" En esta preceptiva el Código Civil identifica los derechos inherentes a la persona con los derechos intransmisibles, pero en rigor un derecho es inherente a la persona cuando, por su naturaleza o por una disposición de la ley, resulta inconcebible su ejercicio por quien no sea la persona física en cuyo favor fuera instituido, lo cual explica de paso su instransmisibilidad a los herederos del titular. Existen no obstante otros derechos que tampoco se pueden transferir y que empero no pueden ser considerados "inherentes a la persona". Los "derechos inherentes a la persona", llamados también personalismos, son las prerrogativas de contenido extrapatrimonial, inalienables, perpetuas y oponibles erga omnes, que corresponden a toda persona física por su condición de tal, desde antes de su nacimiento y hasta después de su muerte; de las que no puede ser privada ni por la acción del Estado ni por la de particulares, porque ello implicaría un desmedro o menoscabo de la personalidad. Son derechos que protegen como bien jurídico a los presupuestos o atributos de la personalidad del hombre como tal: de una parte la paz, la privacidad, la libertad individual, y sobre todo la vida, la salud y la integridad psicofísica de los seres humanos, es decir, todo lo que puede resumirse en el concepto de "seguridad personal" al que aludía el primitivo texto del artículo 1078, y de otra el honor, la honra y el pudor sexual, los sagrados afectos, etcétera, o sea lo que se conoce como "afecciones legítimas", también según la originaria redacción de aquel artículo. Los caracteres de los derechos personalísimos son los siguientes: 1 °) son extrapatrimoniales y no susceptibles de ser avaluados adecuadamente en dinero; 2o) se adquieren y pierden con independencia de la voluntad de sus titulares, pues ante todo el Derecho considera a los hombres como originariamente dotados de tales atributos por el solo hecho de ser tales -vida, integridad corporal, libertad, honor, honra, sagrados afectos, etcétera-, y a veces se los atribuye automáticamente 37

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en razón de existencia de un determinado estado o situación -autoridad moral del padre, fidelidad entre los cónyuges, etcétera-; 3o) están asimismo fuera del comercio jurídico, siendo por ello: incesibles, inenajenables (arts. 953, 1444 y concs.) e inembargables, y 4o) por último son absolutos, en razón de su oponibilidad erga omnes. 2. Derechos transmisibles e intransmisibles Los derechos extrapatrimoniales, según ya se dijo, son absolutamente intransmisibles. En cambio, los derechos patrimoniales son, en general, transmisibles, ya que pueden pasar de una persona a otra, sea por actos entre vivos o por sucesión mortis causa, aunque hay ciertas excepciones y existen algunos derechos intransmisibles por actos entre vivos y otros que lo son mortis causa. Así ocurre con los derechos reales, excepción hecha de los de uso y habitación (arts. 1449 y 2963), e igual sucede con los derechos creditorios, salvo: el de preferencia en la compraventa (art. 1398), las indemnizaciones derivadas de las relaciones laborales, los créditos por "montepíos, pensiones militares y civiles, y jubilaciones", el bien de familia, los depósitos en la Caja Nacional de Ahorro y Seguro, etcétera. Art. 499 No hay obligación sin causa, es decir, sin que sea derivada de uno de los hechos, o de uno de los actos lícitos o ilícitos, de las relaciones de familia, o de las relaciones civiles. Concordancias: arts. 500 a 502, 792 a 796, 896, 897, 926. A) Bibliografía especial ACUÑA ANZORENA, Arturo, Enriquecimiento sin causa, en E.D. 40-634 y ss.; Culpa por omisión y abuso del derecho, en Estudios sobre la responsabilidad civil, Platense, La Plata, 1963, ps. 122 y ss.; ALTERINI, Atilio A. y LÓPEZ CABANA, Roberto M., El abuso del derecho. Estudio de Derecho Comparado, en L.L. 1990-B-l 101 y ss., y Derecho de Daños, La Ley, Buenos Aires, 1992, ps. 14 y ss.; AMERICANO, Jorge, Do abuso do direito no exercicio da demanda, Casa Vanorden, Sao Paulo, 1923; ANDORNO, Luis O., Abuso del derecho, en Zeus, Rosario, sec. doct.,

n

Art. 499 t. 16, ps. 88 y ss.; BOFFI BOGGERO, Luis María, La declaración unilateral de voluntad como fuente de las obligaciones, Jurídica Argentina, Buenos Aires, 1942; CAPITANT, Henri, Sur l'abus des droits, en Revue Trimestrielle deDroit Civil, N° 27, Paris, 1928, ps. 375 y ss.; CARRANZA, Jorge A., Abuso del derecho, en J.A. 3-1969-678 y ss., sec. Provincia; CASTIGLIONE, José F. L., El abuso del derecho, en J. A., t. XV, sec. Doctrina, ps. 64 y ss.; CONDORELLI, Epifanio José Luis, El abuso del derecho, Platense, La Plata, 1971; DÍAZ DE GUIJARRO, Enrique, El abuso del derecho y el proyecto de reformas del Código Civil, en J.A. 60, sec. Doctrina, ps. 13 y ss.; FABREGA, Jorge (P.), El enriquecimiento sin causa, La Estrella de Panamá, Panamá, 1955; FLEITAS, Abel M., El abuso de los derechos en la reforma del Código Civil argentino, Publicaciones del Seminario de Ciencias Jurídicas y Sociales de la Fac. de Derecho y Cs. Sociales de Buenos Aires, Buenos Aires, 1944; FUEYO LANERI, Fernando, El ejercicio abusivo del derecho, en Revista del Colegio de Abogados de La Plata, N° 49, ps. 48 y ss.; GARRIGA, Román, El enriquecimiento sin causa: sus caracteres y efectos, en J.A. 1949-IV-685 y ss.; GEROTA, Demetre D., L'enrichissement sans cause dans le Code Civil allemand, Librairie de Jurisprudence Ancienne et Moderne, Paris, 1925; GOLDENBERG, Isidoro H., La voluntad unilateral, Platense, La Plata, 1975; GOLDSTEIN, Mateo, Enriquecimiento sin causa, en Enciclopedia Jurídica Omeba, Bibliográfica Argentina, Buenos Aires, 1959, t. X, ps. 361 y ss.; JOSSERAND, Louis, De l'esprit des droits et de leur relativité. Théorie dite de l'abus des droits, 2a ed., Dalloz, Paris, 1939; LEÓN, Pedro, Abuso del derecho, en Enciclopedia Jurídica Omeba, Bibliográfica Argentina, Buenos Aires, 1954,1.1, ps. 124 y ss.; LEONFANTI, María Antonia, El abuso del derecho, Valerio Abeledo, Buenos Aires, 1945; MARTÍN DE MUNDO, José A., Condición, carácter y prueba del enriquecimiento sin causa, en L.L. 57-922 y ss.; La falta de causa en materia de enriquecimiento, en L.L. 92-887 y ss.; MOLINA, Juan Carlos, Abuso del derecho, lesión e imprevisión, Astrea, Buenos Aires, 1969; MOYANO, Ignacia, Las relaciones contractuales fácticas, en J.A. 1961-IV, sec. Doctrina, ps. 29 y ss.; MOYANO, Juan Agustín, Enriquecimiento sin causa, en J.A. 44-841 y ss.; NEPPI, Víctor, El concepto de causa en el enriquecimiento injustificado, en L.L. 50-853 y ss.; NÚÑEZ LAGOS, Rafael, El enriquecimiento sin causa en el Derecho español, Reus, Madrid, 1934; ORGAZ, Alfredo, Abuso del derecho, en L.L. 143-1222 y ss.; OVEJERO, Daniel, La teoría del abuso de los derechos, en Estudios de Derecho Civil, Valerio Abeledo, Buenos Aires, 1935, ps. 64 y ss.; PRATES, Tito, 39

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Abuso del derecho, en J.A. 50, sec. Doctrina, ps. 7 y ss.; REZZÓNICO, Luis María, El pacto comisorio, la buena fe, el abuso del derecho y siempre la regla moral, en L.L. 122-1005 y ss.; ROCA, Ival, Abuso del derecho, en L.L. 104-978 y ss.; ROCA SASTRE, Ramón Ma. y PU1G BRUTAU, José, La voluntad unilateral como fuente de obligaciones, en Estudios de Derecho Privado, Revista de Derecho Privado, Madrid, 1948, t. I, ps. 201 y ss.; ROTONDI, Mario, ¿'abuso di diritto, en Rivista di Diritto Civile, Milano, 1923, ps. 241 y ss.; SARAVIA, José Manuel, Fuerza obligatoria de la declaración unilateral de voluntad, en Estudios de Derecho Civil en homenaje a Dalmacio Vélez Sársfield, Universidad Nacional de Córdoba, Córdoba, 1936, ps. 404 y ss.; SCIALOJA, Antonio, La diclarazione unilaterale di volontá come fonte di obbligazione, en Rivista di Diritto Commerciale e delle Obbligazioni, Milano, 1904, I a parte, ps. 371 y ss.; SPOTA, Alberto G., Tratado de Derecho Civil, Depalma, Buenos Aires, 1947, t. I, vol. II, Relatividad y abuso de los derechos; TORINO, Enrique, Enriquecimiento sin causa. Contribución a su estudio, Seminario de Derecho Civil, Buenos Aires, 1928, Fac. de Derecho y Ciencias Sociales, Buenos Aires, 1929; WORMS, Rene, De la volonté unilaterale considérée comme source d'obligation, en Droit Romain et Droitfraneáis, A. Girard, Paris, 1891; ZANNONI, Eduardo A., Elementos de las obligaciones, Astrea, Buenos Aires, 1996.

B) Doctrina SUMARIO: 1. Sentido del vocablo "causa". 2. Concepto de fuente de la obligación. 3. La necesariedad de las "fuentes". 4. Clasificaciones. 5. Críticas a la clasificación tradicional. 6. Noción sumaria de cada fuente.

1. Sentido del vocablo "causa " El texto en comentario es el primero de los cuatro artículos correlativos del Código Civil referidos a la causa de las obligaciones, pero como dicho vocablo tiene en Derecho distintas significaciones, corresponde ante todo precisar con qué sentido ha sido utilizado en el presente caso. Y en cuanto a ello existe coincidencia en nuestra doctrina, con la sola e inexplicable excepción de Llerena, sobre que en este precepto el Código se refiere a la causa como fuente, vale decir, como causa eficiente o generatriz de la relación obligacional. 40

Art. 499

2. Concepto de fuente de la obligación A tenor de lo que antecede, se tiene por "fuente" de la obligación a algo real que les da origen o nacimiento, que determina como su efecto propio que ellas "sean" o "acontezcan", vale decir, a todo principio por cuya influencia pase del "no ser" al "ser", algo hasta entonces de por sí indiferente para llegar a existir. 3. La necesariedad de las "fuentes" Por otra parte existe una razón fundamental para indagar sobre tales fuentes, atento a que el status de obligación constituye una situación excepcional, en cuanto impone la sujeción del sujeto deudor, o sea que implica una restricción o merma de su libertad jurídica, lo cual resulta inadmisible sin la existencia de una "fuente" que lo justifique, habida cuenta de que conforme al artículo 910: "Nadie puede obligar a otro a hacer alguna cosa, o restringir su libertad, sin haberse constituido un derecho especial al efecto". 4. Clasificaciones Ante todo, dentro del Derecho Romano se evoluciona desde una primera clasificación bipartita hasta una in quatuor species. La primera, que está en las Instituías de Gayo, sólo contempla dos fuentes de las obligaciones: ex contracta y ex delicio, o sea que es bipartita. Luego en el Digesto de Justiniano se recogen dos fragmentos de la obra de Gayo Res cotidiana;, que proponía una clasificación tripartita, agregándose a las dos fuentes mencionadas anteriormente una tercera: varice causarum flgurce, aunque está en duda la autenticidad de dicho texto y se supone que puede haber mediado una interpolación. Finalmente, en el Título XIII, párrafo segundo de las Instituciones de Justiniano, ya se efectúa una clasificación de las obligaciones en cuatro fuentes: las que nacen de un contrato, de un cuasicontrato, de un delito o de un cuasidelito. A dicha clasificación cuatripartita los glosadores le agregaron la ley, y Pothier, además, en algunos casos, la equidad. Luego el Código Civil francés en su artículo 1370 estableció una clasificaciónpentapartita de las fuentes: contrato, cuasicontrato, delito, cuasidelito y la ley, la que ha sido tenida como clásica y fue además 41

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seguida por la mayoría de los Códigos que tomaran a aquél de modelo: el italiano de 1865, el español, el de Chile, etcétera. En lo que respecta al artículo 499 de nuestro Código Civil, si bien no ha reproducido textualmente aquella clasificación tradicional, a la que en cambio alude expresamente en las notas a la Parte Primera, Sección Primera, del Libro II y al artículo 1498, de todas maneras se acepta que comprende a todas las fuentes que figuran en aquélla. En efecto: cuando menciona a los "hechos" o "actos lícitos", se está refiriendo a los "contratos" y a los "cuasicontratos"; cuando alude a los "hechos" o "actos ilícitos", comprende a los "delitos" y a los "cuasidelitos", y por último las obligaciones derivadas "de las relaciones de familia y de las relaciones civiles" no son otra cosa que las que nacen de la ley. 5. Críticas a la clasificación tradicional Esa manera de clasificar las fuentes de las obligaciones ha sido criticada por exceso y por defecto. En el primer sentido Planiol ha sostenido que las fuentes obligacionales serían sólo dos: el contrato y la ley, o sea la fuerza centrífuga (la libertad expansiva) y la fuerza centrípeta (la coerción restrictiva). Y para Josserand no habría en realidad nada más que una única fuente: la ley, atento a que si el contrato engendra obligaciones es sólo porque la ley lo permite, aclarando que en rigor la ley es fuente "mediata" de las obligaciones como de todo el Derecho, lo cual no es óbice para que existan asimismo fuentes "inmediatas" como: los actos jurídicos, los actos ilícitos, el enriquecimiento sin causa y, aun en ciertos casos, la propia ley. Desde otro punto de vista también se ha objetado la inclusión, como fuente del "cuasicontrato", una figura híbrida en general rechazada por la doctrina, en donde se guardaría todo lo que no tiene cabida en otra parte. Cuestionándose también el haber hecho dos fuentes distintas de los delitos y cuasidelitos, pese a que pueden ser unificados perfectamente en una sola fuente genérica: los actos ilícitos. A la inversa, también se ha cuestionado a la clasificación tradicional por no incluir a otras nuevas fuentes obligacionales que se han ido 42

Art. 499 aceptando por la doctrina, como ser el enriquecimiento sin causa, la voluntad unilateral, la sentencia judicial, etcétera. Pero con relación a ello puede decirse que, precisamente por ser tan comprensiva la enunciación de las fuentes que realiza nuestro Código Civil, tiene la ventaja de posibilitar que también tengan cabida en la misma todas esas nuevas fuentes propuestas por la doctrina moderna e inclusive, quizá, algunas otras que se puedan propiciar en el porvenir. 6. Noción sumaria de cada fuente Se puede brindar una noción sumaria de las fuentes clásicas y también de las que propugna la doctrina moderna, aun cuando sean motivo de discusión. a) Contrato. Según el artículo 1137, "Hay contrato cuando varias personas se ponen de acuerdo sobre una declaración de voluntad común, destinada a reglar sus derechos", aunque claro está el contrato sólo es fuente de obligaciones cuando las crea o las modifica, pero no cuando las extingue. b) Cuasicontrato. En general se lo caracteriza como el acto voluntario lícito al cual la ley le asigna los mismos efectos que al contrato, pese a no existir el acuerdo de voluntades. Siendo la técnica de la ley la de asignar a cada uno de los cuasicontratos los efectos del contrato al que más se asemeje: como al gestor de negocios la ley lo somete a las obligaciones del mandatario (arts. 2288 y 1870), y al pago de lo indebido (arts. 784 y ss.) se lo asimila, en cuanto a sus efectos, al contrato de mutuo, ya que como ocurre en este último se le impone a quien recibió tal pago la obligación de devolver (art. 786) y a veces con más los intereses (art. 788), etcétera. c) Delito. Está contemplado en el artículo 1072, que lo define como: "El acto ilícito ejecutado a sabiendas y con intención de dañar la persona o los derechos de otro". d) Cuasidelito. Es el acto voluntario ilícito donde sus agentes obran con negligencia, imprudencia, impericia, desidia, etcétera (arts. 512, 1109 y concs.), pero sin intención de dañar, aunque no obstante causa un perjuicio a otro u otros y obliga por ende a su reparación. e) La ley. Ella puede ser fuente mediata o inmediata de las relaciones 43

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obligacionales, aunque generalmente sólo lo sea de la primera forma, dado que siendo las obligaciones realidades que existen en el ordenamiento jurídico, es forzoso que sean consentidas por la norma que reglamenta tales realidades; aunque en estos supuestos el nacimiento de las obligaciones recién habrá de operarse cuando se produzcan los hechos o circunstancias concretas que, dentro del marco permisivo señalado por la ley, sirvan a aquéllas de causa próxima o inmediata. Pero la ley también puede ser fuente inmediata o específica de obligaciones, cuando por su sola autoridad da nacimiento a una relación obligacional concreta, con sujeto acreedor, sujeto deudor y prestación debida, al margen de todo acto voluntario o del comportamiento del sujeto. Tal sucede, verbigracia, con la prestación de alimentos por razón del parentesco (arts. 267, 268, 367 a 370, 372 y concs.), o del vínculo matrimonial (arts. 198, 207 a 210, 217, 218 y 221 inc. Io, según ley 23.515), o las obligaciones emergentes de la tutela y la cúratela, sobre representación del incapaz, administración de sus bienes y rendición de cuentas (arts. 413, 458, 1870, inc. Io), etcétera. f) Enriquecimiento sin causa. Consiste en todo aumento patrimonial experimentado por un sujeto a expensas del patrimonio de otro, aparentemente conforme a derecho, pero en verdad sin que exista un antecedente legítimo que lo justifique, lo cual genera un deber jurídico de restituir a cargo del enriquecido y la posibilidad para el empobrecido de accionar de in rem verso, en procura del restablecimiento del equilibrio patrimonial alterado sin causa. En doctrina se mencionan, entre otros, los siguientes casos: el pago de lo indebido (arts. 784 y ss.), la edificación por error y de buena fe en terreno ajeno (art. 2588), la introducción de mejoras en propiedad ajena (arts. 589, 2427, 2440, 2441), etcétera. g) La voluntad unilateral. Es el poder de la sola voluntad del deudor para crearse obligaciones a su cargo, perfectamente válidas y exigibles, antes de la concurrencia de la voluntad del acreedor, y cuyo apartamiento le impondrá responsabilidad civil por los perjuicios que ocasionare. Sobre el respecto se han sostenido tres posturas muy concretas. Una que, considerando el iter contractual, entiende que con la misma emisión de la oferta ella adquiere sustantividad y obliga por sí sola, 44

Art. 499 sin necesidad de la aceptación de la otra parte. La tesis negatoria que entiende que en el contrato las voluntades son simultáneas, pues con la aceptación se impide la retractación, y es recién a partir de este momento que nace la obligación. Y una postura intermedia que señala que la declaración unilateral de voluntad sólo tiene virtualidad, con carácter de excepción, en ciertos casos concretos, como ser: la promesa de recompensa, los títulos al portador o el concurso con premio, etcétera, pero nunca como principio general; todo ello con fundamento, más que en aspectos normativos, en principios de interés social y buena fe contractual. Abuso del derecho. El entendimiento de lo que es abuso de derecho difiere según se adopte el enfoque subjetivo u objetivo del mismo. Para quienes se afilian al enfoque subjetivo, hay abuso de derecho cuando se lo ejercita con el solo propósito de causar daño o bien cuando se lo ejerce causando daño, y sin obtener ningún beneficio. Para la concepción objetiva, en cambio, se incurre en abuso de derecho cuando se lo ejercita de manera antifuncional o en contra de las finalidades generales del Derecho. El artículo 1071, reformado por el decreto-ley 17.711/68, adopta un enfoque objetivo, al disponer que hay abuso de derecho cuando se lo ejercita en contra de los fines que la ley tuvo en mira al reconocerlo, o al que excede los límites impuestos por la buena fe, la moral y las buenas costumbres. Empero, también se ha sostenido que se trata de un principio superior, que cala más hondo y constituye el criterio regulador del límite de los derechos subjetivos, que extiende su influencia a todo el orden jurídico, y que si bien cuando por haberse abusado de un derecho se causa un daño, corresponde se indemnice el mismo, tal reparación tendría su fuente en la ley. h) La sentencia judicial. Con relación a ella existen tres posiciones doctrinarias disímiles, íntimamente vinculadas al alcance que se dé a los efectos de la sentencia judicial y a la función que en la misma cumple el juez. Para Rocco, Scialoja, Busso, Colmo y Lafaille, la sentencia judicial no es fuente de derechos ni de obligaciones, ya que en ellas no se hace más que declarar derechos, subsumiendo el caso individual juzgado dentro de la norma general contenida en la ley. 45

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Para otros autores como Addikes, Bülow, Carnelutti, Dernburg, Ehrlich, Ihering, Kantorowitz, Kelsen, Kholer y Reichel, la sentencia constituye un mandato individualizado que concreta en el caso particular el mandato contenido en la ley, contribuyendo en consecuencia a la creación el derecho. Finalmente, en posición ecléctica, Alsina y Couture han distinguido en esta materia los efectos de los distintos tipos de sentencia: las declarativas no serían fuente de derecho ni de obligaciones, pero en cambio sí producirían tal consecuencia las sentencias constitutivas. i) Las relaciones contractuales de hecho. Primero en una conferencia brindada en el año 1941, que luego volcara en una obra escrita en 1943, Günter Haupt pretendió la existencia de una nueva fuente obligacional, que denominó "relaciones contractuales fácticas", al referirse a ciertas relaciones que tradicionalmente habían sido incluidas en la zona contractual, pero en las cuales no advertía que concurriesen todos los elementos configurativos del contrato. Decía en este sentido que: "en la moderna organización de la convivencia, el individuo es el más imperativamente obligado a dar prestaciones o recibirlas sin elegir al otro contratante, o sin poder determinar con él individualmente el contenido del contrato [...] En tal dislocación de la situación objetiva, la coincidencia de voluntades de los afectados pierde su importancia constituyente, reconocida en nuestras leyes civiles. Así, una compañía de tranvías está obligada a transportar a todo el mundo sin que el viajero tenga que concluir un contrato para que se atienda su demanda de transporte..." Distinguió al respecto tres tipos distintos de relaciones contractuales fácticas: Io) las nacidas de un contacto social, ejemplificando con la responsabilidad del dueño de una tienda frente a una señora que, mientras estaba siendo atendida por un empleado, resulta herida por la caída de un rollo de linóleo, luego de lo cual no compra nada, en cuyo caso afirma que la responsabilidad es contractual y proviene del contacto social establecido entre el titular del local y sus visitantes; 2o) las resultantes de la ordenación en una relación de comunidad, entre las que se encuentran la sociedad irregular o de hecho y la relación de trabajo de hecho, y 3o) las que nacen de un deber de prestación social, como son las que surgen entre empresas y usuarios respecto de la prestación de servicios públicos. Y concluye sosteniendo 46

Art. 499

que a esas relaciones se les reconocen precisamente efectos contractuales, y se rigen directamente por las normas sobre los efectos del contrato con el que guarden mayor similitud, según cuál fuese su significado y contenido social. Esta tesis no tuvo mayor aceptación, salvo la limitada adhesión de Larenz y Puig Brutau; dando lugar en cambio a las más variadas críticas. Así López de Zavalía ha destacado que desde la denominación de esas "relaciones", que no se consideran contratos y que podrían ser una suerte de "paracontratos", se llega a la conclusión de que muchas de ellas son en realidad verdaderos contratos, no siendo tampoco feliz la enumeración de hipótesis de contratos nulos, ni tampoco se han individualizado exactamente cuáles son los efectos de dichas relaciones, aunque se aduzca que producen ciertos efectos contractuales, pudiendo agregarse igualmente que a través de considerar la existencia de una manifestación de voluntad, basada en una conducta concluyente, como a través de las reglas de la ineficacia o invalidez (supuestos de las sociedades de hecho, o relación de trabajo de hecho), y en cuanto a los tratos preliminares con la aplicación de la responsabilidad in contrahendo, se advierte que ninguno de los casos presentados por Haupt justifica la aceptación de la nueva categoría de fuente de las obligaciones por él pretendida. C) Jurisprudencia SUMARIO: 1. Causa fuente. 2. Necesariedad de la "fuente". 3. Distintas fuentes.

1. Causa fuente El artículo 499 se refiere a la causa fuente de las obligaciones'. 2. Necesariedad de la "fuente" Toda obligación requiere como elemento esencial, constitutivo, la existencia de una fuente, esto es de un hecho o relación jurídica que 1 CCiv., sala Ia, 4-7-32, J.A. 38-995; CNCom., sala A, 12-4-85, J.A. 1985-III-335 y L.L. 1986-A-625, 37.107-S; sala B, 7-8-85, L.L. 1986-B-24; Cám. de Mendoza, 8-8-40, J.A. 72-1039; CCiv. de Tandil, 17-2-87, Juba7 B2201826.

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le dé origen; pues no es concebible que exista porque sí y sin dependencia de aquel antecedente que le ha dado nacimiento2. 3. Distintas fuentes Los créditos deben encontrar una causa en lo que se reconoce habitualmente como fuente de las obligaciones: contratos, cuasicontratos, delitos y cuasidelitos, a lo que se puede agregar: la ley, el abuso del derecho o alguna otra, según los distintos criterios, pero no lo es una sola y mera referencia a la equidad3. La ley es fuente de todas las obligaciones, atento a que si los contratos, delitos y cuasidelitos las producen, es porque a priori la ley natural ordena que cada uno cumpla lo que promete y repare el daño que ha ocasionado por su falta4. Art. 500

Aunque la causa no esté expresada en la obligación, se presume que existe, mientras el deudor no pruebe lo contrario.

Concordancias: arts. 499, 501, 502, 722. Art. 501

La obligación será válida aunque la causa expresada en ella sea falsa, si se funda en otra causa verdadera.

Concordancias: arts. 499, 500, 502, 957 a 960, 1017 a 1019, 2057, 2058; Cód. Com., art. 212. Art. 502

La obligación fundada en una causa ilícita, es de ningún efecto. La causa es ilícita, cuando es contraria a las leyes o al orden público.

Concordancias: arts. 21, 530, 564, 792 a 795, 953 a 960, 1655, 1656, 2058.

A) Bibliografía especial BARCIA LÓPEZ, Arturo, Concepto y rol de la causa de las

obligaciones

2 C2aCC de La Plata, sala III, 14-5-95, Juba7 B3252316; CNCom., sala A, 12-4-85, J.A. 1985-111-335 y L.L. 1986-A-625, 37.107-S. 3 CNCom., sala D, 9-4-84, L.L. 1985-B-565, 36.821-S. 4 CNCiv., sala B, 29-6-84, E.D. 117-654, 599-SJ.

