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Spanish Pages [162] Year 2011
RAFAEL AREVALO MARTÍNEZ
MANUEL ÍA LD ANO ico
(La Lucha por la Vida)
Talleres Gutenberg. ^1-
CASA EDITORA
t^
6^ Avenida Sur. No. 68.
Guatemala.
C. A.
—
Digitized by the Internet Archive in
2011 with funding from University of Toronto
http://www.archive.org/details/manuelaldanolaluOOarva
EDICIONES GUTENBERG
MANUEL ALDANO por Rafael Arévalo Martínez
Kt&g&vn RAFAEL AREVAIO MARTÍNEZ
I MANUEL ÁLDANO (LA LUCHA POR LA VIDA)
GUATEMALA,
C.
A.
Talleres "Ctttenberg."— é» Av. Sor,
1922.
N? 58.
ES PROPIEDAD.
Talleres "Gf^TENHERr.
"— Ountemala,
América Central
DEDICATORIA
A MERCEDES MACHADO. El Autor,
PROLOGO DEL AUTOR ¿Por qu^, después de una vacilación de muchos años,
el
autor entrega
al
primera juventud, sin que
público la
esta
obra de su
haya sido posible
re-
considerarla ni hacer la necesaria corrección de estilo,
con
el
temor de haber perdido en
veces a su asno, aunque con
ella
varias
seguridad que nunca
perdió a su Quijote, y a pesar de ser un libro
triste
en que del **un gran dolor .y pequeños cuidados" de Rubén sólo aparecen los cuidados pequeños? Se da como un consuelo para los los enfermos.
Que
los seres débiles
tristes y para vean caminar
a un ser débil delante de ellos y aprendan a confiar,
Que a su pregunta ansioa resignarse y a esperar. sa haya una contestación afirmativa. La
presente historia de los primeros
pasos de un
adolescente mal dotado en la inquieta búsqueda del
propio camino se puede sintetizar con los dos versos del poeta: «
^*-
He formulado mi pregunta
ante la vida
y parece que la heformulado en malas condiciones,''^ La
respuesta, apenas insinuada en esta obra frag-
mentaria, hay que
darla
con más precisión.
Es
PROLOGO muy que
sencilla: le
Aldano fué
el
poeta de
la
nación en
tocó nacer.
**Manuel Aldano" únicamente comprende rración de su vida hasta existencia
los
veintiún
años.
humana, por obscura que parezca,
la
na-
Toda tiene
noble y serena solución si la anima una buena voluntad. Y hay que agregarlo: Aldano pudo ser útil
a los
hombres.
una obra futura
El autor anhela describir en
la clara
raba a su protagonista
al
y fecunda senda que especoncluir su penosa
inicia-
ción en la existencia.
Guatemala, diciembre de 1921,
MANUEL ALDANO LA LUCHA POR LA VIDA I.
El empleo, objeto de todos
mis
obtuvo durante mucho tiempo. paterno
tío
con
vino
la
anhelos,
Al
fin,
no se mi
día,
sensacional noticia:
había conseguido un empleo para mí! la
un
¡se
Entraría a
conocido tratante don Juan
casa de comercio del
García.
—
—
Por supuesto-r-me dijo mi tío que al principio no ganarás nada: te aceptan como empleado supernumerario, lo que es muy justo, pues no serás útil
Aprenderás
sino tal vez molesto.
comercio del
el
señor García, y cuando seas capaz de prestar servicios
en su tienda,
en relación con te el cual
no
depende
de
te
se
señalará
un sueldo que
que merezcas.
lo
remunerará tu trabajo,
tí.
aprender a ganarte
Apresúrate a hacerte la vida,
que bien
lo
también útil
está el
almacén de
trabajar?
— No, don Ma«uel.
El Águila
y a
necesitas
para ayudar a tu madre y a tu hermana.
dónde
estará
El tiempo duran-
en que
¿Sabes irás
a
MANUEL ALDANO Me
lo inHicó
con detenimiento y
se
marchó
a su
casa.
Empezarla mi aprendizaje
noche no dormí.
lla
A
pleado.
las
Tomé
pié.
y aque-
al día siguiente,
Por primera vez iba a
cuatro de la
ser
em-
mañana ya estaba en
con dificultad un sobrio desayuno a rue-
gos de mi madre que se había levantado del lecho oír
mis pasos
en
en
la
dura escuela de
las
coz sentido práctico, que a
Y
tanto por
me
adcjui-
un pre-
privaciones,
veces
aquella ocasión era una de
al
También
vecina.
Mi pequeña hermana habla
Adela madrugó. rido,
habitación
la
hacía
daño.
Se interesaba
ellas.
empleo que iba a dar a mis aptitudes en
el
casa del señor García: esperaba tanto de él; tan a las claras
me
incitaba a trabajar con ahinco para ga-
mucho dinero, que mi corazón se llenó de congoja. Cuando supo que entraría de meritorio, nar pronto
el transcurso de muchos meno ganaría nada, protestó en diez tonos diferentes. Mi madre, llena de sentido común, de un intuitivo coHOcimiento de mi inutilidad y de una compasiva ternura, comprendió mi dolor al oír las frases de mi hermana y procuró aplacarla. Nervioso, mar-
que probablemente en ses
ché una hora antes de* era
las
siete
de
la
cuando debía empezar mi trabajo
vía al salir,
Adela inquirió desde
— ¿ManuefJ nada,
mañana, que
diario.
Toda-
puerta:
la
nada ganarás en ese empleo?...
II.
Caminaba ya próximo
mi
tío,
afligido por las calles
al sitio
donde, según
debía hallarse
el
almacén.
las
de
la
ciudad,
indicaciones de
Por primera vez
1
A RE VA LO MARTÍNEZ.
R.
en mi vida, empezaba a fijarme en tiendas,
buscando
de
el
El
de
los rótulos
las
P^n vano,
Águila.
es-
forzando mi vista de miope, movía los ojos en todas direcciones, sin atreverme a preguntar a los transeúntes.
mismos
Asi di varias vueltas y leí varias veces los de grandes caracteres: ''El León
letreros
Dorado,''
^^La
Camelia,''
A
Fama,"
''Pedro Dagliesh,"
tropical MÍ7ii?ig Co.,"
na de
^''La
*^ ínter*•'
Ofici-
....
Comisiones'''
cada instante andaba con paso más apresurado,
temeroso de empezar mi nueva vida con una
Al
puntualidad.
fin
me
falta
resolví a preguntar a
de
un
caballero que pasaba:
—¿Señor, almacén El — ¡Oh! —contestó una voz
Águila"^
el
compatriotas de
la
con
el
— No soy de aquí;
pero, vea, ahí dice
Volví a mirar:
almacén estaba en
el
Mi apresuramiento había til:
en
el reloj
de
de los
timbre
vecina República de El Salvador.
la
sido
El
Águila.
frente.
completamente inú-
Catedral sonaron las campana-
Vi el mío, das de las seis y media de la mañana. hermosa prenda de oro, herencia de mi padre. Sí: eran las seis y media. ¡Todo aquel trajín había durado apenas quince minutos!
III
Apoyándome
A
las siete
contra
la
puerta cerrada, esperé.
menos cuarto empezaron a
abrirse los co-
mercios vecinos, t-legaban dependientes con
nos en los
humorados,
casi todos
hanería que
me
1
las
bolsillos, sin apresurarse, soñolientos
con un
sello
ma-
y mal
de estolidez y
tru-
A
dos
causaba un instintivo temor.
MANUEL ALDANO pasos de la puerta de una tienda, ante los ventrudos patrones alemanes, se modificaba su aspecto:
nos salían de
y en
los bolsillos, el
una sonrisa
los labios aparecía
esperaban,
como
servil.
yo, reunidos en grupos.
conversaciones de los de
las
ma-
cuerpo se enderezaba Otros
Oía
las
tienda de la derecha:
la
hablaban de toros y de novias; sus miradas se detenían en mí, curiosas y con una indefinida amenaza
que me causaba menos molestia que su tenacidad. Y aquella primera espera en que, por desconocido, me daba en espectáculo a los próximos empleados de comercio que iban a ser mis vecinos, me enerva-
me
ba:
parecía ridicula.
Dieron la calle.
los siete.
Minuto
tras
minuto
Se oían ruidos de cerrojos
al
se
cargaban grandes piezas de madera,
se
conducidas a
la trastienda;
nas de objetos puestos a
caracteres.
Un
que eran
y aparecían vitrinas
A
la venta.
almacenes, los patrones
los
periódicos, grandes
animaba
descorrerse;
lle-
puerta de
desdoblaban enormes
como sábanas
curioso que
la
y
de diminutos
acertara a pasar,
no
hubiera leído en ninguno de ellos un vocablo español.
Eran ''The World;' ''2 he Dayle Picayune;'
En
'''The Times*'
silenciosos,
inmobles,
frente de
parecían
mí,
unos chinos
maniquíes de
su
propio comercio, exactamente igual a los otros que
en a ciudad eran manejados por sus compatriotas,
Al tas.
fin
todas las ventas de la calle estuvieron abier-
SoRaron
las
siete y
cuarto
Unos minu-
un hombre filto, vestido con un traje obscuro, y con lentes negros. Llevaba en la mano unas grandes llaves que en un momento hizo girar sobre sí mismas en la cerradura de la tos
después
vi llegar a
12
i?,
A RE VA LO MARTÍNEZ
puerta donde yo esperaba y en
interior de dos
el
o
candados, y se dirigió luego a hacer la misma operación en las puertas vecinas, que también per-
tres
tenecían
almacén de
al
El Águila. De
pronto, ins-
tintivamente, comprendí que debía empezar
cerme la
a ha-
decidí descorrer los cerrojos y concluir
útil:
apertura de la puerta.
¡Inútil propósito!
esfuerzos fracasaron; pero ya estaba ante
mí
el
Mis hom.
bre de las gafas negras, que en un instante lo hizo,
y entramos
al
almacén acompañados de un chico
basto, lleno, de
Todo
cara
cuadrada y ojos pequeños. muestra de
su rostro revelaba una tangible
Entró apresurado, con maldad y de socarronería. un respetuoso buenos dias dirigido al hombre de las gafas, que no contestó, y una sostenida mirada al intruso, al nuevo compañero, es decir, a mí, que en aquel instante sentía cernirse sobre mi vida una
Pocos minutos después,
amenaza.
la trastienda
ces
el
con una regadera en
hombre
sencia:
me
alto pareció darse
dirigió
una mirada
el
la
chico salía de
mano.
Enton-
cuenta de mi pre-
cruel.
nuevo — ¡Ah! ¿Ud. habló ayer don José? de Ud. — señor, — Está —Juan, es el
empleado de que
me
servidor
Sí,
bien.
díle
al
señor donde puede
poner su sombrero. Entré ala trastienda, al mismo tiempo que un tercer sujeto enjuto, de nariz y labios delgados, con todo el aspecto de un don Juan Tenorio de almacén, irreprochable traje, corbata en forma de mariposa, y botas bajas de extravagante forma.
Y
a su rápido visión, comprendí que aquél, y no nin-
guno 13
otro, era el tipo del
genuino dependiente de
MANUEL ALDANO En efecto, era el último de los empleaEl Águila; el último de los que conocí, pues
comercio.
dos de
en categoría seguía inmediatamente después de don Francisco Gall, el hombre de las gafas negras.
Juan Ordóñez y yo éramos los muchachos del almacén: una especie de mandaderos, correveidiles o aprendices de que los comerciantes, con poco o nin-
gún
más bajos menesteres
sueldo, se valen para los
de sus
establecimientos.
Barrer,
sacudir,
hacer
entraban entre nuestras obligaciones. mandados venido se desvaneció la mala imrecién Ante el produjera mi joven compañero de me presión que bajeza alma y la crueldad que era la de tal trabajo:
en
rostro de aquel.
Juan era torpe, un muchacho de las clases baNuestro Jefe inmediato, que se llamajas, malo. en una escala un poco superior, Anleu, ba Roderico Y toda la maldad astuto inteligente, era y malo. ante la maldad más desvanecía se de Juan Ordóñez se reflejaba
el
socarrón y malo;, era
—
refinada de Anleu.
Todos entraron con
febril actividad.
Parado en
el extremo del almacén, que la limpieza dejaba momentáneamente libre, mi inactividad me pesó.
me
Nadie
dirigía la palabra ni
que hacer. descuido, era
el
tren
De
me
indicaba qué tenía
vez en cuando, por maldad
un chorro de agua me bañaba de aseo que llegaba hasta mí en
de Juan Ordóñez.
Me
que permanece
No pude
inactivo
contenerme, y
la
forma
trasladaba al otro lado del
establecimiento, y sentía que estorbaba, el
o por
los pies:
donde
me
los
dirigí
como todo
demás
trabajan.
a Anleu:
—¿En qué puedo ayudar? Una
mirada de desprecio y
la callada
por respuesta, 14
M.
Me
A RE VALO, MARTÍNEZ
Ordóñez, que imitó a Anleu. Entondonde estaba don Francisco, que leía un
dirigí a
ces fui a
periódico, y le repetí la pregunta.
—A
chiller.
ver,
una regadera y una escoba para
— Anleu, puede Ud. — Bien, aquí
las tiene
otra cosa.
este ba-
darle las suyas y hacer
Ud. Al
regar, pro-
Y
cure no mojar las mercaderías ni hacer charcos.
para barrer bien, observe
como
hace Ordóñez,
lo
Listo, bachiller,
sin levantar polvo.
no
para esto
se necesita gramática.
Ya con
la
regadera en las manos, empecé a entrar
en funciones. agua.
Se
me
Al pasar por
envió a
la
la calle, sin
casa vecina a traer
sombrero, con aquel
mano, me pareció que todos los ojos se Sabía ya, enseñado a menudo por ,mi madre y por mi tío, que ningún trabajo deshonra. Lo comprendía y lo sentía. Mas era demasiado brusco aquel cambio de un hogar pobre, pero en el que había sido mimado, y de un colegio en que /uí una de las figuras descollantes, a aquel medio de bajos menesteres, para que no experimentara emotrasto en la
fijaban en mí.
ción
Era una mezcla de orgullo
al
sentirme ca-
paz de desempeñar los puestos más humildes,
si
era
necesario; y de vergüenza, de una rara vergüenza,
por abstracción,
al
pensar en los
güenza que habría sentido Adelita
míos: de si
me
la
ve
ver-
así;
y que hubieran sentido mi tío y mi madre al creerme a mí avergonzado y dolorido. Y en la mezY, del fondo de todo cla había también extrañeza. del dolor
un vago dolor. En la casa a donde iba a pedir agua, reconocí la posesión de un poderoso miembro de la alta sociedad, en cuyo escritorio trabajaba algunas horas mi esto, se alzaba
^5
MANUEL ALDANO El dueño del edificio daba en arrendamiento
tío.
para puestos de
las piezas exteriores
habitaba con su familia
En medio
del gran patio
Cuando me disponía cibí el
comercio, y dependencias interiores.
las
habia una hermosa
regaño del fastuoso cochero del rico señor,
que me
gritó desde la caballeriza
fuente
que debía proveerme:
más!"
más
pila.
a llenar en ella la regadera, re-
Se quejaría
amo.
al
que no era esa la **Pués no faltaba Cada día se volvían
insolentes los empleados de comercio.
— Me
se-
ñaló un depósito en que abrevaban los caballos. To-
mé
agua y regresé a
el
Cuando tad:
la tienda.
quise regar, tropecé con una gran dificul-
no miraba claramente
el
Acaso en mi
suelo.
hogar aquel hubiese sido nimio obstáculo, pues en los cegatos
hay un sutilísimo sentido que suple
deficiencia de la vista, y
la
una particular ductilidad del
cuerpo, que permite a éste inclinarse mucho.
Pe-
ro la conciencia exagerada de una grande ineptitud
y de una gran torpeza, que creía eran mi único dola educación de niño mimado que se me había
te;
dado; y
el
no haber vivido hasta entonces sino en más que con
colegios y en la casa paterna, ni lidiado
libros y útiles de escritorio, me ataban tanto que deseé morir .... Un sudor frío humedeció mi cuer
po.
Hice, en verdad, los charcos que temía, y
regadera escapó de mis manos, rompiéndose
ñando se
me
varios bultos de casimir y dijo nada, pero se
volvió incompleta a
gó de nuevo a
la
me
un acordeón.
quitó
la
manos de Anleu
inmovilidad.
marón
lágrimas, porque
¡Era,
pues, inútil hasta
A
y.
la
ba-
No
regadera, que
—y
se
me
rele-
mis ojos no aso
un vivo fuego
las
para barrer!
consumía.
Mi miopía i6
AREVALO MARTÍNEZ
ie.
se agrandó en mi imaginación:
No
hombre mutilado. los seres
a quienes amaba. ...
lado era más dichoso que yo,
mundo
me
creí igual a
un
debían esperar de mi nada
Y
todavía un muti-
pues su
en
sitio
el
estaba definido; pero yo no era sino torpe,
de una especie intermedia, sin derechos y con deberes. Se me dejaba la esperanza, el suplicio de la esperanza.
..
.
Un
mutilado se resigna: yo no
Y
nía este consuelo.
mi tendencia a
lo absoluto,
te-
a
sumas, aquella tendencia que cuan-
lo perfecto, a las
do yo estudiaba me hacía sacar saber pocas líneas generales,
síntesis,
pero todas
prefiriendo líneas
las
generales, a saber detalles de una parte y nada de las otras;
y
al
el
que en
me llevó a ser el El Águila puso en mi
las clases
solo entrar en
primero,
corazón
mismo deseo; que, errada entonces en su
ción, complicaba
mi vida y
me hacía
4irec-
doloroso lo que
demás era fuente de alegría, difícil lo que fácil; que en un aprendizaje me impulsaba a dominar lo más costoso; que me inclinaba a los extremos en todo; mi tendencia a lo absoluto, que se albergaba en un cuerpo insano y débil y lo conmovía como una gran ave aleteando en una ejtrecha jaula de mimbres,- me llevó una vez más a la boca un sabor amargo .... para
los
para los demás era
—
IV.
.... Concluida
la
limpieza del
suelo,
don Fran-
cisco arrojó afectadamente el periódico sobre el
mos-
trador y nos gritó:
¡Aprisa! esto
17
Ahora que somos
como una copa de
plata.
tantos,
hay que tener
¡Arriba los plumeros!
MANUEL ALDAAO En un momento,
dos de éstos fueron blandidos El **ahora que somos tan-
por otras tantas manos.
tos," lo consideré dirigido en especial a mí,
un
como
a
que había sido recibido por benevolencia, y tomé también mi correspondiente artefacto de plumas, empezando una más ruidosa ser
que estaba demás,
que cubría los objeMis compañeros parecían complacerse en haNos divicer ruido, y pronto me contagié de ellos. dimos matemáticamente la tienda, y, subidos en sendas escaleras o apoyando los pies sobre los mismos estantes, que casi tocaban el techo, empezó un chis-chas sobre los papeles y cartones que envolvían
que
efectiva limpieza del polvo
tos.
géneros del comercio.
los
V. los plumeros me hizo muApenas bajados de estantes y escaleme llamó don Francisco: Bachiller, verá Ud. cómo engalanamos nuestras
El ruidoso ejercicio de
cho bien ras,
—
puertas para goce y recreo de los habitantes de la
muy
noble y
muy
ciudad de Santiago de
leal
balleros de Guatemala,
Fíjese,
los
Ca-
porque üd. quedará
encargado de esta puerta, y para adornarla se neceta más talento que para conjugar el rosa, rosae, .
Por que ha de saber
bachiller,
que yo también
tuve en un colegio de curas y aprendí hasta belqui.
Primero
fija
Ud.
rrespondientes ganchos;
Ud
estos
hierros
después,
un hermoso fondo de
en
el
matiz,
que
.
quis
sus co-
sobre ellos pone
frazadas; en seguida
extiende estos pañolones de lana, legítimos. ojo con
el
.
es-
resulte artístico.
A
Ud.
Mucho continuáis
A RE VALO MARTÍNEZ
R.
ción Ud., alternándolos convenientemente cada día
y de
modo que
cuelgue los
se vean todos,
distinto*
Hoy pondremos acor-
objetos de nuestro comercio.
deones, pañuelos de seda, gorros, zapatillas ¡ah! y, sobre todo, .unos honestos
calzoncillos, para
recreo de solteronas y no solteronas. f^a exhibición churrigueresca
varias cosas,
que sacaban
me a
que hacíamos de tan
en aquel establecimiento de catalanes a sus puertas la
mitad de su comercio,
causaba, asco, molestia, vergüenza y admiración
la vez.
Asco, molestia y vergüenza
la
impúdica
exhibición de piezas interiores de vestir; admiración, el
conjunto pintoresco que presentaba nuestra tien-
da,
alegrando
la
con
calle
algunas telas; pero en
el
colores
de
fondo de mi mismo, un
ser
los
vivos
que ha comprendido siempre todas las acciones humanas me decía: *'¿Y por qué te asustas? ¿Por esas
Bah El pudor consiste en una cosa una cobardía de los hombres no aceptar
piezas interiores?
más
alta: es
¡
!
todas las cosas de su naturaleza.
Sí: las
personas de
buen gusto; de alma delicada, no harían esa innecesaria ostentación. Pero estos son comerciantes que necesitan vender!" Y ya solo quedó en mí, admiración por los valientes catalanes, los únicos en toda la
ciudad que hacían de
la calle
una perpetua
feria,
y de sus tiendas de relativa importancia un perpetuo puesto de buhonero al por mayor. En los otros
almacenes únicamente empleaban, para exhibir
las
mercaderías, vitrinas especiales; los catalanes, ade-
más de
ocupaban
Y
así
mi
alma de muchacho, arrancada por primera vez a
las
las vitrinas,
faldas femeninas y a cales, se sacudía
19
las
como
las puertas.
regordetas
las
manos canoni-
aves después de las
llu-
MANUEL ALDANO vias,
buscando
el
moral en
equilibrio
nuevo
el
medio.
¡Y qué fuerza de adaptación
A
los
dos o
tres días
hacía un siglo que estaba
numerario en
El
que habia en mí!
la
ya hubiera podido creer que
Águila.
como dependiente
super-
¡Quién sabe qué pupilas
mías se habían contraído ante
^
la claridad!
VI.
Los
que
días se sucedían sin
Cuando entraba en
la
tienda,
uno
ííi
solo
o un escarnio.
pasara sin un dolor, una vergüenza
en verdad, no
que,
podría decirse que fuera uno de los más surtidos
macenes, un hombre de provinciano,
clientes de los
que no
en
—
día un objeto
al-
mas pobres o un más numerosos y pe-
las clases
existía
—
el
establecimiento,
Ordoñez y yo mismo corríamos a La Camelia^ tante unas sesenta varas,
dis-
o a cualquiera otra tienda
de un comerciante amigo y que estaba en
el
secreto,
y traíamos lo pedido. Así, aquellos extraños comerciantes
vendían múltiples cosas surtiéndose en
Y ya podía
con un tanto por ciento más.
el
luga-
reño pedirnos los objetos más ajenos a nuestro
*'¿Un queso de Gruyere?
fico,
Emulsión de Scott para
¡Un momento, que
está a
agotar!
me
A
señor!
la
bachiller,
trá-
¿Veinte frascos de
botica del
Mandaremos
diez pasos de aquí. ver,
la
compra
plaza a la vista del cliente, que se llevaba su
¡Se
corra Ud.
:
pueblo X?
a la sucursal,
nos
acaba de
¡vivo*!"
— Algo
costó adiestrarme de correveidile inteligente.
Los
primeros días mezclaba géneros y especies. **Pero, ¡bachiller! Ud. tiene la cabeza de rábano más estúpida 20
AREVALO MARTÍNEZ
R. de
Y
creación."
la
sero
una
distinguir
confieso que merecía
Hasta
regaño.
los
de
tela
el
gro-
niños de mi ciudad saben
otra.
Pero yo había vivido
mundo real, que no sabía el nombre que me vestía. Mi cortedad de vista me
tan lejos del -^
del tejido
Y
llenaba de torpeza.
no
por cierto,
era,
Con importuna
buena voluntad.
falta
taba los primeros días: "¿Cuánto vale ésto? se llama aquello?
¿En qué
se
de
solicitud pregun-
conoce
¿Cómo
género?"
tal
Pero se mofaban tanto, que concluí por no hacerlo: xiebí entender
torpe
que era cosa de tiempo; que
—y yo no
lo era
— adquiere
un ramo cualquiera de
la
el
más
el
conocimiento en
actividad
humana, paso a Sólo que
paso, en una pequeña conquista diaria.
mi compañero Ordóñez había vivido en aquel tejeel empleo de mis aptitudes hasta entonces, no me servía allí. maneje, y lo que yo aprendiera en Pronto,
como
es natural, fui objeto
de mis compañeros,
—burlas
de
de que en
las burlas
comercio
el
no escapa el aprendiz por listo que sea, sobre todo en las tiendas españolas. Burlas crueles, ignominiosas, que mi quijotismo no llevó con paciencia. No me guiaba el sano instinto que hace a los bien dotados orientarse en eternas.
Un
día en
la vida: las
ga cola prendida del saco todas las burlas
—
exageraba,
las creía
que Ordóñez me puso una
—
y esta era
la
lar-
menor de
resolví castigarlo, a pesar de aquel
mi eterno miedo que me llevó temblando a mis riñas a pesar de mi eterna imaginación, abultadora de las arenas, que me llevó a ellas preparado par^ morir; a pesar de mi eterno amor propio que, no obstante, me llevó a ellas. Esperé en la tras-
juveniles;
—
tienda a mi obstinado perseguidor, y la emprendí a 21
MANUEL ALDANO golpes con
¡Fué ensañarme en un cobarde! Sa-
él.
có de pronto sus
con
ellas
una
vio seguir,
no
me
de hortera, y
tijerillas
produjo
cuando me firme en mi pro-
insignificante herida; pero
impertérrito, pero
si
pósito de castigarlo, se cubrió la cabeza con las
ma-
nos y se dejó pegar como un menguado. Don Francisco acudió al ruido, y, después de complacerse algunos
Su
momentos en
el
espectáculo, nos separó.
rostro de genuino español, asiduo concurrente a
las riñas
de gallos y a
de satisfacción.
las corridas
Comentó
de toros, brillaba
hecho durante varios días con Anleu y con algunos toreros y gente amiga de éstos, que, ya al atardecer, formaban tertulias en
El Águila, como
el
quien comenta
lances
los
de
la
un giro y de un vielcocho, o el poder y la nobleza de un miura. Olvidaba decir que, no bien pasada la escena, el señor Gall, corrió a un rincón riña de
de
la
trastienda y dio a los combatientes
cognac, que compartió con nosotros
sáramos
el
susto
"
un
trago de
para que "pa-
Después nos preguntó,
muy
strio:
—¿Quieren que dé parte patrón? de presumir, no quisimos. — Pues yo soy un buen chico; pero que al
Como
es
está bien:
no
se repita ¿eh?
Y
para hacer
cedor y
vencido,
la
necesaria diferencia
me
llamó
aparte
y,
entre
ven-
sacando del
mencionado rincón en que guardaba el cognac un recipiente que yo no conocía, lleno de vino, me invitó a que tomara. Le enseñaré a Ud. No se aplica el pilón a los labios: a diez pulgadas ¿eh? Hay que tomar a ])ulso. J.a enseñanza fué más larga de lo c}ue convenía a
—
—
—
22
A RE VALO MARTÍNEZ
R. la
sobriedad de don Francisco, que se puso dema-
Yo
siado alegre. la
bebí después de
él.
Asi conocí
bota española, de la que antes sólo había
oído
hablar y había leído en innúmeras novelas regionales.
—
más
S\,
bachiller: esto
rico
que
existe!
se llama bota.
¿Ve Ud.
¡Oh, es
este cuero?
ro de gato, preparado solícita y prolijamente. lo tienen en un baño de alquitrán y
meses
que son
esencias,
las
¿Otro trago?
vino.
