Manuel Aldano, (la lucha por la vida)

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RAFAEL AREVALO MARTÍNEZ

MANUEL ÍA LD ANO ico

(La Lucha por la Vida)

Talleres Gutenberg. ^1-

CASA EDITORA

t^

6^ Avenida Sur. No. 68.

Guatemala.

C. A.



Digitized by the Internet Archive in

2011 with funding from University of Toronto

http://www.archive.org/details/manuelaldanolaluOOarva

EDICIONES GUTENBERG

MANUEL ALDANO por Rafael Arévalo Martínez

Kt&g&vn RAFAEL AREVAIO MARTÍNEZ

I MANUEL ÁLDANO (LA LUCHA POR LA VIDA)

GUATEMALA,

C.

A.

Talleres "Ctttenberg."— é» Av. Sor,

1922.

N? 58.

ES PROPIEDAD.

Talleres "Gf^TENHERr.

"— Ountemala,

América Central

DEDICATORIA

A MERCEDES MACHADO. El Autor,

PROLOGO DEL AUTOR ¿Por qu^, después de una vacilación de muchos años,

el

autor entrega

al

primera juventud, sin que

público la

esta

obra de su

haya sido posible

re-

considerarla ni hacer la necesaria corrección de estilo,

con

el

temor de haber perdido en

veces a su asno, aunque con

ella

varias

seguridad que nunca

perdió a su Quijote, y a pesar de ser un libro

triste

en que del **un gran dolor .y pequeños cuidados" de Rubén sólo aparecen los cuidados pequeños? Se da como un consuelo para los los enfermos.

Que

los seres débiles

tristes y para vean caminar

a un ser débil delante de ellos y aprendan a confiar,

Que a su pregunta ansioa resignarse y a esperar. sa haya una contestación afirmativa. La

presente historia de los primeros

pasos de un

adolescente mal dotado en la inquieta búsqueda del

propio camino se puede sintetizar con los dos versos del poeta: «

^*-

He formulado mi pregunta

ante la vida

y parece que la heformulado en malas condiciones,''^ La

respuesta, apenas insinuada en esta obra frag-

mentaria, hay que

darla

con más precisión.

Es

PROLOGO muy que

sencilla: le

Aldano fué

el

poeta de

la

nación en

tocó nacer.

**Manuel Aldano" únicamente comprende rración de su vida hasta existencia

los

veintiún

años.

humana, por obscura que parezca,

la

na-

Toda tiene

noble y serena solución si la anima una buena voluntad. Y hay que agregarlo: Aldano pudo ser útil

a los

hombres.

una obra futura

El autor anhela describir en

la clara

raba a su protagonista

al

y fecunda senda que especoncluir su penosa

inicia-

ción en la existencia.

Guatemala, diciembre de 1921,

MANUEL ALDANO LA LUCHA POR LA VIDA I.

El empleo, objeto de todos

mis

obtuvo durante mucho tiempo. paterno

tío

con

vino

la

anhelos,

Al

fin,

no se mi

día,

sensacional noticia:

había conseguido un empleo para mí! la

un

¡se

Entraría a

conocido tratante don Juan

casa de comercio del

García.





Por supuesto-r-me dijo mi tío que al principio no ganarás nada: te aceptan como empleado supernumerario, lo que es muy justo, pues no serás útil

Aprenderás

sino tal vez molesto.

comercio del

el

señor García, y cuando seas capaz de prestar servicios

en su tienda,

en relación con te el cual

no

depende

de

te

se

señalará

un sueldo que

que merezcas.

lo

remunerará tu trabajo,

tí.

aprender a ganarte

Apresúrate a hacerte la vida,

que bien

lo

también útil

está el

almacén de

trabajar?

— No, don Ma«uel.

El Águila

y a

necesitas

para ayudar a tu madre y a tu hermana.

dónde

estará

El tiempo duran-

en que

¿Sabes irás

a

MANUEL ALDANO Me

lo inHicó

con detenimiento y

se

marchó

a su

casa.

Empezarla mi aprendizaje

noche no dormí.

lla

A

pleado.

las

Tomé

pié.

y aque-

al día siguiente,

Por primera vez iba a

cuatro de la

ser

em-

mañana ya estaba en

con dificultad un sobrio desayuno a rue-

gos de mi madre que se había levantado del lecho oír

mis pasos

en

en

la

dura escuela de

las

coz sentido práctico, que a

Y

tanto por

me

adcjui-

un pre-

privaciones,

veces

aquella ocasión era una de

al

También

vecina.

Mi pequeña hermana habla

Adela madrugó. rido,

habitación

la

hacía

daño.

Se interesaba

ellas.

empleo que iba a dar a mis aptitudes en

el

casa del señor García: esperaba tanto de él; tan a las claras

me

incitaba a trabajar con ahinco para ga-

mucho dinero, que mi corazón se llenó de congoja. Cuando supo que entraría de meritorio, nar pronto

el transcurso de muchos meno ganaría nada, protestó en diez tonos diferentes. Mi madre, llena de sentido común, de un intuitivo coHOcimiento de mi inutilidad y de una compasiva ternura, comprendió mi dolor al oír las frases de mi hermana y procuró aplacarla. Nervioso, mar-

que probablemente en ses

ché una hora antes de* era

las

siete

de

la

cuando debía empezar mi trabajo

vía al salir,

Adela inquirió desde

— ¿ManuefJ nada,

mañana, que

diario.

Toda-

puerta:

la

nada ganarás en ese empleo?...

II.

Caminaba ya próximo

mi

tío,

afligido por las calles

al sitio

donde, según

debía hallarse

el

almacén.

las

de

la

ciudad,

indicaciones de

Por primera vez

1

A RE VA LO MARTÍNEZ.

R.

en mi vida, empezaba a fijarme en tiendas,

buscando

de

el

El

de

los rótulos

las

P^n vano,

Águila.

es-

forzando mi vista de miope, movía los ojos en todas direcciones, sin atreverme a preguntar a los transeúntes.

mismos

Asi di varias vueltas y leí varias veces los de grandes caracteres: ''El León

letreros

Dorado,''

^^La

Camelia,''

A

Fama,"

''Pedro Dagliesh,"

tropical MÍ7ii?ig Co.,"

na de

^''La

*^ ínter*•'

Ofici-

....

Comisiones'''

cada instante andaba con paso más apresurado,

temeroso de empezar mi nueva vida con una

Al

puntualidad.

fin

me

falta

resolví a preguntar a

de

un

caballero que pasaba:

—¿Señor, almacén El — ¡Oh! —contestó una voz

Águila"^

el

compatriotas de

la

con

el

— No soy de aquí;

pero, vea, ahí dice

Volví a mirar:

almacén estaba en

el

Mi apresuramiento había til:

en

el reloj

de

de los

timbre

vecina República de El Salvador.

la

sido

El

Águila.

frente.

completamente inú-

Catedral sonaron las campana-

Vi el mío, das de las seis y media de la mañana. hermosa prenda de oro, herencia de mi padre. Sí: eran las seis y media. ¡Todo aquel trajín había durado apenas quince minutos!

III

Apoyándome

A

las siete

contra

la

puerta cerrada, esperé.

menos cuarto empezaron a

abrirse los co-

mercios vecinos, t-legaban dependientes con

nos en los

humorados,

casi todos

hanería que

me

1

las

bolsillos, sin apresurarse, soñolientos

con un

sello

ma-

y mal

de estolidez y

tru-

A

dos

causaba un instintivo temor.

MANUEL ALDANO pasos de la puerta de una tienda, ante los ventrudos patrones alemanes, se modificaba su aspecto:

nos salían de

y en

los bolsillos, el

una sonrisa

los labios aparecía

esperaban,

como

servil.

yo, reunidos en grupos.

conversaciones de los de

las

ma-

cuerpo se enderezaba Otros

Oía

las

tienda de la derecha:

la

hablaban de toros y de novias; sus miradas se detenían en mí, curiosas y con una indefinida amenaza

que me causaba menos molestia que su tenacidad. Y aquella primera espera en que, por desconocido, me daba en espectáculo a los próximos empleados de comercio que iban a ser mis vecinos, me enerva-

me

ba:

parecía ridicula.

Dieron la calle.

los siete.

Minuto

tras

minuto

Se oían ruidos de cerrojos

al

se

cargaban grandes piezas de madera,

se

conducidas a

la trastienda;

nas de objetos puestos a

caracteres.

Un

que eran

y aparecían vitrinas

A

la venta.

almacenes, los patrones

los

periódicos, grandes

animaba

descorrerse;

lle-

puerta de

desdoblaban enormes

como sábanas

curioso que

la

y

de diminutos

acertara a pasar,

no

hubiera leído en ninguno de ellos un vocablo español.

Eran ''The World;' ''2 he Dayle Picayune;'

En

'''The Times*'

silenciosos,

inmobles,

frente de

parecían

mí,

unos chinos

maniquíes de

su

propio comercio, exactamente igual a los otros que

en a ciudad eran manejados por sus compatriotas,

Al tas.

fin

todas las ventas de la calle estuvieron abier-

SoRaron

las

siete y

cuarto

Unos minu-

un hombre filto, vestido con un traje obscuro, y con lentes negros. Llevaba en la mano unas grandes llaves que en un momento hizo girar sobre sí mismas en la cerradura de la tos

después

vi llegar a

12

i?,

A RE VA LO MARTÍNEZ

puerta donde yo esperaba y en

interior de dos

el

o

candados, y se dirigió luego a hacer la misma operación en las puertas vecinas, que también per-

tres

tenecían

almacén de

al

El Águila. De

pronto, ins-

tintivamente, comprendí que debía empezar

cerme la

a ha-

decidí descorrer los cerrojos y concluir

útil:

apertura de la puerta.

¡Inútil propósito!

esfuerzos fracasaron; pero ya estaba ante



el

Mis hom.

bre de las gafas negras, que en un instante lo hizo,

y entramos

al

almacén acompañados de un chico

basto, lleno, de

Todo

cara

cuadrada y ojos pequeños. muestra de

su rostro revelaba una tangible

Entró apresurado, con maldad y de socarronería. un respetuoso buenos dias dirigido al hombre de las gafas, que no contestó, y una sostenida mirada al intruso, al nuevo compañero, es decir, a mí, que en aquel instante sentía cernirse sobre mi vida una

Pocos minutos después,

amenaza.

la trastienda

ces

el

con una regadera en

hombre

sencia:

me

alto pareció darse

dirigió

una mirada

el

la

chico salía de

mano.

Enton-

cuenta de mi pre-

cruel.

nuevo — ¡Ah! ¿Ud. habló ayer don José? de Ud. — señor, — Está —Juan, es el

empleado de que

me

servidor

Sí,

bien.

díle

al

señor donde puede

poner su sombrero. Entré ala trastienda, al mismo tiempo que un tercer sujeto enjuto, de nariz y labios delgados, con todo el aspecto de un don Juan Tenorio de almacén, irreprochable traje, corbata en forma de mariposa, y botas bajas de extravagante forma.

Y

a su rápido visión, comprendí que aquél, y no nin-

guno 13

otro, era el tipo del

genuino dependiente de

MANUEL ALDANO En efecto, era el último de los empleaEl Águila; el último de los que conocí, pues

comercio.

dos de

en categoría seguía inmediatamente después de don Francisco Gall, el hombre de las gafas negras.

Juan Ordóñez y yo éramos los muchachos del almacén: una especie de mandaderos, correveidiles o aprendices de que los comerciantes, con poco o nin-

gún

más bajos menesteres

sueldo, se valen para los

de sus

establecimientos.

Barrer,

sacudir,

hacer

entraban entre nuestras obligaciones. mandados venido se desvaneció la mala imrecién Ante el produjera mi joven compañero de me presión que bajeza alma y la crueldad que era la de tal trabajo:

en

rostro de aquel.

Juan era torpe, un muchacho de las clases baNuestro Jefe inmediato, que se llamajas, malo. en una escala un poco superior, Anleu, ba Roderico Y toda la maldad astuto inteligente, era y malo. ante la maldad más desvanecía se de Juan Ordóñez se reflejaba

el

socarrón y malo;, era



refinada de Anleu.

Todos entraron con

febril actividad.

Parado en

el extremo del almacén, que la limpieza dejaba momentáneamente libre, mi inactividad me pesó.

me

Nadie

dirigía la palabra ni

que hacer. descuido, era

el

tren

De

me

indicaba qué tenía

vez en cuando, por maldad

un chorro de agua me bañaba de aseo que llegaba hasta mí en

de Juan Ordóñez.

Me

que permanece

No pude

inactivo

contenerme, y

la

forma

trasladaba al otro lado del

establecimiento, y sentía que estorbaba, el

o por

los pies:

donde

me

los

dirigí

como todo

demás

trabajan.

a Anleu:

—¿En qué puedo ayudar? Una

mirada de desprecio y

la callada

por respuesta, 14

M.

Me

A RE VALO, MARTÍNEZ

Ordóñez, que imitó a Anleu. Entondonde estaba don Francisco, que leía un

dirigí a

ces fui a

periódico, y le repetí la pregunta.

—A

chiller.

ver,

una regadera y una escoba para

— Anleu, puede Ud. — Bien, aquí

las tiene

otra cosa.

este ba-

darle las suyas y hacer

Ud. Al

regar, pro-

Y

cure no mojar las mercaderías ni hacer charcos.

para barrer bien, observe

como

hace Ordóñez,

lo

Listo, bachiller,

sin levantar polvo.

no

para esto

se necesita gramática.

Ya con

la

regadera en las manos, empecé a entrar

en funciones. agua.

Se

me

Al pasar por

envió a

la

la calle, sin

casa vecina a traer

sombrero, con aquel

mano, me pareció que todos los ojos se Sabía ya, enseñado a menudo por ,mi madre y por mi tío, que ningún trabajo deshonra. Lo comprendía y lo sentía. Mas era demasiado brusco aquel cambio de un hogar pobre, pero en el que había sido mimado, y de un colegio en que /uí una de las figuras descollantes, a aquel medio de bajos menesteres, para que no experimentara emotrasto en la

fijaban en mí.

ción

Era una mezcla de orgullo

al

sentirme ca-

paz de desempeñar los puestos más humildes,

si

era

necesario; y de vergüenza, de una rara vergüenza,

por abstracción,

al

pensar en los

güenza que habría sentido Adelita

míos: de si

me

la

ve

ver-

así;

y que hubieran sentido mi tío y mi madre al creerme a mí avergonzado y dolorido. Y en la mezY, del fondo de todo cla había también extrañeza. del dolor

un vago dolor. En la casa a donde iba a pedir agua, reconocí la posesión de un poderoso miembro de la alta sociedad, en cuyo escritorio trabajaba algunas horas mi esto, se alzaba

^5

MANUEL ALDANO El dueño del edificio daba en arrendamiento

tío.

para puestos de

las piezas exteriores

habitaba con su familia

En medio

del gran patio

Cuando me disponía cibí el

comercio, y dependencias interiores.

las

habia una hermosa

regaño del fastuoso cochero del rico señor,

que me

gritó desde la caballeriza

fuente

que debía proveerme:

más!"

más

pila.

a llenar en ella la regadera, re-

Se quejaría

amo.

al

que no era esa la **Pués no faltaba Cada día se volvían

insolentes los empleados de comercio.

— Me

se-

ñaló un depósito en que abrevaban los caballos. To-



agua y regresé a

el

Cuando tad:

la tienda.

quise regar, tropecé con una gran dificul-

no miraba claramente

el

Acaso en mi

suelo.

hogar aquel hubiese sido nimio obstáculo, pues en los cegatos

hay un sutilísimo sentido que suple

deficiencia de la vista, y

la

una particular ductilidad del

cuerpo, que permite a éste inclinarse mucho.

Pe-

ro la conciencia exagerada de una grande ineptitud

y de una gran torpeza, que creía eran mi único dola educación de niño mimado que se me había

te;

dado; y

el

no haber vivido hasta entonces sino en más que con

colegios y en la casa paterna, ni lidiado

libros y útiles de escritorio, me ataban tanto que deseé morir .... Un sudor frío humedeció mi cuer

po.

Hice, en verdad, los charcos que temía, y

regadera escapó de mis manos, rompiéndose

ñando se

me

varios bultos de casimir y dijo nada, pero se

volvió incompleta a

gó de nuevo a

la

me

un acordeón.

quitó

la

manos de Anleu

inmovilidad.

marón

lágrimas, porque

¡Era,

pues, inútil hasta

A

y.

la

ba-

No

regadera, que

—y

se

me

rele-

mis ojos no aso

un vivo fuego

las

para barrer!

consumía.

Mi miopía i6

AREVALO MARTÍNEZ

ie.

se agrandó en mi imaginación:

No

hombre mutilado. los seres

a quienes amaba. ...

lado era más dichoso que yo,

mundo

me

creí igual a

un

debían esperar de mi nada

Y

todavía un muti-

pues su

en

sitio

el

estaba definido; pero yo no era sino torpe,

de una especie intermedia, sin derechos y con deberes. Se me dejaba la esperanza, el suplicio de la esperanza.

..

.

Un

mutilado se resigna: yo no

Y

nía este consuelo.

mi tendencia a

lo absoluto,

te-

a

sumas, aquella tendencia que cuan-

lo perfecto, a las

do yo estudiaba me hacía sacar saber pocas líneas generales,

síntesis,

pero todas

prefiriendo líneas

las

generales, a saber detalles de una parte y nada de las otras;

y

al

el

que en

me llevó a ser el El Águila puso en mi

las clases

solo entrar en

primero,

corazón

mismo deseo; que, errada entonces en su

ción, complicaba

mi vida y

me hacía

4irec-

doloroso lo que

demás era fuente de alegría, difícil lo que fácil; que en un aprendizaje me impulsaba a dominar lo más costoso; que me inclinaba a los extremos en todo; mi tendencia a lo absoluto, que se albergaba en un cuerpo insano y débil y lo conmovía como una gran ave aleteando en una ejtrecha jaula de mimbres,- me llevó una vez más a la boca un sabor amargo .... para

los

para los demás era



IV.

.... Concluida

la

limpieza del

suelo,

don Fran-

cisco arrojó afectadamente el periódico sobre el

mos-

trador y nos gritó:

¡Aprisa! esto

17

Ahora que somos

como una copa de

plata.

tantos,

hay que tener

¡Arriba los plumeros!

MANUEL ALDAAO En un momento,

dos de éstos fueron blandidos El **ahora que somos tan-

por otras tantas manos.

tos," lo consideré dirigido en especial a mí,

un

como

a

que había sido recibido por benevolencia, y tomé también mi correspondiente artefacto de plumas, empezando una más ruidosa ser

que estaba demás,

que cubría los objeMis compañeros parecían complacerse en haNos divicer ruido, y pronto me contagié de ellos. dimos matemáticamente la tienda, y, subidos en sendas escaleras o apoyando los pies sobre los mismos estantes, que casi tocaban el techo, empezó un chis-chas sobre los papeles y cartones que envolvían

que

efectiva limpieza del polvo

tos.

géneros del comercio.

los

V. los plumeros me hizo muApenas bajados de estantes y escaleme llamó don Francisco: Bachiller, verá Ud. cómo engalanamos nuestras

El ruidoso ejercicio de

cho bien ras,



puertas para goce y recreo de los habitantes de la

muy

noble y

muy

ciudad de Santiago de

leal

balleros de Guatemala,

Fíjese,

los

Ca-

porque üd. quedará

encargado de esta puerta, y para adornarla se neceta más talento que para conjugar el rosa, rosae, .

Por que ha de saber

bachiller,

que yo también

tuve en un colegio de curas y aprendí hasta belqui.

Primero

fija

Ud.

rrespondientes ganchos;

Ud

estos

hierros

después,

un hermoso fondo de

en

el

matiz,

que

.

quis

sus co-

sobre ellos pone

frazadas; en seguida

extiende estos pañolones de lana, legítimos. ojo con

el

.

es-

resulte artístico.

A

Ud.

Mucho continuáis

A RE VALO MARTÍNEZ

R.

ción Ud., alternándolos convenientemente cada día

y de

modo que

cuelgue los

se vean todos,

distinto*

Hoy pondremos acor-

objetos de nuestro comercio.

deones, pañuelos de seda, gorros, zapatillas ¡ah! y, sobre todo, .unos honestos

calzoncillos, para

recreo de solteronas y no solteronas. f^a exhibición churrigueresca

varias cosas,

que sacaban

me a

que hacíamos de tan

en aquel establecimiento de catalanes a sus puertas la

mitad de su comercio,

causaba, asco, molestia, vergüenza y admiración

la vez.

Asco, molestia y vergüenza

la

impúdica

exhibición de piezas interiores de vestir; admiración, el

conjunto pintoresco que presentaba nuestra tien-

da,

alegrando

la

con

calle

algunas telas; pero en

el

colores

de

fondo de mi mismo, un

ser

los

vivos

que ha comprendido siempre todas las acciones humanas me decía: *'¿Y por qué te asustas? ¿Por esas

Bah El pudor consiste en una cosa una cobardía de los hombres no aceptar

piezas interiores?

más

alta: es

¡

!

todas las cosas de su naturaleza.

Sí: las

personas de

buen gusto; de alma delicada, no harían esa innecesaria ostentación. Pero estos son comerciantes que necesitan vender!" Y ya solo quedó en mí, admiración por los valientes catalanes, los únicos en toda la

ciudad que hacían de

la calle

una perpetua

feria,

y de sus tiendas de relativa importancia un perpetuo puesto de buhonero al por mayor. En los otros

almacenes únicamente empleaban, para exhibir

las

mercaderías, vitrinas especiales; los catalanes, ade-

más de

ocupaban

Y

así

mi

alma de muchacho, arrancada por primera vez a

las

las vitrinas,

faldas femeninas y a cales, se sacudía

19

las

como

las puertas.

regordetas

las

manos canoni-

aves después de las

llu-

MANUEL ALDANO vias,

buscando

el

moral en

equilibrio

nuevo

el

medio.

¡Y qué fuerza de adaptación

A

los

dos o

tres días

hacía un siglo que estaba

numerario en

El

que habia en mí!

la

ya hubiera podido creer que

Águila.

como dependiente

super-

¡Quién sabe qué pupilas

mías se habían contraído ante

^

la claridad!

VI.

Los

que

días se sucedían sin

Cuando entraba en

la

tienda,

uno

ííi

solo

o un escarnio.

pasara sin un dolor, una vergüenza

en verdad, no

que,

podría decirse que fuera uno de los más surtidos

macenes, un hombre de provinciano,

clientes de los

que no

en



día un objeto

al-

mas pobres o un más numerosos y pe-

las clases

existía



el

establecimiento,

Ordoñez y yo mismo corríamos a La Camelia^ tante unas sesenta varas,

dis-

o a cualquiera otra tienda

de un comerciante amigo y que estaba en

el

secreto,

y traíamos lo pedido. Así, aquellos extraños comerciantes

vendían múltiples cosas surtiéndose en

Y ya podía

con un tanto por ciento más.

el

luga-

reño pedirnos los objetos más ajenos a nuestro

*'¿Un queso de Gruyere?

fico,

Emulsión de Scott para

¡Un momento, que

está a

agotar!

me

A

señor!

la

bachiller,

trá-

¿Veinte frascos de

botica del

Mandaremos

diez pasos de aquí. ver,

la

compra

plaza a la vista del cliente, que se llevaba su

¡Se

corra Ud.

:

pueblo X?

a la sucursal,

nos

acaba de

¡vivo*!"

— Algo

costó adiestrarme de correveidile inteligente.

Los

primeros días mezclaba géneros y especies. **Pero, ¡bachiller! Ud. tiene la cabeza de rábano más estúpida 20

AREVALO MARTÍNEZ

R. de

Y

creación."

la

sero

una

distinguir

confieso que merecía

Hasta

regaño.

los

de

tela

el

gro-

niños de mi ciudad saben

otra.

Pero yo había vivido

mundo real, que no sabía el nombre que me vestía. Mi cortedad de vista me

tan lejos del -^

del tejido

Y

llenaba de torpeza.

no

por cierto,

era,

Con importuna

buena voluntad.

falta

taba los primeros días: "¿Cuánto vale ésto? se llama aquello?

¿En qué

se

de

solicitud pregun-

conoce

¿Cómo

género?"

tal

Pero se mofaban tanto, que concluí por no hacerlo: xiebí entender

torpe

que era cosa de tiempo; que

—y yo no

lo era

— adquiere

un ramo cualquiera de

la

el

más

el

conocimiento en

actividad

humana, paso a Sólo que

paso, en una pequeña conquista diaria.

mi compañero Ordóñez había vivido en aquel tejeel empleo de mis aptitudes hasta entonces, no me servía allí. maneje, y lo que yo aprendiera en Pronto,

como

es natural, fui objeto

de mis compañeros,

—burlas

de

de que en

las burlas

comercio

el

no escapa el aprendiz por listo que sea, sobre todo en las tiendas españolas. Burlas crueles, ignominiosas, que mi quijotismo no llevó con paciencia. No me guiaba el sano instinto que hace a los bien dotados orientarse en eternas.

Un

día en

la vida: las

ga cola prendida del saco todas las burlas



exageraba,

las creía

que Ordóñez me puso una



y esta era

la

lar-

menor de

resolví castigarlo, a pesar de aquel

mi eterno miedo que me llevó temblando a mis riñas a pesar de mi eterna imaginación, abultadora de las arenas, que me llevó a ellas preparado par^ morir; a pesar de mi eterno amor propio que, no obstante, me llevó a ellas. Esperé en la tras-

juveniles;



tienda a mi obstinado perseguidor, y la emprendí a 21

MANUEL ALDANO golpes con

¡Fué ensañarme en un cobarde! Sa-

él.

có de pronto sus

con

ellas

una

vio seguir,

no

me

de hortera, y

tijerillas

produjo

cuando me firme en mi pro-

insignificante herida; pero

impertérrito, pero

si

pósito de castigarlo, se cubrió la cabeza con las

ma-

nos y se dejó pegar como un menguado. Don Francisco acudió al ruido, y, después de complacerse algunos

Su

momentos en

el

espectáculo, nos separó.

rostro de genuino español, asiduo concurrente a

las riñas

de gallos y a

de satisfacción.

las corridas

Comentó

de toros, brillaba

hecho durante varios días con Anleu y con algunos toreros y gente amiga de éstos, que, ya al atardecer, formaban tertulias en

El Águila, como

el

quien comenta

lances

los

de

la

un giro y de un vielcocho, o el poder y la nobleza de un miura. Olvidaba decir que, no bien pasada la escena, el señor Gall, corrió a un rincón riña de

de

la

trastienda y dio a los combatientes

cognac, que compartió con nosotros

sáramos

el

susto

"

un

trago de

para que "pa-

Después nos preguntó,

muy

strio:

—¿Quieren que dé parte patrón? de presumir, no quisimos. — Pues yo soy un buen chico; pero que al

Como

es

está bien:

no

se repita ¿eh?

Y

para hacer

cedor y

vencido,

la

necesaria diferencia

me

llamó

aparte

y,

entre

ven-

sacando del

mencionado rincón en que guardaba el cognac un recipiente que yo no conocía, lleno de vino, me invitó a que tomara. Le enseñaré a Ud. No se aplica el pilón a los labios: a diez pulgadas ¿eh? Hay que tomar a ])ulso. J.a enseñanza fué más larga de lo c}ue convenía a







22

A RE VALO MARTÍNEZ

R. la

sobriedad de don Francisco, que se puso dema-

Yo

siado alegre. la

bebí después de

él.

Asi conocí

bota española, de la que antes sólo había

oído

hablar y había leído en innúmeras novelas regionales.



más

S\,

bachiller: esto

rico

que

existe!

se llama bota.

¿Ve Ud.

¡Oh, es

este cuero?

ro de gato, preparado solícita y prolijamente. lo tienen en un baño de alquitrán y

meses

que son

esencias,

las

¿Otro trago?

vino.