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Art. 502 en el Derecho legislativo y jurisprudencial de la Argentina, en J. A. 1951-11, sec. Doctrina, ps. 33 y ss.; La causa ilícita en las obligaciones y en Iosactos jurídicos, Abeledo-Perrot, Buenos Aires, 1966; BREBBIA, Roberto H., La causa como elemento del negocio jurídico en el Derecho argentino y Comparado, en L.L. 1991-E-884 y ss., 1992-B-1040 y ss., 1992-C-1060 y ss.; BUERES, Alberto J., Objeto del negocio jurídico, 2a ed., Hammurabi, Buenos Aires, 1998; CAPITANT, Henri, La causa de las obligaciones, 3 a ed., trad. de Tarragato y Contreras, Góngora, Madrid, 1927; DABIN, Jean, La teoría de la causa, 2 a ed., trad. de Feo del Pelswalker, adaptada al español por F. Bonet Ramón, Revista de Derecho Privado, Madrid, 1955; DUALDE, Joaquín, Concepto de la causa de los contratos (La causa es la causa), Bosch, Barcelona, 1949; DÍEZ-P1CAZO, Luis, El concepto de causa en el negocio jurídico, en Anuario de Derecho Civil, 1963, Madrid; GALLJ, Enrique V., El problema de la causa y el Código Civil argentino, en el N° de Extensión universitaria (conferencias y escritos), Universidad Nacional de La Plata, La Plata, 1935; GALLI, Enrique V. y SALAS, Acdeel E., Causa y "considerations", en Revista del Colegio de Abogados de Buenos Aires, N° 1, 1952; GOROSTIAGA, Norberto, La causa en las obligaciones. El Código Civil y su reforma ante el Derecho Civil Comparado, Ideas, Buenos Aires, 1944; HERRAIZ, Héctor A., La causa y la " consideration", en L. L. 111-1000; JOSSERAND, Louis, Los móviles en los actos jurídicos de Derecho Privado, trad. de Eligió Sánchez Larios y J. M. Cajica Jr., ed. José M. Cajica (Jr.), Puebla (México), 1946; LAFAILLE, Héctor, La causa de las obligaciones en el Código Civil y en la reforma, trabajo realizado en el Curso de Investigación de Derecho Civil (año 1938) a su cargo, Publicaciones del Seminario de Ciencias Jurídicas y Sociales de la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires, Buenos Aires, 1940; LA JE, Eduardo Jorge, La noción de causa en el Derecho Civil, Arayú, Buenos Aires, 1954; LARENZ, Karl, Base del negocio jurídico y cumplimiento de los contratos, trad. de Carlos Fernández Rodríguez, Revista de Derecho Privado, Madrid, 1956; MOSSET ITURRASPE, Jorge, La frustración del contrato, Rubinzal-Culzoni, Santa Fe, 1991; RAY, José Domingo y VIDELA ESCALADA, Federico, La frustración del contrato y la teoría de la causa, Academia Nacional de Derecho y Ciencias Sociales de Buenos Aires, Abeledo-Perrot, Buenos Aires, 1985; ROCA SASTRE, Ramón Ma. y PUIG BRUTAU, José, La causa en el negocio jurídico, en Estudios de Derecho Civil, Revista de Derecho Privado, Madrid, 1948, t. I, ps. 4 y ss.; SPOTA, Alberto G., El acto jurídico de objeto inmoral y sus consecuencias jurídicas, en J.A. 1944-III-134 y

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ss.; VIDELA ESCALADA, Federico, La causa final en el Derecho Abeledo-Perrot, Buenos Aires, 1968.

Civil,

B) Doctrina SUMARIO: 1. La causa de las obligaciones contractuales. 2. Distintos sentidos del vocablo "causa". 3. La causa en el Derecho Romano y en el Canónico. 4. Controversia en el Derecho francés. 5. La consideration del common law anglosajón. 6. El problema de la causa en el Derecho argentino. 7. Presunción de causa (art. 500). 8. Causa falsa (art. 501). 9. Causa ilícita (art. 502).

1. La causa de las obligaciones contractuales En algunos Códigos Civiles, especialmente los que tratan en forma global de los contratos y las obligaciones, se exige un elemento más para la existencia de la obligación: una causa lícita, utilizándose entonces la palabra "causa" no en el sentido ontológico o de fuente, con el que ya se la viera en el comentario al artículo 499, sino en un sentido teleológico, es decir de finalidad. En este sentido, la teoría de la causa ha resultado de gran utilidad para resolver problemas prácticos concretos, teniendo como visión mediata la influencia de la moral en el Derecho. Pero este nuevo requisito o presupuesto, que en realidad se estudia con referencia exclusivamente a los contratos y los negocios jurídicos, tiene fama de oscuro y dificultoso y ha dado lugar a uno de los más arduos e interesantes debates jurídicos. 2. Distintos sentidos del vocablo "causa " En rigor, la palabra causa ha sido utilizada en Derecho con tres diferentes significaciones. Ante todo en un sentido ontológico como causa fuente, esto es: el antecedente, el origen, la generatriz de la obligación, siendo a priori las causas fuente de las obligaciones: los contratos, los actos ilícitos (delitos y cuasidelitos) y la ley. Las restantes otras dos significaciones tienen, en cambio, un sentido teleológico. Como causa-fin significa la finalidad inmediata, los objetivos próximos perseguidos por los contratantes al momento de concluir el acuerdo y que por ello forman parte de la estructura del contrato, 50

Art. 502 siendo por lo tanto conocidos de antemano por ambos contrayentes; por ejemplo en una compraventa, la causa fin sería para el comprador que el vendedor se comprometa a entregarle la cosa prometida en venta, y para este último que el comprador se obligue a pagarle el precio. Y finalmente la causa-motivo, ocasional o impulsiva, la que no se detiene ya en el momento de la contratación ni se circunscribe a la estructura del negocio, sino que va mucho más allá en cuanto a los propósitos perseguidos por las partes, para llegar a comprender a todo lo que ellas han tenido en sus miras al contratar, es decir, a sus propios fines mediatos, como ser, verbigracia: se ha adquirido una casa para ir a vivir en ella, o para darla en locación, o para instalar un hotel, etcétera. Siendo obvio que la causa así entendida ya no está ligada a la estructura del contrato, sino que es externa al mismo, no es un concepto abstracto sino que es algo concreto y personal, no es objetiva sino subjetiva, no es inmutable para cada clase de contrato, sino que cambia según las personas de los contrayentes. 3. La causa en el Derecho Romano y en el Canónico Los romanos, apegados a un estricto formalismo, no se preocuparon por la necesidad de la causa como requisito de validez de las obligaciones, entendiendo que una vez cumplidas todas las formalidades exigidas, estaba asegurada su plena validez. Ergo la causa de la obligación estaba en las formalidades cumplidas y poco importaba la razón que hubiese podido determinar a cada parte, ni si habían o no logrado los beneficios o ventajas perseguidos al obligarse. Los canonistas, en cambio, reconocieron el poder de crear obligaciones al mero acuerdo de voluntades, prescindiendo de los rigurosos formalismos de épocas anteriores, y en su consecuencia sintieron la necesidad de examinar más a fondo los elementos de ese consentimiento otorgado por las partes contratantes. Así vinieron a establecer que el mismo debía reposar sobre causas verdaderas y motivos lícitos; por lo que si la causa era falsa, el consentimiento debía tenerse por inexistente, y si el motivo era ilícito debía considerarse inválido. Y de tal profúndización de los requisitos del consentimiento de51

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dujeron los canonistas dos principios señeros: a) el de la conexión de las prestaciones recíprocas que se deben las partes en los contratos bilaterales: no hay obligación de mantener la palabra dada, si el otro contratante no mantiene la suya (non servandi fidem non est fides servanda), el cual asegura la equidad del contrato y se constituyó en la base de la teoría clásica de la "causa-fin", y b) empero, como aquello resultaba insuficiente para asegurar el contenido moral del contrato, los canonistas exigieron algo más: la necesidad de ir más allá en el examen de las condiciones en que las partes prestan su consentimiento, de averiguar cuáles fueron los móviles que los determinaron a contratar, razón por la cual a los jueces les debe estar permitido indagar sobre los mismos. Es ésta la noción de "causa-motivo" o impulsiva. 4. Controversia en el Derecho francés El Código Civil francés, importante fuente de nuestro propio Código Civil, ha establecido en su artículo 1108, como uno de los presupuestos indispensables para la validez del contrato, la existencia de una causa lícita, lo que luego diera lugar a una ardua controversia en torno de dicha exigencia. La doctrina clásica consideró primeramente, siguiendo las ideas de Domat, que la causa a que se refiere el artículo 1108 debía ser entendida en el sentido de fin: en los contratos sinalagmáticos la obligación de cada una de las partes estaba en la obligación contraída por la otra; en los contratos reales unilaterales, la causa de la obligación del deudor se encontraba en la anterior entrega de una cosa por parte del acreedor, verbigracia, en el mutuo la obligación del prestatario de devolver la cosa prestada tenía como causa el hecho de haberla recibido precedentemente del prestamista, y en los contratos a título gratuito, la causa se podría hallar en algún motivo razonable y justo, como ser un servicio prestado antes, o algún otro mérito del donatario, o el solo placer de hacer un bien. Tal interpretación fue aceptada pacíficamente hasta el año 1826, en que se conociera el artículo del profesor de la Universidad de Lieja Antoine Ernst intitulado ¿Es la causa una condición esencial de la validez de las convenciones?, produciéndose así el nacimiento de la 52

Arl. 502 conocida como postura anticausalista, que luego adoptaran distinguidos doctrinarios: Huc, Baudry-Lacantinerie y Barde, Cornil, Planiol y Dabin. La misma cuestionó que la causa así entendida pudiese constituir un elemento autónomo, sosteniendo que en realidad venía a confundirse con los restantes elementos de los contratos: con el objeto en los bilaterales o sinalagmáticos, con la forma en los reales, y con el mismo consentimiento en los gratuitos, no siendo en suma más que una suerte de superflua duplicación de tales presupuestos de las relaciones convencionales. Por el contrario, casi cien años después, Henri Capitant va a dar inicio, con su obra sobre la causa de las obligaciones, a una nueva tendencia doctrinal conocida como el "neocausalismo", la que sostuvo que la causa a la que alude el artículo 1108 debía ser entendida como "motivo", o sea los fines concretos perseguidos personalmente por las partes al celebrar el contrato. Concluyendo más adelante el profesor Louis Josserand, en su obra Los móviles en los actos jurídicos de Derecho Privado, que a la noción de causa no se le podía reprochar que existiera, sino que existiese insuficientemente; no era cosa de eliminarla de la ley, sino de asignarle un mayor campo de acción. La concepción clásica de la misma era estrecha, pues entre los móviles a los que las partes habían obedecido sólo se tenían en cuenta los que constituían la finalidad inmediata de su compromiso y dejándose de lado toda una pléyade de otros tantos, los más variados, los más interesantes, los más vitales, a saber: los fines concretos e individuales que se califican ordinariamente de motivos, que son los que dan colorido al acto jurídico, permitiendo saber si es honesto o deshonesto o indiferente. En suma, la doctrina vino así a aceptar, bastante tardíamente, lo que ya se venía sosteniendo por la jurisprudencia francesa desde el año 1832, a partir del fallo de la Corte de Casación en el caso de Francois Pendaries. En efecto, en el mismo se anuló, por estar fundado en una causa ilícita y caer bajo la sanción del artículo 1131, un testamento en favor de Pendaries otorgado por la señorita Dougourg, quien allí mismo lo reconocía como su hijo adulterino, lo que no se habría podido hacer si se hubiese mantenido la noción clásica, conforme a la cual en los actos que importaban una liberalidad la causa radicaba 53

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en la mera intención de beneficiar; habiéndose decidido entonces que: "la causa es el fin concreto, de interés general o privado, que se esfuerzan por conseguir las partes en un acto jurídico determinado. Este fin no está necesariamente ligado a la estructura técnica de cada acto jurídico y, por el contrario, puede variar dentro de un mismo tipo o categoría de actos". 5. La "consideration"del "common law"anglosajón A su turno, en el common law anglosajón la simple promesa no resulta obligatoria, siendo para ello necesario que vaya acompañada de formas especiales: contratos under seal o "bajo sello", o en su defecto que exista una "valuable" o sufficient consideration. En los primeros, a la manera de lo que sucedía en el Derecho Romano, su validez depende simplemente de haberse ajustado a las formalidades solemnes impuestas para su realización, o sea que la causa de la obligación viene a residir en el cumplimiento de las formalidades exigidas, importando poco la razón que hubiese podido determinar a cada parte, ni si habían o no obtenido las ventajas o beneficios perseguidos al obligarse. En tanto que en los otros contratos que no son under seal, debe concurrir igualmente el requisito de una consideration o inducement válida, la que es definida como "un derecho, interés, ventaja o beneficio resultante a una parte, de una abstención, detrimento, pérdida o responsabilidad dada, sufrida o tomada por la otra". Para que la consideration sea suficiente, es pues menester que haya beneflt para una de las partes y detriment para la otra; por lo que la consideration debe tener some valué, denominándosela por ello "valuable consideration"; aunque cabe señalar que ello no depende puramente de una mera comparación económica entre la promesa dada y la recibida, ya que la consideration no tiene por qué ser exactamente equivalente a la contraprestación, existiendo en este sentido un adagio inglés que dice que un grano de pimienta puede constituir una consideration suficiente para una obligación de cien libras. La consideration en un contrato sinalagmático consiste en una promesa dada en cambio de la que se ha recibido, o sea promesas mutuas hechas entre las partes, que revisten el doble carácter de promitente y prometido; pero tratándose de un 54

Art. 502 contrato unilateral, la consideration debe ser algo distinto de una promesa: un acto, una abstención de obrar o la creación, modificación o destrucción de una relación preexistente. La consideration debe asimismo ser lícita o legal, es decir no contraria a la ley, la moral y las buenas costumbres, ni al orden público, pues de lo contrario su cumplimiento no podría ser demandado judicialmente. Y la inexistencia, insuficiencia o ilicitud de la consideration al celebrarse el contrato, bastan para su anulación. Pudiendo concluirse de lo que antecede que, si bien la consideration aparece como una noción bastante semejante a la de la causa fin del Derecho escrito, existen sin embargo notorias diferencias entre ambas. Así, mientras la "causa" funciona en toda clase de negocios jurídicos, necesiten o no de formalidades, sean interesados o de pura liberalidad, la consideration sólo es requerida con carácter esencial en los simples contratos desprovistos de solemnidad, para suplir tal formalidad, no teniendo por ello aplicación en los contratos desinteresados, los cuales para ser eficaces deben celebrarse observando determinada solemnidad (under seal or speciality). Como así que, si bien es posible invalidar una obligación demostrando su falta de causa, la impugnación no podría plantearse respecto de la falta de consideration, cuando se trata de contratos formales o under seal, los que no requieren necesariamente consideration. 6. El problema de la causa en el Derecho argentino En el Derecho argentino no existe un texto similar al del artículo 1108 del Código Napoleón, pero en cambio nuestro Código Civil en sus artículos 500, 501 y 502, en textos casi copiados de los artículos 1131 a 1133 de aquél, se ocupa de la causa de las obligaciones. Siendo por ello que también han existido entre nosotros discrepancias doctrinarias, aunque éstas revisten empero matices propios diferentes. Un importante sector doctrinario, que incluye entre otros a: Alterini-Ameaf-López Cabana, Borda, Busso, Cazeaux, Colmo, De Gásperi, Lafaille, Llerena, Machado, Molinario, Mosset Iturraspe y Videla Escalada, interpreta que tales artículos, al referirse a la causa de las obligaciones, no pueden tener otro sentido que el teleológico; aunque 55

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no todos coinciden con el alcance del mismo, dado que Machado y Llerena lo consideran con el significado de causa fin, a la manera de la teoría clásica, mientras que Alterini-Ameal-López Cabana, Busso, Cazeaux, Colmo, Lafaille y Mosset Iturraspe entienden, como los neocausalistas, que se alude al motivo, y Borda y Videla Escalada le asignan tanto el alcance de causa fin como el de motivo, siempre que el móvil concreto y particular hubiese sido conocido por el otro contratante. Fundamentando dicha postura se ha dicho que los artículos 500 a 502 son prácticamente la traducción de los artículos 1131 a 1133 del Código Civil francés, a su vez genuinos exponentes del sentido teleológico. Añadiéndose, como respuesta a alegaciones de la otra tendencia, que si bien es cierto que Vélez Sársfield en su nota al artículo 499 distingue la causa de las obligaciones de la causa de los contratos, es evidente que no alcanzó a entrever todo el alcance que tal distinción entrañaba, máxime teniendo en cuenta que en esa época la teoría de la causa no había sido sometida aún al examen profundo y amplio que se le dedicara después. De otro modo, se sigue diciendo, no se explicaría que acto seguido el Codificador hubiese incorporado al Código las más típicas muestras del causalismo francés. Por otra parte, si bien los artículos 500 y 501 podrían quizá ser interpretados en el sentido de "fuente", con buena voluntad y dada la ambigüedad que permite el empleo de la palabra causa, no ocurre en cambio lo mismo con el artículo 502, el cual al mencionar que "la obligación fundada en una causa ilícita es de ningún efecto", descarta toda posibilidad de ubicarlo dentro del concepto ontológico, ya que poco antes el artículo 499 había mencionado entre las "fuentes" de las obligaciones a "los hechos" y "los actos [...] ilícitos". Además, en la nota al artículo 531 se lee: "No es preciso, por otra parte, que la causa ilícita de una obligación lo sea para ambos contratantes, basta que lo sea para el que pretende ser acreedor en la obligación", no pudiendo desconocerse el empleo del vocablo causa con el significado finalista, ya que la causa entendida como fuente, para ser tal, tiene que serlo para los dos contratantes, tanto para el acreedor como para el deudor. Y en la nota al artículo 3832, contemplando el supuesto de disposiciones testamentarias fundadas en una 56

Arl. 502 falsa causa, o en una causa que no tiene efecto, las cuales quedan sin valor alguno, se expone el ejemplo del testador que nombra un albacea y le hace un legado por el mandato que le encomienda, no aceptando este último tal cargo; es claro -dice entonces Vélez- "que el legado que tenía una causa no puede existir cuando ella falla", lo cual constituye una típica demostración del concepto de reciprocidad de que se nutre la noción de causa fin. Y por último, en el texto del artículo 3841 se alude expresamente a que: "Los legados pueden ser revocados, después de la muerte del testador, por inejecución de las cargas impuestas al legatario, cuando éstas son la 'causa final' de su disposición". Otra corriente, en cambio, en la que se enrolan: Barcia López, Boffi Boggero, Galli, Guastavino, León, Llambías, Rezzónico, Risolía, Salas, Salvat, Spota y Trigo Represas, entiende que los artículos 500, 501 y 502 se refieren a la causa fuente. Siendo sus principales argumentos los que siguen. Ante todo, esos tres artículos se encuentran inmediatamente ubicados a continuación del artículo 499, con respecto al cual casi toda nuestra doctrina ha entendido que en él la palabra causa está tomada en el sentido de fuente, pudiendo por lo tanto aquéllos constituir, muy bien, un desarrollo o ampliación de lo establecido en la normativa del artículo 499. Además, en la nota al artículo 499 Vélez Sársfield distingue los conceptos de causa de las obligaciones y causa de los contratos y censura al Código francés por haberlos confundido. Para nuestro Codificador las causas de las obligaciones son las que enumera en el artículo 499 y que en la nota a la Sección Primera del Libro Segundo denomina: contratos, cuasicontratos, delitos, cuasidelitos y la ley. Sería realmente incomprensible que después de tan acertada distinción y de dirigir tal crítica al Código francés, a renglón seguido hubiese incurrido Vélez en el mismo defecto que había censurado, confundiendo ambos conceptos y tomando como causa de las obligaciones, en vez de la causa fuente, a la causa fin, que solamente puede corresponder a los contratos. Por otra parte, los artículos 500, 501 y 502 pueden explicarse perfectamente con el sentido de causa fuente. Así el 500 cuando dice: "Aunque la causa no esté expresada en la obligación, se presume que 57

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existe", debe entenderse con el significado de que, si en el instrumento probatorio de la obligación no consta la causa fuente de la misma, debe presumirse que proviene de algún contrato, cuasicontrato, etcétera, mientras no se pruebe lo contrario; se trataría de un supuesto de simulación absoluta aplicado a las obligaciones (art. 956, Ia parte). Y algo similar ocurre con el artículo 501, que al establecer que la obligación será válida aunque la causa expresada en ella sea falsa, si se funda en otra causa (fuente) verdadera, alude igualmente a un supuesto de simulación, esta vez relativa, cuyo régimen atribuye validez a los actos serios ocultos bajo falsas apariencias, mientras no haya en ellos violación de una ley o perjuicio a terceros (arts. 956 in fine y 958). Mayor dificultad parece ofrecer en cambio el artículo 502, que evidentemente sólo se refiere a obligaciones de origen contractual, no constituyendo en suma más que una disposición mal ubicada, por un defecto de técnica, en la Parte Primera de la Sección Primera del Libro Segundo, lo que por otra parte sucede igualmente con otras preceptivas, como verbigracia el tan cercano artículo 504, con sólo una otra norma de por medio, referida a la contratación por tercero. Ello sentado, el artículo 502 también puede ser entendido como aludiendo a la causa fuente, ya que siendo los contratos actos jurídicos, que a su vez deben ser siempre lícitos, va de suyo que en su concepto no puede entrar nada que resulte contrario a la ley y al orden público, o sea que si el artículo 502 dice que la obligación fundada en una causa ilícita es de ningún efecto, es porque siendo ilícita no media en realidad negocio alguno, y al no existir contrato la obligación resulta sin causa por carecer de "fuente". Lo que a mayor abundamiento se corrobora con la lectura del artículo 3129 in fine y de su nota, en donde se contempla un supuesto de contrato (causa fuente de obligaciones) ilícito, obviamente involucrado en los términos generales del artículo 502; así en efecto dice dicho artículo 3129 que: "La hipoteca constituida desde país extranjero debe tener una causa lícita por las leyes de la República", y se lee en su nota que: "hay algunos actos o contratos que al mismo tiempo que están autorizados, o que por lo menos no están prohibidos por la ley en un Estado, son ilícitos en otros, y hasta se reprimen por sanciones penales. Supóngase que el origen de la obligación hipotecaria fuese la introducción de contra58

Art. 502 bandos en la República, para asegurar una cantidad de pesos debida a uno de los partícipes en esos actos, o de juego, en un Estado en que son lícitos los juegos de suerte y azar, y que en virtud de compromiso, el jugador, para asegurar el pago de una suma perdida al juego, hipoteca una casa que tiene en este país. Escrituras de tales orígenes no producirían ningún efecto en la República Argentina, por fundarse en una causa ilícita, según nuestras leyes..." Pero, además y muy especialmente, debe tenerse en cuenta que en nuestro Código Civil el problema de la causa está contemplado con carácter general al tratarse de los actos voluntarios y de los actos jurídicos. Según el artículo 899 los actos lícitos que no tienen por fin inmediato alguna adquisición, modificación o extinción de derechos no producen efectos jurídicos, y a su vez en el concepto de acto jurídico del artículo 944 se incluyen como elementos esenciales la licitud y la finalidad jurídica, ya que se los define como: "actos voluntarios lícitos, que tengan por fin inmediato, establecer entre las personas relaciones jurídicas, crear, modificar, transferir, conservar o aniquilar derechos". A lo cual cabe agregar que ningún acto es voluntario si no existe intención en el agente (art. 900), vale decir alguna finalidad, y que tampoco es válido si recae sobre un objeto que la ley no permite (art. 953). O sea que en nuestro Código Civil los temas de la finalidad jurídica y la licitud, que dan contenido al llamado problema de la causa en las obligaciones, se legislan dentro del régimen de los actos voluntarios y de los actos jurídicos; lo que vale decir, como acertadamente lo expusiera el maestro Galli, que "el régimen argentino en materia de la causa, está fuera de los artículos que tratan de la causa". A mayor abundamiento, la finalidad moralizadora en el Derecho no debe buscarse mediante el reducido, estrecho, oscuro e impreciso concepto de la causa, sino mediante un adecuado y amplio régimen de la voluntad jurídica, esfera más vasta y profunda que la doctrina de la causa, siendo esto, precisamente, lo que se hizo en los artículos 944, 953, 954, 959, 960, 961, 1044, 1045 y sus concordantes. Puede añadirse que Vélez Sársfield siguió en esta materia a Freitas, para quien en punto a obligaciones no hay otra causa que la fuente o título, como lo destaca en la nota al artículo 870 del Esbogo. Y es más, en el Código de Comercio de 1862, redactado por Vélez Sársfield 59

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con el doctor Acevedo, se revela en sus artículos 197 y 198 que el concepto del primero acerca de la causa de las obligaciones era precisamente el de causa fuente; dado que, en efecto, el artículo 197 decía que "la falta de expresión de causa en las obligaciones, sólo da derecho para probar que no ha mediado causa formal de las obligaciones", siendo que la causa formal es la "fuente" de la obligación y no su fin. Debe hacerse notar que tal principio se mantiene, aunque con algunas vanantes de redacción, en el texto del vigente artículo 212 del Código de Comercio que dice: "La falta de expresión de causa o la falsa causa, en las obligaciones transmisibles por vía de endoso, nunca puede oponerse al tercero, portador de buena fe". En tanto el artículo 198 se ocupaba a su vez de los contratos ilícitos, con una evidente visión del problema que en los códigos causalistas corresponde a la causa ilícita, pero apartándose también de ellos, ya que dicha norma simplemente decía que: "Los contratos ilícitos, aunque recaigan sobre operaciones de comercio, no producen obligación ni acción entre los que han tenido ciencia del fraude", agregándose en forma explicativa que: "Son ilícitos los contratos que recaen sobre objetos prohibidos por la ley o cuyo fin fuese manifiestamente ofensivo de la sana moral o de las buenas costumbres". O sea, en suma, que ese Código de Comercio se refirió a la falta de causa y a la falsa causa, pero con un sentido indudable de causa fuente u origen de la obligación, y que al tener que ocuparse de lo que en los demás códigos es la causa ilícita, no empleó esa expresión tan llena de dificultades y abordó el problema refiriéndose lisa y llanamente, en forma amplia y genérica, a los contratos ilícitos. Por otra parte, la doctrina moderna ha destacado que el concepto de causa fin es propio de los contratos y más ampliamente de los actos jurídicos, en tanto que la causa de las obligaciones no puede ser otra que su fuente. Por lo que así ha dicho Léon Duguit, que no se puede hablar de causa final de una obligación, sino solamente de su causa eficiente, o más precisamente de la fuente de la obligación, y que no se puede hablar de causa final más que de un acto de la voluntad, siendo que la obligación no lo es, sino en cambio sólo una situación jurídica producida por un acto de voluntad. Todo lo cual 60

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refuerza y consolida a esta interpretación de los artículos 500 a 502, como referidos a la causa de las obligaciones en el sentido de fuente. 7. Presunción de causa (art. 500) Sobre lo concretamente establecido en el artículo 500 se han sustentado pues dos ideas opuestas: una que considera a la palabra causa como "fuente", por lo que se presume que la deuda que aparece documentada tiene como base una de las fuentes, ya sea el contrato, los actos ilícitos, la ley, etcétera, y otra que entiende que la norma se está refiriendo a la denominada "causa fin", con las variantes ya vistas, y hace mención a la actuación del deudor con miras a la concreción de una finalidad práctica. 8. Causa falsa (art. 501) Algunos autores han creído ver en la norma dos hipótesis diferentes: la de "error en la causa principal" (art. 926) y la de "causa simulada" (arts. 956 y 958). En cuanto a lo primero se ha entendido que si medió error, demostrada la existencia de otra causa, la obligación subsiste. Pero mayoritariamente se considera que el concepto de "falsa causa" debe identificarse con el de negocio o acto simulado relativo: si el deudor pretende la existencia de simulación por considerar que se halla en presencia de una causa falsa, deberá probarlo, y demostrada la falsedad de la causa contenida en el título de la obligación, le incumbirá al acreedor demostrar que existe otra causa real, válida y suficiente. 9. Causa ilícita (art. 502) Cuando la razón o el porqué de los negocios tiene finalidades contrarias a la ley, al orden público o a las buenas costumbres, el acto queda invalidado en sus efectos. Y en este sentido tanto la doctrina como la jurisprudencia se han ocupado de numerosos supuestos, en los que se ha juzgado la ilicitud de la causa y la nulidad absoluta en esta tipología negocial (art. 1047), aunque confundiéndose a veces la ilegalidad de la causa con la del objeto. Al respecto se han mencionado numerosos casos de infracción al 61

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artículo 502, como: las donaciones o préstamos para el mantenimiento de relaciones extramatrimoniales, la cesión o el arrendamiento de casas de tolerancia, el discutible supuesto del corretaje matrimonial, la violación de reglamentos profesionales (por ejemplo, contratos entre un farmacéutico y un particular para explotar una farmacia), la venta de influencia, el contrato de "claque" o de "mendicidad", etcétera. C) Jurisprudencia SUMARIO: 1. Causa y motivo. 2. Causa suficiente. 3. Presunción de causa. 4. Cheques, letras de cambio, pagarés. 5. Indagación causal y juicio ejecutivo. 6. Falsedad de la causa expresada. 7. Prueba de la causa real. 8. Causa ilícita.