Y
una
soltó
que dan
lo
Es cueSeis
otras
este delicado sabor al
o^ro trago: lo ha ganado.
Sí:
horrorosa
blasfemia.
Después,
continuD:
— Qué modo de pegar! lo
Ud.
Vamos, que sabe hacer-
¿Por qué no se dedica a torear?
bien.
Se interrumpió momentáneamante porque acababa de
llegar
— ¿Eh^
un comprador: ¿qué
Entre a
instante.
Pues ya
inútiles.
deseaba? la tienda.
lo creo
Espérese,
patrón,
un
Estos chicos son unos
que hay madapolán!
Luego volvió a mí, y añadió, en secreto: Bachiller: corra a buscar mada-polán en la tienda que Ud. sabe. En seguida en tono de mo-
—
—
nólogo:
¿Qué
diablos ^^xk madapolán?
VIL Los
como
días
que sucedieron a mi hazaña tuve,
resultado de ésta, una notable disminución de
Ordóñez no volvió a molestarme, y yo había ganado alguna estimación en el ánimo de don Francisco, Hasta Anleu abandonó sus pesadas bromas para acudir a otros medios de humillarme y moburlas:
lestarme:
23
— MANUEL ALDANO
—Aldano, corra gritaba
a traerme dulces ala pastelería,
me
cuando, ausente don Francisco,
veía
cambiar algunas palabras con algún amigo que se acercaba a nuestro mostrador en solicitud de una
Mi
mercadería.
vechaba todas
las
en vez de
inmediata obediencia
desarmarlo parecía hacerlo más
implacable, y apro-
ocasiones posibles para lastimarme.
Yo sufría sus impertinencias
y procuraba hacerme útil; trataba de recordar precios y distinguir telas. Con
todas las potencias de mi alma, observaba
de venta de mis superiores,
Don
sado de una manera directa en
el
método
Francisco, intere-
el
negocio, por su
calidad de asociado, era 'verdaderamente un merca-
der temible.
— Oiga,
Aldano,
una copa de más
lo
me
decía las raras veces er que
ponía de buen humor (Es
eran raras, no las veces en que tomaba una
decir,
cop de
las veces en que estaba de buen humor). que tener ojo de comerciante, y por la sola presencia del comprador deducir la suma de amabilidad y el tiempo que debe uno dedicarle. No todo comprador de aspecto de persona acomodada es un buen cliente. Tal vez tenemos los mejores entre los
más, sino
— Hay
que en España llamamos provincianos. en el traje, más o menos rico, hay que
Antes que fijarse
^ostro y en la actitud del comprador, en la
en
el
mayor o
menor preocupación con que pregunto por el objeto anhelado, y en la mayor o menor rá|)idez con que entra en ter,
la
tienda,
—dado, por
pues hay personas para
que para otras es te también hablan Si al entrar
lentitud. al
las
su puesto, su carác-
cuales es rapidez lo
Los üjos del
clien-
comerciante experimentado.
no echa una ojeada por
el
almacén bus24
A RE VA LO MARTÍNEZ
R. cando
objeto que desea, mala señal: es
el
rosidad se conoce en
Hay
el rostro.
que no
La mayor
tiene grandes deseos de comprar.
gene-
narices de lu-
gareño, narices alargadas en forma de pico de ave,
que con su sola presencia por mucha que sea
tear,
ce de que
me
indican que la batalla
Otras veces un tono
será reñida.
comprador ha decidido
el
cadería en trato: la batalla está
muy
sonas
suceptibles a
debemos economizar do
me
rega-
al
conven-
llevarse la
mer-
Hay
per-
ganada.
un halago, con quienes no
las
buenas palabras: volverán
éstas, hay que rebajar toEs preciso conocer que otras
Para
establecimiento.
al
nervioso
la insistencia,
lo posible el precio.
van de paso, que no volverán, caso en
que se de-
el
suma más alta, por exageraEn cambio, no hay que perder tiemda que sea. po con ciertos sujetos que no compran nunca: la experiencia se los hará conocer. Vea Ud. por be
tratar
de obtener
la
,
ejemplo,
que
indio
ese
trata
con Anleu:
¡no
comprara Se volvió hacia de aludir, y
—A
ver, cara
No
los?
el
pobre hombre a quien acababa
gritó:
hay.
de burro:
Aquí
¿qué quieres?
¿Pañue-
sólo hay frenos para bocas de
indios: ¡a la droga!
Y como
el
empujó con
indio se quedara viendo, asustado,
la
— Largo! j
lo
vara de medir, repitiendo:
¡Largo!
Te esperan
tu
mujer,
tus
cerdos y tus demás animales.
En buena mi
y por la Hablaba, más que para enseñarme, para
ta curiosidad ojos.
25
Había proferido por mi atenadmiración que leía en mis
escuela aprendía yo.
jefe la anterior parrafada estimulado
jac^
MANUEL ALDANO mí de sus habilidades. Y a la verdad que no mentía: era, sin duda, un buen comerciante. Anleu, con bastante *'buen mostrador," no le iba En cuanto a en zaga cuando se veía observado. Ordóñez, era una grotesca caricatura de sus superiores, a los que imitaba gestos y palabras, y, sobre todo, la insolente actitud con los pobres indios, enseñados a sufrirlo todo con paciencia por varios siglos tarse ante
¡Aquello era ignominioso!
de esclavitud.
Toda ante
la ciencia
la falta
de don
que empleábamos por
la
tablecimiento, casi todo
mos mano sobre mano, que
se cerraban
turnábamos a
Francisco
Fuera de
de clientes.
mañana en
el
estrellaba
media hora
aseo del
macén no quedara
sin
de
El
quien lo atendiese.
corto tiempo destinado
a
Nos
Águila. el
al-
De once
a doce marchaba yo a mi casa; permanecía el
en
hasta las seis de la tarde
hora de armorzar, paia que
la
es-
del día permanecía-
el resto
puertas
las
se la
en
ella
una sobria refacción,
Siempre lley regresaba después con paso rápido. gué cansado a mi vivienda: en aqifel trabajo era necesario permanecer de pié todas las horas del día,
pobre del que
se
ya tenía encima
apoyara sobre
la
el
y
mostrador porque
voz ruda del principal, llamándo-
haragán y otras lindezas. Cuando llegaba yo, lleno de enervamiento, a nuestra modesta habitale
ción, ya
maba de
me esperaba mi madre a la la mano el sombrero, y me Adela corría
medor.
me
atendía, y se
bajando
el
ba tanto?
me
al
puerta; llevaba
ruido de mis pasos.
linsojeaba.
me
to-
al
co-
Y
¿No estaba ya
se
tra-
hombre de la familia, del que se esperaY aquel buen recibimiento me daba más
dolor que las groseras burlas del principal.
•
Sentía
26
R ARE VA LO MARTÍNEZ que
mí una cosa que no podría dar, que defraudar una confianza.
se esperaba de
y nada hay más
En El Anleu,
el
triste
aquel
Agtcila,
comercio semi-muerto,
dependiente de más categoría, apto para
el
trabajo y
útil,
A
Ordóñez
se
ganaba una modestísima cantidad.
pagaba una suma
irrisoria, insuficien-
vicioso muchacho. Después supe que tanto uno como otro robaban a
hasta para
te
los
los
dueños de
necesidades.
cigarros
del
El Águila para poder atender a sus Qué esperanza tenía yo de ascender
Y la
y de ganar algo en semejante situación?
madre, que trataba de leer en mis ojos tento, anhelosa de
daba de mí
si
pobre
venía con-
mi
el alivio
felicidad; y Adela, que aguarde nuestra pobre situación, me
Cada día me iba sintiendo más más triste, más acongojado. Y aquella sugestión de mi inutilidad, realmente me incapacitaba. llenaban de dolor.
inepto,
En
raras,
muy
raras ocasiones, el jefe se esponta-
La mayor parte de las veces, con neaba conmigo. esa irritación que da el abuso del alcohol, nos increAnte 'su presencia amepaba por cualquier cosa. nazante permanecíamos^
las
horas y
las horas,
ener-
no hacer ruido para no provocar La presencia de un comsus furifundas miradas. prador, que esperábamos con ansia, nos daba un Al menor deseo subíamos pretexto para movernos. vados, procurando
al
último tramo de
pedida. rá,
*
señor!
posible."
escalera
la
para bajar
la
pieza
Ud. lo vemás eléctrico
'Tres varas de azul eléctrico?
Tenerrios
—Y
un azul de
lo
nuestras piernas se movían, y nuestros
brazos se extendían, y nuestras bocas tenían derecho
humana. Y en mí, latente, una pobre alma de hortera, una baja
a pronunciar la palabra se desarrollaba
27
MANUEL ALDANO alma ba a
porque.
y obsequiosa,
servil
desarmar
Mi
al Jefe!
sentir, ante
.
.
¡había que
.
empeza-
espíritu adolescente
aquella autoridad
necesidad de halagar, que hace
imperiosa,
esa-
las tiranías.
¡Y qué respetuosa era nuestra actitud ante mujer de don Francisco!
cuando nos concedían alfiler, al
menuda
cajas de cartón!
no tenemos",
''j
la
sus niños
honra de punzarnos con un
pasar, o nos pedían,
dal de su voz
mos
la
;Qué mimados con
el
e imperativa,
pequeño cauque les diéra-
*'Verá Ud., amiguito, ahora
Ah! ¿no tienen?
Se lo diré a pa-
pá!"
La
fuerza nerviosa acumulada en aquellas
lar-
gas horas de inerte espera, tenía de pronto, en
mí,
Mis pensamientos, como
raras explosiones. las caudales,
ban a Dios. de mi alma. todo;
volaban cada vez más
Una inmensa flulzura Lo comprendía todo,
amaba mi miopía y mi
minarse
la
tienda con una
mundos
de hombres en al
pasar en
leu eran buenos!
muy
comprensibles y
se
apoderaba
perdonaba
drado de Ordóñez. le
faltas,
muy
¡Don Francisco y Ansus humanas faltas,
hombres!
Y
perdonables. al
Ante
las
telas
¡Que grande es la ¡Qué bien ordenada está
E
imprevistos,
reales,
los
que me
industria de la
del Universo, tan varia y tan una, es decir lla!
algo roe
rostro cua-
¡Cómo hacerme perdonar
había dado!
rodeaban, balbucía: los
ilu.
de vehículos y el ruido de los
impelía a dirigir una mirada de amistad
golpes que
Veía
Acallando
celeste.
la calle, oía el
el éter.
Sus
águi-
acerca-
lo
incapacidad. luz
los ruidos insignificante's del pasar
transitar
alto: se
máquina tan be-
caudalosos, armónicos,
eternos, oía en mi alma sonar los versos.
Mi
cuer-
28
ARE VALO MARTÍNEZ
jR.
po se cubría de un sudor frío, mis cabellos se erizaban ante aquella extraña voz que hablaba en el si¿De lencio y era la misma alma del silencio dónde venía, que se la creyera nacer de muy hondo, ¿Era dentro de mí, y me decía cosas tan bellas?
Formaba
yo, o era un dios interno?
largas tiradas
de versos, que acariciaban mi alma horas enteras.
De
pronto
tazo o
un
— Eh, ¡Córcholis!
do
el
me
sacaba de mi abstracción un papiro-
grito:
no
bachiller: aquí
se viene
¡Parece Ud. poeta!
rosa rosae^ o se acordaba de Virgilio?
me
Corra a mi casa, y esencia de café.
amigo!
ción, recordaba
trae
tan brusca
tenían
muchas
exceso, que
me
interrup-
Pensaba en
cosas.
po, tan próximo aún, de un estudio tal
¡Vivo,
un poco de
en aquellos mis largos ratos
....Otras veces,
de ocio obligado, que
a
dormir.
a
¿Estaba declinan-
enfermo para toda
Sólo había tenido, durante ^1, un ner lo más pronto posible
la
tiem-
el
llevado
asiduo
vida.
la
obte-
propósito:
toga del abogado y no-
tario.
Ante mis
la cinta
de cinematógrafo de diez o doce años
ojos de niño
había descorrido
se
de
.
estudio,
que concluían con
fesional,
como
la
el
anhelado
título
única perspectiva digna y remune-
radora que conducía
al
Y
éxito en la vida.
tendencia a lo absoluto que había en mi aferré a aquella idea.
Y
con que
el
lo
hago todo,
años angustiosos.
pro-
Se
llevé al exceso,
me
estudio
había
al
durante dicho:
con
alma,
la
me
exceso los
dos
este es el
camino; y eché a correr por él. Para adelantar dos o tres años el instante en que, ya graduado en ciencias y letras, podría ayudar
29
a
los
míos
dando
MANUEL ALDANO clases en
un colegio o
traordinarios,
fruto
hice cursos
a domicilio,
de
superiores
trabajos
ex-
mis
a
Veía, distintas, en mi abstracción, la cara
fuerzas.
Recordaba
de angustia de milnadre.
las privacio-
nes a que se había sujetado para que yo pudiera
un
guiese
el
título
a
supremo anhelo de Venía a hijos.
universitario,
todos los padres latinos
ir
que un día consi-
colegio, con la esperanza de
para
sus
mí la severa imagen de mi tío paterno, el Licenciado Manuel Aldano, amo absoluto de mi casa, que todos los domingos examinaba mis adelantos en los estudios y
me
existencia,
el
Y
evocaba
como único
hacía entrever,
que hizo
fracaso definitivo
el
fin
de
la
diploma de abogado o de médico.
dolorosos esfuerzos.
inútiles tan
Como toda labor humana,
hiciera durante tantos meses
con todas
de mi alma, se vio recompensada:
las
la
que
potencias
terminación del
la
año escolar fué para mí un triunfojsonoro. En todos exámenes,
los
las S. S.
luminosas; después, alegres
premiaciones que cubrieron mi pecho de argentinas
Las gafas de mi
medallas...
empañaron
tío se
presenciar los ruidosos triunfos desde
de
Yo, desde
los espectadores.
que ocupaba,
lo veía,
prendían a mi
pecho
a
el
los
dre,
bellos,
último
humedecidos.
el
pañuelo a
En
que
los ojos
cambio, só-
cansados ojos de mi ma-
Medio escondida en
término, parecía aquella
pedir licencia para
prominente
solemne pude ver que también
los suaves, los
estaban
primera
cada nueva medalla que
llevar
sin recordar los lentes intermedios. lo al concluir el ajto
la
sitio
al fila
ocupar un
vez, sitio
como en
el
todas,
mundo.
Luego evocaba unas vacaciones dolorosas, en reacción de un largo, enfermizo esfuerzo, me
la
30
A RE VALO MARTÍNEZ tuvo postrado en
Tristes
lecho.
el
pasaron para
humedecían por la noche mis sábanas, que sin duda por ello se pegaban a mi La aurora dejó de cuerpo cenceño, muchas horas. ser mi buena amiga, la compañera de mis estudios. Solía levantarme cuando ya el sol lanzaba sus rayos mí.
Sudores
tibios
La
casi verticales sobre la tierra.
me
años de penoso trabajo
de
reacción
había dejado débil
dos
como
Después
un convalesciente de penosa enfermedad.
de interminables horas nocturnas, que pasaba esperando la voz metálica del reloj, ya cuando se aveci-
naba el alba, caía en un sopor doloroso, conturbado por negras pesadillas en que se descendía a lóbregos abismos o marchaba al borde de precipicios Aves negras revolaban en mis sueamenazadores. Despertaba ahogándome, y pedía tan repetiños. das veces no dormir sólo en el ancho, frío y desmantelado cuarto que ocupaba, que al fin mi madre compadecida,
me
llevó a la vecindad
de
alcoba
la
de mi hermana.
A
los
dos meses
tornar al estudio,
me
de
El r^édico de
incapaz.
descanso,
cuando quise completo
había sentido por la
familia, el doctor Es-
querdo, prohibió definitivamente mi vuelta
al
cole-
conminándonos con una sentencia de muerte, Y así, continuó mi ocio. Lentamente volvía a mí algo de la salud perdida: el reposo acumulaba fuerza nerviosa en mi organismo, y entonces ostilizado
gio,
por todos lados,
viendo múltiples puertas cerradas,
aquella resolución
—
Lo
pedí
al tío
quería ni
mento 31
se
la
de tantos
estudiar mis
me
— ¡buscar un empleo!
paterno, sin precisar de qué género lo aptitudes.
Ni por un mo-
ocurrió buscarlo yo mismo.
Tímido,
MANUEL ALDANO y pegado a
de dos mujeres, como había
las faldas
no sólo carecía de toda iniciativa, sino que se me había enseñado a contar en todo con el padre, o, en su defecto, con el tío que lo representaba; a contar con el padre latino, que mientras dura su vida y aún después de su muerte, proteje al hijo; lo guía y lo proteje, pero también lo esclaviza y lo enerva y le quita todo ímpetu propio; lo hace menor de edad, muchas veces, aún después de que ha casado y formado un hogar aparte. vivido,
En Guatemala
el
dre cuando ha muerto
Don Manuel, a
dar
el
nombre
hijo el
comienza a tener un pa-
abuelo patriarcal.
me
a quien nunca
había atrevido
Manuel, que
familiar de tío
prodigaba Adela, obtuvo mi entrada en
donde entonces
sufría tan
El
le
Águila^
doloroso aprendizaje.
VIII.
Nunca
olvidaré la
nuestras almas
sonaban
el reloj
menos cuarto de
seis
las
grata voz
que tenía para
déla catedral cercana, cuando la tarde.
¡Cómo
habíamos contado durante largos ratos las campanadas, esperando acjuella armoniosa combinación que nos indicaba vimientos
la
envolvíamos tendidas
hora de cerrar
que
el
Con mo-
abultadas piezas de casimir, exten-
las
en
la tienda!
hábito hacía fáciles y agradables, exhibición a la puerta; do-
vanidosa
blábamos, respetando
el
menor de
los dobleces,
pañolones de lana para colegialas, que siempre
evocaban seaba
la
imagen de Adela
uno desde hacía tiempo,
pedirme que
lo
^
solicitara
para
los
me
Porque Adela dey no ella
cesaba de
en compensa» 32
R.
ARE VA LO MARTÍNEZ ¡Cuánto deseé aquella mo-
ción de mis servicios. desta prenda!
Doblábamos los pañuelos de seda; meticulosamente cuidados, volvían a sus fundas los paraguas y a sus cajas pantuflos y acordeones, todos ellos, productos de aquella rica industria catalana, por latina
muy
amada, en oposición a
que llenaba
la
los
escaparates vecinos, venida de Estados Unidos, de
Una
Inglaterra o de Alemania.
buscaba
el
fuerza de ser tratado, do.
A
legión de ganchos
habitual refugio nocturno; y todo esto, a
me
parecía
veces sentía pena cuando
un antiguo conociel
de seda, vivo como una llamarada, o tos matices,
suave pañuelo
la tela
de discre-
pasaban a manos de un comprador.
Y
todo movimiento mecánico, ejecutado conforme a un
programa, se hacia liar.
Un *
En
todo objeto volvíase fami-
fácil;
escaso cuarto de hora habíamos concluido.
no sin el respetuoso don Francisco, nunca contestado.
correr de cerrojos, y a casa,
'Buenas tardes" a
IX.
.... ¿Qué tal hermtnito? ¿Y el pañolón? ¿Es que no me quieres? Adela lloriqueaba, y sus fáciles lágrimas caían sobre mí, una a una, corrosivas, quemantes. Y yo sentía que en mí corazón se verificaba un fenómeno fisiológico, que ningún profesional podría explicar, el que también lloraba lágrimas de sangre, como un gran ojo interno. Lloraba, no a lo largo de mi
por
cuerpo, segregadas
cabe
los
párpados, cristalinas,
sino rojas, directamente; y por eso debía enfermar.
Y Z2,
por eso lo sentía dolerme con un
dolor
físico.
^
MANUEL ALDANO Cuando murió mi madre de una dolencia cardiaca, lo comprendí perfectamente .... ¿De qué otra cosa se puede morir cuando se quiere asi, como noyo
sabemos querer?
sotros
Y sin
tocar la escasa cena, me separaba de mi hermana y de mi madre, que con el moverse de sus bellas y pálidas manos, que trazaban en el aire Una cruz, creía mandarme al lecho acompañado por una protección contra el espíritu de dolor que me poseía. Me separaba de mi madre, que no tenía valor para acallar aquella voz meliflua de la
de que pasara una vez ante
hermana, que des-
El Águila
para ver
al
hermano trabajando, pedía un pañolón, un modesto pañolón de lana .... Un día, a fin de mes, mi madre puso en mis manos el valor de la prenda deseada, fruto de quién sabe qué privaciones: Le he preguntado que cuál quiere, y dice que Cómpralo, y dilc que se lo es uno azul y blanco
—
traes tú.
Adela tuvo su pañoloncito,
¡Santa madre! los diez díaz,
tímidamente,
me
y a
insinuó que deseaba
otro de seda ....
Ya en mi y mordía
cuarto, solo,
las
mi dolor.
con
la facilidad
por cualquiera impresión
Un
anhelo.
versación en toros, el
el
la
lecho
voz de
Casi siempre eran versos blancos, que
salían inconteniblemente,
mas,
sobre
Otras veges, cuando tenía alguna calma,
hacía versos.
drilla
me echaba
almohadas para que acallasen
día, la
de
de
las lágri-
belleza
o de
impresionado por una larga con-
que discutían a
Morenito de Valencia
gritos,
acerca
de
—espada de una cua-
que estaba transitoriamente en nuestra ciudad,
—don
Francisco
y
dos
o
tres
aficionados
más 34
J^.
ARE VA LO MARTÍNEZ
que se reunían por las tardes en El Águila, y evocando mis recuerdos de aquel espectáculo, frescos porque el anterior domingo había ido a la plaza de lidia invitado por un amigo, escribí una extensa composición en que, con desbordante lirismo, des-
una corrida, haciendo muchos juegos con las Por primera vez usé palabras **vida" y *'muerte."
cribía
de
me pareció muy muy bella. Al día
los consonantes, y al concluirla
muy conmovedora
sonora,
alto
de
la
con mi mejor
letra la enseñé a mí que no hablaba muy libertad de mi espíritu ni de mi sentimien-
siguiente, copiada
principal
y
con
esta dedicatoria,
to de dignidad personal:
Al Morenito
de Valencia,
y
al inteligente aficionado don Francisco Gall\ dedicatoria
muy
parecida, en lo que se refiere a la sin-
ceridad, a aquellas
que más tarde logré conocer en
alguna redacción de periódico, y que pedían en esta forma: Al Director de ^^ El Mundo' \ gran talento
y gran
¿Por qué
corazón
el
bicho débil, tendrá necesidad de
solicitar
auxilio
Y
desde Mecenas y el Conde de Lemos, hasta último Ministro o Diiector de Revista, recibirán
así? el
poeta, ese pobre
epítetos quizá
muy
justos,
pero sin ducíl más nece-
sarios.
jOh pecado de mis primeros versos que tuvieron Nunca lo hubiera cometido. Desde entonces las burlas crecieron en una proporción abrumaCon la misma soltura que antes empleaba dora. **Vaya Ud. a don Francisco para gritarme: (aquí unas ignominiosas palabras), hoy vociferaba, cuando yo cometía una torpeza: **Vaya Ud. a hacer Luego me presentaba a todo el mundo versos". lector!
—
como 35
poeta, y ya sólo
me
llamó con este vocablo.
MANUEL ALDANO La
palabra
*
'bachiller" había encontrado
tuto inmejorable.
Todo
¡Oh dolor
un
susti-
de oírse llamar
el
así!
aquel respeto, toda aquella veneración que a
y ocho años hay para el poeta, a quien la primera juventud considera
los diez
instinto sano de
enviado de Dios, todavía hoy, en
el siglo
el
el
XX; un
ser alto que tiene en mayor cantidad que los demás hombres los atributos del creador, ¡el antiguo vate'
-todo aquel respeto y aquella veneración se sienten
Oir dar
lastimados.
nombre sagrado, con
el
nio o sinceramente ¡qué angustia! llena de
vergüenza, con toda
Cómo
escar-
alma,
el
toda
la sencillez,
la
humildad y todo el amor propio de la adolescencia, pide cien palmos a la madre tierra para cubrir los
¿Qué castigará sufiLa doncella a quien
sonrojos de nuestro crimen.
cientemente nuestra audacia?
un ojo aleve sorprende desnuda en
No
frió tanto.
sufrió así
Ingenua púrpura que arrebola escritores inéditos,
—
fuente,
no su-
mejillas pálidas
de
sorprendidos en pleno delito de
soberbia antes de que sagración:
la
ningún otro pudor herido.
el
buen éxito haya dado con-
verde del laurel nunca fué tan vivo!
¡el
Bachiller,
ese
no
¡Vaya a hacer versos!
es el
género que
Bachiller,
Ud. con esa cara de bobo?
le
pedía.
pero ¿qué hacía
¿Dormir?
Ah, no:
hacía versos.
Apesar de todo, sancio, a la
me
inutilidad
resignaba a
la burla, al
del esfuerzo,
can-
porque com-
prendía que el que, como yo, tiene una madre y una hermana pobres, debe de ser valiente. Pero la blasfemia completó cipal.
la
crueldad y
la
Toleré aquellos cantos de
la
torpeza del
i)rin-
mañana, que
lo
retrataban de cuerpo entero, bajo y rastreante:
36
.
I^.
ARE FALO MARTÍNEZ
El hojiibre
a la mujer por un poco de placer la tiene
Pero cuando
qut ma?itener.
frase
la
horrorosa que mancha los
pueblo español, -el
labios del bajo
,
Y
que no
sentí
su
presencia.
esconderme, lleno de vergüenza por
corrí a
en
por mí,
santo
ultraje al
nombre de Dios--brotó de sus labios, podía estar ni un momento más en el
más sombrío rincón de
él
y
la trastienda.
X.
Un
me
día
pedido por por
el
determinación.
cartón.
que hubo entre ofendido, no tomamos igual Oiga: queremos que Ud. adelante
nuestro
que
valor
a Ordóñez.
pleito
considerarlo
algo en
me dijo: Lo hemos desUds, Con Ud.,
llamó don Francisco y
— Hemos despedido
las
el
Le dará
almacén.
mercaderías
Esto es para
tienen
clave del
la
apuntado en
un progreso, pues
Ud.
permitirá vender sin acudir a mí ni a Anleu.
H
el le
Fíjese:
mayúscula, quiere decir un peso; h minúscula,
un centavo; R, dos pesos .... Y, en efecto, aquel d'a ya no
Pero no era
cho.
cierto
vi al
que
españoles lo hubiesen echado por
pobre mucha-
aquellos la riña:
echado porque veían en mí un sustituto tenían
necesidad
irrisorio sueldo til!
A
de
pagar,
y
así
señalado a Ordóñez.
los diez días
me
iba yo,
sórdidos lo
habían
que no ahorraban el j
al
Cálculo inú-
y algunos después
volvía mi antiguo compañero. Cuando le dije a don Francisco que me salía de la tienda, montó en una cólera que multiplicó en sus manifestaciones
37
MANUEL ALDA NO Había servido en su tienda
aparentes.
y con
la
meses,
seis
darme no debí
sabia escena de aquel enojo evitaba
la gratificación
acostumbrada.
Así, pues,
nada a aquellos catalanes. No me quejé, tampoco, quizá porque mi enfermiza imaginación y mi ignorancia de la vida
me
hacían creerme más inútil de
que era en realidad.
lo
XI.
Adela recibió con júbilo
—Has
hecho bien en
salir
la noticia:
de esa casa en que
En
eran tan miserables contigo, exclamó.
mi madre, dijo.
sólo
a
se
Ya algunos esperaba
El Águila.
días antes le había insinuado
el
Y
cuanto a
me
de congoja, aunque nada
llenó
fin
del
mes para
dejar
aquel primer fracaso
la
que
de
oprimió
Su afecto maternal comprendía que en
corazón.
fondo de todo se ocultaba hijo a este
mundo;
ir
el el
inadaptación de su
la
más
es decir, algo
serio y
menos
pasajero que mi horror a las blasfemias del princi])al.
