Cartas de Lysi: La mecenas de sor Juana Inés de la Cruz en correspondencia inédita 9788491923701, 9783968694740, 9783968694757

La publicación de Cartas de Lysi. La mecenas de sor Juana Inés de la Cruz en correspondencia inédita (Iberoamericana, 20

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Spanish; Castilian Pages 286 Year 2023

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Table of contents :
Índice
Prólogo a la segunda edición
Introducción
Primera parte
Capítulo I. Proveniencia, contexto y contenidos de las cartas
Capítulo II. María Luisa Manrique de Lara y Gonzaga: su vida, su época
Cronología
Bibliografía
Segunda parte
Transcripción de las cartas de María Luisa
Apéndices
Apéndice 1: Nómina de la comitiva de Tomás Antonio de la Cerda
Apéndice 2: Cartas del VIII duque de Medinaceli a Tomás Antonio de la Cerda, marqués de la Laguna, 1687
Apéndice 3: Poemas de María Luisa a sor Juana
Apéndice 4: Poemas de sor Juana a María Luisa y a María de Guadalupe
Apéndice 5: Ilustraciones
Índice de nombres propios en las cartas
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Cartas de Lysi: La mecenas de sor Juana Inés de la Cruz en correspondencia inédita
 9788491923701, 9783968694740, 9783968694757

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Cartas de Lysi La mecenas de sor Juana Inés de la Cruz en correspondencia inédita

Estudio preliminar, edición y notas

Hortensia Calvo Beatriz Colombi

2.ª ed. corregida y ampliada

Iberoamericana - Vervuert - 2023

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PARECOS Y AUSTRALES Ensayos de cultura de la Colonia 27 «Parecos de nosotros los españoles son los de la Nueva España, que viven en Síbola y por aquellas partes» dice Francisco López de Gómara, porque «no moramos en contraria como antípodas», sino en el mismo hemisferio. «Austral» es el término que adoptaron los habitantes del virreinato del Perú para publicarse. Bajo esas dos nomenclaturas con las que las gentes de indias son llamadas en la época, la colección de «Ensayos de cultura de la colonia» acogerá ediciones cuidadas de textos coloniales que deben recuperarse, así como estudios que, desde una intención interdisciplinar, desde perspectivas abiertas, desde un diálogo intergenérico e intercultural traen de la América descubierta y de su proyección en los virreinatos. Directores Rolena Adorno, Yale University, New Haven; Judith Farré, CSIC-CCHS, Madrid; Paul Firbas, SUNY at Stony Brook; Margo Glantz, Universidad Nacional Autónoma de México; Roberto González-Echevarría, Yale University, New Haven; Esperanza López Parada, Universidad Complutense de Madrid; Raúl Marrero-Fente, University of Minnesota Twin Cities, Minneapolis-Saint Paul; José Antonio Mazzotti, Tufts University, Medford; Luis Millones, Colby College, Waterville; Carmen de Mora, Universidad de Sevilla; Alberto Pérez-Amador Adam, Universidad Autónoma Metropolitana-Iztapalapa, Ciudad de México; María José Rodilla León, Universidad Autónoma Metropolitana-Iztapalapa, Ciudad de México

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Cartas de Lysi La mecenas de sor Juana Inés de la Cruz en correspondencia inédita

Estudio preliminar, edición y notas

Hortensia Calvo – Beatriz Colombi

2.ª ed. corregida y ampliada

IBEROAMERICANA

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- VERVUERT - 2023

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Agradecemos el apoyo del Stone Center for Latin American Studies de la Universidad de Tulane para la publicación de esta segunda edición.

Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra (www.conlicencia.com; 91 702 19 70 / 93 272 04 47) ©  Iberoamericana, 2023 Amor de Dios, 1 – E-28014 Madrid Tel.: +34 91 429 35 22 - Fax: +34 91 429 53 97 ©  Vervuert, 2023 Elisabethenstr. 3-9 - D-60594 Frankfurt am Main Tel.: +49 69 597 46 17 - Fax: +49 69 597 87 43 [email protected] www.iberoamericana-vervuert.es ISBN 978-84-9192-370-1 (Iberoamericana) ISBN 978-3-96869-474-0 (Vervuert) ISBN 978-3-96869-475-7 (eBook) Depósito legal: M-27270-2023 Diseño de cubierta: Carlos Zamora Imagen de la cubierta: Fragmento de María Magdalena escribiendo, Maestro de las medias figuras femeninas, Museo Czartoryski, Cracovia, Polonia. The paper on which this book is printed meets the requirements of ISO 9706 Este libro está impreso íntegramente en papel ecológico sin cloro Impreso en España

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Índice

Prólogo a la segunda edición............................................................................... 7 Introducción.................................................................................................................... 15

Primera parte Capítulo I. Proveniencia, contexto y contenidos de las cartas..... 23 Proveniencia............................................................................................................ 23 El contexto mexicano de las cartas.......................................................... 26 Contenido de las cartas.................................................................................... 33 a. Carta a María de Guadalupe de Lencastre, 1676................... 33 b. Carta a María de Guadalupe de Lencastre, 1682................... 34 c. Carta a María de Guadalupe de Lencastre, 1683................... 48 d. Carta a Vespasiano Gonzaga, 1687................................................... 52 Capítulo II. María Luisa Manrique de Lara y Gonzaga: su vida, su época........................................................................................................... 59 María Luisa, sus ancestros............................................................................. 60 De menina a virreina......................................................................................... 68 El ingreso de los virreyes de la Laguna a México......................... 76 Los días mexicanos de la virreina............................................................. 83 En la pluma de sor Juana: Lysi y su familia....................................... 91 El regreso a España, los últimos años.................................................... 101 Cronología........................................................................................................................ 113 Bibliografía....................................................................................................................... 127

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Segunda parte Transcripción de las cartas de María Luisa................................................ 141 Criterios de esta edición.................................................................................. 141 Facsimilares.............................................................................................................. 145 Versión paleográfica........................................................................................... 187 Versión modernizada......................................................................................... 209

Apéndices Apéndice 1: Nómina de la comitiva de Tomás Antonio de la Cerda .............................................................................................................. 237 Apéndice 2: Cartas del VIII duque de Medinaceli a Tomás Antonio de la Cerda, marqués de la Laguna, 1687.... 241 Apéndice 3: Poemas de María Luisa a sor Juana.................................. 251 Apéndice 4: Poemas de sor Juana a María Luisa y a María de Guadalupe.......................................................................................... 255 Apéndice 5: Ilustraciones...................................................................................... 269 Índice de nombres propios en las cartas...................................................... 285

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Prólogo a la segunda edición

La publicación de Cartas de Lysi. La mecenas de sor Juana Inés de la Cruz en correspondencia inédita (2015) aportó información desconocida y compendió la ya existente sobre María Luisa Manrique de Lara y Gonzaga, condesa de Paredes, marquesa de la Laguna. A pesar de haber sido la protectora más afamada de la escritora mexicana, poco o nada se sabía de ella, al ser escasa su mención en los registros históricos, como ha ocurrido con tantas otras mujeres de su tiempo. Con los datos brindados por estas cartas, encontradas en la Latin American Library de Tulane University, conocimos mejor su origen, contexto, relaciones familiares y cortesanas, sus intereses y, en particular, su personal valoración de la monja. A través de esta correspondencia, la condesa de Paredes sale de la exclusiva función de musa inspiradora y objeto de representación en la pluma de su protegida, para ser redescubierta en un nuevo papel de sujeto de enunciación y también de representación, ya que esboza, en una de estas misivas, una precisa estampa de la poeta con rasgos que subsisten en las figuraciones posteriores. Accedemos así a uno de los más tempranos testimonios que sobre sor Juana Inés de la Cruz se hayan escrito, lo que corrobora, además, la especial relación afectiva e intelectual que las unía, hasta ahora solo conjeturada a través de los textos de la autora. Pasados siete años de aquella publicación, esta segunda edición, corregida y ampliada, agrega dos nuevas comunicaciones de la virreina, ambas dirigidas a María de Guadalupe de Lencastre y Cárdenas, duquesa de Aveiro; una breve nota de pésame de 1676, conservada en la Fundación Casa Medina Sidonia, Cádiz, y una carta encontrada en los fondos de la Lilly Library, Bloomington, Indiana, fechada en 1683. Estos nuevos hallazgos nos hacen suponer que la

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correspondencia entre estas dos mujeres tuvo continuidad, por lo que mantenemos la esperanza de encontrar más piezas en los archivos. En esta nueva edición respetamos el texto de la primera versión, pero introdujimos algunas ampliaciones, corregimos erratas, agregamos notas al pie, actualizamos la bibliografía y los anexos. Cartas trasatlánticas A lo largo de los siglos, el destino de las cartas particulares ha sido la pérdida, la destrucción o la conservación en archivos privados, lo que ha impedido el libre acceso a ellas. En especial, la correspondencia que recorrió el Atlántico sufrió los accidentes propios de la gran distancia y los avatares de la travesía, como naufragios, temporales y piratería. Las cartas expresan frecuentemente el peligro que se cierne sobre la efectiva concreción de su finalidad, esto es, llegar a buen puerto, por eso la correspondencia entre América y Europa en la época colonial tematiza de continuo esta incertidumbre. Destinadas a separarse de su autor y a recorrer un dilatado espacio, misivas y respuestas se cruzaron en el mismo circuito, pero difícilmente se encuentren luego en un solo y mismo lugar. Al contrario: si sobrevivieron, su destino fue la dispersión en distintos archivos y colecciones. Si bien fue usual, en las comunicaciones de carácter oficial o particular, llevar un libro copiador, pocos de estos ejemplares sobrevivieron o quedaron a buen resguardo. Por otra parte, si el destinatario conservó la carta, es posible que sus herederos no lo hicieran, perdido el valor simbólico que tenía para los partícipes del intercambio epistolar. Los numerosos manuales de secretario o instructivos para redactar cartas que circularon en la Europa moderna ofrecían modelos para toda ocasión —cumplido, petición, protestas de amistad, favor, recomendación, entre tantos otros— y muestran el grado de convencionalismo que regía a estos escritos.1 Por eso, en el género epistolar, tal como se practicó desde los inicios de la temprana modernidad, primaba muchas veces la retórica cristalizada por sobre la inventiva personal; no obstante y progresivamente, la frecuentación 1. Chartier, 1993.

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Prólogo a la segunda edición

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de esta práctica abrió el camino a la expresión de la intimidad, los afectos y las subjetividades, lo que se tradujo en rasgos estilísticos particulares. En los siglos xvi y xvii la habilidad epistolar se amplió, llegando a los sectores relegados de la escritura. Las mujeres acceden a este medio, muchas veces, como su primer ingreso al ejercicio de la letra y son, dentro de los circuitos no estatales, unas de sus oficiantes más asiduas. En los sectores de la nobleza, las cartas de la marquesa de Sévigné, Marie de Rabutin Chantal, dirigidas a su hija, la condesa de Grignan, que se conocen en 1725, se volvieron un modelo de epistolario femenino. Este ejemplo familiar impuso también la práctica del guardado de la correspondencia como objeto preciado de la vida privada. La llamada carta familiar, género al que pertenecen las misivas de María Luisa, fue reformulada, a partir del modelo clásico, durante el Renacimiento y obedece a pautas estructurales laxas, alejadas de las que prescribían las ars dictaminis medievales (salutatio, exordium, narratio, petitio y conclusio) acercándose cada vez más a un estilo simple, sencillo y espontáneo.2 La carta familiar simula una conversación entre pares y está relacionada con la sociabilidad cortesana, que usó de este vehículo en su cotidianidad. Esta marca coloquial fijó una constante de la teoría epistolar: la correspondencia considerada como la mitad de un diálogo con un amigo ausente. Un diálogo en el cual los partícipes comparten lo que podemos llamar un tempo epistolar en el que se simula una copresencia de los sujetos del intercambio, si bien emisión y recepción están separadas tanto en el espacio como en el tiempo. Pero, además, el contacto epistolar aparenta un efecto de desplazamiento y encuentro con el otro, tópico frecuente en estos escritos. La esperanza de concreción de ese movimiento se acentúa en las cartas trasatlánticas, con la habitual manifestación del deseo de presencia efectiva y de vínculo directo, puesto que lo que media entre emisor y destinatario es un mar cuya sola extensión acobardaba a su cruce. La carta familiar posee al menos tres dimensiones que podríamos aplicar a las de la virreina que nos ocupan: es un espacio, metafórico y móvil, de relación de intimidades, es un objeto-reliquia, ya que se guarda como una

2. Martín Baños, 2005.

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r­ eminiscencia cargada de sentido, y tiene el carácter de una huella, en tanto preserva la representación de un yo. Las cartas de María Luisa Manrique de Lara y Gonzaga son la única escritura de carácter privado que ha subsistido de la condesa de Paredes, al menos, hasta donde se conoce. A partir de ellas, accedemos a la esfera de su intimidad, percibimos rastros de su persona y vestigios de la cultura material que la rodeó. Su estilo, directo y podríamos decir, oral, conjuga narración, descripción, reflexión, además de un fuerte componente emotivo, que se traduce no solo en expresiones de afectividad hacia sus destinatarios y su mundo familiar, sino también en declaraciones de duda y perplejidad ante el nuevo mundo que la rodea. Contienen, además, todos los tópicos propios de la carta trasatlántica, como lo son la queja por la distancia y la soledad, el anhelo de regreso, el deseo acuciante de recibir noticias, y el temor por la interrupción o pérdida de la comunicación. Virreinas Los virreyes, como se ha dicho repetidamente, eran un alter ego del rey, una encarnación en tierras americanas de su poder. El traslado a América imponía el desplazamiento del funcionario con su esposa e hijos, en caso de tenerlos, lo que otorgaba al gobernante la imagen familiar deseable para el ejercicio de su cargo. De este modo, muchas nobles españolas cumplieron este destino político junto con sus cónyuges. No obstante, el rol de las virreinas ha ocupado un lugar secundario en los estudios, hecho motivado, en parte, por la poca atención prestada a la mujer en la historia, pero también por la falta de documentación directa y el escaso acceso a los papeles privados, como cartas, diarios y relaciones. Pero esta situación se ha revertido con el hallazgo de nuevos materiales y el avance en investigaciones con distintas perspectivas disciplinarias y metodológicas, que han dado un renovado giro a estos estudios.3 3. Escamilla (2005), Rivero Rodríguez (2008, 2011), Arenas Frutos (2010), Montes González (2013), Pastor Téllez (2013), Rubial García (2014), Baena Zapatero (2014, 2016).

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Prólogo a la segunda edición

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Las tres nobles españolas que estuvieron ligadas a la figura de sor Juana, Leonor Carreto, marquesa de Mancera, María Luisa Manrique de Lara y Gonzaga, condesa de Paredes, y Elvira María de Toledo, condesa de Galve, han recibido una atención creciente por parte de los estudiosos de la cultura virreinal. Octavio Paz se detuvo en estas figuras en Sor Juana o las trampas de la fe (1982), poniendo al día la información que se tenía sobre ellas. En 1993, Georgina Sabat de Rivers publicó un artículo que podemos considerar el pionero en el interés en investigar más y mejor el tema, titulado “Mujeres nobles del entorno de Sor Juana”, donde se ocupó tanto en reunir datos, como en instar a la búsqueda de nuevas fuentes. En el mismo año, M. D. Dodge y R. Hendricks dieron a conocer Two Hearts, One Soul. The Correspondence of the Condesa de Galve, 1688-96, con cartas inéditas de la última virreina que tuvo trato con la poeta mexicana, Elvira Toledo de Galve, si bien la autora mexicana no es mencionada en sus cartas. Otros especialistas han abierto nuevos caminos interpretativos y documentales, así Antonio Alatorre (2001), Sara Poot Herrera (1999, 2007), Judith Farré Vidal (2007, 2009, 2014). La publicación de Cartas de Lysi. La mecenas de sor Juana Inés de la Cruz en correspondencia inédita en 2015, así como la exposición La hija del virrey patrocinada por la Casa de América de Madrid en 2018 y el catálogo que acompañó a la muestra, coordinado por Andrés Gutiérrez Usillos, entregó una más vasta comprensión de esta materia. En el primer caso, con el testimonio directo y personal de una destacada mecenas, como lo fue la condesa de Paredes, en el segundo, con el detallado acceso a la cultura visual y material en torno a estas mujeres, a partir de pinturas y objetos de ajuares personales y utensilios domésticos. La mayoría de las virreinas se desempeñaron previamente como damas de la reina, lo que permitió un acceso directo y familiar a la corona; su prosapia e influencia política fue muchas veces superior a la de sus propios maridos, como fue el caso de la marquesa de Mancera. Una vez en el destino de ultramar, ejercieron roles relacionados con el poder y su figuración: la vida cortesana, las fiestas y celebraciones en palacio, la protección de su séquito y sus favorecidos, la proyección de la imagen de familia a partir de la maternidad y del cuidado de su descendencia, la manifestación pública de fe religiosa y el amparo a las órdenes religiosas y conventos, el mecenazgo de

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los talentos criollos, la inserción en los espacios locales a través de relaciones con la elite social, da cuenta de las múltiples funciones que tuvieron. No fueron, definitivamente, figuras a la sombra de sus maridos, sino que desplegaron acciones propias que contribuyeron a la conformación de esa nueva sociedad. Las cartas de María Luisa Manrique de Lara y Gonzaga nos permiten conocer muchas de estas facetas, relacionadas con la política, evangelización, mecenazgo, maternidad, sociabilidad y el resguardo de la imagen virreinal. La relación entre la poeta mexicana y su principal protectora, la condesa de Paredes, ha dado lugar a trabajos académicos, tesis doctorales, antologías poéticas, ficciones, y producciones fílmicas, como la clásica película de María Luisa Bemberg Yo, la peor de todas (1990), basada en el ensayo de Octavio Paz, o la reciente y popular serie Juana Inés (2016), coproducción de Canal Once, Bravo Films y el Instituto Politécnico Nacional en México. La crítica sorjuanina no ha dejado de preguntarse por este lazo estrecho entre mecenas y poeta, sobre todo, teniendo en consideración la poesía amorosa que esta última le dedicó. Su interpretación ha seguido distintos carriles, desde la identificación indiscriminada entre literatura y vida, hasta las lecturas que tienen en cuenta las mediaciones retóricas que moldean, necesariamente, estas expresiones. Entre ellas, el discurso poético del amor cortés, de larga data y prestigio en la literatura, la estela del Canzoniere de Petrarca difundido en el mundo hispánico por Garcilaso de la Vega y Juan Boscán, el imaginario sáfico, prevaleciente de la antigüedad, y la flexión neoplatónica, esta última activada por el humanismo renacentista. A esto se suma las relaciones de poder que necesariamente permean la reciprocidad entre sujetos de distintas jerarquía y estratos sociales, como es el caso, y que se manifiestan particularmente en las convenciones expresivas que establece el mecenazgo. La afectividad y el género, como ha sido señalado por numerosos estudios, son el resultado de una construcción cultural y discursiva, por lo tanto, requieren de una consideración histórica, social y retórica situada. Por otra parte, la amistad y emotividad femenina alcanza mayor expansión y expresión en la temprana modernidad, cuando las mujeres acceden a otros espacios y alcanzan una nueva visibilidad, multiplicando su capacidad de opinión, participación y acción. Tanto sor Juana Inés de la Cruz cuanto su protectora, trasuntan

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Prólogo a la segunda edición

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en sus escritos subjetividades modernas y nuevos modos de agenciamiento de los roles femeninos y de relacionamiento entre pares genéricas. Sor Juana construirá espacios y comunidades femeninas en su literatura, en un movimiento diacrónico, a través del señalamiento de antecesoras en la antigüedad, y también sincrónico, entre sus contemporáneas. Así, en un texto paradigmático de la monja como es la Respuesta a sor Filotea, se remonta a las mujeres míticas y bíblicas, paganas y cristianas, pero también refiere a sus contemporáneas, Cristina Alejandra, reina de Suecia, María Petronila Niño de Porres y Enríquez de Guzmán, condesa de Villaumbrosa, o María de Guadalupe de Lencastre, duquesa de Aveiro; afirma, también en esta carta, su genealogía docta entre las monjas escritoras, desde las místicas medievales, como Gertrudis o Brígida, a los ejemplos más próximos, como santa Teresa de Ávila o María de Ágreda. Es sabido, y quizás sea redundante recordarlo, que toda su obra aboga por el lugar y el derecho de la mujer al conocimiento, la escritura, la docencia, la autoría femenina. María Luisa, desde un lugar metropolitano y de considerable poder político, ejerce una de las prerrogativas de la nobleza, el mecenazgo, a partir del cual cultiva relaciones letradas y auspicia la publicación del primer tomo de la obra sorjuanina. En su carta de 1682, la condesa de Paredes menciona tanto las virtudes intelectuales de sor Juana como las de su prima y destinataria, la duquesa de Aveiro, mujer ampliamente reconocida en su tiempo por su sabiduría y erudición, con lo que establece un triángulo virtuoso femenino, en el que sus interlocutoras —en México y en España— están dotadas de similares prendas de conocimiento y letras. Estas cartas, que aquí presentamos enriquecidas con notas y contexto histórico, robustecen nuestro conocimiento sobre el mundo femenino ibérico en el siglo xvii y los nuevos lugares ocupados por la mujer desde la temprana modernidad. Agradecimientos Este libro fue planeado y escrito en Nueva Orleans y Buenos Aires entre 2012 y 2014, y retomado para esta nueva edición revisada, corregida y ampliada en 2022. Renovamos nuestro agradecimiento a amigos y colegas, presentes de distintos modos en este t­rabajo.

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Cartas de Lysi

A Guillermo Náñez Falcón (in memoriam), ex director de la Latin American Library de Tulane University, por su generosidad intelectual, a Kris Lane, France Vinton Scholes Professor of Latin American Colonial History, de Tulane University, por sus atentas observaciones paleográficas. A la Lilly Library de University of Indiana, Bloomington, por el permiso de reproducir la carta de María Luisa Manrique de Lara y Gonzaga que se encuentra en ese repositorio, y a Úrsula Romero de la misma institución por su ayuda con el material. A la Fundación Casa Medina Sidonia, Cádiz, por facilitar y autorizar la publicación de la nota de la condesa de Paredes. La primera edición de este libro en 2015 tuvo presentaciones en la Ciudad de México, al poco tiempo de su aparición, en el Centro de Estudios de Historia de México CARSO, bajo la dirección de Manuel Ramos Medina y en la Universidad del Claustro de Sor Juana, con la rectoría de Carmen Beatriz López Portillo, por lo que agradecemos muy especialmente a estas instituciones y a sus responsables por abrirnos sus puertas. Por la generosa bienvenida al libro y el diálogo propiciado, a Margo Glantz, Sara Poot Herrera, María Dolores Bravo Arriaga, María Águeda Méndez Herrera, Aurora González Roldán, Liliana Weinberg, Iván Escamilla González, Esperanza López Parada, Judith Farré Vidal, Eva Valero Juan, Facundo Ruiz, Carla Fumagalli, Valeria Añón, Cristina Fernández, Mónica Scarano, Bárbara Ventarola, Emil Volek, Marie-Cécile Bénassy. Al personal y colegas de la Latin American Library de Tulane University y del Instituto de Literatura Hispanoamericana de la Universidad de Buenos Aires, sedes de trabajo e investigación de las autoras. A nuestros editores de Editorial Iberoamericana Vervuert, en particular, a Anne Wigger y al recordado Klaus Dieter Vervuert (in memoriam), quien acompañó la primera edición de este texto. A Danilo Albero, por su colaboración con las imágenes que ilustran esta edición.

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Introducción

la que naciendo en Europa pasó su luz matutina, brillando Estrella en Italia a lucir Sol en las Indias. Sor Juana Romance 69, vv. 17-201

El nombre de María Luisa Manrique de Lara y Gonzaga, condesa de Paredes, marquesa de la Laguna, está indisolublemente asociado a una de las figuras más importantes de la literatura hispanoamericana, sor Juana Inés de la Cruz. Si bien para 1680, cuando empieza el virreinato de los marqueses de la Laguna, sor Juana ya gozaba del reconocimiento de sus coterráneos y había sido favorecida por la tutela de los virreyes marqueses de Mancera (1664-1673) y fray Payo Enríquez de Ribera (1673-1680), el paso de María Luisa por México (1680-1688) fue decisivo para la fortuna literaria de la monja jerónima. La estancia de la virreina de la Laguna en la Nueva España marcó los años quizás más felices y productivos de la poeta. De la mano de su mecenazgo, sor Juana accedió a la publicación de su obra en España, lo que le brindó la consagración inmediata y la fama póstuma, tanto en la península como en el resto del mundo hispanohablante. Al mismo tiempo, sor Juana supo entender, acaso mejor que nadie, el carácter de su señora, inspiradora de piezas memorables. En el festejo del monasterio de San Jerónimo, del cual reproducimos un fragmento en el epígrafe, sor Juana pone de relieve 1. Del juego Bailes y tonos provinciales de un festejo, asistiendo en el Monasterio de S. Jerónimo los Excmos. Señores Condes de Paredes, Virrey y Virreina de Méjico. Se citará por la edición de sus Obra completas, Juana Inés de la Cruz, 1995-2004 [1951-1957].

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Cartas de Lysi

una de las claves de la vida de la marquesa de la Laguna: el desplazamiento de Europa a América, circunstancia que la llevó de ser, en palabras de la monja mexicana, “estrella” en el viejo continente para convertirse en “Sol” en las Indias. La metáfora, panegírica y celeste, como convenía al trato cortesano y a las convenciones de la época, expresa con notable precisión el circuito de la vida de su protectora, condensado en este pasaje de noble dama en la Corte metropolitana a virreina en la Nueva España, lo que dio esplendor y proyección política a su ya encumbrado linaje. Espectadora fascinada por los destellos y las virtudes de la virreina, y movida por las exigencias formulaicas del sistema de patronazgo, sor Juana poetizó los más diversos momentos de la residencia de María Luisa en tierra mexicana. El ingreso festivo a la ciudad, los agasajos oficiales, el embarazo, el nacimiento de su hijo José, los paseos por las huertas “donde fue a divertirse la Excma. Sra. Marquesa de Paredes”, sus encuentros en el convento de San Jerónimo, los cumpleaños y festejos en Palacio, los efectos de su imbatible belleza, el dolor de su partida, entre muchas otras escenas, circunstancias y pormenores que rodearon a su vida americana, todos fueron captados líricamente por sor Juana.2 Por este motivo, la obra de la jerónima es una de las fuentes más apreciadas y legítimas para conocer a la virreina, si bien, como es evidente, la admiración que le profesó sin ambages estuvo mediada por los filtros de la retórica y las exigencias de los protocolos de la relación desigual entre escritor y patrón. Si del sujeto histórico María Luisa poco o nada queda, podría decirse que lo más palpable de su tránsito por el mundo son las numerosas evocaciones y representaciones que le dedicó su amiga y protegida. En efecto, el perfil de la virreina —figura inmortalizada por su vínculo personal con sor Juana— ha sido uno de los objetos de estudio más escurridizos dentro del rico universo barroco novohispano. Como un personaje de un drama de época, María Luisa se esfuma detrás de su ropaje o, en su caso particular, de su propia investidura y posición social. Para reconstruir su historia —relegada, como la 2. Dice Amado Nervo en su biografía de sor Juana Inés de la Cruz, de 1910: “Puede decirse que no da un paso la virreina sin que la sigan los grandes y rasgados ojos de Sor Juana, quien borda la vida diaria de Lysi con rimas resplandecientes”. Nervo, 1995, p. 135.

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Introducción

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de tantas mujeres protagonistas del siglo xvii— solo contamos hoy con fragmentos de genealogías y tratados, o con citas y menciones en diarios y documentos oficiales que, por su escasez o brevedad, no alcanzan a satisfacer la curiosidad que su persona despierta. ¿Quién fue María Luisa? ¿Cómo fue esta mujer que gozó del privilegio de un diálogo asiduo y una estrecha amistad con nuestra poeta? ¿Qué certidumbre la movió al gesto histórico de publicitar su obra en España, más allá de la acendrada tradición del mecenazgo imperante en la nobleza de su tiempo? Destacados especialistas han procurado, con los pocos elementos existentes, darle un rostro a la virreina, pero María Luisa ha seguido siendo un ser velado y enigmático para los estudiosos de la cultura mexicana y de la obra sorjuanina.3 El feliz hallazgo, en primer lugar, de dos cartas autógrafas de María Luisa Manrique de Lara y Gonzaga en la Latin American Library de Tulane University en Nueva Orleans vino a llenar, al menos parcialmente, este vacío de información. A estas dos cartas se suman, ahora, una nota conservada en la Fundación Casa Medina Sidonia, Cádiz y una carta que se encuentra en la Lilly Library de Indiana University, Bloomington.4 Se trata de documentos inéditos que permiten indagar en la personalidad de la virreina, quien se nos muestra por primera vez como un ser de carne y hueso o, al menos, como lo más cercano a ello, como es el trazo de su propia mano en el papel. Podemos observarla, en el espacio privado de la epístola, consustanciada con las noticias cortesanas de España y preocupada por los sucesos locales, permitiéndonos acceder así a una dimensión, ignorada hasta el momento, de sus intereses mundanos. Asistimos también a la expresión de sus afectos de esposa, madre, amiga, prima e hija, y la apreciamos como asombrada relatora de las dotes intelectuales de una monja jerónima a quien dice visitar con frecuencia como único refugio a su soledad.

3. Tenemos en cuenta los aportes de Alfonso Méndez Plancarte, Octavio Paz, Antonio Alatorre, Georgina Sabat de Rivers, Margo Glantz, Pascual Buxó, Sarah Poot-Herrera, Martha Lilia Tenorio, Judith Farré, así como de otros estudiosos de sor Juana que se han ocupado de la figura de la virreina. Agradecemos especialmente la información brindada por Héctor Pérez Rincón en sus artículos sobre la virreina y su hijo de 2002, 2003 y 2011, que citamos a lo largo de este trabajo. 4. Véase Gillespie, 2013.

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En el orden cronológico, la primera nota es un mensaje de pésame escrito en el Puerto de Santa María el 20 de julio de 1676 y dirigido a María de Guadalupe de Lencastre, duquesa de Aveiro; le siguen las cartas fechadas el 30 de diciembre de 1682, cuando María Luisa lleva dos años de estadía en Nueva España, y otra el 28 de agosto de 1683, al poco tiempo de dar a luz, ambas enviadas también a su prima; por último, la misiva del 29 de julio de 1687, que tiene como destinatario a su padre, Vespasiano Gonzaga, pretenso duque soberano de Guastalla, donde da noticias sobre el período previo a su regreso a España. Estos escritos, extraordinarios por su rareza en un universo que se creía clausurado o irremediablemente perdido, permiten acercarnos a su mundo familiar, a sus temores e inquietudes, a sus curiosidades y predilecciones, a su mirada sobre México y su gente, y presenciar, además, algo inédito: su propia descripción, de puño y letra, de la célebre monja mexicana. Asimismo, las cartas ubican a la virreina, primero, en el Puerto de Santa María y después en México, una de las etapas más intensas de su larga e itinerante vida. María Luisa experimentó las grandezas que su origen noble le presagiaba, pero conoció también las pérdidas y el dolor del exilio final en el que concluyen sus días. Su historia abre numerosos interrogantes sobre la vida de las mujeres nobles en el siglo xvii hispánico e invita a indagar en los roles de dama de la Corte, virreina y mecenas desplegados desde esta posición de privilegio. Por eso, María Luisa se vuelve una suerte de epítome de tantas otras mujeres aristocráticas y notables como ella, cuyas trayectorias permanecen parcialmente investigadas, cuando no totalmente confinadas al olvido. El propósito de este estudio es, por una parte, presentar un acceso a este material del modo más fidedigno, incluyendo facsímil, versión paleográfica y modernizada de las cartas, y, por otra, perfilar un cuadro biográfico de la marquesa de la Laguna a la luz de las fuentes históricas y literarias existentes, incorporando los datos que nos aportan estos escritos. En la primera parte de este libro incluimos, en el capítulo I, una descripción física y contextualización archivística e histórica de las cartas, una aproximación al carácter de sus corresponsales —en particular, María de Guadalupe de Lencastre y Cárdenas—, además de un análisis de sus contenidos y una valoración de su significado en el marco de los epistolarios ­femeninos

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Introducción

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del siglo xvii y de las cartas privadas de Indias. En el capítulo II presentamos un esbozo biográfico de María Luisa a partir de las fuentes existentes: la obra de sor Juana, las menciones en diccionarios, historias y documentos genealógicos y jurídicos, con especial énfasis en la información que nos proveen las misivas. Hemos añadido una cronología con la finalidad de ubicar los textos, a su autora y a sus destinatarios en la trama de la historia. En la segunda parte incorporamos el facsímil, la transcripción paleográfica y la versión modernizada y anotada de las cartas a la prima, María de Guadalupe de Lencastre (1676, 1682 y 1683), y al padre, Vespasiano Gonzaga (1687). Esta edición se completa con cinco apéndices que contienen documentos, textos literarios e iconografía relevantes para la reconstrucción de la vida de María Luisa y para el mejor entendimiento de estos escritos. Estos son: la lista de pasajeros que conformaron el séquito virreinal de los marqueses de la Laguna en su viaje a Nueva España en 1680, algunos de los cuales aparecen nombrados en esta correspondencia; dos cartas inéditas del VIII duque de Medinaceli de 1687 a su hermano, Tomás Antonio de la Cerda, también halladas en Tulane y estrechamente relacionadas con las que aquí publicamos; los dos poemas escritos por la virreina y dedicados a sor Juana, así como una selección de poemas de sor Juana destinados a María Luisa, incluido el romance epistolar que dedicara a María de Guadalupe de Lencastre, la duquesa de Aveiro; por último, una selección de imágenes del entorno familiar de María Luisa y del mundo sorjuanino, además de un índice de nombres propios mencionados o aludidos en las cartas.

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PRIMERA PARTE

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Capítulo I Proveniencia, contexto y contenidos de las cartas

Proveniencia Las dos cartas de María Luisa Manrique de Lara y Gonzaga, condesa de Paredes, marquesa de la Laguna, halladas en la Universidad de Tulane forman parte de la colección de manuscritos denominada “Viceregal and Ecclesiastical Mexican Collection” (VEMC) del fondo de manuscritos de la Latin American Library (LAL) de la Tulane University en Nueva Orleans. En esta segunda edición, sumamos dos escritos más de la virreina, una nota de pésame, fechada el 20 de julio de 1676, que se encuentra en la Fundación Casa Medina Sidonia, Cádiz, y una carta del 28 de agosto de 1683, conservada en la Lilly Library de University of Indiana, Bloomington. Como se explica a continuación, no se conocen mayores detalles sobre la procedencia de los escritos archivados en Tulane, aunque sí existe alguna información sobre cómo llegaron a la biblioteca. La VEMC, designada como Colección 1 dentro del acervo de manuscritos en los registros de la Biblioteca, es un extenso fondo conformado por más de 3.000 documentos provenientes de los despachos de los virreyes, la Real Audiencia y los obispados de la Nueva España. Los documentos están fechados entre 1534 y 1919, pero la gran mayoría se centra en el período colonial tardío, entre 1770 y 1820. La mayor parte de la VEMC llegó a la LAL en 1932

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en la forma de 77 legajos.1 En años subsiguientes, a estos 77 legajos originales, se fueron añadiendo otros manuscritos temáticamente relevantes adquiridos por diversos medios, incluso por transferencia interna de manuscritos afines de otras colecciones existentes del propio acervo. Se sabe que el legajo 75, que contiene las dos cartas de María Luisa, entre otra correspondencia que describimos abajo, no formaba parte de los 77 legajos originales adquiridos en 1932. Dicho legajo pasó a formar parte del acervo en 1936, cuando se adquirió de manos del librero anticuario Charles Heartman, alemán de origen judío, quien por esos años estaba radicado en Nueva Orleans.2 Se sabe que esta transacción con Heartman ocurrió en febrero de 1936. También se sabe que Heartman, quien se especializaba en documentos y libros antiguos de historia y literatura de los Estados Unidos, mas no del mundo hispanohablante, adquirió el legajo en cuestión como parte de un lote comprado en Inglaterra, y que Tulane probablemente lo adquirió a manera de trueque. No se conoce lo que le pudo ofrecer Tulane a cambio de los documentos, pero suponemos que sería material raro y curioso duplicado de sus propios fondos que el librero podría entonces vender, una práctica común entre libreros y bibliotecas. Allí le perdemos el rastro a los documentos. No se ha encontrado más información en los archivos internos de la LAL, ni del Middle American Research Institute (MARI) de Tulane, donde se resguardaba el legajo con las cartas para esa fecha antes de pasar al acervo de la LAL, ni en los archivos de correspondencia y catálogos de venta de Charles ­Heartman resguardados en la McCain Library and Archives de Southern ­Mississippi University, en Hattiesburg, donde se conserva el fondo Charles A. Heartman Papers. Durante la década de 1930 y hasta principios de los años cuarenta, Tulane emprendió la labor de dividir y organizar los legajos que habrían de conformar la VEMC en expedientes individuales, y se empezó el proceso de catalogación y descripción de su contenido. Si bien la labor inicial de organización y paleografía de una buena 1. Michael A. Polushin, Introduction: The Viceregal and Ecclesiastical Collection (VEMC), . 2. Para más detalles sobre la vida y obra de Heartman, véase .

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parte de la VEMC la emprendieron empleados del programa Work Projects Administration (WPA), la colección no se terminó de organizar y catalogar sino en la década de 1980.3 No obstante, mientras el legajo 75 se incorporó como tal a la VEMC, el contenido de los documentos no se analizó más como parte de estos dos proyectos de catalogación y descripción; más bien, ha permanecido hasta hoy con las escuetas descripciones suplidas por el propio librero Heartman (bien hayan sido creadas por él o por alguno de sus empleados), cuyo texto fue incorporado, sin transcripciones ni anotaciones, al catálogo general de la VEMC. Conocido inicialmente como Viceroys’ Correspondence Collection (Fondo de Correspondencia de Virreyes), el legajo 75 consta de 95 cartas autógrafas fechadas entre 1589 y 1820, aunque la gran mayoría datan del siglo xviii. Aparte de las dos misivas de puño y letra de María Luisa, también incluye otra correspondencia relacionada con varios centros virreinales novohispanos y otros asuntos referidos a la administración colonial española. La mayoría son de carácter oficial como, por ejemplo, las misivas autógrafas de varios monarcas dirigidas a virreyes u oficiales de la Real Hacienda de la Nueva España o bien a las audiencias de México y de Guatemala dando órdenes diversas sobre asuntos de gobierno. Aproximadamente una tercera parte del legajo la constituyen cartas de once virreyes novohispanos sobre asuntos de Estado, desde Álvaro Manrique de Zúñiga, marqués de Villamanrique (1585-1590), a Juan Ruiz de Apodaca, conde del Venadito (1816-1821). Todas son autógrafas y tratan temas tales como la renta y los impuestos, el movimiento de la flota, nombramientos, felicitaciones, distribución de dineros, asuntos protocolarios, así como relatos de viajes a América e impresiones del Nuevo Mundo. Aparte de estas cartas de los virreyes, hay otras de índole comercial. Pero también se encuentran algunas de carácter más privado, entre las cuales hay dos que nos interesan por su 3. El Work Projects Administration (WPA) fue un importante proyecto federal auspiciado por el gobierno de Franklin Delano Roosevelt entre 1935 y 1943, cuyo fin era generar empleo durante la crisis económica desatada en 1929. Concebido principalmente para emplear expertos en el área de obras públicas urbanas tales como la construcción de carreteras, puentes, y parques, la WPA apoyó también la labor intelectual, generando empleo para trabajadores calificados en las artes y en el campo general de la cultura, incluso en bibliotecas y archivos.

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vínculo con María Luisa. Se trata de dos cartas autógrafas e inéditas de Juan Francisco de la Cerda Enríquez de Ribera, VIII duque de Medinaceli (1637-1691), hermano del virrey Tomás Antonio de la Cerda, marqués de la Laguna, el esposo de María Luisa, o sea de su cuñado. Las cartas están fechadas, respectivamente, el 21 de abril y el 27 de mayo de 1687 y están dirigidas a su hermano Tomás Antonio.4 En ellas, el duque le rinde cuenta de la muerte y disposición de bienes del padre de la virreina, Vespasiano Gonzaga, pretenso duque de Guastalla, las gestiones por la sucesión de sus títulos, hacienda y demás privilegios, entre otros sucesos políticos de actualidad. Se corroboran varios detalles mencionados en la correspondencia de María Luisa donde la virreina comenta sobre intrigas palaciegas que involucran al duque de Medinaceli, a quien se refiere como “mi hermano”. El duque había sido valido del rey Carlos II entre 1680 y 1685 y fungía al momento como uno de los albaceas del padre de María Luisa. Además, por cruzarse por meses con la noticia de la muerte del pretenso duque de Guastalla, la carta del duque forma contrapunto a la tierna misiva de María Luisa a su padre, escrita unos tres meses después, sin sospecha de que este ya había muerto. El contexto mexicano de las cartas Las cartas de María Luisa escritas en México remiten a momentos muy diferentes de su estadía en Nueva España; la primera, a fines de diciembre de 1682, aproximadamente a dos años de su llegada, la segunda, en agosto de 1683, a mes y medio de haber dado a luz, la última, en julio de 1687, a nueve meses de dejar definitivamente ese país. Por este motivo, nos parece necesario reconstruir algunos datos históricos relativos al gobierno de su marido, el virrey de la Laguna, ya que operan como trasfondo político inmediato en los textos.5

4. Una transcripción de las dos cartas del VIII duque de Medinaceli halladas en Tulane se encuentra en el Apéndice de este trabajo. Suponemos que estas trajeron a México la noticia de la muerte de Vespasiano Gonzaga. 5. Nos detenemos, fundamentalmente, en los hechos históricos mencionados en las cartas o que tuvieron directa incidencia en María Luisa.

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El marqués de la Laguna era hermano del VIII duque de Medinaceli, valido del rey Carlos II como dijimos, cuya influencia seguramente incidió en el doble mandato de seis años que obtuvo en este virreinato, dato con el que contó inclusive antes de su partida al Nuevo Mundo.6 Tomás Antonio de la Cerda fue el vigésimo octavo virrey de Nueva España, sucediendo a su pariente fray Payo Enríquez de Ribera en el cargo, del que tomó posesión en noviembre de 1680. Desde un comienzo, la gestión del virrey de la Laguna estuvo plagada de grandes dificultades que condicionaron el éxito de su administración. En los escritos que aquí presentamos, se hace evidente la aflicción con que María Luisa acompañó los sucesos que afectaron al gobierno de su marido.7 A su llegada y casi sin tener tiempo para aclimatarse a su nueva función, el virrey de la Laguna se encontró con la noticia de una sublevación de indígenas de Nuevo México. Este territorio, colonizado a comienzos del siglo xvii por Juan de Oñate, estaba bajo la custodia de los misioneros franciscanos. Pero la falta crónica de una 6. El cargo de virrey preveía tan solo tres años en esa plaza; no obstante, Carlos II designa al marqués de la Laguna el 7 de mayo de 1680, concediéndole a continuación un segundo período: “El 9 de dicho mes de mayo se le concedió el privilegio de prórroga del período virreinal por una Real Cédula Secreta en esa fecha, testimonio de los favores de que gozaba cerca del trono”. Rubio Mañé, 1983, vol. I, p. 155. 7. Fernández de Béthencourt resume de este modo: “En estos seis años, a pesar de su recta administración y buen gobierno, afligieron a aquel país las mayores calamidades, como fueron a poco la sublevación de las tribus de Nuevo México y pérdida de esta extensa provincia, que él procuró en vano pacificar y reconquistar en 1681, los tumultos de Antequera de Oaxaca, que logró dominar más fácilmente, las luchas incesantes contra los piratas que infestaban aquellos mares, amenazadas sus costas al mismo tiempo por las escuadras del Obispo de Brandebourg, por las de Francia, Inglaterra y Holanda; la sorpresa por los franceses del Puerto y Ciudad de Veracruz el martes 17 de mayo de 1683, en la expedición del célebre Lorencillo, y a cuyo socorro salió en persona el mismo Virrey; la pérdida luego de Campeche, tomada por el mismo atrevido pirata en 1685; y otros sucesos igualmente desastrosos”. Fernández de Béthencourt, 1904, vol. V, pp. 300-301. Al contrario de la mayoría de los autores que se ocupan de este período, Alfonso Méndez Plancarte, editor de la obra de sor Juana, hace una evaluación positiva de su gobierno: “En su feliz gobierno del Virreinato, fomentó la colonización de Nuevo México, donde reprimió a los Indios rebeldes y elevó a Ciudad su capital Santa Fe; rechazó o castigó las piraterías de Lorenzillo, Dampier y otros corsarios: intensificó la vigilancia del Golfo, por medio de la Armada de Barlovento y el refuerzo de las guarniciones de Campeche, Tampico y Veracruz; mejoró activa y rectamente la administración; impulsó la fábrica de la catedral de Michoacán, y protegió las Artes y Letras”. En Juana Inés la Cruz, 1950-1955, vol. I, p. 378.

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buena administración de la zona, su distancia geográfica de la capital del virreinato, sumado a la gran resistencia de los indios pueblo a la evangelización impartida por los frailes, llevó a una violenta rebelión que estalló el 10 de agosto de 1680, es decir, pocos meses antes de la llegada del virrey y su comitiva.8 Los indios se levantan de modo masivo y coordinado en veinticuatro asentamientos, dando muerte a todos los españoles y europeos que encuentran a su paso, entre ellos, veintiún misioneros franciscanos.9 Los sublevados sitian la villa de Santa Fe, capital de Nuevo México, obligando a los españoles a abandonar la plaza para ampararse en el presidio de Paso del Norte. Sobre la magnitud de esta insurrección dice Rubio Mañé: “Fue golpe tremendo, de los mayores que sufrió la colonización española en América, esta de la rebelión de los indios llamados pueblos de Nuevo México”.10 El virrey de la Laguna intentó la reconquista de esta región con el envío de milicias y de familias de colonos, pero fue un área de conflictos durante todos los años de su residencia. María Luisa se refiere a esta sublevación en la carta de diciembre de 1682 a su prima, lamentándose de sus graves consecuencias ya que hasta la fecha no se había podido reconquistar el territorio. Resulta, en este sentido, al menos sintomático que en sus escritos la virreina insista sobre el tino político del marqués de la Laguna para relacionarse con la población nativa, favoreciéndola siempre frente a los abusos de los administradores, así le dice a María de Guadalupe: “Y en lo que toca a estos pobres miserables indios créeme que es cierto que nadie los puede mirar con más caridad y cariño que mi primo y ellos lo conocen así [...]”. Por otra parte, es de notar que en las cartas se refiere a su marido como “primo” ya que los unía, además, ese lazo familiar. Otro tema que ocupó al gobierno del virrey de la Laguna fue la colonización de California, la península y el territorio. Esta tierra resultaba un objetivo estratégico para la Corona en su plan 8. Puede encontrarse un pormenorizado relato de esta rebelión en Rubio Mañé, 1983, vol. II, pp. 151 y siguientes. 9. Robles registra en marzo de 1681: “Honras de los religiosos del Nuevo-Méjico. Jueves 20, se celebraron en San Francisco las exequias de veintiún religiosos que mataron los indios de Nuevo-Méjico cuando se rebelaron: predicó el Dr. Sariñana. Murieron a 10 de agosto de 1680”. Robles, 1946, vol. I, p. 295. 10. Rubio Mañé, 1983, vol. II, p. 135.

