Perspectivas teóricas y metodológicas en la elaboración de un diccionario histórico 9783954879267

El proyecto de elaboración del "Nuevo diccionario histórico del español" se concibe desde una nueva perspectiv

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ÍNDICE
Perspectivas teóricas y metodológicas en la elaboración de un diccionario histórico. Introducción
La Base de datos morfológica del español (BDME): caracterización y estructura
Derivados en -dero en documentación del Siglo de Oro. Voces escasamente documentadas
Nombres de azúcares en -ita en el siglo xix: bases documentales y morfología diacrónica
Cambio semántico y sintáctico en las construcciones de capaz
Diacronía de los adverbios de enunciación: procesos de formación y evolución
Las relaciones léxico-semánticas paradigmáticas y sintagmáticas en el repertorio lexicográfico diacrónico: avances y retos
Nuevas herramientas y viejos saberes
Lengua, ciencia e historia : la evolución de célula
Notas sobre la etimología de ir en ar[r]uenzo; precisiones sobre las de troj y boj
Sobre los autores
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Perspectivas teóricas y metodológicas en la elaboración de un diccionario histórico
 9783954879267

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María Pilar Garcés Gómez (ed.) Perspectivas teóricas y metodológicas en la elaboración de un diccionario histórico

LINGÜÍSTICA IBEROAMERICANA Vol. 71 DIRECTORES: Mario Barra Jover, Université Paris VIII Ignacio Bosque Muñoz, Universidad Complutense de Madrid, Real Academia Española de la Lengua Antonio Briz Gómez, Universitat de València Guiomar Ciapuscio, Universidad de Buenos Aires Concepción Company Company, Universidad Nacional Autónoma de México, Ciudad de México Steven Dworkin, University of Michigan, Ann Arbor Rolf Eberenz, Université de Lausanne María Teresa Fuentes Morán, Universidad de Salamanca Daniel Jacob, Albert-Ludwigs-Universität, Freiburg im Breisgau Johannes Kabatek, Universität Zürich Eugenio R. Luján Martínez, Universidad Complutense de Madrid Ralph Penny, University of London

Perspectivas teóricas y metodológicas en la elaboración de un diccionario histórico

María Pilar Garcés Gómez (ed.)

Iberoamericana l Vervuert l 2018

Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra (www.conlicencia.com; 91 702 19 70 / 93 272 04 47) Reservados todos los derechos © Iberoamericana, 2018 Amor de Dios, 1 – E-28014 Madrid Tel.: +34 91 429 35 22 Fax: +34 91 429 53 97 © Vervuert, 2018 Elisabethenstr. 3-9 – D-60594 Frankfurt am Main Tel.: +49 69 597 46 17 Fax: +49 69 597 87 43 [email protected] www.iberoamericana-vervuert.es ISBN 978-84-16922-89-5 (Iberoamericana) ISBN 978-3-95487-731-7 (Vervuert) ISBN 978-3-95487-926-7 (e-Book)

Diseño de la cubierta: Carlos Zamora

ÍNDICE

Perspectivas teóricas y metodológicas en la elaboración de un diccionario histórico. Introducción. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . María Pilar Garcés Gómez

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La Base de datos morfológica del español (BDME): caracterización y estructura . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 17 Jesús Pena Derivados en -dero en documentación del Siglo de Oro. Voces escasamente documentadas. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 63 José Ramón Morala Nombres de azúcares en -ita en el siglo xix:

bases documentales y morfología diacrónica. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 95

Mar Campos Souto

Cambio semántico y sintáctico en las construcciones de capaz. . . . . . . . . . . . . 117 María José Rodríguez Espiñeira Diacronía de los adverbios de enunciación: procesos de formación y evolución. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 187 María Pilar Garcés Gómez Las relaciones léxico-semánticas paradigmáticas y sintagmáticas en el repertorio lexicográfico diacrónico: avances y retos. . . . . . . . . . . . . . . . 249 María Belén Villar Díaz Nuevas herramientas y viejos saberes. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 275 José Ignacio Pérez Pascual

Lengua, ciencia e historia: la evolución de célula. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 307 Cecilio Garriga Escribano Notas sobre la etimología de ir en ar[r]uenzo; precisiones sobre las de troj y boj . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 331 José Antonio Pascual Sobre los autores. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 345

Introducción/Introduction Perspectivas teóricas y metodológicas en la elaboración de un diccionario histórico Theoretical and methodological perspectives in the elaboration of a historical dictionary María Pilar Garcés Gómez Universidad Carlos III de Madrid Resumen: El proyecto de elaboración del Nuevo diccionario histórico del español, que se está realizando en la Real Academia Española, se concibe desde una nueva perspectiva teórica y metodológica en la que se da cabida a los últimos avances de la lingüística, la informática y la filología con el propósito de explicar la formación y evolución de las palabras a partir de la “red de relaciones” en que estas se organizan y que son fundamentales para entender los procesos de cambio. En este capítulo introductorio, presentamos los avances realizados hasta ahora en tan magno proyecto y mostramos las nuevas aportaciones que desde las diferentes ramas de la lingüística —morfología, sintaxis, semántica, pragmática y etimología— se pueden realizar a fin de lograr que la explicación del desarrollo diacrónico de las unidades léxicas sea lo más adecuada y rigurosa posible. Estas propuestas se enmarcan tanto en el ámbito de la teoría lingüística como en el de la aplicación a la lexicografía histórica. Palabras clave: morfología, sintaxis, semántica, pragmática, etimología, diccionario histórico. Abstract: The project of elaboration of the New Historical Dictionary of Spanish, which is being carried out at the Royal Spanish Academy, is conceived from a new theoretical and methodological perspective that considers the latest advances in linguistics, computing and philology, to explain the forma­tion and evolution of words from the “network of relations” in which they are organized and that are essential to understand the processes of change. In this introductory chapter, we present the advances made so far in such a great project and we show the new contributions that can be made from the different branches of linguistics —morphology, syntax, semantics, pragmatics and etymology— to achieve an explanation regarding the diachronic development of the lexical units that is as appropriate and rigorous as possible. These proposals are

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framed both in the field of linguistic theory and in the application to historical lexicography. Keywords: morphology, syntax, semantics, pragmatics, etymology, historical dictionary.

Ha pasado más una década desde que el proyecto de elaboración de un Nuevo diccionario histórico del español (NDHE) comenzó su andadura bajo la dirección del profesor José Antonio Pascual. Un proyecto que se concebía desde una nueva perspectiva teórica y metodológica en la que se daba cabida a los nuevos avances de la lingüística, de la informática y de la filología con el objetivo de explicar la formación y evolución de las palabras a partir de la “red de relaciones” en que estas se organizan y que son fundamentales para explicar e interpretar adecuadamente los procesos de cambios. Los primeros pasos encaminados a poner en marcha este nuevo diccionario relacional concebido para un soporte digital quedaron reflejados en algunos trabajos que mostraban cómo se había planeado el proyecto (Pascual/García Pérez 2007) y cómo se podía contribuir desde las diversas ramas de la lingüística a realizar propuestas encaminadas a establecer las relaciones entre las palabras en los distintos niveles de análisis: morfológico, sintáctico, semántico, pragmático y etimológico (Garcés Gómez 2008). La tarea de desarrollar esta magna obra en los años posteriores ha sido ingente por parte de su director y de su principal colaboradora, la profesora Mar Campos Souto, así como del equipo de lexicógrafos e informáticos que participan en el proyecto, y los sucesivos trabajos realizados han dado lugar a varias publicaciones. De este modo, se daba a conocer la puesta en marcha de una primera versión estable de la herramienta de redacción del diccionario, denominada ARDIDEs, construida en una base de datos nativa XML que destaca por su flexibilidad estructural y su integridad referencial (Salas Quesada/ Torres Morcillo 2011). Asimismo, se ofrecía una información detallada de las distintas tareas efectuadas y de las diferentes labores imbricadas para la conformación y elaboración del Corpus del Nuevo diccionario histórico del español (CDH), que constituye el pilar básico de la documentación del diccionario, en Campos Souto y Pascual (2012a), al tiempo que se reivindicaba la necesaria mejora filológica de los corpus en que se sustenta la indagación sobre la historia del léxico español en Campos Souto y Pascual (2012b).

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Las relaciones morfoetimológicas en las palabras y su inclusión en una determinada familia léxica, entendida como uno de los elementos estructuradores del léxico de una lengua, quedaban reflejadas en el trabajo de Pascual y Campos Souto (2014), donde se explica cómo se conciben los apartados relativos a la etimología y a la morfología léxica en el NDHE. Otros aspectos relacionados con la representación de las denominadas “palabras gramaticales” en un diccionario histórico se trataban en la investigación de Garcés Gómez (2014). La redacción de las mil primeras palabras y la posibilidad de ser consultadas mediante la aplicación correspondiente en la página web de la Real Academia Española (RAE) ha dado lugar a la publicación de un monográfico sobre esta obra. En la introducción, el director nos informa del camino recorrido en la consecución de los objetivos de este nuevo diccionario histórico que pretende “acercarnos progresivamente —a ser posible con la colaboración de todos— a una visión cada vez más clara —o menos turbia, si se prefiere— de la compleja historia del léxico español” (Pascual 2015: 9); las restantes aportaciones son una puesta al día de los avances realizados: se da una descripción detallada de las distintas secciones de los artículos contenidos en el NDHE y se muestra, además, cómo se registran y almacenan los datos en la herramienta de redacción del diccionario (Salas Quesada/Torres Morcillo 2015); se argumenta que el NDHE es un modelo de la nueva lexicografía digital y se presenta como una base de datos léxica susceptible de varias posibilidades de explotación (Campos Souto 2015); en un último apartado, se describen los distintos materiales de redacción electrónicos elaborados para el NDHE (Pinillos Laffón 2015). La importancia de la filología en la elaboración de esta obra se sigue reivindicando en publicaciones posteriores como la de Pascual (2016), donde se explica con detalle el trabajo de caracterización filológica y lingüística de las obras incluidas en los corpus diacrónicos de la RAE —en particular el relativo a las obras medievales— que está llevado a cabo el equipo del NDHE, sin olvidar las limitaciones que son, en la actualidad, inherentes a los corpus —como, por ejemplo, el predominio de las ediciones críticas, con sus particulares características—. Esta interrelación necesaria entre lexicografía, informática y filología se destaca también en el artículo de Campos Souto (2016), donde se muestran algunas de las ventajas que ofrece la colaboración entre lexicografía e informática y se defiende el papel central que debe desempeñar la filología en la constitución de las bases de datos documentales de las que se nutre la nueva lexicografía.

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En definitiva, como señala su director, este nuevo diccionario histórico implica un avance y un reto en la concepción de las obras lexicográficas: Con el NDHE se ha pretendido, tanto en el plano conceptual como en el técnico, dar con un nuevo tipo de diccionario que supere los viejos anclajes de las obras en papel, para realizar con él un viaje, impensable hace unos cuantos años, al diccionario del futuro, el diccionario total (Pascual 2015: 7).

En esta nueva fase de desarrollo del NDHE, nuestro objetivo es seguir colaborando en tan magno proyecto con nuevas investigaciones basadas en los avances que se están produciendo en las diferentes ramas de la lingüística, con el fin de contribuir a que la explicación de la formación y evolución de las unidades léxicas sea lo más adecuada y rigurosa posible. De este modo, los trabajos de los especialistas que han colaborado en este libro continúan la labor emprendida hace una década (Garcés Gómez 2008) en la pretensión de mostrar las relaciones entre las palabras en las distintas perspectivas de análisis a las que es necesario acudir para explicar su proceso evolutivo: morfológica, sintáctica, léxica, semántica, pragmática y etimológica. Desde la perspectiva morfológica, Jesús Pena presenta la base fundamental de la descripción de la morfología de las palabras en el NDHE —la denominada Base de datos morfológica del español (BDME)—, muestra cómo está configurada y describe con cierto detalle cada una de las veinte propiedades contempladas al introducir una palabra. En esta descripción se presta especial atención al concepto de familia léxica y sus fundamentos morfológicos, a las unidades necesarias para establecer la estructura de las palabras, a las diferencias entre las unidades palabra y tema de palabra inexistente y a la interpretación de los diferentes procesos morfológicos. En esta tarea de establecer los conceptos básicos necesarios para delimitar unidades y procesos morfológicos, ha optado, en la mayoría de los casos, por la definición más extendida o estandarizada, dado que se trata de una base de datos aplicable al análisis de palabras de un amplio abanico de lenguas y dentro de la propia lengua no siempre pertenecientes al denominado léxico común. Aporta, además, información sobre la forma de visualización de los datos en la aplicación web. En el ámbito de la morfología aplicada al estudio de las palabras derivadas que se incorporan en español en las diversas etapas de la historia de la lengua se inscriben dos contribuciones. En la primera de ellas, José Ramón Morala parte de un corpus específico (Corpus Léxico de Inventarios, CorLexIn), compuesto por textos notariales e inéditos, mayoritariamente del siglo xvii,

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procedentes de todo el mundo hispánico y referidos a relaciones de bienes, en el que analiza los derivados en -dero. Las voces seleccionadas se caracterizan por ser formas o acepciones que no figuran en los diccionarios académicos o por no aparecer registradas en los corpus textuales más generales (como el CDH o el CORDE) o hacerlo de manera muy escasa. Por tanto, son voces de las que existe escasa o nula información y cuyo estudio sirve para completar y documentar la familia léxica en la que se insertan. En la segunda contribución, Mar Campos Souto realiza un recorrido histórico para establecer el origen de los nombres de azúcares en -ita que entraron en español en el siglo xix. Muestra que estos términos, propios de la terminología química, son voces tomadas fundamentalmente del francés (quizá con la excepción de cartomanita) y que se incorporaron al caudal léxico de la lengua española, bien mediante traducciones de obras especializadas redactadas originalmente en francés, bien a través de su incorporación a los manuales y textos básicos de la enseñanza y difusión de la ciencia química en el siglo xix. Asimismo, documenta las primeras apariciones en las obras lexicográficas y constata que en los diccionarios generales del español estas voces apenas han dejado huella, debido a su carácter especializado, con la excepción de las obras de Zerolo (1895) y Alemany y Bolufer (1917). Dentro de una perspectiva semántica y sintáctica se sitúa la investigación de María José Rodríguez Espiñeira, quien describe el proceso diacrónico de cambio sintáctico y semántico en construcciones con el adjetivo capaz —es capaz (de) que Vflex. / Es capaz de Vinf.— que desemboca en la creación de los operadores modales: capaz que, capaz de, capaz. Se parte de la polisemia del adjetivo para mostrar que el cambio semántico consiste en una evolución de sentidos modales de capacidad y habilidad hasta sentidos epistémicos de incertidumbre (‘probable’, ‘quizás’). El cambio sintáctico se configura como un desplazamiento de ámbito del elemento modal, que está asociado pragmáticamente con un proceso de subjetivización. En el trabajo se identifican los senderos por los que discurre ese desplazamiento de ámbito, a través de todas las variantes construccionales, de los contextos que lo propician y de las inferencias que se obtienen. Desde un enfoque sintáctico, semántico y pragmático, María Pilar Garcés Gómez analiza el proceso de formación y evolución de un grupo de adverbios caracterizados por calificar la actitud ilocutiva del hablante ante lo que dice (francamente, sinceramente, honradamente, honestamente) o añadir un comentario sobre la forma de la enunciación (brevemente, sumariamente,

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sucintamente, concisamente, resumidamente, sintéticamente). Estos adverbios se configuran en una primera etapa evolutiva como adverbios de manera en el marco oracional y, posteriormente, amplían su dominio al nivel del discurso, donde adquieren funciones pragmáticas y discursivas. Este paso de uno a otro nivel se realiza a través de una operación de cooptation, cambio espontáneo que se produce cuando una unidad lingüística se traspone del ámbito oracional al marco discursivo, y de procesos de subjetivización e intersubjetivización que explican la adquisición de funciones pragmáticas, relacionadas con la actitud del hablante ante su enunciación y con las relaciones establecidas entre el hablante y el destinatario, y discursivas, relativas a la formulación del discurso. El análisis diacrónico de estos signos lingüísticos permite dar pautas para la adecuada representación en el NDHE de sus características formales, sintácticas, semánticas y pragmáticas en cada uno de los periodos evolutivos. En el plano de las relaciones léxico-semánticas, María Belén Villar Díaz realiza una reflexión acerca de los avances realizados en la lexicografía diacrónica, particularmente en lo que respecta a la búsqueda de coherencia, tanto en el ámbito de la definición como en la tarea de la organización macro y microestructural, que son el resultado de un establecimiento previo de ontologías léxicas completas y de análisis lingüísticos precisos de los mecanismos de evolución semántica; asimismo, muestra los retos que se plantean, en el plano paradigmático, en lo relativo a la explotación intensiva del sistema de hipervínculos, especialmente sinonímicos, y, en el plano sintagmático, en lo referente al ámbito de la combinación de sintagmas. El trabajo de José Ignacio Pérez Pascual señala la importancia y la necesidad de las nuevas herramientas tecnológicas para la configuración de diccionarios de tipo relacional, como es el NDHE, que permiten mostrar a los lectores las relaciones que los vocablos establecen entre sí tanto en el plano sintagmático como en el paradigmático. Subraya que esta tarea debe ir acompañada de una necesaria labor filológica para conocer los datos, ya que la falta de documentación de algunas voces en los repertorios bibliográficos no puede remediarse con la consulta de los corpus habituales, pues la presencia de estas voces es muy reducida cuando no inexistente y es necesario acudir a otras fuentes para conocer su desarrollo. Como ejemplo de esta situación, examina algunos vocablos que designan tipos de tela (allariz, coruña, lorenzana, santiago, vivero), que figuran en la última edición del diccionario académico (2014), a pesar de su escasísima presencia en los corpus y de la ausencia de testimonios recientes. Otro ejemplo ilustra la incorporación a los ­diccionarios,

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fundamentalmente a comienzos del siglo xx, de una serie de préstamos procedentes del árabe de Marruecos en época contemporánea (áscar y áscari, harca, mehala, mogataz, tabor) que no tienen ninguna vigencia en el español actual, si alguna vez la tuvieron. Estas reflexiones le llevan a concluir que este tipo de unidades léxicas deberían tener cabida en un diccionario histórico y no tanto en un diccionario actual. En relación con el léxico científico, Cecilio Garriga Escribano analiza la evolución de la palabra célula que se documenta en los textos medievales en el contexto de la descripción de las cavidades del cuerpo humano y evoluciona hacia un uso en el ámbito de la botánica y de la zoología, referido a vegetales y animales en el xviii, y a la biología para designar el mínimo organismo vivo en el xix, alcanzando así el que será su principal uso. A partir de aquí desarrolla significados figurados en sociología ‘grupo de personas organizado’ —en el xix— y en política ‘grupo de personas organizado y secreto’ —en el xx—. No obstante, el rasgo original de ‘cavidad pequeña’ permanece vigente y da lugar a su vez al significado figurado que le permite sustituir a celda (celda de una prisión) ‘espacio pequeño cerrado, organizado’ —en el xix—, y desarrollar un nuevo significado en el campo de la técnica ‘receptáculo que contiene un dispositivo electrónico’ —en el xx—. En el capítulo dedicado a etimología, José Antonio Pascual destaca la importancia que tiene la documentación en el proceso de investigación etimológica e, incluso, en el establecimiento del significado de algunas palabras; en este aspecto, señala las ventajas de que disfrutan los filólogos en la actualidad al tener acceso a un buen número de textos que circulan por internet, así como la posibilidad de encontrar nuevos datos en los distintos corpus o en la propia red, lo que permite intentar dar respuesta a problemas aún pendientes. En este sentido, muestra cómo el acceso a nuevos datos le ha servido de pista para elaborar una nueva hipótesis sobre la procedencia y el significado del hápax aruenço que aparece en el Cid y le ha permitido establecer las etimologías de los vocablos boj y troj de una manera más adecuada y precisa. Para finalizar, desearía expresar mi agradecimiento a todos los investigadores que han participado con sus contribuciones en la redacción de este libro y, en especial, a José Antonio Pascual y a Mar Campos Souto, quienes desde el inicio me mostraron su apoyo incondicional y me proporcionaron todas las informaciones y todos los materiales precisos a fin de que las aportaciones teóricas y metodológicas contenidas en esta obra pudieran tener cabida en los trabajos de elaboración del NDHE.

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María Pilar Garcés Gómez

Referencias bibliográficas Campos Souto, Mar (2015): “El NDHE como muestra de la nueva lexicografía digital”, en Estudios de Lexicografía, 3, pp. 71-93. — (2016): “Lexicografía del futuro para la lengua del pasado”, en Rosalía Cotelo García (ed.), Entre dos coordenadas. La perspectiva diacrónica y diatópica en los estudios léxicos del español. San Millán de la Cogolla: Cilengua, pp. 33-72. Campos Souto, Mar/Pascual, José Antonio (2012a): “Lexicografía, filología e informática: una alianza imprescindible. A propósito de la situación del NDHE”, en Dolores Corbella et al. (eds.), Lexicografía hispánica del siglo xxi. Nuevos proyectos y perspectivas. Madrid: Arco/Libros, pp. 151-170. — (2012b): “Dalle que dalle: la Filología como intermediaria en el salto de la cantidad a la calidad”, en Tomás Jiménez Juliá et al. (eds.), Cum corde et in nova grammatica. Estudios ofrecidos a Guillermo Rojo. Santiago de Compostela: Universidade de Santiago de Compostela, pp. 183-192. Garcés Gómez, María Pilar (ed.) (2008): Diccionario histórico: nuevas perspectivas lingüísticas. Madrid/Frankfurt am Main: Iberoamericana/Vervuert. — (2014): Diacronía de los marcadores discursivos y representación en un diccionario histórico. A Coruña: Universidade da Coruña (Anexo 28 de Revista de Lexicografía). Pascual, José Antonio (2015): “Introducción a la celebración lexicográfica: a propósito de la reciente publicación de un millar de palabras del NDHE en el portal de la RAE”, en Estudios de Lexicografía, 3, pp. 7-13. — (2016): “La filología en vilo y en vago entre los datos”, en Emilio Blanco (ed.), Grandes y pequeños de la literatura medieval y renacentista. Salamanca: Universidad de Salamanca, pp. 55-84. Pascual, José Antonio/Campos Souto, Mar (2014): “La morfología en el NDHE”, en Bruno Camus Bergareche (ed.), Morfología y diccionarios. A Coruña: Universidade da Coruña, pp. 125-150. Pascual, José Antonio/García Pérez, Rafael (2007): Límites y horizontes en un diccionario histórico. Salamanca: Diputación de Salamanca. Pinillos Laffón, Octavio (2015): “Los materiales de redacción del NDHE”, en Estudios de Lexicografía, 3, pp. 95-116. Salas Quesada, Pilar/Torres Morcillo, Abelardo (2011): “ARDIDEs: Aplicación de Redacción de un Diccionario Diacrónico del Español”, en Revista de Lexicografía, XVII, pp. 133-159. — (2015): “Aproximación a los fundamentos del NDHE a través de las herramientas informáticas usadas en su elaboración y presentación”, en Estudios de Lexicografía, 3, pp. 15-69.

La Base de datos morfológica del español (bdme): caracterización y estructura The Base de datos morfológica del español (bdme): its characterization and structure Jesús Pena Universidade de Santiago de Compostela Resumen: La Base de datos morfológica del español (BDME) es una base de datos construida desde una perspectiva diacrónica. El objetivo de esta contribución es mostrar cómo está configurada la base de datos y describir con cierto detalle cada una de las veinte propiedades contempladas al introducir una palabra. Tales propiedades caracterizan la palabra analizada desde dos perspectivas distintas y complementarias: a) dentro de su propia lengua: palabra frente a tema de palabra inexistente, clase de palabras, procesos morfológicos, etc.; b) con respecto a su origen, esto es, a una lengua distinta que ha sido la fuente directa o indirecta del préstamo adoptado: palabra originaria, calco, adaptación, origen incierto, etc. Desde la primera óptica, se analiza morfológicamente cada término dentro de la propia lengua; desde la segunda, se establece su relación genética con palabras de otra lengua. En el trabajo se presta especial atención al concepto de familia léxica y a sus fundamentos morfológicos, a la diferencia entre palabra y tema de palabra inexistente, y a la interpretación de los diferentes procesos morfológicos. También se brinda información sobre las formas de visualización de los datos en la aplicación web. Palabras clave: base de datos morfológica, morfología diacrónica, familia de palabras, series de derivación, procesos morfológicos. Abstract: The Base de datos morfológica del español (BDME) (morphological database of Spanish) is constructed on diachronic lines. The aim of this contribution is to show how the BDME is configured, and to describe in some detail each of the twenty properties which are taken into consideration when a word is introduced. These properties characterize words from two different and complementary perspectives: (a) within their own language: a word in contrast to combining forms, word classes, morphological processes, etc.; (b) with respect to the origins of words, that is, to a different language which has been the direct or indirect source of an adopted loan: the originating word, calque, adaptation, uncertain origin, etc. From the former perspective, each

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term will be analysed morphologically within its own language; from the latter, its genetic relationship with words from another language will be established. Particular attention is paid in the study to the concept of lexical families and their morphological foundations, to the difference between words and combining forms, and to the interpretation of different morphological processes. Information on the visualization of data in the associated web application is also provided. Keywords: morphological database, diachronic morphology, word family, derivational series, morphological processes.

1. Introducción La Base de datos morfológica del español (BDME) fue diseñada por mí de una manera bastante rudimentaria allá por los años ochenta. En ella he venido trabajando de manera más o menos constante y, a lo largo de los años, su configuración inicial ha experimentado sucesivas reformas, ampliaciones y correcciones, tanto desde el punto de vista morfológico como informático1. Desde hace ocho años, y tras varias conversaciones con José Antonio Pascual, director del actual proyecto del NDHE de la RAE, he dirigido un equipo de investigación que se ha dedicado a ampliar el análisis e introducción de datos2 (). Entre los objetivos de la BDME en esta última fase, figura precisamente el de complementar la información con los redactores del NDHE, pues se intenta presentar un marco general donde encuentren acomodo las palabras relacionadas desde un punto de vista genético o etimológico y también derivativo, aunque la correspondencia entre ambos enfoques no siempre es perfecta, como se verá en el § 2. En esta labor de intercambiar información morfoetimológica, la redacción del NDHE se encarga de detectar imprecisiones o errores y de completar la información en cuanto a primeras documentaciones.  Desde 2016 colabora en la parte informática del proyecto el profesor Francisco Javier Carreras Riudavests (IATEXT de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria). 2  El proyecto ha recibido las siguientes subvenciones: La red de morfología genética en el NDHE. Referencia FFI2008-03532. Ministerio de Ciencia e Innovación. Periodo 01/01/2009 al 31/12/2011. Desarrollo de información en una aplicación web para el estudio morfogenético del léxico. Referencia 10PXIB204249PR. Xunta de Galicia. Dirección Xeral de I+D. Periodo: 10/08/2010 a 30/09/2013. Estudio morfogenético del léxico español. Referencia: FFI201238550. Ministerio de Economía y Competitividad. Periodo: 01/02/2013 a 31/07/2016. 1

La Base de datos morfológica del español (BDME)

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El objetivo de este trabajo es mostrar en trazos muy generales cómo está conformada o configurada la base de datos3 (§ 2) y describir con cierto detalle cada una de las propiedades que se analizan al introducir una palabra (§ 3). En esta descripción se presta especial atención a los siguientes aspectos: a) el concepto de familia léxica y sus fundamentos morfológicos (§ 2); b) las unidades necesarias para establecer la estructura de la palabra (§ 3.2.1); c) la oposición entre palabra y tema (§ 3.2.2.1); d) la interpretación de los diferentes procesos morfológicos (§ 3.2.2.3), aspecto central en la configuración de la BDME. El § 4 contiene información sobre las formas de visualización de los datos en la aplicación web. 2. Características generales de la BDME La BDME es una base de datos construida desde una perspectiva diacrónica, pero solo puede ser parcialmente histórica mientras no se disponga de un diccionario histórico completo y actualizado donde se describa la evolución del léxico español a lo largo del tiempo, esto es, la evolución fonética, morfológica y semántica de cada palabra desde su origen. Lo que ofrece la BDME son familias de palabras relacionadas morfológicamente y emparentadas genéticamente. Se trata, por tanto, de una base de datos morfoetimológica, en la medida en que se fija prioritariamente en la construcción morfológica de la palabra (véase Cottez 1980). Dos son sus objetivos fundamentales: 1) analizar unas cuantas propiedades morfológicas del léxico de diferentes lenguas —preferentemente español y latín, pero también otras lenguas fuentes de préstamo directo o indirecto—; y 2) establecer su relación genética, es decir, su “origen” (sea latino, griego, o de otras lenguas a lo largo de la historia del español), con objeto de obtener una representación de las familias y subfamilias léxicas del latín y del español. Una noción central en la BDME es el concepto de familia léxica (Word Family). En el ámbito morfológico, el concepto de familia léxica se aplica de dos formas: 1) una estrecha, desde una perspectiva sincrónica, que la restringe a palabras entre las que hay relación derivativa, entendida como relación formal y semántica; 2) otra amplia, la familia genética o etimológica, donde no se exige el requisito tan estricto de relación derivativa. Esta noción de familia 3  Una presentación de la BDME en una fase anterior puede consultarse en Rodríguez Espiñeira/López Arca (2014).

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léxica es la aplicada en las obras histórico-etimológicas4. Como cabe suponer, no tiene por qué haber coincidencia entre las interpretaciones, análisis y resultados obtenidos desde ambas perspectivas. En Pena (2012a) se puede ver un detallado análisis de la secuencia derivativa verbo → nombre deverbal en latín y de los reajustes experimentados en español por esta secuencia como resultado de las lagunas existentes en las series latinas y de la incorporación de nuevas creaciones romances. Para ilustrarlo con un pequeño ejemplo, extraído del mismo texto, los sustantivos canto, traslado y compra son derivados verbales ya que indican la acción de cantar, trasladar y comprar, respectivamente (cf. escuchamos el canto de los ruiseñores, el traslado de la corte de Lisboa a Río de Janeiro se produjo en 1808, la compra de esta casa será un negocio). Sin embargo, al estudiar en paralelo las series derivativas latinas y españolas, se comprueba que históricamente dicha relación V → N es válida para comprar (1095) y compra (1102). En cambio, el verbo trasladar está creado sobre el sustantivo traslado (heredado del latín translātus que, a su vez, es deverbal de transferre, verbo prefijado sobre ferre). Y el sustantivo canto se ha asociado en español con el verbo cantar (que continúa el latín cantāre, frecuentativo de canere), pese a que etimológicamente canto proviene de cantus, nombre deverbal que en la serie derivativa corresponde a canere (canere → cantus). En esquema: sincronía

cantar canto
 trasladar traslado comprar compra diacronía

latín español → translātus, -ūs — transferre → cantus, -ūs — canere → cantātio cantāre

traslado → trasladar canto cantar —

El fundamento de esta base de datos es, justamente, la idea de familia 4  En este ámbito resultan imprescindibles los diccionarios que ofrecen enfoques históricos y etimológicos. En este sentido, el DCECH de Corominas-Pascual (1980-1991) y el NTLLE de la RAE son dos referentes fundamentales, junto a los diccionarios etimológicos e históricos de otras lenguas románicas: DELI y LEI para el italiano, DELF (1975), DHLF (2000), DEF (2009) y TLFi para el francés, DELP (1986) y HOUAISS para el portugués, o el OED para anglicismos y léxico de especialidad.

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léxica entendida como conjunto de palabras agrupadas en torno a una raíz, étimo o palabra primitiva, punto de arranque de las restantes palabras emparentadas. La noción extendida de familia léxica tiene la ventaja de englobar la noción estrecha, pero resulta mucho más abarcadora, pues permite observar relaciones derivativas entre palabras existentes en latín, o en etapas anteriores del español, que hoy no existen porque solo hay entre ellas relación formal (instruir instrumento), relación semántica (oír audición) o ninguna de las dos (querer cuestión). Los grados de parentesco identificados son desiguales, más estrechos o más remotos, lo que permite diferenciar dominios centrales y periféricos según los grados de afinidad, es decir, se pueden establecer familias y subfamilias hasta llegar a series de derivación bastante homogéneas. La ordenación de las familias léxicas en los diccionarios presenta formas variadas (en un solo artículo o en varios) y siempre está supeditada a la estructura lineal que imponen las obras impresas. Con la aplicación web que hemos desarrollado se pretende superar este inconveniente, pues se muestran las relaciones de parentesco en forma de árbol genealógico. El carácter histórico de la base impone una introducción de datos escalonada y otorga prioridad al griego, al latín y a los temas de palabras inexistentes griegos y latinos. Por ejemplo, el término griego agōnízomai ‘luchar, combatir’ debe estar introducido para asignar la propiedad origen al grecismo latino agōnizāre, y este debe ser introducido antes que el español agonizar. Una de las propiedades más destacadas de esta base de datos es que, una vez introducida la palabra objeto de préstamo dentro de su propia lengua, también se analiza hasta llegar a la palabra simple o palabra raíz: para introducir agōnízomai hay que introducir previamente su base, la palabra agṓn ‘reunión, lucha’ y antes el verbo ágō ‘conducir, llevar’. Otro ejemplo comprobatorio del largo recorrido que a veces requiere el análisis, el del español anatematismo: < lat. anathematismus ‘excomunión’ < gr. anathematismós ‘acción de maldecir o anatemizar’ ← anathematízō ‘pronunciar un anatema, maldecir’ ← anáthema ‘objeto consagrado’ ← anatíthēmi ‘poner sobre, cargar’ ← títhēmi ‘poner’. Para introducir una palabra del español que es préstamo de una lengua distinta del griego o del latín, se necesita también una disposición ordenada en la introducción de los términos: parcela es un préstamo del francés parcelle, que a su vez tiene su origen en el latín vulgar *particella, diminutivo de pars, -tis. El orden que hay que seguir es, pues: latín pars, -tis → *particella > fr. parcelle > esp. parcela. Como se puede apreciar, una característica general y constante en el análisis de los datos es que toda palabra española que tiene

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su origen en otra lengua se analiza en dicha lengua hasta llegar también a su origen. La necesidad de seguir un orden en la introducción de términos existe también dentro de una misma lengua: 1) palabras raíces o palabras simples; 2) palabras que toman estas como bases; 3) palabras que toman las anteriores como bases, y así hasta llegar a la palabra que constituye el último eslabón de la cadena en cada serie de derivación, cf. latín rumpere → ruptus → abruptus → inabruptus, español centro → central → centralizar → centralización. 2.1. Fundamentos morfológicos de la organización de las palabras en familias El trabajo de la BDME es técnicamente descriptivo y aplicado, aunque tiene como soportes las hipótesis, métodos y resultados de la investigación teórica llevados a cabo en la morfología léxica. A este respecto, resultan de especial relevancia los trabajos de Spencer (1991), Spencer/Zwicky (1998), Booij/Lehmann/Mugdan (2000-2002), Haspelmath (2002), Plag (2003), Booij (2010 y 2012), Lieber/Štekauer (2009, 2014), Scalise/Bisetto (2012), Fábregas (2013) y Müller et al. (2015-2016). Conviene destacar tres fundamentos de naturaleza morfológica que permiten comprender cómo se organizan y reorganizan las palabras en el seno de la familia léxica. Son los siguientes: (i) la morfología como clasificadora de las palabras; (ii) la morfología como codificadora de significados; y (iii) la noción de paradigma derivativo. En cuanto al primer fundamento, entendemos que las lenguas del tipo morfológico al que pertenece el español no utilizan las raíces léxicas desnudas, sino que las codifican categorizándolas en las llamadas clases de palabras5. Así, las raíces originariamente adjetivas se categorizan primariamente como adjetivos (blanco, viejo) y secundariamente como verbos (blanquear, envejecer) y nombres (blancura, vejez); las raíces originariamente nominales se categorizan primariamente como nombres (cera, grupo) y secundariamente como adjetivos (céreo, grupal) y verbos (encerar, agrupar); 5  En tipología se habla de correlaciones no marcadas y marcadas entre clases léxicas y funciones. Las combinaciones prototípicas o no marcadas para nombre, adjetivo y verbo son la referencia, la modificación y la predicación respectivamente. Cualquier otra combinación entre función y categoría léxica será marcada. En este ámbito es donde interviene la morfología derivativa, como se muestra en los ejemplos mencionados en el texto. La tipología funcional habla en estos casos de morfosintaxis indicadora de función o de presencia de un morfema adicional no-cero (Croft 1991). Véase también Pena 2008.

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y las raíces originariamente verbales se categorizan primariamente como verbos (beber, cambiar) y secundariamente como nombres (bebida, cambio) y adjetivos (bebedor, cambiante). Además, los ciclos derivativos pueden repetirse al aplicar de nuevo las reglas de formación de palabras (RFP), con lo que se obtienen recategorizaciones en fases sucesivas. En cuanto al segundo fundamento, la morfología derivativa crea términos para nombrar nuevos objetos, propiedades, acciones y relaciones. En estos procesos de creación se constatan elevados grados de recurrencia y sistematicidad en cuanto a los tipos de significados morfológicos codificados (agentivo, instrumental, colectivo, locativo, cualidad, disposición, etc.). Por último, en cuanto al tercer soporte teórico, se observa que en la codificación de un mismo tipo de significado concurren varios procesos morfológicos (presencia de varios afijos, intervención de sufijación y prefijación, concurso de afijación y conversión, etc.). Un método operativo para dar cuenta de esta anomalía, no exento de dificultades en cuanto que no resuelve todos los problemas de asimetría morfológica (Pena 2003), es el conocido como modelo asociativo débil (Zwanenburg 1984 y Corbin 1987); consiste en asociar a una única RFP todos aquellos procedimientos de formación que reúnan dos requisitos: a) expresar un mismo significado y b) plasmar una relación categorial única entre la clase de palabra base de derivación y la clase de palabra derivada: nombres deverbales de “acción”, “agentivos”; nombres deadjetivales de “cualidad”, nombres denominales “colectivos”, adjetivos denominales de “relación”, etc. El estudio de las familias de palabras admite un desglose en ramas o series de derivación, donde confluyen las clases de palabras (morfología clasificadora de raíces y temas) y los paradigmas de significado (tipos de derivación). Si este mapa complejo se estudia desde un enfoque diacrónico, se obtienen las condiciones adecuadas para estudiar los cambios internos acaecidos en las series de derivación en cuanto a lagunas léxicas (lat. īre → introīre → introitus, esp. ir — introito), reajustes (lat. rapere → raptus, raptor; rapere → raptāre → raptātio; esp. — rapto, raptor; raptar —), reajustes y nuevas formaciones (lat. facere → perficere (participio perfecto pasivo perfectus, -a, -um) → nombre deverbal perfectio; esp. hacer, adjetivo perfecto, -a; perfección → perfeccionar → perfeccionamiento)6, etc.   “La ausencia del verbo latino perficere se recupera en español mediante la creación de perfeccionar sobre el sustantivo perfección, pero con los consiguientes reajustes: el s­ustantivo originariamente deverbal, perfección, se convierte ahora en la base de derivación del verbo perfeccionar. Semánticamente, sin embargo, perfección pasa a ser el sustantivo de cualidad co6

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3. Propiedades analizadas de una palabra La BDME contiene un formulario estándar de introducción de datos —el mostrado en la imagen 1—, donde se almacenan propiedades morfológicas del léxico de diferentes lenguas (preferentemente español y latín, pero también otras lenguas fuentes de préstamo). Consta de veinte campos, concebidos como “propiedades”, que permiten recoger distinta información relativa a cada uno de los términos que se almacenan en la base de datos. En diez de estos campos se prevén distintas opciones para seleccionar; según el número de opciones, la alternativa deseada se puede marcar directamente en el formulario o se selecciona mediante un menú desplegable.

Imagen 1. Pestaña “Añadir términos” de la BDME (www.bdme.usc.es)

rrespondiente al adjetivo perfecto, -a (del participio latino perfectus, -a, -um) mientras que se crea un nuevo nombre deverbal para perfeccionar, que es perfeccionamiento” (Pena 2012a: 321).

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De forma muy esquemática, las propiedades que figuran en el formulario de cada palabra analizada son la lengua a que pertenece la palabra, el término, la entrada (forma de cita en los diccionarios); en el bloque superior izquierdo: variantes, sinonimia y ejemplos; en el bloque superior derecho: significado (glosa breve para las palabras de lenguas distintas del español) y significados morfológicos (significado regular para las palabras derivadas), marcas de uso, si se trata de una palabra hipotética, y marca formal: culta/popular. Ya en la parte inferior (separada por tres líneas discontinuas), en el recuadro de la izquierda figura el origen, esto es, el antecedente inmediato en otra lengua de la palabra analizada. Mediante un buscador, se localiza la palabra asociada a la lengua originaria, lo que impone un orden rígido a la introducción de datos. Los restantes parámetros están destinados al análisis morfológico del lema que figura en la entrada: si tiene estatus de palabra o se considera un tema de palabra inexistente, la clase de palabras a que se adscribe, la base o las bases sobre las que se ha formado la palabra (por defecto figura una, pero se pueden desplegar hasta cuatro bases) y los procesos de formación de palabras. En los tres rectángulos de la derecha figuran fuentes documentales, bibliografía de trabajos morfológicos utilizados e historial, comentarios aclaratorios de la palabra analizada. Las propiedades o campos que integran el formulario caracterizan el término analizado de dos maneras o desde dos perspectivas distintas: unas, la mayoría, lo caracterizan dentro de su propia lengua (clase de palabras, procesos); otras, las menos, lo hacen con relación a su origen, esto es, a una lengua distinta que ha sido la fuente (directa, indirecta o última) del préstamo adoptado. Desde la primera óptica, se analiza morfológicamente cada término dentro de la propia lengua; desde la segunda, se establece su relación genética en cuanto a otra lengua. En § 3.1 se examinan las propiedades relativas al origen y en § 3.2 la información proporcionada sobre la palabra dentro de su propia lengua. 3.1. Propiedades relativas al origen de la palabra: adaptación, calco y origen incierto Origen. Es el antecedente inmediato en otra lengua de la palabra analizada. Mediante un buscador, se localiza la palabra asociada a la lengua originaria, lo que impone, como se indicó en el § 2, un orden rígido a la introducción de datos. Como en las demás lenguas románicas, la mayor parte del léxico espa-

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ñol no creado en la propia lengua procede del latín. Dos han sido los modos de transmisión del léxico latino: las voces transmitidas directamente a través de un uso oral (palabras populares o patrimoniales) y las incorporadas de manera intermitente como préstamos del latín escrito (cultismos o latinismos) a lo largo de la historia del español (latín clásico, latín medieval, latín renacentista y latín moderno o neolatín). Las primeras han experimentado todos los cambios característicos de la evolución del español; las segundas solo leves modificaciones en la terminación para amoldarse a la estructura fonológica y morfológica de la palabra en español. La propiedad distintiva culta/popular del formulario tiene que ver con el origen latino concretamente con los dos modos de transmisión indicados7. También está relacionada, aunque de manera indirecta, con otras lenguas, en especial el griego, por la existencia de muchos grecismos dentro ya del propio latín. Adaptación. Este es un término que siempre aparece asociado al préstamo o elemento léxico tomado de otra lengua. Y hace referencia a las modificaciones que el préstamo puede experimentar para asimilarse a las pautas de la lengua receptora, especialmente fonológicas y gráficas, cf. esp. cruasán frente a croissantería o cruasantería < fr. croissant y croissanterie. A veces se distingue entre préstamo y extranjerismo en correspondencia con la adaptación o no de la palabra importada (García Yebra 2006: 154) En la BDME, basándonos en las dos clases de adaptación distinguidas en Thibault (1989), reservamos el término adaptación para referirnos a las modificaciones que afectan a la construcción morfémica —no fonológica o gráfica— de la palabra incorporada como préstamo. Thibault estudia los préstamos cultos franceses procedentes de una serie de adjetivos latinos con el sufijo -uus, fácil de adaptar bajo la forma -uo en español, italiano o portugués, y comprueba los diferentes intentos de adaptación de que ha sido objeto, pues, como sufijo átono, no encuentra fácil acomodo en la morfología sufijal del francés. Clasifica las adaptaciones en dos categorías: las “adaptaciones regulares”, que afectan al componente fonológico y gráfico: lat. assiduus, continuus > fr. assidu, continu; y las “adaptaciones por sufijación”, que atañen al componente morfológico: lat. assiduus, continuus > fr. ant. assiduel, continuel (Thibault 1989: 86).

7  No consideramos necesario para nuestros propósitos contar con la opción ‘semicultismo’, noción además muy controvertida.

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La restricción que proponemos sigue también la pauta indicada por Rainer (2009) quien, en la línea de Thibault, propone incorporar el término adaptación a la terminología estándar de la morfología histórica. Rainer pretende descubrir el origen del uso del sufijo francés -ien en los adjetivos de relación anatómicos, dado que su sitio natural en esta lengua se encuentra, al igual que en latín, en la formación de adjetivos sobre nombres propios: lat. Cicero, -ōn-is → cicerōniānus, fr. Balzac → balzacien. Y descubre que el origen de -ien en los adjetivos de relación de la anatomía está en la adaptación de los adjetivos latinos correspondientes con los sufijos átonos en -eus e -ius: lat. carpeus, laryngeus > fr. carpien, laryngien (el español carpiano es un galicismo). Ejemplos de adaptaciones en español son las siguientes: ing. to shoot > esp. chutar con la adición de la vocal del tema -a- para categorizarlo como verbo, footballer > futbolista, con la sustitución de -er por -ista; fr. ralentir > esp. ralentizar mediante sustitución de la vocal del tema -i- por el sufijo -iz-a-(r)8. También entran aquí los denominados galicismos morfológicos en el DGPM de García Yebra (1999), concretamente muchos de los nombres de origen remoto griego cuya vocal final del tema los delata como préstamos inmediatos del francés: gr. stratēgós > fr. stratège > esp. estratega (al lado de estratego), y otras palabras con vocal final -a como geriatra o pediatra cuyo segundo formante debería ser de tema en -o si procediesen directamente del formante griego -iatrós (cf. hippiatrós), pero es de tema en -a por ser préstamos directos del francés gériatre, pédiatre. Calco. Mientras que el préstamo es siempre un préstamo integral, en cuanto que supone la importación de la palabra como signo (significante y significado), el calco es un préstamo parcial, ya que importa y reproduce el significado de la palabra de otra lengua con significantes o morfemas de la propia lengua receptora. La distinción se ve muy bien en los dos modos de incorporación del inglés football: el español fútbol es un préstamo; balompié es un calco (calco estructural o morfológico) que reproduce el significado de la palabra inglesa con palabras del español, también mediante el procedimiento compositivo, pero de estructura distinta; del mismo modo, el latín atomus es préstamo del griego á-tomos, e in-dividuum calco (ejemplos tomados de García Yebra 2006). El calco, al ser un mecanismo que traduce a

8  En cierto modo, puede decirse que las adaptaciones morfológicas de palabras afijadas constituyen un híbrido entre el préstamo y el calco, en cuanto que importan la raíz y traducen el afijo.

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la lengua receptora la estructura de la palabra importada, presupone que tal palabra es una palabra compleja (afijada o compuesta), no simple: gr. prṓlēpsis > lat. anti-cipātio, ing. un-employ-ment > esp. des-emple-o, fr. montecharge > esp. montacargas, ing. sky-scraper > fr. gratte-ciel, it. grattacielo, esp. rascacielos, etc. Origen incierto. Se incluyen aquí las palabras que los diccionarios etimológicos señalan como de origen incierto (amagar) y también las de origen desconocido (ademán) o controvertido (aro “anillo”). 3.2. Propiedades de la palabra dentro de su propia lengua Lengua. La lengua se selecciona mediante un menú desplegable con el siguiente orden: a) las más usadas en el análisis por estar más relacionadas con el español; b) las restantes por orden alfabético. Término y entrada. Por razones de programación y gestión de las tablas de la base de datos, la palabra sometida a análisis aparece en término y en entrada. La distinción afecta a las palabras flexivas. En término la palabra flexiva aparece bajo una sola forma, la no marcada (bueno); en entrada la palabra figura con la flexión y se corresponde con la forma de cita o lema en los diccionarios (bueno, -a)9. Para los verbos latinos indicamos, al igual que en los diccionarios de esta lengua, los tres temas (infectum, perfectum y participio perfecto pasivo) tanto en los verbos irregulares como regulares. Entre las propiedades de la palabra dentro de su propia lengua hay algunas, concretamente tema, vocal del tema (VT) y base, que requieren una breve descripción previa de las unidades básicas para el análisis de la palabra. A eso dedicaremos el siguiente apartado. 3.2.1. Algunas nociones pertinentes en el análisis estructural de la palabra: raíz, afijo, tema y base La raíz es el segmento básico en el significante de cualquier palabra que resulta de eliminar todos los afijos derivativos y/o flexivos y, por tanto, no es 9  Cuando se trabaja con la lengua española, se accede al lemario del DRAE 2001 mediante un buscador que filtra las búsquedas alfabéticamente. Este acceso directo limita considerablemente la introducción de errores en los términos analizados.

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susceptible de ulterior análisis; dicho desde otra perspectiva, es la unidad que constituye el punto de partida o arranque de cualquier construcción morfológica. El tema en el significante de una palabra flexiva es aquel segmento que resulta de restar los afijos flexivos. La distinción entre afijos derivativos y afijos flexivos (ros-al-eda-s) es una distinción a la vez distribucional y funcional: los primeros forman parte del tema y sirven para crear (temas de) palabras relacionadas formal y semánticamente; los segundos se adjuntan externamente al tema y crean diferentes formas de la misma palabra. La serie de palabras formadas con afijos flexivos sobre un mismo tema se integra en un conjunto cerrado denominado paradigma flexivo. El paradigma de blancura- consta de dos formas flexivas: blancura y blancuras; el paradigma de blancuzc- consta de cuatro: blancuzc-o, blancuzc-a, blancuzc-o-s, blancuzc-a-s. La distinción entre tema y palabra, así como la noción de paradigma flexivo, resulta pertinente en el análisis de la palabra flexiva, no en el de la palabra invariable. El tema presenta distintos grados y tipos de complejidad en su estructura interna de acuerdo con el número y la naturaleza de los morfemas que la integran. Así, el tema puede estar constituido solo por la raíz (blanc- en blanc-o), en cuyo caso tema y raíz coinciden, o puede estar formado por raíz y afijo(s) (blancuzc- en blancuzco). En el primer caso se habla de tema simple, en el segundo, de tema derivado. A su vez, el significante de una palabra puede estar constituido por un único tema (simple o derivado) o por la combinación de dos o más temas (tema compuesto: aguasal, aguamarina, limpiaparabrisas). Otra distinción pertinente en el análisis de la unidad tema es la que hace referencia a la presencia o ausencia de una vocal como elemento final del tema. Los temas verbales regulares terminan en vocal (canta-r, teme-r, parti-r), que alterna como tónica o átona a lo largo del paradigma flexivo (cf. cantá-bamos frente a canta-s, canta-remos). Dicha vocal se denomina vocal del tema (VT). En los temas verbales, como temas vocálicos que son, podemos deslindar la vocal del tema del segmento precedente, en este caso la raíz: cant-a, tem-e, part-i. Los temas nominales, en cambio, pueden terminar en consonante, en vocal tónica o en vocal átona. En estos temas resulta pertinente la distinción ‘presencia/ausencia’ de una vocal átona como elemento final del tema, pues solo la vocal final átona se comporta como vocal temática formando temas nominales vocálicos (cf. casa, diente, libro, alegre). La distinción entre temas con y sin vocal temática, y la consiguiente delimitación de la vocal temática en los temas vocálicos, afecta a todos los temas,

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sea cual sea el tipo o grado de su complejidad estructural. Tales distinciones son operaciones necesarias en el análisis, ya que dicha vocal resulta relevante en la constitución formal de la palabra en cuanto a la flexión. Así, en la flexión verbal, la vocal del tema señala la pertenencia del verbo a determinada ‘clase flexiva’ o ‘conjugación’ (-a- a la primera, -e- a la segunda e -i- a la tercera, cf. cant-a-r y ejemplific-a-r, tem-e-r y florec-e-r, part-i-r). En la flexión nominal hay temas vocálicos (los de tema en -a-, -o- y -e- átonas, cf. cas-a y tristez-a, libr-o y florecimient-o, dient-e, almeriens-e, alegr-e y amabl-e) y temas no vocálicos (los de tema en consonante, tipo cárcel, genovés, feliz, nacional, y los de tema en vocal tónica, tipo rubí, tabú). También aquí la presencia/ausencia de la vocal del tema resulta relevante: señala la pertenencia del nombre (sustantivo o adjetivo) a distintas clases flexivas en cuanto a la formación del plural: plural en -s (cas-a-s, tristez-a-s, florecimient-o-s, libr-o-s, dient-e-s, etc.), en -es (cárcel-es, genoves-es, felic-es, etc.) y en -s ~ -es (rubís ~ rubíes, tabús ~ tabúes). La unidad tema puede considerarse como la unidad básica o central de la morfología de las lenguas sintéticas, porque es la unidad que se toma como base tanto para la formación de nuevas palabras como para la flexión de una misma palabra. Por un lado, conocer la estructura interna del tema permite clasificar las palabras en simples, derivadas o compuestas; por el otro, el hecho de que el tema de una palabra acabe o no en vocal temática es decisivo para adscribir dicha palabra a una determinada clase flexiva o a otra. La noción de tema se puede aplicar también a otro tipo de elementos que, a diferencia de los ejemplos hasta ahora presentados, nunca aparecen solos como temas de palabras simples, sino en combinación con un afijo o con otro tema, cf. -cardio- en cardiograma o miocardio; -cefalo- en cefálico, cefalópodo o acéfalo, braquicéfalo; -podo- en podología, ápodo o gasterópodo; -cida en arboricida o deicida; -voro en herbívoro u omnívoro; etc. Para diferenciarlos de los temas de palabras existentes, se ha venido usando el término paralelo ‘temas de palabras inexistentes’, que quiere decir exactamente ‘temas de palabras simples inexistentes’ o, si se prefiere, ‘temas que no existen como temas de palabras simples’. No existen en el español de hoy *cardios, *céfalos, *podos o *voros, sino corazones, cabezas, pies y devoradores10. Al lado de las unidades raíz y tema, es necesario distinguir otra unidad morfológica: la base. Podemos definirla como aquel constituyente de la ­palabra, en cualquier nivel de estructura jerárquica, sobre el que puede operar 10

  Para un análisis más detallado, puede consultarse Pena/Iglesias Cancela (2016).

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cualquier tipo de proceso morfológico (flexión, afijación, composición, etc.). Definida así, la base es una unidad más genérica que las unidades raíz y tema, de modo que cualquiera de estas puede denominarse también base. La unidad base es necesaria porque, de contar solo con raíz y tema, no se podría hacer referencia en el análisis a todos los niveles de constitución en el interior de una palabra. Así, en la estructura jerárquica de inconfesable, con raíz y tema hacemos referencia a confes- e inconfesable respectivamente, pero no a confesa-, base de la sufijación con -ble, ni a confesable, base de la prefijación con in-. 3.2.2. Propiedades centrales Antes de pasar a desarrollar con algún detenimiento las propiedades que considero centrales, haré una breve caracterización de las mismas. Palabra/Tema de palabra inexistente. La diferencia concierne al estatuto del lema, a saber, si es palabra existente en la lengua o tema de una palabra simple inexistente. Palabra onomatopéyica. En la tipología de palabras, colocaremos en un grupo aparte las palabras onomatopéyicas (lat. gannīre, garrīre; esp. chispa, chistar) y las de creación expresiva (esp. coco, farfullar) por carecer de etimología (BDELC: 12). Clases. La clase de palabras a que se adscribe el lema. Bases a mostrar. La base o las bases sobre las que se ha formado la palabra que figura como entrada. Aparece una base como predeterminada, pero se pueden desplegar hasta cuatro bases. La ausencia de base significa que la palabra es simple. Procesos. El correspondiente proceso de formación, de entre los procesos morfológicos de que dispone la lengua, para crear la palabra que figura como lema sobre la base o las bases mostradas. Significados morfológicos. Se trata de significados regulares que la morfología léxica del español codifica mediante reglas o patrones de formación, como “cualidad”, “acción”, “agentivo”, “instrumento”, etc. 3.2.2.1. Palabra/Tema de palabra inexistente Respecto a la distinción entre palabra y tema de palabra inexistente, conviene subrayar que los temas de palabras inexistentes coinciden con los temas

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de palabras existentes en ser formas sin flexión que, como tales, no pueden aparecer en la cadena sintáctica. La diferencia está en que, mientras un tema como negr- solo necesita de la flexión para completar su forma como palabra y poder ser utilizado en el componente sintáctico, un tema como cefalo- no puede flexionarse directamente como *céfalo, *céfalos, sino que necesita del proceso previo de derivación (cefál-ic-o, -a, -o-s, -a-s, a-céfal-o, -a, -os, -a-s) o de composición (cefalópodo, -s, braquicéfalo, -a, -o-s, -a-s) (Pena 1999: 4318). La mayoría de los temas de palabras inexistentes en las lenguas modernas son temas de origen latino y especialmente griego, y este tipo de constituyentes se incorporan como formantes de palabras complejas (fundamentalmente compuestas) creadas en el léxico de especialidad. Como es bien sabido, los neologismos científicos y técnicos no surgen simultáneamente en las distintas lenguas modernas, sino que se acuñan normalmente en una determinada lengua, en inglés desde la segunda mitad del siglo xx, y en francés en los dos siglos y medio anteriores (Pratt 1980). Lo que hace el español, como las demás lenguas modernas, es adaptarlos a su propia estructura morfofonológica, de modo que muchos temas denominados grecolatinos deben asociarse a estas dos lenguas. Pero estas lenguas, a su vez, buscan dichos temas en la cantera grecolatina; por ejemplo, en español los nombres de disciplinas con temas finales en -grafía, -logía, -nomía son mayoritariamente préstamos de términos franceses en -graphie, -logie, -nomie, o ingleses en -graphy, -logy, -nomy; estos, a su vez, remiten a los temas griegos -graphía, -logía y -nomía que figuran en segunda posición de compuestos como uranographía, arkhaiología, astronomía11. Estos temas, que en francés e inglés son grecismos, pasan a ser en las demás lenguas galogrecismos o anglogrecismos. Este hecho, que resulta evidente para los especialistas en el lenguaje científico, aparece distorsionado en toda la lexicografía española, incluido el DCECH, pues casi siempre se remiten directamente todos estos temas cultos (integrantes de compuestos grecolatinos) al griego y al latín. Hay que resaltar que también las lenguas griega y latina cuentan con temas de palabras inexistentes como palabras simples y que, por tanto, solo aparecen en cuanto constituyentes de palabras afijadas o compuestas; así en griego, el segmento -phóros, que toma como base el verbo phérō, no figura como palabra autónoma, sino como segundo constituyente de compuestos 11  O en los compuestos latinos, como astronomia, que a su vez es un grecismo (gr. astronomía).

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como odontophóros ‘dentado, que lleva dientes’; en latín el segmento -cola, que toma como base el verbo colere, no aparece solo como palabra autónoma, sino que necesita combinarse con un afijo (incola ‘habitante’) o con otro tema (agricola ‘agricultor’). Tampoco los diccionarios del griego y del latín ayudan mucho en el descubrimiento de estos temas, pues ofrecen un tratamiento muy desigual. Hay que acudir a trabajos monográficos sobre la composición en dichas lenguas para poder ver con mayor claridad el fenómeno. Las dos comprobaciones anteriores permiten afirmar que, en principio, en cualquier lengua hay temas de palabras inexistentes que pueden tener una base sobre la que se forman y servir de base de formación de nuevas palabras. Estas características del tema obligan a introducir la noción tema de palabra inexistente como una propiedad más de las unidades de una determinada lengua que, además de tener una base y servir de base, tienen su origen. 3.2.2.2. Clases Sabido es que las RFP operan casi exclusivamente sobre las denominadas clases léxicas de palabras (sustantivo, adjetivo, verbo y algunos subtipos de adverbios). En consonancia con la tesis mantenida por Scalise (1984) y Scalise/Bisetto (2012), en la BDME los temas de palabras inexistentes también se asignan a clases (léxicas) de palabras. Por otra parte, es posible marcar simultáneamente dos o más clases de palabras, por ejemplo, sustantivo y adjetivo o participio y adjetivo. Al marcar las casillas sustantivo y adjetivo en el formulario, se despliegan dos opciones S → A y A → S, con objeto de distinguir si un nombre funciona primariamente como sustantivo y secundariamente como adjetivo (S → A) o a la inversa (A → S). En cuanto a los participios, solo se registran los que son también adjetivos (adjetivos participiales), que se anotan como participios y adjetivos al tiempo. Esta doble asignación conlleva que en la propiedad procesos se marquen tanto Flexión como Conversión y se especifique la dirección del proceso F → C. Ello quiere decir que se trata inicialmente de una forma flexiva (participio) convertida en adjetivo12. Al activar la casilla Sustantivo se abren otras dos opciones, topónimo y antropónimo. La introducción de estas subclases de nombres propios obedece a su comportamiento específico como bases de derivación.  Sobre el proceso morfológico conversión, véase infra § 3.2.2.3.

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3.2.2.3. Procesos En la tipología de procesos utilizada en la BDME sigo con ligeras modificaciones —que afectan fundamentalmente a la conversión— la clasificación de Pena (1991, 1999 y 2000). Tomando como punto de partida en la descripción de los procesos morfológicos la forma básica o, simplemente, la base (que, como punto inicial, coincidirá con el tema simple), se pueden distinguir dos tipos generales de procesos: adición y modificación. Mediante el proceso de adición, la base resulta incrementada con elementos externos a ella; mediante el proceso de modificación, es la base misma la que resulta alterada de algún modo. Ambos tipos generales de procesos admiten subtipos. Así, dentro de la adición, cabe distinguir entre afijación y composición, según que el segmento añadido sea un afijo (leer → releer, ejemplo → ejemplificar) u otra base (boca + manga → bocamanga, pelo + rojo, -a → pelirrojo, -a) y, dentro de la modificación, entre repetición y sustitución, según que la modificación consista en reproducir la base o parte de la base (sundanés rame ‘estar alegre’ → ramerame ‘estar muy alegre’, guyon ‘bromear’ → guguyon ‘bromear repetidamente’) o en conmutar algún segmento o suprasegmento (como el esquema acentual o tonal) de la base (atraca-r → atraco, cesa-r → cese; ing. import / imˈport/ ‘importar’ → import /ˈimport/ ‘importación’). Caben otras dos opciones, ya no tan básicas, por estar menos generalizadas en los diversos tipos de lenguas: la sustracción, que opera en sentido inverso a la adición (perdona-r → perdón, desliza-r → desliz), y la conversión, que opera no diferenciando formalmente la base como tal —ing. (to) doubt (V) ‘dudar’ → doubt (S) ‘duda’, group (S) ‘grupo’ → (to) group (V) ‘agrupar’— y que, por tanto, se opone directamente a los dos tipos básicos de procesos (adición y modificación). En los párrafos que siguen se revisa la tipología de procesos en función de su aplicación a la BDME. Afijación. Según el modo de adjunción, el proceso de afijación puede dividirse en prefijación, sufijación, circunfijación, infijación, etc. En español, como en latín y en las lenguas románicas, la sufijación se utiliza en la derivación y en la flexión, mientras que la prefijación y la circunfijación quedan limitadas a la derivación. La infijación es un proceso por el que un afijo continuo, el infijo, se inserta dentro de otro morfo, normalmente la raíz, convirtiéndola así en una raíz discontinua. Aparece en español de manera muy marginal en el campo de la derivación apreciativa (véanse Martínez Celdrán 1978, Méndez

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Dosuna/Pensado 1993): el afijo -it-, por ejemplo, aparece normalmente como sufijo (blanqu-it-o), pero en determinados contextos como infijo: Carl-it-os, lej-it-os, azuqu-ít-ar frente a azucarillo13. En la BDME figura una relación exhaustiva de prefijos y sufijos en español y en otras cuatro lenguas: latín, griego, francés e inglés, las que más influencia tienen en cuanto al origen. Salvo en inglés, en las otras cuatro lenguas la clasificación de los sufijos en categorías y subcategorías se hace siguiendo pautas diacrónicas, concretamente el criterio formal tradicional basado en el fonema final del tema: temas en vocal, en dos vocales, en líquida, en nasal, en dental, etc. Dentro de la categoría de los temas en dental, por ejemplo, figuran las subcategorías -d-, -do-, -nt-, -t-, -ta-, -ti-, -to/a- y -tu- y, dentro de ellas, los ejemplares de sufijos. Así, dentro de los temas en dental -t-, se halla en latín el sufijo -tāt- en sus tres variantes: -(i)tās,-tāt-is (benignus → ­benign-itās), -(e)tās,-tāt-is (ēbriu→ ēbri-etās), -tās,-tāt-is (pauper → paupertās), así como las variantes correspondientes del francés y del español; francés: -ité (absurdité, activité), -eté (brièveté, chauveté), -té (bonté, cherté); español: -idad (barbaridad, legalidad), -edad (sobriedad, variedad), -dad/-tad (bondad/libertad). En los procesos del formulario no aparece directamente la circunfijación (noche → a-noch-ecer, sombra → en-sombr-ecer), porque ya se obtiene seleccionando en prefijación y sufijación el prefijo y sufijo correspondientes, al margen de las posibles interpretaciones del proceso conocido tradicionalmente como parasíntesis. En la BDME, de orientación diacrónica, no he incluido el proceso interfijación ni, claro está, la noción de interfijo defendida por Malkiel en varios de sus trabajos, sobre todo en Malkiel (1958). ¿Por qué? Lázaro Carreter (1980) y Martín Camacho (2002) dan explicaciones alternativas, fundamentalmente de carácter analógico, para mostrar cómo surgen las palabras supuestamente interfijadas. Además, en mi opinión, hay una razón previa y más poderosa: la noción de interfijo de Malkiel surge desde y para el análisis morfológico sincrónico de una lengua. Recordemos su definición de interfijo: “el segmento siempre átono y falto de significado propio, entre el radical y el sufijo de ciertos derivados, p. ej., el elemento -ar- en hum-ar-eda, ­polv-ar-eda”

13  Un ejemplo claro de infijación lo tenemos en latín dentro de la flexión verbal, cf. la nasal que aparece en las formas de infectum de algunos verbos como ru-m-pit/rūpit, fu-n-dit/fūdit, ui-n-cit/uīcit.

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(Malkiel 1958: 107). En la sección II del trabajo, que es la central, Malkiel describe las condiciones históricas en que surgen los interfijos, pero el interfijo como tal es una unidad que se utiliza para el análisis sincrónico. Esta diferencia se plasma de manera reiterada desde el primer ejemplo analizado, panadero: “históricamente pan-ad-ero (derivado secundario) está basado en pan-ada (derivado primario), que a su vez presupone la existencia de pan. Pero hoy pan-ad-ero y el derivado terciario pan-ad-er-ía tienden a asociarse directamente con pan” (Malkiel 1958: 117). A mi modo de ver, el interfijo de Malkiel responde a un tipo de morfema bien perfilado en el modelo de análisis morfémico sincrónico conocido como Items and Arrangement y desarrollado por la lingüística distribucional en el estructuralismo americano de los años cuarenta y cincuenta del siglo xx (Pena 1990). Tal como está definido, el interfijo es un ejemplar de morfo vacío (de significado). La noción de morfo vacío, delimitada por Hockett (1947), surge para dar cuenta de aquellos casos en que la segmentación de la forma fonémica de una palabra deja un segmento residual no portador de significado y, por tanto, no asignable a ningún morfema. Tales segmentos residuales, denominados empty morphs, son definidos como morfos “which have no meaning and belong to no morpheme” (Hockett 1947: 333). Y responden, según este autor, a lo que denomina “the principle of total accountability”, según el cual, en el análisis de una forma compleja, la segmentación debe dar cuenta de todos los fonemas que integran la forma fonémica de dicha forma. Lo que quiere decir que, en el análisis formal de una palabra, una vez comprobado que un segmento es un morfo, el segmento restante también debe serlo: en polv-areda, una vez comprobado que polv- y -eda son morfos, el segmento restante, -ar- también lo es (Pena 1990: 13, 31). Composición. En la composición se incluyen como constituyentes tanto palabras como temas griegos y latinos. De este modo, además del tipo usual en el léxico común formado por dos palabras —parachoques, bocacalle—, se consideran también las combinaciones tema + tema —hemograma, osteopatía—, palabra + tema —musicología, craneotomía— y tema + palabra —hemocultivo, fotoprotector— (Iacobini 2004; Pena/Iglesias Cancela 2016). Repetición. En las lenguas del mismo tipo morfológico que el español, la repetición es un proceso excepcional para crear nuevas palabras14. ­Formaciones 14   Los procesos de repetición se registran en la flexión verbal del sánscrito, del griego o del latín (Pena 1991: 94). En latín, por ejemplo, algunos verbos construyen el tema de perfecto,

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como el verbo latino tintinnāre, donde se repite la raíz onomatopéyica del verbo base tinnīre o nombres españoles como correcorre, picapica, en que se repite el tema verbal, son excepcionales. Sustracción. Este proceso, conocido tradicionalmente como formación regresiva (inglés backformation, alemán Rückbildung), supone la operación inversa a la de la adición: la adición consiste en añadir, la sustracción en restar, cf. latín creā-re → creā-tio, frente a collā-tio → collā-re; esp. compra-r → compra-dor, frente a legisla-dor → legisla-r; ingl. exhibit → exhibit-or, frente a edit-or → edit; en estas formaciones se opera con el mismo morfo, sufijo en este caso, tomando como base de derivación el segmento más corto en la adición y el más largo en la sustracción. En los ejemplos indicados el segmento sustraído es un afijo, pero la sustracción también puede operar con la vocal del tema, como en los sustantivos deverbales del esp. perdon-ar → perdón, desliz-ar → desliz o del fr. accorde-r → accord, vole-r → vol (Pena 1991: 112). En lenguas de morfología predominantemente aditiva como el español, la sustracción funciona como proceso supletorio de la afijación y opera en el momento de la creación de la palabra para rellenar lagunas en las series de derivación; pero, una vez creada la palabra mediante sustracción (legislador → legislar), se reinterpreta o reanaliza sincrónicamente como palabra base de derivación: el hablante interpreta el sentido de la derivación en la dirección V → N (legislar → legislador), al igual que en comprar comprador, vender vendedor, etc. Sustitución. El proceso de sustitución consiste en crear una palabra sobre una base de derivación igualmente compleja (Rainer 1993: 171-172, 569, 656, 659). Este proceso opera normalmente en la sustitución afijal: de un prefijo (lat. conuergere → lat. mod. dīuergere, fr. amarrer → démarrer, esp. ant. recudir → acudir, bifurcación → plurifurcación) y, sobre todo, de un sufijo (fr. anglicisme → angliciste, esp. centrismo → centrista, adición → aditivo, premonición → premonitorio). Puesto que la sustitución es una noción relativa porque siempre es “sustitución de algo por algo”, en el formulario de introducción de datos se marcará el proceso sustitución y también el prefijo o sufijo sustitutivo del de la palabra base de derivación. También opera la sustitución con la vocal del tema: atracar → atraco, abanico → abanicar. Pero bien repitiendo el segmento inicial CV cuando la vocal radical es de la serie posterior (curr-i-t cu-curr-i-t, morde-t/mo-mord-it), bien repitiendo solo la consonante inicial apoyada en la vocal -e- en los demás contextos (pend-i-t/pe-pend-it, can-i-t-/ce-cin-i-t). Para el estatuto de la repetición como tipo de proceso morfológico, véase Pena (1991: 94-97).

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estas formaciones en que interviene la vocal del tema serán tratadas conjuntamente porque, al margen de si el proceso es de adición o sustitución, siempre entra en juego el mismo constituyente mórfico: la vocal del tema. Vocal del tema. En el § 3.2.1, al hablar del tema de una palabra flexiva, se ha visto que los temas de los verbos regulares son temas vocálicos: canta-r, teme-r, parti-r; dicha vocal del tema alterna como tónica o átona dentro del paradigma flexivo (cf. cantá-bamos frente a canta-s, canta-remos). Los temas nominales, en cambio, son temas vocálicos si terminan en vocal átona: -a, -e, -o: casa, diente, libro, alegre. Pues bien, en español y en otras lenguas románicas y, en parte, ya en latín, hay un proceso morfológico específico cuya singularidad radica en que solo interviene la vocal del tema (nominal o verbal) para crear el nuevo nombre o verbo. Compárense las series siguientes: a. b.

V → S: comprar → compra, cambiar → cambio, cesar → cese. S → V: lija → lijar, abanico → abanicar, alambre → alambrar. A → V: aparente→ aparentar. S → V: almidón → almidonar, cincel → cincelar. A → V: azul → azular, igual → igualar.

Aunque en (a) opera el proceso de sustitución y en (b) el de adición, el constituyente mórfico del significante a través del cual se crea la nueva palabra es la vocal del tema (VT): si la nueva palabra es un nombre, intervienen las tres vocales, si es un verbo solo interviene la vocal del tema -a-, la única productiva. En los casos de comprar → compra y lija → lijar, las dos vocales -a-, la nominal y la verbal, son homónimas; para salir de dudas, basta comparar dos formas flexivas como compras, ‘plural’ del sustantivo y compras, ‘segunda persona de singular del presente de indicativo’ del verbo. Las dos vocales -a- son homónimas, pues determinan distintas clases flexivas o se combinan con exponentes de distintas categorías flexivas: los propios de la clase nombre y los propios de la clase verbo. Lo mismo cabe afirmar de las dos vocales latinas -a- presentes en el nombre rosa, ae y en el verbo amāre. El latín también utiliza la vocal del tema en la formación de verbos. Bajo un criterio formal, se acostumbra a distinguir en latín dos tipos de derivación verbal: la inmediata, con la simple adición de la vocal del tema (dōnum → dōn-ā-re), y la mediata, en la que la vocal del tema va precedida de un sufijo formando un grupo sufijal (amārus → amār-icā-re). De las tres vocales, -ā- es la más productiva a lo largo de toda la latinidad, -ē- solo es productiva en el latín arcaico, e -ī- en el latín tardío especialmente (Pena 1980: 11-20).

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S → V: bellum → bellāre, flōs → flōrēre, custōs → custōdīre. A → V: aequus → aequāre, albus → albēre, inānis → inānīre.

El latín no utiliza, en cambio, la VT para la formación de nombres deverbales: los clásicos fuga, pugna y los tardíos destina, falla, proba, roga, computus y rogus no bastan como precedentes directos de la gran cantidad de formaciones romances de este tipo. Un resumen bastante detallado sobre los posibles orígenes de estos nombres deverbales en español puede verse en Pena (1980: 191-203). Conversión. Es un proceso morfológico que relaciona palabras formalmente iguales y que difieren en cuanto a la clase de palabras a la que se adscriben. Como definición, podemos tomar la que figura en la gramática de referencia del inglés, A Grammar of Contemporary English (Quirk et al. 1980: 1009): “Conversion is the derivational process whereby an item is adapted or converted to a new word-class without the addition of an affix”. La conversión es frecuente en las lenguas germánicas, para las que precisamente se ha delimitado este proceso, cf. los ejemplos del inglés mencionados arriba (to) doubt (V) ‘dudar’ → (the) doubt (S) ‘duda’, group (S) ‘grupo’ → (to) group (V) ‘agrupar’. En los estudios tradicionales sobre la formación de palabras en las lenguas románicas no se utiliza esta noción (véase Pena 1991: 104, n. 60), pero sí se emplea en la morfología derivativa actual, especialmente en la morfología del italiano, francés y español. Se trata de un proceso de difícil delimitación, sobre el que hay mucha controversia, especialmente en cuanto a su naturaleza (si es un tipo de afijación —afijación cero—, de modificación, o un tipo autónomo de proceso, distinto de la adición y de la modificación) y a su ámbito de aplicación (Pena 1991: 103-112; Rainer 1993: 74-80). En la BDME sigo las pautas indicadas en Rainer (1993, 1999, 2008 y 2012) y Rainer y Wolborska-Laurer (2012), pues ha sido Rainer el autor que mejor ha estudiado este proceso en español; la única diferencia reside en que restringiré su ámbito de aplicación a las clases sustantivo y adjetivo, pues en la distinción entre verbo y nombre (sustantivo o adjetivo) sigo, como se acaba de indicar arriba, distinto criterio e interpretación. Rainer interpreta la formación de verbos con -a- (activo, -a → activar, ambiente → ambientar, escalón → escalonar) como conversión y en la BDME la interpreto como sustitución o adición de la vocal del tema; por otro lado, en los nombres deverbales con vocal átona (comprar → compra, cambiar → cambio, cesar → cese) Rainer habla de

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los sufijos átonos -a, -e, -o, mientras que en la BDME se aplica el p­ roceso de sustitución de la vocal del tema verbal por la vocal del tema nominal. Según Rainer, el proceso de conversión, además de ser de difícil interpretación, también es de difícil detección en diccionarios y corpus —frente a la afijación, por ejemplo (Rainer 2012: 369)— por carecer de marcas explícitas. En los trabajos recién citados de este autor, se mencionan diversos tipos de conversión. Entre los casos de sustantivación de adjetivos mediante conversión propone incluir Rainer los adjetivos étnicos convertidos en nombres de lenguas —(Italia) → italiano, -a → el italiano—, los adjetivos de persona convertidos en sustantivos mediante tipificación o reconocimiento de cualidades definitorias —un hijo subnormal → un subnormal— y la conversión de nombres de “disciplina” en nombres de “especialistas en la disciplina” —física, gramática → un físico, un gramático— (Rainer 1993: 680-681)15. Entre los casos de adjetivación de sustantivos mediante conversión, considera los adjetivos étnicos —Abisinia → abisinio, -a—, los adjetivos relacionales correspondientes a nombres de lenguas —el bable → el vocalismo bable ‘del bable’—, a nombres comunes —movimiento ciudadano ‘de los ciudadanos’— o a nombres agentivos en -ero, -dor e -ista —sindicato enfermero (‘de los enfermeros’/* ‘de los enfermos’), actividad reportera ‘de reportero’; combatía sus ansias fumadoras ‘de fumador’; labor coleccionista ‘de coleccionista’, etc.—. Los tres últimos procesos que paso a describir (acortamiento, blending y siglación) son relativamente modernos y coinciden en reducir el significante de palabras (simples o complejas) o grupos de palabras mediante pautas fonológicas (silábicas y acentuales) y no morfológicas, pues en tal reducción no se respeta la constitución mórfica del significante de las palabras. Estos procesos (alguno de ellos, como el blending, extremadamente complejo) no están suficientemente descritos en morfología teórica y descriptiva como para poder hablar de ellos con cierta seguridad. En la bibliografía abundan, además, criterios muy heterogéneos para delimitarlos y clasificarlos y, consiguientemente, proliferan términos que resultan confusos porque las equivalencias entre las distintas lenguas no siempre se basan en una identidad de conceptos. La 15  Deben descartarse del proceso morfológico de conversión las sustantivaciones elípticas resultantes de eludir el núcleo originario de un sintagma nominal: línea curva → la curva, mano derecha → la derecha, letra misiva → la misiva. Se trata de un proceso diacrónico de lexicalización. Muchos de los sustantivos del español ya lo son en latín mediante sustantivación elíptica: fábrica < lat. fabrica por elisión del núcleo de ars fabrica ‘arte del obrero’, estío < lat. aestīuum por elisión del núcleo de aestīuum tempus ‘estación veraniega’.

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e­ quivalencia resulta especialmente difícil de “digerir” en la traducción del término blending por acronimia: el ingl. acronym y el fr. acronyme se refieren a lo que denominamos proceso de siglación, concretamente a la sigla que se pronuncia como una palabra, cf. ingl. radar /ˈreida:r/ ← radio detecting and ranging16. Acortamiento. Este proceso (inglés clipping, alemán Wortkürzung) consiste en la sustracción de una o más sílabas de una palabra, que está también disponible en su forma plena: colegio → cole, bolígrafo → boli, motocicleta → moto, muchacho, -a → chacho, -a. Con relación a la palabra base, la palabra acortada permanece adscrita a la misma clase de palabras, expresa el mismo género y mantiene el mismo significado. Formalmente, es un procedimiento bastante heterogéneo. Se pueden percibir, sin embargo, algunas tendencias: a) se aplica fundamentalmente a nombres, incluidos los nombres propios (acortamientos hipocorísticos tipo Beatriz → Bea)17; b) la sustracción silábica ocurre casi exclusivamente en el final de la palabra (apócope) en los nombres comunes, mientras que en los nombres propios se da también al principio (aféresis: Celestino → Tino); c) la palabra acortada suele tener dos sílabas, con esquema acentual llano, aunque más recientemente parece haber tendencia a la reducción trisilábica (analfabeto → analfa, anfetamina → anfeta); d) el acortamiento suele respetar la estructura silábica y tiende a no modificar el fonema final resultante (cf., sin embargo, la alternancia entre facu y facul ← facultad y los acortamientos del tipo anarco ← anarquista, caricato ← caricatura). Blending. El blending (francés mot-valise, italiano parola macedonia, alemán Wortmischung) es un procedimiento de formación complejo que resulta de la combinación simultánea de dos procesos simples: adición y ­acortamiento.  Así definen los diccionarios en español acrónimo. Solo el DRAE, a partir de la edición de 2001, al caracterizar como acrónimo tanto radar como ofimática, tiene que introducir como remedio de urgencia la segunda acepción que resulta, como se puede ver, un híbrido difícil de entender. Hasta ahora venía utilizando el término entrecruzamiento (Pena 1991, 2000), el que Lázaro Carreter propone en su DTF. Rainer (2007) sugiere el término cruce léxico, pero ya está consagrado en el BDELC y DCECH para otro proceso relacionado en cierto modo con el blending, el que en la BDME figura con la denominación cruce. Así que, desde hace tiempo, opto por el anglicismo blending ya que, al menos, resulta inequívoco. 17   Para una caracterización formal de los acortamientos, véanse Rainer (1993: 81, 697-701) y Casado Velarde (1999: 5077-5080). En la formación de los hipocorísticos, el acortamiento va acompañado normalmente de modificaciones fonéticas y morfológicas propias de la lengua infantil. 16

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Dadas dos palabras autónomas, muy raramente tres, una o ambas experimentan un proceso de acortamiento para conformarse como coconstituyentes de la nueva palabra. La naturaleza compleja o combinada del procedimiento se percibe claramente si se contrastan dos formaciones como fotonovela y petroquímico, -a. En la formación de fotonovela interviene un proceso simple de adición con dos bases de palabras preexistentes (composición), una de ellas, foto, resultante de otro proceso simple e independiente: el acortamiento de fotografía en foto. En la formación de petroquímico, -a opera al tiempo el acortamiento de petróleo en petro- y la combinación de petro- con químico, -a: el constituyente petro- no existe como palabra autónoma, sino como constituyente para formar la palabra petroquímico, -a18. Como señalé antes, las pautas por las que se rigen tanto el acortamiento como el blending son fonológicas; tienen que ver con la unidad sílaba: la estructura de la sílaba y el número de sílabas de la palabra resultante. Respecto al número de sílabas, Rainer (1993: 88) señala que, en la mayoría de los casos, el número de sílabas del blend es igual al número de sílabas del constituyente más largo, que suele ser además el constituyente nuclear: bocaperro (bocadillo + perro), dedocracia (dedo + democracia). El blending es un proceso que irrumpe con fuerza en la lengua inglesa durante el siglo xx y de ella irradia a las demás lenguas europeas, que importan tanto el proceso como muchas de las palabras resultantes del proceso (cf. ing. heliport, modem, telex > fr. héliport, modem, télex, esp. helipuerto, módem, télex). Y no es un proceso utilizado en el léxico general, sino en sectores específicos: el lenguaje literario, el periodístico, especialmente en su vertiente política, el de la publicidad y el técnico científico. Además, salvo en el léxico de especialidad, donde se mantienen de manera constante por su carácter interlingüístico, en los demás ámbitos se caracterizan por su fugacidad: son formaciones que se registran ocasionalmente por su marcada expresividad y, sobre todo, por su falta de transparencia formal y semántica (Martín Camacho 2017). Hay que subrayar la falta de uniformidad existente entre los especialistas en todo lo relativo a este proceso. Respecto a las modalidades del blending, 18  Rainer (1993: 87-88) critica la definición de Pharies (1987: 227) para quien el blending en español se puede concebir como una subcategoría de la composición con un acortamiento simultáneo de una o ambas palabras. Yo mismo (Pena 1991, 2000), como tantos otros, me he inspirado en la definición de Pharies. Ahora corrijo y sustituyo composición por adición. Efectivamente, como afirma Rainer, en el blending no se siguen los patrones formales y semánticos de la composición del español.

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hay autores que admiten las tres posibilidades de acortar (aféresis, síncopa y apócope) en sus múltiples combinaciones. Así lo entiende Clas (1985), quien delimita seis modalidades. Sin embargo, la mayoría de los estudiosos restringen el doble acortamiento a la combinación de la apócope del primer elemento con la aféresis del segundo. Lo que sí es cierto es que no todas las modalidades tienen la misma rentabilidad. En inglés (véase, por ejemplo, Plag 2003: 123) y también en español las más productivas son las que resultan de la apócope del primer elemento (expoarte ← exposición arte, apertuficción ← apertura ficción) o de la combinación de la apócope del primer elemento con la aféresis del segundo (informática ← información automática, infografía ← información grafía). En los primeros trabajos que examinan este proceso apenas se presta atención a si las bases del blending están combinadas o no, esto es, si forman un sintagma (cuernacionales ← cuernos nacionales, narraluces ← narradores andaluces) o un compuesto sintagmático (democristiano ← demócrata cristiano, mecatrónica ← mecánica electrónica); en cambio, en los estudios más recientes estas formaciones no se consideran blendings, sino acortamientos de sintagmas o de compuestos ya que presentan el mismo significado que las bases correspondientes, tal como corresponde a las palabras creadas mediante acortamiento (véanse, por ejemplo, Rainer 1993: 90, Plag 2003: 122, Fradin 2015: 405-406 y Martín Camacho 2017). Sin embargo, he de decir que, como subraya Cottez (1980), al menos en el léxico de especialidad, el blending es un procedimiento frecuentemente utilizado para reducir la extensión de los compuestos neoclásicos. Dos ejemplos en español tomados del francés: el formante hidr(o)—2, forma acortada de hidrógeno, figura como constituyente de hidrocarburo e hidrosulfuro; el formante leuc(o)—2, acortamiento de leucocito, figura en la formación de leucopenia o leucemia (cf. con leucocitemia)19. Se trata de palabras creadas mediante blending, pues los elementos acortados hidr(o)—2 y leuc(o)—2 no existen como palabras. Este proceso, que cada vez es más productivo en el léxico de especialidad, se produce a costa de crear formantes homónimos de temas cultos, en este caso de origen griego: hidr(o)—1 ‘agua’ (hidroterapia, hidrosoluble), leuc(o)—1 ‘blanco’ (leucocito, leucorrea).

19  Se trata de préstamos del francés (hydrocarbure, hydrosulphure, leucopénie, leucémie) forjados en el vocabulario químico del siglo xviii.

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Siglación. La siglación también opera por reducción. Consiste en la formación de una nueva palabra mediante la selección y combinación de las letras iniciales de un grupo de palabras, normalmente un compuesto sintagmático: Partido Comunista → PC, Alta Velocidad Española → AVE. Hay dos tipos principales de siglas: a) la sigla que se pronuncia como una secuencia de letras (denominada “metalingüística”) —PC se pronuncia “pecé”— y b) la sigla que se pronuncia como una palabra —AVE se pronuncia “ave”—. Son estas últimas las que adquieren el estatuto de verdaderas palabras y las que, con el tiempo, se pueden convertir en palabras simples, cf. talgo, ter, taf, etc. En la BDME solo se tienen en cuenta las siglas cuando sirven de bases de derivación de una nueva palabra (cenetista, ugetista). Cruce. El proceso denominado cruce, que a primera vista parece similar al blending, no responde a una creación intencionada o consciente de una nueva palabra, como ocurre en el blending, sino a un cruce fortuito e inconsciente por parte del hablante cuando dos palabras sinónimas o parecidas formalmente “se activan simultáneamente sin querer y se realizan como una única palabra” (Rainer 2007: 72)20. Con ejemplos tomados de Campos Souto (2008): desparramar resulta de un cruce de esparcir y derramar, apabullar, cruce de apalear y magullar, etc. Analogía con. Se trata de una noción relativa, como la sustitución, y es un proceso morfológico de naturaleza distinta a los descritos hasta aquí. La analogía, concretamente la analogía de tipo proporcional, se ha utilizado desde la gramática griega como técnica descriptiva en el dominio de la flexión. También se ha aplicado desde hace tiempo al ámbito de la creación léxica. Es más, dentro de las teorías morfológicas actuales, hay modelos que conciben la formación de palabras como un proceso de naturaleza fundamentalmente analógica (véanse Rainer 2002, 2007, 2013). En la BDME restringiremos la noción de analogía con a la formación de palabras aisladas o de series limitadas de palabras. La situación más recurrente se produce cuando se forma una nueva palabra imitando la terminación (que no sufijo) de otra con la que guarda una relación semántica o formal: bebestible se ha creado sobre beber adjuntándole la terminación de comestible (< lat. tardío comestibilis), cintarazo se ha formado con la terminación de espaldarazo, derivado de espaldar, congoleño por analogía con angoleño (← Angola), etc. (Martín 20  Recuerde el lector que Rainer denomina este proceso contaminación y traduce el inglés blending como ‘cruce léxico’.

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­Camacho 2002: 116-118). En los ejemplos indicados, la palabra que ha servido de modelo concreto es fácilmente recuperable, pero en otros no es así. Rainer (2007: 72) cita el ejemplo de afganización, cuyo modelo puede haber sido balcanización, vietnamización o cualquier otra de las muchas formaciones de este tipo. Aun así, el modelo sigue siendo concreto: “el hablante podría escoger cualquiera de las palabras concretas que ha memorizado, y hablantes diferentes podrían haber escogido modelos diferentes, sin que esto afectara normalmente al resultado” (Rainer 2007: 75). Alteración. El proceso denominado alteración, término tomado del BDELC y del DCECH, es el único proceso que no es morfológico, sino fonológico. Hace referencia a la modificación de la forma fonémica de una palabra, cf. intrincar, alteración del anticuado intricar (< lat. intrīcāre), rencor, alteración de rancor (< lat. rancor). Aquí se utiliza el concepto de alteración para recuperar alguna fase evolutiva precedente de la palabra en su forma actual, hoy inexistente, pero necesaria para dar cuenta de la forma fonológica de la palabra tal y como aparece hoy. De este modo, las formas actuales, intrincar y rencor, no remiten directamente a la palabra latina que tienen como origen, sino que la laguna o vacío existente se recupera incorporando como base de dichos términos las formas intricar, rancor. De este modo, obtenemos la lectura siguiente: intrincar es una alteración de intricar que, a su vez, remite al latín intrīcāre ‘enredar, embrollar’, verbo formado sobre trīcāe, -ārum ‘bagatelas, minucias’. A veces esta fase evolutiva previa tiene que estar indicada en otras lenguas que figuran como origen de la palabra en español, cf. esp. edad < lat. aetās, -ātis alteración de aeuitās, formada sobre aeuum; esp. botella < fr. bouteille, alteración de botele < lat. butticula, diminutivo de buttis, -is ‘odre, tonel’. 3.2.2.4. Otros procesos complejos Los procesos morfológicos descritos hasta aquí son casi todos simples. Solo el blending es un proceso complejo en cuanto que combina simultáneamente dos procesos simples. También se puede interpretar como complejo el proceso que interviene en formaciones como embellecer o anaranjado según la definición tradicional de la parasíntesis (adición simultánea de prefijo y sufijo), pero no es complejo si se concibe como circunfijación. Sin embargo, hay más procesos complejos en la formación de palabras, aunque no tan productivos como los procesos simples, y en esa combinación simultánea interviene

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la prefijación y la composición. Estos son los seis tipos de procesos complejos que figuran en la base de datos:

1)

prefijación + sufijación: lat. mūtus → immūtescere; esp. bello → embellecer, bobo → abobado, -a.

2)

prefijación + VT: lat. clārus → acclārāre, lēnis → dēlēnīre, forma → dēformis, -e; esp. calor → acalorar, bobo → embobar, color → incoloro, -a.



3)

prefijación + conversión: gr. kósmos, -u → ákosmos, -on; lat. fīnis, -is → affīnis, -e; esp. sílaba → bisílabo, -a.



4)

composición + sufijación de la segunda base: lat. (aequus + nox, noctis + -ium) → aequinoctium; esp. (puerta + ventana + -ero, -a) → portaventanero.



5)

composición + VT de la segunda base: gr. (asthenḗs, -és + psykhḗ, -ḗs) → asthenopsykhós, -ón ‘de alma débil’; lat. (aequus, -a, -um + animus, -i) → aequanimis, -e ‘de ánimo igual, equilibrado’.



