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Spanish Pages 172 [174] Year 2020
Lazarillo de Tormes
Alfredo Rodríguez López-Vázquez (ed.)
Lazarillo de Tormes
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ISBN 978-3-631-81316-4 (Print) E-ISBN 978-3-631-81676-9 (E-PDF) E-ISBN 978-3-631-81677-6 (EPUB) E-ISBN 978-3-631-81678-3 (MOBI) DOI 10.3726/b16738
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Table of Contents PRÓLOGO DEL AUTOR A UN AMIGO SUYO .............................................. 7 PRÓLOGO .............................................................................................................. 71 Apuleius, Lucianus, Lazarillus ......................................................................... 80 La edición de Aribau coteja las ediciones de Amberes 1553 y Amberes 1554 . 86 El significado del episodio censurado del fraile de la Merced .................... 89 Las argumentaciones objetivas de tipo lingüístico ....................................... 90 Forma, función y significación del Lazarillo y su continuación de Amberes . 97 Omisiones, interpolaciones y censura; la Inquisición contra el Lazarillo. . 105 La génesis del Lazarillo en los años del Concilio de Trento ........................ 109 Francisco de Enzinas y las dos partes del Lazarillo ...................................... 116 La traducción de Tito Livio y sus coincidencias léxicas con el Lazarillo .... 127 Los distintos significados del Lazarillo ........................................................... 142 Elementos metodológicos para la recomposición del estema. .................... 144 La importancia de las traducciones francesas, holandesas y alemanas ...... 150 Las traducciones de Luciano hechas por Enzinas y por Jarava ................... 153 La segunda parte del Lazarillo y el problema de su autoría ......................... 156 Hacia un estema complejo: clados y rizomas ................................................ 159 List of Illustrations ................................................................................................. 165 BIBLIOGRAFÍA ..................................................................................................... 167
PRÓLOGO DEL AUTOR A UN AMIGO SUYO1 Yo por bien tengo que cosas tan señaladas y por ventura nunca oídas ni vistas vengan a noticia de muchos y no se entierren en la sepultura del olvido, pues podría ser que alguno que las lea halle algo que le agrade, y a los que no ahondaren tanto los deleite. Y a este propósito dice Plinio que no hay libro, por malo que sea, que no tenga alguna cosa buena.2 Mayormente3 que los gustos no son todos unos, mas lo que uno no come, otro se pierde4 por ello. Y así vemos cosas tenidas en poco de algunos, que de otros no lo son. Y esto para5 que ninguna cosa se debería romper ni echar a mal, si muy detestable6 no fuese, sino que a todos se comunicase, mayormente siendo sin perjuicio y pudiendo sacar de ella algún fruto, porque, si así no fuese, muy pocos escribirían para uno solo, pues no se hace sin trabajo y quieren, ya que lo pasan, ser recompensados, no con dineros mas con que vean y lean sus obras y, si hay de qué, se las alaben. Y a este propósito dice Tulio: “La honra cría las artes”.7 ¿Quién piensa que el soldado que es primero del escala8 tiene más aborrecido el vivir? No por cierto, mas el deseo de alabanza le hace ponerse al peligro, y así en las artes y letras es lo mismo. 1 Sigo la variante de Velasco, frente al escueto ‘Prólogo’ de las ediciones de 1554. El guiño cultural al prólogo de la Celestina parece evidente. 2 Se trata de una cita muy popular en el Renacimiento, que Plinio el Joven pone en boca de su tío, el célebre naturalista Plinio el Mayor, en una de sus populares cartas o Epistolas: «Dicere etiam solebat nullum esse librum tam malum, ut non aliqua parte prodesset». 3 El uso de ‘mayormente’ y su variante ‘mayormente que’ es un rasgo de estilo del autor de la obra, que lo usa hasta siete veces en sus dos variantes, el adverbio solo y el adverbio seguido de ‘que’. 4 ‘perderse por’. En el sentido de ‘amar extremadamente’ o, en palabras del Nuevo Dic cionario de la Lengua Castellana “sentir una inclinación vehemente hacia una persona o hacia otro cualquier objeto”. 5 Este ‘para’ no es una preposición, sino el presente del verbo ‘parar’ en una de sus acepciones frecuentes en el siglo XVI, con el sentido de ‘conducir a’. 6 En la edición de 1553, recogida en nota por Aribau y mantenida por las ediciones ‘castigadas por la Inquisición’: ‘si muy detestablemente no fuese’. Sigo la lección conjunta de las ediciones de 1554 y la de Velasco, coincidente con las traducciones en lenguas extranjeras. 7 En el original de Tulio Cicerón: “Honos alit artes” (Tusculanas, I, ii, 4). 8 La forma natural y más usada en la época es ‘primero de la escala’. Tal vez ‘del escala’ se haya producido por omisión de la -a final en la amalgama ‘dela’, habitual en los cajistas para ahorrar un espacio en la línea. En ese caso la omisión tendría que estar
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Predica muy bien el presentado y es hombre que desea mucho el provecho de las ánimas, mas pregunten a su merced si le pesa cuando le dicen: “¡Oh, qué maravillosamente lo ha hecho Vuestra Reverencia!”. Justó muy ruinmente el señor don Fulano y dio el sayete de armas al truhán porque lo loaba de haber llevado muy buenas lanzas: ¿qué hiciera si fuera verdad? Y todo va de esta manera, que confesando yo no ser más santo que mis vecinos, de esta nonada que en este grosero estilo escribo no me pesará que hayan parte y se huelguen con ello todos los que en ella algún gusto hallaren, y vean que vive un hombre con tantas fortunas,9 peligros y adversidades. Suplico a Vuestra Merced reciba el pobre servicio de mano de quien lo hiciera más rico si su poder y deseo se conformasen10. Y pues V.M. escribe se le escriba y relate el caso muy por extenso, parecióme no tomarlo por el medio, sino del principio, porque se tenga entera noticia de mi persona y también porque consideren los que heredaron nobles estados cuán poco se les debe, pues Fortuna fue con ellos parcial, y cuánto más hicieron los que, siéndoles contraria, con fuerza y maña remando salieron a buen puerto. Pues sepa Vuestra Merced, ante todas cosas, que a mí me11 llaman Lázaro de Tormes, hijo de Tomé González y de Antona12 Pérez, naturales de Tejares, aldea de Salamanca. Mi nacimiento fue dentro del río Tormes, por la cual causa tomé el sobrenombre y fue de esta manera: mi padre, que Dios perdone, tenía cargo de proveer una molienda de una aceña13 que está ribera de aquel río, en la cual fue molinero más de quince años, y estando mi madre una noche en la aceña preñada de mí, tomole el parto y pariome allí, de manera que con verdad me puedo decir nacido en el río.
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en la edición original y haberse transmitido en dos líneas divergentes, la que une la de Amberes 1553 y la castigada de López de Velasco por una parte y las cuatro ediciones conocidas de 1554. El vocablo ‘fortunas’ no se toma aquí como ‘suerte’, sino en la acepción que señala Covarrubias: “lo que sucede a caso, sin poder ser prevenido”. En la acepción ‘ponerse de acuerdo’ o ‘ser de un acuerdo y de una voluntad’, que explica Covarrubias. Las ediciones de 1554 omiten el pronombre ‘me’, pero tanto la de 1553, reproducida por Aribau, como el texto de Velasco, que presumiblemente está siguiendo a la princeps coinciden en ‘a mí me llaman’, que es la forma natural de este verbo. La forma ‘Antona’ es la forma popular y natural en la época, como en la comedia de Tirso de Molina Antona García sobre la heroína de la ciudad de Toro que defendió la villa frente a las tropas portuguesas. La ‘aceña’ es el molino de agua, a diferencia de los molinos de viento, popularizados por Don Quijote.
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Pues siendo yo niño de ocho años, achacaron a mi padre ciertas sangrías mal hechas en los costales de los que allí a moler venían, por lo cual fue preso y confesó y no negó y padeció persecución por justicia.14 Espero en Dios que está en la gloria, pues el Evangelio los llama bienaventurados. En este tiempo se hizo cierta armada contra moros, entre los cuales15 fue mi padre, que a la sazón estaba desterrado por el desastre ya dicho, con cargo de acemilero16 de un caballero que allá fue, y con su señor, como leal criado, feneció su vida. Mi viuda madre, como sin marido y sin abrigo se viese, determinó arrimarse a los buenos, por ser uno de ellos, y vínose a vivir a la ciudad y alquiló una casilla y metiose a guisar de comer a ciertos estudiantes y lavaba la ropa a ciertos mozos de caballos del Comendador de la Magdalena, de manera que, frecuentando las caballerizas, ella y un hombre moreno de aquellos que las bestias curaban vinieron en conocimiento.17 Éste algunas noches se venía a nuestra casa y se iba a la mañana. Otras veces de día llegaba a la puerta, en achaque de comprar huevos18, y entrábase en casa. Yo, al principio de su entrada, pesábame con él y habíale miedo, viendo el color y mal gesto19 que tenía, mas desque vi que con su venida mejoraba el comer, fuile queriendo bien, porque siempre traía pan, pedazos de carne y, en el invierno, leños a que nos calentábamos. De manera que, continuando la posada y conversación, mi madre vino a darme de él un negrito muy
14 El pasaje es inequívocamente irónico y mordaz, ya que enlaza dos citas evangélicas, la primera de Juan, I, 20 (“Et confessus est et non negavit”) y la segunda del Evangelio según Mateo: “Beati qui persecutionem patriuntur propter iustitiam, quoniam ipsorum est regnum cælorum” (V, 10). 15 Precisa atinadamente F. Rico que, tal y como está formulado el pasaje “literalmente se dice que el padre de Lázaro se contó entre los moros” (F. Rico: p. 7, nota 1). En efecto, si la intención del autor hubiera sido situar al padre de Lázaro en las filas cristianas podría haber escrito ‘en la cual fue mi padre’. Tal y como el texto dice, el padre está ‘entre los moros’, no en la armada contra moros. 16 ‘acemilero’, en la grafía ‘azemilero’ lo explica Covarrubias como ‘el que cura y trae a su cargo las azémilas’. Es decir, las bestias de carga. 17 ‘hombre moreno’ es un eufemismo por ‘negro’ y ‘venir en conocimiento’ se refiere a ‘conocimiento carnal’. 18 Ruffinatto apunta que el ‘comprar huevos’ corresponde a la ‘actitud tópica del amante furtivo, aludiendo como ejemplo a un malicioso pasaje de las Coplas de las comadres, de Rodrigo de Reinosa: “Una casa pobre tiene,/vende huevos en cestilla,/no hay quien tenga amor en villa/que luego a ella no viene”. 19 ‘Gesto’ no significa ‘ademán’, sino, más precisamente ‘rostro’.
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bonito, el cual yo brincaba y ayudaba a acallar.20 Y acuérdome que, estando el negro de mi padrastro trebejando con el mozuelo, como el niño veía a mi madre y a mí blancos y a él no, huía de él con miedo para mi madre y, señalando con el dedo, decía: – ¡Mamá,21 coco!
Respondió él, riendo:
– ¡Oh, hideputa ruín!22
Yo, aunque bien mochacho, noté aquella palabra de mi hermanico y dije entre mí: “¡Cuántos debe de haber en el mundo que huyen de otros, porque no se ven a sí mismos!23”. Quiso nuestra fortuna que la conversación del Zaide, que así se llamaba, llegó a oídos del mayordomo y, hecha pesquisa, hallóse que la mitad por medio de la cebada que para las bestias le daban, hurtaba, y salvados, leña, almohazas, mandiles y las mantas y sábanas de los caballos hacía perdidizas y cuando otra cosa no podía24, las bestias desherraba y con todo esto acudía a mi madre para criar a mi hermanico. No nos maravillemos de un clérigo ni de un fraile porque el uno 20 Coinciden en ‘acallar’ tanto Velasco como la edición de Aribau y la de Bidelo, variante aceptada por Caso y Ruffinatto. Aribau anota a pie de página: “Acallentar, Martín Nucio”. En realidad Nucio no edita ‘Acallentar’, sino ‘callentar’, salvo que Aribau maneje una edición distinta de Nucio, por ejemplo en segunda impresión corregida. Como anota José Caso “esta variante mejora mucho el texto, tanto que, más que corrección, parece la original, ya que el brincar a los niños, o mecerles rítmicamente en los brazos, o acunarles, es cosa que se hace para que callen, y no para calentarles, por lo que parece que todos los demás textos están equivocados”. Se trata de una nota clara y magistral, pese a que Caso desconoce la edición Aribau, que confirma la lectura común de Velasco y Bidelo. 21 En las ediciones de 1554: ‘Madre, coco’. Sigo a Velasco, Aribau y Bidelo, que coinciden en la fórmula natural: ‘Mamá, coco’. 22 De nuevo coinciden Velasco, Aribau y Bidelo frente a un escueto y menos natural ‘Hideputa’ de las ediciones de 1554. 23 Anota Ruffinatto que esta reflexión “puede involucrar al mismo Evangelio: “ Quid autem vides festucam in oculo fratris tui, et trabem in oculo tuo non vides? Aut quomodo dicis fratri tuo: Sine ejiciam festucam de oculo tuo; et ecce trabs est in oculo tuo? Hypocrita, ejice primum trabem de oculo tuo, et tunc videbis ejicere festucam de oculo fratris tui” (Mateo, VII, 3–5)” (Ruffinatto, p. 114, nota 38). 24 Sigo la lección conjunta de Velasco, Aribau y Bidelo. En las ediciones de 1554: “no tenía”. Está claro que Aribau sigue para su texto la edición de 1553 y anota a pie de página las variantes de Martín Nucio en 1554.
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hurta de los pobres y el otro de casa para sus devotas y para ayuda de otro tanto, cuando al pobre esclavo el amor le animaba a esto.25 Y probósele cuanto digo y aun más, porque a mí con amenazas me preguntaban y, como niño, respondía y descubría cuanto sabía con miedo, hasta ciertas herraduras que, por mandado de mi madre, a un herrero vendí. Al triste de mi padrastro azotaron y pringaron26, y a mi madre pusieron pena por justicia, sobre el acostumbrado centenario27, que en casa del sobredicho Comendador no entrase ni al lastimado Zaide en la suya acogiese. Por no echar la soga tras el caldero,28 la triste se esforzó y cumplió la sentencia y, por evitar peligro y quitarse de malas lenguas, se fue a servir a los que al presente29 vivían en el mesón de la Solana. Y allí, padeciendo mil importunidades, se acabó de criar mi hermanico hasta que supo andar. Ya yo era buen mozuelo, que iba a los huéspedes por vino y candelas y por lo demás que me mandaban.30
25 Todo este párrafo que anoto en cursiva está suprimido en las ediciones expurgadas del “Lazarillo castigado por la Inquisición”. Es decir, se trata de un párrafo censurado desde 1573 hasta 1834. 26 ‘Pringaron’, es decir, ‘untaron con pringue’, castigo típico de escarnio y mofa, al estilo del emplumar del Far West. 27 El ‘centenario’ es la pena de cien azotes administrados en público escarmiento. 28 ‘echar la soga tras el caldero’ es expresión tradicional, recogida ya por Covarrubias y explicada, con su habitual gracejo como “del que yendo a sacar agua al poço se le cayó dentro el caldero y, de rabia y despecho, echó también la soga con que le pudiera sacar, atando a ella un garabato o garfio”. 29 ‘al presente’, con el valor de ‘por aquel entonces’. 30 Sigo el texto de Aribau, que prioriza de nuevo la edición de 1553 y anota a pie de página “Y a mí hasta ser buen mozuelo”. Las ediciones de 1554 transmiten todas ellas ese mismo texto alternativo, construido sobre un anacoluto evidente: “hasta que supo andar y a mí hasta ser buen moçuelo”. Según F. Rico “El anacoluto provocado por el cambio de sujeto no es raro en la prosa de Lázaro” (Rico: 2011, p. 9, nota 9). Es notable observar que el texto alternativo de Velasco, Aribau y Bidelo no contiene ningún anacoluto, lo que se explica fácilmente admitiendo que proceden de la edición original, anterior a las deturpaciones de 1554, comunes a Nucio, Salzedo, Junta y F. y M. del Canto.
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Asiento de Lázaro con el ciego.31
Fig. 1: Lazarillo y el ciego. Grabado de Meissonnier.
En este tiempo vino a posar al mesón un ciego el cual, pareciéndole que yo sería32 para adestrarle, me pidió a mi madre y ella me encomendó a él, diciéndole cómo era hijo de un buen hombre, el cual, por ensalzar la fe, había muerto en la de los Gelves33 y que ella confiaba en Dios no saldría peor hombre que mi padre 31 Las ediciones de 1554 omiten este titulillo, que es común a Velasco, Aribau y Bidelo y que corresponde al contenido informativo del texto. Probablemente en la princeps de 1550 este titulillo estaba impreso en el birlí y en cursiva. 32 ‘sería para’ con el valor de ‘serviría para’. Sin descartar que ‘sería’ sea un error por omisión de la secuencia interior -vir- a partir de *serviría. 33 Hay dos expediciones distintas a los Gelves (la isla de Djerba, costeña a Túnez), una a cargo de García de Toledo, hijo del Duque de Alba, en 1510 y otra posterior y desastrosa en 1520,
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y que le rogaba me tratase bien y mirase por mí, pues era huérfano. Él respondió que así lo haría y que me recibía, no por mozo sino por hijo. Y así yo comencé a servir y a adestrar a mi nuevo y viejo amo. Como estuvimos en Salamanca algunos días, pareciéndole a mi amo que no era la ganancia a su contento, determinó irse de allí y cuando nos hubimos de partir, yo fui a ver a mi madre y, ambos llorando, me dio su bendición y dijo:
– Hijo, ya sé que no te veré más. Procura de ser bueno y Dios te guíe. Criado te he y con buen amo te he puesto; válete por ti.
Y así me fui para mi amo, que esperándome estaba. Salimos de Salamanca y, llegando a la puente, está a la entrada de ella un animal que casi tiene forma de toro, y el ciego mandóme que llegase cerca del animal y, allí puesto, me dijo:
– Lázaro, llega el oído a este toro y oirás gran ruido dentro de él.
Yo, simplemente, llegué, creyendo ser así, y como sintió que tenía la cabeza par de la piedra, afirmó recio la mano y diome una gran calabazada en el diablo del toro, que más de tres días me turó34 el dolor de la cornada, y díjome:
– Necio, aprende; que el mozo del ciego un punto ha de saber más que el diablo.
Y rió mucho de la burla. Pareciome que en aquel instante desperté de la simpleza en que, como niño, dormido estaba, y dije entre mí: “Verdad dice éste, que me cumple avivar el ojo y avisar, pues soy solo, y pensar cómo me sepa valer.” Comenzamos nuestro camino y en muy pocos días me mostró jerigonza35 y, como me viese de buen ingenio, holgábase mucho y decía:
– Yo oro ni plata no te lo puedo dar,36 mas avisos para vivir muchos te mostraré. Y fue así que, después de Dios, éste me dio la vida y, siendo ciego, me alumbró y adestró en la carrera del vivir. Huelgo de contar a Vuestra Merced estas niñerías para mostrar cuánta virtud sea saber los hombres subir siendo bajos y dejarse bajar siendo altos, cuánto vicio.
a cargo de Hugo de Moncada. La maliciosa ironía del autor parece apuntar a esta segunda de Don Yugo o Hugo, aludida también en la Segunda parte de 1555, en un texto asaz malévolo. 34 En la época ‘turar’ y ‘durar’ son variantes de uso que alternan sin una clara diferencia de sentido. Tal vez ‘turó’ en algunos escritores apunte a la idea de ‘persistencia en la duración’. 3 5 La ‘jerigonza’ es el argot profesional de los ciegos de oficio, cuya base de construcción consiste en el trueque de las sílabas en la palabra, de tal manera que ‘casa’ significa ‘saca’ y ‘borro’ quiere decir ‘robo’. 36 Se trata de una alusión clara a dos pasajes bíblicos, uno del NT y otro del AT: “Argentum et aurum non est mihi; quod autem habeo, hoc tibi do” (Hechos de los apóstoles, III,
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Pues tornando al bueno de mi ciego y contando sus cosas, vuestra merced sepa que, desde que Dios crió el mundo, ninguno formó más astuto ni sagaz. En su oficio era un águila: ciento y tantas oraciones sabía de coro37; un tono bajo, reposado y muy sonable, que hacía resonar la iglesia donde rezaba, sin hacer gestos ni visajes con boca ni ojos, como otros suelen hacer. Allende de esto, tenía otras mil formas y maneras para sacar el dinero. Decía saber oraciones para muchos y diversos efectos: para mujeres que no parían, para las que estaban de parto, para las que eran malcasadas, que sus maridos las quisiesen bien. Echaba pronósticos a las preñadas, si traían hijo o hija. Pues en caso de medicina Galeno no supo la mitad que él para muelas, desmayos, males de madre.38 Finalmente nadie le decía padecer alguna pasión que luego39 no le decía:
– Haced esto, haréis estotro, coged tal hierba, tomad tal raíz.
Con esto andábase todo el mundo tras él, especialmente mujeres, que cuanto les decía creían. De éstas sacaba él grandes provechos con las artes que digo y ganaba más en un mes que cien ciegos en un año. Mas también quiero que sepa vuestra merced que, con todo lo que adquiría y tenía, jamás tan avariento ni mezquino hombre no vi, tanto que me mataba a mí de hambre y a sí no se remediaba de lo necesario. Digo verdad: si con mi sotileza y buenas mañas no me supiera remediar, muchas veces me finara de hambre, mas con todo su saber y aviso le contraminaba de tal suerte que siempre, o las más veces, me cabía lo más y mejor. Para esto le hacía burlas endiabladas, de las cuales contaré algunas, aunque no todas a mi salvo.40 Él traía el pan y todas las otras cosas en un fardel de lienzo que por la boca se cerraba con una argolla de hierro y su candado y llave y al meter de las cosas y sacarlas era con tanta vigilancia y tan por contadero41 que no bastara todo el mundo a hacerle menos una migaja, mas yo tomaba aquella lazeria que él me
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6) y “Intellectum tibi dabo et instruam te in via hac, qua gradieris” (Salmos, XXXII,8). De nuevo evidencia el muy amplio conocimiento que el autor tiene de la Biblia. La expresión ‘de coro’ quiere decir ‘de carrerilla’ o ‘de memoria’, como se recita en el coro de la iglesia. El ‘mal de madre’ es el ‘mal de la matriz’, Covarrubias lo explica escuetamente y sin ambages: “Madre en la mugeres es la bulva y lugar do conciben el feto…Esta suele padezer muchas enfermedades. Remítome a la medicina”. ‘Luego’, en la época, tiene el sentido de ‘inmediatamente’ y no el actual de ‘después’. La expresión ‘a su salvo’ la explica el NDLC como ‘sin peligro ni estorbo’. ‘Salir o entrar por contadero’ se explica con claridad en el NDLC: “Dícese cuando el sitio, punto o paso por donde entran o salen algunos con precisión es tan angosto y reducido que no lo pueden verificar sino uno a uno, o a la desfilada”.
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daba, la cual en menos de dos bocados era despachada. Después que cerraba el candado y se descuidaba, pensando en que yo estaba entendiendo en otras cosas, por un poco de costura, que muchas veces del un lado del fardel descosía y tornaba a coser, sangraba el avariento fardel, sacando, no por tasa pan, mas buenos pedazos, torreznos y longaniza. Y así buscaba conveniente tiempo para rehacer no la chaza,42 sino la endiablada falta que el mal ciego me faltaba. Todo lo que podía sisar y hurtar traía en medias blancas y, cuando le mandaban rezar y le daban blancas, como él carecía de vista, no había el que se la daba, amagado con ella, cuando yo la tenía lanzada en la boca y la media aparejada,43 que, por presto que él echaba la mano, ya iba de mi cambio aniquilada en la mitad del justo precio.44 Quejábaseme el mal ciego, porque al tiento luego conocía y sentía que no era blanca entera, y decía:
– ¿Qué diablo es esto, que después que conmigo estás no me dan sino medias blancas y de antes una blanca y un maravedí hartas veces me pagaban? En ti debe estar esta desdicha.
También él abreviaba el rezar y la mitad de la oración no acababa, porque me tenía mandado que, en yéndose el que la mandaba rezar, le tirase por el cabo45 del capuz. Yo así lo hacía, luego él tornaba a dar voces, diciendo:
– ¿Mandan rezar tal y tal oración? – como suelen decir.
Usaba poner cabe sí un jarrillo de vino, cuando comíamos. Yo muy de presto le asía y daba un par de besos callados y tornábale a su lugar; mas turóme poco, que en los tragos conocía la falta y, por reservar su vino a salvo, nunca después desamparaba el jarro, antes lo tenía por el asa asido. Mas no había piedra imán que trajese46 a sí el hierro como yo el vino con una paja larga de centeno que para aquel menester tenía hecha, la cual, metiéndola en la boca del jarro, chupando el
42 La expresión ‘rehacer la chaza’ ya la registra Covarrubias como “término de jugadores de pelota”. Se refiere a la posibilidad de rehacer el primer saque cuando se ha fallado, como en el tenis actual. 43 ‘aparejada’ en el sentido de ‘preparada’. 44 La ‘mitad del justo precio’ es adaptación del tecnicismo romano dimidium iusti pretii como apuntan Rico y Ruffinatto. 45 Coinciden Velasco, Aribau y Milán en la expresión ‘por el cabo del capuz’, frente a la transmisión ‘por cabo del capuz’, de las ediciones de 1554, con omisión del artículo. 46 Las ediciones de 1554, frente a Velasco y Aribau, omiten todas el mismo pasaje y editan “no había piedra imán que a sí traxesse a sí como yo”.
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vino lo dejaba a buenas noches.47 Mas, como fuese el traidor tan astuto, pienso que me sintió y dende en adelante mudó propósito y asentaba su jarro entre las piernas y atapábale con la mano y así bebía seguro. Yo, como estaba hecho al vino, moría por él y viendo que aquel remedio de la paja no me aprovechaba ni valía, acordé en el suelo del jarro hacerle una fuentecilla y agujero sutil, y delicadamente, con una muy delgada tortilla de cera taparlo, y al tiempo de comer, fingiendo haber frío, entrábame entre las piernas del triste ciego a calentarme en la pobrecilla lumbre que teníamos y, al calor de ella, luego era derretida la cera, por ser muy poca, comenzaba la fuentecilla a destilarme en la boca, la cual yo de tal manera ponía que maldita la gota se perdía. Cuando el pobreto iba a beber no hallaba nada, espantábase, maldecíase, daba al diablo el jarro y el vino, no sabiendo qué podía ser.
– No diréis, tío, que os lo bebo yo – decía – pues no le quitáis de la mano.
Tantas vueltas y tientos dio al jarro, que halló la fuente y cayó en la burla, mas así lo disimuló como si no lo hubiera sentido y luego otro día48, teniendo yo rezumando mi jarro como solía, no pensando en el daño que me estaba aparejado ni que el mal ciego me sentía, senteme como solía. Estando recibiendo aquellos dulces tragos, mi cara puesta hacia el cielo, un poco cerrados los ojos, por mejor gustar el sabroso licor, sintió el desesperado ciego que ahora tenía tiempo de tomar de mí venganza y con toda su fuerza, alzando con dos manos aquel dulce y amargo jarro, le dejó caer sobre mi boca, ayudándose, como digo, con todo su poder, de manera que el pobre Lázaro, que de nada de esto se guardaba, antes, como otras veces, estaba descuidado y gozoso, verdaderamente me pareció que el cielo, con todo lo que en él hay, me había caído encima. Fue tal el golpecillo, que me desatinó y sacó de sentido, y el jarrazo, tan grande que los pedazos de él se me metieron por la cara, rompiéndomela por muchas partes y me quebró los dientes, sin los cuales hasta hoy día me quedé. Desde aquella hora quise mal al mal ciego y, aunque me quería y regalaba y me curaba, bien vi que se había holgado del cruel castigo. Lavome con vino las roturas que con los pedazos del jarro me había hecho y, sonriéndose, decía:
– ¿Qué te parece, Lázaro? Lo que te enfermó, te sana y da salud.
Y otros donaires que a mi gusto no lo eran. 47 El NDLC explica esta expresión con nitidez en la entrada ‘Dejar’: “à oscuras, a buenas noches. Burlar a alguno, hazer que uno se quede sin lo que pensaba”. Así, Lázaro deja a buenas noches al ciego. 48 La expresión ‘luego otro día’ significa exactamente ‘el día siguiente’.
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Ya que49 estuve medio bueno de mi negra trepa50 y cardenales, considerando que a pocos golpes tales el cruel ciego ahorraría51 de mí, quise yo ahorrar de él, mas no lo hice tan presto, por hacerlo más a mi salvo y provecho, aunque yo quisiera asentar mi corazón y perdonarle el jarrazo, no daba lugar el maltratamiento que el mal ciego desde allí adelante me hacía, que, sin causa ni razón, me hería, dándome coscorrones y repelándome.52 Y si alguno le decía por qué me trataba tan mal, luego contaba el cuento del jarro, diciendo:
– ¿Pensáis que este mi mozo es algún inocente? Pues oíd si el demonio ensayara otra tal hazaña.
Santiguándose, los que lo oían decían:
– ¡Mirá quién pensara de un muchacho tan pequeño tal ruindad!
Y reían mucho el artificio y decíanle:
– Castigadlo, castigadlo, que de Dios lo habréis.
Y él, con aquello, nunca otra cosa hacía. Y en esto yo siempre le llevaba por los peores caminos y adrede, por le hacer mal y daño, si había piedras, por ellas, y si lodo, por lo más alto, que aunque yo no iba por lo más enjuto, me holgaba de quebrarme a mí un ojo por quebrar dos al que ninguno tenía. Con esto, siempre con el cabo alto del tiento me tentaba53 el colodrillo, el cual siempre traía lleno de tolondrones54 y pelado de sus manos y aunque yo juraba no lo hacer con malicia, sino por no hallar mejor camino, no me aprovechaba ni me creía, mas tal era el sentido y el grandísimo entendimiento del traidor. Y porque vea vuesa merced a cuánto se extendía el ingenio de este astuto ciego contaré un caso, de muchos que con él me acaecieron, en el cual me parece dio bien a entender su gran astucia. Cuando salimos de Salamanca, su motivo fue venir a tierra de Toledo,
4 9 El sentido de la secuencia ‘ya que’ es similar al de ‘en cuanto’. 50 La ‘trepa’ es el “castigo que se da a uno con azotes o patadas” (NDLC). 51 ‘Ahorrar’, en la época, significa ‘librarse de’, en el sentido de ‘dar carta de horro’ o carta de libertad. 52 ‘Repelar’ es “sacar el pelo, y particularmente de la cabeza, como castigo a los muchachos” (NDLC). 53 Aribau anota a pie de página: (4) Atentaba, lo que evidencia que ‘tentaba’ es la lección de Amberes 1553. Ambas formas están recogidas por Covarrubias, que en la entrada ‘tentar’ señala algo muy preciso: “Tiene diversas sinificaciones, como tentar con la mano el ciego”. Esto avala la lección de 1553 seguida por Aribau. 54 ‘Tolondrón’ es “el bulto o chichón, sobre todo en la cabeza, que es efecto de un golpe” (NDLC).
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porque decía ser la gente más rica, aunque no muy limosnera; arrimábase a este refrán: “Más da el duro que el desnudo”, y vinimos a este camino por los mejores lugares; donde hallaba buena acogida y ganancia, deteníamos; donde no, a tercero día hacíamos San Juan55. Acaeció que, llegando a un lugar que llaman Almorox, al tiempo que cogían las uvas, un vendimiador le dio un racimo de ellas en limosna, y como suelen ir los cestos mal tratados y también porque la uva en aquel tiempo está muy madura, desgranábasele el racimo en la mano; para echarlo en el fardel, tornábase mosto, y lo que a él se llegaba; acordó de hacer un banquete, así por no lo poder llevar como por contentarme, que aquel día me había dado muchos rodillazos y golpes. Sentámonos en un valladar y dixo:
– Agora quiero yo usar contigo de una liberalidad, y es que ambos comamos este racimo de uvas y que hayas de él tanta parte como yo; partirlo hemos de esta manera: tú picarás una vez y yo otra, con tal que me prometas no tomar cada vez más de una uva. Yo haré lo mismo hasta que lo acabemos y de esta suerte no habrá engaño. Hecho así el concierto, comenzamos, mas luego al segundo lance el traidor mudó propósito56 y comenzó a tomar de dos en dos, considerando que yo debería hacer lo mismo. Como vi que él quebraba la postura,57 no me contenté ir a la par con él, mas aún pasaba adelante: dos a dos y tres a tres y como podía las comía. Acabado el racimo, estuvo un poco con el escobajo58 en la mano y, meneando la cabeza, dijo: – Lázaro, engañado me has. Juraré yo a Dios59 que has tú comido las uvas tres a tres. – No comí – dije yo –; mas, ¿por qué sospecháis eso?
Respondió el sagacísimo60 ciego:
– ¿Sabes en qué veo que las comiste tres a tres? En que comía yo dos a dos y callabas.
55 ‘hacer San Juan’ es expresión popular que ya está recogida por Francisco Espinosa en su Refranero y que significa ‘escabullirse’. Gonzalo Korreas recoge en su Refranero el dicho popular “Día de San Juan, mudar casa, amo o mozo”. 56 ‘mudó propósito’ es forma popular de la más formal ‘cambió de opinión’. 57 La ‘postura’ es la apuesta o el convenio que se hace, con lo que ‘quebrar la postura’ es ‘cumplir con lo que se ha acordado’. 58 El ‘escobajo’ lo explica minuciosamente Covarrubias: “el gajo de los racimos de las uvas, quando las han desgranado y quitado de él”. 59 Suprimido ‘a Dios’ en la edición expurgada preparada por Velasco y Hurtado de Mendoza. 60 Aquí hay una variante importante en la edición de Luis Sánchez, seguida por las demás ediciones ‘castigadas’: en vez de ‘sagacísimo ciego’, Sánchez edita ‘graciosísimo ciego’, seguido y difundido por las ediciones ‘castigadas por la Inquisición’ que derivan de Sánchez y no de Velasco directamente. Aribau, que sigue aquí el texto de Martin Nucio, con buen criterio, la anota como variante a pie de página, lo que nos permite detectar una de las peculiaridades de la edición de 1553: la variante ecdótica ‘sagacísimo/graciosísimo’.
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Reíme entre mí y, aunque mochacho, noté mucho la discreta consideración del ciego. Mas, por no ser prolijo, dejo de contar muchas cosas, así graciosas como de notar, que con este mi primer amo me acaecieron, y quiero decir el despidiente61 y con él acabar. Estábamos en Escalona,62 villa del duque de ella, en un mesón, y diome un pedazo de longaniza que le asase, y ya que la longaniza había pringado y comídose las pringadas63 sacó un maravedí de la bolsa y mandome que fuese por él de vino a la taberna. Púsome el demonio el aparejo delante los ojos, el cual, como suelen decir, hace al ladrón, y fue que había cabe64 el fuego un nabo pequeño, larguillo y ruinoso, y tal que, por no ser65 para la olla, debió ser echado allí. Y como al presente nadie estuviese, sino él y yo solos, como me vi con apetito goloso, habiéndome puesto dentera66 el sabroso olor de la longaniza, del cual solamente sabía que había de gozar, no mirando qué me podría suceder, pospuesto todo el temor por cumplir con el deseo, en tanto que el ciego sacaba de la bolsa el
61 El ‘despidiente’, es decir, ‘la última’, no corresponde a la forma final del texto, lo que permite conjeturar que hay una redacción previa anterior a la fase definitiva; si esta conjetura es correcta, antes de la princeps de 1550 debió de existir una fase previa manuscrita, tal vez un año antes, con el texto todavía no definitivo. Roland Labarre ha sugerido que esa fase previa podría corresponder al texto al que alude el editor Oporino en su carta a Francisco de Enzinas en 1548. 62 En la época en la que suceden los hechos, hacia 1525–30 según la cronología más aceptada, el Duque de Escalona era Diego López Pacheco, protector de los alumbrados castellanos y afín al pensamiento más o menos heterodoxo. 63 Las ‘pringadas’, según nos informa Covarrubias, son “las rebanadas sobre que echamos la pringue”. 64 La preposición, hoy en desuso, ‘cabe’ con el valor de ‘junto a’. 65 En la idea de ‘por no ser adecuado para la olla’. 66 Las ediciones de 1554 traen ‘puesto dentro’, construcción incongruente y antigramatical, al faltarle un término. Tanto Velasco como Aribau editan correctamente ‘dentera’, en la idea de que ‘poner dentera’ es ‘dar vehementes deseos de una cosa que se ve o se huele’ (NDLC). Las cuatro ediciones de 1554 transmite el mismo error ‘me puso dentro’, que llega hasta el siglo XXI con el aval de un perplejo Francisco Rico, que mantiene la lección deturpada, confiando en que la variante de la edición Velasco (Rico desconoce o descree de la edición de Amberes 1553, que está perfectamente documentada) puede explicarse como una corrección genial y milagrosa de Juan López de Velasco. Es difícil de asumir, dada la sencillez y claridad de sentido de la variante en la que coinciden el texto de 1553 copiado por Aribau y el Lazarillo castigado al alimón por Velasco y Hurtado de Mendoza.
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dinero, saqué la longaniza y muy presto metí el sobredicho nabo en el asador, el cual mi amo, dándome el dinero para el vino, tomó y comenzó a dar vueltas al fuego, queriendo asar al que de ser cocido por sus deméritos había escapado. Yo fui por el vino, con el cual no tardé en despachar la longaniza, y cuando vine hallé al pecador del ciego, que tenía entre dos rebanadas apresado el nabo, al cual aún no había conocido, por no lo haber tentado con la mano. Como tomase las rebanadas y mordiese en ellas, pensando también llevar parte de la longaniza, hallose en frío con el frío nabo, alterose y dijo:
– ¿Qué es esto, Lazarillo? – Lazerado de mí – dije yo –. ¿Si queréis67 achacarme68 algo? ¿Yo no vengo de traer el vino? Alguno estaba por ahí y por burlar haría eso. – No, no, – dijo él – que yo no he dejado el asador de la mano, no es posible.
Yo torné a jurar y perjurar que estaba libre de aquel trueco y cambio, mas poco me aprovechó, pues a las astucias del maldito ciego nada se le escondía, y levantose y asiome por la cabeza y llegose a olerme, y como debió sentir el huelgo69, uso de buen podenco70, por mejor satisfacerse de la verdad y con la gran agonía que llevaba, asiéndome con las manos abriome la boca más de su derecho, y desatentadamente metía la nariz, la cual tenía luenga71 y afilada, y a aquella sazón con el enojo se había aumentado un palmo, con el pico de la cual me llegó al ga llillo72; con esto y con el gran miedo que tenía y con la brevedad del tiempo, que la negra longaniza aun no había hecho asiento en el estómago, y lo más principal, con el destiento73 de la cumplidísima nariz, medio casi ahogándome, todas estas 6 7 En la idea de ¿No querréis echarme la culpa? 68 ‘Achacarme’ es la lección natural y la que sigue Aribau, que anota a pie de página la variante ‘echar’, común a Nucio y las ediciones de 1554. 69 Como observa lacónicamente Covarrubias: “Huelgo. Vale aliento”. 70 El ‘podenco’ es “el perro de caza que busca y para las perdices”, de modo que su comparación con ese ciego que fía al olfato la detección de su presa es un brillante ejemplo de animalización del personaje. 71 En Aribau: ‘larga y afilada’. Aribau anota a pie de página la variante ‘luenga’. Aquí Velas co edita ‘luenga’, lo que parece implicar que ‘larga’ es variante particular de Amberes 1553 que difiere de Velasco en algún otro ejemplo. 72 El ‘gallillo’ es la forma popular para aludir a lo que llamamos también la úvula o campanilla. El CORDE proporciona varios ejemplos de uso en el siglo XVI. Coinciden en ‘gallillo’ tanto Velasco como Aribau, que anota la variante ‘A la gulilla’ a pie de página, conforme el texto de Martín Nucio. Ruffinatto prioriza esta variante, ‘al gallillo’ y explica detalladamente su preferencia por la variante de Velasco, avalada ahora por el texto de Aribau, que prioriza la edición de Amberes 1553 frente a la posterior de Nucio. 73 El ‘destiento’ es el sobresalto o turbación.
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cosas se juntaron y fueron causa que el hecho y golosina se manifestase y lo suyo fuese vuelto a su dueño, de manera que, antes que el mal ciego sacase de mi boca su trompa, tal alteración sintió mi estómago que le dio con el hurto en ella, de suerte que mi nariz y la negra mal mascada longaniza a un tiempo salieron de mi boca. ¡Oh, gran Dios, quién estuviera aquella hora sepultado, que muerto ya lo estaba! Fue tal el coraje del perverso ciego que, si al ruido no acudieran, pienso no me dejara con la vida. Sacáronme de entre sus manos, dejándoselas llenas de aquellos pocos cabellos que tenía, arañada la cara y rascuñado el pescuezo y la garganta, y esto bien lo merecía, pues por mi maldad me venían tantas persecuciones. Contaba el mal ciego a todos cuantos allí se allegaban mis desastres y dábales cuenta, una y otra vez, así de la del jarro como de la del racimo y ahora de lo presente; era la risa de todos tan grande, que toda la gente que por la calle pasaba entraba a ver la fiesta, mas con tanta gracia y donaire contaba el ciego mis hazañas que, aunque yo estaba tan maltratado y llorando, me parecía que le hacía sinjusticia74 en no se las reír. Y en cuanto esto pasaba, a la memoria me vino una cobardía y flojedad que hice, por que75 me maldecía, y fue no dejarle sin narices, pues tan buen tiempo tuve para ello, que la mitad del camino estaba andado, que con solo apretar los dientes se me quedaran en casa, y con ser de aquel malvado, por ventura lo retuviera mejor mi estómago que retuvo la longaniza y, no pareciendo ellas, pudiera negar la demanda. Pluguiera a Dios que lo hubiera hecho, que esto fuera así que así.76 Hiciéronnos amigos la mesonera y los que allí estaban, y con el vino que para beber le había traído, laváronme la cara y la garganta, sobre lo cual discantaba el mal ciego donaires, diciendo:
– Por verdad, más vino me gasta este mozo en lavatorios al cabo del año que yo bebo en dos. A lo menos, Lázaro, eres más en77 cargo al vino que a tu padre, porque él una vez te engendró, mas el vino mil te ha dado la vida.
Y luego contaba cuántas veces me había descalabrado y harpado la cara y con vino luego78 sanaba.
74 Aribau edita aquí ‘injusticia’, no como enmienda, sino siguiendo la variante de Amberes 1553, anotando a pie de página la lección ‘hacía sin justicia’, de Martín Nucio. 75 Es decir: por la cual me maldecía. 76 La expresión ‘fuera así que así’ vale por ‘vendría siendo lo mismo’ o ‘lo mismo daría’. 77 En las ediciones de 1554 se ha editado ‘más en’ y esa variante ha pasado a las ediciones modernas. La expresión ‘ser más en cargo’ la usan por esos años autores populares como Diego Ortúñez de Calahorra y otros. 78 Aquí ‘luego’ tiene el valor irónico de ‘al momento, inmediatamente’.
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La vida de Lazarillo de Tormes – Yo te digo – dijo – que si hombre en el mundo ha de ser bienaventurado79 con vino, que serás tú.
Y reían mucho los que me lavaban con esto, aunque yo renegaba, mas el pronóstico del ciego no salió mentiroso, que80 después acá muchas veces me acuerdo de aquel hombre, que sin duda debía tener espíritu de profecía, y me pesa de los sinsabores que le hice, aunque bien se lo pagué, considerando lo que aquel día me dijo salirme tan verdadero como adelante vuestra merced oirá. Visto esto y las malas burlas que81 el ciego burlaba de mí, determiné de todo en todo dejarle, y como lo traía pensado y lo tenía en voluntad, con este postrer juego que me hizo afirmélo más y fue así que, luego otro día,82 salimos por la villa a pedir limosna y había llovido mucho la noche antes, y porque el día también llovía, andaba rezando debajo de unos portales que en aquel pueblo había, donde no nos mojábamos, mas como la noche se venía y el llover no cesaba, díjome el clérigo:
– Lázaro, esta agua es muy porfiada83 y cuanto la noche más cierra, más recia;84 acojámonos a la posada con tiempo.
Para ir allá habíamos de pasar un arroyo, que con la mucha agua iba grande. Yo le dije:
– Tío, el arroyo va muy ancho, mas si queréis, yo veo por donde travesemos más aína85 sin nos mojar, porque se estrecha allí mucho y, saltando, pasaremos a pie enjuto.
Pareciole buen consejo y dijo:
– Discreto eres, por eso te quiero bien; llévame a ese lugar donde el arroyo se ensangosta86, que ahora es invierno y sabe mal el agua y más llevar los pies mojados.
79 Aribau edita aquí ‘bien afortunado’, siguiendo la edición de Amberes 1553, anotando a pie de página ‘Bienaventurado’, lección en la que coinciden Nucio y Velasco, por lo que hay que tomar ‘bien afortunado’ como variante de transmisión en Amberes 1553. Como se ve, la mayor parte de las veces en que hay dos lecciones discrepantes, Aribau escoge la más antigua, aunque en este caso se trate de una variante sin respaldo en Velasco. 80 En vez del ‘que’, común a Velasco y Aribau, las ediciones de 1554 traen ‘y’. 81 En Aribau ‘con que el ciego’, que delata la versión de 1553 frente a la lección común de Velasco y las de 1554. 82 La expresión ‘luego otro día’ quiere decir exactamente ‘al día siguiente’ y no ‘cualquier otro día’. 83 ‘Porfiada’ tiene el valor de ‘muy insistente’. 84 Hay una evidente paronomasia o retruécano en la construcción ‘recia/cierra’. 85 ‘más aína’ es fórmula arcaica por ‘más pronto’. 86 ‘ensangostarse’ significa exactamente ‘hacerse más angosto o estrecho’. Aribau anota ‘desangosta’ a pie de página, lo que evidencia que esa es la lección de Amberes 1553.
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Yo, que vi el aparejo a mi deseo, saquéle de bajo de los portales y llevélo derecho de un pilar o poste de piedra que en la plaza estaba, sobre el cual, y sobre otros, cargaban saledizos de aquellas casas y díjele:
– Tío, éste es el paso más angosto que en el arroyo hay.
Como llovía recio y el triste se mojaba y con la prisa que llevábamos de salir del agua que encima nos caía y, lo más principal, porque Dios le cegó aquella hora el entendimiento por darme de él venganza, creyóse de mí y dijo:
– Ponme bien derecho y salta tú el arroyo.
Yo le puse bien derecho enfrente del pilar y doy un salto y póngome detrás del poste, como quien espera tope de toro, y díjele: – ¡Sus!87 Saltá todo lo que podáis, por que deis de este cabo del agua.
Aun apenas lo había acabado de decir cuando se abalanza el pobre ciego, como cabrón, y de toda su fuerza arremete, tomando un paso atrás de corrida para hacer mayor salto, da con la cabeza en el poste, que sonó tan recio como si diera con una gran calabaza y cayó luego para atrás, medio muerto y hendida la cabeza.
– ¿Cómo? ¿Olistes la longaniza y no el poste? Ole, ole.88
Le dije yo y déjole en poder de mucha gente que lo había ido a socorrer y tomo la puerta de la villa en los pies, de un trote, y antes que la noche viniese di conmigo en [Hormigos]89. No supe más lo que Dios de él hizo, ni curé de lo saber. Cómo Lázaro asentó con un clérigo. Otro día,90 no pareciéndome estar allí seguro, fuime a un lugar que llaman Maqueda, adonde me toparon mis pecados con un clérigo que, llegando a pedir
8 7 La interjección ¡Sus! es eufemístico de ¡Jesús!. 88 En la edición Aribau, para facilitar la comprensión del lector, se moderniza: ¡Huele, huele!, aunque se anota a pie de página ‘Ole, ole! 89 En todas las ediciones: ‘Torrijos’, lo que supone una alteración en el trayecto normal de Escalona a Maqueda. La propuesta de ajustar esto al itinerario normal sustituyendo Torrijos por Hormigos encaja en la trayectoria natural Escalona>Hormigos>Maqueda y está apoyada por algún otro error de composición del cajista, como es la confusión ‘flaquísimo cuerpo’ por ‘flaquísimo puerco’, error de composición del cajista de imprenta de la princeps. 90 La expresión ‘Otro día’ se usa en el sentido de ‘al día siguiente’, no de ‘cualquier día’.
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limosna, me preguntó si sabía ayudar a misa; yo dije que sí, como era verdad, que aunque maltratado, mil cosas buenas me mostró el pecador del ciego y una de ellas fue ésta. Finalmente el clérigo me recibió por suyo. Escapé del trueno y di en el relámpago, porque era el ciego para con éste un Alexandre Magno, con ser la misma avaricia, como he contado. No digo más, sino que toda la lazeria del mundo estaba encerrada en éste. No sé si de su cosecha era o lo había anejado con el hábito de clerecía.91 Él tenía un arcaz viejo y cerrado con su llave, la cual traía atada con un agujeta del paletoque y en viniendo el bodigo92 de la iglesia, por su mano era allí lanzado y tornada a cerrar el arca. Y en toda la casa no había ninguna cosa de comer, como suele estar en otras algún tocino colgado al humero93, algún queso puesto en alguna tabla, o en el armario algún canastillo con algunos pedazos de pan que de la mesa sobran, que me parece a mí que aunque de ello no me aprovechara, con la vista de ello me consolara. Solamente había una horca de cebollas, y tras la llave, en una cámara en lo alto de la casa. De éstas tenía yo de ración una para cada cuatro días y, cuando le pedía la llave para ir por ella, si alguno estaba presente, echaba mano al falsopeto94 y con gran continencia la desataba y me la daba, diciendo:
– Toma y vuélvela luego y no hagáis sino golosmear.95
9 1 El pasaje en cursiva está suprimido en la edición castigada por la Inquisición. 92 Este segmento requiere explicación: la ‘agujeta’ es “la cinta que tiene dos cabos de metal, que como aguja entra por los agugeros”, explica Covarrubias; el ‘paletoque’ es la “especie de capote sin magas, compuesto de dos haldas en forma de escapulario y largo hasta las rodillas” (NDLC) y el ‘bodigo’ es el ‘pan regalado en forma pequeña, déstos suelen llevar las mugeres por ofrenda” (Covarrubias). 93 El ‘humero’ es el “cañón ancho de la chimenea, adonde se cuelgan las morcillas y longanizas y otras cosas que se enxugan y secan al humo” (Covarrubias). Ruffinatto apunta que la ausencia de tocino en el humero se puede interpretar como signo de judaísmo. 94 “Falsopeto. El bolsillo que se incorpora en el entreaforro del sayo, que cae sobre el pecho, adonde parece estar seguro el dinero más que en la faltriquera ni otra parte” (Covarrubias). 95 Tanto Caso como Rico y Navarro Durán editan ‘golosinar’, Ruffinatto ‘golosinear’, pero la cosa es más compleja, porque Velasco y Aribau coinciden en ‘golosmear’, vocablo que no es ninguna errata, sino que está recogido en la Tercera Celestina (1536) y en el Guitón Onofre (1604). La Tercera Celestina, además de su editio princeps en 1536, conoció una segunda edición en Amberes en 1539, lo que la acerca a otro territorio editorial relacionado con el Lazarillo.
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Como si debajo de ella estuvieran todas las conservas de Valencia, con no haber en la dicha cámara (como dije) maldita otra cosa que las cebollas colgadas de un clavo, las cuales él tenía también por cuenta, que si por malos de mis pecados me desmandara a más de mi tasa, me costara caro. Finalmente yo me finaba de hambre. Pues ya que conmigo tenía poca caridad, consigo usaba más. Cinco blancas de carne era su ordinario para comer y cenar; verdad es que partía conmigo del caldo, que de la carne, tan blanco el ojo,96 sino un poco de pan y pluguiera a Dios que me demediara.97 Los sábados cómense en esta tierra cabezas de carnero y enviábame por una que costaba tres maravedís; aquélla la cocía y comía los ojos y la lengua y el cogote y sesos y la carne que en las quijadas tenía y dábame todos los huesos roídos y98 dábamelos en el plato, diciendo:
– Toma, come, triunfa,99 que para ti es el mundo. Mejor vida tienes que el Papa. – Tal te la dé Dios – decía yo, paso, entre mí.
A cabo de tres semanas que estuve con él, vine a tanta flaqueza que no me podía tener en las piernas de pura hambre. Vime claramente ir a la sepultura, si Dios y mi saber no me remediaran. Para usar de mis mañas no tenía aparejo, por no tener en qué darle salto y, aunque algo hubiera, no pudiera cegarle,100 como hacía al que Dios perdone (si de aquella calabazada feneció), que todavía, aunque astuto, con faltarle aquel preciado sentido, no me sentía, mas estotro, ninguno hay que tan aguda vista tuviese como él tenía. Cuando al ofertorio estábamos, ninguna blanca en la concha caía que no era de él registrada: el un ojo tenía en la gente y el otro101 en mis manos; bailábanle los ojos en el casco102 como si fueran de azogue; cuantas blancas ofrecían, tenía por su cuenta y, acabado el ofrecer,
9 6 La idea, como apunta Rico, es: “me quedaba tan en blanco como el blanco del ojo”. 97 ‘Demediar’, según Covarrubias es “aver perdido la mitad de su ser”. La ración de Lázaro no llega, pues, a la mitad del poco de pan. 98 Un polisíndeton formado por 7 usos de ‘y’, imagen gramatical y numérica de la avaricia del clérigo. Lo edito sin puntuación para acentuar la idea del vertiginoso frenesí del clérigo tragaldabas. 99 ‘Toma, come, triunfa’, a la manera de un irónico ‘veni, vidi, vinci’. 100 Esta mención establece un enlace con la frase “¡San Juan, y ciégale!”, del episodio del ciego. 101 Un ejemplo magistral de imagen caricaturesca: la bizquera producida por su avaricia. 102 El ‘casco’ lo explica Covarrubias con su gracejo habitual: “Sinifica algunas vezes el huesso de la cabeça, que encierra dentro de sí el celebro, comúnmente dicho sesos, por la semejança que tiene al casco de cualquier vaso de tierra redondo como olla”.
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luego me quitaba la concheta103 y la ponía sobre el altar; no era yo señor de asirle una blanca todo el tiempo que con él viví o, por mejor decir, morí. De la taberna nunca le traje una blanca de vino, mas aquel poco que de la ofrenda había metido en su arcaz, compasaba de tal forma que le duraba toda la semana y por ocultar su gran mezquindad, decíame:
– Mira, mozo, los sacerdotes han de ser muy templados en su comer y beber, y por esto yo no me desmando como otros.