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e­xpansionista y misionero hacia el norte, y revestía también un interés comercial por la pesquería de perlas. Tras algunos intentos previos que no dieron los resultados esperados, fue aceptada la petición hecha por el capitán Isidro de Atondo y Antillón para emprender “[...] la conquista, población y reducción de los gentiles del Reino de California”.11 Tal permiso real había sido concedido bajo el gobierno del virrey fray Payo Enríquez de Ribera, que apoyó esta iniciativa, pero la partida recién se llevó a cabo bajo la gestión de su sucesor, el virrey de la Laguna. Isidro de Atondo y Antillón emprende el viaje a las Californias acompañado de tres misioneros de la Compañía de Jesús. Entre ellos va el padre Eusebio Francisco Kino, reconocido cosmógrafo, matemático y científico procedente de Trento, que tuvo renombrada presencia en México adonde llegó con recomendación de María de Guadalupe de Lencastre, duquesa de Aveiro, su amiga y protectora, quien intercedió ante su prima, la virreina, por el sabio jesuita.12 Estos hechos también son relatados por María Luisa en la carta de Tulane de diciembre de 1682, donde transmite la incertidumbre por la falta de noticias de esta importante expedición, así como la intervención en ella de Kino, de quien habla particularmente, dada la especial relación que lo unía a su destinataria, resaltando sus aptitudes intelectuales. En la misiva de la Universidad de Indiana de agosto de 1683 se refiere nuevamente a las Californias y al papel de la Compañía de Jesús en la evangelización de las poblaciones nativas. Seis años tomó la expedición de Atondo y Antillón, con grandes marchas y contramarchas. La campaña resultó inútil y onerosa para el reino y el capitán debió, finalmente, asumir su fracaso resultante de los obstáculos naturales, la deserción de sus hombres y la resistencia de los aborígenes. En cuanto al padre Kino, el jesuita solicitó a su vuelta otro destino en la región de los guaymas y seris, donde misionó prósperamente durante veinticuatro años. Si el frente interno y los intentos de colonización ofrecieron todas estas complicaciones al gobierno del virrey de la Laguna, no 11. Rubio Mañé, 1983, vol. II, p. 271. 12. De hecho, en carta escrita el 16 de noviembre de 1680, desde Cádiz, mientras espera la flota que le había de llevar a la Nueva España, el padre Kino le agradece a María de Guadalupe el haberlo recomendado a la virreina. Kino y los condes de Paredes se conocen desde la llegada de los virreyes a México. Burrus, 1964, p. 113.

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fueron menores los problemas que enfrentó para controlar el asedio permanente de los piratas ingleses, franceses y holandeses. Manuel Rivera Cambas señala que “durante todo el tiempo de su gobierno fueron continuos los amagos de desembarco de piratas, tanto en las costas del Golfo como en las del Mar del Sur”.13 Por este motivo, los españoles tuvieron que reforzar todas las guarniciones costeras para prevenir posibles ataques. En mayo de 1683, Juan Jacques, Nicolás Grammont, Nicolás Bronon y Lorenzo Jácome o Laurent Graaf, conocido como Lorencillo, todos afamados piratas, se apoderan de Veracruz con un numeroso contingente de hombres.14 En una sorpresiva incursión, que dura menos de una semana, saquean la ciudad, que en esos días estaba a la espera de la flota española y por lo tanto desbordante de mercancías y caudales. Los salteadores toman de rehenes a notables del lugar y piden rescate por ellos. El Diario de Robles registra que se organiza una milicia al mando del conde de Santiago para asistir a Veracruz; se esperaba, además, el auxilio de una flota procedente de España. Pero los piratas burlan a la armada y huyen con el rescate recién llegado de México, para refugiarse en su centro de operaciones en el Caribe, la isla de Jamaica, e incursionar permanentemente en tierra firme.15 Rubio Mañé señala el paralelismo entre estos sucesos y el tan esperado parto de la virreina que tiene lugar en esos días. La coincidencia entre el ataque a Veracruz y el nacimiento de José, que se produce el 5 de julio de 1683, dilata el traslado del virrey al escenario de los hechos, adonde parte tres días después del bautismo de su hijo, realizado el 14 de julio de ese año. Llegado al lugar, el virrey hace responsable de estos sucesos tan penosos para el virreinato al gobernador de Veracruz, Luis Fernández de Córdoba, quien fue condenado a degüello,

13. Rivera Cambas, 1872, p. 406. 14. Sobre estos hechos, seguimos la información brindada por Rubio Mañé, 1983, vol. II, pp. 119-129. 15. Los letrados se hacen eco de esta situación; así, sor Juana pide el indulto de Antonio Benavides, intitulado marqués de San Vicente, embaucador que formaba parte del contingente de piratas y que fue conocido en México como el “Tapado”. Lo hace en el romance 25, dedicado al primer cumpleaños del hijo del virrey, José, ya que era costumbre la concesión del perdón real en estas oportunidades. Carlos de Sigüenza y Góngora en su crónica Infortunios de Alonso Ramírez da cuenta del acoso continuo de corsarios y filibusteros en el área.

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pena luego conmutada por su deportación a España.16 Según Rubio Mañé, quien sigue estos datos a partir del Diario de Robles, el virrey regresa a México a finales de agosto de 1683, permaneciendo cincuenta y cinco días fuera de la ciudad. Si bien hace denodados esfuerzos por restablecer el orden en el puerto de Veracruz, lo cierto es que estos acontecimientos hacen mella en su gobierno. El asalto a Veracruz, la crítica al gobernador de esta plaza, la partida del virrey a este destino para poner orden, son todos relatados por María Luisa en su carta de agosto de 1683. Al hostigamiento constante de piratas y corsarios se sumó la presencia de expedicionarios y armadas extranjeras en las costas de la Nueva España. En noviembre de 1685 el virrey de la Laguna recibe informes sobre el merodeo de naves francesas y la existencia de un posible asentamiento en las costas del Golfo de México. Era esta la expedición del capitán René Robert de La Salle, comisionado por el reino de Francia, quien había tomado posesión de la cuenca del Mississippi y pretendía fundar colonias en la costa del Golfo para incursionar luego en la Nueva España. El virrey de la Laguna notifica a la Corona y esta dispone la inmediata marcha del piloto Juan Enrique Barroto, quien parte desde Cuba con el cometido de hacer una inspección de ese lugar. Pero, finalmente, no obtiene ningún tipo de evidencias sobre la avanzada de los franceses.17 También en 16. Manuel Ortuño relata así estos sucesos: “Al retirarse los piratas, se llevaron consigo gran número de prisioneros y un botín de incalculable valor. Cuando la noticia de estos hechos llegó a la capital y ante la inexistencia de contingentes de tropas regulares, el virrey trató de armar una columna de voluntarios, que se envió a la costa lo antes posible, pero su llegada a Veracruz resultó tardía e inútil. No obstante, el gobernador de la plaza fue procesado y condenado a la pena capital, finalmente conmutada por su envío a la Península. La persecución de los barcos piratas, sin embargo, permitió recuperar algunos rehenes y parte del botín. En su momento, se criticó la actitud del virrey, que prefirió permanecer en la capital en espera del nacimiento de su primogénito, ocurrido el 5 de julio, antes que trasladarse a Veracruz, visita que realizó a finales de mes. Estuvo en aquella plaza hasta mediados de septiembre, pero fue muy poco lo que pudo remediar”. Ortuño, 2013. 17. Dice al respecto Manuel Ortuño: “Como la corte seguía preocupada por las noticias recogidas por el virrey, relativas a la presencia de colonos franceses en las costas del Golfo, se envió una nueva expedición de descubierta, al mando del piloto Juan Enrique Barroso (o Barroto) que salió de La Habana el 21 de noviembre de 1685 y regresó meses después a Veracruz, tras recorrer gran parte de las costas del Golfo, incluida la bahía de Panzacola, sin haber encontrado el rastro de ninguna instalación hostil”. Ortuño, 2013.

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1685 el rey le concede un permiso al capitán Martín de Echegaray para explorar la bahía del Espíritu Santo hasta el interior de Nuevo México, instruyendo al virrey para su colaboración en esta empresa.18 La preocupación de la Corona por el tema persiste y da órdenes al virrey de la Laguna para un nuevo reconocimiento de la zona bajo sospecha de presencia francesa. En este lapso asume su sucesor, el virrey de la Monclova, quien patrocina el viaje de los capitanes Martín de Rivas y Antonio de Iriarte con el mismo objetivo. Los comisionados salen de Veracruz en julio de 1686 para retornar en julio del año siguiente, sin más novedades que “[...] los restos de uno de los buques que perdió La Salle en la bahía de San Bernardo o del Espíritu Santo [...]”, según consigna Rubio Mañé, quien agrega: “El virrey gratificó espléndidamente a los expedicionarios”.19 La Salle había fundado, efectivamente, un asentamiento en el lugar ya conocido por los españoles y nombrado bahía de Espíritu Santo, al oeste de la boca del Mississippi, que el capitán francés denominó San Bernardo. La Salle mandó construir un fuerte en ese lugar, pero la plaza debió ser abandonada por el continuo acoso de los indígenas. En la carta a su padre, María Luisa alude a una de estas expediciones fracasadas a Espíritu Santo, probablemente la que retorna en julio de 1687, ya que está escrita en el mismo mes y año.20 La virreina se refiere a las especulaciones de que los franceses intentaban ingresar por el Golfo de México como “embustes”, lo que denota el clima de rumores y desconfianzas fruto de la amenaza permanente al litoral que padecieron todos esos años. Tomás Antonio de la Cerda es sucedido por Melchor Antonio Portocarrero y Laso de la Vega, III conde de la Monclova (16361705), quien llega acompañado por su mujer Antonia Ximénez de Urrea y cuatro hijos, tomando posesión en noviembre de 1686. Pero 18. “Carlos II rey de España al virrey de Nueva España. Concesión de permiso al capitán Martin de Echegaray para explorar La bahía del Espíritu Santo hasta el interior de Nuevo México”, fechado 8 de febrero de 1685, AGN, México, Historia, Leg. 0302 ff. 2-4. 19. Rubio Mañé, 1983, vol. II, p. 142. 20. Asienta Robles en su Diario, el 8 de julio de 1687: “Nueva. Martes 8, hubo nueva de haber vuelto los dos navíos que el virrey envió a la bahía del Espíritu Santo, que han estado seis meses en el mar y reconocido todas las costas: dicen que no hay enemigos, ni han reconocido que hay fuerzas ni castillos”. Robles, 1946, vol. II, p. 143.

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los virreyes de la Laguna permanecen dieciocho meses más en la Nueva España después de haber cesado en el cargo, como explicamos más adelante. En enero de 1687 se publica la Residencia del virrey, donde debió informar de los sucesos acaecidos durante su accidentada administración, pero salió libre de cargos conforme asienta el Diario de Robles.21 En sus escritos, la virreina defiende especialmente la figura de su marido y, en la que va dirigida a su padre, hace énfasis en la limpidez del auto de residencia que estuvo a cargo de un intachable funcionario real. Aventuramos que esto es así por la suma de contrariedades ya relatadas, que pesaron indudablemente en el ánimo de María Luisa. No es por eso infundado pensar que quizás buscó en sus corresponsales tanto la contención personal como el apoyo político desde la metrópoli. Contenido de las cartas a) Carta a María de Guadalupe de Lencastre, 1676 La carta de 1676 se encuentra en al archivo de la Fundación Casa Medina Sidonia en Cádiz y es realmente una brevísima nota de pésame. Consiste en una hoja escrita en ambas caras y es el documento más antiguo con el que contamos. María Luisa hace llegar a su prima, la duquesa de Aveiro, el pésame por la muerte de su cuñado, José Ponce de León y Aragón, acaecida en Madrid en julio de ese año. José Ponce era hermano menor de Manuel Ponce de León, VI duque de Arcos y esposo de María de Guadalupe, de quien daremos detalles biográficos en el siguiente apartado. Para la época, María Luisa reside en el Puerto de Santa María, junto a Tomás Antonio de la Cerda, marqués de la Laguna, con quien se había casado en 21. El informe del virrey de la Laguna fue la “Relación ceñida y puntual de los autos de residencia que ha dado el Excmo. Sr. Conde de Paredes, Marqués de la Laguna, del tiempo que sirvió los cargos de virrey gobernador y capitán general de la Nueva España y presidente de la real audiencia, que se remite a S.M. con los autos originales para su determinación última en su Real Consejo de Indias y es sólo por lo que toca al juicio que se hizo con S.E. por el Dr. Don Juan de Arechaga, oidor de esta real audiencia a quien se cometió”. Archivo General de Indias, Escribanía 229 B.

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noviembre de 1675. Firma la nota como “marquesa de la Laguna” ya que aún no había heredado de su madre el título de condesa de Paredes. El escrito no ofrece mayores informaciones, limitándose a transmitir el acompañamiento por el duelo, pero reafirma la profunda relación que mantenía con la duquesa, a quien llama “prima y amiga de mi vida”, giro que encontraremos en su correspondencia de 1682. Como en las dos cartas posteriores, es evidente el apego que siente por María de Guadalupe y su entorno, y lo mucho que lamenta la distancia que las separa, situación que se repetirá, magnificada, cuando se produzca su alejamiento por ocho años en América. La comunicación epistolar o a través de breves billetes, como este, era usual entre la nobleza y mantenía vivos los lazos sociales, afectivos y familiares. La fecha de la nota es un indicio de la relación epistolar que mantuvieron durante un tiempo extendido, y cuyas piezas faltantes seguramente resguardan otros archivos. b) Carta a María de Guadalupe de Lencastre, 1682 Hallada en la Latin American Library de la Universidad de Tulane, es la más extensa de todas las cartas y comprende dieciséis páginas manuscritas en cuatro hojas plegadas. Para esa fecha, María Luisa contaba con treinta y tres años de edad y dos de haber llegado a México. El hecho de que María Luisa escribe en respuesta a una carta de su prima está explícito en el comienzo mismo de su misiva (“tu carta ha sido tan bien recibida como deseada”). Robles anota que el 3 de diciembre de 1682, o sea, cuatro semanas antes de la fecha en que María Luisa escribe, había llegado una nao de aviso con correspondencia de España. Suponemos que en ese correo recibió la carta de María de Guadalupe. Es evidente, en ciertos pasajes, que María Luisa responde directamente a preguntas que le ha formulado su prima desde Madrid y a las noticias recientemente recibidas de ella. Como manteniendo un diálogo fluido con su destinataria, concuerda con la opinión de la prima sobre la labor misionera de los jesuitas (“que como tú dices”); reacciona y se compadece ante la crisis matrimonial y la mala salud de la prima o comparte las confidencias sobre las intrigas de la corte (“según lo que tú y mi padre me

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dicen”). Por ello, el escrito tiene la estructura deshilvanada de una conversación entre amigas, donde los temas se suceden sin jerarquía específica, más bien impulsados por la ansiedad de retomar una comunicación muy preciada para la virreina. De las cartas a María de Guadalupe, esta es ciertamente la de mayor interés por su riqueza de contenido y también por lo que nos revela de estas dos extraordinarias mujeres. No solo es la de mayor extensión, como hemos señalado, sino que también llama la atención la variedad de los temas tratados en ella, que van desde los sucesos de geopolítica internacional, hasta compartir los detalles más íntimos de la vida privada. María Luisa da amplias muestras de un intelecto vivo y curioso, mostrándose bastante informada de su nuevo entorno. Así, informa a su prima lo que sabe de las misiones y misioneros en América y en Oriente, comenta sobre tratados de paz internacionales, rinde informe sobre las prácticas religiosas y costumbres de las poblaciones nativas, da cuenta de personajes de mutuo interés en la corte virreinal y en la de Madrid; también le confiesa detalles tan íntimos como las aprehensiones que tiene por su embarazo, y le brinda compasión y aliento ante los infortunios matrimoniales que agobiaban a su prima. Indaguemos un poco en la vida de esta interlocutora de María Luisa para situar con mayor precisión algunos de los temas que se tocan en la correspondencia con su prima. María de Guadalupe Luiza Melchiora Antonia Dominica Raymunda Boaventura Egidia Sebastiana Margarida de Lencastre y Cárdenas Manrique nace el 11 de enero de 1630 en el palacio de Aveiro en Aceitão, cerca del puerto de Setúbal, en el seno de una familia de la más alta alcurnia de Portugal y de Europa.22 Fue la primogénita de Jorge de Lencastre, duque de Torres Novas e hijo heredero del III duque de Aveiro, con su segunda esposa Ana María de Cárdenas y Manrique de Lara, castellana, e hija del duque de Maqueda. El ducado de Aveiro fue creado según testamento de João II de Portugal (1481-1495) para su hijo natural, maestre de la Ordem de Avis, Juan de Lencastre. Por el lado paterno María de Guadalupe era descendiente de Enrique de Inglaterra (de ahí el apellido latinizado de Lencastre, a veces escrito 22. Antonio Caetano de Sousa, História genealógica da Casa Real Portugueza, XI, Lisboa, 1735-1749, pp. 160-170, reproducido en Burrus, 1964, pp. 374-386.

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también Alencastre, del inglés Lancaster), y por el de la madre estaba emparentada con la poderosa familia Braganza. De hecho, la casa de Aveiro era la segunda casa nobiliaria más importante en Portugal después de los Braganza. Era por el lado materno que estaba relacionada María Luisa con su prima portuguesa. Si bien por nacimiento le correspondió a María de Guadalupe un mundo de privilegio, es también cierto que el destino le deparó no pocos infortunios que habían de afectar hasta los aspectos más íntimos de su vida. A través de matrimonios estratégicos en generaciones sucesivas, los Lencastre de Portugal habían forjado estrechos lazos de parentesco con la más alta nobleza española. Por tradición familiar, apoyaban la dinastía de los Habsburgo, alianza que no se alteró al desatarse la crisis de 1640 que empezó con la coronación de João IV como rey de Portugal y culminó con la secesión de Portugal de España; los Lencastre tomaron partido a favor de los castellanos.23 Este hecho determinó la vida de María de Guadalupe y ocasionó el que hubiera de dejar su tierra natal para siempre, pues la poderosa familia había de sufrir las consecuencias de sus acciones. En 1660, su hermano Raimundo, quien a la muerte del padre fungía como IV duque de Aveiro, viajó en secreto a Madrid para reunirse allí con su madre y su esposa francesa, Luisa de Ligné. Como señala Terrasa Lozano: Esa faena selló la ruptura que se venía forjando entre la Casa de Aveiro y la nueva dinastía real de Portugal. Desde 1640, cuando el duque de Braganza fue proclamado rey de Portugal, los Aveiro, sus eternos rivales, habían acogido con tibieza al régimen de la Restauración. Juzgado en ausencia, el duque de Aveiro fue juzgado culpable del crimen de lesa majestad en agosto de 1663. Fue sentenciado a la pena capital —ejecutado en efigie— y tanto sus pertenencias personales como la hacienda que le pertenecía a su linaje fueron confiscados y devueltos a la Corona.24

Por su acto de traición, la familia es desnaturalizada en su ausencia, es decir, perdieron su patria y el derecho a la sucesión.

23. Véase Valladares, 1998 y Terrasa Lozano, 2012. 24. Terrasa Lozano, 2012, p. 24. Las traducciones al castellano son nuestras.

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Existe muy poca documentación directa sobre la vida de María de Guadalupe en Portugal antes de radicarse en Madrid. Tanto que se ha llegado a especular que este silencio documental pudiera apuntar a una destrucción intencional de los documentos de la Casa de Aveiro en los archivos oficiales de Portugal.25 Valiéndose de correspondencia de la madre de María de Guadalupe, Gema Rivas Gómez-Calcerrada ofrece algunos apuntes biográficos durante el exilio de la familia en Coímbra. Así sabemos de las estrecheces económicas que sufrieron y que seguro dejaron huellas profundas en la futura duquesa, quien vivió una vida marcada por la austeridad a pesar de las fortunas recuperadas de que gozó después, y vislumbramos su afición por el canto y la pintura.26 Cuando llega a España, las luchas de secesión llevaban ya veinte años, de manera que desde la adolescencia tuvo que haber sufrido las consecuencias de la toma de posición de los Lencastre en el conflicto. Para ese entonces, María de Guadalupe era ya una mujer mayor, de treinta años, más hasta entonces había permanecido soltera. Perteneciente a una familia poderosa y adinerada, es lógico suponer que sería considerada por muchas familias como candidata deseable, y que habría tenido muchos pretendientes. Es probable que nunca sepamos con certeza las razones por las que no se habría casado María de Guadalupe a tan avanzada edad, pero cabe suponer que quizás las tribulaciones del exilio y las represalias hacia los Lencastre pudieron ser algunos de los factores que contribuyeron a que permaneciese soltera.27 25. Así lo sugiere Rivas Gómez-Calcerrada, 2021, p. 81. El estudio biográfico de Rivas es, hasta la fecha, el más completo tratamiento de la vida de la duquesa de Aveiro, que compendia de los estudios anteriores y, ante la falta de documentos personales de María de Guadalupe, echa mano de correspondencia inédita y otros documentos hallados en archivos portugueses y españoles de parientes y allegados para ofrecer mayores detalles al trazar los contornos de su vida. 26. Véase Moura Sobral, 2009, pp. 64-66 y Rivas Gómez-Calcerrada, pp. 9299. 27. En efecto, sabemos que la familia sufrió un destierro aún antes de radicarse en Madrid. En 1640, Raimundo aún no tenía mayoría de edad y estaba bajo la tutela de su madre castellana. Terrasa Lozano precisa que fue debido a una “supuesta indisposición que el duque de Aveiro no asistió a las Cortes que se convocaron para rendir juramento de fidelidad al nuevo monarca. Este evento condujo al destierro forzoso de madre e hijo en Coimbra”. Véase también Valladares, 1998, pp. 237-238 y Rivas Gómez-Calcerrada, 2021, pp. 161-163.

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En 1668 se establece formalmente la paz con España, mediante la cual se reconoce la soberanía de Portugal. Es así que se restituye el ducado de Aveiro. Pero en vez de solucionar las circunstancias de la familia, al poco tiempo se iniciaría otra etapa de inestabilidad. La muerte de su hermano Raimundo, IV duque de Aveiro suscitó reclamos por parte de otras ramas de la familia en Portugal pretendiendo derechos sobre los títulos y bienes de la casa de Aveiro. Es así que Lisboa le confiere el título y derechos a un tío de Raimundo y María de Guadalupe, Pedro de Lencastre, arzobispo de Évora e Inquisidor General, quien funge como V duque de Aveiro, luego de haber montado una campaña de acusaciones y difamación contra su sobrina que mucho debió afligir a María de Guadalupe.28 Empieza entonces para ella una larga etapa de litigios, pleitos, peticiones y maniobras diplomáticas para recobrar sus derechos al título usurpado. Ya en 1665, con treinta y cinco años, María de Guadalupe se había casado con Manuel Ponce de León Fernández de Córdoba, VI duque de Arcos. Por acuerdo matrimonial, se estableció que las casas nobiliarias castellanas y portuguesas permanecerían por siempre separadas. Tienen tres hijos en sucesión rápida: en 1666 nace su primogénito, Joaquín de Guadalupe Lencastre y Cárdenas Ponce de León, heredero de los títulos paternos, de la Casa de los duques de Arcos, y en 1667 nace Gabriel de Lencastre, quien con los años heredaría, entre otros, el título portugués de VII duque de Aveiro. Nace también una hija, Isabel Zacarías Ponce de León, seguramente por estos años. Al morir su tío, Pedro de Lencastre, sin sucesión, María de Guadalupe finalmente queda como heredera del ducado de Aveiro, privilegio que le es reconocido formalmente en 1679. Pero esta victoria trajo consigo otro motivo de discordia: en las sentencias del Consejo Real de Portugal donde se le restituía el derecho al título y bienes, se estipulaba como condición que la duquesa habitara en Portugal y le rindiera vasallaje al rey lusitano. A esto se opuso rotundamente el marido de María de Guadalupe. Las anotaciones del diario del padre Tirso González en el verano de 1681, en quien la duquesa buscó consejo y apoyo durante este 28. Terrasa Lozano explica en detalle las acusaciones contra su sobrina que montaron sus abogados en el pleito por reclamar sus derechos al ducado de Aveiro. Terrazo Lozano, 2012, pp. 25-27.

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­ eríodo, nos da un indicio de la magnitud del conflicto matrimop nial, el sufrimiento que le ocasionó, y la vehemencia de la oposición del duque de Arcos: [...] tenía esta Señora [la Duquesa] pesadísimos disgustos con el Duque de Arcos, su marido, los cuales la obligaron a apartar cama, hacía aquel verano tres años y medio [es decir, en 1678 según indicación de Burrus]. Había interpretado esta Señora a singular providencia de Nuestro Señor para con ella el que me hubiese traído a la Corte este año y deteniéndome allí el verano. Llevaba gastados más de cien mil ducados en sacar la Casa de Aveiro; y habiendo admitido el Príncipe de Portugal a los Duques, con licencia y orden del Rey de Castilla, a pleitear la Casa, por medio del oidor que allí enviaron, con pacto y condición expresa que, si saliesen con ella, iría la heredera a tomar posesión, y habiendo salido la sentencia con las mismas condiciones, el Duque de Arcos se empeñaba en que su mujer no había de ir a doblar la rodilla al de Portugal; y sobre esto le daba mil pesadumbres. En ese tiempo de tribulación asistí yo a esta Señora, por ser de grande virtud, y de un extremado celo de la salvación de las almas, protectora y factora de las misiones... Servíla, hablando en su favor al Duque de Medina y a su confesor, al confesor del Rey, al presidente de Castilla, al Inquisidor general, a D. Vicente Gonzaga, Presidente de Indias, y al Cardenal de Toledo y otros del Consejo de Estado. Informé a todos de la virtud de la Duquesa, y de la justificación de su pretensión; pues su Excelencia no podía perder para sus hijos una Casa como la de Aveiro, por un capricho desvariado de un marido que quería ser más que el Rey, el Papa, el Emperador y otros Príncipes que trataban como a Rey al de Portugal; rehusando que su mujer, que por la Casa de Aveiro era vasalla suya, perdiese antes la Casa que hacer este rendimiento.29

Como indica el padre González, el conflicto matrimonial con el duque de Arcos culminó en la separación oficial de la pareja en 1678, aún antes del fallo oficial de restitución. Pero las trifulcas conyugales no hicieron sino agudizarse a lo que se aunaron malestares de salud que agobiaban a la duquesa. La duquesa de Aveiro muere, el 9 de febrero de 1715, de una erisipela, enfermedad que había padecido por mucho tiempo y, por

29. Reyero, Misiones del M.R.P. Tirso Gonzalez de Santalla, XIII prepósito general de la Compañía de Jesús, pp. 598-601, transcrito en Burrus, 1964, pp. 408-409.

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designio propio, fue enterrada en el monasterio de Guadalupe en Cáceres, al lado de los sepulcros de su madre y hermano.30 Pero volvamos al contexto de la primera carta de María Luisa de Tulane: para diciembre de 1682, María de Guadalupe se encontraba en medio de las dificultades que se detallan arriba. Para ese entonces, es una mujer madura, de cincuenta y dos años y, como lo indica el padre González, ya tiene cuatro años de haberse separado de su marido, mas continúan los pleitos y disgustos respecto de la toma de posesión del ducado de Aveiro en su tierra natal. Esta situación no habría de resolverse hasta 1694, cuando renuncia al título y bienes del ducado de Aveiro a favor de su segundo hijo, Gabriel. Por otra parte, como también deja entrever el padre González, y es evidente en la carta de María Luisa, ya para entonces María de Guadalupe estaba plenamente entregada a su labor de mecenas e impulsora de las misiones, especialmente de los jesuitas en Oriente y en las Américas, la cual le ganó el apodo de “Madre de las Misiones”. Pues si bien las tragedias de su vida se desplegaron en el teatro de los conflictos geopolíticos de su época, fue una mujer que supo labrar, por sus propios méritos, un espacio autónomo de desempeño que la llevó a ejercer considerable influencia no solo en la península ibérica sino en Europa y ultramar. María de Guadalupe sostuvo correspondencia con reyes, príncipes, nobles, científicos, literatos, misioneros y otras personas de peso intelectual, político, y religioso durante su vida. Lamentablemente, conservamos muy pocos de sus escritos, aunque sí ha sobrevivido amplia documentación de sus corresponsales que, como las cartas de María Luisa, nos permiten un acercamiento indirecto a su persona.31 El más notable de ellos fue el 30. Burrus reproduce el texto completo de un extensivo recuento anónimo de los últimos días de María Guadalupe, así como su entierro, titulado Breve noticia de la enfermedad, muerte, y entierro de la escelentísima señora duquesa de Aveiro y Maqueda, mi señora doña María de Guadalupe, Lancaster, y Cárdenas... Madrid, 1715. Burrus, 1964, pp. 425-493. 31. De puño y letra de la duquesa de Aveiro se conservan apenas un par de memoriales, un contrato matrimonial y un testamento con su rúbrica, y apenas unas diecisiete cartas: una al príncipe Pedro de Portugal de 1680, cinco cartas al duque de Cadaval en Lisboa (1680-1686), ocho cartas al padre Tirso González (16871691), dos cartas al padre João da Costa (1700-1701), y una al padre Francisco María di Salesno. Burrus ofrece un valioso recuento comentado de casi toda la documentación relevante para la biografía de María de Guadalupe y reproduce varios de ellos en la versión castellana de su estudio sobre las cartas del padre Kino a la

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eminente misionero y matemático jesuita, Eusebio Kino, con quien sostuvo copiosa correspondencia a lo largo de unos siete años.32 Y su palacio en la calle del Arenal en Madrid, como lo señalara el embajador francés Louis de Rouvroy, duque de Saint-Simon en sus Memorias, a principios del siglo xviii, sirvió de punto de encuentro de políticos y cortesanos, así como de la intelectualidad de su época.33 Sabemos además, y las cartas de María Luisa lo corroboran, que María de Guadalupe fue de las mujeres más cultas de su época. Aparte de algunas indicaciones de su vocación como pintora, por lo menos en su juventud, que ya hemos mencionado, llegó a reunir una importante colección de arte y, además, una biblioteca que llegó a contar por lo menos 4.374 volúmenes. Una biblioteca personal de considerable dimensión para la época, equiparable a la de sor Juana. Los libros de las bibliotecas privadas guardan los secretos más íntimos de las lecturas de sus dueños, plasmados en sus anotaciones al margen, sus páginas dobladas que indican lugares preferidos de lectura, sus lomos y costuras desgastados que delatan pasajes de lecturas preferidas o más frecuentadas. Desafortunadamente, no contamos con estos datos en el caso de María de Guadalupe, ya que los volúmenes de la biblioteca han desaparecido. Sin embargo, a través del inventario de la misma, que sí ha sobrevivido los estragos del tiempo, se puede apreciar la amplitud de los intereses intelectuales de la duquesa. Tal como han señalado Natalia Maillard Álvarez y Rivas Gómez-Calcerrada, la biblioteca de la duquesa, que fue donada póstumamente por su hijo Joaquín en 1718 al monasterio de Santa Eulalia de Marchena, abarcaba romances, ciencias matemáticas, gramática, religión y muchos otros temas, y comprendía por lo menos diez idiomas, incluyendo el castellano y el latín. Si bien con duquesa, pp. 21-75, y Apéndice, pp. 353 y ss. No parece haber conocido la carta dirigida al padre Francisco María di Salesno, conservada en Indiana University; véase Gillespie, 2013. Por su parte, Moura Sobral cita ocho elogios fúnebres escritos a la muerte de la duquesa y que contienen valiosa información biográfica, así como otras fuentes que apuntan a sus inclinaciones artísticas y culturales. Maillard Álvarez alude a cuatro escritos fúnebres más que se suman a la documentación sobre la vida de María de Guadalupe. Asimismo, Gómez-Calcerrada incluye la correspondencia de la madre de María de Guadalupe ya comentada y la de otros contemporáneos para reconstruir algunos detalles biográficos. 32. Recopilada por Burrus, 1964. 33. Moura Sobral, p. 61.

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amplio predominio de los libros de historia y religión, su búsqueda asombrosa de conocimientos incluía desde tratados de emblemática, tan populares en la Europa del siglo xvii, hasta la obra de Francis Bacon y René Descartes, de más restringida circulación. El inventario da así testimonio de la erudición y la curiosidad intelectual de su dueña.34 ¿Qué nos aporta esta carta de María Luisa sobre María de Guadalupe? Como es sabido, sor Juana Inés de la Cruz le dedicó un extenso poema laudatorio a la duquesa de Aveiro, el romance 37;35 la elogia también en el romance 38, escrito en respuesta a José de la Vega y Vique, abogado de la Real Audiencia de México.36 Además incluyó a la duquesa de Aveiro en su genealogía de mujeres sabias de todas las épocas en la Respuesta a sor Filotea. En el romance 37, sor Juana menciona que ha sabido de la duquesa por los misioneros en la Nueva España, así como por su prima, la condesa de Paredes, de manera que es bien conocido cómo la poetisa mexicana tuvo noticias de la existencia de la noble portuguesa. Pero es extraordinario tener evidencia directa, de la pluma de la propia María Luisa, de que la duquesa era tema de conversación frecuente entre las dos amigas. Más aún, la carta contiene lo que podemos suponer es el primer indicio que recibe María de Guadalupe acerca de sor Juana. Llaman la atención varios aspectos del recuento de María Luisa acerca de la monja jerónima. Como primera medida, dado los intereses intelectuales de la duquesa de Aveiro, no es de extrañar que María Luisa haga hincapié en la inteligencia y la erudición de sor Juana. Por otra parte, la condesa también alude a su contexto social, indicando que fue criada “en un pueblo de cuatro malas casillas de indios”, ubicándola así por fuera del ámbito o círculos sociales de alcurnia que compartían las dos primas. Enfocando estos contrastes, María Luisa hace resaltar claramente para su corresponsal el mérito propio y el carácter sui géneris de sor Juana. Como ya hemos indicado, en esta comunicación, María Luisa da indicios de que está respondiendo a una carta de María de 34. Véase el valioso análisis de la biblioteca de la duquesa de Aveiro de Maillard Álvarez. También Rivas Gómez-Calcerrada, 2021, pp. 231-286. 35. Véase Colombi, 2015a. 36. Juana Inés de la Cruz, 1995, pp. 100-105 y 106-111.

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­ uadalupe recibida, seguramente, en el último aviso arribado unas G cuatro semanas antes. Podemos suponer, por el tono y el contenido, así como por la relación epistolar de la duquesa de Aveiro con Kino y otros informantes, que el recuento de las costumbres religiosas de los indios y las noticias de las misiones americanas y de Oriente que le cuenta María Luisa fueron suscitados por preguntas directas que María de Guadalupe le ha hecho sobre estos temas. Se corrobora así el gran interés de la duquesa de Aveiro por el proselitismo católico y su avidez de novedades por la labor de las misiones y los misioneros en particular. Más allá de esto, hay dos detalles que nos proporciona María Luisa que merecen destacarse. El primero corrobora el interés de María de Guadalupe por el arte, así como su fama de pintora. Se trata de un comentario de la virreina en que le informa a su prima que no le ha llegado una pintura: “Prima mía, el retrato no ha llegado; espérole con flota con grande alborozo y bien pudiera deberte yo lo que los chinos, pero lograré el sacar una copia, aunque en mi corazón la tengo yo más verdadera”. Evidentemente, María Luisa espera un cuadro, un retrato, que le envía María de Guadalupe desde España, ya que alude al transporte por flota y que no llegó junto con la correspondencia. Además, parece indicar que es un retrato de la duquesa, por las palabras cariñosas con las que indica María Luisa que en realidad no necesita mandar a copiar la pintura porque lleva la imagen de su ser querido en el corazón. Pero, aparte de esto, el comentario nos deja con más interrogantes de los que resuelve: ¿por qué dice María Luisa que le va a mandar a hacer una copia? ¿Será que su paradero final no sería el palacio virreinal sino otro destino? ¿Tal vez la Nueva España era apenas una escala en vía a su destino final en una de las misiones de Oriente amparadas por María de Guadalupe? Por lo demás, sabemos que María de Guadalupe solía enviar obras de arte a las instituciones y misiones que patrocinaba. Por otra parte, ¿quién pintó este retrato?, ¿sería un autorretrato de la duquesa? En todo caso, suscita la posibilidad de que María de Guadalupe fuese no solo coleccionista y estudiosa del arte, como lo indica el inventario de su biblioteca, sino que siguió produciendo pinturas a lo largo de su vida.37 Como veremos al comentar la carta 37. Sobre este punto, tal vez la carta de María Luisa de Tulane podría aportar algo a un diálogo con Moura Sobral quien, ante la falta de evidencia de lo contrario,

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de agosto de 1683, la virreina acusa recibo de un retrato de María de Guadalupe que acaba de llegarle. Suponemos que es la misma pintura esperada a que alude en esta misiva de diciembre de 1682. Finalmente, señalamos un segundo dato curioso que invita a la especulación. María Luisa le cuenta a su prima que tiene en palacio a un joven aborigen enano y sordomudo, de gran inteligencia, a quien tiene intenciones de llevar de vuelta a España. Nos llama la atención que en el inventario de la biblioteca de la duquesa de Aveiro se incluye un volumen didáctico que enseña a hablar a los mudos.38 Si bien era sabido que la duquesa tenía costumbre de amparar a los minusválidos en su palacio madrileño, y tal vez ahí se encuentre la razón de poseer este manual, es también posible que ese tomo en la biblioteca de la duquesa estuviera ligado a la presencia de ese muchacho indígena que quizás llevó María Luisa a Madrid. Se desprende de lo anterior que María Luisa toque en variedad de temas de sumo interés para su prima, mujer marcadamente religiosa, cuya labor como benefactora de misioneros fue ampliamente conocida. Además, María de Guadalupe se cuenta entre las mujeres más instruidas de Europa en su época, por eso es de esperar que le fueran de particular interés las nuevas que su prima le pudiera brindar desde tierras americanas. México era para entonces epicentro de misiones y viajeros hacia Oriente. Así, le da cuenta María Luisa de la evangelización de poblaciones nativas en Nuevo México y la China, seguramente respondiendo a la curiosidad y consultas concretas de su parienta. Incluye mención de varios misioneros, tales como el padre Juan de Adame, evangelizador en Oriente, así como el célebre astrónomo jesuita y misionero padre Eusebio Kino, al que referimos más arriba, quien sostuvo larga correspondencia con la duquesa de Aveiro. María Luisa además comenta sobre otros temas de relevancia política de la época, tales como la rebelión de los indígenas pueblo ocurrida en 1680, los intentos del virrey por pacificar la región, y la expedición enviada a la península de Baja California Sur, ya aludidos. lógicamente supone que María de Guadalupe dejó de pintar antes de salir de Portugal. Moura Sobral, 2009, p. 66. 38. Se trata de Reducción de las letras y arte para enseñar a ablar a los mudos (Madrid: Francisco Abarca de Angulo, 1620), de Juan Pablo Bonet (1579-1633), pionero en la enseñanza a los sordomudos.

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Más allá de lo tocante a las costumbres y conversión de las poblaciones nativas, así como a los temas de política internacional, María Luisa devela aspectos también de índole más personal, como es la sospecha de estar embarazada de quien luego será el único heredero de la pareja, José, y el temor de pérdida de esta preñez, considerando el previo malogro del embarazo de una niña en Nueva España, el cual le confidencia a su prima, y el fallecimiento de dos hijos pequeños en los primeros años del matrimonio. Como veremos, en la carta escrita casi ocho meses después, la virreina le participa a su prima del nacimiento del niño. Asimismo, le ofrece consejos y apoyo moral a su prima en su vida conyugal. En este sentido, responde a las noticias de los pleitos de sucesión al ducado portugués de Aveiro en que estaba envuelta María de Guadalupe, lo cual puso su matrimonio en jaque. Cuando se toca en este asunto, es notable la admiración intelectual que manifiesta por su prima, autora de un escrito sobre este pleito que le ha enviado junto con la misiva, con “dictámenes” que María Luisa elogia por ser “tan justos como tuyos”. Comenta también los problemas por la sucesión al trono y valimiento del rey Carlos II, el Hechizado, la salud endeble de la reina María Luisa de Orleans, así como otros hechos políticos y domésticos, como son las copiosas novedades de la corte, que por momentos bordean la murmuración, como cuando se refiere al marqués del Carpio. El círculo familiar más próximo —su cuñado, el duque de Medinaceli y sus hijos, su padre y los derechos de la casa de Guastalla, su tía Isabel— son igualmente temas tocados en la misiva, así como las muertes en ese año de 1682 de su tía Isabel, José de Silva y Francisco de Alarcón, hijo del marqués de Palacios, o el nacimiento de un nieto del duque de Medinaceli, de lo que se ha noticiado recientemente por otras fuentes o por su propia prima, lo que habla de las redes familiares y de poder compartidas con su destinataria. En todas sus apreciaciones, María Luisa se nos revela como una mujer instruida, enterada, un tanto irónica y con sentido del humor, que se expresa con autoridad y soltura sobre los temas públicos y de administración del imperio, como es su preocupación, reiterada, por el cuidado de las arcas del reino, o sus opiniones sobre la política internacional del momento, con la fluctuante relación entre España y Francia.

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De especial trascendencia, como ya hemos señalado, es que María Luisa nos ofrezca una perspectiva personal e íntima de una de las amistades más renombradas de las letras hispanas. Así, le da dilatada cuenta a su prima de su relación con la poetisa novohispana, sor Juana Inés de la Cruz, aunque no la mencione por su nombre sino como “una monja que hay en san Jerónimo”. Es de notar que los datos biográficos que provee la virreina de sor Juana coinciden, de manera condensada, con la conocida versión biográfica que brinda el padre jesuita Diego Calleja, en su Aprobación al tomo Fama y obras póstumas (1700), así como con algunos datos autobiográficos que nos ofrece la misma sor Juana en su célebre Respuesta a sor Filotea, fechada en 1691 y publicada por primera vez en 1700, o los aportados en la Carta de Monterrey, escrito enviado por la monja en 1682 a su confesor, el padre Antonio Núñez, pero recién conocida en 1980 gracias a su hallazgo por parte de Aureliano Tapia Méndez. Estos rasgos comunes a todos estos relatos biográficos y autobiográficos —su empeño por el estudio contra todo obstáculo, el asombro que inspiran sus conocimientos precoces, su intelecto sui géneris (“sobrenatural” en las palabras de María Luisa)— son elementos de la leyenda sorjuanina que han llegado hasta nuestros días. Es por ello de sumo interés que, ya desde 1682, nos encontremos ante la primera versión o, si se quiere, borrador, de su biografía, y no menos que sea de la pluma de su futura mecenas. Se refuerza así la importancia del papel de María Luisa en el desarrollo de la vida pública de la monja mexicana. El tono de María Luisa para con su prima es de carácter íntimo y coloquial, propio del género de la carta familiar, con amplias muestras de cariño y afecto. Si sor Juana y María Luisa eran aproximadamente de la misma edad, más de veinte años mediaban, en cambio, entre la virreina y María de Guadalupe, lo que no era obstáculo para que mantuviesen un estrecho lazo de amistad. Por una mención que hace al principio, sabemos que es la primera vez que se comunica con María de Guadalupe después de más de dos años de haber llegado a la Nueva España. De manera que gran parte de su misiva transmite las primeras impresiones de la nueva tierra, constituyendo así una suerte de relato de viajero, ofreciendo sus opiniones sobre varios aspectos y fungiendo como traductora de la realidad americana para su interlocutora europea. Como ya hemos señalado, da cuenta María

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Luisa de detalles de la vida doméstica, como es la descripción minuciosa del joven aborigen sordomudo que mencionamos arriba, pasando por sus percepciones de ciertas costumbres religiosas de los indígenas, hasta sucesos de amplia relevancia política que afectaban el proceso de colonización como lo fue la sublevación de los indígenas pueblo ya referida, una de las crisis más graves que enfrentó Tomás Antonio de la Cerda. No obstante esta rebelión, que la virreina deplora en la carta, es de notar su mirada sobre los indios. Si bien le ocasiona cierta perplejidad su devoción (“me confunde”), María Luisa transmite una imagen sobre todo paternalista, pero de todas formas positiva de los nativos a quienes representa como creyentes, agradecidos e inteligentes, distante de otras representaciones coetáneas que, por el contrario, estigmatizaban este sector y, sobre todo, su capacidad de conversión. Si bien no deja de señalar la “ladinez” ni la desconfianza que trasuntan, como lo dice explícitamente, prevalece una perspectiva favorable, que pudo estar condicionada por las expectativas de su destinataria, a quien seguramente quiere comunicar los logros alcanzados con la evangelización. Es de señalar que repetidas veces establece comparaciones entre las costumbres americanas y las europeas como, por ejemplo, cuando declara que, si bien hay mujeres indígenas “viciosas”, lo mismo se encuentra entre las católicas. María Luisa se muestra como atenta observadora de su entorno en el esfuerzo por seleccionar e interpretar para su lectora luso-hispana los aspectos que más llaman su atención. Así, su descripción del sirviente indígena, si bien paternalista, no deja de destacar su belleza, religiosidad y sagacidad, o su explicación de los espacios domésticos dedicados al culto por parte de los indígenas (en la que usa el término americano santocale con su traducción al español como “oratorio”) y, muy particularmente, al dar cuenta de las extraordinarias dotes intelectuales de sor Juana, son todos pasajes marcados por el clásico tópico de la inefabilidad o insuficiencia del lenguaje para articular lo nunca antes visto u oído (“me confunde”, “no es decible”). No es de sorprender que María Luisa comparta la mirada de tantos otros viajeros europeos que se detienen en lo insólito o lo extraordinario atribuido a la realidad americana. Es precisamente dentro de este marco que leemos el largo pasaje donde María Luisa se refiere a sor Juana. Invoca la virreina a la monja jerónima dentro del contexto de quejarse de la soledad, de

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la ausencia de sus seres queridos y de la falta de noticias que añora recibir de España. Sus visitas al convento jerónimo vienen a ser así una especie de paliativo a la soledad y motivo de alegría, cuando las dos mujeres comparten intereses intelectuales comunes y, especialmente, noticias e información provenientes de ultramar. Es posible que sor Juana, quien sabemos manejaba el idioma náhuatl y conocía bien la cultura local hasta el punto de que echó mano de la figura del indígena como portavoz de un incipiente criollismo novomundano, a su vez, le haya servido a la virreina de lazarillo ante las prácticas culturales novohispanas, incluso de las poblaciones indígenas y de sus costumbres. Por su parte, María Luisa deja claro un sentimiento de paridad en el trato hacia sor Juana, a pesar de indicar lo que percibe como sus orígenes humildes “habiéndose criado en un pueblo de cuatro malas casillas de indios”. Le comenta a su prima que es recordada con frecuencia en estas pláticas, lo cual es un motivo más de contento para la virreina, y le asegura que a ella también le gustaría conocer a la monja jerónima por su viveza intelectual y porque tendría mucho para compartir con ella. El circuito de estos vínculos femeninos (María Luisa habla con sor Juana de María de Guadalupe, y con María de Guadalupe de sor Juana), es otro aporte significativo de este documento, ya que reconstruye la pieza faltante de esta amistad triangulada entre mujeres, que se cierra con el conocido romance de sor Juana a la duquesa de Aveiro. c) Carta a María Guadalupe de Lencastre, 1683 La carta de María Luisa, fechada el 28 de agosto de 1683 y dirigida a María de Guadalupe de Lencastre y Cárdenas Manrique, duquesa de Aveiro —conservada en la Lilly Library de la Universidad de Indiana, Bloomington — nos permite acceder a la continuidad de una correspondencia entre la condesa y su prima.39 Presumimos que, 39. Esta carta de María Luisa se encuentra con otra de la duquesa de Aveiro dirigida al padre Francisco di Salesno en la Lilly Library de Indiana University, Bloomington. Ambas forman parte de la Colección Charles Ralph Boxer, formada por la biblioteca y los documentos de este historiador de la empresa portuguesa de ultramar, incluyendo muchos otros temas. Boxer (1904-2000), quien ejerció como profesor de Historia en la Universidad de Indiana, fue un autor prolífico que produjo más de 335 obras, además de ser diplomático y coleccionista de libros y

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entre la misiva de diciembre de 1682, donde la condesa de Paredes le confidencia su sospecha de embarazo, y esta de agosto de 1683, escrita siete semanas después de haber dado a luz, no ha mediado ninguna otra, considerando la frecuencia de la flota. Esta nueva pieza, de apenas cuatro páginas manuscritas en una hoja plegada, confirma la intensidad del lazo familiar y de amistad que las unía, pese a la falta de noticias que la virreina reclama —llegadas muchas veces a través de viajeros, religiosos o funcionarios de la corona. Como en la anterior, en esta, María Luisa le comunica sucesos de orden privado y público. Dentro de los primeros, y se diría que este es el motivo principal del escrito, por su brevedad y por la colocación en primer término, le participa del nacimiento de José, ocurrido el 5 de julio de ese año, novedad que la remitente califica de “sensible”, para calibrar su trascendencia, teniendo en cuenta los antecedentes con partos y pérdidas en el pasado. El niño, cantado muchas veces por la poeta mexicana, como explicamos más adelante, es, según sus palabras, “muy lindo y parece fuerte”, y reaparecerá cuatro años más tarde en la carta a su padre, Vespasiano Gonzaga, así podemos dimensionar la importancia de esta maternidad para María Luisa. También le confidencia a su prima las consecuencias del parto en su salud, ya que experimenta molestias que calma con sangrados, remedio frecuente en la época. El ámbito de intimidad que genera la relación epistolar incluye la mención de estos detalles —como en la anterior, cuando alude a su aborto en tierra mexicana— y responde a una convención, genéricamente conformada, sobre la relación de la mujer con su corporalidad y la pertinencia de su expresión, de acuerdo a cánones patriarcales. Pero la virreina da cuenta, asimismo, de los sucesos públicos que son un carril de entendimiento muy importante entre ella y su destinataria —como podemos comprobar también en la carta previa—, territorio poco frecuentado por las mujeres hasta la temprana modernidad. Comparten, como se hace evidente, una mirada sobre la cosa pública, el poder, la política y la evangelización que, partiendo ­ ocumentos pertenecientes a temas tales como los portugueses y holandeses en Asia d y en Brasil, así como la Iglesia católica en Asia, entre otros asuntos. Dado el papel central que desempeñó la duquesa de Aveiro como mecenas de las misiones jesuitas en Asia, no es de extrañar que estas cartas llegaran a manos de Charles Boxer.