Sm
— No Y
te
embargo, su cariño aparentó ignorancia; apenes, querido Manuel.
Dios proveerá.
desde entonces, sus pálidas manos permane-
cieron unidas todas
las
noches con un ruego más:
**Dad, Señor, a mi hijo, un empleo apropiado a sus
necesidades."
En cuanto al tío, fué me golpeó en
cas palabras.
C tal
cruel.
Sin querer oír mis
con sus dogmátiFueron series de preceptos del A. B, de los hombres honrados. Todos estaban ya de modo impresos en mi alma, que su repetición no
disculpas,
tenía objeto:
los oídos
ARE VA LO MARTÍNEZ
R.
— El que
trabajo es doloroso, pero necesario.
Te busqué
resignado.
primer
el
y
empleo: lo has
Ahora, mira qué haces.
sin consultarme.
dejado
Hay
pero también hay que ser humilde
ser digno,
XIL
Como
me
siempre que
afligía
un
quedé tan
dolor,
herido del alma después del fracaso, que permanecí
en
el
Y
lecho semanas enteras, refugiado en la lectura.
comprendí, durante aquellos
me
había hecho mi estancia en
que
me
horror Si
de
vista
desde
lejos,
pareció más terrible. invencible
cuánto daño
almacén; estancia
la
quietud del aposento,
Y
se despertó
aquel
hacia
días,
el
lugar
en mí un
de
tortura.
una orden de mi madre, que trataba de arrancar-
me
a
desesperación,
la
ciudad, daba
por
el
me
rodeos
los
impelía a recorrer
necesarios para
teatro de mis antiguos suplicios.
la
no pasar
Por exten-
humano me pareció desde entonces doloroso como el que acababa de dejar.
sión todo trabajo
tan
Pasaba
días
pensando qué haría en
enteros
Cuando
sucesivo.
el
salvadora, y volvió a
mí
la
esperanza, intenté infruc-
tuosamente varios medios para
armado.
de
ir
a la lucha mejor
Fui algunos días a una escuela nocturna
que
la
Libros.
lo
descanso operó una reacción
El
mejorar mi
se
salía
con
me
estudio letra,
el
título
fué
de Tenedor de
imposible.
y mi espíritu de orden
me
Decidí llevó a
empezar por hacer palotes A una nueva tentativa de conocer los misterios de un tratado de teneduría de libros,
—ciencia
de
la
que sólo tenía incompletas
nociones, -aporté un elemento malsano: bebía alco3í?
MANUEL ALDaNO hol,
pidiéndole
días
determiné
de nuevo a
me
fuerza de concentración
A
mi madre, asustada, me preguntó
irritación
la
la
El resultado fué deplorable.
faltaba.
abandonar
las
la ciencia;
pedí
cuerpo,
diese
Me
de mis ojos.
Y
materia agente.
vi
espejo,
y acudí
doctor Esquerdo que
un cuerpo apto:
me
implacable,
él,
me
pocos
causa de
la
al
Entonces
copaí*. al
que
los
necesaria
la
contestó:
Le receto campo. ¿Quiere Ud. ir a la hacienda de un amigo mío, como huésped, los
de ganado
Después trabajará en ella A la máxima de Zola para el Hterato: Ni un día sin una línea yo opongo ésta, para el literato enfermo; ¡Ni una línea en el dial Olvidará Ud» que sabe primeros meses?
—
—
Y no
leer y escribir.
quiero una temporada de dos
meses: no bastaría: ¡dos o
Ud.
años su
algunos
tres
años!
curación;
si
Así esperará se
niega,
la
esperará toda su vida.
Una
negación
— Bien aliviar su
fosfato
base de
ayudarlo
pues;
lo interrumpió.
¿En
muera
¿Kola?
agonía?
de cal? la
muda
está,
¿Arsénico?
—He
cual no saldrá ningún
por
medio
de
qué
aquí
la
cuádruple
doctor que (juiera
farmacopea.
la
puedo
¿Glieero-
¿Estricnina?
Ahora,
agentes físicos
— Doctor, y inyecciones —Base de de Pearson? — ¿Y — Base de — ¿V droga X? — Base de las
talos?
estricnina.
el licor
arsénico.
la
kola.
Salí
de
casa
del
doctor.
recurrí a la gimnasia, a los
Quince,
b?ños
fríos.
treinta días
La sobre
.
A RE VAL O MARTÍNEZ
jR.
alimentación, parte del tratamiento, era imposible.
El
día
poca
¡No
eficacia
método
del-
al
ver
la
higiénico lo abandoné.
tenia derecho a esperar!
tío
me
me ayudaría. Pues Y una mañana, limpia-
había dicho que ya no
bien, prescindiría de
mente
de nuevo un empleo.
entonces solicitar
Decidí
Mi
impaciente,
trigésimo, inquieto,
me
trajeado,
él.
lancé a la calle con un amargo
boca y con rnovimientos febriles. Un amigo, uno de los pocos amigos que tenía, empleado sabor en
la
en una casa de comercio,
me
ofreció ayudarme.
El
estaba en pleno teatro del movimiento
comercial, y siempre sabía de los empleos vacantes. Me dijo
que volviera mas noticia:
los
me dio la El So^ El Sol era me parecía
tarde, y al día siguiente
propietarios
necesitaban empleados.
El
de
Tigre
— El almacén de
y
más cercano. Al marchar hacia él que ninguno ignoraba que iba a solicitar un empleo, el
acto que, contra todos los ejemplos de la enseñanza
que
se
me
había' dado, creía vergonzoso.
gonzoso; no por pedía algo
se
quienes se
En
el
el
a
los
pide
algo
hombres,
y
los
hombres a
son crueles
Entré.
gran almacén había activo movimiento. Innu-
merables clientes se agrupaban ante
Logré hablar con uno de importancia; y los
Sí: ver-
hecho en mí mismo, sino porque
seres
el
los
dependiente, por
débiles
mostrador.
el
dependientes de menor
amenazados,
ese
que
instinto
les
de
avisa del
que yo era un competidor, uno de los numerosos solicitantes que acudían al cebo de un empleo, porque me miró con odi(» y me contestó destempladamente: peligro, debió tener la visión rápida de
— Está 41
ocupado; vuelva más
tarde.
^
MANUEL ALDANO La segunda y las mi primer interlocutor
Volví varias veces.
ya no fué
sólo
sucesivas, el
que me
formó una atmósfera de rechazo, sino varios de sus compañeros también. Había debido correr la voz:
Es
''¿Ves ese individuo de rostro pálido?
viene a solicitar
el
empleo vacante"
muda
contra mí en una
—Y
el
se
que
unían
agresión de ojos.
El patrón tenía frases crueles para cada solicitante:
— Abundáis como
langostas.
La mercadería 'empleado" bajaba de valor con la abundancia. La oferta, como a todas las mercaInsistía yo derías, la hacía cotizarse más baja. *
Al fin pude hablar con el ventrua pesar de todo. do señor. Me miró sobre sus lentes, propios para una vista cansada e inútiles para ver otros objetos que los muy pequeños o muy cercanos; me miró con esa extraña mirada que obliga a inclinar el rostro las
y que tienen los ancianos cuando cabalgan Me sobre la nariz y no usan de ellas.
gafas
miró con alma; con
una sola mirada que me la
desnudó
el
misma mirada que, en un momento,
valoraba los granos de café y percibía la tonalidad más o menos azul, el peso, el mayor o menor
cuidado que se había tenido en su beneficio.
— ¿Es Ud. tenedor de — No, — Entonces, márchese.
libros?
señor.
Es
dancia de dependientes que no emplear.
Vienen ciento, y de
terrible
esta abun-
uno en qué ciento ninguno
sabe los
sirve.
V luego exclamó, dirigiéndose a
— Muchachos, cise;
ya veis
conducirse bien.
cómo
sus subordinados:
abundáis.
Es pre-
R.
En El
A RE VA LO MARTÍNEZ
no fué largo mi
ligf-e
calvario:
sólo
al
despecho de mi cortedad de
vista, hirió
mis ojos un letrero engrandes caracteres:
NO HAY
entrar, a
EMPLEOS VACANTES.
Tenía razón, pues,
de enervarme. de
El Sol.
Pero no era esto
más: era que, de entre
yo
me
Aquel aviso concluyó
Mi
creía el peor dotado.
se había vuelto,
propietario
escasez
ánimo, una idea
en mi
sufrir
de solicitantes,
multitud
la
el
que me hacia
lo
de
vista
fija.
No
Mi desconocimiento
tenía el valor de resignarme.
de mí mismo y de la vida, mi educación teórica, mi imaginación desatentada, dábanle proporciones que
no
¡Ah!
tenía.
¡Ojalá todas las vallas que encontré
en mi camino no hubieran sido más
Después, con salvé
el sencillo
no me
y
altas
que
ésta!
recurso de unos lentes, la
molestó
Pero
más.
entonces,
entonces, víspera de la batalla, sentía no tener una vista
normal y un cuerpo fuerte; no poder cargar no poder, de una sola ojeada,
fardos voluminosos; percibir el lugar, cosas.
tamaño y
el
Voluntad
de
las
cualidades de las
voluntad
vencer;
enérgica,
perseverante, tenaz, estremecía mi cuerpecillo.
en vez de cuerpecillo fuera cuerpo,
cómo me
Si
sentía
la muchedumbre, hasta un puesto en primera línea, y llevar allí a
capaz de hender a codazos
obtener los
míos.
¡Ah!
¡si
fuera fuerte!
Qué pronto
la
ignorancia caería de mis hombros, arrojada por un
constante estudio. disputa
el
¡Ah,
puesto a un
si
fuera
mozo de
fuerte!
cordel?"
capaz de descender en busca de trabajo a
¿Quién
Me
sentía
las
capas
sociales inferiores, a los puestos de abnegación y
dolor en que no hay rivales. a
un cargador esmirriado
43
ni a
de
Pero no comprendía un albañil cegato.
MANUEL ALDANO Volvía a casa, de estas inútiles tentativas, con los ojos cubiertos de lágrimas. entrar,
procuraba serenarme.
Unos pasos antes de Mi madre balbucía
verme:
al
— ¿De dónde Yo no una de — Madre querida: he paseado. ¡cuánto me — ¡Cuánto me vienes, hijo?
tenía
valor
el
fingir
sonrisa:
alegro!
Ojalá
Pero esos tus
negros
alegro!
todos los días lo
hicieras.
días
Nuevas
me
amigo dependiente de comercio,
visitas al
En
orientaron de nuevo
patrón efecto,
un buen
mativo de
plumas y
sujeto.
El
los rótulos:
con
feroz
que era un buen
diz
me
título,
si
el
herido
dado a su
piel del
pecho desnu-
tarde,
pregunté
al
cómo un hombre
la
¿No
hallar su
ve (jue un cliente
dirección de mi almacena
memoria remisa? Un
título
de mi tienda se recuerda con facilidad: ha la
no saben
imaginación. leer,
dicen:
Las gentes del pueblo que
*'Una tienda en que
Lo más común
pintado un salvaje".
men
diadema de
taparrabo,
tienda tan extravagante
del reclamo.
quiere dar
un amigo, puede
como
lla-
salvaje
contestó:
— Ks parte satisfecho,
más
el
autor de esta llamativa concepción inteligente había
en
Un
bronceada
el
era,
A?itropbfago.
Cuando, más
da, lo ilustraba.
—Y
Su tienda tenía
los indispensables
carcaj, la
parte,
tal
sujeto.
No
"la tienda del salvaje"
es
que
importa.
está
la lla-
Es
que hace su negocio. Desde la ])r¡mera vez q«c estuve en presencia
////
salvaje
elegante personaje, n amable vividor. w
me
sentí atraído por él.
del
Era
Tertenecía a esa simpática es4
44
ARE VA LO MARTÍNEZ
R.
seres que parecen tener en su personalidad un fragmento de la de Alcibíades, Petronio, Lúculo; todos esos atrayentes maestros que vivieron el arte Un extraño pagano, que los poetas sólo versifican. Todos los días se hacia dar tipo de comerciante.
pede de
mejor peluquería. Su Su último socio había disuelto la sociedad Wolf y Lbpez^ acusando a su copartícipe de cuidar más de su persona que del nego-
un servicio completo en
la
traje era irreprochable.
cio.
Wolf
estableció entonces, por cuenta propia,
El Antropófago.
La
tienda parecía tener algo del
irrepochable personaje: era fresca,
Hasta
a entrar.
aseada,
Lo que no
nían caras sonrientes, agradables.
te-
pare-
El señor Wolf no debía hacer un
cía era opulenta.
Le
gran negocio.
invitaba
empleados, bien vestidos,
los
cansado método de
predije la ruina al saber su des-
me
Pero
vida.
equivoqué:
los
años pasaron, y la modesta tienda seguía en pié. Intrigado, traté de ahondar en la vida de Wolf. Se explicó brevemente:
no
le
gustaban
los
negocillos; de
vez en cuando hacía un solo buen negocio, pues
supondría
ya
yo que no tenía un gran capital; un
negocio madurado durante un año, concebido por él
y
y que
utilizado por
un colaborador
se llevaba el
nancias, pero también molestias. table.
En
el
las
hombre como
Su
él.
ahorraba importar
las
y
le
trabajos indignos de
tienda.
.
.
¡
lle-
un
oh a veces hasta se !
mercaderías: compraba en la
plaza; tenía buenos amigos él
ga-
ciento por ciento de las
dos palabras: vendía una idea explo-
muchos
45
quien acudía,
Esas ideas explotables necesitan, para
varse a la práctica,
taban de
a
ochenta por ciento de
negociantes, que necesi-
cedían a precio de costo, o con una
MANUEL ALJDAAO ínfima ganancia, parte de los cargamentos de los bu-
ques consignados a
Aún
ellos.
podía vender más
barato que los demás dueños de almacén, pues todo
que compraba estaba intacto y era oportuno: Aquí, entre la aduana y el ferroca-
lo
—Ya ve Ud.
resulta a los importadores
rril, les
que una mercade-
pedida para Navidad, llega en febrero o en mar-
ría
Yo no
zo.
tengo quiebras
Al oírlo hablar
en
veía
así,
él
una personalidad
Su
nariz judía, grande, corba, se destacaba,
se ofrecía a
mi atención. Hasta entonces sólo hahermoso rostro regular, sus ojos brillan-
nueva.
bía visto su tes,
su suave cabellera.
llos
cuando
Estos judíos suelen ser be-
no
la nariz
es
demasiado
Recibido amablemente por
en que traspuse
me
se
los
larga.
Wolf,
la
El
umbrales de
vez primera
Antropófago^
El mismo ''antropó-
preguntó qué deseaba.
fago" salió a recibirme.
— Manuel
Aldano,
dicho que Ud.
negaban a
Las palabras
se
Wolf
alentador,
sonrió,
— ¿Un empleado? Y de
tal
modo con que
que tenía
que
la
el
¿Qué sabe Ud. hacer?
Sí.
escuchado
alegre,
al fin
armas de
los
contrastaba
E¿ Águila
y Ei hablé largo y ten^
Entonces
interesarlo. las
naturaleza
dotados.
han
de mi boca.
de los dueños de
la
al ser
Supe
dido.
Me
Ud.
de
salir
era tan amable su voz, tan
Sol,...^
(je
servidor
necesitaba
me
di
débiles; esas
pone en manos de sus
cuenta
armas
hijos
mal
Entonces compredí que mi palabra tenía
don de conmover y de
persuadir,
en un medio amigo, ante almas
—¿Un empleo?
Es
fácil.
cuando hablaba
claras.
Ayer admití
al
depen-
46
,
'
R AREVALO MARTÍNEZ que necesitaba.
diente
Pero procuraré ayudar a
Oiga: don Juan Feel va a abrir una oficina de
Ud.
cambio en este mes. bablemente no
los
Necesitará empleados, y proAcaba de venir de
tiene aún.
Retalhuleu a radicarse aquí, y creo que ni siquiera local. La oportunidad no, puede ser
ha encontrado
mejor. Aunque hasta hora no conocía a Ud. no me engaño al creerlo un muchacho honrado. Le extenderé una carta de recomendación. Feel es amigo mío. O mucho me equivoco, o tendremos lo que deseamos. Vive en la actualidad en Y, pronto en ejecutar sus decisiones, en un momento escribió la carta ofrecida. Me despidió con un "¡No desmayar hombre! La vida es mucho más fácil de lo que creen Uds. los pobres de espíritu. Y precisamente es fácil porque Uds. son tan abun'
dantes, sobre todo entre los latinos.
Don Juan Feel no estaba en su casa de habitación. Su esposa una bella dama salvadoreña, que con su dote había enriquecido a don Juan, un judío alemán inteligente,
bien parecido, joven
dio las señas del edificio
— Ha
-
adquirido
aún, amable,
me
en que lo podía encontrar.
un almacén en lapa. Avenida don X. X.
Sur, primera cuadra, casa de Corrí, ansioso de asir
En
la
ocasión
por
el cabello.
don Juan presidía la instalación de su Gran número de carpinteros armaban un
efecto,
oficina.
lujoso mostrador con barandilla de hi-erro sobredorado. las
Otros obreros decoraban paredes.
En medio
tando palabrotas, voz aguda de
de
azuzando,
simpático
el
techo
o pintaban
imperioso,
sol-
regañando, con
una
ellos,
timbre,
estaba un
hombre
de baja estatura, como de treinta y cinco años. 47
El
MANUEL ALDANO sombrero, echado hacia to de vista
dejaba ver
atrás,
su inci-
Sus ojos, que aunque era algo cor-
piente calvicie.
no tenían anteojos, me miraron con
Por una rara casualidad, ante quienes en ese
mismo
cían del tipo de la raza: teres del judío
fijeza.
dos judíos alemanes,
los
día había llegado, desde-
no tenían todos
los carac-
que yo llevaba estereotipado en mi
imaginación: gryeso,
ancho,
ventrudo,
de rostro
Eran de una clase refinada, más temible aún, -como pronto tuve ocasión de ver. brutal.
—
Si, es cierto: instalare una oficina y necesitaré un empleado. Pero en Retalhuleu me servía un buen muchacho a quien ya estoy acostumbrado; un indezuelo que he levantado de la nada. Lo vestí,
me
lo calcé, y
varlo.
No
modo.
Ya
como
resultan
tiene le
grandes
pretensiones;
escribí
lo
diciéndole
he hecho a mi que venga; más
pudiera ser que no se decidiese a dejar Retalhu-
leu, pásese por acá
una semana.
dentro de
parece un buen muchacho, a Wolf, que lo recomienda. dres?
ventajas de conser-
y,
Ud.
demás, quisiera servir
¿Quiénes son sus pa-
¿Sabe algo de Teneduría?
¿Ha
estado alguna
vez en un empleo?
Pareció satisfecho de mis
respuestas, y
me
despi-
que volviera al concluir el plazo Ah! Que no se me olvidase escribir una fijado. carta dirigida a ¿1, solicitando un puesto en su oficiQuería juzgar de mi letra y de mi redacción. na. Me fui lleno de esperanza, empezando a comdió, repitiéndome ¡
prender
el
valor de las recomendaciones.
mera vez no
se
me
pocos meses
la
vida
rante los largos años
rechazaba sin
me
Por
apelación.
pri-
En
había enseñado más que du-
pasados
entre
libros.
— Volví 4«
R.
AREVALO MARTÍNEZ
dueño de E¿ Antropófago, que resultaba demasiado amable para comedor de carne humana. Todavía sus compatriotas Pareció ser accesible a mi gratitud, que me hacía avisarle el resultado de mi entrevista con Feel. No desanimarse, muchacho. Si Feel no lo to-
donde
atrayente
el
—
me
ma, yo Bajo
la
encargaré de colocarlo.
sombra de aquella protección, marché con-
solado.
Empleé para
casi
en escribir
todo aquel día
Hice dos o
alemán.
el
tres
Mi hermana
bía lentamente, sílaba por sílaba.
leyó con detenimiento, indicando las faltas
el uso de las letras de una Fué necesario hacer un nuevo
perfecta.
en limpio,
Puesta
ejemplar.
un sobre
azul: y, a raíz de
la recibió
dirección.
con dos
me
Como
ees, o acaso
lo
tra-
dificultad:
había puesto en
de otra manera?
guntados algunos vecinos, respondieron que raban.
que
lápiz,
preparé a
Entonces surgió una
se escribía Feel?
la carta,
en su seno
una línea con
después se borró cuidadosamente,
¿Cómo
la
ortográ-
Adela conocía
ficas :_
manera
zar la
carta
la
borradores; escri-
Por fortuna, recordé que sobre
la
— Pre
lo igno-
presunta
cambio flameaba ya un vistoso xói\x\o\ Juan Banquero. Y arriba, en letras menores pero
oficina de Feel,
todavía
muy
visibles:
Money Exchange.
Fué
cues-
tión de pocos minutos tomar el sombrero, salir y re-
correr unas cuantas cuadras en
busca de
la
ansiada
que estaba allí: sencilla, elegante, sonora, cortante como-un cuchillo: Feel, con dos ees, como estaba en la carta Pude, vuelto ya, escribir un espléndido. Señor don Juan Feel, Envolví el sobre en un papel, y lo dejé Ciudad. palabra. Pero, hela,
49
D
MANUEL A^DANO bajo llave, destinado a dormir siete días, hasta aquel
con mano temblorosa,
en que,
debí
entregarlo a
puerta del
almacén de
su destinatario.
El señor Feel estaba a
la
unos judíos amigos suyos, frente por frente de su
ofi-
Tomó
cina.
—
dirigí,
mi carta sin contestar el saludo que le costumbre común, por lo visto, a todos los
patrones,
—y echó a andar, leyéndola, hacia MoneyLo seguí a como perros y subordinados, — dos animales el
Exchafige.
guen
los
distancia,
cierta
si
los
Entró en su
domésticos.
oficina; dejó la carta
so-
bre un escritorio ya instalado, y se puso a trabajar
como
si
De
ignorase mi presencia.
pronto, rápido,
se volvió hacia mí:
La
muy
carta está
opone a que yo
hablé.
le
Poco más o menos, oír
dos o
de ocho
tres veces, al
el
obstáculo que se
dura todavía: aun no sé
Francisco es
viene Francisco.
mío, de que
bien; pero
lo reciba,
el
si
antiguo empleado
Vuelva dentro de ocho días. mismas palabras hube de
las
cabo de otros tantos plazos
Ya desesperaba yo de obtener una
días.
cuando una tarde enconDespués de un respesaludo que guardamos para las mu-
contestación satisfactoria, tré a
don Juan en
tuoso saludo,
el
la calle.
que nos gustan y para los hombres de quienes tenemos necesidad, seguía mi camino, cuando oí
jeres
que alguien gritaba: ¡Eh, muchacho! ¡muchacho!
—
Un
transeúnte
Ahí
lo llaman.
Fué
necesaria esta indicación, para que yo enten-
diera que era a
mozo de
cordel.
me
dijo:
mí a quien
se
dirigían
como
a
un
Regresé rápidamente,
50
R.
ARE FALO MARTÍNEZ
— ¿Qué manda, señor? — Oye, mañana abro
la Oficina,
Francisco no
y
Puedes pasarte por ella. A las siete de ha venido. la mañana, en punto. Cuando, rebosante de esperanza y de temor de un nuevo fracaso, volvía a casa, refleccionaba que era un ser orgulloso, lleno
de
¿Por qué
o
de
sencillez,
el
el
la
caminar
seis
amor propio y
de
de
sencillez
pasos
oirme llamar **muchacho"
de un hombre,
tras
me
falto
almas frescas.
las
inspiraban las imá-
genes de un perro que sigue a su amo, o de un mo-
¿Por zo de cordel a quien se solicita con imperio? qué no era mi corazón más humilde? ¿Por qué no imitaba a aquellos hombres de buena voluntad, padres de familia, mucho más respetables que yo, que aceptaban su posición dependiente, con la dignidad de los espíritus nobles? Mi cerebro y mi corazón me dictaban la humildad,pero una instintiva protesta,
pro viniente de
me
llamaba
la
educación
al orgullo.
¿Qué
de
y
la
herencia,
gotas de sangre de
gún antecesor acostumbrado a
ser
obedecido se
al-
re-
velaban en mí?
Antes de
naba
ya.
oficina.
la
A A
primera luz del día siguiente,
las
las
siete
estaba
ante
la
me
pei-
puerta de
la
ocho llegó don Juan.
— ¿Has esperado mucho? — Desde hace una hora. Mañana — Está bien.
tú
quedas
Guardarás estas
encargado de
Ese chico que ves allí, -señaló a un pequeño criado que lo acompañaba," vendrá a barrer la oficina y a lavar abrir la puerta.
los pisos.
Tú
rio y sacudirás.
51
llaves.
arreglarás papeles y útiles de escrito-
No
quiero que José toque ningu-
MANUEL ALDANO t
na de esas cosas delicadas, A que yo llegaré, debe estar todo
hora en
ocho,
las
listo.
Aquel hombre, acostumbrado a tratar con homque se hacía al fiarme las llaves. Pero su confianza me llenó de orgullo. Desde entonces, cada vez que veo a un jovencillo abrir lentabres, sabía lo
mente, dándose aires de hombre necesario,
almacén de su principal, embarga
tas del
mi alma.
¡Pobre muchacho,
de
en la vispeí-a de
la vida,
en
el
puer-
las
tristeza
la
primer escalón
la batalla!
XIII José, un mozuelo pillo, barrió
dos por
Don Juan
tres.
En un extremo
del
orden, yo dirigía
y
sé sentó
de
salón,
pie,
sacudió
esperando
en dirección a mi
la vista
en un
a su escritorio.
una jefe,
que trabajaba en silencio. Así pasaron dos horas. vez en cuando don Juan volvía los ojos, y siem-
De
pre
me
veía ahí, parado, a la espectativa.
Aquellos
ojos fijos sin cesar, hubieron de irritar al fin los po-
que quedan a un hombre de negoDeseó que, como todos los chicos de mi
cos nervios cios.
edad,
me
treara
una
ojos la
distrajera en algo: viera a la
muda
calle,
dele-
Pero yo no supe leer en sus
circular
Al
orden.
fin
no pudo contenerse:
mala? Ud. — ¿Manuel, — señor; soy miope. — Pues, hombre, cómprese unos tiene
vista
la
Si,
lentes.
¡Entendí
al fin!
Un
ser útil, sino discreto; el
momento oportuno,
sencia.
Poner
el
subordinado debe, no sólo
aprender
el
arte de servir
y después disimular su
color de su
en
pre-
vestido a tono con el
52
^.
A RE VA LO MARTÍNEZ
mobiliario de la sala, y confundirse con éste, en un
como un mueble
rincón,
más...
¿No
se defienden así
todos los bichos débiles? Se esconden a la los pájaros, las mariposas,
hojas,
los
que
tienen
Al caer de
viven,
sed en
su derecho a
matiz
el
vida con
la
del
Las medio en
cuando sacian su
tarde,
la
débiles
los ''animales
la riada,
de las
del color de los troncos.
gusanos,
inermes
gacelas
vista
de alas verdes como
los tonos
defienden su
medios de sus
cuerpos y con la agilidad de sus piernas vibrantes. Esta sensación acabó de tomar fuerza en mi,
cuando, unos días después, paseándome, ñor Feel que hablaba en alemán Instintivamente comprendí que
yo era
su conversación: en efecto, a los
don Juan, y entonces su ven ameno y alegre, me dijo:
oí al
asegura Feel que lo pone
se-
visitante.
el tópico
de
pocos momentos
interlocutor,
salió
Me
con un
un
nervioso verlo
jo-
mo
verse sin cesar.
No
fue necesario más.
Esta sensibilidad enfermiza,
montaña en
lucha por
la
que formaba una
me hizo mucho daño Como un despellejado de
de cada arena, la vida.
cuerpo y de alma, era sensible anhelado callo jamás aparecía;
al
el
roce más leve; y el anhelado callo que
hiciera mi espíritu inmune a los ásperos contactos de cada momento. Aquella misma tarde compré unos lentes. Fué «n saqueo a la pobre madre, que me dio el dinero
necesario
que
se de
|>agar
me
invitó
su
valor.
