Pueblos y culturas de la sierra central del Perú


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Pueblos y culturas de la sierra central del Perú

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PVEBLOS Y CVLTVRAS DE LA

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PUEBLOS DE SIERRA

LIMA

Y CVLTVRAS LA CENTRAL DEL honavia espinoza ishell matos petersen

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1972

PERV

© Cerro de Paseo Corporation Lima, Perú

Edición dirigida por DUCCIO BONAVIA y ROGGER RA VINES

Impreso en el Perú Agosto 1972 1,000 ejemplares

PREFACIO

CERRO DE PASCO CORPORATION, ofrece el presente volumen por considerar que es un valioso aporte al conocimiento de la historia y cultura antigua de una región del Perú, presentada por primera vez de una manera integral, y como un homenaje al cuatricentenario de la fundación española del pueblo de Huancayo. En sus páginas el lector encontrará la versión de un largo proceso de desarrollo independiente que se inició hace varios miles de años y que culminó con la reducción y fundación de los primeros pueblos españoles del valle del Mantaro. Es material útil por la información que contiene y por que permite acercarnos de una manera directa a la comprensión del peculiar mundo andino de ayer y hoy.

Cerro de Paseo Corporation.

5

El presente volumen reune una serie de artículos sobre la arqueología de la Sierra Central, cuya versión original se publicó por capítulos en los volúmenes XIX y XX de "El Serrano", revista de Cerro de Paseo Corporation. Con el fin de esta edición se han modificado algunos escritos e incluido otros; se han suprimido, igualmente gran parte de las numerosas ilustraciones que se publicaron originalmente.

CONTENIDO

Prefacio, Cerro de Paseo Corporation . . . . . .

5

Introducción, Rogger Ravines . . . .

8

1 El paisaje, Javier Pulgar Vida[

14

2 Los primeros habitantes, Rogger Ravines

24

3 Alfareros y agricultores, Ramiro Matos ..

34

4 Las culturas intermedias: 200 a. de J.C. - 600 d. de J.C., William H. Isbell . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

44

5 Huari y los orígenes del primer imperio andino, William H. Isbell . . . . . . . . . . .. .. .. .. .. .. .. .. .. ..

52

6

Etnias y grupos locales tardíos, Donald E. Thompson

66

7 La ocupación incaica en la sierra central, Donald E. Thompson

76

8 La Ceja de Selva: Colonizadores y avanzadas, Duccio Bonavia

90

9 Reducciones, pueblos y ciudades, W aldemar Espinoza Soriano

100

10 Agricultura y minería precolombinas, Duccio Bonavia - George Petersen . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

114

11

Arte rupestre, Rogger Ravines y Duccio Bonavia

128

Bibliografía selectiva, Duccio Bonavia . .

140

Ilustraciones . . . . . . . .

146

Autores.. . . . . . . . . . .

148

INTRODVCCION

Rogger Ravines

Hace más de 15 mil años, antes de que los primeros conquistadores castellanos cruzando el camino de los llanos se asentaran en los reales de Xauxa, vivían en el área de lo que hoy son los departamentos de Junín, Paseo, Huancavelica, Ayacucho y el extremo sur y norte de los de Huánuco y Apurímac, respectivamente, diversos grupos humanos indígenas de larga historia. Cómo y cuánto conocemos de ellos es el resultado de muchos años de investigación arqueológica. Los estudios en esta área, llamada también la Sierra Central del Perú, se iniciaron aproximadamente entre 1931 y 1935, cuando Julio C. Tello y Lila Morris O'Neale, exploraron varios sitios en los alrededores de Huancayo y Ayacucho, y el propio Dr. Tello recogió e identificó en la Huaca de Kotosh, en 1935, los primeros fragmentos de los estilos que hoy conocemos como Kotosh y Wairajirca. Naturalmente que mucho antes que Tello y Lila O'Neale diversos viajeros y hombres ilustrados se interesaron en las antigüedades de la zona, dejando noticias, descripciones o dibujos que siempre son de interés documental. Entre los primeros merecen citarse: Eugene de Sartiges ( 1851), Antonio Raimondi (1869), Charles Wiener (1874) y Ernst Middendorff (1895). De los peruanos ilustrados, cuya contribución es innegable y ajena a cualquier valor sentimental, requieren especial mención: Luis Carranza (1898), Alberto Arca Parró (1923), Pío Max Medina (1929-1938) y Federico Gálvez Durand (1935-1942). Fue sin embargo sólo en 1942, que bajo la dirección de Tello se emprendieron las primeras excavaciones científicas en la zona. En esa oportunidad éste y personal del Museo Nacional de Antropología y Arqueología de Lima excavaron las ruinas de Huari, Choqllurco y Conchopata, descubriendo en este último sitio un importante depósito de ofrendas de la primera época del Imperio Huari. Alfred L. Kroeber añadió algunos 9

datos importantes sobre los estilos de la zona, en 1942; y John H. Rowe, Gordon R. Willey y Donald E. Collier, en 1950, intentaron la primera secuencia cronológica para la cerámica de la región de Ayacucho. Wendell C. Bennett hizo excavaciones en los sitios de Conchopata, Huari y Acuchimay (Ayacucho), en 1950. Augusto Cardich excavó las cuevas de Lauricocha, en Huánuco, en 1958, descubriendo los restos de los más antiguos grupos humanos de los Andes. La Expedición Científica de la Universidad de Tokio, bajo la dirección de Eiichiro Ishida, inició sus trabajos de excavación en Kotosh, también en 1958. John V. Murra y Donald E. Thompson trabajaron en un proyecto históricoarqueológico sobre la vida provincial incaica en Huánuco, entre 1965 y 1969. Finalmente, Richard S. MacNeish realizó entre 1969 y 1971, el Proyecto Arqueológico-Botánico -Ayacucho, con énfasis en el estudio de las épocas más tempranas y los comienzos de la agricultura en los Andes. Además de éstos que podríamos considerar grandes proyectos de investigación en el área, hay que mencionar las contribuciones individuales de Ramiro Matos Mendieta, Duccio Bonavia, José Casafranca, Luis G. Lumbreras, Julio Espejo, Carlos Guzmán, Rosa Fung, Harry Tschopik, Gladys Nomland, William Isbell y Daniéle Lavallée, quienes en varias oportunidades se han ocupado de diversos problemas de su prehistoria. En este volumen, al intentar sumarizar nuestro conocimiento actual sobre la cultura antigua de la Sierra Central, desde su más temprana época hasta la más reciente, se ensaya una visión integral descriptiva, del modo de vida de sus pobladores, en un determinado momento, apoyada fundamentalmente en los restos materiales descubiertos y en la documentación histórica existente. Hay algunas diferencias ocasionales en la interpretación y descripción, incluso en la terminología; sin embargo, estas inconsistencias reflejan el pensamiento de los autores y han sido intencionalmente mantenidas. En este aparte, hay que señalar, igualmente, que se han limitado conscientemente las citas y referencias bibliográficas, con el fin de no cansar al lector. El arqueólogo estudia la vida de los pueblos del pasado a través de sus restos materiales. La reconstrucción que se haga depende en mucho de cómo es tratada esta evidencia y de lo que podamos aprovechar de otros métodos, incluso del dato etnográfico actual. Por eso, al no poder inquirir directamente sobre la vida de un pueblo del pasado, el resultado