1. Causa y motivo La causa es el motivo razonable en atención al cual se contrajo la obligación y su inexistencia determina la del propio contrato1. Pero no se trata del motivo íntimo por el cual se contrató, sino del móvil inmediato e invariable para cada tipo de contrato en virtud del cual se realiza el mismo2; de tal forma, en los contratos onerosos la causa de la obligación de cada una de las partes la constituye la respectiva contraprestación de la otra3, por lo que si ésta fuese imposible al momento de celebrarlo, el contrato sería nulo4. Por el contrario las motivaciones subjetivas que determinaran a cada parte a contratar no tienen, después de celebrado el contrato, influencia alguna sobre su validez o la subsistencia de sus efectos, de forma tal que la ulterior frustración de esos móviles unilaterales carece de toda eficacia como defensa en caso de incumplimiento5; por lo que, verbigracia, la circunstancia de que con posterioridad a la promesa de venta de un inmueble las autoridades administrativas hayan prohibido edificar en el lugar, no priva de causa a ese negocio6. 1

Cám. Com., 7-12-38, L.L. 13-625. Cám. Civ. Ia, 22-8-38, L.L. 12-250. 3 CNCiv., sala A, 25-6-52, J.A. 1952-1ÍI-245; sala D, 6-11-61, J.A. 1962-111-41. 4 Cám. 2a de La Plata, 9-11-43, J.A. 1943-IV-587. 5 CNCiv., sala A, 9-11-54, J.A. 1955-111-98; CNCom., sala A, 3-6-64, L.L. 117-94; SCBA, 31-12-45, J.A. 1946-1-231; Cám. de Mendoza, 8-8-40, J.A. 72-1039. 6 CNCiv., sala A, 9-11-54, J.A. 1955-111-98. 2

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Para otros tribunales, en cambio, todo acto jurídico tiene una intención empírica, que está dada por la representación in mente de los efectos económicos que ha de acarrearle a quien lo celebra7, o sea que la causa es el fin que las partes se han propuesto: lo cual posibilita analizar su intención y admitir o rechazar la validez del acto8. 2. Causa suficiente Carecen de causa jurídica los acuerdos de voluntad que, no obstante no ser ilícitos, no merecen ser tutelados por el Derecho, tales como los contratos de simple cortesía, o los actos de las partes que bajo una apariencia de seriedad sólo constituyen la expresión de una broma9; pero la satisfacción de un sentimiento de equidad, de conciencia, de delicadeza o de honor, puede ser causa suficiente de la obligación contraída10, tal como sucede si una persona se obliga a sufragar los gastos de asistencia médica pagados por la víctima de un accidente de tránsito, en cuyo caso la demostración de la suficiencia de la causa de la obligación no requiere la prueba de que dicho daño habría ocurrido por culpa de quien asumiera la misma". 3. Presunción de causa El artículo 500 establece una inversión de la carga de la prueba: el acreedor no necesita probar la causa de la obligación, y si el deudor pretende que no la tiene, es él quien debe demostrarlo12; pero dicha presunción de causa no funciona, si de las propias manifestaciones del pretendido acreedor resulta que no es verdadera la mencionada en el documento13. 7

CNCiv., sala D, 14-11-90, L.L. 1991-C-25 y E.D. 140-519. CNCiv., sala A, 22-12-60, J.A. 1961-111-445; SCBA, 15-6-54,J.A. 1954-III-395. 9 CNCiv., sala D, 7-5-51, J.A. 1951-1V-63. 10 Cám. Com., 7-12-38, L.L. 13-625. 11 SCBA, 15-6-54, J.A. 1954-III-395. 12 C.S.J. de la Nación, 27-12-96, L.L. 1997-F-219; CNCiv., sala F, 15-12-60, L.L. 101-905; CCC de Rosario, sala II, 13-5-86, J. 80-68; CCiv. 2a de Neuquén, sala II, 2-3-95, Pretor Q0001463. 13 CNCom., sala A, 12-4-85, J.A. 1985-III-335 y L.L. 1986-A-625, 37.107-S; Cám. Com., 15-9-31, J.A. 36-1086. 8

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Si la causa de la obligación no está expresada en el respectivo instrumento, el pretendido deudor puede demostrar su inexistencia por cualquier medio de prueba, inclusive la testifical y de presunciones, atento a que dada esa ausencia de mención, ya no se tratará de probar contra el contenido del acto14. La inexistencia de causa de un pagaré puede tenerse por acreditada si concurren las siguientes presunciones: el mismo aparece firmado por el causante poco antes de su muerte, su texto había sido redactado por la beneficiaria que convivía con aquél, no haberse explicado por la pretensa acreedora el origen de los fondos que dice haber dado en préstamo, y su falta de capacidad económica para efectuarlo15. Pero el hecho de que en los libros de comercio de la sociedad concursada no estuviera registrada la operación a que se refieren los documentos, resulta insuficiente para tener por demostrada la inexistencia de causa16. 4. Cheques, letras de cambio, pagarés El principio también rige tratándose de cheques, letras de cambio o pagarés, con relación a los cuales la prueba de la falta de causa también incumbe a quien quiera prevalerse de esa circunstancia17; situación que no se modifica por el hecho de estarse frente a un asunto concursal, por no existir norma alguna que así lo disponga18. El cheque en sí no es más que una orden de pago, que además puede no referirse a una obligación del librador, por lo que únicamente puede ser útil como principio de prueba de aquélla, pero sin que por sí solo pueda hacer presumir la existencia de su causa19. 5. Indagación causal y juicio ejecutivo La cuestión causal es ajena al proceso "ejecutivo", por cuanto el 14

SCBA, 23-10-56, AS 1956-V-744. Cám. Civ. Ia, 4-7-36, J.A. 54-386. 16 CNCiv., sala D, 26-2-71, L.L. 146-675, 28.760-S. 17 CNCom., sala C, 23-5-90, L.L. 1991-B-82; CCC de Rosario, sala II, 20-9-79, Z. 980-21-156. 18 CNCom., sala C, 23-5-90, L.L. 1991-B-82; sala D, 6-7-77, J.A. 1979-1-266. 19 CNCiv., sala D, 20-7-71, J.A. 14-1972-490, S-234. 15

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título goza per se de una presunción de legitimidad, a lo que se suma el principio de abstracción de los títulos de crédito, sobre todo lo referente a la causa que determinara la creación de los mismos20. 6. Falsedad de la causa expresada El artículo 501 hace prevalecer la voluntad real sobre la declarada, pero la "causa verdadera" allí contemplada debe entenderse en el sentido de causa oculta "lícita", puesto que de no ser así el acto oculto sería nulo21. Si el documento tiene expresión de causa, incumbe al deudor la prueba de su falsedad22, lo que en principio no puede hacerse sólo con testigos o presunciones23. Se ha tenido por probada la falsedad de la causa expresada en el documento, cuando quien lo suscribiera se declaraba deudor "por servicios prestados durante su enfermedad", si resultó que no había estado enfermo antes de otorgarlo24, o la de la obligación asumida por un comprador de una partida de hierro, de pagar un sobreprecio en concepto de honorarios y gastos soportados por el vendedor para realizar su embarque, si el contrato de compraventa se celebró cuando la mercadería ya había sido despachada y embarcada con destino a nuestro país25. 7. Prueba de la causa real Acreditada la inexactitud de la causa enunciada en el instrumento de la obligación, surge la presunción de falta de subsistencia de la misma, o de que la real u oculta es ilícita o insuficiente, por lo que habrá de corresponderle al acreedor la prueba de la existencia de otra causa verdadera y lícita26; probanza que incluso habrá de 20

CNCiv., sala F, 1-11-88, L.L. 1990-A-151; sala G, 11-10-82, L.L. 1983-C-282; id., 2-7-82, L.L. 1983-A-481; CCC de Rosario, sala II, 22-9-80, Z. 981-22-121. 21 C.S.J. de la Nación, 16-6-93, Fallos: 316:1537. 22 Cám. 2a de La Plata, 3-12-48, J.A. 1949-11-14. 23 Cám. 2a de La Plata, 16-10-62, J.A. 1963-II-8, S-93. 24 Cám. Civ. 2a, 13-2-41, L.L. 21-673. 25 CNCom., sala A, 30-12-58, L.L. 94-347. 26 CNCiv., sala B, 5-3-87, E.D. 124-525; SCBA, 9-6-57, L.L. 89-149; Cám. 2a de La Plata, 31-3-44, L.L. 34-481; Cám. de Azul, 27-7-33, J.A. 42-1230; CFed. de Mendoza, 30-7-54, J.A. 1955-III-174. 65

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estar ab initio a su cargo, si hubiese confesado desde un principio que la causa de la obligación enunciada en el documento no era real, sosteniendo que obedeció a otras circunstancias diferentes de las allí expresadas27. 8. Causa ilícita A veces se ha confundido la ilicitud de la causa con la del objeto de la obligación28. Se ha considerado que constituye una causa ilegítima de obligaciones, por ser contrario al orden moral, el pacto que estipula intereses exorbitantes, fuesen compensatorios, punitorios, o los resultantes de su acumulación; lo que impone su reducción a términos equitativos29. En cambio, se ha decidido que no resulta nulo ni atacable el encargar mediante un pago, a una persona o grupo de personas, la tarea de influir o ejercer presión política para lograr la modificación de una legislación contraria y lesiva al interés del grupo30. Art. 503 Las obligaciones no producen efecto sino entre acreedor y deudor, y sus sucesores a quienes se transmitiesen. Concordancias: arts. 504, 731 -inc. 4 o -, 1161, 1195, 1196, 1199, 3262 a 3264, 3266, 3279, 3417.

A) Bibliografía especial MARTÍNEZ RUIZ, Roberto, Distinción entre acto nulo y acto inoponible, en J.A. 1943-IV-339 y ss.; SALAS, Acdeel Ernesto, La regla "res Ínter alios acta", en Obligaciones, contratos y otros ensayos, Depalma, Buenos Aires, 1982, ps. 218 y ss.; El principio de la relatividad de los contratos y su oponibilidad a terceros, en J.A. 1947-IV-293 y ss.; ST1GLITZ, Rubén S. y Gabriel A., Efectos relativos de los contratos y responsabilidad civil del fabricante, en L.L. 1986-C-2. 27 28 29 30

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CNCiv., CCC de CNCiv., CNCiv.,

sala B, 5-3-87, E.D. 124-525. Bahía Blanca, sala II, 7-3-95, J.A. 1995-III-146. sala B, 1-11-84, L.L. 1985-B-39 y E.D. 112-165. sala M, 7-8-92, E.D. 152-478.

Art. 503

B) Doctrina SUMARIO: 1. Extensión de ios efectos de las obligaciones. 2. Sucesores universales. 3. Sucesores a título singular. 4. Acreedores del creditor de la relación obligatoria. 5. Verdaderos terceros o penitus extranei.

1. Extensión de los efectos de las obligaciones El vínculo jurídico liga o une ante todo sólo a acreedor y deudor, que son las partes de la relación obligatoria, es decir: los sujetos a quienes se imputan los efectos o consecuencias de la misma y que tienen facultades y deberes orientados al cumplimiento de la prestación debida. Lo cual resulta aplicable a todo tipo de obligaciones, fuesen de origen contractual o derivadas de hechos ilícitos. Ello no rige en cambio con respecto a terceros (arts. 503, 1195, 1199 infine), en virtud del principio res ínter alios acta, ñeque nocere ñeque prodese potest. Sobre ellos sólo pesa el deber jurídico de respetar aquella relación obligacional, la cual desde que existe constituye una realidad que los terceros no pueden desconocer, y que precisamente por ello les es oponible. 2. Sucesores universales El sucesor, que originariamente era un tercero frente a la obligación, viene a ocupar la posición de uno de los primitivos sujetos de la misma, convirtiéndose así en "parte". Pero hay dos clases de sucesores: los "universales" y los "singulares", y según cuál fuese la causa que produce la transmisión, pueden ser mortis causa o "por actos entre vivos". Los sucesores universales continúan la personalidad del causante y vienen a ser acreedores y deudores de todo cuanto aquél era acreedor y deudor. Esto es así, por cuanto al producirse el hecho jurídico de la sucesión mortis causa entra a funcionar otro principio: el de que los efectos de los contratos y negocios jurídicos se transmiten a los sucesores a título universal de las partes, de acuerdo con lo establecido por el texto en comentario y, entre otros, los artículos 3263, primera parte: "El sucesor universal, es aquel a quien pasa todo, o una parte alícuota del patrimonio de otra persona"; 3279: "La sucesión es la 67

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transmisión de los derechos activos y pasivos que componen la herencia de una persona muerta, a la persona que sobrevive, a la cual la ley o el testador llama para recibirla"; 3417: "El heredero que ha entrado en la posesión de la herencia [...] continúa la persona del difunto, y es propietario, acreedor o deudor de todo lo que el difunto era propietario, acreedor o deudor...", y 731, inciso 4o: "El pago debe hacerse [...] si el acreedor o coacreedor hubiese fallecido, a sus legítimos sucesores por título universal, o a los herederos, según la cuota que a cada uno perteneciere, no siendo la obligación indivisible", etcétera. O sea que producida la sucesión mortis causa, los sucesores se convierten en cierto modo en "partes" de la obligación preexistente, aunque no lo hubiesen sido originariamente al tiempo de su nacimiento; mientras que quienes hasta ese momento lo habían sido van a dejar de serlo, en razón de extinguirse y desaparecer como "personas" (art. 103) y por ende como "titulares" de relaciones jurídicas (art. 30). Todo ello es así, sin embargo con las excepciones que contempla el artículo 1195, ya que no se transmiten mortis causa los derechos y obligaciones inherentes a las personas (arts. 498, 626, 730, 1196, 1445 y concs.) -que son aquellos cuya finalidad no se puede cumplir cabalmente sino en cabeza de su primigenio titular, y por ello no se conciben con otra titularidad distinta-; ni tampoco aquellos a cuyo respecto existe una disposición en contrario de la ley, como ocurre por ejemplo con el pacto de preferencia en la compraventa (art. 1396), con la calidad de socio (art. 1670) y con el mandato (art. 1963), etcétera. Podría decirse que aún resta otro problema, cual es el de establecer quiénes pueden ser tenidos como "sucesores universales". Entre nosotros no se discute que es sucesor universal el "heredero legítimo o testamentario", quien habrá de recibir la totalidad de la herencia si está solo, o una parte alícuota de la misma si concurre con otros herederos, pero conservando su vocación al todo o "derecho de acrecer", si llegasen a desaparecer -por renuncia, desheredación, indignidad, etcétera- esos otros coherederos. Pero está en cambio controvertido si revisten la calidad de sucesores universales, a pesar de lo dicho en el artículo 3263, los "legatarios de cuota" o de "parte alícuota", a quienes se transmite un porcentual o parte proporcional de los bienes de la herencia, por ejemplo un quinto o un tercio (art. 3719), pero sin 68

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que tengan derecho de acrecer (art. 3814), por lo que la porción que tienen asignada viene a constituir su máxima posibilidad, existiesen o no otros herederos o legatarios de cuota. 3. Sucesores a título singular Constituye ésta, junto con la de los "acreedores" del creditor en la relación obligacional, una categoría intermedia entre las "partes" propiamente tales y los verdaderos terceros o penitus extranei (completamente ajenos), atento a que su situación no es siempre la de "terceros", sino que, por el contrario, en múltiples supuestos pueden los mismos valerse de derechos y encontrarse sometidos a obligaciones de su causante. Sucesor singular es según el artículo 3263, segunda parte, "aquel al cual se transmite un objeto particular que sale de los bienes de otra persona", o sea quien sólo recibe uno o varios bienes determinados, que se desmembran del todo ideal que forma el patrimonio del autor. Pudiendo originarse su adquisición, a diferencia de lo que ocurre con el sucesor universal, por actos entre vivos (el comprador, por ejemplo, es sucesor particular del vendedor en el objeto adquirido), o por vía de legado en las disposiciones de última voluntad. Entre el transmisor o causante y el sucesor o causahabiente singular no existe otra vinculación que la relativa al traspaso del bien de que se trata, de forma tal que no puede ser alcanzado por los efectos de otros contratos concluidos por el transmitente en cuanto a otros bienes suyos, o sea que el sucesor particular es propiamente un tercero respecto de los contratos que no tengan relación con el bien que le es transmitido. Como tampoco pueden incidir sobre él los actos del transmitente relativos a la cosa pero posteriores a su enajenación, en razón de que desde entonces ella no era ya de su propiedad y carecía por lo tanto de facultades para realizar cualquier tipo de actos que pudiesen afectar a la misma. Así, la única cuestión que puede suscitarse es la referente a derechos y obligaciones que guarden relación con el objeto transmitido y que hubiesen nacido antes de que el primitivo titular se hubiese desprendido de su dominio. Ello sucede, ante todo, si el sucesor singular adquiere 69

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una cosa que había sido precedentemente gravada por el enajenante con servidumbre, hipoteca u otro derecho real; en cuyo caso debe soportar los efectos de los contratos constitutivos de esos "derechos reales", si se cumplimentaron las reglas de publicidad respectivas (arts. 2505, y 2° de la ley 17.801), dado que el derecho real es un derecho de oponibilidad absoluta o erga omnes, y el contrato que los crea o transfiera da nacimiento a una situación jurídica nueva que se impone a todos; aunque, como bien lo apunta Salas, más que una transmisión de esas cargas hay aquí una aplicación del principio nemo plus iuris in alium transferre potest quam ipse habet, recogido en el artículo 3270. Además, una corriente doctrinaria ha sostenido, sobre la base de algunos textos legales, la existencia de una sucesión particular referida a los denominados derechos u obligaciones "reales" o propter rem (junto a la cosa) o in rem scriptce (adscriptos o anexos a la cosa), en los cuales la legitimación activa o pasiva estará dada por la circunstancia de hallarse el acreedor o el deudor en una cierta relación, de señorío o posesión, con la cosa que es asiento del crédito o del débito; tema éste que ya ha sido tratado en el comentario al artículo 497. 4. Acreedores del "creditor" de la relación obligatoria Los acreedores del creditor en una relación obligatoria también se encuentran en una situación especial, atento a que los bienes presentes y futuros de su deudor conforman la garantía común de todos aquéllos para el cobro de sus respectivos créditos (doctrina de los arts. 505, 3474, 3922 y concs.); existiendo una conocida polémica doctrinal sobre la condición jurídica de los acreedores quirografarios, sobre si son sucesores universales, o sucesores singulares de su deudor, o si revisten una calidad especial distinta de aquellas otras dos. Pero lo cierto es, ante todo, que en determinados supuestos tales acreedores pueden tener un derecho derivado de un contrato en el que no intervinieron personalmente, en los casos en que el Código Civil les confiere una "acción directa" contra el deudor de su propio debitor, para que obtengan directamente del primero la satisfacción de su crédito, tal como ocurre en la locación de cosas (arts. 1591 y 1592), en la de obra (art. 1645) y en el mandato (art. 1926). 70

Art. 503 Sin perjuicio de ello, siendo el patrimonio del deudor la garantía común de sus acreedores, estos últimos también: habrán de beneficiarse indirectamente con los actos de su obligado que lo enriquezcan, provocando el aumento de su patrimonio, y se perjudicarán con todo acto que lo disminuya o empobrezca; no obstante lo cual el deudor no es privado de sus facultades y atribuciones ordinarias referentes a la administración y disposición de sus bienes por el solo hecho de tener obligaciones pendientes, pudiendo realizar en consecuencia los más variados actos y negocios jurídicos, siempre que actúe de buena fe. Empero, los acreedores cuentan para la defensa de sus derechos con distintos medios de protección, los que en su conjunto ponen de manifiesto lo peculiar de la situación en que se encuentran frente a los actos de su deudor; así pueden: 1) tomar medidas precautorias (embargos, inhibición de bienes, prohibición de innovar, anotación de litis, etc.), tendientes a evitar la realización por parte de su deudor de actos que puedan afectar o disminuir su solvencia; 2) ejercer acciones integrativas del patrimonio de su obligado, ya sea para restablecerlo en su primitiva composición -acción pauliana, revocatoria o de fraude (arts. 961 y ss.) y de simulación (arts. 953 y ss.)-; o para lograr se le incorporen otros bienes que no ingresaron oportunamente por incuria del deudor -acción subrogatoria, indirecta u oblicua (art. 1196)-, o de deslinde, tendiente a establecer la verdadera composición del patrimonio o identificación del mismo, para evitar su confusión con otras masas de bienes -acción de separación de patrimonio (arts. 3433 y ss.)-, y 3) llegar finalmente a las vías de ejecución y liquidación de los bienes de su deudor, a fin de hacer efectivas sus acreencias (arts. 505, 629, 630, 633 y concs.). 5. Verdaderos terceros o "penitus extranei" Dentro de ellos se pueden mencionar, siguiendo a Salas: los sujetos absolutamente extraños al contrato de que se trate; los sucesores particulares de los obligados, en todo cuanto no se refiera a los derechos y obligaciones que se transmiten juntamente con un determinado bien, y los sucesores universales y legatarios de cuota en lo relativo exclusivamente a los derechos y obligaciones que no se transmiten por causa de muerte. Lo cual es así, por cuanto con relación a todos ellos 71

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resulta aplicable prima facie el principio del res ínter alios acta, incorporado en nuestros artículos 1195 in fine y 1199. Sucede que el contrato hace nacer obligaciones y crea un vínculo jurídico entre dos o más personas, una que se convierte en acreedor y otra en deudor, es decir produce "efectos" entre esas partes vinculadas, ya que de ahí en más el primero podrá exigir de la otra parte el cumplimiento de la prestación comprometida, y esta última a su vez estará obligada a ello y podrá ser constreñida al pago de lo adeudado a favor de aquélla. Pero aunque ese contrato pasado entre tales personas no convierta ni en acreedor ni en deudor a los demás individuos de la comunidad, no por ello deja de tener existencia para los mismos; la convención y la relación de derecho que de ella deriva para las partes se impone a todo el mundo con la fuerza y necesidad de un hecho, y así, aunque el deudor sólo está obligado a pagar a su acreedor, el pasivo que resulta de esa deuda en su patrimonio existe frente a todo el mundo. Sucede que corresponde distinguir entre los "efectos" del contrato o del negocio jurídico y su "oponibilidad"; esto último es algo distinto de crear derechos y obligaciones, es simplemente exigir el respeto de los terceros con relación a los derechos y obligaciones que entre las partes ha determinado el acto. Y buena prueba de lo dicho es que el tercero que se asocia a sabiendas a la violación de un contrato al que ha sido extraño, compromete su responsabilidad civil como tercero cómplice de ese incumplimiento contractual, por los daños y perjuicios que de ello se pudiese derivar para la otra parte contratante. C) Jurisprudencia SUMARIO: 1. Deber de los terceros de respetar los contratos que les son extraños. 2. Supuesto de ventas encadenadas. 3. Cesionario o sublocatario del inquilino, en contra de una prohibición absoluta del contrato.

1. Deber de los terceros de respetar los contratos que les son extraños Si bien los contratos no pueden perjudicar a terceros ni invocarse por ellos, eso no quita que los mismos deban respetar los contratos 72

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que les son extraños y cuidarse de no interferir en los derechos de crédito que de ellos resulta1; regla que no se vulnera si el contrato es invocado frente a un tercero como fuente de información, para establecer la verdadera naturaleza de la relación jurídica que existe entre las partes2. 2. Supuesto de ventas encadenadas La posibilidad de que pueda demandarse la responsabilidad del fabricante de un producto elaborado, por parte de quien no contrató con él, se asienta en los deberes del tráfico que vinculan al fabricante con el consumidor, mediante la realización de ventas encadenadas, que darían así lugar a obligaciones contractuales de protección asumidas frente a terceros3. 3. Cesionario o sublocatario del inquilino, en contra de una prohibición absoluta del contrato Nuestra jurisprudencia ha resuelto que el tercero cesionario o cesionario de un inquilino, en contra de una prohibición absoluta del respectivo contrato de locación, tiene una responsabilidad civil de tipo delictuat o extracontractual, que se suma a la responsabilidad contractual del locatario incumplidor4. Art. 504 Si en la obligación se hubiere estipulado alguna ventaja en favor de un tercero, éste podrá exigir el cumplimiento de la obligación, si la hubiese aceptado y hécholo saber al obligado antes de ser revocada. Concordancias: arts. 653, 1826, 1829, 1851 a 1853, 2072, 2079, 2211, 2984. 1

CNCiv., sala D, 16-10-63, J.A. 1963-VI-510; CPCC de La Plata, sala I, 30-4-91, "NLSA c/Espinal", causa 75.318, RS 90/91. 2 CNCiv., sala D, 16-10-63, J.A. 1963-VI-510. 3 CNCom., sala B, 25-9-85, L.L. 1986-C-6. 4 CNPaz, en pleno, 7-7-70, E.D. 33-139; Cám. Ia de La Plata, sala III, 16-6-66, J.A. 1966-VI, sec. Prov., p. 41. 73

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A) Bibliografía especial BOFFI BOGGERO, Luis María, Síntesis jurídica de la estipulación por otro o para otro, en Revista Notarial, N° 527-529, Colegio de Escribanos de la Provincia de Buenos Aires, La Plata, 1939; CANCELA, Omar J. y HIGHTON DE NOLASCO, Elena I., Estipulación a favor de tercero, en Revista del Notariado, N° 754, Buenos Aires, julio-agosto de 1977, ps. 898 y ss.; DASSEN, Julio, Contratos a favor de terceros, M. Rodríguez Giles, Buenos Aires, 1933; GOLDENBERG, Isidoro H., voz Estipulación a favor de tercero, en Enciclopedia Jurídica Omeba, Bibliográfica Argentina, Buenos Aires, 1960, t. XI, ps. 193 y ss.; LAFAILLE, Héctor, Tratado de los contratos, Ediar, Buenos Aires, 1953,1.1, Cap. VII; LÓPEZ DE ZAVALÍA, Fernando J., Teoría de los contratos, 2 a ed., Zavalía, Buenos Aires, 1975, § 31; MOSSET ITURRASPE, Jorge, Contratos, RubinzalCulzoni, Santa Fe, 1995, Cap. XV, N° 6; PACCHIONI, Giovanni, Los contratos a favor de terceros, trad. de Francisco Javier Osset, Revista de Derecho Privado, Madrid, 1948; PIANTONI, Mario A., Contratos a favor de terceros, en L.L. 1980-A-821 y ss.; REZZÓNICO, Juan Carlos, Rasgos esenciales de la estipulación a favor de terceros, en L.L. 1979-D-725; Perfil estructural de la estipulación a favor de terceros, en L.L. 1979-D882 y ss.; Estipulación a favor de terceros. Las VI Jornadas de Derecho Civil, en L.L. 1980-C-1085 y ss.; Causa, abstracción y estipulación a javor de terceros, en L.L. 1982-A-775 y ss.; ROCA SASTRE, Ramón Ma. y PUIG BRUTAU, José, Estipulación en favor de terceros, en Estudios de Derecho Privado, Revista de Derecho Privado, Madrid, 1948, t. I, ps. 200 y ss.; SPOTA, Alberto G., Estipulación a favor de tercero, estipulación a cargo de tercero y estipulación a nombre de tercero, en Efectos de los contratos, Centro Estudiantes de Derecho, FULP, La Plata, 1959, Cap. IV; Instituciones de Derecho Civil. Contratos, Depalma, Buenos Aires, 1975, t. III, Cap. XII, § 1.