Y

una

soltó

que dan

lo

Es cueSeis

otras

este delicado sabor al

o^ro trago: lo ha ganado.

Sí:

horrorosa

blasfemia.

Después,

continuD:

— Qué modo de pegar! lo

Ud.

Vamos, que sabe hacer-

¿Por qué no se dedica a torear?

bien.

Se interrumpió momentáneamante porque acababa de

llegar

— ¿Eh^

un comprador: ¿qué

Entre a

instante.

Pues ya

inútiles.

deseaba? la tienda.

lo creo

Espérese,

patrón,

un

Estos chicos son unos

que hay madapolán!

Luego volvió a mí, y añadió, en secreto: Bachiller: corra a buscar mada-polán en la tienda que Ud. sabe. En seguida en tono de mo-





nólogo:

¿Qué

diablos ^^xk madapolán?

VIL Los

como

días

que sucedieron a mi hazaña tuve,

resultado de ésta, una notable disminución de

Ordóñez no volvió a molestarme, y yo había ganado alguna estimación en el ánimo de don Francisco, Hasta Anleu abandonó sus pesadas bromas para acudir a otros medios de humillarme y moburlas:

lestarme:

23

— MANUEL ALDANO

—Aldano, corra gritaba

a traerme dulces ala pastelería,

me

cuando, ausente don Francisco,

veía

cambiar algunas palabras con algún amigo que se acercaba a nuestro mostrador en solicitud de una

Mi

mercadería.

vechaba todas

las

en vez de

inmediata obediencia

desarmarlo parecía hacerlo más

implacable, y apro-

ocasiones posibles para lastimarme.

Yo sufría sus impertinencias

y procuraba hacerme útil; trataba de recordar precios y distinguir telas. Con

todas las potencias de mi alma, observaba

de venta de mis superiores,

Don

sado de una manera directa en

el

método

Francisco, intere-

el

negocio, por su

calidad de asociado, era 'verdaderamente un merca-

der temible.

— Oiga,

Aldano,

una copa de más

lo

me

decía las raras veces er que

ponía de buen humor (Es

eran raras, no las veces en que tomaba una

decir,

cop de

las veces en que estaba de buen humor). que tener ojo de comerciante, y por la sola presencia del comprador deducir la suma de amabilidad y el tiempo que debe uno dedicarle. No todo comprador de aspecto de persona acomodada es un buen cliente. Tal vez tenemos los mejores entre los

más, sino

— Hay

que en España llamamos provincianos. en el traje, más o menos rico, hay que

Antes que fijarse

^ostro y en la actitud del comprador, en la

en

el

mayor o

menor preocupación con que pregunto por el objeto anhelado, y en la mayor o menor rá|)idez con que entra en ter,

la

tienda,

—dado, por

pues hay personas para

que para otras es te también hablan Si al entrar

lentitud. al

las

su puesto, su carác-

cuales es rapidez lo

Los üjos del

clien-

comerciante experimentado.

no echa una ojeada por

el

almacén bus24

A RE VA LO MARTÍNEZ

R. cando

objeto que desea, mala señal: es

el

rosidad se conoce en

Hay

el rostro.

que no

La mayor

tiene grandes deseos de comprar.

gene-

narices de lu-

gareño, narices alargadas en forma de pico de ave,

que con su sola presencia por mucha que sea

tear,

ce de que

me

indican que la batalla

Otras veces un tono

será reñida.

comprador ha decidido

el

cadería en trato: la batalla está

muy

sonas

suceptibles a

debemos economizar do

me

rega-

al

conven-

llevarse la

mer-

Hay

per-

ganada.

un halago, con quienes no

las

buenas palabras: volverán

éstas, hay que rebajar toEs preciso conocer que otras

Para

establecimiento.

al

nervioso

la insistencia,

lo posible el precio.

van de paso, que no volverán, caso en

que se de-

el

suma más alta, por exageraEn cambio, no hay que perder tiemda que sea. po con ciertos sujetos que no compran nunca: la experiencia se los hará conocer. Vea Ud. por be

tratar

de obtener

la

,

ejemplo,

que

indio

ese

trata

con Anleu:

¡no

comprara Se volvió hacia de aludir, y

—A

ver, cara

No

los?

el

pobre hombre a quien acababa

gritó:

hay.

de burro:

Aquí

¿qué quieres?

¿Pañue-

sólo hay frenos para bocas de

indios: ¡a la droga!

Y como

el

empujó con

indio se quedara viendo, asustado,

la

— Largo! j

lo

vara de medir, repitiendo:

¡Largo!

Te esperan

tu

mujer,

tus

cerdos y tus demás animales.

En buena mi

y por la Hablaba, más que para enseñarme, para

ta curiosidad ojos.

25

Había proferido por mi atenadmiración que leía en mis

escuela aprendía yo.

jefe la anterior parrafada estimulado

jac^

MANUEL ALDANO mí de sus habilidades. Y a la verdad que no mentía: era, sin duda, un buen comerciante. Anleu, con bastante *'buen mostrador," no le iba En cuanto a en zaga cuando se veía observado. Ordóñez, era una grotesca caricatura de sus superiores, a los que imitaba gestos y palabras, y, sobre todo, la insolente actitud con los pobres indios, enseñados a sufrirlo todo con paciencia por varios siglos tarse ante

¡Aquello era ignominioso!

de esclavitud.

Toda ante

la ciencia

la falta

de don

que empleábamos por

la

tablecimiento, casi todo

mos mano sobre mano, que

se cerraban

turnábamos a

Francisco

Fuera de

de clientes.

mañana en

el

estrellaba

media hora

aseo del

macén no quedara

sin

de

El

quien lo atendiese.

corto tiempo destinado

a

Nos

Águila. el

al-

De once

a doce marchaba yo a mi casa; permanecía el

en

hasta las seis de la tarde

hora de armorzar, paia que

la

es-

del día permanecía-

el resto

puertas

las

se la

en

ella

una sobria refacción,

Siempre lley regresaba después con paso rápido. gué cansado a mi vivienda: en aqifel trabajo era necesario permanecer de pié todas las horas del día,

pobre del que

se

ya tenía encima

apoyara sobre

la

el

y

mostrador porque

voz ruda del principal, llamándo-

haragán y otras lindezas. Cuando llegaba yo, lleno de enervamiento, a nuestra modesta habitale

ción, ya

maba de

me esperaba mi madre a la la mano el sombrero, y me Adela corría

medor.

me

atendía, y se

bajando

el

ba tanto?

me

al

puerta; llevaba

ruido de mis pasos.

linsojeaba.

me

to-

al

co-

Y

¿No estaba ya

se

tra-

hombre de la familia, del que se esperaY aquel buen recibimiento me daba más

dolor que las groseras burlas del principal.



Sentía

26

R ARE VA LO MARTÍNEZ que

mí una cosa que no podría dar, que defraudar una confianza.

se esperaba de

y nada hay más

En El Anleu,

el

triste

aquel

Agtcila,

comercio semi-muerto,

dependiente de más categoría, apto para

el

trabajo y

útil,

A

Ordóñez

se

ganaba una modestísima cantidad.

pagaba una suma

irrisoria, insuficien-

vicioso muchacho. Después supe que tanto uno como otro robaban a

hasta para

te

los

los

dueños de

necesidades.

cigarros

del

El Águila para poder atender a sus Qué esperanza tenía yo de ascender

Y la

y de ganar algo en semejante situación?

madre, que trataba de leer en mis ojos tento, anhelosa de

daba de mí

si

pobre

venía con-

mi

el alivio

felicidad; y Adela, que aguarde nuestra pobre situación, me

Cada día me iba sintiendo más más triste, más acongojado. Y aquella sugestión de mi inutilidad, realmente me incapacitaba. llenaban de dolor.

inepto,

En

raras,

muy

raras ocasiones, el jefe se esponta-

La mayor parte de las veces, con neaba conmigo. esa irritación que da el abuso del alcohol, nos increAnte 'su presencia amepaba por cualquier cosa. nazante permanecíamos^

las

horas y

las horas,

ener-

no hacer ruido para no provocar La presencia de un comsus furifundas miradas. prador, que esperábamos con ansia, nos daba un Al menor deseo subíamos pretexto para movernos. vados, procurando

al

último tramo de

pedida. rá,

*

señor!

posible."

escalera

la

para bajar

la

pieza

Ud. lo vemás eléctrico

'Tres varas de azul eléctrico?

Tenerrios

—Y

un azul de

lo

nuestras piernas se movían, y nuestros

brazos se extendían, y nuestras bocas tenían derecho

humana. Y en mí, latente, una pobre alma de hortera, una baja

a pronunciar la palabra se desarrollaba

27

MANUEL ALDANO alma ba a

porque.

y obsequiosa,

servil

desarmar

Mi

al Jefe!

sentir, ante

.

.

¡había que

.

empeza-

espíritu adolescente

aquella autoridad

necesidad de halagar, que hace

imperiosa,

esa-

las tiranías.

¡Y qué respetuosa era nuestra actitud ante mujer de don Francisco!

cuando nos concedían alfiler, al

menuda

cajas de cartón!

no tenemos",

''j

la

sus niños

honra de punzarnos con un

pasar, o nos pedían,

dal de su voz

mos

la

;Qué mimados con

el

e imperativa,

pequeño cauque les diéra-

*'Verá Ud., amiguito, ahora

Ah! ¿no tienen?

Se lo diré a pa-

pá!"

La

fuerza nerviosa acumulada en aquellas

lar-

gas horas de inerte espera, tenía de pronto, en

mí,

Mis pensamientos, como

raras explosiones. las caudales,

ban a Dios. de mi alma. todo;

volaban cada vez más

Una inmensa flulzura Lo comprendía todo,

amaba mi miopía y mi

minarse

la

tienda con una

mundos

de hombres en al

pasar en

leu eran buenos!

muy

comprensibles y

se

apoderaba

perdonaba

drado de Ordóñez. le

faltas,

muy

¡Don Francisco y Ansus humanas faltas,

hombres!

Y

perdonables. al

Ante

las

telas

¡Que grande es la ¡Qué bien ordenada está

E

imprevistos,

reales,

los

que me

industria de la

del Universo, tan varia y tan una, es decir lla!

algo roe

rostro cua-

¡Cómo hacerme perdonar

había dado!

rodeaban, balbucía: los

ilu.

de vehículos y el ruido de los

impelía a dirigir una mirada de amistad

golpes que

Veía

Acallando

celeste.

la calle, oía el

el éter.

Sus

águi-

acerca-

lo

incapacidad. luz

los ruidos insignificante's del pasar

transitar

alto: se

máquina tan be-

caudalosos, armónicos,

eternos, oía en mi alma sonar los versos.

Mi

cuer-

28

ARE VALO MARTÍNEZ

jR.

po se cubría de un sudor frío, mis cabellos se erizaban ante aquella extraña voz que hablaba en el si¿De lencio y era la misma alma del silencio dónde venía, que se la creyera nacer de muy hondo, ¿Era dentro de mí, y me decía cosas tan bellas?

Formaba

yo, o era un dios interno?

largas tiradas

de versos, que acariciaban mi alma horas enteras.

De

pronto

tazo o

un

— Eh, ¡Córcholis!

do

el

me

sacaba de mi abstracción un papiro-

grito:

no

bachiller: aquí

se viene

¡Parece Ud. poeta!

rosa rosae^ o se acordaba de Virgilio?

me

Corra a mi casa, y esencia de café.

amigo!

ción, recordaba

trae

tan brusca

tenían

muchas

exceso, que

me

interrup-

Pensaba en

cosas.

po, tan próximo aún, de un estudio tal

¡Vivo,

un poco de

en aquellos mis largos ratos

....Otras veces,

de ocio obligado, que

a

dormir.

a

¿Estaba declinan-

enfermo para toda

Sólo había tenido, durante ^1, un ner lo más pronto posible

la

tiem-

el

llevado

asiduo

vida.

la

obte-

propósito:

toga del abogado y no-

tario.

Ante mis

la cinta

de cinematógrafo de diez o doce años

ojos de niño

había descorrido

se

de

.

estudio,

que concluían con

fesional,

como

la

el

anhelado

título

única perspectiva digna y remune-

radora que conducía

al

Y

éxito en la vida.

tendencia a lo absoluto que había en mi aferré a aquella idea.

Y

con que

el

lo

hago todo,

años angustiosos.

pro-

Se

llevé al exceso,

me

estudio

había

al

durante dicho:

con

alma,

la

me

exceso los

dos

este es el

camino; y eché a correr por él. Para adelantar dos o tres años el instante en que, ya graduado en ciencias y letras, podría ayudar

29

a

los

míos

dando

MANUEL ALDANO clases en

un colegio o

traordinarios,

fruto

hice cursos

a domicilio,

de

superiores

trabajos

ex-

mis

a

Veía, distintas, en mi abstracción, la cara

fuerzas.

Recordaba

de angustia de milnadre.

las privacio-

nes a que se había sujetado para que yo pudiera

un

guiese

el

título

a

supremo anhelo de Venía a hijos.

universitario,

todos los padres latinos

ir

que un día consi-

colegio, con la esperanza de

para

sus

mí la severa imagen de mi tío paterno, el Licenciado Manuel Aldano, amo absoluto de mi casa, que todos los domingos examinaba mis adelantos en los estudios y

me

existencia,

el

Y

evocaba

como único

hacía entrever,

que hizo

fracaso definitivo

el

fin

de

la

diploma de abogado o de médico.

dolorosos esfuerzos.

inútiles tan

Como toda labor humana,

hiciera durante tantos meses

con todas

de mi alma, se vio recompensada:

las

la

que

potencias

terminación del

la

año escolar fué para mí un triunfojsonoro. En todos exámenes,

los

las S. S.

luminosas; después, alegres

premiaciones que cubrieron mi pecho de argentinas

Las gafas de mi

medallas...

empañaron

tío se

presenciar los ruidosos triunfos desde

de

Yo, desde

los espectadores.

que ocupaba,

lo veía,

prendían a mi

pecho

a

el

los

dre,

bellos,

último

humedecidos.

el

pañuelo a

En

que

los ojos

cambio, só-

cansados ojos de mi ma-

Medio escondida en

término, parecía aquella

pedir licencia para

prominente

solemne pude ver que también

los suaves, los

estaban

primera

cada nueva medalla que

llevar

sin recordar los lentes intermedios. lo al concluir el ajto

la

sitio

al fila

ocupar un

vez, sitio

como en

el

todas,

mundo.

Luego evocaba unas vacaciones dolorosas, en reacción de un largo, enfermizo esfuerzo, me

la

30

A RE VALO MARTÍNEZ tuvo postrado en

Tristes

lecho.

el

pasaron para

humedecían por la noche mis sábanas, que sin duda por ello se pegaban a mi La aurora dejó de cuerpo cenceño, muchas horas. ser mi buena amiga, la compañera de mis estudios. Solía levantarme cuando ya el sol lanzaba sus rayos mí.

Sudores

tibios

La

casi verticales sobre la tierra.

me

años de penoso trabajo

de

reacción

había dejado débil

dos

como

Después

un convalesciente de penosa enfermedad.

de interminables horas nocturnas, que pasaba esperando la voz metálica del reloj, ya cuando se aveci-

naba el alba, caía en un sopor doloroso, conturbado por negras pesadillas en que se descendía a lóbregos abismos o marchaba al borde de precipicios Aves negras revolaban en mis sueamenazadores. Despertaba ahogándome, y pedía tan repetiños. das veces no dormir sólo en el ancho, frío y desmantelado cuarto que ocupaba, que al fin mi madre compadecida,

me

llevó a la vecindad

de

alcoba

la

de mi hermana.

A

los

dos meses

tornar al estudio,

me

de

El r^édico de

incapaz.

descanso,

cuando quise completo

había sentido por la

familia, el doctor Es-

querdo, prohibió definitivamente mi vuelta

al

cole-

conminándonos con una sentencia de muerte, Y así, continuó mi ocio. Lentamente volvía a mí algo de la salud perdida: el reposo acumulaba fuerza nerviosa en mi organismo, y entonces ostilizado

gio,

por todos lados,

viendo múltiples puertas cerradas,

aquella resolución



Lo

pedí

al tío

quería ni

mento 31

se

la

de tantos

estudiar mis

me

— ¡buscar un empleo!

paterno, sin precisar de qué género lo aptitudes.

Ni por un mo-

ocurrió buscarlo yo mismo.

Tímido,

MANUEL ALDANO y pegado a

de dos mujeres, como había

las faldas

no sólo carecía de toda iniciativa, sino que se me había enseñado a contar en todo con el padre, o, en su defecto, con el tío que lo representaba; a contar con el padre latino, que mientras dura su vida y aún después de su muerte, proteje al hijo; lo guía y lo proteje, pero también lo esclaviza y lo enerva y le quita todo ímpetu propio; lo hace menor de edad, muchas veces, aún después de que ha casado y formado un hogar aparte. vivido,

En Guatemala

el

dre cuando ha muerto

Don Manuel, a

dar

el

nombre

hijo el

comienza a tener un pa-

abuelo patriarcal.

me

a quien nunca

había atrevido

Manuel, que

familiar de tío

prodigaba Adela, obtuvo mi entrada en

donde entonces

sufría tan

El

le

Águila^

doloroso aprendizaje.

VIII.

Nunca

olvidaré la

nuestras almas

sonaban

el reloj

menos cuarto de

seis

las

grata voz

que tenía para

déla catedral cercana, cuando la tarde.

¡Cómo

habíamos contado durante largos ratos las campanadas, esperando acjuella armoniosa combinación que nos indicaba vimientos

la

envolvíamos tendidas

hora de cerrar

que

el

Con mo-

abultadas piezas de casimir, exten-

las

en

la tienda!

hábito hacía fáciles y agradables, exhibición a la puerta; do-

vanidosa

blábamos, respetando

el

menor de

los dobleces,

pañolones de lana para colegialas, que siempre

evocaban seaba

la

imagen de Adela

uno desde hacía tiempo,

pedirme que

lo

^

solicitara

para

los

me

Porque Adela dey no ella

cesaba de

en compensa» 32

R.

ARE VA LO MARTÍNEZ ¡Cuánto deseé aquella mo-

ción de mis servicios. desta prenda!

Doblábamos los pañuelos de seda; meticulosamente cuidados, volvían a sus fundas los paraguas y a sus cajas pantuflos y acordeones, todos ellos, productos de aquella rica industria catalana, por latina

muy

amada, en oposición a

que llenaba

la

los

escaparates vecinos, venida de Estados Unidos, de

Una

Inglaterra o de Alemania.

buscaba

el

fuerza de ser tratado, do.

A

legión de ganchos

habitual refugio nocturno; y todo esto, a

me

parecía

veces sentía pena cuando

un antiguo conociel

de seda, vivo como una llamarada, o tos matices,

suave pañuelo

la tela

de discre-

pasaban a manos de un comprador.

Y

todo movimiento mecánico, ejecutado conforme a un

programa, se hacia liar.

Un *

En

todo objeto volvíase fami-

fácil;

escaso cuarto de hora habíamos concluido.

no sin el respetuoso don Francisco, nunca contestado.

correr de cerrojos, y a casa,

'Buenas tardes" a

IX.

.... ¿Qué tal hermtnito? ¿Y el pañolón? ¿Es que no me quieres? Adela lloriqueaba, y sus fáciles lágrimas caían sobre mí, una a una, corrosivas, quemantes. Y yo sentía que en mí corazón se verificaba un fenómeno fisiológico, que ningún profesional podría explicar, el que también lloraba lágrimas de sangre, como un gran ojo interno. Lloraba, no a lo largo de mi

por

cuerpo, segregadas

cabe

los

párpados, cristalinas,

sino rojas, directamente; y por eso debía enfermar.

Y Z2,

por eso lo sentía dolerme con un

dolor

físico.

^

MANUEL ALDANO Cuando murió mi madre de una dolencia cardiaca, lo comprendí perfectamente .... ¿De qué otra cosa se puede morir cuando se quiere asi, como noyo

sabemos querer?

sotros

Y sin

tocar la escasa cena, me separaba de mi hermana y de mi madre, que con el moverse de sus bellas y pálidas manos, que trazaban en el aire Una cruz, creía mandarme al lecho acompañado por una protección contra el espíritu de dolor que me poseía. Me separaba de mi madre, que no tenía valor para acallar aquella voz meliflua de la

de que pasara una vez ante

hermana, que des-

El Águila

para ver

al

hermano trabajando, pedía un pañolón, un modesto pañolón de lana .... Un día, a fin de mes, mi madre puso en mis manos el valor de la prenda deseada, fruto de quién sabe qué privaciones: Le he preguntado que cuál quiere, y dice que Cómpralo, y dilc que se lo es uno azul y blanco



traes tú.

Adela tuvo su pañoloncito,

¡Santa madre! los diez díaz,

tímidamente,

me

y a

insinuó que deseaba

otro de seda ....

Ya en mi y mordía

cuarto, solo,

las

mi dolor.

con

la facilidad

por cualquiera impresión

Un

anhelo.

versación en toros, el

el

la

lecho

voz de

Casi siempre eran versos blancos, que

salían inconteniblemente,

mas,

sobre

Otras veges, cuando tenía alguna calma,

hacía versos.

drilla

me echaba

almohadas para que acallasen

día, la

de

de

las lágri-

belleza

o de

impresionado por una larga con-

que discutían a

Morenito de Valencia

gritos,

acerca

de

—espada de una cua-

que estaba transitoriamente en nuestra ciudad,

—don

Francisco

y

dos

o

tres

aficionados

más 34

J^.

ARE VA LO MARTÍNEZ

que se reunían por las tardes en El Águila, y evocando mis recuerdos de aquel espectáculo, frescos porque el anterior domingo había ido a la plaza de lidia invitado por un amigo, escribí una extensa composición en que, con desbordante lirismo, des-

una corrida, haciendo muchos juegos con las Por primera vez usé palabras **vida" y *'muerte."

cribía

de

me pareció muy muy bella. Al día

los consonantes, y al concluirla

muy conmovedora

sonora,

alto

de

la

con mi mejor

letra la enseñé a mí que no hablaba muy libertad de mi espíritu ni de mi sentimien-

siguiente, copiada

principal

y

con

esta dedicatoria,

to de dignidad personal:

Al Morenito

de Valencia,

y

al inteligente aficionado don Francisco Gall\ dedicatoria

muy

parecida, en lo que se refiere a la sin-

ceridad, a aquellas

que más tarde logré conocer en

alguna redacción de periódico, y que pedían en esta forma: Al Director de ^^ El Mundo' \ gran talento

y gran

¿Por qué

corazón

el

bicho débil, tendrá necesidad de

solicitar

auxilio

Y

desde Mecenas y el Conde de Lemos, hasta último Ministro o Diiector de Revista, recibirán

así? el

poeta, ese pobre

epítetos quizá

muy

justos,

pero sin ducíl más nece-

sarios.

jOh pecado de mis primeros versos que tuvieron Nunca lo hubiera cometido. Desde entonces las burlas crecieron en una proporción abrumaCon la misma soltura que antes empleaba dora. **Vaya Ud. a don Francisco para gritarme: (aquí unas ignominiosas palabras), hoy vociferaba, cuando yo cometía una torpeza: **Vaya Ud. a hacer Luego me presentaba a todo el mundo versos". lector!



como 35

poeta, y ya sólo

me

llamó con este vocablo.

MANUEL ALDANO La

palabra

*

'bachiller" había encontrado

tuto inmejorable.

Todo

¡Oh dolor

un

susti-

de oírse llamar

el

así!

aquel respeto, toda aquella veneración que a

y ocho años hay para el poeta, a quien la primera juventud considera

los diez

instinto sano de

enviado de Dios, todavía hoy, en

el siglo

el

el

XX; un

ser alto que tiene en mayor cantidad que los demás hombres los atributos del creador, ¡el antiguo vate'

-todo aquel respeto y aquella veneración se sienten

Oir dar

lastimados.

nombre sagrado, con

el

nio o sinceramente ¡qué angustia! llena de

vergüenza, con toda

Cómo

escar-

alma,

el

toda

la sencillez,

la

humildad y todo el amor propio de la adolescencia, pide cien palmos a la madre tierra para cubrir los

¿Qué castigará sufiLa doncella a quien

sonrojos de nuestro crimen.

cientemente nuestra audacia?

un ojo aleve sorprende desnuda en

No

frió tanto.

sufrió así

Ingenua púrpura que arrebola escritores inéditos,



fuente,

no su-

mejillas pálidas

de

sorprendidos en pleno delito de

soberbia antes de que sagración:

la

ningún otro pudor herido.

el

buen éxito haya dado con-

verde del laurel nunca fué tan vivo!

¡el

Bachiller,

ese

no

¡Vaya a hacer versos!

es el

género que

Bachiller,

Ud. con esa cara de bobo?

le

pedía.

pero ¿qué hacía

¿Dormir?

Ah, no:

hacía versos.

Apesar de todo, sancio, a la

me

inutilidad

resignaba a

la burla, al

del esfuerzo,

can-

porque com-

prendía que el que, como yo, tiene una madre y una hermana pobres, debe de ser valiente. Pero la blasfemia completó cipal.

la

crueldad y

la

Toleré aquellos cantos de

la

torpeza del

i)rin-

mañana, que

lo

retrataban de cuerpo entero, bajo y rastreante:

36

.

I^.

ARE FALO MARTÍNEZ

El hojiibre

a la mujer por un poco de placer la tiene

Pero cuando

qut ma?itener.

frase

la

horrorosa que mancha los

pueblo español, -el

labios del bajo

,

Y

que no

sentí

su

presencia.

esconderme, lleno de vergüenza por

corrí a

en

por mí,

santo

ultraje al

nombre de Dios--brotó de sus labios, podía estar ni un momento más en el

más sombrío rincón de

él

y

la trastienda.

X.

Un

me

día

pedido por por

el

determinación.

cartón.

que hubo entre ofendido, no tomamos igual Oiga: queremos que Ud. adelante

nuestro

que

valor

a Ordóñez.

pleito

considerarlo

algo en

me dijo: Lo hemos desUds, Con Ud.,

llamó don Francisco y

— Hemos despedido

las

el

Le dará

almacén.

mercaderías

Esto es para

tienen

clave del

la

apuntado en

un progreso, pues

Ud.

permitirá vender sin acudir a mí ni a Anleu.

H

el le

Fíjese:

mayúscula, quiere decir un peso; h minúscula,

un centavo; R, dos pesos .... Y, en efecto, aquel d'a ya no

Pero no era

cho.

cierto

vi al

que

españoles lo hubiesen echado por

pobre mucha-

aquellos la riña:

echado porque veían en mí un sustituto tenían

necesidad

irrisorio sueldo til!

A

de

pagar,

y

así

señalado a Ordóñez.

los diez días

me

iba yo,

sórdidos lo

habían

que no ahorraban el j

al

Cálculo inú-

y algunos después

volvía mi antiguo compañero. Cuando le dije a don Francisco que me salía de la tienda, montó en una cólera que multiplicó en sus manifestaciones

37

MANUEL ALDA NO Había servido en su tienda

aparentes.

y con

la

meses,

seis

darme no debí

sabia escena de aquel enojo evitaba

la gratificación

acostumbrada.

Así, pues,

nada a aquellos catalanes. No me quejé, tampoco, quizá porque mi enfermiza imaginación y mi ignorancia de la vida

me

hacían creerme más inútil de

que era en realidad.

lo

XI.

Adela recibió con júbilo

—Has

hecho bien en

salir

la noticia:

de esa casa en que

En

eran tan miserables contigo, exclamó.

mi madre, dijo.

sólo

a

se

Ya algunos esperaba

El Águila.

días antes le había insinuado

el

Y

cuanto a

me

de congoja, aunque nada

llenó

fin

del

mes para

dejar

aquel primer fracaso

la

que

de

oprimió

Su afecto maternal comprendía que en

corazón.

fondo de todo se ocultaba hijo a este

mundo;

ir

el el

inadaptación de su

la

más

es decir, algo

serio y

menos

pasajero que mi horror a las blasfemias del princi])al.