10

lógico es dejar abierto el camino a más de una explicación. Todo puede ser correcto o incorrecto o parcialmente correcto. Las interpretaciones presentadas aquí son, en el mejor de los casos, opiniones basadas en las evidencias actualmente disponibles. Cualquier nuevo descubrimiento y futuros estudios pueden, por lo tanto, modificar sustancialmente estas primeras conclusiones. Los fechados absolutos a que se hacen referencia en el texto, están basados fundamentalmente en dataciones de Carbono 14. Pero estos resultados son aún insuficientes para lograr un panorama completo del proceso histórico y usualmente las fechas indican únicamente un momento en el tiempo cuando un sitio fue ocupado, antes que un período de tiempo; por esta razón y con fines plenamente metodológicos para discutir la historia de la zona, se ha usado un sistema de cronología relativa, basado en la serie maestra diseñada por John H. Rowe para la arqueología del valle de lea (para los detalles explicativos del esquema véase Menzel, 1966). Los períodos aquí tratados son unidades arbitrarias, definidas por los arqueólogos por conveniencia en su estudio. En cada período hay una similitud de artefactos o procesos históricos, no solamente en la Sierra Central, sino también a lo largo de casi toda el área andina. Sabemos actualmente que las tradiciones culturales, de los diversos grupos étnicos de los Andes, no cambiaron abruptamente de período a período. La Sierra Central fue ocupada ininterrumpidamente desde la época de los cazadores tempranos hasta que los españoles se apoderaron de sus huacas, palacios y tierras cultivadas y forzaron a los nativos a reducirse a pueblos. Aunque hay un largo período de más de 15 mil años, la cultura andina fue cambiando lentamente, con el arribo de nuevas ideas o la llegada de nuevos grupos humanos. El cambio cultural fue un largo continuum. Sabemos efectivamente que tradiciones y bienes materiales, asignables estilísticamente al Período Intermedio Tardío u Horizonte Tardío, fueron en parte contemporáneos. También es probable que grupos nativos anteriores a la conquista Huari continuaran ocupando los mismos sitios, después que sus más sofisticados vecinos habían adoptado ya ideas de la tradición sureña del altiplano, repitiéndose una vez más el fenómeno que encontramos hoy en día en los Andes y en que conviven elementos indígenas tradicionales con los progresos de la edad atómica. 11

EPOCAS

AÑOS 1600 1500

OCUPACIO"; I"JCAICA

1

12 00

1

900

ET!';IAS TARDJAS ■

I'vfPERIO HUARI



700

1

400

CULTURAS INTERMEDIAS

1

1OO A.O.

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1500



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COMIENZOS DE LA ALFAR ER !A

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4000

6000

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ANTIGUOS l1Af3ITA~TES

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.\1uchos más estudios se hacen necesarios si pretendemos entender .::3.balmente qué pasó en cada uno de los períodos aquí señalados. Ne.::csitamos conocer aún más cómo vivieron estos.· pueblos. ¿ Quiénes fueron sus primeros ocupantes? ¿ Cuál fue el patrón habitacional de los grupos del Horizonte Temprano? ¿Cuáles las relaciones existentes entre las etnias del Horizonte Tardío? ¿Hasta qué punto es posible lograr una cabal identificación de los grupos históricos mencionados en los documentos coloniales con los restos arqueológicos descubiertos? Estas y muchas más son las preguntas que aún pueden plantearse y que requieren solución. Lógicamente que hay que tener en consideración también, que extensas zonas no han recibido atención arqueológica. La ceja de selva, hasta hace muy poco, era casi totalmente desconocida. Provincias como Tayacaja, Yauli, Pampas y Parinacochas se hallan inexploradas; y aparte de ellas tenemos aún mucho que aprender de las mismas zonas exploradas del Mantaro. De cualquier manera, este volumen es un esbozo primigenio de la historia antigua de la Sierra Central, que no dudamos ha de despertar nuevo interés.

(1 a:.-\DRO CRONOWGICO DEL DESARROLLO Cl."LTURAL DE LA SIERRA CENTRAL ~

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Cazadores Complejo Tradición Tradición

Tempranos Lauricocha pre-alfarera Chavín

13

... CAPJTVLO 1

Javier Pulgar Vidal

,

EL PAISAJE

Entre las diversas áreas culturales-naturales que conforman los Andes Centrales, está la Sierra Central, que en la actual división política del Perú incluye los departamentos de Junín, Paseo, Ayacucho, Huancavelica, norte de Apurímac y el extremo sur del departamento de Huánuco. Cubre un área aproximada de 12,000 kilómetros cuadrados, entre los 10° 00' y 15º40' de latitud sur y los 72°10' y 77°00' de longitud oeste. En otras palabras la Sierra Central no viene a ser sino la cuenca estructural del río Mantaro y su área de influencia directa. El río Mantaro se origina en la cordillera occidental de los Andes Centrales a más de 4,000 metros sobre el nivel del mar en el nudo orográfico de Cerro de Paseo y corre en dirección SE, paralelo a la costa del Pacífico, en la primera parte de su curso. La longitud total de su cuenca hasta la confluencia en el Apurímac es de 735 kms. Su ancho medio se estima en 100 kms. y su hoya hidrográfica ha si.do calculada en 33.500 kms. 2 El valle del Mantaro es hoy en día muy importante, por sus minas, su agricultura y sus actividades productoras. Las ramificaciones de la industria minera han creado algunos centros poblados de consideración, pero es únicamente en el valle de Jauja y en la región de Ayacucho donde existen sus mayores concentraciones humanas. La población es eminentemente rural, bilingüe quechua-castellano. A lo largo de este extenso territorio, de relieve muy accidentado, que cabalga sobre el lomo de los Andes, ofreciendo una cara al occidente, de atmósfera húmeda y suelo seco, y la otra al oriente de atmósfera seca y suelo relativamente húmedo, se escalonan una serie de pisos altitudinales que originan no menos de cinco regiones climáticas diferentes: la yunga o quebrada, la quechua o temple, la suni o jalea, la puna y la janca o región nival. 15