Ya
desde un día en que,
mi cortedad de
cegato
53
para
los deseaba,
a
vista,
que me
hacía tiempo
como
habla-
un sacerdote también jíusiera sus
anteojos*
MANUEL ALDANO ¡Oh,
y
qué
¡Qué mundo
sorpresa!
nuevo
tan
mis
apareció ante mí, en cuanto cabalgaron sobre narices las galas de
oro del
señor
¡Qué
cura!
ri
queza de colorido se derramó sobre muebles y paredes! Los objetos, que antes parecían tocarme, en
una extraña proximidad que mandaba hacia mi organismo efluvios y moléculas anunciadores de su presencia, se alejaban, se
sol tenía
la
recortaban
sus
las distancias.
El
definían,
contornos precisos, estableciendo
una luz nueva. .., Pero mi madre me indicó
conveniencia de volver los lentes
señor cura, y
al
magia de luz y matices desapareció. Volví a mi crepiíísculo; más en mi alma había nacido un deseo:
la
comprar
Tan pobres éramos, que por aquel
la luz.
entonces no
me
atreví a pedirle
Hoy
digio a mi madre.
necesidad y
la
esperanza.
bajar, y esperaba pagarlos
de pro-
los cristales
lo hacía,
estimulado por la
Los necesitaba para traAlguna
con mi trabajo.
cosa del modesto ajuar se vendió: acaso
menu-
los
dos zafiros que se reservaban para Adela,.., Por fortuna, los lentes costaron
La
poco: eran
Cuando regresaba con
nikel.
delgados,
de
ellos puestos,
Fefluy empleé algunas horas en hacer
el
de la
trayecto
a casa; venía embriagado de luz, ensayando leer rótulos a
desde
larga
distancia o
Un
lejos.
conocer a
personas
las
amigo identificado a cincuenta va-
ras de distancia tuvo
un cordial saludo:
tan
lleno
de entusiasmo, que no pudo menos que acercarse a
Le hacía fantásticas señas de poderme comunicar con él a De pronto lo dejé, diciéndole que alguien distancia. me llamaba desde la Plaza de Armas; -estábamos mi y darme
la
mano.
amistad, glorioso de
en
el
Portal del
Comercio, que ,da
frente
a
ésta.
A RE VAL O MARTINES
R. Corrí
no
tó
encuentro de un ventrudo varón que resul-
al
mi conocido
ser
que
existencia, hasta
mi de
vista,
ni
a pesar de los
Yo
ser normal.
haberse dado cuenta de mi
le dirigí la
vidrios
que
es
una admirable, una
tenía
leer
irre-
Sin anteojos, a la luz
emplazable vista de miope.
de un cigarrro, podía
Y
palabra.
biconvexos, distaba
y
En un
escribir.
corto
radio de pocos centímetros, percibía seres y objetos
microscópicos; pero ya a cien varas confundía a
con el pertiguero de un gato con una gallina, respetable
tío
la
'
duplicaban mi
Pero, después de todo, las gafas
Con
horizonte de vista y no podía quejarme. últimos adminículos sobre la nariz, día con
más
valor
a
la
mi
Catedral, y a
llegué
los
otro
al
Además, llevaba fantástica, en
oficina.
conmigo, alentadora, una esperanza
forma de una no menos extraordinaria decisión.
ia
Vibraba en mi tanta necesidad de no desesperar, tanta
juventud aún, que había decidido, a fuerza de
bajo y de constancia, conquistarme
tra-
una vida nor-
Desde muy niño con un raro optimismo mezsufrir, creí que en todos los hombres existe el germen de todas las facultades.
mal.
clado a mi facultad de
Desconocía ble."
la significación
En mi
espíritu,
las posibilidades
de
la
palabra
nada limitaba
humanas.
el
*
imposi-
campo de
Flaco de cuerpo,
fiaco
de espíritu, cegato, triste, sensitivo, enfermo, había en mí una vocecilla insegura, intermitente, que ''a veces parecía apagarse por completo, y que, sin embargo, no estaba más que refugiada en lo más ínti-
mo
de mi
te!
No
los
hombres.
55
ser,
temas.
Y
esta
vocecilla gritaba:
Sube, elévate.
Lo
Nada
tendrás todo, todo
está lo
Adelanvedado a
*'¡
tendrás."
MANUEL ALDAAO ¿Era
la
No.
voz de esperanza?
Aquella vocecílla
era débil, y a veces no se dejaba oír,
humano; pero no
el ajetreo
ranza,
sino
de
voz
la
de mí, no un iluso, sino
cía
por
acallada
era la voz de
una espe-
Ha
certeza. una un clarividente.
Era
una vocecílla profética. Debía ser la misma voz del demonio familiar de Sócrates; la que escuchó en par te César cuando callaba su epilepsia y Rousseau cuando callaba sn histerismo; la que escuchó Napoleón cuando, viendo pidió a
la
bre!";
la
vida :**i
que resonó en
che desastrosa tarme una
Y
dos
en
los días
empecé
cho
el
hace
a cuidarla y a
la oficina
lejana y procuraba ejercicio
alma de Bolívar en
el
el
me
hom la
fuerza
me
de
To
educarla.
proponía una mira más
percibirla con toda nitidez.
órgano,
no
¿Conquis-
A
normal ¿por que nó?
vista
suplicio,
al
y salvo a ese
iluminada de Pativilca.
e
voluntad
Luis
conducir a
Dos regimientos
No
susurraba.
me
épico intento: bien pronto
mi miopía lallegada de Francisco,
el
El
duró mu-
reconcilió con
indizuelo espera-
do Era, como decía nuestro patrón, unindizuelo aseen dido en ños.
Contaría unos veintidós a-
la escala social.
Sombreaban
sus labios unos
veintidós
pelos
cuenta es inexacta y lie gabán a treinta de cada lado, con seguridad que no lacios y largos.
eran más.
Si
acaso
la
¥A blanco del ojo en aquel
hombre
era
—
un usurpador, un usurpador de nombre, pues era Ninguno de los otros caracteres de la raza rojizo. indígena americana
le
faltaba:
pómulos
salientes,
bronceada, miembros enjutos, cabello grueso y lacio, ojos que parecían asiáticos por su tendencia a
piel
la oblicuida;
¡pero qué buen sujeto!
cho, ¡que buen sujeto!
sin
el
O
''pero,"
mejor
di-
Humilde,
S6
— A RE VALO MARTÍNEZ
jR.
digno, servicial, rían a
modesto,
útil,
una docena
honrado.... Llega-
que
los atributos
se
podían
apli-
Comprendí pronto que para don necesario. Para mí fué un fuese un hombre Juan Al punto, no pudo apreinmejorable camarada. Descollaron para mi dos ciarlo en todo su valor. que piel casi roja, y que usaba gafas. cosas: tenía la Un indio con lentes y con zapatos: tal era mi impresión, Y aún el indio con zapatos estaba en segundo termino; porque lo primero que vi fué que tenía anteojos. Apenas se alejó don Juan, y tras el pudor car al indizuelo.
,
de algunas frases de
común
presentación,
solté
el
tópico de interés a quema-ropa:
—¿Es Ud. miope? — —contestó con —¿Miopía o adquirida? —Adquirida. Fui primero impresor, y indiferencia.
Sí,
hereditaria,
cios tuve
todo en
el
después
En ambos
estuve empleado en una relojería.
que trabajar con piezas pequeñas, de relojería, en que
las
ofi-
sobre
había microscópi-
y en ambos trabajé de noche. Dijo esto con la misma indiferencia.
cas,
— — ¿^.ntonces suya miopía — — saber que —Y bien: ¿no ha molestado en luch^ por vida? — (Aquí ya eran estudios de segunda ense. que hablaban.) — ¿La lucha por qué? Hable aseado, amigo! escolástica?
es
la
gó mi pedantería. dijo Antonio Sí,
sin
decía,
lo
la
le
agre-
la
los
fianza los
|
me
dijo, riendo,
mi colega. Hace media horaque me
está diciendo Ud. unas palabrotas.,.. Ya ve: yo soy un pobre muchacho que apenas sabe leer y escribir. *'¡ Hable aseado!" Comprendí en un momento.
57
MANUEL ALDAAO *'Yo hablaba en
según
libro,"
Francisco.
decía
Hablaba *'en libro" sin afectación, porque *'en libro" había vivido, con la vida en tiniebias de las car comas que devoran bibliotecas, desecado como un insecto en el museo de un sabio; fijo a un cartón por
de
la
pedía
e!
el alfiler
vez que se
no todas
me
ciencia.
No
era la primera
uso del lenguaje corriente.
franca y clara sonrisa de Francisco.
la
los catalanes
tienda
la
habían sido inexorables para conmi-
Cada vocablo
go.
Ofendía, sin
En
querer, con mis palabras escogidas.
de
Y
habían sido acompañadíis de
las peticiones
— ¿Cohibidoy no?
era motivo de innúmeras burlas:
¡El
señor Aldano
se siente
cohibido\
O
bien:
Señor Aldano: ¿puede alcanzarme
la
pieza de ca-
simir, o se siente cohibido? ¡
Pero qué
encontrarían de gracioso los honrados
catalanes en aquella palabra,
Un
para arrojármela
así al
que don Francisco estaba encolerizado, como yo le diera una larga exrostro, entre risas!
día en
manera modernista, según decía él, pudo contener, y me gritó lo mismo que hoyi
plicación, a la
no
se
con su voz
— ¡Pero,
discreta,
me
bachiller,
decía Francisco:
hable limpio!
Esas son pul-
terías
Decidí,
/;/
?nente^
Desde entonces, bajo de traducirme.
apearme la
al estilo llano.
más de Por
el
las
veces tuve
el
tra-
tiránico hábito de diez
años de continua lectura, pensaba **en pedante," y había que hacer una versión del pensamiento
al len-
guaje familiar, trabajo acaso molesto, pero que fué profjsamente remunerado.
Mi
me
vocabulario ínu-
S8
A RE VAL o MAR7INEZ
I^.
me
sual
beius,
me
aislaba y
se al castellano
— Francisco
incomodaba
en
Vertida mi
hacía odioso.
común y
corriente,
—
me
contestó que más mínimo.
lo
la
de
Para
fuerza.
él
miopía no
Cuando
apto para todo, desembarazado, de y rápidos movimientos,
fra-
sermos ple-
al
fácil
sentí junto a él
lo
le
vi
percepción
un contagio
no había puente angosto
ni
obstáculo invencible, y algo de su energía me pareció
que iba transfundiéndose en lo íntimo de mi ser. A los pocos días me acostumbré a confiar en él, a contar con él para todo, a que salvara mil peque-
me
ñas dificultades que
afligían.
— Francisco, ¡qué hago para ¿Para obtener
tal
Francisco ¿vamos
esto?
salir
¿Francisco,
cosa?
el
de
tal
cómo
domingo a
los
se
pena?
hace
baños de
Ciudad Vieja? empresas materiales, cuando era precios un mueble, recibir quinientos quintales de en comisión, y aun cargar una muía, el esmi-
Para
las
trasladar
café
rriado indizuelo era
mientos, y
la
respaldo de una sol,
en
el
insuperable:
uno,
dos
movi-
chaqueta de casimir volaba a cubrir silla.
patio de
la
Luego casa
el
los lentes brillaban al
de habitación
de
don
Juan, mientras su dueño subía o bajaba los ventrudos costales.
que como yo.
Y
era tan corto de vista y tan enclen-
¿Qué educación, qué genero de vida Porque, como cegato, valo habían echo tan apto? ya que lo era: mucho más que su compañero de ofiVarias cosas, como él decía riendo, las cina. Su compañía me fue saludable hacía /*a bulto." como la proximidad de un río. Los hombres buenos y sanos depuran el aire que los rodea, como los eucaliptos.
59
MANUEL ALDANO ¡
Ay!
me
Al concluir
el
había recibido para tener
en
treinta pesos
melosas en
la
el espíritu
hizo perder
mes, don Juan,
el
que sólo
un mozo de
me
mientras llegaba Francisco,
me
me
Pero también su utilidad
empleo.
oficina
despidió, poniéndo-
mano, y diez o
Me
desolado.
doce fraces echó
una vana tentativa para que un puesto más alto:
sin hacer
no
así,
en
lo sirviera
— ¿Estudiaste Teneduría?
— señor. — Está Sí
Da
bien.
La orden ra vez
que
en un
libro
entrada a estos giros.
era fácil de cumplir; pero era la
se
me
prime-
invitaba a asentar una partida real
Ya no
en uso efectivo.
eran los ensa-
»yos en nuestras libros de mentirijillas de la escuela; e
imponen tanto las páginas en blanco de una contabi-
lidad al tenedor de libros bisoño; son hasta
un sancta sanctorum De para el empleado y para su
punto,
Las dos
familia.
nas de piedra en que se escribiera
tal
pan diario
ellas saldrá el
pági-
Decálogo en
el
el
no inspiraran más respeto. Nuestra máS atildada letra es mala; nuestros números más claros Sinaí, acaso
resultan obscuros; nuestra
ye descuido....
más
prolija exactitud argu
Mi mano tembló, y*mi
letra,
mala de
momento. la emoción La sangre retenida cegaba mis ojos, y, sobre todo ¡aquel hombre que leía por encima de mi hombro¡ suyo, fue peor por
del terrible
Don Juan gruñó que nunca
había tenido paciencia
Bañaron
mi
rostro
contenibles, que saltaban
por
sobre
para maestro.
de mi amor propio; lágrimas que lorosás
que
el
fracaso mismo, en
me una
lágrimas la
in-
compuerta
fueron más dofalsa
pero
tensa vergüenza que llenaba mi ser..., Y asi fué
in-
co-
6o
R ARE V ALO MARTINEyí mo, poco, muy poco después, ocurrió
expulsión
la
¡por inútil!
XÍV Con vida,
primeros treinta pesos ganados en mi
los
andaba por
la calle.
sudorosas los seis billetes de taba a
la
ventana:
la vi
Oprimía en mis manos
Mi madre
banco.
— Madre,
Don Juan
ya no volveré a la oficina. dicho que no necesita de mi.
me ha
es-
antes de llegar.
Me
dio
este
Tómelo.
dinero.
— No,
hijo mío; bastante te ha costado. Cómpraun sombrero. Marcha, ve inmediatamente Fué un buen pretexto para ahorrar explicaciones. Poco después, volvía con un sombrero de fieltro: ya era tiempo de dar un sucesor al que había llevado hasta entonces. Adela se quedó mirándome cuando te
¿Era exceso de enojo? ¿O era, acaso,
entré, y calló.
que
comprendía y compadecía? Probablemente, con la delicada estrategia de las madres, se
me Se
al
fin
había enviado fuera para poder aleccionarla. le
habría dicho, por ejemplo:
no censures a Manuel: no tiene
"Te
la culpa.
suplico que
Hace todo
que puede, y puede muy poco. Sufre mucho". Sí: probablemente; porque por la noche, al despedirme de ella, fué más afectuoso que nunca el salulo
do de
las
dos mujeres.
Solo en mi cuarto, sentado sobre
cordé de
lo
me, cuando
que
solía
el
lecho,
me
a-
decirme mi madre, abrazándo-
contaba algún fracaso
o
le
pe-
cuando acudía en mi ayuda, verme detenido por un mínimo obstáculo:
al
le
día algún consejo;
6i
infantil
MANUEL ALDA NO
—¡Pobre
hijo!
para todo.
til
—Y
como viendo
fijos,
Me
algo allá
corporada de este mundo, o en
eternidad, en
la
Eres
heredaste.
luego, se
muy
inú-
los
ojos
quedaba con
muy
como
lejos,
viviendo en
desin-
recuerdo
el
una actitud ensoñadora que
le
era peculiar.
Yo
siempre
fui
costado mucho.
con
facilidad
—
—
inútil, continuaba; todo me ha Mis hermanas cortaban y cosían
un vestido elegante.
Yo
difícilmente
Y
aprendí a coserte tus trajecitos de niño. dre también fué
tu
pa-
cuando hacía algún trabajo manual en la casa, como colgar un cuadro, arreglar una habitación, hacer algún cambio familiar, siem. pre se llenaba la casa con sus gritos que pedían ayuda. ¡Un cepillo! ¡El martillo! ¡Alcánzame ese clavo!
—Y
hombres jando.
así:
se quejaba, y tenía esa exhalación de los
llenos de fatiga,
¿Cómo
se llama?
obligados a seguir
traba-
Ah, ya recuerdo: un pugido.
Y yo reía de mi madre, tan discreta eñ el hablar, que para decirme que mi padre pujaba, había acudido a esa larga la frase
blanca,
perífrasis. el
Acaso por eso yo amé
vocablo limpio,
la
oración ar-
moniosa exenta de las voces bárbaras, duras al alma. ¡Oh madre límpida! Al día siguiente, a la aurora, llegó a mi lecho: ¡No desmayar, pobre hijo mío! Por inútil, por
—
torpe que seas,^si logras obtener un nuevo persiste
en
él.
años ejecuta Fíjate:
que' no go,
la
hay en
El ser más inepto,
misma el
cosa, al
mundo
nacieron para
trabajan:
son
si
cuarto
sastres,
la
y,
carpinteros,
tres
hace bien.
tantos pobres
vencedores;
empleo,
durante
hombres
sin
embar-
empleado
de comercio.
6a
— ARE VA LO MARTÍNEZ
R. Si: tenia
Esos hombres, a fuer-
razón mi- madre.
el mal hado: la que esos hombres, inconscien-
za de constancia, lograron vencer
Pero ¡ay!
ineptitud. tes
de su torpeza, no tenían esta loca imaginación,
esta
propensión
En
ban.
al
conocimiento; fantasía
lastimado
son
No
soña-
Pude
des-
que yo tengo.
yo no
realidad,
era inútil.
Pocos hombres tan aptos para
pués descubrirlo.
mi
dolor,
el
pocos tan hábiles e inteligentes; pero
me
falseaba
de
alma.
la vida.
Los
Además,
estaba
alma
lastimados de
así.
De mi paso por la oficina de don Juan Feel, me quedaron un buen amigo, Francisco, y
—
—
sólo
algo
de la mecánica de un Money Exchange. Negocios poco limpios. Un administrador de una finca de café, con poder del dueño de ésta, que vendía la cosecha aún en el árbol, por un precio irrisorio, pero que, particularmente, y con entrada a Pérdidas y Ganancias, recibía mil pesos oro
para saldar
da que dejaran quince días de juerga en
la
la
deu
capital,
a donde había venido en vía de negocios.
XV ....¡Qué simpático es un
judío cuando está
ciendo un ventajoso contrato!
amable que la sugestión
por todos
los
aun
demás: poseía verdadera sugestión,
los países
¿Que
de los
la tierra,
no
se mezcla, sino
acentuados caracteres distin-
fuerza oculta la preserva de la influen-
cia del medio, y modifica para ella las leyes
herencia?
63
ha-
más
de su raza, esa fuerte raza que, dispersa
que conserva puros tivos.
Feel era
¿Porqué
el
de
la
judío casado con la hispano-
MANUEL ALDANO americana, conserva,
— Mr. —
al
reproducirse,
de
el tipo
la
¿La Circuncisión?....
especie?
Feel, en este paquete
sobran
quinientos
pesos.
Manuel, ¿no ves que puede
Calla,
due-
oír el
Francisco es más avisado.
ño?
También
estos quinientos
pesos
entraron
a
• cuenta de Ganancias y Pérdidas. Un día un niño, un pobre chico ignorante,
a vender noventa pesos oro.
cambio tan bajo, que la casa robo,-
Se
llegó
un
pagaron a
le
representó para
negociejo
el
la
una ganancia del doscientos por ciento. Un Pero el chico resultó ser dependiente de una ¡
gran casa de comercio; reclamó
el
patrón; Mr. Feel,
avergonzado, no tuvo más remedio que devolver El chico perdió
dinero.
hacían más daño que bien a
Se perdía
Wolf
el
—¿Qué
—
no
la
Cosillas
el
así,
firma de nuestra casa. el
campechano
tenía esas
torpezas, él
se burlaba
marcha
tal
la
Siempre que
crédito.
llegaba. ...¡oh! ¡él
robaba en grande!
empleo.
el
donosamente:
trampa, Juan?
¿Ya
tendis-
te la red?
A pesar de todo, Feel hacía buenos negocios. Lo que no podía menos que causarme risa, era ver como los libros, con sendas dedicatorias de los autoel primero de los poetas res para don Juan Hall.
—
nacionales, -r-llegaban a la oficina, por la
de
los
nombres.
preguntaba:
del
semejanza poeta,
yo
.
¿Don Juan,
— En mi
Gran admirador
llevo este libro
interior,
saboreaba
a la casa la
del
dueño?
próxima entrevista
Pero que tendría con el célebre hombre de letras. pronto don Juan hizo desaparecer la esperanza:
64
— R.AREVALO MARTÍNEZ
— No.
Dé
¡Para qué son torpes los del correo!
jalo ahí, se lo llevaré a
amiga de
las latinas, es
mi mujer, que, como todas los versos,
'Ganar y dejar ganar," era su máxima favorita. predi**Dejar ganar: no quererlo todo para uno" *
—
He
caba a veces.
me ha producido
aquí lo que
más buenos negocios. Era, en efecto, generoso con sus corredores, que le,
más gordos
llevaban a
él,
de preferencia,
¿Se
les
hacía víctimas de mil dólares?
cautos.
los
trescientos eran para el corredor.
ganizada trampa tendida
¡Sabia y bien or-
a los capitalinos;
lujosa,
tentadora, en una de las principales arterias
ciudad era ro.
—
la 9?-
Avenida Sur!
un golpe maestro, era
Y
luego, en
letras
ventanillas de la baranda
Le
se
paga.
Sobre todo,
z.q^ے
Juan
de oro,
in-
Pues
Feely
el
la
que Banque-
sobre dos
que coronaba
de lo
de
las
mostrador:
Y Le
flamantes letreros,
¡Lástima que los se se recibe. mandados a hacer a Alemania, no
hubieran venido en correcto
castellano.
Pero eso
ero lo de menos.
XVI
Un
mes, sólo un mes estuve en
Feel, y salí edificado.
En
la
oficina
esos treinta días
dieron ser percibidas por mí todas
las
de
no pu-
añagazas
del
oficio; desde mi modesta posición de correveidile,
Pero bastano pude darme cuenta de las mayores. ba aquello que vi Me había tomaPronto supo Wolf mi vacancia.
do bajo su protección fácilmente en otro
65
el antropófago^ y
Money Exchange.
me
colocó
Hubiera deE
— seado un patrón latino, pero como
es
antropófago tenía la mayor parte de
sus
natural,
el
relaciones
El Money Exchange a que una red mucho más modesta que la importante arteria de la ciudad. Al
entre sus compatriotas.
me
trasladé, era
que
existía
en
la
comercio del dinero juntaba
el
en todas
del tabaco
— unión muy frecuente entre
sus formas,
El
judíos.
tabaco y el oro hacen migas. Los agiotistas son Entre el humo de los ricps grandes fumadores.
Vuelta-Abajo desnudan
El estimulante
prójimo.
al
buscado con igual codicia por
cerebral' es
el
hombre
—
ambos ande negocios y por el hombre de letras, ciosos de dominio, ambos llenos de voluntad, ambos personalidades fuertes, anhelantes del reino El hombre de negocios que
la tierra.
quiere
de
oro,
hombre de letras, que quiere prestigio, tienen misma sed de ser más que los hermanos. ¡Anatema sea también para el último cuando no es un
y
el
la
Fray Luis de León! El nuevo dueño, de mi
Sohn: el
el
más generoso de
primer
día
¡Cien pesos!
mi corazón. brado.
miento
No
cien
suerte
se
pesos
llamaba Pedro
Me
todos.
como
asignó
sueldo
El descansoT>ara los seres amados de
Era
sifilítico,
calvo,
menor
desequili-
alto,
ruido.
Su enerva-
lo llevaba a rehuir toda fatiga.
Quería ser
toleraba
el
entendido a media palabra.
Su rostro reflejaba un
gran dolor cuando alguno de sus interlocutores tía
pidiendo exi)licaciones.
el día.
irritaba
insis-
Fumaba, fumaba todo
Hacía sus negocioá concisa y febrilmente; se Nos entendimos muy bien: facilidad.
con
llegué a quererle; le compadecía,
esto"
desde
mensual.
V aunque yo no
sabía
— •'Manuel,
para qué
tome
me daba 66
R.
AREVALO MARTINES
un paquete envuelto en papeles, no le preguntaba nada: tomaba el sombrero y salía con rapipidez.
Ya en
me proponía
la calle,
problema: desen-
el
y estudiaba su contenido:
volvía el paquete
¿Di-
un machote de entregas al Banco de GuaPues a llenar el machote y a entregar el temala? ¿Un cheque endosado a X. Z,? Entonces, dinero. si era de poco valor, a entregarlo a X. Z. sin más Generalmente era el mismo X. Z. el preguntas. nero y
— —
que, interrogado con habilidad,
me
ponía en autos.
no encontraba la clave del enigma, por lo menos lo llevaba a una disyuntiva; y entonces volvía ante el pobre Sohn que, con las manos a Y le pregunla cabeza, fumaba interminablemente. taba en forma que sólo tuviese que contestar: **Sí," *'No," o a lo' más, un nombre y dos o tres palaEntonces corría rápidamente a bras aclaratorias. procurando recobrar el tiempo encargo, cumplir el Si
no daba, o
si
invertido en esclarecer el problema.
un en
en
especialista
cuanto pude,
los
Llegué a ser
Estudié
la materia.
negocios de
para
Comprendí
el
enervado.
Llegué a parecerle irremplazable.
conocerme,
me
rasgo distintivo de su carácter: era
había
otorgado toda su
Estaba tan enfermo, que necesitaba rir.
Y
ello,
hombre.
aquel
necesitaba que todo se
le
un Sin
confianza.
o mo-
confiar
hiciera rápidamente.
Necesitaba otras muchas cosas, todas ruinosas. para mí un
amo
ideal.
¡Pobre
a los seis meses de estar con
él.
hombre!
Fueron seis meses Desde el se-
en que se dignificó y aclaró mi vida. gundo había aumentado mi sueldo. a nuestra
pobreza.
nía algo de lo
67
Fué Quebró
Llevé
el alivio
Adela estaba encantada:
mucho que
deseaba.
Aun me
te-
acuer-
— MANUEL ALDANO do de no
sé
qué
gratificación,
de que no escapa
ni el
— acaso
permitió poner en sus lindas manos
de Navidad^
— que
varios
me
billetes
Tuvo una
de Banco.
alegría infantil, y corrió duraron en su poder ni un día.
No
las tiendas.
Todos
la
patrón más avaro,
meses
los
daba algo;
le
que ganaba más. quiebra de Mr,
mi
resto era para
el
pobre madre, a quien obligaba a
a
recibirlo diciéndole
Pero aquel descanso cesó con
la
Algo complicada quedó mi
Sohn»
buena fama a los ojos de algunos. Empero, para los más de mis conocidos seguí siendo el buen muchacho, el sobrino de don Manuel Aldano, el hombre honrado por excelencia, que tenía una fama de probidad insospechable.
XVII Me llamó
sobremanera
la atención. Su exque cubría su cabeza y le daba un aspecto anormal, pues en Guatemala nadie se toca así; pero sobre todo, la rara alma que
traño sobretodo,
el
gorrillo
acusaban, no sólo aquella rara vestidura, sino aquel raro
rostro,
aquellas
me atrajeron
raras
manos,
aquellos raros
que aquel un viejo conocido mío; y no sólo que era un viejo conocido, sino que aun haría conmigo Sentí que varias etapas del camino de la vida. pies,
hombre
irresistiblemente.
Sentí
era
ocultas, ineludibles afinidades,
culo hacia
él.