6)

composición + conversión de la segunda base: gr. (araiós, -á, -ón + stylos, -u ‘columna’) → araióstylos, -on ‘de columnas espaciadas’; lat. (aes, aeris + pēs, pedis) → aeripēs, -edis ‘de pies de bronce”.

Mientras que en (1) y (4) se percibe claramente un sufijo adjunto a la base, en los demás casos no aparece un sufijo explícito en la base final, sino el proceso de cambio o adición de la vocal del tema, en (2) y (5), o el proceso de conversión, en (3) y (6). De entre los tipos de formación que figuran sin sufijo explícito, hay un tipo muy productivo en griego y latín, y que responde a un patrón formativo conocido tradicionalmente como la formación de adjetivos bahuvrihi o posesivos. Este patrón, siempre muy discutido, se caracteriza por presentar en primer término prefijos privativos (lat. barba → imberbis, sanguis → exsanguis, mens → ā-, dē-mens, gr. karpós → ákarpos, kephalḗ → aképhalos, pais → ápais) o cuantificadores (lat. color → bi-, tri-, ūni-color, forma → bi-, multi-, octi-, ūni-formis, gr. karpós → polýkarpos, kephalḗ → poly-, tri-képhalos, pais → dí-, trí-pais), aunque no faltan temas nominales (lat. cornū + frons → cornifrons, gr. líthos + derma → lithódermos). Estos adjetivos se consideran exocéntricos porque, como adjetivos que son, se adjuntan a un nombre, que es el núcleo de la construcción. De ahí el

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valor ‘mudado’, posesivo, que se atribuye al significado que aportan al sustantivo modificado. Así, el lat. magnanimus no significa “gran ánimo”, sino “persona que posee un gran ánimo” (Oniga 1988: 117); del mismo modo, el significado del gr. rhododáktylos (rhodon ‘rosa’ + dáktylos ‘dedo’) no es “dedo de color de rosa (rosado)”, sino “con dedos de color de rosa (rosados)” (Meillet/Vendryes 1968: 433). La cuestión debatida en torno a la creación de estos adjetivos es la siguiente: ¿Cómo se debe interpretar el proceso que conduce a su formación a partir de una combinación de dos bases o de un prefijo y una base, si la base que figura en segunda posición o que sucede al prefijo es un sustantivo? Lo peculiar de este tipo de construcción morfológica es que dicho sustantivo, al entrar en combinación con otra base precedente o con un prefijo, se convierte en adjetivo y, como tal, va a adquirir la flexión propia de esta clase de palabras: la ternaria en -us, -a, -um, construida sobre los dos temas complementarios en -o- y en -a- (numerus → innumerus, -a, -um), la binaria en -is, -e, construida sobre el tema en -i- (fāma → infāmis masculino y femenino, infāme neutro), y la de forma única para los tres géneros, propia de los temas en consonante: pēs, gen. ped-is → bipēs, gen. biped-is (Bader 1962: 155-181). De este modo, según se mantenga o no el tema, se obtienen las cuatro combinaciones sin sufijo explícito antes ejemplificadas: cf. lat. magnanimus, -a, -um frente a magnanimis, -e, numerus → innumerus, -a, -um frente a fāma → infāmis, -e. Si me he detenido en este patrón formativo es porque, aun no siendo productivo en las lenguas románicas, continúan en ellas bastantes parejas de palabras de creación griega y latina en las que se sigue manteniendo la relación derivativa (véase Pena 2014). 3.2.2.5. Sin relación derivativa Se ha indicado en § 3.1 que, en español, al igual que en las otras lenguas románicas, la mayor parte de las palabras complejas no creadas en la propia lengua proceden del latín, bien de una manera directa, bien a través de una lengua románica o germánica (el inglés, sobre todo). En este sentido, el español incorpora del latín no solo palabras complejas, sino también pautas o RFP. En la base de datos las palabras del español creadas en latín serán también analizadas en español marcando el proceso morfológico correspondiente siempre y cuando esté presente la palabra base y haya relación derivativa entre ambas: aclamar y aclamación se reanalizan como si fuesen creacio-

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nes hispanas, si bien consta, por el origen, que son de creación latina, cf. (clāmāre) → acclāmāre → acclāmātio. Tanto aclamar como aclamación responden a dos RFP igualmente productivas en latín y en español, cf. en ­español barato, bellaco → abaratar, abellacar; aclarar, ambientar → aclaración, ambientación. Por otra parte, está comprobado que los tipos de significados morfológicos codificados por las RFP del latín son sustancialmente los mismos que los de las lenguas románicas. Donde sí hay más divergencia es en el aspecto formal, concretamente fonológico, resultante de los dos modos de transmisión del léxico latino al romance: las formas populares sometidas a determinadas evoluciones fonéticas y las formas cultas que quedan al margen de tales evoluciones, cf. cuerpo, c(o/ue)rpazo frente a corporal, (in)corpóreo, incorporar o leche, lechal frente a lácteo, láctico, lactar, lactante. En estos casos de alternancia entre forma popular y forma culta no se marca en español ningún proceso morfológico y se marca, en cambio, sin relación derivativa. También se marca “sin relación derivativa” cuando en español existen tanto la palabra derivada como la palabra base, pero responden a pautas de formación funcionales en latín e inoperativas en español, cf. errar aberrar (lat. errāre → aberrāre); sílaba bisílabo, -a (syllaba → bisyllabus, -a, -um), frente a bisilábico, -a; aplaudir aplauso (lat. plaudere → applaudere → applausus). 3.2.2.6. Significados morfológicos Con la denominación significados morfológicos quiero referirme a los tipos de significados regulares codificados por las RFP, entendidas como paradigmas derivativos donde convergen aquellos procesos morfológicos que permiten crear palabras con el mismo significado y —en principio, no necesariamente21—, con la misma relación categorial entre la palabra base y la palabra derivada: por ejemplo, nombres deadjetivales de “cualidad”, nombres deverbales de “instrumento”, adjetivos denominales de “relación”22. Por mencionar algunos ejemplos, en Rainer (1999) se delimitan cinco significados morfológicos en la formación de adjetivos denominales: adjetivos de “rela  La RC única ha sido muy cuestionada y no contempla los procesos de prefijación y de sufijación homogénea que, curiosamente, no cambian la categoría y son transversales a las distintas categorías léxicas (véase Pena 2003). 22  Sobre la denominada asimetría morfológica y la tesis asociacionista débil pueden verse Zwanenburg 1984, Corbin 1987: 208-260, Rainer 1989: 330-400 y 1993: 48-50, Pena 2003. 21

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ción” (comarcal, bancario), “semejanza” (ceniciento, leonado), “posesión” (barbudo, canoso), “disposición” (mujeriego, niñero), “efecto” (angustioso, nauseabundo); en Pena (2012b) se deslindan diez significados codificados como nombres denominales: “actividad” (notariado, albañilería), “disciplina” (gramática, astrología), “agente de una actividad o estudioso de una disciplina” (joyero, astrólogo), “instrumento” (mosquitero, yogurtera), “acto propio de” (fantasmada, haraganería), “golpe con/en” (escobazo, culada), “cantidad” (alumnado, andamiaje), “lugar” (enfermería, gallinero), “porción contenida en” (cucharada, puñado), “doctrina” (abolicionismo, conceptismo)23. En la BDME, los significados morfológicos se incluyen en una lista cerrada que se muestra en un desplegable, del que se puede seleccionar más de uno. Están extraídos fundamentalmente de Marchand (1969), Rainer (1993, 1999), Grossmann/Rainer (2004), Río-Torto (1998, 2016), Lüdtke (2011), Pena (2007, 2009, 2012b), Rifón (1997, 2012), Rodríguez Espiñeira (2012) y Fábregas (2016). En morfología léxica descriptiva se utilizan de manera constante tanto el criterio categorial como el tipo de significado morfológico como parámetros para delimitar las distintas RFP o patrones morfológicos, así como para analizar las palabras ya existentes. Y lo mismo se hace en la BDME. Por consiguiente, no se sigue aquí el criterio lexicográfico que permite agrupar las clases léxicas nombre, adjetivo y adverbio en un mismo artículo. Veamos un ejemplo del DLE de la RAE, el artículo dulcero, -a: dulcero, ra. 1. adj. coloq. Aficionado al dulce. 2. m. y f. confitero. 3. f. Recipiente, ordinariamente de cristal, en que se guarda y sirve el dulce de almíbar.

Bajo el vocablo que sirve de entrada se agrupan las categorías adjetivo y nombre. A su vez, bajo la categoría nombre, se reúnen dos significados morfológicos codificados en la morfología derivativa del español. Desde el punto de vista morfológico, las tres acepciones remiten a tres RFP con tres significados morfológicos diferentes: 1) la formación de adjetivos de “disposición o actitudinales”, 2) la formación de “nombres de agente u ocupación” y 3) la formación de “nombres de objeto recipiente” de lo designado por la palabra base. Por tanto, en la base de datos habrá que registrar tres términos y entra23  Y ello sin contar con otras categorías semánticas menores, en el sentido de estar menos representadas, como “estatus” (arzobispado), “tarifa” (asesoría), “planta, árbol o arbusto” (higuera), etc.

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distintas en consonancia con los dos criterios mencionados: el categorial y el de los significados morfológicos.

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3.2.3. Propiedades secundarias Variantes. El registro de variantes obedece normalmente a la existencia de palabras que ofrecen alguna restricción de uso respecto a la que se analiza, que es la variante por defecto o más extendida, cf. lat. abstergere y accadere como variantes de abstergēre y accidere o esp. abetar y abuñuelado, variantes de abetal y abuñolado, respectivamente. Sinonimia. Se incluyen otras palabras derivadas con el mismo significado morfológico, cf. en lat. aequisonans y aequisonus ‘que suena igual’, aleāris y aleārius ‘relativo a los juegos de azar’; español acería y acerería, afervorizar y enfervorizar, agujerar y agujerear. ejemplos. De momento solo se incluyen ejemplos cuando ayudan a discriminar significados o cuando se trata de significados morfológicos no contemplados en el DLE de la RAE; por ejemplo, el significado del adjetivo de “relación o pertenencia” del adjetivo aceitunero, -a en la industria aceitunera. significado. Glosa breve para las palabras de lenguas distintas del español. marcas de uso. Se han adaptado a las diferentes lenguas. Están más especificadas en griego, latín y lenguas románicas. En el caso del español, se han trasladado algunas marcas del diccionario DCECH y también se ha buscado que las marcas geográficas armonicen con las del NDHE. Se distinguen dos marcas de tipo histórico, una que sigue las convenciones del DRAE (antigua, desusada, poco usada) y otra que sigue las agrupaciones del NDHE. primera doc./última doc. La datación de las palabras solo se ha efectuado en algunas familias y se han utilizado para el español fuentes de documentación de la RAE, tanto lexicográficas como de corpus, además de la hemeroteca digital de la BNE. Para otras lenguas modernas se han usado diccionarios etimológicos e históricos; para el francés, también la hemeroteca digital de la BNF. hipotética. Sirve para indicar, desde la perspectiva histórica, una palabra no documentada y reconstruida. También sirve para indicar, desde la perspectiva sincrónica, lo que se conoce como “palabra posible pero inexistente”. Fuentes. Diccionarios etimológicos e históricos, corpus y hemerotecas digitales de los que se obtiene información y primeras documentaciones.

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Bibliografía. Trabajos específicos de morfología (monografías, volúmenes colectivos, artículos en publicaciones periódicas, etc.) que se tienen en cuenta a la hora de analizar una palabra. Historial. Citas textuales que aclaran algún aspecto de la palabra analizada. Están tomadas de trabajos citados en Fuentes o Bibliografía. 4. Visualización gráfica El proyecto Morfogen dispone de una herramienta de visualización que permite la búsqueda de una familia léxica a partir de un término almacenado en la base. El programa realiza una consulta a la base de datos y representa la familia léxica teniendo en cuenta dos tipos de relaciones: a) la que vincula un término con su base, es decir, aquella palabra de la misma lengua de la que deriva; b) la que vincula un término con su origen, es decir, aquella palabra de otra lengua de la que es continuación, incorporación o adaptación. Las lenguas se diferencian mediante colores (por ejemplo, amarillo = español, verde = latín). La opción de Ver el grafo está accesible desde la ficha de cada término y desde los Buscadores que contiene la aplicación. Para ejemplificar nos serviremos de la palabra española sordo. La representación de las familias se visualiza de dos formas: en diagramas arbóreos y en formato lineal. 4.1. Visualización en diagramas arbóreos Este tipo de representación permite explorar las familias léxicas de forma dinámica, ya que se puede profundizar en una determinada serie de derivación al elegir los elementos que interesan o prescindir de la información que no interese. En el grafo, cada palabra está acompañada de un círculo que proporciona tres tipos de información: a) si es blanco, la palabra a la que se asocia tiene descendientes (en la base de datos) y es posible hacer clic en él para desplegarlos; b) si está relleno del color del idioma de la palabra, la palabra a la que se vincula no tiene descendientes (en la base de datos), es decir, representa un nudo final en una serie de derivación; c) en el interior de los círculos se incluye una letra, que informa sobre la clase de palabra: a = adjetivo, s = sustantivo, n = nombre (adjetivo y sustantivo), v = verbo, o = otras clases. El grafo se puede desplegar de tres formas:

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(i) En la opción por defecto, la palabra seleccionada aparece precedida de las sucesivas fases que, a través de una rama única —sin ramificaciones colaterales— remiten a la base o al origen últimos; por otro lado, va seguida de sus descendientes o derivados inmediatos. Por ejemplo, a la izquierda de sordo se muestra su antecedente latino surdus (a) y, a su derecha se abren las siguientes ramas: de los adjetivos (a) absurdo y sordomudo, de los sustantivos (s) sordedad, sordera, sordez, sordina y sordón, de los verbos (v) asordar, ensordar, ensordecer y sordecer, así como del adverbio sordamente, marcado como (o), símbolo de otras clases de palabras. Siguiendo con la misma familia, si la palabra seleccionada ahora es absurdo, -a, a su izquierda figura su antecedente latino, el adjetivo latino absurdus, que a su vez deriva de la base surdus; y a su derecha se abren los tres derivados absurdidad, absurdez y absurdamente. (ii) Desde la opción por defecto, el usuario puede interactuar realizando diferentes acciones, que permiten expandir o contraer el grafo: a) Al hacer clic sobre un círculo blanco, situado junto a algunas palabras, se despliegan sus descendientes, lo que permite conocer su serie de derivación; por ejemplo, de ensordecer se derivan ensordecedor (a) y ensordecimiento (s). Al hacer clic sobre el latín surdus, aparecen sus derivados: los adjetivos absurdus, subsurdus, surdaster, los sustantivos surditia, surditās y surdīgō, así como los verbos exsurdāre, obsurdescere, surdescere, surdāre. El árbol genealógico permite ver que la mayoría de estas palabras no tiene continuidad hoy en español, si exceptuamos el parentesco existente entre surditās y sordedad o entre surdescere y sordecer. Con un nuevo clic sobre el círculo previamente expandido, el grafo se contrae y vuelve a su posición inicial. b) Al colocar el ratón sobre una palabra, se visualizan de forma instantánea algunas propiedades, como puede ser el significado de las palabras que no son del español, el proceso morfológico, los significados morfológicos, etc. c) Al hacer clic sobre la propia palabra, se abre automáticamente su ficha en una pestaña nueva del navegador. (iii) Al hacer clic sobre el botón Ver todo el grafo situado en la parte superior derecha de la pantalla, se despliega el árbol completo de la palabra. En este estado del árbol, se puede ver, por ejemplo, que la palabra española sordina es un italianismo, creado en esta lengua a partir de sordo, formado igualmente sobre el latín surdus. Cuando la palabra buscada es compuesta, por defecto se muestra la familia léxica de una de las bases: para sordomudo, la base mudo, descendiente del latín mūtus. En la parte superior izquierda de la pantalla aparece una casilla que

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permite seleccionar el árbol genealógico del otro componente de la palabra: los descendientes del latín surdus. Adicionalmente, existen otras acciones que permiten varios movimientos por el grafo: a) Para hacer zum sobre alguna parte del grafo, basta con situar el cursor en la zona deseada y mover la rueda del ratón hacia delante, para ampliar, y hacia atrás para reducir la imagen. Los mismos efectos se consiguen con acciones sobre la superficie de fondo del gráfico: aumenta de tamaño al hacer doble clic, y disminuye de tamaño, al presionar la tecla de Mayúsculas (o tecla Shift) con doble clic sobre la superficie de fondo del gráfico. b) Arrastrar y soltar (Drag and Drop): al mantener pulsado el ratón, se puede desplazar el grafo por la pantalla hasta la posición deseada. Esta acción puede ser necesaria cuando se expanden diferentes ramas, para centrar el grafo en el lugar elegido por el usuario. c) Recargar o actualizar el grafo, para devolverlo a su estado inicial: pulsar F5 o hacer clic en el botón de Recarga o actualización del Navegador. 4.2. Visualización lineal La visualización lineal permite obtener una imagen fija de una familia léxica. Para una lengua como el español reproduce de forma transparente la secuenciación de las relaciones derivativas (como N > N > A). Esta representación resulta especialmente útil para comprobar de manera gráfica qué palabras se han perdido en la evolución del latín al español y cuáles son creaciones hispánicas. La representación nace de la palabra que da origen a la familia léxica. En cada línea se muestran una a una las series de derivación que forman la familia. De izquierda a derecha se representan las relaciones entre las bases de derivación y sus derivados. En la representación pueden alternarse series de derivación en más de una lengua. Los elementos de cada lengua se identifican con un mismo color, que coincide con el del grafo. Si un término es el antecedente de otro término en una lengua distinta, su correlato aparece en la línea inferior. Las relaciones por la vía de origen se representan en el eje vertical, de arriba hacia abajo (cf. surdus — sordo, surditās — sordedad). Las series de derivación en la lengua que dan lugar a la familia léxica se ordenan según la clase de palabras a la que pertenezca el primer derivado

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de la serie. En primer lugar, aparecen los sustantivos (surditia, surditās y surdīgō), seguidos de los adjetivos (absurdus, subsurdus, surdaster) y los verbos (exsurdāre, obsurdescere, surdescere, surdāre). Después, aparecen las palabras analizadas como adjetivos y sustantivos, adjetivos y ­participios, etc. En los casos en los que hay más de un derivado de la misma clase se ordenan alfabéticamente. En último lugar, en la parte inferior de la representación, aparecen las series de derivación cuyo primer término derivado se crea en español sin antecedente latino. Los criterios de ordenación se mantienen: clase de palabras, primero, y orden alfabético, después. Las palabras compuestas se incluyen también en este último grupo. La representación en paralelo de las series de derivación latina y española permite observar fácilmente qué palabras se han perdido en la evolución del latín al español, ya que los huecos que ocuparían esas palabras en caso de existir se representan mediante una casilla vacía. Al mismo tiempo, resulta fácil explorar cuáles son las creaciones hispánicas que carecen de antecedente latino buscando las casillas de color amarillo que ocupan un lugar más a la derecha que la última casilla verde de la fila superior. 5. Recapitulación En este trabajo he pretendido mostrar cómo está configurada la BDME y describir con cierto detalle cada una de las veinte propiedades contempladas al introducir una palabra. He prestado especial atención al concepto de familia léxica y a sus fundamentos de naturaleza morfológica, a la diferencia entre las unidades palabra y tema de palabra inexistente y a la interpretación de los diferentes procesos morfológicos. En esta labor de intentar perfilar los conceptos básicos requeridos para delimitar unidades y procesos morfológicos, hay que enfrentarse a veces con nociones solapadas, no bien diferenciadas y harto discutibles en el terreno teórico. En la mayoría de los casos, he optado por la definición más extendida o estandarizada por tratarse de una base de datos aplicable al análisis de palabras de un amplio abanico de lenguas y, dentro de la propia lengua, palabras no siempre pertenecientes al denominado léxico común. Solo de manera muy puntual he elegido una opción más restringida, concretamente en la distinción entre palabra y tema de palabra simple inexistente y en la importancia dada a la vocal del tema, por lo que atañe a la construcción morfológica de la palabra flexiva y al hecho de que constituye

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un proceso morfológico singular, de gran relevancia para el estudio del griego, del latín y de las lenguas románicas; fenómeno morfológico aún hoy no bien comprendido en la teoría morfológica que, salvo en trabajos de tipología, casi siempre se lleva a cabo desde el inglés y para el inglés. Diccionarios, corpus y hemerotecas más consultados BDELC: Coromines, Joan (1973): Breve diccionario etimológico de la lengua castellana. Madrid: Gredos. BNE: Biblioteca Nacional de España. Hemeroteca digital. . BNF: Bibliothèque Nationale de France: Gallica. . CDH: Instituto de Investigación Rafael Lapesa de la Real Academia Española (2013): Corpus del Nuevo diccionario histórico (CDH). . CORDE: Real Academia Española: Corpus diacrónico del español. . CORPES XXI: Real Academia Española. Banco de datos (CORPES XXI) [en línea]. Corpus del español del siglo xxi. . CREA: Real Academia Española: Corpus de referencia del español actual. . DALE: Alvar Ezquerra, Manuel (dir.) (1992): Diccionario actual de la lengua española. Barcelona: Biblograf. DAVAI: Corriente, Federico (2003): Diccionario de arabismos y voces afines en iberorromance. Madrid: Gredos. DCECH: Corominas, Joan/Pascual, José Antonio (1980-1991): Diccionario crítico etimológico castellano e hispánico. Madrid: Gredos. DEA: Seco, Manuel (dir.) (1999): Diccionario del español actual. Madrid: Aguilar. DECLLCA: Coromines, Joan (1980-1982): Diccionari etimològic i complementari de la llengua catalana (con la colaboración de Joseph Gulsoy y Max Cahner). Barcelona: Curial. DEF: Picoche, Jacqueline (2009): Dictionnaire étymologique du français. Paris: Le Robert (Collection “Les usuels”). DELF: Bloch, Oscar/Wartburg, Walter von (19756): Dictionnaire étymologique de la langue française. Paris: Presses Universitaires de France. DELG: Chantraine, Pierre (1999): Dictionnaire étymologique de la langue grecque: histoire des mots. Paris: Klincksieck. DELI: Cortelazzo, Manlio/Cortelazzo, Michele A. (dirs.) (19992): Dizionario Etimologico della Lingua Italiana. Bologna: Zanichelli.

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Derivados en -dero en documentación del Siglo de Oro. Voces escasamente documentadas*1 Derivatives ending in -dero in documentation from the golden age. Scarcely documented terms José Ramón Morala Universidad de León Resumen: El trabajo parte de un corpus específico (Corpus Léxico de Inventarios, CorLexIn) compuesto por textos notariales e inéditos, mayoritariamente del siglo xvii, procedentes de todo el mundo hispánico y referidos a relaciones de bienes. La necesidad de detallar todos los bienes de una hacienda nos proporciona un léxico variado y abundante que no siempre figura documentado en fuentes convencionales. En este trabajo se analizan los derivados en -dero que, bien no están registrados en los diccionarios académicos, bien no aparecen documentados en los corpus históricos más generales. Palabras clave: Siglo de Oro, lexicografía histórica, derivación, sufijos. Abstract: This essay’s source is the Corpus Léxico de Inventarios (CorLexIn), a specialised corpus of unpublished notarial documents about property inven­ to­ries from all the Hispanic world and dated, for their most part, in the 17th century. The need to specify every item in a property/estate has granted access to a manifold lexicon which is not always documented in conventional sources. Here we analyse derivatives in -dero absent either from academic dictionaries or from general historical corpora. Keywords: Golden Age, historical lexicography, derivation, suffixes.

*  Para la realización de este trabajo se ha contado con la financiación del Ministerio de Economía y Competitividad al proyecto con número de referencia FFI2015-63491-P (­MINECO/ FEDER).

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1. Introducción El sufijo -dero, -dera forma derivados a partir de verbos y se usa en castellano para “derivar adjetivos de pertenencia y posibilidad y sustantivos que cumplen varias funciones, entre otras, las de nomina loci y nomina instrumenti” (Pharies 2002: 166). Se trata de un sufijo que presenta abundantes derivados en castellano y que históricamente no siempre ha definido bien sus límites con el sufijo -dor, -dora. De hecho, se ha apuntado la posibilidad de que, en algún momento, pudo haberse iniciado un proceso de igualación entre ambos —especializándose -dor para el masculino y -dera para el femenino1— y obviando por tanto los valores de agente y paciente que originalmente tendrían cada uno de ellos (Pascual/Sánchez González de Herrero 1993: 693-695). Este trabajo parte de un corpus específico compuesto por textos notariales mayoritariamente del siglo xvii y procedentes de todo el mundo hispánico2. Los textos reunidos tienen como referencia el hecho de registrar relaciones de bienes de todo tipo (inventarios, testamentos, tasaciones, almonedas, cartas de arras...), lo que implica la obligación por parte del escribano de anotar con la mayor precisión posible los bienes de una hacienda. En el plano lingüístico, esta necesidad de trabajar de forma tan meticulosa se refleja en el uso de denominaciones específicas que nos proporcionan información sobre un tipo de léxico que no siempre es fácil de registrar en otras fuentes. Por las características del corpus, como se verá, las creaciones léxicas de este sufijo apuntan principalmente a sustantivos que dan nombre a instrumentos y a adjetivos que indican la utilidad de un objeto. Las voces seleccionadas tienen en común, bien el ser formas o acepciones que no figuran en los diccionarios académicos —aunque con frecuencia se registren en repertorios léxicos dialectales—, bien el carecer de registro en los corpus textuales más generales —como el CDH o el CORDE— o hacerlo de

  De hecho, en la relación aquí reunida son mucho más frecuentes los derivados en el femenino -dera que los que presentan el masculino -dero. 2  Me refiero al Corpus Léxico de Inventarios (CorLexIn). La consulta del corpus en línea puede hacerse en la web del NDHE . La información relativa al proyecto desde el que se ha creado, con indicación de los trabajos desarrollados, archivos visitados, legajos vaciados, un índice de voces estudiadas y la versión en línea de los trabajos publicados, puede verse en . Como el corpus no se considera cerrado, el número de ejemplos que se utiliza en el trabajo es más amplio que el que puede encontrarse en la versión en línea del corpus. 1

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forma muy escasa. Se trata, por tanto, de dar noticia de voces de las que tenemos escasa o nula información histórica y cuyo estudio servirá para completar y documentar la familia léxica en la que se inscriben3. 2. Voces seleccionadas Ablentadera. Derivado de ablentar ‘aventar’, los diccionarios académicos (NTLLE: s. v. ablentador) registran únicamente el derivado ablentador ‘bieldo’ —desaparecido en la última edición del DLE—, que es también el término que figura en el Fichero General de la RAE. Con sentido locativo se registra ablentadero en Andalucía (Alvar Ezquerra 2000: 31). En nuestro ejemplo, se prefiere el derivado en -dera, probablemente con el mismo significado de ‘bieldo’. Ni ablentador ni ablentadera aparecen registrados en los corpus académicos: seis ablentaderas; una pala grande (Puebla de Arganzón, Bu-1628)

Agramadera. Agramar ‘quebrantar el cáñamo para quitarle la caña, arista o paja’ y agramadera ‘instrumento en que se agrama y quebranta el cáñamo’ figuran ya en Autoridades (NTLLE: s. v.). Sin embargo, el derivado no se documenta en los corpus académicos y el verbo lo hace solo ocasionalmente a partir del siglo xviii4. En el CorLexIn aparecen para el siglo xvii varios casos de gramar / agramar referidos al cáñamo, un caso del derivado gramaza y al menos otro del derivado agramadera, todos ellos en el área oriental de la Península5:  Este trabajo completa una serie en la que, a partir del mismo corpus, se han analizado, primero, las interferencias en los sufijos -dor y -dero (Morala 2012) y, posteriormente, los derivados en -dor que no aparecen en los diccionarios o presentan una exigua documentación histórica (Morala 2015). 4   Delgado Cobos (2000: 332) cita el verbo agramar como italianismo introducido en el siglo xvii en castellano. Parte de gramolare, pero lo da como tecnicismo del léxico agrícola con el sentido de ‘cubrir con grama el terreno’. En este caso, que por el significado nada tiene que ver con el nuestro, podría explicarse como forma patrimonial a partir de grama ‘un tipo de planta’, usual en castellano. El DECH (s. v. agramar), por su parte, da como posible étimo de agramar el latín carminare ‘cardar’, pese a la dificultad que se señala de explicar adecuadamente su evolución. 5  También es en esta zona donde se registra esta familia de palabras en los vocabularios dialectales. En Aragón se cita agramar ‘machacar el cáñamo o lino’ (Andolz 1984: 8) y, en 3

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vna cuchilla de agramar [...] vna agramadera (Villalba Baja, Te-1641) treynta y cinco fajos de cáñemo por gramar (Huesca, 1654) vn poco de cáñamo para gramar en quatro reales (Atienza, Gu-1640) dos madegas de gramaza, recias (Plasencia del Monte, Hu-1614)

Aliviadero. En los diccionarios académicos, solo desde 1933, se registra con la acepción de ‘vertedero de aguas sobrantes embalsadas o canalizadas’ (NTLLE: s. v. aliviadero), mientras que en el CORDE y en el CDH aparece con este significado técnico, pero solo desde finales del siglo xix, época en la que se localizan también abundantes fichas de aliviadero y aliviadera en el Fichero General de la RAE. La voz es usual también en el noroeste y occidente peninsular con el sentido de ‘palanca de que se sirve el molinero para subir y bajar el rodezno y regular la marcha del molino’ (Le Men Loyer 2002: 255). En nuestro caso, donde se usaría con este significado, se trata de una tasación de bienes de un molino y de los pertrechos que lo componen hecha a mediados del siglo xvii, lo que adelantaría sensiblemente la documentación de este derivado de aliviar: El rodezno de la dicha canal, con sus moros, aliviadero y puente (Carrión de los Condes, Pa-1653)

Alumbradera. Recogido en un testamento, este derivado de alumbrar no figura ni en los diccionarios ni en los corpus académicos. Por el contexto —las mandas del testamento de un sacerdote—, el ejemplo que aportamos puede referirse a la propia luminaria en la que permanece encendida la luz en las iglesias junto al sagrario6 o al coste o a la labor de mantener encendida la lámpara: mando quatro reales a San Miguel que se den a la alumbradera para la azeyte de su lámpara (Villamor de Cadozos, Za-1643)

Navarra, agramadera ‘especie de guillotina de madera, utilizada por las hilanderas para apalear el lino sobre un tronco, con el fin de separar las hebras’ (Iribarren 1984: 31). 6  En la misma zona leonesa encontramos algún caso en el que se inventarían fincas cuya producción se utiliza para sufragar los gastos de mantener encendida la lámpara del sagrario, referida esta como luz o lumbre: “tierra que renta para la luz del Santíssimo [...] tarreno que renta para la lunbre del Santíssimo Sacramento [...] tierra que renta para la lunbre del Santíssimo Sacramento” (Lucillo, Le-1663).

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Andadero, -ra. Este término, como sustantivo femenino, aparece en la lexicografía académica desde Autoridades con el sentido de mandadera ‘mujer que en los conventos de monjas hace los recados’; en plural, andaderas, lo hace como ‘mecanismo para enseñar a andar’ (NTLLE: s. v. andadera, andadero). Como adjetivo, tiene diversos sentidos como el de ‘veloz’ o ‘fácilmente transitable’. Los ejemplos antiguos del CORDE refieren, en su inmensa mayoría, a personas. En nuestro corpus aparece con dos sentidos diferentes. Como sustantivo, andaderas, equivale a una pieza del telar de tejer, con ejemplos en Ávila y una variante dandaderas en Albacete. Como adjetivo, mucho más abundante, figura en archivos leoneses, palentinos y riojanos junto a sustantivos como candado, mesa, artesa o, más frecuentemente, escalera. Por el contexto, es posible que se trate de objetos que se definen como ‘portátiles, que se pueden transportar’, frente a otros que estarían fijos: rematáronse unas andaderas y aspas y devanadera (Piedrahita, Áv-1651) un telar de pino con dos peynes, uno de tocas y otro de lienço, con sus cañuelas y dandaderas y demás aderentes (La Roda, Ab-1647) unas escaleras andaderas de ocho pies (Mansilla, Le-1638) una escalera andadera ... una mesa andadera (Villamol, Cea, Le-1637) un candado andadero con su llaue (Boadilla de Rioseco, Pa-1650) una escalera andadera de seis passos (Frechilla, Pa-1637) vna escalera andadera (Navarrete, LR-1545) una artesa andadera con sus barillas y rasera (Lumbreras, LR-1688) la artesa andadera, con cedazos y barillas (Lumbreras, LR-1689)

Aportadera. Recogido en el DLE como nombre de un recipiente para transporte, no hay registro de la voz en el CORDE. Únicamente aparecen en el CDH algunos ejemplos a partir del siglo xvii de la variante portadera. El término —usado mayoritariamente en plural y solo ocasionalmente con aféresis de /a-/— es relativamente frecuente en el área oriental7, con ejemplos en Zaragoza, Teruel, Cuenca, Albacete y Murcia. En varios casos, el contexto relaciona la voz con la bodega o los útiles de la vendimia: 7  La variante portadera ‘tonelete de madera que se llevaba a la espalda para recoger la uva al vendimiar’ y ‘pozal, cubo’ se registra en vocabularios aragoneses (Andolz 1984: 227). En Murcia, aportadera es ‘cubo de madera en que se transporta la uva’ (García Soriano 1980: 137). El área de esta voz continúa hacia el Sur por la zona oriental de Andalucía, donde se recoge en puntos de Almería y Granada con el sentido de ‘vasija en la que se recogen los racimos de la uva’ (Alvar Ezquerra 2000: 84).

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vna portadera que estaua detrás de la cama del señor don Phelipe [...] dos portaderas de pino con sus llaues (Zaragoza, 1647) una carga de portaderas de bimbres mediadas (Teruel, 1666) unas aportaderas, seis ducados (Cuenca, Cu-1631) los vasos y las aportaderas (Cuenca, Cu-1690) dos pares de aportaderas con çenllos de yerro (Albacete, 1642) quatro aportaderas, dos grandes y dos pequeñas, de çereço y cinco aros de yerro [...] quatro aportaderas con çercoles, dos grandes y dos pequeñas (Murcia, 1657) un par de aportaderas [...] otra aportadera bieja (Moratalla, Mu-1628) dos pares de aportaderas nuebas [...] quatro cobijas de parella de aportaderas (Moratalla, Mu-1637)

Arrasadero. En la documentación es habitual la presencia, junto a las medidas de capacidad, del término rasero ‘instrumento que sirve para rasar las medidas de los áridos’. En una única ocasión, encontramos el derivado arrasadero, que aparece en documento de Canarias, junto a unos medios, es decir, una medida de capacidad8. Será derivado de rasar / arrasar ‘igualar con el rasero’, ambos verbos en el DLE, pero no el derivado arrasadero. Este no debió ser forma de uso amplio, pues tampoco aparece en el DHECan, aunque sí se registra como canarismo en vocabularios modernos junto a arrayadero y arrayador ‘rasero’ (Corrales/Corbella 2009: 162-163): dos medios con sus arrasaderos (Adeje, Tf-1695)

Brumidera. No aparece esta voz ni en el CORDE ni en el DLE, donde figura brumo como variante de grumo ‘cera blanca y bien purificada que usan los cereros para dar el último baño a las hachas y cirios blancos’. En este caso, el contexto del documento es claro y, a partir de brumo, tendríamos dos formas no registradas: el verbo brumir9 y su derivado brumidera, seguramente referido a una ‘herramienta para brumir’. El propio contexto nos aclara que el sitio

8  En contextos similares encontramos regularmente rasero: “una media fanega con su rasero” (Autillo de Campos, Pa-1654); “un medio celemín de madera con su rasero” (Mora, To1637); “vna emina con su rasero” (Villacelama, Le-1638). 9  De brumir, con el sentido de ‘quebrantar, golpear’ hay una única ficha en el Fichero General de la RAE tomada de la obra de Lamano, pero el sentido que tendría en Salamanca no parece que pueda aplicarse ni al verbo, ni al derivado localizados en el documento de Covarrubias, claramente enmarcados entre los utensilios del oficio de cerero.

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en el que se brume es la “tabla de brumir”, tal como figura en el inventario burgalés: los oficios de haçer çera que son una payla de cobre, dos cuchares de lo mesmo, dos caços de lo mesmo y una brumidera, dos yerros de cortar, la tabla de brumir, tres calderas (Covarrubias, Bu-1655)

Calzadera. Está registrado desde Autoridades con el significado de ‘cuerda delgada de cáñamo para ajustar las abarcas’. En la edición de 1914 entra la que hoy es su segunda acepción ‘hierro con que se calza la rueda del carruaje para que sirva de freno’. En el CORDE aparecen ejemplos en textos que, en algún caso, llegan hasta mediados del siglo xvi, desapareciendo después. Los ejemplos que nos ofrece el CorLexIn, amén de testificar su vigencia a lo largo del siglo xvii en el castellano norteño y de aportarnos la variante cazadera, nos dan los dos significados citados, tanto el de ‘cuerda’ como el de ‘hierro’, en este caso siempre como adjetivo de barrena10. Desde el punto de vista formal, se observa que, frente a la solución calzadera de Burgos y Soria, en Ávila — en puntos limítrofes con Segovia, en cuyos legajos de El Espinar se incluyen estos inventarios— se documenta la solución que implica la reducción del grupo consonántico, cazadera, paralela a lo que se observa en caz, saz frente a calce, salce: unas abarcas con sus calçaderas (Ólvega, So-1638) trece obillos de calzaderas de a libra y quarterón cada uno (Soria, 1646) dos barrenas calzaderas (Salas de los Infantes, Bu-1680) dos barrenas calzaderas (Hacinas, Bu-1681) dos varrenas calçaderas, una açuela y dos varrenas de morriones (Vadillo, So1650) una barrena caçadera (Hoyo de la Guija, Áv-1658) la barrena caçadera; la barrena caçadera (Peguerinos, Áv-1658)

Castradera. Con el sentido de ‘instrumento de hierro que sirve para castrar las colmenas’ está ya en Nebrija y en toda la lexicografía académica. Sin  Téngase en cuenta en este caso que en el corpus figura la secuencia reja calzada, por lo que es posible que estas barrenas calzaderas sirvan justamente para calzar la reja del arado: “vna reja calçada” (Villamayor, Cu-1635); “una reja calzada” (San Andrés de la Regla, Pa-1681). También se localiza algún caso del verbo calzar con este sentido: “dos açadas para calçar” (Cosío, Rionansa, S-1671). 10

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embargo, en el CORDE y el CDH aparece en contadas ocasiones, dos de ellas, al menos, procedentes de inventarios del siglo xvi. Añado aquí algunos ejemplos de este derivado de castrar en inventarios del xvii, entre los que se incluye uno con la variante crastadera, con metátesis de /r/: una carilla para castrar colmenas [...] una castradera de garavato (Cebreros, Áv1653) una crastadera (Guijo de Granadilla, Cc-1669) dos escopros, un sacatorno, una castradera y un cochillo de acer corchos (Ferreruela de Tábara, Za-1689) dos castraderas en vn real y veinte y quatro maravedís (Tábara, Za-1690)

Cocedero, -ra. El DLE da esta voz como adjetivo ‘lo que es fácil de cocer’ y como sustantivo ‘lugar donde se cuece algo’, registrados desde Autoridades (NTLLE: s. v. cocedero). De este último sentido, solo hay dos ejemplos en el CORDE en un inventario de 1836. Como adjetivo, registra dos ejemplos más de cozedera de finales del siglo xv. En nuestro caso, además de algunos ejemplos del sustantivo referido a ‘lugar’, en la documentación de Candeleda (Ávila) abundan los ejemplos en los que se usa como adjetivo en la secuencia tinaja cocedera, es decir, ‘que sirve para cocer’ referida al vino, por oposición a tinaja trasegadera, que veremos más abajo. En cualquiera de los casos, las referencias para el femenino siempre se hacen en el ámbito de la bodega11: otras dos tenaxas que están puestas en el coçedero en sus sitios (Albacete, 1643)

cozedero y espensa de abaxo (Herrera Valdecañas, Pa-1750)

vna tinaxa de çinco cargas, coçedera [...] otra tinaxa coçedera, como de dos cargas y media (Candeleda, Áv-1648) una tinaxa cocedera como de tres cargas; otra tinaxa cocedera como de quatro cargas; otra tinaxa cocedera como de dos cargas (Candeleda, Áv-1645)

Colgadera. Pese a que, junto al sustantivo masculino, el DLE da el adjetivo colgadero, -ra ‘apto para colgarse o guardarse’, en el CORDE y el CDH únicamente aparecen ejemplos del sustantivo, sin que figuren casos del adjetivo. En  En el castellano norteño se registran tanto cocedero como cocedera. El masculino con el sentido de ‘estancia situada en el corral, en la que se cocía el pan y se hacía la matanza’, mientras que, para el femenino, se da el sentido de ‘especie de pila que hay en el lagar donde se guarda la uva durante unos días antes de ser estrujada’ (Hernández 2001: 785). 11

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nuestro corpus funciona como adjetivo referido a sábana —en una ocasión con confusión de /r/ por /l/— y los ejemplos, relativamente abundantes, proceden de archivos de Ciudad Real y Cuenca. Con más frecuencia que el derivado y en un área más amplia, se localizan ejemplos con una expresión equivalente que incluye el verbo colgar: “sábana de colgar” o “cama de colgar”: tres sábanas de red colgaderas con tres redes cada vna (Cuenca, 1630) una sáuana colgadera de dos tiras y tres piernas; otra sáuana colgadera de dos tiras y tres piernas; otra sáuana colgadera de tres piernas y dos tiras (Argamasilla de Calatrava, CR-1659) una sávana de corgadera de tres piernas y dos tiras; otra sáuana colgadera (Argamasilla de Calatrava, CR-1661) una sábana de estopa, de colgar (Illescas, To-1626) tres sábanas de colgar (Pinto, M-1653) vna cama de granadillo bronçeada, de colgar (Sevilla, 1679)

Cuajadera. El sustantivo entra en el léxico académico en 1936 con el sentido de ‘mujer que vende cuajada’; desde el suplemento de 1970 se añade, con la marca de Andalucía, ‘escudilla de barro vidriado y de fondo ancho para hacer cuajado’, aunque también tiene el sentido genérico de ‘cacerola’ (Alvar Ezquerra 2000: 287). Con el sentido que le da el DLE para Andalucía, también se localiza en el castellano norteño (Hernández 2001: 821). En el CORDE hay un ejemplo del siglo xvi con el sentido de recipiente y, a comienzos del xvii, alguno más en la secuencia “yerba quajadera”. En nuestro corpus, encontramos algún caso aislado tanto en Andalucía como en el castellano norteño con el sentido de recipiente: una olla grande, quajadera (Moradillo del Castillo, Sedano Bu-1680) una cuajadera de cobre con su tapadera (Málaga, 1668)

Cuartadero / Encuartadero. Los derivados no aparecen en el DLE, que registra cuarta y encuarte ‘yunta o caballería de refuerzo que se añade a las que tiran de un vehículo para subir las cuestas o salir de los malos pasos’, de donde derivaría un verbo cuartar (para el que no se da este significado) o encuartar que figura en el DLE con esta acepción. No hay referencias del derivado en el CORDE o el CDH con una u otra forma, pero hay constancia del uso de cuartadero en los repertorios léxicos leoneses (Le Men Loyer

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2004: 607) y de encuartadero o encuartadera en los del castellano norteño (­Hernández 2001: 322): una cadena de quartadero [...] un quartadero [...] otro quartadero con su yerro (Fresno de la Vega, Le-1638) una trilladera con su zarza y enquartadero (Saladaña, Pa-1644)

Debagadero. La voz no se registra en castellano, pero figura en los repertorios léxicos asturleoneses, donde —bajo las formas debagadeiro y debagadoiro— tendría el sentido de ‘aparato de madera para quitar las bagas del lino’ (Le Men Loyer 2005: 18). Curiosamente, no figura en estos mismos diccionarios el esperable debagar sino que, como en castellano, lo que aparece es el normativo desbagar. En cualquier caso, baga tiene en esa zona un sentido más amplio que el de ‘cáscara del lino’ y se aplica a la vaina seca de cualquier legumbre (Le Men Loyer 2002: 475-476): dos trillos y un debagadero (Renedo de Valderaduey, Le-1679) un debagadero con su espadilla (Quintanilla de Sollamas, Le-1652)

Desahitadera / Deshitadera. Seguramente en el mismo campo semántico que descepadera o desmontadera haya que situar este derivado, localizado en este caso en documentos de Cáceres y Toledo, del que no hay constancia ni en el CDH ni en el DLE. En el diccionario académico figuran, como derivados verbales de hito ‘mojón’, tanto ahitar ‘señalar los límites con hitos’ como hitar ‘amojonar’, pero no los antónimos desahitar —este lo hace con otro sentido— o deshitar. De estas formas no registradas proceden los ejemplos localizados en Extremadura y en Toledo. El contexto en el que se citan, junto a hachas y otras herramientas de corte, apunta en esta dirección: otra hacha de corte; vna desahitadera pequeña (Navahermosa, To-1638) una desjitadera (Logrosán, Cc-1675)12 una deshitadera en quatro reales (Logrosán, Cc-1675) un açuelo de cogote; una segureja sin astil; una deshitadera; un acho (Logrosán, Cc-1677)

12  Nótese la variante desjitadera en la que, frente al resto de ejemplos con la forma deshitadera, se pone de manifiesto la aspiración del resultado de /f-/.

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Descepadera. El derivado no figura ni en el CDH, ni en el Fichero General de la RAE, ni en el DLE, donde descepar es ‘arrancar de raíz los árboles o plantas que tienen cepa’. El adjetivo documentado se referirá a un tipo de azuela específica para arrancar las cepas, inventariada junto a otras de carácter más genérico: una haçuela desçepadera; una haçuela de mano, de labrador (Cebreros, Áv-1652)

Desgranadera. El DLE da, desde 1884, desgranador, -ra ‘máquina para desgranar productos agrícolas’ pero no desgranadera, aunque una de las fichas del Fichero General de la RAE la registra como voz agrícola ‘instrumento que sirve para desgranar la uva’, que se acomoda bien a los ejemplos reunidos en el CorLexIn, algunos de los cuales han sido analizados ya por Perdiguero Villarreal (2016: 141-142). En el CORDE hay un ejemplo de desgranadero en un pliego de en torno a 1600, aunque no es fácil interpretar el sentido que tiene. La voz que registramos en el CorLexIn figura citada dentro de sendas descripciones de una bodega en los ejemplos de Albacete y en los de Salamanca, estos procedentes todos de un inventario que nos ha llegado en sucesivas versiones: una desgranadera que se tasó en seis reales (Ciudad Rodrigo, Sa-1630) seis reales de una desgranadera (Ciudad Rodrigo, Sa-1633) una desgranadera en tres reales (Albacete, 1642) le entrega un lagar con su desgranadera y aderentes (Hellín, Ab-1647) tres anegas de trigo que se allaron en la desgranadera que está en dicho portal (Valderas, Le-1647) una desgranadera vieja, encordelada (Villaescusa, Za-1645)

Desmontadera. Probablemente sinónimo del descepadera citado arriba y con la misma localización, este derivado de desmontar ‘cortar en un monte o en parte de él los árboles o matas’ (DLE), no figura tampoco en ninguna de las tres fuentes académicas citadas arriba: una azuela desmontadera (Cebreros, Áv-1651) una haçuela desmontadera (Cebreros, Áv-1654)

Despajadero. Este derivado de despajar ‘apartar la paja del grano’ no aparece en el DLE que, en cambio, registra despajador, voz que, desde 1970,

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además de ‘persona que despaja’, pasa a tener como segunda acepción la de ‘especie de cedazo para despajar’ (NTLLE: s. v. despajador), que será la que corresponde al ejemplo de nuestro corpus13, despaxadero. En el CDH no figuran ni uno ni otro derivado: tres pares de cernederas y un despaxadero (Frechilla, Pa-1631)

Embarradera. No viene en el DLE, ni en el Fichero General de la RAE, ni en el CDH, aunque sí lo hace su paralelo embarrador ‘persona que embarra’. Derivada de embarrar ‘untar y cubrir con barro’ y, de forma específica, ‘enjalbegar las paredes’, usado en Ávila, Extremadura, Salamanca y Zamora, según el DLE, la voz tendrá el mismo significado que expresiones como “paleta de embarrar” o “plana de lucir” que encontramos en la documentación de otras zonas. Pese a la marca geográfica del DLE para el verbo, el derivado lo hemos hallado únicamente en inventarios del sur de León: un asador y una embarradera y no trajo otra cosa (Valderas, Le-1655) una enbarradera con su mango (Valderas, Le-1647) una enbarradera y un barreno viexo (Valderas, Le-1647) dos paletas de embarrar (Casarejos, So-1648) una paleta y una plana de lucir (Santa María la Real de Nieva, Sg-1652)

Encordenadera. El DLE registra tanto encordelar como encordenar, pero para ninguno de los dos verbos figura un derivado en -dero. En vocabularios aragoneses se registra encordonadera ‘cordón con el que las mujeres se aprietan el corsé’ (Andolz 1984: 109), que seguramente sea el sentido con el que haya que entender las formas documentadas en el CorLexIn en textos de Cuenca y de Navarra —en este caso, en el inventario de la tienda de un cordonero— en lo que parece una voz del ámbito oriental del castellano. No encuentro formas similares en los corpus textuales de la RAE: tres encordenaderas de seda de diferentes colores (Cuenca, 1622) dos docenas de encordonaderas de ylo (Tudela, Na-1641)

13  El derivado en -dor, despajador, usado como adjetivo y con el sentido de ‘cedazo’ figura también ocasionalmente en los inventarios del CorLexIn (Morala 2015: 1512).

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Escardadera. Desde Autoridades figura con el sentido de ‘mujer que escarda los panes y sembrados’ aunque ya en la edición de 1791 se incorpora la acepción de ‘almocafre’ (NTLLE: s. v. escardadera). En los corpus académicos aparecen ejemplos de esta voz solo en el siglo xvi, principalmente en la obra sobre agricultura de Herrera (1513), donde, en su primera referencia, aclara que “aquel instrumento que los ortolanos llaman almocafe, que es vocablo morisco, yo llamare aqui escardadera”. No debía de ser una voz especialmente extendida14 pues, en nuestro corpus, pese a que los aperos de labranza son habituales en los inventarios, solo lo encuentro en documentos de Ciudad Real y Murcia: dos escardaderas y una acha (Argamasilla de Calatrava, CR-1658) una escardadera dos reales (La Solana, CR-1651) un açadón y dos escardaderas (La Solana, CR-1653) una escardadera para los panes (Caravaca, Mu-1654)

Escorredero. El DLE registra el derivado de escorrer, escorredero, con la marca de Aragón y el significado de ‘canal de avenamiento’. La voz entra en el diccionario académico en la edición de 1925 con este mismo valor, aunque, con anterioridad, aparece ya en el diccionario de Gaspar y Roig en 1853 (NTLLE: s. v. escorredero). También la registra en Aragón con el mismo significado Andolz (1984: 122). En los corpus, aparece con este sentido escurridero15, pero no escorredero. El ejemplo de Zaragoza habrá que interpretarlo como referido a una compuerta para cerrar o abrir el canal de desagüe: vna puerta de pino para el escorredero, nueba, con sus quatro quayrones (Sobradiel, Z-1614)

Escurridera. El derivado de escurrir, escurridero ‘lugar a propósito para poner a escurrir algo’ entra en el DRAE en 1936 aunque poco antes se había incorporado escurrideras como mexicanismo con un significado menos 14   De todos modos, tampoco almocafre aparece en nuestro corpus más que en contadas ocasiones (Morala 2012: 84). En algunos vocabularios dialectales del área oriental se registra también la variante escardador con el sentido de ‘herramienta para escardar, escardillo’, además de poder referirse al operario que hace esta labor (Andolz 1984: 119; Pastor Blanco 2004: 223). 15  En el CORDE, hay un único ejemplo antiguo de escurridero en un texto técnico sobre acequias de Juanelo Turriano (1605).

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­genérico (NTLLE: s. v. escurridera). El ejemplo procedente de Murcia que aquí aportamos —con la variante descurridera— tiene, sin embargo, el sentido moderno de escurridor: una olla grande descurridera (Moratalla, Mu-1637)

Espadadero. No figura en el DLE, donde solo se registra espadador ‘persona que espada’, que ya está en Autoridades (NTLLE: s. v. espadador), mientras que en el CORDE hay únicamente un par de casos de “caballete de espadador”, ambos del siglo xvii. La forma que documentamos es un derivado de espadar ‘macerar y quebrantar con la espadilla el lino o el cáñamo para sacarle el tamo y poderlo hilar’, y se referirá al ‘instrumento que sirve para espadar el lino’, significado con el que espadadero se registra en los vocabularios del área asturleonesa (Le Men Loyer 2005: 498). De este derivado tenemos varios ejemplos en León, a los que hay que añadir un par de casos de espadador en Soria y en Huelva que, por los contextos en los que se utilizan uno y otro derivado —en ambos casos junto a espadilla—, serán sinónimos: un espadadero (León, 1629) un espadadero con su espadilla (Mansilla Mayor, Le-1637) un espadadero (Fresno de la Vega, Le-1638) un espadadero (Villamol, Cea, Le-1637) un argadillo y un espadadero (Valdabido, Cea, Le-1639) un rastillo con su espadador y cubador y caxa y dos espadillas (Soria, 1646) una romana de pesar cáñamo y un espadador y dos espadillas (Huelva, 1609)

Esquiladero. Con el sentido de ‘lugar donde se esquila el ganado’, la voz entra por primera vez en la lexicografía académica en fecha muy tardía, en la edición de 1984, sin que puedan hallarse casos en el CORDE, el CDH o el Fichero General de la RAE. En este texto del archivo de Soria de mediados del siglo xvii, el sentido de ‘dependencia donde se esquila’ resulta suficientemente claro: lo primero, las casas con sus corrales y esquiladero (Noviercas, So-1653)

Estrelladera. El término, referido a una especie de espumadera, entra en el DLE en la edición de 1852, pero no cuenta con referencias en el CORDE o el CDH, donde solo en fechas recientes hay un caso de estrelladero con otro

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sentido. En nuestro corpus hay ejemplos, al menos, en el ajuar doméstico de Cuenca, Segovia y Guadalajara, y suele estar relacionado con sartén, voz con la que en un ejemplo incluso se identifica: tres sartenillas de yerro que se llaman estrelladeras (Guadalajara, 1625) una estrelladera de güeuos (Segovia, 1645) dos sartenes de hierro; una estrelladera de hierro (Cuenca, 1650) una cucharrena, una estrelladera y dos coberteras de yerro (Tordelrábano, Gu1697)

Freidera. El DLE registra la voz solo en la última edición y lo hace como localismo de Honduras y Cuba, en ambos casos con el sentido de recipiente. Sin embargo, y sorprendentemente, el término es habitual ya en los diccionarios no académicos desde el siglo xvi, básicamente en diccionarios bilingües con el sentido de ‘sartén, recipiente para freír’ (NTLLE: s. v. freidera y freydera), y cuenta con varias fichas antiguas en el Fichero General de la RAE. Los repertorios dialectales aportan igualmente ejemplos en Andalucía con el sentido de ‘espumadera’ (Alvar Ezquerra 2000: 384). El CORDE, no obstante, proporciona varios ejemplos del siglo xvii, todos de España, referidos a ‘persona que fríe’ y, ya del xix, con el sentido de ‘sartén’. En el CorLexIn encontramos la voz localizada en Albacete —funcionando como adjetivo en el sintagma cuchara freidera— y, como sustantivo, en un texto de Cádiz: dos cucharas de yerro hondas, tres freyderas y una rasera (Albacete, 1642) una cuchara freidera (Almansa, Ab-1653) dos cucharas freyderas (Almansa, Ab-1653) vna freydera de cobre y dos peroles de latón (Cádiz, 1639)

Gorciadera. Voz seguramente perteneciente al ámbito dialectal, de la que no hay constancia en la lexicografía general, pero para la que tampoco se dan referencias en los repertorios léxicos asturleoneses consultados. El documento ofrece el propio verbo de origen, gorciar, que, por el contexto, tendrá que ver con pulir o desbastar la madera, mientras que gorçiadera sería la herramienta con la que se realiza dicha labor: dos taladros, uno grande y uno pequeño, y una maderica y un escoplo y una gorçiadera de gorçiar escaños (Cordiñanes, Valdeón, Le-1648)

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Haladera. En el DLE únicamente se registra en la edición vigente jaladera en México ‘asa para tirar de algo’. No figura, sin embargo, el término haladera esperable para la variante halar, sin aspiración. En el CORDE hay al menos un ejemplo con esta forma: “huvo de embarcar su gente aquella tarde, llevando a nado los cavallos, que guiaban desde las canoas con aladeras; pero, atravesado el río” (Fernández de Oviedo, 1723). Del mismo tipo se reúnen varios ejemplos similares en el Fichero General de la RAE. El contexto en el que aparece aladera en nuestro documento de Burgos resulta poco explícito, pero formalmente creo que podría interpretarse como un testimonio más de este derivado de halar ‘tirar’, con el sentido de ‘asa, cesta con asa’, más que como derivado nominal de aladar ‘mechón de pelo’, quizá relacionado con ala (Perdiguero Villarreal 2012: 382-383): vna cesta aladera, con vn poco de pluma (San Millán de Juarros, Bu-1642)

Hormadera. Del sustantivo horma, deriva el verbo ahormar y de este, o de su variante sin prefijo hormar, derivaría el hormadera que encontramos en el documento riojano. El derivado que nos ocupa no está registrado en los diccionarios ni aparecen ejemplos en los corpus académicos. Dado que el documento del CorLexIn se refiere a una botica o tienda, en la que, entre otros productos, se elaboran confituras y velas, materiales a los que se refiere la hormadera, se deduce que tendría el sentido de ‘molde’, equiparándose así al sustantivo horma del que procede la serie: vna paila para hazer confitura con su garrucha y dos fogariles de la confitura de madera y otro de yerro, vna hormadera y un caço [...] dos lloças vna chica y otra grande y una hormadera grande y una estañada para la cera blanca de cabida de hasta vn cántaro (Alfaro, LR-1646)

Majaderillo. Con el sentido específico de ‘bolillo para hacer encajes’ figura ya en Covarrubias y en otros diccionarios posteriores. En los de la RAE entra en la edición de 1803 y se mantiene hasta la actual (NTLLE: s. v. majaderillo). Se trata de un diminutivo lexicalizado de majadero ‘maza o pértiga para majar’, derivado a su vez del verbo majar. No es, sin embargo, frecuente en la documentación. En el CDH figura únicamente en dos ocasiones y, en nuestro corpus, tan solo aparece en este ejemplo de un amplio inventario de una tienda de efectos textiles:

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oro falso pasamanos y galones y maxaderillos (Medina de Rioseco, Va-1645)

Matadero. El sustantivo matadero ‘sitio donde se mata y desuella el ganado’ está, desde luego, suficientemente documentado tanto en textos como en diccionarios. Si registro aquí un ejemplo, es porque se utiliza como adjetivo para calificar un cerdo que ya ha alcanzado la edad en la que se le puede sacrificar: dos marranos mataderos medianos (Valderrábano de Valdavia, Pa-1642)

Mazadero. El término, que no figura ni en el DLE, ni el CORDE o el CDH, lo encontramos en una única ocasión en el CorLexIn. Al tratarse de una almoneda, el contexto no es especialmente ilustrativo, dado que estos documentos carecen de una organización temática como la de las tasaciones o los inventarios. Formalmente, creo que no es necesario partir de masar (Perdiguero Villarreal 2012: 388) —con la necesidad de tener que explicar la confusión de sibilantes— sino que se trataría de un derivado de mazar ‘golpear la leche dentro de un odre para que se separe la manteca’ del que, por otra parte, no aparecen más ejemplos en nuestro corpus. Del uso de esta voz, alternando con mazador —en ambos casos con el significado de ‘recipiente en el que se maza la leche’— se constatan hoy abundantes ejemplos en el léxico del área asturleonesa pero también en algún punto de Soria (Le Men Loyer 2007: 668-669), lo que permitiría analizar de este modo el ejemplo burgalés: vn maçadero, en seis reales y vn quartillo (San Millán de Juarros, Bu-1642)

Mejoradera. El término no está registrado ni en el DLE, ni en las fichas del Fichero General de la RAE, ni en el CORDE. Sin más datos, podría tratarse de la denominación de una herramienta (se indica que es “de hierro”) derivada de mejorar pero, dado el sentido vago que este verbo tiene, es difícil precisar a qué objeto concreto pueda referirse en este inventario toledano: una mejoradera de hierro [...] una mexoradera de hierro (Mora, To-1637)

Moledero. A las diversas acepciones que el derivado de moler presenta en el CORDE y en el DLE, cabe añadir la acepción de ‘muladar’ localizada

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en un documento palentino, significado que hoy tiene continuidad en León y Palencia (Le Men Loyer 2007: 850; Gordaliza 1988: 150): treinta carros de abono que la dicha difunta tenía en un moledero al Palazio, en la cavalleriza y corral de la casa (Herrera Valdecañas, Pa-1709)

Ofrecedera. Derivado de ofrecer, el término no aparece en el DLE ni en el NTLLE, y, en cuanto a los corpus históricos, el CDH registra un par de ejemplos de los siglos xiii y xiv. Los ejemplos que se documentan en el CorLexIn, únicamente en un texto riojano, se refieren a la cera o las velas que se utilizan para ofrecer —7.ª acepción del DLE— en los actos religiosos: diez y ocho libras en achas de cera enteras y en ofreçederas cinco libras, y en cera ylada veynte y ocho libras, y en belillas y belas mayores veynte y siete libras, y en ofreçederas viexas honze libras (Alfaro, LR-1646)

Ofrendadera. Relacionado con el anterior ejemplo, en este caso se trata de un derivado de ofrendar que presenta características similares, pues tampoco se registra en los diccionarios, si bien en este caso ni siquiera figura en los corpus académicos. El contexto parece bastante claro: se trata de un testamento en el que el testamentario lega ciertos bienes y establece las disposiciones que ha de cumplir la persona —una mujer— que, a su muerte, haga la ofrenda en la iglesia16, es decir, la ofrendadera: que sea el pan una oblada de trigo de a dos libras y un quarto de vino y una vela buena y sea mi ofrendadera María Monja, vecina deste lugar y se le de lo neçesario para la dicha ofrenda [...] mando a María Monja por obligaziones que le tengo, por aberme acudido a mi enfermedad y porque a de ser mi ofrendadera, dos cargas de çenteno y las mantas y cabezales que ubire en casa (Villamor de Cadozos, Za-1643)

Picadera. Sin referencias con esta forma en el DLE, en el CDH se localizan dos fragmentos del siglo xvi muy similares en los que se cita junto a otros utensilios que necesariamente tiene que haber en un molino. Salvo el caso de 16  El DLE registra ofrenda en su segunda acepción ‘pan, vino u otras cosas que llevan los fieles a la iglesia como sufragio a los difuntos, al tiempo de la misa y en otras ocasiones’. Dado que estamos ante las disposiciones de un testamento, a ello se referirá en este caso.

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La Rioja, donde se cita entre los utensilios de la cocina17, el resto de nuestros ejemplos se sitúan igualmente en el ámbito de las herramientas propias de un molino. En cuanto a su origen, lo lógico es partir del verbo picar en alguna acepción relativa al campo del molino, como la que figura en el DLE ‘restablecer las asperezas de las caras de la muela de molino’: los yerros y picaderas de dicho molino (Fuentidueña, Sg-1699) los adereços y erramientas para el molino que son: un pico, una azada, una picadera, un escoplo, una bara de yerro (Barco de Ávila, Á-1652) una barreta pequeña de ocho libras poco más o menos, dos picaderas de a libra cada una, un martillo de hierro con dos libras (La Plata (Sucre) Bo-1706) vna picadera para gigote (Lumbreras, LR-1685)

Pintadera. Según el DLE se refiere a un ‘instrumento que se emplea para adornar con ciertas labores la cara superior del pan’. La voz está ya en Autoridades, pero no es habitual en el CORDE ni en el CDH, donde solo aparecen dos ejemplos históricos18. Tampoco en el CorLexIn es frecuente, pero los dos casos registrados se localizan en dos puntos lo suficientemente alejados como para suponer que la voz cuenta con una cierta expansión geográfica: dos pintaderas de pan (Mansilla, Le-1638) una rasera y una pintadera en dos reales (Caravaca, Mu-1654)

Purridera. Esta forma no está en el DLE, que registra purrir (Burgos y Valladolid, solo desde 1970) y apurrir, este último desde 1770 con la marca de “en las montañas de Burgos” y, hoy, “en Asturias y Cantabria” (NTLLE: s. v. purrir y apurrir). En el CORDE y CDH solo hay ejemplos modernos de apurrir, varios de ellos en textos marcadamente dialectales, mientras que de purrir no hay casos. Aunque el derivado no ha entrado en el léxico académico, en el Fichero General de la RAE se dan dos ejemplos de purridera ‘horca grande para cargar la mies al carro’ localizados en Palencia y en Zamora, una localización que los repertorios léxicos dialectales —y alguno de los  Téngase en cuenta que gigote es, según el DLE, ‘comida picada en pedazos menudos’.  Entre ellos, figura una referencia a Correas que, en su Arte de la lengua española castellana (1925), usa pintadera (“de calar caladera, de pintar pintadera”) dentro de una serie más amplia para ejemplificar este tipo de derivados. 17 18

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d­ ocumentos— amplían a las provincias vecinas de León y Valladolid (Le Men Loyer 2002: 357-358): más una purridera (Villalpando, Za-1656) dos orcas de purrir miesses (Frechilla, Pa-1675) vna orca de purrir pan (Brimeda, Le-1648)

Ralladera. Como utensilio de cocina, se registra en el CorLexIn el término ralladera, además de la variante arralladera, menos frecuente. No figura como tal en los diccionarios académicos, aunque sí se registra en algunos otros del periodo xviii-xix, como los de Terreros o Zerolo (NTLLE: s. v. ralladera). Del mismo modo, aparece en vocabularios dialectales del área leonesa, donde vacila entre ralladera y arralladera ‘espátula para rallar los residuos que la masa de pan deja en la masera’ (Le Men Loyer 2002: 386-387) y, como el ejemplo del siglo xvii, en Mérida, aquí bajo la forma rayaera ‘instrumento para heñir la masa’ (Viudas Camarasa 1980: 144). Derivado de rallar, se registra en el CDH en una única ocasión en un texto del xvi. En nuestro corpus, se cita con relativa frecuencia en los inventarios entre los utensilios de la cocina, con la particularidad de que estos casos se concentran preferentemente en la franja occidental: una hartessa de massar [...] con coladera y arralladera (Villalpando, Za-1652) vna arralladera y vn huso de hierro (Ferreras de Arriba, Za-1690) una ralladera y un rallo de yerro (Astorga, Le-1692) dos caçetas de yerro y una ralladera (Riego de la Vega, Le-1675) entregósele una ralladera tasada en un real (Morales de Toro, Za-1675) una artesa de masar con su ralladera (Muga de Alba, Za-1647) una artessa buena con su tablero y çedaço y ralladera (Mérida, Ba-1657) vna ralladera, quatro quartos (Navahermosa, To-1638) unas ralladeras, un real (Talavera, To-1620)

Raspadera. Derivado de raspar, designa un objeto probablemente no muy distinto de las raederas y ralladeras, más frecuentes en el corpus. La palabra solo entra en el DLE en la última edición de 2001, con localización americana y significados que no tienen relación con el que aquí le correspondería, si bien figura ya en algunos diccionarios del siglo xix, donde se da como sinónimo de raspador ‘instrumento que sirve para raspar’ (NTLLE: s. v. raspadera). Curiosamente, las referencias a esta voz con el sentido de herramienta son tan

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amplias como variadas en el Fichero General de la RAE. El CDH devuelve tres casos, el más antiguo del siglo xviii, con un sentido similar a los nuestros que, en el ejemplo concreto de Navarra, figura en el inventario de un curtidor y cubero: una raspadera y berduguillo (Oviedo, 1634) huna raspadera de brasil de yerro (Tafalla, Na-1640) dos gamellones grandes de andar a la bodega y una raspadera (Alfaro, LR-1646) vn tino de cabida de hasta ocho cargas y una derraspadera (Alfaro, LR-1646)19

Rebanadera. En el DLE figura rebañadera —la confusión gráfica entre n y ñ no es rara en estos documentos— pero el sentido que ahí tiene no se corresponde con el rebanadera que se localiza en este texto del CorLexIn, en el que se registran diversos utensilios de un zurrador o curtidor. Si la lectura es correcta, estaríamos ante un derivado de rebanar ‘cortar’ que carece de referencias en el CORDE y en el Fichero General de la RAE: diez y ocho rebanaderas de las quales tanbién le dexó al dicho Garçía de Azcárraga otras seis para él mismo (Tafalla, Na-1640)

Reparadera. El DLE registra como derivado de reparar, reparador, pero no reparadero, -ra que, sin embargo, aparece en unos pocos ejemplos antiguos del CORDE, en textos en los que se usa como adjetivo con sentido abstracto y, en un caso, topográfico. En los ejemplos localizados en el CorLexIn, procedentes de La Rioja, se trata de un sustantivo que, por el contexto en el que se cita —figura junto a ropas, artesas y maseras de horno—, se refiere a esta parte de la casa20: 19   Para La Rioja, se documenta en la actualidad raspadera ‘útil doméstico empleado para desprender la masa de pan pegada a la artesa’ (Pastor Blanco 2004: 400). Pese a no figurar en los diccionarios académicos, la voz se registra en múltiples repertorios dialectales (Le Men Loyer 2012: 73). 20   Reparar tiene en Navarra el sentido de ‘heñir la masa de pan’ (Iribarren 1984: 457) y en Aragón ‘dividir los panes de una hornada para sus diferentes dueños’ (Andolz 1984: 244) por lo que un significado relacionado con el horno puede aplicarse también al documento riojano. No figura en estos vocabularios el derivado reparadera que, sin embargo, registra un vocabulario de Caspe (Zaragoza), donde reparar tiene el sentido específico de ‘heñir, cortar, pesar y repartir la masa del pan antes de meterla a cocer en el horno’. A algún utensilio usado con este fin se referirá el derivado reparadera que se registra en este vocabulario aunque con el significado

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una reparadera [...] dos reparaderas biexas (Haro, LR-1644)

Rozadera. En los diccionarios académicos —donde entra en la edición de 1925 (NTLLE: s. v. rozadera)— se registra con el sentido de ‘especie de guadaña para quitar matas y hierbas inútiles’, siendo, por tanto, un derivado de rozar en su primera acepción. El Fichero General de la RAE aporta múltiples ejemplos del nombre de esta herramienta. Lo mismo ocurre en los repertorios dialectales, donde, por ejemplo, se registra para Andalucía con el sentido de ‘rozón, calabozo’ (Alvar Ezquerra 2000: 710), para La Rioja ‘rozón’ (Pastor Blanco 2004: 421) o para León (Le Men Loyer 2012: 317-318), zona esta de donde proceden buena parte de los ejemplos localizados en el corpus. Sin embargo, los pocos casos que hay en el CORDE y CDH son todos modernos y no siempre usados con el sentido con el que la registramos en el CorLexIn, donde funciona como sustantivo, pero también como adjetivo que, al igual que otros de los derivados citados más arriba, acompaña a la denominación genérica de una herramienta (azada, hoz, podadera) que puede tener varias funciones: una foz roçadera [...] quatro ozes de segar pan (Palacios del Sil, Le-1640) un machado, una foz rozadera, dos misiegas (Villablino, Le-1646) una foz roçadeyra (Villablino, Le-1647)21 una hoz roçadoira y una haçada (Villar de Acero, Le-1654) dos açádones; un rastillo; dos roçaderas (Fregenal de la Sierra, Ba-1666) una azada roçadera, grande, buena (Noviercas, So-1653) azada escabadera y rozadera (Maluenda, Z-1647)22 una podadera roçadera (Valdelaguna, Piedrahita, Áv-1651)

Salgadero, -ra. El DLE registra salgadera únicamente como nombre de planta, además de saladero ‘lugar en el que se sala’. También figura sin marca el verbo salgar ‘dar sal al ganado’ y, como anticuado —calificado así ya de ‘mujer que en los hornos de pan se dedica a reparar la masa’ (Barceló Caballud 2011: 241), sentido que no es aplicable en el contexto del inventario. 21  Aquí, al contrario de lo que ocurre en otras menciones del mismo legajo, la voz aparece con la forma propia del leonés occidental —con mantenimiento de /ei/ sin monoptongar— correspondiente al valle de Laciana. Algo similar puede decirse del rozadoira localizado en un documento del Bierzo. 22  En este caso, como puede verse, el adjetivo sirve para diferenciar entre las azadas que sirven para cavar frente a las que se usan para rozar. Lo mismo puede decirse de las hoces: “vna oz de rozar y tres de segar” (Lucillo, Le-1663).

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en Autoridades—, ‘salar’. Como derivado de salgar se recoge el derivado salgadura pero no el salgadero, -ra ‘recipiente para salgar o salar’ de los documentos de nuestro corpus, que tampoco aparecen en el CORDE o el CDH bajo esta variante23: una artessa de henebro para coçer pan; otra artessa para salgadero (Retuerta, Covarrubias Bu-1655) una artessa muy viexa; un salgadero (Retuerta, Covarrubias Bu-1655) un salgadero de salgar tozino (Cuéllar, Sg-1658) una salgadera biexa y endida [...] una salgadera biexa (Santa M.ª la Real de Nieva, Sg-1653) una salgadera de pino (Santa M.ª la Real de Nieva, Sg-1653)

Segadera. Pese a que es voz recogida desde Autoridades, segadera ‘hoz para segar’, sin marca diatópica (NTLLE: s. v. segadera), es un término de escasa presencia en el CORDE y el CDH. En los inventarios reunidos en el CorLexIn, únicamente aparece de momento en documentos palentinos y del área limítrofe de León, lo que resulta extraño en un tipo de instrumento que, por su propia naturaleza, es habitual en los inventarios rurales. La serie se completa con la variante segadoira que se registra en el occidente de León. Como en el ejemplo anterior de rozadera, sería la forma de especificar la función de una herramienta genérica frente a, por ejemplo, hoz podadera, secuencia de la que también abundan los testimonios. tres segaderas (Renedo de Valderaduey, Le-1679) una hoz segadoira (Villar de Acero, Le-1654) dos ozes segaderas (Rabanera, Saldaña, Pa-1644) dos segaderas (Villabermudo, Pa-1653) dos oçes segaderas buenas (San Mamés de Campos, Pa-1652) una segadera (San Andrés de la Regla, Pa-1681)

Soldadera. Soldadero, -ra ‘que gana una soldada’ es voz antigua y con este sentido se utiliza en los abundantes ejemplos del CORDE, la mayoría en obras modernas de ambiente histórico. En nuestro corpus, soldadera figura 23  Además del uso de salgar que figura en el ejemplo citado para Cuéllar, tenemos el participio salgado en otro texto de Zamora: “tres arrobas de tocino, ya salgado” (Morales de Toro, Za-1673).

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en el inventario de un calderero, como sustantivo derivado de soldar. Se trata de un derivado que no está recogido en los diccionarios y solo en un caso —si bien como adjetivo, “medizinas soldaderas”, en tratado de medicina de 1509— se registra en el CORDE: quatro soldaderas de yerro (Benavente, Za-1675)

Sufridera. Los ejemplos que devuelven el CORDE y el CDH hasta el siglo para sufridera remiten siempre al adjetivo con el sentido de ‘sufrible, que se puede sufrir’. Solo en algunos textos del siglo xix comienza a utilizarse la voz como sustantivo con el sentido de ‘pieza de herrería’, que figura en los diccionarios académicos desde 1803 (NTLLE: s. v. sufridera). Tanto el documento de Benavente como los de Alcalá la Real —en el que utiliza la variante zufridera24— corresponden a inventarios o tasaciones de los bienes de un herrero o calderero, lo que explicaría la presencia de estas voces técnicas que no aparecen en otros casos: xvi

un par de sufrideras y tres punçones [...] tres sufrideras de yerro (Benavente, Za1675) una zufridera [...] una zufridera (Alcalá La Real, J-1648) una zufridera, dos reales, [...] una zufridera, dos reales (Alcalá La Real, J-1648) una çufridera (Alcalá La Real, J-1648)

Tiradero, -ra. Tiradero entra en el diccionario académico en 1817 con sentido locativo y tiradera, que aparece desde Autoridades, se refiere a un tipo de flecha usada en América (NTLLE: s. v. tiradero). Los varios casos registrados en nuestro corpus tienen un sentido más cercano a los valores semánticos que el DLE da para tirador, -ra, formas estas que, en masculino y con el sentido de ‘asidero’, son también comunes en el CorLexIn (Morala 2015: 1517). En cuanto al significado concreto del derivado, en los ejemplos de Zamora se asocia al trillo o al arado, sentido específico con el que se localiza en el área leonesa ‘palo grueso enganchado a una cadena y esta a la yunta que arrastra el trillo’ (Le Men Loyer 2012: 591-592), pero también en otras áreas como  La confusión entre sufrir / çufrir, en el verbo del que deriva, explica la variación entre sufridera y zufridera de nuestros ejemplos, variación que no ha de entenderse necesariamente como una muestra de los reajustes que se producen en el sistema consonántico del español clásico (Pascual 1991: 103-108). 24

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Navarra (Iribarren 1984: 511) o La Rioja (Pastor Blanco 2004: 456). Por su parte, el ejemplo relacionado con la vestimenta habrá que interpretarlo con el sentido de ‘cintas que, cosidas a la cintura de los mandiles, sirven para atarlos’ que, usado en plural, se registra, por ejemplo, en Córdoba (Alvar Ezquerra 2000: 769): otro manto de seda, tiraderas de tafetán (La Solana, CR-1645) dos trillos biejos tasados en quatro ducados, con sus tiraderos (Villabrázaro, Za1675) un dentil de arado y un tiradero (Tábara, Za-1687) un trillo con su tiradero (Moreruela de Tábara, Za-1690) un tiradero de trillo (Molinaferrera, Le-1698)

Tocadero. El término no figura en los diccionarios y el CDH registra únicamente tres ejemplos de tocadera, en femenino, que parecen referirse a personas y no a objetos, como en nuestro caso. Los dos ejemplos del CorLexIn, aunque el contexto no es especialmente aclaratorio, podrían interpretarse como sinónimos de toca ‘prenda de tela con que se cubría la cabeza’ u otro complemento similar para la cabeza, pues en el primer ejemplo se cita junto a las cofias. En cualquier caso, serían derivados de tocar ‘cubrir la cabeza’: siete cofias y tocaderos de nobia, dellas roynes (Ribadesella, As-1599) vnos tocaderos en quatro reales (Vezdemarbán, Za-1627)

Tornadera. En el diccionario académico se registra desde 1852 con el sentido de ‘especie de bieldo de dos puntas que se usa en Castilla para las labores de la siega’, corregido en 1899 por ‘horca de dos puntas usada para revolver la parva en las labores de la trilla’ (NTLLE: s. v. tornadera). En el CORDE y el CDH tan solo aparece en algún texto técnico del siglo xx sobre agricultura. Todos los ejemplos localizados en el CorLexIn proceden de Zamora y más que a una horca, cuando se especifica, se refieren a una pala usada para volver o remover la trilla, como indicarían los casos en los que, en vez del derivado, el escribano registra el sintagma pala de tornar. Pese a que hoy carece de marca dialectal en el DLE, la voz se utiliza principalmente en León, Zamora y áreas colindantes de Valladolid y Palencia (Le Men Loyer 2012: 624-625): dos palas nuebas; otras tornaderas [...] una tornadera de yerro (Villabrázaro, Za1675)

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una tornadera, y una pala, y una bienda, y un biendo (Bercianos de Valverde, Za1675) tres biendas y tres biendos y quatro tornaderas (Villalobos, Za-1653) dos palas de tornar; tres tornaderas (Villalpando, Za-1658) vna tornadera y vn biendo [...] dos trasgas y dos tornaderas (Tábara, Za-1688) dos trillos, dos palas, dos viendos, dos tornaderas y una vienda (Ferreruela de Tábara, Za-1689) una tornadera y dos biendos (Faramontanos de Tábara, Za-1688) una pala de tornar para la hera (Herrera de Valdecañas, Pa-1700) vna pala de la hera, de tornar (Herrera de Valdecañas, Pa-1700)

Trabadero. En el DLE figura desde Autoridades con el sentido de ‘cuartilla de las caballerías, el lugar de la pata en la que se les colocan las trabas’ (NTLLE: s. v. trabadero). En el CORDE aparecen algunos ejemplos tardíos —siglos xvii-xix— pero siempre en la expresión de clavos trabaderos, sentido que es también el que tiene en la mayor parte de los casos reunidos en el CorLexIn y al que apuntan algunos de los ejemplos procedentes de Cantabria de entre los reunidos para esta voz en el Fichero General de la RAE: zinco terzios de trabaderos (Vitoria, 1639) seis libras de clavos trabaderos (Arévalo, Áv-1650) dos gamellas con sus trabaderos (Noviercas, So-1653) dos martillos, uno de labores y otro de trancar trabaderos (Casarejos, So-1648) quatro barrenos grandes y otros dos de trabaderos (Noviercas, So-1654)25

Tranzadera / Trenzadera. En los repertorios académicos, desde Autoridades la forma tranzadera es ‘lazo que se forma trenzando una cuerda o cinta’, mientras que para trenzadera remite a la anterior entrada (NTLLE: s. v. tranzadera). Aunque no figura como anticuada, los ejemplos que hay en el CORDE y el CDH a duras penas sobrepasan los años iniciales del siglo xvii, pese a que hoy registran trenzadera varios repertorios dialectales como los de La Rioja (Pastor Blanco 2004: 465), Navarra (Iribarren 1984: 522) o Aragón (Andolz 1984: 278). Nuestros ejemplos atestiguan la pervivencia histórica en diferentes zonas de la Península Ibérica de este derivado de tranzar / trenzar al menos a lo largo del siglo xvii: 25  En este ejemplo podría también leerse detrabaderos —en el manuscrito no hay separación entre ambas palabras—. En este caso, tendríamos un derivado del antónimo de trabar, destrabar, en la variante detrabar.

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de trançaderas vn más ciento y treynta y seis maravedís (Atienza, Gu-1640) vn guardaynfante nueuo, siete reales, con trançaderas coloradas (Villalpando, Za1652) çinco baras de trançaderas de resplandor [...] ocho baras de trançaderas (Guijo de Granadilla, Cc-1667) unas trançaderas de resplandor (Guijo de Granadilla, Cc-1670) siete pieças de trançaderas [...] tres pieças de tranzaderas de belduque blancas (Medina de Rioseco, Va-1645) una peyne de hazer trenzaderas (Cañedo, Soba, S-1616) 10 piezas y media de trenzadera de estopa (Jaca, Hu-1621) tres madejas de trençaderas de yllo blanco (Tolosa, SS-1633) seis pieças de trençaderas de cambray [...] seis pieças de trençaderas de belduque blancas [...] catorce pieças de trençaderas gasconas (Tudela, Na-1641)

Trasegadera. Los diccionarios registran el adjetivo trasegador, -ra ‘que trasiega’, del que aparecen también unos pocos ejemplos en el CORDE. Ni en una ni en otra fuente, ni tampoco en el Fichero General de la RAE, figura el derivado en -dera que encontramos como adjetivo referido a tinaja en Candeleda (Ávila), donde concurre con otras denominaciones similares (“tinaja cocedera”) dependiendo de la función que cumpla cada recipiente26: otra tinaxa trasegadera (Candeleda, Áv-1645) tres tinaxas trasegaderas de a quatro arrobas (Candeleda, Áv-1648) otra tinaxa trasegadera como de seis arrobas [...] otra tinaxa trasegadera como de cuatro arrobas [...] otra tinaxa trasegadera como de çinco arrobas (Candeleda, Áv-1648)

Trilladera. Sinónimo de trillo, figura en Autoridades, donde se apoya con un texto de fray Luis de León, que es también el único registro del CORDE y del CDH para esta voz. Modernamente —por primera vez en la edición de 1925, aunque ahí se extiende a Navarra y Logroño— se le ha añadido otra acepción local (Álava, Soria): ‘tirante, por lo general de esparto, con que se ata el trillo a las caballerías’ (NTLLE: s. v. trilladera). Con esta última acep Además del derivado trasegadera, el verbo trasegar ‘mudar las cosas de un lugar a otro, y en especial un líquido de una vasija a otra’ aparece regularmente asociado a tinajas y otros recipientes de la bodega: “un tinaxón de trasegar” (Illescas, To-1626), “vn caño de trasegar” (Candeleda, Áv-1648); “otra tinaja de trasiego” (Guadalajara, 1625) o “treçe tinajas chicas y grandes; las dos grandes, por trasegar” (Logrosán, Cc-1668). 26

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ción se registra igualmente en Aragón (Andolz 1984: 279). El ejemplo de Palencia no es fácil de interpretar con uno u otro sentido. En todo caso, pese a la marca de la RAE, el término se usa también en Palencia actualmente con ambas acepciones (Gordaliza 1988: 220). Por su parte, el ejemplo de Huesca se inscribe en el inventario de una tienda donde figura junto a otro tipo de cuerdas y sogas: una trilladera con su zarza y enquartadero (Saladaña, Pa-1644) 6 trilladeras (Jaca, Hu-1621)

Trulludera. Aunque lo esperable sería trulladera, el texto ofrece trulludera en lectura bastante clara. No figura esta voz en el DLE, donde se marca como voz local de Palencia27 el verbo trullar ‘enlucir con barro una pared’, derivado a su vez de trulla, el nombre de la herramienta con la que se hace este trabajo, que figura ya en Alfonso de Palencia. En nuestro caso, el derivado, que tampoco se registra en el CORDE, tendrá el mismo significado que el del sustantivo trulla del que se origina esta serie léxica y sería sinónimo de llana o del visto arriba embarradera: una trulludera biexa (Frechilla, Pa-1675)

Uncidera / Juñidera. El DLE registra, desde 1925, el adjetivo uncidor, -ra ‘que unce o sirve para uncir’, pero no figura el derivado en -dero (NTLLE: s. v. uncidor). En el CORDE, en un texto dialectal cántabro, aparece como único ejemplo “vaca uncidera”. Donde abundan los ejemplos, procedentes sobre todo de repertorios dialectales y de atlas lingüísticos, es en el Fichero General de la RAE, en el que se ofrecen una veintena de fichas de uncidero, -ra, usados en amplias zonas de la Península, bien como adjetivo, bien como sustantivo. En el ejemplo de Segovia aquí anotado tenemos un sustantivo referido a las ‘sogas que sirven para uncir al ganado’, citado junto a otros elementos del yugo (coyundas, melenas, ubio). Por su parte, la variante juñideras, loca-

 En el castellano norteño se registran varias formas derivadas de trulla ‘mezcla de barro y paja con la que se revocan los muros de tapial y adobe’, como trullar ‘revocar’, trullón ‘reparación del revoco de una pared’ o trullado ‘capa fina de barro para revocar paredes’ (Gordaliza 1988: 221; Hernández 2001: 777). 27

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lizada en Aragón28, es el resultado correspondiente a la derivación desde juñir ‘uncir’: dos uncideras de esparto (El Espinar, Sg-1659) vn jugo de bueyes con sus juñideras de quero andadas (Villarreal de la Canal, Hu-1689)

Vareadero. El derivado no aparece ni en el CORDE ni el diccionario académico, mientras el femenino vareadera ‘vara del aceitunero’ se registra en Andalucía (Alvar Ezquerra 2000: 798) y en Murcia, aquí con la variante vareaera ‘palo o vara con que se varea’ (García Soriano 1980: 130). Varear tiene, entre otros sentidos, el de ‘golpear con una vara’, que será del que hay que partir en los ejemplos de Palencia —localizado concretamente en Frechilla, un centro textil importante en la época—, citado siempre entre los pertrechos de un tejedor, por lo que probablemente se refiera a una especie de tarima —siempre se especifica que es “de tablas”— en la que se varea la lana, en una suerte de tecnicismo propio de los tejedores: un bareadero de tablas (Frechilla, Pa-1675) un bareadero de tablas en dos reales y medio (Frechilla, Pa-1675) un bareadero de tablas (Frechilla, Pa-1676)

Vendimiadera. El término no aparece ni en los diccionarios ni en los corpus académicos. Como derivado del verbo vendimiar / vendemar29, encontramos en el CorLexIn dos derivados —con dos variantes formales diferentes— registrados en Burgos y La Rioja. En ambos casos se utiliza como adjetivo referido a cesta. Más frecuente es en el corpus el uso de sintagmas como cesto o sera de vendimiar: quatro çestas vendemaderas (Navarrete, LR-1545) una çesta bendimiadera (San Pedro La Villa, Covarrubias, Bu-1646) 28   Chuñideras o juñideras ‘correa para sujetar el yugo al testuz’ se registra en Aragón (Andolz 1984: 94 y 165; Barceló Caballud 2011: 170) y juñederas en Navarra (Iribarren 1984: 305). 29  La variante vendemadera, acorde con el verbo vendemar y el sustantivo vendema que han perdido la yod latina, se registra actualmente en La Rioja con el sentido de ‘cesto en el que se llevan a los cuévanos las uvas a medida que se las va recogiendo’ (Pastor Blanco 2004: 480). La misma variante vendemar se localiza en Aragón (Andolz 1984: 38) y Navarra (Iribarren 1984: 538).

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quatro çestos de vendimiar llenos de añinos (Bercial de Zapardiel, Áv-1650) dos cestos de vendimiar (Alcalá la Real, J-1648) diez y ocho seras de vendimiar (Villamayor, Cu-1635)

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Derivados en -dero en documentación del Siglo de Oro

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— (2004): Léxico del leonés actual. Tomo II: C. León: Centro de Estudios e Investigación “San Isidoro”. — (2005): Léxico del leonés actual. Tomo III: D-F. León: Centro de Estudios e Investigación “San Isidoro”. — (2007): Léxico del leonés actual. Tomo IV: G-M. León: Centro de Estudios e Investigación “San Isidoro”. — (2009): Léxico del leonés actual. Tomo V: N-Q. León: Centro de Estudios e Investigación “San Isidoro”. — (2012): Léxico del leonés actual. Tomo VI: R-Z. León: Centro de Estudios e Investigación “San Isidoro”. Morala, José Ramón (2012): “Arabismos en textos del siglo xvii escasamente documentados”, en Revista de Investigación Lingüística, 15, pp. 77-102. — (2015): “Derivados en -dor en la documentación del Siglo de Oro. Voces escasamente documentadas”, en José María García Martín (dir.); Francisco Javier de Cos Ruiz y Mariano Franco Figueroa (coords.), Actas del IX Congreso Internacional de Historia de la Lengua Española. Madrid/Frankfurt am Main: Iberoamericana/ Vervuert, t. II, pp. 1503-1519. — (dir.): Corpus Léxico de Inventarios. (22-04 2017). NTLLE, vid. Real Academia Española. Pascual, José Antonio (1991): “Çufrir por sufrir”, en Voces, 2, pp. 103-108. — (1995-1996): “Derivación y diccionario. A propósito de los adjetivos activos en -dero en el DRAE”, en Boletín de Filología de la Universidad de Chile, XXXV, pp. 349-359. Pascual, José Antonio/Sánchez González de Herrero, Nieves (1993): “Una forma particular de amalgama morfológica: Notas sobre la historia de -dor y -dero en español”, en José Antonio Bartol, Juan Felipe García y Javier de Santiago (eds.), Estudios filológicos en homenaje a Eugenio de Bustos. Salamanca: Universidad de Salamanca, pp. 675-698. Pastor Blanco, José María (2004): Tesoro léxico de las hablas riojanas. Logroño: Universidad de La Rioja. Perdiguero Villarreal, Hermógenes (2012): “Palabras en -ero/-era en protocolos notariales de Castilla”, en Mar Campos Souto, Ramón Mariño, José Ignacio Pérez Pascual y Antonio Rifón (eds.), “Assí como es de suso dicho”. Estudios de morfología y léxico en homenaje a Jesús Pena. San Millán de la Cogolla: Cilengua, pp. 381-392. — (2016): “Peculiaridades léxicas en un inventario mirobrigense de 1632”, en Scriptum Digital, 5, pp. 135-145. Pharies, David A. (2002): Diccionario etimológico de los sufijos españoles y de otros elementos finales. Madrid: Gredos.