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de nobles peninsulares próximas a los ámbitos de decisión, y probablemente en razón de esta misma circunstancia, se revela como novedosa. Por una parte, el estado de las misiones —recordemos que Guadalupe fue llamada “madre de las misiones”—, así refiere a la Compañía de Jesús y a una expedición exitosa a California, donde encontramos nuevamente su percepción compasiva y paternalista hacia los indios (a los que califica de “dóciles”), atenta a su cristianización e instrucción. La información con que María de Guadalupe cuenta sobre este territorio provenía de Eusebio Kino, su corresponsal por un largo período (1680-1687), y ella misma redacta un Memorial sobre el tema en carta al jesuita de ese mismo año. Siendo la duquesa devota de la virgen de Guadalupe, es intencionada la mención de María Luisa, para agradar a su prima, de que los indios han levantado “una ermita de nuestra señora de Guadalupe” en California, nombre, además, que llevó la primera villa allí fundada. En el mismo sentido, y consciente del interés de su destinataria por los progresos misioneros en Oriente, le informa que no se ha tenido noticias de la China. El suceso político más relevante contenido en la misiva, que conmueve al virreinato novohispano ese año de 1683, es la invasión y saqueo de Veracruz por parte de piratas franceses. Los eventos obligaron al desplazamiento del virrey a esa ciudad, donde permanece durante dos meses, del 17 de julio al 11 de septiembre de ese año. Los hechos culminan con el abandono del sitio por los saqueadores —liderados por Lorencillo—, el ordenamiento y refuerzo de la plaza, el enjuiciamiento al gobernador, condenado a degüello —pena luego conmutada por la deportación—, y el despacho de la flota a España. El diario de Antonio Robles, así como el de Juan Antonio Rivera siguen con mucho detalle estos acontecimientos, que María Luisa comenta con gran preocupación. La virreina manifiesta su inquietud por el bienestar de su esposo, pues este viaje lo expone a enfermedades y peligros, además de resaltar que, respecto a las grandes dificultades que esta misión entrañaba, “todas las ha vencido”, según sus palabras. Como en las otras comunicaciones con que contamos, notamos aquí el modo afectuoso con que María Luisa se expresa respecto a su marido, así como la actitud defensiva al referirse a sus funciones como gobernante, presentándolo siempre respetuoso de las ordenanzas y finanzas de la

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corona. En cuanto a su lazo con María de Guadalupe, está moldeado por una retórica de la afectividad, que acude a superlativos y a un lenguaje efusivo, de confianza y mutuo cariño. Un momento especial, en este sentido, es cuando menciona el retrato que ha recibido de su prima y señala la gran semejanza que guarda con ella, aunque “lo que yo quisiera ver es el original, Dios me lo conceda”. Nos recuerda los numerosos poemas de sor Juana donde la autora juega con la relación entre la representación y el modelo, entre el original y la copia; entre otros, el número 89, Al retrato de una decente hermosura, el 102, Décimas que acompañaron un retrato enviado a una persona, o el 103, Esmera su respetuoso amor; habla con el retrato; y no calla con él, dos veces dueño. El motivo del retrato también aparece en la carta previa a María de Guadalupe, de diciembre de 1682, como vimos, y corrobora lo frecuente que eran estos intercambios de imágenes. En dicha correspondencia, la virreina reclama no haber recibido la pintura que la duquesa de Aveiro dice haberle enviado, que ahora sí ha llegado a sus manos; suponemos que es el mismo retrato. Pudo haberse tratado de un autorretrato, realizado en miniatura, también llamado retrato de faltriquera, fácil de enviar o de portar, objeto que tenía por fin reforzar los vínculos afectivos a distancia. En ambos casos, María Luisa dice que mandará sacar una copia —lo que nos hace suponer que el retrato o la copia tendría otro destino— aunque establece diferencias entre las habilidades pictóricas de europeos y americanos, “aquí no pintan tan bien como por allá”. Este juicio nos dice mucho de su percepción de su nuevo destino, a veces elogiado por el carácter de sus naturales, los indios y criollos, como sor Juana, otras, en cambio, desacreditado, delatando una visión empañada por la añoranza de la metrópoli. Con respecto a los retratos de María de Guadalupe, se conocen las pinturas conservadas en el Museo del Prado, en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando y en el Real Monasterio de Santa María de Guadalupe, Cáceres. En 2021 fue subastado en Montevideo un pequeño cuadro de nueve por siete centímetros de la duquesa; pensamos que este pudo ser el tipo y tamaño del enviado a María Luisa. No tenemos constatación de que la condesa le retribuyese con uno suyo, aunque esto es posible.

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d) Carta a Vespasiano Gonzaga, 1687 La carta de la condesa de Paredes a su padre, Vespasiano Gonzaga y Urbino, pretenso duque soberano de Guastalla, es menos extensa, de apenas seis páginas manuscritas en dos hojas, y lleva por fecha el 29 de julio de 1687.40 Se sitúa así en vísperas ya de su regreso a España que se efectuaría en abril del año 1688. Es de señalar también que, al redactarla, María Luisa desconoce que el padre ha fallecido ya a principios de mayo, casi tres meses antes. Por lo que manifiesta en el inicio, donde se lamenta del inusual lapso de diez meses transcurrido sin noticias paternas, o más adelante donde dice “ya escribí a Usted”, sumado a una referencia cruzada que hace en la misiva de 1682 a María de Guadalupe (“según lo que tú y mi padre me dicen”), inferimos que la virreina y Vespasiano Gonzaga mantuvieron un epistolario de cierta regularidad en el transcurso de estos ocho años de separación. La carta fue escrita para aprovechar la partida de unas naves holandesas, como lo indica María Luisa desde un principio. Se trata de una carta redactada, al parecer, con mayor premura y de tono un tanto más íntimo. Al igual que en las dirigidas a María de Guadalupe, el tema de la soledad se torna en leitmotiv. Se queja por estar tan lejos de su familia, sentimiento que el paso de los años habría, ciertamente, acrecentado. En el escrito se entremezclan temas de la intimidad familiar con asuntos de política del día. De especial ternura y capacidad expresiva de su pluma son los pasajes en los que le rinde cuenta al padre de su nieto “Chepito”, José de la Cerda Manrique de Lara, IV marqués de la Laguna de Camero Viejo, quien acaba de cumplir cuatro años, y a quien el abuelo aún no conoce, ni conocerá, por haber nacido en México. El niño es considerado un “criollo” según dice María Luisa, y por ello mismo es especialmente celebrado y querido por las señoras que lo visitan en Palacio en ocasión de su cuarto aniversario, lo que denota el nivel de inserción de los virreyes de la Laguna en la sociedad local. En esta escena, digna de una estampa de hogar, la virreina describe al pequeño haciendo “mil monerías” frente a los visitantes. Defiende también la buena 40. Nos detenemos en este corresponsal en el capítulo siguiente, destinado a la vida y tiempos de María Luisa.

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labor que ha llevado a cabo su marido, Tomás Antonio de la Cerda, gobernando el virreinato y el afecto, consideración y crédito ganados en ese medio, amén de haber sorteado la Residencia con absoluta limpieza en su foja de servicios. María Luisa se refiere con gran preocupación al incidente de Espíritu Santo explicado más arriba, que habría distraído además las naves para el ansiado retorno de los marqueses de la Laguna a España. En la última parte, le informa al padre de noticias de su corte y allegados, miembros de su comitiva, y le manda especiales saludos para su secretario y esposa en España. La mención de asistentes, criados y secretarios con su nombre de pila es muy reveladora, ya que evidencia el trato de familiaridad que se les concedía en el ámbito íntimo de las casas nobiliarias, donde los señores intermediaban en los casamientos y puestos de trabajo de este sector, como los casos que aquí se refieren. Quizás los pasajes de mayor interés histórico en esta carta sean los que recuentan las relaciones de los marqueses de la Laguna con sus sucesores, Melchor Antonio Portocarrero y Laso de la Vega, III conde de la Monclova, y su mujer, Antonia Ximénez de Urrea y Clavero, quienes habían llegado a la colonia en octubre de 1686, asumiendo el cargo en noviembre de ese año, así como las impresiones personales de María Luisa sobre el comportamiento y personalidad de los mismos y su recepción en México. Se conoce, por el Diario de Robles, que la noticia de la designación del conde de la Monclova como nuevo virrey de Nueva España llega a México en septiembre de 1686. Dice Rubio Mañé que el marqués de la Laguna había pedido autorización en 1686 para su regreso a España.41 No obstante, en correspondencia de seis de diciembre de 1686, dirigida al rey, el marqués de la Laguna exterioriza cierto resquemor por la súbita llegada de su sucesor. En dicho escrito, el virrey manifiesta que asistirá al conde de la Monclova en todo lo que sea necesario, pero acota: “[...] si bien su venida, tan acelerada y repentina, me pudieran poner en alguna desconfianza, pero mis obligaciones al servicio de Vuestra Majestad y mi propia conciencia me dilatan el ánimo a no tenerla, y espero que así el tiempo, como mi sucesor y mi residencia, todos tres sean buenos

41. Rubio Mañé, 1983, vol. I, p. 155.

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testigos de mis operaciones [...]”.42 El fragmento reproducido deja entrever tanto el malestar que la llegada del sucesor produjo en el marqués como el temor de descrédito frente a la autoridad real, lo cual explica también la desconfianza y recelos hacia los condes de la Monclova que expresa la virreina en la carta a su padre. Se sabe que Tomás Antonio de la Cerda y María Luisa permanecen en la Nueva España unos dieciocho meses después del término del cargo del virrey, partiendo hacia España el 25 de abril de 1688, a escasos seis meses de que asumieran los sucesores de los condes de la Monclova, los condes de Galve, Gaspar de Sandoval Cerda Silva y Mendoza y su esposa Elvira de Toledo, en noviembre de ese año. Aunque las razones para dilatar tanto tiempo el retorno a España no son, enteramente, conocidas, cabe suponer que se debió a las restricciones del tráfico marítimo en los puertos indianos durante la década de 1680 debido a la amenaza de piratería. En el transcurso de ese largo paréntesis de año y medio, frecuentan a la nueva pareja gobernante y reciben instrucciones para brindar toda su ayuda al nuevo emisario del rey. Robles menciona en su Diario la presencia conjunta en las ceremonias y festejos de ambos virreyes y sus esposas. Así, en ocasión de la procesión de Corpus de mayo de 1687, Robles anota: “Jueves 29, de Corpus salió la procesión a las nueve y media, y entró a las doce; asistió el arzobispo y virrey, la virreina en casa de Córdoba y los virreyes en frente, ambos con sitial”.43 O con la oportunidad de un casamiento celebrado en febrero de 1688 en la casa del marqués de la Laguna “[...] asistieron los dos virreyes y virreinas, nuevos y viejos, que fueron padrinos”.44 De este modo, los condes de Paredes y sus sucesores coincidieron en funciones oficiales y hubo cierta convivencia obligada entre las dos parejas. Los comentarios de María Luisa dejan entrever que debajo de las cortesías de rigor en sus intercambios y relaciones, existía cierto grado de tensión y discordia. Señala que el conde se desempeña con “mesura”, que la nueva virreina se fía poco y está “no muy bien hallada” en su nuevo entorno y, no sin cierta ironía, comenta que ambos despliegan 42. Carta del marqués de la Laguna sobre la entrega del gobierno a su sucesor, ES.41091. Archivo General de Indias/23.10.57//México, 57, R. 1, N. 20. 43. Robles, 1946, vol. II, p. 140. 44. Robles, 1946, vol. II, pp. 154-155.

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“grandes urbanidades” de tal forma que pinta un cuadro poco favorable de personas que se comportan con exceso de formalidades, que además son bastante desconfiadas y poco generosas en su trato. Las observaciones de María Luisa son particularmente fuertes por lo dilatado del pasaje dedicado a los condes de la Monclova, y acorde con otros momentos de su correspondencia en los que también se expresa negativamente de otros miembros de la nobleza española. En la carta se refiere a los nuevos virreyes como “el conde y la condesa”, o los “señores sucesores”, evitando la mención por el nombre propio. Al respecto, Rivera Cambas apunta algo interesante relativo a las características de los comunicados y despachos del virrey de la Laguna: “El conde de Paredes escribía muchas de sus cartas en cifras a causa de que solían caer en poder de los corsarios y les servían de indicación para lo que habían de hacer”.45 Podría esta prevención también estar presente en la virreina, puesto que incurre en cierta elipsis de los datos precisos al mencionar asuntos de Estado, quizás con el temor de que sus misivas no llegasen a buen destino. Del mismo modo, la alusión a las personas por parentesco o cargo nobiliario y no por su nombre cuando alude a rumores de la corte española, puede obedecer a idéntica intención de preservar cierta discreción sobre las situaciones que expone. *** En los últimos treinta años, con el énfasis en los estudios de la mujer y de género, se han empezado a reconstruir aspectos de la vida de las mujeres en el mundo hispano antes del siglo xix. Hasta hace muy poco, nuestro conocimiento de escritos autógrafos, correspondencia personal u otras formas de expresión ligadas a los géneros de la intimidad y expresiones literarias por parte de mujeres se limitaba a las grandes figuras como la reina Isabel la Católica, santa Teresa de Jesús, María de Zayas, Ana Caro de Mallén, sor María de Ágreda. Ha habido también un progresivo interés por el lugar de la mujer en la colonia americana, en variadas direcciones, así los estudios de personajes de la conquista —la Malinche—, los 45. Rivera Cambas, 1872, p. 410.

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testamentos, relaciones, imágenes y cartas —como la de Isabel de Guevara—, testimonios de nobles indígenas, escritoras como sor Juana Inés de la Cruz, o las vidas de monjas, como las escritas por la madre Francisca Josefa del Castillo o la clarisa chilena Úrsula Suárez. Asimismo, las recopilaciones de misivas de españolas, tanto plebeyas como nobles, ensancha el rango de materiales disponibles para abordar este conjunto. Los escritos—de índole muy diversa— compuestos por estas mujeres nos dejan entrever en mayor o menor grado aspectos de sus vidas tal como ellas las percibían y dentro del marco que les era permitido, si bien muchas (sor Juana, María de Zayas) desafiaban los límites de lo permisible. Más recientemente, el giro metodológico enfocado en la agencia femenina, así como hallazgos de documentos inéditos en bibliotecas, archivos de Inquisición y notariales y en colecciones privadas, nos han ampliado el conocimiento sobre el mundo concebido desde la perspectiva de las mujeres pertenecientes a variados estratos sociales. Además de los escritos canónicos de las mujeres arriba mencionadas, solo en el campo de la literatura epistolar hispánica, contamos con la correspondencia de Luisa de Carvajal y Mendoza;46 Elvira de Toledo, condesa de Galve, virreina de la Nueva España,47 y lo poco que ha sobrevivido del profuso intercambio entre la misma María de Guadalupe de Lencastre y varios corresponsales, incluyendo el padre Eusebio Kino, ya aludido. En este sentido, es de notar que, de los epistolarios sostenidos con hombres, se han conservado generalmente las cartas del corresponsal masculino y no las de la mujer. Es el caso, por ejemplo, de María de Guadalupe, así como de la abuela de la propia María Luisa, Luisa Enríquez Manrique de Lara, IX condesa de Paredes de Nava, quien mantuvo relación epistolar por largo tiempo (1644-1651) con el rey Felipe IV.48 Empezamos así a entender que las lagunas en nuestro conocimiento del quehacer femenino en un mundo público forjado por y para los hombres no son infranqueables a medida que descubramos fuentes primarias que testifiquen su desempeño. 46. Carvajal y Mendoza, 1965. 47. Dodge, 1993. 48. El epistolario fue publicado por Joaquín Pérez Villanueva, 1986 y por Pilar Vilela Gallego, 2005.

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Por otra parte, las cartas de la virreina integran el conjunto de las conocidas como cartas particulares o privadas de Indias, cuyo punto de inflexión fue la importante compilación realizada por Enrique Otte, Cartas privadas de emigrantes a Indias (1540-1616) de 1988. Este libro abrió un campo de rescate documental en archivos y difusión de la correspondencia trasatlántica mantenida por sujetos de muy diversa condición social, nobles, mercaderes, oficiales de la corona, inmigrantes rasos, lo que permitió conocer la vida privada de estos sectores de primera mano.49 Particularmente en el ámbito femenino, el libro de Otte reúne 17 cartas escritas por mujeres, entre las 257 enviadas desde Nueva España, del total de seiscientos cincuenta recopiladas. Fue seguido luego por otras publicaciones, como las cartas de Diego de Vargas, quien fuera gobernador de Nuevo México, publicadas en 1989.50 Entre las cartas de mujeres nobles, contamos con las misivas de la virreina Elvira de Toledo, enviadas desde Nueva España pocos años más tarde, ya citadas. Comparadas con las veintisiete misivas de la condesa de Galve, que abundan de modo casi excluyente en el mundo íntimo y afectivo, siguiendo en buena medida el código retórico del amor cortés, las de María Luisa revelan una subjetividad femenina más compleja, moderna y abierta a una diversidad de temas y modulaciones en su expresión. De este modo, aunque apenas se trate de pocas cartas, dentro un corpus que debió ser mucho mayor, estos escritos son de sumo interés, por su carácter personal y por los comentarios privados que hace la autora sobre varios personajes más conocidos en la historia, por no mencionar su retrato de sor Juana, que aporta una pieza única y de gran valor para los estudios sorjuaninos. Esta correspondencia de María Luisa ofrece una entrada al mundo cotidiano de una figura renombrada del siglo xvii hispano pero que ha permanecido en la oscuridad. Su nombre ha perdurado no tanto por haber sido la esposa de un virrey sino por su amistad con sor Juana Inés de la Cruz, para la cual sirvió de confidente, mecenas e impulsora de la publicación de su obra en España. Gracias a estos documentos, 49. Otte, 1996. Puede leerse un completo estado de la cuestión de las cartas privadas de Indias en Stangl, 2013. 50. Kessell, 1989.

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tenemos una mejor idea de su personalidad, sus intereses y su vida cotidiana. La mujer que escribe es, ante todo, inteligente y culta, bien noticiada de los sucesos de su entorno, tanto de detalles íntimos que conciernen a su familia y a su círculo de allegados, como de hechos políticos y diplomáticos candentes del momento. Se percibe también todo su universo afectivo de madre, esposa, amiga e hija, expresado con palabras directas y sentidas, con gran emotividad y sin formulismos vacuos. Pero lejos de limitarse a la esfera doméstica, María Luisa opina con pericia y conocimiento sobre temas de la esfera pública, sobre la situación económica de España, las misiones en ultramar, y las relaciones diplomáticas entre las monarquías europeas. Igualmente, y a pesar de quejarse por la soledad y la distancia que la separa de su tierra, revela un intelecto despierto y curioso, sensible y abierto al nuevo mundo que la rodea, delatando así un espíritu generoso e inmerso en la realidad circundante. Gracias a estas dotes reconoció el gran talento de la monja mexicana y empeñó toda su influencia en proyectarla más allá de sus fronteras.

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Capítulo II María Luisa Manrique de Lara y Gonzaga: su vida, su época

El decidido trazo de la rúbrica de María Luisa en sus cartas hace sospechar el carácter resuelto de la condesa de Paredes. Mucha fuerza, ciertamente, necesitó para afrontar una vida llena de peripecias y desplazamientos, inusual quizás para una noble de su tiempo. No sabemos si María Luisa fue audaz, o si puede llamarse de audacia al hecho de afrontar con entereza tantas circunstancias adversas: los problemas de concepción y pérdidas de hijos infantes, que redujeron su maternidad a un solo descendiente; el alejamiento de sus seres queridos durante más de ocho años, cuando fue virreina de Nueva España; los conflictos que compartió junto a su marido en la gobernación de ese virreinato; la fluctuante vida palaciega del reinado de Carlos II, donde podía caerse en desgracia ante cualquier revés político; o el exilio final al que se vio confinada después del derrumbe de la casa de los Austrias. Su firma también nos revela otra faceta importante de su personalidad. La doble voluta que cierra el trazo sugiere una concepción estética del espacio, de la escritura, y a ciencia cierta, de la vida. Cuando todo lo que nos queda de María Luisa es poco para decir cómo fue la mecenas de sor Juana, estos escritos nos revelan un ser lleno de curiosidad e ímpetu, de decisión y opinión, de fragilidad y fortaleza, de criterio y sensibilidad. Pero repitamos la pregunta que formulamos en la introducción: ¿quién fue María Luisa?

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María Luisa, sus ancestros la que a la Italiana cultura lucida, junta la Española grave bizarría. Sor Juana Romance 67, vv. 9-12

María Luisa Manrique de Lara y Gonzaga, XI condesa de Paredes de Nava y marquesa de la Laguna (1649-1721), fue descendiente de dos linajes poderosos e influyentes de la nobleza europea.1 Por la rama materna, pertenecía a las casas de Paredes de Nava y de Manrique de Lara, esta última con ilustres antecesores como el poeta Jorge Manrique.2 Su abuela, Luisa Enríquez Manrique de Lara fue, además de una noble al servicio de Isabel de Borbón, una reconocida letrada, autora de libros de devoción y poesía piadosa escritos en la última etapa de su vida, cuando profesa como monja carmelita. Esta circunstancia familiar nos interesa particularmente en tanto establece un precedente de mujer docta y religiosa en el 1. Son escasas las referencias a María Luisa en historias, genealogías y diccionarios, pero puede encontrarse una breve biografía que abarca hasta el año 1696, muchos de cuyos valiosos datos retomamos aquí, en Salazar y Castro, 1697, vol. II. Salazar y Castro destina el libro IX, cap. IV, pp. 243-247 a María Inés Manrique de Lara, madre de la virreina, y el cap. V, pp. 249-252, titulado “Doña María Luisa Manrique de Lara y Gonzaga, XI condesa de Paredes, Marquesa de la Laguna, Señora de Villaverde, Villa-Palacios, Bien Servida, Riopal y Castillas, Camarera mayor de la Reyna Doña Mariana de Austria”, a la virreina. La información es retomada por Miravel y Casadevante, vol. VII, 1753. También aludimos a datos brindados por Fernández de Béthencourt, 1094, vol. V. Véase la web de la Fundación Medinaceli, [fecha de consulta: 15 de enero de 2013]. 2. Alfonso Méndez Plancarte dice al respecto: “Si su sangre paterna la emparentaba con S. Luis Gonzaga y con la Casa de los Duques de Mantua, descendía por su madre del primer Conde de Paredes de Navas, el Maestre Don Rodrigo, el de las inmortales Coplas, a quien tres matrimonios enlazaron aún más con los Lasso de la Vega, los Hurtado de Mendoza, y los López de Ayala, y en cuya estirpe nobilísima, ‘tanto por plumas como por espadas’, se venían sucediendo —de tíos a sobrinos— el Canciller D. Pedro López de Ayala, Fernán Pérez de Guzmán (tío abuelo de Garcilaso), el Marqués de Santillana (hijo de D. Diego Hurtado de Mendoza, el Viejo, el almirante y poeta, y padre del gran Cardenal González de Mendoza), D. Gómez Manrique (hermano del Maestre), y Don Jorge el de las ‘Coplas’ (hermano del II Conde de Paredes)”. Juana Inés de la Cruz, 1995, vol. I, p. 378.

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propio entorno familiar de la virreina, lo que trae, desde luego, ecos anticipados del futuro encuentro con su protegida en México. Indaguemos brevemente en la vida de esta antecesora. La abuela de la virreina, Luisa Enríquez Manrique de Lara (1604-1660), fue hija de Catalina de Luján y de Luis Enríquez, ministro del Consejo de Guerra de Felipe III, maestre de campo del tercio de Nápoles, gobernador y capitán general del reino de Galicia y mayordomo mayor de la reina. En 1617, cuando contaba con trece años, Luisa es nombrada dama de honor de Isabel de Borbón, primera esposa de Felipe IV, de quien la separaban pocos años.3 En 1625 contrae enlace con su primo segundo, Manuel Manrique de Lara, IX conde de Paredes de Nava, con quien tiene tres hijas, María Inés, Isabel y Antonia. La primogénita, María Inés, fue la madre de nuestra virreina. Tras el fallecimiento de su marido en 1637, Luisa hereda el título de condesa de Paredes de Nava y vuelve a la vida de palacio, desempeñándose como guarda mayor y dueña de honor de Isabel de Borbón, sobre quien influyó de modo notable, según varios de sus biógrafos. Fue amiga y consejera de la reina, sirviéndola hasta su muerte en 1644. A partir de este momento y por pedido expreso del rey se desempeña como aya de la infanta María Teresa, luego reina consorte de Luis XIV de Francia. En 1648 Luisa Enríquez decide “apartarse del bullicio de la corte y el fausto de los palacios”4 para profesar como monja carmelita descalza en el convento de Santa Teresa de Jesús de la villa de Malagón (Ciudad Real), destino frecuente entre las nobles viudas que habiendo cumplido sus misiones terrenales (matrimonio, maternidad y vida cortesana) se recogían en el claustro y, algunas de ellas, como fue el caso de Luisa Enríquez, se dedicaban a la oración y a la escritura. Lo que no le impidió seguir ligada al mundo a través de su correspondencia con el rey y otras personalidades. Al tomar los hábitos, Luisa Enríquez adopta el nombre religioso de sor María Luisa Magdalena de Jesús, con el que será conocida como autora de Año Santo, ­meditaciones 3. “Doña Isabel y la condesa de Paredes eran casi de la misma edad, lo cual puede explicar el desarrollo de una gran complicidad entre ambas. La reina le encargaba leer los motes poéticos de las recreaciones íntimas de la cámara. Según su biógrafo, la condesa había recibido una instrucción conforme a su rango, pues entendía y leía el latín y admiraba a Santa Teresa”. Sicard, 2014. 4. Paula Mellado et al., 1848, vol. V, pp. 78-79.

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para todos los días en la mañana, tarde y noche, sobre los misterios de la vida y pasión de Cristo, inspirado en gran parte en santa Teresa de Jesús, de quien era devota, y publicado en Madrid en 1658.5 En su testamento, redactado al ingresar en la orden como era costumbre en su tiempo, lega todas sus propiedades y títulos a sus hijas y dispone de limosnas para conventos e iglesias. Entre estas, entrega al monasterio de San Francisco de Paredes una colgadura de damasco y “[...] un bufete de ébano y plata que le dio el rey y le labró para su Majestad, por su mano, la reina doña Isabel de Borbón”.6 Que la monja y condesa haya sido depositaria de un objeto de tales características es evidencia de la estrecha relación que la unía con la pareja real. No menor evidencia de este trato de gran proximidad y confianza es la extensa correspondencia que mantuvo con Felipe IV tras el fallecimiento de la reina doña Isabel de Borbón, de la que se conservan tan solo las cartas del rey.7 También mantuvo intercambio epistolar con la infanta María Teresa entre 1648 y 1660. Décadas más tarde, María Luisa, su nieta y virreina de la Nueva España, fue la heredera de este valioso legado, según consta en el testamento de su padre, Vespasiano Gonzaga, de 1687, como veremos. No sabemos si el ejemplo de su abuela impulsó deseos de emulación y alguna vocación de escritura en la virreina ya que, aparte de las cartas encontradas en Tulane, Cádiz e Indiana, solo se conocen dos poemas de su autoría, uno de ellos atribuido, los dos destinados a sor Juana Inés de la Cruz, incluidos en el Apéndice de esta edición. Pero no podemos desestimar el ambiente familiar propenso a las letras en el que creció María Luisa, que estimuló sus intereses 5. Sobre esta obra, y sobre la vida de la condesa, véase Marín Pina, 2011. También Pérez Rincón, 2002. 6. Salazar y Castro, 1694, p. 368. 7. Su descripción en la Colección Epistolario de Felipe IV, ES. 41091. Archivo General de la Administración/16, dice: “Se trata de 30 cartas autógrafas de Felipe IV dirigidas a sor Magdalena de Jesús, en el mundo aya de la infanta María Teresa, desde el 9 de octubre de 1644, tres días después del fallecimiento de la reina doña Isabel de Borbón, hasta el 8 de agosto de 1651. El contenido de estas cartas muestra la completa confianza del rey con sor Magdalena, tratando temas tan diversos como asuntos de Estado, de la guerra, así como asuntos de intimidad familiar, sobre comedias, retratos, caza, e incluso la llegada de su sobrina doña Mariana de Austria, su segunda mujer, el crecimiento de las infantas y muy especialmente sobre la infanta María Teresa, futura reina de Francia, de quien fue aya sor Magdalena”. Véanse Pérez Villanueva, 1986 y Vilela Gallego, 2005.

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intelectuales y artísticos, luego compartidos con su marido. Puede que estos antecedentes la predispusieron a proteger a la poeta mexicana, en quien pudo reconocer las virtudes de su abuela materna, emprendiendo uno de los mecenazgos más felices para las letras hispanoamericanas. Pero volvamos a la estirpe materna. Por ser la primogénita, María Inés Manrique de Lara (¿?-1679) hereda el título de X condesa de Paredes de Nava. Siguiendo los pasos de su afamada progenitora, Luisa Enríquez, María Inés presta servicio en palacio como menina y dama de Mariana de Austria. Según Frédérique Sicard, María Inés tuvo que enfrentar seis pleitos por su título nobiliario, y agrega: “Inscribiéndose en los usos habituales de su casta, la condesa mantuvo una correspondencia con sus amigas y primas, las marquesas del Fresno y de Jabalquinto. Comentaba las noticias de la corte y les apoyaba en sus necesidades jurídicas, aprovechando sus buenas relaciones con doña Mariana de Austria y vigilando la carrera de su hija menina María Luisa”.8 El fragmento nos aporta datos de su perfil como mujer instruida, cultivadora del género epistolar, de influencia y proximidad con la reina, además de dedicada a velar por el destino de su hija, María Luisa, en el palacio. Las mujeres de familias nobles usualmente cumplían el rol de acompañantes reales durante dos etapas de su vida, en su juventud, antes de contraer matrimonio y luego, en la viudez, si tal llegaba a ser su condición. El oficio solía transmitirse de generación en generación; las condesas de Paredes de Nava fueron un ejemplo emblemático de esta línea de continuidad junto al trono, ya que la abuela, Luisa Enríquez; la madre, María Inés Manrique; la tía, Isabel Manrique de Lara;9 la hermana, Isabel, y la propia virreina ejercieron estas funciones.10 Esta circunstancia les permitió gran cercanía con los monarcas y familiaridad con los temas de interés del Estado de frecuente d ­ iscusión en 8. Sicard, 2014, p. 18. 9. “La segunda hija de la condesa de Paredes, doña Isabel Manrique de Lara fue dama menina de Isabel de Borbón, en 1635, luego dama de la Infanta y por fin de la segunda esposa del rey, doña Mariana de Austria, en 1648. Casó con el marqués de Olías y de Mortara, virrey de Cataluña. Después de enviudar, ocupó el puesto de dueña de honor de la nueva reina doña María Luisa de Orleans, esposa de Carlos II”. Sicard, 2014, p. 16. María Luisa alude en la carta a María de Guadalupe de 1682 a la muerte de su tía Luisa en Palacio, en ese mismo año. 10. López-Cordón, 1998; Sicard, 2014.

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este espacio, además de asegurarles la protección real. Así nuestra virreina fue amparada y beneficiada por la monarquía a lo largo de su vida y su fin estuvo atado a la casa reinante. El padre de María Luisa, uno de los destinatarios de las cartas que aquí presentamos, fue Vespasiano Gonzaga (1621-1687), pretenso duque soberano de Guastalla, de Lúzara y Rechiolo.11 Vespasiano fue hijo de Isabel Orsini y de César Gonzaga, duque de Guastalla, floreciente condado ubicado en el norte de Italia. Era descendiente de la célebre familia Gonzaga de Mantua, con insignes antepasados como san Luis Gonzaga, muchos de cuyos miembros fueron inmortalizados en cuadros de Vecellio Tiziano y Andrea Mantegna. Con la muerte del padre de Vespasiano en 1632, el ducado pasó a manos de su hermano mayor, Ferrante Gonzaga (1632-1678). En su carácter de hijo segundo y, probablemente, para proveerle un destino más próspero, Vespasiano fue enviado en su niñez a España para servir como menino del príncipe Baltasar Carlos. A partir de este momento tuvo una notable y ascendente trayectoria en la corte española, donde, con el correr del tiempo, fue escalando posiciones. Contrajo matrimonio con María Inés Manrique de Lara el 3 de septiembre de 1646, de esta manera, se unió la antigua estirpe italiana de los Gonzaga con la no menos famosa casa española de Paredes de Nava.12 Después del casamiento, y de acuerdo a las capitulaciones firmadas, Vespasiano pasó a usar el título nobiliario de su consorte, si bien reclamó, hasta el momento de su muerte, como explicamos a continuación, el título de príncipe de Guastalla. De esta unión nacieron cuatro hijos, Joseph, quien muere siendo niño; María Luisa, nuestra virreina; Isabel, fallecida en 1680 siendo dama de la reina Mariana de Austria; y Josefa Gonzaga Manrique de Lara, casada en 1680 con Antonio Gaspar Pimental Barroso, IV marqués de Malpica, y fallecida en 1709. María Luisa fue la más longeva de su familia nuclear, pues, con la excepción de su hijo, los sobrevive a todos en muchos años. De este modo, su extensa vida estuvo plagada de ausencias que ciertamente incidieron en su personalidad con el correr de los años. 11. Seguimos información brindada por Salazar y Castro, 1697, pp. 243-247. 12. Las condiciones de este matrimonio están establecidas en “Capítulos matrimoniales de los Condes de Paredes D. Vespasiano Gonçaga, y Doña María Inés Manrique”, Salazar y Castro, 1694, pp. 369-372.

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En la correspondencia de la abuela de María Luisa con Felipe IV, si bien no contamos con las cartas de la condesa, es posible inferir, por las respuestas del rey, que su corresponsal le solicita, en varias oportunidades, mercedes a favor de su yerno, Vespasiano Gonzaga. Los pedidos fueron evidentemente atendidos por el monarca, quien manifiesta reiterado interés y simpatía por el recomendado en este intercambio.13 Con el apoyo real, Vespasiano Gonzaga emprende una carrera pública en la que se desempeña como gentilhombre de la Cámara de los reyes Felipe IV y Carlos II, forma parte de su Consejo, Cámara y Junta de Guerra de Indias, integra también el ejército de Galicia y es designado virrey de Valencia, entre 1669 y 1675. Pero además de esta proyección política y militar que alcanzó dentro de la península, Vespasiano reclamó sus títulos como duque de Guastalla en Italia. Como es un tema al que alude María Luisa en la misiva de diciembre de 1682, nos detenemos en este litigio. En enero de 1678 fallece el hermano mayor de Vespasiano, el duque Ferrante Gonzaga de Guastalla, padre de dos mujeres, Ana Isabel y Ana Victoria. La ley de sucesión prescribía que solo un descendiente varón podía gobernar el ducado, por lo cual este queda temporariamente acéfalo. La circunstancia es aprovechada por el yerno del duque, Fernando Carlos Gonzaga, duque de Mantua, casado con la hija mayor, quien ocupa Guastalla entre 1678 y 1693. Este hecho motivó que Vespasiano Gonzaga, quien era en verdad el legítimo heredero de su hermano, litigara ante la Cámara Imperial por sus derechos sucesorios, tema sobre el que insiste en su testamento, con la convicción de haber sido despojado por sus parientes.14 El rey Carlos II concedió a Vespasiano los honores de Grande de España en 1678.15 En el año siguiente, 1679, sufre la pérdida de su esposa 13. Entre varias menciones, dice el rey en carta de 9 de marzo de 1649 a la monja: “De Vespasiano me acordaré, que es muy buen mozo y deseo favorecerle”. Vilela Gallego, 2005, p. 41. Véase Pérez Rincón, 2002. 14. Sobre la historia del ducado de Guastalla véase Ortiz de la Vega, 1855, vol. 5. María Luisa refiere al conflicto del ducado en la carta de 1682 dirigida a su prima, María de Guadalupe, y es evidente que sigue sus incidentes con base en los informes que le llegan desde la Corte, a sabiendas de la importancia que revestía este tema para las aspiraciones paternas. 15. Sobre este título de grandeza, véase la carta del VIII duque de Medinaceli, en el Apéndice.

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y, poco después, en 1680, la de su hija segunda, Isabel Gonzaga y Manrique. Simultáneamente, ve partir con destino a América a su hija mayor, María Luisa, con quien mantendrá contacto epistolar. En 1682, la Corona lo designa capitán general del Mar Océano y Costas de Andalucía, estableciéndose en el Puerto de Santa María, en Cádiz, donde fallece el 5 de mayo de 1687. Para esa fecha la virreina, su hija, aún se encontraba en México. De hecho, María Luisa escribe la carta a su padre, de julio de 1687, ignorando que este ha muerto tres meses antes. Vespasiano es sepultado en el monasterio de los capuchinos de Jerez de la Frontera. María Luisa debe haber sentido gran orgullo de su prosapia paterna, que la hacía descendiente directa de príncipes y de una cuna donde se cruzaban casas tan distinguidas de Italia. Sor Juana alude a esta genealogía de la virreina, a quien llama “la Deidad de Mantua”, “deidad mantuana” o “la generosa Gonzaga” entre otros epítetos alusivos a esta condición. Si bien estas menciones ya aparecen en el primer texto donde sor Juana se refiere a la virreina, el Neptuno alegórico, también es de suponer que el tema surgiese en las entrevistas sostenidas en el convento de San Jerónimo. El origen itálico de la virreina fue más encomiado en la poesía de la monja mexicana que el hispánico, aunque también aluda a este, quizás porque resultase más prestigioso o evocador de la tradición literaria petrarquista a sus ojos.16 Los grandes linajes participaban activamente de la vida del Estado, los hombres como asistentes directos de los monarcas o en el desempeño de cargos de consejeros, ministros, embajadores o virreyes; las mujeres, en funciones destacadas dentro del sistema cortesano, tanto en España como a lo largo de su extendido imperio. Lo cierto es que tanto la familia paterna como la materna de María Luisa estuvieron dedicadas íntegramente a este servicio real, en una época de cruciales cambios para España. Ya es un tópico de la historiografía hispánica contraponer el esplendor de la expansión imperial de los siglos xv y xvi a la progresiva decadencia que se vuelve irreversible a finales del siglo xvii y cuya metáfora más perfecta es 16. Entre otras referencias a estos orígenes, en el romance 64, v. 93-96: “la generosa Gonzaga, / por cuya beldad pelean / Italia y España más / que no por Homero Grecia”.

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el propio rey Carlos II.17 Consideremos brevemente este contexto de la sucesión real para luego entroncar en este la trayectoria de María Luisa. La muerte en 1646 de Baltasar Carlos, primogénito y heredero de Felipe IV, definió en buena medida el destino de España. Tras una esmerada formación y con toda la expectativa puesta en las cualidades demostradas por el joven, el príncipe muere a la corta edad de diecisiete años. Sin otro heredero varón y preocupado por garantizar la continuidad monárquica, Felipe IV, viudo tras la muerte de Isabel de Borbón en 1644, contrae un nuevo enlace en 1647 con su joven sobrina, Mariana de Austria, quien para la época del matrimonio era aún una niña de catorce años. De esta unión nace en 1661 quién será el rey de España, Carlos II, conocido como el Hechizado por su débil contextura física y mental.18 Su camino hacia el trono se produce luego de la muerte de su padre, Felipe IV, en 1665. Por expresa voluntad testamentaria del soberano, Mariana de Austria asume la Regencia, cuando su hijo Carlos contaba con escasos cuatro años de edad. Mariana ejerce el gobierno entre 1665 y 1675 apoyada por sus cuestionados consejeros y validos, hasta que Carlos II alcanza la mayoría de edad y ocupa el trono. Su reinado será símbolo del abismo en que se precipita el país con el último de los Austrias. La frágil salud y sus numerosas afecciones, de las que sus contemporáneos dan abundantes testimonios, le impiden tener descendencia en sus dos matrimonios, primero con la francesa María Luisa de Orleans (1662-1689) y luego con la austríaca Mariana de Neoburgo (1667-1740) y apresuran su fin a la edad de treinta y nueve años, en 1700. En esta fecha se desencadena la Guerra de Sucesión (1700-1714) por el trono español, que concluirá años más tarde, después de una prolongada guerra civil, con la entronización de la casa francesa de los Borbones.

17. La bibliografía sobre este período es muy abundante, referimos aquí a los aportes de Domínguez Ortiz, 1973 y de Bartomé Bennassar, 2001, entre otras fuentes autorizadas. 18. Sor Juana destina al monarca el soneto 194 y varias loas conmemorativas de sus cumpleaños entre 1675 y 1690. También compone el soneto 185 a la muerte de Felipe IV y loas destinadas a la reina madre, Mariana de Austria y a la reina consorte, María Luisa de Orleans.

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Este horizonte histórico, propio del tercio final del siglo xvii, sumado al progresivo desmoronamiento del imperio español y al enfrentamiento con otras potencias europeas, acentuó la sensación de fracaso y caducidad que había expresado sobradamente la estética del Barroco.19 El espíritu de época, colmado de incertidumbres e intrigas palaciegas, rodeó al círculo de relaciones más directo de María Luisa y afectó su vida, entrelazada con los avatares de la casa de los Austrias y con su contundente ocaso, como veremos. De menina a virreina aquella Deidad tan grande, que Diosa de dos provincias, Gonzaga la admira Italia, Cerda la adora Castilla. Sor Juana Romance 69, vv. 9-12

María Luisa nace el 24 de octubre de 1649 (en años próximos al nacimiento de sor Juana, cuya fecha de nacimiento, se estima, fue entre 1648 y 1651) y muere en 1721 a la avanzada edad, para su época, de setenta y dos años. Desde muy pequeña frecuenta el mundo palatino. Así, aparece mencionada en las cartas de la infanta María Teresa dirigidas a la abuela de la virreina, Luisa Enríquez, quien había sido su aya, como ya dijimos. Georgina Sabat de Rivers recoge todas las referencias que hace la infanta y futura reina de Francia a María Luisa, vista en sus primeros años, a los dos años y medio, cinco y nueve, donde resalta la viveza, locuacidad y belleza de la niña: En la del 4 de abril de 1652, le dice de nuestra María Luisa, que a la sazón contaba con dos años y medio: “ayer estubo acá tu nieta maria luysa harto graciosa que si bieras el pico que tiene se te olgaras”; en la de 19 de noviembre del mismo año también se refiere a María Luisa: “Aya mía muy buenas nuebas me dió maría luysa de cómo quedabas buena quando ella se bino me güelgo mucho de ello y tanbién de que mi padre le aya echo merced de mi menina y me pesa mucho que la

19. De la Flor, 2002.

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edad no le de lugar para que pueda entrar luego”. Es decir, que ya se había hecho menina a la niña para la fecha de la carta (un mes después de cumplir tres años), pero no pudo entrar porque, obviamente, había un mínimo de edad para poder servir como tal y sería, probablemente, la de cinco años; por ello, se esperaría hasta octubre de 1654 para que entrara (la marquesa había nacido en octubre de 1649). En la carta de la infanta del 24 de septiembre de 1658 también se menciona a la niña, que tiene ahora casi nueve años: “muy alborozada estoi quando entre maría luisa que cierto que es linda niña”. 20

De su adolescencia, solo contamos con una referencia de 1661, cuando María Luisa contaba con doce años, que la muestra como una joven muy ricamente ataviada, con ropa de seda y tocado de plumas y brillantes, formando parte, en carácter de menina, del imponente cortejo que acompañó el bautizo de Carlos II.21 No sabemos mucho más de estos sus primeros años, pero todo hace pensar que el palacio fue su ámbito casi exclusivo y Madrid su residencia. En el Apéndice 5, incluimos un cuadro de Mariana de Austria como regente, fechado en 1666, pintado por Juan Bautista Martínez del Mazo, pintor de la corte. En primer plano, vemos a la reina con vestimenta de viuda, que recuerda a los hábitos de una monja, en una sala del Alcázar; en el fondo, una escena de matriz velazqueña muestra a Carlos II, a la edad de cuatro o cinco años, siendo asistido por sirvientes y una menina. Para esta época, María Luisa contaba con diecisiete años y cumplía esa función, como la joven arrodillada que ofrece un vaso al niño. Sus padres habitaron, seguramente, en la conocida como casa de San Isidro, plaza de San Andrés 2, hoy remodelada y actual sede del Museo de San Isidro-Los Orígenes de Madrid, ya que los condes de Paredes de Nava fueron propietarios de ese predio desde mediados del siglo xvii.22 20. Sabat de Rivers, 1998, pp. 119-120. Según Sabat de Rivers la condesa de Paredes fue recibida dama menina de la reina por real decreto de 23 de junio de 1654. 21. Así consta en la “Descripción del final del cortejo del bautizo de Carlos II”: “La Sra. Dna. María Luisa Gonzaga, hija del conde de Paredes, con baquero de raso cabellado, bordado con torzales blancos y plata, el tocado encarnado y plumas encarnadas y blancas, aderezo y banda de diamantes”. Maura Gamazo, 1911, vol. I, p. 548. 22. Véase la página del Museo de San Isidro en el portal del Ayuntamiento de Madrid. Véase también Salazar y Castro, 1697, p. 246.

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¿Cómo adquirió María Luisa su educación, quiénes fueron sus maestros, en qué lenguas y saberes fue instruida, supo latín e italiano como su abuela?, son preguntas que nos formulamos.23 Inferimos que fue aleccionada por su madre, formada a su vez por su docta progenitora, y que tal preparación estaría prevista en el ámbito áulico para una noble de su talla y “esclarecida estirpe”, como dice Rubio Mañé. Como era predecible dentro de su ámbito familiar, accede luego al rango de dama de Mariana de Austria. Hacia 1669, con veinte años, la encontramos desempeñándose como tal en un certamen poético celebrado el 6 de noviembre 1669 en Valencia, con motivo del séptimo aniversario del rey.24 Para esta época su padre, Vespasiano Gonzaga, era el virrey de esta ciudad. La relación de homenajes y poemas aparece dedicada por el conde de la Alcudia, en sendos textos, a la regente y a su dama, María Luisa Manrique de Lara, por lo que suponemos que pudo haber actuado de mediadora en estos festejos ante la reina madre.25 Desconocemos si durante estos años de su soltería residió en Valencia junto a sus padres, o en Madrid, junto a la reina. Hasta tiempos recientes, la historia había prestado poca atención al rol de las mujeres nobles en palacio, señoras, meninas, damas, guardas o camareras mayores, quienes tuvieron, desde un lugar periférico y muchas veces desdibujado, un papel de peso en la intimidad de sus dueños reales.26 Tal fue el caso de la virreina y de su linaje materno, como anticipamos. Las meninas de Diego Velázquez es el mejor ejemplo visual para explicitar la condición perceptible y a la vez encubierta de estas mujeres. La escena representada en este cuadro se ha convertido en una cifra del reinado de Felipe IV y de los cambios culturales del siglo xvii en España, siendo un referente obligado de la pintura moderna y motivo de inspiradoras 23. Su abuela, Luisa Enríquez, según su biógrafo: “Entendió la lengua Latina, Italiana y Española”. Jesús María, 1705, p. 23. 24. Luego publicada como Real Academia celebrada en el Real de Valencia [...] a los años de Carlos Segundo, Onofre Vicente de Yxar, Portugal, Montagut y Escrivà, Conde de la Alcudia, Valencia, Geronimo Vilagrasa, 1669. 25. Véase Mas i Usó, 1999, p. 148. Estas celebraciones solían contar con la presencia figurada de los reyes a través de representaciones pictóricas de sus personas, por lo que María Luisa pudo haber asistido en nombre de la reina madre, siendo su padre el virrey de Valencia en la época. 26. Andújar Castillo, 2010.