B) Doctrina SUMARIO: 1. Errónea ubicación de esta normativa. 2. Concepto de estipulación en favor de tercero. 3. Evolución histórica. 4. Naturaleza jurídica. 5. Adquisición del derecho por el tercero beneficiario: función e importancia de su aceptación. 6. Relaciones jurídicas resultantes. 7. Casos particulares.

1. Errónea ubicación de esta normativa Nuestra doctrina señala coincidentemente que este precepto se en74

Art. 504 cuentra evidentemente desubicado en la sección de las obligaciones en general, por cuanto la circunstancia de que de un contrato emerja un derecho creditorio a favor de un tercero, presenta sus peculiaridades concernientes al nacimiento de la obligación y a las relaciones entre los contratantes, lo que encuentra el lugar de adecuado tratamiento en el régimen de los contratos. 2. Concepto de estipulación en favor de tercero Se trata de una figura que cumple en la actualidad un papel preponderante en el comercio jurídico, ya que a través del mismo pueden llevarse a cabo las más variadas relaciones jurídicas y lograrse los móviles más dispares. Existe "estipulación a favor de tercero" cuando una persona (estipulante o promisario) obtiene de otra (promitente o deudor) la promesa de ejecutar una determinada prestación en beneficio de un tercero, que no ha sido parte en dicho contrato. Tal sucede por ejemplo en el contrato de transporte de mercaderías, cuando el destinatario es una persona distinta de la del expedidor, o en el seguro de vida, cuando se acuerda con una compañía de seguros que, mediante el pago de una prima, esta última entregará, una vez producido el fallecimiento del estipulante, un capital a un tercero. Por ello bien se ha dicho que se trata de una institución bilateral en su formación y triangular en sus efectos. En dicha relación se denomina promitente o deudor a quien queda obligado al cumplimiento de lo prometido, estipulante o promisorio al que conviene con aquél la promesa, y beneficiario al tercero en cuyo favor queda obligado el primero, lo que determina que venga así a resultar acreedor, pese a no haber sido parte en el contrato fuente de su crédito contra el promitente deudor. 3. Evolución histórica Al respecto se ha cumplido una interesante evolución histórica, que puede dividirse en tres etapas. En la primera, correspondiente al Derecho Romano clásico, se negaba eficiencia a la estipulación a favor de tercero, por considerarse 75

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necesario que el beneficio del contrato recayera en uno o ambos partícipes, conforme a la máxima del Digesto: nemo alteri stipulari potest, aunque ya bajo Justiniano se levantó esa prohibición en algunos supuestos muy especiales, como la donación "submodo", acordándose acción por su incumplimiento al titular del cargo contra el donatario. La segunda etapa se cumple durante el antiguo Derecho francés y se caracteriza por la pugna entre la clásica idea negatoria romana y la tendencia germánica favorable a la admisión de la estipulación a favor de tercero, aceptada desde sus orígenes por el Derecho consuetudinario. Así, en tanto Domat aceptó sin reparos la fórmula del nemo alteri y por ende no admitió la institución, Pothier, si bien no logró sustraerse a la tradición romana, estableció una serie de excepciones a dicho adagio, estableciendo que la estipulación es válida cuando el derecho del tercero aparece como una condición del contrato celebrado entre estipulante y promitente, o bien constituye el cargo impuesto a una liberalidad efectuada por aquél a éste, reconociéndose la acción del tercero siempre que promedie una dación o promesa del estipulante a favor del promitente. Y una muestra de ello se encuentra en el artículo 1121 del Código Napoleón, inspirado en Pothier, el cual haciendo excepción al principio prohibitivo de su artículo 1119, acepta que se pueda estipular en beneficio de un tercero, cuando ello "es la condición de una estipulación que se hace para sí mismo (el promitente) o de una donación que se hace (por el estipulante) a otro". Y la tercera y última etapa corresponde al Derecho moderno, y se plasma ante todo en nuestro artículo 504, y el 1257 del Código español. Aunque otros Códigos posteriores, como el alemán, suizo, brasileño, peruano, mexicano, etcétera, no sólo admiten ampliamente la existencia de la "estipulación a favor de tercero", sino que además reglamentan en detalle las relaciones jurídicas que dichos contratos engendran. Conforme a este enfoque, tal estipulación puede ser independiente de todo otro acto, no requiriéndose que el estipulante resulte a su vez obligado hacia el promitente. 4. Naturaleza jurídica Aunque se han sostenido varias teorías sobre la naturaleza jurídica 76

Art. 504 de la "estipulación en favor de tercero", lo cierto es que hoy en día, para la casi unanimidad de la doctrina, este instituto constituye una figura autónoma, que se caracteriza por dar nacimiento a un crédito, directamente en cabeza de un tercero distinto de los contratantes que le han dado origen. En rigor este instituto configura un recurso de técnica jurídica, que hace surgir el crédito en virtud del acuerdo de dos personas ajenas al acreedor, dependiendo el "sentido" de tal creación, en definitiva, de la coloración que le comuniquen las relaciones paralelas mantenidas con el tercero, como ser: donación, mandato, delegación de deuda, etcétera, las que sin duda influyen decisivamente en la apreciación final de los derechos en juego. 5. Adquisición del derecho por el tercero beneficiario: función e importancia de su aceptación La aceptación resulta ser de fundamental importancia por dos razones: porque el tercero puede rechazar la estipulación en su favor y negarse a aceptarla, y por cuanto el estipulante a su turno puede, hasta la aceptación del beneficio, proceder a su revocación. Para que la aceptación sea eficaz debe ser comunicada "al obligado antes de ser revocada" la "ventaja a favor de un tercero", según lo establece el artículo en comentario. O sea que se trata de una declaración de voluntad recepticia, que no se cumple con su sola emisión por el declarante, sino que como va dirigida al promitente, no quedará perfeccionada como tal hasta tanto no llegue a conocimiento de su destinatario, por medio de una notificación o comunicación constitutiva del acto mismo. De tal forma, si antes de la recepción de la aceptación se hubiera revocado el beneficio, aquélla sería tardía y por lo tanto ya inidónea para posibilitar la consolidación de esa frustrada adquisición. Pero producida la aceptación en tiempo propio de la estipulación en favor de tercero, se controvierte todavía entre nosotros desde cuándo nace el derecho del tercero: si desde que se formaliza el contrato que contiene la obligación a su favor, o a partir del momento en que hace saber al obligado la aceptación del beneficio. Y a primera vista podría pensarse que esta última es la solución correcta, atendiendo a los tér77

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minos en que está redactado el artículo 504 y la facultad que le asiste al estipulante de cancelar la ventaja, antes de que el tercero declare su voluntad de aprovechar de ella. Pero no obstante debe señalarse que la aceptación del tercero no incide en la adquisición misma del beneficio, la que ya se ha concretado como consecuencia del convenio celebrado entre estipulante y promitente. El vocablo "aceptación" ha sido utilizado en el artículo 504 con una significación distinta de la que posee dentro del sistema de los contratos en general, no como una aceptación contractual, sino en una forma análoga a la aceptación hereditaria, es decir, como una renuncia al derecho de renunciar. La aceptación pues no agrega valor a la estipulación entre las partes, ni va a reproducir la adquisición ya efectuada: no es de naturaleza constitutiva sino meramente confirmatoria; no es necesaria para la adquisición del derecho, pero completa su eficiencia operativa atento a que le agrega estabilidad, desde que consigue el efecto más limitado de consolidarla y tornarla definitiva, esto es irrevocable e inmodificable. De ahí que una vez producida la aceptación, el ingreso del beneficio en el patrimonio del tercero se retrotrae a la fecha de celebración de la estipulación, que constituye la fuente de tal adquisición por parte del beneficiario. Con este entendimiento, que recepta la teoría de la "adquisición directa" en cabeza de un tercero distinto de los contratantes que han dado origen al crédito, sustentada entre nosotros por Bibiloni, Dassen y prácticamente por toda la doctrina más moderna, se reconoce además al tercero un derecho directo y autónomo, puesto que su acreencia ha de ingresar recta vía en su propio patrimonio, sin pasar previamente por el del estipulante; lo cual de paso trae aparejada otra importante consecuencia práctica, cual es la de que los acreedores del estipulante no lleguen a tener ningún derecho sobre aquel crédito del tercero, que nunca pasó por el patrimonio de su deudor, y que de la misma manera la quiebra de este último tampoco pueda afectar para nada al beneficiario.

6. Relaciones jurídicas resultantes En toda estipulación en favor de tercero se advierte la existencia de tres relaciones jurídicas distintas. 78

Art. 504 Ante todo hay una relación de cobertura que surge del contrato celebrado entre los instituyentes del acto: el promisario o estipulante y el promitente u obligado, el que si, por lo general, es una convención jurídica bilateral o sinalagmática, puede también que resulte de un contrato unilateral. Esta relación de cobertura explica por qué en su caso puede el promitente recurrir a la excepción de incumplimiento (art. 1201), o si se lo hubiese pactado a la pretensión resolutoria (arts. 1203 y 1204), o sea que el tercero beneficiario está expuesto a que el promitente haga valer en su contra todas las defensas y excepciones del contrato que el mismo celebrara con el promisario o estipulante. De igual manera le atañen tales derechos al promisario o estipulante, en particular el de poder exigir la resolución contractual, al menos con efecto entre los contratantes y sin lesionar el derecho del beneficiario aceptante (argumento arts. 504 y 1851), tal como verbigracia está previsto en materia de donaciones con cargo por el artículo 1850 del mismo Código. En segundo lugar existe una relación de valuta entre el estipulante y el tercero, quienes de ninguna manera han quedado vinculados entre sí en virtud del contrato que posibilita el enriquecimiento de este último. Dicha atribución patrimonial puede obedecer a distintas causas: por ejemplo a una donación o liberalidad, como en el seguro de vida en beneficio del tercero, o a una garantía a un acreedor, verbigracia en el seguro de vida a favor del acreedor hipotecario y a los fines de cancelar el saldo aún adeudado a la muerte del deudor hipotecario, o, en fin, a un deber legal alimentario que recae sobre el estipulante frente al tercero alimentista. A su turno también puede ser recibida por el tercero a título gratuito u oneroso, lo cual tiene importancia para fijar el régimen jurídico del acto en cuestión. Y por último tenemos una relación entre el promitente y el tercero beneficiario, ya que del artículo 504 y de algunos de sus concordantes se desprende que le corresponde al tercero una acción directa en contra del promitente, la cual ha sido calificada de "personal" por el artículo 1853 en punto al contrato de donación y con referencia a los terceros en cuyo beneficio hubiesen sido impuestas ciertas cargas al donatario. Y tal acción sólo se explica si el tercero viene a resultar, a raíz del contrato concluido entre promitente y estipulante, un acreedor directo y autónomo de aquél, cuyo crédito ha ingresado directamente en su 79

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propio patrimonio, sin pasar previamente por el del promisario ni ningún otro; tal como se lo ha expuesto en el precedente punto 5. 7. Casos particulares En nuestro ordenamiento, además del principio general sentado en el artículo 504, se encuentran figuras particulares de contrato en favor de tercero. Tales: la donación con cargo a favor de persona distinta al donante (art. 1862) y la renta vitalicia en beneficio de un tercero, ajeno al constituyente (art. 2072), y en materia comercial sucede lo mismo con el contrato de transporte, cuando el destinatario no es el remitente, y con el seguro de vida en beneficio de tercero. C) Jurisprudencia SUMARIO: 1. Errónea ubicación de esta normativa. 2. Concepto. 3. Naturaleza jurídica. 4. Aceptación por el tercero. 5. Efectos. 6. Casos. 7. La relación entre la clínica, el médico y el paciente.

1. Errónea ubicación de esta normativa Aunque el artículo 504 habla de obligaciones, evidentemente se refiere a contratos a favor de terceros1. 2. Concepto Se trata de una convención por la que una persona, llamada estipulante, acuerda con otra, llamada promitente, que ésta efectuará una prestación en beneficio de un tercero a quien se denomina beneficiario2. Se trata de una institución autónoma, derogatoria de la máxima tradicional de que los contratos no producen efecto sino entre los contratantes, pues la doble voluntad del promitente y estipulante convierte a un tercero, sin su consentimiento, en acreedor de un derecho revocable sólo hasta el momento en que lo haya aceptado3. Y el tercero debe ser tal, vale decir verdaderamente ajeno al contrato origen de su derecho4. 1 2 3 4

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Cám. Civ. Ia, 24-9-41, J.A. 76-146. CNCom., sala A, 24-12-81, E.D. 98-448. Cám. Ia de La Plata, 17-6-47, J.A. 1947-11-409. CNCiv., sala F, 13-10-70, E.D. 42-207 y J.A. 9-1971-406.

Arl. 504 No obstante, para que exista tal "estipulación" no basta que un tercero pueda resultar beneficiado por su celebración, sino que es menester que se le haya querido otorgar un derecho independiente y propio y que las partes no hayan pactado teniendo en cuenta sus exclusivos intereses5. 3. Naturaleza jurídica Quien contrata a favor de tercero no es su mandatario ni representante, pues obra en su propio nombre y puede disponer libremente con relación a dicho negocio mientras el tercero no acepte el beneficio y se lo haga saber al promitente6. 4. Aceptación por el tercero El derecho del beneficiario sólo es irrevocable desde el momento que lo acepta y lo hace saber al obligado7, y hasta entonces el estipulante puede revocar el beneficio aun tácitamente, como ocurre si vende a otro, antes de la aceptación del beneficiario, el bien que había adquirido en favor de este último8. La aceptación del tercero no configura una ratificación de lo actuado por el estipulante, ni es tampoco una aceptación contractual, por lo que puede efectuarse tácitamente9, como sucede cuando se recibe la prestación a la que se obligara el promitente, y por tratarse de un hecho es admisible cualquier medio de prueba, aun cuando se trate del dominio de un inmueble, si el contrato a favor del tercero consta en una escritura pública, pues éste es su título10. La ratificación del tercero lo hace dueño del negocio y produce efectos retroactivamente, es decir, lo torna eficaz desde la fecha de su celebración". 5

Cám. Ia La Plata, sala I, 2-11-45, L.L. 42-55 y J.A. 1946-1-117. CNCiv., sala F, 13-10-70, E.D. 42-207 y J.A. 9-1971-406. 7 CNCom., sala A, 24-12-81, E.D. 98-448; sala E, 31-12-87, L.L. 1988-C-475; id., 15-4-88, L.L. 1989-C-228, J.A. 1988-IV-724 y E.D. 130-118; S.T. de Santa Fe, en pleno, 25-4-44, L.L. 34-556. 8 CNCiv., sala F, 13-10-70, J.A. 9-1971-406 y E.D. 42-208. 9 CNCiv., sala C, 1-9-87, E.D. 127-358; C.S. de Tucumán, 5-10-72, L.L. 150-214 y E.D. 49-222. 10 C.S. de Tucumán, 5-10-72, L.L. 150-214 y E.D. 49-222. 11 CNCom., sala B, 12-10-81, E.D. 98-357. 6

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5. Efectos En la estipulación a favor de tercero nacen varias obligaciones: entre estipulante y obligado -relación de cobertura-, entre estipulante y beneficiario -relación de valuta- y también una relación directa entre el obligado y el beneficiario, siendo todas de naturaleza contractual12. Entre estipulante y promitente existe un vínculo de naturaleza contractual que permite a aquél exigir de éste no sólo el cumplimiento del contrato, es decir, la prestación a favor del tercero beneficiario, sino también la indemnización de los daños derivados de su incumplimiento, aunque tales daños deben ser propios del estipulante13. El derecho del tercero beneficiario es autónomo, directo, ya que no deriva del patrimonio del estipulante14, y por ello puede exigir el cumplimiento de la obligación directamente del promitente15; pero no el del contrato como si hubiese sido parte de él16. En cuanto al estipulante, éste no actúa en representación del tercero, sino que lo hace en nombre propio, no existiendo además entre ellos ningún vínculo, ni acciones o efectos directos17. 6. Casos Constituyen supuestos de contratos a favor de terceros: a) el seguro de responsabilidad civil18; aunque más recientemente se ha resuelto lo contrario, por entenderse que es celebrado en interés del asegurado19, asumiendo el asegurador la obligación de mantener indemne al mismo, quien resulta ser entonces el único acreedor de esa prestación20, por 12

CNCiv., sala G, 3-8-81, E.D. 91-420. CNCiv., sala A, 22-10-86, E.D. 122-199. 14 CNCiv., sala C, 1-9-87, E.D. 127-357. 15 CNCiv., sala C, 1-9-87, E.D. 127-357; sala F, 12-4-66, L.L. 125-540; Cám. Ia de La Plata, 17-6-47, J.A. 1947-11-409. 16 CPaz, sala I, 28-9-64, J.A. 1964-VI-308. 17 ClaCC de La Plata, sala II, 5-12-96, Juba7 B151917. 18 CPaz, 19-5-37, J.A. 58-645. 19 CNCom., sala B, 29-9-89, L.L. 1990-A-629; SCBA, 17-9-85, L.L. 1986-E-710, 36.493-S; id., 1-3-88, L.L. 1988-C-66 y D.J. 1988-2-209; 28-12-93, E.D. 159-297; 22-2-94, E.D. 157-618. 20 SCBA, 5-11-85, DJBA 130-245. 13

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Art. 504 lo que no existe ninguna acción directa en cabeza del tercero damnificado contra el asegurador del causante del daño21; b) el contrato social en el cual se designa a un tercero ajeno como gerente22; c) el contrato de compraventa de un automotor por el que se conviene que el enajenante lo transferirá a quien indique el comprador23; d) la partición hereditaria en la cual uno de los herederos se hace cargo del pago de los gastos y honorarios de los profesionales que intervinieron en el juicio sucesorio24; e) la cláusula de un contrato de mutuo con garantía hipotecaria sobre la totalidad de un edificio a dividirse en propiedad horizontal, por la cual se establece que queda a cargo del propietario la remuneración de los corredores, gestores o promotores que empleen, no pudiendo hacerla incidir sobre quienes resulten compradores25; f) el denominado "convenio de reciprocidad entre aseguradores de automóviles", según el cual las compañías adheridas renuncian a la acción del artículo 525 del Código de Comercio (hoy art. 80 de la ley 17.418) contra los asegurados en otra26; g) la cláusula que recarga las deudas en mora por expensas comunes de propiedad horizontal, con un interés punitorio a favor del administrador27; h) la compra de un inmueble efectuada por cuenta y orden de un tercero y a favor de éste28; i) el contrato de transporte de mercaderías remitidas a un tercero29; j) el contrato celebrado por quien carecía de mandato o autorización necesaria y expresa, de la sociedad a quien el negocio celebrado beneficia30; k) la cláusula de la sociedad que existía entre 21

SCBA, 31-3-92, E.D. 150-149; id., 28-12-93, E.D. 159-297; 22-2-94, E.D. 157-617. 22 Cám. Com., 3-8-38, J.A. 63-598; CNCiv., sala F, 12-4-66, L.L. 125-540 y E.D. 17-742. 23 Cám. Ia de La Plata, 17-6-47, J.A. 1947-11-409; CNCiv., sala F, 12-4-66, L.L. 125-540 y E.D. 17-742. 24 Cám. Ia de La Plata, 24-4-59, J.A. 1959-1V-160. 25 CPaz, sala IV, 2-2-61, L.L. 102-103. 26 CNCiv., sala F, 12-4-66, L.L. 125-540 y E.D. 17-742. 27 CNCiv., sala C, 16-3-72, E.D. 43-430. 28 CNCiv., sala F, 13-10-70, E.D. 42-270 y J.A. 9-1971-406; C.S. de Tucumán, 5-10-72, L.L. 150-214 y E.D. 49-222. 29 CNCiv., sala F, 12-4-66, L.L. 125-540 y E.D. 17-742; CNCom., sala E, 31-12-87, L.L. 1988-C-475; id., 15-4-88, L.L. 1989-C-228, J.A. 1988-IV-724 y E.D. 130-118. 30 CNCom., sala A, 24-12-81, E.D. 98-448. 83

FÉLIX A. TRIGO REPRESAS

el escribano titular y el adscripto, luego extinguida con la muerte de uno de ellos, en cuanto habían acordado algo así como una indemnización que el sobreviviente debía hacer a los deudos del fallecido, quienes estaban legitimados para exigir su cumplimiento31; l) el contrato de tarjeta de crédito, figura compleja que genera relaciones entre el emisor y el titular, así como entre aquél y el establecimiento comercial adherido, ante el cual el titular emplea su tarjeta, lo que configura una estipulación a favor de un tercero, atento a que el emisor se compromete a pagar al establecimiento el importe consumido, previa deducción de una comisión32, y m) el compromiso asumido por el concesionario de un servicio público, de continuar la utilización de las maquinarias del concesionario anterior, con el personal del mismo33. Pero no configura estipulación a favor de tercero la manifestación hecha por un letrado al padre de su cliente, haciéndole saber que no percibiría honorarios por tramitar la sucesión en caso de que se la confiaran, por la amistad que lo unía al causante, por cuanto quien la recibiera no obró para sí, ni pactó nada en su provecho34. 7. La relación entre la clínica, el médico y el paciente Un caso especial considerado como de estipulación a favor de tercero lo constituye la relación médico-paciente, cuando no se origina de manera directa sino a través de organismos intermedios, como ser un hospital municipal al cual el paciente concurre voluntariamente o es llevado en caso de emergencia35. El complejo juego de relaciones entre una clínica como estipulante, el médico como promitente y el enfermo como tercero beneficiario, se presenta en todos sus aspectos como de carácter contractual, por lo que el enfermo goza de una acción directa contra el médico, nacida de aquella estipulación en su favor; pero también la tiene contra la clínica, según el convenio de asistencia acordado con la misma36. 31 32 33 34 35 36

84

CNCiv., sala F, 23-11-82, L.L. 1983-A-536, J.A. 1983-11-700 y E.D. 102-758. CNCom., sala C, 30-6-89, L.L. 1989-E-452 y D.J. 1989-1-607. C.S. de Tucumán, 1-9-44, L.L. 35-792. Cám. Civ. Ia, 24-9-41, J.A. 76-146 y L.L. 24-269. CNCiv., sala G, 7-4-83, E.D. 104-281. CNCiv., sala A, 29-9-77, L.L. 1977-D-92; sala B, 23-3-95, L.L. 1996-C-233;

Art. 505 En la relación obra social-clínica-médico-afiliado se está en presencia de varios contratos, pues a la par que existe uno entre el socio y la obra social, para que le proporcione atención médica, hay otro de esta última con el médico o clínica, y a su vez entre ésta y su médico a favor del paciente, pudiendo encasillarse como contrato a favor de tercero la relación conforme a la cual el médico responde en su calidad de promitente, en la convención celebrada con el sanatorio como estipulante, frente al paciente que es el beneficiario; pudiendo también responder la clínica de no haberse proporcionado la asistencia adecuada 37 . Pero también debe responder como principal la obra social, por los daños que puedan provocar a sus afiliados los médicos que se desempeñan jerárquicamente bajo su dependencia, aunque sin subordinación en el aspecto científico y técnico, ya que el ente que provee la asistencia médica garantiza el proceder de sus dependientes, en razón de la existencia de una estipulación a favor de tercero 38 .

Art. 505

Los efectos de las obligaciones respecto del acreedor son: I o Darle derecho para emplear los medios legales, a fin de que el deudor le procure aquello a que se ha obligado. 2o Para hacérselo procurar por otro a costa del deudor. 3 o Para obtener del deudor las indemnizaciones correspondientes. Respecto del deudor, el cumplimiento exacto de la obligación le confiere el derecho de obtener la liberación correspondiente, o el derecho de repeler las acciones del acreedor, si la obligación se hallase extinguida o modificada por una causa legal. Si el incumplimiento de la obligación, cualquiera sea su fuente, derivase en litigio judicial o arbitral, la responsabilidad por el pago de las costas, incluidos los honorarios profesionales de todo tipo allí devengados y correspondientes a la primera o

sala D, 7-9-84, E.D. 112-394 y L.L. 1985-C-638, 36.846-S; id., 28-10-82, L.L. 1983B-555, J.A. 1983-11-677 y E.D. 103-271; id., 19-12-77, L.L. 1979-C-19; sala E, 2511-80, L.L. 1981-D-136; sala J, 11-6-92, L.L. 1994-A-279; CCC de San Isidro, sala II, 30-9-80, E.D. 91-567; sala I, 30-5-89, D.J. 1989-2-536; CCC de Morón, sala II, 17-12-91, E.D. 151-512. 37 CNCiv., sala E, 29-4-86, E.D. 119-612. 38 CNCiv., sala G, 27-12-85, E.D. 119-612. 85

FÉLIX A. TRIGO REPRESAS

única instancia, no excederá del veinticinco por ciento (25%) del monto de la sentencia, laudo, transacción o instrumento que ponga fin al diferendo. Si las regulaciones de honorarios practicadas conforme a las leyes arancelarias o usos locales, correspondientes a todas las profesiones y especialidades superan dicho porcentaje, el juez procederá a prorratear los montos entre los beneficiarios. Para el cómputo del porcentaje indicado, no se tendrá en cuenta el monto de los honorarios de los profesionales que hubieren representado, patrocinado o asistido a la parte condenada en costas (Párrafo agregado por ley 24.432). Concordancias: arts. 506, 508, 511, 512, 515, 519, 576, 579, 599, 622, 623, 629 a 631, 633, 725, 727, 740 a 742, 757 inc. Io, 1187, 1412; Cód. Com„ art. 467 (texto según decreto-ley 1777/63).

A ) Bibliografía especial BELTRÁN DE HEREDIA Y CASTAÑO, José, El cumplimiento de las obligaciones, Revista de Derecho Privado, Madrid, 1956; BENDERSKY, Mario J., El concepto de fungibilidad: su relevancia ante el negocio jurídico incumplido, nota a fallo en L.L. 96-570; BUERES, Alberto J. y MAYO, Jorge A., Lincamientos generales sobre las garantías de la obligación en Derecho Privado, en Revista de Derecho Privado y Comunitario, Rubinzal-Culzoni, Santa Fe, 1993, N° 2, ps. 7 y ss.

B) Doctrina SUMARIO: I. Efectos de las obligaciones. Concepto. 2. Efectos con relación al acreedor. Ejecución voluntaria. 3. Ejecución forzada directa. 4. Astreintes (Remisión). 5. Ejecución forzada directa por tercero. 6. Ejecución indirecta: indemnización sustitutiva de los daños y perjuicios. 7. Efectos con relación al deudor. 8. Tope a la condenación en costas en el juicio por incumplimiento de obligaciones (agregado de la ley 24.432). 1. Efectos

de las obligaciones.

