Tratado de economía marxista I [1]

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ratado de economía -marxista •

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BIBLIOTECA FACULT/'D o¡: C!E CI '; U:ONOMICAS

Ediciones Era

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Pri1nera edición en francés.: 1962 Título original: Traité d'écononiie niar:dste © 1 962, René Julliard, París Primera etlici6n en español: 19,6Q Traducción: Francisco Díez del Corral Derechos reservados en lengua española @-1969, Ediciones Era, S. A. Avena 102, México 13, D. F. Impreso y hecho en 1-féxico / Printed anti 1nade z n lvlexico

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A· 1a 111e111or1a d e 1111 pa rr!f' i. enr1 Mande!, espíritu intrépido, corazón ge­ neroso, que me inició en la doctrina de lVfa rx y me enseñó a combatir la ex­ plotación y la .. opresión en todas sus formas para que todos los hombres puedan ser hermanos. _

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1NDICE

�NTRODUCCIÓN, 13 CAPÍTULO l

TRABAJO, PRODUCTO NECESARIO, SOBREPRODUCTO, 22 El producto necesario, 23 J Comienzo de la división social del trabajo, 24 J Primera aparición de una sobreproducción social, 25 / La revo­

lución neolítica, 27 J La organización cooperativa del trabajo, 29 / La ocupación primitiva del suelo, 32 / El cultivo �el suelo irrigado, cuna de la civilización, 35 / La revolución metalúrgica, 36 J Producción y acumulación, 38 /¿Existe un "excedente econó111icon?, 41 CAPÍTULO II

CAMBIO, :MERCANCÍA, VALOR, 45 El cambio simple, 45 / Trueque silencioso y donaciones ceremoniales, 46 / El cambio desarrollado, 49 / El comercio, 50 / Producción para las necesidades y producción de mercancías, 54 / Sociedad cooperativa­ mente organizada y sociedad que descansa en la economía del tiempo de trabajo, 55 J Val.or de cambio de las mercancías, 59 / Producción simple de mercancías, 62 CAPÍTULO III

DINERO, CAPITAL, PLUSVALÍA, 66 Necesidad de un equivalente general, 66 / Evolución del equivalente general, 68 / La moneda, 70 / Evolución de la riqueza social y dife­ rentes papeles del dinero, 72 / Circulación de mercancías y circulación de dinero, 74 /La plusvalía nacida de la circulación de mercancías, 76 / La plusvalía nacida de la producción de mercancías, 79 / Capital, plusvalía y sobreproducción social, 82 /La ley del desarrollo desigual, 85

CAPÍTULO lV EL DESARROLLO DEL CAPITAL,

87

de uso y acumulación de plusvalía,

Formas de la sobreproducción agrícola, capital mercantil, domicilio,

102

94

90

87

/ Acumulación de valores

/ El capital usurario,

/ La revolución comercial,

/ El capital manufacturero,

105

98

92

/ El

/ La industria a

/ Creación del prole­

108 /La revolución industrial, 109 /Particularidades 1 1 1 / Capital y modo de producción capitalista, 1 1 7

tariado moderno,

del desarrollo capitalista en Europa occidental,

CAPÍTULO V LAS CONTRADICCIONES DEL CAPITALISlv10,

1 19

122 / El incremento de la productividad y de la intensidad del 123 /Mano de obra humana y maquinismo, 127 / Formas y evolución de los salarios, 130 / Nota suplementaria sobre la teoría de la depauperación absoluta, 138 / Doble función de la fuerza de trabajo, 141 /La perecuación de la tasa de ganancia en la sociedad precapita­ lista, 143 / La perecuación de la tasa de ganancia en el modo de pro­ ducción capitalista, 145 /Precio de producción y valor de las mercancías, 14 7 /Centralización y concentración del capital, 150 / La caída ten­ dencia! de la tasa media de ganancia, 154 /La contradicción suprema del régimen capitalista, 158 /Trabajo libre y trabajo enajenado, 160 / La lucha de clases, 163 El capital sediento de plusvalía,

1 1 9 /La prolongación de la

jornada de

trabajo,

trabajo,

CAPÍTULO VI EL COMERCIO,

167

ducción y realización de la plusvalía,

El comercio, producto del desarrollo económico desigual,

y tasa anual de ganancia, ciales,

174

169

167

/ Pro-

/ Masa anual de plusvalía

/ Capital comercial y foerza de trabajo empleada en la

distribución,

176

171

/ Capital comercial y ganancias comer-

/ La concentración del capi tal comercial,

1 77

/ El

capital invertido'en la esfera de los transportes, 183 / El comercio in­ ' ternacional, 184 / Los gastos de distribución, 186 / El sector terciario,