Sm

— No Y

te

embargo, su cariño aparentó ignorancia; apenes, querido Manuel.

Dios proveerá.

desde entonces, sus pálidas manos permane-

cieron unidas todas

las

noches con un ruego más:

**Dad, Señor, a mi hijo, un empleo apropiado a sus

necesidades."

En cuanto al tío, fué me golpeó en

cas palabras.

C tal

cruel.

Sin querer oír mis

con sus dogmátiFueron series de preceptos del A. B, de los hombres honrados. Todos estaban ya de modo impresos en mi alma, que su repetición no

disculpas,

tenía objeto:

los oídos

ARE VA LO MARTÍNEZ

R.

— El que

trabajo es doloroso, pero necesario.

Te busqué

resignado.

primer

el

y

empleo: lo has

Ahora, mira qué haces.

sin consultarme.

dejado

Hay

pero también hay que ser humilde

ser digno,

XIL

Como

me

siempre que

afligía

un

quedé tan

dolor,

herido del alma después del fracaso, que permanecí

en

el

Y

lecho semanas enteras, refugiado en la lectura.

comprendí, durante aquellos

me

había hecho mi estancia en

que

me

horror Si

de

vista

desde

lejos,

pareció más terrible. invencible

cuánto daño

almacén; estancia

la

quietud del aposento,

Y

se despertó

aquel

hacia

días,

el

lugar

en mí un

de

tortura.

una orden de mi madre, que trataba de arrancar-

me

a

desesperación,

la

ciudad, daba

por

el

me

rodeos

los

impelía a recorrer

necesarios para

teatro de mis antiguos suplicios.

la

no pasar

Por exten-

humano me pareció desde entonces doloroso como el que acababa de dejar.

sión todo trabajo

tan

Pasaba

días

pensando qué haría en

enteros

Cuando

sucesivo.

el

salvadora, y volvió a



la

esperanza, intenté infruc-

tuosamente varios medios para

armado.

de

ir

a la lucha mejor

Fui algunos días a una escuela nocturna

que

la

Libros.

lo

descanso operó una reacción

El

mejorar mi

se

salía

con

me

estudio letra,

el

título

fué

de Tenedor de

imposible.

y mi espíritu de orden

me

Decidí llevó a

empezar por hacer palotes A una nueva tentativa de conocer los misterios de un tratado de teneduría de libros,

—ciencia

de

la

que sólo tenía incompletas

nociones, -aporté un elemento malsano: bebía alco3í?

MANUEL ALDaNO hol,

pidiéndole

días

determiné

de nuevo a

me

fuerza de concentración

A

mi madre, asustada, me preguntó

irritación

la

la

El resultado fué deplorable.

faltaba.

abandonar

las

la ciencia;

pedí

cuerpo,

diese

Me

de mis ojos.

Y

materia agente.

vi

espejo,

y acudí

doctor Esquerdo que

un cuerpo apto:

me

implacable,

él,

me

pocos

causa de

la

al

Entonces

copaí*. al

que

los

necesaria

la

contestó:

Le receto campo. ¿Quiere Ud. ir a la hacienda de un amigo mío, como huésped, los

de ganado

Después trabajará en ella A la máxima de Zola para el Hterato: Ni un día sin una línea yo opongo ésta, para el literato enfermo; ¡Ni una línea en el dial Olvidará Ud» que sabe primeros meses?





Y no

leer y escribir.

quiero una temporada de dos

meses: no bastaría: ¡dos o

Ud.

años su

algunos

tres

años!

curación;

si

Así esperará se

niega,

la

esperará toda su vida.

Una

negación

— Bien aliviar su

fosfato

base de

ayudarlo

pues;

lo interrumpió.

¿En

muera

¿Kola?

agonía?

de cal? la

muda

está,

¿Arsénico?

—He

cual no saldrá ningún

por

medio

de

qué

aquí

la

cuádruple

doctor que (juiera

farmacopea.

la

puedo

¿Glieero-

¿Estricnina?

Ahora,

agentes físicos

— Doctor, y inyecciones —Base de de Pearson? — ¿Y — Base de — ¿V droga X? — Base de las

talos?

estricnina.

el licor

arsénico.

la

kola.

Salí

de

casa

del

doctor.

recurrí a la gimnasia, a los

Quince,

b?ños

fríos.

treinta días

La sobre

.

A RE VAL O MARTÍNEZ

jR.

alimentación, parte del tratamiento, era imposible.

El

día

poca

¡No

eficacia

método

del-

al

ver

la

higiénico lo abandoné.

tenia derecho a esperar!

tío

me

me ayudaría. Pues Y una mañana, limpia-

había dicho que ya no

bien, prescindiría de

mente

de nuevo un empleo.

entonces solicitar

Decidí

Mi

impaciente,

trigésimo, inquieto,

me

trajeado,

él.

lancé a la calle con un amargo

boca y con rnovimientos febriles. Un amigo, uno de los pocos amigos que tenía, empleado sabor en

la

en una casa de comercio,

me

ofreció ayudarme.

El

estaba en pleno teatro del movimiento

comercial, y siempre sabía de los empleos vacantes. Me dijo

que volviera mas noticia:

los

me dio la El So^ El Sol era me parecía

tarde, y al día siguiente

propietarios

necesitaban empleados.

El

de

Tigre

— El almacén de

y

más cercano. Al marchar hacia él que ninguno ignoraba que iba a solicitar un empleo, el

acto que, contra todos los ejemplos de la enseñanza

que

se

me

había' dado, creía vergonzoso.

gonzoso; no por pedía algo

se

quienes se

En

el

el

a

los

pide

algo

hombres,

y

los

hombres a

son crueles

Entré.

gran almacén había activo movimiento. Innu-

merables clientes se agrupaban ante

Logré hablar con uno de importancia; y los

Sí: ver-

hecho en mí mismo, sino porque

seres

el

los

dependiente, por

débiles

mostrador.

el

dependientes de menor

amenazados,

ese

que

instinto

les

de

avisa del

que yo era un competidor, uno de los numerosos solicitantes que acudían al cebo de un empleo, porque me miró con odi(» y me contestó destempladamente: peligro, debió tener la visión rápida de

— Está 41

ocupado; vuelva más

tarde.

^

MANUEL ALDANO La segunda y las mi primer interlocutor

Volví varias veces.

ya no fué

sólo

sucesivas, el

que me

formó una atmósfera de rechazo, sino varios de sus compañeros también. Había debido correr la voz:

Es

''¿Ves ese individuo de rostro pálido?

viene a solicitar

el

empleo vacante"

muda

contra mí en una

—Y

el

se

que

unían

agresión de ojos.

El patrón tenía frases crueles para cada solicitante:

— Abundáis como

langostas.

La mercadería 'empleado" bajaba de valor con la abundancia. La oferta, como a todas las mercaInsistía yo derías, la hacía cotizarse más baja. *

Al fin pude hablar con el ventrua pesar de todo. do señor. Me miró sobre sus lentes, propios para una vista cansada e inútiles para ver otros objetos que los muy pequeños o muy cercanos; me miró con esa extraña mirada que obliga a inclinar el rostro las

y que tienen los ancianos cuando cabalgan Me sobre la nariz y no usan de ellas.

gafas

miró con alma; con

una sola mirada que me la

desnudó

el

misma mirada que, en un momento,

valoraba los granos de café y percibía la tonalidad más o menos azul, el peso, el mayor o menor

cuidado que se había tenido en su beneficio.

— ¿Es Ud. tenedor de — No, — Entonces, márchese.

libros?

señor.

Es

dancia de dependientes que no emplear.

Vienen ciento, y de

terrible

esta abun-

uno en qué ciento ninguno

sabe los

sirve.

V luego exclamó, dirigiéndose a

— Muchachos, cise;

ya veis

conducirse bien.

cómo

sus subordinados:

abundáis.

Es pre-

R.

En El

A RE VA LO MARTÍNEZ

no fué largo mi

ligf-e

calvario:

sólo

al

despecho de mi cortedad de

vista, hirió

mis ojos un letrero engrandes caracteres:

NO HAY

entrar, a

EMPLEOS VACANTES.

Tenía razón, pues,

de enervarme. de

El Sol.

Pero no era esto

más: era que, de entre

yo

me

Aquel aviso concluyó

Mi

creía el peor dotado.

se había vuelto,

propietario

escasez

ánimo, una idea

en mi

sufrir

de solicitantes,

multitud

la

el

que me hacia

lo

de

vista

fija.

No

Mi desconocimiento

tenía el valor de resignarme.

de mí mismo y de la vida, mi educación teórica, mi imaginación desatentada, dábanle proporciones que

no

¡Ah!

tenía.

¡Ojalá todas las vallas que encontré

en mi camino no hubieran sido más

Después, con salvé

el sencillo

no me

y

altas

que

ésta!

recurso de unos lentes, la

molestó

Pero

más.

entonces,

entonces, víspera de la batalla, sentía no tener una vista

normal y un cuerpo fuerte; no poder cargar no poder, de una sola ojeada,

fardos voluminosos; percibir el lugar, cosas.

tamaño y

el

Voluntad

de

las

cualidades de las

voluntad

vencer;

enérgica,

perseverante, tenaz, estremecía mi cuerpecillo.

en vez de cuerpecillo fuera cuerpo,

cómo me

Si

sentía

la muchedumbre, hasta un puesto en primera línea, y llevar allí a

capaz de hender a codazos

obtener los

míos.

¡Ah!

¡si

fuera fuerte!

Qué pronto

la

ignorancia caería de mis hombros, arrojada por un

constante estudio. disputa

el

¡Ah,

puesto a un

si

fuera

mozo de

fuerte!

cordel?"

capaz de descender en busca de trabajo a

¿Quién

Me

sentía

las

capas

sociales inferiores, a los puestos de abnegación y

dolor en que no hay rivales. a

un cargador esmirriado

43

ni a

de

Pero no comprendía un albañil cegato.

MANUEL ALDANO Volvía a casa, de estas inútiles tentativas, con los ojos cubiertos de lágrimas. entrar,

procuraba serenarme.

Unos pasos antes de Mi madre balbucía

verme:

al

— ¿De dónde Yo no una de — Madre querida: he paseado. ¡cuánto me — ¡Cuánto me vienes, hijo?

tenía

valor

el

fingir

sonrisa:

alegro!

Ojalá

Pero esos tus

negros

alegro!

todos los días lo

hicieras.

días

Nuevas

me

amigo dependiente de comercio,

visitas al

En

orientaron de nuevo

patrón efecto,

un buen

mativo de

plumas y

sujeto.

El

los rótulos:

con

feroz

que era un buen

diz

me

título,

si

el

herido

dado a su

piel del

pecho desnu-

tarde,

pregunté

al

cómo un hombre

la

¿No

hallar su

ve (jue un cliente

dirección de mi almacena

memoria remisa? Un

título

de mi tienda se recuerda con facilidad: ha la

no saben

imaginación. leer,

dicen:

Las gentes del pueblo que

*'Una tienda en que

Lo más común

pintado un salvaje".

men

diadema de

taparrabo,

tienda tan extravagante

del reclamo.

quiere dar

un amigo, puede

como

lla-

salvaje

contestó:

— Ks parte satisfecho,

más

el

autor de esta llamativa concepción inteligente había

en

Un

bronceada

el

era,

A?itropbfago.

Cuando, más

da, lo ilustraba.

—Y

Su tienda tenía

los indispensables

carcaj, la

parte,

tal

sujeto.

No

"la tienda del salvaje"

es

que

importa.

está

la lla-

Es

que hace su negocio. Desde la ])r¡mera vez q«c estuve en presencia

////

salvaje

elegante personaje, n amable vividor. w

me

sentí atraído por él.

del

Era

Tertenecía a esa simpática es4

44

ARE VA LO MARTÍNEZ

R.

seres que parecen tener en su personalidad un fragmento de la de Alcibíades, Petronio, Lúculo; todos esos atrayentes maestros que vivieron el arte Un extraño pagano, que los poetas sólo versifican. Todos los días se hacia dar tipo de comerciante.

pede de

mejor peluquería. Su Su último socio había disuelto la sociedad Wolf y Lbpez^ acusando a su copartícipe de cuidar más de su persona que del nego-

un servicio completo en

la

traje era irreprochable.

cio.

Wolf

estableció entonces, por cuenta propia,

El Antropófago.

La

tienda parecía tener algo del

irrepochable personaje: era fresca,

Hasta

a entrar.

aseada,

Lo que no

nían caras sonrientes, agradables.

te-

pare-

El señor Wolf no debía hacer un

cía era opulenta.

Le

gran negocio.

invitaba

empleados, bien vestidos,

los

cansado método de

predije la ruina al saber su des-

me

Pero

vida.

equivoqué:

los

años pasaron, y la modesta tienda seguía en pié. Intrigado, traté de ahondar en la vida de Wolf. Se explicó brevemente:

no

le

gustaban

los

negocillos; de

vez en cuando hacía un solo buen negocio, pues

supondría

ya

yo que no tenía un gran capital; un

negocio madurado durante un año, concebido por él

y

y que

utilizado por

un colaborador

se llevaba el

nancias, pero también molestias. table.

En

el

las

hombre como

Su

él.

ahorraba importar

las

y

le

trabajos indignos de

tienda.

.

.

¡

lle-

un

oh a veces hasta se !

mercaderías: compraba en la

plaza; tenía buenos amigos él

ga-

ciento por ciento de las

dos palabras: vendía una idea explo-

muchos

45

quien acudía,

Esas ideas explotables necesitan, para

varse a la práctica,

taban de

a

ochenta por ciento de

negociantes, que necesi-

cedían a precio de costo, o con una

MANUEL ALJDAAO ínfima ganancia, parte de los cargamentos de los bu-

ques consignados a

Aún

ellos.

podía vender más

barato que los demás dueños de almacén, pues todo

que compraba estaba intacto y era oportuno: Aquí, entre la aduana y el ferroca-

lo

—Ya ve Ud.

resulta a los importadores

rril, les

que una mercade-

pedida para Navidad, llega en febrero o en mar-

ría

Yo no

zo.

tengo quiebras

Al oírlo hablar

en

veía

así,

él

una personalidad

Su

nariz judía, grande, corba, se destacaba,

se ofrecía a

mi atención. Hasta entonces sólo hahermoso rostro regular, sus ojos brillan-

nueva.

bía visto su tes,

su suave cabellera.

llos

cuando

Estos judíos suelen ser be-

no

la nariz

es

demasiado

Recibido amablemente por

en que traspuse

me

se

los

larga.

Wolf,

la

El

umbrales de

vez primera

Antropófago^

El mismo ''antropó-

preguntó qué deseaba.

fago" salió a recibirme.

— Manuel

Aldano,

dicho que Ud.

negaban a

Las palabras

se

Wolf

alentador,

sonrió,

— ¿Un empleado? Y de

tal

modo con que

que tenía

que

la

el

¿Qué sabe Ud. hacer?

Sí.

escuchado

alegre,

al fin

armas de

los

contrastaba

E¿ Águila

y Ei hablé largo y ten^

Entonces

interesarlo. las

naturaleza

dotados.

han

de mi boca.

de los dueños de

la

al ser

Supe

dido.

Me

Ud.

de

salir

era tan amable su voz, tan

Sol,...^

(je

servidor

necesitaba

me

di

débiles; esas

pone en manos de sus

cuenta

armas

hijos

mal

Entonces compredí que mi palabra tenía

don de conmover y de

persuadir,

en un medio amigo, ante almas

—¿Un empleo?

Es

fácil.

cuando hablaba

claras.

Ayer admití

al

depen-

46

,

'

R AREVALO MARTÍNEZ que necesitaba.

diente

Pero procuraré ayudar a

Oiga: don Juan Feel va a abrir una oficina de

Ud.

cambio en este mes. bablemente no

los

Necesitará empleados, y proAcaba de venir de

tiene aún.

Retalhuleu a radicarse aquí, y creo que ni siquiera local. La oportunidad no, puede ser

ha encontrado

mejor. Aunque hasta hora no conocía a Ud. no me engaño al creerlo un muchacho honrado. Le extenderé una carta de recomendación. Feel es amigo mío. O mucho me equivoco, o tendremos lo que deseamos. Vive en la actualidad en Y, pronto en ejecutar sus decisiones, en un momento escribió la carta ofrecida. Me despidió con un "¡No desmayar hombre! La vida es mucho más fácil de lo que creen Uds. los pobres de espíritu. Y precisamente es fácil porque Uds. son tan abun'

dantes, sobre todo entre los latinos.

Don Juan Feel no estaba en su casa de habitación. Su esposa una bella dama salvadoreña, que con su dote había enriquecido a don Juan, un judío alemán inteligente,

bien parecido, joven

dio las señas del edificio

— Ha

-

adquirido

aún, amable,

me

en que lo podía encontrar.

un almacén en lapa. Avenida don X. X.

Sur, primera cuadra, casa de Corrí, ansioso de asir

En

la

ocasión

por

el cabello.

don Juan presidía la instalación de su Gran número de carpinteros armaban un

efecto,

oficina.

lujoso mostrador con barandilla de hi-erro sobredorado. las

Otros obreros decoraban paredes.

En medio

tando palabrotas, voz aguda de

de

azuzando,

simpático

el

techo

o pintaban

imperioso,

sol-

regañando, con

una

ellos,

timbre,

estaba un

hombre

de baja estatura, como de treinta y cinco años. 47

El

MANUEL ALDANO sombrero, echado hacia to de vista

dejaba ver

atrás,

su inci-

Sus ojos, que aunque era algo cor-

piente calvicie.

no tenían anteojos, me miraron con

Por una rara casualidad, ante quienes en ese

mismo

cían del tipo de la raza: teres del judío

fijeza.

dos judíos alemanes,

los

día había llegado, desde-

no tenían todos

los carac-

que yo llevaba estereotipado en mi

imaginación: gryeso,

ancho,

ventrudo,

de rostro

Eran de una clase refinada, más temible aún, -como pronto tuve ocasión de ver. brutal.



Si, es cierto: instalare una oficina y necesitaré un empleado. Pero en Retalhuleu me servía un buen muchacho a quien ya estoy acostumbrado; un indezuelo que he levantado de la nada. Lo vestí,

me

lo calcé, y

varlo.

No

modo.

Ya

como

resultan

tiene le

grandes

pretensiones;

escribí

lo

diciéndole

he hecho a mi que venga; más

pudiera ser que no se decidiese a dejar Retalhu-

leu, pásese por acá

una semana.

dentro de

parece un buen muchacho, a Wolf, que lo recomienda. dres?

ventajas de conser-

y,

Ud.

demás, quisiera servir

¿Quiénes son sus pa-

¿Sabe algo de Teneduría?

¿Ha

estado alguna

vez en un empleo?

Pareció satisfecho de mis

respuestas, y

me

despi-

que volviera al concluir el plazo Ah! Que no se me olvidase escribir una fijado. carta dirigida a ¿1, solicitando un puesto en su oficiQuería juzgar de mi letra y de mi redacción. na. Me fui lleno de esperanza, empezando a comdió, repitiéndome ¡

prender

el

valor de las recomendaciones.

mera vez no

se

me

pocos meses

la

vida

rante los largos años

rechazaba sin

me

Por

apelación.

pri-

En

había enseñado más que du-

pasados

entre

libros.

— Volví 4«

R.

AREVALO MARTÍNEZ

dueño de E¿ Antropófago, que resultaba demasiado amable para comedor de carne humana. Todavía sus compatriotas Pareció ser accesible a mi gratitud, que me hacía avisarle el resultado de mi entrevista con Feel. No desanimarse, muchacho. Si Feel no lo to-

donde

atrayente

el



me

ma, yo Bajo

la

encargaré de colocarlo.

sombra de aquella protección, marché con-

solado.

Empleé para

casi

en escribir

todo aquel día

Hice dos o

alemán.

el

tres

Mi hermana

bía lentamente, sílaba por sílaba.

leyó con detenimiento, indicando las faltas

el uso de las letras de una Fué necesario hacer un nuevo

perfecta.

en limpio,

Puesta

ejemplar.

un sobre

azul: y, a raíz de

la recibió

dirección.

con dos

me

Como

ees, o acaso

lo

tra-

dificultad:

había puesto en

de otra manera?

guntados algunos vecinos, respondieron que raban.

que

lápiz,

preparé a

Entonces surgió una

se escribía Feel?

la carta,

en su seno

una línea con

después se borró cuidadosamente,

¿Cómo

la

ortográ-

Adela conocía

ficas :_

manera

zar la

carta

la

borradores; escri-

Por fortuna, recordé que sobre

la

— Pre

lo igno-

presunta

cambio flameaba ya un vistoso xói\x\o\ Juan Banquero. Y arriba, en letras menores pero

oficina de Feel,

todavía

muy

visibles:

Money Exchange.

Fué

cues-

tión de pocos minutos tomar el sombrero, salir y re-

correr unas cuantas cuadras en

busca de

la

ansiada

que estaba allí: sencilla, elegante, sonora, cortante como-un cuchillo: Feel, con dos ees, como estaba en la carta Pude, vuelto ya, escribir un espléndido. Señor don Juan Feel, Envolví el sobre en un papel, y lo dejé Ciudad. palabra. Pero, hela,

49

D

MANUEL A^DANO bajo llave, destinado a dormir siete días, hasta aquel

con mano temblorosa,

en que,

debí

entregarlo a

puerta del

almacén de

su destinatario.

El señor Feel estaba a

la

unos judíos amigos suyos, frente por frente de su

ofi-

Tomó

cina.



dirigí,

mi carta sin contestar el saludo que le costumbre común, por lo visto, a todos los

patrones,

—y echó a andar, leyéndola, hacia MoneyLo seguí a como perros y subordinados, — dos animales el

Exchafige.

guen

los

distancia,

cierta

si

los

Entró en su

domésticos.

oficina; dejó la carta

so-

bre un escritorio ya instalado, y se puso a trabajar

como

si

De

ignorase mi presencia.

pronto, rápido,

se volvió hacia mí:

La

muy

carta está

opone a que yo

hablé.

le

Poco más o menos, oír

dos o

de ocho

tres veces, al

el

obstáculo que se

dura todavía: aun no sé

Francisco es

viene Francisco.

mío, de que

bien; pero

lo reciba,

el

si

antiguo empleado

Vuelva dentro de ocho días. mismas palabras hube de

las

cabo de otros tantos plazos

Ya desesperaba yo de obtener una

días.

cuando una tarde enconDespués de un respesaludo que guardamos para las mu-

contestación satisfactoria, tré a

don Juan en

tuoso saludo,

el

la calle.

que nos gustan y para los hombres de quienes tenemos necesidad, seguía mi camino, cuando oí

jeres

que alguien gritaba: ¡Eh, muchacho! ¡muchacho!



Un

transeúnte

Ahí

lo llaman.

Fué

necesaria esta indicación, para que yo enten-

diera que era a

mozo de

cordel.

me

dijo:

mí a quien

se

dirigían

como

a

un

Regresé rápidamente,

50

R.

ARE FALO MARTÍNEZ

— ¿Qué manda, señor? — Oye, mañana abro

la Oficina,

Francisco no

y

Puedes pasarte por ella. A las siete de ha venido. la mañana, en punto. Cuando, rebosante de esperanza y de temor de un nuevo fracaso, volvía a casa, refleccionaba que era un ser orgulloso, lleno

de

¿Por qué

o

de

sencillez,

el

el

la

caminar

seis

amor propio y

de

de

sencillez

pasos

oirme llamar **muchacho"

de un hombre,

tras

me

falto

almas frescas.

las

inspiraban las imá-

genes de un perro que sigue a su amo, o de un mo-

¿Por zo de cordel a quien se solicita con imperio? qué no era mi corazón más humilde? ¿Por qué no imitaba a aquellos hombres de buena voluntad, padres de familia, mucho más respetables que yo, que aceptaban su posición dependiente, con la dignidad de los espíritus nobles? Mi cerebro y mi corazón me dictaban la humildad,pero una instintiva protesta,

pro viniente de

me

llamaba

la

educación

al orgullo.

¿Qué

de

y

la

herencia,

gotas de sangre de

gún antecesor acostumbrado a

ser

obedecido se

al-

re-

velaban en mí?

Antes de

naba

ya.

oficina.

la

A A

primera luz del día siguiente,

las

las

siete

estaba

ante

la

me

pei-

puerta de

la

ocho llegó don Juan.

— ¿Has esperado mucho? — Desde hace una hora. Mañana — Está bien.



quedas

Guardarás estas

encargado de

Ese chico que ves allí, -señaló a un pequeño criado que lo acompañaba," vendrá a barrer la oficina y a lavar abrir la puerta.

los pisos.



rio y sacudirás.

51

llaves.

arreglarás papeles y útiles de escrito-

No

quiero que José toque ningu-

MANUEL ALDANO t

na de esas cosas delicadas, A que yo llegaré, debe estar todo

hora en

ocho,

las

listo.

Aquel hombre, acostumbrado a tratar con homque se hacía al fiarme las llaves. Pero su confianza me llenó de orgullo. Desde entonces, cada vez que veo a un jovencillo abrir lentabres, sabía lo

mente, dándose aires de hombre necesario,

almacén de su principal, embarga

tas del

mi alma.

¡Pobre muchacho,

de

en la vispeí-a de

la vida,

en

el

puer-

las

tristeza

la

primer escalón

la batalla!

XIII José, un mozuelo pillo, barrió

dos por

Don Juan

tres.

En un extremo

del

orden, yo dirigía

y

sé sentó

de

salón,

pie,

sacudió

esperando

en dirección a mi

la vista

en un

a su escritorio.

una jefe,

que trabajaba en silencio. Así pasaron dos horas. vez en cuando don Juan volvía los ojos, y siem-

De

pre

me

veía ahí, parado, a la espectativa.

Aquellos

ojos fijos sin cesar, hubieron de irritar al fin los po-

que quedan a un hombre de negoDeseó que, como todos los chicos de mi

cos nervios cios.

edad,

me

treara

una

ojos la

distrajera en algo: viera a la

muda

calle,

dele-

Pero yo no supe leer en sus

circular

Al

orden.

fin

no pudo contenerse:

mala? Ud. — ¿Manuel, — señor; soy miope. — Pues, hombre, cómprese unos tiene

vista

la

Si,

lentes.

¡Entendí

al fin!

Un

ser útil, sino discreto; el

momento oportuno,

sencia.

Poner

el

subordinado debe, no sólo

aprender

el

arte de servir

y después disimular su

color de su

en

pre-

vestido a tono con el

52

^.

A RE VA LO MARTÍNEZ

mobiliario de la sala, y confundirse con éste, en un

como un mueble

rincón,

más...

¿No

se defienden así

todos los bichos débiles? Se esconden a la los pájaros, las mariposas,

hojas,

los

que

tienen

Al caer de

viven,

sed en

su derecho a

matiz

el

vida con

la

del

Las medio en

cuando sacian su

tarde,

la

débiles

los ''animales

la riada,

de las

del color de los troncos.

gusanos,

inermes

gacelas

vista

de alas verdes como

los tonos

defienden su

medios de sus

cuerpos y con la agilidad de sus piernas vibrantes. Esta sensación acabó de tomar fuerza en mi,

cuando, unos días después, paseándome, ñor Feel que hablaba en alemán Instintivamente comprendí que

yo era

su conversación: en efecto, a los

don Juan, y entonces su ven ameno y alegre, me dijo:

oí al

asegura Feel que lo pone

se-

visitante.

el tópico

de

pocos momentos

interlocutor,

salió

Me

con un

un

nervioso verlo

jo-

mo

verse sin cesar.

No

fue necesario más.

Esta sensibilidad enfermiza,

montaña en

lucha por

la

que formaba una

me hizo mucho daño Como un despellejado de

de cada arena, la vida.

cuerpo y de alma, era sensible anhelado callo jamás aparecía;

al

el

roce más leve; y el anhelado callo que

hiciera mi espíritu inmune a los ásperos contactos de cada momento. Aquella misma tarde compré unos lentes. Fué «n saqueo a la pobre madre, que me dio el dinero

necesario

que

se de

|>agar

me

invitó

su

valor.