Concepto

Al decir de Saleilles, los efectos de las obligaciones se resumen en una sola palabra: ejecución, o sea que los mismos consisten en la necesidad jurídica de que las obligaciones se cumplan. De todas ma86

Art. 505 ñeras este artículo contempla los efectos de las obligaciones desde un doble punto de vista: tanto con relación al acreedor como al deudor. 2. Efectos con relación al acreedor. Ejecución voluntaria El cumplimiento de la obligación puede ser obtenido por el sujeto activo de dos maneras: a) por la ejecución voluntaria por parte del deudor, y b) mediante la ejecución forzada, con intervención de los tribunales judiciales. La ejecución voluntaria es estadísticamente el caso más frecuente: llegado el momento el deudor paga, sin necesidad de coacción alguna, y con ello la obligación muere, podría decirse de muerte natural. Hernández Gil señala que "éste es el cumplimiento en sentido estricto. Se produce el efecto extintivo por la conducta del obligado. Ésta es la imagen más perfecta de la obligación, la que refleja su ciclo de vida normal". 3. Ejecución forzada directa Empero, si el deudor no pagase espontáneamente, el cumplimiento puede lograrse por ejecución forzada, con intervención judicial, contemplando el artículo en comentario dos situaciones: a) la ejecución directa de la obligación, es decir su cumplimiento in natura, ya sea con intervención del deudor o por terceros, y b) la ejecución indirecta, por medio de la indemnización susíitutiva de los daños y perjuicios, en cuyo caso el cumplimiento no se obtiene en forma específica, sino por su equivalente en dinero. La ejecución forzada directa puede lograrse con intervención del propio deudor o por terceros, y en el primer caso se presentan variantes dignas de consideración según se trate de obligaciones de dar, de hacer o de no hacer. La obligaciones de dar son las que más se prestan para el cumplimiento compulsivo directo, dado que si la cosa mueble o inmueble que ha de entregarse se encuentra en el patrimonio del obligado, después de obtenida la sentencia condenatoria firme contra el mismo, se habrá de poner en posesión del bien debido al acreedor, con intervención del oficial de justicia y, si fuere menester, con el auxilio de 87

I-'ÍÍI.IX A. TRIGO REPRESAS

la fuerza pública. Y si la obligación fuese de dar sumas de dinero, en el respectivo momento procesal se venderán en remate público los bienes embargados del deudor, y con su producido se pagará al acreedor. En las obligaciones de hacer, la ejecución forzada directa suele encontrar dificultades insuperables, si el deudor se resiste a cumplir la prestación, atento a que es un principio de derecho, consagrado en el artículo 629, que no puede ejercerse violencia sobre la persona para que cumpla una actividad. Al margen de que una razón de orden práctico aconseja detener los procedimientos coactivos directos, cuando el deudor se niega al cumplimiento del hecho debido, puesto que a nada conduciría compelerlo entonces por la fuerza, dado que la prestación así cumplida sería seguramente un verdadero fracaso. Tratándose de obligaciones de no hacer, si la persona del obligado es esencial para el cumplimiento de la abstención, se aplican estrictamente los principios precedentemente expuestos, o sea no se podrá ejercer violencia sobre la persona del deudor; por ejemplo no se le podría tapar la boca con la fuerza pública a quien vendió el derecho de fabricación de un producto, comprometiéndose a no hacer público el secreto de su elaboración. Pero si éste no fuese indispensable para el cumplimiento del "no hacer", se puede entonces requerir el empleo de la fuerza pública para obtener la abstención que constituye el objeto de la relación obligatoria; verbigracia, a quien vendiera un negocio comprometiéndose a no establecerse dentro de un radio determinado con otro negocio igual, se le puede clausurar con intervención judicial el nuevo comercio que hubiera instalado en contravención a lo que antes pactara. 4. Astreintes (Remisión) Otro medio usado por la justicia para constreñir al deudor que se resiste al cumplimiento de sus obligaciones, a pesar de los mandatos judiciales en ese sentido, es el conocido como "astreintes" o "condenaciones conminatorias", a considerarse en el comentario al artículo 666 bis. 88

Art. 505

5. Ejecución forzada directa por tercero Si fuera factible la prestación debida por parte de un tercero, el acreedor puede requerir se lo autorice judicialmente en ese sentido, conforme a la doctrina emergente del artículo 630. Y si dada la urgencia no hubiese mediado la previa venia judicial, el acreedor tendrá derecho al resarcimiento de los daños que el incumplimiento le hubiese provocado, dentro del cual cabe incluir como un dato más para la fijación del quantum indemnizatorio el presupuesto del costo de la intervención del tercero. Esta ejecución forzada en especie por tercero es muy difícil, tratándose de obligaciones de dar cosas ciertas que se hallan en poder del obligado; pero en cambio resulta más fácil recurrir a un tercero y procurarse por su intermedio cosas equivalentes a las debidas, tratándose de cosas genéricas y, sobre todo, si son fungibles. En las obligaciones de hacer, los artículos 626 y 630 contemplan la posibilidad del cumplimiento por tercero, siempre que no se trate de prestaciones intuitu personas, en las que la persona del deudor hubiese sido especialmente tenida en cuenta por su industria, arte o cualidades especiales. E igual sucede en las obligaciones de no hacer si la persona del obligado resulta imprescindible para la abstención de que se trate. 6. Ejecución indirecta: indemnización sustitutiva de los daños y perjuicios De no resultar factibles las vías antedichas, el artículo 505 brinda al acreedor una tercera y última posibilidad: "obtener del deudor las indemnizaciones correspondientes". Tratándose de un recurso que para algunos autores es sólo subsidiario cuando no exista la posibilidad del logro de la prestación debida; en tanto que para otros, frente a la mora del deudor, el acreedor puede optar a su arbitrio por cualquiera de las vías que le confiere el artículo en comentario. 7. Efectos con relación al deudor El cumplimiento exacto realiza la obligación en plenitud y por ello 89

lYi ix A. TRIGO REPRESAS

la liquida y extingue, con lo cual ella deja ya de surtir efectos, o sea que el pago importa una cancelación definitiva del débito y la liberación con idéntica característica del deudor. Según lo dispone el artículo 505, el deudor que cumple tiene derecho a su liberación y esto importa que desaparezcan todas las restricciones a su libertad jurídica, lo cual le permitirá exigir el correspondiente recibo de pago y repeler cualquier pretensión del acreedor, como además, en su caso, la cancelación de hipotecas y otras garantías dadas, restitución de bienes prendados, levantamiento de embargos e inhibiciones, etcétera. Y dicha liberación tiene carácter definitivo, constituyendo para el deudor un derecho adquirido incorporado a su patrimonio, y del cual no podrá ser privado sin afectarse la garantía constitucional de la propiedad (art. 17 de la Const. Nac). 8. Tope a la condenación en costas en el juicio por incumplimiento de obligaciones (agregado de la ley 24.432) La finalidad de este agregado de la ley 24.432 ha sido el de bajar el índice de litigiosidad mediante la limitación del monto de los honorarios profesionales en general, y particularmente del de los abogados. Pero se trata sin duda una directiva de carácter procesal y de policía del ejercicio profesional, en materia de retribuciones, lo cual es, en principio, ajeno al Código Civil y claramente invasor de las jurisdicciones locales (art. 121, Const. Nac). Los presupuestos de aplicabilidad de este último párrafo son los siguientes: a) incumplimiento de una obligación, cualquiera sea su fuente (contractual o extracontractual) o el carácter del incumplimiento (absoluto, relativo, total o parcial, etc.); b) inejecución originada en culpa, ya que para el incumplimiento doloso el artículo 521 no limita entonces la responsabilidad por costas; c) incumplimiento derivado de litigio judicial o arbitral, lo que deja fuera de lo normado a las cuestiones en que no exista litigio, como las costas generadas en procesos de jurisdicción voluntaria, y d) condena en costas, siendo ésta la base de la imposición. 90

Art. 505

En consecuencia el deudor de las costas es el interesado en la reducción y el legitimado para solicitar la aplicación de la norma. La norma dispone que concurriendo los presupuestos ya vistos, la responsabilidad por el pago de las costas, incluidos todos los honorarios profesionales allí devengados, no excederá del 25% del monto de la sentencia, laudo, transacción o instrumento que ponga fin al diferendo, pero sin tenerse en cuenta los honorarios de los profesionales de la parte condenada. Para ello el juez debe ante todo regular los honorarios de los profesionales intervinientes, de acuerdo a las respectivas normas arancelarias, y de superarse así el 25% del monto de la sentencia, él deberá proceder a reducir a prorrata tales emolumentos, expresándose en el fallo las regulaciones ajustadas al tope máximo impuesto por la ley. C) Jurisprudencia SUMARIO: 1. Responsabilidad patrimonial del deudor. 2. Innecesariedad de la previa constitución en mora. 3. Inexistencia de un orden de prelación entre los distintos medios de ejecución. 4. Ejecución forzada por tercero. 5. Indemnización por incumplimiento. 6. Ejecución sobre el mismo bien prometido en venta. 7. Liberación del deudor.

1. Responsabilidad patrimonial del deudor Todos los bienes del deudor constituyen la garantía de sus acreedores, quienes pueden embargarlos y hacerlos vender, salvo casos de excepción1; aun cuando no se trate de los bienes específicamente afectados por la naturaleza del crédito, como ser un crédito por afirmados se puede hacer efectivo sobre cualquier bien del obligado, aunque no sea el propio inmueble afectado por la construcción de aquéllos2. Sólo el Congreso tiene atribuciones para excluir determinados bienes del deudor de esa garantía que para los acreedores constituye su patrimonio, careciendo las provincias de tal facultad3. 1

C.S. de Tucumán, 20-8-52, L.L. 69-409. Cám. Civ. 1°, 6-12-39, L.L. 16-1224. 3 C.S. de la Nación, 27-12-72, L.L. 149-129; C.J. de Salta, 4-8-70, L.L. 145-426, 28.288-S. 2

91

Flíi.ix A. TRIGO REPRESAS

2. Innecesariedad de la previa constitución en mora No es necesaria la previa constitución en mora del deudor, para que el acreedor pueda utilizar contra él los medios legales, a fin de oblener la prestación que se le debe4. 3. Inexistencia de un orden de prelación entre los distintos medios de ejecución El artículo 505 no prescribe un orden forzoso de observancia, en punto a prelación de las distintas soluciones que ofrece, posibilitando al acreedor optar entre cualquiera de ellas5. 4. Ejecución forzada por tercero La ejecución por tercero sólo es procedente cuando es imposible obtener compulsivamente la prestación debida6. Pero resulta improcedente cuando se trata de una obligación de dar una cosa no fungible, que ha pasado a poder de un tercero contra quien no es ya posible intentar acciones reipersecutorias7. Y tampoco procede si no ha quedado establecido con certeza que el vino en poder del actor no sea el que debe devolver al accionado y tampoco se ha justificado que aquél se niegue a cumplir la devolución, ni que sea imposible exigir compulsivamente su cumplimiento, atento a que esta forma subsidiaria de ejecución requiere de aquellos antecedentes negativos8. 5. Indemnización por incumplimiento En toda demanda por cumplimiento específico de la prestación va ínsita la de indemnización para el caso de que aquélla resulte imposible por 4

CNCiv., sala C, 29-7-63, L.L. 114-200; sala D, 17-3-60, L.L. 99-757, 4668-S; sala E, 27-5-59, L.L. 97-180; SCBA, 15-7-59, A. y S. 1959-11-526; Cám. 2a de Córdoba, 1 -6-56, Com, y Just. 10-329. 5 S.C. de Mendoza, 19-3-59, L.L. 96-570. 6 C.S. de la Nación, 15-11-68, L.L. 134-632; CNCiv., sala A, 15-7-70, L.L. 140806, 24.958-S; sala B, 19-8-70, L.L. 140-792, 24.881-S. En contra: S.C. de Mendoza, 8-5-68, L.L. 134-101. 7 CNCiv., sala E, 19-3-59, L.L. 96-570. 8 C..I. de San Juan, 15-11-68, L.L. 134-632. 92

Art. 506

culpa o dolo del deudor, dado que el resarcimiento viene a ser la misma obligación primigenia, que perdura o se perpetúa bajo una nueva forma9. 6. Ejecución sobre el mismo bien prometido en venta El promitente que hizo entrega de la posesión del inmueble prometido en venta puede llevar adelante su ejecución por el precio de compra adeudado sobre ese mismo bien10. 7. Liberación del deudor El acreedor falta a su deber de liberar al deudor cuando se niega a entregarle recibo", o pretende cobrar el saldo de precio de una compraventa, sin restituir el pagaré con el que fuera documentado, ya que entonces el deudor quedaría expuesto a la acción ejecutiva de cualquier tenedor12. La liberación del deudor tiene carácter definitivo, pues constituye para éste un derecho adquirido, incorporado a su patrimonio y del que no podrá ser privado sin afectarse la garantía constitucional de la propiedad (art. 17, Const. Nac.)13. Art. 506 El deudor, es responsable al acreedor de los daños e intereses que a éste resultaren por dolo suyo en el cumplimiento de la obligación. Concordancias: arts. 507, 519 a 521, 903 a 906, 931, 933 a 935, 1072.

A) Bibliografía especial BUSTAMANTE ALSINA, Jorge, Teoría general de la responsabilidad civil, 9a ed., Abeledo-Perrot, Buenos Aires, 1997; CARRANZA, Jorge A., El 9

SCBA, 23-8-60, L.L. 101-141; C.J. de San Juan, 9-11-67, L.L. 129-11. CNCiv., en pleno, 24-12-40, J.A. 73-31. En contra: Cám. de San Martín, 9-8-73, J.A. 23-1974-523. " CPaz, sala II, 4-12-61, L.L. 107-395. 12 CNCom., sala A, 29-4-60, L.L. 99-784, 4931-S. 13 C.S. de la Nación, 1-7-78, E.D. 80-183 y L.L. 1979-B-672, 35.047-S; id., 28-5-76, L.L. 1976-C-75 y E.D. 67-416; id., 20-11-73, E.D. 51-366; 9-2-69, E.D. 29-25, etc. 10

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FÉLIX A. TRIGO REPRESAS

dolo en el Derecho Civil y Comercial, Astrea, Buenos Aires, 1973; DE COSSIO Y CORRAL, Alfonso, El dolo en el Derecho Civil, Madrid, 1955; MORELLO, Augusto Mario, indemnización del daño contractual, 3 a ed., Platense-LexisNexis, La Plata-Buenos Aires, 2003; TRIGO REPRESAS, Félix A. y LÓPEZ MESA, Marcelo J., Tratado de la responsabilidad civil, La Ley, Buenos Aires, 2004, t. II.

B) Doctrina SUMARIO: 1. Concepto de incumplidor doloso. 2. Efectos.

1. Concepto de incumplidor doloso Este artículo instituye la responsabilidad del deudor por incumplimiento, sobre uno de sus factores imputativos de atribución: el dolo, el cual, junto con la culpa, viene a constituir el fundamento subjetivo de aquélla (arts. 511 y 512). Pero sobre el dolo existen tres acepciones distintas en nuestro Derecho Civil: a) El dolo como vicio de la voluntad en el otorgamiento de los actos jurídicos, del que se ocupa el artículo 931, consistente en el ardid, la astucia, la maquinación, el artificio, por medio de los cuales alguien se propone sorprender, defraudar o engañar a otro; b) el dolo como elemento del acto ilícito denominado delito, al que se refiere el artículo 1072 del mismo Código, definiéndolo como el acto ilícito ejecutado a sabiendas y con la intención de dañar la persona o los derechos de otro, y c) el dolo en la inejecución de las obligaciones, que es al que se refiere el texto en comentario sin definirlo, aunque en doctrina existe coincidencia de que el mismo consiste en la deliberada inejecución de la obligación, o sea que el deudor puede cumplir pero no quiere hacerlo, cualesquiera fuesen el o los motivos que lo llevan a obrar de esa manera. 2. Efectos En el incumplimiento doloso, la responsabilidad es más intensa 94

Art. 507

que la que incumbe al deudor que no cumple por culpa, dado que habrá de ser mayor la indemnización a su cargo, que comprenderá a los daños e intereses, consecuencia inmediata y necesaria de la falta de cumplimiento (art. 520), lo que es común al resarcimiento debido por el deudor, fuese éste doloso o culposo, y además también a los perjuicios que sean su consecuencia mediata. C) Jurisprudencia SUMARIO: 1. Concepto.

1. Concepto En lo contractual el dolo consiste en el incumplimiento deliberado de la obligación, que su voluntad esté dirigida a no cumplir pudiendo hacerlo', sin que interese que el acreedor persiga además causar perjuicio al acreedor2. Art. 507

El dolo del deudor no podrá ser dispensado al contraerse la obligación.

Concordancias: arts. 18, 19, 21, 542, 953.

A) Bibliografía especial La del artículo precedente. B) Doctrina SUMARIO: 1. Dispensa anticipada del dolo. 2. Sanción de nulidad. 3. Dolo del representante. 4. Aplicaciones particulares del principio.

1. Dispensa anticipada del dolo Se ha dicho como fundamento de esta norma, que permitir de antemano tal dispensa importaría una tolerancia inadmisible para con la mala fe. 1 2

CNCiv., sala A, 27-2-70, L.L. 140-787, 24.835-S. CNCiv., sala E, 29-7-85, L.L. 1986-A-504. 95

FÉux A. TRICO REPRESAS

Aunque existe además otra razón mucho más específica. Si el "dolo" del deudor consiste en la inejecución deliberada de su obligación, pudiendo cumplirla, va de suyo que una tal "dispensa" anticipada implicaría dejar en sus manos, desde el nacimiento mismo del débito, la facultad de poder o no cumplir a su criterio, lo cual se contrapone a la propia noción del vínculo obligacional, que por definición impone la necesidad de su cumplimiento. Se estaría entonces frente a una obligación puramente potestativa para el deudor, o si se prefiere ante una obligación no obligatoria, lo que constituye un absurdo. Pero lo prohibido es sólo la dispensa contemporánea al nacimiento de la obligación, o sea que después de su constitución y una vez producido el incumplimiento, sea por renuncia del acreedor o por transacción pueden dejarse sin efecto las derivaciones motivadas por el incumplimiento doloso del deudor. 2. Sanción de nulidad Para una opinión minoritaria, la consecuencia de la cláusula prohibida sería la nulidad de todo el contrato en el que se la hubiese pactado. Pero para la posición predominante se trataría de un caso de nulidad parcial, o sea que sería nula la cláusula contractual que estableciese la dispensa anticipada del dolo, pero ello no afectaría a la validez de la obligación en sí. 3. Dolo del representante Al respecto prevalece en cambio entre los autores otra opinión: la de que el dolo del representante puede ser dispensado por los contratantes, al convenir la obligación. 4. Aplicaciones particulares del principio En el mismo Código Civil se contemplan algunos supuestos particulares de aplicación del principio de la norma en comentario. Tales, por ejemplo, los casos de los artículos: 1653, inciso Io (nulidad de la estipulación de que ninguno de los socios pueda ser excluido de la 96

Art. 507

sociedad, "aunque haya causa justa"); 1910 ("La relevación de rendir cuentas, no exonera al mandatario de los cargos que contra él justifique el mandante"); 2099 (nulidad de la cláusula que libera al enajenante de responder de la evicción, cuando hubo mala fe de su parte); 2162 (no libera al cedente de responsabilidad, la cesión de derechos hereditarios como si fueren inciertos o dudosos, cuando el mismo "sabía positivamente que la herencia no le pertenecía"); 2169 (ineficacia de la pactada liberación de responsabilidad por vicios redhibitorios, cuando el enajenante los conocía), etcétera. C) Jurisprudencia SUMARIO: 1. Dispensa anticipada del dolo. 2. Pena ínfima. 3. Dispensa anticipada de la culpa.

1. Dispensa anticipada del dolo La norma se refiere a la dispensa del dolo efectuada por anticipado, no a las consecuencias del ya cometido1; por lo que es nula la cláusula de un contrato que establece que si el deudor no cumple intencionalmente la prestación, no habrá obligación alguna2. 2. Pena ínfima El establecimiento de una pena ínfima para el caso de incumplimiento importa una suerte de dispensa del dolo, por lo que ella no impide el reclamo integral de la reparación del daño3. 3. Dispensa anticipada de la culpa En principio se ha considerado válida la dispensa anticipada de la culpa del deudor4, pero siempre que la misma no sea grave5. 1

Cám. Civ. 2a, 13-11-31, G.F. 97-98. CNCiv., sala D, 19-10-64, J.A. 1965-1-37. 3 CNCiv., sala A, 10-8-71, J.A. 12-1971-541. 4 Cám. Civ. Ia, 8-9-41, J.A. 76-82. 5 CFed., 13-12-66, J.A. 1967-1-192; id., 3-4-64, J.A. 1964-III-117; CNCiv., sala D, 19-10-64, J.A. 1965-1-37. 2

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FÉLIX A. TRIGO REPRESAS

Art. 508

El deudor es igualmente responsable por los daños e intereses que su morosidad causare al acreedor en el cumplimiento de la obligación.

Concordancias: arts. 509, 510, 576, 622, 647, 655, 697, 710, 889, 892, 1204, 1242, 1322, 1375 -inc. 2 o -, 1379, 1423, 1430, 1833, 1849, 1850, 1913, 2203, 2222, 2248, 3779.

A) Bibliografía especial BUERES, Alberto J., El pacto comisorio tácito y la mora del deudor, en L.L. 1980-A-845 y ss.; BUSTAMANTE ALSINA, Jorge, Teoría general de la responsabilidad civil, 9a ed., Abeledo-Perrot, Buenos Aires, 1997; CAZEAUX, Pedro N., La mora en el cumplimiento de las obligaciones, Lex, La Plata, 1980; Los efectos de la mora por requerimiento judicial y la perención o caducidad de la instancia, en Jus, N° 11-12, Platense, La Plata, ps. 21 y ss.; GAGLIARDO, Mariano, La mora en el Derecho Civil y Comercial, Abeledo-Perrot, Buenos Aires, 1978; GRECO, Roberto Ernesto, La mora del deudor en la reforma de 1968, en Revista del Notariado, N° 716, Buenos Aires, marzo-abril de 1971, ps. 477 y ss.; LÓPEZ CABANA, Roberto M., La demora en el Derecho Privado, Abeledo-Perrot, Buenos Aires, 1989; LLAMBÍAS, Jorge Joaquín, Estudio sobre la mora en las obligaciones, Perrot, Buenos Aires, 1965; MORELLO, Augusto Mario, La mora, en Revista Notarial, N° 751, Colegio de Escribanos de la Prov. de Buenos Aires, La Plata; Indemnización del daño contractual, 3 a ed., Platense-LexisNexis-Abeledo-Perrot, La Plata-Buenos Aires, 2003; PADILLA, Rene A., La mora en las obligaciones, Astrea, Buenos Aires, 1983; PIANTONI, Mario A., La mora del deudor, Lerner, Córdoba-Buenos Aires, 1978; TRIGO REPRESAS, Félix A. y LÓPEZ MESA, Marcelo J., Tratado de la responsabilidad civil, La Ley, Buenos Aires, 2004, t. II; TRIGO REPRESAS, Félix A., Los requisitos de la mora del deudor en las Segundas Jornadas Provinciales de Derecho Civil de Mercedes, en L.L. 1983-D-1112 y ss.; VERDAGUER GONZÁLEZ, Jaime, Consideraciones en torno a la mora del deudor, en Revista Jurídica de la Universidad Nacional de Tucumán, N° 12, ps. 239 y ss.; WAYAR, Ernesto Clemente, Tratado de la mora, Abaco, Buenos Aires, 1981.

B) Doctrina SUMARIO: 1. Concepto. 2. Requisitos de la mora del deudor, a) Introito, b) Retardo en el 98

Art. 508 cumplimiento, c) Factores atributivos de responsabilidad, d) Ulterior posibilidad del cumplimiento tardío, con utilidad o interés para el acreedor, e) Constitución en mora. 3. Consecuencias de la mora debitoris. 4. Cesación del estado de mora, a) Purgatio morce por pago. Concepto, b) Otros medios extintivos. c) Sobreviniente imposibilidad de cumplir la primitiva prestación, d) Renuncia del acreedor, e) Constitución en mora del acreedor, f) Caducidad o perención de la instancia judicial.