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José Ramón Morala

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Nombres de azúcares en -ita en el siglo xix: bases documentales y morfología diacrónica Names of sugar ending in -ita in the 19th century: documentary bases and Diachronic Morphology Mar Campos Souto Universidade de Santiago de Compostela Resumen: Este trabajo pretende reconstruir las vías por las que entraron en el español del siglo xix los nombres de azúcares terminados en -ita. Tras examinar las primeras documentaciones localizadas en nuestra lengua —fundamentalmente, en textos accesibles gracias a distintas bibliotecas y hemerotecas digitales—, se defiende que estos términos (salvo, quizá, en el caso de cartomanita), propios de la terminología química, son galicismos en español, que penetran en el caudal léxico del idioma mediante traducciones de obras especializadas redactadas originalmente en francés, así como a través de su presencia en los textos fundamentales de la enseñanza de la química en el siglo xix. Palabras clave: nombres de azúcares en -ita, galicismos, morfología histórica, historia de la ciencia (química). Abstract: This work intends to reconstruct the ways through which the names of sugars ending in -ita have come to the Spanish language during the nineteenth century. After examining their first examples in Spanish, mainly in texts accessible through different digital libraries and online newspaper archives, it is argued that these terms (with the exception, perhaps, of the case of cartomanita), typical of chemical terminology, are Gallicisms in Spanish, that penetrate our vocabulary through translations of specialized works originally written in French, and also through their presence in the fundamental texts of the teaching of Chemistry during the nineteenth century. Keywords: names of sugars in -ita, historical morphology, gallicisms, history of science (chemistry).

1. Introducción En el prefacio al Diccionario crítico etimológico de la lengua castellana, J. Corominas se lamentaba de la escasez de estudios rigurosos y profundos s­ obre

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Mar Campos Souto

amplias secciones del vocabulario del español; en particular, denunciaba la ­tendencia a examinar de nuevo vetas ya exploradas y, como consecuencia de esta actitud, el abandono de otros filones que requerían una explotación concienzuda y demorada, como el léxico de especialidad1. Sin duda, la situación ha mudado considerablemente desde 1954, pues la atención al léxico de la ciencia y de la técnica es hoy un objeto de estudio privilegiado en español2. Por otra parte, en el ámbito de la morfología léxica, la aparición del Diccionario etimológico de los sufijos españoles (DESE) de Pharies (2002), la elaboración de la Base de datos morfológica del español (BDME) y la publicación de numerosos trabajos monográficos, sitúan a los investigadores en una posición ventajosa para adentrase en la historia del léxico con paso más seguro3. A ello contribuye también de modo decisivo la confección del Nuevo diccionario histórico del español (NDHE) de la Real Academia Española, dirigido por José Antonio Pascual4. En los últimos años, además, distintos estudios han probado la necesidad de atender a la historia de la ciencia para poder describir adecuadamente las características del español del siglo xix, así como el papel determinante del francés, en este período, como lengua suministradora de términos científicos a nuestra lengua. En particular, como recuerda Garriga Escribano, esta centuria llegó a denominarse el “‘siglo de la química’, sobre todo debido a los avances obtenidos en la química orgánica y en la clasificación de los elementos químicos a través del sistema periódico” (2003: 95). Tanto el papel determinante de la historia de la ciencia como el peso del francés en la importación de términos se reflejan en la introducción de los vocablos que designan distintos tipos

1   “Uno de los mayores provechos que podemos esperar de la publicación de este libro será precisamente el llamar hacia estas lagunas la atención de los investigadores, harto inclinados, por desgracia, en nuestra especialidad, a insistir en problemas ya muy debatidos, mientras enteras y amplias secciones del léxico permanecen en estado de terreno virgen: qué poco se han estudiado los nombres de plantas, de peces y aves, los términos de minería, de equitación, de medicina popular y análogos, el léxico de los oficios y en general todos los vocabularios técnicos, mientras tantos eruditos se empeñan en decir la suya acerca de problemas como los de quejar, cosecha o rebelde, ya bien aclarados hace tiempo [...]” (1954 [1974]: xiv). 2  Las reuniones periódicas de la Red Temática Lengua y Ciencia son un magnífico exponente de ese cambio de situación. 3  Sobre la BDME, dirigida por Jesús Pena, véase Pena (2018) y Rodríguez Espiñeira/López Arca (2014). 4  En este momento se pueden consultar 1448 artículos de este repertorio; se puede obtener información sobre sus características básicas en Campos Souto (2015), Pascual (2015) y Salas Quesada/Torres Morcillo (2015).

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de glúcidos o azúcares en el español del último cuarto del siglo xix5; aunque estas palabras a menudo se presentan como voces derivadas en los repertorios lexicográficos del español, constituyen, en realidad, los herederos directos de sus étimos inmediatos franceses u, ocasionalmente, alemanes. Este trabajo se propone aclarar las vías de introducción en español de los nombres de azúcares terminados en -ita atestiguados en el siglo xix6; para ello, se ha procedido, en primer lugar, a confeccionar una nómina provisional de 5   No se me oculta que la etiqueta azúcar es ciertamente imprecisa. Como se indica, por ejemplo, en el segundo tomo del Diccionario enciclopédico de agricultura, ganadería é industrias rurales dirigido por M. López Martínez, J. Hidalgo Tablada y M. Prieto y Prieto (Madrid, Hijos de D. J. Cuesta, 1886: s. v. azúcar), el marbete azúcares se aplicó inicialmente “a toda materia de sabor dulce, comprendiendo bajo esta denominación cuerpos muy diversos, tanto en su origen, cuanto en sus propiedades y caracteres”. Por este motivo, posteriormente se estableció una división de los azúcares en tres tipos: a) azúcares propiamente dichos, “caracterizados porque bajo la influencia de la levadura de cerveza pueden experimentar la fermentación alcohólica. Son todos ellos cuerpos neutros, ternarios, compuestos de carbono, mas el oxígeno y el hidrógeno en las proporciones para formar el agua” (como la sacarosa, la maltosa o la lactosa); b) sustancias “también ternarias y neutras, de la misma composición química que las anteriores, pero que no sufren inmediatamente la fermentación alcohólica en contacto con la levadura de cerveza” (como la inosita, la eucalina o la sorbina); c) materias azucaradas sobrehidrogenadas, esto es, “cuerpos azucarados” que no fermentan con la levadura de cerveza y que “contienen un exceso de hidrógeno sobre el necesario para formar agua” (como la pinita o la manita). J. Rodríguez Carracido (en su Tratado de química orgánica teórico y práctico aplicado especialmente á las ciencias médicas, Madrid, Juan Muñoz Sánchez, 1890, p. 303) advierte que “aplicando á estos cuerpos el criterio de las funciones químicas, se refirieron á los alcoholes”, hecho que desembocó en una situación paradójica: los azúcares se consideraron alcoholes hexatómicos, pero, cuando se descubrió que algunos de ellos (como la pinita o la cuercita) presentaban un diferente grado de atomicidad, se hizo necesario excluir de este grupo sustancias que, como subraya J. Rodríguez Carracido, poseían sabor dulce y mostraban “análogas reacciones á las de la manita”. En definitiva, como señala este autor, “con esta serie de variantes y sucesivas rectificaciones se llegó a un punto en el cual era imposible formar un concepto definido del grupo de los azúcares”, por lo que “la palabra azúcar realmente no tiene hoy significado preciso en el concepto químico” (1890, pp. 303 y 304). No obstante (y pese a este carácter ambiguo), J. Rodríguez Carracido ofrece una caracterización de las “substancias que por alguna de sus condiciones pueden referirse al grupo de los azúcares”; de este modo, las materias que se analizarán en este trabajo se distribuyen, según este autor, en dos clases: alcoholes (pentatómicos, como la pinita y la cuercita; hexatómicos, como la manita y la dulcita; y heptatómicos, como la perseíta) y aldehído-alcoholes (como la inosita). 6  Pharies (2002: s. v. -ita) no incluye, en su estudio del sufijo -ita, ningún sustantivo que designe un glúcido; sin embargo, en el artículo consagrado a -osa ya indica que los vocablos acabados en este segmento “parecen ser todos préstamos del francés” en español (y en este grupo incluye las voces glucosa, dextrosa, fructosa, hexosa, maltosa, pentosa y sacarosa).

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los vocablos a partir de la consulta realizada en los diccionarios incluidos en el Nuevo tesoro lexicográfico de la lengua española (en adelante, NTLLE), catálogo que se ha ampliado posteriormente al efectuar diferentes búsquedas, para aquilatar su cronología, en las diversas fuentes documentales empleadas. La posibilidad de acceder a varias hemerotecas y bibliotecas digitales convierte en posible una investigación que, de otro modo, se habría revelado inviable, si bien el crecimiento exponencial de estas fuentes obliga también a presentar sus resultados como provisionales, pues la digitalización de nuevas obras puede brindar nuevos testimonios de estas voces, ahora no localizados; no obstante, a buen seguro no anulará la principal tesis de este estudio: el origen foráneo (principalmente francés) de este tipo de léxico especializado en español7. 2. Nombres de azúcares terminados en -ita 2.1. La introducción de los nombres de azúcares en -ita en el español del siglo xix En francés, el sufijo -ite se utilizó en la creación de aquellos nombres de azúcares que, frente a los formados con -ose, solo poseen la función alcohol; tal fue la productividad de -ose en francés que, especialmente en la segunda mitad del siglo xix, se formaron varios vocablos mediante la adición del sufijo a una base que indicaba el número de átomos de carbono de diversos monosacáridos (como triose, tetrose, pentose, hexose, etc.; véase Cottez 1980: s. v.). Mannite (voz acuñada por L. J. Thénard en 1815) será el término que inaugure la serie derivativa, pues la terminación del vocablo dará lugar a un sufijo que, a partir de 1850, generará una serie de nombres de glúcidos, como dulcite, phycite, quercite, sorbite, etc.8. Como se podrá comprobar en las siguientes 7  Las búsquedas sobre la documentación de estos términos se han llevado a cabo, además de en el CDH y el CORDE, en la Biblioteca digital hispánica y en la Hemeroteca digital de la Biblioteca Nacional de España, en Google libros y, para el francés, en la Gallica. Estas fuentes digitales constituyen la principal fuente de información para este trabajo; sin ellas, habría sido imposible aquilatar la trayectoria vital de estos vocablos. 8  Aunque este elemento ya había sido descubierto por J. L. Proust (Cottez 1980: s. v. -ite), será L. J. Thénard quien acuñe la voz en su Traité de Chimie élémentaire, théorique et pratique, a partir de la base manne (Paris, Crochard, t. III, pp. 178-179: “Je désigne, par le nom de mannite, une substance qui entre dans la composition de la manne, et qui fait la majeure partie de la manne en larmes. La mannite es solide, blanche, inodore, susceptible de cristalliser en

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páginas, por lo general estos términos siguen, en español, una trayectoria paralela a la trazada por la química en francés; así, mannita se atestigua por vez primera en traducciones de la obra de L. J. Thénard: en 1818 se registra tanto en el tomo quinto de las Lecciones elementales de química teórica y práctica como en la Nueva nomenclatura química, según la clasificación adoptada por Mr. Thenard [...] Escrita en francés por Mr. J. B. Caventou, versión debida a H. A. Llorente y, ya en 1830, en el tomo cuarto de la traducción del Tratado completo de química teórica y práctica de L. J. Thénard, efectuada a partir de la quinta edición francesa9. Particularmente interesante es la documentación incluida en la Nueva nomenclatura química (1818, p. 197), pues en ella se puede apreciar el cambio terminológico experimentado: Principios inmediatos de los vegetales y animales Nomenclatura actual

Nomenclatura antigua y definiciones

Azúcar

Azúcar

Mannita (M. Thénard)

Sustancia principal del maná, y particularmente del maná en lágrimas.

Esparraguina (MM. Vauquelin y Robiquet)

Materia particular de los espárragos.

aiguilles demi-transparents. Sa saveur est douce”). Tal como indica el TLF (s. v.), manne se emplea en francés desde principios del siglo xiv, en el ámbito de la botánica, para designar el jugo que exudan algunos vegetales y que se usa como edulcorante o como laxante. Véase también TFL, s. v. mannite. 9   “Se conoce con el nombre de mannita una sustancia que entra en la composición del maná, y forma la mayor parte del maná en lágrimas ó cristalizado. La mannita es sólida y blanca, inodora, susceptible de cristalizar en agujas semitrasparentes. Su sabor es dulce” (Lecciones elementales de química teórica y práctica, para servir de base al Curso de las ciencias Físicoquímicas, establecido en el Real Palacio, bajo la dirección de S. A. Ser.ma el S.r Infante Don Carlos, Madrid, Imprenta Real, 1818, pp. 344-345). “Se conoce con el nombre de mannita una sustancia que entra en la composición del maná, formando la mayor parte del maná en lágrimas. Es sólida y blanca, sin olor, susceptible de cristalizar en agujas semitrasparentes, y de un sabor dulce” (Tratado completo de química teórica y práctica, Nantes, Imprenta de Busseuil y Compañía, 1830, t. IV, p. 199). Como indican Bertomeu Sánchez y García Belmar (2000: 472473), la obra de L. J. Thénard sustituyó a la de A. F. Fourcroy como referencia básica en los estudios de química en España en la segunda década del siglo xix: primero, con las Lecciones elementales y, posteriormente, con las traducciones de su tratado efectuadas a partir de 1830, así como mediante la difusión de sus ideas en las obras de M. Orfila.

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Más de ochenta años después, en el tratado El azúcar, versión de Le sucre (volumen publicado en 1898 e incluido en la Petite encyclopédie pratique de chimie industrielle dirigida por F. Billon) realizada por F. Soria y Sánchez, se explica que las manitas “difieren [...] de las hexosas [como la glucosa o la levulosa], en que son alcoholes hexatómicos, sin función aldehídica” (Madrid, Bailly-Baillière, 1898, p. 4)10. El carácter modélico de la voz mannite se reflejará en la generación de un patrón derivativo en francés, así como en la formación de compuestos, incluso en otras lenguas, con esta base. En 1856, H. Vohl modela la voz Phasëomannit —cuyo equivalente francés (phaséomannite) se atestigua ese mismo año— para designar una materia azucarada que se obtiene con la fermentación del Phaseolus vulgaris11. Los primeros testimonios registrados en español (ya en 1857) muestran que el vocablo se toma directamente de la traducción francesa del texto original de J. Vohl, versión efectuada por C. A. Wurtz12. En 1865, M. Kubly publica Ueber das wirksame Princip und einige andere Bestandtheile der Sennesblätter (Dorpat, C. Mattiesen), obra en la que parece atestiguarse por primera vez Cathartomannit13. Es este el único término que 10  En el CDH y en el CORDE el primer testimonio se localiza en 1882, en el Manual de química orgánica de G. de la Puerta. 11   “Phasëomannit, eine neue Zuckerart, enthalten in den unrefien Früchten von Phaseolus vulgaris”, en Annalen der Chimie und Pharmacie, 1856, XCIX, pp. 125-128. “Sur la Phaséomannite, une nouvelle espèce de sucre; par M. H. Vohl”, Annales de Chimie et de Physique, XLVII, pp. 380-381 —p. 380: “Le suc des haricots vulgaires (Phaseolus vulgaris) possède, avant la maturité, une saveur sucrée qui ne diminue pas sensiblemente lorsqu’on le fait fermenter et qu’on distille l’alcool qui s’est formé. Cette propriété est due à une matière sucrée particulière, la phaséomannite, qu’on parvient à extraire de la manière suivante [...]”—. En una nota se deja constancia de que el artículo francés bebe de la publicación alemana; de hecho, la sección se titula “Mémoires sur la chimie publiés à l’étranger. Extraits par M. Wurtz”. 12  “Sobre la faseomanita, nueva especie de azucar. Con este título publica el Sr. Vohl en el número de noviembre de 1856 de los Anales de química y física, el artículo siguiente. El jugo ó zumo de las judías comunes (Phaseolus vulgaris) tiene antes de madurar un gusto dulce, que no disminuye sensiblemente, haciendolo fermentar y destilando el alcohol que se forma. Esta propiedad dimana de una sustancia azucarada particular; la faseomanita, que se consigue estraer del modo que sigue” (“Revista extranjera”, La Crónica de los Hospitales: Periódico de la Facultad de Medicina, Cirujía y Farmacia del General de Madrid, 5, pp. 182-186; la cita procede de la p. 182). Otra traducción, muy similar, del artículo francés figura en la sección “Variedades” de la Revista de los progresos de las Ciencias exactas, físicas y naturales (1857, VII, pp. 127-128). 13   “Dieser, sowohl der empirischen Zusammensetzung, als den angeführten Eigenschaften nach am meisten noch mit dem Mannit und diesen ähnlichen Körpern correspondirenden zucker­artigen Substanz gebe ich den Namen Cathartomannit” (1865, p. 50).

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ofrece dudas en cuanto a su carácter de galicismo, pues su primer testimonio en español se localiza en 1879, en el tercer volumen del Tratado de química orgánica aplicada á la farmacia, de J. Casaña y Leonardo, quien, en nota, remite a un artículo de J. G. Dragendorff y M. Kubly publicado en 1866 en Zeitschrift für Chemie14. Debe señalarse que J. Casaña y Leonardo desarrolló una notable actividad traductora, fundamentalmente de textos franceses: a él se deben algunas versiones del Novísimo formulario magistral de A. Bouchardat (1858, 2.ª ed, Madrid, Bailly-Baillière) o de La Botica ó Repertorio general de Farmacia práctica de Dourvault (traducción efectuada con E. Sánchez Ocaña; 1859, Madrid, Bailly-Baillière). Será en la segunda mitad del siglo xix cuando se difundan los nombres de azúcares en -ita en español; un subconjunto de términos presenta originalmente en su base el nombre de un vegetal. El proceso de introducción de la nueva terminología está estrechamente vinculado a la labor traductora; así, la versión de las Lecciones de química general elemental de A. Cahours efectuada por R. Ruiz Gómez en 1857 brinda dos nuevos vocablos: cuercita y ficita15. V. Déssaignes, en 1851, había acuñado la voz quercite para referirse al azúcar 14  En efecto, J. G. Dragendorff y M. Kubly escriben otros artículos en los que se subraya el descubrimiento de la Cathartomannit, como el titulado “Ueber die Bestandtheile der Sennesblätter”, Zeitschrift für Chemie: Archiv für das Gesamtgebiet der Wissenschaft, IX, pp. 411-413; en la p. 413: “Die Analysen der bei 110º getrockneten Substanz führten zur Formel C21H44O19. Wegen der Aehnlichkeit dieses Körpers mit Mannit nennen ihn die Verf. Cathartomannit”). A este artículo se refiere J. Casaña y Leonardo: “Según Dragendorff y Kubly el principio activo del sen no es la catartina de Lassaigne y Feneulle, sino un cuerpo incristalizable á que ha llamado ácido catártico [...]. Los mismos químicos dicen que han hallado en el sen un ácido que se parece mucho al crisofánico, que es uno de los principios inmediatos del ruibarto, y una sustancia azucarada no fermentescible, dextrógira y cristalizable, á la que han denominado catartomanita (1). (1) Dragendorff y Kubly. Zeitschr. für Chem. Nueva série, II, p. 411)” (2.ª edición, Barcelona, Imprenta de Jaime Jesús Roviralta, 1879, p. 417). Por otra parte, el término ya se atestigua en 1867 en francés, en una traducción del articulo anterior: “Sur les principes constituants des feuilles de séné, par MM. Dragendorff et Kubly”, Bulletin Mensuel de la Société Chimique de Paris, 1867, VII, pp. 356-358 (cathartomannite en la p. 358). Catartomanita (al igual que faseomanita) no se atestigua en los corpus diacrónicos del español. 15   “Cuercita. [...] Este compuesto, que se saca de las bellotas de encina, tiene las siguientes propiedades. Es una sustancia sólida, cristalizable en prismitas, inalterable al aire, dura, que cruje entre los dientes; de sabor azucarado y térreo; los cristales se disuelven en agua y alcohol y se separa de este último disolvente en forma de prismas perfectamente transparentes. Calentada á 210º la cuercita no pierde nada de su peso [...]” (R. Ruiz Gómez, Traducción de las Lecciones de química general: esplicadas en la Escuela Central de Artes y Manufacturas de París por Augusto Cahours, Madrid, Imprenta de Manuel de Rojas, 1857, t. II, p. 154). En el

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que se extrae de la bellota16; con la variante quercita se atestigua en 1865, en Alcoholes: Memoria leída ante el claustro de la Universidad Central [...] en el acto de recibir la investidura de doctor en la misma facultad (Madrid, Establecimiento tipográfico de T. Fortanet), obra de M. Vargas Machuca, discípulo de C. A. Wurtz17. Por su parte, será A. Lamy quien cree la voz phycite, en un artículo publicado en 1852, por analogía con mannite y para designar una sustancia hallada en la clase de las algas “ou des Phycées”18; como se ha

CDH y en el CORDE el primer testimonio de ambas voces se localiza en 1882, en el Manual ya citado de G. de la Puerta. 16  En el artículo “Régéneration de la mannite et de la quercite, aux dépens de la nitromannite et de la nitroquercite”, en Comptes rendus hebdomadaires des séances de l’Académie des Sciences, 1851, XXXIII, pp. 462-164. En la p. 462: “J’appelle quercite, avec l’assentiment de M. Braconnot, la matière sucrée qu’il a découverte dans le gland de chêne”. En efecto, Braconnot había publicado, en 1849, un trabajo titulado “Analyse des glands, suivie de considérations sur la présence du sucre de lait dans les graines des végétaux” (en Annales de Chimie et de Physique, XXVII, pp. 392-401). Este hecho se reconoce posteriormente en otras obras, como, por ejemplo, en la Química orgánica general y aplicada á la farmacia, medicina, industria, agricultura y artes de G. de la Puerta (“Fue descubierto este principio azucarado en 1849 por Braconnot en las bellotas de encina. Se obtiene la quercita tratando las bellotas contundidas por agua fria: se deja la solucion en reposo para que se precipite la fécula; y despues se hierve el liquido claro con un poco de cal, que precipita el tanino y una materia nitrogenada: se filtra y se evapora para que se formen cristales, que es necesario purificar por nuevas cristalizaciones”; Madrid, Establecimiento tipográfico de T. Fortanet, 1869, t. II, p. 389). 17   “Al lado de la manita, vienen una serie de azúcares isoméricas ya de ella, ya de su anhídrido la manitana y son: la Dulcita [...], la Pinita y la Quercita” (p. 89). M. Vargas Machuca inició sus estudios en la Facultad de Farmacia de la Universidad de La Habana, si bien completó su formación en París, de la mano de C. A. Wurtz, y obtuvo el título de doctor en la Universidad Central de Madrid. Ejerció como catedrático auxiliar de Farmacia QuímicoInorgánica en la Universidad de La Habana tras su nombramiento, el 24 de mayo de 1865; posteriormente, desempeñó el cargo de auxiliar interino (1871) y finalmente los de catedrático de entrada y de ascenso (véase Marchante Castellanos/Merchán González, 2007 y 2009). Qüercita figura también en la obra de J. Rodríguez Carracido (quien la considera un alcohol pentatómico; 1890, p. 295). 18   “Mémoire sur deux composés organiques nouveaux”, Annales de Chimie et de Physique, 1852, XXXV, pp. 129-144; p. 140: “La phycite est sans action sur la lumière polarisée. [...] Elle ne fermente pas. En effet, une dissolution abandonnée avec de la levûre de bière, pendant vingtquatre heures, à des températures lentement variables de 15 à 50 degrés, n’a donné aucune trace de dégagement d’acide carbonique, tandis que du sucre placé dans les mêmes circonstances a éprouvé rapidement un mouvement de fermentation. Ce dernier caractère sépare donc la matière sucrée du protococcus des sucres, tels qu’on les définit en chimie. C’est pour cette raison que je propose le nom de phycite, analogue à celui de mannite”.

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indicado, su primer testimonio en español se localiza también en la traducción de la obra de A. Cahours de 185719. En 1856, M. Berthelot forja el término pinite para designar una “substance cristallizable produite par le Pinus lambertiana (California)”20; no parece atestiguarse en español hasta 1865, en la memoria —ya mencionada— Alcoholes, de M. Vargas Machuca21. En 1852, T. J. Pelouze publica, en los Annales de Chimie et de Physique, el artículo titulado “Sur une nouvelle matière sucrée extraite des baies de 19   “Ficita. [...] Encuéntrase esta sustancia en una especie de alga conocida con el nombre de Protococcus vulgaris. [...] Por último, mediante algunas lociones con una corta cantidad de agua fría, y dos ó tres cristalizaciones en este líquido se obtienen cristales perfectamente incoloros y trasparentes de una materia azucarada que se designa con el nombre de ficita, y que por su composicion y la mayor parte de sus propiedades se aproxima á la manita” (1857, t. II, p. 153). La variante phicita se registra en 1870 (J. Olmedilla y Puig, Manual del estudiante de farmacia, Madrid, Moya y Plaza, 1870, p. 30: “Clasificación de los azúcares segun Gerhardt. Azúcar. [...] Glucosa. [...] Congéneres de la manita. Dulcosa Phicita. Quercita Pinita”). 20  En el artículo “Sur quelques matières sucrées”, publicado en los Annales de Chimie et de Physique, 1856, XLVI, pp. 66-89; en este texto, el autor reconoce su deuda con Boursier de la Rivière “agent consulaire de France en Californie”, quien “a rapporté de ce pays une substance sucrée particulière produite par le Pinus lambertiana” (p. 76). No obstante, el término pinite se debe a Berthelot: “J’ai examiné les propriétés de cette substance. En traitant par l’eau les petites masses noirâtres et arrondies qui m’avaient été remises (80 grammes environ), j’ai isolé un principe cristallisable particulier que je désignerai sous le nom de pinite” (p. 77). 21   “Se conocen seis clases: los alcoholes monoatómicos ya estudiados; los biatómicos ó glicoles; los triatómicos ó glicerinas; los tetratómicos de los cuales la eritrita [...] forma un término, y también la meconina; los pentatómicos, como, por ejemplo, la pinita y en fin los alcoholes hexatómicos representados por los azúcares en nuestra clasificación” (p. 25). Posteriormente, la voz figura también en la traducción, efectuada por J. Almera, de las Lecciones elementales de química moderna de C. A. Wurtz, a partir de la segunda edición francesa (de quien, recordemos, era discípulo M. Vargas Machuca): “La manitana es isomérica con dos materias azucaradas á saber: la quercita ó azúcar de las bellotas, que ha sido descubierto por Braconnot en las bellotas, y la pinita, que Berthelot ha extraído de la resina del pino de California” (Barcelona, Imprenta y litografía de C. Verdaguer y compañía, 1873, p. 596). Debe tenerse presente que, como indican Garriga Escribano y Pascual (2009: 91), una de las aportaciones de C. A. Wurtz, “representante de la escuela atomista”, consistió en distinguir “los alcoholes monoatómicos, biatómicos y triatómicos”. Unos años antes, la voz figura en otro texto de gran relieve: la Química orgánica general y aplicada á la farmacia, medicina, industria, agricultura y artes de G. de la Puerta (Madrid, Establecimiento tipográfico de T. Fortanet, 1869, t. II, p. 389: “Pinita [...] Fué descubierta por Berthelot en la resina de un pino de California (Pynus lambertiana). Se obtiene la pinita tratando la resina por agua tibia: se purifica con carbon animal, y se deja evaporar el líquido”). Precisamente, en el CDH y en el CORDE el primer testimonio de pinita se localiza en 1882, en el Manual de química orgánica de G. de la Puerta.

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s­ orbier”, en el que anuncia que ha descubierto una nueva materia azucarada, que denomina sorbine, término que toma como base el nombre científico de la planta (Sorbus aucuparia)22. El correlato español, sorbina, se registra ya en 185723. La acuñación de Sorbit parece haberse producido en alemán alrededor de 185524; no obstante, años después, J. Boussingault parece revitalizar el término sorbite25, en tanto que sorbita no se documenta en español hasta 187926. Aunque Melampyrit se acuña en alemán en 1859, la voz llega al español a través del francés, lengua en que se documenta al menos desde ese mismo año (al igual que en inglés, pese a que el OED, s. v. melampyrite, lo atestigua

22   “[...] j’ai été assez heureux pour y trouver une matière sucrée dont l’étude fait l’objet de ce Mémoire. Comme cette matière est nouvelle, et qu’il faut bien lui donner un nom, je proposerais de la désigner sous celui de sorbine” (1852, XXXV, p. 222). 23   “El zumo de las bayas del serbal abandonado á sí mismo por muchos meses se enturbia gradualmente y deja depositar diferentes sustancias [...]. Si luego que el líquido se ha aclarado espontáneamente se evapora hasta consistencia de jarabe, se ven aparecer cristales parduscos que se decoloran completamente tratándolos por el carbon animal. Estos cristales, que tienen un sabor dulce azucarado, constituyen un principio inmediato particular, al que M. Pelouze, que le describió, ha dado el nombre de sorbina” (R. Ruiz Gómez, Traducción de las Lecciones de química general: esplicadas en la Escuela Central de Artes y Manufacturas de París por Augusto Cahours, 1857, t. II, p. 152). 24  Se registra ya en 1855, en el segundo tomo (consagrado a la química orgánica) de Die reine Chemie in ihren Grundzügen dargestellt de W. Delffs (Erlangen, Ferdinand Enke, p. 282). 25   “Sur la sorbite, matière sucrée analogue à la mannite, trouvée dans le jus des baies du Sorbier des oiseleurs”, en Annales de Chimie et de Physique, 1872, xxvi (cuarta serie), pp. 376-384; “Cette substance, à saveur fraîche et sucrée, ne réduit pas la liqueur cupropotassique; elle est inactive et ne subit pas la fermentation alcoolique. [...] elle paraît donc constituer un sucre nouveau appartenant au groupe de la formule C12H14O12, que je désignerai, à cause de son origine, sous le nom de sorbite” (p. 380). 26  Se documenta en 1879, en el segundo tomo de la segunda edición del Tratado de química orgánica general y aplicada a la farmacia, industria y agricultura de G. de la Puerta (Madrid, Moya y Plaza, p. 32: “La eritrita se considera como alcohol tetratómico; la pinita y quercita como alcoholes pentatómicos; la manita, dulcita y sorbita como alcoholes exatómicos [...]”). Debe notarse que, en la primera edición, de 1869, Puerta no incluye la sorbita como ejemplo de este tipo de alcoholes, ni tampoco la menciona en su estudio de los azúcares (caracterizados como “sustancias neutras susceptibles de experimentar directa ó indirectamente la fermentación alcohólica”; 1869, p. 353). Después la voz figura también en el artículo azúcar incluido en el segundo tomo del Diccionario enciclopédico de agricultura, ganadería é industrias rurales dirigido por M. López Martínez, J. Hidalgo Tablada y M. Prieto y Prieto (1886), y ya en 1890, en la obra de J. Rodríguez Carracido. En el CDH y en el CORDE se registra en 1882, en el Manual de química orgánica de G. de la Puerta.

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en 1862)27. Una vez más, la voz se forma sobre la base del nombre científico (latino), de la planta: Melampyrum nemorosum. En nuestra lengua se registra ya en 1869 (en las obras de G. de la Puerta y de A. Vázquez)28. V. Marcano y A. Muntz publican, en 1884, un artículo titulado “Sur la perséite, matière sucrée, analogue à la mannite”, donde declaran haber elegido la denominación de perséite porque así se subraya el origen de esta materia azucarada, extraída del árbol denominado aguacate (Laurus persea)29. En español se documenta al menos desde 189030.

  W. Eichler, “Ueber der Melampyrit”, en Chemisches Centralblatt, 27 de julio de 1859, XXXIII, pp. 522-525. En francés mélampyrite se registra también en 1859, en la traducción del artículo de W. Eichler (“Sur la mélampyrite, nouvelle matière sucrée”, en Journal de Pharmacie et de Chimie, XXXV, pp. 153-154); en 1860 ya figura en la Chimie organique fondée sur la synthèse de M. Berthelot (Paris, Mallet-Bachelier, II, p. 220). La versión inglesa (“On Melampyrit”) se publica en The Chemical Gazette, CCCVI, pp. 345-348. F. L. Hünefeld la había denominado, en 1836, Melamypirin (“Das Melampyrin, ein eigenthümlicher chemischin-differenter Stoff des Melampyrum nemorosum”, en Journal für praktische Chemie, IX, pp. 47-48). 28   “A la 3.ª clase corresponden ciertos cuerpos azucarados que no fermentan por la accion de la levadura, que poseen cierta volatilidad, i resisten sin descomponerse a una temperatura de 200º a 250º. Estos cuerpos no son representados como los otros como hidratos de carbono, pues contienen un exceso de hidrójeno; i se les puede designar con el nombre de materias azucaradas sobrehidrojenadas. Colócanse en este grupo la glicerina, manita, dulcita, pinita, quercita, melampirita, eritrita, etc.” (A. Vázquez, Elementos de química orgánica aplicada a la farmacia, medicina i artes, con un tratado de ensayes, Santiago, Imprenta de “El Independiente”, 1869, t. II, p. 188). 29  En el título se añade la siguiente aclaración “Note de MM. Muntz et V. Marcano, présentée par M. Berthelot”. Se publica en Comptes rendus hebdomadaires des séances de l’Académie des Sciences (IC, p. 38-40; en la página 38 figura el término: “Nous avons été frappés des différences qui existent entre la mannite de la manne et celle de l’Avocatier, et, ayant soumis cette dernière à l’étude, nous avons constaté qu’elle constituait une espèce nouvelle, analogue à la mannite. Nous lui avons donné le nom de perséite, qui rappelle son origine”). 30  En el Tratado de química orgánica de J. Rodríguez Carracido (“Alcoholes eptatómicos. Hasta hace algunos años no se conocían substancias que pudieran referirse á este grupo alcohólico, pero minuciosamente estudiada la perseíta, dejó de considerarse como isómera de la manita [...]”; 1890, p. 302). No se atestigua ni en el CDH ni en el CORDE. Según indica Villar Piñón, para J. Rodríguez Carracido será fundamental la Biblioteca del Ateneo de Madrid, que le permitirá seguir “la actualidad científica a través de las revistas especializadas más importantes del momento, como los Comptes rendus, editada por la Academia de Ciencias de París” (2014: 68), así como las ideas de John Tyndall, a través de traducciones al francés. Para la figura de J. Rodríguez Carracido, una de las máximas autoridades en farmacia en el tránsito del siglo xix al xx, pueden consultarse también los trabajos de Sánchez-Moscoso y Hermida (1980 y 2002). 27

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Muy rara es en español ramnegita31; aunque distintos estudios atribuyen la acuñación de esta voz a P. Schützenberger y remiten al artículo titulado “Sur les matières colorantes de la graine de Perse” (publicado en 1868, en Comptes rendus hebdomadaires des séances de l’Académie des Sciences, LXVII, pp. 176-178), en realidad en este trabajo no se emplea este vocablo, sino que se propone establecer una distinción terminológica entre rhamnégine, rhamnine y rhamnétine. Es probable que la voz llegue al español a través del Dictionnaire de Chimie pure et appliquée de A. Wurtz, de 187832. C. Tanret y A. Villiers dan a conocer, en 1877, en su artículo “Sur une matière sucrée retirée des feuilles de noyer” (publicado en Comptes rendus hebdomadaires des séances de l’Académie des Sciences, LXXXIV, pp. 393396), el descubrimiento de la nucite, una materia azucarada cuya composición se considera idéntica a la de la inosita33. El término se conoce en español al menos desde 1884, en los Elementos de filosofía química según la teoría atómica de V. Marcano34. Aunque puedan extraerse también de sustancias vegetales, otras formaciones en -ite (o, en alemán, en -it) poseen como base sustantivos que no 31  Se atestigua en 1884, en los Elementos de botánica conformes al programa de la Universidad Mayor de la República, entresacados de Payer, Sachs, Van Tiechem, Lanessan, &c, de Jacinto de León (“Materias sacaroides que contienen un exceso de hidrógeno. A. Teniendo por fórmula C12H14O12: Manita, Sorbita, Dulcita, Isodulcita, Ramnegita”; Montevideo, Biblioteca Ilustrada de Andrés Ríus, 2.ª ed., 1884, p. 299). No se registra ni en el CDH ni en el CORDE. Para la relevante figura de J. de León y la importancia de sus Elementos de botánica, obra que se empleó como libro de texto en la Universidad de la República, véase Wilson (1992). Poco después se registra en el segundo tomo del Diccionario enciclopédico de agricultura, ganadería é industrias rurales dirigido por M. López Martínez, J. Hidalgo Tablada y M. Prieto y Prieto (1886: s. v. azúcar; se incluye, con la quercita, la pinita, la manitana, la isodulcita y la dulcitana, en el grupo de “materias azucaradas que contienen un exceso de hidrógeno”). 32   “La rhamnégite a éte décrite par M. Schutzenberger comme un produit de dédoublement de la rhamnégine (Compt. rend., t. LXVI, p. 176)” (Paris, Hachette, 1878, III, s. v. sucre). De hecho, en esta obra se incluye la rhamnégite entre las “matières saccharoides renfermant un excès d’hydrogène”, junto con la mannite, la sorbite, la dulcite y la isodulcite. 33   “On voit que la composition du corps est la même que celle de l’inosite; mais, comme il semble posséder quelques propriétés différentes de celles qui sont assignées à ce sucre, nous le désignerons (provisoirement du moins) sous le nom de nucite” (1877, p. 384). 34   “Hai cinco cuerpos isómeros: la manita, la dulcita, la isodulcita, el azúcar de rhamnegina, la sorbita y la nucita que funcionan como alcoholes hexatómicos saturados, dando oríjen á series paralelas de derivados” (Caracas, UCV, 1881 [1986], p. 185). En el CDH y en el CORDE el primer testimonio se localiza en 1962, en la obra Plantas Medicinales. Dioscórides renovado de P. Font Quer.

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designan plantas. Así, por ejemplo, Scherer publica en 1850 un artículo en el que manifiesta haber descubierto una nueva especie de azúcar en la cadena muscular, sustancia a la que denomina Inosit35 (del tema inos, procedente del griego ís, inós ‘músculo, fibra’, a partir de ácido inósico, descubierto por Liebig; parece que se denominó inosin originalmente, según se indica en el OED, s. v. inosite). En español, sin embargo, el término se tomó del francés: se registra por vez primera en el artículo “Sobre la existencia de la inosita, del ácido úrico, de la taurina y de la leucina en el tejido pulmonal, por M. A. Cloetta”, texto que, según se indica en el antetítulo, forma parte de las “Memorias estractadas de los Annales de Chimie et de Physique, del mes de marzo de 1856, por Anjel 2.º Vazquez”36. Á. Vázquez Ampuero es el autor de otro texto de gran relevancia para la historia de la química en el siglo xix: los Elementos de química orgánica aplicada a la farmacia, medicina i artes, con un tratado de ensayes. Obra aprobada i adoptada por la universidad como texto de enseñanza (Santiago, Imprenta de “El independiente”, 1869). Por su parte, el químico escocés J. Stenhouse descubrirá, en algunas especies de líquenes, una sustancia a la que denominará pseudo-orcine, en 184937; 35  J. Scherer, “Ueber eine neue, aus dem Muskelfleische gewonnene Zuckerart”, en Annalen der Chemie und Pharmacie, LXXIII, pp. 322-328 (“Ich schlage für diesen Körper nach seinem ersten Fundorte den Namen ‘Inosit’ vor”, p. 327). Poco después la prensa especializada francesa se hace eco del descubrimiento: “Sur l’existence d’une nouvelle espèce de Sucre dans la Chair musculaire; par M. Scheerer”, en Annales de Chimie et de Physique, 1852, XXXV, pp. 112-115; “M. Scheerer annonce la découverte d’une nouvelle espèce de sucre dans le liquide musculaire. [...] M. Scheerer considère cette substance comme une nouvelle espèce de sucre. En raison de son origine, il propose de lui donner le nom d’inosite” (1852, pp. 112 y 113-114). En este trabajo, además de remitir al texto original, se menciona también otro artículo del mismo autor publicado en el Journal für Praktische Chemie, LIV. 36   “Esta sustancia se confunde, pues, por su composicion i propiedades con la inosita que Mr. Scheerer ha encontrado en el líquido muscular” (Anales de la Universidad de Chile, 14, enero-marzo de 1857, p. 17). En efecto, el texto francés, titulado “Sur l’existence de l’Inosite, de l’Acide urique, de la Taurine et de la Leucine dans le tissu pulmonaire”, figura en el número de marzo de los Annales de Chimie et de Physique, XLVI, pp. 369-372, integrado en la sección “Mémoires sur la chimie publiés à l’étranger” de C. A. Wurtz, quien traduce, por consiguiente, el texto original alemán, publicado en 1856, por A. Cloëtta, de Zurich (“Ueber das Vorkommen von Inosit, Harnsäure, Taurin und Leucin im Lungengewebe”, Annalen der Chemie und Pharmacie, XCIX, pp. 289-305; posteriormente se incluye también en la sección “Notizen” del Journal für Praktische Chemie, LXVI, pp. 112-117). En el CDH y en el CORDE se atestigua en 1882, en el Manual de química orgánica de G. de la Puerta. 37  Dará cuenta de su hallazgo en “Examination of the Proximate Principles of some of the Lichens”, en Philosophical Transactions of the Royal Society of London for the Year mdcccxlviii:

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en 1857, A. Lamy reconoce que, tras haber leído un estudio de M. Berthelot de 1855 en el que propone para la érythroglucine una fórmula similar a la que él había establecido para la ficita, albergó la sospecha de que, en realidad, se trataba de la misma sustancia, conjetura que se convirtió en certeza tras efectuar un cotejo entre las propiedades físicas, químicas y cristalográficas de la eritrita y la ficita; esa identidad se refleja en la traducción de la obra de C. A. Wurtz38. El término érythrite parece deberse a M. Berthelot, quien lo emplea en 1860 en el segundo tomo de Chimie organique fondée sur la synthèse39; en Part thri, 1849, pp. 63-89 (especialmente, en la página 76). Tras el descubrimiento, se suceden distintas propuestas para denominar las sustancias halladas (véase, por ejemplo, E. Schunck, “Some Remarks on the Substances Discovered by Mr. Stenhouse in the Roccella tinctoria and Evernia Punastri”, en The London, Edinburgh and Dublin Philosophical Magazine and Journal of Science, julio-diciembre de 1848, XXXIII, pp. 249-260: en la página 255 se lee: “As the names picro-erythrine and pseudo-orcine have a barbarous sound, and the latter is also inappropriate, I propose to change the former into Erypicrine and the latter into Eryglucine”). J. Stenhouse propone el término erythromannite en 1849 (“Examination of the Proximate Principles of some of the Lichens, part II”, en Philosophical Transactions of the Royal Society of London for the Year mdcccxlix: Part II, p. 393-402; en la página 399 figura la voz: “In the former paper of the lichens, already so often referred to, I have described under the name of pseudo-orcine, a remarkably beautiful crystalline boyd, which is obtained by boiling either picro-erythrin or erythric acid itself, with an excess of lime or baryta. I have subsequently been induced to change the name of this compound to that of eythromannite, as indicating at once its origin and its most characteristic properties”). 38   “Note sur la phycite, matière sucrée du Protococcus vulgaris (Phycée), et sur son identité avec l’erythroglucine de M. Stenhouse”, Annales de Chimie et de Physique, 1857, LI, pp. 233-242. No obstante, A. Lamy subraya el diferente origen de ambas sustancias (véase p. 242). “Eritrita [...] Este hermoso cuerpo ha sido descubierto en 1849 por Stenhouse que le ha colocado entre los productos del ácido erítrico ó eritrina, sustancia contenida en algunos líquienes. En 1852 Lamy ha extraido de una alga, del Protococus vulgaris, una sustancia que llamó primero ficita, y que ha reconocido idéntica á la eritrita” (J. Almera, Lecciones elementales de química moderna, 1873, p. 595). Nuevamente, en el CDH y en el CORDE la primera documentación de este vocablo remite a 1882, en el Manual de química orgánica de G. de la Puerta. 39   “L’éyrythrite s’obtient par la métamorphose d’un principe contenu dans les lichens, et notamment dans le Roccella Montagnei. On l’extrait aussi de diverses algues, et surtout du Protoccocus vulgaris” (Paris, Mallet-Bachelier, 1860, p. 222). V. de Luynes, en 1864, atribuye la paternidad del vocablo a M. Berthelot y subraya, frente a sus sinónimos, su analogía con otros términos del mismo ámbito y su brevedad (“Dans tout ce qui va suivre, je désignerai cette substance sous le nom d’érythrite qui a été proposé par M. Berthelot. Outre sa brièveté, ce nom a l’avantage de rappeler l’analogie de l’érythrite avec les matières semblables, la mannite, la dulcite, etc.”; “Recherches sur l’érythrite et ses dérivés”, en Annales de Chimie et de Physique, cuarta serie, II, p. 392).

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español, eritrita se incluye, en 1865, en la memoria sobre los alcoholes de M. Vargas Machuca40. En 1866, en un artículo publicado el 17 de junio en El Restaurador Farmacéutico, titulado “Formación de los principios inmediatos de las plantas” (que, como se indica, corresponde al discurso leído por J. Teixidor y Cos en el acto de recibir la investidura como doctor en Farmacia en la Universidad Central), se registra por vez primera dulcita41. A. Laurent había descubierto esta sustancia en 1850, si bien no emplea, en los artículos en que comunica el hallazgo, la denominación de dulcite, sino la de dulcose42. El hecho de que el  Con la variante erytrita se incluye, en 1869, en la Química orgánica general y aplicada á la farmacia, medicina, industria, agricultura y artes de G. de la Puerta, quien también menciona otros sinónimos (Madrid, Establecimiento tipográfico de T. Fortanet, II, p. 389: “Eritrita ó Ficita [...]. Se considera como alcohol tetratómico. Fue descubierta por Stenhouse en 1849 entre los productos resultantes de la acción de la cal sobre la eritrina, sustancia que se encuentra en ciertos líquenes: la dio el nombre de erytromanita y erytroglucina. En 1852 Lamy ha obtenido, por tratamientos con agua, de un alga llamada Protococcus vulgaris, un principio azucarado que llamó ficita, el cual se ha visto que es idéntico á la erytrita”). Este autor incluye la ficita o eritrita en la tercera clase de los azúcares (es decir, “principios azucarados que contienen un exceso de hidrógeno, distinguiéndose además de los anteriores en que no fermentan por la levadura de cerveza, sino por otros fermentos; y en que poseen cierta volatilidad”; 1869, p. 351). Por su parte, J. Rodríguez Carracido (que la clasifica como un alcohol tetratómico), emplea también las denominaciones de eritrita y eritroglucina (1890, p. 294). 41   “Se conocen varias sustancias que por su analogía se agrupan con los azúcares, y entre ellas la manita es la que nos ofrece más interés, no solo por sus usos, sino también por hallarse muy esparcida en el reino vegetal. A la manita le faltan dos átomos de oxígeno para tener la misma composición que la glicosa, de la cual la creemos derivada. [...] Un origen análogo deben tener la dulcita y otras congéneres, cuyas propiedades presentan bastante analogía” (1866, pp. 186-187). En 1867 figura también en el Curso de farmacia químico-orgánica de Antonio Brunet y Talleda (Santiago, Establecimiento tipográfico de J. M. Paredes, 1867, p. 35). Es muy probable que en español constituya un préstamo del francés. En el CDH y en el CORDE se registra en 1882, en el Manual de química orgánica de G. de la Puerta. 42  A. Laurent, “Sur un homologue du sucre de raisin (le dulcose)”, en Comptes rendus des séances de l’Académie des Sciences, 1850, XXX, pp. 41-43 (“Je viens augmenter la liste des homologues d’un exemple bien remarquable: c’est une nouvelle espèce de sucre, que je dois à l’obligeance de M. Soubeiran. Cette substance, qui vient de Madagascar, et dont l’origine n’est pas bien connue, cristallise en prismes rhomboïdaux obliques. Elle possède une légère saveur sucrée [...]”, p. 42). De hecho, volverá a emplear el término dulcose en otro artículo publicado en la misma revista (“Note sur le dulcose et sur les acides bromobenzoïque et chrysammique”, 1850, XXX, pp. 339-340; en la página 339 se indica: “M. Soubeiran pense, d’après des analyses qui ont été exécutées dans son laboratoire, que le corps que j’ai désigné sous le nom de dulcose n’est que de la mannite”). 40

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vocablo figure en 1855 en textos escritos en alemán hace pensar en la posibilidad de que el origen último se halle en esa lengua43; en francés no parece ser habitual hasta 1860 (en tanto que en español, como se ha indicado, se registra hacia 1869)44. En textos posteriores se identifica con la melampirita; así sucede en el segundo tomo de la Química orgánica general y aplicada á la farmacia, medicina, industria, agricultura y artes de G. de la Puerta45. Isodulcita se atestigua en 1881 en los Elementos de filosofía química según la teoría atómica de V. Marcano46; el nombre se acuñó en alemán (Isodulcit figura por vez primera en un artículo de H. Hlasiwetz y L. Pfaundler publicado en 1863 en los Annalen der Chemie und Pharmacie47). Es probable, no obstante, que el término llegue a la obra del químico venezolano a través del francés, pues su formación se desarrolló en París, fundamentalmente bajo el magisterio de C. A. Wurtz.

 Se registra en el segundo tomo de Die Reine Chemie in ihren Grundzügen dargestellt, de W. Deffs (Erlangen, Ferdinand Enke, 1855, p. 285) y en Gundriss der Organischen Chemie de H. Limpricht (Braunschweig, C. A. Schwetsche & Son, 1855, p. 664). El OED registra dulcite en 1864. 44  Así, M. Berthelot publica, en 1855, el artículo titulado “Sur les combinaisons neutres des matières sucrées avec les acides”, en Comptes rendus des séances de l’Academie des Sciences, XLI, pp. 452-456, pero emplea la denominación de dulcine (p. 454). Sin embargo, en 1860, en el tomo segundo de su obra Chimie organique fondée sur la synthèse ya usa la voz dulcite (Paris, Mallet-Bachelier, 1860, pp. 207 y ss.). 45  Se clasifica en los azúcares de segunda clase (con la manita, la pinita, la quercita y la ficita): “Dulcita ó Melampirita [...]. M. Gilmer ha demostrado que la melampirita obtenida en 1836 del Melampirum nemorosum por Hünefeld, es idéntica á la dulcita ó dulcina extraida en 1850 por Laurent de un maná de Madagascar. Se obtiene este principio azucarado disolviendo dicho maná en agua hirviendo y haciéndole cristalizar” (1869, p. 388). 46   “Hai cinco cuerpos isómeros: la manita, la dulcita, la isodulcita, el azúcar de rhamnegina, la sorbita y la nucita que funcionan como alcoholes hexatómicos saturados, dando oríjen á series paralelas de derivados” (Caracas, UCV, 1881 [1986], p. 185). También se registra en el segundo tomo del Diccionario enciclopédico de agricultura, ganadería é industrias rurales dirigido por M. López Martínez, J. Hidalgo Tablada y M. Prieto y Prieto (1886: s. v. azúcar). En el CDH y en el CORDE el primer testimonio se localiza en 1956, en la Fisiología general de A. Pi y Suñer y L. Rodrigo Lavin. 47   “Ueber den Quercitrinzucker” (Annalen der Chemie und Pharmacie, 1863, CXXVII, pp. 362-368; en la página 366 se incluye el siguiente fragmento: “Die ausgesprochene Verschiedenheit unseres Zuckers mit dem Riagaud’schen Quercitrinzucker mag es rechtfertigen, wenn wir denselben durch der Namen Isodulcit unterscheiden”). 43

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En el siguiente cuadro, a modo de resumen, se recogen los primeros testimonios de las voces estudiadas48. francés

alemán

español

cathartomannite (1867)

Cathartomannit (1865)

catartomanita (1879)

quercite (1851) dulcite (1860)

cuercita (1857) Dulcit (c1855)

érythrite (1860) phaséomannite (1856)

dulcita (1866) eritrita (1865)

Phasëomannit (1856)

phycite (1852)

faseomanita (1857) ficita (1857)

inosite (1852)

Inosit (1850)

inosita (1856)

isodulcite (1864)

Isodulcit (1863)

isodulcita (1881)

mannite (1815) melampyrite (1859)

manita (1818) Melampyrit (1859)

melampirita (1869)

nucite (1877)

nucita (1884)

pinite (1856)

pinita (1865)

perséite (1884)

perseíta (1890)

rhamnegite (c1878)

ramnegita (1884)

sorbite (1872)

Sorbit (c1855)

sorbita (1879)

Tabla 1. Documentación de los nombres de azúcares en -ita en francés, alemán y español

2.2. Recepción lexicográfica Debido a su carácter especializado, los sustantivos en -ita que designan azúcares han tenido un difícil acomodo en los diccionarios generales del español. No obstante (como se aprecia en la tabla 2), dos repertorios muestran una 48  En el caso del alemán, solo se registran los vocablos que constituyen el étimo de algún término francés o, incluso, de alguno español.

112

Mar Campos Souto

actitud receptiva ante estos términos, a causa de su enfoque enciclopédico: son el Diccionario enciclopédico de la lengua castellana de E. Zerolo (1895) y el Diccionario de la lengua española de J. Alemany y Bolufer (1917). En el primero se consignan por vez primera las voces dulcita, manita, inosita y pinita. J. Alemany y Bolufer, por su parte, ofrece los primeros testimonios de catartomanita, cuercita, eritrita, ficita, perseíta y sorbita. El único vocablo que se incorpora al Diccionario de la lengua española de la Real Academia Española será manita, en 1936. Faseomanita, nucita y ramnegita, en cambio, no consiguen acceder a ningún repertorio general del español. Término

Primer testimonio lexicográfico

Dulcita

1895 (Zerolo)

Manita

1895 (Zerolo)

Inosita

1895 (Zerolo)

Pinita

1895 (Zerolo)49

catartomanita

1917 (Alemany)

Cuercita

1917 (Alemany; quercita)

Eritrita

1917 (Alemany)

Ficita

1917 (Alemany, Suplemento)

isodulcita

1917 (Alemany)

Perseíta

1917 (Alemany)

Sorbita

1917 (Alemany)

Tabla 2. Recepción de los nombres de azúcares en –ita en los diccionarios49

  No obstante, Zerolo la define como “substancia alimenticia que se extrae de la savia de una especie de pino de California”; será Alemany quien ofrezca una caracterización más detallada: “Substancia azucarada, extraída por Berthelot de la savia de una variedad de pino originaria de los bosques de California, y que también se encuentra en las hojas de sen, en el caucho de Madagascar, etc.”. 49

Nombres de azúcares en -ita en el siglo xix

113

3. Conclusiones Los sustantivos franceses o alemanes que constituyen el étimo (inmediato o último) de los nombres de azúcar en -ita en español se han acuñado, mayoritariamente, sobre temas latinos (como Dulcit/dulcite, Melaypirit/ melampyrite, nucite, perséite, phycite, pinnite o quercite) o, en menor medida, griegos (érythrite, Inosit/inosite), si bien algunos ya se han formado sobre bases romances (como mannite, derivada de manne). En general, los temas remiten a especies vegetales, hecho que se justifica porque la palabra que inicia esta serie derivativa procede de manne, voz que desde principios del siglo xiv designa el jugo, empleado como edulcorante o laxante, que fluye de algunas plantas. El español toma estas voces fundamentalmente del francés (quizá con la excepción de catartomanita), bien mediante traducciones de obras escritas originalmente en esa lengua, bien a través de su incorporación a los textos básicos de la enseñanza y difusión de la ciencia química en el siglo xix (y, con particular intensidad, en la segunda mitad de la centuria). Las versiones de las obras de L. J. Thénard y A. Cahours, así como los tratados y monografías de J. Casaña y Leonardo, M. Vargas Machuca, G. de la Puerta, Á. Vázquez, V. Marcano o J. Rodríguez Carracido nos permiten asistir a la consolidación de esta parcela de la terminología química en el siglo xix. Sin embargo, en los diccionarios generales del español estas voces apenas han dejado huella (debido a su carácter especializado), con la excepción de las obras de E. Zerolo (1895) y J. Alemany y Bolufer (1917). Referencias bibliográficas Bertomeu Sánchez, José Ramón/García Belmar, Ramón (2000): “Los libros de texto de química destinados a estudiantes de medicina y cirugía en España (17881845)”, en Dynamis, 20, pp. 457-489. Campos Souto, Mar (2015): “El NDHE como muestra de la nueva lexicografía digital”, en Estudios de Lexicografía, 3, pp. 71-93. CDH. Instituto de Investigación Rafael Lapesa de la Real Academia Española (2013). Corpus del Nuevo diccionario histórico [en línea]. [consulta: 02/01/2017]. CORDE. Real Academia Española. Banco de datos (CORDE) [en línea]. Corpus diacrónico del español. [consulta: 02/01/2017].

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Cambio semántico y sintáctico en las construcciones de capaz Semantic and syntactic change IN SPANISH CONSTRUCTIONS INVOLVING capaz María José Rodríguez Espiñeira Universidade de Santiago de Compostela Resumen: El objetivo de este trabajo es describir el proceso diacrónico de cambio semántico y sintáctico registrado en español en las construcciones Es capaz (de) que Vflex. / Es capaz de Vinf., que desemboca en la creación de los operadores modales: capaz que, capaz de, capaz. Se parte de la polisemia del adjetivo para mostrar que el cambio semántico consiste en una evolución hacia sentidos epistémicos de incertidumbre (“probable”, “quizás”) de un adjetivo con acepciones modales dinámicas de capacidad, aptitud o habilidad de una entidad, registradas desde el siglo xv, posibilidad de llevar a cabo una acción esperada o temida, que gana terreno a partir del siglo xviii. En el progreso hacia lecturas de probabilidad, se destaca la influencia del valor de posibilidad circunstancial, que convierte a la entidad evaluada en un posibilitador. Se comprueba que el cambio sintáctico consiste en un desplazamiento de ámbito del elemento modal (Narrog 2012), asociado pragmáticamente con un proceso de subjetivización. En el trabajo se identifican las rutas que conducen a ese cambio de ámbito, los contextos que lo propician y las inferencias que se obtienen. Se examinan varios correlatos estructurales del cambio semántico (pasivas, negación, tiempos de pasado, etc.) y se pone el foco en el papel desempeñado por la ruptura de la correferencia entre el sujeto del predicado modal y el sujeto de la cláusula complementaria, que lleva a desfocalizar la entidad evaluada hasta alcanzar su eliminación. Se completa el análisis con la evolución paralela en portugués del esquema É capaz de Vinf. Palabras clave: cambio semántico y sintáctico, modalidad no epistémica, modalidad epistémica, construcciones de capaz. Abstract: The aim of this paper is to describe the diachronic process of semantic and syntactic change in the Spanish constructions Es capaz (de) que Vflex. / Es capaz de Vinf., a process that results in the creation of the modal operators capaz que, capaz de, capaz. The analysis deals first with the polysemy of the adjective itself, as a means of showing how semantic change involves an

118

María José Rodríguez Espiñeira

evolution towards the epistemic senses of uncertainty (“maybe”, “perhaps”) of a modal predicate with dynamic meanings: the capacity, aptitude or ability of an entity, registered since the 15th century, and the possibility to carry out an expected or feared action, this latter gaining ground from the 18th century. During the gradual shift towards readings of probability, of particular note is the value of circumstantial or radical possibility, with the attenuation of the control of the subject, which becomes an enabler. On the lines of Narrog (2012), we confirm that syntactic change consists of a change of the scope of the modal element, pragmatically associated with a process of subjectification. This study identifies the routes that lead to the change of scope, the contexts that enable it, and the inferences which are obtained. Various structural correlates of the semantic change are examined (passive, negation, past tenses, etc.) and attention is drawn to the role played by the rupture of the co-reference between the subject of the modal predicate and the subject of the complement clause, in a process leading to the defocusing of the assessed entity to the point of its elimination. The analysis concludes with a parallel case from Portuguese, that of the development of the pattern É capaz de Vinf. Keywords: semantic and syntactic change, non-epistemic modality, epistemic modality, constructions of Spanish capaz.

1. Introducción El adjetivo capaz experimenta un cambio semántico consistente en la evolución desde sentidos modales de capacidad (Una casa capaz de alojar doscientos hombres) y habilidad (Los esquimales son capaces de resistir el frío intenso) hasta un significado de incertidumbre, es decir, de posibilidad epistémica (Capaz que resulte un mal presidente). Sintácticamente, el cambio desemboca en la conversión de capaz en adverbio (Capaz lo tengan que operar), pero tiene menos efectos superficiales en el esquema con infinitivo: Es capaz de venir una tormenta. El cambio gramatical desde lecturas dinámicas de posibilidad interna a un participante hasta lecturas epistémicas implica un desplazamiento del ámbito o dominio de aplicación del elemento modal (change of scope), que está asociado pragmáticamente con un proceso de subjetivización. El principal objetivo de este trabajo es identificar los senderos por los que discurre ese desplazamiento de ámbito, a través de todas las variantes constructivas y de los contextos propiciadores del cambio (4.2). Los esquemas sintácticos donde se localizan los microcambios serán identificados en la diacronía del español con apoyo en datos extraídos del corpus CORDE

Cambio semántico y sintáctico en las construcciones de capaz

119

y servirán para mostrar cómo se crean pautas constructivas comunes a ambos lados del Atlántico. El desplazamiento de ámbito se verá corroborado por la evolución paralela en portugués del esquema ser capaz de Vinf., visualizada a través de un subconjunto de datos extraídos del CdP (4.3 y 6)1. En este trabajo mostraremos, en la misma línea que Grández Ávila (2010), que la posibilidad externa o circunstancial sirve de enlace diacrónicamente entre la posibilidad dinámica inherente (o de participante interno) y la epistémica (Van der Auwera/Plungian 1998; Narrog 2012: 76). Sin embargo, el proceso de subjetivización no se comprende si no se tienen en cuenta otros factores, como las inferencias que surgen en construcciones específicas del adjetivo, especialmente aquellas relacionadas con capacidades imprevisibles o con eventos considerados difíciles y arriesgados, que suponen un enfoque cada vez más subjetivo de la evaluación modal. Por otra parte, en la bibliografía se ha defendido que el significado epistémico de incertidumbre de capaz está confinado a ciertas variedades del español americano. Del análisis llevado a cabo en este trabajo se desprende que ese valor epistémico está vivo en algunas variedades dialectales del español peninsular y que, si no llega a penetrar en la norma culta escrita, se debe tanto a la presión normativa2 como al fenómeno conocido como divergencia (Hopper/Traugott 22003: § 5.4.2), la situación en que una forma léxica se gramaticaliza en una construcción específica, pero retiene otros valores semánticos. La construcción reanalizada compite con el esquema no marcado (N ser capaz prep. Vinf.), vinculado con otras acepciones: la de capacidad de un contenedor, la de habilidad de los seres animados o la de atrevimiento y osadía de las personas. Esta rivalidad explica la resistencia de muchos hablantes a admitir el deslizamiento del adjetivo hacia esferas semánticas contiguas.   Versiones previas de este trabajo fueron presentadas en 2013 en el CELGA (Universidade de Coimbra), en 2014 en la USC (Seminario Análisis de construcciones y Lingüística de corpus) y en 2015 en la KULeuven. Las profesoras Graça Rio-Torto, Victoria Vázquez Rozas y Nicole Delbecque me brindaron la oportunidad de reflexionar sobre los datos con interlocutores atentos. Deseo mostrar mi agradecimiento a Hella Olbertz, Ángela di Tullio y Augusto Soares da Silva, quienes leyeron un borrador del texto y me hicieron valiosas sugerencias. Los desaciertos que persistan son de mi exclusiva responsabilidad. La investigación que subyace a este capítulo ha sido financiada parcialmente por el proyecto del MINECO: FFI2012-38550. 2  Muchos datos de capaz epistémico en español peninsular y americano provienen de obras que marcan los usos diatópica, diastrática o diafásicamente (ruralismo, regionalismo, provincialismo, uso coloquial, popular, etc.). En los títulos de algunas obras se alude a la falta de prestigio: errores o pecados del lenguaje, reparos sobre nuestro lenguaje, voces y locuciones viciosas, etc. 1

120

María José Rodríguez Espiñeira

Ya en el Diccionario de Autoridades (RAE A-1729) se recoge como cuarta acepción la de “proporcionado, habilitado y apto para poder obtener y recibir alguna cosa” y se asocia con estar capaz y con hacer capaz a alguien. Sin embargo, no se tiene en cuenta el efecto que provoca en el sentido potencial la inserción de infinitivos con sentido pasivo, que son usados por los redactores en las glosas que definen los adjetivos en -ble, -ivo/a, izo/a: factible ‘lo que es capaz de hacerse’; invisible ‘lo que no se puede ver o es incapaz de ser visto’; presuntivo ‘lo que se puede presumir, o es capaz de presunción’; serradizo ‘palo capaz de serrarse’. La pasiva disminuye la relevancia del responsable de la evaluación, la base de predicación, que deja de ser el controlador del evento descrito en la cláusula complementaria y queda relegado al papel de posibilitador. En estos usos el adjetivo capaz converge con susceptible, referido a entidades inanimadas que “pueden recibir o experimentar algo” (DEA: s. v.5), una equiparación que tampoco ha recibido el beneplácito de los gramáticos (4.3.2). Este trabajo se inicia con la revisión de las construcciones de capaz (2), con el examen de la polisemia del adjetivo (3.1) y de los usos del adverbio creado a partir de él (3.2), tanto en español como en portugués de Brasil e italiano. El apartado 4 se centra en el estudio del cambio semántico diacrónico en el área de la modalidad. Se parte de dos propuestas concretas, la de Grández Ávila (2010) para el español, y la de Castroviejo y Oltra-Massuelt (2016) para el catalán y el español, y se muestran algunos datos que obligan a matizarlas. En el apartado 4.2 se analizan en detalle los contextos de cambio del adjetivo, con énfasis en todas las variantes constructivas, con complemento no finito y con cláusula complementaria finita. En el 4.3, se examinan otros correlatos estructurales del cambio, como la presencia de tiempos de pasado en el complemento, de pasivas o de predicados impersonales. El apartado 5 retoma la información previa analizada para confirmar la tesis de que el cambio sintáctico se corresponde con el progresivo incremento de ámbito de capaz. En el 6 se traza la evolución diacrónica paralela del esquema ser capaz de Vinf. en portugués. En el apartado 7 se ofrecen las principales conclusiones.

Cambio semántico y sintáctico en las construcciones de capaz

121

2. Construcciones del adjetivo capaz El adjetivo de una terminación capaz tiene flexión de número (capaces), funciona como un predicado evaluativo de una base de predicación (N, la letra inicial de nombre) y admite dos tipos de construcciones: 1) atributiva3, en la que funciona como modificador directo de un sustantivo (AN, NA), generalmente pospuesto en español actual4: células vivas capaces de crecer, necesito gente capaz y honrada, individuos capaces de fabricar herramientas; y 2) predicativa, en la que un verbo actúa como mediador entre la base y el predicado: NVA. Esta segunda estructura es la que presenta actualmente mayor frecuencia de uso, especialmente con la cópula ser: Un CD es capaz de almacenar cientos de catálogos, Sin el apoyo de mi familia no sería capaz de escribir nada, El hombre fue capaz de producir vasijas circulares cuando se inventó la rueda, ¿Cuántas cervezas eres capaz de beberte en una noche? Además, el adjetivo es compatible con otros tipos de predicados: a) causativos, como hacer, quedar, en retroceso el segundo desde el español clásico: El entrenamiento lo hizo capaz de enormes esfuerzos, El corazón queda capaz para recibir a Dios; b) epistémicos, como creer o parecer: Nos creemos capaces de conquistar las estrellas, Tu hermano parece capaz de cuidarse él solo; c) perceptivos, como hallar(se), sentirse o ver: Me hallaba capaz de grandes cosas, No se sentía capaz de jugar ese partido, No la veo capaz de inventarse esa historia. En los usos no epistémicos, la base de predicación del adjetivo constituye la entidad evaluada (N), y el adjetivo suele construirse con un complemento introducido por preposición, que especifica el ámbito al que se aplica la valoración (C)5. Este complemento puede tener carácter nominal o verbal; la forma no marcada del segundo tipo es una cláusula de infinitivo, cuyo sujeto elíptico es correferente con la base de predicación (el sujeto del predicado modal):

 Empleo la distinción atributivo / predicativo tal y como se usa en varias tradiciones lingüísticas europeas y americanas. En la lingüística hispánica convive este empleo con el proveniente de la tradición francesa, que distingue entre epíteto (NA) y atributo (NVA). 4  En documentos de los períodos preclásico y clásico, el adjetivo aparece tanto pospuesto —Maestro famoso, sotil e capaz (1430); Tiene un claustro alegre y capaz (1657)— como antepuesto —capaz estoriador (1508); una bien capaz población (1627); dulce y capaz alojamiento (1629); un capaz y vistoso tablado (c. 1632); capaz guarida para mucha más gente (1648); un muy capaz y principal sitio (1653), etc.—. 5   Para Hunston y Sinclair (2000) se trata de una restricción sobre la evaluación. 3

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Base de predicación o Sujeto del predicado modal = Entidad evaluada N [± animado]

Evaluación

Ámbito al que se aplica

ser (bastante/bien/cuán/más/ muy/tan...) capaz

a / de / para C = nominal a / de/ para C = cláusula de infinitivo [Ø = N]

Tabla 1. Esquemas predicativos básicos del adjetivo capaz

De las tres preposiciones que encabezan el complemento, es de la más frecuente, seguida a mucha distancia por para, mientras que a es rara6, algo ya anotado por Cuervo (DCRLC 1893), con una distribución desigual: para el sentido “que puede contener”, de era muy frecuente con complemento nominal (Torre capaz de ocho hombres), pero es para la que prevalece en el uso actual: Un estadio capaz para diez mil espectadores (DUE). Por el contrario, con complemento en infinitivo, la preposición dominante siempre ha sido de. En la tabla 2 se reproducen las frecuencias absoluta y relativa (normalizada por millón de palabras) de cada combinación prepositiva en el CdE, sin distinción de acepción ni de tipo de complemento. capaz para

capaz de

xv

xvi

xvii

xviii

xix

xx

ocurrencias

2

24

30

15

18

5

frecuencia normalizada

0,25

1,41

2,43

1,53

0,93

0,22

xv

xvi

xvii

xviii

xix

xx

ocurrencias

7

147

163

705

1552

1282

frecuencia normalizada

0,86

8,63

13,20

71,82

80,43

56,17

Tabla 2. Frecuencias de capaz + {para / de} obtenidas del CdE  En una muestra de datos de los siglos xv-xvi, en un total de 310 ejemplos se ha contabilizado 181 veces de, 36 para y solo 2 a. En la prevalencia de la primera hay que tener en cuenta los casos donde su término es una frase nominal: 153, frente a 28 en los que el término de la preposición es una cláusula. 6

Cambio semántico y sintáctico en las construcciones de capaz

123

La preposición de es equiparable al genitivo latino y a refleja usos con dativo del adjetivo capax (OLD); en cuanto a para, en principio una marca propia de adjuntos con valor de fin o meta, está asociada con las paráfrasis de varias acepciones: “ámbito suficiente para”, “conveniente o adecuado para un fin”, “hábil para realizar algo”, lo que apunta a que también funciona como introductora de un argumento del adjetivo. En documentos de los siglos xv a xvii las preposiciones alternan en idénticos contextos (1-2), lo que invita a pensar que la variación no obedece a razones estructurales, es decir, que la preposición no cumple un papel diacrítico para diferenciar un argumento de un adjunto, sino que su elección se debe a preferencias estilísticas: (2a-b) están en la misma obra de Enrique de Villena, autor del siglo xv, cuando aflora el adjetivo en los textos:

(1)



a. una canal tan ancha que es capaz de medianos navíos (Pérez de Oliva, Fernán, Razonamiento sobre la navegación del Guadalquivir, España, 1524-c. 1580, CORDE). b. el mejor rio y mas capaz para galeras (Cabrera de Córdoba, Luis, Relación de las cosas sucedidas en la corte de España..., España, c. 1599-1614, CORDE). c. [...] mandó fabricar en el desierto del Bosque una ciudad capaz al hospedaje de su Majestad y su Corte (Espinosa, Pedro, Bosque de doña Ana, España, 1624, CORDE).

(2) a. e aun representando la magnitud de la ara, capaz de reçebir tancta muchedumbre (Villena, Enrique de, Traducción y glosas de la Eneida, 1427-1428, CORDE). b. templo de Juno, que era logar çentral de la çibdat e capaz por su magnitud a resçebir los despojos (Villena, Enrique de, Traducción y glosas de la Eneida, 1427-1428, CORDE). c. y ningún cuerpo otro sería capaz para rescebir tal ánima porque la naturaleza... (Casas, fray Bartolomé de las, Apologética historia sumaria, España, 1527-1550, CORDE).

Como adjetivo, capaz admite gradación, comparativa o superlativa, con adverbios de grado: hombre muy capaz, lugar de asentamiento bien capaz, el más capaz albergue, la figura redonda es la más capaz de todas, puerto harto capaz y seguro, construyeron en la ciudad de Lisboa otro hospital más capaz que el de Galicia, etc. Si bien la gradación es más frecuente en los usos absolutos, también se registra cuando el adjetivo lleva complemento:

124

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Ciudad muy capaz para recoger un gran ejército, El hombre más capaz de gobernar vuestro imperio7. En la evolución del adjetivo es relevante el esquema intensivo-consecutivo tan capaz que, por las inferencias que favorece y por la presencia de la conjunción que junto al adjetivo (Rodríguez Espiñeira 2014 y §4.2.2.4). 3. La polisemia de capaz Para ilustrar la polisemia de capaz es conveniente partir de la información lexicográfica disponible, bastante prolija y temprana en cuanto a la descripción de sentidos no epistémicos del adjetivo, pero muy parca y tardía en cuanto a la incorporación de acepciones epistémicas. El apartado 3.1 está dedicado al adjetivo y el 3.2 a las formaciones adverbiales surgidas en el proceso de gramaticalización que será descrito en el apartado 4. 3.1. Capaz como adjetivo El adjetivo culto capaz hereda de su antecedente latino căpax, -ācis8 dos significados básicos: 1) aplicado a entidades inanimadas, se predica de contenedores, espacios o lugares —el OLD glosa la acepción como capaz de contener mucho (able to hold a lot): capaciores scyphos ‘vasos más espaciosos’; la relación de inclusión puede ser concreta, cuando se aplica a entidades materiales o a personas: capax populi... circus ‘circo capaz de gente’, o abstracta, si se refiere a cosas inmateriales: uilla usibus capax ‘ciudad capaz de todas  En diferentes secciones del texto aparecen ejemplos con gradación: (1b), (3a), (6a, c), (22b), (35a), (38c), (46c). A ellos pueden añadirse los siguientes: a. que es lugar muy defendido y fuerte y bien capaz para asentar su real (Zurita, Jerónimo, Anales de la corona de Aragón. Primera parte, España, 1562, CORDE). b. una casa principal y muy capaz para aposentar semejantes personajes (González de Mendoza, fray Juan, Historia de las cosas más notables, ritos y costumbres del gran Reino de la China, España, 1585-1586, CORDE). c. el río es pequeño y poco capaz de recoger muchas embarcaciones (Cabrera de Córdoba, Luis, Historia de Felipe II, rey de España, España, c. 1619, CORDE). 8  El adjetivo latino capacem es un derivado de capere, una de cuyas acepciones es la de ‘contener o abarcar’. La conservación de la p (cf. capaz / caber) muestra el origen culto del adjetivo. El francés capable proviene también del verbo capere. Para un estudio del verbo caber como auxiliar modal, cf. García Fernández/Bravo (2013). 7

Cambio semántico y sintáctico en las construcciones de capaz

125

las necesidades’—; 2) aplicado a diversos tipos de entidades, el OLD ofrece las siguientes paráfrasis: capaz de tener o de conseguir (capable of having or getting), competente o cualificado para un oficio o puesto, capaz de una acción o emoción, capaz de soportar, capaz de producir, susceptible (de). La variación está vinculada, principalmente, con el tipo de base de predicación (animada/inanimada) y con el tipo de predicado complemento del adjetivo: capaz secreti / imperii / doli “capaz de (guardar) un secreto, capaz de mando, capaz de engaño”. 3.1.1. La primera acepción, restringida a entidades inanimadas, implica una valoración de suficiencia para albergar un contenido. En el segundo tomo del Diccionario de Autoridades, esta acepción se describe así: “Lo que tiene en sí capacidad o ámbito suficiente para comprender o contener en sí otra cosa”: Un pipote capaz de seis pipas de agua (RAE A-1729); Una barca capaz de más de treinta personas (DCRLC 1893); El puerto era capaz de grande número de naves (RAE H-1936). Las entidades dotadas de esta propiedad inherente son inanimadas, espacios, contenedores o recipientes, y lo especificado por el complemento del adjetivo es un contenido específico, que puede indicarse directamente, como en los ejemplos citados, o bien formularse con un verbo estativo-posesivo (albergar, alojar, almacenar, caber, contener, encerrar, guardar, hospedar, recibir, tener en sí y similares); el verbo sirve de enlace entre continente y contenido: puerto capaz de alojar una flota. Para definir este tipo de capacidad, los lexicógrafos recurren a las nociones de ‘suficiencia’ o de ‘necesidad’: el espacio que conforma el continente es suficiente, sirve para, o tiene la medida necesaria para albergar el contenido que se especifica. La valoración de suficiencia en la relación contenedor-contenido se ajusta inicialmente a las proporciones del contenedor, por eso Cuervo (DCRLC 1893: s. v.) afirma que el complemento “señala el objeto á que es proporcionada la cavidad ó espacio”. Sin embargo, hay varios contextos favorables para la obtención de inferencias de tipo admirativo sobre la capacidad del contenedor, que destaca por su magnitud y por la cantidad y tipo de elementos que es capaz de albergar: son decisivos los empleos con adverbios intensivos tan capaz que (4.2.3) y los superlativos muy capaz y capacísimo9 —poco usado a partir del xviii—.

9  En RAE A-1729, el superlativo tiene entrada independiente: “Lo que tiene grande capacidad, ámbito y extensión, para contener y recibir muchas y diferentes cosas”: No lejos estaba un Puerto capacíssimo de muchos baxéles.

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Cuando lo destacado es la magnitud del contenedor, desde Autoridades los diccionarios suelen añadir otra acepción, que Cuervo en el DCRLC (1893) acertadamente incluye como subacepción, y que se registra especialmente en usos absolutos del adjetivo, es decir, sin complemento: capaz como ‘grande y espacioso’, en ejemplos como sala tan capaz y suntuosa, cárceles bien capaces, casa capaz y limpia, capaces cántaros de vino, aljibes muy capaces, choza bastante capaz, etc. La segunda acepción relevante tiene en los diccionarios una glosa más general: “que tiene las cualidades necesarias o apropiadas para recibir, tener, padecer o hacer alguna cosa”. El sentido potencial implícito en la noción de capacidad, como “posibilidad de contener”, se extiende metafóricamente a entidades concretas y abstractas que no son propiamente contenedores (corazón capaz para recibir a Dios; ánima inmortal capaz de tantas virtudes y ciencias; disposición muy capaz para recibir cualquier materia, dice Boscán)10, y a entidades animadas (persona capaz de recibir consejo, no soy capaz de este placer, etc.). A los verbos estativo-posesivos citados se agregan otros, como padecer o experimentar —que se predican de animados y llevan sujetos que no controlan el proceso— y, muy especialmente, todos los verbos dinámicos con sujeto controlador recuperables mediante la proforma hacer en la paráfrasis citada. Una vez que se produce la extensión a otro tipo de entidades inanimadas, el adjetivo pasa a indicar condiciones de aptitud, adecuación o utilidad y confluye con los significados de apto e idóneo:

(3) a. estomago que de las viandas escolásticas es muy capaz ca las dirige muy bien (Cartagena, Alfonso de, El Oracional, a 1456, CORDE). b. otramente como ninguna sortija sea capaz para recebir virtud sobre natural (Castañega, fray Martín de, Tratado de las supersticiones..., España, 1529, CORDE). c. [el aguja] e aunque aquélla es tan sotil que no se vee, es capaz para horadar la piel (Fernández de Oviedo, Gonzalo, Historia general y natural de las Indias, España, 1535-1557, CORDE). d. por ser el arena sujeto denso y capaz de recebir en sí mucho calor (Cárdenas, Juan de, Primera parte de los problemas y secretos maravillosos de las Indias, México, 1591, CORDE).

10  Entre ellas destacan las facultades intelectuales. Cuervo (DCRLC 1893: s. v., 2c) las vincula con una subacepción específica: “grande, poderoso”: ingenio muy vivo y capaz, rey de entendimiento poco capaz, ingenio capaz y penetrante.

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3.1.2. Cuando capaz se predica de entidades animadas, el adjetivo indica condiciones de competencia o habilidad y confluye con el adjetivo hábil: bueno o apto para una actividad determinada. María Moliner empleó en la paráfrasis de este uso el término condición: “de tales condiciones de inteligencia, preparación, actividad, etc. que sirve para el trabajo o misión de que se trata” (DUE). El término condición se aplica a cualidades inherentes o naturales de las entidades (equivale a índole, naturaleza) pero también se emplea para indicar modos de estar, es decir, estados o situaciones que se alcanzan, lo que explica el empleo esporádico de la cópula estar en diferentes etapas sincrónicas:

(4) a. (el hombre) estonzes está mas aparejado i capaz de rezebir la grazia (Pérez, Juan, Breve tratado de doctrina, España, 1560, CORDE). b. [...] (hasta que el alma) tiene mortificados y purgados los apetitos, no está capaz de uer a Dios (San Juan de la Cruz, Cántico espiritual. Segunda redacción, España, 1578-1584, CORDE). c. Si aora, por tener vida, estás capaz para la misericordia, aora estás buena para la penitencia (Solís y Valenzuela, Pedro de, El desierto prodigioso y prodigio del desierto, Colombia, c. 1650, CORDE). d. [...] por no saber si estaba capaz para recibir el Bautismo (Santa Inés, fray Francisco de, Crónica de la provincia de San Gregorio Magno en las Islas Filipinas, Filipinas, 1676, CORDE). e. Clemencia, no obstante, no estaba capaz de poder seguir a su marido (Fernán Caballero [Cecilia Böhl de Faber], Clemencia, España, 1852, CORDE).

La cópula estar, minoritaria frente a ser, deja de emplearse una vez reemplazado el adjetivo por el participio capacitado, -a, que expresa una capacidad adquirida a consecuencia de un cambio. Por otra parte, al menos desde el siglo xv, el adjetivo se empleaba con el verbo causativo hacer, para atribuir la responsabilidad de la condición adquirida a una entidad externa o causante11:

(5) a. veynte e quatria non sea de hedad conplida para aver el dicho ofiçio ca yo le fago abile y capaz para lo aver y tener (Anónimo, Carta de facultad

 El verbo causativo derivado capacitar no se documenta en CORDE hasta el siglo xvii: “Es tan grande la perfección en que quedan las letras latinas reducidas al nombre simple que le hemos dado, que quien las conozca podrá leer las griegas en el término de dos días con un poco de interés que ponga, capacitándose en lo que iremos diciendo” (Bonet, Juan Pablo, Reducción de las letras y arte para enseñar a hablar los mudos, España, 1620, CORDE). 11

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de don Gonzalo de Saavedra para su hijo Pero Vázquez [Tumbo de los Reyes Católicos...], España, 1475, CORDE). b. presente legitimo y abilito y hago legítimo y ábil y capaz al dicho Francisco Calderón, vuestro hijo, para (Anónimo, Información de méritos y servicios de Juan Calderón, Costa Rica, 1599, CORDE). c. pues Dios puso el mundo en nuestra disputa y nos hizo capazes y merecedores de lo poder entender (López de Gómara, Francisco, La primera parte de la Historia natural de las Indias, Perú, 1554, CORDE). d. lo que determinava la materia a la forma y la hazía capaz y proporcionada era el calor (Pérez de Vargas, Bernardo, De re metallica, España, 1569, CORDE).

Los primeros usos documentados tienen carácter performativo y están localizados en textos legales (5a-b), de donde se deriva la subacepción de “apto legalmente para una cosa”. Sin embargo, también se usa hacer capaz sin ese sentido legal, tanto con entidades animadas (5c) como inanimadas (5d). Por otra parte, las valoraciones relativas a la capacidad y habilidad de las entidades humanas están ligadas con la conceptualización de que son inteligentes, juiciosas o instruidas, una subacepción también registrada en los diccionarios y documentada desde los primeros testimonios del adjetivo (6):

(6) a. Juan Antoño Columbo, ginovés, deudo del Almirante, hombre muy capaz y prudente (Anónimo, Relación del Tercer Viaje de Colón [Textos y documentos completos de Cristóbal Colón], España, 1498, CORDE). b. Y que en ellas [los indios] son muy ingeniosos y hábiles, capaces y de toda sotileza (Casas, fray Bartolomé de las, Apologética historia sumaria, España, 1527-1550, CORDE). c. No sólo era observantíssimo, pero muy capaz también, e inteligente de negocios (Torres, Bernardo de, Crónica Agustina, Perú, 1657, CORDE).

3.1.3. María Moliner, incorpora al DUE (1966-1967) una nueva acepción restringida a personas y que glosa así: “tal o en tal disposición o estado que puede esperarse o temerse de ella la cosa que se espera”, ilustrada con ejemplos como Soy capaz de denunciarle, No es capaz de tal bajeza, Es capaz de todo (o de cualquier cosa); el verbo atreverse aparece entre los sinónimos de ser capaz de. Hasta la edición del Diccionario manual de la RAE de 1983, en su tomo II, no se anota esta acepción: “audaz, arriesgado, que prescinde de toda razón o límite para hacer algo extraordinario”, que se marca como

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figurada. Además, este mismo diccionario registra la frase hecha ser capaz de todo12 con el significado de “ser audaz, atrevido, arriesgado; ser temerario, no respetar normas ni tener escrúpulos”. En diccionarios académicos posteriores, desaparece la acepción y queda solo la frase hecha (así en RAE U-1984, RAE M-1989, RAE U-1992)13. La frase ser alguien capaz de todo se añade a la segunda edición del DUE (1998) con la indicación de que a veces se usa despectivamente: “expresión hiperbólica empleada para ponderar bien el valor o aptitud de una persona o bien su temeridad o falta de escrúpulos”: No me extraña lo más mínimo lo que me cuentas: ese es capaz de todo. En 4.2.5 y 4.3.1 examinaremos con datos de corpus el desarrollo de esta acepción. 3.2. Capaz como adverbio epistémico 3.2.1. En español El adverbio epistémico capaz es una forma invariable, que posee el significado de “acaso, posiblemente” (NGLE 2009: §§ 30.2i, 30.11j), y que convive con otra formación adverbial, capaz que, cuyo origen debe buscarse en los usos epistémicos de la construcción es capaz (de) que (véase el § 4). El reconocimiento del sentido epistémico de capaz con el valor de “es posible, es probable” es relativamente reciente en la lexicografía hispánica, ya que nunca gozó de prestigio en los ambientes académicos14. Este sentido no consta en Autoridades (1729, tomo II) y, por lo que conocemos, es citado por primera vez por Cuervo, en Apuntaciones sobre el lenguaje bogotano (1867), con el ejemplo americano Si usted me dice una palabra más, es capaz que le dé una bofetada. Cuervo considera que el uso proviene de España, donde documenta la construcción en una carta: Y asi otras varias especies, que no es capaz me acuerde de todas, por ser muchísimas (1764). El lingüista bogotano

 La misma frase se usa en portugués: ser capaz de tudo “não hesitar perante nada para perjudicar a alguém” (ACLE: s. v.). 13  En el DRAE (222001), se registra como locución verbal ser alguien capaz de algo con el significado de “atreverse” o “determinarse a algún hecho o dicho arriesgado” y también con el de “existir la posibilidad de que haga algo”, al igual que en el Diccionario esencial de 2006. En el DLE (232014), se recupera la acepción como número 5, “que se atreve a algo”. 14  Actualmente se encuentran en internet páginas donde se censura su empleo. Cf. . 12

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desaconseja la construcción por ser “opuesta a la gramática” y propone sustituirla por ser capaz de Vinf., pues supone que es producto de un cruce o contaminación entre es capaz de y es fácil/posible que. De hecho, no incluye la acepción epistémica en su Diccionario de construcción y régimen de 189315. Muchas referencias posteriores remiten a lo indicado por Cuervo. Así, en RAE H-1936 se añade un ejemplo decimonónico del escritor mexicano Fernández de Lizardi: ¿Cómo era capaz que, estando presente mi prelado, fuera yo tan grosero? Todavía en 1917 Alemany y Bolufer (ALE G-1917) califica de barbarismo el uso de capaz por “posible o factible”. Kany (1969 [1951]: 488) se refiere a la locución es capaz que + subjuntivo con el sentido de es posible, es probable, quizás y remite a lo señalado por Cuervo. También reproduce, a través de Zamora Vicente (1943: 45), el uso rural salmantino referido por Sánchez Sevilla (1928: 248) con significado negativo: es capaz que venga equivalente a probablemente no vendrá. El DCELC (1955-1957) de Corominas informa de estos mismos usos. La construcción es capaz que se caracteriza por un cierto grado de fijación, ya que no admite más tiempos que el presente y tiende a rechazar los adverbios de grado16 (NGLE 2009: § 30.11j). Los primeros ejemplos de esta construcción aparecen documentados en español americano. En (7) se reproducen los aportados por Kany (1969 [1951]: 488). En § 4.2 se analizarán los antecedentes y los resultados del proceso de cambio.

(7) a. Si pierdo esta oportunidad es capaz que yo enloquezca (García Icazbalceta 1899: 83; Santamaría 1959: s. v., México). b. Es capaz que te salgan al encuentro unos bandidos y te maten (Román 1901-1918, I, 268, Chile). c. No es capaz que haiga otra como usté (Arguedas, s.f., 216, Bolivia). d. ¡Cómo molestan a esa niña! es capaz que la vuelvan loca (Inclán 1908: 174, México).  Es más, en el DCRLC (1893: s. v.), Cuervo considera inadmisible en su época la combinación de capaz con una cláusula subordinada en subjuntivo, algo que señala a propósito del ejemplo de Cervantes: “Hicieron una como jaula de palos enrejados, capaz que pudiese en ella caber holgadamente D. Quijote”. 16  La presencia ocasional de adverbios intensivos revela su génesis a partir de la construcción con complemento flexionado (4.2.2.3): “la madre de El Carajo contemplaba las contorsiones del tatuaje con el aire de no comprender, pero con una solapada sonrisa en los labios, muy capaz de que todavía hiciera el amor la vieja mula” (Revueltas, José, El apando [El apando y otros relatos], México, 1969, CORDE). 15

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e. [...] es capaz que ese charro se figure que todavía eres cerrera (Inclán 1908, I, 47, México). f. Si vas a su casa, es capaz que te pegue (Sundheim 1922: s. v., Colombia).

La construcción aparece en la apódosis de un esquema condicional (7a, 7f) y en cláusulas independientes declarativas, tanto en contextos negativos (7c), como afirmativos (7e). El hecho de que el verbo ser esté fijado en presente, en tercera persona de singular y sin sujeto (ni siquiera tácito), hace de la cópula un elemento prescindible, lo que justifica la creación de una forma adverbial, capaz que, con el significado de “probablemente, quizás”. Una vez más, es Kany (1969 [1951]) quien proporciona abundantes datos de uso de capaz que, con datación posterior a la de es capaz que (8a-b). Además de capaz que, también documenta Kany capaz de que (8c), uso que el DPD (2005) censura como dequeísmo17, pese a que la preposición no obedece a una moda reciente, sino que proviene de uno de los esquemas fuente en la diacronía del español, con continuidad en la lengua actual (4.2.2.3). Por otra parte, capaz que asume los contextos de uso propios de un adverbio de duda: puede modalizar a una estructura compleja, como una oración condicional en (8d), a un adverbio que especifica la polaridad de un contenido proposicional (8e), o a segmentos más reducidos, como una frase preposicional en (8f):

(8) a. Capaz que llueva en seguida (Vidal de Battini 1949: 397, Argentina, rural, en Kany 1969 [1951]: 488). b. Eran tan hábiles los montoneros que capaz que en las mismas barbas de los carceleros las emprendieran con alguna presa (Petit 1943: 107, Chile, en Kany 1969 [1951]: 488). c. Capaz de que no van a llegar a tiempo (Aguilera Malta 1933: 10, Ecuador, en Kany (1969 [1951]: 488). d. Capaz que si le pido a El Ulalume una fotocopia del oficio, se queda con la copia y me da el original (Aguilar Camín, Héctor, Morir en el Golfo, México, 1986, CREA). e. Claro que no, dirá Lily. — Capaz que sí, dirá Sandro, capaz que nos haría bien a todos (Cortázar, Julio, Queremos tanto a Glenda y otros relatos, Argentina, 1980, CREA). 17  El DPD ilustra el uso con el siguiente ejemplo chileno: “Si la gente se indigna, capaz de que se puede derogar la ley de amnistía también” (Dorfman, Muerte, Chile, 1995).

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f. Nosotros creemos, capaz que a diferencia del gobierno, que la educación es fundamental18.