Ya

desde un día en que,

mi cortedad de

cegato

53

para

los deseaba,

a

vista,

que me

hacía tiempo

como

habla-

un sacerdote también jíusiera sus

anteojos*

MANUEL ALDANO ¡Oh,

y

qué

¡Qué mundo

sorpresa!

nuevo

tan

mis

apareció ante mí, en cuanto cabalgaron sobre narices las galas de

oro del

señor

¡Qué

cura!

ri

queza de colorido se derramó sobre muebles y paredes! Los objetos, que antes parecían tocarme, en

una extraña proximidad que mandaba hacia mi organismo efluvios y moléculas anunciadores de su presencia, se alejaban, se

sol tenía

la

recortaban

sus

las distancias.

El

definían,

contornos precisos, estableciendo

una luz nueva. .., Pero mi madre me indicó

conveniencia de volver los lentes

señor cura, y

al

magia de luz y matices desapareció. Volví a mi crepiíísculo; más en mi alma había nacido un deseo:

la

comprar

Tan pobres éramos, que por aquel

la luz.

entonces no

me

atreví a pedirle

Hoy

digio a mi madre.

necesidad y

la

esperanza.

bajar, y esperaba pagarlos

de pro-

los cristales

lo hacía,

estimulado por la

Los necesitaba para traAlguna

con mi trabajo.

cosa del modesto ajuar se vendió: acaso

menu-

los

dos zafiros que se reservaban para Adela,.., Por fortuna, los lentes costaron

La

poco: eran

Cuando regresaba con

nikel.

delgados,

de

ellos puestos,

Fefluy empleé algunas horas en hacer

el

de la

trayecto

a casa; venía embriagado de luz, ensayando leer rótulos a

desde

larga

distancia o

Un

lejos.

conocer a

personas

las

amigo identificado a cincuenta va-

ras de distancia tuvo

un cordial saludo:

tan

lleno

de entusiasmo, que no pudo menos que acercarse a

Le hacía fantásticas señas de poderme comunicar con él a De pronto lo dejé, diciéndole que alguien distancia. me llamaba desde la Plaza de Armas; -estábamos mi y darme

la

mano.

amistad, glorioso de

en

el

Portal del

Comercio, que ,da

frente

a

ésta.

A RE VAL O MARTINES

R. Corrí

no



encuentro de un ventrudo varón que resul-

al

mi conocido

ser

que

existencia, hasta

mi de

vista,

ni

a pesar de los

Yo

ser normal.

haberse dado cuenta de mi

le dirigí la

vidrios

que

es

una admirable, una

tenía

leer

irre-

Sin anteojos, a la luz

emplazable vista de miope.

de un cigarrro, podía

Y

palabra.

biconvexos, distaba

y

En un

escribir.

corto

radio de pocos centímetros, percibía seres y objetos

microscópicos; pero ya a cien varas confundía a

con el pertiguero de un gato con una gallina, respetable

tío

la

'

duplicaban mi

Pero, después de todo, las gafas

Con

horizonte de vista y no podía quejarme. últimos adminículos sobre la nariz, día con

más

valor

a

la

mi

Catedral, y a

llegué

los

otro

al

Además, llevaba fantástica, en

oficina.

conmigo, alentadora, una esperanza

forma de una no menos extraordinaria decisión.

ia

Vibraba en mi tanta necesidad de no desesperar, tanta

juventud aún, que había decidido, a fuerza de

bajo y de constancia, conquistarme

tra-

una vida nor-

Desde muy niño con un raro optimismo mezsufrir, creí que en todos los hombres existe el germen de todas las facultades.

mal.

clado a mi facultad de

Desconocía ble."

la significación

En mi

espíritu,

las posibilidades

de

la

palabra

nada limitaba

humanas.

el

*

imposi-

campo de

Flaco de cuerpo,

fiaco

de espíritu, cegato, triste, sensitivo, enfermo, había en mí una vocecilla insegura, intermitente, que ''a veces parecía apagarse por completo, y que, sin embargo, no estaba más que refugiada en lo más ínti-

mo

de mi

te!

No

los

hombres.

55

ser,

temas.

Y

esta

vocecilla gritaba:

Sube, elévate.

Lo

Nada

tendrás todo, todo

está lo

Adelanvedado a

*'¡

tendrás."

MANUEL ALDAAO ¿Era

la

No.

voz de esperanza?

Aquella vocecílla

era débil, y a veces no se dejaba oír,

humano; pero no

el ajetreo

ranza,

sino

de

voz

la

de mí, no un iluso, sino

cía

por

acallada

era la voz de

una espe-

Ha

certeza. una un clarividente.

Era

una vocecílla profética. Debía ser la misma voz del demonio familiar de Sócrates; la que escuchó en par te César cuando callaba su epilepsia y Rousseau cuando callaba sn histerismo; la que escuchó Napoleón cuando, viendo pidió a

la

bre!";

la

vida :**i

que resonó en

che desastrosa tarme una

Y

dos

en

los días

empecé

cho

el

hace

a cuidarla y a

la oficina

lejana y procuraba ejercicio

alma de Bolívar en

el

el

me

hom la

fuerza

me

de

To

educarla.

proponía una mira más

percibirla con toda nitidez.

órgano,

no

¿Conquis-

A

normal ¿por que nó?

vista

suplicio,

al

y salvo a ese

iluminada de Pativilca.

e

voluntad

Luis

conducir a

Dos regimientos

No

susurraba.

me

épico intento: bien pronto

mi miopía lallegada de Francisco,

el

El

duró mu-

reconcilió con

indizuelo espera-

do Era, como decía nuestro patrón, unindizuelo aseen dido en ños.

Contaría unos veintidós a-

la escala social.

Sombreaban

sus labios unos

veintidós

pelos

cuenta es inexacta y lie gabán a treinta de cada lado, con seguridad que no lacios y largos.

eran más.

Si

acaso

la

¥A blanco del ojo en aquel

hombre

era



un usurpador, un usurpador de nombre, pues era Ninguno de los otros caracteres de la raza rojizo. indígena americana

le

faltaba:

pómulos

salientes,

bronceada, miembros enjutos, cabello grueso y lacio, ojos que parecían asiáticos por su tendencia a

piel

la oblicuida;

¡pero qué buen sujeto!

cho, ¡que buen sujeto!

sin

el

O

''pero,"

mejor

di-

Humilde,

S6

— A RE VALO MARTÍNEZ

jR.

digno, servicial, rían a

modesto,

útil,

una docena

honrado.... Llega-

que

los atributos

se

podían

apli-

Comprendí pronto que para don necesario. Para mí fué un fuese un hombre Juan Al punto, no pudo apreinmejorable camarada. Descollaron para mi dos ciarlo en todo su valor. que piel casi roja, y que usaba gafas. cosas: tenía la Un indio con lentes y con zapatos: tal era mi impresión, Y aún el indio con zapatos estaba en segundo termino; porque lo primero que vi fué que tenía anteojos. Apenas se alejó don Juan, y tras el pudor car al indizuelo.

,

de algunas frases de

común

presentación,

solté

el

tópico de interés a quema-ropa:

—¿Es Ud. miope? — —contestó con —¿Miopía o adquirida? —Adquirida. Fui primero impresor, y indiferencia.

Sí,

hereditaria,

cios tuve

todo en

el

después

En ambos

estuve empleado en una relojería.

que trabajar con piezas pequeñas, de relojería, en que

las

ofi-

sobre

había microscópi-

y en ambos trabajé de noche. Dijo esto con la misma indiferencia.

cas,

— — ¿^.ntonces suya miopía — — saber que —Y bien: ¿no ha molestado en luch^ por vida? — (Aquí ya eran estudios de segunda ense. que hablaban.) — ¿La lucha por qué? Hable aseado, amigo! escolástica?

es

la

gó mi pedantería. dijo Antonio Sí,

sin

decía,

lo

la

le

agre-

la

los

fianza los

|

me

dijo, riendo,

mi colega. Hace media horaque me

está diciendo Ud. unas palabrotas.,.. Ya ve: yo soy un pobre muchacho que apenas sabe leer y escribir. *'¡ Hable aseado!" Comprendí en un momento.

57

MANUEL ALDAAO *'Yo hablaba en

según

libro,"

Francisco.

decía

Hablaba *'en libro" sin afectación, porque *'en libro" había vivido, con la vida en tiniebias de las car comas que devoran bibliotecas, desecado como un insecto en el museo de un sabio; fijo a un cartón por

de

la

pedía

e!

el alfiler

vez que se

no todas

me

ciencia.

No

era la primera

uso del lenguaje corriente.

franca y clara sonrisa de Francisco.

la

los catalanes

tienda

la

habían sido inexorables para conmi-

Cada vocablo

go.

Ofendía, sin

En

querer, con mis palabras escogidas.

de

Y

habían sido acompañadíis de

las peticiones

— ¿Cohibidoy no?

era motivo de innúmeras burlas:

¡El

señor Aldano

se siente

cohibido\

O

bien:

Señor Aldano: ¿puede alcanzarme

la

pieza de ca-

simir, o se siente cohibido? ¡

Pero qué

encontrarían de gracioso los honrados

catalanes en aquella palabra,

Un

para arrojármela

así al

que don Francisco estaba encolerizado, como yo le diera una larga exrostro, entre risas!

día en

manera modernista, según decía él, pudo contener, y me gritó lo mismo que hoyi

plicación, a la

no

se

con su voz

— ¡Pero,

discreta,

me

bachiller,

decía Francisco:

hable limpio!

Esas son pul-

terías

Decidí,

/;/

?nente^

Desde entonces, bajo de traducirme.

apearme la

al estilo llano.

más de Por

el

las

veces tuve

el

tra-

tiránico hábito de diez

años de continua lectura, pensaba **en pedante," y había que hacer una versión del pensamiento

al len-

guaje familiar, trabajo acaso molesto, pero que fué profjsamente remunerado.

Mi

me

vocabulario ínu-

S8

A RE VAL o MAR7INEZ

I^.

me

sual

beius,

me

aislaba y

se al castellano

— Francisco

incomodaba

en

Vertida mi

hacía odioso.

común y

corriente,



me

contestó que más mínimo.

lo

la

de

Para

fuerza.

él

miopía no

Cuando

apto para todo, desembarazado, de y rápidos movimientos,

fra-

sermos ple-

al

fácil

sentí junto a él

lo

le

vi

percepción

un contagio

no había puente angosto

ni

obstáculo invencible, y algo de su energía me pareció

que iba transfundiéndose en lo íntimo de mi ser. A los pocos días me acostumbré a confiar en él, a contar con él para todo, a que salvara mil peque-

me

ñas dificultades que

afligían.

— Francisco, ¡qué hago para ¿Para obtener

tal

Francisco ¿vamos

esto?

salir

¿Francisco,

cosa?

el

de

tal

cómo

domingo a

los

se

pena?

hace

baños de

Ciudad Vieja? empresas materiales, cuando era precios un mueble, recibir quinientos quintales de en comisión, y aun cargar una muía, el esmi-

Para

las

trasladar

café

rriado indizuelo era

mientos, y

la

respaldo de una sol,

en

el

insuperable:

uno,

dos

movi-

chaqueta de casimir volaba a cubrir silla.

patio de

la

Luego casa

el

los lentes brillaban al

de habitación

de

don

Juan, mientras su dueño subía o bajaba los ventrudos costales.

que como yo.

Y

era tan corto de vista y tan enclen-

¿Qué educación, qué genero de vida Porque, como cegato, valo habían echo tan apto? ya que lo era: mucho más que su compañero de ofiVarias cosas, como él decía riendo, las cina. Su compañía me fue saludable hacía /*a bulto." como la proximidad de un río. Los hombres buenos y sanos depuran el aire que los rodea, como los eucaliptos.

59

MANUEL ALDANO ¡

Ay!

me

Al concluir

el

había recibido para tener

en

treinta pesos

melosas en

la

el espíritu

hizo perder

mes, don Juan,

el

que sólo

un mozo de

me

mientras llegaba Francisco,

me

me

Pero también su utilidad

empleo.

oficina

despidió, poniéndo-

mano, y diez o

Me

desolado.

doce fraces echó

una vana tentativa para que un puesto más alto:

sin hacer

no

así,

en

lo sirviera

— ¿Estudiaste Teneduría?

— señor. — Está Sí

Da

bien.

La orden ra vez

que

en un

libro

entrada a estos giros.

era fácil de cumplir; pero era la

se

me

prime-

invitaba a asentar una partida real

Ya no

en uso efectivo.

eran los ensa-

»yos en nuestras libros de mentirijillas de la escuela; e

imponen tanto las páginas en blanco de una contabi-

lidad al tenedor de libros bisoño; son hasta

un sancta sanctorum De para el empleado y para su

punto,

Las dos

familia.

nas de piedra en que se escribiera

tal

pan diario

ellas saldrá el

pági-

Decálogo en

el

el

no inspiraran más respeto. Nuestra máS atildada letra es mala; nuestros números más claros Sinaí, acaso

resultan obscuros; nuestra

ye descuido....

más

prolija exactitud argu

Mi mano tembló, y*mi

letra,

mala de

momento. la emoción La sangre retenida cegaba mis ojos, y, sobre todo ¡aquel hombre que leía por encima de mi hombro¡ suyo, fue peor por

del terrible

Don Juan gruñó que nunca

había tenido paciencia

Bañaron

mi

rostro

contenibles, que saltaban

por

sobre

para maestro.

de mi amor propio; lágrimas que lorosás

que

el

fracaso mismo, en

me una

lágrimas la

in-

compuerta

fueron más dofalsa

pero

tensa vergüenza que llenaba mi ser..., Y asi fué

in-

co-

6o

R ARE V ALO MARTINEyí mo, poco, muy poco después, ocurrió

expulsión

la

¡por inútil!

XÍV Con vida,

primeros treinta pesos ganados en mi

los

andaba por

la calle.

sudorosas los seis billetes de taba a

la

ventana:

la vi

Oprimía en mis manos

Mi madre

banco.

— Madre,

Don Juan

ya no volveré a la oficina. dicho que no necesita de mi.

me ha

es-

antes de llegar.

Me

dio

este

Tómelo.

dinero.

— No,

hijo mío; bastante te ha costado. Cómpraun sombrero. Marcha, ve inmediatamente Fué un buen pretexto para ahorrar explicaciones. Poco después, volvía con un sombrero de fieltro: ya era tiempo de dar un sucesor al que había llevado hasta entonces. Adela se quedó mirándome cuando te

¿Era exceso de enojo? ¿O era, acaso,

entré, y calló.

que

comprendía y compadecía? Probablemente, con la delicada estrategia de las madres, se

me Se

al

fin

había enviado fuera para poder aleccionarla. le

habría dicho, por ejemplo:

no censures a Manuel: no tiene

"Te

la culpa.

suplico que

Hace todo

que puede, y puede muy poco. Sufre mucho". Sí: probablemente; porque por la noche, al despedirme de ella, fué más afectuoso que nunca el salulo

do de

las

dos mujeres.

Solo en mi cuarto, sentado sobre

cordé de

lo

me, cuando

que

solía

el

lecho,

me

a-

decirme mi madre, abrazándo-

contaba algún fracaso

o

le

pe-

cuando acudía en mi ayuda, verme detenido por un mínimo obstáculo:

al

le

día algún consejo;

6i

infantil

MANUEL ALDA NO

—¡Pobre

hijo!

para todo.

til

—Y

como viendo

fijos,

Me

algo allá

corporada de este mundo, o en

eternidad, en

la

Eres

heredaste.

luego, se

muy

inú-

los

ojos

quedaba con

muy

como

lejos,

viviendo en

desin-

recuerdo

el

una actitud ensoñadora que

le

era peculiar.

Yo

siempre

fui

costado mucho.

con

facilidad





inútil, continuaba; todo me ha Mis hermanas cortaban y cosían

un vestido elegante.

Yo

difícilmente

Y

aprendí a coserte tus trajecitos de niño. dre también fué

tu

pa-

cuando hacía algún trabajo manual en la casa, como colgar un cuadro, arreglar una habitación, hacer algún cambio familiar, siem. pre se llenaba la casa con sus gritos que pedían ayuda. ¡Un cepillo! ¡El martillo! ¡Alcánzame ese clavo!

—Y

hombres jando.

así:

se quejaba, y tenía esa exhalación de los

llenos de fatiga,

¿Cómo

se llama?

obligados a seguir

traba-

Ah, ya recuerdo: un pugido.

Y yo reía de mi madre, tan discreta eñ el hablar, que para decirme que mi padre pujaba, había acudido a esa larga la frase

blanca,

perífrasis. el

Acaso por eso yo amé

vocablo limpio,

la

oración ar-

moniosa exenta de las voces bárbaras, duras al alma. ¡Oh madre límpida! Al día siguiente, a la aurora, llegó a mi lecho: ¡No desmayar, pobre hijo mío! Por inútil, por



torpe que seas,^si logras obtener un nuevo persiste

en

él.

años ejecuta Fíjate:

que' no go,

la

hay en

El ser más inepto,

misma el

cosa, al

mundo

nacieron para

trabajan:

son

si

cuarto

sastres,

la

y,

carpinteros,

tres

hace bien.

tantos pobres

vencedores;

empleo,

durante

hombres

sin

embar-

empleado

de comercio.

6a

— ARE VA LO MARTÍNEZ

R. Si: tenia

Esos hombres, a fuer-

razón mi- madre.

el mal hado: la que esos hombres, inconscien-

za de constancia, lograron vencer

Pero ¡ay!

ineptitud. tes

de su torpeza, no tenían esta loca imaginación,

esta

propensión

En

ban.

al

conocimiento; fantasía

lastimado

son

No

soña-

Pude

des-

que yo tengo.

yo no

realidad,

era inútil.

Pocos hombres tan aptos para

pués descubrirlo.

mi

dolor,

el

pocos tan hábiles e inteligentes; pero

me

falseaba

de

alma.

la vida.

Los

Además,

estaba

alma

lastimados de

así.

De mi paso por la oficina de don Juan Feel, me quedaron un buen amigo, Francisco, y





sólo

algo

de la mecánica de un Money Exchange. Negocios poco limpios. Un administrador de una finca de café, con poder del dueño de ésta, que vendía la cosecha aún en el árbol, por un precio irrisorio, pero que, particularmente, y con entrada a Pérdidas y Ganancias, recibía mil pesos oro

para saldar

da que dejaran quince días de juerga en

la

la

deu

capital,

a donde había venido en vía de negocios.

XV ....¡Qué simpático es un

judío cuando está

ciendo un ventajoso contrato!

amable que la sugestión

por todos

los

aun

demás: poseía verdadera sugestión,

los países

¿Que

de los

la tierra,

no

se mezcla, sino

acentuados caracteres distin-

fuerza oculta la preserva de la influen-

cia del medio, y modifica para ella las leyes

herencia?

63

ha-

más

de su raza, esa fuerte raza que, dispersa

que conserva puros tivos.

Feel era

¿Porqué

el

de

la

judío casado con la hispano-

MANUEL ALDANO americana, conserva,

— Mr. —

al

reproducirse,

de

el tipo

la

¿La Circuncisión?....

especie?

Feel, en este paquete

sobran

quinientos

pesos.

Manuel, ¿no ves que puede

Calla,

due-

oír el

Francisco es más avisado.

ño?

También

estos quinientos

pesos

entraron

a

• cuenta de Ganancias y Pérdidas. Un día un niño, un pobre chico ignorante,

a vender noventa pesos oro.

cambio tan bajo, que la casa robo,-

Se

llegó

un

pagaron a

le

representó para

negociejo

el

la

una ganancia del doscientos por ciento. Un Pero el chico resultó ser dependiente de una ¡

gran casa de comercio; reclamó

el

patrón; Mr. Feel,

avergonzado, no tuvo más remedio que devolver El chico perdió

dinero.

hacían más daño que bien a

Se perdía

Wolf

el

—¿Qué



no

la

Cosillas

el

así,

firma de nuestra casa. el

campechano

tenía esas

torpezas, él

se burlaba

marcha

tal

la

Siempre que

crédito.

llegaba. ...¡oh! ¡él

robaba en grande!

empleo.

el

donosamente:

trampa, Juan?

¿Ya

tendis-

te la red?

A pesar de todo, Feel hacía buenos negocios. Lo que no podía menos que causarme risa, era ver como los libros, con sendas dedicatorias de los autoel primero de los poetas res para don Juan Hall.



nacionales, -r-llegaban a la oficina, por la

de

los

nombres.

preguntaba:

del

semejanza poeta,

yo

.

¿Don Juan,

— En mi

Gran admirador

llevo este libro

interior,

saboreaba

a la casa la

del

dueño?

próxima entrevista

Pero que tendría con el célebre hombre de letras. pronto don Juan hizo desaparecer la esperanza:

64

— R.AREVALO MARTÍNEZ

— No.



¡Para qué son torpes los del correo!

jalo ahí, se lo llevaré a

amiga de

las latinas, es

mi mujer, que, como todas los versos,

'Ganar y dejar ganar," era su máxima favorita. predi**Dejar ganar: no quererlo todo para uno" *



He

caba a veces.

me ha producido

aquí lo que

más buenos negocios. Era, en efecto, generoso con sus corredores, que le,

más gordos

llevaban a

él,

de preferencia,

¿Se

les

hacía víctimas de mil dólares?

cautos.

los

trescientos eran para el corredor.

ganizada trampa tendida

¡Sabia y bien or-

a los capitalinos;

lujosa,

tentadora, en una de las principales arterias

ciudad era ro.



la 9?-

Avenida Sur!

un golpe maestro, era

Y

luego, en

letras

ventanillas de la baranda

Le

se

paga.

Sobre todo,

z.q^ے

Juan

de oro,

in-

Pues

Feely

el

la

que Banque-

sobre dos

que coronaba

de lo

de

las

mostrador:

Y Le

flamantes letreros,

¡Lástima que los se se recibe. mandados a hacer a Alemania, no

hubieran venido en correcto

castellano.

Pero eso

ero lo de menos.

XVI

Un

mes, sólo un mes estuve en

Feel, y salí edificado.

En

la

oficina

esos treinta días

dieron ser percibidas por mí todas

las

de

no pu-

añagazas

del

oficio; desde mi modesta posición de correveidile,

Pero bastano pude darme cuenta de las mayores. ba aquello que vi Me había tomaPronto supo Wolf mi vacancia.

do bajo su protección fácilmente en otro

65

el antropófago^ y

Money Exchange.

me

colocó

Hubiera deE

— seado un patrón latino, pero como

es

antropófago tenía la mayor parte de

sus

natural,

el

relaciones

El Money Exchange a que una red mucho más modesta que la importante arteria de la ciudad. Al

entre sus compatriotas.

me

trasladé, era

que

existía

en

la

comercio del dinero juntaba

el

en todas

del tabaco

— unión muy frecuente entre

sus formas,

El

judíos.

tabaco y el oro hacen migas. Los agiotistas son Entre el humo de los ricps grandes fumadores.

Vuelta-Abajo desnudan

El estimulante

prójimo.

al

buscado con igual codicia por

cerebral' es

el

hombre



ambos ande negocios y por el hombre de letras, ciosos de dominio, ambos llenos de voluntad, ambos personalidades fuertes, anhelantes del reino El hombre de negocios que

la tierra.

quiere

de

oro,

hombre de letras, que quiere prestigio, tienen misma sed de ser más que los hermanos. ¡Anatema sea también para el último cuando no es un

y

el

la

Fray Luis de León! El nuevo dueño, de mi

Sohn: el

el

más generoso de

primer

día

¡Cien pesos!

mi corazón. brado.

miento

No

cien

suerte

se

pesos

llamaba Pedro

Me

todos.

como

asignó

sueldo

El descansoT>ara los seres amados de

Era

sifilítico,

calvo,

menor

desequili-

alto,

ruido.

Su enerva-

lo llevaba a rehuir toda fatiga.

Quería ser

toleraba

el

entendido a media palabra.

Su rostro reflejaba un

gran dolor cuando alguno de sus interlocutores tía

pidiendo exi)licaciones.

el día.

irritaba

insis-

Fumaba, fumaba todo

Hacía sus negocioá concisa y febrilmente; se Nos entendimos muy bien: facilidad.

con

llegué a quererle; le compadecía,

esto"

desde

mensual.

V aunque yo no

sabía

— •'Manuel,

para qué

tome

me daba 66

R.

AREVALO MARTINES

un paquete envuelto en papeles, no le preguntaba nada: tomaba el sombrero y salía con rapipidez.

Ya en

me proponía

la calle,

problema: desen-

el

y estudiaba su contenido:

volvía el paquete

¿Di-

un machote de entregas al Banco de GuaPues a llenar el machote y a entregar el temala? ¿Un cheque endosado a X. Z,? Entonces, dinero. si era de poco valor, a entregarlo a X. Z. sin más Generalmente era el mismo X. Z. el preguntas. nero y

— —

que, interrogado con habilidad,

me

ponía en autos.

no encontraba la clave del enigma, por lo menos lo llevaba a una disyuntiva; y entonces volvía ante el pobre Sohn que, con las manos a Y le pregunla cabeza, fumaba interminablemente. taba en forma que sólo tuviese que contestar: **Sí," *'No," o a lo' más, un nombre y dos o tres palaEntonces corría rápidamente a bras aclaratorias. procurando recobrar el tiempo encargo, cumplir el Si

no daba, o

si

invertido en esclarecer el problema.

un en

en

especialista

cuanto pude,

los

Llegué a ser

Estudié

la materia.

negocios de

para

Comprendí

el

enervado.

Llegué a parecerle irremplazable.

conocerme,

me

rasgo distintivo de su carácter: era

había

otorgado toda su

Estaba tan enfermo, que necesitaba rir.

Y

ello,

hombre.

aquel

necesitaba que todo se

le

un Sin

confianza.

o mo-

confiar

hiciera rápidamente.

Necesitaba otras muchas cosas, todas ruinosas. para mí un

amo

ideal.

¡Pobre

a los seis meses de estar con

él.

hombre!

Fueron seis meses Desde el se-

en que se dignificó y aclaró mi vida. gundo había aumentado mi sueldo. a nuestra

pobreza.

nía algo de lo

67

Fué Quebró

Llevé

el alivio

Adela estaba encantada:

mucho que

deseaba.

Aun me

te-

acuer-

— MANUEL ALDANO do de no



qué

gratificación,

de que no escapa

ni el

— acaso

permitió poner en sus lindas manos

de Navidad^

— que

varios

me

billetes

Tuvo una

de Banco.

alegría infantil, y corrió duraron en su poder ni un día.

No

las tiendas.

Todos

la

patrón más avaro,

meses

los

daba algo;

le

que ganaba más. quiebra de Mr,

mi

resto era para

el

pobre madre, a quien obligaba a

a

recibirlo diciéndole

Pero aquel descanso cesó con

la

Algo complicada quedó mi

Sohn»

buena fama a los ojos de algunos. Empero, para los más de mis conocidos seguí siendo el buen muchacho, el sobrino de don Manuel Aldano, el hombre honrado por excelencia, que tenía una fama de probidad insospechable.

XVII Me llamó

sobremanera

la atención. Su exque cubría su cabeza y le daba un aspecto anormal, pues en Guatemala nadie se toca así; pero sobre todo, la rara alma que

traño sobretodo,

el

gorrillo

acusaban, no sólo aquella rara vestidura, sino aquel raro

rostro,

aquellas

me atrajeron

raras

manos,

aquellos raros

que aquel un viejo conocido mío; y no sólo que era un viejo conocido, sino que aun haría conmigo Sentí que varias etapas del camino de la vida. pies,

hombre

irresistiblemente.

Sentí

era

ocultas, ineludibles afinidades,

culo hacia

él.

