Problemas del realismo

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SECCIÓN DE ÜBRAS DE FILOSOFÍA PROBLEMAS DEL REALISJ\10

Traducción

de

CARLOS GERHARD

GEORG LUKACS

PROBLEMAS DEL

REALISMO

FONDO DE CULTURA ECONóMICA

MÉXICO

-

BUENOS AIRES

Primera edición en alemán, 1955 Primera edición en español, 1966

La edición original de esta obra fue registrada por Aufbau­ Verlag, Berlín, con el título Problnne des Realismus. También se incluyen dos artículos incluidos en el libro Karl Marx und Friedrich Engels als Literaturhistorikcr de la misma editorial, publicado en 1952

Derechos reservados conforme a la ley @ 1966 Fondo de Cultura Económica Av. de la Universidad, 975 - México 12, D. F. Impreso y hecho en México Printed and made in Mexico

PR:óLOGO A LA EDICIÓN ESPA�OLA LA GRAN mayoría de los ensayos de que consta esta colección tu� vieron origen en los años comprendidos entre i934 y i940. Si han de publicarse ahora, un cuarto de siglo después de su redacción, se

hace indispensable señalar, por lo menos en unos breves comen­ tarios, el cómo y el porqué de su existencia. Sólo así resulta posible decir algo acerca de su actualidad.

En 1932 fue disuelta la RAPP, la organización oficial de los escritores revolucionarios de la Unión Soviética, tomándose el acuer­ do de crear una unión formada por escritores de todas las ten­

dencias e ideologías. '4'io la luz en i934. Toda vez que la direc­ ción de la RAPP había sido sumamente sectaria, una gran parte de la opinión pública literaria del socialismo de aquella época celebró la disolución y puso grandes esperanzas en sus consecuen­ cias. Estas esperanzas se fueron desvaneciendo poco a poco, porque el régimen de Stalin sólo se proponía quebrantar el poder de la dirección de la RAAP, de orientación trotzkista, y el aparato stali­ niano no tardó en inaugurar un retorno al dominio de la ten­ dencia sectaria en literatura. Sin embargo, hubo un periodo inter­ medio de aflojamientos y esperanzas y, ya que el problema del Frente Popular estaba entonces en el ambiente, los puntos de vista verdaderamente marxistas sobre la literatura se condensaron en una orientación eficaz. En esta época se fundó la revista Litera­ turni Kritik para combatir las tendencias rappistas, y los repre­ sentantes del verdadero marxismo constituyeron en ella un grupo destacado que, si bien no dominaba en modo alguno la revista, ejerció sin embargo sobre la misma una influencia meramente to­ lerada, sin duda, pero importante de todos modos. La revista vivió hasta i 940. Cuán grande y duradera fue la fuerza ideológica ilus­ tradora del grupo en cuestión lo mostró el discurso del célebre poeta soviético Tvardovski en el XXII Congreso del Partido Co­ munista de la Unión Soviética. Atacó en dicho discurso la "lite­ ratura ilustrativa", esto es, una literatura que, sin una ideología original y profunda, sin una ideología personal de los escritores, sólo tiene por objeto proporcionar ilustraciones literarias de los

respectivos acuerdos del Partido en cada caso. Ya el título de dicho discurso constituye una cita: la excelente escritora crítica E. Ussie­ vich escribió entonces bajo este título y con este contenido un penetrante artículo que provocó vivas discusiones. 7

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PRóLOGO A LA EDICIÓN ESPA:ROLA

En esta revista y a título de reto contra el sectarismo lite­ rario y contra el modernismo burgués tuvieron origen la mayo­ ría de los artículos aquí publicados. El lector actual ha de tener en cuenta, por supuesto, que su forma de expresión había de ser muy distinta de lo que sería si se escribiera hoy sobre los mismos temas. Esto se manifiesta no solamente en las imprescindibles jugadas tácticas -citas de Stalin, etc.-, sino también, con fre­ cuencia, en la estructuración del contenido. En aquel entonces, los principios de la falsa estructura básica de la teoría y la práctica stalinianas no se nos habían hecho todavía manifiestos a nos­ otros, a mis amigos y a mí. Sin duda, apreciábamos ya correcta­ mente entonces las consecuencias peligrosas de la vulgarización bu­ rocrática y de la rigidez de la teoría marxista de la literatura, pero en aquel momento sólo veíamos todavía al enemigo principal en el aparato, la teoría y la práctica de los sectarios literarios. El hecho de que los métodos de Stalin constituyeran el centro de este es­ tado de cosas sólo se nos hizo patente más adelante. Sin embargo, esto no influye más que sobre el tono de los artículos. En cuanto a la esencia misma, en cambio, sigo creyendo que ya entonces había comprendido yo correctamente determinados problemas básicos. Que no se trata aquí simplemente de una transfiguración subjetiva posterior de luchas pasadas, esto se deja tal vez demostrar de la manera más sencilla mediante el hecho de que algunos historia­ dores burgueses inteligentes de la época, como por ejemplo Jürgen Rühle, han apreciado claramente el contraste de mis puntos de vista con los que dominaban entonces y siguieron dominando más adelante. Así, por ejemplo, escribe Rühle: "El realismo que él tenía en vista [es decir, yo, G. L.] difería esencialmente del ideal artístico staliniano. . . La ideología estética del stalinismo se ha