Mas el lazerado mentía falsamente, porque en cofradías104 y mortuorios que rozamos105 a costa ajena comía como lobo y bebía más que un saludador.106 Y porque dixe107 de mortuorios Dios me perdone, que jamás fui enemigo de la naturaleza humana sino entonces, y esto era porque comíamos bien y me har taban; deseaba, y aun rogaba a Dios, que cada día matase el suyo. Y cuando dábamos sacramento a los enfermos, especialmente la extrema unción, como manda el clérigo rezar a los que están allí, yo cierto no era el postrero de la oración, y con todo mi corazón y buena voluntad rogaba al Señor, no que le echase a la parte que más servido fuese, como se suele decir, mas que le llevase de este108 103 El recurso a Velasco y Aribau confirma la lección conjunta de Nucio, Simón y Plantino con la lección ‘concheta’ de Amberes 1554, frente a las deturpaciones ‘concha’ y la sorprendente ‘corneta’, de Burgos y Medina, que se explica fácilmente como mala lectura de ‘concheta’ en caracteres góticos, sin necesidad de recurrir a fantasías críticas interpretativas. 104 Modernizo el arcaico ‘cofadrías’ en que coinciden Alcalá, Velasco y Aribau. En Amberes 54, Simón, Milán y Plantino ‘confradías’. 105 Sigo la lección conjunta de Alcalá, Velasco y Aribau, que no es ninguna errata, como sugiere Caso, sino un uso argótico de germanías con el valor de ‘comer’, registrado en autores de la época y también como uso de germanías en el diccionario NDLC. El tiempo de pasado simple, como ya señalaba Caso, tiene valor de imperfecto (Caso, nota 21). Asumo la observación de Ruffinatto sobre que “la lección Velasco-Alcalá, con respecto a la de los demás testimonios, tendría el valor de difficilior, adquiriendo, por consiguiente, el título de lección auténtica” (Ruffinatto, nota 169, p. 144. 106 La aviesa mención al tipo del ‘saludador’ sitúa al clérigo de Maqueda entre el mundillo marginal de la superstición y las artes de mal vivir, como las de la ‘gente de la jábega’. 107 Las ediciones de Amberes 54, Simón, Milán y Plantino coinciden en ‘dize mortuorios’, error de transmisión. La elegante reserva de Caso respecto a Velasco introduce la hipótesis de que “Velasco corrige o se sirve de un ejemplar sin la errata dize” (Caso, nota 22). En Aribau, que sigue a Amberes 53, está correctamente ‘porque dixe’. 108 Frente a la coincidencia de todas las demás ediciones, la de Burgos introduce una variante particular: ‘aqueste’. Dado que Burgos está siguiendo la edición de Medina del Campo y que introduce por su cuenta variantes propias hay que pensar que la
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mundo, y cuando alguno de estos escapaba, Dios me lo perdone, que mil veces le daba al diablo y el que se moría, otra tantas bendiciones llevaba de mí dichas, porque en todo el tiempo que allí estuve, que serían casi seis meses, solas veinte personas fallecieron y éstas bien creo que las maté yo o, por mejor decir, murieron a mi recuesta, porque viendo el Señor mi rabiosa y continua muerte, pienso que holgaba de matarlos por darme a mí vida. Mas de lo que al presente padecía, remedio no hallaba, que, si el día que enterrábamos yo vivía, los días que no había muerto, por quedar bien vezado109 de la hartura, tornando a mi cotidiana hambre, más lo sentía. De manera que en nada hallaba descanso, salvo en la muerte, que yo también para mí, como para los otros, deseaba algunas veces, mas no la veía, aunque estaba siempre en mí. Pensé muchas veces irme de aquel mezquino amo, mas por dos cosas lo dejaba: la primera, por no me atrever a mis piernas, por temer de la flaqueza que de pura hambre me caía110 y la otra consideraba y decía: “Yo he tenido dos amos, el primero traíame muerto de hambre y, dejándole, topé con este otro que me tiene ya con ella en la sepultura; pues si de éste desisto y doy en otro más bajo, ¿qué será, sino fenecer?”. Con esto no me osaba menear, porque tenía por fe que todos los grados111 había de hallar más ruines, y a abajar otro punto no sonara Lázaro ni se oyera en el mundo. Pues estando en tal aflicción, cual plega al Señor librar de ella a todo fiel cristiano, y sin saber darme consejo, viéndome ir de mal en peor, un día que el cuitado, ruin y lazerado de mi amo había ido fuera del lugar, llegóse acaso112 a mi puerta un calderero113, el cual yo creo que fue ángel enviado
109 110 111 1 12 113
alteración ‘este> aqueste’ tiene una sencilla explicación como intrusión del cajista de la imprenta para ajustar la línea al ancho de caja. El verbo antiguo ‘vezar’ tiene el sentido de ‘acostumbrar’, de modo que ‘vezado de la hartura’ vale por ‘acostumbrado a hartarme’. Coinciden Velasco y Aribau en ‘me caía’, frente a la transmisión ‘me venía’ de las ediciones de 1554. La secuencia ‘grados’, ‘abajar otro punto’ y ‘sonar’ juega sobre la terminología musical, tal y como si se sugiriera alguna marcha fúnebre en honor de Lázaro. ‘Acaso’ en el sentido de ‘casualmente’. El oficio itinerante de calderero lo desempeñaban habitualmente los gitanos, como hace notar Margherita Morreale. No es incompatible con la observación de Rico de que el calderero venía a menudo de Francia, ya que la comunidad gitana estaba bien asentada en la Camarga y el sur de Francia aledaño a tierras catalanas. Rico apunta al parentesco del pasaje con Hebreos, I, 14 y con Reyes, XIX, 5, lo que concuerda bien
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a mí por la mano de Dios en aquel hábito; preguntome si tenía algo que adobar.114
Fig. 2: El calderero. Grabado de Meissonnier.
– En mí teníades bien que hacer, y no haríades poco si me remediásedes – dije paso, que no me oyó, mas como no era tiempo de gastarlo en decir gracias, alumbrado por el Espíritu Santo115 le dije:
con la posible atribución a Enzinas, que había traducido no sólo el Nuevo Testamento, sino varios libros del Antiguo, como ha dejado claro Ignacio García Pinilla. 114 ‘Adobar’ en el sentido de ‘reparar’ o ‘arreglar’. Covarrubias lo aclara con nitidez: “Quasi adaptar, reparar o concertar alguna cosa que está mal parada”. 1 15 La mención al Espíritu Santo está suprimida en el Lazarillo castigado por la Inquisición y sustituida por un neutro ‘alumbrado por no sé quién’.
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– Tío, una llave de esta arca116 he perdido y temo que mi señor me azote; por vuestra vida, veáis si en ésas que traéis hay alguna que le haga,117 que yo os lo pagaré. Comenzó a probar el angélico calderero una y otra de un gran sartal que de ellas traía, y yo a ayudarle con mis flacas oraciones. Cuando no me cato, veo en figura de panes (como dicen) la cara de Dios dentro del arcaz118 y, abierto, díjele:
– Yo no tengo dineros que os dar por la llave, mas tomad de ahí el pago.
Él tomó un bodigo de aquellos, el que mejor le pareció, y dándome mi llave se fue muy contento, dejándome más a mí. Mas no toqué en nada al presente119, por que120 no fuese la falta sentida y aun porque me vi de tanto bien señor, parecióme que la hambre no se me osaba llegar. Vino el mísero de mi amo y quiso Dios que no miró en la oblada que el ángel había llevado. Y otro día121 en saliendo de casa abro mi paraíso panal y tomo entre las manos y dientes un bodigo y en dos credos le hice invisible, no se me olvidando el arca abierta, y comienzo a barrer la casa con mucha alegría, pareciéndome con aquel remedio remediar dende en adelante la triste vida. Y así estuve con ello aquel día y otro gozoso, mas no estaba 116 Coinciden Velasco y Aribau de nuevo frente a ‘deste arte’ en Burgos, Medina y Amberes, seguidos por varios editores modernos, lo que ha generado una innecesaria polémica entre Rico y Ruffinatto. José Caso, ya en 1967, comentaba el problema ecdótico aludiendo a la interpretación de Cavaliere: “Interpretar, como Cavaliere, que Lázaro pide una llave para la cerradura de la casa, es negarse a la evidencia del texto; las llaves se prueban en el arcaz, hasta que una lo abre y Lázaro ve “en figura de panes, como dicen, la cara de Dios”; además, si la ha perdido, no se comprende que pida una llave “de este arte” ‘de esta forma’. Por ello creo que arte es una errata de X, que A corrige por X y Velasco por propia iniciativa” (Caso: p. 88, nota 34). Solamente cabe añadir que Aribau, que sigue la edición de Amberes 1553 coincide con Velasco, lo que apoya la idea de que ambos siguen un texto anterior a 1553 y que la lección ‘arte’ es una deturpación de la fuente común a Martín Nucio, Alcalá y Medina del Campo. 117 ‘que le haga’ con el uso del verbo ‘hacer’ en la acepción de “corresponder, venir bien, concertar’, como aclara el NDLC. 118 Las ediciones ‘castigadas’ de Luys Sánchez (Madrid, 1599 y Valladolid, 1603) modifican el pasaje en “veo cantidad de panes dentro del arcaz”, alejándose, como en otras ocasiones, del texto fijado en 1573 por López de Velasco y Diego Hurtado de Mendoza conforme a los dictados de la Inquisición. 119 ‘al presente’, con el valor de ‘en ese momento’. 120 Se suele editar ‘porque’, con el riego de que se tome como una oración causal, cuando se trata de una final, equivalente a ‘para que’. La excepción es Navarro Durán, que edita ‘por que’, decisión que me parece atinada. 121 La construcción ‘otro día’ no significa ‘cualquier otro día’, sino, habitualmente ‘al día siguiente’.
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en mi dicha que me durase mucho aquel descanso, porque luego al tercero día me vino la terciana derecha122 y fue que veo a deshora123 al que me mataba de hambre sobre nuestro arcaz, volviendo y revolviendo, contando y tornando a contar los panes. Yo disimulaba y en mi secreta oración y devociones y plegarias decía:
– ¡San Juan, y ciégale!124
Después que estuvo un gran rato echando la cuenta, por días y dedos contando, dijo:
– Si no tuviera tan a buen recaudo esta arca, yo dijera que me habían tomado de ella panes, pero de hoy más, solo por cerrar puerta125 a la sospecha, quiero tener buena cuenta con ellos: nueve quedan y un pedazo. – Nuevas malas te dé Dios – dije yo entre mí.
Pareciome, con lo que dijo, pasarme el corazón con saeta de montero, y comenzome el estómago a escarbar de hambre, viéndose puesto en la dieta pasada. Fue fuera de casa y yo,126 por consolarme, abro el arca y como vi el pan127 comencelo de adorar, no osando recibirlo. Contelos, si a dicha128 el lazerado 122 Las tercianas, como se sabe y el doctor Villalobos ha detallado esmeradamente, son las fiebres que reaparecen al tercer día. No está claro si hay que leer el pasaje como ‘me vino derecha la terciana’ o como ‘me vino la terciana en derechura’, asunto sobre el que hay debate. En el CORDE hay bastantes ejemplos de la secuencia ‘venir derecha’, con cierto valor cómico (venir en derechura), como en la estupenda Mosquea de José de Villaviciosa. 123 La construcción ‘a deshora’ no tiene el valor actual de ‘en mala hora’, sino el valor de ‘de improviso, intempestivamente’. 124 Hay que tomar la partícula ‘y’ como un adverbio de lugar, como en el francés actual (‘ahí’, en la idea de ‘en eso’) y no como una conjunción copulativa. La idea es: ‘San Juan, ciégale en eso’. 125 Cavaliere y Navarro Durán mantienen la lección de Burgos ‘cerrar la puerta’, frente a la coincidencia de Alcalá, Amberes, Velasco, Aribau y los demás, en la forma ‘cerrar puerta’. La nota 42 de la edición de Caso parece determinante: “Cavaliere cree que la falta de la en A C es una errata, pero no hay tal: Covarrubias no registra la expresión “cerrar puerta”, pero sí la contraria “abrir puerta”, también sin artículo. Que se usaban las dos formas lo demuestra el mismo Lazarillo, que adelante dice cerrasse la puerta.” (p. 89). 126 Sigo el texto común de Velasco y Aribau, frente a la abrupta construcción: “Fue fuera casa. Yo, por consolarme”. Entiendo que en la fuente común de las ediciones de 1554 se ha omitido la conjunción ‘y’, lo que ha obligado a introducir un signo de puntuación innecesario en donde en origen había una conjunción coordinada, mucho más natural que esa abrupta frase. 127 La construcción ‘como vi’ no tiene valor consecutivo ni comparativo, sino temporal, frecuente en la época y en el texto del Lazarillo (cuando vi el pan). 128 ‘a dicha’ con el valor de ‘por casualidad’.
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se errara, y hallé su cuenta más verdadera que yo quisiera. Lo más que yo pude hacer fue dar en ella mil besos y, lo más delicado que yo pude, del partido partí un poco al pelo que129 él estaba, y con aquél pasé aquel día, no tan alegre como el pasado; mas como la hambre creciese, mayormente que tenía el estómago hecho a más pan aquellos dos o tres días ya dichos, moría mala muerte130, tanto que otra cosa no hacía, en viéndome solo, sino abrir y cerrar el arca y contemplar en aquella cara de Dios (que así dicen los niños); mas el mismo Dios que socorre a los afligidos, viéndome en tal estrecho,131 trajo a mi memoria un pequeño remedio, que considerando entre mí, dije: – Este arquetón es viejo, grande y roto y, por algunas partes, con algunos pequeños agujeros: puédese pensar que ratones, entrando en él, hacen daño a este pan; sacarlo entero no es cosa conveniente, porque verá la falta el que en tanta me hace vivir; esto bien se sufre.
Y comienzo a desmigajar el pan sobre unos no muy costosos manteles que allí estaban y tomo uno y dejo otro, de manera que en cada cual de tres o cuatro desmigajé su poco; después, como quien toma grajea, lo comí y algo me consolé; mas él, como viniese a comer y abriese el arca, vio el mal pesar y sin duda creyó ser ratones los que el daño habían hecho, porque estaba muy al propio contrahecho de como ellos lo suelen hacer. Miró todo el arcaz de un cabo a otro y viole ciertos agujeros por do sospechaba habían entrado; llamome, diciendo:
– Lázaro, mira, mira qué persecución ha venido aquesta noche por nuestro pan.
Yo híceme muy maravillado, preguntándole qué sería.
– ¿Qué ha de ser? – dijo él – Ratones, que no dejan cosa a vida.
Pusímonos a comer y quiso Dios que aun en esto me fue bien, que me cupo más pan que la lazeria que me solía dar, porque rayó con un cuchillo todo lo que pensó ser ratonado, diciendo:
– Cómete esto, que el ratón cosa limpia es.
129 ‘al pelo que’ vale por ‘en la dirección en que’, del mismo modo que ‘a contrapelo’ quiere decir ‘en dirección contraria’. 130 Parece claro que el autor es consciente de la aliteración que repite la consonante inicial de las tres palabras ‘moría mala muerte’. 131 ‘estrecho’ se toma en el sentido que precisa Covarrubias en la expresión ‘estar puesto en estrecho’, como “estar en necesidad y peligro”.
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Y así aquel día, añadiendo la ración del trabajo de mis manos, o de mis uñas, por mejor decir, acabamos de comer, aunque yo nunca empezaba, y luego me vino otro sobresalto, que fue verle andar solícito, quitando clavos de paredes y buscando tablillas, con las cuales clavó y cerró todos los agujeros de la vieja arca. “¡Oh, señor mío (dije yo entonces), a cuánta miseria y fortuna y desastres estamos puestos los nacidos, y cuán poco turan los placeres de esta nuestra trabajosa vida! Heme aquí que pensaba con este pobre y triste remedio remediar y pasar mi lazeria y estaba ya cuanto que132 alegre y de buena ventura, mas no quiso mi desdicha, despertando a este lazerado de mi amo y poniéndole más diligencia de la que él de suyo se tenía (pues los míseros, por la mayor parte nunca de aquélla carecen), sino que ahora, cerrando los agujeros del arca, cerrase la puerta a mi consuelo y la abriese a mis trabajos”. Así lamentaba yo, en tanto que mi solícito carpintero, con muchos clavos y tablillas, dio fin a su obra,133 diciendo:
– Agora, donos traidores ratones134, conviéneos mudar propósito, que en esta casa mala medra tenéis.
De que salió de su casa, voy a ver la obra y hallé que no dejó en la triste y vieja arca agujero ni aun por donde le pudiese entrar un mosquito; abro135 con mi desaprovechada llave, sin esperanza de sacar provecho y vi los dos o tres panes comenzados, los que mi amo creyó ser ratonados, y de ellos todavía saqué alguna lazeria, tocándolos muy ligeramente, a uso de esgrimidor diestro136; como la necesidad sea tan gran maestra, viéndome con tanta siempre, noche y día estaba pensando la manera que tendría137 en sustentar el vivir y pienso, para hallar estos negros remedios, que me era luz la hambre, pues dicen que el ingenio con ella
1 32 La expresión ‘cuanto que’ seguida de un adjetivo, equivale a ‘algún tanto’ o ‘un poquito’. 133 Coinciden Alcalá, Velasco y Aribau en ‘su obra’, frente a ‘sus obras’ en las otras ediciones de 1554. 134 Se trata de la forma plural de ‘don traidor ratón’, con un uso de ‘don’ inicial sarcástico, al darle categoría de nobleza y rango al familiar roedor. Aunque Caso se sorprende de no hallar ejemplos de este plural, el CORDE facilita uno magistral en el Prima león: “En mal punto, donos cavalleros, fezistes esto”, lo que avala el matiz irónico y facecioso del uso ‘donos traidores ratones’. 135 El cambio constante de tiempos verbales (salió, voy a ver, hallé, dejó, pudiese, abro) contribuye a crear un efecto de ritmo frenético de la acción o acciones presentadas alborotadamente. 136 El adjetivo refuerza la visión cómica de la destreza como esgrimidor de Lázaro, hábil para extraer briznas de miguillas del botín. 137 Modernizo el arcaico ‘ternía’ del original, frecuente en el siglo XVI, pero ya desusado a fines de ese siglo.
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se aviva138 y, al contrario con la hartura y así era cierto en mí. Pues estando una noche desvelado en este pensamiento, pensando cómo me podría valer y aprovecharme del arcaz, sentí que mi amo dormía, porque lo mostraba con roncar y en unos resoplidos grandes que daba cuando estaba durmiendo, levanteme muy quedito y, habiendo en el día pensado lo que había de hacer y dejado un cuchillo viejo que por allí andaba, en parte do le hallase, voyme al triste arcaz y por do había mirado tener menos defensa, le acometí con el cuchillo, que a manera de barreno de él usé, y como la antiquísima arca, por ser de tantos años, la hallase sin fuerza y corazón, antes muy blanda y carcomida, luego se me rindió y consintió en su costado, por mi remedio, un buen agujero. Esto hecho, abro, muy paso, la llagada arca, y al tiento del pan que hallé partido, hice según deyuso139 está escrito y con aquello algún tanto consolado, tornando a cerrar, me volví a mis pajas, en las cuales reposé y dormí un poco, lo cual yo hacía mal y echábalo140 al no comer, y así sería, porque cierto en aquel tiempo no me debían de quitar el sueño los cuidados del Rey de Francia.141 Otro día142 fue por el señor mi amo visto el daño, así del pan como del agujero que yo había hecho, y comenzó a dar al diablo los ratones y decir:
– ¿Qué diremos a esto? ¡Nunca haber sentido ratones en esta casa sino agora!
Y sin duda debía de decir verdad, porque, si casa había de haber en el reino justamente de ellos privilegiada,143 aquélla de razón había de ser, porque no suelen morar donde no hay qué comer. Torna a buscar clavos por la casa y por las
138 De nuevo concuerdan Velasco y Aribau, frente a la lectura común a las ediciones de 1554 ‘se avisa’. 139 La edición de Aribau, que coteja las de Amberes de 1553 y 1554, es la única que trae el correcto ‘deyuso’, frente a ‘desuso’ en todas las demás. Parece gratuito conjeturar que pueda ser enmienda de Aribau, teniendo delante los dos textos de Amberes. Lo natural es que esté siguiendo el de 1553, como en casi todas las 17 variantes que anota. 140 ‘echábalo a’, en el sentido de ‘achacábalo a’. 141 La alusión a ‘los cuidados del Rey de Francia’ es polémica. Algunos sostienen que se trata de Francisco I y que la alusión es su prisión tras la batalla de Pavía y otros sostienen que puede ser cualquier rey francés. Dado que la fecha más probable de composición del Lazarillo se sitúa entre 1548 y 1550 y que Lázaro habla antes de las Cortes de 1538–39 parece razonable asumir que el aludido es Francisco I Valois, prisionero en Madrid durante dos años tras su captura en la batalla de Pavía. 142 Con la significación precisa de ‘al día siguiente’. 143 El sentido de ‘privilegiada’ corresponde al ‘privilegio de no pagar tributo’ y, en este caso, se trata del tributo a los ratones. La traducción contextual sería ‘exenta de pago’ a los ratones.
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paredes y con tablillas a tapar144 los agujeros. Venida la noche y su reposo, luego yo era puesto en pie con mi aparejo y cuantos él tapaba de día, destapaba yo de noche. En tal manera fue y tal prisa nos dimos que sin duda por esto se debió decir: “Donde una puerta se cierra, otra se abre”. Finalmente parecíamos tener a destajo la tela de Penélope, pues cuanto él tejía de día, rompía yo de noche, y en pocos días y noches pusimos la pobre despensa145 de tal forma que quien quisiera propiamente hablar, más corazas viejas de otro tiempo, que no arcaz, la llamara, según la clavazón y tachuelas sobre sí tenía. De que vio no le aprovechar nada su remedio, dijo:
– Este arcaz está tan maltratado y es de madera tan vieja y flaca, que no habrá ratón a quien se defienda, y va ya tal que si andamos más con él, nos dejará sin guarda y aún lo peor, que aunque hace poca, aun hará todavía falta faltando, y me pondrá en costa de tres o cuatro reales. El mejor remedio que hallo, pues el de hasta aquí no aprovecha, armaré por de dentro a estos ratones malditos.
Luego146 buscó prestada una ratonera y con cortezas de queso que a los vecinos pedía, contino147 el gato148 estaba armado dentro del arca, lo cual era para mí 144 Aribau anota a pie de página Atapar, que sin duda corresponde a la variante de Amberes 1553. Velasco coincide con Aribau en la variante general ‘a tapar/atapar los agujeros’ frente a la pronominalización de las ediciones de 1554. La nota 68 de Caso es muy interesante ya que implica una buena hipótesis sobre las líneas de transmisión y evidencia los sucesivos líos interpretativos de los editores. La reproduzco íntegra por su interés crítico: «y atapárselos A, que podría interpretarse y [a] atapárselos, con a embebida; tablillas a atapárselos B C Simón Milán Plantin. Velasco corrige: y con tablillas a tapar los agujeros. Probablemente A corrige por X’, frente a una variante del arquetipo X, que parece errata. Foulché acepta la variante de B C, y duda sobre la interpretación de A; Cejador, Ureña, Palencia, Cisneros y Bataillon prefieren y a tapárselos; Bonilla, Castro y Cavaliere siguen el texto de B C. Creo que la conjunción es necesaria, ya que une tapar con buscar; dada la forma explícita de B C Simón Milán Plantin atapárselos, acepto la conjunción de A y la preposición y forma verbal de los otros textos.» (Caso, p. 94, nota 68). Es innecesario aceptar esto, a la vista de la concordancia entre Velasco y Aribau/Amberes 53, que dan la variante más cercana a la princeps. 145 El texto de Aribau es: ‘la pobre despensa, despensa de tal forma’, con una anotación a pie de página en la primera ‘despensa’ que indica la variante ‘dispensa’. Es decir: en la edición de 1553 el texto dice: “la pobre dispensa, despensa de tal forma”. Esta curiosa variante no está avalada por Velasco. 146 ‘Luego’ se usa con el valor de ‘inmediatamente’. 147 ‘Contino’ significa aquí ‘inmediatamente, al momento’, a diferencia de otros usos en donde significa ‘continuamente’, 148 El ‘gato’ es la trampa para cazar ratones o, como precisa el NDLC “especie de ratonera que se coloca sobre un lebrillo, palanca u otra vasija”.
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singular auxilio porque, puesto caso que yo no había menester muchas salsas para comer, todavía me holgaba con las cortezas del queso que de la ratonera sacaba y sin esto no perdonaba el ratonar del bodigo. Como hallase el pan rato nado y el queso comido y no cayese el ratón que lo comía, dábase al diablo, preguntaba a los vecinos qué podría ser comer el queso y sacarlo de la ratonera y no caer ni quedar dentro el ratón y hallar caída la trampilla del gato. Acordaron los vecinos no ser el ratón el que este daño hacía, porque no fuera menos de haber caído alguna vez. Díjole un vecino:
– En vuestra casa yo me acuerdo que solía andar una culebra y ésta debe de ser sin duda, y lleva razón, que como es larga, tiene lugar de tomar el cebo y aunque la coja la trampilla encima, como no entre toda dentro, tórnase a salir.
Cuadró a todos lo que aquél dijo y alteró mucho a mi amo; y dende en adelante no dormía tan a sueño suelto, que cualquier gusano de la madera que de noche sonase, pensaba ser la culebra que le roía el arca, luego era puesto en pie y con un garrote que a la cabecera (desde que aquello le dijeron) ponía, daba en la pecadora del arca grandes garrotazos, pensando espantar la culebra. A los vecinos despertaba con el estruendo que hacía y a mí no dejaba dormir, íbase a mis pajas y trastornábalas, y a mí con ellas, pensando que la culebra se iba para mí y se envolvía en mis pajas o en mi sayo, porque le decían que, de noche, acaecía a estos animales, buscando calor, irse a las cunas do están criaturas y aun morderlas y hacerles peligrar. Yo, las más veces hacía del dormido, y en la mañana decíame él:
– Esta noche, mozo, ¿no sentiste nada? Pues tras la culebra anduve, y aun pienso se ha de ir para ti a la cama, que son muy frías y buscan calor. – Plega a Dios no me muerda (decía yo), que harto miedo le tengo.
De esta manera andaba tan elevado y levantado del sueño que, a mi fe, la culebra o el culebro (por mejor decir), no osaba roer de noche, ni levantarse al arca, mas de día, mientras estaba en la iglesia o por el lugar, hacía mis saltos,149 los cuales daños viendo él y el poco remedio que les podía poner, andaba de noche (como digo) hecho trasgo150, yo tuve miedo que con aquellas diligencias no me topase
149 ‘saltos’ en la acepción de ‘asaltos’, recogida como tal en el NDLC, donde se anota como arcaísmo. 150 El ‘trasgo’, que se mantiene hoy en día vigente en el folclore asturiano (‘trasgu’) es el espíritu burlón que “dizen que suelen rebolver las cosas y los cachivaches de casa, particularmente los vasares y espeteras” (Covarrubias).
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con la llave que debajo de las pajas tenía y pareciome lo más seguro meterla de noche en la boca, porque desde que viví con el ciego la tenía tan hecha bolsa que me acaeció tener en ella doce o quince maravedís, todo en medias blancas, sin que me estorbase el comer, porque de otra manera no era señor de una blanca que el maldito ciego no cayese en ella, no dejando costura ni remiendo que no me buscaba muy a menudo. Pues, así como digo, metía cada noche la llave en la boca y dormía sin recelo que el brujo de mi amo cayese con ella; mas cuando la desdicha ha de venir, por demás es diligencia. Quisieron mis hados, o por mejor decir, mis pecados, que una noche que estaba durmiendo, la llave se me puso en la boca, que abierta debía tener, de tal manera y postura que el aire y resoplo que yo, durmiendo, echaba, salía por lo hueco de la llave (que de cañuto era) y silbaba (según mi desastre quiso) muy recio, de tal manera que el sobresaltado de mi amo lo oyó y creyó ser silbo de la culebra, y cierto lo debía parecer. Levantose muy paso151 con su garrote en la mano y al tiento y sonido de la culebra se llegó a mí con mucha quietud, por no ser sentido de la culebra, y como cerca se vio152, pensó que allí en las pajas do yo estaba echado, al calor mío se había venido y levantando bien el palo, pensando tenerla debajo y darle tal garrotazo que la matase, con toda su fuerza me descarga en la cabeza tan gran golpe que sin ningún sentido y muy mal descalabrado me dejó. Como sintió que me había dado, según yo debía hacer gran sentimiento con el duro golpe, contaba él que se había llegado a mí y dándome grandes voces, llamando procuró recordarme153, mas como me tocase con las manos, tentó la mucha sangre que se me iba y conoció el daño que me había hecho y con mucha prisa fue a buscar lumbre y llegando con ella hallome quejando, todavía con mi llave en la boca, que nunca la desamparé, la mitad fuera, bien de aquella manera que debía estar al tiempo que silbaba con ella. Espantado el matador de culebras154 qué podría ser aquella llave, mirola, sacándomela del todo de la boca y vio lo que era, porque en las guardas nada de
1 51 ‘muy paso’ quiere decir ‘muy cautelosamente’. 152 La construcción ‘como cerca se vio’, no indica modo o manera, sino tiempo: ‘cuando cerca se vio’. 153 ‘recordar’, en este caso y en otros muchos de la época, tiene el valor de “despertar el que duerme o bolver en acuerdo” (Covarrubias) 154 La fina ironía de aludir el Lázaro-narrador al ‘matador de culebras’, a manera de esforzado héroe de caballerías venido a menos (de dragones a culebras) presenta en filigrana a Lázaro como un fallido personaje de novela de caballerías, descalabrado y desfecho por el alucinado y timorato clérigo de Maqueda, contrafigura burlona del antihéroe que es nuestro pícaro.
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la suya diferenciaba, fue luego a probarla y con ella probó el maleficio. Debió de decir el cruel cazador:
– El ratón y culebra que me daban guerra y me comían mi hacienda he hallado.
De lo que sucedió en aquellos tres días siguientes ninguna fe daré, porque los tuve en el vientre de la ballena155, mas de cómo esto que he contado oí (después que en mí torné) decir a mi amo, el cual a cuantos allí venían lo contaba por extenso. A cabo de tres días yo torné en mi sentido y vime echado en mis pajas, la cabeza toda emplastada y llena de aceites y ungüentos, y espantado dije:
– ¿Qué es esto?
Respondiome el cruel sacerdote:
– A fe que los ratones y culebras que me destruían ya los he cazado.
Y miré por mí y vime tan maltratado que luego sospeché mi mal. A esta hora entró una vieja que ensalmaba y los vecinos comenzáronme a quitar trapos de la cabeza y curar el garrotazo, y como me hallaron vuelto en mi sentido, holgáronse mucho y dijeron.
– Pues ha tornado en su acuerdo, placerá a Dios no será nada.
Y allí tornaron de nuevo a contar mis cuitas y a reírlas y yo, pecador, a llorarlas. Con todo esto, diéronme de comer, que estaba transido de hambre, y apenas me pudieron demediar y así, de poco en poco, a los quince días me levanté y estuve sin peligro, mas no sin hambre, y medio sano. Luego otro día que fui levantado, el señor mi amo me tomó por la mano y sacome la puerta fuera y, puesto en la calle, díjome:
– Lázaro, de hoy más eres tuyo y no mío; busca amo y vete con Dios, que yo no quiero en mi compañía tan diligente servidor; no es posible sino que hayas sido mozo de ciego.
Y santiguándose de mí como si yo estuviera endemoniado, se torna156 a meter en casa y cierra su puerta.
155 La alusión al episodio bíblico de Jonás es obvia y remite, como otras veces, al Antiguo Testamento, tan presente como el Nuevo en el relato de Lázaro. 156 En Alcalá ‘se tornó’, en Medina y Amberes ‘se torna’, en Burgos ‘se tornó’. Velasco y Aribau concuerdan con la lección conjunta de Medina y Amberes, lo que confirma que Alcalá y Burgos modifican por su cuenta.
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Asiento de Lázaro con un escudero. De esta manera me fue forzado sacar fuerzas de flaqueza157 y, poco a poco, con ayuda de las buenas gentes, di conmigo en esta insigne ciudad de Toledo, adonde con la merced de Dios, dende a quince días se me cerró la herida; y mientras estaba malo siempre me daban alguna limosna, mas después que estuve sano, todos me decían:
– Tú, bellaco158 gallofero eres, busca, busca un amo a quien sirvas. – Y ¿ dónde se hallará ése – decía yo entre mí – si Dios ahora de nuevo (como crió el mundo) no le criase?
Andando así discurriendo de puerta en puerta con harto poco remedio (porque ya la caridad se subió al cielo)159 topome Dios con un escudero que iba por la calle con razonable vestido, bien peinado, su paso y compás en orden. Mirome y yo a él, y díjome: – Mochacho, ¿buscas amo? Yo le dije: – Sí, señor. – Pues vente tras mí – me respondió –, que Dios te ha hecho merced en topar conmigo. Alguna buena oración rezaste hoy.160
Y seguile, dando gracias a Dios por lo que le oí y también que me parecía, según su hábito y continente, ser el que yo había menester. Era de mañana cuando este mi tercero amo topé y llevome tras sí gran parte de la ciudad; pasamos por las plazas do se vendía el pan y otras provisiones, yo pensaba, y aun deseaba, que 157 Es muy poco probable que el autor no se haya percatado de la aliteración constante sobre la labiodental/f/: fue, forzado, fuerzas, flaqueza. 158 Las ediciones de 1554 separan ‘bellaco y gallofero’, pero la de Amberes 1553, reproducida por Aribau, y las dos variantes de las ‘castigadas’ por la Inquisición, tanto Velasco-Hurtado como Sánchez y derivadas, coinciden en ‘bellaco gallofero’, sin la conjunción copulativa. 159 Este inciso que editamos en cursiva está suprimido en todas las ediciones castigadas por la Inquisición. Cejador, seguido por Francisco Rico, sugiere que el texto apunta al mito de Astrea, conjetura rebatida por Ruffinatto, que apunta a una observación de Antonio Rey Hazas. Es obvio y casi superfluo tener que señalar que la Inquisición exige la supresión de este párrafo, lo que no tiene sentido si la alusión se refiriera a Astrea. Hay que confiar en el buen criterio inquisitorial para olfatear las alusiones heterodoxas. 160 La suave ironía del texto raya en lo mordaz: el escudero cree -y dice explícitamente – que Dios le hace merced a Lázaro por el hecho de que se lo encuentre. La alusión a la oración rezada por Lázaro bordea la malicia moral.
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Fig. 3: El escudero. Grabado de Meissonnier.
allí me quería cargar de lo que se vendía, porque esta era propia hora cuando se suele proveer de lo necesario, mas muy a tendido paso pasaba por estas cosas; “Por ventura no le ve aquí a su contento”, decía yo, “y querrá que lo compremos en otro cabo”. De esta manera anduvimos hasta que dio las once. Entonces se entró en la Iglesia Mayor161 y yo tras él, y muy devotamente le vi oír misa y los otros oficios divinos, hasta que todo fue acabado y la gente ida. Entonces salimos de la iglesia y, a buen paso tendido, comenzamos a ir por una calle abajo; yo iba el más alegre del mundo en ver que no nos habíamos ocupado en buscar de comer;
161 Se trata de la catedral de Toledo, a la que, en la época, se suele aludir como ‘Iglesia mayor’.
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bien consideré que debía ser hombre, mi nuevo amo, que se proveía en junto162 y que ya la comida estaría a punto y tal y como yo la deseaba y aun había menester. En este tiempo dio el reloj la una después de mediodía y llegamos a una casa, ante la cual mi amo se paró, y yo con él, y derribando el cabo de la capa sobre el lado izquierdo, sacó una llave de la manga y abrió su puerta y entramos en casa, la cual tenía la entrada obscura y lóbrega, de tal manera que parecía que ponía temor a los que en ella entraban, aunque dentro de ella estaba un patio pequeño y razonables cámaras. Desque fuimos entrados, quita de sobre sí su capa y, preguntando si tenía las manos limpias, la sacudimos y doblamos, muy limpiamente163 soplando un poyo que allí estaba, la puso en él y, hecho esto, sentose cabo de ella, preguntándome muy por extenso de dónde era y cómo había venido a aquella ciudad. Yo le di más larga cuenta que quisiera, porque me parecía más conveniente hora de mandar poner la mesa y escudillar la olla que de lo que me pedía; con todo eso, yo le satisfice de mi persona lo mejor que mentir supe, diciendo mis bienes y callando lo demás, porque me parecía no ser para en cámara.164 Esto hecho, estuvo así un poco y luego165 yo vi mala señal, por ser ya casi las dos y no le ver más aliento de comer que a un muerto. Después de esto, consideraba aquel tener cerrada la puerta con llave, ni sentir arriba ni abajo pasos de viva persona por la casa166, todo lo
162 Aribau edita ‘por junto’ y anota a pie de página ‘En junto’, lo que evidencia que Amberes 53 tiene ‘por junto’, que es perfectamente posible. Sin embargo Velasco lee aquí ‘en junto’, como las ediciones de 1554, lo que lleva a priorizar esta lección. 163 Las ‘manos limpias’ y el sintagma adverbial ‘muy limpiamente’ recalcan la obsesión del escudero por la ‘limpieza’, que hacia 1550 y en Toledo, bajo la férula del cardenal Martínez Silíceo, no podía dejar de evocar los estatutos de limpieza de sangre. El ape llido latinizante Silíceo es impostado, ya que los apellidos reales del antiguo preceptor de Felipe II eran Martínez Guijarro. 164 La expresión ‘para en cámara’ afina la polisemia inicial del vocablo ‘cámara’, que puede llegar a significar incluso ‘excremento’, en la popular expresión ‘hacer cámaras’, por ‘hacer de vientre’. No hay que desdeñar la idea de que estas connotaciones resulten voluntarias. En todo caso ‘para en cámara’ es expresión popularizada por los Cancioneros del siglo XVI y que luego recogen Liñán de Riaza, Valdivielso y otros colectores con la popular letrilla “No sois vos para en cámara, Pedro”, recogida ya por Covarrubias al final de la entrada ‘cámara’. La idea de la expresión en el Lazarillo es que esas cosas no son para hablar en público. 165 También aquí este ‘luego’ ha de tomarse como ‘inmediatamente’ y no con el valor de ‘después’. Lázaro ya está con la mosca tras la oreja. 166 Es decir: Lázaro deduce del silencio de la casa que el escudero no dispone de servidumbre. Indicio de penuria.
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que167 había visto eran paredes, sin ver en ella silleta, ni tajo, ni banco, ni mesa, ni aun tal arcaz como el de marras; finalmente ella parecía casa encantada. Estando así, díjome:
– Tú, mozo ¿has comido? – No, señor – dije yo – que aun no eran dadas las ocho cuando con vuestra merced encontré. – Pues, aunque de mañana, yo había almorzado – dice – y168 cuando así como algo, hágote saber que hasta la noche me estoy así, por eso pásate como pudieres, que después cenaremos.
Vuestra merced crea, cuando esto le oí, que estuve un poco de caer de mi estado169, no tanto de hambre como por conocer, de todo en todo, la fortuna serme adversa.170. Allí se me representaron de nuevo mis fatigas y torné a llorar mis trabajos, allí se me vino a la memoria la consideración que hacía cuando me pensaba ir del clérigo diciendo que, aunque aquel era desventurado y mísero, por ventura toparía otro peor. Finalmente allí lloré mi trabajosa vida pasada y mi cercana muerte venidera y, con todo, disimulando lo mejor que pude, le dije:171
– Señor, mozo soy que no me fatigo mucho por comer, bendito Dios; de eso me podré alabar entre todos mis iguales por de mejor garganta y así fui yo loado de ella hasta hoy día de los amos que yo he tenido.
167 Las ediciones de Medina, Alcalá y Burgos añaden un ‘yo’ que no está ni en Velasco, ni en Aribau, ni en las varias de Amberes y las ediciones derivadas de ellas, como Milán y Plantino. 168 Omitida Dice en las ediciones de 1554, pero común a Velasco, las expurgadas y Aribau (Amberes 1553). 169 La palabra ‘estado’ se usa por ‘estatura’, de modo que la expresión ‘caer de mi estado’ es ‘caer cuan largo soy’. 170 Se recoge en ‘la fortuna serme adversa’, la idea del título ‘fortunas y adversidades’. 171 Un ejemplo de la esmerada precisión con la que José Caso aborda su edición del texto nos la da la nota 23, que reproduzco: «Falta le dixe en B. Para Cavaliere le dixe es un añadido de A C “per mettere in rilievo quel passaggio che in B rimane, come era nell’ intenzione dell’autore, del tutto inopinato e repentino” (pág. 31). Declaro no saber cuál era la intención del autor; que, en consecuencia, me parece preferible la variante de A C Simón Velasco Milán Plantino, y que no alcanzo cómo esas palabras pueden estar “inopportunamente interpolate nel testo origginale”.» Tras el descubrimiento de Barcarrota y la comprobación de que Aribau está siguiendo una edición de Amberes 1553, que también coincide con todos los textos frente a la omisión de Burgos, poco más hay que añadir.
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La vida de Lazarillo de Tormes – Virtud es ésa – dijo él – y por eso te querré yo más, porque el hartarse172 es de los puercos y el comer regladamente es de los hombres de bien. – Bien te he entendido – dije yo entre mí –, maldita tanta medicina y bondad como aquestos mis amos que yo hallo, hallan en la hambre.
Púseme a un cabo del portal y saqué unos pedazos de pan del seno, que me habían quedado de los de ‘por Dios’.173 Él, que vio esto, díjome:
– Ven acá, mozo, ¿qué comes?
Yo llegueme a él y mostrele el pan; tomome él un pedazo, de tres que eran, el mejor y más grande, y díjome:
– Por mi vida que parece éste buen pan. – Y ¿cómo ahora – dije yo –, señor, es bueno? – Sí a fe – dijo él –. ¿a dónde lo hubiste? ¿Si es amasado de manos limpias?174 – No sé yo eso, – le dije – mas a mí no me pone asco el sabor de ello. – Así plega a Dios.
Dijo el pobre de mi amo y, llevándolo a la boca, comenzó a dar en él tan fieros175 bocados como yo en el otro.
– Sabrosísimo pan éste – dijo – por Dios.176
Y como le sentí de qué pie cojeaba, dime prisa, porque le vi en disposición, si acababa antes que yo, se comediría a ayudarme a lo que me quedase, y con esto acabamos casi a una.177 Comenzó a sacudir con las manos unas pocas de migajas, 172 En las ediciones de 1554 y derivadas ‘hartar’, frente a la variante ‘hartarse’ de Aribau, Velasco y sus derivadas. 173 Es decir, del oficio de ‘pordiosero’, que es lo que implica el pedir por Dios. 174 La ironía del texto hace insistir al escudero en sus remilgos sobre la limpieza de manos (y de sangre, por extensión) del panadero que amasó el pan. 175 El uso del sintagma ‘fieros bocados’ rubrica la ironía lucianesca del pasaje: los famélicos protagonistas de la hazaña se comportan ante los mendrugos de pan como paladines de Ariosto. 176 La transmisión común a todos los testimonios conduce a un anacoluto difícil de explicar: “Sabrosísimo pan está”. Entiendo que ‘está’ es un error de cajista que confunde (tal vez en el cajetín, en lo que se llama un empastelamiento) la ‘a’ con la ‘e, percance frecuente entre cajistas y compone ‘pan esta’ en vez del correcto ‘pan este’. La coincidencia de todas las ediciones apunta a que el error está en la princeps, del mismo modo que, un poco más adelante el componedor de línea altera el evidente ‘entrecuesto de flaquísimo cuerpo’ en el imaginativo ‘entrecuesto de flaquísimo puerco’.’ 177 La imagen de los dos famélicos antihéroes pugnando por acelerar el acabamiento de su pitanza resulta un buen precedente de las escenas del cine mudo con Chaplin, Keaton o Harold Lloyd como protagonistas.
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y bien menudas, que en los pechos se le habían quedado, y entró en una camareta que allí estaba y sacó un jarro desbocado178 y no muy nuevo y desque hubo bebido, convidome con él. Yo, por hacer del continente, dije:
– Señor, no bebo vino. – Agua es (me respondió), bien puedes beber.
Entonces tomé el jarro y bebí, no mucho, porque de sed no era mi congoja. Así estuvimos hasta la noche, hablando en cosas que me preguntaba, a las cuales yo le respondí lo mejor que supe.179 En este tiempo metiome en la cámara donde estaba el jarro de que bebimos y díjome:
– Mozo, párate allí y verás cómo hacemos esta cama, para que la sepas hacer de aquí adelante.
Púseme de un cabo y él del otro y hicimos la negra cama, en la cual no había mucho que hacer, porque ella tenía sobre unos bancos un cañizo sobre el cual estaba tendida la ropa encima de un negro colchón180 que, por no estar muy continuado a lavarse, no parecía colchón, aunque servía de él, con harta menos lana 178 ‘desbocar’, según el NDLC, es “quitar la boca a alguna cosa, como al cántaro, a la jarra, etc.” 179 No hay que descartar una omisión del cajista a partir de ‘*lo mejor que mentir supe’, como se ha usado poco antes. 180 La omisión de este segmento en las ediciones de 1554 evidencia que tanto Martín Nucio como Salzedo, del Canto y Junta, todos ellos, provienen de un texto común que comparte esta omisión. El segmento ‘encima de un negro colchón’ está compartido por Aribau y por Velasco y sus derivados. Dado que este segmento, más los cuadratines necesarios entre palabra, hacen un total de 26 cuadratines, se puede conjeturar una omisión de línea en una edición en dozavo (como es la edición de Martín Nucio). Enfrentado a estos misterios, José Caso anota lo siguiente: «Velasco escribe también a continuación continuado, concertando con “colchón”. Pudiera ser que se tratara de una corrección suya, al no entender el texto, extendida después a otras ediciones que no he visto. Sin embargo, la dificultad del párrafo se resuelve entendiendo ropa, según Dicc. Aut., como “cualquier cosa que se pone debajo, o entre otras, para abultar o hacer asiento (…) la ropa, en consecuencia es una especie de colchón”» (p. 106, nota 35). Dado que, de nuevo, coinciden Aribau y Velasco y que Aribau está siguiendo a Amberes 1553, hay que asumir que la omisión conjunta de ‘encima de un negro colchón’ en la fuente común a las ediciones de 1554 proviene de una edición distinta a la antuerpiana que maneja Aribau, lo que nos lleva, muy probablemente, a la edición de 1553 que manejó Señán (tal vez compuesta ya en diciembre de 1552, conforme a la fecha que da Señán en su bibliografía), una edición en octavo distinta a la edición de Amberes 1553 que maneja Aribau. No parece sensato priorizar las conjeturas de Foulché-Delbosc y de Morel-Fatio frente a las evidencias documentales: la omisión
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que era menester; aquél tendimos, haciendo cuenta de ablandarle, lo cual era imposible, porque de lo duro mal se puede hacer blando; el diablo del enjalma maldita la cosa tenía dentro de sí, que puesto sobre el cañizo todas las cañas se señalaban y parecían, a lo propio, entrecuesto de flaquísimo cuerpo181. Y sobre aquel hambriento colchón, un alfámar182 del mismo jaez, del cual el color yo no pude alcanzar. Hecha la cama y la noche venida, díjome:
– Lázaro, ya es tarde y de aquí a la plaza hay gran trecho; también en esta ciudad andan muchos ladrones que, siendo de noche, capean; pasemos como podamos y mañana, viniendo el día, Dios hará merced, porque yo, por estar solo, no estoy proveído, antes he comido estos días por allá fuera, mas ahora hacerlo hemos de otra manera. – Señor, de mí (dije yo) ninguna pena tenga vuesa merced, que bien sé pasar una noche, y aún más si es menester, sin comer. – Vivirás más sano (me respondió), porque como decíamos hoy, no hay tal cosa en el mundo para vivir mucho como comer poco. – Si por esa vía es (dije entre mí) nunca yo moriré, que siempre he guardado esa regla por fuerza, y aun espero, en mi desdicha, a tenerla toda mi vida.
Y acostose en la cama, poniendo por cabecera las calzas y el jubón y mandome echar a sus pies, lo cual yo hice, mas maldito el sueño que yo dormí, porque las cañas y mis salidos huesos en toda la noche dejaron de rifar y encenderse, que con mis trabajos, males y hambre, pienso que en mi cuerpo no había libra de carne. Y también, como aquel día no había comido casi nada, rabiaba de hambre (la cual con el sueño no tenía amistad); maldíjeme mil veces (Dios me lo perdone) y a mi ruin fortuna, allí lo más de la noche y lo peor, no osándome revolver por no despertarle, pedí a Dios muchas veces la muerte. La mañana venida, levantámonos y comienza a limpiar y sacudir sus calzas y jubón, sayo y capa, y yo que le servia de pelillo,183 y vísteseme muy a su placer, despacio; de ese sintagma es característica de la edición fuente común de las de 1554. Y en 1553 existen, al menos, dos ediciones distintas, una en octavo y otra en dozavo. 181 En todas las ediciones ‘flaquísimo puerco’, lo que asegura que el error procede del cajista de la princeps, que ha dispuesto mal los tipos {c, u, e, r, p,o} trastocando el orden y componiendo ‘puerco’. No se conocen puercos flaquísimos en la literatura española, donde sí se encuentran cuerpos flaquísimos, a manera de la metáfora o imagen del destartalado cañizo. En consecuencia es gratuito sostener, como hace Ricapito, que el escudero era cristiano nuevo ‘debido al elemento porcino’. 1 82 El ‘alfámar’, según informa Covarrubias es “una cierta manera de manta… que vale manta colorada, porque ordinariamente tienen este color los alfamares”. Los textos alternar la acentuación en ‘alfámar’ y ‘alfamar’. 183 ‘servir de pelillo’, según Covarrubias es “hacer servicios de poca importancia y de mucha curiosidad”.
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echele aguamanos, peinose y púsose su espada en el talabarte184 y, al tiempo que la ponía, díjome:
– ¡Oh, si supieses, mozo, qué pieza es ésta! No hay marco185 de oro en el mundo por que yo la diese, mas así ninguna de cuantas Antonio186 hizo no acertó a poner los aceros tan prestos como ésta los tiene.
Y sacola de la vaina y tentola con los dedos, diciendo:
– ¿Vesla aquí? Yo me obligo con ella a cercenar un copo de lana. – Y yo dije entre mí: «Y yo con mis dientes (aunque no son de acero) un pan de cuatro libras».
Tornola a meter y ciñósela, y un sartal187 de cuentas gruesas del talabarte y con un paso sosegado y el cuerpo derecho, haciendo con él y con la cabeza muy gentiles meneos, echando el cabo de la capa sobre el hombro y a veces so188 el brazo y poniendo la mano derecha en el costado, salió por la puerta, diciendo:
– Lázaro, mira por la casa189 en tanto que voy a oír misa, y haz la cama y ve por la vasija de agua al río190 que aquí abajo está y cierra la puerta con llave, no nos hurten algo, y ponla aquí, en el quicio, porque, si yo viniere en tanto, pueda entrar.
Y súbese por la calle arriba con tan gentil semblante y continente que quien no le conociera pensara ser muy cercano pariente al Conde Claros,191 o al menos 184 El ‘talavarte’ o ‘talabarte’ es “la pretina de la cual cuelgan los tiros donde va asida la espada” (Covarrubias). 185 El valor del marco de oro en la época equivalía a 750 reales. 186 Antonio era el espadero más célebre de Toledo, autor de la espadas de Garcilaso de la Vega y del rey Fernando el Católico. 187 El ‘sartal de cuentas’ alude al rosario. Anota Ruffinatto algo que me parece muy pertinente: “la ostentación del rosario, según la literatura satírica de la época, formaba parte de los artificios que los cristianos nuevos utilizaban para ocultar su ascendencia» (Ruffinatto, nota 314). 188 ‘So’ es la preposición, hoy arcaica, similar en significado a ‘sobre’ y hoy día fijada en fórmulas hechas como ‘so capa de’ o ‘so color de’. 189 Con el valor de ‘vigila la casa’ o ‘cuida de la casa’. Soterrada ironía del narrador, que previamente ya nos ha informado de la inexistencia en ella de cualquier objeto de valor. 190 Narrativamente hablando, esta orden precisa avala el posterior informe de Lázaro sobre los devaneos amorosos de su escudero con las ‘mujercillas’ o busconas que pululan y faenan por el río Tajo en pos de clientela masculina. 191 Dependiendo de la edición, el Conde Alarcos en la de Alcalá y el Conde de Arcos en las demás, en ambos casos referencias desatinadas, porque la mención ‘camarero que le daba de servir’, como ha explicado Menéndez Pidal, sólo puede referirse al célebre Conde Claros del Romancero: “Levanta, mi camarero, dame vestir y calzar”.
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camarero que le daba de vestir. «Bendito seáis vos, Señor (quedé yo diciendo), que dais la enfermedad y ponéis el remedio.192 ¿Quién encontrará a aquel mi señor, que no piense según el contento de sí lleva, haber anoche bien cenado y dormido en buena cama, y aunque ahora es de mañana no le cuenten por bien almorzado? Grandes secretos son, Señor, los que Vos hacéis y las gentes ignoran.193 ¿A quién no engañará aquella buena disposición y razonable capa y sayo? Y ¿quién pensará que aquel que aquel gentilhombre se pasó ayer todo el día con un mendrugo de pan que su criado Lázaro trajo un día y una noche en el arca de su seno, donde no se le podía pegar mucha limpieza, y hoy, lavándose las manos y cara, a falta de paño de manos, se hacía servir en la halda del sayo? Nadie por cierto lo sospechará. ¡Oh, Señor, y cuántos de aquestos vos debéis tener por el mundo derramados, que padecen por la negra que llaman honra lo que por vos no sufrirán!» Así estaba yo a la puerta, mirando y considerando estas cosas, hasta que el señor mi amo traspuso la larga y angosta calle. Torneme a entrar en casa y en un credo la anduve toda, alto y bajo, sin hacer represa194 ni hallar en qué. Hago la negra y dura cama y tomo el jarro y doy conmigo en el río, donde en una huerta vi a mi amo en gran recuesta195 con dos rebozadas mujeres, al parecer de las que en aquel lugar no hacen falta196, antes muchas tienen por estilo de irse a las mañanicas del verano a refrescar y almorzar, sin llevar qué, por aquellas frescas riberas, con confianza que no ha de faltar quien se lo dé, según las tienen puestas en esta costumbre aquellos hidalgos del lugar.