La

ley

me

atraían sin obstá-

que hace que

lo

homogéneo

homogéneo, nos hizo miHabía tanta rarnos, reconocernos y aproximarnos.

busque y encuentre a

lo

camaradería para mis gafas doradas en sus gafas de aros de carey; brillaba tanta inteligencia en los

oji-

68

ARE VA LO MARTÍNEZ

i?.

líos

que cubrían; su

naricilla burlona,

movibles i|entanas, de el aire,

en

y en

el cielo

la

Cuando

bra sin haberle sido presentado antes.

tablamos ferviente plática, tuvieron en su estrecho el atractivo insólito él

acusaba

— Estados

de

y

campo de

en-

ojos miopes

mis

visión,

lo

se acentuó

que provocaba en mí. Todo en europeo hijo de una vieja pueblos jóvenes más adelantados

al civilizado, al

que

cultura,

incisiva,

manera desafiaba algo en tierra, que le dirigí la pala-

tal

ni los



La Argentina, podrán nunca Había talento en sus anchas manos de espátula, en sus enormes pies, en todo su mediano Unidos,

improvisar.

cuerpecillo; pero, sobre todo,

tan acentuada

la

en su rostro estaba

huella ancestral de

la

mano

progreso, que daba una impresión de espanto.

ancha

frente, su frente

del

Su

enorme, combada, cubierta

por una piel sin mácula, surcada de azules venas y arterias palpitantes, lubrificada por

una vivísima

cir-

culación sanguínea, que acusaba un corazón activo, irradiaba talento.

Y

luego

la piel

se adhería a los huesos

haciendo

destacarse una calavera de sabio, con amplio ángulo

y en aquella cabeza de muerto no había demacración, no había músculos cenceños, no había

facial;

más que la falta absoluta de organismo superfluo en un rostro de ultracivilizado. Recia armazón de hueso, cubierta por las raigambres de la vida; la piel, los vasos espíritu. las

muñecas eran gruesas;

brían

el



todo lleno de y los órganos necesarios, Coloreaba los pómulos un rubor de salud; los zapatos,

nacimiento de gruesas

bajos, descu-

p'antorrillas.

Se veía

que bajo las ropas palpitaba una carne sana. Lo único que daba a aquel hombre de baja estatura un

69

MANUEL ALDANO sobrenatural aspecto, era civilización

pes de

pero

la

marcado en

sello

el

No

él.

se

de inteligencia y evocabtp princi-

casa de Orange: estaban demasiado altos;

emergía de los tiempos pretéritos una vieja



estirpe de civilizado: abuelos fenicios o egipcios,

de

la clase

ra superior

los sacerdotes,

que se ocultaba a

de prehistórica

civilización,

Y

de

guardadores de una cultulas

masas; ascendientes

hablaban por

el

rostro

que hombres más o menos el aspecto y hasta las características de un animal y parece ser la firma conque el Creador selló la unidad de todo lo creado, aquel hombre tenía todo el aspecto de un pájaro; o más bien, el de un pichón de pájaro. Conde aquel ibérico. da a todos

por una extraña ley

física,

los

Hay

tribuían a ello hasta sus lentes.

aves de ojos

Semejaba

redondos que parecen tener lentes

un y

pajarillo semiciego;

que vemos,

al

disputar

un

los rivales alados;

co malévola,

como

inerme

piquillo débil y las el

insecto o la

pajarillo de

menudas hembra a

una especie un po-

los gorriones, tan crueles con sus

Pero,

semejantes.

el

grano,

el

pajarillo al parecer

embargo, atacar a picotazos a

sin

sus congéneres; con garras,

un

al

fin

de todo, un pajarillo que

inspiraba confianza.

Como

Me

dos viejos amigos, nos enlazamos del brazo.

contó su

Era catalán, sobrino de Fran-

historia.

cisco Gall, aquel grosero Gall

órdenes en

el

almacén de

era propietario del

El

que me tuvo bajo sus Sol

Su

establecimiento.

tío

El

dueño, anciano e incapaz de trabajar, se dido

como

primitivo

lo había ce-

natural donación hecha a un yerno o pre-

sunto herederj>, por a la tumba.

ahora ya

el

suegro que ya se aproximaba

* *

70

i?.

Mi

ARE VA LO MARTINES

interlocutor había espigado en todas las artes,

durante su vida en

la

Cataluña maternal.

turas llegaron a permitirle hacer

un

Sus escul-

viaje al París

de

Ahí vio aumentar su diletantismo, su indife»

todos.

rencia sustancial para todo, y su bohemia.

Fué uno

de tantos. Sólo que uno de tantos muy singular, aunque parezcan paradójicos estos términos. Seres como él no se encuentran por docenas. Tuvo las poses de todos, las bohardillas y las Mimís de todos, y las grandes corbatas y

además, tuvo

De

\2L^ep alantes

el sello

a

vuelta

Cataluña,

Diminuto Voltaire,

indumentarias; pero,

de una insólita personalidad.

se reía

fué

Jefe

de todo.

de

Escuela.

Se reía de

las

que inventaba. Sobre todo, se reía de sus discípulos, a los que hablaba en tono tan dogmático, que nunca percibieron la velada ironía de su seriedad. Entraba al arte, en que se refugian todos los raros, por deporte, como un amateur, y hacía de todo: además de esculpir, pintaba y componía versos. Iba a las casas de los doctrinas artísticas y de

los trajes

maestros ya consagrados,

que

y,

tomándolos como por

por sus vanidades de grandes hombres,

orejas,

las

se sabía al dedillo, los dejaba inquietos y

lestos ante sus observaciones críticas.

mo-

Así se hizo

respetar.

Eran sus palabras tanto más tenidas en cuenta, cuanto que delataban un delicado espíritu, lleno de dicernimiento para

momento de

la belleza,

—Admirable

su

cuadro,

perspectiva de milagro. las figuras

el

señor

Todo muy

Romeu.

Una

Exactamente caracterizadas

de segundo término.

clarobscuro.

71

mientras no llegaba

inquietar a los niños célebres.

bello.

Extrahumano ese

MANUEL ALDANO

— Bien, pero — La

¿T 1^ figura principal?

de belleza, una cabeza que no poncentra el pensamiento obra. Piensan más los muebles en su actitud figura principal, llena de vida y

tiene

de

la

transcendental, que

el

protagonista.

Romeu

se

asustador de los burgueses, dejó atrás

al

Esto era inexacto, pero

quedaba

Como

gran pintor

el

loco.

más adelantado.

Fué una avanzada de esos bohe-

mios locos de vanidad, de deseos de nombradla, y, sobre todo, locos de juventud, que son más extravagantes rr,ientras más amplio es

el

medio en que

viven, y que, para hacerse notar en la lucha por la vida artística, más rarezas tienen que cometer.

Cuando llegó el cubismo, él inventó el intuicionismo. Compuso versos al sonido de la plata brillante y callada y al gran antropoide interno celeste, y los hizo

pasear por las calles escritos en grandes cartelones,a guisa de anuncios de comercio o de reclamos de específicos

o de teatros.

tapúltense.

El éxito fué estupefaciente, ca-

Otra vez convocó a toda

la

prensa, y a

más connotados literatos regionales, para una conferencia en que expondría las bases de una nueva

los

escuela literaria y daría lectura a sus composiciones poéticas, hechas de acuerdo con modernísimos cánones.

Como

sólo envió la circular a los que valían y

negó invitaciones hasta a su mejor araigo, tenía talento, los

que ñolas recibieron

menosprecio, llenando sangrientas invectivas.

que era precisamente

el aire

si

éste

no

se llamaron a

de sus quejas y de sus

Así contribuyeron lo solicitado

por

el

al

éxito,

luminoso

jefe del intuicionismo.

Había hecho

i)ublicar la

lista

de

los invitados, y

72

R AREVALO MARTÍNEZ el número de concurrentes fué grande. No llegaron muchos de los literatos célebres, pero no hubo órgano de la prensa, por minúsculo que fuese, que no mandara su representante. Hasta el órgano de una

gran sociedad de barberos, incluido en blica

para

con

Director,

el

Un

siguiente apostilla:

la

Intransmisible.

la

lista

sólo

— estuvo

pú-

billete

bizarra-

La mente representado en la persona de éste. de conferencia acabó a bastonazos. lectura La segundo verso intuicionista, con el título siguiente: Al público imbécil que me escucha, de la manera más incomprensible, no pudo concluir



Un

día sintió

el

los

artistas,

tierras.

instinto de

el

el

deseo

como

todos

maestro del intuicionismo

de otros mares y de otras

las

Tenía, aves

emigratorias.

Aprovechó la ocasión de que el tío de América insinuara que sería por él bien recibido un catalán de su familia, para realizar su anhelo. era

muy

natural.

Son

Ya

trabajadores y tan económicos.

densa, y

la

lucha

y)or la

industrial, tan llena

Y

rece española. casi

como

las huellas

tos

los

la

población es

de progreso moderno que no pa-

los servicios

de sus hijos se cotizan El

tío,

siguiendo

de su suegro, quería multiplicar los artículos

catalanes.

los

pun-

Proyectaba

una sucursal de El

pariente que quisiera emigrar. la

tío

vida penosa en Cataluña, tan

de los cohes chinos.

de venta de

establecer

El deseo del

los catalanes tan sufridos, tan

Sol^ y pensó en un El sobrino aprovechó

oportunidad y vino a América. Sufrió una enorme al llegar a una ciudad de cien mil almas,

decepción

en

la cual los

habitantes no usaban taparrabo.

confesión propia, se había imaginado

como 73

regiones bárbaras: '

las

Según

estas tierras

habitaban indios con su

MANUEL ALDANO muchas flechas enveneuna gran factoría de madera,

carcaj a la espalda y en él

Su

nadas.

tenía

tío

defendida por regias empalizadas, erizadas de cañones, y

cambiaba

polvo o en

productores catalanes por oro en

los

colmillos

de elefantes.

Desde

ventanas de

las

diamantes y por Guatemala!

gruesas pepitas, por

¡Elefantes en

la

casa de habitación, se veía

monos subir a las palmeras. De vez en cuando una flecha, húmeda de curare, se clavaba en el mara los

co de

la

De

ventana.

acuerdo con estas

creencias,

había venido armado de

un Winchester, dos descomunales revólveres y un gran machete CollinsSu decepción fué enorme.

— E^to

no

es

Para eso mejor

campo

me quedo

amigos,

Pude admirar de

pesar

diario.

O

su

en" él triple

locura

de

arte,

se

adaptaba

medio, y buscaba y aceptaba el trabajo Misterios del alma catalana tan mercantil,

fácilmente

y tan

—protestaba.

Dura le fué aquí la vida. Nos que lo seguí paso a paso. A un gran sentido práctico.

¡Pobre pajarito! hicimos tan

ni es ciudad,

en Barcelona.

al

llena

de arte

casi

como

el

alma francesa.

misterios del alma de aquel catalán

El

tío

borracho de América fué mezquino.

tilmente el avisado sobrino hizo

poner

en sus

Inútar-

Gall, el mismo apeNavinés Gall. llido de su tío, no fué suficiente para conmover a éste.. Vistió y dio de comer a Santiago, pero no le asignó ni un centavo de sueldo: Entonces ¿para qué tomarse el trabajo de im-

jetas Santiago



portar un pariente, a

si

luego se

le

ha de pagar como

un extraño? El pobrecillo Navinés Gall

no podía emplear en 74

A RE VAL O MARTÍNEZ

R. cigarros

En

dan a

se

los chicos los

y aún dueño de El Sol, semi-beodo y muy generoso con sus compañeros de cantina,

muchos de ^

que

los reales

ni

domingos.

cambio,

dias

los

de

trabajo, el

en calidad de

tal

creción

sobrino.

a su

ofrecía

congnac y puros a disabstinente, rehusaba

Este,

alcohol y guardaba los cigarros. generosidad del tío y de los

el

fiesta,

A

de

pesar

la

disgustos de la

flaca

un hombre gioftro, soportó mezquino favor. Me explicaba Santiago su resignación, diciéndome que los homcon

prosmiscuidad largos

meses

su

bres

como

del

cauce que recorrió fácilmente

él,

en

ocasiones, separados

grandes

las

su

una voluntad que

continua, aniquilaría

individuo.

al

hasta

vida

entonces, se llenan de

fuera

si

Ella les permite

grandes decisiones, y pone en sus manos armas poderosas que les dan el éxito. Encuentran un las

nuevo medio de él, e

desarrollada.

encauzan de nuevo por

subsistir; se

inmediatamente viene

la

reacción de

Viven largos meses

fuerza

la

una vida de há-

bito y vegetación.

Al éste.

fin,

una insolencia del

tío lo

Volvían a separar de su

manantial.

hizo

cauce

alejarse el

A

Vagó buscando empleo.

Un

de

tranquilo

postre

la

un almacén de judíos, semi-ciego, buscar por el tacto el punto donde se debía clavar la tapa dC un cajón que encerraba lo encontró.

día lo vi en

mercaderías destinadas inspiro una gran piedad.

aquel

hombrecillo,

mejor armado de

sin

a

los

departamentos.

No

sabía

vista

entonces

casi, estaba

que yo creía. Lo que más admiraba en Navinés era

Me que

mucho

*

lo

el

milagro que

suplía la deficiencia de los ojos, en las mismas artes

75

MANUEL ALDA NO que más necesita de estos órganos: la pintura y Al ver sus admirables cuadros y sus

la escultura.

que merecían

bellas estatuas,

maestro Gandarias,

el

gran

el

aplauso del propio

escultor arrojado por la

vida, viejo ya y caduco, a este semi- bárbaro país de

América,

medio

sin

casi

recordaba

artístico,

sordo ya por completo.

de

Misterios

afirmación

que

los sentidos radican

órganos de

en determinadas

almas.

las

Era, pues, cÍCTta la los

a^

que compuso sus mejores obras,

célebre músico

de los fisiólogos, de localizados

circunvoluciones cerebrales, y se

ponen en comunicación con el mundo exterior por una parte externa: ojos, oídos, nariz, lengua, piel

Aun

después de destruida

inutilizada

e

externa, persiste la facultad esencial en

esta el

¿Que

pero, ya sin medio de relación, no funciona.

prodigio daba

de

la línea, a

mano

percepción del matiz,

la

guiado

percepción

aquel hombrecillo scmi-ciego, que con sintiendo los colores, sintiendo

intuitiva,

forma, en su manifestación más pura nes,

la

parte

cerebro;

por

su

la

de vibraciohacía

obras

lazo de afinidad.

Más

interna,

visión

de maravilla?

Nos enlazaba un estrecho lleno de experiencia

que yo, me guiaba en

me

me

estimulaba a

Me

iniciaba en misteriosas leyes

do

la

espiritual y estaban llenas

— Hay que tener al

acción,

que

lo pide

fe

en

la

la vida,

devolvía la esperanza.'

que regían

el

mun-

de optimismo. vida.

con pureza.

ahora a esa palabra pureza, es

Esta lo da todo

La acepción que doy la

de sinceridad.

Es

hambriento que pide un pan, y no lo es el ambicioso que, ya satisfechas sus necesidades imEs puro el mono prescindibles, i)idc lo supcrfluo.

puro

el



A RE VA LO MARTÍNEZ

R.

con su constante carácter de lujuria, que nunca no lo es el hombre virtuoso que La vida simula más continencia de la que posee. finge la castidad, y

concede también

la satisfacción

cuando

espiritua'es,

el

de

hombre

necesidades

las

se

con

pide

las

pureza.

El individuo enfermo de un mal crónico,

que sólo

le

permite

poseído por una

mismo

trabajar

extraña

horas diarias, o

dos

resultado, debe pedirle a la vida

trabajo,

que en

este corto

que da

idiosincracia,

tiempo

—y

le

tal

clase

permita

el

de

satis-

que Debe pedirlo dependen de él, si tiene familia. con fé, con sencillez, con dignidad. Debe pedirlo como una cosa justa que no se le puede negar.

Y

la

necesidades,

sus

facer

las

de

los

seres

vida se lo dará.

Navinés para

fijaba

en mí sus

cerciorarse

ojos

como

iluminados,

de mi atención,

y continuaba,

satisfecho.

— Por

lo

que Ud. me ha contado, Ud, ¿Anormal? Sí, pero no

hombre anormal.

es

un

inútil.

Su naturaleza especial necesita un especial medio y un especial trabajo. Pida lleno de confianza este medio y este trabajo a la existencia, y ella se lo dará. "Pedid y se os dará," decía Cristo. Ud. no puede trabajar ocho horas diarias, como los demás hom¿cuántas horas al día puede Ud. trabajar: bres, Pues bien, busque un empleo que tres?, cuatro?





necesite

sólo

más

este

tiempo para ser fructuoso; o

más alto es un trabajador y noble un trabajo, aquel puede trabajar menos

improvíselo.

Mientras

Estúdie^e, tiempo y menos tiempo exije éste. ¿Para sirve Deduzco de sus paque Ud? además. labras

77

que no

sirve

para obedecer.

Servirá

parii-

MANUEL ALDANO Eso es, y no otra una voluntad dirigente.

mandar. bro,

Ud.

cosa.

He

Pues bien,

rables condiciones de organizador.

en

liente, sea optimista; tenga fé

un

es

cere-

en Ud, admi-

visto

'sea va-

propio esfuerzo.

el

Estudie un buen negocio, solicite un crédito

para:"

con alegría, Los hombres siempre dan cuando con

llevarlo a cabo, solicítelo

con esperanza.

Y

-firmeza,

Y lán-

se les pide

con

cese a

trabajando por cuenta propia, trabajando

él,

alegría.

com» patrón.

Supla su

incapacidad para

al fin lo

falta

de materia agente, su

trabajo físico, buscando

el

o tomando uno, dos empleados. tal

reinos de la

como

hasta ahora, ni de espaldas a

egoísta, desconfiado y solo, sino

en

la

la

misma

la

ción de una gran corriente de energía,

de

socio,

está or-

Todo

sociable.

za

un

mundo

El

modo, que el hombre tiene que ser lo que se aisla se muere, en los tres Naturaleza. Póngase, no contra la exis-

ganizado de

tencia

obtendrá.

—y toda

vida, direc-

la fuer-

naturaleza colaborará con Ud. para lograr

el

buen éxito. Será Ud. entonces como el hombre que emplea la fuerza inagotable de una corriente de agua para moler su trigo; pero no sea egoísta que es ser iluso; no quiera ir contra la corriente del río. Acepte las

como

cosas

aceptación

la

son, sin forzarlas, y haga de esta

base de su engrand'^cimiento.

¡Cómo amaba yo la

virtud de

hombre le

está siempre

devuelve

que

cuando

a Navinés,

la fé

en

dispuesto a rendir culto

la vida, al

es hacerlo viviente.

Me

que

lo

espíritu,

como una

me

emi)apaba de

esponja.

Nunca

la

al

El

que

hace positivo,

iba del exiguo catalán,

pletórico de entusiasmo y de fervor.

de

se crecía por

§u palabra, grávida de esperanza!

Muy

las sabias

vida

me

las

receptivo

doctrinas

desmintió.

78

A RE VA LO MARTÍNEZ

^.

XVIII

.... Pásese por allá, tenemos algún trabajo para me dijo un día mi antiguo patrón don Juan

Ud.

,



Feel.

Nos habíamos encontrado en respetuoso saludo,

héchome

quemarropa

a

la

mi

calle, y, a

había parado de

él se

esta pregunta:



pronto y ¿Está Ud.

empleado?

— No señor. Volví a ser empleado de don Juan.

porque en

Escaseaban en

inusitado.

menos

Money Exchange

el

la

Me

llamaba

habla un movimiento plaza

los billetes

—de

de



un peso, de cinco pesos, y se pagaba por ellos una prima de un tanto por ciento bastante elevado. Los Bancos, sobre todo, los solivalor,

Don Juan

citaban en gran cantidad,

había asido

al

vuelo aquella ocasión y estableció una serie de corredores que por una prima menor los obtuviesen en el

mercado, con verlos llegar,

los particulares,

repetía su aforismo: día,

con su



Al

pudiesen.

*

'Ganar y dejar ganar."

Y

aña-

de desprecio y protección habitual: ¡Tienen qué comer! Pobres muchachos,

¡Oh, los

como

cargados con su voluminosa mercancía,

aire

el aire

de desprecio de don Juan para todos

que tenían menos que

él!

¡Oh,

la

solicitud y el

respeto de don Juan para los que tenían más dinero

que él! Los corredores, sobre todo un alemancito recién llegado

al

dad, que trabajo.

país, el

llevaron

billetes

Al verme,

el

don Juan, semi-indiferente,

pensó en mí, un buen chico 79

en tan gran canti-

dependiente Francisco no bastó para

sin pretensiones.

Me

MANUEL ALDA NO entregué

al

Era necesario

trabajo con ardor. se separaban

ficar los billetes;

unos de otros

clasi-

de

los

mayor parte de los llegados eran de valor de cinco pesos. Los verdes del Comité Bancario; los de un tinte café obscuro, del Banco de Occidente; los de un hermoso rojo, del Banco Agricola Hipotecario; los blanquecinos, del Banco Colombiano; los de un crema sucio, del Banco Internacional .... todos se reunieron en grupos enormes. los distintos bancos:

la

Sucios hasta parecer guiñapos, mal olientes, grasosos,

hacían pesada

la

atmósfera de

Y

la oficina.

aquellos

harapos de mendigo con sus hermanos de más valor y más bien presentados, eran la única*

tres, seis y

lo

Sólo

¿Metálico?

país.

moneda

del

de níquel de

las piecesillas

doce centavos; moneda cuasi lacónica por

voluminoso y lo de poco valor. Francisco y yo poníamos manos a

que dá

trabajo

la

obra con

Muchos de

la

los

pa-

quetes despedían un fuerte olor de creolina o de

áci-

alegría

do

fénico.

como

el

Manos

previsoras los habían desinfectado

se desinfecta

tables:

fácil.

una

letrina.

rrible olor a seres orgánicos

directamente de trañas,

Otros eran insopor-

acusaban su presencia a distancia, con un ho-

—sebo,

en putrefacción.

las carnicerías.

hasta

aceite,

Venían

Mil partículas ex-

minúsculos objetos de

uso familiar, dedales, botones, moncdillas de niquel, se adherían a ellos.

Se conocía que sus anteriores

propietarios habían procurado tocarlos lo sible.

Algunos,

los

de a cincuenta

menos po-

centavos, del

Banco de Occidente, casi llegaban sin contar, al peso. la historia del papel moneda, sólo los billetes rusos, algunos de Colombia en determinada época y

En

jos asignados franceses,

habían valido menos.

Com~ So

!

AREVALO MARTÍNEZ

R.

me

prendí que don Juan

hubiese llamado: estraga-

ban hasta el estómago de un judío. Los separábamos, pacientes, de uno en uno, y luego de clasificarlos, los contábamos de veinte en veinte, formando paquetes del valor de cien pesos. Francisco, que antes había estado empleado en el Banco de Occidente, de Quezaltenango, tenía una habilidad

para

particular

contarlos:

Pronto

volaban.

Se aglomeraban en a

la

la

manos

sus

broncíneas

en ligereza.

lo igualé

en tan

los billetes

altos

montones,

amplia mesa destinada a recibirlos, que pronto

puerta

se reunió

número de personas:

cierto

que veían con avidez Ante aquella profusión, con-

chiquillos astrosos, pordioseros

abundancia

tal

sideraban factible que se los solicitaban.

contestaba

les

digamos

'*a

honesta de

es

En

frase.

humildes, monótonos, tenaces



mandándolos

con grosería,

paseo," que su

regalasen algunos, y estaba presente,

les

Cuando don Juan

No

¡Uno, sólo uno!

única

la

traducción

ausencia insistían,

su

como moscardones:

sean tacaños

niendo tantos, no querer regalar

Te-

ni uno.

Otro chiquillo, engañado por aquella aglomeración de

los signos



i

de

la

riqueza, gritaba:

No creí que hubiese

Lo menos un

tanto dinero en Guatemala

millón de millones.

Aquella exhibición, como todas riqueza,

provocaba

socialismo

insipiente

la

cólera

las

y

conmovía a

exhibiciones de

la

los

codicia.

Un

espectadores,

que cada vez eran menos temerosos y traspasaban la puerta. Más llegaba don Juan, asustado y lleno de cólera, y la emprendía con ellos a puntapiés

ya

y a chicotazos.

Imposible hacerlos

retirarse.

Por

MANUEL ALDANO fortuna, había una donde muchas veces

trastienda,

saficia

sanctorum,

galante judío alemán

había

Nos

trasla-

a ella, y cesó el peligro. El anormal movimiento concluyó pronto.

Vol-

tenido en

el

mujeres

sus brazos

fáciles.

damos

vimos a tener

muy poco que

hacer.

Comprendía

mandados y menos ocupaciones y sobraba Francisco, y me llené de nuevo de confusión y de temor. Acudí a mi que para

los escasos

interiores, bastaba

El

grande y buen amigo

Antropófago.

Cuando

le

referí la situación, inquirió:

— ¿Don Juan ha indicado algo? — ¿Cuanto gana? — Cincuenta pesos mensuales. — Porque, en le

—No.

ganaba

tres

empleo, donde necesario

— ¡Bah!

efecto

o cuatro veces menos que en mi anterior

como

No

había sido un Francisco, se preocupe.

y

muchacho de oficina no supernumerario. Para don Juan, cin-

cuenta pesos no son nada.

¡No eran nada!

Si hasta para mi no eran gran Acostumbrado a ganar más donde Sohn, sólo permanecía donde Feel porque, a la postre

cosa.

como me

decía

cincuenta pesos.

mi madre,

Con

ellos,

cincuenta

pesos

son

durante algunos días,

puede una familia pobre comer miserablemente; que Diez de fin, no es lo mismo que no comer, aquellos pingajos que clasificábamos y contábamos! Me resigné a ganarlos mientras no pudiera mejorar. al

Pero mejoré antes de

j

lo

como nunca me hubiese

que esperaba, y mejoré

atrevido a soñar.

Un

día,

mi llegada del trabajo, encontré que me esperaba Mi madre y mi hermana sonreían, con las mi tío. a

\

A RE VA LO MARTÍNEZ

R.

El

caras iluminadas por la felicidad.

gran noticia seriamente, serio

deseo de Adela se nido un emp'eo en fué

Banco.

el

mi corazón. aquello era

me

dio la

El

había obte-

Mi primer movimiento

¡Un empleo en como el bastón de

el

lo

más hondo de

Banco!

Pero

si

Mariscal de Francia

Los empleos de Banco tenían poco trabajo, de nueve de la

empleado.

el

fama de

tío

siempre.

me

había cumplido:

de darle gracias a Dios desde

el

para

como

ser canongías:

mañana a tres de la tarde; un gran sueldo Mi pobre corazón latía con un golpe apresurado y fuerte, como el de las tórtolas que Adela apresaba en su delantal. Y, como siempre que me emociono

me emociono con

(y

Mi

tío,

facilidad)

a su carácter

flei

de

mi estado era

febril.

adustez, intentó paliar

Tenía tanto hábito de ensombrecer que ensombrecía inconscientemente la de

nuestra alegría. su

vida,

los

demás:

— Aun no

es un empleo seguro. Hay que Banco y solicitarlo del Gerente.

sentarse al

Adela sonreía

al oírlo.

que presentarse personalmente Banco y hablar con el Gerente; pero el empleo

Sí,

al

pre-

era cierto: tenía

podía darse

de mi

tío,

como concedido.

en cuya casa éste

Mi propio

Un

poderoso amigo

servía,

me

había reco-

conocido y apreciado por el Gerente, pues su hombría de bien era proverbial; equi-

dado.

valía a

tío era

una de sus defensas en la vida. Un medio de De las armas de los débiles, la única que

subsistir.

no esgrimía era fica

la simulación.

era yo el sobrino de

también 83

Y la influencia

de su nombre alcanzaba hasta mí.

me

bené-

Socialmente,

don Manuel Aldano. Mi padre tumba con su nombre

protegía desde la

MANUEL ALDANO mácula. Y si en alguna parte y para alguna persona iban a servir estos dos diplomas de honra-

sin

dez, era en el

Banco

para

Industrial, y

Gerente,

el

Mr. Mulford.