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i­ nterpretaciones.27 El lienzo fue conocido primero como La familia de Felipe IV (1656), pero la historia del arte ha hecho justicia poética con las damas de compañía al renombrarlo, a partir del siglo xix, con su actual denominación, que coloca el foco en ellas.28 Las meninas ingresaban de muy niñas en la corte, a los seis o siete años de edad, y llegaban a la adolescencia en ese cargo. Eran siempre alojadas en palacio y compartían su cotidianeidad con la realeza, aplicándose a hacer de la vida doméstica un ámbito de armonía y cuidada ceremonia.29 Luego estas jóvenes accedían al cargo de damas durante su soltería, paso previo a la concertación de ventajosas bodas celebradas con el auspicio de la Corona, en la capilla del Alcázar o en la del Buen Retiro.30 Según testimonios de viajeros a España, la corte de Carlos II se caracterizó por los galanteos de palacios, suerte de asedio amoroso y platónico al que las damas de honor se prestaban por parte de los caballeros, en rituales públicos que nunca estaban reñidos con las buenas costumbres y el pudor; si bien tal práctica era observada con gran curiosidad por parte de los extranjeros, particularmente por parte de los franceses.31 Ignoramos si 27. Las sustanciosas lecturas sobre este cuadro de Michel Foucault, Santiago Sebastián o José Maravall, entre otros, remarcan la presencia discreta pero omnisciente de los reyes, así como el protagonismo del propio pintor. 28. Las meninas del cuadro son María Agustina Sarmiento de Sotomayor, quien está de rodillas, e Isabel de Velasco. 29. La condesa Aulnoy, observadora de la corte de Carlos II en su viaje de 1679, dice sobre ellas: “No hay dama que salga de palacio sin haber contraído un ventajosísimo enlace. También hay las meninas de la Reina, las cuales son tan jóvenes cuando se colocan a su lado que las tiene de seis o siete años. Son niñas de las principales familias, y he visto algunas más bellas de lo que pintan al Amor”. Aulnoy, 1892, p. 261. 30. Maura Gamazo, 1911, vol. I. 31. La condesa Aulnoy lo describe de este modo: “Las Reinas de España no tienen a su lado sino viudas y solteras. El palacio está tan lleno, que solo a ellas se ve al través de las celosías o en los balcones. Y lo que me parece más singular es que está permitido a un hombre, aunque sea casado, declararse amante de una dama de palacio y hacer por ella todos los gastos y locuras que pueda, sin que nadie tenga nada por qué murmurar de esto. Se ve a esos galanes en el patio y a todas las damas en las ventanas, pasando los días en charlas con los dedos; porque preciso es saber que sus manos hablan un lenguaje enteramente inteligible; y como, si fuera análogo, podría adivinarse, si los mismos signos quisieran decir siempre las mismas cosas, se convienen con sus queridas en ciertos signos particulares que los demás no entiendan. Estos amoríos son públicos y es preciso tener mucha galantería y chispa para emprenderlos y para que una dama quiera aceptarlos, porque son muy delicadas, no

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María Luisa se vio expuesta, en su juventud, a tales galanteos, si bien su belleza y alcurnia hace sospechar que seguramente fuese así.32 Ya en la adultez, y muchas veces en la condición de viudas, estas mujeres nobles solían retomar la vida cortesana con el rango de señoras, guardas o camareras, transmitiendo el conocimiento adquirido a las jóvenes que se iniciaban en el oficio. La figura de María Luisa debe pensarse en este contexto, ya que fue, como vimos, primero menina y luego dama de la reina, de la misma Mariana de Austria, cuya silueta junto al rey Felipe IV se refleja en el fondo del cuadro de Velázquez, y volverá al mismo espacio en su madurez, guardando siempre su fidelidad con la casa reinante de los Austrias.33 En 1672, María Luisa participa de una Academia en Cádiz en homenaje a los años de Mariana de Austria, junto con otras damas de la reina, que van en su representación. Joseph Pérez de Montoro ofició de fiscal y autor del vejamen de este evento.34 Es probable que en esta oportunidad se produjese el primer encuentro de María Luisa con el poeta setabense, quien luego protagonizará el intercambio de poemas sobre los celos con sor Juana, a pedido de la virreina. Montoro será también el autor del primer poema introductorio en Inundación castálida (1689), “Cytharas Europeas, las doradas/ hablan como las otras; en palacio rigen costumbres y maneras del todo diferentes de las de la Villa, y para saberlas es menester que se aprendan como se hace con un oficio”. Aulnoy, 1892, p. 260. También en sus memorias, Pierre Villars, embajador francés en España entre 1679 y 1681, coincide con estas apreciaciones. Véase Pierre Villars, 1893. 32. Tenemos, en cambio, referencia de este universo del galanteo y sus códigos en la correspondencia conservada de Elvira de Toledo, condesa de Galve. Véase Dodge, 1993. Sor Juana pudo haber recibido testimonios de los rituales cortesanos del amor cortés, que figuran con frecuencia en su poesía, a través de Leonor Carreto, marquesa de Mancera, María Luisa Manrique de Lara y Gonzaga, marquesa de la Laguna y Elvira de Toledo, condesa de Galve. 33. Con referencia a la corte femenina que rodeó, en particular, a Mariana de Austria, dice López Cordón: “El grupo más numeroso era el de las damas, que eran hijas solteras de familias nobles del reino que acompañaban a la reina, la servían y compartían su ocio. Educación y buenas costumbres eran requisitos imprescindibles, así como cumplir las estrictas normas de la etiqueta cortesana, lo que vigilaban atentamente varias guardadamas mayores y menores. Tanto o más importante que las cualidades personales, era el parentesco, pues era un oficio patrimonializado por vía femenina”. López Cordón, 1998, p. 55. 34. Academia con que el Exmo. Señor Marques de Xamaica celebró los felizes años de su Mag. la Reyna N. Señora D. Maria Ana de Austria, 1673.

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cuerdas templad...” y de otro poema encomiástico, “Mujer, mas ¿qué dixe?...” incluido en el Segundo volumen (Sevilla 1692).35 En esta academia de Cádiz de 1672 María Luisa está, quizás por primera vez, en tierras de la que será su familia política, los Medinaceli. En 1675, cuando contaba con veintiséis años de edad y sus padres estaban de regreso en Madrid luego de la gestión de Vespasiano como virrey de Valencia, los condes de Paredes de Nava acuerdan su casamiento con el hermano menor del VIII duque de Medinaceli. Era este último Juan Francisco Tomás Lorenzo de la Cerda Enríquez de Ribera y Portocarrero (1637-1691), figura prominente en la corte y quien fuera valido del rey Carlos II pocos años más tarde, entre 1680 y 1685. La unión estaba amparada por las amistades y el parentesco entre ambas familias, ya que el duque y Vespasiano eran primos.36 Dice Fernández de Béthencourt que María Luisa era una de las nobles casaderas “más ilustres, ricas y solicitadas de su época en toda España”.37 De este modo, María Luisa se une en matrimonio con Tomás Antonio de la Cerda, III marqués de la Laguna de Camero Viejo (1638-1692), futuro virrey de Nueva España.38 La ceremonia, como era habitual para una dama de su jerarquía, se llevó a cabo con gran fastuosidad en la Galería de los Retratos del Palacio Real, el 10 de noviembre de 1675, con la presencia de la primera nobleza, la reina madre y el rey en persona, quien concede

35. Véase Colombi, 2021 y 2022. 36. Esta relación llegó a ser una gran amistad con el correr del tiempo, como puede comprobarse con la lectura de la sentida carta del VIII duque de Medinaceli, donde informa a su hermano en México del deceso del padre de María Luisa, que incluimos en el Apéndice. 37. Fernández de Béthencourt, 1094, vol. V, p. 302. 38. Tomás Antonio Manuel Lorenzo de la Cerda Enríquez de Ribera, III marqués de la Laguna de Camero Viejo, comendador de la Moraleja en la Orden de Alcántara y capitán general del Mar Océano y Costas de Andalucía, conde consorte de Paredes de Nava y Grande de España, nace en Cogolludo, provincia de Guadalajara, España, el 24 de diciembre de 1638 y muere en Madrid el 22 de abril de 1692. Era hijo segundo del VII duque de Medinaceli, don Antonio Juan Luis de la Cerda, y de doña Ana María Luisa Enríquez de Ribera y Portocarrero. Véase Rubio Mañé, 1983, vol. I, pp. 255 y ss. De sus antepasados dice Méndez Plancarte: “descendiente, por lo Cerda, de Alfonso X, el Sabio, y de S. Luis, Rey de Francia”, Juana Inés de la Cruz, 1995, vol. I, p. 378. Sor Juana alude en el romance 64, vv. 29-32, a esta ascendencia: “el descendiente glorioso / de aquel Rey a quien veneran / por el Fuerte, las Campanas, / por el Sabio, las Escuelas”.

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al ­marqués, como merced dotal, una plaza en su Consejo y en la Cámara de Indias.39 A partir de este momento y como era previsible, María Luisa sigue los pasos de su marido, destinado en primer lugar a ser capitán general del Mar Océano y Costas de Andalucía. Residieron en el Puerto de Santa María, Cádiz, entre 1675 y 1680, probablemente en el palacio de los Duques de Medinaceli de esta ciudad.40 Las distintas genealogías e historias nobiliarias dan cuenta del nacimiento y pérdida consecutiva de dos hijos del matrimonio.41 Primero, una mujer, María Francisca, nacida en diciembre de 1676 y fallecida antes de cumplir los tres años, y luego un varón, Manuel Antonio, nacido en agosto de 1678 y muerto a los dieciocho meses. Tales muertes precoces eran frecuentes en la época, inclusive en los ­círculos privilegiados de la aristocracia y de la realeza, debido a las condiciones sanitarias de los alumbramientos y a las enfermedades propias de los primeros años de vida. La maternidad será por eso un tema emotivo, en ocasiones doloroso y en otras causa de alegría para nuestra virreina, como lo revelan sus cartas y también las composiciones dedicadas por sor Juana a la preñez y alumbramiento del único hijo de la pareja, nacido en el Nuevo Mundo.42 Fernández de 39. Con referencia a esta boda dice Rubio Mañé: “En el mismo Palacio Real, en la galería que llaman de los Retratos, casó a las cinco de la tarde del 10 de noviembre de 1675 con una de las señoras más ilustres y ricas de la aristocracia española, doña María Luisa Manrique de Lara y Gonzaga, dama de la Reina Madre, doña Mariana de Austria, y XI Condesa de Paredes de Nava. La ceremonia fue verdaderamente regia. Asistió el mismo Rey de España en persona, Carlos II, en compañía de su augusta madre, la Reina Gobernadora, doña Mariana de Austria, y la mayor parte de la nobleza de la Corte”. Rubio Mañé, 1983, vol. I, p. 256. Georgina Sabat de Rivers transcribe la relación del matrimonio de María Luisa Manrique con Tomás Antonio de la Cerda, en Sabat de Rivers, 1998. 40. “El Palacio de los duques de Medinaceli en El Puerto de Santa María, desaparecido en la actualidad, fue una edificación levantada a fines del siglo xvi e inicios del siglo xvii, que ocupó la manzana de casas limitadas actualmente por la plaza de la España —plaza de la Iglesia—, calles Palacio, San Bartolomé, Santo Domingo y Pagador. Como sostienen López Amador y Ruiz Gil, este edificio es un buen ejemplo de la prosperidad alcanzada por El Puerto de Santa María durante la segunda mitad del siglo xvii; momento en que se les concedió a los duques de Medinaceli la Capitanía General del Mar Océano”. Romero Medina, 2004, pp. 55-56. 41. Salazar y Castro, 1697, vol. II, p. 250. 42. Este era, evidentemente, un motivo de importancia central para María Luisa. Aparece en las cartas a su prima, así en la fechada en 1682, le confidencia otra pérdida más, ya en suelo mexicano, así como la sospecha de embarazo de quien será

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Béthencourt registra la existencia de una hija natural del marqués, nacida y residente en el Puerto de Santa María, Tomasa de la Cerda, quien muere en 1693, siendo beneficiaria de una dote en el testamento de su padre.43 Tras el fallecimiento de su madre, María Inés Manrique de Lara, el 8 de agosto de 1679, María Luisa, hija primogénita, se convierte en la XI condesa de Paredes, título nobiliario que adoptará también su consorte, anteponiéndolo al propio por tener mayor antigüedad y prosapia: conde de Paredes, marqués de la Laguna. En 1679 Tomás Antonio de la Cerda es designado virrey en Galicia, pero no llega a asumir este cargo porque se confirma su nombramiento, de mayor responsabilidad y jerarquía, como virrey en la Nueva España. El matrimonio parte hacia América con una numerosa comitiva oportunamente aprobada por el rey. En el “Expediente de información y licencia de pasajero a Indias”, fechado el 29 de junio de 1680, consta que viajaron con ellos dos capellanes, fray Juan de la Concepción y fray Francisco Jiménez, y ochenta criados, “[...] todos y todas naturales destos Reynos, y no de los prohibidos para pasar a Indias [...]”, entre los cuales se encontraban matrimonios y familias completas, disposición que se cumplía para impedir que ningún pasajero dejase en España a su mujer, lo que era penado o multado.44 Según consta en este documento, diecisiete criadas fueron seleccionadas por la propia virreina, atribución que, al parecer, era frecuente en estos casos.45 Los restantes integrantes de esta escolta, entre el único hijo de la pareja, de cuyo nacimiento la notifica en la comunicación de agosto de 1683. Asimismo, en la carta a Vespasiano, le comenta que no ha logrado quedar embarazada después del nacimiento de José, especulando, acertadamente, con que no tendrá más descendencia. 43. Fernández de Béthencourt, 1904, vol. V, p. 306. 44. Licencia de pasajeros a Indias de Tomás Antonio de la Cerda Enríquez de Ribera, marqués de la Laguna, en Archivo General de Indias, Signatura: Contratación, 5443, N. 2, R. 127, incluido en el Apéndice. María Luisa aludirá a miembros de esta comitiva en la carta de 1687 dirigida a su padre, Vespasiano Gonzaga. 45. Algunas de estas criadas y servidoras aparecen mentadas en la cédula con el trato de “doña” (“titulo honorifico que se da a las mugeres de calidad”, DA 1732), así María de Larrea, Luisa Solier, Francisca Riquelme, Clara Montoza, Inés de Lezcano, Catalina Franco, Antonia Campillos, Manuela de las Cuevas, María Ortiz. Otras, en cambio, aparecen sin ese tratamiento: María Piñar, Teresa Ortiz, Josefa González, Angela Lozano, Catalina de Teves, María Araujo, María Lucas, y María ‘la Negra’.

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hombres y mujeres, fueron elegidos por el virrey. En este listado de embarque figura el secretario de los virreyes, Francisco de las Heras, quien será luego, según sostiene Antonio Alatorre, responsable del “Prólogo al lector” y de los epígrafes a los poemas de sor Juana en la primera edición de su poesía en España, la Inundación castálida, de 1689.46 También integró esta escolta Juan Camacho Gayna, caballero de la Orden de Santiago, mayordomo y caballerizo del virrey y editor de este volumen, así como del Segundo volumen de la obra de la monja, aparecido en Sevilla en 1692.47 Se embarcaron hacia Nueva España un domingo 7 de julio de 1680. En carta del 21 de julio destinada al rey, el marqués de la Laguna le informa que, después de tres días de bonanza, un temporal amenazó a la flota en Lanzarote y Tenerife, por lo que debieron detenerse por unos días hasta que el mal tiempo amainase.48 Un hombre de su tiempo habría visto en este incidente un presagio de las contrariedades que los aguardaban en destino.49 El ingreso de los virreyes de la Laguna a México El rey era una entidad política inalcanzable para los habitantes del Nuevo Mundo. Por eso sus representantes, los virreyes, tenían la misión de recrear la presencia de este poder central ante los súbditos en estas distantes colonias. Para lograr este objetivo, acompañaron 46. Véase Alatorre, 1980, p. 466 y 2007, p. XI. También Luciani, 1985, p. 85. No obstante, esta hipótesis es aún debatida, sin haberse confirmado el papel que tuvo el secretario en esta edición. La monja dedica a Francisco de las Heras el romance 36, lleno de complicidades y humor, que lleva por epígrafe “Da cuenta una de las señoras de tocas del palacio del virrey, de las suertes de año nuevo, al secretario de su excelencia, don Francisco de las Eras, caballero del orden de Santiago, que le había cabido en suerte suya”. En el poema, sor Juana refiere a la vida cortesana en el virreinato como una suerte de reflejo de la sociedad cortesana en Madrid, “(que en Méjico también hay / su poquito de etiqueta)”, vv. 43-44. 47. Segundo volumen de las Obras de sóror Juana Inés de la Cruz, monja profesa en el monasterio del Señor San Gerónimo de la ciudad de México, Sevilla, Tomás López de Haro, Impressor y Mercader de libros, 1692. 48. Archivo General de Indias, México, 51, R. 2, N. 41. 49. En esta línea, propia de la mentalidad del pensamiento mágico o de la historiografía romántica, señala Rivera Cambas: “[...] parece que un hado fatal acumuló desgracias sobre la Nueva-España durante la época de su mando”. Rivera Cambas, 1872, vol. I, p. 252.

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todos sus actos de un cuidadoso ceremonial que incluía festejos, comitivas y desplazamientos en el espacio público para ser vistos, así como fiestas y saraos en el palacio virreinal.50 El ingreso y toma de posesión fue, por cierto, uno de estos eventos. Según el Diario de sucesos notables de Antonio de Robles, una de las fuentes fundamentales para reconstruir estos años, los marqueses de la Laguna llegan a Veracruz a mediados de septiembre de 1680 “con flota de doce naos” y salen con destino a la Ciudad de México el 30 de ese mes, para arribar a la Villa de Guadalupe y luego a Chapultepec el 30 de octubre, donde les da la bienvenida el virrey saliente, fray Payo Enríquez de Ribera.51 El virrey toma posesión el 7 de noviembre, pero la entrada oficial en la Ciudad de México, con todo su protocolo y ceremonial, recién tuvo lugar el 30 de noviembre de ese año.52 El recibimiento del nuevo gobernante estuvo rodeado de grandes agasajos y la fábrica de dos imponentes arcos triunfales, como era la costumbre en la colonia para el ingreso de las nuevas autoridades civiles y eclesiásticas, remedando así los usos metropolitanos para estas eminentes ocasiones. Uno de los arcos fue levantado por el Cabildo y encomendado a Carlos de Sigüenza y Góngora, autor del programa iconográfico y del texto, luego publicado con el título de Teatro de virtudes políticas.53 El otro arco se erigió en la catedral y fue encargado por las autoridades eclesiásticas por primera vez a una mujer, la monja j­erónima 50. Véase Mínguez Cornelles, 1995. Sobre el boato virreinal y su sentido como afirmación del poder del gobernante, afirma Iván Escamilla González: “Siguiendo al gobernante en el cumplimiento de sus obligaciones, o en la búsqueda de solaz y diversión, el establecimiento virreinal conformaba un espectáculo constante de boato y sofisticación a los ojos de los habitantes de México. Su aparición frecuente en los principales espacios públicos hizo de la ciudad entera el teatro de la vida áulica, marcando así una diferencia importante respecto de la corte madrileña, encerrada buena parte del tiempo, a causa de la etiqueta, en la dorada jaula de los palacios y fincas virreinales”. Escamilla González, 2005, p. 387. 51. Fray Payo de Ribera fue también protector de sor Juana, quien le dedica el romance 12, cuyo epígrafe versa: “Pide, con discreta piedad, al señor arzobispo de México, el sacramento de la confirmación”. 52. Anota Antonio de Robles: “Entrada del virrey. Sábado 30, en la tarde entró públicamente S.E. y salió de pontifical el señor arzobispo y el clero a recibirlo, y se cayó un indio del arco de la ciudad y se medio murió”. Robles, 1946, vol. I, p. 291. 53. Sor Juana dedica a Sigüenza y Góngora el soneto 204, Al pbro. Lic. D. Carlos de Sigüenza y Góngora, frente a su “Panegírico” de los marqueses de la Laguna.

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sor Juana Inés de la Cruz, lo que dio lugar a su explicación en prosa, Neptuno alegórico. La fastuosidad de esta bienvenida, sumado al ingenio que demostraron ambos letrados, ciertamente llenó de expectativas a la pareja de virreyes, admiradores ambos de la inteligencia y de las artes. Este fue un sello característico del modo de vida de la nobleza durante el reinado de los Austrias: el refinamiento y el cultivo de la sensibilidad estética, la bibliofilia, el coleccionismo de obras de arte y la protección de hombres y mujeres de letras.54 Como ejemplo próximo en la familia, baste recordar que el padre del virrey, Antonio Juan Luis de la Cerda, VII duque de M ­ edinaceli, fue uno de los protectores, junto con el duque de Osuna, de Francisco de Quevedo.55 Los virreyes de la Laguna respondieron a esta conducta nobiliaria, ampliamente difundida en España y en todas sus posesiones. Con certero espíritu criollo, Sigüenza y Góngora hizo exhibición de su conocimiento del mundo prehispánico en los motivos de su arco. Así, presentó cada uno de los doce tlatoani o emperadores del pasado azteca como ejemplos de virtudes políticas y formuló una audaz propuesta de emulación de estos príncipes por parte del virrey entrante. Sor Juana, por su parte, acudió a una hiperbólica analogía entre el marqués y la divinidad del mar, Neptuno, reinterpretando la mitología clásica de acuerdo a sus propósitos. Así, su bienvenida a los virreyes fue encomiástica, como es de prever, pero, al mismo tiempo, señaló algunas de las necesidades de infraestructura que tenía la ciudad, como lo era el concluir la construcción de la catedral y encauzar las aguas de la laguna, motivo de los frecuentes anegamientos. El virtuosismo de la monja no pasó desapercibido. Es en este momento cuando se produce el primer y decisivo acercamiento con los que se contarán entre sus más rendidos y entusiastas mecenas.56 Tanto Sigüenza y Góngora como sor Juana colmaron de elogios a María Luisa, de acuerdo al formulismo del panegírico propio de la 54. Bennassar, 2001. 55. Álvarez y Baena, 1789-1791, vol. IV, p. 160. 56. Si bien sor Juana contó con el mecenazgo de otros virreyes, en particular Antonio Álvarez de Toledo y Salazar, el marqués de Mancera, Payo Enríquez de Ribera, arzobispo de México y Gaspar de la Cerda Sandoval Silva y Mendoza, conde de Galve, así como de la Iglesia que le encomendó numerosas obras, fueron los virreyes de la Laguna, y en particular la virreina, los que tuvieron la relación más cercana con la poeta y patrocinaron la publicación de su obra en España.

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retórica barroca y de la oportunidad que los convocaba. En palabras de Sigüenza, la virreina era “Venus bella, alta Palas, regia Juno”. Sor Juana dedicó un apartado del erudito y complejo Neptuno alegórico a quien será su futura patrona. Al referirse al panel del arco triunfal donde la pareja entrante de los virreyes es alegorizada como las divinidades del mar, Neptuno y su esposa, Anfitrite, la monja afirma que en los rostros de las deidades pintadas en el lienzo “hurtó el pincel las perfecciones de sus Excelencias”, y añade “haciendo (especialmente a la Excelentísima Señora Marquesa) agravios a su copia”.57 Este detalle anticipa los numerosos retratos poéticos destinados a María Luisa en los años venideros, en los que sor Juana ensalzará, en todos los tonos, metros y variantes poéticas, las “relevantes prendas” de Lysi, como acostumbró a llamarla en su poesía. El marqués de la Laguna y su séquito también tuvieron una recepción de ingreso en Puebla de los Ángeles, con un arco triunfal a cargo del padre Miguel de Castilla, de la Compañía de Jesús. El texto fue publicado en México en 1681, con el título Géminis alegórico. En este caso, el autor usó la alegoría de Géminis y los gemelos, Castor y Pólux, hijos de Leda, para referir a Tomás Antonio de la Cerda, como Cástor, y a su hermano, valido de Carlos II, Juan Francisco de la Cerda Enríquez de Ribera, VIII duque de Medinaceli, como Pólux. El texto no escatima elogios a María Luisa, de quien encarece “la belleza, la gallardía, la compostura, la nobleza y la discresión”, asimilándola con la ninfa Ilaria, esposa de Cástor; destaca, asimismo, su apellido paterno, Gonzaga, que la emparentaba con la Compañía de Jesús. ¿Tenían estos elogios a la pareja entrante algún tipo de correlato con la realidad? Del virrey se conserva un retrato de autoría anónima que hoy ocupa su lugar en la galería de virreyes del Museo Nacional de Historia de México, emplazado en el Castillo de Chapultepec. Si nos guiamos por esta representación, el cuadro definitivamente no lo favorece y no coincide con la imagen que de él podamos hacernos de acuerdo a las palabras de sor Juana.58 57. Juana Inés de la Cruz, 2004, vol. IV, p. 375. 58. Inmaculada Rodríguez Moya describe este retrato de virrey, pintado hacia 1680, y acota: “El autor del retrato no pretendió en ningún momento disimular la poca agraciada fisonomía del virrey, pues incluso se detuvo en pintar las bolsas bajo los ojos”. Rodríguez Moya 2005, p. 196.

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De la virreina, en cambio, solo queda el testimonio de sus contemporáneos sobre su belleza de donna angelicata, pero hasta ahora ningún documento iconográfico que lo refrende. En el inventario de las obras pictóricas atesoradas por Vespasiano Gonzaga, realizado después de la muerte de su esposa en 1679 y compuesto de unas trescientas piezas de retratos de su familia, de la familia real y cuadros con motivos religiosos, consta la existencia de un retrato de cuerpo entero de María Luisa, del cual ignoramos el paradero, pero ciertamente integró este conjunto hasta esa fecha.59 En la “Letra por ‘Bellísimo Narciso’”, incluida en la comedia Los empeños de una casa, sor Juana retrata a la virreina como una mujer de cabellera rubia, ojos celestes y tez sumamente blanca, rasgos que obedecen en todo al ideal de belleza femenino petrarquista. Si en esa representación tuvo más peso el modelo retórico o la realidad histórica, es un tema que quizás ni la aparición de un retrato de María Luisa develará, ya que probablemente estuvo sujeto a los mismos patrones de figuración. Recogiendo el desafío planteado por Antonio Alatorre, “Ojalá algún día se localice, en México o en España, un retrato de María Luisa”60, Héctor Pérez Rincón ha intentado conjeturar una imagen de María Luisa.61 Como antecedente familiar inmediato, recurre al retrato verbal de su abuela, Luisa Enríquez, hecho por su biógrafo, fray Agustín de Jesús María, quien enfatiza en el mismo rasgo de blancura de la tez, atribuido por sor Juana a María Luisa en su esbozo poético.62 Igualmente, Pérez Rincón busca sus rasgos en las pinturas conservadas de sus parientas Gonzaga; entre ellas, 59. Es la pieza número 128 de este inventario, “Un retrato de cuerpo entero de la Sra. Doña María Luissa de dos Baras y media De Caida y siete cuartas de ancho”. Burke, 1997, pp. 694-699. 60. Alatorre, 2001, p. 20. 61. Pérez Rincón, 2011. 62. “El más próximo desde el punto de vista familiar es el de su abuela materna, doña Luisa Enríquez Manrique de Lara, IX condesa de Paredes de Nava (1604­ 1660), poetisa y más tarde también monja (sor María Luisa Magdalena de Jesús en la orden de carmelitas descalzas). Se trata, como el de su nieta la virreina, de un retrato sólo verbal aunque tal vez algo más descriptivo y menos hiperbólico que el elaborado por sor Juana: ‘Era muy blanca, no como la nieve, que es muy fría, sino como la luz, que es muy viva [...] cuantos la trataron dicen que le resplandecía el rostro, haciendo visos, como si fuera un espejo [...] los ojos tenía bellísimos, que nadie la tratase que no se le apasionase’”. Joaquín Pérez Villanueva, citado por Pérez Rincón, 2011, p. 137.

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fue particularmente famosa por su prestancia, inteligencia y cultura Giulia Gonzaga, inmortalizada por poetas y pintores. Si tenemos en cuenta estos antecedentes, la personificación de María Luisa por la actriz Dominique Sanda en el film Yo la peor de todas (1990), de la cineasta argentina María Luisa Bemberg, parece bastante ajustada a estas representaciones. Según lo narrado en la décima 126, que lleva por epígrafe “En un Anillo retrató a la Sra. Condesa de Paredes. Dice por qué”, sor Juana habría hecho una miniatura del rostro de la virreina a modo de camafeo de una sortija, pero desconocemos si esta realmente existió o si fue de algún modo preservada. María Luisa era aficionada a la pintura y, según algunos cronistas, el lienzo del Neptuno que la ­representa se basó en un autorretrato enviado por ella desde Veracruz, que le fue pedido expresamente para ser usado en estas celebraciones. Como se trataba de arte efímero y destinado a esta sola ocasión, tampoco subsisten restos del lienzo ni del posible autorretrato.63 La destreza en el dibujo y la pintura formaba parte de la educación femenina y de los saberes de una mujer culta por lo que no debemos descartar la factibilidad de tales reproducciones. Por otra parte, el regalo de los retratos y autorretratos era una demostración frecuente de afecto entre mujeres. De hecho, en las cartas dirigidas a su prima, María de Guadalupe, desde México, María Luisa hace mención a un retrato, quizás se trate de un autorretrato, que le envía su parienta desde España. A su vez, según Antonio Alatorre, la virreina llevó consigo a España un retrato de sor Juana: “Hubo un retrato original, hecho en vida de la monja; se lo llevó la condesa de Paredes al regresar en 1688 a Madrid y probablemente ya no existe”.64 Pero si de sor Juana perduran otras representaciones iconográficas, como los conocidos cuadros pintados por Juan de Miranda y Miguel Cabrera, de la virreina nada de este carácter ha llegado a nuestro presente. En el año siguiente al ingreso oficial en la ciudad, 1681, María Luisa fue recibida con festejos especialmente destinados a ella en el convento de Santa Clara de México. El evento fue conmemorado 63. Según Francisco de la Maza, los lienzos de los arcos eran entregados a los artesanos como forma de pago o repintados para las siguientes ocasiones. Maza, 1968. 64. Alatorre, 2007, p. 13.

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en el Festín plausible con que el convento de Santa Clara celebró en su felice entrada a la Exma. D. María Luisa, Condesa de Paredes, Marquesa de la Laguna y virreina de esta Nueva España, obra de Joseph de la Barrera. La editora del texto, Judith Farré, señala los escasos datos existentes sobre las virreinas novohispanas, una de cuyas ocupaciones fueron las ceremonias de agasajo en los conventos femeninos: “Como consorte, una de las pocas actividades que oficialmente la virreina podía llevar a cabo de manera individualizada, eran las visitas a los conventos de clausura ‘como participantes de lo que pertenece a sus maridos por la representación que hacen de la persona de su Majestad’”.65 El Festín plausible es un testimonio de la apertura de estos recintos, que, si en teoría estaban destinados al retiro y a la oración, en la práctica se volvían escenarios de una activa vida social, lo que fue motivo de reprobación por parte de la jerarquía eclesiástica local.66 La fiesta en el convento de Santa Clara estuvo integralmente dedicada a la virreina. La relación que guarda el registro de estos festejos sigue la misma retórica laudatoria. El festejo incluyó una décima de sor Juana titulada “Del Mexicano Phenix de la poesía”, dedicada por la monja al autor del Festín, Joseph de Barrera, quien a su vez hace en el texto una explícita alusión al antecedente del arco triunfal o Neptuno alegórico: Otras mexicanas musas con más destreza y primor vuestros elogios repiten de su lira al dulce son.67

En el Neptuno alegórico, sor Juana había comparado a María Luisa con la diosa Venus, estableciendo un verdadero “nacimiento” de la virreina para el mundo mexicano, como el nacimiento de la diosa pintado por Botticelli.68 Ya Leonor Carreto había sido comparada 65. Farré, 2009, p. 10. 66. Sobre la cultura conventual en el México del siglo xvii recurrimos a los valiosos aportes de Asunción Lavrin, Josefina Muriel, Antonio Rubial García. 67. Farré, 2009, p. 77. 68. Según E. H. Gombrich, Venus no fue considerada en el Renacimiento como “la pagana diosa del amor”, sino investida con el sentido alegórico neoplatónico de “aspiración a la belleza”. De este modo sostiene que fue leído El nacimiento de

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con Venus por Alonso Ramírez de Vargas en el arco de recepción a los marqueses de Mancera en 1664.69 El Festín plausible construye también una imagen excelsa de la virreina, asemejada a Venus, Diana, Palas Atenea, Tetis, Galatea, Anfitrite, de acuerdo al gusto de la alta cultura novohispana de su tiempo, afín a la hipérbole y al símil inspirado en la mitología clásica. El texto hace uso también del recurso nominalista al insistir en la “claridad” (don común al claustro de las clarisas y a las prendas intelectuales de la homenajeada), así como a sus ilustres apellidos, Manrique, Lara, Laguna, relacionados todos con sus virtudes. Los días mexicanos de la virreina Levante América ufana la coronada cabeza, y el Águila Mexicana el imperial vuelo tienda, pues ya en su Alcázar Real, donde yace la grandeza de gentiles Moctezumas, nacen católicos Cerdas. Sor Juana Romance 24, vv. 37-44

Si los virreyes tenían sobre sí la responsabilidad de representar al rey y administrar sus territorios, las virreinas no tenían una ocupación específica más allá de acompañar a sus maridos, si bien desempeñaron funciones trascendentes, como ya advertimos. Su lugar respondía a la misma lógica que su consorte, se esperaba de ellas que fuesen la personificación de la reina en las posesiones de ultramar. Así, por ejemplo, María Luisa era saludada en el palacio virreinal en ocasión del aniversario de la reina María Luisa de Orleans, el 21 de abril, para los años de la reina madre, el 22 de diciembre, y también el día

Venus de Botticelli por los humanistas florentinos, como cifra de belleza ideal y conocimiento, antes que como emblema del amor profano. Gombrich, 2001, p. 69 y siguientes. La imagen de Venus era, por cierto, ya convencional y había sido usada previamente para aludir a las virreinas. 69. Rubial García, 2014, p. 11.

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de su propio cumpleaños, el 24 de octubre.70 Pero, más allá de la evidente asimetría entre los lugares del virrey y la virreina, marcada por las atribuciones de cada género en la sociedad del siglo xvii, las virreinas desplegaron otras actividades igualmente cruciales y de intenso contenido simbólico.71 Las virreinas encarnaron todas las expectativas usualmente puestas sobre el rol de la mujer en los espacios del poder. Estas estaban centradas, fundamentalmente, en la dedicación a la familia, la procreación y la devoción religiosa.72 En relación a la maternidad se produjo un notable paralelismo entre la situación en la metrópoli y en la colonia. Si en España se esperaba con ansiedad el embarazo de la primera esposa de Carlos II, María Luisa de Orleans, otro tanto ocurría en México con la propia descendencia de los virreyes, que tardaba en producirse, y venía, además, precedida de episodios desalentadores para la pareja. La vida de las virreinas en la Nueva España estaba pautada por una serie de ceremonias, que Manuel Romero de Terreros describe, con pluma costumbrista y mirada patriarcal, del siguiente modo: Los saraos y besamanos en palacio, las funciones religiosas, las visitas a los conventos, los días de campo en San Ángel o San Agustín de las Cuevas, con una que otra excursión a Guadalupe o los Remedios, llenaban la vida de aquellas damas, vida que si carecía de emociones fuertes, abundaba, en cambio, en suaves goces que hacían a las Virreinas cobrar gran afecto a México, al grado que, cuando terminaba el período del gobierno de sus maridos, partían generalmente en medio de copiosas lágrimas.73

Los días de la virreina transcurrirían fundamentalmente en el ámbito doméstico, figurando junto al virrey en ceremonias íntimas, festejos de cumpleaños y días de santo, besamanos, ­ceremonias 70. Señala Robles en el mes de octubre de 1685: “Años de la virreina. Miércoles 24, fueron los años de la virreina en Palacio, fueron las damas y caballeros a dar los días a Palacio”. Robles, 1946, vol. II, p. 104. 71. Rivero Rodríguez, 2011. 72. Jorge Sebastián sostiene al respecto: “Las mujeres de la familia Habsburgo asimilan en su integridad el modelo de la feminidad preestablecido, basado en la maternidad, la familia, el ejercicio público de la caridad y de la devoción religiosa”. Sebastián, 2005, p. 444. 73. Romero de Terreros, 1944, pp. 40-41.

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r­ eligiosas en el espacio palatino, representaciones teatrales en el salón de comedias del palacio virreinal y algunas salidas, como los paseos a las huertas próximas a la ciudad, las ocasionales visitas a los conventos y la concurrencia a la catedral, adonde las virreinas tenían un espacio cerrado o “jaula” especialmente asignado para presenciar las ceremonias.74 Los encuentros en San Jerónimo serían, ciertamente, los más habituales y destinados a conversar largamente con su amiga, la monja poeta. Rubial García señala que las virreinas novohispanas no tenían participación pública junto al virrey en las ceremonias oficiales o religiosas, o que esta era muy limitada, ya que su imagen estaba protegida de tal exposición, así dice: La presencia en el ámbito público de la esposa del virrey era muy restringida y estaba supeditada a una serie de normas muy estrictas. En los actos oficiales nunca aparecía en público. La virreina estaba ausente en las ceremonias de recepción que las diferentes ciudades indígenas y españolas ofrecían al virrey, en su entrada triunfal a la capital bajo palio y en la toma de posesión del cargo. La virreina tampoco estaba presente en las fiestas públicas en las que el virrey actuaba como figura de poder. En las juras y funerales de los reyes, en el paseo del pendón o en la fiesta del Corpus Christi, la virreina podía observar la procesión desde la casa de algún funcionario, pero jamás acompañaba al virrey.75

No obstante, este investigador también da cuenta de la presencia de María Luisa en la Universidad con motivo del certamen poético llevado a cabo en honor de la Inmaculada Concepción, en 1682 y 1683, relatado y recopilado por Sigüenza y Góngora en su Triunfo parténico (1683). En efecto, tras celebrar la presencia del marqués 74. Dice al respecto Iván Escamilla González: “La catedral, por su parte, era el escaparate principal de la devoción del virrey y sus cortesanos. Como representante del monarca, principal patrono y protector de la Iglesia en sus dominios, el virrey contaba con un estrado permanente en el templo para asistir a las principales fiestas del calendario litúrgico. Detrás del estrado se colocaba una banca para los criados mayores del virrey, y a un lado una tribuna cerrada desde la que la virreina seguía los servicios oculta de las miradas del pueblo”. Escamilla González, 2005, p. 390. Concordante con esto, existía en el palacio el llamado “balcón de la virreina”, desde donde podían observar, ellas y sus damas, los sucesos de la plaza sin ser miradas por el público. 75. Rubial García, 2014, p. 13.

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de la Laguna en este acto, Sigüenza dice que en una de las tardes: “[...] rayó en el cielo del Académico Claustro todo el Sol de la discreción y hermosura [...]” de la condesa de Paredes.76 Igualmente, y si bien consta que asistía a las ceremonias religiosas de la catedral, junto con las oidoras, en la jaula prevista para estas ocasiones, en otras oportunidades, hizo también muestras de su devoción en un escenario público. Así, en su Diario, Robles consigna la presencia de María Luisa junto al virrey en la fiesta de san Agustín, el 28 de agosto de 1684. Del mismo modo, el jesuita Francisco de Florencia, rector del Colegio Máximo de San Pedro y San Pablo, en su crónica sobre las festividades en honor de la Virgen de los Remedios de 1685 da detalles sobre el protagonismo de la virreina en la ceremonia, quien tuvo a su cargo vestir a la imagen de la virgen “[...] de un rico y hermoso, vestido entero, bordado de plata, fondo en raso, y le puso en medio de él una bellísima mariposa de diamantes, champurrada de esmeraldas y rubíes”, mientras que su marido donó mil pesos para la compra de una lámpara de plata.77 La pareja reinante ofreció a la Virgen su hijo, José, que quedó bajo su protección. Las virreinas encontraban otros espacios de intercambio social con su séquito femenino, conformado por las mujeres traídas de ­España, las señoras criollas de alcurnia, las damas locales de compañía y las religiosas de los conventos que constituían su entorno más íntimo.78 Con las damas podían entregarse a la distracción de un día de campo, en las huertas cercanas a la ciudad, como el tematizado por sor Juana en su “Loa en las huertas donde fue a divertirse la Excma. Sra. condesa de Paredes, marquesa de la Laguna”.79 En el caso de María Luisa, podemos inferir que además de este círculo de señoras, acompañantes, monjas y criadas, algunas de ellas mencionadas en su carta al padre, su comitiva más próxima estuvo 76. Sigüenza y Góngora, 1683, fol. 47r. 77. Florencia, 2008, pp. 214-215. 78. Rubial García, 2000. 79. Alfonso Méndez Plancarte dice que la loa puede datarse entre 1680, año de llegada de los virreyes de la Laguna, y 1683, año del nacimiento de José, quien no aparece aludido, y acota: “Célebres fueron, a la salida de Méjico entre la Tlaxpana y Tacuba, las Huertas cuyo nombre perdura en los de las Parroquia de ‘San Antonio de las Huertas’ y la Capilla de ‘Merced de las Huertas’, sobre la misma Calzada de Tlacopan, junto a la cual también se sabe que estuvo ‘la Huerta de Don Hernando’”. Juana Inés de la Cruz, 2004, vol. III, p. 707.

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asimismo integrada por el secretario de las Heras, luego presunto editor de sor Juana, los numerosos religiosos de su confianza, como Baltasar Mansilla quien era su confesor, Isidro de Sariñana, quien sería obispo de Oaxaca80, los misioneros que llegaban a México, como el padre Eusebio Kino, y eran a ella recomendados, además de los letrados locales. Entre ellos, lógicamente, sor Juana, si bien esta última estaba limitada a su encierro claustral. Su mecenazgo y continuo estímulo a la poeta mexicana, a quien solicitó piezas como el auto sacramental El divino Narciso para ser representado en Madrid, evidencia su interés en promover las letras y el pensamiento novohispano en la corte española.81 De igual modo, su protección de los padres de la Compañía de Jesús demuestra su auténtica preocupación por la expansión religiosa en México, aunque también su simpatía por el carácter letrado de muchos de ellos, como el padre Kino o el padre Adame, cuya ciencia encarece en la misiva de 1682 a su prima. Pero no solo sor Juana se vio beneficiada por el apoyo de María Luisa. También Sigüenza y Góngora dedicó su Triunfo parténico, obra a la que ya aludimos, al virrey de la Laguna, protector, al igual que su mujer, de las artes durante su gobierno en Nueva España.82 Un suceso conocido relacionó a Eusebio Kino con Sigüenza y Góngora. El cosmógrafo real trabó amistad con el jesuita Eusebio Kino y polemizó con él, así como con otros científicos, sobre la aparición de un cometa en 1680. El cometa se había observado en México entre finales 1680 y comienzos de 1681, provocando una gran inquietud entre la población. Para desterrar este temor, S ­ igüenza 80. Isidro de Sariñana y Medina, nacido en México, fue chantre y sacerdote de la catedral de México, catedrático de Sagrada Escritura en la Universidad, obispo de Oaxaca de 1683 a 1696, tuvo a su cargo el sermón en la catedral de México en las honras fúnebres dedicadas a fray Payo Enríquez de Ribera, el 11 de agosto de 1684. Robles 1946, vol. II, 73. Mantuvo estrecha amistad con los virreyes de la Laguna, quienes lo agasajaron al asumir su cargo en Oaxaca. 81. No existen evidencias de que el auto se representase en Madrid, pero salió publicado en la segunda edición de los Poemas, de 1691, en Sevilla. 82. En el certamen de 1683 participa sor Juana obteniendo uno de los primeros lugares, como consta en el acápite a la glosa 139, “Glosa en que mereció la poetisa uno de los lugares en aquel célebre certamen con que el año de 1683 solemnizó la imperial pontificia universidad mexicana el purísimo preservado instante de la Concepción de María santísima, alegorizada en la real águila que con la piedra amethysto (según san Jerónimo) privilegia su nido de la venenosa malicia del dragón soberbio”. Juana Inés de la Cruz, 1995, vol. I, p. 269.

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publica su Manifiesto filosófico contra los cometas despojados del imperio que tenían sobre los tímidos (1681) y lo dedica a la virreina, quien se había manifestado muy temerosa del fenómeno celeste, por lo que el sabio mexicano le advertía, para calmarla, “que no deben ser temidos los Cometas, por ser falso el que son prenuncios de calamidades y estragos”.83 No poca zozobra debe haber experimentado María Luisa en esta tierra, ya que además del mentando cometa, eran frecuentes en México los temblores de tierra, como registra el Diario de Robles. La tesis de Sigüenza y Góngora sobre los cometas detonó una polémica, en la que participaron Martín de la Torre, Joseph de Escobar Salmerón y Castro y el padre Eusebio Kino. Este último publica en México, en 1681, la Exposición astronómica de el cometa que el Año de 1680 por los meses de Noviembre y Diciembre y este Año de 1681 por los meses de Enero y Febrero, se ha visto en todo el mundo, dedicado al virrey de la Laguna, donde parte lanzas con Sigüenza y Góngora, ya que el jesuita de Trento creía en los efectos prodigiosos del cometa; el mexicano responde con la Libra astronómica y filosófica.84 El caso colocaba en disputa y paridad el saber novohispano frente al metropolitano, abonando la tesis del ingenio criollo. Sor Juana dedica también un soneto a Kino sobre el tema.85 Estos y otros hechos ponen en evidencia los lazos que se tejían en esa corte letrada que rodeó a María Luisa y a su marido, y que no hacía más que replicar en la colonia el modo como la nobleza española privilegiaba el pensamiento, las artes y el patronazgo en la metrópoli.86 Como ya hemos advertido, el acaecimiento familiar y público que tuvo a la virreina en el centro de la escena fue el nacimiento de su hijo, José María Francisco de la Cerda y Manrique de Lara Gonzaga, IV marqués de la Laguna (1683-1728), que vino a ­compensar 83. Sigüenza y Góngora, 1690, p. 6. En su polémica con Kino, Sigüenza le reclama que haya dedicado su tratado sobre los cometas, Exposición astronómica, al virrey de la Laguna para, de este modo, desautorizarlo frente al mandatario. 84. Véase Lorente Medina, 2008, pp. 23-31. 85. El soneto 205 lleva por epígrafe “Aplaude la ciencia astronómica del padre Eusebio Francisco Kino, de la compañía de Jesús, que escribió del cometa que el año de ochenta apareció, absolviéndole de ominoso”, donde la jerónima alude a la obra del jesuita, Exposición astronómica de el cometa. 86. Louis Hanke resalta la vocación de mecenazgo de estos virreyes, en Hanke, 1976-1978.

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al matrimonio de las pasadas aflicciones. El niño nace el 5 de julio de 1683, al mismo tiempo que la ciudad de Veracruz era atacada por un importante contingente de piratas, incidente que puso en vilo la administración del virrey, como se explicó anteriormente. En el Diario de Bartolomé Rosales el autor consigna, con gran minuciosidad, el bautismo de José, que se llevó a cabo en la catedral metropolitana de México el día 14 de julio de 1683.87 Celebró la ceremonia el obispo Francisco de Aguiar y Seijas y ofició de padrino fray Juan de la Concepción, provincial de la Orden de San Francisco, quien había llegado en la comitiva de los virreyes desde España. La solemnidad tuvo todo el boato previsto para la ocasión, con un tablado especialmente construido para dar más visibilidad al oficio, y una profusión de cortinados y alfombras, ricos brocados y muebles lujosamente adornados. El niño fue ingresado al recinto de la catedral por su aya, en una silla de manos, como era usanza en la realeza, lo cual coincide con la idea de que las ceremonias virreinales eran réplicas de las que se prestaban en España a los monarcas.88 Todo fue concebido como un verdadero teatro en el que participaron las autoridades, notables y vecinos de la ciudad. Rosales agrega un detalle curioso, que permite especular sobre la personalidad del virrey de la Laguna. El obispo Aguiar y Seijas tuvo dificultades para leer el nombre completo del recién nacido, que era realmente extenso, como era costumbre, por otra parte, en la época.89 Como perdió algo de tiempo en buscar sus espejuelos, el virrey le arrebató el papel para leer la nómina por sí mismo. La anécdota parece menor, pero la impaciencia del virrey denota el carácter de escenificación que tuvo el evento, en el que ningún pormenor podía 87. El Diario de Bartolomé Rosales, secretario del cabildo de la catedral metropolitana de México registra sucesos notables del cabildo y audiencia arzobispal entre 1683 y 1688 y ha sido publicado integralmente por Benedetta Albani. Véase Albani, 2008. 88. En el bautismo del príncipe Baltasar Carlos, hijo de Felipe IV, el niño fue ingresado en una silla de cristal de roca. 89. El nombre completo fue José María Francisco Pedro Anastasio Joaquín Ana Miguel Gabriel de los Ángeles Antonio Francisco Xavier Ignacio Luis de Gonzaga y de Todos los Santos de la Cerda Manrique de Lara y Gonzaga, quien fue IV marqués de la Laguna, XII conde de Paredes de Nava, menino de Mariana de Neoburgo, gentilhombre de cámara de Carlos II, gentilhombre de cámara del archiduque Carlos de Austria.