La
ley
me
atraían sin obstá-
que hace que
lo
homogéneo
homogéneo, nos hizo miHabía tanta rarnos, reconocernos y aproximarnos.
busque y encuentre a
lo
camaradería para mis gafas doradas en sus gafas de aros de carey; brillaba tanta inteligencia en los
oji-
68
ARE VA LO MARTÍNEZ
i?.
líos
que cubrían; su
naricilla burlona,
movibles i|entanas, de el aire,
en
y en
el cielo
la
Cuando
bra sin haberle sido presentado antes.
tablamos ferviente plática, tuvieron en su estrecho el atractivo insólito él
acusaba
— Estados
de
y
campo de
en-
ojos miopes
mis
visión,
lo
se acentuó
que provocaba en mí. Todo en europeo hijo de una vieja pueblos jóvenes más adelantados
al civilizado, al
que
cultura,
incisiva,
manera desafiaba algo en tierra, que le dirigí la pala-
tal
ni los
—
La Argentina, podrán nunca Había talento en sus anchas manos de espátula, en sus enormes pies, en todo su mediano Unidos,
improvisar.
cuerpecillo; pero, sobre todo,
tan acentuada
la
en su rostro estaba
huella ancestral de
la
mano
progreso, que daba una impresión de espanto.
ancha
frente, su frente
del
Su
enorme, combada, cubierta
por una piel sin mácula, surcada de azules venas y arterias palpitantes, lubrificada por
una vivísima
cir-
culación sanguínea, que acusaba un corazón activo, irradiaba talento.
Y
luego
la piel
se adhería a los huesos
haciendo
destacarse una calavera de sabio, con amplio ángulo
y en aquella cabeza de muerto no había demacración, no había músculos cenceños, no había
facial;
más que la falta absoluta de organismo superfluo en un rostro de ultracivilizado. Recia armazón de hueso, cubierta por las raigambres de la vida; la piel, los vasos espíritu. las
muñecas eran gruesas;
brían
el
—
todo lleno de y los órganos necesarios, Coloreaba los pómulos un rubor de salud; los zapatos,
nacimiento de gruesas
bajos, descu-
p'antorrillas.
Se veía
que bajo las ropas palpitaba una carne sana. Lo único que daba a aquel hombre de baja estatura un
69
MANUEL ALDANO sobrenatural aspecto, era civilización
pes de
pero
la
marcado en
sello
el
No
él.
se
de inteligencia y evocabtp princi-
casa de Orange: estaban demasiado altos;
emergía de los tiempos pretéritos una vieja
sí
estirpe de civilizado: abuelos fenicios o egipcios,
de
la clase
ra superior
los sacerdotes,
que se ocultaba a
de prehistórica
civilización,
Y
de
guardadores de una cultulas
masas; ascendientes
hablaban por
el
rostro
que hombres más o menos el aspecto y hasta las características de un animal y parece ser la firma conque el Creador selló la unidad de todo lo creado, aquel hombre tenía todo el aspecto de un pájaro; o más bien, el de un pichón de pájaro. Conde aquel ibérico. da a todos
por una extraña ley
física,
los
Hay
tribuían a ello hasta sus lentes.
aves de ojos
Semejaba
redondos que parecen tener lentes
un y
pajarillo semiciego;
que vemos,
al
disputar
un
los rivales alados;
co malévola,
como
inerme
piquillo débil y las el
insecto o la
pajarillo de
menudas hembra a
una especie un po-
los gorriones, tan crueles con sus
Pero,
semejantes.
el
grano,
el
pajarillo al parecer
embargo, atacar a picotazos a
sin
sus congéneres; con garras,
un
al
fin
de todo, un pajarillo que
inspiraba confianza.
Como
Me
dos viejos amigos, nos enlazamos del brazo.
contó su
Era catalán, sobrino de Fran-
historia.
cisco Gall, aquel grosero Gall
órdenes en
el
almacén de
era propietario del
El
que me tuvo bajo sus Sol
Su
establecimiento.
tío
El
dueño, anciano e incapaz de trabajar, se dido
como
primitivo
lo había ce-
natural donación hecha a un yerno o pre-
sunto herederj>, por a la tumba.
ahora ya
el
suegro que ya se aproximaba
* *
70
i?.
Mi
ARE VA LO MARTINES
interlocutor había espigado en todas las artes,
durante su vida en
la
Cataluña maternal.
turas llegaron a permitirle hacer
un
Sus escul-
viaje al París
de
Ahí vio aumentar su diletantismo, su indife»
todos.
rencia sustancial para todo, y su bohemia.
Fué uno
de tantos. Sólo que uno de tantos muy singular, aunque parezcan paradójicos estos términos. Seres como él no se encuentran por docenas. Tuvo las poses de todos, las bohardillas y las Mimís de todos, y las grandes corbatas y
además, tuvo
De
\2L^ep alantes
el sello
a
vuelta
Cataluña,
Diminuto Voltaire,
indumentarias; pero,
de una insólita personalidad.
se reía
fué
Jefe
de todo.
de
Escuela.
Se reía de
las
que inventaba. Sobre todo, se reía de sus discípulos, a los que hablaba en tono tan dogmático, que nunca percibieron la velada ironía de su seriedad. Entraba al arte, en que se refugian todos los raros, por deporte, como un amateur, y hacía de todo: además de esculpir, pintaba y componía versos. Iba a las casas de los doctrinas artísticas y de
los trajes
maestros ya consagrados,
que
y,
tomándolos como por
por sus vanidades de grandes hombres,
orejas,
las
se sabía al dedillo, los dejaba inquietos y
lestos ante sus observaciones críticas.
mo-
Así se hizo
respetar.
Eran sus palabras tanto más tenidas en cuenta, cuanto que delataban un delicado espíritu, lleno de dicernimiento para
momento de
la belleza,
—Admirable
su
cuadro,
perspectiva de milagro. las figuras
el
señor
Todo muy
Romeu.
Una
Exactamente caracterizadas
de segundo término.
clarobscuro.
71
mientras no llegaba
inquietar a los niños célebres.
bello.
Extrahumano ese
MANUEL ALDANO
— Bien, pero — La
¿T 1^ figura principal?
de belleza, una cabeza que no poncentra el pensamiento obra. Piensan más los muebles en su actitud figura principal, llena de vida y
tiene
de
la
transcendental, que
el
protagonista.
Romeu
se
asustador de los burgueses, dejó atrás
al
Esto era inexacto, pero
quedaba
Como
gran pintor
el
loco.
más adelantado.
Fué una avanzada de esos bohe-
mios locos de vanidad, de deseos de nombradla, y, sobre todo, locos de juventud, que son más extravagantes rr,ientras más amplio es
el
medio en que
viven, y que, para hacerse notar en la lucha por la vida artística, más rarezas tienen que cometer.
Cuando llegó el cubismo, él inventó el intuicionismo. Compuso versos al sonido de la plata brillante y callada y al gran antropoide interno celeste, y los hizo
pasear por las calles escritos en grandes cartelones,a guisa de anuncios de comercio o de reclamos de específicos
o de teatros.
tapúltense.
El éxito fué estupefaciente, ca-
Otra vez convocó a toda
la
prensa, y a
más connotados literatos regionales, para una conferencia en que expondría las bases de una nueva
los
escuela literaria y daría lectura a sus composiciones poéticas, hechas de acuerdo con modernísimos cánones.
Como
sólo envió la circular a los que valían y
negó invitaciones hasta a su mejor araigo, tenía talento, los
que ñolas recibieron
menosprecio, llenando sangrientas invectivas.
que era precisamente
el aire
si
éste
no
se llamaron a
de sus quejas y de sus
Así contribuyeron lo solicitado
por
el
al
éxito,
luminoso
jefe del intuicionismo.
Había hecho
i)ublicar la
lista
de
los invitados, y
72
R AREVALO MARTÍNEZ el número de concurrentes fué grande. No llegaron muchos de los literatos célebres, pero no hubo órgano de la prensa, por minúsculo que fuese, que no mandara su representante. Hasta el órgano de una
gran sociedad de barberos, incluido en blica
para
con
Director,
el
Un
siguiente apostilla:
la
Intransmisible.
la
lista
sólo
— estuvo
pú-
billete
bizarra-
La mente representado en la persona de éste. de conferencia acabó a bastonazos. lectura La segundo verso intuicionista, con el título siguiente: Al público imbécil que me escucha, de la manera más incomprensible, no pudo concluir
—
Un
día sintió
el
los
artistas,
tierras.
instinto de
el
el
deseo
como
todos
maestro del intuicionismo
de otros mares y de otras
las
Tenía, aves
emigratorias.
Aprovechó la ocasión de que el tío de América insinuara que sería por él bien recibido un catalán de su familia, para realizar su anhelo. era
muy
natural.
Son
Ya
trabajadores y tan económicos.
densa, y
la
lucha
y)or la
industrial, tan llena
Y
rece española. casi
como
las huellas
tos
los
la
población es
de progreso moderno que no pa-
los servicios
de sus hijos se cotizan El
tío,
siguiendo
de su suegro, quería multiplicar los artículos
catalanes.
los
pun-
Proyectaba
una sucursal de El
pariente que quisiera emigrar. la
tío
vida penosa en Cataluña, tan
de los cohes chinos.
de venta de
establecer
El deseo del
los catalanes tan sufridos, tan
Sol^ y pensó en un El sobrino aprovechó
oportunidad y vino a América. Sufrió una enorme al llegar a una ciudad de cien mil almas,
decepción
en
la cual los
habitantes no usaban taparrabo.
confesión propia, se había imaginado
como 73
regiones bárbaras: '
las
Según
estas tierras
habitaban indios con su
MANUEL ALDANO muchas flechas enveneuna gran factoría de madera,
carcaj a la espalda y en él
Su
nadas.
tenía
tío
defendida por regias empalizadas, erizadas de cañones, y
cambiaba
polvo o en
productores catalanes por oro en
los
colmillos
de elefantes.
Desde
ventanas de
las
diamantes y por Guatemala!
gruesas pepitas, por
¡Elefantes en
la
casa de habitación, se veía
monos subir a las palmeras. De vez en cuando una flecha, húmeda de curare, se clavaba en el mara los
co de
la
De
ventana.
acuerdo con estas
creencias,
había venido armado de
un Winchester, dos descomunales revólveres y un gran machete CollinsSu decepción fué enorme.
— E^to
no
es
Para eso mejor
campo
me quedo
amigos,
Pude admirar de
pesar
diario.
O
su
en" él triple
locura
de
arte,
se
adaptaba
medio, y buscaba y aceptaba el trabajo Misterios del alma catalana tan mercantil,
fácilmente
y tan
—protestaba.
Dura le fué aquí la vida. Nos que lo seguí paso a paso. A un gran sentido práctico.
¡Pobre pajarito! hicimos tan
ni es ciudad,
en Barcelona.
al
llena
de arte
casi
como
el
alma francesa.
misterios del alma de aquel catalán
El
tío
borracho de América fué mezquino.
tilmente el avisado sobrino hizo
poner
en sus
Inútar-
Gall, el mismo apeNavinés Gall. llido de su tío, no fué suficiente para conmover a éste.. Vistió y dio de comer a Santiago, pero no le asignó ni un centavo de sueldo: Entonces ¿para qué tomarse el trabajo de im-
jetas Santiago
—
portar un pariente, a
si
luego se
le
ha de pagar como
un extraño? El pobrecillo Navinés Gall
no podía emplear en 74
A RE VAL O MARTÍNEZ
R. cigarros
En
dan a
se
los chicos los
y aún dueño de El Sol, semi-beodo y muy generoso con sus compañeros de cantina,
muchos de ^
que
los reales
ni
domingos.
cambio,
dias
los
de
trabajo, el
en calidad de
tal
creción
sobrino.
a su
ofrecía
congnac y puros a disabstinente, rehusaba
Este,
alcohol y guardaba los cigarros. generosidad del tío y de los
el
fiesta,
A
de
pesar
la
disgustos de la
flaca
un hombre gioftro, soportó mezquino favor. Me explicaba Santiago su resignación, diciéndome que los homcon
prosmiscuidad largos
meses
su
bres
como
del
cauce que recorrió fácilmente
él,
en
ocasiones, separados
grandes
las
su
una voluntad que
continua, aniquilaría
individuo.
al
hasta
vida
entonces, se llenan de
fuera
si
Ella les permite
grandes decisiones, y pone en sus manos armas poderosas que les dan el éxito. Encuentran un las
nuevo medio de él, e
desarrollada.
encauzan de nuevo por
subsistir; se
inmediatamente viene
la
reacción de
Viven largos meses
fuerza
la
una vida de há-
bito y vegetación.
Al éste.
fin,
una insolencia del
tío lo
Volvían a separar de su
manantial.
hizo
cauce
alejarse el
A
Vagó buscando empleo.
Un
de
tranquilo
postre
la
un almacén de judíos, semi-ciego, buscar por el tacto el punto donde se debía clavar la tapa dC un cajón que encerraba lo encontró.
día lo vi en
mercaderías destinadas inspiro una gran piedad.
aquel
hombrecillo,
mejor armado de
sin
a
los
departamentos.
No
sabía
vista
entonces
casi, estaba
que yo creía. Lo que más admiraba en Navinés era
Me que
mucho
*
lo
el
milagro que
suplía la deficiencia de los ojos, en las mismas artes
75
MANUEL ALDA NO que más necesita de estos órganos: la pintura y Al ver sus admirables cuadros y sus
la escultura.
que merecían
bellas estatuas,
maestro Gandarias,
el
gran
el
aplauso del propio
escultor arrojado por la
vida, viejo ya y caduco, a este semi- bárbaro país de
América,
medio
sin
casi
recordaba
artístico,
sordo ya por completo.
de
Misterios
afirmación
que
los sentidos radican
órganos de
en determinadas
almas.
las
Era, pues, cÍCTta la los
a^
que compuso sus mejores obras,
célebre músico
de los fisiólogos, de localizados
circunvoluciones cerebrales, y se
ponen en comunicación con el mundo exterior por una parte externa: ojos, oídos, nariz, lengua, piel
Aun
después de destruida
inutilizada
e
externa, persiste la facultad esencial en
esta el
¿Que
pero, ya sin medio de relación, no funciona.
prodigio daba
de
la línea, a
mano
percepción del matiz,
la
guiado
percepción
aquel hombrecillo scmi-ciego, que con sintiendo los colores, sintiendo
intuitiva,
forma, en su manifestación más pura nes,
la
parte
cerebro;
por
su
la
de vibraciohacía
obras
lazo de afinidad.
Más
interna,
visión
de maravilla?
Nos enlazaba un estrecho lleno de experiencia
que yo, me guiaba en
me
me
estimulaba a
Me
iniciaba en misteriosas leyes
do
la
espiritual y estaban llenas
— Hay que tener al
acción,
que
lo pide
fe
en
la
la vida,
devolvía la esperanza.'
que regían
el
mun-
de optimismo. vida.
con pureza.
ahora a esa palabra pureza, es
Esta lo da todo
La acepción que doy la
de sinceridad.
Es
hambriento que pide un pan, y no lo es el ambicioso que, ya satisfechas sus necesidades imEs puro el mono prescindibles, i)idc lo supcrfluo.
puro
el
?ó
A RE VA LO MARTÍNEZ
R.
con su constante carácter de lujuria, que nunca no lo es el hombre virtuoso que La vida simula más continencia de la que posee. finge la castidad, y
concede también
la satisfacción
cuando
espiritua'es,
el
de
hombre
necesidades
las
se
con
pide
las
pureza.
El individuo enfermo de un mal crónico,
que sólo
le
permite
poseído por una
mismo
trabajar
extraña
horas diarias, o
dos
resultado, debe pedirle a la vida
trabajo,
que en
este corto
que da
idiosincracia,
tiempo
—y
le
tal
clase
permita
el
de
satis-
que Debe pedirlo dependen de él, si tiene familia. con fé, con sencillez, con dignidad. Debe pedirlo como una cosa justa que no se le puede negar.
Y
la
necesidades,
sus
facer
las
de
los
seres
vida se lo dará.
Navinés para
fijaba
en mí sus
cerciorarse
ojos
como
iluminados,
de mi atención,
y continuaba,
satisfecho.
— Por
lo
que Ud. me ha contado, Ud, ¿Anormal? Sí, pero no
hombre anormal.
es
un
inútil.
Su naturaleza especial necesita un especial medio y un especial trabajo. Pida lleno de confianza este medio y este trabajo a la existencia, y ella se lo dará. "Pedid y se os dará," decía Cristo. Ud. no puede trabajar ocho horas diarias, como los demás hom¿cuántas horas al día puede Ud. trabajar: bres, Pues bien, busque un empleo que tres?, cuatro?
—
—
necesite
sólo
más
este
tiempo para ser fructuoso; o
más alto es un trabajador y noble un trabajo, aquel puede trabajar menos
improvíselo.
Mientras
Estúdie^e, tiempo y menos tiempo exije éste. ¿Para sirve Deduzco de sus paque Ud? además. labras
77
que no
sirve
para obedecer.
Servirá
parii-
MANUEL ALDANO Eso es, y no otra una voluntad dirigente.
mandar. bro,
Ud.
cosa.
He
Pues bien,
rables condiciones de organizador.
en
liente, sea optimista; tenga fé
un
es
cere-
en Ud, admi-
visto
'sea va-
propio esfuerzo.
el
Estudie un buen negocio, solicite un crédito
para:"
con alegría, Los hombres siempre dan cuando con
llevarlo a cabo, solicítelo
con esperanza.
Y
-firmeza,
Y lán-
se les pide
con
cese a
trabajando por cuenta propia, trabajando
él,
alegría.
com» patrón.
Supla su
incapacidad para
al fin lo
falta
de materia agente, su
trabajo físico, buscando
el
o tomando uno, dos empleados. tal
reinos de la
como
hasta ahora, ni de espaldas a
egoísta, desconfiado y solo, sino
en
la
la
misma
la
ción de una gran corriente de energía,
de
socio,
está or-
Todo
sociable.
za
un
mundo
El
modo, que el hombre tiene que ser lo que se aisla se muere, en los tres Naturaleza. Póngase, no contra la exis-
ganizado de
tencia
obtendrá.
—y toda
vida, direc-
la fuer-
naturaleza colaborará con Ud. para lograr
el
buen éxito. Será Ud. entonces como el hombre que emplea la fuerza inagotable de una corriente de agua para moler su trigo; pero no sea egoísta que es ser iluso; no quiera ir contra la corriente del río. Acepte las
como
cosas
aceptación
la
son, sin forzarlas, y haga de esta
base de su engrand'^cimiento.
¡Cómo amaba yo la
virtud de
hombre le
está siempre
devuelve
que
cuando
a Navinés,
la fé
en
dispuesto a rendir culto
la vida, al
es hacerlo viviente.
Me
que
lo
espíritu,
como una
me
emi)apaba de
esponja.
Nunca
la
al
El
que
hace positivo,
iba del exiguo catalán,
pletórico de entusiasmo y de fervor.
de
se crecía por
§u palabra, grávida de esperanza!
Muy
las sabias
vida
me
las
receptivo
doctrinas
desmintió.
78
A RE VA LO MARTÍNEZ
^.
XVIII
.... Pásese por allá, tenemos algún trabajo para me dijo un día mi antiguo patrón don Juan
Ud.
,
—
Feel.
Nos habíamos encontrado en respetuoso saludo,
héchome
quemarropa
a
la
mi
calle, y, a
había parado de
él se
esta pregunta:
—
pronto y ¿Está Ud.
empleado?
— No señor. Volví a ser empleado de don Juan.
porque en
Escaseaban en
inusitado.
menos
Money Exchange
el
la
Me
llamaba
habla un movimiento plaza
los billetes
—de
de
—
un peso, de cinco pesos, y se pagaba por ellos una prima de un tanto por ciento bastante elevado. Los Bancos, sobre todo, los solivalor,
Don Juan
citaban en gran cantidad,
había asido
al
vuelo aquella ocasión y estableció una serie de corredores que por una prima menor los obtuviesen en el
mercado, con verlos llegar,
los particulares,
repetía su aforismo: día,
con su
—
Al
pudiesen.
*
'Ganar y dejar ganar."
Y
aña-
de desprecio y protección habitual: ¡Tienen qué comer! Pobres muchachos,
¡Oh, los
como
cargados con su voluminosa mercancía,
aire
el aire
de desprecio de don Juan para todos
que tenían menos que
él!
¡Oh,
la
solicitud y el
respeto de don Juan para los que tenían más dinero
que él! Los corredores, sobre todo un alemancito recién llegado
al
dad, que trabajo.
país, el
llevaron
billetes
Al verme,
el
don Juan, semi-indiferente,
pensó en mí, un buen chico 79
en tan gran canti-
dependiente Francisco no bastó para
sin pretensiones.
Me
MANUEL ALDA NO entregué
al
Era necesario
trabajo con ardor. se separaban
ficar los billetes;
unos de otros
clasi-
de
los
mayor parte de los llegados eran de valor de cinco pesos. Los verdes del Comité Bancario; los de un tinte café obscuro, del Banco de Occidente; los de un hermoso rojo, del Banco Agricola Hipotecario; los blanquecinos, del Banco Colombiano; los de un crema sucio, del Banco Internacional .... todos se reunieron en grupos enormes. los distintos bancos:
la
Sucios hasta parecer guiñapos, mal olientes, grasosos,
hacían pesada
la
atmósfera de
Y
la oficina.
aquellos
harapos de mendigo con sus hermanos de más valor y más bien presentados, eran la única*
tres, seis y
lo
Sólo
¿Metálico?
país.
moneda
del
de níquel de
las piecesillas
doce centavos; moneda cuasi lacónica por
voluminoso y lo de poco valor. Francisco y yo poníamos manos a
que dá
trabajo
la
obra con
Muchos de
la
los
pa-
quetes despedían un fuerte olor de creolina o de
áci-
alegría
do
fénico.
como
el
Manos
previsoras los habían desinfectado
se desinfecta
tables:
fácil.
una
letrina.
rrible olor a seres orgánicos
directamente de trañas,
Otros eran insopor-
acusaban su presencia a distancia, con un ho-
—sebo,
en putrefacción.
las carnicerías.
hasta
aceite,
Venían
Mil partículas ex-
minúsculos objetos de
uso familiar, dedales, botones, moncdillas de niquel, se adherían a ellos.
Se conocía que sus anteriores
propietarios habían procurado tocarlos lo sible.
Algunos,
los
de a cincuenta
menos po-
centavos, del
Banco de Occidente, casi llegaban sin contar, al peso. la historia del papel moneda, sólo los billetes rusos, algunos de Colombia en determinada época y
En
jos asignados franceses,
habían valido menos.
Com~ So
!
AREVALO MARTÍNEZ
R.
me
prendí que don Juan
hubiese llamado: estraga-
ban hasta el estómago de un judío. Los separábamos, pacientes, de uno en uno, y luego de clasificarlos, los contábamos de veinte en veinte, formando paquetes del valor de cien pesos. Francisco, que antes había estado empleado en el Banco de Occidente, de Quezaltenango, tenía una habilidad
para
particular
contarlos:
Pronto
volaban.
Se aglomeraban en a
la
la
manos
sus
broncíneas
en ligereza.
lo igualé
en tan
los billetes
altos
montones,
amplia mesa destinada a recibirlos, que pronto
puerta
se reunió
número de personas:
cierto
que veían con avidez Ante aquella profusión, con-
chiquillos astrosos, pordioseros
abundancia
tal
sideraban factible que se los solicitaban.
contestaba
les
digamos
'*a
honesta de
es
En
frase.
humildes, monótonos, tenaces
—
mandándolos
con grosería,
paseo," que su
regalasen algunos, y estaba presente,
les
Cuando don Juan
No
¡Uno, sólo uno!
única
la
traducción
ausencia insistían,
su
como moscardones:
sean tacaños
niendo tantos, no querer regalar
Te-
ni uno.
Otro chiquillo, engañado por aquella aglomeración de
los signos
—
i
de
la
riqueza, gritaba:
No creí que hubiese
Lo menos un
tanto dinero en Guatemala
millón de millones.
Aquella exhibición, como todas riqueza,
provocaba
socialismo
insipiente
la
cólera
las
y
conmovía a
exhibiciones de
la
los
codicia.
Un
espectadores,
que cada vez eran menos temerosos y traspasaban la puerta. Más llegaba don Juan, asustado y lleno de cólera, y la emprendía con ellos a puntapiés
ya
y a chicotazos.
Imposible hacerlos
retirarse.
Por
MANUEL ALDANO fortuna, había una donde muchas veces
trastienda,
saficia
sanctorum,
galante judío alemán
había
Nos
trasla-
a ella, y cesó el peligro. El anormal movimiento concluyó pronto.
Vol-
tenido en
el
mujeres
sus brazos
fáciles.
damos
vimos a tener
muy poco que
hacer.
Comprendía
mandados y menos ocupaciones y sobraba Francisco, y me llené de nuevo de confusión y de temor. Acudí a mi que para
los escasos
interiores, bastaba
El
grande y buen amigo
Antropófago.
Cuando
le
referí la situación, inquirió:
— ¿Don Juan ha indicado algo? — ¿Cuanto gana? — Cincuenta pesos mensuales. — Porque, en le
—No.
ganaba
tres
empleo, donde necesario
— ¡Bah!
efecto
o cuatro veces menos que en mi anterior
como
No
había sido un Francisco, se preocupe.
y
muchacho de oficina no supernumerario. Para don Juan, cin-
cuenta pesos no son nada.
¡No eran nada!
Si hasta para mi no eran gran Acostumbrado a ganar más donde Sohn, sólo permanecía donde Feel porque, a la postre
cosa.
como me
decía
cincuenta pesos.
mi madre,
Con
ellos,
cincuenta
pesos
son
durante algunos días,
puede una familia pobre comer miserablemente; que Diez de fin, no es lo mismo que no comer, aquellos pingajos que clasificábamos y contábamos! Me resigné a ganarlos mientras no pudiera mejorar. al
Pero mejoré antes de
j
lo
como nunca me hubiese
que esperaba, y mejoré
atrevido a soñar.
Un
día,
mi llegada del trabajo, encontré que me esperaba Mi madre y mi hermana sonreían, con las mi tío. a
\
A RE VA LO MARTÍNEZ
R.
El
caras iluminadas por la felicidad.
gran noticia seriamente, serio
deseo de Adela se nido un emp'eo en fué
Banco.
el
mi corazón. aquello era
me
dio la
El
había obte-
Mi primer movimiento
¡Un empleo en como el bastón de
el
lo
más hondo de
Banco!
Pero
si
Mariscal de Francia
Los empleos de Banco tenían poco trabajo, de nueve de la
empleado.
el
fama de
tío
siempre.
me
había cumplido:
de darle gracias a Dios desde
el
para
como
ser canongías:
mañana a tres de la tarde; un gran sueldo Mi pobre corazón latía con un golpe apresurado y fuerte, como el de las tórtolas que Adela apresaba en su delantal. Y, como siempre que me emociono
me emociono con
(y
Mi
tío,
facilidad)
a su carácter
flei
de
mi estado era
febril.
adustez, intentó paliar
Tenía tanto hábito de ensombrecer que ensombrecía inconscientemente la de
nuestra alegría. su
vida,
los
demás:
— Aun no
es un empleo seguro. Hay que Banco y solicitarlo del Gerente.
sentarse al
Adela sonreía
al oírlo.
que presentarse personalmente Banco y hablar con el Gerente; pero el empleo
Sí,
al
pre-
era cierto: tenía
podía darse
de mi
tío,
como concedido.
en cuya casa éste
Mi propio
Un
poderoso amigo
servía,
me
había reco-
conocido y apreciado por el Gerente, pues su hombría de bien era proverbial; equi-
dado.
valía a
tío era
una de sus defensas en la vida. Un medio de De las armas de los débiles, la única que
subsistir.
no esgrimía era fica
la simulación.
era yo el sobrino de
también 83
Y la influencia
de su nombre alcanzaba hasta mí.
me
bené-
Socialmente,
don Manuel Aldano. Mi padre tumba con su nombre
protegía desde la
MANUEL ALDANO mácula. Y si en alguna parte y para alguna persona iban a servir estos dos diplomas de honra-
sin
dez, era en el
Banco
para
Industrial, y
Gerente,
el
Mr. Mulford.