Pero no fueron estas las únicas recomendaciones Ante aquel aguilucho de los negocios, que tuve. que había aprendido el arte de conocer a los homYo tenía bres, mi aspecto acabó de recomendarme. toda la apariencia de un buen muchacho; un bicho

un

débil,

nariz, mis

orejas, tenaces,

vida, enérgicas, eran desmentidas

espiritualizada

vísima y

límpidas

de

sola

saban,

fijos, se

sentía

la

reflejos dorados,

presencia inspiraba

deseo de protección.

por

su

en

la

tenue.

Entre

que miraban

nido

las

a

línea sua-

sensualidad.

la

tan francamente, había hecho

Mi

aferradas

de una barbilla

Mi boca pequeña negaba las gafas

Mi gran

animalillo asustado y bueno.

enormes

la

tristeza.

almas buenas

el

Y

cuando mis ojos se poque yo era un hombre sincero

Con un aspecto así se defienden todos y honrado. los seres inermes de la naturaleza.

Y

por

si

mi causa no estuviera ya gandida, acabó en mi favor mi palabra fácil y

de predisponer

Cuando hablé con

persuasiva.

el

Gerente, afirmé

mi percepción de que el discurso era mi mejor arma. Y desde entonces, jamás ha errado. Cuando se me deja

solo

con un individuo,

siempre he logrado

hacerlo mío.

El día designado para hablar

al

Gerente acudj

con mi mejor vestido y mí más intachable sombrero. Mis zapatos reflejaban Por excepción y en honor los objetos próximos. a la oficina de Mr. Fcel

a lo trascendente de las circunstancias,

me

había

84

R A RE VA LO MARTÍNEZ peinado y

No me

me

había hecho bien

atreví a pedirle

el

lazo de la corbata.

permiso a don Juan

desempeñar un

asuntillo personal.

*'un asunto."

Asuntos eran

esperé

la

para

podía decir

de mi patrón.

con ansia un monjento propicio.

asegurada



los

No

Y

Tenía

complicidad de Francisco.

don Juan necesita que vayamos a hacer cualquier mandado, déjame ir a mí: tengo gran Si

urgencia de

salir.

más bondadoso de los Desempeñé oficina en un estado tal de

El indizuelo cegato era

Me

camaradas. Jas

el

lo ofreció sin vacilar.

pocas tareas de

la

nerviosidad, que se caían lo objetos

y quebré un exiguo sueldo.

tintero,

de mis manos, que pasó a cuenta de mi

esperanza.

No me importó: me Don Juan dejó de escribir

veces para

mirarme.

hacían

ruido,

pisando

enriquecía la

por dos o

tres

Inconscientemente mis pies fuerte en

madera.

Y

el

once, hora

erf

que cerraban

tiempo

pavimento de Llegarían

las

Banco, y la ocasión Por fortuna el audaz

el

propicia no se presentaba.

indizuelo era fecundo en

el

pasaba.

recursos:

improvisó dos

Fué acordado que el segundo lo desempeñara yo. Tomé el sombrero y salí con rapidez. Era la primera vez en que iba a distraer, para asuntos propios, el tiempo en que debía servir a los ajenos. Mis colegas, los empleados en otras oficinas o almacenes, holgaban cuando se veían lejos de sus principales. Yo iba derecho a mi deber. Pero en aquella ocasión no sentí remordimiento alguno de marchar en línea recta al Banco Industrial. Las vastas oficinas de este edificio me habían asuntos que requerían

85

salir

a

la

calle.

MANUEL ALDANO Me

causado siempre una respetuosa admiración.

empleados graves,

parecían

seres

poseídos

de su importancia en

aquellos

aparte

resguardaban del roce popular

mundo, que se una valla de

el

con

caoba admirablemente tallada y con barandillas de oro. Los elefantes de mármol de la entrada ya producían una temerosa impresión. La primera vez en que, recien entrado a la oficina de don Juan, ,

éste

en

me mandó el

a depositar una cantidad de dinero

lujoso establecimiento, erré

como un

forastero,

algunas cuadras

preguntando a

los transeúntes

que me miraban con curiosidad donde quedaba el Banco Industrial. Mi maravillosa ignorancia de

mundo de

escolar, recien venido del

hacía caminar más desorientado que

Al

capitalino. los

fin

umbrales de

Los

al sol.

los

el

libros,

último

me

chico

traspuse, tembloroso de emoción,

i)iedra,

tan fregados

elefantes de

clinar, inconsciente e

que brillaban

mármol me hicieron

imperceptiblemente,

la

in-

cabeza,

en un vago deseo de serles agradable y hacerme perdonar mi intrusión. No me quité el sombrero

porque ya iba en mis manos. toqué

un

a las

puertas de

lujo insólito,

cristal,

que tuve que

Tan tímidamente que me parecían de

repetir

varias veces el

esfuerzo hasta abrirlas lo suficiente para que dejaran

Quedaron tras de mi moviéndose durante varios minutos, en un fácil juego Pisando con blandura de sus resortes aceitados. el refulgente pavimento, al que manchaba mi sombra, me dirigí, sin orientación, hacia una puerta que pasar mi esmirriada persona.

creí ser la

meta de mis pasos.

serio, adusto, que,

parecido

Un

sentado en una

un cliente y

era

el

portero grave, silla,

me

había

celoso guardián de las

86

^. oficinas

de

AREVALO MAR71NEZ

Gerencia,

la

me

salió

paso impidién-

al

dome abrirla, Qué deseaba?

— —¿Yo? Pues. .hacer una entrega de — —Y señaló con premioso ademán, lado opuesto, una de baranda dorada. de — Ud. perdone .

este dinero.

,

¡Allá!

al

las puertecillas

La

la

sujeto

alto,

que

me

el

hombre me habla que era

simpático,

y que a

atenderla ojos,

toqué no era precisa-

puertecilla a la cual

mente

la

Un

indicado.

encargado de

el

poca distancia escribía, alzó

miró por encima de un voluminoso

los

Libro

de Caja, y continuó escribiendo. Seguro de haber sido visto, permanecí callado y respetuoso, con el

sombrero en la

me el

la

mano.

tal

era

Caja, pues

la

miraban burlones.

Los demás empleados de dependencia a que llamaba,

Mi

permanecer descubierto

A

mi lado

mis gafas, y de curiosidad.

aire tímido,

los llenaban

se fueron reuniendo dos

o

más, todas de modesta apariencia.

un cheque en otras,

la

mano para

personas

tres

Una

llevaba

hacer efectivo su valor;

billetes deteriorados,

del

iban a cambiar por billetes

mismo Banco, que

en buen

estado.

El

hombre del escritorio, con una rápida ojeada, se daba cuenta de que no eran personas de viso, y continuaba

escribiendo

sin

dignarse

atenderlas.

uno de los principales clientes del establecimiento, un senoi con sombrero de copa alta, Deudor del de estatura alta y de más altos humos. establecimiento por ochocientos mil pesos, con esAl

fin llegó



tentórea voz llamó

reunidos

ambos

por su nombre:

«7

al

Cajero y Pagador, pues estaban

em-pleos

en

la

misma

persona,

— MANUEL ALDANO

—¿Qué

Arturo?

tal,

El señor Cajero y Pagador vino inmedíatemente hacia n(>sotros. Con admirable habilidad despachó en un

momento

del

sombrero

— ¿Qué Y

dada

copa

de

una

turno, con

risa

el

lo llevaban

asunto del señor

Cuando

alta.



llegó

burlona pero amable preguntó:

Señor?

se le ofrecía tal

que

asuntos

todos los

a la ventanilla, principiando por

entonación a aquel irónico señor^ que

podía amplificarse

así:

modelo de cortesía con el sombrera

*'Señor

y de simplicidad, que permanece en la mano."

—Venía — ¡Ah!

a hacer esta entrega a la cuenta

¿Una

A

entrega?

Y

con un dedo largo señalaba

él

atendía:

Me

**E1

la otra ventanilla.

rótulo de

el

la

que

Banco paga."

llené de rubor, y acudí

a

ventanilla

otra

la

preguntándome: ¿pero qué especie de animal no soy

clasificado

¿Cómo no

yo,

cabeza para discernir? fijas

Al vida

A

en mí. fin

merecer

para

estos

sofiones?

tengo ojos para ver, ni oídos para

acudió

me han

el

la

—Sentía

otra

las

ventanilla,

llamado tanto

nueva espera.

Pocos hombres

receptor. la

oír, n'

miradas de todos

atención:

alto,

en

la

dema-

crado en demasía, algo inclinado, tenía una marala Cruz. Su nariz no más bella; su boca, de labios delgados, era pequeña y bien hecha. Una hermosa barba negra le cubría el rostro. Andaba como deslizán-

villosa

cara de Cristo en

podía ser

dose, sin hacer ruido, y en todo

él

había algo incon-

fundible que no se podía olvidar una vez visto. Todas sus facciones tenían

grande,

delgada,

un extraño sello. La mano que extendió para tomar

pálida,

88

A RE VA LO MARTINE2.

R. los

era

billetes,

humana que

una mano

una mano tan

típica;

de historias de dolor

parecía hablarnos

El gran dibujante Máximo Ramos y de sangre. hubiera hecho, copiándola, una obra maestra.

—Pero, cúbrase, señor

—me me

dinero, y luego

el

devolvió

menor de

un rubor

el

machote de

iHabia distinción en

entrega, lleno y firmado el

después de

En pocos minutos

intenso arreboló mis mejillas.

contó

dijo,

Y de nuevo

enterarse de lo que solicitaba.

sus movimientos.

XIX

Y me

impresión

toda aquella fuerte

llenaba ahora,

al

caminar hacia

Gerencia en solicitud de

de todas

veces

las

me

de respeto que

él.

he aquí que hoy,

público,

el

al

Feel,

Desechar

la

la

pesar

solemne no había

impresión

al

uno de loq que trabajaban

iluso, aspiraba a ser

admirable mosaico de

el

A

produjera aquel inolvidable día

privilegiados seres, de especie aparte,

bajo

de

la sala

que después entré

podido acostumbrarme a

para

mi primera

plaza vacante.

la

como empleado de Wolf o de

edificio

Y

de

Banco, complicada con nuevas emociones,

visita al

sus

cual hacían

techos, y tenían

esperar,

un acen

tuado tono de superioridad.

— ¿El señor

Gerente?

El mismo portero grave que cerraba estaba

el

ocupado,

antesala.

ción.

pero

paso,

A

me

primera vez el

la

la

espera fué de corta dura-

pocos momentos,

extremadamente

me

señor Gerente

pero que podía esperarlo en^

Por fortuna los

la

indicó que

urbano,

incisivo,

con

la

cortante,

proverbial

MANUEL ALDANO cortesía

a

en que reinaba.

metálico" pudieron

ser

las

pasar

en mi sus ojos

fijó

Jamás

de acero.

gris

hacía

delgado, corv

Bajo,

grandes bigotes a lo Artagnan,

de un

me

Gerente

señor

inglesa, el

oficina

la

palabras

^'brillo

empleadas que para

mejor

Luego sonó su voz incisiva e imque era una de sus mejores armas en la lucha por la vida. Aquel hombrecillo que había sabido vencer, que había obtenido la Gerencia de un Banco saltando a ella desde su anterior puesto aquellos

ojos.

peratoria,

de jefe de

oficina,

hombre bien

duda, un

era, sin

dotado.

Aquel hombre sabía mandar.

Su voz marcaba

distancia que del)ía haber entre él y su

Le daba un tono de amo, Tenia

las

sin necesidad de elevarla.

tonalidades de la voz de los maestros cuan-

do, cansados, indiferentes, dan a sus

embargo, por to para

que

el

el

hábito adquirido,

el

palabras, sin

necesario acen-

niño se sienta regañado, compelido a

obedecer, o simplemente impuesto por

dad del profesor. tas horas al

de

— **¿Niño, ayer?

estudió

otro lado" oficial

alcanzado

la

interlocutor.

el

señor

la superiori-

la lección?

Hágame

el

¿Cuan-

favor de pasar

voz de catedrático o

Sin aquella

militar, la

sabe

Mulford no

hubiese

Gerencia.

Aquel hombre sabía mirar:

lo

miraba a uno entre

Su mirada cortábalos espíritus menos densos, como un cuchillo: **Pércz: está al día el mayor?" Y Pérez, un hombrón, bajaba las cejas, fijamente.

la vista,

y balbucía ante los

ojos de acero

de aquel

hombrecillo. ¡Sabía mirar!

zado

la

¡Sabía mandar!

Así

había alcan-

Gerencia.

90

ARE VALO MARTÍNEZ

R.

el ánimo de los Directores ayudó su condición de inglés. Los gua.

Cierto que, además, en

Banco,

le



considerar de una

temaltecos^tienden a perior

al

extranjero de origen

influye en esto el proverbial tierra."

— Cierto que,

'nadie es profeta en su

además, era un hombre

dotado para

ligente, bien

*

los

No; pero

Y,

sobre todo,

a

veces

sí,

sin

estrecho

era

si,

¿Un

duda, un

sin

de

Acaso Acaso a veces,

miras.

Banco no hacía negocios

hacía

Bajo

sólidos.

talento

talento.

duda, una voluntad.

En

acaso siempre, demasiado prudente. el

inte-

negocios, hábil orga-

nizador y de un gran espíritu de orden.

excepcional?

especie su-

Tal vez sólo

sajón.

su

brillantes,

dirección

el

sus

manos

pero

los

estableci-

miento consolidaba su crédito y se hacía respetar. y los buenos negocios, que él no sabía provocar, sí los

aprovechaba

si

se

aproximaban.

Sobre todo, era un hombre de

Honrado

a carta cabal, apreciaba

Tenía un odio instintivo por

que

las fincas

hipotecadas

buena voluntad.

mucho

los

la

pillos.

tuviesen

el

honradez. Si exigía

valor

nece-

una o dos veces de la hipoteca, aun daba más importancia a la probidad del cliente

sario para responder

deudor. del

El honrado nombre mío,

la

amigo de don Manuel Aldano,

recomendación y,

sobre

todo,

mi inengañable aspecto de buen muchacho, ganaron pronto mi causa: ¿Es Ud, miope? Una buena clase de miopía, señor. Puedo leer y escribir sin anteojos, pero para verde lejos

— —

los necesito.

— ¿Donde — En casa de

está

91

empleado en la actualidad? don Juan Feel.

MANUEL ALDANO — No quisiera

yo que creyera don Juan que

le

catequizo los empleados.

Oh, no, señor.

Soy yo

el

tan justo que quisiera

que he sabido que

Y

aquí hay un empleo vacante.

mejorar

es

tan

natural y

Un

empleo de

Banco es un buen empleo. ¿Le parece a Ud. un buen empleo? Oh, sí, señor: es una distinción. Constituye un diploma de honradez. Deja abierto el camino al progreso. Puede uno aprender y mejorar. Hasta el corto número de horas de trabajo es favorable; queda tiempo para estudiar o para distraerse. Ya ve Ud. donde don Juan trabajamos de siete de la mañana a seis de la tarde. Mi ingenua confesión del interés que tenia en no ser desechado pareció agradar. Había desarrollado una gran fuerza a mi favor con hablarle así; había 8Ído sincero y había sido preciso. Un hombre que sabe lo que quiere y por qué lo quiere, y tiene el valor de expresarlo claramente, ya tiene medio ganada su causa. Para un individuo como Mulíord, gran conocedor del espíritu humano, eran mis palabras la más eficaz recomendación. Todo aquello que yo había hecho por instinto, obedeciendo a mi

— —

,

naturaleza sincera y amante de la precisión, abogaba

que en

mi mejor arma. humano, empezaba a darme cuenta de mis medios de acción. Contaba mis armas de mal dotado; np tenía la resistencia, ni la salud, ni la habilidad manual; no tenía la por

mí,

Débil en

el

desvergüenza

un

ser

la

palabra

ni la coraza

despellejado,

individuo

tenía

gran escenario

de poca

sensibilidad; era

un homLre en carne

lastimado de

alma,

susceptible

viva;

a

un

toda

92

— A RE VALO MARTÍNEZ

R. injuria,

abierto

a

todo dolor;

sobre

No

todo, estaba



no tenía camino que lleva al podor en esta tierra.- Mi reino no era de este mundo. Especulador como María, dejaba que Marta trabade

alejado

.

toda

acción.

tiempo para conocer

jase; pero tenía la



conocía

el

La

palabra.

vencer a los hombres de que

yo también tenía derecho

me

capacidad de persuación

palabra para con-

me dejasen vivir, de que Una extraña a ser. permitía interesarlos a

mi favor, despertar sus más nobles cualidades. Todas las armas de los débiles parecían llenar de ^flechas mi aljaba ante el blanco común. La necesidad que tiene el individuo de subsistir; el genio de la especie, que es el mismo genio del individuo; el genio que en determinados momentos nos invita a consérvanos, y luego,

ahorrarnos, a preservarnos, a a prodigarnos por

quiere

los dos

a

de

— velaba

polos de

la

la

luego,

necesario;

del

genio

que primero

del individuo y después el

Egoísmo y altruismo, misma tendencia de la naturaleza El feroz egoísmo de

por mí.

el instinto

y paternidad

el

por mí.

subsistir, velaban^

ser,

amor;

conservación

la

sacrificio,

el

de prodigarse,

De un

el

instinto

lado, en este egoísmo

en aquel amor que lleva

otro,

sacrificio del individuo, y

no

es sino otra

al

forma del

•mismo sentimiento del yo, veía una sola tendencia de la

naturaleza a subsistir, una sola necesidad de la es-

pecie de conservarse. los poetas,

— Está

Y muy

acaso los

— son

los

bien:

puede Ud.

porque ya sólo

falta

muy

egoístas,

generosos.

llenar

darse

por aceptado,

una formalidad.

Ud.

entrará a servir en la Caja, y es necesario preguntar al

93

Cajero

si

no

tiene

ningún inconveniente en que

MANUEL ALDANO Ud. sea su subordinado. Ya ve Ud. es su Jefe inmediato, y quiero que haya armonía en el persona^ :

del Banco.

La formalidad del

Banco

se llenó bien pronto: era

empleado

Industrial.

XV El primer dia en que entré a mi

nuevo trabajo,

a aquel edificio grabado con caracteres indelebles en

mi memoria, apenas traspuse la barandilla que rodeaba el departamento de la Caja, el Cajero me presentó a mis compañeros de trabajo. La cara de Cristo del receptor me sonrió con un movimiento de

los labios delgados,

que no acusaba

falsía,

a pesar de ello, no inspiraba confianza.

presentado a los cobradores.

De

y que,

Fui luego

pié, ante largas

mesas cubiertas por un grueso paño verde, y parecidas a mesas de billar, se dedicaban a las mismas operaciones que yo había desempeñado donde Feel: a clasificar y atar los billetes de los distintos Bancos,

en paquetes de a cien pesos, que luego se unían por

un cáñamo de diez en

diez.

dependencia donde iba a

A

la

servir, se

derecha de

la

destacaban enor-

mes cajas de hierro. En ellas, y en un cuarto del mismo metal, cerrado por una maciza puerta y que constituía una desmesurada caja más, se altos

valores en billetes, plata, oro

últimas,

guardaban

y joyas.

Estas

que garantían en calidad de prendas varios

préstamos de dinero,

me

hicieron compreder más

tarde las alegres mofas que escuché en boca de casi

todos los elegantes y amables j^ndustrial,

que reían de

clientes

del

Banco

este desconcertante título.

94

ARE VAL O MARTÍNEZ

R.



Banco Industrial!" clamaba el alto caballero de humos y sombrero de copa alta, deudor por una alta cantidad al establecimiento; *'¡ Banco Industrial! ¡qué simpático nombre! Pero si esto no es más que Sólo que mi casa es tan un montepío en grande. vasta y está tan sólidamente atada a la tierra, que no han podido encerrarla en una de esas cajas de hierro. Ni era necesario; yo tampoco puedo metérmela en **¡

altos

.

.

.

Pero en lugar de la salvael bolsillo y largarme. guardia de esos enormes cerrojos de estos trastos,

una inscripcioncita en el Registro de la Prolo que constituye una garantía no menor." ¡Banco Industrial! reía con despacio su menuestá

piedad Inmueble,





do interlocutor, en voz

Esto de industrial

casi baja.

más gracioso. Como si hubiera en Guatemala algo más que una industria tan en pañales, que toPero, ¡ya se ve! Había otros davía no es persona. Bancos cuando se fundó éste, durante la loca, genees lo

Y

rosa y espléndida administración de Reynita. disculpar

preciso fingir

su

aparición.

que obedecía a

la

.

necesidad de favorecer un

naciente ramo del progreso nacional, Barrios!

Teníamos

tal

¡Gran Reyna

sueño de grandeza entonces,

a raíz de nuestra Exposición Centroamericana, el

que nos hubiese afirmado que no iban a

como por

encanto,

era

Nada mejor que

fábricas

que

surgir,

de papel, de vidrio,

de todo producto humano, hubiera sido ahorcado. ¡Ay! otros,

Lo malo

fué

que

este

en lugar de favorecer a

pequeños

industriales

Banco, como

los

los industriales, a los

sobre todo, esos nuestros há-

biles obreros que podían garantir los préstamos de

tantos

95

modos, bien pronto no hizo sino

lo

que

los

MANUEL ALDA NO otros: dar dinero a interés

con

la garantía

de buenas

hipotecas.



Si:

con garantía de

rústicas

las

urbanas.

fincas

están demasiado

para

lejos

Porque que

no

moleste su avalúo.

..... Estas conversaciones, con ligeras variantes, Los más quejosos risibise repetían a menudo. eran después los más corteses lidad de la queja en presencia del Gerente, del que obtenían el





dinero

que era

al diez el

por ciento anual, en vez del

más bajo fuera

tipo corriente

doce,

del Banco.

XXI Uno gallardo y

Banco.

del

era

un mocetón

uno de

los Directores

de los cobradores

buen mozo,

hijo de

Poseído de

la

riqueza de su padre y en el esblecimiento,

del puesto importante de éste

no daba gran valor a su empleo, que descuidaba con El otro cobrador era un pobre hombre,

frecuencia.

ya casi tocando

pasado por

la

los límites

de

la

vejez,

que había

amorfo e incoloro, bueno, con

vida

una virtud pasiva, inútil y resignado. Había comido, dormido, cumplido sus deberes religiosos y sociales,

Un vicio orgánico y ahora se preparaba a morir. lo hacía casi tan inútil para el trabajo como un ser mutilado. él

Había

permanecía en

visto ascender a sus

y Banco, puesto para

el

compañeros,

último puesto de cobrador del

le

que sólo se necesitaban honLas labores de la Oficina estaban vedadas, por un defecto de los ojos que

le

impedía

el

radez y sentido común.

fijar la vista,

y

como

casi

siempre sucede,

este defecto de la visión correspondía

con otro del 96

J^.

que

cerebro,

mucho

le

ARE VA LO MARTÍNEZ

impedía

fijar

atención durante

la

Su sueldo era excepcional para su empleo, pues en atención a su larga permanencia en el Banco y a su puntualidad, se le había aumentado' hasta una suma que no podía dársele en compensación a otros méritos; pero, a pesar de este aumento, la tiempo.

cantidad recibida mensualmente no

permitió ca-

le

Necesitado- de interesarse por

sarse.

especie, y hacía con ellas

algo

en

la

Las tenía de toda

vida, se interesó por sus gallinas.

mezclas fantásticas.

Ha-

A veces acabado por tener variedades raras. veíamos llegar al Banco con cajas o paquetes que

bía lo

empollar por

haría

Eran huevos, que

con uncioso cuidado.

llevaba

sus

gallinas,

o que pensaba

cambiar por otros, de especies exóticas. era dé medias tintas, algo suave crepuscular,

se,

En-

la

amorfa:

como

si

Su vida no existie-

una página en blanco.

existencia representaba

el

valor de

uno de

esos granos de los que la Naturaleza exhuberante y pródiga produce miles para que uno sólo reproduzca

De

la especie.

cien

uniones

sexuales,

sólo

una

hembra, y de cien granos caídos del árbol, sólo uno surge a la vida. Pero la Naturaleza fecunda a

tiene

el

Sola,

la

tiempo y

el

número, y puede esperar. la vida del viejo y cansado

incolora, era

¡Pero qué fuerza de inercia Aquel hombre mal dotado tenía una paciencia y un sentido de la vida, constituidores de un maravilloso sistema filosófico, que hacía casi feliz al caduco célibe. Más feliz que muchos la tierra. Ante él se recordaba la senseñores de

cobrador del Banco. había en

tencia

97

ella!

divina;

*

'Bienaventurados

los

mansos, los

G

MANUEL ALDA NO pobres de espíritu, los sencillos de corazón, porque

de

es

ellos

reino

el

de

los

porque

cielos^

ellos

verán a Dios." Paciente, resignado, rico, porque

porque no pedía a

sidades,

ésta le podía

dar,

la vida

scmi-ciego

e

no tenía necemás de lo que

inepto,

su

hacía

camino solo, sin llorar la compañía imposible, casto, con la castidad que a algunos individuos débiles da Naturaleza para permitirles subsistir; económico,

la

con esa economía que negativa

mal dotados. pronto

es

la

vez, pero fuerza

tal

gran

fuerza pasiva,

enorme

al

fin,

de los

Sabio, con esa filosofía que adquieren

pobres seres burlados desde niños; re-

los

signado a ocupar

un

lugar

inferior,

cristiano

y

manso Sus compañeros, que en

el

fondo lo querían y lo

más cuanto que no les hacía sombra, tanto más cuanto que era un imposU)le rival, tenían en él un continuo rey de burlas que no eran sangrientas sólo porque las desarmaba la resigcompadecían, tanto

nación

paciente:

del

—Viejo: vez

eres

Y do,

¿Cuándo más inútil.

el

pobre

como

si

Directiva?

te jubila la

viejo, al cual sólo se

Cada

designaba por apo-

fuera hasta innominado,

sonreía

Hacía decenas de años que era empleado del Banco. Yo, inquieto y sensible, pasaba de un empleo a otro; él

en

en un

cambio, fiel

se había adherido

como una

instinto de vida, al primer

Y y cómodo que se le proporcionó. había sido la modesta X que solucionara su llena

de

sencillez.

lapa,

empleo sólido aquel empleo vida

Contaba con sus economías para

98

A RE VA LO MARTÍNEZ

R.

cuando fuera más

Estas vidas sin duplicidad,

viejo.

se solucionan siempre así,

dotados los que tejen su

Están mal

fácilmente.

fácil tela;

pero son

muy de

mundo: encajan en él como en su propio medio. Yo, en cambio ¡cuándo il)a a encontrar puerto y descanso! ^Inepto? No, La vista de los verdaderos incapaces me había curado de mi error de este

Los que son incapaces como los locos, no perciben su vicio de conformación. No: no era ineptitud la mía. Mi materia agente se adaptaba con facilidad a los más distinEra mi pobre alma la tos medios de acción. concepto.

no

lo sienten así;

.

inadaptada

XXII Aunque era una de las atribuciones del enseñarme mis deberes, fué el receptor el que se encargó de ello. Tenía interés en hacerme llevar algunas de las más pesadas piezas de carga de Cajero,

su labor cotidiana,

— Señor Aldano, —me —tenga bondad de

dijo

tesía,

la

con su exagerada cor-

venir aquí.