El influjo de la norma escrita impide que se refleje gráficamente la pronunciación como unidad acentual que le asignan los hablantes —[ka.|paθ.ke], [ka.|pas.ke] o [ka.|pah.ke], según los dialectos—, una prueba de que se comporta más como adverbio que como locución. En Google se localizan testimonios gráficos que reflejan esta univerbación: Capasque conmigo salga19, Alguno capasque te llevas20. Al tiempo que se produce la adverbialización de capaz que, se documenta el empleo de capaz como adverbio epistémico de duda, “acaso, tal vez, quizás”, en dos tipos de contextos: a) alternantes con capaz que (9a-b) y b) en preguntas y respuestas (9c-d-e). Pese a que este uso adverbial suele considerarse propio del registro coloquial de muchas variedades americanas, también está presente en la lengua popular de algunas variedades peninsulares (9e): (9) a. Capaz lo tengan que operar (Hildebrandt 21994: s. v.). b. Si siguen las heladas, capaz perderemos la cosecha. c. ¿Capaz le gusta a usted mentir siempre?... (Bryce Echenique, Alfredo, Un mundo para Julius, Perú, 1970, CORDE). d. —¿Vendrá Juan a la tarde? — Capaz (Benvenutto 1936: 153, Perú, en Kany 1969 [1951]: 488). e. —¿A éste? Éste es de los que las prefieren pintadas. Capaz (Sánchez Ferlosio, Rafael, El Jarama, España, 1956, CORDE).

Junto a estos adverbios, en las áreas centroamericana y andina se emplea, además, la locución exclamativa qué capaz como negación enfática, es decir, para rechazar una posibilidad planteada (NGLE 2009: §32.7s), con un valor similar al de “absolutamente imposible”. A juzgar por los datos hasta ahora  . 19  . 20  . En algunos textos se refleja gráficamente la aspiración o la eliminación de la -s final: a. Capá que Piazzola y eso muchacho de ahora hacen algo importante (Sábato, Ernesto, Sobre héores y tumbas, Argentina, 1961, CORDE). b. Capá que tiene 20 años (leonés, en Borrego Nieto 1996: 156). 18

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disponibles, los primeros ejemplos datan del siglo xix y se registran en obras mexicanas de autores como Fernández de Lizardi (10a), José Tomás de Cuéllar (10b-c) o González Carrasco (10d), pero Kany (1969 [1951]: 476) también reproduce un ejemplo guatemalteco del Diccionario de Sandoval (10e) y Batres Jáuregui (1982: 477) confirma que la exclamación se usa mucho en Guatemala con el sentido de “imposible”.

(10) a. Es caso extremo la locución exclamativa ¡qué capaz!, en México expresión de negativa enfática; véase ya este sentido en El Periquillo Sarmiento: “yo le dije que qué capaz que yo la engañara, pues me moría por ella” (1816-1831: 190, en Hildebrandt 21994: s. v.). b. “Hombre, Perico, no debes de ir el sábado al baile. —¡Qué capaz que falte! aunque sea cojeando” (Facundo [José Tomás de Cuéllar]. Baile y Cochino, cap. 3, en García Icazbalceta 1899: s. v). c. —Parece que nuestro santo, el señor san Judas Tadeo de mi alma, se ha portado como quien es. —Sí, yo me muero por él. ¡Qué capaz que se le fuera ésta ¡vaya! en más graves casos, nunca se ha quedado sin hacer el milagro! (Facundo [José Tomás de Cuéllar], Historia del Chucho el Ninfo, México, 1871, CORDE). d. ¡Qué capaz! Mi chilpayate ya se sabe dar su trato como gente grande (González Carrasco 1939: 133, México, en Kany 1969 [1951]: 476). e. ¡Qué capaz! Nunca haré lo que usted me propone (Sandoval 19411942: II, 301, Guatemala).

En ausencia de datos de lengua oral en los corpus diacrónicos, resulta prematuro aventurar hipótesis sobre el surgimiento de esta acepción, que asocia un sentido negativo a una partícula enfática; en otros contextos, el exclamativo sirve para intensificar positivamente al adjetivo capaz: ¡Qué capaz me pareció! equivale a “Me pareció muy competente”. El propio Kany (1969 [1951]: 476) indica que qué capaz se usa en algunas variedades como exclamación para ponderar la dificultad de algo e ilustra este uso con el siguiente ejemplo: “¡Yo levantaré esa piedra! ¡Qué capaz!” (Vázquez 1940: 335, Ecuador). En este trabajo mostraremos que el adjetivo está asociado en algunos contextos con implicaturas de acciones difíciles o arriesgadas (4.2.5), pero no hemos encontrado otras pistas que expliquen el valor negativo de esta exclamación.

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3.2.2. Usos epistémicos en otras lenguas romances La construcción equivalente de la española es capaz que Vflex. se emplea también en portugués de Brasil con idéntico sentido de duda o incertidumbre21, pero no se usa en portugués europeo, pese a que en ambas variedades la propia construcción ser capaz de Vinf. ha consolidado usos epistémicos (§§ 4.3 y 6); en cambio, en el portugués europeo se usa un adverbio de duda específico, se calhar ‘quizás’, inexistente en portugués de Brasil. En (11) ofrecemos algunos datos de esta variedad, los dos primeros del CdP y los restantes localizados en internet:

(11) a. pensava que, graças a Deus, não ia ter complicações na volta: era bem capaz que Mariano estivesse no Galeão esperando a chegada da barca, mas também Zezé, sem tostão no bolso, não tinha perigo de ir com ela até à Ilha (Rachel de Queiroz, Dôra, Doralina, Brasil, 1975, CdP). b. —[...] Mas diga: o sobrinho foi considerado suspeito do assassinato do tio? — Como suspeito, se estava no hospital? Modesto contabilista, pai de três filhos, cara de sofredor. É capaz que você, Adào Flores, volte do encontro convencido de sua inocência (Marcos Rey, Os Crimes do Olho de-Boi, Brasil, 1995, CdP). c. Vosmecê ta engordado, tá um toiço, é capaz que já nem mais sabe subir numa arbre (Elinaldo da Silva Meira, Eu, a baleia e o tubarão, Brasil, 2012, ). d. Cada dia, cada vida Cada instante é uma opção E procurar nossa harmonia Entre o corpo e o coração O parafuso que te falta É capaz que o tenha eu (Brinquedo, Brasil, ).

 El diccionario HOUAISS (2009), editado en Río de Janeiro, todavía no registra los usos epistémicos. En cambio, al final de la entrada de capaz en el NDLP (21986), también editado en Brasil, aparece el predicado ser capaz y un uso interjectivo de capaz en réplicas, marcado como popular, para expresar descreimiento o escepticismo con respecto a la afirmación de otra persona. Este uso recuerda el valor de la locución qué capaz en español americano: Interj. 6. Bras. Pop. Indica descrença ou cepticismo en relação a uma declaração de outrem: −Quebro-lhe a cara! − Capaz Ser capaz. Bras. Ser quase certo; ser provável: −Você vem amanhã? − É capaz. 21

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El uso epistémico también está registrado en italiano, donde la forma capace che tiene el significado de ‘es posible, es probable que’ —uso que el vocabulario de Zingarelli (102002) marca como familiar22—. Crushina (2010, 2015) analiza en siciliano la forma adverbial capacica ‘quizás, tal vez’, con univerbación del adjetivo y la conjunción, proveniente de (jè) capaci ca ‘es capaz que’. El ejemplo aportado por Crushina (2010: 30) es este: Pariva ca aviva arrivatu a primavera, mmeci capacica chiove. 4. El cambio semántico en el dominio de la modalidad El cambio experimentado por el adjetivo capaz ha sido analizado en la bibliografía de dos formas diferentes. Grández Ávila (2010) lo interpreta como el resultado de un incremento gradual del ámbito de modificación de capaz, que guarda correlación con una ruta semántica que va desde la modalidad facultativa orientada a un participante (Ciudad capaz de resistir un ataque) hasta la modalidad epistémica (Es capaz que nadie vaya a su casa), pasando por la modalidad facultativa circunstancial (Exaltada por su pasión, la joven era capaz de darse muerte) y la modalidad orientada a un evento (Ese deseo no era capaz de traducirse en iniciativa). El análisis propuesto nos parece adecuado, pero no alcanza a desplegar toda la variabilidad constructiva del adjetivo. En § 4.2. mostraremos la complejidad del cambio, que afecta a varios subesquemas sintácticos. Por otra parte, Castroviejo y Oltra-Massuet (2016) consideran que el cambio semántico en la construcción es capaç de Vinf. del catalán, y en su homóloga del español, surge de un sentido de modalidad radical —la habilidad de las personas para hacer cosas— y deriva en un sentido epistémico: lo que el hablante sabe sobre esas habilidades. Estas autoras se basan en datos sincrónicos a los que aplican un conjunto de pruebas combinatorias (aspecto, tiempo, agentividad, pasiva, etc.). De acuerdo con su análisis, el modal habilitativo ser 22  En un diccionario en línea del periódico Corriere della Sera leemos: “Ultimissima su capace. C’è una forma idiomatica in cui capace significa possibile, e regge che. Esempio: “Capace che siano già partiti” (). El vocabulario Treccani, también en línea, registra la forma como regional: 4. region. Come pred. nom. con valore neutro, è capace (anche senza copula), è possibile, può darsi: è c. che aspettino da due ore; è c. che si arrabbi; capace che non si faccia neppure vedere ().

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capaz introduce una “ligera posibilidad”, que contrasta con las expectativas normales de que el evento no ocurra. Los habilitativos implican una inferencia de que existe un componente de esfuerzo para llevar a cabo la acción, por lo que el evento se interpreta como algo inesperado, atrevido o inusual. Esta interpretación hace recaer el peso del cambio semántico en las construcciones con sujetos animados, pues las autoras parten de la ambigüedad existente en una secuencia como El Joan és capaç de buidar la nevera ‘Juan es capaz de vaciar la nevera’, cuya lectura modal radical es “Juan tiene la habilidad de vaciar la nevera y esto es un logro” y cuya lectura modal epistémica corresponde a “Es posible que Juan vacíe la nevera y esto es algo osado, audaz o inusual”. Como se verá en § 4.2.5, la audacia, la osadía o el atrevimiento son inferencias que recaen primordialmente en la entidad evaluada, la base de predicación del adjetivo. El análisis semántico, por sí solo, no da cuenta de cómo se obtienen marcadores modales que tienen ámbito sobre una cláusula completa ni permite explicar cómo se llega a lecturas epistémicas con otro tipo de sujetos, ya que ni la audacia ni la osadía son atribuibles a participantes inanimados, como el de Este libro es capaz de ser un éxito de ventas. Por último, es capaz de alcanza la última fase de gramaticalización cuando se aplica a predicados avalentes, con los que no hay base de predicación a la que adjudicar el adjetivo: ¡Es capaz de llover esta tarde!, ¡El tiempo está tan loco que es capaz de nevar en primavera!, con ejemplos aportados por Oltra-Massuet y Castroviejo (2013). En los próximos subapartados analizaremos en detalle las propiedades semánticas y sintácticas vinculadas con los modales dinámicos (4.1), los diferentes contextos de cambio en la diacronía de las construcciones del adjetivo (4.2), así como otros correlatos estructurales asociados con los valores epistémicos, rasgos también relevantes pero menos difundidos entre los hablantes por su falta de prestigio, como son la presencia en la cláusula subordinada de tiempos de pasado, de eventos en pasiva o de predicados impersonales (4.3). 4.1. Modalidad dinámica (interna y externa) Las valoraciones de capacidad, habilidad o aptitud aplicadas a las entidades suelen estar relacionadas con otras nociones: la fuerza de los animales (12a, 12d), las dimensiones físicas de los objetos (12b-c), la energía o potencia

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de algunos artefactos (12e), la inteligencia de las personas (12f)23, etc. Se trata, por tanto, de un conjunto de cualidades o condiciones, en principio innatas, pero también adquiridas, que resultan suficientes para alcanzar alguna meta o fin (o insuficientes, si la predicación es negativa):

(12) a. antes serié d’ellas cargado un elefante, es a saber el más fuerte animal del mundo, siquiere más capaz de acçeptarlas e complirlas (Villena, Enrique de, Traducción y glosas de la Eneida. Libros I-III, 1427-1428, CORDE). b. la anchura de las puentes que se echan no es capaz para caminar más de cinco soldados de frente (Mendoza, Bernardino de, Teórica y práctica de guerra, España, 1595, CORDE). c. allí admiró la longitud, profundidad y estrechura, capaz de puente, como se dijo (Rodríguez, Manuel, El Marañón y Amazonas. Historia..., Ecuador, 1684, CORDE). d. La fuerza del anta es muy grande, pues es capaz de arrastrar un par de caballos (Machón, Manuel, Traducción de la Descripción de Patagonia de Tomás Falkner, Argentina, p. 1775, CORDE). e. es preciso que el globo lleve una potencia disponible, capaz de mover con gran rapidez una hélice (Echegaray, José, Ciencia popular, España, c. 1870-1905, CORDE). f. [el calígrafo] como ser inteligente, capaz de producir la belleza, ha de tener vocación [...] (Blanco Sánchez, Rufino, Arte de la escritura y de la caligrafía, España, 1896, CORDE).

La atribución de capacidades, potencialidades o aptitudes a un participante es una información que está conectada conceptualmente con la modalidad, ya que la predicación que contiene estas valoraciones es indeterminada en cuanto a su estatus factual: la cláusula de infinitivo posee carácter eventual, es decir, hace referencia a un evento que no está actualizado (Palmer 2001; Narrog 2012). Los marcadores de modalidad implican estados de cosas no  En la bibliografía sobre modalidad se ha dado prioridad a los participantes animados, como se desprende de la etiqueta “modalidad orientada al agente”, donde también se incluyen las nociones de aptitud y habilidad. Hengeveld (2004: 1194) subraya que están sujetas a este tipo de modalización tanto las entidades que controlan el proceso como las que no lo controlan, como el sujeto de un modal volitivo (Juan quiere ser joven todavía). Sin embargo, es la habilidad la noción que se asocia con la subcategoría de modalidad facultativa. Olbertz (1998: 142143) se refiere a la presencia de entidades inanimadas con el modal poder en usos metafóricos o metonímicos. 23

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factuales, es decir, no realizados o no llevados a cabo (Narrog 2012: 7). El subdominio modal correspondiente se menciona en la bibliografía de muy diversas formas: como modalidad inherente24, orientada a un participante (Hengeveld 2004), modalidad facultativa (Grández Ávila 2010), modalidad de participante interno (Narrog 2012), una subclase de modalidad dinámica, la de participante inherente (Nuyts 2006). En este trabajo defendemos que la noción de capacidad como “posibilidad de contener” está vinculada con la modalidad de participante interno o inherente, pese a que se predica de entidades inanimadas. Este sentido de ser capaz de es similar al expresado por poder + Vinf. en ejemplos como La hacienda puede dar cabida a una gran empresa, Las páginas del periódico no pueden dar cabida a tanta publicidad. Según Olbertz (1998: 141), los usos de modalidad orientada a un participante del verbo poder permiten la omisión del infinitivo, algo que no sucede cuando la modalidad está orientada al evento. Los ejemplos con poder +inf. que expresan la noción de capacidad superan esta prueba: —¿Puede dar cabida el hospital a más enfermos? —No, no puede. En tanto que capaz expresa la posibilidad de contener, proponemos que la modalidad de participante interno incluya la variante de capacidad cuando la base de predicación (el participante) es inanimada. La modalidad dinámica inherente coincide parcialmente con otro subtipo modal: la posibilidad circunstancial o radical (también conocida como facultativa extrínseca o externa), ya que es muy frecuente que las capacidades y habilidades de las entidades estén determinadas por circunstancias o condiciones específicas que afectan también al evento potencial en que intervienen25. 24  Los propios textos dan pistas sobre el valor adjudicado a la capacidad: las capacidades inherentes se atribuyen a la naturaleza (a), mientras que las adquiridas se logran con artificio (b): a. la tierra, para que produzcan los fructos de que es por naturaleza capaz para que toda la ciudad se sustente y mantenga (Casas, fray Bartolomé de las, Apologética historia sumaria, España, 1527-1550, CORDE). b. la primera, que [el puesto] sea fuerte por naturaleza o capaz de poderlo ser con el arte (Mendoza, Bernardino de, Teórica y práctica de guerra, España, 1595, CORDE). 25  En usos actuales de N (no) es capaz de, abundan los contextos que explicitan estos factores condicionantes: El cuerpo no es capaz de soportar sin protección calor o frío extremos; en una noche clara y sin luna, el ojo humano es capaz de distinguir estrellas de magnitud seis; con los crudos fríos invernales, pocas setas son capaces de sobrevivir; No soy capaz de ligar sin tomarme tres copas antes. El actor es capaz de triunfar sin salir del hotel; c ­ uando juega bien es capaz de hacer un partidazo; Leonor, cuando se lo proponía, era capaz de enloquecer a un santo; en estas circunstancias no era capaz de entender el significado de bit.

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Grández Ávila (2010: 20), con datos del corpus CORDE, sitúa este valor modal circunstancial de capaz en el español americano del siglo xviii (13). La función de capaz está orientada a describir la potencialidad de una entidad para intervenir en un estado de cosas debido principalmente a factores externos —la falta de fondos y de tiempo en (13a) o la fragilidad de las armas en (13b)—:

(13) a. la capilla interina que se hizo para la administración de sacramentos, así por falta de fondos como por la brevedad con que se dispuso, sólo era [...] capaz de subsistir por poco tiempo y con eficacia (Conde de Superunda, Relación [...] de los principales sucesos de su gobierno, Perú, 1745-1756, CORDE). b. el régulo Choncho de Tarma, [...] no fue capaz de causar cuidado a los Españoles, no teniendo más fuerzas ni más armas que las débiles propias de los antiguos Indianos (Velasco, Juan de, Historia del reino de Quito en la América Meridional, Ecuador, 1789, CORDE).

En la medida en que los valores circunstanciales son dependientes del contexto, su identificación requiere un estudio exhaustivo de los entornos del adjetivo, tarea ardua debido al elevado número de apariciones de capaz en los corpus. No obstante, los datos ofrecidos en (14) indican que el valor de posibilidad extrínseca o circunstancial estaba ya presente en épocas previas: en (14a), la juventud de una persona es un factor que condiciona sus habilidades; en (14b) el ojo requiere la luz del sol para poder ver los colores; en (14c) la capacitación de un artillero depende de conocimientos elementales de aritmética y en (14d) un estado de inacción impide experimentar una sensación:

(14) a. moço de veynte años, edad tan tierna que avnque fuese ábile para fazer fazaña, no era aún capaz para la inuentar ni para ymaginar dolo (Pulgar, Hernando del, Letras, España, c. 1470-1485, CORDE). b. así como el ojo (caso que de sí sea claro) no es capaz de ver las colores e figuras e otras cosas vesibles, sin ser alumbrado de la luz del sol (Fernández de Oviedo, Gonzalo, Batallas y quinquagenas, España, 1535-c. 1552, CORDE). c. De todo lo que hasta aquí se a dicho puede con facilidad hazerse capaz qualquiera artillero con sólo el socorro de una poca de Arismética (Álava de Viamont, Diego, El perfecto capitán, España, 1590, CORDE). d. Mientras duerme, nadie está capaz de recibir gusto (Zabaleta, Juan de, El día de fiesta por la mañana, España, 1654, CORDE).

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Grández Ávila (2010: 21) señala la ambigüedad entre los dos valores modales indicados y el de modalidad orientada al evento26 o dinámico-situacional, en el ejemplo americano de (15d), ya que la modalización afecta a la apódosis de una condicional. La misma orientación hacia el evento, la situación como un todo, también es reconocible en textos peninsulares más antiguos (15a, b, c):

(15) a. Una tabla escrita ó pintada de unas figuras, ¿cómo estará capaz de recebir otras, si no se borran las primeras? (Granada, fray Luis de, Adiciones al Memorial de la Vida Cristiana, España, 1575, CORDE). b. la cual [villa] fuera capaz de seiscientas casas si estuviera toda poblada (Mármol Carvajal, Luis de, Rebelión y castigo de los moriscos, España, 1600, CORDE). c. En esto descubrió a un lado de la sima un agujero, capaz de caber por él una persona, si se agobiaba y encogía (Cervantes Saavedra, Miguel de, Segunda parte del ingenioso caballero don Quijote de la Mancha, España, 1615, CORDE). d. El gobierno de la república no era capaz de ordenarse si no se lograba unir a los vecinos (Conde de Superunda, Relación [...] de los principales sucesos de su gobierno, Perú, 1745-1756. CORDE).

Grández Ávila llama la atención sobre las formas seudoreflexivas con lectura pasiva que aparecen en varios ejemplos con lectura dinámica situacional: el de (15d) o el que aparece en El tlalmototli o ardilla de la tierra [...] Muerde furiosamente a quien la toca y no es capaz de domesticarse (México, 1780). Como se mostrará en 4.3.2, los eventos pasivos en la subordinada debilitan el papel de la base de predicación que, en ejemplos como el citado por esta autora, pasa de ser una entidad controladora (cf. muerde furiosamente) a ser presentada en la pasiva como paciente afectado por una acción ejercida por otro controlador externo (capaz de domesticarse); la entidad evaluada deja de ser un controlador directo y se convierte en un posibilitador o facilitador. En los tres subapartados siguientes veremos algunos rasgos formales que suelen emplearse para oponer los modales dinámicos a los epistémicos: la  Narrog (2012: 51) describe así la orientación al evento: “A modal marker is event-oriented if the modal judgment expresses conditions on a participant of the described event or on the event as a whole, in relative independence of the speaker and the present speech situation. Event-oriented modality is thus concerned narrowly with the described situation itself and the participants of the event”. 26

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combinación del predicado modal con diferentes tiempos, con inclusión de los que aparecen en la prótasis de una condicional (4.1.1), los efectos de sentido que produce su empleo con formas perfectivas (4.1.2), así como la integración del predicado ser capaz en el dominio de predicados epistémicos, en consonancia con el estrato más bajo que ocupan los modales dinámicos en la estructura de la cláusula (4.1.3). 4.1.1. La predicación que contiene un modal dinámico admite diferentes tiempos verbales, ya que la evaluación no está vinculada con el acto de habla en que se emite el mensaje. Por eso desde los siglos xv y xvi se documentan diferentes formas verbales, copretérito (16a), futuro (16b), condicional (16c), así como varias formas de subjuntivo con valor de probabilidad (16d-e) e irrealidad (16f) en los verbos que enlazan la base de predicación con el adjetivo capaz.

(16) a. materia prima: que en manera alguna no tenia forma. mas era capaz de todas las cosas corporales (Palencia, Alfonso de, Universal vocabulario en latín y en romance, España, 1490, CORDE). b. Porque si el pecador viene a conoscimiento de sus pecados [...] será capaz de la bienaventurança del paraíso (Anónimo, La espantosa y admirable vida de Roberto el Diablo, España, 1509, CORDE). c. y ningún cuerpo otro sería capaz para rescebir tal ánima (Casas, fray Bartolomé de las, Apologética historia sumaria, España, 1527-1550, CORDE). d. si él entendía que doña Blanca en su persona fuese capaz para ser reina dé Portugal (Zurita, Jerónimo, Anales de la Corona de Aragón, Primera parte, España, 1562, CORDE). e. dévele heredar el monasterio, si fuere capaz de tales bienes (Celso, Hugo de, Repertorio universal de todas las leyes de estos reinos..., España, 1540-1553, CORDE). f. vergüenza tendría de mí misma si hubiese sido capaz de corresponderte un sólo instante (Navarro Villoslada, Francisco, Doña Urraca de Castilla, España, 1849, CORDE).

La integración de ser capaz en la prótasis de una oración condicional (16d, e, f) es una propiedad relacionada en la bibliografía con los modales que están jerárquicamente más próximos a los participantes o al evento, como los

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­dinámicos27. La pérdida de estas propiedades —tiempo, negación, presencia en prótasis de condicionales, entre otras— suele considerarse una prueba de un incremento de orientación hacia el acto de habla y de evolución hacia sentidos epistémicos (Narrog 2012: 108). 4.1.2. En cuanto a la expresión de categorías temporales y aspectuales, queda por mencionar el hecho de que los modales dinámicos pueden formularse en tiempos perfectivos; cuando ser capaz se usa en indefinido, pretérito perfecto compuesto o pluscuamperfecto, la lectura es necesariamente no epistémica. El efecto de sentido que se obtiene al combinar un modal dinámico con formas verbales perfectivas es el de un evento alcanzado con éxito, un logro o consecución, o bien el de un evento no alcanzado, es decir, un fracaso, cuando la predicación es negativa (Bhat 1999, Aijmer 2004, Narrog 2012, Oltra-Massuet/Castroviejo 2013). Desde el siglo xvi se registra esta combinación con capaz en indefinido (17a, b, d) y pretérito perfecto (17c), y a partir del xviii con pluscuamperfecto (17e):

(17) a. Y seyendo hombres estos infelices capitanes de quienes aquí se tractará, no fueron capaces para saber vivir sin su muerte e las ajenas, por su poca prudencia o desordenadas cobdicias (Fernández de Oviedo, Gonzalo, Historia general y natural de las Indias, España, 1535-1557, CORDE). b. [...] consejo de amigo era si él lo tomara, pero no fue capaz de recibirlo ni guiarse por él (Cieza de León, Pedro, Las guerras civiles peruanas, España, c. 1553-a 1584, CORDE). c. Decisiete años tienes, edad que hasta ahora parece no ha sido capaz para percebir con atención y fruto estas razones (Suárez de Figueroa, Cristóbal, El pasajero, España, 1617, CORDE). d. [un cóndor] tan remiso, que no fue capaz de jirar mas que un corto espacio (Cárdenas, Santiago de, Nuevo sistema de navegar por los aires, Perú, 1762, CORDE). e. pero que sólo el respeto de nosotros había sido capaz de contener esta facción (Villarino, Basilio, Diario del reconocimiento que hizo del río

 Hengeveld (1988: § 2.2) emplea esta propiedad para distinguir la modalidad epistémica objetiva: la evaluación de la actualidad de un estado de cosas en función del conocimiento que posee el hablante sobre situaciones o mundos posibles. Por el contrario, los modales epistémicos subjetivos, que expresan compromisos del hablante con la verdad de las proposiciones, no admiten ser formulados como hipótesis o condiciones. 27

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Negro en la costa oriental de la Patagonia, Argentina, 1782-1783, CORDE).

Un examen de los contextos donde aparece capaz + pasado revela que son más frecuentes los entornos negativos y que las incapacidades de las entidades están asociadas a menudo con obstáculos: la imprudencia y la codicia (17a), las personas que no admiten consejo de amigo (17b), la corta edad (17c), la torpeza de un cóndor (17d); con entidades animadas, la evaluación positiva está conectada con la admiración que provocan las acciones valerosas o increíbles de las personas o con la decepción que originan las acciones negativas. Algunos autores han querido ver en esta implicación de realización un desarrollo desde una categoría modal a otra aspectual (la realidad o factualidad del evento). Sin embargo, la noción de realidad no se corresponde con distinciones de aspecto gramatical. Narrog (2012: 280-281) considera que el valor de logro es una implicación que constituye una desviación del significado modal, porque la modalidad está vinculada con el estatus factual indeterminado de un evento. Entre La industria española produjo un millón de vehículos y La industria española fue capaz de producir un millón de vehículos existen diferencias de significado, ya que la predicación modalizada contrasta con las expectativas del trasfondo discursivo (Narrog 2012: 281): en el segundo ejemplo la producción de vehículos es presentada como un éxito. Con (no) fue capaz se afirma que un evento fue posible, o no, en el pasado y esta predicación se opone a ideas previas sobre la posibilidad de dicho evento: es difícil de alcanzar (El hombre ha sido capaz de ir a la luna en 1969) o de comprender (El padre del atleta ganador fue capaz de cobrarle el suplemento del hotel al entrenador). El esquema perfectivo también resulta adecuado para destacar el talento o la genialidad de una persona (A los seis años el niño fue capaz de componer tres minuetos), o su incompetencia (El candidato no fue capaz de rebatir las acusaciones de su rival). Lo más importante para el tema que nos ocupa es que, en todos estos ejemplos, la valoración modal descansa en la entidad evaluada. 4.1.3. Los modales epistémicos, que están orientados hacia el acto de habla, son más periféricos que los modales dinámicos, centrados en los participantes

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o en el evento28. No es de extrañar, por tanto, que las expresiones de capacidad o de habilidad estén subordinadas a predicados epistémicos y valorativos. Ya desde el siglo xvi el adjetivo capaz se usa con predicados perceptivos como hallar o ver (18a, b, c), que expresan el parecer o el punto de vista del hablante o narrador, o con predicados valorativos, como juzgar, tener por (18d, e):

(18) a. no me hallando capaz de tal infusión de Dios (Rodríguez Florián, Juan, Comedia llamada Florinea..., España, 1554, CORDE). b. [la baía] Halláronla capaz de gruessos navíos (Inca Garcilaso, La florida del Inca, Perú, 1605, CORDE). c. Certidumbres te enseñara, si capaz dellas te viera (Tirso de Molina, Poesías, España, a 1640, CORDE). d. quemarle los labios fue castigo por haberse juzgado capaz (Fernández Navarrete, Pedro, Conservación de monarquías y discursos políticos, España, 1626, CORDE). e. nuestra lengua que no la tenían muchos por capaz de fiársele los misterios de la Escritura Divina (Robles, Juan de, El culto sevillano, España, 1631, CORDE).

Además, el propio predicado ser capaz de forma parte del complemento de otros predicados epistémicos, como parecer, creer o considerar:

(19) a. aunque no le parescía a él que fuesse capaz de tanto bien (Ortúñez de Calahorra, Diego, Espejo de príncipes y caballeros, España, 1555, CORDE). b. creyendo que no es capaz de lo que es de importancia (León, fray Luis de, De los nombres de Cristo, España, 1583, CORDE). c. con la docilidad de su genio le considero capaz de poner por la obra cualesquiera reglas y órdenes que se le intimen (Rulierve, Juan, Carta a Rodríguez Campomanes, España, 1773, CORDE).

El uso del predicado creer capaz registra un incremento en el siglo xviii, cuando se hace más frecuente la acepción que destaca el atrevimiento y la osadía de las personas (4.2.6). En el próximo apartado, bastante extenso,  La gramaticalización de capaz que como marcador epistémico de incertidumbre permite que tenga dominio sobre operadores de posibilidad: “—Claro, a veces pienso: capaz que pasan los años y si yo quedo sola capaz que no puedo tener un hijo” (Guambia, 453, 27/03/2004, Uruguay, CREA). 28

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t­endremos ocasión de visualizar el camino recorrido por las construcciones de capaz para que lleguen a asociarse con la noción de incertidumbre del hablante. 4.2. Contextos de cambio en las construcciones del adjetivo capaz La investigación llevada a cabo en las últimas décadas sobre el cambio lingüístico ha puesto de relieve el papel decisivo que juega el entorno discursivo: el cambio gramatical se verifica en contextos específicos (Narrog 2012: § 3.1.3 y referencias ahí citadas). En este apartado veremos que el cambio de capaz se gesta gradualmente a través de una cadena de microcambios en construcciones concretas y que no afecta a todas las estructuras del adjetivo: tiene lugar en algunas combinaciones con el verbo ser, resumidas en la tabla 3: Esquema fuente (no marcado)

Esquemas intermedios

Esquemas (con Vflex.)

N=Ø

N ≠ {Ø, SUJ}

N ≠ SUJ

N ser capaz {para / de} Vinf. N ser capaz {para / de} poderVinf.

N ser capaz {para / de} (poder) Vinf. N ser capaz {para / de} Vinf. [genérico]

N ser capaz {para / de} que Vflex. N (ser) (tan) capaz que (poder) Vflex. N (no) ser capaz Vflex.

Tabla 3. Evolución de los esquemas predicativos de capaz

La construcción denominada esquema fuente, con correferencia entre la base de predicación y el sujeto de la cláusula de infinitivo, tiene continuidad en todos los periodos y llega al español actual, tanto en los dialectos más conservadores donde no se emplea capaz epistémico, como en los más innovadores donde sí se usa. Por este motivo y por su frecuencia de uso en todas las épocas consideramos que es el esquema no marcado. La ruptura de la correferencia se produce primero en los esquemas etiquetados como intermedios, porque todavía codifican con infinitivo el complemento del adjetivo, y se fortalece cuando la cláusula de infinitivo es sustituida por una cláusula flexionada introducida por la conjunción que, tanto en el esquema canónico de complementación, donde alternan como introductores para / de / Ø (4.2.2)

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como en el consecutivo tan capaz que (4.2.3). En 4.2.4 se pondrá énfasis sobre los esquemas negativos no es capaz que con el sentido de “es imposible que”, especialmente en aquellos detectados en pasajes donde la base de predicación y el adjetivo están muy distantes. En 4.2.5 se verá el papel de los esquemas interrogativo-exclamativos cómo es capaz que, asociados a inferencias de eventos que causan asombro. En 4.2.6 se analizará la acepción “que se atreve a algo”, propagada sobre todo en el siglo xviii, y en 4.2.7 se verá el papel que cumplen la inversión de constituyentes y la eliminación de la cópula en el proceso de cambio. 4.2.1. El sentido no factual que tiene la cláusula complementaria se ve reforzado cuando en ella se inserta el verbo modal poder, que establece una asociación evidente entre capacidad y potencialidad29. En documentos del siglo xvi, el modal se introduce primero en esquemas que mantienen la correferencia entre la entidad evaluada y el sujeto tácito del infinitivo (Ø = N), con la acepción estativo-posesiva asociada a contenedores o espacios (20a, b, c), y con la de aptitud asociada a referentes animados (20d, e): (20) a. Siete leguas de Penco justamente es esta deleitosa y fértil tierra, abundante, capaz y suficiente para poder sufrir gente de guerra (Ercilla, Alonso de, La Araucana, primera parte, España, 1569, CORDE). b. Atendiendo a las trincheas, se ha de aver ya reconocido y assegurado el puesto, donde se ha de batir, en el qual son de advertir seys cosas: la primera, que sea fuerte por naturaleza o capaz de poderlo ser con el arte (Mendoza, Bernardino de, Teórica y práctica de guerra, España, 1595, CORDE). c. el puerto de sançta catalina de que se tiene notiçia tener muchas buenas calidades y ser capaz de poder tener en su baya summa de naos de alto bordo sin Riesgo de entrada ni salida (Arias de Saavedra, Hernando, Carta al rey, 5 de mayo de 1607, Argentina, 1607, CORDE). d. [ningún extranjero] ... porque desta manera creen que queda purgado y limpio de todo mal y pecado y es digno y capaz de poder parecer y hablar a su emperador (Casas, fray Bartolomé de las, Apologética historia sumaria, España, 1527-1550, CORDE). 29  En el § 6 se verán ejemplos similares en portugués con el modal poder en la cláusula complementaria.

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e. y ésta (la ignorancia), como puramente privativa, priva del saber al que hace ignorante, mas pone en él aptitud y naturaleza capaz de poder saber, como el ciego que no ve, mas tiene aptitud de poder ver (Pineda, Juan de, Diálogos familiares de la agricultura cristiana, España, 1589, CORDE).

4.2.2. El primer cambio destacable consiste en introducir una entidad no correferente con la base de predicación como sujeto de la cláusula complementaria. La transformación afecta a tres subesquemas. 4.2.2.1. En la propia cláusula de infinitivo se inserta un sujeto explícito, distinto de la base de predicación del adjetivo (el sujeto del predicado modal). Los datos del CORDE sitúan cronológicamente la génesis de este cambio en el español clásico, en el ocaso del siglo xvi y el inicio del xvii, y geográficamente en textos de procedencia peninsular (21a, b, d) y americana (21c). El esquema tiene continuidad en el siglo xviii (21e, f):

(21) a. la anchura de las puentes que se echan no es capaz para caminar más de cinco soldados de frente (Mendoza, Bernardino de, Teórica y práctica de guerra, España, 1595, CORDE). b. haciendo un agujero en ella bien capaz para poder salir un hombre, atando una cuerda (Haedo, fray Diego de, Epítome de los reyes de Argel, España, 1605, CORDE). c. [...] y aun para entrar navío deste porte, han de demandar poca agua; pero si pudieran entrar mayores navíos por la barra del puerto, es capaz y suficiente para dar fondo en él cincuenta naos de alto bordo (Anónimo, Descripción de la villa de Tampico, sacada de las relaciones..., México, 1606-1610, CORDE). d. —A obra de doce o catorce estados de la profundidad desta mazmorra, a la derecha mano, se hace una concavidad y espacio capaz de poder caber en ella un gran carro con sus mulas (Cervantes Saavedra, Miguel de, Segunda parte del ingenioso caballero don Quijote de la Mancha, España, 1615, CORDE). e. una hermosa ensenada, en forma de media luna, muy resguardada contra la furia de los vientos y capaz de surgir en ella mil naves (Lozano, Pedro, Historia de la conquista del Paraguay, Río de la Plata y Tucumán, Paraguay, a 1745, CORDE). f. la cual oquedad es una figura elíptica, capaz de poder abrigarse en ella diez a doce hombres (Pasos, Ignacio de, Diario de una navegación y reconocimiento del río Paraguay, Paraguay, c. 1790, CORDE).

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Al anularse la correferencia, queda destacada en la cláusula de infinitivo otra entidad (cinco soldados, un hombre, cincuenta naos de alto bordo, un gran carro con sus mulas, mil naves, diez a doce hombres) que compite en relevancia con la entidad inanimada evaluada (la anchura de las puentes, un agujero, la barra del puerto, una concavidad, una hermosa ensenada, la cual oquedad), cuyo tamaño pasa a convertirse en un posibilitador que facilita u obstaculiza tanto una acción (caminar, salir, dar fondo, surgir, poder abrigarse), como una relación posesiva (caber). En (21b, d, f) se repite el modal poder en la cláusula incrustada. La relegación de la base de predicación a un segundo plano se refleja en que aparece retomada en la cláusula complementaria mediante un locativo: la barra del puerto~en él (21c), una concavidad~en ella (21d), una hermosa ensenada~en ella (21e), la cual oquedad~en ella (21f). 4.2.2.2. El sujeto de la cláusula de infinitivo puede ser tácito pero tiene un referente animado genérico por lo que el evento se origina en otra entidad distinta de la base de predicación —poderse plantar, declararles los ministerios, ver en (22)—, y se observa de nuevo una cierta desvinculación entre la base de predicación y el evento descrito en la cláusula de infinitivo: el énfasis sobre las cualidades de la base de predicación decae y esta se convierte, una vez más, en elemento favorable o desfavorable para la realización potencial del evento incrustado: (22) a. la quarta es ser capaz el sitio del poderse plantar en él las pieças (Mendoza, Bernardino de, Teórica y práctica de guerra, España, 1595, CORDE). b. Y en lo que Vuestra Magestad manda açerca de que se procure yntroduçir entre los yndios la lengua castellana por ser mas capaz para declararles los ministerios de nuestra santa fe catolica (Arias de Saavedra, Hernando, Carta al rey, 4 de mayo de 1607, Argentina, 1607, CORDE). c. aserraron el bajel por la quilla, haciendo un buco capaz de ver lo que dentro estaba (Cervantes Saavedra, Miguel de, Los trabajos de Persiles y Segismunda, España, 1616, CORDE).

Dos de los ejemplos reproducidos en (22) presentan la particularidad, ya identificada en (21c, d, e, f), de retomar anafóricamente la base de predicación en el evento incrustado en una función locativa: el sitio~en él, un buco~dentro,

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una rutina constructiva que se documenta hasta el siglo xix. En los textos históricos, además, la base de predicación puede estar distante en palabras léxicas del adjetivo, lo que contribuye a que la evaluación del adjetivo capaz se desplace hacia la cláusula subordinada. 4.2.2.3. Otro cambio notable con respecto al esquema no marcado de complementación consiste en sustituir la cláusula de infinitivo por una cláusula flexionada con verbo en subjuntivo, de modo que la anulación de la correferencia se hace más patente desde el punto de vista formal:

(23) a. el paraíso tiene lugar bien * capaz y grande para que se pudiesen los hombres con alegría, gozo, delectación * y consuelo, por muchas partes espaciar (Casas, fray Bartolomé de las, Historia de las Indias, España, 1527-1561, CORDE). b. Vos no conocéis este hombre, ni lo alabáis, sino para honraros a vos mismo y holgáis mucho que el tal sea capaz para que pueda hablar con él un papa y un Emperador (Denis, Manuel, Traducción de “De la pintura antigua” de Francisco de Holanda, España, 1563, CORDE). c. forman el puente de vara y media de ancho con corta diferencia, quanto sea capaz de que passen por él las personas y cavalgaduras, traficandose por ellas con mucho peligro, no menos de vidas que de caudales (Alva Ixtlilxóchitl, Fernando de, Viaje a la América meridional, México, 1608, CdE). d. y todo en cantidad muy crecida, como un crecidísimo toldo capaz y muy sobrado para que el campo todo se albergase en él en tiempo de lluvias y aguaceros (Carvajal, Jacinto de, Relación del descubrimiento del río Apure hasta su ingreso..., Venezuela, 1648, CORDE).

Por una parte, es visible la concordancia entre el verbo finito y su sujeto (se pudiesen espaciar-los hombres, pueda hablar con él-un papa y un Emperador, passen por él-las personas y cabalgaduras, se albergase en él-el campo todo) y, por otra, la cláusula subordinada adquiere una mayor autonomía con respecto al adjetivo capaz, en especial cuando está introducida por el nexo para (23a, b, d), cuyo valor de meta queda destacado; la cláusula subordinada en subjuntivo se registra también con el nexo de (23c, en un autor americano). De nuevo se observa en (23b-c-d) que la base de predicación se retoma anafóricamente dentro del evento incrustado en una función no central: el tal~con él, el puente~por él, un toldo~en él, rasgo que incide en la desconexión sintáctica entre la evaluación (N ser capaz) y el ámbito de la evaluación: capaz {para

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/ de} que Vflex. El microcambio que reflejan los datos de (23) está asociado mayoritariamente con las acepciones de capacidad de una base de predicación inanimada (23a, b, c), pero se registra también en la de aptitud (23b) con base de predicación animada. A estos ejemplos se podrían añadir muchos otros con las mismas características, pero resultan especialmente relevantes los de (24), ya que provienen de sendos textos que contienen instrucciones, como se refleja en la repetición de la perífrasis obligativa haber de Vinf.: (24) a. Vase y salen a un balcón LEONOR y don ALONSO y ha de haber dos balcones cubiertos y de uno a otro un pasadizo capaz de que en él quepan ocho personas y se puedan sacar las espadas, y están en el balcón el CONDE y don ÁLVARO (Tirso de Molina, Los balcones de Madrid, España, 1632-1634, CORDE). b. El primer carro ha de ser en su primer cuerpo un bosque, cuyos países han de estar adornados de árboles, fuentes y animales, y en el segundo cuerpo ha de tener un pavón real tan grande que ocupe todo su diámetro, lo más bien imitado que se pueda en plumas y colores. La cabeza ha de estar coronada de tres airones, levantada, y la cola recogida hasta que a su tiempo en un abanico haga la rueda pintada toda de ojos. Hase de abrir el pecho en dos mitades y verse dentro un león de pasta, que también en dos mitades se ha de abrir, capaz de que pueda verse un niño dentro (Calderón de la Barca, Memoria de apariencias del auto Las pruebas del segundo Adán, España, 1662; Calderón de la Barca 1643-1681: 67)30.

En el fragmento de (24a) Tirso de Molina ofrece las indicaciones escenográficas de una comedia y en (24b) Calderón de la Barca especifica las características que debe tener un carro para representar un auto. Los contextos son claramente normativos, guías o reglas para las representaciones teatrales. El valor posibilitador de la base de predicación es patente: el pasadizo debe  Todavía en este momento persiste la variación preposicional. En otra Memoria de apariencias de Calderón aparece un ejemplo similar, pero con la preposición a: “[un reloj de sol pintado en cartones]. Este ha de estar fundado sobre un pie de velador que puesto en medio del tablado pueda dar vuelta en redondo; y de cada número de las horas ha de salir un listón rojo capaz a que los que representan tirando de ellos puedan esparcirse por el tablado” (Calderón de la Barca, Memoria de apariencias de El viático cordero, 1665, Calderón de la Barca, 16431681:101). También aparece en obras técnicas: “[puerta] capaz a que por ella se pueda poner dentro del horno la mufla” (Alonso Barba, Álvaro, Arte de los metales, España, 1640, CORDE). 30

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permitir la entrada de personas o el león de pasta debe reunir la condición de estar abierto para que deje ver un niño dentro. Por otra parte, los esquemas analizados en 4.2.2.2 y 4.2.2.3 se documentan también con el adjetivo en plural. En (25) se retoma anafóricamente la base de predicación en la cláusula complementaria —los planetas~en ellos, éstas~las, las pinturasen ellas—, con la particularidad de que en (25b) el clítico anafórico tiene una función central, la de objeto directo:

(25) a. tiene enlaze la questión curiosa: Si los planetas son habitables, esto es, capaces de que en ellos se engendren y sustenten algunas especies de animales (Feijoo, Benito Jerónimo, Teatro crítico universal, España, 1739, CORDE). b. Pero no siendo éstas [las embarcaciones] capaces de que las mantenga S.M. fuera de aquellas que sirven a los presidios (Ulloa, Bernardo de, Restablecimiento de las fábricas y comercio español, España, 17401746, CORDE). c. pero como las pinturas no son muy capaces para retener en ellas la memoria de las cosas que pintan (Juan Bautista Pomar, Relación de Tetzcoco, Inédito, México; García Izcabalceta 1899: 315).

Por tanto, la construcción N capaz prep. que V [SUJ ≠ N] es fundamental, al menos desde el punto de vista formal, para que el foco de la evaluación modal se desplace desde la entidad evaluada hacia la cláusula introducida por conjunción. Además, estos cambios están asociados con una interpretación de la entidad N como causante o posibilitador. El esquema perdura en español actual (26):

(26) a. El desequilibrio es tan evidente, dijo el oficial, que los viejos aviones que tiene el Ecuador no disponen de radares, por lo que les urge acercarse a una distancia capaz de que el piloto afine su puntería visualmente (Blanco y Negro, 16/11/1997, Ecuador, CREA). b. Sólo una solución de rectificación clara y sin ambigüedades en el caso de Morala será capaz de que las elecciones sindicales se aborden con posibilidad de éxito (El País, 11/10/1980, España, CREA). c. Y ha sido gracias a su Caballero don Alonso, el protagonista de una de las historias de amor y muerte mejor contadas, capaz de que sus espectadores o lectores, no importa de qué tiempo o lugar, puedan de alguna manera reconocerse en sus protagonistas y conmoverse con su suerte ().

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La construcción preposicional ha dejado su huella en la epistémica, ya que en varios dialectos persiste el formato capaz de que asociado ahora con un sentido de probabilidad o incertidumbre (27):

(27) a. “Capaz de que el Güero es maricón y le estoy gustando”, pensé con cierto escalofrío (Alatriste, Sealtiel, Por vivir en quinto patio, México, 1985, CREA). b. En ese caso, capaz de que tengas razón y no se sepa finalmente quiénes son estos tipos (Dorfman, Ariel, La Muerte y la Doncella, Chile, 1995, CREA). c. Capaz de que sin armas una partida de guachos va al asalto de nosotros en cuanto las dejemos (Montaño Hurtado, Alfredo, Andanzas del indio Vicente Alonso, México, 1995, CREA).

4.2.3. En el paso del siglo xvi al xvii es muy usada también una estructura correlativa intensiva tan A que B, que contribuye a fijar la combinación capaz que. La construcción es muy frecuente tanto en documentos peninsulares (28a-d) como americanos (28e-g):

(28) a. tomaron una tabla; y no era tan larga o capaz que por ella, juntos ambos, pudiesen escapar (Casas, fray Bartolomé de las, Historia de las Indias, España, 1527-1561, CORDE). b. hicieron una como jaula, de palos enrejados, capaz que pudiese en ella caber holgadamente don Quijote, y luego don Fernando y sus camaradas, con los criados (Cervantes Saavedra, Miguel de, El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha, España, 1605, CORDE). c. El castillo que antes habia ha quedado en medio de la plaza de la nueva ciudadela, y era tan capaz que se alojaban en él mil soldados; (González, Sebastián, Carta [Cartas de algunos padres de la Compañía de Jesús, I], España, 1636, CORDE). d. y tan capaz su sombra que puede alojarse en ella un muy copioso ejército (Carvajal, Jacinto de, Relación del descubrimiento del río Apure hasta su ingreso en el Orinoco, Venezuela, 1648, CORDE). e. es entrándose por un cañón que hace el propio peñasco de más distancia de cuadra y media, tan capaz que puede una persona de sobrada estatura entrar por él sin embarazo que estrecho con apretura le aflija (Fuentes y Guzmán, Francisco Antonio de, Historia de Guatemala o recordación florida, Guatemala, 1690, CORDE). f. La piedra superior, es la mayor de todas, y tan capaz que han llegado á caber diez personas (Lozano, Pedro, Historia de la conquista del Paraguay, Río de la Plata y..., Paraguay, a 1745, CORDE).

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Nos parece especialmente destacable el ejemplo del Quijote (28b) porque tiene similar valor intensivo al de los restantes de esa serie, pero carece del adverbio tan en el primer miembro (capaz que). En todos los ejemplos de (28), la base de predicación es un contenedor o un espacio (tabla, jaula, castillo, sombra, cañón, piedra), cuya capacidad excede lo que se considera normal, ya que no solo puede dar cabida a un elevado número de personas (caber, alojarse), sino que posibilita ciertas acciones (escapar, entrar). Por tanto, la construcción proporciona una inferencia de capacidad extraordinaria, excepcional, imprevisible o asombrosa. Esta inferencia proviene no tanto del antecedente del esquema intensivo (tan capaz), cuya magnitud simplemente se destaca, sino sobre todo del contenido especificado en el consecuente, que ofrece además cierta variabilidad interna: subjuntivo y verbo modal en (28a, b), verbo modal en indicativo en (28d) y (28e), indicativo presente en (28c) y pasado en (28f). Una vez más, en (28) destacan los elementos que retoman anafóricamente la base de predicación en la cláusula subordinada: una tabla~por ella, una como jaula~en ella, el castillo~en él, su sombra~en ella, un cañón~por él. 4.2.4. Narrog (2012: 275) señala que los contextos negativos son más propicios para el cambio semántico que los positivos, ya que activan inferencias más relevantes. Varios ejemplos incluidos en apartados previos contienen una negación que afecta al adjetivo capaz: La anchura de las puentes no es capaz para caminar más de cinco soldados; No siendo las embarcaciones capaces de que las mantenga S.M...; Las pinturas no son muy capaces para retener en ellas..., etc. La negación sobre el modal predispone a interpretar la base de predicación como un obstáculo. Todavía más interesantes nos parecen los datos del siglo xviii reproducidos en (29) con ser capaz en entornos negativos:

(29) a. Y, cuando se quiera excusar, a 80 leguas del estrecho está el Cabo de Horno, y mar ancha, sin canal ni estrecho, situado en 56 grados y 42 minutos de latitud austral, y corresponde al temple de Inglaterra, que está en los mismos grados de estotro polo, y es otra tanta más seguridad de piratas, y la misma habría en el estrecho y pasajes, estando poblados, pues no era capaz entrase en él embarcación que, desde luego, no se reconociese y, dando los avisos, no fuese apresada (Ulloa, Bernardo de, Restablecimiento de las fábricas y comercio español, España, 17401746, CORDE).

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b. Pruébase lo dicho con dos convincentes razones que lo persuaden: la primera es que, siendo sólo un navío el que se permite que de Filipinas pase a Acapulco, Puerto de la Nueva España, con 300 000 pesos de valor de carga, en que no sólo van sedas, sino algodón, pelo de camello, loza, cera, pimienta, canela clavo, marfil, té, café y otra variedad de drogas medicinales, y maque, no era capaz abundasen con esta sola embarcación tanto los tejidos de seda, y lienzos de algodón, si no hubiese otra entrada (Ulloa, Bernardo de, Restablecimiento de las fábricas y comercio español, España, 1740-1746, CORDE). c. para decirlo en pocas palabras, ningún cuadrúpedo propio de clima caliente puede ser común a ambos continentes, porque no era capaz que resistiera el frío de los países septentrionales, por los cuales debía pasar del uno al otro mundo (Clavijero, Francisco Javier, Historia antigua de México, México, 1780, CORDE).

En (29a) la base de predicación del adjetivo (el Cabo de Horno) está tan lejana que ya resulta complicado conectarla sintácticamente con el predicado modal —21 palabras léxicas la separan de ser capaz—. Al igual que en ejemplos previos, en (29) la base es retomada en la cláusula incrustada por un constituyente en anáfora, el Cabo de Horno~en él, un navío~con esta sola embarcación, o se recupera del sujeto tácito del verbo subordinado: ningún cuadrúpedo~Vflex.Ø; el desplazamiento de la evaluación modal hacia la cláusula incrustada es completo y el sentido obtenido es parafraseable por “ser imposible que”; además, en (29a-b) el evento subordinado aparece formalmente expresado como cláusula flexionada sin enlace prepositivo31 y sin marca de subordinación, según el esquema no es capaz Vflex. [SUJ≠N]32. El predicado modal ser capaz ofrece variación temporal (era / es), pero queda desconectado de la base de predicación, por lo que se puede interpretar como impersonal. El esquema negativo con capaz que tiene continuidad hasta el español actual,

 La ausencia de enlace entre el adjetivo y la cláusula complementaria se observa también en contextos afirmativos: “Además, que si los españoles, ni sus descendientes, no pagaban este servicio personal, como habiendo pasado tantos, que era capaz poblasen cuatro Américas” (Ulloa, Bernardo de, Restablecimiento de las fábricas y comercio español, España, 1740-1746, CORDE). 32  El ejemplo citado por Cuervo (1867) proveniente de una carta tiene rasgos similares, si bien ya no parece existir base de predicación: “Y asi otras varias especies, que no es capaz me acuerde de todas, por ser muchísimas” (Medina Conde, Cristóbal de, Carta cuarta y última del sacristán de Pinos de la Puente, España, 1764, CORDE). 31

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si bien se usa más en los dialectos americanos (30b-c). Su localización en un romance (30a) indica que no es ajeno al español peninsular: (30) a. Que es imposible que haya En todo el mundo otra silla Que con esa se igualara! —Es cierto, dijo el demonio, Que no es capaz que la haya. (Anónimo, Romances, en Juan de Navalla. Pliego suelto [Romancero General], España, p. 1822, CORDE). b. Ella, la última burlada, no es capaz que no oyera el hirviente ruego colectivo (Villagra Marsal, Carlos, Mancuello y la perdiz, Paraguay, 1965, CORDE). c. ¡Cómo no, señora! [...] Puede pasarle un percance o encontrarse con gente mala. Tan lejos no es capaz que viva (Vivanco, Osvaldo, El cuento de las cien liebres [Cuentos folklóricos chilenos], Chile, 1971, CORDE).

En (30a) todavía se enlaza anafóricamente la base de predicación otra silla con la forma clítica la, en no es capaz que la haya, con un verbo impersonal en el complemento; en (30b) aparece la base de predicación, pero sin copia en la subordinada; además, contiene doble negación, que desencadena una inferencia afirmativa: “no es capaz que no oyera = tiene que haber oído”. Por último, en (30c) está lejana la base de predicación y es capaz que toma la apariencia de una construcción impersonal. La valoración ya no está anclada en una entidad, sino que descansa en el estado de conocimientos del hablante sobre la probabilidad de realización del evento: la modalidad epistémica. 4.2.5. Los contextos interrogativo-exclamativos con cómo es capaz que proporcionan también inferencias propicias para el cambio semántico, porque llevan asociada una fuerte carga subjetiva:

(31) a. Si el toro no tiene objeto o bulto delante que le estimule y provoque, ¿cómo es capaz que él les entre ni acometa? (Melcón, Juan Francisco, Carta satisfactoria, España, 1737, CORDE). b. pero el que no la haya tenido [más práctica], ¿cómo es capaz que conozca, ni la edad, ni la intención, ni la picardía, ni la reserva? (Melcón, Juan Francisco, Carta satisfactoria, España, 1737, CORDE).

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c. ¿Cómo era capaz que, estando presente mi prelado, fuera yo tan grosero? (Fernández de Lizardi, Joaquín, El Periquillo Sarmiento, México, 1816-1831; RAE H-1936: s. v. capaz).

El interrogativo-exclamativo cómo, asociado al predicado modal, desencadena la lectura de que el evento descrito en la cláusula subordinada es asombroso y provoca incredulidad. Por otra parte, en los ejemplos del siglo xviii (31a-b) todavía está presente en el contexto previo el referente del sujeto de la cláusula incrustada (el toro-él, el que no la haya tenido-conozcaØ), pero dicho referente ya no aparece en un fragmento más tardío, como el de (31c), con un sujeto explícito en la subordinada (fuera yo)33. También es preciso señalar que inferencias similares de incomprensión, asombro o extrañeza se obtienen de la variante no finita Cómo es capaz de + {Vinf./FN} en (32a):

(32) a. porque teniendo esta ciudad de San Cristóbal de la Habana pocos más de mil vecinos, ¿Cómo es capaz de coronar ni guarnecer tres castillos y cinco baluartes que tiene la muralla en recinto de más de tres cuartos de legua que coje su circunferencia? (Fernández de Villalobos, Gabriel, Desagravios de los indios y reglas precisamente necesarias para jueces y ministros, España, 1685, CORDE). b. [...] y me preguntó si sabia explicarle, cómo el P. Rici, siendo un Scioco, era capaz de manejar tan grande trama (Azara, José Nicolás de, Cartas de Azara al ministro Roda en 1769, España, 1769, CORDE). c. No sé cómo es capaz la débil alma de una mujer de tanta resistencia (Jovellanos, Gaspar Melchor de, La muerte de Munuza [Pelayo], España, 1769-1773, CORDE).

En (32b-c) la subordinación de la cláusula interrogativa a predicados epistémicos —si sabía explicarle cómo, no sé cómo— permite identificar otra clave del origen de la inferencia, ya que se pide una aclaración sobre algo que no se entiende, es decir, que resulta incomprensible. 33  La construcción cómo es A que + Vflex. ya está documentada desde el siglo xv con el adjetivo posible, lo que hace verosímil la tesis de Cuervo sobre el influjo analógico que las construcciones de este adjetivo habrían tenido en la génesis de la construcción epistémica es capaz que. “Solamente cerca de aquesto resta de fablar de una muy difícil é ardua dubda, la qual es cómo es posible, o cómo se puede provar por razon natural que los cuerpos de los dapnados continua mente se quemen é ardan en fuego, é non se gasten nin se consuman” (Díaz de Toledo, Pero, Diálogo é razonamiento en la muerte del marqués de Santillana, 1485, España, CORDE).

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4.2.6. En el apartado 3.1.3 mencionamos una acepción del adjetivo incluida por María Moliner en el DUE, glosada como “aplicado a una persona, tal o en tal disposición o estado que puede esperarse o temerse de ella la cosa que se expresa”, y cuya relevancia no debe pasar desapercibida en el proceso de subjetivización del adjetivo. El cambio opera en el nivel semántico-pragmático, ya que no hay alteraciones en la forma de la construcción: N ser capaz de {FN /cláus.inf. [Ø = N]}. Existe una restricción sobre la base de predicación, que debe ser animada, y se dispara el número de infinitivos dinámicos que admite, como indican los comodines todo/cualquier cosa, que aparecen en la frase hecha vinculada con esta acepción. La carga valorativa descansa sobre la entidad que actúa como base de predicación: es una persona que, o bien destaca por sus cualidades positivas —el valor, el heroísmo, etc.—, o bien no respeta las normas y carece de escrúpulos, en valoraciones negativas. Además, como indican los verbos esperarse o temerse que emplea María Moliner en la glosa reproducida más arriba, la estimación sobre la probabilidad de realización del evento se basa en los deseos o creencias del hablante34. La acepción gana terreno desde el siglo xviii:

(33) a. porque este solo es capaz de emprender cosas grandiosas (Céspedes y Meneses, Gonzalo de, Varia fortuna del soldado Píndaro, España, 1626, CORDE). b. Como los gentiles [...] atribuían al demonio autoridad divina, le creían capaz de hacer estos prodigios (Feijoo, Benito Jerónimo, Teatro Crítico Universal, España, 1730, CORDE). c. [Gonzalo Fernández de Córdoba] Era hombre capaz de hacer al Rey Cathólico dueño de toda Europa (Feijoo, Benito Jerónimo, Teatro Crítico Universal, España, 1730, CORDE).

(34) a. si este hombre antes de tirarse al mar padeciesse tal especie de locura, u otra qualquiera, capaz de precipitarle en tan extravagante desatino (Feijoo, Benito Jerónimo, Teatro Crítico Universal, España, 1739, CORDE). b. ¿qué gente más capaz de cometerlos que unos embusteros de por vida que tienen la desvergonzada osadía de fingirse posseídos del demonio? (Feijoo, Benito Jerónimo, Teatro Crítico Universal, España, 1739, CORDE). 34   Esperar: “Creer que algo bueno o conveniente que está anunciado o algo que se desea ocurrirá realmente” (DUE: s. v., 1). Temer: “Pensar que ocurre, ha ocurrido o va a ocurrir algo malo, aunque no se sabe” (DUE: s. v., 2).

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c. Ya lo creo, que tú eres capaz de infamias como esas y de otras (Cruz, Ramón de la, El casero burlado, España, 1765, CORDE). d. no sea que la encajera lo olfatee y vaya con el chisme... porque la tal encajera es capaz de todo... (Gorostiza, Manuel Eduardo de, Contigo pan y cebolla, México, 1833, CORDE).

Diacrónicamente, parece producirse una extensión desde usos encomiásticos (33) o denigrativos (34) a otros que implican riesgo, audacia o temeridad (35). El papel expresivo del hablante se hace cada vez más notorio, por el carácter hiperbólico de las valoraciones. La asociación con eventos adversos es muy evidente cuando el complemento tiene el valor de un cuantificador fuerte (capaz de todo/de cualquier cosa), como el neutro lo que en (35b-c-d), que presupone cualquier tipo de acción imaginable; en los ejemplos de (35b-c-d) capaz aparece, además, como complemento de un predicado epistémico de incertidumbre (no saber):

(35) a. —Quien tal documento se atreve a suscribir, es muy capaz de haber firmado también mi sentencia de muerte (Pereda, José María de, Don Gonzalo González de la Gonzalera, España, 1879, CORDE). b. y no sabemos de lo que es capaz un resentimiento colombiano (Olmedo, José Joaquín, Al General San Martín [Epistolario], Ecuador, 1822, CORDE). c. de mí olvidado...no sabes, Adán, de lo que es capaz una mujer por vengarse (Espronceda, José de, El diablo mundo, España, 1840-1841, CORDE). d. ¡Oh! usted no sabe de lo que es capaz una mujer de mi temple cuando está apasionada! (Altamirano, Ignacio Manuel, Clemencia, México, 1869, CORDE).

En comedias del siglo xix se multiplica el número de acciones atribuidas a las entidades, algunas valoradas como heroicas o valiosas (detener a un regimiento, competir con los extranjeros, crear tales maravillas, etc.) y muchas otras como negativas (cometer disparates, burlarse de un entierro, mayores fechorías, ahogar a alguien, tamaña villanía, aterrorizar al más valiente, etc.)35. Además, ser capaz de se emplea en diálogos donde 35  En portugués se documentan también numerosos ejemplos de este tipo. Los siguientes están tomados del CdP:

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se ­interpela al interlocutor por acciones futuras que suponen dificultades o ­retos (36):

(36) a. ¿Seríais capaz de cualquier empresa, por lograr a doña Beatriz? (Gil y Carrasco, Enrique, El Señor de Bembibre, España, 1844, CORDE). b. ¿Crees que uno de esos hombres sería capaz de matarme, Daniel? (Mármol, José, Amalia, Argentina, 1851-1855, CORDE). c. —¿Sería usted capaz de casarse con un hombre a quien no quisiese...? (López, Lucio Vicente, La gran aldea, Argentina, 1884, CORDE).

En el mismo periodo considerado, el siglo xviii, asoman en textos historiográficos y en comedias varios ejemplos de interrogaciones retóricas cuya finalidad es reafirmar el punto de vista del hablante, dando por hecho que el interlocutor está conforme con la presuposición que se genera: nadie puede creer ni imaginar que son ciertas las situaciones descritas en las predicaciones incrustadas, atribuidas a ciertas personas o vinculadas con ellas:

(37) a. ¿Quién será capaz de creer que Xólotl reinase mil trece años y viviese doscientos? (Clavijero, Francisco Javier, Historia Antigua de México, México, 1780, CORDE). b. ¿Quién dijera que doña Mónica fuese capaz de lo que nos cuenta mi amo don Cristóbal? (Iriarte, Tomás de, El señorito mimado, España, 1787, CORDE). c. ¿Quién es capaz de saber ni de computar a qué excesiva cantidad llegaron? (Velasco, Juan de, Historia del reino de Quito en la América Meridional, Ecuador, 1789, CORDE).

a. O imbecil! É capaz de comer um burro e de engolir uma tranca (Bartolomeu Lourenço de Gusmão, Cartas, Portugal, s. xvii). b. Anselmo amuou. Não podia acreditar que criatura tão formosa e delicada fosse capaz de representar o indigno papel de arroladora de móveis (Coelho Neto, A conquista, Portugal, 1899). c. A sua filha está viva. Desmaiada. Muito desmaiada. Ela respira Ajude-a. Então seria eu capaz de matá-la? (Eça de Queirós, Alves & companhia, Portugal, 1925). d. Se eu não levar o quartinho, meu pai é capaz de me enforcar, meu rico senhor (Fialho de Almeida, A ruiva, Portugal, s. xix). e. O bárbaro era capaz de roer os diques dos Países Baixos e sacrificar a Holanda a uma geral inundação (Dinis, Júlio, Uma família inglesa, Portugal, s. xix).

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En los datos examinados desde (33) a (37), hemos visto que la asociación de ser capaz de con la probabilidad de realizar acciones audaces o arriesgadas cobra protagonismo a partir del siglo xviii, no solo por su explotación discursiva sino también por la variedad de construcciones en las que aparece: con predicados epistémicos como creer (33b) o no saber (35), en interrogativas con el verbo ser en futuro o condicional en las que el hablante desafía al interlocutor a realizar ciertas acciones (36), en interrogativas retóricas en las que el emisor invita al oyente a compartir su incredulidad (37). Todos estos contextos suponen un aumento de la expresividad del hablante, una fuerza motivadora del cambio semántico ya que implica una mayor orientación de la evaluación modal hacia los participantes en el acto de habla (Narrog 2012: § 3.1.4). Por último, también a partir del siglo xviii se registra el uso de ser capaz de en la apódosis de esquemas condicionales, ya con esta implicación de osadía o atrevimiento (38). La construcción expresa posibilidad situacional, es decir, está orientada hacia el evento en su totalidad. En (38c) el infinitivo subordinado indica tiempo pasado, al igual que el de (35a) (véase más abajo 4.3.1):

(38) a. poco conocéis el león con quien jugáis. Si tardáis, es capaz de venir a vuestra misma celda y atropellarlo todo (Gil y Carrasco, Enrique, El Señor de Bembibre, España, 1844, CORDE). b. ¿Qué no ve que Amador era capaz de matarme si lo dejo arrancarse? (Blest Gana, Alberto, Martín Rivas, Chile, 1862-1875, CORDE). c. Según se dijo al día siguiente, era muy capaz de haber muerto al padre, si no se hubiera contenido (Mansilla, Lucio Victorio, Una excursión a los indios Ranqueles, Argentina, 1870, CORDE). d. Se lo escribiré: porque si voy a decírselo yo misma, es capaz de apabullarme... (Pérez Galdós, Benito, Rosalía, España, c. 1872, CORDE). e. Agora se casa, es capaz de tener hijos, y si se disgusta con nosotros, es capaz de dárselo todo a ellos (Carrasquilla, Tomás, La marquesa de Yolombó, Colombia, 1928, CORDE).

La presencia de ser capaz en el miembro condicionado de los esquemas condicionales en (38) indica que la evaluación queda supeditada a las situaciones hipotéticas presentadas en la prótasis o condición. En estos esquemas y en los examinados previamente en (34) y (35), el carácter hiperbólico de la ponderación, es decir, la interpretación fuertemente negativa de las acciones potenciales atribuidas a las entidades, temerarias o contrarias a las normas (atropellarlo todo, matarme, haber muerto al padre, apabullarme, dárselo

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todo a los hijos), se asocia también con una elevada probabilidad de realización de los eventos. Con todo, para que se produzca la lectura epistémica, se requiere que el predicado ser capaz (en tercera persona) sea opaco a cualquier relación anafórica con una entidad previa, o al menos así lo interprete el hablante. En (39a), con el esquema es capaz que, existe ambigüedad entre dos lecturas: a) que puede esperarse o temerse de una entidad la acción especificada; b) elevada probabilidad de realización del evento. La distancia entre mi madre y es capaz es un factor que favorece la segunda interpretación en (39a); la desconexión es completa cuando el sujeto de la cláusula subordinada goza de autonomía, como en (39b): es capaz es tercera persona, pero lo creo es primera persona: (39) a. Mi madre no sabe nada todavía —dijo al oído de Agustín—, y si usted no se apea [del caballo], es capaz que arme aquí un bochinche (Blest Gana, Alberto, Martín Rivas. Novela de costumbres político-sociales, Chile, 1862-1875, CORDE). b. Todo el mundo lo va a creer, y yo mismo, si mañana lo leo en el diario, es capaz que lo creo (Walsh, Rodolfo, Cuento para tahúres y otros relatos policiales, Argentina, 1951-1961, CORDE).

Este mismo proceso se observa en contextos no condicionales, como los de (40a-b): el sujeto de la cláusula complementaria es correferente con una entidad mencionada previamente en el contexto —ella en (40a), lo en (40b), que remite a Lucas—; la desconexión —y, por tanto, el triunfo de la lectura epistémica— no es completa hasta que no aparece en la cláusula complementaria un sujeto explícito no correferente con la entidad previa mencionada: naide en (40c): (40) a. “Total yo llegué sin saber, y ella me sujetó y aquí estoy. Es capaz que me mate”, hablaba él solo por ahí (Vivanco, Osvaldo. La mujer fuerte [Cuentos folklóricos chilenos de raíces hispánicas], Chile, 1971, CORDE). b. —Tú no lo apures, que es capaz que lo deja inmediato, ya sabes cómo es él (Sánchez Ferlosio, Rafael, El Jarama, España, 1956, CORDE). c. Apuesto que no lo haces tú ahora —le dijo el otro—, que ese viejo es muy celoso, es capaz que naide vaiga a su casa, naide pasa pa dentro (Alvear, Ernestina, El cuento del viejito celoso, Chile, 1970, CORDE).

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En el siguiente epígrafe veremos que este proceso se repite en el esquema es capaz de Vinf. 4.2.7. En algunos fragmentos se hace recaer el énfasis sobre el adjetivo capaz al invertir el orden no marcado de constituyentes (SUJ-V-Adj > Adj-VSUJ) y situarlo en primera posición de la cláusula. La mayoría de los ejemplos documentados están vinculados con la acepción “que puede esperarse o temerse de él lo que se indica”, según el modelo de (41a). En (41b) la inversión está acompañada de la colocación de la forma léxica que sirve de base de predicación (ese Pepino) bajo el dominio de capaz; en (41c) forma parte ya de la cláusula de infinitivo (la negrilla):

(41) a. Los animales nos dan ejemplo de fidelidad, ¿no es verdad, Elvira? Capaz será de morirse (Larra, Mariano José de, El doncel de don Enrique el Doliente, España, 1834, CORDE). b. ¡Jesús! ¡Las estatuas! Capaz es ese Pepino de no haberlas recogido... (Fernán Caballero (Cecilia Böhl de Faber), Clemencia, España, 1852, CORDE). c. —¡Hum!... Capaz es de entusiasmarse la negrilla... (Acevedo Díaz, Eduardo, Nativa. Uruguay, 1890, CORDE).

La anteposición de capaz puede conllevar también la eliminación del verbo ser, como se aprecia en (42). En (42a-b) se han destacado en cursiva los elementos léxicos que remiten en el contexto previo a la entidad evaluada. Pese a que capaz todavía se interpreta como adjetivo, como se desprende de la flexión de número en (42d), la ausencia del verbo ser contribuye a desligar esa base de predicación del adjetivo capaz: (42) a. Bolívar fué al mismo tiempo orador elocuente, poeta, héroe, revolucionario i mandarin: jamas hombre de Estado, filósofo ni lejislador. [...] Capaz de ser un potentado militar, era poco, para ser buen ciudadano (Samper, José María, Apuntamientos para la historia política y social de la Nueva Granada, Colombia, 1853, CORDE). b. [...] hacen extrañamente del hombre que la posee, el ser más poderoso y más débil de la tierra. Capaz de levantar montañas como si fuesen aristas (Gómez de Avellaneda, Gertrudis, El artista barquero o los cuatro 5 de junio, Cuba, 1861, CORDE). c. —Mire usted qué maldad; tratar de hacerle daño á un pobre viejo, que se desvive por servirnos. [...] —Capaz de morirse de pesadumbre si

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se nos escapara la más ligera frase que implicase un reproche (Blanco, Eduardo, Tradiciones épicas y Cuentos viejos, Venezuela, a. 1912, CORDE). d. Robusta ¡Tata no ha dao motivo! ¡Lo llevan pa hacerle alguna maldad! Dejemé ir. ¡Yo quiero verlo! ¡Yo quiero verlo! Capaces de matarlo (Sánchez, Florencio, Barranca abajo. Drama en tres actos, Uruguay, 1905, CORDE).

En el diálogo teatral de (43a) la cláusula subordinada ya tiene algunos rasgos propios del modelo de cláusula independiente: negación y pasado; existe correferencia entre el referente del sujeto tácito de haberlo pedido y el de no te hagás el desentendido (Don Zoilo), pero los enunciados que los contienen están dirigidos a personajes distintos: el primero a la persona implicada, don Zoilo, y el segundo a Prudencia: capaz se aproxima ya a un marcador epistémico, puesto que la modalización está vinculada a la emisora que asume el turno de habla (Rudelinda) y a lo que ella opina en ese mismo momento de habla sobre un evento pasado que incumbe a don Zoilo. En (43b) ya no existe ni verbo ser ni base de predicación previa, por lo que está consumado el cambio sintáctico36: (43) a. —Rudelinda Che, Zoilo, ¿me encargaste el generito pal viso * de mi vestido? (Zoilo no responde.) ¡Zoilo!... ¡Eh!... ¡Zoilo!... ¿Tas sordo? Decí... ¿Encargaste el generito rosa? (Zoilo se aleja y hace mutis lentamente por la derecha.) ESCENA III (Los mismos, menos Don Zoilo, que sale.) —Rudelinda: No te hagás el desentendido, ¡eh!... (A Prudencia.) Capaz de no haberlo pedido (Sánchez, Florencia, Barranca abajo. Drama en tres actos, Uruguay, 1905, CORDE). b. Una máquina de coser no puede renunciarse a ella así como así. Capaz de venirle a la casa un revés cualquier día, y ya tienes ahí algo para sacarle unos duritos (Sánchez Ferlosio, Rafael, El Jarama, España, 1956, CORDE).

 En otro fragmento teatral de procedencia peninsular se genera la misma interpretación: “Cleo: ¿Qué te crees que estaba haciendo en la cocina? / Semíramis: Capaz de estar pelando las patatas” (Martínez Mediero, Manuel, Las hermanas de Búfalo Bill cabalgan de nuevo, España, 1988, CREA). 36

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En los ejemplos de (39a) y de (40a, b), comentados en el § 4.2.6, y en los de (42) y (43) anteriores, se ha podido comprobar el papel que juega la distancia existente entre base de predicación y adjetivo: la lectura se decanta hacia el dominio epistémico cuanto mayor es la distancia entre ambos, como ocurre cuando están situados en enunciados diferentes. A este respecto, el ejemplo presentado en (43a) es muy elocuente porque reproduce una situación de comunicación típica: la protagonista de una obra teatral, en el mismo turno de habla, se dirige a dos receptores diferentes. En ausencia de datos de lengua oral, el fragmento teatral de (42a) es una muestra convincente de que los cambios de significado están motivados por las necesidades expresivas que surgen en el curso de la conversación (Narrog 2012: cap. 3, y referencias ahí citadas). 4.3. Otros correlatos estructurales del cambio semántico En los próximos subapartados vamos a examinar algunos rasgos formales señalados en la bibliografía como típicos de los procesos de cambio semántico de no epistémico a epistémico: cláusula subordinada con infinitivos compuestos (4.3.1), perífrasis pasivas (4.3.2) y predicados impersonales (4.3.3). Ocupan un epígrafe diferenciado en este trabajo porque su ubicación en el complemento de ser capaz no goza de prestigio en el mundo lingüístico hispánico, ni entre algunos hablantes ni en los círculos académicos, a juzgar por la escasez de datos y por las recomendaciones presentes en algunas obras gramaticales y lexicográficas. 4.3.1. Con modales no epistémicos, el evento que constituye el ámbito de la evaluación es inactual o potencial, es decir, está orientado hacia el futuro, por lo que su expresión típica es un infinitivo simple37. Por el contrario, los marcadores epistémicos pueden tener dominio sobre proposiciones temporalizadas, incluyendo el tiempo pasado (Narrog 2012: § 5.6.2.1)38. La ­presencia de  Según la terminología usada por algunos autores, las formas orientadas al futuro son perfectivas y las no orientadas al futuro imperfectivas (cf. Narrog 2012: 223), términos que resultan confusos porque interfieren con las distinciones de aspectualidad: la diferencia entre perfectivo (enfoque unitario del evento con sus límites) / imperfectivo (enfoque de la estructura interna, sin límites). 38   Como señala Olbertz (1998: 393): “in the case of Epistemic Modality, the moment of the occurrence of the SoA can be anterior to the moment of its modal evaluation, whereas in the case of non-epistemic domains of modal evaluation, the SoA can only be simultaneous or posterior to the time of modal evaluation”. 37

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formas compuestas en la cláusula subordinada contribuye a dotarla de ­cierta autonomía y es un indicador de cambio hacia sentidos epistémicos, cuando capaz se equipara con es probable, tal vez. Por eso las formas compuestas se documentan cuando capaz que se adverbializa en español como marcador epistémico (44):

(44) a. —Para que traigas los restos de mi hija, porque con este tonto capaz que se haya muerto (Vélez, Abraham, El cuentecito del pescadito San Martín [Cuentos folklóricos chilenos de raíces hispánicas], Chile, 1965, CORDE). b. quién sabe quién se habrá quedado con él [el chal negro]... capaz que se haya desteñido y se haya puesto blanco (Donoso, José, El obsceno pájaro de la noche, Chile, 1970, CORDE). c. Pero usted dice que no lo ha visto. Capaz que ni siquiera haya salido de la población... (Donoso, José, Este domingo, Chile, 1966, CORDE).

En portugués, donde los sentidos epistémicos son reconocidos en gramáticas y diccionarios, también la construcción ser capaz de Vinf. admite eventos formulados con la perífrasis ter + participio39, tanto en portugués de Brasil (45a-b) como europeo (45c-d):

(45) a. Guida. — Oh! a Dona Guida, que perna forte! — Era capaz de ter trazido uma carroça com bebidas e manjares, e até música (Oliveira Paiva, Manuel de, Dona Guidinha do Poço, Brasil, 1891, CdP). b. Eu estou maldando em safadeza do negro Floripes. É capaz de ter enchido a cabeça do maluco e o besta pensa que me fez medo (Rego, José Lins do, Fogo Morto, Brasil, 1943, CdP).

39  Oliveira (52003: 249-250), a propósito del ejemplo “Jorge é capaz de ter chegado há minutos” (literalmente “Jorge es capaz de haber llegado hace minutos”) afirma: “O exemplo revela que ser capaz de pode tambén apresentar uma leitura epistémica. Esta leitura está acessível especialmente no Presente, apresentando ambiguidade no Imperfeito; no Pretérito Perfeito só tem a leitura de capacidade, isto é, modalidade ‘interna ao participante’: Ele é capaz de chegar amanhã. / Ele é capaz de poder chegar amanhã. Ele era capaz de chegar amanhã ~ a horas. / Ele foi capaz de chegar a horas. No entanto, estes modais apresentam um significado impreciso ou indeterminado, dependendo en grande medida dos contextos em que surgem para determinar qual o domínio, raciocínio ou acção, a que se aplicam. Desta forma o Aspecto em geral e o tipo aspectual dos predicados com os quais se combinan, pode, en certos casos, ser relevante”.

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c. Foi complicado, por vezes até saiu um bocado caro, mas é capaz de ter valido a pena (CETEM Público, ). d. Rui Esteves era o farol da equipa e Fertout e Amaral, os elementos mais avançados, também recuavam muito quando atacava o FC Porto que é bem capaz de ter acusado o golo rápido de Pedro Barbosa... em Alvalade (CETEM Público, ).

Por lo que se refiere al esquema con infinitivo compuesto en español, los escasos datos que proporciona el corpus CORDE (20 ejemplos de capaz de haber + participio, frente a 7 923 de capaz de; 2 de capaces de haber + participio sobre 3 032 de capaces de) apuntan a una falta de fijación, al menos en la norma culta. El infinitivo compuesto con sujetos animados aparece esporádicamente desde finales del siglo xviii y a lo largo del xix en fragmentos donde lo valorado es la valentía, la audacia o el riesgo que supone llevar a cabo eventos difíciles o que tienen connotaciones negativas. A los ejemplos ya citados en (35a) y (38c) se pueden añadir otros como los de (46):

(46) a. [...] le hizo patentes tantas comuniones y tanto número de sacrificios, que con uno solo era capaz de haber llegado al sublime estado de una perfección heroica (Bolaños, fray Joaquín, La portentosa vida de la muerte, México, 1792, CORDE). b. [...] todos esos bobitontos que andaban cacareando que él y no otro era capaz de haber escrito el “chapucesco” folleto intitulado Condiciones y semblanzas de, etc. (Miñano, Sebastián de, Sátiras y panfletos del Trienio Constitucional, España, 1820-1823, CORDE). c. Como el otro es tan loco, es capaz, muy capaz de haber hecho alguna de las suyas... y lo peor es que no viene (Larra, Mariano José de, Los Inseparables. 1er Apunte, de Scribe, España, 1835, CORDE). d. Aquellos infames que le habían embriagado o poco menos, obligándole después a penetrar en el templo, eran muy capaces de haber inventado en seguida la calumnia con que querían perderle (Clarín [Leopoldo Alas], La Regenta, España, 1884-1885, CORDE).

El sentido de elevada probabilidad está muy presente en varios fragmentos que, como los de (46c, d), contienen el adverbio de grado muy. Sin embargo, todavía es notorio el énfasis valorativo sobre la base de predicación, la entidad animada que es piadosa (46a), murmuradora (46b), loca (46c) o calumniadora (46e). Cuando la base de predicación tiene referente inanimado, el sujeto actúa semánticamente como un facilitador o posibilitador del evento pasado

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incrustado en el complemento (47). De nuevo el sentido oscila entre la posibilidad y la probabilidad:

(47) a. [...] las ruinas que produxo alguna causa capaz de haber hecho saltar de raiz aquella mole, y de haberla reducido á menudos fragmentos (Cavanilles, Antonio José, Observaciones sobre la historia natural, geografía, agricultura, población y frutos del reyno de Val..., España, 1797, CORDE). b. Después han cesado ya aquellas remesas; y en lugar de darles cuartos, habrá tenido que pedírselos; y esto es capaz de haber resfriado aquel ardiente amor que antes le tenían (Fernández de Moratín, Leandro, Cartas de 1816, España, 1816, CORDE). c. El grito de alegría que lanzó Doña Urraca era capaz de haber conmovido los muros de la prisión (Navarro Villoslada, Francisco, Doña Blanca de Navarra, España, 1846, CORDE).

4.3.2. La integración de eventos pasivos como complemento de ser capaz apunta también hacia el desarrollo de sentidos de posibilidad circunstancial o eventiva (“que reúne condiciones para”). Además, las pasivas debilitan la función de la base de predicación, ya que el papel activo que deriva de su aptitud o habilidad es antagónico con el de Paciente que le asigna la pasiva y con la presuposición de que existe un agente externo. En diacronía, las pasivas se documentan desde el siglo xvi. El fragmento de (48b) es especialmente significativo, ya que la perífrasis pasiva está bajo el dominio del modal poder y aparece explícito el iniciador del evento pasivo incrustado:

(48) a. ¿quién terná lengua que sepa hablar para decir que un niño de tres o cuatro o cinco años no es más capaz de ser enseñado en buenas costumbres, porque no sepa qué cosa es virtud, que un perro y que una haquilla de volteadores y otras semejantes bestias? (Pineda, Juan de, Diálogos familiares de la agricultura cristiana, España, 1589, CORDE). b. la tierra es de suyo cuerpo denso y capaz para poder ser calentado del sol (Cárdenas, Juan de, Primera parte de los problemas y secretos maravillosos de las Indias, México, 1591, CORDE). c. Si tú fueras capaz de ser querido, fueras capaz de olvido; y ya era gloria, al menos, la potencia de haber sido. (Sor Juana Inés de la Cruz, Poesía. Lírica personal, México, c. 1666-a. 1695, CORDE).

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Ejemplos similares están atestiguados en todas las épocas, tanto en escritores de prestigio como en historiadores y ensayistas40, al igual que en lenguas romances vecinas, especialmente en textos técnicos: catalán Un antigen és tota molècula capaç de ser reconeguda per un anticòs; francés Un liquide capable d’être volatilisé par ce feu; gallego Foi o primeiro en construir un sistema capaz de ser automaticamente controlado por un lector de instrucións; italiano (Il piruvato) capace di essere totalmente demolito nel ciclo ossidativo terminale; portugués Um computador capaz de ser usado por qualquer pessoa41. Sin embargo, en las gramáticas tiende a establecerse una fuerte asociación entre capaz y orientación activa del evento (“que puede hacer”), por una parte, y susceptible y orientación pasiva del evento (“que puede experimentar”), por otra. Esto es lo que se deduce de las advertencias del diccionario francés Littré (1863-1877) sobre la confusión entre ambos adjetivos42. En época más reciente, la NGLE (2009: § 26.5k) recomienda el adjetivo susceptible en lugar de capaz, con eventos incrustados en pasiva, como una bomba susceptible de ser detonada a distancia, una explicación susceptible de ser comprendida por cualquiera, etc. 4.3.3. Los modales epistémicos son compatibles con predicados impersonales: verbos avalentes o monovalentes sin sujeto, como haber existencial. La combinación con este tipo de verbos suele considerarse un indicio concluyente de reanálisis, o de plena gramaticalización en el caso de las perífrasis.

 En la siguiente relación figuran algunos: 1745 fray Benito Feijoo (España); 1747 Jorge Juan (Perú); c. 1754 Juan José Delgado (Filipinas); 1748 Antonio de Ulloa (Perú); p. 1775 Manuel Machón (Argentina); 1884 Diego Barros (Chile); 1852 Fernán Caballero (España); 1876-1877 Pérez Galdós (España); 1910 José Enrique Rodó (Uruguay); 1905-1914 Unamuno (España); 1911-1925 Marco Fidel Suárez (Colombia), etc. 41   Varios ejemplos han sido documentados en Google (diciembre de 2016). 42  Grevisse (111980: 113, nota 45) comenta esa advertencia: “‘Il ne faut pas, dit Littré, confondre susceptible et capable. On est susceptible de recevoir, d’éprouver, de subir; mais on est capable de donner ou de faire’ — Distinction plausible sans doute, mais on observera, d’une part, que le suffixe -ible n’exprime pas nécessairement une possibilité passive: terrible, horrible...; d’autre part, que capable et susceptible ne sont, en somme, que des doublets, procédant d’un ancêtre commun: capere, prendre. [...] Toute plausible qu’elle est, la distinction faite par Littré est souvent négligée, et les meilleurs auteurs font exprimer à susceptible une possibilité active. [...] Observons subsidiairement que Littré définit incapable en disant: Qui n’est pas susceptible de... — L’Académie ait beau condamner cet emploi de susceptible (mise en garde du 25 févr. 1965), il se répand de plus en plus.—”. 40

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4.3.3.1. Los verbos meteorológicos, como llover, negar, granizar, etc., se usan con el adverbio de duda (Capaz que haga frío para esa época / En Navidad capaz nieve) pero no están registrados en español en la construcción Es capaz de Vinf. en los corpus consultados para este trabajo. En la construcción no finita, estos predicados avalentes solo aparecen en trabajos de dialectología, a veces con marcas sociolectales o de registro (49):

(49) a. Capaz que llueva esta noche. Dichas expresiones pueden interpretarse como: “Es capaz de llover esta noche” o “quizás llueva esta noche”. Como puede apreciarse, lo singular del uso entre nosotros de capaz, no reside únicamente en la significación, sino en la forma que adquiere dicho vocablo en la oración (Ávila, Elvio Aroldo, Indo-Hispania lingüística, Santiago del Estero, Argentina, 1980, ). b. Tiene este adjetivo el sentido de posibilidad, en frases como éstas: “Es capaz que lo reprenda” (i. e. puede que lo reprenda, llegado el caso). “Es capaz de llover” (puede que llueva, contra mis deseos). No es fácil traducir con elegancia esos ejemplos (Alvarado, Lisandro, Glosarios del bajo español en Venezuela, 1929: 91; reed. de 1954). c. Capaz de llover de nuevo. Cuando hiela sobre el agua es medio clavado... —comentó Manuel Farías cuando, excusándose de pasar a la cocina y casi a continuación de saludar a Juan, señaló la débil capa de escarcha inaugural que podía... (Lanusse, Francisco Luis, La danza de las cintas, Argentina, 2006, p. 314, ). d. aquí en La Palma con una simple borrasca y no muy potente es capaz de llover en toda la isla ().

En portugués, el sentido epistémico de capaz está reconocido en los propios diccionarios con verbos como chover o nevar (50a) y está reflejado en la lengua escrita (50b)43. Pese a este reconocimiento, los ejemplos con predicados avalentes son juzgados por hablantes y gramáticos como propios de la lengua conversacional (50c) e incluso aparecen corregidos (50d) o citados en obras prescriptivas que los catalogan como “errores del lenguaje” (50e):

43  No encuentro datos en los corpus existentes para el gallego, pero me consta que capaz se usa con verbos de fenómenos atmosféricos: Con este demo de vento, hoxe aínda é capaz de chover.

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(50) a. Hoje ainda é capaz de chover! (ACL-2001: s. v. capaz). b. contar com uma fratura; se estão preocupadas com a nossa saúde, é bom ir fazer um check-up... E quando gritam pela janela o fatídico “Não esqueça a blusa”?! É óbvio que, mesmo se for pleno verão, o tempo virará e é capaz de nevar (Revista da Folha, Coluna ‘Macho’, 2002: 72, ). c. (v) ser capaz de + infinitive is also used to mean ‘may, might’, particularly in speech: Ela é capaz de atrasar. She may be late. Leva um guarda-chuva que é capaz de chover mais tarde. Take an umbrella, it might rain later. In colloquial speech... (Whitlam, John, Modern Brazilian Portuguese Grammar: A Practical Guide, 2011, p. 339, ). d. “E capaz de chover logo mais.” Capaz é um adjetivo que só pode ser empregado em referência a pessoas ou a seres animados. Então: Não sou capaz de fazer chover (Mendes de Almeida, Antonio Luiz, Atenciosamente: manual prático de redaçao comercial e oficial, 1999, p. 102, ). e. Capaz de chover (Ledur, Paulo Flávio/Sampaio, Paulo, Os pecados da língua: pequeño repertorio de grandes erros de linguagem, volumen 4, 2000, p. 105. Referencia ao vol. 3, p. 34)44.

En catalán, también se documentan combinaciones con verbos impersonales. El ejemplo de (51) está tomado de un diccionario de catalán en línea45:

(51) ésser capaç de Ésser possible que s’esdevingui quelcom. Amb aquest cel tan llis, és capaç de nevar (GDLLC-1998: s. v. capaç, 5).

4.3.3.2. Otro síntoma de que el valor epistémico se ha consolidado es la combinación con el predicado existencial impersonal haber. Así, las construcciones epistémicas con capaz que/capaz modalizan a predicaciones con este predicado (52): (52) a. No es capaz que haiga otra como usté (Arguedas, s.f., 216. Bolivia. Kany 1963 [1951]: 488). b. ¡Capaz que haya duendes viviendo entre los abedules46!

 No he tenido acceso al texto de esta referencia.  . 46  . 44 45

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c. Capaz haya algún abogado en el foro que nos pueda explicar47.

El portugués también lo admite en el esquema é capaz de Vinf., como se desprende de los datos extraídos del corpus CETEM Público de (53):

(53) a. Até em português é capaz de haver três ou quatro versos à altura do famoso alexandrino (). b. É capaz de haver mais detenções (). c. “É melhor aguardar o desenrolar dos acontecimentos”, observou, sugerindo, no entanto, que é capaz de haver muitas surpresas (). d. Com este estado de coisas é capaz de haver um nivelamento de forças (). e. Curiosamente, é capaz de haver razão nas duas afirmações ().