Pero no fueron estas las únicas recomendaciones Ante aquel aguilucho de los negocios, que tuve. que había aprendido el arte de conocer a los homYo tenía bres, mi aspecto acabó de recomendarme. toda la apariencia de un buen muchacho; un bicho
un
débil,
nariz, mis
orejas, tenaces,
vida, enérgicas, eran desmentidas
espiritualizada
vísima y
límpidas
de
sola
saban,
fijos, se
sentía
la
reflejos dorados,
presencia inspiraba
deseo de protección.
por
su
en
la
tenue.
Entre
que miraban
nido
las
a
línea sua-
sensualidad.
la
tan francamente, había hecho
Mi
aferradas
de una barbilla
Mi boca pequeña negaba las gafas
Mi gran
animalillo asustado y bueno.
enormes
la
tristeza.
almas buenas
el
Y
cuando mis ojos se poque yo era un hombre sincero
Con un aspecto así se defienden todos y honrado. los seres inermes de la naturaleza.
Y
por
si
mi causa no estuviera ya gandida, acabó en mi favor mi palabra fácil y
de predisponer
Cuando hablé con
persuasiva.
el
Gerente, afirmé
mi percepción de que el discurso era mi mejor arma. Y desde entonces, jamás ha errado. Cuando se me deja
solo
con un individuo,
siempre he logrado
hacerlo mío.
El día designado para hablar
al
Gerente acudj
con mi mejor vestido y mí más intachable sombrero. Mis zapatos reflejaban Por excepción y en honor los objetos próximos. a la oficina de Mr. Fcel
a lo trascendente de las circunstancias,
me
había
84
R A RE VA LO MARTÍNEZ peinado y
No me
me
había hecho bien
atreví a pedirle
el
lazo de la corbata.
permiso a don Juan
desempeñar un
asuntillo personal.
*'un asunto."
Asuntos eran
esperé
la
para
podía decir
de mi patrón.
con ansia un monjento propicio.
asegurada
—
los
No
Y
Tenía
complicidad de Francisco.
don Juan necesita que vayamos a hacer cualquier mandado, déjame ir a mí: tengo gran Si
urgencia de
salir.
más bondadoso de los Desempeñé oficina en un estado tal de
El indizuelo cegato era
Me
camaradas. Jas
el
lo ofreció sin vacilar.
pocas tareas de
la
nerviosidad, que se caían lo objetos
y quebré un exiguo sueldo.
tintero,
de mis manos, que pasó a cuenta de mi
esperanza.
No me importó: me Don Juan dejó de escribir
veces para
mirarme.
hacían
ruido,
pisando
enriquecía la
por dos o
tres
Inconscientemente mis pies fuerte en
madera.
Y
el
once, hora
erf
que cerraban
tiempo
pavimento de Llegarían
las
Banco, y la ocasión Por fortuna el audaz
el
propicia no se presentaba.
indizuelo era fecundo en
el
pasaba.
recursos:
improvisó dos
Fué acordado que el segundo lo desempeñara yo. Tomé el sombrero y salí con rapidez. Era la primera vez en que iba a distraer, para asuntos propios, el tiempo en que debía servir a los ajenos. Mis colegas, los empleados en otras oficinas o almacenes, holgaban cuando se veían lejos de sus principales. Yo iba derecho a mi deber. Pero en aquella ocasión no sentí remordimiento alguno de marchar en línea recta al Banco Industrial. Las vastas oficinas de este edificio me habían asuntos que requerían
85
salir
a
la
calle.
MANUEL ALDANO Me
causado siempre una respetuosa admiración.
empleados graves,
parecían
seres
poseídos
de su importancia en
aquellos
aparte
resguardaban del roce popular
mundo, que se una valla de
el
con
caoba admirablemente tallada y con barandillas de oro. Los elefantes de mármol de la entrada ya producían una temerosa impresión. La primera vez en que, recien entrado a la oficina de don Juan, ,
éste
en
me mandó el
a depositar una cantidad de dinero
lujoso establecimiento, erré
como un
forastero,
algunas cuadras
preguntando a
los transeúntes
que me miraban con curiosidad donde quedaba el Banco Industrial. Mi maravillosa ignorancia de
mundo de
escolar, recien venido del
hacía caminar más desorientado que
Al
capitalino. los
fin
umbrales de
Los
al sol.
los
el
libros,
último
me
chico
traspuse, tembloroso de emoción,
i)iedra,
tan fregados
elefantes de
clinar, inconsciente e
que brillaban
mármol me hicieron
imperceptiblemente,
la
in-
cabeza,
en un vago deseo de serles agradable y hacerme perdonar mi intrusión. No me quité el sombrero
porque ya iba en mis manos. toqué
un
a las
puertas de
lujo insólito,
cristal,
que tuve que
Tan tímidamente que me parecían de
repetir
varias veces el
esfuerzo hasta abrirlas lo suficiente para que dejaran
Quedaron tras de mi moviéndose durante varios minutos, en un fácil juego Pisando con blandura de sus resortes aceitados. el refulgente pavimento, al que manchaba mi sombra, me dirigí, sin orientación, hacia una puerta que pasar mi esmirriada persona.
creí ser la
meta de mis pasos.
serio, adusto, que,
parecido
Un
sentado en una
un cliente y
era
el
portero grave, silla,
me
había
celoso guardián de las
86
^. oficinas
de
AREVALO MAR71NEZ
Gerencia,
la
me
salió
paso impidién-
al
dome abrirla, Qué deseaba?
— —¿Yo? Pues. .hacer una entrega de — —Y señaló con premioso ademán, lado opuesto, una de baranda dorada. de — Ud. perdone .
este dinero.
,
¡Allá!
al
las puertecillas
La
la
sujeto
alto,
que
me
el
hombre me habla que era
simpático,
y que a
atenderla ojos,
toqué no era precisa-
puertecilla a la cual
mente
la
Un
indicado.
encargado de
el
poca distancia escribía, alzó
miró por encima de un voluminoso
los
Libro
de Caja, y continuó escribiendo. Seguro de haber sido visto, permanecí callado y respetuoso, con el
sombrero en la
me el
la
mano.
tal
era
Caja, pues
la
miraban burlones.
Los demás empleados de dependencia a que llamaba,
Mi
permanecer descubierto
A
mi lado
mis gafas, y de curiosidad.
aire tímido,
los llenaban
se fueron reuniendo dos
o
más, todas de modesta apariencia.
un cheque en otras,
la
mano para
personas
tres
Una
llevaba
hacer efectivo su valor;
billetes deteriorados,
del
iban a cambiar por billetes
mismo Banco, que
en buen
estado.
El
hombre del escritorio, con una rápida ojeada, se daba cuenta de que no eran personas de viso, y continuaba
escribiendo
sin
dignarse
atenderlas.
uno de los principales clientes del establecimiento, un senoi con sombrero de copa alta, Deudor del de estatura alta y de más altos humos. establecimiento por ochocientos mil pesos, con esAl
fin llegó
—
tentórea voz llamó
reunidos
ambos
por su nombre:
«7
al
Cajero y Pagador, pues estaban
em-pleos
en
la
misma
persona,
— MANUEL ALDANO
—¿Qué
Arturo?
tal,
El señor Cajero y Pagador vino inmedíatemente hacia n(>sotros. Con admirable habilidad despachó en un
momento
del
sombrero
— ¿Qué Y
dada
copa
de
una
turno, con
risa
el
lo llevaban
asunto del señor
Cuando
alta.
mí
llegó
burlona pero amable preguntó:
Señor?
se le ofrecía tal
que
asuntos
todos los
a la ventanilla, principiando por
entonación a aquel irónico señor^ que
podía amplificarse
así:
modelo de cortesía con el sombrera
*'Señor
y de simplicidad, que permanece en la mano."
—Venía — ¡Ah!
a hacer esta entrega a la cuenta
¿Una
A
entrega?
Y
con un dedo largo señalaba
él
atendía:
Me
**E1
la otra ventanilla.
rótulo de
el
la
que
Banco paga."
llené de rubor, y acudí
a
ventanilla
otra
la
preguntándome: ¿pero qué especie de animal no soy
clasificado
¿Cómo no
yo,
cabeza para discernir? fijas
Al vida
A
en mí. fin
merecer
para
estos
sofiones?
tengo ojos para ver, ni oídos para
acudió
me han
el
la
—Sentía
otra
las
ventanilla,
llamado tanto
nueva espera.
Pocos hombres
receptor. la
oír, n'
miradas de todos
atención:
alto,
en
la
dema-
crado en demasía, algo inclinado, tenía una marala Cruz. Su nariz no más bella; su boca, de labios delgados, era pequeña y bien hecha. Una hermosa barba negra le cubría el rostro. Andaba como deslizán-
villosa
cara de Cristo en
podía ser
dose, sin hacer ruido, y en todo
él
había algo incon-
fundible que no se podía olvidar una vez visto. Todas sus facciones tenían
grande,
delgada,
un extraño sello. La mano que extendió para tomar
pálida,
88
A RE VA LO MARTINE2.
R. los
era
billetes,
humana que
una mano
una mano tan
típica;
de historias de dolor
parecía hablarnos
El gran dibujante Máximo Ramos y de sangre. hubiera hecho, copiándola, una obra maestra.
—Pero, cúbrase, señor
—me me
dinero, y luego
el
devolvió
menor de
un rubor
el
machote de
iHabia distinción en
entrega, lleno y firmado el
después de
En pocos minutos
intenso arreboló mis mejillas.
contó
dijo,
Y de nuevo
enterarse de lo que solicitaba.
sus movimientos.
XIX
Y me
impresión
toda aquella fuerte
llenaba ahora,
al
caminar hacia
Gerencia en solicitud de
de todas
veces
las
me
de respeto que
él.
he aquí que hoy,
público,
el
al
Feel,
Desechar
la
la
pesar
solemne no había
impresión
al
uno de loq que trabajaban
iluso, aspiraba a ser
admirable mosaico de
el
A
produjera aquel inolvidable día
privilegiados seres, de especie aparte,
bajo
de
la sala
que después entré
podido acostumbrarme a
para
mi primera
plaza vacante.
la
como empleado de Wolf o de
edificio
Y
de
Banco, complicada con nuevas emociones,
visita al
sus
cual hacían
techos, y tenían
esperar,
un acen
tuado tono de superioridad.
— ¿El señor
Gerente?
El mismo portero grave que cerraba estaba
el
ocupado,
antesala.
ción.
pero
paso,
A
me
primera vez el
la
la
espera fué de corta dura-
pocos momentos,
extremadamente
me
señor Gerente
pero que podía esperarlo en^
Por fortuna los
la
indicó que
urbano,
incisivo,
con
la
cortante,
proverbial
MANUEL ALDANO cortesía
a
en que reinaba.
metálico" pudieron
ser
las
pasar
en mi sus ojos
fijó
Jamás
de acero.
gris
hacía
delgado, corv
Bajo,
grandes bigotes a lo Artagnan,
de un
me
Gerente
señor
inglesa, el
oficina
la
palabras
^'brillo
empleadas que para
mejor
Luego sonó su voz incisiva e imque era una de sus mejores armas en la lucha por la vida. Aquel hombrecillo que había sabido vencer, que había obtenido la Gerencia de un Banco saltando a ella desde su anterior puesto aquellos
ojos.
peratoria,
de jefe de
oficina,
hombre bien
duda, un
era, sin
dotado.
Aquel hombre sabía mandar.
Su voz marcaba
distancia que del)ía haber entre él y su
Le daba un tono de amo, Tenia
las
sin necesidad de elevarla.
tonalidades de la voz de los maestros cuan-
do, cansados, indiferentes, dan a sus
embargo, por to para
que
el
el
hábito adquirido,
el
palabras, sin
necesario acen-
niño se sienta regañado, compelido a
obedecer, o simplemente impuesto por
dad del profesor. tas horas al
de
— **¿Niño, ayer?
estudió
otro lado" oficial
alcanzado
la
interlocutor.
el
señor
la superiori-
la lección?
Hágame
el
¿Cuan-
favor de pasar
voz de catedrático o
Sin aquella
militar, la
sabe
Mulford no
hubiese
Gerencia.
Aquel hombre sabía mirar:
lo
miraba a uno entre
Su mirada cortábalos espíritus menos densos, como un cuchillo: **Pércz: está al día el mayor?" Y Pérez, un hombrón, bajaba las cejas, fijamente.
la vista,
y balbucía ante los
ojos de acero
de aquel
hombrecillo. ¡Sabía mirar!
zado
la
¡Sabía mandar!
Así
había alcan-
Gerencia.
90
ARE VALO MARTÍNEZ
R.
el ánimo de los Directores ayudó su condición de inglés. Los gua.
Cierto que, además, en
Banco,
le
—
considerar de una
temaltecos^tienden a perior
al
extranjero de origen
influye en esto el proverbial tierra."
— Cierto que,
'nadie es profeta en su
además, era un hombre
dotado para
ligente, bien
*
los
No; pero
Y,
sobre todo,
a
veces
sí,
sin
estrecho
era
si,
¿Un
duda, un
sin
de
Acaso Acaso a veces,
miras.
Banco no hacía negocios
hacía
Bajo
sólidos.
talento
talento.
duda, una voluntad.
En
acaso siempre, demasiado prudente. el
inte-
negocios, hábil orga-
nizador y de un gran espíritu de orden.
excepcional?
especie su-
Tal vez sólo
sajón.
su
brillantes,
dirección
el
sus
manos
pero
los
estableci-
miento consolidaba su crédito y se hacía respetar. y los buenos negocios, que él no sabía provocar, sí los
aprovechaba
si
se
aproximaban.
Sobre todo, era un hombre de
Honrado
a carta cabal, apreciaba
Tenía un odio instintivo por
que
las fincas
hipotecadas
buena voluntad.
mucho
los
la
pillos.
tuviesen
el
honradez. Si exigía
valor
nece-
una o dos veces de la hipoteca, aun daba más importancia a la probidad del cliente
sario para responder
deudor. del
El honrado nombre mío,
la
amigo de don Manuel Aldano,
recomendación y,
sobre
todo,
mi inengañable aspecto de buen muchacho, ganaron pronto mi causa: ¿Es Ud, miope? Una buena clase de miopía, señor. Puedo leer y escribir sin anteojos, pero para verde lejos
— —
los necesito.
— ¿Donde — En casa de
está
91
empleado en la actualidad? don Juan Feel.
MANUEL ALDANO — No quisiera
yo que creyera don Juan que
le
catequizo los empleados.
Oh, no, señor.
Soy yo
el
tan justo que quisiera
que he sabido que
Y
aquí hay un empleo vacante.
mejorar
es
tan
natural y
Un
empleo de
Banco es un buen empleo. ¿Le parece a Ud. un buen empleo? Oh, sí, señor: es una distinción. Constituye un diploma de honradez. Deja abierto el camino al progreso. Puede uno aprender y mejorar. Hasta el corto número de horas de trabajo es favorable; queda tiempo para estudiar o para distraerse. Ya ve Ud. donde don Juan trabajamos de siete de la mañana a seis de la tarde. Mi ingenua confesión del interés que tenia en no ser desechado pareció agradar. Había desarrollado una gran fuerza a mi favor con hablarle así; había 8Ído sincero y había sido preciso. Un hombre que sabe lo que quiere y por qué lo quiere, y tiene el valor de expresarlo claramente, ya tiene medio ganada su causa. Para un individuo como Mulíord, gran conocedor del espíritu humano, eran mis palabras la más eficaz recomendación. Todo aquello que yo había hecho por instinto, obedeciendo a mi
— —
,
naturaleza sincera y amante de la precisión, abogaba
que en
mi mejor arma. humano, empezaba a darme cuenta de mis medios de acción. Contaba mis armas de mal dotado; np tenía la resistencia, ni la salud, ni la habilidad manual; no tenía la por
mí,
Débil en
el
desvergüenza
un
ser
la
palabra
ni la coraza
despellejado,
individuo
tenía
gran escenario
de poca
sensibilidad; era
un homLre en carne
lastimado de
alma,
susceptible
viva;
a
un
toda
92
— A RE VALO MARTÍNEZ
R. injuria,
abierto
a
todo dolor;
sobre
No
todo, estaba
—
no tenía camino que lleva al podor en esta tierra.- Mi reino no era de este mundo. Especulador como María, dejaba que Marta trabade
alejado
.
toda
acción.
tiempo para conocer
jase; pero tenía la
—
conocía
el
La
palabra.
vencer a los hombres de que
yo también tenía derecho
me
capacidad de persuación
palabra para con-
me dejasen vivir, de que Una extraña a ser. permitía interesarlos a
mi favor, despertar sus más nobles cualidades. Todas las armas de los débiles parecían llenar de ^flechas mi aljaba ante el blanco común. La necesidad que tiene el individuo de subsistir; el genio de la especie, que es el mismo genio del individuo; el genio que en determinados momentos nos invita a consérvanos, y luego,
ahorrarnos, a preservarnos, a a prodigarnos por
quiere
los dos
a
de
— velaba
polos de
la
la
luego,
necesario;
del
genio
que primero
del individuo y después el
Egoísmo y altruismo, misma tendencia de la naturaleza El feroz egoísmo de
por mí.
el instinto
y paternidad
el
por mí.
subsistir, velaban^
ser,
amor;
conservación
la
sacrificio,
el
de prodigarse,
De un
el
instinto
lado, en este egoísmo
en aquel amor que lleva
otro,
sacrificio del individuo, y
no
es sino otra
al
forma del
•mismo sentimiento del yo, veía una sola tendencia de la
naturaleza a subsistir, una sola necesidad de la es-
pecie de conservarse. los poetas,
— Está
Y muy
acaso los
— son
los
bien:
puede Ud.
porque ya sólo
falta
muy
egoístas,
generosos.
llenar
darse
por aceptado,
una formalidad.
Ud.
entrará a servir en la Caja, y es necesario preguntar al
93
Cajero
si
no
tiene
ningún inconveniente en que
MANUEL ALDANO Ud. sea su subordinado. Ya ve Ud. es su Jefe inmediato, y quiero que haya armonía en el persona^ :
del Banco.
La formalidad del
Banco
se llenó bien pronto: era
empleado
Industrial.
XV El primer dia en que entré a mi
nuevo trabajo,
a aquel edificio grabado con caracteres indelebles en
mi memoria, apenas traspuse la barandilla que rodeaba el departamento de la Caja, el Cajero me presentó a mis compañeros de trabajo. La cara de Cristo del receptor me sonrió con un movimiento de
los labios delgados,
que no acusaba
falsía,
a pesar de ello, no inspiraba confianza.
presentado a los cobradores.
De
y que,
Fui luego
pié, ante largas
mesas cubiertas por un grueso paño verde, y parecidas a mesas de billar, se dedicaban a las mismas operaciones que yo había desempeñado donde Feel: a clasificar y atar los billetes de los distintos Bancos,
en paquetes de a cien pesos, que luego se unían por
un cáñamo de diez en
diez.
dependencia donde iba a
A
la
servir, se
derecha de
la
destacaban enor-
mes cajas de hierro. En ellas, y en un cuarto del mismo metal, cerrado por una maciza puerta y que constituía una desmesurada caja más, se altos
valores en billetes, plata, oro
últimas,
guardaban
y joyas.
Estas
que garantían en calidad de prendas varios
préstamos de dinero,
me
hicieron compreder más
tarde las alegres mofas que escuché en boca de casi
todos los elegantes y amables j^ndustrial,
que reían de
clientes
del
Banco
este desconcertante título.
94
ARE VAL O MARTÍNEZ
R.
—
Banco Industrial!" clamaba el alto caballero de humos y sombrero de copa alta, deudor por una alta cantidad al establecimiento; *'¡ Banco Industrial! ¡qué simpático nombre! Pero si esto no es más que Sólo que mi casa es tan un montepío en grande. vasta y está tan sólidamente atada a la tierra, que no han podido encerrarla en una de esas cajas de hierro. Ni era necesario; yo tampoco puedo metérmela en **¡
altos
.
.
.
Pero en lugar de la salvael bolsillo y largarme. guardia de esos enormes cerrojos de estos trastos,
una inscripcioncita en el Registro de la Prolo que constituye una garantía no menor." ¡Banco Industrial! reía con despacio su menuestá
piedad Inmueble,
—
—
do interlocutor, en voz
Esto de industrial
casi baja.
más gracioso. Como si hubiera en Guatemala algo más que una industria tan en pañales, que toPero, ¡ya se ve! Había otros davía no es persona. Bancos cuando se fundó éste, durante la loca, genees lo
Y
rosa y espléndida administración de Reynita. disculpar
preciso fingir
su
aparición.
que obedecía a
la
.
necesidad de favorecer un
naciente ramo del progreso nacional, Barrios!
Teníamos
tal
¡Gran Reyna
sueño de grandeza entonces,
a raíz de nuestra Exposición Centroamericana, el
que nos hubiese afirmado que no iban a
como por
encanto,
era
Nada mejor que
fábricas
que
surgir,
de papel, de vidrio,
de todo producto humano, hubiera sido ahorcado. ¡Ay! otros,
Lo malo
fué
que
este
en lugar de favorecer a
pequeños
industriales
Banco, como
los
los industriales, a los
sobre todo, esos nuestros há-
biles obreros que podían garantir los préstamos de
tantos
95
modos, bien pronto no hizo sino
lo
que
los
MANUEL ALDA NO otros: dar dinero a interés
con
la garantía
de buenas
hipotecas.
—
Si:
con garantía de
rústicas
las
urbanas.
fincas
están demasiado
para
lejos
Porque que
no
moleste su avalúo.
..... Estas conversaciones, con ligeras variantes, Los más quejosos risibise repetían a menudo. eran después los más corteses lidad de la queja en presencia del Gerente, del que obtenían el
—
—
dinero
que era
al diez el
por ciento anual, en vez del
más bajo fuera
tipo corriente
doce,
del Banco.
XXI Uno gallardo y
Banco.
del
era
un mocetón
uno de
los Directores
de los cobradores
buen mozo,
hijo de
Poseído de
la
riqueza de su padre y en el esblecimiento,
del puesto importante de éste
no daba gran valor a su empleo, que descuidaba con El otro cobrador era un pobre hombre,
frecuencia.
ya casi tocando
pasado por
la
los límites
de
la
vejez,
que había
amorfo e incoloro, bueno, con
vida
una virtud pasiva, inútil y resignado. Había comido, dormido, cumplido sus deberes religiosos y sociales,
Un vicio orgánico y ahora se preparaba a morir. lo hacía casi tan inútil para el trabajo como un ser mutilado. él
Había
permanecía en
visto ascender a sus
y Banco, puesto para
el
compañeros,
último puesto de cobrador del
le
que sólo se necesitaban honLas labores de la Oficina estaban vedadas, por un defecto de los ojos que
le
impedía
el
radez y sentido común.
fijar la vista,
y
como
casi
siempre sucede,
este defecto de la visión correspondía
con otro del 96
J^.
que
cerebro,
mucho
le
ARE VA LO MARTÍNEZ
impedía
fijar
atención durante
la
Su sueldo era excepcional para su empleo, pues en atención a su larga permanencia en el Banco y a su puntualidad, se le había aumentado' hasta una suma que no podía dársele en compensación a otros méritos; pero, a pesar de este aumento, la tiempo.
cantidad recibida mensualmente no
permitió ca-
le
Necesitado- de interesarse por
sarse.
especie, y hacía con ellas
algo
en
la
Las tenía de toda
vida, se interesó por sus gallinas.
mezclas fantásticas.
Ha-
A veces acabado por tener variedades raras. veíamos llegar al Banco con cajas o paquetes que
bía lo
empollar por
haría
Eran huevos, que
con uncioso cuidado.
llevaba
sus
gallinas,
o que pensaba
cambiar por otros, de especies exóticas. era dé medias tintas, algo suave crepuscular,
se,
En-
la
amorfa:
como
si
Su vida no existie-
una página en blanco.
existencia representaba
el
valor de
uno de
esos granos de los que la Naturaleza exhuberante y pródiga produce miles para que uno sólo reproduzca
De
la especie.
cien
uniones
sexuales,
sólo
una
hembra, y de cien granos caídos del árbol, sólo uno surge a la vida. Pero la Naturaleza fecunda a
tiene
el
Sola,
la
tiempo y
el
número, y puede esperar. la vida del viejo y cansado
incolora, era
¡Pero qué fuerza de inercia Aquel hombre mal dotado tenía una paciencia y un sentido de la vida, constituidores de un maravilloso sistema filosófico, que hacía casi feliz al caduco célibe. Más feliz que muchos la tierra. Ante él se recordaba la senseñores de
cobrador del Banco. había en
tencia
97
ella!
divina;
*
'Bienaventurados
los
mansos, los
G
MANUEL ALDA NO pobres de espíritu, los sencillos de corazón, porque
de
es
ellos
reino
el
de
los
porque
cielos^
ellos
verán a Dios." Paciente, resignado, rico, porque
porque no pedía a
sidades,
ésta le podía
dar,
la vida
scmi-ciego
e
no tenía necemás de lo que
inepto,
su
hacía
camino solo, sin llorar la compañía imposible, casto, con la castidad que a algunos individuos débiles da Naturaleza para permitirles subsistir; económico,
la
con esa economía que negativa
mal dotados. pronto
es
la
vez, pero fuerza
tal
gran
fuerza pasiva,
enorme
al
fin,
de los
Sabio, con esa filosofía que adquieren
pobres seres burlados desde niños; re-
los
signado a ocupar
un
lugar
inferior,
cristiano
y
manso Sus compañeros, que en
el
fondo lo querían y lo
más cuanto que no les hacía sombra, tanto más cuanto que era un imposU)le rival, tenían en él un continuo rey de burlas que no eran sangrientas sólo porque las desarmaba la resigcompadecían, tanto
nación
paciente:
del
—Viejo: vez
eres
Y do,
¿Cuándo más inútil.
el
pobre
como
si
Directiva?
te jubila la
viejo, al cual sólo se
Cada
designaba por apo-
fuera hasta innominado,
sonreía
Hacía decenas de años que era empleado del Banco. Yo, inquieto y sensible, pasaba de un empleo a otro; él
en
en un
cambio, fiel
se había adherido
como una
instinto de vida, al primer
Y y cómodo que se le proporcionó. había sido la modesta X que solucionara su llena
de
sencillez.
lapa,
empleo sólido aquel empleo vida
Contaba con sus economías para
98
A RE VA LO MARTÍNEZ
R.
cuando fuera más
Estas vidas sin duplicidad,
viejo.
se solucionan siempre así,
dotados los que tejen su
Están mal
fácilmente.
fácil tela;
pero son
muy de
mundo: encajan en él como en su propio medio. Yo, en cambio ¡cuándo il)a a encontrar puerto y descanso! ^Inepto? No, La vista de los verdaderos incapaces me había curado de mi error de este
Los que son incapaces como los locos, no perciben su vicio de conformación. No: no era ineptitud la mía. Mi materia agente se adaptaba con facilidad a los más distinEra mi pobre alma la tos medios de acción. concepto.
no
lo sienten así;
.
inadaptada
XXII Aunque era una de las atribuciones del enseñarme mis deberes, fué el receptor el que se encargó de ello. Tenía interés en hacerme llevar algunas de las más pesadas piezas de carga de Cajero,
su labor cotidiana,
— Señor Aldano, —me —tenga bondad de
dijo
tesía,
la
con su exagerada cor-
venir aquí.