Abrió un gran libro de cuentas corrientes, y poniendo en mis manos una de

en que

se

invitó a

que

copiaban

la llenase.

gaban después a se vio en mis

muy

al

99

Una

verdes

me

Estas carterillas se entre-

estaba,

como

La que primero todas las demás,

¡Oh, Dios mío, y cuan grande fué Mis dedos temblo-

trabajar en ella!

rosos hacían unos números que tables.

las carteril las

mencionadas cuentas,

los interesados.

manos

atrasada,

mi tormento

las

me

parecían lamen-

fuerte corriente sanguínea congestio-

MANUEL ALDANO naba mi cabeza, y me imposibilitaba para sumar. Los guarismos trazaban fantásticos bailes, en los que tomaron pronto parte los muebles. Mi excesiva nerviosidad me ataba con mano tan segura como una dolencia grave. Y, a pesar de ello, mi firme voluntad me servía como una brújula y como un motor y

me

hizo

De

avante.

salir

con sus zapatos de hule, demacración

Su el

vez en cuando, Lujan,

receptor espectral, se aproximaba sin hacer ruido

el

que unido a su

silencio

hacía parecer una sombra fantástica.

le

mi hombro

alta estatura le permitía ver por sobre

trabajo hecho, y

Era

aplaudía.

Y, sin duda, en

él.

Imité

me

enseñaba,

la figura

la

me

rectificaba o

más interesante

me

del Banco.

más enérgica conciencia que había

En breve tuvo gran influencia sobre su modo de hablar, el movimiento de

mí.

sus

brazos, y mil otros rasgos típicos suyos.

XXIIl Erf cuanto

Moreno,

el

el

Gerente

salía

de

la

Caja, Gabriel

hijo del Director, erguía su alta estatura;

desperezaba, al/ando los brazos musculosos, y un

,se

bostezo contraía su hermoso rostro.

Sus ojos

bri-

liaban maliciosamente cuando encontraban los míos.

Pronto se había dado cuenta de que en mi había otro



buen

(así

sujeto para burlas,

llamaban

al })obre viejo

penosa su estancia en

que Lujan

se



Cometí

tal,

la

el

Tío Gallina

la

menos

En cuanto

Banco.

aproximaba a

trabajaba, él hacía lo

¿Qué

el

que con

inútil)— le haría

veía

mesa en que yo

mismo:

señor Aldano?

¿Cómo

torpeza de olvidar

el

se siente

éxito

Ud.?

que en

la

ICO

R ARE VA LO MARTÍNEZ tienda de los catalanes había tenido la palabra

*

'co-

hibido," y le respondí que, naturalmente me sentía cohibido por la vergüenza del nuevo empleo y de los

La

nuevos compañeros. explosión de

muy

provocó una

palabrilla el

Cajero,

un hombre

simpático, se aproximase a pedir parte en

festín' de alegría, le

Como

risa.

muy

dijeron

para

la

serios:

— El señor Aldano

se siente cohibido.

Así se mofaron de

mí largo

contribuyeron a serenarme.

en donde

alegre,

menos para

el

que siempre estaba pronto,

el

rato.

Me

trabajo era

fácil

Cuando nos dejaron

mí.

Süí burlas

veía en

un medio

para todos,

solos.

Moreno

continuó conversando conmigo.

—Y,

tiene

Ud. razón en estar cohibido, señor el Gerente es una fiera.

Aldano, porque Trató

así,

p(»r

mil

maneras,

de

infundirme

miedo y de pon^me aun más cohibido. Pero sus risas lograban resultado contrario del que se había propuesto.

XXIV ..... Por primera vez supe lo que era tabajo en Banco Industrial. Hasta entonces había estado en oficinas donde se me pagaba con irrisorios sueldos mis servicios de muchacho para hacer mandados. En la tienda de los catalanes y donde Feel y Sohn el

permanecía de

pié,

esperando con ansia

En

el

Banco,

al

sin el

hacer

nada, todo

momento de

contrario, se

el

día,

servir para algo.

campo a mi un empleo más

abrió

actividad, y se dio a mis facultades

meritorio que cuidar la oficina y fungir de correvei-

MANUEL ALDANO dile;

servicios éstos en los

me pudo

que

sustituir

cualquier chico recién salido del colegio.

Para miá nuevos

trabajos

alguna

necesitaba

se

preparación y cierto talento; y entonces comprendí que tal preparación no me había sido dada en los establecimientos

escolares.

Mis estudios,

brillan-

me

tísimos, salvo las primeras nociones elementales,

fueron completamente inútiles en rante los primeros

aprendizaje

que

útil.

lleva la

meses hice mi verdadero

seis

Todas

las

nociones

teóricas

de

cabeza henchida un flamante tenedor de

libros, orgulloso

menos

Du-

Banco.

el

de su

son

título recién adquirido,

necesarias que las que se

adquieren

primer mes del primer empleo serio y

en

el

remunerado.

La mejor escuela yanqui, én la que juegan papel moneda ficticio y comercio simulados, no prestará jamás

al

estudiante

atención y

la

de Teneduría

Libros

de

necesidad de aprenda (lue

le

primera semana pasada en una oficina o

almacén, del

donde

el

i)idió

que

la

en un

vergüenza y

sueldo.

Cuando

se

me

en nuestro papel al

estímulo de

tiene

la

presta la

moneda

dieciocho veinticinco

a pesar de

sabia

mi premio en

dijera a cuánto ascendían

sesenta y siete pesos oro de prima, comprendí que

la clase

de Contabilidad no

hacer aquella sencilla operación.

teóricamente, lo que era prima y

l?i

Sabía,

si,

multiplicación

que era preciso hacer para dar la cantidad pedida; pero la pena de ver en flamantes grcenhacks los sesenta y siete dollars y de saber que a mi contestación estaba dispuesto a pagar un

cliente confiado

o a rectificar un cliente desconfiado, de

tal

modo me I02

J^.

quitaron

la

sangre

AREVALO MARTÍNEZ

fría,

que a pesar de hacer dos

veces la operación aritmética erré en ella, y en vez

de aumentar una unidad entera a ner

el factor

En

el

la

prima para obte-

del cambio, multipliqué sólo por aquélla.

Banco

más

la

sencilla operación

último empleado, era rectificada

el

hecha por

por otro que

Bueno de sus iniciales en el libro o en Mi rectificador acusó una diferencia El Ge. de sesenta y siete pesos moneda nacional. rente, que entraba a la Caja en aquel momento ponía

el

el

Visto

documento.

morir de vergüenza.

Y

mi impericia.

preciso, se dio cuenta de

Pero, fuerte u

yo

creí

obstinada, se

Domí la voluntad de no dejarme vencer. minando mi vergüenza, pedí al empleado que me inspiró más confianza que me enseñara a hacer la

alzó en

operación.

Y

aquel fué mi primer día de verdadero

Con una gran aptitud de semana después me parecía como

aprendizaje.

adaptación,

a la

si

%toda

mi

existencia hubiera calculado tantos por ciento, intereses y descuentos.

¡Oh, pero

el

que manchaba

horror de aquellos primeros días en los

libros irremediablemente, y veía

los ojos burlones de los

sus

compañeros

y sus burlas; recibía los regaños de los jefes!

oía

risitas

o,

lo

fijos

en mí, u

que era peor,

Pronto desarmé a éstos con mi aplicaciónj facilidad de aprender y

La

tenaz voluntad de

salir

fuerte en mí.

Mancharé

acaso despedir,



que obtenga

mi deseo de hacerme

adelante era cada vez más diez, cien libros;

pensaba; pero

llegaré

más

útil

al

me

haré

próximo empleo

y más hábil.

La página manchada de un 103

mj útil.

libro

de Contabilidad

MANUEL ALDANO que yo escribiese en

inmaculado, antes

"de

impedía dormir.

Durante

las

me

él,

noches, en sueños de

una pequeña gota una página alba y se agran-

pesadilla angustiosa, contemplaba

de

tinta

que

caía. sobre

daba, se agrandaba hasta rebosar en

el

libro y anegar

un líquido negro. Entre sus ondas obscuras, yo, con una enorme pluma en la manos manejaba a guisa de remo, navegaba a horcajada, sobre mi pupitre Por las mañanas llegaba antes que nadie: a las ti es horas antes de que el Banco se abriese al seis, Los porteros acudían hora y media más público. Me miraban iracundos: mi presencia les motarde. lestaba cuando abrían; tenían un reproche en mi matinal aparición; era un testigo enojoso que les impeoficina en

la



día holgar

como

— Niño,

quisiesen, y procuraban molestarme:

no respondo de no mojarle

los pies;

pero

es necesario asear esto.

Yo

lo sufría en silencio, y

de mi

empleo, y aun

me

en los libros

resolución de estudiar

las

afirmaba las

mi

en

operaciones

que no eran de mi incum-

bencia, durante aquellas tempranas horas en que se

me

dejaba solo y

libre.

obscuro enigma de

la

Poco a poco

se aclaraba el

máíjuina del Banco; compren-

día las funciones de las ruedas y ruedecillas y su en-

Al mes sabía algo más que el primero y más sabio de mis compañeros de trabajo.

granaje.

Durante Caja, teras.

los

primeros

clasificaba y

días

contaba

que permanecí en

billetes

la

y arreglaba car-

Tenía un puesto intermedio entre cobrador

En cuanto las cary empleado de Contabilidad. teras estuvieron al día, se me dieron a llevar los 104

ARÉLALO MARTÍNEZ

R. libros

Cuentas Corrientes.

de

enorme

El

libro de

que habla que hacer sumas de centenas de sumandos que pasaban de una a otra página, era mi potro. Primero se sumacuentas, en

Saldos de estas

ban

acreedores,

los saldos

el

en tinta negra; después

deudores en tinta roja; alternaban éstos y aquéllos en largas columnas, según los clientes,

los saldos

cuyos nombres estaban escritos en orden alfabético, habían dejado su dinero como depósito én o habían obtenido de éste créditos.

Banco,

el

Un

pequeño

descuido, y el calculista incipiente mezclaba algunos de estos sumandos, haciendo inútil su ímprobo trabajo.

Al principio, aquella labor fué para mí

te-

que tenían práctica en el oficio, lo era mucho más para un empleado joven y enfermizo, que antes no había hecho más sumas rrible.

que

las

**Esto

Penosa aun para

que trazara en si

que

es

los

las

sumar,"

esfuerzo que implicaba

escuelas de primeras letras.

me

decía yo, orgulloso del

aquella

¡Y vaya que era sumar! Después de haber obtenido

diaria

labor

sumas totales de los saldos en rojo y en negro, otras pequeñas operaciones hacían posible la confrontación con la cantidad arrojada cos

—por

— para

datos

los

hablar

las

en términos

que suministraban

técni-

los libros

de

Entradas y de Pagos. El resultado de dos cantidades iguales aseguraba que no había error en- las operaciones

del día.

Ea más pequeña

hacía necesaria una rectificación en libros,

hasta dar

consistía en la

con

una cuenta corriente. 105

el

suma o en

error, la resta

los

diferencia

voluminosos

que generalmente mal hecha

al

saldar

MANUEL ALDANO Y

que

operaciones,

tan varias

hasta las

de

horas

últimas

se

prolongaban repetian

se

tarde,

la

diariamente,

XXV .... Llegaba con sustituir

A

los

mi

el

alba,

fiel

a mi costumbre de

de práctica con sobra de trabajo.

falta

quince dias ya sumaba con una facilidad admi-

sumaba mecánicamente, pensando

rable;

en mil

cosas diversas, con mi verdadero yo ausente, en

mismo empleo de

la

el

subconciencia que permite a los

oradores que se han dirigido muchas veces

común

hilvanar frases con sentido

al

y con

público

sintaxis,

mientras su atención es ocu])ada por otros objetos de

La enorme ayuda

raciocinio.

simplifica la tarca del

del hábito,

que tanto

me hacia no sólo

hombre,

mingos

me

levantaba,

quedarme ocioso en tan imprescindible

En

realidad,

al ir

te

por

me

me

desayunaba, y luego,

casa, sentía

como

me

después del

y

café.

faltaba sumar.

las calles, al leer periódicos,

Siete

al

que me faltaba algo

el cigarrillo

faltaba algo:

mía trabajaba.

agra-

Los do-

dable sino necesaria mi absorbedora tarea.

no



Y

qué par-

cinco doce, y nueve

veintiuno .... Sí:

agradable, casi necesario, era para mi

bente trabajo.

Y,

a

pesar

de

ello,

el

me

absor-

mataba.

más pálido y cansado. meses tuve un ascenso. En mi indefinido puesto entre cobrador y empleado en los

Cada

A

día estaba

los

libros de

pocos

Cuernas Corrientes,

— puesto

éste

mucho



más importante y mejor renumerado, tenía el sueldo del primero, en cuya calidad había entrado al io6

R. Pero

Banco.

Era

el

AREVALO MAR21NE¿

segundo empleo también vacaba.

encontrar quien quisiera hacerse cargo de

difícil

Desempeñado interinamente por Lujan,

él.

en cuanto yo entré lo sustituyera

en

al

la

Banco,

éste,

ensayó con éxito que

En

enojosa labor.

cuanto se

convenció de mi aptitud, trató de regularizar mi posición:



Aldano: ganaUd. salario de cobrador y eiírealidad desempeña el puesto de encargado de cuentas corrienEsto ha estado bien, tes, que tiene mejor sueldo. hasta ahora, en que se trataba de enseñarlo a Ud. Pero sería una injusticia que continuase. Haga uso del derecho que tienen los empleados de solicitar el puesto inmediato superior cuando vaca, y pídalo en propiedad.

Con

el

corazón agitado entré a

la Solicitud

la

Gerencia, e hice

que me había aconsejado Lujan.

Fácil-

mente se me concedió lo que pedía. Hice mal: debí contentarme con mi primero y Resistir a la imagen sencillo puesto de co'brador. de un ascenso que evc»caba Lujan mientras ponía en mis manos las carteras verdes.^ Mal dotado, aunque en distinto aspecto, como

el

Tío Gallina^

como

debí resignarme a ocupar un puesto inferior.

esté

Tenía

una maravillosa facultad de comprensión y de adaptame parecía fácil el desempeño del puesto solici-

ción;

tado, porque

comprendía su tejemaneje o porque

durante los primeros días trabajaba en sostenido por mi fuerza nerviosa.

con que,

si

con

me sobraba comprensión^ me

resistencia para el trabajo.

ción intensa, que

107

él

me

alegría,

Pero no contaba faltaba

Pronto venía una reac-

hacía inútil

como un niño o

MANUEL ALDANO como un

Era

convalesciente.

suma más

hasta de hacer la

entonces incapaz

coordinar dos ideas: incapaz de pensar

cama me

atraía

que atrae

con

agua

el

la

al

..... La

fuerza llena de violencia con-

sediento y

el

pan

Al trazar números evocaba lechos, clases

.... Tenderme, y aunque

Y, por

laf gas horas,

al

hambriento.

lechos de todas

fuera en el ataúd.

mientras por un poderoso esfuerzo

de voluntad permanecía de

haciendo sumas,

pie,

misma obsesora imagen de una cuerpecillo de plomo que me horadaba la evocaba

me

la

un

bala,

frente

y

permitía descansar.

Me

entonces

volví

compañeros. contextura, la

de

incapaz

sencilla:

me

locura de

Chocaba con

irritable.

El trabajo,

excesivo

para mi

desequilibraba hasta casi los

llevarme a

Comprendía en que, en una

cri-

balcones de

los

neurasténicos.

casos que había leído de estos, se arrojaban de sis nerviosa,

los

débil

Ips

los

quintos pisos o mataban a sus esposas y a sus niños





Pero esto, pensaba sólo sucede y se suicidaban. en las grandes ciudades europeas, como fruto de nuestra moderna civilizacióu que multiplica

las

nece-

sidades y los estímulos y devora los cerebros y las espinales, y deforma los músculos. Más pequeña ciudad, capital de la generosa tierra de promisión guatemalteca, en que nadie muere de hambre y la vida es tan fácil ¿por qué yo siento los mismos impulsos cómo caso aislado? Es que, a pesar del cansancio, mi exagerada alma

médulas en esta

de poeta, de soldado o de sacerdote, acción.

En

Guatemala,

me

llevaba a

la

dormida ciudad de nadie moría de hambre. Pero había la

rica,

generosa,

108

Y

A^EVALO MARTÍNEZ

R.

como la de mi madre; ávidos como los de mi hermana; ambi-

pobrezas vergonzantes deseos insatisfechos, ciones de

ocupar un puesto en

—como

y

un amado y

formar

la vida,

hogar, de reproducirse, de amar

ser

Y prorrumpía negar a la que intimamente: Hay *'Sí, adelante! espíritu." materia; hay que trabajar. Venza el continuaba atado al banco de tortura, y continuaba llenar

un

destino,

la

mía.



El espíritu era fuerte, pero

el suplicio.

flaca.

Cada vez más

inútil,

la

carne era

cada vez más cansado,

confundíalos más sencillos casos, erraba

las

operacio-

Denes menos complicadas y manchaba los libros. sesperado, casi cada mes acudía al doctor Esquerdo, Este, que afirmaba que era

el

más perfecto caso

que conocía, me trataba en concordancia con su opinión, alentándome, negando el mal, afirmándome que estaba sano, que lo que me matípico de neurastenia

taba era mi egoísmo,

el

preocuparme demasiado del

propio yo. Esta actitud del buen doctor para con los enervados, era aconsejada por los tratadistas modernos.



Pero otras veces su sinceridad y su afecto por

se sobreponían, y entonces

nociones, acerca de mi estado

yo

llegaba, el

médico y

hacían incoherente.

me

inculcaba curiosas

patológico.

Si al

Cuando

reñían en

el filósofo

él

y lo

verme abatido negaba mi

mal, desvanecía mis temores de que éste concluye

en un reblandecimiento del cerebro, realidad,

dad de

me

y, ala postre,

infundía ánimo, lo que probaba

los tratadistas

la

que aconsejan semejante

en

bonacti-

tud, otras veces, seducido por mi fácil comprensión,

olvidaba que

era su

secretas teorías:

paciente

y

me

explicaba sus

MANUEL ALDA NO

— La

neurastenia es

,

Y

didamente,

Todo

degenerado.

capacidad para

habitual; su falta de bilidad

Ud.

es,

deci-

tipo clásico del

el

lo caracteriza

trabajo

el

El neurasténico

la locura.

un degenerado, simplemente. un caso de clínica:

es

una

primer término de

el

progresión que acaba en

como

tal:

su im-

disciplinado y medio; su sensi-

cotidiano,

adaptación

al

exagerada; su emotividad agudísima;

el

do-

de su vida, que linda sin duda con lo que noso-

lor

tros

llamamos locura melancólica,

de lleno en

su

ella;

si

es

que no entra

incapacidad de concentración,

y por ende, la nebulosidad de su pensamiento; su egoísmo, que lo hace considerarse el centro de

mundo e interesarse únicamente por su personilla morbosa, precisamente porque no es capaz de tener sino imperfectas relaciones con la realidad, de la que no se da texto

En resumen,

clara cuenta; su lujuria

Ud. un paciente de

es

moderno de

clasificado entre

los

descritos en cualquier

Psiquiatría.

sus

místicos,

Nordau

lo

hubiera

l.ombroso hubiera

de Ud. sencillamente que era un matoideo. Su lugar de Ud para la ciencia moderna, está en dicho

,

las

zonas froterizas a

la

demencia.

La única causa

de su incurable melancolía, del dolor de ser hombre,

como Ud.

dice, son

sus nervios

podría repetir a Ud. lo que

enfermos.

mi colega

Se

le

dijo a Silva:

*'Lo que Ud.

tiene es hambre." El neurasténico un hombre con la mitad de deberes y la mitad de derechos que los demás hombres

es



P2stá bien, doctor, le contestaba yo. Acepto que Ud, me dice: soy un degenerado. Bien qué? Yo acepto lo que Psiquiatría enseña la ¿y

lo

l

lO

R.

como acepto

A RE VA LO MAR2INEZ

que enseña un 'Manual del buen Pero esto talabartero:" como una verdad parcial. no es sino cambiar de sitio al obscuro problema de *

lo

Acuérdese de

la existencia.

humano me

la

profunda sabiduría

El que quiera que explicar la insanidad del hombre. Ud. dice que mi lugar en el Universo es el de un individuo degenerado de la especie homidel ''nada

hombre

explicar al

Pero

nal.

es extraño."

tiene

¿porqué

que no

la

inocente

de degeneración

que da

pido

le

generalizar,

cómo

¿Por

degenerado?

soy

existe la degeneración en el

qué

hombre?

Por supuesto

respuesta

de

ciencia.

la

sintetizar

las

....

después de

las

causas

¿Cómo verdades

que Ud. enseña? Querido amigo, precisamente otro de los síntomas de la degeneración es el de no conformarse con



la

verdad elemental de que

podrá

La

ser objeto del

la

verdad absoluta nunca

conocimiento para

el

hombre.

ciencia se detiene ante las causas primeras.

— ¡Qué los que,

por

el

cómodo

es eso!

enfermos del mal de

Es muy

fácil clasificar

lo absoluto,

sentido de la existencia,

como

a

preguntan

místicos

de

pensamiento crepuscular, como locos razonadores o como ejemplares de esa extraña casta de enfermos que Ud. presenta como aquejados^de duda sistemática y que formulan una eterna interrogación ante la Pero aquí es de rigor que yo repita una vez vida.

más

la

a los

pregunta que tantas veces se ha enrrostrado

que

se entretienen

en hacer esas nomenclaturas

¿Cuándo la investigación ante el mistemorbosa y cuándo es el fruto de una elevada

científicas:

rio es

conciencia,? II

[

¿dónde acaba

el

santo y empieza

el

MANUEL ALDANO alienado? ¿qué línea separa a ciertos héroes de algu-

nas formas de insanidad?



Querido amigo, de seguirlo a Ud. por ese camino tendríamos que llegar a todos esos problemas que ha vulgarizado la ciencia en los últimos años, como el de la infecundidad espiritual del tipo medio de la especie, si se le presenta como el hombre normal, o

concepción del genio equilibrado; enigmas a

la

que Ud. como buen emotivo, es tan aficionado. Básteme repetirle lo que ya le he dicho varias veces: que su pensamiento de Ud. es nebuloso. Si otras cosas no lo probaran, bastaría considerar su obra literaria. En todos los trabajos que me ha enseñado los

,

y en que aparece un solo personaje que es Ud. y nad^ más que Ud. hay una fuerte emoción y una la,

mentable mentalidad. es sino

— ¡Cómo! A mí la

Por desgracia,

una forma imperfecta de

el

la

¿Qué barbaridad

heroísmo del héroe,

abnegación de

la

madre,

la

me

la

emoción no

ideación pura.

.

.

.

Ud. diciendo?

está

santidad del santo,

parecen manifesta-

más altas que la percepción del no subordinado a la mentalidad,

ciones espirituales

pensador:

algo,

sino que la trasciende.

— En eso no hace Ud.

sino ser

fiel

a su carácter

de místico.

— No, doctor.

Científicos de la clase de

forzosamente incompletos. La vida, vida

misma

se encarga

—Valioso de

la

ejemplo

imprecisión de

una idea

fíjese

Ud. son

Ud. bien, la

de desmentirlos a cada paso.

me los

da Ud. con su respuesta místicos.

Resumamos en

¿A qué

lo

ha conducido a Ud. su

inquieta investigación de

la

verdad?

clara.

112

•i

J^.

—A

concluir

larga correría en

ARE VA LO MARTÍNEZ

que me

de

una

precedieron muchos inves-

en

tigadores, en el hogar paterno,

la fe sencilla del

de mis padres, en

la religión de que pertenezco, es decir, en el bien que se alejó mi alma conturbada. Esa

carbonero, en la

después

encontrándola,

la fe

raza aria a

común, del es mi conquista de sencillez y de humildad. Ese tembloroso acogerse al tipo medio de la especie, que es el tipo sano,o,por lo menos, el menos insa-



el obscuro instinto de conque se siente herido por su

no, ¿no revela precisamente servación de alguien

propia anormalidad?

que calma

la

Esta vuelta a



la

religiosa

sed de verdad del pueblo, este anhelo

por disfrutar del goce sencillo que proporciona una partida de billar o una partida de pesca, este orientarse hacia la simplicidad,

de

la

¿no

vida para

es

almas

las

que

me

da Ud. como clave

dolorosas y complicadas,

la prueba de la tesis científica? una cosa, doctor, y es que jamás me

precisamente

—Yo

sólo sé

han parecido incompatibles

las

verdades científicas

Ya ve Udque en mi caso esa simplicidad que Ud. me señala como el mandato de la ciencia y que además está y las de

más elevada

la

ética religiosa.

invivitamente ordenada en todas

las

profesionales de higiene moral y física

ha dado, ya el

me

la

había indicado

sacerdote católico.

prescripciones

que Ud.

como

Déjeme con mi

me

salvadora fé sencilla,

pura y humilde en el Dios de mis padres y pasemos a otra cosa porque en esta jamás podremos entendernos.

¿Por qué dice Ud. que en toda mi literatura

sólo existe

— Que 113

un personaje, que

es su chiflado autor?

eso no le cause extrafieza.

Creo, y

es

H

MANUEL ALDANO opinión personalísima mía, que espero ver confirmada

en

el

curso de mis estudios por

que por muchos letras a la postre

libros

la

de otro pensador,

que escriba un hombre de

no hace sino retratarse

él

mismo,

por objetiva que quiera hacer su obra, pues todo trabajo

en su esencia,

literario,

Y

autobiográfico.

un autor que cree

si

es

ser

parnasiano más exigente, por ejemplo.

qué

forzosamente

Suponga Ud. a completamente objetivo: el

no, veamos.

¿Del

mundo

Los aspectos que le interesan porque corresponden con los de su propia naturaleza. Sólo se ama lo que se conoce y sólo se conoce lo que ya existe en uno. De una misma escena del mundo real un autor egoísta le señalará su propio egoísmo al fijarse en el de los demás; un héroe reconocerá pronto al héroe La elección delata al autor. Y esto aun extremando, aún exterior

elige para su obra?

extendiéndolo flaco

a

un

texto

pedagógico.

Sí,

mi

amigo

Pero volviendo a sq caso: sante a Ud.

lo

que

salud

es su relativa

lo

hace intere-

moral.

El gran

médico español Mata se expreso así de un individuo: •'Físicamente, un hombre bello y sano; intelectualmente, un hombre listo; moralmente, un idiota." De Ud. se puede decir: físicamente, un hombre enfermo; intelectualmente, un hombre de pensamiento crepuscular; moralmente, un hombre sano; por supuesto, con salud

relativa,

pues donde no

existen salud física ni salud intelectual no puede ser perfecta

para a

el

la

salud

moral.

Su definida incapacidad

trabajo metódico y diario lo habría colocada

Ud. en

el

número de

los

seres dañosos para la

IT4

R. sociedad sino

lo

A RE VA LO MARTÍNEZ

salvaran la herencia que recibió de

ascendientes sanos (hombres de bien) y su esme-

rada educación ética.

El tipo del criminal, sobre tido la escuela italiana, tiene

que tanto ha

el

como primera

su fisonomía moral la de ser incapaz para es decir,

organismo de

y disciplinado

moderna.

Esto lo

lleva,

si

no

es

de

el trabajo,

de ser incapaz para adaptarse

la

plicado

insis-

línea

la

al

com-

sociedad

un hombre rico^ comu-

a buscar medios ^de vida que atentan contra la nidad,

y de

como

allí,

o por

el

juego,

parasitismo, la estafa, etc.,

el

en rápida pendiente,

lo

menos

Ud. por

mendicidad.

robo y el homicidio; vagabundería y a la

el

lo lleva a la el

contrario, ha hecho

lau-

dables y dolorosos esfuerzos para hacerse un hom-

bre

útil.

Por eso

la casilla del

morbosidad que debe recibirlo

(Con

esta

palabra

místicos

¿Qué

y

quiere

no

a

los

Ud., amigo?

de

designo

individuos cuyos caracteres trazó

generación

gran cuadro de

es la

La

el

Nordau

honibres

la

los místicos.

grupo de en De-

piadosos.)

educación

y

1?

herencia son los dos factores sintéticos cuando

se

desea leído



establecer

Ud.

la

la

génesis de

un individuo.

Ha

obra de este nombre de Guyau? ....