En cambio, no he logrado documentar estas combinaciones en español con infinitivos; la traducción literal del portugués depararía combinaciones como “es capaz de haber tres o cuatro versos...”, “es capaz de haber más detenciones”, etc. Al optar el español americano, más innovador y menos dependiente de la norma peninsular, por el esquema capaz que, no han llegado a penetrar en la lengua escrita los usos de es capaz de haberexist. 5. El cambio gramatical en el área de la modalidad En 4.2 se han revisado todos los contextos propicios para el cambio semántico, que favorecen la generación de inferencias a partir del contenido literal de los mensajes. Además, se ha comprobado que el proceso de subjetivización está acompañado de un desplazamiento del objeto de evaluación: la valoración modal deja de estar centrada en las propiedades de una entidad y pasa a indicar la estimación del hablante sobre la probabilidad de realización de un evento, por lo que abarca una cláusula entera. Para alcanzar este resultado se requiere una etapa en la que se debilite el papel de la base de predicación: en 4.2 y 4.3 hemos visto que su desfocalización está conectada con su rol de facilitador o posibilitador, al tiempo que la modalización afecta al evento como un 47

 .

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todo; a ello contribuyen especialmente los infinitivos con sujeto genérico (Un agujero capaz de ver lo que dentro está) o con sujeto explícito (Una ensenada capaz de surgir en ella mil naves), con lectura pasiva (Cuerpo capaz de ser calentado por el sol), así como los infinitivos compuestos (El grito era capaz de haber conmovido los muros de la prisión). En el plano sintáctico, la ruptura de la correferencia entre base de predicación y sujeto de la cláusula de infinitivo se produce en diferentes subesquemas registrados desde el siglo xvi, pero el cambio gramatical solo se consolida entre los siglos xix y xx, en dos construcciones. En la figura 1 se refleja la evolución que afecta a la combinación ser capaz (de) que, con todas las variantes previas presentadas en 4.2. y 4.3: Entidad N=Ø

Cláusula N ≠ {Ø / SUJ}

SUJ

N ser capaz de Vinf. / ser capaz de poder Vinf. N ser capaz de Vinf. [SUJ / Ø = genérico] N ser tan capaz que [Vflex. SUJ] N ser capaz para que [Vflex. SUJ] N ser capaz de que [Vflex. SUJ] N................. (no) ser capaz (que) [Vflex. SUJ] Cómo es capaz que [Vflex. SUJ] Es capaz que [Vflex. SUJ] Capaz que [Vflex. SUJ] Capaz [Cláusula independiente] Siglo xv

xvi-xvii

xviii

xix

xx

Figura 1. Desplazamiento del objeto de evaluación en las construcciones con capaz que

Como se acaba de indicar, el cambio sintáctico se inicia cuando la base de predicación del adjetivo deja de ser la entidad evaluada y se convierte en un posibilitador, de modo que capaz tiene la glosa de “que puede producir el efecto

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que se expresa”: Un pasadizo capaz de que en él quepan ocho personas; Una distancia capaz de que el piloto afine su puntería. El cambio culmina cuando se elimina la base de predicación: Capaz de que en el pasadizo quepan ocho personas; Capaz de que el piloto afine su puntería. El reanálisis es inducido también por la ubicación en diferentes enunciados de la base de predicación y de ser capaz: Él me engañó y me trajo hasta aquí. Es capaz que me mate. Un proceso similar de cambio de orientación tiene lugar en el esquema canónico de complementación ser capaz de Vinf. [N = ∅], cuando se asocia a usos ponderativos hiperbólicos de valor, audacia, riesgo, temeridad o falta de escrúpulos, como los examinados en 4.2.6 y 4.2.7, tal y como se muestra en la figura 2: Entidad N=Ø N ser capaz de Vinf.

Cláusula Ø Capaz ser (N) de Vinf. (N) Capaz de Vinf. Ø

SUJ

Capaz de Vinf. + SUJ

Figura 2. Desplazamiento del objeto de evaluación en las construcciones con capaz de

En esta construcción, el hablante adjudica a una base de predicación cualidades sobresalientes o actitudes temerarias basándose en acciones previsibles o temidas que le imputa: Los voluntarios son capaces de arriesgar su vida por los náufragos; Un ludópata es capaz de matar a un prestamista. La inversión de los constituyentes permite que la base de predicación aparezca pospuesta: Capaz es un ludópata de matar a un prestamista. Basta eliminar el verbo ser para que la base de predicación pase a funcionar exclusivamente como sujeto del infinitivo: Capaz de matar (un ludópata) a un prestamista. La única interpretación que admite este enunciado es la de elevada probabilidad de realización del evento, basada en la opinión del hablante. El cambio de interpretación también puede producirse cuando base de predicación y adjetivo forman parte de enunciados diferentes: el chico había bebido mucho; capaz de arrojar a su tío por el balcón > Capaz de arrojar (el chico) a su tío por el balcón. En suma, en lo que atañe a la modalidad, el cambio analizado en español corrobora una tesis defendida en la bibliografía y resumida en la siguiente cita:

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The most important aspect of semantic change involving grammar is the question of reanalysis of scopal relationships. Arguably, scope increase is also indicative of increased speech act orientation, as it signifies a move from propositional content, concerned with the description of the event and its participants, towards categories which operate on the propositional content, and are deictic of the speaker and the speech situation (Narrog 2012: 107-108).

Por otra parte, el cambio examinado muestra varias características de los procesos de gramaticalización (Hopper/Traugott 22003; Heine/Narrog 2010; Elvira 2015: § 5; Verveckken 2015: § 3, entre otros): a. El proceso de transformación opera sobre construcciones o cadenas de elementos y no sobre unidades aisladas. b. Durante el proceso, se produce el fenómeno conocido como estratificación (Hopper 1991: § 3.1; Hopper/Traugott 22003: § 5.5): dentro de un dominio funcional, viejos estratos o significados coexisten e interactúan con los estratos nuevos emergentes. c. Los nuevos significados gramaticales tienen su origen en reinterpretaciones inducidas por el contexto, es decir, se produce una extensión pragmática (Heine/Narrog 2010: § 16.3.1). d. Los cambios de significado y las estrategias cognitivas que los motivan son centrales en los estadios iniciales de la gramaticalización y están vinculados de forma decisiva con la expresividad (Hopper/Traugott 22003: 76; Narrog 2012: § 3.1.4). e. La gramaticalización es un fenómeno gradual, que consta de varias etapas de consolidación, en las que se acumulan diversos subprocesos (Elvira 2015: 119). f. Se denomina reanálisis a un cambio estructural inicialmente encubierto, que consiste en asignar una nueva estructura subyacente a una secuencia superficial, sin modificarla de forma manifiesta. El reanálisis se produce cuando existe ambigüedad, cuando es posible adjudicar a un esquema superficial una interpretación distinta de aquella con la que fue inicialmente producida (Elvira 2015: 116; Verveckken 2015: 64). En el caso examinado en este trabajo, las pequeñas transiciones mostradas en las figuras 1 y 2 se simplifican en (54), para los dos subesquemas implicados:

Cambio semántico y sintáctico en las construcciones de capaz

(54)

a. N ser [capaz (de) que V] b. (i) N ... ser [capaz (de) que) V] b. (ii) N ... // (ser) capaz (de) que [V] c. Capaz (de) que [V]

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a’. N ser [capaz de V] b’. (i) N ... ser [capaz de V] b’. (ii) N ... // (ser) capaz de [V] c’. Capaz de [V]

En (54a-a’) aparecen los esquemas fuente, con una variante, la de presencia/ausencia del nexo de. En (54b-b’) se ofrecen las dos interpretaciones posibles, una acorde con el esquema fuente (i) y otra con la nueva interpretación (ii): los puntos suspensivos representan la distancia entre N y la expresión predicativa ser capaz, que puede aparecer sin la cópula, por lo que está situada entre paréntesis. El tercer esquema es el plenamente epistémico (54c-c’): el reanálisis se hace evidente cuando la estructura reanalizada se propaga a nuevos contextos incompatibles con la estructura originaria; es lo que ocurre, por ejemplo, cuando capaz que o capaz de modalizan a predicados impersonales. En el próximo apartado veremos que algunos de los microcambios identificados en la historia del español son idénticos a los documentados en la diacronía del portugués. Dado que el proceso epistémico que afecta a capaz de en español no llega a vislumbrarse completamente, por estar restringido a algunos dialectos o por actitudes puristas, nos parece interesante la comparación con una lengua hermana en la que dicho proceso se percibe con claridad (recuérdense los datos presentados en 4.3). 6. La evolución en portugués Los datos diacrónicos del portugués apuntan a una evolución paralela en la construcción ser capaz de Vinf. y corroboran que el factor determinante para el cambio gramatical es el progresivo incremento de ámbito de modificación del adjetivo, a medida que la valoración se desconecta de una base de predicación nominal (una entidad), que pasa a un segundo plano primero, y desaparece después, al saturarse todos los huecos valenciales de la cláusula complementaria que, mientras no se consuma el cambio, puede llevar una réplica anafórica del antecedente nominal, como ya hemos visto en detalle en 4.2 para el español. En (55) se muestran algunos ejemplos extraídos del Corpus do Português, desde el periodo en que se documenta el adjetivo en dicho corpus (siglo xvi):

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(55) a. já que elle por não ser ainda christão não era capaz de se poder confessar conforme ao que Deos mandava (Frois, Historia do Japam 3, 15601580, CdP). b. cujo castello he capaz de alojar grande copia de infanteria (Galhegos, Gazeta, 1642, CdP). c. porque a boca do antro não era capaz de se poderem por ella meter aquellas estatuas que erão de maior grandeza (Frois, Historia do Japam 3, 1560-1580, CdP). d. Não há para que se negue a facilidade, e suavidade da língua Portuguesa, que para tudo tem graça, e energia, e é capaz de nela se escreverem todas as matérias dignissimamente, assi em prosa, como em verso, etc. (Faria, Manuel Severim de, Discursos vários políticos, 1631, CdP). e. e pode ajudar muito a esta navegação o porto do Rio de Janeiro, que fica no meio da viagem, e é mui capaz de nele se refazerem os navios e se proverem do necessário (Vieira, Antônio, Cartas, 1626-1692, CdP). f. Conclui-se, então, de pronto, que o rio, até no seu último segmento, onde é sempre mais difícil e remorada a regularização dos leitos, está numa fase avançadíssima de desenvolvimento. É o caso excepcional de uma grande artéria, entre as maiores existentes, capaz de ser navegada nas mais extremas nascentes, durante as cheias que lhe encubram os numerosos degraus das corredeiras (Cunha, Euclides da, À Margem da História, Brasil, 1909, CdP).

Los fragmentos de (55) muestran diferentes acepciones del adjetivo: ineptitud de una entidad animada debida a una situación específica —no ser todavía cristiano— (55a), contenido que cabe en un contenedor (55b), condiciones que reúne una entidad inanimada para llevar a cabo una acción (55c-d-e-f). En los dos primeros ejemplos aparece el esquema no marcado de complementación, con correferencia entre la base de predicación y el sujeto tácito de la cláusula de infinitivo (elle—se poder confessar..., castello—alojar grande copia de infanteria). El modal poder en la subordinada de (55a) se repite en el ejemplo de (55c)48, que presenta, al igual que (55d) y (55e), la recuperación 48  Al igual que en español, el verbo modal poder se documenta intermitentemente en los textos como refuerzo del valor potencial de capaz: a. Atarracar. (Termo de Ferrador.) Atarracar a ferradura. Fazerlhe as bordas, buracos, & bicos, ou rompoens, alargalla, amassalla bem, & aperfeyçoalla até ser capaz de se poder pregar na besta (Bluteau, Rafael, Vocabulario portuguez, e latino... A3, 1712-1721, CdP). b. Se os buscarem para algum negocio [...] espiritual, só deve dar conselho o que tem officio, ou sciencia capaz de o poder fazer (Lisboa, frei Marcos de, Espelho de disciplina v.2, CdP.)

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anafórica de la base de predicación en una función adverbial dentro de la cláusula incrustada (boca do antro~por ella, lingua Portuguesa~ nela, o porto de Rio de Janeiro~ nele) (cf. 4.2.2). Los tres últimos ejemplos comparten, además, la presencia de un se pasivo reflejo y un sujeto paciente explícito con un infinitivo conjugado (se poderem meter aquellas estatuas, se escreverem todas as materias, se refazerem os navios). Por otra parte, en (55f) aparece una pasiva perifrástica en la cláusula subordinada, capaz de ser navegada. En los ejemplos con pasiva se afirma que una entidad inanimada reúne las condiciones requeridas para permitir ciertas acciones, por lo que recibe el rol semántico de posibilitador. Otro microcambio, similar al examinado en 4.2.7 para el español, consiste en invertir el orden no marcado de la construcción (N ser capaz de Vinf.) y situar en primer plano el adjetivo modal, con la consiguiente posposición del sujeto de ser capaz (56a-b). En (56) se observa que la base de predicación tiene expresión léxica en el contexto previo (o homem, uma sonsa, o Doutor) y se retoma como sujeto de é capaz en (56a-b), mientras que en (56c) ya forma parte de la cláusula complementaria en infinitivo, al eliminarse el verbo ser (eliminación que no he documentado para el portugués europeo): (56) a. O homem viria por aqui á caça? Capaz é elle d’isso... (Almeida Garrett, João Baptista, Teatro, Portugal, 1835, CdP). b. Isto que você está vendo aqui, meu amigo, é uma sonsa... disse o Cancela, satisfeito com o ar lisonjeiro de Raimundo. Capaz é ela de virar esta casa de pernas pro ar! e parece que neo quebra um prato! (Azevedo, Aluísio, O Mulato, Brasil, 1881, CdP). c. Ia contar a situação da pobre. Achava que o Doutor havia de auxiliá-la. Capaz dele até gostar de ser avisado da situação (Cavalcante, Joyce, Inimigas íntimas, Brasil, 1993, CdP).

La progresiva desconexión sintáctica entre la base de predicación y el adjetivo capaz se pone de relieve de nuevo en ejemplos como los de (57), ya que ambos elementos están situados en distintos enunciados y la relación anafórica entre dicha base y el sujeto tácito de la cláusula de infinitivo se establece c. Qual é mais digno, beijar a mão da senhora que levantou uma raça ao ponto de o sr. Silva Jardim já a considerar capaz de poder presidir a República (Patrocínio, José do, A Campanha Abolicionista, Brasil, 1885, CdP). d. Com aquele calorão capaz de se poder fritar um ovo no mormaço da calçada (Cavalcante, Joyce, Inimigas íntimas, Brasil, 1993, CdP).

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a distancia (Fábio~não vir hoje; aquele tipo~ser um ladrão; um vulto~ser um cabrito; caldeirada de “bichos do mar”~ ser bo), pero ya no afecta al ­predicado modal ser capaz, que es insensible a dicha relación anafórica. Por otra parte, el fragmento de (57b) contiene dos muestras ilustrativas del proceso de cambio: en la primera, el antecedente todavía está próximo, por lo que se recupera del sujeto tácito del infinitivo, pero en la segunda la lejanía de dicho antecedente lleva al escritor a insertar en la cláusula de infinitivo un sujeto léxico hiponímico (aquele tipo~o vagabundo): (57) a. Eram dez horas e meia, e Fábio ainda não chegara ao escritório. A sua mesa, colocada do outro lado da sala, estava intacta como ele a deixara sábado. Nos dois cantos viam-se as rimas de autos velhos, que o moço pedira aos escrivães a pretexto de estudar certas questões; mas realmente para dar à sua banca o aspecto forense. Esses cartapácios faziam as vezes de uma tabuleta. — É capaz de não vir hoje, como já não veio ontem, disse consigo Ricardo (Alencar, José de, Sonhos d’ouro: romance brasileiro, vol. 2, Brasil, 1872, CdP). b. Joca Barbeiro dizia debaixo da tamarineira que não havia autoridade no lugar, porque se houvesse, aquele tipo não estaria ali sem fazer nada, de manhã à noite na rede. Era capaz de ser um ladrão disfarçado, que estivesse experimentando o lugar. Mas roubar o quê? Só se fosse ao Coronel Clarimundo, que era o único rico na vila, que sabia o que era dinheiro. E este mesmo guardava os cobres em burra de ferro. Mas aquilo não podia continuar. Um sujeito sem ocupação, comendo dos outros. E repararam no pegadio de Antônio Bento com o cantador. Aquilo dava em coisa. Capaz do vagabundo estar virando a cabeça do rapaz (Rego, José Lins do, Pedra Bonita, Brasil, 1938, CdP). c. Já cansada da vista, servia-se dum binóculo para perscrutar os horizontes. Enquanto a criada enxugava a louça, ia-lhe ela comunicando as suas descobertas. — Ó Maria, vem um vulto a descer a serrinha. E trás um volume às costas. É capaz de ser um cabrito... — Se calhar... — É um sujeito de preto... — Vem dos lados de Tábua? — Vemntão... — E, talvez (Torga, Miguel, Criação do Mundo: O Terceiro Dia, Portugal, 1948, CdP). d. Se não gostar destas “tipas”, vá a outro local e peça caldeirada de “bichos do mar”... É capaz de ser bom (CETEM Público, , Portugal).

El ejemplo de (57c) es especialmente revelador, ya que é capaz tiene el mismo sentido de duda o incertidumbre que los adverbios se calhar ‘quizás’

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y talvez, que vienen a continuación en el fragmento. Frente a la serie de (57), donde todavía es posible localizar en el contexto previo el antecedente del sujeto de la cláusula de infinitivo, en (58) ya aparece un sujeto explícito en el seno de la cláusula no finita, sin relación con elementos del contexto previo. En (58a) el sentido de probabilidad de é capaz de está vinculado con el sentido epistémico del verbo futurar ‘pronosticar, predecir’. La procedencia de los textos y la autocorrección de (58c) llevan a suponer que son las variedades del portugués no europeo las más proclives a la innovación:

(58) a. ¿Seu Balbino não vai ver? — Vou, vou. — E fazendo gala do seu domínio, afastou-se, sem mais palavra, em direitura à vereda. — É capaz de você amanhã já ter de ir sózinho... — futurou Firmino (Ferreira de Castro, José Maria, A selva, 1935, CdP). b. O escrivão Paiva procurou o prefeito para falar. Se aquilo continuasse assim, com pouco mais havia desfalque. E era capaz do governo fechar a Coletoria (Rego, José Lins do, Pedra Bonita, Brasil, 1938, CdP). c. Naturalmente, se fizesse com pão duro, era capaz de ele não [...] Era capaz [...] de não saber tão bem (Cordial, CBV38, Cabeço de Vide, Portugal, CdP). d. Mariana Ilufemi. Ou Mariana Ilufemi Silva. Ábionan: — Tanto faz. O Silva pode entrar porque é o nome do Presidente, mas é capaz de muita gente só usar o Ilufemi (Olinto, Antônio, Trono de Vidro, Brasil, 1987, CdP).

Los datos del portugués confirman que el cambio semántico de dinámico a epistémico está asociado gramaticalmente con una reestructuración de las relaciones de dominio: la construcción N ser capaz de Vinf. deviene impersonal y el verbo ser queda fijado en tercera persona del presente de indicativo: ser capaz de Vinf. Existe rigidez formal, pero la expresión epistémica todavía conserva parte de su fisonomía como construcción predicativa. El reanálisis, por tanto, tiene como principal efecto la eliminación de la base de predicación. Mayor grado de gramaticalización se logra cuanto también se prescinde del verbo ser (59), ya que la eventual base de predicación queda bajo el dominio de capaz (59a-b) e incluso pasa a formar parte de la cláusula de infinitivo (59c-d):

(59) a. E inda aquillo vem reclamar o pequeno, que é muito meu! Pago-lhe as lettras, pago tudo, esse traste que descance. Mas o meu filho, nunca! Capaz de m’ o envenenar, aquella perdida! (Dantas, Júlio, Os Galos de Apollo, Brasil, 1921, CdP).

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b. O sangue que ela perdeu ninguém lho torna a dar. Capaz o crianço de lhe nascer anémico (Rodrigues Miguéis, José, A Escola da paraiso, Portugal, 1960, CdP). c. Por Deus, D. Evinha — dizia Rita. — Capaz de vir gêmeos por aí (Cavalcante, Joyce, Inimigas íntimas, Brasil, 1993, CdP). d. Ramón, a perna tocando na de Leila, sorriu com um ar de mofa, de pouco-caso, tão mordaz que conseguia ser nas horas mais inconvenientes: —Capaz de o mano entrar para o Guinness — acrescentou. — Melhor não duvidar (Guerra, Guido, Vila Nova da Rainha Doida, Brasil, 1998, CdP).

Por último, ya sin la preposición, en portugués de Brasil (60a) y en portugués de Angola (60b-c), capaz gana autonomía y se convierte en adverbio, al formar enunciado por sí solo (60a) y modificar a una cláusula completa (60b):

(60) a. —Velho Dantas, a Lua viu tudo? —perguntou Josefa. —Capaz —respondeu o velho (Chiavenato, Júlio José, As Meninas do Belo Monte, Brasil, 1993, CdP). b. Aiuê, me acudam já! Lhe matam no meu marido, aiuê! Capaz sô chefe vai mesmo lhe matar, socorro! (Melo, João de, Autópsia de um mar de ruínas, 1992, CdP).

7. Conclusiones La polisemia de capaz revela que ha sufrido un cambio semántico, desde un dominio fuente, vinculado con propiedades inherentes o adquiridas de las entidades —capacidad para contener, condiciones de aptitud, adecuación o habilidad de un participante— hasta un dominio meta de tipo epistémico: la creencia del hablante sobre la probabilidad de realización de un evento. Con un complemento en infinitivo, las valoraciones de capacidad, aptitud y habilidad están conectadas con la posibilidad dinámica inherente y la predicación está modalizada porque es indeterminada en cuanto a su estatus factual. El sentido modal se halla reforzado en algunos fragmentos, especialmente en épocas iniciales de uso del adjetivo, con la inserción del verbo poder en el complemento del adjetivo, una combinación que también se registra en portugués y que pervive ocasionalmente en usos actuales, para intensificar el valor de posibilidad: Planta capaz de poder sobrevivir a las bajas temperaturas (CREA); Ele é capaz de poder chegar amanhã (Oliveira 52003: 249).

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El adjetivo capaz posee originariamente significados evaluativos de suficiencia, adecuación, aptitud o habilidad de una entidad y se construye con un complemento nominal o no finito introducido por las preposiciones de o para. El esquema no marcado de complementación es N ser capaz de/para Vinf. y el verbo copulativo admite diferentes tiempos y personas. Combinado con formas perfectivas de pasado —Los tartesos fueron capaces de crear una civilización fascinante—, el predicado evaluativo implica que el evento ha sido, o no ha sido, un logro, lo que contrasta con las expectativas previas sobre dicho evento: es difícil de alcanzar o de comprender. La evaluación modal descansa en la entidad evaluada, cuyo talento, genialidad, incompetencia, fracaso o éxito se destaca. En el paso de la posibilidad dinámica a la epistémica, juegan un papel importante la posibilidad impuesta a un participante (circunstancial) y la posibilidad situacional (orientada al evento), nocionalmente muy próximas, con las que se indican las circunstancias o condiciones que favorecen o impiden la capacidad o habilidad de un participante para intervenir en un evento potencial: Villa capaz de seiscientas casas si estuviera toda poblada; Era capaz de construir una pila con la ayuda de un dibujo; Sería capaz de chantajearte si pudiera conseguir algo de ti; con ese ojo es capaz de ver lo que no hay. En el proceso pragmático de subjetivización se originan tres tipos de inferencias: a) capacidades extraordinarias o asombrosas de los contenedores, en esquemas consecutivos muy productivos entre los siglos xvi y xvii: Castillo tan capaz que se podían alojar en él mil soldados; b) incomprensión o duda, expresada en un esquema interrogativo-exclamativo, sobre la posibilidad de llevar a cabo ciertas acciones bajo circunstancias específicas: ¿Cómo es capaz que embista el animal si nadie lo provoca? (siglos xviii-xix); c) temeridad, audacia o riesgo de las personas, interpretaciones que se deducen del tipo de acciones que se les atribuyen: extraordinarias, fuera de lo común, que no respetan las normas o que son contrarias a la moral, en usos que cobran protagonismo a partir del siglo xviii y que se lexicalizan en la frase hecha Es capaz de todo/de cualquier cosa: La juzgó capaz de matarlo a disgustos; Lo creo capaz de hacer cualquier tontería; Serías capaz de tirarme a un río lleno de cocodrilos. El cambio gramatical se gesta en español en los esquemas de complementación, con verbo en infinitivo primero y con verbo flexionado después, y consta de una serie de microcambios; el más relevante consiste en la progresiva desconexión de la evaluación modal de la base de predicación, que se

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logra inicialmente mediante la ruptura de la correferencia entre dicha base y el sujeto de la cláusula complementaria. La desfocalización de la entidad evaluada corre paralela durante los siglos xvii y xviii con la recuperación anafórica de la base de predicación del adjetivo en la cláusula complementaria: Figura capaz de poder abrigarse en ella diez hombres; Reducto capaz para poner en él cuarenta hombres; Cañón tan capaz que puede una persona de sobrada estatura entrar por él sin embarazo; Senda tan angosta que no era capaz de que por ella marchasen uno a uno los soldados y con la reinterpretación de la base de predicación, ya no como la entidad evaluada, sino como un simple posibilitador o facilitador del evento descrito en la cláusula complementaria. La distancia entre la base de predicación y el predicado modal es capaz favorece la creación en el siglo xix de un esquema impersonal es capaz (de) que con valor epistémico: el juicio expresado por el hablante está vinculado exclusivamente con las coordenadas deícticas del acto de habla y la expresión modal codifica la creencia del hablante sobre la probabilidad de realización del evento: Tan lejos no es capaz que viva; Es capaz que su padre me mate. Menos conocido en español es el cambio que afecta al esquema de complementación con infinitivo, facilitado por la inversión del orden de constituyentes, a partir de la acepción de “esperar o temer de alguien cualquier tipo de acción”: ¿Capaz de asesinarla vuestra mano será? (Tamayo y Baus, Un drama nuevo, España, 1867, Corde). El cambio sintáctico se fragua cuando se relega a un segundo plano a la entidad evaluada, especialmente si está situada en un enunciado diferente: ¿Qué crees que hacía en la cocina? —Capaz de estar lavando la fruta. El cambio se consuma cuando ya no existe base de predicación previa: Con este viento del norte, capaz de nevar de nuevo. En portugués el cambio semántico está extendido en todas las variedades: É capaz de ter valido a pena, Hoje aínda é capaz de chover; en cuanto al cambio sintáctico, en algunas variedades innovadoras del portugués no europeo se crea un adverbio de duda (Capaz ia mesmo vir chuva) y se fosiliza la construcción Capaz de Vinf., al suprimir el verbo ser y permitir la inserción de un sujeto propio en la cláusula de infinitivo: Capaz de vir gêmeos por aí. La evolución diacrónica examinada en este trabajo corrobora la tesis de que la principal repercusión gramatical del cambio semántico de no epistémico a epistémico consiste en una reestructuración de las relaciones de ámbito (entidad > cláusula) y en una progresiva orientación del elemento modal hacia el acto de habla, tal y como se ha propuesto en la bibliografía, particularmente en Narrog (2012).

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Diacronía de los adverbios de enunciación: procesos de formación y evolución Diachrony of the adverbs of enunciation: formation and evolution processes María Pilar Garcés Gómez Universidad Carlos III de Madrid Resumen: El objetivo fundamental de esta investigación es analizar el proceso de formación y evolución de un grupo de adverbios caracterizados por calificar la actitud ilocutiva del hablante ante lo que dice o añadir un comentario sobre la forma de la enunciación. Estos adverbios se configuran en una primera etapa evolutiva como adverbios de manera en el marco oracional y, posteriormente, traspasan su dominio al nivel del discurso, donde, a través de una operación de cooptation (Heine et al. 2013, 2017; Heine 2013) y de procesos de subjetiviza­ ción e intersubjetivización (Traugott 2010), se convierten en operadores enun­ ciativos con una serie de instrucciones semánticas asociadas y el desarrollo de diversas funciones pragmáticas y discursivas. En este trabajo explicamos las causas y los mecanismos por los que se desarrolla este proceso evolutivo, determinamos las etapas históricas en las que se produce y señalamos los tipos de texto y los géneros discursivos a los que están asociados. Palabras clave: adverbios de enunciación, evolución sintáctica y semántica, operación de cooptation, procesos de subjetivización e intersubjetivización, funciones pragmáticas y discursivas. Abstract: The objective of the research is to analyze the formation and evolu­ tionary process of a group of adverbs characterized by either being able to describe the speaker’s illocutive attitude towards what he or she is saying or by adding a comment on the form in which the message is being conveyed. On a first evolutionary stage, the above-mentioned adverbs are organized as manner ones within a sentence, but subsequently they will widen their control to the discourse level. It is here, where, through a cooptation operation (Heine et al. 2013, 2017; Heine 2013) and subjectification and intersubjectification pro­ cesses (Traugott 2010), they turn into enunciative operators, which involves several associated semantic instructions as well as the development of other pragmatic and discursive functions. This essay will explain the causes and mechanisms through which this evolution is implemented. It will also address

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the historical stages of the process as well as the different types of texts and the discursive genres associated to them. Keywords: enunciation adverbs, semantic and syntactic evolution, cooptation operation, subjectification and intersubjectification processes, pragmatic and discursive functions.

1. Introducción El objetivo de esta investigación es explicar el proceso de formación y desarrollo histórico de un grupo de adverbios enunciativos que califican la actitud con la que el hablante emite su enunciado (sinceramente, francamente, honestamente, honradamente) o que añaden un comentario sobre la forma de la enunciación (brevemente, resumidamente, concisamente, sintéticamente, sucintamente, sumariamente) con la finalidad de determinar cómo se han creado estos signos lingüísticos y cómo han evolucionado, qué relación esta­ blecen con las bases léxicas a partir de las que se constituyen, qué diferencias de significado se manifiestan entre su función como modificadores del verbo o del grupo verbal y como modificadores de la oración o del enunciado y de qué manera se han configurado sus funciones pragmáticas y discursivas. El análisis de estos procesos se sustenta en algunos planteamientos teóri­ cos y metodológicos que serán la base de la investigación: 1) La integración de la pragmática en el análisis del significado, según los principios de la semántica cognitiva (Langacker 1987, 1991; Talmy 1988); en este sentido, hay que tener en cuenta que la principal fuerza motora del cam­ bio semántico es la pragmática (Traugott/Dasher 2002). 2) La consideración de que el paso del marco oracional al plano discursi­ vo de los adverbios enunciativos pueda ser explicado por una operación de cooptation (Heine et al. 2013, 2017; Heine 2013), cambio que se produce cuando una unidad lingüística se traspone del ámbito oracional al discursivo. 3) La propuesta de que la adquisición de los nuevos significados pragmáti­ cos se debe a un proceso de subjetivización, por el que los elementos lingüís­ ticos tienden a expresar las actitudes de los hablantes que quedan codificadas en su significado y, a partir de ahí, una tendencia a la intersubjetivización que supone codificar significados centrados en la atención del hablante hacia la imagen del destinatario (Traugott 2010).

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4) La importancia que adquieren los contextos discursivos en la adquisi­ ción de los nuevos significados, así como la relevancia de los géneros discur­ sivos en la extensión y arraigo de estos elementos. El trabajo se estructura de la siguiente manera: tras esta breve introducción en la que se establecen las bases teóricas y metodológicas (§ 1), presentaremos las características específicas de los adverbios enunciativos (§ 2); señalare­ mos los antecedentes de estos signos lingüísticos en la lengua latina (§ 3); nos centraremos en la evolución de los adverbios que califican la actitud del hablante ante la enunciación (§ 4) y de los que añaden un comentario sobre la forma en la que se comunica (§ 5); seguiremos con una visión conjunta de cómo se configuran estos paradigmas (§ 6); señalaremos los mecanismos que permiten dar cuenta de estos cambios (§ 7); estableceremos algunas pautas para la representación de estas unidades léxicas en un diccionario histórico (§ 8); finalizaremos con unas consideraciones generales sobre los aspectos más relevantes tratados en esta investigación (§ 9). El corpus de análisis se basa en los textos incluidos en el Corpus del Nuevo diccionario histórico (CDH) y en el Corpus diacrónico del español (CORDE), con el fin de documentar los procesos desarrollados en las distintas etapas del español, así como en los datos proporcionados por el Corpus del español actual (CREA) y el CORPES XXI, con el objetivo de comprobar su empleo en la lengua española contemporánea. Se han seleccionado textos representativos de los principales tipos de texto y géneros discursivos y de los diversos regis­ tros de la lengua, a fin de tener una visión lo más completa posible del pro­ ceso evolutivo. Asimismo, se han consultado los diccionarios de las distintas épocas, con el propósito de comprobar si los fenómenos señalados quedaban registrados en los repertorios lexicográficos, y se ha procedido a la lectura directa de las obras, cuando ha sido necesario, con la intención de atestiguar los fenómenos analizados en el marco general de la obra. 2. Caracterización de los adverbios enunciativos El adverbio es una categoría heterogénea en español que integra unidades modificadoras del verbo o del grupo verbal, pero que pueden ampliar sus funciones y convertirse en modificadores de la oración o del enunciado ha­ ciendo referencia al propio acto de habla (1) o a la forma de la e­ nunciación

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(2), como en el caso de los adverbios enunciativos1 que aparecen en los si­ guientes ejemplos: (1)

Francamente, no estoy de acuerdo con tus planteamientos.

(2) Brevemente, trataremos este asunto en otra reunión.

Estos adverbios y las locuciones adverbiales de la misma clase son cons­ trucciones que modifican la enunciación y se sitúan en posiciones periféricas de la predicación oracional, por lo que no se integran en la estructura propo­ sicional del segmento que comentan. Su valor semántico-pragmático consiste en ofrecer comentarios metadiscursivos del hablante sobre el propio acto de habla o sobre la forma del enunciado, de modo que funcionan en el nivel más externo del análisis gramatical, en el nivel ilocutivo, donde se configura un acto de habla2. Las propiedades formales que permiten caracterizar y diferenciar a los ad­ verbios enunciativos, y a la mayor parte de las expresiones y locuciones ad­ verbiales equivalentes, de otros tipos de adverbios modificadores oracionales y de su función como adjuntos de un verbo o de un grupo verbal, en especial  La relación de estos adverbios con el acto de enunciación se refleja en las diversas deno­ minaciones que han recibido: adverbios enunciativos o de la enunciación, etiqueta que mante­ nemos en este trabajo y que ha sido utilizada en investigaciones previas (Ducrot 1980, Berren­ doner 1987, Fuentes 1991, 2009, Kovacci 1999, González Ruiz 2000, Hermoso 2000a, 2000b, 2012, Porroche 2006, Torner 2007, 2016, Molinier 2009); adverbios de la enunciación o de acto de habla (NGLE 2009), disjuntos de estilo (Greenbaum 1969, Schreiber 1972, Quirk et al. 1985, Koktová 1986, Martín Zorraquino 2010), adverbios de acto lingüístico (Lonzi 1991), adverbios ilocutivos (Wilson y Sperber 1993, Nøjgaard 1993, López García 1998), satélites ilocutivos (Dik 19972), modalizadores de la enunciación (Nef/Nølke 1982), adverbios performativos (Egea 1979), aditamentos de verbo enunciativo (Gutiérrez Ordóñez 1997) o complementos de verbo enunciativo (Gutiérrez Ordóñez 2016), adverbios de la manera del decir (Rodríguez Ramalle 2003). 2  En el modelo de gramática funcional de Dik (19972), estas expresiones se consideran satélites ilocutivos que especifican o modifican el valor ilocutivo del enunciado. En el ámbito de la sintaxis generativa se sitúan, asimismo, en el nivel más externo de la representación gramatical, en el que se denomina Sintagma Fuerza (Rodríguez Ramalle 2003, Kim 2012). En el marco de una gramática discursiva como la propuesta por Kaltenböck et al. (2011) y Heine et al. (2013, 2017), donde se distinguen dos dominios: “Sentence Grammmar” y “Thetical Grammar”, los adverbios enunciativos se incluyen como una categoría (“conceptual thetical”) de este segundo dominio. 1

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en el caso de los adverbios en -mente, son las siguientes3: 1) no están integra­ dos en la predicación oracional, por lo que aparecen entre incisos constituyen­ do una unidad entonativa y tienen libertad de posición; 2) admiten paráfrasis específicas en las que el adverbio puede modificar como adjunto al verbo que describe el acto de decir: te digo francamente que no estoy de acuerdo con tus planteamientos; 3) son compatibles con cualquier modalidad oracional; 4) no pueden constituir aisladamente un enunciado. Junto a este uso como modificadores de la oración o del enunciado, estos adverbios mantienen su función de adjuntos verbales incidiendo sobre verbos de lengua para designar cierta forma de expresarse (hablaron sinceramente sobre la situación de la familia), pero también pueden modificar a otras clases verbales que designan distintos tipos de acciones (ella rio francamente; nos emocionamos sinceramente); en este caso, los adverbios se integran en el gru­ po verbal y no se consideran adverbios de la enunciación (NGLE 2009: 2346). Las formas que constituyen la clase de los adverbios enunciativos se cla­ sifican en dos grupos: a) orientados al hablante o al oyente en relación con su acto de habla, esto es, califican la actitud ilocutiva del hablante ante lo que dice o la que se requiere del oyente; b) orientados hacia el mensaje que añaden un comentario sobre la forma de la enunciación4. El estudio de los adverbios de enunciación y de expresiones adverbiales equivalentes en español cuenta con una extensa representación de trabajos des­ de una perspectiva sincrónica, centrados en el análisis de los rasgos sintácticos y semánticos de estas unidades (Egea 1979, Fuentes 1991, Gutiérrez Ordóñez 1997, González García 1997, Kovacci 1999, González Ruiz 2000, Rodríguez Ramalle 2003, Torner 2007), así como en la descripción de algunas de sus funciones pragmáticas (González Ruiz 2000, González Ruiz/Aznárez Mau­ león 2005; Aznárez Mauleón/González Ruiz 2006a, 2006b, Porroche 2005,

3  Estos criterios caracterizadores de los adverbios de la enunciación se han señalado en investigaciones previas centradas en el estudio de la lengua española: Gutiérrez Ordóñez 1997, González Ruiz 2000, Rodríguez Ramalle 2003, Porroche 2006, 2015, Torner 2007, 2016, NGLE 2009, Martín Zorraquino 2010. 4  En los estudios relacionados con los adverbios de enunciación en español, los que hacen referencia al acto de decir se denominan adverbios ilocutivos (López García 1998), orientados hacia el emisor o el receptor (Kovacci 1999) o metacomunicativos (González Ruiz 2000, Po­ rroche 2006) y los que se refieren a la forma en que se expresa el contenido transmitido se de­ nominan adverbios emisivos (López García 1998), adverbios de enunciación orientados hacia el código (Kovacci 1999), o metatextuales (González Ruiz 2000, Porroche 2006).

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2006, Fuentes 2009), pero no se han realizado estudios d­ iacrónicos ­sobre su desarrollo evolutivo5. Este será el objetivo central de nuestra investigación. Antes de comenzar el análisis diacrónico de estas unidades lingüísticas, es necesario plantearse una cuestión que ha creado controversia entre los investiga­ dores, esto es, determinar si estos adverbios y locuciones adverbiales han de ser tratados como marcadores discursivos cuando desarrollan funciones pragmáticas en el nivel del discurso. En este sentido, Martín Zorraquino (2010: 138) afirma que los adverbios oracionales enunciativos tienen un papel relevante en el con­ junto de los marcadores discursivos “ya que reflejan una proyección pragmática importante: caracterizan el marco general del decir, del formular, y ello, respecto de los interlocutores en el marco de la comunicación y del objeto mismo de la comunicación (el propio mensaje)”; por tanto, formarían parte de estos signos lingüísticos. Porroche (2006) había señalado en un primer acercamiento a los ad­ verbios de enunciación que estas unidades presentan un significado conceptual a la vez que codifican instrucciones de uso6; en un trabajo posterior (Porroche 2015), en el que amplía su análisis a otros grupos de adverbios extraoracionales en -mente con funciones discursivas, incide en el mantenimiento de su significa­ do conceptual y en el desarrollo de instrucciones de procesamiento, al menos en algunos de sus usos, relacionadas con la expresión de la subjetividad, la interac­ ción con el receptor y la organización del discurso. De este modo, al constituirse en unidades de procesamiento, que contribuyen a la interpretación de lo dicho, considera que han de figurar en la nómina de las palabras discursivas. Una opinión distinta es la que mantiene Portolés (2014), quien manifiesta que los adverbios oracionales han de mantenerse fuera del grupo de los marca­ dores; argumenta que, si bien los adverbios oracionales coinciden con los mar­ cadores discursivos en situarse en una posición periférica en relación con la predicación oracional, en ser invariables y en no contribuir a las condiciones de 5  Solo hay una breve indicación de González Ruiz (2000: 296), quien indica que en los dis­ juntos de actitud y de estilo “se ha producido un proceso de subjetivización del significado en el sentido de que los significados léxicos han pasado a basarse en actitudes del hablante hacia lo dicho o hacia su decir”. 6  Según habían señalado Wilson y Sperber (1993: 18), los adverbios de enunciación del tipo francamente, sinceramente, honestamente... (“illocutionary adverbs”) constituyen un con­ junto de signos idiomáticos que contribuyen a comunicar las explicaturas de alto nivel (“higher level explicatures”). En este sentido, Hermoso (2000b: 603) realiza la siguiente consideración: “La relevancia de la explicatura recuperada con la ayuda del adverbio consiste en ayudar al oyente a procesar el resto del enunciado como el producto de una interpretación fiel, sincera y franca de un pensamiento del hablante”.

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verdad de la proposición en la que aparecen, se diferencian en que su significado es conceptual y no de procesamiento como en el caso de los marcadores; hay, asimismo, pruebas gramaticales que diferencian adverbios oracionales y mar­ cadores discursivos: los adverbios oracionales pueden coordinarse entre ellos y con otros sintagmas, admiten modificadores y, en el caso de los adverbios enun­ ciativos, se pueden interpretar como orientados al hablante o al oyente; además, existen diferencias en su proceso evolutivo: mientras que en su evolución los marcadores han experimentado procesos de lexicalización y de gramaticaliza­ ción, este desarrollo no se ha producido en los adverbios oracionales, que no son un tipo distinto de adverbios por un proceso de gramaticalización, sino que su interpretación viene determinada por la relación entre su significado conceptual y la posición sintáctica y discursiva en la que aparecen (Portolés 2014)7. Una propuesta diferente es la presentada por Fuentes (2013, 20173), quien se sitúa en el ámbito de la gramática discursiva, en la que se establecen diferentes niveles (microestructura, macroestructura, superestructura) y planos de análisis (enunciativo, modal, informativo, argumentativo) para describir el funciona­ miento de los adverbios enunciativos, entre otros: cuando estas unidades de­sem­ pe­ñan una función en el nivel de la macroestructura, pertenecen a la categoría de los operadores enunciativos8; mientras que en el nivel de la microestructura estas formas son adverbios modales que ejercen una función oracional. En este trabajo, consideramos que es necesario tener en cuenta los distintos niveles en los que se sitúan estos elementos y los diferentes planos en los que funcionan en el contexto discursivo. De este modo, estas formas se comportan como adverbios de manera cuando inciden sobre el verbo o el grupo verbal y su función se desarrolla en el ámbito oracional; se muestran como adverbios de la enunciación si se sitúan en el plano supraoracional con incidencia sobre  Por su parte, Company Company (2014a: 14) considera que “los adverbios en -mente que indican los diversos modos en que el hablante aporta sus valoraciones y/o puntos de vista sobre lo enunciado por otro hablante o por él mismo en un determinado acto de habla” han de ser considerados marcadores discursivos; entre ellos incluye a los “adverbios de la enunciación”. 8  En el nivel de la macroestructura discursiva es donde se establece la distinción entre los conceptos de conector discursivo, que enlaza su enunciado con algo expresado anteriormente o implícito en el contexto discursivo, y de operador discursivo, que limita su ámbito al enunciado en el que se inserta sin relacionarlo por su significado con otro u otros anteriores (Fuentes 2003, 2009). No obstante, como señala Martín Zorraquino (2010: 129, nota 9), “la determinación del carácter de operador o de conector de las partículas discursivas se torna compleja, a menudo, cuando se trata de asignar una u otra condición a una expresión concreta (a un marcador del discurso concreto)”. 7

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el acto de habla en su conjunto y se convierten en elementos parentéticos que desarrollan su función en el marco discursivo (Kaltenböck et al. 2011; Heine et al. 2013, 2017, Gutiérrez Ordóñez 2016; Fuentes 20173). En su función intraoracional estos adverbios codifican conceptos que contribuyen a las con­ diciones veritativas de la proposición de la que forman parte; como adverbios de la enunciación, aportan información semántica y pragmática relacionada con la subjetividad del hablante, con la interrelación entre los interlocutores y con la organización del discurso. A partir de su significado conceptual, esta­ blecido sobre la base léxica de la que derivan9, y de su funcionamiento en el nivel supraoracional y en el plano enunciativo pueden desempeñar funciones pragmáticas y discursivas determinadas por las construcciones en las que apa­ recen y por los contextos de uso. En los siguientes apartados, nos centraremos en el origen de estos signos lingüísticos y en su desarrollo en las distintas etapas evolutivas en español. 3. Los adverbios de enunciación: antecedentes latinos y creaciones romances En la lengua latina, existían adverbios como sincērē ‘sinceramente’, vērō ‘verdaderamente’, apertē ‘francamente’10, pero, según señala Ricca (2010: 155), no hay ninguna prueba de que fueran utilizados como adverbios enun­ ciativos, en el sentido de ‘hablando francamente / sinceramente’. Para ex­ presar la actitud del hablante hacia lo que dice, el latín emplea generalmen­ te oraciones subordinadas introducidas por ut11; para realizar actos de habla orientados hacia la forma del enunciado, se documentan formaciones como breviter en el sentido de ‘para ser breve’ o dēnique con el significado de ‘en resumen, en suma’ (Pinkster 2004: 196-197). 9  Según la propuesta de Rodríguez Ramalle (2003) y de Torner (2007), las diferentes fun­ ciones que desempeñan este tipo de adverbios se explican por su base adjetiva: cuando la base adjetiva es un predicado de individuo referido al sujeto la forma adverbial correspondiente es un adverbio de manera verbal, mientras que cuando se refiere al responsable de la enunciación la forma adverbial correspondiente funciona como adverbio de la manera del decir. 10  Así se recoge en el OLD: vērō ‘in accordance with the truth, honestly’ (OLD: s. v. vērō), apertē (with verbs of speaking, writing, etc.) ‘without reserve, outspokenly, frankly’ (OLD: s. v. apertē); o sincērē ‘without touch of falsehood or dishonesty faithfully, truly’ (OLD: s. v. sincērē). 11  Según se ejemplifica en el trabajo de Ricca (2010: 155): “Ter. Phorm 654-656: sed mi opus erat, ut aperte tibi nunc fabuler, aliquantulum quae adferret qui dissoluerem quae debeo”.

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En los textos latinos medievales incluidos en el corpus CORDE, se regis­ tran algunos adverbios terminados en -e y en -iter del tipo sincere, sinceriter ‘sinceramente’, aperte ‘abiertamente, claramente’, manifeste ‘manifiestamen­ te’, fiducialiter ‘confiadamente’ (Espinosa Elorza 2010), como adjuntos de verbos de lengua en referencia a la manera en la que se expresa el hablante (“sicut supra diximus... sinceriter et securiter in perpetuum”, Ordenamientos legales, 986, CORDE) o de verbos que denotan hallazgo a fin de indicar el modo en el que se efectúa (“manifeste comperimus preteritis temporibus”, Documentos notariales, 1030, CORDE), pero no hay constancia de su empleo como adverbios de la enunciación. De este modo, se puede considerar que las formaciones romances corres­ pondientes, surgidas en diferentes etapas históricas, no derivan directamente de formas latinas, en su mayor parte, sino que se constituyen a través de dis­ tintos procedimientos: a) formaciones en -mente12 creadas a partir de una base léxica adjetiva en la acepción referida a la actitud que manifiesta un hablan­ te hacia su decir (sinceramente, francamente, honestamente, honradamente) o a la forma en que expresa su enunciado (brevemente, resumidamente, concisamente, sintéticamente, sucintamente, sumariamente); b) locuciones adverbiales constituidas por un grupo preposicional que tiene como base léxica el sustantivo que denota la actitud del hablante hacia lo que dice: con sinceridad, con franqueza o estructuras lexicalizadas creadas sobre la base léxica del sustantivo corazón: de corazón, con el corazón en la mano, o del sustantivo verdad: la verdad, a decir verdad, de verdad, la verdad sea dicha,

12  La secuencia -mente deriva del sustantivo latino mens, mentis que, precedido del adjetivo correspondiente, constituye un sintagma nominal en ablativo: adjetivo + mente, que es el origen de estas formaciones adverbiales. El germen de la gramaticalización de estas construcciones re­ monta al latín clásico, donde se daba una tendencia a la fijación estructural del adjetivo y el sus­ tantivo mente que adquiría en este tipo de estructuras una interpretación de carácter intencional ‘con la intención de’. Aunque no es posible fijar una cronología determinada, parece que en el latín de los siglos ii-iii d. C. estas construcciones tenían ya una fuerte vitalidad como adverbios y la adverbialización de la construcción debía estar ya ampliamente difundida con anterioridad al siglo ix, puesto que en ese siglo se documentan adverbios plenos en -mente en la Península Ibérica (Company Company 2014b: 481-482). Este proceso de gramaticalización supone que la forma mente pierda su valor léxico de indicar intencionalidad o disposición y pase a funcionar como una secuencia ligada en la formación de adverbios derivados (Dyer 1972; Karlsson 1981; Company Company 2014b); este proceso se halla plenamente consolidado en castellano en el siglo xiii, aunque el adjetivo y la forma mente puedan aparecer separados gráficamente hasta épocas posteriores.

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que marcan una enunciación como sincera, o construcciones gramaticalizadas y lexicalizadas con base en sustantivos que designan la forma en que se ex­ presa el enunciado: en resumen, en suma, en síntesis (Garcés Gómez 2014); c) adverbios o locuciones adverbiales creados a partir de adjetivos o de sustan­ tivos que aluden al tono serio en el que se manifiesta el hablante: seriamente, en serio, bromas aparte; d) adverbios y locuciones adverbiales formados por adjetivos, sustantivos o pronombres personales indicadores del tipo de rela­ ción interpersonal con que se presenta la enunciación: confidencialmente, en confianza, entre nosotros, entre tú y yo, con todos los respetos. En este trabajo, como hemos señalado, nos vamos a centrar en el primero de estos grupos constituido por adverbios en -mente que designan la actitud del hablante hacia lo que dice, en relación con la sinceridad, franqueza, ho­ nestidad u honradez de su postura, y los que añaden un comentario sobre la forma de la enunciación. 4. El proceso evolutivo de los adverbios de enunciación referidos al acto de habla



Los adverbios referidos al acto de decir en los que se incluyen francamente, sinceramente, honradamente, honestamente se caracterizan en su conjunto por calificar la actitud del hablante hacia su enunciado, pero manifiestan dife­ rencias en cuanto a sus propiedades semánticas, lo que explica las diferentes funciones pragmáticas que adquieren en el discurso. 4.1. La evolución de francamente El adverbio francamente se construye sobre la base léxica del adjetivo franco13, forma polisémica documentada en los primeros textos romances con los significados de ‘libre, exento’ (3), ‘liberal, generoso’ (4)14:

13  El origen de esta forma remonta al germánico FRANK, nombre de los francos, domina­ dores de la Galia, que constituyeron allí la clase noble, exenta de tributos, bien a través del latín galicano o del francés más arcaico (DCECH: s. v. franco). 14  Estos significados se corresponden con los que muestra el sustantivo franqueza desde el siglo xiii de ‘liberalidad, generosidad’: “E derecha miente franqueza es de dar omne lo quel conuiene a aquel que lo a mester & al que lo merece” (Anónimo, Poridat de poridades, España,

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¡Ya vos ides, conde, a guisa de muy franco! (Anónimo, Poema de Mio Cid, España, c. 1140, CDH).



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(4) Los Reyes son de quatro maneras. El uno es franco pora si & pora su pue­ blo. El otro es escaso pora si & franco pora su pueblo. El otro es franco pora si (Anónimo, Poridat de poridades, España, c. 1250, CDH).

La forma adverbial francamente se muestra desde el siglo xiii —junto con las variantes medievales francament, francamente, francamientre15— y here­ da los significados de su base léxica adjetiva; de este modo, como adjunto de verbos que indican una transacción económica como vender o comprar (5) sig­ nifica ‘de manera libre’, como modificador de verbos de transferencia del tipo entregar, ofrecer, gastar, repartir, otorgar, dar (6) indica ‘de manera generosa’:

(5) Otrosy, como da a los de barrio de Francos que conpren e que vendan libre­ mente e francamente en sus casas sus pannos e sus merchandías (Anónimo, Privilegio dado a Sevilla por el rey don Sancho, España, 1284, CDH).

(6) Muy gran sinrazón faréis de ser escassa de lo que Dios vos quiso dar francamente (Anónimo, Libro del cavallero Cifar, España, 1300-1305, CDH).

Estas combinaciones se mantienen en los siglos posteriores y se presentan nuevos contextos en los que el adverbio modifica, como adjunto, a verbos de lengua para designar que el sujeto agente se expresa ‘de una manera libre’, como se muestra en (7), donde la referencia anafórica a la forma de hablar se realiza a través de un sustantivo “la tal libertad” que así lo indica; en estos casos, el adverbio va generalmente pospuesto al verbo y tiene la posibilidad de ir precedido de un adverbio cuantificativo con un valor intensificador: c. 1250, CDH) y de ‘libertad, exención’: “Ca esta franqueza han ellos mas que otros omnes” (Alfonso X, Primera partida, España, 1256-1263, CDH). 15  En el siglo xiii, la variante más frecuente, según los datos del CORDE, donde se regis­ tra un mayor número de ejemplos, es la que presenta apócope de la vocal final francament (25 casos), seguida de francamente (11) y de francamientre (5); en el xiv, la forma apoco­ pada francament (37) sigue siendo mayoritaria, en contraste con las variantes francamente (6), francamientre (3) con una frecuencia mucho menor; en el xv, aparece un único caso de francament, pero se trata de un texto catalán y la forma es propia de esta lengua, dado que en castellano ya se había generalizado la formación francamente.

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(7) Mas non le valió nada el fablar, salvo que él fablava muy francamente, e la tal libertad non le traxo ningún provecho, antes libraron los dichos diez omes su entençión e su propósito (López de Ayala, Pero, Traducción de las Décadas de Tito Livio, España, c. 1400, CDH).

A partir del siglo xvi se muestra algún ejemplo en el que el adverbio pre­ senta un nuevo significado, el de denotar la manera sincera en la que se co­ munica un suceso, en correspondencia con la nueva acepción que el adjetivo franco ‘sincero en la expresión’ había adquirido en una etapa anterior16. Este valor de francamente se muestra en construcciones en las que modifica a un verbo de dicción, como en el ejemplo siguiente (8) donde se designa el hecho de narrar un acontecimiento:

(8) Aldeana, señor, es mi librea, / y así, os he de contar muy francamente / la vida miserable del aldea (Alcázar, Baltasar de, Poesías, España, c. 1550-a. 1606, CDH).

 El primer ejemplo que atestigua el posible cambio de significado en el adjetivo se do­ cumenta en el siglo xiv: “Mas quantos maestros e quantos ayos en el mundo son non podrían fazer al moço buen entendimiento, nin apuesto, nin cumplido de sus miembros, nin ligero, nin valiente, nin esforçado, nin franco, nin de buena palabra, si Dios, por la su merçed, non lo faze” (Manuel, Juan, Libro enfenido, España, 1334-1340, CDH). Aunque el significado de franco en este contexto resulta ambiguo, se puede considerar que, al ir en yuxtaposición con el sintagma “de buena palabra”, presenta el sentido de ‘sincero’ en la expresión. No hay mu­ chos ejemplos posteriores, pero sí se extiende su empleo con este valor a partir del siglo xvi: “Pues, en tus dichos tan cierto paresces, / tan franco te muestras, que luego concluyo / de hoy adelante llamarme por tuyo” (López de Yanguas, Hernán, Farsa del mundo y moral, España, c. 1518-1524, CDH). En los diccionarios incluidos en el NTLLE, el adjetivo franco se recoge en la acepción de ‘liberal’, ‘privilegiado’ (Nebrija, 1495, 1516, Alcalá, 1505) a la que se añade la de ‘libre’ (Percivale, 1591). En el Diccionario de Autoridades (1732) se incluyen cuatro acep­ ciones: 1. “Liberal, dadivoso, bizarro, galante”; 2. “Vale tambien desembarazado, libre y sin impedimento alguno”; 3. “Significa también libre, exento, privilegiado”; 4. “Se toma también por sencillo, ingénuo y real en su trato” (s. v. franco). La primera documentación lexicográfica de francamente aparece en Nebrija (1495), donde se establece la equivalencia latina “libera­ liter. munifice”; se mantiene en parte en Percivale (1591) “Francamente, franckely, liberally, Munifice”, así como en el Diccionario de Autoridades (1732), en el que francamente se define como adverbio de modo con el significado de “liberalmente, con generosidad y franqueza”, equivalente a las formas latinas “Largiter. Munifice” (s. v. francamente). 16

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Este empleo, esporádico en esta primera etapa, se consolida a partir del si­ glo xviii17, cuando aumenta su uso con verbos de lengua y se amplía el tipo de construcciones en las que aparece, ya que no solo designa la manera en que se expresa el hablante ‘de una manera franca’, ‘sin impedimentos’ (9, 10, 11), sino también el modo en que se solicita al interlocutor que se manifieste (12, 13):

(9) Al fin le apretaron tanto que no teniendo qué responder, francamente les dixo: Señores míos, Vs. más dicen la verdad, pero como yo no tengo otro oficio de qué vivir, me metí a este por inducción y consejo de un amigo mío que se sustentaba con el mismo embuste y me hallo lindamente, porque con soplar los días de fiesta gano lo que he menester para holgar, comer y beber toda la semana (Feijoo, Benito Jerónimo, Teatro crítico universal, España, 1729, CDH).



(10) Las advertencias, que V. mrd. me hace para conservar y mejorar el tabaco, pudieran pasar por un segundo regalo, que sirve como de adjetivo a la subs­ tancia de el primero, si la utilidad fuesse correspondiente a la intención. Pero francamente le digo a V. mrd., que no admito sus reglas, porque no las juzgo convenientes, por más que la común aceptación las haya hecho plau­ sibles (Feijoo, Benito Jerónimo, Cartas eruditas y curiosas, España, 1742, CDH).



(11) Esta obra da una idea más clara de los theatros antiguos que la lectura de muchas disertaciones, la idea es feliz y hay mucho que admirar en la execu­ ción; pero si es lícito que cualquiera exponga su opinión, sin meterse a cen­ sor de un grande artífice, de cuyo mérito nadie duda, yo diré francamente que la fachada me parece que destruye toda la ilusión (Fernández de Mora­ tín, Leandro, Viaje a Italia, España, 1793-1797, CDH).

17  Aunque centramos nuestra atención en su función como complementos verbales y como modificadores de la oración o del enunciado, el corpus analizado permite comprobar el uso de francamente y de sinceramente como modificadores de adjetivos desde el siglo xviii: “Verás a los pobres en sus conversaciones festivas, en sus rústicos bayles, qué francamente risueños, qué sinceramente gozosos” (Feijoo, Benito Jerónimo, Teatro crítico universal, I, España, 1726, CDH). A partir del siglo xix este empleo va en aumento, especialmente en la forma francamente, que puede emplearse con adjetivos prioritariamente, pero también con adverbios, en el sentido de ‘realmente’, ‘verdaderamente’ y con un valor enfatizador; en el caso de sinceramente, su uso habitual es como modificador de adjetivos que expresan pensamientos, sentimientos o estados de ánimo atribuyéndoles una calificación.

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(12) Hasta ahora sólo he podido saber que es natural de París y se llama Mr. Senville. Pero vos, señor Eduardo, habéis mudado de color al oírme pro­ nunciar su nombre. Decidme francamente, ¿por qué os interesa este desgra­ ciado? (García Malo, Ignacio, Voz de la naturaleza. Memorias o anécdotas curiosas e instructivas, España, 1787-1803, CDH).



(13) Ahí te embío esa comedia para que si quieres la leas, y, si quieres, me digas francamente lo bueno y lo malo que hallas en ella (Fernández de Moratín, Leandro, Cartas de 1792, España, 1792, CDH).

Es necesario señalar algunos rasgos propios de este adverbio, que permiten diferenciarlo de otros elementos del paradigma y que explican sus posteriores usos pragmáticos. En los tres primeros ejemplos (9, 10, 11), el adverbio de manera modifica a un verbo de lengua y, al mismo tiempo, se refiere semán­ ticamente a un sujeto animado, responsable directo del suceso denotado; de este modo, es común, en estos casos, que el pronombre personal sujeto apa­ rezca expreso y presente un valor enfatizador (ejemplo 11) en relación con un interlocutor al que se dirige y que aparece representado por los pronombres personales correspondientes (ejemplos 9, 10). El adverbio figura en posición pospuesta (11), pero permite, igualmente, la anteposición (9, 10), lo que muestra que no incide solamente sobre el verbo de dicción, sino también sobre los contenidos manifestados en la oración com­ pletiva que funciona como complemento directo del verbo. Es de destacar, asimismo, que el empleo de francamente aparece de modo bastante habitual como modificador de un verbo de lengua en construcciones adversativas (ejemplos 10, 11) con la conjunción pero, donde el hablante se expresa de una manera franca en contra de lo esperado. En el primer caso (10), en oposición a lo expuesto en la oración anterior, de donde se derivaría la conclusión de que las advertencias del interlocutor podrían considerarse apropiadas, en la oración introducida por pero, en la que se sitúa francamente precediendo al verbo decir en primera persona, se rechazan estas indicaciones porque no se consideran convenientes; igualmente, en (11), el hablante ma­ nifiesta su parecer de que la fachada del edificio no mantiene el espíritu de la obra arquitectónica frente a la opinión generalizada. En los dos últimos ejemplos, el adverbio francamente se orienta hacia la segunda persona en estructuras en las que se pide al receptor que responda de una manera franca a la pregunta parcial realizada sobre el motivo por el que

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una persona despierta tanto interés (12) o se le insta a que manifieste de ese modo su opinión acerca de un texto literario (13). Estos rasgos semánticos se muestran relevantes cuando se convierte en un adverbio que opera en el nivel supraoracional, donde califica la actitud del responsable de la enunciación. Este proceso se manifiesta en los textos a partir del siglo xix, en los que francamente aparece en construcciones absolutas, con incidencia sobre una forma no finita, el gerundio hablando (14), o sobre el verbo decir en primera persona (15), y toda la construcción se sitúa en una po­ sición periférica, entre pausas y formando un grupo entonativo independiente.

(14) Así raciocinaba mi antiguo amigo el inquisidor, y yo le confieso a usted que no dejaban de hacerme fuerza sus discursos porque, además de que veía que eran proferidos con buena fe, aunque bajo principios equivocados, encon­ traba también una perfecta armonía entre sus reflexiones y la marcha traza­ da por la antigua legislación. Pero, hablando francamente, no encuentro en los consejos de usted ni en los de todos los que se llaman a sí mismos hom­ bres prudentes, sino un egoísmo refinado y un medio facilísimo de pasar por hombres de consejo, a costa de cuatro perogrulladas insípidas (Miñano, Sebastián de, Sátiras y panfletos del Trienio Constitucional, España, 18201823, CDH).



(15) ¿Infiérese de aquí que hayamos de condenar al pueblo de Madrid del 2 de mayo, sublevado contra sus autoridades, a la Cámara francesa de 1830 re­ formando la Constitución de aquél país? Yo, señores, lo digo francamente: yo no los condenaré (Pacheco, Joaquín Francisco, Lecciones de Derecho Político, España, 1845, CDH).

Junto a estas construcciones, el adverbio francamente funciona en el nivel discursivo como modificador del acto de habla del que es consecuencia el enunciado sobre el que incide; suele situarse en posición parentética, general­ mente al comienzo del acto de enunciación (16), aunque también se muestra en algún caso al final (17):

(16) Pues a la sazón en que por unanimidad se estaba poniendo el Código en España, me hallaba yo en París, y me venía a Madrid; francamente, me faltaba tiempo para venir a gozar de esa libertad que tan feliz hace al pueblo que la llega a obtener (Larra, Mariano José de, Fígaro a los redactores de El Mundo, España, 1837, CDH).

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(17) Ya es insoportable esto, mi cura, francamente (Matto de Turner, Clorinda, Aves sin nido, Perú, 1889, CDH).

En esta función discursiva, francamente muestra la actitud del responsable de la enunciación ante el acto de habla que realiza y hace referencia, a su vez, a un interlocutor implicado en el acto enunciativo. De este modo, cuando el hablante utiliza francamente, lo hace en contextos en los que manifiesta una postura que contrasta o se opone a la expresada por otro interlocutor:

(18) Sobre el viaje de los celtas a España traen diferentes rumbos Zúñiga y Mas­ deu: y francamente, ¿qué se puede saber sobre tal cosa? ¿Con qué autoridad fijarlo? La imaginación es la única guía (Moguel, Juan Antonio, Cartas y disertaciones sobre la lengua vascongada, España, c. 1802, CDH).

Ese contraste se muestra en los contextos en los que, tras una exposición pre­ via de opiniones manifestadas por otros interlocutores, el hablante las rechaza porque no las juzga adecuadas e introduce el operador francamente a fin de se­ ñalar que la formulación que viene a continuación es la que representa su actitud y la que se considera válida; esta formulación se manifiesta en (18) a través de una interrogación retórica que supone una reafirmación del punto de vista del hablante, quien, en este caso, revela que sobre el asunto tratado no se puede pro­ bar nada de modo científico. De esta forma, el empleo de francamente establece un juego polifónico (Ducrot 1984)18 entre dos enunciadores: un enunciador (e1), identificado con el locutor, quien mantiene una postura contraria a la mantenida por otro enunciador (e2), que es rechazada, con lo que, al mismo tiempo, se intensifica la fuerza argumentativa del punto de vista evocado en el enunciado19.  El concepto de polifonía propuesto por Ducrot (1984) permite dar cuenta de la existencia de diferentes voces en el discurso: un enunciador con el que se identifica el locutor, esto es, el responsable del enunciado, y otro(s) enunciador(es) distinto(s), que plantea(n) o remite(n) a otro(s) punto(s) de vista. En este caso, francamente evoca la presencia de dos enunciadores que mantienen puntos de vista que contrastan o se oponen. 19  En este sentido, la expresión de franqueza que muestra el responsable de la enunciación puede considerarse como algo no favorable para alguien conocido por los participantes en la conversación por lo que el hablante ha de justificar que su contribución es verdadera y, por tanto, dar prioridad a la máxima de calidad del principio de cooperación (Grice 1975) sobre las normas de cortesía: “Por esta vez sacrifico la urbanidad a la verdad. Francamente, creo que valgo más que mi criado: si así no fuese, le serviría yo a él” (Larra, Mariano José de, “La Nochebuena de 1836”. Yo y mi criado. Delirio filosófico, España, 1836, CDH). 18

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Esta contraposición entre la postura del responsable de la enunciación y la de otros posibles interlocutores, manifestada por la presencia del adverbio enunciativo francamente, queda reflejada formalmente, en algunos contextos, por la presencia de un conector como pero que modifica o elimina las inferen­ cias que se derivan de lo expresado en los miembros precedentes:

(19) —Sí, sí, hablemos de goces, aunque en esta conversación alterne yo como el ciego en la de los colores. ¿Qué más goces halláis vos? Veamos. —Muy dulces en la amistad. ¿No tenéis amigos? —Sí, en el parlamento, en la embajada francesa, un cardenal en Roma, un gran señor turco en Constantinopla, y don Galo Pando, porque lo es vuestro; pero, Clemencia, francamente, ninguna de estas amistades me ha proporcio­ nado ningún goce (Fernán Caballero [Cecilia Böhl de Faber], Clemencia, España, 1852, CDH).

En este caso (19), se anula la inferencia que se puede deducir del segmento previo (“tener amigos produce goces”) por la afirmación de que las amistades encontradas no le han producido al hablante momentos placenteros; de este modo, la utilización de francamente manifiesta que la actitud del hablante ante su enunciación puede realizarse en contra de las expectativas de sus in­ terlocutores y generar una situación polémica. Ese enfrentamiento entre dos posturas puede también mostrarse en el dis­ curso dialogado en la contraposición de las voces de dos locutores que repre­ sentan, asimismo, a dos enunciadores distintos:

(20) —Señor, yo lo que deseo saber es qué busca usted —dijo el oficial, que empezó a creer que don Cándido era un loco, y no las tenía todas consigo al encontrarse solo, en tan peligrosa compañía. —Mire usted; yo, francamente, no quiero nada. ¿De qué familia es usted, mi distinguido señor? (Mármol, José, Amalia, Argentina, 1851-1855, CDH).

En este ejemplo (20), el adverbio francamente incide sobre un enunciado negativo que, en una lectura polifónica, supone la existencia de un enuncia­ dor (e2), identificado con el interlocutor que realiza la intervención iniciati­ va, quien sostiene una postura contraria —en este caso, de su intervención se infiere la creencia de que se busca un beneficio oculto— con la que se muestra en desacuerdo el enunciador (e1), identificado con el locutor —no busca nada—. Además, el adverbio refuerza la postura del hablante que queda

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marcada en el uso contrastivo de los deícticos usted / yo, en referencia a la posición de cada uno de los participantes en la conversación20. Por otra parte, la función de refuerzo del punto de vista evocado por el locutor —identificado con el enunciador (e1)— frente a otros puntos de vista posibles, supone que aparezca en construcciones causales de la enunciación, como en (21) donde la oración introducida con porque justifica la amenaza que el hablante expresa y francamente apoya ese punto de vista:

(21) Yo, mientras no le pase esta calentura, me guardaré de ponérmele delante, porque, francamente, si me dice pitos, le contesto flautas. No tengo la pa­ ciencia que tú para aguantar sus desvergüenzas y me desboco (Pérez Gal­ dós, Benito, Realidad. Novela en cinco jornadas, España, 1889, CORDE).

Esta intensificación que supone francamente de una opinión o un argu­ mento presentados en contraste con otros posibles facilita que pueda coordi­ narse, en este nivel discursivo, con operadores que manifiestan, asimismo, un refuerzo de la argumentación como en realidad (22) que indica que lo expre­ sado se atiene a la realidad de los hechos y, al mismo tiempo, muestra un valor enunciativo referido a la actitud del hablante ante lo que dice (Fuentes 2009).

(22) El individuo o la colectividad que acomete grandes empresas y que tiene elevados propósitos y miras, no puede menos de tener también el inevitable orgullo, o sea la creencia de que es capaz de dar cima a aquellas empresas y de realizar aquellos propósitos, claro está que contando siempre con el auxilio divino, lo cual será muy piadoso, pero, francamente y en realidad, no es humilde (Valera, Juan, Los jesuitas de puertas adentro, España, 1896, CDH).

Cuando el adverbio enunciativo francamente incide sobre enunciados inte­ rrogativos, se orienta hacia el receptor con la intención de que este manifieste una actitud sincera ante lo que dice, ya que se presupone que en esa situación no es esperable mostrar ese tipo de actitud (Porroche 2005); además, plantea una situación polémica, dado que el hablante muestra su desconfianza res­  En estos casos francamente presenta un valor de conexión con lo aparecido en la in­ tervención anterior. Esta función es descrita por Garrido (1997: 193) de la siguiente manera: “Cuando se dice francamente en posición inicial externa, bien puede ocurrir que las oraciones anteriores sean poco claras, poco directas. El adverbio, entonces, conecta con ellas precisa­ mente indicando el cambio: la oración en cuestión es de naturaleza diferente a las anteriores”. 20

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pecto de la franqueza del interlocutor en su respuesta como en el ejemplo siguiente (23): (23) —No guardo papel ninguno, dijo con candidez el joven. —Francamente, ¿no tienes contigo ningún escrito? (Gómez de Avellaneda, Gertrudis, Espatolino, Cuba, 1844, CDH).

4.2. La evolución de sinceramente El adverbio sinceramente se forma a partir de la base léxica del adjeti­ vo sincero, procedente del latín sĭncērus ‘intacto, natural, no corrompido’, ‘sincero’, que había desarrollado en esta lengua la forma adverbial corres­ pondiente sincērē y el derivado sinceriter; en el latín medieval, junto a las formas latinas anteriores se documentan ejemplos de la combinación sincera mente21, por lo que hay que considerar que la forma castellana procede de la combinación de una base léxica adjetiva y el formante -mente, tras haberse producido un proceso de gramaticalización22. El adjetivo sincero es una forma conocida desde la época medieval con el significado de ‘puro’, en referencia a líquidos, en concreto, a bebidas (24) o ‘sincero, libre de fingimiento’, referido a manifestaciones de opiniones o sentimientos (25) y, con ampliación de este significado, a las personas que muestran esa cualidad (26)23:  Las tres formas, sincere, sinceriter y sincera mente, se documentan en los textos nota­ riales escritos en latín en los siglos x y xi: “[...] et sine aliqua dubitatione de nullum ominem sinceriter et securiter in perpetuum” (Anónimo, Carta de población de Cardona, España, 986, CORDE); “Nunc autem ante presentiam testium confirmatiumque testamus promte volunta­ tis, idcirco damus et sincere, favente Deo, confirmamus atrium S. Christofori [...]” (Anónimo, Ratificación de la posesión del monasterio de San Cristóbal de Tobia para San Millán, España, 1020, CORDE); “In nomine Christi redemptoris nostri. Ego nempe Eximinus, libenti animo et sincera mente, bene michi placuit ut pro remedium anime mee vel remissionem peccatis meis [...]” (Anónimo, Compra privada de propiedades en Soto y cesión posterior a San Millán, España, 1048, CORDE). 22  Según se ha explicado anteriormente en la nota 12. 23  En los diccionarios incluidos en NTLLE, el adjetivo sincero no se registra hasta comienzos del siglo xvii en obras bilingües español-francés, donde se da la equivalencia sincero “­syncere” (Palet, 1604) o “sincere, simple, pur net” (Oudin, 1607); en el Diccionario de Autoridades (1739) se define como “puro, sencillo, sin doblez”. La acepción de sincero como ‘puro, sin mezcla de materia extraña’ se considera anticuada desde la edición del diccionario académico de 1822. La formación adverbial se registra en la misma época que el adjetivo: sinceramente 21

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(24) El vino sea bueno: sincero & claro con poca agua (Anónimo, Traducción del Tratado de cirugía de Guido de Cauliaco, España, 1493, CDH).



(25) Por la qual cosa sea manifiesto a todos los presentes et a los auenideros que nos don Pedro Fernández vassallo de Santa Maria y Señor de Albarrazin con sincero corazon y con agradable voluntad para aumento de la Santa Cris­ tiandat et encogimiento de los enemigos de la Cruz de Jhesucristo pueblo una ciudat en el lugar que es dicho de Santa Maria de Albarrazin (Anónimo, Carta de población de la ciudad de Santa María de Albarracín según el códice romanceado de Castiel, España, 1300, CDH).



(26) Y así como la verdad, según Eurípides, es simple y limpia, así el verdadero amigo es sincero y virtuoso, sin doblez ni matiz ni afeite y sin palabras ni albórbolas, y callando, con solo el gesto y bulto, muestra el amor y afición (Arce de Otárola, Juan de, Coloquios de Palatino y Pinciano, España, c. 1550, CDH).

A partir de la última acepción, se crea el adverbio sinceramente cuya pri­ mera documentación data del siglo xvi; en los textos de esta época se presenta como adjunto de verbos pertenecientes a distintas clases léxicas que designan creencias (27), modos de comportamiento (28), compromisos adquiridos (29), actos de petición (30) o formas de comunicación (31):

(27) La primera puerta del ganado significa la mortificación de la carne y de la propia voluntad, y no tan solamente es ésta la verdadera significación suya, pero es el camino para alcançar a Dios, para lo cual primeramente has de creer lo que Santa Madre Iglesia cree que es la verdad del Señor y lo has de creer clara y sinceramente sin pedir otra razón ni causa sino como manda nuestro Señor que creamos (Montemayor, Jorge de, Diálogo espiritual, Es­ paña, 1543-1548, CDH).



(28) Si prohíbe Cristo que un cristiano no llame a otro cristiano loco, menos querrá que le llamen moro, ni marrano porque el fin de la bendicta ley de Cristo es que de tal manera nos amemos, y tan sinceramente nos tractemos, que ni con las manos nos hiramos, ni aun con las lenguas nos infamemos (Guevara, fray Antonio de, Epístolas familiares, España, 1521, CDH).

“syncerement” (Palet, 1604), “sincerement, simplement, sans tromperie” (Oudin, 1607); en el Diccionario de Autoridades (1739) se define como “sencillamente, con sinceridad”.

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(29) Y estos son los principales capítulos de la confederación y paz entre Su Ma­ jestad y el Duque Guillermo, los cuales se hicieron a siete días de Septiembre en el Real sobre el Venlot, los cuales se profirieron á guardar sinceramente y sin engaño alguno (Santa Cruz, Alonso de, Crónica del Emperador Carlos V, España, c. 1550, CDH).

(30) Viérades allí aquellas venerables canas estar en el lugar y orden de los novicios, pidiendo sinceramente á todos rogasen á Dios por él, diciendo que había caído en fornicación de desobediencia (Granada, fray Luis de, Traducción de La Escala Espiritual de S. Juan Clímaco, España, 1562, CDH).

(31) [...] cumpliéndose la profecía de Esaías, que la Iglesia había de extender sus términos no sólo a la diestra, sino también a la siniestra, que es como San Agustín declara haberse de propagar el Evangelio no sólo por los que sinceramente y con caridad lo predicasen, sino también por los que por fines y medios temporales y humanos lo anunciasen (Acosta, José de, Historia natural y moral de las Indias, España, 1590, CDH).

En estas construcciones sinceramente describe la manera en que un sujeto animado muestra una idea, un pensamiento, un sentimiento o un deseo de manera sincera, y se sitúa, generalmente, pospuesto al verbo, con algún caso de anteposición explicable por razones métricas24 o por motivos estilísticos (28)25. En estas estructuras, la forma adverbial puede ir precedida de un adver­ bio de grado —tan sinceramente (28)— y permite la coordinación con otros adverbios en -mente o con sintagmas preposicionales que también funcionan como adjuntos verbales y en los que se reitera que la acción desarrollada se realiza sin fingimientos: “creer clara y sinceramente” (27) “guardar sincera­ mente y sin engaño alguno” (29). 24  En el siguiente ejemplo, como se trata de una composición en verso, la anteposición del adverbio es necesaria para mantener la rima (“quiere” / “prefiere”): “Basta el pecho de mármol contrapuesto / a las piadosas aguas de tu llanto, / sin dar con tu crecido sentimiento / fuerças a Daphnis y armas al tormento. / Ella, pastor, sinceramente quiere / a ti, y a mí, y a Tarsis, y al Siluano; / ni a Corydón, ni a Lycidas prefiere, / ni a Menalca desama, ni a Montano” (Torre, Francisco de la, Poesías, España, c. 1570, CDH). 25  Es un texto de fray Antonio de Guevara en el que el adverbio sinceramente se antepone al verbo para mantener la estructura paralelística de la construcción; responde al estilo personal del autor, quien emplea abundantes procedimientos retóricos entre los que se incluyen parale­ lismos, antítesis, enumeraciones y desarrollos amplificatorios (Lapesa 19808: 308).

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En el siglo xvii mantiene su función como modificador verbal de las clases léxicas señaladas y se produce un aumento progresivo de su empleo en cons­ trucciones con verbos de lengua26:

(32) Es narración contar sinceramente algún suceso bueno, con cuyo ejemplo ani­ ma y esfuerza a los oyentes a emprender otro semejante, o malo, para que sea escarmiento (Carvallo, Luis Alfonso de, Cisne de Apolo, España, 1602, CDH).



(33) Yo no presumo de Poeta ni de hazer ostentación, poca ni mucha, de ingenio i letras; sólo escribo estos renglones por particular comisión de algunos amigos. Y assí, ahorrando superfluidades, declararé sinceramente la verdad (Jáuregui, Juan de, Antídoto contra la pestilente poesía de las Soledades, España, c. 1614, CDH).

En el siglo xviii27, sigue en aumento la tendencia de utilizar sinceramente en construcciones con verbos de lengua en actos asertivos (34), donde el ha­ blante manifiesta sus ideas o pensamientos, expresivos (35), en los que mues­ tra sus sentimientos, o en actos directivos (36) si se solicita al interlocutor que se comunique de una manera sincera:

(34) Y para que veas que te hablo sinceramente, haré aquí la justicia que debo a uno de ellos (Feijoo, Benito Jerónimo, Teatro crítico universal, España, 1729, CDH).



(35) Esta crítica ha sido para mí una lección. Confesaré sinceramente que no he acertado a aprovecharme de ella, si en mi colección no se halla más de la mitad de fábulas que en la claridad y sencillez de estilo no pueda apostár­

 Hay un ejemplo aislado en este siglo que puede resultar ambiguo entre una lectura como adverbio de enunciación, situado entre incisos y con una función supraoracional, y otra como adverbio de manera en yuxtaposición con el sintagma preposicional y ambos con una función de complemento circunstancial: “Yo le quiero de suerte que en mí no hay cosa separada para con él, sino que lo que es mío es él más dueño dello que yo, ansi dineros, ropa, como la vida, salud y persona, y aun alma, sinceramente, sin haber otro motivo para ello que la pura voluntad y afición de amigo fiel” (Castro, Miguel de, Vida de Miguel de Castro, España, c. 1612, CDH). El hecho de que ambos complementos (“sinceramente” y “sin haber otro motivo...”) puedan ser sustituidos por un adverbio de manera (“Yo le quiero así / de esa manera”) lleva a concluir que funciona como adjunto verbal. 27  En relación con el empleo del adverbio sinceramente como modificador de adjetivos que se documenta a partir de este siglo, remitimos a lo señalado en la nota 17. 26

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selas a la prosa más trivial (Samaniego, Félix María de, Fábulas, España, 1781, CDH). (36) ¿Y tú, Eusebio, eres del mismo parecer que Luis Robert? ¿Gustarías más de llevar un vestido rico que otro roto? Dime sinceramente tu sentir (­Montengón, Pedro, Eusebio, España, 1786, CDH).

Al lado de este empleo, se muestra también algún ejemplo esporádico (37) donde tiene incidencia supraoracional y señala que el responsable de la enun­ ciación califica su acto de habla como sincero en referencia a la conclusión que se extrae de los argumentos presentados en los miembros anteriores:

(37) Baglivio, en su libro Centauro, o Hermaphrodítico, la mitad de Medicina sólida y masculina, y la otra mitad femenina (para hablar en sus voces), está también de parte de la Medicina experimental, sobre los vestigios de ­Hippócrates, como consta de los mismos textos alegados y otros muchíssi­ mos de sus obras. Pues si se huviera declarado partidario de la desconfianza, huviera violado la fe pública, haciendo que confiássemos en unos preceptos en que él mismo no confió. Aun el mismo Leonardo de Capoa, que fue el crítico que más se señaló en favor de la duda, no hallando en el hecho práctico la evidencia, ni pudiendo estar libre de toda acción, atónito y como mordiendo el freno, sin duda por el provecho, aunque dudoso, que concebía, recetaba a sus enfermos y les assistía. Conque sinceramente no desconfiaba (Martínez, Martín, fragmento de una carta, 1726; recogido en Feijoo, Benito Jerónimo, Theatro crítico universal, II, España, 1728, CORDE).

No obstante, es a partir del siglo xix cuando se desarrolla su uso en es­ tructuras parentéticas en las que el sintagma en el que se inserta representa el acto de enunciación y donde sinceramente aparece como adjunto del ver­ bo decir en primera persona (38) o en construcciones absolutas de gerundio ­modificando al verbo hablar (39):

(38) —¡Oh!, ¡qué bien! —dijo Monsalud con sincera admiración—. Hermosa prenda se va a llevar ese bruto de Anatolio. Hermanita, estás preciosísima: te lo digo sinceramente (Pérez Galdós, Benito, El grande Oriente, España, 1876, CDH).



(39) Cuantas medidas se proponen ó se adoptan respecto á los miserables tienen carácter de protección ó de represión, y prueban que se considera en ellos

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una fuerza sin razón, ó una razón sin fuerza; es decir una incapacidad. Y la tiene en efecto. ¿Quién, hablando sinceramente, dirá que los miserables pueden salir de la situación en la que se hallan sin ajeno auxilio, ni aun vivir en ella sin recibir socorro? (Arenal, Concepción, El pauperismo, España, p. 1885, CDH).

Asimismo, en esta época se consolida su empleo como adverbio enuncia­ tivo, modificador del acto de habla en construcciones en las que se subraya el papel representado por el responsable de la enunciación que muestra la intención de comunicar no solo sus ideas o pensamientos (40), sino también algo sobre sí mismo (41):

(40) El drama que motiva estas líneas tiene en nuestro pobre juicio bellezas que ponen a su autor no ya fuera de la línea del vulgo, pero que lo distinguen también entre escritores de nota. Sinceramente le debemos alabanza y aquí citaremos de nuevo, como otras veces hemos hecho, a los que de maldicien­ tes nos acusan (Larra, Mariano José de, “Los amantes de Teruel, drama en cinco actos en prosa y verso, por don Juan Eugenio Hartzenbusch”, España, 1836, CDH).



(41) Esto pareció á muchos, y á mí entre ellos, gran mengua del decoro español, y más todavía un modo de asegurar al Gobierno británico una prepotencia funesta en todos los negocios de España. Tal idea era un notorio desatino. Yo la tenía sinceramente y tomaba la cosa con apasionado empeño (Alcalá Galiano, Antonio, Memorias, España, 1847-1849, CDH).

Este empleo se desarrolla, con mayor amplitud en el siglo xx, en construc­ ciones en las que el hablante expresa su voluntad de manifestar su opinión respecto de los contenidos asertados en relación con otros puntos de vista, lo que supone, en una lectura polifónica, que el locutor se desdoble e introduzca otra voz que suscribiría un punto de vista distinto: (42) ¿Eran divertidos los eclipses, o no? Yo, sinceramente, creo que no. Para qué les voy a ustedes a engañar... (Mi­ hura, Miguel, Mis memorias, España, 1948, CORDE).

En este caso (42), se muestra la opinión negativa que manifiesta el locu­ tor, identificado con uno de los enunciadores (e1), quien presenta su propio punto de vista distanciándose de un punto de vista opuesto, manifestado por

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otro enunciador (e2), que tendría una idea diferente. Estas dos posibilidades ya estaban expresadas en la pregunta realizada por el interlocutor, presentada en una construcción disyuntiva, por lo que se produce un desdoblamiento del locutor en dos voces y el distanciamiento del locutor/enunciador (e1) respecto de una de ellas, la que representa una voz distinta (e2), por lo que, de una ma­ nera indirecta, refuerza su propia elección. Esta manifestación en el enunciado de los pensamientos del responsable de la enunciación implica que el adverbio se utilice frecuentemente en construc­ ciones en las que aparecen predicados que expresan opiniones, creencias (42), sentimientos o emociones (43): (43) —Entonces no me explico cuándo se inició en usted la afición taurina... Rió Mazzantini, con su cara ancha de arzobispo pulcro y bien cuidado. —Hombre, si he de decirte la verdad, yo no tuve nunca vocación. No sentí, sinceramente, la afición hasta bastante después de ser ya torero de cartel y haber escalado un puesto preferente en mi profesión... (El Caballero Audaz [José María Carretero], El libro de los toreros. De Joselito a Manolete, Es­ paña, 1947, CDH).

En estructuras interrogativas, sinceramente no solo concierne a la futura respuesta sincera que se espera por parte del interlocutor, sino que lo que hace el emisor, sobre todo, es expresar y subrayar implícitamente cuál es su opinión, como en el ejemplo siguiente (44), donde lo que pretende mostrar el hablante es el sentimiento de duda que le surge con relación a que el interlo­ cutor desee tener un encuentro debido a la diferencia de intereses intelectuales existente entre los participantes en el diálogo:

(44) —No soy bonita —suspiró—. Yo leo quinientas páginas por día, pero a tu edad se deja de leer, se vive un poco de las rentas. ¿Deseas que nos veamos, sinceramente? —Pronto, encanto. Y sí eres un encanto (García Hortelano, Juan, El gran momento de Mary Tribune, España, 1972, CDH).

4.3. La evolución de honradamente El adverbio honradamente se crea a partir del adjetivo base correspondien­ te honrado, con las variantes formales propias de la época medieval: ondrado,

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onrado, documentado desde los primeros textos28 para denotar a la ‘persona que obra con integridad’, o a la ‘persona que por su virtud y prendas merece ser estimada’ (45), o referido a hechos o actuaciones ‘a lo que se ejecuta con honor, honrosamente’ (46):

(45) Díssoli el judío: “Señor rey coronado, / ésti solié ser vicario del bispado; / queriénlo todos mucho, era omne onrado, / tolliéronlo agora, ond es me­ noscabado” (Berceo, Gonzalo de, Los Milagros de Nuestra Señora, España, 1246-1252, CORDE).



(46) El rey Apolonyo, cuerpo auenturado, / auyé a sus faziendas buen fundamen­ to dado, / qua buscó a la fija casamiento ondrado, / era, como oyestes, el fijo aconseiado (Anónimo, Libro de Apolonio, España, c. 1240, CDH).

La formación adverbial honradamente, con las variantes formales me­ dievales29 ondradamiente, ondradament, ondradamient, onradamiente,  Como se indica en el DCECH (s. v. honor), honrado es el participio del verbo honrar (ondrar en el Cid, onrar en Berceo, junto a ondrar) del latín HONŌRARE ‘íd.’; la evolución fonética normal habría sido ornar, que se halla alguna vez en Berceo, pero esta forma era de­ masiado diferente de honor para poder subsistir: el influjo del primitivo restableció la pronun­ ciación onrar (con ere), que tendió a estabilizarse según la fonética castellana, sea en ondrar o en onrrar (con erre) y esta es la variante que ha predominado, ya general en J. Ruiz y demás escritores del siglo xiv. 29  Estas variantes formales se distribuyen temporalmente del siguiente modo: ondradamiente en los siglos xii-xiii, ondradament en los siglos xiii-xiv, ondradamient, en el xiii, onradamiente, con ejemplos esporádicos en el xiii, xiv y xv, onradamientre en el xiii y en sendos ejemplos ais­ lados en el xiv y xv, onradament, un ejemplo en el xiv, onradamente en el xiv, xv, xvi y algún ejemplo esporádico en el xvii. En los diccionarios incluidos en el NTLLE, el adjetivo onrado se documenta en Nebrija (1495) y se establecen sus equivalencias latinas: “amplus, -a, -um; honestus, -a, -um” y “venerabilis, -e; observandus, -a, -um”; también se recoge en esta obra el adverbio onradamente que se hace corresponder con las formas latinas “venerabiliter, honeste”. En los diccionarios bilingües se muestran las siguientes correspondencias: Casas (1570) “onrado. Colto, Honorato”; “Onradamente. Honoratamente”; Oudin (1607) “onrado. Honorable, venerable”; “Onradamente. Honorablement”; Franciosini (1620) “honrado. Honorato. Di reputazione e di buona fama”; Mez de Braidenbach (1670) “Honrado. Geehret. Ehren Werth”; “Honradamente. Ehrlich. Mit ehrert”; Stevens (1706) “Honrado. Honoured; also honest, good and just”; “Honestamente. Honestly”. En el Diccionario de Autoridades (1734) se recogen las siguientes acepciones para el adjetivo honrado: 1. “part. pass. del verbo Honrar en todas sus acepciones”; 2. “Se llama también el sugeto que está bien reputado, y que merece por su virtud y prendas ser estimado”; 3. “Se llama assimismo lo que está executado con lustre y honor”; 4. “Se llama tambien el 28

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onradamientre, onradament, onradamente, aparece en los primeros textos como adjunto de verbos que designan la prestación de algún servicio (47), en referencia a que se realiza según los compromisos adquiridos o las obligacio­ nes contraídas, o con verbos que denotan el transcurso de un proceso como vivir (48) para señalar que se desarrolla de un modo digno; como modificador de verbos que designan manifestaciones de hospitalidad (49) en el sentido de que se lleva a cabo ‘con estimación y honra’ o con los que indican la extinción o desaparición especialmente de personas como enterrar (50) en referencia al modo honroso, honorable en el que se lleva a cabo su despedida:

(47) e cuemo quier que los nobles reyes dont nos venimos onraron e defendieron las eglesias e les dieron muchas franquezas, por que aquellos que las avien de servir mas onradamientre e mas sin embargo pudiessen fazer servicio a Dios e a la iglesia, franqueza de moneda no les dieron (Anónimo, Carta de Exención [Documentos de Alfonso X dirigidos a Galicia], España, 1258, CDH).