distanciado de la definición del realismo de Lukács -y con ello, en el fondo, del marxismo". Esta observación de los hechos ad­ quiere mayor peso por la circunstancia de que, por lo demás, Rühle no está en modo alguno de acuerdo con mis puntos de vista. Y el socialista Leo Kofler escribe en i950, o sea mucho antes del XX Congreso, a propósito de los mismos artículos: "Lukács y el stali­ nismo se distinguen uno de otro como el socialismo liberal y el socialismo burocrático. Entre ellos no existe puente alguno." Sin duda, con esto sólo se comprueba el significado histórico de los artículos, esto es, la razón de que en la lucha por el resta­ blecimiento de la concepción y el método marxistas en el dominio de la literatura aquéllos jugaran un papel determinado, subterrá­ neo en buena parte, y lo sigan desempeñando aún hoy. Esta media

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LA EDICióN ESPA�OLA

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frase última enuncia la cuestión decisiva, a saber: ¿tienen los pro­ blemas de la literatura, que hoy discute todo el mundo, una rela· ción de continuidad objetiva con las cuestiones estéticas plantea­ das en su día por los griegos y más adelante por el Renacimiento y hasta en el siglo x1x, o trátase, por el contrario, de algo radical­ mente nuevo que nada tiene que ver ya con los problemas del pasado? Tesis en tal sentido han sido enunciadas con frecuencia. Que carecen de contenido, lo revela inmediatamente el hecho de que aun sus representantes más apasionados vuelven a verse siempre obligados a recurrir espontáneamente al pasado y a sus problemas, que siguen percibiéndose como actuales hoy en día. Así, por ejemplo, han recurrido a menudo al manierismo, como antecesor, representantes ideológicos de un arte radicalmente nuevo, y así se apela con frecuencia a los experimentos estilísticos del Renacimien­ to, etc. Pero, con ello, vuelve a integrarse lo radicalmente nuevo --deliberada o inconscientemente- en una continuidad histórica. El hecho de que sus contenidos sean novedosos, de que se depon­ gan antiguos antecesores y precursores y se desentierren antecesores y precursores nuevos, esto cambia ya en las líneas de lucha algo esencial: lo radicalmente nuevo se presenta ahora también como algo históricamente originado; se trata únicamente de que sirven de modelo -o de analogía- otros periodos, otras teorías y otras experiencias que las del siglo XIX. Pero en esta forma se ha intro­ ducido en la controversia una desviación importante y, lo que es más, una verdadera crisis. Porque también en periodos anteriores se produjeron a menudo cambios importantes en la valoración del pasado; recuérdese por ejemplo que el siglo xvm consideró en grado creciente como modelos estéticos a los griegos, y ya no, como anteriormente, a los romanos. La revaloración del pasado había sido siempre un vehículo ideal de la continuidad histórica. \ Con todo esto, nada se ha atenuado en el contraste de estos estudios con lo que se designa a menudo como vanguardismo. Nada está más lejos de mi pensamiento que el mitigarlo históricamente, ni siquiera bajo el aspecto metodológico: la cuestión acerca de si se reconocen o no las tendencias actualmente dominantes como ver­ daderamente representativas no se deja liquidar con el mero re­ curso a la historia. Inclusive si se aceptara el manierismo como hase de discusión, el dilema seguiría siendo: ¿manierismo en el sentído del Tintoretto trágico-heroico, o del payaso Arcimboldi? Y en esta visión de principio, los artículos conservan aún hoy, creo yo, su validez: lo que hay de humano a la base de una obra de arte, la actitud que ella plasma como posible, como típica o ejem-