LA REGION YUNGA O QUEBRADA - La palabra Yunga significa lugar de clima caluroso; también lugar insalubre, aludiendo a las enfermedades que en la antigüedad eran muy graves para el hombre: paludismo, verruga, uta, bocio. La región yunga tiene dos expresiones geográficas distintas: la que está ubicada en el declive occidental, mirando al Océano Pacífico y que, por tal causa, llamamos yunga marítima y se eleva desde los 500 metros sobre el nivel del mar hasta los 2,300 metros; y la yunga ubicada en el fondo de las quebradas interandinas en la vertiente oriental, que recibe el nombre de yunga fluvial por encontrarse irrigada por grandes ríos, y se eleva desde los 1,000 metros hasta los 2,300 metros sobre el nivel del mar. El carácter dominante del clima de la yunga fluvial, que es la que corresponde a la Sierra Central, es la presencia del sol, el cual aun durante la época de lluvias, reaparece inmediatamente después de las precipitaciones. Las mañanas suelen ser tibias. El mediodía es ardiente, las tardes están refrescadas por el viento y las noches son serenas y algo frescas. El relieve es muy accidentado, con estrechísimos valles y profundas quebradas, con pendientes pronunciadas. Los poblados modernos y los campos de cultivo ocupan el fondo de los valles y la parte baja de las pendientes que suelen presentar antiguos andenes. La flora es pobre, generalmente xerófila y con hojas caducas, salvo aquellas que crecen a lo largo de los cursos de agua y que mantienen follajes siempre verdes; predominan las cactáceas, cubriendo los roquedales graníticos. Ahí crece también el huanarpo (Jatropha macrantha), la coca cultivada ( Erytroxylum coca), el molle ( Schinus molle), las cabuyas blancas y azules (Fourcroyas y agaves). El hombre se ha adaptado a la región yunga y la ha acomodado a sus necesidades por medio de la domesticación de varias decenas de especies vegetales comestibles, entre las cuales se destacan los árboles frutales, tales como lúcuma, guayaba, chirimoya y los cítricos importados. Además hay higuera, vid, manzana, pepino. Es una región agradable para vivir, especialmente ahora que las enfermedades regionales ya son curables y están casi erradicadas. LA REGION QUECHUA O TEMPLE - La palabra Quechua ha sido atribuída caprichosamente a lo largo de nuestra historia a un idioma, a una raza y hasta a una cultura. En realidad, significa "región templada de frío benigno y agradable". Es la mejor tierra para la vida del hombre. 16

La región quechua se eleva a ambos lados del declive andino, desde los 2,300 hasta los 3,500 metros sobre el nivel del mar. El relieve es escarparado; pero una larga obra humana, a base de andenes, terraplenes, arborizaciones, canales de riego, ha modificado el paisaje tornándolo ligeramente ondulado, apto para el trabajo agrícola y para la instalación de casas rurales, caseríos y pueblos. El clima es templado, con noches frescas. Durante algunos meses al año ( desde junio hasta agosto) se presentan heladas y escarcha. La flora es muy variada, debido a la existencia de una mediana precipitación regular y a la gran cantidad de canales antiguos para la irrigación. En consecuencia, el paisaje es siempre verde, arborizado, florido y bello. Es el mundo del ancestral maíz de caña dulce, del trigo y la cebada importados. En esta región se desarrolla una agricultura a base de numerosas especies hortícolas incorporadas recientemente, y tienen su asiento los frutales de hueso venidos del Viejo Mundo. La adaptación del hombre se ha efectuado por medio de una singularísima agricultura, que ha engendrado lo que podríamos llamar el "huerto quechua", forjado a lo largo de siglos como un vivero o cercado (chagra o chacra) destinado a la aclimatación de la mayoría de las especies vegetales y de los animales domésticos de las regiones bajas y altas. Allí se ha seleccionado la arracacha (Arracada xanthorhiza), la achira (Canna edulis), el llacón (Polymnia sonchifolia). Es la patria del tomate arbustivo (Cyphomandra betacea), del pucumpuy o tumbito (Passiflora mollisima), de la shiraca o mora (Rubus sp.). Todas las plantas condimenticias y las que se emplean como infusiones estimulantes y digestivas tienen su mundo más pleno en la quechua. El hombre antiguo logró cultivar numerosas especies, cuya fructificación cubría más de nueve meses del año, por lo cual sólo durante un trimestre dependía de sus almacenes, coleas o pirúas. La mayor aglomeración humana del Perú actual, pese a la megalópolis de Lima, se halla en la región quechua o tierra templada, primaveral, salutífera y a mediana altitud, donde el frío no entumece ni enerva el calor. Es la tierra de la acción creadora y generosa, que permitió fundar el Imperio del Tahuantisuyo con su capital en el Cuzco, en el límite superior de esta región natural. LA REGION SUNI O JALCA- Las palabras "suni" o "sone" y "jalea", ("shacla" o "chaclla") han sido tomadas de los diversos nombres de una gramínea alta (Chusque sp.) que durante muchos siglos fue sembrada o conservada en la región que lleva su nombre, con el objeto de formar

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verdaderos setos vivos o matorrales que en la trama de sus tallos y raíces, vivos o muertos, guardaban como en esponja gigantesca el agua procedente de las precipitaciones. Las lluvias que son más intensas en la suni que en la región quechua, se tornan en aguas salvajes cuando caen sobre suelos sin vegetación, mientras que al precipitarse sobre el manto de la gramínea suni eran guardadas como si estuvieran almacenadas en una verdadera represa, que no ofrecía el peligro de ruptura alguna. El líquido fluía lentamente a lo largo del año, suministrando agua a sus poblados y protegiéndolos contra la erosión del huayco destructor. La región suni se eleva entre los 3,500 y los 4,100 metros sobre el nivel del mar, en ambos lados del declive andino. Es el límite superior de la actividad agrícola general y de la vegetación arbórea espontánea. El clima es frío con frecuentes heladas y con una amplia oscilación entre el día y la noche, entre el sol y la sombra. El aire es transparente. La vegetación es principalmente herbácea y arbustiva, salvo el layán (Sambucus peruviana), árbol frutal que produce las uvas de la suni; el quinua! (Polylepsis sp.) y el quisuar (Budleia sp.). El hombre se adaptó a la región por medio de la gramínea alta antes indicada, la cual constituye un rico forraje para auquénidos y cuyes; y por el uso racional de las pequeñas áreas agrícolas, creadas a base de gigantescos andenes pese a lo escarpado del relieve. Allí se ha cultivado por primera vez la quinua, la cañagua (Chenopodium sp.), el taure o chocho ( Lupinus sp.), la oca ( Oxalis Tuberosa), la mashua ( Tropaeolum tuberosum) y la papa amarilla (Solanum peruvianum). El cultivo de las leguminosas en la región suni cumple el noble y doble propósito de almacenar nitrógeno en el suelo, procedente de la simbiosis de bacterias nitrificantes y el de contribuir a la obtención permanente de buenas cosechas en la región quechua, cuyos suelos resultan abonados al recibir el agua de escorrentía procedente de la suni. La fauna es pobre; pero se ha domesticado el cuy (Cavia, cobaya) que es el mamífero más importante para el campesino peruano actual, pues a cambio de insignificantes cuidados y de forrajes que carecen de valor comercial, suministra carnes, grasas y abonos. Este animal ha permitido y permite todavía al poblador de la región un consumo regular de proteínas animales. REGION PUNA - La palabra Puna procede del Runa-Shimi "puñuy" que significa "sueño", y alude a la agresión que las grandes alturas producen en el hombre procedente de las regiones más bajas. Esta agre-

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Cuenca estructural del valle del Mantaro, considerada el área nuclear de la Sierra Central del Perú.