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fallar. Podríamos ­p ensar también que su nerviosismo estuvo relacionado con la paralela incursión de los piratas en Veracruz, destino al que se encaminó el marqués dos días más tarde. La presencia de la virreina no aparece recalcada por los cronistas, quizás porque la ceremonia tuvo lugar solo nueve días después del parto; de haber asistido, es probable que lo hiciera en la tribuna cerrada o jaula a la que aludimos. Por su parte, Robles anota en su Diario: “Bautismo del hijo del virrey. Miércoles 14, día de San Buenaventura, fue el bautismo del hijo del virrey a las once y media; lleváronle en silla de manos la aya; bautizólo el señor obispo en la pila de San Felipe de Jesús: pusiéronle José María Francisco omnium sanctorum [...] Esta noche se quemaron delante de Palacio doce invenciones de fuego grandes; hubo mucho concurso. Cenaron esta noche en Palacio los tribunales de audiencia”.90 El recién nacido recibió el sacramento de la confirmación el día 15 de octubre de 1683 en el oratorio de los virreyes, que estaba localizado próximo a la recámara de la pareja. En esta oportunidad, el padrino fue Baltasar Mansilla, de la Compañía de Jesús, mencionado en la carta de 1682 de María Luisa a María de Guadalupe, quien era, como ya dijimos, confesor de la virreina y procurador general en México de la provincia de los jesuitas en Filipinas.91 Este hecho pone de manifiesto, una vez más, el gran predicamento que tenía la Compañía de Jesús entre los virreyes y la relevancia que alcanzaron en Nueva España, territorio adonde ingresaron en 1572 para ocuparse tanto de las misiones en las zonas más apartadas del reino como de la educación de la elite criolla en distintos colegios y seminarios. Como a muchos otros personajes del círculo más próximo a los virreyes, sor Juana dedica un soneto al padre Baltasar Mansilla.92 José fue el único hijo de los virreyes, y su cuidado y crianza debe haber ocupado la mayor parte del tiempo de María Luisa. El pequeño José llenó de felicidad y entusiasmo a la virreina; en sus 90. Robles, 1946, vol. II, p. 50. 91. Mansilla es citado por María Luisa en la carta a su prima de 1682, así como otros frailes jesuitas destinados como misioneros en México y Filipinas. 92. Se trata del soneto 201 que lleva por epígrafe “Alaba en el padre Baltasar de Mancilla, de la compañía de Jesús, gran predicador y confesor de la señora virreina, tanta sabiduría como modestia”.

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cartas es manifiesto este sentimiento hacia el niño, a quien llama, cariñosamente, “Chepito”. Chepito habrá de ser, como veremos a continuación, su compañía hasta el fin de sus días. Diversas fuentes registran la existencia de otra hija natural de virrey, nacida en México, de cuyo destino, hasta ahora, nada se sabe.93 En la pluma de sor Juana: Lysi y su familia Lámina sirva al Cielo el retrato, Lísida, de tu angélica forma: cálamos forme el Sol de sus luces; sílabas las Estrellas compongan. Sor Juana, Romance 61, vv. 1-4

Los virreyes compartieron una cálida amistad con la monja, vocera inestimable de su fama, a quien retribuyeron con creces, proclamando su ingenio en el viejo continente. A partir de las numerosas piezas que sor Juana les dedicó, tenemos no exactamente un Diario, como los de Robles o Rosales antes citados, pero sí un mapa de eventos y circunstancias, donde ingresan cumpleaños, conmemoraciones religiosas, visitas al convento e intercambios de presentes, temas propios de la llamada “poesía de ocasión” que la jerónima practicó asiduamente. Octavio Paz, quien ha analizado esta relación, dice: “Según las Obras completas nos quedan de sor Juana 216 poemas; entre ellos 52, la cuarta parte, están dedicados a los marqueses de la Laguna. Hay que mencionar, asimismo, las pequeñas obras teatrales: loas, saraos, bailes y, claro está, el Neptuno alegórico. En otras loas —escritas para celebrar los cumpleaños de Carlos II, el de su primera mujer, María Luisa de Borbón,94 y el de la reina madre, Mariana de Austria— invariablemente se las ingenia para elogiar a sus protectores”.95 93. Según apunta Rubio Mañé, el 17 de diciembre de 1684 fue bautizada María Josefa de la Concepción como niña expuesta al mismo virrey. Rubio Mañé, 1983, vol. I, p. 286. También véase Pérez Rincón, 2003. 94. Paz se refiere a María Luisa de Orleans. 95. Octavio Paz, 1982, p. 249.

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En su edición de las Obras completas de sor Juana, Alfonso Méndez Plancarte reunió en distintas secciones las composiciones dedicadas a los diferentes virreyes. Entre estas, las destinadas a los de la Laguna exceden las tributadas a cualquier otro gobernante, si bien debemos tener en cuenta su prolongada residencia en México, entre 1680 y 1688, y su gran apego por la poeta novohispana. En todas estas piezas, más allá del previsible panegírico, se hace evidente el afecto y la familiaridad que caracterizó a esta relación. Sor Juana se dirige a ellos con el protocolo apropiado a su alta investidura, pero también con la confianza que evidencia un trato cotidiano. Muchas veces, la monja jerónima usa un lenguaje de entrecasa y “en frase más doméstica”, como dice el acápite del romance 14, se permite el humor, la agudeza y el juego de palabras. Conviven en estas composiciones el giro coloquial con la erudición más refinada, característica de su obra. Los primeros poemas, previos al nacimiento de José, que Méndez Plancarte data entre 1680 y 1683, se centran en la celebración de los cumpleaños y otras festividades. En las composiciones iniciales sor Juana se dirige a María Luisa a través de su marido, pero luego, con el correr de los años, establece un diálogo directo con la virreina, y el virrey queda en un segundo plano. Varios poemas aluden a los periodos de Pascua y Cuaresma, ocasiones para la celebración, pero también para el recogimiento. Durante las Pascuas, los virreyes se desplazan al convento para presentar sus saludos, así consta en el Diario de Robles, quien consigna que el 8 de abril de 1684 “[...] fueron los virreyes a San Gerónimo a dar las Pascuas a la puerta”.96 En Cuaresma, en cambio, se interrumpen las visitas y la monja se impone la mortificación de no ver a María Luisa y “ayunar de tus noticias”.97 En el romance 27 expresa el efecto riguroso de esta ausencia: y no yo, pobre de mí, que ha tanto que no te veo, que tengo, de tu carencia, cuaresmados los deseos, 98 96. Robles, 1946, vol. II, p. 63. 97. Romance 18, v. 40. 98. Romance 27, vv. 9 a 12.

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En estas visitas de los virreyes al convento de San Jerónimo se producen, algunas veces, malentendidos o esperas infructuosas, como la que se narra en el romance 15, cuando el virrey asiste a las vísperas y sor Juana no alcanza a verlo. O la endecha 83, en la que la monja se excusa por no haber esperado a la virreina, quien concurrió a su encuentro sin poder concretarlo. Los regalos se prodigan con frecuencia, sobre todo cuando el poema que lo acompaña celebra un aniversario, así “un retablito de marfil del Nacimiento” (romance 17), un tratado de música (romance 21), una diadema de plumas enviada por María Luisa quien recibe, en retribución, un dulce de nueces para calmar un antojo de la destinataria, ya cursando su embarazo o, en palabras de sor Juana “ocupada en la mayor / obra de la naturaleza” (romance 23).99 Del mismo modo los pedidos de la virreina se hacen explícitos, como en el romance 15 donde sor Juana responde a la solicitud de un libro de música por parte de María Luisa. La maternidad fue un tema cardinal en la poesía de sor Juana sobre María Luisa. En los romances 14 y 16 alude a la esperada descendencia de la pareja, la “feliz sucesión”,100 “que vos, deidad soberana / dar vida podréis”,101 menciones estas que están relacionadas con la preocupación por las pérdidas previas en España y luego, en suelo mexicano, que fueron de público conocimiento. Así Robles anota en su Diario el 21 de abril de 1682 “fueron los años de la reina; no hubo comedia porque malparió la virreina”.102 Con el nacimiento de José, las composiciones de sor Juana a los virreyes tendrán siempre una alusión a esta trinidad que conforman a partir de este feliz suceso.103 El entusiasmo de la monja por el niño se manifiesta en el cúmulo de símiles y analogías con héroes de la antigüedad y personajes mitológicos, sin faltar los epítetos de “fresco Pimpollo tierno”, “Adonis”, “Josef” y “Cupido”. Respecto a este último, recordemos que María Luisa fue llamada de Venus desde 99. María Luisa cursa este embarazo en diciembre de 1682, cuando escribe a su prima bajo la sospecha certera del mismo. Sobre el intercambio de presentes, véase Paz, 1982, p. 256. 100. Romance 14, v. 74. 101. Romance 16, vv. 6 y 7. 102. Robles, 1946, vol. II, p. 17. 103. Pérez Rincón, 2003.

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un comienzo, en el Neptuno Alegórico, mientras que la jerónima le adjudica al marqués el epíteto de Marte, por sus servicios militares. En las piezas dedicadas al niño, sor Juana muestra la devoción digna de una madre. Para afincarlo en su tierra y, de algún modo, otorgarle una ciudadanía novohispana, si así podemos llamarla, la monja lo nomina “el mexicano” y deposita en el heredero el deseo de una unión armónica entre “gentiles Moctezumas” y “católicos Cerdas”, como dice en el romance 24 que lleva por epígrafe “Habiéndose ya bautizado su hijo, da la enhorabuena de su nacimiento a la Señora Virreina”: pues ya en su Alcázar Real, donde yace la grandeza de gentiles Moctezumas, nacen católicos Cerdas.104

Es en el “aquí” del Nuevo Mundo (insistente anáfora del romance 24) donde sor Juana vaticina que, hipotéticamente, ocurrirán los hechos heroicos que tendrían por protagonista al nuevo marqués de la Laguna.105 Inclusive, proyecta cantar las glorias del infante en su adultez: Aquí sí, que si yo vivo, aunque esté ya con muletas, piensa mi Musa a su Fama añadir plumas y lenguas.106

104. Romance 24, vv. 41 a 44. 105. Dice Pérez Rincón: “En su exaltada felicitación, Sor Juana consideró que Europa le quedaba chica a los dos altos linajes que convergían en el retoño, al que llama a hacer suya la grandeza del imperio de Moctezuma como forma de legitimación del triunfo de América (tropo que haría suyo el movimiento independentista del xix y la historia oficial republicana)”. Pérez Rincón, 2003, p. 83. 106. Romance 24, vv. 89 a 92. En la letra por “Tierno, adorado Adonis…” de Los empeños de una casa, repite la idea de los triunfos de José: “Sol que naces, mudando / del otro la costumbre / en el Ocaso, porque / adonde él muere, triunfes”. Juana Inés de la Cruz, 2004, vol. IV, p. 117. Dice Pérez Rincón: “El destino de José María fue muy otro del que le auguraba en ese poema nuestra Musa dézima. Dejó la Nueva España cuando contaba cuatro años y nueve meses, y no sabemos qué recuerdos guardó de su corta estancia en “su Patria” ni de los mimos que le prodigó la protegida de su madre”. Pérez Rincón, 2003, p. 83.

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Al cumplir el primer año, edad que aliviaba las inquietudes de sus padres respecto a su sobrevivencia, sor Juana le destina una loa y el romance 25.107 En este romance manifiesta que antes de ser hijo de la virreina, José lo fue de su propio pensamiento, naciendo de un parto intelectual de la llamada “Minerva indiana” por sus panegiristas: que sepáis que os quise tanto antes de ser, que primero que de vuestra bella Madre, nacisteis de mi concepto.108

Cualquier trastorno en la salud del pequeño José salpicaría las pláticas del locutorio de San Jerónimo. Un pasaje del Diario de Robles asienta que el 26 de enero de 1684 “hubo plegaria en los Conventos de las Religiosas por estar enfermo el hijo del virrey”.109 La monja traslada estas aprehensiones al romance 25, aludiendo al “desvelo”, “temor”, “riesgo”, “susto”, “miedo” y “dolor” de estos primeros meses. Consustanciada con las angustias de su señora, la jerónima confiesa el calvario que sufrió como madre subalterna de este niño tan deseado por todos: Entró con la posesión el gusto, y al mismo tiempo el desvelo de guardaros y el temor de no perderos.110

Luego del nacimiento de José sigue el intercambio de los regalos, pero con un nuevo destinatario, el hijo tan anhelado por María Luisa. Así, sor Juana le obsequia a la virreina junto con el romance 26 un andador de madera o “pie de amigo”. Aunque también continúa el envío de presentes exclusivos para María Luisa, como los peces bobos y aves (romance 31), una comedia (décima 131) o rosas (décima 128). Sor Juana destinó loas a los cumpleaños del virrey, de 107. Loa al año que cumplió el Señor don José de la Cerda, primogénito del Sr. Virrey Marqués de la Laguna. Juana Inés de la Cruz, 2004, vol. III, p. 442. 108. Romance 25, vv. 13 a 16. 109. Robles, 1946, vol. II, p. 60. 110. Romance 25, vv. 45 a 48.

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la virreina y de José. También las loas, letras y sarao de Los empeños de una casa, comedia representada en 1683, están totalmente dedicados a la familia de los virreyes. Y, como dice Octavio Paz, aun cuando elogia a los monarcas hispánicos en varias loas, siempre encuentra la ocasión para proclamar los méritos de sus protectores. La monja usó en estas y otras ocasiones un estilo llano y coloquial, poniendo en escena la particular amistad y fluidez en la comunicación que la unía a María Luisa. Así en el romance 30, cuyo epígrafe narra la situación a la que alude el poema, “Discurre con sutileza cortesana, causa y efecto de haberse el Señor Virrey ausentado a un Recreo”, sor Juana establece un diálogo “entre mujeres” donde se lamenta de la ausencia del marqués de la Laguna quien había partido en peregrinación a Chalma,111 para insinuar, maliciosa: Todos dicen que fue a holgarse; yo, Señora, no lo creo: porque ¿cómo puede holgarse quien se apartó de tu Cielo?112

Las conversaciones en el locutorio, que María Luisa evoca en su carta a María de Guadalupe (“yo suelo ir allá algunas veces que es muy buen rato y gastamos muchas en hablar de ti”), ciertamente afianzaron ese vínculo, donde mecenas y poeta olvidaban sus lugares jerárquicos para departir de igual a igual, en un coloquio que al mismo tiempo era confidente y erudito, y en el que podían aparecer tanto el dulce de nueces como la mención a Apolo (romance 23). Si nos guiamos por lo que dice sor Juana en el romance epistolar 37, dedicado a María de Guadalupe de Lencastre, duquesa de Aveiro, la virreina contaba entre sus virtudes el buen decir y la locuacidad, que ejercitaría en sus habituales encuentros:

111. Según anota Alfonso Méndez Plancarte, siguiendo el Diario de Robles, el virrey partió en peregrinación a Chalma, donde se había inaugurado en 1683 el Nuevo Templo de Nuestra Sra. de Guadalupe, el 20 de enero de 1686 para regresar a México el 31 del mismo mes, ocasión en que la virreina fue a encontrarlo a San Agustín de las Cuevas, actual Tlalpan. Juana Inés de la Cruz, 1995, vol. I, pp. 402-403. 112. Juana Inés de la Cruz, 1995, vol. I, p. 87, vv. 45-48.

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Ésta, pues, que sobre bella, ya sabéis que en su lenguaje vierte flores Amaltea y destila Amor panales.113

El elogio de sor Juana a la elocuencia de María Luisa recuerda los dichos de la infanta María Teresa en carta a la abuela de la virreina, Luisa Enríquez, que citamos anteriormente. En ella la infanta se admiraba de este mismo don de la futura virreina, cuando tenía algo menos que tres años, “que si bieras el pico que tiene se te olgaras”.114 Sin lugar a dudas, los poemas que más interés han despertado en la crítica son los consagrados a la ponderación de María Luisa donde la virreina recibe los apelativos de Filis, Lysi, Lisis o Lísida. Muchos de ellos son retratos poéticos y composiciones de tenor amoroso en los que sor Juana sigue todas las convenciones del amor cortés, si bien reescribiéndolas con su propia impronta, y a­ daptándolas a una inusual enunciación femenina, como ya ha sido señalado.115 Piezas todas, como se apresura aclarar el autor del epígrafe al Romance 19, de “Puro amor, que ausente y sin deseo de indecencias, puede sentir lo que el más profano”. El poema, del cual procede esta advertencia, contiene la estrofa tantas y tan justamente citada, que resulta clave para entender la concepción de raíz neoplatónica que intermediaba esta amistad:

113. Juana Inés de la Cruz, 1995, vol. I, p. 104, vv. 157-160. 114. Dice Georgina Sabat de Rivers: “Son escasos los datos que nos han llegado de María Luisa Manrique de Lara, pero por ellos podemos inferir que, además de noble y rica, nació hermosa, inteligente y de buen ‘pico’, y que fue culta”. Sabat de Rivers, 1998, p. 121. 115. El tema ha sido tratado, desde muy distintas perspectivas, por Octavio Paz, Antonio Alatorre, Georgina Sabat de Rivers, Margo Glantz, Marie-Cécile Bénassy, Jean Franco, Stephanie Merrim, Electra Arenal, Emilie Bergmann, Frederick Luciani, Nina M. Scott, entre otros destacados críticos sorjuaninos. Resume, de este modo, Nina Scott: “Octavio Paz nos dice con mucha razón que ‘la relación con la condesa de Paredes, desde 1680, se volvió el eje de la vida sentimental de sor Juana’; efectivamente, los poemas a María Luisa forman más del 15% del corpus entero de su lírica personal. Pero más que el número es el tono apasionado de estos poemas lo que ha consternado a los historiadores y críticos de la obra de sor Juana, empezando por el autor que puso los epígrafes introductorios a la obra de la monja”. Scott, 1993, p. 159.

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Cartas de Lysi Ser mujer, ni estar ausente, no es de amarte impedimento; pues sabes tú, que las almas distancia ignoran y sexo.

Como este, muchos otros poemas tuvieron como motivo central a Lysi, desdibujando la materialidad de su cuerpo con las metáforas más osadas, encendidas y logradas de su poesía amorosa. El mecenazgo literario produjo un lenguaje codificado —sobre el cual resulta muy complejo atribuir sentidos— en el cual los protegidos se declaran niños, sirvientes, esclavos y amantes de sus protectores.116 Lope de Vega es un caso ejemplar en su relación epistolar con su mecenas, Luis Fernández de Córdoba, el duque de Sessa, donde usa un lenguaje de la servidumbre y, al mismo tiempo, del amor. Ambos motivos están presentes en las piezas que sor Juana destina a la condesa. Baste recordar el romance 61, una de las cumbres de su poesía, “Lámina sirva al Cielo el retrato”, un retrato físico y moral que recorre la estampa de la virreina de la cabeza a los pies. El poema fue enviado a España con posterioridad a la partida de María Luisa de México. De este modo consta en su epígrafe: “Pinta la proporción hermosa de la Excelentísima Señora Condesa de Paredes, con otra de cuidados, elegantes Esdrújulos, que aún le remite desde Méjico a su Excelencia”. Por este motivo, Méndez Plancarte fecha este romance entre abril y diciembre de 1688 o principios del 1689, ya que fue publicado en la Inundación castálida, de 1689. Las elaboradas imágenes expresan todo el dolor de la separación y bien pudo ser una sentida despedida poética consagrada al definitivo alejamiento de su señora. Como tal, adoptó un tono elevado, perceptible desde su primera estrofa con el uso atinado, para esta circunstancia, del acompasado acento esdrújulo: Lámina sirva el Cielo al retrato, Lísida, de tu angélica forma: cálamos forme el sol de sus luces; sílabas las Estrellas compongan.117

116. Véase Feros, 1998. 117. Juana Inés de la Cruz, 1995, vol. I, p. 171, vv. 1-4.

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En su regreso a Madrid en 1688, la virreina llevó consigo los manuscritos de su protegida, que serán publicados en 1689 en la edición del primer volumen de su obra, la Inundación castálida, como dijimos.118 Según consta en el primer soneto que introduce el libro, se hicieron gestiones apresuradas para reunir los escritos de la monja antes de la partida. Leemos en el epígrafe de este soneto dedicado a su patrona: “A la Excma. Sra. Condesa de Paredes, Marquesa de la Laguna, enviándole estos papeles que su Excia. le pidió y que pudo recoger Soror Juana de muchas manos, en que estaban no menos divididos que escondidos, como Tesoro, con otros que no cupo en el tiempo buscarlos ni copiarlos”.119 En la reedición de 1690, donde el volumen recibe el título abreviado de Poemas de la única Poetisa Americana, Musa Décima, sóror Juana Inés de la Cruz, se retoman estos detalles concernientes a la “prisa de los traslados”. Consigna esta vez el epígrafe del romance “Prólogo al lector”: “Prólogo al lector, de la misma Autora, que lo hizo y envió con la prisa que los traslados, obedeciendo al superior mandato de su singular patrona, la Excelentísima señora Condesa de Paredes, por si viesen la luz pública: a que tenía tan negados Sor Juana sus versos, como lo estaba ella a su custodia, pues en su poder apenas se halló borrador alguno”. Y el argumento del apuro continúa en el romance: Bien pudiera yo decirte por disculpa, que no ha dado lugar para corregirlos la prisa de los traslados;120

118. La portada del volumen fue: Inundacion Castalida de la unica poetisa, musa dezima, Soror Juana Ines de la Cruz, religiosa professa en el Monasterio de San Geronimo de la Imperial Ciudad de Mexico. Que en varios metros, idiomas y estilos, fertiliza varios assumptos: con elegantes, sutiles, claros, ingeniosos, utiles versos: para enseñanza, recreo, y admiracion. Dedicalos a la Excelma. Señora. Señora D. María Luisa Gonzaga Manrique de Lara, Condesa de Paredes, Marquesa de la Laguna, y los saca a luz D. Juan Camacho Gayna, Cavallero del orden de Santiago, Mayordomo, y Cavallerizo que fue de su Excelencia, Governador actual del Puerto de Santa María. Con privilegio. En Madrid. Por Juan García Infanzon, 1689. 119. Reproducimos el soneto 195 en el Apéndice. 120. Romance I, vv. 33-36.

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No sabemos si esta “prisa de los traslados” obedece a una verdad histórica o si se trata de una mera figura de captatio benevolentiae para reforzar la inocencia escrituraria de la monja y proteger así sus actividades letradas, tan severamente objetadas por sectores del clero mexicano. Lo cierto es que el período previo al viaje de María Luisa y su marido con destino a España se extendió, inusualmente, entre noviembre de 1686, cuando el virrey ya había delegado el mando en su sucesor, y abril de 1688, cuando finalmente emprenden el retorno, o sea, prácticamente dieciocho meses después de completada su misión en México, lo que no parece coincidir con estas urgencias y trámites de última hora de los que hablan los poemas. Si bien es posible que el proyecto de la publicación de la obra en España haya surgido en esta etapa final de la residencia y durante los preparativos del retorno al viejo continente. Contamos con un interesante testimonio del padre Lorenzo Ortiz de la Compañía de Jesús, quien es uno de los contribuyentes a los preliminares del Segundo volumen de la obra de sor Juana. El mismo dice que, encontrándose en el Puerto de Santa María (Cádiz) en 1690, María Luisa le mostró los manuscritos de sor Juana incluidos en Inundación castálida, lo cual quiere decir que la virreina conservó los legajos y papeles traídos consigo desde Nueva España, al menos hasta esa fecha: Días ha que tuve la ventura de leer algunas obras de este pasmo de ingenios, e ingenuamente confieso que me llenaron, por lo ingenioso, por lo suave, por lo cortesano y por lo dulce, de gustosa admiración, y de honrada envidia por lo elegante, por lo conceptuoso, por lo elevado y por lo erudito. Después tuve la honra de que la excelentísima señora, mi señora la condesa de Paredes, estando en el Puerto de Santa María, me permitiese repasar el volumen manuscrito que su Excelencia trajo de México y el año pasado se imprimió en Madrid, y con él, la admiración y envidia se convirtieron en asombro; y a la manera del rústico a vista de los primores y riquezas de un rico y real palacio, se me pasmaron las potencias y se quedaron los sentidos en gustosa elevación.121

El destino posterior de estos manuscritos sigue siendo un enigma, así como la existencia de otras cartas y documentos relativos a 121. Alatorre, 2007, vol. I, p. 154.

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la relación entre sor Juana y María Luisa, u otros protagonistas de esta historia transatlántica en la que participaron otros letrados y funcionarios virreinales y metropolitanos.122 El regreso a España, los últimos años Así tendré, en el violento rigor de no verte aquí, por alivio del tormento, siempre el pensamiento en ti, siempre a ti en el pensamiento. Sor Juana Glosa 142, vv. 35-39

Las obras del gobierno del virrey de la Laguna, aquellas que los criollos Carlos de Sigüenza y Góngora y sor Juana le encomendaron a su llegada con sus arcos triunfales, quedaron opacadas frente a los numerosos conflictos que rodearon su gestión en la Nueva España, como ya dijimos. Según el Diario de Robles, con el aviso de España de marzo de 1685, el virrey había renovado su mando por despacho del 8 de febrero de 1684 por tres años más.123 Pero estaría ya extenuado de luchar contra tantas adversidades y de defender su buen nombre, aunque, como anticipamos, esta etapa del cambio de gobierno sigue planteando interrogantes.124 Es sucedido en el cargo por Melchor Antonio Portocarrero y Laso de la Vega, III conde de la Monclova (1636-1705). Cuando los marqueses de la Laguna dejan la Ciudad de México, son acompañados en demostración de afecto hasta Guadalupe. Anota Robles en su Diario: “Ida del Marqués de la Laguna. Miércoles 122. María Luisa relacionó a sor Juana con letrados españoles, como Joseph Pérez de Montoro, con quien la monja intercambió el romance 3 sobre los celos y, probablemente, otros escritos. Antonio Alatorre sugiere la existencia de un epistolario entre sor Juana y Diego Calleja, con base en lo manifestado por el propio Calleja en la “Elegía” anónima, incluida en Fama y obra póstumas, en Alatorre 1980. Juan Ignacio de Castorena y Ursúa, editor de Fama y obras póstumas fue, asimismo, un fundamental agente para hacer conocer la obra sorjuanina. 123. Robles, 1946, vol. II, p. 84. 124. María Luisa se hace eco de estos problemas en sus cartas y defiende el buen nombre y gobierno de su marido, insistiendo en la aceptación general ganada entre los mexicanos, criollos, españoles e indios.

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28, salió para España el marqués de la Laguna, y mucho número de carrozas lo fueron a dejar hasta Guadalupe, con muchas lágrimas de la virreina, a las tres de la tarde”.125 Al sentimiento de dejar la tierra que, a pesar de todos los pesares, había ganado su corazón, se suma la separación de sus afectos locales, criollos acomodados y nobles españoles que frecuentarían los salones del palacio virreinal, además de religiosos, servidores y amistades, entre las cuales ocuparía uno de los primeros lugares la monja jerónima. También aumentaría la congoja de la virreina el hecho de haber tomado conocimiento de la muerte de su padre, Vespasiano Gonzaga, ocurrida meses antes de su partida de Nueva España.126 En efecto, el padre de María Luisa, fallece el 5 de mayo de 1687, pero la noticia de su deceso se conoce en México recién en agosto de 1687, con la dilación propia de las condiciones de comunicación entre metrópoli y colonias.127 Las primicias de España llegaban a través del aviso o nave de aviso con periodicidad, en los llamados “cajones” que transportaban la correspondencia. El viaje duraba aproximadamente tres meses, aunque también podía sufrir enormes demoras y hasta pérdidas por naufragios o ataque de los piratas que surcaban la ruta entre Europa y América. Pensamos que quien comunica a los virreyes el deceso de Vespasiano es el duque de Medinaceli, ya que su carta, cerrada el 27 de mayo de 1687, incluida en el Apéndice, pudo llegar en agosto con la triste novedad. En su testamento Vespasiano Gonzaga dispone que se entregue: [...] a los Condes de Paredes sus hijos una venera de la Orden de Santiago de diamantes a él, y a ella un diente de la Santa Madre Teresa, para que se perpetúe en el mayorazgo, y una hechura de un Niño Jesús en un armario de concha, y una imagen de Nuestra Señora, de mano de Morillo; y a Don Joseph Manrique de la Cerda y Gonzaga, hijo de dichos Señores y nieto suyo, que había nacido en México, donde estaba su padre por virrey de Nueva España, deja un lazo de diamantes. Deja también a los Condes de Paredes un legajo, que cartas que Felipe IV escribió de 125. Robles, 1946, vol. II, p. 158. Véase también Romero de Terreros y Vinent, 1919, p. 28. 126. La hija “más rendida y obediente”, como se llama a sí misma María Luisa en la carta a su padre, no reencontraría a Vespasiano Gonzaga a su regreso a España. 127. Robles, 1946, vol. II, p. 146.

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su mano a la Condesa de Paredes Doña Luisa Manrique Enriquez su madre, aya que fue de la reina de Francia doña María Teresa de Austria, las cuales quiere que queden en el mayorazgo, para que sus sucesores del sepan las singulares honras que su Majestad hizo a dicha Sra.128

En virtud de la primogenitura, María Luisa heredó estas preciadas y, desde luego, simbólicas reliquias familiares: un diente de la santa de Ávila y las cartas del rey Felipe IV a la monja letrada, su abuela, de la cual hablamos al comienzo, legados que remiten a dos mujeres que enaltecieron el rol femenino en la cultura hispánica de su tiempo. En cuanto a los otros bienes, la insignia de diamantes de la Orden de Santiago acreditaba el fiel desempeño de Vespasiano ante la monarquía, por eso lo legaba a su yerno, esforzado funcionario, como él, del reino. En cuanto al “Niño Jesús en un armario de concha” evoca los mobiliarios traídos de oriente a través de la nao de la China que, partiendo de Manila, llegaba a México y de allí al Viejo Mundo. La “imagen de Nuestra Señora, de mano de Morillo”, seguramente se trate de una de las tantas iconografías religiosas del pintor sevillano Bartolomé Esteban Murillo (1617-1682). Vespasiano Gonzaga contaba con una importante colección de arte, a la que ya aludimos, que no es mencionada en este testamento. También su yerno, Tomás Antonio de la Cerda, poseía obras de temas religiosos y cuadros de cotizados pintores de la época, colección h ­ eredada 129 por María Luisa a la muerte de su marido. La Fundación Casa Ducal de Medinaceli conserva en su pinacoteca cuadros del napolitano Luca Giordano, uno de los pintores coleccionados por el marqués, pero ignoramos si proceden de este acervo del virrey. Al regreso de su misión en Nueva España, el rey Carlos II concede al marqués de la Laguna, en reconocimiento de sus servicios,

128. “Testamento del Duque de Guastala” en Salazar y Castro, 1694, pp. 373374. La carta del VIII duque de Medinaceli, que reproducimos en el Apéndice, alude a este testamento. 129. De la pequeña colección pictórica del marqués de la Laguna dice Salvador Salort Pons: “En la galería del Conde se encontraban, además de 4 obras de Lucas Jordán, una serie de lienzos tasados altamente y de temas del Antiguo y Nuevo Testamento: La Adoración de los Reyes, El Templo de Salomón, La Reina de Saba y El Rey Salomón, Sansón en la ruina del templo y «dos pinturas iguales de las puertas de doradas de santa Ana», entre otros”. Salort Pons et al., 2001, pp. 323-424.

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los honores de grandeza.130 En su calidad de Grande de España, privilegio dispensado a las familias nobles, a veces con carácter hereditario, que los Austrias asignaron con munificencia, el virrey se cubrió frente al rey el 22 de junio de 1689, gesto simbólico que expresaba la nueva jerarquía que esta condición le otorgaba. Entre esas prerrogativas estaba el trato familiar de “primo” que daba la Corona a los que alcanzaban este grado nobiliario. La nobleza, y en particular los grandes de España, adquirieron más protagonismo en la España del reinado de Carlos II como respuesta a la creciente debilidad de la realeza, fenómeno acompañado por la consolidación de la figura del valido, privado o primer ministro. Ya en clave paródica, un cuadro de Diego Velázquez que se encuentra en la galería de los bufones y enanos del Museo de El Prado, titulado El bufón don Diego de Acedo, el Primo, se refiere a esta condición. El cuadro representa en primer plano a un enano de gesto adusto, dignamente vestido, con el sombrero calzado y sosteniendo una pluma en su mano. Está sentado frente a un enorme libro para sus proporciones corporales y con un par de sellos a su alcance. La cabeza cubierta por el sombrero remeda su pretendida grandeza —no se descubre frente al rey— por eso recibe el apelativo de “primo”, mientras que los enseres de escritura aluden a sus fingidas ocupaciones b ­ urocráticas. Ya en España, el marqués de la Laguna se vio envuelto en un incidente desafortunado, que afectó a María Luisa y a su entorno familiar. Concertado el matrimonio entre Carlos II y Mariana de Neoburgo en 1689, el rey designa a Tomás Antonio de la Cerda como mayordomo mayor de la reina.131 El monarca le otorga poderes para recibirla, a su llegada en un puerto de España, con 130. Los grandes de España se preciaban de descender de príncipes de sangre real; así, la casa de la Cerda descendía del infante don Fernando, primogénito de Alfonso X. Entre sus prerrogativas estaban el poder cubrirse y sentarse en presencia de los reyes, disfrutar de privilegios y excepciones que eran extensivos a su entorno, y que el rey se dirigiese a ellos como primos o parientes. Véanse Juderías, 1912 y Fernández de Béthencourt, 1900, vol. II, pp. 29-37. 131. Dice Fernández de Béthencourt que el virrey puso a disposición del Tesoro Real la cantidad de 200.000 piastras, y que entonces se lo confirmó en el puesto de mayordomo mayor de la segunda esposa de Carlos II. Fernández de Béthencourt, 1904, vol. V, p. 303. Con referencia a la compra de cargos, señala Octavio Paz: “El duque de Veragua compró el virreinato de Nueva España y el mismo marqués de la Laguna, en 1689, la grandeza de España y el cargo de mayordomo mayor de la reina Mariana de Neoburgo, la segunda esposa de Carlos II”. Paz, 1982, p. 258.

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“­solemnidad, pompas y ceremonia”. No obstante, una intensa tormenta y otras imprevisiones hacen que su misión fracase, motivo por el cual es acusado de negligencia y rudeza en sus funciones. Al enterarse de estos hechos, que hicieron inclusive peligrar la vida de la reina consorte en su arribo a La Coruña, el rey Carlos II pidió su cabeza. Solo las súplicas de la reina madre, Mariana de Austria, lo hicieron desistir de su propósito.132 La mediación de Mariana de Austria en esta oportunidad explica, asimismo, la inquebrantable lealtad de María Luisa hacia la viuda de Felipe IV. Finalmente, si bien peligró seriamente su posición, el marqués de la Laguna no perdió su cargo y murió en su ejercicio el 22 de abril de 1692. En su testamento, el marqués solicita al rey que vele por su familia, alegando que durante los años de servicio a la corona “[...] he consumido la mayor parte de mi hacienda, por cuya causa dexo a la Condesa mi mujer y a mi Hijo desacomodados [...]”, y solicita para ellos honores y mercedes.133 También en abril de 1692 María Luisa recibe los honores de Grande de España para sí y para sus sucesores, en reconocimiento a sus méritos y al digno origen de su casa, que ya había gozado de tales títulos con anterioridad, así dice Luis de Salazar y Castro: “[...] considerando S.M. la grande anciania, el esclarecido origen y notables servicios de la casa de Paredes, y que sus Condes gozaron las prerrogativas que los otros Grandes Castellanos desde el año 1452 hasta que el de 1521 se ejecutó la distincion, hizo merced a la Condesa Doña María Luisa, y a sus sucessores, de la dignidad de Grandes para siempre jamás”. Según el genealogista de la Casa de Lara, “[...] la Condesa dio en su viudez tan insignes muestras de sus virtudes, que la Reyna Doña Mariana de Austria la confirió, con consentimiento del Rey su hijo, el puesto de su Camarera Mayor por agosto de 1694”.134 Añade este autor: “Ejerció la Condesa este empleo, con singular acierto, prudencia y satisfaccion de su Ama, y la asistió con imponderable celo, y amor en la gravisima dolencia, que con general sentimiento desta Monarquía, acabó los días de aquella 132. Adalberto, príncipe de Baviera y Gabriel Maura Gamazo, 2004, vol. I, p. 1179. 133. Fernández de Béthencourt, 1904, vol. V, p. 301. 134. Salazar y Castro, 1697, vol. II, p. 250.

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Insigne Princesa el de S. Isidro 15 de mayo de 1696”. María Luisa acompañó sus restos hasta la última morada, en el monasterio de San Lorenzo el Real, como su docta abuela, Luisa Enríquez, acompañó hasta su último trance a Isabel de Borbón.135 De este modo, la virreina estuvo, como ya hemos dicho, junto a la reina madre en dos momentos muy diferentes de su vida. Primero, como menina y joven dama antes de su casamiento y, más tarde, en su viudez, entre los cuarenta y cinco y cuarenta y siete años, como camarera mayor, lo que explica su gran proximidad con los asuntos públicos y el partido que tomó más tarde durante la guerra por la sucesión del trono. Por la cercanía de María Luisa con la reina Mariana de Austria, conviene recordar aquí algunos datos de la Regente.136 Mariana de Austria asumió su responsabilidad de reina madre y celosa regente entre 1665 y 1675, confiando el gobierno a sus validos, personas de su absoluta confianza. Primero lo fue el jesuita austríaco Juan Everardo Nithard, quien era además su confesor, y luego el advenedizo Fernando de Valenzuela, casado con una de sus damas y llamado entre los nobles “el duende de palacio” a causa de su personalidad intrigante. Ambos ministros fueron fuertemente resistidos por la nobleza que terminó derrotándolos políticamente y deponiéndolos de sus cargos. La aristocracia, que cada vez ganaba más peso frente a la fragilidad de la Corona, como ya señalamos, brindó todo su apoyo a Juan José de Austria, hijo bastardo de Felipe IV y permanente aspirante al trono. Enfrentado con Mariana, Juan José de Austria provocó la caída del valido Fernando de Valenzuela en 1677, para tornarse él mismo ministro de Carlos II. Después de estos sucesos, la reina madre deja la corte y sufre una suerte de exilio en el Alcázar de Toledo hasta 1679, cuando regresa a Madrid tras la muerte de su oponente. Si bien el manejo político de la viuda de Felipe IV fue severamente criticado por sus contemporáneos, y en general por la historiografía hispánica posterior, actualmente su rol está siendo revisado. La Regente tuvo indudable influencia en la consolidación de una imagen femenina ligada al ejercicio del poder en el ámbito 135. Salazar y Castro, 1697, vol. II, p. 250. 136. Sor Juana destina una loa a Mariana de Austria, Loa a los años de la Reina Madre, Doña Mariana de Austria Nuestra Señora, en la que alude a la doble condición de “Reina Madre” y “Madre Reina”. Méndez Plancarte la data entre 1688 y 1690.

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hispánico, teniendo como antecedente el prestigioso e incomparable ejemplo de Isabel la Católica.137 El cuadro de Juan Carreño de Miranda, pintor de cámara del rey Carlos II, titulado La reina viuda doña Mariana de Austria (1669), representa a la reina en su adultez, vestida con un hábito dominico y con un tocado de viuda. Está sentada frente a un escritorio, concentrada en papeles personales y, posiblemente, temas oficiales. El trasfondo del cuadro es una despojada sala palatina, carente de cualquier ornamentación.138 Presumimos que esta imagen oficial de la reina encuentra correspondencia en María Luisa, quien estuvo ligada a los asuntos de Estado y debió sobrellevar, como regente, su soledad de viuda entregada a los vaivenes de la política palaciega sin contar ya con apoyos sólidos a su lado, tras la pérdida de su padre en 1688, de su cuñado, el VIII duque de Medinaceli en 1691, y de su marido en 1692. Después de la muerte de Mariana de Austria en 1696, María Luisa continúa sus funciones de acompañante real como dama de Mariana de Neoburgo, segunda esposa de Carlos II, a quien también sirvió de menino su hijo, José. Pero en su retorno a España, tan conmocionado en los primeros años por las pérdidas y percances familiares, la virreina no descuidó a la jerónima novohispana.139 María Luisa patrocina la publicación del primer volumen de su obra, Inundación castálida, que aparece en 1689, con tal suceso que es reeditada numerosas veces, así como el resto de su obra. Octavio Paz sostiene al respecto: “La condesa de Paredes había llevado a España los manuscritos de sor Juana y es casi seguro que ella misma haya costeado la impresión: el libro era un homenaje a su persona y a la casa de los Laguna”.140 Margo Glantz va más lejos en esta hipótesis: “¿No es acaso la I­ nundación

137. Sobre el carácter sexista de las imágenes construidas en torno a Mariana de Austria, véase López Cordón, 1998. 138. Jorge Sebastián recalca la inusual imagen de Mariana respecto a la tradición del retrato de Estado femenino ya que la regente aparece leyendo despachos de gobierno. Sebastián, 2005. 139. En la carta a su prima, María de Guadalupe, de 1682, María Luisa brinda un primer y excepcional retrato de su protegida, suponemos que será uno de los tantos que comunicó a otros corresponsales desde Nueva España y a su vuelta a la metrópoli. 140. Paz, 1982, p. 263.

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castálida un monumento a Lysi?”141 Así como muchos virreyes traían de las posesiones españolas en Italia, fruto de su patronazgo artístico en ese destino, objetos de valor y colecciones de pintura que se imponían de inmediato en el gusto de sus pares en la corte, como fue el caso del afamado marqués del Carpio, María Luisa trae consigo los escritos de sor Juana para hacer conocer a la talentosa poeta novohispana y también para fama y prestigio de su propia casa y la de su marido, coronando, de este modo, su desempeño como gobernantes y mecenas en la distante posesión de ultramar. Este volumen será reeditado con el título Poemas de la única Poetisa Americana Musa Décima en Madrid, 1690, y luego aparecerá el Segundo volumen de su obra en Sevilla, 1692. La virreina también intercede ante una academia literaria de monjas portuguesas para realizar una compilación de poemas de sor Juana. Se trató de una serie de enigmas o adivinanzas en redondilla sobre el tema del amor, solicitados a la mexicana por la academia denominada Soberana Asamblea de la Casa del Placer animada por las doctas lusitanas. El manuscrito de este texto está fechado en 1695 y contiene piezas de sor Juana y de las monjas portuguesas, además de un romancehomenaje de María Luisa a su protegida, que incluimos en el Apéndice. El texto fue descubierto y publicado en el siglo xx con el título de Enigmas ofrecidos a la Casa del Placer.142 Nos preguntamos si durante este período llegó a intercambiar correspondencia con sor Juana u otras amistades dejadas en México, adonde frecuentó a los criollos de familias distinguidas de esa sociedad. Aunque todo hace presuponer que la actividad epistolar formó parte de los hábitos frecuentes de María Luisa, mujer instruida, mundana y con amistades letradas en el Viejo y el Nuevo Mundo, los archivos conocidos no ofrecen más informaciones al respecto, excepto las cartas que aquí presentamos. Ignoramos cómo reaccionó ante la dolorosa noticia de la muerte de su amiga mexicana en 1695. Juan Ignacio de Castorena y Ursúa, prebendado de la Santa Iglesia Metropolitana de México y editor de la Fama y obras 141. Glantz, 1994, XXV. 142. Enigmas ofrecidos a la discreta inteligencia de la soberana Asamblea de la Casa del placer por su más rendida y aficionada Soror Juana Inés de la Cruz, Décima Musa. Juana Inés de la Cruz, 1994.

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­póstumas (1700) seguramente trajo noticias de México cuando regresó a Madrid en 1696, transportando consigo los últimos escritos de la monja, junto con los panegíricos de los letrados mexicanos publicados en ese volumen.143 Antonio Alatorre sostiene que Castorena y Ursúa entró en contacto con María Luisa en Madrid para pedirle una contribución para el libro de homenaje, pero que la virreina dilató la entrega hasta último momento.144 Según Alatorre, la décima acróstica anónima “A Juana Inés”, que precede a la “Carta de la muy ilustre señora Sor Philotea de la Cruz” en este volumen, es claramente atribuible a su protectora.145 Después de estos acontecimientos, los datos sobre la virreina se vuelven aún más vagos y difíciles de reconstruir. Debió haber frecuentado a su prima, María de Guadalupe de Lencastre, con quien tenía una amistad tan estrecha y por quien sentía una indudable admiración, ya que en esos años ambas vivían en Madrid, pero no contamos con otras informaciones para certificarlo. Su prima le llevaba veinte años, por lo que pudo haber sido su referente familiar más próximo, luego de la pérdida de sus parientes directos. A partir de 1699 mantiene diversos pleitos y, en litigios fechados entre 1704 y 1708, realiza reclamos por la usurpación de jurisdicción en su villa de Paredes de Nava.146 En 1705 aparece en Madrid una biografía de la abuela de la virreina titulada Vida y muerte de la venerable Maria Luisa Magdalena de Jesus, obra póstuma del padre fray Agustín de Jesús María, confesor y padre espiritual de la monja carmelita.147 La publicación es patrocinada por Pedro Vidal de Flores y Saavedra, aguacil mayor de las provisiones de los presidios de África y alcalde del Real 143. Sor Juana destina a Juan Ignacio de Castorena y Ursúa la décima 112 que dice en su epígrafe: “Con graciosa agudeza, recompensa con el mismo aplauso al doctor D. Juan Ignacio de Castorena y Ursúa, por un papel que discurrió en elogio y defensa de la poetisa”. Juana Inés de la Cruz, 1995, vol. I, p. 249. Según Alfonso Méndez Plancarte, el “papel” de Castorena y Ursúa que sor Juana agradece en esta décima sería una defensa de la poeta contra el censor de la Carta athenagórica de 1690. En Juana Inés de la Cruz, 1995, vol. I, p. 502. 144. Isabel Arenas Frutos sostiene, en cambio, que la virreina colaboró con Castorena y Ursúa para esta edición. Arenas Frutos, 2010. 145. Alatorre, 1980. Incluimos esta décima en el Anexo. 146. Véase Portal de Archivos Españoles (Pares). 147. Jesús María, 1705.

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Colegio de Nicolás de Bari de la Corte, y está dedica a las nietas de la condesa, María Luisa y su hermana, Josefa, condesa de Malpica. En la portada, Pedro Vidal de Flores y Saavedra se identifica como “Criado antiguo de la Casa de los Excelentísimos Señores Condes de Paredes y Marqueses de la Laguna, sus señores” y en un apartado prologal narra la historia del manuscrito. El mismo había sido cedido por su autor a María Inés, la madre de la virreina, quedando inédito y sujeto a las variadas mudanzas de la familia, hasta que, con permiso de las herederas, en particular de María Luisa en la casa de quien había servido, emprende su edición para que no se pierda la memoria de tan ilustre señora y casa. Después de 1700 y tras la muerte de Carlos II, quien no deja descendencia, se desencadena la Guerra de Sucesión española. En ella se enfrentan las pretensiones del candidato francés, Felipe de Borbón, duque de Anjou, nieto de Luis XIV de Francia y de la infanta María Teresa de Austria y sobrino nieto de Carlos II, a quien este último había designado heredero en su testamento, y el archiduque Carlos de Austria, quien reclamaba el trono español para los Habsburgo, apoyado por su padre, Leopoldo I, emperador del Sacro Imperio Romano Germánico. Este enfrentamiento, en el cual ambas partes podían exhibir una virtual paridad de derechos familiares, fue azuzado por las demás potencias europeas que establecían distintas particiones sobre el dilatado imperio español, dando lugar a una guerra que duró entre 1700 y 1714.148 Los nobles y miembros de la grandeza optaron por apoyar a uno u otro candidato. Vicente Bacallar y Sanna, marqués de San Felipe, hace uno de los recuentos más minuciosos de estos sucesos, desde la perspectiva de los intereses de los borbones, en sus Comentarios de la guerra de España (1725).149 En lo que hace a María Luisa, este autor anota que estuvo, junto con su hijo José, entre el grupo de nobles partidarios del austracistas, que se nuclearon en torno a la viuda de Carlos II, Mariana de Neoburgo y reconocieron como rey de España al archiduque Carlos de Austria.

148. Sobre el carácter “internacional” de esta guerra, véase Albareda i Salvadó, 2010. 149. Bacallar y Sanna, vol. 2, 1725.