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PRóLOCO A LA EDICIÓN ESPA�OLA

plar, es lo que decide en última instancia -aunque solamente en última instancia- acerca de cómo se presentan el contenido y la forma de la obra en cuestión, acerca de lo que ésta representa en la historia del arte y en la historia de la humanidad. En el mé­ todo de la crítica, esto tiene como consecuencia el siguiente dile­ ma: si constituye el elemento preponderante del análisis y el juicio dicha cuestión última del contenido -del contenido humano y secundariamente, por tanto, del contenido histórico-social y esté­ tico-- o, por el contrario, la innovación técnica del caso. Estoy convencido de que en esta cuestión metodológica decisiva mis ar­ tículos se encontraban en el buen camino. Nada decisivo cambia en ello la condicionalidad temporal de los mismos. En aquel en­ tonces, en el primer choque en cierto modo con el modernismo, la prioridad de la innovación técnica fue negada rotundamente. Sin embargo, no había de tardar en hacérseme cada vez más claro, al analizar artistas y obras particulares, que si bien la innovación técnica como principio básico del juicio estético merece ciertamen­ te una repulsa total, ciertas innovaciones pueden convertirse con todo, en cuanto reflejos de relaciones humanas realmente nuevas e independientemente de las teorfas e intenciones de sus inventores y propagandistas, en elemento de plasmaciones verdaderamente realistas. He puesto de manifiesto estas conexiones en el análisis de algunas obras de Thomas Mann y de otros autores. En mi es­ tética, el problema general subyacente a estos hechos se formulaba en el sentido de que toda obra de arte auténtica cumple y amplía al propio tiempo las leyes de su propio género. Y la ampliación tiene siempre lugar en el sentido del cumplimiento de las "exi­ gencias del momento". Estas concepciones sólo se hallan, en los artículos de los años treinta, en germen. Y es su carácter mera­ mente embrionario el que determina su timidez y su limitación por parte de las alternativas entonces imperantes. Sin embargo, toda vez que están presentes en ellos -aunque solamente en em­ brión-, espero que su arraigo en la actualidad de entonces no impedirá, con todo, la eficacia actual de estos ensayos. G. L.

Budapest, diciembre de 1965

ARTE Y VERDAD OBJETIVA

[1934] l.

LA OBJETIVIDAD DE LA VERDAD EN LA TEORÍA DEL OONOCIMIENTO

DEL MARXISMO-LENINISMO

EL FUNDAMENTO de todo conocimiento justo de la realidad, ya se trate de la naturaleza o de la sociedad, es el reconocimiento de la objetividad del mundo exterior, esto es, de su existencia indepen­ diente de la conciencia humana. Toda concepción del m Ímdo exterior no es más que un reflejo en la conciencia humana del mundo que existe independientemente de ella. Este hecho funda­ mental de la relación de la conciencia con el ser se aplica asimismo, por supuesto, al reflejo artístico de la realidad. La teoría del reflejo constituye el fundamento común de todas las formas del dominio teórico y práctico de la realidad por la conciencia humana. Es, pue,s, también el fundamento de la teoría del reflejo artístico de la realidad, y el objeto de las disquisiciones ulteriores consistirá en determinar lo específico del reflejo artístico dentro del marco de la teoría general del reflejo. La teoría justa y comprensiva del reflejo tiene su origen en el materialismo dialéctico, en las obras de Marx, Engels, Lenin y Stalin. Para la conciencia burguesa es inconcebible una teoría jus­ ta de la objetividad, del reflejo en la conciencia humana de la realidad que existe independientemente de ella, en suma, de una teoría materialista-dialéctica del reflejo. Por supuesto, se dan en la práctica de la ciencia y el arte burgueses innumerables casos del reflejo justo de la realidad, así como no pocos avances en direc­ ción de un planteamiento o una solución justos del problema. Sin embargo, tan pronto como la cuestión se eleva al plano del cono­ cimiento teórico, todo pensador burgués se atasca en el materia­ lismo mecánico o se hunde en el idealismo filosófico. Lenin ha caracterizado y criticado con claridad insuperable esta barrera del pensamiento burgués en ambas direcciones. Dice a propósito del materialismo mecánico que "su defecto principal consiste en la incapacidad para aplicar la dialéctica a la teoría de las imágenes, al proceso y al desarrollo del conocimiento". Y caracteriza a con­ tinuación el idealismo filosófico como sigue: "Desde el punto de vista del materialismo dialéctico, el idealismo filosófico es, inversa­ mente, un, .. desarrollo (inflación, hinchazón) unilateral, exagera11