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sión recibe, en la América andina, los nombres de puna, soroche y chuare; en castellano se conoce con el nombre de mal de altura o veta. El nombre puna, como indicador de una región natural, ya ha merecido aceptación internacional. La región puna se eleva desde los 4,100 metros hasta los 4,800 metros sobre el nivel del mar. Corresponde al sector del territorio cubierto por gramíneas medianas y bajas, que decoran con su manto gris, verdoso o amarillo, según los meses del año, todo el horizonte. Además, ofrece muy escasos arbustos achaparrados y plantas almohadilladas y arrosetadas. El relieve es muy diverso: por lo general es plano y ondulado, pero también suele ser escarpado y empinado. De ahí que algunos consideran sinónimos los términos "puna" y "altiplano". Además, "puna" y "alto andino" ( expresión reciente que no es exacta, pero que viene empleándose). El clima es muy frío, con frecuentes tempestades de nieve y granizo y con varios meses de heladas que tornan imposible la agricultura general, salvo la de aquellas excepcionales especies que han sido aclimatadas y seleccionadas en procesos milenarios, tales como la papa de la puna y las papas amargas shiri y mauna (Solanum sp.) y la maca (Lepidium Meyenii) cuyo misterioso proceso agrícola incluye un lapso de invernación. Se produce también otra planta que tiene la virtud de ofrecer la fruta producida a mayor altitud en el mundo: la ulluyma ( Opuntia floccosa), cactácea achaparrada que sube hasta más arriba de los 4,700 metros sobre el nivel del mar y rinde agradables frutos agridulces y además un buen forraje para el ganado, en épocas de sequía, con el único requisito de quemarle previamente las espinas. La maca merece un párrafo especial, pues se trata del mayor y más poderoso fecundante vegetal existente. Como las grandes altitudes afectan a la fertilidad de hombres y animales, la maca viene a compensar los efectos de la puna: gracias a ella y a sus congéneres silvestres, ha podido lograrse el desarrollo normal de animales importados ( ovinos, vacunos y equinos), que en los primeros tiempos no se reproducían. Los antiguos peruanos habían sembrado en la puna muchos quinuales (Polylepis racemosa), quisuares (Buddleia sp.) y colli (Buddleia coriacea). Esta última planta comunicó su nombre a la región que también se denominó "Collao" o "región de los Collis" y no de los "Collas", como algunos pretenden. Los árboles de las punas cambiaron la naturaleza del paisaje y de la vegetación; se pudo seleccionar gramíneas de alto valor nutritivo y, consiguientemente, se domesticaron los auquénidos 20

llama y alpaca (Auchenia glama, Auchenia paco), animales extraordinarios que todavía superviven, aunque en proceso de declinación, porque habiendo desaparecido los árboles, han disminuído muchos de los forrajes que les servían de alimento. Como queda dicho, la flora de la puna está dominada por gramíneas, pero también existen pequeños lupinus y astragalus. Este último género es el responsable del olor sui generis de la llama, que lo adquiere al consumir con frecuencia el garbanzo cimarrón o sirga (Astragalus garbancillo). A la fauna principal, compuesta por los grandes mamíferos que son la llama, la alpaca, la vicuña y el guanaco (Auchenia glama, Auchenia paco, Auchenia vicugna y Auchenia guanaco), debemos añadir diversas effpecies de aves que anidan entre los totorales aclimatados en las lagunas y lagos, así como la trucha y el pejerrey, de reciente introducción. Las ranas del lago Junín, en el límite de la suni con la puna, constituyen otro valioso ejemplar de la fauna. El hombre se ha adaptado a la puna desde los más remotos tiempos, tal como lo prueba la existencia de yacimientos arqueológicos como Lauricocha, de diez mil años de antigüedad. Para adaptarse se sirvió de los auquénidos salvajes que cazó y domesticó y que le proporcionaron carne, grasa, pieles, lana, instrumentos óseos, abonos y combustibles. Por otro lado el hombre descubrió que remojando, asoleando, congelando y fermentando las papas amargas, se tornaban dulces y se convertían en alimentos inalterables, que en forma de chuño, moray y tocosh, podía conservar por muchísimo tiempo, para protegerse contra eventuales hambrunas. LA REGION JANCA O REGION NIVAL - La palabra Janca significa "blanco" y guarda correspondencia perfecta con la mayor parte del paisaje de esta región, cuyas cimas más altas están cubiertas de nieve persistente y cuyas partes más bajas reciben el blanquísimo manto de frecuentes nevadas y granizadas. La janca se eleva desde los 4,800 metros sobre el nivel del mar hasta las más altas cumbres siempre nevadas. Su clima es excesivamente frío con violentas oscilaciones entre el día y la noche, entre el sol y la sombra. El aire enrarecido y la gran altitud hacen que el hombre trate de mantenerse alejado de esta región, en la que son frecuentes las tempestades eléctricas, así como las grandes tormentas con nieve y granizo. Tomando en cuenta estos factores, comprenderemos fácilmente que posee el peor de todos los climas para la vida del hombre, el que sólo

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FIG. l. Típico paisaje de puna y janca. Vista de la hacienda Lauricocha (Huánuco) al fondo de un valle glaciar, y los nevados de Raura.

se adapta transitoriamente, movido por razones científicas, económicas y turísticas. El relieve es muy escarpado. La parte baja corresponde a antiguas morrenas, a rocas desnudas entre las que asoma, a veces, alguna muestra de la flora. El límite inferior de las nieves persistentes sobrepasa los cinco mil metros. Un poco más abajo se guardan las nieves provenientes de las tempestades hasta el límite de cero grados; en el sector lindante con la puna, se abren paso las lenguas de los glaciares, que en algunos lugares penetran un tanto dentro de los límites altitudinales de la región puna. Un elemento muy· significativo de la janca es la laguna glaciar que, en la mayoría de los casos, ofrece graves peligros para las poblaciones que se hallan instaladas en el eventual curso de un alud o huayco, producido por la ruptura del dique de contención de la gran masa de agua. Muchas veces el Perú ha tenido que lamentar la desaparición de pueblos enteros por la ruptura de una de estas lagunas; en otros casos, el des-

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prendimiento de grandes masas de hielo de los nevados ha causado graves tragedias. La flora es pobrísima y se reduce a unas cuantas especies herbáceas que, por lo general, crecen entre las rocas que reciben y acumulan más calor durante el día o donde pueden protegerse en algo contra el fuerte viento que domina esta altísima región natural. Entre estas rocas, que Augusto Weberbauer llamó "oasis de calor en el desierto frío", crecen líquenes, musgos y algunas sifonógamas. Sólo excepcionalmente aparece la huamanripa (Senecio sp.) hierba muy útil para combatir las perturbaciones del sistema bronquial, justamente allí donde los cambios bruscos de temperatura comprometen fácilmente el tracto respiratorio. Los pocos animales que llegan hasta confundirse con los glaciares son las vizcachas, las vicuñas machos excluidos de los rebaños, y sobre todo, deja ver su majestuosa estampa el encumbrado cóndor (Sarcoramphus gryphus), que atraviesa por sobre los nevados en busca de su lejano nido o en pos de las presas y carroñas que le sirven de alimento. La obra del hombre es poco sensible; pero se ha descubierto recientemente que, en muchos lugares, el hombre antiguo había contribuido a fortalecer los diques naturales creados por las morrenas terminales, para consolidar la formación de pequeñas lagunas o cochas, destinadas al almacenamiento de aguas para la cría de ranas, patos, peces y algas comestibles.