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La confusión ‘Claros> Arcos’ puede deberse a error del cajista o del ayudante que le dicta el texto en el componedor. Este pasaje está construido a partir de variaciones de citas bíblicas. La primera, muy evidente, del Libro de Job, V, 17–18): «Beatus homo qui corripitur a Deo: increpationem ergo Domini ne reprobes quia ipse vulnerat, et medetur: percutit, et manus eius sanabunt». El pasaje entero presenta distintas resonancias bíblicas que no es cosa de detallar. La referencia de este pasaje está en la célebre epístola de Pablo a los Romanos, XI, 33: «quam incomprehensibilia sunt judicia eius, et investigabiles viæ ejus!» ‘hacer represa’ o ‘represar’, lo explica Covarrubias como “detener una cosa que no pase adelante”. ‘recuesta’ o ‘requesta’ es el ‘requerimiento de amores’, dicho en forma educada, o, como apunta descarnadamente Ruffinatto “un pobre escudero dialogando con dos putas toledanas” (p. 181, nota 327). ‘no hacen falta’ o, dicho de forma más rotunda’ ‘en aquel lugar abundan’. La ribera del río Tajo como lugar propicio al encuentro furtivo con avispadas daifas.
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Y, como digo, él estaba entre ellas, hecho un Macías,197 diciéndoles más dulzuras que Ovidio198 escribió. Pero como199 sintieron de él que estaba bien enternecido, no se les hizo de vergüenza pedirle de almorzar, con el acostumbrado pago. Él, sintiéndose tan frío de bolsa cuanto caliente del estómago, tomole tal calofrío que le robó la color del gesto200 y comenzó a turbarse en la plática y a poner excusas no válidas. Ellas, que debían ser bien astutas201, como le sintieron la enfermedad202 dejáronle para el que era. Yo, que estaba comiendo ciertos tronchos de berzas con los cuales me desayuné, con mucha diligencia – como mozo nuevo –, sin ser visto de mi amo, torné a casa, de la cual pensé barrer alguna parte, que bien era menester, mas no hallé con qué. Púseme a pensar qué haría y pareciome203 esperar a mi amo hasta que el día demediase204 y si viniese y por ventura trajese algo que comiésemos, mas en vano fue mi esperanza.205 Desque vi ser las dos y que no venía y
1 97 Macías, ‘o namorado’, el trovador gallego epítome del enamorado medieval. 198 No parece que sea inocente esta mención a Ovidio, célebre en la Edad Media y el Renacimiento por su Ars amandi. 199 De nuevo ‘como’ seguido de tiempo pasado, con sentido temporal (cuando sintieron) y no comparativo. 200 ‘Gesto’, como explica Covarrubias en su primera acepción, significa el “rostro y la cara del hombre”. 201 En las ediciones de 1554 ‘bien instituydas’, pero Velasco, Sánchez y Aribau coinciden en ‘bien astutas’, que no plantea ningún problema. En todo caso el significado es el mismo. 202 La ‘enfermedad’ en cuestión es la falta de dineros para el pago de los servicios que proponen estas damas. 203 Se entiende ‘pareciome conveniente’. 204 Es decir, hasta que llegase el mediodía. 205 Anota Rico, creo que atinadamente, la relación con ‘esperar en vano’ y su reflejo en el siguiente pasaje del Eclesiástico, XXXIV, 1: «Vana spes et mendacium insensato viro et somnia extollunt imprudentes». La versión de la Biblia preparada por Clemente VIII y los gramáticos de Lovaina dice ‘viro insensato’. No está de más volver a recordar que el original está en el griego de la Biblia de los Setenta, no en latín. Frente a la lección convergente de Velasco, Aribau y Plantino, las ediciones de 1554 ofrecen la variante ‘en vano fue mi experiencia’. En una inteligente nota, J. Caso (que acepta la lección ‘experiencia’), reflexiona que “esperança Velasco Plantin; pudiera ser corrección de Velasco que recoge Plantin, pero también podría tratarse de variante anterior a Velas co; en todo caso parece acertada, frente a experiencia de A B C Simón Milán” (nota 73, pp. 111–112). Coinciden Ruffinatto y Rico en aceptar ‘esperanza’, frente a Navarro Durán que mantiene ‘experiencia’ alegando que “también podría significar que fue en vano lo que intentó”.
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que206 la hambre me aquejaba, cierro mi puerta y pongo la llave do mandó y tórnome a mi menester, con baja y enferma voz y inclinadas mis manos en los senos, puesto Dios ante mis ojos y la lengua en su nombre, comienzo a pedir pan por las puertas y casas más grandes que me parecía. Mas como yo este oficio le hubiese mamado en la leche, quiero decir que con el gran maestro el ciego lo aprendí, tan suficiente discípulo salí que, aunque en este pueblo no había caridad, ni el año fuese muy abundante, tan buena maña me di que, antes que el relox diese las cuatro, ya yo tenía otras tantas libras de pan ensiladas en el cuerpo y más de otras dos en las mangas y senos. Volvime a la posada y, al pasar por la tripería,207 pedí a una de aquellas mujeres y diome un pedazo de uña de vaca208 con otras pocas de tripas cocidas. Cuando llegué a casa, ya el bueno de mi amo estaba en ella, doblada su capa y puesta en el poyo, y él paseándose por el patio; como entré209 vínose para mí. Pensé que me quería reñir la tardanza, mas mejor lo hizo Dios. Preguntome dó venía. Yo le dije:
– Señor, hasta que dio las dos estuve aquí y, de que vi que vuesa merced no venía, fuime por esa ciudad a encomendarme a esas buenas gentes, y hanme dado esto que veis.
Mostrele el pan y las tripas, que en un cabo de la halda210 traía, a lo cual él mostró buen semblante y dijo:
– Pues esperado te he a comer, y de que vi que no veniste, comí. Mas tú haces como hombre de bien en eso, que más vale pedirlo por Dios que no hurtarlo. Y así Él me ayude como ello me parece bien y solamente te encomiendo no sepan que vives conmigo, por lo que toca a mi honra, aunque bien creo que será secreto, según lo poco que en este pueblo soy conocido; nunca a él yo hubiera de venir. – De eso pierda, señor, cuidado (le dije yo), que maldito aquél211 que ninguno tiene de pedirme cuenta ni yo de darla. – Ahora pues, come, pecador, que si a Dios place, presto nos veremos sin necesidad, aunque te digo que, después que en esta casa entré, nunca bien me ha ido: debe de ser de mal suelo, que hay casas desdichadas y de mal pie, que a los que viven en ellas
206 El fragmento ‘y que no venía y que’ corresponde a Velasco y Aribau. Está omitido en las ediciones de 1554. 207 El insustituible Covarrubias nos informa de que la tripería es “la calle de las triperas” y que ‘tripera’ es “la que vende el mal cocinado”. 208 La ‘uña de vaca es “el pie o mano de la vaca o buey” (Covarrubias). 209 El valor de este ‘como entré’ es el de ‘según entré, al entrar’. 210 La halda es, conforme a Covarrubias, la “sobra o demasía del vestido”. 211 El referente del pronombre ‘aquél’ es el sustantivo ‘cuidado’: ‘maldito el cuidado que ninguno tiene’.
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pegan la desdicha; ésta debe de ser, sin duda, una de ellas, mas yo te prometo que, acabado el mes, no quede en ella aunque me la den por mía.212
Senteme al cabo del poyo213 y, porque no me tuviese por glotón, callé la merienda y comienzo a cenar y morder mis tripas y pan y disimuladamente miraba al desventurado señor mío, que no partía214 sus ojos de mis haldas, que a aquella sazón servían de plato. Tanta lástima haya Dios de mí como yo había de él, porque sentí lo que sentía y muchas veces había por ello pasado y pasaba cada día. Pensaba si sería bien comedirme215 a convidarle, mas por haberme dicho que había comido, temíame no aceptaría el convite. Finalmente yo deseaba que el pecador ayudase a su trabajo del mío y se desayunase como el día antes hizo, pues había mejor aparejo por ser mejor la vianda y menos mi hambre; quiso Dios cumplir mi deseo y aun pienso que el suyo, porque como216 comencé a comer él se andaba paseando y llegose a mí y díjome:
– Dígote, Lázaro, que tienes en comer la mejor gracia que en mi vida vi a hombre y que nadie te lo ve hacer que no le pongas gana, aunque no la tenga.
“La muy buena que tú tienes (dije yo entre mí) te hace parecer la mía hermosa.” Con todo, pareciome ayudarle, pues se ayudaba y me abría camino para ello, y díjele:
– Señor, el buen aparejo hace buen artífice. Este pan está sabrosísimo y esta uña de vaca, tan bien cocida y sazonada que no habrá a quien no convide con su sabor. – ¿Uña de vaca es? – Sí, señor. – Dígote que es el mejor bocado del mundo217 y que no hay faisán que así me sepa. – Pues pruebe, señor, y verá qué tal está.
212 La maliciosa ironía que retrata la vanidad del escudero corresponde a la expresión castiza actual: “no la quiero ni regalada”. 213 El ‘poyo’, latine podium “le tomamos comunmente por el assiento que está arrimado al cimiento de la pared” (Covarrubias). 214 ‘Partír’, según nos certifica el NDLC tiene el valor antiguo de ‘separar’. Lo que aquí conviene. 215 De nuevo el uso del verbo pronominal ‘comedirse a’, en la acepción de ‘moderarse, arreglase’ (NDLC). 216 Otra vez ‘como’ seguido de tiempo pasado con valor temporal, no comparativo ni causal: ‘cuando comencé a’. 217 Una hipérbole irónica, habida cuenta de que hablamos mayormente de casquería.
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Póngole en las uñas la otra y tres o cuatro raciones de pan de lo más blanco, asentóseme218 al lado y comienza a comer como aquel que lo había gana, royendo cada huesecillo de aquellos mejor que un galgo219 suyo lo hiciera.
– Con almodrote (decía) es éste singular manjar. – Con mejor salsa lo comes tú – respondí yo, paso. – Por Dios que me ha sabido como si no hubiera hoy comido bocado. – Así me vengan los buenos años como es ello –dije yo entre mí.
Pidiome el jarro de agua y díselo como lo había traído, señal que, pues no le faltaba el agua, que no le había a mi amo sobrado la comida. Bebimos y, muy contentos, nos fuimos a dormir, como la noche pasada; y por evitar prolijidad, de esta manera estuvimos ocho o diez días, yéndose el pecador en la mañana, con aquel continente y paso contado, a papar aire por las calles, teniendo en el pobre Lázaro una cabeza de lobo.220 Contemplaba yo muchas veces mi desastre, que escapando de los amos ruines que había tenido y buscando mejoría, viniese a topar con quien no solo no me mantuviese, mas a quien yo había de mantener. Con todo, le quería bien, con ver que no tenía ni podía más y antes le había lás tima que necesidad, y muchas veces por llevar a la posada con que él lo pasase, yo lo pasaba mal. Porque una mañana, levantándose el triste en camisa, subió a lo alto de la casa a hacer sus menesteres y en tanto, yo, por salir de sospecha, desenvolvíle el jubón y las calzas, que a la cabecera dejó, y hallé una bolsilla de terciopelo raso hecha cien dobleces y sin maldita la blanca ni señal que la hubiese tenido mucho tiempo. – «Éste – decía yo – es pobre y nadie da lo que no tiene, mas el avariento ciego y el malaventurado mezquino clérigo que, con dárselo Dios a ambos, al uno de mano besada y al otro de lengua suelta, me mataban de hambre, aquéllos es justo desamar y aquéste es de haber mancilla». Dios es testigo que hoy día, cuando topo con alguno de su hábito, con aquel paso y pompa, le he lástima, con pensar si padece lo que a aquél le vi sufrir, al cual, con toda su pobreza, holgaría de servir más que a los otros, por lo que he dicho. Sólo tenía de él un poco de descontento, que quisiera yo que no tuviera tanta
218 En las ediciones de 1554: ‘y asentóseme’. Las ediciones de Aribau (es decir: Amberes 1553), Simón, Velasco, Milán y Plantino: ‘asentóseme’. 219 Un galgo que sólo existe en la imaginación y el discurso inventado del escudero. 220 La expresión “como una cabeza de lobo” la explica Covarrubias como “la ocasión que uno toma para aprovecharse, como el que mata un lobo, que llevando la cabeza por los lugares de la comarca, le dan todos algo”.
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presunción, mas que abajara un poco su fantasía221 con lo mucho que subía su necesidad, mas según me parece, es regla ya entre ellos usada y guardada: aunque no haya cornado de trueco ha de andar el birrete en su lugar.222. El Señor lo remedie, que ya con este mal han de morir. Pues estando yo en tal estado, pasando la vida que digo, quiso mi mala fortuna, que de perseguirme no era satisfecha, que en aquella trabajada y vergonzosa vivienda no durase; y fue que, como el año en esta tierra fuese estéril de pan223, acordaron en ayuntamiento que todos los pobres extranjeros se fuesen de la ciudad, con pregón que el que de allí adelante topasen, fuese punido con azotes. Y así, ejecutando la ley, desde a cuatro días que el pregón se dio, vi llevar una procesión de pobres azotando por las cuatro calles, lo cual me puso tan gran espanto que nunca osé desmandarme a demandar.224 Aquí viera, quien verlo pudiera, la abstinencia de mi casa y la tristeza y silencio de los moradores de ella, tanto que nos acaeció estar dos o tres días sin comer bocado ni hablar palabra. A mí diéronme la vida unas mujercillas, hilanderas de algodón, que hacían bonetes y vivían par de nosotros, con las cuales yo tuve vecindad y conocimiento, que de la lazeria que les traían me daban alguna cosilla, con lo cual muy pasado me pasaba y no tenía tanta lástima de mí como del lastimado de mi amo, que en ocho días maldito el bocado que comió, a lo menos en casa bien lo estuvimos sin comer, no sé yo cómo y dónde andaba y qué comía. Y verle venir a mediodía, la calle abajo, con estirado cuerpo, más largo que galgo de buena casta y por lo que tocaba a su negra que dicen honra, tomaba una paja de las que aún asaz no había en casa y salíase a la puerta, escarbando los que nada entre sí tenían, quejándose todavía de aquel mal solar, diciendo: 221 Covarrubias deja muy claro en qué sentido hay que tomar aquí el vocablo ‘fantasía’: “Comúnmente sinifica una presunción vana que concibe de sí el vanaglorioso, philáutico y enamorado de sí meso”. 222 Apunta Ruffinatto que cree que le corresponde a él el primer intento de interpretar la frase y sugiere que puede tener que ver con un lance del juego de cartas. Rico, Navarro Durán y Caso proponen, con más o menos seguridad, una interpretación basada en la idea de la altivez de quien no se quita el birrete para saludar ni estando en las últimas económicamente. 223 Augustin Redondo ha apuntado que el año estéril de pan, conforme a los registros de ese decenio, corresponde 1546, lo que marcaría un límite temporal al relato. Sin embargo todo esto es anterior a las Cortes de Toledo de 1538–39, así que, conforme a esta cronología ese año debería situarse en torno a 1535. Sin duda hubo más de un año con penuria de cereales y pan. 224 Señala Ruffinatto el juego paronomásico ‘desmandarme-demandar’ y Rico recuerda la construcción ‘demandar por Dios o mendigar’.
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La vida de Lazarillo de Tormes – Malo está de ver que la desdicha de esta vivienda lo hace; como ves, es lóbrega, triste, oscura, mientras aquí estuviéremos hemos de padecer; ya deseo que se acabe este mes por salir de ella.
Pues estando en esta afligida y hambrienta persecución, un día, no sé por cuál dicha o ventura, en el pobre poder de mi amo entró un real, con el cual él vino a casa tan ufano como si tuviera el tesoro de Venecia, y con gesto muy alegre y risueño, me lo dio, diciendo:
– Toma, Lázaro, que Dios ya va abriendo su mano, ve a la plaza y merca pan y vino y carne, quebremos el ojo al diablo.225 Y más te hago saber, porque te huelgues, que he alquilado otra casa y en esta desastrada no hemos de estar más de en cumpliendo el mes, maldita sea ella y el que en ella puso la primera teja, que con mal en ella entré. Por Nuestro Señor, cuanto ha que en ella vivo, gota de vino ni bocado de carne no he comido, ni he habido descanso ninguno, mas tal vista tiene y tal oscuridad y tristeza; ve y ven presto y comamos hoy como condes.
Tomo mi real y el jarro y, a los pies dándoles prisa, comienzo a subir mi calle, encaminando mis pasos para la plaza, muy contento y alegre. Mas ¿qué me aprovecha, si está constituido en mi triste fortuna que ningún gozo me venga sin zozobra? Y así fue éste, porque yendo la calle arriba, echando mi cuenta en lo que emplearía mi real que fuese mejor y más provechosamente gastado, dando infinitas gracias a Dios, que a mi amo había hecho con dinero, a deshora226 me vino al encuentro un muerto que por la calle abajo muchos clérigos y gente en unas andas traían, Arriméme a la pared por darles lugar y, desque el cuerpo pasó, venía luego, par del lecho, una que debía ser su mujer del difunto, cargada de luto, y con ella otras muchas mujeres, la cual iba llorando a grandes voces y diciendo:
– Marido y señor mío, ¿a dónde os llevan227? ¡A la casa triste y desdichada, a la casa lóbrega y oscura, a la casa donde nunca comen ni beben!
225 La expresión popular ‘quebrar el ojo al diablo’, como recuerda Ruffinatto es ‘hacer estrena en algo’. 226 La expresión ‘a deshora’, repetida varias veces en el Lazarillo, no tiene el significado de ‘intempestivamente’, sino el de “de pronto, de repente, cuando nadie lo hubiera creído” (NDLC). 227 Velasco y Aribau coinciden en ‘os llevan’, frente al muy expresivo ‘os me llevan’ de las ediciones del 54. José Caso apunta que “en la repetición posterior de este párrafo está omitido” (p. 118, nota 124).
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Yo, que aquello oí, juntóseme el cielo con la tierra y dije:
– ¡Oh, desdichado de mí, para mi casa llevan este muerto!228
Dejo229 el camino que llevaba y hendí por medio de la gente, y vuelvo por la calle abajo, a todo el más correr que pude, para mi casa y entrando en ella cierro a grande prisa, invocando el auxilio y favor de mi amo, abrazándome de él, que me venga a ayudar y defender la entrada. El cual, algo alterado, pensando que fuese otra cosa, me dijo:
– ¿Qué es esto, mozo?¿Qué voces das? ¿Qué has? ¿Por qué cierras la puerta con tal furia? – ¡Oh, señor (dije yo), acuda aquí, que nos traen acá un muerto! – ¿Cómo así? – respondió él. – Aquí arriba le encontré y venía diciendo su mujer: “Marido y señor mío, ¿adónde os llevan? ¿A la casa lóbrega y oscura? ¿A la casa triste y desdichada?¿A la casa donde nunca comen ni beben?” Acá, señor, nos le traen.
Y ciertamente cuando mi amo esto oyó, aunque no tenía por qué estar muy risueño, rio tanto que muy gran rato estuvo sin poder hablar. En este tiempo tenía ya yo echada el aldaba a la puerta y puesto el hombro en ella, por más defensa. Pasó la gente con su muerto y yo todavía me recelaba que nos le habían de meter en casa y desque fue ya más harto de reír que de comer el bueno de mi amo, díjome:
– Verdad es, Lázaro, según la viuda lo va diciendo, tú tuviste razón en pensar lo que pensaste, mas, pues Dios lo ha hecho mejor y pasan adelante, abre, abre y ve por de comer. – Déjalos, señor, acaben de pasar la calle – dije yo.
Al fin vino mi amo a la puerta de la calle y ábrela, esforzándome230, que bien era menester, según el miedo y alteración231 y tórnome a encaminar. Mas aunque 228 La anécdota o facecia corresponde a un cuentecillo popular muy difundido por toda Europa y que tiene una versión en la tradición turca, atribuyéndose a Alí, un personaje tradicional de estilo apicarado. El autor del Lazarillo no crea, sino que adapta, de forma magistral y lucianesca, un dicho tradicional del ámbito cultural europeo. 229 Ejemplo admirable de técnica narrativa, el tiempo pasado (aquello oí) cambia abruptamente al presente para acercar la acción narrada y de nuevo al pasado alternando con el presente (hendí… y vuelvo). El ‘efecto anhelante’ va más allá de los límites de la retórica clásica para entrar en el genio narrativo a la hora de resolver un efecto narrativo de fuste. 230 ‘Esforzar’, en la acepción de ‘alentar, animal a uno, infundirle valor’ (NDLC). 231 En la edición de Alcalá se añade ‘que tenía’, que parece muy natural y que José Caso incorpora al texto de su edición, con la siguiente nota explicativa: “Falta que tenía en B C Simón Velasco, Milán, Plantin; puede tratarse de un errata de X, corregida por A o por X’, o de una adición caprichosa de A; en todo caso la lección de A mejora el texto, y parece incluso necesaria” (Caso, nota 134). Ni Rico, ni Ruffinatto, ni Navarro
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comimos bien aquel día, maldito el gusto yo tomaba en ello, ni en aquellos tres días torné en mi color. Y mi amo, muy risueño todas las veces que se le acordaba aquella mi consideración. De esta manera estuve con mi tercero y pobre amo, que fue este escudero, algunos días y en todos deseando saber la intención de su venida y estada en esta tierra,232 porque desde el primer día que con él asenté, le conocí ser extranjero, por el poco conocimiento y trato que con los naturales de ella tenía. Al fin se cumplió mi deseo y supe lo que deseaba, porque un día que habíamos comido razonablemente y estaba algo contento, me contó su hacienda y díjome ser de Castilla la Vieja y que había dejado su tierra no más de por no quitar el bonete a un caballero su vecino. – Señor – dije yo –, si él era lo que decís y tenía más que vos, no errábades en quitárselo primero, pues decía que él también os lo quitaba. – Sí es y sí tiene, y también me lo quitaba él a mí, mas de cuantas veces yo se lo quitaba primero, no fuera malo comedirse él alguna y ganarme por la mano.233 – Paréceme, señor – le dije yo –, que en eso no mirara, mayormente con mis mayores que yo y que tienen más. – Eres mochacho – me respondió – y no sientes234 las cosas de la honra, en que el día de hoy está todo el caudal de los hombres de bien; pues hágote saber que yo soy (como ves) un escudero, mas vótote a Dios, si al conde topo en la calle y no me quita muy bien quitado todo el bonete, que otra vez que venga, me sepa yo entrar en una casa, fingiendo yo en ella algún negocio, o atravesar otra calle, si la hay, antes que llegue a mí, por no quitárselo, que un hidalgo no debe a otro que a Dios y al rey, nada, ni es justo, siendo hombre de bien, se descuide un punto235 de tener en mucho su persona. Acuérdome que un día deshonré en mi tierra a un oficial y quise poner en él las manos, porque cada vez que le
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Durán la incorporan a sus ediciones, pero Caso la mantiene en su edición de 1989 en Bruguera libro clásico. ‘Esta tierra’ es el Reino de Toledo, conforme al uso de la época como un territorio distinto de la Castilla clásica. De ahí la consideración de ‘extranjero’ que dice Lázaro. En la entrada ‘mano’, Covarrubias explica con sencillez: “Ganar por la mano: adelantarse a otro”. Se usa aquí ‘sentir’ en la idea de ‘captar, comprender’. Un sutil apunte del Lázaronarrador que revela la presunción del escudero, que se considera a sí mismo como superior al ingenuo Lázaro. El ‘punto de honor’ o ‘pundonor’ del escudero, epítome del pecado capital de la soberbia, so color de vanidad.
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topaba, me decía: “Mantenga Dios a vuesa merced”. “Vos, don villano236 ruin, ¿por qué no sois bien criado? ¿‘Manténgaos Dios’ me habéis de decir, como si fuese quien quiera?”. De allí adelante, de aquí acullá me quitaba el bonete y hablaba como debía. Y ¿no es buena manera de saludar un hombre a otro – dije yo – decirle que le mantenga Dios? ¡Mirá mucho de enhoramala!237 (dijo él), a los hombres de poco arte dicen eso, mas a los más altos, como yo, no le han de hablar menos de “Beso las manos de vuesa merced”, o por lo menos “Bésoos, señor, las manos”, si el que me habla es caballero238. Y así aquel de mi tierra que me atestaba de mantenimiento, nunca más le quise sufrir, ni sufriría, ni sufriré a hombre del mundo, del rey abajo, que “Manténgaos dios” me diga. Pecador de mí (dije yo), por eso tiene tan poco cuidado de mantenerte, pues no sufres que nadie se lo ruegue. Mayormente (dijo) que no soy tan pobre que no tenga en mi tierra un solar de casas que, a estar ellas en pie y bien labradas, diez y seis leguas de donde nací, en aquella Costanilla de Valladolid, valdrían más de doscientos mil maravedís, según se podrían hacer grandes y buenas; y tengo un palomar que, a no estar derribado, como está, daría cada año más de doscientos palominos, y otras cosas que me callo, que dejé por lo que tocaba a mi honra, y vine a esta ciudad, pensando que hallaría un buen asiento, mas no me ha sucedido como pensé. Canónigos y señores de la Iglesia, muchos hallo, mas es gente tan limitada que no los sacará de su paso todo el mundo. Caballeros de media talla también me ruegan, mas servir a estos es gran trabajo, porque de hombre os habéis de convertir en malilla.239 Y si no, ‘andad con Dios’ os dicen y las más veces son los pagamentos a largos plazos y las más ciertas, comido por
236 De nuevo el sutil uso irónico del ‘don’, como en la fórmula ‘donos traidores ratones’ del cura de Maqueda. 237 Anota Rico, creo que muy a propósito, el pasaje del Quijote, II, 31: “Andad, hermano, mucho de enhoramala, para vos y para quien acá os trujo”. Es decir: un uso de imperativo de cortesía seguido de ‘mucho de enhoramala’. Sería interesante saber si Cervantes conoció en Italia la edición íntegra del Lazarillo, en vez de la edición española castigada por la Inquisición. 238 Suprema ironía, el rango de caballero faculta para tratar a un escudero sin la exigencia de usar un ‘vuesa merced’. 239 Hay un malévolo juego de palabras referido al vocabulario de naipes, ya que en el juego del hombre (una especie de chinchón de la época) la ‘malilla’ es “la segunda carta del estuche, superior a todas menos a la espadilla, que del palo de oros y copas es el siete y de espadas y bastos, el dos” (NDLC). La polisemia y la anfibología de
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servido; ya, cuando quieren formar consciencia y satisfaceros vuestros sudores, sois librado en la recámara en un sudado jubón, o raída capa, o sayo. Ya, cuando asienta hombre240 con un señor de título, todavía pasa su lazeria, pues por ventura no hay en mí habilidad para servir y contentar a estos. por Dios, si con él topase muy gran su privado pienso que fuese y que mil servicios le hiciese, porque yo sabría mentille tan bien como otro y agradalle241 a las mil maravillas; reílle hía242 mucho sus donaires y costumbres, aunque no fuesen las mejores del mundo; nunca decirle cosa con que le pesase, aunque mucho le cumpliese; ser muy diligente en su persona en dicho y hecho, no me matar por no hacer bien las cosas que él no había de ver, y ponerme a reñir, donde él lo oyese, con la gente de servicio, por que pareciese tener gran cuidado de lo que a él le tocaba; si riñese con algún su criado, dar unos puntillos agudos para le encender la ira y que pareciesen en favor del culpado; decirle bien de lo que bien le estuviese y, por el contrario, ser malicioso mofador, malsinar243 a los de casa y a los de fuera, pesquisar y procurar de saber vidas ajenas para contárselas, y otras muchas galas de esta calidad que hoy día se usan en palacio y a los señores de él parecen bien, y no quieren ver en sus casas hombres virtuo sos, antes los aborrecen y tienen en poco y llaman necios y que no son personas de negocios, ni con quien el señor se puede descuidar, y con estos, los astutos usan, como digo, el día de hoy244, de lo que yo usaría; mas no quiere mi ventura que le halle.
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‘hombre’ y de ‘malilla’ se construyen sobre el referente, más o menos truhanesco, del vocabulario del mundo del naipe y de Vilhán. Está tomado ‘hombre’ aquí en un sentido genérico (‘alguien, uno cualquiera’), similar al uso de ‘on’ en francés. Mantengo el uso arcaizante de ‘mentille y agradalle’ como un rasgo del habla de este escudero con ínfulas de noble. Discrepo de Ruffinatto y Rico que editan ‘ya’ en vez de ‘hía’, frente a la decisión de Caso (coincidente aquí con Navarro Durán) que mantienen ‘hía’, explicado en nota por Navarro Durán como “ ‘le reiría’, forma analítica del potencial” (p. 232, nota 118). ‘Malsinar’ es, propiamente, hacer oficio de ‘malsín’, que el buen Covarrubias explica como “el que de secreto avisa a la justicia de algunos delitos con mala intención y por su propio interés, y hazer este oficio se llama malsinar”. Lo que en román paladino, en el cual suele el pueblo fablar con su vecino, es un miserable soplón. Todo este párrafo en cursiva está omitido en la edición de Velasco y Hurtado de Mendoza; en este caso el castigo inquisitorial no es de índole doctrinal, sino de crítica moral de costumbres. Es decir, de denuncia de la hipocresía usada en la Corte.
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De esta manera lamentaba tan bien245 su adversa fortuna mi amo, dándome relación de su persona valerosa. Pues estando en esto, entró por la puerta un hombre y una vieja. El hombre le pide el alquilé246 de la casa y la vieja el de la cama. Hacen cuenta y de dos meses le alcanzaron lo que él en un año no alcanzara, pienso que fueron doce o trece reales, y él les dio muy buena respuesta: que saldría a la plaza a trocar una pieza de a dos247 y que a la tarde volviesen, mas su salida fue sin vuelta, por manera que a la tarde ellos volvieron, mas fue tarde; yo les dije que aun no era venido. Venida la noche y él no, yo hube miedo de quedar en casa solo y fuime a las vecinas y conteles el caso y allí dormí. Venida la mañana, los acreedores vuelven y preguntan por el vecino, mas a esotra puerta248. Las mujeres le responden:
– Veis aquí su mozo y la llave de la puerta.
Ellos me preguntaron por él y díjeles que no sabía adónde estaba y que tampoco había vuelto a casa desde que salió a trocar la pieza y que pensaba que de mí y de ellos se había ido con el trueco. De que esto me oyeron, van por un alguacil y un escribano y helos do vuelven luego con ellos y toman la llave y llámanme y llaman testigos249 y abren la puerta y entran a embargar la hacienda de mi amo hasta ser pagados de su deuda. Anduvieron toda la casa y halláronla desembara zada, como he contado,250 y dícenme:
– ¿Qué es de la hacienda de tu amo? Sus arcas y paños de pared y alhajas de casa. – No sé yo eso – le respondí. – Sin duda – dicen ellos – esta noche lo deben de haber alzado y llevado a alguna parte. Señor alguacil, prended a este mozo, que él sabe dónde está esto.
245 Transcribo separando ‘tan’ y ‘bien’, como hacen Caso, Ruffinatto y Navarro Durán, frente al uso de Rico, que edita ‘también’, con el riesgo de que tome en la acepción ‘además’. El texto apunta a la ironía ‘tan bien, la mar de bien’. 246 En la entrada ‘alquilé’, Covarrubias dice: “Nombre arábigo. Dize Urrea ser el precio que se da por el uso de alguna cosa por cierto tiempo”. 247 La pieza de a dos es la moneda de dos castellanos de oro. 248 ‘A esotra puerta, que esta no se abre’ es frase proverbial recogida por Gonzalo Korreas en 1627. 249 El uso del polisíndeton (y helos do vuelven, y toman y llámanme y llaman testigos y abren y entran) construye un ritmo vertiginoso para describir la acción ante los ojos del asombrado Lázaro. Tanto frenesí contrasta con la escueta y escuálida realidad de la casa lóbrega y oscura, a fuer de vacía. 250 Otra vez un inciso narrativo que establece los dos planos del relato: el Lázaro que sufre los hechos y el que se los cuenta a Vuesa Merced años más tarde.
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En esto vino el alguacil y echome mano por el collar del jubón, diciendo:
– Mochacho, tú eres preso si no descubres los bienes de este tu amo.
Yo, como en otra tal no me hubiese visto, porque asido del collar lo había sido muchas veces, mas era mansamente de él trabado, para que mostrase el camino al que no veía, yo hube mucho miedo y, llorando, prometile de decir lo que me preguntaban.
– Bien está (dicen ellos), pues di lo que sabes y no hayas temor.
Sentose el escribano en un poyo para escribir el inventario, preguntándome qué tenía.
– Señores – dije yo –, lo que este mi amo tiene, según él me dijo, es un muy buen solar de casas y un palomar derribado. – Bien está (dicen ellos), por poco que eso valga hay para nos entregar de la deuda. Y ¿a qué parte de la ciudad tiene eso? – me preguntaron. – En su tierra – les respondí. – Por Dios que está bueno el negocio – dijeron ellos –.Y ¿adónde es su tierra? – De Castilla la Vieja me dijo él que era – les dije.
Riéronse mucho el alguacil y el escribano, diciendo:
– Bastante relación es ésta para cobrar vuestra deuda, aunque mejor fuese.
Las vecinas, que estaban presentes, dijeron:
– Señores, éste es un niño inocente y ha pocos días que está con ese escudero y no sabe de él más que vuesas mercedes, sino cuanto el pecadorcico se llega aquí a nuestra casa y le damos de comer lo que podemos por amor de Dios, y a las noches se iba a dormir con él.
Vista mi inocencia, dejáronme, dándome por libre, y el alguacil y el escribano piden al hombre y a la mujer sus derechos, sobre lo cual tuvieron gran contienda y ruido, porque ellos alegaron no ser obligados a pagar, pues no había de qué, ni se hacía el embargo. Los otros decían que habían dejado de ir a otro negocio que les importaba más por venir a aquél. Finalmente, después de dadas muchas voces, al cabo carga un porquerón251 con el viejo alfámar de la vieja, aunque no iba muy cargado, y allá van todos cinco dando voces; no sé en qué paró, creo yo que el pecador alfámar pagará por todos, y bien se le empleaba, pues al tiempo que había de reposar y descansar de los trabajos pasados se andaba alquilando.
251 El ‘porquerón’ es el agente de justicia de menor rango “que prende los delincuentes y los lleva agarrados a la cárcel” (Covarrubias).
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Así como he contado me dejó mi pobre tercero amo, do acabé de conocer mi ruin dicha, pues, señalándose todo lo que podía252 contra mí, hacía mis negocios tan al revés, que los amos, que suelen ser dejados de los mozos, en mí no fuese así, mas que mi amo me dejase y huyese de mí. Cómo Lázaro se asentó con un fraile de la Merced y lo que le acaeció con él.
Fig. 4: El fraile de la Merced. Grabado de Meissonnier.
Hube de buscar el cuarto, y éste fue un fraile de la Merced253, que las mujercillas que digo me encaminaron, al cual ellas llamaban pariente,254 gran enemigo del coro y de comer en el convento, perdido por andar fuera, amicísimo de negocios seglares y visitas255, tanto que pienso que rompía él más zapatos que todo el 252 Rico y Navarro Durán editan ‘podría’, siguiendo a Burgos; Ruffinatto y Caso mantienen ‘podía’ conforme a Velasco, Aribau y Alcalá. 253 En la edición de Alcalá se omite el hecho de que el fraile fuese concretamente ‘de la Merced’. Según Ruffinatto (nota 446) “eran justamente los mercedarios los frailes que gozaban de peor fama en el mundo de la ficción literaria, tanto a nivel culto (teatro de Torres Naharro, Viaje de Turquía, Lozana andaluza, etc.) como a nivel popular (poesía cancionerial, satírica, erótica, etc.) 254 Ruffinatto anota esto apuntando que “los términos de parentesco que servían para encubrir las relaciones prohibidas de los religiosos con sus mancebas” (p. 213, nota 447). 255 La idea es ‘negocios’ y ‘visitas’, dos sustantivos, y en ellos coinciden Nucio, Simón, Milán, Plantino y Aribau, que está reproduciendo el texto de 1553. En la variante ‘negocios y visitar’ coinciden las ediciones españolas del 54. Ruffinatto, que edita
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convento. Este me dio los primeros zapatos que rompí en mi vida, mas no me duraron ocho días, ni yo pude con su trote durar más. Y por esto y por otras cosillas que no digo, salí de él. Cómo Lázaro se asentó con un buldero; y de las cosas que con él pasó. En el quinto por mi ventura di, que fue un buldero, el más desenvuelto y desvergonzado, y el mayor echador de ellas que jamás yo vi ni ver espero, ni pienso nadie vio, porque tenía y buscaba modos y maneras y muy sotiles invenciones. En entrando en los lugares do habían de presentar la bula, primero presentaba a los clérigos o curas algunas cosillas, no tampoco de mucho valor ni substancia: una lechuga murciana256, si era por el tiempo, un par de limas o naranjas, un melocotón, un par de duraznos, cada sendas257 peras verdiñales.258 Así procuraba tenerlos propicios, por que259 favoreciesen y llamasen sus feligreses a tomar la bula, ofreciéndosele a él las gracias.260 Informábase de la suficiencia de ellos: si decían que entendían, no hablaba palabra en latín, por no dar tropezón, mas aprovechábase de un gentil y bien cortado romance y desenvoltísima lengua. Y
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según Amberes, apunta un detalle de interés: “el término “visita” en el léxico de la germanía indica “Estafa que los coimeros de gran categoría suelen hacer a los más pequeños, amenazándoles con denunciar sus actividades si no les dan una parte de lo que ganan”. Esto apuntaría a una ‘empresa’ peculiar a cargo del fraile de la Merced y sus troteras y danzaderas. Ningún editor pone nota a la lechuga murciana, salvo, como Francisco Rico, para anotar algo innecesario, como que “la lechuga murciana se encontraba siempre entre las mejores”. Lo cierto es que la ‘lechuga murciana’ no es una variante murciana de lechuga, sino la manera de aludir a lo que hoy llamamos un repollo, de hoja más compacta que la lechuga clásica. El NDLC, ya en el siglo XIX, alude a la ‘lechuga repollada’. La construcción ‘cada sendas’ es una fórmula distributiva. Un buen ejemplo del uso nos lo da López de Gómara: “cada sendas codornices sacrificadas”, en la idea de una codorniz por persona. Existen dos formas en la época: verdiniales y verdiñales. Asumo la grafía del NDLC, que precisa en la entrada ‘verdiñal’: “Aplícase a unas peras que, aunque maduras, parecen verdes”. Con el valor de ‘para que’, ‘con el fin de que’. Sigo la puntuación propuesta por Caso y seguida por Ruffinatto, según la interpretación dada por Caso, ya en su primera edición para el Anejo XVII de la RAE: “Todos los editores modernos consultados ponen punto final después de bula, con lo que a la cláusula de gerundio siguiente la hacen depender de informábase; en mi opinión así carece de sentido, aunque Castro interprete “Cuando venían a darle las gracias, informábase…”. Con mi puntuación queda de relieve el juego malicioso de gracias: las gracias materiales (su negocio se las ofrecían a él”. (Caso, 131–2).
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si sabía que los dichos clérigos eran de los reverendos, digo que más con dineros que con letras y con reverendas se ordenan, hacíase un santo Tomás y hablaba dos horas en latín, a lo menos que lo parecía, aunque no lo era. Cuando por bien no le tomaban las bulas, buscaba cómo por mal se las tomasen y para aquello hacía molestias al pueblo, y otras veces con mañosos artificios. Y porque todos los que le veía hacer sería largo de contar, diré uno muy sutil y donoso, con el cual probaré bien su suficiencia. En un lugar de la Sagra de Toledo había predicado dos o tres días, haciendo sus acostumbradas diligencias, y no le habían tomado bula ni, a mi ver, tenían intención de se la tomar. Estaba dado al diablo con aquello y, pensando qué hacer, se acordó de convidar al pueblo para otro día261 de mañana despedir la bula; y esa noche, después de cenar, pusiéronse a jugar la colación él y el alguacil y sobre el juego vinieron a reñir y a haber malas palabras. Él llamó al alguacil ladrón y el otro a él falsario; sobre esto el señor comisario, mi señor, tomó un lanzón262 que en el portal do jugaban estaba. El alguacil puso mano a su espada, que en la cinta tenía; al ruido y voces que todos dimos acuden263 los huéspedes y vecinos y métense en medio, y ellos, muy enojados, procurándose de desembarazar de los que en medio estaban, para se matar; mas como la gente al gran ruido cargase y la casa estuviese llena de ella, viendo que no podían afrentarse con las armas, decíanse palabras injuriosas, entre las cuales el alguacil dijo a mi amo que era falsario y las bulas que predicaba eran falsas. Finalmente que los del pueblo, viendo que no bastaban a ponerlos en paz, acordaron de llevar al alguacil de la posada a otra parte. Y así quedó mi amo muy enojado, y después que los huéspedes y vecinos le hubieron rogado que perdiese el enojo y se fuese a dormir, así nos echamos todos. La mañana venida, mi amo se fue a la iglesia y mandó tañer a misa y al sermón, para despedir la bula y el pueblo se juntó, el cual andaba murmurando de las bulas, diciendo cómo eran falsas y que el mismo alguacil, riñendo, lo había descubierto, de manera que, atrás que tenían mala gana de tomarla, con aquello del todo la aborrecieron. El señor comisario se subió al púlpito y comienza264 2 61 ‘Otro día’ quiere decir exactamente ‘al día siguiente’. 262 “Lanzón: lanza corta y gruesa, que tiene en uno de sus extremos un rejón de hierro, grande y ancho, que sirve generalmente a los guardas de las viñas” (NDLC). 263 Nótese, de nuevo, la intrusión del presente en un pasaje construido sobre tiempo pasado. Esto otorga mayor vivacidad al relato. 264 De nuevo el cambio de pasado a presente dentro del mismo período, efecto narrativo que acerca al lector al momento de la acción y la presenta de forma más inmediata y cercana al lector.
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su sermón y a animar a la gente a que no quedasen sin tanto bien y indulgencia como la santa bula traía. Estando en lo mejor del sermón entra por la puerta de la iglesia el alguacil y, desque hizo oración, levantose y con voz alta y pausada, cuerdamente, comenzó a decir:
– Buenos hombres, oídme una palabra, que después oiréis a quien quisierdes265. Yo vine aquí con este echacuervo266 que os predica, el cual me engañó y dijo que le favoreciese en este negocio y que partiríamos la ganancia, y ahora, visto el daño que haría a mi conciencia y a vuestras haciendas, arrepentido de lo hecho, os declaro claramente que las bulas que predica son falsas y que no le creáis ni las toméis, y que directe ni indi recte no soy parte en ellas y que desde agora dejo la vara y doy con ella en el suelo; y si en algún tiempo éste fuere castigado por la falsedad, que vosotros me seáis testigos cómo yo no soy con él, ni le doy a ello ayuda, antes os desengaño y declaro su maldad..
Y acabó su razonamiento. Algunos hombres honrados que allí estaban se quisieron levantar y echar al alguacil fuera de la iglesia, por evitar escándalo, mas mi amo les fue a la mano267 y mandó a todos que, so pena de excomunión, no le estorbasen, mas que le dejasen decir todo lo que quisiese, y así él también tuvo silencio mientras el alguacil dijo todo lo que he dicho; como268 calló, mi amo le preguntó que si quería decir más, que lo dijese. El alguacil dijo:
– Harto más hay que decir de vos y de vuestra falsedad, mas por ahora basta.
El señor comisario se hincó de rodillas en el púlpito y, puestas las manos269 y mirando al cielo, dijo así:
– Señor Dios, a quien ninguna cosa es escondida, antes todas manifiestas, y a quien nada es imposible, antes todo posible: tú sabes la verdad y cuán injustamente yo soy afrentado. En lo que a mí toca, yo le perdono, por que tú, Señor, me perdones. No mires a aquel que no sabe lo que hace270 ni dice, mas la injuria a Ti hecha, te suplico y por justicia te pido, no disimules, porque alguno que está aquí, que tal vez pensó
265 En la edición de Burgos y en la de Plantino-Raphelenghius ‘quisiéredes’, sin duda modificación consciente. 266 ‘Echacuervo’, palabra recogida por Covarrubias en la entrada ‘cuervo’ con la explicación “los que con embelecos y mentiras engañan los simples”. 267 La expresión ‘irle a la mano’ la explica Covarrubias con el valor de ‘estorbarle y contradezirle’. Rico la explica como ‘se lo obstaculizó’ y Navarro Durán como ‘se lo impidió’. 268 De nuevo ‘como’ usado con el simple valor temporal de ‘cuando’ o ‘en cuanto’. 269 La expresión ‘puestas las manos’ la explica Rico con el valor de ‘con las manos juntas’. Está implícita la idea de ‘puestas las manos para orar’. 270 Parece obvia la reminiscencia del relato del evangelio según Lucas, XXIII, 34: “Jesus autem dicebat: Pater, dimitte illis: non enim sciunt quid faciunt”. Esta popular anécdota sólo la transmite Lucas.
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tomar aquesta santa bula, dando crédito a las falsas palabras de aquel hombre, lo dejará de hacer y, pues es tanto perjuicio del prójimo, te suplico yo, Señor, no lo disimules, mas luego muestra aquí milagro y sea de esta manera: que si es verdad lo que aquél dice, y que yo traigo maldad y falsedad, este púlpito se hunda conmigo y meta siete estados271 debajo de tierra, do él ni yo jamás parezcamos. Y si es verdad lo que yo digo y aquél, persuadido del demonio (por quitar y privar a los que están presentes de tan gran bien) dice maldad, también sea castigado y de todos sea conocida su malicia.
Apenas había acabado su oración el devoto señor mío cuando el negro alguacil cae de su estado272 y da tan gran golpe en el suelo que la iglesia toda hizo resonar y comenzó a bramar y a echar espumajos por la boca y torcerla y hacer visajes con el gesto273, dando de pie y de mano, revolviéndose por aquel suelo a una parte y a otra. El estruendo y voces de la gente era tan grande que no se oían unos a otros, algunos estaban espantados y temerosos; unos decían:
– El Señor le socorra y valga.
Otros:
– Bien se le emplea, pues levantaba tan falso testimonio.
Finalmente algunos que allí estaban, y a mi parecer no sin harto temor, se llegaron y le trabaron de los brazos, con los cuales daba fuertes puñadas a los que cerca de él estaban; otros le tiraban por las piernas y tuvieron reciamente, porque no había mula falsa en el mundo que tan recias coces tirase. Y así le tuvieron un gran rato, porque más de quince hombres estaban sobre él y a todos daba las manos llenas y, si se descuidaban, en los hocicos. A todo esto el señor mi amo estaba en el púlpito de rodillas, las manos y los ojos puestos en el cielo, trasportado en la divina esencia, que el planto y el ruido y voces que en la iglesia había, no eran parte para apartarle de su divina contemplación. Aquellos buenos hombres llegaron a él y dando voces le despertaron y le suplicaron quisiese socorrer a aquel pobre, que estaba muriendo, y que no mirase a las cosas pasadas ni a sus dichos malos, pues ya de ellos tenía el pago, mas si en algo podía aprovechar para librarle del peligro y pasión que padecía, por amor de Dios lo hiciese, pues ellos veían clara la culpa del culpado y la 271 El ‘estado’ es la medida de la estatura del hombre puesto en pie, lo que calculando a un metro sesenta por unidad, nos da unos once metros de profundidad. La expresión concreta ‘siete estados debajo de la tierra’ es típica de la época. 272 Es decir, ‘cae de su estatura, cae cuan largo es’. 273 La expresión ‘visajes con el gesto’ es, muy exactamente, ‘muecas con el rostro’. Mel Brooks ha diseñado una escena similar, interpretada por Ron Moody, en El misterio de las doce sillas, sobre una novela picaresca rusa, tan afín al universo de Lázaro.
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verdad y bondad suya, pues a su petición y venganza el señor no alargó el castigo. El señor comisario, como quien despierta de un dulce sueño, los miró y miró al delincuente y a todos los que alrededor estaban, y muy pausadamente les dijo:
– Buenos hombres, vosotros nunca habíades de rogar por un hombre en quien Dios tan señaladamente se ha señalado; mas pues él nos manda que no volvamos mal por mal y perdonemos las injurias, con confianza podremos suplicarle que cumpla lo que nos manda, y su Majestad perdone a éste, que le ofendió poniendo en su santa fe obstá culo. Vamos todos a suplicarle.
Y así bajó del púlpito y encomendó aquí274 muy devotamente suplicasen a Nuestro Señor tuviese por bien de perdonar a aquel pecador y volverle en su salud y sano juicio y lanzar de él al demonio, si su majestad había permitido que por su gran pecado en él entrase. Todos se hincaron de rodillas y delante del altar, con los clérigos, comenzaban a cantar con voz baja una letanía y viniendo él con la cruz y agua bendita, después de haber sobre él cantado, el señor mi amo, puestas las manos al cielo y con los ojos que casi nada se le parecía sino un poco de blanco, comienza una oración no menos larga que devota, con la cual hizo llorar a toda la gente, como suelen hacer en los sermones de Pasión de predicador y auditorio devoto, suplicando a nuestro Señor, pues no quería la muerte del pecador, sino su vida y arrepentimiento,275 que aquel encaminado por el demonio y persuadido de la muerte y pecado, le quisiese perdonar y dar vida y salud para que se arrepintiese y confesase sus pecados. Y esto hecho, mandó traer la bula y púsosela en la cabeza y luego276 el pecador del alguacil comenzó poco a poco a estar mejor y a tornar en sí, y desque fue bien vuelto en su acuerdo277 echose a los pies del señor comisario y, demandándole perdón, confesó haber dicho aquello por la boca y mandamiento del demonio, lo uno por hacer a él daño y vengarse del enojo, lo otro y más principal, porque
274 Sigo a Alcalá, Amberes, Aribau/Amberes 53, Simón y Milán, no disponiendo del cotejo con Velasco, al estar este episodio censurado por la Inquisición. 275 Hay aquí una resonancia bíblica muy clara, detectada ya por Ruffinatto y Rico, respecto a un pasaje de Ezequiel, XXXIII, 11: “nolo mortem impii, sed tu convertatur impius a via sua, et vivat.” También, según Rico, al pasaje de Ezequiel, XVIII, 32: “Quia nolo mortem morientis, dicit Dominus Deus, revertimine et vivite”. Creo que, en efecto, también está contemplado este segundo pasaje, lo que nos sitúa ante un autor experto en el Antiguo Testamento tanto como en el Nuevo, condición que cumple sobradamente Francisco de Enzinas, traductor de todo el Nuevo testamento y de varios libros del Antiguo, precisamente los sapienciales y proféticos. 276 ‘Luego’ tiene aquí el significado de ‘pronto, al punto’. 277 La construcción ‘volver en su acuerdo’ significa ‘tomar conciencia’.
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el demonio recibía mucha pena del bien que allí se hiciera en tomar la bula. El señor mi amo le perdonó y fueron hechas las amistades entre ellos, y a tomar la bula hubo tanta priesa que casi ánima viviente en el lugar no quedó sin ella, marido y mujer y hijos y hijas, mozo y mozas; divulgose la nueva de lo acaecido por los lugares comarcanos y cuando a ellos llegábamos no era menester sermón ni ir a la iglesia, que a la posada la venían a tomar como si fueran peras que se dieran de balde. De manera que en diez o doce lugares de aquellos alrededores donde fuimos, echó el señor mi amo otras tantas mil bulas278 sin predicar sermón. Cuando se hizo el ensayo279, confieso mi pecado, que también fui de ello espantado y creí que así era, como otros muchos. Mas con ver después la risa y burla que mi amo y el alguacil llevaban y hacían del negocio, conocí cómo había sido industriado por el industrioso y inventivo de mi amo y, aunque mochacho, cayome mucho en gracia y dije entre mí: «¡Cuántas de éstas deben de hacer estos burladores entre la inocente gente!» Finalmente estuve con este mi quinto amo cerca de cuatro meses, en los cuales pasé también hartas fatigas. Lázaro asienta con un capellán y un alguacil y después toma manera de vivir. Después de esto asenté con un maestro de pintar panderos, para molerle las280 colores y también sufrí mil males Siendo ya en este tiempo buen mozuelo, en trando un día en la iglesia mayor281, un capellán de ella me recibió por suyo282 y
278 La construcción es ambigua y tanto puede significar que son mil bulas en cada uno de los lugares como mil bulas en el conjunto de los lugares. Dado que este buen par de pícaros redomados tienen como objetivo vender una bula por cada uno de los habitantes de cada uno de los lugares, hay que priorizar la idea de que se trata de mil bulas en cada lugar, asumiendo que un ‘lugar’ corresponde a una aldea grande de más de cien familias y media docena de prole por familia. Las cifras que da Francisco de Enzinas sobre los escandalosos beneficios de las ventas de bulas en el Reino de Toledo concuerdan bien con esta hipótesis. El negocio de las bulas era seguramente el más próspero de todos los que se podían emprender en la España imperial de Carlos V y esto lo confirman los propios asentistas y los datos y magnitudes estudiados por Ramón Carande en su imprescindible Carlos V y sus banqueros. 279 Covarrubias resulta muy instructivo en lo que atañe a la voz ‘ensayo’: “algunas vezes sinifica el embuste de alguna persona que, con falsedad y mentira, nos quiere engañar y hazer prueva de nosotros”. 280 ‘Las’ colores es la forma natural castellana y coinciden en ella tanto Velasco como Aribau y Alcalá, por lo que debe preferirse a la forma ‘los colores’ de las demás ediciones de 1554 y derivadas. 281 La ‘iglesia mayor’, esto es, la catedral. 282 Parece innecesario suponer que en la expresión ‘me recibió por suyo’ hay algún tipo de implicación de carácter sexual, aunque, por supuesto, no es descartable y las
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púsome en poder un buen asno y cuatro cántaros y un azote y comencé a echar agua283 por la ciudad. Este fue el primer escalón que yo subí para venir a alcanzar buena vida, porque mi boca era medida.284 Daba cada día a mi amo treinta maravedís ganados, y los sábados ganaba para mí y todo lo de más, entre semana, de treinta maravedís.285 Fueme tan bien en el oficio que, al cabo de cuatro años que lo usé, con poner en la ganancia buen recaudo286, ahorré para me vestir muy honradamente de la ropa vieja, de la cual compré un jubón de fustán viejo y un sayo raído de manga trenzada y puerta,287 y una capa que había sido frisada, y una espada de las viejas primeras de Cuéllar.288 Desque me vi en hábito de hombre de bien, dije a mi amo se tomase su asno, que no quería más seguir aquel oficio. Despedido del capellán, asenté por hombre de justicia289 con un alguacil; mas muy poco viví con él, por parecerme oficio peligroso, mayormente que una noche
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prácticas sométicas en los conventos y abadías están bien documentadas, no sólo en aquella época. Este ‘echar agua por la ciudad’ no se ha de tomar como un ejemplo de riego por aspersión avant la lettre. Quiere decir únicamente a anunciar agua por la ciudad. Aguador, en román paladino. La secuencia ‘porque mi boca era medida’ está omitida en la edición de 1553 y, en consecuencia, en la de Aribau que, en este caso, no completa su texto recurriendo a la edición de Nucio 1554. No es necesario imaginar o sugerir prácticas eróticas a partir de la frase en cuestión; la explicación más natural es que ‘porque mi boca era medida’ alcanza un total de 23 unidades tipográficas y cuatro cuadratines o medios cuadratines de separación entre palabras, lo que puede corresponder a un salto de línea en edición en dozavo. Un sencillo avatar de imprenta sin intención de rendir culto a Eros. Resumiendo la tarea del azacán: si se venden en una semana de lunes a viernes, cuarenta maravedís, diez de ellos son ‘a mayores’, para Lázaro. Más lo que pueda vender el fin de semana. Este segmento, ‘con poner en la ganancia buen recaudo’ está suprimido en las ediciones de Sánchez (Madrid 1599, Valladolid 1603). No creo que se trate de censura inquisitorial, pues el pasaje está en Velasco. Se puede explicar como salto de una línea de 31 caracteres y 6 cuadratines o medio cuadratines de separación. Esa extensión es muy habitual en ediciones en formato menor, dozavo o incluso en octavo. En este contexto ‘puerta’ se refiere a la ‘pieza que permite abrir y cerrar la parte delantera del sayo’, o como señala Navarro Durán, “con una abertura a la altura del pecho”. Cuéllar, la villa hoy segoviana (tras la división territorial de Javier de Burgos), famosa por sus espaderos, como el célebre Antonio, ya mencionado por el escudero de marras. Suprimido ‘por hombre de justicia’ en Sánchez, que un poco más adelante suprime también ‘a mí y a mi amo’. No parece que sea ningún tipo de censura, sino omisión consciente tal vez para ajustar la composición de la plana.