190

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CAPÍTULO \'It

EL CRÉDITO, 193 Ayuda mutua y crédito, 193 /El origen de los bancos, 194 / El cré­ dito en la sociedad precapitalista, 197 /Oferta y demanda de capital­ dinero en la época del capital comercial, 200 / Oferta y demanda de capital-dinero en la época del capitalismo industrial, 202 / Interés y tasa de interés , 205 / Crédito de circulación, 209 / Crédito de inver­ sión y mercado financiero, 211 / La bolsa, 213 / Sociedades por ac­ ciones y evolución del capitalismo, 216 /El crédito de consumo, 219 / El crédito y las contradicciones del capitalismo, 220 CAPÍTULO VIII

LA MONEDA, 222 Las dos funciones de la moneda, 222 / Valor de la moneda metálica y movimiento de precios, 223 / La circulación de la moneda metálica, 224 /Orígenes de la moneda fiduciaria privada, 226 /Orígenes de la moneda fiduciaria pública, 228 / Creación de moneda fiduciaria pú­ blica. Primera fuente: el descuento, 230. / Creación de moneda fidu­ ciaria pública. -Segunda fuente: los adelantos en cuenta corriente, 231 / Creación de moneda fiduciaria pública. Tercera fuente: los gas­ tos públicos, 233 / El stock monetario socialmente necesario, 234 / La circulación de papel moneda no convertible, 236 / La balanza de pagos, 239 / Bancos de emisión y crédito bancario, 241 / Las mani­ pulaciones monetarias, 243 / Tres formas de inflación, 245 / Poder ele compra, circulación monetaria y tasa de interés, 247

CAPÍTULO IX

LA AGRICULTURA, 2'19 Agricultura y producción de mercancías, 249 / Renta precapitalista y renta capitalista de la tierra, 250 / Orígenes de la renta capitalista ele la tierra, 251 / La renta diferencial de la tierra, 254 / La renta absoluta de la tierra, 256 / Renta de la tierra y modo de producción capitalista, 258 / Precio de la tierra y evolución de la renta agraria, 261 / Propiedad del suelo y modo de producción capitalista, 265 / Re­ laciones de producción y relaciones de propiedad en el campo, 266 / Concentración y centralización de capitales en la agricultura, 268 / La miserable suerte del obrero agrícola, 272 / De las teorías de Mal­ thus al maltusianismo agrícola, 273 / La renta de la tierra y la teoría marginalista del valor, 276

CAPÍTULO X

REPRODUCCIÓN Y CRECIMIENTO DE LA RENTA NACIONAL, 281 Valor nuevo, ingresos nuevos e ingresos transferidos, 281 / Estado, plusvalía y renta social, 286 /El reparto de la plusvalía, 288 /Produc­ to social y renta social, 291 /Reparto de ingresos y distribución de las mercancías, 294 /Producción y, reproducción, 297 /Reproducción sim­ ple, 299 / Reproducción ampliada, 301 / Reproducción ampliada y leyes de desarrollo del capitalismo, 304 / Reproducción ampliada, crecimiento económico y contabilidad social, 306 / Reproducción limi­ tada, 308 /Economía de guerra, 310 / La redistribución de la renta nacional por medio del Estado, 313 CAPÍTULO XI

LAS CRISIS PERIÓDICAS, 319 Crisis prccapitalistas y crisis capitalistas, 319 / Posibilidad general de las crisis capitalistas, 320 / La ley de los mercados, 321 /La marcha cíclica de la economía capitalista, 322 / La lógica interna del ciclo capitalista, 326 /La extensión de la base de la producción capitalista, 335 / Las teorías del subconsumo, 338 / Crítica de los modelos del "snbconsumo", 341 /Las teorías de desproporcionalidad, 343 /Esque­ ma de una síntesis, 345 / Las condiciones de expansión capitalista, 349 / ¿Crecimiento sin flnctuacioncs?, 350