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CAPITULO 2

Rogger Ravines

LOS PRIMEROS HABITANTES "Muchas veces pregunté a los moradores destas provincias lo que sabían que en ellas hobo antes que los Incas los señoreasen, y sobre esto dicen que todos vivían desordenadamente y que muchos andaban desnudos, hechos salvages, sin tener casas ni otras moradas que cuevas de las muchas que vemos haber en riscos grandes y peñascos, de donde salían a comer lo que hallaban por los campos. "Cuentan est~ naciones que antiguamente. . . vino tan gran diluvio y tormenta que, saliendo la mar de sus límites y curso natural, hinchió toda la tierra de agua de tal manera que toda la gente peresció, porque allegaron las aguas hasta los más altos montes de toda la serranía. Y sobre esto dicen los guancas, habitadores en el valle de Xaoxa. . . que, no embargante que este diluvio fuese tan grande y en todas partes tan general, por las cuevas y concavidades de peñas se escondieron algunos con sus mujeres, de los cuales se tornaron a henchir de gentes estas tierras porque fue mucho lo que multiplicaron". Pedro Cieza de León, 1550

Realmente poco es lo que conocemos de los más antiguos pobladores del Perú. Nuestra información actual, proviene únicamente de tres yacimientos, con fechados absolutos que sobrepasan los 12 mil años, y de los cuales uno se encuentra en la Sierra Central. La cueva de PiqU:imachay, un extenso refugio de más de 60 m. de largo, ubicado sobre la margen derecha del río Pongora, aproximada25

mente en el kilómetro 25 de la carretera Huanta-Ayacucho, y que fuese estudiado por el Proyecto Arqueológico-Botánico Ayacucho, que dirige Richard S. MacNeish, ha proporcionado un conjunto de artefactos y algunos restos animales cuya antigüedad cronológica absoluta de 12.200 + 180 años a. de J.C. (UCLA-14464), los involucra en este primer estadio de la cultura andina. En vista de la rareza de yacimientos y pobre distribución de los artefactos que caracterizan a estos antiguos pobladores de los Andes sudamericanos, podemos suponer que las gentes de entonces vivían en pequeños grupos familiares o tal vez bandas, que se movían continuamente a través de los temples interandinos, la región boscosa de los valles, los cerros de la costa o bordeaban la cordillera, sobre el lado mismo de las lenguas glaciares. No sabríamos precisar sus patrones de vida y hábitos alimenticios, pero en la zona semitropical debieron perseguir sistemáticamente a bestias mayores hoy completamente extinguidas. Los primeros ocupantes de la Sierra Central del Perú tuvieron indudablemente un patrón de vida semejante al de sus congéneres americanos aunque adaptados a los elementos naturales del medio que habitaron y que por ahora resulta difícil reconstruir. MacNeish ha sugerido, sin embargo, para esta primera época, y hacia los 17 mil años, un clima seco sin vegetación que en los tres milenios siguientes, cambió progresivamente a un húmedo forestal. De estos primeros habitantes, recolectores de alimentos y cazadores de una megafauna, que incluía perezosos, mastodontes, caballos, tigres con dientes de sable, paleo-auquénidos y algunos roedores grandes, no tenemos testimonios en lo que a su aspecto físico se refiere, pero no nos asisten razones válidas para suponer que hayan diferido de los modernos tipos humanos, en sus características generales. La existencia de grupos humanos en la cuenca del Mantaro, datados entre los 15 y 10 mil años, en el momento actual, resulta demostrable únicamente por la presencia de un reducido conjunto de artefactos líticos entre los que se incluyen: raspadores, núcleos-machacas, denticulados y machacadores (Complejo Pacaicasa); puntas de proyectil unifaciales, cuchillos, machacas de guijarros, escotados y otros artefactos unifaciales ( Complejo Ayacucho) asociados a huesos de animales extinguidos. A la fecha podemos plantearnos, hipotéticamente, que algunos de estos tipos ergológicos cambiaron con el correr del tiempo, dando lugar a formas nuevas, tal como sucedió en las épocas posteriores, en que por ejemplo puntas del complejo Huanta devinieron en formas Jaywa. Si 26

Sección media B-A

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F!G. 2. Columna estratigráfica del sitio Puente (Ac 158) indicando zonas, fechas y complejos culturales.

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algunos artefactos tardíos se derivaron evidentemente de los tempranos, habría que postular también un largo estadio de desarrollo de estos cazadores antiguos, que culminaría en una vida más sedentaria y una mejor adaptación al aprovechamiento del medio. Si es que así sucedió, probablemente estos cambios se aceleraron justamente con el gradual cambio de clima y la desaparición de ciertas especies animales. Sin embargo, podría haber sucedido, también, que estos grupos primigenios se extinguieron del área como resultado de su desintegración interna, quizá desplazados por otros grupos con un equipo material más avanzado o en el último de los casos que tal vez las dos formas culturales convivieron al mismo tiempo. La presente evidencia nada nos indica al respecto, salvo que hacia el año 6,000 a. de J.C. habían desaparecido completamente los grandes mamíferos de la primera época y que no hay indicios que prueben que los artefactos bifaciales de los complejos posteriores tengan sus antecedentes o relaciones genéticas en los primeros. Sin conocer cabalmente aún, cual fue el proceso cultural seguido por estos primeros grupos humanos, su desaparición del área puede ser fechada tentativamente alrededor del año 8,000 a. de J.C. Aproximadamente, fue durante esta época que se difundía a lo largo de los Andes sudamericanos un peculiar estilo de puntas foliáceas en las cuales se puede distinguir, por ahora, dos complejos estilísticos: el Jobo-Lauricocha, en los Andes septentrionales y Ayampitin-Tulán-Viscachani, en el altiplano y Andes meridionales. Todos los sitios atribuídos a los cazadores superiores de la Sierra Central, corresponden al primer complejo y específicamente al componente Lauricocha. Augusto Cardich, el descubridor de este componente ha notado que, cuando los cazadores lauricochenses hacen su aparición en el área, el clima era mucho más frío que ahora. La temperatura que durante el Pleistoceno final había oscilado entre las extremas, máximas y mínimas, hacia el año 8,000 pese al franco proceso de desglaciación que se iniciaba ya en los Andes aparecía bastante fría. Sin embargo, después del año 6,000 a. de J.C. sobreviene un incremento en los valores medios de la temperatura (Optimum climaticum) y hacia el año 2,000 a. de J.C. las condiciones ambientales eran semejantes a las de hoy. De modo muy general podríamos decir que, a través de los 6,000 años que precedieron a la introducción de la alfarería en la Sierra Central, y aun después de hallarse ésta bien difundida, los patrones culturales básicos sufrieron una serie de ajustes, en los que se mezcló una economía de caza y recolección, a una serie de movimientos ecológi28