Abrió un gran libro de cuentas corrientes, y poniendo en mis manos una de
en que
se
invitó a
que
copiaban
la llenase.
gaban después a se vio en mis
muy
al
99
Una
verdes
me
Estas carterillas se entre-
estaba,
como
La que primero todas las demás,
¡Oh, Dios mío, y cuan grande fué Mis dedos temblo-
trabajar en ella!
rosos hacían unos números que tables.
las carteril las
mencionadas cuentas,
los interesados.
manos
atrasada,
mi tormento
las
me
parecían lamen-
fuerte corriente sanguínea congestio-
MANUEL ALDANO naba mi cabeza, y me imposibilitaba para sumar. Los guarismos trazaban fantásticos bailes, en los que tomaron pronto parte los muebles. Mi excesiva nerviosidad me ataba con mano tan segura como una dolencia grave. Y, a pesar de ello, mi firme voluntad me servía como una brújula y como un motor y
me
hizo
De
avante.
salir
con sus zapatos de hule, demacración
Su el
vez en cuando, Lujan,
receptor espectral, se aproximaba sin hacer ruido
el
que unido a su
silencio
hacía parecer una sombra fantástica.
le
mi hombro
alta estatura le permitía ver por sobre
trabajo hecho, y
Era
aplaudía.
Y, sin duda, en
él.
Imité
me
enseñaba,
la figura
la
me
rectificaba o
más interesante
me
del Banco.
más enérgica conciencia que había
En breve tuvo gran influencia sobre su modo de hablar, el movimiento de
mí.
sus
brazos, y mil otros rasgos típicos suyos.
XXIIl Erf cuanto
Moreno,
el
el
Gerente
salía
de
la
Caja, Gabriel
hijo del Director, erguía su alta estatura;
desperezaba, al/ando los brazos musculosos, y un
,se
bostezo contraía su hermoso rostro.
Sus ojos
bri-
liaban maliciosamente cuando encontraban los míos.
Pronto se había dado cuenta de que en mi había otro
—
buen
(así
sujeto para burlas,
llamaban
al })obre viejo
penosa su estancia en
que Lujan
se
—
Cometí
tal,
la
el
Tío Gallina
la
menos
En cuanto
Banco.
aproximaba a
trabajaba, él hacía lo
¿Qué
el
que con
inútil)— le haría
veía
mesa en que yo
mismo:
señor Aldano?
¿Cómo
torpeza de olvidar
el
se siente
éxito
Ud.?
que en
la
ICO
R ARE VA LO MARTÍNEZ tienda de los catalanes había tenido la palabra
*
'co-
hibido," y le respondí que, naturalmente me sentía cohibido por la vergüenza del nuevo empleo y de los
La
nuevos compañeros. explosión de
muy
provocó una
palabrilla el
Cajero,
un hombre
simpático, se aproximase a pedir parte en
festín' de alegría, le
Como
risa.
muy
dijeron
para
la
serios:
— El señor Aldano
se siente cohibido.
Así se mofaron de
mí largo
contribuyeron a serenarme.
en donde
alegre,
menos para
el
que siempre estaba pronto,
el
rato.
Me
trabajo era
fácil
Cuando nos dejaron
mí.
Süí burlas
veía en
un medio
para todos,
solos.
Moreno
continuó conversando conmigo.
—Y,
tiene
Ud. razón en estar cohibido, señor el Gerente es una fiera.
Aldano, porque Trató
así,
p(»r
mil
maneras,
de
infundirme
miedo y de pon^me aun más cohibido. Pero sus risas lograban resultado contrario del que se había propuesto.
XXIV ..... Por primera vez supe lo que era tabajo en Banco Industrial. Hasta entonces había estado en oficinas donde se me pagaba con irrisorios sueldos mis servicios de muchacho para hacer mandados. En la tienda de los catalanes y donde Feel y Sohn el
permanecía de
pié,
esperando con ansia
En
el
Banco,
al
sin el
hacer
nada, todo
momento de
contrario, se
el
día,
servir para algo.
campo a mi un empleo más
abrió
actividad, y se dio a mis facultades
meritorio que cuidar la oficina y fungir de correvei-
MANUEL ALDANO dile;
servicios éstos en los
me pudo
que
sustituir
cualquier chico recién salido del colegio.
Para miá nuevos
trabajos
alguna
necesitaba
se
preparación y cierto talento; y entonces comprendí que tal preparación no me había sido dada en los establecimientos
escolares.
Mis estudios,
brillan-
me
tísimos, salvo las primeras nociones elementales,
fueron completamente inútiles en rante los primeros
aprendizaje
que
útil.
lleva la
meses hice mi verdadero
seis
Todas
las
nociones
teóricas
de
cabeza henchida un flamante tenedor de
libros, orgulloso
menos
Du-
Banco.
el
de su
son
título recién adquirido,
necesarias que las que se
adquieren
primer mes del primer empleo serio y
en
el
remunerado.
La mejor escuela yanqui, én la que juegan papel moneda ficticio y comercio simulados, no prestará jamás
al
estudiante
atención y
la
de Teneduría
Libros
de
necesidad de aprenda (lue
le
primera semana pasada en una oficina o
almacén, del
donde
el
i)idió
que
la
en un
vergüenza y
sueldo.
Cuando
se
me
en nuestro papel al
estímulo de
tiene
la
presta la
moneda
dieciocho veinticinco
a pesar de
sabia
mi premio en
dijera a cuánto ascendían
sesenta y siete pesos oro de prima, comprendí que
la clase
de Contabilidad no
hacer aquella sencilla operación.
teóricamente, lo que era prima y
l?i
Sabía,
si,
multiplicación
que era preciso hacer para dar la cantidad pedida; pero la pena de ver en flamantes grcenhacks los sesenta y siete dollars y de saber que a mi contestación estaba dispuesto a pagar un
cliente confiado
o a rectificar un cliente desconfiado, de
tal
modo me I02
J^.
quitaron
la
sangre
AREVALO MARTÍNEZ
fría,
que a pesar de hacer dos
veces la operación aritmética erré en ella, y en vez
de aumentar una unidad entera a ner
el factor
En
el
la
prima para obte-
del cambio, multipliqué sólo por aquélla.
Banco
más
la
sencilla operación
último empleado, era rectificada
el
hecha por
por otro que
Bueno de sus iniciales en el libro o en Mi rectificador acusó una diferencia El Ge. de sesenta y siete pesos moneda nacional. rente, que entraba a la Caja en aquel momento ponía
el
el
Visto
documento.
morir de vergüenza.
Y
mi impericia.
preciso, se dio cuenta de
Pero, fuerte u
yo
creí
obstinada, se
Domí la voluntad de no dejarme vencer. minando mi vergüenza, pedí al empleado que me inspiró más confianza que me enseñara a hacer la
alzó en
operación.
Y
aquel fué mi primer día de verdadero
Con una gran aptitud de semana después me parecía como
aprendizaje.
adaptación,
a la
si
%toda
mi
existencia hubiera calculado tantos por ciento, intereses y descuentos.
¡Oh, pero
el
que manchaba
horror de aquellos primeros días en los
libros irremediablemente, y veía
los ojos burlones de los
sus
compañeros
y sus burlas; recibía los regaños de los jefes!
oía
risitas
o,
lo
fijos
en mí, u
que era peor,
Pronto desarmé a éstos con mi aplicaciónj facilidad de aprender y
La
tenaz voluntad de
salir
fuerte en mí.
Mancharé
acaso despedir,
—
que obtenga
mi deseo de hacerme
adelante era cada vez más diez, cien libros;
pensaba; pero
llegaré
más
útil
al
me
haré
próximo empleo
y más hábil.
La página manchada de un 103
mj útil.
libro
de Contabilidad
MANUEL ALDANO que yo escribiese en
inmaculado, antes
"de
impedía dormir.
Durante
las
me
él,
noches, en sueños de
una pequeña gota una página alba y se agran-
pesadilla angustiosa, contemplaba
de
tinta
que
caía. sobre
daba, se agrandaba hasta rebosar en
el
libro y anegar
un líquido negro. Entre sus ondas obscuras, yo, con una enorme pluma en la manos manejaba a guisa de remo, navegaba a horcajada, sobre mi pupitre Por las mañanas llegaba antes que nadie: a las ti es horas antes de que el Banco se abriese al seis, Los porteros acudían hora y media más público. Me miraban iracundos: mi presencia les motarde. lestaba cuando abrían; tenían un reproche en mi matinal aparición; era un testigo enojoso que les impeoficina en
la
—
día holgar
como
— Niño,
quisiesen, y procuraban molestarme:
no respondo de no mojarle
los pies;
pero
es necesario asear esto.
Yo
lo sufría en silencio, y
de mi
empleo, y aun
me
en los libros
resolución de estudiar
las
afirmaba las
mi
en
operaciones
que no eran de mi incum-
bencia, durante aquellas tempranas horas en que se
me
dejaba solo y
libre.
obscuro enigma de
la
Poco a poco
se aclaraba el
máíjuina del Banco; compren-
día las funciones de las ruedas y ruedecillas y su en-
Al mes sabía algo más que el primero y más sabio de mis compañeros de trabajo.
granaje.
Durante Caja, teras.
los
primeros
clasificaba y
días
contaba
que permanecí en
billetes
la
y arreglaba car-
Tenía un puesto intermedio entre cobrador
En cuanto las cary empleado de Contabilidad. teras estuvieron al día, se me dieron a llevar los 104
ARÉLALO MARTÍNEZ
R. libros
Cuentas Corrientes.
de
enorme
El
libro de
que habla que hacer sumas de centenas de sumandos que pasaban de una a otra página, era mi potro. Primero se sumacuentas, en
Saldos de estas
ban
acreedores,
los saldos
el
en tinta negra; después
deudores en tinta roja; alternaban éstos y aquéllos en largas columnas, según los clientes,
los saldos
cuyos nombres estaban escritos en orden alfabético, habían dejado su dinero como depósito én o habían obtenido de éste créditos.
Banco,
el
Un
pequeño
descuido, y el calculista incipiente mezclaba algunos de estos sumandos, haciendo inútil su ímprobo trabajo.
Al principio, aquella labor fué para mí
te-
que tenían práctica en el oficio, lo era mucho más para un empleado joven y enfermizo, que antes no había hecho más sumas rrible.
que
las
**Esto
Penosa aun para
que trazara en si
que
es
los
las
sumar,"
esfuerzo que implicaba
escuelas de primeras letras.
me
decía yo, orgulloso del
aquella
¡Y vaya que era sumar! Después de haber obtenido
diaria
labor
sumas totales de los saldos en rojo y en negro, otras pequeñas operaciones hacían posible la confrontación con la cantidad arrojada cos
—por
— para
datos
los
hablar
las
en términos
que suministraban
técni-
los libros
de
Entradas y de Pagos. El resultado de dos cantidades iguales aseguraba que no había error en- las operaciones
del día.
Ea más pequeña
hacía necesaria una rectificación en libros,
hasta dar
consistía en la
con
una cuenta corriente. 105
el
suma o en
error, la resta
los
diferencia
voluminosos
que generalmente mal hecha
al
saldar
MANUEL ALDANO Y
que
operaciones,
tan varias
hasta las
de
horas
últimas
se
prolongaban repetian
se
tarde,
la
diariamente,
XXV .... Llegaba con sustituir
A
los
mi
el
alba,
fiel
a mi costumbre de
de práctica con sobra de trabajo.
falta
quince dias ya sumaba con una facilidad admi-
sumaba mecánicamente, pensando
rable;
en mil
cosas diversas, con mi verdadero yo ausente, en
mismo empleo de
la
el
subconciencia que permite a los
oradores que se han dirigido muchas veces
común
hilvanar frases con sentido
al
y con
público
sintaxis,
mientras su atención es ocu])ada por otros objetos de
La enorme ayuda
raciocinio.
simplifica la tarca del
del hábito,
que tanto
me hacia no sólo
hombre,
mingos
me
levantaba,
quedarme ocioso en tan imprescindible
En
realidad,
al ir
te
por
me
me
desayunaba, y luego,
casa, sentía
como
me
después del
y
café.
faltaba sumar.
las calles, al leer periódicos,
Siete
al
que me faltaba algo
el cigarrillo
faltaba algo:
mía trabajaba.
agra-
Los do-
dable sino necesaria mi absorbedora tarea.
no
sé
Y
qué par-
cinco doce, y nueve
veintiuno .... Sí:
agradable, casi necesario, era para mi
bente trabajo.
Y,
a
pesar
de
ello,
el
me
absor-
mataba.
más pálido y cansado. meses tuve un ascenso. En mi indefinido puesto entre cobrador y empleado en los
Cada
A
día estaba
los
libros de
pocos
Cuernas Corrientes,
— puesto
éste
mucho
—
más importante y mejor renumerado, tenía el sueldo del primero, en cuya calidad había entrado al io6
R. Pero
Banco.
Era
el
AREVALO MAR21NE¿
segundo empleo también vacaba.
encontrar quien quisiera hacerse cargo de
difícil
Desempeñado interinamente por Lujan,
él.
en cuanto yo entré lo sustituyera
en
al
la
Banco,
éste,
ensayó con éxito que
En
enojosa labor.
cuanto se
convenció de mi aptitud, trató de regularizar mi posición:
—
Aldano: ganaUd. salario de cobrador y eiírealidad desempeña el puesto de encargado de cuentas corrienEsto ha estado bien, tes, que tiene mejor sueldo. hasta ahora, en que se trataba de enseñarlo a Ud. Pero sería una injusticia que continuase. Haga uso del derecho que tienen los empleados de solicitar el puesto inmediato superior cuando vaca, y pídalo en propiedad.
Con
el
corazón agitado entré a
la Solicitud
la
Gerencia, e hice
que me había aconsejado Lujan.
Fácil-
mente se me concedió lo que pedía. Hice mal: debí contentarme con mi primero y Resistir a la imagen sencillo puesto de co'brador. de un ascenso que evc»caba Lujan mientras ponía en mis manos las carteras verdes.^ Mal dotado, aunque en distinto aspecto, como
el
Tío Gallina^
como
debí resignarme a ocupar un puesto inferior.
esté
Tenía
una maravillosa facultad de comprensión y de adaptame parecía fácil el desempeño del puesto solici-
ción;
tado, porque
comprendía su tejemaneje o porque
durante los primeros días trabajaba en sostenido por mi fuerza nerviosa.
con que,
si
con
me sobraba comprensión^ me
resistencia para el trabajo.
ción intensa, que
107
él
me
alegría,
Pero no contaba faltaba
Pronto venía una reac-
hacía inútil
como un niño o
MANUEL ALDANO como un
Era
convalesciente.
suma más
hasta de hacer la
entonces incapaz
coordinar dos ideas: incapaz de pensar
cama me
atraía
que atrae
con
agua
el
la
al
..... La
fuerza llena de violencia con-
sediento y
el
pan
Al trazar números evocaba lechos, clases
.... Tenderme, y aunque
Y, por
laf gas horas,
al
hambriento.
lechos de todas
fuera en el ataúd.
mientras por un poderoso esfuerzo
de voluntad permanecía de
haciendo sumas,
pie,
misma obsesora imagen de una cuerpecillo de plomo que me horadaba la evocaba
me
la
un
bala,
frente
y
permitía descansar.
Me
entonces
volví
compañeros. contextura, la
de
incapaz
sencilla:
me
locura de
Chocaba con
irritable.
El trabajo,
excesivo
para mi
desequilibraba hasta casi los
llevarme a
Comprendía en que, en una
cri-
balcones de
los
neurasténicos.
casos que había leído de estos, se arrojaban de sis nerviosa,
los
débil
Ips
los
quintos pisos o mataban a sus esposas y a sus niños
—
—
Pero esto, pensaba sólo sucede y se suicidaban. en las grandes ciudades europeas, como fruto de nuestra moderna civilizacióu que multiplica
las
nece-
sidades y los estímulos y devora los cerebros y las espinales, y deforma los músculos. Más pequeña ciudad, capital de la generosa tierra de promisión guatemalteca, en que nadie muere de hambre y la vida es tan fácil ¿por qué yo siento los mismos impulsos cómo caso aislado? Es que, a pesar del cansancio, mi exagerada alma
médulas en esta
de poeta, de soldado o de sacerdote, acción.
En
Guatemala,
me
llevaba a
la
dormida ciudad de nadie moría de hambre. Pero había la
rica,
generosa,
108
Y
A^EVALO MARTÍNEZ
R.
como la de mi madre; ávidos como los de mi hermana; ambi-
pobrezas vergonzantes deseos insatisfechos, ciones de
ocupar un puesto en
—como
y
un amado y
formar
la vida,
hogar, de reproducirse, de amar
ser
Y prorrumpía negar a la que intimamente: Hay *'Sí, adelante! espíritu." materia; hay que trabajar. Venza el continuaba atado al banco de tortura, y continuaba llenar
un
destino,
la
mía.
—
El espíritu era fuerte, pero
el suplicio.
flaca.
Cada vez más
inútil,
la
carne era
cada vez más cansado,
confundíalos más sencillos casos, erraba
las
operacio-
Denes menos complicadas y manchaba los libros. sesperado, casi cada mes acudía al doctor Esquerdo, Este, que afirmaba que era
el
más perfecto caso
que conocía, me trataba en concordancia con su opinión, alentándome, negando el mal, afirmándome que estaba sano, que lo que me matípico de neurastenia
taba era mi egoísmo,
el
preocuparme demasiado del
propio yo. Esta actitud del buen doctor para con los enervados, era aconsejada por los tratadistas modernos.
mí
Pero otras veces su sinceridad y su afecto por
se sobreponían, y entonces
nociones, acerca de mi estado
yo
llegaba, el
médico y
hacían incoherente.
me
inculcaba curiosas
patológico.
Si al
Cuando
reñían en
el filósofo
él
y lo
verme abatido negaba mi
mal, desvanecía mis temores de que éste concluye
en un reblandecimiento del cerebro, realidad,
dad de
me
y, ala postre,
infundía ánimo, lo que probaba
los tratadistas
la
que aconsejan semejante
en
bonacti-
tud, otras veces, seducido por mi fácil comprensión,
olvidaba que
era su
secretas teorías:
paciente
y
me
explicaba sus
MANUEL ALDA NO
— La
neurastenia es
,
Y
didamente,
Todo
degenerado.
capacidad para
habitual; su falta de bilidad
Ud.
es,
deci-
tipo clásico del
el
lo caracteriza
trabajo
el
El neurasténico
la locura.
un degenerado, simplemente. un caso de clínica:
es
una
primer término de
el
progresión que acaba en
como
tal:
su im-
disciplinado y medio; su sensi-
cotidiano,
adaptación
al
exagerada; su emotividad agudísima;
el
do-
de su vida, que linda sin duda con lo que noso-
lor
tros
llamamos locura melancólica,
de lleno en
su
ella;
si
es
que no entra
incapacidad de concentración,
y por ende, la nebulosidad de su pensamiento; su egoísmo, que lo hace considerarse el centro de
mundo e interesarse únicamente por su personilla morbosa, precisamente porque no es capaz de tener sino imperfectas relaciones con la realidad, de la que no se da texto
En resumen,
clara cuenta; su lujuria
Ud. un paciente de
es
moderno de
clasificado entre
los
descritos en cualquier
Psiquiatría.
sus
místicos,
Nordau
lo
hubiera
l.ombroso hubiera
de Ud. sencillamente que era un matoideo. Su lugar de Ud para la ciencia moderna, está en dicho
,
las
zonas froterizas a
la
demencia.
La única causa
de su incurable melancolía, del dolor de ser hombre,
como Ud.
dice, son
sus nervios
podría repetir a Ud. lo que
enfermos.
mi colega
Se
le
dijo a Silva:
*'Lo que Ud.
tiene es hambre." El neurasténico un hombre con la mitad de deberes y la mitad de derechos que los demás hombres
es
—
P2stá bien, doctor, le contestaba yo. Acepto que Ud, me dice: soy un degenerado. Bien qué? Yo acepto lo que Psiquiatría enseña la ¿y
lo
l
lO
R.
como acepto
A RE VA LO MAR2INEZ
que enseña un 'Manual del buen Pero esto talabartero:" como una verdad parcial. no es sino cambiar de sitio al obscuro problema de *
lo
Acuérdese de
la existencia.
humano me
la
profunda sabiduría
El que quiera que explicar la insanidad del hombre. Ud. dice que mi lugar en el Universo es el de un individuo degenerado de la especie homidel ''nada
hombre
explicar al
Pero
nal.
es extraño."
tiene
¿porqué
que no
la
inocente
de degeneración
que da
pido
le
generalizar,
cómo
¿Por
degenerado?
soy
existe la degeneración en el
qué
hombre?
Por supuesto
respuesta
de
ciencia.
la
sintetizar
las
....
después de
las
causas
¿Cómo verdades
que Ud. enseña? Querido amigo, precisamente otro de los síntomas de la degeneración es el de no conformarse con
—
la
verdad elemental de que
podrá
La
ser objeto del
la
verdad absoluta nunca
conocimiento para
el
hombre.
ciencia se detiene ante las causas primeras.
— ¡Qué los que,
por
el
cómodo
es eso!
enfermos del mal de
Es muy
fácil clasificar
lo absoluto,
sentido de la existencia,
como
a
preguntan
místicos
de
pensamiento crepuscular, como locos razonadores o como ejemplares de esa extraña casta de enfermos que Ud. presenta como aquejados^de duda sistemática y que formulan una eterna interrogación ante la Pero aquí es de rigor que yo repita una vez vida.
más
la
a los
pregunta que tantas veces se ha enrrostrado
que
se entretienen
en hacer esas nomenclaturas
¿Cuándo la investigación ante el mistemorbosa y cuándo es el fruto de una elevada
científicas:
rio es
conciencia,? II
[
¿dónde acaba
el
santo y empieza
el
MANUEL ALDANO alienado? ¿qué línea separa a ciertos héroes de algu-
nas formas de insanidad?
—
Querido amigo, de seguirlo a Ud. por ese camino tendríamos que llegar a todos esos problemas que ha vulgarizado la ciencia en los últimos años, como el de la infecundidad espiritual del tipo medio de la especie, si se le presenta como el hombre normal, o
concepción del genio equilibrado; enigmas a
la
que Ud. como buen emotivo, es tan aficionado. Básteme repetirle lo que ya le he dicho varias veces: que su pensamiento de Ud. es nebuloso. Si otras cosas no lo probaran, bastaría considerar su obra literaria. En todos los trabajos que me ha enseñado los
,
y en que aparece un solo personaje que es Ud. y nad^ más que Ud. hay una fuerte emoción y una la,
mentable mentalidad. es sino
— ¡Cómo! A mí la
Por desgracia,
una forma imperfecta de
el
la
¿Qué barbaridad
heroísmo del héroe,
abnegación de
la
madre,
la
me
la
emoción no
ideación pura.
.
.
.
Ud. diciendo?
está
santidad del santo,
parecen manifesta-
más altas que la percepción del no subordinado a la mentalidad,
ciones espirituales
pensador:
algo,
sino que la trasciende.
— En eso no hace Ud.
sino ser
fiel
a su carácter
de místico.
— No, doctor.
Científicos de la clase de
forzosamente incompletos. La vida, vida
misma
se encarga
—Valioso de
la
ejemplo
imprecisión de
una idea
fíjese
Ud. son
Ud. bien, la
de desmentirlos a cada paso.
me los
da Ud. con su respuesta místicos.
Resumamos en
¿A qué
lo
ha conducido a Ud. su
inquieta investigación de
la
verdad?
clara.
112
•i
J^.
—A
concluir
larga correría en
ARE VA LO MARTÍNEZ
que me
de
una
precedieron muchos inves-
en
tigadores, en el hogar paterno,
la fe sencilla del
de mis padres, en
la religión de que pertenezco, es decir, en el bien que se alejó mi alma conturbada. Esa
carbonero, en la
después
encontrándola,
la fe
raza aria a
común, del es mi conquista de sencillez y de humildad. Ese tembloroso acogerse al tipo medio de la especie, que es el tipo sano,o,por lo menos, el menos insa-
—
el obscuro instinto de conque se siente herido por su
no, ¿no revela precisamente servación de alguien
propia anormalidad?
que calma
la
Esta vuelta a
fé
la
religiosa
sed de verdad del pueblo, este anhelo
por disfrutar del goce sencillo que proporciona una partida de billar o una partida de pesca, este orientarse hacia la simplicidad,
de
la
¿no
vida para
es
almas
las
que
me
da Ud. como clave
dolorosas y complicadas,
la prueba de la tesis científica? una cosa, doctor, y es que jamás me
precisamente
—Yo
sólo sé
han parecido incompatibles
las
verdades científicas
Ya ve Udque en mi caso esa simplicidad que Ud. me señala como el mandato de la ciencia y que además está y las de
más elevada
la
ética religiosa.
invivitamente ordenada en todas
las
profesionales de higiene moral y física
ha dado, ya el
me
la
había indicado
sacerdote católico.
prescripciones
que Ud.
como
Déjeme con mi
me
salvadora fé sencilla,
pura y humilde en el Dios de mis padres y pasemos a otra cosa porque en esta jamás podremos entendernos.
¿Por qué dice Ud. que en toda mi literatura
sólo existe
— Que 113
un personaje, que
es su chiflado autor?
eso no le cause extrafieza.
Creo, y
es
H
MANUEL ALDANO opinión personalísima mía, que espero ver confirmada
en
el
curso de mis estudios por
que por muchos letras a la postre
libros
la
de otro pensador,
que escriba un hombre de
no hace sino retratarse
él
mismo,
por objetiva que quiera hacer su obra, pues todo trabajo
en su esencia,
literario,
Y
autobiográfico.
un autor que cree
si
es
ser
parnasiano más exigente, por ejemplo.
qué
forzosamente
Suponga Ud. a completamente objetivo: el
no, veamos.
¿Del
mundo
Los aspectos que le interesan porque corresponden con los de su propia naturaleza. Sólo se ama lo que se conoce y sólo se conoce lo que ya existe en uno. De una misma escena del mundo real un autor egoísta le señalará su propio egoísmo al fijarse en el de los demás; un héroe reconocerá pronto al héroe La elección delata al autor. Y esto aun extremando, aún exterior
elige para su obra?
extendiéndolo flaco
a
un
texto
pedagógico.
Sí,
mi
amigo
Pero volviendo a sq caso: sante a Ud.
lo
que
salud
es su relativa
lo
hace intere-
moral.
El gran
médico español Mata se expreso así de un individuo: •'Físicamente, un hombre bello y sano; intelectualmente, un hombre listo; moralmente, un idiota." De Ud. se puede decir: físicamente, un hombre enfermo; intelectualmente, un hombre de pensamiento crepuscular; moralmente, un hombre sano; por supuesto, con salud
relativa,
pues donde no
existen salud física ni salud intelectual no puede ser perfecta
para a
el
la
salud
moral.
Su definida incapacidad
trabajo metódico y diario lo habría colocada
Ud. en
el
número de
los
seres dañosos para la
IT4
R. sociedad sino
lo
A RE VA LO MARTÍNEZ
salvaran la herencia que recibió de
ascendientes sanos (hombres de bien) y su esme-
rada educación ética.
El tipo del criminal, sobre tido la escuela italiana, tiene
que tanto ha
el
como primera
su fisonomía moral la de ser incapaz para es decir,
organismo de
y disciplinado
moderna.
Esto lo
lleva,
si
no
es
de
el trabajo,
de ser incapaz para adaptarse
la
plicado
insis-
línea
la
al
com-
sociedad
un hombre rico^ comu-
a buscar medios ^de vida que atentan contra la nidad,
y de
como
allí,
o por
el
juego,
parasitismo, la estafa, etc.,
el
en rápida pendiente,
lo
menos
Ud. por
mendicidad.
robo y el homicidio; vagabundería y a la
el
lo lleva a la el
contrario, ha hecho
lau-
dables y dolorosos esfuerzos para hacerse un hom-
bre
útil.
Por eso
la casilla del
morbosidad que debe recibirlo
(Con
esta
palabra
místicos
¿Qué
y
quiere
no
a
los
Ud., amigo?
de
designo
individuos cuyos caracteres trazó
generación
gran cuadro de
es la
La
el
Nordau
honibres
la
los místicos.
grupo de en De-
piadosos.)
educación
y
1?
herencia son los dos factores sintéticos cuando
se
desea leído
—
establecer
Ud.
la
la
génesis de
un individuo.