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nos corrieron a mí y a mi amo a pedradas y a palos unos retraídos, y a mi amo, que esperó, trataron mal, mas a mí no me alcanzaron. Con esto renegué del trato. Y pensando en qué modo de vivir haría mi asiento, por tener descanso y290 ganar algo para la vejez, quiso Dios alumbrarme y ponerme en camino y manera provechosa y, con favor que tuve de amigos y señores, todos mis trabajos y fatigas hasta entonces pasados fueron pagados con alcanzar lo que procuré, que fue un oficio real, viendo que no hay nadie que medre, sino los que le tienen.291 En el cual el día de hoy yo292 vivo y resido a servicio de Dios y de vuestra merced,293 y es que tengo cargo de pregonar los vinos que en esta ciudad se venden, y en almonedas y cosas perdidas, acompañar los que padecen persecuciones por justicia y declarar a voces sus delitos: pregonero, hablando en buen romance. Hame sucedido tan bien, y yo le he usado tan fácilmente294 que casi todas las cosas al oficio tocantes pasan por mi mano. Tanto, que en toda la ciudad el que ha de echar vino a vender o algo, si Lázaro de Tormes no entiende en ello hacen cuenta de no sacar provecho. En este tiempo, viendo mi habilidad y buen vivir, teniendo noticia de mi persona el señor arcipreste de San Salvador, mi señor y servidor y amigo de vuestra merced,295 porque le pregonaba sus vinos, procuró casarme con una criada suya, y visto por mí que de tal persona no podía venir sino bien y favor, acordé de lo hacer, y así me casé con ella y hasta ahora no estoy arrepentido, porque, allende de ser buena hija y diligente servicial296, tengo en mi señor arcipreste todo favor y ayuda y siempre, en el año, le da en veces, al pie de una carga de trigo, por las
290 Suprimido en Sánchez: ‘tener descanso y’. Da la impresión de que Luys Sánchez altera conscientemente este fragmento en varios puntos concretos simplemente por razones de ahorro de espacio. 291 Este párrafo que edito en cursiva está omitido en la edición Sánchez. El pasaje comprende un total de 44 cuadratines y 12 cuadratines o semicuadratines blancos entre palabras, lo que sí corresponde aproximadamente a dos líneas, con lo que se puede admitir un doble salto de línea. Dicho esto, el pasaje en cuestión podría haber sido suprimido por razones ideológicas, dada la evidente crítica al estado de cosas. 292 Omitido ‘yo’ en Alcalá, Medina y Burgos, pero presente en Amberes 53 y Amberes 54, además de estar también en Velasco, Simón, Milán, Plantin y las secuelas del Lazarillo castigado por la Inquisición. 293 Suprimido en Sánchez. 294 Suprimido también la edición de Sánchez. 295 Otra secuencia más suprimida en la edición de Luis Sánchez. 296 Navarro Durán enmienda en “y diligente y servicial”, omitiendo la explicación que da José Caso en su nota 17 al ‘Tractado séptimo’, que parece concluyente y que por ello transcribo: “Están equivocados los editores modernos (Cejador, Ureña, Castro, Palencia, Bataillon, Cavaliere, Riquer) que ponen coma después de diligente, considerando
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pascuas, su carne y cuando el par de los bodigos, las calzas viejas que deja. Y hízonos alquilar una casilla par de la suya; los domingos y fiestas, casi todas las comíamos en su casa, mas malas lenguas, que nunca faltaron297, no nos dejan vivir, diciendo no sé qué y sí sé qué, porque ven a mi mujer irle a hacer la cama y guisarle de comer, y mejor les ayude Dios que ellos dicen la verdad, porque allende de no ser ella mujer que se pague de estas burlas, mi señor me ha prometido lo que pienso cumplirá, que él me habló un día, muy largo, delante de ella, y me dijo:
Fig. 5: El arcipreste de San Salvador. Grabado de Meissonnier.
servicial como adjetivo; al contrario, esta palabra empezó siendo sustantivo con el valor de ‘criado, sirviente’ (…) el mismo Corominas señala su aparición como adjetivo a principios del siglo XVII. El Dicc. Aut. no habla de servicial más que como adjetivo (prescindiendo de una acepción médica secundaria) y lo define ‘el que sirve con cuidado, diligencia y obsequio’; sin embargo cita un ejemplo de Antonio de Fuenmayor en que es sustantivo: “Alabábanle a uno de su familia por virtuoso servicial” (…) En este ejemplo, como en el del Lazarillo, la palabra ya no significa ‘criado’, sino ‘persona que sirve con diligencia’, lo cual ha sido el paso indudable a su valor adjetivo.” (nota 17, pp. 142–3). 297 Sigo la lección coincidente de Amberes 53, Amberes 54, Simón, Velasco, Milán, Platino y las ediciones castigadas por la Inquisición, frente a la reduplicación ‘faltaron ni faltarán’ que editan Alcalá, Medina y Burgos en 1554.
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– Lázaro de Tormes, quien ha de mirar a dichos de malas lenguas nunca medrará; digo esto porque no me maravillaría298 que alguno murmurase299, viendo entrar en mi casa a tu mujer y salir de ella.300 Ella entra muy a tu honra y suya, y esto te lo prometo.301 Por tanto no mires a lo que pueden decir, sino a lo que te toca, digo, a tu provecho. “Señor – le dije –, yo determiné de arrimarme a los buenos; verdad es que algunos de mis amigos me han dicho algo de eso, y aun por más de tres veces me han certificado que antes que conmigo casase había parido tres veces, hablando con reverencia de vuestra merced,302 porque está ella delante.
Entonces mi mujer echó juramentos sobre sí, que yo pensé que la casa se hundiera con nosotros, y después tomose a llorar y a echar mil maldiciones303 sobre quien conmigo la había casado, en tal manera que quisiera ser muerto antes que se me hubiera soltado aquella palabra de la boca, mas yo de un cabo y mi señor de otro, tanto le dijimos y otorgamos304 que cesó su llanto, con juramento que la hice de nunca más en mi vida mentarla nada de aquello y que yo holgaba y había por bien de que ella entrase y saliese de noche y de día, pues estaba bien seguro de su bondad. Y así quedamos todos tres bien conformes; hasta el día de hoy nunca nadie nos oyó sobre el caso, antes cuando alguno siento que me quiere decir algo de ella, le atajo y le digo: mirad, si sois mi amigo, no me digáis cosa con que me pese, que no tengo por mi amigo al que me hace pesar, mayormente si me quiere meter mal con mi mujer, que es la cosa del mundo que yo más quiero y la amo más que a mí, y me hace Dios con ella mil mercedes y más bien que yo merezco, que yo juraré sobre la hostia consagrada305 que es tan buena mujer como vive dentro de las puertas de Toledo, y quien otra cosa me dijere, yo me mataré 2 98 ‘No me maravillaría’ en el sentido de ‘no me sorprendería’ 299 Sigo la lección de Amberes 53, reproducida por Aribau, frente a “no me maravillaría alguno viendo entrar en mi casa”. No descarto que sea una enmienda de la edición de 1553, pero el hecho es que Aribau edita una frase completa y correcta, sin anacoluto, mientras que las demás ediciones transmiten un error gramatical de composición, que no vale la pena proponer como genialidad particular. 300 Suprimido en Sánchez. 301 ‘Te lo prometo’ con el valor de ‘te lo aseguro’, valor que todavía se mantiene hoy en día en el español coloquial hablado en Galicia. 302 La construcción sintáctica es manifiestamente ambigua y puede interpretarse como ‘había parido tres veces de vuestra merced, hablando con reverencia’. Una astucia sintáctica similar a la que el narrador usa para hablar de la ‘armada contra moros entre los cuales fue mi padre’. 303 De nuevo coinciden Amberes 53, Velasco, Nucio, Simón, Milán y Plantino, frente a la omisión ‘echar maldiciones’, común a Burgos, Medina del Campo y Alcalá. 304 Suprimido en Sánchez. 305 Suprimido en Velasco y las castigadas por la Inquisición.
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con él. De esta manera no me dicen nada y yo tengo paz en mi casa. Esto fue el mismo año que nuestro victorioso emperador en esta insigne306 ciudad de Toledo entró y tuvo en ella Cortes y se hicieron grandes regocijos y fiestas, como vuestra merced habrá oído. Pues en este tiempo estaba en mi prosperidad y en la cumbre de toda buena fortuna.307
3 06 Suprimido ‘insigne’ en Velasco y sus derivadas. 307 La edición de Alcalá añade “de lo que de aquí adelante me sucediere avisaré a vuestra merced”, frase que encaja bien con todas las interpolaciones que presenta la edición de Alcalá. A cambio la edición de Plantino 1595 (en realidad a cargo de su yerno, el helenista Raphelengius, cuya imprenta radicaba en Leyden, a diferencia de la del otro yerno de Plantino, Baltasar Moretus, que sigue editando en Amberes) añade el capítulo 1 de la Segunda Parte.
PRÓLOGO En 1559 se hace pública la lista de libros prohibidos por la Inquisición y en esa lista se encuentran tanto la primera como la segunda parte del Lazarillo. De la primera parte, la que habitualmente conocemos como ‘el Lazarillo’, disponemos hoy en día de varios ejemplares de distintas ediciones de 1554 (Amberes, Alcalá, Medina del Campo, Burgos) y documentación que prueba que en 1553 se publicaron en Amberes al menos dos ediciones diferentes, una en octavo y otra en un formato menor, probablemente dozavo. Una de estas dos ediciones de Amberes 1553 sirvió como texto base, cotejado con la de Amberes 1554, para la edición de Bonaventura Carles Aribau (BAE, 1846), que anota a pie de página hasta 20 variantes entre ambas y sigue, en la mayor parte de los casos, las variantes de la edición de 1553. La segunda evidencia documental de una edición en Amberes 1553 (probablemente otra distinta a la que maneja Aribau), nos la da el catedrático granadino de Historia de la lengua española, Eloy Señán, a fines del siglo XIX, señalando que maneja una edición del año 1553 hecha en Amberes, con la precisión de que tal edición es en octavo. Por el catálogo de Brunet sabemos que la edición de Amberes 1553 que él describe es ‘en 16avo’, aunque el propio catálogo de Brunet agrupa, sin mayores precisiones, todas las ediciones que son de formato inferior al octavo, sin establecer diferencias. Dado que la edición del Laza rillo ‘castigado por la Inquisición’, impreso en Madrid por Pierres Cosin en 1573, es en formato dozavo y que las distintas ediciones españolas de 1599 ‘castigadas por la Inquisición’, son también en formato dozavo, se puede asumir que la editio princeps probablemente es una edición también en dozavo, de la que derivan las distintas ediciones peninsulares, algunas de ellas hoy perdidas, pero que podemos localizar, por referencias documentales, tanto en el reino de Castilla (Madrid 1599 y Valladolid 1603) como en el reino de Aragón (Zaragoza 1599, Barcelona 1599, Valencia 1586, Tarragona ¿1589?). Conviene señalar aquí que todas estas ediciones peninsulares del último cuarto del siglo XVI tenían, necesariamente, que ser ediciones ‘castigadas por la Inquisición’. Es decir, amputadas de todo el episodio del vendedor de bulas, y de varios pasajes anteriores en los episodios del ciego, el clérigo de Maqueda, el fraile de la Merced y el escudero.308 A diferencia de estas 308 En su edición de 1989, José Caso detalla los seis pasajes censurados, además de los ‘tractados’ cuarto y quinto. Edito en cursiva todo el material censurado en 1573.
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amputaciones impuestas por la Inquisición en 1573 (el Lazarillo castigado), la edición de Alcalá de Henares de 1554, añade material doctrinalmente relevante, ya que amplía el episodio del falso vendedor de bulas, creando una segunda estafa desarrollada con cierta amplitud y añade otros episodios, como es el caso del ‘pasaje de los cuernos’ en Escalona. El análisis y cotejo de las variaciones textuales que presentan los distintos Lazarillos castigados evidencia que las amputaciones infligidas al texto no se han hecho siguiendo ninguna de las ediciones conservadas de 1554, sino una edición anterior, que no contiene los errores textuales comunes a las ediciones conocidas de 1554. El castigo inquisitorial se ha hecho a partir de una edición también anterior a las dos de 1553, lo que avala la información dada por el Duque de T’Serclaes de que, a finales del siglo XIX, él poseyó en su biblioteca un ejemplar de una edición de 1550, impresa ‘fuera de España’. Este ejemplar, probablemente la editio princeps, debía de ser un ejemplar en dozavo, como lo son el Lazarillo castigado de 1573 y las ediciones de Zaragoza, Madrid, Valladolid y Barcelona, que se difunden al filo del cambio de siglo. Durante más de dos siglos y medio, entre 1573 y 1834, el único Lazarillo que está permitido imprimir en territorio español es el Lazarillo castigado por la Inquisición en 1573, amputado del importante episodio del vendedor de bulas y de varios fragmentos de los demás episodios. Fragmentos que se expurgan debido a cuestiones esencialmente doctrinales. Este Lazarillo castigado por la Inquisición, es el texto que generará, ya en el reinado de Felipe III, la moda de la ‘novela picaresca’. Un texto privado del contenido de crítica doctrinal, común a la primera y la segunda parte del Lazarillo y que, como ya había observado Ticknor, no ha podido ser escrito por ‘nobody but a protestant’. Ticknor se refiere, obviamente, al Lazarillo íntegro, no al casti gado que en el siglo XVII se empieza a atribuir indistintamente a Diego Hurtado de Mendoza y a fray Juan de Ortega. La investigadora Reyes Coll Tellechea ha insistido en este aspecto esencial de la polémica sobre el debate de la autoría de la obra: las atribuciones a Hurtado de Mendoza y a fray Juan de Ortega no se hacen sobre el texto completo del Lazarillo, sino sobre el texto amputado por la Inquisición y que, precisamente, tiene como responsable de la amputación al propio En cuanto al título de ‘tractado’ para aludir a los distintos episodios, se trata de una decisión editorial de la fuente común a las ediciones de 1554; tal división concuerda con el añadido de ilustraciones interiores en las ediciones de Medina y Burgos, ilustraciones que no aparecen ni en Alcalá, ni en Amberes 54 y que parecen corresponder a una decisión editorial que aprovecha el formato en octavo, con mayor ancho que el formato en dozavo, lo que permite introducir ilustraciones de escenas con dos personajes.
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Diego Hurtado de Mendoza, autor al que, teniendo órdenes religiosas mayores, difícilmente se le hubiera podido atribuir el texto original completo, un evidente ataque a los postulados de la Inquisición y a las directrices del Concilio de Trento. Privado de toda la carga ideológica y doctrinal del texto publicado entre 1550 y 1554, el Lazarillo pasa a ser considerado un libro de diversión y crítica social y de costumbres, tal vez malicioso o cáustico, pero ya alejado de los planteamientos del texto original que condujeron, primero a su prohibición radical en 1559, y luego a la amputación del episodio clave para la crítica religiosa: la denuncia del negocio que conllevaba la venta de las bulas de la Santa Cruzada, con la connivencia entre el Vaticano y el aparato del Estado, tanto en su vertiente religiosa como civil, en los últimos años del emperador Carlos de Gante. Durante más de 250 años, el Lazarillo que se atribuye primero a Hurtado de Mendoza, luego a fray Juan de Ortega y después a otros muchos autores, es un texto muy distinto del que hoy conocemos y entonces se conocía y se traducía en toda Europa. De hecho, si nos atenemos a las versiones más difundidas, la edición europea más habitual del Lazarillo sin censura, asumía también el capítulo primero de la continuación, llamado ‘Lazarillo de Amberes’ del que conocemos ejemplares de 1555 impresos en esa ciudad, uno en la imprenta de Martín Nucio y otro en la de Guillermo Simón, ambos con variantes de enjundia que impiden sostener que el uno derive del otro. El análisis de características tipográficas de las muchas variantes que presentan estas dos ediciones de 1555 apunta a que Nucio está siguiendo una edición en tipografía romana mientras que Simón está siguiendo una edición en tipografía gótica. Todo esto conduce a una evidencia crítica: además de la media docena de ediciones que conocemos de ambas partes del Lazarillo entre 1554 y 1555, hay que asumir que se ha perdido, como mínimo, otra media docena más, cuyas variantes se pueden reconstruir por cotejo entre el resto de ediciones conservadas y las distintas ediciones y traducciones impresas en el siglo XVI en Europa. Tal vez no sea anecdótico señalar que estas primeras ediciones están indistintamente tanto en tipografía gótica como en letra romana. Es una prueba de la extraordinaria difusión que tuvieron ambas partes en el quinquenio 1550–1555. Y son ambas ediciones, no solo el primer Lazarillo, las que se ven prohibidas por la Inquisición en 1559 y probablemente hayan acompañado a sus propietarios en las hogueras inquisitoriales de Valladolid y Sevilla. El hallazgo en el pueblo de Barcarrota del ejemplar de Medina del Campo, escondido tras una falsa pared, en compañía de otros libros ajenos a la ortodoxia de Trento y afines a la Reforma Protestante, nos da una idea clara del perfil ideológico y doctrinal del Lazarillo (de ambas partes del Lazarillo) y avala la sospecha de que tanto el Lazarillo como su continuación ‘de Amberes’ no se prohibían por razones literarias, sino doctrinales e ideológicas. Lo que hace que
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resulte muy difícil dar crédito a la conjetura de que un escritor como Hurtado de Mendoza, en posesión de órdenes mayores, pudiera ser el autor de ninguna de las dos partes y hace difícilmente creíble que se puedan atribuir a otros autores que no estén claramente en el ámbito de lo que Ticknor identificó en su día como ‘nobody but a protestant’. Del mismo modo que la continuación de Juan de Luna de 1620 es también creación de un protestante hugonote (la reforma asociada a Juan Calvino) que no escatima críticas al Tribunal del Santo Oficio. A cambio, la endeble continuación perpetrada por Juan Cortés de Tolosa con el título de Lazarillo de Manzanares, toma como ejemplo el único Lazarillo que se podía leer en España: el Lazarillo castigado por la Inquisición, al que se habían amputado y extirpado todos los episodios y pasajes que le habían llevado a formar parte del Índice de libros prohibidos de 1559. El Lazarillo de Manzanares es una historia banal y anecdótica, construida como un caso de crítica de costumbres. Así pues, el Lazarillo original y sus continuaciones articulan un mensaje ideológico y doctrinal contrario a la ortodoxia impuesta por el Concilio de Trento a partir de 1552. El mensaje afín a la Reforma religiosa y la crítica social e ideológica a la corrupción del clero (tanto regular como secular) apunta al mundo aledaño al tipo de prácticas religiosas que culmina en la denuncia del negocio organizado en torno a la venta de las bulas. Un negocio que daba pingües beneficios económicos a todo un sector de la población, desde los asentistas que las negociaban al por mayor hasta los bulderos o buleros que las distribuían entre los feligreses.309 Dada la importancia de este aspecto, basado en lo doctrinal, pero con implicaciones económicas importantes, parece necesario detenerse en este punto y lo que un testimonio de la época nos dice sobre esto. Se trata de un pasaje de las Memorias310 de Francisco de Enzinas, estante en Toledo y su comarca en la época de las Cortes de Toledo de 1538–9 y conocedor de primera mano de todo el intricado y complejo proceso de este negocio, que conoce al detalle y de primera mano por su propio padre, asentista del Emperador. Por
309 Señala José Caso, en su edición de 1989 que «La sátira anticlerical se una en él a algo más importante: poner en ridículo las bulas mismas y subrayar el indigno comercio que con ellas se hace. Esto significa que el autor participaba del espíritu reformista, pues no se olvide que el tema de las indulgencias tuvo mucho que ver en el origen del luteranismo » (pp. 102–3). La idea de ‘espíritu reformista’ se entiende como el ‘espíritu de la Reforma’. 310 Memorias de publicación póstuma, en 1558 en traducción francesa: Histoire de l’Estat du Pais Bas et de la religion d’Espagne, par Françoys du Chesne, AS Mariae, Fr. Perrin, MDLVIII. François du Chesne es la traducción al francés del nombre Francisco de Enzinas, como también lo es al latín Franciscus Dryander.
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su importancia, extracto íntegro el epígrafe 88 de esas Memorias, en la reciente traducción de Francisco Socas311, por tratarse de un documento esencial para situar el problema ideológico y religioso en la época en la que se gesta la primera parte del Lazarillo: «88. En España causa estragos incontables también otra peste que ocasiona la segura perdición de muchas almas y traga las haciendas y sudores de su pobre gente de un modo que da pena. Es ella el infinito número de indulgencias papales, que llaman ‘bulas’, inventadas para deshonrar abiertamente a Dios y profanar la sangre de Cristo. Pero están tan llenas de imposturas y mentiras palmarias, que no hay niño ni patán en todo el reino que no vea que son engaños y meras ilusiones diabólicas. Sin embargo, tan dura es la servidumbre de esta pobre gente y por tan estrecho freno se ve constreñida que, aunque ciegos y barberos,312 como suele decirse, se saben al dedillo las groseras mentiras de las bulas, nadie, con todo y eso, se atrevería a abrir la boca para pronunciar una sola palabra en contra. Es más, a decir verdad, no hay nadie que no las salude con veneración o deje de comprarlas a buen precio. Cada tres años se predican nuevas bulas bajo no sé qué diabólicos pretextos. La predicación dura un trienio entero y se reanuda cada año hasta que llegan de Roma nuevas indulgencias que anulan todas las virtudes que el Papa les había asignado a las anteriores. Montan su comedia sobre ese grosero engaño (que a tientas podría discernir un niño) del siguiente modo: escogen a algún individuo descarado y con mucha labia para que sin ningún reparo vaya pregonando las bulas por ciudades y aldeas. Tal hace ese a la letra de un sermón escrito de antemano con términos estudiados y muy a propósito para representar su farsa por la Cuaresma, que es cuando se abre el mercado de las bulas. Primeramente se convoca al pueblo en la iglesia para oír el pregón, convocatoria que lleva aparejada excomunión fulminante para el que no asista. Luego se pone el impostor a celebrar desde el púlpito con palabras ampulosas la dicha de nuestra época a la que por una admirable disposición del cielo se le ha concedido algo que antaño no pudieron conocer nuestros padres. En efecto, en los siglos pasados, apenas cada cien años era concedido por el Santo Padre, vicario de Cristo, un ‘jubileo’, esto es, la condonación de los pecados y la 311 La cuestión no deja de tener su enjundia: las Memorias, escritas en latín y traducidas inmediatamente al francés, no llegaron a editarse (en la traducción castellana de Francisco Socas) hasta el año 1992 (reeditada y revisada en 2017). Extracto íntegro, en la traducción de Socas, todo lo que es el epígrafe 88. 312 Nota a pie de página de Francisco Socas: «En realidad es refrán vulgarizado en el habla latina, no así en la romance (como se ve por Horacio, Sermones 1.7.3: «omnibus et lippis notum et tonsoribus esse»). Nota 43, p. 303.
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absolución de la culpa y el castigo, como dicen ellos. Pero entonces era requisito imprescindible el ir en piadoso peregrinaje a Roma, a Compostela o a Jerusalén. Ahora, en cambio, tan grande es la bondad de Dios, tan grande la liberalidad del Papa, que propone a los hombres el disfrute de estos divinos tesoros de espirituales riquezas, no ya cada siglo, sino cada año y cada día por si esto fuera poco: que ya no hay necesidad de hacer un largo recorrido hasta Roma o Jerusalén, pues hoy se dejan ver tan grandes bienes y dichas entre las cuatro paredes de la casa de cada uno. En este punto saca la bula y la enseña al auditorio como cosa caída del cielo; con insolencia y hasta con descaro proclama sus virtudes; añade algunas fabulillas para así embaucar mejor al pueblo; en fin, tiene el impostor tanta práctica en esto de tocar los sentimientos, que poco a poco logra tener pendiente de sí a toda la asamblea y llevar adonde quiera los ánimos de sus oyentes, y ello de modo que los incautos crean realmente estar ante algo celestial y divino, cuando el admirable predicador no hace más que proclamar y decir meras supercherías y horribles blasfemias. La primera de todas, que esa bula tiene la virtud de abolir las propiedades y efectos de todas las anteriores, que, de no agregarles la compra de esta última, no conservarían su eficacia; que si la toman, queda entera e inalterada toda la enorme riqueza que de los tesoros de la Iglesia concedió el Santo Padre con las anteriores bulas, pero que sin ésta de nada valen las otras. ¿Quién no ve claramente aquí una invención satánica? Y sin embargo, si alguno se atreviera a censurarla, al punto sería quemado por hereje. Los poderes que en la bula se contienen han sido pergeñados no menos impía que fraudulentamente: que quien la compre podrá sacar un alma del purgatorio en una fecha determinada; que, en otra, podrá lograr el perdón de sus pecados y la absolución de culpa y pena; y de este estilo, infinitas monstruosidades. 89. Muchos se ven obligados a comprarlas sobre todo para que en la Cuaresma y otros días de abstinencia se les permita, bien sea comer huevos, o bien sustentarse de diversos productos derivados de la leche. Unos y otros alimentos están prohibidos en España bajo amenaza de excomunión fulminante y pena capital para quien se atreva a probarlos sin tener la bula. Y como España tiene alejadas del mar y la costa la mayoría de sus tierras, en las que las más de las veces no es posible hallar nada que comer si no es fruta o aquellos alimentos que están vedados, todos tienen por fuerza que comprar la bula para poder consumir los manjares prohibidos, esto es, huevos y lacticinios. Por tanto, una vez que el ilustre pregonero tiene al pueblo en el bolsillo, unos individuos contratados expresamente para tal pantomima reparten un manojo de bulas por la iglesia. Todos entonces las recogen con los tesoros encerrados en su asqueroso papel, sin los que piensan que no podrían vivir. Mientras, el impostor anima desde el púlpito al pueblo para que sea generoso, acoja con los brazos abiertos los dones
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de Dios y le muestre con limosnas su agradecimiento. Cuando ve que todos las han tomado, les promete de nuevo una gran ventura y pone fin al pregón. Al día siguiente recorren la aldea estos farsantes para recaudar el dinero de las bulas, que venden a un tercio de florín o más cada una. Aquí cometen inauditas tropelías, pues ocurre a menudo que muchos menesterosos, que se ganan el sustento propio y el de sus familias numerosas con trabajo a jornal, no tienen a mano los dineros. Los acosan entonces y meten en prisión, los alejan de su trabajo y se ensañan en ellos con el rayo de sus excomuniones. Es más, hasta se llevan las ropas de las casas y las colchas de las camas. Tratan tan mal a esta pobre gente, que dejarían morir de hambre a padres, hijos pequeños y criados todos antes que rebajar un maravedí sus imposturas o consentir un aplazamiento del pago. Una vez que logran arrancar todo ese dinero, engatusan a la gente por segunda vez: convencen a todos de que, si pagan, el Papa les deja con todas las gracias incluidas en la bula, aunque no la retengan en su poder. De este modo, por dos o tres monedas, rescatan la misma bula que, a vueltas con el engaño, revenden tres o cuatro veces a las mismas personas. Pero ¿para qué contar y contar los innumerables y excesivos desafueros en la venta de las bulas? Tantos son a la verdad que, si quisiera enumerar tan solo los que yo vi, no tendría bastante con meses, y aun con años, para acabar la cuenta. Aparte de esto, reinan en el pueblo tan graves errores y tan grandes necedades y está su conciencia tan maltrecha y estragada, que ni los padres creen que una misma bula les sirva a ellos y a sus mujeres. No es raro, pues, que una sola casa se vea obligada a comprar cada año veinte o treinta bulas, cuyo precio crece hasta el punto de exageración, que solo en comprarla se va la hacienda toda de los menos pudientes. Conozco yo bulderos, cuyos nombres podría dar, que el año 1539, por las bulas que se habían de distribuir durante los tres años siguientes solo en aquella parte de España que llaman Castilla, pagaron como adelanto cuatrocientos mil ducados, aparte de otra cantidad mucho mayor que tendrían que abonar en el plazo convenido.»313 Importa retener de esto que Francisco de Enzinas conoce en el año 1539, de primera mano, la realidad del negocio montado en torno a la venta de las bulas y conoce también ‘bulderos, cuyos nombres podría dar’ (dado que tienen que ver con su propio padre como asentista), que están operando por toda Castilla, precisamente en la actual provincia de Toledo, conocida entonces como Reino de Toledo. El contenido informativo de estos pasajes corresponde a lo que se cuenta en el episodio del buldero; la diferencia está, básicamente, en que, con ese mismo material auténtico, en el Lazarillo se construye un episodio de evidente
313 Enzinas, Francisco de, Memorias, Madrid, Ediciones clásicas, 1992, pp. 303–308.
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contenido crítico, transmutando literariamente (a la manera de Luciano de Samósata314) la experiencia que en el relato de Enzinas es un relato vital, vivido y vívido. Dispone, además, de su experiencia como traductor de la obra de Luciano (uno de los autores imprescindibles que le recomienda Felipe Melanchton en 1542, el año en que se aloja en su casa en Wittenberg). A partir de aquí, la propuesta de atribución del Lazarillo a Enzinas debe completarse con el análisis lingüístico de las coincidencias que presentan sus distintas traducciones con los usos lingüísticos y retóricos que aparecen en su obra como una constante de estilo. Los planteamientos ideológicos y doctrinales son los mismos; los planteamientos estéticos, también. Tanto el Lazarillo original como su continuación son libros que, además de estar escritos conforme a códigos estéticos afines al espíritu satírico de Luciano y a códigos morales conformes a las ideas de la Reforma, transmiten un mensaje muy claro, que la Inquisición y Valdés Salas inmediatamente detectan, censuran y prohíben. Es importante abordar todo esto antes de pasar a proponer interpretaciones de la obra o de cada uno de los episodios en que está dividida, porque asumir que el conjunto de los Lazarillos tiene que ver con la literatura de la época de la Reforma obliga a situar los avatares del Lazarillo, sus continuaciones y sus distintas censuras y prohibiciones, dentro de una perspectiva doctrinal e ideológica, no solo estética y cultural. La edición ‘castigada’, primero en 1573 y luego a partir de 1599, difundida a todo lo largo y ancho de la Península, marca el arranque de la novela picaresca, tanto como el Guzmán, pero es importante no perder de vista que ese Lazarillo es un texto truncado, censurado, castigado por la Inquisición y que el texto original y completo no se limita a escudriñar la realidad cultural, social e ideológica de la España de mediados del siglo XVI. Construye, inventa, un tipo de relato nuevo, en donde la visión crítica de la sociedad y de las conductas humanas, tanto en lo que atañe a las relaciones eróticas como en la denuncia de la mezquindad de los personajes, se nos presenta como un texto innovador en lo formal, pero también innovador y crítico en el enfoque de la sociedad hispánica de su época: el desvergonzado y cruel ciego, el avaro y tragaldabas clérigo de Maqueda, que mata de hambre a Lazarillo, el presuntuoso y miserable escudero, el lúbrico fraile de la Merced, la desvergonzada pareja del buldero y el alguacil, conchabados para estafar a toda una comarca y finalmente el descarado arcipreste de San Salvador y su apaño con la mujer de Lázaro, forman un mosaico de conductas que se nos presentan con capacidad certera para encarnar un retrato
314 Hay controversia sobre la acentuación. Sigo al helenista Jorge Bergua Cavero, experto en Enzinas, que mantiene ‘Samósata’ como proparoxítono.
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inmisericorde y festivo del mundo cristiano peninsular. Parece claro que la idea de ‘mozo de muchos amos’, procedente de los muy difundidos relatos de Apuleyo y Luciano, es una vía crítica para denunciar las conductas de diferentes arquetipos humanos. La huella de Luciano es más potente incluso que la de Apuleyo,315 en tanto que el tipo de relato ofrece, a la vez, una crítica genérica de conductas sociales y otra específica de vicios individuales, presentados siempre a través de la perspectiva del humor, la ironía y la sátira. Sin olvidar el hecho esencial de que Luciano, a diferencia de Apuleyo, nos ofrece un relato breve e intenso, frente al extenso y a veces farragoso relato de Lucio Apuleyo de Madaura. El Lazarillo, y su continuación de Amberes, son relatos breves e intensos, nuevos y novedosos, que se oponen frontalmente a la literatura cortesana, medio siglo antes de que Cervantes desarrolle la nueva forma de novelar a partir de una visión crítica y mordaz de la sociedad y de las debilidades humanas. La introducción de elementos como la sátira, el relato en perspectiva y la presentación de tipos sociales tratados con cercanía humana y la búsqueda de los ‘efectos de verdad’ suponen una revolución estética de primer nivel ya que al cambio de perspectiva (‘los de abajo’) le acompaña un cambio de ‘forma del relato’, presentado ahora como la biografía verosímil de unos personajes que son reconocibles como tipos sociales. Un relato vivaz, vertiginoso y hondamente crítico de una sociedad en la que la fractura entre lo que se hace y lo que se dice implica una perspectiva nueva, una visión diferente y distante de la que los relatos de la época nos proponen. El último problema crítico en torno al Lazarillo concierne al anonimato del autor. La intervención, censura y expurgo del texto original por parte de la Inquisición dejan muy claro el motivo de la anonimia y apuntan también a priorizar para esa autoría un nombre, Francisco de Enzinas, que ha sido propuesto en 2009 por el profesor francés Roland Labarre, poniendo de relieve las coincidencias entre el pasaje de las memorias de Enzinas (escritas en latín, pero traducidas inmediatamente al francés) y el episodio del buldero en el Lazarillo. En efecto, leyendo la tardía traducción española de esas Memorias (1992) encontramos un sorprendente paralelismo con el episodio del buldero y encontramos también la prueba del conocimiento personal de Enzinas de este tipo de personajes, bulderos y alguaciles conchabados con ellos. El relato que hace Enzinas sobre la estafa de la venta de las bulas en Castilla y el reino de Toledo corresponde, mutatis mutan dis, a lo que se nos cuenta en el episodio expurgado por la Inquisición. La docena
315 La huella de Luciano es evidente, pero la de Lucio Apuleyo es sólo conjetural, ya que no hay nada en la extensa obra de Apuleyo que no se encuentre ya en la breve y mordaz novelita de Luciano, de extensión similar a la del Lazarillo.
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larga de citas de los evangelios en lengua castellana, encaja bien con el hecho de que el traductor de los evangelios al castellano es el propio Enzinas (1543), traducción que le costó catorce meses de prisión en Bruselas, y encaja también con el plan general del Lazarillo y su evidente parentesco con la breve y mordaz novela satírica Lucio o el Asno de Luciano de Samósata. Francisco de Enzinas tradujo no menos de seis diálogos de Luciano y la primera parte de la Historia verdadera, traducciones publicadas en Estrasburgo, con falso pie de imprenta en Lyon, en los años 1550 y 1551. Su muerte, a los 34 años, el 30 de diciembre de 1552 en la epidemia de peste que asoló Estrasburgo y de la que moriría también su esposa tres meses después, encaja bien con la dificultad para encontrar el rastro de su actividad literaria. Sabemos, en todo caso, que además de traducir el Nuevo testamento, varios libros del Antiguo y algunas obras de Luciano, tradujo también a otro autor citado al comienzo del prólogo de Lazarillo, Marco Tulio Cicerón. El análisis del estilo de estas traducciones y la evidencia de que hacia 1548 estaba escribiendo una obra en lengua castellana, según atestigua una carta del impresor de Colonia Johannes Oporino y el hecho de que Oporino mantenía relaciones con libreros de Amberes, sustenta una vía de investigación, hasta ahora casi desatendida, para abordar el significado y la intención crítica de ese texto que la Inquisición prohibió primero y censuró después durante dos siglos y medio.
Apuleius, Lucianus, Lazarillus La popularidad de Luciano en la Europa de mediados del XVI es inmensa, tal vez solamente comparable a la de Erasmo de Rotterdam, su discípulo literario más conocido. A Luciano lo traducen al latín Erasmo, Melanchton y Andrés Laguna, pero también se traduce al español, lo que garantiza su popularidad en los territorios gobernados por el emperador Carlos. En el segundo cuarto de siglo, inmediatamente antes de la publicación de las distintas ediciones del Laza rillo en Flandes y en España, tenemos constancia de que su obra es traducida al menos por tres autores de fuste y relieve: el médico segoviano Andrés Laguna, el inquieto y culto Juan de Jarava, médico, escritor y científico, y el heterodoxo y sabio Francisco de Enzinas, amigo y discípulo de Melanchton y Martín Butzer, además de traductor tempranero de la obra doctrinal de Juan Calvino, el intelectual y teólogo más sólido de la Reforma. Estas traducciones de Luciano a la lengua castellana (Enzinas, Jarava, Andrés Laguna y fray Ángel Cornejo), bien a partir del original griego, bien siguiendo una traducción latina intermedia, todas ellas entre 1539 y 1551, ponen de relieve la enorme difusión de la obra lucianesca en los últimos años del reinado del emperador Carlos. No es de extrañar que en
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1558, un español estante en Colonia acuñe la escueta mención que reúne a los tres autores más críticos y populares del momento: en su adaptación latina, Apu leius, Lucianus, Lazarillus. En poco más de un lustro, el Lazarillo (tal vez las dos partes, no solo la primera) se propaga en Centroeuropa hasta situarse al nivel de los grandes clásicos grecolatinos, al menos en cuanto a difusión y popularidad. En cuanto a la popularidad de Luciano en territorio español al filo de la mitad del siglo basta un somero escrutinio en el CORDE para comprobar que lo conocen, resumen y citan toda una pléyade de autores hispánicos, desde ilustres cronistas como Bartolomé de las Casas y Gonzalo Fernández de Oviedo hasta escritores de cualquier orientación doctrinal y estética, como Arce de Otálora, Pero Mexía, Alonso de Virués, Pedro Vallés, Juan Justiniano, Bernardo Pérez de Chinchón, los dos hermanos Valdés, Gabriel de Toro y también el importantísimo e influyente místico franciscano fray Francisco de Osuna. En el caso del prolífico fray Bartolomé de las Casas las citas de obras de Luciano se cuentan por docenas. En el caso del cronista y científico Fernández de Oviedo, el resumen que hace de Lucio o El Asno, evidencia el minucioso y preciso conocimiento que tiene de la obra del samosatense. En este sentido, la rutinaria costumbre de los eruditos hispánicos de relacionar la trama del Lazarillo con distintos aspectos y episodios del Asno de Oro de Apuleyo, ha desatendido la evidencia, mucho más clara y nítida, de que el plan general de los episodios de las fortunas316 y adversidades de Lázaro es mucho más afín al escueto y cáustico relato lucianesco que al barroquismo de Lucio Apuleyo de Madaura. La arquitectura literaria del Lazarillo, con su veloz y minucioso escrutinio de tipos populares (ciego, clérigo, escudero, fraile y arcipreste), está organizada en realidad a partir de anécdotas de raíz medieval, perfectamente conocidas y rastreadas por la crítica. Esta raigambre medieval desaparece en el momento en el que entra en juego el par de redomados pícaros, buldero y alguacil, que desarrollan exitosamente una estafa basada en la credulidad de las buenas gentes de los pueblos del Reino de Toledo. José Caso ha reflexionado y llamado la atención sobre esta anomalía estructural: «el tratado V es algo extraño en la estructura del Lazarillo: Lázaro pasa de ser protagonista o coprotagonista a mero testigo que cuenta lo que ve; en cuanto a su andadura vital, como ya he comentado, nada se avanza; es como si se detuviera el tiempo y el tempo de la novela, como si el autor quisiera romper la narración intercalando una digresión.» (Caso: 103) A esto hay que añadir algo que ha reconocido Francisco Rico, tras minucioso
316 Conviene insistir en el hecho de que ‘correr fortuna’, en terminología marina quiere decir ‘correr tormenta’.
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escrutinio de fuentes: nada de lo que se cuenta en este episodio del pícaro y desvergonzado buldero tiene correlato en el acervo tradicional de facecias. Dicho de otro modo: a diferencia de todo el resto de la novela, el episodio del buldero y el alguacil, del que Lázaro es mero testigo, no procede de la tradición popular de facecias a la manera de Poggio Bracciolini o de las que unos años después recogerá Joan Timoneda en su Sobremesa y alivio de caminantes. El episodio del buldero está construido y elaborado a manera de ‘tranche de vie’, algo que el narrador conoce por experiencia propia y que, al mismo tiempo, representa la culminación de su periplo vital como aprendiz de las malas artes del vivir cotidiano. Se trata de la inserción de un episodio revelador, ejemplar en tanto que ejemplo de denuncia moral, sacado del mundo real y de la experiencia vital del autor de la obra, que abandona aquí el recurso de motivos literarios medievales para dar noticia de la realidad cotidiana de la España de su época, la época en la que el Emperador celebró cortes en Toledo: el floreciente negocio de las bulas, la gran estafa religiosa organizada por la jerarquía eclesial en connivencia con una nutrida cohorte de astutos personajes que explotan la credulidad popular. El año de 1550 es un año especialmente convulso en Europa, en el Imperio y en España. En Roma se elige Papa y en Trento se debaten cuestiones importantes del Dogma; en España se produce la llamada Controversia de Valladolid y en Toledo, sede del Primado de las Españas, la cuestión candente tiene que ver con los Estatutos de Limpieza de Sangre; en el territorio alemán del Imperio arrecian las querellas sociales, ideológicas y doctrinales en torno a la Reforma y, por último, en Francia, tras el fallecimiento de Francisco I, las querellas sucesorias se recrudecen y las querellas doctrinales enfrentan al pujante movimiento hugonote con la dinastía Valois, dando origen a lo que será conocido como período de las Guerras de Religión, que culminarán en 1572 en la brutal jornada de la Noche de San Bartolomé con la ejecución en masa de tres mil hugonotes en París, en una acción coordinada por el Duque de Guisa y que tendrá continuidad en los meses siguientes en otras ciudades francesas hasta alcanzar la cifra aproximada de veinte mil ejecuciones o asesinatos de cristianos hugonotes en distintas ciudades francesas. En cuanto al territorio español, sería ingenuo pensar que los Autos de Fe de 1559 en Valladolid y Sevilla y el traslado de la capitalidad del Reino de Valladolid a Madrid sirvieron para eliminar la presencia del pensamiento reformado en la Península. Aun a riesgo de resultar prolijo, conviene recordar la realidad de las persecuciones constantes contra los reformados y judaizantes españoles una vez aprobados los Estatutos de Limpieza de sangre. Las Relaciones Históricas toledanas, minuciosamente recogidas por Sebastián de Horozco, ofrecen el siguiente resultado del quehacer inquisitorial entre 1550 y 1573:
Apuleius, Lucianus, Lazarillus “jueves primero día de agosto de 1549 años el ylustrísimoseñor don Juan Martínez Silíceo, arçobispo de Toledo, hizo cabildo en su casa de que resultó que mandó prender y prendió al capiscol y al doctor Herrera, canónigo, su hermano y a el capellán mayor, por çiertas palabras que dize que avían dicho contra el estatuto y bula dél. Y estuvieron presos en la torre de la yglesia mayor quatro días. Y después estuvieron en las sobreclaustras de la dicha iglesia hasta 24 de agosto. Y de aý les dieron sus casas por cárceles” (pp. 78–79). “Contra este estatuto se hizo un libro llamado Apologías que dizen aver fecho un fraile en París de Françia donde se imprimió que hablava sueltamente contra el estatuto y contra el arçobispo de Toledo, aunque se tuvo por çierto que era en España [donde] se hizo y que no fue fecho por el dicho freyle contra el qual dicho libro y contra todas las personas que le tuviesen vino provisión de su magestad y anatema del nunçio de su santidad la qual provisión real se pregonó públicamente por las calles públicas desta çibdad. Y la carta del nunçio se leýa en el púlpito entre los dos coros de la Santa Iglesia de Toledo, domingo, treze días de enero de 1555” (p. 79). “En nueve días de março de mil quinientos sesenta y un año ovo en Toledo aucto del sancto ofiçio de la inquisiçión en que salieron veinte y quatro personas, todos hombre eçepto una muger en que salieron algunos blasfemos y otros reconçiliados por luteranos en que salió un paje del rey, nuestro señor, flamenco que se dezía don carlos. Y salieron quatro relaxados que fueron quemados: un frayle, natural de la Andaluzía, de hábitos de buriel como hermitaño sin orden; y otro de Valladolid y otros dos estranjeros, todos por luteranos. Y es ansí que antenoche se pusieron en la Vega seis palos con sus argollas, y otro día se quitaron los dos y quedaron los quatro en que fueron atados y quemados los quatro que fueron relaxados.” (pp. 215–6) “Domingo, día de la Sanctísima Trinidad, 17 días de junio de 1565 años, ovo en Toledo aucto de la Sancta Inquisición en el qual salieron al cadahalso en Çocodover 45 personas, todos hombres sin salir muger alguna, entre los quales salieron onze relaxados que fueron quemados; nayperos y libreros y un clérigo, por diversas sectas y heregías, unos luteranos y otros dichos uganaos [n. del t.: hugonotes], y otros dichos fideles, y otros muchos por casados dos vezes que fueron otro día açotados, y otros por otras cosas. Fue aucto muy solene. Y para quemar los relaxados la çibdad hizo un brasero en la Vega de tapias y tierra de prestado porque aquel se ha de hazer de cal y canto. Y un día antes del aucto fue llevada al dicho brasero la cruz de palo que se suele llevar quando ay quemados, la qual se llevó con gran solenidad con una proçesión de todos los familiares del Santo Ofiçio y con la cruz y clérigos de Sant Viçente. Que fue cosa nueva y de ver.” (p. 221). “Memorial del Aucto de Inquisición en Toledo, segundo día de Pascua de Sanctospírito, 4 días del mes de junio de 1571 años (folios 269 al 272 v.) Este día hizo aucto en Toledo el Sancto Ofiçio de la Inquisiçión, que fue notable por salir en él el doctor Sigismundo que avía nueve años que estava en él preso. En este aucto salieron 33 personas y tres estatuas de herejes luteranos ausentes. Entre ellos salieron algunos por blasfemos y otras cosas, otros por casados dos vezes, otros reconçiliados por herejes. Las tres estatuas fueron quemadas finalmente. Fueron relaxados dos, que fue una muger françesa por herética luterana cuyo marido salió allí reconçiliado por luterano. El otro relaxado y
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PRÓLOGO quemado fue el doctor Sigismundo, de naçión sardo y aun dizen ser de buena parte. Era grandíssimo letrado, doctor in utroque, habilísimo, aunque para lo que le convenía a su salvación fue muy torpe.” (p. 229).
De este auto de fe, por la importancia de los nombres y oficios de los ajusticiados, detallo solamente los nombres y cargos: Segismundo Archel, sardo, natural de Callar, luterano; Ysabel Regner, francesa, relaxada a la justicia y braço seglar en forma con confiscaçión de bienes; Estevan Carniel, impresor, por luterano; Juan Temporal, françes, mercader de libros, vecino de Tolosa de Francia, que tratava en Alcalá por público hereje, luterano; Juan de Periosa, mercader de libros, vecino de Tolosa de Françia que tratava en Alcalá, declarado por hereje luterano; Mestre Juan de Lobera, reconciliado en forma con confiscación de bienes y hábitos por diez años los quales sirve en galeras al remo; Juan Franco, impressor, natural de Rosoi en Francia, confiscación de bienes y hábito por ocho años, los quales sirva en galeras al remo y después sea buelto a este Sancto Ofiçio para que se le mande lo que ha de hazer; Pierres Regner, impressor, natural de Estevila en Normandía, seis años de galeras al remo; Rafael Roca, pintor, natural de Turín en el Piamonte, por aver oýdo sermones luteranos, reconçiliado en forma común, hábito por seis años y que los çinco sirvan en galeras; tres esclavos, Gaspar, esclavo de don Álvaro de Mendoça, Antonio, esclavo de don Pedro Niño, Francisco Hernández, esclavo de doña María de Guzmán, reconçiliado en forma común, con hábito por seis años los quales sirva en galera al remo; Rodrigo de Montoya, cardador, vecino de Toledo, por aver dicho y porfiado que ninguno va al infierno, sino es el que desespera. Y que en çierta parte avía muchos amancebados y morían muchos y que si todos fuesen al infierno, no cabrían en él, cient açotes, destierro de Toledo por quatro años y si lo quebrantare los sirva en galeras; Alfonso del campo, frutero, vecino de Talavera, çiento açotes, destierro de Toledo y Talavera por quatro años; Ysabel de Almería, Juan de Madrid, cestero, que también se llama Juan de la Fuente y Juan Gómez, aucto, vela, soga, coroza, abjuration de levi, cient açotes y cinco años de galeras al remo; Domingo Rodríguez, cozinero, vecino de Madrid, çient açotes y seis años de galeras al remo; penitenciados con abjuración, de levi o de vehementi: Xpistóval de Jove, Juan Martín Herrero, Xpistóval García, Juan García, Pedro de Toledo, Francisco Hernández, Damián Hurtado, Juan López, Juan Martín Bermejo, Xpistóval Chacón, Alonso Ruiz, Hernando Garçía, Pedro Chacón (çiento açotes, desterrado de este distrito por seis años. Y no lo quebrante so pena de otros cient açotes. Es estropiado de una mano. Que por eso no fue a galeras.) Pedro de Yepes, vecino de Yepes, texedor de estameñas en Escalonilla, por aver dicho mal de las ofrendas y que el cura se aprovechaba dellas, Pedro Ruiz, trabajador, Graviel López, cestero,
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Juan Gómez, hidalgo, Juan Castellanos, ganadero, Andrés de Çepeda, calçetero, vecino de Alcalá, aucto, vela, soga y galeras al remo por diez años; Diego de Cabañas, desterrado por quatro años, es cojo y pobre.” (pp. 229–236). El día 2 de Pasqua de Spíritu Sancto ovo aucto del Santo Ofiçio en Toledo donde salieron 43 personas por diversos casos y delitos de Inquisiçión, con mordaças y sogas y san benitos y açotes. Y uno solo fue quemado por luterano relapso” (p. 237) Como se puede comprobar, todavía veinte años después de la publicación del Lazarillo, en Toledo se quemaba en la hoguera, se encarcelaba y se mandaba a galeras, hasta por diez años, a docenas de luteranos, entre los que destacaban gentes procedentes de Francia e Italia relacionadas con la imprenta y difusión de publicaciones en los años en los que ambas partes del Lazarillo están prohibidas en España por la Inquisición. Esto explica el cambio de criterio en 1573, con la llegada al cargo de Inquisidor General del cardenal Quiroga y Vela, que, en connivencia con Hurtado de Mendoza y con Velasco, procede al expurgo de la obra y permite la impresión del nuevo Lazarillo castigado, del que se ha hecho desaparecer cualquier rastro de pensamiento afín a la Reforma. Treinta y cuatro años después, la operación de limpia y poda del texto se culmina con su atribución a Diego Hurtado de Mendoza, tanto o más responsable de esa limpia, poda y amputación que el propio Juan López de Velasco, al que hay que suponer más bien como supervisor y avalista del trabajo de Hurtado. Privado de la identidad religiosa afín a la Reforma, el Lazarillo castigado por la Inquisición se puede ya atribuir indistintamente tanto al propio Hurtado de Mendoza como a cualquier fraile de pensamiento más o menos ortodoxo, como fray Juan de Ortega, cincuenta años después de su muerte. Y, dada la endeblez de estas atribuciones a Hurtado y a Ortega, o a cualquier otro escritor alternativo, desde el propio Sebastián de Horozco, autor de esas Relaciones toledanas, hasta Bernardino de Alcaraz o fray Bartolomé de las Casas, parece claro que, ya expurgado y convertido en un mero texto de diversión y crítica social, el ‘nuevo y viejo’ Lazarillo se puede asignar a cualquier autor de la época. La atribución a Sebastián de Horozco resulta, en todo caso, más sólida y consistente que las demás, pero tal vez eso se deba simplemente a que es un autor que escribe en los años de amplia difusión del primigenio Lazarillo, antes de ser amputado y castigado por la Inquisición, con lo que las coincidencias temáticas tienen, en principio, una explicación muy sencilla como huellas de lectura. Horozco escribe en los años de mayor difusión del Lazarillo, incluyendo en ello la difusión clandestina tras la prohibición inquisitorial. Las huellas de lectura del Lazarillo en Horozco son obvias y eso coincide con el momento de mayor popularidad de la obra, en el período de conflictos de religión posteriores al segundo período del Concilio de Trento. Atribuir la obra a Horozco tiene, sin duda, mejor sustento crítico y lingüístico que el que
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PRÓLOGO
apoyaría a cualquier otro autor, excepción hecha de Enzinas; más difícil es asumir el hecho de que ambas partes del Lazarillo pertenecen, de forma evidente al universo doctrinal de la Reforma, tal y como la Inquisición verificó sin sombra de dudas.