FIG. 3. Cueva L2 de Lauricocha, antes de las excavaciones de Augusto Cardich, 1956.

cos transversales y verticales que perdurarán y se sistematizarán a lo largo de toda la historia del Perú precolombino. En lo que respecta al aspecto físico de estos cazadores superiores, de la Sierra Central sabemos, gracias a algunos de los esqueletos que han llegado a nosotros, que por sus características raciales pueden incluirse en el tipo Paucarcancha de Newman o Laguido de Imbelloni. El cráneo ofrece una conformación dolicohipsicéfala, con cara medianamente ancha. La estatura de un individuo adulto masculino ha sido estimada en aproximadamente 1.60 m. Mucho más podría inferirse en lo que concierne a otros aspectos de su existencia. La gente vivía ciertamente en pequeños grupos familiares o bandas organizadas, tal vez no mayores de 20 a 60 personas, que seguían un camino de vida migratorio. Así, como se sucedían los cambios estacionales, estos lauricochenses se movían de piso a piso eco-

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lógico, en búsqueda de los recursos naturales, sea animales, plantas o tal vez los mismos refugios rocosos. Su tiempo anual debe haber estado condicionado a ciclos de actividad económica. Sabemos que en la búsqueda de semillas, frutas y raíces llegaron hasta las "lomas" de la costa; y que la actividad venatoria sujeta a una serie de factores naturales ocupó parte importante de su quehacer diario. La caza de venados, guanacos y otros camélidos andinos, así como la de roedores menores, por formar parte importante de sus hábitos alimenticios, deben haber tenido en su haber el mayor número de horas-ciclo. Algo semejante podría decirse de la manufactura de sus artefactos y objetos varios. Algunos talleres parecen indicar la presencia continuada de un grupo durante varios años. Los lugares de habitación de estos cazadores superiores, en la Sierra Central se ubicaban fundamentalmente en la zona alto-andina: sea en las inmediaciones de los lagos glaciares, sea en las terrazas altas de los ríos. Ocupaban las cuevas y abrigos rocosos. Su permanencia en algunos de estos lugares fue tan intensa y continua que sobre el piso original han llegado a acumularse depósitos estratigráficos de hasta 4 m. de alto. Muy pocos son los abrigos rocosos, aun los más pequeños, que presenten evidencias de una sola época o de una breve ocupación temporal. Los sitios más grandes o quizá mejor conocidos, como algunas de las cuevas de Lauricocha, han producido numerosos y variados artefactos líticos y óseos, incluso muestras de un bello arte rupestre. Por su lado las canteras y talleres líticos, como el de Ambo (Huánuco), han dado gran cantidad de residuos de astillamiento, pre-formas, piezas malogradas y unos poquísimos artefactos concluidos. Al parecer estos sitios-talleres fueron ocupados brevemente, pero en varias épocas, tal vez con el único fin de obtener la materia prima y preparar pre-formas que fueron transportadas desde allí para su ulterior elaboración. En lo que respecta a la variedad y diversidad de artefactos líticos correspondientes a este segundo momento cultural los más característicos son, "puntas toscas de considerable tamaño y retoque bifacial; puntas triangulares y alargadas con base en ligero arco que presentan gran perfección en el trabajo a presión; puntas foliáceas medianas y pequeñas, bifaciales, unas veces con la base en punta y otras redondeadas con tendencia a una mayor convexidad lateral", (Cardich, 1960). Los raspadores presentan en general un ángulo en bisel bastante agudo, con retoque unifacial. Aparecen algunas puntas dentadas y también piezas pequeñas puntiagudas con retoque unifacial, descritos como cuchillos-raederas. 30

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FIG. 4.

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Artefactos líticos de Ambo (Complejo Lauricocha 2) y Diablomachay (Precerámico final), Huánuco.

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Los entierros fueron colocados en pequeñas fosas o sobre la superficie misma de las cuevas, y luego cubiertos con tierra. Usualmente el cuerpo fue dispuesto en un arreglo extendido horizontalmente, sobre un costado o con las piernas ligeramente flexionadas, en posición fetal. Un hecho notable, empero, aparte ya de la presencia de prácticas de deformación cefálica intencional del tipo tabular erecta, como ocurre en el esqueleto N':' 6 de Lauricocha, es lo incompleto del conjunto óseo, resultado de la exclusión parcial de algún sector del cuerpo del cadáver, cuyo significado no se ha logrado esclarecer totalmente. Finalmente, entre los 4 y 2 mil años a. de J.C., la Sierra Central aparece densamente poblada por grupos humanos con un equipo material aumentado y modificado. Entre las piezas líticas se incluyen molederas, batanes y machacas, y en el proceso de elaboración, nuevas técnicas de talla lítica. Estos cambios materiales suponen también cambios en los patrones de vida y lógicamente en su organización social. La agricultura y domesticación deben haber sido, por entonces, actividades incipientes. La extrema altitud donde se ubican algunos yacimientos asignados a lo5 grupos humanos de este período (por ejemplo Ranracancha, Yanamachay, Pultoc) debe considerarse entre las causas para la persistencia de ciertos patrones cazadores y semi-sedentarios, ya que, hasta donde sabemos, fue sólo en los valles interandinos donde se dieron las primeras manifestaciones agrícolas. Los artefactos que tipifican esta época han sido descritos por Cardich, bajo el nombre de Lauricocha 111/IV y están representados, fundamentalmente, por puntas foliáceas pequeñas entre las que se destaca una con base más ancha que el limbo y otra con hoja triangular corta y espiga larga y ancha. La introducción a la alfarería, y en menor grado la formación de villas con arquitectura secular, debió ocurrir aproximadamente al mismo tiempo tanto en la costa como en la sierra, después del año 2000 A. de J.C. Durante esta época, en los estratos más antiguos de la huaca de Kotosh, correspondientes a la fase Mito, aparecen las primeras manifestaciones religiosas, el Templo de las Manos Cruzadas, que pese a no haberse demostrado cabalmente su identidad y antigüedad, parece representar el cambio más significativo entre los dos estadios: el pre-alfarero y el alfarero. Dado que muchos de los puntos de la evidencia sobre esta época, literalmente pre-alfarera, indican un lento desarrollo de la sociedad andina, la mejor explicación sería que esta lentitud se debió más que nada al gran ajuste humano a sus nichos ecológicos. 32

Probablemente la introducción de la alfarería, agricultura y otros complejos sistemas ceremoniales, como los asignados a la fase Mito, no modificaron sustancialmente la vida de sus habitantes. Sin embargo, al adaptar rápidamente estas ideas e innovaciones, resultaron plenamente identificados a los grupos del Período Inicial, del año 1800 a. de J.C. De hecho, uno podría especular en el sentido de que muchos de los grupos del Período Inicial de la Sierra Central fueron las propias comunidades nativas del precerámico final, estimuladas por la difusión de nuevas ideas o el arribo de nuevos y pequeños grupos foráneos, y que los grupos humanos alfareros más tardíos que siguieron cazando y ocupando los abrigos de las lagunas glaciares son los relitos marginales de una antigua tradición cazadora.