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ARTE Y VERDAD OBJETIVA

do, excesivo, de uno de los rasgos, de uno de los lados, de uno de los hitos puestos por el conocimiento a lo absoluto deificado, des­ prendido de la materia, de la naturaleza. . . Rectilineidad y unila­ teralidad, rigidez y anquilosamiento, subjetivismo y ceguera subje­ tiva, voila las raíces epistemológicas del idealismo." Esta doble insuficiencia de la teoría burguesa del conocimiento se manifiesta en todos los dominios y en todos los problemas del reflejo de la realidad por la conciencia humana. Sin embargo, no podemos ocuparnos aquí ni del dominio completo de la teoría del conocimiento ni de la historia del conocimiento humano. Hemos de limitarnos a destacar únicamente algunos aspectos importan­ tes de la teoría del conocimiento del marxismo-leninismo, impor­ tantes sobre todo en relación con el problema de la objetividad

del reflejo artístico de la realidad. El primer problema importante del que aquí hemos de ocu­ parnos es el de las imágenes reflejas inmediatas del mundo exte­ rior. Todo conocimiento descansa en ellas: constituyen el funda­ mento y el punto de partida de todo conocimiento. Pero no son más, precisamente, que el punto de partida del conocimiento, y no completan el conjunto del proceso del conocimiento. Marx se pro­ nuncia a propósito de esta cuestión con una claridad inequívoca. Dice: "Toda ciencia sería superflua si el aspecto y la esencia de las cosas coincidieran inmediatamente." Y Lenin, que ha analizado esta cuestión en sus comentarios a la lógica de Hegel, formula la cuestión de modo análogo: "La verdad no se encuentra al princi­ pio, sino al fin o, mejor dicho, en la conthmación. La verdad no es la impresión inicial." E ilustra este pensamiento por com­ pleto, en el sentido de los. argumentos de Marx, con un ejemplo , de la economía política: "El valor es una categoría carente de la materialidad de lo sensible, pero es más verdadero, con todo, que la ley de la oferta y la demanda." Y partiendo de aquí, Lenin pasa a la determinación ulterior de la función de las categorías abstractas, de los conceptos, las leyes, etc., en la totalidad del co­ nocimiento humano de la realidad; a la determinación de su lugar en la teoría desarrollada del reflejo, del conocimiento objetivo de la realidad. "De modo análogo a como la simple forma del valor, el acto particular del trueque de una mercancía por otra contiene ya en forma no desarrollada todas las contradicciones principales del capitalismo, así significa ya también la más simple generalización, la formación de Jos conceptos (juicios, conclusiones, etc.), el conocimiento siempre en progreso de la profunda conexión o bjetiva del mundo por el hombre." Sobre dicha ba se puede decir

ARTE Y VERDAD OBJETIVA en resumen: "La abstracción de la materia, de la ley de la natu­ raleza, la abstracción del valor, etc., y, en una palabra, todas las abstracciones científicas (las justas y serias, se entiende, y no las ab­ surdas) reflejan la naturaleza de modo más profundo, fiel y com­ pleto. De la intuición viva al pensamiento abstracto y de éste a la práctica, tal es el camino dialéctico del conocimiento de la verdad, del conocimiento de la realidad objetiva." Al analizar ahora Lenin el lugar de las diversas abstracciones en la teoría del conocimiento, destaca su bilateralidad dialéctica con la mayor precisión. Dice: "El significado de lo general es contradictorio: es muerto, es impuro, incompleto, etc., pero no es más que una etapa hacia el conocimiento de lo concreto, porque lo concreto no lo conocemos nunca por completo. La suma infi­ nita de los conceptos generales, las leyes, etc., es la que empieza por dar lo concreto en su integridad." Esta bilateralidad sólo la ilustra justamente la dialéctica del fenómeno y la esencia. Lenin dice: "El fenómeno es más rico que la ley." Y partiendo de una determinación de Hegel desarrolla este pensamiento como sigue: "Es ésta una determinación excelentemente materialista y curiosa­ mente acertada (con la palabra 'quieta'). La ley toma lo quieto -y de ahí que la ley, toda ley, sea angosta, incompleta, aproxi­ mada," Mediante esta profunda inteligencia del carácter incompleto de la reproducción mental de la realidad, tanto en el reflejo directo de los fenómenos como en los conceptos y las leyes (si se los con­ sidera unilateralmente, de modo antidialéctico, y no en el proceso infinito de su efecto recíproco), Lenin llega a la eliminación mate­ rialista de toda la falsa problemática de la teoría burguesa del conocimiento._ Pues toda teoría burguesa del conocimiento ha sub­ rayado unilateralmente la prioridad de sólo una modalidad de la concepción de la realidad, de solamente un órgano de su repro­ ducción consciente. Lenin expone de modo concreto su efecto re­ cíproco dialéctico en el proceso del conocimiento. "¿Está la repre­ sentación más cerca de la realidad que el pensamiento? Sí y no. La representación no puede captar el movimiento en su totalidad, no capta por ejemplo el movimiento con una velocidad de tres­ cientos mil kilómetros por segundo, pero el pensamiento sí lo capta y ha de captarlo. El pensamiento extraído de la represen­ tación refleja asimismo la realidad." Con esto resulta superada dialécticamente la subestimación idealista de las fuerzas de cono­ cimiento "inferiores". Y precisamente gracias a la orientación estrictamente materialista de su teoría del conocimiento, gracias