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En 1703, se casa en Madrid su hijo, José María Francisco de la Cerda, a la corta edad de veinte años, con Manuela Téllez-Girón y Benavides, hija del V duque de Osuna. Pero con el devenir de la guerra, María Luisa y su familia deben abandonar esta ciudad para refugiarse en Barcelona, lugar de resistencia de los austracistas, donde viven entre 1710 y 1713.150 En 1714 concluye la conflagración con el triunfo de la casa Borbón, por lo que María Luisa y su hijo José, como muchos otros nobles partidarios de los Austrias, inclusive la viuda del rey Carlos II, Mariana de Neoburgo, deben partir al exilio.151 La virreina deja Barcelona con destino a Viena, y luego a Milán, donde muere el 3 de septiembre de 1721. Poco o nada se sabe de estos años finales de su vida. Algunos críticos especularon con el ingreso de María Luisa en un convento, pero los datos aportados por Fernández de Béthencourt, que citamos a continuación, permiten descartarlo.152 Sobre sus últimos días nos dice este autor: Retirada a Milán, residió en los extramuros de esta ciudad italiana, en lo que se llamaba Puerta Oriental y que correspondía a la Parroquia de San Babila. Allí hizo documento cerrado el 20 de julio de 1721 y una memoria testamentaria el 16 de agosto, que entregó cerrados el lunes 25 de este mes y año al Doctor Pedro Pablo Poyago, notario público del Colegio de Milán. Pasó a mejor vida el miércoles 3 de septiembre de 1721 y fue enterrada por su mandato, con hábitos de Santa Teresa, en la Iglesia de los frailes Carmelitas Descalzos de aquella ciudad, y en aquel día se abrió su testamento, donde se leen estas palabras: “Declaro que por seguir el justísimo derecho que siempre he entendido tener a la Corona de España el Emperador y el Rey Nuestro Señor (que Dios guarde) he perdido toda mi Casa y hacienda, por cuya razón dejo a mis 150. Dice Bacallar y Sanna: “También se pasó a Barcelona la Condesa de Paredes, madre del Marqués de la Laguna, siendo ella la que obligó a su hijo a tomar aquel partido”. Bacallar y Sanna, vol. 2, 1725, p. 455. 151. Dice Rubio Mañé refiriéndose a la marquesa de la Laguna: “Su viuda abrazó con pasión la causa de los Habsburgos en la Guerra de Sucesión en España. Felipe V ordenó que fuera desterrada de España por la parte muy activa que tomó a favor del Archiduque don Carlos de Habsburgo, coronado en Barcelona como Carlos III, rey de España. Así murió doña María Luisa Manrique de Lara y Gonzaga en Milán, en el exilio a que se le había condenado, el miércoles 3 de septiembre de 1721”. Rubio Mañé, 1983, vol. I, p. 256. Es en esta etapa cuando fallece en Madrid, en 1715, María de Guadalupe, su querida prima. 152. Enríquez Martínez López dice que la marquesa, después de dejar Cataluña, “acaso se refugiase en algún convento, como su amiga y de igual facción política, la duquesa de Aveiro”. Martínez López, 2012.

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hijos y nietos sin más amparo, y conveniencias, que las que Su Magestad fuese servido dispensarles, y le tengo suplicado. Póngolos a sus pies, y esperando de su Real Clemencia todo consuelo, espero será servido hacerles las mercedes, y honores, que de su benignidad y suma justificación me prometo, y debo confiar, assi por lo que he deseado merecerlo en su Real servicio, como lo que merecieron sus Antecesores, y los de dichos mis Hijos”.153

En el testamento alega, como también lo había hecho su marido, la pérdida de su hacienda y casa en servicio de la corona, fórmula que contendrían muchos documentos de este carácter, apelando al viejo tópico hispánico de servicios por mercedes. Si bien podemos pensar que, en el caso de María Luisa, dada la imposibilidad de su regreso a España, este perjuicio fue algo más que un formulismo legal. Devota, como su abuela Luisa Enríquez, de la santa de Ávila, fue enterrada con el hábito teresiano en la iglesia de los frailes carmelitas descalzos de Milán. Su hijo, José de la Cerda, junto a su mujer, Manuela Téllez-Girón Benavides, dama de la reina Mariana de Neoburgo, fueron sus acompañantes en el destierro y legatarios de sus bienes y títulos. José, quien fuera gentilhombre de cámara de Carlos de Habsburgo, falleció, pocos años después, en Viena, en 1728.

153. Fernández de Béthencourt, 1904, vol. V, pp. 302-303.

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Detallamos a continuación una cronología de la vida de María Luisa Manrique de Lara y Gonzaga, su entorno familiar, sus corresponsales y algunos hechos relevantes de la vida de sor Juana Inés de la Cruz, así como sucesos de España y Nueva España. 1621 Nace Vespasiano Gonzaga, pretenso duque soberano de Guastalla, de Lúzara y Rechiolo, hijo segundo de Isabel Orsini y de César Gonzaga, duque de Guastalla. De niño es enviado a la Corte española como menino, y con el correr de los años ocupa los cargos de gentilhombre de la Cámara de los Reyes Felipe IV y Carlos II, forma parte de su Consejo, Cámara y Junta de Guerra de Indias, integra el ejército de Galicia, es virrey de Valencia y capitán general del Mar Océano y Costas de Andalucía. Padre de María Luisa y destinatario de una de las cartas halladas en Tulane. 1630 Nace María de Guadalupe de Lencastre y Cárdenas Manrique, en el palacio de la familia de Aceitão, cerca de Lisboa, el 11 de enero. María de Guadalupe es hija de Jorge de Lencastre, duque de Torres Novas y primogénito del III duque de Aveiro, con su segunda esposa Ana María de Cárdenas y Manrique, hija del duque de Maqueda. Prima de María Luisa y destinataria de tres de las cartas aquí recopiladas.

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1637 Nace Juan Francisco de la Cerda Enríquez de Ribera, VIII duque de Medinaceli, cuñado de María Luisa y futuro valido del rey Carlos II. 1638 Nace Tomás Antonio de la Cerda Enríquez de Ribera, III marqués de La Laguna de Camero Viejo, esposo de María Luisa y futuro virrey de Nueva España. 1640 Sublevación de Portugal, el duque de Braganza es proclamado rey D. João IV. 1641 Raimundo de Lencastre, IV duque de Aveiro, hermano de María de Guadalupe, no jura fidelidad al rey D. João IV, y es desterrado cerca de Coímbra. 1644 Muere la reina Isabel de Borbón, esposa de Felipe IV. La abuela de María Luisa, Luisa Enríquez Manrique de Lara, fue su dama honor y consejera, aya de la infanta María Teresa, corresponsal de Felipe IV y autora de obras devotas. 1646 Casamiento de los padres de María Luisa, María Inés Manrique de Lara, X condesa de Paredes de Nava, dama de Mariana de Austria, con Vespasiano Gonzaga, el 3 de septiembre. De esta unión nacerán cuatro hijos, Joseph, María Luisa, Isabel y Josefa.

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1647 Felipe IV contrae enlace con su sobrina, Mariana de Austria. 1648 Posible año de nacimiento de sor Juana Inés de la Cruz, en San Miguel de Nepantla, México, el 12 de noviembre. También se especula que haya sido en 1651. 1649 Nace María Luisa Manrique de Lara y Gonzaga, el 24 de octubre. 1651 Hacia esta fecha María de Guadalupe comienza la pintura de retratos y pinturas de temas religiosos, algunos de ellos conservados. 1656 Sor Juana se muda a la ciudad de México, donde pasa a vivir con sus tíos, María Ramírez Santillana y Juan de Mata. 1659 Se exilia en Madrid Raimundo, IV duque de Aveiro, junto con su hermana Guadalupe y su madre. Para compensarlo de su confiscación de bienes en Portugal, recibe títulos y mercedes de rey Felipe IV. 1660 Muere Luisa Enríquez Manrique de Lara, abuela de María Luisa. 1661 Nace Carlos II, hijo de Felipe IV y Mariana de Austria. María Luisa forma parte del cortejo del bautizo de Carlos II, desempeñándose como menina.

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1664 En México, asume como virrey Antonio Álvarez de Toledo y Salazar, marqués de Mancera, quien gobierna hasta 1673. Junto con su esposa, Leonor de Carreto, fue protector de sor Juana Inés de la Cruz, quien ingresa en la corte virreinal como dama de la virreina. 1665 Muere Felipe IV y su viuda, Mariana de Austria, asume la Regencia de España entre 1665 y 1675. María de Guadalupe se casa con Manuel Ponce de León Fernández de Córdoba, VI duque de Arcos. En su tratado matrimonial del 17 de agosto se estipula la separación de los títulos heredados por los esposos. 1666 Muere Raimundo de Lencastre, IV duque de Aveiro, sin dejar sucesión. Nace el hijo primogénito de María de Guadalupe, Joaquín de Guadalupe Lencastre y Cárdenas Ponce de León, el 22 de julio. Será el VII duque de Arcos. 1667 Ingreso de sor Juana Inés de la Cruz en el convento de las Carmelitas, donde permanece desde agosto a noviembre. Nace Gabriel de Lencastre, el segundo hijo de María de Guadalupe, el 9 de agosto. Será el VII duque de Aveiro. 1668 Tratado de paz entre España y Portugal, mediante el cual Portugal es reconocido como Estado independiente. Restitución del ducado de Aveiro; María de Guadalupe inicia pleito para recobrar el título. Ingreso de sor Juana en el convento de San Jerónimo, donde profesa.

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1669 Vespasiano Gonzaga es designado virrey de Valencia entre 16691675. María Luisa es, para esta época, dama de Mariana de Austria. 1673 Asume como virrey de Nueva España Payo Enríquez de Ribera, arzobispo de México, entre 1673 y 1689, protector de sor Juana. Es primo de Tomás Antonio de la Cerda, quien será el marido de María Luisa y sucesor del arzobispo y virrey. 1675 Carlos II alcanza la mayoría de edad y ocupa el trono. Casamiento en Palacio de María Luisa con Tomás Antonio de la Cerda, III marqués de la Laguna de Camero Viejo, el 10 de noviembre. La pareja pasa a residir en el Puerto de Santa María, Cádiz, donde el marqués ejerce el cargo de capitán general del Mar Océano y Costas de Andalucía. 1676 Nace en el Puerto de Santa María, Cádiz, la primera hija de María Luisa, María Francisca, fallecida antes de cumplir los tres años. En julio de este año está datada la nota de pésame de María Luisa a María de Guadalupe, por la muerte de su cuñado, incorporada en esta edición. 1678 Separación legal de María de Guadalupe de su marido, Manuel Ponce de León, VI duque de Arcos, por los pleitos del ducado de Aveiro, aun antes de su resolución. Nace en el Puerto de Santa María, Cádiz, el segundo hijo del matrimonio de los marqueses de la Laguna, Manuel Antonio, quien muere a los dieciocho meses. En Italia, muere Ferrante Gonzaga, duque de Guastalla, hermano mayor de Vespasiano Gonzaga, lo que da inicio al pleito por la

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sucesión del ducado, que será ocupado por Fernando Carlos Gonzaga, duque de Mantua, entre 1678 y 1693. El rey concede a Vespasiano los honores de Grande de España. 1679 Casamiento de Carlos II con María Luisa de Orleans. Muere María Inés Manrique de Lara; María Luisa hereda el título de XI condesa de Paredes por ser la hija primogénita. Tomás Antonio de la Cerda es designado virrey en Galicia, pero no llega a asumir este cargo, por su designación como virrey de Nueva España. La Corte falla a favor de María de Guadalupe en el pleito por el ducado del Aveiro, el 20 de octubre, reconociéndole así el título de VI duquesa de Aveiro. Para tomar posesión del título y bienes, tendrá que asentar residencia en Portugal y rendir vasallaje al rey lusitano. Redacta el Memorandum sobre las Islas Marianas y Filipinas, su escrito más antiguo sobre las misiones. 1680 En España, Juan Francisco Tomás Lorenzo de la Cerda Enríquez de Ribera, VIII duque de Medinaceli y hermano del marqués de la Laguna, se convierte en valido del rey Carlos II, cargo que ocupará entre 1680 y 1685. Se casa la hermana de María Luisa, Josefa Gonzaga Manrique de Lara, con Antonio Gaspar Pimental Barroso, IV marqués de Malpica. En el mismo año fallece su otra hermana, Isabel, dama de la reina Mariana de Austria. Inicio de la correspondencia entre el padre Eusebio Kino y María de Guadalupe, que durará hasta 1687. La duquesa de Aveiro mantiene nutrida correspondencia con autoridades, familiares y hombres de la iglesia. Los marqueses de la Laguna se embarcan hacia la Nueva España, el 7 de julio. Llegan a Veracruz a mediados de septiembre, para tomar posesión del cargo en noviembre. El ingreso a la ciudad se celebra el día 30 de ese mes, con dos arcos triunfales, uno a cargo de sor Juana Inés de la Cruz, cuyo texto es el Neptuno alegórico, y

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el otro es comisionado a Carlos de Sigüenza y Góngora, descripto en el Teatro de virtudes políticas. Meses antes, el 10 de agosto, una violenta sublevación de los indios pueblo de Nuevo México había dejado el saldo de veintiún misioneros franciscanos muertos. En noviembre, aparición del cometa que abrirá la polémica entre Sigüenza y Góngora y otros letrados, en particular, el padre Eusebio Kino. Sor Juana Inés de la Cruz envía a la duquesa de Aveiro un romance laudatorio fechado entre 1680-1688, años en los que María Luisa reside en México. 1681 María Luisa es recibida con festejos en el convento de Santa Clara de México, el evento fue conmemorado en el Festín plausible de Joseph de la Barrera. Sigüenza y Góngora publica su Manifiesto filosófico contra los cometas despojados del imperio que tenían sobre los tímidos, dedicado a María Luisa. El jesuita triestino Eusebio Kino, llegado ese año a México, publica su Exposición astronómica de el cometa, dedicado al virrey de la Laguna. Expedición de conquista, reducción y población de California, liderada por Isidro de Atondo y Antillón, de la que formó parte Eusebio Kino. Atondo regresa seis años más tarde, sin los resultados previstos. 1682 Se realiza el Certamen en honor de la Inmaculada Concepción celebrado en la Universidad de México, en el cual participa sor Juana con dos poemas que son premiados. Sor Juana escribe la conocida como Carta de Monterrey a su confesor, Antonio Núñez de Miranda. María Luisa aborta un embarazo de hija mujer, en abril. El 30 de diciembre escribe una de las cartas a su prima, María de Guadalupe, que aquí reproducimos. En España, Vespasiano Gonzaga es designado capitán general de la Mar Océana y Costas de Andalucía. Muere en Madrid la tía de

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María Luisa, Isabel Manrique de Lara, quien era dueña de honor de la reina María Luisa de Orleans. 1683 Publicación del Triunfo parténico de Carlos de Sigüenza y Góngora, relación del certamen en honor de la Inmaculada Concepción, de 1682 y 1683, donde consta que María Luisa asistió al certamen en la universidad. En mayo, se produce el ataque y la ocupación de la ciudad de Veracruz por un importante contingente de piratas. El 5 de julio, nace José María Francisco de la Cerda y Manrique de Lara y Gonzaga, IV marqués de la Laguna, XII conde de Paredes de Nava, quien es bautizado el 14 de julio. Será menino de Mariana de Neoburgo, gentilhombre de Cámara de Carlos II y gentilhombre de Cámara del archiduque Carlos de Austria. El 28 de agosto María Luisa le escribe a su prima, María de Guadalupe, haciéndola partícipe del nacimiento de su hijo José, informándole de las últimas nuevas de las misiones en California, así como de los sucesos de Veracruz. Se estrena en octubre la comedia Los empeños de una casa de sor Juana Inés de la Cruz, con la presencia de los marqueses de la Laguna. 1685 En España, el VIII duque de Medinaceli, hermano del marqués de la Laguna, cesa en su cargo de valido. Perdido el favor real, se retira a Guadalajara por dos años. Expedición del capitán francés René Robert de La Salle en la costa del golfo de México y asentamiento provisorio en Espíritu Santo. La corona ordena expediciones organizadas por el virrey de la Laguna y luego por su sucesor, el virrey Portocarrero, entre 1685-1687.

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1686 Asume como virrey de Nueva España Melchor Antonio Portocarrero y Laso de la Vega, III conde de la Monclova, hasta noviembre de 1688. 1687 En Nueva España, se publica la Residencia del virrey de la Laguna en enero. María Luisa escribe a su padre, Vespasiano Gonzaga, la carta fechada el 29 de julio, ignorando de su muerte, acaecida el 5 de mayo, en el Puerto de Santa María, Cádiz. La noticia llega a México en agosto de ese año, seguramente con la carta del duque de Medinaceli, en el Apéndice de esta edición. La duquesa de Aveiro redacta un Memorandum a las autoridades, posiblemente el Consejo de Indias, pidiendo que se reanuden esfuerzos por establecer asentamientos en California. 1688 Regreso a Madrid de los virreyes de la Laguna, el 25 de abril. Se casa la hija de María de Guadalupe, Isabel Zacarías Ponce de León, con Antonio Martín Álvarez de Toledo Beaumont Enríquez de Ribera y Manrique, duque de Alba, en mayo de ese año. Se casará en segundas nupcias con Francesco Gonzaga, I duque de Solferino, en 1716. Isabel es especialmente mencionada por María Luisa en su carta a María de Guadalupe de 1682. En noviembre, llegada a Nueva España del nuevo virrey, Gaspar de la Cerda Sandoval Silva y Mendoza, conde de Galve, con su esposa, Elvira de Toledo, benefactores también de sor Juana. 1689 En México, se representa en enero la comedia Amor es más laberinto, coautoría de sor Juana y Juan de Guevara. La Loa de la obra, de autoría de la monja, es la primera pieza que la jerónima destinó al conde de Galve, en ocasión de su cumpleaños. Muere María Luisa de Orleans, primera esposa de Carlos II.

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María Luisa auspicia la publicación en Madrid de Inundación castálida, de sor Juana Inés de la Cruz. Tomás Antonio de la Cerda, recibe los honores de Grande de España el 22 de junio y es designado mayordomo mayor de Mariana de Neoburgo, segunda esposa de Carlos II. 1690 Casamiento de Carlos II y Mariana de Neoburgo. Publicación en Madrid de Poemas de la única Poetisa Americana, Musa Décima, sóror Juana Inés de la Cruz, reedición de Inundación castálida. En Nueva España, publicación de la Carta athenagórica, que contiene como prólogo la carta de reconvención de sor Filotea, seudónimo del obispo de Puebla, Manuel Fernández de Santa Cruz. Año de publicación también del auto sacramental El divino Narciso, que le había encargado María Luisa a sor Juana especialmente para ser representada en Madrid. Sigüenza y Góngora publica Libra astronómica y filosófica. 1691 En Madrid, muere el VIII duque de Medinaceli, cuñado de María Luisa, el 20 de febrero. En México, sor Juana escribe en marzo de este año su célebre Respuesta a sor Filotea, que será publicada en Fama y obras póstumas de 1700. 1692 María Luisa recibe los honores de grande de España. Fallece Tomás Antonio de la Cerda, el 22 de abril. Es publicado en Sevilla el Segundo volumen de la obra de sor Juana Inés de la Cruz. 1693 Muere el duque de Arcos, esposo de María de Guadalupe, el 28 de noviembre.

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Cronología

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1694 María Luisa es designada camarera mayor de Mariana de Austria, cargo que ejerce entre 1694 y 1696, cuando muere la reina madre. María de Guadalupe renuncia al título y bienes del ducado de Aveiro a favor de su segundo hijo, Gabriel, el 14 de mayo. 1695 María Luisa relaciona a sor Juana con las monjas portuguesas de la Soberana Asamblea de la Casa del Placer, quienes compendian un libro de enigmas de la monja mexicana; el manuscrito está fechado en este año, si bien el contacto debió ser anterior. María Luisa contribuye en el mismo con un romance dedicado a su protegida. En México, muere sor Juana Inés de la Cruz, el 17 de abril. 1696 Muere la reina madre, Mariana de Austria. María Luisa es designada dama de Mariana de Neoburgo, y su hijo José, menino. 1700 En México, muere Carlos de Sigüenza y Góngora. En España, se publica en Madrid Fama y obras póstuma de sor Juana Inés de la Cruz, con edición a cargo de Juan Ignacio de Castorena y Ursúa. Se presume que María Luisa contribuye en este volumen con la décima acróstica “A Juana Inés”, publicada sin su nombre. Muere Carlos II, sin dejar herederos, y se desencadena, a continuación, la Guerra de Sucesión por el trono. María Luisa toma partido por los austracistas nucleados en torno a la viuda de Carlos II, Mariana de Neoburgo, quienes apoyaban al archiduque Carlos de Austria.

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1703 En Madrid, en el Alcázar y palacio real, se casa el hijo de María Luisa, José María Francisco de la Cerda con Manuela Téllez-Girón y Benavides, hija del V duque de Osuna. 1709 Fallece Josefa Gonzaga Manrique de Lara, hermana de María Luisa. 1710 María Luisa se traslada con su hijo y nuera a Barcelona, donde reside entre 1710 y 1713. 1713 Concluida la guerra con el triunfo de Felipe V, de la casa Borbón, María Luisa parte al exilio, como muchos otros nobles españoles austracistas, en compañía de su hijo y nuera. 1714 María de Guadalupe escribe su testamento ante un notario dando instrucciones sobre su entierro. 1715 María de Guadalupe muere en Madrid, el 7 de febrero; es enterrada, según sus instrucciones, en el Real Convento de Guadalupe en Cáceres. 1718 El hijo de María de Guadalupe, Joaquín, dona la biblioteca de su madre, de 4.374 volúmenes, al convento de Santa Eulalia de Marchena.

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Cronología

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1721 Muere María Luisa en Milán, ciudad donde vive sus últimos años, el 3 de septiembre. Es enterrada en la Iglesia de los Frailes Carmelitas Descalzos. 1728 Muere el hijo de María Luisa, José “el mexicano”, en Viena, el 21 de enero. Muere el hijo primogénito de María de Guadalupe, Joaquín, el 18 de marzo.

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Transcripción de las cartas de María Luisa

Criterios de esta edición En las cartas de María Luisa Manrique de Lara y Gonzaga conservadas en la Latin American Library de Tulane University, en la Fundación Casa Medina Sidonia y en la Lilly Library, Bloomington, Indiana, se observa idéntica grafía, pese a mediar varios años entre sus respectivas escrituras; este hecho confirma de que se trata de cartas autógrafas de la virreina. Además, no se constata cambio de mano del escribiente entre el texto y la rúbrica, lo cual podría hacer pensar en la mediación de un secretario, como suele ocurrir en otras cartas, privadas u oficiales, por ejemplo, las de su marido, el marqués de la Laguna, en las que se evidencia otro trazo de la letra al agregar un post scriptum o su propia firma al final de la misiva La grafía de María Luisa ofrece una serie de características que son propias de las cartas privadas de la época y de las oscilaciones ortográficas del siglo xvii, no siempre presentes en los documentos o despachos oficiales, escritos por secretarios o personas entrenadas en el oficio. Tales características son: el uso de letra minúscula en nombre propio, salvo algunas pocas excepciones donde utiliza la letra mayúscula; la ausencia de puntuación; las letras sobrepuestas sobre la caja del renglón; la unión o ligadura de letras o sílabas sin atender a la unidad de la palabra y, asimismo, la separación de letras o sílabas de una misma palabra; el uso de los mismos signos gráficos para distintos fonemas (ej. g y q, b y v, z y c); el uso de contracciones y la frecuente elipsis de vocales cuando se reduplican (por ej. e); el uso de nasal n por m ante bilabial (b o p). También es abundante el

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empleo de abreviaturas, habitual en textos privados y públicos de la época: así en las cartas de la virreina encontramos “pe” por padre, “pa” por para, “mo” por monarquía, “b” por besa, “mdes” por mercedes, “Md” por Madrid, “Esmo” por excelentísimo. Para esta edición hemos decidido incorporar tres versiones de las cartas: a) el facsímil de los cuatro manuscritos; b) una versión paleográfica que reproduce la ortografía y la disposición línea por línea del original; y c) una edición modernizada de los textos. Creemos que, de este modo, satisfacemos la necesidad de contar con la fuente primaria, con la transcripción paleográfica ceñida al original y, por último, con una transcripción igualmente fidedigna pero modernizada y anotada, para facilitar su lectura a lectores no especialistas. Para la versión paleográfica se ha respetado al máximo la grafía original. Seguimos así la ortografía que presentan las cartas, con la excepción de la letra y que hemos sustituido por la i en todos los casos, ya sea con valor de vocal o consonante. Se reflejan mayúsculas y minúsculas de acuerdo a su aparición en los documentos. Hemos unido las letras o sílabas de una misma palabra y separado las unidas que no corresponden. Reproducimos el texto sin puntuación, línea por línea, numeradas de acuerdo al orden secuencial en cada folio. Agregamos guion de separación de palabra en final de línea, cuando así corresponde, para facilitar su lectura. Para volver explícitas las abreviaturas, contracciones, elisiones o errores involuntarios de escritura, agregamos las letras correspondientes e indicamos estos desarrollos siempre en bastardillas. Usamos corchete para indicar tachaduras, repeticiones involuntarias, faltantes, o literal. En la transcripción modernizada, actualizamos la ortografía, puntuación, uso de mayúsculas y minúsculas. Evitamos intervenciones para mantener la fidelidad al texto, que ofrece algunos pasajes de interpretación ambigua o incierta. Para los casos que no hemos podido descifrar, ofrecemos alternativas para su comprensión en la nota al pie. Reproducimos las cartas a línea tirada, separando el texto en párrafos, e indicamos entre corchetes el cambio de folio, recto y verso. También entre corchetes, completamos algunas palabras faltantes, o marcamos algunos errores involuntarios de escritura. Enriquecemos el texto con el agregado de notas de carácter histórico, cultural, literario y filológico, que permiten una mejor legibilidad de sus contenidos. En las notas que atienden a la significación de las

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palabras se ha seguido el Diccionario de Autoridades (1726-1739), abreviado como DA y, en algunos casos, el Tesoro de la lengua (1611) de Sebastián de Covarrubias. Es de destacar que las cartas de María Luisa contienen una copiosa referencia al contexto histórico y político, así como a su círculo familiar y doméstico, por lo que las notas se vuelven imprescindibles para acceder al sentido de los comentarios y a las referencias contenidas en los mismos. Se anexa, además, un índice de nombres propios citados o aludidos en las cartas.

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Facsímil de la carta de María Luisa Manrique de Lara y Gonzaga, Marquesa de la Laguna a María de Guadalupe de Lencastre y Cárdenas Manrique, duquesa de Aveiro, Puerto de Santa María, 20 de julio de 1676.

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Facsímil de la carta de María Luisa Manrique de Lara y Gonzaga, XI condesa de Paredes a María de Guadalupe de Lencastre y Cárdenas Manrique, duquesa de Aveiro, México, 30 de diciembre de 1682.

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Facsímil de la carta de María Luisa Manrique de Lara y Gonzaga, XI condesa de Paredes a María de Guadalupe de Lencastre y Cárdenas Manrique, duquesa de Aveiro, México, 28 de agosto de 1683.

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Facsímil de la carta de María Luisa Manrique de Lara y Gonzaga, XI condesa de Paredes a Vespasiano Gonzaga, pretenso duque soberano de Guastalla, México, 29 de julio de 1687.

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Autora: María Luisa Manrique de Lara y Gonzaga, Marquesa de la Laguna Destinataria: María de Guadalupe de Lencastre y Cárdenas Manrique, duquesa de Aveiro Lugar: Puerto de Santa María Fecha: 20 de julio de 1676 [fol. 1r] Eselentisima señora 1. Mi señora i mi prima i amiga de 2. mi bida no puedes dudar de mi o3. bligazion i cariño te acompaño 4. en el sentimiento de la muerte 5. de mi primo el señor José Ponze 6. de que te doi el pesame sirbiendo7. me de mucha mortificazion 8. el no allarme en paraje de poderte 9. asistir pero ia que no puedo lograr 10. esta fortuna te suplico no me nie11. gues la de mandarme [tachado] te obe12. dezca que sera mi profundo gusto asme13. le de dezir a mi primo que le beso la 14. mano i que siento la pena con que se a15. lla i abrazame a mis sobrinos 16. mi primo le besas los pies i io deseo 17. te me guarde dios mi señora i mi prima [fol. 1v] 1. como es menester del puerto de santa maria a 2. 20 de julio 3. eselentisima señora

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4. te besa la mano tu prima i mas 5. berdadera amiga la marquesa de la laguna eselentisima señora duquesa de abero arcos i maqueda mi prima amiga i señora [fol. 2r] 1. Puerto de Santa Maria 20 de julio de 1676 2. La marquesa dela Laguna 3. Para misma 4. Pessame

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Autora: María Luisa Manrique de Lara y Gonzaga, XI condesa de Paredes de Nava Destinataria: María de Guadalupe de Lencastre y Cárdenas Manrique, duquesa de Aveiro Lugar: México Fecha: 30 de diciembre de 1682 [fol. 1r] eselentisima señora 1. Mi señora i mi prima i amiga de mi 2. bida i de mi corazon tu carta a sido 3. tan bien resibida como deseada 4. pues desde que sali de Madrid no abia 5. resibido otra i asi mi señora no riña 6. merced tanto pues no puede dejar de co7. nozer que no tiene razon i que en la 8. mia no cabia dejar de solizitar 9. notizias tuias con todas ocasiones ase10. gurandote no e faltado a ninguna 11. en que no te aia escrito pues no pue12. de aber para mi maior alibio de la so13. ledad que me ases i es zierto que aunque 14. fuera a costa del rei bien pudiera mi 15. primo despachar mas a menudo abi[fol. 1v] 1. sos io me guelgo mucho de que tu se lo digas 2. que a mi arta pretenzion me questa ija 3. mia i en lo que toca a estos pobres mise4. rables indios [tachado] creme que es zierto que na5. die los puede mirar con mas caridad i 6. cariño que mi primo i ellos lo conozen 7. asi i se balen de su fabor en aziendoles

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qualquier estorzion alguno de los alcaldes maiores que asi se llaman los que lleban los gobiernos i no les encarga mi primo otra cosa quando se les da sino que atiendan mucho a ellos i asi en eso tiene grande cuidado te aseguro porque dize que es materia de que iziera grande escrupulo que no es para menos el caso i a ellos en qualquier ocasion les agasaja muchisimo de lo qual estan mui pagados i te aseguro que a mi me asen gran lastima que los

[fol. 2r] 1. pobres son desdichadisima jente i en me2. dio de eso te aseguro que todo lo alcansan i 3. dieras grazias a dios si bieras que debozion 4. tienen i los dias de comunion es estilo entre 5. ellos no ablar con nadie i estarse lo mas del 6. dia en el santocale que asi llaman a 7. sus oratorios i la mejor piezezita de su 8. casa es donde tienen el oratorio con grande 9. dezenzia conforme ellos pueden i lo demas 10. aunque sea una pieza quiza ni lo dejan para a11. bitar ellos es zierto que a mi me aze con12. fusion i que son de grande birtud muchos 13. i las mujeres no es dezible que berdade14. ramente son catolicas es berdad tanbien 15. que entre ellas ai muchas biziosas como en16. tre todas las catolicas para eso se les pedrica1 17. mucho que no es dezible que cuidado les ques18. ta a los padres de la compañia que como tu dizes 19. pareze les a infundido nuestro señor particular [fol. 2v] 1. grazia i creeme que si mi primo pudie1. Predica.

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Transcripción de las cartas

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ra aber enbiado al nuebo reino de mesico no ubiera enbiado otros religiosos por el conozimiento que tiene de quan utiles son pero sin orden particular del rei no puede ser arto emos sentido la desgrazia de que se rebelasen i no aia abido forma asta aora de bolberlos a conquistar a las californias a ido ia don isidro de otondo asta aca no se tiene ninguna notizia de nada como esta tan lejos ni de china te la puedo dar por no aber benido asta aca la nao lo que puedes crer es que quanto mira a iudar i fomentar que se estienda la lei de dios en los pobres chinos lo aze mi primo de lo qual te puede informar el padre baltasar de manzilla como creo lo ara pues es zierto que mi primo le a encar-

[fol. 3r] 1. gado mucho que quanto condujere a eso 2. se lo diga para que no falten medios i en lo 3. que me dizes del escrupulo que tienes 4. de aber sacado de la china a aquel sujeto 5. que era de tan gran probecho i birtud 6. te digo puedes estar sin el pues a ido el 7. padre Juan de Adame que es relijioso de grandes 8. prendas i gran matematico tambien i 9. de gran zelo del serbicio de dios i grande 10. adtibidad i apazibilidad i el padre eu11. sebio ghino fue a las californias don12. de puedes considerar si sera menester para 13. que fue presiso para benir destinado del se14. ñor altisimo para esta probinzia prima 15. mia agote saber como tengo en casa un in16. diecito mudo de que gusto mucho pues es 17. para alabar a dios la bibeza con que se 18. sabe esplicar con las adziones i esta tan in-

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[fol. 3v] 1. formado de los misterios de la fe i de lo que es 2. pecado como pudiera si no tubiera el defecto 3. de ser mudo i sordo i si se ubiera criado en 4. la parte donde mas politica le ubiesen ense5. ñado no puede estar mas en todo lo que lo es si dios 6. quiere le llebare quando me baia que creo te a 7. de azer gran grazia a mi me confunde te asegu8. ro i creo se me a de quedar enano pues aunque 9. es muchacho tiene mui chico cuerpo para la e10. dad es donosisimo i a ellos no les falta 11. ladinez i entendimiento con gran disimulo i porque 12. son recatadisimos i desconfiados arto me olga13. ra io de tener mucha parte en el bien de sus 14. almas pero en pedirselo a mi primo te asegu15. ro la tengo aunque en su selo no es menes16. ter i aora paso a dezirte lo que no puedes 17. dudar de mi cariño que me deja con mucho 18. cuidado no lo pases mui bien i que te mal19. traten tanto los achaques i io creo que tambi20. en [tachado: tendras] tienes mucha parte de aprension [fol. 4r] 1. i esta no sirbe mas que de aumentar2. los no creo te abra echo probecho los cui3. dados con que te allas i tener el de no poder 4. conbencer a mi primo al que benga en 5. que asistas a lo que es de maior conbeni6. enzia suia i de tus ijos i despues de aber 7. benzido el pleito no te sera de poca mor8. tificasion que te enbaraze el logro de 9. el no se en que se fundan sus digtamenes 10. porque en los que se funda el papel que me en11. bias que te e estimado mucho me parezen 12. tan justos como tuios i [tachado: que] asi se lo a pa13. rezido a algunas personas que pueden azer 14. juicio de la materia a quien io se lo e enseñado no por 15. que nesesite de ninguna calificasion

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tiniendo la de tu digtamen sino porque el papel [tachado: que] me parezio tan bien que quise que le biesen algunas personas dios te saque con bien deste i de todos los demas cuidados que aunque tan mala se lo pedire i te

[fol. 4v] 1. solizitare mejores oraziones que las mias su2. plicote me contribuias con las tuias que 3. bien las nezezito para que dios me enmiende 4. i me saque con bien de mi preñado que 5. lo estoi en tres faltas no se si se me logra6. ra que para abril de este tienpo mal pari 7. una ija i aora algunos dias a tube reselo 8. de que me susedia lo mismo pero con algu9. nos remedios no paso adelante i si se me 10. llega a lograr te ago saber que a 7 de 11. julio salgo de quenta suplicote con muchas 12. beras me encomiendes con ellos a dios que tengo 13. mucho miedo arto me olgara de que la reina 14. tubiera tanbien estas primisias que te 15. aseguro que aca se desconsuelan mucho con 16. lo que se dilata la susesion del rei que como 17. es bien comun en todas partes se echa mucho 18. menos i segun lo que escriben aora de lo 19. malica que quedaba no puede aber mu20. chas esperanzas de lograr este gusto tan pres[fol. 5r] 1. to mucha desgrazia me pareze segun lo que 2. tu i mi padre me dizen debe de tener mi erma3. no con esta señora i zierto que su gusto no se em4. plea mui bien pues asientan en su balimiento 5. la condesa de Orgaz io no se por que le caio2 tan en 6. grazia porque si no es que gusta de sus jestos 2. Hemos añadido la letra o, ya que por lógica el verbo debería estar en tercera persona y no en primera.

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7. 8. 9. 10. 11. 12. 13. 14. 15. 16. 17. 18. 19. 20.

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no se que alla en ella no creo que a mi tia la dejo de abrebiar poco en lo natural la bida la entrada alli pues a la pobre señora no le faltaron muchas pudrisiones sirbiendola de tan poco que ni amen la ocasion de morir an bisto sus ijos ninguna reconpensa de los serbizios de un padre tan glorioso i una madre tan acabada arto desengaño aze todo eso que no le a susedido al ijo de guia que a mui buenas mercedes a sacado todo ba en fortunas i mis primos tienen poca asta en sus naturales porque no dejo de conozer no sean a ia dado lo que pudieran gran lastima a sido la muerte de jusepe de silba i la de

[fol. 5 v] 1. el ijo de Palazios al parezer maior dios 2. se aia dolido de ellos no me pareze que 3. leonor de moscoso se matara aunque pase a4. delante el aprieto del cuchillo como ella 5. dize con el segundo abiso que llego pocos dias 6. a abisan la nobedad de aber dado al mar7. ques del carpio a napoles que no es mui 8. mal destiero para no lograr el balimiento 9. que tanto apeteze i es zierto que ase risa el 10. que les parezca anda con la casa mucho se a 11. de mudar el tiempo si el llega a tenerle por 12. que la monarquia3 nunca le a podido ber i como eso 13. en la berdad no se puede introduzir por 14. fuerza pareze que no lograra ese deseo ni el 15. ni sus sequases i no creo le estubiera nada 16. bien a la monarquia como tu puedes cono17. zer de su natural del tal caballero dime 18. si su mujer se ba con el poco duradera jusgo 3. María Luisa escribe solo las primeras dos letras. Hemos suplido las que proponemos como faltantes, siguiendo la lógica de otras instancias donde opera el mismo tipo de elipsis.

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19. la paz de franzia con su poca palabra pero tu di20. zes bien que bueno es que aia estas treguas para to21. do que la monarquia no esta para nada que sea [fol. 6r] 1. gasto por aora segun dizen en este segundo abiso 2. se malogro el que en portugal se izo en el puer3. to en que fue la armada para el de saboia pues 4. escriben quedaba a la muerte muchas ma5. simas dizen tiene el franses en esta boda 6. pues jusga azerse dueño del estado de saboia 7. con el nonbre de patrozinio de el todo se puede 8. crer arta fortuna a logrado enterarse con 9. nieto en todo es dichoso mucho me guelgo de 10. que mi ermano tenga otro de la de pliego4 11. i siento que cogolludo se alle con sujesion 12. estando como esta su mujer de enferma 13. querida arto me olgara de que mi pariente 14. ubiese tomado la resoluzion de efetuar 15. casamiento con su ermana en la ocasion de 16. irse a andaluzia pues sera mucha lasti17. ma si lograre el derecho de la casa de guas18. tala no dejar un ijo que le suseda io le di19. go todo lo que me pareze digtado ia que no 20. bien de mirado entendimiento de mi buena bo[fol. 6v] 1. luntad i no me pareze mui buena po2. litica en mi ermano aberle apartado 3. de si siendo el unico que como tu me dizes 4. tiene seguro al lado del rei i no lo cre5. iera si no biera la esperienzia mu6. cho te estimo que tomes el cansansio 7. de partiziparme las nobedades las 8. cuales no te puedo coresponder con otras 9. porque esta es una tiera que si no es las que 4. Pliego por Priego.

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10. 11. 12. 13. 14. 15. 16. 17. 18. 19. 20. 21.

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llegan de alla no ai otras que es insulsisima la tiera azia eso i grande la soledad que de todos modos se padeze te aseguro pues otra cosa de gusto que la bisita de una monja que ai en san jeronimo que es rara mujer no la ai io me olgara mucho de que tu la conozieras pues creo abias de gustar mucho de ablar con ella porque en todas zienzias es mui particular esta abiendose criado en un pueblo de quatro malas casillas de indios trujeronla aqui i pasmaba a todos los que la oian porque

[fol. 7r] 1. el injenio es grande i ella queriendo u2. ir los riesgos del mundo se entro en las 3. carmelitas donde no pudo por su falta de 4. salud profesar con que se paso a san jeroni5. mo ase aplicado mucho a las zienzias pero sin 6. aberlas estudiado con su razon recien beni7. da que seria de catorze años dejaba aturdi8. dos a todos el señor don frai paio dezia que en su 9. entender era zienzia sobrenatural io suelo 10. ir alla algunas bezes que es mui buen rato 11. i gastamos muchas en ablar de ti porque te 12. tiene grandisima inclinazion por las no13. tizias con que asta ese gusto tengo io ese dia querida 14. no me niegues el de obedezerte pues nadie 15. lo ara con mas buena boluntad que io que 16. me ofendieras mucho en no creerlo asi de 17. la berdad de mi cariño a mi primo besa las 18. manos i abrazame a mis sobrinos que de parte 19. de una tia bieja bien puedes i a mi isa20. bel dale muchos prima mia el retrato 21. no a llegado esperole con flota con grande al-

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[fol. 7v] 1. borozo i bien pudiera deberte io lo que 2. los chinos pero lograre el sacar una copia 3. aunque en mi corazon la tengo io mas ber4. dadera ia le e prebenido al padre man5. silla i cre ija mia que tiene mucho selo 6. i adtibidad en todo lo que toca a la soli7. zitud de lo que conduze a la salbazion de 8. las almas i conbersion de los pobres chi9. nos que les tiene gran cariño i aqui aga10. sajan infinito a los que bienen a las misio11. nes i en la que me dizes bendra con flota no 12. puedes dudar que en quanto pudiere los asistire 13. i a frai antonio linaz con mucha parti14. cularidad por ser tan tuio deseo mucho 15. benga para lograr notizias tuias mui 16. para menos querida mucho temo te as de 17. cansar con mis malos borones pero todo 18. lo que es ablar contigo es para mi de tanto gus19. to que no puedo dejar de solizitarlo ia 20. que no puedo ablarte en otra forma prima [fol. 8r] 1. mia doña luisa i don isidro te besan los pies 2. i que estan a ellos como deben io la estimo 3. mucho que es mui buena mujer i dize que 4. se puso a ellos por una carta que no sabe si 5. a llegado a tus manos i que te las besa por 6. lo que onras a luisa que en todo esperimenta 7. lo que la faboreces dios te me guarde prima 8. i amiga de mi bida los años que deseo 9. i es menester de Mesico a 30 de Dizi10. embre de 1682. tuia maria luisa

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Autora: María Luisa Manrique de Lara y Gonzaga, XI condesa de Paredes de Nava Destinataria: María de Guadalupe de Lencastre y Cárdenas Manrique, duquesa de Aveiro Lugar: México Fecha: 28 de agosto de 1683 [fol. 1r] eselentisima señora 1. Mi señora i mi prima i queri2. da de mi bida con mucha sole3. dad me tiene allarme sin car4. ta tuia pues con flota no e te5. nido ninguna si las notizias 6. que e adquirido asi por don francisco 7. Basconselos como por el padre [Sur8. ian] que me las an dado de que estas 9. buena pero no con las que [tachado] [que] io 10. te deseo i ia [no] puedes dudar quan sen11. sible es para mi esta notizia i 12. cumpliendo con lo que debo 13. te la doi de que nuestro señor fue ser14. bido de darme un ijo el dia zin15. co de julio del mes pasado abi16. endo quedado buena pero despues [fol. 1v] 1. aca me an molestado mucho unos corri2. mientos a las muelas i garganta i aunque 3. me e sangrado repetidas bezes no me 4. a bastado el niño es mui lindo i [pa] 5. pareze fuerte i le pongo a tu obe6. dienzia i te suplico me aiudes a dar

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7. 8. 9. 10. 11. 12. 13. 14. 15. 16. 17. 18.

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grazias a dios por este benefizio que es mui como de su mano querida de china no se a sabido nada ia sabras como falto la nao el año pasado dios traiga con bienestar la que biniere de californias se a tenido noticia de que entraron i parezen los indios mui dociles abian ia fabricado una ermita de nuestra señora de guadalupe para irlos industriando i para dezir misa los padres de la compañia que pasaron esto se sabe

[fol. 2r] 1. i que pasaban la tierra dentro para ber si 2. lograban tan buen resibimiento como en 3. el prinzipio las nobedades de por aca 4. se reduzen a aber saqueado la Beracruz 5. unos piratas que fue gran lastima i 6. gran descuido de los que dezian guardarla 7. el gobernador esta sentenziado a de8. gollar i a pesado no se en que parara 9. de todo tubo la culpa la detenzion de 10. flota pues tardo nobenta i tantos dias 11. i como abia notizia de que benia mu12. chos se engañaron creiendo eran nabios 13. de flota i no izieron el caso que debian 14. mi primo a basado alla para el despacho 15. de flota que pareze increible por la gran 16. dificultad que tenia pero todas las a ben17. zido io estoi con pena de que lo enfermo 18. que es el lugar no le aga mal pero me es19. cribe esta bueno tambien a ido para que [fol. 2v] 1. se agan en el castillo mas resguardos que 2. los que ai i para tal lo ataja el atar [ar] tanto las ma3. nos las ordenes del rei de que no se gas-

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4. te en nada sin que su Majestad lo mande que 5. arto perjuizio en algunas ocasiones que6. rida tu retrato e bisto i me a echo 7. mucha ternura porque lo que io quizie8. ra ber es el orijinal dios me lo conzeda 9. esta parezidisimo i io me e bali10. do de la ocasion aziendo me sa11. quen una copia aunque aqui 12. no pintan tan bien como por alla 13. a mis sobrinos me abraza i en su com14. pañia te me guarde dios los años que de15. seo i es menester de mexico a 28 de a16. gosto de 1683 17. eselentisima señora 18. te besa la mano tu prima 19. i mas berdadera amiga Maria Luisa eselentisima señora duquesa de abeiro i de Maqueda

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Autora: María Luisa Manrique de Lara y Gonzaga, XI condesa de Paredes de Nava Destinatario: Vespasiano Gonzaga y Urbino, pretenso duque soberano de Guastalla Lugar: México Fecha: 29 de julio de 1687 [fol. 1r] eselentisimo señor 1. Padre mio de mi alma i de mi bida 2. ofresese ocasion con un nabio de o3. landeses de escribir i para mi 4. es del gusto que Usted puede crer ia que 5. a diez meses que no logramos el de te6. ner notizias de Usted que me tiene 7. con el cuidado i soledad que Usted pue8. de pensar dios nos traiga las buenas 9. nuebas que emos menester de que 10. Usted lo esta que solo ellas podran a11. libiar en parte la soledad i el 12. desconsuelo de abernos estado a13. qui tanto tiempo pues este conde 14. solo bino a lo que era de pesadum15. bre sin adelantar [tachado: los] nos el gusto 16. de ponernos a los pies de Usted i de poner 17. a ellos a chepito que esta mui lindo [fol. 1v] 1. gloria a dios i aziendo mil grasias que me aze 2. arta ternura que Usted no bea es presiosisimo 3. i pareze que quiere ser solo en lo que nos susede 4. pues ara dos años para setiembre que no tengo 5. sospecha dios me le guarde que como eso sea todo

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6. 7. 8. 9. 10. 11. 12. 13. 14. 15. 16. 17. 18. 19. 20.