1. Concepto Nuestro Código Civil, a diferencia de otras legislaciones, no ha definido la mora, limitándose muy por el contrario en el artículo en comentario a establecer cuáles son sus consecuencias. Cabe ante todo aceptar que la mora constituye un estado de incumplimiento relativo por retardo culpable, que no quita la posibilidad del cumplimiento tardío. Sin perjuicio de ello, preferimos como una de las mejores definiciones la propuesta por el destacado jurista español Federico Puig Peña, quizá la más comprensiva de todos los presupuestos de este instituto jurídico: "Es el retraso culpable en el cumplimiento de una obligación que, debido a su naturaleza o por requerimiento del acreedor, debe ser ya satisfecha, siempre que la tardanza no sea obstáculo para que aquélla pueda cumplirse después del vencimiento con interés y utilidad para aquél". 2. Requisitos de la mora del deudor a) Introito Los elementos o recaudos de la mora debitoris son los siguientes: 1) El retardo en el cumplimiento, que es el elemento material, objetivo; 2) un factor atributivo de la responsabilidad, en principio subjetivo: la imputabilidad por culpa o dolo del obligado; 3) la ulterior posibilidad del cumplimiento tardío, con utilidad o interés para el acreedor, y 4) sólo en ciertos casos, la constitución en mora ex persona, mediante requerimiento de pago efectuado por el acreedor al deudor, lo que viene a ser el elemento formal. 99

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b) Retardo en el cumplimiento 1) Concepto. Para que haya mora, ante todo debe haber retardo en el cumplimiento, y para que este último pueda configurarse previamente debe ser exigible la obligación en cuestión. De tal forma, si la deuda fuese diferida en el tiempo por estar supeditada a un plazo suspensivo, éste deberá estar ya vencido -doctrina de los artículos 566, 570 y 3957-; si se trata de un débito sometido a una condición suspensiva, corresponderá aguardar a que se produzca el hecho condicionante -doctrina de los artículos 527, 545, 547 y 3057-, ya que hasta entonces aquél no adquiere su plena eficiencia y exigibilidad; y, en fin, cuando la obligación sea de objeto indeterminado, será menester primeramente precisar qué es lo debido, mediante el procedimiento de individualización que corresponda a la naturaleza de la prestación. Pero está controvertido en nuestra doctrina si la sola demora acarrea perjuicios reparables a favor del acreedor, o si sólo se trata de un elemento en sí inocuo y carente de relevancia jurídica; aunque para la mayoría el mero retardo no constituye más que un elemento objetivo de la mora y no propiamente la mora en cuanto tal, siempre que para la configuración de ésta resulte necesaria, además del transcurso del tiempo, la interpelación o requerimiento de pago por parte del acreedor. 2) La cuestión de la liquidez de la obligación. Vinculado con el requisito de la exigibilidad de la prestación, en cuanto paso previo indispensable para que pueda operarse el retardo en el cumplimiento, se controvierte también si el deudor puede quedar constituido en mora por su negativa a cumplir una obligación todavía ilíquida. En la nota al artículo 819 Vélez Sársfield nos dice, citando a Pothier, que es deuda líquida "aquella cuya existencia es cierta, y cuya cantidad se encuentra determinada, cum certum est an et quantum debeatur", aunque de esa forma en realidad se unifican y confunden dos cuestiones diferentes: la de la certidumbre y la de la liquidez: la existencia indiscutida de una deuda hace a su certeza, mientras que lo relativo a la determinación de su monto, el conocer a cuánto asciende lo que se debe, es propiamente la cuestión de liquidez. Y deuda líquida es, según lo expresa el propio Codificador en su citada nota al articulo 819: "aquella [...] cuya cantidad se encuentra deter100

Art. 508 minada", o -agregamos por nuestra parte- que sea fácilmente determinaba por medio de una simple operación aritmética. Ahora bien, al respecto una parte de nuestra doctrina y alguna vieja jurisprudencia entendió que no se puede interpelar válidamente, o en su caso ni el mero vencimiento del plazo basta para provocar la mora del deudor, mientras no exista una suma líquida establecida en forma definitiva, conclusión sintetizada en el brocárdico: in illiquidis non fit mora, lo cual sería así en razón de que si la iliquidez no le es imputable al propio obligado, resultaría injusto hacerle cargar con las consecuencias de la mora. Solución ésta que tuvo expresa consagración legislativa en los Códigos de Brasil (art. 960) y de Portugal de 1967 (art. 805, inc. 3o). En tanto que otra opinión, mayoritaria en nuestras doctrina y jurisprudencia, sostiene que resulta innecesaria la liquidez de la deuda para que el deudor pueda quedar constituido en mora, siempre que ella no impida el cumplimiento de la obligación, máxime teniendo en cuenta que ningún precepto legal contiene tal exigencia y que lo único que importa es que el crédito pueda, a la postre, ser liquidado. c) Factores atributivos de responsabilidad Aunque el requisito de la imputabilidad no estaba expresamente contemplado en la primitiva redacción del artículo 509, la doctrina y la jurisprudencia lo habían incluido como tal, por cuanto: ante todo era un principio pacíficamente admitido que, salvo situaciones excepcionales, sólo se respondía por los hechos provocados por culpa o dolo, y además, al tratar el artículo 513 los efectos de la mora con relación al caso fortuito se refiere concretamente a la imputabilidad, al establecer que el casus no funciona como causal de exclusión de la responsabilidad, si con anterioridad el deudor "hubiese ya sido [...] constituido en mora, que no fuese [a su vez] motivada por caso fortuito, o fuerza mayor". Existía sin embargo una clara disidencia de Borda, para quien "la culpa o el dolo no constituyen un elemento de la mora, que es un concepto puramente objetivo", por lo que sólo interesa indagar si existe culpa o dolo con relación al "problema de la responsabilidad derivada de la mora"; postura ésta que también parecía seguir 101

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Llambías, quien se ocupaba de la "mora" como un mero presupuesto objetivo, configurado por el incumplimiento material del deudor y el requerimiento o interpelación de pago efectuado por el acreedor, lo cual sumado a otros presupuestos, entre los que menciona a la imputabilidad del deudor, compromete la responsabilidad de este último. La reforma del decreto-ley 17.711/68 dio otra redacción a la parte final del texto del artículo 509, que ahora dice: "Para eximirse de las responsabilidades derivadas de la mora, el deudor debe probar que no le es imputable", dando pie así a un primer diferendo, que, pudo pensarse, era puramente teórico, aunque en realidad no lo fuese tanto. Borda, insistiendo en su postura, pretendió que dicha disposición se adecuaba perfectamente a la misma: "Se distingue entre la mora y las responsabilidades derivadas de ella, y se afirma que no habrá responsabilidad si el deudor prueba que ella no le es imputable. En otras palabras, puede haber una mora no imputable, que no genera responsabilidad. Es exactamente lo sostenido por nosotros". Empero, la mayoría de la doctrina entendió, en cambio, que la reforma del decreto-ley 17.711/68 vino a eliminar definitivamente toda controversia en cuanto al elemento subjetivo, el cual se presume ahora legalmente iuris tantum y es de la esencia de la mora, siendo de destacar, como lo hiciera Atilio A. Alterini, que la indemnización del daño moratorio no es el único efecto del estado de mora, y que "hay muchos más efectos, cuando menos tan graves como la carga del daño moratorio, lo cual justifica que no pueda producirse idóneamente ninguno de ellos sin que concurra el elemento culpabilidad unido al retardo". Y en este sentido parece obvio que lo dispuesto en el in fine del artículo 509, al admitir que el deudor puede liberarse de la responsabilidad de la mora, probando "que no le es imputable", trasunta una clara vinculación con el fundamento mismo de la responsabilidad, en el que rige como principio la regla de la "reprochabilidad subjetiva", aunque empero esa prueba de la ausencia de culpa de parte del deudor resulte hoy en día insuficiente para liberar al mismo de las consecuencias de la mora, dado que la jurisprudencia más reciente exige ahora la acreditación de que la mora obedeció a caso fortuito o fuerza mayor. Empero es sabido que actualmente se acepta la coexistencia de factores objetivos de atribución de la responsabilidad civil, lo cual ha 102

Arl. 508 repercutido también en punto a los presupuestos de la mora del deudor. Así, en las Segundas Jornadas Provinciales de Derecho Civil de Mercedes, año 1983, se aprobó en forma unánime un despacho sobre el tema que dice: "El estado de mora no se identifica con el simple retardo material, requiriéndose factor legal de atribución", agregando luego la mayoría de la Comisión que en cambio: "El factor legal de atribución puede ser subjetivo u objetivo". Y en este sentido ya se había pronunciado con anterioridad Mosset Iturraspe, quien interpretando lo que en su entender constituye la filosofía y finalidad de la reforma del artículo 509, primera parte, sostuvo que: "la mora sin interpelación, no es otra cosa que una mora sin culpa; que prescinde de ella por considerarla irrelevante", siendo entonces calificado el retardo "por un factor objetivo de imputabilidad", que a su juicio es el "riesgo creado". En tanto, otra tendencia que se ha venido afirmando en los últimos tiempos ha ocurrido al distingo entre obligaciones de medios y de resultado para sostener que en el primer caso el factor de atribución es subjetivo y basado en la idea de culpa, y en el segundo es objetivo, con sustento en la idea de deber calificado de garantía o en el riesgo creado, según los casos. d) Ulterior posibilidad del cumplimiento tardío, con utilidad o interés para el acreedor Para poder hablar estrictamente de mora, resulta imprescindible asimismo que, aun después de vencido el tiempo del pago, el cumplimiento tardío de la obligación revista todavía interés para el acreedor, ya que por el contrario existen las llamadas obligaciones sujetas a plazo "esencial" o "perentorio", que no pueden cumplirse después de su vencimiento sin que se desnaturalice su propia finalidad; tal como ocurre, verbigracia, si se contrata una orquesta para que toque el día de una boda, o un remise para trasladarnos al aeropuerto el día y hora de salida de un avión que debemos tomar, etcétera. Ya que en todos estos casos, de no cumplirse en el tiempo pactado o el que resultare de la naturaleza y circunstancias de la obligación, se producirá en verdad un incumplimiento definitivo y no el mero retardo, pues aunque se pudiese realizar materialmente la prestación en cualquier otro momento, ello carecería ya de utilidad e interés para el acreedor, como 103

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fácilmente se advierte en los ejemplos propuestos supra: si la orquesta debió tocar en la fiesta de boda, de nada serviría que pretendiese hacerlo después de concluida ella; como tampoco tendrá utilidad alguna para quien debía tomar un determinado vuelo que puedan llevarlo al aeropuerto después de la partida del mismo. Estos casos en rigor estaban expresamente contemplados en el texto original del artículo 509, inciso 2o, antes de su reforma por el decreto-ley 17.711/68, el que descartaba la necesidad de la interpelación para la constitución en mora del deudor, cuando "de la naturaleza y circunstancias de la obligación resulte que la designación del tiempo en que debía cumplirse la obligación, fue motivo determinante por parte del acreedor". Y coincidentemente en la nota a dicha preceptiva, con cita de Maynz, se precisa que: "El deudor se encuentra también constituido en mora, sin necesidad de interpelación [...] todas las veces que el retardo en la ejecución equivale a una inejecución completa". Y aunque el texto actual de la ley no se refiere específicamente a este supuesto, ello no empece a que, de todas maneras, la posibilidad del cumplimiento tardío con interés y utilidad para el acreedor continúe siendo uno de los elementos imprescindibles de la mora del deudor. e) Constitución en mora La consideración de este requisito se efectúa en el subsiguiente artículo 509. 3. Consecuencias de la "mora debitoris" Se mencionan como efectos propios de la mora del deudor los siguientes: 1 °) Impone al deudor el deber de indemnizar los daños y perjuicios causados al acreedor por el retardo incurrido (art. 508) en las obligaciones que no tengan por objeto dar sumas de dinero, lo cual significa que el deudor moroso va a tener a su cargo dos prestaciones: la de la originaria obligación, todavía susceptible de cumplimiento, y la que corresponda por reparación del daño moratorio. Y con relación a las obligaciones dineradas, el estado de mora determina el comienzo del curso de los intereses (art. 622). 104

Art. 508 2o) Pone a cargo del deudor los riesgos del contrato (arts. 513, 710, 889 y 892), que es lo que se conoce como perpetuatio obligationis, consistente en que, aun cuando la prestación se torne de imposible cumplimiento por caso fortuito o fuerza mayor, ello no habrá de liberar de responsabilidad al deudor, salvo la excepción contemplada en el citado artículo 892, cuando dice que el deudor constituido en mora y responsable por ende del caso fortuito, "queda exonerado de pagar daños e intereses, si la cosa que está en la imposibilidad de entregar a consecuencia de un caso fortuito, hubiese igualmente perecido en poder del acreedor". o 3 ) Impide que el deudor pueda invocar los beneficios de la teoría de la imprevisión (art. 1198, según reforma del decreto-ley 17.711/68), siempre que se hubiese incurrido en mora antes del hecho extraordinario e imprevisible, salvo que dicha situación hubiese sido irrelevante para la excesiva onerosidad sobreviniente de la prestación a su cargo, que entonces no se derivaría del estado de mora sino de una causa ajena (doctrina del art. 892). o 4 ) Conforme al artículo 1204, reformado por el decreto-ley 17.711/68: da derecho a resolver el contrato, aun en ausencia de pacto comisorio expreso, previa intimación de cumplimiento por un plazo no menor de quince días, con resultado negativo. o 5 ) Suspende el curso de la prescripción, aunque sólo cuando el deudor ha sido interpelado en forma auténtica; lo cual empero ha de tener efecto únicamente por un año o el menor plazo que pudiere corresponder a la prescripción de la acción en cuestión (art. 3986, segundo párrafo, reformado por el decreto-ley 17.711/68). o 6 ) Posibilita la indexación o actualización de las deudas dinerarias, para evitar o atenuar los efectos de la pérdida del poder adquisitivo de la moneda en épocas de inflación, tal como uniformemente lo resolviera nuestra jurisprudencia. 7o) En caso de promoción de demanda judicial, el deudor habrá de cargar con las costas, aunque se hubiese allanado a la misma (arts. 70, inc. Io, del CPCCN y del CPCCBA). 105

IYI.IX A. TRIGO REPRESAS

8o) Constituye uno de los hechos reveladores del estado de cesación de pagos, que a su vez puede dar lugar a la declaración de la quiebra del deudor (art. 79, inc. 2o de la ley 24.522). 9o) En materia de sociedades anónimas, la mora en la integración de las acciones suscriptas, "suspende automáticamente el ejercicio de los derechos inherentes a las acciones en mora" (art. 192 del decreto-ley 19.550/72). 4. Cesación del estado de mora La situación de mora puede cesar de distintas maneras. a) "Purgatio morce" por pago. Concepto No se discute entre nosotros que, en tanto no se resuelva el contrato, el deudor incurso en mora tiene, no obstante, el derecho de pagar tardíamente y así liberarse de las consecuencias de esa situación jurídica, siempre que para ello acumule y ofrezca satisfacer, además de su primitiva obligación, los daños y perjuicios moratorios ocasionados al acreedor por su retardo en el cumplimiento, ya que caso contrario el ofrecimiento de pago no sería íntegro y el acreedor podría entonces oponerse válidamente a su recepción (art. 742). Ello es así, por cuanto el deudor tiene el derecho de "liberarse" mediante "el cumplimiento exacto de la obligación" (art. 505 infiné), y no puede ser privado del mismo en tanto cumpla en el supuesto de mora con las dos prestaciones entonces a su cargo: la primigenia, todavía de cumplimiento posible con interés para el acreedor, puesto que de lo contrario no se trataría ya de mora sino de un incumplimiento definitivo, y los daños moratorios (art. 508). De tal forma, si el acreedor se negase a recibir el pago completo de ambas prestaciones, el deudor moroso podría a su vez ocurrir al procedimiento de la consignación judicial. b) Otros medios extintivos En rigor cabe aceptar con Padilla, aunque ello quizá no revista mayor trascendencia, que igualmente puede cesar la mora cuando se extinga la primitiva obligación por cualquiera de los otros medios 106

Art. 508 enumerados en el artículo 724 o, igualmente, algunos de los omitidos, como verbigracia la prescripción de la acción. c) Sobreviniente imposibilidad de cumplir la primitiva prestación De tornarse de imposible cumplimiento la obligación originaria (art. 724, 8o párrafo), después de estar constituido en mora el deudor, habrán de cesar los efectos de la misma, pero el obligado deberá igualmente pagar los daños e intereses moratorios hasta el momento de producirse tal imposibilidad, y además los daños e intereses compensatorios, conforme a la doctrina de los artículos 513 y 889, a excepción de la hipótesis prevista en los artículos 892 y sus concordantes. En rigor, en este supuesto el deudor va a continuar obligado, aunque la prestación tenga ahora un objeto distinto, y seguirá debiendo el daño moratorio hasta el momento en que se extinga la obligación por alguno de los modos previstos por el ordenamiento jurídico. d) Renuncia del acreedor Igualmente puede cesar el estado de mora del deudor, si el acreedor renuncia a los derechos que dicha situación le confiere (arts. 724, párrafo 6o; 872, 1197 y concs.). Tal renuncia puede ser total o parcial, pero en este último caso la cesación de la mora estará supeditada en sus alcances a la medida o extensión de la renuncia. Igualmente puede efectuarse en forma expresa o tácita (art. 873), habiéndose entendido que existe una renuncia parcial tácita cuando el acreedor acepta el pago de la prestación originaria, sin formular reserva alguna por el daño derivado del retardo; aunque corresponde tener en cuenta que, tal como lo dispone el artículo 874: "La intención de renunciar no se presume, y la interpretación de los actos que induzca a probarla debe ser restrictiva". e) Constitución en mora del acreedor Se discute entre nosotros si una oferta de pago real, efectivo e íntegro, formulada por el deudor al acreedor, resulta idónea para po107

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sibilitar la purga o cesación del estado de mora de este último y, más aún, para constituir en mora al acreedor. Para una primera postura, tal oferta de pago sería insuficiente para producir tales efectos, ya que quien se encuentra en mora debitoris sólo puede hacer cesar tal status ocurriendo a la vía del pago por consignación. En tanto para otra opinión la oferta de pago real, efectivo e íntegro, efectuada por el deudor al acreedor, tiene virtualidad suficiente para trasladar el estado de mora a la otra parte, siendo éste precisamente el efecto concreto que produce dicha oferta, que es por cierto distinto al resultante del pago por consignación de la obligación en mora, el cual va en cambio más allá, al posibilitar lisa y llanamente la definitiva liberación del deudor. f) Caducidad o perención de la instancia judicial La presente es una cuestión que después de la reforma del decreto-ley 17.711/68 pareciera que sólo tiene interés, para los casos excepcionales en que se requiere la interpelación para la constitución en mora, atento a que si el deudor ya estaba incurso en mora ex re antes de la demanda judicial, aunque perima la instancia igualmente subsistiría estando en mora. Ahora bien, entre nosotros constituye asimismo otro tema que aparece controvertido, este de si cuando el estado de mora es resultante de una demanda judicial del acreedor, la ulterior conclusión de tal litis por el modo anormal de terminación, conocido como "caducidad de la instancia" (arts. 310 a 318 del CPCCN y del CPCCBA), determina o no también la extinción de los efectos de dicho estado de mora. Para una corriente, la perención produce el cese de la mora, pues se estaría en presencia de una renuncia tácita a los derechos del acreedor, que dejó transcurrir el tiempo sin activar el proceso judicial. Y a ello añade Cazeaux que: como la constitución en mora por la vía judicial se produce mediante la notificación de la demanda en los juicios ordinarios o sumarios y por la intimación de pago en el juicio ejecutivo, y se trata siempre, obviamente, de típicos "actos de procedimiento", dispuestos de oficio o a petición de parte y tendientes a 108

Art. 508

vincular, a dar forma al proceso y unidad a la actuación judicial, con relación a ellos la perención de la instancia provoca su total invalidación. Por el contrario para otros la caducidad de la instancia no hace cesar los efectos de la mora debitoris, en razón de tratarse de una institución de orden procesal que no puede alterar el derecho sustantivo, no pudiendo incidir consecuentemente sobre el hecho concreto de la existencia del reclamo de cumplimiento de la obligación efectuado por el acreedor a su deudor, máxime teniendo en cuenta que la interpelación podía ser hecha en forma judicial o extrajudicial. C) Jurisprudencia SUMARIO: 1. Insuficiencia del mero retardo. 2. Presupuestos de la mora. 3. Efectos de la mora del deudor. 4. Cesación de la mora.

1. Insuficiencia del mero retardo El mero retardo no configura por sí la mora, si además resulta necesaria la interpelación o requerimiento de pago por parte del acreedor1. 2. Presupuestos de la mora a) Obligación exigible. Para que haya mora la obligación debe ser exigible2; por lo que tratándose de obligaciones a plazo suspensivo, el mismo debe estar ya vencido3, y si se trata de un débito sometido a condición suspensiva, corresponderá aguardar a que se produzca el hecho condicionante4. b) Liquidez. Hoy en día se sostiene mayoritariamente que no se requiere que la deuda sea líquida para que el deudor pueda que1

CNCiv., sala A, 17-9-63, J.A. 1964-1-113 y L.L. 104-279; sala C, 10-5-77, L.L. 1977-C-62; sala F, 3-12-96, L.L. 1997-B-806, 39.464-S y D.J. 1997-3-576; CNCom., sala A, 23-12-86, L.L. 1987-B-507; SCBA, 1-3-77, DJBA 111-155. 2 CNCiv., sala A, 20-7-61, L.L. 104-280; sala C, 26-8-57, L.L. 90-474; sala F, 27-4-61, L.L. 103-385; C2a de La Plata, 17-3-36, J.A. 53-833. 3 CNCiv., sala B, 23-9-74, L.L. 1975-A-664; sala D, 29-3-67, L.L. 127-472; sala F, 28-8-66, J.A. 1966-V-310; SCBA, 26-11-57, A. y S. 1957-VI-52. 4 CNCiv., sala E, 25-8-61, L.L. 104-553. 109

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dar constituido en mora5; aunque hubo una vieja jurisprudencia que resolvía lo contrario5. c) Imputabilidad del deudor. Es necesario que el retardo en el cumplimiento sea imputable al deudor7, lo que después de la reforma del decreto-ley 17.711/68 está presumido legalmente inris tantums; pero para desvirtuar esa presunción no basta con la prueba de la ausencia de culpa del deudor, sino que debe acreditarse que la mora obedeció a caso fortuito o fuerza mayor9. d) Posibilidad de ulterior cumplimiento. El cumplimiento tardío debe todavía revestir interés para el acreedor; lo que no sucede en las obligaciones sujetas a plazo "esencial" o "perentorio", que deben cumplirse en el momento pactado y cuyo pago a destiempo no sería ya de utilidad para dicha parte10. 3. Efectos de la mora del deudor El estado de mora le impone al deudor: a) indemnizar los daños moratorios en las obligaciones que no sean de dar sumas de di5 C.S. de la Nación, 26-11-41, J.A. 76-1012; CNCiv., sala A, 7-8-58, L.L. 93685; sala B, 13-8-75, E.D. 65-363; id., 10-3-64, L.L. 115-643; sala C, 4-7-61, L.L. 103-744; sala D, 4-8-65, J.A. 1966-1-88; sala K, 1-10-98, L.L. 2000-C-923, 42.753-S, y D.J. 2000-2-784; CNCom., 18-3-39, J.A. 67-498; CPazLetr., sala III, 20-5-52, L.L. 66-813; CNFed.CAdm., sala I, 16-10-78, E.D. 81-160; SCBA, 14-4-59, J.A. 1959V-196. 6 Cám Civ. Ia, 19-6-39, J.A. 66-846; id., 12-3-36, J.A. 53-630; Cám. Civ. 2a, 14-7-41, L.L. 23-431; id., 28-11-39, J.A. 68-698; SCBA, 27-10-42, J.A. 1942-IV-725; ClaCC de La Plata, sala I, 7-11-47, L.L. 49-54; S.C. de La Rioja, 22-11-51, L.L. 65-322; C3ÜCC de Córdoba, 9-10-84, L.L.C. 1985-298, etc. 7 Cám. Civ. 2a, 24-4-42, L.L. 26-759; CNCiv., sala B, 30-6-61, L.L. 104-74; sala C, 10-10-67, L.L. 129-508; sala E, 13-7-67, J.A. 1968-1-418; id., 27-7-61, L.L. 104-497; sala F, 23-8-62, L.L. 110-394; SCBA, 16-6-64, DJBA 73-113; Cám. 2a de La Plata, 8-9-52, J.A. 1953-1-262; Cám. de Bahía Blanca, 29-7-60, J.A. 1961-11-220; Cám. de Villa María, 14-6-63, L.L. 111-316. 8 CNCiv., sala A, 25-3-83, E.D. 104-690; id., 7-9-82, E.D. 102-708; id., 11-8-78, E.D. 81-405 y J.A. 1979-1-63; id., 26-5-78, E.D. 81-375; id., 5-8-77, E.D. 75-180; sala C, 9-12-81, E.D. 98-622; id., 15-8-77, L.L. 1978-A-109 y E.D. 75-155; id., 14-6-76, L.L. 1976-D-78; sala D, 7-9-82, E.D. 102-708; CCC de Santa Fe, sala I, 29-8-80, Z. 22-155; id., 21-5-79, Z., t. 17, fallo 2878. 9 CNCiv., sala F, 26-6-86, L.L. 1987-A-67; id., 16-5-84, E.D. 111-111. 10 CNCiv., en pleno, 22-2-90, L.L. 1990-B-474 y J.A. 1990-111-49.

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Art. 508 ñero"; lo que implica que tendrá dos prestaciones a su cargo: la de la obligación primitiva, todavía susceptible de cumplimiento, y además la reparación del daño moratorio12; pero la extensión del daño indemnizable se rige por lo dispuesto en los artículos 519, 520 y 901 !3 ; b) no se libera de responsabilidad, aunque a posteriori la prestación se torne de imposible cumplimiento por caso fortuito o fuerza mayor14; c) obsta a que el deudor pueda invocar la teoría de la imprevisión, si la mora se produjo antes del hecho extraordinario e imprevisible15, salvo que la misma hubiese resultado irrelevante para la excesiva onerosidad sobreviniente de la prestación16; d) posibilita la indexación o actualización de las deudas dinerarias en épocas de inflación17, y e) pone a cargo del obligado las costas del juicio en caso de demanda judicial, aunque se hubiese allanado a la misma18. 4. Cesación de la mora a) Por purga de la mora: el deudor incurso en mora puede siempre pagar tardíamente, satisfaciendo su obligación primitiva con más los 11 CNCiv., sala A, 21-11-86, L.L. 1987-B-114; id., 31-7-85, J.A. 1985-IV-601 y L.L. 1986-A-641, 37.151-S; sala D, 31-10-85, L.L. 1986-D-108; id., 17-11-85, L.L. 1986-A-601 y E.D. 117-356; sala I, 7-5-96, L.L. 1997-D-450. 12 CNCiv., sala A, 21-11-86, L.L. 1987-B-114; sala D, 31-10-85, L.L. 1986-D-108; id., 15-11-85, L.L. 1986-A-601 y E.D. 117-356; sala I, 7-5-96, L.L. 1997-D-450. 13 Cám. Com., sala A, 13-6-61, L.L. 104-5. 14 CNCiv., sala A, 21-10-96, L.L. 1997-B-567; sala G, 27-5-91, L.L. 1991-E-644; id., 9-10-84, L.L. 1985-E-400, 37.039-S, y E.D. 113-342; id., 16-6-84, E.D. 110-537; CCC de Villa María, 13-4-92, L.L.C. 1993-472. 15 CNCiv., sala A, 12-6-86, L.L. 1986-D-340; sala B, 17-5-82, L.L. 1984-B-468, 36.599-S; sala C, 31-5-83, L.L. 1983-D-514; id., 24-2-83, E.D. 104-454; id., 24-11-83, E.D. 107-631; sala F, 9-2-85, L.L. 1986-E-422; Cl a CC de San Isidro, sala II, 19-2-85, L.L. 1985-C-14. 16 CNCiv., sala G, 24-2-84, L.L. 1986-C-537, 37.287-S. 17 C.S.J. de la Nación, 4-10-94, L.L. 1995-A-447; id., 2-8-88, L.L. 1989-B-579 y J.A. 1988-11-275; id., 23-9-76, L.L. 1976-D-241; CNCiv., en pleno, 9-9-77, L.L. 1977-D-3, J.A. 1977-IV-l y E.D. 74-463; sala A, 31-7-85, J.A. 1985-IV-601 y L.L. 1986-A-641, 37.151-S; sala G, 24-8-90, L.L. 1990-E-140; CNCom., en pleno, 13-4-77, L.L. 1977-B-185, E.D. 72-566 y Rev. Resp. Civ. y Seg. 2002-1219; sala A, 25-2-93, E.D. 156-85; sala C, 28-12-92, L.L. 1993-C-348; SCBA, 12-7-77, E.D. 73-606 y J.A. 1977-111-458, etc. 18 CNCiv., sala F, 9-7-73, E.D. 48-389.

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daños moratorios19; b) por renuncia del acreedor, la que puede ser tácita si el mismo acepta el pago de la prestación originaria, sin formular reservas por el daño resultante del retardo20; c) mediante pago por consignación de lo debido y además de los perjuicios moratorios21. Art. 509

En las obligaciones a plazo, la mora se produce por su solo vencimiento. Si el plazo no estuviere expresamente convenido, pero resultare tácitamente de la naturaleza y circunstancias de la obligación, el acreedor deberá interpelar al deudor para constituirlo en mora. Si no hubiere plazo, el juez a pedido de parte, lo fijará en procedimiento sumario, a menos que el acreedor opte por acumular las acciones de fijación de plazo y de cumplimiento, en cuyo caso el deudor quedará constituido en mora en la fecha indicada por la sentencia para el cumplimiento de la obligación. Para eximirse de las responsabilidades derivadas de la mora, el deudor debe probar que no le es imputable (Texto según ley 17.711).

Concordancias: arts. 508, 510, 513, 566 a 568, 620, 622, 752, 1197, 1201, 1242, 1378, 1721, 1913, 2686, 3779.