La edición de Aribau coteja las ediciones de Amberes 1553 y Amberes 1554 A raíz de la injustificada desconfianza de Morel-Fatio sobre el dato de la edición de 1553, los eruditos hispanistas posteriores asumen que tal edición no está demostrada y, con mayor o menor virulencia, achacan a Brunet que se la ha inventado, sin ir a verificar la referencia que da como fuente el catálogo de Longman. Ya en el siglo XX, la erudición francesa, esta vez al amparo de Antoine Rumeau, da por buena la afirmación del propio Rumeau de que él ha verificado los catálogos de Longman de 1820 y de 1819 y que en ellos no se encuentra noticia de tal edición. Un poco más de esmero crítico por parte del egregio hispanista francés tendría que haberle hecho consultar también los catálogos de Longman de 1817 y 1816, en donde se da noticia de un Lazarillo de Amberes 1553, a la venta por 7 libras y 7 chelines en el catálogo de 1816 y de otro ejemplar, o el mismo del año anterior, tal vez invendido a ese precio, se anuncia la venta por 4 libras y 4 chelines. Tal vez se hayan vendido en 1816 y 1817 dos ejemplares distintos, o tal vez se haya vendido solo el primero, rebajado de precio al año siguiente. Hay que considerar ambas posibilidades y, desde luego, esa evidencia documental arruina la desconfianza francesa, desde el apresurado y perentorio estudio de Alfred Morel-Fatio hasta el incompleto y subjetivo de Antoine Rumeau, y devuelve la credibilidad a la anotación de Brunet en 1820, perfectamente avalada por la consulta completa de los catálogos de Longman, que Morel-Fatio y Rumeau deberían de haber consultado con más detalle y menos apresuramiento para evitar incurrir en afirmaciones gratuitas. Y la consulta a la edición de Aribau confirma lo que él mismo sostiene: que su texto de base es el de la edición de 1553 y que las variantes que anota a pie de página son, indistintamente de la edición de 1553 (sin indicación de impresor, pero tal vez de Arnold Birckmann III) y de la edición de Martín Nucio de 1554. A partir de las variantes que el propio Aribau señala se puede fácilmente reconstituir esa edición de 1553, simplemente cotejando las lecciones que él prioriza para fijar su texto con las variantes que anota a pie de página. Un mero escolio parcial lo deja claro:
La edición de Aribau coteja las ediciones
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Texto de Aribau
Pie de página de Aribau Texto de Martín Nucio 1554
1)
si muy detestable
si muy detestablemente
si muy detestable
2)
a acallar
acallentar, Martín Nucio
a callentar
3)
mamá, coco
Madre coco
Madre coco
4)
no podía
no tenía
no tenía
5)
Ya yo era buen
Y a mi hasta ser buen
y a mí hasta ser buen
[6) mas no había piedra imán que trajese a sí el hierro como yo el vino con una paja larga de centeno (Aribau) Mas no auía piedra ymâ que assi traxesse a sí como yo con una paja larga (Nucio)] (En este caso Aribau no advierte que el texto de Nucio 1554 ha omitido los sintagmas ‘el hierro’ y ‘el vino’, por lo que no advierte o no contabiliza esta importante variante doble.) 7)
me tentaba el colodrillo
atentaba
atentaua
8)
achacarme algo
echar algo
echar
9)
larga y afilada
luenga y afilada
luenga y afilada
10)
al gallillo
a la gulilla
a la gulilla
11)
hacía injusticia
hacía sin justicia
hazia sin justicia
12)
bien afortunado
bienaventurado
bienaventurado
13)
burlas que el ciego burlas con que
burlas que el ciego
14)
se ensangosta
se desangosta
se ensangosta
[15)
dentera
dentro
dentro
16)
huele, huele
Ole, ole
Ole, ole.
17)
a tapar los agujeros
atapar
ataparse los
18)
por junto
en junto
en junto
19)
aquel continente
aquel contento
aquel continente
20)
con rostro
con gesto
con gesto
21)
sufría
sufriría
sufriría
Como se ve, son 19 variantes, más dos que se le escaparon a Aribau. Es decir: que están en la edición de la BAE, pero que Aribau ha omitido anotar. No es seguro que, a partir del episodio del ciego, hasta donde podemos detectar 16
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PRÓLOGO
variantes, el escrutinio de Aribau haya sido minucioso respecto al propio texto que edita. El hecho es que frente a esos 16 casos, en el resto de la obra tan solo anota 6 variantes más. Es muy difícil de admitir que del conjunto de todas las variantes, el 74% estén en el primer episodio y solo un 26% en el conjunto de los seis restantes. No se puede descartar que, al igual que han omitido las variantes 6 y 15, las más importantes de todas, en los capítulos siguientes no se hayan omitido otros casos. De todas formas, el elenco de variantes es suficiente para mostrar que Aribau prioriza las lecturas de la edición de 1553, como es lógico. Hay, además, una prueba muy clara de que Aribau está siguiendo el texto de 1553: dentro del episodio del ciego, omite anotar la variante de Nucio 1554. Aribau edita, sin anotar variante a pie de página, el pasaje: «habiéndome puesto dentera el olor de la longaniza», pasaje en el que su edición coincide con la de Velasco y se opone a la lectura «habiéndome puesto dentro el olor de la longaniza». Hay que explicar por qué aquí Aribau no advierte la variante ‘dentro’, de Nucio 1554. Puede explicarse como un simple caso de inadvertencia de la variante, tras leer naturalmente la expresión ‘puesto dentera’, y no advertir el error ‘puesto dentro’ de Martín Nucio, explicación que parece poco probable, o bien, asumir que Aribau está leyendo y estableciendo su texto a partir de la edición de 1553 y no advierte que el otro ejemplar que maneja para su texto trae esa inexplicable variante, que atenta contra la sintaxis. El resto no es silencio, sino barullo crítico: en el momento en que, varios lustros después, se descubren ejemplares de las ediciones de Alcalá y Burgos, la lección errónea se hace mayoritaria, sobre todo al no disponer los eruditos del ejemplar de 1553 que maneja Aribau para establecer su texto y desatender el cotejo con ese texto. Como hemos visto, tan solo en el episodio del ciego hay más de una docena de variantes; y al menos en dos segmentos Aribau omite, por inatención, anotar las variantes de Nucio 1554. Como corolario de esto hay que asumir la elevada probabilidad de que en el resto de los episodios (clérigo, escudero, buldero y arcipreste) Aribau esté también omitiendo lecciones alternativas de Nucio 54, como hemos verificado que omite en este primer episodio. Desgraciadamente, la Inquisición nos ha impedido poder cotejar con el pasaje del fraile de la Merced y con el episodio del buldero, al haberlos suprimido. Y ahí el cotejo de textos de las ediciones de 1554 muestra algunas variantes de enjundia, incluso en un segmento tan breve como el del fraile de la Merced. Establecido todo esto, hay que asumir que el texto base de Aribau es el de la edición de 1553, cosa natural y lógica, y que se deben priorizar sus lecciones cuando haya discrepancias entre Nucio, Alcalá y Medina y el texto de Aribau, coincidente con los de Velasco y Sánchez (1599 y 1603), se oponga a las demás lecciones. Al mismo tiempo es también evidente, por la omisión común del segmento ‘porque mi boca era medida’ en Aribau 53 y Sánchez, que sí está en Velasco y en sus
El significado del episodio censurado del fraile de la Merced
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derivados, que tiene que existir una edición, anterior a la de 1553 y posterior a la princeps, que explique la pérdida de esa secuencia ‘porque mi boca era medida’ en la línea de transmisión Amberes 1553 y Sánchez (Valladolid y Madrid). El hecho de poder disponer de dos ediciones distintas de Sánchez, la primera de ellas con ‘fe de erratas’ al final, confirma que es la segunda, la de Valladolid, la que está mejor establecida. Como corolario de todo esto, es obligado asumir que la anotación de Brunet sobre la edición de Amberes 1553 es correcta y está respaldada por las variantes de la edición Aribau. Y desconfiar de las acusaciones perentorias de Morel-Fatio y Antoine Rumeau, que no han documentado bien sus conjeturas y han provocado con ello algunos extravíos críticos vigentes hasta el siglo XXI.
El significado del episodio censurado del fraile de la Merced El brevísimo y mordaz episodio, censurado por la Inquisición, tiene, de forma inequívoca, un contenido de denuncia de la depravación de las costumbres sexuales del fraile, tanto con las ‘mujercillas’, de profesión inequívoca, como tal vez con el propio Lázaro. Si la cándida interpretación que propone Francisco Rico de este episodio fuese creíble, no tendría ningún sentido que la Inquisición lo censurase. ¿Para qué iba a censurar la rotura de los zapatos y el trote a que Lázaro se ve sometido durante ocho días, si el trote no significara algo diferente, algo nefando? Si el ‘trote’ al que se somete a Lázaro es tan solo la fatiga del mucho caminar no se entiende muy bien por qué la Inquisición suprime tan inocente observación. Pero si la relación entre Lázaro y el fraile de la Merced es de otra índole, de índole nefanda o nefaria, se entiende muy bien el porqué de la drástica censura, que suprime un brevísimo episodio donde se está aludiendo a las costumbres anfibias del buen mercedario y también al alegre contubernio y coyunda que comparte con las citadas mujercillas. A la Inquisición no le preocupa que se le gasten las suelas de los zapatos en ocho días. A la resistencia física de Lázaro sí le deben preocupar los ejercicios que practican el trío Fraile de la Merced> mujercillas> Lázaro. Esto en cuanto al contenido. En cuanto a la forma hay más que decir, tanto en el caso de la primera parte como en el de la continuación. Se puede resumir en tres usos del brevísimo episodio del fraile de la Merced:
a) La perífrasis verbal ‘hube de+infinitivo’, repetida en ambas partes del Lazarillo: en la frase inicial del episodio: “hube de buscar el cuarto”, construcción que reencontramos en la segunda parte: “hube de me sentir del todo en el mar”. Esta perífrasis repetida en ambas partes no la usan ni Valdés, ni Hurtado, ni Horozco. Sí la usa, numerosas veces, Enzinas. b) el verbo ‘encaminar’. Este verbo se usa hasta 4 veces en la primera parte del Laza rillo: en este brevísimo episodio “que las mujercillas que digo me encaminaron” y
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PRÓLOGO en los episodios aledaños: “encaminando mis pasos para la plaza”, “y me tornó a encaminar” y en el episodio del buldero: “que aquél, encaminado por el demonio”. Un verbo que no se encuentra en la Segunda parte. A cambio sí aparece, repetidamente, en las traducciones hechas por Enzinas, tanto de las obras de Luciano como en el Nuevo Testamento. c) ‘otras cosillas’: “y por otras cosillas que no digo”. El sintagma, con su evidente uso mordaz del diminutivo (‘mujercillas, cosillas’), es menos usual de lo que se supone. En el período 1550–60 aparece, en principio, un total de 19 veces en el CORDE, pero 9 de ellas, es decir, más de la mitad, corresponden a un mismo autor: Francisco López de Gómara, y otras 6 a varios cronistas de Indias, como Fernández de Oviedo, que la usa 3 veces, Cabeza de Vaca, que la repite 2 veces, y fray Juan de Betanzos. Es decir: si descontamos a esos 4 cronistas, llama la atención que el malévolo sintagma es común a ambas partes del Lazarillo. Entiendo que hay que asumir la hipótesis de que el autor de la continuación del Lazarillo coincide en tal cantidad de ejemplos comunes de microestructura que obligan a considerar que podría tratarse de un mismo y único autor. Es decir: a integrar la hipótesis de un mismo autor para el Lazarillo y su continuación ‘de Amberes’. Y verificar, acudiendo a métodos objetivos, si hay algún autor que presente un número tan elevado de coincidencias.
Las argumentaciones objetivas de tipo lingüístico A lo largo del siglo XVI y hasta entrado ya el siglo XVII, la lengua española integra paulatinamente toda una serie de usos lingüísticos procedentes de los dominios españoles en la península itálica. Tanto el autor del Viaje de Turquía317 como el creador del Crótalon318 dan fe de la impregnación constante de italianismos y 317 En principio tanto la documentación de archivo como el análisis de usos lingüísticos específicos apuntan a la probable autoría de Francisco López de Gómara, estante en el Colegio de los Españolas de Bolonia durante cuatro años y amigo y huésped de Diego Hurtado de Mendoza en su época de embajador en la Serenísima República de Venecia. Atribución que está avalada por su cargo de responsable de la biblioteca del Marqués de Astorga, donde se encuentran los libros de historia de los turcos y viajes de galeotes fugados necesarios para poder escribir el Viaje de Turquía. 318 La atribución de esta obra a un Cristóbal de Villalón exige dirimir en primer lugar si el autor del Scholástico y la Ingeniosa comparación entre lo antiguo y lo presente es el mismo licenciado Cristóbal de Villalón que es autor de una Gramática editada en 1558 y un Provechoso tractado de cambios editado hasta tres veces entre 1541 y 1546. Del primer Villalón está documentado su paso por la Universidad de Salamanca y del segundo sus estudios en la de Alcalá de Henares, en ambos casos hacia 1525. El rastreo y escrutinio de características lingüísticas apunta a que se trata probablemente de dos autores distintos, uno de ellos relacionado con los Condes de Lemos y el otro a cargo del curato de Santa Eulalia de Tábara, cerca de Zamora.
Las argumentaciones objetivas de tipo lingüístico
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galicismos en el léxico de los españoles de mediados del siglo XVI.319 A veces los italianismos o los galicismos actúan en el léxico; otras veces, y esto parece más revelador, en la elección de partículas gramaticales dentro de elecciones entre un par mínimo. Es el caso de la distribución del uso adversativo entre ‘mas’ y ‘pero’, que en ambas partes del Lazarillo mantiene la misma y reveladora proporción: en la primera parte (el Lazarillo por antonomasia), la proporción es reveladora: 84 usos de ‘mas’ frente a solo 2 de ‘pero’, lo que es altamente significativo, ya que la forma gramatical ‘mas’ apunta a territorio aledaños al uso de ‘mais’, como es Flandes, fronterizo a tierras francesas. Esta evidencia de uso gramatical en un elemento constante, el uso de la construcción adversativa, sin la cual es muy difícil articular un relato, permite filtrar posibles propuestas de autoría, sin interferencias de posibles influencias de contenido narrativo. El autor del Laza rillo presenta un uso de ‘mas’ superior al 95% de los casos de uso de adversativa, lo que hace muy poco probable que un autor que usa ‘pero’ de forma prioritaria frente a ‘mas’ pueda presentarse como autor del Lazarillo. Este filtro hace poco defendibles candidaturas a la atribución del Lazarillo de autores que usan sistemáticamente ‘pero’ o autores que presentan un uso equilibrado de ambas formas, entendiendo como uso equilibrado una proporción inferior al número e (2,71). Es decir, una proporción de uso cercana al triple. Al mismo tiempo orienta la búsqueda de posibles autores compatibles lingüísticamente con cualquiera de las dos partes del Lazarillo a los autores que, al menos, presenten un uso de ‘mas’ frente a ‘pero’ superior a e2 (7,5/1). Los filtros lingüísticos requieren, sin duda, un repertorio más amplio que el de ese índice gramatical, pero ese índice debe presentar usos compatibles con la distribución de uso de las adversativas ‘mas/ pero’. Esto descarta, por ejemplo, a uno de los autores que han sido presentados como posible autor del Lazarillo, el jurista Juan de Arce de Otálora, que presenta un uso muy equilibrado de ambas formas, pero con mayoría de ‘pero’. Y descarta de forma radical a alguien, como fray Bartolomé de las Casas,320 que tiene un uso
319 En el caso de los italianismos, el narrador principal del Viaje de Turquía, Pedro de Urdemalas, lo resume con su habitual salero, en un pasaje memorable: “para quien no lo ha visto, tan lejos es Italia como Grecia. Aún no podía saber qué es la causa por que algunos, cuando vienen de allá, traen unos vocablos como berreta, velludo, fodero, estibal, manca, y hablando con nosotros acá, que somos de su propia lengua” (VT, p. 184). 320 En el período 1550–1553, el CORDE registra en las obras de las Casas 1249 usos de ‘pero/Pero’, frente a 66 de ‘mas/Mas’. Exactamente el contrario del que vemos en ambas partes del Lazarillo.
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sistemático de ‘pero’ frente a ‘mas’ superior al 95%, es decir, un uso inverso al que vemos en el Lazarillo. Y del mismo modo que podemos descartar o eliminar autores por no presentar rasgos típicos constantes en el Lazarillo, podemos también descartar autores que presentan, de forma estadísticamente relevante, rasgos que no aparecen en el Lazarillo. Pondré dos ejemplos de autores a los que se les ha atribuido el Lazarillo y que presentan de forma sistemática usos lingüísticos que no aparecen en ninguna de las dos partes del Lazarillo: en el Crótalon, obra especialmente interesante porque en uno de los manuscritos que conocemos se menciona un episodio de la segunda parte del Lazarillo, se usa también de forma sistemática, por encima de 50 casos, la expresión ‘a la contina’, que no aparece en ninguna de las dos partes del Lazarillo. En el caso de Andrés Laguna, el ingenioso y culto médico segoviano, su uso de la partícula ‘empero’ es constante en su traducción anotada del Dioscórides, por encima de un centenar de usos en todas y cada una de las seis partes en que se divide el libro. Y está repetido, hasta tres veces, en una carta personal a Francisco de Vargas, fechada en julio de 1554, donde volvemos a encontrar, repetida hasta tres veces, la partícula ‘empero’, que no aparece en ninguna de las dos partes del Lazarillo. Se trata de un asunto de metodología de la investigación que no se ha contemplado hasta ahora y que es un filtro necesario antes de proceder a la dilucidación de la autoría. Parece claro que una obra que se ha atribuido a más de cincuenta autores diferentes evidencia un problema serio de metodología de la investigación: no se han filtrado suficientemente los argumentos genéricos, doctrinales, estéticos o ideológicos por medio de la verificación de usos lingüísticos constantes, lo que ha llevado a atribuir la obra indistintamente a autores incompatibles entre sí e incompatibles con características lingüísticas del autor o autores de ambas partes del Lazarillo. Un escrutinio minucioso de unidades lingüísticas presentes y ausentes en el Lazarillo y el cotejo de estos usos con los usos de autores propuestos para la atribución debería poder reducir el elenco de autores posibles a menos de media docena, tal vez a solo dos o tres autores activos en torno a 1550. Una somera revisión de los planteamientos sobre atribuciones de autoría en el caso del Lazarillo evidencia los errores metodológicos que han sustentado el debate; el más relevante de todos ellos, el empeño en descartar la hipótesis de que la continuación de Amberes sea obra del mismo autor que el Lazarillo original, sin necesidad de verificar esta hipótesis por medios objetivos. El único estudio que hasta ahora se ha abordado aplicando una metodología de análisis objetiva y rigurosa, estrictamente lingüística y basada en varios filtros
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estadísticos,321 confirma que la segunda parte es el texto más cercano lingüísticamente a la primera parte, por encima de los resultados que ofrecen autores como Arce de Otálora, Sebastián de Horozco, los hermanos Valdés o Diego Hurtado de Mendoza. Y a estos resultados, procedentes de la aplicación de métodos estadísticos, hay que añadir la evidencia de tipo ideológico y doctrinal, de que la Inquisición incluyó ambos textos por igual en su Índice de libros prohibidos de 1559. Por lo tanto la primera tarea crítica necesaria para abordar el problema de la atribución de la primera parte es someter a escrutinio objetivo la hipótesis de que ambas partes puedan ser obra de un único autor. Para ello, lo primera tarea necesaria es dilucidar si, al igual que sucede con las interpolaciones de Alcalá en la primera parte, se puede probar por vía lingüística que el capítulo XVIII de la segunda parte es un añadido de mano ajena al autor, como ha sido sugerido de forma constante por los editores de la obra. Hay un argumento, meramente lingüístico, que permite demostrar que el capítulo XVIII de la segunda parte es obra de un autor ajeno al resto de la novela. Se trata de la proporción de uso de la partículas adversativas ‘mas’ y ‘pero’. Ya hemos señalado que en la primera parte del Lazarillo encontramos solamente 2 ejemplos de uso de ‘pero’ frente a más de 80 de ‘mas’ y que en la segunda parte (hecha excepción del capítulo XVIII) el porcentaje de uso es muy similar: un solo caso de uso de ‘pero’ frente a más de 80 de ‘mas’. Pues bien, el análisis del capítulo XVIII de la segunda parte es un ejemplo de uso lingüístico divergente: se usa hasta 13 veces la conjunción ‘pero’ frente a ninguna vez ‘mas’. Como se trata de un resultado drástico e incompatible con el resto de la novela, procederé a detallar estos usos, conforme al texto editado por Pedro M. Piñero: {pero entendiendo él (p. 249), Pero todavía los tuve en más que a mí (p. 250), pero maldito sea el hueso (p. 251), pero, pues sabía que en aquellas escuelas (p. 252), pero Lázaro no quiso (p. 253), pero yo, como hombre que había estudiado (p. 253), Pero todavía le respondí (p. 254), Pero a las tres va la vencida (p. 254), pero el corazón tenía tamañito (p. 255), pero hasta el otro día se podía detener (p. 255), pero no callé con todo (p. 355), pero cuando le vieron como corrido (p. 256), pero a la fin les traté tan bien (p. 258)}
Frente a estos 13 casos de uso de ‘pero’, el capítulo XVIII no presenta ninguno de ‘mas’. Entiendo que se trata de unos resultados incompatibles con la idea de que se trata del mismo autor que en los 17 primeros capítulos usa una sola vez la partícula ‘pero’ frente a más de 80 usos de ‘mas’. No es necesario argumentar cuestiones culturales, como la evidencia de que todo ese capítulo XVIII está desarrollando variantes de anécdota de Till Eulenspiegel, personaje harto popular en 321 De la Rosa y Suárez, obra citada.
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Flandes, lo que apunta a que ese capítulo añadido se ha insertado en tierras flamencas. Basta con el escrutinio de un mero elemento lingüístico para deshacer cualquier conjetura basada en suposiciones previas. Se puede aplicar el mismo tipo de análisis lingüístico a las interpolaciones de Alcalá, un total de 6 fragmentos de distinta extensión, entre los que destaca el episodio de la estafa del buldero con la cruz de plata y los rostriquemados, episodio de representa, en extensión, las tres cuartas partes del total de las interpolaciones. Dada la amplitud del relato, que es un episodio completo, habría que supone que, si fuese obra del mismo autor que el resto del texto, encontraríamos, al menos, algún ejemplo de uso de la conjunción adversativa ‘mas’, o en su defecto, de ‘pero’. Bien, no se usa ninguna de las dos. A cambio, la conjunción copulativa ‘y’ resulta en extremo abundante, como se puede constatar en el fragmento que transcribo a continuación. «Y allí, sin decir nada, puso la cruz encima la lumbre y, ya que hubo acabado la misa y echada la bendición, tomola con un pañizuelo, bien envuelta la cruz en la mano derecha y en la otra la bula, y ansí se bajó hasta la postrera grada del altar, adonde hizo que besaba la cruz. Y hizo señal que viniesen adorar la cruz. Y ansí vinieron los alcaldes los primeros y los más ancianos del lugar, viniendo uno a uno, como se usa. Y el primero que llegó, que era un alcalde viejo, aunque él le dio a besar la cruz bien delicadamente se abrasó los rostros y se quitó presto afuera.» En un fragmento bastante breve encontramos hasta diez usos de la conjunción copulativa ‘y’ sin ningún tipo de alternancia. La conjunción ‘y’, como se ha estudiado suficientemente en el lenguaje infantil, es el grado mínimo del uso conjuntivo y revela una pobreza de estilo notoria. El autor alcalaíno de las interpolaciones sustituye la construcción adversativa, constante en el resto de la obra, por el grado mínimo de la coordinación. Sustituye la adversativa por la copulativa, en contra de lo que sucede en el resto de la obra y en la segunda parte. Hay, además, otros usos lingüísticos en este pasaje que son ajenos al resto del texto (aínas, ardideza, como es/era razón), lo que avala la percepción generalizada de que los microtextos añadidos en la edición de Alcalá son aportaciones ajenas al autor, aunque ideológicamente vayan en el mismo sentido de crítica radical al negocio de las bulas. A cambio, la segunda parte del Lazarillo parece estar construida sobre el mismo principio ideológico y doctrinal, conforme a los postulados de la Reforma, y comparte una cantidad significativa de elementos lingüísticos que permiten sustentar y debatir la hipótesis de que puede tratarse de un mismo autor o bien de un autor que comparte los mismos principios doctrinales y estéticos que el autor del Lazarillo original.
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El análisis metódico de usos de expresiones lingüísticas características del Lazarillo y su continuación parece una vía más segura para sustentar las propuestas de atribución de la obra. El macroanálisis global filtrando por segmentos desde las 150 unidades léxicas más frecuentes hasta las 2500 (De la Rosa &Suárez) ya ha dado unos resultados importantes, que obligan a considerar y revisar la relación de la Segunda parte con el Lazarillo primigenio y a plantear la hipótesis de que ambas puedan ser obras del mismo autor, probablemente afincado en territorio de Flandes o de alguna de las ciudades imperiales como Estrasburgo o Colonia. Hasta ahora se ha venido descartando esta hipótesis sin verificarla y sin cotejar los resultados de ese escrutinio inicial con los que se obtienen del análisis de otras autorías alternativas. Un primer trabajo metodológico, necesario para avanzar en el análisis de la escurridiza autoría, se basa en el escrutinio de usos sintagmáticos repetidos en cualquiera de las dos partes del Lazarillo y el posterior cotejo de estos resultados con los usos de los autores a los que se le ha atribuido la primera parte con mayor insistencia: Hurtado de Mendoza, Alfonso de Valdés y Sebastián de Horozco. El elenco de expresiones que parecen significativas lo hemos reducido a un conjunto de 7 ejemplos, eliminando el uso de palabras aisladas y asumiendo solamente el de sintagmas y secuencias. El elenco es el siguiente: {por evitar prolijidad, porfiada fortuna, por manera que, puesto caso que, en estos medios, dende en adelante, quiso Dios que}
a) ‘por evitar prolijidad’. La expresión se usa en la primera parte del Lazarillo y se repite, dos veces, en la Segunda parte. Y no aparece ni en Alfonso de Valdés, ni en Hurtado de Mendoza, ni en Sebastián de Horozco. Esto apunta a que, en lo que concierne a este índice, el autor de la segunda parte cumple un requisito que no cumplen ninguno de estos tres autores propuestos para la atribución. En todo el período 1550–1555, además de aparecer en ambas partes del Lazarillo el CORDE solo registra su uso en dos autores: el cosmógrafo real Alonso de Santa Cruz y el escritor alegórico Hernández de Villaumbrales. En el período 1525–1532, en que Alfonso de Valdés escribe, el CORDE solo registra 5 usos en 4 autores (Hernán Cortés es el único autor que repite uso) b) ‘porfiada fortuna’. Este sintagma solo aparece una vez en ese quinquenio: ‘la cruel y porfiada fortuna’, en la Segunda parte del Lazarillo. No aparece ni en la obra de Alfonso de Valdés, ni en Hurtado de Mendoza ni en Sebastián de Horozco. c) ‘por manera que’. Se trata de un giro que no aparece en la primera parte del Laza rillo, pero sí aparece muy repetido en la Segunda parte: hasta 6 veces. Un número de veces importante, porque, por ejemplo Pedro Cieza de León, con una obra de extensión muy superior al conjunto de ambos Lazarillos, tan solo la usa 2 veces. No aparece nunca ni en Hurtado de Mendoza ni en Alfonso de Valdés, pero sí, y muy abundantemente, en Sebastián de Horozco.
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PRÓLOGO d) ‘puesto caso que’. La fórmula se usa en ambas partes del Lazarillo y no aparece ni en Alfonso de Valdés ni en Hurtado de Mendoza. Sí aparece, repetida 2 veces en Sebastián de Horozco. e) ‘En/en estos medios’. Es una construcción temporal que sitúan una acción concreta dentro de una perspectiva temporal precisa; se trata de un recurso narrativo para enlazar acciones en marcos narrativos. Se usa en la segunda parte del Lazarillo, pero no en la primera. No lo usan ni Hurtado de Mendoza, ni Valdés, ni Horozco. f) ‘dende en adelante’. La fórmula narrativa tiene interés porque implica una perspectiva de la narración, situando los elementos temporales en el decurso del relato. Se usa, repetida, en ambas partes del Lazarillo: 3 veces en la primera parte y 2 en la segunda. Se ha buscado en el CORDE en las dos variante ‘Dende/dende‘. La fórmula no aparece ni una sola vez en la obra de Alfonso de Valdés y tampoco en la de Hurtado de Mendoza. A cambio sí se usa, hasta 6 veces en Sebastián de Horozco. g) ‘quiso Dios (que)’. Asumimos la construcción ‘quiso Dios’ seguida de subordinada completiva o seguida de una oración en infinitivo, como aparece en ambas partes del Lazarillo. En la primera parte aparece 4 veces y en la segunda, ocho veces, lo que apunta a un rasgo constante del autor o de los autores. La fórmula la usan, una sola vez, Alfonso de Valdés y Sebastián de Horozco, pero no aparece en Hurtado de Mendoza.
El resultado de verificar los usos de estas siete unidades narrativas es el siguiente: de esas siete unidades, se repiten cuatro en ambas partes del Lazarillo. Se trata de una coincidencia de uso similar a la que presenta Sebastián de Horozco, donde se encuentran ‘dende en adelante’, ‘quiso Dios que’, ‘puesto caso que’ y ‘por manera que’. Frente a esta coincidencia de uso de 4 sobre 7 casos, solo encontramos una coincidencia en Alfonso de Valdés y ninguna en Hurtado de Mendoza. Teniendo en cuenta que a Hurtado de Mendoza se le ha presentado como autor tanto de la primera parte como de la segunda (Navarro Durán) el escrutinio de estos siete índices es claramente contrario a esta conjetura. En el caso de Alfonso de Valdés, que de ninguna manera puede ser el autor de la segunda parte, la escuálida evidencia de que tan solo comparte uno de los siete usos, tampoco apoya tal conjetura. A cambio, las coincidencias de uso con Sebastián de Horozco han de ponerse en relación con el número similar de coincidencias que presenta la Segunda parte del Lazarillo con la primera parte. Dicho de otro modo: para dilucidar el problema de la autoría de la primera parte del Laza rillo es necesario considerar como hipótesis que la segunda parte pueda ser obra del autor original y tratar de establecer criterios objetivos para la atribución de ambas partes, asumiendo como una hipótesis más el que puedan ser obra de un mismo autor. En contra de lo que la crítica ha venido sosteniendo como verdad de fe que no requiere verificación.
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Forma, función y significación del Lazarillo y su continuación de Amberes La Inquisición, bajo la inexorable vigilancia de Fernando de Valdés Salas prohíbe la edición de unos doscientos cincuenta libros, de los que tan solo 4 pueden considerarse de tipo literario; entre ellos, las dos partes del Lazarillo. Y ambas partes del Lazarillo no se prohíben por cuestiones de estilo literario, sino porque el mensaje que transmiten es del mismo talante y orientación que el resto de los libros: son libros de contenido afín a la Reforma Protestante y la Inquisición no suele equivocarse en sus apreciaciones. No solamente en lo que concierne a los dos episodios censurados por completo, el del fraile de la Merced y el del buldero y el alguacil, en el caso de la primera, y el capítulo XV en el que Lázaro Atún se encuentra con la Verdad en el fondo del mar. En este caso difícilmente puede tratarse de otra verdad que la Verdad del Evangelio. No hay nada en ninguna de las dos partes del Lazarillo que haga pensar que es el que difunde e impone la ortodoxia de Trento, pero tampoco hay nada que apunte a los planteamientos luteranos. La ciudad de Ginebra, fronteriza con el territorio español del Franco Condado y Besançon, protege y acoge a todos los reformados españoles, lo que incluye tanto a los jerónimos huidos de Sevilla como a jesuitas como Juan Pérez de Pineda. Y en la ciudad de Ginebra, gobernada por Calvino, se imprime y difunde la llamada Biblia del Oso, obra de fugitivos de las hogueras de la Inquisición que han corrido mejor suerte que Agustín de Cazalla en Valladolid o Constantino Ponce de la Fuente en Sevilla.322 Desde esta perspectiva debemos enfocar la creación, difusión, prohibición y posterior amputación de ambas partes del Lazarillo: en la historia y avatares de Lázaro de Tormes, tanto en su vida como azacán toledano cuanto en su posterior conversión en atún323 En 1589, el erudito franciscano fray Juan de Pineda, en su Agricultura cristiana, mencionaba hasta en 13 ocasiones distintos pasajes y episodios de ambas partes del Lazarillo, priorizando sobre todo la Segunda parte, el ‘Lázaro de los atunes’, que menciona en ocho ocasiones, frente a las cinco veces
322 Tal vez no se haya hecho suficientemente hincapié en el hecho de que tanto Cazalla en Valladolid como Ponce de la Fuente en Sevilla llegaron a ser confesores oficiales del Emperador Carlos. Una evidencia de la difusión de las ideas de la Reforma en los estamentos ilustrados de la sociedad. 323 En su minuciosa edición de 1993, Manuel Ferrer Chivite ha expuesto en detalle la idea de la conversión en atún como un rito de paso del mundo cristiano del vino al mundo islámico del agua. Según hace notar Ferrer, ‘atún’ era el nombre que se usaba para motejar a los cristianos renegados.
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que alude a la Primera parte. Pese a tratarse de dos libros prohibidos por la Inqui sición, fray Juan de Pineda demuestra un minucioso conocimiento de su contenido, explicable sin duda por sus tareas de bibliotecario en la orden Franciscana en la provincia de Castilla, en su variante de la Observancia. Pineda afirma haber leído más de mil libros para documentarse para su enciclopédica obra, donde se encuentran informaciones de carácter enciclopédico en todo tipo de disciplinas. Es el caso, por ejemplo, del célebre problema matemático de la recompensa en granos de trigo al supuesto inventor del ajedrez, problema que Pineda no se limita a enunciar y explicar, sino que lo detalla en sus aspectos matemáticos y lo explica en términos de resolución de un problema de progresión numérica. Dado el conocimiento minucioso que demuestra respecto a los contenidos de ambas partes del Lazarillo, hay que deducir que en la biblioteca franciscana de la Observancia se disponía de ambos ejemplares. Un caso similar al del catálogo de la biblioteca de la Orden de Alcántara, en donde consta, antes de 1570, la existencia de un ejemplar de la traducción del Nuevo Testamento hecha por Francisco de Enzinas, que se suponía había sido quemado por orden de la Inquisición en todos sus ejemplares. Como se ve, la historia oficial no siempre coincide con la evidencia de la documentación de los archivos. Así pues, treinta años después de su prohibición inquisitorial, hay constancia documental de que tanto la biblioteca de la orden franciscana en la provincia de Castilla como la biblioteca de la Orden de Alcántara tienen entre sus fondos dos obras prohibidas por la Inquisición y de las que no deberían existir ejemplares. Doctrinalmente, tanto las dos partes del Lazarillo como la versión del Nuevo Testamento traducida por Enzinas, están fuera de la ortodoxia dictaminada por el Concilio de Trento. Pero seguían circulando clandestinamente y se podían consultar en las bien nutridas bibliotecas de la Orden franciscana y de la Orden de Alcántara. Precisamente la evidencia de esta difusión es lo que lleva a López de Velasco y a Hurtado de Mendoza a cumplir la encomienda inquisitorial de expurgar la historia del Lazarillo hasta ajustarla a los cánones de la ortodoxia trentina. Bien es verdad que en la vecina Francia y en los territorios españoles del Milanesado y Flandes se seguían editando y traduciendo en su integridad ambas partes de la historia de Lázaro de Tormes. Así pues, el entorno histórico e ideológico en el que se crea y se difunden ambas partes del Lazarillo es inequívoco; y la minuciosa y drástica respuesta de la Inquisición a este desafío doctrinal e ideológico es rotundo en lo que atañe a la significación de la obra: el aparato del Estado pone en funcionamiento toda su maquinaria para eliminar un mensaje ideológico y doctrinal ajeno a los postulados emanados del Concilio de Trento, especialmente a partir de 1554, con la importante decisión sobre el control de la primera fase de la difusión de
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cualquier obra: el filtro de la censura. Las tres ediciones conservadas de 1554 en territorio español, Alcalá y Medina del Campo son precisamente de finales de febrero (Alcalá) y el primer día de Marzo (Medina). La de Burgos, que deriva de la de Medina y repite y copia su formato editorial, probablemente haya que fecharla en torno al mes de marzo. A partir de esa fecha, la censura inquisitorial impide de forma drástica la aparición de ediciones de una obra manifiestamente contraria a los postulados de Trento. En esa época, todas las ediciones conocidas se imprimen en Amberes. Y mientras en España se prohíbe su edición, en Europa se difunden las ediciones y traducciones al francés (1560), al inglés (en torno a 1570), al holandés, al alemán y al italiano, sin olvidar la evidencia documental de una traducción en lengua latina. En todos los casos, se trata de la obra íntegra, ‘sin castigar por la Inquisición’ y en la mayor parte de los casos, tanto de la primera como de la segunda parte. Esa es la realidad editorial en la segunda mitad del siglo XVI en Europa, realidad muy distinta de la que conocemos en España y que los eruditos han aceptado sin verificar su consistencia. En este contexto se entiende fácilmente la anonimia de ambas obras ‘de incierto autor’. No es difícil de entender el porqué de la anonimia de la obra. Anonimia necesaria para preservar la integridad física de su autor o autores del celo inquisitorial y de sus calurosas prácticas. Esto, en lo que atañe a la significación. El problema de la forma es de otra índole: en la primera parte, el relato del complaciente aguador toledano corresponde básicamente a una ‘carta de relación’ donde, so capa de ingenuidad poco verosímil, se da cuenta del pernicioso estado de cosas en la imperial ciudad de Toledo; en la segunda parte se nos propone un ‘relato a la moda’, es decir, un relato lucianesco según la pauta de la irónica y mordaz Historia verídica, traducida y editada por Enzinas en 1551 (con falso pie de imprenta en Lyon, pero seguramente editada en Estrasburgo). La continuación del Lazarillo se entiende con mucha claridad como un relato construido según el código lucianesco de la falsa e inverosímil ‘historia verdadera’. El hecho de que el patrón de referencia sea distinto en ambos casos no puede presentarse como un argumento para sostener que haya que pensar necesariamente en dos autores distintos. Como contrapartida, el hecho de que existan numerosas coincidencias de estilo, composición y estructura entre ambas partes tampoco ha de entenderse como una prueba de que el autor sea el mismo. Ambas posibilidades son plausibles y tienen similar argumentación a favor y en contra, de modo que lo prudente es considerar que se trata de una cuestión abierta y que no resulta sensato sostener que el autor de la continuación ‘no entendió’ el propósito supuestamente evidente del autor de la primera parte, lo que implicaría que el autor de la primera parte tenía como propósito la amputación doctrinal del texto de la primera y la creación de la novela picaresca medio siglo después.
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Conviene no menospreciar el punto de vista de la Inquisición ni tampoco, en el polo opuesto, el de fray Juan de Pineda, que sostenía que la segunda parte era un ‘ensayo de teología burlona’, apreciación que tal vez el Tribunal del Santo Oficio no estuviera lejos de compartir, aunque por diferentes motivos que el ilustre erudito franciscano. Tanto la primera como la segunda parte del Lazarillo son relatos lucianescos de carácter mixto: la primera parte combina la perspectiva del Sueño con la de Lucio o El asno: una biografía ficticia y verosímil, contada desde su final, con una biografía de ‘mozo de muchos amos’, que se puede entender como un relato de aprendizaje. La segunda parte, en cambio, comienza con un relato realista que continúa la historia de Lázaro donde terminó el primer relato y lo prosigue con un hecho real, la desastrada expedición de 1541 de Carlos V a Túnez y el naufragio de casi toda su flota en la costa africana. No hay que descartar, en un autor tan dado al retruécano y a los juegos de palabras, que la transformación de Lázaro en atún no sea también un malicioso y hábil juego de palabras basado en la paronomasia de Lázaro a Túnez. El hecho es que, al igual que el protagonista de Lucio o el Asno, este Lázaro a Túnez se queda en Lázaro atún. Y se ve envuelto en la historia lucianesca por antonomasia, la ‘historia extraordinaria’ del protagonista en el mundo submarino. En la historia contada por Luciano, el protagonista también se encuentra con la Verdad, expulsada del mundo terrestre por la degradación de los valores morales. La impronta de los relatos lucianescos más en boga está tanto en el Lazarillo primigenio como en su continuación ‘de Amberes’. Historias lucianescas muy en boga a mitad de siglo, como sabemos por la difusión manuscrita del Crótalon. Para la elaboración de ambas partes del Lazarillo resulta innecesario acudir a la obra de Apuleyo de Madaura y la difusión de la traducción de Diego López de Cortegana. La coherencia del capítulo inicial de la continuación del Lazarillo con la situación final de la primera parte es un elemento importante para certificar algo obvio: que la Segunda parte prolonga las ‘fortunas, peligros y adversidades’ de Lázaro situándolas dentro de un marco imaginario y fantástico, la vida submarina, pero en la que se respetan los códigos de composición de la primera. Ambas partes pertenecen al mismo tipo de relato lucianesco, con lo que ello conlleva de demoledora capacidad para la crítica de la sociedad y el mundo de la época. En cuanto a la primera parte, el Lazarillo por antonomasia, el principio de composición del ‘mozo de muchos amos’ incluye la perspectiva del relato: la historia se cuenta comenzando por el principio, pero desde la conciencia narrativa del final. Principio de composición que ya está en la novelita de Luciano: Lucio cuenta todo lo que ha vivido y pasado con sus distintos amos, pero conociendo ya cómo es el final de la historia. El principio de ‘mozo de muchos amos’ está
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integrado dentro de la perspectiva del relato del narrador autobiográfico, homodiegético. Y lo que cuenta es un conjunto ordenado de episodios inspirados o directamente adaptados de ‘facecias’ populares. A excepción de lo que sucede con el buldero, que es una estafa ingeniosa y verosímil, que puede proceder de adaptar trapazas y quehaceres de bulderos y alguaciles reales y actuantes en el Reino de Toledo en torno a las Cortes de 1538–9. Las memorias de Enzinas, como ya hemos visto, proporcionan el material humano de la estafa de buldero y alguacil y proporcionan también la geografía material y espiritual de esa estafa. El continuador apócrifo de la versión de Alcalá, amplía el texto añadiendo un curioso episodio que no está a la altura de la narración original ni en ingenio literario ni en características de estilo, pero que, al menos, sí respeta la intención crítica de denuncia del negocio organizado en torno a las bulas; la denuncia está en el mismo espíritu de la Reforma Protestante, aunque esté muy lejos en calidad literaria y narrativa. El mero análisis lingüístico de las seis interpolaciones alcalaínas evidencia que su autor es un continuador ajeno al original, que reproduce la base ideológica de los contenidos, pero es ajeno a la lengua de su autor. Dicho de otro modo: el autor de las interpolaciones de Alcalá, coincidente en el propósito ideológico y doctrinal de la obra (la denuncia del negocio de las bulas) diverge de forma drástica en el estilo literario. Y esto es una constatación que se puede demostrar por vía lingüística acudiendo a un simple procedimiento de verificación: en ninguno de los seis pasajes interpolados se utiliza un rasgo gramatical que es constante en el Lazarillo: el uso sistemático de la conjunción adversativa ‘mas’, usado en torno a 80 veces en cada una de las dos partes del Lazarillo, frente a la posibilidad alternativa del uso de ‘pero’, que solo se registra en un caso en la Segunda parte y en dos casos en la primera parte. Un escrutinio minucioso de autores de mediados de siglo XVI, que incluye a Alfonso de Valdés,324 a Cristóbal de Villalón y al doctor Villalobos (tres autores propuestos para la atribución del Lazarillo) y también a Juan de Jarava, traductor de Luciano, arroja unos resultados que parecen suficientes para excluir a Valdés, Villalón y Villalobos. Más problemático es el caso de Juan de Jarava al que no se le debería excluir de esta posible atribución, no solamente por su condición de traductor de Luciano, sino también por su uso preferente de la conjunción ‘mas’ frente a su alternativa ‘pero’, aunque sea en menor proporción que la que vemos en ambas partes del Lazarillo.
324 La atribución del Diálogo de Mercurio y Carón a Alfonso de Valdés es y ha sido materia de debate. A efectos prácticos vamos a asumir esa atribución, aunque con reservas.
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En lo que atañe a Alfonso de Valdés, sugerido prudentemente como posible autor del Lazarillo por Joseph V. Ricapito y editado por tres veces como autor de la obra por Rosa Navarro Durán,325 he detallado en una amplia reseña de la revista Rilce, la panoplia argumental que obliga a poner en entredicho una atribución que, por otra parte, no tiene respaldo cronológico, dada la fecha de la muerte de Alfonso de Valdés en 1532. Hay, en todo caso, un argumento lingüístico rotundo para añadir a todo ello. En la obra indisputada hoy de Alfonso de Valdés y antaño atribuida a su hermano Juan, Diálogo de las cosas acaecidas en Roma, la proporción de uso entre ‘mas’ y ‘pero’ es bastante equilibrada: 75 ocurrencias de ‘pero’ frente a 60 de ‘mas’, difícilmente compatible con la evidencia del uso abrumador de ‘mas’ en ambas partes del Lazarillo en una proporción superior a 40/1. Tampoco concuerda esta evidencia cuantitativa con los usos de ‘pero’ en el Diálogo de Mercurio y Carón, donde en la primera parte de la obra encontramos hasta 24 ejemplos de ‘pero’, refrendados por otros 12 en la segunda parte, de menor extensión. Un total de 36 usos de ‘pero’ frente a los dos únicos casos de la primera parte del Lazarillo. Alfonso de Valdés, que por capacidad literaria y talento narrativo podría ser un autor asumible para la atribución de la obra, tiene en su contra la cronología y la incompatibilidad de usos lingüísticos; por no aludir a que el erasmismo evidente de su obra no concuerda con el mensaje doctrinal de un texto que la Inquisición prohíbe por su inequívoco tono y talante afín a la Reforma. Ese mismo índice lingüístico, de carácter objetivo, lleva a descartar a Cristóbal de Villalón, trátese de un único autor o de dos homónimos, que usa mayoritariamente ‘pero’ en todas sus obras. Algo parecido sucede con el ingenioso y mordaz doctor Villalobos, que en los 5 diálogos, escritos en distintas épocas, presenta una ligera predilección por el uso de ‘mas’ que en ningún caso llega, ni de lejos, a la proporción de 3 a 1. A cambio, este mismo tipo de escrutinio mantiene la posible atribución a Sebastián de Horozco, que presenta unos índices muy elevados de ‘mas’ frente a ‘pero’, cercanos a los que caracterizan a ambas partes del Lazarillo. En cualquier caso, los planteamientos metodológicos y teóricos de Ricapito y de Navarro Durán requieren una respuesta algo más amplia que la mera constatación de que un elemento gramatical importante, constante y repetido en la obra, resulta ajeno al usus scribendi de Valdés. En el ámbito meramente lexical, un escrutinio de microestructuras confirma lo que la indagación anterior apuntaba. Este análisis de detalle lo efectuamos a partir de un repertorio de 10
325 En dos ocasiones en la editorial catalana Octaedro y una tercera, en 2016, en Alianza Editorial.
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unidades lingüísticas significativas y de su indagación en las dos partes del Laza rillo. El elenco de unidades es el siguiente: {obra de, aosadas, so color de, a mi/su sabor, cata que, no embargante que, no obstante esto, artizar, pasatiempo, la vida al tablero}
Como se ve, la mayor parte (todas menos ‘artizar’) son unidades sintagmáticas complejas. La indagación se hace cotejando su presencia o ausencia en los dos textos valdesianos y en las dos partes del Lazarillo. Una primera constatación nos confirma que ninguno de estos 10 índices se encuentra en la primera parte y tan solo uno de ellos (a mi/tu sabor) aparece en la segunda parte del Lazarillo, lo que parece garantizar que estamos ante un repertorio significativo. En realidad, tan significativo es que tan solo 2 de los 10 índices son comunes al Diálogo de Mer curio y Carón y al Diálogo entre Lactancio y un arcediano, lo que vuelve a plantear el problema de la atribución del Mercurio y Carón. El análisis de detalle permite precisar algunos aspectos concretos del problema. Índice 1: ‘obra de’. Se trata de un cuantificador genérico, con el significado de ‘aproximadamente’ o ‘más o menos’. “Envió obra de diez mil alemanes” (p. 167), “obra de cincuenta días” (p. 296). No se usa en el Lactancio. Índice 2: ‘aosadas’. Covarrubias lo explica con mucha claridad: “Es un término muy usado para asegurar y esperar de cierto una cosa, y vale tanto como ‘osaría yo apostar’ ”. “¡Aosadas que desas palabras nunca yo me fiara!” (p. 137), “Aosadas que, si yo fuera que ellos” (p. 168), “Aosadas que me lo osaras decir” (p. 174), “Aosadas de tal consejero, tal consejo” (p. 201), “Aosadas, cual tú, tales son tus razones” (p. 278), “Aosadas que nunca el rey de Francia” (p. 280). Este índice, que se repite seis veces en el Mercurio y Carón aparece una sola vez en el Lactancio. Índice 3: ‘so color de’. “De manera que, so color de predicar Jesucristo, predicabas Satanás” (p. 138), “el rey de Francia, so color de la necesidad que tenía” (p. 139). No se usa en el Lactancio. Índice 4: ‘a mi/su sabor’. “he vivido más a mi sabor que un papa” (p. 138). No se usa en el Lactancio. Índice 5: ‘cata que’. “Cata que soy Mercurio y te vengo a pedir albricias” (p. 119), “Cata que me has espantado, Carón” (p. 140), “Cata que no me dices lo que el Emperador hizo” (p. 151), “Cata que no te puedo creer” (p. 151), “Cata, cata, Carón” (p. 173), “Cata que te haré descomulgar” (p. 174), “Cata que me dices una cosa monstruosa” (p. 185), “Cata, cata, Mercurio” (p. 186), “Cata que viene hacia acá una ánima” (p. 244), “catad que con esa tristeza me disfamáis” (p. 255), “Cata que no se hace diferencia del rey al tirano” (p. 259),
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“Cata que hay pacto entre el príncipe y el pueblo” (p. 259), “cata que, debajo deste hacer guerra a los infieles” (p. 262), “Cata, cata” (p. 270), “Cata que se hace tarde” (p. 309). Esta fórmula, que aparece 15 veces en Mercurio, no aparece nunca en el Lactancio. Índice 6: ‘no embargante’. “No embargante esto, el rey de Francia” (p. 141), “no embargante que a todos pareciese” (p. 177), “no embargante esto, ni la carta del Emperador” (p. 187). No aparece en el Lactancio. Índice 7: ‘no obstante esto’. Es una variante de la fórmula anterior, derivadas ambas de la construcción de un verbo (embargar, obstar), lexicalizado en su forma de participio de presente. “y no obstante los malos tratos” (p. 153). Aparece una vez en el Lactancio. Índice 8: ‘pasatiempo’. “Ves aquí, Mercurio, todo mi pasatiempo” (p. 217). Se usa tres veces en Lactancio. Índice 9: ‘(poner) la vida al tablero’ Se trata de una expresión coloquial, basada en los juegos de tablajería; mucho más vívida que ‘arriesgar’. “pues quiere poner al tablero su vida porque ellos no reciban daño” (p. 235), “él estaba determinado a poner su vida al tablero” (p. 281). Está, repetido, en el Mercurio, pero no aparece en Lactancio. Índice 10: ‘contra razón y justicia’. Es fórmula jurídica. “cobrar todo lo que, contra razón y justicia” (p. 176), “más aún contra toda razón y justicia” (p. 177), “contra razón y justicia había hecho o permitido” (p. 235), “el rey de Francia, desafió, tan contra razón y justicia, al Emperador” (p. 239). Frente a esta repetición por 4 veces en el Mercurio, no se usa nunca en el Lactancio.
El texto que seguimos es el de la edición Navarro Durán (Almuzara, 2010), que proporciona importantes variantes respecto al texto previo de Cristina Barbolani. Ninguno de estos índices aparece en la primera parte del Lazarillo. Tan solo uno lo encontramos en la Segunda parte: ‘a mi sabor/a su sabor’. Tres de ellos son comunes a ambos textos: ‘pasatiempo’, ‘aosadas’ y ‘no obstante esto’. El hecho de que una construcción como ‘Cata que’, repetida hasta 15 veces en el Mercurio no se use nunca en el Lactancio es, sin duda, llamativo y debería replantear la cuestión de si se puede atribuir con seguridad el Mercurio a Alfonso de Valdés, o es obra de uno de sus dos hermanos, Juan de Valdés y Diego de Valdés. La atribución de la obra a Alfonso reposa en el testimonio de Diego de Valdés, a quien la Inquisición le encontró el manuscrito e, interpelado por el Santo Tribunal, Diego afirmó que era de su hermano Alfonso. El escrutinio lingüístico, algo más objetivo y fiable que los interrogatorios inquisitoriales, permite poner en duda la fiabilidad de esta atribución. En cualquier caso ninguno de estos diez índices se encuentra en la primera parte del Lazarillo, lo que no contribuye a
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reforzar la propuesta de atribución sugerida por Ricapito y convertida en dogma por Navarro Durán.