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se puede dar por bien empleado cumplio ia sus quatro años a sinco deste i ese dia estubo tan grasioso que nos festejo el dia aziendo mil monerias delante de los señores susesores i de las señoras de aqui que binieron a selebrarle que como es criollo le quieren mucho la condesa tendra brebe otro u otra porque esta con sospecha pareze i no mui bien allada porque esta en la desconfianza de que no tiene grande asetazion i lo peor es que no me pareze mentira pero no tienen de que quejarse porque a la berdad la mesura del conde i su desconfianza de ella como la motiba a no tratar con grande agasajo tienen la culpa i aun que esto sea asi pueden allarse bien que es este pa-

[fol. 2r] 1. is bueno i no les ira mal cremos con grandes ur2. banidades pero sin ninguna confianza mi 3. primo i el conde i la condesa i io i nosotros 4. gustosisimos de que no la tengan pues si era5. re algo no la era por quenta del consejero creo 6. desea mucho que nos bamos i asi espero 7. que nos despachara la flota cuanto antes 8. el pueda los de aqui lo sienten con grande es9. tremo porque le aseguro a Usted que el credito 10. que mi primo a logrado en este reino solo 11. biendolo se puede crer pues es mui general i 12. aunque se gobierne mui bien no suele suseder 13. eso i el conde esto bien lo conoze i sabe que 14. para la residenzia ni una palabra se le ablo 15. a el ni se izo de parte de mi primo la menor di16. lijensia con nadie para que dijesen en ella 17. i que el que se la tomo es de los grandes letrados 18. i de los onbres birtuosisimos que puede aber 19. enbio las galeotas que estaban mandadas azer 20. por quenta de mi primo para rejistrar eso que dizen 21. de la a baia de espiritu santo an tardado mucho

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[fol. 2v] 1. dizen que lo an rejistrado todo pero que to2. do es enbuste con que los nabios en que bino 3. este onbre con ese pretesto de nabaro so4. lo an serbido de gastarle al rei trezi5. entos o cuatrozientos mil pesos sin que 6. ni para que por [tachado: olan] inglaterra tubo car7. tas de su suegra i del enbajador ronqui8. llo de enero pero dize no le dizen nada aunque 9. se lo digan como no quera partiziparnos10. lo no ago caso de que el diga eso ia escribi a 11. Usted como teresica se abia casado dia primero de 12. pasqua de resurezion esta ia preñada con 13. que doña catalina sera aguela con brebedad 14. a doña maria ortiz me a pedido don jeronimo 15. franco i aunque las conbenienzias no son mu16. chas respeto de aberle benido a desalojar 17. de una alcaldia maior en que estaba de las 18. mejores del reino don jose de cisneros a quien 19. el rei se la dio pero no ostante a sacado algo i el 20. a salido mui de lindo juizio i onbre de prurito [fol. 3r] 1. con que creo no le estara mal la materia mi 2. primo no a querido se aga asta irnos que 3. para embarcarse se ejecutara creo que doña cata4. lina lo llebara a bien i como las bodas 5. aqui son tan costosas no a querido mi pri6. mo que gaste en eso lo poco que a sacado que 7. alla sera algo a doña catalina me llebo i a 8. sus ijos que mi primo le e debido la aten9. zion de que no quiera se quede espuesta an10. dar mirando la cara al birrei para que le den 11. un pedazo de pan en alguna grazia i asi 12. ba conmigo la pobre padre mio ia Usted sabe que 13. para mi no puede aber maior fortuna que o14. bedezer a Usted i asi mire Usted por amor de dios si 15. gusta de algo particular de por aca que me

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ara Usted grande onra en dezirmelo chepito besa a Usted los pies i toda la familia a la de Usted dara muchos recados de mi parte i en particular a doña juana a don antonio agame Usted encomendar mucho a nuestra señora de los milagros i a la de la soledad que aga

[fol. 3v] 1. Usted quenta de que nabegamos que desde maio pue2. de ser empezemos el biaje i asi desde enton3. zes aga Usted que se aga orazion particular 4. porque nos llebe dios con bien que me 5. guarde a Usted padre de mi bida mas que a mi como 6. deseo i es menester de Mesico a 29 7. de julio de 1687. eselentisimo señor 1. besa los pies de Usted su ija 2. mas rendida i obediente maria luisa eselentisimo señor duque de guastala mi señor i mi padre

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Autora: María Luisa Manrique de Lara y Gonzaga, Marquesa de la Laguna Destinataria: María de Guadalupe de Lencastre y Cárdenas Manrique, duquesa de Aveiro5 Lugar: Puerto de Santa María Fecha: 20 de julio de 1676 [fol. 1r] Excelentísima señora: Mi señora y mi prima6 y amiga de mi vida: no puedes dudar de mi obligación y cariño; te acompaño en el sentimiento de la muerte de mi primo el señor José Ponce7 de que te doy el pésame, sirviéndome de mucha mortificación el no hallarme en paraje8 de poderte asistir; pero ya que no puedo lograr esta fortuna, te suplico no me niegues la de mandarme [tachado] te obedezca que será mi profundo gusto. Házmele de decir a mi primo que le beso la mano y que siento la pena con que se halla; abrázame a mis sobrinos, [a] mi primo le besas los pies y yo deseo te me guarde dios mi señora y mi prima, [fol. 1v] como es menester, del Puerto de Santa María a 20 de Julio. Excelentísima señora, te besa la mano tu prima y más verdadera amiga, La marquesa de la Laguna

5. Sobre María de Guadalupe de Lencastre y Cárdenas Manrique, duquesa de Aveiro (1630-1715), véase el Capítulo I. 6. María Luisa y María de Guadalupe estaban emparentadas por el apellido Manrique. 7. José Ponce de León y Aragón, nacido en Marchena (Sevilla), el 17 de enero de 1643 y muerto en Madrid, el 3 de julio de 1676, fue caballero de la Orden de Calatrava y consejero de Indias, era hermano menor de Manuel Ponce de León, VI duque de Arcos y esposo de María de Guadalupe. 8. Paraje: “Se toma tambien por el estado o disposición de alguna cosa” (DA 1737). La virreina se refiere a no estar en condiciones de poder acompañarla, suponemos que el motivo se debe a estar cursando el embarazo de su primera hija, María Francisca, que nace en diciembre de 1676.

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Autora: María Luisa Manrique de Lara y Gonzaga, XI condesa de Paredes de Nava Destinataria: María de Guadalupe de Lencastre y Cárdenas Manrique, duquesa de Aveiro Lugar: México Fecha: 30 de diciembre de 1682 [fol. 1r] Excelentísima señora: Mi señora y mi prima y amiga de mi vida y de mi corazón: tu carta ha sido tan bien recibida como deseada pues, desde que salí de Madrid, no había recibido otra.9 Y así mi señora no riña [vuestra] merced tanto pues no puede dejar de conocer que no tiene razón y que en la mía no cabía dejar de solicitar noticias tuyas con todas ocasiones, asegurándote no he faltado a ninguna en que no te haya escrito pues no puede haber para mí mayor alivio de la soledad que me haces. Y es cierto que aunque fuera a costa del rey bien pudiera mi primo10 despachar más a menudo avi [fol. 1v] sos11, yo me huelgo mucho de que tú se lo digas que a mí harta pretensión12 me cuesta, hija mía. Y en lo que toca a estos pobres miserables indios créeme que es cierto que nadie los puede mirar con más caridad y cariño que mi primo y ellos lo conocen así y se valen de su favor en haciéndoles 9. La carta de María de Guadalupe pudo haber llegado en la nave de aviso de principios de diciembre de 1682. Véase Robles, 1946, vol. II, p. 33. 10. Se refiere a su marido Tomás Antonio Manuel Lorenzo de la Cerda, III marqués de la Laguna de Camero Viejo, conde consorte de Paredes de Nava y grande de España (1638-1692). María Luisa y Tomás Antonio estaban emparentados por el apellido Enríquez, de ahí el trato de “primo”. 11. Aviso o navío de aviso: “El que se despacha por el Consejo supremo de Indias con órdenes y despachos del Rey, para el gobierno de aquellos Réinos, y vuelve à España, y trahe notícias del estado en que se hallan. Tambien se llama assi el que viene despachado en derechúra por el Virrey: y porque llevan y trahen notícias y avísos se llaman navíos de avíso, ù absolutamente avísos” (DA 1726). 12. Pretensión: “La solicitación para adquirir o lograr alguna cosa que se desea, para lo qual se hacen las diligencias convenientes” (DA 1737).

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cualquier extorsión13 alguno de los alcaldes mayores, que así se llaman los que llevan los gobiernos.14 Y no les encarga mi primo otra cosa cuando se les da sino que atiendan mucho a ellos. Y así en eso tiene grande cuidado, te aseguro, porque dice que es materia de que hiciera grande escrúpulo, que no es para menos el caso. Y a ellos, en cualquier ocasión, les agasaja15 muchísimo de lo cual están muy pagados.16 Y te aseguro que a mí me hacen gran lástima, que los [fol. 2r] pobres son desdichadísima gente y en medio de eso te aseguro que todo lo alcanzan. Y dieras gracias a Dios si vieras qué devoción tienen y los días de comunión es estilo entre ellos no hablar con nadie y estarse lo más del día en el santocale,17 que así llaman a sus oratorios. Y la mejor piececita de su casa es donde tienen el oratorio con grande decencia, conforme ellos pueden y lo demás, aunque sea una pieza quizá ni lo dejan para habitar ellos. Es cierto que a mí me hace confusión y que son de grande virtud muchos y las mujeres no es decible que verdaderamente son católicas. Es verdad también que entre ellas hay muchas viciosas como entre todas las católicas, para eso se les predica mucho, que no es decible qué cuidado les cuesta a los padres de la compañía que como tú dices parece les ha infundido nuestro señor particular [fol. 2v] gracia.18 Y créeme que si mi primo pudiera haber enviado al nuevo reino de México no hubiera enviado otros religiosos por el conocimiento que tiene de cuan útiles son, pero sin orden particular del rey no puede ser. Harto hemos sentido 13. Extorsión: “La obra de sacar por fuerza y violencia. Dícese propriamente de las molestias y vexaciones que se hacen para exigir alguna cosa: como los tribútos, déudas y otras semejantes” (DA 1732). 14. Uno de varios pasajes en que María Luisa actúa como intérprete y traductora del Nuevo Mundo para su corresponsal. 15. Agasajar: “Acariciar, tratar con estimación, benevoléncia, y cariño à alguna persóna, assi de obra, como de palabra” (DA 1726). 16. Estar pagado: “Phrase que se usa para dar a entender que se corresponde por una parte a lo que se merece de otra, en qualquier línea, en la misma especie o en equivalente, sin que quede excesso de ninguna parte” (DA 1737). 17. Santocale: “Santoscali (Santos-Calli: santos, plural de la palabra castellana santo: calli, casa: “casa de los santos”). Nombre que dan los indios a sus oratorios, donde tienen un altar con imágenes de santos”. Robelo, s/f, p. 74. De nuevo, María Luisa se muestra curiosa por y enterada de su nuevo entorno. Es notable que incorpore una palabra de origen nahua y la traduzca. 18. En este pasaje, como en otros en sus cartas, María Luisa enaltece la labor de la orden jesuita en ultramar.

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la desgracia de que se rebelasen19 y no haya habido forma hasta ahora de volverlos a conquistar. A las Californias ha ido ya don Isidro de Otondo20 hasta acá no se tiene ninguna noticia de nada como está tan lejos. Ni de China te la puedo dar por no haber venido hasta acá la nao. Lo que puedes creer es que cuanto mira a ayudar y fomentar que se extienda la ley de Dios en los pobres chinos21 lo hace mi primo de lo cual te puede informar el padre Baltasar de Mansilla,22 como creo lo hará. Pues es cierto que mi primo le ha encar [fol. 3r] gado mucho que cuanto condujere a eso se lo diga para que no falten medios. Y en lo que me dices del escrúpulo que tienes de haber sacado de la china a aquel sujeto23 que era de tan gran provecho y virtud, te digo puedes estar sin él pues ha ido el padre Juan de Adame,24 que es religioso de grandes prendas y gran matemático también y de gran celo del servicio de Dios y grande actividad y apacibilidad. Y el padre Eusebio Kino25 fue a las Californias donde puedes considerar si será

19. Meses antes de la llegada a Nueva España de los marqueses de la Laguna, se producen importantes sublevaciones de los indios pueblo en lo que hoy es Nuevo México, a lo que alude aquí María Luisa. La sucesión y el salto de diversos temas en este y otros pasajes de la carta, algunas veces sin antecedentes explícitos, nos deja suponer que María Luisa responde a preguntas específicas sobre hechos locales formulados por María de Guadalupe. 20. Isidro de Atondo y Antillón fue el capitán que lideró la expedición de conquista, reducción y población de California de 1681, en la que también participó el misionero jesuita Eusebio Kino, mencionado más adelante en esta carta. Véase el Capítulo I. 21. La frecuente mención de China se debe al hecho de ser México el camino hacia Oriente, particularmente a Filipinas. Los misioneros y viajeros procedentes de Europa hacían escala en México antes de proseguir su viaje a ese destino, en la llamada Nao de la China o Galeón de Manila. 22. Baltasar de Mansilla (1638-1692), padre jesuita y autor de un sermón publicado dedicado a san Ignacio de Loyola. Fue confesor de la virreina y padrino de confirmación del hijo de los virreyes. 23. Presumimos que alude al reconocido matemático jesuita Eusebio Kino quien había solicitado ser enviado a la China, pero las misiones disponibles eran las de Filipinas y México, siendo finalmente este último su destino. 24. Juan de Adame, misionero jesuita en Oriente, hábil en lenguas y doctor en ciencias naturales, matemática y astronomía, véase Concepción Recoleto, tomo VII, 1789. 25. Eusebio Kino (1645-1711) misionero y científico jesuita, natural de Trento, fundador de numerosas misiones en California y el norte de México, había sido recomendado por la duquesa de Aveiro a María Luisa.

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­ enester para qué fue preciso para venir destinado del Señor Altím simo para esta provincia. Prima mía, hágote saber cómo tengo en casa un indiecito mudo de que gusto mucho pues es para alabar a Dios la viveza con que se sabe explicar con las acciones y está tan in [fol. 3v] formado de los misterios de la fe y de lo que es pecado como pudiera si no tuviera el defecto de ser mudo y sordo y si se hubiera criado en la parte donde más política26 le hubiesen enseñado, no puede estar más en todo lo que lo es. Si Dios quiere le llevaré cuando me vaya, que creo te ha de hacer gran gracia. A mí me confunde, te aseguro, y creo se me ha de quedar enano pues aunque es muchacho tiene muy chico cuerpo para la edad. Es donosísimo y a ellos no les falta ladinez y entendimiento con gran disimulo. Y porque son recatadísimos y desconfiados harto me holgara yo de tener mucha parte en el bien de sus almas, pero en pedírselo a mi primo te aseguro la tengo aunque en su celo no es menester. Y ahora paso a decirte lo que no puedes dudar de mi cariño, que me deja con mucho cuidado no lo pases muy bien y que te maltraten tanto los achaques. Y yo creo que también tienes mucha parte de aprensión [fol. 4r] y esta no sirve más que de aumentarlos. No creo te habrá hecho provecho los cuidados con que te hallas y tener el de no poder convencer a mi primo27 al que venga en que asistas a lo que es de mayor conveniencia suya y de tus hijos. Y después de haber vencido el pleito28 no te será de poca mortificación que te embarace el logro de él. No sé en qué se fundan sus dictámenes, porque en los que se funda el papel que me envías que te he estimado mucho me parecen tan justos como tuyos, y así se lo ha parecido a algunas 26. Política: “Se toma tambien por la cortesía y buen modo de portarse” (DA 1737). 27. Se refiere al marido de María de Guadalupe, Manuel Ponce de León Fernández de Córdoba, VI duque de Arcos (1633-1693). 28. El pleito aludido se refiere a los litigios de su familia para conservar el ducado de Aveiro en Portugal. Luego de la separación de Portugal de España, los Aveiro deben exiliarse en Madrid y pierden el derecho al ducado en Portugal, reclamado por María de Guadalupe, quien gana el pleito en 1679, pero condicionado a su regreso y residencia en Portugal. Debido a la oposición de su marido español a este traslado, la duquesa de Aveiro se separó judicialmente del mismo. María Luisa hace referencia tanto al pleito como a estas diferencias en el matrimonio de su prima, que seguramente esta le habría comentado en su carta. Véase el Capítulo I.

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personas que pueden hacer juicio de la materia a quien yo se lo he enseñado, no porque necesite de ninguna calificación teniendo la de tu dictamen, sino porque el papel me pareció tan bien que quise que le viesen algunas personas. Dios te saque con bien de este y de todos los demás cuidados que aunque tan mala se lo pediré y te [fol. 4v] solicitaré mejores oraciones que las mías. Suplícote me contribuyas con las tuyas que bien las necesito para que Dios me enmiende y me saque con bien de mi preñado que lo estoy en tres faltas.29 No sé si se me logrará que para abril de este tiempo mal parí una hija30 y ahora algunos días ha tuve recelo de que me sucedía lo mismo pero con algunos remedios no pasó adelante. Y si se me llega a lograr te hago saber que a 7 de julio salgo de cuenta. Suplícote con muchas veras me encomiendes con ellos a Dios que tengo mucho miedo. Harto me holgara de que la reina tuviera también estas primicias31 que te aseguro que acá se desconsuelan mucho con lo que se dilata la sucesión del rey32, que como es bien común en todas partes se echa mucho menos. Y según lo que escriben ahora de lo malica que quedaba no puede haber muchas esperanzas de lograr este gusto tan pres [fol. 5r] to.33 Mucha desgracia me parece, según lo que tú y mi padre me dicen, debe de tener mi hermano34 con esta señora 29. Se trata del embarazo de su hijo, José de la Cerda Manrique de Lara, IV marqués de La Laguna de Camero Viejo, quien nace en México el 5 de julio de 1683 y muere en Viena el 21 de enero de 1728. El cálculo indica que la virreina estaba embarazada de dos meses. 30. Comenta el aborto de una hija mujer. El hecho es registrado por Antonio de Robles en abril de 1682: “Martes 21, fueron los años de la reina, no hubo comedia porque malparió la virreina”. Robles, 1946, vol. II, p. 17. 31. Primicia: “El fruto primero de qualquier cosa” (DA 1737). María Luisa habla aquí del muy ansiado embarazo de la reina María Luisa de Orleans de España. 32. Carlos II, rey de España entre 1665 y 1700, conocido como el Hechizado, quien por su precaria salud no dejó herederos, último monarca de la dinastía Habsburgo, a la que sucede en el trono la casa de Borbón de Francia. Tampoco tuvo capacidad para gobernar, por lo que su reinado se caracterizó por la institución del valimiento que permitía el manejo de los asuntos de Estado a consejeros del rey. Entre 1680 y 1685 el valido del rey fue, precisamente, el cuñado de María Luisa, Juan Francisco de la Cerda Enríquez de Ribera, duque de Medinaceli (1637-1691), hermano de Tomás Antonio, su marido. 33. Menciona los problemas de concepción de María Luisa de Orleans y las dolencias derivadas de esta situación. 34. Hermano: “Se llama tambien al cuñado, por estar casado con hermana del que le da este tratamiento” (DA 1734). María Luisa continúa aquí el tema del ya mencionado cuñado, el duque de Medinaceli.

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y cierto que su gusto35 no se emplea muy bien pues asientan en su valimiento. La condesa de Orgaz36 yo no sé por qué le cayó37 tan en gracia, porque si no es que gusta de sus gestos no sé qué halla en ella. No creo que a mi tía38 la dejó de abreviar39 poco en lo natural40 la vida la entrada allí pues a la pobre señora no le faltaron muchas pudriciones41 sirviéndola de tan poco que ni amén.42 La ocasión de morir han visto sus hijos,43 ninguna recompensa de los servicios de un padre44 tan glorioso y una madre tan acabada.45 Harto desengaño 35. Gusto: “Significa assimismo propria voluntad, determinación, o arbitrio” (DA 1734). 36. Condesa de Orgaz. María de Sandoval, esposa de Baltasar Hurtado de Mendoza, V conde de Orgaz. En su viudez fue señora de honor de María Luisa de Orleans, junto con la marquesa de Mortara, Isabel Manrique de Lara, tía de María Luisa, y con Beatriz de Córdoba. Villars, 1893, p. 17. 37. El sujeto de este verbo puede ser la reina María Luisa o bien el duque de Medinaceli. El pasaje es confuso por la falta de precisión de los antecedentes. 38. María Luisa se refiere a su tía, Isabel Manrique de Lara, menina de Isabel de Borbón, dama de la infanta María Teresa y de la reina Mariana de Austria y, en su viudez, dueña de honor de la reina María Luisa de Orleans. Isabel muere en palacio, en abril de 1682. Véase Salazar y Castro, 1697, p. 241. La virreina se lamenta de sus padecimientos en el servicio real, motivados por las dolencias de la reina y las intrigas palaciegas, y a continuación, mencionará a la familia directa de su tía, hijos y esposo. 39. Abreviar: “Se toma algunas veces por detener, contener, y limitar, suspendiendo la accion y facultad con que uno puede, ò es capaz de obrar” (DA 1726). 40. Natural: “El génio indole, o inclinación propria de cada uno” (DA 1724). ‘Abreviar en lo natural’ significaría así limitar el desempeño personal de otro. 41. Pudrición, de podre: “La sangre, matéria o humor corrompido, que tiene o arroja de sí alguna llaga o herida, o el humor corrompido de qualquier cosa” (DA 1737). “Podre: La sangre o el humor podrido. Podrido, podrecerse, pudrirse” (Covarrubias, 1611). Aunado al comentario anterior sobre el mal efecto anímico que tiene sobre la tía, María Luisa se refiere tanto a un mal fisiológico como a una persona de malos humores. 42. Pensamos que María Luisa concluye esta reflexión sobre los padecimientos de su tía, que ha fallecido recientemente, con “amén”, es decir, así sea. No encontramos otro sentido para este fragmento. 43. Los hijos de su tía, Juan Antonio de Orozco y Manuel de Orozco. 44. El marido de su tía, Francisco de Orozco y Rivera, II marqués de Mortara, I marqués de Olía, gentilhombre de cámara del rey, de sus consejos de Estado y Guerra, virrey y capitán general de Cataluña, gobernador de Milán, donde fallece en 1668. Véase Salazar y Castro, 1697, p. 241. Francisco de Orozco fue un célebre militar que prestó grandes servicios a la Corona, pese a lo cual fue postergado en las mercedes reales; por eso María Luisa se conduele tanto de su destino, como del de su tía, igualmente merecedora de tales retribuciones y merecimientos. 45. Acabado: “Dicese tambien por lo perfecto, primoróso, y diestramente executádo” (DA 1726).

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hace todo eso que no le ha sucedido al hijo de guía que a muy buenas mercedes ha sacado. Todo va en fortunas y mis primos tienen poca hasta en sus naturales, porque no dejo de conocer no se [an] haya dado lo que pudieran. Gran lástima ha sido la muerte de Jusepe de Silva46 y la [fol. 5v] del hijo de Palacios,47 al parecer mayor Dios se haya dolido de ellos. No me parece que Leonor de Moscoso48 se matara aunque pase adelante el aprieto del cuchillo,49 como ella dice. Con el segundo aviso que llegó pocos días ha avisan la novedad de haber dado al marqués del Carpio50 a Nápoles, que no es muy mal destierro para no lograr el valimiento que tanto apetece. Y es cierto que hace risa el que les parezca anda con la casa.51 Mucho se ha de mudar el tiempo si él llega a tenerle porque la monarquía nunca le ha podido ver. Y como eso en la verdad no se puede introducir por fuerza, parece que no logrará ese deseo ni él ni sus secuaces y no

46. Jusepe o José de Silva (1654-1682), marqués de Melgar, era el primer caballerizo del rey. La noticia de su deceso, ocurrido en abril de 1682, llega a México con la nave de aviso de noviembre de ese año: “Murió D. José de Silva, primer caballerizo de S. M.; dióse esta plaza al señor conde de Baños”. Robles, 1946, vol. II, p. 28. 47. Se refiere al hijo de Pedro Ruiz de Alarcón, marqués de Palacios, llamado Francisco de Alarcón, asesinado en Madrid en junio de 1682. Salazar y Castro, 1695, p. 101. 48. Leonor de Moscoso Rojas y Córdoba, casó con Gaspar de Haro y Avellaneda y, en segundas nupcias, con Francisco Fernández de Córdoba y Cardona, XI conde de Cabra, de quien enviuda en 1685; muere en 1692. Soler Salcedo, 2008, p. 148. 49. Aprieto del cuchillo: suponemos que alude a una situación de riesgo o peligro atravesada por Leonor de Moscoso. 50. Gaspar de Haro y Guzmán, VII marqués del Carpio y marqués de Eliche (1629-1687), hijo de Luis Méndez de Haro y Guzmán, poderoso valido de Felipe IV. El marqués del Carpio fue embajador en Roma (1674-1682), y luego virrey en Nápoles (1683-1687). Previamente había aspirado a lograr el valimiento del rey Carlos II, a lo que alude María Luisa en este fragmento, pero fue desplazado por Juan José de Austria, hijo bastardo de Felipe IV y valido de Carlos II (1677-1679). Tuvo numerosos enemigos políticos y fue acusado de atentar contra el palacio del Buen Retiro. Casó primero con Antonia de la Cerda Enríquez de Ribera y Portocarrero, hija del VII duque de Medinaceli, por lo que estaba emparentado con los marqueses de la Laguna. Véase Álvarez y Baena, 1789-1791, vol. II, pp. 298-301. 51. Casa se refiere a Casa del rey o casa real: “Se llama la família de criados que la componen y son de estimación en ella: como Mayordomos, Gentiles hombres, Caballerizos y otros oficios con que se sirve a la Persona del Rey dentro de Palácio” (DA 1729).

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creo le estuviera nada bien a la monarquía como tú puedes conocer de su natural. Del tal caballero dime si su mujer se va con él.52 Poco duradera juzgo la paz de Francia53 con su poca palabra, pero tú dices bien qué bueno es que haya estas treguas para todo, que la monarquía no está para nada que sea [fol. 6r] gasto por ahora. Según dicen en este segundo aviso se malogró el que en Portugal se hizo en el puerto en que fue la armada para el de Saboya54 pues escriben quedaba a la muerte. Muchas máximas55 dicen tiene el francés en esta boda pues juzga hacerse dueño del estado de Saboya. Con el nombre de patrocinio de él todo se puede creer, harta fortuna ha logrado enterarse.56 Con nieto en todo es dichoso, mucho me huelgo de que mi hermano57 tenga otro de la de Priego.58 Y siento que Cogolludo59 se halle con sujeción60 estando como está su mujer de enferma.61

52. Se refiere a la segunda mujer del marqués del Carpio, Teresa Enríquez de Cabrera. 53. María Luisa alude aquí a la política emprendida por el rey Luis XIV, esposo de María Teresa de Austria, quien se amparó en los derechos de su mujer a la herencia de los dominios de su padre, Felipe IV, muerto en 1665, afectando los intereses de la Corona española, que perdió posiciones ante las maniobras de hegemonía francesa. 54. Condado de Saboya, territorio disputado entre Francia y España. Por “el de Saboya” alude a Víctor Amadeo II de Saboya y a las alianzas matrimoniales concertadas primero con una heredera del trono de Portugal y luego de Francia. 55. Máximas: aspiraciones superlativas. 56. Enterar: “Reintegrar, pagar, o restituir enteramente lo que se debía” (DA 1732). 57. Alude nuevamente a su cuñado el duque de Medinaceli. 58. Se refiere al nacimiento de un nieto del duque de Medinaceli, que sería hijo de Felice María de la Cerda y Aragón y Luis Fernández de Córdoba, VII marqués de Priego. Nacido en 1682, Nicolás Fernández de Córdoba y de la Cerda, X duque de Medinaceli, fue el segundo hijo de los marqueses de Priego y heredero de los títulos paternos. 59. Luis Francisco de la Cerda y Aragón (1661-1711), VIII marqués de Cogolludo, hijo del VIII duque de Medinaceli y Catalina Antonia de Aragón Folc de Cardona y Córdoba, IX duquesa de Segorbe. Fue embajador de España en Roma ante la Santa Sede y virrey y capitán general del reino de Nápoles. 60. Sujeción: “Se toma muchas veces por la unión, ò ligadúra, con que alguna cosa está sujeta, de modo que no pueda separarse, dividirse, ò inclinarse” (DA 1739). 61. María de las Nieves Téllez-Girón y de Sandoval, mujer del marqués de Cogolludo.

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Querida, harto me holgara de que mi pariente62 hubiese tomado la resolución de efectuar casamiento con su hermana63 en la ocasión de irse a Andalucía pues será mucha lástima si lograre el derecho de la casa de Guastala no dejar un hijo que le suceda. Yo le digo todo lo que me parece dictado ya que no bien de mirado entendimiento de mi buena vo [fol. 6v] luntad. Y no me parece muy buena política en mi hermano haberle apartado de sí siendo el único que como tú me dices tiene seguro al lado del rey y no lo creyera si no viera la experiencia. Mucho te estimo que tomes el cansancio de participarme las novedades las cuales no te puedo corresponder con otras porque esta es una tierra que si no es las que llegan de allá no hay otras, que es insulsísima la tierra hacia eso y grande la soledad que de todos modos se padece, te aseguro. Pues otra cosa de gusto que la visita de una monja64 que hay en san Jerónimo que es rara mujer65 no la hay. Yo me holgara mucho de que tú la conocieras pues creo habías de gustar mucho de hablar con ella porque en todas ciencias es muy particular esta. Habiéndose criado en un pueblo de cuatro

62. Aunque no se le mencione por su nombre, deducimos que María Luisa habla aquí de su padre, Vespasiano Gonzaga, pretenso duque soberano de Guastalla (1621-1688). Vespasiano reclamaba el ducado a partir de la muerte de su hermano, Ferrante Gonzaga, duque de Guastalla, en 1678, motivo por el cual, por la época en que escribe María Luisa, litigaba ante la Cámara Imperial por sus derechos sucesorios. Los datos de Vespasiano concuerdan así con lo referido en la carta en el pasaje que sigue, ya que aspiraba al ducado de Guastalla, había sido nombrado capitán general de la Mar Océana y Costas de Andalucía en 1682, era ya viudo y no tenía hijo varón que heredase el ducado. Véase Capítulo II. 63. No sabemos a quién se refiere en este caso. 64. Este pasaje, junto con los dos poemas dedicados a sor Juana Inés de la Cruz, que reproducimos en el Apéndice, son los únicos escritos que han subsistido de la propia autoría de María Luisa donde habla de su protegida. En particular, este fragmento de la carta es el único texto que nos brinda evidencias concretas del significado que tuvo esa célebre amistad para la condesa. Es notable el cuadro que pinta de la escritora mexicana en este contexto privado e íntimo, en el que aparecen, a grandes rasgos, algunos de los elementos de la biografía de sor Juana que habrían sentado las bases de su imagen pública posterior. Además, corrobora que sirvió de nexo entre María de Guadalupe y sor Juana Inés de la Cruz, hecho aludido ya por la monja jerónima en el romance epistolar 37 dirigido a la duquesa de Aveiro. 65. María Luisa usa aquí el mismo giro que usará Diego Calleja en su biografía de sor Juana en Fama y obras póstumas de 1700: “rara mujer”.

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malas casillas de indios66 trujéronla aquí y pasmaba a todos los que la oían porque [fol. 7r] el ingenio es grande. Y ella, queriendo huir los riesgos del mundo, se entró en las carmelitas donde no pudo, por su falta de salud, profesar con que se pasó a San Jerónimo.67 Hase aplicado mucho a las ciencias pero sin haberlas estudiado con su razón.68 Recién venida, que sería de catorce años, dejaba aturdidos a todos, el señor don fray Payo69 decía que en su entender era ciencia sobrenatural.70 Yo suelo ir allá algunas veces que es muy buen rato y gastamos muchas en hablar de ti porque te tiene grandísima inclinación por las noticias con que hasta ese gusto tengo yo ese día. Querida, no me niegues el de obedecerte pues nadie lo hará con más buena voluntad que yo, que me ofendieras mucho en no creerlo así de la verdad de mi cariño. A mi primo besa las manos y abrázame a mis sobrinos que de parte de una tía vieja bien puedes y a mi Isabel71 dale muchos [abrazos]. Prima mía, el retrato72 no ha llegado; espérole con flota con grande al [fol. 7v] borozo y bien p ­ udiera 66. En el romance 51 “En reconocimiento a las inimitables Plumas de la Europa”, alude sor Juana a este origen: “¿Qué mágicas infusiones / de los Indios herbolarios / de mi Patria, entre mis letras / el hechizo derramaron?”, vv. 53-56. 67. Sor Juana ingresó en el convento de carmelitas descalzas en agosto de 1667, para dejarlo en noviembre del mismo año e ingresar, a continuación, en San Jerónimo, donde profesará. Poot Herrera, 2011, p. 13. 68. Razón: “Se toma tambien por orden y méthodo de alguna cosa” (DA 1737). Es decir, sor Juana ha accedido al saber de modo autodidacta, sin un estudio sistematizado por una institución o maestros. 69. Fray Payo Enríquez de Ribera (1622-1684) precedió en el gobierno al conde de Paredes, marqués de la Laguna, y fue protector de sor Juana. 70. Sobrenatural: “se aplica à qualquier cosa, que excede los términos de la naturaleza” (DA 1739). La distinción entre ciencia sobrenatural o infusa y humana o adquirida, está presente en la “Aprobación” del padre Diego Calleja en Fama y obras póstumas (1700) cuando relata que el marqués de Mancera quiso saber si la variedad de conocimientos de la monja era “o infusa o adquirida, o artificio o no natural” razón por la cual reunió en Palacio cuarenta hombres doctos de la Universidad y de la Ciudad de México para someter a sor Juana a un examen, del cual salió airosa. Calleja, 1996, p. 17. Infuso: “Propriamente se dice de la ciéncia o sabiduria que Dios infunde al hombre sin estudio de este” (DA 1734). María Luisa alimenta con esta imagen la perplejidad o pasmo que provocaba la monja entre sus contemporáneos, lo que forma parte de su leyenda. 71. Se refiere a su sobrina Isabel Zacarías Ponce de León y Lencastre, hija de la duquesa de Aveiro. 72. La duquesa de Aveiro fue reconocida pintora, véase Moura Sobral, 2009. Se puede inferir que se trata de un autorretrato que había prometido enviar a su prima en América.

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Transcripción de las cartas

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­ eberte yo lo que los chinos.73 Pero lograré el sacar una copia aund que en mi corazón la tengo yo más verdadera. Ya le he prevenido al padre Mansilla y cree, hija mía, que tiene mucho celo y actividad en todo lo que toca a la solicitud de lo que conduce a la salvación de las almas y conversión de los pobres chinos que les tiene gran cariño y aquí agasajan infinito a los que vienen a las misiones y en la que me dices vendrá con flota. No puedes dudar que en cuanto pudiere los asistiré y a fray Antonio Linaz,74 con mucha particularidad, por ser tan tuyo deseo mucho venga para lograr noticias tuyas muy para menos. Querida, mucho temo te has de cansar con mis malos borrones pero todo lo que es hablar contigo es para mí de tanto gusto que no puedo dejar de solicitarlo ya que no puedo hablarte en otra forma. Prima [fol. 8r] mía, doña Luisa y don Isidro75 te besan los pies y que están a ellos como deben. Yo la estimo mucho que es muy buena mujer y dice que se puso a ellos por una carta que no sabe si ha llegado a tus manos y que te las besa por lo que honras a Luisa que en todo experimenta lo que la favoreces. Dios te me guarde prima y amiga de mi vida los años que deseo y es menester, de México a 30 de diciembre de 1682. Tuya, María Luisa

73. El recibir el retrato de la prima honraría a María Luisa tanto que el agradecimiento que siente sería comparable al de los chinos por la reconocida labor de apoyo a las misiones de María de Guadalupe, obra que le valió el epíteto de “Madre de las Misiones”. Es un ejemplo del tono lúdico que adopta María Luisa con su prima en ciertos momentos, y que también emplea en el exordio de la carta cuando jocosamente le pide que no la “riña” asumiendo que no se ha preocupado por escribirle desde América. 74. Fray Antonio Linaz de Jesús María (1635-1693), franciscano, llega a la Nueva España en 1683, donde crea el colegio misionero Santa Cruz de Querétaro. 75. No hemos podido verificar a quiénes se refiere en este caso.

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Autora: María Luisa Manrique de Lara y Gonzaga, XI condesa de Paredes de Nava Destinataria: María de Guadalupe de Lencastre y Cárdenas Manrique, duquesa de Aveiro Lugar: México Fecha: 28 de agosto de 1683 [fol. 1r] Excelentísima señora: Mi señora y mi prima y querida de mi vida: con mucha soledad me tiene hallarme sin carta tuya, pues con flota no he tenido ninguna. Sí las noticias que he adquirido así por don Francisco Vasconcelos, como por el padre [Surián] que me las han dado de que estás buena, pero no con las que [tachado] yo te deseo. Y ya [no] puedes dudar cuan sensible es para mí esta noticia, y cumpliendo con lo que debo te la doy, de que nuestro Señor fue servido de darme un hijo el día cinco de julio del mes pasado,76 habiendo quedado buena, pero después [fol. 1v] acá me han molestado mucho unos corrimientos77 a las muelas y garganta, y aunque me he sangrado78 repetidas veces, no me ha bastado. El niño es muy lindo, y [pa] parece fuerte, y le pongo a tu obediencia, y te suplico me ayudes a dar gracias a Dios por este beneficio que es muy como de su mano. Querida, de China no se ha sabido nada. Ya sabrás cómo faltó la nao el año pasado. Dios traiga con bienestar la que viniere. De 76. José de la Cerda Manrique de Lara, IV marqués de La Laguna de Camero Viejo. 77. Corrimiento. “Vale tambien fluxión de humor, que cae a algúna parte: como a las muelas, a los oídos, a los ojos, &c. Latín. Pituitae fluxio. Destillatio.” (DA 1729). Fluxión es “el fluxo de humor que corre a alguna parte del cuerpo, dañándola y enfermándola. Latín. Humoris fluxio.” (DA 1732). La mención refiere a la teoría de los humores, que atendía a cuatro fluidos corporales, flema, sangre, bilis negra y bilis amarilla, cuyo desequilibrio era considerado el causante del dolor y de las enfermedades. 78. Sangrar: “Abrir la vena, y dexar salir la sangre, que conviene à la necessidád, para lo que se aplica este medicamento” (DA 1739).

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­ alifornias79 se ha tenido noticia de que entraron, y parecen los inC dios muy dóciles. Habían ya fabricado una ermita de Nuestra Señora de Guadalupe para irlos industriando80 y para decir misa los padres de la Compañía [fol. 2r] que pasaron, esto se sabe, y que pasaban la tierra adentro para ver si lograban tan buen recibimiento como en el principio. Las novedades de por acá se reducen a haber saqueado la Veracruz unos piratas,81 que fue gran lástima y gran descuido de los que decían guardarla. El gobernador está sentenciado a degollar,82 y ha pesado. No sé en qué parará. De todo tuvo la culpa la detención de la flota, pues tardó noventa y tantos días. Y como había noticia de que venía, muchos se engañaron creyendo eran navíos de flota, y no hicieron el caso que debían. Mi primo ha b[p]asado allá para el despacho de flota que parece increíble por la gran dificultad que tenía, pero todas las ha bendecido. Yo estoy con pena de que, [con] lo enfermo que es el lugar, no le haga mal, pero me escribe está bueno. También ha ido para que [fol. 2v] se hagan en el castillo más resguardos que los que hay, y para tal lo ataja83 el atar [ar] tanto las manos las órdenes del Rey de que no se gaste en nada sin que Su Majestad lo mande, que harto perjuicio en algunas ocasiones.84 Querida, tu retrato he visto, y me ha hecho mucha ternura porque lo que yo quisiera ver es el original. Dios me lo conceda. Está parecidísimo, y yo me he valido de la ocasión haciendo me saquen una copia, aunque aquí no pintan tan bien como por allá.

79. En agosto de 1683, anota Juan Antonio Rivera en su diario: “Llegó noticia de California, de que los indios habían recibido bien la misión”. Rivera, 1953, pp. 29-30. 80. Industriar: “Enseñar, adestrar y instruir en alguna arte o otra cosa. Es formado del nombre Indústria” (DA 1734). 81. Véase Capítulo 1. 82. Dice Rivera, en su diario, el 16 de agosto de 1683: “Se avisó de Veracrus de que el virey conde de la Laguna, con dictámen de asesor, condenó al gobernador a ser degollado por la entrada de los piratas. Apeló de la sentencia, y se le mandó a España en la flota bajo partida de registro”. Rivera, 1953, p. 30. 83. Atajar. Vale también cortar, suspender, detener alguna acción: como atajar el discurso, atajar el razonamiento (DA 1726). 84. Señala Rivera en su diario que el virrey parte el 17 de julio y regresa el 11 de septiembre de 1683: “Regresó el virey de Veracrus a las cuatro de la tarde. Estuvo fuera de México cincuenta y cinco dias”. Rivera, 1953, p. 31.

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Transcripción de las cartas

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A mis sobrinos me abraza, y en su compañía te me guarde Dios los años que deseo y es menester, de México a 28 de agosto de 1683. Excelentísima señora, te besa la mano tu prima y más verdadera amiga, María Luisa. Excelentísima señora duquesa de Aveiro y Maqueda

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Autora: María Luisa Manrique de Lara y Gonzaga, XI condesa de Paredes de Nava Destinatario: Vespasiano Gonzaga y Urbino, pretenso duque soberano de Guastalla85 Lugar: México Fecha: 29 de julio de 1687 [fol. 1r] Excelentísimo señor: Padre mío de mi alma y de mi vida: ofrécese ocasión con un navío de holandeses de escribir y para mí es del gusto que Usted puede creer ya que ha diez meses86 que no logramos el de tener noticias de Usted, que me tiene con el cuidado y soledad que Usted puede pensar. Dios nos traiga las buenas nuevas que hemos menester de que Usted lo está, que solo ellas podrán aliviar en parte la soledad y el desconsuelo de habernos estado aquí tanto tiempo. Pues este conde87 solo vino a lo que era de pesadumbre, sin adelantarnos el gusto de ponernos a los pies de Usted y de poner a ellos

85. Sobre Vespasiano Gonzaga y Urbino, padre de María Luisa, véase Capítulo II. 86. Cuando María Luisa escribe esta carta ignora que su padre ha fallecido el 5 de mayo de 1687. La noticia de su deceso, ocurrida en el Puerto de Santa María, Cádiz, llega a México en agosto de ese año, o sea, casi tres meses después. Así lo registra Antonio de Robles entre las novedades que traen los cajones del viernes 1 de ese mes: “[...] que murió el conde de Paredes, padre de la mujer del marqués de la Laguna”. Robles, 1946, vol. II, p. 145. 87. Se refiere al nuevo virrey, Melchor Antonio Portocarrero y Laso de la Vega, III conde de la Monclova (1636-1705), conocido como Brazo de Plata por haber perdido el brazo derecho en la batalla de las dunas de Dunquerque, y quien fue virrey de Nueva España (1686-1688) y del Perú (1689-1705). Álvarez y Baena, 1789-1791, vol. IV, p. 111. La queja por la soledad y la distancia de España aparece varias veces en las cartas de María Luisa, si bien en este pasaje el sentimiento se agudiza notablemente ya que los marqueses de la Laguna permanecen dieciocho meses en la Nueva España después de haber dejado su cargo oficial.

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a Chepito,88 que está muy lindo [fol. 1v] gloria a Dios y haciendo mil gracias que me hace harta ternura que Usted no vea. Es preciosísimo y parece que quiere ser solo en lo que nos sucede, pues hará dos años para setiembre que no tengo sospecha.89 Dios me le guarde que como eso sea todo se puede dar por bien empleado. Cumplió ya sus cuatro años a cinco de este y ese día estuvo tan gracioso que nos festejó el día haciendo mil monerías delante de los señores sucesores90 y de las señoras de aquí que vinieron a celebrarle, que como es criollo le quieren mucho. La condesa91 tendrá breve otro u otra porque está con sospecha parece y no muy bien hallada92 porque está en la desconfianza de que no tiene grande aceptación y lo peor es que no me parece mentira. Pero no tienen de qué quejarse porque a la verdad la mesura93 del conde y su desconfianza de ella, como la motiva a no tratar con grande agasajo, tienen la culpa. Y aunque esto sea así, pueden hallarse bien que es este pa [fol. 2r] ís bueno y no les irá mal, creemos. Con grandes urbanidades94 pero sin ninguna confianza mi primo95 y el conde y la condesa y yo. Y nosotros96

88. José María Francisco de la Cerda y Manrique de Lara Gonzaga, IV marqués de la Laguna (1683-1728), fue el único hijo de los virreyes de la Laguna, a quien su abuelo, Vespasiano, no llega a conocer. 89. Estar con sospecha: percibir un embarazo por las faltas. En efecto, María Luisa nunca hubo de tener más hijos. 90. Señores sucesores: el virrey entrante, conde de la Monclova, y su mujer Antonia Ximénez de Urrea y Clavero, que asumen el cargo en noviembre de 1686. El virrey de la Laguna y su esposa permanecen en México hasta abril de 1688, por lo que los dos matrimonios se frecuentan en ceremonias oficiales y eventos sociales conforme lo registra Robles en su Diario. 91. Se refiere a un posible embarazo de la nueva virreina. El conde de la Monclova y su esposa tienen una prolífica descendencia de cinco varones y tres mujeres. 92. Mal hallada: Extraño: “Se dice tambien del que está mal hallado en un Congresso, conversación, compañía, etc. cuyo trato y modo no le es agradable y gustoso” (DA 1732). 93. Mesura: “Gravedad, seriedad y compostúra de rostro y cuerpo. Covarr. dice sale del nombre Latino Mensura. Gravedad, seriedad y compostura de rostro y cuerpo” (DA 1734). 94. Urbanidad: “Cortesanía, comedimiento, atencion, y buen modo” (DA 1739). 95. Se refiere a su esposo, Tomás Antonio. 96. Es decir, en una suerte de convivencia forzada, María Luisa caracteriza el trato entre los marqueses de la Laguna y los condes de la Monclova como un despliegue de cortesías fingidas detrás del cual se esconden recelos y distancia.

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Transcripción de las cartas

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gustosísimos de que no la tengan, pues si errare97 algo, no la yerra por cuenta del consejero. Creo desea mucho que nos vamos y así espero que nos despachará la flota cuanto antes él pueda.98 Los de aquí lo sienten con grande extremo porque le aseguro a Usted que el crédito que mi primo ha logrado en este reino solo viéndolo se puede creer pues es muy general y aunque se gobierne muy bien no suele suceder eso. Y el conde esto bien lo conoce y sabe que para la residencia99 ni una palabra se le habló a él ni se hizo de parte de mi primo la menor diligencia con nadie para que dijesen en ella y que el que se la tomó es de los grandes letrados y de los hombres virtuosísimos que puede haber.100 Envió las galeotas101 que estaban mandadas hacer por cuenta de mi primo para registrar eso que dicen de la bahía de Espíritu Santo.102 Han tardado mucho [fol. 2v] dicen que lo han registrado todo pero que todo es embuste.103 Con que los navíos en que vino este hombre con ese pretexto de navarro104 solo han servido de gastarle al rey trescientos o cuatrocientos mil pesos sin qué ni para qué. Por 97. Interpretamos este pasaje como un comentario sobre la frialdad en el trato entre los marqueses de la Laguna y sus sucesores. María Luisa deja claro que le parece más conveniente dicha distancia para que su marido no se vea involucrado en posibles errores del nuevo virrey al actuar como consejero del mismo. 98. El conde de la Monclova, el nuevo virrey. 99. Residencia o juicio de residencia era el informe que debían hacer los funcionarios de su desempeño ante un juez. Robles registra en enero de 1687: “Residencia del marqués. Viernes 10, dio los cargos el juez de residencia del marqués de la Laguna; de dicho marqués seis cargos, ninguno de importancia”. Robles, 1946, vol. II, p. 134. 100. Al marqués de la Laguna le toma la residencia el oidor Juan de Arechaga. 101. Galeota: “Galera menor, que consta de diez y seis o veinte remos por banda, y solo un hombre en cada uno. Lleva dos árboles, y algunos cañones pequeños” (DA 1734). 102. La bahía de Espíritu Santo está localizada en la costa de México sobre el Golfo. Consigna Robles en julio de 1687: “Nueva. Martes 8, hubo nueva de haber vuelto los dos navíos que el virrey envió a la bahía de Espíritu Santo, que han estado seis meses en el mar y reconocido todas las costas: dicen que no hay enemigos, ni han reconocido hay fuerzas ni castillos...”. Robles, 1946, vol. II, p. 143. 103. Alude a las varias expediciones ordenadas por la Corona para peinar la costa del Golfo en busca de evidencias de la presencia de fuerzas franceses al mando del capitán René Robert de La Salle, todas fracasadas y costosas para el erario real. Véase Capítulo I. 104. Es decir, navarro, que proviene de la provincia francesa de Basse-Navarre, que colinda con la Navarra española. No encontramos otra interpretación de este pasaje.