Ha
obra de este nombre de Guyau? ....
Muy bonito todo eso que Ud. me dice, doctor. Creo que, en el fondo, estamos de acuerdo, y que, como en toda discusión humana, no nos separa más que dar distintos nombres a las mismas cosas. Desde su punto de vista científico Ud. da nombres técnicos a lo que yo doy nombres piadosos desde mi punto de vista religioso. Sólo que yo creo que mi afirmación religiosa es tan cierta como su afir. 115
MANUEL ALDANO mación
Modos de
científica.
Y
verdad, doctor.
considerar la
Pero ¿cómo generalizar, cómo
soy un degenerado.
verdad parcial, que
me
simple
deja indiferente.
Llegué a tener un gran cariño
Un
Una
después de esta aceptación?
sintetizar
misma
digo de nuevo:— yo acepto que
le
buen doctor.
al
que mi ánima comunicativa se lo expresó con énfasis, el doctor Esquerdo sonrió: No sabe Ud. me dijo, que nosotros los médicos vemos confirmada a menudo la afirmación de nuestros día en
—
,
textos de que los locos se buscan.
—
Sí,
nerado.
mi querido amigo. Yo también soy degePor lo demás, terminó burlándose, siempre
he creído que
los
hombre cuerdo
mismos psiquiatras
A
lo son.
un
del todo jamás se le hubiera ocurrido
clasificar a los locos.
XXVI Estaba ya a punto de renunciar
me
el
puesto.
imágenes de mi madre y de mí hermana, y en segundo término, la de mi tío. Aquellos meses de un trabajo bien compensado lleSólo
varon
el
detenían
las
descanso a mi casa; pero, a pesar de toda
consideración, sentía que ya no pod4a más. mcdita])a presentar mi renuncia
en
la
oficina
hubo un puesto
al
vacante.
tenía dos dependencias: la Caja,
Y
ya
cuando El Banco que hasta
(ierente,
en
la
ii6
A RE VA LO MARTÍNEZ
R.
entonces había servido, y la Oficina, antonomásico nombre dado al conjunto de las salas de la Gerencia,
de
la
En
Contabilidad y de negociaciones de valores. segunda dependencia quedó sin ocupante
esta
un empleo que
se podía considerar superior al mío:
tenía mejor sueldo, y a
Me
trabajo.
así a la
mi me pareció que menos
esperanza, y en vez de presen-
mi renuncia presenté mi solicitud de ascenso. Acogida ésta favorablemente, pasé a l%^ficina. Buen jefe para mí, el jefe del nuevo departamento. tar
Tan bueno como
lo
había sido
el
Cajero: siempre
amable, siempre enemigo de no molestar a sus subordinados.
Mi nuevo
e inmediato superior
era
un hombre
honrado, un buen padre de familia,lleno de preocupael porvenir de ésta. No contento con el buen sueldo que tenía, aprovechaba su posición en un centro de negocios, y el roce con los directores
ciones por
de
la
plaza y con todo género de
Compraba y vendía
asuntos.
comerciantes y los propios
Banco, para hacer medrar
clientes del
acciones, títulos, etc.
—
cambiaba monedas, todo, por dentro de una órbita permitida y sin
Descontaba supuesto,
letras,
desatender su empleo ni hacer operaciones incom-
con
patibles
la
dignidad de éste.
Defendía
el
Cuando las economías centavo a capa y espada. acumuladas le permitían extender su esfera de acción, compraba
casas,
haciendo envidiables tratos
ventajosos para el comprador.
adivinaba
buscaba, únicas,
cado en 117
que el
le
o
No
se sabía
muy cómo
provocaba estas ocaciones
dejaban un admirable inmueble ubi-
centro de
la
ciudad, con bien construido
MANUEL ALDANO y abundantes aguas, por la mitad de su valor. más incomprensible, cuanto que las
edificio
Y
era tanto
fincas
urbanas, cada
más
vez
paulatinamente de precio.
subían
solicitadas,
Así se
enriquecía poco
Cada año adquiría una nueva propiedad y un hijo más. Su mujer, joven y fresca, parecía no resentirse de tan prolífica maternidad, y hacía esperar que continuase indefinidamente aquella ada poco. tenía
quisición d?nijos y de casas.
El hada locura, esa admirable hada que toca las frentes de los poetas, de los reformadores y de los
profetas,
de
avanzar a
la
todos
los
estigmatizados
Humanidad, tocó también
que
hacen
la frente
de
este admirable padre de familia, al encontrarlo en su
camino. roce de
la
El buen vida.
Pero era un buen burgués extraviado, y el buena hada locura fué casi imperceptible. burgués encontró de nuevo su verdadera
Sólo
le
quedó, intermitente, una lucecita de
locura que lo hizo hacer cosas raras, y hasta llegó,
en su primera juventud, a hacer que
El
loco de
Gallego.
A
ciones y hábitos que censuraban
Jba por
las calles
teniblemente,
le
llamaran
esta chispita se debían afi-
sus compañeros.
silbando siempre, silbando incon-
o cantando
algua trozo de ópera.
Andaba en motocicleta con una rapidez desenfrenada, amenazando atropellar a los pacíficos viandantes. De novio, fué un extraño novio que dio mucho que reír, Seguía a su novia, de la pero nada que censurar. que aún no había obtenido el ansiado si, a la iglesia, donde ésta llevaba la voz principal en el rezo del Y su amor y su creencia firme e ingenua rosario.
en Dios,
le
hacían contestar
las
avemarias con tanta
ii8
A RE VA LO MARTÍNEZ
R.
compunción, en voz tan alta y con la frente tan inque los creyentes, menos sencillos de cora-
clinada,
La
zón, se burlaban de ellos.
iglesia se llenó
de
no sólo de los habituales asistentes, sino de muchos otros que llegaban sólo por presenciar ei
risas,
I.a novia, joven, bella, candida, parecía
espectáculo.
no darse cuenta de bablemente
la
ello.
Seguía llevando impertu-
voz cantante en
Su suave
el rosario.
voz recitaba intacta los padrenuestros y las avemarias. Eran, por su religiosidad y por su indiferencia del qué dirán, digno el
Ya
uno de
la otra.
casados, salieron a
tilburí tirado
la
calle
en
un extraño
por un solo caballo que arrastraba todo
al padre que fungía de madre y a los sonrosados retoños, cada año más numerosos y menos holgados Las risas volvieron a en el económico vehículo. Reían del coche porque era cómodo y dejarse oír. poco costoso; porque el caballo era más fuerte que elegante, y porque era desusado. Reían sobre todo, de la economía de Mr. Gallego como le llamaban. Se contaban anécdotas. Nunca en ellas aparecía la avaricia, pero una franca, una desvergonEl señor Gallego usaba, zada economía, si que si. bajo los sólidos, enormes zapatones claveteados
lo
velozmente que podía,
cochero,
a la joven
^
unas
tachuelas,
último descubrimiento
de
yanqui genial, que habían merecido todo tación de las madres de familia.
clavadas dos bajo zapato, impedían
el el
algún acep-
Aquellas tachuelas
tacón y dos bajo la punta del roce directo de éste contra
ei
menos duro, un roce destructor. Cuando señor Gallego,— J/r. Gallego se movía en su
suelo más o el
la
119
—
— — MANUEL ALDANO asiento o se trasladaba de una oficina a otra, sepa-
rábamos involuntariamente
la vista
de nuestro traba-
que se aproximaba. ¡No era había choque de espuelas ni de
jo para ver al militar
un
No
militar!
espadas: era
el
señor Gallego
aproximaba golpeando
el
Mr, Gallego^
—que se
pavimento con sus famosas
tachuelas, y haciendo un gallardo ruido con la gruesa
cadena del
que chocaba contra
reloj,
Y
munales.
dijes desco-
señor Gallego marchaba
el
provo-
así,
cando risas y deteriorando el lujoso pavimento dej Banco, lavado por los porteros hasta aparecer relu-
La Dirección
ciente.
pagar
al
del establecimiento bien
— una
Mr. Gallego comprase zapatos;
señor Gallego
mensual para que
que acaso
lo
se
alta
pudo cuota
medida
hubiera decidido a abandonar aquellas
Así el Banco hubiera ahorrado una buena cantidad, pero en cambio sus empleados perdemos algo que no indemniza ningún valor:
infames tachuelas.
una risa sana. Cuando, ya con alguna confianza en mi nuevo puesto, me pude permitir algunas libertades con mi demócrata y bonachón jefe, le suplicfué que nunca tocase mi máquina de escribir y la dejase para mi exclusivo
uso
personal.
antes de tomar
Como
se
comprenderá,
tan osada determinación lo pensé
gran don Ben,(Mr. Benjamín
mucho. Pero es que
el
Gallego) dejaba
máquinas hechas una verdadera
las
Sobre lo (jue fué cada letra, había una capa de grasa de medio milímetro de espesor, lo que no impedía que don Ben supiese dónde poner los dedos y escribiese con una rapidez inmundicia.
asombrosa.
Por
lo
demás, y aparte de este su desa120
R.
que incomodaba hasta
seo, sin
ARE VA LO MARTÍNEZ
tacha Mr.
al
Gerente,
persona
Ben.
¡Don Benjamín había hecho versos! Hasta creo que aun, de vez en cuando, los hacia. Contaba en su haber de poeta un epitalamio, tres o cuatro acrósticos y dos o tres
docenas de composiciones de todos
géneros y metros. Como se ve, efa innegable el Así como era inneroce de la buena hada locura.
los
gable
la
madera de buen padre de familia que lo había Así se formó aquel curioso sujeto, que
recibido.
tenía pico y garras
como
cualquier vecino y hacía
versos de cuando en vez,
por
y se interesaba aun algo y hasta había merecido que titulo de El loco de Gallego^
la literatura patria,
se le honrase
con
el
Sus chicuelos, no conformes con
el cristiano
apo-
tegma de que cada hijo lleva su pan debajo del brazo, le llevaban una casa; ¡poderoso esfuerzo para un recién nacido!
Y Don Ben
vivía
y medraba.
Un
poco acentuado el toque de la locura, y hubiese sido un chiflado más: le crecen largas melenas y se dedica a hacer versos por toda
cambiarse
el
piedad de
él,
nombre por
la vida,
otro.
Pero
— no la
sin antes
locura tuvo
y su roce sólo sirvió para darle algún
que a
más
talento
útil
para su puesto de encargado de
la generalidi¡d;
don que la
le
fué
muy
correspon-
dencia del Banco Industrial, y que le permitió hacer aquellos pingües negocios de comprar inmuebles
por
la
mitad de su valor.
¡Cuan bueno fué para mí don Benjamín! qué cariño lo recuerdo, lomitmoque al Cajero
121
Con
MANUEL ALDA NO XXVII Otro de mis compañeros, Justo Casasola, pronto logró desembarazarse de parte de su carga, echán-
dola sobre mis débiles hombros.
— Era joven.
En
su rostro se dastacaba una nariz ganchuda entre dos
que se clavaban en los seres y en las de un ave de rapiña, pero que Era un honrado egoísta. Sus miraban de frente. ojos miraban de frente porque era honrado; aparecían crueles, porque era egoísta. El observador
ojos burlones,
cosas
que
como
las garras
siguiese el rastro de aquella nariz y de aquellos
una economía tan
pronto habría llegado a
ojos,
exagerada,
que impelía a Casasola a contar
pedazos
de habitación y entre sus atribuciones de hombre, se
de
que
hacía
azúcar
en su
los
casa
mezclasen algunas femeninas,
como
pensa o dar
de boca diariamente.
Era
el
letra.
son
las
provisiones
orden personificado.
He
muy
frecuentes y, por lo
de orden
Casasola, habían llegado
Codicioso odioso por a sus
y
las
lucha por
general,
al
des-
la vida,
van juntos,
economía.
y
aquella
extremo.
En
Se hacía
era Casasola.
pequeñas mortificaciones que
compañeros
que acudía
la
al
burlón, así
la
Tenía una bellísima
observado que en
este espíritu
vigilar
inflingía
¿Era amor propio susceptible,
ataque
como
el
mejor medio de
defensa; era necesidad de distracción de
una natu-
raleza exhuberante, o simplemente prurito de causar
que lo hacía prodigar éstas? mofa perpetua disfraza una inferioridad y es sin duda una arma inconsciente
ligeras mortificaciones lo
A menudo de
espíritu,
la
Í22
— R.
A RE VA LO MARIINEE
hombres que no
esgrimida por los
tienen
otras
mejores, o a quienes su inferior naturaleza moral los
hace escogerla con placer.
Las Canas, el ayudante del Tenedor de Libros, era un hondureno pequeño de estatura, uno de esos hombres simpáticos que no encuentran nunca vereda angosta, y que saben hacerse respetar con fácil superioridad y hacen amable su vida y las vidas cercanas. Va con la vista muy escasa, a pesar de no ser viejo aún, cargado
de
hijos,
— todos
feos, estrábicos^
y mal o pobremente organizados, como es frecuente los tengan los hombres de muy pequeña estatura,
jamás
lo vi
sino
con una alegre
Y
Era
risa.
querido por nosotros.
muy
^
todos estos tres colaboradores
en
la
obra
del
Banco, hacían escarnio del último de nuestros compañeros de trabajo, y tenía el más dor de Libros.
el
difícil
que gozaba de mejor sueldo alto puesto: el Teñe,
y más
Pérez era un antipático hombre de
bien.
Tan
que no se había casado por sostener a sus numerosos hermanos y a su madre viuda, su instinto paternal muy desarrollado, privado de una directa satisfacción, protegió a todos los seres con quienes estaba unido por un lazo más o menos lejano de parentesco. Era el suyo un sentimiento de la familia tan desarrollado, que los hijos de un hermano beodo y de una hermana mal casada y varios otrus parientes, hallaron refugio en su honrada casa. Todos sus sobrinos le llamaban papá Andrés, nombre bien merecido por aquel padrazo. Su vida no pudo ser más pura, no pudo ser más piadosa. Sus prácticas caritativo,
12^
MANUEL ALDANO de
religión, su trabajo,
del
que continuamente se
estaba quejando, y su familia, llenaban toda su vida.
Dios habia bendecido tanta abnegación, encontró
No
tes.
el
medio de
disfrutar
perdía función teatral; iba a
que era invitado, y con a las juntas de las
la
Pérez
y
de mil goces inocen-
misma
todo
baile a
satisfacción
asistía
congregacioi>es religiosas,
de las que era importante miembro, y a los entierros de conocidos y amigos. El frac inmaculado para con-^ currir a una boda, o la levita traslapada para conducir al
último albergue los restos de un amigo, daban
mismo placer físico a su bajo y grueso cuerpo. Ya empezaba a perder los cabellos. Pues bien; este el
honrado varón, de vida tan meritoria y digna de estima que nadie negaba su virtud, era muy poco nuestros comunes compañeros. No le perdonaban sus hábitos de solterón, extrañamente amalgamados con sus hábitos de padre familia.
amado por
Aquéllos
que
hacían
lo
egoísta,
y
egoísta
Egoísmo de solterón unido
éstos.
tienen
muy
desarrollado
al
el
hacían
lo
egoísmo de órgaao
de
perdonan con
dificultad
la
Los
paternidad y todo lo reservan para los suyos.
hombres
los
pobreza de
la
amada por Dios. Pérez era chico de espíritu. Daba valor a cuestiones pequeñas y defendía con calor pe(iucños intereses. Había algo infantil espíritu,
en ese pobre, virtuoso hombre, que, encerrado en
el
estrecho círculo de su vida de familia, no sabia hacer esas
mínimas concesiones
común con
los
hombres
sin las cuales
es penosa.
mil vanidades minúsculas, que
todas
la
vida
Además, ofrecían
en
tenía fácil
blanco a las burlas: la vanidad de ser Vicepresidente
J24
A RE VA LO MARTÍNEZ
^.
X;
del círculo
la
vanidad de tener
bella
vanidad de sus manos blancas necesitados de
letra;
la
Sus familiares,
llenaban de mil pequeños cui-
él, lo
dados y atenciones, que después extrañaba no hallar entre sus compañeros de Banco^ y lo hacían replegarse con aire de dignidad ofendida. Y aquel
hombre admirable, cuya com|fleta,
una
hacerse perdonar por
sus
pequeños lunares que pero
vida
amables,
cuantiosas
lo afeaban.
alrededor
a su
una abnegación no había merecido
era
alta cesión del yo^
virtudes,
los
Seres egoístas,
buscados y
eran
ensalzados, y la amplia virtud de Pérez era rechazada
con escarnio.
XXVIII
A
los
pocos días
quise,
con todo mi cariño, a
aquellos buenos compañeros.
odiosos dependientes de
El
Estaba ya lejos de los Sol,
realidad,
F2n
los
empleados de Banco, junto con otros pocos elegidos, constituyen
aristocracia del gremio:
la
mayor Recordando
ción,
cortesía,
a
hacen
fácil la
mayor
vida entre ellos.
mis compañeros de
sentía libre de algo doloroso
Pronto conquisté
la
me
almacén,
como una
estimación
ilustra-
del
pesadía.
Gerente,
quien estaba más próximo en mi empleo de
a
la Oficina.
Con aquella conciencia del deber, con aquella probidad mamada c^yn la leche materna y afirmada con la educación que debía a mi tío Manuel, cada día procuraba hacer
las cosas mejor y trabajar más. Además, había en mí una terrible |;endencia a lo absoluto,
que me llevaba
a buscar la perfección en todo lo
que
MANUEL ALDANO hacía y
nunca
me
pues como es comprensible,
torturaba,
se satisfacía.
pronto a tratar de mejorar
Banco,
el
sos
que
deseo
P2ste
me
impulsó bien
métodos existentes en Quise redactar mejor los machotes impre-
se dirigían
a los
los
clientes,
con dos p
tres
líneas manuscritas
que
nando
en blanco: citaciones, avisos de
los espacios
vencimientos,
más
los
hacían de actualidad,
—para todo hubiera
claro y conciso.
lle-
querido un texto
Intenté modificar
el
orden del
archivo; a varias otras dependencias llevé mi espíritu
de reforma, y entonces hube de comprender una verdad, más tarde ratificada con frecuencia por la vida:
que los que tienen estos instintos de reforma y perfeccionamiento indefinido, son pobres ilusos, que sólo obtendrán dolor y el vituperio de los que viven en medio en que quieren implantar sus mejoras.
el
Pronto, por fortuna, obtuve este conocimiento, pues si
llego a insistir en mis propósitos,
tarme
el
de mí y
concluyo de cap-
odio de mis compañeros, que ya se burlaban
me
indiferencia,
oían o si
me
veían hacer con
no con manifiesta
maleablehabía en mí que
me
desprecio e
hostilidad.
Algo
hacía comprenderlo todo
y adaptarme a todo; y esta maleabilidad
me
hizo sus-
pender mis crecientes instintos de reforma. Más tarde habíade convencerme dequeera un buen organizador.
Dejado mi extemporáneo deseo, no el
último.
fiar
en mí.
las
Llegaba
sino
un
el
Sus demás subordinados oían
nes, contestaban:
no
ful
primero y me iba Mi jefe inmediato se acostumbró a con-
dependiente modelo.
"Muy
obedecían, o
las
las
órde-
bien, señor; se hará;" pero
obedecían tarde, o
las
obe-
decían mal.
126
— AREVALO MARTÍNEZ
y?.
— ¿Casasola, mandó — Dispense, señor; No
he tenido tiempo.
¡Hay tanto que
mo
Gerente
la citación al
.
hablar!
a
llegó
X?
señor
mandaré ahora mismo. Hay tanto que hacer.
la
— me
.
.
.
El mis-
decía yo.
considerarme imprescindible.
Asuntos del Banco que no admitían demora y aun con frecuencia asuntos personales de nuestro Jefe superior, me eran encomendados. Estaba seguro
mi principal de yo haría lo mandado, y de que lo haría poniendo en ello todas- mis facultades y todo
mi
interés,
como
si
de un asunto propio se
tratara.
Pronto esta estimación de mis jefes recargó conside-
blemente mi trabajo. tendencia
Pero aun más
lo recargó
la
de mis compañeros, común a todos los
empleadí'S de oficinas
o de comercio, a dejar parte
SUS quehaceres
cuidado del inferior, bastante
d-e
al
necio o imbele para no protestar de
más
logró que yo
llevase
algunos
libros de
el
osados,
que
me daban el
a hacer
cuentas,
Los demás, menos
labor que antes había sido suya.
los
Casasola,
ello.
egoísta y el peor intencionado, en breve tiempo
trabajos ocasionales,
de
Gerente no se daba cuenta de por quién
eran hechos.
— Aldano. Aldanito, hágame — Aldanito, — Aldanito, ponga en limpio
el
favor de sacar tres
copias de esta minuta.
revise esta
Y
yo, cada vez
lista.
más cansado,
esta cuanta sin
valor
garme, miraba con angustia aglomerarse sobre mi
mesa de
escritorio.
Me
paciente y estropeado animal, sobre
trabajo
parecía ser el
fuertes dejaban caer parte de su carga.
127
para neel
cual los
un
más
Otras veces
MANUEL ALDA NO imaginaba que la máquina del Banco me había tomado entre sus engranajes, como la muela del trapiche toma la caña de azúcar, para arrojarme después de algún tiempo, exhausto y exprimido. La sombra del cansancio se agigantaba ante
todas aquellas erradas
considerarme llas
inútil
En
mí.
cambio,
que antes me hacían
ideas
para todo,
como
negras habían fugado de mi
si
fuesen aveci-
Ahora me
alma.
me
era indiferente mi miopía; mejor dicho,
alegraba
Sabía ya que era un seguro de larga duración para mi vista; me parecía una adaptación de los ojos a un medio de pequeños objetos: letra de molde
de
ella.
o manuscrita, ruedecillas de
cultura,
que daba
para trabajar
órgano de
al
mucho tiempo
del órgano de la vista al
en que viven
la
la
vista
sin cansarse,
En resumen:
núsculas piecesillas.
vista
estudios bacterio-
reloj,
Adaptación necesaria en
lógicos
la
moderna capacidad
viendo miadaptación
medio de pequeños objetos En efecto, mi
los hombre*s civilizados.
de miope
salía
indemne de
los cinematógrafos o
de largas horas de lectura que fatigaban y rodeaban Asi como el de un círculo rojizo los ojos normales.
órgano de un marino se adapta a
los dilatados hori-
zontes de cielo y mar y distingue los cuerpos a gran distancia, así el ojo del ciudadano se adapta a este
medio de reducido horizonte que circunscribe la civilización moderna con sus múltiples y artificiosas necesidades.
Un
niño de colegio tiene más actitud
para leer sin cansarse durante varias horas, que
un
campesino adulto. Pero a pesar de esta seguridad, necesario que
me
era
el
a
pesar
de
lo
ya considerable sueldo de 128
i?.
que
A RE VA LO MARTÍNEZ
disfrutaba, a pesar del
a quienes con mi
amor vivísimo a
los míos,
renuncia iba a llenar de privaciones,
pronto tuve que ceder a otro empleado mi puesto en el
Banco.
Me
fué imposible continuar en
voluntad
escollaron'^ ante el
él.
Prodigios de
cansancio cada vez más
Comprendí que la voluntad en ciertos casos nada puede; que por lleno de voluntad que esté el hombre que ha perdido una grande que se apoderó de mí.
no puede tenerse en
pierna,
Me
acuerdo de
renuncia del empleo. pupitre,
pié.
que precedieron a mi
los "días
De
pié
o sentado ante
el
luchaba aún; pero mis dedos se negaban
Tardé tres a moverse y mi cerebro a funcionar. el saldo horas para hacer una sencilla operación,
—
Las páginas quedaron llenas de borrones, y mi alma, amante de lo perfecto, quedó llena de angustia, como si aquede
la
llos
cuenta de Depósitos a
la vista.
borrones pudiesen manchar su propia esencia.
Siempre he sufrido mucho ante un trabajo imperfecto, ante una carta con palabras entre reglones o una lista borrosa. Siempre llevé a toda obra mía, por pequeña que fuese, un deseo de perfección. Había que resignarse. No podía desempeñar a conciencia el empleo. Y no consistía mi falta en desconocimiento de loque llevaba entre manos: percibía no sólo la parte enconmendada a mi esfuerzo, como mis compañeros de Oficina y de Caja, que
sólo
tenían la parcial, incompleta visión
necesaria
desempeño de su empleo, sino todo el engranaje del Banco en conjunto. Pude muy bien para
el
sustituir
129
en sus
funciones
a
los
Directores
y
al I
MANUEL ALDANO Y
Gerente,
que
)o
Me
ellosr
duda tenía más
sin
clara percq>cíon
de
Guatemala, que
de
comercial
plaza
es la
daba o^enta del ^ncillo mecanismo a
punto, que mi jefe se acostumbró a consultarme
tal
negocios
de
Pero
resolucián,
difícil
estaba pronto, la carne era flaca.
alma
En
sin materia agente.
mañanas, recien llegado facilidad
al
las
Banco, extendía con con facilidad
primer giro o hacía
el
espíritu
el
si
Era como una tibias, luminosas
primera multiplicación; pero cuando uno u llegaban al
numero
no sabía
que
¡Oh!
lo
al
numero
ciento, ya
hacía.
lucha
,'la
cuarenta,
la
otra
contra
el
cansancio.
.
.
\
.
¡Lag
argucias de que se valía éste para determinarme al
¿Hablaba alguien? ¿llegaba un
reposo!
Y yo
suspendía mi
mismo, como
el
distraía
visitante?
engañándome
que hablaba,
Ya no
mi atención.
solicitasen
Me
si
trabajo,
el
mí
a
que llegaba,
]X)día
fijar
ésta.
sonido, toda aproximación.
cualquier
Días antes había tenido una irritabilidad enfermiza
que
me
hizo
reñir
con todos mis compañeros y
contestar con sequedad
al
mismo Gerente.
Ahora
Creo aún inerme de pié ante mi pupitre, sostenido por un esfuerzo de volunya ni de esto era capaz.
tad, y tan
rígido y tan relajado a la vez,
cadáver que
se
rriente galvánica.
moviera bajo
el
influjo
como un
de una co-
Sin pensar nada ya, sin querer nada
con una sola preocupadora, obsesora idea fija: la de un pequeño cuerpo metálico, una bala, que taladraba mis' sienes Ya era un campo de batalla ya,
el sitio
en que pasaba
tal
suceso, ya simplemente
cuerpecillo cónico se había escapado
del
el
revólver
130
i?.
A RE VA LO MARTÍNEZ
que Casasola nunca abandonaba. ¿Suicidio? ¡No! Demasiado religioso, no era el suicidio^ era simplemente la muerte, el derecho a descansar, que llegaba. Pude, como en mi caso hubiera hecho el Tío Gallina, aferrándome a mi empleo por otros medios, solicitar una licencia y descansar. Talvez licencias periódicas
me
hubiesen hecho posible continuar en
mi puestoj pero mi tendencia
a lo absoluto,
o,,
por
menos, a hacer las cosas en un creciente perfeccionamiento, o a no hacerlas, me cerraron ese camino lo
salvador.
a
la
No
Gallina, por ejemplo,
Y
ley de inercia.
con
tal
que oponen que oponía el Tío
tenia la resistencia pasiva
vida otros mal dotados,
—
—
la
fiados instintivamente
fui derrotado.
Dejé
el
cansancio, que lo dejé casi sin dolor.
día llegué a
la oficina.
Aun no
en
la
empleo
Un
estaba en ella nin-
guno de mis compañeros. Permanecí sentado ante mi mesa de trabajo, sin hacer nada, sin pensar en nada, viendo con cara de estólido los movimientos de una araña que frente a mí, a dos o tres varas del techo, empezaba a tejer su tela. Asi permanecí no sé cuanto tiempo. Sólo experimentaba una sensación de dolor en el alma, de un dolor que yo mismo no sabía por qué era provocado: vago,indefini* do e indefinible. Alfin,porun doloroso esfuerzo, volví a la realidadj me acordé de unos trabajos en máquina que tenía que hacer* y cuando hice girar la vista hacia la