(48) Et por ende nos don Martino, obispo de susodicho, por sabor que auemos de estos clérigos de suso nomnados lauren e críen e uiuan ondradamiente, fazemos ellos tal auenenza, con consintimiento de nuestro cabildo (Anóni­ mo, Carta de acuerdo [Documentos de la catedral de León], España, 1263, CDH).



(49) otrossi de uestras amazonas que nos dedes quantas quisieredes. & nos re­ cebirlas emos ondradamient & dexarlas emos uenir a uos quando quisieren (Alfonso X, General Estoria. Cuarta parte, España, c. 1280, CDH).



(50) Desí de la reína Doluca cómo alçó rey en su logar e murió ella e la soterra­ ron onradamientre (Alfonso X, General Estoria. Primera parte, España, c. 1275, CDH).

Desde el siglo xv, el adverbio se documenta en construcciones en las que aparece como adjunto de verbos de lengua para designar que el sujeto agente se expresa ‘de un modo justo y apropiado’ (51), ‘de una manera justa y sin­ cera’ (52): hombre de bien que obra siempre conforme a sus obligaciones y cumple con su palabra”; 5. “Ironicamente se toma por bellaco, pícaro, travieso”. En el lema honradamente se incluyen dos acepciones: 1. “Adv. de modo. Decentemente, con estimación y honra”; 2. “Vale también con honrádez y firmeza en lo que se hace ù ofrece” (s. v. honrado y honradamente).

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(51) —Señora, vos lo dezís tan honradamente, que no ay cosa que me mandéis que yo no faga con toda voluntad, como quier que me ende avenga (Anóni­ mo, El baladro del sabio Merlín con sus profecías, España, c. 1400-1498, CDH).

(52) Dixo Xanthus: —Muy honradamente fablas, mas eres sin forma, del todo feo. Y respondió Ysopo: —No deve alguno mirar la cara corporal, mas la ánima y el coraçón del hombre. (Anónimo, Vida de Ysopo, España, c. 1520, CDH).

Junto a este empleo se mantiene su uso como adjunto de verbos que desig­ nan una acción genérica para hacer referencia a un modo de actuación recto e íntegro que lleva a cabo el sujeto (hacer algo honradamente) o acciones específicas como las que designan el modo de vivir a fin de señalar que se atiene a lo exigido por la sociedad (sustentarse honradamente, mantenerse honradamente), o referido a la unión en matrimonio entre dos personas (casarse honradamente) con la finalidad de indicar que se hace de una forma digna30. Estas construcciones en las que el adverbio se refiere a la manera de ex­ presarse de un sujeto animado o al modo de comportarse en determinadas situaciones están relacionadas con los usos que este adverbio presenta en el nivel supraoracional, documentados desde finales del xix y con mayor arraigo en el xx. Como adverbio enunciativo, califica el acto de decir y al hablante como honrado, lo que supone una manera de reforzar su postura ante lo dicho y conseguir la adhesión del oyente:

(53) ¿Habría otra mujer en alguna parte del mundo que pudiera pedirle cuentas de “lo que estaba pasando entre los dos?”... ¿Estaría...? ¡Qué enormidad! Eso, honradamente, no podía imaginarse, o cabía en lo posible (Pereda, José María de, La puchera, España, 1889, CDH).

 Este adverbio puede también incidir sobre un adjetivo manteniendo su significado ori­ ginario ‘de manera honrada’; este empleo se documenta a partir del último tercio del siglo xix: “Maldice su abandono... Pero aún es tiempo; aún podremos ganar el terreno perdido. Porque yo tenga una profesión que me permita ser honradamente libre, venderá él la camisa, si necesario fuése” (Pérez Galdós, Benito, Tristana, España, 1892, CDH). 30

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Puede, asimismo, calificar la respuesta que se solicita al interlocutor en cons­ trucciones interrogativas, aunque, en un ejemplo como el siguiente (54) no se refiere únicamente a la respuesta solicitada, ya que, en realidad, se trata de una in­ terrogación retórica utilizada por el hablante para realizar un acto de afirmación:

(54) ¿Qué quiere usted, además, que digamos en este artículo referente a la Na­ vidad? ¿Que hace frío? ¿Que suele nevar mucho? ¿Que el pavo está muy bueno? ¿Que no hay nada mejor que el turrón? ¿Que la zambomba es un instrumento lleno de dulzura? ¿Cree usted, honradamente, que un escritor serio como yo va a molestarse en coger la pluma para hablar de semejantes cosas? (Mihura, Miguel, Mis memorias, España, 1948, CORDE).

Como adverbio oracional orientado hacia la actuación del agente (San­ tos Río 2003, Torner 2007), desarrolla un uso semejante al de los adverbios evaluativos; en este caso, se utiliza para evaluar la situación expresada en el enunciado, calificando de honrado el hecho de que el agente actúe del modo que se expresa (Torner 2007):

(55) ALFONSO.— A mí no me molesta nadie que, honradamente, defienda una idea (Herrera, Eloy, Un cero a la izquierda, España, 1976, CREA).

4.4. La evolución de honestamente El adverbio honestamente se forma a partir del adjetivo correspondiente honesto ‘honorable, honesto’, con la variante gráfica medieval onesto, deriva­ do del mismo radical que honos, -oris ‘honor’ (DCECH: s. v. honor). Desde sus primeras documentaciones el adjetivo tiene el significado de ‘ejemplar’, ‘virtuoso’ (56) y también ‘casto’, referido a personas, y presenta el de ‘decen­ te’, ‘honroso’ en relación con el desempeño de una tarea o de un trabajo (57)31:  En colocaciones con sustantivos que indican el valor o precio de alguna cosa tiene el significado de ‘justo’, ‘razonable’: “Esto todo que dicho es vos vendemos, segund de suso se contiene e fue apeado por omes bonos de los dichos conçeios vuestros vezinos e nuestros [...], con sus montes e prados e pastos e pennas e fuentes, aguas estantes e corrientes, por justo preçio e honesto” (Anónimo, Venta de una tierra [Documentación medieval en archivos muni­ cipales abulenses], España, 1361, CORDE). Este significado queda limitado en el Diccionario de Autoridades (1734) a este tipo de construcciones: “Honesto. Vale también razonable y justo. Dícese particularmente cuando se trata del precio de alguna cosa” (s. v. honesto); en las edicio­ 31

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(56) Si a todos ploguiesse, terría por bien esto: / oviéssemos un omne devoto e honesto, / e tal es mi creencia que yo lo tengo presto, / en qui yo non entien­ do de desorden nul gesto (Berceo, Gonzalo de, Vida de Santo Domingo de Silos, España, c. 1236, CDH).



(57) Pues así, no siendo ignorante desto el auctor desta obra, cuyo nombre sub silentio iacet, e considerando ser onesto exercicio & provechoso a los que se exercitan en el arte militar, quiso ocuparse en semejante obra, de la qual no menor provecho alcançarán los lectores que de otras (Anónimo, Libro del cavallero Cifar, 1300-1305, España, CDH).

A partir del significado base del adjetivo se forma el adverbio correspondien­ te, honestamente, con las variantes medievales honestament, onestamente32, para designar el modo de actuar del sujeto que se comporta ‘de manera ho­ nesta, virtuosa, decente’33 en función de adjunto de verbos ­pertenecientes a distintas clases léxicas como las que indican estados (58), actividades (59), comportamientos (60) o con verbos que se refieren a la apariencia que deben mostrar las mujeres en su vida social (61):

nes posteriores del diccionario académico no se establece ninguna especificación y se incluye como acepción general hasta la vigésima tercera edición de 2014: “honesto. 3. adj. Razonable, justo” (DLE: s. v. honesto). 32  Con la variante formal honestament en los siglos xiii y xiv que desaparece a comienzos del xv y la variante gráfica onestamente documentada en los siglos xiv, xv y xvi, que se man­ tiene hasta la obra de Gonzalo Correas, Vocabulario de refranes y frases proverbiales (1627), incluido en CDH. En los diccionarios incluidos en el NTLLE, onesto se documenta en Nebrija (1495) en el sintagma “onesta cosa” con la equivalencia “honestus, -a, -um”, a la que se añade en 1516 “pulcher, -a, -um”. La primera documentación lexicográfica del adverbio se encuentra en Casas (1570) “Onestamente. Honestamente” y en los diccionarios de Percival (1591), donde se da la equivalencia con la forma inglesa “Onestamente, honestly” y en Palet (1604), obra en la que se establece el equivalente francés: “Honestamente. honestement”. En el Diccionario de Autoridades (1734) se incluye honesto con tres acepciones: 1. “Lo que es en si bueno, decente, permitido”; 2. “Significa modesto y virtuoso y generalmente vale casto”; 3. “Vale también ra­ zonable y justo. Dicese particularmente cuando se trata del precio de alguna cosa”. El adverbio honestamente se recoge como “adv. de modo. Lícita y modestamente, con moderación y decen­ cia” (s. v. honesto y honestamente). 33  El adverbio honestamente también se documenta como modificador de adjetivos o parti­ cipios con el significado ‘de manera honesta’ desde mediados del siglo xvi: “Lo que se permite a los príncipes y personas graves es ser honestamente aficionadas a música, pero no oficiales della” (Arce, Juan de, Coloquios de Palatino y Pinciano, España, c. 1550, CDH).

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(58) […] esta es a semejança del buen Religioso que es sano de fuera enel abito que tomo & de dentro es muy sano enla su alma por las sus buenas obras biuiendo de fuera honestamente & de dentro santa mente (Anónimo, Castigos, BNM ms. 6559, España, 1293, CDH).

(59) E dezimos de los clérigos deven dezir sus horas en oras competentes: la primera a prima, la terçia a terçia e así cada una de las otras, así que cada ofiçio responda a su hora; pero si son ocupados çerca de otros negoçios o si esperan ser, bien pueden dezir todas las oras fasta cunpletas que deven guardar para la noche quando viniere a su casa; pero non faze honestamente si en la mañana dize vísperas (Cuéllar, Pedro de, Catecismo, España, 1325, CDH).



(60) El Rey, provocado a piedat por las palabras omildes que el rey moro dixo, e consyderando la confiança con que se ponía en sus manos, respondió que sy [esperimentando sus fuerzas se falló vencido, esperimentando] agora su graçia se fallaría vençedor, e la ganaua dél para la conseruaçión de su vida e libertad; e mandóle tratar bien & honestamente, con toda seguridat (Pul­ gar, Hernando del, Crónica de los Reyes Católicos, España, p. 1480-1484, CDH).



(61) Mas la traydora de la mugier que non quier andar honestamente, synon pin­ tada como pavón, poniendo oy una toca e mañana otra, etc., forçado es que se faga rraposa pobre (San Vicente Ferrer, Sermones, España, 1411-1412, CDH).

A mediados del xv, el adverbio honestamente aparece como adjunto de verbos de lengua, donde presenta un nuevo significado referido a la ‘manera honesta o sincera que tiene el hablante de expresarse’, en el sentido de que se manifiesta según la norma moral establecida que exige comunicarse ‘de manera veraz’:

(62) Y a los embaxadores se requiere dezir honestamente lo que les es enco­ mendado sin temer ningún peligro que dello les pueda venir (Rodríguez de Montalvo, Garci, Amadís de Gaula, libros I y II, España, 1482-1492, CDH).



(63) Quando te acahecerá ver hombre royo, leal e luengo, sauio & gordo, lige­ ro & magro, simple, el fermoso no vanaglorioso, el pobre no enuidioso al rico [...], el que fabla honestamente, no engañoso (Anónimo, Traducción

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del Tratado de la Phisonomía en breue summa contenida, de Mondino del Luzzi, España, 1494, CDH).

Estos dos tipos de construcciones documentadas en la época medieval y clásica dan lugar, a partir del siglo xix, a dos usos diferenciados de este ad­ verbio en el nivel supraoracional. De las estructuras en las que el adverbio de manera incide sobre un verbo de lengua, surge su empleo como adverbio enunciativo que califica el acto de habla, al tiempo que hace referencia a la índole moral del responsable del enunciado que, de este modo, se convierte en alguien más digno de confianza para el interlocutor; en este empleo dis­ cursivo, solo se registra un ejemplo esporádico en el siglo xix, aunque, por el contexto puede resultar ambiguo (64)34, y de manera ya consolidada en textos del siglo pasado (65):

(64) De la vida y costumbres de este mal Prelado nos dejó larga noticia el abad Samsón en el prefacio al segundo libro de su Apologético. Pero son de tal naturaleza algunos pormenores, que honestamente no pueden transcribirse aquí, por temor de herir castos oídos y virginales mentes (Menéndez Pela­ yo, Marcelino, Historia de los heterodoxos españoles, España, 1880-1881, CDH).



(65) Yo estoy totalmente de acuerdo con Manuel. Reconozco que se le pasó un poco la mano a Luis Felipe; pero fuimos nosotros y nadie más que nosotros los que caímos en el garlito. Por lo menos hay que reconocer que estas fantasías no las inventa cualquiera. Honestamente, me parece algo extraor­ dinario (Azuela, Arturo, El tamaño del infierno, México, 1973, CDH).

En relación con las construcciones en las que el adverbio modifica a verbos que hacen referencia a la actuación o al comportamiento del individuo, surge su empleo como adverbio oracional que expresa una evaluación por parte del hablante acerca de la actuación del sujeto agente en relación con el hecho denotado en el enunciado (Kovacci 1999; Torner 2007); de esta forma, modi­ 34  Este ejemplo presenta una doble lectura: como adverbio enunciativo que expresa la ac­ titud del hablante ante el acto de habla (digo honestamente que no pueden transcribirse aquí algunos pormenores) o como adverbio de manera que incide sobre el verbo que designa la ac­ ción de reproducir un texto o una información (transcribir honestamente ‘de manera decente’). No obstante, la anteposición del adverbio y la referencia a la posición del emisor ante lo que manifiesta permiten inclinarse por la primera lectura.

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fica la actuación global del agente y su actitud, y se convierte en un elemento parentético que se antepone al enunciado o se intercala en él como inciso (66):

(66) Ambos lucharon por alcanzar, honestamente, destacadas posiciones docen­ tes, contra la maldad, la incomprensión y las consignas y de ellos hereda­ mos la solidez de nuestro fraterno afecto (Avendaño, Jorge, Perfiles de la medicina peruana, Perú, a. 1974, CDH).

5. La evolución de los adverbios de enunciación orientados hacia la extensión del mensaje Los adverbios de enunciación orientados hacia el mensaje son comentarios que indican la manera en la que el hablante emplea el código lingüístico y aportan información sobre la forma en la que se ha de interpretar el enunciado al cual modifican (Kovacci 1999: 766; Torner 2007: 194). La clasificación de este grupo de adverbios oracionales enunciativos se ha realizado de diferentes maneras y en su tipología se han incluido distintas unidades léxicas35; en este trabajo nos centramos en la evolución de un grupo concreto de estos adverbios, aquellos que van referidos a la actitud del hablan­ te respecto a su mensaje mediante la indicación de su menor extensión rela­ tiva: brevemente, cortamente, resumidamente, concisamente, sintéticamente, sucintamente y sumariamente. El interés especial del análisis de la evolución de estos operadores enunciativos reside en que, al referirse a la manera de expresar de forma condensada un texto, guardan relación con los conectores correspondientes: en suma, en resumen, en síntesis, que desempeñan, asimis­ mo, una función de recapitulación discursiva. 35  Una clasificación extensa de estos adverbios se incluye en Kovacci (1999: 766-768), quien distingue entre “adverbios reformuladores rectificativos o aclaratorios” —exactamente, rigurosamente, concretamente, aproximadamente, escuetamente, idiomáticamente (por lo ge­ neral precedidos del cuantitativo más), mejor y las locuciones más bien y grosso modo—; “reformuladores de equivalencia” (literalmente, textualmente); “recapitulativos de un tex­ to” (sumariamente, sintéticamente, resumidamente, en resumen); “ordenadores” (primero, segundo, etc.); “incidentales” (incidentalmente, de paso, entre paréntesis). Torner (2007) rea­ liza un análisis sincrónico de los que denomina “adverbios orientados hacia el código”, don­ de se incluyen dos subgrupos: a) adverbios que indican brevedad: brevemente, concisamente, resumidamente, sintéticamente, sucintamente, sumariamente; b) adverbios de equivalencia: literalmente, textualmente.

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5.1. La evolución de brevemente y cortamente 5.1.1. La formación brevemente está creada sobre la base léxica del adjeti­ vo breve ‘de corta extensión o duración’, procedente del latín brĕvis, -e36, do­ cumentado ya desde el siglo xiii para designar la ‘poca extensión’ de un texto o discurso’ (“de la oración breve se suele Dios pagar”, Berceo, Gonzalo de, Los Milagros de Nuestra Señora, 1246-1252, CDH) o la ‘corta duración temporal’ modificando a sustantivos relacionados con la noción de tiempo (“ca esta vida breve es”, Anónimo, Calila e Dimna, 1251, CDH). Asimismo, en esta época se registra una forma adjetiva adverbializada para denotar la manera concisa de expresarse el hablante:

(67) E el más derecho ombre es el que es más conplido de razón, e el que mejor dize lo que tiene en su coraçón, e el que más lo dize en el lugar que le con­ viene, e el que lo dize más breve e más estraño (Anónimo, Bocados de oro, España, a. 1250, CDH).

 A partir de esta base léxica, se forma la construcción latina in breve que se atestigua desde Horacio en el sentido de ‘en pocas palabras, en resumen’ (OLD: s. v. brĕvis). En francés, están emparentadas con las formas latinas la locución adverbial en brief “en peu de mots”, atestiguada desde 1403, y el adverbio brief “en début de phrase ‘en résumé, enfin’”, docu­ mentado desde 1450 aproximadamente (TLF: s. v. bref), que evolucionaron a los actuales bref “pour résumer les choses en peu de mots”, en bref “en peu de mots”, esta última considerada literaria (Petit Robert: s. v. bref); a partir de la forma antigua del adjetivo, brief, se desarrolló la formación brievement “en peu de mots”, documentada desde el siglo xii (hacia 1130) (TLF: s. v. brièvement). En castellano, la forma adjetiva adverbializada breve presenta el valor ‘de forma concisa’ en textos medievales, como hemos documentado en el ejemplo 67 (“lo dize más breve”) y un valor temporal en textos clásicos (Hummel 2014: 664); este uso adverbial con es­ tos valores tiene un empleo muy escaso en los textos modernos y contemporáneos. La locución adverbial en breve ha mantenido un valor temporal desde sus primeras documentaciones en el siglo xv: “ca en breve avía de morir” (Sánchez de Vercial, Clemente, Libro de los exemplos por A.B.C., España, c. 1400-1421, CORDE) y no ha desarrollado un valor de recapitulación como en francés, semejante al que tenía el sintagma latino. En cuanto a la formación latina breviter, aparece en un documento latino medieval de los siglos xi-xii “omnia in unum breviter colligere” (Anónimo, Cartulario de Albelda, España, 1094-1108, CORDE) y no se vuelve a documentar hasta un documento del siglo xiv, lo que atestigua que el adverbio brevemente, con abundante documentación desde el xiii en sus diversas variantes formales, se crea en la lengua romance a partir del adjetivo breve y del formante -mente. 36

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En sus primeras documentaciones, la forma adverbial brevemente37 —con las variantes medievales breuemente, breue mente, breuement, breument, breumente, breue miente, breuemientre— funciona en los textos como adjunto de verbos que expresan actos de comunicación (dezir, tractar, pasar, recitar, notificar, escribir, contar) a fin de señalar la brevedad o concisión en la enunciación de los hechos, acontecimientos o ideas que se presentan (68, 69) o de solicitar del interlocutor que se exprese de esa forma (70):

(68) Dixo: “Si me quisierdes, señores, atender, / quiérovos brevemente esto con­ tradizer” (Anónimo, Libro de Alexandre, España, 1240-1250, CDH).



(69) E agora diremos brevemente de aquellos lugares que entre los otros onrados lugares tienen mayor preminençia de santidat (Anónimo, Traducción de la “Historia de Jerusalem abreviada” de Jacobo Vitriaco, España, p. 1350, CDH).



(70) ETHRUSCO. No quiero importunarlo más en esto del granizo y nieve, pero quiero que me diga brevemente aquellas cosas de fuego que se hazen en el aire (Fuentes, Alonso de, Suma de Filosofía natural, España, 1547, CDH).

Es también común su empleo para indicar el cierre de un capítulo o de un texto y apuntar la forma concisa en la que se ha realizado una exposición an­ terior, al mismo tiempo que señala lo más relevante de lo dicho; en el ejemplo siguiente (71), este sentido viene reforzado por la coordinación con el adver­ bio sumaria(mente), con un valor equiparable, y antepuestos a la predicación verbal38:  En los diccionarios incluidos en el NTLLE, el adjetivo breve se documenta en Nebrija (1495): “breve cosa” con la equivalencia “brevis. e. succinctus. a. um”; la correspondiente formación adverbial “brevemente” presenta la equivalencia “breviter. Succincte”. Se mantiene la documentación tanto del adjetivo como del adverbio en las obras lexicográficas posteriores hasta el Diccionario de Autoridades (1726) donde el adjetivo breve presenta tres acepciones: 1. “lo corto, limitado y de pequeña medida y tamaño”; 2. “vale también momentáneo, poco dura­ ble, transitorio”; 3. “Assimismo vale conciso, ò succinto” (s. v. breve). El adverbio brevemente solo presenta la acepción de “Acceleradamente, con presteza, en poco tiempo”; no obstante, los ejemplos recogidos en esta obra muestran la combinación de brevemente con verbos de comunicación para designar la brevedad, concisión en el modo de expresarse: “Esto es lo que se puede decir de las poblaciones brevemente” (s. v. brevemente). 38  Al lado de esta acepción brevemente presenta un valor temporal, documentado desde los primeros textos y mantenido hasta la actualidad, para indicar que la acción del verbo puede 37

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(71) E aquí brevemente e sumaria he fecho exposiçión sobre el significado d’este real combite (Villena, Enrique de, Traducción y glosas de la Eneida. Libros I-III, España, 1427-1428, CDH).

Junto a este tipo de construcciones se desarrolla un uso en posición paren­ tética, en dos tipos de estructuras: como adverbio oracional enunciativo (72) o en construcciones absolutas con un verbo de lengua explícito en gerundio (73):

(72) E esta memoria es llamada de los doctores remorsus conciencie, ‘aguijón de la conciençia e espuela afita’ que aguijará a este caballo sin seso. Perderá otrosí la potencia de la voluntad, que allí non podrá querer bien, sinon todo mal que venga sobre ellos. E así, brevemente, los que fueron criados a la ima­ gen de Dios, e non quisieron andar a la razón e serviçio de Dios e quisieron fazer bestias sin entendimiento, allá serán atormentados como bestias (Anó­ nimo, Un sermonario castellano medieval, España, a. 1400-a. 1500, CDH).



(73) Muy poderoso señor, esse consejo, diziéndolo brevemente, no me parece bien. La guerra es disigual. No podremos pelear bien muchos con pocos tan fuertes. Concertémonos en paz y con amistad déxenlos ir su camino. Éste es el consejo más sano y más sin daño que se puede dar (Anónimo, Baldo, España, 1542, CORDE).

Esta posibilidad de brevemente de hacer referencia a lo enunciado en los segmentos discursivos precedentes implica que pueda adquirir, asimismo, una función conectora cuando se utiliza para señalar el cierre de una secuencia de segmentos previa y realiza una recapitulación de lo expresado en los miem­ bros anteriores con el propósito de señalar desde una nueva perspectiva lo considerado más relevante (74):

(74) El siervo puede fazer voto de castidat & de non aver propio, mas non puede fazer voto de tomar orden sin liçençia del sennor, ca non puede meter el cuerpo a subjeçion de otro sin consintimiento del sennor. E, brevemente, puede fazer todos aquellos votos que no enbarguen el serviçio del cuerpo a su sennor (Pérez, Martín, Libro de las confesiones, España, a. 1500, CDH).

producirse en un breve periodo de tiempo: “Esto quanto a la causa formal e fecha; pero, quanto a la eficiente e principal, que es Dios, El es el que le ha de preservar o matar; e faze luengamente bevir o brevemente morir” (Martínez de Toledo, Alfonso, Arcipreste de Talavera [Corbacho], España, 1466, CDH).

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En su evolución posterior, destaca su empleo prioritario como adjunto ver­ bal en contextos que propician un significado de recapitulación de lo expre­ sado antes al incidir sobre verbos referidos a la acción de concluir, recapitular o exponer de manera concisa un hecho39. Asimismo, aunque con menor fre­ cuencia, se registra su uso en el nivel supraoracional como adverbio enuncia­ tivo con incidencia sobre un enunciado o un segmento del discurso, situado generalmente en posición parentética al inicio del miembro sobre el que incide (75), y como conector discursivo con el valor de recapitular lo más relevante de lo expresado en los miembros anteriores, estableciendo una conexión con lo precedente (76): (75) Más brevemente, la eficacia y el logro de una sociedad política parecen centrarse en torno a la promoción humana, a la realización ética y a la cuali­ ficación cultural y productiva de todos y cada uno de sus miembros, además de la eficacia de la praxis, pero de modo que cada individuo personal, en ella, pueda realizarse en su doble vertiente individual y colectiva, y coordi­ nar su realización con la de todos los demás (Cencillo, Luis, Método y base humana, España, 1973, CDH).

(76) Se trata no tanto de organizar los tiempos libres de los trabajadores cuanto de enseñarles a pensar, a expresarse, a crear, a gustar las bellezas de la na­ turaleza y de las artes; brevemente, de ponerles en estado de asegurar a sí mismos el desarrollo de su personalidad (Brugarola, Martín, Sociología y Teología de la técnica, España, 1967, CDH).

5.1.2. Desde finales de la época medieval y durante los siglos xvi y xvii, se registran estructuras en las que el adverbio cortamente, formado a partir del adjetivo corto en el significado de ‘breve, de poca extensión’40, sinónimo en 39  Así se recoge en los textos del siglo xix en los que esta forma se utiliza de modo muy frecuente: “[...] y para concluir brevemente [...]” (Pirala, Antonio, Historia de la guerra civil y de los partidos liberal y carlista, tomo VI, España, 1868, CDH); “El lector ha podido adver­ tir sus concesiones y sus confusiones que resumiré brevemente” (Zugasti y Sáenz, Julián, El Bandolerismo. Estudio social y memorias históricas, España, 1876-1880, CDH). 40  Según la documentación del NTLLE, el adjetivo corto aparece en Nebrija en la coloca­ ción “corto de coraçon” con la equivalencia de “pusillanimis, -e”. La primera documentación lexicográfica de cortamente se encuentra en Minsheu (1617), donde se establece la equiva­ lencia con el inglés “briefly”. En el Diccionario de Autoridades (1729) se recoge para corto la acepción siguiente: “Algunas veces significa breve, escaso y de poca extensión o duración: como discurso y razonamiento”, y se define el significado de cortamente “Adv. Escasamente,

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esta acepción de breve, aparece en construcciones con verbos de lengua para indicar la forma breve, concisa en que se expresa el sujeto emisor; no obstan­ te, a partir del siglo xviii esta formación ya no se documenta como adjunto de verbos de dicción por lo que pierde este significado, sin que se haya registra­ do en este periodo un empleo como adverbio oracional enunciativo, según la documentación de los corpus; por tanto, desde esa época la forma brevemente sustituye a cortamente en su función de adjunto de verbos de lengua para ex­ presar que el sujeto se manifiesta con brevedad:

(77) Vedes, Señor, cómo habiendo preferido é dicho en el comienzo desta pos­ trimera fabla que por ser la materia difícil é ardua que fablaría en ella cortamente é non multiplicaría palabras, paresce que he fecho el contrario (Díaz de Toledo, Pero, Diálogo é razonamiento en la muerte del marqués de Santillana, España, 1458, CDH).



(78) Bien creo que está, para censura, un poco larga; alguno dirá que toca los límites de lisonjero elogio; mas la verdad de lo que cortamente digo deshace en el crítico la sospecha y en mí el cuidado (Cervantes Saavedra, Miguel de, Segunda parte del ingenioso caballero don Quijote de la Mancha, España, 1615, CDH).

5.2. La evolución de sumariamente, resumidamente y sintéticamente La formación de estos adverbios data de diferentes épocas, ya que sumariamente surge en el siglo xv, resumidamente en el xviii y sintéticamente en el xix, pero se han agrupado en un mismo apartado, puesto que su creación está relacionada en los tres casos con el surgimiento de los conectores discur­ sivos en suma, en resumen, en síntesis, en una etapa coincidente y a partir de una base léxica común. 5.2.1. El adverbio sumariamente se forma sobre la base léxica del adjetivo sumario, que, con el significado de ‘breve’, ‘poco extenso’, se encuentra en los textos desde finales del siglo xiv41. La primera documentación del adver­ limitadamente, con poquedad y cortedad”. En el ejemplo recogido en esta obra lexicográfica, modifica a un verbo de comunicación: “escribieron tan cortamente” (s. v. corto y cortamente). 41  Así se recoge en el siguiente texto: “veyendo e considerando que aquesti florient memo­ rial et sumario documento de los iudicios de Dios” (Fernández de Heredia, Juan, Traducción de la Historia contra paganos, de Orosio, España, 1376-1396, CDH). También se registra un

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bio data de siglo xv como adjunto de verbos de lengua en referencia a la bre­ vedad o concisión con la que se expresa el sujeto (79)42, en el siglo siguiente se muestra en posición parentética y en construcciones absolutas de participio con un verbo de dicción explícito (80), y un siglo más tarde como adverbio modificador oracional o del enunciado (81). A partir de esta época, alternan las funciones de adjunto y modificador oracional, aunque con una frecuencia de uso más elevada en la primera función que en la segunda:

(79) E quién fue esta Pallas conviene en este lugar declarar, aunque ya fablé d’ella en las glosas del capítulo terçero del primer libro, porque en aquel lugar lo dixe sumariamente e aquí conviene sea más spaçificado (Villena, Enrique de, Traducción y glosas de la Eneida. Libros I-III, España, 14271428, CDH).



(80) Esto baste, sumariamente dicho, para lo que toca a las facultades del ánima sensitiva, que tiene el hombre común con todos los animales (Granada, fray Luis de, Introducción al símbolo de la fe, España, 1583, CORDE).



(81) Esta es, sumariamente, la más breve y sucinta relación que el Padre Fray Martín de Rada trajo de su viaje de la China (San Agustín, fray Gaspar de, Conquista de las Islas Filipinas, España, 1698, CORDE).

uso como adjetivo adverbializado en un texto poético, pero se trata de un caso aislado, ya que no se documentan ejemplos posteriores: “Dygo con poco entender / muy ligero, muy sumario, / que ser noble, en quanto ser / recto rey ni voluntario, / no da don tan esencial / por muy esçel­ sa grandeza, / ni la yngrata vileza / alinpia el çetro real” (Cota, Rodrigo, Respuesta a Gómez Manrique, España, c. 1470, CORDE). La forma sumario como adjetivo no aparece recogida en las obras lexicográficas hasta el Diccionario de Autoridades (1739: s. v. sumario) en la acep­ ción de “Lo que está reducido a compendio o resumen”. El adverbio sumariamente se registra desde comienzos del siglo xvii en Palet (1604), donde se da la equivalencia francesa “som­ mairement” y en Oudin (1607) “sommairement, en bref”; en el Diccionario de Autoridades (1739), sumariamente se documenta con la acepción “Abreviadamente, en compendio” (s. v. sumariamente). 42  Con un valor distinto se documenta en el lenguaje jurídico en combinación con el verbo juzgar para designar el modo específico en que se celebra un juicio: “Y con condición que, si se hallare quél da liçençia a alguna persona para sacar las dichas corambres, que pague cinco mil maravedís de pena por cada vez para el dicho conçejo, e con condiçión que, si alguna otra persona de la Villa tomare qualesquier corambres, quel tomador lleue vn terçio e el arrendador otro, e el judgador otro, e que se judgue sumariamente segund las ordenanças del propio del conçejo” (Anónimo, Libro de Acuerdos del Concejo Madrileño, España, 1464-1485, CDH). Con este valor se mantiene hasta la época actual en este tipo de lenguaje especializado.

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La temprana aparición de sumariamente como adverbio enunciativo pue­ de ponerse en relación con el surgimiento de la locución adverbial en suma, formada sobre la base del sustantivo latino summa de la misma familia léxica que el adjetivo sumario y el adverbio sumariamente, documentada desde el siglo xiv. En los textos medievales, la locución adverbial en suma presenta también una función de adjunto verbal con un valor de indicar que lo que se expone a continuación se hace de una forma breve y resumida o que lo que se ha contado se ha hecho de una manera esquemática o reducida43, así como una función conectora con el valor de englobar o condensar en un último seg­ mento lo expresado en los miembros precedentes44. En algunos contextos en los que la secuencia anterior queda implícita, puede darse una equiparación entre sumariamente y en suma; no obstante, sumariamente tiene una función de operador discursivo que alude a la brevedad con la que el hablante emite su mensaje, mientras que en suma funciona como conector discursivo que recapitula lo expresado en los segmentos anteriores, implícitos o explícitos, y puede adquirir valores conclusivos45. 5.2.2. La documentación del adverbio resumidamente, construido a partir del participio del verbo resumir, para señalar el ‘modo abreviado’ de decir  Como se documenta en los siguientes ejemplos: “En suma vos lo cuento por non vos de­ tener: / do todo esto escriuiese en Toledo non ay papel” (Ruiz, Juan [Arcipreste de Hita], Libro de Buen Amor, España, 1330-1343, CDH); “En mi cámara me dirás por estenso lo que aquí he sabido en suma” (Rojas, Fernando de, La Celestina, España, c. 1499-1502, CDH). 44  Con esta función conectora se sitúa al comienzo del segmento en el que se integra e incide en la totalidad del enunciado que sigue; suele ir, además, precedido de una conjunción, generalmente e, que enlaza explícitamente con los segmentos anteriores e introduce el que pone fin a la secuencia discursiva: “E en suma aprovecha a todos los omes & mugieres que son de fría & humjda conplision & malenconjca” (Salamanca, Gómez de, Propiedades del romero, España, a. 1500, CORDE). 45  Este valor recapitulador permite introducir una conclusión derivada de los hechos re­ feridos previamente: “No hay boda que no festeje, bautismo que no apadrine, entierro que no honre; es cortés, humano, liberal, honrador de todos, murmurador de ninguno y, en suma, él es el rey en el afecto” (Gracián, Baltasar, El héroe, España, 1637-1639, CORDE); o una conclu­ sión como resultado de la valoración realizada por el hablante de lo expresado en las secuencias precedentes: “Contar yo ahora la casa donde entré, la mujer e hijos que hallé, y criados (que tenía muchos), el gran caudal, el recibimiento y agasajo que me hicieron, sería proceder en infinito: basta decir, en suma, que yo aprendí su oficio, y en pocos meses ganaba de comer por mi trabajo” (Cervantes Saavedra, Miguel de, Los trabajos de Persiles y Segismunda, España, 1616, CORDE). 43

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algo, es poco habitual en los textos46; en los corpus no se registran ejemplos hasta el siglo xviii, en los que funciona como adjunto de verbos de lengua (82) y no es hasta el pasado siglo cuando se documenta su empleo como adverbio oracional enunciativo (83):

(82) [...] y por no producir mas molestia a los lectores, les digo, resumidamente, que no dejaron hoja, resina, leño, simiente, ni los demas simples y mezcla­ dos [...] que no me diesen (Torres Villarroel, Diego de, Vida, ascendencia, nacimiento, crianza y aventuras, España, 1750, CDH).



(83) En conjunto, las labores del Departamento, resumidamente, se puede enu­ merarlas como sigue, a fin de detallarlas en adelante (Anónimo, Revista de la Oficina de Información y Propaganda del Gobierno de Ecuador, Ecua­ dor, 1928, CDH).

La escasa utilización de esta forma para indicar que el hablante expresa su mensaje de una manera reducida contrasta con la frecuencia de uso de la locu­ ción adverbial en resumen, formada a partir del sustantivo emparentado con la misma familia léxica que el adverbio, que aparece en los textos desde el siglo xviii con un valor recapitulador a fin de designar la forma concisa en que se manifiesta lo expresado más ampliamente en los segmentos anteriores o con la finalidad de formular una expresión en la que se concreta y resume la idea central de una argumentación anterior47. En los contextos en los que alude a  Según el NTLLE, la forma resumido, como participio del verbo resumir, se documenta desde comienzos del siglo xvii en Oudin (1607): “resumido, resumé”; el adverbio resumidamente no se registra hasta comienzos del siglo xviii en Bluteau (1721): “Resumidamente. Id.”, y en el Diccionario de Autoridades (1737) en la acepción de “Determinadamente, en resumen” (s. v. resumidamente). 47  Por otra parte, el carácter recapitulador de lo expresado anteriormente que presenta en resumen en determinados contextos permite que adquiera un sentido conclusivo, de carácter objetivo a partir de los acontecimientos referidos en los miembros precedentes: “Mira aquí en este papel la lista de los votos de todos los pueblos del distrito, con indicación de los que son seguros a tu favor, por estar ya convenidas las actas con los alcaldes. Hay pueblos que los dan todos, y otros que los dividen, porque tienen compromisos con la oposición; y en resumen, según puedes ver, tienes la mayoría asegurada” (Ganivet, Ángel, Los trabajos del infatigable creador Pío Cid, España, 1898, CDH), o subjetivo, resultado de una valoración del autor sobre las ideas expresadas antes o de algo no manifestado, sino implícito: “—¡Razones! No seas ton­ to. ¿Qué razones puedes tú tener para obrar de esa manera? Si tuvieras la calma, la filosofía que se necesita para poder vivir en estos tiempos que alcanzamos, no te sucedería eso. Es que tú te 46

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la concisión con la que se expresa el hablante pueden alternar resumidamente y en resumen con diferencias en cuanto a la interpretación: en resumen im­ plica la existencia de un enunciado o conjunto de enunciados, explícitos o implícitos, que se muestran recapitulados en el miembro en el que se sitúa el marcador; con resumidamente el hablante expresa que su mensaje se emite de manera resumida sin que sea necesario establecer una conexión con los segmentos anteriores. 5.2.3. La forma adverbial sintéticamente se crea a partir de la base léxica del adjetivo sintético que se documenta tardíamente, a finales del xviii, con los significados de ‘que procede componiendo o que pasa de las partes al todo’48. La aparición del adverbio como adjunto de verbos de lengua se muestra en textos científicos del siglo xix como un término técnico49 y no es hasta textos del pasado siglo cuando se extiende del lenguaje especializado a la lengua común para designar la manera concisa de expresarse (84) y de esta misma época data su empleo como adverbio oracional enunciativo parentético, con incidencia sobre los segmentos discursivos que le siguen (85):

(84) Enunciado nuestro punto de partida de la no existencia de una realidad so­ cial guatemalteca sino de dos realidades distintas, sintéticamente digamos que sólo en la cultura y civilización nacionales pueden estas dichas reali­ dades amalgamarse, confundirse, formar una realidad superior, un espíri­ tu nacional (Asturias, Miguel Ángel, “Realidad social guatemalteca (II)”, Guatemala, 1925, CDH).

apuras de nada: eres muy puntilloso; tomas muy a pechos las cosas, y, en resumen... no sabes vivir” (Pérez Galdós, Benito, La sombra, España, 1870, CORDE). 48  Según figura en el primer texto donde aparece: “Maclaurin generalizó este principio, dedu­ jo de él muchos nuevos teoremas y lo demostró rigurosamente con el método sintético de los an­ tiguos” (Carlos, Andrés, Traducción de “Origen, progresos y estado actual de toda la literatura, de Juan Andrés”, t. vii y viii, España, 1793, CDH). La primera documentación lexicográfica del adjetivo sintético se muestra en la edición del diccionario académico de 1803 en la acepción de “que se aplica a lo que procede componiendo o que pasa de las partes al todo” (s. v. sintético). El primer registro del adverbio sintéticamente aparece en el diccionario de Domínguez (1853) en la acepción de “con ó por medio de síntesis, de una manera sintética” (s. v. sintéticamente). 49  En referencia a un método de investigación: “investigar á la naturaleza humana del único modo que podían, interrogando al todo, observando el conjunto, mirándole de un modo general, no podemos decir sintéticamente, pues no pudo proceder el análisis” (Martín de Pedro, Ece­ quiel, Manual de Patología y clínica médicas, España, 1876, CDH).

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(85) Naturalmente, la mayor exactitud del pensamiento corresponde a la más extensa y documentada dilucidación de cada uno de los momentos enun­ ciados, pero, sintéticamente, todo pensamiento científico se compone sólo de estos tres momentos (Palacio, Pablo, “Sentido de la palabra verdad”, Ecuador, 1935, CDH).

La aparición de sintéticamente como adverbio de manera y como operador discursivo en esta etapa está relacionada, asimismo, con el surgimiento de la locución adverbial en síntesis, formada sobre un sustantivo de la misma fami­ lia léxica, documentada en textos de finales del siglo xix y comienzos del xx como adjunto de verbos de lengua para indicar la manera sintética en la que se manifiestan unos hechos50; esta función se mantiene posteriormente junto con su empleo como conector discursivo documentado a comienzos del siglo xx en el que manifiesta un valor globalizador para condensar en un miembro final lo que se desprende de los anteriores o a fin de presentarlo como una recapitu­ lación de las ideas referidas previamente51. En este caso, se produce una equi­ paración entre en síntesis y sintéticamente cuando inciden sobre el enunciado que presentan y la referencia a un contexto anterior queda implícita. 5.3. La evolución de sucintamente y de concisamente 5.3.1. El adverbio sucintamente se forma a partir de la base léxica del adje­ tivo sucinto que se documenta desde el siglo xvi con el significado de ‘breve’, ‘compendioso’52. Su aparición en los corpus se muestra a finales del xv como 50  Esta es la función que desempeña en el siguiente ejemplo: “Escrita por la mayorazga con puntual observancia, de las instrucciones que desde Lérida le había dado D. Fernando, en síntesis decía que se despojara el caballero negro de toda cortedad al presentarse a las niñas de Castro” (Pérez Galdós, Benito, Los Ayacuchos, España, 1900, CORDE). 51  Este valor de recapitulación a partir de lo expresado en los miembros anteriores se mani­ fiesta en ejemplos como el siguiente: “En cambio hoy la duración de un público se ha reducido, y así como antes la longitud del público emparejaba, sin faltar ni sobrar apenas, con la longitud de la vida del escritor, hoy cuatro ó seis longitudes de público son precisas para una de escritor... Yo no sé si me explico con todas estas geometrías... Ello es, en síntesis, que hoy durante la vida de un literato se suceden cuatro ó seis públicos” (Azorín [José Martínez Ruiz], La voluntad, España, 1902, CDH). 52  El primer ejemplo documentado en los corpus es el siguiente: “Hizose con solemne diligencia, / Que no referiré, por ser sucinto” (Castellanos, Juan de, Elegías de varones ilustres de Indias, Colombia, 1589, CDH). La primera documentación lexicográfica es la del adver­

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adjunto de verbos de comunicación (86) y a comienzos del xvi en construcción absoluta con participios de verbos de dicción y con la posibilidad de ir coordi­ nado con un adverbio de significado equivalente, como se muestra en (87); en el siglo pasado es cuando se documenta su uso como adverbio oracional enun­ ciativo entre pausas y con incidencia sobre los enunciados posteriores (88):

(86) Lo qual el dicho Cronista pasa muy sucintamente, porque es suma muy breve lo que escribió respecto de lo mucho que pudiera decir (Santa Cruz, Alonso de, Crónica de los Reyes Católicos, España, 1491-1516, CDH).



(87) Pues de las cosas aqui breue e sucintamente puestas y declaradas de la exco­ munion y su efficacia, parece quan escandalosa e injuriosa sea a la yglesia la excomunion fingida que se fulmina contra la langosta que destruye los panes y contra otras semejantes criaturas sin razon, applicando el vltimo remedio que la yglesia tiene para castigar y humillar a los christianos so­ beruios, desobedientes a ella, a los animales brutos y criaturas irracionales (Castañega, fray Martín de, Tratado de los supersticiones y hechicerías y de la possibilidad y remedio dellas, España, 1529, CDH).



(88) [...] produce destrucciones, arabización lingüística y aumento del nomadis­ mo. Sucintamente, esta es la historia (El País, 02/05/1980, España, CDH).

5.3.2. La forma adverbial concisamente se crea sobre la base léxica del adjetivo conciso ‘breve, reducido’ documentada en los textos desde finales del siglo xvi y comienzos del xvii53; las primeras apariciones del adverbio en bio que se muestra en Minsheu (1617). “Sucintamente. L. Succincté. A. succinctly”, mientras el registro del adjetivo sucinto y del adverbio sucintamente de manera conjunta no aparece hasta comienzos del siglo xviii, en el diccionario de Sobrino (1705), donde se establece la equivalencia con las correspondientes formas francesas: el adjetivo “sucinto, breve, succinct, court, bref” y el adverbio “sucintamente, succintement, brievement, en peu de paroles”; en el Diccionario de Autoridades (1739): “sucinto, -ta adj. Lo que está recogido, ó ceñido por abaxo”; “sucintamente. adv. de modo. Estrechamente, compendiosa o abreviadamente” (s. v. sucinto y sucintamente). 53  La primera documentación del adjetivo en los corpus se muestra en el siguiente ejemplo: “Obliga el uno a brevedad concisa; / que aunque la demasiada luz desama, / precia la elocución peynada i lisa” (Argensola, Bartolómé Leonardo de, Rimas, España, 1592-a. 1631, CORDE). El primer registro lexicográfico tanto del adjetivo como del adverbio aparece en el Diccionario de Autoridades (1729): “conciso, -sa adj. Cosa breve, succinta y reducida”; “concisamente adv. Breve y sumariamente, con brevedad y concisión” (s. v. conciso y concisamente).

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-mente datan también de este siglo (89) en alternancia con el adjetivo adver­ bializado conciso (90), con un funcionamiento, en ambos casos, como adjunto de verbos de comunicación. Esta función será la habitual en los siglos poste­ riores ya que hasta comienzos del siglo xx no se registra en construcciones absolutas de participio con un verbo decir explícito o en estructuras parentéti­ cas, como modificador oracional, en las que puede ir precedido de un adverbio cuantificativo con un valor intensificador (91):

(89) PARA mayor expedición y claridad de muchas dificultades que se ofrece­ rán en las materias que he de tocar en esta escritura, juzgué por necesario echar primero algunos fundamentos y principios, de que se podrá fácilmen­ te sacar la resolución dellas, con tratar en los primeros capítulos breve y concisamente, así la creación del Mundo por el orden que se cuenta en el principio del Génesis, siguiendo la exposición de los doctores que más se arriman á la letra del sagrado texto, como lo que de la naturaleza y propie­ dades de sus principales partes, que son cielos y elementos, escribieron los filósofos y astrólogos que más alcanzaron destas ciencias (Cobo, Bernabé, Historia del Nuevo Mundo, 1653, España, CORDE).



(90) Y de aquí es también que, viendo los vizcaínos lo mucho que se signifi­ ca con pocos vocablos de su lengua, pensando que es así en la castellana, quieren hablar tan conciso y abreviado, que los llaman cortos como vizcaí­ nos, y se ha tomado en proverbio (Mateo Luján de Saavedra [Juan Martí], Segunda parte de la vida del pícaro Guzmán de Alfarache, España, 1602, CORDE).

(91) Más concisamente: futuro es vida proyectada, proyecto (Laín Entralgo, Pe­ dro, La Espera y la Esperanza, España, 1957, CDH).

6. La formación del paradigma de los adverbios de enunciación El proceso de creación de las unidades léxicas que califican la actitud del hablante ante su acto de habla y las que añaden un comentario sobre la forma de la enunciación, incluidas en el paradigma de los adverbios enunciativos, muestran rasgos comunes y diferenciados en su desarrollo evolutivo. El origen de los adverbios incluidos en el primer grupo está en la base léxi­ ca del adjetivo correspondiente: franco, sincero, honesto, honrado. Estos ad­ jetivos son polisémicos por lo que las formaciones en -mente correspondientes

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dan lugar también a unidades polisémicas que tienen distintos significados dependiendo de las combinaciones verbales en las que aparecen, según hemos señalado en el apartado correspondiente (§ 4). En las construcciones de estos adverbios con verbos de lengua en fun­ ción de adjuntos designan la manera en la que un sujeto animado se expre­ sa y presentan diferencias significativas relacionadas con su base léxica originaria: francamente denota la manera de manifestarse ‘libremente’, ‘sin impedimentos’, sinceramente designa ‘de modo verdadero’, ‘sin engaños’, honradamente indica ‘de modo apropiado, justo y sincero’ y honestamente alude a comunicarse ‘de manera honesta, sincera’. Este tipo de combinaciones figura en los corpus en diferentes etapas: francamente desde comienzos del siglo xv, honradamente también en la misma época, pero con un uso esporá­ dico, honestamente a finales del xv y sinceramente en el xvi. El paso a la función de adverbios modificadores oracionales enunciativos que denotan la calificación del hablante del acto de habla en relación con la sinceridad, franqueza, honradez u honestidad con la que lo emite implica una serie de cambios en los adverbios analizados. Estos cambios suponen que los adverbios no ejercen ninguna función sintáctica en la predicación oracional, aparecen en posición marginal, tienen movilidad posicional, aunque, gene­ ralmente, se sitúan al inicio del enunciado sobre el que inciden, presentan un contorno entonativo independiente y adquieren funciones pragmáticas y discursivas relacionadas con la situación del discurso. Los datos de los corpus analizados muestran que estas funciones pragmá­ ticas y discursivas no se dan, salvo en algún ejemplo aislado, hasta el siglo xix con un aumento progresivo de su frecuencia de uso a partir del xx y que todos los adverbios señalados mantienen su función como adjuntos de verbos de lengua con la finalidad de expresar la manera como se comunica el sujeto emisor; la distribución de ambas funciones no es equiparable en todos los casos, ya que honestamente y honradamente se utilizan como modificadores verbales con mayor frecuencia, sinceramente tiene un empleo ligeramente su­ perior como modificador verbal, pero presenta también un uso elevado como modificador oracional y francamente muestra un uso más frecuente como mo­ dificador de la oración o del enunciado que como modificador verbal54.  Estas consideraciones se desprenden de los datos registrados en los corpus, aunque es necesario realizar un análisis cuantitativo pormenorizado de la frecuencia de empleo de cada uno de estos adverbios en su función en el marco oracional y en el ámbito del discurso en las distintas etapas. No obstante, para fundamentar estos usos en la época contemporánea, pode­ 54

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La expansión de su empleo como operadores enunciativos en el siglo xix está vinculada especialmente a textos de tipo literario, novelas u obras de tea­ tro, en las que los escritores muestran, a través de los personajes, la califi­ cación de los actos de habla que realizan; asimismo, es habitual su uso en textos periodísticos y ensayísticos, donde los autores los emplean para cali­ ficar las opiniones que expresan (sinceramente) o para plantear situaciones polémicas en las que se enfrentan o se oponen a otros posibles puntos de vista (francamente) o a fin de indicar que su expresión se basa en unas determina­ das normas sociales (honradamente) o morales (honestamente). En este proceso evolutivo, francamente y sinceramente se han converti­ do, desde el siglo xix y especialmente en los siglos xx y xxi, en adverbios ­enunciativos prototípicos que han desarrollado funciones pragmáticas especí­ ficas: francamente se caracteriza por establecer una relación entre el respon­ sable de la enunciación y el interlocutor al que se dirige en la que el hablante presenta un punto de vista contrapuesto o contrario a lo que se esperaba y de ahí su dimensión polémica; en este sentido, puede tener un valor intensifica­ dor del desacuerdo o señalar una actitud de reproche, crítica o censura, aun­ que, en algún contexto, puede adquirir un efecto atenuador cuando se busca atenuar el tono polémico con el interlocutor. La función semántico-pragmática desarrollada por sinceramente se centra en el propio hablante, quien, mediante su empleo, expresa opiniones, razo­ namientos, sentimientos o deseos a través de un acto de habla que se califica como cierto, verdadero. En su empleo discursivo, honradamente y honestamente han desarrollado dos tipos de funciones semántico-pragmáticas. Como adverbio enunciativo, mos basarnos en el análisis cuantitativo realizado por Torner (2007: 297-298) de los datos regis­ trados en el corpus CREA (1975-2004) de textos publicados en España, a partir de 60 ejemplos extraídos al azar, que arroja los siguientes resultados: Francamente (615 documentaciones) 60 casos analizados: adverbio de modo (4); adverbio oracional (11); modificador del adjetivo (38); otros (7). Sinceramente (550 documentaciones) 60 casos analizados: adverbio de modo (33); adver­ bio oracional (22); ambiguo (3); modificador del adjetivo (2). Honestamente (83 documentaciones) 60 casos analizados: adverbio de modo (35); adverbio oracional orientado al emisor (15); adverbio oracional evaluativo del agente (5); ambiguo (2); modificador del adjetivo (3). Honradamente (83 documentaciones) 60 casos analizados: adverbio de modo (37) adverbio oracional orientado al emisor (13); adverbio oracional orientado al receptor (2); adverbio ora­ cional evaluativo del agente (3); ambiguo (3); modificador del adjetivo (2).

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honestamente indica que el emisor manifiesta su acto de habla según una norma moral establecida que le exige ser sincero y honradamente señala que el emisor se expresa según una norma socialmente valorable que le lleva a no faltar a la verdad. Como adverbios evaluativos, tanto uno como otro señalan una evalua­ ción por parte del hablante de la actuación del agente del suceso denotado en el enunciado; este sentido se documenta desde el último tercio del siglo xx. El grupo de adverbios orientados hacia el código se compone de forma­ ciones concernientes a la formulación del enunciado. Se crean sobre la base léxica de los adjetivos breve, corto, conciso, sucinto, sumario, sintético y del participio resumido en relación con la extensión en la que se presenta un texto, un escrito, una comunicación o un mensaje. La aparición de los adverbios correspondientes como adjuntos de verbos de lengua para denotar la forma reducida en que se expresa un enunciado varía en cada uno de los casos: brevemente se documenta a mediados del siglo xiii, sumariamente y cortamente a comienzos y mediados del xv respectivamente, sucintamente a finales de este siglo, concisamente en el xvii, resumidamente en el xviii y sintéticamente en el xx. En la evolución posterior, cortamente desaparece en su función de adjunto desde el primer tercio del siglo xviii sin llegar a desarrollar un empleo como adverbio oracional; los restantes adver­ bios sí adquieren una función como adverbios oracionales enunciativos en distintas épocas: brevemente en el xv, sumariamente en el xvi, sucintamente muestra algún ejemplo en este siglo en construcciones absolutas de participio pero no consolida su uso como adverbio oracional enunciativo hasta el xx y es en este siglo cuando aparecen ejemplos de esta función para resumidamente, sintéticamente y concisamente. Este paso al nivel discursivo conlleva los cam­ bios señalados para el grupo anterior en cuanto a alcance, movilidad, posición periférica y adquisición de funciones discursivas, vinculadas, en este caso, con la organización del discurso55. 55  En el análisis cuantitativo realizado por Torner (2007: 298-299), según las bases seña­ ladas en la nota anterior (54), las funciones en el marco oracional y en el ámbito del discurso de estos adverbios a partir de los datos proporcionados por el corpus CREA (1975-2004), se distribuyen del siguiente modo: Brevemente (669 documentaciones) 60 casos analizados: adverbio de modo (45); adverbio oracional (15). Sumariamente (58 documentaciones) 58 casos analizados: adverbio de modo (56); adverbio oracional (2). Sucintamente (66 documentaciones) 60 casos analizados: adverbio de modo (47); adverbio oracional (6); otros (7).

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La evolución de estos dos grupos de adverbios se produce de manera distinta: el conjunto de adverbios enunciativos orientados hacia el emisor o hacia el receptor desarrollan, primeramente, una función como adjuntos de verbos de lengua y no es hasta una época más tardía, generalmente el siglo xix, en la que asociados a textos literarios, periodísticos o ensayísticos alcan­ zan su función como adverbios modificadores de la oración o del enuncia­ do; el grupo de adverbios centrados en la formulación del mensaje muestra también primeras documentaciones como adjuntos de verbos de lengua, pero su función como adverbios oracionales se desarrolla en distintos periodos, como hemos señalado, y asociada a otros tipos de texto diferentes: primero, brevemente —en el xv— en textos de prosa histórica, científica y narrati­ va; después, sumariamente y sucintamente —en el xvi— en textos de prosa científica, histórica y didáctica; por último —en el xx—, resumidamente, en textos históricos y jurídicos, sintéticamente en textos científicos y didácticos y concisamente en textos científicos, históricos y narrativos. Por otra parte, los adverbios enunciativos referidos a la brevedad del mensaje presentan valores discursivos de carácter reformulativo que los relacionan con otras locuciones adverbiales que recapitulan lo expresado anteriormente y que se forman sobre bases sustantivas pertenecientes a las mismas familias léxicas de algunos de los adverbios en -mente analizados. Esta comparación permite delimitar el funcionamiento entre los adverbios enunciativos que se comportan como operadores discursivos con incidencia sobre un miembro discursivo o un enunciado y los conectores del discurso correspondientes que enlazan con los segmentos precedentes a fin de extraer un resumen o una síntesis de lo expresado en ellos. Es de destacar, en este aspecto, que tanto los operadores (sumariamente, resumidamente, sintéticamente) como los conectores (en suma, en resumen, en síntesis) muestran una primera función como adjuntos verbales y, posteriormen­ te, se distribuyen las dos funciones: como operadores enunciativos, las forma­ ciones en -mente; como conectores discursivos, las locuciones adverbiales que, a su valor recapitulador, añaden nuevos sentidos discursivos relacionados con la conclusión que se extrae de lo formulado en los miembros previos. Concisamente (13 documentaciones) 13 casos analizados: adverbio de modo (10); adverbio oracional (3). Resumidamente (19 documentaciones) 19 casos analizados: adverbio de modo (11); adverbio oracional (7); ambiguo (1). Sintéticamente (46 documentaciones) 46 casos analizados: adverbio de modo (41); adverbio oracional (5).

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A diferencia de estas formaciones, brevemente no tiene un correlato co­ nector discursivo correspondiente por lo que ha desarrollado funciones como operador y como conector discursivo, mientras concisamente y sucintamente solo muestran un empleo como operadores discursivos. 7. Mecanismos evolutivos En el proceso evolutivo de las formas adverbiales en -mente analizadas, se ha atestiguado un uso como adjuntos modificando a verbos de lengua en las primeras documentaciones al que se añade un empleo como adverbios oracionales enunciativos en etapas posteriores; asimismo, se han registrado construcciones en las que estos adverbios constituyen cláusulas absolutas de gerundio o de participio con un verbo de lengua o estructuras parentéticas en combinación con el verbo decir en primera persona en las que todo el segmen­ to se sitúa en posición marginal y no forma parte de la predicación oracional. Ahora bien, los datos de los corpus reflejan que el empleo en este tipo de construcciones absolutas o parentéticas no supone un paso previo a su uso como adverbios oracionales enunciativos. En el caso de los adverbios de enunciación que califican la actitud del emisor, francamente se docu­ menta como adverbio oracional en 1802 y en construcción absoluta en 1820 —hablando francamente—; sinceramente tiene una primera datación en su función de ­modificador oracional en 1726 y de manera más habitual a partir de 1836, mientras que en construcción parentética con un verbo de dicción no figura hasta 1876 —te lo digo sinceramente—; honradamente y honestamente no presentan usos en construcciones absolutas o parentéticas anteriores a su empleo como adverbios oracionales. En el caso de los adverbios de enuncia­ ción orientados hacia el código, aunque en dos formas su empleo en cons­ trucciones absolutas se muestra en una etapa anterior —sucintamente puestas y declaradas (las cosas), 1529, sumariamente dicho, 1583—, en otra apare­ ce documentado con anterioridad el empleo como adverbio enunciativo pa­ rentético —brevemente, 1400-1500, diziéndolo brevemente, 1542— y en los elementos restantes —con­cisamente, resumidamente, sintéticamente— no se registra un uso en construcciones absolutas previo. De este modo, no se puede considerar que haya existido un desarrollo gradual entre su empleo como adjuntos de verbos de lengua en el marco de la oración y su uso como modificadores del acto de enunciación en el nivel del discurso a

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través de una etapa intermedia en la que se constituyen en cláusulas absolutas o en construcciones parentéticas con un verbo de dicción explícito, sino que el paso de una a otra función se ha desarrollado de un modo espontáneo y ligado a deter­ minados tipos de géneros y tradiciones discursivas. Las primeras dataciones de estos adverbios en cada una de sus funciones se muestran en las siguientes tablas: Adverbios referidos al acto de habla

Función en el marco oracional: modificador de verbos de lengua

Función en el marco supraoracional: modificador del acto de enunciación

Francamente

s. xv (1400)

s. xix (1802)

Sinceramente

s. xvi (1590)

s. xviii (1726, ejemplo aislado) // xix (1836)

Honradamente

s. xv (1400-1498)

s. xix (1889)

Honestamente

s. xv (1482)

ss. xix (1880)

Tabla 1. Primeras documentaciones en los corpus de las funciones desempeñadas por los adverbios referidos al acto de habla

Adverbios orientados hacia la extensión del mensaje

Función en el marco oracional: modificador de verbos de lengua

Función en el marco supraoracional: modificador del acto de enunciación

Brevemente

s. xiii (1240-1250)

s. xv (1400-1500)

Cortamente

s. xv (1458)



Sumariamente

s. xv (1427-1428)

s. xvi (1583)

Sucintamente

ss. xv-xvi (1491-1516)

s. xvi (1529)

Concisamente

s. xvii (1653)

s. xx (1957)

Resumidamente

s. xviii (1750)

s. xx (1928)

Sintéticamente

s. xx (1925)

s. xx (1935)

Tabla 2. Primeras documentaciones en los corpus de las funciones desempeñadas por los adverbios orientados a la extensión del mensaje

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Este proceso de desvinculación o de dislocación sintáctica que lleva al surgimiento de unidades parentéticas, que no se integran en el marco de la estructura oracional y que adquieren nuevos valores semántico-pragmáticos, puede explicarse por una operación denominada cooptation (Kaltenböck et al. 2011, Heine et al. 2013, 2017)56: un cambio espontáneo e instantáneo que se produce cuando una unidad lingüística se traspone del ámbito oracional al discursivo. Este paso conlleva una serie de cambios sintácticos y semánticos que suponen que estas unidades presenten unas características específicas en su empleo discursivo: a) son sintácticamente independientes; b) poseen un contorno entonativo propio y se sitúan en posiciones parentéticas; c) tienen movilidad posicional; d) en este caso, mantienen un significado conceptual básico a partir del cual se han configurado las funciones pragmáticas y discur­ sivas que vienen determinadas por la situación del discurso57. Así se diferencia entre construcciones como ella habla francamente, don­ de el adverbio francamente se inserta en la estructura oracional y modifica el significado del verbo hablar y otras como francamente, no tengo nada que decirte, donde es una forma parentética no perteneciente a la estructura ora­ cional ni sintáctica ni prosódicamente, con movilidad posicional y con un sig­ nificado distinto del anterior, ya que no modifica el significado del verbo, sino que evoca un mundo conceptual diferente: uno que concierne a la interacción entre el hablante y el oyente, en el que el emisor propone una manera particu­ lar de relación social entre los interlocutores implicados. Del mismo modo, en ellos hablaron brevemente de la situación de la familia el adverbio es un constituyente de la oración que determina el signifi­ cado del grupo verbal, mientras que en brevemente, no merece la pena tratar más sobre ese asunto, el adverbio no forma parte de la oración, es un elemento parentético y adquiere un valor discursivo relacionado con la organización del 56  Según Kaltenböck et al. (2011) y Heine et al. (2013, 2017), este proceso de cooptation permite explicar el paso de formas con una función en el marco oracional (“Sentence Gram­ mar”) a unidades que se sitúan en un marco extraoracional (“Thetical Grammar”): “The reason for this is [...] because they are result of a cognitive-communicative operation which we propo­ se to call cooptation. With this term we refer to a packaging strategy whereby a clause, a phrase, a word, or any other units is taken from SG and is coopted (re-defined) for use as thetical” (Kaltenböck et al. 2011: 878-879; véase, además, Heine et al. 2017: 818). 57  La situación de discurso se representa como una red de relaciones establecida entre los siguientes componentes: organización del texto; fuente de la información; actitud del hablante; interacción hablante-oyente; contexto discursivo; conocimiento del mundo (Kaltenböck et al. 2011: 861).

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texto. Este proceso de adquisición de funciones pragmáticas y discursivas se ha desarrollado, como en el caso de otras partículas del discurso, a través de un proceso de subjetivización, que ha supuesto que la actitud del hablante que­ de representada en su acto de enunciación, así como, consecuentemente, con procesos de intersubjetivización que implican codificar las relaciones que el hablante establece con su destinatario (Traugott 2010: 22); este proceso se ori­ gina, en el caso de los adverbios que caracterizan el marco general del decir, a partir de su empleo en textos literarios, especialmente novelísticos y teatra­ les, periodísticos o ensayísticos en los que el locutor, mediante los distintos puntos de vista convocados a través de los enunciadores, califica la actitud del emisor hacia su acto de habla y marca el tipo de relación que se establece entre los participantes. En el caso de los adverbios enunciativos vinculados con el código, las funciones discursivas desarrolladas están relacionadas con las operaciones de reformulación ya que suponen una remisión a algo mani­ festado o supuesto que se expresa de una manera abreviada y se establecen a partir de su empleo en textos científicos, históricos, didácticos o narrativos, donde el e­ misor condensa en su expresión ideas, argumentos o pensamientos que han sido o que podrían ser manifestados más extensamente e induce a su destinatario a interpretarlo de este modo. 8. Consideraciones sobre la representación de los adverbios enunciativos en un diccionario histórico El estudio diacrónico de los paradigmas que constituyen los signos lin­ güísticos analizados permite su adecuada descripción en el Nuevo diccionario histórico del español (NDHE), donde el léxico de una lengua se concibe desde una perspectiva relacional y, por tanto, la representación de las unidades léxi­ cas no se efectúa por orden alfabético, sino por grupos de palabras vinculadas semánticamente. De este modo, en la estructura del artículo lexicográfico en el que se presente la descripción de estos vocablos se deberán tener en cuenta los siguientes aspectos (Garcés Gómez 2008, 2014, Pascual 2015, Salas Que­ sada/Torres Morcillo 2015, Campos Souto 2015): 1) Lema y variantes formales. La entrada del diccionario debe dar cuenta de la(s) categoría(s) a la(s) que pertenecen las unidades léxicas analizadas; en este caso, aunque todas ellas se incluyen en la categoría adverbial, hay que

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diferenciar la función en el marco de la oración, como adverbios modales o de manera, y la supraoracional en el ámbito del discurso, como adverbios oracionales enunciativos. 2) Etimología. Estas palabras tienen su origen en bases léxicas adjetivas previamente documentadas en castellano, por lo que es necesario marcar las relaciones genéticas que existen entre los adjetivos y los adverbios en -mente correspondientes. 3) Acepciones y subacepciones. La ordenación de las acepciones, así como de las subacepciones que presentan, debe hacerse teniendo en cuenta criterios cronológicos, de manera que el lugar de cada acepción corresponda a su fe­ cha de aparición en la documentación disponible. De este modo, es necesario fijar las primeras dataciones como adverbios de manera y, posteriormente, las que atestiguan su uso como adverbios oracionales enunciativos, tanto en los adverbios referidos al acto de habla como en los orientados hacia la extensión del mensaje; asimismo, será preciso señalar la pérdida de la acepción referida a la ‘manera sucinta de expresarse’ en el adverbio cortamente a partir del siglo xviii. En el caso de los adverbios honestamente y honradamente habrá que indicar la datación de origen de su valor como adverbios oracionales evalua­ tivos. 4) Definición. Es necesario distinguir entre los valores modales que pre­ sentan estos adverbios en el marco oracional, que pueden ser descritos me­ diante una definición conceptual, y los valores semánticos, pragmáticos y dis­ cursivos que adquieren en su función supraoracional, ya que, en este contexto, la definición debe ir acompañada de una explicación que guíe al usuario en relación con el proceso inferencial que ha de realizarse para interpretar ade­ cuadamente su significado. 5) Relaciones semánticas. Las relaciones que se establecen entre las uni­ dades pertenecientes a cada uno de los grupos analizados es de sinonimia en las acepciones que están relacionadas con la manera en que el hablante se expresa —como adverbios de manera—, así como en las que el emisor califica su acto de habla —como adverbios de la enunciación— en el caso de francamente, sinceramente, honestamente y honradamente; del mismo modo, esta vinculación se establece entre los adverbios que manifiestan que el ha­ blante se expresa de un modo abreviado —como adverbios de manera— o que realizan un comentario sobre la extensión del mensaje —como adverbios de la enunciación— donde se incluyen brevemente, sumariamente, sucintamente, concisamente, resumidamente y sintéticamente. Por otra parte, en el caso de

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honestamente y honradamente se deberá señalar la relación de sinonimia es­ tablecida entre ellos en la acepción referida a su uso como adverbios evalua­ tivos. 6) Ejemplos. Es preciso documentar cada una de las acepciones y subacep­ ciones señaladas con ejemplos de obras o documentos representativos de las distintas etapas de la historia de la lengua española, procurando que no sean ambiguos que tengan un carácter neutro y que permitan al usuario comprender adecuadamente el significado de la palabra. 7) Informaciones adicionales. Es pertinente hacer referencia a la combina­ toria sintagmática de los adverbios en su función oracional, así como añadir explicaciones relativas a los contextos de uso y aludir a los empleos específi­ cos en determinadas situaciones comunicativas en su función supraoracional y discursiva. 9. Conclusiones El análisis del proceso evolutivo de estos dos grupos de adverbios enun­ ciativos ha permitido dar cuenta de cómo se han ido formando e integrando los elementos que constituyen los respectivos paradigmas. Partimos de sus primeras manifestaciones como adjuntos de verbos de lengua y en una etapa posterior como adverbios oracionales enunciativos cuya función se desarrolla en el ámbito del discurso, donde adquieren valores pragmáticos y discursivos que guían la interpretación de los enunciados. Este paso de uno a otro nivel se realiza mediante una operación de cooptation que explica el proceso por el que unidades con una función en el marco de la oración son habilitadas para tener usos como elementos parenté­ ticos en un nivel supraoracional. Una cuestión que se plantea y que no ha sido desarrollada en este modelo teórico es la relación establecida entre el empleo oracional y el uso discursivo de este tipo de unidades, ya que se considera que el paso de uno a otro nivel es un cambio abrupto que se manifiesta de manera espontánea. En este sentido, el estudio diacrónico muestra la vinculación exis­ tente entre ambos planos, dado que las funciones pragmáticas y discursivas desarrolladas por los adverbios enunciativos, que responden a procesos de subjetivización e intersubjetivización, se sustentan en el contenido semántico de la base léxica originaria y están vinculadas a las construcciones en las que aparecen.

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Es de destacar, por otra parte, que las unidades analizadas han adquirido valores específicos durante su proceso evolutivo y han quedado ligadas a dis­ tintos tipos de texto y de registro. Así francamente se usa en situaciones po­ lémicas en las que el hablante muestra su actitud ante su enunciación posicio­ nándose en contra de otras voces u otros puntos de vista; sinceramente muestra la actitud ante lo expresado como opinión sincera del hablante; honestamente y honradamente han confluido en la función de expresar que el acto de enun­ ciación responde a unas normas morales o sociales establecidas que el emisor toma en consideración. En cuanto a los adverbios enunciativos que señalan la brevedad o la concisión en la formulación del mensaje, brevemente es la unidad prototípica, propia de todo tipo de textos y modalidades aunque vin­ culada a un nivel culto, mientras que las formas sumariamente, sucintamente, concisamente, resumidamente y sintéticamente están limitadas a modalidades escritas, a niveles cultos y a registros formales. El estudio del desarrollo histórico de las distintas funciones y de los diver­ sos significados que adquieren estas unidades léxicas en su proceso evolutivo permitirá realizar una adecuada representación de sus características formales, sintácticas, semánticas y pragmáticas en un diccionario histórico, así como determinar cada una de sus acepciones y subacepciones en los distintos perio­ dos, las relaciones semánticas que se establecen entre ellas y los contextos de uso específicos. Fuentes de referencia CDH. Real Academia Española. Corpus del Nuevo diccionario histórico [en línea: ]. CORDE. Real Academia Española. Corpus diacrónico del español [en línea: ]. CORPES XXI. Real Academia Española. Corpus del español del siglo xxi [en línea: ]. CREA. Real Academia Española. Corpus del español actual [en línea: ]. NTLLE. Nuevo tesoro lexicográfico de la lengua española [en línea: ]. DLE. Real Academia Española/Asociación de Academias de la Lengua Española. Diccionario de la lengua española. Vigésima tercera edición, 2014 [en línea: ].

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Las relaciones léxico-semánticas paradigmáticas y sintagmáticas en el repertorio lexicográfico diacrónico: avances y retos Paradigmatic and syntagmatic lexical-semantic relationships in a diachronic lexicographical repertoire: advances and challenges María Belén Villar Díaz Université de Lyon CRTT — EA 4162 Resumen: Herramienta de descodificación semántica, el diccionario es asimismo fuente de información, directa e indirecta, acerca de las relaciones léxicosemánticas establecidas entre las palabras de una lengua. Es nuestro objetivo demostrar que un análisis relacional previo del léxico se antoja imprescindible, especialmente en lexicografía diacrónica, para ofrecer datos no solamente relevantes, sino también, y sobre todo, coherentes sobre las redes léxicas. Palabras clave: lexicografía diacrónica, relaciones léxico-semánticas, hiperonimia, meronimia, combinaciones sintagmáticas. Abstract: As a semantic decoding tool, the dictionary is also a source of information, both direct and indirect, on the lexical-semantic relations established between the words of a given language. The aim of this paper is to show that a previous relational analysis of the lexicon seems essential, especially in diachronic lexicography, to offer not only relevant but also, and, above all, coherent data on lexical networks. Keywords: diachronic lexicography, lexical-semantic relations, hyperonymy, meronymy, syntagmatic combinations.

Resulta casi tautológico, y sin duda inabarcable, proponer una reflexión general acerca del papel de la semántica en el diccionario, dado que la obra lexicográfica es, por definición, una obra de naturaleza esencialmente semántica. Trataremos, por ello, en las líneas que siguen, de centrar nuestra atención en el análisis de algunos aspectos concretos relativos a la plasmación en un repertorio lexicográfico diacrónico de las relaciones léxico-semánticas, a partir de consideraciones tanto paradigmáticas como sintagmáticas, con el objetivo

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último de resaltar los avances que, en este ámbito, se han venido logrando en los últimos años, así como de insistir en los retos que la lexicografía diacrónica debe, a nuestro juicio, afrontar todavía. 1. Introducción Parece unánimemente aceptado que la ciencia lexicográfica atraviesa actualmente un periodo de franca y profunda renovación, propiciado, sobre todo, por el imparable impulso surgido de las inmensas posibilidades que, inimaginables hace tan solo unas décadas, ofrecen hoy las nuevas tecnologías. Una de las ventajas más inmediatas de las mismas radica en la capacidad de los diccionarios contemporáneos para superar el tradicionalmente exigido orden alfabético, que, si bien resultaba necesario para facilitar la consulta en la obra impresa, confinaba irremediablemente a la voz definida en un aislamiento ajeno al funcionamiento real del sistema lingüístico, ya que “las palabras como entes autónomos, esclerotizadas y fijadas en ese enorme mausoleo del idioma que es un diccionario [...] no existen en la realidad de la lengua hablada” (Forgas 2015: 154). En la lengua, como entidad viva, usada por hablantes concretos en situaciones de comunicación determinadas, se produce una necesaria interacción entre unidades léxicas, de la que el lexicógrafo no puede prescindir para definirlas de forma adecuada y completa: Le dictionnaire traditionnel est mal armé pour répondre aux questions des utilisateurs qui portent sur la compréhension des actes de discours, dans la mesure où il traite d’unités de la langue alors que l’utilisateur aurait besoin de voir traiter des fragments de discours. [...]. Cela supposerait un travail sur le contexte. [...]. Il est fascinant d’imaginer comment les nouvelles technologies de l’information peuvent modifier la vision même que l’on a de la langue, en modifiant le découpage en “unités de traitement lexicographique” (Béjoint 2005: 17).

De acuerdo con ello, si el epicentro del diccionario sigue y seguirá siendo la palabra1, el interés del lexicógrafo se aleja progresivamente de la consideración de la misma como unidad aislada —definible alfabéticamente— y se orienta, en consecuencia, cada vez más, hacia las relaciones que la misma mantiene con otras unidades del sistema, en el marco del contexto de  Entendida esta como unidad escrita entre dos blancos o como unidad de sentido.

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c­ omunicación —polisemia, variación diasistémica— o del cotexto de aparición —combinatoria sintáctico-léxica—. Si tal afirmación es aplicable al diccionario sincrónico, debe reclamarse con mayor fuerza en el ámbito de la lexicografía diacrónica, que, además de atender a los empleos particulares de una determinada voz en un contexto y cotexto dados, ha de dar cuenta igualmente de los cambios sufridos por la misma a lo largo de la historia, los cuales no pueden, en ningún caso, ser aprehendidos sin tomar en consideración las relaciones que la unidad en cuestión ha mantenido con el resto de palabras, dentro o fuera de su paradigma léxico-semántico. Las líneas que siguen buscan constituir una reflexión de conjunto acerca, por una parte, de los enormes avances realizados ya en lexicografía diacrónica, y, por otra, de los desafíos futuros. A fin de ejemplificar nuestras reflexiones sobre el primero de estos aspectos, recurriremos por momentos al Nuevo diccionario histórico del español —en adelante, NDHE—, producto más reciente concebido aprovechando las facilidades ofrecidas por las nuevas tecnologías y partiendo de la ventaja que supone, frente a la lexicografía tradicional, el hecho de poder llevar a cabo un trabajo filológico fino a partir de corpus informatizados fiables2, tratando de superar tanto la “desgana filológica del siglo pasado” (Pascual 2003: 154) como la desatención a la semántica que ha caracterizado a una parte importante de la lexicografía moderna. Por lo que respecta al segundo aspecto, nos serviremos esencialmente de los resultados obtenidos de los análisis que, en los últimos años, hemos podido realizar en el ámbito, esencialmente, de la evolución de determinados adverbios y locuciones adverbiales. A lo largo de la presente exposición, se abordará la noción de relación léxico-semántica desde una perspectiva necesariamente limitada, que, dejando a un lado las denominadas redes genéticas, aquellas “que se perciben entre los 2  Sobra indicar que, a pesar del uso del adjetivo fiables aplicado a los corpus de base del análisis lexicográfico actual, todo trabajo realizado a partir de concordancias se halla sometido a las limitaciones inherentes a las fuentes recogidas por el/los corpus de referencia. En relación con el propio NDHE, señala Pascual (2008: 75) que “por completos que sean los corpus con los que contamos, no por ello reflejan de un modo fiel la realidad lingüística, ya que su información ni es exhaustiva ni, aunque lo fuera, podría asegurarnos que una voz no existiera por no aparecer en el corpus”. No entraremos aquí, por razones evidentes de espacio, en detalles acerca de los posibles problemas derivados del trabajo basado en corpus, pero puede consultarse al respecto, entre otros, Pons Rodríguez (2010: 528). A pesar, sin embargo, de dichos límites, insistimos en el gran avance que los corpus informatizados han supuesto para la investigación lingüística en general y lexicográfica en particular.

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vocablos de una misma familia” (Pascual/García Pérez 2007: 47)3, tendrá en cuenta fundamentalmente el variado mosaico de relaciones posibles entre vocablos no pertenecientes al mismo tronco familiar, establecidas ya en el plano paradigmático (en función del origen de las voces —homonimia/polisemia—, de la vinculación semántica entre las mismas —sinonimia/antonimia— o de la noción de inclusión —hiperonimia/hiponimia, holonimia/meronimia—) ya en el sintagmático (relaciones de combinatoria léxica4). 2. Relaciones paradigmáticas y diccionario: avances y desafíos de la lexicografía diacrónica actual Lejos de lo que podría pensarse, el interés por las relaciones que las palabras mantienen entre sí en el ámbito de paradigmas léxicos concretos no se agota únicamente en la definición que de aquellas puede proponer un diccionario, sino que es susceptible de enriquecer tanto la macroestructura como la microestructura del mismo. 2.1. De la macroestructura a la microestructura: homonimia y polisemia La concepción de la macroestructura del diccionario reposa, desde sus primeros pasos, en una serie de decisiones sobre la lematización de las entradas, entre las que se encuentra el eterno dilema acerca de la consideración de significantes idénticos como polisémicos u homonímicos, decisión que implicará 3  Hubiera resultado particularmente interesante poder abordar igualmente el enorme desafío que supone para la lexicografía diacrónica integrar en la microestructura de determinadas entradas los datos extraídos del estudio morfosemántico de las relaciones mantenidas entre las mismas y los miembros de sus respectivas familias léxicas, especialmente en el marco de la derivación, que da pie a, desbordando el marco de la palabra, integrar en el diccionario informaciones relativas al valor histórico de determinados afijos —véase, por ejemplo, el análisis que propone al respecto García Pérez (2015) en torno a las voces componer, descomponer y recomponer—. 4  Aludiremos a la noción de colocación, que, implicando la existencia de una relación sintáctica entre vocablos combinados de manera sistemática en el discurso, supone igualmente la presencia de una dependencia semántica del colocativo respecto de su base (Corpas Pastor 1996; Llamas Saíz 2007). Serán, precisamente, los rasgos semánticos susceptibles de facilitar el nacimiento y desarrollo de una determinada combinación léxica los que atraerán nuestra atención en el presente trabajo.

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la adopción para los mismos de una o varias entradas, respectivamente. Ahora bien, si la cuestión es origen de acalorados debates en el ámbito de la lexicografía sincrónica, en la que —dadas las dificultades para establecer criterios no diacrónicos precisos que permitan diferenciar claramente ambas realidades5— se ha llegado a plantear que “tanto desde el punto de vista teórico como desde el práctico cabe preguntarse si una distinción entre polisemia y homonimia es verdaderamente necesaria” (Werner 1982: 309), menos dificultades supone enfrentarse a la cuestión en el terreno del diccionario diacrónico. Un repertorio diacrónico se decantará necesariamente, en función de su propia naturaleza, por la distinción entre ambos fenómenos, recogiendo, así, bajo un mismo lema las acepciones resultantes de la evolución semántica de una determinada voz y proponiendo, por el contrario, entradas diferenciadas para vocablos coincidentes procedentes de orígenes etimológicos diversos, o, en ocasiones, para palabras homógrafas de distinta naturaleza gramatical —resultado normalmente de procesos morfológicos de transcategorización—. Por lo que respecta a las voces homonímicas, y desde un punto de vista estrictamente macroestructural, en el NDHE, por ejemplo, se ha tomado la decisión de adoptar tantas entradas como orígenes posea un significante dado, opción enriquecida, además, por medio de los denominados hiperlemas, “mecanismos de relación entre varios artículos del diccionario, que sirven para advertir en la consulta de cada uno de ellos de la existencia de los otros” (Salas Quesada/Torres Morcillo 2015: 18). El primer homónimo, cronológicamente hablando, se marca con un punto volado; el homónimo u homónimos restante(s) aparecerá(n) inmediatamente después, en color naranja, como hipervínculos desde los que acceder directamente a las entradas correspondientes, lo que permite al usuario interesado obtener, en una misma consulta, información detallada acerca de la totalidad de posibilidades correspondientes al significante buscado. Por lo que atañe a las entradas polisémicas, y desde una perspectiva que conduce esta vez de la macroestructura a la microestructura, parece imprescindible exigir de un diccionario histórico no solamente una estructuración satisfactoria —generalmente basada en criterios cronológicos de datación de ocurrencias— de las diferentes acepciones, sino también la integración de  Para una descripción detallada de dichos criterios (sincrónico, mixto), así como de las posturas según las cuales la única diferencia entre ambas nociones radicaría en la perspectiva adoptada (onomasiológica/semasiológica; norma/discurso), puede verse Porto Dapena (2002: 185-191). 5

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d­ atos completos, fiables y coherentes acerca de los procesos de cambio semántico que se encuentran en el origen de las mismas. Volviendo al NDHE, puede comprobarse, por ejemplo, que bajo una entrada como acordeón se recogen y datan, tanto en el texto explicativo redactado, como en la microestructura sintética6, los procesos de metonimia y metáfora que condicionan, a partir de la acepción etimológica, el nacimiento de las extensiones de uso de la voz a lo largo de los siglos:

acordeón7

1. s. m. Instrumento musical de viento formado por un fuelle rectangular y dos armazones de madera en sus extremos, uno provisto de botones y el otro de un pequeño teclado, que se toca abriendo y cerrando el fuelle con la mano izquierda y pulsando las teclas con la derecha. docs. (1836-2014) [ acepción etimológica] 2. s. m. y f. Persona que toca el acordeón. docs. (1880-2003) [1  metonimia] 3. s. m. Arte de tocar el acordeón. docs. (1888-2007) [1  metonimia] 4. s. m. Indument. Tejido doblado en forma de fuelle de un acordeón. docs. (1909) [1  metáfora]  A diferencia del diccionario impreso en papel, el diccionario informatizado de consulta electrónica no se enfrenta a problemas de espacio, lo que permite al equipo de lexicógrafos incluir un número sensiblemente mayor de informaciones. A ello ha de añadirse que el perfil del usuario tipo de un diccionario histórico corresponde al de alguien que no se contenta, generalmente, con la simple tarea de descodificación de un vocablo, sino que busca hallar una información lo más completa posible sobre el mismo, lo que implica que la lectura de una cantidad importante de datos en una entrada determinada no tiene por qué suponer para él, a diferencia del usuario medio del diccionario general sincrónico —especialmente impreso—, una empresa tediosa (Bernal 2007: 165). Así pues, el NDHE incluye, para cada entrada, una descripción redactada detallada de la evolución cronológica de la voz definida, seguida de una microestructura de carácter más convencional en la que se retoman esquemáticamente las informaciones aportadas con anterioridad, en forma, por una parte, de acepciones y subacepciones numeradas, y, por otra, de marcas e hipervínculos de diversos tipos. 7  Aquí y en adelante, las ejemplificaciones tomadas del NDHE se presentarán únicamente bajo forma de microestructura sintética, de la que se seleccionarán de modo exclusivo los elementos pertinentes para poner de relieve los aspectos comentados. 6

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5. s. m. Encuadern. Costura de los pliegos en forma de fuelle de un acordeón. Docs. (1944) [1  metáfora]

Si el interés de este tipo de información resulta innegable en el marco de cada entrada considerada individualmente, con mayor razón aún lo es desde la perspectiva que otorga la visión relacional del léxico. Por un lado, la existencia de un profundo análisis lingüístico y lexicográfico previo de la totalidad de las voces que conforman un paradigma dado8 favorece la adopción de criterios estables y precisos de adscripción de significados determinados a procesos semánticos concretos, lo que, a su vez, incrementa de modo sensible la coherencia global del diccionario, permitiendo superar los muchos escollos que arrastra en este ámbito la lexicografía tradicional (De Hoyos 1999). Por otro lado, la información relativa a la acción de los distintos procesos semánticos documentados permite aprehender modificaciones acaecidas en el seno de paradigmas completos, convirtiéndose, así, en una herramienta de incalculable valor para el semantista diacrónico. Veamos un ejemplo. Sin alejarnos del mundo de los instrumentos musicales, la consulta de las entradas disponibles del NDHE en el momento de redacción de estas líneas permite, entre otras cosas, poner de relieve la existencia de una recurrente, y, por consiguiente, difícilmente inadvertida para el investigador o amante de la lengua, aparición de metonimias y metáforas productivas, que permiten reproducir con cierta sistematicidad el esquema microestructural de acordeón arriba plasmado: la acepción etimológica (‘instrumento’) suele verse complementada, en un periodo de tiempo relativamente breve, por una o varias acepciones metonímicas (‘músico’, ‘arte’) y, con cierta frecuencia, por una o varias acepciones metafóricas, esencialmente formales (como ocurre en acordeón) y, en ocasiones, funcionales (como se documenta en maraca o pandero). Si el semantista histórico se detiene, por ejemplo, en el estudio detallado de la metonimia que conduce del instrumento a la persona que lo toca, podrá, sin demasiada dificultad, gracias a la calidad y coherencia de las entradas propuestas:  El paradigma léxico de los instrumentos musicales constituye uno de los ámbitos de trabajo privilegiados en las primeras fases de elaboración del NDHE, junto a los instrumentos de medida, las armas y las enfermedades, de ahí que las entradas correspondientes a las voces integradas en dichos ámbitos presenten actualmente un grado óptimo de calidad en la versión disponible en línea. 8

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– describir tendencias generales de funcionamiento de la metonimia ‘instrumento > músico’; – proponer cronologías de evolución metonímica, tanto absolutas (el proceso no se documenta, al menos en las entradas actualmente accesibles, antes de finales de la Edad Media) como relativas (el proceso interviene en la mayor parte de los casos en un lapso de tiempo reducido desde la primera documentación de la acepción etimológica); – completar las cronologías establecidas con observaciones de carácter morfológico o morfo-semántico. Así, por ejemplo, constatará que, en los casos en los que se produce un acortamiento morfológico, ya sea por apócope (saxofón > saxo) ya por aféresis (violonchelo > chelo), de una voz dotada de valor metonímico, la forma truncada heredará directamente tal valor, que se documentará, por tanto, en los textos de forma coetánea o prácticamente coetánea del valor primario; – aportar toda explicación (lingüística, cultural, social) pertinente en los casos en los que las cronologías generales establecidas para el paradigma parezcan no respetarse en el seno de una voz concreta, como en el caso extremo de laúd, por ejemplo, que, documentado desde 1250, no desarrolla valor metonímico hasta bien entrado el siglo xx; – elaborar, en estrecha vinculación con el punto anterior, teorías generales acerca de la mayor o menor capacidad de las voces del paradigma para aceptar el proceso metonímico, sirviéndose para tal fin de herramientas como las estadísticas de uso de las diferentes lexías, el análisis de la importancia socio-histórica de los referentes asociados a las mismas o el estudio en profundidad de las limitaciones morfológicas de ciertas unidades —como por ejemplo aquellas terminadas en -a, consideradas, sin duda, como demasiado “femeninas” para favorecer la metonimia con referentes masculinos—. De todo ello puede deducirse, en definitiva, que lingüística y lexicografía se retroalimentan necesariamente en un diccionario histórico de calidad; este, posible únicamente tras una etapa previa de análisis lingüístico, se convierte, a su vez, no solo en obra de consulta satisfactoria para el usuario medio, sino también en utensilio extremadamente útil para el amante de la lengua, que dispondrá de datos fiables y bien estructurados, fuente preciosa de conocimiento de la historia semántica del vocabulario. La propuesta de diccionarios como el NDHE constituye, así, sin lugar a dudas, un enorme avance en el ámbito de la lexicografía diacrónica.

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Por lo que respecta a los retos, añadamos simplemente que, además de los denominados tropos o figuras retóricas (de sentido figurado), presentes, con mayor o menor grado de aprovechamiento y coherencia, en un número importante de repertorios, otros procesos de evolución semántica, menos conocidos y apenas visibles en los diccionarios, son susceptibles igualmente de enriquecer la obra lexicográfica histórica, con la única condición de que respondan, una vez más, a patrones de funcionamiento bien estructurados y delimitados previamente. Citemos, como botón de muestra, el proceso de intensificación elativa, relativamente frecuente en el marco de la evolución de determinados paradigmas adverbiales. No pudiendo servirnos de ejemplos tomados del NDHE9, sirva para ilustrar nuestro propósito la historia de adverbios como tremendamente o terriblemente, que, habiendo visto relegado a un segundo plano su valor inicial, adoptan, en el siglo xix, un matiz de ponderación que los hace aptos para funcionar como pre-modificadores adjetivos con valor intensivo y a sobrepasar, en tal función, las restricciones semánticas combinatorias (negativas) derivadas de su valor etimológico (Villar Díaz, 2016a). Un proceso tal, lejos de ser anecdótico, se documenta en un número importante de unidades adverbiales, simples o complejas, como puede deducirse de las definiciones que ilustran ciertos diccionarios especializados, como el Diccionario de partículas (Santos Río, 2003). Compete al lexicógrafo histórico plasmar y datar en el diccionario la aparición de las acepciones ponderativas, a fin de permitir al usuario comprender el funcionamiento particular de este tipo de proceso de evolución semántica. 2.2. Nivel microestructural: red de redes La microestructura del diccionario, que, como acabamos de ver, puede integrar los procesos de cambio semántico o morfo-semántico responsables de la aparición de nuevas acepciones para una voz polisémica dada, es también escenario privilegiado de la plasmación de las múltiples interrelaciones léxico-semánticas entre vocablos que constituyen el objeto primero de la presente reflexión. Sobra decir que, aunque tal afirmación es válida para la práctica totalidad de los repertorios lexicográficos existentes, cuanto más profundo es el trabajo filológico previo a la elaboración de un diccionario, mejor y más 9  Recordemos que la definición de las entradas adverbiales está prevista en una fase ulterior de elaboración del NDHE.