A) Bibliografía especial La misma del artículo anterior y además: BORDA, Guillermo A., La reforma del Código Civil. Mora, en E.D. 29-756 y ss.; BUSTAMANTE ALSINA, Jorge, La mora del deudor y la concepción dinámica del patrimonio, en L.L. 1977-D-846 y ss.; Afirmación de una doctrina en materia de mora, en L.L. 1982-D-l 16y ss.; COLUMBRES GARMENDIA, Ignacio, Algo más sobre la mora automática, en L.L. 152-491 y ss.; KEMELMAJER DE CARLUCCI, Aída, La mora en las obligaciones puras y simples, en L.L. 1976-A-413 19

CNCiv., sala A, 12-6-86, L.L. 1986-D-340; id., 27-9-85, L.L. 1986-B-50; salaG, 23-4-86, L.L. 1986-E-477; CNCom., sala A, 23-3-85, E.D. 117-520 y L.L. I986-D-663, 27.419-S; id., 22-4-87, L.L. 1987-D-150; sala D, 27-10-86, L.L. 1987-B-125; CCC de Azul, 17-10-97, LLBA 1998-199. 20 CNCom., sala A, 22-4-87, L.L. 1987-D-150. 21 CCC de San Martín, sala I, 19-4-79, supl. Prov. L.L. 1979-380; id., 9-10-78, L.L. 1979-A-242. 112

Art. 509 y ss.; MERINO, Enrique y MOISSET DE ESPANÉS, Luis, Reflexiones sobre la clasificación de los plazos, la moray la obligación de inscribir una transferencia de automotores, en E.D. 41-1007 y ss.; MOISSET DE ESPANÉS, Luis, La moray la reforma del artículo 509 del Código Civil argentino, en J.A. 1968-V, sec. Doctrina, ps. 798 y ss.; MOSSET ITURRASPE, Jorge, lmputabilidad de la mora. La mora en las obligaciones "cercabili", en L.L. 1982-A-718 y ss.; P1ZARRO, Ramón D. y MOISSET DE ESPANÉS, Luis, Reflexiones en torno a la mora del deudor y el lugar de cumplimiento de las obligaciones, en E.D. 72-79 y ss.; RACCIATTI, Hernán, Algunas observaciones sobre la reforma del Código Civil en materia de mora, en J.A. Doctrina 1969-237 y ss.; RAFEO BENEGAS, Patricio y SASSOT, Alejandro, Mora, en J.A. Doctrina 1970-763 y ss.; RAMELLA, Anteo E., La mora: doctrina en torno al nuevo artículo 509 del Código Civil, en L.L. 140-1042 y ss.; ROTMAN, Rodolfo B., Obligaciones puras: exigibilidad directa o necesidad de previa interpelación luego de reformado el artículo 509 del Código Civil, en L.L. 1976-C-255 y ss.; Prueba de la mora cuando el lugar de pago es el domicilio del deudor, en L.L. 1981-A-28 y ss.; WAYAR, Ernesto C, La mora del deudor cuando su domicilio es el lugar de pago, en L.L. 1980-C, ps. 1129 y ss.

B) Doctrina SUMARIO: 1. El régimen de nuestro Código Civil sobre constitución en mora, antes de la reforma del decreto-ley 17.711/68. 2. El régimen vigente después del decreto-ley 17.711/68. a) Distintos supuestos, b) Mora automática, c) Mora mediante interpelación, d) La mora en las obligaciones sin plazo preestablecido.

1. El régimen de nuestro Código Civil sobre constitución en mora, antes de la refoima del decreto-ley 17.711/68 Antes de esta reforma, el Código Civil argentino exigía como principio general la previa interpelación o requerimiento de pago efectuado por el acreedor al deudor, para que se operase la constitución en mora de este último; tal lo que resultaba de la primera parte del primitivo texto del artículo 509, que disponía: "Para que el deudor incurra en mora, debe mediar requerimiento judicial o extrajudicial por parte del acreedor". Empero, esa misma norma contemplaba como excepciones a la necesidad del requerimiento previo, a la mora convencionalmente pactada y a las hipótesis de mora ex re en las obligaciones cuyo cumplimiento 113

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estaba sometido a un "plazo esencial", en las que el no pago en término importa en realidad un incumplimiento definitivo y no un mero retardo, dado que para el acreedor carecerá ya de interés y/o utilidad cualquier ejecución tardía. Y sin perjuicio de ello, la doctrina y la jurisprudencia habían asimilado otras situaciones a la mora ex re, y existían además los casos de "mora legal", que comprendían un repertorio bastante amplio de situaciones en las que la ley constituía en mora al obligado, por la sola razón del no cumplimiento en tiempo oportuno. 2. El régimen vigente después del decreto-ley 17.711168 a) Distintos supuestos En nuestro Derecho positivo actual, la constitución en mora del deudor puede operarse de tres maneras distintas: a) automáticamente, por el solo vencimiento del plazo con que se contaba para cumplir; b) mediante requerimiento de pago formalizado por el acreedor, y c) por fijación judicial del plazo de cumplimiento y expiración del mismo. b) Mora automática En el primer sistema, del dies interpellat pro homine del Derecho Romano, habrá de ser, al decir de Hedemann, la mera hoja del calendario que cuelga de la pared la que va a producir o determinar el requerimiento al obligado. Este sistema es el que actualmente rige entre nosotros como principio general, a estar a los términos del primer párrafo del artículo en comentario, aunque no obstante tal principio sólo alcanza a priori a las obligaciones con "plazo expreso" y "cierto". En efecto, ante todo cabe tener en cuenta lo que resulta del segundo párrafo de la misma norma, que aclara que cuando uelplazo no estuviere expresamente convenido, pero resultare tácitamente de la naturaleza y circunstancias de la obligación, el acreedor deberá interpelar al deudor para constituirlo en mora", de forma tal que entonces queda circunscripta con claridad la vigencia del primer párrafo, exclusivamente para los supuestos de plazo expreso, o sea de fijación del término mediante una expresión positiva de la voluntad, efectuada de manera formal (doctrina de los arts. 915 a 917). 114

Art. 509 Y de otra parte también está pacíficamente admitido que el principio rige para las obligaciones con plazo "cierto", es decir, cuando se conoce ab initio el preciso momento en que acaecerá su vencimiento, certus an, certus quando (art. 567). Fuera de lo dicho, tampoco cabe duda de que igualmente quedan involucrados en el principio de la mora automática los casos que en el sistema anterior a la reforma del Código Civil de 1968 no requerían la interpelación previa al deudor, es decir: a) los de mora convencional, cuando se hubiese estipulado concretamente que el mero vencimiento del plazo la produciría; b) si el deudor confiesa y declara encontrarse en mora o manifiesta su voluntad de no cumplir; c) si existe imposibilidad de interpelar al deudor y ello obedece a exclusiva culpa de este último, como ocurre si el mismo se ausenta sin dejar noticias sobre su paradero o si dificulta con malicia la interpelación; d) los casos de mora ex re, en las obligaciones sujetas a plazo esencial o perentorio del primitivo artículo 509, inciso 2o, y e) por último, de mora legal, en los supuestos específicamente contemplados por la ley: promesa de dote (art. 1242), restitución de bienes dótales (arts. 1320 a 1322), aporte prometido por un socio (art. 1721), socio que utilizó indebidamente en su propio provecho bienes societarios (art. 1722), anticipaciones hechas por el mandatario de su propio peculio para cumplir el mandato (arts. 1949 y 1950), o en similar hipótesis las realizadas por el gestor de negocios ajenos (art. 2298), etcétera. Además, tratándose de la responsabilidad resultante de la comisión de hechos ilícitos, sigue teniendo plena vigencia el criterio de que los intereses correspondientes a las indemnizaciones derivadas de los mismos se liquidarán desde el día en que se produce cada perjuicio objeto de la reparación; solución ésta que implica aceptar que en todos estos supuestos el obligado queda en mora automáticamente desde la comisión del hecho, sin necesidad de ninguna interpelación. Aunque en rigor esto implique la aplicación de dicho instituto en un campo manifiestamente ajeno y extraño al del incumplimiento contractual. c) Mora mediante interpelación 1) Concepto de interpelación. La interpelación consiste en un re115

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querimiento de pago, vale decir que se trata de una declaración de voluntad recepticia, que debe emanar del acreedor y que está dirigida al deudor. Es ante todo una declaración de voluntad del sujeto activo de la obligación, que no necesita para su perfeccionamiento de la intervención complementaria de ninguna otra voluntad; pero es también "recepticia", por cuanto estando dirigida al deudor, sólo ha de producir sus efectos propios desde el momento en que llega efectivamente a conocimiento de su destinatario. 2) Naturaleza jurídica de la interpelación. El tema de la naturaleza jurídica del acto interpelatorio, no muy tratado entre nuestros doctrinarios, tampoco ha sido pacífico. Para algunos se trata de un acto jurídico unilateral, con todos los caracteres propios de éstos (art. 944): voluntario, lícito y que tiene por fin inmediato provocar una modificación de la situación preexistente, tanto en lo que se refiere a los derechos del acreedor como con respecto a los deberes del deudor, los que de ahí en más habrán de consistir en: la obligación de indemnizar los daños y perjuicios moratorios (art. 508), el comienzo del devengamiento de los intereses moratorios si se trata de deudas dinerarias (art. 622), la perpetuatio obligationis o no liberación del deudor por caso fortuito o fuerza mayor (arts. 513, 710, 889, 892), y la suspensión del curso de la prescripción por el plazo máximo de un año (art. 3986 in fine). Otros piensan en cambio que se trata de un hecho jurídico, porque no es esencial la finalidad de producir una consecuencia de derecho: el acreedor que exige la prestación quiere ejercer su derecho, pero no modificar el status jurídico preexistente. Es un acto que persigue un resultado material, cual es la efectivización del pago, pero al que la ley le asigna como efecto jurídico la constitución en mora del deudor. Tratándose de un hecho jurídico y no un acto jurídico, en razón de que su efecto proviene más de la ley que de la voluntad del acreedor. Para una tercera posición intermedia, no se trataría de un acto jurídico típico, ni tampoco de un simple hecho jurídico, sino de una declaración de voluntad, vale decir de un simple acto voluntario lícito en los términos del artículo 899, que se realiza no con el objeto de buscar un fin jurídico inmediato sino de alcanzar un resultado material, 116

Art. 509 y cuyas consecuencias de derecho habrán de estar dadas más bien por imposición de la ley que por voluntad de las partes. Aunque al menos no pueden caber dudas de que el requerimiento de pago importa un acto jurídico cuando se lleva a cabo mediante una interpelación judicial con intervención de la justicia, sea en juicio ordinario, sumario, ejecutivo, o aun en un procedimiento preventivo; en los dos primeros, mediante la notificación de la demanda, y en los restantes a través del diligenciamiento por el oficial de justicia del mandamiento de intimación de pago y embargo, que implica asimismo la notificación del deudor y su citación para oponer las excepciones legítimas o defensas que estime tener en su favor. En estos casos, en efecto, el requerimiento es un "acto jurídico" que se lleva a cabo por medio de "actos procesales", siendo que éstos revisten la calidad de "actos jurídicos", pues como bien lo dijera Couture: "cuando los hechos aparecen dominados por una voluntad jurídica idónea para crear, modificar o extinguir derechos procesales, se denominan actos procesales. Así, la presentación de la demanda, la notificación al demandado [...] son actos (jurídicos) procesales". 3) Contenido de la interpelación. Doctrina y jurisprudencia han ido fijando, en líneas generales, los recaudos necesarios para la idoneidad y eficiencia de la interpelación. Ellos serían los siguientes: a) el reclamo de pago debe ser categórico, concluyente, conteniendo una expresa exigencia de pago, o sea de que se abone lo que se adeuda, no bastando con una mera comunicación recordatoria de la existencia de la obligación o de que la misma ha vencido; b) debe hacerse de manera que conceda al deudor la oportunidad de cumplir, lo que está implícito en el principio de la buena fe que ha de presidir las relaciones entre las partes (doctrina del art. 1198, primer párrafo), razón por la cual se debe acordar un plazo prudencial que posibilite el pago; c) debe ser apropiado en cuanto al objeto, tiempo y lugar del pago, adecuándose estrictamente a las modalidades de la prestación debida, vale decir que la exigencia de pago ha de referirse ante todo al objeto debido y no a algo distinto, precisándose el quid y el quantum, como así que el requerimiento debe ser realizado en tiempo propio, siendo extemporáneo y carente por lo tanto de virtualidad moratoria si la obligación no fuese todavía exigible, ya que entonces al no mediar 117

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aún ningún incumplimiento del deudor, mal podría hablarse de mora, y d) por último se requiere cooperación y cumplimiento por parte del acreedor, cuando su colaboración resultase indispensable para posibilitar el pago por parte del obligado, en cuyo caso el requerimiento debe ir acompañado del ofrecimiento de tal cooperación. 4) Quid de la intimación de pago por una suma mayor o menor a la adeudada. Está discutido cuál es el valor de una intimación de pago por una suma mayor que la debida. Al respecto algunos se han expedido negativamente y otros en forma afirmativa, aunque circunscribiendo sus efectos a la cantidad realmente adeudada; contándose igualmente con una suerte de tercera posición, que admite la constitución en mora siempre que la suma mayor reclamada sea razonablemente de poca monta. Con respecto a la hipótesis inversa de reclamo por un monto menor al adeudado, se entiende mayoritariamente que la mora se opera solamente con relación al importe requerido. 5) Formas de la interpelación. Las formas de la interpelación son dos: judicial y extrajudicial. El requerimiento judicial se concreta a través de los actos procesales pertinentes, que son, según se viera, la notificación de la demanda y la intimación de pago, sin que obsten a la validez de la interpelación ni la existencia de vicios formales en la demanda, ni la incompetencia del tribunal, ni el posterior desistimiento de la acción. Por su parte la interpelación extrajudicial o privada puede hacerse, salvo expresa convención o disposición en contrario, de cualquier manera: por escrito, verbalmente, por teléfono o por signos inequívocos con referencia a determinados objetos (art. 917), rigiendo a su respecto el principio de la libertad de las formas consagrado por el artículo 974 y bastando con que resulte claro el propósito del acreedor de reclamar el cumplimiento de la obligación que le es debida. Pero cuando el lugar del pago es el propio domicilio del obligado, el acreedor debe hacerse presente en el mismo para intimar el cumplimiento, por lo que no tendría eficiencia interpelativa para constituir en mora debitoris una simple carta-documento enviada por el acreedor al domicilio del deudor. Por otra parte, bien se ha señalado que, pese a lo dicho, la experiencia aconseja atenerse a ciertas directivas que surgen de la 118

Art. 509 opinión de los autores y de las decisiones de los tribunales, en lo que concierne a la forma y contenido de la intimación, ya que como al acreedor le incumbe la prueba del requerimiento, le conviene ocurrir a los medios más eficaces para la ulterior acreditación del contenido y autenticidad del acto intimatorio y de su recepción por el deudor, para el supuesto de que éste después los cuestione. 6) Casos en que se requiere la interpelación. Constituyen excepciones al principio general de la mora automática los casos que se mencionan a continuación. I) Interpelación convencional. Obviamente las partes pueden acordar, con apoyo en el artículo 1197, que sea necesaria la interpelación al deudor para que el mismo quede constituido en mora. II) Existencia de un plazo tácito. También cabe incluir en esta categoría a las obligaciones con plazo tácito, aludidas en el segundo párrafo del artículo 509, habiendo sido definido el plazo tácito como el que no está fijado por las partes, pero que se deduce o resulta de la propia naturaleza del compromiso asumido. En estas obligaciones, pese a no estar expresamente establecido por las partes un término para el cumplimiento, su existencia resulta sin embargo indudable, atento a que en razón de la propia índole o naturaleza de aquéllas es indispensable que medie un lapso adecuado para que las mismas se puedan cumplir. Tal ocurre por ejemplo en el contrato de transporte, que requiere del tiempo necesario para su realización, aunque los contratantes nada hubiesen previsto al respecto, o también cuando se tiene que entregar alguna cosa en un sitio distinto de aquel en donde la misma se hallaba al contraerse la obligación, lo que implícitamente conlleva entonces la existencia del plazo razonablemente adecuado para poder trasladar lo debido al lugar del pago, o si alguien se obligase en invierno a ejecutar un trabajo que sólo puede cumplirse en verano, etcétera. Y también se han mencionado como un caso de obligación a plazo tácito resultante de las propias normas de nuestro Código Civil al contrato de comodato, que concluye "por haberse terminado el servicio para el cual la cosa fue prestada", lo cual está aludiendo sin duda a un plazo tácito, tal por ejemplo si se hubiese prestado a un estudiante que estuviera cursando "Obligaciones" un tratado sobre la materia, sin fijarse expresamente ningún 119

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plazo para su devolución, en cuyo caso se trataría de un plazo tácito a vencer una vez transcurrido el ciclo lectivo de ese año. Este tipo de obligaciones carece así de la indispensable precisión en cuanto a la época del cumplimiento, lo que explica que no sea entonces posible establecer a su respecto la mora automática, ya que la razón de ser de esta última reside precisamente en la circunstancia de que el deudor conoce o debe conocer con certeza el momento de la exigibilidad del crédito. III) Las obligaciones puras y simples o inmediatamente exigibles. También se exige la interpelación del acreedor para la constitución en mora del deudor, cuando se trata de las llamadas obligaciones puras y simples. Estas obligaciones "puras" o "inmediatas", o más precisamente: de "inmediata exigibilidad", son aquellas cuyo cumplimiento puede ser requerido desde el mismo momento de su nacimiento, entendiéndose que las mismas pueden entonces ser satisfechas en cualquier momento: cuando el acreedor lo pida, o en su caso cuando el deudor desee liberarse, aun no mediando ninguna intimación por parte del titular del crédito. Si bien nuestro Código Civil no ha considerado expresamente este tipo de obligaciones "puras", es indiscutible que las mismas existen, pudiendo mencionarse entre otros ejemplos, los siguientes: la obligación del vendedor de entregar la cosa cuando el comprador lo exija (art. 1409); la del comodatario de restituir la cosa al comodante "cuando [éste] quisiere", si se trata de un préstamo precario (art. 2285); la devolución de la cosa "cuando cualquiera de las partes lo quisiere", en el depósito por tiempo indeterminado (art. 2226, inc. Io in finé); las obligaciones contenidas en las letras de cambio, vales o pagarés, sin indicación de plazo o "a la vista", las que deben ser abonadas "a su presentación" (arts. 36 y 102, decreto-ley 5965/63, modificatorio del Cód. de Com.), etcétera. Casos éstos en los que efectivamente la obligación debe ser considerada como sin plazo y por ende inmediatamente exigible desde su nacimiento, y en las que no habrá de ser necesaria entonces la previa fijación judicial de un término y su vencimiento para que se pueda reclamar el pago, dado que no se confunden con las obligaciones "sin plazo fijado o determinado" del tercer párrafo del artículo en comentario. 120

Art. 509 Empero, después de la reforma del decreto-ley 17.711/68 se han registrado distintas posturas interpretativas con relación a estas obligaciones "puras" o "inmediatamente exigibles". Una posición minoritaria ha entendido de lege lata que, como regla, la mora en las obligaciones de exigibilidad inmediata (o puras y simples) es automática, dado que en el Derecho positivo actual rige, aunque con mucha imperfección técnica, el principio de la mora automática". Con anterioridad también se había sostenido que no era necesaria la interpelación stricto sensu, sino lo que se denomina como "constitución del plazo": que el acreedor notifique al deudor el momento en que quiere cobrar, o en su caso el deudor al acreedor el tiempo en que deseare pagar; luego de lo cual la obligación pura se convierte en obligación a plazo y la mora se va a producir por el solo vencimiento del mismo. Pero la mayoría de la doctrina, aunque con distintos fundamentos, ha llegado a una misma conclusión, en el sentido de que para que se produzca la mora en estas obligaciones de exigibilidad inmediata, resulta necesario el previo requerimiento de pago efectuado por el acreedor al deudor. Sobre la cuestión algunos han entendido que ello es así porque estas obligaciones han quedado marginadas del nuevo texto del artículo 509, sin que esté reglado a su respecto el modo de la constitución en mora, por lo cual ésta debe operarse por el requerimiento del acreedor al deudor cuando vence el razonable emplazamiento para cumplir, del que no cabe prescindir. Otros sostienen que se trata de obligaciones con plazo expreso, pero consistente en un acto potestativo del acreedor, cual es la interpelación de pago, por lo que el vencimiento del plazo se produce con el requerimiento y, por último, para la mayoría la razón estriba en que las obligaciones "puras" quedan involucradas dentro de las que tienen un "plazo tácito", con relación a las cuales no se exige la fijación judicial del término, pero sí que el acreedor interpele al deudor para constituirlo en mora. IV) El supuesto de las obligaciones con plazo "incierto". Está muy controvertido en nuestras doctrina y jurisprudencia el tema de las obligaciones de plazo "incierto", discutiéndose si la mora automática rige para todas las obligaciones con plazo "expreso", sea éste "cierto" o "incierto", o si sólo vale para las primeras. Siendo el plazo "incierto" cuando está supeditado a un hecho que necesariamente habrá 121

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de acontecer pero sin que se conozca de antemano en qué momento podrá ello ocurrir, certus an, incertus quando (arts. 529 y 568). Ahora bien, en lo que atañe a la mora, una postura interpretativa ha sostenido que como la ley no distingue, la misma debe operarse automáticamente para todas las obligaciones con plazo "expreso", sea éste cierto o incierto (ubi lex non distinguit, nec nos distinguere debemus), ya que lo contrario importaría minimizar el sentido de la reforma de la ley 17.711. Y otra corriente ha entendido, en cambio, que cuando el plazo es incierto no basta para que exista mora con su mero vencimiento, sino que además será necesaria la interpelación al deudor, en razón de que éste puede muy bien ignorar que acaeció el hecho del cual dependía la exigibilidad de la prestación, o bien que, aun de no ser ello así, puede ser que su conocimiento sobre tal circunstancia resulte tan simultáneo con dicha exigibilidad que materialmente carezca del tiempo imprescindible para poder cumplimentar el pago, lo que tornaría injusta su automática constitución en mora de pleno derecho. Pero también se ha sostenido en una solución intermedia el primer criterio antes expuesto, aunque atenuado por la necesidad de que el acreedor haga saber al deudor, mediante una declaración de voluntad recepticia, que ya ha acontecido el hecho incierto en cuanto al tiempo de su producción, al que se supeditara como plazo la exigibilidad de la obligación, lo cual en verdad reduce sustancialmente los alcances de esa tesitura y la aproxima en cambio considerablemente a la otra. V) El caso de las "dettes querables" o "cercabili". Finalmente, se ha pretendido incluir entre los casos que requieren la interpelación del deudor las obligaciones con plazo cierto que deben ser cumplidas en el domicilio del deudor, también conocidas como dettes querables o cercabili. En efecto, buena parte de nuestras doctrina y jurisprudencia se ha expedido en el sentido de que en este tipo de obligaciones la mora no se puede producir automáticamente, en razón de que de lo contrario le bastaría al acreedor con no concurrir al domicilio del obligado a cobrar, para así dejarlo constituido en mora, lo cual obviamente resultaría contrario al principio de la buena fe, incorporado en el nuevo texto del artículo 1198. Amén de que mientras el artículo 509 se refiere al "tiempo" en que debe hacerse el pago, el artículo 747 del mismo 122

Art. 509 Código señala el "lugar" en que debe efectuárselo, o sea que se trata de normas que versan sobre cuestiones distintas y que no se contraponen, siendo obvio que si el lugar del pago es el domicilio del deudor le corresponderá al acreedor hacerse presente en el mismo para poder cobrar, siendo esta conducta de su parte integrativa de su "deber" de cooperar con el pago y, de no haberlo hecho, determinante a la vez de su propia mora con relación a tal "deber", lo cual obstaría a su vez a que se pudiese configurar la mora del deudor (art. 510). Todo ello sin perjuicio, además de la enorme dificultad, o más aún de la casi imposibilidad práctica para el deudor, de tener que probar un hecho negativo como lo es la circunstancia de que el acreedor no se hubiese hecho presente en el domicilio del obligado para que éste pudiese pagarle su acreencia. Para otros, en cambio, la aplicación lisa y llana del artículo 509, que no efectúa distingos ni discriminaciones, determina la automática constitución en mora del deudor por el solo vencimiento del plazo, aun cuando debiese pagar en su propio domicilio; aclarándose que, en todo caso, corresponderá al obligado la prueba de esa no comparecencia del acreedor a su domicilio para cobrar, como hecho obstativo de su constitución en mora. Esta postura, primeramente minoritaria, ha recibido más adelante un importante apoyo jurisprudencial. d) La mora en las obligaciones sin plazo preestablecido Finalmente, la última forma de constitución en mora es la que exige la previa fijación de un plazo por parte del juez y luego la expiración del mismo, refiriéndose a ella el tercer párrafo del vigente artículo 509 cuando dice: "Si no hubiese plazo, el juez a pedido de parte, lo fijará en procedimiento sumario, a menos que el acreedor opte por acumular las acciones de fijación de plazo y de cumplimiento..." Aunque en rigor acá la norma no se refiere en verdad a las obligaciones "sin plazo" como resulta literalmente del texto transcripto, sino a las llamadas obligaciones "sin plazo fijado o preestablecido" o, si se prefiere, "de plazo no determinado". A diferencia de las "puras" o "simples" o "inmediatamente exigibles", este tipo de obligación es "a plazo", pero en ellas las partes no 123

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han previsto en forma expresa cuándo se cumpliría el mismo, ni tampoco se puede inducir o deducirse su duración de la naturaleza de la obligación, o sea que, se ha dicho, "la indeterminación es absoluta". Razón por la cual el Código ha optado por deferir su definición a la intervención judicial, como ya lo hiciera verbigracia en otras preceptivas, como los artículos 561, 576, 618 y 751. Precisar cuáles son estas obligaciones de plazo indeterminado constituye sin embargo un tema de no fácil elucidación. Algunos autores, sin mayor precisión, aluden como de plazo indeterminado a aquellas obligaciones en las cuales el vencimiento corresponde a una circunstancia personal y un tanto potestativa del deudor, o a las que no dependen de ningún acontecimiento que deba necesariamente ocurrir en algún momento, sino simplemente de ulteriores diligencias o conductas, o de situaciones vinculadas a una de las partes de la obligación, las que exigen una apreciación a posteriori para establecer si se han o no producido. Para otros, en la obligación "con plazo a fijar por el juez" caben dos supuestos diferentes: el de aquellas que no tienen establecido el tiempo de cumplimiento ni expresa ni tácitamente y que tampoco son de exigibilidad inmediata (arts. 576, 618 y 751), como ocurre en la venta con pacto comisorio pero sin plazo determinado (arts. 1375, inc. 2o), o en la ejecución de la obra locada, "a falta de ajuste sobre el tiempo" (art. 1635), y el de las obligaciones que están supeditadas a un acontecimiento no forzoso, pero al cual la ley no le ha asignado el carácter de una condición, como sucede con el cumplimiento de un cargo (art. 561) o en el pago a mejor fortuna (arts. 620 y 752). Sin perjuicio de lo cual parece acertado que cuando el caso sea dudoso se deba considerar al plazo como indeterminado tácito y no como indeterminado propiamente dicho; conclusión que da la mejor respuesta a la dinámica negocial moderna (y, por lo general, también a la voluntad de las partes), pues es un hecho evidente que los contratantes sólo en raras ocasiones procuran integrar un contrato con una actividad judicial futura. En estos supuestos, como es sabido, cabe solicitar al juez sólo la fijación del plazo o acumular a ese petitum el de cumplimiento de la prestación, "en cuyo caso -según reza la parte final del tercer párrafo 124

Art. 509 del artículo 509- el deudor quedará constituido en mora en la fecha indicada por la sentencia para el cumplimiento de la obligación". C) Jurisprudencia SUMARIO: 1. Mora automática. 2. Mora mediante interpelación. 3. Quid de la intimación de pago por una suma mayor o menor a la adeudada. 4. Formas de la interpelación. 5. Casos en que se requiere la interpelación. 6. La mora en las obligaciones sin plazo preestablecido.