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CAPITULO 3

Ramiro Matos M.

ALFAREROS Y AGRICULTORES Después de una larga historia de permanencia en los Andes, el hombre descubre nuevos sistemas de vida, una nueva manera de aprovechar los recursos y una nueva forma de trabajo, que luego va a conducir a la creación de una sociedad diferente a las anteriores, y que para algunos arqueólogos es la denominada Revolución Neolítica, culminación de un proceso histórico, de trascendencia socio-económica. En los Andes tuvo especial importancia la actividad agraria y luego la artesanía cerámica, que hoy constituye el elemento principal en la reconstrucción cronológica de la vida de estos pueblos. Los comienzos de la actividad agro-alfarera en la Sierra Central se calculan alrededor del año 2000 a.C., antigüedad asignada a la aparición de la cerámica en la cuenca del Huallaga. Su esplendor estaría dado por el desarrollo del arte y cultura de Chavín. El ocaso se confunde con la. descomposición de los pueblos, cuya manifestación artística se conoce genéricamente con el nombre de "chavinoides", aproximadamente hacia el año 2000 a.c. Los antecedentes de estas culturas de los períodos Inicial y Temprano, se encuentran en las diferentes épocas pre-alfareras. A la inmediata anterior se le llama Arcaica. Para comprender todo el fenómeno histórico, es necesario analizar su estructura y el proceso de cambios. Los períodos de agricultura incipiente y el arcaico, tienen implicancia en la formación de las sociedades tempranas con práctica de la alfarería. Las actividades agrarias y la alfarería tuvieron su propio proceso e historia, complementándose en algunos casos con la estructura social. En la Sierra Central se está iniciando una nueva etapa en las investigaciones arqueológicas, y se tiene referencias de nuevos sitios y

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novedosos estudios que están permitiendo ampliar nuestros conocimientos. En tal sentido, hay que mencionar al Proyecto Arqueológico-Botánico de Ayacucho, conducido por MacNeish, el Proyecto Andino de Estudios Arqueológicos, dirigido por el autor, a los que se suma el de la Universidad de Tokio, en Huánuco. Entre los sitios más importantes reconocidos hay que mencionar los de Villa, Atocpata, Wamalli, Mito, Quinua, Paucarbamba, en el lado oriental de Cerro de Paseo; Casaracra, Atocsayco, Ondores, San Bias y Tapuc, en las punas de Junín; Changos Bajo, Pumpuya, Laive, en el extremo sur del valle del Mantaro; las cuevas y abrigos de Castrovirreyna; los basurales de la ciudad de Huancavelica y las varias estaciones ubicadas entre Huanta y Ayacucho.

La Población Temprana - Se puede identificar tres tipos de ocupación habitacional temprana. El primero corresponde a los centros ceremoniales, como Kotosh, en el valle de Huánuco y Muruchuay, en el valle de Palcamayo, localizados en quebradas y valles profundos; con arquitectura monumental y un desarrollo complejo en su arte y economía. El único sitio trabajado seriamente es Kotosh. Allí los arqueólogos de la Universidad de Tokio han puesto al descubierto una secuencia cerámica de arquitectura y algunas evidencias del sistema económico, desde la edificación del Templo de las Manos Cruzadas, que parece representar a la época más temprana, hasta la proliferación de los estilos chavinoides, que sus descubridores bautizaran con el nombre de KotoshHigueras, y que al parecer corresponden a una manifestación local del Período Intermedio Temprano. Donald W. Lathrap en base a los datos obtenidos para la selva de Pucallpa, postula la idea de relaciones estrechas entre Tutishcainyo Temprano y Kotosh-Wairajirca, siguiendo la norma de influencias de la selva tropical hacia b sierra, tal como suponía Carl Sauer. A la fecha no hay evidencias de otra naturaleza. El segundo grupo de poblamiento temprano se encuentra en los valles o altiplanicies interandinas, y corresponde generalmente a pequeños núcleos con viviendas aglutinadas y edificaciones de pirca, circulares o ligeramente cuadrangulares, tal como ocurre en Atalla, Huancavelica; Wichqana, Ayacucho; Waywaka en Andahuaylas; Pirwapukio y Ataura, en el Valle del Mantaro, entre otros. Estos poblados corresponden a una fase cultural posterior a Kotosh Wairajirca. Pertenecen concretamente al Horizonte Temprano, entre los 900 años a.C. y 150 d.C., mientras que Kotosh tiene una historia que va 36

FIG. 5.

Huaca de Kotosh (Huánuco) durante las excavaciones de la Expedición Arqueológica de la Universidad de Tokio a los Andes.

desde el Período Inicial, hasta el Período Intermedio Temprano. Las viviendas presentan notables acumulaciones de basura, con evidencias de la naturaleza de su economía, de la vida cotidiana de sus pobladores y referencias a sus campos de cultivo o crianza de animales. El tercer grupo está ubicado en las punas o zonas altoandinas, por encima de los 3,500 mts. sobre el nivel del mar, como los núcleos localizados en el altiplano de Junín, Cerro de Paseo y Huancavelica, y que abarcan los períodos Inicial y Temprano. A su vez se agrupan en dos categorías: las viviendas en campamentos abiertos, como los de Pari, Ondores, San Bias y las habitaciones instaladas en cuevas o cavernas como las de Lauricocha, Pacha, etc., escondites naturales con fines habitacionales. En ambos casos es notable la presencia de osamentas de animales asociadas a artefactos de tradición lítica. Se trata pe una continuación de 37

la economía de cazadores y recolectores, que hasta muchos años después de instalada la sociedad agroalfarera tuvo repercusiones económico-sociales. Todo indica que durante este período se practicó la agricultura de la papa y la maca. Cuevas: Viviendas - La presencia de centenares de reparos rocosos, que estamos explorando, entre Junín y el valle del Mantaro, demuestra una sorprendente concentración de familias reunidas en cuevas, cavernas o abrigos. Todos revelan una economía fundamentalmente de caza y recolecta. Dada la cantidad proporcional de huesos en el desmonte es posible pensar en la posibilidad de algunos ensayos de crianza y domesticación de animales. Las cuevas ofrecen prominencias de talud, producto de la acumulación de residuos de la alimentación cotidiana. Estos mismos constituyen la basura para el estudio de la naturaleza de la economía y sistemas de vida llevados por estas sociedades andinas y la calidad y cantidad de los recursos animales y vegetales que la zona les prodigó. De algunos cateas practicados en las cuevas de Junín, así como de las observaciones hechas en los taludes cortados durante la ampliación de la carretera La Oroya-Cerro de Paseo o las excavadas durante la apertura de caminos de ganado como ocurre en las haciendas Atocsaico y San Blas, permiten suponer que tales escondites naturales fueron usados como viviendas regulares, si no de manera permanente, al menos transitoriamente y en forma rotativa. En algunos casos han quedado in situ restos de cocina y los pisos de vivienda.