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Inglaterra tuvo cartas de su suegra105 y del embajador Ronquillo106 de enero, pero dice no le dicen nada. Aunque se lo digan, como no quiera participárnoslo no hago caso de que él diga eso.107 Ya escribí a Usted cómo Teresica108 se había casado día primero de Pascua de Resurrección, está ya preñada, con que doña Catalina109 será abuela con brevedad. A doña María Ortiz110 me ha pedido don Jerónimo Franco111 y aunque las conveniencias no son muchas respecto de haberle venido a desalojar de una alcaldía mayor en que estaba de las mejores del reino don José de Cisneros,112 a quien el rey se la dio. Pero no obstante ha sacado algo y él ha salido muy de lindo juicio y hombre de prurito [fol. 3r] con que creo no le estará mal la materia. Mi primo no ha querido se haga hasta irnos que para embarcarse se ejecutará, creo que doña Catalina lo llevará a bien y como las bodas aquí son tan costosas no ha querido mi primo que gaste en eso lo poco que ha sacado que allá será algo. A doña Catalina me llevo y a sus hijos que mi primo le he debido la atención de que no quiera se quede expuesta andar mirando la cara al virrey 105. La suegra del nuevo virrey, Felipa Clavero y Sessé, condesa de Aranda. Robles registra en julio de 1687: “[...] tuvo cartas el virrey de la madre de la virreina”. Robles, 1946, vol. II, p. 145. 106. Pedro Ronquillo Briceño (1630-1691), viajero, escritor y embajador de Carlos II. Mantuvo correspondencia con el marqués de Cogolludo, hijo del VIII duque de Medinaceli y sobrino político de María Luisa, publicada como Correspondencia entre dos embajadores, don Pedro Ronquillo y el marqués de Cogolludo, 1689-1691. 107. Nuevamente alude al conde de la Monclova. María Luisa sigue el tema del comportamiento receloso y poco confiado del nuevo virrey. 108. Es probable que se refiera a Teresa Ortiz, de su comitiva de servidores, ya que a continuación menciona a miembros de esa misma familia Ortiz. El nombre se encuentra listado en el “Expediente de información y licencia de pasajero a Indias”, Archivo General de Indias, Signatura: Contratación, 5443, N. 2, R. 127. 109. Probablemente Catalina Ortiz, de su comitiva de servidores, también listada en el “Expediente de información y licencia de pasajero a Indias”, Archivo General de Indias, Signatura: Contratación, 5443, N. 2, R. 127. 110. María Ortiz formó parte de su comitiva de servidores y está incluida en el “Expediente de información y licencia de pasajero a Indias”, Archivo General de Indias, Signatura: Contratación, 5443, N. 2, R. 127. 111. Jerónimo Franco figura como acompañante de los virreyes a la Nueva España en el “Expediente de información y licencia de pasajero a Indias”, Archivo General de Indias, Signatura: Contratación, 5443, N. 2, R. 127. 112. José de León y Cisneros fue nombrado alcalde mayor de Jicayán, Oaxaca. Su Expediente de información y licencia de pasajero se encuentra en ES.41091, Archivo General de Indias, 10.42.3.240, Contratación, 5447, N. 2, R. 10.

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Transcripción de las cartas

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para que le den un pedazo de pan en alguna gracia y así va conmigo la pobre. Padre mío, ya Usted sabe que para mí no puede haber mayor fortuna que obedecer a Usted y así mire Usted por amor de Dios si gusta de algo particular de por acá que me hará Usted grande honra en decírmelo. Chepito besa a Usted los pies y toda la familia a la de Usted dará muchos recados de mi parte y en particular a doña Juana a don Antonio.113 Hágame Usted encomendar mucho a nuestra Señora de los Milagros y a la de la Soledad, que haga [fol. 3v] Usted cuenta de que navegamos que desde mayo114 puede ser empecemos el viaje, y así desde entonces haga Usted que se haga oración particular porque nos lleve Dios con bien, que me guarde a Usted padre de mi vida más que a mí como deseo y es menester de México a 29 de julio de 1687. Excelentísimo señor besa los pies de Usted su hija más rendida y obediente María Luisa Excelentísimo señor duque de Guastala, mi señor y mi padre.

113. Se refiere a Antonio Alonso de Saavedra, secretario de su padre, y a su mujer, Juana de Cepeda. Ambos aparecen designados como beneficiarios en el testamento redactado por Vespasiano Gonzaga en abril de 1687. En este documento Vespasiano agradece especialmente los leales servicios de su secretario durante cuarenta y cuatro años y pide que se le recompense con el pago de haberes atrasados que le adeuda la Corona por su desempeño como virrey de Valencia. Véase “Testamento del Duque de Guastala”, Salazar y Castro, 1694, pp. 373-374. Antonio Alonso de Saavedra era también secretario del rey, según consta en este documento. 114. Partieron hacia España el 25 de abril de 1688.

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Apéndice 1 NÓMINA DE LA COMITIVA DE TOMÁS ANTONIO DE LA CERDA

El expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Tomás Antonio de la Cerda Enríquez de Ribera, conde de Paredes, marqués de la Laguna, virrey de Nueva España, y su mujer María Luisa Manrique y Gonzaga, fechado el 29 de junio de 1680, detalla la comitiva que los acompaña al Nuevo Mundo.1 La misma incluye dos capellanes y ochenta criados, todos naturales del reino. La nómina completa es la siguiente: - María de Larrea - Luisa Solier - Francisca Riquelme - Clara Montoza - Inés de Lezcano - Catalina Franco - Antonia Campillos - Manuela de las Cuevas - María Ortiz - María Piñar - Teresa Ortiz - Josefa González - Ángela Lozano - Catalina de Teves 1. El código de Referencia en el Archivo General de Indias es ES. 41091. Archivo General de Indias/10.42.3.236, Contratación, 5443, N. 2, R. 127.

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- María Araujo - María Lucas - María ‘la Negra’ - Diego García Londoño - Francisco de las Heras - Juan Camacho - Ignacio Romero - Gonzalo Ballesteros - Juan de la Cruz - Luis de la Flor - Fernando Ezquerra - Miguel Barron - Alonso Muñoz de Castilblanco - Miguel Arias - Juan de la Bastida - Diego de Frías - Manuel de Recalde - Francisco Antonio Ortiz - Francisco Ballesteros - Juan de Luyando - Jerónimo Franco - Luis de Luyando - Cristóbal Luyando - Adrián de Riaño - Isidro del Valle - Miguel de la Mora - Mateo de Moya - Miguel Peri - Juan de Paz Ponce de León - Martín García Londoño - Francisco García Londoño - Francisco Ferreri - Francisco Antonio Pérez - José de Morales - Pedro de Olivera - María Eugenia, mujer de Pedro de Olivera - Agustín Maestre - Isabel María López, mujer de Agustín Maestre

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Apéndices

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- Jerónimo Ruiz - Blas Domingo - Toribio Fernández - María de Noya, mujer de Toribio Fernández - Pedro García - Juan de Fraga - Pedro Carrera - Juan Martín - José Blanco - Juan de Galdi - Juan de Buenhora - Pedro López - Jerónimo de la Fuente - Juana Rodríguez, mujer de Jerónimo de la Fuente - Domingo Peláez - Juan Moliner - Joaquín Vares - Simón Martínez - Juan Antonio (mercader, Almodóvar del Campo) - Gaspar de Piña - Miguel Varela - Alonso Varela - Antonio Taguada - Miguel Casani - Domingo Fernández - Juan Francisco Tomás - Francisca María, mujer de Juan Francisco Tomás - Matías Francisco Tomás - Francisco Jiménez, capellán

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Apéndice 2 CARTAS DEL VIII DUQUE DE MEDINACELI A TOMÁS ANTONIO DE LA CERDA, MARQUÉS DE LA LAGUNA, 1687

Autor: Juan Francisco de la Cerda Enríquez de Ribera, VIII duque de Medinaceli2 Destinatario: Tomás Antonio de la Cerda, marqués de la Laguna Lugar: Guadalajara Fecha: 21 de abril de 1687 [fol. 1r] Hermano y amigo mio, la brevedad con que se manda salir un aviso que ha dias que estava prevenido para Nueva España con quien reciviras un pliego mio, con fecha de 10 de marzo solo me permite en este extravio3 acusar el recivo de tres cartas tuyas de 20, 21 y 29 de diziembre pasado que acavan de llegar a mis manos, y a manifestarte el sumo gusto, consuelo, y aborozo que me han ocasionado 2. Juan Francisco de la Cerda Enríquez de Ribera, VIII duque de Medinaceli (1637-1691) casó con Catalina Antonia de Aragón Folc de Cardona y Córdoba, IX duquesa de Segorbe, conformando uno de los matrimonios más aristocráticos y poderosos de España. Fue primer ministro del rey Carlos II, desde febrero de 1680 a abril de 1685, cargo desde el cual impulsó reformas monetarias que llevaron al país a un colapso económico. Perdido el favor real, se retira a Guadalajara, donde permanece por dos años. Regresa a la corte a fines de 1687, para morir en Madrid en 1691. Fernández de Béthencourt, 1904, vol. V, pp. 278-285. 3. Extravío: “Metaphoricamente significa desorden y confusion” (DA 1732).

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las buenas nuevas que me han traydo de tu salud, de la de mi señora la condesa mi hermana y de mi sobrino. Deque doy a Dios muchas gracias, y tambien deque corra con la felizidad que dices, y otros de ese Reyno han avisado aqui tu residencia4 en tiempos [fol. 1v] tan contrarios5 a todas nuestras dependencias enque se luce mucho mas la justificazion de tu obrar, deque estan asi afectos, como desafectos pasmados, y yo loco de contento, y solo ruego a Dios que te trayga con bien a estos Reynos, y te me deje veer, para que quede enteramente cumplido mi deseo. Los Parientes en esta casa estamos buenos, y lo mismo sucede a los de Madrid e Italia, y a todos nos tienes con fina voluntad para servirte. A la carta que me remites del Conde de la Monclova respondo en la conformidad que veras de la adjunta, que a este efecto va cerrada en falso.6 Juzgo a estas horas a mi hijo7 Luisya en Napoles pues se embarco en Alicante en tres navios Yngleses el dia 10 deste mes. Quiera Dios haya logrado mucha felizidad en el viage

4. Se refiere a la Residencia del marqués de la Laguna, publicada en enero de 1687, sin cargos para el virrey. 5. Tiempos tan contrarios: el duque de Medinaceli alude aquí a la pérdida del favor real, que lo ha obligado a apartarse de la corte y retirarse a Guadalajara en 1685, donde aún vive cuando escribe la carta. 6. Este fragmento sobre el conde de la Monclova y la carta que le remite a su hermano “cerrada en falso”, se refiere a los recelos y desconfianzas entre el virrey de la Laguna y su sucesor, a los que alude también María Luisa en su carta. 7. Se refiere a su hijo, Luis Francisco de la Cerda y Aragón (1661-1711), VIII marqués de Cogolludo, embajador de España en Roma ante la Santa Sede y virrey y capitán general del reino de Nápoles.

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Apéndices

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[fol. 2r] El Conde de Melgar8 queda todavía en Chamartín, pero con esperanzas de entrar muy presto enla Corte, segun las insinuaciones que ha tenido del de Oropesa. Que es quanto de aqui se me ofreze avisarte. Recive muchas memorias de mi Muger, y ponme a los pies de mi señora la Condesa mi hermana y da muchos y muy cariñosos abrazos a mi sobrino. en cuya compañía Dios te guarde los muchos años que deseo, y Gua dalaxara 21 de abril 1687. M. P. Hermano y Amigo mio. De grandisimo gozo han sido para mi las noticias que he tenido de tu salud, aunque melas templan algo la considerazion delo que se ha de dilatar el verte. Dios melo deje conseguir como deseo, y como mi gran Cariño a ti, a mi hermana y a mi lindo sobrino lo solicita, y ahora tengo paciencia por lo que me executa, y precisa la brevedad deste despacho, que tanto se ha dilatado, y ahora que fuera de alivio el hacerlo viene tan executivo que no me da lugar a mas. tu hermano y Amigo asta morir Duque de Medinaceli Segorbe y Alcala

8. Se refiere a su cuñado, Juan Tomás Enrique de Cabrera, II conde de Melgar, gobernador de Milán, casado con Ana Catalina de la Cerda, hermana del VIII duque de Medinaceli y de Tomás de la Cerda. El duque de Medinaceli especula con la posibilidad del ingreso del conde de Melgar a la corte, que beneficiaría a la familia, lo que se confirma a continuación, en la segunda carta.

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Autor: Juan Francisco de la Cerda Enríquez de Ribera, VIII duque de Medinaceli Destinatario: Tomás Antonio de la Cerda, marqués de la Laguna Lugar: Guadalajara Fecha: 27 de mayo de 1687 [fol. 1r] Hermano y Amigo mio. Haviendo sabido que se halla prevenida la flota para esos Reynos hago estos renglones para que enel corto tiempo que te detuvieres ahi, no te falten testimonios del verdadero amor, y cariño que me debes, que son inseparables de las obligaziones de la sangre, y de la amistad. Por la carta que te escrivi en 21 del pasado, deque va con esta duplicado,9 por sino huviere llegado a tus manos veras lo que hasta entonces havía ocurrido, aque con el mayor dolor añado la perdida del señor Duque de Guastala10 mi Primo, haviendo Su Excelencia fallecido en el Puerto de Santa Maria a 5 del corriente con el christiano acuerdo mas consiguiente [fol. 1v] a su virtuosa y exemplar vida, de forma que piadosamente se puede creher esta gozando de Dios, que es el unico consuelo que podemos tener sus Parientes y Amigos en tan grande perdida, deque te doy el pesame con todas aquellas expresiones mas propias de mi justo sentimiento que permanecera en mi toda mi vida.

9. Testimonio del cuaderno de copias de correspondencia que llevaban algunos nobles en la época. 10. Es decir, Vespasiano Gonzaga, padre de María Luisa y, por ende, suegro de Tomás, su hermano. Suponemos que esta es la carta que llevó a México la noticia de su muerte.

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Apéndices

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Entiendo que Don Antonio de Sahavedra11 te remitira copia del testamento que se le hizo y asi mesmo te dara individual quenta de todas las disposiciones que ordeno, y asi excuso referirte yo lo mismo por molestarte menos. Y solo digo que devi a Su Excelencia la confianza de dejarme entre otros por Albazea,12 y al paso, que he estimado su memoria, y atencion, he sentido vivamente [fol. 2r] hallarme fuera dela Corte, e imposivilitado de hacerle el corto obsequio de servirle.13 Pero ya que por mi desgracia, no he podido serle de provecho en esto, no he querido hacerle el perjuycio o detrimento deque los demas Albazeas por mi ausencia retardasen el cumplimiento de las disposiciones y voluntad del Difunto, y asi he renunciado el tal encargo, con harta mortificazion mia por la razon referida. Para el mejor cobro de tus intereses he encargado a Don Joseph Perez de Soto14 algunas diligencias que ya va executando. La mas principal es lo de la Grandeza.15 Y haviendo 11. Antonio Alonso de Saavedra era el secretario de Vespasiano Gonzaga, también citado en la carta de María Luisa. 12. El duque de Medinaceli fue albacea de Vespasiano Gonzaga, conforme consta en su testamento: “Nombra por su testamentarios al príncipe Don Vicente Gonzaga su tío, al duque de Medina Celi, y marqués de Povar, y a los Marqueses de la Laguna, y de Malpica, sus yernos, e hijas [...]”. Salazar y Castro, 1694, p. 374. 13. Nueva referencia a su apartamiento de la corte. 14. José Pérez de Soto y Ordóñez fue abogado en los Reales Consejos y en 1655 casó con Eugenia de Bocángel y Bolero, hija del poeta y dramaturgo español Gabriel de Bocángel. A su muerte en 1698, dejó una vasta fortuna habiendo surgido como abogado del Consejo del Rey y de la Inquisición; por muchos años manejó los estados y hacienda del duque de Medinaceli. Véase Dadson, 1983, pp. 73, 80-81. 15. Los privilegios de los grandes de España eran, algunos, protocolarios, como el de permanecer cubiertos en presencia del rey, pero también acarreaban otros beneficios, como el de no poder ser hecho preso. Aparte de existir varias categorías

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hablado Don Joseph en este punto al Conde de Oropesa,16 y manifestandole la duda en que se hallava de si convendria dar memorial [fol. 2v] a su Magestad. Le respondio el Conde que no savia la forma enque se havia dado la Grandeza al señor Duque de Guastala, si havia sido por su persona, o en atencion ala sucesion de aquel estado, ni la conformidad enque el Consejo de Estado hizo entonces la consulta, pues si fue en atencion del estado de Guastala devia recaer en un cavallero Gonzaga, hijo de un hermano menor del Difunto que hoy vive; si fue personal, se necesitaria de nueva merced sin pasar el Conde a darle dictamen si daria el memorial. Queda Don Joseph en conseguir estos Informes, y mas individuales noticias de tu hermano el señor Don Vizente Gonzaga que se espera que dentro de pocos dias estara enla Corte, y de algunos Regentes Provinciales [fol. 3r] del Supremo de Italia, y tu esta cierto que en lo que toca a la solicitud desta dependencia, y de lo demas que fuere de tu mayor servicio, procurare en quanto me fuere posible, que no haga falta la asistencia de de grandeza, podía ser real o personal, es decir, que se otorgaba el título de modo hereditario, o bien era concedida a un individuo, sin derecho a la sucesión. El duque de Medinaceli alude al proceso de constatar los derechos del duque de Guastalla en este sentido. Véase Monrealm, 1921. 16. Manuel Joaquín Álvarez de Toledo, VIII conde de Oropesa (1664-1707), sucede al VIII duque de Medinaceli como valido del rey Carlos II, entre 16851689. Por lo tanto, era, en el momento de escritura de esta carta, uno de los hombres con más poder de España.

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tu persona en estos Reynos. Las disposiciones de Su Excelencia todas se reducen a mandos y legados, y suponiendose que el Difunto no tenia vienes, y que los que dejo pertenecian casi todos a la testamentaria de mi señora la Condesa de Paredes mi Prima, se ha dificultado en si devieran pagarse los legados o no, pues en lo que hasta ahora se ha descubierto, no solo exceden al quinto, sino consumen to do el caudal, a que se añade el no haver dinero prompto con que puedan satisfacerse. Y así con el consentimiento del Marques [fol. 3v] de Povar17 se ha ordenado que pagado el funeral, misas, y entierro, se satisfaciese tambien a los criados de los dos meses de vacaciones, seles costease el venir a la Corte, y se trajese toda la ropa, que estava encajonada, y se havia salida delos coches, y mulas competentes se saliese de todo, y sino se traxese a Madrid y que tambien se beneficiasen los trastos de volumen, y poca estimazion deque pudiese haver salida, y no la teniendo quedasen en poder de Juan Baptista Nicolas para que los vendiese con el beneficio del tiempo. Esta es la providencia que me dice Don Joseph de Soto haverse dado hasta aqui, y yo sin alterarle circunstancia telo aviso. La Capitania General del Mar Oceano18 se ha encargado al Conde de Aguilar con retencion dela

17. Se refiere aquí al esposo de la hermana de María Luisa, Josefa Gonzaga Manrique de Lara, Antonio Gaspar Pimental Barroso, IV marqués de Malpica, hijo de la marquesa de Povar, y uno de los testamentarios de Vespasiano Gonzaga. 18. Es el cargo que deja vacante Vespasiano Gonzaga con su muerte.

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[fol. 4r] Armada, uniendose estas dos jurisdiziones en un sugeto, solo con la misa, para que fuese mas eficaz la commision que sele ha dado contra metedores,19 y mas authorizados sus naturales violencias. Mucho temo a la Andalucia en estos frangentes20 y no menos a mis vasallos del Puerto. El Conde de Melgar ya ha entrado en la Corte,21 no se save el camino por donde hechara, unos dicen que le dan el Govierno de Flande, otros que aspira a puesto enla Casa Real22 y muchos alo summo. Ha dado a entender que quiere venir aqui a verme, y yo lo deseo para darle un abrazo. Su Muger23 toda via queda en Milan, y hasta veer el Conde el paradero de sus cosas, creo que no embiara por ella. [fol. 4v] Mi hijo Luis de las tres veces que se ha embarcado en Alicante arrivo las dos al mismo Puerto, en la ultima le ha hecho buen tiempo, y le juzgo ya en Napoles, pero hasta conseguir esta noticia estare con el cuydado que se deja considerar El Virreynato de Sicilia se ha dado al Duque

19. Metedor: “Se llama tambien el que entra y introduce contrabandos” (DA 1734). 20. Frangente: “Acontecimiento fortuito y desgraciado que coge sin prevención” (DA 1732). 21. Véase nota en la primera carta, sobre el conde de Melgar. 22. Casa del rey o casa real: “Se llama la família de criados que la componen y son de estimación en ella: como Mayordomos, Gentiles hombres, Caballerizos y otros oficios con que se sirve a la Persona del Rey dentro de Palácio” (DA 1729). Por analogía, se refiere al entorno de mayor proximidad al rey. 23. Se refiere a la hermana del VIII duque de Medinaceli, como dijimos antes, Ana Catalina de la Cerda.

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de Uzeda,24 quien ha pasado a Alicante a embarcarse en dos Navios de la Armada que se mandaron prevenir para conducer a Luis, quien por la dilacion de su apresto no quiso valerse de ellos. Don Pedro de Oreytia25 hizo dejacion del Govierno del Consejo de Hazienda y le ha sucedido en este empleo el Inquisidor Don Gines Perez de Meca, vasallo, o, hechura del Marques delos Velez.26 Que es quanto de aca puedo avi sarte. [fol. 5r] Mis cosas se mantienen en una calma muerta por que la oposicion del Conde siempre es una.27 Los Parientes estamos buenos, y yo con deseo de que tu, mi señora la Condesa mi hermana y mi sobrino experimenten la misma felizidad. Dios os la conceda, y trayga a España, con bien para mi Consuelo, y os guarde los muchos años que deseo y hemenester ua dalaxara 27 de Mayo 1687. 24. “Juan Francisco Pacheco Téllez Girón contrajo matrimonio en 1677 con Isabel María Gómez de Sandoval, heredera del título de duquesa de Uceda y desde su matrimonio, comenzó a utilizar como propio el título de duque de Uceda. En 1687 fue nombrado virrey de Sicilia en sustitución del conde de Santisteban, quien había puesto fin a la autonomía de la ciudad de Mesina, apropiándose de los documentos de sus privilegios y de los libros del cabildo de su catedral, entre los que se encontraban los manuscritos griegos de Constantino Láscaris, obras que el duque de Uceda no dudó en unir a su biblioteca particular”. Biblioteca Histórica, Universidad Complutense de Madrid, en línea, . 25. “Día 30 de enero de 1687 se publicó el decreto del Rey reformando el Consejo de Hacienda, cuya Superintendencia General se encargó al Marqués de los Vélez del Consejo de Estado. La Presidencia se dió á D. Pedro de Oreytia, que la renunció muy pronto. Quedó este Consejo reducido á seis Consejeros y dos Secretarios: Bien que continuaron los mismos Oidores. La mayor supresión recayó en los Tribunales, Ministros y dependientes subalternos”. Ortiz y Sanz, 1801, p. 534. 26. Fernando Faxardo, VI marqués de los Velez. 27. Se refiere a su forzado exilio en Guadalajara, luego de dejar la corte de Madrid. Cuando alude al “conde”, suponemos que es el conde de Oropesa, valido del rey.

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Mi Amigo mui condolido, me a de jado la muerte del señor Duque de Guascala mi Primo haviendo perdido en su excelencia el mejor Pariente y el mas fino y verdadero amigo, Dios le vendiga [¿], en su eterno descanso, y nos de el consuelo y alibio que tanto ne zesitamos Marques de la Laguna Conde de Paredes mi hermano y Amigo. [fol. 5v] mi dolor solo le puede suavizar, la considerazion de haver, de verte, abenida de flota, sin embargo, deparezerme mas largo esse plazo ruego, a nuestro señor te traiga, a España, con la mayor felizidad y tambien a mi Señora la condesa mi hermana a cuios pies me pongo con todo respeto, y a mi querido sobrino, a quien de corazon abrazo. en nuestras cosas, no discurro pero lo reservo, para cuando Dios nos aga el benefizio debernos. tu hermano y mejor Amigo asta morir Goadalaxara y Mayo 27 de 1687 Duque de Medinaceli Segorbe y Alcala

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Apéndice 3 POEMAS DE MARÍA LUISA A SOR JUANA

Décima acróstica en Fama y obras póstumas La décima acróstica anónima en Fama y obras póstumas (1700) ha hecho especular a la crítica sobre la posible autoría de la misma. Tanto Antonio Alatorre como Georgina Sabat de Rivers la atribuyen a la virreina.28 La décima viene precedida por una Advertencia, de pluma de Juan Ignacio de Castorena y Ursúa, prebendado de la Santa Iglesia Metropolitana de México y editor del volumen, que provee numerosas pistas para suponer que María Luisa fue la responsable del poema. La declarada afición a la poeta, su inclinación a las musas, la cuna noble y su condición de dama de la reina, sumado a la ponderación que de ella hace el editor, quien le otorga un lugar de privilegio entre los otros contribuyentes al tomo, dejan entrever que, efectivamente, fue así.29 Reproducimos la Advertencia y, a continuación, el poema de la virreina.

28. Antonio Alatorre señala: “Esta décima acróstica es, sin duda posible, de doña María Luisa Gonzaga, Condesa de Paredes, que en 1700 era figura prominente de la corte madrileña”. Alatorre, 2007, vol. I, pp. 143-144. También Sabat de Rivers, 1998, p. 103. 29. Véase Colombi, 2018b.

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Advertencia30 Terminado el preludio al Entendido Lector, se humanó a favorecer las primeras Poesías deste ya perficionado Cuaderno, uno de los muy peregrinos Ingenios de nuestra España, muy delicado, y muy discreto, en quien la soberanía de la Cuna graciosamente agasaja la discreción Poética; y con tan fecunda perspicacia traveséa con las frescas hojas del Parnaso, que las cultiva á producir tan exquisitas flores. Nunca más envanecido el ruego, ni más singularmente elogiada la Poetisa, que en la siguiente primorosa Acróstica Décima. Las Estrellas tiñen de resplandor ambos Emisferios; y las del Cielo de Palacio permiten alguna vez, que suden perlas los Moldes. Un desperdicio de la inclinacion honesta á las Musas, de una de las señoras Damas de la Reyna nuestra señora, baña de luz los rasgos deste Papel. De una gran Señora muy Discreta, y Apasionada de la Poetisa Dezima acrostica Assumptos las Nueve Musas Jocosos dictan, y graves; Unica en todos, tu sabes Azer te admiren confusas, Numen de sciencias infusas, Assombro de inteligencias, Imponderable en cadencias, No imitada en consonancias, Erudita en elegancias, Singular en todas sciencias.

30. Cruz, 1995. La décima ha sido reproducida con la ortografía de la primera edición de Fama y obras póstumas de 1700.

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Apéndices

Romance en Enigmas

ofrecidos a la

Casa

del

Placer31

De la Excelentísima Señora Condesa de Paredes, Virreina que fue en México, y particular aficionada de la Autora Romance Amiga, este libro tuyo es tan hijo de tu ingenio, que correspondió, leído, a la esperanza, el efecto. Hijo de tu ingenio, digo: que en él solo se está viendo, con ser tal la expectación, excederla el desempeño. A ti misma te excediste, pues este libro que veo, cuasi que sería malo, si aun no fuera más que bueno. Misterios son que no toco, estos Enigmas que leo, para que en lo inteligible no peligrase lo inmenso. Solo tu Musa hacer pudo, con misterioso desvelo, de claridades obscuras, lo no entendido, discreto. Ambición tienes de gloria, pues Enigmas componiendo, quieres que hasta la ignorancia conozca tu entendimiento. 31. Alatorre, 2007, vol. I, pp. 199-200.

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Maravilla reservada a tu ingenio, pues contemplo que hace que la misma duda va confirmando tu acierto. Pero ¿qué mucho, si todos, discursivos y suspensos, aun sin penetrar las causas, se admiran de los efectos? Felizmente los ofreces en el más sagrado templo, donde es corto sacrificio el más noble rendimiento. Allí serán explicados, porque no debieses menos al acierto de escribirlos que a la dicha de ofrecerlos. Allí verás entendidos esos profundos conceptos, que fuera impuro holocausto reservarle el pensamiento. En sus divinos altares reverentemente expuestos, gozarán el noble indulto de no ser lo obscuro necio. Y perdona si te ofende, pues lo merece este afecto, de mi lira el destemplado, ronco, indigno, torpe plectro.

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Apéndice 4 POEMAS DE SOR JUANA A MARÍA LUISA Y A MARÍA DE GUADALUPE

A María Luisa Manrique de Lara y Gonzaga Sor Juana destinó a María Luisa algunas de las composiciones más famosas de toda su obra. Entre ellas, seleccionamos aquí el soneto prólogo a Inundación castálida, donde la poeta novohispana plantea, de modo hiperbólico, no obstante usual en la retórica del mecenazgo, la relación entre mecenas y poeta, homologándola con la que existe entre amo y esclavo, de modo de atribuir la propiedad de su poesía, esos “borrones”, “hijos del alma” y “partos del pecho” a su señora, la condesa de Paredes.32 La relación de patronazgo traducida como esclavitud aparece en otras piezas, también fundida con la convención del amor cortés, que supone la prisión del amante respecto a la amada, como en el romance 16, donde insiste en esta figura “Nadie se duela / por verme atada, pues trocaré ser Reina / por ser esclava.” El romance de María Luisa dedicado a sor Juana, contenido en los Enigmas ofrecidos a la casa del placer y reproducido en el Apéndice 3, puede leerse como una respuesta a este soneto dedicatoria, donde la patrona restituye la propiedad literaria a su protegida, proclamando el ingenio de la monja frente a lo que llama el “torpe plectro” de sus propios versos. También incorporamos dos retratos poéticos, entre los numerosos dedicados a la virreina, por estar escritos en momentos que son, de algún modo, correlativos a las cartas incluidas en esta edición. Se trata de la letra por el “Bellísimo Narciso”, compuesto hacia 1882 u 1883, 32. Véase Colombi, 2018b.

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para la representación de la comedia Los empeños de una casa, y el romance 61, uno de los últimos que sor Juana dedica a María Luisa y que Méndez Plancarte data entre abril y diciembre de 1688 o principios de 1689, publicado en Inundación castálida en 1689. Por último, incluimos en este apartado el romance epistolar a la duquesa de Aveiro. Soneto 19533 A la excelentísima señora condesa de Paredes, marquesa de la Laguna, enviándole estos papeles que su excelencia le pidió y que pudo recoger Soror Juana de muchas manos, en que estaban no menos divididos que escondidos, como Tesoro, con otros que no cupo en el tiempo buscarlos ni copiarlos El Hijo que la Esclava ha concebido, dice el Derecho que le pertenece al legítimo Dueño que obedece la Esclava Madre, de quien es nacido. El que retorna el campo agradecido, opimo fruto, que obediente ofrece, es del Señor, pues si fecundo crece, se lo debe al cultivo recibido. Así, Lysi Divina, estos borrones que hijos del Alma son, partos del pecho, será razón que a ti te restituya; y no lo impidan sus imperfecciones, pues vienen a ser tuyos de derecho los conceptos de un Alma que es tan tuya. Ama y Señora mía, besa los pies de V. Excia., su criada Juana Inés de la Cruz 33. En la transcripción del soneto se sigue la edición de Alfonso Méndez Plancarte, pero se ha repuesto la mayúscula en algunas palabras de acuerdo a la primera edición en Inundación castálida, 1689.

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Letra por “Bellísimo Narciso”, de Los empeños de una casa Bellísima María a cuyo Sol radiante, del otro Sol se ocultan los rayos materiales; tú, que con dos celestes divinos luminares, árbitro de las luces, las cierras, o las abres: que, porque de ser soles la virtud no les falte, engendran de tu pelo los ricos minerales, cuyo Ofir proceloso, al arbitrio del aire, forma en ricas tormentas doradas tempestades, sin permitir lo negro: que no era bien se hallasen, entre copia de luces, sombra de obscuridades, dejando a la hermosura plebeya el azabache, que es lucir con lo puesto de mendigas deidades; y al adornar tu frente, se mira coronarse con arreboles de oro montaña de diamante,

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pues dándole la nieve transparentes pasajes, lo cándido acredita, mas desmiente lo frágil... En fin, Lysi divina, perdona si, ignorante a un mar de perfecciones, me engolfé en leño frágil. Y pues para tu aplauso nunca hay voces capaces, tú te alabas, pues sola es razón que te alabes. Romance 61 Pinta la proporción hermosa de la Excelentísima Señora Condesa de Paredes, con otra de cuidados, elegantes Esdrújulos, que aún le remite desde México a su excelencia Lámina sirva el Cielo al retrato, Lísida, de tu angélica forma: cálamos forme el Sol de sus luces; sílabas las Estrellas compongan. Cárceles tu madeja fabrica: Dédalo que sutilmente forma vínculos de dorados Ofires, Tíbares de prisiones gustosas. Hécate, no triforme, mas llena, pródiga de candores asoma; trémula no en tu frente se oculta, fúlgida su esplendor desemboza.

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Círculo dividido en dos arcos, Pérsica forman lid belicosa; áspides que por flechas disparan, víboras de halagüeña ponzoña. Lámparas, tus dos ojos, Febeas súbitos resplandores arrojan: pólvora que, a las almas que llega, Tórridas abrasadas transforma. Límite de una y otra luz pura, último, tu nariz judiciosa, árbitro es entre dos confinantes, máquina que divide una y otra. Cátedras del Abril, tus mejillas, clásicas dan a Mayo, estudiosas: métodos a jazmines nevados fórmula rubicunda a las rosas. Lágrimas del Aurora congela, búcaro de fragrancias, tu boca: rúbrica con carmines escrita, cláusula de coral y de aljófar. Cóncavo es, breve pira, en la barba, pórfido en que las almas reposan: túmulo les eriges de luces, bóveda de luceros las honra. Tránsito a los jardines de Venus, órgano es de marfil, en canora música, tu garganta, que en dulces éxtasis aun al viento aprisiona. Pámpanos de cristal y de nieve, cándidos tus dos brazos, provocan

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Tántalos, los deseos ayunos: míseros, sienten frutas y ondas. Dátiles de alabastro tus dedos, fértiles de tus dos palmas brotan, frígidos si los ojos los miran, cálidos si las almas los tocan. Bósforo de estrechez tu cintura, cíngulo ciñe breve por Zona; rígida, si de seda, clausura, músculos nos oculta ambiciosa. Cúmulo de primores tu talle, dóricas esculturas asombra: jónicos lineamentos desprecia, émula su labor de sí propia. Móviles pequeñeces tus plantas, sólidos pavimentos ignoran; mágicos que, a los vientos que pisan, tósigos de beldad inficionan. Plátano tu gentil estatura, flámula es, que a los aires tremola: ágiles movimientos, que esparcen bálsamo de fragrantes aromas. Índices de tu rara hermosura, rústicas estas líneas son cortas; cítara solamente de Apolo, méritos cante tuyos, sonora.

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A María de Guadalupe de Lencastre y Cárdenas, duquesa de Aveiro Romance 37 Aplaude lo mismo que la Fama en la Sabiduría sin par de la Señora Doña María de Guadalupe Alencastre, la única Maravilla de nuestros siglos Grande Duquesa de Aveyro, cuyas soberanas partes informa cavado el bronce, publica esculpido el jaspe; alto honor de Portugal, pues le dan mayor realce vuestras prendas generosas que no sus Quinas Reales; Vos, que esmaltáis de valor el oro de vuestra sangre, y siendo tan fino el oro son mejores los esmaltes; Venus del Mar Lusitano, digna de ser bella Madre de Amor, más que la que a Chipre debió cuna de cristales; gran Minerva de Lisboa, mejor que la que triunfante de Neptuno, impuso a Atenas sus insignias literales; digna sólo de obtener el áureo pomo flamante que dio a Venus tantas glorias como infortunios a Paris;

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cifra de las nueve Musas cuya pluma es admirable arcaduz, por quien respiran sus nueve acentos süaves; claro honor de las mujeres, de los hombres docto ultraje, que probáis que no es el sexo de la inteligencia parte; Primogénita de Apolo, que de sus rayos solares gozando las plenitudes, mostráis las actividades; Presidenta del Parnaso, cuyos medidos compases hacen señal a las Musas a que entonen o que pausen; clara Sibila Española, más docta y más elegante que las que en diversas tierras veneraron las edades; alto Asunto de la Fama, para quien hace, que afanes del martillo de Vulcano nuevos clarines os labren: oíd una Musa que, desde donde fulminante a la Tórrida da el Sol rayos perpendiculares, al eco de vuestro nombre, que llega a lo más distante,

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medias sílabas responde desde sus concavidades, y al imán de vuestras prendas, que lo más remoto atrae, con amorosa violencia obedece, acero fácil. Desde la América enciendo aromas a vuestra imagen, y en este apartado Polo templo os erijo y altares. Desinteresada os busco: que el afecto que os aplaude, es aplauso a lo entendido y no lisonja a lo grande. Porque ¿para qué, Señora, en distancia tan notable habrán vuestras altiveces menester mis humildades? Yo no he menester de Vos que vuestro favor me alcance favores en el Consejo ni amparo en los Tribunales; ni que acomodéis mis deudos, ni que amparéis mi linaje, ni que mi alimento sean vuestras liberalidades. Que yo, Señora, nací en la América abundante, compatrïota del oro, paisana de los metales,

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adonde el común sustento se da casi tan de balde, que en ninguna parte más se ostenta la tierra Madre. De la común maldición libres parece que nacen sus hijos, según el pan no cuesta al sudor afanes. Europa mejor lo diga, pues ha tanto que, insaciable, de sus abundantes venas desangra los minerales. ¡Y a cuántos, el dulce Lotos de sus riquezas, les hace olvidar los propios nidos, despreciar los patrios Lares! Pues entre cuantos la han visto, se ve con claras señales voluntad en los que quedan y violencia en los que parten. Demás de que, en el estado que Dios fue servido darme, sus riquezas solamente sirven para despreciarse. Que para volar segura de la Religión la nave, ha de ser la carga poca y muy crecido el velamen; porque si algún contrapeso pide para asegurarse,

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de humildad, no de riquezas, ha menester hacer lastre. Pues ¿de qué cargar sirviera de riquezas temporales, si en llegando la tormenta era preciso alijarse? Con que por cualquiera de estas razones, pues es bastante cualquiera, estoy de pediros inhibida por dos partes. ¿Pero a dónde de mi Patria la dulce afición me hace remontarme del asunto y del intento alejarme? Vuelva otra vez, gran Señora, el discurso a recobrarse, y del hilo del discurso los dos rotos cabos ate. Digo, pues, que no es mi intento, Señora, más que postrarme a vuestras plantas, que beso a pesar de tantos mares. La siempre divina Lysi, aquélla en cuyo semblante ríe el día, que obscurece a los días naturales; mi Señora la Condesa de Paredes (aquí calle mi voz, que dicho su nombre no hay alabanzas capaces);

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ésta, pues, cuyos favores grabados en el diamante del alma, como su efigie, vivirán en mí inmortales, me dilató las noticias ya antes dadas de los Padres Misioneros, que pregonan vuestras Cristianas piedades, publicando cómo sois quien con cielo infatigable solicita que los triunfos de nuestra Fe se dilaten. Ésta, pues, que sobre bella, ya sabéis que en su lenguaje vierte flores Amaltea y destila Amor panales, me informó de vuestras prendas, como son y como sabe, siendo sólo tanto Homero a tanto Aquiles bastante. Sólo en su boca el asunto pudiera desempeñarse, que de un Ángel sólo puede ser coronista otro Ángel. A la vuestra, su hermosura alaba, porque envidiarse se concede en las bellezas y desdice en las Deidades. Yo, pues, con esto movida de un impulso dominante,

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de resistir imposible y de ejecutar no fácil, con pluma en tinta, no en cera, en alas de papel frágil las ondas del mar no temo, las pompas piso del aire, y venciendo la distancia (porque suele a lo más grave la gloria de un pensamiento dar dotes de agilidades), a la dichosa región llego, donde las señales de vuestras plantas, me avisan que allí mis labios estampe. Aquí estoy a vuestros pies, por medio de estos cobardes rasgos, que son podatarios del afecto que en mí arde. De nada puedo serviros, Señora, porque soy nadie; mas quizá por aplaudiros podré aspirar a ser alguien. Hacedme tan señalado favor, que de aquí adelante pueda de vuestros crïados en el número contarme.

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1. Firma de María Luisa Manrique de Lara y Gonzaga, condesa de Paredes, marquesa de la Laguna.

2. Sello de agua de las cartas de María Luisa Manrique de Lara y Gonzaga, condesa de Paredes, marquesa de la Laguna.

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3. Excmo. Sr. D. Thomas de la Cerda Manrique de Lara, Conde de Paredes, Marquez de La Laguna, 28 Virrei y Capitan Gl. de esta nueva España, autor anónimo, Museo Nacional de Historia de México, Ciudad de México.

4. Firma de Tomás Antonio de la Cerda Enríquez de Ribera.

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Apéndices

273

5. Juan Francisco de la Cerda, VIII duque de Medinaceli, por Claudio Coello, Museo Nacional de Arte de Cataluña, Barcelona.

6. Firma de Juan Francisco de la Cerda Enríquez de Ribera, VIII duque de Medinaceli.

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Cartas de Lysi

7. D. María Guadalupe, Duquesa de Aveiro y Maqueda, Duquesa de Arcos con sus tres hijos, exvoto de autor desconocido, Real Monasterio de Santa María de Guadalupe, Cáceres, España. María Guadalupe, que para la fecha de la pintura, 1682, contaba cincuenta y dos años, aparece junto a sus hijos: a la izquierda el mayor, Joaquín; a la derecha el segundo, Gabriel; y en el extremo, Isabel. La imagen es gentileza del doctor Luis de Moura Sobral.

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Apéndices

275

8. Retrato de la duquesa de Aveiro por Francisco Ignacio Ruiz de la Iglesia, Museo del Prado, Madrid. El cuadro no está datado, pero es anterior a 1703, año de muerte del pintor. El Museo del Prado lo fecha hacia 1700.

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Cartas de Lysi

9. Retrato de sor Juana Inés de la Cruz por Juan de Miranda, 1713, Rectorado de la Universidad Nacional Autónoma de México, Patrimonio Universitario, Ciudad de México.

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Apéndices

277

10. Portada de Inundación castálida de sor Juana Inés de la Cruz, Madrid, 1689, con la dedicatoria a María Luisa.

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Cartas de Lysi

11. Soneto dedicatoria de sor Juana Inés de la Cruz a María Luisa, Inundación castálida, 1689.

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Apéndices

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12. Romance epistolar de sor Juana Inés de la Cruz a la duquesa de Aveiro, Inundación castálida, 1689

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Cartas de Lysi

13. Décima acróstica de María Luisa, Fama y obras póstumas, Madrid, 1700.

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14. Casa de los duques de Arcos, residencia de María Guadalupe de Lencastre y Cárdenas, en la calle del Arenal esquina San Ginés, frente a la iglesia de San Ginés. Fragmento de la Lámina 21 de la Topographia de la Villa de Madrid de Pedro Teixeira, 1656.

Apéndices

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15. Casa de los condes de Paredes, plaza de San Andrés 2, actual sede del Museo de San IsidroLos Orígenes de Madrid. Fragmento de la Lámina 21 de la Topographia de la Villa de Madrid de Pedro Teixeira, 1656.

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Cartas de Lysi

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Apéndices

283

16. La reina Mariana de Austria, Juan Carreño de Miranda, 1670, Museo del Prado, Madrid.

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Cartas de Lysi

17. La reina Mariana de España de luto Juan Bautista Martínez Del Mazo, 1666, The National Gallery, Londres.

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Índice de nombres propios en las cartas

Adame, Juan de 44, 87, 193, 215 Alarcón, Francisco de 45, 219 Alonso de Saavedra, Antonio 233, 245 Andalucía 221, 248 Aragón Folc de Cardona y Córdoba, Catalina Antonia de, IX duquesa de Segorbe 220, 241 Arechaga, Juan de 33, 231 Atondo y Antillón, Isidro de 29, 119, 193, 215 California(s) 28, 29, 44, 50, 119, 120, 121, 193, 202, 215, 226 Carlos II 26, 27, 32, 45, 59, 63, 65, 67, 69, 71, 73, 74, 79, 84, 89, 91, 103, 104, 105, 106, 107, 110, 111, 113, 114, 115, 117, 118, 120, 121, 122, 123, 217, 219, 232, 241, 246 Carmelita(s) 60, 61, 80, 109, 111, 112, 116, 125, 198, 222 Cepeda, Juana de 233 Cerda Enríquez de Ribera, Juan Francisco de la, VIII duque de Medinaceli 19, 26, 73, 79, 103, 107, 114, 118, 120, 122, 217, 241, 244, 246, 273 Cerda Enríquez de Ribera, Tomás Antonio Manuel Lorenzo de la,

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III marqués de la Laguna 19, 26, 27, 32, 33, 47, 53, 54, 73, 74, 75, 79, 103, 104, 114, 117, 122, 213, 237, 241, 244, 272 Cerda Manrique de Lara, José de la, IV marqués de la Laguna 52, 88, 89, 112, 120, 217, 225, 230 Cerda y Aragón, Felice María de la 220 Cerda y Aragón, Luis Francisco de la, VIII marqués de Cogolludo 220, 242 Clavero y Sessé, Felipa, condesa de Aranda 232 Compañía de Jesús 29, 50, 79, 87, 90, 100 Condesa de Orgaz, María de Sandoval 195, 218 Cruz, Juana Inés de la, sor passim China 44, 50, 103, 193, 202, 215, 225 Enríquez de Cabrera, Teresa 220 Enríquez de Ribera, fray Payo 15, 27, 29, 77, 78, 87, 117, 222 España passim Espíritu Santo, bahía de 32, 53, 120, 206, 231 Francia 27, 31, 45, 61, 62, 68, 73, 103, 110, 217, 220 Franco, Jerónimo 207, 232, 238

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Cartas de Lysi

Gonzaga, Vespasiano, duque de Guastalla, conde de Paredes de Nava 18, 19, 26, 49, 52-55, 62, 64, 65, 70, 75, 80, 102, 103, 113, 114, 117, 119, 121, 179-186, 205-208, 221, 229-233, 244250 Haro y Guzmán, Gaspar de, VII marqués del Carpio y marqués de Eliche 219 Inglaterra 24, 27, 35, 207, 232 Kino, Eusebio 29, 40, 41, 43, 44, 50, 56, 87, 88, 118, 119, 215 Lencastre y Cárdenas Manrique, María de Guadalupe de, duquesa de Aveiro 7, 13, 18, 19, 29, 33-51, 56, 96, 109, 111, 113, 118, 121, 147-178, 189-203, 211-227, 261-267 León y Cisneros, José de 232 Linaz de Jesús María, fray Antonio 199, 223 Madrid 11, 33, 34, 35, 36, 37, 41, 44, 62, 69, 70, 73, 76, 81, 87, 99, 100, 106, 108, 109, 111, 115, 119, 121, 122, 123, 124, 142, 191, 211, 213, 216, 219, 241, 242, 247, 249, 281, 282 Manrique de Lara Gonzaga y Luján, María Luisa, XI condesa de Paredes de Nava passim Manrique de Lara, Isabel 63, 120, 218 Mansilla, Baltasar de 87, 90, 215, 223 México passim Moscoso Rojas y Córdoba, Leonor de 196, 219 Nápoles 61, 196, 219, 220, 242, 248 Orleans, María Luisa de 45, 63, 67, 83, 84, 91, 118, 120, 121, 217, 218

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Orozco, Juan Antonio de 218 Orozco, Manuel de 218 Orozco y Rivera, Francisco de, II marqués de Mortara 218 Ortiz, Catalina 232 Ortiz, María 75, 207, 232, 237 Ortiz, Teresa 75, 232, 237 Ponce de León y Aragón, José 33, 211 Ponce de León Fernández de Córdoba, Manuel, VI duque de Arcos 33, 38, 116, 117, 216 Portocarrero y Laso de la Vega, Melchor Antonio, III conde de la Monclova 32, 53, 101, 121, 229 Portugal 35, 36, 37, 38, 39, 44, 114, 115, 116, 118, 197, 216, 220, 261 Puerto de Santa María 18, 33, 66, 74, 75, 99, 100, 117, 121, 147, 189, 190, 211, 229, 244 Ronquillo Briceño, Pedro 232 Ruiz de Alarcón, Pedro, II marqués de Palacios 219 Saboya, Condado de 220 San Jerónimo, convento 15, 16, 46, 66, 85, 93, 95, 116, 198, 221, 222 Silva, José de 45, 219 Téllez-Girón, María de las Nieves 220 Urrea y Clavero, Antonia Ximénez de 32, 53, 230 Vasconcelos, Francisco 225 Veracruz 27, 30, 31, 32, 50, 77, 81, 89, 90, 118, 120, 226 Víctor Amadeo II de Saboya 220 Zacarías Ponce de León y Lencastre, Isabel 38, 121, 222

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