NOTAS, 35,�

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JNTRODUCCION

Una extraña paradoja domina la actitud del mundo académico con res· pecto a la teoría económica marxista. Hace medio siglo, ésta encontró un interés teórico cada vez mayor y fue objeto de apasionados debates en Jos medios universitarios; pero se le negó toda eficacia práctica: una economía socialista no podría funcionar, decían Jos economistas.1 Hoy día nadie pone en duda que la economía ma1xista pueda inspirar -no sin éxito- la política económica de los Estados, sean éstos grandes o pe­ queños; pero en los medios académicos sólo encuentra indiferencia o desdén.* Si en algunas ocasiones ha sido objeto de estudios más cuidado­ sos, tales estudios n\) se han realizado, sin embargo, en función de su propio valor, sino en tanto que subrama de esa nueva "ciencia" llamada "Sovietología", cuando no en el -marco de una disciplina t&lavía más ex­ traña, Ja "marxología". Quien considere como válido el ·método de investigación ma1xista y la masa de resultados a que ha conducido -y el autor se coloca sin reservas en este punto de vista- podría replicar que esta situación es perfecta­ mente norm�I. Porque ¿acaso no está la �iencia académica "al servicio de la clase dominante"? ¿Acaso no está el mundo capitalista comprometido en una "lucha a muerte con el bloque socialista"? ¿No es cierto que la teoría marxista constituye un arma esencial de este bloque? ¿Y no lo es también que los servidores del capitalismo están obligados a desacreditar todo aquello que sirve ·a sus adversarios de clase? Vistas así las cosas, el descrédito lan.ado sobre el marxismo en Occidente no sería más que una manifestación de la propia lucha de clases que confirmaría, de rechazo, la validez de las tesis marxistas. La argumentación corre el riesgo de convertirse en ese diálogo de sordos que resulta del intercambio de invec­ tivas "técnicas" entre marxistas y psicoanalistas ... No negaremos que haya un grano de verdad en estas afim1aciones; pero

* J. 1{. Keynes caracteriza El Capital de Marx como "un manual económico anti­ cuado . . . no solamente erróneo desde el punto de vista econ6rnico, sino también sin interés ni aplicación _pa� el mundo moderno",2. A.A. Berle Jr. considera que "la economía política de Marx está superada y refutada'i .a Fran�ois Perroux afirma que 11ninguna de las 'tendencias crónicas' (del capitalismo, reveladas por Marx) es demostrable lógicamente ni puede ser probada recurriendo a la observación cientí� fica".4 Raymond . Aron escribe: "El marxismo apenas tiene ya lugar en la cultura de occidente, incluso, en Francia y en Italia, donde una importante fracción de la inte� lectua1idad se adhirió abiertamente á.l stalinismo. Sería in 'útil búscar un economista dignO de este nombre que pueda calificarse ·como marxista en el sentido estricto del ténnino".5 Etc,1

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sólo un grano. Si se exan1ina sin ilusiones ni falso pudor todo el n1undo donde se forjan y defienden las ideas, es innegable que se encontrará un buen número de cínicos y oportunistas, de hombres que venden su pluma o su cerebro al mejor postor, o modifican imperceptiblemente la trayecto­ ria de su pensamiento, en el momento en que pueda constituir un freno para su éxito material o social. Es preciso añadir, además, que desde hace varias décadas, la Unión Soviética, con10 consecuencia de su creciente poder material, ejerce también una influencia del mismo género sobre todo ese mundo. Pero ningún marxista digno de este nombre, fiel a la gran tradición científica del propio lviarx, podría reducir el problema de las ideas a simples cuestiones de corrupción directa (por interés personal) o indirecta (por la presión del medio ambiente). Marx y Engels precisaronrnás ele una vez que la historia de las ideas sigúe su i:liiiléctica propia, qué bs . ["" ideas evolucionan a partir de factores retrasmitidos de. una generación ·ª i 1 otra, y por la pugna de escuelas contrapuestas (Cf. carta de Engels a Fr. I' · Mehring del 14 de Junio de 1893). La determinación social de este proceso opera en lo esencial sobre una materia ya dada, con sus propias contradicciones• :'y sus posibilidades de "explosión" en diversas direcciones. Comentando las "Theorien Uber Den Mehnvert", que deberían haber constituido el torno IV de El Capital, Rudolf Hilferding ha subrayado que estamos ante un estudio de la evolución dialéctica de las ideas con su lógica propia y sus contradicciones internas ("Selbstentwicklung der nationa!Okonomischen Wissenschaft"). Marx sólo hacía intervenir el factor social en tanto que explicación del último resorte de esta evolución, y no en tanto que explicación inmediata.• Ahora bien, la tradición marxista resume la evolución de la economía política burguesa, oficial o académica, en tres fases, cada una de las cuales coincide con una fase de evolución del capitalismo. Durante la fase de (ascensión de la burguesía hacia la posición de clase dominante, la teoría 1 jpolítica parte a la conquista de la realidad económica: es el momento )de la elaboración de la teoría del valor de la fuerza de trabajo, periodo que · se extiende de William Petty a Ricardo,1 Viene después la fase en que la : burguesía se compromete en una lucha· de clase cada vez más aguda con , el proletariado, sin haber llegado, no obstante, a eliminar definitivamente ·,a las antiguas clases dominantes: es el periodo en el que se despliega todo el abanico de las contradicciones internas inherentes a la teoría bur!; guesa del valor de la fuerza de trabajo, dando nacimiento a la escuela maixista por una parte y a las diversas escuelas burguesas posricardianas, · por otra. Finalmente, durante la tercera fase, la burguesía, después de ]iaber consolidado definitivamente sus posiciones dominantes, se limita a sostener contra el proletariado una lucha defensiva. Es el periodo declinante de la economía política burguesa. De científica, pasa a ser puramei;ite apologética. ...•\La teoría del valor de la fuerza de trabajo es sustituida primero por la ¡ "economía vulgar'', y después por la escuela marginalista o por escuelas