El caso del valle del Mantaro - El valle del Mantaro fue hasta hace poco un problema dentro del consenso de las culturas agro-alfareras de los Andes. No se tenían noticias concretas de la existencia de sitios con tal ocupación. Se especulaba en diferentes sentidos. Para unos era un hiatus, para otros un caso de marginalidad cultural, con permanencia de la tradición pre-cerámica hasta los finales del Horizonte Temprano. Sin embargo, era de suponer que en el caso del valle ha ocurrido lo mismo que en otras partes, es decir, la falta de estudios sistemáticos. A la fecha se tienen localizados 5 sitios importantes con ocupación Formativa dentro del valle. Ellos son: Pirwapuquio, Skaki, Wamankaka-1, Tinyari y Ataura. Los más extensos en su distribución son los dos primeros. Todos ellos se hallan situados en áreas vecinas a manantiales o riachuelos. 38

Cerámica - De la alfarería temprana recogida en las áreas de Ondores, San Blas, Túpac, San Pedro de Cajas, Tishgo, Pachacayo, Laive y Changos Bajo, en las provincias de Junín, Yauli y Huancayo, ha surgido un primer intento de clasificación en los siguientes tipos: En la cerámi!,:;a sencilla: Junín bruñido estriado, Junín brochado, Junín rojo pulido, Junín negro pulido, Junín de pasta fina con temperante de mica, San Blas negro alisado, Pirwapuquio bruñido y Pirwapuquio engobado. En la cerámica decorada: Junín inciso, Junín punteado, Junín punteado en zonas, Junín aplicado, Junín Modelado, San Blas círculo o semicírculo estampado, San Blas mecido, Pirwapuquio exciso, Pirwapuquio aplicado con el dedo. De acuerdo al cuadro porcentual de presencia y ausencia de tipos y elementos, se sugiere que los restos de cerámica más temprana se encuentran entre los estratos culturales de tradición-cazadora recolectora, localizados en la puna, y que se definen como correspondientes al Período Inicial. En los lugares estudiados este hecho ocurre con bastante claridad. Los primeros pueblos agroalfareros que combinaban su actividad agrícola sedentaria y de artesanos ceramistas, continuaron utilizando por muchos años técnicas y modales de la economía pre-cerámica. Recién con la introducción de la cerámica del Horizonte Temprano y Período Intermedio Temprano disminuye el uso de las herramientas de piedra de tradición anterior, y surgen centros urbanos y religiosos, como Atalla, Wishjana y Muruchuay, entre otros. Con la decadencia del arte y la técnica cerámica de factura chavinoide surge otra modalidad que estamos llamando Huancayo (Blanco sobre Rojo) y que va asociada a cuchillos o puntas de pizarra. Sitios, con ocupación de este período en el valle son: Changos Bajo y Tuca Pata, en Jauja; Ocopa y Willka Urku, en Chupaca; San Blas y WaychaoKoto, en el altiplano del Junín. A manera de resumen podríamos decir que para esta época la única cerámica con datación precisa y definición tipológica reconocida, es la procedente de Kotosh. La fase inicial Kotosh-Wuayrajirca tiene 1800 años a.c. y Kotosh-Kotosh 1000 años a.c. con diseños incisos y excisos, líneas finas o romas y pintura postcocción de colores rojo, blanco y amarillo y con centros epónimos en Kotosh y Shillacoto, a las orillas del río Higueras en Huánuco. Los primeros intentos de ocupación alfarera en Junín llegan apenas al año 1500 a.c. (San Blas y Ondores), mientras que en el valle del Mantaro y Ayacucho, los sitios estudiados no pasan del 500 a.C.

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Períodos:

Kotosh Higueras

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Alfarería temprana de los yacimientos arqueológicos de Atalla, Santa Inés y Chuncuimarca, Huancavelica.

Algunos de los tipos de la cerámica procedente de Junín sugieren notables relaciones con la de Kotosh, especialmente en el caso de las vasijas utilitarias, aunque en los demás, particularmente los bruñidos estriados y los brochados, recuerdan mucho a la alfarería del Período Inicial de la Costa Central (Las Aldas). La parte altiplánica del Mantaro mantiene una unidad alfarera tipológica con La Oroya y Junín, mientras que la del valle revela mayores conexiones con los tipos procedentes del sur, como Atalla y Wishjana. Así, los tipos bruñido y pulido de Pirwapuquio, tienen singulares relaciones con Atalla de Huancavelica y Rancha, Wichqana y Chupas de Ayacucho. El centro de población temprana de mayor amplitud fue posiblemente Atalla. Este yacimientos se encuentra frente a la estación del ferrocarril de Yauli, a 15 Kms. de la ciudad de Huancavelica. Es una población con viviendas semicirculares, un edificio ceremonial, corrales adyacentes, etc., que la distinguen como un centro urbano en formación. La ¡:i.lfarería es usualmente pulida o bruñida fina, de color rojo claro, ante o negro, decoración incisa, excisa, y modelada. Hay vasos y tazas de piedra y objetos de greda que lo asocian al arte Chavín de la sierra norte. Chejo-Orjuna, constituye una transición y un nexo entre los yacimientos de Ayacucho y Huancavelica. Parece tener mejores exponentes de Chavín clásico. En Ayacucho, los sitios Rancha, Wichqana, Chupas y Kishka-Pata, tienen claras relaciones con los sitios de la sierra suroriental del Cuzco y Puno, y más estrechamente con los del valle del Mantaro. Por su lado algunos de los yacimientos localizados en Castrovirreyna y en las proximidades de la laguna San Francisco, ofrecen piezas de cerámica relacionables con muestras de las de lea ( Estilo Disco Verde), constituídas fundamentalmente por vasos con base anular y decoración negativa. El complejo de manifestaciones alfareras en la Sierra Central está actualmente en estudio y revisión, y en consecuencia es aún difícil ofrecer conclusiones válidas para su norma de desarrollo u ofrecer una mejor información sobre el proceso histórico de los pueblos de este importante período socio-económico emergente, de bases compleja