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coherente será la visualización de conjunto del entramado relacional ofrecido al usuario del mismo. Desde esta perspectiva, ofrecemos a continuación unas breves notas acerca de dos tipos de redes, proporcionadas por diversos medios y en distintos lugares de la microestructura del diccionario (nos serviremos, una vez más, de ejemplos tomados del NDHE). 2.2.1. La definición como entramado léxico: relaciones de inclusión La definición, como actividad “más difícil y a la vez más comprometida” (Porto Dapena 2002: 266) del lexicógrafo se erige como pilar esencial de todo diccionario. No siendo posible entrar aquí en consideraciones precisas acerca de los criterios que determinan la calidad de la definición lexicográfica, nos limitaremos, de acuerdo con el plan trazado, a señalar de qué manera la definición es susceptible de vehicular información léxico-semántica y en qué medida el estudio relacional previo de los vocablos puede suponer un enorme avance en el ámbito definitorio. Centraremos nuestra atención en el tipo de definición más frecuentemente utilizado en lexicografía contemporánea, a saber, la definición conceptual o propia, y concretamente en los subtipos de definición perifrásticos de inclusión. Si “la redacción del texto con que se sustenta el análisis semántico del significado en la definición es decisiva para su calidad” (Lara Ramos 2003:110), no menos decisiva es, a este respecto, la selección tanto de los esquemas de definición como de los vocablos definidores. Efectivamente, de entre las distintas posibilidades de afrontar la microestructura definitoria de una entrada, la mayor parte de diccionarios optan por privilegiar los denominados esquemas de inclusión, tanto hiperonímicos como meronímicos (e incluso, como veremos, holonímicos). 2.2.1.1. Hiperónimos y esquemas de definición hiperonímica La definición hiperonímica, prototipo de definición aristotélica, compuesta por un género próximo y una diferenciación específica, constituye el definiens por excelencia de los diccionarios contemporáneos, que persiguen, cada vez con mayor ahínco, no solamente seleccionar, de modo óptimo y lingüísticamente motivado, los definidores hiperonímicos más apropiados, sino también, y sobre todo, dotar de coherencia al sistema definitorio.

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Trataremos de mostrarlo con ayuda del NDHE, sirviéndonos como muestra de un subgrupo léxico poco numeroso, el compuesto por las entradas cuyo significante presenta como segundo elemento de composición la forma clásica metro. De los dieciocho vocablos que el diccionario en línea comprende en la actualidad10, quince comparten idéntico patrón definitorio, compuesto por un hiperónimo general común (instrumento), seguido de una explicación diferencial construida a partir de un único esquema sintáctico (que sirve para), con lo que se avanza en coherencia respecto a otros diccionarios, como el propio Diccionario de la lengua española11, en donde, para las entradas en cuestión, se combinan cuatro hiperónimos (instrumento, aparato, tubo, reloj) y un sinónimo (podómetro) con seis patrones sintácticos de explicación diferencial (para, que sirve para, que se emplea para, que mide, destinado a, que indica). La principal dificultad, no obstante, radica en la elección del definidor, especialmente en paradigmas léxicos conformados por un número elevado de unidades. Dos opciones se plantean al lexicógrafo, que puede, o bien servirse de un único hiperónimo general capaz de abarcar la totalidad de las voces del paradigma, o bien estructurar este último en subparadigmas semánticamente homogéneos, adscribibles a un marcador hiperonímico particular, especializado respecto al hiperónimo general paradigmático. Así, por ejemplo, en el marco de los lemas relativos a enfermedades, podría plantearse, lexicográficamente hablando, la posibilidad de establecer un subgrupo léxico conformado por las voces terminadas en -itis, subgrupo para cuya definición sería posible reemplazar el hiperónimo genérico enfermedad por el específico inflamación, acorde con el valor etimológico del formante clásico presente en las entradas. Esta opción, perfectamente justificable desde la perspectiva que otorga el análisis semántico, es susceptible, sin embargo, de chocar frontalmente con uno de los principios esenciales que deben presidir toda decisión lexicográfica, el principio de coherencia sinonímica, según el cual, a lexías sinónimas deben corresponder definiciones idénticas; efectivamente, puede ocurrir —y a menudo ocurre— que la opción particularizante subparadigmática resulte incompatible con dicho criterio. En el caso que nos ocupa, por ejemplo, la 10  Hablamos del subgrupo léxico constituido por las siguientes entradas: anemómetro, barómetro, cronómetro, electrómetro, esclerómetro, eudiómetro, heliómetro, higrómetro, manómetro, odómetro, pedómetro1, pedómetro2, podómetro, pulmómetro, termómetro, velocímetro, voltámetro y voltímetro. 11  Antiguo DRAE, denominado DLE desde la 23ª edición, denominación que utilizaremos en adelante.

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definición de difteritis como inflamación supondría una ruptura de coherencia respecto al subgrupo de sinónimos de la voz en cuestión, compuesto por otras tres lexías (croup, crup, difteria), las cuales, siguiendo la lógica de nuestra argumentación, aparecerían definidas en el diccionario a partir del hiperónimo general enfermedad y, por tanto, de modo divergente con respecto a difteritis. El peligro de la configuración de subparadigmas léxicos radica, en definitiva, en el posible solapamiento entre conjuntos, que puede dar lugar a la aparición de incompatibilidades entre diferentes esquemas de definición inclusiva. Abogamos, en consecuencia, por la primacía del criterio de coherencia sinonímica y la adopción, para cada paradigma dado, de un único hiperónimo general, el cual sería susceptible, no obstante, de aparecer acompañado de adjetivos, sistemáticos, que funcionarían como marcadores de la existencia de subparadigmas semánticos coherentes en el seno del paradigma general. Aplicando tal propuesta, la totalidad de las voces en -itis aparecerían definidas mediante el esquema ‘enfermedad + infecciosa + explicación diferencial’. El reto, pues, de la lexicografía, sincrónica y diacrónica, en este ámbito radica en conseguir un nivel óptimo de coherencia, a través, esencialmente, de la adopción de definiciones hiperonímicas estables, que, manteniendo la sistematicidad del conjunto, logren, asimismo, dar cuenta, en la medida de lo posible, de las especificidades subparadigmáticas. 2.2.1.2. Partes y todos: sobre las definiciones meronímicas y... holonímicas Mucho menos estudiada en la literatura especializada, la definición meronímica constituye, sin embargo, el segundo gran tipo de definición por inclusión. Frente a la inclusión de género o clase que caracteriza a la definición hiperonímica, la jerarquización meronímica implica la adscripción de una parte a su todo correspondiente. El interés por las ontologías de tipo ‘parte-todo’ y por su representación lexicográfica no es nuevo en nosotros y responde a una vieja inquietud, que ya nos hizo interrogarnos anteriormente sobre el asunto (Villar Díaz 2004), para concluir que, en lexicografía monolingüe (española) sincrónica, la ausencia de una visión de conjunto del léxico propiciaba la existencia de un perfecto caos definitorio en el ámbito de las voces correspondientes, por ejemplo, a las disciplinas médicas, que, lejos de responder a un patrón uniforme de definición, se distribuían, sin lógica rectora, en esquemas meronímicos con holónimo

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general (‘parte de la medicina’), meronímicos con holónimo particularizador (‘parte de la otorrinolaringología’), hiperónimo-meronímicos con holónimo general (‘especialidad/disciplina de la medicina’), hiperónimo-meronímicos con holónimo particularizador (‘especialidad/disciplina de la otorrinolaringología’), hiperonímicos (‘especialidad/disciplina médica’) y sinonímicos, a lo que se sumaba una acumulación de esquemas sintácticos diversos de explicación diferencial y graves asimetrías de marcación diatécnica, que convertían los repertorios lexicográficos analizados en mosaicos desgranados de realidades aprehendidas de forma individual, sin reflejo alguno de reflexión previa acerca de la estructuración jerárquica del conjunto léxico de la lengua. Nada impide, en efecto, al ser humano categorizar los referentes de vocablos como cardiología o laringología de modos diversos: como hipónimos (especies de), como merónimos (partes de) o de manera mixta. Nada le impide tampoco, como se ha indicado en la sección precedente, seleccionar para su adscripción jerárquica un eslabón (hiperonímico u holonímico) general o particularizante. Por el contrario, la labor del lexicógrafo consiste en seleccionar un tipo de definición preciso, que responda a un esquema de categorización y jerarquización uniforme o, cuando menos, a un número reducido de estructuras definitorias sistemáticas, elegidas, como ya se ha dicho, en función del establecimiento previo de subgrupos léxicos, todo ello con el objetivo último de tratar de respetar la coherencia global de la propuesta lexicográfica. Aunque el conjunto de lemas relativos a las disciplinas médicas disponibles en la actual entrega del NDHE no es todavía lo suficientemente representativo como para poder obtener de su análisis datos concluyentes, no nos resistimos a señalar que las escasas entradas consultables dan clara muestra de regularidad definitoria, lo que, una vez más, supone un gran avance respecto a la lexicografía anterior. La concepción estructurada de las ontologías léxicas conduce a un perfecto ejercicio de equilibrio definidor, como podemos comprobar en las entradas ya subidas a la red:

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leprología

1. s. f. Med. Parte de la medicina que trata de la lepra.

leprólogo, a

1. s. f. Med. Parte de la medicina que trata el reumatismo.

1. s. m. y f. Med. Médico especialista en la lepra. reumatólogo, a 1. s. m. y f. Med. Médico especialista en el reumatismo.

sifilología

sifilólogo

1. s. f. Med. Parte de la medicina que trata de la sífilis.

1. s. m. y f. Med. Médico especialista en la sífilis.

reumatología

Una vez analizados someramente los dos principales esquemas inclusivos de definición, hiperonímico y meronímico, cabe preguntarse si es posible hablar, desde el punto de vista lexicográfico, de la existencia de definiciones holonímicas. La cuestión no es banal, teniendo en cuenta el denominado principio de asimetría. Permítasenos, en este punto, una brevísima digresión teórica, justificada por la escasa atención prestada hasta el momento a la noción de holonimia. Frente a la jerarquización taxonómica conceptual de la realidad, en la que a un todo corresponde una parte y viceversa, al igual que a una especie corresponde una clase y viceversa, la estructuración lingüística de tal categorización presenta limitaciones mayores. Estudios relativamente recientes dedicados a las relaciones de inclusión ‘parte-todo’ dudan, basándose, precisamente, en criterios lexicográficos, de la existencia de la tradicionalmente establecida bidireccionalidad relacional entre merónimo y holónimo. Así, por ejemplo, señala Kleiber (2001: 218) que “tronc et volant seront définis comme étant une partie de..., alors que arbre et voiture ne seront pas définis comme tout ou ensemble de parties”, cita que podríamos parafrasear, en el marco de la relación hiperonimia-hiponimia del modo que sigue: “tulipán y ratón serán definidos como tipos o especies de..., mientras que flor y animal no serán definidos como clases de especies concretas”. La aplicación al diccionario parece evidente: dada la existencia de una asimetría tal, solo un elemento de cada par relacional hará oficio de descriptor lexicográfico, por lo que únicamente será posible documentar definiciones hiperonímicas —introducidas, como se ha visto, por un hiperónimo general o particular— y definiciones meronímicas —constituidas, según se ha indicado arriba, por un esquema definitorio basado en la presencia de un merónimo general o particular—. Quedarían excluidas de facto del diccionario tanto las definiciones hiponímicas como las holonímicas.

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Tal presupuesto se agrieta, sin embargo, a la hora de enfrentarse al tratamiento lexicográfico de los sustantivos colectivos12. Un acercamiento rápido a la cuestión podría conducirnos a reafirmarnos en la idea expuesta: a partir del par léxico orquesta-violinista, podríamos constatar que, si bien este último puede definirse a través de la voz meronímica miembro [de una orquesta] — aunque la elección del elemento definidor hiperonímico persona [que toca el violín] sería igualmente factible—, la definición de orquesta no responderá jamás a la consideración de la misma como un todo compuesto por partes enumeradas (violinistas, flautistas y demás concertistas). Ahora bien, la situación no es exactamente la misma que la anteriormente evocada, pues si observamos la entrada orquesta en cualquier diccionario13, comprobaremos que el único definidor posible es el holónimo conjunto. Se impone, así, una matización: los sustantivos colectivos son aprehendidos —y han de ser definidos— como todos constituidos por partes, aunque estas no podrán ser consideradas por el diccionario en su individualidad meronímica14, sino en su globalidad, a través del sustantivo denominador común pluralizado. El esquema definidor holonímico prototípico será, pues, ‘conjunto de + sustantivo meronímico plural’ (conjunto de músicos, en el ejemplo seleccionado).

  Las colectividades, en sus diversas consideraciones teóricas y denominaciones, han sido tradicionalmente incluidas en los estudios dedicados a la relación léxica parte-todo (Chaffin/ Hermann 1988), aunque intuyéndose, con frecuencia, la existencia de rasgos divergentes, no bien descritos hasta la fecha, con respecto a las restantes taxonomías meronímicas (“they are less structurally integrated than typical physical objects”, Cruse 1986: 175). 13   La entrada no forma parte de los lemas definidos en la versión actual del NDHE, pero sirva como ejemplo la definición ofrecida por el DEL: “Orquesta. 1 f. Conjunto de músicos que interpretan obras musicales con diversos instrumentos y bajo la guía de un director”. 14  Al criterio de economía —sería extremadamente poco económico tratar de establecer en un diccionario la lista completa de partes que componen un todo colectivo— se suma necesariamente el principio de representatividad: los rasgos que permiten determinar las partes cuya prototipicidad es suficiente para garantizar la genericidad de la definición (recordemos que una buena definición debe ser genérica) no son fácilmente extraíbles. Así, por ejemplo, si para definir un colectivo como familia no cabría duda de la necesidad de incluir, como partes pertinentes, padre y madre, muchas más dudas surgirían ante la posibilidad de integrar voces como suegra, cuñado o ahijado. Las dificultades son considerables, tanto desde el punto de vista intercultural como intracultural. Por todo ello, el diccionario deberá limitarse, a lo sumo, a aportar algunos ejemplos de miembros representativos de la colectividad definida, a la manera como lo hace el NDHE en la entrada parasífilis: “conjunto de síntomas que se desarrollan en la fase avanzada de la sífilis, como la parálisis y la tabes dorsal” (la cursiva es nuestra). 12

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Cabe señalar que, en el marco del esquema definitorio holonímico presente en el diccionario, es posible distinguir entre las definiciones constituidas a partir de merónimos plurales genéricos y aquellas otras configuradas tomando como base un merónimo plural particularizador, como se aprecia en los siguientes ejemplos tomados del NDHE: loimografía



6. s. f. Conjunto de escritos científicos sobre la peste.



1. s. f. Conjunto de venablos.

venablera

Centraremos nuestra atención en estas últimas, y, concretamente, en un subgrupo léxico muy preciso: las voces del universo de las armas surgidas a partir de la adición del sufijo colectivizador -ería. El análisis de las entradas que conforman este subparadigma permite observar un sistema de definición totalmente coherente, que, además de responder a las exigencias de la técnica lexicográfica y a las necesidades del usuario medio de la obra, permite entrever criterios lingüísticos (morfo-semánticos) subyacentes a la redacción de la microestructura, que toman en consideración la función holonimizadora de determinados sufijos15 y tratan de establecer, en el plano semántico, reglas generales de evolución paradigmática (vid. supra). Observemos parte de la entrada arcabucería, prototípica del grupo: arcabucería

1. s. f. Conjunto de arcabuces. [ arcabuz + -ería] 2. s. f. Conjunto de arcabuceros. [ reinterpretación] 3. Disparo continuo de arcabuces.

En la práctica totalidad de los casos, tras la aparición, por un proceso de sufijación, de la voz colectiva relativa a referentes inanimados (armas), surge, por reinterpretación, una nueva acepción del vocablo, relativa esta a referentes animados (soldados portadores de dichas armas), reinterpretada, a su vez, por 15  El número de entradas disponibles por el momento muestra que es el sufijo -ería el que permite con mayor frecuencia, en los dominios léxicos descritos, crear sustantivos colectivos, seguido, de lejos, por el sufijo -ero/-era.

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metonimia, como disparo de las armas en cuestión, con un referente ya no específicamente definido como colectivo, aunque interpretable como tal gracias al adjetivo continuo16. Llegados a este punto, cabe preguntarse si la definición es el único lugar de la microestructura que da cabida a la aparición de redes de relaciones léxico-semánticas. La respuesta a tal cuestión pasa por la comprobación de que el interés de un diccionario histórico por las jerarquizaciones léxicas puede ir más allá. 2.2.2. Hipervínculos relacionales: taxonomías de inclusión y sinonimias Gracias a las posibilidades informáticas arriba mencionadas, el repertorio lexicográfico puede incluir en la microestructura de las voces definidas una cantidad considerable de elementos novedosos, ideados para facilitar y, al mismo tiempo, enriquecer la consulta17. Entre esos elementos destaca la posibilidad de integrar, acepción por acepción, una suerte de satélites de información relacional, hipervínculos que, bajo la denominación genérica de un tipo concreto de relación léxico-semántica, aportan, en un clic, al usuario datos relativos a los vínculos de la entrada consultada con otras voces del sistema, lo que puede llevar a facilitar el establecimiento de redes completas a partir de búsquedas específicas y a completar la información contenida en la definición. Habiéndose abordado en los apartados precedentes las relaciones de hiperonimia-hiponimia y holonimia-meronimia, dedicaremos unas breves líneas a la relación sinonímica. No parece pertinente entrar aquí en el nutrido debate acerca de la existencia (Salvador 1985; Regueiro Rodríguez 2010) o no (Castillo Peña 1993) de verdaderos sinónimos, por lo que nos limitaremos, dado nuestro objeto de estudio, a evocar la capacidad de un diccionario histórico para integrar en su sistema hipervincular informaciones relativas a un tipo particular de sinonimia, la denominada sinonimia histórica (Pascual/García Pérez 2008: 16), única verdaderamente explotable, desde nuestro punto de vista, 16  Sería posible, en este caso, a nuestro juicio, proponer igualmente un esquema definitorio holonímico ‘conjunto de disparos procedentes de + arma’ para la tercera acepción. 17  No podemos detenernos en la enumeración de todos los avances que el formato electrónico facilita en la presentación y uso del diccionario (colores, negritas, subrayados, esquemas, desplegables, hipervínculos). Para una información detallada de los recursos del NDHE puede verse Salas Quesada/Torres Morcillo (2015).

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en lexicografía diacrónica. Frente a la plasmación tradicional en el diccionario de la relación sinonímica, vehiculada generalmente por la propia definición (con los problemas de circularidad e imprecisión que esta conlleva18), o por interminables, y generalmente poco útiles, listas de sinónimos, las posibilidades informáticas actuales permiten al diccionario incluir hipervincularmente informaciones de tipo sinonímico, cuyo interés es evidente, teniendo en cuenta, sobre todo, que estas se integran, como se ha indicado, de manera exclusiva en el seno de cada una de las acepciones de una entrada, lo que permite hilar fino a la hora de marcar dos lexías como sinónimas, además de facilitar el acceso inmediato del usuario a la totalidad de las voces equivalentes de una entrada dada en una acepción determinada —y, en consecuencia, en un periodo histórico delimitado—. Así, tomando el NDHE como ejemplo, podrá comprobarse que hediondo es sinónimo de apestoso, pero únicamente en su tercera acepción (‘que desprende un olor desagradable’), documentada a partir de 1827, y nunca en la primera (‘que transmite una enfermedad epidémica’) ni en la segunda (‘que causa hastío’), anteriores ambas en la documentación existente. Pinchando en cada voz ofrecida por el hipervínculo, el usuario accederá directa e inmediatamente a su definición, idéntica a la de la voz originalmente buscada, en aras del principio de coherencia sinonímica arriba evocado. El aprovechamiento del sistema hipervincular para dar cuenta de la aparición de una relación de sinonimia histórica entre varias unidades léxicas constituye, así pues, otro de los grandes avances de la lexicografía diacrónica actual, un avance que permite, por una parte, al usuario determinar las acepciones concretas en las que dos voces pueden ser consideradas sinónimas y delimitar los periodos históricos precisos (visión diacrónica) o las áreas geográficas concretas (visión diatópica) en que los valores semánticos de diversas unidades se solapan, y, por otra, al investigador, sistematizar las intersecciones sinonímicas en el marco de paradigmas léxicos concretos y encontrar puntos de partida válidos, documentados y estructurados para estudiar las razones que llevan a que dos vocablos se conviertan, en un momento dado, en sinónimos (neología semántica) o dejen de serlo (necrología semántica)19. 18  Véase, por ejemplo, el análisis que propone Pascual (2003: 154) del tratamiento en el DRAE de los verbos ocurrir, suceder, acontecer y acaecer o la imprecisa caracterización que, según Meléndez Quero (2015: 240), aporta la consideración sinonímica de por desgracia y desgraciadamente en lexicografía sincrónica. 19  Véanse, por ejemplo, las explicaciones aportadas por Pascual/García Pérez (2007: 112) para justificar la desaparición del vocablo aderezar como sinónimo de determinadas acepciones

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3. Las relaciones sintagmáticas en un diccionario histórico Se ha intentado dar cuenta a lo largo de los apartados precedentes de los diversos mecanismos de plasmación, en un diccionario histórico relacional, de los entramados de redes léxicas verticales susceptibles de establecerse entre vocablos de idéntica naturaleza y paradigmáticamente intercambiables. Ahora bien, en el discurso, oral o escrito, las unidades léxicas mantienen asimismo relaciones horizontales sintagmáticas con elementos de distinta categoría gramatical situados a izquierda o derecha en la cadena hablada o escrita. Cabe, por tanto, interrogarse acerca del lugar que estas redes sintagmáticas ocupan en el repertorio lexicográfico. Aludir a la combinatoria sintagmática supone, no obstante, adentrarse en terrenos muy diversos, imposibles de abordar en su totalidad en el presente análisis. Dejaremos, pues, fuera de nuestra reflexión los ámbitos estrictamente sintácticos o sintáctico-semánticos20, para centrarnos, exclusivamente, en un tipo muy concreto de relación sintagmática de orden esencialmente semántico: la colocación. La combinación particularmente frecuente de unidades léxicas en el plano sintagmático, conocida como colocación o coocurrencia, entre otras muchas denominaciones posibles (Aguilar-Amat Castillo 1993: 267), constituye una preocupación creciente en el ámbito de los estudios lingüísticos, si bien es preciso rendirse a la evidencia de que tal interés no solo se ciñe casi exclusivamente al ámbito sincrónico, sino que, además, se aplica rara vez, salvo en contadas —aunque marcadamente brillantes— excepciones, como la que supuso la publicación en 2004 de REDES. Diccionario combinatorio del de arreglar, tras haber sido “sustituido por la fuerza del neologismo desestabilizador” o los datos que aporta García Pérez (2008: 105) para demostrar que el declive de la familia morfológica del verbo receptar no puede entenderse sin tomar en consideración la “sinonimia terminológica poco rentable” respecto a la familia de encubrir. 20  Hablamos, esencialmente, de relaciones establecidas en función de la actuación de fenómenos sintácticos como la transitividad o sintáctico-semánticos, como la agentividad, integrados generalmente en las obras lexicográficas con ayuda de los llamados contornos, que permiten exponer las “condiciones contextuales de uso del vocablo definido” (Porto Dapena 2009: 43). Al margen del contorno, el NDHE aporta igualmente, para determinadas entradas —en un impulso que esperemos se extienda a la totalidad del lemario—, un hipervínculo denominado “esquema sintáctico”, cuya función es aportar datos esenciales acerca del funcionamiento actancial de una determinada voz, generalmente verbal (puede verse, por ejemplo, la muestra al respecto que supone la entrada fusilar).

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español, al universo de la lexicografía, lo que explica las múltiples y cada vez más frecuentes quejas acerca de la inexistencia, ineficacia o asistematicidad de los datos colocativos contenidos en el diccionario general (Ruiz Martínez 2007). De todo ello se deduce fácilmente la escasa atención prestada hasta el momento al fenómeno de la combinatoria sintagmática, en el sentido que aquí le damos, en lexicografía diacrónica, a pesar del hecho de que esta se antoja fundamental para el establecimiento de la historia de las palabras de la lengua. Si el surgimiento de una determinada colocación no es posible sin la existencia de cierta relación semántica entre base y colocativo, la convencionalización de la misma responde a grados diversos de motivación. En un extremo de la escala se situarían las coocurrencias consideradas aleatorias, nacidas del desarrollo de una solidaridad marcadamente arbitraria entre dos unidades léxicas. En este apartado podrían incluirse, por ejemplo, las combinaciones entre los denominados verbos soporte y determinados sustantivos o sintagmas nominales, como la antigua estructura hacer un delito, estudiada por García Pérez (2005: 509), quien explica el papel clave de la desemantización del verbo de apoyo, que le permite unirse a múltiples sustantivos, dando lugar a la aparición de “fragmentos prefabricados” (Corpas Pastor 2001: 92) progresivamente integrados en el lexicón mental de los hablantes y sometidos al ritmo aleatorio de épocas o modas lingüísticas21. En el extremo contrario cabría mencionar la existencia de colocaciones cuyo nacimiento —y evolución— solo puede explicarse a partir de las modificaciones semánticas sufridas por uno de los elementos del par léxico. Permítasenos proponer como ejemplo el sintagma colocativo amar locamente, estudiado en profundidad en trabajos anteriores (especialmente en Villar Díaz 2016a). La simple constatación de la existencia de la coocurrencia citada, que podría responder a las necesidades de la lexicografía sincrónica, está lejos de satisfacer, en cambio, las exigencias de un diccionario histórico, pues este deberá explicar, entre otras cosas, que dicha combinación sintagmática, presente particularmente desde el siglo xv, ha sido objeto de una profunda modificación de empleo, solo comprensible teniendo en cuenta la transformación semántica sufrida por el adverbio, en consonancia con la evolución del significado del adjetivo que constituye su base léxica: locamente, sinónimo inicial de locuciones de naturaleza s­ emántica negativa como sin reflexión o sin  Si se documentan múltiples combinaciones sintagmáticas con verbo soporte desemantizado que se transforman en colocaciones con especialización semántica (hacer un delito > cometer un delito), el fenómeno contrario está lejos de ser anecdótico (marcar un gol > hacer un gol). 21

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orden, adquiere, a partir del siglo xix (y tras un periodo de hibernación de dos largos siglos, en los que su uso apenas aparece documentado en los corpus), un matiz de ponderación, que lo capacitará para vehicular semántica intensificadora. De acuerdo con ello, la coocurrencia amar locamente de un texto de finales de la Edad Media no será sinónima de un sintagma aparentemente idéntico documentado en la actualidad: la semántica vehiculada por el primero (‘amar sin reflexión’) será de orden marcadamente negativo, lo que explica su integración esencialmente en textos que tratan de poner en guardia frente a los estragos del loco (‘desordenado’) amor; la segunda, por el contrario, intensificando el contenido verbal (‘amar sobremanera’), insiste en la valoración positiva del amor loco (‘sin límites’). Es cometido de un repertorio lexicográfico diacrónico dar cuenta de tal realidad, a la que se pueden —deben— añadir consideraciones complementarias, como las siguientes: — en cada uno de los dos significados evocados, el adverbio va a dar lugar a combinaciones sintagmáticas con formas verbales divergentes: con significado etimológico, la colocación más frecuente hasta el siglo xv será la conformada por el sintagma pelear locamente; con significado ponderativo, serán los sinónimos de amar los que se combinen de manera prioritaria con la voz adverbial: querer/enamorarse locamente; — el cambio de significado del adverbio deja un espacio vacante en el sistema, que será ocupado por otra forma adverbial apenas usada anteriormente, alocadamente, y, en consecuencia, por otras colocaciones (salir alocadamente, por ejemplo); — la complementariedad entre locamente y alocadamente se documenta igualmente entre otras locuciones adverbiales del paradigma: a lo loco / con locura; — las evoluciones semánticas documentadas para la voz locamente permiten abordar otras colocaciones de la misma red paradigmática, entre las que destacan la combinación ‘nombre + adjetivo’; (amor loco) y el sintagma ‘adverbio preadjetivo + adjetivo’ (locamente enamorado). Si la totalidad de las colocaciones, con su mayor o menor grado de motivación semántica, merecen atención por parte de un diccionario histórico, consideramos que la lexicografía diacrónica debe dar prioridad al tratamiento de las combinaciones sintagmáticas motivadas, en la medida en que la descripción del fenómeno combinatorio en el seno de las mismas podría facilitar

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el estudio general de los mecanismos esenciales de especialización semántica que se encuentran en la base de las restricciones léxicas, la comprensión de los reajustes léxico-semánticos ocurridos a lo largo de la historia así como de las razones que llevan a la sustitución de unos colocativos por otros y la descripción lexicográfica de las entradas, a partir de la visión general que los cambios en los sistemas de colocaciones aportan acerca de la evolución semántica de cada voz definida (Villar Díaz 2016b: 373).

Y es que el objetivo manifiesto de “ampliar el marco de la palabra, contando con los hechos combinatorios” (Pascual /García Pérez 2007: 31) constituye, hoy por hoy, uno de los principales desafíos de cualquier empresa que trate de estudiar la historia del léxico de una lengua. Es un reto abordable y necesario para lograr integrar en el marco de la microestructura actual del diccionario, del mejor y más coherente modo posible, la información relacional sobre las redes sintagmáticas de cada entrada, siendo, quizá, una opción la ampliación de la herramienta hipervincular arriba comentada al ámbito de las colocaciones, con desplegables accesibles a partir de cada combinación léxica susceptible de comentario particular. 4. Conclusiones A lo largo del presente trabajo hemos intentando mostrar que el interés del repertorio lexicográfico sobrepasa la mera labor de descodificación semántica. Todo diccionario, además de proporcionar información acerca del significado de las voces de una lengua, puede aportar, entre otras cosas, valiosos datos acerca del entramado de relaciones léxico-semánticas que las mismas mantienen con las restantes unidades del sistema. Ahora bien, la validez de tal afirmación se encuentra sometida a una condición sine qua non, a saber, la necesidad de que la elaboración del diccionario responda a criterios estrictos de calidad, que exijan, esencialmente, un estudio previo relacional serio del conjunto léxico de la lengua, estudio que, en lexicografía diacrónica, se antoja no solo deseable, sino ciertamente imprescindible. Retomando el título de la presente contribución, debemos concluir que muchos y muy loables son los avances realizados por la lexicografía diacrónica a lo largo de la última década, particularmente en lo que respecta a la búsqueda de coherencia, tanto en el ámbito de la definición como en la tarea de organización macro y sobre todo microestructural, todo ello fruto de un marcado

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esfuerzo de establecimiento previo de ontologías léxicas completas y de análisis lingüísticos fiables de los diversos mecanismos de evolución semántica. Dos son, por otra parte, a nuestro juicio, los retos apasionantes que, en el marco de la plasmación relacional del léxico, podrá afrontar un diccionario histórico en los próximos años: desde el punto de vista paradigmático, parece prometedor potenciar una explotación intensiva del sistema hipervincular de relación léxico-semántica, particularmente sinonímica, y, desde la perspectiva sintagmática, no cabe duda de la necesidad de perseguir una apertura, necesariamente enriquecedora, hacia el ámbito combinatorio, todo ello en aras de obtener un nivel óptimo de plasmación de redes de redes. Diccionarios citados Instituto de Investigación Rafael Lapesa de la Real Academia Española (2013-): Nuevo diccionario histórico del español (NDHE) [en línea]. [última consulta: 30/06/2017]. Real Academia Española (2014-): Diccionario de la lengua española (DLE) [en línea]. [última consulta: 30/06/2017]. Atilf — Cnrs & Université de Lorraine (2002-): Trésor de la langue française informatisé (TLFi) [en línea]. [última consulta: 30/06/2017].

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Nuevas herramientas y viejos saberes*1 New tools and old knowledge José Ignacio Pérez Pascual Universidade da Coruña A Cristina Fernández Bernárdez, in memoriam Resumen: Contamos hoy con herramientas tecnológicas que permiten concebir diccionarios relacionales, como el Nuevo diccionario histórico del español (NDHE). Sin embargo, a pesar de las grandes posibilidades de las nuevas tecnologías y del enorme incremento de información que suponen, hay puntos en los que es imposible avanzar con seguridad, pues siguen faltando datos y resulta esencial la labor filológica —no solo en los diccionarios de corte diacrónico—. A modo de ejemplo, se examina lo sucedido con algunas voces que designan tipos de tela, que todavía figuran en la última edición del diccionario académico, a pesar de su escasísima presencia en los corpus y de la ausencia de testimonios recientes. Un segundo ejemplo ilustra la incorporación a los diccionarios, fundamentalmente a comienzos del siglo xx, de algunos arabismos vinculados al mundo de la milicia, como producto de la presencia colonial española en el norte de África (áskar, harka, tabor...). Palabras clave: lexicografía, diccionarios, Nuevo diccionario histórico del español (NDHE), arabismos contemporáneos, hemerotecas. Abstract: Nowadays there are technological tools that allow us to conceive relational dictionaries; the New Historical Dictionary of Spanish (NDHE) is a good example of this. However, despite the great possibilities offered by new technologies and the enormous quantity of information retrieved, there are points where it is impossible to move forward with security: data are still * Este trabajo se integra en el proyecto de investigación Documenta Philologa. Los archivos como fuente de información para la historia de la Filología española: el Centro de Estudios Históricos (referencia FFI2015-65939-P, MINECO-FEDER), del que soy investigador principal, así como en el grupo de investigación Hispania (G000208) de la Universidade da Coruña, que ha sido beneficiario de una ayuda para la consolidación y estruturación de unidades de investigación competitivas (Grupos con Potencial de Crecimiento, referencia GPC2015-028).

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lacking and philological work remains essential —not only in diachronic dictionaries. As an example, we examine what happened with some words that designate fabrics, which still appear in the latest edition of the Dictionary from the “Real Academia Española”, despite their non appearance in the corpus and the absence of recent evidence. A second example illustrates the incorporation into dictionaries, at the beginning of the 20th century, of some Arabisms of the military lexicon, as a result of the Spanish colonial presence in North Africa (áskar, harka, tabor...). Keywords: lexicography, dictionary, New Historical Dictionary of Spanish (NDHE), contemporary arabisms, newspaper library.

1. Algunas observaciones previas En la tradición española, nuestros diccionarios —incluso los más valorados— suelen caracterizarse por cierta falta de coherencia y por la carencia de información sistematizada acerca de la naturaleza compleja del léxico, aspecto que nos interesa en este momento; y ello sucede a pesar de que, según nos recuerda Günther Haensch, entre las aportaciones más relevantes de la lin­güís­tica moderna a la lexicografía han de contarse “los resultados de la semántica moderna, especialmente para el significado de las palabras y su descripción lexicográfica” (Haensch 1997: 35)1. Ello se explica con facilidad debido a los procesos de redacción que han primado hasta el siglo xx en la lexicografía hispánica, dominada por el modelo constructivo “de aluvión”, que procede por la mera adición indiscriminada de nueva información sobre la base de diccionarios ya existentes, considerados desde el momento de su publicación un bien mostrenco del que podía servirse cualquiera que lo desease2.  De hecho, como ha señalado acertadamente José Álvaro Porto Dapena, la lexicografía “es quizá la disciplina menos influenciada por las distintas corrientes de la lingüística actual”, de suerte que “por lo que se refiere a las actuales corrientes lingüísticas, representadas fundamentalmente por el estructuralismo y generativismo, la verdad es que no han cristalizado todavía en una teoría lexicográfica susceptible de ser llevada a la práctica, razón por la que su influjo en los diccionarios modernos podemos afirmar que es prácticamente nulo” (Porto Dapena 2002: 79). 2  Este hecho puede comprobarse con facilidad al examinar las distintas ediciones del diccionario académico y comprobar como sus materiales son utilizados por un buen número de los representantes de la llamada lexicografía extraacadémica, que, especialmente durante el xix y las primeras décadas del xx, no tiene empacho en limitarse a ampliar su lemario; tampoco la Academia dudará en servirse durante ese periodo de la lectura de la lexicografía extraacadémica para enmendar sus nuevas ediciones. 1

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Sin embargo, hoy en día podemos apreciar una línea argumental común a muy distintos postulados metodológicos (así Gairns y Redman 1986, por ejemplo) que coinciden en que los hablantes organizamos nuestro léxico en redes asociativas dinámicas (y, por tanto, en permanente proceso de transformación), que deberían servir como base de construcción del diccionario moderno. En efecto, las palabras nacen, se desarrollan y mueren, pero esa historia particular de cada voz se entrelaza con la de otras3; como ya hemos indicado en otra ocasión (Pérez Pascual 2008), habitualmente la irrupción de una nueva palabra desplaza a otra más antigua, de modo que, al menos durante cierto tiempo, varias comparten un espacio que, en principio, estaba reservado solo a una de ellas: La comprensión de este tipo de procesos es más hacedero en el marco de la redacción de un diccionario que no renuncie a la perspectiva histórica y que no se conciba tampoco desde el estudio de las palabras aisladas [...], sino partiendo de la idea de que es preciso explicar la evolución del léxico en su conjunto, prestando atención, por tanto, a todo tipo de relaciones que se establecen entre las distintas voces (Pérez Pascual 2008: 134).

Afortunadamente, contamos hoy con herramientas tecnológicas que nos permiten establecer las relaciones entre las diversas partes del diccionario; podemos así comprobar hasta qué punto llevaban razón los estructuralistas al mantener que las unidades lingüísticas no funcionan aisladamente y que las alteraciones a que se somete una de ellas ocasionan, a su vez, la modificación de otras unidades del sistema: por ello es preciso concebir los modernos diccionarios, no solo los de corte diacrónico, como relacionales. Hace unos años llamábamos también la atención sobre el quehacer de los diseñadores del Diccionario histórico de la RAE (en adelante DH), quienes, según declaran en su prólogo, seguían en su trabajo el orden alfabético, pues debían ir publicando los resultados de sus esfuerzos en forma de fascículos. No se les escapaba que “el conocimiento exacto del vocabulario solo puede lograrse teniendo en cuenta la situación de cada palabra dentro de su respectivo campo semántico y estudiando a la vez los valores de sus sinónimos, satélites y antónimos”, si bien, “para saber cuáles han sido estos en un momento dado necesitamos disponer previamente del inventario general, el Diccionario 3   No olvidemos el axioma formulado por Gilliéron de que cada palabra tiene su propia historia (véase al respecto Iordan 1967: 294 y Pérez Pascual 2008: 134).

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Histórico alfabético, pues él dará a conocer muchos vocablos y acepciones que no figuran en los diccionarios actuales”. Por todo ello, eran sabedores de que esa “necesidad de ir definiendo sobre la marcha del orden alfabético, sin poder disponer de toda la información relativa a la familia léxica y al campo semántico de la palabra en cuestión” daba lugar en el DH “a innumerables tautologías y círculos viciosos”; no obstante, finalmente declaran que “la falta de rigor estructural en el sistema de definiciones, aparte de ser inevitable en una obra colectiva, no tiene gran importancia, pues el tipo de definición que empleamos es una aproximación suficiente, para la ‘competencia’ del lector, a los contenidos semánticos de la voz” (DH 1960-1992: VII-VIII y XII; cf. Pérez Pascual 2008: 134-135). Unos años después, cuando el proyecto del Nuevo diccionario histórico del español (en adelante NDHE) se planteó con una perspectiva muy distinta por parte de sus responsables, desde el principio se concibió como un verdadero diccionario relacional, “donde los valores de los vocablos se explican por contraste con los valores de sus sinónimos y antónimos e incluso con los miembros de su misma familia” (Pascual/García Pérez 2007: 90). Si nos detenemos a examinar cuáles son las relaciones que podemos establecer entre los distintos elementos léxicos y la forma en que hoy en día es posible confeccionar diccionarios capaces de mostrarlas al lector, podemos partir, por el momento, de los siguientes tipos: a) Por un lado, podemos prestar atención a las relaciones paradigmáticas, que se apoyan en el significante (bien porque compartan la raíz o tema —pared, emparedar, emparedado— o morfemas derivativos —panadería, jamonería, sastrería—) o en el significado. En este último, se han tomado en cuenta las tradicionales relaciones semánticas —de similitud y antagonismo, como la sinonimia y la antonimia4—, pero no hemos de renunciar al examen de otras, como las que se crean en el interior de cualquier campo en el que se puede apreciar la existencia de relaciones jerárquicas: hiperonimia e hiponimia5. Así, sería preciso que el diccionario —también el 4   No podemos ocuparnos ahora de la antonimia; sobre la sinonimia véase Pérez Pascual (2008). 5  Estas se aprecian con extremada facilidad en ciertos campos, pero es posible ir mucho más allá, hasta el punto de que, como señalaba Ignacio Bosque hace ya más de treinta años, la unidad léxica remite a “una categoría de mayor extensión semántica (su hiperónimo) de la que dicho vocablo constituye uno de sus hipónimos”; Bosque concluía que un hipotético dicciona-

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de carácter diacrónico— diese cuenta de toda esa serie de relaciones que cada voz mantiene con otras; así, por ejemplo, enjoyar y alhajar pueden ser considerados sinónimos, pues su significado es similar, mientras que el hiperónimo de ambos verbos sería adornar y ensortijar un hipónimo (cf. Cruse 1986). b) Tampoco podemos olvidarnos de las relaciones sintagmáticas, que pueden aparecer de forma explícita en algunos diccionarios sincrónicos (e incluso en diccionarios especializados, como los de fraseología, por ejemplo)6. Acudiendo de nuevo a las posibilidades que hoy ofrecen las modernas herramientas informáticas, es posible obtener una información muy valiosa desde el punto de vista de la lexicografía diacrónica, a la que podemos acceder desde los corpus: su análisis nos permite detectar no solo los patrones léxicos que hacen posible entender la motivación que hay detrás de colocaciones y locuciones7, sino, en un plano más amplio, catalogar todas aquellas relaciones entre palabras que disfrutan de una frecuencia más alta8. rio que “estuviera constituido únicamente por definiciones hiperonímicas con un índice mínimo de circularidad sería probablemente el diccionario perfecto” (1982: 107). Algo más tarde, también José Antonio Pascual reclamaba que, “[a]unque parezca la mayor de las obviedades, para confeccionar un diccionario que tenga un mínimo de coherencia, habrá que empezar por algo tan simple (y tan raro en la práctica lexicográfica) como la agrupación de las acepciones en clases” (Pascual 1996: 173). 6  En la última década se han producido grandes avances que han paliado en parte la situación que describía Manuel Alvar Ezquerra hace veinte años, cuando declaraba que “los diccionaristas echan de menos que no se hayan delimitado y definido con claridad los diversos tipos de unidades fraseológicas”, pues ello no permitía saber “cuáles habrían de aparecer [...] y cuáles han de ser objeto de otra clase de repertorios”. Y es que, a su juicio, la incorporación de las unidades fraseológicas no obedecía “a un programa metódico y coherente, sino a la buena intención y al saber hacer de los redactores de los diccionarios” (Alvar Ezquerra 1997: II). 7   Normalmente se entiende por colocación una combinación léxica que no es completamente libre, pues está sometida a determinadas restricciones; en el caso de las locuciones, en cambio, nos encontramos ante combinaciones fijas —sus elementos son invariables— cuyo significado global no resulta de la simple suma de los significados de los distintos elementos que la integran, como sucede en el caso de las colocaciones (cf. Castillo Carballo 2003: 90). Adelanto ahora que el corpus preparado para el NDHE (en adelante CDH) permite obtener las coapariciones de las voces, lo que constituye una gran ayuda para la redacción de las palabras de frecuencia elevada. 8  El que la posibilidad combinatoria sea libre en la mayor parte de las combinaciones léxicas no impide que, de un modo casi intuitivo, se pueda apreciar que unas combinaciones son mucho más frecuentes que otras.

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Pero, ¿qué ha sucedido en el caso del NDHE? Es cierto que las propuestas contenidas en el libro de Pascual y García Pérez (2007) constituían un proyecto con la vista puesta en el futuro, pero hoy ya podemos acceder en las páginas de la RAE a los primeros frutos de la labor llevada a cabo por José Antonio Pascual y Mar Campos Souto y comprobar el rigor con que se lleva a cabo la tarea. Y si alguno de los colaboradores del proyecto ha indicado que “la redacción se efectúa no por orden alfabético, sino por grupos de palabras relacionadas semánticamente” y que se ha partido de cada vocablo seleccionado para redactar algunas de las palabras relacionadas con él por sinonimia, así como sus familias o subfamilias léxicas, con lo que de esta aproximación obtenemos una visión de conjunto enriquecedora para el estudio de las voces en particular y de los fenómenos que se muestran recurrentes entre los sinónimos o entre las palabras de una misma familia (Salas Quesada/Torres Morcillo 2015: 18).

Al consultar las voces disponibles podemos ya comprobar, por ejemplo, cómo se ha trabajado con series de sinónimos como gafedad, gafez, gafeza, lepra, leprosía, leprosidad, leprosis o malatez9 o peste, pestilencia, pestilidad y tifus de oriente10; en los artículos del NDHE también se presta atención a las relaciones de inclusión (hiperonimia e hiponimia: en los casos anteriores, el hiperónimo es “enfermedad”), así como a la meronimia y a la holonimia11. Cada artículo, además, se vincula con los de los restantes miembros de su familia o subfamilia léxica (que se puede reconstruir a través del grafo correspondiente)12.

 E incluso podemos llegar a la información recogida acerca de entradas todavía no redactadas, de modo que al consultar lepra es posible saber que también se la denomina, probablemente de modo erróneo, mal de San Lázaro. 10   Cabe igualmente comprobar la existencia de sinónimos en voces científicas más recientes, como electrómetro, guardarrayos, antirrayos y pararrayos. 11  En cada acepción se identifican hiperónimos, hipónimos, holónimos, merónimos, sinónimos, antónimos... 12  Las contribuciones científicas de algunos de los colaboradores del NDHE explican — mucho mejor de lo que yo podría hacer— la realidad del diccionario que se prepara, de suerte que podemos comprobar las diferencias que presenta no ya con los anteriores intentos académicos, sino incluso con lo proyectado en Pascual y García Pérez (2007); remito por ello a Campos Souto (2007, 2015 y 2016), Campos Souto y Pascual (2012a y b), Pascual (2015), Pascual y Campos Souto (2014), Pinillos Laffón (2015), Salas Quesada y Torres Morcillo (2011 y 2015). 9

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2. Un primer ejemplo: las denominaciones de telas A pesar de las grandes posibilidades que ofrecen las nuevas tecnologías y del incremento de información que aportan, hay puntos en los que es imposible avanzar con seguridad, pues siguen faltando datos13. Así, es posible localizar sin esfuerzo en los repertorios lexicográficos más comunes (fundamentalmente tomamos como referencia el de la RAE) algo más de un centenar de voces que designan un tipo de tela en alguna de sus acepciones, pero, en no pocas ocasiones, la información a la que podemos acceder en esos mismos diccionarios es muy reducida: a veces apenas se constata que se trata de un tipo de tejido o, con frecuencia, se indica que su nombre procede de haberse fabricado otrora en un determinado lugar; en la mayor parte de los casos, en cambio, no se precisa el material de que se han hecho (seda, lino, algodón, cáñamo, lana...), su calidad (fina, basta, delgada, rica...), para qué se utilizaban (ropa de cama, capas, camisas, forros, toldos, tapicería...) o algún otro dato relevante. Una muestra especialmente llamativa la encontramos en una serie de tejidos cuyo nombre procede de lugares de Galicia y que figuran todavía en la última edición del diccionario académico, sin que sepamos, en realidad, casi nada acerca del tipo de tela de que se trata allariz 1. m. Lienzo labrado en Allariz, villa de Galicia, España. coruña 1. f. Lienzo que tomó su nombre de la ciudad española en que se fabrica. lorenzana 1. f. Lienzo grueso fabricado en Lorenzana, pueblo de Galicia, en España. santiago 1. m. Lienzo de mediana calidad que se fabricaba en Santiago de Compostela. [...] vivero2 1. m. Lienzo que se fabrica en Vivero, ciudad de la provincia de Lugo, en España14.

En estos casos, la falta de información en los repertorios lexicográficos no puede remediarse mediante la consulta de los corpus más habituales, pues la documentación sobre estas voces es muy reducida, cuando no inexistente. 13   Coincidimos en este punto con Pascual y Campos Souto, quienes recalcan el papel fundamental que la filología sigue jugando en la delicada labor de redacción de un diccionario histórico (2012a y b). 14   Para otros tejidos procedentes de Galicia se proporciona una información algo más precisa: “cerrón De cerro ‘manojo de lino o cáñamo’. 1. m. Lienzo basto que se fabrica en Galicia, y es una especie de estopa algo mejor que la común” (DRAE 2014).

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Por no detenernos más en ello, citaremos únicamente lo que sucede con la voz coruña, que se introdujo en el DRAE en 1817, con una definición muy semejante a la actual: “Tela común de lienzo, que tomó su nombre de la ciudad en que se fabrica”15. Pero ya Terreros se había anticipado a la RAE al incorporarlo como entrada (lo definió como “especie de lienzo”), apoyándose en las Ordenanzas de los cinco gremios mayores de Madrid (Ordenanzas 1741; v. Terreros 1786: s. v. coruña); y, en efecto, coruña figuraba como el nombre de una tela en ese texto normativo que también habían utilizado los redactores de la segunda (e inacabada) edición del Diccionario de Autoridades, como podemos observar en la entrada allariz, donde se cita ese coruña junto a otros nombres de tejido: Cierto lienzo llamado así por hacerse en Allariz, lugar de Galicia, [...] Orden 5 Gremios 1741: “De todos los géneros de lienzos... como son santiagos, coruñas, arocas, allarices...” (DA-1770: s. v. allariz).

Al haberse publicado solo el primer volumen de esa segunda edición de Autoridades (a-b) no sabemos si era intención de la RAE incorporar la voz coruña al lemario, pero no parece probable, pues la ficha más antigua del término que conserva el Fichero General de la corporación remite a un texto editado por Larruga en 1800: “los lienzos de Santiago llamados coruñas” (Larruga 1800: 12)16. El texto completo que transcriben las Ordenanzas de los cinco gremios es muy interesante, porque proporciona una larga enumeración de distintos tipos de tejidos, generalmente con nombres que remiten al lugar de procedencia y que la RAE podría también haber incorporado al diccionario17, pues le

15  Los redactores de otros diccionarios se ajustaron en general a lo que indicaba la RAE (Salvá 1846, Castro y Rossi 1852), aunque más tarde Zerolo (1895) afirma que es de hilo, idea que se repite en Toro y Gómez (1901). Para la consulta de los diversos diccionarios nos hemos servido del Nuevo tesoro lexicográfico al que se puede acceder en las páginas de la RAE (). 16  Se ofrece una precisión acerca del tejido: “los lienzos de Santiago llamados coruñas y las lorenzanas anchas han de tener y mantener después de fabricadas en blanco una vara de ancho” (Larruga 1800: 12). 17  Algunos figuran en él, como sedeña (desde DA-1739) o cañiza y cerrón (desde DRAE 1780), así como bastantes de las designaciones enumeradas en las Ordenanzas que aluden a lienzos fabricados fuera de España.

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a­ sistirían razones semejantes a las que han justificado la entrada de los términos que hemos señalado: De todos los generos de Lienzos, Estopas, Terlizes, Mantelería, y demas Texidos, y Labores de todas las Fabricas de todas las Ciudades, Villas, Lugares y dominios de España, como son Santiagos, Coruñas, Arocas, Allarices, Monterreyes, Lugos, Crecientes, Covelos, Cañizas, Cacharados, Puntareas, Ruyeras, Pueblas, Zamoranos, Lorenzanas, Biberos, Tierras Sedañas, Cerrones, Bierzos, Cañamos, y Lienzo de Mala quenta de todas partes [...]. De todos géneros de Lienzos, Cambrayes, Olandas, Cotrayes, medias Olandas, Clarines, Cotanzas, Ruanes de cofre, Brabantes, Ruanes Blancartes, de cordel, y Floretes, Bretañas, Morleses, Lavales, Creas, Parises, de la Caba, Gantes, Presillas, Bocadillos, Platillas, Estopillas de Cambray, Cambrayones, Amburgos, Ruanes, Ranises, Ruanetes, Truès, Royales, Pontivies, caseros de Flandes, de Francia, Alemania, y otras partes, Chavaries, Ruanetes, ó diez y ochenos lavados, Cambrayes, Batistas, Quintines, Olanbatista, Angulemas de la Rosa, de Francfort, Cambrayes bordados, listeados, moteados, sembrados de flores, y de otras qualesquiera labores, o dibujos, suertes, y calidades que en lo presente, y futuro se fabriquen dentro, y fuera de España (Ordenanzas 1741: 32-33)18.

El CORDE apenas documenta coruña, ya en el siglo xix, en dos textos de Manuel Bretón de los Herreros: Su índole dañina acaso ablanda Quien con lana se abriga de vicuña; Leyes impone la costosa holanda Que excusan el vivero y la coruña; No ha de votar quien cruza ilustre banda Cual rudo mayoral de Cataluña; Y al fin si peca un hombre de importancia, Es siempre con decoro y elegancia (Poesías). ¡Loor a la circunspección de la holanda y la coruña! ¡Bendición al silencio de la muselina y el elefante! (Opúsculos en prosa)19.  Esa información se incluye posteriormente en otros textos normativos, como la Real Cédula (1783: 75-77). 19   Con todo, el Fichero General de la RAE aporta algunas otras apariciones de esta voz en autores como Antonio Flores (“El hortera”, 1843) o Benito Pérez Galdós (Fortunata y Jacinta, 1915). 18

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No insistiremos en este momento en algo ya comentado en otro lugar, pero a la vista de la escasa presencia de estas palabras en los corpus, especialmente en las últimas centurias, sería muy conveniente su supresión del diccionario académico en aras de la “higiene lexicográfica” (Campos Souto/Pérez Pascual 2003-2004: 59). Y es que, en este caso, tampoco la consulta de las hemerotecas amplía nuestra información acerca de este término, aunque es cierto que incrementa el volumen de la documentación que manejamos20: En la Plazuela de la calle de la Concepción Geronyma, [...] se venden algunas piezas de lienzo coruña (Diario noticioso, curioso, erudito y comercial público y económico, 18/4/1758: 2). Dos sabanas de coruña, de tres piernas (Diario noticioso, curioso, erudito y comercial público y económico, 29/8/1766: 4). seis [camisas] también nuevas de lienzo llamado coruña (Diario de Madrid, 18/3/1791: 3). coruñas de Galicia a 7; sarga de Francia doble a 36; pañuelos de Francia de hilo de colores de 14 a 12; alepines ingleses superiores a 46; id. franceses anchos a 31; coruña de vara de ancho a 11 ½ (Diario de Madrid, 24/9/1819: 3). zagalejos para señora a 40, pantalones para hombre a 36 y 40, chaquetas afelpadas a 40, coruña a 5, 5½ y 6 (Diario de avisos de Madrid, 24/1/1832: 3). toallas de coruña con listas de colores imitadas a las del Bearne (Diario de avisos de Madrid, 20/8/1833: 2).

3. Un segundo ejemplo: algunos arabismos procedentes del norte de África Pero si las hemerotecas digitales no se han mostrado tan útiles para la labor del lexicógrafo en el caso de coruña (y tampoco en el de los otros nombres de tejidos que hemos indicado), no sucede lo mismo con una serie de préstamos procedentes del árabe de Marruecos en época contemporánea, que entraron en el diccionario académico fundamentalmente en la edición de 1914; en este caso Garriga Escribano ha examinado con detalle estos lemas y concluido que “con alguna excepción, son voces que no tienen ninguna vigencia en el   Nos servimos a lo largo de este trabajo de la excelente hemeroteca digital que se alberga en la página de la Biblioteca Nacional (); las últimas consultas de cada una de las voces investigadas se realizaron el 20 de diciembre de 2016. 20

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español actual, si alguna vez la tuvieron”, por lo que, como en el caso de los nombres de tejido comentados, deberían ocupar un lugar en “el Diccionario histórico, junto a tantas otras palabras del repertorio académico” (Garriga Escribano en prensa) y no tanto en el Diccionario usual. La mayor parte de las voces de procedencia árabe se han incorporado al castellano muy tempranamente y, tal vez por ser tan habitual el arabismo medieval, se ha prestado mucha menos atención a los que han penetrado en nuestra lengua en épocas posteriores, incluso en el caso de que hayan sido incluidos en los repertorios lexicográficos de la RAE; de hecho, Federico Corriente llamaba la atención sobre la falta de precisión cronológica en lo que respecta a los arabismos contemporáneos y aludía precisamente a ese periodo del “Protectorado” español en Marruecos durante los últimos años del siglo xix y primeros del xx (1996: 55). Como resultado de esa aventura colonialista21, el DRAE incorporó en el Suplemento de la edición de 1914 un buen número de arabismos relacionados con Marruecos (baraca, coba, dahir, felús, fetua, garama, habús, hasaní, jalifa...) y, en algún caso de término ya registrado, añadió alguna acepción específica de esa zona (zoco)22. El trabajo de Garriga Escribano (en prensa) presta atención a ese breve periodo de dominación española en Marruecos y da cuenta de la labor en esos años de un reducido grupo de arabistas que trataban de proporcionar las herramientas necesarias para facilitar el establecimiento de la administración española en el norte de África23. Uno de los objetivos trazados era la redacción de un “vocabulario geográfico, administrativo y legal, hispano-marroquí”, encargado por la Junta de Enseñanza de Marruecos a Julián Ribera y a su discípulo Miguel Asín Palacios; como un paso previo para posteriores trabajos, se preparó un “Pequeño vocabulario hispano-marroquí”, publicado en 1913 sin el nombre de sus responsables24. No es, pues, casual que el Suplemento del 21  En otro orden de cosas, se ha destacado la “íntima relación entre la expansión colonial y el desarrollo de los estudios árabes —y ‘orientales’ como se les consideraba a mediados del siglo xix—” (López García 2016: 111). 22  Véase Garriga Escribano (en prensa); he de hacer constar la amabilidad de este buen amigo que, al saber que estaba trabajando sobre el tema, me facilitó copia de su trabajo, todavía inédito. 23  Recomiendo al respecto la lectura del estudio de Manuela Marín (2009), que sirve de introducción al catálogo de los epistolarios de Julián Ribera y Miguel Asín Palacios. 24  Véase al respecto González González (2010). En tanto “la obra definitiva [...] pueda llevarse a efecto con la parsimonia, cuidado y estudio que una tarea tan compleja exige”, se ofrece a los lectores “un avance, a título de ensayo”, compuesto por una “breve lista” de 489

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DRAE (1914) diese entrada a arabismos del norte de África que figuraban ya en ese “Pequeño vocabulario”. Como apunta Garriga Escribano, por esas fechas “el cuerpo del Diccionario ya estaba cerrado, y esa debió ser la razón por la que esas voces se incorporaron en el Suplemento”; a partir del examen de las actas de las sesiones de la RAE, Garriga Escribano ha comprobado la intervención de Julián Ribera, académico desde 1912, a la hora de incorporar estas voces al DRAE, a menudo aprovechando las definiciones que figuraban en el “Pequeño vocabulario” (Garriga Escribano en prensa); en el caso de muchas de ellas se trata de la primera documentación que recoge el Fichero General de la RAE, aunque a veces existen papeletas que documentan su existencia con anterioridad (véase Domingo Soriano 1994-1995 y Garriga Escribano en prensa). En esta ocasión nos detendremos solo en algunos términos del dominio de la milicia y comprobaremos, una vez más, cómo la consulta de las hemerotecas permite mejorar la información que proporcionan los corpus a los que suele acudirse para estudiar el pasado de nuestro léxico (esencialmente el CORDE y el CDH)25. 3.1. Áscar y áscari Estrechamente vinculadas por su origen están las palabras áscar y áscari, ambas incorporadas al DRAE en el Suplemento de 1914 y que permanecen en su última edición. En cuanto a áscari, la definición en el diccionario académico ha sido la misma desde su primera aparición: “Soldado de infantería marroquí”26. Por su entradas que cubren las necesidades de los usuarios “en la redacción de documentos o comunicaciones oficiales” (Ribera/Asín Palacios 1913: 1); como resume Garriga Escribano, “se trata de un vocabulario práctico para que los funcionarios que tuvieran que ejercer sus funciones en el protectorado pudieran consultar de manera rápida lo fundamental de la administración, religión, cultura y organización social de los pobladores de esos territorios” (Garriga Escribano en prensa). No es este el primero de los vocabularios de interés, pues en 1907 Antonio García Pérez había compuesto otro breve folleto, Vocabulario militar hispano-mogrebino (Melilla: Imprenta de El Telegrama del Rif); acerca de este y otros esfuerzos de la época, véase Moscoso García (2012), con amplia bibliografía. 25  Hemos consultado por última vez los corpus académicos el 10 de diciembre de 2016. 26  Así se define igualmente en Alemany-1917 y Rodríguez Navas-1918.

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parte, áscar se incorpora al diccionario como “En Marruecos, ejército”27, definición que se precisó en 1956 con la adición “1.ª y 2.ª acepciones [de ejército]”; en el DRAE de 1970 se sustituyó por “En Marruecos, ejército, gente de guerra y fuerzas militares de la nación”, pero a partir de 2001 se optó por dividir esta información en dos acepciones: “1. m. En Marruecos, Ejército (ǁ conjunto de fuerzas de una nación). 2. m. En Marruecos, ejército (ǁ conjunto de tropas militares unidas en un cuerpo bajo las órdenes de un mando)” (la última se abrevió ligeramente mediante un retoque en el DRAE de 2014: “(ǁ conjunto de tropas militares bajo las órdenes de un mando)”. Por lo que hace referencia a la etimología, para áscar se proponía en el DRAE de 1914 el árabe ‘askar ‘ejército’, aunque desde la edición de 2001 se precisa que procede “[d]el ár. marroquí ‘esker y ‘eskri, este del ár. clásico ‘askar, tropa, y ‘askarī, soldado, y este del pelvi laškar, ejército”; la RAE ha acogido en este caso la propuesta de Corriente, mientras que, tal vez por inadvertencia, no lo ha hecho en el de áscari y ha mantenido como etimología, desde su incorporación al diccionario, el árabe ‘askarī ‘soldado’. Corriente había señalado que ambas palabras eran arabismos contemporáneos “generados por el protectorado de Marruecos”, que “reflejan el mar. ʕəskər < cl. ʕaskar y ʕaskri < cl. ʕaskari, colectivo y n. un., respectivamente, del pahl. laškar ‘ejército’” (2003: s. v. áscar; cf. 2008: s. v.). En cuanto a áscar ‘ejército’, en el CORDE y en el CDH no hemos encontrado ningún ejemplo en el que se presente esta voz con tal significado28; por su parte, Domingo Soriano la localiza en 1880 (1994-1995: 80), pero cita un texto de Cristóbal Benítez que no se publicó en realidad hasta 188929. Hemos podido localizar algunos testimonios anteriores de su uso en la prensa decimonónica, normalmente con la grafía áskar (alguna vez aaskar)30: juntos todos con otros batallones que pocos años hace ha organizado el sultán a la europea, y que ellos llaman Askar, mandados recientemente desde Fez (Francisco Esteve y Soriano, La Época, 11/08/1866: 2).  Lo reproducen Alemany-1917 y Rodríguez Navas-1918.  Siempre tiene el sentido de ‘soldado’, no de ‘ejército’. 29   No obstante, figura askar en otra de las citas que transcribe, de 1879, al ocuparse de la voz tabur (Domingo Soriano 1994-1995: 108), si bien en el texto se integra como una palabra puramente árabe que se traduce. 30  Al transcribir los textos de las hemerotecas y de los corpus, hemos optado por modificarlos ligeramente para facilitar su lectura, salvo en el caso de las voces árabes de las que nos ocupamos. 27 28

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el sultán ha podido organizar algunos batallones a la europea, y que llaman ellos askar, que quiere decir tropas regulares (Francisco Esteve y Soriano, La Época, 07/09/1866: 3). se encontraban además los principales comandantes de caballería y los de la infantería del askar, todos ellos vestidos muy ricamente [...] el ministro ha sido el que ha organizado los diferentes batallones del askar [...]; cerraba la marcha otra escolta de caballería y la compañía de infantería del askar con su capitán a la cabeza [...], encontramos varios batallones de las tropas del askar colocados en correcta formación (Francisco Esteve y Soriano, La Época, 06/10/1866: 4). además habían salido de Fez algunos regimientos del askar, o de infantería regular (Francisco Merry y Colón, “Un viaje a Fez”, Revista de España, 07/1869: 406). quedó reducido el ejército de Marruecos a unos dos mil hombres, que formaban el desmoralizado askar [...]. El Milaláy (general en jefe) [...] se preparaba por orden del soberano a combatir con el askar (ejército regular) a los sublevados [...] incorporarse al askar, o sea al ejército regular y permanente de unos dos mil hombres con que cuenta hoy (Francisco Lozano Muñoz, “Apuntes sobre Marruecos”, Revista de España, 07/1875: 499, 516, 52231). con igual derecho que asiste a ingleses y franceses para instruir las tropas del askar, oficiales españoles de todas las armas, en corto número primero, que iría poco a poco aumentando sin llamar la atención, llegarían a influir en el ejército del sultán, estudiarían el país, el idioma, las costumbres, escribirían Memorias, y de seguro serían queridos (El Imparcial, 25/02/1886: 1).

Incluso cabe mencionar la forma laskar, registrada en un modesto vocabulario (“Vocabulario árabe según el dialecto de Marruecos”), que se incluye como folletín en La España (29/10/1859: 1-2)32. En cuanto a áskari ‘soldado de infantería’, el CORDE y el CDH proporcionan algún ejemplo de fines del xix: Cuando el mayor Macdonald partió para Uganda al frente de numerosos askaris, varios tácticos ilustres declararon que bastarían cinco minutos a aquel enérgico 31   Como puede comprobarse, Lozano Muñoz le atribuye repetidamente el sentido de ‘tropas regulares’, y de ello podemos encontrar otros muchos testimonios (La Iberia, 12/10/1878: 2; El Siglo futuro, 12/10/1878: 1...). 32  Este vocabulario reproduce, con la adición de “algunas frases usuales”, el “Vocabulista árabe según el dialecto de Marruecos”, publicado apenas unos días antes en El Clamor Público (26/10/1859: 3).

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oficial para sofocar la insurrección (Ricardo Beltrán y Rózpide, La geografía en 1898, 1899: 255).

Sin embargo, la mayor parte de los ejemplos que recogen han sido tomados de un par de obras: una decena de la novela Imán de Ramón J. Sender, de 1930, y una veintena de las Memorias de Rafael Nogales: —Tener corasón por barriga —elogia a su manera un áscari (Ramón J. Sender, Imán, 1930: 41). El mercader mantiene el precio y los áscaris regatean (Ramón J. Sender, Imán, 1930: 250). El enemigo, según nuestros askars, nunca sospechó nuestra presencia en la orilla oriental del canal de Suez (Rafael Nogales Méndez, Memorias, a. 1936 [1991], II: 152)33. Presenciamos una acción de las tropas del Gobierno, de los áscaris, contra los sublevados. Vimos cómo galopaban los moros y luego los áscaris que llevaban su botín (Pío Baroja, Desde la última vuelta del camino, 1944-1949 [1978]: 749).

La consulta de la hemeroteca nos ofrece un cierto número de documentos con el sentido de ‘soldado raso’, comenzando por los detallados “Reglamentos dados por el emir Abd-el kadr a sus tropas regulares”: Si el Agha (jefe) Rais-el-askar-mohammadi, Sciaf o Kebir-el-Saff muriesen en acción de guerra, sus primogénitos disfrutarán el sueldo [...] hasta que se hallen en estado de tomar las armas: entonces dejarán de percibirle para cobrar el de simple askar mientras no asciendan [...]. Si un askar fuese herido en acción de guerra y la  Detectamos más de veinte apariciones de la voz en el texto, siempre sin acento y, en su caso, construyendo el plural de esta forma. Lo cierto es que Ribera y Asín, al preparar su “Pequeño vocabulario”, habían tomado en consideración este problema: “El árabe tiene formas de plural que a los no entendidos en estas materias suenan a singular. ¿Conservaremos una forma para el singular y otra para el plural? ¿Diremos amín en singular y amana para el plural? Como no creemos sencillo trasladar a nuestra lengua los procedimientos gramaticales del árabe, nos parece mejor que se acepte el singular y, una vez aceptado éste, formar el plural conforme a los procedimientos gramaticales de nuestra lengua; así, supuesto que se acepte la palabra amín, diremos en plural amines (y no umana); addares y no addara, plural de addar. Pero hay que hacer excepción en dos voces que han entrado en la lengua española del plural árabe, alema y adul, con significado de singular, cuyo plural deberá ser alemas y adules” (Ribera/Asín Palacios 1913: 4-5). 33

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herida le impidiese continuar en el servicio [...]. Si un askar enfermase y los facultativos juzgasen no poder ya servir a su patria, el Sultán le concede medio sueldo hasta la muerte (El Boletín del Ejército, 27/01/1845: 7).

Incluso podemos averiguar gracias a la consulta de las hemerotecas que el “uniforme de los askars será de un tejido de lana como la bayeta azul y negro” (El Boletín del Ejército, 27/01/1845: 7-8), o la responsabilidad que estos soldados tenían con respecto a su equipo: Cuando los Askars pierdan alguna prenda del vestuario en acción de guerra no sufrirán descuento [...], mas si la pérdida acaeciere fuera del servicio se les descontará del sueldo el valor de la prenda, según tarifa. Si el Askar perdiese su cartuchera o la correa ceñidora, se le dará otra vieja sin descuento (El Boletín del Ejército, 03/02/1845: 7-8).

Por otra parte, podemos comprobar que un escritor puede usar askar en un mismo texto tanto para designar al soldado (“Así sólo se explica que el ser soldado (askar) sea la mayor desgracia y bajeza [...]. En llegando el momento del combate, sólo los moros de las kabilas hacen frente y defienden con valor y generosidad al Sultán, mientras que el askar procura robar cuanto puede”, E. Bonelli, La Época, 12/09/1879: 1), como al conjunto del ejército regular (“Él askar fue instituido por Muley-Abd-Er-Rahman, abuelo del actual Sultán [...] el askar viene conservándose hasta hoy en un estado lamentable [...]. Cuando un moro entra obligatoriamente en el askar se le hace una señal indeleble en la mano para que no pueda desertar”, E. Bonelli, La Época, 12/09/1879: 1). 3.2. Harca También en este caso el Suplemento de la edición de 1914 del DRAE ofrece la primera aparición en el diccionario académico de este lema, interpretado como “En Marruecos, expedición militar; tropas que la efectúan”34. Esta definición se convirtió en 1936 en la que todavía figura en el DRAE (“1. f. En Marruecos, expedición militar de tropas indígenas de organización irregular. 2. f. Partido de rebeldes marroquíes”), a la que acompañaba una importante 34  La misma definición, con la marca mil., en Alemany-1917 y, con ligeros cambios, en Rodríguez Navas-1918.

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i­ndicación acerca de la correcta pronunciación que se mantuvo hasta la edición de 1992 (“En esta palabra se aspira la h”)35. En 1914 el DRAE propone como etimología el árabe haraka y esta información se mantiene hasta que en 1984 se precisa “Del ár. ḥaraka, en Marruecos harka, movimiento de tropas”36, para optar ya decididamente en 1992 por “Del ár. marroquí ḥarka ‘expedición militar’”, etimología que se ha mantenido hasta la última edición. Corriente, por su parte, había respaldado las tesis de Corominas y Pascual, pues indica que “harca ‘partida o expedición de tropas irregulares o rebeldes’ es arabismo contemporáneo introducido durante el Protectorado, tomado del marroquí ḥarka ‘campaña militar, escuadrón (de caballería)’ < cl. ḥarakah ‘movimiento, gesto’, que en neoárabe ya tenía la acepción de ‘expedición militar’” (Corriente 2003: s. v. alarca; cf. también Corriente 2008: s. v. alarca)37. El CORDE y el CDH registran harka en Juan Goytisolo (1970, Reivindicación del conde don Julián), pero ofrecen documentación muy anterior con la grafía harca, habitual en nuestros diccionarios: ya en 1905 aparece en un texto de Pérez Galdós (“las irregulares masas de tropa (harca) que componían aquella inmensa grey”; Aita Tettauen, 1905) y, un cuarto de siglo más tarde, en Sender: (“¡A la orden de usía! Sin novedad la harca amiga de Beni-Said”; Imán, 1930); todavía contamos con un testimonio impreso en 1946, que, en realidad, trascribe un documento de 1909 (“En los primeros días de octubre, [...] dos globos elevados se aproximaron a las posiciones de Beni-Bu-Ifrur [...], según el parte oficial, ‘proporcionando datos de gran valor militar sobre las posiciones enemigas, efectivos de

35  El lema, tal y como figura en el DRAE de 1936, se incorpora al DRAEM (Diccionario manual e ilustrado de la lengua española) en 1950. 36   Posiblemente a raíz de la lectura de la información del DCECH (“tomado del árabe marroquí ḥárka ‘expedición militar’, ár. ḥáraka”; v. DCECH: s. v. harca); con respecto a la aceptación de las propuestas etimológicas de Corominas por parte del DRAE, v. Pérez Pascual (2016). 37  Alain Rey considera que también la voz francesa harka es un préstamo del árabe magrebí ḥarka ‘expedición, operación militar’, tomado del ár. clás. ḥaraka ‘movimiento’. Documenta esta palabra en francés en 1907 para designar, en Marruecos, un golpe de mano contra un puesto; enseguida la palabra se aplica, por metonimia, a una tropa de insurgentes reunidos para dar un golpe de mano y después (1914) a una tropa que refuerza al ejército regular francés en el norte de África (Rey 1998: s. v. harka). No vamos a entrar en la presencia de este tipo de arabismos en francés; puede verse sobre este tema Quinsat (2015), con amplia bibliografía.

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las harcas y lugares en que efectuaban sus concentraciones’”; José Gomá Orduña, 1946, Historia de la aeronáutica española)38. Si nuevamente acudimos a la prensa, encontramos ejemplos bastante anteriores a los de los corpus de la RAE; esta voz, representada como harca o harka, suele considerarse de género femenino, aunque, como veremos en las muestras coleccionadas, tampoco es inusual que se emplee como masculina. Acostumbra ir acompañada de alguna aclaración acerca de su significado y suele transcribirse entre comillas o en cursiva, todo lo cual delata que se percibe como un extranjerismo. Alguno de los ejemplos de harca remonta ya a 1886 (“la colección de tiendas de campaña que ocupa el Sultán y sus mujeres, cuando aquél sale a algún viaje, o a hacer la harca (quema)”, Revista Contemporánea, 01/1886: 353)39, aunque la mayor parte son del siglo xx y presentan diferentes matices en lo que toca a su significado, pues en ocasiones se interpreta y define la palabra en los textos de manera más amplia que como ‘expedición militar’: poco después se dirigía la harca hacia Fez, donde El-Aziz fue a jurar los fueros de la ciudad, a orar en la tumba del segundo monarca del Imperio y a hacer una excursión a Zerhum [...], donde descansan los restos de Dris I (El Heraldo de Madrid, 21/05/1902: 3). El disgusto de las kabilas de Fez contra Kaid-Meshuar-Kalifa se debe a que éste les estaba exigiendo constantemente impuestos de “harca”, o sea de guerra (El Día, 06/11/1902: 1). se circularon terminantes órdenes a todas las kábilas adictas, demandando el tributo de sangre, la harca, ese ejército de mendigantes, gente harapienta, mal armada, peor comida, que va y viene como la langosta, agostando los campos por donde pasa (Nuestro Tiempo, 06/1903: 103).

Con mayor frecuencia, y desde fechas más tempranas, nos encontramos con el término escrito con k:

38  La cita corresponde a un parte oficial acerca de la utilización de los dirigibles Urano y Reina Victoria en las campañas de septiembre de 1909, fechado ese mismo año. 39  Domingo Soriano (1994-1995: 75) recoge esta cita, que sitúa en 1880, pero debe tratarse de un error, pues el libro que narra la audaz expedición de Cristóbal Benítez (del que los artículos en prensa son un adelanto) no parece conocer edición alguna antes de 1899 (Mi viaje por el interior de África, Tánger, Imprenta Hispano-Arábiga de la Misión Católico-Española).

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Abd-el-Sadak, quien había salido con unos cien soldados para verificar la harka o reclutamiento militar, destinada a suministrar al sultán el contingente de que hoy necesita (El Día, 11/06/1883: 1). el harka, el sistema de reclutamiento de la infantería, es sólo hijo del capricho de los gobernadores y caids que se apoderan de todo hombre de regular posición, a quien permiten redimirse por una cantidad que fluctúa entre diez y veinte duros (La Iberia, 23/08/1888: 2). se dirigía a los territorios del Sus y del Nun con la mayor parte de su ejército a realizar una de las campañas o incursiones (Harka) que tienen por objeto cobrar las contribuciones y someter las razas rebeldes (Revista de Geografía Comercial, 31/08/1888: 12). después, si no hay obstáculo de mayor cuantía, se dirigirá con el harka a Taza, a prestar el auxilio que sus habitantes reclaman (Archivo diplomático y consular de España, 08/06/1890: 6). La reserva, o harka, se compone de todos los hombres útiles del país, y acuden a ponerse bajo las banderas en cuanto el Sultán apellida guerra contra el Infiel (La Época, 09/08/1892: 2). Varios bajalatos del interior tienen orden imperial de preparar, en breve plazo, el contingente indispensable para una harka (expedición militar) destinada, según se cree, a operar en el Riff (La Época, 03/01/1894: 2). cuando se reunió la harka, o para que usted lo entienda, todos los hombres útiles para la guerra desde los doce a los sesenta años (El Imparcial, 16/02/1894: 1). El sultán hacía todos los años [...] una expedición al frente de la harka, ejército imperial reclutado por medio de levas, para castigar las kabilas (El Siglo Futuro, 15/06/1894: 3). se ha decidido estos días que Muley Abd-el-Azis irá con su harka (columna) primeramente a Mequinez (La Iberia, 10/01/1895: 1). Según noticias que acaban de recibirse en esta, la harka o expedición militar que debe castigar a la cabila de Beni-Mesara (El Heraldo de Madrid, 21/01/1902: 2).

En época muy posterior, todavía podemos mencionar como muestra de la pervivencia de esta voz el sonoro título de la película ¡Harka!, dirigida en 1941 por Carlos Arévalo, prueba de que, a raíz de la presencia de España en el norte de África, la palabra era conocida por el público español.

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Cartel anunciador de Harka (1941)

3.3. Mehala Mehala (también escrita mehalla o mejala40) es voz que se mantiene en la última edición del diccionario académico (2014), donde se define como “Del ár. marroquí mḥalla ‘tropa acampada’.1. f. En Marruecos, nombre que se daba al cuerpo de ejército regular”, lema que, con cambios en su definición producto de los acontecimientos históricos, se mantiene desde su aparición en el Suplemento a la edición de 191441.  La forma mejala figura en el DRAE desde 1970, definida allí como “Cuerpo de ejército regular del ejército marroquí, mehala”; en las ediciones posteriores simplemente se remite a la entrada mehala. 41  Si en 1914 se consideraba una voz en uso (“f. En Marruecos, cuerpo de ejército regular”, definición que acogen Alemany-1917 y Rodríguez Navas-1918, donde también aparecen mehala y mehalla), en 1984 se siente por fin la necesidad de marcar la palabra como propia del pasado (“En Marruecos, antes, cuerpo de ejército”), modificándose ligeramente la definición en 1992 (“En Marruecos, nombre que se daba antes al cuerpo de ejército regular”) para quedar fijada en la actual desde 2001. 40

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No hay en este caso ninguna duda acerca del origen árabe del término, si bien el DRAE comienza ofreciendo como etimología, sin mayores precisiones, “el árabe mehalla” (1914) y solo a partir del 2001 precisa que procede “del ár. marroquí mḥalla ‘tropa acampada’”. No debemos olvidar que el DRAE acogía también almofalla desde 1869 (“1. f. desus. Campamento o hueste acampada. 2. f. desus. Hueste o gente de guerra”, 2014) y desde 1914 almahala (“Del ár. hisp. almaḥálla o almuḥálla, y este del ár. clás. maḥallah ‘campamento’. 1. f. desus. Almofalla”, 2014) y que los términos almafala o almofalla ‘campamento de un ejército’, ‘ejército’, presentes en castellano desde la Edad Media, son, como indican Corominas y Pascual, “la misma palabra que hoy suele citarse en la forma mejala, hablando de Marruecos” (DCECH: s. v. almofalla; cf. también Corriente 2008: s. v. almaf/hala). El CORDE y el CDH apenas proporcionan ejemplos de cualquiera de las adaptaciones gráficas de este arabismo, y son todos bastante tardíos: Dos docenas de moros llegan de sus aduares con mercancías miserables. Son todos viejos. Los jóvenes están en la guerra con nosotros —regulares, mejala— o con los rebeldes (Ramón J. Sender, Imán, 1930: 249, con algún otro ejemplo). Años más tarde surgió la famosa disparidad entre Silvestre y el Raisuni. El Coronel Silvestre quiso disolver una mehalla que el Raisuni tenía en Ahel Serif, y el cherif se negó. Fué atacado el campamento moro y deshecha la mehalla. Nació con tal hecho la enemistad (José Gomá Orduña, Historia de la aeronáutica española, 1946; no obstante, el autor reproduce en esta ocasión un texto periodístico publicado más de veinte años antes: ABC, 18/04/1925).

En cambio, si acudimos a las hemerotecas digitales podemos documentar la palabra, con diferentes representaciones gráficas, desde mucho antes42. La más antigua a la que hemos accedido es mehalla, en una fecha tan lejana como 1858: Se inició la lucha con grande aparato; pusiéronse sobre las armas las milicias y las tropas regulares, mehalla, bajo las órdenes del mismo emperador (La Época, 14/07/1858: 2; La Discusión, 15/07/1858: 3). contentándose los demás de menos cuenta con los cargos subalternos de Kadí o de Kaid de la Mehalla (La América, 24/07/1858: 8).

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 Dejamos de lado algunos casos en que nos encontramos con un topónimo.

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Los preparativos de la Mehalla tardarán mucho tiempo en terminarse (El Siglo Futuro, 14/05/1894: 3).

Alguno de los textos proporciona valiosos datos sobre este tipo de unidad militar: Los contingentes [...] se organizan en escuadrones o mehalla, a la cabeza de las cuales van los caid-mia. Varios mehallas, hasta completar un millar de caballos, son mandados por un caid-agha (Resumen de la prensa militar extranjera y de la técnica nacional, 02/1902: 78).

E incluso figura Mehalla como equivalente de ‘ejército’ en el ya citado vocabulario publicado como folletín en el diario La España (29/10/1859: 1-2).

La España (29/10/1859: 1-2)

Contamos, asimismo, con apariciones anteriores al siglo xx de la forma mhala, aunque no son muy numerosas y no siempre se escriben con cursiva (a veces incluso alternan en el mismo texto diversas transcripciones): Una caravana de 12 camellos con cargas de mercancías varias [...] ha sido asaltada por individuos de la Mhala, que vino a castigar a los Herua (La Iberia, 06/12/1894: 2). Kaid Ben Uda no quiere perdonar a la Mhala su craso error, y ha anunciado que no dejará sin vengar los ultrajes y asesinatos de que han sido víctimas muchos de sus subordinados (El Siglo Futuro, 10/12/1894: 2). fue obligado éste a preparar una mhala, o ejército de diez mil hombres, que [...] cayeron sobre aquellas aguerridas tribus [...]. Una mhala, o ejército de ocho mil hombres, reclutados en Fez y en las cabilas del tránsito [...] se encargó de atender a la exigencia de la diplomacia extranjera en Tánger [...]. Al aproximarse la mhala a Tánger después de un mes de lenta y penosa marcha (Nuestro Tiempo, 03/1909: 11 y 16; en el mismo ejemplar se emplea mehala, como veremos inmediatamente).

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El mayor número de apariciones, ya a principios del siglo xx, se presentan bajo la forma más habitual, mehala: el Sultán ha enviado hacia los mismos puntos una nueva mehala, compuesta de 5.000 hombres de infantería y caballería (El Heraldo de Madrid, 24/06/1903: 1) los robos de ganado, de que fueron víctimas en el Angad algunos comerciantes [...] por parte de la mehala de Uchda (La Correspondencia de España, 10/09/1905: 1). La consigna que en estos trances suele darse, o que se toman por sí mismo los kaides o jefes de la mehala, es arrasar y quemar los aduares, [...] al acercarse la mehala al campo de la pelea (Nuestro Tiempo, 03/1909: 11). tuvimos que hacer gestiones para que desaparecieran del campo exterior los restos de la mehala, [...] de ello se aprovecharon emisarios hábiles del Sultán, para preparar ambiente a la mehala enviada contra él en 1906 (Nuestro Tiempo, 08/1910: 134).

Destaca entre los ejemplos un curioso fragmento humorístico, pues, según se nos anuncia, es “‘la Mehala de Mar Chica’, título y tema que ni de encargo para una zarzuela en varios cuadros representable en Apolo con toda propiedad y a todo gasto”: España: —Que la Mehala pasa frío y hambre y no tiene recursos ni víveres y quiere que yo la socorra, y dice que si no la socorréis hace una barbaridad. El Guebbas: —¡Bueno! Ocúpate de tus cosas. España: —Que la Mehala se ha refugiado en Melilla y si queréis yo os la pondré en Tánger flete pagado. El Gutbbas: —¿Y a mí qué? España: —Que esto es inhumano y me cuesta un dineral tener que supliros en el papel de guardianes de mi campo fronterizo. El Guebbas (al jefe de la Mehala): —Vuélvete a Mar Chica y echa de allí esos intrusos, pero no pagues una peseta de lo que te han fiado ni agradezcas lo que te han dado (El Globo, 26/02/1908: 1).

También encontramos tempranamente mejala, en cursiva en su primera aparición, con un sentido (‘campamento’) que no se le confiere en los restantes testimonios: Recibo noticias directas del campamento o mejala establecido en las cercanías de la kabila de Beni-Mesara (El Heraldo de Madrid, 30/04/1902: 1).

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Comenzó siendo un desembarco de tropas españolas; después fue una mejala de Abd-el-Aziz; [...] la fantasía árabe [...] hace de 20 barquillas una escuadra española o una mejala del Sultán, [...] ahora los mismos de la mejala de Hafid, se gastan sus reales en la tómbola (La Época, 24/8/1908: 1) guarnecen el recinto fuerzas de la mejala raisuliana (África española, 30/5/1916: 90). un soldado de ingenieros, herido leve; dos moros de la mejala muertos (El Imparcial, 28/03/1919: 3)43.

Domingo Soriano ha documentado, además, la aparición de una variante majala en 1835: “no nos fue posible encontrar caballerías para salir en compañía de la Majala, o ejército, que marchaba de guarnición” (1994-1995: 99; hemos comprobado la exactitud de la cita de Los cristianos de Calomarde, de León López Espila). En el interesantísimo “Pequeño vocabulario” de Ribera y Asín Palacios, se ejemplifica mediante esta voz uno de los criterios adoptados: “El gusto de seguir la tradición española no nos lleva a rehuir sistemáticamente los neologismos, cuando las exigencias de la claridad lo imponen; por eso se acepta mehala en vez del anticuado y desusado español almofalla” (Ribera/Asín Palacios 1913: 3). También se detienen sus autores a explicar los problemas gráficos que plantea la adaptación a la ortografía española de una forma del árabe marroquí: en todo cuanto no contradiga la índole de nuestra lengua, cuya sencillez de procedimientos rehúye [...] combinaciones extrañas, hemos procurado ajustarnos todo lo posible a la forma vulgar marroquí. Por esta consideración se conservan las duplicaciones de consonantes en medio de palabra, v. gr., en addar; pero no las hemos conservado en fin de palabra, por lo cual decimos xot y no xott, cuya duplicación es extraña a nuestra lengua; ni hemos conservado la duplicación de la ele, porque en español la doble ele es ya letra de sonido distinto; por eso se escribe mehala en vez de mehalla (Ribera/Asín Palacios 1913: 5-6).

Y aun aclaran cómo debe pronunciarse esa h interior de palabra, explicando la presencia en los textos castellanos —y hasta en los repertorios léxicos— de variantes diferentes, pues se ha transcrito con ese grafema “una letra árabe 43  Hay otros ejemplos en África española (30/05/1916: 90, 93, 94, 95, 30/1/1917: 44, 45), La Época (13/07/1919: 1), El Siglo Futuro (29/09/1919: 2)...

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que debe ser pronunciada con aspiración bastante fuerte, aunque no llega a ser aspiración tan dura como nuestra jota”; por ello, “cuando aparezca la h en palabras marroquíes debe conservarse la aspiración (como la h en algunos vocablos andaluces) sonando casi como jota, v. gr., en mehala (como si se dijera mejala)” (Ribera/Asín Palacios 1913: 6). Todavía podemos añadir que la prensa de la época se hace eco del acuerdo académico sobre la voz almahala, lo que lleva al redactor a proponer ya en el título: “Almahala”, y no “mehalla” En la sesión que celebró anteanoche la Real Academia Española, bajo la presidencia de don Alejandro Pidal, se acordó acoger en el Diccionario la palabra “almahala”, equivalente a la anticuada “almofalla”, para designar la hueste o ejército moro. Esa forma “almahala” aparece en Agustín de Horozco, Presa de la Maamora, y es la correcta representación de los sonidos de la palabra árabe, en vez de la palabra “mehalla”, que ahora se usa tanto, mal copiada del francés. Esta palabra se escribirá “almofalla”, en tanto en la nueva Ortografía se adopte el signo acordado para distinguir la doble l de la elle. ¡Bueno! ¿Y por qué no aceptar la escritura “mehalla” y la pronunciación “mejala”, o de h aspirada fuerte, rayana en la de j, que es la de los moros? (El Globo, 23/5/1908: 1).

3.4. Mogataz En este caso se trata de un arabismo que ya figuraba en el DRAE desde 1899, si bien desde esa entrada, y hasta la última edición, remite a ‘moro mogataz’, que en 1899 era un “Soldado indígena al servicio de España en los presidios de África”, definición a la que se añadió el adjetivo “antiguos”, aplicado a presidios, a partir de la edición de 1984. En cuanto a su etimología, en el DRAE de 1899 se indicaba que procedía del “árabe mogattaç ‘bautizado’, por servir a los cristianos”, información ligeramente modificada en la edición de 1956 (“Del árabe mugaṭṭas, bautizado”), posiblemente por ceñirse a la propuesta de Corominas (“del ár. muġáƫƫas ‘bautizado’”, DCECH: s. v.)44. La última edición del DRAE precisa que nos   Según señalan Corominas y Pascual, el “verbo ġáƫƫas es ‘zambullir’ y se emplea en este sentido en Marruecos (Lerchundi); en otras partes se registra como vulgar en el sentido de ‘bautizar’ (Belot); muġáƫƫas es su participio pasivo” (DCECH: s. v. mogataz). Puede verse también Corriente (2008: s. v. mogatace). 44

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encontramos ante una voz procedente del “ár. hisp. muḡaṭṭás, y este del ár. muḡaṭṭas ‘bautizado’; literalmente ‘zambullido’” (2014). En esta ocasión el CORDE y el CDH ofrecen testimonios ya en el siglo xviii, en textos de Vicente García de la Huerta: “Entre sus valerosos mogataces / lugar por su prudencia señalado / goza Alí [...] / Cuántas virtudes!, ¡cuántas excelencias / de él refería el mogataz anciano!” (Los bereberes, 1772: 234 y 237)45. No obstante, la hemeroteca nos sirve, una vez más, para afinar el momento en que se introduce la expresión en castellano, pues encontramos ejemplos desde 1735: no fueron recibidos con menor [bizarría] de nuestros moros, a quienes se había reforzado con los de Paz de Ifre, los mogatazes de la Plaza, y otros (Gazeta de México, 11/1735: 6). mandó el Comandante General apostar dos emboscadas de fusileros y mogataces de aquella Plaza (Mercurio histórico y político, 04/1773: 90). En Orán la de Caballería de moros mogataces (Estado militar de España, 1775: 53). escoltado por las partidas de fusileros y mogataces (Mercurio histórico y político, 11/1781: 96). El día 13 al hacer la descubierta la partida de 12 fusileros, un cabo y 2 moros mogataces [...]. Una emboscada [...] sin más desgracia nuestra que un mogataz herido (Mercurio de España, 07/1791: 69 y 73)46. si hubiera sido ocupado por aquel mogataz en cara y hechos, hubiéramos gemido algún tiempo bajo su bárbaro cruel yugo (El Procurador general de la nación y del rey, 116/08/1814: 4).