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/ mixtas que realizan las síntesis de eclecticismo y marginaiismo.

Pero al analizar el pensamiento oficial durante los últimos treinta años, se obse1va que este esquema no es completo. Después de la gran crisis de 1 929-1933, se puede descubrir fácilmente una cuarta fase en la evolución de la economía política burguesa: la fase de la teoria puramente prag­ mática. La apologética pura sólo es un medio eficaz mientras el sistema se vea exclusivamente amenazado en la esfera de la teoría. Pero se convierte en irrisorio en el momento en que el sistema amenaza hundirse en la práctica. A partir de este momento, la economía política lanza por la borda la mayor parte de sus preocupaciones puramente académicas, para conver­ tirse exclusivamente en uua técnica de consolidación práctica del capita- l'. lismo. Esta es, en efecto, la función que cumple desde "la revolución ' keynesiana", y la elaboración de las diversas técnicas econométricas.* Nos encontramos aquí con una de las causas fundamentales de la indi­ ferencia que los medios de economistas "oficiales" manifiestan actualmente con. respecto al marxismo. Porque para estos profesores el marxismo se confunde con todas las escuelas de "la antigua economía política", cen­. trada en los problemas microeconómicos, y que se contentaban con "razo­ nar en abstracto", sin ofrecer recetas para aumentar el volumen de empleo o colmar un déficit en la balanza de pagos. Más aúu: los únicos econo­ mistas contemporáneos que conceden a Marx un puesto honorable en la· historia de las ideas económicas son precisamente los que lo consideran como uno de los fundadores de las teorías macroeconómicas actualmente en boga.•• Algunos marxistas intentan también probar que el valor de Marx reside ante todo en el hecho de que haya "presentido" a Keynes, la teoría de los ciclos económicos y el cálculo de la renta nacional . . . Pero si el interés por los problemas económicos "puros", desgajados de las preocupaciones prácticas inmediatas, ha disminuido notablemente en nuestra época marcada por inmensas transformaciones sociales,11 los que se consideran seguidores del marxismo son en parte responsables de la decadencia de la teoría económica marxista. Porque, en efecto, desde hace casi 50 años se contentan con repetir la enseñanza del marxismo en , resúmenes de El Capital que pierden cada día más el contacto con la reali­ dad contemporánea. Llegamos ahora a la segunda razón fundamental de la paradoja anunciada al principio: la incapacidad de los marxistas para rehacer, ajustándola a las condiciones de la segunda mitad del siglo xx, la obra realizada por Marx en el siglo pasado. Esta incapacidad procede ante todo de causas políticas. Se debe funda­ mentalmente a la posición subordinada que, durante la era staliniana, se atribuyó a la teoría en la URSS y los partidos comunistas. La teoría fue allí el medio auxiliar de la política, de la misma forma que la filo* Ver en el capítulo xvur los párrafos: uLa revolución keynesianan y 11La eco· non.l etría, o el triunfo _del pragmatisn10". ** Especialmente Schurnpeter,1 Henri Guitton,s Condliffe,9 Alvin Hansen,10 etc.