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a su adhesión inconmovible al principio de la objetividad, Lenin logra captar la conexión dialéctica justa de las modalidades humanas de percepción de la realidad en su movimiento vivo. Y así dice a propósito del papel de la fantasía en el conocimiento humano: "El acto de abordar el entendimiento (del hombre) la cosa particular, la elaboración de una copia (un concepto) de la misma, no es un acto simple, directo, muerto a la manera de un espejo, sino un acto complicado, discrepante y en zigzag, que en­ cierra en sí la posibilidad de que la fantasía se aleje de la vida . . . Porque inclusive en la generalización más simple de la idea gene­ ral más elemental (la mesa en general) se halla contenida una cierta porción pequeña de fantasía (y es absurdo, inversamente, negar el papel de la fantasía aun en la ciencia más estricta)." La imperfección, el anquilosamiento y la solidificación de toda concepción unilateral de la realidad sólo puede superarse por me­ dio de la dialéctica. Solamente mediante la aplicación justa y consciente de la dialéctica podemos llegar a superar dichas imper­ fecciones en el proceso infinito del conocimiento y aproximar nuestro pensamiento a la infinitud viva y animada de la realidad objetiva. Lenin dice: "No podemos representarnos el movimiento, no podemos expresarlo, medirlo o reproducirlo sin interrumpir lo continuo, sin simplificar, hacer más burdo y fragmentar, sin matar lo viviente. La reproducción del movimiento por el pensamiento constituye siempre una simplificación burda y un aniquilamiento, no sólo por el pensamiento sino también por la sensación, y aun no solamente del movimiento sino también de cualquier concepto. Y en esto radica la esencia de la dialéctica. Precisamente esta esen­ cia se expresa también mediante la fórmula de: unidad, identidad de los opuestos." La vinculación de la dialéctica materialista con la práctica, su originarse a partir de la práctica, su control por la práctica, y su papel capital en la práctica descansan en esta concepción pro­ funda de la esencia dialéctica de la realidad objetiva y de la dia­ léctica de su reflejo en la conciencia humana. La teoría de la práctica revolucionaria, de Lenin, se funda precisamente en el re­ conocimiento del hecho de que la realidad es siempre más rica y complicada que la mejor y más completa teoría que pueda cons­ truirse a su propósito. Pero al propio tiempo también en la conciencia de que, con la ayuda de la dialéctica viva, resulta. siem­ pre posible aprender de la realidad, comprender mentalmente sus nuevas determinaciones esenciales y convertirlas en práctica. "La historia -dice Lenin- y en particular la historia de la revolu-

ARTE Y VERDAD OBJF.TIVA ción, fue siempre más rica de contenido, más diversa, multilateral, viva y astuta de lo que se imaginan los mejores partidos y la vanguardia más consciente de las clases más avanzadas." La enor­ me elasticidad de la táctica de Lenin, su facultad de adaptarse con extraordinaria rapidez a los cambios súbitos de la historia y de extraer de los mismos el máximo obtenible, esto se funda precisa­ mente en dicha comprensión profunda de la dialéctica objetiva. Esta conexión entre el objetivismo estricto de la teoría del co­ nocimiento 1 y la vinculación más íntima con la práctica consti­ tuye uno de los elementos más esenciales de la dialéctica materia­ lista del m:nxismo-leninismo. La objetividad del mundo exte,rior no es en modo alguno una objetividad muerta, solidificada, que determine la práctica humana de modo fatalista, sino que está -precisamente en su independencia de la conciencia humana­ en la relación más íntima e indisoluble de efecto recíproco co� la práctica humana. Lenin rechazó ya en su primera juventud, como falsa y conducente a la apología, toda concepción fatalista, inconcreta y adialéctica de la objetividad. En lucha contra el sub­ jetivismo de Michailowski, critica al propio tiempo el "objetivis­ mo" rígido y apologético de Struwe. Concibe justa y profunda­ mente el objetivismo del materialismo dialéctico como' objetivismo