Muy bonito todo eso que Ud. me dice, doctor. Creo que, en el fondo, estamos de acuerdo, y que, como en toda discusión humana, no nos separa más que dar distintos nombres a las mismas cosas. Desde su punto de vista científico Ud. da nombres técnicos a lo que yo doy nombres piadosos desde mi punto de vista religioso. Sólo que yo creo que mi afirmación religiosa es tan cierta como su afir. 115

MANUEL ALDANO mación

Modos de

científica.

Y

verdad, doctor.

considerar la

Pero ¿cómo generalizar, cómo

soy un degenerado.

verdad parcial, que

me

simple

deja indiferente.

Llegué a tener un gran cariño

Un

Una

después de esta aceptación?

sintetizar

misma

digo de nuevo:— yo acepto que

le

buen doctor.

al

que mi ánima comunicativa se lo expresó con énfasis, el doctor Esquerdo sonrió: No sabe Ud. me dijo, que nosotros los médicos vemos confirmada a menudo la afirmación de nuestros día en



,

textos de que los locos se buscan.



Sí,

nerado.

mi querido amigo. Yo también soy degePor lo demás, terminó burlándose, siempre

he creído que

los

hombre cuerdo

mismos psiquiatras

A

lo son.

un

del todo jamás se le hubiera ocurrido

clasificar a los locos.

XXVI Estaba ya a punto de renunciar

me

el

puesto.

imágenes de mi madre y de mí hermana, y en segundo término, la de mi tío. Aquellos meses de un trabajo bien compensado lleSólo

varon

el

detenían

las

descanso a mi casa; pero, a pesar de toda

consideración, sentía que ya no pod4a más. mcdita])a presentar mi renuncia

en

la

oficina

hubo un puesto

al

vacante.

tenía dos dependencias: la Caja,

Y

ya

cuando El Banco que hasta

(ierente,

en

la

ii6

A RE VA LO MARTÍNEZ

R.

entonces había servido, y la Oficina, antonomásico nombre dado al conjunto de las salas de la Gerencia,

de

la

En

Contabilidad y de negociaciones de valores. segunda dependencia quedó sin ocupante

esta

un empleo que

se podía considerar superior al mío:

tenía mejor sueldo, y a

Me

trabajo.

así a la

mi me pareció que menos

esperanza, y en vez de presen-

mi renuncia presenté mi solicitud de ascenso. Acogida ésta favorablemente, pasé a l%^ficina. Buen jefe para mí, el jefe del nuevo departamento. tar

Tan bueno como

lo

había sido

el

Cajero: siempre

amable, siempre enemigo de no molestar a sus subordinados.

Mi nuevo

e inmediato superior

era

un hombre

honrado, un buen padre de familia,lleno de preocupael porvenir de ésta. No contento con el buen sueldo que tenía, aprovechaba su posición en un centro de negocios, y el roce con los directores

ciones por

de

la

plaza y con todo género de

Compraba y vendía

asuntos.

comerciantes y los propios

Banco, para hacer medrar

clientes del

acciones, títulos, etc.



cambiaba monedas, todo, por dentro de una órbita permitida y sin

Descontaba supuesto,

letras,

desatender su empleo ni hacer operaciones incom-

con

patibles

la

dignidad de éste.

Defendía

el

Cuando las economías centavo a capa y espada. acumuladas le permitían extender su esfera de acción, compraba

casas,

haciendo envidiables tratos

ventajosos para el comprador.

adivinaba

buscaba, únicas,

cado en 117

que el

le

o

No

se sabía

muy cómo

provocaba estas ocaciones

dejaban un admirable inmueble ubi-

centro de

la

ciudad, con bien construido

MANUEL ALDANO y abundantes aguas, por la mitad de su valor. más incomprensible, cuanto que las

edificio

Y

era tanto

fincas

urbanas, cada

más

vez

paulatinamente de precio.

subían

solicitadas,

Así se

enriquecía poco

Cada año adquiría una nueva propiedad y un hijo más. Su mujer, joven y fresca, parecía no resentirse de tan prolífica maternidad, y hacía esperar que continuase indefinidamente aquella ada poco. tenía

quisición d?nijos y de casas.

El hada locura, esa admirable hada que toca las frentes de los poetas, de los reformadores y de los

profetas,

de

avanzar a

la

todos

los

estigmatizados

Humanidad, tocó también

que

hacen

la frente

de

este admirable padre de familia, al encontrarlo en su

camino. roce de

la

El buen vida.

Pero era un buen burgués extraviado, y el buena hada locura fué casi imperceptible. burgués encontró de nuevo su verdadera

Sólo

le

quedó, intermitente, una lucecita de

locura que lo hizo hacer cosas raras, y hasta llegó,

en su primera juventud, a hacer que

El

loco de

Gallego.

A

ciones y hábitos que censuraban

Jba por

las calles

teniblemente,

le

llamaran

esta chispita se debían afi-

sus compañeros.

silbando siempre, silbando incon-

o cantando

algua trozo de ópera.

Andaba en motocicleta con una rapidez desenfrenada, amenazando atropellar a los pacíficos viandantes. De novio, fué un extraño novio que dio mucho que reír, Seguía a su novia, de la pero nada que censurar. que aún no había obtenido el ansiado si, a la iglesia, donde ésta llevaba la voz principal en el rezo del Y su amor y su creencia firme e ingenua rosario.

en Dios,

le

hacían contestar

las

avemarias con tanta

ii8

A RE VA LO MARTÍNEZ

R.

compunción, en voz tan alta y con la frente tan inque los creyentes, menos sencillos de cora-

clinada,

La

zón, se burlaban de ellos.

iglesia se llenó

de

no sólo de los habituales asistentes, sino de muchos otros que llegaban sólo por presenciar ei

risas,

I.a novia, joven, bella, candida, parecía

espectáculo.

no darse cuenta de bablemente

la

ello.

Seguía llevando impertu-

voz cantante en

Su suave

el rosario.

voz recitaba intacta los padrenuestros y las avemarias. Eran, por su religiosidad y por su indiferencia del qué dirán, digno el

Ya

uno de

la otra.

casados, salieron a

tilburí tirado

la

calle

en

un extraño

por un solo caballo que arrastraba todo

al padre que fungía de madre y a los sonrosados retoños, cada año más numerosos y menos holgados Las risas volvieron a en el económico vehículo. Reían del coche porque era cómodo y dejarse oír. poco costoso; porque el caballo era más fuerte que elegante, y porque era desusado. Reían sobre todo, de la economía de Mr. Gallego como le llamaban. Se contaban anécdotas. Nunca en ellas aparecía la avaricia, pero una franca, una desvergonEl señor Gallego usaba, zada economía, si que si. bajo los sólidos, enormes zapatones claveteados

lo

velozmente que podía,

cochero,

a la joven

^

unas

tachuelas,

último descubrimiento

de

yanqui genial, que habían merecido todo tación de las madres de familia.

clavadas dos bajo zapato, impedían

el el

algún acep-

Aquellas tachuelas

tacón y dos bajo la punta del roce directo de éste contra

ei

menos duro, un roce destructor. Cuando señor Gallego,— J/r. Gallego se movía en su

suelo más o el

la

119



— — MANUEL ALDANO asiento o se trasladaba de una oficina a otra, sepa-

rábamos involuntariamente

la vista

de nuestro traba-

que se aproximaba. ¡No era había choque de espuelas ni de

jo para ver al militar

un

No

militar!

espadas: era

el

señor Gallego

aproximaba golpeando

el

Mr, Gallego^

—que se

pavimento con sus famosas

tachuelas, y haciendo un gallardo ruido con la gruesa

cadena del

que chocaba contra

reloj,

Y

munales.

dijes desco-

señor Gallego marchaba

el

provo-

así,

cando risas y deteriorando el lujoso pavimento dej Banco, lavado por los porteros hasta aparecer relu-

La Dirección

ciente.

pagar

al

del establecimiento bien

— una

Mr. Gallego comprase zapatos;

señor Gallego

mensual para que

que acaso

lo

se

alta

pudo cuota

medida

hubiera decidido a abandonar aquellas

Así el Banco hubiera ahorrado una buena cantidad, pero en cambio sus empleados perdemos algo que no indemniza ningún valor:

infames tachuelas.

una risa sana. Cuando, ya con alguna confianza en mi nuevo puesto, me pude permitir algunas libertades con mi demócrata y bonachón jefe, le suplicfué que nunca tocase mi máquina de escribir y la dejase para mi exclusivo

uso

personal.

antes de tomar

Como

se

comprenderá,

tan osada determinación lo pensé

gran don Ben,(Mr. Benjamín

mucho. Pero es que

el

Gallego) dejaba

máquinas hechas una verdadera

las

Sobre lo (jue fué cada letra, había una capa de grasa de medio milímetro de espesor, lo que no impedía que don Ben supiese dónde poner los dedos y escribiese con una rapidez inmundicia.

asombrosa.

Por

lo

demás, y aparte de este su desa120

R.

que incomodaba hasta

seo, sin

ARE VA LO MARTÍNEZ

tacha Mr.

al

Gerente,

persona

Ben.

¡Don Benjamín había hecho versos! Hasta creo que aun, de vez en cuando, los hacia. Contaba en su haber de poeta un epitalamio, tres o cuatro acrósticos y dos o tres

docenas de composiciones de todos

géneros y metros. Como se ve, efa innegable el Así como era inneroce de la buena hada locura.

los

gable

la

madera de buen padre de familia que lo había Así se formó aquel curioso sujeto, que

recibido.

tenía pico y garras

como

cualquier vecino y hacía

versos de cuando en vez,

por

y se interesaba aun algo y hasta había merecido que titulo de El loco de Gallego^

la literatura patria,

se le honrase

con

el

Sus chicuelos, no conformes con

el cristiano

apo-

tegma de que cada hijo lleva su pan debajo del brazo, le llevaban una casa; ¡poderoso esfuerzo para un recién nacido!

Y Don Ben

vivía

y medraba.

Un

poco acentuado el toque de la locura, y hubiese sido un chiflado más: le crecen largas melenas y se dedica a hacer versos por toda

cambiarse

el

piedad de

él,

nombre por

la vida,

otro.

Pero

— no la

sin antes

locura tuvo

y su roce sólo sirvió para darle algún

que a

más

talento

útil

para su puesto de encargado de

la generalidi¡d;

don que la

le

fué

muy

correspon-

dencia del Banco Industrial, y que le permitió hacer aquellos pingües negocios de comprar inmuebles

por

la

mitad de su valor.

¡Cuan bueno fué para mí don Benjamín! qué cariño lo recuerdo, lomitmoque al Cajero

121

Con

MANUEL ALDA NO XXVII Otro de mis compañeros, Justo Casasola, pronto logró desembarazarse de parte de su carga, echán-

dola sobre mis débiles hombros.

— Era joven.

En

su rostro se dastacaba una nariz ganchuda entre dos

que se clavaban en los seres y en las de un ave de rapiña, pero que Era un honrado egoísta. Sus miraban de frente. ojos miraban de frente porque era honrado; aparecían crueles, porque era egoísta. El observador

ojos burlones,

cosas

que

como

las garras

siguiese el rastro de aquella nariz y de aquellos

una economía tan

pronto habría llegado a

ojos,

exagerada,

que impelía a Casasola a contar

pedazos

de habitación y entre sus atribuciones de hombre, se

de

que

hacía

azúcar

en su

los

casa

mezclasen algunas femeninas,

como

pensa o dar

de boca diariamente.

Era

el

letra.

son

las

provisiones

orden personificado.

He

muy

frecuentes y, por lo

de orden

Casasola, habían llegado

Codicioso odioso por a sus

y

las

lucha por

general,

al

des-

la vida,

van juntos,

economía.

y

aquella

extremo.

En

Se hacía

era Casasola.

pequeñas mortificaciones que

compañeros

que acudía

la

al

burlón, así

la

Tenía una bellísima

observado que en

este espíritu

vigilar

inflingía

¿Era amor propio susceptible,

ataque

como

el

mejor medio de

defensa; era necesidad de distracción de

una natu-

raleza exhuberante, o simplemente prurito de causar

que lo hacía prodigar éstas? mofa perpetua disfraza una inferioridad y es sin duda una arma inconsciente

ligeras mortificaciones lo

A menudo de

espíritu,

la

Í22

— R.

A RE VA LO MARIINEE

hombres que no

esgrimida por los

tienen

otras

mejores, o a quienes su inferior naturaleza moral los

hace escogerla con placer.

Las Canas, el ayudante del Tenedor de Libros, era un hondureno pequeño de estatura, uno de esos hombres simpáticos que no encuentran nunca vereda angosta, y que saben hacerse respetar con fácil superioridad y hacen amable su vida y las vidas cercanas. Va con la vista muy escasa, a pesar de no ser viejo aún, cargado

de

hijos,

— todos

feos, estrábicos^

y mal o pobremente organizados, como es frecuente los tengan los hombres de muy pequeña estatura,

jamás

lo vi

sino

con una alegre

Y

Era

risa.

querido por nosotros.

muy

^

todos estos tres colaboradores

en

la

obra

del

Banco, hacían escarnio del último de nuestros compañeros de trabajo, y tenía el más dor de Libros.

el

difícil

que gozaba de mejor sueldo alto puesto: el Teñe,

y más

Pérez era un antipático hombre de

bien.

Tan

que no se había casado por sostener a sus numerosos hermanos y a su madre viuda, su instinto paternal muy desarrollado, privado de una directa satisfacción, protegió a todos los seres con quienes estaba unido por un lazo más o menos lejano de parentesco. Era el suyo un sentimiento de la familia tan desarrollado, que los hijos de un hermano beodo y de una hermana mal casada y varios otrus parientes, hallaron refugio en su honrada casa. Todos sus sobrinos le llamaban papá Andrés, nombre bien merecido por aquel padrazo. Su vida no pudo ser más pura, no pudo ser más piadosa. Sus prácticas caritativo,

12^

MANUEL ALDANO de

religión, su trabajo,

del

que continuamente se

estaba quejando, y su familia, llenaban toda su vida.

Dios habia bendecido tanta abnegación, encontró

No

tes.

el

medio de

disfrutar

perdía función teatral; iba a

que era invitado, y con a las juntas de las

la

Pérez

y

de mil goces inocen-

misma

todo

baile a

satisfacción

asistía

congregacioi>es religiosas,

de las que era importante miembro, y a los entierros de conocidos y amigos. El frac inmaculado para con-^ currir a una boda, o la levita traslapada para conducir al

último albergue los restos de un amigo, daban

mismo placer físico a su bajo y grueso cuerpo. Ya empezaba a perder los cabellos. Pues bien; este el

honrado varón, de vida tan meritoria y digna de estima que nadie negaba su virtud, era muy poco nuestros comunes compañeros. No le perdonaban sus hábitos de solterón, extrañamente amalgamados con sus hábitos de padre familia.

amado por

Aquéllos

que

hacían

lo

egoísta,

y

egoísta

Egoísmo de solterón unido

éstos.

tienen

muy

desarrollado

al

el

hacían

lo

egoísmo de órgaao

de

perdonan con

dificultad

la

Los

paternidad y todo lo reservan para los suyos.

hombres

los

pobreza de

la

amada por Dios. Pérez era chico de espíritu. Daba valor a cuestiones pequeñas y defendía con calor pe(iucños intereses. Había algo infantil espíritu,

en ese pobre, virtuoso hombre, que, encerrado en

el

estrecho círculo de su vida de familia, no sabia hacer esas

mínimas concesiones

común con

los

hombres

sin las cuales

es penosa.

mil vanidades minúsculas, que

todas

la

vida

Además, ofrecían

en

tenía fácil

blanco a las burlas: la vanidad de ser Vicepresidente

J24

A RE VA LO MARTÍNEZ

^.

X;

del círculo

la

vanidad de tener

bella

vanidad de sus manos blancas necesitados de

letra;

la

Sus familiares,

llenaban de mil pequeños cui-

él, lo

dados y atenciones, que después extrañaba no hallar entre sus compañeros de Banco^ y lo hacían replegarse con aire de dignidad ofendida. Y aquel

hombre admirable, cuya com|fleta,

una

hacerse perdonar por

sus

pequeños lunares que pero

vida

amables,

cuantiosas

lo afeaban.

alrededor

a su

una abnegación no había merecido

era

alta cesión del yo^

virtudes,

los

Seres egoístas,

buscados y

eran

ensalzados, y la amplia virtud de Pérez era rechazada

con escarnio.

XXVIII

A

los

pocos días

quise,

con todo mi cariño, a

aquellos buenos compañeros.

odiosos dependientes de

El

Estaba ya lejos de los Sol,

realidad,

F2n

los

empleados de Banco, junto con otros pocos elegidos, constituyen

aristocracia del gremio:

la

mayor Recordando

ción,

cortesía,

a

hacen

fácil la

mayor

vida entre ellos.

mis compañeros de

sentía libre de algo doloroso

Pronto conquisté

la

me

almacén,

como una

estimación

ilustra-

del

pesadía.

Gerente,

quien estaba más próximo en mi empleo de

a

la Oficina.

Con aquella conciencia del deber, con aquella probidad mamada c^yn la leche materna y afirmada con la educación que debía a mi tío Manuel, cada día procuraba hacer

las cosas mejor y trabajar más. Además, había en mí una terrible |;endencia a lo absoluto,

que me llevaba

a buscar la perfección en todo lo

que

MANUEL ALDANO hacía y

nunca

me

pues como es comprensible,

torturaba,

se satisfacía.

pronto a tratar de mejorar

Banco,

el

sos

que

deseo

P2ste

me

impulsó bien

métodos existentes en Quise redactar mejor los machotes impre-

se dirigían

a los

los

clientes,

con dos p

tres

líneas manuscritas

que

nando

en blanco: citaciones, avisos de

los espacios

vencimientos,

más

los

hacían de actualidad,

—para todo hubiera

claro y conciso.

lle-

querido un texto

Intenté modificar

el

orden del

archivo; a varias otras dependencias llevé mi espíritu

de reforma, y entonces hube de comprender una verdad, más tarde ratificada con frecuencia por la vida:

que los que tienen estos instintos de reforma y perfeccionamiento indefinido, son pobres ilusos, que sólo obtendrán dolor y el vituperio de los que viven en medio en que quieren implantar sus mejoras.

el

Pronto, por fortuna, obtuve este conocimiento, pues si

llego a insistir en mis propósitos,

tarme

el

de mí y

concluyo de cap-

odio de mis compañeros, que ya se burlaban

me

indiferencia,

oían o si

me

veían hacer con

no con manifiesta

maleablehabía en mí que

me

desprecio e

hostilidad.

Algo

hacía comprenderlo todo

y adaptarme a todo; y esta maleabilidad

me

hizo sus-

pender mis crecientes instintos de reforma. Más tarde habíade convencerme dequeera un buen organizador.

Dejado mi extemporáneo deseo, no el

último.

fiar

en mí.

las

Llegaba

sino

un

el

Sus demás subordinados oían

nes, contestaban:

no

ful

primero y me iba Mi jefe inmediato se acostumbró a con-

dependiente modelo.

"Muy

obedecían, o

las

las

órde-

bien, señor; se hará;" pero

obedecían tarde, o

las

obe-

decían mal.

126

— AREVALO MARTÍNEZ

y?.

— ¿Casasola, mandó — Dispense, señor; No

he tenido tiempo.

¡Hay tanto que

mo

Gerente

la citación al

.

hablar!

a

llegó

X?

señor

mandaré ahora mismo. Hay tanto que hacer.

la

— me

.

.

.

El mis-

decía yo.

considerarme imprescindible.

Asuntos del Banco que no admitían demora y aun con frecuencia asuntos personales de nuestro Jefe superior, me eran encomendados. Estaba seguro

mi principal de yo haría lo mandado, y de que lo haría poniendo en ello todas- mis facultades y todo

mi

interés,

como

si

de un asunto propio se

tratara.

Pronto esta estimación de mis jefes recargó conside-

blemente mi trabajo. tendencia

Pero aun más

lo recargó

la

de mis compañeros, común a todos los

empleadí'S de oficinas

o de comercio, a dejar parte

SUS quehaceres

cuidado del inferior, bastante

d-e

al

necio o imbele para no protestar de

más

logró que yo

llevase

algunos

libros de

el

osados,

que

me daban el

a hacer

cuentas,

Los demás, menos

labor que antes había sido suya.

los

Casasola,

ello.

egoísta y el peor intencionado, en breve tiempo

trabajos ocasionales,

de

Gerente no se daba cuenta de por quién

eran hechos.

— Aldano. Aldanito, hágame — Aldanito, — Aldanito, ponga en limpio

el

favor de sacar tres

copias de esta minuta.

revise esta

Y

yo, cada vez

lista.

más cansado,

esta cuanta sin

valor

garme, miraba con angustia aglomerarse sobre mi

mesa de

escritorio.

Me

paciente y estropeado animal, sobre

trabajo

parecía ser el

fuertes dejaban caer parte de su carga.

127

para neel

cual los

un

más

Otras veces

MANUEL ALDA NO imaginaba que la máquina del Banco me había tomado entre sus engranajes, como la muela del trapiche toma la caña de azúcar, para arrojarme después de algún tiempo, exhausto y exprimido. La sombra del cansancio se agigantaba ante

todas aquellas erradas

considerarme llas

inútil

En

mí.

cambio,

que antes me hacían

ideas

para todo,

como

negras habían fugado de mi

si

fuesen aveci-

Ahora me

alma.

me

era indiferente mi miopía; mejor dicho,

alegraba

Sabía ya que era un seguro de larga duración para mi vista; me parecía una adaptación de los ojos a un medio de pequeños objetos: letra de molde

de

ella.

o manuscrita, ruedecillas de

cultura,

que daba

para trabajar

órgano de

al

mucho tiempo

del órgano de la vista al

en que viven

la

la

vista

sin cansarse,

En resumen:

núsculas piecesillas.

vista

estudios bacterio-

reloj,

Adaptación necesaria en

lógicos

la

moderna capacidad

viendo miadaptación

medio de pequeños objetos En efecto, mi

los hombre*s civilizados.

de miope

salía

indemne de

los cinematógrafos o

de largas horas de lectura que fatigaban y rodeaban Asi como el de un círculo rojizo los ojos normales.

órgano de un marino se adapta a

los dilatados hori-

zontes de cielo y mar y distingue los cuerpos a gran distancia, así el ojo del ciudadano se adapta a este

medio de reducido horizonte que circunscribe la civilización moderna con sus múltiples y artificiosas necesidades.

Un

niño de colegio tiene más actitud

para leer sin cansarse durante varias horas, que

un

campesino adulto. Pero a pesar de esta seguridad, necesario que

me

era

el

a

pesar

de

lo

ya considerable sueldo de 128

i?.

que

A RE VA LO MARTÍNEZ

disfrutaba, a pesar del

a quienes con mi

amor vivísimo a

los míos,

renuncia iba a llenar de privaciones,

pronto tuve que ceder a otro empleado mi puesto en el

Banco.

Me

fué imposible continuar en

voluntad

escollaron'^ ante el

él.

Prodigios de

cansancio cada vez más

Comprendí que la voluntad en ciertos casos nada puede; que por lleno de voluntad que esté el hombre que ha perdido una grande que se apoderó de mí.

no puede tenerse en

pierna,

Me

acuerdo de

renuncia del empleo. pupitre,

pié.

que precedieron a mi

los "días

De

pié

o sentado ante

el

luchaba aún; pero mis dedos se negaban

Tardé tres a moverse y mi cerebro a funcionar. el saldo horas para hacer una sencilla operación,



Las páginas quedaron llenas de borrones, y mi alma, amante de lo perfecto, quedó llena de angustia, como si aquede

la

llos

cuenta de Depósitos a

la vista.

borrones pudiesen manchar su propia esencia.

Siempre he sufrido mucho ante un trabajo imperfecto, ante una carta con palabras entre reglones o una lista borrosa. Siempre llevé a toda obra mía, por pequeña que fuese, un deseo de perfección. Había que resignarse. No podía desempeñar a conciencia el empleo. Y no consistía mi falta en desconocimiento de loque llevaba entre manos: percibía no sólo la parte enconmendada a mi esfuerzo, como mis compañeros de Oficina y de Caja, que

sólo

tenían la parcial, incompleta visión

necesaria

desempeño de su empleo, sino todo el engranaje del Banco en conjunto. Pude muy bien para

el

sustituir

129

en sus

funciones

a

los

Directores

y

al I

MANUEL ALDANO Y

Gerente,

que

)o

Me

ellosr

duda tenía más

sin

clara percq>cíon

de

Guatemala, que

de

comercial

plaza

es la

daba o^enta del ^ncillo mecanismo a

punto, que mi jefe se acostumbró a consultarme

tal

negocios

de

Pero

resolucián,

difícil

estaba pronto, la carne era flaca.

alma

En

sin materia agente.

mañanas, recien llegado facilidad

al

las

Banco, extendía con con facilidad

primer giro o hacía

el

espíritu

el

si

Era como una tibias, luminosas

primera multiplicación; pero cuando uno u llegaban al

numero

no sabía

que

¡Oh!

lo

al

numero

ciento, ya

hacía.

lucha

,'la

cuarenta,

la

otra

contra

el

cansancio.

.

.

\

.

¡Lag

argucias de que se valía éste para determinarme al

¿Hablaba alguien? ¿llegaba un

reposo!

Y yo

suspendía mi

mismo, como

el

distraía

visitante?

engañándome

que hablaba,

Ya no

mi atención.

solicitasen

Me

si

trabajo,

el



a

que llegaba,

]X)día

fijar

ésta.

sonido, toda aproximación.

cualquier

Días antes había tenido una irritabilidad enfermiza

que

me

hizo

reñir

con todos mis compañeros y

contestar con sequedad

al

mismo Gerente.

Ahora

Creo aún inerme de pié ante mi pupitre, sostenido por un esfuerzo de volunya ni de esto era capaz.

tad, y tan

rígido y tan relajado a la vez,

cadáver que

se

rriente galvánica.

moviera bajo

el

influjo

como un

de una co-

Sin pensar nada ya, sin querer nada

con una sola preocupadora, obsesora idea fija: la de un pequeño cuerpo metálico, una bala, que taladraba mis' sienes Ya era un campo de batalla ya,

el sitio

en que pasaba

tal

suceso, ya simplemente

cuerpecillo cónico se había escapado

del

el

revólver

130

i?.

A RE VA LO MARTÍNEZ

que Casasola nunca abandonaba. ¿Suicidio? ¡No! Demasiado religioso, no era el suicidio^ era simplemente la muerte, el derecho a descansar, que llegaba. Pude, como en mi caso hubiera hecho el Tío Gallina, aferrándome a mi empleo por otros medios, solicitar una licencia y descansar. Talvez licencias periódicas

me

hubiesen hecho posible continuar en

mi puestoj pero mi tendencia

a lo absoluto,

o,,

por

menos, a hacer las cosas en un creciente perfeccionamiento, o a no hacerlas, me cerraron ese camino lo

salvador.

a

la

No

Gallina, por ejemplo,

Y

ley de inercia.

con

tal

que oponen que oponía el Tío

tenia la resistencia pasiva

vida otros mal dotados,





la

fiados instintivamente

fui derrotado.

Dejé

el

cansancio, que lo dejé casi sin dolor.

día llegué a

la oficina.

Aun no

en

la

empleo

Un

estaba en ella nin-

guno de mis compañeros. Permanecí sentado ante mi mesa de trabajo, sin hacer nada, sin pensar en nada, viendo con cara de estólido los movimientos de una araña que frente a mí, a dos o tres varas del techo, empezaba a tejer su tela. Asi permanecí no sé cuanto tiempo. Sólo experimentaba una sensación de dolor en el alma, de un dolor que yo mismo no sabía por qué era provocado: vago,indefini* do e indefinible. Alfin,porun doloroso esfuerzo, volví a la realidadj me acordé de unos trabajos en máquina que tenía que hacer* y cuando hice girar la vista hacia la