Omisiones, interpolaciones y censura; la Inquisición contra el Lazarillo La edición de Alcalá, impresa en febrero de 1554 en los talleres de Atanasio de Salzedo, lleva la siguiente indicación: “Nuevamente impressa, corregida y de nuevo añadida en esta segunda impresión”. La indicación ‘de nuevo añadida’ deja claro que una parte del texto que Salzedo imprime es novedosa. Vale la pena señalar que no se dice que ‘de nuevo añadida’ tenga que ver con el autor de la obra: el impresor tiene conciencia de estar ‘añadiendo’, lo que en principio hace pensar en que se trata de añadidos de mano ajena al autor, lo que obliga a conjeturar que se trata de probables interpolaciones. Hay una sencilla evidencia lingüística que delata la intervención de mano ajena: la ausencia de la conjunción ‘mas’ en esos ocho pasajes interpolados: la prueba de que se trata de un interpolador primario, ajeno a una característica de estilo constante en el autor. El interpolador de Alcalá agrega episodios (el de los cuernos de Escalona, el de la cruz ardiente) o bien observaciones complementarias, en el espíritu ideológico del original (la mordacidad del ciego, las estafas de las bulas) pero está alejado del espléndido nivel literario del autor. Al mismo tiempo el cotejo de las distintas ediciones revela que el impresor de Burgos está corrigiendo conscientemente su texto fuente en algunos casos por meras razones de ajuste de composición de línea. Hay variantes únicas de Burgos que solo pueden explicarse acudiendo a la intervención consciente del tipógrafo; se trata de avatares del proceso de impresión, no del proceso de creación o de modificación consciente. Sin embargo, hay también variaciones textuales que diferencian la línea A de transmisión (Velasco, Sánchez, Bidelo, Aribau) y la línea B (Amberes, Alcalá, Medina/Burgos). El ejemplo más claro lo tenemos en el pasaje siguiente: A: « se crió mi hermanico, hasta que supo andar. Ya yo era buen mozuelo, que iba» B: «se crió mi hermanico hasta que supo andar y a mí hasta ser buen mozuelo»
El texto común a las cuatro ediciones de 1554 implica un extraño hipérbaton, que los defensores de la variante de 1554 lo explican como un rasgo de genialidad, un hipérbaton que imita el habla coloquial provocando un colapso sintáctico, una genialidad incomprendida por Velasco, por la edición de Amberes 1553 seguida por Aribau, por Bidelo y por las dos ediciones de Sánchez (1599 Madrid; 1603 Valladolid) que ‘normalizan’ un hipérbaton genial. El supuesto hipérbaton de las ediciones de 1554 lógicamente tiene que proceder de su fuente común,
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una edición de 1553 distinta de la que usa Aribau. Ya hemos visto que existe al menos una edición de 1553, la que consultó Eloy Señán, en formato in-octavo y con fecha 1552 en páginas interiores, pero con fecha 1553 en la bibliografía. De esa edición debe proceder el cambio de “Ya yo era buen mozuelo” a ‘y a mí hasta ser buen mozuelo”. La explicación más sencilla y plausible es que en esa fuente común (que tiene que estar siguiendo un texto anterior) se ha omitido ‘yo’, de modo que la incongruencia “supo andar. Y a era buen mozuelo” se enmienda en “Y a mí hasta ser buen mozuelo”. Sería harto difícil postular una explicación ‘ad hoc’ en la que cuatro editores distintos, Amberes 53, Velasco, Sánchez y Bidelo coinciden en corregir de la misma manera el anacoluto compartido por las ediciones de 1554. Otro ejemplo de dificultades de interpretación del texto en algunas líneas de transmisión nos lo da la importante omisión del pasaje ‘porque mi boca era medida’, omisión común a Aribau y a Sánchez. El texto común a Velasco y a las ediciones de 1554 es así: “para venir a alcanzar buena vida, porque mi boca era medida”. ¿Cómo se explica esta omisión? Se explica muy fácilmente atendiendo a los procesos de composición de página: en ediciones en dozavo y dieciseisavo es frecuente el uso de titulillos exentos que indican cambio de episodio. Esto provoca que en la página donde se inserta el titulillo exento, la plana se reduzca para permitir insertar el titulillo, que habitualmente se distribuye en el margen ocupando entre tres y cinco microlíneas, en torno a unos diez caracteres, habitualmente en cursiva. Así, una línea que habitualmente ocupa 32–34 caracteres, pasa a ocupar 24 o 26 para poder colocar el titulillo exento distribuido entre cuatro o cinco líneas con tipografía un poco menor. Pues bien: el texto ‘Lázaro assienta con un capellán’ se puede distribuir en el margen de esta forma: Lázaro as/sienta con/un capellán. Ocupando tres líneas al margen, cada línea en torno a 10 caracteres o cuadratines, contando con que letras como i, l, f, t ocupan medio cuadratín. El texto ‘porque mi boca era medida’ corresponde muy exactamente a 24–25 cuadratines, lo que sumado a los 10 cuadratines del titulillo nos da la medida típica y habitual de una línea completa. El componedor de línea omitió una secuencia que coincide con una línea entera y, como eso no afectaba al sentido, el cajista no advirtió el error de omisión de línea. Otra cuestión son las supresiones conscientes, debidas a intervención de la censura. El censor tacha el pasaje entero, lo suprime, lo censura, lo anula. Esto se puede visualizar muy sencillamente acudiendo a la primera supresión, que afecta a la pulla anticlerical que hace suprimir el pasaje siguiente: No nos maravillemos de un clérigo ni de un fraile, porque el uno hurta de los pobres y el otro de casa para sus devotas y para ayuda de otro tanto, cuando a un pobre esclavo el amor le animaba a esto. La Inquisición no está dispuesta a tolerar este tipo de bromas. El texto sitúa tanto a clérigos como a frailes, es decir, tanto al clero regular como al
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secular, en la diana de su crítica. No es difícil ver que el autor del texto es alguien de espíritu profundamente religioso que se solivianta ante la realidad de la vida disipada de frailes, monjas, curas y arciprestes, obispos o cardenales. La situación real de los conventos, abadías, iglesias y catedrales del mundo cristiano, desde Sevilla hasta Colonia, Augsburgo o Amberes, a quienes más preocupa e indigna es a quienes desean una reforma radical. Y una reforma o Reforma, requiere una revisión de la moralidad de la sociedad, empezando por las disipadas (seamos educados en la adjetivación) costumbres del clero. De una época en la que el cardenal Campofregoso, en Génova, tenía cinco hijos reconocidos y el ilustre y magnífico Cardenal Mendoza, tenía tres herederos (reconocidos y legitimados por la reina Isabel y por el Papa), como también los tenía reconocidos el Cardenal Alonso de Fonseca, apellido ilustre que perpetuaba el cardenalato de padres a hijos. Esta es la situación real de la primera mitad del siglo XVI y esta es la situación que reproduce el autor del Lazarillo con el personaje del Arcipreste (o Acipreste) de San Salvador (cargo en realidad inexistente en esa iglesia en esa época) y que amplía el autor de la segunda parte en el año de 1541, cuando la mujer de Lázaro ya ha sido bendecida por Dios con la llegada de una hija que el azacán toledano insiste en afirmar que es suya y no del arcipreste. Todo esto sucede en torno al año 1540, el año siguiente al que “nuestro invicto Emperador celebró cortes en Toledo”. El relato de las fortunas y adversidades del azacán toledano se nos cuenta con una perspectiva de varios años, en torno a un decenio y lo que se nos cuenta sigue siendo de actualidad. Y en el tiempo en que los infortunios y adversidades de Lázaro suceden, en el decenio de los años 30, ya se ha iniciado en la Península la persecución contra erasmistas y heterodoxos, como puede atestiguar Diego de Valdés, ese otro hermano de Juan y de Alfonso, al que la Inquisición le descubre, en 1531, el manuscrito sospechoso cuya autoría Diego atribuye a Alfonso, el Diálogo de Mercurio y Carón. El mero análisis lingüístico de ese espléndido texto, escrito según las pautas de Erasmo, Luciano y Pontano, no avala la atribución de esta obra al secretario de cartas latinas del Emperador, aunque sí apunta a que su autor, si no es uno de los tres díscolos hermanos Valdés es, presumiblemente, alguien de su círculo, en donde se encuentran autores de la talla de Juan Boscán. La Inquisición se ha puesto a actuar de forma firme a comienzos del decenio de los 30, coincidiendo con la pérdida de poder de Alonso Manrique, los ataques al núcleo erasmista cercano a la Corte y el encarcelamiento de Pedro de Lerma, Canciller de la Universidad de Alcalá y tío carnal de Francisco de Enzinas. Todo esto es lo que sucede en la España en la que se está produciendo el despertar a la vida de Lázaro de Tormes, desdentado ya de por vida por el jarrazo del ciego y apaleado en su avatar de culebra por el clérigo de Maqueda. Su despertar definitivo a la vida real se lo facilitará la maliciosa burla
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del buldero o bulero, cuyas andanzas por la comarca de la Sagra de Toledo van a continuar durante cuatro impunes meses. Ahí culmina el aprendizaje de vida de Lázaro, ya desdentado, apaleado por el clérigo y apresado por los corchetes toledanos, pero todavía ajeno al funcionamiento de la formidable estafa de las bulas, episodio que la Inquisición prohibirá de forma tajante en el Lazarillo castigado, prohibición vigente durante casi tres siglos. No se puede entender la génesis y significado del Lazarillo, ni la de su continuación ‘de Amberes’, prescindiendo de este entorno, como tampoco se puede entender prescindiendo de los Autos de Fe de Valladolid y Sevilla, culminados en 1559, pero preparados desde 1554 con la obligación de la censura previa por la autoridad religiosa para publicar cualquier libro en territorio de Castilla. Una realidad sociocultural e ideológica que explica el que un libro del que conocemos hasta cuatro ediciones en unos meses de 1554, deja de imprimirse en territorio de Castilla mientras continúa imprimiéndose y traduciéndose en la misma época en la que en Ginebra se imprime la Biblia del Oso. Y dentro del territorio peninsular, es en Alcalá, de cuya universidad ha sido canciller Pedro de Lerma, donde aparece en febrero de 1554 un texto que incluye ya interpolaciones doctrinales que amplían el episodio del buldero: la edición alcalaína lo amplía en 1554 y la Inquisición lo prohíbe en 1573. La arquitectura interna de la obra, desde esta perspectiva, es muy clara: tres episodios preparatorios que culminan en la revelación definitiva de lo que Lázaro aprende, el negocio organizado en torno a las bulas y la pérdida de la inocencia en cuanto al mundo de la religión y su fructífera connivencia con el mundo de los negocios. La cruda realidad del menage à trois entre Lázaro, el Arcipreste y su mujer culmina la primera parte de la trayectoria vital de Lázaro de Tormes, que tendrá una compleja continuación al pasar del mundo fluvial (del Tormes al Tajo) al mundo marino o submarino, resultado de la desastrosa expedición a Argel del ‘invicto Emperador’. Sin duda, el mero hecho de hacer comenzar la continuación del Lazarillo con el desastre de Argel, ha de tomarse como una indisimulada crítica a la política imperial. La continuación ‘de Amberes’ es, de forma inequívoca, una ‘historia lucianesca’, que revela una espléndida imaginación, que mantiene el mismo espíritu mordaz y crítico y que no escatima ni la sorna ni la guasa para aludir al ‘invicto Emperador’ haciendo revivir la infausta jornada de Argel. Para sopesar las alternativas teóricas de si estamos ante un autor o dos autores se requiere una perspectiva crítica abierta que elimine el parti pris previo de que el autor de la continuación ‘no entendió’ los propósitos estéticos del autor original. Es difícil de admitir que un texto gemelo en cuanto a usos lingüísticos y similar en cuanto a propósitos doctrinales, no haya entendido la idea estética sobre la que se articuló el texto de la primera parte. En principio parece una hipótesis más solvente y más prometedora la de que estemos ante un mismo autor, que
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construye las dos partes en función de la misma perspectiva lucianesca de crítica a las creencias y doctrinas imperantes en el centro del poder religioso: Toledo, en donde radica la sede del Cardenal Primado de las Españas y en donde se celebraron Cortes el año de 1538.
La génesis del Lazarillo en los años del Concilio de Trento José Caso González ha dedicado varias páginas de su introducción a la edición de 1979 a desbrozar la cuestión del ‘Lazarillo’ antes del Lazarillo. Asumiendo, como Caso hace de forma muy clara, que su propuesta es una ‘hipótesis’, término que emplea varias veces a lo largo de su introducción, a diferencia de otros editores o editoras que consideran que su punto de vista corresponde a la verdad revelada. Como se sabe, una mención sibilina a un ‘Lázaro que cabalgó a su abuela’ aparece ya en la Lozana andaluza, sin que haya la menor evidencia de que este apunte sicalíptico tenga que ver con Lázaro de Tormes, el honrado aguador toledano, servidor in partibus infidelium de su señor, el supuesto Arcipreste de San Salvador.326 Dada la importancia teórica y metodológica de esta propuesta de Caso, articulada en 5 epígrafes de su apartado “La génesis del Lazarillo” (pp. 47–75), trataré de resumir su planteamiento, recurriendo, en algún caso, a extractar pasajes de su edición. El primer epígrafe nos recuerda la importancia de la segunda parte, que “juzgada en comparación con él y con criterios realistas, nunca ha alcanzado gracia ante los críticos, a pesar de que merece mayor atención” (p. 48). Luis de Pinedo, autor de la copia y recopilación del texto, que podemos situar entre 1550 y 1555, respeta, como hace notar Caso, las peculiaridades de la copia, incluyendo evidentes errores de transcripción, que hacen pensar en una copia tardía. En todo caso, los límites de 1550 a 1555 corresponden a los límites temporales donde podemos documentar la publicación de ambas partes del Lazarillo. No podemos saber si ese pasaje corresponde realmente al capítulo XV, censurado en las ediciones de Nucio y Simón de 1555, pero tampoco se puede descartar, como tampoco descartamos la posibilidad de que, caso de que corresponda al capítulo XV, no se trate de todo el capítulo suprimido, sino de una parte. Transcribo, respetando los evidentes errores de transmisión del texto y resaltando en cursiva los 5 usos de ‘mas’, frente a ninguno de ‘pero’, 326 La crítica ya ha hecho ver que no existía tal cargo de Arcipreste en la iglesia de San Salvador. Se puede asumir que el autor escribe hacia 1550 sobre unos hechos sucedidos diez años antes, con lo que está usando un cargo importante, el de arcipreste, para satirizar los usos del alto clero, pero que, escribiendo diez años después, no está en condiciones de afinar y verificar ese dato.
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que evidencian que se trata de un texto, por deturpado que esté en esa copia, que concuerda con un uso de macroestructura de ambas partes del Lazarillo: « Por manera que determiné irme entre monjas y que éstas, de vuena justicia no me avían de deçir de no, por ser ellas religiosas y personas nobles e mugeres en quien comúnmente se suele allar piadad; y por ser yo del género femenino como ellas, paresçiome que con más causa me acoxerían. Llamé a la portería y con su avemaría me respondieron. Abrieron, e como me viesen tan maltractada, movidas a compasión, me metieron a la portería. La portera, e otras siete u ocho que allí se hallaron con alguna lástima me preguntaron qué quería. Yo les dige que ser monja. A esto todas me respondieron diçiendo: – Hermana, no lo hagáis; guardaos del diablo, que una vez lo aréis e diez mill seréis arrepentida, y lo peor, que no os aprovechará. Pluguiera a Dios que anduviera como bos, desnuda, rota, descalça, muerta de hambre, de puerta en puerta (en puerta), y no aquí, ençerrada entre siete paredes; todo lo que como no me aprovecha, mas todo se me hiyel (sic). – Si yo supiera lo que agora, deçían las otras, antes pensara sufrir muerte que aquí entrar; mas metiéronme de siete años, engañada con rosquillas y prestiños327, que estas traidoras viejas me davan, y con palabrillas muelles, que ellas saben deçir a las desventuradas donzellas hasta meternos acá dentro. Después ellas se lo comen y beben i nosotras aiunamos, e las hemos de servir como esclabas. – Pluguiera a Dios, deçía la otra, que me casara mi padre con un moço de espuelas suio, e no me metiera aquí, e mal siglo él aya, que esto terná cada día de mí, que por haçer en mi hermano e dajalle mayorazgo nos robó a nosotras nuestra haçienda, e ha hecho por desconto (sic) las almas; mas allá está do lo pagará. – A osadas, si Dios me da la vida, deçía la otra, que yo procure haber breve para brebemente salir deste cautiberio, que yo estoy informada que a diez ducados los venden.
Estando en estas pláticas llegó la abadesa acompañada de todo el conbento. Savida mi venida y entrada, salieron a me ver. Sentándose todas, me tomaron en medio e començando a sospirar me preguntan de dónde era, e qué desbentura fue la mía, teniendo tan buen gesto e dispusiçión gentil andar tan herida, rota, maltractada. Yo les respondí: – Harto mal es, señoras, Vs. Mds. no me conosçer, y aun por eso ando yo qual veis, que si bien conosçida fuese sería amada e tractada segund merezco. Mas, si la señora abadesa e señoras religiosas, fuésedes servidas de me resçebir por monja, yo olgaría de serlo, e aunque al presente os parezca mi docto328 no ser tan subido, podéis pensar que sólo lo que la casa heradará (sic), estando yo en ella, valdrá más que todo el mundo. 327 La forma normal es ‘pestiños’, pero ya el NDLC registra en 1860 ‘prestiño’ como variante de ‘pestiño’. 328 El texto dice ‘docto’, pero es evidente, por el contexto, que habla de ‘docte’; es decir: ‘dote’.
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Començaron a reír mucho e a burlar de mí, e dijo la abadesa: – Hermana, las monjas que aquí entran otras qualidades han de tener que las que en vos veemos, porque lo primero procuramos que sean de buena casta, e lo otro que traigan atados al canbio del trançado por lo menos de diez mill arriba, e su cama e comida e otros percançes que lleguen a más de sus treinta mill, e tenemos respecto a que tengan buen gesto,329 que plática e desenboltura, aunque no la traigan, acá les mostraremos más de la que es menester; e tengan deudos ricos, que el uno la dé el çamarro, el otro el hábito, e el otro las tocas, e al fin que anden muy bien tractadas, porque si algún bueno viniere hablarlas330 y a pasar un poco de tiempo, que las hallen en orden, e no parezcan moharrachos, e con esto huelgan de verlas e conbersallas, y no sin mucho provecho de las religiosas, porque tienen sus mañas e trabaquentas con ellas, e saben pedirles, e con toda importunidad e desenvoltura no partirse de la demanda sin sacalla, e ansí ellas tienen sus cosillas e dinerillo331 para comprarlas para sus composturas honestas, e la casa está faborescida. Si bos traéis los casi çiento y cinquenta mill e sois de buena parte, por ventura os rescibiremos, que de otra manera escusado es, porque esta casa está puesta en no resçebir monja que, por lo menos, no sea hija de caballero, e así en quantas aquí veis no hai dos sin don. Esta señora se llama doña Severina de la Çerda, hija del marqués de Salsuhe, y esta otra señora se llama doña Toda Çentellas, hija del duque de Monçón, que por la fama desta casa desde Aragón la truxeron aquí; esta otra señora llaman doña Fulgencia de Guzmán y esta otra doña Beringuela de Velasco, bien çercana deuda del Conde Hernán Gonçales, y esta otra señora, qu’es mi sobrina,332 llaman doña Estefanía de Calabaçanos, como aquella que viene de los marqueses de Lara, a mí llaman doña Maripós de Cantalapiedra, y de mui mejor linaje que todas ellas. 329 El ‘gesto’ es exactamente el rostro, la cara. Para decirlo con claridad: se pide que sean atractivas, ya que lo que se practica en los conventos antes de la Reforma es una versión puesta al día de la prostitución sagrada del mundo romano. En el Vaticano estaban censadas once mil mozas de vida alegre y generosa en la época en la que se escribe el Viaje de Turquía (1557–8), lo que daba para satisfacer muchas necesidades, no siempre espirituales. 330 Una de las primeras acepciones de ‘hablar’ en el NDLC es ‘tener relaciones amorosas’; no precisamente platónicas. 331 Sus ‘cosillas’ y ‘dinerillos’ se entiende como pago de los servicios espirituales tan amablemente prestados. 332 El púdico uso de ‘sobrina’ y su implicación ‘tía’, nos sitúa en la novela ejemplar cervantina “La tía fingida”, donde se denuncia este tipo de trajín amoroso y financiero.
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– Eso no, señora abadesa, respondió el Illsmo. convento, ¿no savéis que savemos que sois hija de Martín de Segovia, y que hasta que entrásedes en la orden nunca en otra cosa entendistes que en escarpir lana, con que vuestro padre hacía los velartes? ¿Para qué son esas fantasías delante de quien os conoce? Como esto oyó la señora abadesa y algunas que de su parte se mostraron, halçadios (sic) tus majaderos, comienzan a desvariar lo que Dios nos libre e allí se descubren las çerillas, las aguas de rostro, e bendiga Dios lo demás, e allí si por desbentura le avía acontesçido alguna cosa no se la encubrían, allí las queman por bastardía333 y las mezclas de Sant Pedro las de paño encañilado. Finalmente un día de juicio final, de todo ha de salir a luz, e aun peor, porque aquel día saldrá bueno e malo, mas aquel día todo era qual Dios mejore. Después que andubo la batería e jugaron las escopetas, ya que de calientes no podían haçer tiro ni formar palabra, remitiéronlo a las armas, e vieras la más fiera pelea de chapinaço y araño mesón puñete que jamás se vio. De que las vi tan trabadas, tomé la puerta ante mis ojos. Visto que en toda la tierra ante los hombres no hallava remedio ni refrigerio ni dónde me amparar, me vine a la mar entre los pescados.» La crítica es demoledora y se centra en los quehaceres internos de los conventos y en el origen de las ganancias económicas, relacionadas con la necesidad de que las ‘novicias’ sean de buena apariencia física y agraciadas para mejor satisfacer a la clientela habitual. Aunque, como se ve, el uso constante de la conjunción ‘mas’ es compatible con la posible atribución de autoría y el pasaje es, sin duda, divertido y cáustico, el nivel literario está muy por debajo del que caracteriza a la segunda parte del Lazarillo, por lo que el fragmento apunta más bien a una interpolación similar a las de Alcalá o al capítulo XVIII de la segunda parte. En cualquier caso, nos certifica que esta segunda parte fue ampliamente difundida y produjo versiones, variantes y añadidos, lo que está más en consonancia con su amplia difusión en Europa que con su prohibición en la península. La habitual prudencia crítica de José Caso se concreta en el resumen que hace de este episodio derivado de la segunda parte del Lazarillo: “En resumen, lo que en el capítulo se cuenta es que una mujer (o Lázaro convertido en mujer) va a un convento de monjas, pide el ingreso en él, y en la misma portería observa la desesperación de quienes ingresaron allí engañadas, su vanidad genealógica, su preocupación por lo mundano y las rencillas que hay entre ellas; cuando empiezan a golpearse las unas con las otras, la persona que narra decide «irse a la mar 333 La alusión a la ‘bastardía’ deja clara la crítica al origen de las alegres comadres que pueblan el convento.
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entre los pescados»”(p. 53). Habría que completar esta apreciación con el hecho de que la conjetura de que el narrador pueda ser “Lázaro convertido en mujer”, no aparece en el texto transcrito, sino en el epígrafe del copista que lo transcribe. En principio, conforme a lo que la censura nos ha dejado del capítulo XV de la segunda parte (un simple párrafo) lo único que podemos deducir es que quien está contando la anécdota del peculiar convento es la Verdad, que ha bajado a recluirse al fondo del mar en esa segunda parte del Lazarillo, y que reaparecerá en el capítulo XVII para reprochar a Lázaro el no haberse atenido a sus propósitos iniciales de cambio de vida. Sabemos que el capítulo XV está casi suprimido por entero y deducimos que esa supresión drástica esconde un texto poco afín a los postulados de la censura inquisitorial; tal vez una supresión similar a la que conocemos de la primera parte en la secuencia que enlaza al fraile de la Merced y a la pareja de buldero y alguacil. A partir de esta evidencia inicial, la reflexión teórica y metodológica de Caso se desarrolla en dos fases, una hipotética y otra argumentativa, en donde se integran fragmentos de la novela La historia de los amores de Clareo y Florisea, impresa en 1552 y un interesante pasaje del Crótalon, relato lucianesco que incorpora episodios del Orlando de Ludovico Ariosto sacados de la traducción de Alcocer de 1550, y que difícilmente puede ser anterior a 1555. Es decir, la convergencia de contenidos con el Crótalon se explica como influencia de la segunda parte del Lazarillo, lo que está avalado y corroborado por la propia mención al ‘Lázaro de los atunes’ en el segundo manuscrito del Crótalon. En cuanto al parentesco con la novela de Alonso Núñez de Reinoso, publicada en 1552, la propuesta de atribución de ambas partes del Lazarillo a Francisco de Enzinas, muerto el 30 de diciembre de 1552 es compatible con una influencia en cualquiera de los dos sentidos: que Reinoso conociera ya la segunda parte del Lazarillo entre 1551 y 1552 o que el autor de la segunda parte conociera la obra de Reinoso a partir de mediados de 1552. En cualquiera de los dos casos hay que asumir que antes de 1555 la popularidad de la segunda parte debió de ser mayor que la que sus críticos dan por supuesta sin necesidad de haberse leído el texto que critican. Como veremos más adelante, una doble particularidad de la traducción francesa impresa en 1560, apunta a que la segunda parte ya estaba impresa hacia 1552–3. Esto nos sitúa en la relación entre el episodio de la novela de Núñez de Reinoso y el episodio homólogo en el texto anteriormente aludido sobre la Verdad en su visita al convento de las monjas. Las coincidencias son tan llamativas que evidencian que, o bien ambos textos provienen de una fuente común, o bien uno de ellos deriva necesariamente del otro. El pasaje de Núñez de Reinoso (que publica su novela en Venecia a principios de 1552), transcrito por Caso, es el siguiente:
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«Habiendo caminado más de un año, aporté en una ciudad de España, adonde ya pobre y cansada me fui derecha a un monasterio de monjas, porque había allí muchos; y llegando dije que quería hablar con la abadesa; y como me vieron tan pobre, dijeron que qué le quería, y yo respondí que hablar una cosa que me importaba:
– Mejor fuera que le importaría a ella, respondió la portera; pero con todo, tornad aquí mañana.
Y así lo hice. Y entrando hallé a la abadesa muy bien adrezada y cercada de muchas monjas, muy bien vestidas, que todas estaban labrando334 con sus almohadillas de raso y sus guantes cortados; y esto con tanta reputación, que las damas en los saraos no tienen más. Yo, viéndola así, hice mi cortesía, y en pocas palabras dije mi intención; y la abadesa me respondió que yo fuese bien venida, pero en cuanto a entrar en aquella casa, que era menester traer mil ducados de dote y ser de don y de buen linaje, porque todas aquellas señoras lo eran: que una se llamaba doña Elvira de Guzmán, y otra doña Francisca Pimentel, y otra doña Juana de Monpalau, y otra doña Teresa de Ayala, y otra doña María Manrique, y otra doña Marina Imperial, y otra doña Ambrosia de Chaves, y otra doña Isabel de Silva, y otra doña Antonia del Águila, y otra doña Ana de Carvajal, linaje de mucho precio y valor. Y diciendo esto la abadesa, respondió una monja y dijo:
– Otras habrá de tanto.
Y sobre esto repitió otra y otra. Y vinieron cuasi a darse unas a otras de chapinazos. Y yo, viendo aquella quistión, y que no tenía dineros para entrar allí, ni menos se podía saber quién era, acordé de dejar a las monjas en sus quistiones y de partirme, sospirando y acordándoseme de aquel gran señor de Egipto, y cuán pocos había en el mundo que se le igualasen.» Apostilla, al final de este apartado José Caso, que “es difícil poder demostrar que Reinoso se hubiera servido de la misma fuente que el Liber facetiorum. Incluso si Williams tuviera razón, habría que demostrar que la Segunda parte estaba escrita en 1550, lo que no parece probable, o bien que su autor se hubiera servido de la narración de Reinoso, impresa en 1552, para suprimir después el episodio de las monjas, que recogería Pinedo. Lo único cierto es que hacia 1550 circula una facecia sobre las monjas.”335 En efecto, y esta facecia no está recogida en la Segunda parte del Lazarillo, tal y como ha llegado a nosotros, amputada del capítulo XV. En todo caso, en tanto que análisis de estilo, hago notar que el 334 ‘Labrar’ tiene en la época la acepción de ‘bordar’, lo que aclara las tareas de estas peculiares monjas. 335 Caso, pág. 62.
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episodio transcrito por Pinedo contiene 5 usos de ‘mas’ frente a ningún uso de ‘pero’ y que este otro episodio, si bien bastante más breve, contiene 2 usos de ‘pero’ frente a ningún uso de ‘mas’, lo que avala lo pertinente de la búsqueda del par ‘mas/pero’ para detectar posibles autorías, tanto en lo positivo como en lo negativo. Un episodio similar puede estar, o no estar, en el capítulo XV, manifiestamente amputado, pero lo que sí parece evidente es que la ‘facecia’ en sí, en sus dos versiones, apunta al mismo eje de composición, que podemos asumir como literatura cercana a la Reforma o como literatura crítica del estado de cosas lamentable de los conventos a mediados de siglo. En cuanto a que ‘no parece probable’ que la segunda parte del Lazarillo estuviera escrita ya en 1550, no implica que la cronología resulte incompatible. El aval del Duque de T’Serclaes sitúa la primera parte en 1550, la documentación manejada por Labarre sobre Enzinas, evidencia que en agosto de 1548 Enzinas, según carta al impresor Johannes Oporino, estaba trabajando, en fase avanzada, en “un libro español”, es decir, no una de las frecuentes traducciones de Enzinas, sino una obra de creación propia, que se podía ya presuponer en función de algún pasaje de las Memorias, escritas antes de agosto de 1546. La documentación, sin ser probatoria, sí es un aval para sostener que hacia 1548 Enzinas está trabajando sobre un libro escrito en lengua española, no traducido del latín o del griego. Dada la evidencia del impacto (negativo) que le causó su estancia de varios meses en Toledo entre 1538 y 1539 y su conocimiento, bien documentado, sobre las tropelías de los bulderos toledanos en esa época, la hipótesis de que ese ‘libro español’ al que alude Johannes Oporino pueda ser una versión primitiva del Lazarillo parece solvente. Más solvente que la hipótesis contraria: que se trate de un libro distinto al Lazarillo. La segunda parte de la argumentación de Caso implica sostener una conjetura que es innecesaria si asumimos que el ejemplar de 1550 ‘impreso fuera de España’ puede ser el que el Duque de T’Serclaes asegura haber poseído antes de cedérselo a su hermano el Marqués de Jerez de los Caballeros. No hay ninguna razón para poner en duda ese testimonio, anterior a la perentoria edición propuesta por Foulché-Delbosc en 1901, casi un siglo antes de ser descubierta la edición de Medina del Campo. La edición de Medina, en la imprenta de los hermanos Francisco y Mateo del Canto, es fuente de la de Burgos, como ha dejado claro Aldo Ruffinatto; al mismo tiempo, al estar fechada el 1 de marzo de 1554 elimina la posibilidad de relacionarla con la de Alcalá, impresa el 26 de febrero, conforme al colofón. No sabemos la fecha exacta de la edición de Amberes preparada por Martín Nucio, pero sí sabemos que el privilegio que dice tener para su impresión es falso, como ha demostrado Arturo Rodríguez con documentación de archivo, lo que obliga a revisar la filiación que se ha propuesto entre la edición de Guillermo Simón y la de Nucio. Se han dado por buenas conjeturas
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que la investigación de archivo ha evidenciado como falsas y se han omitido evidencias documentales que confirman, en líneas generales, el estema propuesto, primero por Caso y luego por Ruffinatto, con leves modificaciones y que refutan el escueto estema de Cavaliere, aceptado por Blecua y por Rico sin pasarlo por el filtro crítico de la comprobación de hipótesis y conjeturas. A la luz de esta nueva documentación resulta innecesario postular un primitivo Libro de Lázaro de Tormes, tal y como ha sido formulado por Caso.336 La hipótesis alternativa de que la continuación del Lazarillo haya sido escrita hacia 1551–2 explica de forma sencilla y económica el parentesco con el pasaje de la novela de Núñez de Reinoso y explica también las variaciones relacionadas con el Lázaro-Atún de esa lucianesca continuación en ese trienio 1551–4. La propuesta de un hipotético libro de Lázaro de Tormes es innecesaria con la cronología que sitúa la segunda parte del Lazarillo en el período comprendido entre la publicación de la primera parte en 1550 y la de la novela de Alonso Núñez de Reinoso en 1552. A cambio, avala la popularidad que debió de alcanzar también la continuación, de la que se hacen eco, como mínimo, dos autores de primera categoría, como son el autor del Crótalon y el eruditísimo fray Juan de Pineda, que demuestra conocer minuciosamente tanto el Lazarillo original como su continuación lucianesca.
Francisco de Enzinas y las dos partes del Lazarillo La atribución a Francisco de Enzinas de la primera parte del Lazarillo procede de un artículo de Roland Labarre en donde sugiere prudentemente que Enzinas es “el más probable autor” del Lazarillo, entendiendo por ello tan solo la primera parte de la historia de Lázaro de Tormes. La propuesta se completa, años después, con la edición de la obra por parte del propio Labarre, edición hecha a partir del texto de Burgos, con una amplísima propuesta de correcciones a dicho texto, lo que no contribuye a avalar la propuesta en sí, a la vista de la endeble fijación del texto, que se ve obligado a incorporar continuamente variantes de las otras ediciones de 1554. El profesor Labarre omite, además, las posibles enmiendas procedentes de la edición de Aribau, edición que desconoce. Sin embargo, la evidencia de que Enzinas es el traductor del Nuevo Testamento y parte del Antiguo, además de haber traducido a Luciano, Cicerón, Plinio, Plutarco y Tito Livio, apunta a un conocimiento minucioso de textos que están en la génesis de 336 Formulada prudentemente como hipótesis por el propio Caso: “Como hipótesis que quedará más clara después, debemos aceptar, por tanto, que hubo un Libro de Lázaro de Tormes distinto de nuestro Lazarillo de Tormes y de la Segunda parte de 1555, aunque indudablemente relacionado con ésta”.
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la primera parte del Lazarillo, muy especialmente en lo que atañe a Luciano y al Nuevo Testamento. Dado que hacia 1550 está absolutamente prohibido por la Inquisición imprimir tanto el Nuevo como el Antiguo Testamento, la soltura con la que se manejan pasajes bíblicos en el Lazarillo (tanto de la primera como de la segunda parte) refuerza las bases de una atribución que el contenido doctrinal e ideológico de la obra confirma. El Lazarillo, cuyo prólogo empieza citando a Tulio Cicerón y a Plinio el joven, y en cuyo texto aparecen no menos de una docena de citas textuales tanto del Antiguo como del Nuevo Testamento, es un libro imposible de escribir sin un conocimiento exhaustivo de la Biblia, que solo se podía tener a partir de la versión latina de la Vulgata. Salvo si uno mismo, Enzinas, lo había traducido ya, a partir del texto griego del Nuevo Testamento o de la versión griega del Antiguo a cargo de los Setenta. El hecho de que el propio tío de Enzinas haya desempeñado el cargo de Rector de la Universidad de Alcalá de Henares avala, por vía familiar, el minucioso conocimiento que el joven Francisco de Enzinas tiene de los textos bíblicos y evangélicos. Conviene recordar los pasajes de la primera parte del Lazarillo en donde se evidencia el soporte bíblico y evangélico de la historia de Lázaro de Tormes:
1) «Confesó y no negó, y padeció persecución por justicia. Espero en Dios que está en la gloria, pues el Evangelio los llama bienaventurados.» Este malicioso y cáustico pasaje está construido sobre un pasaje del Evangelio de Juan, I, 20 (en latín “confessus est et non negavit”) y otro pasaje del Evangelio de Mateo, V, 10: «Beati qui persecutionem patriuntur propteer iustitiam, quoniam ipsorum est regnum cælorum». Haciendo constar que los textos del Nuevo Testamento están redactados en griego, y no en latín, que es la lengua de la que traduce Enzinas.337 2) «desperté de la simpleza en que, como niño, dormido estaba”. La referencia es un pasaje de San Pablo, en la Epístola a los Corintios: “Cum essem parvulus loquebar ut parvulus, sapiebam ut parvulus, cogitabam ut parvulus” (Corintios, I, xiii, 11–12) 3) «Yo oro ni plata no te lo puedo dar, mas avisos para vivir, muchos te mostraré». Es paráfrasis del pasaje de Hechos de los apóstoles, III, 6: “Argentum et aurum non est mihi; quod autem habeo, hoc tibi do…”. 4) «me alumbró y adiestró en la carrera del vivir». Es paráfrasis de Salmos, XXXI, 8: “Intellectum tibi dabo et instruam te in via hac, qua gradieris”. Como han observado, entre otros, Ruffinatto y Rico, hay también un eco de Mateo, XV, 14: «Cæci sunt et duces cæcorum» 5) «Castigaldo, castigaldo, que de Dios lo habréis.». Francisco Rico anota a esta cita: “Es decir, ‘que Dios os lo premiará’, porque ya la Biblia sentenciaba: «Qui parcit virgae, odit filium suum», (Proverbios, XIII, 24). Dejando aparte el hecho de que la Biblia está
337 Enzinas, por intervención del arzobispo Cramner, desempeñó en el curso 1548–9, una cátedra de griego en la universidad de Oxford.
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escrita en griego en el caso del Nuevo Testamento y en la traducción de los Setenta del Antiguo, creo que la observación de Rico es atinada y refuerza involuntariamente la atribución a Enzinas, que también había traducido el libro de los Proverbios, libro atribuido al sabio Salomón, pero sin duda muy posterior al siglo IX a.C. 6) En el episodio del clérigo de Maqueda, la aparición del calderero, “ángel enviado a mí por la mano de Dios en aquel hábito” apunta a dos pasajes bíblicos distintos, uno del AT ( Reyes, XIX, 5) y otro de la Epístola a los Hebreos, I, 14, según observa Rico: “missi propter eos qui hereditatem capient salutis” (Rico, p. 32, nota 6). 7) «porque los tuve en el vientre de la ballena». La referencia es doble: al libro bíblico de Job, o a su reflejo en Mateo, XII, 40: «Sicut enim fuit Ionas in ventre ceti tribus diebus et tribus noctibus». 8) «¡Bendito seáis vos, Señor – quedé yo diciendo –, que dais la enfermedad y ponéis el remedio!». La referencia aquí vuelve a ser Job V, 17–18: «Beatus homo qui corripitur a Deo: increpationem ergo Domine ne reprobes: quia ipse vulnerat, et medetur: percutit et manus ejus sanabunt». Sigo el texto según la Biblia Sacra de Clemente VIII. 9) «Grandes secretos son, Señor, los que Vos hacéis y las gentes ignoran.». La referencia es la Epístola a los Romanos, XI, 33: “quam inconmprensibilia sunt iudicia eius et investigabiles viæ eius! Quis enim cognovit sensum Domini? Aut quis consiliarius ejus fuit?”. 10) «en vano fue mi esperanza». La referencia es Eclesiástico, XXXIV, 1, otro de los libros del AT traducidos por Enzinas. El pasaje en la versión Vulgata es: « Vana spes et mendacium insensato viro extollunt imprudentes.» El Eclesiástico también se llama Libro de la Sabiduría de Sirach. 11) «Yo que aquello oí juntóseme el cielo con la tierra». La referencia aquí es Apoca lipsis, VI, 13: “et stellae cæli ceciderunt super terram”. Anota Francisco Rico que el pasaje recuerda al del jarrazo del ciego. 12) El pasaje en donde el buldero ‘como quien despierta de un dulce sueño’ y más adelante alude a su oponente, son trasunto, según Rico, del pasaje de Marcos, XI, 25: «Et cum stabitis ad orandum, dimittite si quid habetis adversus aliquem», lo que corresponde al párrafo “Él nos manda que no volvamos mal por mal y perdonemos las injurias”. 13) «pues no quería la muerte del pecador, sino su vida y arrepentimiento» es un trasunto evidente de Ezequiel, XVIII, 32: «quia nolo mortem morientis, dicit Dominus Deus, revertimini, et vivite.» y Ezequiel, XXXIII, 11: «Dicit Dominus Deus: ‘nolo mortem impii, sed ut convertatur impius a via sua et vivat”. 14) «quiso Dios alumbrarme y ponerme en camino y manera provechosa», es trasunto de Salmos XXXI, 8: “Intellectum tibi dabo et instruam te in via hac, qui gradieris”. Francisco Rico recuerda el pasaje, en el episodio del ciego, en donde se alude a esto mismo.
Como se ve, el autor de la primera parte del Lazarillo ha infiltrado en su texto hasta 14 pasajes de la Biblia, tanto el Nuevo Testamento, traducido ya en 1543 por Enzinas, como de no menos de seis libros del Antiguo: Ezequiel, Job, Eclesiástico, Proverbios, Salmos y Reyes. Al menos cuatro de esos seis libros del AT han sido
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traducidos también por Enzinas. En estas condiciones, lo más sensato es admitir que Francisco de Enzinas, traductor también de Luciano, cumple con las condiciones exigibles para poder postular que es, como apuntaba Labarre, “el más probable autor del Lazarillo”. Y Labarre, al proponer esa atribución, no estaba al tanto de las coincidencias de los pasajes del Lazarillo con los textos bíblicos traducidos por Enzinas ni tampoco de los frecuentes paralelos léxicos con varias obras de Luciano. Ningún otro autor, de entre las varias docenas que se han propuesto para esta atribución, presenta, ni de lejos, los argumentos, tanto lingüísticos como biográficos, que apoyan la autoría de Enzinas. Su temprana muerte el 30 de diciembre de 1552 y la posterior persecución inquisitorial contra todo lo que tuviera que ver con las dos partes del Lazarillo, explican la dificultad para rastrear documentación que demuestre la justeza de esta hipótesis, que no ha podido ser formulada hasta 2009 y que, a tenor de todo lo que hemos señalado, permite situar (con el aval del Inquisidor General Valdés Salas, los autos de fe de Valladolid y Sevilla de 1559 y el escondrijo de Barcarrota) que el Lazarillo, probablemente en sus dos partes, igualmente prohibidas por el Tribunal del Santo Oficio, es obra, en la atinada expresión de Ticknor, de ‘nobody but a protestant’; un protestante traductor de Luciano de Samósata, de Tulio Cicerón, de la primera versión en lengua española del Nuevo Testamento y de varios libros del Antiguo que esmaltan igualmente el texto de ambas partes del Lazarillo. Nos interesa aquí el problema de la atribución de la primera parte, por lo que en el elenco de concordancias nos limitaremos a ella, omitiendo los ejemplos de la segunda parte. Además de esas 14 citas bíblicas, tanto del Antiguo como del Nuevo Testamento, y de una gran cantidad de referencias a autores latinos que también Enzinas ha traducido, vamos a centrarnos en un repertorio de usos lingüísticos constantes en el texto del Lazarillo y que se repiten en las traducciones hechas por Enzinas, tanto del Nuevo Testamento como de autores clásicos griegos (Luciano y Plutarco) y latinos. a) ‘a deshora’. En realidad los textos del siglo XVI coinciden en la grafía ‘adesora’ o, como en Covarrubias, con la variante ‘adesoras’. El propio Covarrubias explica el significado, que no es ‘intempestivamente’, sino ‘súbitamente’: “Y de qualquier cosa que suceda a caso y súbitamente, sin esperarla, dezimos aver sucedido a deshoras”. En el Lazarillo se usa dos veces la primera en un momento clave, en que Lázaro se encuentra al clérigo que acaba de descubrir la falta del bodigo: «Y fue que veo a deshora al que me mataba de hambre»; y la segunda, en un pasaje inolvidable, en el episodio del escudero: «a deshora me vino al encuentro un muerto, que por la calle abajo muchos clérigos y gente en unas andas traían». Lázaro camina en pos de comprar la comida
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y bebida y ‘a deshora’ se topa con la procesión fúnebre. El episodio procede de una facecia de tradición árabe y el uso de la fórmula ‘a deshora’ colorea la visión del asustado Lázaro. Es una fórmula constante en el usus scribendi de Enzinas, que la emplea, repetida hasta diez veces, en todas y cada una de sus cinco traducciones de Luciano y en el caso del Tóxaris, hasta cinco veces. Me limito a copiar la primera de ellas: «y luego comenzó a desora a ser nuevamente hermoso» (XVI, verso, última línea). Hay que suponer que un rasgo de estilo esperable en un autor al que se postule para la atribución del Lazarillo es el uso repetido de esta construcción. b) ‘humero’. El ‘humero’ lo describe Covarrubias con mucha precisión: “el cañón ancho de la chimenea adonde se cuelgan las morcillas y longanizas y otras cosas que se enxugan y secan al humo”. En el texto del Lazarillo, sesenta años anterior a Covarrubias, el vocablo sirve para ofrecer una imagen de la casa del clérigo de Maqueda, donde “no había ninguna cosa de comer, como suele estar en otras algún tocino colgado al humero, algún queso puesto en alguna tabla, o en el armario algún canastillo, con algunos pedazos de pan que de la mesa sobran”. El escueto ‘ninguna cosa de comer’ se opone a lo que sí hay en otras casas: algún tocino, algún queso, algún canastillo, algunos pedazos de pan”. La del clérigo es casa de ayuno y penitencia. Y esa miseria se concentra en el humero vacío. Es un ejemplo de la nitidez descriptiva del narrador: en las demás casas suele haber alguna leve comida; en la del clérigo, la nada existencial. En el caso de Enzinas, el ‘humero’ aparece en una de las traducciones de diálogos de Luciano, publicada en 1551, un año después del Lazarillo: “solennes sacrificios en el humero” (Menippo sobre las nubes, p. CXXXI). c) ‘muy de presto’. Es un buen ejemplo de la nitidez perceptiva del autor del Lazarillo: se está usando un término coloquial para integrar en la narración dos momentos inmediatos. Se usa en el episodio del ciego: «y yo, muy de presto, le asía y le daba un par de besos callados». Y la volvemos a encontrar en la Segunda parte del Lazarillo: «y tornándome a retraer muy de presto». No la usan ni Alfonso de Valdés, ni Hurtado de Mendoza, aunque sí aparece, una sola vez, en la obra de Sebastián de Horozco. d) ‘de otro tanto’. Aparece repetida en la primera parte del Lazarillo con un evidente tono malicioso: «y para ayuda de otro tanto». La volvemos a encontrar al final de la obra, en el episodio de las alusiones a la mujer de Lázaro y su coyunda con el Arcipreste: «mas yo de un cabo y mi señor de otro tanto». Vale la pena anotar la observación de Alberto Blecua en su edición de la obra: «Frase de significado confuso, que ningún editor explica satisfactoriamente.» La expresión no es muy frecuente, ya que en los 21 años que van de
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1540 a 1560 el CORDE solo registra 6 casos más, además de estos dos de la primera parte. e) ‘para aquel menester’. Otra expresión muy poco frecuente, que aparece tan solo 5 veces en ese período, más de la mitad de las cuales están en las dos partes del Lazarillo: «con una paja larga de centeno, que para aquel menester tenía hecha». Un buen ejemplo del detalle de la descripción: la paja es ‘larga’ y ‘de centeno’. Reaparece en la segunda parte: «aprobadas para aquel menester, con el temor de la muerte, vínome una mortal y grandísima sed» (p. 196). Y se vuelve a repetir en esta segunda parte, en el cruel episodio de la captura de los atunes: «que los de la jábega en sus manos para aquel menester traían» (p. 270). La expresión no aparece ni en la obra de Valdés, ni en la de Hurtado de Mendoza, ni tampoco en la de Sebastián de Horozco. Una expresión que en el conjunto de las dos partes del Lazarillo se repite por tres veces. f) ‘como otras veces’. Una finura expresiva en la primera parte, en el episodio del ciego, en el momento clave del jarrazo: «antes, como otras veces, estaba descuidado y gozoso». La repetición en la segunda parte es interesante: «y me echase su bendición, como otras veces había hecho» (p. 279). La expresión no aparece ni en Alfonso de Valdés, ni en Hurtado de Mendoza, ni en la obra de Sebastián de Horozco anterior a 1565. g) ‘de todo en todo’. Es una expresión que se repiten en la primera parte, primero en el episodio del ciego: «determiné, de todo en todo, dejalle» (Caso: 79) y más adelante: «por conocer de todo en todo la fortuna serme adversa» (Caso: 104) No aparece en la segunda parte del Lazarillo, pero sí, una sola vez, en Hurtado de Mendoza, a quien Navarro Durán ha presentado como autor de esta segunda parte. h) ‘a uso de’. Aparece, repetida, en la primera parte del Lazarillo, primero en el momento clavo en el que el ciego mete su nariz desatentadamente hasta el gallillo de Lázaro: «como debió sentir el huelgo, a uso de buen podenco» (Caso: 77) y en el finísimo relato de la descripción de cómo Lázaro rebaña las migajas del bodigo: «a uso de esgrimidor diestro». En la segunda parte aparece en el capítulo final: «a uso de colegio» (p. 283), lo que no tiene mucha relevancia porque ese capítulo XVIII no debe de ser obra del autor, sino de un interpolador que usa hasta diez veces ‘pero’, que en todo el resto de la obra aparece una sola vez, y no usa nunca ‘mas’, que aparece más de 80 veces. i) ‘dar cuenta de’. En la primera parte lo encontramos en el episodio del ciego: «dábales cuenta, una y otra vez, así de la del jarro como de la del racimo» (Caso: 78). Esta expresión no la usan ni Alfonso de Valdés, ni Hurtado de Mendoza, ni tampoco Sebastián de Horozco antes de 1565, pero sí reaparece, hasta 4 veces, en la Segunda parte: «de Moro ni de Mora no doy
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cuenta» (195), «sino dar cuenta de lo que nadie, sino yo» (195), «dándoles cuenta de lo contado» (231), «dar cuenta de lo que ves al Rey» (243). j) ‘diablo de toro, forma de toro, tope de toro’. Son tres combinatorias nominales completadas con el sintagma preposicional ‘de toro’, conforme al modelo ‘N+de toro’ El hecho de que se repita por tres veces en un mismo episodio apunta a una familiaridad con la construcción. «un animal de piedra que casi tiene forma de toro» (Caso: 66), «diome una gran calabazada en el diablo del toro» (Caso: 67). Volvemos a encontrar la fórmula al final de la historia del ciego: «póngome detrás del poste, como quien espera tope de toro» (Caso: 81). La construcción exacta, con ‘toro’ como eje, no aparece ni una sola vez en las obras de Valdés, Hurtado o Sebastián de Horozco, ni tampoco, lógicamente, en la Segunda parte, de ámbito submarino. Como apunte de interés hay que señalar que en la muy extensa obra de Arce de Otálora, en donde el ‘toro’ aparece hasta 23 veces, tampoco se usa la construcción ‘N+ de toro’. k) ‘harto miedo’. Otra construcción coloquial, con ‘harto’ como cuantificador genérico. En el episodio de Maqueda, Lázaro le contesta al clérigo sobre el supuesto merodeo de la imaginaria culebra: «plega a Dios no me muerda, que harto miedo le tengo» (Caso: 96) y en la Segunda parte reaparece en un ejemplo de ironía lucianesca, dado que Lázaro está en forma de atún: «con harto miedo si había de hacerme cecina». La cecina de atún es plato, o conserva, de rango, lo que apunta a una nueva y sutil ironía lucianesca: de azacán toledano a atún submarino y, de vuelta a la superficie, cecina de categoría y prosapia, plato de nobles y arciprestes toledanos. La desatención crítica sobre la Segunda parte ha impedido que se justipreciasen sus calidades de estilo y este ejemplo es una buena prueba. La cecina de pescado es mencionada y elogiada por fray Juan de Pineda que, como sabemos, se conoce al dedillo ambas partes del Lazarillo, especialmente la segunda. l) ‘mas de que’. Combina la adversativa ‘mas’, tan abundante en los dos textos del Lazarillo, con la construcción preposicional ‘de+ subordinada’. El sentido de ‘de que’ en muy preciso: ‘en cuanto’ o ‘desde que’. En el relato de la infancia de Lázaro se usa en su percepción de las ventajas que ha acarreado el trato materno con el Zaide, negro o moro: «mas de que vi que con su venida mejoraba el comer» (Caso: 64) y lo reencontramos en la segunda parte: «mas de que nos embarcamos en Cartagena» (Caso: 195). No aparece ni en Valdés, ni en Hurtado, ni en Sebastián de Horozco, ni siquiera en Arce de Otálora. Lo que sí aparece en Alfonso de Valdés es una construcción homónima, pero muy diferente: «mas de que hayamos jamás hecho cosa»; la construcción
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que usa Valdés permite intercalar ‘el hecho de’: ‘mas el hecho de que hayamos jamás hecho cosa’, lo que no se puede hacer en la construcción común a ambos Lazarillos. m) ‘apenas + acabar de decir’. Una construcción que afina mucho la percepción temporal de las secuencias de acciones consecutivas, al apoyarse en ‘apenas’ para hacer resaltar la inmediatez de ambas acciones. En la primera parte lo encontramos en la resolución del episodio del ciego: «Aun apenas lo había acabado de decir, cuando se abalanza el pobre ciego como cabrón» (Caso: 81). Y en la Segunda parte: «Apenas acabé de decirlo». Esta construcción temporal tan precisa no solo no está en la obra de Alfonso de Valdés ni en la de Hurtado de Mendoza. Tampoco está en Sebastián de Horozco ni en el torrencial relato del magnífico Arce de Otálora. n) ‘dije (yo) entre mí’. Es una construcción clave y constante en ambas partes del Lazarillo, que enlaza el hecho relatado con el momento de la narración en el que se cuenta. En la primera parte se usa hasta diez veces y en la segunda parte, algo más, doce veces. Frente a esta constante de uso narrativo, no aparece ni una sola vez en la obra de Alfonso de Valdés, ni en el relato de Hurtado de Mendoza, ni es uso de los variados textos de Sebastián de Horozco. Ni siquiera la usa un escritor torrencial como Arce de Otálora. ñ) ‘estando + gerundio’. La construcción de hipergerundio, con el verbo auxiliar también en gerundio, se usa en el momento clave del jarrazo en el episodio del ciego: «Estando recibiendo aquellos dulces tragos» (p. 101). Narrativamente tiene un gran efecto plástico, homólogo al del uso cinematográfico de la ralentización de la acción, tan usada por Peckinpah y por Tarantino. En la segunda parte el efecto se repite: «estando hablando en esto» (p. 213) y más adelante: «estando comiendo y replicaba yo». Esta construcción de doble gerundio es ajena al usus scribendi de Alfonso de Valdés, aunque sí aparece en Hurtado de Mendoza (dos veces en el relato de las guerras de Granada). o) ‘como suelen decir’. Una espléndida fórmula coloquial, que implica cierto grado de complicidad entre el narrador y el narratario, que comparten el mismo entorno lingüístico popular. En la primera parte aparece repetido: «¿Mandan rezar tal y tal oración? -como suelen decir» (Caso: 71) y más adelante, en el episodio de Maqueda: «el aparejo delante los ojos, el cual, como suelen decir, hace al ladrón» (Caso: 76). Se usa también en la segunda parte, en un pasaje que se apoya en la paremiología, otro rasgo típico de la primera parte del Lazarillo: «y, como suelen decir, de tales romerías, tales veneras» (p. 251). La fórmula no la usan ni Valdés, ni Hurtado, ni Horozco, ni siquiera Arce de Otálora, tan prolífico y certero en estos usos. Se diría que esto apunta, de algún modo, a la consideración de que tal vez el autor de la
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Segunda parte, no sea tan necio y agraz como sostienen algunos críticos o exégetas. Y que no estaría de más la revisión de los perentorios juicios de valor que se han emitido sobre el nivel literario de esa segunda parte, tan afín al mundo lucianesco como la primera parte, aunque sus detractores prefieran seguir el infalible juicio crítico de Menéndez y Pelayo. p) ‘dar fin a’. Se trata de una unidad fraseológica de tipo analítico equivalente a ‘finalizar’ o ‘culminar’. Aparece en el episodio del clérigo de Maqueda, una vez que termina de armar su trampa contra ratones: «dio fin a su obra, diciendo» (Caso: 92). En la Segunda parte se repite por dos veces, se diría que con el mismo tono jocoso y literariamente irónico que en la primera: «quiero volver a dar fin a mi hecho» (p. 209) y «servido de oírme hasta dar fin a mi habla» (p. 247). No la usan ni Alfonso de Valdés, ni Horozco, ni Arce de Otálora, aunque sí aparece, una sola vez, en el amplio relato de las Guerras de Granada, de Hurtado de Mendoza. ) ‘como he contado’. La fórmula, según entiendo, es de gran eficacia narrativa, q porque mantiene el entorno de la enunciación del narrador, su relato a Vuesa Merced, como eje de construcción de los distintos episodios e introduce, de forma clara y constante, una conciencia narrativa persistente. Se usa tres veces en la Primera parte y otras tres veces en la continuación “de incierto autor”. En la primera parte: «con ser la misma avaricia, como he contado» (Caso: 83), «halláronla desembaraçada, como he contado» (Caso: 125) y «Assí como he contado, me dexó mi pobre tercero amo» (Caso: 127). Y en la segunda parte: «Pues estando así, como he contado, a ratos cazando» (p. 225), «tan ásperamente como he contado» (p. 225) y «medio hombre y medio atún, como he contado» (p. 271). Esta fórmula, repetida en ambas partes del Lazarillo, no se encuentra en el usus scribendi de Valdés, ni de Hurtado, ni de Horozco, ni de Arce de Otálora. Se diría que refuerza la hipótesis de que ambas partes del Lazarillo pueden ser obra del mismo autor y no de autores distintos, conjetura que se ha impuesto entre la crítica de forma apodíctica y sin respaldo documental ni teórico. r) ‘lo más de’. En el sentido en que usamos hoy en día ‘la mayor parte de’. Se repite en ambas partes del Lazarillo y, de nuevo, ni Valdés, ni Hurtado, ni Otálora,338 ni Horozco. En la primera parte: «a mi ruin fortuna allí, lo más de la noche» (Caso: 108) y en la segunda parte: «en la guerra, lo más de lo que en ella ganaba» (p. 243). 338 En Arce de Otálora aparece, una sola vez, una fórmula homónima, pero estructuralmente distinta: “lo más de ver”, que no se puede sustituir por ‘la mayor parte de’, que es el uso común a ambas partes del Lazarillo.