1. Mora automática Rige ante todo para las obligaciones con plazo "expreso"1 y "cierto" , cuando media una expresión positiva de la voluntad y se conoce desde un principio el preciso momento en que acaecerá su vencimiento. También quedan incluidos: los casos en que el deudor reconoce encontrarse en mora3, o exterioriza su voluntad de no cumplir4, o si se ausenta sin dejar noticias sobre su paradero o dificulta con malicia la interpelación5, o la obligación de los condóminos, en proporción a sus respectivas cuotas partes, de reintegrar al copropietario que hubiese anticipado de su peculio los gastos de conservación de la cosa común, más sus intereses, del artículo 2686, considerada como un supuesto de mora ex re6. Y tratándose de indemnización por hechos ilícitos, sigue vigente el criterio de que los intereses correspondientes a las mismas se liquidan desde el día en que se produce cada perjuicio 2

1

CNEsp., sala VI, 3-9-73, J.A. 21-1974-65; CCC de San Martín, sala II, 14-4-87, D.J. 1987-2-115. 2 CNCiv., sala B, 10-5-84, L.L. 1985-A-590; CNCom., sala B, 16-3-99, L.L. 2000-C-927, 42.764-S; sala D, 6-3-87, L.L. 1988-C-534. 3 CNCiv., sala A, 22-4-94, J.A. 1995-1-119; sala E, 15-5-96, L.L. 1996-D-767; CNCom., sala C, 20-5-94, L.L. 1995-B-89; CNFed.CC, sala II, 3-6-98, L.L. 1999-A-l; id., 7-7-89, L.L. 1989-E-374; S.C.J. de Mendoza, sala I, 7-5-86, L.L. 1986-B-520, J.A. 1986-1-589 y E.D. 117-662. 4 CNCiv., sala A, 22-4-94, J.A. 1995-1-119; sala C, 27-4-95, L.L. 1995-D-707; sala E, 15-5-96, L.L. 1996-D-767; CCC de Junín, 24-9-83, L.L. 1984-B-8. 5 CNCiv., sala C, 27-4-95, L.L. 1995-D-707; CCC de Junín, 23-5-89, L.L. 1989D-522; id., 30-6-86, D.J. 1987-2-204. 6 CNCiv., sala A, 7-11-96, L.L. 1997-C-238. 125

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motivo de la reparación7; solución ésta que importa aceptar que el obligado queda automáticamente en mora desde la comisión del ilícito8. 2. Mora mediante interpelación La interpelación es una declaración de voluntad recepticia, consistente en un requerimiento de pago que formula el acreedor al deudor y que sólo produce sus efectos propios cuando efectivamente llega a conocimiento de este último9. No puede llevarse a cabo si la obligación todavía no fuese exigible, por no mediar aún ningún incumplimiento del deudor10. El reclamo de pago ha de ser categórico, contener una concreta exigencia de cumplimiento, no bastando con un mero recordatorio de que la obligación se encuentra vencida"; ha de brindar al deudor un plazo prudencial que le posibilite el cumplimiento12; referirse al objeto debido y no a algo distinto13, precisándose el quid y el quantum de 7 C.S. de la Nación, 14-7-61, L.L. 107-354; id., 31-3-60, L.L. 99-765, 2741-S; CNCiv., en pleno, 16-12-58, L.L. 93-667 y J.A. 1959-1-540. 8 CNCiv., sala A, 26-6-90, L.L. 1991-A-189; CNFed.CC, sala III, 13-5-92, L.L. 1992-E-156; CFed. de La Plata, sala I, 13-3-84, E.D. 110-416; CCC de Santa Fe, sala I, 8-8-80, Z. 22-J-197; CL'CC de Córdoba, 18-5-98, L.L.C. 1999-364. 9 SCBA, 4-5-65, DJBA 75-186; CNFed.CC, sala III, 1-11-86, L.L. 1986-E-526. 10 CNCiv., sala A, 20-7-61, L.L. 104-280; sala C, 28-12-65, L.L. 122-963, 13.613S; sala F, 15-2-68, L.L. 131-1023; id., 29-7-66, E.D. 17-568 y L.L. 124-234; id., 6-10-59, J.A. 1959-VI-629; sala G, 30-9-91, L.L. 1992-E-78. 11 CNCiv., sala A, 4-9-98, L.L. 1999-A-l; sala B, 23-3-77, L.L. 1977-D-14 y J.A. 1978-11-502; id., 29-7-77, J.A. 1979-1-72; id., 21-6-76, J.A. 1977-11-169; sala C, 6-3-75, L.L. 1975-B-725; sala D, 24-10-85, L.L. 1986-B-520, J.A. 1986-1-589 y E.D. 117-662; sala E, 28-6-82, E.D. 102-422; id., 5-2-81, L.L. 1981-B-l; sala F, 19-9-85, L.L. 1986-B-321; id., 22-7-79, J.A. 1980-IV-249; sala G, 11-12-80, E.D. 93-554; CNFed.CC, sala II, 18-11-99, D.J. 2000-2-926 y L.L. 2000-C-918, 42.726-S; CNFed.CC, sala II, 16-6-78, J.A. 1980-11-660; CNEsp., sala II, 20-6-77, J.A. 1978IV-índice: p. 105, v. "Mora", N° 10; SCBA, 2-8-77, L.L. 1978-A-78; id., 14-12-76, DJBA 110-150; ClaCC de La Plata, sala I, 12-6-73, L.L. 154-622, 31.212-S; CCC de Paraná, sala II, 29-5-79, Z. 20-J-273. 12 CNCiv., sala A, 4-11-76, L.L. 1977-A-506; sala D, 16-11-68, L.L. 135-225; sala E, 30-7-68, L.L. 135-1232, 21.798-S; id., 18-4-68, L.L. 133-554; CNFed.CC, sala II, 24-5-73, L.L. 156-808, 31.642-S; CCCFam.Suc. de Tucumán, 4-11-80, J.A. 198I-III-531. 13 CNCiv., sala A, 7-9-82, E.D. 102-708.

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Art. 509 la prestación debida14, aunque no es necesario que contenga una suma líquida, sobre todo si la suma adeudada puede ser fácilmente determinada por el propio obligado15. Y asimismo se requiere la colaboración del acreedor, si ello resultase indispensable para posibilitar el pago del obligado, en cuyo caso el requerimiento debe ir acompañado del ofrecimiento de tal cooperación16. 3. Quid de la intimación de pago por una suma mayor o menor a la adeudada Algunos fallos niegan eficacia a la intimación de pago por una suma mayor a la debida17; en tanto otros se la reconocen pero circunscripta a la cantidad realmente adeudada18, y algunos sólo cuando el monto mayor reclamado sea razonablemente de poca monta19. Y si la intimación lo es por un monto menor al debido, la mora se opera sólo por la suma requerida20. 14

CNCiv., sala D, 18-12-81, E.D. 98-455. C.S.J. de la Nación, 29-6-82, L.L. 1983-A-166; CNFed.CAdm., sala I, 16-10-78, E.D. 81-160; CNCiv., sala D, 29-9-77, E.D. 77-263; CNECC, sala VI, 4-4-74, L.L. 155-158. En contra: CNCiv., sala A, 4-4-72, L.L. 149-607, 30.040-S; CCC de Córdoba, 12-4-91, L.L.C. 1992-142. 16 CNCiv., sala A, 15-11-90, L.L. 1991-E-75; id., 7-12-82, E.D. 102-708; id., 19-10-76, E.D. 72-659; id., 19-8-74, L.L. 1975-A-563; id., sala D, 7-12-81, E.D. 98-247 y L.L. 1982-C-134; CNEsp., sala VI, 16-9-75, L.L. 1975-D-323; id., 26-12-73, J.A. 21-1974-241; CNCom., sala C, 1-3-96, L.L. 1996-D-392; id., sala E, 18-12-97, L.L. 1998-D-107 y J.A. 1998-111-423; id., 16-7-97, L.L. 1997-F-815 y D.J. 1998-11015; CCC de Morón, sala II, 13-5-93, J.A. 1994-11-152; CCCMin. de San Juan, sala 1, 22-6-2000, L.L. Gran Cuyo 2001-156. Aunque esa falta de cooperación del acreedor resulta insuficiente, de por sí, para provocar la mora accipiendi (CFed. de Córdoba, Sala Civ. y Com., 18-10-82, J.A. 1983-10-549). 17 CNCiv., sala A, 18-6-82, L.L. 1983-C-272; id., sala C, 2-11-82, L.L. 1983-A293; id., 2-11-82, L.L. 1983-A-293; CNCom., sala C, 16-2-79, L.L. 1979-B-376; CNFed.CC, sala II, 19-7-94, L.L. 1996-A-23; Cl a CC de La Plata, sala I, 12-6-73, L.L. 154-622, 31.212-S. 18 CNFed.CAdm., sala I, 7-7-77, L.L. 1978-C-374; CNCiv., sala E, 15-11-2000, L.L. 2001-C-737 y E.D. 192-154; sala F, 8-2-79, L.L. 1979-B-373; CNCom., sala A, 18-6-93, E.D. 155-203. 19 Cám. P de Bahía Blanca, 13-12-79, supl. Prov. L.L. 1980-274 y DJBA 118-171. 20 CNCiv., sala D, 18-12-81, E.D. 98-455. 15

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4. Formas de la interpelación La interpelación judicial se concreta a través de los pertinentes actos procesales: la notificación de la demanda21 y la intimación de pago22. El requerimiento extrajudicial o privado puede hacerse por escrito23 o verbaimente24, rigiendo a su respecto el principio de la libertad de la formas del artículo 97425. Pero si el lugar de pago es el propio domicilio del obligado, el acreedor debe hacerse presente en el mismo para exigir el cumplimiento, resultando insuficiente para constituir en mora al deudor una carta-documento dirigida al mismo a su domicilio26. 5. Casos en que se requiere la interpelación Constituyen excepciones al principio general de la mora automática, los siguientes: a) Las obligaciones con plazo tácito27; b) las obligaciones "puras" o simples o de "inmediata exigibilidad", las que no se confunden con las "sin plazo fijado o determinado" del tercer párrafo de este artículo28, y cuyo cum21 CNCiv., sala G, 10-8-99, L.L. 2000-E-I01 y J.A. 2000-III-691; id., 7-5-96, L.L. 1996-D-709; SCBA, 10-8-93, D.J. 1994-1-201 y DJBA 145-5288; CCC de Santa Fe, sala 1, 27-12-99, L.L. Litoral 2000-1414, 224-S; C3aCC de Córdoba, 13-5-80, L.L. 1980-A-540; S.T. de Jujuy, 26-3-84, E.D. 110-459. Empero, la demanda cuya notificación es constitutiva del estado de mora es la que exige el pago de la obligación adeudada, y no una que pretenda directamente la resolución del contrato fuente de las obligaciones, ya que este tipo de acción requiere como ineludible paso previo que el deudor ya se encuentre anteriormente constituido en mora (CCCom.CAdm. de San Francisco, 22-10-97, L.L.C. 1998-226). 22 CNCiv., sala A, 24-4-73, J.A. 20-1973-434. 23 CNFed.CC, sala III, 12-10-94, L.L. 1995-A-230. 24 CCC de Rosario, sala 11, 8-10-79, Z. 24-J-296. 25 C.S. de la Nación, 3-5-42, L.L. 26-686; CNCiv., sala A, 30-10-58, L.L. 93-381; sala C, 18-4-58, J.A. 1959-IV-200 y L.L. 105-117; sala D, 16-5-61, L.L. 104-493; sala E, 21-11-61, L.L. 105-545. 26 CNCom., sala E, 18-12-97, L.L. 1998-D-107 y J.A. 1998-III-423. 27 CNCiv., sala C, 2-11-82, L.L. 1983-A-293; sala E, 3-12-81, J.A. 1983-1-350; CNCom., sala A, 6-8-84, L.L. 1985-A-260; SCBA, 23-12-79, supl. Prov. L.L. 1980-539 y DJBA 118-101; CCC de Dolores, 13-7-78, Sensus XXIV-1979-171; CCiv. de Concepción, 17-9-79, supl. Prov. L.L. 1980-401. 28 CNCiv., sala C, 22-9-83, L.L. 1984-A-448.

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Arl. 509 plimiento puede ser exigido desde el mismo momento de su nacimiento, pudiendo también liberarse el deudor cuando lo desee, aun no habiendo mediado intimación de pago por el acreedor29, con relación a las cuales no existirá mora hasta tanto no se efectúe el requerimiento de pago al deudor30. Tales son: los honorarios firmes regulados judicialmente31; la obligación de restituir un pago efectuado en virtud de una causa existente pero que hubiese dejado de existir, como si se hubiese regulado un honorario definitivo inferior al que antes se había fijado provisionalmente32; la de pagar el saldo deudor de una cuenta corriente bancada33, o el pago de la recompensa al hallador de una cosa perdida (art. 2533, Cód. Civ.)34; c) para una corriente, tratándose de obligaciones a plazo "incierto", no basta con su mero vencimiento para que se produzca la mora, sino que además resulta necesaria la previa interpelación de pago al deudor35; 29 CNCiv., sala A, 3-9-63, J.A. 1964-11-452; CCC de Mercedes, sala II, 9-3-79, E.D. 84-237. 30 CNCiv., sala A, 5-7-79, L.L. 1980-A-317 y E.D. 86-285; sala C, 5-6-85, L.L. 1985-D-228; id., 22-9-83, L.L. 1984-A-448; id., 22-9-81, E.D. 97-451; id., 6-8-80, L.L. 1980-D-289; sala D, 14-8-79, E.D. 86-196 y L.L. 1980-C-473, 35.497-S; sala F, 22-12-83, L.L. 1984-B-155; sala G, 25-2-86, E.D. 117-520 y L.L. 1986-D-663, 37.419-S; id., 8-8-80, L.L. 1980-D-231; CNCom., sala A, 6-8-84, L.L. 1985-A-260; sala C, 20-6-97, L.L. 1998-B-904, 40.323-S; CNECC, sala III, 12-2-82, E.D. 98-513; SCBA, 12-12-89, DJBA 138-1408; id., 18-2-86, L.L. 1986-C-315 y DJBA 130-387; id., 5-3-85, L.L. 1985-C-600 y DJBA 129-567; ClaCC de Bahia Blanca, sala I, 134-2000, LLBA 2001-82; CCC de Azul, 26-5-97, LLBA 1998-474 y DJBA 154-3515; CCCom.Crim.Corr. de Pergamino, 31-5-96, LLBA 1996-647; CCC de San Martín, sala II, 14-4-87, D.J. 1987-2-115; CApel. de Paraná, sala II, 31-8-78, Z. 17-J-979. 31 CNCiv., sala C, 5-6-85, L.L. 1985-D-228; sala F, 22-12-83, L.L. 1984-B-155; SCBA, 5-3-85, L.L. 1985-C-600 y DJBA 129-567. 32 Cl a CC de Bahía Blanca, sala I, 13-4-2000, LLBA 2001-82. 33 CNCom., sala C, 20-6-97, L.L. 1998-B-904, 40.323-S; CCC de Azul, 26-5-97, LLBA 1998-474 y DJBA 154-3515; CCCom.Crim.Corr. de Pergamino, 31-12-96, LLBA 1996-647. 34 CCC de San Martín, sala II, 14-4-87, D.J. 1987-2-115. 35 CNCom., sala B, 18-3-76, L.L. 1979-B-376; sala C, 13-2-81, E.D. 93-499; S.C. de Mendoza, sala I, 27-8-79, L.L. 1980-A-598; CNFed., sala II CC, 16-6-78, J.A. 1980-11-660.

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d) también para una tendencia es necesario el anterior requerimiento para la constitución en mora, cuando se trata de las obligaciones conocidas como dettes queradles o cercabili, que son aquellas que deben ser cumplidas en el domicilio del deudor, ya que entonces le corresponde al acreedor hacerse presente en el mismo para cobrar, siendo esta conducta a su cargo integrativa de su deber de cooperar con el pago36. En tanto, para otros, la aplicación lisa y llana del artículo 509 del Código Civil, que no efectúa distingos ni discriminaciones, determina que también en este tipo de deudas la mora del deudor se produzca automáticamente por el solo vencimiento del plazo37. 6. La mora en las obligaciones sin plazo preestablecido En éstas, conforme al último párrafo del artículo 509, la mora requiere la previa fijación de un plazo por parte del juez y luego el vencimiento del mismo38; pudiendo solicitarse judicialmente sólo la fijación del plazo, o acumular a ese petitum el de cumplimiento de la 36 CNCiv., sala A, 26-6-73, J.A. 20-1973-301; id., 19-8-74, L.L. 1975-A-56 y E.D. 59-246; sala C, 24-10-78, E.D. 81-760; sala D, 21-11-74, L.L. 1975-D-410 y E.D. 61-241; CNEsp., en pleno, 30-3-54, L.L. 74-743; sala III, 28-7-78, L.L. 1979A-21; sala VI, 16-9-75, L.L. 1975-D-323; CNCom., sala A, 23-5-83, E.D. 105-380; id., 15-2-79, L.L. 1981-B-216; id., 22-3-77, E.D. 73-682; id., 14-9-76, L.L. 1976-D206; sala B, 3-7-84, E.D. 111-480; id., 26-2-82, L.L. 1982-D-176; id., 26-7-76, E.D. 69-227; sala C, 16-2-79, L.L. 1979-B-376 y E.D. 82-406; C3aCC de Córdoba, 2510-77, J.A. 1978-III-índice: p. 109, v. "Mora", N° 3; SCBA, 2-9-80, DJBA 119-791; Cám. Ia de Bahía Blanca, 6-2-79, DJBA 118-195; Cám. Ia de San Isidro, 14-4-78, E.D. 80-582; CCC de Santa Fe, sala I, 19-8-81, J.A. 1982-1-608; id., 29-8-80, Z. 22-J-155. 37 CNCiv., en pleno, 31-3-80, L.L. 1980-B-123; sala C, 15-8-78, L.L. 1978-D-311; sala D, 21-8-72, E.D. 46-544; sala G, 18-3-82, E.D. 100-329; CNCom., en pleno, 17-6-81, L.L. 1981-C-281 y E.D. 94-332; id., 25-4-75, L.L. 1975-B-726; id., 30-6-75, L.L. 1976-A-33; sala A, 9-3-79, E.D. 83-237; id., 12-6-78, L.L. 1978-C-238 y E.D. 79-263; CNTrab., sala IV, 31-3-82, J.A. I983-I-562; CCC de San Martín, sala I, 9-10-78, L.L. 1979-A-242; S.T.J. de Entre Ríos, Sala 2a Civ. y Com., 25-3-81, Z. 26-J, fallo 4410; C.S. de Tucumán, 19-3-73, L.L. 152-491; CCC de Jujuy, sala II, 25-3-97, L.L. Noroeste 1998-893 y L.L. 1998-D-863, 40.596-S. 38 CNFed.CC, sala I, 21-2-84, E.D. 108-506; CCC de San Martín, sala II, 14-4-87, D.J. 1987-2-115; ClaCC de Córdoba, 2-9-83, L.L.C. 1984-373 (27-R).

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Arl. 510

prestación, en cuyo caso el deudor quedará constituido en mora en la fecha indicada por la sentencia para el cumplimiento de la obligación39. Art. 510

En las obligaciones recíprocas, el uno de los obligados no incurre en mora si el otro no cumple o no se allana a cumplir la obligación que le es respectiva.

Concordancias: arts. 508, 509, 1201, 1203, 1204, 1426, 1428.

A) Bibliografía especial La del artículo precedente y además: ALBADALEJO, Manuel, La mora en las obligaciones recíprocas, en Revista de Derecho Inmobiliario, Madrid, 1968, ps. 10 y ss.; MONTES, Ángel C , La mora del deudor en los contratos bilaterales, Civitas, Madrid, 1984; SALERNO, Marcelo U., La cooperación del acreedor en el cumplimiento de las obligaciones, en L.L. 1991-E-74 y ss. B) Doctrina SUMARIO: 1. Compensatio mora. 2. Obligaciones bilaterales. 3. Obligaciones de cumplimiento simultáneo.

1. "Compensatio mora" La solución de esta norma, conocida como compensatio mora, se funda en el hecho de que quien no cumple con sus propias obligaciones ya exigibles carece de derecho a demandar el cumplimiento y a constituir en mora a su contraparte. Por eso, tratándose de obligaciones bilaterales de cumplimiento simultáneo, quien pretenda el pago tiene que ofrecer a su vez el cumplimiento de sus propios deberes conexos, tal como lo dispone el artículo en comentario: "...el uno de los obligados no incurre en mora si el otro no cumple o no se allana a cumplir la obligación que le es respectiva". Pero se trata de un principio que sólo rige para los casos de contratos bilaterales y de cumplimiento simultáneo. 3 " CNCiv., sala D, 5-6-78, L.L. 1978-D-641; id., 13-8-76, L.L. 1977-A-495 y R.D. 73-511; CCC8a"Nom. de Córdoba, 18-5-2000, L.L.C. 2001-209; CCC N° 2 de Corrientes, 10-3-99, L.L. Litoral 2000-205 y L.L. 2000-D-891, 42.946-S.

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2. Obligaciones bilaterales Son aquellas en las que existe un recíproco entrecruzamiento de actividades de ambas partes, que tienen un mismo origen e idéntica razón de ser: entonces el acreedor es tal por un lado, pero deudor por otro, y el deudor lo es de una parte, pero también es acreedor en alguna medida; o sea, en suma, que ambas partes resultan ser a la vez deudoras y acreedoras, como ocurre por ejemplo en el contrato de compraventa, en el que el comprador es acreedor a la entrega de la cosa y deudor del precio, y a su turno el vendedor es acreedor de este último, pero deudor a su vez de la obligación de entregar la cosa enajenada. 3. Obligaciones de cumplimiento simultáneo Además, ambas obligaciones deben ser de cumplimiento simultáneo, ya que si una fuese de inmediata exigibilidad y la otra diferida en el tiempo, el deudor de esta última y acreedor de la primera podría pretender válidamente el cobro de su acreencia ya exigible, sin tener que cumplimentar todavía su propia obligación, cuya exigibilidad está supeditada al previo vencimiento de un plazo suspensivo. C) Jurisprudencia SUMARIO: 1. Obligaciones recíprocas. 2. Obligaciones bilaterales de cumplimiento simultáneo.

1. Obligaciones recíprocas En este tipo de obligaciones una parte no incurre en mora, si a su vez el otro contratante no ofrece el cumplimiento de los propios deberes a su cargo1, o no estaba en condiciones de cumplirlos2. Y si 1 CNCiv., sala A, 13-3-75, E.D. 68-159; sala B, 13-3-84, E.D. 108-646 y J.A. 1984-111-612; id., 23-3-77, L.L. 1977-D-206; sala D, 24-5-76, E.D. 71-292; CNFed.CC, sala I, 29-7-88, L.L. 1989-A-653, 38.069-S; CCiv. de Tandil, 8-5-91, Juba7 B2200602; CCC de Morón, sala II, 18-5-93, LLBA 1994-465; CApel. de Concepción del Uruguay, Sala Civ. y Com., 28-12-79, Z. 24-J-119. 2 CNCiv., sala C, 2-4-70, L.L. 141-668, 25.467-S.

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una parte quedó constituida en mora, esa morosidad suya previa le impide alegar la mora de la contraparte3. 2. Obligaciones bilaterales de cumplimiento simultáneo Debe tratarse de obligaciones bilaterales de cumplimiento simultáneo4; por lo que si una de las partes debía cumplir su prestación por anticipado, en tanto no lo haya hecho no podrá constituir en mora a la otra5. Art. 511

El deudor de la obligación es también responsable de los daños e intereses, cuando por culpa propia ha dejado de cumplirla.

Concordancias: arts. 512, 889, 902 a 904, 909, 1109, 2202, 2204, 2291.

A) Bibliografía especial AGOGLIA, María M.; BORAGINA, Juan C. y MEZA, Jorge A., Responsabilidad por incumplimiento contractual, Hammurabi, Buenos Aires, 1993; BUERES, Alberto J., sus comentarios a los arts. 511 y 512, en BUERES, Alberto J. y HIGHTON, Elena I., Código Civil y normas complementarias. Análisis doctrinario y jurisprudencial, Hammurabi, Buenos Aires, 1998, t. 2-A; El acto ilícito, Hammurabi, Buenos Aires, 1986, y la citada en el comentario al art. 512. B) Doctrina SUMARIO: 1. Breve referencia sobre la evolución del concepto de responsabilidad civil. 2. Factores subjetivos de atribución de la responsabilidad. 3. La voluntariedad del acto dañoso. 4. Variantes de la "culpabilidad" en general. 5. Evolución del concepto de culpa. 6. Primeras precisiones sobre la culpa: concepto de "diligencia".

1. Breve referencia sobre la evolución del concepto de responsabilidad civil Comencemos por señalar que hoy ya no se discute que la culpa3

CNCiv., sala A, 15-11-90, L.L. 1991-E-74; sala C, 11-12-80, E.D. 92-113. CNCiv., sala C, 16-12-60, L.L. 125-662; SCBA, 24-11-70, A. y S. 1970-11-588; CCC de Morón, sala II, 18-5-93, LLBA 1994-465. 5 CNCom., sala B, 16-10-67, L.L. 130-701, 17.029-S; Cám. de Córdoba, 30-11-67, L.L. 130-17. 4

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bilidad, en cuanto elemento y fundamento de la responsabilidad civil, es producto de una lenta evolución de los conceptos jurídicos, y que en los primitivos pueblos orientales (Babilonia, Israel, Egipto, China, India y Persia), como también en el antiguo Derecho Romano, la responsabilidad era objetiva y resultaba de la simple circunstancia de haberse producido el daño; la cual acarreaba por sí sola, sin discriminación sobre los factores que podían haberlo generado, la imposición de la o las penas al autor del hecho, a veces al jefe del grupo, e inclusive colectivamente a toda la tribu o familia a la que el primero pudiera pertenecer. Recién en la época clásica de Roma, y por vía de una interpretación cada vez más amplia de las disposiciones de la Ley Aquilia, los jurisconsultos habrían ido introduciendo el concepto de la culpa, que luego recibiría el Derecho justinianeo como parte integrante de la idea más general de la imputabilidad moral. No obstante, aún no se ha cerrado el debate sobre si en definitiva la Ley Aquilia introdujo o no la "culpa" como requisito esencial del derecho a la reparación, siendo por cierto muchos los autores que, junto a los hermanos Mazeaud, insisten en que en el Derecho Romano nunca se llegó a formular una teoría general de la responsabilidad civil, y que la "culpa" constituyó siempre un concepto huidizo, cuya necesidad nunca se planteó en forma global, existiendo siempre casos de responsabilidad sin culpa. La idea moral de culpa, entendida en su subjetividad como un reproche de conciencia, es en realidad un aporte de la denominada escuela del Derecho natural, corriente doctrinaria que se inicia con Hugo Grocio en la primera mitad del siglo XVII, se continúa luego a lo largo de toda esa centuria con Puffendorff y Espinoza, y se traslada finalmente al siglo XVIII con autores como Wolff, Tomasius y algunos más específicamente dedicados al estudio de las ciencias jurídicas, como Heineccio. Dichas enseñanzas tuvieron a su vez muy buena acogida en Francia, lo que motivó igualmente la recepción de sus postulados en el mundo jurídico, especialmente en las obras de Domat y Pothier, a través de quienes llegan al Código Civil francés, en el cual va a recibir expresa consagración el principio ¿>