Citaremos, por último, un texto que aporta una valiosa información sobre algunos de los espectáculos populares en ese tiempo: se correrá un valiente toro embolado [...], el cual lo saldrá a picar Catud, moro mogataz de Ceuta, que hallándose en esta corte a diligencias propias, e instado por varios aficionados conocedores de su agilidad a caballo y del valor que lo ­distingue,  Domingo Soriano (1994-1995: 101) no lo documenta hasta 1884, en los Episodios militares de Antonio Ros de Olano. 46  Más ejemplos en estas mismas publicaciones (Mercurio histórico y político, 05/1783: 71, 76; Mercurio de España, 10/1784: 82, 83, 06/1789: 78...). 45

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se ha ofrecido a desempeñar no solo la suerte de picar, sí también a ejecutar, a estilo de su país, varias habilidades y posiciones sobre el caballo, no vistas en esta plaza (Diario de avisos de Madrid, 22/01/1837: 4).

3.5. Tabor También en este caso es el Suplemento del diccionario académico de 1914 el primer repertorio lexicográfico que acoge el arabismo: “Unidad de tropa regular marroquí que pertenece al ejército español y se compone de varias mías o compañías, ordinariamente de dos de a pie y otra montada”47. Solo en 1984 se modifica la definición, dando lugar a la que todavía incluye hoy el DRAE: “En el antiguo protectorado español en Marruecos, unidad de tropa regular indígena perteneciente al ejército español y compuesta por varias mías o compañías”. En cuanto a su etimología, el DRAE de 1914 indicaba sencillamente que procedía del árabe tabur, pero ya en 1956 señala que proviene “Del turco ṭābūr”, acogiendo la propuesta de Corominas de que, aunque había sido tomado “del ár. ƫābûr ‘legión’, ‘escuadrón’ a finales del xix o principios del xx”, la palabra árabe era un préstamo del turco. Todavía añadía Corominas que, a su vez, el turco, “parece haberlo tomado del polaco”, si bien Corriente ha aclarado que, aunque se ha difundido en varias lenguas eslavas desde el polaco tabor, “está mejor establecido en túrquico [...], por lo que debe corregirse la noción [...] de que [...] proceda del polaco”; a su juicio, tabor ‘batallón’ “es voz tomada contemporáneamente durante el protectorado de Marruecos, del mar. ṭabur Tabur < neoár. ṭābūr < turco tabur, del mismo sentido” (Corriente 2003: s. v. tabor; cf. también Corriente 2008: s. v. tabor)48. La documentación que proporcionan CORDE y CDH se abre con una aparición de esta voz en un periódico de 1910: El teatro estaba brillantísimo, ocupando los palcos el general Alfau, el alcalde, el jefe de la Comisión militar que fue a Tetuán a saludar al Sr. Merry del Val, el jefe

 A partir de esta edición se incorpora a diccionarios no académicos como Alemany-1917 y Rodríguez Navas-1918. 48  En todo caso, hay una coincidencia general, que también hace notar Corominas, de que este término, que designa “un regimiento de tropas nativas en el ejército español”, se utiliza “solamente con referencia a Marruecos” (DCECH: s. v. tabor). 47

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del tabor y el cónsul de España en Tetuán (“En honor de los kaídes moros”, Diario Universal, 27/12/1910).

También procede de la prensa el siguiente ejemplo que registran, ya de 1939: desfilando nueve unidades de tipo batallón, un tabor de Regulares y un Bandera de la Legión [...]. Tropas motorizadas, soldados de Infantería con ametralladoras [...] una Bandera de la Legión, un tabor de Regulares, un batallón de ametralladoras (Antonio Loma-Osorio, “La magnífica jornada en Madrid”, Nueva Rioja, 20/05/1939).

Muy próximo a esta última fecha es el primer texto de creación que recoge esta palabra: Uno de aquellos campeadores, el coronel Ríos Capapé, gigante de cuerpo y alma, fue quien al frente de un tabor de marroquíes coronó el recinto universitario (Ricardo León, Cristo en los infiernos, Madrid, 1941).

La consulta de las hemerotecas ofrece documentos algo anteriores a los de los corpus de la RAE, en los que suele aparecer como equivalente a batallón49: El tabor o batallón del Aaskar, llamado Jarraba, con su Naba, banda militar compuesta da unos 80 músicos, cuyas tocatas forman una algarabía infernal [...]. Cerca del sultán acampa el tabor o batallón del Aaskar llamado Jarraba (El Imparcial, 22/11/1893: 2). El enérgico Hadj Alí, jefe de un tabor [...] está formando un batallón en Marrakesh, donde hay además el tabor venido del Sus y ocho compañías de a 700 hombres cada una, compuestas por gentes de la Medina (La Iberia, 30/10/1894: 1). ha salido un tabor para la comarca de los Ait Isdeg (La Iberia, 08/11/1894: 1). Ayer salió el tabor de los Bojara a agregarse a la columna ya reunida en las orillas del Wad Fez (La Iberia, 06/04/1895: 2).

49  En esta ocasión Domingo Soriano documenta tabur en 1879, si bien se trata de la voz árabe: “La infantería (Askar) se compone de cinco cuerpos o Batallones (Tabur en singular, Tuaber en plural)” (Joaquín Gatell, Viajes por Marruecos, cit. en Domingo Soriano 1994-1995: 108).

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el ex oficial inglés Kaidde MacCleam, que [...] reside hace tiempo en la Corte xerifiana, goza de gran influencia y manda el tabor o batallón llamado Jarraba, surtiendo varias veces de vestuarios, armamentos y municiones a las tropas marroquíes llamadas regulares (El Heraldo de Madrid, 25/01/1902: 6).

No continuaremos en esta ocasión con el examen de algunos otros arabismos contemporáneos procedentes de Marruecos que se han empleado en el campo de la guerra; y no lo haremos únicamente por no extender excesivamente este capítulo, sino porque entre ellos figuran algunas voces que merecen un estudio mucho más demorado: tal sucede con razzia o con el presunto arabismo canana, sobre los que habremos de volver en breve. Referencias bibliográficas Alvar Ezquerra, Manuel (1997): “Prólogo”, en G. Corpas Pastor, Manual de fraseología española. Madrid: Gredos, pp. I-III. Bosque, Ignacio (1982): “Sobre la teoría de la definición lexicográfica”, en Verba, 9, pp. 71-85. Campos Souto, Mar (2007): “Hacia una ordenación morfológica del NDHE: primer esbozo”, en Verba, 34, pp. 125-155. — (2015): “El NDHE como muestra de la nueva lexicografía digital”, en Estudios de Lexicografía, 3 (monográfico sobre el NDHE), pp. 71-93. — (2016): “Léxico del futuro para la lengua del pasado”, en Rosalía Cotelo García (coord.), Entre dos coordenadas. La perspectiva diacrónica y diatópica en los estudios léxicos del español. San Millán de la Cogolla: Cilengua, pp. 33-72. Campos Souto, Mar/Pascual, José Antonio (2012a): “Dalle que dalle: la Filología como intermediaria en el salto de la cantidad a la calidad”, en Tomás Jiménez Juliá et al. (eds.), Cum corde et in nova grammatica. Estudios ofrecidos a Guillermo Rojo. Santiago de Compostela: Universidade de Santiago de Compostela, pp. 183192. — (2012b): “Lexicografía, filología e informática: una alianza imprescindible”, en Dolores Corbella et al. (eds.), Lexicografía hispánica del siglo xxi. Nuevos proyectos y perspectivas. Homenaje al profesor Cristóbal Corrales Zumbado. Madrid: Arco/Libros, pp. 151-170. Campos Souto, Mar/Pérez Pascual, José Ignacio (2003-2004): “Las voces gallegas incorporadas al DRAE: de 1992 a 2001”, en Revista de Lexicografía, X, pp. 39-63. Castillo Carballo, María Auxiliadora (2003): “La macroestructura del diccionario”, en Antonia M.ª Medina Guerra (coord.), Lexicografía española. Barcelona: Ariel, pp. 79-92.

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Lengua, ciencia e historia: la evolución de célula* 1 Language, Science and History: the evolution of célula Cecilio Garriga Escribano Universitat Autònoma de Barcelona A Pilar Díez de Revenga, in memoriam Resumen: La palabra célula forma parte de un grupo de palabras del ámbito científico que se caracterizan por denominar partes elementales de la materia. Así ocurre con átomo, corpúsculo, molécula y partícula, palabras ya estudiadas por mí en trabajos anteriores. Etimológicamente célula está emparentada con celda, pero su significado ha ido cambiando, desde ‘cavidad pequeña’ a ‘elemento fundamental de los organismos vivos’, pasando por una serie de sentidos figurados que van dando forma a la historia de la palabra. En este estudio se trata de los usos de la palabra célula en los textos de diferentes épocas del español, de su reflejo en los diccionarios, de la comparación con otros diccionarios históricos de nuestro entorno, y todo ello en el marco de la historia de la ciencia. El resultado es un mejor conocimiento de la evolución de la palabra célula en español, que contribuye a ensanchar los límites de la historia de la lengua, y que muestra un método de trabajo que proporciona buenos rendimientos aprovechando los medios que la tecnología pone al alcance de los investigadores. Palabras clave: célula, lexicología, lexicografía, terminología, lengua de la ciencia. Abstract: The word célula belongs to a group of words from the scientific area which designate the elemental parts of matter. So do words like atom, ­corpuscle, * Este estudio se enmarca en el proyecto de investigación Diccionario histórico del español moderno de la ciencia y de la técnica, financiado por el Ministerio de Economía y Competitividad (FFI2013-41711P) y desarrollado por el grupo Neolcyt, en el marco del Grupo Lexicografía y Diacronía, reconocido por la Generalitat de Catalunya (2017SGR-1251), y que forma parte de la Red Temática “Lengua y ciencia” (FFI2015-68705-REDT).

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molecule and particle, which I have already studied in some of my previous research works. Célula is etymologically related to celda, but its meaning has changed from ‘small socket’ to ‘essential element of living beings’, going through a sequence of figurative senses that articulate this word’s history. This study is about how the word célula has been used throughout the different periods of the spanish language, its reflection on dictionaries, and the comparison with other historical dictionaries from our environment, focusing on the history of science. The result is an improved knowledge of the word célula’s in the Spanish language, which contributes to widening the limits of this language’s history, and which shows a work method that provides productiveness by taking advantage of the tools put at our disposal by the leading technology. Keywords: cell, lexicology, lexicography, terminology, language of science.

1. Introducción La lengua de la ciencia es un ámbito particular de la lengua que necesita una atención especial. Su historia no se puede separar de la evolución que tienen las propias ciencias, ya que los avances del conocimiento producen cambios en su significado. Además, la relación natural entre lengua especializada y lengua común es la causa del trasvase de términos entre estos dos ámbitos del léxico. Este es el caso de la palabra célula, una unidad que resulta familiar a la mayor parte de los hablantes debido a la importancia que ha adquirido la medicina y la biología en la sociedad actual, y al avance que estas ciencias han alcanzado en los últimos 150 años. Pero este es solo uno de los significados de célula, que evoca, entre otros, el rasgo de ‘pequeñez extrema que no se percibe a simple vista’, ‘unidad mínima de un todo organizado’, etc. En trabajos anteriores (Garriga Escribano 2008, 2010, 2012) he prestado atención a otras palabras que designan las llamadas partes elementales (Vial 1999: 18) como átomo, corpúsculo, molécula y partícula, que tienen mucho en común con célula, en tanto que evocan esa idea de ‘pequeñez extrema’, que son unidades propias de la lengua especializada, que revelan una historia compleja en la que tiene mucho que ver la evolución del conocimiento científico, y que penetran en la lengua común desarrollando significados metafóricos1. 1  Es necesario superar simplificaciones como las de Doval (2002: 79), donde se vincula la aparición de la palabra célula a la invención del microscopio. Sin embargo, el origen de célula en español es muy anterior a la aparición de este instrumento.

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La palabra célula tiene una historia que va más allá de las acepciones que recoge la 23.ª edición del DLE: célula. (Del lat. cient. cellula, y este del lat. cellŭla ‘celdilla’, dim. de cella ‘celda’.) f. Biol. Unidad fundamental de los organismos vivos, generalmente de tamaño microscópico, capaz de reproducción independiente y formada por un citoplasma y un núcleo rodeados por una membrana. ǁ 2. f. Grupo reducido de personas que funciona de modo independiente dentro de una organización política, religiosa, etc. ǁ 3. f. celdilla (ǁ cavidad pequeña. ǁ célula fotoeléctrica f. Fís. Dispositivo que detecta la luz u otra radiación electromagnética y la transforma en corriente eléctrica, y que tiene aplicaciones en aparatos como fotómetros o paneles solares. ǁ célula hija. f. Biol. célula respecto a otra de la que procede por división. ǁ célula huevo f. Biol. cigoto. ǁ célula madre f. Biol. célula que se reproduce dando lugar a dos o más células hijas. ǁ 2. f. Biol. célula troncal. ǁ 3. f. Biol. célula totipotente. ǁ célula totipotente 1. f. Biol. célula embrionaria con capacidad para generar un organismo completo. ǁ célula troncal. f. Biol. célula indiferenciada que puede dar lugar a distintos tipos de tejidos, como los constituidos por células hepáticas, nerviosas o epiteliales, o a las diversas estirpes de células sanguíneas. ǁ V. anemia de células falciformes.

Este largo artículo se puede resumir de la siguiente manera: – célula como ‘unidad fundamental de los organismos vivos’, propia de la biología, igual que la mayoría de las expresiones que aparecen en el mismo artículo2; – célula como ‘grupo reducido de personas...’; – célula como ‘cavidad pequeña’; – célula en el ámbito de la física, como ‘dispositivo que detecta la luz...’. Sin embargo, estos cuatro significados no son los únicos que célula ha tenido a lo largo de la historia del español, ni se han desarrollado en el orden que señala el DLE3. 2  El Diccionario Oxford-Complutense de Ciencias (VV. AA. 2004) define célula como ‘la partícula más pequeña con vida propia’. 3  No se considera aquí la asimilación que se produce en algunos textos entre célula y cédula. El fenómeno de asimilación está presente desde textos bien tempranos, como el Libro de Cabildos de ciudad de Quito (1597: 35), donde se habla de “[...] una Real Célula dirigida a la Audiencia Real del nuevo Reino de Granada”, o numerosos textos del CDH: “la célula

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2. célula = ‘cavidad pequeña’ Como explican Corominas y Pascual (1980-1991: s. v. celda), célula es un cultismo tomado del latín cĕllŭla, diminutivo de cella. Lo documentan en el siglo xv en Juan de Mena, como hace el DHRAE-1936, que a su vez coincide con el Diccionario de Autoridades, donde ya aparecía la palabra: CELULA. s. f. dim. de Celda, qualquier pequéño seno, ò mansión corta en que se recòge, guarda, ò esconde algúna cosa. Viene del Latino Cellula, que significa lo mismo. Es voz antiquada. Men. Coron. fol. 16. El sesso común face tres actos, el qual está en la célula de la frente.

En efecto, los textos de que disponemos coinciden aproximadamente con estas fechas4. La primera documentación existente la data el CORDE en un texto de finales del siglo xiv (c. 1381-1418), la Sevillana medicina de Juan de Aviñón (1545: 118R), en el que se dice: Bien assi como la fantasia y guarda las cosas quel senso comun recibio delos sensos de fuera: y assi los dos primeros estan enla delantera: y los otros dos enla celula mediana del celebro. La .v. enla celula trasera del celebro: y en medio del celebro ay vna vena que va dela primera celula ala postrimera / por do passa el espiritu sensible / y es fecho como gusano que sube y deciende del vno al otro: y quando el ome se quiere acordar delas cosas oluidadas allegase todo el spiritu enel trasero del celebro: y poresta razon es acostumbrado de alçar la cabeça arriba.

Esta primera documentación, en un texto especializado, proporciona un dato que se mantiene en estos testimonios tempranos: como se recoge en los primeros diccionarios, célula se entiende como diminutivo de celda, de uso ya anticuado, pero lo que no advierte, por ejemplo, el Diccionario de autoridades (RAE 1726-1739), es que el uso de célula va asociado a textos

de Su Majestad” (Pasamonte, Jerónimo [c. 1605]: Vida y trabajos), “ha hecho privilegio la Célula Real” (San Agustín, fray Gaspar de [1698]: Conquistas de las Islas Filipinas), “Tengo la célula de Felipe V, impresa en Zaragoza” (Anónimo [1716]: Real cédula de Felipe V), “Real Célula de 3 de Octubre de 1769” (Font Quer, Pío [1962]: Plantas Medicinales. El Dioscórides Renovado), etc. 4  También el DELI (s. v. cèlla) documenta por esas fechas la acepción ‘piccola cavità di corpi, sostanze minerali e simili’.

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que se ­consideran “especializados” y que se refieren al cuerpo humano y la medicina, como se puede observar en los siguientes ejemplos5: E tiene de parte de suso los braços llenos de celulas & camaras con testiculos: assi como la bolsa de los testiculos. tiene vientre comun en medio assi como las partes del peyne al & tiene cuello baxo canalado (Traducción del Tratado de cirugía de Guido de Cauliaco, 1493, CORDE). Fue dicho enlos passados capitulos la difficultad dela preñez por parte del miembro del varron como instrumento principal. Agora veremos la misma difficultad por parte dela muger y su miembro necessario que es la matrix: y fue dicho antes de su figura y forma su particion sus celulas. Agora dezimos que puede venir tal defecto por su creacion natural y accidental como es: no estar formada y diuidida por sus partes como es menester: y esto se dize defecto natural o por su mala complexion/ fria/ humida/ caliente/ y seca mas que no es menester/ o compuesta (Carbón, D., Libro del arte de las comadres, 1541, CORDE). Así que, lo primero conviene hallar su cabeza; que, hallada, Andres Vessalio se ofrece a entrarse en ella con nunca vistos pasos de anatomía y visitarla seno por seno, célula por célula y sentido por sentido (Quevedo, Visita y anatomía de la cabeza del cardenal A. de Richelieu, 1635, FG)6. [...] el músculo del estribo, la abertura de la trompa de Eustaquio, la tuberosidad, la abertura de la célula mastoideas con toda la porción petrosa y celulosa que tiene dicho hueso en su interior (Diario curioso, erudito, económico y comercial, 02/08/1786, HD).

Merece la pena prestar atención aquí a Terreros (1786) porque se refiere a la voz célula (s. v. celdilla)7 para señalar también que se trataba de un uso anticuado8. Pero destaca que precisamente Terreros sea el primero que, s. v. celda y celdilla, introduce un significado especializado: ‘se dice tambien por la semejanza de otras muchas cosas, como en la Anatomía, por las cavidades,  Esta es la razón por la que no se recoge célula en Gutiérrez Rodilla (1993).  Según se indica en la ficha correspondiente del FG, el fragmento está sacado de las Obras completas de Quevedo (ed. crítica de Astrana Marín), Madrid, 1932. 7   Por esta razón no aparece en las búsquedas de célula en el NTLLE. 8   Autoridades (RAE 1726-1739) y Terreros (1786) coinciden, como también lo hace el OED (s. v. cellule), en señalar que se trata de un uso anticuado, aunque en ediciones posteriores del diccionario académico desaparece la marca. 5 6

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intersticios, etc., de las partes del animal’9. Como confirma Vial (1999: 20), para estos usos era frecuente que se alternaran celdilla y célula, ya que se trata de nociones anteriores al desarrollo del microscopio, instrumento que permitió los avances posteriores. Precisamente hacia finales del siglo xviii y comienzos del xix empiezan a aparecer testimonios en los que célula se emplea en relación con la botánica y la zoología, como ocurre en los siguientes: CELDILLA, CELULA, LOCULAMENTO. Botánica. Es el espacio vacío de la cápsula donde están las semillas; de aquí viene el epíteto celular que se da á ciertos frutos (Rozier, F., Curso completo ó Diccionario universal de agricultura teórica..., 1799). [...] escogen una larva entre las que mas adelante han de llegar á ser abejas trabajadoras; construyen tres alvéolos en uno solo, y colocan en él la larva, envuelta en una especie de tubo. Mas adelante le fabrican una célula de forma piramidal, en la cual la larva va adquiriendo volúmen; la nutren con alimentos particulares, cuidando de ella de un modo extraordinario [...] (Semanario instructivo (30/01/1830), p. 6, HD).

Este último ejemplo remite al empleo que recoge el TLF (s. v. cellule): ‘Alvéole de la ruche. Cellule hexagonale, royale; cellule à couvain, à miel; cellule de l’abeille’, documentado en francés en un texto de 1901. Por otro lado, Domínguez (1846-1847) renueva el artículo de célula, con acepciones especializadas, entre las que recoge la de botánica10: Célula, s. f. Pequeña celda, cavidad ó seno. (Acad.) ǁ Bot. Cavidad que tienen algunas frutas para encerrar el grano que sirve de simiente. ǁ Anat. Nombre dado á las pequeñas cavidades que presentan las mallas del tejido celular, el canal medular de los huesos largos, lo interior de los senos, y de los cuerpos cavernosos, y el tejido del pulmón.

  Los ejemplos del OED s. v. cellule para la primera acepción ‘a small compartment’ también sugieren que se utilizaba para las cavidades del cerebro: The Cellules of his Brain (1693). 10  Como es habitual, Domínguez introduce en su diccionario numerosos derivados, a veces acertadamente y en otras ocasiones de dudoso uso. Se trata, en este caso, de celulado, celular, celulario, celularitos, celulíferos, celuliforme, celulitela, celulosidad y celuloso. 9

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Los diccionarios generales del español también se hacen eco de este significado y del aumento de su uso. En la 1ª edición del diccionario de la Academia en un tomo (1780) ya se elimina las notas de ‘diminutivo’ y ‘anticuado’, aunque su significado sigue siendo general. La renovación que se realiza en la 12ª ed. (DRAE-1884) es importante, e incide en las acepciones especializadas de estas palabras. Así, s. v. célula se incorpora una nueva acepción técnica: Célula. (Del lat. cellŭla, d. de cella, hueco.) f. Pequeña celda, cavidad ó seno. ǁ Bot. y Zool. Elemento anatómico microscópico de los vegetales y animales, y de figura ordinariamente esferoidal.

En este momento, ya se habían consolidado los avances de la ciencia, que había descubierto la célula como principio mínimo del organismo, y se fija en la lengua el doblete entre celda y célula11. 3. célula = ‘unidad mínima de los organismos vivos’ En la década de 1830, Theodor Schwann estudió la célula animal y, con Matthias Schleiden, establecen que las células son las unidades elementales en la formación de las plantas y los animales, y la base del proceso vital (Papp 1996: 228). A partir de este momento, se entiende que todos los seres vivos están constituidos por células, “y las diferencias entre un animal y una planta son consecuencia de que la célula vegetal difiere considerablemente de la animal” (Esteva de Sagrera 2005: 253). Pero este nuevo sentido de célula, de acuerdo con los avances de la ciencia, no se refleja en los textos hasta años más tarde. El primer testimonio lo ofrece el CDH, en un texto de 1876: Aquella fuerza obró sobre la célula fecundada: esta obra sobre elementos de tejido celular, y principalmente sobre todo el tejido celular conjuntivo que sirve de trama a los demas que se van agregando para la perfeccion animal (Martín de Pedro, E., Manual de Patología y clínica médicas, 1876, CDH).

11  Como expone Clavería (1991: 21), la teoría del préstamo da una respuesta óptima al fenómeno del doblete etimológico.

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Y aún se percibe de manera más clara en el siguiente, de solo unos años más tarde: La primera condicion para la vida es la organizacion, ésta no es más que una célula, la reunion de éstas constituyen los cuerpos. El Sr. Raspaill dice: la célula es el principio fundamental del organismo, principio cierto en anatomía general, que está en conformidad con la escuela alemana: omnis cellula è cellula est; pues el orígen de todas las organizaciones es la célula (Orduna Rodríguez, T., Manual de Patología y clínica médicas, 1881, CDH).

Los diccionarios generales del español mantienen la acepción referida a zoología y botánica a lo largo del siglo xix y buena parte del siglo xx. La idea de ‘elemento anatómico microscópico...’ que establece el DRAE-1884 permanece con pocas variaciones, y hay que esperar al DRAE-1956 para que aparezca el rasgo definitorio que había establecido la ciencia: el de organismo vivo. El artículo queda de la siguiente manera: Célula. (Del lat. cellŭla, d. de cella, hueco.) f. Pequeña celda, cavidad ó seno. ǁ 2. Biol. Cada uno de los dos elementos, generalmente microscópicos, constituidos de vida propia, que, según la teoría celular, son las unidades morfológicas y fisiológicas que componen el cuerpo de las plantas y de los animales. ǁ huevo. Cigoto. ǁ pigmentaria. Zool. La que contiene células de pigmento.

Se observa que la acepción pasa a marcarse como propia de la biología, y con una definición más acorde con los avances de la ciencia, además de incorporar la expresión célula huevo. En el DRAE-2001 se produce una revisión más profunda del artículo que sitúa esta acepción como primera y transforma la definición, que pasa a ser: Biol. Unidad fundamental de los organismos vivos, generalmente de tamaño microscópico, capaz de reproducción independiente y formada por un citoplasma y un núcleo rodeados por una membrana.

Además, se introducen las expresiones célula hija, célula madre, célula totipotente, célula troncal, todas del ámbito de la biología. Ya en el DLE-2014 se modifica el paréntesis etimológico, reconociendo el origen científico de célula ya en latín.

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El TLF sitúa en último lugar esta acepción, definida como ‘[é]lément fondamental du tissu vivant’, documentada en un texto de 1943. Y aunque el DHRAE-1936 proporciona testimonios anteriores a los citados aquí, se plantea el problema de unir en una sola acepción la idea de célula como ‘cavidad pequeña’ aplicada a los organismos vivos, y la evolución de este concepto hacia la ‘unidad mínima de los organismos vivos’. Así, las dos primeras documentaciones, células resinosas (1867) y células enrejadas (1871), no está claro que se refieran a la acepción moderna, sino que parecen pertenecer al marco inmediatamente anterior que consideraba que era el tejido la unidad morfológica de los seres vivos (Esteva de Sagrera 2005: 253)12. 4. célula (social) = ‘grupo reducido y organizado de personas’ El concepto de célula siempre había contenido el rasgo de ‘pequeño’, pero con el avance científico se añade el rasgo de ‘unidad mínima en la organización de una entidad mayor’. Con el desarrollo del pensamiento sociológico, y probablemente debido al interés de las disciplinas humanas por emular los métodos y los conceptos de las ciencias experimentales, célula empieza a utilizarse para referirse a las organizaciones humanas13. Véase cómo se describe la célula en un manual contemporáneo de biología (Abascal 2010: 21), y cómo se utiliza la metáfora a la inversa14: [...] en la célula hay distintos orgánulos que trabajan en equipo, cada uno con una serie de tareas asignadas. De modo que, como si de una ciudad muy organizada se tratara, dentro de la célula encontramos fábricas, estaciones de reciclaje, agentes de circulación, centrales térmicas o incluso una biblioteca, la del núcleo.

 Este problema se plantea también en el DELI (s. v. cèlla), ya que la acepción ‘unità fondamentale degli organismi viventi, che consta di una membrana cellulare contenente il citoplasma e il nucleo’ se documenta con anterioridad a 1737, cuando la teoría celular en la que se basa esta definición es de la década de 1830. 13  Tiene cierto parecido con el proceso que experimenta elemento en el siglo xix, como ha estudiado Battaner (2014: 462), ya que designa “grupos de sujetos bien determinados, clerical, democrático, joven, popular, revolucionario, sociales, de la izquierda, etc.”. 14   Martín Municio (1992: 239) ya alertaba de la “tremenda afición por la metáfora” de los anatomistas. 12

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Existen testimonios de este uso en el último cuarto del siglo xix. Pero los debates ideológicos inciden en el significado de célula, concretamente en la aparición del sintagma célula social, ya que hay textos que consideran que esta función la desempeña el individuo: Pues bien, á Giner se debe la más alta demostración y reivindicación de la espontaneidad del individuo humano, considerado como célula social, en cuyo seno obran los mismos poderes y se cumplen las mismas funciones que en el todo [...] (Revista de España, 70 (09/1879), p. 61, HD). Así como en la célula vive encerrado el organismo entero que, desarrollándose dá lugar á la formación del hombre, así también el hombre es una especie de célula social que crece y se ajiganta con la experiencia de los siglos (El Globo, 1696 (09/06/1880), p. 1, HD).

Sin embargo, el concepto no está aún fijado, y a veces se considera que el individuo es un elemento que al organizarse, junto a otros individuos, constituye una célula. Esa célula social puede ser el municipio: Impelido por sus propios y personales intereses, convencido de lo que va ganando con la unión y viendo lo que con ella se desarrolla, crece y agiganta la accion individual, viene el individuo á la asociación política y forma el organismo más rudimentario, la célula social que algunos le han llamado, el municipio (La Librería, 10 (01/07/-31/12/1883), p. 18, HD).

Pero aparecen más testimonios de la equivalencia de célula social con familia, generalmente para afirmar esa identidad: Anoche inauguró sus trabajos la sección de ciencias morales y políticas del Ateneo, leyendo el señor Vida una Memoria sobre “La familia considerada como célula social”, que será objeto de discusion en el presente curso (La Correspondencia de España, 10.123 (09/12/1885), p. 2, HD).

La reseña hace referencia a la memoria leída por Jerónimo Vida en la sección de Ciencias Morales y Políticas del Ateneo de Madrid, que aparece publicada en la Revista de España —109 (03/1886), pp. 176-201 (HD)—, y en la que célula se utiliza en numerosas ocasiones. Vale la pena destacar una de

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ellas, en que el mismo autor se pregunta (y responde afirmativamente) sobre la conveniencia de la metáfora: [...] ¿el organismo social, á semejanza de los organismos individuales, se compone de células, ó nó? Para responder á esta pregunta satisfactoriamente, necesitamos saber, ante todo, qué se entiende por célula. En general, en abstracto y purificando el concepto de las limitaciones naturalistas, creo que puede decirse que son células las unidades vivas, autónomas é independientes de que se componen todos ó casi todos los organismos de la naturaleza. ¿Hay algo semejante en los organismos sociales? ¿Compónense éstos de unidades vivas, autónomas é independientes; de elementos, de partes, con vida propia, con actividad propia, distintas y separadas de la vida y de la actividad del todo? Evidentemente que sí. Esto salta á la vista y no necesita demostración (Revista de España, 109 (03/1886), pp. 183-184, HD).

Y más adelante admite que hay opiniones a favor de que es el individuo quien constituye la célula social, y otras que defienden que lo es la familia. El autor argumenta que lo es la familia, partiendo de las palabras de Santiago Ramón y Cajal al definir célula como un organismo “que realiza todas las funciones de la vida”, ya que el individuo por sí solo no podría realizar algunas como el nacimiento o la reproducción. Lo que lo lleva a concluir que “[e]l individuo [...] no es la célula social, sino una parte, un elemento de ella” (p. 187). También aparecen testimonios que directamente niegan la conveniencia de la metáfora: El Sr. Gracia y Parejo hizo despues uso de la palabra, para defender con atinados razonamientos, que, á su juicio, la familia no es la célula social, como tampoco lo es el individuo, dado que esta analogía ó comparacion de términos tan distintos no puede hacerse (El Liberal (19/01/1886), p. 3, HD).

Lo cierto es que la metáfora pervive en el tiempo, y la identidad entre familia y célula social la utiliza Unamuno en su novela Niebla (1935) al afirmar que “[l]a familia es la verdadera célula social”, y figura asimismo en el Fuero del trabajo, que “[r]econoce a la familia como célula primaria natural y fundamento de la sociedad” (1943), ambos testimonios recogidos en el Fichero General de la RAE [FG].

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5. célula = ‘grupo organizado de personas que permanece oculto’ La idea de célula como ‘grupo de personas’ desarrolla otro sentido basado en la invisibilidad que, como ya se reflejaba en los diccionarios, es una característica de la célula, que se define como ‘de tamaño microscópico’. Con el desarrollo de las ideologías revolucionarias obreras que toman más fuerza con el inicio del siglo, se organizan grupos clandestinos de activistas que se denominan células. Así, a comienzos del siglo xx aparece el sintagma célula socialista, en un texto de Arturo Soria, que hace referencia a la creación de un centro obrero: Ver organizada una voluntad colectiva, aquí donde las voluntades individuales son flojas y mal avenidas y verla haciendo algo estable y duradero es hermoso espectáculo, consolador. Nosotros, anfibios del capital y del trabajo, como obreros celebramos y aplaudimos los hechos y las victorias de otros trabajadores, como patronos saludamos, con consideración y con el respeto que merece toda fuerza, al patrono colectivo que aparece. Sin temor y sin odio, con sincera simpatía vé la creación de esta célula socialista que puede ser centro de un organismo sano de las altas funciones de la justicia y del bien, el individualista (Ciudad Lineal, 359 (10/11/1908), p. 3, HD).

La expresión célula socialista seguirá apareciendo en los años siguientes, como se documenta en el CDH15. A partir de 1925 afloran en los textos numerosos ejemplos del sintagma célula comunista. En el primer testimonio aparece entre comillas, lo que puede denotar la novedad de la construcción: La autoridad militar procede con toda rapidez a una información acerca de un grave asunto de propaganda antimilitarista. Parece que se trata de la organización de una “célula” comunista en uno de los regimientos de guarnición en Angulema (La Voz (16/06/1925), p. 5, HD).

15  En El movimiento obrero en 1919 (1928), en Acción popular, de Monge y Bernal (1936), etc.

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Resulta especialmente interesante el documento “La célula comunista”, publicado en el Almanaque Bailly-Baillière (1927: 97) [HD], en el que se dedica una página entera, con una ilustración de la célula comunista, y que lleva el siguiente encabezamiento: “En toda Europa se va organizando el comunismo según la doctrina de los Soviets. El elemento constitutivo primordial es la célula, cuya naturaleza y funcionamiento vamos a explicar”. Es particularmente indicativo el siguiente párrafo: Formación de la célula. —La célula (célula de fábrica, de mina, de taller, de oficina, de granja, etc.) es la unidad fundamental a la que deben adherirse todos los miembros del partido. Por ella se encontrarán unidos miembros que se desconocían entre sí, porque formaban parte de secciones o comités diferentes. [...] Tres comunistas bastan para formarla (Almanaque Bailly-Baillière (1927: 97), HD).

La expresión se hace frecuente a partir de esos años, como se puede comprobar en la HD16. Es significativo que, según recoge el FG, el Diccionario enciclopédico UTEHA (1952) defina célula como ‘Grupo de comunistas pertenecientes a una entidad social (fábrica, taller, oficina, etc.)’.

16  Algunos de los documentos en que aparece son: Nuevo Mundo (2/9/1927, p. 6.), La Nación (7/9/1927, p. 4), El Heraldo de Madrid (12/5/1928, p. 3), La Nación (12/5/1928, p. 3), El Liberal (13/5/1928, p. 4), El Sol (13/5/1928, p. 7), La Libertad (28/11/1928, p. 4), El Heraldo de Madrid (23/1/1929, p. 14), La Nación (25/1/1929, p. 1). Hasta 31/12/1936 aparecen 98 resultados de la expresión célula comunista en la HD. También son frecuentes, aunque algo más tardíos, los ejemplos del CDH.

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A partir de aquí, célula ‘grupo organizado de personas’ aparece cada vez con mayor frecuencia en los textos de la primera mitad del siglo xx, en combinaciones distintas: célula de vastas organizaciones cooperativas regionales (1921) [CDH] los municipios sean la célula fundamental de federaciones libres (1921) [CDH] la parroquia como célula fundamental y esencial del vivir gallego (1932) [CDH] célula de iniciados (1932-1944) [CDH] el individuo, célula con personalidad jurídica (1936) [CDH] célula conspiratoria (1948) [FG] Las Agencias Comarcales constituyen la célula fundamental (1960) [CDH] célula de revolución agraria (1963) [CDH] célula revolucionaria (1964) [CDH] célula social elemental (1968) [CDH]

La expresión célula etarra (918 resultados en Google [consulta: 24/09/2017]) podría haber revitalizado el uso de célula con este significado en los años siguientes, pero se produjo su declive superada por el sustantivo comando (comando etarra: 12 200 resultados; comando terrorista: 46 500 resultados [consulta: 24/09/2017]). Los diccionarios académicos del español registran este uso en el Diccionario manual (DMRAE-1983), en la tercera acepción: ‘Cada grupo que funciona por separado dentro de una organización general; como la célula comunista, etc.’, y se incorpora al DRAE-1992 con la siguiente definición: ‘fig. Número reducido de personas que funciona de modo independiente dentro de una organización política, religiosa, etc.’. El uso de célula en este sentido se ha revitalizado ya en el siglo xxi con el fenómeno del yihadismo. Una consulta en el buscador Google [15/09/2017] arroja los siguientes datos: célula comunista célula islamista célula yihadista

34 400 resultados 33 900 resultados 444 000 resultados

Este uso de célula como ‘agrupación de personas’ no se recoge en el TLF, aun cuando existe también un uso frecuente y atestiguado de sintagmas como

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cellule comuniste y cellule djihadiste17. Sí que aparece, en cambio, en el DELI (s. v. cèlla), documentado en 1925: ‘elemento di base su cui si articola l’organizzazione di un partito, specialmente rivoluzionario’. 6. célula = ‘celda de una prisión’ Uno de los rasgos del significado etimológico de célula es el de ‘espacio pequeño y cerrado’. Los textos recogen el uso de célula para referirse a ‘celda de una prisión’ a partir de la segunda mitad del siglo xix: Así como compete al médico repetir á menudo sus visitas á la célula del reo para indagar su estado de salud y las necesidades higiénicas que deben satisfacerse, el capellán tiene la misión muy alta de llevar los consuelos de la Religión á los reclusos, ilustrar su alma con las verdades del Evangelio [...] (El monitor de la salud..., 22 (01/12/1859), p. 271, HD).

El uso de la palabra célula, que dignifica el concepto a través del prestigio que aporta el lenguaje científico, corre paralelo a la mejora en el tratamiento de los presos en el siglo xix. Se construyen nuevas prisiones, más humanizadas, como se esfuerza en describir el siguiente fragmento: Al aspecto triste de la cárcel ha sustituido la animada apariencia de una inmensa fábrica, de un taller gigantesco en que cada célula es una especie de alvéolo y cada recluso contribuye con independencia al movimiento general (La Época, 12.952 (29/8/1888), p. 3, HD).

Este uso de célula va asociado a la expresión cárcel / prisión celular. El CDH proporciona testimonios de este uso desde 1855: Bien mirado, el monacato forzoso es muy superior al sistema celular de las modernas y decantadas penitenciarías, que por lo comun embrutecen al hombre en vez de mejorarlo (Fuente, Vicente de la, Historia eclesiástica de España, II, 1855, CDH).

  Los resultados que arroja el buscador Google son significativamente menores en francés: 75 400 para cellule djihadiste y 5 460 para cellule comuniste (consulta: 15/09/2017). El elevado número de resultados para célula yihadista en español se debe sin duda a la proximidad de la consulta con el atentado en Las Ramblas de Barcelona (17/08/2017). 17

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[...] según la ley, habrá quince presidios correccionales para cada sexo, dos en cada Audiencia; alguno de los cuales contendrá 26 confinados y cinco corrigendas, como veremos más adelante, que se han de clasificar, y á quienes es preciso dar trabajo; de modo que, haciendo las debidas separaciones por clases y oficios, se llegará á la unidad, y henos aquí que sin pensarlo hemos llegado al sistema de Filadelfia, menos las ventajas que aquél ofrece, más los gastos de una celda para dormir y un taller para trabajar, y muchos empleados que en el sistema celular no son necesarios. Todo esto es absolutamente impracticable, completamente absurdo (Arenal, Concepción, Examen de las bases aprobadas por las Cortes para la reforma de las prisiones, 1869, CDH). La Inglaterra, que es el país que tiene más experiencia en la materia, y donde más se ha discutido la utilidad de las colonias penitenciarias, ha vuelto ya del error (un poco interesada) de que los hombres se regeneran con trasplantarlos, y la deportación forma parte de un sistema en que entra la prisión celular, después de la cual se embarcan los criminales (Arenal, Concepción, Examen de las bases aprobadas por las Cortes para la reforma de las prisiones, 1869, CDH). ¿Cómo tratar de la misma manera al que padece la llamada monomanía homicida, que al que padece el furor sexual ó la manía de dominacion? La prision celular y el trabajo del cuerpo, la meditacion y la comunicacion continua, la vida regular de la colonia y el alejamiento del medio social en que delinquió, combinado todo esto con un tratamiento terapéutico regular, deben constituir lo que se llama la pena (Álvarez, Serafín, El Credo de una Religión Nueva, 1873, CDH).

Es destacable un artículo del diario La Época (01/07/1880, p. 2) [HD] que, bajo el título “La cárcel celular”, da noticia de la inauguración de este establecimiento penitenciario en Navalcarnero; sin embargo, cuando se refiere a cada una de las habitaciones para los reos, las denomina siempre celdas. Pero es probable que celular referido al ámbito carcelario fuera incluso más frecuente que el uso de célula para ‘celda de prisión’, o al menos eso se puede pensar del hecho de que la 11.ª edición del DRAE (1869) recoja, s. v. celular, una tercera acepción que dice: Es ya de bastante uso este adj. con aplicacion á las prisiones y establecimientos penales, por las celdas en que se guardan los presos ó penados, parcial ó absolutamente incomunicados, segun los nuevos sistemas penitenciarios.

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Este significado se mantiene, con algunos cambios, hasta la edición actual (DLE-2014), donde s. v. celular se dice ‘adj. Der. Dicho de un establecimiento carcelario: Donde los reclusos están sistemáticamente incomunicados en celdas independientes’. La consulta del TLF (s. v. cellule) muestra que la idea de ‘espacio cerrado’ que tiene célula en latín desarrolla en francés un sentido referido a un ‘espacio pequeño y cerrado habitable’, usado en la lengua común en el mismo sentido que se usa en español celda: la habitación de un religioso (celda de un convento); lugar de retiro, meditación, trabajo; y, claro está, la ‘petite pièce d’une prison réservée à un seul détenu’. Sería interesante comprobar si el significado de célula como ‘celda de prisión’ llega también al español como préstamo del francés. En cualquier caso, una de las documentaciones más tempranas de célula en este sentido es precisamente en una traducción de la novela Le boucher de Meudon, publicada por Jules Mary en francés, y traducida como, “El carnicero de Meudon”, que vio la luz como folletín aparecido en el periódico El Día (18/03/1883, p. 4) [HD]; en el texto se utiliza en dos ocasiones célula: El gendarme que acompañaba á Lauriot, levantó un aldabon y dió con él tres golpes, para advertir al guardia de la antesala. Abrióse un ventanillo, disimulado en la parte exterior bajo una plancha de hierro, cambiáronse algunas palabras y entró Lauriot. —Célula núm. 1, repitió el vigilante. Un segundo después, Lauriot era encerrado, en compañía de un celador y de un soldado de la guardia republicana, á quien antes se había registrado escrupulosamente, á fin de impedir que ayudase, si por acaso se le ocurria, al suicidio del condenado. En la célula, abrigo de tantos miserables, habia una cama, con un colchon, una almohada y una manta. Clavado en el muro, un clavijero para colgar los vestidos.

Este sentido de célula como lugar de reclusión está relacionado con la expresión coche celular como ‘vehículo policial para el traslado de presos’, como se documenta en el CDH: Si la reforma se realiza, que alguna vez se realizará, el preso que va en un coche celular muy vigilado, y completamente aislado de sus compañeros, tal vez de sus cómplices, será confundido con ellos y con los otros, y con todos, incluso los inocentes, en un sótano de la Cárcel modelo (Arenal, Concepción, La cárcel llamada modelo, 1877, CDH).

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También se utiliza en el léxico del ferrocarril, en el caso de los vagones de trenes que tienen esta finalidad, con testimonios documentados en 1912 como carruajes celulares (Rodríguez Ortiz 1996: 416). 7. célula = ‘dispositivo eléctrico alojado en un compartimento cerrado’ Por último, hay que hacer referencia a un nuevo uso de célula en el ámbito técnico, relacionado con la electricidad. Los testimonios más antiguos se encuentran de nuevo en la HD; el primero de 1903, en la expresión célula fotoeléctrica, en un texto que ilustra el origen del dispositivo que luego recibirá el nombre de teléfono celular, o simplemente celular en la mayor parte de las variedades americanas del español: Teléfono óptico.—La Revue Pratique de l’Électricité publica detalles de los aparatos de transmisión, construidos recientemente por Mr. Ruhmer, para la telefonía sin hilos de su sistema, de cuya pila fotoeléctrica de resistencia de selenio dimos cuenta en estas columnas. [...] El excelente resultado obtenido con aparatos tan sencillos, parece que debe atribuirse, sobre todo, à la extrema sensibilidad de la célula fotoeléctrica (Electrón, 210 (30/04/1903), p. 14, HD).

A partir de la década de los veinte del siglo mayor frecuencia en los textos:

xx

empieza a aparecer con

La transformación de las ondas sonoras en energía eléctrica se efectúa creando una variación en el volumen de un haz de luz que se proyecta sobre una célula fotoeléctrica apropiada (La Revista Blanca (15/12/1923), p. 11, HD). ¿Cómo son reproducidos estos sonidos fotográficos? Se coloca el rollo de la película positiva en un proyector de cinematógrafo ordinario, que ha sido dotado de agregado que contiene una pequeña lámpara incandescente, una tenue hendidura de iguales dimensiones que la empleada para registrar los sonidos, una guía para la película y una célula fotoeléctrica (Alrededor del Mundo (6/6/1925), p. 15, HD).

El Fichero General da cuenta del uso de célula fotosensitiva (1929):

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Y, por último, célula fotovoltaica, recogido en el Fichero General de la RAE (1952). De estas expresiones, solo célula fotoeléctrica ha entrado en el Diccionario, lo que se justifica por ser la más frecuente de ellas en la lengua actual, como se comprueba en una consulta en el buscador Google [consulta: 08/08/2017]: célula fotovoltaica: 126 000 resultados célula fotoeléctrica: 154 000 resultados célula fotosensitiva: 97 resultados

La irrupción en los diccionarios generales no se produce hasta la 19ª ed. (DRAE-1970), cuando entra célula fotoeléctrica: ‘Dispositivo que permite transformar las variaciones de intensidad luminosa, en variaciones de intensidad de una corriente eléctrica’. Según el TLF, este nuevo significado se desarrolla por la propiedad de estos dispositivos de estar contenidos “dans une enceinte fermée”. 8. Conclusión La palabra célula tiene una vida azarosa, seguramente no muy diferente de la de otras muchas palabras que a lo largo de la historia del español han ido modificando su significado de acuerdo con los cambios científicos, políticos y sociales de la comunidad de hablantes a la que servían de instrumento.

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Por su forma, no es difícil determinar que no proviene por vía patrimonial, como sí que lo hace su competidor celda / celdilla. Su documentación más antigua en español data de finales del siglo xiv, con el significado de ‘cavidad pequeña’, utilizada en contextos que tenían que ver con el cuerpo humano, y especialmente —aunque no solo— con cavidades del cerebro. En el siglo xviii, con los avances en los microscopios, se utiliza también para denominar los pequeños receptáculos que se distinguen en los tejidos vegetales. En estos usos, como se ha comentado, célula compite con su doblete patrimonial celda. La ciencia avanza y con el estudio de los tejidos vivos se establece la teoría celular, en la que célula denomina la unidad mínima de los organismos vivos. No es fácil distinguir en los textos, y aún menos en los diccionarios, el momento en que empiezan a aparecer en español testimonios de este uso, pero a partir del último cuarto del siglo xix los ejemplos parecen claros. Este nuevo significado se convierte en el predominante a partir de entonces, como demuestra el DLE-2014 que lo sitúa como primera acepción. La idea de que la célula es la unidad mínima en la organización de un ser vivo sirve para establecer la metáfora con los grupos sociales, de manera que célula social se documenta en los textos en los últimos 20 años del siglo xix, ya sea como metáfora del individuo, o de la familia, y ese uso se mantiene hasta mediados del siglo xx. Las ideologías revolucionarias que toman especial fuerza a comienzos del siglo xx añaden a célula un nuevo significado, en parte derivado del anterior, al denominar a un grupo de personas organizado pero independiente, que junto a otros grupos persiguen un mismo fin, con la peculiaridad de permanecer oculto —rasgo propio de la célula, oculta a simple vista—. Así aparecen las expresiones célula socialista / célula comunista, cuyo uso se va reduciendo en el último cuarto del siglo xx, aunque célula se revitaliza con este significado en el siglo xxi por la aparición del terrorismo de corte islamista: célula yihadista / islamista. Por los mismos años en que se acuña la metáfora de célula para grupo de personas, se extiende la de célula para las celdas de una prisión. A partir de la segunda mitad del siglo xix aparecen testimonios frecuentes, que utilizan el rasgo de ‘cavidad / espacio cerrado’, pero también el de ‘unidad mínima en una organización mayor’, es decir, un establecimiento penitenciario, acuñando así la expresión prisión celular: con el término científico se busca dignificar la función. Por último, la técnica también acude a célula en su significado de ‘espacio cerrado’ para designar un dispositivo que está recluido en ese espacio. Aunque

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hay testimonios desde principios del siglo xx (célula fotoeléctrica), el uso se ha ido extendiendo y la metáfora se generaliza en el siglo xxi, no tanto con célula como con su adjetivo celular, que se recategoriza en sustantivo para denominar los teléfonos móviles en las variedades americanas del español. La evolución de célula se puede representar con el siguiente esquema: CÉLULA ‘cavidad pequeña’ (s. xiv-xv)

referido a vegetales y animales (bot. / zool.) (s. xviii)

celda de una prisión ‘espacio pequeño, cerrado, organizado’ (s. xix)

unidad mínima de organización de un ser vivo (biol.) (s. xix)

grupo de personas organizado (sociol.) (s. xix)

grupo de personas organizado y secreto (polít.) (s. xx)

receptáculo que contiene un dispositivo electrónico (técn.) (s. xx)

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La palabra célula aparece en el contexto de la descripción de las cavidades del cuerpo humano, evoluciona hacia su uso en el ámbito de la botánica y la zoología, para pasar a designar el mínimo organismo vivo con el avance de la biología, alcanzando así el que será su principal uso. A partir de aquí desarrolla significados figurados en sociología y política. Pero el rasgo original de ‘cavidad pequeña’ permanece vigente, y da lugar a su vez al significado figurado que le permite sustituir a celda (contagiado también por el rasgo ‘organizado’ de la célula en biología), y desarrollar un nuevo significado en el campo de la técnica. Referencias bibliográficas Abascal, Federico (2010): La vida que llevamos dentro. Genes, células, historia y más. Madrid: Hélice. Battaner, Paz (2014): “¿Es elemento una palabra elemental?”, en Maria Bargalló Escrivá et al. (eds.), “Llaneza”. Estudios dedicados al profesor Juan Gutiérrez Cuadrado. A Coruña: Universidade da Coruña (Anexo 23 de Revista de Lexicografía), pp. 449-468. Clavería, Gloria (1991): El latinismo en español. Barcelona: Universitat Autònoma de Barcelona. CDH = Instituto de Investigación Rafael Lapesa de la Real Academia Española (2013): Corpus del Nuevo diccionario histórico (CDH) [en línea]. . CORDE = Real Academia Española: Banco de datos (CORDE) [en línea]. Corpus diacrónico del español. . Corominas, Joan/Pascual, José Antonio (1980-1991): Diccionario crítico etimológico castellano e hispánico. Madrid: Gredos. DELI = Cortelazzo, Manlio/Zolli, Paolo (1999): Il nuovo Etimologico. Bologna: Zanichelli. DLE-2014 = Asociación de Academias de la Lengua Española (2014): Diccionario de la lengua española. Madrid: Espasa-Calpe. DHRAE-1936 = Real Academia Española (1936): Diccionario histórico de la lengua española. Madrid: Espasa-Calpe. DMRAE-1983 = Real Academia Española (1983): Diccionario manual e ilustrado de la lengua española (3ª ed.). Madrid: Espasa-Calpe. Domínguez, Ramón Joaquín (1846-1847): Diccionario Nacional o Gran Diccionario Clásico de la Lengua Española. Madrid/Paris: Establecimiento de Mellado. Doval, Gregorio (2002): Palabras con historia. Madrid: Del Prado.

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Notas sobre la etimología de ir en ar[r]uenzo; precisiones sobre las de troj y boj*1 Notes on the etimology of ir en ar[r]uenzo; precisions on the ones of troj and boj José Antonio Pascual Real Academia Española Resumen: Se propone una etimología para el hápax del Cid “aruenzo” y se hacen algunas matizaciones sobre la etimología e historia de boj y troj. Palabras clave: etimología, hápax, historia. Abstract: We are proposing an etymology for the hapax aruenzo that appears in El Cid. We offer as well some nuances on the history and etymology of boj and troj. Keywords: etymology, hapax, history.

1. Introducción No sería necesario señalar, por tratarse de algo obvio, la importancia que tiene la documentación en el proceso de la investigación etimológica e, incluso, en el establecimiento del significado de algunas palabras. El acceso a un buen número de textos que circulan por internet (muchos de los cuales reproducen manuscritos o ediciones antiguas), así como la posibilidad de dar con nuevos datos en distintos corpus o en la propia red, permite abordar problemas para los que en el pasado se hubiera necesitado disponer de muchísimo tiempo, el necesario para que un día se nos apareciera en nuestras lecturas el dato salvífico del que estábamos pendientes, mientras, en la espera, nos dedicábamos a otras cosas. No es mi intención detenerme a ponderar las ventajas de

* Este trabajo se inscribe en el proyecto FFI2015-63508-P, financiado por el Ministerio de Economía y Competitividad, titulado “Tratados de agricultura castellanos del siglo xvi: edición y estudio”.

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que disfrutamos los filólogos en la actualidad en lo atingente a los datos, sino sencillamente mostrarlas, una vez más, a través de algunos ejemplos. De los dos casos que presento, en el primero de ellos, unos datos del Victorial de Gutierre Díaz de Games, completados con otros del Libro de las buenas andanzas e fortunas de Lope García de Salazar, han servido de pista para establecer una nueva hipótesis sobre la procedencia y el significado del enigmático hápax aruenço que aparece en el Cid. El segundo se refiere a etimologías bastante bien orientadas por J. Corominas en lo fundamental, pero que pueden ser mejoradas en algún aspecto; aunque —por qué no decirlo— empeoradas también. 2. En ar[r]uenço Empecemos por el sintagma ir en aruenço, del verso 1229 del poema de Mio Cid: ... aprés de la huerta arrancólos mio Cid fata dentro en Xátiva En el passar de Xúcar moros en aruenço Aquel rey de Sevilla Tornado es mio Cid

ovieron la batalla el de la luenga barba, duró el arrancada. y veriedes barata, amidos bever agua. con tres colpes escapa, con toda esta ganancia...

La dificultad para interpretarlo viene de lejos: situándonos a principios de 1893, en tiempos en que ya se había empezado en nuestro país a pasar los textos por el microscopio de la filología, tenemos a Miguel de Unamuno (2017: carta § 94, pp. 399 y 401) confesando a Pedro Múgica que “El Poema [de Mio Cid] me marea” y preguntándole después: “¿Qué me dice usted del aruenço (moros en aruenço amidos beber agua)?”. Al no hallar una respuesta a esta pregunta, continúa: “Ayúdeme usted y dígame algo de [...] aruenço, el maldito aruenço”. La opacidad de ese maldito aruenço ha persistido hasta el momento presente, según muestran las explicaciones que se le han dado. La exhaustividad con que Alberto Montaner las ha expuesto en su edición del poema cidiano (2011: 820-821) me ahorra traerlas aquí a colación. De la desorientación que todos hemos tenido para explicar la voz (salvo aquellos editores del Mio

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Cid que la han pasado por alto, como si de algo conocido se tratara) es buena prueba lo que se dice en el DECH (s. v. roncero), donde se opta por extraer, sin demasiada convicción, un significado posibilitado por el contexto, ‘ir en desorden’, para terminar diciendo que lo más probable es que se trate de “una voz rara que Per Abad deformó y dejó ininteligible”. Tenemos en un par de textos del siglo xv, en pasajes cuya fuente es francesa, algunos ejemplos de una voz procedente del fr. rançon ‘rescate pagado para liberar a un prisionero’ y de sus derivados (DECH: s. v. redimir; TLF: s. v. rançon). Se trata de rançón, que aparece en el Victorial de Gutierre Díaz de Games (cito a través del CDH): “sacó a su hermano [...] que yazía preeso [...] por rançón de oro, non de otro metal”, rançonado: “siervos e rançonados”, y rançonar: “Estonçe movieron trato que se querían rançonar”. Está también en el Libro de las buenas andanzas e fortunas de Lope García de Salazar (­Villacorta Macho 2015: 665): “fuendo muchos d’ellos feridos e algunos muertos, diéronse a presión e salieron por su rançón”; llega la voz hasta el Estebanillo González, que la usa en sentido figurado: “Con esta pítima, aliento tendrá agora para tratar de su rançon” (cito a través del CDH)1. Tenemos, por otro lado, en el Libro de las buenas andanzas la variante ronçón, con el mismo significado: “dexó en rehenes dos fijos suyos e fizo por ellos juramento e omenaje que no saldrían de la isla de Inguelaterra fasta que fuese pagado el dicho ronçón” (Villacorta Macho 2015: 336), “fize pleito e omenaje e vos di mi fe aquel día que me no armase contra el rey de Inguelaterra ni contra vos fasta que toda [sic] mi ronçón fuese pagado” (ibíd.: 618), “ca no era cavallería estar en fecho de tal señor como él tener cavallero preso quesiendo pa[g]ar su ronçón” (ibíd.: 619), “fueron presos el adelantado Juan de Padilla e Alonso de Cartajena e Alonso Muñoz de Castañeda e otros; e otrosí fue preso Íñigo Ortiz d’Estúñiga, el de las Cuevas, e salieron por ronçón” (ibíd.: 667), “fue preso el señor de Lusa e otros muchos

1  Es posible que un razón que aparece en un documento sevillano de 1284 se trate en realidad de ranzón; en él “dos pellejeros de Sevilla se obligan a pagar [una determinada cantidad] por el rescate de un compañero cautivo de moros”: “fazemos tal pleyto e tal postura [...] en razon de Felipe [...] que yaze cativo en tierra de moros [...] que nos que seamos tenudos deuos dar luego treynta doblas doro” (Menéndez Pidal 1919: § 354, 468). Para una confusión del mismo tipo en otros textos, véase Varela Merino (2009: 1839).

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que salieron por su ronçón” (ibíd.: 677). Junto al sustantivo aparece el verbo ronçonar (ibíd.: 249)2, con el sentido de ‘rescatar a los prisioneros’3. Esta pequeña familia de palabras abre la posibilidad de dar con una explicación a aruenço, que expongo a continuación. Empezando por pasar de rançón a ronçón, que, sea cual sea la justificación con que expliquemos este paso (y esta podría ser la contaminación que pudo ejercer roncero, si no queremos atender a razones meramente fonéticas en la transmisión oral de una palabra cuya a nasal pudo pronunciarse velarizada), se trata de una variante evidenciada por el Libro de las buenas andanzas. A ello le seguiría la derivación de ronçón en arronç[on]ar ~ *arronçar ‘rescatar’, con una razonable haplología. Para terminar, de este reconstruido *arronçar procedería en ar[r]uenço4 que encontramos en el poema de Mio Cid (cf. aderezo, comienzo, tropiezo, Pharies 2002: 414) cuyo diptongo tónico ué (en un caso en que no se parte directamente de una base latina) reproduce la variación que se daba en los verbos que contaban en el infinitivo con una o átona, procedente de Ŏ breve. A través de esta sucesión de oraciones yuxtapuestas, caracterizadoras del modelo discursivo del texto cidiano (Cano Aguilar 1989: 17) podemos representarnos a estos moros en arruenço formando parte del negocio (barata) que el Cid podrá hacer con su rescate. Con excepción del rey de Sevilla, que se libra de ser capturado, todos los demás son la ganancia con que se torna el héroe. 2  En el texto se edita: ordenó derronçoñar, pero se trata de ordenó de ronçoñar, atendiendo al régimen preposicional que tiene ordenar en otros pasajes del libro. En los manuscritos más antiguos —agradezco a Consuelo Villacorta la comprobación— se lee claramente ronçoñar con ñ, grafía que es difícil de justificar en un texto poco dado a salirse del marco formal de escritura, máxime cuando encontramos más adelante “no quisieron matar ni ronzonar omne ninguno, sino los que morieron en armas” (Villacorta Macho 2015: 662). Se ha de tratar de ronçonar, pues es más previsible que el copista no entendiera bien la palabra, a que intentara dar cuenta de una solución vulgar de -ear, del tipo de la que aparece en algunos textos marcados de los Siglos de Oro, en casos como testemoñar, matrimoñar; aparte de que, tanto rançonar como ronçonar, pueden deberse a un rançonner de la fuente francesa (DMF, s. v.). 3   Varela Merino (2009: 1838-1842) aporta datos casi exhaustivos para esta familia de palabras, así como una convincente interpretación de ellas. De todas formas, la voz no debió ser muy corriente en las lenguas peninsulares: Ramón de Caldes (1429), por ejemplo, en su versión al catalán del Arbre des batailles evita traducir en tres ocasiones el fr. ran(t)son, dejando paier finance pour sa ranson en pagar finança. 4   Véase DECH, s. v. roncero, nota 11, donde J. Corominas registra aruenzo, pero desentendiéndose de la relación etimológica que Cejador (1928: 47) había supuesto entre esta voz y roncero.

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Dejemos las cosas aquí, aunque por un momento he llegado a pensar en ir más lejos rompiendo con la etimología que se ha dado a la voz ronce y a su familia, explicada a través del árabe (DECH: s. v. roncero5; Corriente 1980: 148; 1999: 427, s. v. ronce, 2008: 422, s. v. ronce) y partir, en cambio, del galicismo ronçón ‘rescate’. De ronçón se habría formado, por un lado, un verbo ronçonar ‘rescatar’ y, por otro (a causa de su apariencia de aumentativo), el derivado regresivo ronce. De este, que desde el principio aparece con el significado de ‘lisonja’, partirían roncero ‘lisonjero’, roncería y *arronçar. La familia de ranzón ~ ronzón tendría un significado negativo, cercano al de ‘lisonja’, que no resultaría difícil de justificar, pues, en muchas ocasiones, para liberar una persona que ha perdido la libertad no se acude a los más probos ciudadanos, sino a quienes son capaces de manejarse en esas complejas tareas, desarrolladas muchas veces al borde de la legalidad —son instructivas a este respecto las historias relacionadas con Miguel de Cervantes, a que se refiere Villalmanzo (2016)—; aparte de que, en el mejor de los casos, estos mediadores habrían de actuar en el negocio que suponía un rescate (cf. la voz barata a que me he referido, del v. 1228 del Cid) regateando con toda clase de ardides para rebajar todo lo posible la cantidad pedida6. Pero el hecho de que no aparezcan ejemplos de ronce y roncero cuyo significado se relacione de algún modo, al menos en los textos más antiguos, con ‘rescate’ me ha disuadido de seguir por estos derroteros. 5  El significado figurado de ronce ‘alegoría’ que se da en el DECH a la voz, en su aparición en la estrofa 57 de la Vita Christi de fray Íñigo de Mendoza (Rodríguez Puértolas 1968: 319), no es el adecuado; se trata de una lisonja, convertida en alabanza por medio del adj. verdadero: “Ronceando a la muger, / un ángel de los caydos / nos hizo todos caher / en çeguedad de entender / y en mill causas de gemidos; / por esta causa yo quiero / usar de su artellería, / haziendo guerra al ronçero /con ronçe muy verdadero / de nuestra virgen María”. J. Corominas accedió solo a un fragmento de este texto indirectamente a través de una cita de J. Cejador (1928: 47). 6  Se explica así el sentido que algunas de estas voces han adquirido en francés, como el que encontramos en un ejemplo en que se caracteriza a un personaje como “robeur, pilleur et ranconneur”, en un documento de 1389; y en otro, de 1389, se hace referencia a alguien culpable “des occisions, pilleries, raençonneries ou extorsions” (DMF: s. v. rançonneur y s. v. rançonnerie). Sentido de ‘extorsión’ que se acomoda bien al siguiente ejemplo español de 1681: “Tomó la ciudad de Campeche, arruinola robando y talando cuanto pudo; y, después de haverla ranzonado de una excesiva summa de dinero, la laxó” (Varela Merino 2009: 1841). Las propias voces rescatar y rescate se emplean en el Victorial referidas al secuestro de prisioneros, en el que estaba implícito que fueran liberados por medio de un rescate: “e fizo muchos prisioneros e rescates”, “ellos ganaron lugares e fezieron muchos rescates” (Beltrán 2014: 255 y 262; cf. también la página 671 [nota 165.7 al cap. 48]).

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Quedémonos con lo que importa: una hipótesis razonable referente al significado de una palabra problemática que aparece en el poema de Mio Cid. 3. Boj y troj Joan Corominas (DECH: s. v. boj) justifica las diferentes evoluciones de BŬXU en castellano haciéndolas partir del aragonés. En principio, la idea no debiera sorprendernos tratándose de una palabra que hace referencia a una planta propia de los Pirineos, según admite ya Gabriel Alonso de Herrera, en el capítulo XII del Libro de agricultura (donde aparece tanto en la edición de 1513, incorporada al CDH, como en la que parece preferible, de 1539, impresa en Alcalá de Henares por Joan de Brocar, f.º 73v), pues estas plantas “[n]acen [...] en tierras muy frías, como son los montes Pireneos, y quieren lugares altos más que llanos o valles. No se hazen bien en las tierras callentes, y si los trasponen, se hazen caseros”; dato al que se le puede añadir otro complementario de Mosse Arragel, c. 1422-1433, que explica boj a través de otra planta, el abeto, más común (incidentalmente considerada en el DECH, con buen sentido, un aragonesismo, cf., sin embargo, Colón 2002: 188-194): por un lado (tomo también los ejemplos del CDH) cita los “buxes abieginos [‘de abetos’]” y los “abietes [que] algunos los romançan buxes” y, por otro, explica abies por medio de box. No sorprende, pues, que J. Corominas atribuyera al cast. buxo una procedencia aragonesa (y que, luego, explicara a partir de esta forma la variante boj, dentro de las posibilidades evolutivas de nuestra lengua), como se explican también las dudas que le llevaron finalmente a no descartar que buxo pudiera tratarse en su origen de una evolución castellana, por el escrúpulo que le entró al tener que “admitir el origen forastero para una planta que no falta en el centro de España”, escrúpulo del que, como veremos más adelante, podemos desprendernos. Coincido con J. A. Saura Rami (2015: 502) en que no es necesario recurrir al aragonés para explicar la variante castellana boj (la más antigua y usual en este dialecto), pero no por las mismas razones que expone él. No hay objeciones de peso en el caso del castellano contra el resultado de la vocal tónica de BŬXŬ a ó7; y, en cuanto al paso de la vocal velar final latinovulgar a -e, se 7  Con este único ejemplo no es posible establecer un comportamiento claro para una o cerrada latinovulgar seguida de [ks]. Vistas las cosas de una manera muy general, la yod preservó

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justifica esta por la explicación dada por J. Corominas a la evolución fonética del lat. DŬPLU (véase DECH: s. v. dos) y la consiguiente estabilización de la -e final, boj ~ bojes, como en carcaj, reloj, etc. La u tónica y la -o final de la otra variante (buxo o bujo), que es normal en aragonés, aparece también en algunos casos como una elección culta en castellano8, pero se trata en la mayor parte de ellos de una forma propia de algunos textos aragoneses o castellanos tendentes al aragonesismo (Vidal Mayor, Fernández de Heredia, el Árbol de las batallas traducido por Antón de Zorita9, el marqués de Villena o el incunable 1884 [fechado en 1494] de la BNE, que contiene la traducción que Vicente de Burgos hizo del francés, del Libro de las propiedades de todas las cosas de Bartolomé Ánglico, f.os 188v, 217v; 211v (Grande 2014: 92; Coullaut Cordero et al., en línea). Me atrevería a ordenar estos datos así10: ARAGONÉS

CASTELLANO box(e) ~ boxes (evolución popular) / [buxo ~ buxos (latinismo), véase nota 8]

bu(i)xo ~ bu(i)xos

→ buxo (aragonesismo)

Esa misma diferencia entre las formas con ó tónica, frente a las en ú, que hemos caracterizado como propias de los dos dialectos, castellano y aragonés respectivamente, se repite en los datos dialectales modernos. Podemos en iberorromance el timbre de la u latina originaria en bastantes casos, pero no en todos (Lloyd 1993: 321). 8  Esta forma, propiciada posiblemente por el latín, la encontramos en las ediciones más importantes del Libro de agricultura de Gabriel Alonso de Herrera, a partir de la de 1539, que se refieren a los “buxos o boxes” (comprobación para la que ha sido impagable la ayuda de Mariano Quirós). 9  Coincido con Ángel Gómez Moreno y Carlos Alvar (1987) en que el ms. 10203 de la BNE (que es el empleado en el CORDE para la edición del Árbol de las batallas) procede del ms. 10202 de esa misma biblioteca. Ese manuscrito 10202 contiene bastantes aragonesismos, gran parte de los cuales desaparecen del ms. 10203; pero esta desaragonesización no se dio de una manera exhaustiva, por lo que este manuscrito mantuvo algunas formas cercanas al aragonés, como ocurre con buxo y con varias palabras más (Pascual, en prensa). 10  Dados los materiales con que contamos, he de dejar fuera —no es la primera vez que me ocurre con este texto, que algunas veces se ha alineado en sus elecciones con el aragonés— la forma intermedia buxes de que se sirve Mosse Arragel de Guadalfajara.

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quitarnos por ello el escrúpulo de J. Corominas, a que me he referido antes, a propósito de las variantes dialectales conquenses —castellanas por tanto—, que cita en su diccionario, en que predomina la ú tónica: buje, bujo (a las que añadiría buj, buje, boje en la Serranía de Cuenca, donde abunda esta planta: ; buje, bojo y bujo en Calero 1987: 74), dado que se encuentran en un territorio situado en la “franja oriental [del castellano] que comparte la influencia de aragonesismos y catalanismos” (Hernández Muñoz 2009: 282). Incluso para la forma bujo de Miranda de Ebro11 es significativo que aparezca en el extremo oriental del castellano. El acceso por internet a algunos datos de los atlas lingüísticos regionales españoles —he podido hacerlo con la inestimable ayuda de José Ignacio Pérez Pascual y de Pilar García Mouton— confirma el desequilibrio que se da en lo referente a la existencia de este arbusto (y consiguientemente de su denominación) entre el oriente peninsular y el resto del territorio, y, por lo tanto, se explica bien la penetración de las formas orientales en el espacio castellano lindante con Aragón, como ha visto también J. A. Saura Rami (2015: 508, nota 26). Que exista la planta (y consiguientemente la palabra) en el centro no significa que tenga allí el mismo vigor que en el oriente. Así, es relevante la falta casi total de respuestas referidas a su nombre en el centro y occidente peninsulares (vid. ALCL III: mapa 926), es la misma situación que nos presenta el AleCMan (mapa 153) en la parte occidental de Guadalajara, Toledo y Ciudad Real y en toda la provincia de Albacete. Yendo al ALEANR (mapa 288) nos encontramos también con una escasez de respuestas en la Rioja, una preferencia por las formas en ó tónica en las provincias de Navarra, Zaragoza y Teruel, y unas formas con ú tónica, junto a otras variantes, en la provincia de Huesca, que se continúa (según el AleCMan) en una franja oriental de las de Guadalajara y Cuenca. Lo que se induce de todo esto es que un mismo étimo ha seguido un camino distinto en su evolución al aragonés y al castellano, lo cual se manifiesta en las distintas vocales finales —arag. o ~ cast. (e)— y tónicas —arag. ú(i) ~ cast. ó—, si dejamos al margen el latinismo esporádico bujo (vid. nota 8). Por   J. Corominas señala que “es autóctona, como observa oportunamente G. de Diego en nota reciente, la forma de Miranda de Ebro bujo”, lo que de hecho hace García de Diego (1950: 123) es invertir las explicaciones de boj y bujo: “el término boj, que es común con el castellano, no es sino un aragonesismo que sube por la Rioja, y apenas conoce nadie el burgalés de Miranda bujo, que es el típico castellano”. 11

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ello, resulta innecesario explicar dentro del ámbito castellano la u de bujo. J. A. Saura Rami (2015), por el contrario, buscando un paralelismo en la evolución de troj y boj, ha expuesto la sorprendente idea de que la u del supuesto cast. bujo (buje) se explicaría por el efecto metafónico que pudo ejercer sobre ella la -u final12, con la sospecha, por todo argumento, de que podría ser esta la manera de resolver el problema que existe para explicar la u de surco (2015: 509, nota 27). Llega J. A. Saura Rami (2015: 509) a esta hipótesis sobre la historia de boj al tratar de buscarle un paralelo a la evolución de troj, sin importarle forzar para ello los datos. No veo cómo se puede mantener que “los desarrollos habidos en uno y otro caso [es decir en boj y en troj] ofrecen un paralelismo notable”. En principio es razonable su idea de que, si la base última de troj fuera el gótico *THRAÚHS, como se propone en el DECH, las formas troixo y truixo, existentes en distintos valles altoaragoneses, obligarían a sustituir el intermediario latino del étimo *TRŎXE, propuesto por J. Corominas, por *TRŬXŬ, al menos para el aragonés (esa Ŭ final exige una justificación más difícil para el castellano). Ahí termina lo razonable de lo que se dice sobre troj en este trabajo; todo lo demás es una mera suposición basada en poquísimos y muy problemáticos datos y en algunas lucubraciones temerarias, precisamente para

12   No se puede ampliar al español la metafonía que existe en gallego-portugués (reflejada en sus préstamos al castellano). La -o final es la responsable, según el DECH, de la diferencia que separa al esp. corro del port. curro, al esp. centollo y corto del gall. centulo y curto, que podría ser —no oculto mis dudas— el punto de partida del leon. curto y curtiu y del santand. curto. Sería razonable, en cambio, la diferencia, a causa de la metafonía ejercida en portugués, entre el leon. c(og)üelmo y el port. colmo, tratándose de formas en cuya base etimológica celta está una o abierta. Se ha explicado la u del port. nusco, fundo y ludro ‘sucio’ (junto con el ast. llurdu ‘pez de color oscuro’) a causa de la metafonía (aunque tanto la forma asturiana como la riojana lurdo parecen occitanismos); y la misma explicación tendría un problemático gall. lusco (junto a losca) ‘oscuro’ (< ‘de poca vista’) y el ast. llucu ‘loco’. En la metafonía gallegoportuguesa se encuentra la justificación de nuestro chumbo; y para pulpo se ha llegado a pensar, lo que no me convence mucho, en la posibilidad de que la u se deba a que se tratase de un préstamo leonés, donde se hubiera ejercido la acción metafónica de la -o final. Sin obviar la posibilidad de un efecto de este tipo ejercido por una vocal final -o en zonas del aragonés; si bien, entre los que presenta J. A. Saura Rami (2000: 433), chugu ‘yugo’ y chunco ‘junco’ admiten una explicación diferente en el ámbito iberorrománico (Pensado 1983: 121, 129), como ocurre también con suco ‘surco’. Por otro lado, parece forzado que las formas curta, fluixa y llusca encuentren su explicación en la analogía; del mismo modo que algunos casos que engloba dentro de las excepciones no me parecen coherentemente explicados.

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demostrar una coincidencia inicial en la estructura de BŬXŬ y *TRŬXŬ, que continuaría luego en su evolución al castellano y al aragonés. Empecemos por decir que los datos no apoyan la idea de que el actual troj proceda de un trojo anterior. Atendiendo a la documentación del CDH, la forma inicial es troxe, desde c. 1440, en la traducción que Antón Zorita hace del Árbol de batallas; continúa luego en la traducción romance que Alonso de Palencia da al lat. orreum (s. v.) y al lat. triticum, en la parte romance de esta obra; de esa misma forma se sirven Gabriel Alonso de Herrera (1513), Francisco de Osuna (1540), Hernán Núñez (1549), Felipe de Mieres (1555) y varios autores más hasta el primer cuarto del siglo xvii; sigue siendo troje lo común cuando empezamos a hallar ya la voz con la grafía moderna j para la consonante intervocálica. J. A. Saura Rami (2015: 505) toma del CORDE un ejemplo de trojo en el romancero de Ravena de 1589, que es mejor dejar de lado: Un tuerto en su mujer no halló el despojo, y habíanle dicho que doncella era; andaba cual paloma arrulladera, porque otro había labrado en su trojo

Este trojo nada tiene que ver con troj, ya que se trata de una deturpación de rastrojo (Carreira 1981: 114); en mi búsqueda de otros casos de esta posible variante, todo lo que he encontrado (con la preciosa ayuda que me ha brindado Pilar García Mouton) ha sido un par de formas problemáticas terminadas en -o, en el mapa 584 del AleCMan, aparte de la explicable (a)troje. Que el género de troj sea, por otra parte, claramente femenino no impide que esté empleada esta voz en algunos casos como masculina (particularmente en plural), a partir de mediados del siglo xvii. Recurriendo de nuevo al CDH, aparece con ese mismo género en los siguientes autores: fray Jerónimo de Mendieta (c. 1604), Ana F. Abarca de Bolea (1679), Francisco Grau (1703), Juan Meléndez Valdés (a. 1781), Gaspar Melchor de Jovellanos (1794), un inventario del convento de carmelitas de Guadalajara (1836), Pedro Antonio de Alarcón (1861), Ángela Grassi (1867), Antonio Machado (1907-1917), Enrique Larreta (1908), Gabriel Miró (1910-1926), Gabriela Mistral (1922), Agustín del Saz (1944), Andrés Berlanga (1984), Manuel Sarza (1988), Raúl del Pozo, el troje (1995), que he de añadir a los cuatro siguientes que J. A. Saura Rami (2015: 505, 506) encuentra en el CORDE: Pérez de Ayala (del que conozco un ejemplo más en forma de apellido: “Alberto Menéndez de

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los Trojes”, en El Patriarca, de 1906), Gabriela Mistral, José María Arguedas (añádase a su ejemplo dos más del CDH: al troje y los trojes) y Tomás Pérez Sáenz (que se refiere a esta palabra acompañándola del sinónimo panera). Si la -e final de troj(e) o su ausencia hacía posible reinterpretarlo como masculino, tenemos ejemplos (ya se hace referencia a ello en el DECH, s. v. troj) de sentido opuesto, que no dejan la menor duda del género femenino de la palabra, cambiando la -e en -a. Acudiendo una vez más al CDH, encontramos en él: fray Bartolomé de las Casas: trojas 3 v., a la vez que trojes 4 v. (1552); Gonzalo Fernández de Oviedo: la troja, las trojas, a la vez que las trojes (1535); Ruy Díaz de Guzmán: grandes trojas (1612); Juan Bautista de la Concepción: trojas, a la vez que troje (1613); García de Silva y Figueroa: trojas, a la vez que troje (c. 1618); Antonio Vázquez de Espinosa: trojas (1629); Pastor Servando Obligado: tu troja (1903); Víctor Cáceres Lara: la troja, a la vez que las trojes (1952); Esteban Navajas: la troja (1977); Cristóbal Zaragoza: la última troja (1981); José Sanchis Sinisterra: esta troja, estas trojas (1985); Guillermo Morón: la troja (1986); Ednodio Quintero: la troja13 (1891). Al ampliar aquí los ejemplos proporcionados por J. A. Saura Rami en que se disiente del empleo “normal” de troj (utilizado como masculino o, por el contrario, cambiada su -e final en -a) lo hago pensando solo que estos casos dan simplemente cuenta de la inseguridad de algunos hablantes en cuanto al establecimiento del género gramatical de una voz que les resultaba marginal, por anticuada o rural o por ambas cosas a la vez, perteneciente a su léxico pasivo y que, probablemente, como es mi caso (que no recurriría a ella para designar un granero o panera), podían haberla conocido a través de los libros. Esta inseguridad de unos cuantos no debiera conducir a la pirueta filológica de abrir una puerta a un trojo masculino que fuera el punto de partida —aunque se formule con la prudencia de que no es algo “inusitado”— de un posible étimo *TRŬXŬ para el castellano. No parece razonable tratar de organizar la historia de troj y boj partiendo de la idea de un comportamiento paralelo de *TRŬXŬ ~ BŬXŬ, para acercar la evolución de los cognados castellano y aragonés, como ha hecho J. A. Saura Rami en un artículo, varias veces citado aquí, acogido en 2016 a sagrado en el Boletín de la Real Academia Española. Tal hipótesis se construye, a mi juicio, sobre datos muy problemáticos, cuya interpretación resulta además 13  Dejo fuera a Fernando Chueca Goytia, El semblante de Madrid (1951): “al hilo de las trojas y sendas”, pues creo que se trata de ‘trochas’.

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enteramente forzada. Todo ello se justifica por el deseo de no multiplicar los entes; loable empeño que tiene el inconveniente de que estos, por el contrario, ha habido que multiplicarlos mucho más. Referencias bibliográficas ALEANR: Manuel Alvar López, con la colaboración de Antonio Llorente, Tomás Buesa y Elena Alvar (1978-1983): Atlas Lingüístico y Etnográfico de Aragón, Navarra y Rioja. Vol. I-XII. Madrid/Zaragoza: CSIC. ALCL: Manuel Alvar López (1999): Atlas Lingüístico de Castilla y León. Valladolid: Junta de Castilla y León, Consejería de Educación y Cultura. AleCMan: Pilar García Mouton y Francisco Moreno Fernández (2003-): Atlas Lingüístico y etnográfico de Castilla-La Mancha. En línea: . Beltrán, Rafael (2014): Gutierre Díaz de Games, El victorial. Madrid: RAE. Caldes, Ramón (1429): [Traducción al catalán del] Arbre des batailles ms. BnF Esp. 206 de la Bibliothèque Nationale de France, consultado en línea. Calero, José Luis (1987): Léxico alcarreño conquense. Aproximación al estudio etnolingüístico de la comarca. Cuenca: Excelentísima Diputación de Cuenca. Cano Aguilar, Rafael (1990): “Período oracional y construcción del texto en la prosa medieval castellana”, en Glosa, 1, pp. 13-30. Carreira, Antonio (1981): “Notas al jardín de Venus”, en Criticón, pp. 107-122. Cejador, Julio (1929): Vocabulario medieval castellano. Madrid: Librería Hernando. CDH: Real Academia Española, Corpus del Nuevo diccionario histórico. En línea: . Colón, Germán (2002): Para la historia del léxico español, I. Madrid: Arco Libros. CORDE: Real Academia Española: Corpus diacrónico del español. En línea: . Corriente, Federico (1980): “Apostillas de lexicografía hipano-árabe”, en Actas de las II Jornadas de Cultura Árabe e Islámica. Madrid: Instituto Hispano-Árabe de Cultura, pp. 119-162. — (1999): Diccionario de arabismos y voces afines en iberorromance. Madrid: Gredos. — (2008): Dictionary of Arabic and Allied Loanwords: Spanish, Portuguese, Catalan, Galician and Kindred Dialects. Leiden-Boston: Brill. Coullaut Cordero, Jaime et al.: Glosario de la versión castellana de fray Vicente de Burgos del De Proprietatibus Rerum de B. Ánglico. En línea: . DECH: Joan Corominas, con la colaboración de José Antonio Pascual (1980-1991): Diccionario crítico etimológico castellano e hispánico. Madrid: Gredos.

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SOBRE LOS AUTORES

Jesús Pena es catedrático de Lengua Española de la Universidade de Santiago de Compostela. Su investigación se centra fundamentalmente en las categorías gramaticales y en la morfología derivativa. Entre sus trabajos de morfología destacan Usos anómalos de los sustantivos verbales en el español actual (1976), La derivación en español. Verbos derivados y sustantivos verbales (1980), “Sobre los modelos de descripción en morfología” (Verba, 1990), “La relación derivativa” (ELUA, 2003) y “Alteraciones de la serie derivativa verbo-nombre deverbal en español. Análisis genético” (ZrP, 2012). José Ramón Morala, doctor en Filología Española por la Universidad de Oviedo, es catedrático de Lengua Española en el Departamento de Filología Hispánica y Clásica de la Universidad de León desde el año 2000. Ha trabajado principalmente con la documentación medieval y con la documentación notarial del Siglo de Oro, atendiendo a aspectos gráfico-fonéticos, morfológicos y léxicos. Dirige la realización del Corpus Léxico de Inventarios, publicado en colaboración con el Instituto de Investigación Rafael Lapesa, en cuya web está accesible. Los trabajos publicados por el equipo de investigación sobre este corpus pueden verse en . Es miembro correspondiente por Castilla y León de la Real Academia Española y académico de honor de la Academia de la Llingua Asturiana. Mar Campos Souto es profesora titular de Lengua Española en la Facultad de Humanidades de Lugo, de la Universidade de Santiago de Compostela. Es licenciada y doctora en Filología Hispánica por la Universidade da Coruña (con premio extraordinario). Su investigación se ha centrado en la edición de textos (Memorial de virtudes de Alfonso de Cartagena, 2004), la morfología del español (campo en el que ha publicado trabajos como “Fobia y -fobo, a en el siglo xix: entre la morfología léxica diacrónica y la historia de la lengua” o “Los afijos en el laberinto de la lexicografía histórica”) y la lexicografía (Las Papeletas de voces castellanas de Luis de Usoz y Río, 2010); en este

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Sobre los autores

último campo cabe apuntar su función de coordinadora del Nuevo diccionario histórico del español (NDHE), proyecto sobre el que ha publicado también diversos trabajos. María José Rodríguez Espiñeira es catedrática de Lengua Española en la Universidade de Santiago de Compostela. Se dedica al estudio de la sintaxis del español. Ha trabajado sobre cuestiones específicas de predicación secundaria, subtipos de predicados, infinitivos y nombres deverbales, adjetivos modales y nombres encapsuladores. Sus trabajos se inspiran en modelos funcionales y en investigaciones con datos de corpus. Entre sus contribuciones más recientes destacan “Posibilidad epistémica y subjetividad” (2015), “El sustantivo hecho como ejemplar de nombre encapsulador factual” (2015), “Adjetivos denominales y relaciones argumentales” (ZrP, 2015), “Cláusulas flexionadas predicativas con verbos de percepción” (2014) y “Mantenimiento o reducción de valencia en nominalizaciones con sustantivos deverbales” (RILI, 2013). María Pilar Garcés Gómez es catedrática de Lengua Española en la Universidad Carlos III de Madrid. Su actividad investigadora se ha centrado en el ámbito de la semántica, la pragmática, el análisis del discurso y la lexicografía desde una perspectiva sincrónica y diacrónica; en estas áreas cuenta con la dirección de varios proyectos de investigación y con la coordinación del grupo de investigación Gramática, Léxico, Discurso e Historia. Entre sus publicaciones, hay que destacar varios libros, como autora y editora: La organización del discurso en español (2008), Diccionario histórico: nuevas perspectivas lingüísticas (2008), La reformulación del discurso en español en comparación con otras lenguas (2009), Los marcadores con función discursiva: procesos de formación y evolución (2013), Diacronía de los marcadores discursivos y representación en un diccionario histórico (2014), Lexicografía teórica y aplicada (2014), Léxico, historia y diccionarios (2014), Lexicografía especializada: nuevas propuestas (2014), Lingüística y diccionarios (2015), así como artículos científicos en revistas de prestigio internacional, entre los más recientes: “Gramaticalización y tradiciones discursivas: el proceso de creación de los marcadores de confirmación” (Revue Romane, 49/2, 2014); “Nouvelles perspectives dans l’analyse des marqueurs discursifs” (Cahiers de Lexicologie, 104, 2014); “Periodización y diacronía de los marcadores discursivos de distanciamiento: la etapa del español moderno” (Iberoromania,

Perspectivas teóricas y metodológicas en la elaboración de un diccionario histórico

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86, 2017); “La reformulación discursiva y los procesos de recapitulación y de conclusión: a propósito de los marcadores en fin y total” (Romanische Forschungen, 129, 2017). María Belén Villar Díaz, doctora en Filología Hispánica por la Universidad de Salamanca y en Sciences du langage por la Universidad Paris 13, es profesora titular de Lingüística Hispánica en la Universidad de Lyon e investigadora del CRTT (Centre de recherche en terminologie et traduction). Su actividad de investigación se centra en los ámbitos de la lexicología, la semántica y la lexicografía, y de modo particular, en los últimos años, en los fenómenos de neología y cambio semántico, en lengua general y especializada, sincrónica y diacrónica, con especial atención a la evolución de los adverbios y locuciones adverbiales, así como en el universo de las relaciones léxico-semánticas. Entre sus publicaciones más recientes pueden destacarse “La evolución de los adverbios y locuciones adverbiales de modalidad epistémica”, en María Pilar Garcés (ed.), Los adverbios con función discursiva. Procesos de formación y evolución (2013), “Hablemos ciertamente: historia e historias de combinatoria léxica adverbial desde la perspectiva de la lexicografía histórica”, en Rosalía Cotelo (coord.), Entre dos coordenadas. La perspectiva diacrónica y diatópica en los estudios léxicos del español (2016), “Etimología y cambio semántico: reflexiones en torno a la polarización adverbial”, en Mariano Quirós et al. (eds.), Etimología e historia en el léxico del español (2016) y “Neología y variación: reflexiones en torno al léxico de las pandemias”, en Joaquín García Palacios et al. (eds.), La neología en las lenguas románicas. Recursos, estrategias y nuevas orientaciones (2016). Recientemente ha editado, en colaboración con varios lingüistas del CRTT, el monográfico La néologie en langue de spécialité. Détection, implantation et circulation des nouveaux termes (2014). José Ignacio Pérez Pascual es licenciado en Filología Hispánica por la Universidade de Santiago de Compostela (con premio extraordinario) y doctor por la de Salamanca (con premio extraordinario). En la actualidad es catedrático de Lengua Española en la Universidade da Coruña, en la que trabaja desde 1990, después de ejercer como profesor de instituto casi una década. Entre sus publicaciones podemos destacar las monografías Ramón Menéndez Pidal. Ciencia y Pasión (1998), La Suma de la flor de cirugía de Fernando de Córdoba (2002), Epistolario Joan Coromines & Ramón Menéndez Pidal

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Sobre los autores

(2006, con José Antonio Pascual) o el reciente Los primeros pasos de un largo caminar. Los comienzos del Atlas Lingüístico de la Península Ibérica (2016). Académico correspondiente de la RAE (2015), es editor y director de la Revista de Lexicografía y de su colección de anejos. Cecilio Garriga Escribano es catedrático de Lengua Española en la Universitat Autònoma de Barcelona. Ha sido profesor titular en la Universidad Rovira i Virgili y es profesor colaborador de la Universitat Oberta de Catalunya y de la Wszechnica Polska de Varsovia. Sus líneas de investigación son la lexicografía y la lengua de la ciencia y de la técnica. Dirige el Grupo Neolcyt (Grupo de investigación en lengua de la ciencia y de la técnica) y coordina la Red Temática “Lengua y ciencia”. Sus publicaciones más recientes sobre estos temas son: “El diccionario de lenguajes sectoriales”, en María José Domínguez y María Teresa Sanmarco (eds.), Lexicografía y didáctica (2007, pp. 203-222); “Lengua técnica y lexicografía histórica: la aportación de Terradas a la discusión sobre el vocabulario técnico del siglo xx”, en Rosalía Cotelo (coord.), Entre dos coordenadas. La perspectiva diacrónica y diatópica en los estudios léxicos del español (2016, pp. 185-203); “Ilustraciones de la ciencia en la lexicografía española”, en Matteo de Beni (ed.), Ciencias y traducción en el mundo hispánico (2016, pp. 301-331; con Francesc Rodríguez); “El Diccionario Tecnológico Hispano-Americano: un nuevo intento de institucionalización de la lengua de la ciencia y de la técnica en español”, International Journal of Lexicography, 27/3, 2014, pp. 201-240 (con Pilar Pardo). José Antonio Pascual es catedrático emérito de Lengua Española de la Universidad Carlos III de Madrid; miembro de la Real Academia Española, de cuyo Nuevo diccionario histórico de la lengua española es director. Ha sido colaborador de Joan Corominas en su Diccionario crítico etimológico castellano e hispánico. Ha dedicado varios trabajos a la etimología e historia del léxico hispánico y a la metalexicografía. Ha trabajado sobre fonética y morfología históricas del español y de los dialectos hispánicos, situándose preferentemente en el período de los Orígenes de la lengua. Se ha ocupado también de asuntos filológicos referentes a los textos del siglo xv, de los Siglos de Oro (particularmente de las obras de santa Teresa y del Quijote) y de autores modernos y contemporáneos.