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s) ‘dende en adelante’. Se usa tres veces en la primera parte del Lazarillo y dos veces en la segunda. Es decir, se trata de una construcción repetida en ambas partes. «y dende en adelante asentaba su jarro» (Caso: 71), «remediar, dende en adelante, la triste vida» (Caso: 89) y «alteró mucho a mi amo y dende en adelante» (Caso: 95). En la segunda parte, se usa en el episodio de la inmersión de Lázaro en el agua: «al presente y dende en adelante, muy dulce y sabrosa hallé» (p. 203) y la volvemos a encontrar más adelante: «mandóles que, dende en adelante, tuviesen cargo de» (p. 205). Esta fórmula narrativa, repetida hasta 5 veces entre las dos partes del Lazarillo, no se encuentra ni en Hurtado de Mendoza ni en Alfonso de Valdés, aunque sí está en la obra de Sebastián de Horozco que, como vemos, es un autor más afín en uso de elementos lingüísticos al autor del Lazarillo, aunque mucho menos afín que el autor de la continuación. t) ‘tener lugar de’. En el episodio del clérigo de Maqueda se habla de la trampilla y de la culebra «que, como es larga, tiene lugar de tomar el cebo» (Caso: 95). La expresión se repite en la segunda parte: «no había tenido lugar de sentir» (p. 199) y, más adelante «no tenían lugar de ver que no había qué ver» (p. 207). La construcción no aparece ni en Valdés ni en Hurtado de Mendoza, pero sí, tres veces, en Sebastián de Horozco. Este último ejemplo, si hubiese estado en la primera parte, sería puesto como ejemplo de ingenioso retruécano festivo, pero como donde está es en la segunda parte se pasa por alto. u) ‘sin esperanza de’. En la primera parte: «sin esperanza de sacar provecho» () y en la segunda parte «sin esperanza de ningún remedio» (p. 196). La construcción no está ni en Valdés, ni en Hurtado ni en Sebastián de Horozco. v) ‘cuando no me cato/caté’. En la primera parte se encuentra en un pasaje esencial, cuando Lázaro por fin ve el paraíso panal, los bodigos deseados: «cuando no me cato, veo en figura de panes la cara de Dios» (Caso: 88), pasaje al que algún crítico ha tildado de irreverente. En todo caso la fórmula se repite en la segunda parte, en leve variante sintáctica: «siquiera no me caté, cuando me vi hecho pez» (p. 202). La construcción no aparece ni en la obra de Valdés, ni en la de Hurtado, ni en la de Arca de Otálora, ni en la de Horozco, así que su repetición en la segunda parte apunta a un refuerzo de la posible atribución al mismo autor que ha escrito la primera. w) ‘de hoy más’. Está repetido en ambas partes: dos veces en la primera y tres en la segunda. Es de notar que ni se usa en la obra de Hurtado, ni tampoco en la de Horozco ni en la de Arce de Otálora, por lo que su repetición varias veces en ambas partes del Lazarillo refuerza los argumentos para pensar en que
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se trata del mismo autor; o al menos, para tomarlo en consideración como hipótesis bien fundamentada. x) ‘puesto caso que’. Está en la primera parte en el episodio del clérigo de Maqueda: «Porque, puesto caso que yo no había menester» (p. 124) y reaparece en la segunda parte: «Porque puesto caso que en la tierra alguno se allegase» (p. 216). La fórmula no la usa ni Valdés, ni Hurtado, ni tampoco Arce de Otálora, aunque sí aparece, dos veces, en Sebastián de Horozco. y ) ‘por mi mano’. Al lector fiel y constante del Lazarillo le trae de inmediato a la memoria uno de los argumentos irónicos del triunfo social del azacán toledano: «todas las cosas al oficio tocantes pasan por mi mano» (Caso: 142). También en la segunda parte se usa este sintagma y precisamente en una perspectiva homóloga a la de la primera parte, cuando Lázaro Atún llega a ser el privado del Rey de los Atunes y constata que «ningún negocio, de mucha o poca calidad, se despachaba sino por mi mano» (p. 255). La fórmula no se encuentra ni en Valdés, ni en Hurtado, ni en Horozco y, ni siquiera en el torrencial y magnífico Arce de Otálora. z) ‘por demás’. La fórmula se repite en ambas partes del Lazarillo: «cuando la desdicha ha de venir, por demás es diligencia» (Caso: 126) y en la segunda parte: «mas por demás era mi llamar» (p. 211). La fórmula no aparece ni en Valdés ni en Hurtado de Mendoza, pero sí, una sola vez, en Horozco.
aa) ‘esto/lo que he contado’. Es la fórmula narrativa que se usa en la primera parte para aclarar la elipsis de los tres días que Lázaro pasa inconsciente tras el denodado porrazo administrado por el clérigo: «mas de cómo esto que he contado oí» (Caso: 98); se usa también en la segunda parte: «y en breves palabras nos cuentan todo lo que he contado». Tiene importancia como efecto de discurso narrativo, porque resume en una breve frase lo que sus interlocutores ya saben que ha pasado, porque el narrador ya lo ha contado. La fórmula aparece, una sola vez en Hurtado de Mendoza, pero no está ni en Valdés ni en Horozco. ab) ‘en pocos días’. Una de las fórmulas que le permite al narrador ir puntuando su relato conforme a medidas imprecisas de tiempo. Vale, seguramente, por ‘en torno a una semana’. El caso es que este sintagma, común a ambas partes del Lazarillo, no aparece ni en Valdés, ni en Hurtado, ni en Horozco. ac) ‘de poca arte’. Es fórmula única en la primera parte, que no se usa en la segunda. Pertenece al presuntuoso y fatuo discurso del escudero, que afirma que «a los hombres de poca arte dicen eso» (p. 205. Y culmina inmediatamente su fatuidad precisando «mas a los más altos, como yo». No aparece tampoco ni en Valdés, ni en Hurtado, ni en Horozco, ni tampoco en Arce de Otálora.
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ad) ‘lo mucho que’. Lo usa Lázaro en la primera parte hablando del escudero: «que abaxara un poco su fantasía con lo mucho que subía su necesidad» (Caso: 116). En la segunda parte se repite hasta 3 veces: «le pudiese pagar parte de lo mucho que le debía» (p. 221); “y lo mucho que a los porteros importunaba»; «os pagar lo mucho que hoy vuestro deudor me habéis hecho”. Se trata de una fórmula que Alfonso de Valdés no emplea nunca. ae) ‘por manera que’. En el episodio del escudero toledano: «por manera que a la tarde ellos volvieron» (p. 153). En la segunda parte se repite varias veces: «por manera que, disimulando algunas de las preguntas» (p. 205), «por manera que, vista la necesidad y el gran peligro» (p. 213), «por manera que en pocos días me hice» (p. 219), «por manera que se podrá decir que» (p. 244). Esta construcción, común a ambas partes del Lazarillo, no aparece ni en Alfonso de Valdés, ni en Hurtado de Mendoza, ni en Sebastián de Horozco. af) ‘ir a la mano’. En la primera parte, en el episodio del buldero: «Mas mi amo les fue a la mano y mandó a todos»(Caso: 134). En la segunda parte aparece repetida: «ella me fue mucho a la mano, diciendo que si algún» (p. 224), y «no yéndoles a la mano». La construcción no aparece ni en Valdés, ni en Hurtado de Mendoza, pero sí, una vez, en Sebastián de Horozco. ag) ‘usar de poca caridad’. En el episodio del clérigo de Maqueda, en una reflexión un punto sarcástica: «pues ya que conmigo tenía poca caridad, consigo usaba más» (Caso: 84). La expresión reaparece en la segunda parte: «pareciome inhumanidad usar de poca caridad» (p. 196). La construcción no aparece ni en Valdés, ni en Hurtado de Mendoza, ni en Horozco, así que la repetición en la segunda parte del Lazarillo ha de considerarse significativa.
La traducción de Tito Livio y sus coincidencias léxicas con el Lazarillo Al morir Enzinas en diciembre de 1552 y su mujer tres meses después, los amigos del escritor, especialmente Melanchton y Martin Butzer (Bucero) deciden editar algunas de sus traducciones de clásicos latinos y griegos para subvenir a la educación de sus dos huérfanas. Especialmente las traducciones de mejor salida comercial, como son Tito Livio y Plutarco. Se encarga de ello el editor y librero Arnoldo Byrcmann, que tiene oficinas en Amberes “a la enseña de la Gallina Gorda” y distribuye también en Estrasburgo y Colonia. Me limitaré aquí
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a anotar tan solo las numerosas coincidencias que presenta el Primer Libro (“De la fundación de Roma”) con el léxico usado en la primera parte del Lazarillo. Previamente, tal vez no sea inútil señalar que la proporción de uso de ‘mas’ frente a ‘pero’ alcanza una ratio superior a 8/1: se usan 66 casos de ‘mas’ frente a 8 de ‘pero’, lo que bastante llamativo. En las siguientes libros de esta primera década desaparece por completo el uso de ‘pero’: ya en el libro II encontramos 73 usos de ‘mas’ por ninguno de ‘pero’. Esto en lo que atañe a un elemento de macroestructura; de los usos específicos, tenemos un amplio elenco de coincidencias: no menos de treinta. a) El uso del par léxico ‘adversidades y fortunas’. En la traducción de Livio este par léxico se encuentra ya en la página inicial: «y cómo por las grandes adversidades y fortunas que habían pasado». Las ‘adversidades y fortunas’ son las que acompañan a Eneas en su peregrinar por tierras italianas. En este sentido, Lázaro y sus ‘adversidades y fortunas’ aparecen como el reverso irónico del héroe virgiliano en su peregrinar hasta ‘alcanzar buena vida’. b) ‘a desora’. Ya hemos visto que es una expresión repetida en las dos partes del Lazarillo. Se usa ya en el capítulo VII de la primera de las décadas: «de batalla tan triste se siguió a desora paz muy gozosa». c) ’dende en adelante’. La traducción de Livio alterna los dos usos: ‘dende en adelante’ y ‘dende adelante’. La fórmula significativa es “dende en adelante”, que encontramos ya en el episodio del jarro: «dende en adelante mudó propósito y asentaba su jarro entre las piernas». Lo encontramos en el segundo capítulo del primer libro de la primera década, en las dos formas: «todos tuviessen dende en adelante un nombre y fuessen llamados Latinos. Y asi fue que, dende adelante tan fieles le fueron». Ambas fórmulas, con y sin preposición de enlace, se usan varias veces en este primer libro. d) ‘mayormente’. Este adverbio en ‘mente’ aparece ya 2 veces en el Prólogo y se repite otras 5 veces a lo largo de la historia de Lázaro. Aparece también repetidamente en la traducción de Livio, ya desde el capítulo II: «mayormente después que los Hetruscos», se repite, ya en el capítulo VI: «E mayormente se acertaron en ella» y prosigue varias veces más adelante. Tan solo en el primer libro, en VIIa, IX a y IXb. Lo que es significativo no es tanto su uso, sino su uso repetido varias veces en un segmento narrativo muy breve. Hay autores que nunca usan este adverbio y otros que lo usan de forma muy sucinta y escueta en textos muy amplios. Enzinas lo usa de forma sistemática en sus traducciones en torno al año 1550. e) ‘a esta/la sazón’. Una fórmula narrativa de enlace para situar temporalmente el hecho que se va a contar. Lo usa ya Livio y lo traduce Enzinas: «A esta sazón
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vino de los montes». Episodio difícil de olvidar en el relato de Livio, porque la que viene de los montes es la loba que va a amamantar a Rómulo y Remo. ‘el caso’. En la polémica que opone a Rico con Caso y Ruffinatto sobre el alcance significativo que hay que darle al ‘caso’, conviene tomar en consideración el uso constante de ‘el caso’ en todo el relato de Livio, que lo usa para aludir a cada uno de los microepisodios que cuenta. Ya en el capítulo V: «Como hubo entendido todo el caso» (III, recto). El sintagma ‘el caso’ repetido constantemente en Livio alude siempre a cada caso concreto. ‘gran ruido’. La expresión es célebre porque la usa el ciego en una primera acción maligna: «llega el oído a este toro y oirás gran ruido dentro de él». Lo usa varias veces Enzinas en su traducción de Tito Livio: «E al salir del senado hízose gran ruido» (XXV). ‘donde no’. La construcción es coloquial y aparece ya en el célebre episodio del ciego: «Donde hallaba buena acogida y ganancia, deteníamonos; donde no, hacíamos San Juan». En Tito Livio se usa varias veces, una de ellas en el libro II: «tractar paz; donde no, sepan que yo, pues hallé en ellos buen acogimiento» (XXVI). ‘al tiempo que’. Es una fórmula narrativa que permite situar un hecho dentro de un contexto temporal preciso. En el episodio del ciego sirve como marco para la célebre anécdota de las uvas: «un lugar que llaman Almorox, al tiempo que cogían las uvas» (Caso: 156). En la traducción de Enzinas se usa varias veces, la primera de ellas en el capítulo V: «al tiempo que se celebrauan estos sacrificios». ‘venir a noticia de’. La construcción es típica del autor, que la usa ya en la primera secuencia del prólogo: «cosas tan señaladas y por ventura nunca oídas ni vistas, vengan a noticia de muchos» (Caso: 137). La encontramos en la traducción de Enzinas: «Venido este insulto a noticia de Rómulo» (Capítulo VIII, fol. v, verso). ‘mortuorios’. El vocablo se usa para detallar uno de los picarescos o desvergonzados negocios del clérigo de Maqueda: «en cofradías y mortuorios que roçavamos a costa ajena” (en Caso: ‘rezamos’; la lección ‘rozamos’ está detalladamente explicada por Ruffinatto; sigo el texto de la edición de Juan Pérez de Valdivielso, Zaragoza 1599). Los ‘mortuorios’ corresponden a los ‘velatorios’, donde los invitados comen y beben a mansalva y sin pudor ninguno. En Livio: «mas aun las que se avían de guardar en los mortuorios» (VII, v) ‘el deseo de alabanza’. La frase está en el prólogo, lo que apunta a que no tiene el filtro del narrador, sino que corresponde a una cita erudita del autor. En el prólogo, el pasaje es: «mas el deseo de alabanza le hace ponerse al peligro» (Caso: 138). Como apunta en nota el propio Caso, “cita Ricapito, pág. 93,
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varios lugares del Enchiridion de Erasmo donde está este mismo ejemplo” (nota 6, p. 138). Lo que evidencia que el autor del Lazarillo pulula por los aledaños del mundo erasmista, lo cual vale tanto para los heterodoxos detectados por don Marcelino (como Enzinas) como para los erasmistas fieles, al estilo de Valdés, o díscolos de toda laya, como Juan Luis Vives, sin que apunte a ninguno en concreto. Lo que sí es cierto es que Enzinas, en su traducción de Tito Livio, usa ese mismo sintagma “el deseo de la alabanza” en las últimas líneas del Primer libro, comentando la historia de Tarquino y Lucrecia. La única variación entre ambos textos es la presencia o ausencia de artículo determinado: ‘de alabanza/de la alabanza’. m) ‘falso testimonio’. En la traducción de Livio: «leuantole falso testimonio» (XV, a). En el magistral episodio del buldero, tan ideológicamente afín a la Reforma, como sabía perfectamente la Inquisición, se articula en el discurso del narrador toda una panoplia de variantes sobre la falsedad: «y el otro a él falsario… el alguacil dijo a mi amo que era falsario, y las bulas que predicaba eran falsas… diciendo cómo eran falsas…las bulas que predica son falsas… fuere castigado por la falsedad…y de vuestra falsedad…dando crédito a las falsas palabras…que yo traigo maldad y falsedad…pues levantaba tan falso testimonio» (Caso: 215–220). Como se sabe, el ‘levantar falso testimonio’ es un pecado capital, lo que deja clara la construcción ideológica y doctrinal del episodio. Este significativo sintagma está ya en la traducción de Tito Livio hecha por Enzinas: «leuantole falso testimonio por lo matar» (XV). n) ‘maleficio’. “ luego fue a proballa y probó el maleficio”(Caso: 181). Según Navarro Durán, el uso de ‘maleficio’ en Alfonso de Valdés es una prueba de autoría. Si esto es así se trata de una prueba muy elástica, porque también debería avalar la atribución a Enzinas, que usa el término en varias ocasiones. ñ) ‘tenía cargo de’. La construcción se usa ya al comienzo de la historia, hablando del padre de Lázaro que «tenía cargo de proveer una molienda» (Caso: 141). La usa Enzinas en su traducción, hablando del cónsul Manilio, que «tenía cargo de la otra» (XXVIII) o) ‘usar de una/tanta liberalidad’. La construcción la usa el astuto ciego en el episodio de Almorox, en el que accede a compartir con Lázaro las uvas: «quiero yo usar contigo de una liberalidad» (Caso:156). La variación sintáctica es mínima con la fórmula que emplea Enzinas en su traducción de Plinio: «avía usado de tanta liberalidad» (XIIa). p) ‘muy recio’. El sintagma tiene interés, porque es de los que se repiten en las dos partes del Lazarillo. q) ‘gran ruido’. En el sentido de ‘gran rumor’; es difícil olvidar el sintagma, ya que está en la primera acción del ciego, la de la calabazada con el toro de
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piedra: «llega el oído a este toro y oirás gran ruido dentro de él» (Caso: 146). En Livio: «mas yo esto no lo afirmo, así como el gran ruydo que fue hecho» (LXXXIII, verso) ‘al presente’. Es una fórmula narrativa que se refiere al momento de la acción que se cuenta: «a los que al presente vivían en el mesón de la Solana» (Caso: 145). La fórmula la usa también Livio, ya desde el libro I de la primera década: «el qual lugar al presente es llamado la higuera Ruminal» (II). ‘de balde’. “como si fuera peras que se dieran de balde”. La expresión es ‘estilo bajo’, es decir, refleja un uso popular. En el episodio del buldero «como si fueran peras que se dieran de balde» (Caso: 221). En la traducción de Tito Livio: «había venido de balde con tanta gente» (XXIa) ‘dende a quince/pocos días’. En el Lazarillo, al comienzo del episodio del escudero: «dende a quince días se me cerró la herida» (Caso: 183); en la traducción de Tito Livio: «dende a pocos días fue tomado el lugar» (XXIII,a). ‘lugares comarcanos’. En el episodio del buldero: «Divulgose la nueva de lo acaecido por los lugares comarcanos» (Caso: 220–1). En la traducción de Livio: «no solo de los lugares comarcanos, mas aún de los apartados» (XXVa). ‘desque’. En el Lazarillo se usa varias veces y en todas ellas tiene el valor de “en cuanto”: «desque fue bien vuelto en su acuerdo» (Caso: 220), «Desque me vi en hábito de hombre de bien» (Caso: 225). No lo registra Covarrubias, tal vez por desdeñarlo como vulgarismo; el NDLC lo anota como uso antiguo con los valores de “Desde que, luego que, así que, etc.”. Un vulgarismo que usa el traductor de Tito Livio en esos mismos años: « mas desque conocieron los Romanos el socorro que les venía» (XXXVIII) ‘mudar propósito’. En el episodio de las uvas de Almorox: «el traidor mudó propósito y comenzó a tomar de dos en dos» (Caso: 156). En Tito Livio: «y no pudieron mudar de su propósito al cónsul» (XXXV). ‘más a mi/su salvo’. En el episodio del ciego: «mas no lo hice tan presto, por hacello más a mi salvo» (Caso:154). En la traducción de Livio: «que ellos puedan después acometernos más a su salvo» (VIII, b) ‘me obligo a’. En el episodio del escudero, la irónica distancia del narrador al resaltar las pretensiones del escudero provoca un juego entre la vanidad del amo y la elipsis de Lázaro, comparando sus hambrientos dientes a la espada de su amo: «Yo me obligo con ella a cercenar un copo de lana» (Caso: 191) «Y yo con mis dientes, aunque no son de acero, un pan de cuatro libras». La misma expresión la usa Enzinas en su traducción de Tito Livio: «yo me obligo a cualquier pena » (XLV).
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Disponemos, pues, de un catálogo de 27 unidades que es común al texto de la primera parte del Lazarillo y a los capítulos iniciales de la Primera década de la traducción de Livio hecha por Enzinas. Debe de tener algún grado de significatividad que puede comprobarse verificando la persistencia de uso de ese catálogo en distintas obras o autores. Se trata de establecer, en primer lugar, qué procedimiento objetivo podemos aplicar para analizar los resultados de cualquier escrutinio sobre autores y obras concretas. Dado que 27 es una magnitud que se puede expresar en lenguaje matemático como 33, podemos distribuir los resultados en función del principio de magnitudes distribuidas por sus potencias: los usos {0,1,2}, en principio, son de relevancia nula, ya que en un repertorio de 27 unidades es fácil que en cualquier autor de la misma época aparezcan, al menos una o dos concordancias de uso. Seguramente en autores de tendencia doctrinal, cultural o ideológica similar (un ejemplo: los hermanos Valdés) el recubrimiento de uso de ese catálogo escrutado esté entre 3 y 8 unidades. Es decir, que cualquier autor de una misma época y orientación cultural presente una coincidencia de uso entre 3 y 8 unidades de ese conjunto. De esta forma, asumimos que el primer nivel de significatividad debe cumplir la condición de n>32. Dicho de forma coloquial, si de un total de 27 palabras seleccionadas, un autor coincide en, al menos 10 de esas 27, la cifra es relevante, del mismo modo que es también relevante el que solamente coincida en menos de tres entre 27 casos. Nótese que, en ese sentido, la cifra 9 es de orden similar a e2. Hablando en román paladino, una coincidencia de uso en torno a ocho o nueve unidades sobre un total de 27. Y hablando de forma aún más somera, que coincida al menos en un tercio del repertorio total. Se trata de verificar cómo se comporta este repertorio común a la primera parte del Lazarillo y a los primeros capítulos de la traducción de Tito Livio hecha por Enzinas, si se la compara con su uso en autores propuestos para la atribución del Lazarillo. Sería una tarea ingente e inútil contrastar la obra de todos (más de medio centenar) los autores propuestos, con mayor o menor alegría y notoria fe, para atribuir la obra. Entendiendo que el límite razonable para cotejos está en cinco autores, vamos a cotejar ese repertorio con la obra de Alfonso de Valdés, Hurtado de Mendoza, Sebastián de Horozco, Arce de Otálora y el texto de la Segunda parte del Lazarillo. En este último caso estamos verificando de forma objetiva y cuantificable si la conjetura dominante, que supone que se trata de autores distintos, es o no es defendible por medio de un análisis objetivo. Un análisis desprovisto del sesgo ideológico que se ha usado para oponer las conjeturas contrarias de Valdés y de Hurtado de Mendoza. En lo que respecta a Alfonso de Valdés, de esos 27 índices, en el Lactancio el único índice que aparece es ‘mayormente’, una sola vez. Cumple aquí notar que en el Lazarillo, de extensión similar, se utiliza ‘mayormente’ hasta 7 veces.
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También hay que hacer constar que hay vocablos o expresiones, repetidos varias veces en el Lactancio, que no aparecen en ninguna de las dos partes del Lazarillo (‘aosadas’, a la fe, ‘irrisión’, etc.). El caso de ‘mayormente’ es ejemplar, porque en todo el Lactancio tan solo aparece una vez, mientras que en la traducción de Tito Livio hecha por Enzinas, tan solo en el Libro Primero aparece repetida cuatro veces. El autor que presenta más concordancias con este escolio común al Lazarillo y a la traducción de Enzinas es Arze de Otálora, lo que no es de extrañar dada la amplitud de su obra. En todo caso el corpus de Otálora nos permite detectar el conjunto de unidades lingüísticas más significativas: las 8 unidades que no aparecen en los Coloquios de Palatino y Pinciano, que son las siguientes: {adversidades y fortunas, a deshora, dende en adelante, a noticia de, el deseo de alabanza, usar de liberalidad, dende a, desque}
Conviene, en todo caso, precisar algunos aspectos del método: en cuanto a la primera de la unidades, la relación ‘adversidades+fortunas’ Otálora utiliza por separado ambos términos (5 veces cada uno), pero nunca juntos los dos y en realidad el término ‘fortunas’ no lo utiliza en el sentido de ‘reveses de fortuna’. En el caso de Sebastián de Horozco, en su obra de 1540 a 1560 se repiten solo 9 de estas 27 unidades; entre ellas no están ‘adversidades y fortunas’, ni ‘a deshora’, ni tampoco ‘a noticia de’, ni ‘el deseo de alabanza’, ni ‘usar de liberalidad’, ni ‘dende a’. Sí que usa ‘desque’ (en 2 ocasiones) y ‘dende en adelante’. Es decir, en el conjunto de autores formado por Horozco, Otálora y Valdés no se usa ninguna de las 6 unidades siguientes: {adversidades y fortunas, a deshora, a noticia de, el deseo de alabanza, usar de liberalidad, dende a}. Dado que esas seis unidades son comunes al Lazarillo y a la traducción de Tito Livio hecha por Enzinas, disponemos de un elenco bastante fiable para determinar su importancia como elementos discriminantes de autoría. Faltan dos autores por verificar: el autor de la segunda parte del Lazarillo y Diego Hurtado de Mendoza, a quien se le ha atribuido indistintamente la primera y la segunda parte. Se trata de establecer cómo se comportan ambos respecto al conjunto de las 8 unidades que no están en Arce de Otálora, y de las 6 unidades que no están ni en Horozco ni en Otálora. En el caso de Hurtado de Mendoza, de esas ocho unidades tan solo aparecen dos: ‘dende a’ y ‘desque’. Las más significativas desde el punto de vista del contenido del relato Hurtado no las usa. Y en el caso del autor de la segunda parte, del conjunto de esas ocho unidades se repiten cuatro: ‘a deshora’, ‘dende en adelante’, ‘dende a’ y ‘desque’. Un subconjunto que abarca el 50% del total de unidades que no aparecen en Arce de Otálora y representa también el doble de las que aparecen en Hurtado de Mendoza, cuya obra es mucho más amplia que esa segunda parte del Lazarillo. En este sentido los resultados corroboran los corolarios que
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se pueden deducir del estudio De la Rosa & Suárez: la obra que más cercana está lingüísticamente de la primera parte del Lazarillo es la segunda parte. Conviene no extralimitarse ni en un sentido ni en otro: el hecho de que sea el texto más afín y concordante con la primera parte no implica que el autor tenga que ser el mismo, pero tampoco que no pueda ser el mismo. La prudencia crítica sugiere la necesidad de considerar esta vía de análisis. En principio de todos estos análisis y cotejos sobresale una evidencia: el cotejo con los cuatro libros iniciales de la traducción de las Décadas de Tito Livio hecha por Enzinas es el texto más semejante lingüísticamente al texto del Lazarillo. Y un escolio efectuado sobre 27 unidades parece lo suficientemente significativo como darle cierta credibilidad. Al mismo tiempo, el cotejo con las obras de Hurtado de Mendoza, de Alfonso de Valdés, de Otálora y de Horozco apunta a que es muy difícil sostener cualquiera de estas cuatro atribuciones, que proceden de conjeturas. Queda en pie el problema de las notables coincidencias entre la primera y la segunda parte, que obligan a considerar la hipótesis de que su autor pueda o no ser el mismo que ha escrito también la primera, ambas partes igual de prohibidas por la Inquisición en su Índice de 1559. Y ambas partes inspiradas de forma muy evidente, por las obras de Luciano de Samósata, tanto en el caso de Lucio o el asno para la primera parte como en el de las Historias extraordinarias, en el caso de la segunda parte. A falta de poder rescatar el esencial Capítulo XV de la Segunda parte es difícil dilucidar ese problema. Del mismo modo que resultaría ingenuo hablar de los contenidos ideológicos y culturales del Lazarillo si nos tuviéramos que atener exclusivamente al texto amputado por la Inquisición en 1573. El único texto que se pudo leer en España y en la América hispana y que sirvió para atribuir la obra a Hurtado de Mendoza y a fray Juan de Ortega. Un texto des-ideologizado. La propuesta de atribución a Enzinas y sus implicaciones teóricas. La atribución del Lazarillo a Enzinas requiere una exploración crítica más detallada y metodológicamente más clara que la que elaboró Roland Labarre en su edición de 2009 y requiere también un planteamiento más consistente por parte de quienes han despachado la cuestión con la somera y displicente observación de que Enzinas es “autor de unas interesantes memorias escritas en latín’, sin tener en cuenta el hecho de que en una fecha como julio de 1546, encontramos en esas memorias el texto más virulento que se haya escrito sobre el negocio de la venta de las bulas en el reino de Toledo, desde una perspectiva afín o idéntica a la que encontramos en la primera parte del Lazarillo, en el célebre episodio censurado por la Inquisición. Independientemente de que se pueda o no probar que Enzinas sea el autor de la primera parte del Lazarillo, de la segunda, de ambas o de ninguna de las dos, la propuesta de Labarre debe someterse a un escrutinio crítico a partir de elementos objetivos, de procedimientos contrastables y de
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cotejos de su obra con la del resto de los autores propuestos para esta atribución. La primera etapa de esta indagación tiene que asumir que disponemos de un muy amplio material, tanto cultural como lingüístico, en lengua castellana: las traducciones hechas por Enzinas de la ingente obra de autores clásicos, tanto laicos (Luciano, Plutarco, Tito Livio y Cicerón, sobre todo) como de índole doctrinal (todo el Nuevo Testamento y no menos de seis libros del Antiguo, precisamente los libros que se mencionan al bies en el texto del Lazarillo). La evidencia documental de que a mediados de 1548 Enzinas está escribiendo un libro de creación en lengua castellana no implica que ese libro tenga que ser necesariamente la primera parte del Lazarillo pero tampoco permite alegrías críticas como la de sostener que, puesto que no está probado que ese libro sea el Lazarillo, hay que deducir de ello que no lo sea. A falta de ulterior documentación probatoria, que habría que buscar en el entorno editorial de Flandes (Stelsio, Laski y Birckmann, más bien que Nucio y Simón), pero también en el eje que une Colonia y Estrasburgo (es decir: Argentina, de su nombre clásico antiguo, Argentoratum). Enzinas cumple, como hemos visto, con una condición lingüística exigible para el autor de ambas partes del Lazarillo: estar utilizando, en torno a 1550, usos lingüísticos objetivos que concuerdan con los usos de ambas partes del Laza rillo; usos lingüísticos que restringen mucho el elenco de autores que los cumplen: en el caso de ambas partes de la obra, la restricción de uso de la adversativa ‘pero’ frente a su alternativa lingüística ‘mas’, en una proporción que entendemos como significativa a partir de porcentajes de uso superiores a la proporción 8/1, pero también usos muy específicos de alguna de las dos partes. En el caso de la segunda parte, el uso del vocablo ‘gurrea’ para el concepto ‘verdugo’, término que ya utilizaba, de forma repetida, Enzinas en su traducción del Nuevo testamento en 1543. El vocablo ‘gurrea’, afín al ‘bourreau’ francés, se localiza en autores del norte peninsular, en territorios cercanos a Francia (Navarra y País Vasco) y territorios aledaños a ellos, como el norte del reino de Castilla, de Burgos y Soria hacia la frontera francesa, sin olvidar las vinculaciones de Navarra con el Bearne francés, vía muy transitada por los buhoneros literarios que a mediados de siglos transportan literatura clandestina, no necesariamente religiosa. El descubrimiento de Barcarrota deja muy claro el peligro que conllevaba la frecuentación de este tipo de literatura crítica, tanto religiosa como laica. El escrutinio de las Relaciones históricas toledanas recogidas por Sebastián de Horozco evidencia, de forma inequívoca, la actividad constante de la Inquisición contra el pensamiento y divulgación de cualquier heterodoxia, tanto de perfil luterano como morisco o afín al pensamiento y práctica calvinistas, muy ampliamente difundido en Francia, sobre todo a partir de las prensas de Lyon, no muy alejado de Estrasburgo y Ginebra. Como es sabido, hay una relación muy directa y bien estudiada entre
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la difusión del pensamiento de la Reforma y la difusión de la imprenta. En el caso de la familia Brocar en Alcalá o de impresores alcalaínos como Miguel de Eguía, parece claro en el segundo cuarto del siglo XVI. En este sentido el que los únicos ejemplares españoles del Lazarillo que han sobrevivido se encuentren en el triángulo Alcalá, Medina, Burgos tiene una buena explicación sociológica, doctrinal y cultural en relación a los focos erasmistas y reformados (protestantes en sus distintas versiones) relacionados con el comercio de la lana en Medina, la difusión de libros de controversia doctrinal en Alcalá y la importancia de Burgos como eje comercial, religioso y cultural dentro del Camino Francés de peregrinaje a Santiago de Compostela. La reutilización de fórmulas típicas permite detectar usos lingüísticos que un autor dado (en este caso Enzinas) está utilizando en una época concreta. En el escueto prólogo que pone a su traducción de la maliciosa Historia verdadera (primera parte) de Luciano, reencontramos hasta cinco unidades significativas que coinciden con el texto del Lazarillo. El cotejo con los usos de un autor como Alfonso de Valdés, al que se ha presentado de forma insistente como autor del Lazarillo parece significativo. Llama la atención el que esos cinco usos aparezcan en un microtexto tan escueto como el prólogo puesto por Enzinas a su traducción (tan solo dos páginas) y que ninguna de esas cinco unidades se encuentre en ninguno de los dos muy amplios textos de Alfonso de Valdés (admitiendo que el Mercurio y Carón sea realmente de Alfonso y no de alguno de sus hermanos o de algún autor del ‘círculo de los Valdés’). Anoto el pasaje del prólogo en donde aparece ese uso y el número de veces que se usa esa fórmula en ambas partes del Lazarillo. 1) ‘al presente’. “infinitas cosas muy desaforadas y fabulosas, cuyos nombre al presente pondría por escrito si no tuviese por cierto”. ‘Al presente’ se usa en el texto para marcar el tiempo de la enunciación por parte del autor, que inmediatamente se convertirá en el narrador de la historia. La dicotomía ‘autor/ narrador’ es una función homóloga a la que existe entre el prólogo del Laza rillo y el comienzo de la historia. La expresión no la usa nunca Alfonso de Valdés y, en cambio, es un estilema clásico de Enzinas, repetido en el mismo texto de la Historia. Aparece 3 veces en la primera parte del Lazarillo y 7 en la continuación. 2) ‘artificio’. El autor, Luciano, hace notar su presencia textual en la frase “Cual (si no me engaño) juzgarán muchos hombres prudentes de esta mi escritura” (A2, verso), escritura donde habla de “nuevo argumento y graciosa invención”, lo que implica elaboración estética; tras esto se compara con Iámbulo que “dejó por escrito en sus libros muchas cosas increíbles, que se hallan y se
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fingen del mar Océano, pero con tal artificio ordenó sus mentiras que, con ser de todos conocidas por tales, era todavía tenida por muy suave la invención de su argumento” (A3). Como se ve, los conceptos ‘invención’ y ‘argumento’ son el centro del discurso narrativo y sustentan el concepto del artificio. En la primera parte del Lazarillo, Lázaro comenta, tras el castigo del ciego: “y reían mucho el artificio y decíanle: Castigaldo, castigaldo, que de Dios lo habréis” (2011: 19). Palabra que reaparece en el texto de la Historia, es común a otros diálogos traducidos por Enzinas y tampoco aparece en Alfonso de Valdés. 3) ‘nunca oídas ni vistas’. La expresión es muy reveladora. Francisco Rico, en su prólogo de 2011 la anota remitiendo a Horacio: («Carmina non prius audita…canto»), sin embargo en este pasaje de Odas, III, 1. 2–4, no se dice ‘nunca oídas ni vistas’, sino solamente ‘no oídas’. En el prólogo de Luciano la expresión no es casual, porque primero se alude a que “Ctesias, hijo de Cthesiaco, natural de Cnido escribió tales cosas… cuales ni él jamás las vio ni las oyó contar a otros” (A3). De ahí que, unas líneas más adelante, Luciano aluda a que lo que él va a contar son ‘muchas cosas fingidas… nunca oídas ni vistas (A3).’ La construcción ‘nunca oídas ni vistas’, traducida por Enzinas, reaparece al comienzo del Lazarillo y no se encuentra ni en Alfonso de Valdés, ni tampoco en ninguno de los autores propuestos para la atribución de esta obra, Hurtado de Mendoza, Arce de Otálora, Horozco o Juan Luis Vives. 4) ‘no sé qué’. Se trata de un uso popular, tanto en el griego de Luciano, como en el castellano de mediados del XVI. Tiene un matiz irónico de distanciamiento, hablando de Homero y su Ulises: “También finge no sé qué animales de muchas cabezas” (A3, verso). En El Lazarillo funciona para avalar el tono popular que usa Lázaro al señalar, sobre su vida marital que “malas lenguas, que nunca faltaron ni faltarán, no nos dejan vivir, diciendo no sé qué y sí sé qué de que ven a mi mujer irle a hacer la cama y darle de comer” (2011: 78). Rico anota aquí la reflexión lingüística de Juan de Valdés: “el no sé qué tiene gracia y muchas veces se dice a tiempo que significa mucho” (nota 6). La expresión reaparece en otras traducciones de Luciano hechas por Enzinas, pero tampoco se encuentra en la obra de Alfonso de Valdés. 5) ‘allende de esto/s’. Las variantes ortográficas son ‘Allende’, después de punto y ‘de esto/s’, con amalgama o contracción morfológica. En el prólogo tenemos la versión ‘Allende d’estos’ y en el relato ‘allende d’esto’ o ‘Allende desto’. La expresión la usa mucho Enzinas y se encuentra en las dos partes del Lazarillo. No está en Alfonso de Valdés. Esta microestructura de cinco unidades lingüísticas tiene valor indicial si se aplica a un cotejo restringido entre Enzinas y Alfonso de Valdés y sigue teniendo
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valor indicial completo en el cotejo con otros autores del múltiple elenco de aquellos a los que se les ha atribuido la obra. No demuestra que Enzinas sea el autor, pero sí demuestra que, por contraste con la mayor parte de los autores a los que la obra se le ha atribuido, Enzinas debe ser considerado un autor prioritario, en el que se da la identidad completa con ese elenco de cinco unidades estilísticas limitándonos a la traducción de un fragmento que abarca tan solo un par de páginas. Más o menos la extensión que tiene el prólogo del Lazarillo. El hecho de que esas cinco unidades aparezcan en un pasaje tan breve como ese prólogo y el hecho de que en el primer libro de la primera década ese prólogo sea fechable en 1550–1551 tiene relevancia, aunque solo sea parcial, y resulta significativo en el cotejo con autores concretos, como es el caso de Alfonso de Valdés. Se trata de índices de aplicación parcial que son significativos, aunque no afecten a todos los autores de la misma época de igual manera. Es significativo también el que ese elenco de unidades esté concentrado en un segmento muy escueto, no en una obra amplia, donde podrían encontrarse algunos dispersos. Es el caso de Arce de Otálora, autor de una obra de extensión amplísima y, además de ello, lector fiel de Luciano, que se encuentra mencionado de forma continua y explícita en muchos pasajes de sus Coloquios. En la indagación sobre los usos lingüísticos de Enzinas resulta imprescindible tomar en consideración la diferencia entre la fecha de redacción y la fecha de publicación de sus traducciones. En el caso del Nuevo Testamento la diferencia es mínima, ya que la publicación en 1543 es muy cercana a la redacción del texto, que ha de cifrarse en el año 1542, en el que Enzinas está en Wittenberg, alojado en casa de Felipe Melanchton. Caso distinto son las traducciones de distintas obras de Luciano, que muy probablemente proceden de ese mismo año, ya que Melanchton, en el plan de estudios que diseñó para el joven Enzinas, había insistido en este autor, lo que hace previsible que también sean de ese año las traducciones de sus textos, aunque su edición se acometiera entre 1550 y 1551, a la vuelta de su estancia en Cambridge, en el año en que Enzinas está trabajando con el impresor Augustin Fries (Frisius). Tenemos, entonces, unos textos procedentes de 1542, pero tal vez revisados hacia 1549–50, coincidiendo con su estancia en Cambridge, donde es previsible que reutilizara esos textos para la impartición de sus clases. Tal vez el perfil lingüístico más cercano al usus scribendi de Enzinas sean las traducciones de Tito Livio, autor muy solicitado por los lectores de la época. El análisis de detalle del porcentaje de usos en las adversativas ‘mas’ y ‘pero’ apunta a que el primer libro de la primera década es algo anterior a la revisión textual de los libros siguientes, en los que ya no se utiliza ‘pero’. Todo esto es importante para situar la indagación sobre el usus scribendi de Enzinas hacia 1550, más difícil de detectar que su práctica del período 1542–3, época de la
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que proceden las traducciones de Luciano. El conjunto de las cinco traducciones de diálogos de Luciano, más el pseudo-Luciano del “Amor fugitivo”, publicadas con falso pie de imprenta en Lyon, Sebastian Grypho nos ofrece un conjunto de características lingüísticas constantes que después reencontraremos en el texto de ambas partes del Lazarillo. Veamos: a) ‘fortunas/adversidades’. En el diálogo intitulado De amicicia (la traducción del Tóxaris lucianesco) encontramos varias veces el par ‘fortunas’/’adversidades’, tan conocido por los lectores del Lazarillo: «de qué manera son obligados los que son amigos a comunicar entre sí todas sus fortunas…y en hazerse con ellos participante de todas sus adversidades” (pp.VI-VIII). b) La perspectiva del relato del ‘caso’. La célebre perspectiva del narrador, sobre la que tanto ha insistido F. Rico, resulta un uso narrativo constante en Luciano y perfectamente transmitido por Enzinas en su traducción. No es cosa de transcribir la cantidad de veces que lo usa Enzinas en su traducción; bastará anotar la claridad con la que aparece en cuatro diálogos distintos: «Pues Arsacomas, vuelto a casa, cuenta a los amigos todo el caso» (XXXVII) y «después de averle contado todo el caso por orden como pasava» (CXVIII), «Mas antes, si estás de espacio, te quiero contar por orden todo el caso como pasa» (CXXII) y en la traducción del célebre Icaromenipo: «le declaré todo el caso muy por orden, començando desde el principio»(CXXXVIII). Este último ejemplo recuerda, de forma clara, el pasaje del prólogo del Lazarillo: “el caso muy por extenso… no tomarle por el medio, sino del principio”. Se trata de la conciencia de la perspectiva del relato, común a los narradores lucianescos y al autor del Lazarillo. c) ‘merced/buena ventura en topar conmigo’. Las ínfulas del escudero toledano se manifiestan ya en el primer momento de su encuentro con Lázaro: «Dios te ha hecho merced en topar comigo». Es la misma fórmula pretenciosa que usa Enzinas para traducir a Luciano en su Diálogo de Charon: «alguna buena ventura me ha hecho agora topar contigo» (LII). En la misma página, siete líneas más abajo, se usa otra fórmula conocida por los lectores del prólogo del Lazarillo: «como aquel que muy por estenso». Y un par de páginas después reencontramos otra de las palabras lazarillescas: los ‘cardenales’ o tolondrones que son el resultado del mal tratamiento: «el galardón deste beneficio serán buenos cardenales» (LIII). La secuencia “topar conmigo, muy por estenso, cardenales’ está en la traducción de Enzinas en un par de páginas. Conviene recordar que esta traducción es de 1550. La serie de léxico típicamente lazarillesco se completa con la alusión al ‘cornado’, moneda ínfima que el viajero debe pagar a Charón y que conocemos por el ‘cornado de trueco’
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del episodio del presuntuoso escudero toledano: «un solo cornado que pagan por el pasaje» (LXIX). La adaptación del óbolo al cornado es típica del estilo traductor de Enzinas, coincidente con el léxico usado tanto en el Lazarillo como en su continuación de Amberes. d) la longaniza. Como se sabe, el último episodio de la historia del ciego, antes de la calabazada del toro de Escalona, es el avatar de la longaniza, vocablo típicamente popular y una buena muestra del ‘estilo bajo’ del narrador. Enzinas lo utiliza para su traducción del diálogo El gallo, hablando de las fiestas saturnales: «cuando cozí la legumbre en las fiestas de Saturno, echando con ellas dos pedazos de longanizas» (LXXXVI). El pasaje se encuentre tan solo cuatro líneas más abajo de un uso de ‘a deshora’, otra de las marcas lingüísticas típicas del autor. e) El uso sistemático de ‘mas’ combinado con la ausencia de ‘pero’ y con el uso de ‘a deshora’. La traducción del poema atribuido (erróneamente) a Luciano, que se publica en el mismo volumen de los cinco diálogos se ha hecho seguramente en la misma fecha de la edición, en torno a 1550. El usus scribendi de Enzinas coincide con el que vemos en las traducciones de Tito Livio: 6 ejemplos de ‘mas’, ninguno de ‘pero’ y de nuevo el uso de la construcción ‘a deshora’ (que en las ediciones viene amalgamado como ‘adesora’: «No auras solo un veso de poco valor, Mas te daré lo que tu me pidieres (…) Mas es relumbrante y paresce un poco (…) Mas nunca hablara lo mismo que siente (…) Retiñe y penetra el alma adesora (…) El niño es pequeño, mas grand’en maldad (…) Mas echa muy largo las flechas que tira (…) Mas una me queda, que todos sus males». En la traducción de este breve poema narrativo (un total de tres hojas), encontramos 6 usos de ‘mas’ frente a ninguno de ‘pero’ y volvemos a reencontrar ‘a deshora’, constante en la traducción de todos los diálogos de Luciano. Esto apunta a que el usus scribendi de Enzinas en torno a 1550 incluye estas dos características que también están en ambas partes del Lazarillo. La documentación que hoy en día poseemos sobre Enzinas, procedente sobre todo de los trabajos de Ignacio García Pinilla, Jonathan Nelson y Jorge Bergua Cavero y la facilidad de acceso a su obra a través de las bases de datos permiten cotejar y verificar los usos lingüísticos característicos de Enzinas, constantes en sus traducciones, tanto de autores griegos y latinos, como de la Biblia. El hecho de que tanto el Lazarillo como su continuación coincidan con los últimos años de vida de Enzinas y con la publicación póstuma de su obra entre 1553 y 1554, obliga a tomar en consideración la hipótesis propuesta por Roland Labarre, retomándola desde unos planteamientos objetivos basados en la comparación de
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frecuencias de uso y en la consideración de la hipótesis de una posible atribución de ambas partes, no solo de la primera. La coincidencia ideológica y doctrinal de lo que la Inquisición achaca a ambos ‘lazarillos’ con el pensamiento de Enzinas, un esclarecido reformador, conlleva la revisión de los aspectos doctrinales que tienen que ver con la prohibición por el tribunal del Santo Oficio de ambas partes del Lazarillo y obliga a una metodología de investigación que tenga en cuenta tanto las implicaciones doctrinales como las características lingüísticas de la obra y, desde luego, la revisión crítica de la llamada ‘continuación de Amberes’ o ‘Lázaro de los atunes’. Y obliga también a abandonar prejuicios críticos que no pocos estudiosos de la obra han antepuesto al examen objetivo de ambas partes del ciclo lazarillesco. Sin asustarse ante la posibilidad de que la obra maestra de nuestra literatura del XVI y su inmediata continuación tuvieran una finalidad ideológica, y no meramente literaria, tal y como detectó esa Inquisición que no prohibía la circulación de libros en función de sus contenidos literarios, sino en función de su perfil heterodoxo. O, dicho de otro modo, de su evidente planteamiento crítico sobre el pensamiento emanado del Concilio de Trento. Hay, en todo caso, un problema de perspectiva crítica en lo que atañe al escrutinio de los planteamientos metodológicos que subyacen a la cuestión de la autoría, asunto que no parece baladí. Las distintas propuestas sobre la atribución de la obra se han hecho, todas ellas, sin excepción, a partir de elevar las creencias (no menos de cincuenta) a categoría de episteme, lo que aleja sus planteamientos de los parámetros habituales de la investigación para situarlos en el terreno de las creencias y de la confrontación de creencias apoyadas por supuestos argumentos de autoridad. El campo, por usar un término clásico explorado por Bourdieu, no ha sido delimitado con claridad y, de hecho, ni siquiera se ha planteado como base epistemológica y los supuestos debates han derivado, en algunos casos, en enfrentamientos personales carentes de sustancia en el terreno metodológico y de método analítico en el terreno práctico. De esta forma lo que debía plantearse como un entramado de problemas asociados a un marco ideológico (Literatura y Reforma) derivó en un entramado de querellas sin sustancia crítica ni delimitación de procedimientos de análisis y de criterios objetivos. El resultado práctico ha sido la acumulación de propuestas de autoría, confiadas en unos casos a la intuición individual y en otros al tejido o entramado profesional asociado a universidades concretas. La necesidad de un marco común de principios y parámetros en lo que atañe a la investigación sobre autorías dudosas exige el desbrozamiento de prácticas ajenas a lo que debe ser un marco teórico común capaz de eliminar perspectivas personales y de asentarse en principios generales contrastados, habituales en la práctica de las ciencias sociales, de las que el estudio de los hechos culturales es una parte central, lo cual exige prescindir
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de consideraciones personales y asumir principios críticos de carácter objetivo, tanto en el terreno de lo ecdótico como de los meramente crítico. Lo que obliga a prescindir de criterios subjetivos y personalistas y adoptar principios y parámetros aplicables al estudio e indagación de los problemas. Todo esto conlleva, de forma inequívoca, un cambio de paradigma en los planteamientos del debates general sobre la autoría, el marco de producción y difusión de los textos y el entorno ideológico y social del Lazarillo y su época. La ‘hipótesis Enzinas’ resulta coherente para situar el Lazarillo (sus dos partes) en el contexto ideológico y doctrinal de mediados de siglo y para entender las razones que llevan a la Inquisición a prohibir ambos textos lazarillescos. El espanto e inquietud que puede causar la atribución de la obra a Francisco de Enzinas debería dejar paso al análisis objetivo que establezca la persistencia de usos lingüísticos y estilísticos en las numerosas obras de Enzinas o de los escritores del círculo de Enzinas a mediados de siglo, especialmente Juan de Jarava. A falta de elementos documentales definitivos la ‘hipótesis Enzinas’ debe ser considerada como vía prioritaria para indagar la autoría de la obra y el entorno ideológico y doctrinal afín a la Reforma y a la popularidad de los escritos de Luciano a mediados de siglo parece la mejor vía para abordar los problemas críticos del texto original y de su continuación.
Los distintos significados del Lazarillo A la primera parte del Lazarillo se le han asignado distintos entramados significativos, tanto en el ámbito de lo narrativo como en la interpretación ideológica de la obra. En el ámbito de la crítica hispánica la corriente académica dominante ha venido imponiendo un pensamiento similar a lo que Daniel Goleman ha explicado como el ‘punto ciego’, un punto ciego que coincide con los postulados del Inquisidor Valdés: se excluye del ‘campo mental interpretativo’ la hipótesis de que la obra sea afín a la Reforma para concentrar el sistema de interpretaciones en un territorio ideológico afín al pensamiento reformador, pero siempre dentro de los límites de la ortodoxia. El análisis objetivo de la obra y la evidencia de las actuaciones doctrinales de la Inquisición no autorizan esta restricción interpretativa. Algo que para Ticknor resultaba evidente pasa a ser considerado por los ámbitos académicos hispanos como un tema tabú. Los casi tres siglos en que la obra original y su continuación ‘de Amberes’ estuvieron prohibidas o censuradas acabaron imponiendo un relato crítico del que se han excluido dos elementos centrales: la hipótesis de que la continuación de Amberes pueda ser obra del mismo autor que el Lazarillo original y la hipótesis complementaria de que ambas obras planteen un problema doctrinal relacionado con las ideas de la Reforma. El resultado, en lo que atañe al acervo crítico-interpretativo, ha
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sido una proliferación irremediable de posibles candidatos a la atribución de la obra y una desatención completa a los valores literarios de la segunda parte. La invalidez de estos planteamientos está avalada por la amplísima nómina de candidatos a la atribución de la obra y por la omisión del problema central, el de su significado principal, que la Inquisición parece haber tenido muy claro: la denuncia del descarado negocio de la venta de las bulas, en el que participaban las dos jerarquías sociales de la época: los poderes económicos y las distintas instancias religiosas. Se trata de uno de los significados de la obra y sin duda el significado principal si atendemos al aliciente ideológico y doctrinal que explica la intención con la que se escribe. En este sentido el Lazarillo sería una obra ‘de tesis’. Pero la intención de escritura es una cosa y la intención literaria es otra distinta. Aquí es donde hay que asumir la huella cultural y literaria de Luciano y el complejo marco cultural en el que la obra se inscribe. La crítica tradicional y sus derivaciones modernas (las que dicen lo mismo, pero con ropaje puesto al día) han insistido en situar la primera parte del Lazarillo en ámbitos ideológicos, doctrinales y culturales afines al erasmismo, lo que resulta difícilmente rebatible, pero que circunscribe la obra a un cobijo cultural tolerable para la percepción tradicional, cosa que la adscripción de la obra (de las dos obras) al ámbito de la Reforma resulta más difícil de asumir. Como en la fina fábula de Iriarte, hay que preguntarse si tantas vueltas y revueltas son o han sido de alguna utilidad. Sin duda, esta perspectiva crítica acotada doctrinalmente ha provocado la proliferación de propuestas de autoría y de aproximaciones interpretativas ajenas a la aplicación de filtros metodológicos. La evidencia de que la autoridad doctrinal, es decir, la Inquisición, decide prohibir el texto primero y amputarlo después, despojándolo de la parte doctrinal que lo subyace y que parece consustancial a la intención de su escritura tiene como consecuencia provocar una lectura y una hermenéutica ortodoxas, una postura muy ajena a lo que los contenidos del texto no expurgado nos proponen. Hay una clara intención ideológica y doctrinal en ambas partes del Lazarillo y esa intención es incompatible con la ortodoxia de Trento. Pero esa intención no afecta a la calidad estética y literaria de la obra; tan solo a su difusión y, sin duda, a su recepción crítica. A partir de estas consideraciones previas podemos asumir el análisis de los contenidos estéticos de un texto cuyas implicaciones ideológicas y doctrinales afectan a la intención comunicativa y al análisis de contenidos. Asumiendo estas consideraciones, la primera parte del Lazarillo se nos presenta como un relato ordenado temporalmente en unos preliminares y varias etapas, cuatro de ellas centrales (el ciego, el clérigo, el escudero y el buldero), y una conclusión no muy edificante. Texto abierto a una posible continuación, como en efecto tuvo. Es una cuestión abierta, pero hasta ahora tabú para la investigación, la identidad del
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autor de esta continuación, de la que en modo alguno se puede excluir que sea debida al mismo autor del texto original.