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sofía medieval fue la sierva de la teología. Sufría por ello una deformación pragmática y apologética de la que se resintió particulaimente la teoría econónüca. Como la er� staliniana se caracterizó, aden1ás, por la prohibi­ ción de toda investigación teórica autónoma, sobre esa deformación apolo­ gética se desplomó un dognuttisn10 estéril, formando así un conjunto que hoy rechazan las jóvenes generaciones, tanto en el Este como en el Oeste. Un pensamiento paralizado y deformado durante 25 años• sólo puede recuperarse en forma lenta, especialmente si las condiciones sociales que en última instancia determinan esta detención no son radicalmente suprimidas. Hay, sin embargo, nna causa secundaria de este atascamiento del des­ arrollo del pensamiento económico marxista, paralizado no solamente en la URSS y los partidos que se ligan a ella, sino también en Occidente, en todas las escuelas marxistas que han permanecido independientes de la Unión Soviética. De aquí se ha originado un malentendido respecto al pro­ pio método marxista. En un célebre pasaje de su prólogo de la Contribución a la Crítica de la Economía Polftica, Marx precisa el método que deberá seguir una exposi­ ción' científica de la economía política: partir de lo abstracto para recons­ truir lo concreto." Innumerables vulgarizadores se han inspirado en este pasaje, así como en la estructura de los tres tomos de El Capital, para reco­ ger una y otra vez, en forma resumida y muchas veces insatisfactoria, las demostraciones económicas que Marx elaboró en el siglo pasado. Ahora bien, es preciso no confundir método de exposición y génesis del conocimiento. Si Mar¡; insiste en el hecho de que lo concreto no puede comprenderse sin descomponerlo previamente en las relaciones abstractas que lo constituyan, subraya también con igual énfasis que estas mismas relaciones no pueden ser producto de una simple intuición genial o de una superior capacidad de abstracción; deben resultar del estudio de los datos empíricos, materia prima de toda ciencia. Para advertir que ésta era, en efecto, la opinión de Marx, basta con confrontar el pasaje sobre el método del prólogo de la Contribución a la Crítica de la Economia Política, con el siguiente texto del prólogo de la segunda edición de El Capital: "El método de exposición debe, sin embargo, distinguirse formalmente del método de investigación. La investigación debe apropiarse de la ma­ teria en detalle, analizar sus diferentes formas de evolución y buscar sus nexos internos. Sólo después de coronado l'Ste trabajo, puede exponerse de manera adecuada el movimiento real. Si esto se consigue y si la vida de la materia es efectivamente reflejada de manera ideal, podría . siempre crearse la impresión de encontrarnos ante una construcción a priori" (el * ''Entre nosotros no se descubre ningún trabajo creador fundamental en el mar­ xi:;;n10-leninismo. La mayor parte de nuestros teóricos se ocupan en dar vueltas y más vueltas sobre viejas citas1 fórmulas y tesis. \¿Qué es una ciencia sin trabajo creador? Es un ejercicio escolástico, un deber de alumnos-y no· una ciencia;- porque la ciencia es ante todo creación, creación de algo nuevo-y no_ repetición de lo que es viejo".12

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subrayado es nucstrQ ¡=!)' . . . De acuerdo con esfó parece evidente que, a mediados del siglo xx, toda expcsi ción que se contente con resumir más o menos fielmente Jos capítulos de El Capital escritos en el siglo pasado, es decididamente inadecuada, en prim er lugar desde el punto de vista del propio método marxista. Menos válidas son todavía las numerosas afirmaciones perentorias de los críticos del marxismo, según los cuales éste estaría superado "porque se apoya sobre datos de la ciencia del siglo pasado". Evidentemente, la posición científicamente correcta es aquella que se

esfuerza en partir de los datos empíricos de la ciencia de hoy para exami1wr si lo esencial de la teoría económica de Marx continúa o no siendo válido.'' Este es el método que hemos intentado seguir en la presente obra. Se impone, pues, una advertencia. El lector que busque aquí numerosas citas de Marx, Engels o sus principales discípulos, cerrará decepcionado este libro. Contrariamente a todos los autores de manuales económicos marxistas, nos hemos abstenido rigurosamente --