Elementos metodológicos para la recomposición del estema La conjetura de Foulché-Delbosc sobre la relación entre las ediciones de 1554 de Burgos, Alcalá y Amberes se sustentaba en una premisa arriesgada y difícil de demostrar: que las tres ediciones de 1554 hasta entonces conocidas constituían un corpus suficiente para deducir la forma del estema, a falta de la edición perdida que permitiría reconstruir la supuesta princeps. El descubrimiento de la edición de Medina del Campo que, al igual que la edición de Alcalá, contiene un colofón que permite fecharla, obliga a revisar el estema y demuestra la dependencia de la edición de Burgos de la de Alcalá de forma inequívoca. Como consecuencia de ello resulta necesario revisar las dependencias entre los ejemplares conocidos y obliga a tener en cuenta más textos para aclarar las relaciones entre los distintos elementos configuradores del estema. Esencialmente obliga a dirimir las variantes introducidas por la edición censurada por la Inquisición en 1573 (Velasco) y las líneas de transmisión de las ediciones de 1599 (Madrid, Zaragoza, Barcelona). El hecho de que la edición de Luys Sánchez de Madrid 1599 se reimprima en Valladolid 1603 por el propio Luys Sánchez, incluyendo una fe de erratas se une a la evidencia documental de que estas dos ediciones de Sánchez divergen de las otras dos ediciones castigadas de 1599, la de Pérez de Valdivielso en Zaragoza y la de Gerónimo Margarit en Barcelona. El cotejo de esas divergencias demuestra que Sánchez está asumiendo los cortes editoriales impuestos por la Inquisición en 1573, pero su texto no procede de la edición de Velasco, sino de un texto anterior. Y de un texto que está relacionado con las variantes de la edición de 1553 que ha servido para la edición de Aribau en la BAE. Por lo tanto, para el establecimiento del estema es necesario tener en cuenta las dos ediciones de Sánchez, tanto la de Madrid 1599 como la de Valladolid 1603; es innecesario, en cambio, incluir las de Zaragoza y Barcelona, que derivan directamente de Velasco. Y es necesario, también, hacer escrutinio de las distintas traducciones francesas, italianas y holandesas, que permiten verificar de dónde proceden las variantes que delatan su filiación. La edición de Luys Sánchez comparte errores conjuntivos con la edición seguida por Aribau. Hay varios ejemplos determinantes que lo demuestran; uno de ellos aparece ya en el Prólogo del autor a un amigo suyo. La edición Sánchez, a diferencia de las demás castigadas contiene la siguiente lección alternativa: “romper ni echar a mal, si muy detestablemente no lo fuesse”, donde las demás ediciones, tanto las castigadas como todas las de 1554, leen “si muy detestable no fuese”.
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Sucede que en la edición de Aribau, que alterna lecciones de 1553 y de 1554, se anota a pie de página la variante “si muy detestablemente no lo fuese”, frente a la elección “si muy detestable no fuesse”, que corresponde a Amberes 1554, preferida aquí por Aribau. En principio esta coincidencia entre Sánchez y la variante anotada por Aribau se podría justificar y explicar como una derivación directa de la edición de 1553. Hay otra variante similar en donde Aribau y Sánchez coinciden, que es la omisión de “porque mi boca era medida” en el episodio final. Esto garantiza la filiación entre ambas ediciones, la de Amberes 1553 y las de Sánchez (Madrid y Valladolid), pero no garantiza necesariamente que ambas deriven de una fuente común anterior, por ejemplo una edición anterior a ambas. Para ello habría que demostrar que en las ediciones de Sánchez encontramos variantes ajenas a las lecciones de la edición Aribau y que estén avaladas por Velasco o por las ediciones de 1554. Hay suficientes ejemplos de esto. Me limitaré a dos que parecen suficientemente significativos: en la edición Aribau encontramos la siguiente reflexión del narrador sobre su relación con el ciego: “me holgaba de quebrarme a mí un ojo por quebrarlos al que ninguno tenía”. En este caso Aribau vuelve a omitir anotar la variante de 1554 coincidente con Velasco (quebrar dos). Pues bien, esta es la variante (quebrarlos) que aparece también en Sánchez 1599 y 1603. Hay otras variante en la que vuelven a coincidir Aribau y Sánchez es en ‘el graciosísimo ciego’ frente a ‘el sagacísimo ciego’ en donde coinciden Velasco y las ediciones de 1554 y en donde, de nuevo, Aribau evidencia que está siguiendo como texto de base la edición de 1553, ya que omite anotar la variante de Amberes 1554. En este caso es reveladora, ya que se trata de una omisión de línea: “porque mi boca era medida”, que aparece en todas las ediciones salvo en Aribau y en Sánchez. Otro ejemplo que demuestra que Sánchez no procede de la misma edición que está siguiendo Aribau es la variación ‘larga y afilada’, en Aribau frente a ‘luenga y afilada’ en Sánchez, salvo que se sostenga una explicación ‘ad hoc’ pretextando que podría tratarse de una enmienda de Aribau al texto de 1553. Esta explicación ‘ad hoc’ choca con la evidencia de que Aribau pone nota, señalado la variante ‘luenga’ en el texto alternativo que maneja, que es el de Amberes 1554. Está claro que el texto de 1553 lee ‘larga y afilada’. Mayor interés ecdótico tiene una variación que afecta a un problema central, en donde las divergencias críticas son notorias entre las dos líneas críticas opuestas, que oponen a Cavaliere, Blecua y Rico con Caso y Ruffinatto: la que afecta al pasaje que opone la lección de Sánchez (roçauamos a costa agena) a la de Velasco (roçamos a costa agena) y ambas a las de las ediciones de 1554 (roçauamos, Alcalá; rezamos, Medina, Burgos, Amberes). Como se ve, Sánchez coincide aquí con Alcalá, tanto en el uso del imperfecto como en la variante argótica ‘roçar’, frente a la lectio facilior ‘rezar’. El texto de Aribau dice ‘rezábamos’, coincidente en el uso
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del imperfecto con Sánchez y Alcalá, pero prefiriendo ‘rezar’ a ‘roçar’. La explicación natural es que el original (lectio difficilior) decía ‘roçauamos’, en donde coinciden dos líneas de diferente filiación y, con omisión de au- interna, coincide también Velasco, frente a la lectio facilior que modifica ‘roçar’ en ‘rezar’. No parece un asunto banal que el texto de Alcalá coincida aquí con Sánchez y con Velasco, lo que evidencia que el uso argótico de ‘roçar’ se entendía perfectamente. Según esto, entiendo que en el siglo XIX Aribau está enmendando el texto al no entender ese uso argótico y modifica en ‘rezar’, según el texto de Amberes 1554. Con la particularidad de que no anota la probable variante de 1553, como es su práctica habitual a partir del episodio del clérigo. En cualquier caso hay un pasaje definitivo para sostener que el texto editado por Luys Sánchez no puede proceder del mismo texto de Amberes 1553 que maneja Aribau. Se trata de la variante que opone el texto de Sánchez a todos los demás textos, incluyendo el de Aribau. Este es el texto de Sánchez: «quando no me cato, veo cantidad de panes dentro del arcaz». Todos los demás textos, incluyendo a Aribau, coinciden en: «quando no me cato, veo en figura de panes (como dizen) la cara de Dios dentro del arcaz». La única explicación natural para esta variante es que Sánchez esté leyendo un ejemplar con omisión de la secuencia en figura de panes (como dizen) la cara de Dios, y ante esa omisión haya introducido el sintagma “cantidad de panes” para rescatar el sentido del pasaje. Asumiendo la posibilidad de otra explicación alternativa, la discrepancia entre Sánchez y todos los demás editores demuestra que no está siguiendo el mismo texto que edita Aribau, sino un texto procedente de la misma familia de transmisión, pero con ese error específico. Conforme a los procedimientos de análisis habituales en los casos de divergencias de variantes, la secuencia “en figura de panes (como dizen) la cara de Dios” corresponde a una secuencia de 36 grafemas, más 8 blancos entre palabras. Si asumimos que cada blanco equivale a medio cuadratín, y que los grafemas {f,i,i,l,r,i} implican también el uso de medios cuadratines tenemos que los 8 blancos valen 4 cuadratines, lo que hace un total de 40 cuadratines para la secuencia entera. Esto corresponde muy aproximadamente a una línea completa de una edición en octavo mayor. La hipótesis más sencilla para explicar esta anomalía de la edición Sánchez respecto al texto de Aribau consiste en asumir una omisión de línea en la edición intermedia entre la edición de la que deriva Aribau y la edición Sánchez 1599. Y volvemos a encontrar otro ejemplo similar en la omisión de la secuencia «porque ya la caridad se subió al cielo», común a Aribau y a Velasco, pero omitido en Sánchez. En este caso son 31 grafemas, más 7 cuadratines o medios cuadratines de separación en un segmento que consta de 7 letras de medio cuadratín:{r, l, i, i, l, i, l} lo que hace una extensión similar en la línea. En este caso la omisión no produce ningún tipo de anacoluto, lo que hace
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innecesaria una intervención editorial paliativa. Es innecesario recurrir a hipotéticos ‘hechos de censura’ en este tipo de omisiones que coinciden con la extensión de una línea en formato octavo. El análisis y el cotejo de variantes apunta a que la edición de 1553 procede de una edición anterior (tal vez de 1552) que contiene esas líneas faltantes, mientras que la edición Sánchez proviene de un intermedia entre la fuente de la de Aribau y la edición Sánchez. Es decir: el sintagma ‘cantidad de panes’ en las ediciones Sánchez se explica como una intervención de Sánchez-Berrillo 1599 para paliar el anacoluto producido por la omisión de esa línea. Según esto, la edición de la que proviene Sánchez debe ser una edición intermedia entre la fuente original de Aribau (Amberes 1553) y la edición de la que deriva la de Sánchez. El último punto de interés ecdótico es la notable variante que encontramos en Sánchez, coincidente con Velasco y opuesto a Aribau y a las ediciones de 1554: se refiere a las mozas del río Tajo, que para Velasco y Sánchez son ‘astutas’ y para Aribau y las ediciones de 1554 son ‘instituidas’. Aribau no pone nota a pie de página, lo que estorba el análisis, porque no permite saber si está siguiendo la edición de Amberes 1554 frente a un teórico ‘astutas’ de 1553, coincidente con Velasco y Sánchez. Ambas lecciones son asumibles, pero la lección de Aribau resulta aquí sospechosa; ya hemos señalado que a partir del episodio del clérigo la edición de Aribau omite en muchos casos la anotación de variantes. Más llamativa es la omisión en la edición de Sánchez de un párrafo de mediana extensión, poco antes de terminar el episodio del escudero. El párrafo omitido es el siguiente, que sí está en Velasco y las casti gadas que derivan de él: «Creo yo que el pecador alfamar pagara por todos, y bien se empleaba, pues el tiempo que había de reposar y descansar de los trabajos pasados se andaba alquilando». No parece que este pasaje plantee problemas de heterodoxia y tampoco se puede sostener una omisión involuntaria por distracción ni una omisión voluntaria por razones doctrinales. La única explicación aceptable tiene que ver con su posición en la página: la omisión consciente por parte del editor permite cuadrar el final del texto ‘en copa’ empezando el episodio final (tras la censurada historia del buldero) en la página 291. Sería una omisión editorial voluntaria, ajena a los avatares de la transmisión habitual y explicable por aprovechamiento de página final del capítulo. La explicación es muy sencilla y tiene que ver con la disposición en copa del final de los capítulos, que en Sánchez, en este caso, es así: no fuesse assi, mas que mi amo me dexas se, y huyesse de mi.
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Dado que esta ‘copa’ termina casi al final de la página y que el capítulo siguiente abre el recto de la página 291, con ilustración del arcipreste y Lázaro y título del capítulo también en copa, la omisión en la página 290 verso se explica por razones editoriales: se ha suprimido ese extenso pasaje (29 palabras, entre ellas ocho trisílabos y cuatro tetrasílabos) porque, de haberlo mantenido, habría hecho entrar la copa en la página 291 recto, causando un evidente desastre visual. La omisión no se debe a razones doctrinales ni a omisión involuntaria por error, sino a la adaptación estética al formato editorial de la edición en dozavo con ilustraciones y titulillos. La siguiente omisión de la edición Sánchez respecto a Aribau y Velasco es: «con poner en la ganancia buen recaudo», donde volvemos a encontrar un total de 31 letras más 6 espacios entre letras. De ellas, hay 3 (l, i, r) que corresponden a medios cuadratines, con lo que estamos en torno a 35 emes. La visualización y comparación de estas cuatro omisiones resulta ilustrativa, especialmente si se asume la costumbre del esponjamiento habitual en los impresores, que ajustan las líneas usando medios cuadratines, cuadratines o cuadratines dobles o amalgaman palabras: con poner en la ganancia buen recaudo por que ya la caridad se subió al cielo en figura de panes (como digo) la cara de dios
Esta costumbre de amalgamar palabras eliminando cuadratines o medios cuadratines es habitual en la época; bastará con mostrar ejemplos del propio Sánchez, en dozavo; valen los siguientes en las páginas 292 recto y 241 recto: groso, mayormente que vna noche nos corrieron a pedradas, y a palos, vnos remehizo,afirmelo mas, y fue go: Lázaro, esta agua es
Así pues, asumiendo las prácticas habituales de los componedores de línea, las omisiones anteriormente descritas se explican como pérdidas de línea en el proceso de edición. En el caso de la línea perdida porque mi boca era medida hay que asumir que se trata de una línea en página de edición en octavo donde se usa una parte de la línea para distribuir titulillos exentos, práctica muy frecuente en las ediciones de la época, sin descartar la posibilidad de que se trate de una edición en dozavo sin titulillos exentos. A cambio, la edición de Velasco, al no tener ningún tipo de ilustración interior, pero sí división en capítulos distintos (pero no en ‘tractados’) usa la disposición ‘en copa’ de los títulos de capítulos y de los finales, además de usar, como también hace Sánchez, letras capitulares de mayor tamaño que el resto para algunos comienzos de párrafo. Es el caso de la capitular
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D, para ‘Despedido del capellán’, que ocupa cuatro emes de las dos líneas donde se usa. Todos estos aspectos editoriales son importantes para explicar las variantes que pueden producirse en los casos de líneas omitidas por razones típicas en el proceso de impresión. El estema parcial se puede construir asumiendo que existe una edición en torno a 1552 que no puede ser la princeps, ya que las dos ramas que parten de ella contienen el mismo error: la omisión de porque mi boca era medida y de porque ya la caridad se subió al cielo. Sería la primera rama desviante de la prin ceps de 1550. El estema obtenido es compatible con la propuesta de José Caso (Anejos BRAE 1967) y compatible también con el estema propuesto por Ruffinatto en 2000. Asumiendo que las ediciones de Alcalá 1554 y Medina del Campo 1554 implican una edición anterior, esa edición debería situarse en 1553 y muy probablemente en la imprenta de Juan de Brocar, pero esta edición (la princeps española, según expresión de Ruffinatto) no puede entroncar directamente con la rama de la que derivan Amberes 1552 y Velasco. Sostenemos, en función de este análisis, que la edición expurgada de Velasco 1573 está hecho a partir de la princeps de 1550 y que, una vez asumidos los cortes inquisitoriales de Velasco y Hurtado de Mendoza, la vía para rescatar el texto original debe priorizar el texto común a Velasco y el texto fuente de Aribau y Sánchez frente a las derivaciones tardías de las ediciones de 1554. El análisis de las variantes editoriales de 1554 apunta a que la fuente común a todas las ediciones de 1554 es ya un texto tardío (probablemente Brocar 1553) impreso en formato octavo y tal vez sin ilustraciones (Alcalá y Amberes no contienen ilustraciones interiores). Según esta hipótesis el formato octavo mayor seguido por Medina del Campo apunta a ser el primer formato editorial en donde se usan ilustraciones interiores, admitiendo la posibilidad de que eso también suceda en la edición fuente de Medina del Campo, tal vez la hipotética de Brocar 1553 anterior a Salzedo. Como conclusión de este excursus sobre los avatares de la transmisión editorial y la importancia de los procesos y procedimientos de paginación y de distribución de línea, parece obvio que hay que descartar de forma rotunda la conjetura propuesta en 1901 por Foulché-Delbosc y aceptada (para mayores sin reparos) por Cavaliere, Blecua y Rico; como consecuencia natural, conviene orientar la investigación a partir de la propuesta clásica de José Caso, con los ajustes necesarios introducidos por Ruffinatto, ahondando en el escrutinio de dos líneas de transmisión que se han desdeñado sin motivo: las traducciones al francés, neerlandés e italiano y la transmisión por la vía aragonesa, lo que implica el rastreo de las ediciones castigadas de Zaragoza, Lérida, Tarragona, Barcelona y Valencia. Esto implica la exploración del tercer nivel de transmisión, el elenco de ediciones, tanto peninsulares como foráneas, que aceptan la imposición inquisitorial
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de suprimir pasajes controvertidos, pero que, como hemos visto en las ediciones de Luys Sánchez, no están censurando a partir del texto fijado por Velasco, sino de un texto previo o posterior a él que registra y revela estratos textuales entroncados con ediciones perdidas, que pueden provenir tanto de algún texto anterior a 1554 (como es el caso de Aribau) como de posibles textos ‘desviantes’ respecto a la ortodoxia dictada por la intervención de Velasco y Hurtado de Mendoza. Resultaría muy reductor sostener que a lo largo del cuarto de siglo que separa la edición de 1595 y la edición de 1620 a cargo de Juan de Luna todos los textos ‘europeos’ carecen de valor ecdótico.
La importancia de las traducciones francesas, holandesas y alemanas La insistencia en ceñirse a las ediciones de 1554 para proponer un estema que dé cuenta de la transmisión conduce a un callejón sin salida crítico como evidencia el cotejo de las propuestas de J. Cañas, F. Carrasco, A. Blecua y F. Rico.339 Para salir de este embrollo crítico es necesario cotejar las ediciones de3 1554 (todas ellas tardías) con las líneas de transmisión no solo de la edición Aribau y de las distintas variantes de las castigadas posteriores a 1573; es necesario tomar en consideración las traducciones al francés, al neerlandés y al alemán, todas ellas anteriores al desperfecto causado por la aparición de la segunda parte a cargo de Juan de Luna, escrita, como hemos dicho, en contra de la auténtica segunda parte de Amberes. El mero análisis y cotejo de varios pasajes revela de forma inequívoca la deturpación textual provocada por las ediciones de 1554, independientemente de cuál sea el planteamiento crítico sobre las derivaciones textuales de esas ediciones entre sí. El primer pasaje revelador es el que opone la lección de las ediciones de 1554 a la lección conjunta de Velasco, Sánchez y Aribau, que es el que siguen los traductores europeos. El texto de 1554, según la ortografía de la edición de Medina del Campo, es el que sigue: «Mas no avia piedra yman que assi traxesse asi: como yo con una paja larga de Centeno: que para aquel menester tenia hecha»
339 En la página 200 de la edición de F. Rico del año 2011 se comparan los estemas propuestos por Cañas, Carrasco y Blecua y se incluye también un recorte ‘ad hoc’ del estema propuesto por Ruffinatto, recorte del que se eliminan las distintas derivaciones a partir de 1550, lo que falsea la propuesta de Ruffinatto, amén de omitir el estema propuesto por J. Caso.
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El texto alternativo de Aribau, Velasco y Sánchez es el siguiente: «mas no había piedra imán que trajese a si el hierro, como yo el vino con una paja larga de centeno, que para aquel menester tenía hecha» (grafía de la edición Aribau)
A partir de aquí es muy fácil detectar de dónde proceden las traducciones. La primera de ellas, la francesa de Jean Saugrain (por cierto, hugonote de pro) deja muy claro de dónde proviene: «Neautmoins onques la pierre aymant n’eut telle grace, à attirer le fer à soy comme ie fausoye ce povre vin à moy» (Saugrain, 1560)
Dado que el traductor340 de la edición de Saugrain traduce 14 años antes de la edición castigada de Velasco difícilmente se le pueden atribuir dotes de clarividencia; parece más fácil admitir que está traduciendo a partir de una edición relacionada con la línea Velasco-Sánchez, pero anterior a 1560. Y las traducciones neerlandesa y alemana traducen también a partir de una edición que contiene el texto del pasaje íntegro, sin los errores comunes a todas las ediciones de 1554: «Niettemin den Aimant oft Seylsteen en hadde noyt so goeden gracie varit yser tot hem te trecken/als ick dede diet leckeren wijn tot my waerts met een lange stry pijpe» (Delft 1609) «Der Magnetstejn hat aber kein so starcke eigenschafft das eysen an sich zuzichen als gross ich ein begierd und lust hatte mein hurgel mit dem mein zubefeuchten unnds clemselben mit einem serohalm» (traducción alemana 1617)
Todas estas traducciones son anteriores a la aparición de la segunda parte cometida por Juan de Luna y por ello avalan que el texto completo del pasaje es el texto común a Velasco, Aribau y Sánchez. Pero hay una particularidad más que requiere atención. Lo que diferencia las ediciones de Aribau y Sánchez de la de Velasco es que las dos primera arrastran una omisión común: se saltan la línea ‘porque mi boca era medida’ en el episodio final del capellán, tras la historia del buldero. Pues bien, la traducción de Saugrain sí contiene la traducción de ese pasaje: «j’avais tout à mesure de ma bouche». Nótese que no es la única traducción posible para este pasaje: la traducción de Louis Viardot, ya en el siglo XIX, nos ofrece una variante muy talentosa: “à bouche que-veux-tu”. Bastaría con el análisis y cotejo de todas estas traducciones para dejar clara la pertinencia de incluir las traducciones europeas dentro del planteamiento estemático. No me parece necesario detallar todas y cada una de las variantes significativas que 340 El traductor responde a las iniciales J.G. de L, lo que apunta hacia Jean Garnier de Lavalle.
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demuestran la superioridad de la línea Velasco-Aribau-Sánchez para la fijación del texto, frente a la arriesgada conjetura introducida por Foulché-Delbosc y seguida por Cavaliere, Rico y Blecua. Sí, en cambio, parece importante ahondar en las filiaciones de las traducciones europeas, que parecen tener como eje la traducción francesa de Saugrain, que incorpora al texto del Lazarillo el primer capítulo de la segunda parte ‘de Amberes’. Esto plantea el problema de establecer con claridad la fuente de esa traducción francesa y determinar si deriva de la línea A (omisión de ‘porque mi boca era medida’), de la línea B (texto fuente de Velasco antes de los truncamientos) o de la línea C, común a las ediciones de Salzedo, Medina, Nucio y Junta). Probablemente el factor que ha contribuido a enredar el análisis del problema de la traducción francesa es el hecho de que incluya el capítulo inicial de la segunda parte, el “episodio de los tudescos”, lo que ha orientado la investigación hacia los años posteriores a 1555 y en consecuencia, a desatender la hipótesis de que el texto fuente de Saugrain pueda ser una edición cercana a 1553. Sin embargo, las variaciones de las dos ediciones conocidas de la segunda parte, Nucio y Simón, apuntan a que la princeps de esa segunda parte ha de ser necesariamente de una fecha en torno a 1553 y que el texto sobre el que Saugrain hace su traducción es de una fecha muy cercana. En cualquier caso, la traducción de Saugrain está relacionada con la línea de transmisión C, pero a partir de un texto anterior a las ediciones de 1554. No puede derivar de la edición de Salzedo (Alcalá 1553), porque el episodio del fraile de la Merced (Nostre Dame de Grâce) menciona explícitamente la orden, que en la edición de Salzedo se omite. Tampoco está relacionado con Medina del Campo ni con Burgos, ya que en los pasajes donde hay discrepancia textual de estas dos ediciones con Amberes 54, sigue siempre la lección de Martín Nucio. Sin embargo, el texto que traduce la edición Saugrain es un texto anterior a las ediciones de 1554, lo cual se demuestra porque el episodio de la piedra imán está completo, a diferencia de lo que pasa con todas las ediciones de 1554. Este es el pasaje según la traducción Saugrain: «Neantmoins onques la pierre aymant n’eut telle grâce, à attirer le fer à soy comme le faisoye ce povre vin à moy avec un long tuyau»
Este pasaje solo puede haberse traducido a partir de la misma edición que conocemos a través del texto castigado por la Inquisición, solo que la traducción de Saugrain es unos quince años anterior a la edición de Velasco y Hurtado de Mendoza. Por otra parte, la traducción Saugrain sí contiene la frase “j’avais tout à mesure de ma bouche”, lo que descarta que esté siguiendo una edición de la línea A, que omite esto. Se trata, pues, de una edición anterior a 1554, entroncada con la de Martín Nucio pero anterior a ella y que, para más detalles, no está divida
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en ‘tractados’. Por otra parte, la frase final de Lázaro al terminar el episodio del ciego incluye la repetición del verbo: “sentez, sentez”, lo que corresponde a ‘ole, ole’, y no a la lección de Nucio 54, que solo tiene una exclamación, frente a las dos comunes a todos los demás textos. Como complemento, la discrepancia textual entre ‘cojed/cosed’ en el relato del ciego (‘cueillez telle herbe, prenez telle racine’) la entronca con la variante de Alcalá frente a ‘cosed’ (Burgos y Amberes). Además de ello, la elección ‘contreminoye’ apunta a que lee a partir de un texto que tiene ‘contraminaba’ y no ‘contaminaba’. Por último, y sin salir de este episodio inicial del ciego, la traducción «en me crevant un œil pour crever les deux à celuy qui n’en avoit point» sitúa el texto fuente de la traducción Saugrain en una edición procedente de la línea de transmisión C y anterior a las cuatro ediciones de 1554 que conocemos. La hipótesis más económica es que el traductor está siguiendo un texto de 1553 en una fase anterior a las deturpaciones comunes de los textos de 1554. No es pensable que el traductor esté utilizando varias ediciones de 1554 y se desvíe de todas ellas en varios casos para coincidir con las soluciones que coinciden con el texto de Velasco. El hecho de que, conforme a los análisis de Ferrer-Chivite para su edición de la segunda parte haya que admitir, como mínimo, tres ediciones anteriores, todas ellas en Amberes (tanto Simón como Nucio) para explicar las variantes de esa segunda parte, avala la evidencia de que en 1553 ya existía al menos una edición de la segunda parte, probablemente en Amberes, al menos, en territorio afín a la Reforma. Dado que la línea de transmisión A (Amberes 1553, con omisión de ‘porque mi boca era medida’) implica una edición anterior (¿1552–3?) que comparte esa omisión con las ediciones de Luys Sánchez y derivadas, las evidencias textuales concluyen que la traducción francesa está hecha a partir de un texto de 1552 o de 1553. No cambia nada la conjetura ‘ad hoc’ de que se pueda postular una edición del período 1553–1559 que reproduzca todas esas variantes, porque la fuente de esa edición ‘ad hoc’ sigue siendo un texto anterior y de las mismas características. Lo cual demuestra la absoluta necesidad de tomar en consideración la transmisión de las traducciones del Lazarillo, tanto al francés como al neerlandés y al alemán y la revisión de la traducción francesa impresa por Saugrain en 1560, asumiendo que su texto de partida puede situarse en cualquier año entre 1552 y 1559.
Las traducciones de Luciano hechas por Enzinas y por Jarava Tanto Juan de Jarava (1546) como Francisco de Enzinas (1551) traducen la misma obra de Luciano de Samósata, el justamente célebre Ícaromenipo. Ya hemos señalado anteriormente que el índice de uso del par mínimo ‘mas/pero’ permite hacer escrutinio de estilo de los autores de la época. En este sentido,
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la traducción del Icaromenipo hecha por Juan de Jarava guarda una interesante sorpresa: en ella se usa 44 veces ‘mas’ y tan solo 4 la adversativa ‘pero’, lo cual es un índice muy compatible con el de ambas partes del Lazarillo. A partir de esta constatación estadística se puede indagar sobre la mayor o menos coincidencia de léxico de ambas traducciones respecto a usos de la primera parte del Lazarillo y, naturalmente, también de la continuación de Amberes. En este caso nos limitaremos a un elenco de coincidencias relativo a la primera parte. 1) ‘De manera que’. Es la expresión con la que comienza la obra en la traducción de Enzinas: «Demanera que ay tres mil Estadios» (CXX), frente a la elección de Jarava: «Avía pues tres mil estadios». Se trata de una elección pertinente como rasgo para identificar al posible autor de cualquiera de las dos partes del Lazarillo. En la primera parte se usa hasta 9 veces, ya desde el primer párrafo: «de manera que con verdad me puedo dezir nacido en el río». En la segunda parte abunda también este uso: cinco veces. En la traducción de Enzinas se repite: «demanera que, jmitando el exemplo de los Pheniçes»; en esos pasajes, Jarava usa ‘luego’ o ‘pues’: «Avia pues tres mil parasangas» y «avras luego señalado como hazen los Pheniçes». Se entiende que un uso que reaparece hasta 9 veces (n>e2) resulta significativo por su frecuencia. 2) ‘hágote saber’. La expresión, con cierto aire de pompa, la usa el escudero en un pasaje célebre en el que disimula ante Lázaro su penuria: «hago te saber que hasta la noche me estoy assi». La fórmula la usa Enzinas en su traducción de Luciano, en las dos posibilidades: «hago te saber que por esto yo me huelgo» (.CXXI) y «Porque te hago saber que estoy comigo recapitulando» (CXX). La traducción de Jarava, en cambio, escoge «porque yo cuento y traigo a la memoria». Ya ha señalado Jorge Bergua que Enzinas no traduce literalmente, sino que adapta el texto a su propio estilo, del que una muestra es este «hágote saber» y su variante «te hago saber», que volvemos a encontrar en otras traducciones de Luciano hechas por Enzinas. Se trata de una fórmula que no usan nunca ni Alfonso de Valdés ni tampoco Hurtado de Mendoza, ni en sus obras de creación ni en sus epistolarios. 3) ‘No por cierto’. La expresión es coloquial y la encontramos ya en el prólogo del Lazarillo, contestando a la pregunta retórica sobre el soldado que es ‘primero del escala’ y se pone al peligro: «no por cierto, mas el deseo de alabança le haze ponerse al peligro». La expresión vale por ‘desde luego que no’, con un tono coloquial muy claro. En su traducción del Ícaromenipo Enzinas lo usa con el mismo valor estilístico: «No por çierto, porque aquel Ícaro» (CXXII). En la traducción de Jarava: «No tenía miedo ninguno, porque Ícaro». Nótese
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que el estilo de Enzinas apunta al uso enfático que Jarava prefiere dar por medio de la duplicación ‘no…ninguno’. 4) ‘a deshora’. Para el mismo pasaje en que Enzinas usa la expresión ‘adesora’, Jarava traduce como ‘súbitamente’: en la traducción de Enzinas «buelto adesora Lynçe» (CXXX) y en la traducción de Jarava «subitamente fuesses tornado como un Lynçe». Como ya hemos visto ‘a deshora’ o ‘adesora’ es un uso repetido tanto en la primera parte como en la segunda del Lazarillo. Uno más de los numerosos indicios que apoyan la atribución de ambas partes al mismo autor. 5) ‘al presente’. La fórmula es constante en ambas partes del Lazarillo (3 veces en la primera parte y 7 en la segunda) y aparece ya desde el episodio inicial, antes de la aparición del ciego: «a los que al presente bivían en el mesón de la Solana». El mismo pasaje de Luciano, donde aparece dos veces la fórmula, Enzinas lo traduce como «soi venido al presente a ti» y más adelante «porque al presente me paresco estar demasiadamente ciego.» La traducción de Jarava para esos pasajes es con ‘agora’: «Vengo agora a ti» y «porque agora no me parece sino que estoy lleno de legaña». Como se ve, el estilo de traductor de Enzinas es muy libre y se ajustó más a su modus scribendi que a la fidelidad textual que respeta Jarava. El CORDE no registra ningún ejemplo de uso en Alfonso de Valdés de la fórmula ‘al presente’. 6) ‘luengo/a’. Es difícil de olvidar la célebre descripción de la nariz del ciego «luenga y afilada». Se trata de un adjetivo habitual en las traducciones de Luciano hechas por Enzinas. Hasta tal punto que en un breve párrafo lo encontramos dos veces: «es muy luengo sueño este que me cuentas, pues que sin saberlo has dormido tantas y tan luengas Parasangas». La traducción de Jarava es muy distinta: «vn grande sueño, porque yo creo que las parasangas que dizes que has pasado a seydo que tu sin sentir soñabas que las pasavas». Como se ve, donde Enzinas usa por dos veces el adjetivo ‘luengo/a’, Jarava usa ‘grande’ o bien lo omite. 7) ‘tener cargo de’. La variante tiene valor ecdótico porque el mismo pasaje que Enzinas traduce como «los Dioses tenían cargo de gobernar y administrar» (CXXVII) en la traducción de Jarava es «tenían cuydado de». La diferencia de uso es relevante para el Lazarillo, porque aparece ya al comienzo, en el relato inicial sobre el oficio del padre de Lázaro «tenía cargo de proveer una molienda de una hazeña». Estos siete ejemplos deberían ser suficientes para asumir que el estilo de Enzinas es más afín que el de Jarava respecto a la lengua del narrador del Lazarillo en los casos en que ambos autores traducen el mismo texto griego. Por supuesto, hay
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coincidencias en otros usos, como es el caso de ‘humero’, vocablo que usan ambos autores y que está también en el Lazarillo. Así pues, el mero cotejo lingüístico permite detectar usos específicos de un autor frente a otro y permite comprobar de forma objetiva que determinados rasgos de estilo del Lazarillo reaparecen en la traducción de Luciano hecha por Enzinas mientras que la traducción de Jarava opta por otros usos alternativos. En el caso de Enzinas, al disponer de varias traducciones más de obras de Luciano, podemos verificar la persistencia de uso de este elenco de 7 índice. Bastará, creo, con la verificación en uno de estos diálogos, el Tóxaris. En él encontramos ya repetidos 6 de los 7 índices, casi todos repetidos varias veces. Resumo numéricamente las coincidencias: el índice ‘te hago/hágote saber’ aparece un total de 6 veces; ‘al presente’ aparece 4 veces; ‘luengo’ aparece dos veces, una de ellas en la construcción ‘al luengo de aquella tierra’ y la otra en el uso ‘que no seas luengo’; ‘de manera que’ aparece también 4 veces y, finalmente, ‘a deshora’, que hemos visto repetido en ambas partes del Lazarillo en este diálogo se repite hasta 5 veces. La única fórmula, de este elenco de 7, que no se usa en el Tóxaris es la construcción ‘tener cargo de’. Lo mismo sucede con el diálogo de Charon, donde aparecen repetidos, ‘hágote saber’ (LIII y LXX), ‘a deshora’ (LIX y LXI), ‘al presente’ (X, XII, LIIII), ‘No por cierto’ (LV), ‘de manera que’ (LVIII) y ‘luengo, a’ (LXI). La única de las 7 que no se usa es ‘tener cargo de’. Lo mismo sucede con el célebre diálogo El Gallo, donde aparecen, repetidamente, 6 de los 7 índices, incluyendo ‘tener cargo de’ y distintas variantes de uso del adjetivo ‘luengo’. En el conjunto de los tres diálogos, Tóxaris, El Gallo y Mercurio y Carón, reaparecen, repetidos, los 7 índices que hemos visto, ninguno de los cuales se encuentra en la traducción de Juan de Jarava. En conclusión, tanto por el uso de fórmulas lingüísticas específicas, como por la verificación y cotejo de la obra de Enzinas con la de Jarava, hay argumentación objetiva suficiente para sostener que la hipótesis propuesta por Roland Labarre puede ser apoyada con mejores y mejores elementos de los que manejó el erudito francés. Salvo que se descubra algún otro autor en donde aparezcan todos los usos coincidentes en el caso de Enzinas, debemos considerar al ilustre traductor de Luciano, de Tito Livio, de Plutarco y del Nuevo Testamento como ‘el más probable autor del Lazarillo’.
La segunda parte del Lazarillo y el problema de su autoría La continuación del Lazarillo, a diferencia de la primera parte, ha sido completamente desatendida en España, obedeciendo en esto la norma inquisitorial. Sorprende que, sin ningún tipo de argumentación, ni documental ni lingüística, se haya desatendido el estudio, análisis y crítica de un texto que se sitúa de forma
La segunda parte del Lazarillo y el problema de su autoría
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inequívoca bajo la égida de Luciano, que, como ya hemos visto, es autor esencial para entender la construcción de la primera parte. Del mismo modo que hemos visto, por el cotejo de las traducciones del Ícaromenipo hechas por Jarava y Enzinas, que hay rasgos de estilo que permiten diferenciar a ambos autores, la ‘continuación de Amberes’ responde al mismo espíritu ideológico, detectado sin contemplaciones por Inquisición. No está tan claro que esta continuación sea del mismo autor, lo cual provoca un desafío teórico importante. En el supuesto de que sean obras de autores diferentes, pero de la misma orientación ideológica y doctrinal, la hipótesis de la autoría de Enzinas como autor de la primera parte obliga a plantear la hipótesis derivada de que el autor de la continuación pueda ser Juan de Jarava, lo que conlleva la necesidad de plantear de nuevo el cotejo entre las dos traducciones del Ícaromenipo, esta vez desde la perspectiva de la segunda parte. Esto implica desatender a las numerosas coincidencias de usos lingüísticos y centrarse en las divergencias, que pueden explicarse como evolución del estilo del mismo autor y también como características específicas de un segundo autor afín cultural e ideológicamente del primero. Esta segunda hipótesis derivada se debe abordar a partir del cotejo de ambas traducciones de la obra de Luciano, acudiendo a la selección de un número mínimo de divergencias significativas, que permitan proponer un perfil lingüístico del segundo autor, asumiendo que las coincidencias se podrían explicar como huellas de lectura inmediata. El resultado de ese escrutinio sobre Jarava como posible autor de la segunda parte es negativo: el elenco de coincidencias (‘a mi plazer’, ‘fantástigo’, ‘de buena gana’) es intrascendente y una ampliación del escrutinio a otras obras de Jarava, como los excelentes diálogos ‘Del Amor y un viejo’ y ‘Coloquio de la moxca y la hormiga’ resulta igualmente negativa. Por ello, el único autor al que se ha atribuido esta segunda parte, Diego Hurtado de Mendoza, resulta ser la única alternativa que podemos contrastar. Conforme al procedimiento seguido para la primera parte, el cotejo de índices lexicales de esta segunda parte se puede hacer entre Diego Hurtado de Mendoza y Francisco de Enzinas, limitándonos a la traducción de los cinco diálogos y del poema “El Amor fugitivo”. La suma de estos seis textos es de una extensión bastante inferior al conjunto de obras de Hurtado catalogadas en el CORDE, con lo que los resultados tienen fuerza argumentativa en lo que atañe a la aceptación o rechazo de la hipótesis sobre la autoría de Hurtado para esta segunda parte. El elenco de índices coincidentes lo restringimos estrictamente al segundo capítulo de esta segunda parte (de corte realista, hasta la transformación de Lázaro en atún) y los índices se filtran con la verificación de que se repitan en el resto de la obra y/o en la primera parte del Lazarillo. Los resultados de la muestra son los siguientes:
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1) 2) 3) 4) 5)
‘acaeceder/o/a/s’. En el texto de la segunda parte: “acaecedera cosa es”. ‘a mi placer/su plazer’. “estando en la cueva muy a mi placer” ‘algún tanto’. “holguéme algún tanto”. ‘amarga muerte’. “ejecutarían en mí muy amarga muerte”. ‘estruendo’. “era tanto el estruendo y ronquidos”. La palabra se usa dos veces en esta Segunda parte y aparece también, una sola vez, en la primera parte. 6) ‘por evitar prolijidad’. “y, por evitar prolijidad, de todo lo acaecido” 7) ‘muchedumbre’. “muchedumbre de pescados que al traquido de la nao” 8) ‘poca caridad’. “pareciome inhumanidad usar de poca caridad” 9) ‘silbo’. En la segunda parte: “grandes silbos y estruendos”; en la primera, “el silbo de la culebra”. Se trata de un vocablo que contribuye a la sensación de realismo, en este caso al crear un ámbito auditivo específico. Por otra parte el sintagma ‘silbo y estruendo’ recoge dos términos repetidos. 10) ‘pasar por la memoria’. Aparece hasta 4 veces en la segunda parte, con distintos usos del verbo ‘pasar’. 11) ‘dende en adelante’. “que al presente y dende en adelante muy dulce y sabrosa hallé”. 12) ‘luego a la hora’. Con el valor de ‘inmediatamente’. 13) ‘a deshora’. “a deshora sentí mudarse mi ser de hombre”. 14) ‘al presente’, “que al presente y dende en adelante” 15) ‘gran miedo’. “tenía gran miedo de verme entre ellos” 16) ‘por manera que’. Se trata de una fórmula muy importante porque se repite hasta 8 veces en la segunda parte pero solo se usa una vez en la primera. Se trata, pues, del índice más sólido para apuntar a dos autores distintos. La fórmula no la usa nunca Hurtado de Mendoza en el amplísimo corpus que el CORDE registra de su obra. Es fórmula muy usada por Cieza de León (8 veces) y por el cosmógrafo real, Alonso de Santa Cruz. Parece razonable pensar que si ambas partes son de distinto autor, este rasgo, repetido 6 veces en la segunda parte y ausente de la primera, debería filtrar al autor de esa continuación de Amberes.
Tenemos, pues, un conjunto de 16 unidades, lexicales o sintagmáticas, todas ellas en el mismo capítulo y repetidas en esa segunda parte, y a veces también en la primera. La primera tarea de escrutinio consiste en verificar cuántos de estos 16 usos aparecen también en Hurtado de Mendoza, autor propuesto de forma insistente para la atribución de las dos partes del Lazarillo. La respuesta es muy reveladora: de estos 16 índices, tan solo 3 reaparecen en la muy extensa obra de don Diego: ‘algún tanto’ y ‘estruendo’ se usan una sola vez, mientras que ‘al presente’ se usa 3 veces. En total, menos de un 20% del repertorio. Contrasta esto con la coincidencia de uso entre ambas partes del Lazarillo, que apunta a la hipótesis de un mismo autor para ambas obras. El resultado de este escrutinio es drástico: de los 16 índices, 11 de ellos son comunes a ambas partes del Lazarillo. Una coincidencia del 68.7%. Dado que ‘algún tanto’, ‘estruendo’ y ‘al presente’ están también en el repertorio de Hurtado
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de Mendoza, si reducimos al elenco eliminando esos tres índices, tenemos un repertorio de 13 índices, todos ellos del mismo capítulo segundo de la segunda parte, en donde 8 índices son comunes a ambas partes del Lazarillo. Un porcentaje de coincidencias del 61.5%. Entiendo que esto dirime la cuestión sobre la hipotética atribución a Hurtado de Mendoza de cualquiera de las dos partes. Entiendo también este elenco de 13 índices es un elemento probatorio que permite indagar sobre su coincidencia de uso en cualquier otro autor que se proponga para la atribución de ambas partes.
Hacia un estema complejo: clados y rizomas La representación habitual de un estema se hace partiendo de un principio de disposición del material como conjunto de clados, de tal manera que el conjunto de unidades catalogadas se dispone como una asociación de clados que cubren todas las relaciones clásicas entre subsistemas asociados. Un buen ejemplo es el sistema según el cual las ediciones de 1554 de la primera parte del Lazarillo se disponen como asociaciones de microsistemas asociados por vía binaria, ternaria o cuaternaria. La alternativa de la representación por medio de clados es la representación rizomática en la que una agrupación de unidades por encima de la línea de superficie implica un sistema de relaciones oculto en donde varias agrupaciones (A, B, C…) remiten a una unidad x, de la que parten dos o más troncos (x1, x2, x3…x ene) que corresponden a hipótesis alternativas sobre los elementos faltantes. Esto corresponde muy bien a la problemática que conocemos en el caso de las transmisiones del texto lazarillesco, tanto de la primera parte como de la segunda. Si asumimos que la raíz corresponde al ejemplar de 1550 mencionado por el Duque de T’Serclaes, y que los ejemplares visibles en la superficie son las dos ediciones de 1553 de Amberes, una en octavo y otra en dozavo (documentadas por Aribau y por Señán) el conjunto de ediciones intermedias y necesarias para relacionar las que están documentadas con las que son necesarias desde el punto de vista teórico nos encontramos con un esquema de relaciones similar al modelo general descrito por Paul Maas. Este modelo, bastante más complejo que las propuestas procedentes de Foulché-Delbosc o de Cavaliere, da cuenta de las relaciones entre los ejemplares conocidos y los ejemplares deducibles por análisis ecdótico y que es necesario incluir en el estema para poder explicar los ‘huecos’ (demostrables por cotejo de omisiones de línea en distintas ediciones). Este modelo rizomático asume que por debajo de la superficie de las unidades detectables por las ediciones catalogadas hay que hipotetizar la existencia de unidades deducibles por el cotejo de variantes. Un ejemplo perfecto de esto lo tenemos con la evidencia de distintas omisiones de
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línea en la transmisión de la rama A (Aribau, Sánchez 1599, Sánchez 1603, distintas traducciones alemanas) en donde existe una omisión compartida común a todas las variantes (porque mi boca era medida), que procede de Amberes 1553 y que implica necesariamente uno o varios puntos intermedios (ramas derivadas), demostrables por la evidencia de que existe al menos un documento (la edición de Augsburgo 1617) que implica una omisión de otra línea, que es común a las de Sánchez. El hecho de que las dos ediciones de Sánchez (Madrid 1599 y Valladolid 1603) mantienen las mismas 4 omisiones implica que tiene que haber al menos un ejemplar intermedio del que se ha obtenido la traducción de Augsburgo y que ese ejemplar tiene que ser posterior a Amberes 1553 y anterior a las ediciones de Sánchez, pero que está filiado a la edición castigada de Velasco y Hurtado de Mendoza. Esto avala la corrección de la vía metodológica propuesta por Ruffinatto de integrar en cualquier estema las traducciones a otras lenguas, que pueden derivar indistintamente de ediciones completas o castigadas, lo cual exige abandonar la vía reduccionista de proponer estemas restringidos a ediciones de 1554. Que, curiosamente, exigen siempre la propuesta complementaria de que haya, cuando menos, dos ediciones anteriores, en 1553 y ‘tal vez’ en 1552. La propuesta general Cavaliere-Blecua-Rico conjetura la necesidad de ediciones anterior pero renuncia a detectarlas por medio del análisis de las traducciones, que sí contempla la línea ecdótica que une a José Caso y a Aldo Ruffinatto. Entiendo que la propuesta de estema hecha por Ruffinatto en el año 2000 debe ser el punto de partida para completar un estema complejo que tenga en cuenta las variantes de transmisión significativas y que asuma una variante general que Ruffinatto no ha contemplado: la traducción francesa de Jean Saugrain, publicada en Lyon y París en 1560 debe plantearse a partir de una hipótesis temporal más amplia, que asuma entero el período 1552–1559. El cotejo minucioso de variantes que esa traducción permite es perfectamente compatible con el retraso de la edición de la segunda parte del Lazarillo hasta el año 1552, lo que permite situar el texto de la edición Saugrain en un período temporal varios años anterior al mismo año de la impresión de 1560. Según esto, la disposición estructural de las ediciones anteriores a 1554 se puede representar a partir de un tronco común con tres ramas que derivan en los tres grupos de ediciones conocidas.
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Hacia un estema complejo: clados y rizomas Ms. 1 fuente ¿1550? [Hormigos, cuerpo] | Copia de Ms.1 para imprenta [errores Torrijos, puerco] | Edición 1550 ¿Estrasburgo, Colonia o Amberes? Línea A
Línea B
Línea C
/
||
|
Edición fuente de 1553 Edición Velasco 1573 Ediciones de 1554 [Omisiones de línea] [Supresiones de censura] [Errores de transmisión]
A partir de aquí, y tal como sugirió J. Caso, hay que asumir la existencia necesaria de manuscritos, ya que en las imprentas se maneja siempre una copia del texto original, ya que en el proceso de impresión hay al mismo tiempo un cajista que compone la línea y un lector que dicta el texto que el cajista compone. Sería especialmente ingenuo suponer que desde la fase de la lectura del texto hasta la transformación del texto leído en el componedor de línea el texto se ha mantenido siempre incólume. La omisión de una línea íntegra o de varias líneas a partir de transmisiones se puede detectar y corregir con cierta facilidad si la edición se hace a plana y renglón y esto puede darse tanto por vía manuscrita como impresa, por eso es importante atender a la transmisión de los textos por vía impresa y a las omisiones o errores de lectura producidos por salto de línea tanto en la lectura del original manuscrito como en la transmisión a partir de ediciones en distinto formato. El estema propuesto por Ruffinatto es el siguiente: Ω X Y Al
Me Bu
Am
[Amberes entre 1555/1560] Si P1 Mi (Be)
Bi
Lu
Tf Fa
Ve Sa
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Entiendo, conforme a lo que he desarrollado en la edición, que la descripción Y, de la que dependen Alcalá y Medina (de la que Burgos es una descripta) corresponde a la edición de Amberes 1553, reproducida por Aribau. La descripción Am se refiere a la edición de Nucio 1554 y X representa la fuente común a las ediciones de 1554 conocidas. En la parte inferior del estema, Plantino 1595 (en realidad Raphelengius) enlaza con un rama relacionada con la traducción francesa de 1560, que desde mi punto de vista debería situarse en un margen temporal mayor (entre 1552 y 1559), evitando identificar el momento de la traducción del texto con el año de la edición que se traduce. La situación que ocupa en el estema el paréntesis (Amberes entre 1555/1560) en el estema entiendo que debería ampliarse a 1552–1560, con el corolario natural de que las ediciones de Martín Nucio y de Guillermo Simón podrían estar derivando de una o dos ediciones intermedias anteriores a 1554 y dependiendo de la rama X. A lo que hay que añadir la derivación de las ediciones de Luis Sánchez procedentes de la rama A, como hemos visto por la coincidencia de la omisión de ‘porque mi boca era medida’. La diferencia de interpretación de este estema y la hipótesis general se esclarece con una revisión de cuál es la dependencia de las ediciones de Sánchez, que, como hemos visto, no deriva de Velasco (como sí derivan Zaragoza 1599 y Barcelona 1599). Hay tres ramas distintas, las dos ‘aragonesas’ dependientes de Velasco y las dos castellanas (Sánchez y Alcalá 1605) que derivan de la misma rama que cobija también a Amberes 1553 (reproducida por Aribau). Y el análisis detallado de las distintas ediciones alemanas y holandesas apunta a una derivación doble o tal vez triple. Dentro del esquema de relaciones propuesto por Ruffinatto (que nos parece certero básicamente) convendría revisar las distintas traducciones francesas y alemanas de los siglos XVII y XVIII, que podrían orientar algo más, tal y como sucede con la edición manejada por Louis Viardot para su traducción, que necesariamente tiene que derivar de la rama A, pero en un nodo superior, ya que a diferencia de Sánchez y Aribau la traducción Viardot no omite ‘porque su boca era medida’. Y las variantes del episodio del ciego coinciden con los textos de Velasco, lo que demuestra que Viardot usa una edición anterior a la edición que sigue Aribau. El análisis del texto de la traducción de Viardot y la consiguiente asignación a una rama del estema requiere plantear una hipótesis consistente, que conduce a una importante observación crítica: el texto seguido por Viardot es una edición anterior al nodo del que derivan las ediciones de la rama A del estema, ya que contiene la línea porque mi boca era medida; al mismo tiempo traduce siempre las variantes que encontramos en la edición de Velasco (que procede de la princeps) frente a las variantes deturpadas de las ediciones de 1554. Por la tanto, Viardot traduce o bien directamente de la princeps o bien de la primera edición derivada
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de la princeps. En este sentido Viardot asume los dos errores (Torrijos, puerco) que hemos detectado como errores de la princeps en el proceso de composición de línea y plana. Como sabemos que entre 1550 y 1553 hay que deducir al menos dos ediciones intermedias hasta el tronco común de la princeps debemos asumir la posibilidad de que el ejemplar, usado por Viardot provenga directamente de la princeps y, en función de ellos, proponer una línea de derivación que, por un lado siempre será hipotética y por otra parte es seguro que deriva o bien de la princeps de 1550 o bien de una derivada que entronca con la línea A. Entiendo que, mientras no se disponga de un segundo texto que dirima esta duda metódica conviene asumir la hipótesis principal; a saber: el texto de Viardot proviene de una edición que heredó hacia 1832, tras la muerte de su suegro, Manuel del Pópulo Vicente García (Sevilla, 1775- París, 1832). La biblioteca de Manuel García debió pasar a propiedad de alguno de sus hijos (Manuel Patricio, María y Paulina), lo que deja abierta la posibilidad de que Viardot lo consultara directamente en alguna de las tres bibliotecas familiares a partir de 1832: la biblioteca de su cuñado Manuel, la de María Malibran y la suya propia. Es una vía abierta a la investigación, que hasta ahora no se ha planteado y que debería poder documentar la procedencia del texto de la traducción de Louis Viardot. En principio, el análisis y cotejo de las variantes de esta traducción apunta a que el texto español que utiliza es un ejemplar de la misma editio princeps uno de cuyos ejemplares tenía, varios años o decenios después, el Duque de T’Serclaes, Juan Pérez de Guzmán y Boza.
List of Illustrations Fig. 1: Lazarillo y el ciego. Grabado de Meissonnier. ......................................... 12 Fig. 2: El calderero. Grabado de Meissonnier. ..................................................... 28 Fig. 3: El escudero. Grabado de Meissonnier. ..................................................... 39 Fig. 4: El fraile de la Merced. Grabado de Meissonnier. .................................... 59 Fig. 5: El arcipreste de San Salvador. Grabado de Meissonnier. ........................ 68
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